Professional Documents
Culture Documents
Estándares Ebau
Estándares Ebau
En el Paleolítico la organización social era muy elemental con una estructura social
igualitaria, sin división del trabajo, en la que los individuos desempeñaban funciones diferentes según la
edad y el sexo, y en la que la cooperación de todos los miembros era indispensable para la supervivencia
del grupo.
En el Paleolítico los grupos eran nómadas, no disponían de un hábitat estable, sino que se
desplazaban siguiendo las migraciones de las manadas de animales. Vivían en asentamientos
estacionales, al aire libre y, a partir de Paleolítico Medio, coincidiendo con la última glaciación (Würm),
favorecido por el conocimiento del fuego, en cuevas y abrigos.
En el Neolítico la agricultura obligó a los grupos humanos a hacerse sedentarios. Los grupos
especializados en la ganadería harían a su vez de transmisores de innovaciones entre esos grupos.
Explique el diferente nivel de desarrollo de las áreas celta e ibérica en vísperas de la conquista
romana en relación con la influencia recibida de los indoeuropeos, el reino de Tartesos y los
colonizadores fenicios y griegos.
1. LOS ÍBEROS
La cultura íbera deriva de las influencias que ejercieron los griegos, los fenicios, los
cartagineses y Tartessos sobre la población indígena.
Habitaban toda la costa mediterránea, el valle medio del Ebro, las Islas Baleares y el valle del
Guadalquivir.
Los pueblos íberos -edetanos, contestanos, bastetanos, turdetanos, indigetes, ilergetes, lacetanos,
layetanos, baleáricos…- eran comunidades independientes que compartían la misma cultura. Sobre una
base demográfica autóctona a la que se habían agregado poblaciones llegadas tanto del norte de África
como del sur de Europa.
La economía se basaba en la agricultura (cereal, vid, olivo, hortalizas y frutales, lino y esparto) y
la ganadería (oveja, cabra, caballo y cerdo; trashumancia en la alta Andalucía). Conocían la metalurgia
del hierro con el que elaboraban armas (falcatas) y fabricaban tejidos (lana, lino y esparto) y cerámica a
torno. El comercio con griegos, fenicios y cartagineses fue muy importante; las ciudades íberas acuñaron
moneda propia y abrieron una ruta comercial terrestre -Vía Hercúlea- a lo largo del litoral mediterráneo.
La sociedad estaba fuertemente jerarquizada y en ella destacaba la aristocracia guerrera. Se
trataba de una sociedad tribal en la que varias familias formaban una tribu dirigida por un caudillo o jefe y
en la que adquirieron gran importancia las relaciones de dependencia personal y los valores guerreros
y heroicos.
La organización política era bastante desarrollada porque seguía el modelo de la polis griega. La
forma política más frecuente era la monarquía, si bien en algunos casos dominaba la oligarquía.
Los pueblos íberos alcanzaron un desarrollo cultural destacable ya que conocieron la escritura,
expresión de una lengua no indoeuropea que se escribía con diversos alfabetos, y un notable
desarrollo urbano con poblados situados en lugares elevados para su defensa, recintos amurallados con
plan urbanístico regular, donde no se han encontrado palacios, pero sí necrópolis y santuarios.
Los íberos rindieron culto a sus dioses en santuarios donde se han encontrado exvotos
(estatuillas de bronce o de piedra de la Madre Tierra) y practicaban la incineración -las cenizas eran
recogidas en urnas enterradas en fosas con los ajuares (armas-falcatas, joyas y objetos de uso cotidiano)
-.
Las manifestaciones artísticas evidencian las influencias griegas y cartaginesas. Las obras
más representativas son esculturas con función religiosa y funeraria como las damas de Elche y de
Baza y la Bicha de Balazote.
El momento culmen de las culturas íberas se experimentó con la formación del reino de Tartessos
cuya formación aún permanece en el misterio pero que se remonta aproximadamente al 1200 a.C. y cuya
extensión en su periodo de máximo esplendor comprendía el sur peninsular desde el Tajo hasta el Segura
con límite al norte en Sierra Morena.
Su organización social se hallaba dividida en clases o castas: una clase mercantil enriquecida,
terratenientes, varias clases intermedias y en la base los esclavos.
Los tartesios practicaban una agricultura evolucionada, eran buenos navegantes y pescadores, trabajaban
los metales y conocían la escritura (teniendo un alfabeto similar al ibérico). La explotación minera (plata,
cobre, oro) y el tráfico del estaño (la ruta de las Cassitérides) los llevó a un activo intercambio comercial.
Hacia el año 1.100 a. C. (más tarde según otros autores) los fenicios de Tiro fundan Gadir para comerciar
con Tartessos especialmente atraídos por su riqueza en metales, a esta fundación se añaden otras
diversas situadas en la costa de Málaga y el bajo Guadalquivir (Sexi, Malaca, Abdera, Puerto Menestheo,
Spal). Se desconoce si la relación de los colonizadores con Tartessos fue siempre pacífica. El elemento
colonial fenicio a partir del 800 a.C. parece determinante en el esplendor de esta cultura, sin que se
conozca de momento su interrelación con el poder local.
En el siglo VII a.C., el rey Argantonio también entabla relaciones con los griegos de Focea. Invadida Focea
por los persas y derrotados en Córcega en la batalla naval de Alalia (535 a.C.) por una alianza ocasional
de etruscos y cartagineses, Cartago pudo adueñarse de la zona y establecer sus propias colonias en la
parte noroccidental de África y la zona sudeste peninsular. Cartago pronto cerró el estrecho de Gibraltar y
se adueñó del monopolio comercial con la rica Tartesos. Hacia el 500 a.C. el reino de Tartessos queda
aniquilado por la intervención de Cartago, por un declive comercial, circunstancias aún no bien aclaradas.
55
A partir del siglo V a.C. deja de tenerse constancia histórica de Tartessos. A partir de este momento se
vuelve al fraccionamiento de esta área (SO de la Península Ibérica) en estados de menor entidad y regidos
por reyezuelos de las tribus de llamados turdetanos o túrdulos, sucesores culturales de los tartesios.
2. LOS CELTAS
Son pueblos de origen indoeuropeo procedentes del centro y norte de Europa que llegaron a la
península a comienzos del I milenio y ocuparon la Meseta, el norte y el noroeste. Son pueblos muy
diversos (galaicos, astures, cántabros, vascones, lusitanos, vacceos, vetones...) con rasgos culturales
indoeuropeos comunes que conocían la metalurgia del hierro; conforman una cultura posiblemente
relacionada con la de los campos de urnas.
Sus poblados se localizan en zonas altas de fácil defensa y son asentamientos fortificados. Los
más representativos son los castros -Santa Tecla-, recintos amurallados defendidos por fosos en los que
las viviendas de planta circular no siguen un plan urbanístico.
La base de la economía era la ganadería lanar y vacuna -vetones-, si bien en las zonas fértiles de
la Meseta predominaba la agricultura cerealista -vacceos-.
Conservaban las viejas estructuras gentilicias y su organización social era tribal -basada en la
gens- y dominada por la aristocracia guerrera.
Los celtas hablaban una lengua indoeuropea y no conocían la escritura; uno de los rasgos más
peculiares son los verracos (Toros de Guisando).
3. CELTÍBEROS
Sobre un sustrato indígena proveniente del bronce final, las aportaciones, tanto poblacionales como
culturales de los pueblos celtas supusieron una estratificación social más marcada, con la creación de una
élite guerrera en estas sociedades asentadas en el reborde oriental de la meseta y sistema ibérico. E l
crecimiento demográfico llevaría a una creciente concentración de riqueza y poder por quienes controlan las
zonas de pastos, las salinas -abundantes en toda la zona y esenciales para la ganadería y la conservación de
alimentos- y la producción de hierro, favorecida por la proximidad de los importantes afloramientos del
Sistema Ibérico, que permitió desarrollar con prontitud en estas regiones un eficaz armamento. Por otra
parte, sus contactos con las sociedades íberas y tartésicas hacen aparecer en estas sociedades el urbanismo,
la escritura, la moneda, las leyes escritas y la cerámica de tipo íbero. El desarrollo de sus ciudades, con
importantes obras defensivas y edificios públicos nos informan de sociedades muy complejas de tipo
helenístico, con senado, magistrados y normas que regulan el derecho público.
ÍBEROS CELTAS
Origen
Localización geográfica
Economía
Sociedad
Organización política
Poblados
Cultura
Defina el concepto de romanización y describa los medios empleados para llevarla a cabo.
Concepto: La romanización es el proceso por el que los pueblos de la Península Ibérica asimilaron
la organización socioeconómica, las estructuras político-administrativas y el legado cultural de
Roma (derecho, latín, religión y arte), lo que supuso la transformación o pérdida de los rasgos culturales
que definían a los pueblos indígenas (aculturación).
Fue un proceso paralelo a la conquista, más rápido e intenso entre los pueblos íberos del
este y del sur, más lento y menos profundo en los pueblos del centro y del oeste, y prácticamente
inexistente en el norte (galaicos, astures, cántabros y vascones).
La construcción de una red de calzadas que facilitaba el control administrativo y militar del
territorio, permitía el desplazamiento del ejército, facilitaba el transporte de mercancías, contribuía al
desarrollo del comercio y conectaba las ciudades.
Las más importantes eran la Vía Augusta, la Vía de la Plata, la Vía Trasversal y la del Norte.
La presencia del ejército también fue un importante vehículo de difusión de la cultura romana.
Roma reclutó tropas auxiliares entre los pueblos indígenas, lo que facilitaba su contacto. Además, los
soldados reclutados, al término de su servicio militar, podían obtener la ciudadanía romana y recibir lotes
de tierras. Por otra parte, junto a los campamentos de las legiones, a veces se formaron núcleos
urbanos que con el tiempo se convirtieron en municipios romanos. Es el caso de León que se desarrolló a
partir del asentamiento de la Legio VII Gemina.
La concesión de la ciudadanía romana por Caracalla (212 d. C.) suponía gozar de numerosos
derechos y privilegios, por lo que su concesión se utilizaba como reclamo para facilitar la dominación
romana.
La introducción de las estructuras económicas -los latifundios agrícolas, la propiedad privada, la
mano de obra esclava, la ciudad como centro comercial y artesanal, la moneda- y el modelo de economía
-urbana, monetaria, esclavista, colonial y mercantilizada-.
El modelo social hispanorromano quedó definido por la integración de las élites indígenas,
principalmente a través de la concesión de la ciudadanía romana, y por la estructura social que, conforme
al modelo romano, diferenciaba, según la situación jurídica, entre hombres libres (orden senatorial y
orden ecuestre, decuriones y plebe), libertos (esclavos manumitidos) y esclavos.
El legado cultural romano contribuyó a la romanización: el latín, del que derivaron las lenguas
romances; el derecho que regulaba las relaciones privadas y las instituciones públicas; el cristianismo,
legalizado por el Edicto de Milán (313) y convertido en religión oficial del Imperio con el Edicto de
Tesalónica; la construcción de obras arquitectónicas (teatro de Mérida, anfiteatro de Itálica, arcos de
Bará y de Medinacelli, la Torre de Hércules, murallas de Lugo) y de ingeniería (acueducto de Segovia,
puente de Alcántara).
Resuma las características de la monarquía visigoda y explique por qué alcanzó tanto poder la
Iglesia y la nobleza.
Los poderes del rey eran teóricamente amplios -militar, judicial, legislativo y de gobierno- aunque
la monarquía toledana apenas tuvo poder político real, ya que la concesión de latifundios a la nobleza
visigoda creó múltiples poderes locales prácticamente autónomos en un proceso de atomización del
poder político.
Las instituciones del poder central eran el Oficium Palatinum (un órgano de gestión formado
por cargos de alto rango, en el que también participaban los altos funcionarios territoriales -duces y
comités- y militares), el Aula Regia (consejo asesor del rey formado por nobles que estaban ligados al
monarca por vínculos de fidelidad y desempeñaban tareas de asesoramiento en la elaboración de las
leyes, la administración de justicia y en asuntos políticos y militares) y los Concilios de Toledo -
inicialmente fueron asambleas eclesiásticas de obispos que dictaban normas morales y prescripciones
políticas. Desde la unificación religiosa se convirtieron en una institución con carácter religioso y político
integradas por obispos y nobles que colaboraban con los reyes en los asuntos de gobierno y en las tareas
legislativas, al ratificar las decisiones reales y darles fuerza de ley; también los prelados actuaban como
jueces y apoyaban el acceso de los monarcas al poder, de forma que la vinculación entre la monarquía y
la Iglesia católica reforzaba a la institución real-.
En la administración territorial, el reino fue dividido en provincias gobernadas por duques y los
municipios fueron sustituidos por territorios dirigidos por condes, todos ellos nobles.
La monarquía visigoda propició el ascenso de una poderosa nobleza, ya que los reyes -en
una monarquía electiva- dependían de su apoyo para acceder al trono y mantenerse en el poder,
mientras que la nobleza y la Iglesia -que desde su legalización por Constantino (Edicto de Milán, 313)
había acumulado un gran patrimonio territorial y tras el III Concilio de Toledo (589) había adquirido una
gran influencia política- coincidían en impedir una monarquía fuerte que limitara su influencia y sus
privilegios. Así pues, las competencias de los reyes visigodos teóricamente eran muy amplias, pero
estaban limitadas por el poder de la nobleza y la Iglesia que integraban las instituciones de la
administración central -Officiun Palatinum, Aula Regia y Concilios de Toledo- y ocupaban los cargos
de la administración territorial como duques y condes.
Se estaban gestando los rasgos del modelo social feudal medieval caracterizado por la
atomización o división del poder político entre reyes y nobles, y el establecimiento de una red de
relaciones de dependencia personal basada en la desigual relación con la tierra.
Represente una línea del tiempo desde 250 a. C. hasta 711 d.C., situando en ella los principales
acontecimientos históricos.
Identifique las diferencias entre una imagen de pintura cantábrica y otra de pintura levantina.
La pintura cantábrica corresponde a Paleolítico Superior y la levantina es postpaleolítica, se
sitúa entre el Mesolítico y el Neolítico inicial.
En ambos casos se trata de arte rupestre: la pintura cantábrica se representa sobre las paredes
y los techos de las cuevas y los abrigos de la cornisa cantábrica (Tito Bustillo, en Asturias; Altamira y El
Castillo, en Cantabria; Santimamiñe, en Vizcaya), y la pintura levantina se localiza en abrigos naturales
rocosos de las sierras prelitorales del Mediterráneo (Cogull, en Lérida; Valltorta, en Castellón; Bicorp, en
Valencia; Alpera y Minateda, en Albacete).
La pintura cantábrica representa en la mayoría de los ejemplos animales de clima frío (sobre todo
bisontes y caballos) y, en menor medida, signos abstractos y manos. Sin embargo, la pintura levantina
representa la figura humana en escenas agrícolas y de recolección de la miel, luchas tribales y
ceremonias rituales (danzas de fertilidad).
La pintura cantábrica es polícroma -utiliza pigmentos ocres, rojos y negros en una misma figura,
lo que sugiere sensación de volumen- y la pintura levantina es monócroma y plana -emplea sólo el color
rojo o el negro para representar las imágenes-.
Ambas coinciden en el significado: estas obras parecen tener un sentido religioso y mágico
para facilitar la caza y asegurar la supervivencia de los grupos humanos.
*Este ejercicio también podríais hacerlo en forma de cuadro comparativo de doble entrada:
LOCALIZACIÓN
TEMAS
ESTILO
SIGNIFICADO
EL EMIRATO INDEPENDIENTE (756 - 929) fue una etapa de consolidación y reorganización del
poder musulmán de Al Ándalus.
Se inició con Abd al-Rahmán I (756 – 788), miembro de la dinastía Omeya depuesta por la dinastía
Abbasí, que se proclamó emir independiente, por lo que ejercía el poder político y militar de forma
autónoma y sólo acataba la autoridad religiosa del califa de Bagdad. Para consolidar el Estado y
afianzar el poder centralizó la administración y la recaudación fiscal, estableció el sistema sucesorio y
reclutó un ejército de mercenarios. Al-Ándalus adquirió una estructura estatal compleja y centralizada
amenazada por los intentos independentistas de las marcas (Toledo -jornada del foso-, Zaragoza y
Mérida), las rebeliones de la población mozárabe por la presión fiscal (revuelta del arrabal de Córdoba)
y de la población muladí por la intransigencia religiosa (los Banu Qasi y Omar Ibn Hafsun), además de las
disputas entre los árabes por el reparto de cargos y los ataques de los abbasidas y los francos.
EL CALIFATO (929 - 1031). Constituyó el momento culminante del poder político musulmán en la
Península Ibérica.
El emir Abd al-Rahman III (912 – 961) se proclamó califa, convirtiéndose en la máxima autoridad
política y religiosa, y rompió los vínculos con el poder central de Bagdad. Consolidó el aparato estatal y
el poder califal mediante la centralización fiscal, la reorganización del ejército con tropas mercenarias y la
creación de la aristocracia palatina, sometió a las marcas y a las coras, y sofocó las rebeliones
internas. Frenó el avance cristiano en la Meseta norte, a pesar de la derrota en Simancas; venció a los
reyes y condes cristianos en Valdejunquera y los sometió a vasallaje y al pago de parias. Estableció
relaciones con los Imperios Bizantino y Germánico e impuso su autoridad en el Norte de África
sobre el califato fatimí.
El califato fue una época de desarrollo económico, urbano y cultural que se afianzó con al-Hakam II
y con Hisham II y su hachib al- Mansur -Almanzor- (976 - 109), quien relegó del poder al califa y
estableció una dictadura militar basada en la reforma del ejército y en las razias -campañas de rapiña
contra los reinos cristianos del norte para conseguir recursos económicos en forma de botín, castigar a los
infieles y afianzar su prestigio- que destruyeron Barcelona (985), Coimbra, Santiago de Compostela (997)
…
Los sucesores de al-Mansur y los últimos califas no supieron imponer su autoridad ni evitar
las luchas internas entre los distintos grupos étnicos que intentaban escapar del control del califa y
del Estado.
Resuma los cambios económicos, sociales y culturales introducidos por los musulmanes en Al
Ándalus.
LA ECONOMÍA
En Al Ándalus convivían la economía rural y la economía urbana, si bien el campo se
subordinaba a la ciudad, donde alcanzaron un elevado grado de desarrollo el comercio y la artesanía, con
lo que se rompía la tendencia a la ruralización de la economía iniciada en el Bajo Imperio -a partir de la
crisis del siglo III- y acentuada en el reino visigodo.
La agricultura se basaba en la gran propiedad explotada por esclavos o trabajada en régimen de
arrendamiento o aparcería por pequeños campesinos dependientes -visigodos y bereberes- en las áreas
de secano, donde dominaba la población concentrada, mientras que en las comarcas de regadío
predominaba la pequeña y mediana propiedad y el poblamiento disperso.
Los musulmanes cultivaron los productos de secano característicos de la trilogía mediterránea
(trigo, vid -vino y uvas pasa- y olivo -aceite-), introdujeron nuevos productos de regadío como frutales
(naranjos, almendros, higueras…), hortalizas y productos de huerta (arroz, caña de azúcar, azafrán,
espinacas, berenjenas…) y plantas industriales (lino, esparto, algodón, morera para la cría de los gusanos
de seda)- e incorporaron nuevos métodos intensivos de cultivo en la agricultura de regadío (norias,
albercas, acequias y canales).
También se desarrolló el sector ganadero, sobre todo en las tierras menos fértiles de la Meseta,
donde los bereberes practicaban la trashumancia de los rebaños de ovejas; también destacó la cría de
caballos -para la guerra-, mulas y bueyes como animales de carga y de tiro, respectivamente.
La minería, con técnicas romanas, permitía extraer oro (arenas del Darro y del Segre), plata
(Murcia), hierro (norte de Sevilla y Córdoba), cobre (Huelva), estaño, plomo (Cabra) y mercurio o
cinabrio (Almadén -Ciudad Real-), y también sal y piedras de construcción (mármol).
En la actividad artesanal destacó la producción de tejidos de seda, lino o algodón, y en menor
medida lana; los trabajos de cuero -cordobanes- y de papel, así como la fabricación de cerámica, vidrio,
armas, orfebrería, muebles de taracea, alfombras, tapices… que se realizaban en pequeños talleres -
cuyos artesanos se agrupaban en una especie de gremios-, aunque también se desarrollaron los grandes
talleres propiedad del Estado.
En cuanto al comercio, los productos agrarios y las manufacturas se vendían en los zocos -
mercados de las ciudades que abastecían a la demanda local y comarcal-, aunque también estaban
destinados al comercio exterior que estaba muy desarrollado, ya que Al Andalus estaba integrado en
un circuito económico cuyo eje era el Mediterráneo, en el que confluían las rutas comerciales de
África -ruta del oro del Sudán-, de Asia -ruta de la seda- y de Europa (el Báltico). Los musulmanes
dominaron las rutas terrestres para el comercio interior -que coincidían con las calzadas romanas y
trazaban una red radial con centro en Córdoba que se completaba con vías secundarias que unían las
ciudades con su territorio- y las rutas marítimas de navegación para el comercio exterior, y dispusieron
de una moneda fuerte -el dinar de oro y el dirham de plata-.
Al-Ándalus importaba esclavos, madera, metales o armas de Europa; de África llegaban
esclavos negros, trigo, oro y marfil, y de Asia especias y objetos de lujo. A su vez, Al-Ándalus
exportaba productos agrícolas y manufacturas de lujo que se comercializaban en las alcaicerías de las
ciudades.
ESTRUCTURA SOCIAL.
La implantación del Islam en la Península se llevó a cabo mediante la conversión de buena
parte de la población hispanovisigoda -parte de la nobleza hispanogoda y de la mayoría de la población
campesina-, a la que se unieron numerosos grupos islamizados (norteafricanos, egipcios, sirios,
persas…) que se integraron en la sociedad como soldados o campesinos arrendatarios.
La organización social presentaba un alto grado de complejidad y diversidad.
En función de la composición étnica y religiosa, se diferenciaba la población musulmana -que
incluía una minoría árabe a la que se subordinaba la población bereber y los muladíes, cristianos
convertidos al Islam que quedaban exentos del pago de impuestos- y la no musulmana, a la que
pertenecían los mozárabes y los judíos; ambos grupos fueron minorías toleradas pero subordinadas e
incluso perseguidas por los almorávides y los almohades.
- Los mozárabes, hispanogodos cristianos que permanecen en territorios de Al Andalus, inicialmente
constituían la mayoría de la población, pero su número disminuyó significativamente por las conversiones
al Islam y porque muchosalgunos huyeron a los reinos cristianos debido a las persecuciones a las que se
vieron sometidos por los almorávides y los almohades a partir del siglo XI; aun así, en ciudades como
Toledo, Córdoba o Sevilla permanecieron comunidades mozárabes importantes que vivían en barrios
separados. Sometidos a fuertes cargas fiscales, se dedicaban al pequeño comercio, a oficios artesanales y
a la agricultura como colonos o aparceros.
- Los judíos eran una minoría con un estatus legal similar al de la población mozárabe, si bien las
conversiones al Islam en este caso fueron escasas, aunque muchos conocieron bien la cultura
musulmana. Su núcleo fundamental fue Granada, pero los judíos estaban presentes en todas las grandes
ciudades, donde vivían en juderías. Destacaron como comerciantes, médicos, orfebres, y algunos lograron
ocupar cargos públicos de relevancia, respaldados por la confianza personal de algún emir o rey, y
también participaron en las actividades culturales de las élites. A partir del siglo XI, debido a la
intransigencia almorávide y almohade, aumentaron las persecuciones antisemitas y muchos judíos se
vieron obligados a emigrar a tierras cristianas.
En función del criterio jurídico y según la estructura socioeconómica se diferenciaban:
Los hombres libres, entre quienes destacaba la jassa o aristocracia árabe de grandes propietarios
de tierras, altos funcionarios de la administración central, provincial y local y jefes del ejército, así como
juristas-teólogos, seguida de la famnia -grupos intermedios de comerciantes, artesanos, funcionarios de
menor rango, propietarios de tierras, sabios, literatos y artistas- y por último, la amma -plebe urbana y rural
de muladíes, bereberes, mozárabes y judíos sometidos a fuertes cargas fiscales dedicados al pequeño
comercio, a oficios artesanales y a la agricultura como colonos o aparceros.
Los libertos o clientes eran esclavos manumitidos -liberados- que seguían vinculados a su dueño
por una relación de clientela o patronato.
Los esclavos -negros africanos y eslavos blancos- lo eran por su nacimiento, por ser prisioneros
de guerra, por la piratería o el comercio (Europa, Oriente y África). Se dedicaban a la agricultura, a la
artesanía o al servicio doméstico, destinados a los harenes. El dueño no tenía sobre ellos el derecho de
vida o de muerte.
En el ARTE, a la tradición romana se incorporan los aportes del arte islámico, sobre todo los
motivos decorativos geométricos, vegetales y epigráficos. Las manifestaciones más destacadas
corresponden a la arquitectura, definida por las columnas, los arcos de herradura y lobulados, las cúpulas
y las bóvedas de arista y de nervios; se conservan espléndidos ejemplo de arquitectura civil y religiosa
como la mezquita de Córdoba y el Palacio de Medina Azahara (Madinat al Zahra) de época califal, la
Aljafería de Zaragoza, y las alcazabas de Málaga y Almería de los reinos de taifas, la Torre del Oro y el
alminar de la mezquita de Sevilla -“La Giralda-” del período almohade, y la Alhambra y el Generalife del
arte nazarí, así como piezas decorativas de gran refinamiento.
Explique el origen de las Cortes en los reinos cristianos y sus principales funciones.
En la Edad Media, las Cortes eran una institución de representación estamental formada por
procuradores o representantes de los tres estamentos o brazos que deliberaban por separado, una vez
convocadas por los reyes.
El auge de las ciudades y de la burguesía ofreció a los monarcas una posibilidad de obtener sumas
de dinero y de contrarrestar el poder de la nobleza, pero la burguesía exigió en contrapartida su
incorporación en la Curia, hasta entonces reservada a los privilegiados. Así, el origen de las Cortes se
produjo cuando a los diputados nobles y eclesiásticos de la Curia se sumaron los delegados de las
ciudades y las villas, en representación del Tercer Estado, para aprobar los subsidios y los impuestos
extraordinarios solicitados por el rey, concesiones económicas pedidas por la Corona ya que los ingresos
fiscales ordinarios solían ser insuficientes para sufragar los gastos de la monarquía.
Las primeras Cortes fueron las de reino de León, reunidas en 1188 por Alfonso IX -rey de León- en
la ciudad de León.
Posteriormente los reyes de Castilla también convocaron Cortes del reino de Castilla, y al unirse los
reinos de Castilla y de León también se unificó esta institución como Cortes de la Corona de Castilla, un
órgano supeditado al poder real.
Las Cortes de la Corona de Castilla, formadas por tres brazos que reunían a los representantes
de la nobleza, del clero y de las ciudades- tuvieron un carácter consultivo y unas funciones limitadas a
votar los subsidios e impuestos extraordinarios, proclamar al heredero y prestar juramento al nuevo rey, ya
que carecían de capacidad legislativa.
En las reuniones de las Cortes, primero se votaban los impuestos extraordinarios y se aprobaban
los subsidios para financiar la política real, y después los procuradores de las ciudades presentaban sus
quejas y hacían sus peticiones al rey, que las atendía o no.
Las Cortes de la Corona de Aragón -Cortes de Aragón, de Valencia y de Cataluña- eran órganos
de representación estamental formadas por tres brazos, salvo las del reino de Aragón que estaban
integradas por cuatro brazos (alta nobleza, baja nobleza, clero y procuradores del común que
representaban a las ciudades o Estado Llano), si bien en ciertas ocasiones las Cortes de los diversos
reinos podían reunirse en Cortes Generales.
Las primeras fueron las Cortes de Cataluña (1214), después se convocaron las de Aragón (1247) y,
por último, las de Valencia (1283).
Ejercían una labor de control sobre la Corona, en defensa de los fueros y los privilegios de los
reinos, y disponían de poder legislativo.
Las reuniones de Cortes comenzaban con la presentación de agravios contra el rey o sus
funcionarios para después debatir los impuestos extraordinarios solicitados por los monarcas y votarlos;
también elevaban peticiones a la Corona y legitimaban la coronación de los reyes.
Comente el ámbito territorial y las características de cada sistema de repoblación, así como sus
causas y consecuencias.
La repoblación es el proceso de asentamiento de población cristiana en zonas ganadas a los
musulmanes para afianzar las conquistas, organizar su defensa militar y asegurar su control,
establecer una organización político-administrativa y social, y explotar económicamente las tierras,
a través de su colonización y roturación (puesta en cultivo).
Con estos objetivos se aplicaron diferentes sistemas de repoblación entre los siglos VIII – XIII:
La repoblación por presura y aprisio fue aplicada en los siglos VIII, IX y X en las tierras situadas
al norte del Duero -entre la Cordillera Cantábrica y el Duero-, y en el piedemonte pirenaico (sur de los
Pirineos), un territorio de frontera, expuesto a las incursiones cristianas y musulmanas de represalia
y búsqueda de botín, que era considerado como propiedad real.
Esta primera fase repobladora se vio favorecida por ser territorios prácticamente despoblados
-“tierra de nadie”-, por lo que no requerían una conquista previa, y fue impulsada por la presión
demográfica existente en los reducidos núcleos cristianos iniciales.
El sistema de presura consistía en la ocupación de tierras sin dueño, ya que, según el Derecho
romano, la puesta en cultivo de un terreno despoblado otorgaba al que lo hiciera la propiedad del mismo.
Este procedimiento se realizó por iniciativa de grupos de campesinos o de nobles y
monasterios.
A partir de mediados del siglo IX, cuando la presión musulmana disminuyó, muchos campesinos
libres -gallegos, cántabros, vascos procedentes de las montañas del norte y mozárabes huidos de Al
Andalus- ocuparon de forma espontánea la tierra y formaron comunidades de hombres libres
organizados en aldeas. Los reyes astur-leoneses, los condes aragoneses y catalanes y los reyes
navarros reconocieran la legalidad de estas ocupaciones y concedieron a los campesinos la
propiedad de la tierra. De esta forma se convirtieron en propietarios de alodios, con el compromiso de
roturarlas y cultivarlas, a la vez que la Corona afirmaba la autoridad sobre el territorio recién colonizado
y evitaba que los grandes nobles se apropiaran de él.
Sin embargo, en los siglos X y XI, cuando la frontera se había estabilizado, los señores se
apropiaron de la tierra e impusieron su poder feudal sobre los campesinos, que perdieron la tierra y
la libertad, convertidos en colonos y siervos, lo que mermó la autoridad real.
El resultado final fue el predominio de la pequeña y mediana propiedad de tierras.
La repoblación concejil fue aplicada en los siglos XI y XII por Castilla en las tierras entre el
Duero y el Sistema Central -las extremaduras del Duero-, y entre el Sistema Central y el Tajo, en el sector
occidental, y por Aragón en las tierras al sur del Ebro, en el sector oriental. Ambas eran zonas de
frontera expuestas a las incursiones musulmanas, por lo que los reyes tuvieron que incentivar la
repoblación mediante la creación de concejos. Se trataba de limitar el poder territorial de las
grandes casas nobiliarias y asegurar el control de la población.
Esta segunda fase de repoblación estuvo favorecida por el crecimiento demográfico de los
núcleos cristianos, que habían iniciado una fase de recuperación y expansión.
Los concejos eran comunidades de colonos a los que la Corona entregó un alfoz -territorio del
concejo regido por una villa cabecera en la que se instalaba un representante del rey- y unos fueros -
cartas pueblas, cartas de población o cartas de franquicia-, que garantizaban libertades, privilegios
fiscales y jurídicos, y exenciones de cargas militares, encomendando a los campesinos la
explotación y la defensa del territorio.
A los nuevos pobladores se les concedía un solar para levantar su casa y tierras de cultivo, que,
con los años, pasaban a ser de su propiedad; también se les permitía disfrutar de las tierras y bienes
comunales. El grupo dominante eran los caballeros villanos, encargados de la defensa de los concejos,
una especie de aristocracia urbana que dirigía las cabalgadas contra los musulmanes, obtenían grandes
ingresos del botín de guerra y acaparaban los principales cargos de los concejos. Por debajo, artesanos y
campesinos pagaban impuestos y formaban las milicias urbanas.
La estructura resultante de la aplicación de este sistema se caracterizó por el predominio de la
propiedad mediana libre y numerosas tierras comunales.
La repoblación protagonizada por las Órdenes Militares tuvo lugar en la primera mitad del
siglo XIII. Las zonas afectadas fueron el valle del Guadiana (Extremadura y La Mancha), en el sector
occidental, y la provincia de Teruel y el norte de Castellón, en el sector oriental.
Se trataba de zonas extensas y poco pobladas, menos fértiles que las tierras del Tajo y del Ebro,
en cuya reconquista habían destacado las Órdenes Militares (Alcántara y Santiago en Extremadura;
Calatrava en La Mancha). Estas recibieron grandes extensiones de tierra que dividieron en0
encomiendas. En torno a los castillos de las Órdenes se fue concentrando la población que recibía la
protección de los cruzados a cambio de trabajar sus encomiendas en régimen feudal.
La estructura de la propiedad predominante fueron los latifundios dedicados a la explotación
ganadera, la solución más idónea para zonas extensas y con escasa población.
Explique el origen y las características del régimen señorial y la sociedad estamental en el ámbito
cristiano.
EL RÉGIMEN SEÑORIAL Y LA SOCIEDAD ESTAMENTAL.
A – EL RÉGIMEN FEUDAL
El feudalismo es una forma de organización social, política y económica basada en las relaciones
de vasallaje entre señores feudales y vasallos que se desarrolló en Europa en la Edad Media.
En la Península Ibérica el proceso de formación del feudalismo se desarrolló entre los siglos IV -
XI. Se inició con la decadencia del Imperio Romano a partir de la crisis del siglo III cuando la sociedad y
la economía experimentaron un proceso de ruralización y, en el contexto de inseguridad provocada por las
invasiones germánicas, los esclavos fueron sustituidos por colonos.
En el reino visigodo continuó el proceso de feudalización que se había iniciado en el Bajo Imperio
y, ante la debilidad del Estado visigodo, se consolidaron las relaciones de dependencia personal.
A partir de la invasión musulmana, la reconquista y la repoblación contribuyeron a la expansión
del sistema feudal, de la misma forma que en Europa lo hicieron las cruzadas. Las estructuras feudales
se desarrollaron rápidamente en los territorios de influencia franca -Marca Hispánica- y progresivamente
en el resto de la península con diferente grado de consolidación.
El régimen feudal se caracterizó por una economía fundamentalmente agraria y de
subsistencia, en la que la propiedad de la tierra pertenecía a la nobleza y a la Iglesia, y la explotación
la realizaban campesinos libres (colonos) o campesinos semilibres sujetos a la tierra (siervos), con
un desarrollo limitado de la artesanía y el comercio.
A nivel político el feudalismo se definió por la descentralización y la atomización del poder entre
los reyes y la nobleza -laica y eclesiástica-, pues, aunque el monarca representaba el máximo poder
feudal y era señor de todos los vasallos del reino, en realidad su soberanía se encontraba limitada por la
autonomía de los señoríos bajo jurisdicción de los nobles y por los privilegios de los estamentos
nobiliar y eclesiástico.
En el plano social, se implantaron las instituciones feudovasalláticas que crearon vínculos de
dependencia personal entre señores y vasallos, base del régimen señorial, que creaban
obligaciones mutuas y que se desarrollaron en dos niveles: entre el rey (señor) y los nobles (vasallos)
-el vasallo debía al rey lealtad, consejo y otros servicios, como ayuda militar y económica, y, a cambio, el
rey le entregaba un feudo (tierra, título, cargo- y entre reyes y nobles (señores) y campesinos (vasallos)
-debido a la inseguridad creada por la expansión musulmana, el señor ofrecía al campesino protección y
éste debía entregar su tierra-.
Se consolidaron los señoríos de realengo, eclesiásticos y solariegos en los que los reyes, el
clero y la nobleza poseían la propiedad de la tierra y ejercían los derechos jurisdiccionales. Los señores
tenían la propiedad de los señoríos territoriales -explotaciones agrarias formadas por la reserva, los
mansos y las tierras comunales, trabajas por siervos y colonos que debían satisfacer prestaciones
personales (corveas o sernas) y entregar rentas en especie (censos) o dinero a su señor- y ejercían los
señoríos jurisdiccionales -atribuciones concedidas por los reyes a los nobles que les permitía
desempeñar en sus señoríos las funciones que hasta ese momento habían correspondido a los monarcas,
como administrar justicia, cobrar impuestos, nombrar autoridades, hacer levas y disponer de monopolios
(molino, lagar, horno, fragua…)-.
B – LA SOCIEDAD ESTAMENTAL.
En la Edad Media se constituyó una sociedad estamental que presentaba una estructura muy
jerarquizada en estamentos, también llamados órdenes o estados -grupos cerrados a los que se accedía
por nacimiento y que no permitían la movilidad social vertical, definidos por la desigualdad legal y por la
relación con la tierra-.
La sociedad feudal diferenciaba a los estamentos privilegiados (nobleza y clero), y el estamento
no privilegiado o pueblo llano. Desde el punto de vista jurídico había hombres libres y siervos, y
desde el punto de vista religioso cristianos, judíos y musulmanes.
1. La nobleza y el clero constituyeron los estamentos privilegiados, eran los bellatores y los oratores,
un grupo minoritario que basaba su poder en la propiedad de la tierra, estaba exento del pago de
impuestos y sometido a leyes y tribunales especiales. Este estamento poseía señoríos territoriales,
vinculados a las casas nobiliarias a través del mayorazgo, de cuya propiedad derivaba el derecho a
percibir sernas y rentas, y recibía privilegios del rey: la exención fiscal, el privilegio jurídico y los derechos
jurisdiccionales (administrar justicia, nombrar autoridades, cobrar impuestos, diezmos y primicias -
reservados a la Iglesia-…). La nobleza detentaba los cargos políticos y el clero participaba del poder
político. Estos grupos eran heterogéneos; dentro de ellos se distinguía la alta nobleza -con títulos (duques,
condes, marqueses y ricos hombres) y grandes propiedades- y el alto clero -obispos, arzobispos y abades,
que eran los segundones de la nobleza con grandes propiedades- de la baja nobleza -hidalgos y
caballeros en la Corona de Castilla e infanzones en la de Aragón, con escasas propiedades- y del bajo
clero, que se organizaba en clero secular (curas y párrocos) y clero regular (órdenes monásticas).
2. El Tercer Estado, pueblo llano, estado general o plebeyo constituía el grupo mayoritario de la
población, su función era trabajar -laboratores- y debían pagar impuestos (pecheros).
La mayoría eran campesinos: unos eran pequeños propietarios libres, que terminaron perdiendo
sus tierras; otros eran colonos sin tierras que las arrendaban y pagaban rentas a los señores, y otros eran
siervos adscritos a la tierra.
La burguesía era un grupo minoritario e incipiente dentro del Tercer Estado que vivía en los burgos
o ciudades, organizadas en concejos bajo dependencia del rey o de los señores. Dedicada a la artesanía y
al comercio, la burguesía financió a la monarquía a través de su representación en las Cortes y en los
concejos municipales. Este grupo social acabará controlando el gobierno de las ciudades y emparentando
con la nobleza.
En la Corona de Aragón los reyes mantuvieron la monarquía pactista, por lo que la autoridad
real estaba limitada por los fueros de los reinos y los privilegios de los estamentos representados
en las Cortes, que tenían cierta capacidad legislativa y de control del rey. Fernando el Católico tuvo
que aceptar una política pactista moderada, decidida en las Cortes de Barcelona (1480-1), que
obligaba al rey a jurar las leyes, pero le otorgaba capacidad para intervenir en las instituciones.
El Consejo de Aragón era órgano asesor para el gobierno de la Corona de Aragón que podía
actuar como alto tribunal de justicia, con jurisdicción en todos los territorios de la Corona.
El virrey era un delegado de los poderes reales que asumía las prerrogativas reales como
representante del monarca en los diferentes territorios de la Corona de Aragón (Aragón, Cataluña,
Valencia, Nápoles y Sicilia).
Las Cortes, unas para cada reino -las de Aragón, formadas por cuatro brazos, y las de Valencia y
Cataluña, formadas por tres brazos- eran asambleas estamentales con poder legislativo que controlaban la
política de los reyes.
La Diputación o Generalitat (Diputación del Reino en Aragón y Generalitat en Cataluña y
Valencia) era una comisión permanente de la Cortes para velar por el cumplimiento de las leyes y
gestionar los subsidios concedidos a la Corona. 4
Para la administración de justicia se crearon Audiencias o altos tribunales de justicia, una en cada
reino (Aragón, Cataluña y Valencia), y en el reino de Aragón, el Justicia Mayor era un magistrado que
actuaba de árbitro en caso de conflicto entre el rey y sus súbditos, en defensa de los privilegios de la
nobleza y de los fueros del reino.
En el gobierno de las ciudades importantes de la Corona de Aragón se impuso el sistema de
insaculación para elegir al gobierno municipal por sorteo, a partir de una lista aprobada previamente por
el rey, para limitar el poder de la oligarquía urbana en los ayuntamientos.
2. EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA.
Factores del descubrimiento de América
Al descubrimiento de América contribuyeron una serie de factores:
Factores políticos: la rivalidad de Castilla y Portugal en la expansión atlántica regulada en el
Tratado de Alcaçovas (1479).
Causas económicas: la búsqueda de oro -para la acuñación de moneda-, especias, materias
primas -para la actividad artesanal- y productos de lujo -seda, perfumes, piedras preciosas-, y la necesidad
de abrir una ruta marítima alternativa segura que permitiera el acceso directo a las Islas Molucas o Islas de
las Especias -Indonesia-, a la India y a la China, pues la vía tradicional había sido bloqueada por los turcos
que habían conquistado Constantinopla en 1453.
Causas técnicas: el desarrollo de los instrumentos de navegación y de orientación -timón,
astrolabio, cuadrante, brújula-, y de la construcción naval -nao y carabela-.
Causas científicas: los cálculos matemáticos referidos a las dimensiones terrestres -Toscanelli- y
la difusión de obras científicas -Geografía de Ptolomeo e Imago Mundi- que afirmaban la esfericidad de la
Tierra, en el contexto de la cultura humanista del Renacimiento.
Causas ideológicas como la curiosidad por lo desconocido y el ansia de aventuras, de fama y de
riqueza, estimuladas por los libros de viajes -El Libro de las Maravillas de Marco Polo- y por las leyendas -
el Preste Juan, las Siete Ciudades de Cibola y el Dorado-, así como el deseo de evangelizar a las
poblaciones paganas.
El descubrimiento de América
Cristóbal Colón -posiblemente un navegante genovés-, convencido de la esfericidad de la Tierra y
en base a los cálculos de Toscanelli -que dieron una distancia entre Europa y la India menor a la real-,
proyectó una nueva ruta para llegar a las Islas Molucas navegando hacia el oeste a través del
Atlántico.
Inicialmente, en 1484 presentó esta propuesta al rey de Portugal -Enrique II-, quien la rechazó
porque los portugueses habían avanzado mucho en la ruta africana hacia las Indias; además, la empresa
podía vulnerar el tratado de Alcaçovas, los cálculos de Colón parecían poco fiables y sus exigencias
económicas eran excesivas.
Después, en 1485, Colón -respaldado por los monjes de la Rábida- expuso su proyecto en la
Corte de Castilla, pero una comisión de expertos rechazó su propuesta; además los reyes estaban
inmersos en la Guerra de Granada y consideraron desmedidas sus condiciones. Finalmente, la
capitulación del reino nazarí y la rivalidad de Portugal en la expansión atlántica hicieron que los Reyes
Católicos aceptaran la empresa, de modo que el 17 de abril de 1492 firmaron las Capitulaciones de
Santa Fe con Colón, al que concedían los títulos de almirante de la mar océana, virrey y gobernador de las
nuevas tierras descubiertas; también le otorgaban la décima parte de las riquezas encontradas y la
posibilidad de costear la octava parte de la expedición.
La expedición de Colón, formada por tres navíos (La Santa María -capitaneadas por él mismo-,
La Niña y La Santa María -capitaneadas por los hermanos Pinzón-) y unos cien hombres, partió de Palos
de Moguer (Huelva) el 3 de agosto de 1492 e hizo escala en las Islas Canarias. Esta expedición arribó el
12 de octubre de 1492 a la isla de San Salvador (Guanahaní para los nativos y actual isla de Watling, en
Las Bahamas) y exploró las islas Juana (Cuba) y La Española (República Dominicana y Haití).
Colón realizó otros tres viajes más entre 1493 y 1504 para explorar nuevas tierras, colonizar las
tierras descubiertas, evangelizar a los indios y encontrar un paso hacia la costa de Cathay (China) y
hacia las Islas de las Especies, convencido de haber alcanzado las Indias orientales cerca de Cipango
(Japón).
Exploró las Antillas menores, San Juan Bautista (Puerto Rico) y Santiago (Jamaica), fundó la
ciudad de Santo Domingo, alcanzó tierra firme en la desembocadura del Orinoco, recorrió las costas de la
actual Venezuela, donde descubrió las islas Trinidad y Margarita y exploró las costas de América
Central -Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá-.
Como gobernador de las tierras descubiertas su gestión fue nefasta: se enfrentó a las autoridades
enviadas por los Reyes, no supo imponer su autoridad, permitió los enfrentamientos entre colonos y los
abusos sobre los nativos; acusado de abuso de poder fue apresado.
Compare los imperios territoriales de Carlos I y de Felipe II, y explique los diferentes problemas que
acarrearon.
LOS DOMINIOS TERRITORIALES.
Los dominios de Carlos I:
Hijo de Juana -heredera de los Reyes Católicos- y de Felipe de Habsburgo -hijo de Maximiliano I, de la
dinastía Habsburgo, archiduque de Austria y emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, y de María
de Borgoña-, Carlos I heredó:
Por parte materna, los dominios de las Coronas de Castilla y de Aragón que incluían los
territorios peninsulares, excepto Portugal, incluidos Navarra y Granada que habían sido incorporados a la
Corona de Castilla, y Aragón, Cataluña y Valencia, que conformaban los territorios de la Corona de
Aragón; los territorios insulares de Baleares, pertenecientes a la Corona de Aragón, y los de Canarias,
correspondientes a Castilla; las posesionesos territorios americanoas, bajo soberanía castellana; así como
las plazas del norte de África, pertenecientes a Castilla, y los territorios italianos de Cerdeña, Sicilia y
Nápoles, que formaban parte de la Corona de Aragón-.
Por parte paterna, los territorios de Borgoña -los Países Bajos, LuxemburoLuxemburgo y
Franco Condado- y los territorios del Sacro Imperio Romano Germánico pertenecientes a la casa de
Austria que estaban vinculados al título imperial (Austria).
A estos territorios heredados, Carlos V incorporó el Milanesado (Lombardía, en el norte de Italia), los
territorios coloniales de América (virreinatos de Nueva España y del Perú) y del Pacífico (las islas
Carolinas), y algunas plazas del norte de África (Túnez).
La defensa del catolicismo con un espíritu de cruzada frente al Islam, y la protección de los
territorios mediterráneos del imperio español y los orientales del Imperio Alemán, además de las
rutas comerciales del Mediterráneo condujeron al enfrentamiento con el Imperio Turco y los piratas
berberiscos:
Carlos V se proponía frenar el avance turco-otomano en Europa oriental, donde Solimán el
Magnífico, había conquistado Hungría y sitiado Viena, y defender los territorios mediterráneos de
los piratas berberiscos dirigidos por Barbarroja. Carlos V conquistó Túnez (1535), pero fracasó en
Argel y perdió Trípoli y Bugía.
En el reinado de Felipe II, el Imperio Turco, en su avance por el Mediterráneo, se había
apoderado de Túnez y de Chipre. España, Venecia y el Papa se unieron en la Liga Santa y su
escuadra -dirigida por don Juan de Austria- venció a la armada turca en la Batalla de Lepanto (1571),
frente a las costas griegas, lo que detuvo el avance otomano.
Las relaciones con el Papado no siempre fueron cordiales, a pesar de que los reyes españoles
eran grandes defensores del catolicismo. El gran poder que ejercieron sobre la Iglesia española permitió
un grado de autonomía respecto a Roma que los Papas consideraron una amenaza, y, recelosos de su
hegemonía, no dudaron en firmar alianzas con los enemigos de España.
El Papa Clemente VII formó una liga con Francisco I, Enrique VIII y las ciudades italianas
contra Carlos V; como castigo, éste ordenó el saqueo de Roma (1527).
Con Felipe II, una nueva coalición entre Francia -que mantenía sus aspiraciones sobre Flandes e
Italia- y el Papa fue respondida con la invasión de los Estados Pontificios por el duque de Alba, lo que
obligó al Papa a pedir la paz.
Respecto a Portugal, la relación giró en torno a la rivalidad en la expansión oceánica y en la
pretensión de España de conseguir la unidad peninsular desde los Reyes Católicos.
Bajo Carlos V, la relación de amistad con Portugal se selló con el matrimonio del rey e Isabel
de Portugal (madre de Felipe II) y la entrega de las Islas Molucas (también llamadas Islas de las
Especias, actual Indonesia).
Cuando el trono portugués quedó vacante, tras la desaparición de don Sebastián y la muerte de
don Enrique, Felipe II -hijo de Isabel de Portugal y nieto legítimo de Manuel I- hizo valer sus derechos
frente a don Antonio, prior de Crato-. Las tropas españolas, al mando del duque de Alba, invadieron
Portugal y avanzaron hasta Lisboa. Felipe II se comprometió a respetar los fueros del reino y a
reservar los cargos de gobierno para los portugueses, así como a proteger su comercio y los
territorios coloniales. Las Cortes portuguesas de Tomar (1581) reconocieron a Felipe II como rey de
Portugal, lo que supuso la unidad ibérica, si bien mantuvo la autonomía del reino.
Analice la política respecto a América en el siglo XVI y sus consecuencias para España, Europa y la
población americana.
La conquista americana.
La conquista se realizó mediante expediciones particulares a través de capitulaciones de
conquista, acuerdos por los que la Corona autorizaba a particulares dirigir, organizar y financiar
expediciones, reclutar un ejército y conquistar un territorio -que quedaba bajo la soberanía de la Corona-; a
cambio, el rey concedía al conquistador el título de gobernador o capitán general y también parte de las
riquezas encontradas y de los beneficios obtenidos.
El proceso de conquista de América se inició con la conquista de las Antillas (1502-1519). Desde
La Española los españoles ocuparon Cuba -empresa en la que participaron Hernán Cortés y Bartolomé de
las Casas- y Jamaica; Ponce de León conquistó Puerto Rico. Las guerras, las enfermedades y la
explotación diezmaron a la población nativa, los españoles no se adaptaban al clima, tenían que importar
mercancías de Europa y, sobre todo, estas tierras no eran tan ricas en oro como se esperaba.
Las últimas conquistas -a partir de 1550- permitieron dominar los territorios del Sur de Estados
Unidos -California, Arizona, Nuevo México, Texas (Vázquez Coronado) y Florida-, la cuenca del Orinoco y
adentrarse desde el Río de la Plata hacia el interior de Argentina (Buenos Aires), Uruguay, Paraguay y
parte de Bolivia.
La administración colonial.
Los asuntos americanos fueron controlados a través de la Casa de Contratación -una institución
fundada en el reinado de los Reyes Católicos con sede en Sevilla bajo control de la Corona para gestionar
el comercio con América, inspeccionar el tráfico de mercancías y personas y asegurar la recaudación del
quinto real (20% de la producción mineral americana-sobre todo de oro y de plata-asignado a la Corona);
también era una escuela náutica de pilotos, centro de estudios geográficos y de cartografía- y Carlos I
fundó el Consejo de Indias, un órgano asesor del que dependían el gobierno y la administración de los
territorios americanos y que asumió la gestión de todos los asuntos relacionados con América -
nombramiento de cargos, justicia, hacienda y legislación-.
Para su administración, los territorios americanos fueron divididos en:
Virreinatos: circunscripciones de rango superior gobernadas por un virrey, máxima autoridad en
América. Los virreyes eran nombrados por la Corona, tenían amplios poderes, disponían de Corte propia y
estaban sujetos a inspección (visitas). Hasta el siglo XVIII hubo dos virreinatos: el virreinato de Nueva
España (1535), con capital en Ciudad de Méjico -construida sobre la antigua Tenochtitlán azteca- para
América Central, y el virreinato del Perú (1544), con capital en Lima -ciudad que sustituyó a la antigua
capital inca, El Cuzco- para América del Sur.
Gobernaciones y capitanías generales: circunscripciones administrativas similares a las
provincias, donde los gobernadores ejercían funciones administrativas, judiciales y militares. Cuando eran
fronterizas o conflictivas y requerían presencia militar se denominaban capitanías generales.
Corregimientos: distritos similares a las gobernaciones en cuanto a funciones, pero de menores
dimensiones, bajo la autoridad de los corregidores que presidían los cabildos o ayuntamientos.
Cabildos o ayuntamientos de las ciudades: unidad administrativa básica cuya organización era
equivalente a la de los municipios castellanos. Los cabildos estaban controlados por las oligarquías
locales, formadas por españoles y sus descendientes (criollos).
Las Audiencias eran tribunales superiores de justicia, cuyas decisiones obligaban a los virreyes y
que asumían las funciones de gobierno cuando el cargo de virrey estaba vacante. En el siglo XVI se
crearon diez Audiencias.
El impacto en Europa:
La apertura de nuevas rutas comerciales hacia América, Asia y África estimuló la expansión
económica favorecida por: el aumento de oro y plata disponible, la demanda de productos procedente
de los mercados exteriores, un fuerte incremento del comercio y un abaratamiento del crédito.
Se desarrolló el capitalismo comercial: América enviaba a Europa oro y plata, a cambio de
productos agrarios e industriales; Europa enviaba parte del oro y la plata americanos a Extremo Oriente, a
cambio de especias; y parte a África, para comprar esclavos que se llevaban a América, con lo que se
creaba un circuito comercial a nivel mundial, lo que estimuló el crecimiento del sector financiero, de
la banca y del crédito.
El Atlántico se convirtió en el área comercial más activa a través de los puertos de mayor
tráfico (Lisboa, Sevilla, Amberes y Londres).
Parte del oro y de la plata americanos eran desviados desde España a Europa como pago a los
productores y comerciantes europeos que abastecían a los mercados americanos, y como aval y
pago de los préstamos concedidos por los banqueros europeos (alemanes, italianos y flamencos)
para financiar la política imperial de los Austrias.
Los recursos americanos también llegaban a Europa por otras vías como el contrabando y la
piratería, que vulneraban el monopolio ejercido por Castilla en el comercio con las Indias, cuestionado por
potencias como Inglaterra y Holanda que habían quedado al margen del mercado americano.
La llegada de grandes cantidades de oro y plata, primero a España y después a Europa,
provocó un proceso inflacionista conocido como “revolución de los precios” -el aumento de la cantidad
de oro y plata en circulación, provocó la devaluación del oro y el incremento espectacular y continuado
de los precios-.
El impacto en América.
La conquista y la colonización provocaron una elevada mortalidad entre la población nativa debido
al contagio de enfermedades de origen europeo -viruela, gripe, sarampión, tifus-, al trabajo forzoso en la
tierra y en las minas a través de los sistemas de explotación impuestos por los conquistadores y los
colonos españoles -la encomienda y la mita-, a las guerras, a las matanzas, a la presión tributaria y a la
desposesión de las tierras a la que fueron sometidos.
La pérdida de población indígena fue compensada desde el siglo XVI con esclavos negros
procedentes de África en el área caribeña y con población de origen europeo en Chile y Argentina, de
forma que disminuyó el número de indios y aumentó el de europeos, africanos y mestizos.
Se produjo un fuerte mestizaje entre indígenas, blancos y negros: mestizos (hijos de blancos e
indios), mulatos (hijos de blancos y negros) y zambos (hijos de indios y negros), mientras que los criollos
eran los descendientes de la población española, convertidos en una élite de grandes propietarios que
monopolizaban los cargos de la administración y del gobierno colonial.
También hubo un importante choque y contacto de culturas, en el que se acabó imponiendo la
cultura hispana que dejó en el continente su lengua, su religión y su arte, lo que provocó un proceso de
aculturación, con la destrucción de las formas tradicionales de las civilizaciones indias en algunas zonas,
o de mestizaje cultural en otras, lo que ha permitido una rica diversidad cultural.
La extensión entre la población indígena de un espíritu pesimista de derrota y de desgana vital, que
se tradujo en suicidios y en una notable caída de la natalidad.
Represente una línea del tiempo desde 1474 hasta 1700, situando en ella los principales
acontecimientos históricos.
Explique los principales proyectos de reforma del Conde Duque de Olivares.
Felipe IV (1621 – 1665) delegó el poder en su valido don Gaspar de Guzmán y Pimentel, el
conde-duque de Olivares que se propuso, a nivel interno, reforzar el poder real con un ambicioso
programa de reformas que expuso en el llamado Gran Memorial, enviado al rey en 1624. Algunas
reformas tenían un carácter arbitrista en la línea del mercantilismo y otras un carácter unificador y
centralizador, ya que pretendían suprimir las diferencias forales de los distintos territorios de la Corona
para que todos contribuyeran de forma equitativa a las cargas de la monarquía en hombres e impuestos y
evitar que los costes del imperio recayesen en mayor medida sobre Castilla.
La política reformista, que Olivares trató de imponer de forma autoritaria, incluyó:
Reformas administrativas, como el cese y condena de todos los gobernantes corruptos del
reinado anterior, la creación de 16 juntas de reforma -especie de ministerios-, entre ellas 5 de Hacienda,
otras 5 de Obras Públicas y la Junta de Reformación de Costumbres que trató de frenar el excesivo
gasto de la Corte, reduciendo empleos cortesanos y gastos en objetos de lujo. Aunque las juntas
estaban bien planeadas, fracasaron por la oposición de los estamentos privilegiados y, además, al no
suprimir los anteriores organismos administrativos los gastos burocráticos se elevaron en un 50%.
Medidas proteccionistas para impulsar la artesanía textil que prohibían el comercio con
Inglaterra, Francia, Holanda y numerosos estados alemanes, lo que provocó la oposición de los
comerciantes; y la construcción de obras de canalización, y la supresión de aduanas y puertos
secos, para desarrollar el transporte fluvial y el comercio, respectivamente. Sin embargo, la falta de
capitales y de personal técnico cualificado impidió el desarrollo de una industria especializada y arruinó el
comercio.
Para incentivar el crecimiento demográfico, autorizó la llegada de población extranjera
católica y concedió beneficios -privilegios de hidalguía - a las familias numerosas.
Una reforma fiscal para financiar la costosa política exterior, con el aumento de los ingresos
de la Corona anulando las exenciones fiscales de los territorios forales, de forma que los territorios
no castellanos de la monarquía contribuyeran en la misma medida que Castilla a los gastos de la
monarquía-; estableció un impuesto sobre la sal aplicado a todos los súbditos de Castilla -que provocó la
oposición de los estamentos y los territorios protegidos por los fueros-; la abolición de los millones y la
creación de erarios públicos y montes de piedad que contribuyeran a reducir la deuda pública; estos
erarios debían mantenerse con aportaciones proporcionales a la propiedad, lo que supuso la oposición de
los grandes propietarios y la negativa de las Cortes a aprobar la propuesta de creación de los nuevos
erarios y la introducción de un sistema tributario unitario conforme al modelo fiscal de Castilla.
La Unión de Armas (1625) estableció un sistema de cuotas por el que cada reino debía
proporcionar, en caso de guerra, un número determinado de hombres y una cantidad de dinero en
proporción a sus recursos económico y demográficos para formar un ejército de 140.000 hombres
reclutado, armado y mantenido por cada reino.
Este proyecto centralizador del Conde-Duque provocó las rebeliones secesionistas de
Cataluña y Portugal que se negaron a contribuir con tropas y subsidios a la política belicista de España
en defensa de sus fueros frente al autoritarismo real.
Explique los principales factores de la crisis demográfica y económica del siglo XVII, y sus
consecuencias.
LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA.
Desde 1580 se venía observando una desaceleración, y, en algunos casos, incluso un
descenso del crecimiento económico. A lo largo del siglo XVII, la población española se estancó e,
incluso, disminuyó; hacia 1700 ascendía a unos siete millones de personas, cifra ligeramente inferior a la
registrada a principios de la centuria -unos ocho millones de habitantes-. La población descendió hasta
las décadas centrales del siglo y después inició una lenta recuperación hasta alcanzar a finales del
XVII los niveles demográficos de finales del XVI.
El descenso demográfico presentó ritmos y características diferentes en los distintos territorios de
la monarquía, ya que el campo, en general, se recuperó de la crisis demográfica mejor que las
ciudades y la recesión demográfica fue mayor en el interior que en la periferia. Las mayores pérdidas
de población se registraron en las dos Castillas, Extremadura, Andalucía, interior de Galicia, sur de Álava,
Navarra y Aragón donde se produjo una crisis demográfica profunda y dilatada que supuso una
disminución demográfica de un 12%. Sin embargo, las zonas periféricas experimentaron cierto
crecimiento: en la zona cantábrica se produjo un crecimiento sostenido que permitió un ciclo expansivo,
localizado entre 1630 y 1680, en el que la población se incrementó en un 50% y un 64%, gracias al cultivo
del maíz que permitió una mejora en la alimentación, y en las zonas costeras de Cataluña, Valencia y
Murcia también se observó un aumento demográfico, aunque más moderado que en el área cantábrica.
Por lo tanto, aunque a finales del siglo se habían recuperado los niveles de población de sus
inicios, la distribución de la población se había alterado: el interior perdió población en beneficio de
la periferia y se produjo una pérdida de peso de la población urbana a favor de la rural.
El nulo crecimiento demográfico se debió a:
Las sucesivas crisis de subsistencia, causadas por las malas cosechas y que provocaron
hambrunas, conflictos sociales e incluso rebeliones políticas.
Las guerras permanentes: la falta de mercenarios para luchar en los múltiples frentes de las
guerras emprendidas por los Austrias obligó a hacer reclutas y levas forzosas de hombres jóvenes en
edad de trabajar y de tener hijos.
Las epidemias de peste, con brotes cíclicos en 1596-1602, 1630, 1647-1652, 1676-1685, y
favorecidas por la desnutrición de la población, provocaron una elevada mortandad que se calcula en
1.250.000 víctimas, la disminución de la mano de obra y, por lo tanto, menos producción y más hambre.
En algunas zonas de Aragón y Valencia también influyó la expulsión de los moriscos, unos
300.000 entre 1609 y 1614, e incluso puede añadirse la emigración a América que, aunque no fue
decisiva, incidió fundamentalmente en Castilla y Andalucía.
Detalle las características del nuevo orden europeo surgido de la Paz de Utrecht y el papel de
España en él.
LA PAZ DE UTRECHT.
En Europa la Guerra de Sucesión finalizó con el Tratado de Utrecht (Países Bajos, 1713),
aunque en España el conflicto continuó hasta la caída de Cataluña (Barcelona capituló en 1714) y de
Baleares (Mallorca e Ibiza fueron tomadas en 1715). En Europa triunfó Carlos de Austria y en España
Felipe de Borbón, lo que significó el reconocimiento de Felipe V como rey de España -tras renunciar a
sus derechos al trono francés- y el cambio dinástico, con el acceso de los Borbones al trono español en
sustitución de la dinastía de los Habsburgo.
La Paz de Utrecht supuso un nuevo orden internacional basado en el equilibrio entre Francia y
Austria bajo el arbitraje de Inglaterra, lo que acababa con la hegemonía ejercida por Francia en el siglo
XVII. Inglaterra se perfilaba como la nueva potencia mundial -ya que consiguió imponer el equilibrio de
poderes en Europa y obtuvo un predominio marítimo y comercial incontestable- y España, que había sido
la gran potencia de Europa en el siglo XVI, quedó relegada a potencia de segundo orden, como aliada
de Francia y rival de Inglaterra y de Austria.
Felipe V fue reconocido como rey de España a cambio de la cesión de los territorios españoles
en Europa: Austria consiguió Flandes, Milán, Nápoles, Cerdeña; Saboya anexionó Sicilia, que después -
en 1720- intercambió por Cerdeña; a Gran Bretaña le fueron entregadas Menorca y Gibraltar, lo que
facilitaba la penetración británica en el Mediterráneo, y a Portugal, Sacramento. Las Provincias Unidas y el
nuevo reino de Prusia obtuvieron algunas plazas de Flandes.
España también perdió el monopolio comercial con América con la concesión de privilegios
comerciales a Inglaterra: el asiento de negros -monopolio de la venta de esclavos negros africanos en
América- y el navío de permiso -autorización para enviar anualmente un galeón de gran tonelaje (500
toneladas) con manufacturas británicas para ser vendidas en las colonias españolas de América-.
LOS PACTOS DE FAMILIA con Francia.
La política exterior de España en el siglo XVIII se centró en recuperar los territorios perdidos por
el Tratado de Utrecht (1713) y defender el imperio de ultramar. El principal enemigo de España era
Inglaterra, por lo que buscó la alianza de Francia.
En el reinado de Felipe V (1700-1746), la política exterior, dirigida por el Julio Alberoni y por José
Patiño -secretarios del rey-, se propuso revisar el Tratado de Utrecht y recuperar los territorios
italianos para sus herederos, los infantes Carlos y Felipe, nacidos del matrimonio con Isabel de Farnesio
(segunda esposa de Felipe V), mediante la firma de dos Pactos de Familia (1733 y 1743), llamados así
porque unían a las dos ramas de la casa de Borbón -la española y la francesa-. Por estos acuerdos,
España se vio obligada a apoyar a Francia en su política exterior y a intervenir en las guerras de
sucesión polaca y austriaca, si bien estas permitieron que el príncipe Carlos fuera proclamado rey de las
Dos Sicilias (o Reino de Nápoles-Sicilia) y el infante Felipe recibió el ducado de Parma-Plasencia y el
de Piacenza.
Carlos III (1759-1788) firmó el Tercer Pacto de Familia (1761) con Francia contra Inglaterra, lo
que obligó a España a intervenir en la Guerra de los Siete Años (1756-1763), que disputaron Francia e
Inglaterra por la hegemonía en Europa. España se enfrentó al Reino Unido y a Portugal para defender las
colonias y el comercio colonial, y recuperar Menorca y Gibraltar. Por la Paz de París (1763) España tuvo
que entregar a Gran Bretaña la Florida y, en compensación, recibió de Francia la Luisiana.
Francia y España apoyaron a las colonias británicas de América del Norte que se sublevaron contra
el Reino Unido en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, y la Paz de Versalles (1783),
que reconoció la independencia de EEUU.
Defina qué fueron los Decretos de Nueva Planta y explique su importancia en la configuración del
nuevo Estado borbónico.
Los Borbones establecieron la monarquía absolutista -el rey era el único depositario de la soberanía de
origen divino y concentraba todos los poderes del Estado: legislativo, ejecutivo y judicial- y el Estado
centralizado -los poderes territoriales quedaban supeditados al gobierno central-, según el modelo
francés, a través de los Decretos de Nueva Planta (1707-1716), implantados en Valencia (1707), en
Aragón (1711), en Mallorca (1715) y en Cataluña (1716), por los que se procedió a la unificación
jurídica e institucional de todo el reino. Fueron suprimidos los fueros, las instituciones (el Consejo de
Aragón, las Cortes y sus diputaciones, incluida la Generalitat, el Justicia Mayor, los virreyes, los cargos
municipales), la legislación, los privilegios militares y fiscales, y las aduanas y puertos secos
interiores de los reinos de la Corona de Aragón, con el pretexto de que se habían rebelado contra
Felipe V en la Guerra de Sucesión, y en su lugar se impusieron las leyes, instituciones y cargos de
Castilla (los corregidores y regidores, las audiencias y chancillerías, además de los capitanes generales y
los intendentes); se estableció el castellano como lengua oficial -administrativa y jurídica- y el sistema
fiscal fue sustituido por otro de carácter general, el catastro, aunque se prometía el acceso de todos los
súbditos a los cargos públicos. Sólo Navarra y el País Vasco, que habían apoyado desde el principio de
la Guerra de Sucesión a Felipe V, conservaron sus fueros, sus instituciones (Cortes de Navarra), sus
aduanas interiores, e incluso sus exenciones militares.
Detalle las fases del conflicto entre liberales y absolutistas durante el reinado de Fernando VII.
De esta pregunta incluyo dos enfoques: el desarrollo y el resumen.
Represente una línea del tiempo desde 1788 hasta 1833, situando en ella los principales
acontecimientos históricos.
Ideario.
Los carlistas representaban al absolutismo real de origen divino -“Dios, Patria y Rey”-, defendían el
Antiguo Régimen, el integrismo religioso o ultracatolicismo y los intereses de la Iglesia (mantenimiento del
diezmo y oposición a las desamortizaciones y a la libertad religiosa), los privilegios estamentales y el
foralismo -el respeto a los fueros territoriales tradicionales: exenciones fiscales y militares, instituciones de
gobierno autónomas, legislación y sistemas judiciales propios de País Vasco, Navarra, Aragón, Cataluña y
Valencia -.
El carlismo era contrario al liberalismo y a todo lo que él implicaba: libertad política, económica y
social, uniformidad territorial y laicismo (principio opuesto al confesionalismo, defiende la separación de la
Iglesia y el Estado, y la libertad de conciencia).
Apoyos sociales:
Los carlistas estuvieron apoyados por sectores conservadores y reaccionarios: la baja nobleza rural
del norte, el ala más conservadora de la Iglesia (parte del bajo clero y clero rural), pequeños campesinos
propietarios y campesinos no propietarios, gran parte del artesanado pobre y oficiales reaccionarios del
ejército.
A nivel internacional, el apoyo fue escaso -casi exclusivamente moral e ideológico- procedente de
los países absolutistas y conservadores: Austria, Prusia, Rusia, Nápoles y los Estados Pontificios.
Describa las características de los partidos políticos que surgieron durante el reinado de Isabel II.
Al margen del sistema liberal se situaban los carlistas, que defendían el absolutismo.
Los partidos liberales eran organizaciones de notables -“camarillas” alrededor de algún notable, civil o
militar, vinculadas por relaciones personales o intereses económicos que se unían para participar en las
elecciones y controlar el poder- y estaban muy debilitados por las disputas internas.
CARLISTAS:
Tradicionalistas, realistas o apostólicos
Representan el Antiguo Régimen.
“Dios, patria, rey” – “Dios y fueros” o “Dios y Ley vieja”
Principios:
-La monarquía absoluta y la soberanía real.
-El ultracatolicismo y el restablecimiento de la Inquisición.
-Los fueros territoriales (País Vasco, Navarra y Cataluña, Aragón y Valencia).
-Los privilegios estamentales.
Apoyos sociales: grupos más reaccionarios (conservadores, contrarios al liberalismo):
-Vieja aristocracia, baja nobleza rural del norte
-Clero: parte del bajo clero y clero rural
-Campesinos: pequeños propietarios y campesinos sin tierras.
-Artesanos: pequeños artesanos.
-Oficiales reaccionarios del ejército
LIBERALES MODERADOS:
Ideología: liberalismo doctrinario.
Sector conservador del liberalismo. Derecha liberal.
Antecedentes: doceañistas del Trienio Liberal.
Principios:
- Monarquía constitucional o parlamentaria
- La soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
- No separación estricta de los poderes.
- Amplios poderes de la Corona -poderes político y legislativo-:
Poder ejecutivo a través del nombramiento de los ministros.
Convocatoria, suspensión y disolución de las Cortes -Iniciativa legal – Sanción de las leyes - Veto
Nombramiento del Senado.
- La Corona como garante del orden y la estabilidad.
-Poder legislativo compartido por el rey y la Corona.
- Cortes bicamerales:
Senado de nombramiento real.
Congreso elegido por sufragio censitario muy restringido.
- Sistema electoral: sufragio censitario restringido.
- Libertades y derechos limitados - libertad de prensa restringida-.
- Defensa del derecho a la propiedad privada.
- Catolicismo como religión oficial del Estado – financiación de la Iglesia por el Estado. Estado confesional.
- Administración centralizada: el gobierno central nombra a los gobernadores provinciales y a los alcaldes
de las capitales de provincia – control de la administración provincial y local por el gobierno central.
y supresión de la Milicia Nacional.
Política económica: oposición a la desamortización, proteccionismo e impuestos indirectos.
Bases sociales: élites de grandes propietarios -latifundistas-, alta burguesía -empresarios- y funcionarios.
Acceso al poder por el apoyo de la Corona.
Se mantienen en el poder a través de la represión, la manipulación electoral y el sufragio restringido.
Periodos de gobierno:
Regencia de María Cristina: 1833-1836 y 1837-1840.
Isabel II: década moderada (1844-1854).
Alternancia con los unionistas entre 1856 – 1868.
Constitución de 1845.
Narváez.
UNIONISTAS:
La Unión Liberal, partido fundado en 1854.
Partido de centro: Agrupa a moderados y progresistas – a los sectores afines de ambos partidos (los más
progresistas de los moderados y los más moderados de los progresistas).
Defienden el orden (rasgo moderado) y la libertad (rasgo progresista).
O´Donnell.
Periodos en el poder:
Reinado de Isabel II: Alternancia en el gobierno con el partido moderado entre 1856 y 1868.
Adhesión al pacto de Ostende (1866).
LIBERALES PROGRESISTAS:
Antecedentes: exaltados o veinteañistas del Trienio Liberal.
La izquierda liberal
Principios:
-La soberanía nacional representada en las Cortes.
-La separación de poderes.
-Limitar los poderes de la Corona y del gobierno a favor de las Cortes.
-Cortes bicamerales -Senado y Congreso- elegidas por sufragio censitario.
-Responsabilidad de los ministros (poder ejecutivo) ante las Cortes (poder legislativo).
-Sufragio censitario amplio.
-Libertades y derechos amplios (libertad de imprenta sin censura previa)
-Elección popular de los Ayuntamientos.
-Milicia Nacional.
Política económica: Libertad de comercio (librecambismo), desamortización y equilibrio entre impuestos
directos e indirectos.
Apoyo de las clases medias urbanas (comerciantes y profesionales liberales) e inicialmente apoyo de los
obreros industriales.
Acceso al poder a través de sublevaciones revolucionarias: pronunciamientos militares y juntas.
Períodos de gobierno:
-Regencia de María Cristina (Mendizábal y Calatrava, 1836-1837).
-Regencia de Espartero (1840-1843).
-Reinado de Isabel II: Bienio progresista (1854 - 1856).
-Firma del Pacto de Ostende (1866).
Constitución nonata de 1856.
Mendizábal y Espartero
DEMÓCRATAS
Escisión del ala radical de los progresistas. Fundado en 1849.
Principios:
- La monarquía parlamentaria y constitucional o la República
-La soberanía popular.
-La estricta separación de poderes:
Poder ejecutivo: el rey a través de los ministros (monarquía constitucional) o el gobierno
(República).
Legislativo: Cortes unicamerales.
Judicial: tribunales – jurado.
-Sufragio universal masculino.
-Declaración amplia de derechos, naturales e inalienables (derechos individuales y políticos, sociales-
derecho a la educación- y colectivos -asociación sindical-).
-Libertad de cultos – Estado financia a la Iglesia (el culto y al clero).
-Elección democrática de diputaciones y ayuntamientos
-Instrucción pública -primaria gratuita-, supresión de las quintas y de los consumos, intervención del
Estado en las relaciones laborales.
-Desamortización.
Los demócratas no accedieron al poder en el reinado de Isabel II.
Apoyo de parte de las clases medias y bajas
Resuma las etapas de la evolución política del reinado de Isabel II desde su minoría de edad, y
explique el papel de los militares.
Primero expongo el tema desarrollado y después lo resumo, que es lo que pide el enunciado del estándar.
Así tenéis un modelo de síntesis.
EXPOSICIÓN DEL TEMA.
A – EVOLUCIÓN POLÍTICA DEL REINADO DE ISABEL II
Etapas del reinado de Isabel II.
El reinado de Isabel II (1833 – 1868) fue un periodo convulso desde sus inicios, marcados por la
primera guerra carlista, en la que en principio se decidía el titular del trono: Isabel II, nombrada heredera
por su padre Fernando VII, o el hermano de este, Carlos María Isidro.
Pero, la identificación del pretendiente carlista con el más estricto absolutismo del Antiguo
Régimen empujó a los defensores de Isabel II a buscar apoyo en los liberales, muy representativos en el
ejército. Por esta razón, la guerra no fue sólo una lucha por el trono entre dos miembros de la familia real,
sino que se convirtió en un enfrentamiento entre dos modelos de Estado: absolutismo y liberalismo.
Finalmente, el fracaso del carlismo aseguró el trono de Isabel II, cuyo reinado se puede dividir en tres
etapas:
1. Regencia de María Cristina (1833 – 1840), su madre, ya que a la muerte de Fernando VII, Isabel
II sólo contaba tres años de edad.
2. Regencia del general Espartero (1840 – 1843), primero como presidente de un Ministerio-
Regencia (1840-1841) tras la renuncia de María Cristina, y después como regente en solitario (1841 – 1843).
3. Reinado efectivo de Isabel II (1843 – 1868), que, tras la caída de Espartero, fue declarada mayor
de edad por las Cortes al cumplir 13 años, para evitar una nueva regencia.
Objetivos sociales:
- Crear una clase media de propietarios
agrarios contribuyentes
Objetivos políticos:
- Convertir a los nuevos propietarios en
adeptos de la causa liberal, que
necesitaba apoyo social frente a la
amenaza del carlismo, es decir, ampliar el
número de simpatizantes del liberalismo y
consolidar los apoyos a la monarquía de
Isabel II, ya que los compradores de
bienes eclesiásticos desamortizados
perderían las tierras adquiridas en caso
de una victoria del bando carlista, porque
los ultracatólicos partidarios de Don
Carlos habían anunciado su disposición
de devolver las propiedades al clero.
Efectos
Vigencia Vigente desde abril de 1834 hasta agosto de Desde el 17 de julio de 1837 -fecha en la que la Larga vigencia: desde su promulgación el 23 de
1836 Regente aceptó la Constitución en nombre de la mayo de 1845 hasta 1854, y desde 1856 hasta
Reina- hasta 1845. 1868.
Objetivos - Garantizar la sucesión de Isabel como reina - Encontrar un término medio entre el Estatuto - Conformar el régimen político en un sentido
de España frente a las pretensiones de Carlos Real y la Constitución de Cádiz. estrictamente moderado.
María Isidro mediante un acuerdo con los - Ofrecer un marco que garantizara los principios - Garantizar el ejercicio del poder por el partido
liberales moderados. liberales, la seguridad individual y la propiedad moderado
- Conseguir apoyos para Isabel II entre los privada, frente al radicalismo liberal y frente al - Asegurar el dominio político y social de la
sectores socioeconómicos más dinámicos; a carlismo. oligarquía agraria y financiera
cambio la Corona prometía reformas - El objetivo de las Cortes constituyentes -de
graduales. mayoría progresista- era reformar la
Constitución de 1812, pero el resultado fue un
nuevo texto constitucional.
- Representar a las diferentes tendencias
liberales (moderados y progresistas) para
consolidar el régimen liberal.
Soberanía Soberanía compartida por el rey y las Cortes En teoría admitía la soberanía nacional, pero Soberanía compartida entre el rey y las Cortes
otorgaba a la Corona mayor poder que la – atribución conjunta de la potestad legislativa
Constitución de 1812. En la práctica se instituía al rey y a las Cortes.
un régimen de soberanía compartida.
Soberanía compartida – atribución conjunta de
la potestad legislativa al rey y a las Cortes.
Las Cortes: El Estatuto establecía unas Cortes de carácter El poder legislativo corresponde a las Cortes,
Funciones meramente consultivo con funciones muy cuya función principal es legislar. Las Cortes son
limitadas. el órgano de representación de la soberanía
A las Cortes correspondían el derecho de nacional.
petición al Rey (elevar peticiones), pero no Las dos Cámaras tienen iniciativa legislativa, y
podían deliberar sobre asuntos que no están facultades para elegir al regente, recibir el
hubieran sido sometidos a su consideración juramento constitucional de la Corona y
mediante decreto real -carecían de iniciativa controlar al gobierno o hacer efectiva la
legislativa- y la aprobación de los impuestos. responsabilidad de los ministros. También
aprobar los impuestos y los presupuestos. En
materia presupuestaria, el Congreso prevalece
sobre el Senado.
Composición Composición bicameral. Composición bicameral. Cortes bicamerales: Senado y Congreso de los
Las Cortes estaban formadas por dos Las Cortes se configuran en una doble Cámara: diputados.
Cámaras: Estamentos de Próceres y de Senado y Congreso de los diputados.
Procuradores.
- El Estamento de Próceres: de - El Senado formado por grandes propietarios es - Senado: Cámara alta nombrada por el rey
nombramiento real, compuesto por la alta nombrado por el rey entre una lista triple entre las altas categorías de la administración,
nobleza (Grandes de España, que eran confeccionada por los votantes. Se establece un del Ejército, la Iglesia y las personas que hayan
miembros natos de este senador como mínimo por provincia, que habrá ocupado cargos políticos y que posean una
Estamento y cuya dignidad se consideraba de tener, por lo menos, cuarenta años. La mitad elevada fortuna -grandes propietarios-. Es un
hereditaria), y por miembros designados por de los miembros era nombrada por el monarca, Senado aristocrático, formado por un número
la Corona, que desempeñaban su cargo con y la otra mitad, elegida por los votantes ilimitado de miembros vitalicios.
carácter vitalicio: títulos de Castilla, las altas mediante sufragio censitario indirecto.
jerarquías eclesiásticas (arzobispos y
obispos), altos mandos del Ejército y altos
funcionarios de la Administración, los más
ricos propietarios, industriales y fabricantes,
altas personalidades de las ciencias y las
letras. Sólo podían formar parte de esta
Cámara los ciudadanos con unas rentas
superiores a 60.000 reales y los Títulos de
Castilla con rentas superiores a los 80.000. - El Congreso de los Diputados es elegido por - El Congreso, Cámara baja elegida por un
- El Estamento de Procuradores: de carácter sufragio directo y censitario más amplio que el electorado muy restringido
electivo por sufragio censitario entre los del Estatuto Real entre los varones mayores de
ciudadanos mayores de 30 años que 25 años cada tres años
dispusieran de una renta anual superior a
12.000 reales. El sistema electoral era
indirecto y estrictamente censitario:
concedía el derecho al voto a 16.026
electores, un 0,15% de la población
La Corona. La Corona recibe más poderes en comparación La Corona dispone de poderes muy amplios.
El monarca dejó de concentrar los poderes de con los que establecía la de Cádiz. Aumento del poder del rey por el incremento
forma absoluta, aunque se le reservaban El rey posee el poder ejecutivo y participa del de sus competencias y por la restricción de la
importantes atribuciones: legislativo junto con las Cortes. autonomía de las Cortes, a través del nuevo
Rey con capacidad para convocar y disolver Posee la iniciativa legal, junto con las Cortes; tipo de Senado.
las Cortes, nombrar al presidente de ambos Tiene poder para sancionar y promulgar las Las competencias reales son mucho más
Estamentos y con capacidad legislativa. leyes; derecho de veto absoluto o ilimitado; amplias que las de la Constitución anterior y,
En el proceso de elaboración de una ley era convocar, suspender y disolver las Cortes; además, suprime las limitaciones que aquella
necesaria la aprobación de las dos Cámaras y nombrar y destituir libremente a los ministros; establecía para que el monarca pudiera
el consentimiento del rey. designar a los senadores. ausentarse del territorio y contrae matrimonio.
El rey no estaba sujeto a responsabilidad, es Potestad para nombrar y separar libremente a
Reconocimiento constitucional del Consejo inviolable. El rey tiene irresponsabilidad política, los ministros; nombrar al Senado; convocar,
de Ministros, presidido por el Rey – órgano pero no sus ministros, que responden ante las suspender y disolver las Cortes; sancionar y
central político-administrativo-. Cortes. Tiene derecho de veto por una promulgar las leyes; derecho de veto, iniciativa
legislatura, iniciativa legislativa junto con las legal.
cortes y capacidad para disolverlas Inviolabilidad del monarca
Sistema electoral El sistema electoral era indirecto y Sufragio censitario directo, que reservaba el Sufragio censitario muy restringido y directo:
estrictamente censitario: concedía el derecho al voto a los mayores contribuyentes de la ley electoral de 1846 redujo el número de
derecho al voto a 16.026 electores, un 0,15% la localidad. electores al 1 % de la población e implantó
de la población Sistema electoral. La Constitución se completó como unidad electoral el distrito reducido, que
con la Ley electoral de 1837 que establecía el facilitaba el control del electorado por los
voto directo y el sufragio restringido masculino caciques y las autoridades.
para la elección de diputados. Así se limitaba el
derecho a voto a aquellos hombres a los que se
consideraba cualificados para usar
correctamente sus derechos políticos; por eso
sólo podían votar:
Los mayores contribuyentes -grandes
propietarios- pues se exigía una cuota impositiva
directa mínima para ser elector.
Un pequeño número de varones con una
determinada formación intelectual: miembros
de las Reales Academias, profesores de
enseñanza pública, doctores y licenciados
universitarios, curas párrocos.
Estos “capacitados” eran unos 240.000 hombres
mayores de 25 años, siendo la proporción
electores/habitantes de 1/58.
Organización Los gobiernos locales, como establece el artículo La regulación de los ayuntamientos y
territorial. 70, serán elegidos por los vecinos con capacidad diputaciones se remite a una ley posterior,
de voto. Democratización de los gobiernos indicando que ya se preverá “…la intervención
locales. que hayan de tener ambas corporaciones los
delegados del gobierno” (art. 74)
La ley de ayuntamientos de 1845 dispuso el
nombramiento de los alcaldes por el gobierno
en los municipios de más de 2.000 habitantes.
Centralización.
Identifique los grandes conflictos del Sexenio y explique sus consecuencias políticas.
El Sexenio Democrático (1868-1874) fue una etapa de gran inestabilidad política en la que confluyeron
múltiples conflictos:
La guerra de Cuba, conocida como la Guerra de los Diez Años (1868 – 1878), se inició tres días
Pervivenciasdespués del pronunciamiento de la Gloriosa, cuando Manuel Céspedes (terrateniente
azucarero cubano), al frente de una junta revolucionaria, se sublevó al Grito de Yara (la insurrección
estalló en Yara, parte oriental de la isla) y liberó a sus esclavos. Otros terratenientes lo imitaron y, poco
después, se sublevaron contra la dominación española. El motivo era el descontento criollo ante la
desastrosa situación de las explotaciones debido a la crisis internacional y al monopolio comercial
ejercido por España. La sublevación afectó seriamente a la Hacienda y a la acción del Gobierno
español, ya que impidió, en parte, la aplicación de las reformas prometidas durante la revolución.
La movilización de las clases populares y trabajadoras . Ya desde 1868, el desengaño político
y la situación de depresión económica, unidos a una serie de malas cosechas, provocaron
levantamientos campesinos -ocupaciones de fincas en Andalucía para repartirse las tierras, motines
de subsistencia y contra las quintas-, y huelgas industriales -huelga general de obreros en Alcoy (7 de
julio de 1873)-, en los inicios del movimiento obrero, vinculado a la AIT o Primera Internacional.
Las insurrecciones republicanas federalistas. También desde 1868, los republicanos
federalistas intransigentes protagonizaron varias sublevaciones en Andalucía, Cataluña, Aragón y
Valencia, que fueron sofocadas por el Gobierno tras suspender las garantías constitucionales, y cuya
radicalización condujo al cantonalismo -movimiento federalista promovido por los republicanos
intransigentes, ala izquierdista del republicanismo que pretendía la formación de cantones, gobiernos
territoriales o pequeños Estados, teóricamente independientes, que se federaban libremente en un
proceso que debían culminar en una federación que abarcase todo el territorio nacional. El levantamiento
cantonalista se inició en julio de 1873 en Cartagena donde se sublevaron los grupos federalistas
proclamando el cantón y haciéndose con el control de la flota y del arsenal. La proclamación de cantones y
la formación de Juntas revolucionarias se extendió a Murcia y a otros puntos de Levante (Valencia,
Alicante) y Andalucía, incluso de Castilla (Salamanca, Béjar, Ávila), que se sublevaron contra el gobierno
central y se declararon independientes, apoyados por las clases medias radicalizadas, con la
participación de los trabajadores de las ciudades vinculados al movimiento obrero y anarquistas
integrados en la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores). La incapacidad para contener el
movimiento cantonalista provocó la dimisión de Pi y Margall y la evolución de la I República hacia
políticas autoritarias.
La tercera guerra carlista (abril de 1872-1876). Tras la Revolución de 1868 el carlismo se
revitalizó ideológica y militarmente, de forma que adquirió un nuevo impulso durante el Sexenio,
oponiéndose a Amadeo I -considerado un intruso- y a la I República.
A los carlistas se unieron los neocatólicos -ala derecha del partido moderado, fundada por
Donoso Cortés, cuya ideología era la defensa del orden social consagrado por la Iglesia y la religión
católica- partidarios del acceso al poder por la vía legal, lo que hizo que en el carlismo convivieran dos
corrientes: una facción más abierta -identificada con el general Cabrera, acusada de heterodoxa y
próxima a la masonería- y otra más ortodoxa, encabezada por Carlos VII y Cándido Nocedal, que optó
inicialmente por la lucha legal -presentarse a las elecciones para tener representación en el Parlamento-
hasta que el retroceso electoral de 1872 les decidió por la acción militar.
La tercera guerra carlista se inició en abril de 1872 con un levantamiento fallido en varios
puntos de Cataluña y Valencia (Barcelona, Gerona, Valencia y el Maestrazgo). La sublevación también
fracasó en el País Vasco con la derrota de Oroquieta que llevó a la firma del Convenio de Amorebieta,
por el que Serrano indultaba a los insurgentes. El convenio desmovilizó las partidas carlistas, pero Carlos
VII no lo aceptó y la lucha continuó en Cataluña.
Con la reorganización del ejército carlista se reanudaron las hostilidades en diciembre de 1872
y la guerra se generalizó en 1873, con la ocupación de País Vasco, Navarra y parte de Aragón, de la
Comunidad Valenciana y Castilla – La Mancha. El capítulo más importante fue el sitio de Bilbao, que
ganaron las tropas liberales.
En el norte del país, los carlistas crearon un Estado integrado por las tres provincias vascas y
Navarra, con sede en Estella y Durango, cuya base institucional fueron las diputaciones, que legisló en
materia de enseñanza, orden público, levas de soldados y economía, emitió moneda y tuvo servicio de
correos.
Los carlistas, aprovechando la situación caótica del país, avanzaron hasta alcanzar posiciones
en las provincias de Albacete y Cuenca, mientras mantenían bajo su control buena parte del País
Vasco, Navarra, interior de Cataluña y Aragón.
La oposición de los alfonsinos que pretendían la restauración de la dinastía Borbón con Alfonso,
hijo de Isabel II, frente a Amadeo I y la I República. Los intentos de golpe de Estado dieron paso a la
estrategia defendida por Cánovas de promover la restauración monárquica borbónica por la vía pacífica,
sin intervención militar.
La inestabilidad de la vida política también se explica por la división interna de los partidos
políticos -el asesinato de Prim provocó la división del Partido Progresista en el Partido Constitucionalista,
liderado por Sagasta, y el Partido Radical de Ruiz Zorrilla-, las diferencias entre los republicanos
federales y unitarios, la ruptura de las coaliciones de gobierno (radicales y republicanos), la sucesión
de gobiernos (seis en el reinado de Amadeo I y otros seis en la I República, con cuatro presidentes) y de
procesos electorales (tres en el reinado de Amadeo de Saboya), la corrupción y la manipulación
electoral, las mociones de censura que enfrentaron a gobiernos y Parlamentos (Castelar perdió una
moción de confianza que le obligó a dimitir) y los intentos golpistas del ejército.
Esta conflictividad condujo la experiencia democrática, que se inició con la revolución de septiembre
de 1868, a un sistema conservador de gobiernos autoritarios que sólo mantuvieron formalmente la
República, en el que el ejecutivo asumió plenos poderes, disolvió las Cortes, suspendió la
Constitución, recurrió a la intervención del ejército para restablecer el orden frente a la insurrección
cantonal, a las guerras carlista y cubana, anuló la oposición republicana e ilegalizó el movimiento
obrero.
LA CONSTITUCIÓN DE 1876
El gobierno de Serrano dimitió y Cánovas asumió la presidencia de un gobierno provisional, que
convocó elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal -según la Constitución de 1869-,
las elecciones fueron manipuladas y dieron la mayoría parlamentaria al partido conservador, que era
el partido del gobierno.
En base a un anteproyecto inspirado por Cánovas, las Cortes aprobaron por una amplia mayoría la
Constitución que fue sancionada por el rey y promulgada en 1876.
La Constitución era un texto breve que recogía los principios moderados de la Constitución de
1845 y los democráticos de la Constitución de 1869, más avanzada que la primera y menos que la
segunda, y se basaba en la visión política y de organización del Estado de Cánovas, ya apuntadas en el
Manifiesto de Sandhurst.
Se trataba de una Constitución flexible -cuya falta de concreción permitía gobernar de forma
estable a los partidos que aceptaran el sistema- y de larga vigencia -fue suspendida en 1923 por el golpe
de Estado de Miguel Primo de Rivera-.
La Constitución, cuya inspiración es doctrinaria y conservadora, reconocía la soberanía
compartida de la nación -representada en las Cortes- con el rey, de acuerdo con la tradición moderada
y la teoría canovista de la Constitución interna, sin establecer una estricta separación de poderes ya
que la potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el rey.
Establecía la monarquía constitucional como forma de gobierno, según el modelo británico.
Otorgaba amplios poderes al rey. El monarca mantenía el poder ejecutivo que ejercía a través de
los ministros, a los que podía nombrar y separar libremente; a él correspondía el nombramiento del
presidente del gobierno y de algunos senadores; participaba en la función legislativa a través de la
iniciativa legal, del veto, de la sanción y de la promulgación de las leyes; tenía capacidad para convocar,
suspender y disolver las Cortes; asumía el mando supremo de las fuerzas armadas; además al rey le
correspondía un papel moderador como árbitro de la vida política, garante del orden y de la unidad de
España, y no era responsable ante las Cortes (inviolabilidad).
El poder ejecutivo correspondía al rey y lo ejercía a través de los ministros; el gobierno debía
tener la doble confianza del rey y de las Cortes, ya que era el rey el que designaba al presidente del
gobierno y éste era responsable ante las Cortes.
El poder legislativo correspondía a las Cortes con el rey. El Parlamento era bicameral: el
Congreso de diputados elegido por sufragio directo -sin especificar el sistema de votación, por lo que sería
el partido gobernante el que decidiría, a través de la ley electoral, si el sufragio debería ser censitario o
universal- y el Senado formado por senadores vitalicios por derecho propio, los senadores vitalicios de
designación real y los electos por las corporaciones y los mayores contribuyentes a través de sufragio
restringido; las Cortes tenían capacidad legislativa y de control del gobierno.
El poder judicial correspondía a los tribunales de justicia. La Constitución garantizaba la
independencia del poder judicial y la unidad de los códigos legales.
La Constitución no fijaba el sistema electoral que era decidido por las leyes electorales (los
conservadores establecieron el sufragio censitario con la ley electoral de 1878 y los liberales ampliaron el
sufragio censitario y adoptaron el sufragio universal masculino por la ley electoral de 1890).
Incluía una amplia declaración de derechos y libertades, semejante a la de 1869, pero, como en
la Constitución de 1845, los derechos fueron limitados -bajo el gobierno conservador- por las leyes
ordinarias, especialmente los derechos de imprenta, expresión, asociación y reunión.
Establecía el centralismo administrativo a través del control del gobierno central sobre los
municipios y las diputaciones con el nombramiento de alcaldes y gobernadores provinciales.
Reconocía la confesionalidad católica del Estado y garantizaba el sostenimiento del culto y
del clero, aunque admitía la libertad de conciencia y permitía otros cultos, siempre que se ajustaran a la
moral católica y con prohibición de su manifestación pública, por lo que los cultos no católicos quedaban
reservados al ámbito privado.
Analice las diferentes corrientes ideológicas del movimiento obrero y campesino español, así como
su evolución durante el último cuarto del siglo XIX.
En el último cuarto del siglo XIX el movimiento obrero permaneció en la oposición, marginado
del sistema político de la Restauración y fuertemente dividido:
La oposición del anarquismo a toda forma de poder, la acción violenta contra miembros del
gobierno, del Ejército, de la burguesía y de la Iglesia, y el ataque a las instituciones del Estado, lo
convirtieron en una amenaza al orden establecido.
El anarquismo, muy arraigado entre el proletariado de Cataluña y el campesinado de Andalucía, se
escindió en dos tendencias: el anarco-sindicalismo de Bakunin, que defendía la huelga y la acción
sindical, y el anarco-comunismo propuesto por Kropotkin, defensor del terrorismo, sector que se
impuso en la FTRE (Federación de Trabajadores de la Región Española) y que promovió la
“propaganda por el hecho” -terrorismo- como estrategia política contra los dirigentes políticos, militares,
la burguesía y la Iglesia.
Especialmente graves fueron los atentados terroristas cometidos en Barcelona -Liceo (1893) y
procesión del Corpus Christi (1896)- que fueron duramente reprimidos (el Proceso de Monjuïc decidió la
ejecución de varios acusados), lo que provocó una espiral de violencia (asesinato de Cánovas en el
balneario de Santa Águeda, Guipúzcoa, en 1897).
También en el campo andaluz se extendió el anarquismo revolucionario a través de sociedades
secretas como la Mano Negra que cometió atentados y acciones criminales contra cosechas, propiedades
y patronos.
Pablo Iglesias fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1879 y fue legalizado en
1881 por el gobierno liberal de Sagasta. Partido de ideología marxista, celebró su primer congreso en
Barcelona en 1888 en el que fundó la Unión General de Trabajadores (UGT). El PSOE fundó el
periódico El Socialista, organizó las Casas del Pueblo -centros de reunión con finalidades doctrinales,
culturales y formativas-, participó en la II Internacional (Asociación de Trabajadores protagonizada por los
socialdemócratas, sin presencia de anarquistas) y desde 1891 organizó manifestaciones y
concentraciones el 1 de mayo para reivindicar la jornada laboral de ocho horas. Optó por la lucha política
a través de la participación en los procesos electorales al Parlamento o a otras instituciones, lo que
permitió conseguir a Pablo Iglesias el primer escaño como diputado en el Congreso en 1910.
Especifique las consecuencias para España de la crisis del 98 en los ámbitos económico, político e
ideológico.
Las consecuencias de la crisis del 98
- Repercusiones políticas:
El sistema de la Restauración quedó desprestigiado, pero se mantuvo en base a la alianza
entre conservadores y liberales, dispuestos a mantener la alternancia política para garantizar su
continuidad. No obstante, el desastre del 98 aceleró la crisis institucional del sistema de la
Restauración y desató las críticas contra los dirigentes políticos y la monarquía, a los que se hizo
responsables de la decadencia de España, lo que favoreció a las fuerzas de oposición al régimen, sobre
todo a los nacionalistas y a los republicanos.
La pérdida de las colonias supuso la pérdida de credibilidad de la clase política ante la opinión
pública, lo que obligó a proponer reformas desde el poder que permitieran la regeneración del
sistema sin modificar sus bases -monarquía, bipartidismo y ejército-. En este contexto, en 1899 se
formó un gobierno conservador presidido por Francisco Silvela que se proponía terminar con la corrupción
administrativa, el fraude electoral y el caciquismo -para una mayor participación ciudadana en los asuntos
políticos-, un proyecto de descentralización administrativa y un concierto económico para Cataluña -para
integrar a los nacionalistas catalanes en el sistema-, una intensa actividad económica y una reforma militar
y fiscal. Sin embargo, el fracaso del programa revisionista de Silvela mostraba la incapacidad del
sistema para evolucionar.
Por otro lado, en un intento de recuperar el prestigio perdido, España orientó su política colonial
hacia África.
Consecuencias militares:
La derrota incrementó el desprestigio de los militares -que no renunciaron a la posibilidad de un
pronunciamiento (general Polavieja)-, el resentimiento de los mandos contra los dirigentes políticos y
el rechazo de las clases populares hacia el ejército, el sistema de quintas y las cuotas de exención.
(sistema de cuota: los jóvenes llamados a quintas podían librarse del servicio militar si pagaban a un
sustituto o una cuota en concepto de redención, que suponía una elevada cantidad de dinero, lo que
afectaba a las clases populares).
El antimilitarismo se recrudeció con la llegada de los soldados heridos, mutilados y enfermos y el
movimiento obrero organizó una campaña contra el sistema de reclutamiento injusto, lo que intensificó la
hostilidad del ejército contra la clase obrera.
Consecuencias humanas:
Las bajas fueron muy elevadas: 200.000 en Cuba, 25.000 en Filipinas y 4.500 en Puerto Rico, la mayoría
pertenecientes a las clases humildes que no podían pagar las cuotas de exención.
Efectos económicos:
La pérdida de los mercados coloniales obligó a imponer el proteccionismo comercial y los
gastos de guerra incrementaron el déficit público, lo que provocó un aumento de los impuestos y del
descontento social. Sin embargo, la repatriación de los capitales invertidos en las colonias favoreció a la
banca española.
Identifique los factores del lento crecimiento demográfico español en el siglo XIX .
La población española del XIX aumentó de 10, 5 millones de habitantes en 1797 a 18,6 millones en 1900,
lo que representa un incremento del 77%. Aunque el crecimiento fue considerable en términos absolutos,
en comparación con otros países de nuestro entorno fue un crecimiento moderado. Además, el ritmo
de crecimiento fue lento hasta 1840 y a partir de esa década se aceleró.
El crecimiento demográfico fue lento debido a la pervivencia del modelo demográfico antiguo,
caracterizado por altas tasas de natalidad y mortalidad, sobre todo infantil, y reducida esperanza de vida, de
forma que la transición al régimen moderno no se produjo hasta el siglo XX, con un evidente retraso
respecto a Europa.
La tasa de mortalidad se mantuvo por encima de la media europea: en 1900 era de un 27 por
mil, la segunda más alta de Europa después de Rusia, frente a una media del 18 – 19 por mil en los países
más desarrollados, lo que daba lugar a una reducida esperanza de vida (menos de 30 años a mediados
de siglo y 35 años hacia 1900).
No obstante, en el último tercio del siglo las tasas de natalidad y de mortalidad comenzaron a
reducirse, aunque siempre fueron superiores a las de los países más avanzados del entorno. Cataluña
constituyó una excepción, ya que su comportamiento demográfico y, sobre todo, el descenso de la
mortalidad se aproximó a los parámetros europeos.
En cuanto a la distribución espacial de la población, la densidad siguió siendo baja y la población
española mayoritariamente rural (el 80% de los españoles vivía en las áreas rurales, en 1900 el 51% de la
población española vivía en núcleos de menos de 5.000 habitantes y el 91% en localidades de menos de
100.000, por lo que sólo el 9% podía considerarse población urbana), a excepción de Cataluña, donde la
industrialización en la ciudad de Barcelona y la cuenca del Llobregat permitió una concentración urbana
notable.
Como consecuencia del éxodo rural, la zona periférica ganó población (la población levantina y
meridional se duplicó entre 1787 y 1900 pasando del 39,5% de la población a 45%) y la zona centro -
excepto Madrid- perdió peso demográfico (la población del norte y la del centro descendieron, en
conjunto, del 60,5% al 55,1%). Esta desigual distribución geográfica (mayor crecimiento en las zonas
costeras e industriales -Cataluña y País Vasco- y menor crecimiento en las regiones interiores y
agrarias -las dos Castillas y Extremadura-) se explica por las ventajas que ofrecen las regiones costeras:
las tierras son más fértiles (regadío de los valles del Ebro y del Guadalquivir y huerta levantina) que las de
secano del interior; los transportes y las comunicaciones por mar eran más rápidas, baratas y seguras que
las difíciles comunicaciones por el interior, carente de ríos navegables y con numerosos obstáculos
montañosos.
El éxodo rural potenció la urbanización. Aunque los niveles de urbanización seguían siendo bajos,
las principales ciudades crecían constantemente, aunque de forma lenta, ya que en 1900 solamente
Madrid y Barcelona tenían más de 500.000 habitantes, cuando en Europa había 25 ciudades con esa
población y 7 ciudades superaban el millón. Las otras ciudades destacadas se situaban todas en la
periferia: Valencia, Málaga, Sevilla, Cádiz, Vigo, La Coruña, Oviedo, Santander o Bilbao, excepto Madrid.
Otro rasgo que caracterizó a la población española del siglo XIX fueron movimientos migratorios. Además
del éxodo rural, movimiento migratorio procedente del campo causado por las dificultades de la vida rural
más que por la atracción de la débil industria de las ciudades, también se registró una intensa emigración
de población joven por motivos económicos hacia América -Cuba y Argentina, preferentemente, también
Brasil, Méjico y Venezuela- que afectó a ciertas regiones (Galicia, Asturias, Cantabria, Canarias, Andalucía y
Comunidad Valenciana), a la que hay que sumar los exilios -salidas del país por motivos políticos- de
liberales. Tema 13 – Transformaciones económicas en el siglo XIX. 1. Evolución demográfica.
Describa la evolución de la industria textil catalana, la siderurgia y la minería a lo largo del siglo XIX.
La evolución de esta industria dependió de las circunstancias históricas: tras la paralización por la Guerra
de la Independencia y la pérdida de las colonias americanas, la fabricación de hilados se recuperó en la
década de los treinta. La etapa 1830-1855 fue de expansión, a la que siguió otra de recesión por la
desviación de capitales a otros sectores (ferrocarril, minas, banca) o el impacto de la Guerra de
Secesión en Estados Unidos, el mayor productor de algodón, que recortó las exportaciones de algodón,
materia prima de la industria textil catalana. A partir de 1868 se produjo un período de recuperación por un
pequeño aumento de la demanda favorecida por el monopolio que España impuso a Cuba y Puerto Rico;
la independencia de estas islas en 1898 tuvo efectos demoledores en la industria textil, al perder los
últimos mercados coloniales, que permaneció estancada en las primeras décadas del XX.
Limitaciones del sector textil catalán. Sus posibilidades de crecimiento se vieron limitadas por el bajo
poder adquisitivo de los consumidores españoles y la incapacidad de atraer al sector bancario ya que
se trataba de empresas industriales de pequeñas dimensiones en las que se invertían capitales
familiares (indianos enriquecidos en las colonias, antiguos artesanos o empresarios manufactureros) y que
crecían con la reinversión de sus beneficios.
LA SIDERURGIA
El segundo foco industrial se localizó en el País Vasco vinculado a la minería del hierro y a la industria
siderúrgica para la producción de hierro y acero.
Evolución:
La industria siderúrgica se estableció inicialmente junto a las minas de hierro, con un primer núcleo en
Málaga, que se abastecía con carbón vegetal, más caro que el mineral; después en Asturias (Mieres-
Felguera) donde los altos hornos quemaban el carbón mineral de las minas locales y, por último, en
Vizcaya -concentrada en la ría de Bilbao- donde en 1882 la familia Ybarra fundó la empresa Altos Hornos y
Fábricas de Bilbao, SA. que -en 1902- se fusionó con La Vizcaya para formar la gran empresa siderúrgica
vasca Altos Hornos de Vizcaya.
Entre los factores que contribuyeron al desarrollo de la industria siderúrgica vasca están:
La larga tradición en las ferrerías vascas del siglo XVIII.
El incremento de la demanda procedente de la mecanización industrial y agraria, de la
construcción del ferrocarril y de obras de ingeniería, de la industria naval y de la arquitectura del hierro.
El proteccionismo: la dificultad para importar acero y hierro británico o alemán, por las fuertes
tarifas arancelarias, hacía que la mayor parte del mercado español consumiera el acero y los productos
derivados de las industrias metalúrgicas vascas.
La producción de hierro de calidad, bajo en fósforo, muy adecuado para la fabricación de acero.
El eje comercial Bilbao – Cardiff (Gales): parte del hierro vasco era exportado a Inglaterra, de
donde se importaba el carbón (muy abundante y barato) aprovechando el mismo transporte, lo que
favoreció la construcción de importantes astilleros en la ría de Bilbao.
La introducción de las nuevas técnicas de producción, forjado y laminación de hierro y de acero
mediante la fundición en altos hornos mezclando el mineral con carbón de hulla, y la instalación de los
primeros convertidores de hierro en acero Bessemer, lo que permitió un crecimiento de la producción,
pero muy lejos de los niveles de otros países europeos.
Este atraso relativo se explica por la ley de ferrocarriles de 1855 que permitía la importación de material
ferroviario, a lo que debe sumarse la insuficiente demanda interna, el atraso técnico, la escasez, baja calidad
y el alto precio del carbón -que se tenía que importar de Inglaterra- y el precio del hierro que resultaba
caro comparado con el de otros países.
LA MINERÍA.
España era rica en reservas de hierro, plomo, cobre, mercurio, cinc… y también gozaba de otras
ventajas, como la proximidad de los yacimientos a zonas portuarias, lo que facilitaba el transporte y la
exportación de los minerales.
Sin embargo, los recursos mineros españoles apenas se explotaban debido a la falta de
demanda interna -por el atraso económico-, de capital, de tecnología y de mano de obra para su
explotación, y a la excesiva intervención del Estado, que frenaba la inversión extranjera.
La Ley de Bases sobre Minas de 1868 dio un mayor dinamismo a la minería, ya que liberalizó el
sector minero y facilitó la entrada de capital extranjero para la explotación de las minas y la
exportación de su producción. Aunque el subsuelo continuó siendo considerado como patrimonio
nacional perteneciente al Estado, la explotación de los yacimientos mineros y la comercialización de la
producción quedaron en manos de empresas privadas mediante concesiones estatales a perpetuidad. En
contrapartida, las empresas mineras quedaban obligadas a pagar -en concepto de impuestos- una tasa por
un valor equivalente al 1% del mineral extraído.
La mitad de las minas pasaron a ser controladas por poderosas compañías privadas extranjeras, que
extraían los minerales para su exportación en bruto a sus países de origen, como la empresa francesa
Societé Minière et Metallurgique de Peñarroya, dedicada a la extracción y transformación del plomo de los
yacimientos de Badajoz y Córdoba, y que estaba controlada por los banqueros Rothschild, que también
explotaban las minas de mercurio de Almadén (Ciudad Real). A causa de los graves problemas financieros,
el gobierno republicano llegó a vender (1873) las ricas minas de cobre de Río Tinto (Huelva) a la empresa
anglo-alemana H. M. Matheson and Company por casi 100 millones de pesetas.
El sector también se vio favorecido por la mayor demanda -interior y exterior- de minerales vinculada a
la construcción ferroviaria y naval, la arquitectura del hierro, y la mecanización creciente de los procesos
industriales.
A finales del siglo, España se convirtió en uno de los principales productores y exportadores de
minerales a nivel mundial, de forma que la exportación de minerales llegó a suponer un tercio de las
exportaciones españolas en 1900, un capítulo importante en la balanza comercial.
Especialmente importante fue la producción y exportación de hierro, que convirtió a España en el
primer exportador de mineral de hierro de Europa, mientras que su producción siderúrgica era de las más
bajas. Esta diferencia entre la producción minera y la producción siderúrgica evidencia una economía poco
dinámica, atrasada desde el punto de vista tecnológico y dependiente de los mercados exteriores de
materias primas. Casi el 90% del mineral extraído se exportaba desde el puerto de Bilbao, el 65% hacia
Inglaterra y el resto hacia Alemania, Francia o Bélgica.
El carbón era escaso, caro y de baja calidad. Su producción se concentraba en Asturias y León, y su
extracción estaba muy protegida por aranceles, lo que encareció los costes de la industria nacional.
Otros minerales que se extraen son hierro en Vizcaya, Málaga y Santander, cobre y pirita en las minas de
Río Tinto (Huelva), plomo en Cartagena y Jaén, mercurio en Almadén (Ciudad Real) y cinc en Asturias.
Compare la revolución industrial española con la de los países más avanzados de Europa.
Defina en qué consistió el “revisionismo político” inicial del reinado de Alfonso XIII, y las principales
medidas adoptadas.
La pérdida de las últimas colonias provocó una profunda convulsión en todos los ámbitos, al
poner en evidencia las limitaciones del sistema político y los graves problemas que padecía el país. Esa
conmoción derivó en un sentido de autocrítica y en un deseo de cambio y renovación, bases del
regeneracionismo.
Existió un regeneracionismo desde dentro del sistema de la Restauración, promovido por los
gobiernos conservadores y liberales, que pretendieron un programa político de cambios, sin alterar las
bases del sistema, para evitar su destrucción por las fuerzas de oposición (nacionalistas, republicanos,
socialistas y anarquistas). De esta forma, el revisionismo político empleó los argumentos
regeneracionistas para la modernización de la Restauración. Todos los proyectos revisionistas que se
ensayaron en los primeros dos decenios del siglo XX pretendían revitalizar las instituciones liberales y
parlamentarias para reforzar la monarquía y asegurar su supervivencia, evitar los movimientos
revolucionarios y el agravamiento de los conflictos sociales, frenar el avance del republicanismo e
impulsar la democratización del sistema a través de la participación política de los ciudadanos y la lucha
contra el caciquismo y la manipulación electoral
El primero en adoptar una política revisionista fue el gobierno conservador presidido por Francisco
Silvela (1902-1903) quien se propuso emprender “reformas radicales” y una “verdadera reforma desde
arriba”. Se propuso terminar con la corrupción administrativa, el fraude electoral y el caciquismo
para conseguir una mayor participación de los españoles en los asuntos políticos y evitar el
distanciamiento entre los ciudadanos y la clase política para afianzar el sistema monárquico. Asimismo,
preparó proyectos de descentralización para integrar a los nacionalistas catalanes en el sistema,
creó dos ministerios nuevos -Instrucción Pública y Agricultura-, reformó la hacienda estatal, y Dato
(miembro de su gabinete) retomó la legislación social iniciada en la I República referida a los accidentes
laborales y al trabajo de mujeres y niños.
El revisionismo de Maura.
Antonio Maura -dirigente del Partido Conservador-, como presidente del “Gobierno corto”
(1903-1904) y del “Gobierno largo” (1907-1909), emprendió una ambiciosa política reformista, una
“revolución desde arriba”, es decir, introducir reformas, pero sin alterar las bases del sistema de la
Restauración, para evitar una revolución desde abajo. Su programa se basaba en:
- Ampliar las bases sociales del régimen, acabar con el caciquismo y el fraude electoral para dar
autenticidad al régimen, mediante una mayor participación de los ciudadanos en la vida política con la Ley
de Reforma Electoral (1907), conocida como “ley de descuaje del caciquismo”, que introdujo el voto
obligatorio, para movilizar a los potenciales votantes moderados y contrarrestar el voto de republicanos y
socialistas, si bien el artículo 29 determinaba que, en las circunscripciones donde el número de candidatos
fuera igual al número de escaños, éstos se adjudicarían sin proceso electoral, lo que permitía a los
caciques la manipulación electoral en las circunscripciones pequeñas -más fáciles de controlar-.
- Mayor intervención del Estado en materia social para evitar una revolución social: legalizó el
derecho a la huelga mediante la Ley de Huelga (1909), que era más una norma para controlar las huelgas
y evitar la conflictividad laboral que para regular el ejercicio de este derecho, y el descanso dominical;
reguló el trabajo infantil y femenino; creó el Instituto Nacional de Previsión (1908), precedente del sistema
de Seguridad Social, para facilitar los seguros sociales colectivos y gestionar las pensiones de jubilación -
mediante el seguro conocido como retiro obrero, el trabajador, a cambio de una cotización a lo largo de su
vida laboral activa, podía jubilarse con derecho a una pequeña pensión- y los Consejos de Conciliación y
Arbitraje para resolver los conflictos laborales a través de la negociación.
- Impulsar la descentralización administrativa para satisfacer las reivindicaciones autonomistas
de la Lliga y evitar el separatismo, con el proyecto de la Ley de Bases de la Administración Local -no
aprobada en las Cortes-, un proyecto de reforma de la administración local que daba mayor autonomía a
los ayuntamientos ya que permitía las mancomunidades locales y provinciales (agrupaciones de
municipios o provincias a las que se dota de cierta unidad administrativa), lo que posibilitó un acuerdo con
la Lliga Regionalista, dirigida por Francesc Cambó.
- Defender la influencia social de la Iglesia y el conservadurismo católico de masas, frente a
las pretensiones de la izquierda de un Estado laico.
- Reorganización del cuerpo de Policía, para aumentar su número y mejorar su eficacia con el
objetivo de apartar al Ejército de las acciones de represión de los conflictos sociales. Para ello, se crearon
escuelas de formación y se establecieron exámenes de ingreso.
- Modernizar la economía, para sanear los presupuestos y favorecer las actividades de las
empresas industriales y comerciales nacionales, a través del proteccionismo de la industria nacional -fue
aprobada una normativa que exigía que todo el material utilizado en el ferrocarril, en las construcciones
públicas y en los servicios estatales debía ser producido y suministrado por empresas españolas- y la
colonización de tierras del interior.
- Promover una política exterior nacionalista y expansionista en Marruecos para olvidar el
desastre del 98.
- Asimismo, Maura presentó numerosas iniciativas -muchos de ellas no aprobadas- para reprimir el
terrorismo, mejorar la administración de justicia, agilizar la tramitación parlamentaria de las leyes,
establecer un salario mínimo, construir viviendas baratas para obreros, reorganizar el servicio militar
obligatorio, reconstruir la flota de guerra, transformar la administración municipal, realizar una reforma
agraria y suprimir parcialmente el impuesto de consumos.
El revisionismo de Canalejas.
José Canalejas, político del ala izquierda del Partido Liberal, fue presidente de gobierno entre 1910 y
1912. Se propuso reformar el régimen monárquico desde la izquierda, lo que atrajo las simpatías de los
republicanos y los intelectuales liberales, y emprendió un programa de regeneración del sistema
parlamentario basado en la progresiva democratización del régimen, la secularización del Estado y la
intervención estatal en la economía y la sociedad.
- Aprobó la Ley de Asociaciones Religiosas conocida como “Ley del candado” (1910), que prohibía la
fundación y el establecimiento de nuevas órdenes religiosas en España, lo que provocó la oposición de los
sectores católicos, afianzó el sentimiento anticlerical de la izquierda y afectó a la relación con el Vaticano.
También fomentó la educación pública estatal para limitar la excesiva influencia de la Iglesia en la
enseñanza.
- La Ley de reclutamiento (1912) estableció el servicio militar obligatorio y limitó la exención de quintas -la
cuota (pago de una cantidad elevada de dinero para quedar exento del servicio militar) no desapareció,
pero permitía reducir el periodo de servicio militar a cinco o diez meses, según la cuantía de la cuota, en vez
de tres años; sin embargo, en caso de guerra la incorporación a filas era obligatoria para todos.
- La Ley de Mancomunidades (1912) permitió la agrupación de diputaciones provinciales para gestionar
ciertos servicios públicos de forma conjunta-.
- Emprendió una política de reformas sociales que reguló las relaciones laborales y mejoró las
condiciones de trabajo en lo referido a la jornada -estableció la jornada de 9 horas en las minas-, el
trabajo femenino, los contratos, los accidentes laborales, la seguridad social y la huelga, aunque se mostró
riguroso en la represión de la oleada de huelgas de 1911-1912.
- Sustituyó el impuesto de consumos por un impuesto progresivo sobre las rentas.
- Preparó un proyecto de reforma de la propiedad agraria, que incluía la posibilidad de realizar
expropiaciones forzosas.
- En política exterior, envió tropas a Marruecos con ocasión de la crisis de 1911 que enfrentó a Alemania y
a Francia para garantizar el territorio del protectorado y firmó un acuerdo con Francia (1912) que sentó
las bases del protectorado franco-español en Marruecos.
Tras el asesinato de Canalejas en un atentado cometido por un anarquista en la Puerta del Sol (Madrid) en
1912, el último intento revisionista se debió al gobierno conservador de Eduardo Dato.
- El Partido Republicano Radical, fundado por Alejandro Lerroux en 1908, un partido republicano
democrático con un discurso populista radical anticlerical y anticatalanista que le permitió amplios
apoyos sociales. Buscaba el respaldo de las clases obreras y mantenía contactos con grupos
revolucionarios y terroristas clandestinos (Lerroux participó en un complot anarquista para asesinar al rey
en 1905). Fue un partido de masas con una gran aceptación entre el proletariado barcelonés, que
restó apoyos al movimiento obrero.
- El Partido Reformista, fundado en 1912 por Melquíades Álvarez, representaba un
republicanismo más moderado y “posibililista”, dispuesto a aceptar la monarquía, siempre que fuera
realmente democrática y mantuviera una política social. Consiguió apoyos entre las clases medias y
atrajo a intelectuales, pero tuvo menos implantación social que el Partido Republicano Radical.
Con el propósito de consolidar su posición, los republicanos formaron coaliciones con distintas
fuerzas políticas: en 1906 tomaron la decisión de colaborar con los catalanistas conservadores de la
Lliga creando Solidaridad Catalana; en 1906 los republicanos y el Partido Liberal formaron el Bloque de
Izquierdas para enfrentarse unidos al gobierno conservador de Maura, y en 1909 alcanzaron un acuerdo
con el PSOE para organizar la Conjunción Republicano-Socialista.
Sin embargo, fracasaron en todas las iniciativas para reunir a las diversas facciones republicanas
en un solo grupo, por lo que, a principios del siglo XX, el republicanismo español estaba dividido en varias
formaciones políticas.
- La participación de los radicales, junto con los socialistas y los anarquistas, en la huelga que
desencadenó la Semana Trágica (Barcelona, julio 1909) y la formación de la conjunción republicano-
socialista.
LOS NACIONALISTAS.
El nacionalismo catalán.
La principal fuerza política del catalanismo fue, desde 1901, la Lliga Regionalista de Catalunya,
fundada por Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó. De ideología conservadora, representaba a la rica
burguesía empresarial y aspiraba a conseguir la autonomía administrativa para Cataluña. Mantuvo el
predominio en la vida política de Cataluña y obtuvo repetidas victorias electorales hasta el inicio de la
dictadura de Primo de Rivera en 1923.
En 1906 las fuerzas políticas catalanas se unieron en Solidaridad Catalana, una coalición de todos
los partidos nacionalistas catalanes antidinásticos y antimonárquicos -nacionalistas, republicanos y
carlistas-, que excluyó a los partidos dinásticos y a los republicanos radicales de Lerroux, y que consiguió
una contundente victoria electoral en 1907, desplazando a los Partidos Liberal y Conservador en Cataluña.
El mayor éxito conseguido por los regionalistas catalanes de la Lliga fue la creación de la
Mancomunidad de Cataluña en 1914, durante el gobierno conservador de Dato. Este organismo -
presidido por Enric Prat de la Riba (presidente de la diputación de Barcelona)- coordinaba las tareas de las
cuatro diputaciones catalanas con fines administrativos.
En julio de 1917, en el contexto de crisis general del sistema de la Restauración, Cambó -líder de la
Lliga- convocó la Asamblea de Parlamentarios reunida en Barcelona para reclamar al gobierno elecciones
constituyentes y la autonomía para Cataluña. La convocatoria reunió a los nacionalistas catalanes, los
republicanos y a los socialistas, si bien los nacionalistas de la Lliga la abandonaron cuando dos
nacionalistas catalanes (uno de ellos Cambó) se incorporaron al gobierno de concentración que formó
Maura en 1918, lo que significaba que, tras la huelga general de 1917 y como consecuencia de la
conflictividad social, de la violencia terrorista anarquista y la ofensiva revolucionaria del movimiento
proletario, los catalanistas de la Lliga decidieron posponer sus exigencias autonomistas para defender sus
intereses económicos y los valores del conservadurismo burgués: orden, propiedad privada y catolicismo.
Por ello, la Lliga abandonó el antimonarquismo y la táctica de confrontación con el sistema de la
Restauración.
Hacia 1920, los catalanistas conservadores de la Lliga fueron desplazados por grupos
nacionalistas más izquierdistas, extremistas y separatistas que defendían la lucha armada para alcanzar
la independencia. La izquierda catalanista estuvo representada por Estat Catalá, partido fundado en 1922
por Francesc Maciá, expresión del catalanismo radical no conservador.
El nacionalismo vasco.
Tras la muerte de Sabino Arana en 1903, el nacionalismo vasco seguía representado por el Partido
Nacionalista Vasco, una formación de carácter arcaizante y tradicionalista que se apoyaba en la pequeña
burguesía bilbaína ultraconservadora y recelosa del progreso y la industrialización. Con la introducción de
elementos menos radicales respecto al independentismo, se ensanchó su base social y aumentó el
número de votantes en las provincias vascas y Navarra, aunque su crecimiento se vio obstaculizado por
el gran número de carlistas. En 1907 el PNV consiguió a alcaldía de Bilbao y en 1917 la Diputación de
Vizcaya.
Al mismo tiempo los peneuvistas crearon un sindicato obrero nacionalista llamado ELA – STV
(Solidaridad de Trabajadores Vascos) en 1911.
Durante los primeros años del siglo XX, surgieron dentro del partido dos tendencias enfrentadas,
cuyas disensiones provocaron la escisión del movimiento nacionalista en dos grupos diferentes en 1921:
los nacionalistas moderados autonomistas y los independentistas radicales.
El nacionalismo vasco fue objeto de la represión de Primo de Rivera, quien clausuró los periódicos
del PNV y los locales de reunión de sus militantes.
Las dos tendencias del nacionalismo vasco se volvieron a unir en 1930 y, a partir de esa fecha, el
PNV transformó su programa, abandonó el integrismo religioso y aceptó la democracia política y el
reformismo social.
El nacionalismo gallego tuvo un notable desarrollo cultural, lejos de consolidarse como fuerza política. El
intento más serio en este sentido fue la creación de Solidaridad Gallega en 1907, una agrupación,
fundamentalmente de campesinos, que se limitó a participar en las elecciones municipales. Tampoco tuvo
mucho impacto la fundación en 1910 de Acción Gallega, que intentó liderar, sin éxito, el movimiento
agrario gallego. El 1918 se creó Irmandads de Fala, un movimiento regionalista.
Por último, el nacionalismo andaluz surgió a principios del siglo XX por iniciativa de Blas Infante, que
creó y presidió en Sevilla el primer Centro Andaluz, impulsó la revista “Andalucía” como órgano de
expresión de los regionalistas y promovió la Asamblea Regionalista de Ronda donde defendió un
programa autonomista y elaboró una propuesta de instituciones y competencias para la región andaluza.
Sin embargo, sus intentos de conseguir la autonomía para Andalucía no tuvieron éxito.
En 1917 estalló una crisis militar, política y social que incidió decisivamente en la descomposición del
sistema de la Restauración. Fue consecuencia de la inestabilidad del sistema agravada por el impacto
de la Primera Guerra Mundial.
CONTEXTO HISTÓRICO:
El impacto de la Primera Guerra Mundial.
Ante el estallido de la guerra (1914-1918), España adoptó una posición de neutralidad, lo que favoreció el
crecimiento económico, el aumento de la producción y de las exportaciones, y enriqueció
rápidamente a los empresarios y a los intermediarios. Sin embargo, las clases bajas sufrieron el alza de
precios y la carencia de algunos productos básicos. El deterioro de la capacidad adquisitiva de los
salarios por la inflación generó una fuerte conflictividad social -huelgas convocadas por UGT y CNT- que
afectó profundamente al sistema.
- La inestabilidad política se agravó por la división interna de los conservadores -tras el nombramiento de
Dato como jefe de gobierno en 1913, los seguidores de Maura rompieron la unidad del partido y Maura criticó al
régimen de la Restauración que lo había marginado- y de los liberales -tras la muerte de su líder, Canalejas (1912), y
de otros dirigentes históricos, como Moret (1913), los políticos que le sucedieron en la dirección del partido (conde
de Romanones, García Prieto) no fueron capaces de aglutinar a todas las facciones ni de obtener un gran respaldo
electoral-.
Esta situación de crisis contribuyó al desprestigio del sistema y las fuerzas de la oposición exigían
reformas profundas para democratizarlo.
LOS HECHOS:
A - La crisis militar: las Juntas de Defensa.
El malestar por los bajos sueldos, que habían perdido capacidad adquisitiva por efecto de la inflación, y el
sistema de ascensos del Ministerio de la Guerra que favorecía a los oficiales destinados en Marruecos,
pues primaba los méritos de guerra sobre la antigüedad en el cuerpo, junto con el rechazo a la
pretensión del gobierno de exigir a los oficiales pruebas de aptitud para sus ascensos, provocaron la
formación en 1916 de Juntas de Defensa, una especie de asociaciones sindicales ilegales formadas en el
cuerpo de Infantería por oficiales de escala intermedia (coroneles, comandantes y capitanes) que exigía el
aumento de los sueldos y la escala cerrada basada en los ascensos por rigurosa antigüedad. Inicialmente
fueron toleradas, por lo que las Juntas se extendieron a todos los cuerpos del Ejército y a todo el país.
En mayo de 1917 el gobierno ordenó la disolución de las Juntas, sin conseguirlo, por lo que el
presidente -conde de Romanones- dimitió. Los principales líderes del movimiento juntero fueron
detenidos.
El 1 de junio se inició la sublevación militar con la presentación al nuevo gobierno del Manifiesto de
las Juntas, un amplio repertorio de quejas, justificadas con un espíritu regeneracionista, exigencias -
pedían al rey la regeneración de la vida política y la formación de un gobierno de concentración, y
amenazas -liberar a los líderes apresados, iniciar una rebelón militar, cortar las comunicaciones ferroviarias
y ocupar las oficinas gubernamentales-.
Las presiones provocaron la dimisión del presidente del gobierno -García Prieto- y el nuevo gobierno,
presidido por Eduardo Dato, ordenó la suspensión de las garantías constitucionales, pero finalmente tuvo
que ceder a las exigencias de las Juntas y reconocer su legalidad, como órganos representativos del
Ejército, dado el apoyo de Alfonso XIII a sus pretensiones.
Este conflicto puso en cuestión la primacía del poder civil sobre el poder militar, una de las bases del
régimen de la Restauración, y demostró dos hechos: la inclinación del monarca a favorecer al Ejército
en los casos de conflicto entre el poder civil y el militar, y la revitalización del protagonismo militar y su
injerencia en la vida política, lo que evidenciaba la falta de autoridad del gobierno y la debilidad del
sistema.
Como respuesta al clima de tensión, el gobierno de Dato decretó la censura de prensa y la suspensión
de las garantías constitucionales y de las Cortes.
Ante la negativa del gobierno a convocar el inicio de las sesiones parlamentarias, los partidos de la
oposición reclamaron la reapertura de las Cortes. En respuesta a la actitud autoritaria de dato, Cambó -
dirigente de la Lliga Regionalista- convocó, fuera de los cauces legales, a los parlamentarios catalanes a
una asamblea el 5 de julio en Barcelona, en la que se acordó solicitar al gobierno la convocatoria de
unas Cortes Constituyentes para una organización más representativa del Estado y que reconociera la
autonomía de Cataluña.
Como era previsible que el gobierno no atendiera esta petición, Cambó invitaba a todos los
parlamentarios españoles a otra reunión también en Barcelona para el 19 de julio. A la Asamblea
Nacional de Parlamentarios asistieron socialistas, republicanos y nacionalistas catalanes, ratificaron
los acuerdos de la reunión anterior y exigieron la formación de un gobierno provisional, la
convocatoria de Cortes Constituyentes y la aplicación de un programa reformista, que reconociera de
la autonomía para Cataluña y democratizara el sistema.
El gobierno se limitó a declarar la inconstitucionalidad de la Asamblea. La falta de apoyo de las Juntas
Militares de Defensa -que se negaron a colaborar con socialistas, republicanos y catalanistas-, las
divergencias entre los miembros de la Asamblea (los catalanistas aspiraban principalmente a la
autonomía de Cataluña y su carácter conservador era incompatible con cualquier pretensión de revolución
social, mientras que socialistas y republicanos aspiraban a medidas sociales más radicales) y la retirada de
los nacionalistas catalanes de la Lliga -que aceptaron participar en nuevo gobierno de coalición formado
en noviembre de 1917-, llevaron a la disolución de la Asamblea de Parlamentarios.
La inflación, la subida de los precios de los productos básicos, los bajos salarios y el desempleo
provocaron conflictos sociales y movilización obrera.
Desde marzo de 1917 UGT y CNT mantuvieron contactos para convocar una huelga general contra el
régimen político y el deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores, y para obligar al gobierno
a un cambio político profundo. La huelga del sector ferroviario iniciada en Valencia en julio, respondida
con una dura represión, precipitó los acontecimientos: la negativa de la Compañía ferroviaria a readmitir a
varios huelguistas llevó a las dos centrales sindicales a convocar una huelga para el 13 de agosto.
Aunque ugetistas y cenetistas se movilizaban unidos por primera vez, sin embargo, diferían en los
objetivos de la huelga: para los anarquistas era una huelga revolucionaria para destruir violentamente el
Estado y el capitalismo, mientras que los socialistas pretendían acelerar la caída del sistema de la
Restauración para forzar un cambio de régimen y establecer una república democrática.
La movilización se extendió por las principales ciudades con un seguimiento importante en los
centros industriales y mineros de Madrid, Barcelona, Vizcaya y Asturias, menor en las áreas rurales; no
fue secundada por los campesinos andaluces, y tampoco consiguió el apoyo de todos los sectores
republicanos ni de la Asamblea de Parlamentarios, que defendía los intereses de la burguesía. El gobierno
declaró el estado de guerra y el ejército reprimió duramente la huelga. Los miembros del comité de
huelga, entre ellos los socialistas Largo Caballero y Besteiro, fueron detenidos y condenados a cadena
perpetua, aunque fueron amnistiados en 1918 al ser elegidos diputados.
Pese a la derrota, la huelga demostró a los sindicatos la capacidad de movilización; llevó a las Juntas
Militares, ante la amenaza del orden social, a reaccionar y a abandonar sus reivindicaciones reformistas, y
agudizó la crisis política: en octubre de 1917 Dato dimitió y se formó un gobierno de coalición en el
que participó la Lliga, lo que desactivó la Asamblea de Parlamentarios.
LAS CONSECUENCIAS.
La crisis de 1917 supuso la quiebra del sistema de la Restauración y la crisis del Estado liberal, del
régimen monárquico y parlamentario porque la división de los partidos dinásticos -sin líderes ni
programas claros- agravó el deterioro del sistema: dificultó la formación de gobiernos con mayoría
parlamentaria y rompió el turno de partidos establecido desde el Pacto de El Pardo (1885), base del
sistema de la Restauración-,
Días antes de que el expediente Picasso fuera debatido en las Cortes, el 13 de septiembre de 1923, el
general Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, declaró el estado de guerra, sacó las tropas
a la calle, ocupó los principales edificios oficiales de Barcelona y difundió el manifiesto titulado “Al país y al
ejército españoles”, donde exponía los motivos que justificaban ante la opinión pública su acto de rebeldía
-el fracaso del sistema parlamentario liberal, el agravamiento de los conflictos sociales y los desórdenes
públicos, el incremento de la inseguridad ciudadana por el terrorismo anarquista, el separatismo catalán y
vasco, y las derrotas en Marruecos, que evidenciaban la inoperancia de los gobernantes-, y, con un tono
regeneracionista, presentaba sus objetivos: prometía acabar con la corrupción y la ineficacia de la clase
política y de las instituciones del sistema parlamentario, garantizar el orden público, impedir el
triunfo de una insurrección revolucionaria, poner fin al terrorismo anarquista y al separatismo
catalán y vasco, e impedir la utilización política de la Guerra de Marruecos; además, presentó la
dictadura como un régimen transitorio y se comprometió a volver a la normalidad constitucional una
vez reconducida la situación del país.
También se han apuntado como causas del golpe de Estado, impedir que el “expediente Picasso”, al
que se oponían el ejército, los sectores conservadores y el rey, se debatiera en las Cortes, y evitar la
democratización del sistema, pues el último gobierno de concentración, presidido por García Prieto y con
miembros del Partido Reformista, pretendía una reforma de la Constitcuión, de la ley electoral, del sistema
de turno de partidos, de las relaciones laborales, así como la limitación del poder real.
La oposición política y social al golpe militar fue muy escasa. El gobierno de García Prieto no reaccionó,
el rey accedió al golpe, los mandos militares se mantuvieron a la espera de las disposiciones
adoptadas por el rey y la opinión pública acogió con agrado o indiferencia al nuevo Gobierno. La
CNT y el PCE convocaron una huelga general -que tuvo escaso seguimiento-, mientras el PSOE y la
UGT adoptaron una posición ambigua al rechazar el golpe, pero no tomar ninguna iniciativa, con el fin de
evitar la represión.
Primo de Ribera recibió el apoyo de los sectores conservadores -burguesía empresarial y financiera, la
Iglesia, la clase media católica-, y de parte de los viejos partidos del turno.
Puso en marcha las primeras medidas represivas contra la CNT y el PCE, que fueron declarados ilegales,
ordenó la detención de sus dirigentes y la clausura de sus locales y periódicos; reprimió el nacionalismo
vasco y catalán en defensa de la unidad de la patria: ayuntamientos y diputaciones fueron controlados por
el gobierno central, suprimió la Mancomunidad catalana, prohibió el uso del catalán en actos oficiales, la
exhibición de la bandera y el himno catalanes, impuso la educación en castellano con carácter exclusivo y
ordenó la detención de Maciá -líder de Estat Catalá-, incluso llegó a ordenar el cierre del estadio el FC
Barcelona. También dispuso la clausura de los periódicos del PNV y de los locales de reunión de sus
militantes; impuso la censura de prensa, estableció un rígido control de la correspondencia privada y
creó el Somatén Nacional (el somatén era una milicia de ciudadanos o guardia cívica constituía en
Barcelona por los propietarios y promovida por la derecha y la patronal para combatir el sindicalismo; el
dictador extendió el somatén a toda España y lo convirtió en una institución supeditada al ejército para
controlar el orden público).
Aunque inicialmente Primo de Rivera se mostró inclinado a abandonar la política colonial, lo que provocó la
indignación de los militares africanistas (Franco) que exigían una ofensiva militar total en el norte de África,
puso fin a la Guerra de Marruecos con una operación militar conjunta franco-española a raíz de un
ataque de las tropas de Abd el-Krim al protectorado francés. Según el plan, el ejército francés debía atacar
por el flanco sur, mientras que las tropas españolas efectuarían un desembarco en la bahía de Alhucemas
para sorprender por la retaguardia a las fuerzas marroquíes. Esta complicada operación -el desembarco de
tropas españolas en la bahía de Alhucemas (septiembre 1925), con el apoyo de la aviación y de fuego
artillero desde los buques- fue un completo éxito, que permitió completar la ocupación del territorio
marroquí, y que contribuyó enormemente al prestigio de la dictadura.
Explique los factores de la evolución demográfica de España en el primer tercio del siglo XX.
Conceptos previos:
* Crecimiento natural o crecimiento vegetativo: relación entre la natalidad y la mortalidad. Puede ser
positivo, cuando las tasas de natalidad superan a las de mortalidad, o negativo, cuando las tasas de
mortalidad superan a las de natalidad.
* Régimen demográfico antiguo: ciclo demográfico caracterizado por altas tasas de natalidad y de
mortalidad, y crecimiento vegetativo reducido e incluso negativo en periodos de mortalidad catastrófica
(crisis agrarias, hambrunas, epidemias, guerras), correspondiente a la sociedad preindustrial del Antiguo
Régimen.
* Transición demográfica: período de transformación del régimen demográfico antiguo de las sociedades
preindustriales al régimen demográfico moderno característico de las sociedades industriales. Se desarrolló
en dos fases:
Primera fase: se mantuvo elevada la natalidad y se redujo de forma notable la mortalidad, lo que
permitió un alto crecimiento natural.
* Régimen demográfico moderno: con tasas de natalidad y de mortalidad reducidas, y bajo crecimiento
natural.
-------------------------------
El crecimiento se debió a la caída de la tasa de mortalidad -que descendió del 20,5 por mil al 21,
3 por mil-, gracias a la mejora de la alimentación y de las condiciones higiénico-sanitarias (servicio de
limpieza y alcantarillado, control de la potabilidad del agua, higiene de los alimentos ), del vestido y la
vivienda, mientras que las causas tradicionales de mortalidad -crisis de subsistencia, epidemias y
enfermedades endémicas- desaparecieron o disminuyeron de forma considerable. La mortalidad
infantil también disminuyó, aunque seguía siendo una de las más elevadas de Europa.
Desaparecieron las grandes epidemias de cólera y viruela, aunque las enfermedades infecciosas
como la tuberculosis y el tifus provocaban muchas muertes anuales (entre 40.000 y 50.000). La mayor
catástrofe fue la epidemia de gripe de 1918-1919, que causó la muerte de 230.000 personas de un total
de ocho millones de enfermos. La epidemia coincidió con la carestía ocasionada por la Primera Guerra
Mundial, y se cebó en una población subalimentada.
La esperanza de vida aumentó; pasó de 35 a 50 años en el primer tercio del siglo, entre 1900 y
1930.
El descenso de la natalidad fue posterior, a partir de la segunda década del siglo XX y fue
consecuencia de los mayores niveles de urbanización y de racionalidad en la planificación familiar. La
tasa de natalidad disminuyó del 33,8 por mil en 1900 al 30,3 por mil en 1930.
Otro factor que ralentizó el crecimiento demográfico fue la emigración. El atraso económico
impedía dar empleo al excedente de población, que tuvo que buscar salidas al paro y a la miseria a través
de las migraciones.
En la primera década del siglo XX y hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, sobre todo
entre 1905 y 1914, se produjo un incremento notable de la emigración exterior, con destino prioritario a
América Latina (Argentina, Cuba y Brasil) y a Argelia, que se saldó con la salida de más de un millón de
españoles, especialmente gallegos. El perfil del emigrante era varón, joven, campesino y alfabetizado.
En cambio, en la segunda década del siglo predominaron las emigraciones internas desde las
zonas agrarias hacia las ciudades industriales de la periferia, en plena euforia productiva por los efectos
de la Primera Guerra Mundial. Madrid y Barcelona, y en menor medida Bilbao y Sevilla se convirtieron en
polos de atracción de emigrantes que procedían de las regiones rurales de Castilla, Murcia, Aragón,
Extremadura y las provincias orientales de Andalucía. Muestra del éxodo rural es que en 1930 más de la
mitad de la población de Barcelona o Madrid era inmigrante.
Las migraciones interiores supusieron, por un lado, la intensificación del proceso de urbanización,
y por otro, la pérdida de peso demográfico de los núcleos rurales. El período de crecimiento urbano
mayor se situó entre el final de la Primera Guerra Mundial (1918) y el crac de 1929, cuando una buena
parte de la población tendió a concentrarse en los mayores núcleos urbanos.
Madrid y Barcelona aumentaron de forma notable su población y superaron el millón de
habitantes en 1930, y las ciudades de más de cien mil habitantes, como Sevilla, Bilbao, Valencia o
Zaragoza, habían crecido en un 65%. Otras ciudades también conocieron un incremento demográfico
espectacular al convertirse en importantes centros industriales o mineros -Baracaldo o Sestao, en el País
Vasco; Mieres y Langreo, en Asturias; Badalona, Sabadell y Tarrasa, en Cataluña.
Como resultado del proceso migratorio, la mayoría de la población de muchas de las grandes
ciudades provenía del éxodo rural: en 1930 sólo el 37% de los habitantes de Madrid había nacido en la
capital; en Barcelona el porcentaje era del 43,6%y en Sevilla, del 50%.
Explique las causas que llevaron a la proclamación de la Segunda República y relacione sus
dificultades con la crisis económica mundial de los años 30.
En primer lugar, el descrédito de la monarquía como institución y del rey Alfonso XIII que había
criticado la incapacidad de la clase política y la ineficacia del sistema de la Restauración , coincidiendo en
ello con algunos de los motivos expuestos por Primo de Rivera para justificar su sublevación. Por ello, el
rey accedió al golpe de Estado y lo sancionó al encargar al general la formación de un nuevo gobierno,
con lo que la monarquía quedaba comprometida con la dictadura.
La fuerza creciente de los grupos de oposición a la monarquía, entre los cuales no sólo
estaban los partidos republicanos (Alianza Republicana y Derecha Liberal Republicana), las
organizaciones socialistas (PSOE y UGT) y anarquistas (CNT -FAI), el PCE, sino también muchos
intelectuales e incluso algunos monárquicos procedentes de los partidos del turno (Niceto Alcalá- Zamora
y Miguel Maura), que exigían la vuelta a la normalidad constitucional.
La formación de un frente contrario a la monarquía con la firma del Pacto de San Sebastián
(agosto de 1930) que unió a los grupos republicanos (Acción Republicana, Partido Republicano Radical
Socialista, Derecha Liberal Republicana, ERC y ORGA) y los socialistas (PSOE y UGT), con el apoyo de la
CNT, con el propósito de organizar un levantamiento militar con apoyo civil, proclamar la República, formar
un gobierno provisional y convocar elecciones constituyentes.
La intensificación de los conflictos laborales y el incremento del número de huelgas por los
efectos de la recesión económica mundial derivada del crack de la bolsa de Nueva York en 1929, que se
tradujo en un incremento del paro -por el regreso de trabajadores emigrados-, la reducción del comercio
exterior -por la contracción de los mercados internacionales-, y la disminución de la inversión; además
agudizó los problemas crónicos de la economía española (paro agrícola, reparto desigual de la tierra,
escasa competitividad internacional, déficit de la balanza comercial…)
La incapacidad de los gobiernos presididos por el general Berenguer y el almirante Aznar -
dictablanda- para restablecer la normalidad constitucional y así salvar la monarquía, ya que chocaron
con la oposición de los grupos antimonárquicos y apenas encontraron apoyos entre los monárquicos.
En un intento de normalizar la situación política, el almirante Aznar convocó un proceso electoral que
incluía la celebración de elecciones municipales para el 12 de abril, y elecciones provinciales y
elecciones generales con carácter constituyente para fechas posteriores (3 de mayo y 7 de junio,
respectivamente). Las autoridades facilitaron la libertad de propaganda política y permitieron a todos los
partidos presentar sus candidaturas
Republicanos y socialistas, grupos que habían firmado el Pacto de San Sebastián- decidieron presentarse
en coalición a las elecciones, planteadas como un plebiscito a favor o en contra de la monarquía.
Las elecciones municipales se celebraron el 12 de abril de 1931 con una participación muy elevada. Las
candidaturas de la conjunción republicano-socialista se impusieron en la mayor parte de las capitales
de provincia, en las grandes ciudades y muchos de los núcleos industriales. Por ello, aunque el
número de concejales monárquicos fue ligeramente superior, ya que habían sido mayoritariamente
votados en las áreas rurales -controladas por los caciques-, se hizo evidente que buena parte del electorado
había apostado por un cambio político.
El 14 de abril los concejales electos de la localidad guipuzcoana de Éibar proclamaron la República y a lo
largo del día lo hicieron los de otras muchas ciudades. En Madrid, los representantes de los partidos que
firmaron el Pacto de San Sebastián constituyeron un gobierno provisional que proclamó oficialmente la
Segunda República, en medio de un gran entusiasmo popular ante las expectativas de profundas
reformas y de democratización del régimen político. El rey Alfonso XIII renunció a la potestad real y partió
hacia el exilio.
Alcalá-Zamora fue elegido presidente de la República y Azaña, como presidente del gobierno, formó
un ejecutivo de republicanos de izquierdas y socialistas, sin los radicales, que emprendió una política
de reformas para modernizar la sociedad y el Estado, que completaba la iniciada por el gobierno
provisional.
La reforma agraria.
El gobierno provisional ya había adoptado algunas medidas urgentes a través de decretos para
proteger a los arrendatarios y a los jornaleros, como la prohibición de cancelar los contratos de
arrendamiento y desahuciar a los campesinos; el establecimiento en el campo de la jornada laboral de
ocho horas, que ya estaba reconocida para los obreros industriales; la Ley de Términos Municipales que
obligaba a los propietarios a contratar mano de obra del término municipal al que pertenecieran las tierras;
la Ley de Laboreo Forzoso que exigía a los patronos poner en cultivo las tierras aptas para ello, y la Ley de
Accidentes de Trabajo en el Campo.
Las reformas laborales fueron promovidas por Largo Caballero, líder de UGT y ministro de
Trabajo, y pretendían mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los obreros y jornaleros ,
reforzar las organizaciones sindicales (UGT y FNTT) frente a la patronal, y llevar la legislación laboral
al campo.
Además de las medidas adoptadas en el campo (Ley de Términos Municipales, Ley de Laboreo Forzoso, la
Ley de accidentes de trabajo en el campo, reducción de la jornada a ocho horas y reforzamiento de los
sindicatos agrícolas en la contratación de tareas del campo), se aprobaron la Ley de Contratos de Trabajo,
que regulaba los convenios colectivos para establecer las condiciones laborales, y la Ley de Jurados
Mixtos para arbitrar soluciones a los conflictos laborales a través de acuerdos entre patronos, obreros y
gobierno. También se estableció la semana laboral de 40 horas, se favoreció el aumento de los salarios y
se promovió la creación de seguros sociales.
Estas medidas provocaron el rechazo de las organizaciones patronales, que consiguieron frenar algunos
proyectos, como el de la intervención obrera en las empresas, y los enfrentamientos entre la UGT -que
colaboró con el gobierno- y la CNT -que se negaba a cooperar y prefería la acción directa y la presión
sobre el gobierno mediante la convocatoria de huelgas generales-.
La reforma militar fue obra de Azaña -presidente del gobierno y ministro de la Guerra-, quien se
propuso crear un ejército profesional y democrático, afirmar el poder civil frente al ejército; recortar el
número de oficiales y garantizar su fidelidad a la República mediante la Ley de Retiro de la Oficialidad
(1931) que establecía que todos los oficiales en activo debían prometer su adhesión a la República, pero
se les daba la posibilidad de retirarse con el sueldo íntegro, si así lo deseaban; y el nombramiento de
oficiales de confianza al frente de las principales capitanías generales; reducir los efectivos militares,
reorganizar la administración, las escalas y la formación militar con la supresión de algunos rangos y
unidades poco operativas, el cierre de la Academia Militar de Zaragoza, dirigida por Franco; se clausuraron
las capitanías generales, desaparecieron los Tribunales de Honor y el Consejo Supremo de Justicia Militar;
modernizar la dotación material y someter la jurisdicción militar a la civil, para lo cual se abolió la Ley
de Jurisdicciones* y se supeditaron los tribunales militares a los civiles. También se creó la Guardia de
Asalto, como cuerpo adepto a la República para mantener el orden público y sustituir al ejército en esta
función.
(*Ley de Jurisdicciones (1906): declaraba que las ofensas contra el ejército y contra la patria eran delitos y
serían juzgados por tribunales militares).
La reforma, técnicamente bien planteada, tuvo resultados limitados. Se consiguió disminuir los gastos
del ejército, pero la reducción del presupuesto dificultó la modernización del material, del armamento
y de los equipamientos. Además, los sectores militares conservadores interpretaron la reforma como
una agresión al poder del ejército y la derecha aprovechó el descontento para animar a la sublevación
militar contra la República.
La reforma educativa y cultural , inspirada por la ILE y promovida por Fernando de los Ríos -
ministro de Instrucción Pública del PSOE-, se proponía crear un sistema educativo público, gratuito,
obligatorio, laico, igualitario, basado en la coeducación de niños y niñas, al reconocer la educación
como un derecho que el Estado debía garantizar para lograr la igualdad de oportunidades. Se aumentó la
partida de gastos en educación en los presupuestos del Estado, se mejoró la formación de los
docentes y sus sueldos, se construyeron escuelas e institutos, se crearon nuevas plazas para maestros
y profesores, becas y bibliotecas. Las Misiones Pedagógicas, formadas por artistas, intelectuales,
maestros y estudiantes universitarios, extendieron la cultura a los medios rurales y obreros desfavorecidos
con representaciones teatrales, cines, coros, museos ambulantes, bibliotecas y préstamos de libros,
iniciativas en las que colaboraron grupos teatrales universitarios como La Barraca, dirigida por García Lorca.
También se prohibió a las órdenes religiosas ejercer la enseñanza y la religión dejó de ser una
materia obligatoria.
Definía a España como “una república democrática y de trabajadores de toda clase que se
organiza en un régimen de libertad y justicia”. Establecía la soberanía popular -al reconocer que todos los
poderes emanaban del pueblo- y una estricta separación de poderes con primacía del legislativo, al que
se supeditaban el ejecutivo y el Tribunal Supremo.
La Jefatura del Estado correspondía al presidente de la República, elegido por los diputados y un
número igual de compromisarios, con funciones representativas. Su principal facultad era nombrar y
deponer al presidente del gobierno, y, a propuesta de éste, a los ministros, que, no obstante, debían tener
la confianza de las Cortes; promulgar las leyes, suspender y disolver las Cortes, si bien, en determinadas
ocasiones éstas le podían destituir -si el presidente de la República disolvía las Cortes en dos ocasiones y la
segunda disolución era considerada injustificada por las Cortes, éstas podían destituirle, como ocurrirá en
1936-.
El poder legislativo lo tenían las Cortes unicamerales. El Congreso de los diputados era elegido
democráticamente por sufragio universal y, además de legislar, ejercía el control sobre el gobierno, e
incluso sobre el presidente de la República en ciertas condiciones; el poder ejecutivo lo ejercía el
gobierno, nombrado por el presidente de la República a propuesta del presidente del gobierno, tenía
iniciativa legislativa y era responsable ante las Cortes; y el poder judicial correspondía a los jueces y
tribunales, a los que se garantizaba su independencia respecto al gobierno; se creaba el jurado como
forma de participación popular y el Tribunal de Garantías Constitucionales para declarar la
constitucionalidad de las leyes.
Reconocía la igualdad ante la ley y una amplia declaración de derechos individuales y políticos
(libertad de expresión, libertad de prensa, libertad de residencia y de circulación, inviolabilidad de domicilio
y de correspondencia, habeas corpus, garantías procesales y penales, libertad de asociación política y
sindical)), y otros relativos a la familia, la economía y la cultura (igualdad de los cónyuges en el
matrimonio, susceptible de disolución, obligaciones de los padres hacia los hijos, reconocimiento de los
hijos ilegítimos, derecho a la educación, libertad de cátedra, derecho al trabajo, seguridad social, salario
mínimo, reducción de la jornada laboral, protección al trabajo femenino e infantil, la no discriminación por
razón de origen, sexo o riqueza). Dentro de los derechos referidos a la economía, la Constitución establecía
el derecho a la propiedad, si bien era susceptible de expropiación forzosa por motivo de utilidad social,
siempre con indemnización, y abría la posibilidad de nacionalizar algunos servicios de interés común.
El texto también incluía los mecanismos para asegurar el cumplimiento de los derechos
constitucionales, como el recurso de amparo, que permitía a los ciudadanos dirigirse al Tribunal de
garantías Constitucionales si no habían obtenido de las autoridades la garantía de algún derecho.
La configuración territorial estaba definida por el Estado integral -un modelo entre el federalismo y el
unitarismo-, ya que la Constitución reconocía el derecho de las nacionalidades históricas a constituirse
en comunidades autónomas a través de un estatuto de autonomía que debía ser aprobado en
referéndum en las regiones y ser debatido y aprobado por las Cortes, si bien prohibía la federación de dos
regiones autónomas.
La CEDA, ante el supuesto peligro de una revolución social, exigió participar en el gobierno, bajo
la amenaza de retirar su apoyo parlamentario. El 4 de octubre de 1934 Lerroux incorporó a su
gabinete a tres ministros de la CEDA.
Para detener “el avance del fascismo”, la UGT convocó una huelga general para el 5 de octubre
con el apoyo del PCE, y de la CNT en Asturias, donde se produjo una auténtica revolución social
por la intervención conjunta de socialistas, anarquistas y comunistas que habían formado una
Alianza Obrera con el fin de socializar los medios de producción en un movimiento revolucionario
conjunto. Los mineros y los obreros armados se hicieron con el control de las cuencas mineras y
áreas industriales, tomaron los cuarteles de la Guardia Civil, destituyeron a las autoridades de
los ayuntamientos y organizaron comités revolucionarios que asumieron el abastecimiento de
alimentos, el funcionamiento de los transportes y el suministro de gas y electricidad,
nacionalizaron los servicios públicos, colectivizaron los medios de producción y proclamaron
la Revolución Socialista de los Consejos Obreros. El Ejército, dirigido por Franco, al que se
incorporaron las tropas de Marruecos y la Guardia Civil desencadenaron una feroz represión, tras
el desembarco de la Legión y los bombardeos aéreos.
El gobierno desató una represión, caracterizada por su violencia y arbitrariedad, contra las
organizaciones obreras (detenciones arbitrarias, torturas, consejos de guerra sumarísimos, ejecuciones,
despidos de obreros, periódicos y locales cerrados, dirigentes encarcelados -Largo Caballero-), contra el
nacionalismo catalán y el republicanismo de izquierda (Azaña fue detenido, aunque no participó en la
sublevación).
La revolución de octubre provocó una fuerte polarización política y una radicalización de
posiciones, tanto de la izquierda como de la derecha:
La indignación por la represión y la campaña a favor de la amnistía acercó a las formaciones
republicanas de centro - izquierda: Azaña formó Izquierda Republicana, en el que se integraron
miembros de la ORGA y del desaparecido PRRS (Partido Republicano Radical-Socialista), y Martínez
Barrio creó Unión Republicana, compuesto por radicales y radical-socialistas.
Calvo Sotelo fundó el Bloque Nacional en diciembre de 1934, una coalición antirrepublicana de
monárquicos y tradicionalistas de carácter ultraconservador que defendía un Estado totalitario y
corporativo, similar al fascista y, por lo tanto, antidemocrático.
La CEDA se mostró partidaria de aplicar las condenas con rigor y endurecer la política del
gobierno. En julio de 1935, presentó un anteproyecto para modificar la Constitución en sentido
restrictivo, en lo referente a las autonomías, el divorcio y la expropiación de tierras. Aunque los radicales y
Alcalá Zamora se mostraron favorables a esta reforma, el proyecto no llegó a ser votado.
Gil Robles obligó a Lerroux a formar un gobierno con mayoría cedista, en el que el líder de la
CEDA fue nombrado Ministro de la Guerra y colocó en los principales puestos de mando a oficiales de
dudosa lealtad a la República; por ejemplo, Franco fue nombrado Jefe del Estado Mayor.
Explique las causas de la formación del Frente Popular y las actuaciones tras su triunfo electoral,
hasta el comienzo de la guerra.
La indignación por la represión ejercida por el gobierno de centro-derecha presidido por Lerroux en
Asturias en octubre de 1934 y la campaña a favor de la amnistía acercó a las formaciones republicanas de
centro - izquierda: Azaña formó Izquierda Republicana, en el que se integraron miembros de la ORGA y
del desaparecido PRRS (Partido Republicano Radical-Socialista), y Martínez Barrio creó Unión
Republicana, compuesto por radicales y radical-socialistas.
A las elecciones de febrero de 1936 todas las fuerzas de izquierda se presentaron unidas el
Frente Popular, con un programa mínimo (amnistiar a los encarcelados por la revolución de
octubre de 1934, reintegrar en sus cargos y puestos de trabajo a los represaliados por razones
políticas, restablecer la Constitución de 1931 y el estatuto de autonomía catalán, recuperar la
legislación reformista del primer bienio suspendida por la coalición radical-cedista) para ganar las
elecciones y formar un gobierno exclusivamente republicano, con el apoyo parlamentario del
PSOE.
Sin embargo, los partidos de la derecha formaron distintas coaliciones, constituidas por la CEDA,
los monárquicos y los tradicionalistas, y en algunas provincias los radicales y la Lliga Catalana, pero
no presentaron una candidatura única para toda España, ni un programa electoral consensuado.
Las elecciones del 16 de febrero de 1936 dieron la victoria al Frente Popular, que obtuvo el
48% de los votos, frente al 46,5% que consiguieron las derechas y el 5,4% el centro. En el reparto de
escaños, la izquierda consiguió 278 diputados, la derecha, 124 y el centro, 51. La derecha tuvo
buenos resultados en las regiones del interior (las dos Castillas, León, parte de Aragón, Navarra),
mientras que la izquierda obtuvo la mayoría en las grandes ciudades, zonas industriales y regiones
del litoral.
De acuerdo con lo firmado en el programa del Frente Popular, se constituyeron gobiernos
exclusivamente republicanos (Izquierda Republicana y Unión Republicana), con el apoyo
parlamentario de socialistas y comunistas, presididos primero por Azaña y después por Casares
Quiroga, cuando Alcalá- Zamora fue destituido por las Cortes y sustituido en la presidencia de
la República por Azaña.
- Concedió la amnistía a los presos políticos y obligó a las empresas a readmitir a los
trabajadores despedidos a raíz de las huelgas de octubre de 1934.
- Alejó de los centros de poder a los militares presuntamente golpistas -Franco fue
destinado a Canarias y Mola a Navarra-, José Antonio fue encarcelado y su partido (Falange
Española) fue prohibido.
La clase trabajadora fue movilizada por la UGT y la CNT. Los anarquistas defendían las
acciones revolucionarias, y también un sector socialista, encabezado por Largo Caballero, se
orientaba hacia soluciones radicales cercanas a las del PCE. En las ciudades se convocaron huelgas
para reivindicar la mejora de las condiciones laborales (huelgas en la industria y la construcción de Madrid)
y en el campo, especialmente en Extremadura y Andalucía, los jornaleros ocupaban ilegalmente las
tierras. También se produjeron enfrentamientos entre los afiliados de la UGT y la CNT.
La derecha reanudó la conspiración golpista contra la República y el gobierno del Frente Popular
entre los oficiales de la UME (Unión Militar Española, una organización clandestina creada en 1933 por
militares derechistas y antirreformistas, que tuvo una activa participación en el golpe de Estado de 1936),
respaldados por civiles monárquicos, carlistas, fascistas y un sector de la CEDA.
La misma noche de las elecciones de febrero, el general Franco intentó declarar el Estado
de guerra.
El terrorismo se incrementó y derivó en una espiral de violencia sin límites. Para desestabilizar el
régimen se sucedieron los asesinatos cometidos por pistoleros falangistas, que fueron respondidos
por los militantes de izquierda encuadrados en milicias armadas. El 12 de julio fue asesinado el
teniente de la Guardia de Asalto José Castillo (socialista que colaboraba con las milicias de izquierda) y,
en represalia, el 13 de julio un grupo de izquierdistas secuestraron y asesinaron a José Calvo Sotelo (líder
de la extrema derecha, diputado y dirigente del Bloque Nacional). Este asesinato precipitó la sublevación
militar que se inició el 17 de julio en Marruecos y se extendió los días 18 y 19 a las guarniciones del resto
de España.
El contexto internacional en el que se inscribe la Guerra Civil española está definido por la confrontación
entre la democracia y el fascismo.
La crisis de 1929, que se derivó del crack de la Bolsa de Nueva York, se convirtió en una etapa de
recesión económica a nivel mundial. En Europa, la Gran Depresión se tradujo en la retirada de los
capitales estadounidenses invertidos y prestados, la falta de liquidez de los bancos y de financiación de las
empresas, la contracción del comercio exterior, el incremento de la inflación y el aumento de las tasas de
paro. En paralelo a la crisis económica se produjo una intensificación de la conflictividad social que, en
ocasiones, adoptó un carácter revolucionario, ya que, tras el triunfo de la Revolución bolchevique en Rusia
en 1917, los sindicatos y los partidos obreros habían reforzado sus posiciones y se habían
radicalizado.
En este contexto, creció la oposición a las democracias, tanto desde la izquierda -el proletariado exigía
respeto a sus derechos- como desde la derecha -la burguesía, temerosa de la revolución social, estaba
dispuesta a apoyar golpes de fuerza, al margen del marco constitucional. Los países con una tradición
democrática consolidada -Gran Bretaña y Francia- lograron integrar en el sistema a los grupos socialistas
y aislar a las formaciones más radicales, mientras que en los países con escasa tradición democrática se
establecieron dictaduras que prometían restablecer el orden, exaltaban el nacionalismo y eran apoyadas
por los sectores conservadores (propietarios, Ejército e Iglesia), con el objetivo de detener el avance del
socialismo y del comunismo. En Italia se estableció el régimen fascista, con la llegada de Mussolini al
poder en 1922, y en Alemania, el régimen nazi, con el nombramiento de Hitler como canciller (presidente
del gobierno alemán) en 1933, regímenes caracterizados por el rechazo al liberalismo, el desprecio por la
democracia y la oposición contundente al comunismo.
El estallido de la Guerra Civil en España contribuyó a afianzar la alianza del bloque fascista, ya que Hitler
y Mussolini apoyaron la sublevación contra la Segunda República y el gobierno del Frente Popular, de
forma que a finales de 1936 se formalizó el Eje Berlín – Roma. Poco después Japón y Alemania firmaron el
Pacto Antikomintern contra la URSS, al que se adhirieron Italia y España, entre otros.
Los gobiernos de Reino Unido y Francia decidieron no intervenir en el conflicto español, para no
provocar una reacción de la Alemania nazi, y así evitar una confrontación directa con Hitler, y por
temor a que se produjera una revolución social en España. La política de no intervención significó la no
injerencia diplomática y militar en la guerra, la prohibición de vender armamento al gobierno del
Frente Popular, el cierre de la frontera francesa, y el aislamiento de la República, sólo roto por Méjico -
que acogió a numerosos exiliados republicanos- y por la URSS, que, a pesar de su adhesión a la No
Intervención, colaboró con el bando republicano mediante el envío de material bélico, personal técnico y
asesores militares, y organizó, a través de la Internacional Comunista, las Brigadas Internacionales.
Sin embargo, el bando nacional estuvo apoyado por la Alemania nazi y la Italia fascista, aunque habían
suscrito la No Intervención, en su lucha contra el comunismo y con la perpectiva de incorporar a España
como aliado en una previsible guerra. Esta colaboración consistió en la intervención de unidades militares,
el envío de material bélico, asesoramiento militar y la concesión de créditos. También el bando franquista
contó con el apoyo logístico, financiero y estratégico de Portugal, con la participación de los sectores
fascistas irlandeses a través de la Legión de San Patricio, con la venta de material bélico y aeronáutico,
petróleo y equipamiento de transporte procedente de Estados Unidos, y con el reconocimiento del
Papado.
En conclusión, en el marco internacional la Guerra Civil española no fue un conflicto bélico aislado, sino
que la intervención internacional la convirtió en un episodio en el enfrentamiento entre el fascismo y
la democracia que culminó en la Segunda Guerra Mundial.
Compare la evolución política y la situación económica de los dos bandos durante la guerra .
-Las pérdidas demográficas se estiman, según los cálculos más aceptados, en unas 500.000 o 600.000
personas, aunque otras fuentes señalan 700.000 u 800.000, cifra que incluye las bajas en el frente, las
víctimas de la represión en la guerra y en la posguerra -unas 50.00 personas ejecutadas tras la guerra-,
las muertes por el hambre y las epidemias derivadas de la guerra, así como la mortalidad provocada
por los bombardeos sobre la población civil; la pérdida de población joven y la consiguiente
reducción de la natalidad también explican el descenso demográfico.
Una buena parte de los refugiados regresó a España cuando el régimen prometió no preceder
contra quienes no hubieran cometido delitos, promesa que no cumplió. Sin embargo, alrededor de la mitad
-unas 200.000 personas- permanecieron en el exilio o solo regresaron a nuestro país tras la muerte de
Franco.
Además del impacto emocional y del desgarro psicológico del exilio, las repercusiones fueron
importantes pues se trataba de población mayoritariamente joven activa, e incluía a personalidades
importantes a nivel intelectual, artístico y científico, exponentes de la Edad de Plata, hecho que incidió
en el bajo nivel de producción cultural de la España de posguerra.
Por otro lado, en el exilio se desarrolló una parte importante de la oposición política al
franquismo. Las instituciones políticas de la República y de los gobiernos catalán y vasco siguieron
funcionando en el exilio. En México, en 1945, se celebraron las primeras Cortes republicanas en el exilio y se
eligió un nuevo gobierno republicano, institución que se mantuvo hasta 1977.También la mayor parte de
las organizaciones políticas y sindicales republicanas se mantuvieron en el exilio, aunque divididas por
fuertes discrepancias internas que impidieron la creación de plataformas unitarias y la elaboración de
programas comunes para luchar contra el franquismo.
Respecto a la violencia en la zona republicana las cifras son más precisas, en parte porque, al
terminar el conflicto, las autoridades franquistas emprendieron una exhaustiva investigación jurídica -la
Causa General- que permitió concretar la lista de asesinatos y ejecuciones producidas en la retaguardia
republicana. Las revisiones recientes apuntan unas 38.000 personas, que incluyen a miembros del clero,
dirigentes de los partidos de derecha, empresarios, familias acomodadas y militares capturados
tras sumarse al golpe. En su mayoría fueron asesinados en los tres primeros meses de la guerra,
cuando la descomposición del Estado permitió la actuación sin control de grupos violentos. Desde octubre,
el gobierno de Giral adoptó medidas drásticas que permitieron acabar con la violencia incontrolada. A
partir de 1937, la represión política disminuyó considerablemente y en muchos casos se aplicó por vía
judicial.
Más difícil es analizar la represión en la retaguardia franquista por la ocultación de documentos.
Los datos presentados por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica ante la Audiencia
Nacional en 2008 cifraban en 133.000 los desaparecidos en la guerra y la posguerra, pero esta lista está
incompleta y es posible que la cifra definitiva se aproxime a las 200.000 personas.
Los vencedores no dudaron en “dar un escarmiento a los rojos”. Los vencidos fueron silenciados,
humillados, sancionados, inhabilitados, expulsados de sus empleos y encarcelados.
Durante los primeros años de la guerra el número de presos acusados de delitos políticos era muy
alto -en 1940 había 18.000 mujeres y 240.000 hombres, de los que 7.800 ya habían sido juzgados sin
garantías legales y condenados a muerte por tribunales militares. En 1943, la cifra de presos superaba los
100.000, mientras que unos 25.000 cumplían penas de trabajos forzados en la reparación de canales y
caminos, en la construcción de edificios públicos (Nuevos Ministerios de Madrid) o conmemorativos (Valle
de los Caídos). En 1946 la cifra había disminuido a 15.000.
El gobierno de Franco también inició en 1939 una exhaustiva depuración del sector público
(burocracia, ejército, policía, educación, judicatura) para expulsar a los afiliados a las organizaciones
del Frente Popular, a quienes hubieran ocupado cargos públicos durante de República, a los que
hubieran combatido en el bando derrotado y a otros acusados de ateísmo o de pertenencia a la
masonería que fueron sancionados, multados, incautadas sus propiedades, inhabilitados y
suspendidos de empleo y sueldo. Los puestos vacantes fueron ocupados por adictos al régimen
franquista, excombatientes del bando nacional y por afiliados a Falange
La represión continuó en la posguerra, mediante consejos de guerra, juicios sin
garantías y ejecuciones en los campos de concentración.
Los gastos ocasionados por la guerra dispararon el déficit público y agotaron las reservas
financieras, ya que generó una deuda cifrada en unos 300.000 millones de pesetas, a lo que se sumó la
pérdida del oro del Banco de España depositado en Moscú como pago por la ayuda de la URSS al bando
republicano.
A los costes hay que sumar las destrucciones materiales de infraestructuras, comunicaciones
terrestres, instalaciones industriales, viviendas y parque automovilístico.
La caída de la producción superó el 25% del PIB, afectó a todos los sectores y se prolongó hasta la década
de 1950. Se debió a la reducción de la población activa por la movilización de la población masculina
(mano de obra) y a la caída del mercado interior ya que se retrajo la demanda. Además, la prioridad de
la industria de guerra provocó problemas de abastecimiento, el racionamiento y el mercado negro.
Por todo ello, en la década de los 40 se produjo un estancamiento de la economía y los niveles de renta
no se recuperaron hasta mediados de los años 50. Por otra parte, el carácter dictatorial del franquismo y
su aislamiento internacional impidieron que España se beneficiara del Plan Marshall (1947).
Elabore un esquema con los grupos ideológicos y los apoyos sociales del franquismo en su etapa
inicial.
El franquismo fue un régimen totalitario que tuvo su origen en la victoria del bando
nacionalsublevado en la Guerra Civil. Inspirado en el modelo fascista italiano y alemán se configuró
como una dictadura militar que liquidó el régimen democrático de la Segunda República: suprimió la
Constitución de 1931 y las garantías individuales y colectivas, clausuró el parlamento, y prohibió todos los
partido y sindicatos. Fue un régimen de partido único -FET y de las JONS- que se rigió por las Leyes
Fundamentales (Fuero del Trabajo, Fuero de los Españoles, Ley de Referéndum Nacional, Ley de
Sucesión, Ley de Principios del Movimiento y Ley Orgánica del Estado) y que concentró todos los
poderes en Franco al ser nombrado Jefe del Estado y presidente del Gobierno, Generalísimo de las
Fuerzas Armadas y Jefe Nacional del partido, presidía el Consejo Nacional y nombraba al secretario
general del Movimiento; fue investido con el título de Caudillo de España y también dispuso de potestad
legislativa para promulgar leyes en caso de urgencia.
Los grupos ideológicos que apoyaron la sublevación militar de julio de 1936 y el franquismo
respondían a ideologías diferentes, aunque todas se encuadraban en la derecha política, todas
rechazaban la República y lo que ella significaba: laicismo, libertades, democracia, multipartidismo,
autonomías regionales… y todas coincidían en la defensa de la confesionalidad católica del Estado, la
implantación de un poder fuerte y centralizado, sustentado en los principios de unidad de España,
autoridad y jerarquía, y en la imposición de un orden social rígido basado en la familia y la propiedad
privada.
Los sectores ideológicos identificados con el franquismo fueron los monárquicos -carlistas y
juanistas-, los falangistas y los católicos, que, junto con los militares, constituyeron las “familias” del
régimen.
. Los carlistas o tradicionalistas, cuya organización política había quedado integrada, mediante el
Decreto de Unificación, en el partido único (FET y de las JONS), aunque seguía manteniendo sus señas de
identidad.
. Los partidarios de la restauración en el trono del legítimo heredero de la Corona, don Juan de
Borbón, hijo de Alfonso XIII.
Ambos grupos aspiraban a restablecer una monarquía católica y autoritaria, pero mientras los
carlistas carecían de candidato definido -el último titular de la rama carlista había muerto sin sucesión
directa- y defendían la tradición de los fueros locales, los juanistas optaban por la continuidad de la línea
dinástica reinante en España y rechazaban cualquier forma de autonomía, incluidos los fueros tradicionales.
-Los falangistas.
Sus planteamientos ideológicos iniciales estaban muy próximos a los fascismos, pero la muerte de
José Antonio Primo de Rivera y su fusión con los tradicionalistas en un partido único, bajo el mando directo
de Franco, les hizo perder parte de sus señas de identidad.
En los comienzos del franquismo, su influencia fue muy grande por su implantación popular y
por su capacidad para llegar a las masas. Por ello, los falangistas controlaron dos ámbitos fundamentales
del régimen: el aparato de propaganda (prensa y radio) y la organización sindical.
Sin embargo, tras la derrota de las potencias fascistas (Alemania e Italia) en la Segunda Guerra
Mundial, Franco se fue distanciando de los planteamientos totalitarios de los falangistas. Aunque
siguieron ocupando cargos importantes, perdieron influencia dentro del régimen, en favor de los
católicos que proporcionaban una mejor imagen en el exterior.
- Los católicos.
No pertenecían a ninguna corriente o partido político concreto, aunque muchos habían militado
en la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) durante la República. Sin embargo, estaban
en general adscritos a alguna de las dos grandes organizaciones católicas reconocidas por el régimen:
la Asociación Católica Nacional de Propagandistas -con una presencia importante en los gobiernos del
régimen desde 1939, especialmente en los ministerios de Asuntos Exteriores y de Educación-, y del Opus
Dei -con una colaboración trascendental, sobre todo en los ministerios económicos por la alta cualificación
profesional de muchos de sus miembros.
- El Movimiento Nacional, nombre con el que el régimen designaba a Falange Español Tradicionalista y de
las JONS (FET y de las JONS), dotó al régimen de sus bases ideológicas y sus símbolos (saludo a la
romana, uniforme), controló los medios de comunicación (prensa y radio), proporcionó muchos de los
cargos de la administración y constituyó las organizaciones de masas de régimen (Sección Femenina,
Frente de Juventudes, Central Nacional Sindical, Sindicato Español Universitario -SEU- y Auxilio Social).
- El Ejército, que había combatido en el bando nacional y ganado la guerra. Fiel a Franco, asumió la
función represiva y participó activamente en el poder, especialmente en los primeros años cuando
buena parte de los ministros y los gobernadores civiles eran militares de carrera.
- La Iglesia Católica, que legitimó el alzamiento como una Cruzada, se identificó con el régimen, que
se definía como un Estado confesional católico, y aportó cuadros dirigentes con un alto nivel de
formación técnica, través de la ACNP (Asociación Católica Nacional de Propagandistas) y el Opus Dei;
además, obispos y prelados participaron en las Cortes franquistas y en el Consejo del Reino. A cambio,
la Iglesia consiguió la financiación pública, el control del sistema educativo y el predominio de los
valores y la moral católica en la sociedad española.
Las bases sociales estuvieron en los sectores conservadores opuestos a las reformas de la
Segunda República: las élites sociales y económicas -los grandes terratenientes y la burguesía
industrial, mercantil y financiera, los profesionales liberales-, las clases medias urbanas de las pequeñas
y medianas ciudades -pasivas y apolíticas- y gran parte del funcionariado, así como pequeños y
medianos propietarios agrarios, sobre todo de la mitad norte.
La identificación de estos sectores sociales con el régimen franquista se debió a su defensa de los
valores tradicionales -familia, propiedad y religión-, y de los principios de orden y autoridad.
El franquismo fue un régimen totalitario y de partido único -FET y de las JONS - que, siguiendo el
modelo fascista, concentró todos los poderes en Franco al ser nombrado jefe del Estado y presidente
del Gobierno, Generalísimo de los tres Ejércitos y Jefe Nacional del Partido; presidía el Consejo
Nacional y nombraba al secretario general del Movimiento. Por lo tanto, Franco asumía los tres
poderes del Estado: el poder ejecutivo -desde la presidencia del Gobierno controlaba al Consejo de
Ministros, éstos a los gobernadores civiles y éstos a los alcaldes; el poder legislativo -nombraba al
presidente de las Cortes y designaba a parte de los procuradores, tenía derecho a vetar las leyes y dispuso
de potestad legislativa para promulgar leyes en caso de urgencia- y el poder judicial -designaba al
presidente del Tribunal Supremo, máxima instancia del poder judicial a la que se supeditaban las audiencias
provinciales y territoriales-.
El régimen se reguló jurídicamente a través de las Leyes Fundamentales, leyes políticas básicas que
sustituían a una Constitución inexistente, en un proceso largo que se inició con el Fuero del Trabajo (1938),
continuó con la Ley Constitutiva de las Cortes (1942), el Fuero de los Españoles (1945) y la Ley de
Referéndum Nacional (1945), la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado (1947), la Ley de principios del
Movimiento Nacional (1958), y finalizó en 1966 con la Ley Orgánica del Estado.
En el entramado político del franquismo existían otros órganos consultivos y deliberativos como el
Consejo de Estado, el Consejo de Regencia y el Consejo Nacional del Reino, además del Consejo de
Economía Nacional.
En el plano territorial, el poder del gobierno se imponía en las provincias a través de los gobernadores
civiles que, además, eran jefes provinciales del Movimiento. En cada provincia también se instituyó un
gobernador militar y se restableció la estructura militar de las capitanías generales que había sido
suprimida durante la República. En los municipios, los alcaldes, que eran jefes locales del Movimiento, eran
elegidos directamente por el gobernador civil, configurando un sistema territorial centralizado.
El otro poder del Estado fueron los Sindicatos Verticales llamados posteriormente Organización Sindical
Española (OSE), que dependían de un secretario general con el rango de ministro. La Ley de Unidad Sindical
(1940), inspirada en el modelo corporativo de la Italia Fascista, establecía qué empresarios y qué
trabajadores se integrarían en un mismo sindicato por ramas de producción. A través de los sindicatos
verticales, el Estado ejercía un rígido control sobre la clase obrera y dictaba las condiciones laborales
(salarios, duración de la jornada laboral, permisos, vacaciones…), anulando toda posibilidad de negociación
colectiva e ilegalizando la huelga.
Los últimos años del franquismo (1973 – 1975) marcan la crisis de la dictadura acelerada por la
fractura entre reformistas e inmovilistas.
a) En política interior:
En 1973 Franco decidió separar por primera vez la jefatura del Estado y del Gobierno y nombró presidente
del gobierno al almirante Carrero Blanco, que formó un gabinete con mayoría de miembros del Opus
Dei y de franquistas “puros”, entre ellos Arias Navarro, nuevo ministro de Gobernación, que se había
destacado por la dura represión como director general de Seguridad. Carrero Blanco, hombre de máxima
confianza de Franco, el único capaz de mantener unidas las diferentes “familias” del régimen y figura clave
para preservar la continuidad del franquismo, fue asesinado por ETA (20 de diciembre de 1973).
En 1974 se formó un nuevo gobierno presidido por Arias Navarro, integrado por franquistas “puros” y
algunos ministros aperturistas. El nuevo presidente, en su discurso programático del 12 de febrero de
1974, presentó un proyecto con vagas promesas de apertura y anunció la regulación del derecho de
asociación política, que permitiría un mayor pluralismo político (espíritu 12 de febrero), lo que provocó
la división del bloque franquista en aperturistas y el búnker. El gobierno de Arias Navarro promulgó la
Ley de Asociaciones Políticas (diciembre de 1974), pero exigía tantos requisitos que sólo permitía acogerse
a ella a las diferentes tendencias del franquismo; era, pues, otra operación de maquillaje del régimen,
incapaz de renovarse.
b) En política exterior:
En los últimos momentos, la inestabilidad del régimen se acentuó por el conflicto del Sahara,
donde el Frente Polisario reclamaba la independencia; España optó por permitir un referéndum de
autodeterminación; en respuesta, el rey Hassam II de Marruecos organizó la Marcha Verde -una
movilización masiva y pacífica de más de 400.000 marroquíes, civiles y voluntarios, que, con retratos del rey
Hassam y el Corán, llegó a atravesar la frontera saharaui para presionar al gobierno español a ceder a
Marruecos el Sahara español-. Ante el peligro de un conflicto armado, España firmó el Acuerdo de
Madrid (14 de noviembre de 1975) que suponía la entrega del Sahara a Marruecos y Mauritania,
violando el compromiso y mandato de la ONU que había encomendado a España la tutela del territorio
hasta su independencia.
c) En economía:
La recesión económica internacional -provocada por la crisis del petróleo de 1973 y que se
tradujo en un incremento de la inflación y del paro-, agravó la conflictividad social.
Los partidos nacionalistas se reforzaron -en el País Vasco, el PNV, y en Cataluña ERC y
CDC (Convergencia Democrática Cataluña) fundada por Jordi Pujol- y se recrudeció el terrorismo
de ETA (Euskadi ta Askatasuna, “Euskadi y Libertad”), del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y
Patriótico) y del GRAPO (Grupo Revolucionario Antifascista Primero de Octubre), respondido con
una férrea represión: estado de excepción, consejos de guerra, ejecuciones, el proceso de Burgos
(1970) contra militantes de ETA, la ejecución del anarquista Puig Antich (1974), la Ley Antiterroorista
de 1975 y la ejecución de cinco activistas -dos ETA y tres del FRAP- en septiembre de 1975 que
enturbiaron la imagen de la dictadura y levantaron protestas dentro y fuera de España.
Relacione la evolución política del régimen con los cambios que se producen en el contexto
internacional.
En los primeros momentos, el franquismo fue un régimen totalitario bajo la influencia del
fascismo italiano y del nazismo alemán, con un evidente protagonismo político de los militares y de
los falangistas, en el que Ramón Serrano Suñer -cuñado de Franco y gran simpatizante de Alemania-
fue la figura más relevante y la FET y de las JONS desempeñó un papel fundamental.
A partir del año 42, con las primeras derrotas de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, y
sobre todo desde 1945, coincidiendo con el final del conflicto mundial y la victoria de las democracias
occidentales, el régimen cambió de orientación:
Para reforzar la imagen del Estado como esencialmente católico, se relegó en parte a los
falangistas -grupo predominante en el primer gobierno formado tras la Guerra Civil- para dar mayor
protagonismo político a los católicos, miembros de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas,
cuya presencia en el régimen se presentaba como garantía de apertura política. Por lo tanto, el
fascismo perdió peso político, Serrano Suñer fue destituido de sus cargos y aumentó la influencia
política de los católicos.
En este contexto, para maquillar el carácter dictatorial del régimen y ofrecer una imagen
exterior de legalidad y de evolución hacia fórmulas democráticas, la propaganda franquista empezó
a calificar al nuevo régimen como democracia orgánica -desde 1943 se había prohibido definirlo como
“fascista”-, y se presentó el franquismo como una estructura política con la apariencia de un Estado de
Derecho con la promulgación de un conjunto de Leyes Fundamentales, como la Ley Constitutiva de las
Cortes (1942), configuraba una Asamblea de representación corporativa formada por procuradores
elegidos por el jefe del Estado y, por sufragio indirecto, por las llamadas corporaciones, y que
representaban a los sindicatos, las familias y los municipios, base de la democracia orgánica; estas
Cortes no eran soberanas -no representaban la soberanía nacional-, no eran elegidas democráticamente
y carecían de poder legislativo, ya que el Caudillo tenía plena potestad legislativa; eran un órgano
consultivo cuyas funciones quedaban reducidas a colaborar en la preparación de las leyes, debatir los
proyectos legislativos presentados por el gobierno y proceder a su aprobación; el Fuero de los Españoles
(1945), que reconocía, al menos formalmente, unos derechos y unos deberes fundamentales,
supeditados a los principios del régimen, La Ley de Referéndum Nacional (1945) que preveía la
ratificación de textos legislativos considerados trascendentes a través de plebiscitos convocados por
el Jefe del Estado, y la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, aprobada en referéndum en 1947,
definía España como un Estado católico, social y representativo constituido en reino. En definitiva,
estas Leyes Fundamentales eran tan solo una fachada para ocultar la verdadera naturaleza del
régimen: una férrea dictadura militar.
En los años 50, en el contexto de la consolidación de las democracias occidentales y del inicio
de la Guerra Fría, que enfrentó al bloque occidental -liderado por EEUU- y al bloque oriental -liderado por
la URSS-, el régimen reforzó su imagen exterior en base a la defensa del catolicismo y la lucha
contra el comunismo, lo que favoreció la salida del aislamiento y su aceptación internacional.
En 1951 Franco apartó del gobierno a los falangistas y a los militares, y promovió a los católicos de la
ACNP (Asociación Católica nacional de Propagandistas). Carrero Blanco fue nombrado subsecretario de
presidencia y Ruíz Jiménez, ministro de Educación.
En 1957 Franco nombró un nuevo gobierno en el que entraron como ministros, a propuesta de Carrero
Blanco, los tecnócratas procedentes del Opus Dei (Navarro Rubio, Ullastres y López Rodó), que
promovieron la liberalización de la economía y su integración en los circuitos internacionales a través del
Plan de Estabilización (1959).
En los años 60 el régimen franquista mantuvo el inmovilismo institucional, su carácter totalitario
y la política represora, pero inició una tímida apertura política -para garantizar su continuidad y mejorar
su imagen- promovida desde el gobierno por los tecnócratas.
Bajo una creciente presión social se adoptaron algunas medidas de liberalización, más aparentes
que reales, con el fin de favorecer la plena integración de España en los organismos internacionales. Se
promulgaron la Ley de Prensa (1966) -impulsada por Fraga Iribarne, Ministro de Información y Turismo-
que suprimía la censura previa, pero no garantizaba la libertad de expresión; la Ley Orgánica del
Estado -última de las Leyes Fundamentales, aprobada en referéndum en 1966- pretendía ofrecer
nuevamente una falsa apariencia de Estado de derecho, sin modificar en absoluto el carácter autoritario del
régimen; la Ley de Libertad Religiosa (1967), que reconocía la igualdad de todas las confesiones, y la
Ley General de Educación, que ampliaba la escolarización obligatoria hasta los 14 años.
En la etapa final del franquismo, el deterioro del sistema, provocado por el enfrentamiento entre
aperturistas y el bunker, y la incapacidad del régimen para impulsar un proceso real de
democratización, se agudizó con las repercusiones de la crisis del petróleo a partir de 1973: el
aumento de la inflación y de la tasa de paro incrementaron la conflictividad social y la oposición al
régimen.
Explique la política económica del franquismo en sus diferentes etapas y la evolución económica del
país.
LA AUTARQUÍA.
En la posguerra, entre 1939 – 1959, en los años 40 y 50, el franquismo adoptó una política
económica caracterizada por la autarquía, el dirigismo e intervencionismo del Estado, y el
proteccionismo. El Estado controló todos los sectores de la actividad económica -la producción, la
comercialización y las inversiones- y el mercado -el consumo y los precios- para garantizar el
autoabastecimiento agrario e industrial y evitar la dependencia económica del exterior, en un marco de
aislamiento internacional del régimen.
-En el sector agrario, el Estado intervino el mercado del trigo a través del Servicio Nacional del Trigo -
institución a la que los campesinos estaban obligados a vender toda la producción y que fijaba un precio de
tasa inferior al valor de los productos-, impulsó el regadío, la concentración parcelaria y el
establecimiento de colonos en nuevas tierras de cultivo, a través del Instituto Nacional de Colonización,
y puso en marcha los planes integrales (Plan Jaén y Plan Badajoz).
-En el sector industrial, el Estado impulsó, controló y protegió la producción nacional a través de una
amplia legislación (Ley de Protección y Fomento de la Industria Nacional y la Ley de Ordenación y Defensa
de la Industria Nacional) y de la creación del Instituto Nacional de Industria (INI), un organismo público
fundado en 1941 para impulsar la industrialización y fomentar las industrias de interés estratégico, a través
de la creación de empresas estatales en sectores clave como la siderurgia (Ensidesa), energía (Endesa,
Butano), minería (Hunosa), construcción naval (Astilleros de Cádiz), transporte terrestre (Enasa) y aéreo
(Iberia, Aviaco), sector del automóvil (Seat, Pegaso), material aeronáutico y armamento militar, así como la
nacionalización del sector el ferroviario (RENFE) y las comunicaciones (Compañía Telefónica Nacional
de España). Cualquier inversión en industria quedaba sometida a licencia previa y se reconvirtieron
algunos centros de producción para fabricar bienes de primera necesidad.
-En el comercio exterior, el Estado impuso una política proteccionista, limitó al máximo los
intercambios con el exterior y controló las importaciones y las exportaciones.
La política autárquica frenó el crecimiento económico, lo que se tradujo en un notable descenso de los
niveles de producción y el colapso del comercio exterior, el aumento de la inflación, de la deuda
pública y del desempleo, el incremento de los precios, la caída de los salarios, de la renta per cápita,
del consumo y del nivel de vida, la pérdida de poder adquisitivo, pobreza y hambre, el racionamiento
y el “mercado negro” o estraperlo y un aumento de la corrupción, del amiguismo y del tráfico de
influencias.
EL DESARROLLISMO.
Su proyecto más ambicioso fue el Plan de Estabilización (1959), política económica que pretendía
poner fin al fuerte intervencionismo estatal y a la autarquía, liberalizar la economía nacional,
incorporarla a los mercados internacionales y establecer las bases para un desarrollo económico
equilibrado.
Inicialmente el Plan de Estabilización frenó la economía y tuvo un fuerte coste social (desempleo,
recorte salarial, caída del consumo, aumento de impuestos, quiebra de empresas no rentables) pero, tras
una etapa de recesión, permitió el crecimiento económico (aumento de los niveles de producción
agraria e industrial, de la renta per capita, de las exportaciones, entrada de divisas e inversión de capital
extranjero, contención de la inflación), aunque persistían los problemas estructurales de la economía -
inflación, deuda pública y déficit de la balanza comercial-.
Entre 1960 y 1973 la economía experimentó un crecimiento acelerado, conocido como el “milagro
español”, tal como demuestran los indicadores macroeconómicos, que se aproximaron a los de los países
de Europa occidental: elevada tasa de crecimiento anual del PNB (7%), sólo superada por Japón; aumento
de la renta nacional y de la renta per cápita; balanza de pagos favorable al compensar el déficit de la
balanza comercial con las divisas del turismo, las remesas de los emigrantes y las inversiones de capital
extranjero (EEUU); incremento de las exportaciones, de la actividad de las grandes empresas
multinacionales, del poder adquisitivo de los españoles y los niveles de consumo y bienestar.
Ahora bien, este crecimiento económico presentó unas limitaciones importantes: excesiva
dependencia de la coyuntura exterior, aumento de los desequilibrios entre regiones, desigual crecimiento
de los diferentes sectores productivos, insuficiente inversión de recursos públicos en infraestructuras y
servicios sociales, sistema fiscal regresivo basado en impuestos indirectos, economía controlada por la
banca privada, persistencia del déficit público, del déficit de la balanza comercial y de la inflación, no se
consiguió el pleno empleo -por lo que continuó la emigración masiva de trabajadores a los países más ricos
de Europa-, expansión desordenada de las grandes ciudades -suburbios y poblados de chabolas en los
extrarradios, carencia de servicios e infraestructuras en barrios periféricos- y desastres ecológicos.
LA CRISIS
Especifique los diferentes grupos de oposición política al régimen franquista y comente su evolución
en el tiempo.
En los años 40 la resistencia al franquismo no fue capaz de organizar una oposición sólida
por el fuerte dispositivo represivo desplegado por el régimen, por las discrepancias entre los
diferentes grupos de oposición, porque muchos de sus miembros se encontraban en el exilio -el
gobierno republicano presidido inicialmente por Giral se reunió en México y posteriormente en Francia) y
porque la reconstrucción de la oposición en el interior tuvo que hacerse desde la clandestinidad.
Si dejamos de lado las fricciones que se produjeron en el bando rebelde a propósito del decreto de
unificación, o las rivalidades entre carlistas y falangistas, las pretensiones de los monárquicos representados
por don Juan o las disidencias falangistas, la verdadera oposición al franquismo estuvo encabezada por
el PCE que organizó el maquis, una guerrilla armada antifranquista formada por comunistas, socialistas y
anarquistas -excombatientes del ejército republicano y muchos de ellos incorporados a la resistencia
francesa que combatió a los nazis en la Segunda Guerra Mundial- que operaba en la clandestinidad en las
zonas montañosas, a través de acciones dispersas y poco coordinadas (ataques nocturnos contra cuarteles
militares, ayuntamientos y locales falangistas) y que en los años 40 tuvo una incidencia importante, aunque
ya en 1952 la Guardia Civil y el Ejército desarticularon el último núcleo del maquis, el asturiano.
Por su parte los socialistas y los republicanos formaron la Alianza Nacional de Fuerzas
Democráticas que incluyó a los anarquistas y excluyó a los comunistas, lo que dificultaba la unidad de
acción, y que trató de llegar a acuerdos con Don Juan, quien a través del Manifiesto de Lausana (1945)
propuso como alternativa al franquismo la monarquía constitucional.
En los años 50 las huelgas obreras de 1951 en Barcelona, Bilbao y Madrid evidenciaron la fuerza
creciente del PCE, mientras que PSOE y CNT perdían influencia. En 1956 las movilizaciones
estudiantiles en las universidades de Madrid y Barcelona contra el SEU y las movilizaciones obreras
del País Vasco, Cataluña y Asturias potenciaron el protagonismo del PCE en la oposición democrática
contra la dictadura con su propuesta de reconciliación nacional y de huelga general.
En la década de los 60 la oposición política y social al régimen franquista se intensificó y
recurrió a nuevos métodos de acción.
En el ámbito sindical, las luchas obreras fueron dirigidas por CCOO (Comisiones Obreras), un
sindicato independiente y democrático surgido dentro de la propia organización sindical vertical del
franquismo. Vinculado al PCE, impulsaba la lucha laboral y política, y combinaba la acción legal, a través
de enlaces sindicales infiltrados en los sindicatos verticales franquistas, siguiendo la táctica del entrismo
(Marcelino Camacho fue elegido enlace sindical) y la acción ilegal (huelga), a las que se sumó una
reorganizada UGT. Las organizaciones obreras cristianas -JOC (Juventudes Obreras Cristianas) y
HOAC (Hermandad de Obreros de Acción Católica), base de la USO (Unión Sindical Obrera), también
participaron en las movilizaciones obreras.
En la Iglesia Católica el carácter reformista del Concilio Vaticano II propició las actitudes
críticas -algunos obispos y sacerdotes cuestionaron el apoyo de la Iglesia al régimen (el cardenal Enrique
y Tarancón, monseñor Añoveros), y los “curas obreros” colaboraron con el movimiento obrero y el PCE- e
impulsó la democracia-cristiana. La injerencia de Franco en asuntos eclesiásticos provocó roces con el
Papado (Juan XXIII y Pablo VI).
En la Universidad el Sindicato Democrático de Estudiantes se enfrentó al SEU (Sindicato
Español Universitario, sindicato oficial de inspiración falangista) y el movimiento estudiantil contactó
con organizaciones políticas clandestinas (PCE, FLP). La represión se tradujo en expedientes
disciplinarios, expulsión de las cátedras (Tierno Galván), cierre de facultades e intervención de la policía
en los campus.
La oposición política se reorganizó en la clandestinidad y se renovó con el FLP (Frente de
Liberación Popular, conocido como “FELIPE”) y otros partidos a la izquierda del PCE como LCR (Liga
Comunista Revolucionaria), con lo que la oposición se fragmentó y se hizo difícil sumar fuerzas frente a la
dictadura. También aparecieron grupos de oposición cristiano-demócratas ligados a algunas
organizaciones de la Iglesia como la HOAC.
Dentro del ejército se formó la UMD (Unión Militar Democrática) y los movimientos vecinales
reivindicaban servicios e infraestructuras para las barriadas obreras y populares.
En los últimos años del franquismo, y a pesar de su ilegalidad, los partidos políticos de
izquierda reactivaron su oposición: El PCE, dirigido por Santiago Carrillo, optó por el
eurocominismo, y el PSOE se reorganizó a partir del Congreso de Suresnes (1974) donde Felipe
González fue nombrado Secretario General
El reforzamiento de los partidos nacionalistas -en el País Vasco, el PNV y en Cataluña ERC y CDC
(Convergencia Democrática Cataluña) fundada por Jordi Pujol- y el terrorismo de ETA (Euskadi ta
Askatasuna, “Euskadi y Libertad”), del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota) y del
GRAPO (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre) desestabilizaron aún más al
régimen, que respondió con el recrudecimiento de la represión -estado de excepción, consejos
de guerra, ejecuciones- frente al crecimiento de la oposición: el proceso de Burgos (1970) contra
militantes de ETA, ejecución del anarquista Puig Antich (1974) y de cinco activistas -dos ETA y tres
del FRAP- (1975) que enturbiaron la imagen de la dictadura y levantaron protestas dentro y fuera de
España.
Represente una línea del tiempo desde 1939 hasta 1975, situando en ella los principales
acontecimientos históricos.
Una vez aprobado en las Cortes, tras una campaña de propaganda desde el gobierno a favor del
voto afirmativo, a pesar de la posición contraria de la extrema derecha y de la petición de abstención
por la oposición democrática, el proyecto fue aprobado en referéndum el 15 de diciembre de 1976; la
participación en el referéndum fue alta y el apoyo a la Ley, contundente (94% de los votos).
La Ley para la Reforma Política significó el fin del franquismo -el Movimiento Nacional perdió su
monopolio político y empezó a ser desmantelado-; la vía reformista hacia la democracia desde la legalidad
franquista se había impuesto definitivamente; la figura de Suárez salió muy reforzada y la oposición
abandonó el planteamiento rupturista.
Sin embargo, tanto la extrema derecha como ETA y los GRAPO respondieron con un
recrudecimiento del terrorismo, que alcanzó la máxima tensión en enero de 1977: grupos incontrolados
de extrema derecha asesinaron a un estudiante en una manifestación y a cinco abogados laboralistas
vinculados al PCE y a CCOO en su despacho de la calle Atocha, mientras ETA y el GRAPO secuestraban a
altas personalidades y asesinaba a militares, policías y altos funcionarios del Estado.
LA LEY PARA LA ASOCIACIÓN POLÍTICA
A pesar de las graves tensiones y de los intentos de desestabilización, el gobierno de Suárez mantuvo
el programa de reformas y los contactos con representantes de la oposición democrática, incluido
Santiago Carrillo, líder del Partido Comunista.
Las Cortes aprobaron la reforma del Código Penal y la Ley sobre el derecho de asociación
política (febrero de 1977) que permitía la legalización de los partidos democráticos, con excepción de
PCE, lo que les legitimaba para presentarse a las elecciones.
Suárez preparó muy discretamente la legalización del PCE, que se hizo efectiva el 9 de abril de
1977, durante la Semana Santa, convencido de que la normalización democrática y la legitimidad de las
elecciones a Cortes no se conseguirían sin la participación de los comunistas. A su legalización también
contribuyó la hábil política de presión y las concesiones hechas por el PCE, que renunció a la bandera
republicana y se comprometió a aceptar la monarquía. Sin embargo, la reacción de los ultras y de sectores
del Ejército fue inmediata: el ministro de Marina presentó su dimisión y el Consejo Superior del Ejército emitió
un comunicado de repulsa, aunque aceptaba la legalización del Partidoo Comunista por sentido de la
disciplina militar. A partir de ese momento comenzaron a regresar los exiliados comunistas, como Dolores
Ibarruri -la Pasionaria-, presidenta del partido exiliada en Moscú, y el poeta Rafael Alberti
El primer gobierno democrático desde la República, presidido por Suárez al frente de UCD,
intentó gobernar en solitario estableciendo pactos con otras fuerzas políticas a través del consenso para
gestionar una política económica de urgencia, construir el Estado de las Autonomías y elaborar una
nueva Constitución.
Los Pactos de la Moncloa, firmados en octubre de 1977 por un acuerdo entre el gobierno, los
partidos de la oposición y las fuerzas sociales (organizaciones patronales y sindicales), establecían un
paquete de medidas económicas y de carácter social y jurídico para paliar los efectos de la crisis
energética mundial, regular un nuevo modelo de relaciones laborales y neutralizar la conflictividad
social, y así consolidar el proceso democratizador.
Entre las medidas económicas, que pretendían controlar la inflación, el déficit público y la deuda
exterior, estaban la reforma fiscal (Impuesto Extraordinario sobre Patrimonio, Impuesto sobre la Renta de las
Personas Físicas -IRPF- y la lucha contra el fraude fiscal), la devaluación de la peseta respecto al dólar y una
política monetaria restrictiva, la moderación salarial y el control del gasto público, además de impulsar una
política de ahorro energético, y las medidas de carácter social y jurídico incluían la reforma de la
Seguridad Social -ampliación de los seguros de desempleo y de las pensiones de jubilación-, la reforma de la
enseñanza, regulación de los sindicatos y de los medios de comunicación estatal, un programa de inversiones
públicas, y medidas para garantizar la libertad de expresión, de reunión y asociación mediante la reforma del
sistema judicial (reforma del Código Penal, de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y del Código de Justicia
Militar, la reorganización de los cuerpos y fuerzas de orden público).
Los Pactos de la Moncloa consiguieron ciertas mejoras, pero su aplicación se vio limitada por la
segunda crisis mundial del petróleo (1979).
Las preautonomías.
Los favorables resultados electorales obtenidos por las formaciones nacionalistas de Cataluña (CDC -
Convergencia Democrática de Cataluña- y ERC -Esquerra Republicana de Cataluña-) y del País Vasco (PNV
y EE -Euskadiko Eskerra-) obligaron al gobierno de Suárez, en busca de apoyos parlamentarios, a afrontar
de forma inmediata el problema de las autonomías históricas; pero, mientras la nueva Constitución no
estableciera el marco jurídico para los nuevos gobiernos autónomos, sólo quedaba la posibilidad de
restablecer parcialmente -como preautonomías- las instituciones regionales establecidas durante la
Segunda República y disueltas por el franquismo.
El proceso preautonómico se llevó a cabo con la creación de los regímenes preautonómicos
mediante decreto-ley, lo que significaba extender el modelo autonómico a todas las regiones, incluidas las
que carecían de tradición histórica propia.
Los primeros regímenes preautonómicos fueron los de Cataluña -el 29 de septiembre de 1977 el
gobierno restableció la Generalitat y Josep Tarradellas, de Esquerra Republicana y president en el exilio,
regresó a Barcelona-, País Vasco -el 4 de enero de 1978 entró en vigor el régimen preautonómico con la
formación del Consejo General Vasco, integrado por los partido políticos con representación parlamentaria; su
primer presidente fue el socialista Ramón Rubial, sustituido al año siguiente por Carlos Garaicoechea, del
PNV- y Galicia -con la creación de una Xunta provisional en marzo de 1978-
Las preautonomías de las demás regiones -hasta un total de trece- se crearon a lo largo de 1978
mediante decreto ley; únicamente las provincias de Navarra, Logroño (La Rioja), Santander (Cantabria) y
Madrid no dispusieron de regímenes preautonómicos, ya que en estos casos se debatía si formarían
parte de otras comunidades autónomas o si constituirían una por sí mismas.
RESUMEN:
El rey Juan Carlos I nombró a Suárez presidente en julio de 1976, quien formó un gobierno de
talante reformista para evitar la ruptura democrática. En su primera declaración, el gobierno reconocía
los derechos y las libertades fundamentales, la legitimidad de los partidos políticos y las autonomías
históricas, y anunciaba la concesión de una amplia amnistía y la convocatoria de elecciones generales, así
como su intención de dialogar con todos los partidos políticos, incluidos los de la oposición.
Las primeras medidas adoptadas por el gobierno de Suárez, en julio y agosto de 1976, fueron
despenalizar la pertenencia a los partidos políticos y el ejercicio de los derechos de manifestación y de
reunión, y conceder una amplia amnistía por delitos políticos que excluía los delitos de terrorismo y
sindicales.
En septiembre de 1976, el gobierno presentó el proyecto para la Ley para la Reforma Política que
establecía el procedimiento para celebrar elecciones a unas Cortes bicamerales por sufragio universal y
directo; aunque la Ley no lo especificaba, las Cortes tendrían un carácter constituyente. Dado su rango de
Ley Fundamental, fue aprobada por las Cortes franquistas en noviembre de 1976 y en referéndum en
diciembre de ese mismo año. Con ella se abría la vía reformista hacia la democracia desde la legalidad
franquista.
Las Cortes aprobaron la reforma del Código Penal y la Ley para la Asociación Política (febrero
de 1977), que permitía legalizar los partidos políticos, excepto al PCE. La legalización del PCE, en abril
de 1977, fue una decisión de Suárez para la normalización democrática.
En junio de 1977 se celebraron las primeras elecciones democráticas y plurales desde febrero
de 1936, y fueron ganadas por la UCD, una coalición de centro-derecha fundado por Suárez.
El nuevo gobierno firmó los Pactos de la Moncloa (octubre de 1977) con los partidos de la
oposición y los agentes sociales (sindicatos y organizaciones patronales), un acuerdo que incluía medidas
económicas, sociales y jurídicas para paliar los efectos de la crisis económica mundial, neutralizar la
conflictividad social, crear un nuevo modelo de relaciones laborales y consolidar el proceso democrático,
con el control de la inflación, el déficit y la deuda, la reforma fiscal con el IRPF y la lucha contra el fraude
fiscal, la reforma de la Seguridad Social con las ampliación de las pensiones de jubilación y los subsidios
de desempleo, una política de ahorro energético y una reforma del sistema judicial para garantizar la
libertad de prensa, de reunión y de asociación.
La Ley de Amnistía de octubre de 1977 incluía todo acto político “cualquiera que fuera su
resultado”, lo que dejaba en libertad a los presos de ETA y del GRAPO.
Entre 1977 y 1978 el gobierno de Suárez restableció las instituciones regionales establecidas
durante la Segunda República que fueron disueltas por el franquismo mediante la creación de regímenes
preautonómicos por decreto-ley. Los primeros fueron los de Cataluña, País Vasco y Galicia hasta un total
de 13, ya que las provincias de Madrid, Logroño, Santander y Navarra no dispusieron de regímenes
preautonómicos.
Con la aprobación de la Constitución por las Cortes en octubre de 1978 y por el pueblo español
en un referéndum celebrado en diciembre, su sanción por el rey y su promulgación se establecía el marco
jurídico para la normalización democrática.
La Constitución define a España como un “Estado social y democrático de derecho, que propugna
como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo
político” (artículo 1º.1), lo que significa que todos los poderes se someten a la legalidad, que se garantiza la
participación de todos los ciudadanos en las decisiones políticas a través de sus representantes libremente
elegidos por votación y que el Estado se obliga a promover el bienestar social a través de prestaciones
públicas de carácter social y económico; y afirma que “la soberanía nacional reside en el pueblo español,
del que emanan los poderes del Estado” (artículo 1º. 2)
La Constitución reconoce -en el Título I: “ De los derechos y deberes fundamentales”- los derechos y
las libertades de los españoles en una declaración extensa y avanzada que incluye no sólo derechos
individuales y políticos sino sociales y colectivos, entre ellos la mayoría de edad a los 18 años, el derecho a
la vida (abolición de la pena de muerte) y a la integridad física (prohibición de la tortura y las penas
degradantes), las libertades de expresión e imprenta, la libertad ideológica, religiosa y de culto, los
derechos de reunión, asociación, sindicación, manifestación y huelga; el derecho a la educación, a la
sanidad y otros más de carácter social como el derecho al trabajo, a la asistencia y a las prestaciones
sociales, la protección del medio ambiente, la conservación del patrimonio artístico y cultural, el apoyo
económico a los ciudadanos de la tercera edad, y la defensa del consumidor. También garantiza la
propiedad privada y crea la figura del defensor del pueblo.
En la parte orgánica, la Constitución establece la monarquía parlamentaria como sistema político,
regula una nítida separación de poderes y describe las instituciones que asumen los diferentes poderes:
El Rey -que debe jurar fidelidad a la Constitución- desempaña la Jefatura del Estado con carácter
vitalicio, asume el mando supremo de las fuerzas armadas, la representación del Estado y la sanción y
promulgación de las leyes, la disolución de las Cortes y la convocatoria de elecciones; es inviolable y no está
sometido a responsabilidad.
El poder legislativo reside en las Cortes, formadas por dos Cámaras: el Congreso de los
Diputados y el Senado, a las que corresponde la elaboración de las leyes, el control del gobierno, la
aprobación de los presupuestos del Estado y la autorización de los tratados internacionales. Ambas
cámaras son representativas y sus miembros elegidos por los ciudadanos mayores de 18 años mediante
sufragio universal directo, libre y secreto.
El poder ejecutivo corresponde al gobierno formado por el presidente, los vicepresidentes y los
ministros reunidos en el Consejo de Ministros. El nombramiento del presidente del gobierno corresponde al
Congreso a través de la votación de investidura y se establece el control parlamentario sobre el gobierno,
de forma que el ejecutivo depende de la confianza del legislativo. El gobierno se encarga de dirigir la política
interior, los asuntos exteriores, la defensa del estado y la administración civil y militar, y elaborar los
presupuestos del Estado. El gobierno posee ciertas atribuciones legislativas que le permiten promulgar
normas con rango de ley por delegación expresa del Parlamento, aprobar decretos-ley en casos de urgente
necesidad -siempre que no afecten a instituciones básicas del Estado ni a los derechos y libertades
fundamentales de los ciudadanos- y dictar reglamentos para aplicar y desarrollar leyes aprobadas por las
Cortes, también dispone de la iniciativa legislativa que ejerce mediante la presentación de proyectos de ley
para su aprobación por los diputados y los senadores.
El poder judicial corresponde a los tribunales de justicia, a los jueces y a los magistrados
independientes, inamovibles, responsables, y sometidos únicamente al imperio de la ley”; se establece el
Tribunal Supremo como máximo órgano judicial y el Tribunal Constitucional controla la constitucionalidad
de las leyes y resuelve los conflictos entre las normativas estatales y autonómicas.
Respecto a la configuración territorial del Estado la Constitución declara que España está
integrada por regiones y nacionalidades que pueden constituirse libremente en Comunidades
Autónomas a través de los estatutos de autonomía que deben aprobar las Cortes, y afirma que la unidad
de España es compatible con la pluralidad nacional, por lo que el modelo que diseña la Constitución es
unitario -no federal- y autonómico -no centralista- El castellano es el idioma oficial y el resto de lenguas son
oficiales en sus comunidades autónomas.
La Constitución define las Comunidades Autónomas como provincias y agrupaciones de
provincias que disponen de un sistema de autogobierno a través de instituciones propias y asumen
determinadas competencias, reguladas en sus Estatutos de Autonomía -normas básicas por las que se
rigen las Comunidades Autónomas, que especifican su organización política y las instituciones de gobierno -
Asamblea legislativa, Consejo de gobierno, Presidencia de la Comunidad y Tribunal superior de justicia-.