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$ instalaron en ia calle y empezaton a pasar la gorra (Que Colo! La ge no slo para oir ta misica, sina para acmirar den Antonio, ¥ es a el unitorme: de tanasia y el turtante de tana ‘que fe tabla puesta Cucho, estaba graciosisimo, Cutho ¥ don An JOSE LUIS OLAIZOLA, premio E) Barco de Vapor 1982. nacid en San Seoes : nicigo Bibiana y sv mundo» en Is co» 61 Barco ds Vapor y ~Senke en ta eoleccién Gran Angute A partir de 9 afos UT José Luis Olaizola Cucho Premia El Barco de Vapor 1982 José Luis Olaizola Premio Planeta 1983 ediciones Sl oaninass asst man Coleccion dirigida por Marinella Terzi Primera edicion: mayo 1983 Decimeséptima edicién: septiembre 1996 llustraciones y cubierta: Antonio Taito © José Luis Olaizola Sarria, 1983 © Ediciones SM Joaquin Turina, 39 - 28044 Madiie ‘Comerciaiza: CESMA, SA- Aguacate, 43 - 26044 Madrid ISBN: 84-348-1160-9 Deposito legal: M27602.1996 Folocompasicion: Secomp Impraso en EspafalPented in Spal Imprenta SM- Joaquin Turina, 39 ‘28044 Madrid ea permitida to seproduccion total w parcial de este libs ni su tratamiento informatico, ni la transmision de ningun7 forma © por cualquier media, ya sea electronico, meconiea, por fotocepia, por registza u otros métodes, sin el poemiso previo ¥ por excrito de fos titulares del copyright A mi hija Recio Cuctio MaLuquer vivia en un piso Atico de la calle de la Luna, en Madrid, con su abuela. Iba a la escuela como los demas chicos. No sabia por qué no tenia padres, pero como otros chicos no sabian Por qué no tenian abuela, estaban igual. Su abuela se ganaba la vida trabajando de asistenta, pero cuando cumplié los se- senta afos tuvo tan mala suerte que s¢ rompié una pierna. Aunque se la arregla- ron, ya no pudo salir a la calle porque su casa era muy vieja, sin ascensor. Y como se quedé un poco caja, no podia subir las escaleras de los cuatro pisos que tenia el edificie. —Ta no te preocupes —le dijo la abue- la—. Yo sé coser y me puedo ganar la vida arreglando ropa. Aunque la casa de Cucho estaba junto ala Gran Via, que era la calle mas impor- tante de la ciudad, ta ocupaba gente muy humilde. A pesar de todo, procuraban ayudar a la abuela, mandandole ropa para 7 coser, pero le podian pagar muy poco dinero. Ademas, la verdad era que la abuelit cosia regular. y como. encima. tenia muy mata vista, sélo podia hacer arreglos de poca importancia. El caso es que empezi- ron a pasar hambre. Cucho menos, porque en la escuela, durante el recreo, se comia los bocadillos que dejaban a medias sus compaferos. Los habia que no los querian ni probar y se los daban enteros. Casi les hacia un favor porque asi no tenian que tirarlos a escondidas. En tal caso se los llevaba a la abuela. pero la mujer tenia otro problema; como le faltaban los dien- tes, le costaba mucho morder el pan y sélo se podia comer lo de dentro. Entonces Cucho se puso exigente y solo admitia bocadillos rellenos de cosas blandas como, por ejemplo, queso, mantequilla con mer- melada, membrillo y, sobre todo, los de tortilla francesa. Por tanto, la abuela cada dia comia mejor, pero cosia peor porque veia muy mal. Un dia se equivocé, y en un traje de caballero que le dieron para arreglar, a la chaqueta le puso, en lugar de las mangas, las perneras del pantalén. Cuando la ve- cina se vino a quejar, la abuela se dis- culpé: 8 —Ya me extranaba a mi que su marido tuviera los brazos tan largos... Por eso, aunque los vecinos quisieran ayudarla, resultaba dificil: veia tan mal que nunca sabian cémo iba a quedar lo que le dieran para coser. La mujer suspi- raba: —Ay! Si yo tuviera unas galas... Cucho —que tenia diez afios. pero pare- cia mayor— se fue a una tienda a ver cuanto valian unas gafas. El dependiente le preguntd: —¢Para quién son? —Para mi abuela. —

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