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ganz1912 Michel Onfray El cristianismo hedonista Contrahistoria de la filosofia, I Traduccién de Marco Aurelio Galmarini Mm EDITORIAL ANAGRAMA BARCELONA Titulo de la edicién original: Le christianisme hédoniste © Editions Grasset & Fasquelle Parfs, 2006 Diseho de la coleccién: Julio Vivas Ilustracién: supuesto retrato de Michel Eyquem de Montaigne (1533-1592), Escuela Francesa, siglo xvi. © Musée Condé, Chantilly, Francia / Lauros / Giraudon / The Bridgeman Art Library Primera edicién: septiembre 2007 © EDITORIAL ANAGRAMA, S. A., 2007 Pedré de la Creu, 58 08034 Barcelona ISBN: 978-84-339-6265-2 Depésito Legal: B. 35882-2007 Printed in Spain Liberduplex, S. L. U., ctra. BV 2249, km 7,4 - Poligono Torrentfondo 08791 Sant Lloreng d’Hortons INDICE ganz1912 Introduccién: La antigtiedad, borrada ............ 13 (Contrahistoria de la filosofia, segunda parte:) EL CRISTIANISMO HEDONISTA. Primer tiempo LA COMUNION DE LOS SANTOS HERETICOS 1. El batiburrillo sectario, p. 23 — 2. La Iégi- ca de los vencedores, p. 26 — 3. Encrdticos y licenciosos, p. 28 — 4. La alegria del pneuma- tico, p. 30 — 5. Calabazas, melones y pepinos, p. 34 — 6. Cifras libidinosas y nuimeros acti- vos, p. 37 — 7. La gnosis «corta y pega», p. 39 — 8. La caida en el tiempo, p. 42 I. Simén el Mago y «la graciay ..........-. 47 1. El fildsofo itinerante, p. 47 — 2. Amar al prdjimo, pero en la cama, p. 50 Il. Basflides y «el desenfreno» ..........+.+5 53 1, La risa sardénica de Jestis, p. 53 — 2. Cer- teza de la indiferencia, p. 55 Il. IV. VII. VIII. Valentin y «las simientes de eleccién» ..... 1. Elogio de los pneumaticos, p. 57 ~ 2. Las simientes de eleccién, p. 58 Carpécrates y «el amom .............--. 1. Reencarnaciones libidinales, p. 61 — 2. Las orgias filoséficas, p. 63 Epifanio y «el deseo imperioso» .......... Un Rimbaud gnéstico, p. 65 . Cerinto y «la satisfaccién del vientre» ..... Jestis hedonista..., p. 67 Marcos y «las mujeres elegantes» ......... De la copa a los labios, p. 69 Nicolas y «la vida sin freno»............. 1. El gusto por los otros, p. 71 — 2. El paté de feto, p. 72 — 3. El gnosticismo se esfuma, p. 74 Segundo tiempo UNA CLARIDAD MEDIEVAL IX. 1. La tercera plaga, p. 77 — 2. Una claridad medieval, p. 80 — 3. Rafces inhallables, p. 82 — 4, El espfritu de libertad, p. 83 Amaury de Bene y «la santificacién de la vida corriente> .............0.0005 1. Ya redimidos..., p. 87 — 2. El hombre es Dios, p. 89 — 3. Descodificar las alegorfas, p- 90 — 4. Una gnosis medieval, p. 91 — 5. El odio cristiano, p. 93 Willem Cornelisz de Amberes y «el pecado contra natura» .. 6... eee eee eee eee 1. La salvacién a través de la pobreza, p. 95 — 2. Propietario de su sexo, p. 96 61 65 67 69 71 2D) Xi. XIII. XIV. XVI. XVII. XVIII. Bentivenga de Gubbio y «la ocupacién Gate ee ee 1. La santa y el heresiarca, p. 97 — 2. El im- pecable apdtico, p. 98 Walter de Holanda y «la libertad suprema» .. Las ropas de Adan, p. 101 Juan de Brno y «el nihilismo integral» ..... 1. Un Sade medieval, p. 103 — 2. Tradicién del Espiritu Libre, p. 104 — 3. El asesinato, una de las bellas artes..., p. 106 Heilwige de Bratislava y «el espiritu sutil» . . 1. Beguinas libertinas, p. 109 — 2. El espfricu sutil después de la ascesis, p. 110 . Johannes Hartmann de Amtmanstett y «la verdadera bienaventuranza» ........-- 1. La inocencia del devenir, p. 113 — 2. Nue- vos sadianos, p. 115 Willem Van Hildervissem de Malines y «el placer del parafson .......-..-0-0-- 1. Eros y Tanatos en el siglo, p. 117 — 2. Un tantra belga, p. 118 Eloi de Pruystinck y «la manera epictirea» .. 1. Reforma contra Revolucién, p. 121 - 2. El imperativo categérico hedonista, p. 123 Quintin Thierry y «la libertad de la carne .. El espfritu contra la letra, p. 125 Tercer tiempo EL CRISTIANISMO EPICUREO 1. Pero gqué fue de los epictireos?, p. 129 — 2. El epiteto infamante, p. 132 — 3. En camino a la claridad, p. 135 101 103 109 125 XIX. Lorenzo Valla y «la voluptuosidad> ....... XXII. 1. Por fin, vino Valla, p. 139 — 2. Tempera- mento, impetuosidad y cardcter, p. 142 — 3. Falsificacin y uso de documentos falsifica- dos, p. 143 — 4. Contra la Iglesia y a favor de la verdad, p. 145 — 5. El compromiso cristia- no, p. 147 — 6. Existencia de Dios contra li- bertad de los hombres, p. 149 — 7. Un hedo- nismo cristiano..., p. 152 — 8. Honestidad de la voluptuosidad, y a la inversa, p. 155 — 9. Por tanto, un cristianismo epictireo..., p. 158 — 10. Un Jardin extraordinario, p. 159 Marsilio Ficino y «las voluptuosidades contemplativas» ...... 0.0.0... cece eee ee 1. Marsilio Ficino arde (por) Lucrecio, p- 161 — 2. Las voluptuosidades contemplativas, p. 162 — 3. Elogio de la yema de huevo, p. 164 . Erasmo y «el placer honesto» ............ 1. La sabia locura de Erasmo, p. 167 — 2. Iré- nico e insolente, pero cristiano..., p. 168 — 3. jEpicuro cristiano!, p. 169 — 4. Cristo en el Jardin, p. 171 — 5. Una horticultura trascen- dental, p. 174 — 6. El lenguaje silencioso de las cosas, p. 176 — 7. La naturaleza y el artifi- cio, p. 178 — 8. Una arquitectura simbédlica, p. 179 — 9. Una convivencia hedonista, p. 182 — 10. El verbo y la carne, p. 184 — 11. Hacerse amigo de uno mismo, p. 185 — 12. Epicuro cristico y Cristo epictireo, p. 187 Montaigne y «el uso de los placeres» ...... 1. Fisica de su metafisica, p. 189 — 2. Recuer- dos de un hombre sin memoria, p. 192 — 3. Extrafio a sf mismo, p. 195 — 4. La conver- sidn hedonista, p. 197 — 5. ¢Un libro para quién?, p. 198 — 6. La palabra en el divdn, p. 201 — 7. Odio a los libros del hacedor de li- bros, p. 203 — 8. El cuerpo aireado de la voz, p. 204 — 9. Una lengua muerta en la boca, p. 206 — 10. Voz de acceso a los Ensayos de si mismo, 208 — 11. Excrementos, chapuza y embrollo, p. 209 — 12. Libar de los anti- guos..., p. 211 — 13. Apostar por Sécrates contra Platén, p. 213 — 14. Didgenes y Cia, p. 216 — 15. ;Un estoicismo epictireo!, p. 218 — 16. Recuperaciones beatas, p. 220 - 17. El exvoto del fildsofo, p. 222 — 18. Un epicure- ismo cristiano, p. 224 — 19. Contrariar al Papa, p. 227 — 20. Una liebre sin pelo ni hue- so, p. 229 — 21. El pensamiento del rio, p. 231 — 22. Los sentidos y la palabra, p. 233 — 23. Autobiografia del mundo, p. 235 — 24. Un hapax existencial, p. 236 — 25. Dietética de la carne, p. 238 — 26. Un epicentro som- brio, p. 241 — 27. Un gota de licor, p. 242 - 28. El divan de los Ensayos, p. 244 — 29. El ser para la muerte, p. 247 — 30. Filosofar es aprender a vivir, p. 248 — 31. Morir y tener que morir, p. 250 — 32. Odio al dolor, p. 252 — 33. Goce de canibales, p. 254 — 34. La vo- luptuosidad y su compafiero intimo, p. 257 — 35. En camino con Epicuro, p. 259 — 36. Tres simios filosdficos, p. 261 — 37. Eludir una pasién oscura, p. 263 — 38. Una cultura del cuerpo, p. 264 — 39. El falso marmol de la amistad, p. 267 — 40. EI plural de la pala- bra amigo, p. 269 — 41. Besos en el bigote, p. 270 ~ 42. Con las mujeres, para ellas, Ur —r——s—s—s—SeOSNSSSNSCC 44, La gloriosa obra maestra, p. 274 ~ 45. La muerte del sabio, p 276 — 46. Los dos cuer- pos de Montaigne, p. 279 — 47. El devenir de los Ensayos, p. 282 — 48. ;Descartes montaig- neano?, p. 284 — 49, Pascal, inutil e incierto, p. 288 — 50. Genealogia de un pensamiento alternativo, p. 290 — 51. Temperamento de Marie de Gournay, p. 293 — 52. El devenir li- bertino de Montaigne, p. 296 — 53. La odi- sea de una biblioteca, p. 297 — 54. Teorfa del pillaje, p. 299 Bibliografia 6... ccc ccc cence eens Cronologla .. 6... c cece eee : Indice analttico INTRODUCCION LA ANTIGUEDAD, BORRADA La invencién de Jesus, la construccién violenta y autoritaria del cristianismo convertido en religién del im- perio entero con el golpe de Estado de Constantino, el vandalismo voluntario de la soldadesca a sus érdenes, la aniquilacién de hombres, el incendio de bibliotecas, la persecucién de fildsofos, el cierre de sus escuelas, la incor- poracién del estatus de extraterritorialidad ciudadana de los paganos al corpus juridico -Cédigos de Teodosio y de Justiniano-, el desarrollo cultural y planetario de la neu- rosis de San Pablo, el triunfo del paulismo —odio a las mu- jeres, al cuerpo, a la carne, a los deseos, a los placeres, a las pasiones, a la ciencia, a la inteligencia, a !a filosofia—, la fu- ria persecutoria, y por mucho tiempo, de los antiguos per- seguidos, todo ello produce en la historia una sangria que priva a los siglos posteriores, y por tanto al nuestro, de un considerable volumen de informaciones sobre ese largo periodo. El mundo antiguo se hunde, desaparece, muere, y con él la filosoffa pagana, una parte importante de la cual no atravesard los siglos por razones no siempre derivadas de la abierta voluntad de los hombres de poner punto final al 13 patrimonio de los antiguos griegos y romanos. Es cierto que los hombres queman bibliotecas, incendian, saquean, asesinan a sus semejantes, entre ellos gente de letras, pero también que el tiempo borra las huellas de esta civilizacién, convertida en campo de ruinas. Se entiende que los libros de los fildsofos materialistas abderitas —los seiscientos titulos de Demécrito-, las obras de los cinicos y de los epictireos, la gran cantidad de voli- menes —se dice que trescientos— de Epicuro o de sus discf- pulos, fueran los primeros en desaparecer. Las prioridades de los copistas cristianos no son precisamente salvar esos voliimenes subversivos. El platonismo y el estoicismo, a ve- ces reivindicados por los Padres de la Iglesia o sus discipu- los como sabidurias propedéuticas al cristianismo, se ven favorecidos frente a los pensamientos realmente enemigos del ideal ascético catélico. Y, ademas, el libro antiguo sirve de incidental recorda- torio en una época dominada por la oralidad y la transmi- sién verbal. La palabra evanescente, no recogida por escri- bas ni por copistas, se esfuma para siempre. Asf ocurre con la ensefianza oral de Platén, probablemente muy distinta de la ensefianza de los textos que han pervivido. Por tanto, obstdculo de la oralidad. Pero también estd el obstdculo de la fragilidad del soporte: el papiro, de origen egipcio, aguanta mal la higrometria, el clima y el cambio de esta- ciones de Roma. Se pudre, se convierte en polvo, y con él todo lo que transmite... Ademés, la cantidad de ejemplares que constituyen una edicién nunca sobrepasa las tres de- cenas. Y también estd el obstdculo de la lengua; a partir del si- glo v de la era comin, ya nadie habla griego. Agustin, por ejemplo, lo ignora por completo... Se habla latin. Y se es- cribe en latfn. Cuando se pasa del rollo de papiro al cédi- 14 ce en pieles de animales, esta revolucién trae consigo la pérdida de lo que no se copia. Gran cantidad de obras de- saparecen lisa y llanamente. Los monjes en sus monasterios retoman los textos titiles a la propagacidén de su fe y, de paso, los mejoran, los retocan. Y la edicién original sin puntuacién, sin maytisculas, sin separacién entre palabras, sin mencién del nombre del personaje que habla, compli- ca atin ms las cosas... De lo que ha quedado en los rincones, tras salvarse de saqueos, terremotos, incendios, pillajes, el vandalismo hu- mano y los tormentos del tiempo, nadie se ocupa. No siempre es muy valioso... Puesto que a veces escasean -el manuscrito mds antiguo de la Vulgata latina requirié mil quinientas cincuenta pieles de ternero-, los pergami- nos son raspados para ponerlos al servicio de otros autores, y es asf como La Republica de Cicerén, por ejemplo, desa- parece bajo los Comentarios a los salmos, de San Agustin... A veces se borra la huella antigua a favor de la que est4 de moda. Y la moda es cristiana... Cuando, hacia el siglo 1x, llega de China el papel, da lugar a nuevas transcripciones y, por tanto, a nuevas opcio- nes. La religién de Pablo de Tarso domina desde hace més de cuatrocientos afios. El paganismo y la filosofia antigua son recuerdos lejanos. Los nuevos maestros, los que se co- pia, se recopia, se utiliza, difunde, lee y comenta, los auto- res para quienes trabajan los monjes en sus monasterios, son los Padres de la Iglesia: Tertuliano cree «porque es ab- surdo», Origenes se castra para llegar mds r4pidamente al Sefior, Cipriano de Cartago descubre a Dios cortejando a una muchacha, Gregorio Nacianceno se tiene por un cad4- ver que respira, Evagro el Péntico se va al desierto huyen- do de las mujeres y de los obispos, Juan Criséstomo llama a matar paganos, Gregorio de Nisa conoce la epectasis, la 15 verdadera,* San Agustin ensefia la inexistencia de las anti- podas y lloriquea a lo largo de las Confesiones, y tantos otros... Es la buena sociedad filosdfica, pero en ella todos estdn disgustados con su cuerpo y con la vida. En adelante habrd que contar con esta gente, y durante un milenio. La posibilidad de una filosofia hedonista disminuye conside- rablemente... Pero existe: es la de los heresiarcas que vienen a continuacién. * Epectasis es un término propio de Gregorio de Nisa y la tradi- cién del misticismo cristiano de Oriente. Peto la palabra correspon- diente en francés, épectase, tiene ademés la acepcién coloquial de «muerte durante un orgasmo». (N. del T.) 16 Contrahistoria de la filosofia, segunda parte EL CRISTIANISMO HEDONISTA El primer pensamiento del dia, la mejor manera de comenzar bien cada dia es, al despertar, pensar si en ese dfa podemos complacer al menos a una per- sona. Si esto pudiera admitirse en susti- tucién de la costumbre religiosa de la oracién, los demas saldrfan beneficiados con el cambio. NIETZSCHE, Humano, demasiado humano, 1, 589 Primer tiempo La comunién de los santos heréticos El batiburrillo sectario. El clima intelectual y el am- biente ontoldgico en los que se constituye el cristianismo son el caos més absoluto... Es dificil imaginar la profusién de comunidades extravagantes, profetas encendidos, me- sfas iluminados, pensadores esotéricos y fildsofos delirantes que saturan la escena espiritual del primer siglo de la era comin. Es verdad que atin subsiste la filosofia digna de tal nombre y que en Roma u otros sitios todavia se siguen las ensefianzas del estoicismo y del epicurefsmo. Al mismo tiempo que se perfilan estos histéricos del concepto, perdu- ran en el mundo antiguo los personajes sabios, como Séne- ca, Epicteto y Plutarco. Pero no por mucho tiempo... Lo que caracteriza la época es una superposicién de ci- vilizaciones: la antigua muere, pero todavia no lo sabe, y la nueva se hard con el poder, pero también lo ignora. De un lado, Atenas y Roma; del otro, Jerusalén y Bizancio. Peri- cles contra Constantino, Aristételes frente a Tertuliano, la democracia del 4gora en competicién con el Estado totali- tario cristiano, el ideal pagano de la palestra destruido por la veneracién de una crucifixién. Dos mundos, dos ideales, dos universos, dos maneras de pensar. La sociedad cruje. 23 Marco Aurelio y Diégenes de Enoanda representan los puntos més avanzados de una época que se hunde... El pensamiento nuevo se busca, pero no se encuentra de inmediato. No puede salir completamente armado de la cabeza de Zeus. La época se presenta como un terreno de experimentacién de posibilidades conceptuales, de inten- tos de poner en pie un mundo alternativo, incluso en el dominio intelectual. La filosofia obedece a las leyes de la evolucién de las especies: las formas menos adaptadas de- saparecen, las mds aptas para la supervivencia se mantienen y echan raices. La seleccién se opera con ayuda de conver- siones imperiales y de golpes de Estado. Las fuerzas que triunfan arrojan al abismo todo lo que no sirve para su cre- cimiento y su dominacién. Es facil sefialar la zona geogrdfica de esta efervescencia, sin parangén en la historia desde mucho tiempo atrds. La vitalidad se desplaza de oeste a este, abandona los puertos romanos o las calas griegas y se desplaza hacia Oriente. A partir de ese momento, lo esencial se trama entre el valle del Jordan y el Asia Menor, particularmente en Palestina, Siria, Samara y Egipto. Desiertos, austeridad geolégica, vientos abrasadores, temperaturas de hoguera, tribus de pastores, un pufiado de criadores de ganados héticos, raras fuentes de agua, pobreza y miseria generalizadas: este ho- gar linda con los parajes de Mesopotamia donde se produ- jo el alumbramiento de la cultura en el planeta. Regreso a las fuentes orientales... Entre estos intentos filoséficos de formular una alter- nativa al nihilismo de la época, el gnosticismo ocupa un lu- gar decisivo. El término abarca multiples propuestas, a ve- ces contradictorias, pero da nombre a una gran cantidad de propuestas surgidas de individuos extravagantes que viven en pequefias comunidades —una treintena de fieles— y que, 24 por cierto, ensefian la vida filoséfica que se desprende del contenido de su doctrina, pero sobre todo la practican. A la manera antigua, piensan para conducir mejor su existen- cia y darle sentido en un periodo desestabilizador, en el que la falta de proyectos colectivos corre pareja con la de oca- siones para organizar la diversidad. Es evidente que los gnésticos constituyen menos un continente homogéneo, coherente, de paisajes fijos y defi- nitivos, que un archipiélago formado por multiples frag- mentos de importancia e interés desiguales, asi como de diferente consistencia y alcance. Grandeza de unos, insig- nificancia de otros, sin saber a veces si estas cualidades co- rresponden a un contenido intrinseco o a fragmentos que subsisten tras dos mil afios de destrucciones naturales y hu- manas, a lo que hay que agregar las falsificaciones, las ma- las reputaciones, las interpretaciones interesadas y erré- neas, las denegaciones de sabiduria, y otras maneras de dar raz6n a los pensamientos dominantes, tan dispuestos a montar simbélicos autos de fe... De la gnosis se ignora prdcticamente todo: los nom- bres propios que la ilustran apenas si corresponden a algo, y a veces las rtibricas con que conocemos tal o cual secta parecen absolutamente frdgiles. En efecto, hay quienes consideran como sectas separadas lo que otros ven como gtados, como diferentes posiciones en la jerarquia de una misma comunidad. ;Qué se puede decir de Simén, el fild- sofo itinerante? ;O de Basilio, el libertino? ;O de Carpé- crates y Epifanio, los disolutos conceptuales? ;O de Valen- tin, el pneumético? ;O de Nicolds, el comedor de esperma? éY qué ocultan los ofitas, adoradores de la serpiente y qui- z4s sodomitas? ;O los barbelognésticos, esos talentosos co- cineros que descuellan en la preparacién de paté de feto? 2Qué son los fibionitas, esos numerélogos del sexo? Y asi 25 de tantos otros, de los que a veces sdlo nos ha Ilegado el nombre o un tnico significante disociado de su conteni- do... 2 La légica de los vencedores. La fragilidad del soporte de los manuscritos, la venganza cristiana cuando los sectarios de Cristo acceden al poder, el trabajo de los copistas paga- dos por los monasterios, el devenir herético de las doctri- nas as{ etiquetadas por los Concilios de la Iglesia en el po- der, el destino habitual que los vencedores reservan a los vencidos, el desgaste del tiempo, incluso la suerte y muchas veces la mala suerte, explican la rareza del corpus, su dis- persién en obras abandonadas en los estantes menos con- sultados de las bibliotecas. No hablemos de ediciones. Si no siempre se han editado fragmentos gnésticos, ni siquie- ra parcialmente, ;qué cabe esperar de una obra completa? Los cristianos atacan violentamente a los gnésticos so- bre el terreno, en calidad de contempordneos. Los vende- dores de sectas gnésticas y cristianas evangelizan a las mis- mas gentes, realizan los mismos viajes, visitan las mismas ciudades, ocupan los mismos lugares puiblicos, se disputan los mismos fieles. Simén el Mago y Pablo de Tarso ofrecen su mercancfa conceptual como rivales: el éxito de uno co- rresponde al fracaso del otro. Los Hechos de los Apéstoles (VIII, 9-24) dan testimonio de que estos hombres se cono- cen y de que ninguno de ellos ignora las tesis del otro. La lucha enfrenta en condiciones de igualdad a hombres que se proponen la dominacién simbédlica de su época. De esta suerte, como tantas veces ocurre con los pen- samientos alternativos de la antigiiedad, el gnosticismo, si 26 hemos de juzgar por lo que los Padres de la Iglesia y los fi- \dsofos al servicio del cristianismo le atribuyen, pervive a lo largo de més de mil afios. Astucia de la razén, el ataque a las herejfas —as{ Ilamadas por los representantes oficiales del pensamiento catélico— es precisamente lo que las salva. En efecto, al escribir contra ellas, al exponerlas en detalle para refutarlas mejor, al precisar sus tesis con el fin de demos- trar su falsedad, Justino de Roma (hacia 160: Apologtas), luego Ireneo de Lyon (hacia 170: Contra las herejtas), Hi- polito de Roma (hacia 230: Philosophumena), Clemente de Alejandria (Stromata, final del siglo 11-comienzos del 111) y Epifanio (Panarion, hacia 375) —San Epifanio, pues hay un gnéstico del mismo nombre, pero éste, jay!, no es santo...— hacen posible el paso de estos pensamientos a la posteri- dad. Por lo general, el primero coteja todo lo que se puede saber sobre el tema, mientras que los otros se limitan a co- piar... Y luego, gracias a la arqueologia, un descubrimiento que permite el acceso directo a los textos, lo que evita la mediacién polémica cristiana: en 1945, en Nag Hamadi, Egipto, a unos cien kilémetros de Luxor, se exhumé una vasija gnéstica. En esa época, los rollos se colocaban y se conservaban en recipientes de terracota, que los protegian de las inclemencias de la intemperie, los animales y el tiem- po. Qué conten{a? La biblioteca, todo hace pensar que in- tegral, de una comunidad gnéstica del siglo v... Esto equivale a decir las fuentes directas, los textos propiamente dichos, o sea, trece voluimenes encuadernados en piel, que contenfan cincuenta y un tratados: mds de se- tecientas paginas inéditas, entre las cuales figuraban los Evangelios de Felipe, Matias y Tomés, asi como los Logia de Jestis, coleccién de dichos, sentencias y mdximas atri- buidas a Jestis que, se piensa, han servido para la produc- 27 cién de los Evangelios que mds tarde se declararfan sindép- ticos. Medio siglo después, se espera la publicacién de lo que los beduinos no destruyeron, pues, en efecto, los des- cubridores utilizaron algunos manuscritos para encender el fuego a fin de hacerse el té... 2 Encrdticos y licenciosos. El gnosticismo cubre un pe- rfodo muy largo, que va del siglo 1 al v, al menos por las huellas que se han encontrado. En efecto, Lampecio vivia en un extremo de esta época, en una comunidad en la que las mujeres y los hombres Ilevaban una vida alegre, libre, vestian suntuosamente, comian en abundancia y refinada- mente y practicaban una sexualidad lidica sin sentimiento de culpa. Una asociacién contractual hedonista que hace pensar en la de los epictireos del circulo de Campania... Pese a que los gnésticos nunca se reivindican como filéso- fos materialistas antiguos, Ireneo de Lyon no deja de repro- charles que profesen la filosofia de Epicuro y la indiferen- cia de los cfnicos... El atomismo no casa bien con los gnésticos, que, como platénicos, rinden tributo a la exis- tencia de almas inmateriales capaces de transmigracidn, pero la insolencia asocial e inmoral de los discfpulos de Didgenes les va como anillo al dedo. Algunos historiadores sefialan la supervivencia de co- munidades gnésticas en el siglo Vil, en plena Alta Edad Media, pura suerte, pues el triunfo absoluto del cristianis- mo torna peligrosa la practica herética en ese sector geogra- fico de Préximo Oriente. Lo mds probable es que la ense- fianza de la gnosis se mantuviera en grupos aislados en la montajfia, lejos del mundo, ocultos por el secreto y practi- 28 cantes extremadamente discretos, todo lo cual resulta ne- fasto para la historia de las ideas... En la mejor de las hipétesis, el pensamiento gnéstico abarca ocho siglos, los primeros de nuestra civilizacién, la llamada judeocristiana. Por mi parte, pienso que la persis- tencia de las ideas gnésticas en la Europa medieval se debe a la migracién de comunidades 0 de individuos que, aun- que separados de esos grupos, llevaban el mensaje transmi- tido a los Hermanos y las Hermanas del Espiritu Libre, que son el nexo con el perfodo medieval, y luego el rena- centista, de nuestra cultura. Marcos, discipulo de Valentin, se convierte en maestro de gnésticos en la Galia... El gnos- ticismo pasa de Oriente a Occidente a través de Armenia, Capadocia, Grecia, Bulgaria y Bosnia. Holanda lo acoge discretamente, pero con benevolencia... Es evidente que a lo largo de un perfodo tan dilatado y sobre tan extensa geograffa, la unidad del gnosticismo parece impensable. Es imposible que un espectro que va de Simén el Mago, el tabano de Pablo de Tarso, a oscuros anénimos contempordneos de Carlomagno, presente un pensamiento homogéneo, discursos idénticos o una teorfa comun. Se encuentran variaciones, eventuales contradic- ciones, afirmaciones que se excluyen, pero estos hombres y estas mujeres, cuyos siglos de oro son los dos primeros de nuestra era, estén animados por una misma sensibi- lidad. Podemos, en este archipiélago, atrevernos a una prime- ra clasificacién, aun cuando esté presidida por la arbitrarie- dad. Esta clasificacién permite distinguir dos lineas de fuerza: por una parte, los gnésticos encrdticos, que mantie- nen una I{nea ascética, y por otra, los gnésticos licenciosos, defensores de una opcién hedonista. Puede que esta distin- cién parezca infundada, pues los gnésticos dejan que sus 29 discfpulos escojan entre las opciones encraticas y las licen- ciosas. Puesto que el mal impera en la tierra de manera ab- soluta —y éste es un punto de la doctrina que todos com- parten-, es indiferente optar por la negacién del cuerpo o por su afirmacién. El indiferentismo se impone a menudo en la materia: lo esencial afecta menos a la carne culpable, impregnada de mal, que al alma, absolutamente indepen- diente, pura, unica implicada en el trabajo de salvacién. El cuerpo no cuenta para nada; por tanto, olvidarlo o utilizar- lo hasta el hartazgo es una sola y la misma decisién... En este bazar filosdfico, unos pocos ensefian claramen- te a hacer del cuerpo un instrumento de liberacién (mds adelante diré cémo y por qué). El gnosticismo se instala més all4 del bien y del mal, por encima de todas las pre- guntas, incluido el sexo, la libido, los deseos, las pasiones y las pulsiones. Pablo ensefia una gnosis asc¢tica, francamen- te ascética; en el mismo terreno, los gnésticos licenciosos afirman lo contrario: ;vuestro cuerpo arde de deseo? ;Cal- maos!, exige el de Tarso. ;Satisfaceos!, sobrepuja Simédn el Mago. Y en la alegria... 4 La alegrta del pneumditico. La teoria gnéstica apunta a una prdctica consecuente. De estos comportamientos co- munitarios no nos ha llegado nada, o casi nada. La época funciona sobre el principio de la oralidad. El libro existe como recordatorio, como medio para mantener un propé- sito en el tiempo, pero secundariamente. Lo que prima es el verbo, y con él la relacién maestro-discipulo. La ense- fianza se construye sobre la base de la palabra, no de los textos. Hoy, las sentencias que se intercambiaban entre el 30 gnéstico y su comunidad han desaparecido. Lo que queda son fragmentos recogidos por enemigos, con lo que eso su- pone de violentar a la verdad... El cuerpo gnéstico es uno de los mds esotéricos que puedan existir. Los textos que han perdurado, separados de la palabra que los enuncia, los comenta y los explica, se re- sisten increfblemente, pues estas filosoffas practican un hermetismo de altos vuelos. La creacién de neologismos, la pasién numeroldgica, la exacerbacién de lo maravilloso, las extrapolaciones mitoldgicas, el lenguaje sectario, todo ello desanima al lector deseoso de penetrar en los arcanos gnés- ticos... Sin la voz del guia capaz de conducir al discfpulo —la Iégica propia de toda secta, cristiana 0 no-, el discurso es letra muerta. Exige una palabra viva, que, por supuesto, ha desaparecido definitivamente. La prdctica gnéstica es sectaria, en el sentido primario del término: supone la secta, es decir la comunidad de elec- cién, escogida por cooptacién. Hay muchas razones que justifican esa posicién secreta o discreta, entre ellas el sen- timiento de pertenencia a una élite, a una casta de elegidos, el temor a salir a la luz en caso de persecuciones y la légi- ca intrinseca de la secta, que obliga a la obediencia al maestro, al iniciado, al superior jerérquico. Estas tres razo- nes conciernen sobre todo a los gnésticos... A la manera de los francmasones de siempre, los gnés- ticos disponen de signos de reconocimiento con el fin de diferenciar su modo de dirigirse a los hermanos 0 a los pro- fanos. San Epifanio dice que se rascan la palma cuando se encuentran y se dan la mano para asegurarse de la inicia- cién de su interlocutor. Después de esta comunicacién ges- tual, el discurso se libera, y también la prdctica, pues en- tonces comienzan los banquetes —los 4gapes masénicos-, seguidos de una sexualidad generalizada en la oscuridad. 31 En esto, me parece, se distinguen los fieles del Gran Orien- te y los de la Gran Logia... El gnéstico cree que es un elegido. Divide a los hom- bres en tres categorias: los hilicos, los ps{quicos y los pneu- miaticos. Los primeros, en la base, estén atrapados en la ma- teria y jamds conocerdn la salvacién; desprovistos de alma, constituidos exclusivamente de materia, estén destinados a la pura destruccién; en cierto modo, los hilicos correspon- den a los paganos, que no despegan del suelo por ignoran- cia de las verdades gnésticas. Los segundos pueden esperar la salvacién gracias a su complexién mental: los psfquicos tienen alma, ciertamente, pero no espiritu, y sélo pueden esperar la liberacién si aciertan a dar con la iniciacién; es posible que los gnésticos calificaran asf a los cristianos, que en parte se hallaban en el buen camino, pero sdlo en parte. Los terceros, los pneumaticos, han sido sefialados por la Po- tencia de las Potencias y disponen de la gracia, lo que les permite actuar sin preocuparse por el bien y el mal. Hagan lo que hagan, estdn salvados; son los gnésticos. El hilico y el pneumatico no viven en el mismo mun- do. Unos se corrompen en el mundo sensible, los otros evolucionan en el universo inteligible ya en vida, en esta tierra material. Los hilicos se reducen a su cuerpo; los psi- quicos tienen un alma que se define como una particula de fuego que arde en el cielo en el que viven las divinidades, y entre ellas la primera; los pneumaticos, aun cuando tam- bién ellos tienen un cuerpo, ya no dependen de él. Alige- rados al mdximo, participan efectivamente de la verdad in- teligible. Los gnésticos, a todas luces, son objeto de persecucio- nes, y lo son desde la llegada de Constantino al poder y la conversién del imperio junto con su insignificante conver- sién personal. Pero incluso antes de estos dias nefastos, ya 32 se tiene a los gnésticos por magos, taumaturgos que no en- sefian lo mismo que profesan los sacerdotes del culto paga- no. A los oficiales de lo sagrado, a los jerarcas del poder re- ligioso, no les gustan nada estos hombres y estas mujeres que predican en su terreno y, al recurrir a argumentos he- donistas, seducen mucho més facilmente que ellos. Todas las religiones oficiales ensefian el amor al prdjimo, pero li- mitan sus prescripciones sdlo a los semejantes... En cuanto a coercitivas, lo son en la misma medida: en este caso, en la légica de la secta, que erige toda una estra- tegia que obliga a la obediencia so pena de exclusién. La leccién es valida todavia hoy en relacién con ciertos filéso- fos cuyo vocabulario esotérico, profusién de neologismos y exposiciones abstrusas favorecen mucho mds la mera repe- ticién que la comprensién. Ante un corpus cerrado, autis- ta, imposible de penetrar ni siquiera con la mejor voluntad del mundo y a pesar de todos los esfuerzos por conseguir- lo, sélo quedan la fuga o la adhesidn sobre la base de la re- peticidn, el encantamiento, la reiteracién en los términos utilizados por la secta. La alternativa, por tanto, opone interdiccién y adhe- sién. La primera amenaza a los que se niegan a jugar el jue- go de la duplicacién en los mismos términos, con idénti- cos tics de lenguaje y de exposicidn; la segunda abre el acceso a la iniciacién, con tal de hacer propios, sin espiritu critico alguno, la fraseologia y el lenguaje criptico de la sec- ta. De esta manera, los gnésticos dan lugar a una légica do- ble: por un lado, la exclusién de los que no se adhieren cie- gamente; por el otro, la integracién de un rebaiio de fieles dispuestos a seguir al gurii con las demostraciones de sumi- sién intelectual que supone la aceptacién, palabra por pa- labra, del discurso que el maestro reserva para sus discipu- los. El contrato comunitario de la secta —renuncia a toda 33 subjetividad y sometimiento a la ley del grupo- autoriza un ultimo empleo de la raz6n, pero sdlo para desistir de hacer libre uso de ella... 5 Calabazas, melones y pepinos. El \éxico gnéstico ofte- ce un ejemplo de logomaquia sin parangén. Este tipo de glosolalia, dicen los psiquiatras, es signo de una histeria que parece marcar la época... Es cierto que todo filésofo digno de tal nombre crea su vocabulario e impone a la len- gua comtin violencias de las que surge un lenguaje propio, una mtisica distinta gracias a ciertos acordes recurrentes: palabras, conceptos, giros, tics de lenguaje, perfodos, rit- mos, etc. Por otra parte, la originalidad de un pensamien- to pasa por este pufiado de palabras particulares, en cuya aparicién se reconoce la visién del mundo propia del pen- sador en cuestién. A veces, la creacién de conceptos necesita una palabra nueva, pues ocurre que no es posible dar nombre a un des- cubrimiento con un término preexistente al hallazgo. Mientras los neologismos no broten como setas, por qué no... Pero también hay casos en que la aparente profundi- dad de una filosofia es pura simulacién, una avalancha de vocablos nuevos, de nociones inventadas, de giros formal- mente inéditos, que no logran ocultar la ausencia de fon- do, incluso la verdadera indigencia de contenido. No vale la pena dar nombres ni ejemplos... EI delirio verbal del gnosticismo cansa incluso a los es- pecialistas, como Jacques Lacarritre, por ejemplo. ;Cémo no imaginar que este exceso radical de términos nuevos, de nociones desconocidas, no tiene en vista, Por poco que sea, 34 el examen del aspirante? Cuanto més dificil de aprender, de recordar y de dominar sea la lengua construida, mds se reduce a un corto numero de personas, forzosamente mi- nimo, la capacidad de manejarla con habilidad, y asi se percibe mds claramente los esfuerzos y la docilidad del in- dividuo en busca de aprendizaje del discurso. Es un ejerci- cio inicidtico y, simultdneamente, un eficaz instrumento para medir la plasticidad mental del sujeto, su determina- cién de acceder al circulo de los iniciado: De esta manera, el aprendiz de gnéstico tiene que tran- sigir con Eones que proceden del Pro-Padre y constituyen un Pleroma en el que evolucionan las Syzygfas... Esto sdlo para empezar, por supuesto... Precisemos: el Pro-Padre —también puede llamarse Pro-Principe, Padre 0 Abismo, para qué ser simple... define el En perfecto, el Eon de Eones... Invisible, inconcebible, eterno, exento de genera- cién y corrupcién, jamds afectado por el movimiento y contemplando su propia imagen en si mismo como en un espejo, presenta una extrafia semejanza con Dios, el Dios de los filésofos. Un poco platénico, un poco aristotélico, vagamente alejandrino —el Uno de Plotino, por ejemplo-, podria Ilamarse simplemente Dios, pero en ese caso la no- vedad no quedarfa tan patente... Tanto mds cuanto que a menudo los gnésticos creen en la existencia de un Dios que no existe. En este tipo de demostraciones sobresale Basili- des... Es cierto que aqui hay un comienzo de definicién del Pro-Padre, pero esta propuesta de resolucién también uti- liza palabras que requieren definicién, como, por ejemplo, los Eones. Veamos: el Edn se define como la emanacién del inteligible puro. Sobre la base del principio metaférico, se vale del registro espacial —punto, linea, plano, volumen— para expresarse en el registro del tiempo: instante, dia, afio, 35 etcétera. El delirio percibe de Ileno este platonismo y alli volvemos a encontrar las delicias de la filosoffa, y sobre todo de la teologia, del Timeo. Estos Eones funcionan en pares: un macho, una hem- bra, La doctrina afirma que son treinta, ni uno ms, ni uno menos. Uno de ellos se llama, por cierto, Hedoné, el Pla- cer, pues, evidentemente, cada uno tiene un nombre parti- cular: Abismo y Silencio, Intelecto y Verdad, Hombre y Cruz, Logos y Sabiduria, etc. Quince parejas, por tan- to, cada una de las cuales se llama Syzygia. El agrupamien- to de esta familia de Eones constituye el Pleroma. Es otra manera de referirse al Cielo, el mundo divino, la fuente pa- terna... Ireneo de Lyon se burla de este vicio valentiniano ~los otros gnésticos obedecen al mismo principio...— de crear un vocabulario esotérico. Es cierto que Contra las herejias contiene més pasajes aburridos que divertidos, pero hay uno que merece ser citado exactamente en los términos que emplea el obispo cristiano, quien escribe: «Hay cierto pro-Principe real, pro-desprovisto de inteligi- bilidad, pro-desprovisto de sustancia y pro-dotado de re- dondez, al que llamo Calabaza. Con esta Calabaza coexis- te una Potencia a la que Ilamo Supervacuidad. Esta Calabaza y esa Supervacuidad, puesto que forman una unidad, han emitido, sin emitir, un Fruto visible en todas partes, comestible y sabroso, Fruto al que el lenguaje Ila- ma Pepino. Con este Pepino coexiste una potencia de la misma sustancia, a la que llamo Melén. Estas potencias, esto es, la Calabaza, la Supervacuidad, el Pepino y el Me- l6n, han escrito todo el resto de la multitud de melones delirantes de Valentin»... El descubrimiento de estas tini- cas lineas sabrosas es lo que justifica la lectura de casi mil paginas indigestas... 36 6 Cifras libidinosas y ntimeros activos. Cuando no ma- rean con el léxico, los gnésticos sobrecargan los textos de consideraciones numerolégicas probablemente familiares en esa época, en que era habitual la prdctica de la astrolo- gia y la adivinacién. Las aritméticas sagradas se suceden y se parecen unas a otras. Dan testimonio de una pasién por la clasificacién y el orden. La gnosis pone en forma. Enca- silla lo real. Cifra el mundo con el fin de que todo esté en su lugar y que nada circule libremente. Cada serie, grupo o disposicién requiere, evidente- mente, una palabra nueva que la caracterice. Asi, la Tria- contada nombra los treinta Eones del Pleroma valentinia- no; o la Diada, la Dodécada, la Ogdoada, otros tantos términos para caracterizar combinatorias en dos, doce u ocho. Por ejemplo, la mencionada Ogdoada estd compues- ta sucesivamente por el Abismo y el Silencio, el Intelecto y la Verdad, el Verbo y la Vida, el Hombre ideal y la Iglesia. Las lecciones de catecismo gnéstico debfan de ser intermi- nables... A veces, los miembros de la secta practican matemati- cas divertidas. Por ejemplo, los fibionitas -probablemente una subseccién de los barbelognésticos al mismo tiempo que los zaqueos, los nicolaftas, los barbelitas, los estratiéti- cos, los leviticos, los borboritas y los codianos, que sin em- bargo algunos consideran categorias dentro de la misma secta...- practicaban el sexo con una calculadora en la mano, pues invitaban a sus discfpulos a extraer su esperma trescientas sesenta y cinco veces en el curso de trescientas sesenta y cinco uniones con trescientas sesenta y cinco mu- jeres diferentes. Dejo a los temperamentos minuciosos la tarea de establecer contabilidades precisas... 37 A menudo el uso de los ntimeros depende de registros menos risuefios. La mayoria de las veces, los gnésticos se sirven de las cifras para apaciguar su manfa genealdgica. Pues se afanan apasionadamente en encontrar los orfgenes de las cosas, explicar cémo se presentan en el mundo, de qué manera la realidad procede de un primer principio an- tes de diversificarse de un modo reductible a formulas ma- tematicas. El prodigioso descenso de lo Uno a lo Multiple tiene que despertar la curiosidad filosdfica. En el otro ex- tremo de su preocupacién se encuentran el devenir y el destino del mundo: jadénde va? ;A su perdicidn? ;A su du- racién? ;A su desaparicién? ;A su salvacién? ;A su regene- racién? La obsesién de la época por los apocalipsis encuen- tra en la cifra una especie de cobertura de seriedad: la reduccién del mundo a férmulas matematicas seduce a los filésofos desde mucho tiempo atrds; de Pitégoras a Spino- za o Leibniz, la idea de una mathesis universalis persiste de modo duradero. Mezclar los neologismos, las cifras y los personajes conceptuales produce finalmente un feliz bazar intelectual, espiritual y conceptual: los Arcontes hacen malabarismos con las Syzygias en el Pleroma, las Grandes Luminarias se codean con la Soffa lasciva 0 los Anzuelos salvadores, el Hombre Primordial conversa con la Madre celeste en la Hebdémada —los Cielos inferiores, el Hipoctoniano que designa el Caos y el Hades-, todo ello en los ambientes de las Simientes Pneuméticas que garantizan la alegrfa de la convivencia. 38 7 La gnosis «corta y pega». ;De dénde vienen estos hombres y estas mujeres? ;De qué linajes descienden? {Qué maestros confiesan haber tenido? Esos neologismos que no vienen de ninguna parte, esas extravagantes mate- miaticas que descienden del cielo, esas éticas inmorales sin fuente, esas mitologfas abracadabrantes, :qué origen tie- nen? Pues los gnésticos se inscriben en una época marca- da por influencias, de lo que da fe la geograffa: los lugares en los que establecen sus comunidades son ciudades, puertos, lugares de paso, de comercio y, por tanto, de mezcla de hombres y de ideas. Hipdlito de Roma constru- ye toda la demostracién de Philosophumena o Refutacién de todas las herejtas sobre la base de que todos los gnésti- cos cometen errores y propagan herejias porque plagian a fildsofos de la antigiiedad, culpables de paganismo y de no ser cristianos antes de Cristo. ;Simén el Mago? Un secta- tio de Empédocles... ;Basflides? Un clon de Aristdteles. Valentin? Una mezcla de Pit4goras y Platén. Para Ireneo de Lyon son todos mezclas de Epicuro y los cinicos. Pero todos se equivocan, salvo, tal vez, en lo que respecta a la filiacién cinica... No se les puede reprochar materialismo: todos creen en la existencia de un alma inmaterial distinta del cuerpo, aunque encerrada en él en virtud del principio del castigo; todos mantienen la idea de que estas almas migran a otros cuerpos después de la muerte y sobreviven al deceso; todos afirman que, después de la muerte, el destino del alma de- pende del uso que se haya hecho de ella durante la vida; to- dos pueblan el cielo de criaturas inteligibles; todos explican el mundo valiéndose de un principio divino y de la ayuda de demiurgos; todos definen la salvaci6n como la libera- 39 cién del principio espiritual {gneo de su prisién material, carnal, corporal. Como Pitdgoras y Platén... Entonces, json platénicos los gnésticos? No, pues Platén afirma claramente su repugnancia por la vida, el cuerpo, los deseos y los placeres, mientras que los gnésti- cos licenciosos se instalan mds alld del bien y del mal y pi- den al cuerpo, los deseos, los placeres, las pasiones y las pulsiones las ocasiones de salvacién filoséfica. Si el hedo- nismo define todo pensamiento que cuenta con el cuer- po, que con él se integra, que prefiere la vida a la muerte y la alegria a las pasiones tristes, los gnésticos pertenecen al continente hedonista. De manera que, paraddjicamen- te, hay que considerarlos platénicos hedonistas, un ox{- moron... La honestidad nos Ilevarfa a atribuir a Oriente las tesis platénicas antes mencionadas: es evidente que Platén debe gran parte de su pensamiento —cuando no lo esencial— a Pitdgoras. Pero el fildsofo al que no le gustan las sorpresas debe el contenido de su doctrina a los gimnosofistas, es de- cir, a los yoguis hindues. Al reactivar las tesis platénicas so- bre el alma y la metempsicosis, los gndsticos vuelven a to- mar contacto con las fuentes de todo el pensamiento griego: la otra margen de la cuenca mediterranea De manera que las influencias suponen también un ro- deo por las espiritualidades que influyeron por su proximi- dad geogréfica: el mazdeismo persa, el judaismo palestino, probablemente el orfismo helénico y, seguramente, el pita- gorismo y el platonismo griegos. El dualismo del manique- fsmo caldeo ~siglo 11 d. C.~, en su oposicién entre el bien y el mal de acuerdo con el mismo principio que los gnés- ticos, también procede de estas influencias mezcladas. El combate entre Luces y Tinieblas en el Ormuz y el Ariman de los persas, el mesianismo apocaliptico y profético llega- 40

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