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Matías Palomo

Conocer
PARA DECIDIR
La conformación adoptiva como proyecto familiar
Palomo, Matías Hernán
Conocer para decidir : la conformación adoptiva como pro-
yecto familiar / Matías Hernán Palomo. - 1a ed. - Salta : Juana
Manuela, 2023.

68 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-8970-66-0

1. Derechos Humanos. 2. Legislación. 3. Adopción. I. Título.

CDD 362.734
AGRADECIMIENTOS

Este sueño viene gestándose desde mucho tiempo antes de


empezar a ser escrito. Muchas personas de una u otra forma
han colaborado para que hoy se materialice.
A la Corte de la Justicia de Salta, a todo el personal de la
Secretaria de DDHH del Poder Judicial y al personal de Re-
gistro de Aspirantes a Guarda con Fines de Adopción de Salta,
por ser un equipo en el que la tarea cotidiana se configuró en
una postura ética y comprometida frente a la responsabilidad
que tenemos.
A Ana y Cayetana por el aliento y por los aportes para este
libro, compartiendo su proceso familiar de manera abierta y
genuina.
A todas las familias que a lo largo de los años me han
dejado ser parte de sus vidas por el ratito que me ha tocado
acompañarlos.
A todos los chicos y chicas que a pesar de haber atravesado
tantas situaciones de vulnerabilidad siguen confiando en que
existen adultos que pueden aportarles algo, y se abren en esa
confianza al gran salto que implica una adopción.
A Sofi, Benja y Guille, por enseñarme a ser papá y a seguir
aprendiendo todos los días.
A Anita, mi compañera de camino, la que con su incon-
dicionalidad me ha permitido el honor de formar parte de su
vida y con ello me ha regalado la posibilidad de ser una mejor
versión de mí mismo.
Matías Palomo

POR QUÉ ESCRIBIR UN LIBRO SOBRE


ADOPCIONES

Existe conforme mi criterio un vacío importante en materia


de bibliografía vinculada a esta temática. Hay muchas produc-
ciones al respecto, y conforme uno avanza en las búsquedas
existen alternativas de textos que están muy vinculados a
preceptos del deber ser –que entiendo son adecuados– pero que
no pueden trascender el territorio de lo abstracto y de lo que
se teoriza como correcto o adecuado. Esto implica una serie
de ejercicios de producción intelectual a través de los cuáles
se teoriza sobre tal o cual aspecto, pero que por las propias
características del tema y las idiosincracias de las diferencias
culturales, sociales y económicas de nuestro país terminan
siendo visiones muy focalizadas en la lógica central, acade-
micista, que dejan de lado la experiencia concreta y cotidiana
de quienes trabajamos en efecto sobre aquellos temas en que
otros teorizan.
Me interesa en consecuencia como profesional psicólogo
dar una forma material a la experiencia de trabajo, y asimismo
me permito alentar a la gran cantidad de profesionales de todo
el país que día a día ejecutan políticas públicas en diferentes
áreas, en las que desarrollamos prácticas transformadoras, pero
que muchas de las cuáles no quedan luego plasmadas en formas
escritas que nos permitan debatir e intercambiar experiencias.
En mi caso he sido y soy acompañante en diferentes procesos
de integración familiar adoptiva, desarrollando mi rol desde la
Secretaría Tutelar del Poder Judicial de Salta, organismo que
en la provincia tiene a su cargo el Registro Único de Aspirantes
a Guarda con Fines de Adopción (RUAGFA) (Salta, 2018).
He sido testigo privilegiado de un proceso en el que más de
250 niños, niñas y adolescentes a lo largo de 9 años han encon-

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Conocer para decidir

trado un escenario familiar adoptivo conforme los preceptos


contenidos en la normativa vigente en materia de adopción, lo
que me lleva a gestar esta idea de exponer una serie de expe-
riencias que buscaré organizar en esta publicación. En ningún
momento se mencionarán datos concretos de esas familias ya
que la temática que abordamos exige respetar al máximo el
compromiso de confidencialidad, centrando la producción en
aquellos aspectos vinculados a procesos, que en muchas oca-
siones son desconocidos para los propios protagonistas que los
atraviesan.
Muchas familias inscriptas en diferentes registros del país
plantean un desconocimiento del trámite en general y de su
situación concreta en particular, y considero que esa desinfor-
mación colabora negativamente con la imagen que queremos
desterrar respecto del instituto de la adopción. Conocer las
particularidades de este tema tan trascendente para la sociedad
conlleva la necesidad de que existan prácticas más claras y
abiertas. Nunca conocer será un obstáculo, más bien todo lo
contrario.
La pretensión de alejamiento de posturas idealistas es uno de
los ejes rectores para comprender todo lo vinculado a adopción;
es hora de dejar de una vez por todas los postulados que hablan
de un vínculo mágico, instantáneo y de generación espontánea.
Tales conceptos atentan contra una imagen ajustada y realista,
y abonan la idea de aspectos vinculados más a lo literario que
al complejo entramado de interacciones mediante las cuáles
podremos lograr –a través de intervenciones específicas– que
en su evolución pueda construirse un escenario familiar a partir
de momentos de avances y retrocesos, en una dinámica pocas
veces simple.
El autor

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Matías Palomo

LOS PRECEPTOS NORMATIVOS

En referencia a la normativa que en materia de adopción


rige en el país quiero dejar en claro a modo de opinión que
como toda norma siempre es perfectible. Pero a lo largo de los
años he escuchado postulados vinculados a un discurso social
genérico que plantea la necesidad de una nueva norma. Debo
destacar que un elevado porcentaje de las personas que afirman
ello no conocen la norma vigente.
El principal fundamento del pedido de una nueva ley de
adopción es el tiempo de espera, y en ese postulado el tiempo
al que aluden es el que los adultos esperan sin poder concretar
una adopción. Pero entonces surge la pregunta ¿Cuál es la nor-
ma que garantiza el derecho a ser papá o a ser mamá? La res-
puesta es tan simple como contundente y antipática –a los ojos
de quien plantea la pregunta– ninguna norma garantiza ello por
el simple hecho que no existe un derecho tal. Y no existe en
Argentina como así tampoco existe en ningún país del mundo.
Entonces, ¿Qué matriz cultural se pone en juego en este
punto? Entiendo que persiste aún en muchos el concepto de
que la adopción es una forma de dar hijos a personas que no
han podido tenerlos, pero esa valoración subvierte el verdadero
precepto que la norma protege, a saber, “la adopción es una
institución jurídica que tiene por objeto proteger el derecho
de niños, niñas y adolescentes a vivir y desarrollarse en una
familia que le procure los cuidados tendientes a satisfacer sus
necesidades afectivas y materiales, cuando éstos no le pue-
den ser proporcionados por su familia de origen. La adopción
se otorga solo por sentencia judicial y emplaza al adoptado
en el estado de hijo, conforme con las disposiciones de este
Código” (Honorable Congreso de la Nación Argentina, 2015).
Entonces nos encontramos como trama social frente al

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Conocer para decidir

desafío inicial de rediscutir todo lo que culturalmente se nos


ha inculcado en materia de adopción, y esa discusión por lejos
excede lo que la norma ya reconoce, ya que como en muchos
otros ejemplos contamos con una norma muy clara (recuerden
que ya establecí postura de que siempre puede ser perfectible)
pero los cambios sociales que la norma propone aún se encuen-
tran en pleno proceso de generar nuevas matrices culturales en
lo más profundo de nuestro ser social.
Una forma que considero válida para promover este cambio
de mirada es el acceso a información. Conocer cada uno de los
pasos que rodean a este trámite, detallar los aspectos que atra-
viesan quienes ya transitaron este camino puede ser un modo
válido para introducirse en el mundo de la adopción para com-
prenderlo. Seguramente existirán otras formas ya que no pre-
tendo agotar la discusión, sino todo lo contrario. El detalle que
sigue a continuación tiene que ver con los distintos momentos,
las preguntas y dudas frecuentes, los posibles escenarios y al-
gunas valoraciones que surgen de la experiencia.

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Matías Palomo

EL MOMENTO DE LA CONSULTA

Para muchas personas que fantasean con la idea de adoptar,


o con la idea de maternar - paternar, o con la idea de que su
situación familiar tiene una estructura que quieren o necesitan
modificar, el momento de buscar información sobre adopción
reviste mucha ansiedad y desconcierto. Esto no se debe a la ac-
cesibilidad, ya que existen portales específicos, como por ejem-
plo la página de la Dirección Nacional de Registros Únicos de
Aspirantes a Guarda con Fines de Adopción (DNRUA) (ar-
gentina.gob.ar, 2022) dependiente del Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos de la Nación, en ella puede descargarse
material en pdf, textos de lectura accesible sobre el sistema
nacional de registros, además de las referencias a las páginas
en las que cada provincia promueve el instituto.
Pero la ansiedad y desconcierto va de la mano de factores
más subjetivos, ya que, desde el inicio de la idea, desde el pre-
ciso momento en que las personas se permiten pensar en la
adopción y ponerla en palabra, comienzan a operar todos los
preceptos que consciente e inconscientemente han incorpo-
rado a lo largo de los años. Entonces sin conocer siquiera la
norma aparece el concepto genérico de que ADOPTAR ES
MUY DIFÍCIL, y ese mismo discurso personal encuentra
numerosas expresiones que lo sustentan en discursos de otros
en los que opera el mismo precepto –a saber, sus familiares,
amigos o simples opinadores momentáneos. Todas esas inter-
venciones no hacen más que alimentar los preceptos erróneos.
Aparecen así muchos mitos vinculados a la adopción,
y cada una de esas afirmaciones –que en este estadio son
autoafirmaciones– generan dilaciones en efectivizar la primera
consulta o en concretar una búsqueda.

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Conocer para decidir

MITOS
Me permito en estas líneas explorar algunos de los mitos
más comunes con los que me encuentro cada vez que alguien
hace su primera consulta:
• Yo no puedo adoptar porque no soy propietario de la
casa en la que vivo.
• Nosotros no estamos casados. Encima tampoco
registramos la unión convivencial.
• A mí me perjudica no tener un trabajo registrado y un
recibo de sueldo, soy trabajador independiente.
• No puedo adoptar porque soy una persona sola.
Algunos de estos ejemplos pueden sonar extraños, incluso
irrisorios, pero se constituyen en verdaderas trabas subjetivas
que generan efectos concretos. Tomar decisiones en base a
supuestos en lugar de tomarlas en base a información, es por
lo menos poco estratégico. Informarse sobre el trámite, hacer
las preguntas que se consideren pertinentes –aún cuando pa-
rezcan preguntas poco trascendentes– es el camino correcto.
Luego cada persona tomará las decisiones que considere co-
rrectas para sí, y ese es un ejercicio muy personal. Muchos que
consultan luego deciden no iniciar el trámite y ello es válido,
porque han alcanzado ese punto en base a datos objetivos que
activamente gestionaron y toman la decisión que consideran
más apropiada para sí mismos.
Quienes a partir del primer acercamiento al registro deciden
avanzar en su postulación, no agotan la instancia de preguntas,
ya que cada paso que vayan dando introducirá nuevos inte-
rrogantes. Esto nos da la idea de un proceso dinámico y en
constante construcción, que conforma una variable de análisis
que se va a repetir en otros momentos.

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Matías Palomo

CONFORMAR LEGAJO Y AVANZAR


EN LA EVALUACIÓN

Cada provincia y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires


tiene un convenio con el Poder Ejecutivo Nacional a través
de su Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. En la ór-
bita de esta cartera ministerial se inserta la DNRUA. No es
el objetivo de este libro detallar cada uno de esos convenios,
pero me interesa dejar en claro que en virtud de lo que se haya
acordado –en los términos del principio de federalismo que
propugna nuestro país– cada jurisdicción tiene la potestad de
dictar normas locales que instauran el modo en que el trámite
se va a llevar adelante en su territorio local.
Quiero aclarar en este punto que el convenio implica una
serie de compromisos comunes a todos –somos una red federal
con una estructura troncal común– pero pueden existir parti-
cularidades de cada provincia que imprimen al trámite alguna
especificidad. Por ejemplo, en mi provincia no existe el Regis-
tro de Agresores Sexuales, por ende, no se requiere a los postu-
lantes que acrediten no figurar en ese registro; otras provincias
si lo tienen, y la presentación de ese documento es obligato-
ria. Otra particularidad provincial tiene que ver con la depen-
dencia del Registro en cada jurisdicción, entonces en algunas
provincias el registro depende del Poder Ejecutivo y en otras
provincias –como en la mía– depende del Poder Judicial. Exis-
ten jurisdicciones en las que la inscripción se habilita en un
determinado periodo del año calendario, y otras –como el caso
de Salta– en el que la inscripción puede realizarse en cualquier
momento del año, incluida la feria judicial.

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Conocer para decidir

LEGAJO
El primer paso entonces para conformar legajo tiene que
ver con buscar los requisitos que pide para la inscripción la
jurisdicción de residencia. Y en este punto se sostienen dudas
en múltiples consultas que a veces recibo, que aún dan cuenta
del antiguo sistema de inscripciones, propio del antecedente
normativo al que rige en la actualidad. Anteriormente una fa-
milia podía conformar un legajo en alguna ONG que lo aseso-
raba al respecto y realizaba las evaluaciones profesionales, y
presentaba esa carpeta en todas las provincias que tuviera a su
alcance económico. Así he tomado conocimiento de familias
que tenían el mismo legajo radicado en Salta, Jujuy, Catamarca,
Chaco, Misiones, Tucumán, Formosa y Buenos Aires; esa prác-
tica arrojaba ocho familias inscriptas, que en realidad era una.
Entonces el primer punto que podemos reconocer del sistema
actual es que la inscripción única arroja un resultado veraz en
referencia a la cantidad de inscriptos, solo debemos sumar la
totalidad de legajos radicados en cada provincia y obtendremos
el número exacto y real de cuantas familias están inscriptas en
todo el territorio nacional.
A su vez, otra particularidad que se incluye en el convenio
troncal y que es común a todas las provincias y CABA, es que
los evaluadores –quienes lleven adelante la concreción de las
evaluaciones psicológica y social de los postulantes– deben
pertenecer a instituciones oficiales conforme las normas loca-
les. En el caso de Salta quienes llevamos adelante los proce-
sos evaluativos pertenecemos al Registro como profesionales
integrantes del Poder Judicial. Ello garantiza una evaluación
objetiva en procura de alcanzar cada vez mejores perfiles que
integren la nómina de inscriptos.

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Matías Palomo

EVALUACIÓN
Como todo proceso evaluativo existen dos resultados posi-
bles, a saber, favorable o negativo. Es un error conceptual muy
frecuente creer que la sola presentación de la documentación
que se exige en la norma por sí misma cumplimenta el trámi-
te, ya que ese paso lo único que garantiza es una inscripción
provisoria –precisamente por haber cumplido con los requi-
sitos formales de la presentación. Pero el verdadero eje de la
postulación lo constituye el hecho de atravesar de manera fa-
vorable las evaluaciones que la jurisdicción aplique. ¿Y qué es
lo que se evalúa en esas instancias? Básicamente y en palabras
de Federica Otero competencias parentales. A la luz de lo que
estipula el Código Civil y Comercial de la Nación en cuanto a
los principios que rigen la adopción, centrándose en el Interés
Superior del Niño y el Principio de Autonomía Progresiva, la
colega refiere que las capacidades parentales relevantes son:
• Motivación.
• Capacidad de alteridad.
• Capacidad de apego adecuada y de desapego progresivo.
• Capacidad de diálogo e interacción.
• Capacidad de protección, cuidado y nivel adecuado de
narcisismo que permita el reconocimiento de un vínculo,
donde hay uno que cuida y otro que precisa de ser cuidado.
• Capacidad de respeto a los derechos del niño.
• Apertura social y capacidad de integración y no discrm-
nación.
• Capacidad de reconocimiento de distribución equitativa-
de responsabilidades.
• Capacidad de consenso.
• Capacidad de holding.
• Capacidad de reconocer las individualidades del hijo, ca-
racterísticas personales, fortalezas personales y debilidades.
• Capacidad de disponibilidad adecuada.

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Conocer para decidir

• Capacidad de sensibilidad adecuada.


• Capacidad de aceptación.
• Capacidad de cooperación.
• Capacidad de pertenencia a la familia.
• Capacidad de frustración.
• Capacidad de “ser padre/madre”.
• La imagen de hijo/a introyectada.
• Los temores en relación a la incorporación de un
niño, niña o adolescente a su organización familiar.
• Grado de aceptación durante todo el pro-
ceso en relación a ser diagnosticado.
• Grado de reconocimiento que tiene sobre la pro-
hibición de las guardas directas y del derecho de
todo niño o niña a que se agoten las posibilida-
des reales de permanencia con su familia de origen.
• Cuán elaborado tiene el adulto su incapacidad de-
engendrar por naturaleza (si ese fuera el caso)1
• En situaciones de muerte de algún hijo, es importante
pensar si se ha alcanzado el duelo adecuadamente que per-
mitiría la catexis a un nuevo objeto de amor. (Otero, 2016)
Siempre entiendo recomendable la lectura lo más directa de
la fuente, por lo que sugiero la bibliografía de Federica Otero
tanto para los lectores con formación técnica, así como para
aquellos legos que se interesen en el tema. Su rol inicial en el
surgimiento de la DNRUA le permite avanzar en conceptos que
son claves pertinentes para comprender los aspectos teóricos
vinculados a la adopción. Sobre las competencias parentales
mencionadas implican una guía para aquellos que evaluamos
postulantes sobre aspectos concretos que deben estar presentes
en el discurso, o por lo menos como potenciales a ser adquiri-
dos con el adecuado acompañamiento y capacitación.
En la norma local salteña estas competencias parentales que-
dan reflejadas en los puntos sobre los que debemos expedirnos
1
.El agregado entre paréntesis es mio

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Matías Palomo

quienes evaluamos, detalladas en la Acordada N° 12709/18,


y que es el instrumento legal que rige el trámite en nuestra
provincia. Muchos postulantes me preguntan al momento de
iniciar su proceso evaluativo qué aspectos se incluyen en el in-
forme psicológico; esa natural necesidad de conocer el proce-
dimiento conlleva ajustar la expectativa a conocer que aspectos
van a ser considerados.
a. Datos personales de el/la/los/las postulantes.
b. Disposición hacia el proceso de evaluación. Apertura.
Cierre. Tipo de discurso. Posición ante un tercero.
Posición frente a las intervenciones;
c. Historia personal y familiar. Historia de origen
de cada uno de los miembros de la pareja o persona.
Identificaciones. Posición como hijos;
d. Historia y dinámica de la pareja o de la persona;
e. Proyecto filiatorio. Deseo. Búsqueda. Diagnóstico.
Reacción frente a la imposibilidad. Duelo. Decisión
de adoptar, cómo llegan a la misma. Particularidades
de esta última;
f. Postulación – Expectativas;
g. Derecho a la Identidad. Convención sobre los
Derechos del niño. Historia de origen del niño.
h. Conclusiones
Muchas veces se inicia una intervención con un interlocutor
que está convencido de ciertas cualidades esotéricas vinculadas
a la evaluación psicológica, por ese motivo resulta clarificador
detallar los ejes sobre los que debemos expedirnos quienes
evaluamos, ya que permite comprender que es lo que se busca
exponer en el informe.

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Conocer para decidir

PROYECTOS VIABLES
Volviendo al trámite propiamente dicho, el caso de la eva-
luación favorable implica que la provisoriedad que tenía la ins-
cripción mencionada anteriormente pase a tornarse definitiva,
a todos los fines y efectos, que el legajo se encuentre disponible
para que los jueces y juezas los valoren cada vez que se declare
la situación judicial de adoptabilidad de una niña, niño o ado-
lescente. En tal caso nuevamente la particularidad de cada
provincia conllevará un posible orden de prelación –quienes
estén inscriptos previamente tienen prioridad de ser seleccio-
nados por jueces y juezas– o bien como resulta en el caso de la
provincia de Salta que la totalidad de la nómina de legajos con
inscripción definitiva están a disposición de magistrados y ma-
gistradas para ser seleccionados conforme el criterio de Interés
Superior del Niño (recordemos que es uno de los principios
que rigen a la adopción conforme el Art. 596 del Código Civil
y Comercial de la Nación).
Este no es un dato menor, y comparto el criterio de la
nómina completa, por cuanto la decisión no debería estar su-
jeta al orden de una lista, sino que quien conoce el expediente
desde su etapa germinal cuenta con elementos suficientes para
tomar una decisión ajustada, es decir, valorar de esa nómina
quien reúne mejores criterios para el caso concreto por el que
se decide. Priorizar el orden de inscripción configura una nue-
va variable de poner la centralidad del adulto en el proceso, y
como ya se ha aclarado, ello corresponde a un paradigma que
es anacrónico y que contradice los principios que actualmente
rigen en adopción.

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Matías Palomo

PROYECTOS NO VIABLES
¿Qué sucede en caso de que exista una evaluación
psicosocial negativa? En nuestra provincia ello implica la baja
y archivo del legajo. Ante ello la norma prevé una entrevista
de devolución que es una instancia voluntaria a la que se cita
a los o las postulantes, en la cual se les explican los motivos
que han llevado a la valoración negativa. En mi caso, como
psicólogo, muchas veces se advierten en las pruebas indica-
dores vinculados con psicopatología, o consumo problemático
de sustancias, o bien características de personalidad y/o rasgos
de conducta en los que se advierten ausencia o alteraciones al
respecto de una o más de las competencias parentales mencio-
nadas anteriormente.
Claramente en este punto, como evaluador, puedo
empatizar con una persona que con un historial –en términos
generales– de distintas frustraciones en la búsqueda de un hijo
o hija encuentra en esta declaración de no viabilidad de su pro-
yecto adoptivo un nuevo golpe a su deseo vinculado a la paren-
talidad. Pero destaco como ya se ha realizado que el eje central
de nuestra intervención son las niñas, niños y adolescentes pri-
vados de cuidados parentales y declarados en situación judi-
cial de adoptabilidad, por lo que con la mirada puesta en ellos
no podemos convalidar opciones de postulaciones en las que
pueden advertirse indicadores con referencias negativas sobre
las competencias parentales, ya que son un potencial riesgo de
cara a un proceso de integración adoptiva.
Resulta acertado pensar que estos adultos deben atrave-
sar ante esa evaluación negativa un nuevo duelo, pero que el
proyecto adoptivo no tenga la potencialidad de poder ser sos-
tenido por los adultos implica exponer al niño, niña o adoles-
cente a una nueva frustración vincular. Ese eje muchas veces
es comprendido por aquellos que reciben la declaración de no
viabilidad del legajo, lo que moviliza diferentes aspectos del

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Conocer para decidir

mundo interno.
En mi caso, la evaluación negativa conlleva en términos ge-
nerales la recomendación de hacer efectivo algún tratamiento
de psicoterapia. Para ello, pongo a disposición de los y las
postulantes las vías de contacto para la interconsulta con él
o la profesional de su elección y de esa manera facilitar los
diferentes elementos de la evaluación, así como el contenido
del informe elevado, para una continuidad de la recomen-
dación. Esa interconsulta en sí misma no está prevista en la
norma, pero desde el uso y costumbre de la práctica se ha
valorado como necesaria, ya que ello implica hacer efectivo el
acceso a un adecuado servicio de justicia.

NADA ESTÁ PERDIDO


En la entrevista de devolución muchos y muchas postulantes
plantean su disidencia con lo que se les explica, y esa acti-
tud es esperable ya que no puede pretenderse por su parte una
comprensión de variables técnicas que son fruto de la lectura
de los protocolos de interpretación de sus producciones en las
diferentes pruebas proyectivas que se les han aplicado. Por tal
motivo, cuando pueden tomar dimensión de la recomendación
que se les ha efectuado y consultan con un o una colega, el es-
pacio de psicoterapia funciona como un ordenador de aspectos
que no estaban debidamente tramitados en términos subjetivos,
lo que genera un escenario más propicio y receptivo de cara
a una nueva postulación. Otros deciden declinar su proyecto
adoptivo, y ello configura una decisión de carácter personal.

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Matías Palomo

ESTABLECER LA DISPONIBILIDAD
ADOPTIVA EN EL LEGAJO

Del relato de muchos y muchas postulantes a lo largo de


los años se reitera un postulado que me parece llamativo,
pero su repitencia marca que claramente es una variable para
considerar. Determinar en el inicio de la postulación la dispo-
nibilidad adoptiva resulta ansiógeno y es vivido por muchos
como un acto discriminatorio en el que eligen experimentando
culpa o malestar por aquellos puntos que quedan por fuera de
su elección.
Para una mejor comprensión voy a detallar que la disponi-
bilidad adoptiva es una variable, quizás la única de todo este
proceso que queda en exclusiva decisión de quienes pretenden
adoptar, en la que se determinan aquellos parámetros sobre
los que se asienta el tránsito del legajo. Explico. En mayor o
menor medida se determina en la ficha de inscripción hasta
que cantidad de niños, niñas o adolescentes se está dispuesto
a adoptar, en que rangos de edad y género, así como cuestio-
nes vinculadas a la posibilidad de adoptar chicos o chicas con
alguna enfermedad o discapacidad. Básicamente y con una
lectura rápida del tema uno puede imaginarse por qué esto es
ansiógeno.
El primer punto que muchos plantean es que buscan poner
variables correctas para dar una buena imagen, o como con-
trapartida sucede que a veces experimentan la necesidad de
aclarar los porqués no acceden a determinadas situaciones. En
el momento inicial de completar un formulario es imposible
reflejar los fundamentos sobre este particular. Es en la instan-
cia evaluativa en la que podremos ahondar en esos motivos
e incluso esclarecer conceptos erróneos o imprecisos. Marcar
campos predeterminados con una cruz o un número tiene que

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Conocer para decidir

ver con determinar la idea inicial con la que las personas llegan,
y ese elemento sirve a los fines de considerar cómo van a ir fle-
xibilizando sus conceptos a medida que avanzan en conocer
sobre el tema, y sobre si mismos en relación con ello.
La disponibilidad adoptiva es una variable dinámica, es la
expresión más o menos detallada de un deseo, de una idea ger-
minal, que necesariamente se va a poner en tensión ante el trans-
curso del tiempo y el acceso a información. Entenderla en estos
términos permitirá estar abiertos a la escucha, y sobre todo anali-
zar los puntos de flexibilidad que cada familia podrá permitirse.
Si la disponibilidad adoptiva es muy acotada ej. 0 a 1 año, niño
o niña sin ninguna enfermedad– el legajo tiene más chances de
permanecer en el registro a la espera de un pedido de un juzgado.
Cuando ingrese un pedido de esas características, el legajo será
remitido junto a casi la totalidad de la nómina disponible, lo que
genera para el juez una amplitud tal de opciones en las que las
chances concretas para esa familia de ser seleccionados son muy
bajas.
Debe pensarse la disponibilidad adoptiva como el parámetro
que determinará el movimiento de un legajo. A mayor ampli-
tud mayor cantidad de remisiones, y a mayor cantidad de remi-
siones mayores posibilidades de que en alguna de ellas el juez
o jueza que interviene seleccione el legajo por sobre los otros.
Si los jueces o juezas son las personas que deciden, que el lega-
jo llegue a esas personas en mayor cantidad de oportunidades
conlleva chances concretas que no existen si el legajo pasa más
tiempo en el registro a la espera de una remisión.
En este punto la frialdad del número es indiscutible, a mayor
cantidad de remisiones mayores posibilidades de ser seleccio-
nados. La única aclaración que hago al respecto es que no sirve
aumentar la disponibilidad adoptiva por fuera del verdadero
deseo que tengan los o las postulantes, porque de esa manera
las familias se exponen a la posibilidad de ser seleccionados

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Matías Palomo

para una situación que no encuentra en ellos las herramientas


necesarias para su sostenimiento.
Muchas veces familias han planteado que tienen la idea ini-
cial de consignar una edad elevada en la disponibilidad desde
la creencia de que ello les va a generar una imagen positiva y
los van a llamar por un caso concreto que se adecue a su deseo
velado; ese es un error. La falta de legajos con disponibilidad
adoptiva elevada –ya sea en rango etario, o para grupo de her-
manos, o para chicos o chicas con alguna patología o disca-
pacidad- conlleva que ante la existencia de uno rápidamente
encuentra el registro alguna situación de adoptabilidad pen-
diente de remisión a la que pueden enviarse esas actuaciones.
Independientemente de estas valoraciones, hablar de dispo-
nibilidad adoptiva es hablar del talón de Aquiles del sistema de
adopción. Que casi el noventa por ciento de la nómina nacional
tenga disponibilidad adoptiva para niños o niñas en primera
infancia marca la persistencia en el cuerpo social del postulado
de la adopción como satisfactora de las necesidades de los
adultos y no como un remedio procesal para restituir derechos
a niños, niñas y adolescentes privados de cuidados parentales.
Para que quede claro, la norma protege el derecho a vivir en
una familia, pero el número rotundo que arrojan las estadísticas
respecto a la disponibilidad adoptiva de casi la totalidad de la
nómina es un dato indiscutible de que la trama social sigue fo-
calizada en la satisfacción del deseo del adulto, aún en contra
de lo que dice la norma, y por tal motivo se genera una especie
de doble cuello de botella; contamos en todo el país con nume-
rosas cantidades de familias para unos pocos niños y niñas de
la primera franja etaria y a su vez existen declarados en situa-
ción de adoptabilidad una cantidad muy importante de niños,
niñas y adolescentes cuya situación legal para ser adoptados o
adoptadas está firme, para los que no contamos con legajos en
la nómina. Ese doble cuello de botella es el principal elemento

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Conocer para decidir

que genera la percepción social de que la adopción se demora.

La matemática es simple. Existen tantas familias inscrip-


tas a nivel nacional para que se inserten en ellas la totalidad
de niños, niñas y adolescentes privados de cuidados parentales
y declarados en situación de adoptabilidad. Pero la reducida
disponibilidad adoptiva es el obturador de esa posibilidad y esta
es una discusión que debemos darnos como sociedad; la pre-
gunta que surge es ineludible: ¿para quién existe la adopción?
Hay claridad conceptual en la norma que no deja lugar a dudas,
pero como sociedad aún no hemos generado las modificaciones
al respecto en las representaciones sociales del conjunto.

En consecuencia, esa es la discusión que debemos dar como


cuerpo social, esa es la batalla cultural que por el momento el
sistema de adopción está perdiendo. Y esa particularidad no se
va a modificar con una nueva norma como muchos propugnan
que es necesario, porque no existe norma alguna, ni redac-
ción posible de la misma, que modifique esa matriz cultural
de aspirar sólo a la adopción de bebés, como toda matriz cul-
tural la modificación surgirá de debates internos como socie-
dad, de la difusión de información certera al respecto, de la
promoción de valores ligados al bien común en reemplazo de
la sola satisfacción del deseo. La tarea no es fácil pero tampoco
es inviable.

A su vez este proceso implica necesariamente discutir te-


mas que son incómodos. Entender este concepto de la adop-
ción para niños, niñas y adolescentes implica abandonar el
concepto de maternar y paternar como el principal resultado de
este accionar. Adoptar implica referirnos al espacio que como
adultos entendemos que deben ocupar las infancias y las ado-
lescencias en las posturas de cuidado, y ello es dejar de mirar
hacia otro lado ante el padecimiento humano más vulnerable,

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Matías Palomo

que es el de las infancias. Dar el paso adelante asumiendo la


responsabilidad de cuidar y criar es quizás uno de los actos so-
ciales más antiguos, ya que como la antropología ha registrado,
en muchas sociedades primitivas el cuidado de las crías era una
responsabilidad del conjunto. Recuperar ese concepto central
que está presente en nuestra especie desde los albores mismos
de nuestra aparición en el planeta que habitamos es un rasgo
que necesitamos traer nuevamente a la primera plana.

25
Conocer para decidir

TRAMITAR LA ESPERA

¿Cuánto es la demora para adoptar? Esta es una de las


preguntas más frecuentes que encontramos quienes trabajamos
dentro del sistema. Y la respuesta, casi de manera tan frecuente
como la pregunta, no cae nada bien en quien la escucha. No
existe un tiempo de espera estimado por cuanto es una de las
alternativas que aun teniendo un legajo inscripto el mismo
nunca sea seleccionado por un juez o jueza. ¿Y por qué eso es
así? Por el mismo principio que mencioné previamente respec-
to de que no existe un derecho a adoptar, o un derecho a ser
papá o mamá.
El Estado está obligado a garantizar –y a ello apunta la
norma– que quienes deseen inscribirse para postularse como
familias adoptivas cuenten con un trámite de fácil acceso,
gratuito y con las condiciones de poder contar con información
fehaciente y específica del organismo especializado en el lugar
de residencia efectiva. El derecho entonces se centra en la po-
sibilidad de acceder a la postulación.
Teniendo en cuenta entonces el detalle del apartado anterior
sobre la disponibilidad adoptiva podrá deducirse que existen
variables de esa disponibilidad que pueden acercar a la familia
a que su legajo tenga mayor o menor cantidad de movimientos
de remisión; y eso impacta en términos de probabilidad en el
hecho de que tengan un contacto por parte de un juez o jueza.
Existen en esas variables datos de probabilidad estadística
determinados directamente por la amplitud del rango o su es-
trechez. Pero reitero lo dicho respecto de que no resulta ade-
cuado aumentar una variable de la disponibilidad adoptiva si
no existe para ello el trabajo interno necesario para sostenerla
en caso de recibir un contacto. Entender entonces que al mo-
mento de dejar explícito el deseo debe existir, aunque sea de

26
Matías Palomo

manera incipiente una genuina percepción de posibilidad, una


idea interna de que en caso de que se reciba el esperado con-
tacto se va a contar con los elementos personales internos para
asumir el compromiso por el que sea convocado.
Entonces, la tramitación de la espera resulta una gestión
estratégica para quien se ha postulado, es un espacio necesario
para una revisión dinámica de la disponibilidad adoptiva, per-
mite repensar los aspectos vinculados a los porqués sostener el
proceso llegado el momento de renovar la documentación, en-
tre otros aspectos que tendrán que ver con las particularidades
de cada familia. Asistir a los talleres que planifica la DNRUA o
los registros provinciales, participar de actividades organizadas
por grupos de adoptantes, leer información y participar de fo-
ros en redes sociales permitirá de manera inexorable compren-
der las especificidades de este proceso, que es muy complejo y
que requerirá de cada uno –en caso de acceder a una guarda–
de todos los recursos personales, afectivos y materiales que
tengan a disposición para un resultado exitoso.
Tramitar la espera es también contemplar la posibilidad de
no ser convocados por un juez o jueza; y en ese caso si la lec-
tura de las personas está centrada en una expectativa de mero
transcurso de tiempo el resultado puede ser muy negativo. Sen-
tarse a esperar que ese llamado llegue puede conllevar poner
en espera otros escenarios subjetivos con los concomitantes
resultados displacenteros que ello acarrea. Desatender la
propia subjetividad real en pos de una subjetividad deseada/
fantaseada, puede transformarse en una forma de despersona-
lización; en términos generales llegan a esas posturas aquellas
personas que han posicionado a la maternidad o la paternidad
como una realidad inconclusa.
Las normas no garantizan acceso a deseos, las normas ga-
rantizan acceso a derechos. ¿Cuál es en consecuencia el efecto
de ello? Los deseos no están tutelados, si lo están los derechos.

27
Conocer para decidir

Dicho de esta manera puede sonar obvio, y no me cabe duda


de que algunos plantearan la innecesaridad de esta aclaración,
pero encuentro en mi práctica de manera muy frecuente plan-
teos concretos en los que se expresa una frustración derivada
casi de manera exclusiva en el incumplimiento del deseo. Es-
tos aspectos deben necesariamente abordarse en terapia, poder
acceder a una genuina posición de autoconocimiento en la que
postulantes puedan poner en palabra que significa la materni-
dad o paternidad; y como contrapartida, que significa para cada
persona no acceder a su deseo y cuál es el plan alternativo si el
plan principal no se concreta.

FAMILIA AMPLIADA – EXTENSA. ¿CÓMO


PREPARARLA?
En referencia a este punto existen tantas situaciones como
postulaciones se presentan en el Registro. Como primera re-
flexión creo que es lícito plantear que el entorno socio familiar
más próximo no puede quedar exento de conocer sobre la
postulación. Quien llega oportunamente en un proceso con el
rol de hijo o hija se inserta en un sistema más amplio que el de
los/las guardadores/as, en el que debe construir interacciones
propias de nieto/a, de sobrino/a, de primo/a, entre otros, que le
permitirán una verdadera integración vincular.
Es criterioso en consecuencia preparar a ese entorno respecto
de la decisión que se ha tomado, para permitir que exista en
ellos un proceso de reflexión y posicionamiento subjetivo al
respecto. Muchos postulantes plantean que les cuesta lidiar con
las propias ansiedades por lo que consideran que compartir la
noticia de la inscripción al registro va a generar una serie de
preguntas y situaciones de expectativas externas con la que no
quieren lidiar.

28
Matías Palomo

Obviamente que ello configura una decisión de carácter


personal, pero la recomendación siempre va en el sentido de la
difusión con el entorno próximo. Aún cuando esas ansiedades
se manifiesten, ello es parte del proceso de construcción sub-
jetiva de lo que el proceso de adopción implica, y lidiar con
aspectos que escapan al deseo exacto de lo que se imagina es
antesala de lo que luego se expresará en caso de una vincula-
ción. Contar con herramientas para anteponerse a lo relatado es
un buen parámetro para pensar en cómo los postulantes podrán
lidiar con aquellos aspectos que no se adecuan exactamente a
sus expectativas y deseos.
Respecto de la selección de los legajos, la contrapartida al
tiempo en que uno tramita el espacio de la espera lo configura
el hecho de recibir el llamado telefónico esperado por parte de
un juez o jueza de familia. ¿Que implica para la subjetividad
recibir concretamente el contacto que tanto se ha deseado,
como primer elemento de materialización objetiva?

29
Conocer para decidir

EL LLAMADO DEL JUZGADO

“Buen día, soy el Dr./Dra XXXX, lo estoy contactando


desde el Juzgado de Familia por su legajo del registro de
adopciones”. Los múltiples relatos que he escuchado de fami-
lias que atravesaron esa instancia me afirman que a esas pala-
bras le siguen una avalancha de sensaciones que muchas veces
dejan a la persona sin respuesta. La insistencia de quien llama
trae de vuelta al plano de lo real a quien atendió al teléfono que
responde con un “si, si, lo estoy escuchando”.
Por más excelente que haya sido el proceso de tramitación
de la espera en términos generales el llamado del Juzgado es
un momento muy desestructurante del continuo subjetivo; se
configura en uno de esos hitos del desarrollo personal en el que
se suspenden las maneras lógicas y habituales de desenvolvi-
miento cotidiano y toda la conducta de las personas se centra
en ese único e irrepetible momento. Las personas incluso con
varios años de tiempo transcurrido pueden evocar ese instante
y relatarlo con lujo de detalles, lo que da cuenta de un registro
indeleble para el psiquismo, reforzando ello el supuesto de que
es un momento clave en la vida de esas personas.
Lo que sigue a ese llamado en términos generales es la
convocatoria a una audiencia, la que puede ser formal o
informal –una audiencia con todas las autoridades del minis-
terio público y del organismo de protección– o bien una charla
con el juez o jueza en el que se presenta la situación concreta
por la que se les ha convocado. Esa también es una instan-
cia informativa, es recomendable que quienes sean llamados
puedan hacer preguntas inherentes a la situación de adoptabi-
lidad del niño, niña o adolescente, preguntar sobre los motivos
del inicio de la medida de protección, eventuales necesidades
especiales de la niña, niño o adolescente; estas preguntas tienen
por objetivo poder anticipar si se está frente a una situación

30
Matías Palomo

respecto de la cual se podrá prever un desempeño adecuado y


si la misma coincide con lo pautado por los y las postulantes en
la disponibilidad adoptiva. A su vez para el juez o jueza es una
forma concreta de valorar de manera directa todo el potencial
que ha advertido o decodificado a través de la lectura de las
constancias del legajo, así como del contenido de los informes
psicosociales.

TEMOR PARA PREGUNTAR


Muchas personas refieren ciertas reticencias a formular
preguntas a los jueces y juezas, por temor o vergüenza, incluso
por cierta lectura subjetiva de decir algo “incorrecto” que lleve
al magistrado o magistrada a retrotraer su decisión. El registro
con el que se quedan entonces es de una situación indefinida,
saliendo de la misma con más dudas y miedos de los que traían
a su ingreso. Preguntar, conversar, sugerir incluso, son modos
de iniciar el proceso vincular de una mejor manera, con la
certeza de que no se agotan allí los interrogantes, pero que en
definitiva muchas cosas podrán ser valoradas de manera más
ajustada, con la persona que hasta ese momento ha tomado
todas las decisiones trascendentes en el expediente que han
determinado la situación actual.
En lo particular no concibo situaciones en las que deba asu-
mir un compromiso fundamental y sobre el cual no tenga en
claro las reglas de la situación en la que ingreso. Esto también
tiene que ver con poder poner en juego los recursos internos
de cada uno. Para ello es importante también que las autori-
dades intervinientes abandonen posturas de omnipotencia, ya
que ellas alejan a la persona común, que en definitiva está aquí
llamada a cumplir –o por lo menos a asumir– una tarea por
demás compleja. La información es la clave, saber porque se
los ha elegido, que el juez o jueza pueda poner en palabras que
hubo concretamente en esta familia que los destacó por sobre

31
Conocer para decidir

el resto de las opciones sobre las que eligió. Todo esto resulta
en una herramienta estratégica para el paso subsiguiente, que
de manera indefectible va a estar signado por momentos de
avances y retrocesos.
A veces las personas plantean dificultades o trabas para
asistir a la audiencia a la que se lo convoca, por motivos la-
borales o de determinada complejidad circunstancial. En ese
caso, jueces y juezas pueden optar por declinar esta selección y
avanzar con otra. Lejos de tratarse de una postura caprichosa,
esa celeridad tiene su razón de ser. Muchas veces desde que se
ha iniciado la medida de protección excepcional quien lleva
adelante el proceso ha tenido diferentes trabas de carácter pro-
cesal y propias de un expediente judicial. Existen plazos para
la medida excepcional, por lo que transcurridos esos plazos y
eventualmente sus prórrogas el juez o jueza debe expedirse, el
niño, niña o adolescente debe retornar con su familia de origen
–nuclear o ampliada– o debe declararse la situación judicial de
adoptabilidad.
En el segundo supuesto, tal y como sucede con cualquier
decisión jurisdiccional, debe notificarse a quien ve perjudicado
con esa decisión su derecho –deber de ejercer la responsabi-
lidad parental, y como cualquier ciudadano tiene el derecho
constitucional de apelar esa decisión que considera contra-
ria a sus intereses. Y como en todo proceso de apelación, un
tribunal superior debe avocarse a resolver si tiene la razón
el juez o jueza de primera instancia, lo que implica avanzar
en la adoptabilidad ya declarada, o si bien la tiene la familia
biológica que apela el fallo y en consecuencia corresponde la
restitución del niño, niña o adolescente a su grupo de origen.
Entonces quiero destacar que muchas veces alcanzar que la
resolución de adoptabilidad quede firme puede llevar plazos
más extensos que los previstos, por ello, cuando el juez o jueza
ya tiene liberado ese obstáculo legal, que el niño, niña o ado-

32
Matías Palomo

lescente pase un día de más institucionalizado no tiene sentido,


por tal motivo, del universo de opciones de legajos que se hayan
remitido, jueces y juezas diligentemente proceden a su selec-
ción, y si existe más de una opción, ante cualquier inconve-
niente que la primer alternativa familiar exprese, seguramente
la segunda opción valorada será contactada y se avanzará en
una guarda con fines de adopción si su respuesta es favorable.
Esto no constituye una conducta caprichosa o intransigente
por parte del magistrado o magistrada, más bien es un elemento
más del tan mencionado interés superior del niño, ante cualquier
dificultad que plantee el primer contactado, la espera de quien
está expectante por una familia no puede estar sujeta a plazos
que nada tienen que ver con el proceso, por lo que la opción
siguiente de la lista de valoración que juez o jueza haya hecho
puede satisfacer el derecho pendiente en un plazo más corto.

33
Conocer para decidir

LA AUDIENCIA. INICIO DE LA
VINCULACIÓN

La audiencia formal, presidida por juez o jueza, y con la


presencia de las autoridades del Ministerio Público marca en
términos generales el inicio de la vinculación. En esta etapa
concreta no existe una forma específica de llevar adelante el
trámite, y se trata más bien de un estado del arte que debe ser
analizado en sus aspectos más singulares. Pensar en un modo
masificado de acompañar una vinculación es una receta para
el fracaso.
Para ello resulta de fundamental importancia contar con la
información que el organismo de protección tiene, ya que des-
de su conocimiento de las particularidades de los niños, niñas
y adolescentes podrán brindar valiosas orientaciones que pro-
picien unos u otros proyectos de acción a llevar a cabo con los
pretensos guardadores. Sin perjuicio de ello siempre destaco
que la vinculación es en sí misma un “tubo de ensayo”. Bajo
ningún concepto es una situación con características propias
de lo cotidiano, ya que en la vinculación pautamos salidas con
regresos al dispositivo, en tales salidas hay paseos, juegos, co-
midas rápidas, cine, y múltiples actividades lúdico – recreativas
que no configuran una situación real.
No quiero que lo que antecede se malinterprete. Es nece-
sario este momento. Es fundamental que progresivamente los
pretensos guardadores y niño, niña o adolescente se conozcan
en interactúen en un escenario positivo, ya que ello genera el
acceso a la posibilidad subjetiva de que ambas partes de la rela-
ción se imaginen en concreto con su contrapartida que a lo largo
del tiempo imaginaron en abstracto. ¿Como funciona esto?
Quien desea adoptar imaginó un hijo o hija idealizado. Este
proceso es real para quien lo ha vivido, y en esa imaginación

34
Matías Palomo

ha revestido al otro –aún abstracto– de ciertas características


que tienen que ver con su deseo. Por su parte, quien sabe que
ha sido declarado en situación de adoptabilidad, imaginó una
familia idealizada. Este proceso también es real para quien lo
ha vivido, y en esa imaginación ha revestido a esa familia –aún
abstracta– de ciertas características que tienen que ver con su
deseo o bien con una imagen que se aleje de aquel modelo del
que ha sido separado o separada. Esta reciprocidad de imagi-
narios encuentra un tope concreto en el conocimiento del niño,
niña o adolescente concreto y en el conocimiento concreto de
la familia concreta (valga en esto el juego de palabras).
Ese primer paso de bajar del escenario mental a la escena
concreta de lo físico es un proceso subjetivo muy importante.
En esta instancia surgen preguntas o dudas que es clave abor-
dar y contestar. Se ponen en juego los ideales y se tensionan
con lo real. La lectura de estas variables es estratégica para dia-
gramar la vinculación y poder habilitar avances a medida que
se van presentando las concretas demandas de uno u otro lado.
El proceso de vinculación debe ser diseñado por los equipos
técnicos que trabajamos en el caso específico, tanto del registro
como del organismo de protección. Por una cuestión operativa
puede haber acciones que uno u otro ejecuten, pero en la lógica
de una planificación que todos los intervinientes conozcamos.
Los jueces y juezas deben confiar en estas aptitudes técnicas,
ya que son quienes van a habilitar los posibles actos, pero la
experiencia marca que aquellos magistrados o magistradas que
escuchan estas propuestas de acción son quienes pueden avan-
zar a guardas con fines de adopción más consolidadas y con
mejores chances de alcanzar los resultados esperados. Existe
en el Código Civil y Comercial de la Nación una valoración
explícita por la interdisciplina en temas de familia, y que jueces
y juezas puedan formar parte de esta interdisciplina desde su
lugar de expertos en la ley permite que deleguen en quienes
tenemos formación específica sobre relaciones humanas el

35
Conocer para decidir

diseño de estas acciones.


Ello conlleva un mayor compromiso para los equipos téc-
nicos, ya que pedirle a alguien que delegue parte de su tarea
implica brindarle datos fehacientes y certeros sobre el avance
de lo que ha delegado, e implica asumir una postura de mayor
apertura a compartir tanto los detalles positivos como los nega-
tivos que todo proceso tiene.
Concluyendo entonces, si el proceso de vinculación avanza
conforme lo previsto, sostiene una regularidad de aspectos
positivos en mayor cuantía que de negativos, y ambas partes
del proceso así lo consienten, el paso que sigue es la recomen-
dación al magistrado o magistrada de que se avance con la
guarda con fines de adopción.

36
Matías Palomo

EL PERIODO DE GUARDA CON FINES


DE ADOPCIÓN

En este punto corresponde aclarar uno de los principales


interrogantes que tienen quienes avanzan en este camino pro-
cesal y que a su vez es uno de los miedos derivados de aque-
llos patrones culturales que referí anteriormente como mitos:
¿por qué una guarda? ¿me lo pueden quitar? ¿Qué pasa si
me encariño y después me dicen que tiene que volver con su
familia? Las preguntas son válidas porque nadie está obligado
a saber de estos temas y si la duda existe debe ser consultada.
Hablamos de una guarda muy específica y puntual que prevé la
norma, y que implica un proceso en que el juez o jueza valora
si su selección de esta familia en particular dentro de un uni-
verso posible que es la nómina de familias inscriptas ha sido la
elección correcta.
Durante el plazo de la guarda con fines de adopción desde el
juzgado se impone al registro la obligación de elevar una serie
de informes con determinada periodicidad –mensual, bimestral,
trimestral– que implicará para nosotros una manda judicial. En
ese plazo deberemos informar las incidencias que rodean a la
convivencia concreta de este grupo familiar en construcción.
Si esos informes detallan una situación de integración favora-
ble, finalizado el plazo de guarda –que suele ser de 6 meses– la
familia guardadora podrá iniciar el juicio de adopción corres-
pondiente. Volveremos sobre ello posteriormente.
Los parámetros que incluyen los informes de seguimiento
varían en virtud de la situación concreta sobre la que informa-
mos. Entonces en algunos casos se detallará sólo una entrevista
con los guardadores y con el niño o niña a la vista, ya que por
cuestiones evolutivas éste no puede dar sus impresiones sobre
el proceso de integración. Se sumará a ello información de los

37
Conocer para decidir

controles pediátricos o respecto de alguna especialidad médica


si fuera el caso, y los detalles inherentes a la organización
familiar desplegada, a saber, si asiste a maternal, tiene niñera
o queda al cuidado de alguno de los guardadores o familiar de
estos, y en términos generales cualquier otro dato respecto de
cómo transcurre su cotidianeidad.
En el caso de niños, niñas y adolescentes con consciencia
de su situación familiar previa y con registro subjetivo sobre
su periodo de institucionalización privados de cuidados pa-
rentales, corresponde sumar en los informes de seguimiento
un detalle de la entrevista que con los mismos se mantenga,
a fin de dar cuenta de los detalles propios de la vivencia de
integración, así como de los conflictos que puedan subyacer en
este contexto nuevo. En estos casos se suma también la visita a
las instituciones educativas a las que asisten porque brinda in-
formación muy valiosa respecto de cómo los guardadores ejer-
cen el rol que les ha sido conferido por el juez o jueza, y a su
vez da información sobre como este proceso está expresándose
en un escenario de socialización tan importante para los chicos
y las chicas como lo es la escuela.
Es mi criterio en estos casos concretos valorar junto a los
guardadores y los niños, niñas o adolescentes en guarda que
el eje central de este momento es la integración vincular.
Entender que todos los demás escenarios se posicionan en un
lugar subalterno a este eje principal es una de las especificacio-
nes en las que más tiempo dedico. Ello se motiva en el hecho
específico de que todos los involucrados e involucradas puedan
dar una dimensión real a la complejidad que es esperable se
presente, y cómo esa complejidad va a requerir de cada uno
esfuerzos extraordinarios para su despliegue cotidiano. Siem-
pre les expreso para que se comprenda la contundencia del con-
cepto: “escuelas hay cientos, actividades extraescolares miles,
familia solo una, entonces ese carácter de única nos marca que
esto es lo más importante en este momento”.

38
Matías Palomo

Es esperable que niños, niñas y adolescentes puedan


sostener un retroceso en cuestiones escolares pedagógicas,
es esperable que puedan presentar un repliegue en términos
conductuales o sociales, es esperable que existan regresiones
evolutivas. Y todo ello es factible porque realizan un enor-
me esfuerzo adaptativo dejando un escenario medianamente
conocido y seguro que es el dispositivo para aventurarse en un
proceso del que tienen más dudas que certezas. No podemos
perder de vista además que la experiencia familiar previa no ha
sido positiva, porque de haberlo sido no se hubiera generado la
medida de excepción.
En este sentido quiero hacer una breve mención respecto
de que existen ciertos parámetros de la cultura en el que se
decodifica el concepto de dispositivo de protección con la idea
del orfanato, lugar que la literatura y otras manifestaciones del
arte han ilustrado como oscuro y cruel. Para muchos chicos
y chicas estos dispositivos se han configurado en el primer
escenario más o menos estable en su desarrollo, donde han
encontrado además de ciertas variables de bienestar objetivo
–una cama propia, las cuatro comidas del día, calefacción en
invierno, entre otras– también un lugar de contención afectiva
en el que los adultos prodigan cuidados y acompañamientos.
No digo con ello que esos escenarios sean los ideales, pero
existen muchas veces valoraciones positivas y es necesario
entender este contexto para darles un marco comprensivo. A
veces chicos y chicas plantean su temor frente a la adopción, o
bien ante conflictos específicos durante la guarda con fines de
adopción expresan su deseo por retornar al dispositivo, y ello
tiene que ver con volver a un lugar medianamente seguro con-
forme el registro subjetivo que de ese espacio tienen.
Volviendo al esfuerzo adaptativo que implica vivir en un
contexto familiar en el marco de una guarda con fines de
adopción, reconocer este aspecto permite dar una lógica a
ciertos comportamientos que pueden ser malinterpretados en

39
Conocer para decidir

el caso de que no advirtamos esta particularidad. Confiar en


adultos a priori desconocidos, teniendo el registro consciente
de otros adultos que debían cuidar y no lo hicieron; incluso que
además de ello lastimaron o vulneraron a los chicos y chicas
genera una variable al momento de acercarse que necesitamos
tener presente.
Muchas veces les planteo a los pretensos adoptantes que al
iniciar una guarda con fines de adopción asumen el costo de
un “crédito subjetivo” que generó otro. Este término implica
simplemente poner en el eje de la percepción la idea tan com-
pleja de que deberán brindar respuestas efectivas a heridas
subjetivas que otro provocó, pero que por las particularidades
del escenario familiar y lo que éste propicia, se van a mani-
festar en este aquí y ahora de la guarda con fines de adopción,
en el aquí y ahora de esta nueva familia. Al respecto podemos
tener al inicio de la convivencia una suerte de conducta sobre
adaptada, en la que muchas familias plantean que rápidamente
el niño, niña o adolescente los ha nominado como papá o
mamá. Sin desmerecer ese acto nominativo, el inicio de este
reviste una palabra que aún no ha sido plenamente cargada de
contenido, tiene que ver con esa idealización que menciona-
ba previamente, y se irá cargando de sentido a medida que el
vínculo abandone los aspectos más relacionados a la fantasía y
al preconcepto, para tornarse real.
Al respeto advierto que existe una paradoja vincular que me
parece importante desarrollar. En esta conducta sobre adaptada
quien está en guarda despliega inicialmente conductas compla-
cientes respecto de lo que los adultos le habilitan. En esa com-
placencia no se suscitan conflictos de relevancia y la lectura
de los adultos involucrados es positiva. Ante la emergencia de
un conflicto de cierta intensidad los guardadores rápidamen-
te consultan con cierto asombro, y la respuesta es la misma
casi siempre: este hito, este conflicto, es un avance positivo en
términos de vínculo.

40
Matías Palomo

Allí reside la paradoja, porque los adultos refieren que no


entienden cómo es posible que el conflicto sea un acercamiento
afectivo. Fácil. Los chicos o chicas que conflictúan experimen-
tan la suficiente confianza que les permite exponer una disiden-
cia porque han posicionado a ese adulto o adulta en el lugar de
la persona que debe satisfacer la demanda. La complacencia
inicial es una impostura, una herramienta de autoconservación
generada por el terror que moviliza la idea de que si se por-
tan mal los devuelven (este concepto es de tránsito común en
el discurso de los chicos y chicas que inician una vinculación
con registro pleno de lo que significa una familia adoptiva).
Experimentar la confianza necesaria para conflictuar y sentir
que el vínculo no está en juego es un gran paso subjetivo que
niños, niñas y adolescentes pueden dar.
Ahora de esto se desprende una pregunta crucial. ¿Puede
una guarda con fines de adopción no terminar en un juicio de
adopción? La respuesta es sí. El principio general de cualquier
guarda judicial es que es esencialmente revocable, es decir,
ante determinados supuestos quien la ha otorgado –juez o
jueza– puede dejarla sin efecto. Y llegamos en este punto a uno
de los temas más urticantes del proceso adoptivo, uno de los
supuestos que mayor controversia genera, y un aspecto para el
cual la mayoría de los actores tienen opiniones que van más a
las valoraciones viscerales que a un real análisis de la situación
desde una lógica objetiva.
Quiero destacar que la mía es una opinión, modesta, y que
bajo ningún concepto me creo en este punto dueño de una
verdad absoluta. Pero me permito desarrollar estos conceptos
desde el convencimiento de que debemos contemplar todas
las aristas del instituto para comprenderlo en su complejidad
más absoluta. Negar que esta posibilidad existe es en términos
psicológicos una negación patológica, porque hacer como que
algo no existe nos deja sin alternativas para planificar que no
suceda, o nos deja sin respuestas de contención cuando sucede.

41
Conocer para decidir

Que existan procedimientos establecidos para revocar una


guarda con fines de adopción es simplemente la previsión de
anticipar que ello es factible que suceda. Ello implica un ele-
mento ineludible que nos lleva a reconocer que un proceso
adoptivo puede tener resultados negativos que no son los
deseados y buscados a través de las intervenciones tanto de
los diferentes actores del sistema como de los pretensos guar-
dadores. Si nuestros legisladores tomaron los recaudos para
plantear cómo debe procederse en caso de que sea necesario
e inevitable revocar una guarda respecto de un niño, niña o
adolescente, quiere decir lisa y llanamente que la situación es
factible que suceda.
¿Por qué motivo entonces resulta razonable que se sostengan
postulados despectivos en torno a estos aconteceres, si en
definitiva es algo que puede suceder? Creo que nuevamente en
este punto tiene mucho que ver la matriz cultural que en ciertos
patrones sociales establecen que la maternidad y la paternidad
todo lo soportan y todo lo pueden. Creo que esta postura es
un error. Si bien existen diferencias notorias entre cada caso
concreto en que ha debido revocarse una guarda, en todos los
casos la variable es la misma, existía la posibilidad en mayor
o menor medida de que esto sucediera, lo que nos debe llevar
a reconocer que estamos frente a procesos muy complejos, en
los que al igual que en muchas otras situaciones humanas no
existen garantías de éxito.
El eje central de este tipo de situaciones siempre es la nueva
frustración que el niño, niña o adolescente debe atravesar. De
manera subsidiaria también los guardadores atraviesan un
proceso negativo, pero los adultos sostienen un retroceso a una
situación previa a la guarda en la que en el peor de los esce-
narios deben desplegar recursos personales para reponerse, y
en ese proceso cuentan con su red social. Los niños, niñas y
adolescentes ven aún insatisfecho un derecho humano funda-
mental, y ese creo que es el eje por el cual la revocación de

42
Matías Palomo

la guarda tiene un único afectado principal, en el que todos


los demás efectos sobre los demás actores son cuestiones de
carácter secundario.
El peor escenario frente a algo que potencialmente puede
suceder es negarlo. La negación de algo no permite anteponer
ejercicios internos que lleven a evitar determinadas conductas,
u obtura la posibilidad de hacer una adecuada lectura de lo que
debe reforzarse en contrapartida con lo que debe evitarse. La
forma más saludable de enfrentar algo potencialmente negativo
es conocer que eso puede suceder, y a partir de allí la necesidad
de preparación interna para que ello no suceda sin que se pueda
hacer algo concreto para evitarlo.
No hablar de las posibilidades de una revocación nos deja
en un escenario ficticio, en el que la ausencia de aspectos nega-
tivos tiene más que ver con el azar que con acciones concretas
que las personas pueden ejecutar para evitarlos. Es importante
sostener desde los registros actividades de reflexión sobre estos
temas de los que no se habla, circular el discurso de que es
esperable que sucedan inconvenientes y que ante ellos la res-
puesta esperable es que a veces existan alternativas de acción
y que en otras esas alternativas no se van a hacer presentes.
Volver al concepto que ya se ha mencionado, la adopción no es
un proceso ideal, entonces sostener posturas idealizadas es un
error técnico complejo.
Detallada esta situación corresponde entonces cerrar el
presente apartado dejando explícito que el plazo de guarda
con fines de adopción es un momento crítico, signado por
situaciones cotidianas en las que pueden advertirse avances y
retrocesos, en el que resulta estratégico sostener espacios de
acompañamiento que permitan a los guardadores activamente
monitorear el desarrollo del vínculo. Los que trabajamos en el
sistema advertimos muchas resistencias a visualizar el proceso
de adopción como complejo, y ello en parte porque existen

43
Conocer para decidir

muchas posturas idealizadas sobre lo familiar en el que el amor


todo lo puede. En la medida que se abandonen postulados como
ese se tendrán mejores perspectivas frente a la complejidad,
desde una lógica en la que no se espera del adulto que tenga
todas las respuestas, pero sí que por lo menos esté abierto a
contemplar las principales preguntas abandonando las posturas
de omnipotencia.

44
Matías Palomo

EL JUICIO DE ADOPCIÓN

Finalizado el proceso de la guarda, se remueve el obstáculo


para el último paso formal del proceso, y que es el primer
momento propiamente dicho en que los pretensos adoptantes
necesitarán de manera ineludible la representación de un abo-
gado o abogada. Iniciar el juicio de adopción plena –aquí me
permito aclarar que el criterio que sostienen jueces y juezas del
fuero de familia en mi provincia es que los procesos derivados
del trámite que vengo relatando es el de la adopción plena–
“Art. 620. Concepto. La adopción plena confiere al adoptado
la condición de hijo y extingue los vínculos jurídicos con
la familia de origen, con la excepción de que subsisten los
impedimentos matrimoniales. El adoptado tiene en la familia
adoptiva los mismos derechos y obligaciones de todo hijo. La
adopción simple confiere el estado de hijo al adoptado, pero
no crea vínculos jurídicos con los parientes ni con el cónyuge
del adoptante, excepto lo dispuesto en este Código. La adop-
ción de integración se configura cuando se adopta al hijo del
cónyuge o del conviviente y genera los efectos previstos en
la Sección 4ª de este Capítulo.” (Honorable Congreso de la
Nación Argentina, 2015)
Avanzar en la adopción plena es el paso concreto y sim-
bólico mediante el cual la familia que ha transitado la guarda
con fines de adopción le manifiesta al Estado –en la figura del
Juez o Jueza– que ya no es necesario que se proteja a ese niño,
niña o adolescente. El estado jurídico inmediato que le subyace
a la finalización del juicio de adopción es un emplazamiento
formal del niño, niña o adolescente en el lugar de hijo o hija,
por ello mi afirmación de que es un paso concreto y simbólico
a la vez, ya que la sentencia que pone final al proceso del juicio
de adopción implica un corrimiento definitivo del Estado res-
pecto de la vida cotidiana de este niño, niña o adolescente en

45
Conocer para decidir

referencia a la medida de protección excepcional que existía, y


el mismo acto lo incorpora en un espacio familiar concreto en
el que se inviste a la familia adoptiva de todos los derechos y
obligaciones inherentes a los roles de la parentalidad.
En este momento suelo tener un discurso preparado para
la familia, en la que me permito graficar la situación de la
siguiente manera para su completa comprensión: en el inicio
de la guarda se generan dos sendas o caminos, una de ellas es
la de la afectividad, la otra es la de la formalidad legal. En la
primera senda se comienza la construcción vincular desde el
día cero, desde el primer contacto se comienzan a construir los
roles de hijo o hija, padre o madre. Pero en ese momento la
senda de la formalidad legal ubica a los adultos en un rol muy
específico que es el de guardadores, que tiene limitaciones
concretas y en el que el juez mantiene su jurisdicción sobre el
niño, niña o adolescente en guarda. La sentencia de adopción
une esas dos sendas, y a partir de ese momento la afectividad y
la legalidad posicionan a estas personas en los lugares de hijo,
hija, padre o madre.
Y el Código Civil y Comercial de la Nación nuevamente en
este punto tiene una claridad que resulta contundente. Finaliza la
intervención que otrora se inició con una medida de protección
o una medida excepcional ante una vulneración de derechos, y
el Estado cede a la familia la potestad de vivir en el ámbito de
su intimidad como mejor le plazca dentro de los aspectos que
las normas habilitan. Y esa familia adoptante tiene un ámbito
de privacidad que la ley protege, que sólo podrá ser alterado si
existe una nueva situación de vulneración en el futuro. Algunas
personas manifiestan que ello no es correcto, pero me permito
reflexionar en este punto: ¿cuál es la legitimidad de que un
proceso de seguimiento se extienda más allá de los límites que
la ley impone? Ese control más allá de la sentencia no es ade-
cuado, e incluso puede operar iatrogénicamente.

46
Matías Palomo

Nuevamente tomo una analogía para expresarles a las


familias el significado de este momento. La sentencia de
adopción instala una especie de membrana entre el registro y
la familia. Esa membrana para nosotros es impermeable, ya
no contamos con la legitimidad necesaria para presentarnos
en la casa familiar y preguntar cómo marchan las cosas para
así elaborar un informe al juez. Pero esa misma membrana es
totalmente permeable para ellos, y ante necesidades o con-
sultas específicas cuentan con la posibilidad de posicionar al
registro como el organismo del Estado al que acudir ante la
necesidad de recibir asesoramiento. Esto implica estar abier-
tos a las diferentes demandas que pueden surgir en tal sentido,
vinculadas a cuestiones evolutivas, demandas del niño, niña o
adolescente a conocer los detalles de su expediente que deri-
varon en la adopción, esclarecimiento de la realidad biológica,
entre otros temas.
Previo a analizar estos aspectos mencionados es deseable
dejar en claro que el cese de la intervención del Estado re-
viste un carácter eminentemente técnico en lo referido a un
expediente. Ya no existe un expediente abierto, por ende, no
puede haber intervención en ese sentido. Pero desde una pers-
pectiva amplia y de reparación de derechos el organismo que
interviene en adopciones sostiene una responsabilidad que se
activará a demanda de los interesados, por las características de
la tópica y por los principios éticos que rodean al Instituto de
la Adopción en general, y a las profesiones como las nuestras
en particular.

47
Conocer para decidir

LA HISTORIA

La historia de vida de niños, niñas y adolescentes suele


situarse entre los mayores temores de quienes desean adoptar.
Muchas veces el argumento de quienes se inscriben en el re-
gistro para determinar su disponibilidad adoptiva en la franja
de 0 a 2 años es que quieren tener consigo a un niño o niña al
que puedan inculcar sus valores y en cierta medida “moldear”
–el encomillado es mío– a su manera. Esa es la primera falacia
vinculada a la adopción, porque nadie moldea a nadie, cada
persona se desarrolla expresando su individualidad, y nada
garantiza a alguien que procrea que el hijo o hija nacido de su
seno tenga tales o cuales atributos o modos de ser, aun cuando
se los “tiene” desde el día cero.
Incluso me permito afirmar que mucho de ese postulado
resulta fantasioso y con escaso criterio, hasta discriminatorio
en algún sentido, porque se les exige a los niños y niñas que
provengan casi sin registros de su historia cuando los adultos
que encaran un proceso de estas características traen consigo
a esta nueva instancia de sus vidas una robusta historicidad en
procura de un hijo o hija, y esa historicidad los atraviesa y de-
termina subjetivamente, los va a predisponer a ejercer la propia
maternidad o paternidad en base a esas experiencias –entre tan-
tas otras– y sin embargo ese aspecto no sólo no se registra, sino
que en algunos casos hasta llega a negarse. Es decir, se les pide
a niños y niñas algo que los propios adultos no pueden traer al
proceso, a saber, ser seres sin historia.
Creo que lo que subyace realmente a esta pretensión es un
mal manejo del concepto abstracto de ese otro que se configura
como un fantasma al que temer. La fantasía de estar tomando
el hijo o hija de otro u otra genera en términos inconscien-
tes un temor que subyace a muchos de estos procesos; como
se está tomando el hijo de otro es posible que ese otro en al-

48
Matías Palomo

gún momento lo tome de vuelta. Claro está que muchas veces


este razonamiento no aparece como aquí se lo relata con fines
explicativos, pero si surge veladamente en expresiones como:
¿y qué hago si cuando sea más grande no me quiere? ¿Y si
quiere volver con su familia? ¿puede la familia arrepentirse y
pedirlo de vuelta?
Claramente este tipo de postulados deben ser detectados al
momento de la evaluación, y en el caso de que no se esclarez-
can quizás no están dadas las condiciones para que la familia
integre la nómina del registro.
El niño o niña situado en la franja etaria de la primera infancia
no garantiza esa ahistoricidad, pero es lo que más se acerca a
ella desde la perspectiva de la fantasía de muchos postulantes.
Nuevamente la falacia hace su aparición. Aún cuando estemos
ante el supuesto de que este niño o niña ha sido directamente
llevado desde la sala de partos al organismo de protección, y
aun cuando no haya tenido más contacto con su madre bioló-
gica con posterioridad al parto, el registro subjetivo del corte
queda plasmado en lo más profundo de la psiquis, porque se ha
producido una ruptura del continuo subjetivo, la voz que estu-
vo presente durante la gestación, determinado tono, la cadencia
de las interacciones intra uterinas no han encontrado un corre-
lato externo que determine el continuo, y esa ruptura queda
como registro en la psiquis y puede en lo potencial reactivarse
en cualquier momento del desarrollo.
Y resulta imposible predecir de antemano que estímulos
desencadenarán algún recuerdo; como ejemplo me permito
relatar la experiencia de una familia que accedió a la guarda
con fines de adopción de “Diego” cuando éste tenía apenas
8 meses de vida. Hasta ese momento residió por espacio de
varios meses en el Hogar Cuna “Dr. Luis Güemes”, el dis-
positivo que en nuestra ciudad alberga a los lactantes y niños
y niñas hasta 6 años de edad. Mucho tiempo después de su

49
Conocer para decidir

guarda y del proceso de adopción plena, “Diego” va con su


mamá a la obra social que tiene su edificio justo al frente de
dicho dispositivo, y mientras la mujer esperaba su turno para
hacer su trámite, “Diego” mirando por el ventanal se da vuelta
y le pregunta a su mamá: ¿yo viví en esa casa del frente? Hasta
ese momento “Diego” nunca había preguntado nada vinculado
a su historia, simplemente porque no había necesitado hacerlo,
y su mamá en ese momento comprendió que había llegado el
momento de hablar sobre adopción.
Sin golpes bajos apunto con este ejemplo simplemente a dar
cuenta de que existen registros internos de los que no tenemos
claridad exhaustiva sobre cómo funcionan, pero la ahistoricidad
no es más que una falacia, y existen muchos niveles de regis-
tro que resultan fascinantes. Determinados estímulos podrán
desencadenar su manifestación, sin que existan posibilidades
concretas de tener algún tipo de control al respecto, y serán tan
disruptivos como inesperados.
De cara a la configuración subjetiva de estos niños o niñas,
resulta importante para el pleno desarrollo el conocer la reali-
dad biológica. Este elemento no es una variable de corte optati-
vo, ya que es un compromiso que asumen quienes adoptan. En
este punto no existirá un organismo del Estado que ejerza un
control efectivo sobre estos adultos para chequear que efecti-
vamente cumplan el compromiso que la ley les impone. Por tal
motivo como Estado debemos tener la confianza que llegado el
momento podrán construir a través de un discurso ordenado la
trama familiar real de su grupo, en el que la adopción sea nomi-
nada como tal. Al no poder sostener un control al respecto, esa
confianza se desarrolla a partir de las instancias de evaluación
y de capacitación que llevamos adelante los registros, y es un
voto de confianza a futuro.
Claramente existen diferencias sustanciales al respecto, por
cuanto existen adopciones en las que el tema de la realidad

50
Matías Palomo

biológica se ha instalado desde el inicio del vínculo. Quienes


tienen cabal registro de su grupo familiar de origen, y a su vez
registro de su situación de institucionalización en uno o más
dispositivos, traen consigo a la vinculación la realidad que les
precede, de la que tienen detalles más o menos específicos,
por lo que ese elemento es una variable más del proceso en su
etapa germinal.
Pero la relevancia de este compromiso que asumen los
adoptantes de hacer conocer la realidad biológica se da en su
plena dimensión en aquellos procesos cuando la adopción se
ha dado de manera previa al registro subjetivo propio de niños
y niñas. No existe un momento correcto para sostener el inicio
de estas conversaciones, por lo que los adultos involucrados
deben estar muy atentos a las demandas de su hijo o hija. En
términos generales, y sólo a título ilustrativo, cabe mencionar
que cuando un niño o niña advierte una mujer embarazada, o
ve una imagen de una embarazada y a la pregunta de porque
tiene así la panza surge la respuesta de que tiene un bebé, surge
en el niño o niña la pregunta a su mamá si él o ella estuvo
adentro de su panza. Y ese es un buen momento para empezar
a construir el discurso de la realidad biológica, por lo que es
esperable que la respuesta que se le brinde sea un “no, vos no
estuviste en mí panza”.
La experiencia dicta que a esa pregunta no necesariamen-
te le sigue la segunda, sino que debe darse una maduración
interna en quien interroga que le permita poner en palabras
la segunda parte de su pregunta: ¿y en que panza estuve yo?
Los adultos deben elaborar respuestas para lo que se les pre-
gunta, no para lo que imaginan que el niño o niña debe estar
pensando, ya que de otra manera perderán la individualidad de
quien está haciendo un proceso subjetivo complejo. Poner en
palabras la pregunta implica un posicionamiento interno que
predispone a escuchar la respuesta, por ello es criterioso estar
atento a esas señales.

51
Conocer para decidir

La peor postura la constituye la evasión; ante preguntas


concretas deben existir respuestas concretas, es un derecho,
y como tal debe ser tratado con el respeto y la atención que
amerita el caso, ya que conforme el modo en que el adulto
actúe, su hijo o hija va a decodificar que posición tiene ante
sus consultas. Una postura abierta facilitará nuevas preguntas.
Una postura cerrada obturará este proceso tan importante en
términos de subjetividad.
La infancia puede transcurrir con el desarrollo esperable de
este intercambio, y no es hasta el inicio de la adolescencia,
hasta el momento en que el niño o niña pasa de un estadio del
pensamiento formal concreto al del pensamiento formal abs-
tracto cuando chicos y chicas empiezan a elaborar el concepto
de que para insertarse en una familia adoptiva primero deben
haber sido “expulsados” de una familia biológica. Cada situa-
ción respecto de este punto dependerá específicamente de la
persona que elabora este concepto, como recomendación siem-
pre planteo la importancia de que este o esta joven tenga en
ese momento la contención y el acompañamiento de su familia
que ha tenido a lo largo del desarrollo de su vínculo adoptivo.
No existe un modo correcto de abordar este momento, y nue-
vamente, será de relevancia la lectura de los adultos tratando
de decodificar y entender que necesita su hijo o hija en este
momento en particular.

52
Matías Palomo

EL PROTOCOLO DE REALIDAD
BIOLÓGICA

En nuestro registro promediando el año 2019 tomamos


conocimiento de una joven que viajó junto a su mamá adoptiva
a su lugar de origen en el interior de la provincia, para en pri-
mer término visitar la tumba de su hermana mayor, que recien-
temente había fallecido. A esta necesidad, y ya en el lugar de
donde había salido varios años antes, experimentó la necesidad
de volver a su casa familiar de origen.
Sin tener muy en claro los motivos de esa necesidad, su
mamá la acompañó como en tantos otros momentos desde que
se conocieron. A esa situación le sucedió una exposición que no
fue favorable, en la que el contexto familiar era peor de aquel
por el cual el Estado había iniciado la medida de protección
varios años atrás. No es necesario entrar en detalles al respecto,
pero cuando tomamos conocimiento de esta situación valora-
mos necesario la creación de un protocolo de realidad bioló-
gica, es decir, desarrollar una intervención en que podamos
acompañar a aquellos adolescentes que tienen la necesidad de
conocer que ha sido de su grupo familiar de origen.
La premisa inicial era bastante simple. Transcurren muchos
años entre el egreso del grupo familiar biológico, y en ese lapso
en que ha estado en la institución, sumado al plazo del proceso
adoptivo, la familia de origen sigue su vida cotidiana, muchas
veces sin registro concreto por parte del Estado sobre ello. En
consecuencia, ante la necesidad de quien demanda conocer
nuestra primera necesidad fue la de establecer parámetros ac-
tualizados de cuál es la situación de la familia biológica en este
momento en que surge el pedido, para luego desde ese conoci-
miento brindar al adolescente y su familia adoptiva un detalle
de cuál es el escenario real de la familia de origen.

53
Conocer para decidir

Al respecto entonces el primer paso que llevamos adelante


al momento de la demanda de información es explicar el proce-
dimiento del protocolo, fundar los porqués hemos pensado esta
forma de trabajo, y diagramar los tiempos que esa búsqueda de
información puede demandarnos para el caso concreto, lo que
estará determinado por el expediente del que extraeremos el
listado de personas y lugares que debemos relevar.
Desde el Estado podemos desplegar herramientas de
búsqueda que nos permitan el acceso a esa información, siendo
una de las principales la posibilidad de trasladarnos a los domi-
cilios que quedaron detallados en las diferentes actuaciones del
expediente, y buscar en esos lugares a las personas relevantes
de esa familia de origen. Retomando lo que se detallara sobre
la membrana que fija la sentencia, claramente este momento
depende exclusivamente de la demanda del interesado o inte-
resada, por lo que nuestra intervención se fundará entonces en
ese derecho que la ley garantiza de acceder a la información
sobre su origen, siendo esta modalidad de trabajo un modo
amplio de interpretar esa premisa normativa.
Del relevamiento que efectuemos se desprende la redacción
de un informe detallado sobre personas y lugares, situación
actual del grupo, y cualquier otro dato de interés en sintonía
con el caso concreto por el que intervenimos. Este informe es
presentado al o la adolescente junto a su familia adoptiva, y
será ya una decisión familiar si se avanzará en el contacto o
no. Nuestra intervención garantiza que conozcan la situación
actual, y en virtud de ello tomarán la decisión que consideren
más conveniente; excede a las funciones del registro establecer
criterios al respecto.

54
Matías Palomo

LAS ENTREGAS DIRECTAS

Uno de los principales obstáculos para la realidad biológica


son las entregas directas. Las mismas están explícitamente pro-
hibidas en el ARTÍCULO 611 del Código Civil y Comercial
de la Nación. “Guarda de hecho. Prohibición. Queda pro-
hibida expresamente la entrega directa en guarda de niños,
niñas y adolescentes mediante escritura pública o acto ad-
ministrativo, así como la entrega directa en guarda otorgada
por cualquiera de los progenitores u otros familiares del niño.
La transgresión de la prohibición habilita al juez a separar
al niño transitoria o definitivamente de su pretenso guarda-
dor, excepto que se compruebe judicialmente que la elección
de los progenitores se funda en la existencia de un vínculo
de parentesco, entre éstos y el o los pretensos guardadores
del niño. Ni la guarda de hecho, ni los supuestos de guar-
da judicial o delegación del ejercicio de la responsabilidad
parental deben ser considerados a los fines de la adopción”.
(Honorable Congreso de la Nación Argentina, 2015)
A lo largo de los años he recibido muchos contactos de parte
de personas que desean conocer sus orígenes, y al enterarse
que no son hijos o hijas biológicos de quienes consideraron
sus padres a lo largo de toda su vida, con algún retazo de in-
formación que han descubierto y teniendo el dato de que na-
cieron en Salta se contactan con nuestro registro. La respuesta
no suele ser favorable, ya que ante la negativa a la pregunta si
el trámite se llevó a cabo a través de un Juzgado, esa situación
genera una imposibilidad fáctica de buscar información en tri-
bunales. No comento nada nuevo al referirme a esto, ya que
existen numerosos grupos de Facebook y similares en los que
se detallan estas historias con la pretensión de acceder a algo
de información.
Entonces como un primer concepto que se desprende de

55
Conocer para decidir

esto es que la existencia de un proceso judicial conlleva la


posibilidad de rastrear la historia, la posibilidad de acceder a
información de aquel entonces, y como ya detallé previamente
la posibilidad de buscar información actualizada. La legalidad
en consecuencia no es un lujo para el adulto, es la forma certera
de garantizar el derecho de aquellas personas que han sido pro-
tagonistas de un proceso de adopción.
Una eminencia en el análisis y detalles respecto del tema de
las entregas directas y una militante de la actual norma existente
en materia de adopción es Eva Giberti. Ella ha dado detalles
específicos y contundentes de lo que implican estos procesos
en términos subjetivos, los que han quedado registrados en su
prolífica obra al respecto. No me voy a adentrar en esos deta-
lles porque están al alcance de la mano y nadie mejor que la au-
tora para explicar sus propios postulados. Si desde mi rol debo
dejar explícito la posición personal que sostengo al respecto, y
expreso mi rotundo desacuerdo con aquellas situaciones de en-
tregas directas que aún persisten y que muchos jueces y juezas
a lo largo y ancho del país aún legitiman con sentencias a mi
criterio de dudosa interpretación, o por lo menos, contrarias a
los intereses del común de la sociedad.
Si como cuerpo social hemos avanzado en una norma, que
encuentra buena parte de su fundamento en el fallo condenato-
rio para la República Argentina del tristemente célebre “Caso
Fornerón”, y nuestros legisladores han visto la necesidad de pro-
hibir explícitamente las entregas directas, planteando incluso
la nulidad absoluta de las sentencias que las convaliden, escapa
a mi sana comprensión que existan magistrados y magistradas
que convaliden esos procesos. Entiendo la posibilidad de que
puedan declarar la inconstitucionalidad de normas ante casos
concretos, pero claramente ya existen elementos sociales en
que es imposible desconocer la norma vigente, y se convalidan
entregas directas de niños que hoy tienen 3, 4 o 5 años, cuando
la norma que las prohíbe ya tiene más de 7 años de vigencia.

56
Matías Palomo

Nuevamente el paradigma de la satisfacción del deseo de


los adultos es el que prima, bajo el pseudo argumento del in-
terés superior del niño. Entiendo que a la entrada en vigor del
nuevo código existían situaciones que quedaron intermedias
entre uno y otro sistema para las que el Poder Judicial debía dar
respuestas concretas, pero a tantos años del nuevo sistema me
permito sostener una respetuosa duda de los procesos actuales
que ya han nacido como procesos ilegales en toda la dimensión
de este término, y aun así son convalidados con las sentencias
de adopción.
Una variante de estas dinámicas patológicamente ilegales la
configura la supresión de identidad de la que se desprende una
inscripción simulada de un hijo o hija como propio, fruto de
una supuesta relación extramatrimonial. Esta práctica, lamen-
tablemente utilizada en muchos casos en todo el país, consiste
en una acción de una simpleza tan contundente como perversa.
La adopción por integración es un trámite perfectamente legal,
está previsto en el artículo 630.-“Efectos entre el adoptado y
su progenitor de origen. La adopción de integración siem-
pre mantiene el vínculo filiatorio y todos sus efectos entre el
adoptado y su progenitor de origen, cónyuge o conviviente
del adoptante” (Honorable Congreso de la Nación Argentina,
2015).
Asimismo, el artículo 631 determina los efectos que tendrá.
-“Efectos entre el adoptado y el adoptante. La adopción de
integración produce los siguientes efectos entre el adoptado
y el adoptante: a. si el adoptado tiene un solo vínculo filial de
origen, se inserta en la familia del adoptante con los efectos
de la adopción plena; las reglas relativas a la titularidad y
ejercicio de la responsabilidad parental se aplican a las rela-
ciones entre el progenitor de origen, el adoptante y el adop-
tado; b. si el adoptado tiene doble vínculo filial de origen se
aplica lo dispuesto en el artículo 621” (Honorable Congreso
de la Nación Argentina, 2015).

57
Conocer para decidir

En numerosas ocasiones se presentan estos procedimientos,


y al momento de avanzar en conocer los detalles de la situación
familiar surge que la mujer de la relación viene ante el juez o
jueza a adoptar el hijo o hija de su esposo o pareja, el que nació
fruto de una única relación extramatrimonial. Para entender el
concepto que pretendo detallar, existe una pareja en la que el
hombre vino un día y le dijo a la mujer que había tenido una
relación con alguien de manera única y esporádica, que fruto
de ello la mujer con la que se tuvo esa única relación sexual
dio a luz un niño o niña, y que esta mujer que lo ha gestado,
por provenir de un sector de alta vulnerabilidad social no puede
asumir los cuidados de ese hijo o hija por lo que quiere darle la
exclusividad en los cuidados parentales al supuesto progenitor.
A ese relato ya de por si increíble se suma la postura que la
mujer que integra la pareja estable decide que quiere asumir el
cuidado de ese niño o niña casi sin cuestionamientos y además
de ello inicia las acciones legales para su adopción de inte-
gración. El panorama muchas veces se completa cuando con
algunas pocas preguntas este matrimonio o pareja da cuenta de
que llevan juntos muchos años y que a lo largo de ese tiempo
buscaron infructuosamente quedar embarazados.
Considero un insulto a la inteligencia y al sentido común
que este tipo de discursos existan siquiera. Pero como no es
relevante lo que yo considere, les invito a realizar un análisis
un poco más detallado del proceso que relato. Se toma una
figura perfectamente legal, pensada para reconocer las múlti-
ples realidades familiares que nuestra sociedad tiene, en la que
se permite a una persona adoptar legalmente al hijo o hija de
su cónyuge, desde el reconocimiento de que muchas veces las
personas del padre o madre afín son quienes desarrollan las
tareas de cuidado en lo concreto de la convivencia.
Pero en esos procesos, quien es adoptado conoce su rea-
lidad biológica, y conoce el vínculo que le une a su pretenso

58
Matías Palomo

adoptante. En el caso que les relato el reconocimiento de un


hijo como propio cuando no lo es, a sabiendas de que no lo es,
es un acto que suprime la identidad del hijo o hija, y genera
en ese acto la germinalidad de un hecho patologizante, porque
desde el propio origen de la relación la amalgama vincular se
fundamenta en una mentira. Es una mentira fundante, y por
ende extensible al acto constitutivo del psiquismo, ya que la
conformación originaria se da desde una palabra sin valor, a
través de la cual la persona inicia su existencia sin ser quien
realmente le dicen que es.
Y me asombra tristemente como hay magistrados y ma-
gistradas que convalidan estos procesos sin más averiguacio-
nes, como si a estos niños y niñas no los alcanzara el derecho
inalienable de conocer certeramente sus orígenes. El principio
de conocer la realidad biológica no se circunscribe solamente a
la posibilidad de conocer la familia de la que alguien fue apar-
tado por una medida de protección, también en un sentido am-
plio las personas tienen el pleno e irrestricto derecho a conocer
si aquellos que dicen ser sus progenitores realmente lo son. En
discursos como el mencionado cabe por lo menos una razona-
ble duda que vulnera ese derecho. Incluyo en la trama formal a
Asesores de Menores y Fiscales que son parte de esos procesos
formales y que muchas veces convalidan las sentencias que
surgen de esos procesos sin mayores observaciones al respecto.
Creo que no podemos seguir sosteniendo la trama de discur-
sos sociales en que niños y niñas sean botines de los que apro-
piarse. Bastantes capítulos nefastos existen en nuestra historia
en poco más de 200 años de República al respecto de ese tema.
Los operadores de cualquier nivel del sistema estamos obliga-
dos a exponer estas tramas oscuras que no deben tener lugar en
una sociedad moderna y democrática, y parte de vivir en una
sociedad de estas características implica que no pueden conva-
lidarse los deseos si esos deseos van en contra de las normas.
Las leyes nos protegen, nos ordenan, y nos permiten abandonar

59
Conocer para decidir

un estadio de caos. No respetarlas genera todo lo contrario, y


atenta contra vínculos saludables y genuinos.
El derecho humano a la identidad es inalienable, es inheren-
te a la persona humana desde su origen, y no pueden admitirse
vicios ni grises al respecto. Nunca serán suficientes los esfuer-
zos por contar con procesos claros y que queden exentos de
cualquier tipo de duda espuria.

60
Matías Palomo

CONVOCATORIAS PÚBLICAS

El primer punto que considerar respecto de estas es que se


trata de una herramienta procesal al alcance de jueces y juezas.
Básicamente es un último recurso con el que se cuenta para
avanzar en satisfacer el derecho de niñas, niños y adolescentes
para restaurar su derecho a vivir en un ámbito familiar.
En el trámite denominado ordinario –que básicamente
significa el que es más habitual– cada vez que un juez o jueza
declara la situación de adoptabilidad de algún chico o chica, el
registro local toma intervención y remite al requirente aquellos
legajos de la nómina que se adecuan a ese caso puntual. El
juez o jueza selecciona la familia que considera reúne mejores
condiciones y avanza con el proceso tal como se ha detallado
anteriormente. ¿Pero qué sucede en el supuesto que no existan
familias de la nómina local cuya disponibilidad adoptiva en-
cuadre en este caso concreto?
Allí comienza un procedimiento que es muy claro. El regis-
tro que no cuenta con legajos efectúa a la DNRUA un pedido
de colaboración, al mismo se adjunta una ficha con los datos
del niño, niña o adolescente que permite a los registros de la
red federal conocer si cuentan con legajos que se adecuen a
este requerimiento puntual.
En caso de respuesta favorable la DNRUA informa la po-
sibilidad de legajos en tal o cual jurisdicción y lleva a cabo el
pedido formal de remisión. El registro puntual que recibe este
pedido remite el legajo en cuestión el que se pone a disposi-
ción del juez o jueza que lleva adelante el expediente. Parece
un trámite engorroso, pero la digitalización de los contactos
permite que en pocos días podamos saber si el legajo será o no
remitido. Pero ¿qué sucede en el supuesto de que no existan
familias de la nómina nacional cuya disponibilidad adoptiva

61
Conocer para decidir

encuadre en este caso concreto?


Allí aparece la opción de la convocatoria pública como la
última herramienta procesal para avanzar en la búsqueda. Es
un acto excepcional, pero que, por los inconvenientes deriva-
dos de las reducidas disponibilidades adoptivas, cada vez esa
excepcionalidad debe tramitarse con mayor frecuencia. Y en
resumen se trata de un llamado que el juez o jueza ordena al
registro hacer, en el que se pone en conocimiento de la co-
munidad sobre el caso concreto, sin dar detalles que permitan
individualizar al niño, niña o adolescente involucrado, a fin de
habilitar que se postulen para el caso concreto.

QUIENES PUEDEN ACCEDER/ POSTULARSE/


INSCRIBIRSE A UNA CONVOCATORIA
PÚBLICA?
• Familias no inscriptas en el registro de su jurisdicción.
• Familias con inscripción provisoria en su jurisdicción
que aún no han efectivizado los trámites de evaluación
psicosocial.
• Familias con inscripción definitiva pero que tenían una
disponibilidad adoptiva que no era compatible con el caso
concreto.
En todos los casos el denominador común es el mismo, la
convocatoria pública es el único supuesto que la norma habilita
para postularse a un caso concreto –recordemos que la inscrip-
ción ordinaria implica postularse para un abstracto determina-
do por la disponibilidad adoptiva– y ese caso concreto lleva a
motorizar a quienes se postulan a pensarse a sí mismos en un
caso específico.
Una vez que alguien se presenta en la convocatoria el resto
de los trámites y documentación que debe presentar es la misma
que para el proceso ordinario. En nuestra provincia el trámite

62
Matías Palomo

prioritario que tiene este momento del proceso se funda en que


existe un niño, niña o adolescente que viene ya transitando un
espacio de tiempo de espera hasta llegar a la convocatoria, por
lo que amerita se le brinde una preferencia en esta instancia ante
opciones concretas para avanzar con la mayor celeridad posible.

SITUACIONES POSIBLES
Los casos que terminan en procesos de convocatoria pública
pueden en términos generales agruparse en tres situaciones de
manera predominante:
• Niños y niñas que superan el rango de 9 años.
• Grupos de 3 o más hermanos.
• Niños, niñas o adolescentes con alguna discapacidad o
enfermedad crónica o de largo tratamiento.
A veces existen convocatorias concretas en las que estas
tres variables no se presentan aisladas, sino que se combinan
en algunas de las posibles interacciones entre ellas, sumando
complejidad a la cuestión.
Aproximadamente una de cada 4 adopciones en Salta se
concreta a partir de llamados a convocatorias públicas. En con-
secuencia, se trata de una herramienta más que válida para con-
cretar el acceso a satisfacer el derecho familiar vulnerado. No
existe homogeneidad en este concepto al interior del sistema
nacional, ya que expone una situación que a veces trata de ne-
garse; a saber, que existen jurisdicciones en las que al no contar
con los legajos evaluados por profesionales de psicología y de
trabajo social, la casi única alternativa existente para muchos
postulantes son las postulaciones a convocatorias. Muchos de
los postulantes que han terminado concretando estos procesos
están ya insertos en el sistema de registros, por lo que esta es
una discusión que debe darse seriamente.
No quiero que se pierda de vista el concepto central en este

63
Conocer para decidir

sentido. La convocatoria pública será una herramienta en la


medida en que se sostengan los niveles de baja disponibilidad
adoptiva que hoy existen. Si conseguimos como sociedad que
cada vez existan más opciones de familias inscriptas con ampli-
tud en rango de edad, en cantidad de niños, niñas o adolescentes
que estén dispuestas a integrar en un mismo proceso, o mayor
apertura a situaciones en las que exista una discapacidad o
patología crónica, muchos de los casos que hoy llegan a con-
vocatoria serán satisfechos con la nómina de inscriptos.

64
Matías Palomo

A MODO DE CIERRE

Por todo lo detallado creo que quedan expuestas varias


aristas de interés sobre la temática de adopción. Sin preten-
der agotar las discusiones al respecto, creo que resulta inte-
resante que podamos confrontar con muchas posiciones que
hoy existen en torno al tema y sostengamos posturas tendientes
a superar la situación existente hacia un mejor escenario de
inclusión familiar para niños, niñas y adolescentes.
Los aspectos formales detallados dan cuenta de particula-
ridades que deben ser conocidas por la sociedad en general,
y por los interesados en adoptar en particular. Las posiciones
de tensión frente al tema marcan en buena medida la necesi-
dad de fortalecer el sistema existente, remarcando los aspectos
positivos que tiene y trabajando para modificar aquello que no
resulta del todo operativo y en consecuencia es negativo.
Desplegar acciones desde la política en los diferentes órga-
nos del Poder Ejecutivo para que desde los espacios de salud y
educación se asesore a las personas gestantes que deseen avan-
zar en adopciones voluntarias, para que no queden expuestas
a situaciones en las que no son debidamente informadas sobre
sus derechos y el de los niños y niñas que gestaron es también
un modo concreto de combatir la prohibición del artículo 611
respecto de las entregas directas.
El acceso a información y a un trámite receptivo permitirá
generar un cerco a aquellas personas que con intereses muy
dudosos avanzan en la concreción de esas entregas que luego
buscan regularizar a través de procesos judiciales tal como he
tratado de reflejar.
Existen en todo el país numerosas experiencias favora-
bles vinculadas a la adopción dentro del sistema formal, que

65
Conocer para decidir

necesitan de la exposición de sus protagonistas para deconstruir


discursos desmoralizantes en torno al instituto. Son muchas las
familias que hoy son garantes del derecho de sus hijos e hijas y
que han satisfecho su deseo de paternar y maternar de manera
subsidiaria, con el eje centralizado en el bienestar integral de
esos chicos y chicas.
Quiero cerrar este libro con una frase que no me pertenece,
pero que fuera expuesta por una familia que acompañamos en
su proceso de adopción: “el camino de la adopción es super
complicado, pero es la mejor complicación de mi vida”.

66
Índice

AGRADECIMIENTOS..........................................................................5

POR QUÉ ESCRIBIR UN LIBRO SOBRE ADOPCIONES................7

LOS PRECEPTOS NORMATIVOS.......................................................9

EL MOMENTO DE LA CONSULTA...................................................11

MITOS..................................................................................... 12

CONFORMAR LEGAJO Y AVANZAR EN LA EVALUACIÓN........13

LEGAJO.................................................................................. 14
EVALUACIÓN....................................................................... 15
PROYECTOS VIABLES........................................................ 18
PROYECTOS NO VIABLES................................................. 19
NADA ESTÁ PERDIDO........................................................ 20

ESTABLECER LA DISPONIBILIDAD ADOPTIVA EN EL LEGAJO.....21

TRAMITAR LA ESPERA.....................................................................26

FAMILIA AMPLIADA – EXTENSA. ¿CÓMO


PREPARARLA? .................................................................... 28

EL LLAMADO DEL JUZGADO..........................................................30

TEMOR PARA PREGUNTAR............................................... 31

LA AUDIENCIA. INICIO DE LA VINCULACIÓN............................34

EL PERIODO DE GUARDA CON FINES DE ADOPCIÓN...............37

EL JUICIO DE ADOPCIÓN..................................................................45
LA HISTORIA........................................................................................48

EL PROTOCOLO DE REALIDAD BIOLÓGICA...............................53

LAS ENTREGAS DIRECTAS.............................................................55

CONVOCATORIAS PÚBLICAS..........................................................61

QUIENES PUEDEN ACCEDER/ POSTULARSE/


INSCRIBIRSE A UNA CONVOCATORIA PÚBLICA?....... 62
SITUACIONES POSIBLES................................................... 63

A MODO DE CIERRE..........................................................................65
La presente edición se terminó de imprimir en diciembre de 2023
en los talleres gráficos de

Entre Ríos 2199


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Telf. 0387— 4224541
e— mail: juanamanuelaeditorial@gmail.com

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