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PETER MCPHEE LA REVOLUCION FRANCESA, 1789-1799 UNA NUEVA HISTORIA ‘Traducci6n castellana de Silvia Furi CRITICA BARCELONA ‘Quedan rigurosamente prohbidas, las sancionesestablecidas en las Iustracin dela cubierta: Fogatacelebrando lac in: Medium Fotocomposici6 La Revolucién Francesa, se edita por acuerdo con Oxford University Press ISBN: 84.8432-426-5 Depesito legal: B.5.089-2003, Impreso en Espa 2003. — A&M Gi ic, Santa Perpetua de la Moyoda (Barcelona) II. LA REVOLUCION DE 1789 Ms de 1.200 diputados de los tres estados se reunieron en Versalles a finales de abril de 1789. Las expectativas de los constituyentes eran ili- mitadas como se desprende de la publicacién por parte de un sedicente roturier (plebeyo) de Anjou, en el oeste de Francia, de un oplisculo de siete paginas titulado Ave et le crédo du tiers-état, que concluia con una adaptacién det Credo de los Apéstoles: Creo en la igualdad que Dios Todopoderoso, creador del cielo y de la ticrra, ha establecido entre los hombres: creo en la libertad que fue con- ccebida por el coraje y nacida de la magnanimidad; que sufti6 bajo Brienne xy Lamoignon, fue crucificada, muerta y sepultada, y descendid alos in- fiermos; que pronto resucitard, aparecerd en plena Francia, y se sentari a la diestra de la Nacién, desde donde juzgaré al tercer estado y a la no- bleza, Creo en el Rey, en el poder legislativo del Pueblo, en Ia Asamblea de Jos Estados Generales, en la mas justadistribucién de los impuestos, en la resurreccién de nuestros derechos y en la vida eterna, Amén." Por supuesto, resulta, liscernir con certeza si el autor estaba siendo deliberadamente satirico y sacrilego o si crefa genuinamente que la refor- ‘ma ilustrada era el evangelio de Dios. No obstante, sea cual fuere el caso, el «Ave» muestra hasta qué punto los intentos por articular un nuevo orden simbélico estaban en deuda con el lenguaje eclesiastico. La formulacién de los cahiers de doléances en el mes de marzo se habia tados Generales que habian de reunirse en Versalles el 4 de mayo de 1789. 1. Ave et le erédo ds ters-état (8.9 1789). LA JON FRANCESA, 1789-1799 ara clegir a sus diputados en las asambleas ente, mientras que los monasterios tendrian tan s6lo un representante y los cabildos catedralicios tendrian uno por cada diez ca- nénigos, cclamaba un parroco de la Lorena, ce siglos por lo menos no hemos ‘una oportunidad tan favorable como ésta ... aprovechémosla.» Su alegato fue escuchadi ero se reunié para elegir a sus diputados a principios de 1789, 208 de los 303 elegidos pertenecian al bajo clero; solamente 51 de los 176 obispos fueron escogidos delegados. La mayo- ria de los 282 diputados nobles pertenecian a los més altos rangos de la Reformista de los Treinta en Paris, que eran lo suficientemente ricos y mundanos para comprender la importancia de ceder por lo menos en lo pri fiscales. las pequefias parroquias rural is reuniones de contribuyentes lercer estado debian elegir dos dele- gados por los 100 primeros hogares y uno més por cada centenar extra; a su vez, los delegados te circunscripciones el del 4,8 al 82,5 por ciento y Artois, que abarcaba del 13,6 al 97,2 por cien- to. Un rasgo que habia de convertirse en una caracteristica comin del periodo revolucionario era que en las comunidades mas pequefias con un ‘mayor sentido de Ia solidaridad los niveles de participacién eran més ele- vados. Para el tercer e fi mediante el cual las parroquias vez. votaban a los diputados de s los 646 diputados del tercer estado fueran abogados, ionarios y hombres acaudalados, hombres de fortuna y reputacién en la regién. Tan s6lo 100 de aquellos diputados burgueses procedian del Comercio o la industria, Una rara excepcién en las filas de la clase media LA REVOLUCION DE 1789 65 fue Michel Gérard, un campesino de la zona de Rennes que aparecié en Versalles con su indumentaria de trabajo. Una vez en Versalles, el primer y segundo habrian de vestir el atuend. apropiado a su range dentro del orden al que pertenecian, Izas y ca- lados, no daridad que, al cabo de seis semanas, habia de alentarles en la organiza- de un desafio revolucionario al absol lado inmediato fue el de los procedi de votacién: mientras que los diputados del tercer estado se negaban a votar por sepat nobleza abogaba por: estrecho margen de v ala demanda de la n ras separadas agrav6 el e vieron alentados en sus demandas por disidentes de los érdenes privi- sziados. El 13 de junio tres sacerdotes de Poitou se unieron al tercer incluyendo a Grégoire, al dia siguiente nes y proclamat general les perten .. El nombre de Asamblea Nacional tinico adecuado a 66 LA REVOLUCION FRANCESA, 1789-1799 Habiendo sido convocada la Asamblea Nacional para elaborar la const y mantener los verdaderos nada podri impedir que continiie sus delibe- el que se vea obligada a esta- io donde se retinan sus miembros, blecerse, y por ultimo, en cualqui €stos constituiran la Asamblea Naci Queda decidido que todos los miembros de esta Asamblea pronunc ‘iin ahora el solemne juramento de no separarse nunca, y de reunirse cada ver que las circunstancias lo exijan, hasta que se haya elaborado la const tucién del reino y consolidado en una base firme, y que una vez efectuado el mencionado juramento, cada uno de los miembros ratficard esta inque~ brantable resolucién con su firma? Hubo slo una voz discordante, la de Martin Dauch, elegido por Castel- naudary, en la zona sur, La resolucién de los diputados del tercer estado se vio respaldada por el constante goteo a sus filas de nobles liberales y de muchos parrocos reformistas que dominaban numéricam: estado. El voto que el 19 de junio dieron 149 diputados se al tercer estado, contra 137, fue lo que liberé a la politica del punto ‘muerto en que se encontraba. El iin fue su enojo por el abis les separaba de sus compafieros episcopales. El Abbé Barbotin escribié a un sacerdote compafiero suyo: Al llegar aqui todavia me sent inado a creer que los obispos eran también pastores, pero todo lo que veo me obliga a pensar que no son més que mercenarios, politicos maquiavélicos, que s6lo se preocupan de sus propios intereses y estan dispuestos a desplumar —incluso a devorar si es necesario—a su propio rebatio antes que apacentarlo. EL 23 de junio, Luis trat6 de suavizar aquel desafio proponiendo una mo- desta reforma contributiva que mantenia un sistema de érdenes separados 3. Gazette nationale ou le Moniteur universel, n° 10, pp. 20-24 de junio de 1789, 4. Dale Van Kley, The Religious Origins of the French Revolution (New Haven, p.349, LA REVOLUCION DE 1789 o7 sin alterar los sefiorios. No obstante, el tercer estado se mantuvo inamovi- ble y su resolucién se vio reforzada por la legada a la Asamblea, dos dias después, de cuarenta y siete nobles liberales conducidos por el primo de Luis, el duque de Orledns. E127 de junio Luis pareci6 capitular y ordend 4 los diputados que quedaban que se uniesen a sus colegas de Ia Asam- blea. Sin embargo, a pesar de su aparente victoria, los diputados burgue- ses y sus aliados no tardaron en ser desafiados por un contraataque de la corte. Paris, a 18 kilbmetros de Versalles y crisol del entusiasmo revolu- cionario, fue or 20,000 mercenarios y, en un acto de desafio sim- bolico, Luis destituyé a Jacques Necker, el tinico ministro que no proce- la nobleza, el 11 de julio. Los miembros dk lea se salvaron de una destitucién sumaria gracias ala accién colectiva de la clase obrera parisina. A pesar de que les. su conviceién de que la revuelta de los dip se hacia en nombre del pueblo. En efecto, una observ: dn en el faubourg St.-Antoine durante la cual, imitando a Siey@s, se oye- ron gritos de «jLarga vida al tercer estado! jLibertad! jNo cederemos! (véase mapa 4). La revuelta fue sofocada por las tropas a costa de varios centenares de vidas, Numerosos panfletos manifestaban la ira de la cana- Ha ante su exclusién del proceso politico. Una escalada en los precios de las barras de pan de cuatro libras de 8 a 14 céntimos sustent6 este males- tar, que se asumié mayoritariamente como consecuencia de una retencién deliberada de las existencias por parte de los nobles terratenientes. El librero parisino Sébastien Hardy, cuyos diarios constituyen una incompa- rable fuente de informacién acerea de los primeros meses de la revolu- que el pueblo aseguraba «que los principes estaban acumu- eradamente para poner la zancadilla a M. Necker, a quien icidn de Necker, que fue sustituido por el favorito de la reina, el barén de Breteuil, supuso la sefial de partida de la aceién popular. 5. George Rudé, The Crowd inthe French Revolution (Oxford, 1959), p. 46. on LA REVOLUCION FRANCESA, 1789-1799 0s oradores en torno a los que los parisinos se arremolinaban en a de noticias e inspiracién se encontraba Camille Desmoulins, a del diputado del tercer estado por Arras, Maximilien Robespierre, a quien habia conocido durante su época es Grand en la década de 1770, Durante los cuat julio, cuarenta de las cincuenta y mn destruidas. La abadia de Saint-Lazare fue registrada en busca de armas; las sospechas del pueblo de que la nobleza trataba de dobleg: ‘mediante el hambre quedaron confirmadas cuando se descubrieron reser- vas de trigo alli almacenadas. Los insurrectos se apoderaron de las armas y municién que habia en las armerias y en el hospital militar de los Inva~ y se enfrentaron a las tropas de la Basti ry porque esta poderosa fortaleza dominaba los os populares del este de Paris. Ademés, era también un imponente simbolo de la autoridad arbitraria de la monarquia. El 14 de julio, un« 8.000 parisinos armados pusierot 1 gobernador, el marqués de Launay, no quiso rendirse y, viendo que la m camino a la fuerza hacia el patio, ordené a sus 100 soldados que dispara- sen a la turba, con un saldo de 98 muertos y 73 heridos. Sélo accedié a la los sublevados y situaron su cafion frente a l .Quiénes fueron los que tomaron la Bast ron varias und después cluyendo una elaborada por su secretario Stanislas Maillard. De los 662 supervivientes que figuraban en fa lista, habja quizé una veintena de bur- s, el cervecero Santerre, y 76 resto perteneci ideros, artesanos y asalariados oficios distintos. Entre ellos habia 49 carpinteros, 48 ebanis- ros remendones, 10 peluqueros que también confeccionaban pelucas, 11 vi canteros, y 6 jardineros.° tuvo importantes con- ionarias. En términos politicos, salvé a la Asamblea Nacional y legitimé un brusco cambio de poder. El control de Paris por véase ibid. cap. 4; y Jacques Godechot, The Taking of Jean Stewart (Londres, 1970), LA REVOLUCION DE 1789 parte de los miembros burgueses d do mediante un era hora de la mafiana del 17 de jul hermano mas pequeiio de Luis, el conde de A\ queado por el desmoronamiento del respeto propiciado por do. Un goteo constante de cortesanos descontentos se uniria a su emigrada corte en Turin, Aquel mism retirada de sus tropas y lamando de nue- argo. Dias después, Lafayette afiadiria el blanco de la bandera borbénica al rojo y el azul de la ciudad de Paris: acababa de nacer la revolucionaria escarapel Sin embargo, el asalto a la Bas lados de sus tropas. {Fue éste lun comprensible —e incluso justificable— acto de venganza popular ejercido en la persona cuya decisién de defender a toda costa la prision habia provocado la muerte de un centenar de asaltan ‘mento de locura profundamente lamentable y retrégra turba demasiado habituada a los castigos espectaculares iy is de todo aquello que la revolucién debia significar? En la primera én de uno de los nuevos periédicos que se apresuraron a informar acerca de los recientes acontecimientos sin precedentes, Les Révolutions de Paris, Elysée Loustallot consideraba el asesinato de Launay repugnan- te pero legitimo: Por primera vez, la augusta y s ibertad ha penetrado finalmente en cesta morada de horrores [la Bastilla], en este temible refugio de despotis- ‘mo, monstruos y detincuencia ... el pueblo que estaba tan ansioso de ven- 6 nia de Launai, nia los demés funcionarios legar al tri- 'sarranearon de manos de sus conquistadores y los pisotearon tno tras otro; de Launai fue atravesado por innumerables esto- ccadas, decapitado, y su cabeza clavada en la punta de una lanza, su sangre 0 LA REVOLUCION FRANCESA, 1789-1799 ‘manaba por todas partes ... Este glorioso dia debe sorprender a nuestros ‘enemigos, y presagiar por fin el triunfo de Ia justicia y la libertad Loustallot, un joven abogado de Burdeos, debié de pensar que aquel inci- dente seria tinico, pero lo peor estaba atin por llegar. El dia 22, el gober- nador real de Paris desde 1776, Louis Bertier de Sauvigny, fue apresado cuando trataba de huir de la ciudad. £1 y su suegro Joseph Foulon, que habia sustituido a Necker en su ministerio, fueron apaleados hasta la muerte y decapitados, y sus cabezas exhibidas por todo Paris, al parecer ‘en merecido castigo por presunta conspiraci riodo de hambruna que atravesaron los parisinos en 1788-1789. Supues- tamente Foulon habia declarado que si que comieran paja. El informe de Loustallot acerca de aquel dia «terrible y aterradop» estaba ahora marcado por la angustia y la desesperacién ‘Tras la decapitacién de Foulon, Tenia un puslado de heno en la boca, una explicita alusion a los sentimien- tos inhumanos de aquel barbaro . jTemblad y ved eémo se 0s tratat ‘gen el alma estas espantosas escenas; ‘cionado por todo lo sucedi ‘como un esclavo .. Sin embargo, no olvidéis que estos castigos ultrajan a Ja humanidad, y hacen que la Naturaleza se estremezca. Simon Schama insiste en que esta violencia punitiva estaba en el corazon de a revolucién desde el princi taje de Loustallot plantea argumentos dificiles de justificar 17. Schama, Citizens, 446; Les Révolutions de Paris, 1, 12-18 de julio de 1789, pp. 17-19, n® 2, 18-25 de julio de 1789, pp. 18-25. Una excelente coleceiin de articulos de LA REVOLUCION DE 1789 n La toma de la Bastilla fue tan sélo el ejemplo mas espectacular de conquista popular del poder local. En toda Francia, desde Paris hasta la mas remota y diminuta aldea, 1a primavera y verano de 1789 supusieron el desmoronamiento total y sin precedentes de siglos de gobierno de la realeza. En los centros provinciales se produjeron «revoluciones munici- pales», en las que los nobles se retiraban o eran obligados a marcharse por la fuerza, como sucedié en Troyes, o en las que nuevos hombres ac- cedian al poder, como en Reims. E vacio de autoridad causado por la caida del Estado borbsnico se cubrié temporalmente en los pueblos y ciu- dades pequeias por milicias populares y consejos. Esta toma de poder fue acompaiiada en todas partes por un rechazo gen‘ vindicaciones del Estado, de los sefiores y de la cumpl Paralelamente a la revolucién municipal otra consecuencia todavia de mayor envergadura. Las nc desafio sin precedentes al poder del Estado y a la nob! campesinado en plena efervescencia, se respiraba en el campo un am- biente de conflicto, esperanza y temor. Desde diciembre de 1788, los in negado a pagar los impuesto: riales, o se habian apoderado de las reservas de comida, en Provenza, en el Franco Condado, en Cambrésis y Hainaut en el noreste, y en la cuenca de Paris. Arthur Young, en su tercer viaje por Francia, plasmé las deses- peradas ilusiones depositadas en la Asamblea Nacional, al conversar con una mujer campesina en la Lorena el 12 de j Mientras sub pie por una empinada colina, para aliviar a mi yegua, tuna pobre mujer se unié a mi y comenzé a qu que estabamos viviendo, y de lo triste que era el marido no tenia mis que un pedazo de in embargo tenian que pagar un ranchar (82 libras) de trigo y los por el arriendo a un sefor, y cuatro franchares de avena, un pollo y una libra a otro seit, ademas do las gravosas tllas y otros impuestos .. Ahora decian que algunas perso- tierra, una vaca, y un pobre cat periico nos la brinda J. Gilchrist y W. 1. Murray (eds), The Press inthe French Revol tion (Melbourne, 1971). LUCION FRANCESA, 1789-1999 intes iban a hacer algo por los pobres, pero ella no sabia smo, pero Dios nos favoreceri, car lest rasent. Esta mujer, vista no de muy lejos, apar setenta aflos, su figura encorvada y su rostro ajado y endurecido por el aarduo trabajo, pero ella asegur6 tener s6lo veintiocho.* EI miedo a la venganza de los aristécratas sustituyé tales esperanzas a ‘medida que Hlegaban noticias de la Bastilla: zacaso las pandillas de men- digos que merodeaban por los campos de cereales eran agentes de los ven- ativos sefores? La esperanza, el temor y el hambre convirtieron el campo n polvorin al que imaginarias visiones de «bandidos» prendieron fue~ £0. El panico se extendié a partir de unas pocas chispas aisladas eausando incendios de violentos rumores, diseminandose de pueblo en pucbl lometros por hora, e invadiendo todas las regiones a excepcién ia y el este. Al no materializarse las represatias de I Iencia contra los judios. En las afueras del norte de Paris, en St. Det fancionario que se haba burlado de una multitud que se qujaba de los, Justo cuando estaba a punto de terminar mi carta, me enteré de que rescientos bandidos procedentes de todos los rincones, tunidos a los vasallos de la marquesa de Longaunay, habian robado los Arthur Young, Travels in France during the Years 1787-1788-1789 (Nueva York, LA REVOLUCION DE 1789 B titulos de arrendamiento y concesiones de sefiorio, y derruido sus palo- ‘mares: a continuacién le dejaron una nota informindola del robo con la firma La Nacién’ {La noche del 4 de agosto, en un ambiente de pinico exacerbado, abnega- in, una serie de nobles montaron la tr renunciando a sus pi te, una semana mas tarde, hi- ones entre «servidumbre personab>, que fue abolida en su «derechos de propiedad ((ributos de sefiorio pagaderos en Tos que los campesinos tenian que pagar una indemniza- ci6n antes de dejar de pagar definitivamente: Articulo 1. La Asamblea Nacional aniquila por completo el régimen feudal y decreta la abolicién sin indemnizacién de los derechos y debe- ‘es, tanto feudales como censwales, detivados de manos muertas reales 0 personales, y de la servidumbre personal, asi como de aquellos que los representan; todos los demas son amortizables, y el precio y la manera de amortizarlos seran establecidos por la Asamblea Nacional. Aquellos dere- chos que no sean abolidos por este decreto seguirin siendo recaudados hasta nuevo acuerdo, Asi pues, la Asamblea abolié por completo la servidumbre, los palomares, los privilegios seftoriales y reales de caza, y el trabajo no remunerado. Quedaron también suprimidos los tribunales sefloriales: en el futuro, la a ser administrada desinteresadamente de acuerdo con un iglesia, pero mientras tanto habria que continuar pagando. Mis tarde, el 27 de agosto, tras concienzudos y langos debates, la Asam- blea vot6 una Declaracién de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Lo fundamental de dicha Declaracién er rancia, el olvido 0 el menosprecio de nos (Paid6s, Barcelona, 1986). Existe un Ramsay, The Ideology of the Great Fear: The Soissonnais in ” LA REVOLUCION FRANCESA, 1789-1799 \inicas causas de las desventuras piblicas»; la Asamblea rechazé la suge- rencia por parte de los nobles de que se incluyese junto a esta declaracién una declaracién de deberes para que el pueblo Ilano no abusase de sus, ibertades. En su lugar, se establecfa la esencia del liberalismo, que «la bertad consiste en poder hacer todo lo que no dafie a otro». Por con- la Declaracién garantizaba los derechos de libre expresion y asociacién, y de religién y opinién, limitados tan slo —y de forma més bien ambigua— por «la ley», Aquélla iba a ser una tierra en la que todos serian iguales ante la ley, y estarian sujetos a las mismas responsabilida- des piblicas: era una invitacién a convertirse en ciudadanos de una nacién en vez de stibditos de un rey. Los Decretos de Agosto y Ia Declaracién de los Derechos del Hombre representaban el fin de la estructura absolutista, seftorial y corporativa de i lo xvuit. Eran también una p los principios de u era un documento extraordinario, una de | mis poderosas afirmaciones .. Aun siendo universal en su smo, no dejaba por ello de ser ambigua en icios. Es decit, mientras proclamaba la univer- mujeres gozarian tambi modo en que se pretendia garantizar el ejercicio del propio talento a aquellos que carecian de educacién o propiedades. Esta cuestion se habia planteado ya en la primavera de 1789 en un cahiers de mujeres del Pais de Cau, una regién situada al norte de Paris Ya sea por razén 0 por necesi ‘compartan su trabajo, que cul los hombres permiten que las mujeres 4 hablando de liberar a los negros; el pueblo, esta recuperando sus derechos hombres insistiendo en querer hacernos vietimas de su ‘orgullo e injusticia?"” 10. «Cahier des doléances et réclamations des femmes par Mme. BB... 1789, en Cahiers des doléances des femmes et autres textes (Pars, 1981), pp. 47-59. LA REVOLUCION DE 1789 15 Los Decretos de Agosto tuvieron también gran importancia por otra ra- z6n: porque estaban basados en la presuncidn de que a partir de aquel momento todos los individuos de Francia gozarian de los mismos dere- chos y estarian sujetos a las mismas leyes: la edad de los privilegios y excepciones habia terminado: Aticulo X ... todos los privilegios especiales de las provincias, principa- lidades, condados, cantones, ciudades y comunidades de habitantes, ya sean financieros 0 de cualquier otro tipo, quedan abolidos sin indemniza- ciones, y seri absorbidos dentro de los derechos comunes de todos los franceses."" eclaracién, asi como los Decretos de Agosto, afirmaba de forma a que todas las carreras y cargos estarian abiertas al talento, y que en Io sucesivo «las distinciones sociales se basarian solamente en Ia uti- lidad general». Por consiguiente, se consideré politico excluir clsusulas de un borrador inicial que trataba de explicar los limites de la igualdad de forma mas directa: IL Para garantizar su propia conservacién y encontrar el bienestar, todo hombre recibe facultades de la naturaleza. La libertad consiste en cl com- pleto y pleno uso de dichas facultades. \V. Pero la naturaleza no ha dotado a todos los hombres de los mismos ‘medios para ejercer sus derechos. La desigualdad entre los hombres nace de ello. Asi pues, la desigualdad se encuentra en la propia naturaleza ‘VI. La sociedad esta basada en la necesidad de mantener Ia igualdad de derechos en plena desigualdad de medios. Puesto que tanto tos Decretos de Agosto como la Declaracién constituian ‘un conjunto profundamente revolucionario de principios fundamentales de un nuevo orden, ambos documentos se encontraron con el rechazo de Luis. Los Estados Generales habian sido convocados para ofrecerle con- -14 de agosto de 1789, vo. 1, pp. 332-333. 12, Moniteur univesel,n* 44, 20 de agosto de 1789, vo. 2, pp. 362-363; Archives pparlemeniaires, 2 de septiembre de 1791, pp. 151-132. En Dale Van Kley (ed.), The om: The Old Regime and the Declaration of Rights of 1789 (Stan- ford, Calif, 1994) encontramos una detallada reflexin sobre la Declaracin. 16 LA REVOLUCION FRANCESA, 1789-1799 sejo sobre el estado de su reino: jacaso la aceptacién de la existencia de una «Asamblea Naci le obligaba a aceptar las decisiones de esta liltima? Ademés, a medida que la crisis empeoraba y se multiplicaba la evidencia de un desprecio manifiesto por la re ién que habia hecho suya. Sin embargo, esta vez. fueron las ‘mujeres de los mercados quienes Ia abanderaron: en palabras del obser- ibrero Hardy, «estas mujeres dijeron a voces que los hombres no sabian de qué iba todo aquello y que elas querian intervenir en el curso de los acontecimientos».” EI 5 de octubre, 7.000 mujeres emprendieron la marcha hacia Versalles; entre sus lideres esponténeos figuraba Maillard, tun héroe del 14 de julio, y una mujer de Luxemburgo, Anne-Jos wagne, que se hizo famosa con el nombre de Thé Mis tarde fueron secundadas por la Gi reacio comandante Lafayette a «acaui mujeres invadieron la Asamblea, Una delegacidn se present6 ante el rey, que inmediatamente consinti6 en sancionar los decretos. No obstante, no tardé en hacerse evidente que las mujeres s6lo se conten Ia fa real regresaba a Paris. Asi lo hizo el dia 6 y la Asamblea si 8. Aquél fue un momento decisivo en la revolucién de 1789. La Asam= blea Nacional debia de nuevo su existencia y su la intervencién armada del pueblo de Paris. Convencida de que ahora la re completa y estaba asegurada, y de que el pueblo Ilano de Paris nun volveria a ejercer semejante poder, la Asamblea ordené una investigacién acerca de los «delitos» del 5 al 6 de octubre. Entre los cientos de partici- pantes y observadores entrevistados se encontraba Madelaine Glain, una que establecié un: los fos de garantizar el isto de pan a precio razonable y el de los decretos revolucionarios clave: aacudi6 con las demas mujeres a la sala de la Asamblea Nacional, donde irrumpieron en tropel; tras haber exigido algunas de aquellas mujeres panes de 4 libras a 8 céntimos, y carne por el mismo precio, la testigo 13, Rudé, Crowd inthe French Revolution, p69 y cap. 5 LA REVOLUCION DE 1789 n regres6 al Ayuntamiento de Paris con el seiior Maillard y otras dos muc Jeres, levando consigo los decretos que les fi ‘Asamblea Nacional, mn entregados en la 1 alealde Bailly recordé que cuando las mujeres regresaron a Paris el 6, iban cantando «ancioncillas vulgares que al parecer mostraban respeto por la reina», Otras se vanagloriaban de haber traido consi- 20 ala familia real tildndolos de «el panadero y su esposa, y el aprendiz, panadero».' Con esto las mujeres explicitaban puiblicamente la anti ‘ua creencia de la responsabilidad real ante Dios de proveer comida, Una vez sancionados los decretos clave, y la corte totalmente desorganizada, En toda Europa, la gente estaba impresionada por los draméticos sucesos de aquel verano, Pocos fueron los que no se entusiasmaron con 08 acontecimientos: entre las cabezas coronadas de Europa, sélo los reyes de Su una de las mayores potencias de No obstante, entre el populacho europeo general el respaldo a la revolucién era mayoritario, aunque también habia unos pocos «contrarre- yolucionarios» como Edmund Burke, Mientras que en Inglaterra muchos -ma britinico de dos cdmaras, con su Camara de los Lores, otros muchos mostraron abiertamente su entu- » Hegel, Kant y Herder) en la celebracién de ue se interpretaba como un momento ejemplar de liberacién en la his- del espiritu europeo. Lafayette mandé un juego de Ilaves de la Basti- Réimpression de I'Ancien Monitew, seule histoire authentique et inaltérée de la n francaise, depuis la reunion des ra jusqu'au Consulat, 32 vols, 1847), 789, p. 544; Cobb y Jones (eds), Joices of the French Revolution, 78 LA REVOLUCION FRANCESA, 1789-1799 lla a George Washington en calidad de «tributo que debo como hijo a mi padre adoptivo, como ayudante de campo a mi general, y como misionero de la libertad a su patriarcan. A su vez, Washington, elegido presidente de Estados Unidos seis meses antes, escribié a su enviado en Francia, el go- bernador Mortis, el 13 de octubre: «La revolucién que se ha Hevado a cabo en Francia es de tan maravillosa indole que la mente apenas puede reconocer el hecho. Si termina como ... [yo] pronostico, esta nacién sera lamas feliz. y poderosa de Europa». Junto con el potente sentido de euforia y unidad en aquel otofio de 1789 se abria paso la conciencia de cémo se habia alcanzado la revolucién y la magnitud de lo que quedaba por hacer. La revolucién de los diputados burgueses habia triunfado s6lo por la intervencién activa de la clase ‘obrera de Paris; los recelos de los diputados se pusieron de manifiesto en la proclamacién temporal de la ley marcial el 21 de octubre. Por otro lado, el hecho de que Luis consintiera en cambiar a regafiadientes, qued6 parcialmente disfrazado por la invencién de que su obstinacién se debia ‘inicamente a la maligna influencia de la corte. Pero lo més importante de todo, la declaracién revolucionaria de los principios del nuevo régimen presuponia la remodelacién de todos los aspectos de la vida social. Y a esta tarea se dedicaron,

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