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Ramon Iglesia El hombre Colon y otros ensayos Ramén Iglesia [aa | TCONTERSATIO El hombre Colén y otros ensayos Dear oe La erie espanol Ramon Iglesia (1905-1948) incluye Corre totalidad de los textos de quien fuera uno de los grandes americanistas de su generaci6n. Preparado | y prologado por Alvaro Matute, el libro se divide en cinco secciones. La primera de ellas agrupa los textos que pueden caber bajo la denominacién “teoria de la historia’. La seccién titulada } “‘Biografia’’ enmarca la bella pieza que permitio a Ramén Iglesia acercarse a la dificil figura fea Cristébal Colén con originalidad y frescura. La tercera seccién, ‘‘Historiografia’’, estd integrada } Pog CR oe CM cae eed novohispana. SM eC ates ec eae) Oe EM eae cE meee ee pT ec Ey Diaz del Castillo y por el texto seguramente mds ¢ logrado de Iglesia: la invitacién al estudio de Mendieta. Mas que ‘‘historia literaria”’, la cuarta seccién es un testimonio generacional, dado que se trata de un enjuiciamiento de la Generacion del 98 por un espanol que habia visto otra perspectiva roa su pais y de su tiempo. Por fin, la tiltima parte del libro recoge las criticas de libros, género en el que Iglesia ensefié una maestria poco usual. Asi, este libro constituye una pieza clave para ' PT it Pe ence ee ee historia en lengua c sa ere ae ae = Hy = € 3 a e S I hy uN '9681"622718' SECCION DE OBRAS DE HISTORIA EL HOMBRE COLON RAMON IGLESIA EL HOMBRE COLON y otros ensayos Introduccién de Axvaro MaTuTe Gi FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO Primera edicién (El Colegio de México), 1944", Segunda edici6n (rce), 1986 Primera reimpresién, 1994 D. R. © 1986, Fonpo pe Curtira Econosaca, S.A. pe C. V. Carretera Picacho-Ajusco 227; 14200 México, D. F. ISBN 968-16-2271-5 Impreso en México INTRODUCCION A Andrés Lira y Rosa Camelo T Ramén Iglesia Parga fue uno de los intelectuales espafioles que se exilié en México en 1939. Su presencia en este pais fue breve e intensa. Seis afios mas tarde marché a los Estados Unidos, donde peregrind de Berkeley, California, a Madison, Wisconsin, lugar, éste, donde perdié la vida el 5 de mayo de 1948. Iglesia nacié el 3 de julio de 1905 en Santiago de Compostela, ciudad baluarte del cristianismo, Hena de tradicién y de historia. El joven gallego debié proseguir sus estudios en la capital espaiiola, de cuya Uni- versidad egresé hacia 1925. Hay noticia de que sus primeros trabajos de cardcter formativo los realiz6 al lado de maestros co- mo Damaso Alonso, con quien colaboré en una edicién del En- chridién, de Erasmo, y con don Antonio Ballesteros y Beretta, quien indudablemente lo orienté hacia el Nuevo Mundo, cuando lo ayudé en la investigacién sobre don Juan Miralles y la inter- yencién de Espafia en la Independencia de los Estados Unidos. Las dos Américas fueron conocidas por Iglesia a través de lecturas desde Europa. Después de haber ensefiado en los cursos de ve- tano del Centro de Estudios Histéricos, fue lector de espafiol en una universidad sueca y viajé por el norte de Europa. A su Tegreso ya se Je identificaba como americanista y se integré al mismo centro donde ya habia colaborado. De los afios de la Repiblica data lo que se puede considerar su obra juvenil. De hecho, su primer ensayo, el que le da titulo al volumen, es de 1930 y su produccién se interrumpe en 1936, para ser reiniciada ya en tierra mexicana, en 1940.2 La revista Tierra Firme, que dirigia Enrique Diez-Canedo, lo albergé en su redaccién, Hay colaboraciones de Iglesia en los dos 1 Las referencias biogrdficas de Iglesia se desprenden del articulo necro- Wgico de José Miranda, “Ramén Iglesia Parga (1905-1948)”, Revista de Hisioria de América, nfm, 25, 1948, pp. 138-143. Miranda consigna muchos datos precisos, adems de Ia bibliografia de Iglesia. Lesley Bird Simpson se fue més por el lado valorativo en su texto necrolégico, aparecida en Hispanic American Historical Review, vol. XXVIII, mim. 2, mayo de 1948, 7 8 INTRODUCCION Unicos volimenes, los de 1935 y 1936, ya que en casi todos los nimeros aparecen resefias de libros asi como uo de sus mds séli- dos ensayos que lo colocarfan como uno de los grandes conoce- dores de Bernal Diaz de! Castillo. Después de haberse ocupado del mismisimo Almirante, en Tierra Firme daria constancia de lec- turas americanistas muy significativas, algunas menos que otras, pero todas suficientes para darle un perfil de lo que seria un Ambito de residencia que por entonces tal vez s6lo aspiraba a conocer como viajero, Destaca sobre todas las notas lo que fue Ja primera (zy tnica?) reaccién espafiola en torno al clasico libro de Samuel Ramos sobre México y lo mexicano. Caso de predestinacién, en 1936 habria de interrumpir su tra- bajo intelectual americanista, su trabajo de erudicién con el gran soldado cronista, para vivir otra realidad, distinta y violenta, la Guerra Civil. Poco, o mas bien nada, se sabe de la trayectoria de Ramén Iglesia en los aiios de la contienda que marcé el destino de la Espafia contempordnea. Lo que si ha quedado claro es que la ex- periencia le resulté traumitica. Si bien la vida cotidiana, vivida por intelectuales, fue intensa en los afios en los que la Reptiblica traté de poner al dia un rezago secular, no se podia comparar con lo que significaba marchar al frente de guerra a matar y ver morir, a combatir para que lo que se habia ganado no se perdiera y, lo que fue peor, sentir la derrota, el abandono de la tierra natal, Ja incertidumbre y, por fin, el embarcarse a los lugares que se conocian a través de descripciones. Iglesia pudo comprobar la accién de la historia sobre un lugar que inicialmente habfa reco- rrido en jas paginas de Bernal, cuando todavia no habian arribado los primeros espafioles, y al que él lleg6 cuando el pais estaba Ileno del empuje que le dio un periodo presidencial ya por extinguirse y que habia ganado para la soberania mexicana el do- minio de los yacimientos petroliferos y la industria extranjera que los explotaba. pp. 163-164, asi como en la traduccién al inglés de El hombre Colén, bajo el titulo de Culumbus, Cortés an other Essays, Berkeley, University of California Press, 1969. Juan A. Ortega y Medina aporta més datos en su prélogo a Cronistas ¢ historiadores de la Conquista de México, México, Secretaria de Educacién Publica, 1972, 328 pp. (SepSetentas, 16). Una impresion reciente: Alvaro Matute, “Ramén Iglesia: el factor humano y la critica”, Los Universitarios, vol. XI, nueva época, nim. 1, abril-mayo de 1983, pp. 8-10. INTRODUCCION 9 La institucién sabiamente organizada por Alfonso Reyes y Da- niel Cosic Villegas, La Casa de Espafia en México, dio cabida al joven profesor Ramén Iglesia como becado.* Ya en México, en ambiente de paz, habria de iniciar otro tipo de combate, en este caso, por la historia.* Mucho se ha escrito sobre la trascendencia del exilio espafiol en la historia intelectual mexicana.* No obstante, es preciso referit el papel personal con el cual contribuyé Iglesia a la renovacién de Jos estudios histéricos en el pais que lo recibfa. Se ha establecido como idea generalmente aceptada que la histo- Tiografia mexicana adquiri6 su carta de contemporaneidad en 1940.° Se aducen como elementos probatorios varios hechos, entre ellos, el asentamiento y desarrollo de las instituciones dedicadas a la educacién superior especializada y a la investigacién. La dife- Tencia entre los afios inmediatamente anteriores y los que siguieron radica en que casi toda la produccién historiogrAfica se elaboraba y daba a conocer en ese tipo de instituciones, como facultades e institutos universitarios, colegios y, en general, Jugares donde se estudiaban con rigor y profundidad las humanidades y Jas cien- cias sociales. Alrededor de ello se gest6 un fuerte impulso de parte de la industria editorial al menudear las traducciones de obras fundamentales y la produccién de otras originales que tendian a hacer cada vez mas autosuficiente al medio. En consecuencia, a partir de 1940 las personas inclinadas a Jas humanidades y las ciencias sociales no tenian por fuerza que estudiar derecho, sino que se abrian nuevos horizontes. El beneficio que la institucionalizacién produjo no lleg6 en un plazo inmediato. La generacién que eché a andar todo eso no necesariamente se beneficié con su propio esfuerzo. Mas bien trabaj6 para los que Iegaran después y sélo algunos de ellos fueron reconocidos en sus ultimos aiios. Ramén Iglesia fue de los sacrificados. Su jornada de trabajo inclufa tareas como Ia ensefianza, la traduccién y Ia investigacién, 2 José Miranda, “La Casa de Espaiia”, Historia Mexicana, vol. XVIII, nim. 1, julio-septiembre de 1968, pp. 1-10, 3 Ortega y Medina, op. cit., titula “Combate por Ia historia”, siguiendo a Lucien Febvre, su introduccién a Cronistas ¢ historiadores. En los afios recientes se ha incrementado mucho la bibliografia al respecto, El yolumen colectivo, El exilio espafiol de México, México, Fondo de Cultura Econémica, 1982, es la muestra més ambiciosa al . 5 Cfr. mi introduccién a La teoria de la historia en México (1940-1973), México, Secretaria de Educacién Péblica, 1974 (SepSetentas, 126). 10 INTRODUCCION aparte de la lectura de lo que resultara necesario para su propio beneficio, intelectual o econdémico. Su solidez como conocedor de lenguas extranjeras, alemdn, inglés y francés, lo llev6 a ver- ter textos importantes en un excelente castellano, dado que Iglesia ostentaba una magnifica prosa. Durante su estancia en México, practicamente no hay afio en el cual el Fondo de Cultura Econdé- mica no publicara un texto traducido o co-traducido por Iglesia: Shotwell, Gooch, Turner, Weigert, Aldington, Trevelyan y mas tarde Hanke. La docencia de Iglesia rindié sus mejores frutos en una nueva institucin, resultante de Ja corta y fructifera experiencia que sig- nifics La Casa de Espafia en México; El Colegio de México. Alli representé un papel fundamental, dado que de Espaiia hab{an legado dos posibilidades de entender y de trabajar la historia: Ta que llegé a denominarse, haciendo cencesiones terminoldégicas, “neopositivista”, centrada en la historia de Jas instituciones; y otra que lamaban, ya sea “idealista” o “historicista”, también sin hacer mucho caso del rigor conceptual. Iglesia estaba en ésta. Ante la dicotomia entre historia-ciencia ¢ historia-arte, se inclinaba por la witima; ante el parentesce entre fa historia y la sociologia, y el de Ja historia con la literatura, el maestro gallego se com- prometia con el segundo. Su divisa era “tel historiador nace, no se hace”. Podria agregarse que el auténtico sf; el burécrata puede Pproducirse en las academias.° Aparte de El Colegio, casi a su llegada Iglesia pasé a formar parte del cuerpo docente de la entonces prestigiosa Escuela de Ve- rano de la Universidad Nacional Auténoma de México, en la épo- ca en que acudian a ella alrededor de dos mil estudiantes en los meses de junio y julio, Alli se encargé Iglesia del curso sobre “Cervantes y el Quijote” que antes habia explicado el poeta Leén Felipe. El edificio de Mascarones, en Ribera de San Cosme, lo alberg6 como a muchos otros exiliados, ya sea en Filosofia y Letras o en la Escuela de Verano. La ensefianza de Iglesia conacié asi dos vertientes: el seminario-taller donde se preparaban Jos que ® Yéase Luis Gonzélez, “Sobre la invencién en la historia”, En A. Matute, op. cit., pp. 199-205. En ese texto, Luis Gonzélez recrea el am- biente de El Colegio de México en el cual desempetié su magisterio Iglesia, asi como su trascendencia como profesor “‘idealista”. Del propio Luis Gonzdlez, véase también “La pasién del nido”, Historia Mexicana, vol. XXV, mm. 4, pp. 530-598. Se-trata de una espléndida microhistoria del Centro de Estudios Histéricos de Et Colegio, donde aparece Iglesia. INTRODUCCION W harfan de la historia su tarea vital y la clase abierta, magistral, para extranjeros a quienes ensefiaba uno de los mejores produc- tos de la cultura espafiola. El otro trabajo de Iglesia era el que mas oportunidades le daba de trascender. Tendia a la permanencia, como el de la traduccién, pero resultaba mas personal. Dentro de él cabe distinguir dos ver- tientes, la ocasional y la mds voluntaria. La primera es la que se refiere a la resefia de libros; la segunda, al articulo y el libro propios, ajenos éstos a cualquier compromiso ocasional. La resefia tiene un caracter de modus vivendi inmediato, que resulta dificil eludir. Se trata de dar un juicio sobre algo que a uno le gusta leer. Se logra asi un dato més para el curriculo. La resefia, también, puede trascender esos dos marcos inmediatos. A través de ella se hace un anflisis historiogréfico breve y conciso y se da un jui- cio, preferentemente comprometido con la idea que cada quien tiene del deber ser de Ja historia. Iglesia asi lo entendié y quedan todas sus muestras, desde las mds apuradas de la primera en- trega de Tierra Firme, hasta verdaderos manifiestos, como las que hizo a Edmundo O’Gorman, José de Acosta y James Shotwell, entre otras, sin omitir su severa critica a Haring y su reaccién espafiola ante Ramos. Leer resefias de Iglesia es aprender los fun- damentos de ese oficio. En todos sus textos criticos aparecen su pasién y su compromiso. La critica como un ejercicio de la mayor profesionalidad, sin hipocresfas, sin silencio. Ademés, Iglesia no escatimé su presencia en la mesa redonda, el congreso y la conferencia. De esas experiencias ha quedado constancia en las paginas de este libro. Finalmente, los articulos y los libros, Desde Espafia ya habia dado muestra de su profesionalidad con sus textos sobre Colén y Bernal Diaz, asi como de su empefio porque la lectura de la gran herencia historiogréfica no fuera patrimonio de unos cuan- tos “entendidos” sino que esa gran herencia Megara a todos. En México prosiguid con esa gran tarea y ayudé siempre a tratar de acercar lectores a Ja gran historiografia castellana, ya escrita en América o en la peninsula, De Iglesia se han recogido articulos sobre algunos de los historiadores més destacados de la época colonial, particularmente del siglo xv1, que establecian un puente entre Espafia y América. Esos historiadores le daban testimonio de una Espafia peregrina cuatro siglos anterior a la suya y trataba de encontrar y hacer encontrar cémo se habian proyectado los historiadores en sus textos, dénde estaba el factor humano que 12 INTRODUCCION producia discursos, Su inico libro de gran aliento, Cronistas e historiadores de la Conquista de México. El ciclo de Herndn Cor- tés,’ permitié valorar la historiografia de la Conquista, en sus dimensiones de testimonio y recreacién, en Cortés, Pedro Martir, Oviedo y Gémara, sin que quedara lejos su viejo conocido Bernal. éEn qué radica, pues, la renovacién que protagoniz6 Iglesia? Desde que Benedetto Croce afirmé que toda historia es historia contempordnea, se traté de reivindicar el conocimiento de la his- toriografia de todos los tiempos como un conocimiento vélido en sf mismo. La lectura de la historiografia no servia s6lo para obtener datos, sino que sus valores eran mucho mas amplios que los que les podia otorgar el registro de acontecimientos, El tiem- po, la vida y el pensamiento del autor estén presentes en el re- lato, de la misma manera como el poeta o el narrador de ficci6n aparecen en sus textos. El factor humano presente en la narracién hist6rica era el valor fundamental que Iglesia pretendfa rescatar de la indiferencia en la cual lo habia colocado la historia cientifica. En ese sentido, Iglesia coincidié con un colega mexicano, ape- nas un afio menor que él y que también ya daba por entonces su propio combate por la historia de la historiografia como el cono- cimiento que posibilitaba rescatar los valores permanentes de toda la herencia historiogrdfica. El colega mexicano era Edmundo O’Gorman, La diferencia entre los dos era de acento, Mientras Iglesia se interesaba mas en la escritura, O'Gorman lo haefa en la cosmovisi6n del historiador, pero antes bien se complementan sus ensefianzas, no se excluyen, A partir de entonces se ha investigado una historia de la histo- riografia muy distinta a la que escasamente se habia procurado indagar en México, bajo los designios decimonénicos de don Joa- quin Garcia Icazbalceta, La historia de Ia historia, como rezaba ef titulo del libro sefiero de Shotwell comenzaba a formar parte del saber esencial del historiador en formacién, A través de ella se podia saber lo que se pretendia de la escritura de la historia en otros tiempos. Y esto arroja mucha luz sobre lo que se puede esperar de Ja escritura de Ja historia en el momento presente. La historia de Ja propia disciplina historica le permitia a los his- toriadores contemporaneos acercarse 2 sus clasicos. Iglesia gané su combate. 7 La primera edicién data de 1942 y hay una reimpresién de 1980, ambas de El Colegio de México, Por su parte, SepSetentas lo publicé en 1972, INTRODUCCION 13 tg El hombre Colsén es el titulo de un ensayo que, a su vez, dio nom- bre a un libro que publicé El Colegio de México en 1944. El ensayo es el primero que publicé Iglesia, en la prestigiosa Revista de Occidente, en 1930; el libro, a su vez, recogié ese y otros en- sayos, asi como la mayoria de las notas sobre libros. La presente edicién incorpora mds materiales y los ordena de modo dis- tinto, integréndolos en cinco secciones, La primera de ellas agrupa los textos de Ramén Iglesia que pueden caber bajo la denominacién de “teoria de la historia”. Si bien ese concepto choca a veces con la soltura de Iglesia, por cuanto a la ausencia de metodologias facilmente identificables con los preceptos en boga, su gran sencillez oculta el rigor, pero no lo elimina. De los cuatro textos reunidos en “Teoria de la historia”, s6lo uno no formaba parte de la edicién original, dado que data de 1945 y es el que presenté Iglesia en la célebre mesa redonda de ese afio, en Ja cual debatirian Silvio Zavala y Edmundo O’Gorman$ Su titulo y contenido se asemejan a un texto de 1940, que también se reproduce aqui. De la seccién, acaso el mas rico es “La historia y sus limitaciones”, formado por dos conferencias impartidas en la Universidad de Guadalajara, La presente edicién se abre con esos textos con el fin de que quede claro el ideario historiografico del autor, sus preferencias y sus motivaciones. En los trabajos elaborados en un lapso de cinco afios se pueden apre- ciar muchas constantes y también algunas repeticiones, dado el carcter original que tuvo cada escrito. EI titulo de “biografia” sirve para enmarcar a esa bella pieza que permitié al joven historiador gallego acercarse a la dificil figura del Almirante con una gran dosis de originalidad y frescura. Pese a Jo dificil que puede resultar estudiar a alguien como Cris- tébal Col6n, Iglesia lo hizo con nuevas perspectivas, vigentes cincuenta afios después, gracias a los hallazgos que caracterizan a ese ensayo. La seccién més abultada es la tercera, dedicada a la historia de Ja historiografia. Abrese con dos textos sencillos, que originalmen- te sirvieron de prélogo a dos libritos, uno que recogia una selec- cién de cuatro crénicas castellanas y el otro, a la obra de Gutierre 8 Los textos de la mesa redonda aparecieron por primera vez en Filo sofia y Letras, tomo X, nim. 20, octubre-diciembre de 1945, pp. 245-272. Bst4 reproducida en mi Teoria de la historia, op. cit., pp. 32-65. 14 INTRODUCCION Diez de Gdmez, El Victorial, crénica de don Pedro Nifio. La nueva agrupacién de los cstudios de Iglesia en ese orden permite seguir una secuela cronolégica que desembocaré mas tarde en Ja historiografia novohispana, no sin antes pasar por: su aportacién en torno a la crénica o historia del Almirante, escrita por su hijo Fernando. El nicleo lo ocupa el célebre Bernal Diaz del Castillo, a quien Iglesia consagré cuatro trabajos, Los famosos “dos estu- dios sobre el mismo tema”, que incluso le valieron el espaldarazo sajon, al ser publicados en inglés en Ia Hispanic American Histor- ical Review y dos ms, que abren el estudio de la més divulgada de las crénicas de la Conquista hoy en dfa. Iglesia trabajé en una edicién critica de Bernal, que permanecié en el Instituto Fernan- dez de Oviedo y s6lo hasta 1982 se le hizo justicia como uno de sus anotadores.? Pese a los afios transcurridos, la inteligencia de Iglesia permite la vigencia de esos escritos. Después de un prélogo a la obra de sus discfpulos sobre la Conquista en diversos textos no contempordneos, aparece lo que es posible considerar el trabajo mas logrado del historiador ga~ llego: la invitacién al estudio de Mendieta. Es dificil encontrar en un ensayo académico la brillantez y el dramatismo que Iglesia imprimié a sus paginas sobre el franciscano alucinado, autor de la Historia eclesidstica indiana. Juzgue el lector lo que puede recono- cerse como pequeiia obra maestra del andlisis historiografico. Concluye la seccidn tercera con una faceta del siempre atendi- ble don Carlos de Sigiienza y Géngora, con sus filias y sus fobias hacia los indios. Més que “historia literaria”, la cuarta parte podria Mamarse “testimonio generacional”, dado que se trata de un enjuiciamiento de la Generacién del 98 por un espafiol que habia visto otra perspectiva de su pais y de su. tiempo. Es casi un testamento, el Ultimo texto de Iglesia, de los recogidos por Jas prensas. Su home- naje a Machado frente a su rechazo por el resto de los grandes de 1898 habla mucho sobre él, sobre la manera como se com- prometié con su realidad. La titima seccién recoge las criticas. Se presenta intacta con ® El nombre de Iglesia en la portada de Bernal Diaz del Castillo, Histo- ria verdadera de la conquista de la Nueva Espaha, edicién critica por Carmelo Sdenz de Santa Maria, Madrid, Instituto Gonzalo Fernandez de Oviedo e Instituto de Investigaciones Histéricas de 1a Universidad Nacional Auténoma de México, 1982, 687 pp. (Monumenta Hispano Indiana, V Centenario del Descubrimiento de América). INTRODUCCION 15 respecto a la edicién de 1944, a partir de la nota sobre el libro del multicitado Shotwell. Antes de ella se intercalan cuatro notas muy breves que aparecieron en el primero de los voltimenes de Tierra Firme. Su factura permite advertir que Iglesia las recha- zara al no considerarlas dignas de reedicién. No obstante, todas contienen muchos elementos de interés. Tt Una advertencia final sirve para Ilamar la atencién acerca de que al pie de cada texto aparece la referencia a la publicacién original. Los ensayos y notas no recogidos en Ia edicién de 1944 son los aludidos en el apartado anterior. No quiero cerrar esta introduccién sin mencionar que el res- ponsable inspicador de este trabajo fue originalmente José Ma- tezans, quien me animé a reunir las “obras completas” de Iglesia. Tal empefio, en serio, debiera consistir en hacer lo que sugiere Juan A. Ortega y Medina en su presentacién de Cronistas e his- toriadores: hacer una pesquisa rigurosa en Espaiia y México acerca de otros textos publicados y buscar inéditos, asi como correspondencia, la que, de existir, revelaria todavia mds la gran- deza de don Ramon. El proyecto, si bien no se fue a pique, se re- dujo a esta edicién, ya que tanto El Colegio de México como Sep- Setentas han reeditado Ja obra aludida. Hacia falta, en cambi un nuevo Hombre Colén aumentade con respecto al origin: Mi agradecimiento aqui a los amigos que lo hicieron posible: Felipe Garrido y Alejandro Rossi, asi como a don Jaime Garcia ‘erres. ALvaro MaTUTE PROLOGO DEL AUTOR Todo esté ya dicho, pero como nadie hace caso, hay que volver siempre a comenzar de nuevo. ANDRE GIDE No gs un simple gesto de cortesia ni de afecto el que me ha movido a dedicar esta coleccién de cnsayos a mis alumnos. Qui- zés hubiera sido mds exacto Iamarles compafieros, porque si alguien ha aprendido en las clases de historiografia de nuestro Centro de Estudios Histéricos, he sido yo, sin duda alguna. Todo el que se ha dedicado a la ensefianza sabe con cudnta frecuencia los alumnos ponen en aprieto a los maestros con preguntas que éstos no saben cémo responder. Todavia en este momento sigo sin haber podido contestar a algunas preguntas hechas por aquellos a quienes este libro va dedicado. Y creo que en él abundan mas las preguntas, las cuestiones plantea- das, que las propiamente resueltas. La historia —pienso en la obra histérica, en la historia- relato— no podia sustraerse, ella menos que ningtin otro cono- cimiento, a la crisis de nuestros dias. Frente a la confiada actitud del historiador “cientifico” que hoy impera en Jos medios aca- démicos, van alzindose ya una serie de voces insatisfechas, cuyo coro aumenta de continuo. Va estando cada yez mis claro que la desmedida acumulacién de materiales en que ha Ilegado a convertirse preferentemente el estudio de la historia, no nos acerca, sino que, antes bien, nos va distanciando cada vez mas de las ansiadas sintesis a que todos los historiadores pretenden estar preparando el terreno. Cada vez se vislumbra mds remota la venida del Mesias sinteti- zador de que hablaba Benedetto Croce, Hay insatisfaccién, hay desasosiego en las mentes de muchos historiadores de nuestros dfas, que ven con espanto cémo su disciplina se vuelve por momentos mds abhistérica, més alejada de la historia-vida, conforme quienes Ja cultivan quieren dar solidez mayor a sus resultados, remacharlos para que rtesulten inconmovibles. 7 18 PROLOGO DEL AUTOR Hacerlos inmutables, definitivos, es decir, ahistéricos. Rara paradoja a la que han llegado nuestros estudios en dias saturados de historicidad, en los momentos mismos en que las ciencias que se pretendian menos histéricas, las fisico-matematicas, han dado un viraje rotundo hacia lo histérico. Insatisfaccién, desasosiego; y también inseguridad, problema- tismo, coaciencia aguda de toda una serie nueva de contflictos, de dificultades, Desde Ja orilla quieta de sus millares de volime- nes, los historiadores positivistas nos miran con el mayor desdén a quienes no compartimos su confianza, a quienes no conside- ramos el conocimiento histérico como trabajo de mamposteria que se alza en estructuras inmutables, sino como juego de pers- pectivas, como torrente inquicto de haces de luz que busca entre Jas nubes el avién que tras ellas procura escabullirse. Inseguridad, palpitacién de alumbramiento. Temor a ser mal interpretado, esfuerzo por lograr la expresi6n de algo fluido, que se resiste a dejarse captar. No es pequefio tampoco el coro de las voces que se alzan contra nosotros: somos subjetivistas, telativistas. .. personas peligrosas, en suma, personas poco serias a las que debe mantenerse a raya, porque ponen en peligro, amenazan cuartear un edificio tan penosamente levantado como es el de la historia “cientifica”. Pero jqué le vamos a hacer! El daiio esté ya hecho y cada vez son mds los que se lanzan por esta perforacién de un frente que se crefa tan sdlidamente estabilizado, Es Croce, es Toynbee, es Huizinga, es Trevelyan, son muchos ya los que denuncian el caracter perecedero y limitado de la historia que ha prevaleci- do en la ultima centuria y claman con urgencia por un viraje audaz si queremos evitar la catdstrofe del anquilosamiento de- finitivo. En momentos asi se precisa decisién, pero también cautela. Nunca es mds facil ser mal interpretado. Deseo de originalidad, falta de preparacién seria, todo eso y m4s podr4 decirsenos. Y, sin embargo... Yo quisiera dejar sentado aqui, de una vez por todas, que no me siento superior, sino distinto de quienes no comparten mis ideas. Que mi pequefia obra es de afan, de ten- dencia hacia algo que pienso, entrafiablemente, que deberia lo- gratse, pero que no creo, ni mucho menos, haber logrado yo. Si hablo de que la historia debe buscar un nuevo contacto con la vida, o el historiador un acceso més facil a la mente del lector no especializado, mediante una mayor atencién hacia la forma PROLOGO DEL AUTOR 19. y 1a calidad del contenido de sus escritos, no es porque crea yo estar en posesién de esas dotes dificiles. Mas hacedero ser4 que Weguen a poscerlas algdin dia quienes hoy se dedican al aprendizaje de la historia, si para ello se les orienta debidamente, si no se les encarrila por una via muerta. El fruto ha de venir més tarde, y la obra de quienes hoy afron- tamos estos problemas quedar4 como algo trunco, inmaduro, salvo en los casos sefieros de hombres superiormente dotados, que deben servirnos de guia y orientacién, pero con quienes nunca pretenderemos competir. Ensayo, pues, tentativa histérica. Ese cardcter tienen los tra- bajos reunidos en este volumen, que abarcan un periodo de quince afios, desde 1929 a 1943. Casi todos han sido publicados ya. Pero es tan caduco el caracter de las revistas en nuestros dias azarosos, es tan dificil conseguirlas en nuestras descabaladas bibliotecas, que quizds asf se preserven mejor de un olvido que, tal vez, no merezcan del todo. Para subrayar mds su cardcter de ensayo los he despojado del aparato de notas con que algunos de ellos aparecieron origina- riamente. No me hubiera sido posible ponérselo ahora a aquellos que carecian de él, pues mis fortunas y adversidades me han hecho perder en repetidas ocasiones todo mi material de trabajo. Y, ademés, tanto se ha habituado nuestra generacién a buscar en las obras histéricas, de modo casi exclusivo, el aparato de notas y bibliografias, que quiza se salga ganando con darlas asi, desnudas, para concentrar la atencién del lector en el contenido mismo del relato, Se le pide con ello que conceda un margen de confianza a la honradez intelectual del autor. Cosa, tal vez, dificil. No voy a hacer aqui la critica de mis propios ensayos. No he conseguido nunca tener un criterio fijo sobre cudl pueda ser su valor. Me divierte contemplar cémo mis propios puntos de vista han ido cambiando con los afios, incluso, en ocasiones, sobre temas muy reducidos y precisos. Dada mi concepcién de la historia, esto no puede sorprenderme. Lo mismo nos ocurre cuando, en ocasiones diversas, leemos la misma poesfa, o vemos el mismo cuadro, o escuchamos la misma pieza de misica. Obra de arte es, al fin, la historia. Nada creo que se la rebaja por aceptar llanamente verdad tan discutida. Gran artista era Ranke, el arquetipo de los historiadores cientificos, aunque él, tal vez, n0 lo aceptase. Grandes artistas son todos los grandes a 4, h, 0 PROLOGO DEL AUTOR historiadores. Lo demés, por mucho que se haya hecho hinca- pié en ello, por mucho que se nos haya puesto ante los ojos como desideratum, es trabajo mecdnico, Espero que de entre mis alumnos, mis compafieros de trabajo, de quienes ahora debo separarme momenténeamente, surjan quie- nes comprendan y sientan Jo que yo aqui, tan torpe, tan traba- josamente, he querido expresar. Y que en ellos dé fruto. TEORIA DE LA HISTORIA L IZQUIERDAS Y DERECHAS EN EL CONGRESO DE HISTORIA DE MORELIA More ia, la ciudad que pudiera decirse castellana, cuyas piedras doradas evocan a Segovia, a Salamanca, a Alcalé de Henares, ha servido de marco adecuadisimo al Cuarto Congreso Mexicano de Historia, celebrado alli en la tiltima semana del pasado enero, coincidiendo con las fiestas del centenario de la fundacién del Colegio de San Nicolas. Quien escribe estas lineas no asistié a los anteriores congresos mexicanas de historia, que vienen verificdndose cada dos afios, y por ello ha penetrado, como un intruso, en un medio mal conocido, Quisiera, no obstante, registrar sus impresiones. Lo que primero salta a la vista del espectador en las sesiones del Congreso es la profunda escisi6n, la diferencia radical de puntos de vista de quienes en él participan. Se reflejan en la manera de interpretar Ja historia, la lucha de ideas antagénicas que vibra en el pais, y siendo el mexicano hombre apasionado, las exterioriza con vehemencia, de modo que tal vez le aparta de esa serena reflexidn que se nos dice caracteristica de los es- tudios cientificos, Habia en el Congreso, en lineas generales, los partidarios del pasado y los enemigos del pasado —la vieja pugna entre lo antiguo y lo moderno—, Jos tradicionalistas y los revoluciona~ tios, los espafiolistas y los indigenistas. Es evidentemente muy dificil salirse de estos marcos a quienes hayan nacido aqui. Es bien sabido que no existe esa imparcialidad inhumana que se postula para el historiador, y en una tierra como ésta en la que se cruzan no sdlo culturas ¢ ideas, sino razas y sangres, a nadie le puede extrafiar que exista conflicto. Lo que hace falta es que la pugna sea fecunda, De aqui la gran utilidad de estos con- gresos en que se confrontan ideas y se enfrentan personas con pun- tos de vista divergentes. A primera vista la razén parece estar del lado de los tradicio- nalistas. Resulta un poco fuerte ir a hablar de ignorancia, de opre- sién y de oscurantismo a una ciudad en la que no se ven mas que colegios —seria ya otra cuestién saber quiénes tenian ac- ceso a esos colegios—, cuando se conmemoran fundaciones de 23 4 TEORIA DE LA HISTORIA instituciones de cultura hechas hace cuatro siglos, El historiador tradicionalista tiene de su parte el tiempo, base sdlida que es peligroso querer derrocar valiéndose de exabruptos, El historiador revolucionaric no debe olvidar que su punto de vista es més reciente, que de mada le sirve querer negar una cultura —distinta de la suya, pero cultura al fin— y que el tnico método vélido para vencerla es superarla. Que si una teoria es excelente, por cllo mismo obliga a mds en su aplicacién. No basta la fe sin las obras. El historiador marxista, apoyado en una doctrina de enorme fuerza politica, que ha sacudido al mundo de un extremo a otro, que ha motivado revoluciones y cam- bios de toda indole, la agita como varita mAgica con cuya pose- sién puede reposar tranquilo, eximido de cualquier otro esfuer- zo. Y esto es equivocado, E! materialismo histérico supone controversia, lucha de ideas, y tiene enemigos en el terreno de la investigacién como los tiene en el de la politica, Precisamente en el terreno de la investigacién es donde el historiador marxista suele estar en inferioridad de condiciones frente a su contrario, pues el marxista esté frecuentemente solicitado por actividades que nada tienen que ver con la investigacién, en el campo social y politico, o por la simple necesidad de atender a su propia subsistencia. En cambio su contrario, el antimarxista, cualquiera que sea su matiz, es hoy en México persona apartada de los cargos politicos, que dispone de todo su tiempo —y también de dinero— para dedicarlo al estudio. No es, por lo tanto, un enemigo despreciable, y nada se consigue gritando contra él y queriendo aplastarlo por la violencia. Digo todo esto porque he podido apreciar un exceso de con- fianza en el Congreso por parte de los historiadores izquierdis- tas. Manifestaron una tendencia peligrosa lanz4ndose a la de- fensa cerrada de estudios endebles —-como el que motivé la agitada discusién de la sesién plenaria que dio fin a los traba- jos— por el solo hecho de que sus autores profesaban ideas de izquierda, Lo peligroso de esta actitud salta a la vista. En el terreno cientifico los trabajos se califican, no por su ideologfa, sino por sus cualidades intrinsecas. Precisamente el marxismo como método de investigacién y de interpretacién histérica ha de ser empleado con sumo cuidado, con extraordinaria compe- tencia, si no se quieren dar con él armas al enemigo. Resulta pueril, por ejemplo, el creer que aplicando la terminologia de Jas luchas actuales a acontecimicntos del pasado se hace, sin mas, IZQUIERDAS Y DERECHAS EN EL CONGRESO 25 marxismo. Con decir —-como alguien dijo en el Congreso— que Hidalgo es el primero de los obreros y el primero de los campesinos mexicanos, silenciando cuidadosamente que era cura, no se adelanta nada. Hidalgo tiene méritos suficientes para que no precise fijar sobre él la atencién de los luchadores de hoy ape- lando a estos procedimientos anticientificos. Las cosas son bastante mas complicadas. El historiador mar- xista no puede olvidar nunca que se encuentra frente a una tarea extremadamente delicada, Que su enfoque de problemas sociales, de grandes proporciones, necesita un acopio de datos mucho mas minucioso y mucho m4s amplio que el hecho por un historiador de tipo tradicionalista que se cifie a problemas locales, tal vez a determinados aspectos de la personalidad de un solo individuo. . Tampoco debe olvidar que si su interés se dirige esencial- mente a los problemas econdémicos, ni Marx ni nadie ha dicho que éstos sean los unicos problemas histéricos que existen. El hecho de que alguien aborde un estudio sobre [a historia de las artes industriales no significa necesariamente que sea un reaccio- nario. Se puede recordar a este respecto lo ocurrido en la Union Soviética con ef historiador Prokovski, el autor de Las causas econdmicas de la Revolucién rusa, muy criticado hoy alli por u “economismo”, por haber querido reducir la historia a cifras, estadisticas y listas de precios, olvidando que sobre la base eco- némica aceptada existe toda una serie de problemas complejos, humanos, que el historiador no puede perder de vista. Lo con- trario equivaldria a indignarse con un poeta que nos describe sus sensaciones ante un paisaje porque no nos habla de la cons- titucién geolégica del terreno. El buen camino lo sefialé el rector de la Universidad de Morelia al solicitar que se designara como tema basico de discu- sién para el préximo congreso —que tendré lugar en Guadala- jara dentro de dos afios— el siguiente: “Métodos cientificos de investigacién y de interpretacién de la historia”. Tema magni- fico, para el que deberén aguzar sus armas dialécticas los historiadores marxistas y los antimarxistas, demostrando cada cual, con la solidez de sus trabajos, la solidez de sus convicciones. Romance. México, 15 de febrero de 1940. Il. SOBRE EL ESTADO ACTUAL DE LAS CIENCIAS HISTORICAS Fiaco servicio me han hecho los editores de Cultura y educa- cidn al pedirme unas notas sobre el estado actual de las ciencias histéricas. Parece que no hay pregunta mds inocente, més licita, ni de mas facil respuesta que ésa, hecha por una persona no especializada al cultivador de determinada disciplina: “Digame, zeudl es el estado en que hoy se encuentra el objeto de su estudio?” Tal vez en otras ramas del saber la respuesta sea mAs facil; pero, por lo que se refiere a las ciencias hist6ricas, el tema es de tal envergadura que son numerosos los historiadores que tardarian mucho antes de darle una contestacién. Si yo me atrevo a hacerlo es advirtiendo que las notas que siguen han de inter- pretarse tan sélo como la contestacién a una encuesta, como simples observaciones personales, y no como un deseo de dar una visién de conjunto de tema tan desmesuradamente amplio y complicado. Lo primero que ha de tenerse en cuenta es que el historiador se dedica al estudio de determinados aspectos del pasado huma- no; que éstos, y no Ja historia misma, son el objeto de su refie- xién. Si de momento hace un alto en su trabajo para extender la mirada sobre el panorama de conjunto de la disciplina en que se ocupa, se encontraré con que no puede dar por si solo una contestacién a los problemas que ello le plantea. Habré que apelar a los estudiosos de ciencias afines, antropdlogos, econo- mistas, socidlogos, y, sobre todo, a los filésofos, para cl simple planteamiento de problemas esenciales de su disciplina, de los que no puede prescindir si ha de hablar de su estado actual. Pero, en fin, no busquemos més excusas y decidamonos a hacer solos este peliagudo examen de conciencia. Ya el enun- ciado mismo del tema plantea toda una serie de problemas deli- cados. Por ejemplo, si hablamos, asi sin mds, del estado actual de las ciencias histéricas, admitimos que estas disciplinas son susceptibles de un desarrollo puramente temporal, con indepen- dencia del lugar en que se las cultiva; que se hace historia en Inglaterra o en la Unién Soviética, en Alemania o en Méxi- co, aplicando los mismos principios al estudio, como si se tratara 6 ESTADO ACTUAL DE LAS CIENCIAS HISTORICAS 27 de un anilisis bacteriolégico o de un célculo de resistencia de materiales. Yo confieso que tengo mis dudas sobre que esto sea asi. Aun limitandonos, para no complicar la cosa, a esa entidad que denominamos Occidente Europa y América—, entidad con un fondo de cultura comin, el problema sigue siendo bastante complicado. Aunque el historiador occidental de hoy viva en una torre de marfil, aunque procure alejarse y desentenderse del mundo que le rodea para dedicarse de lleno a sus estudios ¢ investigaciones del pasado, basta con que lea de vez en cuando algin periddico, con que escuche en alguna ocasién la radio o con que vea algin noticiero en el cine, para que se dé perfecta cuenta de que ese mundo en que vive esté sacudido por tre- mendas luchas de ideas y de intereses, por conflictos gigantescos entre las més opuestas concepciones de la vida, de la cultura, de la politica, de la economia, de la religién. El historiador no dudara de que vive en una época de profunda crisis, aunque pueda tener la suerte de que a él, personalmente, no le afecte de un modo demasiado directo, LEs que el objeto de su estudio, la ciencia histérica misma, no s¢ resiente de esa crisis? Bien sé que habré muchos histo- riadores de la hora actual que dirfn que no. Encastiilados en su pretendido aislamiento, fieles al optimismo cientifico del siglo pasado, dirén que no. Dirdn que la historia, tras una serie de fases precientificas, se ha constituido como ciencia hace unos cien aiios, Al igual que las demés ciencias ha entrado en una etapa de plenitud, y s6lo le interesa conocer cada vez mas, aco- piar datos, reunir materiales para Ja mejor comprensién de una época, de una institucién o de un personaje del pasado. Se siente tranquilo y confiado dentro del gran torrente cientifico. Nosotros bien quisiéramos participar de ese optimismo; pero no seriamos sinceros con nosotros mismos si lo hiciéramos. No es ffcil admitir que, siendo Ja ciencia histérica, entre todos los conocimientos humanos, el que esté en conexién més intima con la vida misma de los pueblos, no sea también el mas sujeto a variacién e influjo, aunque esto Jo nieguen los historiadores cientificos, positivistas, quienes, como siempre ocurre, creen que su propio punto de vista, parcial y limitado, producto de los postulados culturales de una determinada época, es universal- mente valido e inmutable. Pongamos un ejemplo para aclarar esto. Alemania es, con

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