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Historia contempordanea de América Latina MASSIMO DE GIUSEPPE GIANNI LA BELLA T TURNER tusronta comrratrondsea De AMéasca LAT el valioso apoyo, a nuestras familias: de parte de Massimo a Maria del Carmen, Laura, Gabriela y Priscila; de parte de Gianni a Silvia y a Graziano, cuya desaparicién prematura no le ha permitido visitar estas fascinantes tierras. $i bien esta obra es el fruto de permanentes intercambios y didlogos, los capftulos 1, 3 y 5 (pérrafos 1 y 6-10) fue- ron escritos por Massimo De Giuseppe; los capftulos 2, 4 y 5 (parrafos 2-5) por Gianni La Bella. 8 1 ENTRE REVOLUCIONES Y MERCADOS GLOBALES: AMERICA LATINA EN LA EPOCA DEL IMPERIALISMO, ciones,' los pafses de esa amplia y articulada érea del mundo que se empezaba a conocer como América Latina ya tenian casi ochenta afios de experiencia como estados nacionales. Cuaren- ta afios més que el Reino de Italia, medio siglo mas que Alemania. Aunque marcados por fragilidades estructurales ~excluyendo los dos cfimeros experimentos imperiales en México (con Agustin de Iturbi- de en 1821-1823 y Maximiliano de Habsburgo en 1864-1867) y el més prolongado de Pedro I y Pedro II de Braganza en Brasil (1822-1889)— todos estos estados ya habjan adoptado el modelo republicano. En un mundo “poseurocéntrico” y, en parte, también “posoccidental”, como hha escrito Maria Matilde Benzoni,? el llamado “mundo nuevo” de las Américas ofrece muchos campos de investigaci6n, temas sorprenden- tes y una infinita variedad de fuentes a las cuales recurrir para reflexio- nar también sobre génesis y fronteras de aquel periodo histérico que normalmente lamamos “época contemporanea”. Los albores del largo siglo xx normalmente se identifican como la época del imperialismo, que se inspira en gran parte en la lectura de la historiografia anglosajona, francesa y alemana. Recorridos que se remontan a la larga tradicién inaugurada en 1902 por Imperialismo de John A. Hobson (en el que se inspiraron liberales y marxistas, a partir de Lenin), pasada, entre otros, por la relectura de La era delimperio con la que Eric J. Hobsbawm cerraba su trilogia sobre el largo siglo xix y cuestionada por David K. Fieldhouse y otros importantes estudiosos del fenémeno.* Sin entrar en rebuscados razonamientos tedricos sobre las relaciones entre economia y politica, transformaciones de las ol garquias e impacto de la tecnologia, es justo, en este momento, poner especial énfasis en el papel central del scramble for Africa (la carrera C uando comenzé el siglo xx, salvo algunas importantes excep- 19 ssvontA CONTEMFORANEA DE AMEIICA LATINA europea por la conquista colonial de Africa, sellada por el Congreso de Berlin de 1884-1885) o, en otras palabras, a la competicién por los territorios, articulaciones y vias comerciales y marftimas de Extremo Oriente que ocupé, ademas de los principales actores del imperialismo europeo, al declinante imperio zarista y a los nuevos grandes imperios emergentes: el Japén pos-Meiji y, si bien de un modo peculiar, Esta- dos Unidos del Open Door Policy. Ante ese escenario, América Latina parecerfa ocupar en este periodo un rol completamente marginal, al haber concluido ya desde hacfa tiempo la larga experiencia de la mo- narquia orgénica de los imperios ibéricos, y habiendo ya consumado (aexcepcién de Cuba y Puerto Rico) la experiencia de los procesos de independencia: un fenémeno que, por el contrario, iba a marcar gran parte del siglo xx africano y asiético, influyendo de forma relevante, como lo observa Burleigh, también sobre los equilibrios de la Guerra Fria.¢ Sin embargo, la América Latina que se preparaba para entrar en cl siglo xx era un drea geogréfica compleja, estratégicamente sensible para los equilibrios internacionales, gran proveedora de materias pri- mas y productos agricolas para los mercados occidentales, ocupada en un duro intento de modernizacién politica y econémica interna, y tierra prometida de legada para millones de migrantes en fuga de la crisis social y demogréfica de la Europa de la segunda revolucién industrial. La idea de América Latina empezaba a convertirse en una idea polivalente, politicamente fragil pero culturalmente potente, en desmedro de los nacionalismos imperantes en los diferentes contextos nacionales que la componfan. gCémo era entonces la América Latina que entraba en la época con- tempordnea? ¢Cudles son esas caracteristicas comunes que convivian con infinitas especificidades regionales y cuales sus perspectivas en la era del positivismo triunfante y de la afirmacién global del modelo de estado-nacién europeo? En el fondo, Darwin habfa comenzado la elaboracién de sus propias teorfas luego de una expedicién de cinco afios de duracién (1831-1836) que, después de Cabo Verde y las Islas Falkland-Malvinas, habfa cruzado el canal de Beagle, lo conducirfa a las Galapagos y, desde allf, a Oceanfa y, de nuevo, a Londres. Precisa- mente alli, entre el Atlintico y el Pacifico, en el profundisimo sur de 20 {RNTRE REVOLUCIONES Y MERCADOS GLOBALAS: AMERICA LATINA BN LA RROGA DEL IERIALISO. la América austral, rozando repiiblicas todavia imberbes como Argen- tina y Chile, entre costas, islas y fondos marinos inimaginables, habia recolectado esas muestras documentales que iban a ayudar a cambiar la historia global de la edad contempordnea. LAS HERENCIAS CRUZADAS: AMERINDIA, COLONIAL, REPUBLICANA La América Latina contempordnea es hija de una serie de sedimentos histéricos complejos y de una historia profundamente mestiza, como ha subrayado Serge Gruzinski! hecha de encuentros, desencuentros, fusiones, imaginarios superpuestos, en los que la dimensién barroca del pluralismo y la matriz del sincretismo tienden, de todos modos, a prevalecer, aun confrontandose con la modernizacién més extrema, incluso alli donde conviven con formas violentas de exclusién social, de represi6n étnica o de eliminacién politica. Es una historia en la que su larga duracién, como nos ha ensefiado Braudel,’ resulta més fécil- mente perceptible, casi como si el pasado nunca hubiera sido supera- do del todo, en ningiin nivel, sino que contimia regenerandose de for- ‘ma original y silenciosa, tanto en esos pafses en los que la narracion de Ia historia ha sido marcada por una fuerte huella nacionalista (desde México hasta Argentina) como alli (desde Honduras hasta Paraguay) adonde desde hace tiempo ha desaparecido de los programas de estu- dio.’ Hay una pequefia iglesia, Santa Marfa Tonantzintla, en el pueblo de San Andrés Cholula, en las afueras de Puebla, en el actual México centro meridional, territorio de la primera diécesis catélica fundada en el continent propiamente dicho (Diécesis Tlaxcalensis Angelopo- litana, erigida el 15 de octubre de 1525), que ejemplifica perfectamen- te el sentido de esta pluralidad tendencialmente barroca que engloba los elementos atin presentes del pasado como una especie de resumen semi continental. En un triunfo de elementos amerindios (Tonantzin era la divinidad femenina del mundo nahua, uto-azteca, a cuya matriz se remonta también el culto de la Virgen de Guadalupe) y cristianos,! esta pequefia iglesia, construida por artesanos locales bajo la direccién de los franciscanos a finales del siglo xv, mezcla una serie infinita de mestizajes: precedentes y sucesivos a la conquista, en un triunfo del Barroco americano que no deja libre ni siquiera un centimetro vacfo. Entre preceptos tridentinos y reinvenciones cristolégicas de Tléloc, dios de la Iluvia y de los relémpagos, relecturas marianas de las ma- dres prehispénicas y reconfiguraciones de divinidades en santos, en las bévedas de la iglesia surgen con fuerza también esos elementos de la tierra que habjan ayudado a generar esa pluralidad cultural: el maiz, el cacao, las calabazas, los frijoles y otros frutos que iban a cambiar definitivamente la historia global en la edad moderma. La milpa, el campo de maiz del que partié la sedentarizacién de Mesoamérica, es una sola, pero al mismo tiempo es plural, porque (en desmedro del mito largamente difundido de los monocultivos amerindios) junto al maiz se cultivan frijoles, calabazas, chiles y otros elementos de base de una dieta todavia hoy dominante y persistente después de siglos de conquistas y civilizaciones. La milpa es un ejemplo perfecto de histo- ria cultural y material muy extendida en el tiempo, que retine estudios de arquedlogos, historiadores, antropélogos, asi como también agré- ‘nomos y genetistas.* Un discurso anélogo, aun en un contexto muy di- ferente, se puede aplicar también al espacio (productivo y sacro) de la papa -o patata- de los altiplanos bolivianos y peruanos."® Claro, esta pequefia iglesia colocada en el coraz6n del primer virreinato espafiol americano, aparentemente esta muy distante de las pequeiias capillas construidas por emigrantes friulanos en la Pampa argentina a finales del siglo x1x 0 de los altares que acompaftaban cl envio de salitre en el puerto de Tocopilla. El sentido de las huellas de un pasado que se reinventa constantemente entre las manos de los que trabajan la tierra ‘© que la transforman en alimento y en procesos de mestizaje cultural ‘no desaparece (tal vez ni siquiera en los modernos templos evangelis- tas de San Pablo 0 Guayaquil, adornados con pantallas de led y car- gados de una plastica modernidad). Por lo tanto, el punto de partida es simple: al intentar encarar la complejidad de la América Latina del largo siglo xx, intentando buscar en ella signos comunes o al menos de didlogo potencial, es necesario tener en cuenta las muchas varia- bles, geogréficas, etnolingiifsticas y culturales, religiosas y sociocco- némicas que la historia ha reclaborado a través de una serie infinita de 2 experimentos y laboratorios, generando procesos de envejecimiento en los que, por su larga duracién, han adquirido el peso de ser una herencia jamés removida completamente. Por lo tanto, el principio de pluralidad debe tener en cuenta un espacio extremadamente variado que ha ayudado a articular de forma impresionante la biodiversidad, a nivel de flora y fauna, repercutiendo también sobre la antropomorfi- zacién de los territorios y su produccién." A nivel geogrifico y climatico, los territorios de América Latina pre- sentan todas las variedades posibles, con areas desiertas, semidesier- tas, templadas y tropicales, enormes cadenas montafiosas que se dis- ponen a lo largo de una Iinea norte-sur (o viceversa) hacia el Océano Pacifico ~desde la Sierra Madre Oriental, extensi6n de las Montafias Rocosas, hasta la cordillera andina y las grandes cumbres patagéni- cas-, alternando altiplanos hrimedos, cadenas volcdnicas y lagunas de manglares con grandes llanuras fértiles, asi como selvas pluviales con cuencas aluviales. Recorriendo América Latina se experimentan cons- tantemente cambios morfolégicos, por momentos abruptos, desde costas a montafias o valles caracterizados por microclimas peculiares. La parte nororiental de América Latina bordea el enorme recodo del Golfo de México, para estrecharse luego en las regiones del istmo y co- nectarse un poco més al norte del Ecuador con el enorme bloque sub- continental sudamericano, surcado por algunos de los més imponen- tes rios del mundo (Amazonas, Orinoco, Paraguay y Rfo de la Plata), separado por enormes escudos forestales (el de Guyana, el brasileio costero y, naturalmente, el amazénico), necesarios para la superviven- cia misma del planeta. Esta geografia heterogénea y variable condi- ciona atin hoy los problemas entre Estados surgidos de las cenizas de las monarquias ibéricas, que asumen las formas més variadas: largos y estrechos, como Chile; enormes y anchos, como Brasil; pequefios y achatados, como El Salvador; con forma de embudo, como México, 0 con la forma de una aguja de crochet, como Panamé. Sila geografia ha favorecido una natural heterogeneidad de los pro- ductos minerales, de la tierra, de la flora y de la fauna (todos elementos en constante ¢ ininterrumpida transformacién a lo largo de los mile- nios), la pluralidad més impresionante que hay que tener en cuenta es 3 tsronA correatronivna ie AMERICA LATINA la humana. En 2019 la poblacién de la regién, subdividida en 33 pai- ses y dependencias, distribuidos en un espacio de mas de 19 millo- nes de kilémetros cuadrados, ha sido calculada en aproximadamente 639 millones de personas (diez veces més respecto a las estadisticas de principios del siglo xx, que la calculaban en 61 millones). Aunque tenga una densidad limitada, algunos paises poseen un imponente im- pacto demografico: Brasil, con més de 208 millones de habitantes, y México con 129 millones, seguidos, a una gran distancia, por Colom: bia, con apenas menor a los 50 millones, Argentina con 44, Pert con 32y Venezuela con 31 millones, contra los poco més de tres millones de habitantes de Uruguay. La densidad de poblacién es muy exigua respecto a Europa o a algunas regiones asiéticas, si bien los procesos de urbanizacién del siglo xx han producido extraiias anomalias: solo la Ciudad de México tiene més 0 menos la misma poblacién que El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamé juntos, San Pablo supera a todos los habitantes de Chile y Uruguay, San Salvador de Bahia esté més poblada que el resto del pafs. Pero la pluralidad humana latinoamericana es hija, sobre todo, de los sedimentos histéricos y de las relaciones que el ser humano ha establecido con la tierra, sus productos y sus transformaciones. Si, de hecho, a nivel lingitistico la América Latina contemporanea ha sufri- do variaciones moderadas a lo largo del siglo xx, ha visto reducirse gradualmente tanto el peso como la centralidad de las lenguas indi- _genas a favor de los procesos de castellanizacién (0 hispanizacién, ya ‘emprendidos durante los virreinatos espafioles de forma més 0 menos ongénica durante el siglo xvitt) o sea por la lenta introduccién del inglés (efecto de las migraciones y de los medios de comunicacién globalizados), es solamente desde los sedimentos histéricos que’ se puede comprender la pluralidad etnocultural de la regién, hija de los mestizajes ininterrumpidos. La conquista espafiola y portuguesa de los territorios del “nuevo mundo” ha generado, ademas del nombre “América” (por el florentino Americo Vespucci, stibdito del Reino de Castilla), una categoria, la de los indios 0 indigenas, hija no solo del qui pro quo geografico de la misién de Colén sino también de la nece- sidad de marcar una alteridad profunda entre el occidente europeo y 4 [ENTRE REVOLUCIONES Y MERCADOS GLOBALES: AMERICA LATINA EN LA 90K DRL IMPERIALIMO las poblaciones del Novum Orbis, que se reunfan y agrupaban en una ‘énica enorme categoria hasta ese momento inexistente. Se puede en- contrar una numerosa bibliografia sobre por qué ese “encuentro” con el indio iba a cambiar definitivamente tanto la historia europea como la americana, uniformando, bajo una etiqueta tinica de pueblos idéla- tras que habia que evangelizar y conquistar, una gigantesca compleji- dad humana hoy desclasada con el nombre de “pueblos amerindios”. En esta categorfa uniforme fueron incluidas poblaciones caribefias como los tafnos, grandes y complejas civilizaciones némadas agrico- las y guerreras en constante transformacién, como las pertenecientes al mundo maya mesoamericano (a su vez. compuesto por decenas de grupos etnolingifsticos), hasta la amplia familia de lengua néhuatl del Valle de México, cuya poderosa encarnacién etnopolitica, en el momento de la legada de Cortés, era la triple alianza guiada por los mexicas (aztecas); también la articulada civilizacién incaica andina, capaz de conectar montafias y costas, hasta las poblaciones de caza- dores recolectores amazénicos, los ranqueles de la pampa hiimeda, los araucanos de Tierra del Fuego. Si en el mundo mesoamericano el elemento de la sedentarizacién habfa sido répresentado por el mafz, enel mundo andino habfan sido los tubérculos, dos cultivos y culturas profundamente antropomorfizadas. La estructura de la sociedad, de la organizacién religiosa de los mundos amerindios se habia construido alrededor de esos productos y de la gestién comunitaria de la cosecha que habia generado civilizaciones urbano-burocraticas y militares mas ‘© menos sofisticadas. No se trataba de colectivismo sino de estructu- ras comunitarias (como el calpulli azteca), en la base de estructuras social y religiosamente estratificadas, diversificadas a nivel tecnol6gi- co, tendencialmente abiertas a la construccién de redes comerciales, sincretismos religiosos y sistemas politicos que la edad moderna iba a esquematizar en la categoria tinica de “lo prehispnico”. Culturas que, sin embargo, a nivel profundo, a pesar de la conquista y la caida de los imperios locales, iban a surcar los siglos de forma dindmica, sobrevi- viendo a epidemias, violencias, formas de trabajo servil brutales como Ja mita en las minas andinas, campafias de alfabetizacién, procesos na- cionales, movimientos migratorios, manifestando una impresionante 5 capacidad de resiliencia y de adaptacién, ademés silencioso, pero para rad estitico, ante los diferentes procesos de “modernizacion”. $1 ea

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