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Manuel Francisco Artiles LA ACTITUD PSICOTERAPEUTICA —En torno a Carl Rogers — Editorial BONUM ‘Maipét tienos Aires Disefto de la tapa: Manuel Alfaro © Copyright 1975 by Editorial BONUM SACL. Maipii 859 - Buenos Aixes Argentina Queda hecho el depésito que previene Ja ley 11.723 INTRODUCCION fomos gustado a las horas del milagro, de cierte com lidad de las relasiones humanas que, para nosotros, es We verdad.” (“Lette 2 un hotage", Antoine do Saint Expéry.) Tenaces rehenes de nosotros mismos, sentimos también como un oscuro y 4 menudo inadvertido milagro cotidiano la deslum- brante verdad que oeulta Ia relacién humana cuando se nos apa rece como un encuentro. Las paginas siguientes serdn, en realidad, testimonio personal de esa verdud. Ante todo, un encuentro con el pensamiento de Carl Rogers, a través del cual estalla lo vivo de su persona; luego un encuentro o, mejor, una bisqueda de encuentro simplemente con el hombre. Asi hemos entendido y tratado de vivir el pensar y el quehacer psicoterapéutica, En esto creemos que puede del mismo modo resumirse el camino elabo- rado ¥ propuesto por Rogers. Encontrarnos mutuamente y en« contrindonos hacernos solidariamente; mds alld de todo regusto literario, de adscripciones filoséficas o psicolégicas, por el hecho elemental de estar todos aqui, desde milenios, debatiéndonos unos contra otros en la desconfianza, la opresién, ld muerte, en todas sus formas. z Carl Rogers nos abre un sendero cimentado en Ia solides que la ciencia puede aleanzar y nos sugiere la actisd humana para recorrerlo. Como psicéloyo, psicoterapeuta y educador, in- tenta, en la linea de otros muchos, poner el esfuerso sistemético de operacién y reflexién —que denominamos ciencia— al servi- cio de los hombres. Su figura es la de un maestro pero que, [iel 4 sus propias conclusiones, no desea tener discépulos sino hacer que quienes pretenden ser, de alguna manera, eco suyo, asunan Ja responsabilidad de huverse maestros de si mismos, alejados de la tentacién enajenadora que pudiera hacerlos someterse a su ‘ensefianza, EL mismo lo hizo explicito en una comunicacién personal escribiendo: “‘veo mis propios escritos como estimulando o la 5 gente hacia nuevos modos de ver la realidad terapéutica, pero no Tepresentando lo que deberian. hacer”. Una libertad para la creatividad y una confianza en la mis- ma es lo que propone. Ni falsas ortodoxias, ni acomodaticios eclecticismos, menos atin, excusantes “principios” que enmasca- ran incapacidad 0 ignorancia. Rogers presenta una determinada vision del hombre, del sano y et “enfermo”, de las caminos te- rapéuticos que pueden auxiliar, de los métodos cientificos que los fundamentan, de las aplicaciones posibles de su visién a distintos modos de relacién humana. ¥ de todo esto tratard este libro, te- jiendo al mismo tiempo en ese cafamazo las perspectivas que personalmente podemos aportar como fruto de nuestra reflexién y actividad, en relacién a ese telin de fondo constituido por la ‘actitud psicoterapéutica, Diez aios hace ya que hemos tratado cotidianamente por medio de la tarea terapéutica y la docencia, de aplicar y desarr Uar la orientacién rogeriana en nuestro medio, Con. satisfacci advertimos en los muy iiltimas aos que su pensamiento comienza 4 penetrar entre nosotros. Las distintas ediciones de algunas de sus obras y las de sus divulgadores son hoy una realidad asequi- ble y en creciente difusién. Nuestro “encuentro” con Carl Rogers sucedié en. 1962, eur sando estulios en. Paris, al editarse, por pedido del conocido psi- edlogo belga Joseph Nuttin, una obra original en francés, “Psy- chotherapic et relations humaines” que vino a confirmar y dar forma a ciertas intuiciones personales, Al afio siguiente es lanzado alos medios franceses, a través de Ia traduccién del articulo suyo “La relation therapeutique: les bases de son efficacité” que enca- beza el niimero 224 del “Bulletin de Psychologie” de la Sorbona? Alli estampa una frase que lo define personalmente: “Segiin mi modo de sentir, la naturaleza del encuentro es mas importante con el tiempo, que mi saber académico, mi informacién profesio- nal, mi orientacién de counseling y las téenicas de entrevista que 70 uiilice”. Ciertamente que una cosa no séto no excluye las otras, sino que las incluye, pero en definitiva lo que sustenta su eficacia real y projunda es la calidad humana de un encuentro que se preiende terapéutico. 1 Cart Rogers y G. Marian Kinget, vols, 1y If, Pars, Bitrice Nouwelaers, 1962, + Bulletin de Psychologie, Paris, 228, XVII, 1 de cetubre de 1963. 6 No intentaremos en estas paginas abarcar la obra de este autor, sino ceftirnos a ciertos puntos nucleares desde los cuales pueden irradiarse perspectivas operativas y tedricas que induidu- Blemente exceden mas de una vez los limites concretos en. los cuales Cart Rogers mismo, en nuestro conocimiento, haya podido expresarse hasta el presente. En. su orientacién intentamos nues- 10 propio camino aiin en evolucién y desarrollo continuo. AL invitar ala lectura no podemos dejar de lado la mencién de quienes de distinta manera estén presentes en estas paginas ¥ son su oculta trama humana, A mi esposa Lia, quien con su estimulante presencia perso- nal y su formacién filoséfica facilité la elaboracién de numero sas paginas; ul amigo, el doctor Jorge J. Sauri, quien alenté y alumbré desde sus comienzos mis reflexiones y mi tarea como terapeuta; a mis amigos-colaboradores-alumnos del CEPOR* en relacién con quienes voy elaborando desde hace aiios una expe- iencia de ln cual esta obra es fruto y reflejo. Manvet Francisco ARTILES 2) CEPOR, “Centro de Estudios Paiceligics de Orientacin Regeriana”. CAPITULO | CARL ROGERS: Su persona y su obra "Me encanta, tanto hacer brotar las cosas Tas plantas, como Ine ideas ¥ log sores Rumanos.” (C. Rogers) jardinero”. Esta afirmacion es Carl Rogers es un anciano mucho més seria de lo que podria aparentar, Anciano erguido en una potente y creativa madurez de 72 afios, nos lo muestra Jacques Mousseau en un iiltimo reportaje.' Inclinado sobre los canteros de su jardin japonés en un chalet californiano abierto al Pacifico, consuma una vida apasionadamente ligada a la psi- cologia, Ia. psicoterapia, 1a educacién, Desde sus comienzos en Golumbia, por el aio 1926, donde ingresa al Teacher's College de la universidad local, hasta el presente ha sido un solicito “cultivador” de Ia persona, y esa uetitud es la que lo define. No por casualidad uno de sus principios tedricos fundanientales exté dado por la palabra inglesa growth (desarrollo, crecimien- to, maduracién). En su vivir actual tal vez realiza cierta serena “sabiduria” que encarna las cepas diversas donde se amalgaman los injertos del eristianismo, del zen y de la investigacién cientifjea, que en su trayectoria personal pudieran en forma mis 0 menos impli- cita 0 explicita detectarse. Al hacer la crénica de su tempestuosa estadia en Paris en 1966, asistiendo a un coloquio promovido para “ofrlo”, Frédé- ric Gauscen, periodista de Le Monde, nos lo describe: “Al ofrlo ‘durante esas jornadas se hacia comprensible que con su tranquila seguridad este hombre ealuroso, con cierto aire de clérigo, apor- taba, més allii de una experiencia personal sumamente elabora- da, una brisa de frescura en las relaciones humanas, una deci- 1 Batrcten avec C. Rogers” en Peychologle, 86, enezo de 1979, ples. 57 & 65, Pants 3 ae fe 9 sién de hacerlas més cercanas y fraternales, junto a un deseo profundo por ayudar al hombre moderno a afrontar las muta- eiones suscitadas por él mismo”. Urge consagrar tanto tiempo y dinero a la liberacién de la persona como a la investigacién nuclear, “declara con un acento apasionado” 2 Rogers tiene una impactante presencia personal que irradia una rara combinacién de serenidad, benevolencia, ener ia y calidez. Afios atris el conocido J. C. Filloux lo decia en Buenos Aires, al dar una charla sobre 1a pedagogia rogeriana, coincidiendo con quienes lo han tratado personalmente o han visto y ofdo los films en Jos cuales muestra su prictiea tera péutica. En ese mismo coloquio hizo su presentacién personal di- ciendo: “Yo soy Carl Rogers y estoy aqui, ahora, No soy una autoridad, un nombre, un libro, una teorfa, una doctrina ... ¥ soy una persona muy imperfecta que trata de encontrar la ver- dad en el diffcil terreno de las relaciones humanas .. . ;Vamos a poder hablarnos, encontrarnos a la luz de la verdad, compartir algo juntos ... 2? ;No es esto un eco de Ia cita de SaintExupéry con que encabezamos el prologo de estas péginas? La biisqueda de un verdadero encuentro humano ha sido el eje de su pensa- miento y accién, mas allé de los roles, titulos y referencias, siempre ha considerado que lo tinieo “‘sanante” en todo vinculo Jnumano es el presentarse al otro tal como se es, desde el fondo de uno mismo. Asi traté de hacerlo en Paris, también en Jape ‘Australia, Bélgica u Holanda, alli, en fin, donde debié ir y pre- sentarse para hablar de To suyo. ¥ para él eso “suyo” es, antes que otra cosa, “aquello” que él es. “EI abismo lama al abismo”, expresa un viejo adagio latino, La persona es un abismo que invoca a Ta persona como otro abismo, Todo abismo esti Meno de fascinante misterio, Asi ve él la relacidn terapéutica, por ejem- plo, en un texto que resume sus alirmaciones y experiencias al respecto: “Este libro describe el sufrimiento y la esperanza, la ansiedad y Ta satisfaccién de la cual estd Ileno el consultorio de todo psivoterapeuta. Es la historia ‘iniea de la relacién que se forma entre cada terapeuta y su paciente, y la descripcién de Tos elementos comunes a todas esas relaciones. Este libro deseribiré 2 Andsé de Port Parfs, Epi, 1969, pig. 37. 27Op. el, pig. 34. ‘Les contradictions de ta coltore et de le pédagosie”, 10 Ja experiencia extremadamente personal de cada uno de nosotros. Se trata de un paciente que, sentado junto a nuestro eseritorio, fen mi consullorio, se esfuerza por ser él mismo, teniendo al mis- mo tiempo un miedo mortal por dejarse ser, alguicn que trata de ver su experiencia tal cual es, que quiere ser esa experiencia ‘cuando esa perspectiva lo aterroriza”, “En este libro se tratars también de mi, que estoy en com: de mi paciente, sentado frente a él, tomando parte tan in- yente como pueda, con toda mi sensibilidad, en la lucha que 6! Heva a cabo; se trata de mi, lamentando la humana debi- Tidad que me impide comprenderlo y aun a veces la pusibilidad para percibir la vida tal como a él le aparece, de todos esos obstéculos que eaen como pesadas piedras sobre la trama deli- cada y compleja de ese proceso de crecimiento que se esti rea zando, Se trataré de mi cuando me regocije con el privilegio de hacer nacer una personalidad nueva, asistiendo con un sen- timiento de temor misterioso a la emergencia de un ser, de una “persona, proveso de nacimiento en el cual yo jugué un rol im- portante y facilitador. Se tratard asimiemo del paciente y de mi, contemplando los dos la milagrosa emergeneia de las poderosas y organizadas fuerzas que aparecen en toda experiencia y que pa- recerian estar profundamente enraizadas en el universo entero”, “Este libro deseribiri, segin creo, Ia vida snisina, tal como se revela de manera deslumbrante en el curso del proceso tera- péutico, con su fucrza ciega y su inmenso pofencial de destruc- cién, pero también con su ineluctable tendencia hacia la madu- ‘racién, si las condiciones para tal maduracién se hallan reunidas”, “Todo esto tal vex procure a ustedes una idea de Jo que yo hago y de la manera cémo concibo mi tarea...”* Al redactar estas paginas, pensamos por muestra parte coin- cidir plenamente con el propésito de las tiltimas lineas de esta cita, Para quienes conoven ya lo rogeriano, el parrafo anterior les hace evidente una brillante sintesis do Jo que Rogers intenta comunicar. Quienes Jo desconocen, al terminar la lectura de este libro advertirén, tal vez, lo exacto de esa apreciacidn, si real- mente logramos transmitirlo. 4 Can Roger, “Le dévelonpement de Jn personne”, Dunod, Pari, ss. 158 156, 16 Ea a tcnccen align: “Ll pce Jeon pom Ducaas Aire, Pudés, pac. 16, 198, Seialamon ae To ein fraacem, de wowerdo eam Roger, contene matcislenwnntos del cxginal gle un —— ‘SUS CAMINOS En la perspectiva que puede damos el tiempo, toda ver que analizamos la vida de un hombre de edad ya avanzada, es posible descubrir esa existencia como un devenir personal en el cual cicrtos hitos permiten vislumbrar o conjemrar aquellos “lugares” significativos por donde tejié la trama y ver la exis. tencia como unia obra hecha a ratos seilexiva y previsoramente, improvisada a veces, lanteante ¢ intuitivamente con frecuencia. Los caminos de Carl Rogers fueron recorridos con todos estos distintos pasos. Las semillas que hoy son sus frutos nos sefialan ciertos “lugares” de su vida desde los cuales ésta se fue entra- mando. Distintos elementos autobiograficos pueden auxiliarnos para descubrir su “horizonte de sentido”. “Mi infancia wenscurrié en el seno de una familia nume- 10sa, feliz y estrechamente unida, en la cual reinaba el espiritu de trabajo y los principios de un protestantismo austero. Cuando tenia doce afios mi familia fue a instalarse al campo, donde eo- menzé6 Ia explotacisn de wma granja.”* Bs en esa granja, donde el hijo de un préspero comerciante amerivano comienza su futuro hoy conocido, “Me hice un nifio solitario”, reconoce Rogers; ti: mido, ese clima distantemente edlido de familia, signado por habitos puritanos y voluntarismo de raigambre ealvinisia, se pres 16.a que se convirtiera en “lector asiduo”, como dice al dibujarse; pero ademas, reflexivo, curioso y observador del universo rural que To rodeaha. “En Ia granja comoneé a interesarme por dos cosas que tuvieron, segiin me parece, una gran influencia en mi twabajo ain por venir, Ohservaba con fascinacién las grandes mariposas nocturnas (Ios libros de Gene Stratton-Porter entonces estaban de moda) y muy pronto la bella “Luna”, el “Polyphe- mus”, la Cocropia y otros lepidépteros que Henaban nuestros bosques no tuvieron secretos para mi, Laboriosamente eriaba esas mariposas en cautividad, cuidaba sus oragas, conservaha sus capullos a lo largo de Jos meses invernales y saboreaba asi las alegrias y frustraciones del naturalista cuando se dedica a la ob- servacién de la naturaleza”” “Mi padre estaba resuelto a manejar su granja de acuerdo 5G, Rogors y GC. M, Kinget, “Paychothézapie et relations humaines", B. Nauwelaers, Patis, née Mi, 1902 2 1 principios cientificos y para eso compra numeroses obras de agricultara.”* Rogers y sus hermanos son estimulados a las tareas de ‘granja y erian entonces pollos, ovejas y cerdos. Esas tareas no son para él una mera Jabor pragmitica: lee, reflexiona, experi- menta. El germen de una actitud que lo Tlevard Tego al esfuerzo de construir un notable cuerpo de verificacién. experimental res- pecto de Ja actitud psicoterapéutica esté alli. También esa con- fianza en la capacidad del individuo para el aprendizaje y la autodireceién. Es por esto que afirma con conviecion: “Ned podia decirme que el libro de Morison ‘Alimentacién y nutri- cién’ no estaba al aleance de un muchacho de 14 afios. Por lo tanto, laboriosamente, estudié centenas de piginas de ese libro aprendiendo a hacer experiencias, a comparar grupos de control con grupos experimentales, a estabilizar las condiciones de ex- periencia variando los procedimientos a fin de descubrir la in- fluencia de determinada alimentacién sobre la produecidn de la carne o de Ia leche. Aprendi entonces qué dificil es verificar una hipotesis. Asi adquiri el conocimiento y el respeto por los estu- dios cientificos: haciendo trabajos practicos”.” Poco més tarde en ol “college” de Wisconsin sigue por tres afios estudios de agricultura, El lema de un profesor Io marea a fuego: “Cualquier idiota puede ser como un vagin cargado de municiones, pero lo necesario es ser como un fusil”. Por en- tonces comienza lo que fue su crisis de adolescente, la elabora~ cién de su identidad propia y singular en cl peregrinaje por le- gar a ser él mismo. Ingresa en 1924 en el Union Theological Seminary, arrastrado por las controversias religiosas, bon el pro- pésito de hacerse pastor protestante. Pero alli habia Negado atravesando 2 propia “muralla china”. Fn 1922, con un grupo de estudiantes cristianos, permanece por seis meses en China en ocasién del Congreso mundial de 1a Federaciin de Estudian- tes Cristianos. Es alii donde se opera su “conversién”, su car bio, al abrir efectiva y bruscamento los ojos al mundo. “Por primera ver me liberaba totalmente de las opiniones de mis pa- dres y advertia que ya no podfa seguirlos”, reconoce. En el seminario surge también algo que esboza su futuro $ Tdom, pag. 5. 1 Op. city pag. 6. 3 eee ‘como ol educador “no-directivo” que un dia eseribird revolucio- fariamente: “La ensefianza destruye el aprendizaje”. La “rebelién juvenil” de aquel momento la expresa dicien- do que: “Algunos de entre nosotros sentimos que se nos alimen- tabs con ideas preconcebidas cuando lo que nosotros quersamos, por sobre todo, era explorar los problemas que nos plantesbay Thos y examinar nuestras dudas tratando de descubrir a dénde fonducian, Dirigimos por lo tanto un petitorio a 1a administra- Gién en el cual pedimos organizar un seminario oficial, pero sin profesor, en el cual nuestras preguntas constituyeran, ell progra- Tha, La administracién quedé perpleja ante tal pedido pero ac- codié ».. Yo estoy convencido de que (esa experiencia) me con ddujo hacia una muy personal filosofia de la vida”.* La mayoria de qnienes con Rogers protagonizaron ese hecho dieron a éste una respuesta personal saliendo del seminario. “Fee fue mi caso. Senti que continuaria estando interesado en todo lo concerniente al estudio del sentido de Ja vida y en Ja posibilidad de una constructiva mejora de la vida del individuo, pero que ya no podsia obrar en el cuadro de una doctrina reli giosa especifica que me fuera preseripta.”* Dejando atris fe y vooacién religiosa su atencién s¢ foca- liga cada dia més en esa clusiva realidad inmediata que son los hombres, Los habia descuhierto viajando a China, ahora deseaba reencontratlos en Ja familiaridad de su medio habitual. Habia pensado hablarles en nombre de Dios, ahora habia decidido es Tucharlos, Habia pensado en “salvarlos” como pastor de almasy ‘ahora se hard psicoterapeuta renunciando a “curarlos”. Para Rogers no habra ni “‘condenados”, ni “enfermos”, ‘como oportunamente trataré de exponer y practicar al desarro- Tlar su pensumiento. "Tanteando oscuramente el sendero que atin no es camino, ce inscribe en la Universidad de Columbia para realizar estudios de pedagogia clinica. A través del profesor W. H. Kilpatrick es influide por el pensamiento de John Dewey. Bachiller en His- toria, master of arts (1927), comienza alli su tesis para alean- zat el doctorado en psicologia, lnego de “haber deseubierto lx psicologia clinica”, como él dice. 1 Op. cits pda. 8 9 Op. dt, pas. & 4 Por esa misma época accede a fuentes de informacién, fun- dames de lo que es ya esbozo de su camino, al incorporan a los servicios del Institute for Child Guidance, una clinica psi copedagégica de Nueva York, “El personal psiquidtrivo de esta institucién —nos dice— era de orientacién profundamente freu- diana. Por intermedio de su personal, en particular por mis con- tactos con David Levy y Lawson Lovirey, tuve la ocasin de fa- miliarizarme con el pensamiento psicoanalitico “Bajo su direceién y en la misma clinica hice mis prime- ros ensayos como terapeuta.” " Surge alli para él un verdadero punto critico, un eruce de caminos, en el cual comicnza a hacer su opeién personal que mas tarde lo ubicari enfrentado, tedrica y practicamente, con el psicoanlisis por un lado y el condue- tismo por el otro. En aquella situacién sentird “de manera aguda la incompatibilidad radical que existia entre el espiritu alta- mente especulativo que reinaba en el Institute for Child Gui+ dance y las conrepeiones rigurosamente experimentales y estadSe- tieas que existian en Columbia, dicho de otre mode, entre el pensamiento de Freud y el de Thorndike." Comienza luego su vida de profesional. Casado con una compaiiera de la infancia, padre de dos hijos, su rol como psi- célogo no es fécilmente aceptado en uz medio polarizado por Jos psiquiatras, y la familia Rogers vive duros momentos. Sin em- argo, en 1928 ingresa como psicdlogo en la Child Study De- partament de ta Society for the Prevention of Cruelty to Chil- dren, uva soviedad protectora de la infancia en Rochester (Nueva York). Aquella época, I2 época de la depresién econémica, hizo tomar particularmente en cuenta los problemas de Ih infancia abandonada y delincuente que abundaba por las calles de los a ites pulpos urbanos de los E.U.A, Fue entre ellos que Ro- ere realiza su aprendizaje directo como terapeuta, alimentando su personal perspectiva tedriea. Por entonces Otto Rank, el disiden- te disefpulo do Freud, da un cursillo en dicho Centro: “Sus con- cepeiones ejercerin —nos afirma— una influencia profunda en mi pensamiento, asf como en el de todo el personal de Ta clinica. Mas precisamente atin, Las perspectivas de Rank tuvieron como © Op. cits pis. 109, Op. city pag. 199. efecto el existalizar ciertas concepciones tedricas que estaban es- bozadas en mi”." Ciertos elementos “‘rankianos” marcaron o inspiraron, pues, cu pensamiento. Rank hace hineapié en un eoncepto de “volun- tnd” como fuerza integradora, orieutadora, inhibidora de tos ins- fintos (no represora) que puede tal vez pulparse en la nocién rogetiana de “Tendencia Actualizante” como fuerza positiva del decarrollo personal, Asimismo Rank destaca la importancia de Ja motivacién del paciente en cuanto persona y en eu capacidad para asumir la responsabilidad del proceso terapéutico. Por otra parte, el ex discfpulo de Freud dedicé una especial atencidn a Tas actitudes y la persona del terapeuta en la relacién terapéu- tica, Estos y otros conceptos impulsaron el giro de Rogers y sw naciente perspectiva personal. Asi lo reconoce al comentar Su experiencia en Rochester: “Yo comenzaba a alejarme de todo método de coercién o presién en las relaciones clinicas, y esto no por razones filoséficas, sino porque estos méto- dos no podrian ser eficaces sino superficialmente”.” Hay faqui una singularidad del camino cientifico de Rogers. Fl no parte de presupuestos filoséficos para elaborar su prictica ni su teoria, sino de las constataciones que en su experiencia como terapouta van surgiendo en su tarea, Sus “doseubrimientos” continuaron y asi expresa: “Habia adquirido mas fineza y pa- Ciencia cuando daba a un paciente una interpretacién de su comportamiento, tratando duleemente de hallar el momento opor- juno en el cual podria él uceptarla. Asi hablaba yo con una madre, sumamente inteligente, cuyo hijo era un verdadero “dia- lito”, Estaba claro que clla lo habia rechazado, pero a pesar de numerosas entrevistas yo no podia hacérselo percibir. La hice hablar, me epliqué con toda dulzura a reunir Jas pruebas que ella misma me habia dado para ayudarla asia ver cémo eran Tas cosas. El resultado era nulo, Terminé por renunciar al in- tento y le comuniqué que ambos habjamos hecho to mejor de nuestra parte pero en vano, No nos quedaba, por lo tanto, sino terminar el diilogo. Ella estuvo de acuerdo y nos despedimos con un apretin de manos, Pero justamente cuando ella se diri- gia hacia la puerta del consultorio se volvid para preguntarme: B Op. city pig. 150. 3 Op. city pag. 10 16 “Digame, jacepta usted adultos en consulta?”, Al confirmar esa pregunta me dijo: En tal caso, me gustaria que me ayudara”. Volvi6 a su asiento y se lanzé a expresar toda su desesperacién respecto de su matrimonio, Ias dificultades de relacién con st marido, eus sentimientos do fracaso y confusién, Todo eso en un tono muy distinto al de “contar su caso” tal como lo habia hecho hhasta el momento. Fue entonces cuando comenz’ Ia terapia, Me- gendo a una curacién muy satisfaetoria, Ese ineidente fue uno de los que me permiti6 sentir —cosa que no pereibé mis clara. mente sino tiempo después— que es el paciente mismo quien sax be lo que sufre, en qué direccién debe buscar, cudles son sus problemas cruciales y cules experiencias ha reptimido pro- fundamente. Entonces comencé a comprender que, si queria hacer algo més que demostrar mi habilidad y sabidurfa, tenia que re- mitirme al “paciente” para seguir la direccién y el movimiento del proceso terapéutioa”.* Obviamente el ejemplo transeripto no es sino Ia iustracién de la progresiva y personal intuicién en euyo enrso Rogers aca baria por afirmar su concepcidn de Ia “relacién centrada en el Paciente” como caracteristica fundamental de su modalidad de encuentro terapéutico. En él, aquel individuo que solicita esa ayuda es considerado en realidad un “agente”, perfectamente activo y eje de la situacién, razén por la cual Rogers desestima el término de “pucience” para designarlo y wiiliza el de “cliente” (client). Por nuestra parte hemos preferido, lamentindolo, utili- zar el término “paciente”. Fsta palabra, en el medio argentino, Pese @ su no-rogerianismo, sigue siendo necesaria para poder comunicarse con no-rogerianos de un modo, aunque itedecuado, usual. Aun a riesgo de equivocarnos, estimamos que, én Ia Ar. gentina, la palabra “cliente” tiene una connotacién poyorstiva un sabor a transaceiéa comercial 9 simplemente un intereambio material, que no dice lo que Rogers intenta con su equivalente inglés: la libertad y decisién en la opcién de los objetivos y re- cursos en conlcion de igualdad con quien los faciita, Em este 80 se reafirma cl respeto y consideracién. por el cliente como Persona. 7 eso apunta Rogers en la relacién de terapeuta y “pa- te”. El “explotar”, presionar, manejar, conducir, avonsejar Op. city pha, 11, Ww al “cliente” es rogerianamente inaceptable, aun en nombre de las mejores intenciones “terapéuticas”. . En 1930 —retomando los caminos de Rogers— es nom- brado director del Child Study Departament, centro en el cual habia permanecido como psicélogo, Gon la protesta y oposicién de los psiquietzas que no concebian que alguien que no fuera miédico asumiera esa responsabilidad. Crea y dirige luego el “Rochester Guidance Center”, vinculado a la institucién ante- riormente citada. En 1939 publica su primera obra: The Clinical Treatment of the Problem Child, Su paso se acelera sensiblemente y la universidad estatal de Ohio, con motivo de su publicacién, le ofrece en 1940 la titularidad de una catedra, En diciembre de ‘ese mismo afio, en la Universidad de Minnesota, da una confe- rencia que luego fue denominada “‘conferencia-programa” del rogerianismo. Atin sin advertirlo claramente Rogers esti elabo- rando una teoria y practice personales: “En el curso de mes: tras discusiones (con colegas y estudiantes) —dice— se mani- fest6 que mis concepeiones sobre la psicoterapia acusaban un giro mucho més independiente y perronal de lo que yo mismo habia imaginado, Mi pensamiento como elinico seguia una Ii- nea que me separaba considerablemente del pensamiento esta- blecido”.“ Por entonces trata de sistematizar pensamiento y ex- periencia, primero en el texto de aquella conferencia y en se- guida en su primer libro “rogeriano””: Counseling and Psychote- rapy, nacido de ella, La modesta y timida edicién de 2.000 ejem- Jares exploté stibitamente en una venta de 70.000 ejemplares que sorprendié tanto al editor como al autor. Evidentemente habia mucha gente que estaba esperando oir algo como Jo que Rogers intentaba decir." Esas paginas son hoy un “‘clisico” rogeriano y un testimonio de sus fuentes, Se aprecia en él la influencia “interpretativa” del psicoandlisis, del “aconsojamiento” en hoga entre los asis- tentes sociales con lus cuales Rogers tabajé intensamente por aquella época, de! recurso a cierta explicacién como sefala- miento y obviamente las Tineas de desarrollo més profundas ‘a 1* edisiin on lengua france:a, pose 4 su contenido ‘en souchos aspesios ya suporado por Rogers. 18 y caracteristicas del posterior pentamiento rogetiano, entonces resumido en la conocida y “maltratada” expresién de “psicote- terapia no-directiva”. Por la misma época Rogers introduce co- mo profesor recursos inéditos hasta cntonces, segiin sus propias manifestaciones: el “trabajo préctico” en el aprendizaje de la psicoterapia consistente en el estudio de auténticas entrevistas psicoterapéuticas grabadas en cinta, Seri éte uno de los ele- mentos usados para la verificacién experimental de sus teorfas y el establecimiento de otras nuevas. Uno de sus periodos mis fecundos comienza en 1945 al ser inyitado para ensefiar y crear un centro de counseling en la Universidad de Chicago. Alli ensaya nuevos métodos de ense- fianza, teorizando sobre ellos, y emprende el vasto abanico de sus investigaciones, consolidando empiricamente sn pensamien- to, En 1951 publicaré su Clien-Centered Therapy" donde pre- cisard ya una elaboracién vilida hasta hoy. Con el equipo del Centro editari en 1954 Psychoterapy and Personality Change," donde reine un importante material de investigacién que re- presenta uno de los escasisimos esfuerzos que al respecto haya publicado escuela psicoterapéutica alguna. Este libro hace evi+ dente que Rogers ya no camina solitariamente y comienzan a aparecer los nombres, hoy conocidos, de colaboradores y¥ disci- pulos norteamericanos. Con el tiempo los tendré en Francia, Holanda y Canada principalmente. Correlativamente debe afrontar en este tiempo diffeiles mo- mentos donde la controversia y Ia impugnacién toman auge. Es que ahora es ya una figura conocida que debe abrirse paso hacia el reconocimiento en el campo de la psicologig, la psico- terapia y la educacién. Es nombrado presidente de la American Association for Applied Psychology, \uego de la American Psychological As- sociation (1946) y poco mis tarde de la American Academy of Psychotherapists. En los veranos ejerce la docencia en Harvard, en el Occi- dental College y on Berkeley. El Lawrence College lo hace “doc- tor honoris causa”. Discutido por unos, aceptado con entusias- mo por otros, se convierte ya en alguien reconocido, 2 Hay tact calle: “Pcleraincentade en el les Buenos Aires, 1972, 3° ed. a iain an W'Sin traduccién castellana, 19 E] afio 1957 Io hallaré en la Universidad de Wisconsin, que le conffa la formacién de psicoterapeutas en las facultades de psicologia y medicina. Alli podré abordar el dificil eampo de Jas psivosis, Lo cosechado al respecto es consignado en una obra: The Therapeutic Relationship and its Impact: « Study of Psychotherapy whith Schizophrenics”" y otras publicaciones menores, Durante la docencia en esa universidad hara publica su presencia en Francia y los paises francéphonos; su articulo publicado en el citado Bulletin de Psychologie de Ja Sorbona y su libro en colaboracién con Marian G. Kinget Psychothé- rapie et Relations Humaines. Ha eruzado el Atlintico, En st confrontacién eon el pensamiento europeo el tinte humanista de su obra le facilitard el acceso. On Becoming a Person (1961) sefiala, en nuestra opi- nin, un hito en Ia claboracién rogeriana abierta ahora a con- sideraciones mds reflexivas, filosdlicas y epistemolégicas. Su estructura muestra mas claramente su preocupacién por el kom- bre y su peculiar visidn del encuentro terapéutico. Consigna alli, ademis, las oxperiencias agridulees de quien ha surgido como maestzo al expresarse sobre: “...¢l mal que me han hecho ciertos disefpulos aceptande mis opiniones sin disvernimiento y sin plantearse problemas: pienso, en tal sentido, on individuos que han Iegado a ciertas conelusiones nuevas y se han lanzado ‘a guerrear contra todo el mundo armados con ideas exactas a veces, otras erzéueas, sobre mi trabajo y mi persona. A veces me he preguntado si son mis enemigos o mis sedicentes amigos quienes mayor dafio me han hecho”. AGn en nuestro medio podemos corroborar tal afirmacién al ver lo rogeriano levan- tado como bandera “contra” el Psicoanilisis © como una “tée- nica breve”. Pensamos,que de nada de todo esto se trata, Nombrado miembro de la American Academy of Arts and Sciences, pasa en 1962 a formar parte del “Center for Advan- ced Study in the Behavioral Science” en Stanford. Alli toma contaetos que marcan su pensumiento, El fisico y filésofo de de la ciencia Michel Polanyi y el historiador Lancelot White, asimismo psicoanslistas uorteamerivanos y europeos, notable- mente con Erik Erikson, También filésofos como Buber y Tillich. No hay traducsién eastllana ©. Rogers: Le développement ..., op. eit, pA 14 En La Jolla (California) pasa a trabajar, despidiéndose del agobio de Ia burocracia, los exémenes, presiones y titulos oficiales de la universidad, aspectos que cada dia le eran me- nos eoportables en funeién de la concepcién de la ensefianza y el aprendizaje que elaboraba y practicaba, Estamos entonces en 1964 y La Jolla sera su Ingar de trabajo y refugio personal hasta el presente. Alli se aplica particularmente al trabajo on personas no calificables ni de psicétipos ni de neuréticos sino de “normales”, Tiene entonces Ja oportunidad para des arrollar sus experiencias con los denominados “Grupos-I” (Training Group) y “Grupos de Encuentro”. Sobre éstos publi- card en 1970 su Carl Rogers on Encounter Group * obra a Ia cual preceden: Person to Person (1967) y Man and the Science of Man” (1968); esta iiltima eonstituye una obra en colaboracién con epistemélogos y fildsofos de la ciencia, Po- lanyi entre ellos, de importancia por su material de discusién. En 1969 edita otra de sus obras capitales en nuestra apreci eign: Freedom to Learn,” donde desarrolla, ilustra y diseute su préctica y pensamiento respecto de la ensefianza y Ia educa- cidn, Su altima obra esté consagrade a la pareja humana y la titula: Becoming Partners-Mariage and its Alternatives. Ultima: mente, en 1969, con su grupo de colaboradores. pasa a crear el Center of Study of the Person en Ja misma La Jolla cali- forniana, a quince minutos de San Diego. Segdn el folleto don- do se informa sobre su funcionamiento se trata’ de un centro de- dicado a la investigacién y determinados servicios comunitarjos. Sus fines estin enunciados como: “Cexplorar Ja riqueza de la persona; \ ~ayudar a los individuos a deseubrir y expe: plenamente sus vidas; jentar mas ~ profundizar la relaciOn entre les personas; ~descubrir lo que significa para Ia gente cl ser mis per sonal, humano y comunicativo cit sus organizaviones y en su sociedad”, tw, 1999, HAY *educeiin conten: Grupos do excuento, Buenos Aires, Amorror 2 mbt sin aun contin . ay traduccign carellane ie, Buenos Aires, 1975 Cincuenta miembros de distintas profesiones y disciplinas establecen y desatrollan proyectos concretos como los referidos a: “Renovacién educativa”, “Abuso de drogas en los adoles- ‘centes”, “Diseiio de investigaciones”, “Estudios de comunidad”, “Taller de trabajo”, “Encuentros interraciales”, “Psicocreacién”. En un reportaje Rogers se roficre al Centro diciendo: “So- mos quizis un estudio piloto de lo que podria ser la organiza- cién del futuro, capaz de atracr Ia adhesién y la creativided de la gente joven, Nuestro propésito como organizacién es el de permitir que cada miembro haga lo que dese ... Nadie es alli una autoridad frente a nadie. Los problemas se resuclven mediante el examen franco de los sentimientos, las actitudes ¥ los hechos”* ‘Alli ha establecido el “anciano jardinero” su altima, tal vew, tierra de cultivo, Obra de maduier, libre interior y exte- riormente, en franea creatividad, al unfsono en humilde cola- Doracién con quienes de una w otra manera buscan auxiliar a la sociedad y al hombre en su camino de realizacién plenamente humana, Ya no es ef psicélogo, ni el psicoterapeuta, ni ell pro- fesor; simplemente, un hombre leno de experiencias, viviendo de ellas, tratando constantemente de aprender y comunicar cuan- to acierta a vishmbrar en su horizonte. Un fragmento de la misma entrevista resume su camino al contestar al sefior Frick: “No sé quién invent6 la expresién novlirectiva, $i fui yo, pido disculpas por ello, pero de eual- quier manera, sin duda deseribia cierta fase temprana, Mas tarde, el acento se puso en las perspectivas del “cliente” y, por ende, estaba centrada en el “cliente”. Este término ha sido mal imerpretado muchas veces, pero la intencién era que expresara a idea de que esta terapia estaba centrada en la percepcién ‘que el “cliente” tiene de su vida y sus problemas. No creo que se haya dado nombre alguno al desarrollo ulterior pero, sin duda, “terapia de persona a persona” seria excelente”.” Esta ha sido sicmpre en Rogers la primera y dltima de sus preocu- paciones: “la persona”, su crecimiento y plenificacién, Podriamos terminar este capitulo con estas palabras refe- Tidas a su larea como psicoterapeuta voleado a quienes a él 1M Willard B. Frick, “Psleologfa humanfstca”. Guadalupe, Buenos Ales, 1973, pis. 129, 2 idem, pag. 117 22 recurrieron: “En ultimo anélisis som esas personas quienes, més que cualquier otra fuente, han estimulado mis esfuerzos tanto tedricos como pricticos. Las horas que pasé con cllas re- presentan la reserva esencial en la cual se ha alimentado mi ‘én del fenémeno terapéutico, de la estructura de la personalidad y de los fenémenos conexos presentados en los ca- pitulos que siguen”® Tratarcmos nosotros también de ser fieles esta experiencia al proseguir estas paginas. % . Rogers ¥ GM. Kinget: op. city pg, 152, 23 CAPITULO II EL METODO TERAPEUTICO Profundamente anclado en las raices de su formacién cientifica, evidenciada en el capitulo anterior, Carl Rogers ha podido dejarse Hevar, con Ia libertad que le da esa seguridad, hhasta los meandros llenos de espontaneidad y determinismos asi como a los avatares de oscuridad y uminosided humanas, que toda relacién interpersonal supone. Es desde la situacién de encuentro intersubjetivo real, concreto, come él ha ido ela- horando posteriormente su teoria sobre la relacién terapéutica, iCuales son las coordenadas fundamentales de la misma? En Ja situacién terapéutica la posibilidad “sanante” de 1a com- prekensién empdtien y en el orden teérico de la misma, la po- sibilidad de su verificacién experimental. Para él espontanei- dad no es ceguera. Y Ia cioncia de la relacién humana intenta, de alguna manera, “palpar” y “tener idea” de aquello que se opera en funcién de una determinada experiencia, en nuestro cago, la de Ia psicoterapia. Fl término empatia no es precisamente, en general, un término muy agraciado. Por distintas razones, que a menudo son irracionales prejuicios, se lo mira con un a priori de des- confianza, Se lo tolera relerido a la intuicién amorosa 0 ar- tistica, pero diffeilmente se lo avepla cuando se inscribe en un marco de pretensién cientifiea, por ejemplo, en la relacién terapéutica. No poco ha contribuido a esto Ja actitud de al- defensores suyos reducicndo el mismo a una especie iluminaciéu” con periiles poéticos o hasta misticos de emacional o extrafia “facultad”. Creemos que no se trata de esto, Por empezar, cl vémino empatia a veces no dice Jo que debe decir, Expresado asi se presta a confusién con lo que pudiera ser una casi operacién magica por la cual el int locutor ve develada su interioridad ante los ojos “privilegi 24 dos” del “empatizader”. Deberiamos por Jo tanto hablar de ‘comprehensién empdtica, pues de eso se trata, Trataremos de aclarar los términos. Comencemos por decir qué entiende Rogers por tal tipo de comprehensién: “Precisemos ante todo que el término “com- prehensin” es tomado aqui en su sentido esencialmente cog- nitivo referido a la aprehensin del sentido de las palabras uu otros medios de expresion empleados por el “cliente”. La Jiteratura peicoterapéutica se sirve frecuentemente del térmi- no ‘comprehensién’ para indicar una actitud esencialmente afectiva, simpitica y acogedora, emparentada con lo que aqui definimos como la nocién de calor”.! En seguida pasa el autor .a considerar otros distintos tipos de comprehensién, Asi habla, dentro de la comprchensién verbal, de la a) puramente verbal (nivel de las palabras) y de la b) Zégica (to relacional de la frase). Dentro de una comprehensién. psicoldgica del discurso distingue la a) dindmica ("en términos de motivaciones pro- fandas, pulsionales, tendencias y necesidades inconcientes 0 se- tmiconcientes”, 0 simplemente interpretaciones metalégicas) y Ja b) empatica, respecto de Ia cual aclara que, “como la for- ma dindinica, tiene relacién con Ia economia interna, sobre todo la emocional del individuo, La diferencia esencial que las separa, y que de hecho las opone, se encuentra en el cuadro de referencia a partir del cual se. practica. La comprehensin empitica, lejos de interpreter los datos provistes por el sujeto, se esfuerza por aprchenderlos tal cual son (at face value), es decir, tal como el sujeto las aprehende o los presenta”,’ "es decir, agregamos nosotros, tal cual son vividos signification smerite. Pantualicemos lo dicho. Es obvio que no se trata de mera prehension verbal o légiea, pero tampoco de la dindmica, ti- butaria del cuadro tedrico interpretativo del terapeuta. Se trata de una operacién que apela a la percepcidn intelectiva del dis- curso del paciente, enmarcada firme y esencialmente en las aetitudes sensiblemente afectivas descriptas por Rogers como aceptacién incondicional, calor y acogimiento respecto del otro. Esto permite entender su discurso en el doble sentido de sig- 1G. RogereM, Kinget, *Peychotérap ot Rela 2 Tem, pig. 128 ps humaines”, pig. 120. 25 nificacién referencial_y emocional, significaciones éstas que pronto analizaremos. Sélo asi puede accederse terapéuticamen- te a esa “cepacidad de sumergirse en el mundo subjetivo del ‘otro y participar en su experiencia en toda la medida que la comunicacién verbal y no verbal lo permite”. El rol del tera- peuta rogeriano “consiste en captar y reflejar Ja significaciém personal de las palabras del “cliente”, més que responder a su contenido intelectual”, razén por la cual tal terapeuta “sabe hacer abstraccién de sus propios valores, sentimientos y nece- sidades, absteniéndose de aplicar los criterios realistas, ob vos o racionales que lo guian fuera de su interaccién con sus ‘eliemes’”? Esta nocién es clave en Rogers para el establecimiento de uuna_relacién que resulte verdaderamente terapéutica. En tal sentido afirma que “la persona que es receptiva respecto de Jas reacciones del otro, que percibe las arménicas positivas o negativas inherentes a las relaciones que mantiene con las per- sonas que la rodean, que reronoce el antagonisino profundo que puede ocultarse en un diferendo apurentemente fortuito, que es capaz de reconocer al nifio desgraciado en una clase, que reconoce Jos matices sutiles que revelan Ia cualidad de las relaciones entre padres ¢ hijos 0 entre esposos, esa persona tiene aquello que es necesario para comprometerse en relaciones in- terpersonales, profuniamente significativas y, por lo tanto, te- rapéuticas En nuestro lenguaje deberiamos hablar de la empatia co- mo una capacidad de “sensibilidad”” y compenetracién en re- Jacién al mundo personal de aquellos con quienes dialogamos, El mérito de Rogers esta en haber hecho de esta conocida po- sibilidad humana un instrumento directamente terapéutico y haber verificado experimentalmente lo acertado de tal con- cepeién, _ La comprehensién empitica y su utilizacién psicoterapéu- tica no es un “descubrimiento rogeriano”, Tallamos este ele- mento relacional en los denominados terapeutas existenciales, pero fundamentalmente como una actitud hacia el otro que vehiculiza distintos recursos terapéuticos como la interpretacién. 3 Hem, pig. 18, Op. cit pig, 99 26 aconsejamiento u orientacién, En Rogers la empatia es directa- mente tranemitida al otro por medio del Reflejo, que “refleja” ese tipo de comprchensién, ambos elementos enmareados en las distintas actitudes ya enumeradas. Lo empitico rogeriano es eminentemente operativo, transformando asi lo que pudiera ser ung nueva generalizacién de la actitud humana o clinica. Tam- ign Tos psicoanalistas enentan con la empatia, como lo reconoce en un valioso estudio sobre el tema el psicoanalista inglés Green- son. Pero como sefiala Max Pagés, en este caso, “La empatia del terapeuta deviene una especie de érgano de Ios sentidos, pro- pio para proveer materiales para una elaboracién intelectual”.* Se trata aqui de un instrumento del trabajo psicoanalitico en funcién de Ja interpretacién y en el campo, en términos de Le- win, de un contexto transferencial, Rogerianamente la compre~ hhensién empética constitaye el campo mismo de la relacién terapéutica. Es el oirse y verse empaticamente comprendido lo que arrastra en el paciente, con el supuesto de las especificas aetitudes rogerianas, el proceso de la efectiva “experiencia emocional correctiva”, en frase de Alexander, que define al proceso terapéutico en cuanto realidad vivida por el mismo paciente, Max Pagés, psicdlogo francés con formacién rogériana, con un espiritu criticamente positive ha coutribuido, a nuestro parecer, a iluminar y consolidar cicrtos aspectos del pensa- miento de Rogers. Cilémoslo mis extensamente. Hablando de las condiciones de la terapia rogeriana afirma como algo hasico: “que el tetapeuta experimente una comprehension empitica del cuadro de referencia interna del cliente”. Rogers define ast Ia empatia: “El estado de empatia, 0 el hecho de ser empitico, te en percihir el cuadro de referencia interno de otra per- sona con exactitud y eon Tos compor les las significaciones que le son ancxas, como si uno fuera Ja otra persona, pero sin perder jamés la condicién del “como si”. Si Ja cuslidad de ‘como si” se pierde, se tratara entonces de iden- tifieacién”* Esta Gllima observacidn que Pagés nos retrasmite €s particularmente importante. Alli donde exista identificacién naufraga la empatia. El “Vocabulaire de Ia Psychanalyse” de- seyce MBE Pests, “Lioriontation sonirective en peychotérapie ot en paychologie sociales", Ed, Dunod, pie. 152, Paris, 16S, (Huy traduccion casteliaa,) © Op. eit, nag. 152 27 fine Ia identificacién como: “proceso psicolégico por el euat un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo del otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste. La personalidad se constituye y se diferencia por una serie de identificaciones”. En la identificacién podemos sentir simpatia (caso tipico de los admiradores de estrellas de cine o televisién) o hasta aversién (como mecanismo reactive) pero en cualquier caso se tratara de confusién o hasta fusién (relacién simbiética) con el otro. Todo Io cual hace imposible mantener la distancia rela- ional que la empatia supone en su “como si”, Su utilizacién terapéutica al vivir la experiencia del otro “como si” yoefuera~ clotro, es un tanteo intelectivo afectivo donde Ia experiencia persoual cotidiana, el mutuo conocimiento, lo imaginario y has- ta el saber teérico, juegan un rol complejo de aproximacion a un mundo vivido distinto del mio. Ese tanteo se paraliza en Ja errada actitud identificatoria de vivir como otro en una ena- jenacién que en psicolerapia no puede sino ser nociva para te- rapeuta ¥ paciente. Enajenacién por otra parte tipica de tera- peutas noveles o inhibiles, cualquiera sea su escuela, asfixia- dos por una ansiedad que los abruma al sentirse “cargando” con los pacientes. Continuemos vyendo lo que Pagés nos dice al respecto: “El terapeuta rogeriano so esfuerza por comprehender lo que el ‘cliente’ busca expresar desde el punto de vista del ‘cliente? mismo, Comunica al ‘cliente’ aquello que cree haber compre- hendido por medio de la téenica del espejo 0 refleccién* de los sentimientos. El terapeuta prucha su formulacién, comunicando al mismo tiempo al “cliente” que acepta y valoriza positiva- mente esa experiencia,, Este iiltimo es ayudado asi a progresar hacia formulaciones mas exactas y més profundas de sus sen- timientos, al mismo tiempo que puede considerar sus formula. ciones precedentes con perspectiva, desde afuera y con cierta distancia, ayudado por la actitud positiva del terapeuta ... Porque el terapeuta acuerda un valor positivo a todo lo que 1 J. LaplancheJ. B, Pont ig. 197, Paris “Vocabulaire de ta Paychanslyse”. Fa. PLP, inal francés “réflexion” por releceién Hizando ese sét= ‘mio al castellano “reflejar” y no a “reflesionar”, pues so trata de lo prasere y no pie ane iar” y flesionar”, pues se tata de To p 2B expresa el ‘cliente’, busea comprehenderlo desde adentro (du dedans) y Te comunica sus formulaciones como bipétesis a fin de avanzar él mismo en su comprehensin del ‘cliente’ vivido ‘como un valor. Es por lo tanto buscando comprehender al ‘clien- te’ y comunicindole esta comprehensién como el terapeuta pue- de testimoniar, de una manera tiniea, el positive valor que le atribuye”.” Surge aqui el trasfondo implieito en la empatia rogeriana; esa comprehensidn busca expresar la profunda esti- ma y valoracién del oro como otro, sea cual fuere su “cuadro” humano 0 psicopatoldgico. Esto apunta a la visién rogeriana que afirma como base de las perturbaciones de la personalidad fenémenos de distorsién y megacién de la autoestima y valo- racién de si, en cuyas raices pueden predominar faetores indi- viduales y, més freeuentemente, sociales. El ofrecer 1a posibi« lidad de una relacién distinta de la habitualmente experimen- tada, en cl cuadro que denominamos psicoterapéutico, conduce al proceso “sanante” de una imagen de si neurdtica psicsti- camente estructurada, En téminos en los cuales no podemos extendernos se podria hablar aqui de la represién (Freud) y la forclusién (Lacan) de las significaciones referidas a la valo- racién de la imagen de si, radical 0 coyuntural, en los sujetos psiquicamente perturbados. Hl En la empatia rogeriana burbujea un inovitable sentido y sentimiento existencial que es itil explicitar por medio del mis- mo Pagés: “La consideracién positiva incortiicional de Ro- gers es, si se quiere, un amor pero un amor no ambivalente, jstinto de toda forma de “amor-fuga” que habitualmente re- cubre ese término. Es una especie de afecto desespegado y hi- cido a la vez, que liga dos seres separados, unidos sélo por esa comin condicién de seres separados”. “De un golpe vemos ahora mejor, sin duda alguna, por qué puede devirse que la comprehensién rogeriana es distinta y atin opuesta a Ja identificacién. Todo mecanismo de identificacién en el cual hay confusisn entre el yo y el otro es producido por Ja angustia y es necesariamente ambivalente”. “La empatia rogcriana tiene lugar en una aguda conciencia de la separacién, de la contingencia, de la diferencia, de la in- dividualidad de dos seres que se comunican, Es al mismo tiem- 9 Op. sit, pig. 28, Po percepcién del otro y percepeién de mi misma que no soy ese otro y jaméa lo seré” La dolorida dimensién existencial de todo encuentro hu: mano aparece aqui notoriamente como radical de la relacién terapéutica misma, Se trata de lograr un encuentro “sanante”, pero sus Timites, sus bordes filosos, estén conslantemente pre: sentes para el terapeuta, Ni magia, ni amor ideal, ni fascina- cién @ deux, sino la lucidez de un encuentro que necesaria- ‘mente, para ser realista y maduro, debe estar escindide por la experiencia de que todo amor naufraga en su intento de col- mar el Deseo, precisamente aquel al cual Iuminosamente se refieren hombres como Freud, Lacan, Ricoeur. La separacién asegura In identidad en desmedro de la iden- tificacién, Es ese el mejor de los servicios terapéuticos, En Ia inleraccién terapeuta-paciente, segiin Rogers, lo que asegura su eficacia es el cumplimiento de tres condiciones bé- sieas, sobre las cuales ha elaborado numerosos estudios de la- boratorio, a saber: 1) que el terapeuta, por lo menos durante Ja hora de terapia, sea una persona en congruencia consigo mismo, es decir, en Io que vive frente al paciente y lo que ex- presa al mismo verbal o no verbalmente, 2) que el terapeuta experimente auténtieamente una consideracién 0 aceptacién po- sitiva incondicional del paciente sea quien y como fuere éste, 8) que experimente una comprehensién empédtica adecuada a las circunstancias del momento y ademis sea capaz de comunicar esa empatia. Esto iiltimo excluye la ridicula y no infrecuente aseveracién de que el reflejo rogeriano, que expresa Ja empa- tia, se reduce a repetir lisa y lanamente, con términos iguales 9 similares, aquello el paciente dice. Ciertamente que, a ment- do, en los comienzos del proceso, asi vive el sujeto los reflejas, pero pronto advierte que se trata mas bien de una expresion verbal © nowerbal de su mundo vivide personal, de una rever- sién de sus propias significaciones en las cuales puede paula tinamente “verse”, corrigiendo asi especularmente, sus propias autopercepciones. El terapeuta no es un “repetidor” sino un receptor y retrasmisor de la defectuosa 0 acertada autocomu- nicacién del paciente. Cosa que no necesita explicitar verbal- ‘mente el terapeuta, pues las actitudes que enmarcan la empatia © Op. cit, pie. 67. 30 sirven de sefial en ta cual es reconocible una operacién de comunicacién comprehensiva y no su remedo caricaturesco, 0 peor arin su negacién, como lo seria el simple repetir sin sen- tido, Rogers mismo, enféticamente, rechaza tal distorsidn al ex- presar: “espero que mi explicacién de una actitud empatica aclararé sobradamente que no estoy apelando a una grosera téenica de pseudo comprehensién en la cual el consultor refleja repitiendo lo que el cliente acaba de decir. He estado més que horrorizado ante esa interpretacién de mi propuesta que a ve- ces se desliza en Ia ensefianza y el entrenamiento de consulto- res”! VALORACION DE LA COMPREHENSION PRACTICA, Para una adecuada inteligencia de Io que por empatfa en- tendemos es necesario ubiear a ésta en el eje que Rogers mismo plantea: Ja persona del otro que se nos hace presente en stt dis- curso, Esto altimo nos Ieva al concepto rogeriano de centra- miento en el “paciente”. “Comprender el mmdo del cliente como éste lo ve es fundamental para que se realicen cambios terapéuticos. El término “centrado en el cliente” quiere signi ficar esta creencia”."" En eeguida afirma que tal “centramiento” existe cbviamente en toda terapia verdadera, pero distingue el alcance rogeriano del mismo: “Para ellos (los terapeutas de ‘tras escuelas) Hegar a comprender el universo fenoménico del cliente es casi consignar la historia, es sélo un primer paso. En cambio los terapeutas centrados en el cliente, apuntan a perma necer ex el universo fenoménico durante el curso colpleto de la terapia y sostienen que salirse de él, ofrecer interpretacio- nes externas, dar conscjo, sugerir, juzgar, sdlo constituyen re trasos para los logros terapéuticos”: Ese “centramiento” implica la concepeién fenor del otro como centro de significaciones. ‘Tales significaciones sélo pueden ser percibidas como provenientes desde ese otro ‘en cuanto campo de significaciones y a partir de su peculiar ee Martin, cit, en “Introduction to Psychotherapy”, Ed. Brooks, Cale b, Belmont, Califoraia, 1971 1 “Amerioan Handbook of Peychiatry”, E. Silvano Aritti, Ed, Rasie Books, ‘New York, vol. II, 1966. 8 Thide, 31 discurso signifieante que 61 mismo instaura en una situacién de comunicacién intersubjetiva. Hemos dicho ya que no esta, blecemos un “contacto” migico al empatizar sino que hablamos de comprehensin empitica. Creemos que on el habitual uso- de los términos cabe una precisién que distinga comprensién de comprehensién. Comprensién lo vemos como sinénimo del entender, de Ja inleccién, expresiones en les cuales se da una primacia al “inteligere” en términos de lo racional. Esto en cuanto al uso, pues Ja etimologia latina nos devela muy bien el cardcter de “intus-legere”, de “leeradentro”, es decir, de Ia referencia al gampo de significados que implica la auténtica comprensidn do Jo simplemente dicho, Comprehensién, en la habitualidad del vocabulario de los Uamados autores existenciales, intenta remarear lo abercative ¥ totalizante, el comprehendere latino, la auténtica comprenciSn que va, mis alli de lo dicko, a lo vivido en el decit del iro Gon tal distincién, que no consideramos superflua, pues el uso habitual de la lengua crea y recrea significaciones, wan, mos los términos de comprehensiin empatica. La comprehen pin puede desbordar la eomprensién aunque no la excluye. En to conereto, un extranjero cuya lengua conocemos muy Deco hasta nada, puede hcérsenos muy comprehensible al wine tiempo que es poco comprendido, en situaciones en las euales Ie expresidn de lo emocional adquiere relevancia. Obviamente toda fomunicacién humana desborda a su vez el insirumento de une Jengua, en la totalidad expresiva de aquel que habla. Al ruta res al tema del Reflejo tendremos ocasién de clarificar esto ‘imo en la relacién terapeuta-paciente, 2Qué comprehendemos e:npiticamente? El signo mismo de Testo interlocutor en primer lugar, lo quo quiere signifiear al usarlo y sobre todo el significado personal del hecha de que Utiliee ese signo aqui y ahora, conmigo, y en determinado Cun texto." Asi una comprehensién auténtica se da si el “ekvern, lor” considera el significado de la palabra del atte cont iit cackin de sus vivencias de hablante; se trata pues de establoces M Cir A. Schuts, “Fenomenologi , Paid Buenos Aires 19s he “Fesemenslogia del mundo scial", Pads, pg 17 y ate 32 el contexto de signitieado dentro del cual el hablante “engan- cha” Ja palabra que esti pronunciando. De tal manera, ose dis- curso del otro que me Tega en cuanto “observador” se me hace didlozo, asunto comin de los dos, arrastréndome a una partic pacién de cuyos limites yo soy responsable en cuanto a imi im- plicacién personal. Surge aqui justamente un elemento basico en la comunicacién empitiea: la participacién, Yo en didlogo con ese otro cuya presencia es constante- mente in-vocacién a mi persona, entiendo lo que dice pero, y sustancialmente en un didlogo rogeriano, sobre todo intento compartir la vibracién emocional, el tono profundamente hu- mano, de lo que me dice de si mismo al decir lo que dice. In« cluso sus silencios, sus gestos, su mimica, serén para mi la en- tonacién puesta a Ia letra de su discurso, Hay sensible diferen- cia entre leer Ja letra de una cancién y ofrla cantada; la vibra cin musical, cl tono da al texto una vida plena en su cardcter de mensaje, que la letra leida no aleanva a expresar. La poesia misma nos da testimonio de lo que decimos con su musicalidad. Un Mallarmé, un Valery, un Lorea y hasta un Amado Nervo supieron expresarse contando con la miisiea de las palabras, En el tono emocional de mi interlocutor subyace la ted de significados de su discurso, como significante que me llega e Ia estructura del signo, Participar, para mi, seré poder ponerme en la misma fre- cuencia de onda del diseurso de ese otto; si intento escuchatle en una frecuencia que no es la del transmisor, la comunicacién se hard imposible, Es la doméstica experiencia de ui radioafi- cionado, o simplemente Ia mia al enfrentarme con mi radio- transmisor y sus distintas bandas de frecuencia; el no coincidir con la frecuencia adecuada me anula en cuanto elemental re- ceptor. Los distintos “discursos” de las emisoras estén en el aire Pero no puedo escucharlos sino me adecuo a vu onda de fre cuencia correspondiente. Hablar de participacién nos Neva al problema de la im- plicacién y Ia distancia, entre quienes se hablan y escuchan, Mas de un autor objeta Ja operacién empatica por suponerla lic geda a una participacién simbiotizante, a una confusién de Adentidades, que anularfa toda auténtica comunicacién, Cierta- mente, en torno a una palabra: identificacién, plantéace el pro- 33

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