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Vida y Obra de Simón Rodríguez Monografia UNIDAD V
Vida y Obra de Simón Rodríguez Monografia UNIDAD V
Biografía
Los historiadores suelen ubicarlo en la borrosa frontera que separa la
genialidad de la locura; y no sin razón, ya que la vida de Simón Narciso
Jesús Rodríguez se encuentra minada de anécdotas que no cesan de
sugerir la interrogante. Nació en Caracas el 28 de octubre de 1769
(aunque también se afirma que fue en 1771); se dice que era hijo
natural de Rosalía Rodríguez y de un hombre desconocido, de apellido
Carreño.
El joven maestro
La larga carrera de Simón Rodríguez como educador, si es que así puede
etiquetarse su incesante labor de "formar ciudadanos por medio del saber",
se inicia oficialmente cuando el Cabildo de Caracas le otorga, en 1791, el
permiso para ejercer de maestro de escuela de primeras letras en la única
escuela pública de esa ciudad. Claro está que la formación autodidacta
emprendida por Rodríguez desde muy joven habla de un inicio más
temprano en su carrera y de un encuentro prematuro con la vocación del
El exilio
La vocación que mostraba Simón Rodríguez hacia la educación se
manifiesta también en la atención que prestaba a los nuevos
conocimientos; se encontraba sediento por aprender, al tiempo que
diseñaba y ensayaba a su paso nuevos métodos de enseñanza. Una vez
en Kingston, Rodríguez utilizó sus ahorros para aprender inglés en una
escuela de niños; mientras lo hacía, se divertía enseñando castellano a
los párvulos. Su método era curioso: "Al salir a la calle los alumnos
lanzan sus sombreros al aire, y yo hago lo mismo que ellos".
Su siguiente destino sería Estados Unidos. En Baltimore se empleó como
cajista de imprenta, oficio que le permitiría, más tarde, componer él
mismo los moldes de imprenta de sus obras. Tres años después viajó a
Bayona, en Francia, donde se registró bajo el nombre de Samuel
Robinson "para no tener constantemente en la memoria (según dijo él
mismo) el recuerdo de la servidumbre". Más tarde, en la ciudad de París,
se empadronaría en el registro de españoles de la manera siguiente:
"Samuel Robinson, hombre de letras, nacido en Filadelfia, de treinta y
un años"; y esta identidad la mantendría los siguientes veinte años de
su vida en el viejo continente.
En París conoció a Fray Servando Teresa de Mier, un sacerdote revolucionario
de origen mexicano, y lo convenció para que juntos abrieran una escuela
de lengua española. Para acreditar sus conocimientos, Rodríguez tradujo
al castellano la novela Atala de Chateaubriand; Mier se atribuyó la
traducción. También estudió física y química, y se convirtió en el
expositor de orden de las investigaciones del laboratorio para el cual
trabajaba.
Por último, llegaron a Roma. Aquí fue donde subieron al Monte Sacro y
se produjo el famoso juramento de Bolívar de libertar América: "Juro
delante de usted (así describe Rodríguez el juramento de Bolívar), juro
por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor, y juro por la
patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que
haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español".
Retorno a América
Animado por las noticias que le llegaban de América, Simón Rodríguez
emprendió viaje de regreso en 1823. En su largo exilio había madurado
cada vez más sus ideas en torno a la educación y la política,
nutriéndose, fundamentalmente, del pensamiento de Montesquieu. Es
cierto que Rodríguez acogió las ideas de la Ilustración, pero las utilizó
como referencia para la construcción de un proyecto muy original.
Simón Rodríguez tenía claro que las nuevas repúblicas nacidas de las antiguas
colonias españolas debían resistirse a la tentación de trasplantar las
instituciones de la democracia liberal que ya Estados Unidos se empeñaba en
preconizar como un modelo universal.
Rodríguez no era de los que critican solo hacia afuera. Fue un cuestionador
profundo de la educación que se impartía en la Caracas de finales del siglo
XVIII, justamente por ser excluyente por motivos raciales y sociales. Para él,
los niños y adolescentes con acceso a la educación (una absoluta minoría),
tenían como maestros a gente sin formación pedagógica, mientras los
programas de estudio eran conservadores y controlados por la Iglesia. Mientras
tanto, la gran mayoría no contaba siquiera con esa precaria posibilidad de
aprender.
Propuso crear más escuelas en las que se recibieran a niños pardos, negros e
indios. Todos los institutos educativos debían tener maestros profesionales que
cobraran un salario justo, en jornadas de seis horas y con materiales didácticos
idóneos. Infortunadamente, si se diera una vuelta por el presente, comprobaría
que aún hoy sus propuestas siguen estando vigentes.