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ADAM SMITH INVESTIGACION So):}315 LA NATURALEZA AAU So ate | RIQUEZA DE LAS | NAGIONES 2 NM 61610 DACEA Escaneado con CamScanner ESTUDIO PRELIMINAR La vipa DE ADAM SMITH Para comprender la personalidad de_Adam Smith hay que encua- drarlo en su ambiente y en su época. (Es un producto del siglo de las luces, pero tiene las raices clavadas muy hondo en Escocia.) Se eleva ideolégicamente por encima de las barreras nacionales, hasta el punto de considerar cudles serian las ventajas para el bienestar humano si todos los paises unidos por la libertad de comercio no formasen sino un solo conjunto, pero la altura de su pensamiento no le hace perder de vista los intereses de su patria. Le subyuga el ambiente y la sociedad de Glasgow y de Edimburgo, pero se mueve con soltura en los circulos politicos de Londres y en los salones de la aristocracia. Retorna sin violencia de la capital a la provincia, y en los wltimos afios de su existencia lo vemos feliz en Edimburgo, entregado a la rutina de su cargo de Comisionado de Aduanas, arrobado en la lectura de los clasicos griegos y rodeado de unos cuantos amigos, fieles y constantes. juestro personaje nacié en Kirkaldy, en 1723, pueblo costanero de Escocia. Breve compendio de mar, agricultura y escasa actividad fa- ~bril. Representada ésta por una pequefia manufactura de alfileres, circunstancia al parecer fortuita, pero que habia de herir vivamente la imaginacién del gran economista. spués de estudiar en la Burgh School de Kirkaldy, una de las mejores de Escocia, pasé al Glasgow College, donde permanecié de 1735 1740! Este colegio era un centro de gran actividad intelectual, y el contacto con tres Je peo maestros habia de dejar un surco indeleble_en su vida._/Los personajes eran Simson, el matemitico, Dunlop; el helenista, y“Mutcheson, el-fildsafd La influencia de este Ultimo fue considerable-y no se puede considerar la trayectoria del pensamiento smithiano sin pasar por las ensefianzas del gran pro- fesor de moral. Seguramente que en su cdtedra comenzé a indagar el discipulo sobresaliente en la respuesta tocante a si podemos o no reducir nuestros sentimientos morales a la simpatia. Mis tarde, consigue una beca para estudiar en el Balliol College, de Oxford que no se distingue por la sapiencia de los maestros, ni la inquietud de sus discipulos. La triste situacién de aquella univer- sidad y de otras inglesas nos la describe sin ambages ni paliativos en va Escaneado con CamScanner von Gabriel Franco el Libro V de La rigueza de las naciones, precisamente alli donde aborda los problemas de ensefianza. | sos afios los dedies principal mente al estudio del griego y del latin, cultivando con esmero también Ja literatura francesa y la italiana,, Una gran biblioteca sirve de re fugio al escocés, malquisto como todos los de su pals en aquel ane biente hostil y reaccionario, (Vuelve a Escocia en 1746 y permanece dos afios en ef hogar, al Jado de su madre. Lucgo, en 1748-49, lo encontramos en Edimburge y saberos de una lectura sobre literatura inglesa. De esa época data su amistad con el esctitor y jurista Henry Homes, que después aleaned el titulo de Lord Kames, En el perfodo comprendido entre 1750-51 da un curso, en el que aboga ya por la doctrina de Ia libertad de comercio, _ Las Jecturas de Edimburgo fueron la antesala de la Universidad. En 1751 fue Hamado a ocupar la cdtedra de ldgica en Glasgow. La en- fermedad de otro profesor, Craigie, primero, su muerte después, fue el motivo de que se le encomendase la ensefianza de filosofia moral, disciplina que cultivé en aquella Universidad trece afios, los mejores de sv vida, si hemos de acogernos a su testimonio, {En sus lecturas de los afios 1752-53 expone su doctrina de lw lik bertad econémica, desarrollada més tarde en La riqueza de las na- ciones, y esboza su filosoffa de la historia, que amplié mds tarde, en- riqueciéndola con nuevas perspectiv: \La publicacién de la js-sentimientos morales-en 1759, marca un derrotero importante en su vida. Ese libro fue considerado desde los primeros momentos como una obra maestra. Le consagra intelectualmente y, tras la fama, va en aumento el numero de estu- diantes ansiosos de ofr sus explicaciones, En Glasgow cultiva el trato de comerciantes, que no sdlo se pre ocupaban por los resultados del debe y del haber, sino que gozabam con los buenos especticulos, el cultivo de las bellas letras y el trato de los hombres ilustres, La ciudad, en trance de crecimiento y em la vertiente de dos mundos, es un magnifico observatorio para el estudioso de la economla, situado, a su vez, en wna encrucijada his térica. “Es miembro distinguido del Club de Economia, Pertenece a la Literary Society of Glasgow, donde se discute lo divino y lo humana, Frecuenta la tertulia del matematico Simson y es uno de los habituales del Club Aderson. Entre los asiduos encontramos a Black, uno de sus. amigos mas intimos, y a Watt, famoso en la historia de las artes me- cdnicas. (En 1752 figura como presidente de la Philosophical Society of Edin- burgh, de la que Hume es secretario, Se cuenta entre los fundadores de The Select Society de Edimburgo, que lleva el sello de las acade- mias francesas. *Pero los temas literarios y filoséficos no oscurecen el interés por las cuestiones practicas y econémicas, perfectamente enla- Escaneado con CamScanner “studio preliminar x zadas en las preocupaciones de aquel siglo.) Fue promotor de la Edin- burgh Review,que no gozé de larga vida, a pesar de su buena factura y del renombre de los colaboradores, Adam Smith fue un hombre eminentemente sociable. Vemos en torno suyo a casi todas las celebridades de Escocia, y su trato debid ser muy exquisito cuando supo conservarlas, a pesar de las diferencias que de continuo separan, después de choques, mds o menos violentos, a los que despuntan en el campo de las letras, de las ciencias y de las bellas artes. Entre sus mejores amigos recordamos a Hume y.a Fer. ~gusson, La amistad con el primero es realmente ejemplar. Fue su albacea literario, y quedé encomendada a su prudencia la publicacin de un manuscrito, que no se atrevié a dar a la imprenta el gran filé- sofo. ‘Adam Smith gozé de la confianza de Townshend, que le encomendé la tutoria de su sobrino el Duque de Buccleugh, en un viaje por el Continente. Excursién de dos afios por Europa que le permitié co- nocer a los fisiécratas y a los principales personajes de la Enciclopedia. Preceptor y discipulo se retinen en enero de 1764 y juntos empren- den el viaje por Francia. \E] 14 de febrero de ese mismo afio escribe desde Paris renunciando a‘su cdtedra. Severo con los demds en cues- tiones de asistencia, no quiere sentar un mal precedente, Después de una corta estancia en Paris, tutor y discipulo siguen a Toulouse, la segunda capital de la nacién, donde al principio no salieron de un circulo de personas de nacionalidad inglesa. Después de una prolongada residencia en esta ciudad, recorren las regiones del sur y Ilegan a Ginebra, donde se mueven en un mundo de sabios y de nobles. Entre los personajes de aquellas reuniones de gran fuste intelectual estaba Voltaire, a quien profesé siempre una admiracién sincera. \En diciembre de 1765 estin de nuevo en Paris, donde se quedan hasta noviembre de 1766. Introducido por su mejor amigo, David Hume, que acababa de dejar la secretarfa de la embajada inglesa, frecuenta los salones mds célebres, Conoce al Barén de Holbach, a Helvetius, Morellet, D’Alembert, Turgot y Necker. V: la “secta” en el santuario de Versalles, y, aunque su talento pasa inadvertido a Dupont de Nemours, tales entrevistas son la ocasién de un intercam- bio de ideas, beneficioso en alto grado para el talento de Smith, Como todo el mundo sabe,(pensé dedicay, La_riquezqa_de~tas~naciones-a- %»y el propésito se hubiera cumplido de no malograrlo la muerte del famoso doctor, fundador de la escuela fisiocratica.| Alli conocié a Turgot, futuro Ministro de Luis XVI y brazo ejecutor de la “Escuela”, aunque el éxito no le acompafiase completamente en los propésitos. A pesar de cuanto se ha dicho sobre las relaciones perso- nales entre estos dos ilustres escritores, es casi seguro que apenas hubo correspondencia entre ellos. Pero eso no fue ningun obstdculo para que Turgot le enviara una copia de la Memoria concerniente a los im- Escaneado con CamScanner x Gabriel Franco puestos y que es una de las mejores fuentes de que disponemos para ‘el conocimiento de la historia fiscal del siglo xvm. Smith conservé siempre este ejemplar como si fuera un tesoro y No se lo presté a nadie, a pesar de su liberalidad en este aspecto. Las huellas de ese trabajo administrativo se siguen a través de las paginas del Libro V de La riqueza de las naciones. : En cambio, la influencia que pudiera ejercer el Intendente de Li- moges a través de sus Reflexiones sobre la produccién y distribucién de las riquezas es harto problematica. El libro aparecié poco antes de publicarse la gran obra del economista inglés y no hay prueba nin- guna de que conociera el original, adelantado en forma de articulos, en las paginas de una revista. Durante su estancia en Paris visita el teatro, lee ansiosamente cuan- to aparece en las librerias, y queda prendado del ambiente de Francia. Sin embargo, no hasta el punto de aconsejarle a Hume que retornase de una manera definitiva a aquel pais, para sentar alli sus reales, lejos de los zarpazos de la intolerancia religiosa. Fue por aquel en- tonces cuando el “mds ilustre fildsofo e historiador de los tiempos actuales” 2 le hacia confidencias acerca de las dificultades y disgustos que le proporcionaba Rousseau, acogido a la tolerancia de Londres, donde habia buscado proteccién lejos de las enconadas luchas de Ginebra. Mas no duraron mucho las inquietudes del amigo fraterno. Al poco tiempo recibié Hume el nombramiento de subsecretario de Estado y pudo disfrutar de una mayor tranquilidad espiritual, lejos de pequeiieces locales, [Vuelve a Kirkaldy en 1767 y se enfrasca en el trabajo, poniendo en ordén sus notas. Necesitd para ello dos afios de retiro, varios viajes 2 Londres y meses de estancia en esta ciudad, antes de entregar al editor el libro que habia de hacerle famoso. Parece que éste fue objeto en sos afios de una reelaboracién muy profunda. Existen testimonios de que Ja obra se encontraba ya lista para la imprenta en 1772. Entre los hombres ilustres a quienes adelanté su pensamiento, con- fidndoles trozos del manuscrito, hemos de mencionar a Franklin. Sus puntos de vista sobre la situacidn de las colonias le faeron aSinith sumamente provechosos, La lectura de esos pasajes nos advierte luego que su informacién no provenia sdlo de los libros, sino de fuentes directas y de personajes familiarizados con esos problemas tan arduos. No ha de extrafiarnos, pues, que se le consultase repetidas veces so- bre ese problema por politicos eminentes, Igual acontecié al discutirse si debia o no concedérsele Ia libertad de comercio a Irlanda. \En La riqueza de las naciones se muestra partidario de la unién con aquel pais y propugné asimismo el establecimiento de una federacién impe- tial con las colonias, 1 Daire cree que la fecha es 1766, Rae dice que se escribid en 1766 y que se publicé en las Ephémérides du Citoyen. Otros dan como fecha de publicacién de¥ libro el afio de 1769, 2 Véase lib. V, cap. I, parte TI, at. I, p. 694, Escaneado con CamScanner Estudio preliminar x El g de marzo de 1776 sale de las prensas el libro que habia de revolucionar la economia politica. Se publicé en dos volimenes en cuarto, al precio de £ 1.16, La obra se agoté en seis meses y el editor fue Strahan, de Londres.) En 1777, Lord North le nombra Comisionado de Aduanas con 600 libras al afio,| lo cual, unido a la pensién de goo que le habia sido concedida por el Duque de Buccleugh, representaba un ingreso de bastante consideracién para aquella época. “La Universidad de Glasgow le nombra Rector en 1787 y le reelige en 1789. Un alto reconocimiento a sus méritos, que le habia de col mar de satisfaccidn. En el regazo de Edimburgo, después de tantas andanzas, ya no se cree con fuerzas para ultimar el programa anun- ciado en su Teoria de los sentimientos morales. La amistad le com- pensa de los achaques. Mas le quedan, sin embargo, alientos para frecuentar las sociedades cientificas y literarias, y entre ellas la Royal Society of Edinburgh, que creard con Robertson en 1783, Entre los personajes que hallamos en torno suyo se encuentra Mac- kencie. Samuel Rogers le visita en su retiro, ya en los ultimos aiios. Por esa época encargé a su amigo Black que arrojase al fuego dieciséis volumenes de manuscrito. Entre ese enorme material condenado al olvido se encontraban los fragmentos referentes a la historia de los sistemas astronémicos hasta Descartes y los conocimientos fisico-filo- s6ficos de la Antigiiedad. Apenas dejé fortuna, no obstante disfrutar de ingresos relativamen- te importantes, y sélo la muerte revel su filantropia. Adam Smith no se casé y vivié toda la vida con su madre, que al- canz6 una edad muy avanzada, y otros familiares. Entre los galardones recibidos por el gran economista y fildsofo se halla el de miembro de la Royal Society de Inglaterra, siendo entre muchos, notorios por su celebridad, uno de los mis ilustres. Los biégrafos de Adam Smith nos lo pintan como un hombre ex- traordinariamente distraido. Con frecuencia se ha hablado también de su apocamiento y de su falta de espiritu practico. Pero esas apre- ciaciones no son del todo exactas, Por lo que respecta al primer punto, no cabe desconocer que era ensimismado y se olvidaba muchas veces de todo cuanto le rodeaba, hasta el punto de caer en situaciones poco airosas o colocar en trance dificil a sus amigos, No convenimos en que fuera un espiritu apocado, pues eso parece incompatible con la alta estima que alcanzé en Ia sociedad de su época y el gran mimero de amigos que se disputaban su trato. Por el contrario, fue un hom- bre de gran temple, que no se aparté nunca, en las cuestiones funda- mentales, de la norma que le dictaba su conciencia. EI retraimiento no se conjuga tampoco con la predisposicién a acep- tar cargos y pechar con responsabilidades. Adam Smith durante los afios de su permanencia en la Universidad de Glasgow fue Questor, Decano de la Facultad y Vice-rector. Tampoco debié ser torpe en Escaneado con CamScanner xIL Gabriel Franco el manejo de cierta clase de negocios, pues en varias ocasiones se le encomendaron asuntos del Colegio, y a eso hubo de obedecer su pri- mera visita a la capital del Imperio britdnico. En la vida practica es evidente que supo conquistarse una posicién desahogada, compatible con sus aficiones y con su espiritu de inde- pendencia. En las cuestiones ptiblicas su consejo debié calibrarse finalmente, cuando los primeros politicos de Inglaterra no vacilaron en solicitarlo repetidas veces. Pitt, que era un simple estudiante cuando aparecié La riqueza de las naciones, se declaré discipulo de Smith y, apenas se vio ministro, buscé el medio de realizar sus ideas. #1 fue quien firmé el primer-tratado liberal_con-Francia:_el Tratado de Eden, en 1786;-y cuando Smith visité Londres, el afio 1787, Pitt fue a buscarle en mds de una ocasién para consultarle acerca de sus proyectos fi- nancieros.$ North se inspiré en las ideas del economista escocés y redacté, de acuerdo con las directrices marcadas en el Libro V de La riqueza de las naciones, sus reformas fiscales. Pero no habian de pasar muchos afios para que las ideas librecam- bistas, defendidas con tanta elocuencia en el libro inmortal, dejaran de ser un programa quimérico, digno de una Oceana,t para tomar cuerpo en la ley. Robert Peel, en la quinta década del siglo xxx, echa por tierra el arancel protector, de factura mercantilista, y rompe en el mar abierto del libre cambio. La ORIGINALIDAD DE ADAM SMITH Mucho se ha discutido Ja originalidad de Adam Smith. Para unos, es el fundador de la Economia politica. Para otros, un profundo cono- cedor de Ja literatura econémica de su época, que supo ordenar y perfeccionar la obra de sus antecesores, presentandola en una forma sumamente atrayente. Awibuirle la paternidad de la ciencia econémica es un poco arries- gado, aunque excusable, debido al entusiasmo de sus admiradores y Prosélitos. Hubo quien llegé a decir que “ningin libro después del Nuevo Testamento estaba destinado a producir efectos mds benefi- ciosos, a medida que fuera mejor conocido”.’ Palabras desorbitadas, sélo comparables a las del viejo Marqués de Mirabeau, cuando refi- riéndose al Cuadro econémico del Dr. Quesnay decia que era el invento mds maravilloso y util a la Humanidad, con la escritura y la moneda. 8 Gide y Rist, Historia de las doctrinas econdmicas, Madrid, 2* ed., p. 173. 4 Véase lib. TV, cap. II, p. 415. 5 Esas palabras se las atribuye Rae al profesor alemin Kraus. Cf. Life of Adam Smith, de J. Rae, Londres, 1895, p. 360, 6 Mirabeau, Philosophie Rurale..., Amsterdam, 1766, t. I, pp. 52 Escaneado con CamScanner Lo cierto es que, antes de publicar su libro el famoso escocés, ya habian aparecido varios estudios importantes sobre esa materia. Uno de ellos, el Essai sur la Nature.du-Gommerce-en-Général,.Paris, 1755,~ atribuido a Ricardo Cantillon, financiero de origen irlandés, que re- sidié largos afios en Francia, Este pequefio tratado, preterido sin saber atin la causa del olvido, fue restaurado en su importancia por un gran economista inglés del siglo pasado, Stanley Jevons. Este escritor, en un articulo inserto en la Contemporary Review, en enero de 1881, se expresa en la siguiente forma: “El Essai sur la Nature du Commerce en Général es un tratado sistematico y coherente, que recorre en for- ma breve y concisa casi todo el campo de la Economia, con excepcién de la Hacienda publica. Es, pues, para mi, el primer tratado de eco- noinia propiamente dicho que se ha escrito. La Political Arithmetic y el Treatise of Taxes and Contributions de Sir William Petty, son libros magnificos, pero comparados con el Ensaya-de Cantillon son una simple coleccién de ideas lanzadas a voleo.., EJ Ensayocitado_es, _sin género de duda, Jacuna dela Economia_politica La ventura y desventura de los libros sigue también las veleidades de la moda, La novedad cotiza hoy muy alto el nombre de Cantillon y no faltarfan economistas dispuestos a colocarlo por encima de Adam Smith. No es nuestra intencién desmerecer a uno para engran- decer a otro, Sobre todo, cuando la gloria de ambos es suficientemente grande para colocar a los dos en un lugar preferente de la historia del pensamiento econémico. Para rebajar a Smith no basta consignar el hecho de que antes de 1776 habian aparecido obras de conjunto, en Jas que se debaten con amplitud y sabiduria los temas que constituyen la materia propia de la ciencia econémica. Otra obra importante son los Principios de economia politica de ir James Stuart~jacabita exiliado en el continente, casado con una aristocrata y exponente del m4s-refinado espiritu nacionalista. El prefacio nos descubre el propésito del libro, cuando dice que no ocul- ta su propésito de presentar al publico un ensayo encaminado a re- ducir a principios los intereses complicados de la politica nacional, formulando una ciencia regular:\ En sus cinco libros se tratan las cues- tiones fundamentales de la economa politica, poblacién y agricultura, comercio ¢ industria, precio, moneda, crédito y deudas.| EI éxito extraordinario de la investigacién levada a cabo por Smith oscurecié el trabajo de Stuart y hubieron de pasar bastantes afios, en este caso no tantos como con el Ensayo de Cantillon, para que los economistas alemanes reivindicasen su esfuerzo, La gran autoridad del escocés y el tono despectivo con que habla de Stuart, delibera- damente de pasada, contribuyeron indiscutiblemente a silenciar sus éritos. “Lcon anterioridad a la publicacién de La riqueza de las naciones, aparecen también algunos escritos de los fisiécratas y nadie puede negar que su sistema ofrece una presentacién coherente y sistematica Escaneado con CamScanner xiv Gabriel Franco de la ciencia econémica, inspirada en unos cuantos principios gene. rales, Hasta el punto de que el propio Smith reconoce la aportacién de esa doctrina al expresarse como lo hace en el Libro IV de su investigacién: “No obstante, y pese a todas las imperfecciones de este sistema, es acaso el que mids se aproxima a la verdad, entre cuantos hasta ahora se han publicado sobre Economia politica y, por tanto, es digno de la consideracién de todo hombre que desee examinar aten- tamente los principios de esta importante ciencia. xa La influencia de los fisidcratas en la obra de-Smith es innegable, pero no alcanza la importancia que le atribuyen algunos historiadores del pensamiento econémico. Donde mis se deja sentir el influjo es en Ia explicacién de la renta de la tierra, El autor de La riqueza de las naciones vacila, como vamos a ver, entre varias teorfas, a lo largo de un capitulo muy extenso, dedicado a esclarecer ese problema. Unas veces nos la presenta como una ganancia de monopolio y otras como secuela del precio, sin formar parte del mismo. Hay tierras que pro- ducen renta y otras que no arrojan remanente alguno. Pero en dis- tintos pasajes de su célebre libro observamos que no acierta a liberarse por completo de las explicaciones facilitadas por el Dr. Quesnay y sus discipulos. Como dice el profesor Cannan, en su Repaso a la teoria econémica, “tenia la curiosa crencia de que la tierra, en casi cualquier circunstancia, produce mayor cantidad de alimentos de los suficientes para mantener todo el trabajo necesario para Ilevarlos al mercado, en la forma més liberal en que el trabajo se mantiene y para reempla- zar el capital que empled ese trabajo junto con sus utilidades, de forma que, por consiguiente, siempre queda algo como renta del terra- teniente”.* Suelen coincidir los economistas en que la influencia de los fisié- cratas en Adam Smith es evidente en la parte dedicada a la distribu- cién del producto nacional. La aparicién de los apuntes tomados por uno de Jos estudiantes durante el curso de 1763,9 y que han sido pu- blicados por Edwin Cannan, en 1896, ha causado mas bien confusién que luz, en este caso concreto, Por una especie de diagnéstico dife- rencial se pensaba que todas aquellas teorias importantes, discutidas en La riqueza de las naciones —y que no se tratan en las Lectures, an- ucipo del libro famoso—, habfa que atribuirlas a la influencia del Dr. Quesnay y de su escuela, Como dice Scott en su libro sobre Adam Smith,?° redactado a base 7 Lib, IV, cap. IX, p, 604. 8 E. Cannan, Repaso a la teorla econdmica, Fondo de Cultura Econémica, México-Buenos Aires, 1940, p. 200, 9 Lectures on Justice, Revenue and Arms, ed. con una introduccién y notas por E. Cannan, 1896. 10 W. R, Scott, Adam Smith as Student and Professor, 1937, pp. 538. Dugald Stewart fue el primero que proporcioné esa informacién. “Account of the Life and Writing of Adam Smith”, lefdo en 1793 en la Royal Society de Edimburgo. Recogida en las Obras completas de Dugald Stewart. Escaneado con CamScanner Estudio preliminar xv de notas y manuscritos descubiertos recientemente, el autor de La ni- queza de las naciones ya habia comenzado en 1749 a aplicar la idea de la libertad natural al comercio y a la industria. El Essai Physique sur VEconomie animale del Dr. Quesnay data de 1748, y en él se hace mencién del Derecho, del orden y de libertad natural; pero sin nin- guna referencia explicita a cuestiones econdmicas. Las conclusiones a que se Hlega partiendo de aquellos apuntes, en cuanto concierne a la teoria de la distribucién, son meras conjeturas. La divisién del precio en salarios, renta y beneficio aparecen en las conferencias dadas en 1755, en el Club fundado por Cochrane, En el primer ensayo de cémputo de la renta nacional iniciado por Petty, y proseguido por Davenant, se encuentra un anticipo de la dis tincién en salarios, utilidades y rentas. Més tarde, Ricardo Cantillon, en su Ensayo, dice que todos los habitantes de un pats, excepto el Rey y los terratenientes, pueden dividirse en dos clases, empresarios y asalariados. La distincién se hace a costa del riesgo, y después de analizar la importancia de la incertidumbre, viene a parar el famoso banquero irlandés a la consecuencia de que los terratenientes reciben rentas, los empresarios beneficios y los perceptores de ingresos fijos, salarios. Estos dos grandes economistas no hicieron sino plantear el proble- ma de la divisin del ingreso nacional, apuntando un proyecto de resolucién que no pasa de Ia categoria de bosquejo. Fueron, en rea- lidad, los fisiécratas y Adam Smith quienes abordaron directamente el asunto, formulando una resolucién cientifica del mismo. Quesnay, atacdndole en el proceso circulatorio; Smith, en Ia formacién del pre- cio. “Asi como el precio o valor en cambio de cada mercancia en par- ticular, y tomada separadamente, se resuelve en una o en otra de estas tres partes o bien en todas ellas, de igual suerte el de todas las mer- cancias que componen el valor anual del producto de cada nacién, considerado en su conjunto, se reduce necesariamente a esas tres por: ciones, y se distribuye entre los diferentes habitantes del pais como eglaios de su trabajo, beneficios de su_capital-o renta de su_tierra. 1 total de lo que anualmente se produce u obtiene por el trabajo de Ja sociedad, o lo que es lo mismo, su precio conjunto, se distribuye originariamente de este modo entre los varios miembros que la_com- nen, Salaries, beneficio y renta son_las tres fuentes originarias de oe clase de renta y de todo valor de cambio, Gualquier otra clase de renta se deriva, en ultima instancia, de una de estas tres," "1 El Profesor Scott ha contribuido a poner en claro estos puntos tan debatidos del pensamiento smithiano, utilizando esos documentos ori- ginales a que nos venimos refiriendo, y cree poder confirmar que la persona que més influyé en su manera de desarrollar la teoria de la distribucién fue Jones Oswald, de Dunnikier.!? Antes de ir a Fran- 41 Lib. I, cap. VL pp. 5 32 W. R. Scott, op. cit. pp. 1175. Escaneado con CamScanner xv Gabriel Franco cia, Smith conocia la Enciclopedia y, pot lo tanto, los articulos de Quesnay, pero toda la nueva documentacién pone en claro que no influyeron mucho en su Animo esas lecturas, con anterioridad a su viaje por el continente, EL INTERES PERSONAL Y LA LIBERTAD DE COMERCIO i ja del interés personal, como factor determinante de la vita conics, oe esctenta’ ya en La Rochefoucauld, en Mandeville y en Ferguson. Este wltimo Jo interpreta desde un punto de vista so- cioldgico y lo considera como el alma de la sociedad comercial. Para Stuart es la clave de su investigacién, el principio ordenador de la materia que trata y cuya huella se percibe a través del todo? Piensa también en las consecuencias de sus extralimitaciones, como mds tar- de habia de hacerlo Smith, y dice que, abandonado a si mismo, puede ser peligroso, como lo es el fuego 0 el viento. La fuerza promotora del interés individual aparece ya en el Tratado de-ecanomia politica de Montchretien, que se publicd en 1615, y fue dedicado por su autor al Rey Luis XIII y a la regente Maria de Médicis. Desde el principio, afirma el mercantilista francés, el mundo econémico est4 movido por el interés personal, promotor de la divi- sién del trabajo y del cambio.!* Los fisidcratas lo consideran como uno de los principios propulsores de los negocios y del comercio, ya lo largo de la obra de estos pensadores eguir facilmente el rastro de ese eStimulo tan podéioso.|/Los “economistas”, : miaba a los partidarios de la excuéla_tisivcritica, parten del interés pérsonal en la formulacién de sus mdximas politicas y en'el estudio de las motivaciones individuales, mientras que Smith arranca de la na- turaléza y de sus dltimos fines.15—-——— 7 _Las ventajas della libertad de comersid-no_pudieron pasar inadver{ tidas a muchos mercantilistas, Pieter , en sus Memorias de Jean de-Witt, pide la libertad de Comercio y de la industria desde un\ punto de vista utilitario, Child pretende favorecer aquellas ramas del comercio que mds fomentan la navegacién y aboga por que se limiten muchas de Jas cortapisas entorpecedoras de a industria, Davenant es un partidario tibio de Ja libertad de comercio, y reclama que se deje expedita Ja via de aquél, a fin de que pueda encontrar su propia Tula, La naturaleza ha dotado a los pueblos de manera distinta, para que se ayuden mutuamente, Raleigh y Temple atribuyen, en parte, la prosperidad de Holanda al hecho de practicar el comercio con mayor libertad que los otros pueblos, Vanderlin propugna la libertad_de in- tercambio por descansar en las diferentes producciones que ofrecen 48 J, Stuart, Principles of Political Economy, 1767, lib. Il, p. 215. 44 Traité d'Economie Politique, 1615, 4 W, Hasbach, Untersuchungen tiber A, it i i lischen ekonomi, 1891, p. 205. dam Smith und die Entwicklung der po Escaneado con CamScanner Estudio preliminar xvn Jos pueblos, y porque abarata las mercancias. Hume, en los Ensayos, defiende una cierta armonia preestablecida, cimentada en las diferen- cias geogrdficas. Entre los franceses, Boisguillebert, Vauban y D’Ar- genson recomendaron en ocasiones la concesién de una mayor libertad de comercio. Pudiéndose multiplicar las citas con testimonios de mer- cantilistas de otras nacionalidades, Sin embargo, todos ellos no dejaron de ser ni por un momento Parl tidarios del sistema mercantil. Su defensa de la libertad de comerci no es incondicional 0 sdlo se limita a ciertos ramos. Podr4n pensar \ algunos de ellos que,la riqueza no consiste exclusivamente en oro y en \ plata, pero ni el mismo Hume deja d uir a los metales” una importancia considerable y lo irre 1 de Ta doctrina> Los defensores mas entusiastas de la libertad en el campo de los i negocios fueron indiscutiblemente Tucker, Dean de Gloucester, Harris y North. Los Four Tracts del primero aparecieron poco antes de La Tiqueza de las naciones y, por lo tanto, a destiempo para influir en quien ya desde hacia muchos afios habia con como patrocinador de esos principios, North legé a decir en-términos expresos que el dinero_es una mercancia_como Jas otras. La riqueza, prosigue, no consiste tinicamente en el oro o en la plata. Su fuente hay que ira Duscarla en la industria humana ‘aplicada al cultivo a del sueld y a las manufacturas, \Los mictales preciosos Constituyen parte | dé esa riqueziy realizan Gna funcién muy importante.| EI dinero~ puede hailarse en exceso o en defecto, variando con arréglo a las cir- cunstancias la cantidad precisa para hacer frente a los Poaiecienlenits del comercio. Su flujo y reflujo se regula de una manera esponténea. Las naciones en el mundo se hallan relacionadas de la misma ma- nera que las ciudades con el Estado y las familias con la ciudad. En el aspecto comercial, el globo terraqueo es como un solo pais y donde prosperan los comerciantes prospera también el publico. Harris, empleado en la Casa de la Moneda y autor de un libro sobre dinero denominado An Essay upon Money and Goin (Londres, 1752 y 1758) dio una explicacién de las ventajas del comercio internacional que recuerda el célebre pasaje de Adam Smith, donde éste habla de que “siempre seré mdxima constante de cualquier prudente pa- dre de familia no hacer en casa lo que cuesta mas caro que comprar- lo”.16 EI experto en cuestiones monetarias se habia expresado en tér- minos muy semejantes al esbozar los siguientes conceptos, “Por sabio designio de la Divina Providencia, la mutua relacién y comercio entre los hombres es conducente y necesaria a su bienestar. Todo hombre necesita de la ayuda de los demas, y todo pais puede lograr ventajas cambiando algunos de sus productos, naturales o arti- ficiales, que le sobran por los productos extranjeros que necesita, .. Los hombres estan dotados de diversos talentos e inclinaciones, que Bay f ¢ EE ho aye ys 36 Lib, IV, cap. Il, p. 402, Escaneado con CamScanner XVII Gabriel Franco naturalmente les disponen y ajustan a diferentes x y se encuentran... en la necesidad de dedicarse a determinadosGficios y ocupaciones, De la misma manera, como todos los paises son mas o menos dispares, ya sea en la clase o calidad de sus productos naturales o artificiales, los individuos obtienen ganancias, que se extienden a las comunidades, comerciando con los paises remotos. FoRMACION FILOSOFICA EI pensamiento econdmico de Adam Smith tiene intimas conexiones con la filosoffa y, sobre todo, con Ia filosoffa moral. Tanto él como los fisiécratas bebieron en las mismas fuentes; pero la influencia del derecho natural en el pensador escocés se deja sentir antes de la pu- Dlicacién de las obras de los economistas franceses y con anterioridad a sus contactos personales. Habian salido del mismo lugar, y se en- contraron en el camino, pero sin previa cita. Este encuentro tuvo ciertas repercusiones en La riqueza de las naciones, aunque apenas roz6 sus concepciones basicas en el campo filosdfico. Los principios teolégicos de Adam Smith llevan el sello inconfundi- ble del deismo de la época de la Ilustracién. Dios es el Supremo Ha- cedor del universo y, en su absoluta sabiduria, ha ordenado el mundo como si fuera un mecanismo, que marcha con una regularidad_per- fecta. La divinidad no sdlo es la expresién de la sabiduria absoluta, sino también de la bondad suma, y se propuso como fin supremo de la creacién la felicidad'del hombre. La razén puede desentrafiar la eco- nomia de este mecanismo y comenzar por el andlisis del alma, que constituye una de las partes componentes de ese mundo, tan vasto en sus dimensiones, como bien ordenado en sus finalidades, Por medio del anilisis psicolégico podemos penetrar en el secreto de nuestras pasiones y de nuestros instintos, que no radican en el alma por obra del azar, sino como engranajes y resortes de aquel mecanismo sabiamente dispuesto para promover la felicidad de las criaturas. Al desmenuzar nuestras pasiones, nuestros sentimientos e instintos des- cubrimos las leyes de las acciones humanas, que tienen un caracter necesario y.conllevan el sello de su Autor, siendo eternas e inmutables. Hasbach piensa que en el terreno de la teologia natural no descubrié mucho Smith.!17 Todo, segiin este escritor alemdn, se halla en la construccién de Pufendorff, y el contenido —agrega— discurre por - Ja via del deismo optimista, caracteristico de los ingleses, tal como se manifestaba en el espiritu de Newton y de Shaftesbury, y que Hutche- son perfeccioné més tarde, La teologia natural, la moral, el derecho y la politica constitufan la filosofia moral de los escoceses. Las Lectures de Adam Smith, sobre esta ultima materia, compren- dian cuatro partes. La primera, la teologia natural, que trata de la 17 W. Hasbach, Die allgemeine philosophischen Grundlagen der i é von Fi Quesnay und Adam Smith begriindeten politischen Ockononte, 1890, v ob. iad Escaneado con CamScanner Estudio preliminar xx naturaleza y de los atributos del Ser Supremo; la segunda se halla representada por la ética, en su aspecto restringido, tal como se discute en la Teoria de los sentimientos morales; la tercera comprende la justi- cia, como virtud sujeta a reglas precisas y ordenadas, que hacen posi- ble una explicacién conveniente y amplia de Ja materia; la cuarta, por ultimo, hace referencia a las medidas de gobierno conducentes a promover el poderio y la prosperidad del Estado (comercio, hacien- da, instituciones politicas y militares, etc.) . Es decir, gran parte de los temas discutidos luego en La riqueza de las naciones. La Teste lo eatnientas moratepretende analizar las regio- nes recdnditas del alma, para descubrir las"Feglas naturales” que nok: manvla conducta’ del hombre. Precisa conocer aquélla, saber. cudles.. soy sus instintos’y sus pasionés pa¥a: desclibrir-las-leyes-que-gobiernan el cotiportamiente-humano/-Sinith cree, con Shaftesbury_y Hutcheson, que.en el alma anidan sentimientos 4 istaS, dosificados en proporciones varias. Tanto unos cOmo-otfos se hallan entreverados al bienestar ajeno, por lo que no pueden ser considerados previamente meritorios 0 reprobables. Desde el punto de vista de Ja virtud, ambos se justifican, pues las acciones morales pueden tener esas dos raices. Las doctrinas que recaban el egoismo o el“altrufsmd)como venero ex- clusivo de las acciones virtuosas se rechazan de consuno por Adam Smith. Las acciones egoistas no sélo son admisibles moralmente; se hallan justificadas, y son en muchas ocasiones un ingrediente necesa- rio en el batallar de la vida cotidiana. En el capitulo de la Teoria de los sentimientos morales dedicado a estudiar los sistemas filoséficos que consideran la virtud como una manifestacién de la bondad, el autor de La riqueza de las naciones difiere de su maestro Hutcheson en el punto concreto de que el altruismo, por si solo, imprima a los actos humanos un matiz de virtud. Smith reprocha a este sistema el defecto de no explicar de una manera suficiente de dénde procede nuestra aprobacién de las virtudes inferiores de prudencia, de vigilan- cia, de circunspeccién, de templanza, de constancia y de firmeza, y agrega lo siguiente: “El cuidado que dedicamos a nuestra propia felicidad e incluso a nuestros intereses se manifiesta en multiples oca- siones como un principio de accién en extremo plausibie. Los habitos de economia, de industria, de discrecién, de cuidado, de aplicacién, son generalmente considerados como el fruto de motivos egoistas y, sin embargo, se les considera como cualidades loables, que merecen la estima y la aprobacién de todos, La negligencia, la prodigalidad, el desorden se reprueban undnimemente, no porque impliquen una falta de altruismo, sino una falta de atencién del individuo en lo que respecta a la consideracién de sus propios intereses.” 18 Los sentimientos egoistas no se pueden considerar, por lo tanto, dig- nos de censura, con arreglo a las pautas que se derivan de los prin pios morales. Mandeville, si hemos de creer al fildsofo y economista 18 Theory of Moral Sentiments, parte séptima, secc, II, cap, III. Escaneado con CamScanner xx Gabriel Franco escocés, incurrié en el grave error de presentar toda pasion como si fuera realmente viciosa, “Cada vez que nuestra reserva a la vista del placer se aleja de la mds ascética abstinencia, el autor de la Fdbula de las abejas denuncia la més grosera lujuria y sensualidad. Todo lo que excede de cuanto es absolutamente indispensable al sostenimiento de Ja naturaleza humana es lujuria, y constituye un vicio lo mismo ponerse una camisa limpia que vivir en una casa confortable.” 19 Mandeville se empefié en considerar como viciosas, acciones que no encierran nada de reprobable, La prosecucién del interés personal romueve el bienestar de todos los demas, La naturaleza encomienda a cada individuo al cuidado de s{ mismo, porque nadie puede aven- tajarle en ese menester, El deseo de mejorar nuestra condicién es uno de los principios de la organizacién social, pero el autor de la Teoria de los sentimientos morales admite que sus resultados no son siempre perfectos, La sIMPATIA FUNDAMENTAL DE LA MORAL gDénde reside el criterio de la moral, cémo alcanzamos los hombres a distinguir lo bueno de lo malo? No es un principio racional el orien- tador de nuestros juicios; la raiz de la moralidad reside, para Smith, en la simpatia. “Por mds egoista que quiera suponerse al hombre, evidentemente, hay algunos elementos en su naturaleza que lo hacen interesarse en la suerte de los otros, de tal modo que la felicidad de éstos le es necesaria, aunque de ella nada obtenga, a no ser el placer de presenciarla.” 20 La simpatia es una facultad que sirve para coparticipar en los senti- mientos ajenos, s¢ halla profundamiénte anclada ef Ia watiraleza del ibre, y sé mantiene vigilanté y despierta”por medio de la imagi niacin. Coitio 6 podemés penetrar én los sentimientos de los demas serés humanos de una manera inmediata, por carecer de facultades apropiadas para ello, no podemos representarnos la medida de su afliccién o de su regocijo como no sea trasladandonos imaginaria- mente a donde ellos se encuentran y colocindonos en su lugar y en sus circunstancias, Basta con que un evento cualquiera provoque una pasién en el animo ajeno para que inmediatamente brote en el pecho de toda persona atenta a su conducta una emocién parecida. “Me Pongo en su lugar” —decimos—, y basta esta actitud emocional para que nos veamos conmovidos de una manera semejante. Pero la simpatia, aunque de momento refleje cualquiera reaccién extrafia dimanante de una pasién, no lleva hasta tal punto nuestro altruismo que nos sintamos afectados por los sentimientos de otros, sin preguntar por los motivos de su ventura o desventura. Luego, para que la simpatia arraigue, es insuficiente la contemplacién mera- mente superficial de las pasiones extrafias. Fruto de un contacto a 39 Op. cit., parte séptima, secc. II, cap. IV, 20 Parte primera, seco, I, cap. I. Escaneado con CamScanner Estudio preliminar xx flor de piel, es imperfecta, Para clarificarse ha de poner en claro las circunstancias ocasionales de esa sacudida pasional en el sujeto con- templado. No s6lo la alegria y el dolor ajeno conmueven nuestros sentimientos. La reciprocidad en el mundo de los afectos parece ser una exigencia del alma, Nada nos conmueve de una manera més profunda que la coparticipacién en nuestras emociones, y el agradecimiento se remonta cuando vemos manifestarse esa simpatia en la expresién de un extrafio. Por el contrario, nada nos subleva como la indiferencia del amigo, y €s muy grande nuestra amargura cuando contemplamos cémo pasan inadvertidos nuestros pesares. Ahora bien, para alcanzar esa comprensién por parte de nuestros semejantes, es necesario que moderemos nuestras pasiones, tanto por exceso como por defecto, hasta el punto de que los demds puedan considerarlas apropiadas y convenientes. Una alegria excesiva y fuera de tono, asi como un dolor desproporcionado a la causa que lo mo- tiva, no sirven ciertamente para despertar ese espiritu comprensivo en los otros seres. En el elenco de sentimientos, los de naturaleza egoista se manifies- tan con mayor fuerza que los matizados por el altruismo. De donde se infiere que si queremos contar con la simpatfa de nuestros semejantes, hemos de hacer un esfuerzo mayor para domefiarlos. Esta disciplina ha de estar orientada, sin embargo, por Ja naturaleza del fin que se persigue. El freno desproporcionado de determinados impulsos esti predestinado a ocasionar mas dafio que beneficio. Pues existe toda una categoria de objetos que permiten esa actuacién de las motiva- ciones egofstas en un grado muy fuerte, hasta el extremo que cohi- birlas, mds alla de un cierto limite, ocasiona perturbacién, en lugar de precaverla. No sélo la prosecucién de esas motivaciones se justifica moralmente, sino que su natural curso se considera beneficioso y ne- cesario. Entre esas finalidades hemos de contar el cultivo del honor y el esfuerzo que aumenta el patrimonio y fomenta el bienestar. La laxitud en la persecucién de cierta clase de finalidades hemos de interpretarla mds bien como si fuera inmoral. La razén es que ese proceder no sélo perjudica al individuo, sino a la especie. En otros casos, los fines perseguidos por la naturaleza son tan importantes que ésta se ha servido despertar en los hombres apetitos casi irresistibles para el logro de aquéllos, o instintos de naturaleza tan primaria que apenas la mayor disciplina de la voluntad es capaz de cohibirlos. La finalidad que la naturaleza se propone se manifiesta ante el poder de la razén como completamente adecuada a la economia de una arqui- tectura sabiamente dispuesta; pero las fuerzas que promueven aque- Ios apetitos acttian antes de que el convencimiento otorgue su bene- placito, No sélo juzgamos de la propiedad o impropiedad de Jos sentimien- tos ajenos por su armonfa o disonancia con los nuestros, aspiramos Escaneado con CamScanner XXIT Gabriel Franco también a juzgar el mérito o demérito de Jas acciones extrafias, y entonces consideramos, no la causa, sino el fin. Los efectos benefi- ciosos 0 nocivos que la afeccién produce 0 pretende ocasionar. To- das las acciones capaces de suscitar sentimientos de gratitud las con- sideramos dignas de recompensa y merecedoras de encomio. En cambio, cuantas provocan resentimiento nos parecen vituperables y dignas de castigo. Hasta las personas més pobres se sienten inclinadas a dar lo poco que poseen cuando el favor recibido sacude en su intimidad mas _re- GOndita el sentimiento de gratitud. A la inversa, se puede haber caido en la abyeccién mis vil y no demorar un momento la accién punitiva, si se encuentra a nuestro alcance, o bien manifestar el mayor resenti- miento, aun cuando nos sintamos incapaces de procurar de inmediato una satisfaccién cumplida. Como dice Adam Smith, hay otras pasiones, adems de la gratitud y del resentimiento, que hace que nos interesemos en la felicidad o en la desgracia ajena; pero no hay ninguna que de un modo tan directo nos mueva a convertirnos en instrumentos de una o de otra. Para considerar una accién digna de gratitud y, por lo tanto, mere- cedora de aprobacién por parte de un agente que no sea el directa- mente afectado, es necesario considerar aquélla decorosa y aceptable. Un favor indigno podré ser objeto de accién de gracias y de un sen- timiento de gratitud por parte de quien lo recibe, pero no se puede esperar que provoque la misma reaccién en una persona honesta. Existe como un tipo medio de hombre —el famoso espectador im- parcial de la Teoria de los sentimientos morales— en condiciones de juzgar el decoro y la admisién o no admisién de las pasiones. Cuando cualquier persona imparcial las comparte y se solidariza ton_ejlas, podemos asegurar que llevan el marchamo de la simpatia. La conducta de un agente causante de un sentimiento de gratitud, no s6lo ha de ser ordenada teniendo en cuenta el fin solicitador, desde ¢l punto de vista de la eficacia, sino que ha de ser decorosa y decente. No basta considerar los resultados, porque los motivos tienen en este caso una importancia mucho mayor. La conducta indigna, pese a sus ventajas para determinadas personas, no implica una recompensa proporcionada al favor, Quien lo recibe puede ser muy liberal en la gratificacin; Pero no por eso se conmovera en lo mds minimo el dnimo del observador imparcial. No considerara la accién merecedora de gratitud, si se viera en esa tesitura, ni creer adecuada la gratifica- cién al mérito, Nuestro sentido de la bondad de ciertos actos, la posibilidad de juz- garlos meritorios, la conveniencia de recompensarlos adecuadamente, nace de esas emociones de simpatia lamadas gratitud y amor, No sélo Nos conmueve la situacién de la persona favorecida, sino que, trans- peor Pos enoaita de su reconocimiento, vamos en busca del jostrarle nuestra complacencia, Escaneado con CamScanner Estudio preliminar XXIII Juzgamos del demérito de una accién con arreglo a la simpatia que experimentamos por la persona que sufre bajo los efectos del resenti- miento. Esta clase de conmiseracién se contenta mucho menos con las impresiones superficiales de la ira o del reproche. Para participar en los sentimientos del ofendido es necesario aprobarlos antes como convenientes y adecuados al objeto promotor de ese estado. El sentir- nos conmovidos, como él se siente, supone una cierta correspondencia entre sus sentimientos y los nuestros, La aprobacién o la reprobacién no se limita a la conducta ajena. Los sentimientos de esa naturaleza revierten sobre nosotros mismos y proferimos juicios favorables o adversos a nuestras actuaciones, consi- derandolas, unas veces, dignas de loa, y otras, merecedoras de reproche. Aprobamos o reprobamos nuestra conducta proyectando nuestra per- sonalidad en un personaje imaginario, representante de 1a opinién ajena, y considerando entonces nuestro proceder tal como Io enjui- ciaria un hombre prudente, dotado de buen sentido. Le pedimos como prestada su capacidad de contemplar las cosas de una manera impar- cial, para saber si simpatiza o no cabalmente con las motivaciones determinantes de nuestro proceder. Nos transformamos en un 4rbitro incorruptible para saber si esta- mos observando 0 no las reglas del juego. Mientras no nos lame la atencién, presuponemos gozar de su simpatia. Con esta conciencia imaginaria desmenuzamos nuestras pasiones, perseguimos los motivos que las determinaron y las aprobamos por simpatia con el sentimiento aprobatorio de ese supuesto juez, insobornable en sus fallos y equita- tivo en sus sentencias. Participar en su reprobacién es tanto como condenarnos a nosotros mismos.21 La preocupacién por nuestra manera de comportarnos no ¢s un fenémeno capaz de manifestarse lejos del comercio de los hombres. La persona aislada, sin comunicacién con otros seres, no se detiene a pensar en el mérito o demérito de sus acciones. Necesita incorporarse a Ja sociedad para ver proyectada su conducta en el proceder de las dems gentes, Nuestros primeros juicios morales —como dice Adam Smith— se refieren a la indole y conducta de los otros, y con desenvol- tura observamos cémo la una y la otra nos afectan, Pero pronto ve~ mos como las demas gentes se toman iguales libertades respecto a nosotros, Comenzamos, pues, a considerar nuestras propias pasiones y conducta y a indagar lo que pueden parecer a la opinién ajena pen- sando Jo que a nosotros nos parecerian si estuviésemos en su lugar. Fingimos ser espectadores de nuestro propio comportamiento y pro- curamos imaginar el efecto que, bajo esta luz, produciria en nosotros. 21 Sobre el “espectador imparcial”, antecedentes y doctrina, consiiltese L. Li mentani, La morale della simpatia, saggio sopra l'etica di Adam Smith nella isto- ria del pensiero inglese, Genova, 1914, cap. IIT y las notas a ese capitulo. También J. Bonard, Philosophy and Political Economy, 1927, p. 166. Escaneado con CamScanner XxIV Gabriel Franco REGLAS MORALES DE CARACTER GENERAL El andlisis del comportamiento ajeno nos Ileva de una manera in- sensible a sacar ciertas conclusiones sobre las cosas permisibles y ve- dadas; ‘sobre las actuaciones convenientes y las que estan mal vistas. Este es el proceso seguido en su formacién por las reglas generales de la moralidad. Son como una recapitulacién de lo que, en cada caso concreto, aprueba o rechaza nuestro sentimiento ético y el sentido del mérito y del demérito. Son reglas fundadas en la experiencia, tienen un cardcter empirico y no se desprenden de unos cuantos principios racionales. Cuando se han consolidado en el transcurso del tiempo y han sido establecidas por la concurrencia en los sentimientos aprobatorios o de reprobacién correspondientes a miles y miles de casos concretos, es frecuente que acudamos a ellas como normas de juicio. Buscamos la adecuacion 0 no del caso concreto a la norma establecida. La mayor parte de los seres humanos regulan su conducta de acuer- do con esas normas generales formadas por la coincidencia en Ia apre- ciacién de la manera como se comportan los individuos en Ia brega colectiva. Aun cuando tienen su raiz en la simpatia, ésta se pule con el contacto social, y la afirmacién de que es necesario que nuestra conducta se refleje en los demas, como si fuera un espejo, coloca un acento social en la Teoria de los sentimientos morales. Sin esa asis- tencia mutua derivada de la convivencia no es posible que juzguemos adecuadamente del mérito y del demérito, ni otras propiedades mo- rales. La existencia de la sociedad humana depende del respeto a €s0s cénones. No van acompafiados de coaccién externa; pero tienen una indole normativa y su transgresién aparece a nuestros ojos como algo vituperable y digno de censura. En la primera edicién de su Teorta de los sentimientos morales se expresaba diciendo que debia- mos considerarlos como si fueran mandamientos y leyes de la divini- dad promulgados por esos vicerregentes de sus mandatos que somos nosotros mismos. La mayor parte de los hombres, sin embargo, les prestan una adhesion puramente formal y son pocos los virtuosos que Jas erigen en pauta de su comportamiento. En todo caso, no alcanzan aquella precisién caracter{stica de las normas de justicia. LA JUSTICIA, CIMIENTO DEL ORDEN SOCIAL La justicia es una pieza maestra en la filosof{a social de Adam Smith. La sociedad puede quizd subsistir movida por razones exclusivamente altruistas, pero, aun en ese evento, es necesario que los hombres no se causen dafio unos a otros. Cuando se oscurece Ia justicia, todo el or- den social, tan sabiamente dispuesto, se desmorona y arruina. Mas por importante que sea este sentimiento, no, surge de una manera inmediata. Arranca en ultima instancia de la simpatia y es en ese Escaneado con CamScanner Estudio preliminar xxv manantial escondido donde se halla el fundamento de lo justo. Como dice Jodl, en este aspecto, no sdlo perfeccioné el profesor de Glasgow los puntos de vista parciales de sus predecesores, sino que superé la construccién de Hume, constituyendo sus ensefianzas una contribu- cién meritoria a la historia de la ética. Las normas morales llevan implicito un cierto sentimiento del de- ber y no vinculan por las consecuencias meramente utilitarias, se- cuelas de transgredirlas, Antes de que formulasen en los cédigos las normas punitivas, protectoras del orden social, ya existia en el 4nimo del hombre un profundo sentimiento de repulsa en presencia del per- jurio, del homicidio y del robo. Este es un punto en el que Onken®? advierte una coincidencia entre cl pensamiento de Smith y el de Kant. Por el contrario, Bonard piensa que la fuente de esa concep- cién del deber se halla mas lejos, en Grecia, en la doctrina de los estoicos.* El autor antes citado, Jodl, cree que el cardcter empirico de la ética escocesa excluye todo acuerdo con los postulados de gene- ralidad y de necesidad inherentes a la escuela racionalista. “La ley moral no es desde un principio un imperativo categérico de caracter innato, enraizado en la naturaleza del hombre, sino producto de cada uno de los seres humanos, y aqui es donde radica, a pesar de todas las analogias, la diferencia esencial respecto a Kant.” 24 El observador imparcial, agrega este sabio historiador de las doctrinas morales, la voz de la conciencia, la tiene que crear cada uno de nosotros por su cuenta y riesgo.25 EL SISTEMA DE LA LIBERTAD NATURAL La economia se regula por su propia virtud y es una parte de ese orden, denominado por Smith el sistema sencillo de la libertad natu- ral. Es suficiente que dejemos al hombre abandonado a su iniciativa, para que al perseguir su propio interés promueva el de los demas. La naturaleza encomienda a cada uno de nosotros el cuidadc de sus ne- gocios en la inteligencia de que nadie es mds capaz que el propio in- teresado para juzgar lo que le conviene en cada caso concreto. Pero Jas cosas se encuentran dispuestas de tal forma que buscando nuestro bienestar y nuestro acomodo, sin pretenderlo, promovemos la satis faccién de las necesidades ajenas mejor que pudiera hacerlo el go- bierno mds previsor y prudente, El rico y poderoso suele gastar la mayor parte de su fortuna en regalo de sus sentidos, en ostentacién y boato. Sin embargo, la fuerza misma de su riqueza le obliga a com- partir la abundancia con los demas. ‘Los ricos escogen del montén sélo lo més preciado y agradable. Consumen poco mas que el pobre, 22 A, Onken, Adam Smith und Immanuel Kant, Leiptig, 1877, . 23 J. Bonard, op. cit., p. 169. 24 Jodl, Geschichte der Ethik, vol. 1, p. 362. 25 Ibid, Escaneado con CamScanner XXVI Gabriel Franco y a pesar de su egoismo y rapacidad natural, y aunque sélo procuran su propia conveniencia, y lo tinico que se proponen con el trabajo de esos miles de hombres a los que dan empleo es la satisfaccién de sus vanos € insaciables deseos, dividen con el pobre el producto de todos sus progresos. Son conducidos por una mano invisible que los hace distribuir las cosas necesarias de 1a vida casi de la misma manera que habrian sido distribuidas si la tierra hubiera estado repartida en par- tes iguales entre todos sus habitantes; y asi, sin proponérselo, sin saberlo, promueven e! interés de la sociedad y proporcionan medios para la multiplicacién de la especi ath Este parrafo, tantas veces citado, es una manifestacién elocuente del deismo de Smith y de su concepcidn providencialista. La interpre- tacién de los fendmenos econdmicos no se puede considerar, en consecuencia, mecdnica y causal. El interés privado es el motor fundamental de la vida econémica; pero se halla domesticado en sus extralimitaciones por onsideraciones de justicia, Por otra par- te, no es un factor exclusivo. Existen otras motivaciones en los afa- nes econdmicos; pero, de momento, nuestro autor quiso dejarlas a un lado, para perseguir los efectos de aquél a través de los negocios y del comercio. ; Con razén se ha dicho que la Investigacién' sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones se deberia llamar mds bien ‘“‘in- vestigacién sobre las causas de la riqueza, sin hablar de la naturaleza de la misma”. En efecto, poco espacio es el que se dedica en la obra smithiana al estudio de la naturaleza de la riqueza. El consumidor ocupa lugar preferente, pero apenas habla este personaje, y de sus necesidades nada sabemos. En las Lectures, en cambio, se les concede mds importancia y todo hace suponer que las analizaba con cierta amplitud en el curso de sus explicaciones. La biblia de Ja economia clisica se abre con una cierta posicién de principio frente al pensamiento de los fisidcratas y de los mercanti- listas. La riqueza no consiste en los metales preciosos, como pensaban éstos, y tampoco es sélo productiva la naturaleza, El trabajo es la clave de Ja riqueza y proporciona el fondo que suministra todas las cosas que son necesayias y utiles, La productividad de] trabajo se halla condicionada por su division, y el grado de su desarro}lo es un Indice del rendimiento del esfuerzo. Este fenémeno es como el pértico de La riqueza de las naciones. Gra- cias a Ja divisién del trabajo se potencia extraordinariamente el ren- dimiento del hombre y se nos presenta la sociedad por su ministerio como un inmenso sistema de cooperacién, en el que cada uno no pro- duce lo que necesita para si mismo, sino lo que reclaman los demas. En vano esperamos de los otros cuanto hemos menester apelando a su benevolencia, pero todo se alcanza lamando a la puerta de sus 28 Theory of Moral Sentiments, parte cuatta, cap, I. Escaneado con CamScanner Estudio preliminar xxvil intereses y reclamando Jo que necesitamos a cambio de lo que los de- mas necesitan.27 La division del trabajo tiene su origen en una cierta tendencia que convida al hombre a cambiar una cosas por otras con sus semejan- tes. El individuo propende al trueque de una manera elemental, como movido por una inclinacién primaria. Para el economista escocés esa propensién tiene un origen psicoldgico. En el fondo, no es sino un resorte mis, estrechamente emparentado con el interés personal, que le lleva a conseguir por ese procedimiento una satisfaccién mas cum- plida de sus necesidades. La divisién del trabajo se encuentra limitada por Ja extensién del mercado, y ésta, a su vez, por la abundancia de capital, que dlepende del ahorro. Y nuevamente tropezamos con el interés personal, con el deseo innato en todo hombre de mejorar su condicién. Vemos en- tonces cémo la prosperidad material depende del capital y cémo éste se acrecienta por medio de la parsimonia. “El principio que estimula el ahorro es el deseo de mejorar de condicién, deseo que si bien gene- ralmente se manifiesta en forma serena y desapasionada, arraiga en nosotros desde el'nacimiento y nos acompafia hasta la tumba.” 2° Po- dri haber prédigos que dilapiden su fortuna, pero su mimero es tan escaso que su conducta insensata nada cuenta en la marcha conjunta de miles de voluntades que por caminos distintos enriquecen el acervo de todos. Ex MEropo Vemos, pues, cémo Adam Smith emplea el método abstracto, el proce- dimiento deductivo. Separa todas las motivaciones y deja que actie sélo el interés personal. No desconoce la importancia de los otros factores coadyuvantes de las acciones humanas en el mundo de la riqueza. Los inmoviliza, empero, mentalmente, para ver hasta dénde Hegan los hombres impulsados por aquel acicate, La fuerza de esos otros elementos se manifiesta de una manera esporddica, Unas veces vigorosamente; otras, de un modo apenas perceptible, El interés per- sonal, por el contrario, es un factor constante en el mundo de los negocios, Podrd a veces filtrarse bajo las arenas del cauce, pero pro- bablemente reaparecerd mas lejos, prosiguiendo su marcha sin des canso. Ahora bien, para seguir a Smith, precisa aceptar sus supuestos. En cuanto los perdemos de vista nos extraviamos, confundidos por una critica tan superficial como desprovista «le consistencia. No ignoraba el tratadista de moral la importancia del honor, la fuerza de la costumbre, la consideracién del nacimiento, el respeto a la edad y otros tantos factores activos en la vida de la produccién y del comercio, Sabia muy bien que los salarios tienden a igualarse, % La riqueza de las naciones, lib. 1, cap. II, p. 17- 28 [bid., lib. I, cap. II, p. 16. 29 Ibid., lib. II, cap. IML, p- g09- Escaneado con CamScanner XXVIII Gabriel Franco pero consciente de sus diferencias, sefiala sus variaciones iy descubre, entre los origenes de sus desigualdades, muchas circunstancias extrafias al interés personal. Par otra parte, se muestra disconforme con el trabajo a destajo, porque la razén y la humanidad rechazan el esfuer- zo excesivo y se sobreponen a la emulacién y a Ja ganancia, El patriarca de la economia hizo uso del método deductivo en sus investigaciones indiscutiblemente, aun cuando no lo aplicé de un modo exclusivo, Las conclusiones no se deducen de unas cuantas pre- misas con la pretensién de darlas por sentadas de un modo inmediato. Tan pronto como se llega a ellas, sigue la labor de contraste. Se con- frontan con la realidad, se compaginan con la historia, se compulsan con los hechos, y sélo después de realizada esta verificacién se incor- poran a la encuesta. El elemento histérico se enlaza con el dogmitico en la parte meto- doldgica. Fue mds bien Ricardo, y no Adam Smith, quien empled en toda su pureza el aparato deductivo. Los discipulos del primero de esos escritores prosiguieron la labor del maestro y alguno de ellos pre- senté la economia como una especie de crematistica, sin otra misién que la de ensefiar a los hombres el camino de la riqueza, partiendo de unos cuantos principios elementales y sencillos. Guillermo Roscher, uno de los fundadores de la escuela histérica, defiende al enemigo irreconciliable del mercantilismo contra los ata- ques de Federico List, el impugnador del librecambio, y dice “jde qué manera tan excelente ha tratado Adam Smith los periodos del desarrollo en la historia del salario y descrito las distintas clases de colonias!” 3° Hasbach insiste en que empleé el gran pensador escocés ambos mé- todos, la induccién y la deduccién, en sus investigaciones econémicas. E! principio del interés personal lo descubre en una motivacién psi- colégica y los andlisis de esta naturaleza abundan a lo largo de La riqueza de las naciones. En otro sentido, la importancia de los facto- res humanos en el estudio de politica colonial se destacan con firme- za, y se subrayan muchos errores del gobierno por haber olvidado ciertas reacciones que no tienen su origen en consideraciones pura- mente utilitarias, Quiz4, como dice el autor antes citado, no emplea la induccién cuidadosamente, ni la deduccién de una manera per- fecta, Mas tampoco se propuso crear un sistema arménico y cerrado. La obra de Smith no es sistemética, La polémica campea a sus an- chas, y muchas veces el abogado de una causa recurre a todos los ar- gumentos sin reparar en Ja trabazén légica capaz de concertarlos. La falsa interpretacién de que ha sido victima el profesor de Glas- Gow reposa, segun Mombert,*! en que la critica se ha fijado princi- palmente en los libros primero y segundo, concebidos de una forma . °° Roscher, en su critica del Sistema de economia nacional de List, en Gét- linger Gelehrter Anzeiger, 1842, SP. Mombert, Geschichte der National Ockonomie, 1927,-pp. 251 5, Escaneado con CamScanner Estudio preliminar XxIx mas dogmatica y abstracta que los restantes. Los principios de su obra imperecedera se hallan condicionados por circunstancias histé- ricas; sdlo son validos en el cuadro de los supuestos, y cuando éstos se modifican, cambia la trayectoria. El capital y el trabajo se han de mover libremente de un punto a otro, se da por supuesta la ocupacién total de los factores de la produccién, y se presupone el reparto de las primeras materias en el campo internacional, libre de toda clase de trabas. El gobierno, por su parte, no debe intervenir en negocios ajenos a su cuidado. Ahora bien, las fuerzas determinantes de este mundo de los nego- cios estan operando siempre. En otro caso, como dice el autor de La riqueza de las naciones, no hubiera habido progreso.*? La fuerza de las reglamentaciones puede ser, no obstante, tan poderosa que desvie su paso natural. E] automatismo econémico es un hecho comprobado. Basta observar las fuerzas operantes en el mercado, cuando existe un régimen de libre competencia, para descubrir la inclinacién al equi- librio. Los trastornos pueden ser momentdneos, pero, en los periodos Jargos, no cabe desconocer la importancia de los factores de reajuste, siempre alerta y propicios a dejar sentir sus efectos, Al finalizar el libro cuarto de La riqueza de las naciones, después de rechazar los intentos llamados a favorecer un sistema econdémico con preferencia a otros, y decir que el hombre, mientras no viole las eyes de la justicia, se halla en perfecta libertad para perseguir su propio interés y competir en el campo de la industria y de la inversion con otras personas, pasa a hablar de cudles son las obligaciones del Soberano. El automatismo y el libre juego de las fuerzas econémicas le dispensa de muchos menesteres incompatibles con las funciones de gobierno: “Seguin el sistema de la libertad natural, el Soberano tinica- mente tiene tres deberes que cumplir, los tres muy importantes, pero claros e inteligibles al intelecto humano: el primero, defender a la sociedad contra la violencia e invasién de otras sociedades indepen- dientes; el segundo, proteger en lo posible a cada uno de los miem- bros de la sociedad de la violencia y de la opresién de que pudiera ser victima por parte de otros individuos de esa misma sociedad, esta- bleciendo una recta administracién de justicia; y el tercero, erigir y mantener ciertas obras y establecimientos publicos cuya ereccién y sostenimiento no pueden interesar a un individuo 0 a un pequeiio mimero de ellos, porque las utilidades no compensan los gastos que pudiera haber hecho una persona o un grupo de éstas, aun cuando sean frecuentemente muy remuneradoras para el gran cuerpo social.” 3 Este es otro de los aspectos de la obra de Smith falsamente interpre- tado, Se le ha presentado como el defensor del Estado gendarme, que limita sus actuaciones a preservar el orden, Sin embargo, ese pasaje, en el cual nos dice cémo el gobierno debe tomar a su cargo 82 La riqueza de las naciones, lib. IV, cap. 1X, p. 601. 88 Ibid,, lib. IV, cap. IX, pp. 6125. Escaneado con CamScanner XXX Gabriel Franco Ja construccién y conservacién de aquellas instalaciones que interesan a Ia colectividad y rebasan Ja fuerza o las conveniencias de los parti- culares, es un portillo abierto al intervencionismo. Porque ¢cudntos no son los servicios imprescindibles, titiles y necesarios, desde un pun- to de vista social, que no se pueden encomendar a Ia iniciativa pri- vada? La intervencién del Estado no se limita solamente a Ia cons- truccién de caminos y otras clases de obras publicas. Adam Smith panegirista de la division del trabajo, clave de la vida econdmica, reconoce sus peligros. Sabe muy bien cémo llevado a limites extremos recorta las facultades del individuo y le incapacita para pasar ficilmente de un empleo a otro. Por eso considera necesa- ria la intervencién del Estado en cuestiones de educacién, sustituyen- do a la iniciativa privada cuantas veces se muestre incapaz de cumplir esa tutoria.# La intervencién en el campo religioso se deriva del deber inexcusable por parte del gobierno de garantizar la libertad de pensamiento de todos los ciudadanos, impidiendo que unos grupos sociales opriman a otros por razones de conciencia. La propia conser- vacidn del Estado aconseja limitar la influencia de aquellas confesio- nes cuyo poder absorbente llega en ocasiones a mediatizar la indepen- dencia del Soberano.35 El interés individual se ha de manifestar dentro del respeto a cier- tas normas y el propio Smith se escandaliza cuando piensa en que por consideraciones de indole doctrinal se ha de abstener el gobierno de intervenir en ciertos casos. Con ocasién de la politica de los bancos en el asunto de emisién de billetes, se expresa como sigue: “Estas re- glamentaciones pueden considerarse indiscutiblemente contrarias a la libertad natural. Pero el ejercicio de esta libertad por un contado niimero de personas, que puede amenazar la seguridad de la sociedad entera, puede y debe restringirse por la ley de cualquier Gobierno, desde el mds libre hasta el mds despético, La obligacién de construir muros para evitar la propagacién de los incendios es una violacion de la libertad natural, exactamente de la misma naturaleza que las regulaciones en el comercio bancario de que acabamos de hacer men- cién.” % Es, por Jo tanto, evidente que cuantas veces el interés indi- vidual se extralimita en sus actuaciones o resulta perjudicial para la sociedad, el gobierno debe intervenir para preservar las conveniencias del grupo, ADAM SMITH TEORICO Y PoLftico El libro cuarto de La riqueza de las naciones es un alegato formidable en favor del libre cambio y una critica corrosiva del sistema mercantil. Empero, no admitié aquél sin restricciones, Cree que éstas pueden estar dictadas por conveniencias mds altas, como son las consideracio- 34 Ibid,, Ii 85 Ibid., til V, cap. I, parte II, art. I, p, 687. V, cap. J, parte III, art, 1 . TT, cap. II, p. 29. Escaneado con CamScanner Estudio preliminar mek nes de defensa, El pasaje en que contrapone ésta a la opulencia es famoso entre otros muchos. El Estado debe hacer una excepcién y no comprar en el extranjero, a pesar de la baratura, aquellos pro- ductos imprescindibles por apreciaciones militares, Las industrias productoras de dichos articulos deben ser protegidas, para contar con su provisién en los momentos de apuros. Igual ocurre con las manufacturas que sin producir pertrechos militares trabajan, sin em- bargo, en ramos interesantes para la defensa del pais, Las disposiciones del Acta de Navegacién, consideradas como el exponente mas puro de la politica mercantilista, son alabadas por Adam Smith, consciente de su sabiduria, Pero donde resalta con mas vigor el eclecticismo de Smith es en aquel otro pasaje donde propugna un derecho de exportacién sobre Ja Jana, habida consideracién de los muchos brazos que ocupa la in- dustria de paiios y de su importancia nacional. Unas cuantas excep- ciones de este género, por parte de los demas paises, no cabe duda que significarian una concesién al mercantilismo, dando al traste con todos los buenos propésitos a favor del libre cambio. Rae, el bidgrafo de Adam Smith, se esfuerza en limar la importancia de ese pasaje, atribuyéndolo més a consideraciones financieras que a preocupacio- nes de politica econémica.3? Adam Smith no fue precisamente un doctrinario y por eso se abstuvo de Hevar hasta sus ultimas conclusiones los principios de la libertad natural. Tampoco se le puede considerar como un vocero de los industriales y de los comerciantes. Cuando escribié el autor que nos ocupa su libro famoso se habian producido muchos de los inventos Mamados a transformar radicalmente la industria inglesa. La Revolu- cién Industrial, sin embargo, no habia comenzado atin. Predominaba la pequefia industria manufacturera y el taller del artesano. El esta- tuto de aprendices, languideciente, no se habia abolido, y persistian muchas de Jas reglamentaciones en el sector de los negocios. Los industriales y los comerciantes eran proteccionistas en su inmensa mayoria y sdlo aspiraban a fortalecer sus privilegios y asegurar la exclusiva en el comercio con las colonias, extirpando en germen cual- quier conato de competencia extranjera, Ningin otro autor ha proferido palabras mas duras en aquella épo- ca contra Jas coaliciones de comerciantes y manufactureros, ni abogado con mas calor por los intereses de los agricultores y de los obreros, Presenta el salario, indudablemente, como si fuera un precio mas; pero también reconoce en ese estipendio el ingreso de la mayoria de la poblacién y, por tanto, sabe apuntar el interés que esto encierra desde un plano de consideracién social, Constantemente habla de los inte- reses de la gran masa del pueblo y, aunque parte del individuo en sus investigaciones, no se puede decir que la sociedad se integre para <1 por mera yuxtaposicién de sus elementos componentes. Esas fuerzas 31 Rae, op. cit,, p- 363. Escaneado con CamScanner XXXII Gabriel Franco individuales cooperan a la felicidad comin, y el bienestar del mayor mumero corre como vena subterrdnea por la entrafia de ese libro tan discutido y todavia repleto de ensefianzas utile El espiritu tolerante del sabio escocés se manifiesta constantemente, en sus concepciones éticas, en sus lucubraciones econémicas y en su manera de considerar el comportamiento humano. Su libro Teoria de los sentimientos morales es un compromiso en la historia de la fi- losofia moral de Escocia. Sus conceptos, por altos que fueran, no le hacfan perder de vista las imperfecciones de la vida practica, ni olvi- dar las pasiones de los hombres, ni Ja fuerza avasalladora de los inte- reses. El reconocimiento de sus duras limitaciones impuestas por las ambiciones de clase y el poco respeto a las instituciones, cuando se dispone de la fuerza, le Ievé a escribir aquel famoso pasaje sobre los. peligros que encierran los ejércitos permanentes cuando no se ven compensados por otros elementos que derivan su fuerza del prestigio, de la riqueza, de la tradicién y del culto a Jas familias reinantes.4% Cuando discute la politica a seguir en el problema de las colonias, el examen de los factores sociales, personales, humanos y econémicos, que yacen en el fondo de toda esa cuestién, se examinan de mano maestra, antes de aventurarse a proponer una solucién o dictar un compromiso. LA TRADUCCION ESPANOLA Esta nueva versién, creemos poder llamarla as{ por el hecho de ser completa y haber sometido a un cuidadoso cotejo cada uno de los parrafos de la anterior, reposa en la famosa edicién de Edwin Can- nan —cuyas notas, apostillas e indices hemos incorporado—, que 2 su vez descansa en Ja quinta inglesa, o sea la ultima publicada antes de la muerte del autor. El cotejo mencionado ha sido hecho mediante consulta a la traduc- cién de Garnier, revisada por Augusto Blanqui, la italiana de Cam- polongo y la alemana de Griinfeld. Quisiéramos agradecer, ademds, al Dr. Manuel Sanchez Sarto la tra- duccién de las notas y apostillas de Cannan, asi como la colaboracién que en todo momento ha prestado a la edicién de esta obra. GaBRIEL FRANCO Universidad de Puerto Rico 38 La riqueza de las naciones, lib. V, cap, I, parte I, p. 627. Escaneado con CamScanner INTRODUCCION DE MAX LERNER ALA EDICION DE LA MODERN LIBRARY Como todos los grandes libros, La riqueza de las naciones no es sélo el resultado de una mente privilegiada, sino de una época entera. El hombre que Ia escribié tenia experiencia, sabidurla, talento para el manejo de las palabras. Pero igualmente importante es el hecho de que, con estos dones, estuvo situado en el ocaso de una nueva ciencia y en la apertura de una era nueva para Europa. Lo que escribié era expresién de fuerzas que estaban actuando, en el tiempo mismo en que componia su obra, para modelar esa nueva y terrible especie —el homo oeconomicus—: el hombre econémico del mundo moderno. Uso este término no en el sentido de una abstraccién inerte, inventada por los tedricos de la economia para arruinar todos los propésitos de cambio social y que, en definitiva, los ha arruinado a ellos mismos. La empleo mds bien con respecto al hombre de negocios, vivo y hu- mano, en cuya defensa han escrito los economistas, y en interés del cual han inventado su abstraccién vacia. Todas las fuerzas que es taban en juego en Europa para crear al hombre de negocios, y la sociedad a la cual él vendria a dominar, estaban creando también el andamiaje de ideas e instituciones dentro del cual Adam Smith ibié su libro. Esta obra, aun en plena conciencia de que un buen giro traia otro consigo, Ilegé a crear, a su manera, un poderoso influjo para llevar adelante el fruto de aquellas fuerzas. Asi ocurre en la Historia. Una sociedad nueva, que emerge de la concha de otra anti- gua, crea una estructura dentro de la cual puede realizar su obra un gran pensador o un gran artista, y esta obra, a su vez, sirve para des- trozar finalmente la concha de la sociedad vieja, y para perfeccionar y hacer mis firmes los rasgos de la nueva, As{ ocurrié con El Principe de Maquiavelo, con La riqueza de las naciones de Adam Smith, con El Capital de Carlos Marx. He aqui por qué los argumentos de todos los estudiosos que han ido rastredndolos, tratando de determinar hasta qué punto fue o1 ginal Adam Smith, son futiles por definicién, Ninguna mente pri legiada cuyas ideas resumen una edad e influyen en las masas y movimientos venideros es, en puridad, original. La riqueza de las naciones' es indudablemente la obra fundamental del pensamiento econémico moderno, Podemos despedazarla, sin embargo, y encon- xxxut Escaneado con CamScanner ‘XXXIV Max Lerner traremos que nada hay en ella que no hubiéramos podido encontrar en Ia literatura precedente, y nada de lo que ella resulta ha dejado de ser subrayado en gran escala por la literatura subsiguiente. Lo que en efecto cuenta no es el hecho de que las doctrinas particulares estuvieron alguna vez radiantemente nuevas, o han sufrido desde en- tonces los embates del tiempo. Lo que cuenta es la obra en su con- junto —su propésito, su concepeidn y ejecucién, el espiritu que la anima y el lugar que ocupa en la Historia. Ahi estd el nervio del problema. El libro constituye una extrafia mezcla: economia, filosoffa, historia, teorfa politica, programa de ac- cidn; un libro escrito por un hombre de vasta cultura y sutil perspi- cacia —un hombre con una mente que era una poderosa maquina analitica para cribar los materiales de sus cuadernos de notas, y una poderosa maquina sintética para agrupar de nuevo todas ellas en nue- vas y atrevidas combinaciones—. Smith era sensible a los elementos diversos del horizonte intelectual de sus dias. Como Marx mis tarde, no era un profesor de gabinete, aislado del mundo; todo él era ante- nas, que todo lo alcanzaban y absorbian. Escribié en las postrimerias de la Europa feudal, en el comienzo de un mundo moderno en el que todavia estaban supervivientes las instituciones feudales, con la tena- cidad que han mostrado siempre los intereses tradicionales y arraiga- dos. Contra esos intereses escribié su libro. Y el resultado ha sido que su obra no ha quedado solamente en Jos anaqueles de las biblio- tecas. Ha registrado numerosas ediciones y se ha traducido a casi todos los idiomas. Quienes la leyeron fueron principalmente los que habian de aprovechar su visién del mundo: la clase, en auge, de los hombres de negocios, sus comités politicos ejecutivos en los Parla- mentos del mundo, y sus comités ejecutivos intelectuales en las Aca- demias. Por conducto de ellos ha tenido una enorme influencia sobre las poblaciones subyacentes del mundo, aunque generalmente sean desconocidas para él. Por conducto de ellas ha tenido también una influencia enorme sobre la opinién econémica y la politica nacional. ‘Acaso ha hecho tanto como cualquier otro libro moderno, para mo- delar el paisaje entero de la vida, tal como hoy Ia vivimos. eQuién fue el hombre capaz de hacer todo eso? A primera vista Adam Smith aparece solamente como un callado profesor escocés de Filosofia moral, cohibido y ausente, un hombre gentil de cuya pluma brota dinamita, Su carrera no tuvo nada de extraordinario, salvo que a la edad de diez afios fue raptado por una banda de gitanos, y sélo con dificultad devuelto a su familia, Cualquier otra aventura durante el resto de su vida habia de fincar en el peligroso viaje de la mente, més bien que en las glorias o desastres de una real carrera de aven- turas. Vivié la infancia escocesa tradicional en una sobria familia: pasé los afios acostumbrados en Oxford —afios que sirvieron como base para el cdustico ataque a las Universidades que encontraremos en estas paginas—; apacigué sus preocupaciones del periodo tradicional Escaneado con CamScanner Antroduccién XXXV mientras esperaba su nombramiento para una Universidad adecuada; fue nombrado profesor de Légica y luego de Filosofia moral en Glas- gow, dio lecciones sobre Teologia, Etica, Jurisprudencia y Economia politica, a estudiantes mas ocupados por prosperar en el seno de una pujante clase mercantil, que por la filosoffa moral; escribié un libro titulado La teoria de los sentimientos morales, que hizo mucho rui- do en su tiempo, y como explicaba la psicologia social de la conducta humana en términos de un sentimiento de simpatfa, dio mucho que hablar y fue muy leido en los circulos distinguidos en todo el ambito de las Islas Briténicas, Renuncié a su puesto en la Universidad para viajar como tutor con el hijastro del famoso colonialista Charles Townshend —el joven duque de Buccleugh—, y permanecié con él afio y medio en Toulouse y un afio en Paris; empezé, durante la gira, un tratado sobre economia, termindndolo diez afios después de su vegreso a Escocia; finalmente publicé su tratado en 1736, bajo el ti- tulo de La riqueza de las naciones y vivid el resto de su vida como Comisionado de Aduanas en Edimburgo, en una gran placidez, con su madre y una prima soltera. Esta es una versién de Adam Smith, y bastante veraz, pero sélo nos ofrece la verdad a medias. Hace falta fijarnos en la otra mitad, para completar el cuadro. Adam Smith estaba siempre alerta a lo que ocurria en el mundo, Era bastante heterodoxo para recordar con pasién cudn futil era la ensefianza universitaria tradicional, que re- cibié en Oxford. En su propia labor docente, aunque la elocuencia no era su fuerte, pudo comunicar a los estudiantes su propio fervor por las ideas. De sus lecciones de Jurisprudencia, John Rae, su bid- grafo, nos dice que el curso “ensefié a pensar a los jévenes. Sus opi- niones se convirtieron en temas de discusién general. Las materias que él profesaba se pusieron de moda en la ciudad... Efigies suyas aparecieron en los escaparates de los libreros, y las peculiaridades de su voz y de su pronunciacién recibieron el homenaje de ser imitadas”. La doctrina que él estaba ensefiando —preciso es recordarlo, una nueva doctrina— era la del liberalismo econémico y la de la libertad de toda interferencia gubernamental. A esos dos puntos se refirieron inmediatamente, como consecuencia, los obstéculos y ventajas de la nueva doctrina; chocé contra la hostilidad de quienes se atrinchera- ban en la tradicién, y gusté el aplauso de quienes habian de ganar con Ja innovacién, Smith mismo no era un recluso, en modo alguno. La tutela que le ofrecieron fue lucrativa; sin embargo, el abandono de su cdtedra universitaria implicaba un riesgo. Que se apartara de ella es buena prueba de su impaciente deseo por explorar los con- flictos de la nueva sociedad europea. Fue amigo de Hume, y en Francia encontré por afiadidura a Quesnay, Turgot, D’Alembert, Helvetius, los fisiécratas que estaban modelando una nueva y apa- sionante ciencia econémica, y los Philosophes que, a base de los mate- tiales de la vida racional, creaban instrumentos para sacudir las Escaneado con CamScanner XXXVI Max Lerner instituciones arrumbadas ¢ irracionales. Smith mantuvo abiertos sus ‘ojos y sus ofdos; tenfa siempre a mano sus libros de apuntes; fue muy cuidadoso en ocultar sus caprichos. Comenzé a escribir sus lec- ciones sobre Econom{a politica, como anteriormente habia hecho en sus lecciones sobre Filosofia moral. Pero ahora era algo distinto. No se trataba de regresar a los primeros principios, hilar después el resto derivandolo de la propia entrafia filosdfica. Habla aqui algo que daba orden e importancia al mundo mercantil recién emergido, yal mundo de la industria, también en el orto, Habla algo que podia ser usado en la lucha contra los vestigios lamentables y obstructivos de una sociedad gobernada por una aristocracia feudal. Smith tem- blaba por anticipado, y no podia por menos de comunicar su entu- siasmo a los amigos. También ellos temblaban... y esperaban. Smith se reservé por diez afios mds. No queria ser precipitado en su tarea. Tenia que leer y observar mas atin. Metfa su nariz en libros viejos factorias nuevas, Se enfrascaba en largas excursiones por Ia historia de la acuiiacién de la plata, la economia de las instituciones eclesids- ticas, la historia cultural completa de Europa. Tenia que pulir su estilo pero, més atin, modelar y desarrollar en forma exhaustiva un nuevo modo de ver las cosas: el dificil punto de vista econémico. Por encima de todo habia de evitar que su obra fuera una mera construc- cién te6rica; tenia que ocuparse de las cuestiones candentes de Ia po- litica econémica nacional e internacional de su tiempo. En conse- cuencia, cuando el libro se terminé era mds que un libro; era el sumario de una nueva conciencia europea. Los principios basicos que Smith incorporé a su libro los hallaréis explicados en todas las historias del pensamiento econémico. Lo que no encontraréis es la pericia, la gracia, la grandeza con que teji principios en la trama de sus capitulos. Los principios son sencillos. En primer lugar, Smith supone que el impulso psicoldgico primordial en el hombre, como ser econémico, es el afin de lucro. En segundo término supone la existencia de un orden natural en el universo, conforme al cual todos los empefios individuales, en el sentido del egoismo, se conjugan para componer el bien social. Por tltimo, sobre la base de estos postulados, concluye que el mejor programa consiste en dejar que el proceso econémico siga por su cuenta; una tesis que ha Iegado a ser conocida como laissez faire, liberalismo econémico o no intervencionismo, Todo esto es, ahora, bastante familiar, Gracias al libro de Smith se ha convertido en una parte de la estructura de nuestras creencias, a menudo inconscientes, y sélo ahora empieza a decaer su prestigio. Del primer postulado de Smith precisa afirmar que si bien es en buena parte una abstraccién de la experiencia, como se deleitan en afir- mar los economistas de la escuela institucional, la experiencia de la cual ha sido abstraida, contribuyé mucho para comprobarlo. La opinién segin la cual el hombre es un autémata econémico es una Escaneado con CamScanner Introduccion XXXVIT idea evidentemente simplificada en exceso. En cambio, aquella otra opinién que hace de él un buscador testarudo y depredatorio de su propio lucro, si contemplamos retrospectivamente la historia de la empresa econémica, estd ampliamente justificada. En efecto, lo que hemos aprendido es que no se trata de un rasgo innato o universal, sino de parte de un método histérico para organizar la vida de la economia. En cuanto al segundo postulado de Smith —que existe un “orden natural”, en virtud del cual la prosecucién del propio interés por cada individuo contribuye, en ultimo término, al bien- estar social—, se ha situado fuera del reino de la ciencia o de la comprobacién histérica, y debe establecerse como un principio car- dinal de la fe de la época. Tal como ha subrayado Karl Becker, el “orden natural” que postularon los fildsofos del siglo xvi, con objeto de luchar del mejor modo contra las instituciones eclesidsticas y el oscurantismo politico de sus dias, se convirtié, por si mismo, en un manantial de fe cuasi teolégica y de oscurantismo. La conclusién que Smith extrajo de estos postulados es bastante simple. Puesto que exis- te un orden natural mediante el cual el ego{smo luminoso de todos los hombres se agrega para conseguir el m4ximo bien de la sociedad; puesto que existe una “mano divina” que guia a cada hombre a la obtencién de su propio lucro, para contribuir al bienestar social, la consecuencia clara es que el Gobierno resulta superfluo, salvo para mantener el orden y realizar ciertas funciones de rutina, El mejor Gobierno es el Gobierno que gobierna menos. La mejor politica eco- némica es la que brota de la accién espontanea e imperturbada de los individuos. Reconocemos en ello, en efecto, la economia capita- lista individual y sin reglas, lo que Carlyle ha definido, de modo inolvidable, como “anarquia mds un guardidn del orden”. Consideramos necesaria una advertencia. Del hecho de que el sis- tema intelectual de Smith pueda ser presentado en una ordenada secuencia, desde los postulados hasta la conclusién, no debemos inferir que Ilegé a trazarlo siguiendo la misma secuencia. Es mucho mis pro- bable, como ocurre con casi todas las estructuras intelectuales, que en lugar de que el programa de Smith fluyera de sus principios, fueran sus principios los que fluyeran de su programa. ¥1 no partié de ver- dades relativas a la conducta humana y al orden natural, para llegar al liberalismo econémico. John Morris Clark sugiere que su sistema puede ser mejor comprendido en términos de aquello contra lo cual es- taba reaccionando. Y es verdad que el sistema de pensamiento de Smith adquirié sus perfiles en su intensa reaccién contra el minucioso apa- rato de control que las instituciones feudales y mercantilistas supervi- vientes estaban imponiendo al individuo, La necesidad de acabar con esos controles fue el leitmotiv de la obra de Smith. Fue la respuesta que dicho tema encontré en la clase mercantil e industrial de Europa lo que procuré a La riqueza de las naciones su enorme impacto sobre el pensamiento occidental y las instituciones occidentales. Harold Escaneado con CamScanner

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