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Marc Ferro La Gran Guerra (1914-1918) Prefacio de Pierre Renouvin Alianza Editorial 2» Parte I. ¢Por qué tuvo lugar la guerra? prendente con 1939, donde, salvo en Alemania, el rostro de los movilizados expresa constemnacién y desesperacién. Es verdad que en 1914 se crefa que la guetra iba a ser cortay_ que xetornarian para Navidad aureolados con los laureles de Ia victorias pero el caso es que en Paris, como en Londres o en Berlin, los soldados partieron cantando, Iengs de ardor y con «la flor en el fusil». Este fenémeno no puede ser disociado de los orfgenes de la guetta, del recuerdo que ha dejado, y por eso qui- siéramos dar cuenta de él, tanto como de las causas pro- piamente econémicas o politicas. Cudles eran las aspiraciones de a sociedad en vispe- ras de Ia guerra? ¢Cémo podia desear 1a paz y partir al mismo tiempo alegremente a la guerra? ¢Cuél era la na- turaleéa del sentimiento patridtico? ¢Qué fuerzas eco- némicas politics mandaban en los estados, en las naciones y en las sociedades? A estas preguntas se asocia ‘otra, y es de qué modo se encontraron, de repente, como desarmados, los que querian impedir la guerra, [BIBLIOGRAFIA Dedijer, se han consagrado més de tres mil obras a la ctisis de Sarajevo. Esta cifra, que da una medida, revela la in- mensidad de literatura dedicada a la Gran Guerra. En Paris la Biblioteca de Documentacién Internacional Contemporinea con- serva més de cincuenta mil tfeulos sobre el primer conflicto mun- dial, a los que hay que afadir los, periédicos, articulos de revis- tas, archivos impresos 0 manuscritos, documentos cinematogri- ficos e iconogréficos, etc. ‘La obra capital de Pierre Renouvin, La Crise earopéenne et la Premitre Guerre Mondiale (Paris, 4% ed., 1962, p. 779), com prende usa excelente seleccién bibliogrfica a la que remitimos al lector, as{ como a las otras obras del mismo autor. Conviene recordar el interés excepcional de dos” trabaj Fischer (Fritz), Griff nach der Wellmecht, die Kriegszielpoli des Kaiserlichen Deutschland 1914-1918, Disseldorf, 1961, 902 p. Existe una traducciOn inglesa Germany's Aims in the First World Wer, Londees, Chao a Windus, 1967, 652 ‘Meyer (J), Ducassé (A) et Perreux'(G), Vie et mort des Fran- ais, Paris, 1959, 510 p., ast como las otras obras de J. Meyer ¥ Ge A. Ducassé. Capitulo 1 LA GUERRA LIBERADORA Es preferible la guerra a esta eter- na exper. Encuesta sobre la juventud, 1913 Una sociedad «bloqueada» 1840-1914. Més atin que en el siglo precedente, las distancias disminuyen, el mundo se encoge, los inter- cambios se multplican Ia uniad de los hemisferios se firma, -Tiene conciencia de ello Ia sociedad europea? En todo caso, sf advierte otros cambios, como, por ejemplo, que a las autoridades reconocidas y declaradas de la épo- ca tradicional —el rey, el sacerdote, la ley, la familia, el patrén o el oficial— se hayan afiadido nuevos amos and- nimos ¢ incontrolables; son los que bajan brutalmente los precios agricolas de Europa, provocando la ruina del campo} los que desencadenan fas crisis econdmicas; los que hacen o deshacen la moda y la opinin. En’ este mundo extrafio, en transformacién, desaparecen muchas actividades milenarias y nacen y mueren oficios en me- nos de una generacién; una patente de invencién o una técnica de explotacién destierra a la otra para morir a su ‘vez, y surgen empresas mientras se desmoronan otras. Lo mismo ocurre en gran ntimero de hogares humanos, y siempre en nombre de a ley, del propreso ode la ber tad. Parece que hay un hilo tenue entre esta opresién y la a 2 Parte I. @Por qué tuvo lugar la guerra? antigua, que es el ejército ascendente de los funcionarios. En los estados laicos, esta burocracia es el equivalente de la Iglesia; protege a los propietatios contra Ia presién vue viene de abajo. En otfos, su accién se suma a la det clero, y las clases populares contemplan su desarrollo, con poca simpatia. En 1870 habia en Alemania un fun- Gionario por cada 825 habitantes; en 1905 hay uno por cada 216. Como en la Rusia de Chéjov, no cesan de cre- cer y multiplicarse. En visperas de la guerra, y en Fran- cia, de cada 11 electores, uno es funcionario. Ahora bien, en Ia clspide, esta nueva clase esté, en Alemania/ casi fenteramente compuesta por nobles, y en Ia Francia re- ublicana, el cuerpo de prefectos cuenta con 88 antiguos pares de Francia, y se calcula que la proporcién es la mnisma entre los consejeros de Estado 0 los embajadores de la Reptblica. El efecto es doble. Por un lado, la autoridad de los notables, tnetamorfoseada de este modo, consigue conso- lidarse y crece el mimero de ciudadanos que poseen una parcela de autoridad, por fnfima que sea. Como su por- ‘venir est asegurado por el retiro, Ilegan otros que au- ‘mentan el niimero de los consetvadores, sobre todo en Jas grandes ciudades en movimiento. Por otra parte, la insatisfaccién de la masa se desarrolla entre todos los Giudedanos cuyo porvenit es incierto, entre los que no participan para nada en la gestién de 1a vida colectiva. Resultan étos partcularmente numerosos en esas mis. sas grandes cudades, donde han afluido a causa del de- Hrumbamiento de los precios agticolas. Su estatuto de huevos ciudadanes urbanos les coloca en una situacién inferior, y asf, al cinturdn que rodea los bartios de Pa- ris pronto corresponden los cinturones de Milén, de Ber- lino de San Petersburge. Prisioneros de un universo cuyos mecanismos son mis- teriosos, mientras la escuela les muestra el porvenir de la Ciencia y les ensefa Ja fe en el progreso, la masa de los Giudadanos del siglo xx no participa en absoluto en Jos asuntos ptiblicos. La democratizacién de las institu- clones, ocustida durante los decenios precedentes, no era 1. La guerra liberadora 2 mfs que una ilusién y poco cambio producen en ellas las reformas. Cierto es que kstas reformas han dado paso a una mejora global de las condiciones de la vida, del atuendo, de la instruccién o de las condiciones sanitarias y ocupan y estimulan a Jas clases educadas al. mismo tiempo que las enriquecen y aumentan su dominio sobre la sociedad;! pero ello poco hace participar a las clases populares en la gestién de sus propios asuntos.'«La mu- chedumbre de los candidatos en las clecciones resulta tan densa en torno al drbol de Ia cucaia, que el sector de Ja nacién que suministra las salchichas no puede ni acereat- se» La algarabia que acoge a los elegidos de los nuevos zemstvo tiene el mismo aleance que el hoch 0 el hurrab ue més al Oeste saluda la eleccién de los representantes 1 pueblo; es decir, que pone fin a la accién politica de los electores durante largos afios y hasta la préxima consulta. Entre las ciudades y el campo se igualan lentamente Jos papeles. Antafio, las ciudades eran «libres» y prisio- eros los campos; pero a ptincipios del siglo xxx, el ha- bitante de Ia ciudad poco participa ya en los asuntos del Estado, de la provincia o de Ia comunidad; el campesino y dl estén en igualdad de condiciones. Este, al. menos, conserva la posibilidad de regular a su antojo el empleo de su tiempo, y este resto de libertad le concede més posibilidades de iniciativas que al obrero. Sin embargo, el campo ve reducitse su drea de autonomia en el mo- mento en que le afectan Ias crisis econémicas y depende cada vez més de la ciudad, donde las d El campesino reconoce pronto, bajo Ia indumentaria del alto funcionatio que obra en nombre de Ia ley, a la per- sona, a la vez temida, amada y odiada, del antiguo amo, Las soluciones Victimas de una tirania mis insoportable que Ia de la Epoca pasada (los «buenos tiempos de antafior), los que adquieten conciencia de esta desgracia buscan una salida. 4 Paste I. ¢Por qué tuvo lugar la guerra? Entre Jos intelectuales, algunos encuentran apoyo en Ia fe religiosa; ésta tiene un nuevo despertar en algunos pafses en los albores del siglo 2x, y su renacimiento mis- tico lo ilustra e! renombre de un Péguy, de un Solovev 6 de un Bergson. «El gran piblico —escribe Georges So- rel— se siente feliz al encontrar en L’Evolution créatrice Ja idea de una potencia divina que anima a todo el mun- do viviente» (1907). Pero equé ocurre con los dems? La prensa explota su necesidad de evasién, y es signiicativo que sea entre 1880 y 1913 cuando aparecen en cada pais los periédicos que ‘no hacen politica». Son: en Gran Bretafia, el Daily Mail; en Alemania, el Téglische Rundschaw; en Francia, Le Petit Parisien; en Rusia, Los Novoe Vremja, Pero todo el mundo no es capaz de creer, de beber, de jugar a las cartas 0 de leer las gacetillas... Fuera de cestas soluciones, no queda més que una doble salida: la huida o Ia rebelién; es decir, si se prefiere, Ia revolu- cién o la emigracién. cRevolucién o emigracién? Del Ural a Los Abruzzos y al cabo Land's End, el descontento, Ia miseria y Ja persecucién racial o polftica han empujado a 30 millones de europeos a cruzar el ‘Atlintico. Y han hecho un descubrimiento capital: que de ahora en adelante poseen la posibilidad de transfor- ‘mar st existencia con tal de que estén dispuestos a todos fos eacricios y que bagan tabla rasa del pasado, Y asl, van en busca de una nueva vida. Los briténicos, los ale- ‘manes y los escandinavos son los que dan el ejemplo y Tes siguen los eslavos y los jitalianos. Pocos son los re- tornos, que serfan la sefial de un fracaso, de 1a quiebra de una existencia. ‘Algunos, igualmente optimistas, pero mucho més 1é- cidos, han’ escogido el ser revolucionarios. Entre ellos, Tos que padecen bajo todas las formas de opresién quie- ren suptimir toda autoridad, quieren Ia anarquia. Otros 1, La guerra liberadora B suefian con un régimen de donde quedase excluida toda incertidumbre y donde los hombres pudiesen construit $u porvenit con plena seguridad. Son los que abogan por el socialismo 0 el comunismo e intentan analizar con ti- gor cl funcionamiento de la economia capitalista. Estos marxistas, convencidos de que han descubierto las, «le- yes» de la economia, estiman que su método es el vinico que tiene valor cientifico. ‘Los revolucionarios, minoritarios en el seno de una sociedad inconsciente, esperan despertar a los trabajado- tes y al resto de los oprimidos, pero, con excepcién de Ios anarquistas, no saben ver que organizando Sindicatos y partidos politicos, o fundando una Internacional, man- tienen, de otra forma, Ta relacién gobernantes-goberna- dos. Ademés, incluso ‘dentro de los pattides y_ grapos revolucionarios, esta felacién conserva un catécter de clase. El anatquista Kropotkin es un principe a quien se trata como tal, y Lenin, hijo de un alto funcionatio, re- cibe mil consideraciones por parte de la policfa zarista. En el Reichstag no hay més que dos antiguos obreros entre los 110 diputados social-demécratas. Esta represen- tacién simbélica ni siquiera es respetada en el Palais Bourbon de 1914, lo que representa un retroceso en re- Tacién a febrero de 1848. En la direccién de la social- democracia rusa, no se encuentra un solo trabajador. Y asf, se advierte por todas partes una relacién de obe- diencia de los simpatizantes hacia los miembros adheri- dos, de éstos hacia los militantes y de los militantes hacia sus ajefes». En 1902, ante ‘el fracaso del movimiento revolucionario, Lenin quiere organizat su futuro pattido a semejanza de un ejército, con un Estado Mayor muy entralizado; es decir, que para lograr el éxito de Ia re- volueién, los trabajadores tienen que volverse previa- mente simples soldados. Verdad es que estos soldados s rn educados, conscientes, politicamente libres, revolu- cionarios, pero no podrin por menos de continuar obe- deciendo a los que piensan por ellos. El éxito de «Qué hacer? traduce un estado de énimo y un estilo. Los jefes de otras tendencias politicas —especialmente los social- at Parte T. ¢Por qué tuvo Togar Ia guerra? demécratas— se indignan; pero en Rusia, como fuera de ella, manipulan a los militantes y a los electores lo mismo que los estados mayores al soldado o las iglesias a sus fieles. Y no tienen ni siquiera Ia excusa de querer realizar plenamente Ja revolucién proletaria. Sobre todo, los jefes de los partidos extremistas no perciben que, cuanto més numerosos son sus miembros, més significa esto que la sociedad se transforma, evolu. ciona, se diferencia, lo cual disminuye las probabilidades de_un alineamiento verdaderamente tevolucionatio.. Entre 1840 y 1914 no es en los primeros paises llega- dos al desarrollo capitalista més caracterizado —es decir, Gran Bretafia, Francia y Alemania— donde aumentan las posibilidades de un trastorno social violento, sino en Rusia. El retraso econémico de este pafs se traduce, en el plano social, por la debilidad de sus clases medias, incapaces de neutralizar Ja voluntad consciente de las clases populares, que desean una subversién total de las reglas de funcionamiento de la sociedad. Estas proba- bilidades aumentan del mismo modo en Italia; pero, en su caso, el espejismo americano opera mds que en ningdn otro sitio, en visperas de Ia guerra, y arranca’ al movi- miento revolucionario y a los futuros soldados de la re- volucién Jos elementos més dinémicos, més activos 0 més emprendedores. Emigtacién o revolucién: se ba establecido suficien- temente la relacién entre estos dos fenémenos? Ademés, Ja alternativa es también vélida después. Nadie es més conformista en los Estados Unidos, 0 donde sea, que el nuevo inmigrante, que juzga sacrilega toda critica sobre su patria de adopcidn !, que representa para él la liber- tad, Ia justicia y Ia virtud, Todo predispone asi a los ele- mentos més nuevos de Ia sociedad americana para con- vertirse en conservadores e inclso en patrioteros. En Estados Unidos fue donde se ejecuté por primera vez a unos anarquistas (1886). Por un proceso a la vez seme- jante, inverso, pero simétrico, toda critica viene a set ° 1 Bcepte tot anarqultes. 1, La guerra iberadora 2 sactilega después de 1917 en Ja patria de 1a revolucién, y asf ocurre que la Rusia de los Soviets prohibiré la emi- gracién, signo de no-satisfaccién. Las vibraciones de la sociedad Volvamos a la vieja Europa, donde, desde hace més 0 menos tiempo, las vibraciones de Ia sociedad se debilitan Tentamente, el paro_se reabsorbe y la seguridad de todos egurada, Tal es el caso de Francia, que no ha sufrido jamas grandes corrientes de emigracién y donde las probabilidades de revolucién social disminuyen des- pués de la experiencia de la Comuna de Paris. Lo mismo curre en Inglaterra después del fracaso del cartismo; 4 ptincipios del siglo xx las huelgas son especialmente potentes, pero las manifestaciones violentas son menos amplias, y, de all{ en adelante, no son més que los esco- ceses y 10s irlandeses quienes cruzarén los mares. En In- laterra misma la tinica revuelta abierta es la de las mujeres: las sufagistas. En la Alemania guillermina, a principios de siglo, todo el mundo cree que, si algtin dia Hiene lugar un cambio, se hard sin chogues y de mano del estado mayor de Ia social-democracia, pronto duefia del Reichstag. Por tanto, la emigracién a América ha cesado también en Alemania, desde que ha quedado de- mostrado que el pais ha cobrado nuevo impulso. 1837 en Inglaterra, 1871 en Francia y 1910 en Ale- mania son las fechas del apogeo de oportunidades para tuna transformacién efectiva de las estructuras sociales en los tres grandes pafses, fechas que siguen a una dis- tancia respetuosa, pero como si fuesen su sombra, a Ja €poca de su maximo desarrollo industrial. Parece que cuanto més atrés se remonta el principio del desarrollo industrial, més se alejen las posibilidades de revolucién social; que cuanto més se han agravado los antagonismos imperialistas, més se han suavizado los antagonismos in- temos, La prueba es que en Italia ygen Rusia, que traron en iiltimo lugar en Ia carrera hacia la industri cd Parte T. Por qué tuvo lugar a gues? zacién y a quienes Ia politica imperialista apenas ha enriquecido, las vibraciones de 1a sociedad siguen siendo muy amplias; Ia multiplicacién de las marchas a Siberia © a América atestiguan, lo mismo que la de los gestos de revuelta en las ciudades o en los campos, que se nie- gon a seguir sometidos. Rusia ¢ Italia son la patria de los anarquistas, de Bakunin y de Malatesta. Es precisamente en Rusia y en Italia donde Ia oposi- cién a la guerra atafie a la sociedad en toda su amplitud. “Antes de fundar el comunismo y el fascismo —Ios dos regimenes que han marcado la. primera mitad del si- glo xx—, los rusos han firmado Ja paz en Brest-Litovsk, y los italianos han pronunciado su «adi6s a las armas» en Caporetto. Unicamente mis tarde, cuando fue eviden- te que la tictra nativa estaba efcctivamente amenazada, estas naciones se mostraron undnimes en batirse: la gue. ra tenfa entonces un sentido. Para los combatientes franceses, ingleses o alemanes no existfa el equivoco: Ia guerra tenfa por objetivo la salvaguardia de los intereses reales de Ia nacidn, Pero tenfa, ademds, otro significado: al marchar a la guerra los soldados de 1914 hallaban un ideal. de recambio que, en cierta manera, sustitufa las aspiraciones revolucions- rias. Asi ocurria ‘con los mas desgraciados y los menos conscientes que, recluidos en el ghetto de In sociedad, se reintegraban 4 ella gracias a la guerra, pero, por ello eizoo, ss seemrdncken oh ek plane meeohwtenerin, La guerra liberadora Por otto lado, estos hombres iban a cambiar de exis- tencia, como lo sofiaban en secreto, Cierto es que en toda Europa sus condiciones de vida mejoraban, pero entamente y no al mismo ritmo para todos. Puede cons- tatarse que durante el mismo perfodo en que el mundo de los negocios conoce, por ejemplo, en Francia una ver- dadera resurreccigp, entre 1900 y 1914 —eLa Belle Epoquer—, y en que el salario real de la masa de los 1, La guerra liberadora 2» ‘obreros casi se duplica entre 1890 y Ia guerra, el nii- mero de imposiciones baja en el Monte de Piedad y nunca esta institucién ha registrado tantos empeiios como en vispetas de la Gran Guerra. La difusién de la prensa, el desarrollo de Ia instruccién, Ja publicidad, han creado necesidades materiales nuevas, tales como una alimenta cién mds vatiada, vestimenta’ciudadana, vajlla, bicicle- ta, etc. Ademés, les han revelado Ia posibilidad de vivir tuna existencia més interesante, més tica, mas valiosa, ¥ se sienten con un derecho imprescriptible a subir en la scala social. Ya en Paris, el artesano del barrio de Saint- Antoine o de Belleville atraviesa el canal de la Bastille todos los domingos y, vestido de burgués, va por los} Grandes Bulevares al café-concierto y después ala Ope- ra Cémica, Desde 1a puerta SaintMartin a la Bolsa la distancia no es mayor que de la Bolsa a Ia calle de la Paix, donde los especuladores se codean ya con los nota- bles.” De attiba abajo de la sociedad todos se sienten impacientes por subir répidamente y cada vez més atti- ba. El mismo fenémeno se produce en Berlin ¢ incluso en Londres. Caroline E. Playne, una americana que re- sidfa entonces en Londres, constataba que: «Las dificul- tades v las presiones de la vida han producido una ge- neracién muy en tensiGn; las gentes no tienen paciencia para esperar que las nuevas condiciones de Ja existencia Tes hagan un sitio..., v Ia guerra, si estallase la guerra, les liberarfa de esta dificultad... Sin saberlo, estos hom- bres habfan sustituido con un canto de odio el himno de la vida o de Ia revolucién.» Los jévenes hacen eco a las palabras de sus mayores: «La existencia que Hevamos | ‘no nos satisface, poraue si bien poseemos todos los ele- mentos de una vida bella, no podemos organizarlos en. tuna accién inmediata que nos tomase en cuerpo y alma nos atrojase fuera de nosotros mismos. Esta accién sélo la petmitirfa un hecho: Ia guerra.» Por eso estos j6venes parten a Ja guerra como a la aventura, felices por cambiar de vida, por viajar, al mismo tiempo que cumplen todos con su deber y seguro cada uno de ellos de volver pronto, coronado con Jos laureles de la victoria. 30 Parte I. Por qué tuvo lugar la guerss? De este modo, la guerra de 1914 a 1918, en lugar de haber sido_padecida, sufrida, libero energias y. Sida con entusiasmo por la mayorfa de los hombres en edad de batitse!. Basta con ver el comportamiento de Jos movilizados que marchaban a la guetra, alerta todos, los franceses, los alemanes, los ingleses. Los rusos, mis viejos, estén menos alegres, y los italianos son més len- tos en moverse, pero ya sabemos que vivian de otro suefio: los unos, el espejismo de América; los otros, de Ia espera de la Revolucién. Incluso en Rusia fueron pocos los refractatios a la movilizacién, y en Francia sélo hubo un 1,5°% de deser- tores, cuando las autoridades militares prevefan de un 5 aun 13%, Se ha dicho que el espiritu internacionalista habfa fra- casado, que los socialistas no lograron impedir la guerra ¥ que todos faltaron a sus juramentos. Este hecho, por otra parte, chocé a los contemporéneos; pero, sin embar- f0, cada ciudadano estaba persuadido de lo contratio, de que, respondiendo a Ia llamada de su pais, cumplia con su deber de patriota y de revolucionario. No les ca- bfa duda de que su pais era victima de una agresién y me, al hacer la guerra, los revolucionarios-soldados y los. lemds combatientes habrian de ser los attifices de la paz eterna; bello ideal este de la utopia de la der des der? que animaba a todos los poilus. Asf, pues, el pacifismo y el internacionalismo se con- fundieron con el individualismo y el patriotismo, hecho bastante excepcional y que sélo se explica por la su- Puesta naturaleza de ‘esta guerra: era para todos una guerra de defensa: patriética y, por consiguiente, justa; ¥, en cualquier caso, una guerta ineluctable. {Ba Taglaterrs, donde no habla servielo milter obiizaterte, hubs serca do, tn milli p Yoluntarios, 7 lo mismo oeurni6: mas tarde ee (6 Bsfadas" Untdos * Deralére’ des desuléress: 1a itima, sin dude alguna. (M. aet 7.) Capftulo 2 LA GUERRA PATRIOTICA Y EMANCIPADORA Francia —como podria constatar un historiador pesi- mista— tiene menos el genio de las armas que el de Ia guerra civil y, a excepcién de 1914, no ha suftido nunca Te expetiencia de una larga y verdadera guerra patristica. Basta con echar una mirada sobre su historia reciente 0 Iejana para que quede claro que cada una de las luchas libradas por la nacién més orgullosa de su gloria militar ha estado tefiida, poco o mucho, de lucha civil; lo que ¢s evidente en 1939-1945 lo ha’ sido también en la Re- volucién y el Imperio, en la época de Juana de Arco y de los Borgofiones, en el caso de Enrique IV y de la Liga y en los tiempos de Richelieu. Incluso en 1870 existié tun partido que, secreta o abiertamente, deseaba Ia derro- ta de los que ditigian el pats. . No fue asf, sin embargo, en 1914-1918; en Francia no hi ido del extranjeron. ; —~Cierto es que la Gran Guerra tuvo sus contratios, pero tos no eran solidatios del enemigo, sino que se decla- aban pacifistas y adversarios de todos los gobiernos, si no de todas las guerras, Como Jaurés, condenaban snice- nente Ja guetta «imperialista», pero juzgaban lepftima la -defensa del territorio nacional amenazado de agtesién. YY asf fue para todos y cada uno de los pueblos; inclu- a 2 Parte T. éPor avé tuvo lugar Ia guerra? so en Rusia, donde cl odio a la autoctacia era compar- tido por casi toda la poblacién, el «derrotismo» no tuvo ningiin cco. Por derrotismo se entiende, entre 1914- 1918, no el pesimismo descorazonador, que debilita 1a moral del pais y le conduce a la dertota, sino el deseo de que su propio pais sea vencido, porque cn ello podria ir su salvaciOn, Asf, tanto en Francia como después en Ttalia, hubo algunos grupos de cleticales que, hostiles al régimen y a su inspiracin Iaica, deseaban para esa su ‘patria perdida» el castigo de Dios, pero no fueron més que un pufado, Por su lado, el ala més avanzada del socialismo juzgaba, con Lenin, que en 1914 nada seria mas perjudicial pata el porvenir de la revolucién prole- tatia que una victoria militar en Rusia de los ejércitos ratistas, en Alemania de los ejércitos imperiales, etc. Ello significaba, para Lenin, que habfa que contribuir a Ja detrota de su propio pais; pero se vio obligado a abandonar esa plataforma, que nadie aprobaba, y reple- parse a posiciones internacionalistas y pacifistas, cuya consigna apuntaba a la transformacién de la guerra eu- ropea en guerra civil. Puesto que esto era Ja verdad en el caso de Rusia, en el de Francia, en el de Europa entera, la débil carrera de la Internacional estall6 en pedazos al primer toque de corneta. ~ Para el francés o el alemén, el combate de 1914-1918 fue una lucha de paladines, tan clara, tan evidente como Ja Cruzada, la defensa de la madre, el combate por la fe ‘o Ia lucha de clases, y ningtin razonamiento podia domi- nar este instinto colectivo. No cabe duda que el conflicto global de las dos coa- liciones tuvo su otigen en las rivalidades imperialistas; pero los combates singulares que enfrentaron, una a una, 's naciones tespondian a otra necesidad: a una tra- jén atraigada en lo més profundo de la conciencia de Jos pueblos. Cada uno de ellos presentfa que estaba ame- nazado en su existencia misma por el enemigo heredita- Ho, y, pata todos, el conflicto obedecia a una especie de tito fatal, lo que explica el cardcter de Ja lucha «a vida 2. La guerna patrstice y emancipadora 2 © muertes, rasgo éste que Ia naturaleza imperialista de cesta guerra no bastarfa a explicar. La unanimidad patriética {A los pueblos les venta esta pasién de una historia le- jana, pero su unanimidad patridtica tenfa un origen mas reciente. ‘Desde hacia medio siglo, los progresos de Ia concen- tracién geogrdfica de las actividades industriales y el des- arrollo del capitalismo habfan determinado fenémenos econémicos generales que la edad pre-industrial no haba conocido. Ast, Ia agricultura inglesa entera habia visto modificarse su destino por las leyes de 1846, o la indus- tria francesa por los acuerdos de 1860. Después, duran- te los tres tiltimos decenios, el crecimiento econdmico de Francia habla padecido un’ frenaz0o muy penoso, ligado a la crisis agricola de Europa, debida, a su vez, a Ia ex- plotacién de los grandes pafses de ultramar: Canada, ‘Australia, etc, En Europa, cada una de las naciones tenia ast el sentimiento de ser victima de catéstrofes y de es- tar rodeada de enemigos que miraban con malos ojos st. prosperidad, su desarrollo, y ponfan en entredicho su existencia misma. E] sentimiento patridtico se convertia de este modo en una de las formas de la reaccién colec- tiva de Ia sociedad frente a los fenémenos nacidos de la unificacién econémica del mundo; el movimiento de las, nacionalidades era una variante de ello, que no estaba ligada exclusivamente a la opresién étnica 0 religiosa. Patriotismo regionalismo La comparacién se comprende mejor si se asocia el pattiotismo de las naciones a la resurreccién del regio- nalismo. Asf, en Rusia, el desarrollo econémico habia tenido como consecuencia la penetracién de colonos en todo el Imperio, y su presencia como un cuerpo al6geno o Paste I. ePor qué euvo lugar la guers? a Ia vieja Rusia se hizo tanto més sensible cuanto que, con Ja puesta en valor de los yacimientos de Ucrania ¢ con Ia explotacién del Transiberiano, eran més numero. sos en poblar y regentar esos territories del contomo, donde antafio se contentaban con ejercer un control. Su presencia y la politica de rusificacién que preconizaron fue padecida como un acto de agresién y, de rechazo, Jos movimientos nacionales se desarrollaron con vigor, no solamente entre los que no se habfan considerado nunca como tusos (tales como los baltos, los fineses, ete.), sino tambiéa entre los ucranianos, pequefios-rusos. mordvos, mati, etc. Entre Ia obligacién por parte de los uctanianos de ha- lar ruso y 1a prohibicién para los escolares franceses de expresarse en patois, no hay més que una diferencia de grado, lo mismo que entre Ia rusificacién Uevada a cabo ot los burécratas de San Petersburgo y Ia centralizacién realizada por los prusianos o los patisienses. La resurrec- cin del regionalismo provenzal o bretén (en 1877 se celebré el primer congreso intercéltico), Ja supervivencia de la ecuestién meridional» y més atin’ del problema si- ciliano en Italia son fendmenos de la misma naturaleza; es decir, un patriotismo, pero disociado del tiempo pre- sente. De hecho, la presencia de funcionatios parisienses, pru- sianos 0 rusos aseguraba el reforzamiento de la unidad nacional en mayor medida que la disolvfa, porque el po- der central representaba Ia lucha contra las superviven: ias feudales y la defensa contra el extranjero. Sus me- dios, muy actecentados, le permitian igualmente hacet creer en la democratizacién de las instituciones politicas; eto, en realidad, se trataba més bien de una consolide- cién del Estado, aunque los ciudadanos del aio 14. se imaginasen que, en lo sucesivo, eran libres en forma irreversible y que bastaria con perfeccionar modificar el régimen social o politico para que la ley asegurase a Ia democracia un funcionamiento perfecto. No se daban cuenta de que las clases dirigentes no habfan hecho mas Que perfeccionar su religién; al primer catecismo habfan » 2 Laer yemncidon sai Lae wr cna en dE atmstrocany el apogeo de Ia prensa Ia rears cién de los deportes contribuian, sobre todo, a exal la fe en el pais propio. El segundo catecismo i instruccién, muy tir de 1880, la difusiGn de Ja instrucciéa, muy aie ya ea Inglatersay en Alemania, fue parcels mente ripida en Francia y en Rusia y fue acompatiada del conocimiento del pasado nacional, que en lo sucesivo penetra el cuerpo social entero. ¢Cuéles eran sus ense- fianzas? En Francia . Sp alempre all , el invasor ha venido siempre Es pat Teneo Te le tradici6n anckpausiane se rnutre de una historia que muestra a los dos pueblos en conflict. Desde Alfred de Musset a Hansi, la imaginesia yular ha sustituido al inglés por el aleman omo ene nig nacional. La guerra de 1870 y la cesién de ac Lorena, las incitaciones de Massie Barrés aa erate arena, N : y los toques de clarin de Dérou! de, secu todos. oe franceses que «han perdido dos hij ie fede ier janis esdon pra los apt0r. lose lres Io tbe, Pet oe ona lana al Sa i st il le tot s Yrusana cab el glo glo y anna soe mcs i {s, hambtiento por mas, mientras que el pueblo de Paris, SS yueo, el bombardeo y la guerra, espetaba tear en Lenin bcedas 3, en sansa, se, vela i ratas. Estas imagenes, grabada ra ie tc sain patriotismo y les ensefian que, desde Bouvines a ue Ia derrota o la muerte vienen siempre del prusiano. 36 Pare T. ¢Por qué twvo lugar la gueres? En Alemania -En Alemania, los j6venes han aprendido que el testi- €s un cementerio de eslavos y que el ha padecido de siempre la obsesién de la resurreccién. La nacién germfnica, antafio conquistadora y colonizadora, se considera en lo sucesivo guardiana de Ja civilizacién occidental frente a la multitud venida del Este y no ve sin inquietud que los eslavos occidentales afirmen su personalidad, crezcan y se multipliquen; tra- ta de borrar toda huella'de su paso en los territorios que antiguamente pettenecieron a {os lusacioe ya los kachu- os en Sajonia, Prusia, Pomerania. Lo mismo que los franceses, os alemanes consideran que el peligro esté en el Este, y por eso la idea de una vuelta al Drang nach Osten toma cuerpo pata satisfacer a la vez a las necesi- dades de Ia economfa alemana y para garantizar la pe. rennidad de la presencia germénica en toda Ia Europa central. Pero los nifios saben también que si los alema- nes han de vigilar al Este, han de estar igualmente en guardia frente al Oeste. Goethe lo ha esctito en sus Me- morias: en el tiempo de su juventud, la peor catdstrofe fue la ocupacién de Coblenza por los soldados de Fran- cia. En el momento presente, el «mercantilismo inglés y-el odio francés se unen a las ambiciones de los rusos tra del pobre Imperio alemén». «La patria estd ... Pero Dios ha dertibado siempre a los ene- migos de Alemania... Dios castigs a Napoleén en 1812... Por eso, nosotros, Jos alemanes, no tememos nada en el mundo, excepto'a Dios.» Sano y vigoroso, el pueblo aleman no tiene nada que temer de sus vecinos del Oeste, y todos los aiios, en septiembre, celebra el Sedanfeier en recuerdo de la derrota del pueblo vecino, disminuido en Jo sucesivo, y al que se considera frivo. lo... «La guerra que quizé estalle, Alemania no la quiere, y el Kaiser hace todo por evitarla. Eduardo VII habia onganizado Ja asfixia de Alemania porque estaba celoso de su prosperidad comercial. Su muerte ha hecho retro- 2, La guerra patritica y emancipadora 37 ceder el espiritu guerrero en Gran Breta‘ia, pero en Fran- cia ha ganado terreno con la llegada de Poincaré.» Ast, «una apretada red rodea al pais, que no puede contar més que con la ayuda de Austria-Hungtia y de Turquta, estados interiormente podridos». La nueva edicién del mismo manual afiadia en 1916: «El Kaiser se conse- raba al mejoramiento de Ja suerte de los obreros cuan- do su actividad pacifica fue interrumpida bruscamente por la guerra». En Rusia En su Historia, tan familiar pata,los rusos como la de Ernesto Lavisse para los franceses, Kovalevski cuenta que mil afios atrés Ia tierra rusa estaba cubierta de bos- ques y pantanos. Las gentes que poblaban esta tierra se Iamaban_eslavos; eran altos, con pelo castafio y ojos brillantes; vivian agrupados en grandes familias: el pa- dreanciano con sus hermanos, hijos, sobrinos, nietos, cultivando todos Ia tierra y practicando Ja caza. Varias familias formaban un clan, y algunas veces varios clanes se reunfan pata decidir sobre un asunto importante. Esa reunién se llamaba vetche; se convocaba al pueblo a to- que de campena, la cual recibfa el nombre de campana- vetche. Ocurrfa 2 menudo que los eslavos combatfan a los pue- blos que querfan invadir su territorio, y en su lucha sabfan esconderse tras las altas hierbas y caer de impro- viso sobre el encmigo; incluso se sumergfan, cabeza y todo, en las aguas del rfo, respirando por una cafia que sostenfan en Ja boca. Pero eta un pueblo hospitalario el de los eslavos, que no amaba la guerra; cuando un es lavo salfa de su casa, dejaba alimentos sobre la mesa y no cerraba nunca Ia puerta para que los extranjeros pu- diesen entrar, comer y descansar. Sin embargo, no cesaron de afluir invasores; uno tras otto, vinieron del Norte primero, y del Este después. Guerreros escandinavos en primer término, después po- 8 Parte I. ¢Por qué two lugar le guerre? lacos y alemanes —esos caballeros teuténicos que Ale- jandto Nevski rechazS en 1242-en combate sobre el hiclo—,_De la estepa Iegaron los tértaros, que impusie- ron _su_yugo al pueblo ruso e incluso se aliazon con los ~polacos. Por un ado, los téttaros, confundidos después con los mongoles y los turcos; por otro, los polacos y los ale- manes: dos azotes conjugados contra ella, que Rusia en- cuentra a lo largo de toda su historia. En'1905, resucita, desde Oriente, el peligro «amarillo», con rostto japonés, El tema mongol inspira la poesia de Merejkovski y de Bielyi,

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