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HUGO Obras Completas Vol 55555
HUGO Obras Completas Vol 55555
OBRAS COMPLETAS
DE VÍCTOR HUGO.
OBRAS COMPLETAS
VICTOR HUGO
T O M O V .
Dionisio m
Blb^lotsca Pübiisi
y*? / /
V A L E N C I A 1888:
P R E F A C I O .
A historia se extasía ante cada escalón que se sube hace pagar con
Miguel Ney, que habiendo un sacrificio material el mejoramiento
sido tonelero llegó á ma- moral, hace que abandonemos algunos
riscal de Francia, y ante intereses, que nos despojemos de alguna
Murat, que desde mozo de vanidad, que renunciemos á los bienes y
cuadra llegó á ser rey. L a á los honores del mundo, que arriesgue-
oscuridad de su punto de partida es u n mos la fortuna y el hogar, y algunas ve-
t í t u l o m á s al aprecio público y realza el ces la vida. E l que consigue verificar
brillo del punto de llegada. esta segunda ascensión debe estar satis-
De todas las escalas que desde la oscu- fecho y orgulloso de sí mismo; y aunque
ridad conducen á la luz, la m á s merito- es verdad que Murat pudo enseñar con
ria y la m á s difícil de subir es la siguien- orgullo su látigo de postillón al lado de
te: haber nacido aristócrata y realista y su cetro de rey y exclamar: "Nací en las
llegar á ser demócrata. ú l t i m a s capas sociales,,, t a m b i é n es ver-
Subir desde una cabana á un palacio, dad que, con orgullo m á s legítimo y
es raro y es magnífico; pero subir desde con conciencia m á s satisfecha, puedo yo
el error hasta la verdad, es todavía m á s presentar mis odas realistas escritas en
magnífico y m á s raro. E n la primera de m i infancia y en m i adolescencia, al lado
esas dos ascensiones, á cada paso que se de los poemas y de los libros democráti-
d á se gana algo, se aumenta el bienes- cos que he escrito desde m i j u v e n t u d .
tar, el poder y la riqueza; en la otra as- Creo que se me debe permitir este orgu-
censión sucede todo lo contrario: en la llo, sobre todo porque, después que veri-
áspera lucha entablada contra las preo- fiqué tan díficil ascensión, encontró, al
cupaciones grabadas en nosotros desde fin de la escala de la luz, la proscripción,
la cuna, en la lenta y ruda elevación des y he tenido que fechar este prefacio en
de lo falso hasta lo verdadero, que cons el destierro.
tituye en cierto modo la vida del hombre
y el desarrollo de su conciencia, el sím- V. H .
bolo compendiado del progreso humano, Jersey, J u l i o de 1853.
1 8 1 8 —-1 8 2 2 .
Nada me importa que los demás pre E l Loira vió entonces en sus desiertas
fieran reposo indigno á celestial martirio: playas reunirse las tribus de los venga-
yo aspiro á la gloria, y sé que á ella no dores de nuestros reyes; del pueblo que
se llega por el camino de la felicidad. E l solo lloraba, por haber perdido el trono,
alción, cuando el Océano ruge, tiene mie- al pié de la cruz. Algunos ancianos
do que los vientos turben las ondas que huian a l ver sus casas ardiendo; huian
mecen su tranquilo sueño; pero el á g u i con niños y con mujeres, seguidos de los
la, que es hija de la tempestad, á través héroes que quedaban vivos, llevándose
de las nubes, levanta el vuelo hácia el sol. con ellos á la p á t r i a desterrada; porque
Marzo 1821. al salir de allí solo dejaban un país sem-
brado de cadáveres y de verdugos.
OIDJL S E G U N D A .
E n aquellos momentos de divino deli-
rio aparecióse entre aquellos bravos sol-
lia Vendée. dados u n anciano sacerdote, como santo
que viene á hablar del martirio á los án-
Ave Gsesar morituri te salutant.
geles de los combates; tranquilo al pro-
clamar siniestros presagios, los recuerdos
I. de las antiguas edades se despertaron en
"¿Quién de nosotros al visitar una urna „su frió corazón; y al anunciarles la suer-
ciueraria no ha encontrado a l g ú n amigo | te que debían esperar, parecía que sona
ODAS Y B A L A D A S . 11
ba la voz del porvenir en sus palabras, ramando l á g r i m a s , se parasen hambrien-
llenas del pasado. ias en el umbral de l a puerta de u n
iavorito poderoso, recordando al implo-
III. rarle que perdieron al h i j o , a l esposo
y al padre, á los que no creian sobre-
vivir;
"Más allá del J o r d á n , después de cua-
renta años, anunció Dios la tierra de
promisión á los hijos de Israel; m á s allá
;;Si pobre y abandonado, el ciudadano
de sus olas, después de algunos dias, el
loí, mientras el traidor enriquecido se
Señor os promete el cielo. Estas playas
mrlara de su fe, oyera en el Senado ca-
no volverán á ver vuestras falanges lumniar su celo por su presunto rey; si
errantes. Dios, en ardientes llanuras, 3ara colmar la afrenta, u n magistrado
os prepara lejana tumba; vuestro astro injusto, cubriendo con augusta m á s c a r a
debe extinguirse, estando apenas en la el abuso de un poder insolente, por sos-
aurora; pero Sansón, al morir, consiguió pechas viles le pidiese las armas con las
derribar las columnas del templo.
ue logró la primera conquista y que son
uizá su ú l t i m a esperanza;
„Vuestros guerreros perecerán; pero
siendo heróicos, si no pueden castigar,
s a b r á n vengarse; porque verán huir á ;;No t e n d r í a m á s remedio que resig-
esos terribles soldados ante el extranjero. narse. E n su crimen triunfante, el impío
No moriréis todos á manos de valientes; dichoso insulta al fiel que sufre; pero el
unos, desde naves homicidas, serán arro- lombre justo debe tener presentes los
jados á las movibles olas; otros p a s e a r á n delitos de nuestros padres y pensar en lo
huesos insepultos, y o c u l t a r á n sus muer- que sufrió Dios al morir. E l Señor con-
tos en sitios desconocidos para que no siente algunas veces que triunfe el vicio;
los vean los vivos. consiente t a m b i é n algunas veces que el
inocente derrame lágrimas; con frecuen-
cia, para conseguir sus designios, se vale
„Y vos, j ó ven jefe arrebatado por la ;3ios de e x t r a ñ o s medios y concede á
victoria á los azares de Mortangne y á S a t a n á s infernales a l e g r í a s y á la V i r g e n
los peligros de Saumur, el honor de ha María santos dolores.,,
beros muerto en un combate sin gloria
h a r á célebre á u n hombre desconocido.
Pocos de los vuestros, después de tantas IV.
guerras, volverán á ver el sitio que ocu
paron sus hogares, y los que vuelvan, A l llegar a q u í el anciano calló. Sin
adornándolos con sus armas ociosas, es dar crédito á sus palabras, dejaron aque-
p e r a r á n que Dios vuelva á traer las llas riberas, para no volver á verlas ya,
lises, que preferirán á los laureles. creyendo que se equivocaba el sacerdo-
te, cuyo espíritu presentía el porvenir.—•
De este modo, escaso de soldados, pero
„¡Vendée, noble tierra, triste p á t r i a con gran renombre, el resto de un ejérci-
debes pagar m u y cara la vuelta de tus to ilustre se fué tras su bandera destro-
reyes! Antes que en nuestras riberas zada, y aquellos ú l t i m o s franceses, lejos
crezca la flor querida, t u sangre las ro de su templo enlutado y de sus c a b a ñ a s
ciará dos veces. Pero t a m b i é n , cuando incendiadas, fueron á conquistar las
llegue el dia en que, reunida la Europa tumbas.
rompa los retoños del árbol de l a t i r a n í a 1819.
los reyes se j a c t a r á n de sus campamen
tos, de sus inmensas flotas, y solo el rey
cristiano p o n d r á en l a balanza el h u m i l
de acero de los antiguos bretones.
III,
I.
¡Honor a l retoño que l l e g a r á á ser
tronco! Enrique es u n nuevo Joas, sal-
¿Sabes, viajero, por qué, disipando las vado prodigiosamente, que á l a sombra
sombras de la noche, brillan innumera- del altar crecerá para vencer al destino,
bles claridades, por q u é inmenso vapor y llegará un tiempo en que embellecién-
enrojece el cielo, por q u é m i l rumores se dose Francia con sus virtudes, dirá á sus
escapan de la ciudad como concierto hermanas, como Cornelia: "He a q u í m i
vago y se elevan en los aires?... hijo, es m i mejor tesoro,,.
II. m.
IV. E l b a n t i s m o d e l d u q u e de B u r d e o s .
11.
LA VOZ. OD-A U N D É C I M A . .
"Pues llora, siglo! E l error nace con t i -
midez y crece como un gigante; el ateís- Bonaparte.
mo impulsa al regicidio; el caos es hijo
del vacío. Profesaba afecto á una gran Ue Deo.
nación, en la que un rey bondadoso y
una reina hermosa imperaban; bendije
sus augustos dias; responde, ¿qué hiciste I.
de ellos?,,
Cuando la tierra traga las ciudades
EL SIGLO. que la cubren, cuando ruge el h u r a c á n ,
cuando los montes ardiendo se abren, es
"Señor, veo que están en el cielo.,,
que se despierta el Dios vengador. Si
LA VOZ. fatigando la clemencia celeste, el mundo,
al ver esos signos funestos, se atreve á
" E l espanto que te agita te hace ver desafiarlos, entonces u n hombre, elegido
claro. Y o solo designo la morada á los por la mano que lanza el rayo, recogien-
que rechazan m i cólera y á los que elige do el conjunto de calamidades ciegas,
m i cariño. Cuando cae un rayo de m i aparece como una calamidad viva.
faz, repentinamente todo se ilumina ó se
borra, todo nace ó vuelve á la tumba Algunas veces esos elegidos, malditos
M i soplo, s e g ú n es propicio ó adverso por el furor supremo, han pasado por en-
alumbra un incendio ó extingue una
tre las naciones y por entre los hombres,
antorcha. Te entrego al silencio del ol-
triunfando mucho tiempo con el arma
vido.,,
de ese anatema, y ese mismo anatema
los derribó. Herederos formidables de
EL SIGLO. Nemrod han regido á culpables pueblos,
"Señor, no me castiguéis; Señor, el gobernándolos por medio del hierro y de
maldito os lo ruega.,, las llamas; y en su gloria i m p í a , tan fe-
cunda en desastres, esos enviados del cie-
LA VOZ. lo han aparecido en el mundo como en-
viados de S a t a n á s .
"Cállate, siglo reprobo.,.
EL SIGLO. II.
"Pues bien; el siglo que n a c e r á quizás Poco hace, cuando la reina de las na-
me absuelva de mis delitos, cometiéndo- ciones, e m a n c i p á n d o s e de las leyes y
los mayores.,, descendiendo de l a m o n a r q u í a , se pros-
t i t u y ó al populacho, se vió en aquel caos
fétido nacer de la hidra del regicidio u n
A l oir esto gimió la Esperanza h u m i l - déspota, emperador de un campamento.
de y el á n g e l hermoso de la Francia Así frecuentemente, rugiendo el mar, de-
con las alas se cubrió los ojos. vora una l l a n u r a fecunda y vomita un
sombrío volcan.
LA VOZ.
"Corre á hundirte en los abismos; el E m p e z ó turbando del N i l o las altas
nuevo siglo remonta el vuelo, pero en catacumbas, y fué allí á combatir ese jefe
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popular, como para insultar á los tiranos ban, y un sangriento incendio fué la au-
en sus sepulcros, sentando en ellos su rora que los hizo despertar.
tienda de c a m p a ñ a de conquistador. Re-
gresó para reinar sobre sus compañeros
de armas. E n vano, vertiendo llanto, la Cayó siendo rey; después quiso levan-
augusta Francia se p r o m e t í a dias m á s tarse de su caída, sin duda con el objeto
felices, que cuando él hollaba la corona de no caer á medias. Entonces, para que
de los antiguos Faraones, solo lo hacia espantosa a r m o n í a hiriese á su orgullo
soñando en establecer para él un gran abatido, lanzaron á ese gigante cautivo
trono sobre aquellas inmensas tumbas. sobre una roca, roca que era t a m b i é n
una ruina de antiguo mundo derrum-
bado.
Sangre real tiñó su p ú r p u r a usurpada.
Mató á un guerrero ese guerrero sin fe.
En Vincennes la A n a r q u í a admiró á su Allí, refrescándose como un torrente
cómplice y en el Louvre adoró á su rey. de lava, custodiado por sus vencidos,
Se necesitaba casi u n Dios para consa- arrojado del universo, esa sombra de un
grar á ese hombre, y el sacerdote mo- tirano no hizo otra cosa que cambiar de
narca de Roma bendijo su amenazadora cadena. Oyendo el ruido de los tronos
frente: quizás él en secreto, asustado de restaurados, brillaba de lejos como u n
sus propias obras, quiso recibir la san- faro que indica el escollo al marinero.
grienta diadema de las manos consagra- M u r i ó . — C u a n d o esta noticia llegó á las
das á perdonar. ciudades, el mundo respiró a l verse libre
de su prisionero.
III.
Así el orgullo se e x t r a v í a en su bri-
Pero cuando á Dios le place, así como llante carrera; coloso que nació de un so-
entrega el perverso al malvado, rompe plo y que una mirada abate. Hizo de la
el formidable juguete con que a t o r m e n t ó espada cetro y del trono una tienda de
al universo. E l hombre á quien Dios un c a m p a ñ a ; su reinado fué u n combate.
instante secunda se cree ser señor del F u é un azote, del que t a m b i é n era tribu-
mundo y orgulloso se duerme, confiando tario: como príncipe, temblaba; como sol-
en su omnipotencia y desafiando la ley dado, merecía elogios su valor. Cayendo
común; cuando cree que se ha apodera- en su corazón como en u n abismo, pasó
do de la fortuna, ese fantasma se escapa por la gloria, pasó por el crimen y llegó
de las manos del gigante. á la desgracia.
IV. V.
Ciego con el brillo de sus triunfos, i g - Pueblos, que dedicáis homenajes á las
norando ese hombre que era enviado de víctimas y á los verdugos, dejadle huir
Dios, paseando sus pretorios de ciudad solo al t r a v é s de las edades, que solo en
en ciudad, caminaba apoyándose en su el pasado están bien los héroes. Esos dio-
gloria. Su destructor ejército esclavizó á ses falsos, que su siglo inciensa, cuyo
su paso á los hijos de Pelayo ante los poderío odiará el porvenir, os fascinan y
hijos de Gralgaco; y cuando hacia regre- os e n g a ñ a n ; son como esas auroras noc-
sar sus bravos á sus hogares, á las fiestas turnas por las que pasan grandes me-
que consagraba á esos vencedores escla- teoros, pero que no anuncian la salida
vos invitaba á los reyes vencidos. del sol.
Mayo 1822.
Los poetas, dotados de inspiración Corona con sus palmas á los héroes
que el mundo no conoce, se asemejan á que sucumben; del carro de los conquis-
los altísimos montes cuyas cumbres i l u tadores rompe el eje frágil; marcha pen-
mina l a aurora en cuanto nace y que sativa oyendo el ruido de los imperios
conservan hasta que aparece l a noche el que caen, y en todos los caminos indica
último rayo del sol. los pasos de Dios.
1823.
De los antiguos palacios de los tiem-
pos corona el remate; el llamamiento de
OIDA. SEOXJJNTDA. su voz r e ú n e á los siglos; su mano, como
cautivo vergonzoso de su derrota, arras-
tra á todo el pasado hasta el porvenir.
L a Historia.
Férrea vox.
VIRGILIO.
Recogiendo las ruinas de los naufra-
gios del mundo, su vista, de mar en
mar, sigue l a marcha del vasto navio y
alcanza á apreciar en conjunto, en los
dos límites de las edades, l a primera
tumba y la ú l t i m a cuna.
L a suerte de las naciones, como e 1823.
profundo mar, tiene escollos ocultos 3
abismos movedizos, y es ciego el que no
ve en los destinos del mundo m á s que e
combate de las olas movido por l a lucha
de los vientos.
cielo bendice á los hijos ilustrados que tiempo ganaron batallas, les t o m a r í a n
conservan en los dias funestos la heren- 3or extranjeros.
cia de sus antepasados. Como una gloria
robada debe ser para nosotros cada pie-
dra que se desprende y cae sujeta á, la Este siglo quiere permanecer solitario
ley de destrucción del tiempo; restituya- apartado de los otros. Derribad esas
mos los galos á la Francia, los recuerdos murallas que los tiempos respetan aun;
á la esperanza y el antiguo palacio al ue no quede en el mundo ninguno de
rey j ó ven. os recuerdos antiguos, n i tampoco en
nuestros corazones. L a inmensa heren-
cia, que condena vuestras glorias, pesa
II. emasiado para que la puedan sostener
os pueblos que pasan y retarda su mar-
.—Cállate, lira; silencio, lira del poeta; cha. Q u é nos importa el pasado? E n el
deja que caigan tranquilamente esas tiempo presente solo nos importa el por-
ruinas gloriosas al abismo, en el que venir.
n i n g ú n amante de ellas, en su dolor
mudo, las seguirá mucho tiempo con la
vista. Testimonios que los pasados tiem- Que cesen de elogiar á nuestros crédu-
pos han dejado en nuestra edad, guar- os antepasados; para ellos eran deberes
dianes de un pasado que hoy ultrajan, que para nosotros son derechos, y
huid de este siglo que es vuestro enemi- roseemos nuestras virtudes propias. De-
go; arruinaos, restos sagrados: ¿por q u é gollamos á los sacerdotes y asesinamos á
veíais aun, últimos centinelas de u n cam os reyes. Es por desgracia cierto que el
pamento que duerme el sueño eterno? antiguo honor de Francia y l a íé, herma-
na de la paciente esperanza, han huido
de nuestra edad infortunada; el crimen
O por mejor decir, que el tiempo apre- ocupa el sitio que ocupaban las antiguas
sure su marcha. ¿No tenemos entre nos virtudes, ocultando sus senderos, como
otros á esos héroes que arrojaron á los a maleza oculta el suelo que ocupaba
reyes de su insultada tumba, que fueron el templo abandonado.
verdugos de los muertos? ¡Honor á esos
valientes que nuestro orgullo nombra!
Gloria á esos bravos! ¡ E s p a r t a y Roma
Cuando, despojando completamente á
nunca presenciaron mayores h a z a ñ a s !
a Francia de sus gloriosos recuerdos,
Han vencido á los sepulcros, han roto
mierda su antigua majestad, d i s p u t á n -
los huesos, han disipado el polvo, han
dola todavía alguna p ú r p u r a manchada,
proscripto las tumbas.
se reirán de su desnudez; pero nosotros
no profanaremos nunca á nuestra madre
¿Qué Dios les inspiró t a n nobles haza- sagrada; consolaremos su gloria perdida
ñas? Gozosos de haber descubierto la y cantaremos á sus astros eclipsados.
nada, quizás deseaban tenerlos sepulcros Nuestra joven Musa, afrontando á l a
vacíos, como tenian el cielo desierto; ó a n a r q u í a , nunca sacudirá su bandera,
quizás, menospreciando el respeto con que blanquea con el polvo de los tiempos
que l a muerte nos fascina, sus manos en pasados.
las raices herian a l g ú n arbolillo augus 1823.
to, y esperando desfogar su coraje con
otras hecatombes, atacando esas tumbas
probaban á vencer una cuna. O D A CU-A.RTA..
Arte profundo, mezclando los atríbu No, hermosa viajera, libertad, antor-
cha de la tempestuosa gloría, hermana
(1) Vasos en que bebian los romanos. augusta de los reyes, hija santa de Dios,
OBRAS D E VICTOR HUGO.
introdujo en sus campos; harto de viles tan los nuevos Decius? ¿Espera el bra-
tribunos y de tiranos serviles, llamaba al sero á los Escóvolas y el abismo á los
extranjero para que entrara en sus ciu- Curtius? Arrastrándose todos á las plan-
dades, sin que le extremeciera este so- tas del Borbon que dispone del rayo,
corro. abrazan las sagradas rodillas... pero la
victoria es generosa, y les perjudicó su
causa inicua; fueron vencidos, pero ya
Los franceses acudieron.—Desde el están absueltos.
R h i n hasta el Bósforo, pueblos del A q u i -
lón, del Poniente y del Mediodía, ¿por VI.
q u é vuestra frente perturbada se inclinó
bajo sus pies audaces? Naciones, que es-
U n Borbon, por no castigar, no quisie-
capasteis ayer de su cadena, que caísteis
ra combatir. E l derecho de su triunfo es
á los golpes de sus espadas ó que por
siempre el derecho de perdonar. De los
ellos vencisteis, ¿por qué, poderosos Esta-
sublevados que acaba de vencer ha es-
dos que constituísteis provincias nues-
tinguido la ú l t i m a esperanza, y libra á
tras, me p r e g u n t á i s si ellos han vencido?
los pueblos de muchos desastres, teniendo
vencido á sus piés al mónstruo horrible,
Aprendieron de la a n a r q u í a lo que que se extremece de coraje por no poder
pesa el acero de los galos; pero si eman- cometer crímenes. Nosotros, que le aca-
cipan á la E s p a ñ a , de esta h a z a ñ a no bamos de vencer, fuimos un dia sus víc-
puede ruborizarse ese pais, porque todos timas; nosotros sabemos que el derribar
los pueblos á los que Dios secunda una cabeza real cuesta verter u n mar
cuando la hidra fatal clava en ellos su de sangre.
triple dardo, tienen siempre, coligados
contra la fiera, el templo por p á t r i a y la Guerreros, regresad á vuestra pátria;
cruz como estandarte c o m ú n . vuestras madres están satisfechas; fuis-
teis el terror del mundo y ahora sois el
V. apoyo. Bastantes tronos visteis caer ante
vuestras tiendas de c a m p a ñ a ; proteged á
Por lo tanto, que Madrid calle en lo los reyes ahora. Dios pone en vuestro
sucesivo á la historia sucesos que durante carro su glorioso arco; vuestra tienda
mucho tiempo reveló su orgullo y no victoriosa es su t a b e r n á c u l o inmortal;
pregone al cautivo real que la ingrata de las legiones santas dispone vuestro
victoria encerró en sus muros en otro estandarte; Dios quiere que se coloque
tiempo. Cádiz nos venga de l a afrenta de vuestro casco entre los vasos del altar.
P a v í a . A la sombra de un héroe arreba-
tada, la gloria ha devuelto sus derechos; VII.
olvidando al noble francés que tuvo pre-
so, l a orgullosa E s p a ñ a ha podido con- Esto es hecho: privando al crimen es-
vencerse de que las manos de nuestros pantado de la esperanza que le sonreía,
valientes saben romper las cadenas de los cielos encargan á la Francia que sea
los reyes. la custodia de la m o n a r q u í a . Su génio,
descubriendo todas las conspiraciones,
brilla como la l á m p a r a de siete luces
Preparad, castellanos, fiestas solem- que se ocultaba en los templos del Jor-
nes , desde las murallas de Zaragoza dán; g u a r d i á n de los tronos que protege,
hasta los campos de Almonacid; confun- su espada es l a espada celeste que fla-
did con nuestros laureles vuestras pal- mea á las puertas del E d é n .
mas fraternales; cantad á Bayardo; nos- Noviembre 1823.
otros cantaremos al Cid; que al antiguo
Escorial conteste el antiguo Louvre; que
vuestra bandera se mezcle con nuestras
banderas victoriosas; que G-ades edifique
u n altar en sus playas, y que desde allí
hasta las m o n t a ñ a s donde venció Pelayo
se encienda misteriosa i l u m i n a c i ó n .
ODA. O C T A V A . O D A N O V E N A .
A l a r c o de t r i u n f o de l a E s t r e l l a . A l a m u e r t e de M l l e . de S o m b u e u i l .
I. I.
Cuando brilla en los combates su ar- No lloréis, recemos; los santos la recla-
madura inflamada y su oriflama augus- maron; recemos; adorémosla los que la
ta sembrada de flores de lis, lanza sus amamos. Se ha reunido ya con sus her-
escuadrones, como si fueran rebaños; manas, con los á n g e l e s puros, con esas
después ofrece á los vencidos los dones vírgenes que en otro tiempo se abraza-
ásperos de la guerra, y como juguetes ron á la cruz y que, como sobre lechos
vulgares, mezcla con las de éstos sus de flores, acostadas en braseros ardientes,
propias banderas. se durmieron en l a tortura.
II.
Su vida era u n puro misterio de ino
Arco triunfal, el rayo, aterrando á t u concia, y su alma pasó por el mundo en-
señor, parecia haber herido t u frente an- tre los vivos y los muertos. Con frecuen-
tes de nacer; pero nuestras nuevas haza- cia la desventurada, como si l a muerte
ñas te han realzado, porque no quiso rompiera los lazos de su destino, sentía
nuestro ilustre ejército que fueses de con terror helarse en sus pálidas venas
nuestra fama u n monumento sin con- una sangre que no era l a suya.
cluir.
II.
Dícese que sintió despojarse de la Deja, abandona la lira: ¿qué les impor-
vida, y que al morir miraba con envi- ta el Dios que te inspira á los mortales
dia las cadenas de que iba á despren- groseros y vanos? Se rien cuando t u
derse, exclamando:—"Dios mió, retar- mano le inciensa. Rompe, pues, t u l a ú d
dad m i ú l t i m a hora, que quizás no soy impotente; desciende de ese carro sin
digna aun de abandonar este valle de corceles.
l á g r i m a s ; no imploro la muerte, porque
puedo sufrir aun, y tengo muchos des-
graciados á quienes consolar. —Es santo y puro el entusiasmo del
poeta, y le hace ver su esperanza, des-
afiando á la muerte, su nombre glorioso
"Parto, pero tened compasión de los al través de los siglos. Con su sublime
séres que dejo abandonados. ¿Quién les altura se inclina hácia la edad futura
t r a t a r á con el cariño con que yo los tra- para oir su recuerdo en lontananza, y
té? ¿Por q u é coronarme tan pronto con la que su nombre, como piedra que se arro-
dicha celestial? Permitidme que consue j a en un abismo, despierta m i l ecos en
le aun durante a l g ú n tiempo á los des- el fondo del porvenir.
graciado s; que en el cielo no t e n d r é opri-
ODAS Y B A L A D A S . 37
No puedo gozar de esa a l e g r í a augus- lucha con él; esta es la ley universal: l a
ta; los siglos no conservarán m i nombre, vida es como una tienda de c a m p a ñ a ,
la gloria lo p r o n u n c i a r á . M i Musa, en la donde dormimos antes de entrar en el
tempestad que ruje, cayó en la corrien- combate.
te del mundo, como u n lirio en las olas
de un torrente.
Los mortales olvidan esta verdad: l a
urna de los a ñ o s no está siempre llena
Sin embargo, m i tierna Musa es bella para todos; pero que vivan en paz ó que
y es inocente; el astro de Belén fijó en gocen, cuando su suerte los sumerja en la
ella sus miradas, y yo sigo esa modesta eternidad, en vano los insensatos trata-
estrella, como la seguían los reyes pas- r á n de detener el tiempo, porque serán
tores. E l Señor me concedió el dón de entonces ruinas dispersas de u n bajel
su palabra, al ver que su pueblo le olvi- sumergido.
da sumido en cobarde sueño, y cuando
mi l a ú d llora, amenaza ó consuela, mis
cantos vuelan h á c i a Dios, como el águi- Adiós, pues, l a ú d que suspiras. Musa,
la vuela hácia el sol. has perdido ya t u imperio en el mundo;
renuncia á tus conciertos inmortales;
mye de la m u l t i t u d que te contempla;
Mi alma, abrevada en ese manantial, corre las cortinas del templo y deja en
asciende de pensamiento en pensamien- a oscuridad los altares castos.
to; como del arroyo humilde en que el
árabe sediento calma l a sed, la gota de
agua llega al rio, del rio pasa al mar y Te devuelvo. Dios m i ó , el ramo de l a
del mar al cielo. esperanza.1—Aquí tienes el acero divino
y la lanza celeste; no he podido cumplir
'a misión que traia al mundo: con fre-
Pero los hombres sois flores sin perfu- cuencia el aguilucho, juguete involunta-
me, hogar sin fuego, y en la atmósfera rio de los vientos, tiene que suspender el
que respiráis no puedo desplegar mis vuelo que empezaba á desplegar; con
alas. Vuestro mundo es limitado y vues- ::recuencia el rayo, buscando en la tierra
tro soplo mortal. Las liras tienen para dónde herir, se remonta al cielo sin ha-
vosotros voces vulgares. Me embriago Der fulminado.
con absintio; embriagaos vosotros con 1823.
miel. E n c a r i ñ a o s con vuestros amores y
combatid en vuestras guerras, ya que
vuestros ojos muertos se cierran á la luz
del sol. LIBRO TERCERO.
Sin despertar eco sonoro levantó m i 82^-1828
voz, débil todavía; y m i lira, que posee
fibras de acero, pasó sobre las almas v i -
les, como sobre el empedrado de las ciu OD-A. 3P3rlIME3rí-A..
dades pasa la herradura resonante de
corcel.
A A l f o n s o de liíiiuartine.
E n vano hice rugir á la venganza Or, sachant ees choses, nous Ve-
eterna; en vano, para convencer á los c r i nous enseigner aus hommes la crainte
de Dieu.
mínales, hice hablar de perdón á la voz
del dolor; desde lo alto de los cielos to
uantes, cayendo m i austero pensamiento
sobre la tierra ingrata, en l a que germi 1.
nan los dolores, como l l u v i a tempestuo
sa ó como bienhechor rocío, no pudo A b r i g a r é en el puerto m i navio; no
conseguir destruir la c i z a ñ a n i fecundar quiero confiar ya sus velas a l viento que
las flores. las desgarra. Esconderé el laúd, aunque
acaso mis cantos hubieran podido v i v i r .
Seré como el soldado que vuelve silen-
Todo vá á parar á l a tumba, y el hom- cioso del combate y que suspende de l a
bre que el tiempo hunde en ella en vano cabecera de su lecho el i n ú t i l resto de su
38 OBRAS DÉ VICTOR HUGO.
OIDA. T E R C E R - A . .
Los genios tienen en todas partes sím
bolos sublimes. D a n siempre sus pre
ferencias á las víctimas, y deben á los IÍOS f u n e r a l e s de l i i i i s X V I I I .
reveses que sufren el brillo que nos en
canta. Sus vidas superiores están sujetas Ces changements lui sont peu d i f ñ -
ciles; c' est 1' ceuvre de la droite du
á las tempestades. E l rayo tiene resplan Tres-Haut.
dores, el cielo tiene nubes, que solo se Ps. LXXVI, 10.
paran sobre las grandes m o n t a ñ a s .
I.
T u gran corazón tiene derecho á los
grandes infortunios; este es el tributo de L a m u l t i t u d se agolpa en el templo;
honor que el mundo paga á las almas madres, niños, viejos, rezan y lloran;
ODAS Y B A L A D A S . 44
llega hasta las nubes el són de las cam- fué el ú l t i m o (1). U n a isla, en l a que r u -
panas que se balancean en los altos gen las tempestades, recibió á ese gigan-
campanarios de San Dionisio. T ú r b a n s e te de las conquistas, á ese tirano que
las silenciosas tinieblas del sepulcro; la ninguno se atrevió á juzgar; á ese vete-
Muerte, en sus lechos fúnebres estrecha rano guerrero que, en su ú l t i m a miseria,
las filas incompletas. ¡Silencio en su os- debió el óbolo de Belisario á l a compa-
cura morada!—El rey cristiano, seguido sión del extranjero.
de su ú l t i m o a c o m p a ñ a m i e n t o , entra en
su último palacio. Lejos de la sagrada tumba, que hace
poco construyó para él, en la referida
II. isla, despojado de aparato real, duerme
envuelto en su manto de guerra, compa-
U n emperador habia dicho: — "Esa ñero de su sueño, y mientras que no
gran tumba será el puerto de m i raza; conserva del imperio del mundo m á s
quiero suceder á los reyes que reemplazo, que la roca que bate el oleaje y el sauce
hasta en la muerte. A q u í deben descen- que bate el viento, u n rey, que estuvo
der mis restos mortales; para hacer sitio mucho tiempo desterrado y que gobernó
á mis cenizas han vaciado estas oscuras con prosperidad, desciende al lecho mor-
cavernas. E l mundo necesita un señor tuorio donde reposan sus padres, condu-
nuevo, y el sepulcro que yo construyo cido allí por Dios.
necesita t a m b i é n huesos nuevos.
III.
Que sepa que nunca la corona cae y su ceguedad, no han visto q u é mano era
que ésta no se mide por el fatal nivel. a que impulsaba sus carros de guerra
E l suplicio, que hace sucumbir al cuerpo desde el Septentrión hasta el Mediodía.
mortal de los reyes, es para ellos una
nueva consagración. Luis X V I , aprisio- II.
nado por manos desleales, despojado de
la pompa real, sin corte, sin guerreros y N i n g ú n humano sobrepujó en insolen-
sin heraldos, conservó su majestad has- cia á Clovis, al que embriagaba el orgu-
ta en la guillotina; hasta en el cadalso "lo. E n los platillos de su balanza puso
probó que le asistía el derecho supremo el mundo y á sí mismo, y él creyó que
al perdonar á sus verdugos. cesaba m á s que el mundo. Desafiaba y
derrotaba los ejércitos de veinte reyes, y
V. esclavizaba á las naciones ese sicambro
audaz; nada temia en el mundo, y para
De San Dionisio y de Santa Helena doblar su cabeza indomable fué pre-
así yo meditaba en el diverso destino, ciso que una paloma descendiera del
sondeando con la vista vaga esos gran- cielo.
des misterios de la muerte. ¿Quién sois,
¡oh Dios! cuyo brazo derriba los castillos
sobre la yerba y c á m b i a la p ú r p u r a en Pueblos, hoy esa paloma ha vuelto á
andrajo? ¿De dónde viene vuestro soplo descender al mismo altar; llega, huyen-
terrible? ¿Cuál es la mano invisible que do de las profanaciones, á vencer el or-
guarda la llave de la tumba? gullo de los pueblos, como domó en
Setiembre 1824. otro tiempo el alma extraviada de Clo-
vis. Que el siglo actual á su vez, como
ese rey, se humille. Por fin se oye el orá-
culo de la voz reconciliadora, y la mo-
n a r q u í a , de la cadena de bronce con que
liga los tronos a l cielo, ha encontrado el
L a c o n s a g r a c i ó n de C a r l o s X . eslabón perdido.
me, que hace resplandecer su corona. doce años, yendo del Cairo al Capitolio y
Pero dónde está la víctima? L a víctima del Tajo al y oiga, cayó desde los cielos,
es él mismo. Para los reyes franceses el como u n rayo, en prematura tumba.
cetro es formidable: guian al indomable
meblo que de los otros pueblos dirige
Íos pasos; que el mundo entero gravita "Qué importa? exclama l a muche-
dumbre. Dejemos que las tempestades
y se inclina sobre su trono.
nazcan, crezcan y truenen sobre esas ca-
viii. bezas sublimes, con t a l que cada dia nos
traiga un festín, con t a l que los rayos del
sol doren nuestras fiestas, con t a l de que
PLEGARIA.
se deslice en paz nuestro destino, olvi-
Oh Dios! conserva y vela á ese rey que dando hasta la noche y durmiendo hasta
el pueblo adora; rompe de sus enemigos la m a ñ a n a .
las flechas y los dardos, ya vengan con-
tra él desde el Poniente, ya vengan des-
de el Levante, y a monten corceles, y a „¿Qué importa que el crimen prospere
les arrastren carros. Cárlos X , como en y que el inocente perezca?—¿Han muer-
el Sinaí, te ha podido ver faz á faz. to los héroes? ¡pues que duerman en paz
Haz, pues, que inturbable felicidad bor- en sus tumbas! ¡quién sabe si nosotros
re las adversidades que sufrió; que sea viviremos m a ñ a n a ! Cuando hayamos lle-
uno de tus elegidos. Presta á su frente gado al t é r m i n o en que todo sucumbe,
real los rayos de t u justicia. Pon dos án- diremos que el tiempo vuela ligero y no
geles á su lado. sabremos q u é vientos ha desencadena'
Reims 1825. do la tempestad contra nosotros.,,
II.
OIDA. QUINTA.
T ú no te expresas de ese modo, nadie
duda de tí; t ú te sacrificas sin descanso
A l coronel U . H . Gnstaffson. por el culto de la verdad. V í c t i m a y ven-
gador de las víctimas, t u corazón se
Habet sua sidera tellus. presta á abnegaciones sublimes en todos
ANTIGUA DIVISA.
los tiempos y en todos los lugares; t u
vida entera es u n digno ejemplo, y t u
alma m a g n á n i m a es como u n templo,
I. del que solo sale la voz de un Dios.
É s t e siglo, jóven todavía, encierra ya
para la historia una eternidad de glorias Basta con t u testimonio para que to-
y de desgracias. Todos los que vió nacer dos los mortales, reconociéndose, rindan
han envejecido en veinte años. Parece homenaje público á lo que hayan profa-
que no pueda terminar sus destinos bri- nado. T u justicia solo necesita una pala-
llantes sin cerrar con él el gran círculo bra suprema para recompensar ó para
de los tiempos. punir, y hablando en voz m á s alta que
habla en nuestra época l a adulación y
el ultraje, puedes dictar la historia en el
A los pueblos famosos, que ostentan porvenir.
dias resplandecientes, para tener u n siglo
de gloria les ha bastado u n hombre; el
nuestro ha visto ya desaparecer muchos Ahora que no se realizan milagros en-
hombres notables; puede luchar sin mie- tre los hombres de nuestros tiempos, t ú
do con Atenas y con Roma. ¿Qué signi- eres el sucesor de los oráculos que anti-
fica á su lado l a grandeza de las edades guamente se escuchaban de rodillas. A
m á s famosas? Todas las domina solo con t u voz, que juzga á las razas, nuestros
sus tumbas. semidioses cambian de sitio; como al oir
cantos misteriosos en el silencio de la
noche, las estrellas en otro tiempo baja-
Apenas nació, vió morir asesinado al ban ó subían en los cielos.
duque de Enghien, v í c t i m a de una sen-
tencia; vió perecer á Moreau; vió que
Byron, á g u i l a cuyo vuelo se fatigó en Para merecer ese rango augusto que
ODAS Y BALADAS.
el cielo ofrece á las virtudes, ¿quién fué Su sombrío infortunio se parece á las
m á s noble y m á s justo que él? sobre aguas muertas de u n rio, que en vano
todo, quién ha sufrido tanto? Ese hom- sueñan en correr al pié de fastuosas c i u -
bre p a g ó tanta gloria con desgracias dades; ese lago sucio, vengador de sus
que no pueden recordarse sin sobresalto. crímenes y que maldice el abismo, no
Ese hombre nació en la Escandinavia; es puede reflejar la hermosura del cielo, y
Gustavo, hijo de los Gfustavos; es un a vista busca en vano ver alguna per-
desterrado, es un rey. dida c ú p u l a de l a deslumbradora Sodo-
ma en, el fondo tenebroso de las olas.
III.
Tuvo u n amigo en sus tiernos años Gustavo, héroe esforzado y leal, si al-
que, como él, llevaba impreso el sello del gunas veces vuelves á vestirte l a p ú r p u -
destino: el jóven duque de Enghien, que ra real, solo es para cubrir con ella á
murió asesinado. G-ustavo, al saber ese a l g ú n enemigo. E n el digno retiro, que
atentado, se lanzó á las armas; pero te envidio, conservas de t u vida noble
cuando vió que á sus l á g r i m a s permane- un recuerdo tranquilo y grato: l a v i r t u d
cia impasible la Europa, exclamó con es una reina que, como tú, no tiene asilo,
calma estóica:—^Por q u é h a b r é nacido? y desterrada del mundo, encuentra refu-
gio en t u corazón m a g n á n i m o .
aspecto que su vida le presentó en dos grande imperio y del grande ejército,
edades diversas; necesita dos historias; columna famosa, que el extranjero admi-
cuando fué jóven inventó triunfos; cuan- ra con sobresalto. Profeso afecto á tus
do fué viejo lloró sus reveses. héroes, que la victoria esculpió, .y á to-
dos esos fantasmas gloriosos que se agru-
pan á t u alrededor.
T o d a v í a en Córcega y en Santa Ele-
na, en las noches de invierno, el mari-
nero, si meteoro tempestuoso b r i l l a fugaz P l á c e m e ver en tus flancos, brillante
en el horizonte, cree ver el espectro del columna, revivir á esos soldados que pa-
c a p i t á n proyectar su sombra lejana, i n - saron el Danubio, el R h i n y el P ó . Pones
móvil, cruzada de brazos, y cree que como un guerrero el pió sobre tus con-
vuelve á reinar durante la tempestad, quistas, sobre t u pedestal de armaduras,
como reinaba durante los combates. y el penacho de t u casco es una ban-
dera.
VIH.
E n m i orgullo nacional te caso con el
Si la suerte le quitó un imperio, le dió
monumento de Enrique I V ; y pláceme
dos pátrias, cuyo recuerdo e m p a ñ a ó veros inmortales á los dos, honrando á la
ilustra; los mares de A n í b a l mecieron su pátria y dominando nuestras turbacio-
cuna, y los mares de Vasco encierran su nes pasajeras, como signos gemelos del
tumba solitaria; y nunca, probando lo amor y de la cólera, salir, él del ahorro
maravilloso de este siglo, se p r o n u n c i a r á popular y t ú de los arsenales extran-
su nombre sin que despierte un eco en jeros.
los dos extremos del mundo.
y sobre las olas profundas. Desde allí de la envidia pasaran á su lado sin tur-
puede saltar, caprichoso gigante, y rodar Dar su sueño; si pudiera entregar su me-
erguido ante el h u r a c á n , apoyándose de moria al silencio del olvido, ó, velado por
)iós sobre la tromba y sosteniendo el cié- rayos, ocultarse en su gloria, como u n
Ío con las manos. á n g e l en el disco del sol!...
Mayo 1828.
Pero tiene que seguir incesantemente
en el piélago iracundo la ola que le re-
LIBRO CUARTO. chaza y la ola que le arrastra; encuentra
siempre obstáculos en su camino; su voz
se pierde entre el t u m u l t o del mundo,
81SH82T cuyo loco orgullo confunde con sus j u -
guetes frivolos el cetro que oprime la
ODA. P R I M E R A , cansada mano del poeta.
LA LIRA.
OÜ^L SEOUTsTIDA.
T u Musa t í m i d a á huir te i n v i t a á
oculta y tranquila soledad; la humani-
JJÍI l i r a y el arpa.
dad, que evita el sábio, sufre los trastor-
nos del siglo. R e t í r a t e , y cerca de tus
A LAMARTINE.
tranquilos lares oirás de lejos en las ciu-
Alternis dicetis, amant alterna Ca dades r u g i r de la discordia las cien vo-
moenoe. ces. ¿Qué le importa al solitario feliz que
VIRGILIO.
los huracanes devasten la tierra, si solo
agitan los bosques donde se oculta?
LA LIRA. EL ARPA.
Hijo de Apolo, duerme; sus laureles te
coronan. Duerme en paz. Las nueve Dios, que hace expiar los delitos, ins-
hermanas te adoran como á un rey; te pira siempre al que le sirve. P r e s é n t a t e
rodean los sueños que nacen de sus co ante la m u l t i t u d i m p í a , como Juan
ros, ó inspirado por ellos suena t u lira. cuando llegó del desierto. V é , habla á
los pueblos; muéstrales la tempestad que
EL ARPA. ruge, revélales que el Juez está irritado;
y para herir mejor su oido, levanta la
¡Despiértate, jóven mortal, hijo de voz, que suene como el rumor de una
dolor! U n sueño cerró á la luz tus p á r ciudad.
pados pesados, y mientras d o r m í a s , un
hermano tuyo indigente se sentó en LA LIRA.
vano á t u puerta.
E l á g u i l a es el ave que el Olimpo ado-
LA LIRA. ra. Volando desde el Cáucaso hasta el
L a gloria busca á la j u v e n t u d y la Athos, cerniéndose en los aires, reina
poesía viene á abrirte los ojos; de inmor del fuego que fecunda y del fuego que
t a l memoria coronará t u nombre radian devora, contempla al sol y vuela con los
te. E n vano Saturno devora á sus hijos^ r e l á m p a g o s .
esto no debe inquietarte: el Olimpo ha
nacido del Parnaso, los poetas son los EL ARPA.
padres de los dioses. L a paloma desciende desde la bóveda
EL ARPA. celeste, y velando al Espíritu Santo con
sus miradas de fuego, protegiendo al es-
Débil mortal, naciste de una mujer que cogido anciano y á la virgen elegida, lle-
lloró sobre t u cuna, y tienes que sufrir. va la rama de olivo al arca y anuncia
T u vida efímera brilla y tiembla como al mundo la venida de u n Dios.
ODAS Y B A L A D A S . 53
LA LIRA. posa aun en su choza; la playa está soli"
Ama! Eres reina en Gruido, en el Olim- taria; en Menfis se oye apenas débil
po y en el T á r t a r o ; su antorcha alumbra murmullo, y nuestros castos placeres, en
el faro de Sestos y consume á I l i o n por estos bosques frondosos no tienen m á s
testigo que la aurora.
medio de P á r i s . Corre de beldad en bel-
dad y cambia de atractivos, que el amor
solo produce lágrimas, y los amores son „ E n los palacios de m i padre se ven
hermanos de las risas. brillar las artes, pero estos campos llenos
de ñores me deleitan m á s que la vista
EL ARPA.
del oro y del pórfido; los cantos de las
E l amor único nos libra del ódio infer- aves son para m í los m á s gratos concier-
nal. Busca para t u corazón puro un al- tos; prefiero á los perfumes que arden en
ma virgen; quiérela; J e h o v á queria á "os pebeteros el soplo aromado del c é -
Israel. Cuando en la oscuridad une á dos firo.
seres u n misterio santo, a m á n d o s e pasan
por el mundo, como dos desterrados del
cielo. „Venid, hermanas; las ondas están
tranquilas y el cielo está azul; dejad que
LA LIRA. sobre los céspedes floten los pliegues
Goza! A l rio de las sombras v á á parar azurados de vuestros cinturones transpa-
el rio de los vivos; el que es cauto goza rentes; quitadme l a corona, desceñidme
de la vida; y como el pálido convidado, os velos, que hoy deseo loquear con vos-
cuando la muerte imprevista v á á sen- otras arrullada por el m u r m u l l o del r i o .
tarse á su lado y á tenderle l a mano fria,
sonriendo se duerme en esa noche sin
„Venid, hermanas... ¿Pero q u é es lo
aurora, soñando en un m a ñ a n a alegre.
que veo entre las nieblas de la m a ñ a -
EL ARPA. na?... Mirad allá abajo... Mirad y no
:emais; sin duda será el tronco de una
Sostén á t u hermano cuando le veas palmera vieja, que flotando arrastran las
caer, llora con él cuando le veas sufrir, olas hácia los mares, y que desde el fon-
vive rectamente, reza, piensa que has de do del desierto viene á visitar las P i r á -
morir. E l pecador cree que en la tumba mides.
solo e n c o n t r a r á el vacío, como lo encon-
tró en la voluptuosidad; pero cuando el
á n g e l del averno lo reclama, vé con es- „Pero q u é digo!... q u é es lo que veo!
panto que está dotado de alma eterna, y Parece que sean ó la barca de Hermes ó
le hace extremecer su eternidad. la concha de Isis, que la ligera brisa em-
puja hácia aquí... Pero no, es un esquife,
en el que distingo u n niño durmiendo
E n la m a ñ a n a de su vida oyó el poeta tranquilamente en el seno de las olas,
esas dos voces lejanas que sonaban en el como dormirla en el seno de su madre.
cielo, y m á s tarde se atrevió con voz d é -
bil á cantar al P i n d ó los himnos del Car-
melo. ,,Está adormecido; y desde lejos, su le-
A b r i l 1822. cho flotante parece, bogando por el rio,
el nido de una paloma blanca; en su cu-
na infantil vaga á merced del viento; le
O D A T E R C E R A . . balancea el agua, duerme, y el golfo mo-
vedizo parece que le meza en su tumba.
Moisés e n e l Nilo.
„Se despierta: corred, vírgenes de Men-
En ce méme teraps la filie de Pha-
fis, grita... ¿Qué madre fué capaz de
raon vint au fleuve pour se baigner entregar á su hijo al capricho de las te-
accompagnée de ses filies, qui mar mibles olas? Tiende los brazos... el rio
chaient le long du bord de 1' eau. ruge... A y ! para defenderse de la muer-
EXODO.
te no tiene m á s escudo que una cuna de
frágiles c a ñ a s .
"Venid, hermanas; el agua está m á s
fresca cuando el dia nace; el segador re „Salvémosle... Quizás será un hijo de
54 OBRAS D E VICTOR HUGO.
Israel. M i padre los proscribió, y es gran una virgen libra de la muerte, es el ele-
crueldad proscribir á la inocencia. ¡Infe- gido del Dios de Sinaí; mortales que en
liz niño! su desgracia me mueve á com- vuestro orgullo desconocéis al Eterno,
pasión; seré su madre, pues me deberá la humillaos; una cuna v á á salvar á Israel;
vida si no me debe el nacimiento.,, una cuna v á á salvar al mundo.,,
Febrero 1820.
Así h a b l ó Ifis, la hija querida de u n
rey poderoso, mientras caminaba por las OIDA. CTXAJFITA..
orillas del Nilo a c o m p a ñ a d a de su cor-
tejo de doncellas, jóvenes beldades, á l a s
que ella superaba en hermosura; porque E l sacrificio.
cuando se desceñía la vestidura azul bor-
dada de oro, parecía la reina de las In urbe omne mortalium genus vis
aguas. pestilentiae depopulabatur, nulla coeli
intemperies quse occurreret oculis. Sed
domus corporibus exanimis, itinera
funeribus complebantur; non sexus,
Sus delicados pies se extremecian al non setas periculo vacua.
contacto del agua, y temblorosa l a guia- TÁCITO.
ba la compasión hacia el niño abandona-
do. .. Así llegó hasta alcanzar la cuna, y
s a c á n d o l a del rio en sus brazos, por la I.
primera vez en su hermosa frente se unió
al orgullo el inocente candor.
Doy gracias al Señor porque me con-
cedió la vida; la vida es el dón m á s apre-
Regresó lentamente á la playa, apar- ciable que le debemos: bendigamos siem-
tando cañas y rompiéndolas, y al niño pre á Dios que nos convida al banquete
que salvó de la muerte depositó sobre la de miel y de absintio. Q-uirnaldas de flo-
arena húmeda; y sus hermanas, una á res se entrelazan con nuestras cadenas;
una, sonriendo al recien nacido, i m p r i - el hombre está contento de sufrir, porque
mieron en su frente tímido y cariñoso eso le hace llegar hasta l a ancianidad;
beso. nos place la luz del dia, el ambiente nos
embriaga. Doy gracias al Señor; la dicha
de la vida constituye l a gloria de la
Ven, t ú que á lo lejos, presa de duda muerte.
cruel, seguías con la vista á t u hijo que
vigilaba el cielo; ven a q u í como una ex
tranjera y nada temas; al estrechar á ¡Desgraciado el mortal que muere co-
Moisés en tus brazos no te h a r á n traición mo una víctima, sin salvar á un herma-
tus l á g r i m a s n i tus transportes, que Ifis no que le sobreviva, sin cerrar tras él, co-
no es madre todavía. mo el romano sublime, el abismo donde
se h u n d i ó ! ¡Desgraciado el pueblo vícti-
ma del anatema, que consumiéndose
Mientras feliz la doncella presenta al ve perecer su nombre y su dignidad, sin
rey feroz el tierno n i ñ o , que rocía con que el mundo le compadezca en su caida,
l á g r i m a s maternales, se oia en el cielo sin dejar al arruinarse grato recuerdo!
resonar el coro armónico de los ángeles,
que ante Dios elevaban este canto al IL
c o m p á s de sus inmortales liras:
Cuando Dios, cansado de ver crímenes,
"Deja de gemir, Jacob; en t u destierro se encoleriza, envía á las ciudades terri-
no mezcles ya t u llanto con el agua im- ble azote, que después de pasar deja
pura del Nilo; el sagrado J o r d á n te brin- en ellas el terror y el sobresalto. De v i l
da con sus playas. Y a se acerca el dia en g é r m e n , que en su demencia no ven los
que h á c i a l a tierra de promisión verá pueblos, surge y crece entre ellos u n pá-
huir Gi-essen, á pesar de sus enemigos, . lido gigante, u n inmenso espectro; quie-
las tribus que estuvieron tanto tiempo re huir de él la ciudad, pero el móns-
prisioneras. truo, como si fuera su horrible esposo, la
cubre con sus alas y la oprime con sus
terribles brazos.
„Bse n i ñ o , abandonado á las olas, que
DEPOSITO A L NJÑO S O B R E LA A R E N A HÚMEDA
ODAS Y B A L A D A S . 55
Entonces los hombres en gran n ú m e r o ellos el destino y el porvenir que b r i l l a
caen en el abismo de la muerte, que fer- en sus inspiradas frentes. ¿Quizás espe-
menta, así como en los campos cae la ran a l g ú n triunfo? ¿Qué esperanza, q u é
nieve en espesos copos; la m u l t i t u d su- dicha les embriaga?... De este modo
cumbe y la muerte en todas partes se siempre en el mundo estéril aparece la
alimenta de cadáveres. E l m ó n s t r u o v á v i r t u d , y al ver su aspecto tranquilo, to-
encadenando sus víctimas, las arrastra y mamos á la v i r t u d por la felicidad.
se reparte sus pedazos; y entre tanto
trastorno, entre tantas ruinas y tantos
escombros, los que quedan vivos y sin Oh pueblos! Esos mortales, á los que
refugio, como impuras sombras, vagan Dios guia y ayuda, van con paso seguro,
errantes lejos de los muertos desenter- con ojos radiantes, á combatir la calami-
rados. dad, que el mundo evita y huye. Despe-
dios de ellos. Vosotros, sus parientes, sus
esposas ó sus madres, contened las amar-
Cuando se abria el circo en los dias de gas l á g r i m a s ; dejad que se ofrezcan esas
funerales, tranquilos los romanos, prote- víctimas; no les impidáis cumplir el sa-
gidos por los lictores, veian desde lejos crificio.
luchar á los prisioneros que cogieron en
las batallas con los tigres del desierto.
Así en su sobresalto las naciones se re- Pronto se a b r i r á para ellos la ciudad
unen; inmenso grito se levanta hasta el solitaria. M u l t i t u d de espectros vivos los
cielo, que el viento lleva de mar á mar; l l a m a r á n llorando y sorprendidos de que
y el mundo, armado, temiendo á la pode- haya mortales en el mundo que acudan
rosa hidra, custodia con el l á t i g o á los á mitigar sus dolores. Hablan, y su voz
infelices que mueren matando y asusta- tranquiliza y guia á los pueblos que la
do los amenaza. calamidad encierra en la tumba con sus
brazos de hierro, y el m ó n s t r u o , atacado
m .
en la ciudad que devora, se extremece,
como S a t a n á s se extremeció cuando,
¿No es verdad que entonces, sibaritas como salvador y como v í c t i m a á la vez,
de las ciudades, los goces son mejores, Dios se apareció en el infierno.
los placeres m á s gratos, cuando u n mal,
peor que el ódio civil, siembra en otras Contemplan de cerca á la hidra no
partes el dolor? Lejos de las muertes que saciada. Para arrebatar sus secretos, el
causa u n g é r m e n infecto, con gran delei- arte audaz le disputa la vida, pregun-
te el hombre mundano se duerme en per- tando á la muerte. Cuando los socorros
fumado lecho, y saborea mejor el aire del arte son inútiles, les consuelan con
natal de la vida cuando todo un pueblo la oración, y el moribundo cree las pa-
de luto llora y respira en otras partes el labras, que el cielo no puede desmentir,
viento de la muerte. y si la misma muerte hiere la cabeza del
apóstol, su tranquila y consoladora voz
Cada cual queda entonces aislado en no se apaga hasta exhalar el ú l t i m o
u n círculo efímero. L a madre besa tran- aliento v i t a l .
quila al niño que le sonríe, sin cuidarse
de los sitios en los que el seno de las ma- V.
dres causa la muerte á los hijos que
alimenta; y si acaso vulgar compasión ¡Quién pudiera imitaros, dichosos mor-
se despierta en los corazones, entre la tales, que domáis á la muerte, afrontán-
fiesta de hoy y la fiesta de m a ñ a n a , por dola! Cuando, a d m i r á n d o o s , la m u l t i t u d
que así son los humanos, les importuna se atreve á compadeceros, yo veo vuestro
compadecer, y pasan por el lado de un m a g n á n i m o proceder con envidia. Ja-
gran infortunio sin pararse en el camino m á s infortunado, v í c t i m a voluntaria, iré
que siguen. por salvar al mundo á desafiar á devo-
radora calamidad, n i á calmar con mis
solicitudes sus dolores mortales, n i á
IV. mezclar m i compasión y mis santos re-
zos con los suspiros del moribundo!
No obstante, algunos hombres, que
fuego secreto anima, se elevan sobre la
m u l t i t u d , y ésta trata de comprender en ¿No puedo t a m b i é n sacrificarme poy
56 OBRAS D E VICTOR HUGO.
mis hermanos? Y a no hay oprimidos? mas, contó alrededor del hogar las ha-
ya no hay verdugos? ¿ E n q u é cadalso, z a ñ a s de los trovadores n i los amores de
tras q u é fúnebres murallas buscaré la os paladines.
muerte de los héroes? Aunque destroce
m i cuerpo la sangrienta tortura, aunque
en la cruz se ofrezca á m i s.ed l a hiél, Otros poetas con rasgos inmortales
orgulloso y satisfecho. Señor, c a n t a r é os describirán aquellos pasados y felices
vuestras alabanzas, que el á n g e l del :iempos; yo soy hijo del dolor, y de éste
martirio es el m á s hermoso de los á n g e - dimanan mis cantos; sufro y consuelo, y
les que conducen las almas al cielo. m i Musa fiel se acuerda siempre de los
Diciembre 1821. que dejaron de existir.
Mayo 1822.
TOMO V.
OBRAS D E VICTOR HUGO.
OIDA OCTAVA.
„¿Te acuerdas del dia en que vientos
propicios te trajeron aquí? Me llamaste
desde lejos en los bosques solitarios; n u n E l hombre feliz.
ca te habia visto y acudí á t u llama-
miento. A U L R I C GUTTINGrUER.
„Dioses, sin cesar me perseguís con A l m a , á t í que á los dolores del hom-
vuestros implacables favores, y habéis bre Dios convida, c o m p a ñ e r a en el mundo
marchitado m i vida en flor; dad espe- de la humanidad, pasajera inmortal, es-
ranza á m i fria juventud; os devolveré clava en la vida y reina en la eternidad,
todos los bienes si soy u n dia feliz.,, en mis momentos felices ó desventura-
dos, reina en el fondo de las tinieblas
sobre mis sentidos perturbados con t u
Saciado de su implacable opulencia, cetro de oro; rompe su cadena fatal, y
así hablaba Celso, recostado indolente noche y dia, como las antiguas vestales,
sobre el lecho y blasfemando de los dio- vigila el fuego sagrado de las virtudes.
ses; mientras que, bendiciendo al cielo,
u n m á r t i r espiraba ante el altar del sa-
crificio. ¿Es tuyo el soplo que agita m i lira, m i
1822. lira, que es casta hermana de las arpas
de Sion, y te me apareces en la oscuri-
dad, sonriéndome como una hermosa vi-
sión? G-loriosa virgen, sobre mis cade-
nas terrenales posa las alas misteriosas
que te elevan á las célicas regiones.
¿Vienes á e n s e ñ a r m e , siendo eco de la
voz infinita, a l g ú n secreto de amor, de
goce ó de a r m o n í a , que los ángeles te
han revelado?
II.
los felices dias en que nuestro padre lazos en la oscuridad; debes ser el guer-
A d á n encantaba á nuestra madre Eva, rero cautivo que vela en su cárcel; cuen-
cuando de l a falanje santa, en la frente ta con cuidado el n ú m e r o de las asechan-
del primer a r c á n g e l brillaba el primer zas del enemigo, y de noche y de dia
sol? vigila desde lejos todo el horizonte.
V.
César es el único entre todos los reyes los templos de Manes hasta los antros de
que puede ofrecer á los dioses de Roma Irmensul. E n t r a n unos tras otros, y el
libaciones de sangre humana: á estas so- lictor v á nombrando á ese v i l rebaño que
lemnidades invita á la Muerte: para ce- la muerte conserva para dar placer á
lebrar estas fiestas despoblamos el mun- Roma y que el cónsul m a r c ó con hierro
do, y juntamos en el Circo,'en el que candente.
humea la sangre, los tigres de Hircania
y los b á r b a r o s del Norte.
Con la cabeza baja entran los judíos
devorando su oculta vergüenza; entran
Colosos de bronce, vasos de pórfido, los galos altivos, porque n i n g ú n peligro
áncoras, banderas que hincha el céfiro, los abate, y los infames cristianos, que
adornan de la liza fatal el circuito; los van sin armas y que sin orgullo se pre-
aromas cargan el aire de olorosas nubes, sentan á sus verdugos, y que sin comba-
porque le place al pueblo romano que el tir quieren entregarse á la muerte.
edor de la sangre exhale sus vapores en-
tre olas de incienso.
M u y pronto, cuando rujan sueltas las
fieras, estando erizado ya todo el recinto
De repente chillan los goznes de las de picas y de espadas, les l a n z a r á n los
puertas de acero y entra la m u l t i t u d gladiadores que han de ser víctimas de
agolpando los quicios, que crujen. Las su furor.'—Al trono del César resguar-
panteras se revuelven en sus jaulas, y dan doseles de p ú r p u r a oriental, con el
lanzando gritos, á los que a c o m p a ñ a objeto de que durante la ardiente fiesta,
gran estruendo, como rio desbordado de la luz sea m á s suave y no hiera los divi-
m o n t a ñ a en m o n t a ñ a , de grada en grada nos ojos del clemente emperador.
se esparce el pueblo-rey.
César, emperador m a g n á n i m o , el mun-
E n las dos sillas de marfil y de oro se do, deseoso de complacerte, asiste á tus
sientan los ediles. Los hipopótamos y los fiestas, heredero eterno de Augusto. ¡Sa-
cocodrilos nadan cerca del Circo en u n lud! P r í n c i p e justo é inmortal, César! te
largo canal; en sus jaulas de hierro saludan los que van á morir.
quinientos leones g r u ñ e n ; las vestales Enero 1824.
cantan coros, que se responden unos á
otros, y traen el altar casto y el fuego vir-
ginal. ODA DUODECIMA.
OIDA. DECIMA-TERCERA.
Tocando las reliquias de u n santo, j u -
rad, condes y barones, que no ensucia
ninguna mancha el oro puro de vuestras
espuelas. Que de los vasallos fieles en las E l Antecristo,
sombrías fortalezas ninguno de vosotros Apres que les mille aus seront ac-
es verdugo; que desafiando á l a suerte, complis, Satán sera délié; il sortira de
nadie a c o m p a ñ e del justo los santos fu- Será u n rio de olas desbordadas, será
nerales en su tumba solitaria; cuando, un volcan de lava negra; no t e n d r á ami-
acercándose á mares sin lecho y sin pla- gos, para que todos los hombres sean sus
yas, el hombre oiga r u g i r , contra el esclavos; al pasar ese funesto fantasma,
bajel de las edades, el oleaje de la eter- el mundo será su conquista y no su rei-
nidad. no; será un tirano donde Dios fué u n
pastor.
Vendrá; cuando el orgullo, el crimen
y el ódio de la antigua alianza hayan P a r e c e r á , encorvado sobre la tierra es-
violado el tratado; cuando vean los pue- clavizada, que soporte inmenso peso,
blos, temiendo su fin próximo, desatarse que viva de otra vida: no podrá enveje-
la cadena del mundo decrépito, chocarse cer n i p o d r á cambiar. M a r c h i t a r á las
los astros en la esfera y en el cielo, cuan flores que nosotros cojamos; carecerá de
do vean como en un salón vacío, en el ternura y de fé, y en todas nuestras pá-
que se pasea un huésped esperando sus trias será extranjero.
convidados, pasar y volver á pasar la
sombra inmensa de Dios.
Vivirá sin conocer el halago de la es-
peranza; combatido en sus deseos; su
II. ciencia envidiará en secreto á la igno-
rancia, porque solo le h a r á recoger fru-
B r i l l a r á entre las naciones como un tos amargos. Desafiará el decreto pen-
signo. Y le enviará el Señor para de diente de su cabeza, tranquilo, como si
vastar las viñas y para destruir la cose se hubiese pronunciado para no cum-
cha. Los pueblos no sabrán, en su estu plirse en él, y mudo, como si se hubiera
por profundo, sien otro mundo sus manos de cumplir después de su muerte; su co-
han llevado cetro ó cadenas; y en sus razón será u n palenque, en el que en el
cantos de duelo y en sus himnos de ale combate continuo de un himeneo impo-
g r í a se p r e g u n t a r á n si las llamas que sible, al crimen a p r e t a r á con fuerza el re-
brillan en su frente las producen los ra mordimiento .
yos ó los r e l á m p a g o s .
entera! Hice que á esta torre trajeran aurora*.—Amigos mios, decidme, ¿cuán-
m i litera, para contemplar desde su al-tas horas p o d r á durar su eternidad?...
tura las llamas del incendio. Esto será
superior al combate de los tigres con los
gladiadores. Los siete montes f o r m a r á n ¡Qué hermoso es u n incendio en una
hoy u n inmenso circo, en el que Roma noche oscura! E r ó s t r a t o mismo me envi-
l u c h a r á con las devoradoras llamas. diará esta gloria. ¿Qué me importan los
dolores de u n pueblo si me proporcionan
un placer?... E l pueblo huye, porque el
De este modo el señor del universo d i - incendio le persigue por todas partes.—
sipará su profundo fastidio: algunas ve- Quitadme de l a cabeza l a corona, que
ces tiene que lanzar rayos, siendo u n m a r c h i t a r á sus flores el fuego que hace
dios. Pero venid: v á anocheciendo y l a arder á Roma.
fiesta empieza. Y a la hidra inmensa del
incendio extiende sus alas sombrías y sus
lenguas de fuego. Cuando l a sangre salpique vuestras
vestiduras de gala, amigos, lavad las
manchas con vino de Creta; el aspecto
Mirad, mirad; sobre su presa inflama de l a sangre solo es agradable para los
da extiende corriendo sus dobleces de perversos; olvidemos ese juego cruel con
humo; parece que acaricie las paredes voluptuosidades sublimes, y el grito que
que v á á arruinar; sus abrazos mortales lancen las víctimas ahoguémoslo con
hacen evaporar los palacios...—¡Quién nuestros cánticos.
tuviera como el incendio besos que de
voran, caricias que hacen morir!
Castigo á Roma y me vengo de ella,
porque l a infiel, a l mismo tiempo que
Escuchad esos rumores, ved esos vapo inciensa á J ú p i t e r , inciensa á Jesucristo.
res espesos, mirad cómo esos hombres Quiero que vea que estoy á su nivel y
pasan como sombras por entre las lla- que me mire con terror. Quiero t a m b i é n
mas; oid ese silencio mortal, que renace tener m i templo, ya que estos romanos
á cada momento... Las columnas de co nunca tienen bastantes dioses.
bre, las puertas de oro se hunden, y rios
de bronce encendido corren llevando sus
olas inflamadas a l T í b e r extremecido. Destruyo á Roma, porque deseo reedi-
ficarla m á s hermosa todavía; l a destru-
yo porque a l caer destroce á l a rebelde
Todo perece! el jaspe, el m á r m o l , e cruz. ¡Que no quede vivo u n cristiano;
pórfido y las e s t á t u a s , á pesar de sus exterminadlos todos! Que Roma casti-
nombres divinos, se convierten en cení gue en ellos la causa de sus calamidades.
za. E l desastre triunfante vuela á medi Exterminadlos!...—Esclava, tráeme ro-
da de m i deseo; todo lo invade en su sas; el perfume de las rosas es m u y
creciente carrera, y gozoso el a q u i l ó n agradable.
atormenta al incendio como una tempes Marzo 1825.
tad de fuego.
ODA DECIMA-SEXTA.
Soberbio Capitolio, adiós!—Dominado
por el incendio, el acueducto de Sila pa
rece u n puente del Cocito. Por u n capri L a Demoiselle (i)-
cho de Nerón caerán las torres y las c ú
Un rien sait l1 aniraer; curieuse et volage,
pulas... ¡ R o m a entera es presa de las Elle va parcourant tons les objets flatteurs,
llamas!—Dale las gracias, reina del m u n Saus se flxer jamáis, non plus que sur les fleurs.
do, por l a diadema de fuego que ciñe á Les zephyrs vagabonds, doux rivaux des abeilles,
On le baiser ravi sur des levres vermeillcs.
t u frente. ANDRÉS CHENIER.
O 33 A. DECIMA-SEPTIMA..
E l magnífico astro del dia rueda en-
grandeciéndose con los mundos que de-
A mi amigo S. B . vora; así, jó ven gigante, creces todos
os dias; así, t u genio ardiente, desde-
Perseverando. ñ a n d o los caminos vulgares, arrastrando
DIVISA DE LOS DUCIE.
en su carrera mundos de pensamientos,
camina sin cesar y sin cesar se engran-
A g u i l a es el génio, ave que vive en l a dece.
tempestad, que de los montes m á s altos Diciembre 1827.
busca l a m á s elevada cumbre, que l a
primera l u z del dia despierta, que no
mancha nunca sus garras en el fango y O D A DÉCIMA-OCTAVA
cuyas pupilas refulgentes m i r a n cara á
cara l a luz del sol.
Jehová.
No hace el nido en el musgo, le cons- Jehovah est le maitre des deux
poles, et sur eux i l fait tournerle
truye en una roca agrietada por el rayo, monde.
en alguna brecha cortada á pico, en los JOSÉ DE MAISTRE.
flancos atrevidos de altísimas m o n t a ñ a s ,
desde los que se v é , combatido por los
vientos, suspenso entre el cielo y l a Grloria á Dios! Su omnipotencia b r i l l a
tierra. en sus obras; en el hueco de l a mano
lleva todo el universo; puso l a eternidad
m á s allá del tiempo y m á s a l l á del cie-
¡Nido real, palacio sombrío, que con lo lanzó al infinito. Dijo al caos: Fiat lux,
olas de nieve sitia saltando la rodante y estas palabras fecundas produjeron u n
avalancha! E l genio alimenta en él ca-mundo.
r i ñ o s a m e n t e á sus hijos, y mirando a l
sol con ojos flameantes, bajo sus alas
cobija á los pequeñuelos, que m á s tarde E l a r c á n g e l , cerca de él, cuenta las
desaparecerán de allí volando. naciones, cuando, franqueando los espa-
cios del tiempo y de los lugares, otorga á
los siglos sus razas y mide el tiempo á
¿Por qué, pues, te asombras, amigo las generaciones.
mió, si sobre t u cabeza se p á r a l a nube
que trae la tempestad? ¿Por q u é te asom
bras de que a l g ú n reptil inmundo se de- Nada detiene su carrera prudente y po-
bata en t u nido? Estas son tus primeras derosa; ya con soplo inmenso parecido á
pruebas, esta es t u primera ñesta; para un h u r a c á n lance de esfera en esfera l u -
vosotros, las á g u i l a s jóvenes, cada hora minoso cometa, ya en u n rincón del mun-
trae una tempestad y cada festin u n do apague u n antiguo sol;
combate.
Su nombre, que el arpa de oro de los Pues que caiga l a desgracia sobre m í ,
elegidos celebra, lo repiten las voces del ya que será preciso que en l a ausencia,
mundo salvado; y cuando resuena, a l oir á deseos nuevos sucumba el sentimiento
su eco, el infierno maldice á su rey, que cariñoso; t ú me olvidarás entre-los place-
Dios condenó al fuego eterno. res del mundo; yo me acordaré de t í has-
ta en la tumba.
Los ángeles, los santos, las esferas es-
trelladas y las almas de los justos, re- Sí, moriré; m i lira ya está enlutada.
unidos ante tí, forman de t u gloria el Me estinguiró en l a j u v e n t u d , casi sin
concierto solemne; y t ú deseas que el dejar memoria, pero sin miedo; que y a
hombre, ser débil y perecedero, que ca- que he contemplado l a gloria de frente,
mina por l a noche de l a vida, mezcle puedo contemplar de cerca el a t a ú d . E l
su canto efímero á ese unísono sonoro y Elíseo inmortal está cerca del reino del
eterno. olvido, y l a gloria y la muerte solo son
dos fantasmas que llevan traje de fiesta
Q-loria á Dios! Su omnipotencia brilla ó de duelo.
en sus obras; en el hueco de la mano lle-
va todo el universo; puso l a eternidad Sé feliz, tierna amiga; saluda alegre á
m á s allá del tiempo y m á s allá del cielo la vida y goza de tus dias juveniles; ador-
l a n z ó a l infinito. Dijo a l caos: Fiat lux,
mecida en l a m á r g e n del rio del tiempo,
y estas palabras fecundas produjeron u n
deja que las olas sigan su corriente.
mundo.
Diciembre 1819.
Diciembre 1822.
ODA. SEOXJIsTDA.
LIBRO QUINTO.
1819-1828. Pesar.
OT>JL F* F U M E RA..
¡La felicidad pasó m u y ligera por m i
vida! Seguimos los pasos de l a dicha y
E l primer suspiro. en sus brazos nos entregamos al sueño;
cuando nos despertamos nos encontramos
C est qu j1 ai rencontré des regards dont la flamme solos; la felicidad ha desaparecido.
Semble avec mes regards ou briller oumourir,
Et cette ame, saeur de morí ame,
Hélas! que j1 attendais pour aimer et souffrir.
Desde lejos l a buscamos en l a inmen-
EMILIO DESCHAMPS.
sidad del porvenir, y la llamamos dicien-
do:—Vuelve, c o m p a ñ e r a de m i vida.—El
Sé feliz, tierna amiga; saluda alegre á placer vuelve, pero nos trae l a ausencia
la vida y goza de tus dias juveniles; del ser cuya p é r d i d a lloramos siempre.
adormecida en l a m á r g e n del rio del
tiempo, deja que las olas sigan su cor-
riente. Si me ofrece el placer sus atrayentes
seducciones, le diré:'—Vete, huye, respe-
ODAS Y B A L A D A S . 69
ta m i desgracia; la ausencia de la dicha Ese h u r a c á n es el qUe implora el via-
me ha dejado el pesar, pero t ú me deja- jero, hermoso valle, cansado ya de andar,
rlas el remordimiento. pero está muy lejos todavía el t é r m i n o
de sus males; solo vé ante él, á la luz
Por lo tanto, amigos, no debo turbar nebulosa de su fúnebre aurora, el inmen-
vuestras ilusiones, n i hacer gala de m i so desierto del porvenir.
dolor; sonreiré con vosotros, pero permi-
tidme que os oculte la lira desde que la De disgusto en disgusto v á arrastran-
humedece el llanto. do la vida. No le halagan los falsos bie-
nes que el falso orgullo envidia. Busca
Cada uno de vosotros quizás en su co- un corazón fiel que compadezca sus do-
razón solitario, con risas pasajeras, aho- lores, pero en vano; no espera conseguirlo;
gáis un profundo pesar; que yo só que n i n g ú n mortal se complacerá de su ale-
todos sufrimos en el mundo, pero que to- g r í a , ninguno llorará al verle verter
dos sufrimos en secreto. lágrimas.
Moriturus moritura.
A y de m í ! T u hermosa nube es seme-
jante á los hombres. Pronto l a verás
g r u ñ e n d o encima de nosotros, en los
campos de l a luz, acumular l a tempes- Y a desplega l a m a ñ a n a su velo sobre
tad y devolverla en r e l á m p a g o s los re- los montes; u n rayo naciente blanquea
flejos del sol. la antigua torre, y y a en el cielo se unen
A b r i l 1822. c a r i ñ o s a m e n t e el primer canto de los
bosques y los primeros albores del alba.
Su nombre.
OIDA. DUODÉCIMA.
Nomen aut Muiaen.
sus invisibles alas, pasase un á n g e l cer- m i alma estaba triste, y los cantos de
ca de nosotros. m i lira eran como voces que lloran de
1823. noche.
Paseo.
Sin embargo, á pesar de lo que sufro,
Voici les lieux chers á ma réverie,
debo, cuando te escriba, devolverte la ale- voici les pres dont j ' ai chanté les
gría, diciéndote:—^'Consuélate, que yo fleurs...
estoy tranquilo; viviendo inquieto como AMABLE TASTU.
vivo desde que estoy lejos de tí, creyendo
que te asaltan muchos disgustos, cada
hora que pasa es una espada suspendida Cíñete el velo de gasa de púdicos colo-
sobre m i cabeza.,, res, en el que t u fecunda aguja tantas
flores sembró; ven á respirar á la sombra
III. de los plátanos; cúbrete con ese tisú, que
es una alhaja de Cachemira, que quizás
haya ocultado el p u ñ a l de a l g ú n emir
Qué h a r á s en estos momentos? Qui- ó haya cubierto el seno de a l g ú n s u l t á n
zás cerca del hogar, con m i carta des- celoso.
plegada y siguiendo con la vista el
camino que me separó de tí, dirás:—
^Dónde estará? Dios quiera que encuen- Mira cómo humean las c a b a ñ a s á los
tre en todas partes tiernos cuidados, co- últimos resplandores del sol poniente; el
razones que le aprecien y una huéspeda humo sube y se disipa, como nuestros
que, como yo, tenga ausente al sér que pesares, como nuestras alegrías, como la
rido. gloria y como la ambición: brillamos á
nuestra vez, y somos juguetes de una
loca esperanza; como el ú l t i m o rayo del
„Con q u é rapidez se aleja! Estoy se- sol y como el último viento de la tarde,
guro de que ha pasado ya de la ciudad brillamos, humeamos y desaparecemos.
lejana, de los bosques, del puente, y que
quizá en estos momentos entra en el va-
lle, en el que una cruz siniestra indica Es para m í m u y grato, á la hora en
al viajero que allí el a ñ o pasado... ¡Dios que el dia muere en el lejano horizonte,
quiera que esté ya lejos de allí!...,, al lado del corazón que late por m í , ex-
traviarme por la llanura, vagar contigo
libre de enojos, y ver que t ú , pensativa,
Y m i padre, e n j u g á n d o s e una lágri- exhalas á la brisa de l a noche el perfume
ma, te i n v i t a sonriendo á sonreír á t u de t u aliento.
hija:—^'Tranquilizaos, que pronto le ve-
remos volver. E s t a r á contento y tran-
quilo; quizás visitará en estos momentos Por esta dicha, en l a que soñé desde
la tumba de a l g ú n antiguo héroe, ó re- la infancia, sufrí mucho tiempo y todo lo
zará ante un altar por vos. Porque sa- afronté. E n nuestros tiempos de furores
béis, hija mia, que le enamoran las a l - civiles te debo la paz, que nada consi-
menas, los pórticos y todos los restos gue perturbar. Y a no hay vacío en m i
artísticos, como con frecuencia lo dice vida, porque t ú has sabido poblar sus
sentado á vuestro lado.,. desiertos.
OBRAS D E VICTOR HUGO.
tos; ¿por q u é queréis que haga alarde de hija que yo lloro y á la que protege u n
la magulladura que me producen las espíritu celeste; en sus hermosas faccio-
cadenas? A l mundo, que le desagrada la des se ven los rasgos de los rostros de las
miseria, ¿qué le importa m i secreta lla- santas falanges; como poeta, creo ver en
ga? Dejadme todos, debo vivir aislado; el retrato un á n g e l , y como padre, en-
marchaos de aquí; prefiero sufrir á que cuentro en él á m i hija.
me consuelen.
Adivínase en sus ojos de miradas pu-
„No pertenezco ya á, la vida. ¿Qué os ras que al paraíso, de donde desciende
importa si algunas veces mis ojos lan- su alma, dió un reciente adiós; sus mira-
zan miradas sombrías ó alegres? ¿Qué das, que irradian e x t r a ñ a alegría, parece
importa, cuando la copa está vacía, que que perciban aun la quimera de volver
sus bordes en los labios ávidos dejen una á ver en su tierna madre á la Madre
gota amarga? ¿Venció al oleaje tempes- casta del Niño Dios.
tuoso el bajel perdido en los mares por
conservar todavía el mástil?
Parece que esté escuchando el coro de
voces celestiales, y que oiga en lonta-
„¿Qaó importa á nadie m i solitario nanza que le llaman las vírgenes del
duelo? Otros pasan dias m á s felices, por- cielo; al contemplar su alegre mirada y
que el ruido del mundo lo constituye un su c á n d i d a sonrisa, estamos tentados de
concierto de risas y de lloros. Quiero, preguntarle:—"Angel, ¿qué martirio su-
como todos los hijos de Eva, llevar m i friste y cómo te llamas en el cielo?,,
peso hasta la noche, sin que nadie me
ayude; á la m u l t i t u d que pasa y muere, II.
¿qué le importa en el umbral de q u é
tumba m i sombra se sentará? Artista, cuyo pincel me la r e t r a t ó con
tanta hermosura, t ú la pintaste y yo la
canto, porque t u obra no perecerá; la do-
Así, cuando suspiras en voz baja, sa taste de fuerza v i r i l y de gracia, tus co-
len sollozos de t u corazón, como los so- lores son armoniosos, y se conoce que
nidos se escapan de las liras, como los desde t u niñez puso el génio la llama de
murmullos salen de las olas. T u infor- la inspiración en t u frente.
tunio es t u gloria. Las frentes que marcó
la victoria no se coronan de flores. H a n
desterrado la a l e g r í a de t u existencia;
pero t ú ya sabes que el génio con lloros Sin duda alguna hada, que descendió
preludia sus cantos. desde la nubes hasta t u cuna, de los siete
colores del arco iris, de las rosas h ú m e -
das de la m a ñ a n a y de las luces de la
aurora boreal, te creó ideal paleta, para
Como el arado de hierro desde el ama
que con ella pintase t u m á g i c o pincel.
necer huella la tierra, la abre y está pro
f undizando aun el surco al ponerse el sol Noviembre 1824.
así, á cada hora que te se concede, e
infortunio encarnizado te persigue m á s
cada vez; pero si desgarra t u alma, la ODA. VIGESIMA- T E R C E R A .
desgarra para fecundarla.
Noviembre 1825.
A la condesa A. H .
ODA. VIGESIMA.-SEaU]SrDA..
Y a sea apacible ó alegre el sueño qu@
esta noche ilumine t u i m a g i n a c i ó n , te lo
t r a e r á la felicidad; lejos del esposo, que
E l retrato de una niña. hoy aun solo es amante, duerme tran-
quila; pasa suavemente t u ú l t i m a noche
virginal.
I.
Sí, esa es su frente, esa es su sonrisa Duerme, que vigilamos por t í , hasta
esas son sus frescas mejillas, e?a es la que amanezca el deseado dia; t u destino
TOMO v . u
OBRAS D E VICTOR HUGO.
te vá á enlazar con m i familia, y ante el húmeda; á esta hora estaremos solos; apó-
altar te convertirá en m i hermana; la yate en m i brazo; vamos á pasear por
voz del sacerdote solo será el eco de la debajo de los tilos. P á l i d o el sol ya decli-
voz que en m i corazón me llama herma- na; antes que abandonemos esta colina,
no tuyo. vuelve un momento la cabeza para ver
la ciudad de oro destacándose en el cie-
lo negro, con sus palacios y sus c a b a ñ a s
Duerme aun esta noche con sueño puro resplandecientes.
y tranquilo, que m a ñ a n a ya te entrega-
r á s á los juramentos, á las caricias de
u n esposo y á la alegría, y r e n a c e r á n en
t u pecho inquietos suspiros, cuando su Mira las nubes de humo que salen de
mano, de t u frente ruborizada, haga los techos y que la niebla moja; allí v i -
caer la t r é m u l a corona. ven esposas queridas, corazones tiernos
y resignados. ¡Es m u y hermoso ver el
sol tras la lluvia!... ¡Mira cómo se v á
Permita el cielo que desde m a ñ a n a ocultando!... E n l a ciudad, que b a ñ a n
alumbre t u existencia el sol de la dicha; sus últimos rayos, se ven éstos lucir en
que no se eclipse nunca, y brille para t í las ventanas, como ojos en la frente de
como u n hermoso sueño. Duerme en paz las torres.
esta noche, en la que estamos velando él
y yo; yo que te canto y él que te ama.
Diciembre 1827. E l arco iris! E l arco iris!—Míralo.
Mira cómo se redondea en el espacio...
Algunos beneficios nos reserva Dios des-
ODA. ViaESIMA-CXJ.AJRTA. pués de los truenos y de los r e l á m p a g o s .
Muchas veces, eternas esferas, m i alma
ha deseado tener alas para ascender has-
liluvia de estío. ta vosotras, para saber á q u é mundo con-
duce ese arco luminoso, ese arco inmen-
so de a l g ú n puente del cielo!
L a tarde está fresca y luminosa; ven, Junio 1828.
ha llovido esta m a ñ a n a ; en los frescos ta-
pices de musgo se destacarán tus blan
eos piés. E l pájaro vuela por entre las ODA. VIG-ESIMA-aXJITsTTA.
ramas; sacudiendo las alas aun moja
das, oye el ruido del viento, canta y ve
en su nido gotas de agua, brillantes como Sueños.
perlas.
En la amena soledad
de aquesta apacible estancia,
bellísimo laberinto
Después que las nubes vertieron l a l l u - de árboles, flores y plantas,
via, el cielo vuelve á adquirir su azul podéis dejarme, dejando
diáfano, y los campos fecundados bri- conmigo, que ellos me bastan
por compañía, los libros
l l a n como si estuviesen bajo una red de que os mandé sacar de casa;
plata. E l árroyuelo de la llanura ha cre- que yo, en tanto que Antioquía
cido una hora antes, corre y arrastra he- celebra confiestastantas
la fábrica de ese templo
bras de yerba, y precipitando su corrien- que hoy á Júpiter consigra,
te en los guijarros que inunda, forma
N i á g a r a s para las hormigas. huyendo del gran bullicio
que hay en sus calles y plazas,
pasar estudiando quiero
la edad que al dia 1» falta.
Las corrientes han lavado la arena; CALDERÓN. ( E l mágieo
prodigioso.^
hasta el sol suben los vapores, y el hori-
zonte poco á poco se v á oscureciendo: solo
se ven veladas estrellas, confusas, brillar
como puntos luminosos, y los montes
salen de la bruma, y chorreando agua,
que cae sobre los techos de pizarra, los Amigos, lejos de la ciudad, lejos de
hace chispear. los palacios reales, lejos de la corte ser-
v i l , lejos de la muchedumbre, buscad-
me y me encontrareis en los campos, en
Ven á vagar conmigo por l a llanura que el alma ociosa se recoge para soñar;
ODAS Y BALADAS. 83
en la apartada playa, adonde no lleguen universal; es el globo que ruge, es el
el viento n i el ruido del mundo. balanceo del mundo en el Océano del
cielo. Es el eco magnífico de la voz de
J e h o v á , es el himno seráfico del mundo
E n a l g ú n asilo salvaje que sirviera de pacífico, en el que, sorda á l á g r i m a s de
refugio en otro tiempo, en un puerto, en mujeres, á quejas y á sollozos, el alma se
un nido de ramas, en una casa en el bos- confunde con las otras almas, como la
que sombrío y pacífico, lleno de espesos llama con las llamas, como la ola con las
árboles y oculto en el silencio y en la olas.
sombra.
IV.
Que allí, siempre fiel á los que me
aman, se ciernen mis versos y se paran, A todas horas se oye en el desierto ese
ya sobre una rosa, ya sobre la cima de vasto ruido. Paris, loca morada, p a m esa
u n monte, y pueden con audacia, libres voz que llora nos d á vasto concierto.
de todas las trabas, con infatigable vue- P l á c e m e en la antigua B r e t a ñ a alguna
lo, perderse en el espacio como los pá- roca batida por las olas, a l g ú n bosque
jaros. céltico, a l g ú n torreón gótico, con t a l de
que la torre hospitalaria, donde establez-
II. ca m i nido, tenga, como u n antiguo ca-
ballero, un penacho de hidra en su frente
Que allí un sueño hasta el cielo me de granito; con t a l de que, blasonada con
levanta; sueño amoroso que j a m á s ter- un escudo, la gran chimenea abierta se
mina, y vuelvo á soñar por la noche lo ilumine devorando una encina entera;
que soñó de dia. U n sueño tan blanco con t a l de que altos y espesos árboles
como el velo que se extiende en el hori- me den sombra en el verano; con t a l de
zonte, que cubre una estrella, y que es que en invierno, alrededor del encendido
como una cortina tirada entre la vida hogar, se siente toda m i familia.
y yo-
V.
Deseo que la luna que desciende, para
brillar en m i noche, le dore y le prolon- Si volando m i Musa lleva su nido tan
gue, y tema despertarme de él. Deseo querido y su familia alada al salón der-
que todos mis pensamientos vayan allí ruido de antiquísimo barón, será porque
á desplegarse y se sienten abrazándose soy apasionado de esa pasada edad, que
era m á s bella, si no mejor que nuestros
en círculo en m i hogar, y encadenados á
siglos m á s sábios; soy apasionado de las
m i sueño, le mezan inclinados, como los
ruinas; soy como la golondrina, que le-
hermanos mayores mecen á sus herma-
vantando el vuelo desde una torre, mu-
nos niños. chas veces, por salvarlo de los vientos,
busca para cobijar su nido el antiguo
III. nido de u n buitre.
Creemos en los acantilados, creemos
en los bosques ver el cielo m á s cerca, VI.
porque en ellos respiramos con m á s l i -
bertad, porque en ellos nada nos pesa. Ligados así en u n haz, reverdecerán
E n ellos sucede como en el sueño; cada mis dias en el soberbio torreón, como las
voz pronuncia palabras, todo habla, se matas de yerba en las brechas de las tor-
eleva un canto desde las olas hasta la res; pero ya viva en castillo, ya viva en
playa y desde el aire hasta los árboles.c a b a ñ a , apartado del mundo, viviré de
luz, de éxtasis y de poesía, olvidando y
olvidado.
Suena allí una voz profunda, un coro Junio 1828.
BALADAS
1823—1828.
Tina h a d a .
E n invierno, cuando chisporrotea m i
...La reine Mab m' a visité. C est elle hogar, viene á agazaparse en él y me
Qui fait dans le sommeil veiller V ame inmortelle. enseña, en el chispeante cielo, la estrella
EMILIO DESCHAMPS. que brilla y que se apaga, como ojo que
vá á dormir.
aires de fúnebres sonidos, y por la noche sus armas, y á m i lloroso silfo le han
un t r a n s e ú n t e , desde la puerta entre- arrancado las alas de oro.
abierta, vió ante la Biblia y al pió de la
cama dos niños pequeños que rezaban de
rodillas. T ú mismo temes su cólera, temes un
1823. combate desigual m á s que la voz cente-
naria que en otros tiempos vengó á Dou-
gal, cuya humeante c a b a ñ a ve, durante
la noche, sobre mojada roca, sentarse la
BALADA CUARTA. sombra de Fingal.
;;A.cuden los barones, cuyas armas ador- „ Sobre todo venid á ver á m i prometi-
nan fortalezas rodeadas de fosos; los ve- do, cubierto con el manto que yo le bor-
teranos bravos, los escuderos, los hom- dó. Qué hermoso estará! C u á n t o le amo!
bres de armas, entre los que se encuentra Lleva como diadema un casco con cabe-
m i prometido. llera de crines.
Triunfante el duque, regresa con su „E1 duque ya está cerca; sus banderas
bandera victoriosa; venid todos á las flotan entre las de los caballeros; algu-
puertas de l a ciudad, á ver pasar al prín- nos estandartes cogidos al enemigo van
cipe con su brillante escolta y con m i vergonzosamente detrás... Mirad... ya es-
prometido. t á n a h í los timbaleros.,,
BALADA NOVENA.
BALADA DECIMA.
E s c ú c h a m e , Magdalena.
A un transeúnte,
Escúchame, Magdalena. A b a n d o n ó el
invierno la llanura, que ayer aun cubria Viajero, que de noche caminas en com-
de hielo; ven á este bosque, del que huye pañía de t u perro inquieto; ¿por qué, des-
mi séquito, por seguir el sonido errante pués de morir el dia, sigues caminando?
del cuerno de caza. ¿Dónde llevas tan tarde t u caballo ren-
dido?...
E l paso <le a r m a s d e l r e y J u a n ,
Empiezan el campaneo, los golpes de
lanza y las esclamaciones de sobresalto;
se baten y se hieren, invocando á San
Que ensille m i escudero el fiel alazán; Jorge ó invocando al rey. L a m u l t i t u d
me inunda la alegría cuando pongo los en tumulto y en confusa g r i t e r í a el aire
pies en los estribos. V á m o n o s , ágil ala- atruena. Sús! m i a l a z á n ! te mantengo
zán; emprendamos el camino para i r á regalado, dándote m á s paja y más salva-
presenciar la justa del rey Juan. Que el do que un regordete y alegre novicio
cartujo carmelita tenga por ú n i c a arma puede recoger mendigando y haciendo
el tintero; que la monja, entre rejas, se muecas por las plazas y por las calles,
dedique á rezar; que nosotros, que Dios por donde t ú pasas tan arrogante.
nos quiso hacer gentiles-hombres, debe-
mos hacer ruido en el mundo, y la guer-
ra no es m á s que un juego. Estaba ya E n la justa, como lirio tronchado, cae
sofocado porque m i acero se cubria de moribundo un hermoso paje, y en su
orin y se trocaba en rueca. agonía, pidiendo á un sacerdote los au-
xilios cristianos, rinde el alma á Dios,
cuando aun se oye el sonido del clarín
Esa ciudad, cuyo m u r m u l l o se oye y
3or su caida. Monjes y vírgenes le acom-
que destaca su perfil en el espacio, con
3añarán con cirios encendidos, y en la
sus techos frágiles, con sus cien torres
oscuridad del cementerio dos ojos le l l o -
y campanarios, es Paris. M u l t i t u d i n -
r a r á n secretamente. L a condesa Isabel
mensa corre como u n arroyo por la calle
sigue hasta la tumba los despojos mor-
de San Marcelo. ¡Qué hermosa es Nues-
tales del hermoso paje; le sigue derra-
tra Señora! Juro por m i alma que qui-
mando l á g r i m a s . ¡Es m u y bello el es-
siera ser sacerdote para que me enterra-
pectáculo de una justa! ¡es m u y intere-
ran en ella. Esas cuadrillas cantando
sante un paso de armas!...
mezclan solteras y solteros. ¡Hermosas
fiestas! ¡Cuántas cabezas se ven en las
azoteas de las casas! U n t r u h á n , con tra- Sús, m i alazán! abandonemos la liza!
je nuevo, baila y canta una canción de- regresemos con la arrogancia varonil que
bajo de los arcos del puente Nuevo. ¡ E l trajimos al venir. A n d a con rapidez; en
hermoso Louvre solo se abre en dias de la posada que nos espera encontraremos,
fiesta; aprisiona á los reyes y zumba por t ú la avena del pienso de la m a ñ a n a y
dentro! yo al monje agustino el santo, que, si-
guiendo las instrucciones de Roma, me
Loor á las damas! Loor a l rey! Y a fio aporrea con su l a t i n y redacta en lengua
tan las flámulas en el campo cerrado, en romana todos los prodigios que mis ma-
el que la m u l t i t u d penetra, aulla y se nos realizan, que á mis espensas anota
amontona. Vamos sin perder tiempo, y en un largo pergamino; el señor caste-
con las miradas tiernas ataquemos des- llano de pura sangre deja la tarea de
de la silla de nuestro corcel á las donce- escribir á los villanos, que su mano ilus-
llas, que brillan en las ventanas como tre solo firma trazando rasgos en la
rosas frescas. Saulx Tavane, el impúdico vitela.
se pavonea, y Chabot, el espadachín jo- Junio 1828.
robado, se burla de Fontraille, que tiene
los pies contrahechos. Más a l l á está Ser
gio, que hizo voto de irse virgen al otro
mundo, y Lotario, duque sin dominios.
Más arriba b r i l l a sobre u n tablado la
hermosa Iseult, de frente pura, y m á s
abajo viejas solas y emperegiladas. T a m
bien están en los estrados Berta, Alicia,
Leonor ó Irene, y la reina, deslumbrante
de oro y pedrería.
96 OBRAS D E VICTOR HUGO.
Cuando l a noche, del claustro gótico Una voz aguda y otra voz gruesa ex-
oscureciendo las figuras, transforma en el claman:'—'"¿Cuándo t e r m i n a r á n nuestros
horizonte fantástico los dos campanarios dias? ¡Padecemos por nuestra culpa, y
en dos gigantes, á la hora en que los padecemos por toda una eternidad —
cuervos graznan volando á millares en Niños, que van á pasar toros; esconded
l a oscuridad, una monja sale de su celda los delantales rojos.
con la l á m p a r a en la mano, se desliza
como u n espectro á lo largo de la pared,
y otro fantasma la sigue, arrastrando Pero el fuego del infierno es i n e x t i n -
cadenas con los piés y llevando argollas guible. Todas las noches, en el mismo
sitio, se buscan siempre, sin alcanzarse
p e r c o l l a r e s . . . — Ñ i ñ o s , que van á pasar
toros; esconded los delantales rojos. nunca, una sombra blanca y u n espec-
tro negro, hasta la hora siniestra en que
se apagan los cirios en los candeleros,^—
L a l á m p a r a anda, se eclipsa, b r i l l a Niños, que van á pasar toros; esconded
bajo las arcadas y se oculta; después los delantales rojos.
tiembla detrás de una reja, después chis-
pea en lo alto del campanario, y sus ra-
yos forman en l a oscuridad fantasmas Si a l g ú n viajero nocturno oye tem-
que van multiplicándose.—Niños, que blando esos extraños ruidos, y se persig-
van á pasar toros; esconded los delanta- na, preguntando á los ángeles á q u i é n
les rojos. castiga el Señor, dos serpientes de fuego
entrelazadas marcan dos nombres en
los pilares de l a iglesia.—Niños, que van
Los dos espectros, devorados por el á pasar toros; esconded los delantales
mismo fuego, arrastrando destrozado rojos.
sudario, se buscan para unirse otra vez
tropezando con las tumbas; sus pasos
ciegos les embarazan al subir por las es- L a historia de esa novicia quiso el
caleras.—Niños, que van á pasar toros; abate de San Ildefonso que, para preser-
esconded los delantales rojos. var del vicio á las vírgenes que se aco-
gen al claustro, la refiriesen las prioras
en todos los conventos de monjas.—Ni-
Pero esas escaleras fantásticas se em- ños, que van á pasar toros; esconded los
brollan sin cesar bajo sus pies; la una delantales rojos.
conduce á las profundas cavernas y l a A b r i l 1828.
otra se dirige á lo alto de las torres; y el
peso de los dos espectros hace mudar de
sitio los descansos y los pisos.—Niños,
que van á pasar toros; esconded los de- BALADA DÉCIMA-CUARTA
lantales rojos.
I^a ronda del sábado.
Elevando sus voces sepulcrales, se
Hic chouis ingens
buscan con los brazos extendidos; pero ...Colit orgia.
las m á g i c a s espirales impiden que se AVIENUS.
encuentren, y se cansan, y agotan sus
fuerzas, haciendo sin cesar rodeos i n ú t i -
les.—Niños, que van á pasar toros; es- A n t e las tapias de aislado monasterio
conded los delantales rojos. se vela la luna; pasa el espíritu de la me-
dia noche, y se balancea doce veces la
campana del campanario, que esparce
Entonces l a lluvia, cayendo en grue- en el aire sus doce sonoras vibraciones...
sas gotas, bate los vidrios frágiles y fríos; después vuelven á reinar la oscuridad y
el viento silba en las hendiduras de las el silencio... Oid!... ¿Quién lanza esos
bóvedas y en los huecos de las campa- clamores? Quién vierte esas claridades?
TOMO V . 13
98 OBRAS D E VICTOR HUGO,
Dios! Las bóvedas, las torres, las puer- Y los pasos de los del corro, conmo-
tas destacadas, parecen envueltas en lar- viendo los arcos colosales, extremecen á
ga red de fuego, y se oye el agua bendita os muertos que están extendidos debajo
hervir en su recipiente de granito. ¡A de las losas del pavimento de la iglesia.
los santos patronos recomendemos nues-
tras almas! Por todas partes, entr§ rayos
azules y entre llamas rojas, lanzando "Venid á nuestro cónclave, enanos con
gritos, cantos, suspiros ó ladridos, apa- DÍÓS de cabra, goulas, en cuyos labios
recen en el agua, en el monte ó en el j a m á s se seca la sangre negra de los
bosque larvas, dragones, vampiros, gno- muertos; acudid, mujeres infernales, mon-
mos, brujas escapadas de los sepulcros dadas en vuestras yeguas, libres y sin
desiertos, volando y silbando en el aire; freno.,.
nigromantes, con tiaras místicas, en las
que brillan llameantes palabras cabalís-
ticas; demonios graves y duendes astu- Y los pasos de los del corro, conmo-
tos, que por los techos rotos, por los pór- viendo los arcos colosales, extremecen á
ticos desportillados y por los cristales los muertos que están extendidos debajo
destruidos entran en el antiguo claustro, de las losas del pavimento de la iglesia.
en tropel y en torbellino. De pió en me-
dio de ellos, su príncipe Lucifer tapa su
"Judíos, zíngaros, bohemios, que estáis
frente de toro con una m i t r a de hierro;
malditos de Dios y cargados de anate-
cubre la casulla sus alas diáfanas, y so-
mas; duendes, azulados espectros, que os
bre el latar arruinado posa los pies pro-
fanos. Oh terror! Empiezan á cantar escapáis por la noche, subiéndoos sobre
en el mismo sitio en que vela incesante- el friso de a l g ú n muro destrozado, venid
mente el ojo eterno de Dios. Se cogen arrastrándoos ó volando.,,
unos de las manos de otros, y de repente,
el corro inmenso, como sombrío h u r a c á n , Y los pasos de los del corro, conmo-
empieza á dar vueltas. Para la vista viendo los arcos colosales, extremecen á
que consiga abarcar el corro, cada re los muertos que e s t á n extendidos debajo
pugnante invitado aparece por turno, de las losas del pavimento de la iglesia.
como si el infierno hiciese de noche dar
vueltas á su zodíaco, lleno de signos
fúnebres. M á s que pasan, vuelan, i m p u l " Y en estos momentos los venerables
sados por l a velocidad impresa al cor magos que quemen en la orgía su barba
ro. S a t a n á s les dirige, y el ruido de sus roja de sangre que humea; que cada
pasos conmueve los arcos colosales, y cual arroje al fuego una presa, y con sus
extremece á los muertos que están ex- dientes pulverice un hueso descarnado. „
tendidos debajo de las losas del pavimen-
to de la iglesia.
Y los pasos de los del corro, conmo-
viendo los arcos colosales, extremecen á
"Confundámonos unos con otros, los muertos que están extendidos debajo
mientras l a m u l t i t u d rueda alrededor de de las losas del pavimento de la iglesia.
S a t a n á s , éste huella, mofándose, el altar
y l a cruz. L a hora es solemne, y la llama "Mofándose de aquel sagrado lugar,
eterna que sale de sus alas se parece á la con voz audaz parodia S a t a n á s algunos
p ú r p u r a de los reyes.„^—Y los pasos de versículos de San Mateo, y mientras, en
los del corro, conmoviendo los arcos co la capilla un demonio deletrea la Biblia
lósales, extremecen á los muertos que santa.,.
están extendidos debajo de las losas del
pavimento de la iglesia.
Y los pasos de los del corro, conmo-
viendo los arcos colosales, extremecen á
"Nuestro es el triunfo! Venid, hermanas los muertos que están extendidos debajo
y hermanos, de cien regiones diferentes de las losas del pavimento de la iglesia.
de los sitios fúnebres, de los antros pro
fundos. E l infierno os escolta, venid en
tropel en carros que vuelen en alas de "He a q u í la señal!—Ya el infierno nos
los grifos.,, reclama, y ojalá en todos los corazones
de los mortales no brille nunca otra luz
ODAS Y B A L A D A S . 99
que la de su fanal sombrío, y pueda madre llorando al lado de t u cuna, que
nuestro corro, en la oscuridad profunda, está tibia todavía.
encerrar á todo el mundo en su círculo
infernal.,,
Soy l a m á s hermosa de las Peris; mis
hermanas reinan en el punto donde nace
El alba p á l i d a blanquea las colosales la luz del dia, y yo brillo entre ellas,
arcadas, y huye en tropel el enjambre de como brilla entre las ñores la flor que
demonios dispersados; los muertos vuel- el amante arranca pensando en el objeto
ven á dormirse bajo las losas del pavi- de su amor.
mento de la iglesia, y en sus polvorosas
cabeceras descansan las heladas frentes.
Octubre 1825. Ciñe m i frente u n turbante de seda,
mis brazos están cubiertos de rubíes, y
cuando tiendo m i vuelo, en mis alas de
p ú r p u r a resplandecen ojos luminosos
BALADA DÉCIMA-QUINTA. que arrojan llamas.
LA PERI.
P o d r á s jugar todo el dia en mis her-
mosos jardines, que producen manzanas Impero en la región brillante del
de oro, y en m i riente morada verás á t u Oriente, en la esfera donde el sol es m á s
loa' OBRAS D E VICTOR HUGO.
Todos los dones celestes han favorecido A p a r t a r é las ramas del p l á t a n o , que
l a zona oriental. E n los d e m á s climas, ocultan á la sultana que está tomando
al lado de los frutos sabrosos crecen los el baño, para que t ú la veas; ven, t r a n -
frutos amargos; pero Dios tuvo predi- quilizaremos á la t í m i d a virgen, que
lección por el Asia y la concedió m á s abre su puerta de noche para oir si el
flores á sus jardines, m á s estrellas á sus viento le trae la voz que ella prefiere al
horizontes, m á s perlas á sus mares. canto del bengalí.
M i reino se extiende desde esas cata- E l Oriente fué en otro tiempo el pa-
cumbas que parecen m o n t a ñ a s y que raíso del mundo. Eterna primavera le
solo son sepulcros, hasta el muro que inunda de rosas y su vasto hemisferio es
ataca y sitia en vano el tártaro, y que un perpetuo jardin. Grata alegría nos
cual baluarte m á g i c o preserva en el sonríe sin cesar; ven, sigue m i camino;
universo un mundo aparte. ¿qué te importa el cielo si yo te ofrezco
un edén?
Poseo vastas ciudades que se admiran LA HADA.
en todo el mundo; Labor, dormida en su
florida vega; Grolconda, Cachemira, la M i p á t r i a feliz es el Occidente nebulo-
guerrera Damasco, la real Ispahan, Bag- so; allí, cambiando en el aire su forma
dad, que sus murallas cubren como una vaporosa, huye la blanca nube, y de le-
armadura; Alepo, cuyo inmenso murmu- jos muchas veces, el mortal solitario que
llo cree el pastor que es el lejano ruido radiante ó sombrío s u e ñ a ó suspira, sen-
del mar. tado y estático la contempla.
De la morisca Alhambra poseo los ar- Nosotras somos las que, visitando las
tísticos pórticos, y la gruta encantada, iglesias góticas, abrimos sus sonoras na-
cuyos pilares de basalto b a ñ a el mar del ves al murmullo de las brisas; cuando la
Norte; ayudo al pescador á levantar su luna platea las ramas del álamo, el pas-
cabana entre las brumas humeantes y tor vé en el aire, entonando cantos mís-
sobre los extinguidos palacios de F i n g a l . ticos, loquear nuestros coros fantásticos
alrededor del campanario de su aldea.
Alumbrando las noches con e n g a ñ o s a
aurora, muchas veces obedeciéndome, Encantadora región es el Occidente;
rojo meteoro dora el espacio con luz ven á ella conmigo; estás aun muy lejos
mágica; y el cazador, de pió sobre alta del cielo, y tus alas son débiles todavía;
roca, se figura que un ardiente cometa en nuestro imperio te olvidarás del viaje
sumerge sus llamas en los mares. que proyectas, porque tienen atractivos
en él los sitios m á s salvajes, y el extran-
Ven conmigo, hermoso n i ñ o , y yo, con jero dice que son nuestras playas m á s
mis hermanas, llenaremos de fuegos fá- hermosas que el pais natal.
tuos las antiguas abadías; te seguirán
mis enanos y mis gigantes; sonarás en IV.
los bosques t u cuerno de caza, y g u i a r á s
las invisibles j a u r í a s que cazan de noche E l niño vacilaba, y ya menos rebelde
en nuestros bosques. oia de los espíritus el llamamiento falaz;
¡el mundo que dejaba le parecía tan her-
moso!... De repente desapareció á su vis-
Verás á los barones, en sus castillos ta... habia entrevisto el cielo.
feudales, desatar las sandalias del pobre Julio 1824.
E n vano los sacerdotes sacan de los al- Todo lo arrasó el incendio; en sus tor-
tares las i m á g e n e s de los dioses; en vano bellinos de humo desaparecieron los
el rey inclina su t ú n i c a blanca sobre el hombres, las ciudades, las espigas y los
azufre azul encendido, porque el hirvien- árboles; Dios q u e m ó aquellos campos.
te raudal, sin hacerle caso, arrastra el Todo quedó destruido, y el viento que
templo tras sí. hizo soplar aquella noche desconocido
poder, cambió la forma de las mon-
E l gran sacerdote llega á las orillas t a ñ a s ,
de aquel lago de fuego, del que todos
huyen; pero en vano: de repente su tiara XI.
se enciende como u n faro, y pálido, asus-
tado, al i r á arrancársela con l a mano, Hoy, la palmera que crece sobre aque-
arde ésta y perece con él. llas rocas vé amarillear sus hojas y se-
carse su tronco cuando sopla el aire em-
bravecido que l a abrasa. No existen ya
A las puertas de la ciudad todo el Sodoma n i Gromorra, y como espejo del
pueblo se lanza en tropel; pero por todas pasado, sobre sus apagadas ruinas se
partes lo ciega las llamas y su círculo; extiende una laguna helada que humea
de las dos ciudades muertas impide que como una fragua.
el pueblo salve el recinto, y la m u l t i t u d Octubre 1828.
maldita, aterrorizada, cree ver que se
desploma sobre ella un infierno desde el
cielo.
II.
IX. Canaris.
Esas cabezas lívidas, con los ojos apa- „ H e r m a n o s , si regreso después de ha-
gados y con los cabellos negros, alinea- ber salvado á Mlssolonghi, edificad una
das, coronaban las almenas y las terra- nueva iglesia á Jesucristo; si muero en
zas, llenas de rosas y de jazmines; y la el combate, si derramo la poca sangre
luna, el astro de los muertos, amiga y que me falta derramar, llevad m i cadá-
consoladora, derramaba su dulce pali- ver á un pais libre para que repose en él
dez s ó b r e l a palidez sangrienta de aque- •y cavad m i fosa cara al sol.
llos despojos humanos.
Las velaban e s t ú p i d a m e n t e los silen- „Oh cielos! oh dolor! Cae una bomba
ciosos centinelas, t a n inmóviles como y de m i ágil esquife rompe el puente frá-
ellas: de repente las tres cabezas habla- g i l al caer; estalla el barco y se abre; mis
ron, y sus voces, parecidas á los cantos gritos de socorro los apaga el rumor de
que oimos soñando, eran semejantes al las olas... Adiós! v á á servirme de mor-
m u r m u l l o confuso de las olas que se taja el alga verde y voy á encontrar m i
duermen j u n t o á las playas y a l del lecho mortuorio en la arena del fondo
viento que se duerme en los bosques. del mar.
m,
„Pero no... me despierto al fin... ¡Qué
LA PRIMERA voz. misterio, q u é sueño espantoso es este!...
M i mano busca i n ú t i l m e n t e l a cimitar-
"Dónde estoy?... M i brulote! ¡Exten- ra... ¿Qué es ese sombrío espantajo que
ded l a vela! E m p u ñ a d los remos! Her- veo cerca de mí?... ¿Qué son esos coros
manos, Missolonghi en peligro reclama que oigo de lejos... q u é son esos cantos
nuestro socorro; los turcos asaltan sus que entonan voces de mujeres?... ¿Estoy
fortalezas; desviemos de ellas sus baje en el cielo?... No, que veo sangre!...
les, y que sirva m i antorcha ¡oh capita G-ran Dios! esto es el serrallo!,,
nes! de faro para vosotros y de rayo para
ellos. IV.
LÁ SEGUNDA VOZ.
;,Partamos! ¡Adiós, alto promontorio de
Corinto, mares en los que cada roca lleva
'^No te e n g a ñ a s , Canaris; lo que ves es
u n nombre victorioso, escollos del archi-
el serrallo; te lo atestigua m i cabeza, que
piélago, sembrados por todas partes; her-
me arrancaron en l a fosa para que sir-
mosas islas, predilectas del cielo y de la
viese de adorno á esta fiesta. Los turcos
f)rimaveraJ que de dia parecéis canasti
las de flores y de noche vasos perfuma
dos!...
me han perseguido hasta dentro de la
tumba y se han apoderado de mis des-
pojos mortales; esto es todo lo que de
Botzaris, los gusanos del sepulcro han
dejado a l s u l t á n .
„¡ Adiós, Hidra, querida pátria, nueva
Esparta! L a libertad de que gozas se re-
vela en tus cantos; adiós; profeso gran „ E s c ú c h a m e : dormía en m i lecho
cariño á t u isla, en la que se funda nues- mortuorio, cuando me despertó el grito
tra esperanza; á tus céspedes que acari- de: Missolonghi sucumbe. Me incorporó en
cian las olas, á tus escollos que alum- la fosa y oí los sordos estampidos de los
bran los r e l á m p a g o s y que amenaza el cañones, el clamor de la batalla, choques
mar. funestos y ruido apresurado de pasos.
LAS ORIENTALES. 115
„Oí que la lucha ocupaba todo el á m - bre vivo en estas horribles guaridas, que
bito de la ciudad; oí que me decian: enseña nuestras cabezas á los asustados
"Sombra de Botzaris, defiende de las pueblos; porque los otros testigos de es-
furiosas hordas á los infortunados grie- tas fiestas crueles, que son los eunu-
gos,,; y yo, rabioso, peleando con la os- cos, esos taciturnos homicidas, están tan
curidad, acabó de romper en los m á r m o - muertos como nosotros.
les fúnebres mis descarnados huesos.
;;Quó gritos son esos?... Es la hora en
„De repente, como un volcan, el suelo que el s u l t á n , para saciar sus infames
se incendia y ruge...; después todo que- placeres, reclama á nuestras mujeres, á
da en silencio... y mis ojos, abiertos á la nuestras hijas y á nuestras hermanas;
luz de otro mundo, vieron lo que no flores que m a r c h i t a r á su inhumano so-
pueden ver los ojos terrenales: del fon- plo. E l tigre imperial, rugiendo de ale-
do de las llamas escaparse de la tierra g r í a , cuenta todas sus presas; esta noche
torbellinos de almas, que caian en el las vírgenes y m a ñ a n a nuestras cabe-
abismo ó se volaban al cielo. zas.;,
V.
„Vencedores los musulmanes, escarba-
ron m i fosa, me cortaron l a cabeza, pro- LA TERCERA VOZ.
fanándola lo mismo que las vuestras, y
las metieron en los sacos tártaros; m i " E l obispo José, hermanos, os saluda.
cuerpo decapitado se extremeció de ale- Missolonghi ya no existe. Resuelta á
gría, porque me pareció que entonces morir, h u y ó del gusano roedor del hom-
moria por segunda vez defendiendo la bre, y formidable víctima, envolviendo á
cruz y á Grecia. los turcos en su desgracia suprema, en-
cendió ella misma las llamas de su ven-
„Hoy termina nuestro destino en el gadora hoguera.
mundo. Estambul es una v i l esclava,
que por contemplar la siega que acaba ;;A1 ver hambrienta l a ciudad durante
de hacer la espada, se envilece desde el veinte dias, me dirigí á ella, diciéndola*.'—
Yanar hasta las Siete-Torres; y con nues- "Pueblo, ejército, hagamos el último sa-
tras cabezas, expuestas á l a mofa pública crificio y despidámonos para siempre; re-
en el impuro serrallo, el infame s u l t á n cibid de mis manos en el altar el ú l t i m o
invita á un banquete á los buitres. alimento que nos queda, el pan celestial,
que alimenta al alma y la transforma en
Dios,'3V
;,Aquí están todos nuestros héroes:
Costas, el palicaro; Cristo, del monte
Olimpo; Helias, de los manes de Icaro; „Celebró universal c o m u n i ó n , en la
Kitzos, que apasionaba á Byron, el poe- que inmóviles moribundos querían reci-
ta inmortal, y Mayer, hijo de las monta- bir la hostia, y lo mismo que los solda-
ñas, nuestro amigo y nuestro émulo, que dos desfallecidos, las mujeres, los ancia-
devolvió á los hijos de Thrasybulo la fle- nos y las doncellas, y en el seno marchito
cha de Q-uillermo T e l l . de las madres mutiladas los niños ma-
mando sangre.
„Esos otros muertos desconocidos, que
entre nuestras cabezas alineadas confun- „Llegó l a noche, y salieron de allí;
den sus frentes viles con las frentes he- pero los turcos en las tinieblas sitiaron
róicas, son hijos malditos de Eblis y de en seguida nuestros muertos y nues-
S a t a n á s , oscuro r e b a ñ o de turcos, m u l - tros escombros; llegaron hasta la iglesia,
t i t u d supeditada al sable, esclavos á los y sobre las ruinas del altar que fué su
que se arranca la vida cuando falta una ú l t i m a conquista, un sable hizo rodar
cabeza para completar la cuenta del m i cabeza... ignoro q u é mano me hirió...
sultán. yo estaba rezando.
ííavarino.
Era demasiado hermosa la pobre Gre-
cia para ser enterrada tan pronto. Cada
visir le arrancaba u n sagrado fragmen-
to. Donde la fábula hizo vivir á sus ba-
cantes, donde el amor hizo sonar sus
Llora, Canaris, llora! Ciento veinte serenatas, se oia el estampido de los ca-
bajeles, toda una armada... ¿Dónde esta ñones, zapando los templos del verdade-
bas tú, rey de los mares? ¿ H a podido su ro Dios, y el firmamento de esa tierra
cumbir el otomano sin combatirle tú? predilecta solo se cubria con las nubes de
L l o r a como Crillon cuando no le deja- humo que se escapaban de sus ciudades
ban combatir. T u mano hizo falta en el que estaban combatiendo.
incendio.
Desperta, ferro!
„ T u s dioses t a m b i é n se van. Muros de GRITO DE GUERRA DE LOS
la antigua Grecia, esqueletos de sus ciu ALMOGÁVARES.
dades mutiladas, os convertís en armas
en manos de los infieles; para batir á sus
bajeles desde lo alto de los Dardanelos Guerreros, á la pelea! Mahoma! ¡Maho-
120 OBRAS D E VICTOR HUGO.
ma! ¡Los perros cristianos muerden los que le hacen rejuvenecer? S e g ú n la pre-
piés del león que dorona,y orgullosos le- dicción de alguna gitana, ¿ha visto apare-
vantan la cabeza; creyentes del Profeta cérsele una serpiente de cascabel?
divino, aplastad á e s o s soldados vacilan-
tes que se embriagan, á esos hombres que
no tienen m á s que una mujer! —Qué tiene el sultán? se preguntaban
las sultanas. ¿Ha sorprendido bajo los
plátanos á su hijo platicando con su her-
Muera la raza franca y sus detestables mosa favorita de labios de coral? ¿Le
reyes. Spahis (1), timariots (2), lanzaos han puesto en el agua del b a ñ o alguna
contra ellos y arrojad en la sangrienta esencia grosera? ¿Al vaciar el saco a l g ú n
batalla los sables, los turbantes y vues- fellah ( l ) ha faltado alguna cabeza de
tras yeguas de largas crines. las que se hablan de exponer en el ser-
rallo?
Que Otman, hijo de Ortogrul, viva en
cada uno de vosotros; mostrad que sois —Qué tiene nuestro señor? decian i n -
dignos herederos de su valor y su coraje: quietas las esclavas.—Todos se equivo-
volad, volad, capitanes; vamos á tomar caban. E l sultán, melancólico, sentado
l a ciudad de las c ú p u l a s de oro, vamos ¡como el guerrero que devora una afrenta,
á apoderarnos de Letiniah, que en su len- ' encorvado como el anciano bajo el peso
guaje impuro los bárbaros llaman A t e - de los años, estaba ya tres noches y tres
nas. dias con la cabeza apoyada entre las
Noviembre 1827. manos.
VIII. I X .
TOMO V. 16
122 OBRAS D E VICTOR HUGO.
L a sultana favorita.
Reinas en Smirna, cuyas casas nue-
Pérfida como la ola. vas blanquean las olas; en el Q-anges,
SHAKESPEARE. que tanto temen las viudas; en el Da-
nubio, que por medio de cinco rios se
precipita en el mar.
¿No despobló ya bastante por tí, her
mosa j u d í a , m i riquísimo serrallo? Con-'
siente que las mujeres que quedan vi- Dime, ¿estás celosa de las hijas de Gre-
van. ¿Cada vez que te abanicas ha de cia, ó de las pálidas azucenas de Damen-
caer cortada una cabeza? icur, ó de las miradas ardientes de l a
negra, que salta como una tigre rugien-
do de amor?
No tengas celos, sultana, y perdona á
mis cautivas, ya que te elevó á princesa
y á favorita; no me arranques cada no No me atraen, adorada j u d í a , n i el
che una sentencia de muerte. seno de ébano, n i la frente de marfil; t ú
no eres blanca n i cobriza, pero ha dora-
do t u faz u n rayo del sol.
Cuando te domina esa idea, estás m á s
tierna en mis brazos, y cuando me pides
que sea cruel, tus besos son m á s cari- No hagas que l a tempestad destruya
ñosos. á esas pobres flores; goza en paz de t u
conquista, y no exijas que cada una de
tus l á g r i m a s haga rodar una cabeza.
Celosa entre las celosas! ¡ T a n hermosa
y tan cruel! Perdona á mis odaliscas.
¿Por quó las flores del j a r d í n han de mo- No pienses m á s que en los p l á t a n o s de
rir á la sombra del rosal?... tus jardines, en t u b a ñ o que perfuman
el á m b a r y el nardo, en el golfo donde
se deslizan tus esquifes... el s u l t á n nece-
No soy tuyo? ¿Quó te importa, míen sita tener sultanas y el p u ñ a l necesita
tras me duermo en tus brazos, que cien tener perlas.
mujeres llenas de amoroso fuego, á la 22 Octubre 1828.
puerta se consuman suspirando inútil
mente?...
X I I I .
pies de sus arnautes (1). Todo el pueblo sacerdote le acababa de decir, inclinó
decia: "Alá!,, De repente un derviche, uego la frente pensativa, y sonriéndose,
debilitado por su larga edad, abriéndose entregó su pelliza al anciano.
paso entre la m u l t i t u d y tomando el ca- 8 Noviembre 1828.
ballo por la brida, así le habló en voz
alta:
X I V .
"Alí-Tepeline, luz de l a luz, que te E l castillo.
sientas en las primeras gradas del diván,
cuya r e p u t a c i ó n aumenta cada dia; es-
cúchame, visir de innumerables guerre- ¿ E n q u é piensan esas olas cuyos mur-
ros, sombra protectora del trono, que es mullos besan los flancos de ese peñasco,
sombra protectora de Dios; eres u n perro Drillantes como una armadura? ¿No han
y u n maldito. visto en su propio espejo que esa roca,
cuyo pié desgarra sus e n t r a ñ a s , sustenta
„ T e alumbra, sin t ú saberlo, una an una fortaleza, ceñida de murallas, que
torcha sepulcral. Como de vaso demasia- rodea su frente como un turbante?
do lleno, se derrama t u cólera sobre un
pueblo que tiembla; brillas en su frente Por q u é allí están las olas tranquilas?
como la hoz en l a yerba, y sirven de ci Dará quién reservan su cólera? Mar en-
miento á t u soberbio palacio sus huesos bravecido, e n c a r n í z a t e contra ese monu-
triturados en su sangre. mento secular; deja en paz á los pobres
marineros; roe ese peñasco; que se con-
mueva, que se incline y que caiga y
„Pero se acerca t u ú l t i m a hora. Es in- hunda la fortaleza en el abismo de las
dispensable que Janina, que v á á sucum- olas.
bir, se hunda ante t í y te abra el sepul
ero. Dios te reserva una argolla de
hierro en el árbol del segjin (2), cargado D i me, ¿cuánto tiempo necesitas para
de almas impías, en cuyas ramas negras derribar ese peñasco con su cindadela?...
se extremecen acurrucadas en la p r o í u n U n dia, u n año, u n siglo?... Precipita
didad del séptimo infierno. contra el nido del criminal t u oleaje f u -
rioso. ¿Qué te importa el tiempo ¡oh mar!
si eres inagotable? Para tí u n siglo es lo
„ T u alma i r á allí desnuda; en el libro mismo que una ola.
de tus crímenes un espíritu infernal te
leerá los nombres de tus víctimas; y ve
ras á t u alrededor sus espectros, man T r á g a t e ese escollo; bórralo, y sobre él
chados con la sangre, que ya no corre que corran las olas sin cesar; que acosta-
por sus venas, y aterrorizado balbucea do en t u seno profundo, duerma allí
r á s inútiles escusas. eterno sueño; que no se conozca ya que
fué una fortaleza; que cada ola arranque
una piedra de sus torres.
„Morirás, sin que tus fortalezas ó tus
flotas puedan evitar t u derrota, n i con
sus remos, n i con sus cañones; aunque e A s í desaparecerá del mundo, y éste
mismo A l í - P a c h á , como el j u d í o i n m u n respirará cuando no vea la torre de Alí-
do, para e n g a ñ a r al espíritu inferna P a c h á de Epiro; y cuando u n dia, cos-
que le espera fuera del mundo, al morir teando las playas que A l í profanó, el
cambiase de nombre.,, marinero de Cos, en la mar alborotada,
vea un gran torbellino, cuyo centro se
ahonde, pueda decir á los pasajeros cons-
Alí, debajo de la pelliza llevaba l a c i - ternados: " A q u í estaba.,,
mitarra, tres pistolas de arzón y un pu- 26 Noviembre 1828.
ñal; escuchó tranquilamente lo que el
Me entusiasma, si es vencedor, que (í) Sacerdotes de la religión musulmana que prestan stis
tenga su hermosa esclava de brillantes servicios en las mezquitas.—(N* del T.)
126 OBRAS D E VICTOR HUGO.
R e u n i é n d o s e ya en bandadas, y pa-
sando el pico por entre las alas negras,
X V I . legan desde el fondo de los bosques y
desde lo alto de las m o n t a ñ a s , y se pre-
L a batalla perdida. cipitan á roer los cadáveres; y el ejército
que ayer fué temerario y temible, no
Sur la plus haute colline puede ahora n i asustar á las á g u i l a s n i
II monte, et, sa javeline hacer huir á los cuervos.
SoQtenant ses menibres lourds,
II volt son armee en fuite
Et de sa tente détruite
Pendre en lambeaux le velours. „ C r u e l m e n t e he sido castigado! ¡Alá
E . DESCHAMPS.
no quiso que cayese al suelo cortada m i
cabeza altiva envuelta en el turbante
verde! Ayer fui poderoso; ayer tres ofi-
"¿Quién me devolverá, poderoso A l á , ciales, con orgullo me presentaban en
m i formidable ejército, mis emires, m i el umbral de m i dorada tienda tres pe-
brava caballería, m i tienda y el extenso nachos cogidos al enemigo, y que ellos
campamento, que iluminaba la noche llevaban sobre la silla atigrada de sus
con tantas hogueras, que parecía que el corceles.
cielo dejaba llover estrellas sobre la co-
l i n a sombría!...
„ A y e r , cien tambores redoblaban
cuando yo pasaba; cuarenta jefes me
„¿Quién me devolverá á mis beyes de obedecían y estaban pendientes de m i
flotantes pellizas, mis salvajes timariots, voluntad, y disponía de irresistibles ca-
mis khans de vistosos uniformes, mis ñones, que se m o v í a n sobre cuatro ruedas
rápidos sphais y mis alados beduinos, y que manejaban cañoneros ingleses.
que venian de las pirámides, que se reian
cuando asustaban á los tímidos labra
dores, y que m e t í a n sus caballos por en „Ayer poseía castillos, fuertes y her-
tre los campos de maiz? mosas ciudades, millares de griegos que
vendía á los serviles judíos; era dueño de
grandes harenes y de grandes arsenales,
„Todos aquellos corceles de ojos Ha y hoy tengo que huir despojado de todo,
meantes, de piernas ligeras que se lanza vencido y desterrado. Nada me resta de
ban á los trigos como voladoras langostas, mi imperio. ¡Ya no conservo n i una tor-
no los veré ya; todos han muerto; la re almenada!
sangre corre y ennegrece sus ancas con
manchas rojas, y á su lado están t e n d í
dos sus ginetes intrépidos, que ayer dor „¡Tengo que huir, yo, que soy pachá,
mian á su sombra en pleno medio dia. yo, que soy visir de tres colas! ¡Tengo
que abandonar furtivamente este vasto
horizonte, tengo que trasponer esas coli-
„¿Quién me devolverá, poderoso A l á
nas azules, con la vista baja y receloso,
m i temible ejército; m i ejército, que ha
como l a d r ó n sorprendido en la oscuridad,
quedado sembrado por todos los campos,
que cree a l huir ver que tienden hácia él
como las monedas de oro que el pródigo
los brazos de horcas fúnebres todos los
desparrama? ¡ Y a no volveré á ver caba-
árboles del camino!,,
llos n i caballeros, árabes y t á r t a r o s , n i
sus turbantes, n i sus galopes, n i sus ban-
deras, n i oiré sus bélicas sonatas!
Así habló Reschid el dia de su derrota.
E n aquella batalla tuvimos m i l griegos
„Lo que ayer era un ejército, ahora no muertos; pero el visir h u y ó del sangrien-
es m á s que una sombra. Se batieron to campamento, solo y pensativo, enju-
como bravos desde el amanecer hasta gando su roja cimitarra; dos caballos
ponerse el sol; llegó la noche y los cu- cerca de él pateaban en el suelo, y sobre
brió con los fúnebres sudarios; los bravos sus flancos sonaban los estribos vacíos.
dejaron de existir. Ahora que descan- Mayo 1828.
san, v e n d r á n á apoderarse de ellos los
cuervos.
LAS ORIENTALES. 127
de una fuente, que está llena de agua
del Iliso: sobre el transparente espejo
X V I I . ondulante se reflejan el frágil y colgan-
te lecho y la hermosísima Sara, que se
El niño. inclina hacia el agua para verse retrata-
da en ella. Cada vez que á flor del agua
Horror! horror! horror! se acerca columpiándose, se ven del lí-
SHAKESPEARE.
quido, que se agita, salir r á p i d a m e n t e
sus blancos pies y su diáfano cuello.
Bate con piés tímidos las olas, en las que
Los turcos han pasado por allí; todo tiembla el movedizo cuadro, y jugueto-
lo convirtieron en ruinas. Ohio, la isla na y loqueando, se rie de la frescura del
de los vinos, solo es ya un sombrío esco- agua.
llo; la famosa isla que sombreaban gran-
des árboles, que reflejaba en las olas sus
espesos bosques, sus palacios y sus co- Permanece escondido a q u í conmigo,
linas. y verás dentro de poco, con miradas ar-
dientes, q u é hechicera sale del baño des-
nuda y sobre el pecho cruzadas las dos
Todo está allí desierto; pero no, j u n t o
manos. Porque es u n astro que b r i l l a la
á sus muros ennegrecidos, un n i ñ o de
jóven cuando sale del b a ñ o á la luz del
ojos azules, u n niño griego, sentado, i n -
clinaba la cabeza. Abandonado allí, se dia, mirando si alguno la v é , y se extre-
apoyaba en una blanca espina egipcia mece mojada al menor soplo del aire:
en flor, olvidada, como él, en la pasada oculta bajo u n árbol frondoso, espiando
destrucción. si oye el menor ruido, se ruboriza; si la
rozan las alas de una mosca, se queda
roja, como una granada en flor. Vemos
Pobre niño, que estás sobre las rocas entonces en ella todo lo que nos ocultan
con los pies desnudos; para secar las lá- el velo ó el vestido; sus ojos azules se i n -
grimas de tus ojos azules, como el cielo flaman, y su mirada, que nadie observa,
y como las olas, para secar el llanto y es como la estrella que b r i l l a en un cielo
que brille en ellos la alegría, que te azul. E l agua, que eujuga, corre por su
haga erguir la frente, q u é deseas? ¿Qué cuerpo como la l l u v i a por un á l a m o , co-
será preciso darte para volver á peinar mo si gota á gota cayesen todas las per-
los cabellos esparcidos por t u espalda, las de su collar. Pero la indolente Sa-
que e n m a r a ñ a d o s en t u hermosa frente ra, perezosa, no se apresura á salir del
parece que lloren como las ramas del baño, y mientras se balancea, m u r m u r a
sauce?... estas palabras en voz baja:
"Si fuese la sultana favorita, t o m a r í a
baños de á m b a r en una pila de m á r m o l
¿Quieres que te dé, para ver si consi
amarillo, cerca de u n trono y entre dos
go que te sonrías, un pájaro de pinta-
grifos dorados; t e n d r í a hamaca de seda,
das plumas y de armonioso canto? ¿Qué
que se plega bajo el cuerpo que está pró-
es lo que deseas? ¿ U n a flor perfumada,
ximo á desfallecer; poseería la muelle
una sabrosa fruta ó un pájaro maravi-
otomana, que exhala el aroma delicioso
lloso?—Amigo mió, me contestó el niño
que incita al amor. Desnuda podría lo-
griego, deseo que me des pólvora y
quear en el arroyuelo del j a r d í n , sin te-
balas.
mer que en la oscuridad del bosque
Junio 1828.
sombrío ojos encendidos me mirasen;
porque arriesgaría l a cabeza el que se
atreviera á mirarme estando así, porque
X V I I I . se encontraría con el sable desnudo de
mis guardianes y de mis eunucos. Po-
S a r a en el b a ñ o . dría, sin que nadie me estorbara, dejar
sobre las losas de m á r m o l arrastrar mis
Le soleil et les vents, dans ees bocages sombres, largas vestiduras y mis sandalias reca-
Des feuilles sur son front faisaient flotter les ombres
ALFREDO DE VIGNY. madas de oro y bordadas de rubíes.,,
cióndose y olvidando que iba á extin- paso ligero, llevando en la cabeza un ca-
guirse la ú l t i m a luz de la tarde. Sus nastillo de flores, hermosa se nos apare-
blancos pies juegan con el agua que ce, viendo caer desde su cabeza sus l i n -
hacen saltar sobre el florido césped, y que dos y redondos brazos, creemos ver desde
moja su camisa plegada, que se balancea lejos una de esas ánforas con asas de
en las ramas de un arbusto. Entre tanto alabastro, que se conservan en los des-
toman el camino de la c a m p i ñ a sus jóve- lomados templos.
nes compañeras y alegres se pierden en
él, cogidas de las manos. Cada una que
pasa cerca de Sara, cantando, encierra L á z z a r a es jóven y juguetona y cami-
este reproche en su canto:—'^Tendrá que na cantando; persigue descalza cerca del
pagar su pereza la jóven que se viste t a n ago, de matorral en matorral, á los in-
tarde en un dia de siega.,, sectos de leves alas; se repliega las fal-
Julio 1828. das y pasa los arroyos; anda, corre, se
pára y vuela, y los pájaros, por sus piés
c a m b i a r í a n sus alas.
X I X .
Por l a tarde, cuando v á á acudir a l
Espera. Daile, á la hora en que se oyen entrar en
el redil las campanillas del ganado, sin
censar en q u é adornos convienen á su
Sube, ardilla, sube á esa gigante enci- lermosura, llega á la pradera, y la flor
na, cuya copa se pierde en las nubes y que prende en sus trenzas nos parece
se dobla y tiembla como u n junco; c i siempre la m á s linda.
g ü e ñ a , que te refugias en las antiguas
torres, vuela revoloteando desde la igle
sia á l a cindadela, desde el campanario E l anciano O mar, viejo p a c h á de Ne-
hasta el torreón. groponto, d a r í a por ella sus navios de
tres puentes, con sus mortíferos cañones;
los arneses de sus caballos, los vellones
A g u i l a salvaje, eleva t u raudo vuelo de sus ovejas, su turbante de seda rojo
hasta el centenario monte que blanquea y sus trajes llenos de piedras preciosas.
un invierno eterno; y t ú , á quien j a m á s
el alba encontró dormida, viva alondra,
vuela tan alto que yo te pierda de vista D a r í a ese pachá por L á z z a r a sus ricas
pistolas, sus damasquinas dagas con pu-
ño de plata, su corva cimitarra y la
Volad y decidme, desde lo alto del á r gran piel de tigre, sobre l a que pende su
bol, desde las flechas del castillo, desde carcaj de oro, erizado de flechas tár-
la cumbre de l a m o n t a ñ a , desde lo m á s taras.
elevado de la atmósfera: ¿habéis visto
flotar una pluma en el espacio, y correr
un caballo humeante, trayendo por g i D a r í a de sus corceles las ricas m a n t i -
nete al dueño de m i albedrío?... llas y los largos estribos; el tesoro d e s ú s
Junio 1828. arcas y al tesorero; daria por L á z z a r a
sus trescientas concubinas, sus amaes-
trados perros de caza y sus albaneses,
tostados por el sol.
X X .
Deseo.
X X I I .
Ainsi qu' on choisit une rose
Dans les guirnaldes de Sarons, L a ciudad tomada.
Choisissez une vierge éclose
Parmi les lis de vos vallons.
LAMARTINE.
Por t u mandato ¡oh rey! el incendio
brilla y devora; rugiendo, ahoga las la-
Si yo fuese la hoja que juega con las mentaciones de t u pueblo, y enrojecien-
alas inconstantes del viento, que flota do la ciudad como una sombría aurora,
sobre el agua fugitiva y que seguimos parece que al extenderse dance sobre las
con la vista pensativos, me entregarla, ruinas.
desprendiéndome de la rama, al céfiro
que sopla al nacer la aurora, al arroyo
que viene del Poniente. L a muerte impera como u n gigante
de m i l brazos; los palacios encendidos
se convierten en sepulcros; padres, espo-
Más a l l á del rio que muge, m á s allá sos y mujeres sucumben al filo de las es-
de los bosques seculares, m á s a l l á del padas, y los cuervos se r e ú n e n en los al-
precipicio profundo, correrla sin parar. rededores de la ciudad.
Más a l l á del antro de l a loba, m á s a l l á
de l a llanura, en que campean tres pal-
meras y una fuente; m á s a l l á de las ro-
Las madres se extremecen; las don-
cas escarpadas, por las que el agua cae
cellas, palpitantes, lloran ¡oh califa! su
en torrentes sobre los trigos; m á s allá
juventud marchitada, y los corceles fo-
de ese lago silencioso, en cuyos m á r g e -
gosos arrastraron fuera de las tiendas
nes penden desgreñados matorrales; m á s
sus cuerpos vivos, llenos de golpes y de
allá de las tierras áridas, del jefe moro
mortíferos besos.
de ancho y a t a g á n , cuya frente p á l i d a
tiene m á s arrugas que el mar durante
la borrasca.
Conseguiste ¡oh califa! envolver á l a
ciudad en un vasto sudario; todo en ella
Como flecha disparada cruzarla el es sucumbió cuando por allí pasaste: los sa-
tanque cristalino de A r t a y el monte, cerdotes que estaban orando murieron
cuya cumbre impide que se vean Corin- degollados, arrojando a l suelo el santo
to y Mikós. A t r a í d o por su encanto me libro como un escudo inútil.
apearla al nacer el sol en Mikós, la ciu-
dad cuadrada, la ciudad de las b r i l l a n
tes c ú p u l a s . Hasta los niños pequeñuelos perecie-
ron, y su sangre e m p a ñ a aun las espa-
das... T u pueblo besa ¡oh rey! el polvo de
Me introducirla en casa de l a hija del las sandalias, que en tus gloriosos piés
(1) Kleptos: hordas de bandidos, que estaban dispersas por
forman u n semicírculo de oro.
el territorio de la Thesalia.—(K. deiT.) A b r i l 1825.
TOMO Y. 17
OBRAS D E VICTOR HUGO,
Nonrmahal l a roja.
Tenia quince años, sonreía ingenua-
mente, y me amaba con pasión: cuando
cruzaba los brazos sobre su desnudo se-
no, me parecía ver á u n á n g e l . Entre dos elevadas rocas ved esa es-
pesa maleza, que se eriza en la llanura
como dos vellones de lana negra entre
Una tarde, pensativo, vagaba por las los cuernos de u n macho cabrío.
orillas de un golfo, que corria entre dos
promontorios, y v i en la arena una. ser
E n aquella temida oscuridad rugen
piente amarilla y verde, jaspeada de
el ensangrentado tigre, la leona como
manchas negras.
asustada madre, el chacal, la hiena ra-
yada y el leopardo de piel con man-
E l hacha en veinte trozos cortó el chas.
cuerpo vivo, que las olas rociaban, y la
espuma del mar, que sobre ella lanzaba Allí se arrastran m ó n s t r u o s de todas
el viento, tomaba sobre ella color de clases: el basilisco, el h i p o p ó t a m o de
rosa. enorme vientre y el boa disforme, que
parece el tronco de u n árbol vivo.
Todos sus anillos se arrastraban retor
cióndose en la playa solitaria, y la san L a oxifraga, la serpiente y el mono
gre enrojecía su boca dentada. silban como u n enjambre de abejas, y el
elefante de orejas largas aplasta los bam-
bús cuando camina.
Los pedazos, cortados y esparcidos
próximos á agotar sus fuerzas, se busca
ban, se buscaban como para besarse bo Allí vive la familia salvaje que chi-
cas enamoradas. lla, zumba ó muge; en todo el bosque se
oyen aullidos; tras de cada arbusto bri-
l l a n ojos feroces, y de cada antro salen
Y cuando yo, pensativo y triste, la voces que rugen.
compadecía, la cabeza llena de dientes
abrió los ojos de fuego y l a boca de p ú r
pura y me dijo: Pues bien, mejor p e r m a n e c e r í a solo y
desnudo en ese sitio siniestro, que ante
Nourmahal la roja, que habla con voz
"Oh poeta! No me compadezcas argentina y que mira con irresistibles
compadécete á t í mismo; la llaga en t í ojos.
abierta es m á s cruel y está m á s envene 25 Noviembre 1828,
m OBRAS D E VICTOR HÜGO.
Murallas, ciudad y puerto, asilo mor- Ese ruido vago, que parece dormirse,
tal, mar callada, en la que apenas se le lo forman las olas sobre l a playa; se pa-
vanta la brisa, todo duerme. E n la l i a rece á la plegaria casi extinguida que
nura se oye un murmullo, que lo produce reza una santa por u n muerto. Poco á
la respiración de la noche. Se oye una poco t a m b i é n se apaga, y todo huye, todo
voz, que suena como un cascabel; de un pasa, y la noche y el espacio quedan en
enano que salta se oye el galope; huye, profundo silencio.
se lanza, después cadenciosamente baila 28 Agosto 1828.
con un pió encima de las olas. E l rumor
se aproxima; el eco lo repite; suena como
la campana de un convento maldito XXVIII.
como el ruido de una m u l t i t u d que true-
E l s u l t á n Achniet.
na y que rueda, y que t a n pronto decre-
ce como aumenta. Oh! permets charmante filie, que
j ' enveloppe mon cou avec tes bras.
HAFIZ.
Dios mió! Es la voz sepulcral de los
Djinns!... Q u é ruido hacen!—Huyamos
por la espiral de la escalera: se apaga m i A Juana la Q-ranadina, que siempre
l á m p a r a , y la sombra que proyectan sus juguetea y canta, el s u l t á n Achmet le
tramos sube por sus paredes hasta el te dijo u n dia:—Daria para siempre m i rei-
cho. Es la bandada de los Djinns que no por Medina, y daria á Medina por con-
pasa en revuelto torbellino silbando seguir t u amor.
Los tejados que rozan al pasar crugen
esa bandada es pesada y rápida, y vuela —Hazte cristiano y serás rey, porque
por el espacio vacío semejante á la nube es i l e g í t i m o el placer que se busca en
lívida que lleva en su seno el r e l á m p a los brazos de un turco disoluto, y come-
go. Y a vienen!—Cerremos bien esta terla un crimen si eso hiciera, s e g ú n la
sala y nos mofaremos de ellos.—¡Qué ley cristiana; harto hice en cometer u n
ruido se oye fuera! Sin duda pasa el hor- pecado.
rible ejército de vampiros y de dragones.
Desde las vigas del techo agrietado cae
la lluvia, y la puerta vieja y oxidada —Juro por esas perlas, cuya cadena
tiembla y parece que vaya á arrancarse realza, sultana mia, t u cuello blanco
de sus goznes. como la leche, que te co m p l aceré si
me permites que tome por rosario t u
collar.
Se oyen gritos infernales y voces que 10 Octubre 1828.
aullan y que lloran: sin duda la horrible
bandada, arrastrada por el a q u i l ó n , se
lanza á descansar sobre el tejado de m i X X I X .
casa y hace vibrar todas sus paredes.—
Profeta, si me salvas de esos impuros de- Romance morisco.
monios de la noche, iré á arrodillarme y
á inclinar la frente ante tUs sagrados i n - Díjole:—Dime, buen hombre,
Lo que preguntarte quiero.
censarios. Te suplico que no dejes que ROMANCERO GENERAL.
traspase la puerta de m i casa su soplo
de fuego y que no a r a ñ e n con sus garras
n i las ventanas n i los cristales. Don Rodrigo está de caza, y sin cora-
za y sin espada; un dia de verano, hácia
LA.S ORIENTALES. 133
el medio dia, se sienta debajo de los ár- dónde refugiarte.—EL otro le contestó:—•
boles y sobre la yerba. Mucho tardaste en presentarte ante m í !
Granada.
* Y como él no me huya, m u y pronto lo
encontraré, porque siempre lleva ceñida Quien no ha visto Sevilla,
la daga de nuestra familia, que tiene No ha visto marav^la.
p u ñ o de á g a t a , cuyo acero lleva sin
vaina.
N i cerca n i lejos hay ciudad española
ó sarracena que pueda disputar á l a her-
Juro por m i alma cristiana que ese in- mosa Q-ranada la manzana de oro prome-
fiel tiene que morir á mis manos; no am- tida á la hermosura, n i hay ciudad que
biciono otra felicidad.—¿Te l l a m a n Don ostente con tanta gracia tanta pompa
Rodrigo de Lara?... oriental bajo u n cielo tan puro.
Pues bien; el jóven que te habla y que Cádiz tiene sus palmeras; Murcia sus
te nombra es el bastardo Mudarra. Es naranjos; J a é n su palacio gótico de ex-
el vengador y es el juez. Busca, pues, t r a ñ a s torrecillas; Agreda su convento
434 OBRAS D E VICTOR HUGO.
áif - M i
Las florecillas.
Nadie lo sabia.^—La pobre A l i c i a fué
amada y amó; el dulce valle del Jara-
Si es verdad ó non, yo no la he de ver, ma fué cómplice de sus amorosos desli-
Pero non lo quiero en olvido poner. ces. Por la noche, á la luz de las estre-
JUAN LORENZO SEGURA DE A S - las, los dos amantes se p e r d í a n entre la
espesura del bosque... I d , i d , jóvenes, á
coger florecillas entre los trigos.
Mientras que las estrellas con que el
estío siembra las blondas espigas esmal- L a ciudad estaba lejos de ellos y su-
tan los surcos que la estación dora, an- mida en las tinieblas, y la luna, protec-
tes que las hoces despojen de las flores á tora de los amores, ascendía por detrás
los campos, i d , id, jóvenes, á coger flore- de las torres y de los campanarios, y de
cillas entre los trigos. los edificios desguarnecidos destacaba
en el horizonte las agujas... I d , id, jóve-
nes, á coger florecillas entre los trigos.
Entre las ciudades andaluzas no hay
ninguna bajo el cielo que se extienda
mejor que Peñafiel sobre garbas y sobre Entre tanto, envidiando á A l i c i a y so-
pelusas; no hay ninguna que tras sus ñ a n d o en el lindo extranjero, bailaban
murallas almenadas levante cárceles tan las morenas andaluzas bajo las moreras
terribles... I d , id, jóvenes, á coger floreci- y los naranjos; el són de la flauta y de
llas entre los trigos. las guitarras animaba á las alegres bai-
larínas... I d , id, j ó v e n e s , á coger floreci-
llas en los trigos.
No hay ninguna ciudad cristiana, n i
monasterio con campanarios en los do
minios del Santo Padre n i en los del Como el pájaro duerme satisfecho en
rey, en los que, hacia el dia de San A m su nido, cuando ya le está amenazando
brosio, acudan tanto n ú m e r o de peregri el azor, así dormía en su amoroso nido
nos, arrastrando el bordón, las conchas y Alicia, enamorada y Cándida. E l lindo
la calabaza... I d , id^ jóvenes, á coger flo jóven extranjero era Don Juan, rey de
recillas entre los trigos. Castilla... I d , i d , jóvenes, á coger floreci-
llas entre los trigos.
11.
Belgrado y Semlin se han declarado
De este modo, cuando un mortal que la guerra. Tranquilo hace poco estaba
Dios protege, atado se vé vivo en las an en su lecho el viejo Danubio, su padre, y
cas del ardiente corcel del génio, como se despierta al oir el estampido del ca-
Mazeppa, lucha en vano; que el caballo ñón. Dudando si sueña, se extremece;
salta y le lleva en su r á p i d a carrera fue- pero oye el estruendo de la batalla, y
ra del mundo real, cuyos límites tras golpeando con las manos, llama á esas
pasa. ciudades por sus nombres.
„ I m i t a d á U l m , vuestra hermana ge
mela, y como ella v i v i d tranquilas. I m i
tad á Buda, vuestra vecina, y á Dristra
LAS ORIENTALES. Uí
Y las legiones infinitas de las estrellas
de plata, en voz alta y en voz baja, con-
X X X V . testaban armoniosamente, y las olas azu-
"es, inclinando la espuma que las corona,
Desvario. contestaban también:—Es el Señor, es
Dios.
Lo giorno se n' andava; e 1' aer bruno 25 Noviembre 1828.
Toglieva gli animai che cono 'n térra
Dalle fatiche loro.
DANTE.
X X X V I I .
Extasis.
Tras todo lo que miras se esconde una
hada. Cuando hablas ¡oh califa! parece
Y oí una gran voz.
que t u voz descienda de otro mundo al
APOCALIPSIS.
nuestro; Alá, de felicidades llena la copa
de oro, que tus dichosos dias se van pa-
Estaba solo, sentado en una roca a l sando unos á otros.
pié de las olas y en una noche estrella-
da. No habia una nube en el cielo n i
una vel^t en el mar; m i vista y m i pensa- Pero con frecuencia en t u feliz cora-
miento querían ver m á s allá del mundo zón se desliza u n pensamiento triste,
real, y los bosques y las m o n t a ñ a s y la que de repente hiela t u grandeza; así al-
naturaleza entera parecia que pregun- gunas veces, en pleno dia, brillando u n
taban, con su murmullo confuso, á las sol de fuego, la luna se entrevé pálida
olas del mar y á las luces del cielo. en el fondo de un cielo azul.
Octubre 1828.
142 OBRAS DE VICTOR HÜGO.
A veces llega allí en alas del h u r a c á n Te vé ese viajero cuando divisa desde
n ú m i d a , y sirviéndole de pedestal la lo alto del camino de Poestum la augusta
gran pirámide, contempla los desiertos, i columnata; cuando oye en Pouzzol las
océanos de arena, y desde allí su som- serenatas en las que cantan la tarantela
bra, evocando los sepulcros como para ¡ al pió de los muros toscanos; cuando des-
e m p e ñ a r una batalla, resucita en ellos pierta al pasar á Pompeya, la ciudad
cuarenta siglos gigantes. momificada, cuerpo yacente de una ciu-
dad dormida, que incendió un dia el
volcán;
De pió! exclama: repentinamente se
levanta de la tumba cada siglo; unos
con el cetro en la mano, otros con la es- Cuando vaga por P a u s í l i p o con el l i -
pada en el cinto, evocados por su voz, y gero esquife en el que el tostado mari-
pasa revista á sátrapas, á faraones, á nero canta versos del Tasso y de V i r g i -
magos, al pueblo, y todos, adorándole lio; siempre vé el viajero en los árboles
con la frente inclinada, parece que for- verdes, en los lechos de césped, en los
men la cohorte del pasado de ese rey de mares y en las praderas, en los promon-
las edades. torios y en las playas de las islas, ese
gigante negro que humea en el hori-
zonte.
A l paso de ese hombre inolvidable Diciembre 1828.
todo se convierte en monumento, pasa
por l a arena; ¿pero q u é importa que el
oleaje cubra á Assur n i que sin cesar le X L .
bata el aquilón?... Su pié colosal deja
eterna huella en la movediza arena del Noviembre.
desierto.
Je luí dis: La rose du jardín, com-
m. me tu sais, dure pen; et la saíson des
roses est bien vite ecoulée,
SADI.
Historia! poesía! él toca vuestras dos
cumbres; atónito, no puedo ascender á
(l) Seheikst así se llamaban los superiores de los conventos Cuando el otoño, acortando los largos
de Turquía.—(N, del T.) dias, extingue el calor de las tardes y
OBRAS D E VICTOR HUGO.
hiela las auroras; cuando Noviembre gonzaia v casi desnuda.—Me dices cari-
e m p a ñ a con sus brumas el cielo azul y ñosa:—'"¿No tienes reservado en el fondo
caen las hojas de los árboles que el vien- del corazón, jóven poeta, algo que can-
to desprende de los bosques, ¡oh musa! te tar? Me cau^-a tedio ver cómo resbala la
recoges entonces en el fondo de m i alma, lluvia por tus cristales, á mí, que veia
como niño que, transido de frió, se acerca dorar los mios los rayos de un sol de
al fuego. oro.,.
^IN DE JaA^ t p R I E N T A t E p .
H O J A S D E OTOÑO.
TOMO V.
19
PREFACIO
bosquejos de una sociedad que no existe buques, los pájaros solo vuelan bien con-
aun. Porque en la tribuna haya muchos :ra el viento, y la poesía es como los pá-
Demóstenes y Cicerones, porque conte- "aros. MUSA ALES, dice u n escritor an-
mos con demasiados Mirabeaux, no es tiguo.
esto motivo para que no podamos tener Por este motivo es m á s hermosa y m á s
un poeta. Es cosa evidente que, cual- uerte cuando se lanza en medio de los
quiera que sea el tumulto de la plaza itfracanes políticos. E l que siente la poe-
pública, el arte persiste, el arte se empe- sía de cierto modo, prefiere verla habitar
ñ a siempre en ser fiel á sí mismo; la poe- en las m o n t a ñ a s y entre las ruinas, cer-
sía no se dirige solo á u n vasallo de una niéndose mientras ruge la tempestad,
m o n a r q u í a , ó a u n senador deunaoligar- que verla que huye en busca de prima-
quía, á un ciudadano de una república, vera eterna; prefiere que sea á g u i l a á
n i al hijo de ninguna nación; se dirige al que sea golondrina.
hombre en absoluto. A l adolescente le Apresurémonos á declarar ahora que
habla de amor, al padre de la familia, al en todo lo que el autor de este libro
anciano del pasado, y h á g a s e lo que se acaba de decir, para explicar l a oportu-
quiera, cualquier carácter que tengan nidad de dar á luz el v o l ú m e n de verda-
las revoluciones futuras, cualquier cam- dera poesía que publica en los momentos
bio político que sufra la sociedad, existi- en los que la prosa domina en los espi-
r á n siempre niños, madres, doncellas, ritas, y que quizá publica por eso, no ha
ancianos y hombres que a m a r á n , que querido aludir n i remotamente á su pro-
g o z a r á n y que sufrirán. Para ellos, pues, pia obra, cuya insuficiencia conoce. Com-
se escribe la poesía. Las revoluciones, prende el autor que el artista que es
que son los gloriosos cambios de edad capaz de probar la vitalidad del arte en
de la humanidad, todo lo transforman, medio del estruendo de una revolución,
menos el corazón humano. E l corazón el poeta que hace brillar la poesía entre
humano es como la tierra; puede sem- dos motines, es un gran hombre, es u n
brarse, plantarse ó edificar lo que se génio, y el autor nunca tuvo la preten-
quiera en su superficie; pero no por eso sión de aspirar al esplendor de tan altos
dejará de seguir produciendo sus verdu- títulos. No; si publica ahora las HOJAS
ras, sus flores y sus frutos naturales; j a DE OTOÑO es porque cree que es curioso
m á s las azadas n i las sondas le pertur ofrecer á la luz pública el contraste que
b a r á n en sus profundidades; c o n t i n u a r á ofrecen la tranquilidad de sus versos y
siendo siempre tierra, como él será siem la agitación febril de los espíritus. Expe-
pre corazón humano; será siempre él la rimenta, al abandonar este libro inútil
base del arte, como ella sigue siempre al oleaje popular, que arrastra tantas
siendo la naturaleza. Para destruir el obras mejores, el placer melancólico que
arte seria preciso destruir primero el co experimenta en lanzar una flor en un
r a z ó n humano. torrente para ver lo que la sucede. Si se
Puede presentársenos esta objeción de le permite usar una i m á g e n algo atrevi-
otra clase.—No cabe duda que hasta en da, dirá que el volcan de una revolución
el momento m á s crítico de una crisis po- se abrió ante sus piés, le t e n t ó y se pre-
lítica puede publicarse una obra de arte cipitó en él.
¿pero la atención y la inteligencia de todo Deja, pues, tranquilo que este libro
el mundo no estarán demasiado absor- siga su destino. Por otra parte, ¿qué re-
bidas en la obra social que elaboran en presentan estas p á g i n a s , que entrega al
c o m ú n para que se fijen en esta obra de acaso, para que las arrastre el primer
arte? Esta solo es cuestión de segundo viento que sople? Hojas caídas, hojas
órden, cuestión de éxito; cuestión del l i - muertas, como las hojas del otoño. No
brero y no del poeta. Los hechos contes se e n c o n t r a r á en estas p á g i n a s poesía
tan que sí ó que no á las objeciones de ruidosa y tumultuosa, sino versos sere-
esta clase, que en el fondo son poco i m - nos y apacibles, versos de familia, del
portantes. Es indudable que hay mo- hogar doméstico, de la vida privada,
mentos en que los negocios materiales versos del interior del alma. Son como
de la sociedad se imponen y los acciden miradas melancólicas y resignadas que
tes políticos embrollan y absorben la se lanzan a q u í y allá, sobre lo que exis-
atención general; pero esto q u é importa? te y sobre lo que ha existido; representan
A d e m á s , porque el viento no sea favora el eco de esos pensamientos, inexpresa-
ble para la poesía, según se dice, esto no bles muchas veces, que despiertan con-
es un motivo para que la poesía no des fusamente en nuestro espíritu los m i l
p l e g u é el vuelo. A l contrario que los objetos de la creación que sufren ó que
HOJAS D E OTOXO. 149
languidecen á nuestro alrededor; una provisto de ódio y de g r a t i t u d política, sin
flor que se marchita, una estrella que deber nada á los poderosos de hoy, cree
cae, un sol que se pone, una iglesia sin tener derecho para decir de antemano
techo, la llegada imprevista de un amigo que esos versos los ha producido un
de colegio casi olvidado, pero siempre hombre honrado, sencillo y sério, que
querido en lo íntimo del alma; l a con- desea todas las libertades y todos los
templación de los hombres de poderosa progresos, pero que se realicen con pre-
voluntad que cambian el destino, ó que caución y con prudencia; que verdade-
éste los destroza; el paso por el mundo ramente no profesa la misma opinión
de uno de esos séres débiles que no pien- que profesaba diez años a t r á s sobre los
san en el porvenir, ya sean niños, ya incidentes variables que constituyen las
sean reyes. Encarnan t a m b i é n estas pá- cuestiones políticas, pero que en este
ginas la vanidad de los proyectos y de cámbio de convicción siempre le acon-
las esperanzas, el amor á los veinte años sejó la conciencia y nunca su propio i n -
y á los treinta; describen la tristeza que terés. Repetirá a d e m á s lo que ya ha di-
se encuentra en la felicidad, se ocupan cho en otra parte, esto es, que cualquiera
de la infinidad de pesares que nos asal- que sea su parcialidad apasionada en
tan en la vida; son esas elegías que el co- favor de los pueblos en la inmensa cues-
razón del poeta deja escapar por todas tión que se agita en el siglo diez y nue-
sus hendiduras. ve, entre ellos y los reyes, j a m á s olvidará
Este es el sitio oportuno de contestar las opiniones, la creencia n i los errores
á los que preguntaron al autor si com- de su primera juventud. No necesitará
prenderla en este volumen las dos ó tres que nadie le recuerde que era á los diez
odas que le inspiraron los acontecimien- y siete años estuardista, jacobino y caba-
tos actuales y que publicó en otras par- llero; que casi a m ó á la Vendóe antes
tes. E l autor no puede satisfacer estos que á la Francia; que si su padre fué uno
deseos, porque en las HOJAS DE OTOÑO de los primeros voluntarios de la gran
no cabe la poesía que se llama política, República, su madre, cuando tenia quin-
y que él llama histórica: esas poesías ce años, fué una vendeana como mada-
vehementes y apasionadas p e r t u r b a r í a n me de Bonchamp y como madame de
la calma y la unidad de este volúmen Larochejaquelein. Nunca i n s u l t a r á á la
además, el autor piensa incluirlas en una raza caida, porque tuvo fé en ella; por
colección de poesías políticas, que espera otra parte, cualesquiera que sean las
para publicarla u n momento m á s litera- faltas, cualesquiera que sean hasta los
rio. De lo que será esa colección, de las crímenes, esta es la época de pronunciar
simpatías que la hayan inspirado, se pue- el nombre de Borbon con gravedad y
de juzgar por la poesía cuarenta del con respeto, ya que en la actualidad el
libro que publicamos. Esto no obstante, anciano que fué rey tiene coronada la
en l a posición independiente y desinte- cabeza de cabellos bJancos.
resada en que el autor permanece, des- Paris 24 Noviembre 1831.
HOJAS DE O T O Ñ O .
vivos como ella, hombres que yo creo y roso, aunque conserva en la fachada una
que hablan al pueblo con m i voz; si m i mancha de sangre; admirad al pasar su
cabeza, foco que i l u m i n a m i espíritu, torre octógona, pero pasad.—Y saliendo
lanza versos que hierven y que humean de la ciudad, hacia el medio dia, buscad
en el ritmo profundo, molde misterioso un montecillo verde, circular, que sufre
del que sale la estrofa abriendo sus alas 'a carga de un árbol grande, como la
en el espacio, es que el amor, la tumba, cimera de un casco soporta movediza
la gloria, la vida, la ola que huye perse- diurna. L o encontrareis, porque induda-
guida por otra ola, todos los soplos, todos Dlemente lo habréis visto de lejos antes
los rayos, propicios ó fatales, hacen re- de llegar allí. Subid al montecillo, en el
lucir y vibrar m i alma de cristal, m i al- que distinguiréis en la llanura la ciudad
ma que tiene m i l voces, m i alma que escalonada en forma de anfiteatro; la
Dios puso en el centro de todo, como un iglesia, con el Loira, por el que cruzan
eco sonoro. barcos; con sus m i l archipiélagos, move-
dizos como sus olas, y m á s abajo veréis
á Chambord con sus cien torrecillas. No
Pero pasé puramente los dias infaus- levantéis los ojos al firmamento y mirad
tos, y sé de dónde vengo si ignoro á á vuestros piés.
dónde voy. E l h u r a c á n de los partidos,
con sus ardientes vientos, sin alterar las
olas, cambió de sitio m i alma. Nada Luis, la casa que desde allí se divisa,
inmundo quedó en m i corazón; no hay con paredes de piedra, con techos de
en él limo impuro que espere el soplo pizarra, blanca y cuadrada, situada en
de u n viento para e m p a ñ a r su trans- la falda de la verde colina y que, oculta
parencia. apenas á las miradas curiosas, se destaca
pintorescamente entre dos vergeles, en-
cierra grandes recuerdos para mí.—Con-
Después de entonar mis cánticos, oigo templadla, que esa casa perteneció á m i
y contemplo al emperador caido, levan- padre. E n ella se retiró cuando concluyó
t á n d o l e un templo en la oscuridad. A m o la guerra el que tantas veces os he nom-
á l a libertad por sus frutos y por sus flo- brado en mis versos, el que vos no cono-
res, al trono por su derecho, al rey por cisteis y que hubiérais querido si le hu-
sus desgracias, fiel siempre á la sangre biéseis tratado.
que hicieron correr por mis venas, m i pa-
dre, que era veterano, y m i madre, que
era vendeana. Contemplando esa casa, amigo mió,
Junio 1830. pensad en vuestra madre y en vuestra
hermana y decid:—^"¡Mi amigo no vol-
verá ya á ver en ella dormido á su ancia-
II. no padre! P e r d i ó la santa defensa que
protege la vida hasta m á s allá de la n i -
A M. liiiis B . ñez; perdió al prudente piloto que presta
su esperiencia al j ó ven marinero para
Lyrnessi domus alta, solo Laurente dominar las tempestades. De su padre
sepulcrum. muerto solo le queda el augusto recuer-
VIRGILIO.
do: ya no coronará su gloria con su
vejez; ya no le oirá recitar sus batallas,
ya no acariciará sus cabellos blancos con
Luis, cuando en uno de vuestros via manos infantiles; ya no e s t a r á orgulloso
jes vayáis á ver á Burdeos, á Pau, á Ba de hacer conocer á la muchedumbre á su
yona y sus deliciosas playas, á Tolosa padre, el venerable veterano, el antiguo
la romana, en la que dias mejores, sien general; ya está desierto ese hogar, en el
do niño, saqué la poesía de sus flores que el padre se regocijaba cuando el
pasad por Blois.—Cuando lleguéis allí perro fiel ladrando le anunciaba que vol-
dejad en casa á vuestros compañeros de vía su hijo á casa.
expedición, y mientras que se queden
jugando, hablando ó durmiendo, acom
p a ñ a d o solo de vuestro libre pensamien „Cayó el gran árbol, que estaba solo
to, atravesando á Blois, subid la escalera en el valle, y en adelante el arbusto su-
de calles que no inunda j a m á s el Loira frirá desnudo la fiiria del aquilón. Cuan-
en tiempo de avenidas; dejad á una par do desaparece el abuelo del seno de la
te el castillo, aunque es sombrío y pode- familia, el grupo de huérfanos, que com-
HOJAS D E OTOÑO. 153
ponen la madre, el niño y la doncella, jcioso retiro para descansar de la vida;
se estrecha m á s alrededor del padre, ¡tan frescos colores pintan su fachada
que ocupa desde entonces el sitio del nueva! ¡tan cercada está de hojarasca, de
abuelo. Se abrigan á su sombra del sol árboles verdes y de flores! ¡Casa y sepul-
y de la l l u v i a y se apoyan en su tronco. cro! A y ! Para encontrar los restos del
A él le corresponde vigilarles, enseñar- Dadre que desapareció en la sombría y
les, sufrir, trabajar por todos y sacrifi- eterna noche, ¿dónde ha de dirigir el hijo
carse; pronto á su ancianidad descende- sus inciertos pasos?... ¡Solitaria casa, t ú
r á la prudencia, sus años desaparecerán no encierras sus mortales despojos; t u m -
sucesivamente, robándole la alegría y el Da, t ú tampoco encierras su cadáver!,.
amor, los sueños de gloria y de grande- Junio 1830.
za, y disipados los sueños dorados de la
esperanza, no le q u e d a r á otra idea que
la del trabajo. L a espigadora que recorre III.
los prados para llenar el cesto de espigas,
se quita los vestidos de los dias de fiesta S u e ñ o de u n t r a n s e ú n t e á p r o p ó s i t o
y los cuelga de u n arbusto; pero por la de u n r e y .
tarde, de las ramas del arbusto recoge
esos vestidos, y cantando alegremente, Proebete aures, vos qui continetis
regresará á su casa, hermosa y bien ves- multitudides et p'acetis vobis in turbis
nationutn, quoniam non custodistis le-
tida; pero en el valle de l á g r i m a s de la gem jnstitise, ñeque secundum volun-
vida no halla nunca el hombre en la tatem Dei ambulastis.
tarde de su existencia el arbusto verde SAP. VI.
donde encuentre colgados l a esperanza,
la ilusión, l a inocencia y el amor.
E l otro dia, carrozas y caballos, mo-
viendo gran extrópito, llevaban a l rey
„Tiene que continuar la tarea empren- de Ñápeles vestido de gala á la corte.
dida, mientras que su familia, estrecha Y o estaba en el Carrousel, confundido
da á su alrededor, sobre su frente, en la con la multitud, que fluia incesantemen-
que los años i m p r i m i r á n sus pasos, verá te por sus tres portillos, y que es capaz
caer y amontonarse sin cesar la nieve de de atravesarlos cuatrocientas veces cada
los dias, que blanquea nuestra cabeza. a ñ o para ver pasar á un príncipe ó para
mirar la hora en el cuadrante. S e g u í a
yo lentamente á la m u l t i t u d , pensando
„Del veterano de tantas guerras hoy que vivía aun en el mundo el hijo pre-
no queda á su hijo, mudo y resignado dilecto del antiguo pueblo romano, que
m á s que una tumba vacía y esa casa en dia memorable a r r a n c ó del suelo las
blanca y cuadrada, que se distingue a torres de la Bastilla.—Me paré; el suizo
pié de la colina y que conserva el períu habia cerrado la verja de hierro. Redo-
me de la cariñosa hospitalidad. blaban los tambores, y entre aclamacio-
nes pasaba cada coche arrastrado por
ocho caballos. Los sones de las músicas
, A l menos hubiera tenido en P a r í s un llenaban los anchos patios del palacio,
sepulcro de piedra ó de pórfido; las tum- sembrados de oficiales que e r g u í a n la
bas de las águilas del imperio están allí; cabeza empenachada, y los bravos cor-
allí reposan los antiguos generales que celes pasaban sin asombrarse, orgullosos
murieron el dia de la victoria, como los de ver que ante ellos se inclinaban las
antiguos héroes, ó que, echando quizás banderas. Fijándose en aquella t u m u l -
de menos los cañones y las bombas, mu- tuosa algazara, una vieja andrajosa, que
rieron en el campamento de batalla de llevaba un cesto metido en el brazo,
la tribuna; sus hijos colocaron juntas las decía en voz alta:-—^"Un rey! He visto
cenizas de unos y de otros, con la idea tantos reyes en l a época del empera-
acaso de que éstos pudiesen conversar en dor!...,,
el otro mundo con aquellos sus compa-
ñeros de armas. Entonces se aparecieron a m i imagi-
nación las carrozas doradas, la lujosa
corte imperial con sus rojas libreas, y
;;Esa casa de Blois, r i s u e ñ a , aunque mientras pasaba ante m í cien veces el
enlutada, p e q u e ñ a y elegante, con hie- pueblo inquieto y voceando, me quedó
dra en el umbral de la puerta, consigue pensativo, recordando otros tiempos. L a
que el viajero la contemple como deli- vieja se m a r c h ó h á c i a la plaza de la
TOMO V . 20
154 OBRAS D E VICTOR HUGO.
Mientras que yo, menos dichoso y con L a siguió m i hijo mayor; después m i
menos esperiencia, esperaba el paso u n i Dadre, noble veterano, curtido en cuaren-
forme de las estaciones por el mismo ho :a años de guerra: ahora los tres duer-
rizonte; como el árbol verde, que marca men el sueño eterno, y sus espíritus es-
desde lejos m i casa, echando raices en t á n haciendo el sombrío viaje para i r
el umbral de la puerta, vegetaba yo adonde todos iremos.
aislado, deshojando a l l i mis días.
Ante u n ventisquero del R ó d a n o . Solo hasta sus alturas, sin temor y sin
v é r t i g o , m i e s p í r i t u , olvidándose del
Causa tangor ab omni. mundo, vé ese dia estrellado, ese cielo
OVIDIO, que no es azul, y contempla de cerca
os esplendores siderales con que la
noche siembra en lontananza esas som-
Muchas veces, cuando m i espíritu, que brías catedrales.
sufre muchas metamóríosis, flota y rue-
da adormecido en el océano de la vida,
Le hiere otra vez, le precipita y cam-
Dios, foco de l a verdadera luz, que no
bia los prismas del ventisquero en olas
alumbra á los ojos humanos, misterioso
mezcladas con fango. Entonces cae; en-
sol que incendia el alma, le hiere con
tonces, despertando m i l ecos, vuelve á
uno de sus rayos y le recoge y le ascien
caer convertido en torrente en el océano
de hasta los cielos;
del mundo, en el caos ciego y sordo, en
el mar inmenso y profundo en el que se
Entonces, m i elevada poesía, como nu parecen todas las olas.
be errante, vuela caprichosa, sin elegir
camino, desde el Occidente al Sur, desde Así mis pensamientos, lanzados ince-
el Norte hasta el Oriente; y al mirar santemente por u n soplo divino en u n
desde la altura de las radiantes bóvedas círculo eterno, desde el océano de l a v i -
las ciudades del mundo, desdeñándolas da, cuyas olas t a m b i é n son amargas, as-
huye de ellas. cienden siempre h á c i a el cielo, y vuelven
á caer en el ro ar.
Después, en el celaje de la m a ñ a n a i.0 Mayo 1828.
brillando como una estrella, tan pronto
recorta una franja para su velo; tan
pronto, como un guerrero que resuena VIII.
al andar, lanza r e l á m p a g o s al bosque
que susurra; tan pronto al pasar enrojece Á M. D a v i d , e s c u l t o r .
su negra armadura en la fragua del so"
poniente. D' horames tu nous fais dieux.
RÉGNIER.
IX.
Porque tú, cuando muere u n héroe, sa-
bes resucitarle, le sacas de la tumba para
A I I . de L a m a r t i u e .
hacerle vivir perpetuamente. R i v a l de
Roma y de Ferrara, das la vida al már- Te referent fluctus.
m o l frío de Carrara y al metal humean- HORACIO.
te, que en estátuas tranbformas. Los
grandes hombres se tranquilizan en su
sepulcro cuando tus manos poderosas, Hace poco, la misma borrasca azotaba
sacándoles del bloque ó del molde encen- nuestros dos esquifes; las mismas espu-
dido, los lanzan de pió en la vida. mosas olas nos lanzaban á los mismos
arrecifes; los mismos ódios desbordados
hinchaban el oleaje contra nuestras na-
Sin tí, su grato recuerdo se perdería ves; y como Océano agitado, la m u l t i -
en el olvido; t ú refrescas su gloria escul tud aullaba á nuestros pies.
piéndola sobre un pedestal; el fanal de
la fama se perdería para el mundo, ex
t i n g u i é n d o s e , sin marcar en los mares Qué iba á ser de m í en esa borrasca?
n i el derrotero n i los escollos; t u soplo ¿de mí, que apenas salia de la cuna, que
reanima su luz; t ú , para evitar los abis- vivia al aire libre y á l a sombra? ¿Por
mos, levantas el sublime coloso que en q u é e n t r e g u é al mar, que le rechaza, m i
su mano ostenta el faro. nido de musgo, en el que apenas pene-
traba la luz? ¿por q u é e n t r e g u é á las rá-
fagas m i traje nupcial, para que le des-
Cuando á t u vista b r i l l a el pensamien- garraran como una vela?
to en las facciones de un grande hombre
le conviertes en m á r m o l , lo fijas, y los
pueblos, contemplando la estátua, excla- ¿Por q u é en mis sueños delirantes, en
man:—^Es ól!„ Pero antes de que pueda mis delirios de adolescente, me entu-
comprenderlo la m u l t i t u d , vaga mucho siasmaban los nautas atrevidos, que, ima-
tiempo por t u cerebro, como ola flamean- ginando otro mundo, encaminaron á él
te en el fondo del volcán subterráneo, y sus pasos, cuya mirada se fijaba siempre
antes de que salga á la luz del dia la en el cielo, cuya alma era la obstinada
haces hervir en t u alma. brújula, que busca siempre un polo des-
conocido?
XI.
E l poeta no os conoce.^—Sabe perfec-
Desprecio. tamente que necesitan los dias del vera-
no el ágrio chirrido de las cigarras y las
Yo contra todos y todos contra mí. flores tener espinas. Esta es una ley de
ROMANCE DEL VIEJO ARIAS. la naturaleza, por lo que no debe aplas-
tarse á las cigarras; el esceso del bien es
un mal; la rosa de Bengala no tiene es-
I. pinas, pero tampoco tiene aroma.
¿Quién sabe los pensamientos celosos,
los ódios que la envidia va acaparando, Después de todo, los amigos y los ene-
los resentimientos, las enemistades, las migos pasan y se disipan, y la muche-
pasiones y las tempestades que r u g i r á n dumbre cae en l a misma tumba. Nada
á t u alrededor, jóven, que apareces con puede deslucir al espíritu que Dios pri-
la frente serena? vilegia. Tronos, cetros, laureles, templos,
carros de triunfo, pueden forjar para los
T ú no lo sabes; porque mientras que reyes coronas de gloria de todo lo que el
debajo de tus piés abren la boca las ser- génio desdeña en el mundo.
pientes; mientras que esos rivales, que
t ú creías dignos, van asediándote, ó de
noche secretamente tienden lazos infa- ¿Qué le importan, pues, los gritos que
mes en el camino que t ú vas á pasar dis- hacen enronquecer vuestras voces? ¿Qué
traído, sumido en tus propios pensamien- sacan las olas de echar espuma á la proa
tos, mirando estás á otra parte. de la nave? E l poeta ignora cómo os lla-
máis, y no se cuida de vosotros, y cuando
para derribar el edificio que él levan-
O si algunas veces llegan hasta t í sus ta corre el sudor por vuestra frente, has-
clamores, si t u cólera, abriendo sus dos ta ignora que esa indigna faena os fa-
alas inflamadas, v á á fulminar contra la tiga.
m u l t i t u d que se encarniza contra tí, an-
tes que el volcán encuentre la salida, an- III.
tes de coger la maza con la mano, te
sonríes y exclamas:—Qué me importa? A d e m á s , cuando quiera, Zoilos envi-
diosos, sabe que puede, con su soplo,
E n seguida se presentan en t u imagi- apagar el clamor de vuestras bocas y ar-
nación la familia, la niñez, el amor, rebatar todas vuestras voces juntas, como
Dios, la p á t r i a y l a libertad, el deber de el viento del mar arrastra donde quiere
pulsar la lira y de rejuvenecer l a esce- las canciones de los remeros.
na; Napoleón, ese dios del que t ú serás
el sacerdote; todos los grandes hombres,
que sus épocas despreciaron y que cons- E n vano le rodean vuestras innume-
tituyen la religión del porvenir. rables legiones; sabe que cuando quiera
levantarse, cubrirá con su inmensa som-
II. bra todas vuestras frentes; no tiene m á s
que pronunciar una palabra para extin-
i Seguid vuestra tarea, enemigos de su guir vuestras voces débiles; como u n
TOMO V , u
162 OBRAS D E VICTOR HUGO.
carreta que pasa, no dejará oir el susurro dudamos; pero la noche devuelve al cie-
que levantan millares de mosquitos. "o sus estrellas, l á m p a r a s que Dios cuel-
ga de sus aéreas bóvedas. L a vista, en las
profundidades descubre á cada momen-
Cuando quiera, esas antorchas con que to mundos nuevos cuya existencia no
i l u m i n á i s vuestros templos, vuestros ído- sospechaba, soles espléndidos que en el
los, vuestros dioses y vuestro hogar, fa- abismo oscuro de la noche vé brillar.
ros deslumbradores, claridades universa- 9 Agosto 1829.
les, palidecerán al menor brillo de las
chispas que haga saltar de los pies de su
corcel.
XIII.
26 A b r i l 1830.
Quot libras in duce summo?
JUVENAL.
XII.
mios cuya alma está agotada, que la i n - ciudad resuena, cuando las innumera-
fancia con sus rientes colores d á poesía bles ocupaciones que llenan nuestros dias,
á nuestros versos, como la aurora d á en su círculo limitado pesan durante mu-
rocío á las ñores. cho tiempo sobre m i cabeza y hacen que
la mirada de m i alma se incline hacia la
tierra, m i i m a g i n a c i ó n se escapa al fin,
Niños, venid!—Para vosotros son los se vá; corre, y en la llanura toma el sen-
jardines, los patios y las escaleras; con- dero que t o m a r á m a ñ a n a , que la extra-
moved los pisos, los techos y los pilares; vía á l a aventura, pero que la hace
corred y susurrad como l a abeja en el regresar á su sitio, como corcel prudente
campo. Oh juventud! ¡mi alegría, m i fe- que conoce el camino. Corre hácia los
licidad, m i alma y mis cantos i r á n donde bosques, en los que en la sombra indeci-
t u vayas! sa flotan tantos rayos, tantos murmullos
y tantas voces; allí encuentra á la fanta-
Existen para los corazones sordos á sía, sentada bajo el primer árbol, y las
los clamores vulgares voces armoniosas, dos juntas se internan en la espesura de
acordes, rumores que solo se oyen en los las selvas.
sitios retirados; notas de u n gran con- 27 Junio 1830.
cierto, que se interrumpe con frecuencia;
vientos, olas, hojas del bosque, ruidos
de los que el alma soñolienta crea secre-
tas músicas.
xvn.
Flevile nescio quid.
OVIDIO.
Yo, cualquiera que sea el mundo, el
hombre y el porvenir, ya necesite olvi-
dar, ya necesite acordarme, ya sufra, ya Por q u é ocultarte? A q u í estabas sola y
esté consolado, solo deseo habitar en la llorando. ¿Qué pasó ante tus ojos deli-
ciudad de los vivos, en una casa que rantes? Q u é sombra flotó en t u alma?
llenen continuamente los gritos, las risas ¿La causó un hondo pesar, ó siniestro
y los lloros de los niños. presentimiento, recuerdos juveniles del
pasado, ó vaga debilidad de mujer?
Si alguna vez te vuelvo á visitar, her-
moso pais, cuya lengua sonora me es tan ¿Veias huir ya el amor con sus dulzu-
simpática, cuya c a m p i ñ a es tan pinto ras y las ilusiones, esas jóvenes herma-
resca, hermoso pais en el que, siendo yo nas que en la m a ñ a n a de la vida vemos
niño, seguia á Napoleón, hermosas ciu- danzar en u n porvenir sin límites, asi-
dades de Valencia, de Castilla, de Ara- das de las manos, coronadas de flores, y
gón, de la inolvidable E s p a ñ a ; que mueren antes de que termine la tar-
de de la existencia?
L a flor, que se abre al rocío de la au Por fin envejecemos; como flores mus-
rora y que no desea que la luz del medio tias, blanquean nuestros cabellos y pa-
dia haga admirable el esplendor tímido san nuestros años; nos lamentamos de
de sus hermosos colores, para que no la haber perdido los dias felices de la niñez,
vean miradas importunas, en el fondo y nos burlamos al mismo tiempo del
del cáliz que guarda su perfume esconde amante y del poeta, y estando ya próxi-
muchas veces una perla h ú m e d a . mos á descender á la tumba, llamamos á
Junio 1830. nuestro alrededor, con los ojos e m p a ñ a -
dos por el llanto, á nuestros hijos, que
están viviendo con los suyos.
XVIII.
Sed satis est jam posse morí. De este modo. Dios mió, el hombre ca-
LUGANO. mina siempre cada vez m á s sombrío,
desde la radiante cuna hasta el oscuro
sepulcro.
D ó n d e está la felicidad? me pregunta-
ba.—Desgraciado! Dios mió, la felicidad
vos me la habéis concedido. Es esto haber vivido? ¿Es esto haber
gozado de alegría, de amor y de felici-
166 OBRAS DS VICTOR HUGO.
Cuando ve que entra el niño, el círculo ¡Es delicioso el niño con su Cándida
de la familia se regocija. Su inocente sonrisa, con su buena fé, con su voz que
mirada, que brilla, hace animar los ojos todo lo quiere decir, con sus l á g r i m a s
de todos, y las frentes m á s tristes y m á s que se secan al momento, dejando va-
c e ñ u d a s se desarrugan de repente al ver gar su vista a t ó n i t a por todas partes,
aparecer al alegre niño. presentando con afán el alma á la vida
y l a boca á los cariñosos besos!
Entre tanto su madre, que está des- Quien quiera que seáis, jóven ó viejo,
pierta á su lado, cree que una pesadilla rico ó sábio, si no habéis espiado nunca
está afligiendo á su hijo; le oye suspirar, por la noche el momento de deslizarse
se acerca, le besa y le hace sonreír dán- un paso ligero y melodioso, ó de ver pa-
dole u n beso. sar u n velo blanco que rápido huye en
10 Noviembre 1831. la oscuridad, y que, como u n meteoro, en
noche oscura, os deja en el corazón un
surco radiante;
XXI.
des que b a ñ a b a n sus piés en el mar y sus Pronto á m i alrededor aumentaron las
cabezas en el cielo húmedo. Algunas sa- tinieblas, se disipó el horizonte, las for-
lían debajo de las ciudades vivas, y desde mas desaparecieron, y el hombre y los
los siglos pasados hasta la edad presente objetos y el ser con el espíritu flotaron á
pude contar tres pisos de Romas. Y m i soplo y tembló. Todo huia de m i vis-
mientras elevando clamores y griterío ta. Quedó solo. L a extensión quedó som-
resonaban a l mismo tiempo todas las bría. Solo d i s t i n g u í a eu lontananza, al
ciudades de los vivos con el m u r m u l l o travós de l a sombra, como de un Ocóa-
del pueblo ó con los pasos del ejército, las no de olas negras y apretadas, en el es-
ciudades del pasado, cerradas y mudas, pacio y el tiempo, amontonadas la colec-
sin lanzar humo por sus chimeneas, sin ción de las unidades.
lanzar n i n g ú n rumor de su seno, calla-
ban y parecían colmenas vacías. De re-
pente oí gran estruendo. Las razas muer- E l doble mar del tiempo y del espa-
tas, de las desoladas ciudades abrieron cio, por el que el navio humano pasa y
las puertas y v i que caminaban como las reapasa sin cesar, quise sondearlo, quise
ciudades vivas, pero levantando mucho llegar á su fondo de arena, cavar y re-
m á s polvo. Entonces v i las torres, los gistrar allí, por sacar de su abismo al-
acueductos, las pirámides y las colum- guna e x t r a ñ a riqueza y deciros si su
nas; entonces v i el interior de las anti- lecho es de roca ó es de fango. M i espí-
guas Babilonias, á Cartago, Tiro, Tebas r i t u se sumergió en ese seno, y en sus
y Sion, de donde sin cesar sallan las ge- profundidades nadó solo y desnudo, bo-
neraciones. gando desde lo inefable hasta lo invisi-
ble... De repente se volvió, lanzando
terrible grito, deslumhrado, jadeante, es-
De este modo lo a b a r q u é todo; el túpido y con espanto, porque en el fon-
mundo con su faz antigua y con su faz do habia encontrado la eternidad.
moderna, el pasado y el presente, los v i Mayo 1830.
vos y los muertos, el género humano
completo. Todo me hablaba á la vez
se me hacia comprensible, el pelasgo XXX.
Oríeo y el etrusco Evandro, las ruinas
de Irmensul, la esfinge egipcia y la voz R e c u e r d o de l a i n f a n c i a .
del nuevo mundo, que es tan viejo como
el antiguo. A JOSE, CONDE D E S.
Cuneta supercilio.
Dificilísimo es que pueda describrir lo HORACIO.
que veia. Era como u n inmenso edificio
edificado con el amontonamiento de si-
glos y de lugares, en el que no se podian U n dia que en el Pantheon se celebra-
encontrar n i las orillas n i los centros; que ba una gran fiesta, v i pasar á Napoleón,
sustentaba en todas sus alturas nació cuando yo tenia siete años. Para con-
nes, pueblos, razas; millones de obreros templar su figura heróica me escapó del
humanos, dejando en todas partes sus lado de m i madre, porque las h a z a ñ a s
huellas, trabajaban de noche y de dia, de ese hombre exaltaban m i imagina-
hablando cada uno u n idioma y sin en- ción; m i cariñosa madre, que con fre-
tenderse, y yo recorría, buscando quien cuencia se sobresalta, se asustaba cuan-
me respondiera, de grada en grada, esa do me oia hablar de guerras, de asaltos
Babel del mundo. y de batallas desde mis años m á s tiernos.
truido por Dios, que, llenando de dia de gres risas con las melodías que entonáis;
pliegues azules el espacio, parece un si vuestro noble padre sonrio presencian-
dosel suspendido sobre el sol, de cuyo do los juegos de los niños y oyendo
dosel solo se pueden ver los clavos de vuestro canto; si todo esto sucede, oyen-
plata durante la noche. do vuestra voz que penetra en el alma,
bajo ese cielo estrellado, se cree en la
familia, en el reposo, en la felicidad; el
Ese es uno de los sitios donde el cora- corazón se inunda de a l e g r í a y de amor,
zón vive; algo celestial flota allí que le sentimos que nuestros párpados se hu-
embriaga; es uno de los sitios que siendo medecen, levantamos las manos al cielo
yo niño prefería, en el que la belleza y exclamamos: Gracias, Señor!
serena, í n t i m a ó inagotable, derrama en
el alma el sublime olvido de todo lo des- IV.
agradable del mundo y de los hombres.
No se desea ya nada más; porque allí
II. nuestra alma se sume en l a naturaleza
y en la poesía, sin acordarse de que cer-
Si cuando nace el alba se camina por ca, y oculto tras los bosques y tras la
las lomas del bosque, que sirven de abri- cadena de colinas azules, á cuatro pasos,
go á los cervatillos, por el áspero camino que llamamos cuatro leguas, está acos-
cuyas piedras lastiman las manos de los tado el gigante P a r í s .
niños, cuando el sol aparece y el árbol
siente correr su savia, el valle parece un
hermoso ensueño; la bruma se disipa, l a No nos ocupamos ya de si la opulenta
naturaleza se despierta, l a flor rosada se ciudad, del mundo que está en fusión
abre, l a brisa suspende en ella una abeja predilecta capital, abre ó cierra t a l dia
y el rocío una gota. sus cráteres humeantes, n i de q u é modo
m i r a n los reyes en el momento actual
hervir en ese Vesubio de hombres la lava
E n su pintoresco paisaje, que encanta de los acontecimientos.
la vista, el arbusto, el pájaro de paso, 8 Julio 1831.
la yerba que tiembla y reluce, el árbol
viejo que l a edad doblega, la torrecilla
que está al lado del molino, el agua diá-
fana del arroyo, todo lo que sonríe, todo XXXV.
lo que canta, todo lo que suspira, todo lo
que respira, todo lo que habla, todo pro- P u e s t a s de sol.
duce armonioso ruido.
Merveilleux tableaux que la vue
decouvre á la pensée.
III. C. NODIER.
y de dudas; la voz misteriosa que oigo acosado por una idea, que le hace excla-
en el mundo quizás la oiré mejor allá mar:— "¡He malgastado mis hermosos
arriba. dias y pocos me quedan ya! Veo el fon-
do de m i vida, como el hombre pródigo
vé vacío el fondo de su arca.,,^—Oonoce
Dadme alas ó dadme velas; quiero que los rayos ardientes del sol hacen i n -
llegar hasta las estrellas, ó i r en un ba- clinar su cabeza, como al medio dia
j e l hasta el extremo del mundo; quizás lacen doblar las flores; cuando se aven-
en ese otro mundo se encuentre la llave tura á andar, cumpliendo con la ley de
del misterio que esplique el órden uni- su destino, vé á su paso mojados los
versal, y quizá los poetas lean con faci- céspedes, como por la m a ñ a n a , y sabien-
lidad esa p á g i n a del cielo. do que su aurora ya se ha disipado, ex-
Agosto 1828, clama:—"¡Esto lo produce la lluvia, pero
no el rocío!,.
V.
Esto es hecho.—Su génio ha adquiri-
Algunas veces, entre los pliegues de do madurez; puede llegar mejor á las
e n g a ñ a d o r a s nubes, allá arriba, a l t r a v é s m á s altas cumbres; el hogar que encien-
de las brechas vaporosas que agita el de le d á menos humo; cuando asciende
viento de la tarde, detrás de las ú l t i m a s su astro levanta menos bruma; su cele-
nieblas, acaso m á s lejos, aparecen de re brado corcel recorre mejor los campos
pente á la vista los pisos de oro de un cerrados; pero ya no conserva, ya no
edificio de nubes; y espantados vemos á puede difundir en sus obras, que inspi-
lo lejos en la esfera azul, en una isla de ran l a gracia ó el amor, el fresco encan-
aire que con audaz vuelo se aventura to de la edad j u v e n i l .
en el éter, subir hasta el cielo, con sus
escaleras, sus puentes y sus grandes tor-
res, alguna Babel desmesurada. Ese encanto se pierde para siempre.—
Setiembre 1828. Cuando se v á buscando al acaso esos
pensamientos, que caminando encontra-
VI. mos y que consiguen que por la noche
entre el artista en su gabinete orgulloso
E l sol se ha puesto esta tarde entre y altivo, cuando sale para pensar, cuan-
nubes. M a ñ a n a r u g i r á el h u r a c á n , vol- do vaga errante, ya por los prados, ya
v e r á n á aparecer el dia y la noche, des- por los bosques, ya por las encrucijadas
pués el alba con sus claridades, y todos tumultuosas de P a r í s , siempre én el
los dias y las noches p a s a r á n así. Pasa fondo de todo, siempre en su espíritu,
r á n así en m u l t i t u d sobre los mares, so- hasta cuando el arte le embriaga y le
bre los montes, sobre los rios y sobre los sonrio, encuentra con gran tristeza la
bosques, como confuso himno de los pesadumbre de haber visto desaparecer
muertos queridos que a m á b a m o s cuan su pasado, cualquiera que éste haya
do vivieron. Y l a superficie de las aguas sido.
y la frente de las m o n t a ñ a s , arruga Noviembre 1831.
das pero no envejecidas, y los bosques
siempre verdes, se rejuvenecerán; pero
yo, inclinando m á s cada dia la cabeza XXXVII.
pasaré; y helado á pesar del sol ardiente
desapareceré del mundo en medio de la L a o r a c i ó n p a r a todos.
fiesta de la n a t u r a l e s , sin que por eso
deje ésta nunca de ser fértil n i magnífica Ora pro nobis!
A b r i l 1829.
I.
XXXVI.
H i j a mia, vas á rezar.—Anochece ya;
vá desapareciendo el crepúsculo vesper-
L l e g a un dia en que de repente el ar- tino; la bruma borra de las colinas los
tista que gasta p r ó d i g a m e n t e sus dias, contornos; apenas se oye á lo lejos el rui-
en el peso de su frente conoce el peso de do lejano de a l g ú n carro...; la naturaleza
los años. Se despierta una madrugada vá á entregarse al reposo, y el árbol del
HOJAS D E OTOÑO. 179
camino se sacude al viento de la noche el Después reza por mí; yo lo necesito
polvo que recibió durante el dia. m á s que ella. T u madre es como tú, bue-
na, sencilla y leal; lleva la frente ergui-
da y el corazón puro; es prudente y ca-
Empiezan en el celaje á chispear las riñosa; sufre la vida con paciencia, se
estrellas; la ú l t i m a luz del sol v á apa- resigna á las desgracias, sin guardar
gándose; l a oscuridad empieza á argen- rencor al que las produce.
tar la superficie del agua; surcos, sende-
ros y matorrales, todo se confunde y se
borra; inquieto el viajero, no acierta á en- Siempre cogiendo flores, nunca su ma-
contrar el camino. no casta rozó siquiera la corteza del v i -
cio; n i n g ú n lazo es capaz de arrastrarla
á mendaces alegrías; olvida completa-
E l dia terminó; recemos, que ya apa- mente las amarguras pasadas, y no na-
rece la noche grave y serena. E l viejo cen en su mente esos malos pensamien-
pastor, el viento en las brechas de las tos que pasan por el espíritu como una
torres, los estanques, los rebaños, todo sombra por el agua.
sufre y todo se queja. L a naturaleza, fa-
tigada, necesita dormir, necesita oracio-
nes y amor. Desconoce las miserias que en el mun-
do nos asaltan—¡y ojalá t ú siempre las
desconozcas!—los placeres falsos, las va-
Esta es la hora en que los niños ha- nidades, los remordimientos, las inquie-
blan con los ángeles. Mientras que nos tudes roedoras, las pasiones que flotan
otros corremos en pos de locos placeres, sobre el corazón como l a espuma, los
todos los niños, mirando al cielo con las íntimos recuerdos que dan afrenta ó
manos juntas, con los piés desnudos y amargura y que hacen ruborizar.
arrodillados, rezan á l a misma hora una
misma oración y ruegan por nosotros al
Padre universal. Conozco la vida mejor que ella, y te
enseñaré, cuando seas mayor y debas
instruirte, que es una locura cegarnos
Después se d o r m i r á n . — E n t o n c e s , sa por la a m b i c i ó n , por la fortuna y por el
liendo de l a oscuridad, el enjambre n u arte; y que muchas veces encontramos la
moroso de sueños de oro que nace cuan ignominia en vez de l a gloria, y que
do se disipan los últimos ruidos del dia, y podemos perder el alma en ese juego
oyendo desde lejos la respiración de las aventurado.
rosadas bocas de los niños, como á los
capullos de las flores acuden las abejas Viviendo se altera el alma; y aunque
a c u d i r á n á detener su vuelo en las blan de los mortales sea transparente el fin,
cas cortinas de los lechos infantiles. y nos deje ver l a causa, envejecemos
m á s pronto cuando nos. entregamos al
error ó al vicio; por mas que el hombre,
¡Delicioso sueño de la cuna, oración de internado ya en la vida, tenga que
la niñez, cuya voz acaricia siempre y no equivocarse y que dudar muchas veces.
ofende nunca; dulce religión, que solaza Todos los mortales dejan parte de sí
y que sonrio; preludio del concierto de la mismos entre los matorrales del camino;
noche solemne! Como para dormir el p á el cordero los vellones de lana, el hom-
jaro introduce la cabeza bajo el ala, e bre la v i r t u d .
niño aduerme en l a oración su inocente
espíritu.
Reza, pues, por m í . — D i esta oración:
—Señor, Señor Dios mió, sois m i padre,
II. sois bueno y sois todopoderoso; os ruego
por todos nosotros!—Deja que vaya t u
H i j a mia, vas á rezar.—Primero reza oración adonde t u alma la envia, y no
por la que tantas noches meció t u cuna te inquietes por el camino que tome.
por l a que te tomó en el cielo y te puso
en el mundo; por t u tierna madre, que
dividiendo en dos partes su vida, bebió Que todo en el mundo encuentra sU
siempre el absintio y te dejó la miel* pendiente. E l rio v á serpenteando por
las llanuras hasta el mar; la abeja sabe
OBRAS D E VÍCTOR HUGO.
que l a flor guarda la miel; todas las alas I cesitan que se las desembarace del moho
se dirigen á su jmnto: el á g u i l a vuela de sus cuerpos, y no dejan de sufrir por
hacia el sol, el buitre hacia la tumba, la estar callando; reza por ellas; es preciso
golondrina hacia la primavera y la ora- compadecer á los muertos,
cion háoia el cielo.
IV.
Guando la oración que rezas por m i
vuela hácia Dios, me quedo como el es- A r r o d í l l a t e en el suelo, arrodíllate so-
bre la tierra, en la que está enterrado el
clavo que se sienta en el valle y deposi-
padre de t u padre y l a madre de t u ma-
ta su carga en la m á r g e n del camino; me
dre, en la que todo el que vivió duerme
siento m á s ligero, porque t u oración me
eterno sueño, en el abismo en que se
descarga del haz de penas, de faltas y de mezclan todos las cenizas de los h u -
errores que arrastro gimiendo. manos.
Reza por todos los que pasan por la Pero los perversos no pueden dormir
peregrinación del mundo; por aquellos así; se agitan inquietos y fríos en sus le-
que se les borran los senderos, en el mar] chos. Los ángeles no cantan coros alre-
ó en la tierra; por el insensato que cifra dedor de ellos; les persigue en sus sueños
su alegría en u n manto de seda ó en la el m a l que causaron; su noche carece de
velocidad del caballo; por todo el que alba; el implacable remordimiento, con-
sufre y trabaja; por todo el que obre vertido en gusano del sepulcro, les roe
bien y por todo el que obre mal. el corazón.
Por aquel que manchan los placeres, Rezando t ú por ellos puedes conseguir
a b r a z á n d o l e desde la noche hasta la ma- que el remordimiento tome alas y des-
ñ a n a ; que la hora destinada al rezo la aparezca volando; que grato calor ani-
pasa en festines, que celebra infame or- me su cuerpo yerto, y que llegue hasta
g í a en los momentos de la noche en que ellos un rayo de luz y de vida, algo
el alma eleva su religioso himno, y que como el murmullo de los vientos de los
cuando termina la oración prosigue en bosques y de las aguas.
sus placeres, como si Dios no la hubiera
oido.
Cuando paseas pensativa, á pesar de t u
edad infantil, por las playas, cerca de
Reza por las vírgenes consagradas al las que las olas se quejan, ó por debajo
claustro, por los que gimen en las cárce- de árboles de espesas copas, algunas
les, por las mujeres que venden su cari- veces, en los suspiros de las olas y de las
ño, por el espíritu que s u e ñ a y que me- brisas, ¿no oyes una voz que te pregun-
dita, por el impío que blasfema de la ta:^—Niña, cuando rezas, rezas por mí?
santa ley. T u rezo debe extenderse á
todos, porque t ú crees por los que nie-
gan, porque la infancia sustituye á la fé. Esa es la súplica de los muertos.—•
Cuando los muertos que tienen quien les
I rece, sobre la tierra que los cubre crece
Reza t a m b i é n por los que duermen 1 la yerba m á s floreciente, n i n g ú n demo-
eternamente en la tumba, en ese negro nio se les sonríe mirándolos; los muertos
precipicio que nos está tragando eterna- olvidados sumidos están en noche fría,
mente. Esas almas en su adversidad ne y siempre a l g ú n árbol que nace sobre
HOJAS D E OTOÑO. 181
ellos les introduce sin piedad las raices sitáis tomar leche y a l g ú n alimento
hasta el corazón. rugal y que vuestra madre arrodillada
os lave los pies; pues bien, pasa por el
mundo u n ser que camina entre los hom-
Reza para que el padre, el tio y los )res sirviéndoles y consolándoles, á toda
abuelos, que necesiten nuestras oracio- lora y en todos ios lugares, un buen
nes, se agiten en sus tumbas, cuando 3astor que busca las ovejas perdidas, u n
oigan que los nombras, cuando sepan Deregrino que viaja de u n punto á otro;
que en el mundo nos acordamos de ellos. jse pasajero, ese pastor, ese peregrino es
!Dios.
V.
Por l a noche está m u y cansado y ne-
No me corresponde, paloma mia, rezar cesita, para hacerle sonreir, encontrar un
por todos los mortales, por los vivos que alma que le sirva, un n i ñ o que le rece,
no tienen fó, n i por los muertos que un poco de cariño. N i ñ a , t ú que no
encierra la tumba; no me corresponde á sabes e n g a ñ a r , preséntale t u corazón
mí, cuya alma está llena de errores y inocente, temblando y con la vista baja,
vacía de fó, rezar por la raza humana, como precioso cáliz del que temes que
porque m i voz es deficiente acaso, Dios caiga n i una sola gota.
mió, para rezar por m í .
de pié á su lado, acariciando sus cabe- puros lagos, islas florecientes con ondas
llos con las plumas de las alas y enju- azuladas, en las que se pueden lavar los
gando con sus besos los ojos e m p a ñ a d o s remordimientos; que poseen t a l encanto,
por las lágrimas; á n g e l que acudió al oir que hasta el mismo incrédulo se arrodi-
que le llamaba el niño, espíritu que sos- l l a en sus playas. L a sombra que las
tiene el libro donde deletrea el inocente, inunda nos devuelve la calma y nos
y que espera que éste haya terminado hace mejores; su paz es tan profunda,
para remontar el vuelo. que j a m á s en sus olas se han derramado
lágrimas. E l dia, que deslumbrador re-
fleja en sus llanuras, encuentra las aguas
Su hermosa frente inclinada parece tan serenas, que apenas su celaje man-
u n vaso preparado para recibir las lá- cha con alguna nube.
grimas que vierte el corazón infantil; el
á n g e l recoge los lloros del cariño y los
suspiros del dolor; sin cambiar de natura- Esos lagos que nada altera. Dios los
leza, se llena con las espansiones del al- coloca en el mundo, entre montes g i -
ma del niño, como el vaso de cristal se gantescos, lejos del soplo fatal de los
llena de agua hasta los bordes sin cam- sombríos océanos, para que n i n g ú n vien-
biar de color. to árido, para que ninguna ola traidora
ricen n i envenenen sus aguas límpidas,
en las que se retrata el cielo.
Sin duda para el Señor recoge el lloro
del n i ñ o gota á gota y esa azucena hoja
á hoja. Después regresará á alinearse en H i j a mia, alma feliz, lago de pureza,
la celestial morada, conservando esos sus- permanece en ese u m b r í o valle, ya que
piros y esos perfumes, para presentarlos te ofrece Dios en él cariñoso abrigo. Lago
como en una copa llena para satisfacer que el cielo perfuma; el mundo es u n
la necesidad de amor, la única sed de mar cuyo soplo es brumoso, y su flotante
Dios. espuma, si cayera en t í , haria amargas
tus aguas.
N i ñ a , en el concierto que desde l a X.
tierra saluda á Dios, t u voz es entre to-
das la elegida, porque, hija mia, t u voz
Y t ú , celeste amigo, que custodias su
es m u y dulce, asciende hasta el cielo
infancia, que de dia y de noche le de-
tan pura y espira produciendo tan cari-
fiendes con tus alas invisibles, trípode
ñoso murmurio, que las vírgenes celes-
donde su llama se enciende, espíritu de
tes exclaman al oiría:—"¡Es la voz de su oración, á n g e l de m i niña, cisne de su
una hermana!,, lago puro;
IX.
Te la entregó Dios y yo te la confio;
Separada siempre del camino que si- sosten, realza, exhorta, inspira y fortifica
gue el pecador, anda hácia donde Dios su frágil humanidad, para que conserve
te encamina; niña, conserva t u alegría; siempre, alegre ó sufriendo, la mirada
azucena, conserva t u blancura. pura, el alma transparente y la sereni-
dad que hace que todo el dia, sin que
ella te vea, descartando de su corazón
Só humilde y nada te importen los falsos deseos y falsas pasiones, estés de-
ricos n i los poderosos, que el menor soplo lante de ella adorándola, como ella está
arrastra; la verdadera fuerza radica en adorando á Dios.
el corazón inocente. Con frecuencia Dios Junio 1830.
desprecia las altas torres, pero m i r a con
cariño el nido de musgo donde canta
una tierna voz.
XXXVIII.
•-
TOMO V . 24
PREFACIO
¿Qué nombre darte, época de traasi- Las olas, que t ú solo. Dios, cuentas; el
cion en que nos encontramos? B a ñ a to- viento que huye; el pedrusco que el arro-
das las frentes lívido sudor, y en las yo lava, y todo lo que, para realizar los
alturas del cielo, lo mismo que en el co- vanos proyectos del hombre, la reja dice
razón de los hombres, se confunden las al surco y la rueda al empedrado;
tinieblas con las claridades.
Y la barca, dentro de la que en la
Creencias, esperanzas, pasiones, deses- oscuridad se oye una lira y que abando-
peración, nada de esto está iluminado y nando las playas se entrega á la corrien-
nada de esto está oscuro; y el mundo, so- te, y el órgano de los bosques que suspi-
bre el que ñ o t a n las apariencias, se vé ra en las m o n t a ñ a s , y el murmullo de
cubierto de una sombra en la que todo voces que se escapa de las ciudades;
reluce.
Y el hombre que gime y que duda;
E l ruido que produce esta sombra en- porque en este siglo, víctima de sonrisas
sordece el pensamiento; todo se confunde burlonas, todas las convicciones al poco
en ella, desde el canto del cazador hasta tiempo depositan la duda, que son las
el extremecimiento de la hoja que roza heces del fondo del corazón.
el aire y que oculta un nido ó que tapa
una flor.
Y de esos ruidos diversos sale el extra-
Todo se confunde en ella; los que se ño canto, temible ó propicio, que entona
e x t r a v í a n en los senderos y buscan su nuestra época que trabaja, como sepul-
camino al través de los campos; las c a ñ a s turera ó como nodriza; que prepara u n
verdes que frotan unas con otras sus l u - monumento ó que cava una tumba.
cientes hojas; los á n g e l u s lejanos que dis-
persan sus sonidos en los cielos; E l Oriente! ¿qué veis en el Oriente,
poetas? Volved hácia allí los ojos y los es-
L a yedra extremeciéndose en las hen- píritus.'—"Ay! respondieron las voces de
diduras de las bóvedas; el aquilón ata- aquellos, durante mucho tiempo mudas;
cando al marinero que perece; los carros vemos nacer allá abajo un dia miste-
embarazados en las vueltas de los cami- rioso;
nos, e n g a n c h á n d o s e por el eje, como nos-
otros por el espíritu;
„Un dia misterioso en el callado cielo}
que blanquea el horizonte por detrás de
E l pordiosero que camina extenuado; las colinas, semejante al lejano fuego de
el que se entrega á S a t a n á s ó el que se una fragua nocturna que se distingue
entrega á Jehová; el clamor de los tran antes de oir el ruido que hacen los mar-
seuntes que se pierde á lo lejos; la voz tillos.
del corazón que siente, el ruido de los
pasos que se disipan;
„Pero ignoramos si esa aurora lejana
190 OBRAS D E VICTOR HUGO.
anuncia del verdadero dia el ardiente! rie? Allí habla el Océano; ¿está contento
sol, porque sobreviniendo en la oscuridad | ó teme? Allí el hombre murmura; ¿canta
esa hora inesperada, lo que creemos ó se queja?
Oriente puede ser Occidente.
Viendo tan poca claridad, n i n g ú n alma
3,Quizás sea una noche lo que tomamos está tranquila. Sentado en u n banco,
por una aurora; quizás ese sol que el ¡apoyado en la pared, se encorva el an-
hombre desea ver ascender y derramar: ciano sacerdote, y apenas su vista en la
sus rayos en el horizonte, quizá ese sol j luz del dia nebuloso deletrea el libro os-
que esperamos ver salir, es u n sol que curo,
entra en su ocaso.,, _ _ _
E n vano, sacerdote, piensas y te es-
Señor! ¿es verdaderamente una aurora I fuerzas en t u trabajo. E l hombre no
que alborea? Nuestra ansiedad crece de í comprende ya lo que Dios le reveló. Por
punto á cada instante. ¿Vemos d e m a s í a - í t o d a s partes, de los sentidos dudosos se
do ya, no vemos bastante aun? Señor, ¿eso j erizan los matorrales; la amenaza está
es el fin ó el principio? [aquí bajo, pero la promesa está allá
I arriba.
Se extiende por el alma y por la tierra
espantoso crepúsculo. Los ojos que ha de Q u é importa! Sin saber cuál será núes-
alumbrar, en otro universo, ese deseo- tra suerte, dormidos ó despiertos, el des-
nocido sol, que viene ó que se vá, ¿están tino nos arrastra; ya sea para morir, ya
cerrados ya, ó no se han abierto to- sea para vivir, nuestro siglo no tiene m á s
davia?... ' remedio que cumplirlo.
Ese confuso tumulto, que para nues- E l horizonte, que llena murmurio
tros espíritus quizás es el ruido que vago y sonoro, ¿debe palidecer pronto,
hormiguea en todos los lugares, de alas debe pronto enrojecerse? Espíritu del
que en todas partes se disponen á volar, hombre, espera en estos momentos que
quizás lo produzca en estos momentos el la sombra vaya á descender ó el astro
mundo, que dice: Adiós! vaya á surgir.
Ese t u m u l t o confuso que hiere nues- Vuelto como los demás hácia el Orien-
tros oidos, puro algunas veces como u n te incierto, recogiendo todos los ruidos
hálito y delicioso como los sonidos de un fatales ó gratos, los murmullos de las
laúd, quizás lo ocasiona un edén que se alturas, que responden á los nuestros, y
despierta. Quizás en estos momentos el los suspiros y los rumores de todos, el
mundo dice: Salvación! poeta, en sus cantos amargos, refleja,
como eco triste y sereno, todo lo que el
alma sueña y todo lo que el mundo can-
Allí el árbol se extremece; ¿de alegría ó ta ó balbucea, esperando.
de tristeza? Allí canta el pájaro; ¿llora ó 20 Octubre 1835.
CANTOS DEL CREPÚSCULO.
Podéis estar orgullosos, que equiva- Sois los hijos de los belicosos liceos, en
léis á vuestros padres. Habéis sacado los que aplaudisteis nuestras pasadas
vivos del sudario los derechos del pue- victorias, en los que buscabais descanso
blo, que conquistó después de muchas á la sombra de los pliegues de un estan-
guerras. Julio os d i ó , para salvar á darte; por los que con frecuencia Napo-
vuestras familias, tres de esos hermosos león, absorbido en su gran pensamiento,
soles que incendian Bastillas; vuestros pasando, cruzado de brazos, por vuestras
padres no vieron brillar m á s que un sol. espesas filas, os i m a n t ó con sus miradas.
Sois sus dignos hijos; su sangre que Aguila, que ellos debían seguir! A g u i -
corre por vuestras venas y su alma que la de nuestro ejército, cuyas sangrientas
habéis heredado, os dan valor heróico. plumas están dispersas en muchos sitios;
Continuasteis lo que ellos comenzaron; t ú que los cobijaste bajo tus alas pater-
vuestra madre es la fecunda Francia, nales, contémplalos con júbilo; eres ma-
que cuando le parece, para servir de dre que debes estar satisfecha, porque
ejemplo al mundo, hace pasar un siglo has dado á luz tan bravos aguiluchos.
en u n dia.
192 OBRAS D E VÍCTOR HUGO.
IV.
„Cuando l a palabra brilla, destruye
los imponentes obstáculos. Verdad, t ú Tres dias, tres noches en aquella fra-
sabes cómo los dientes destrozan las gua el pueblo se encendía en fuego, des-
mordazas; puede un rey cerrarte su L o u - trozando la banda bearnesa con el hier-
vre, apagar t u llama ó hacer que la ex- ro de la lanza de Jena. E n vano diez
t i n g a n sus criados, pero esa llama abra- legiones se lanzaron con í m p e t u en el
sa al que la toca, y t u boca no se puede formidable foco, que caballos y ginetes
cerrar como l a puerta de u n palacio. se fundieron en él como ramas secas
que arden en u n brasero.
„¿Dejaremos que todos nuestros ade-
lantos, que el progreso que debemos á ¿Cómo conseguiste apaciguar t u cóle-
nuestros padres, que el trabajo de la ra, soberana ciudad, que venciste en tres
raza humana, se pierdan para nosotros dias? ¿Cómo conseguiste, rio popular, vol-
en un momento? ¿Dejaremos que nos ver á entrar en t u lecho y volver á se-
arrebaten las leyes y las Constituciones? guir t u curso? Tierra que temblabas al
¿Veremos impasibles que derriben en- furor tempestuoso de l a venganza de la
carnizados, como si fuera un edificio efí- m u l t i t u d , ¿cómo conseguiste ser inte-
mero, t u obra de cuarenta años, laborío ligente, cómo conseguiste elegir al cas-
sa Libertad? tigar?
„¿Por semejantes hombres se han blan Es que habia muchos corazones estói-
dido las espadas desde el Norte al Medio cos entre vosotros los ciudadanos; es que
día? ¿Por semejantes hombres se han la heróica juventud c o m b a t í a á vues-
sembrado de cadáveres los campos de tro lado. E n adelante, para todas las oca-
batalla? ¿Por semejantes hombres núes siones estaréis unidos por Un alma co-
tros heróicos padres han sobrepujado en m ú n , por el alma que brilló en todas
valor á los griegos y á los romanos? vuestras h a z a ñ a s . Os honraron esas jor-
nadas: ayer érais una m u l t i t u d , pero hoy
„¿Los insensatos que cometen seme ya sois un pueblo.
jantes atentados, no ven que desde que
su poder se eleva el horizonte está m á s A pueblo semejante han embestido
negro? ¿ E n la ceguedad de su locura no los audaces consejeros del perjurio, que
ven que está rebosando la copa, que se son las calamidades que la Providencia
les espía desde lejos, que en lontananza envía en dias determinados á los últimos
relampaguea, y que el león popular se reyes de una raza fatal. ¡Desgraciados
mira siniestramente las uñas?,, los que creen, ciegos en su profundo
error, que pueden apoderarse de la liber-
m. tad del mundo, como de u n pájaro al que
se le tiende un lazo!
Todos se sublevaron; el hombre, el
n i ñ o , la mujer: todos los que tenian
alma, todos los que podian disponer de No ocultéis nada de lo que pasó. Las
sus brazos, todos acudieron. T u m u l t u o - cicatrices embellecen las frentes de los
samente la ciudad se lanzó con í m p e t u soldados. Dejemos que conserve la c i u -
noche y dia contra batallones enteros. dad herida las cicatrices del combate.
CANTOS D E L CREPÚSCULO. 193
Llenemos con sus heróicos muertos los victoriosos fueron en l a guerra, que to-
sepulcros del Pantheon; no borremos dos los pueblos proclamaban el nombre
n i n g ú n recuerdo; restituyamos su tum- de Francia, abandonaban sus antiguos
ba á Luis X V I y su Columna á Napo- lábitos y a c u d í a n á cubrirse con la som-
león. bra de Napoleón.
V,
A vosotros os impulsa esa noble am-
Dejadme llorar á la raza muerta que bición. Conseguid que en todas partes
trajo el destierro y que el destierro se sea libre el pensamiento y que cada na-
volvió á llevar. A c o m p a ñ e m o s al menos ción sea soberana de sí misma. E n s e ñ a d
hasta las fronteras á los antiguos reyes a libertad á los que viven en la noche
de nuestros padres. ¡Rinde, bandera de sombría, alumbradles el camino, guiad
Fleurus, los honores militares á la orifla- sus pasos y haced que h á c i a ese sublime
ma que se vá! objeto se dirija el género humano.
Cuando son desventurados, m i voz ape Sacerdotes, i d á rezar ante las fosas;
ñ a s termina el himno que elevó á sus do ¿qué vais á hacer en las catacumbas con
lores, cuya cadena se prolonga. E n mis relucientes vestiduras de p ú r p u r a y de
cantos bendigo siempre al destierro y é oro? I d allí, pero sin lujosa mitra, sin
la tumba, y mientras que los demás sa vana pompa, sin ocupar un trono en esos
ludan la aurora de un nuevo reinado, sitios sagrados, que solo requieren oracio-
m i poesía irá de duelo mucho tiempo nes y limosnas; una cruz de madera y
aun desde Santa Elena hasta San Dio- un altar de piedra basta para los hom-
nisio. bres, como basta para Dios.
VII.
Pero que sirva de lección fatal y éter
na á esos pigmeos, que son extranjeros Desde hoy en adelante, si os dedicáis
en la tierra natal, que hacen reinar á los solo á encaminar bien las almas, si sois
reyes por satisfacer sus ambiciones, y que pobres como el pueblo y modestos como
petrificándolo todo bajo su grupo inmó las mujeres, nada debéis temer; la Igle^
v i l , acurrucados, atormentan con su soplo sia es vuestro puerto de refugio: cuando
débil la ceniza aun caliente de las revo- durante mucho tiempo g r u ñ e la boca
luciones. del Vesubio, cuando la espumosa lava
asoma roja á sus labios,
VI.
Prodigioso caosl Las calles se llenan Después regresaba con su gran ejérci-
de ceniza, la tierra vuelve á vomitar las to, embarazando con su botín el paso de
casas desaparecidas, cada techo extra- la Francia y su Louvre de granito, y los
viado choca con el techo próximo, el mar parisienses le recibían con locas aclama-
salta en el golfo, la llanura se enciende ciones de júbilo, como los aguiluchos re-
y los gigantes campanarios, conmovién- ciben al á g u i l a cuando vuelve á su nido
dose hasta su base, tocan involuntaria- con la presa.
mente á rebato.
Y lanzando con el pié todo ese metal
Dios así lo quiere; destruyendo las sonoro, iba á visitar el inmenso recipien-
ciudades, llenando los valles de escom- te, donde hervía aun en estado líquido
bros, borrando las islas, trastornando el monumento cuyo molde forjó su pen-
mar y tierra, perdona el Vesubio, cerca samiento, y en su foco ardiente lanzó sin
de su cráter, á la humilde ermita, en la descanso los cañones enemigos.
que, arrodillado, reza u n anciano sacer-
dote.
Después volvía á salir á ganar otras
10 Agosto 1830. batallas; despojaba otra vez á sus ene-
migos de las c u r e ñ a s dispersas, y trans-
portando el bronce cogido á l a Roma
il. francesa, preguntaba á ios fundidores
que se inclinaban hácia el horno ardien-
A l a Columna. te:—Tenéis bastantes?
II.
Pero no; l a libertad conoce ya su fuer-
za. U n trono es en su poder como el
Espera, loca juventud, que no es ho- m u é r d a g o en la corteza de un árbol,
ra todavía. ¿A q u é viene hablarnos de cuando la raza de los reyes falta al de-
Arcóle, de W a g r a m y del Tabor? Por- recho jurado. Y entre nosotros hemos
que haya mandado u n ejército, porque visto pasar maravillosamente á l a raza
se haya apoderado de algunas ciudades, m á s antigua y á la m á s moderna; este si-
¿creéis que vá á debilitarse la Europa, si glo, en menos de treinta años, ha devora-
él aumenta alrededor de su tumba el nú- do á las dos.
mero de jadeantes Demóstenes?
—Si dentro de la Columna los franceses grado, cuyas hojas se desparraman por
hubieran sabido que se guardaban los in- todo el universo.
mortales despojos del emperador, ¿quién
sabe en una guerra civil hasta dónde
éstos hubieran entusiasmado todos los A l menos allí duermes sin que nadie
corazones? :e ultraje. Con frecuencia allí te despier-
tan los lloros de cariño y de rabia de u n
soldado rojo, que se arrodilla ante t í .
Si alguna vez el extranjero ¡oh ciudad '. Desde allí puedes ver, desde lo alto de
soberana! trajera á pacer los caballos de 'as playas, por la extensión azul de las
U k r a i n a en t u suelo querido, sin duda aguas, correr hácia t u roca solitaria to-
alguna esos huesos hubieran germinado, das las velas de los barcos, como si cor-
dando á luz á soldados en t u recinto riesen á buscar el verdadero centro de la
mudo. tierra.
VII.
Acaso, Columna, a l g ú n dia, descen-
diendo á t u base el peregrino pensativo
y contemplando con éxtasis esos despo- Duerme, que quizás l l e g a r á el dia en
jos mortales, arrodillado ante tí, querría que iremos á buscarte, pues para nos-
pesar el polvo que u n Napoleón puede otros eres un dios y nunca fuiste el se-
dejar en el hueco de la mano. ñor; porque nos afecta t u destino fatal,
y, y a sigamos la bandera tricolor, ya
sigamos al oriflama, no estamos pendien-
Hubieran podido conservarse esos ma tes de esa cuerda infame que te arranca
ravillosos despojos y contemplar en ellos de t u pedestal.
el brazo fuerte, el atrevido pecho, el pié
que durante doce años espoleó al mundo,
el hueco de los ojos que fascinaron á las Celebraremos por t í magníficos fune-
multitudes, la frente prodigiosa y el crá- rales; quizá t a m b i é n nosotros libraremos
neo creado en el molde del globo impe nuestras batallas; defenderemos y será
rial. respetado t u sepulcro; reuniremos ante
él á l a Europa, al Africa y al Asia, y lle-
varemos allí á la poesía j ó v e n cantando
Entonces creeríamos oir que desde lo á la libertad.
alto de la Columna salia el confuso ruido
de armas de las batallas y de las bocas E s t a r á s bien entre nosotros, tendido
de los cañones, de los caballos relinchan bajo t u Columna, en el poderoso Paris
do, de las ciudades almenadas, de los que fermenta y que hierve debajo de u n
clarines, de los tambores, el temible r u i cielo que tantas tempestades oscurecie-
do de este grito: Napoleón! ron, debajo del empedrado sobre el que
ruedan los cañones, sobre el que las le-
giones pasan, sobre el que el pueblo ruge
Retóricos tímidos que acabáis de ves como el mar.
t i r la toga, no quisisteis consolar á esa
viuda, que es venerable para todos los
partidos, y al repartiros el imperio de Si el pueblo solo reserva para los tira-
Alejandro, tenéis miedo de una sombra nos los truenos y el abismo, t a m b i é n re-
tenéis miedo de los inanimados restos de serva para t u tumba centenaria profundo
un mortal. ¡Oh, sois muy pequeños! gemido, infinito y cariñoso, que conse-
g u i r á que t u sombra no eche de menos
VI. el incesante m u r m u l l o del Océano.
9 Octubre 1830.
Permanece en t u tumba, permanece
en el espumoso peñasco, en el que con la
rapidez de la bomba caíste caliente aun
y humeante. Permanece en la isla de
Santa Elena, en la que, sorprendido el
hombre, vé en toda su m a g n i t u d los aza-
res de la fortuna; permanece en la oscuri-
dad que te aprisiona y bajo el sauce sa-
CANTOS D E L CREPUSCULO. 497
IV.
Himno. B o d a s y festines.
Para los que así mueren, para conser- Cascos, cimeras, florones, banderas
var su memoria, el alto Pantheon eleva triunfales, leones coronados, buitres,
hasta las nubes, por encima de las m i l bucéfalos, estrellas de plata en fondo os-
torres de la ciudad de P a r í s , que es la curo, abejas en fondo de p ú r p u r a y azu-
cenas en fondo de azur, cadenas, todas
reina de nuestras Tyros y de nuestras
las formas e x t r a ñ a s de la heráldica, como
Babilonias, esa corona de columnas, que
leopardos alados, á g u i l a s y grifos, se
los rayos del sol doran eternamente.
arremolinan alrededor de los convida-
dos, se agarran á los techos, se retuercen
Gloria á Francia! ¡Gloria á los que en los arabescos de las alfombras, su-
murieron por ella; á los m á r t i r e s , á los mergen su atrevido pico en la copa es-
valientes, á los fuertes, á los que siguen culpida y suspenden en los artesones
su ejemplo, á los que desean ocupar u n cortinajes deslumbradores, que cuelgan
sitio en el templo de l a inmortalidad y desde las vigas del techo hasta sus cabe-
mueren como los héroes! zas, cuyas franjas soberbias las rozan,
como pasan los pájaros rozando la yerba
con las alas. Como en el banquete todo
Para semejantes muertos, en vano la resuena y todo reluce, parece que se lo
noche sombría del olvido, á la que v á á disputen la luz y el ruido.
parar todo lo que desaparece, pasa por
su sepulcro, ante el que nos prosterna
mos; porque todos los dias aparece para Por todas las ventanas sale el rumor
ellos la gloria, esa alba cuya luz serena de la fiesta. Los convidados se ciñen la
hace brillar su memoria y dora su re- frente con coronas y ocupan u n trono
cuerdo. en el que se sienta el orgullo, llevando
u n cetro en la mano y una cadena en el
pié; algunos quizá quisieran escaparse de
Gloria á Francia! ¡Gloria á los que
allí, y el esclavo m á s atado es el dueño
murieron por ella; á los m á r t i r e s , á los
de la casa.
valientes, á los fuertes, á los que siguen
su ejemplo, á los que desean ocupar u n
sitio en el templo de la inmortalidad y E l poder embriagador que trueca al
mueren como los héroes! hombre en Dios; el amor, miel y veneno;
Julio 1831. el amor, filtro de fuego, que se compone
del hálito confundido del hombre y de
la mujer, de los extremecimientos de l a
198 OBRAS D E VICTOR HUGO.
carne y de los sueños del alma: el placer, ta deslumbrada vaga alegremente des-
hijo de la noche, cuyos ojos ardientes de de todo lo que fluye hasta todo lo que
esperanza languidecen por la m a ñ a n a y llamea.
se encienden por la noche; las j a u r í a s , los
picadores, la caza, los que pasan el dia
corriendo por el campo siguiendo el soni- Pero de repente, mientras que los can-
do de la bocina; los lechos de cedro y de tos y las risas hacen olvidar á los convi-
plata sobredorada, construidos, m á s que dados el mundo exterior; en los momen-
jara el sueño, para la voluptuosidad; los tos en que la mesa, la sala, los criados,
lujosísimos palacios, que al pobre envi- los comensales y las l á m p a r a s brillan
dioso hacen crugir los dientes; los par- más, y la orquesta escondida difunde
ques majestuosos, en los que entre la más a l e g r í a y m á s voluptuosos sonidos;
hojarasca se distinguen las paredes, en en los momentos álgidos de la embria-
los que de noche se oyen músicas en los guez y del delirio, en los que se burlan
estanques; el pudor de las beldades, fá- con desprecio del pueblo, que cubierto
cilmente vencido; la justicia administra- de andrajos está sentado á la puerta, sue-
da por la cantidad de oro convenida; el nan en la escalera repentinamente los
terror de los pequeños, el respeto de los pasos de alguno que sube, los pasos de
transeúntes; la guerra, que es lo que sa- un inesperado, que debían esperar.
zona la felicidad de los poderosos; el ca-
ñ ó n lleno hasta la boca de metralla, que
saca el largo cuello por las murallas; el No cerréis l a puerta. Os precisa abrir-
regimiento en marcha, pólipo de m i l la y dejar entrar al que se aparece.—Y
pies; la gran capital, produciendo su unas veces es la muerte y otras el destier-
multiplicado murmullo; todo lo que lan- ro que llega jadeante; la una con el sepul-
za al cielo, sea ciudad, sea ejército, olas cro, el otro con una tienda; l a muerte
de polvo y olas de humo; el presupuesto, con piés de plomo, el destierro con pa-
enorme mónstruo, admirable pez al que sos ligeros, espectro que usa traje extran-
le echan el anzuelo por todas partes y jero.
que, flotando en olas de oro, arrastra el
vientre con escamas de monedas: tales
son los manjares divinos que en platos E l espectro es espantoso; entra en la
dorados sirven á los convidados cien sala y proyecta en todas las frentes su
criados á u n mismo tiempo, y que en los sombra colosal; los convidados se encor-
hornillos del laboratorio sombrío y sub- van como los árboles al soplo de los
t e r r á n e o que arde en la oscuridad pre- vientos; el espectro escoge á uno de ellos,
para noche y dia para el real festin ese con frecuencia al que está m á s ébrio, le
alquimista que se llama Destino. saca de la mesa, con asombro de todos,
y se lo lleva cuando aun tiene los labios
mojados de vino.
20 Agosto 1832.
E l sombrío anfitrión no quiere que ha-
ya platos vacíos, y los sirven con t a l pro-
fusión, que hartan á los m á s ávidos; que
para elegir mejor entre los sabrosos bo-
cados tienen por consejero á su concien-
V.
cia, ó lo que así se llama; compañero Napoleón I I .
perspicaz, guia segura del hombre, al
que por imprudencia, las nodrizas de los
reyes, desde que estos empiezan á jugar, I.
le sacan los ojos.
M i l ochocientos once!—¡Felices aque-
llos tiempos en que los pueblos proster-
E n esa larga mesa se sientan los gran- nados esperaban ante una nube s o m b r í a
des y los felices del mundo, para gozar saber la voluntad del cielo, cuando veían
el inagotable bienestar de su vida, para conmoverse las m o n a r q u í a s seculares y
embriagarse en el espléndido festin, en contemplaban el Louvre, que tronaba y
el que al través de esplendores brillan- relampagueaba como el monte Sinaí!
tes ven pasar por su imaginación flotan-
tes imágenes; y las risas, las conversacio-
nes, las l á m p a r a s y los vinos producen Inclinados, como el caballo que oye
en el alma ardiente torbellino, y la vis- venir á su dueño, se decían unos á otros:
CANTOS D E L CREPUSCULO. 199
—"Grrandeserá el sér que nazca; m a ñ a n a M a ñ a n a ! ¿Quién sabe lo que t r a e r á
espera tener un heredero el glorioso i m - m a ñ a n a ? . . . E l hombre siembra hoy la
perio. ¿Qué le concederá el S e ñ o r al causa y Dios madura m a ñ a n a el efecto.
hombre que, superior á César, absorbe M a ñ a n a es el rayo que rasga la vela, es
en su suerte la suerte del género h u - ' a nube que apaga la estrella, es el arie-
mano?;; te que bate las torres, es el astro que
cambia de zona, es el trono con el tercio-
pelo desgarrado, que deja ver su esque-
Mientras hablaban así, l a enorme y 1eto de madera.
brillante nube se entreabrió, apareciendo
en ella el hombre predestinado; estáticos
los pueblos enmudecieron, y él, levantan- M a ñ a n a es el caballo que cae al suelo
do los dos brazos, presentó al mundo el cubierto de espuma; m a ñ a n a es ¡oh con-
niño recien nacido. quistador! Moscou, que se enciende de
noche como una antorcha; es t u guar-
dia veterana, que cubre de muertos l a
E n cuanto el niño respiró, en l a c ú - lanura; m a ñ a n a es W a t e r l ó o , m a ñ a n a
pula de los Inválidos ondearon extreme- es Santa Elena, m a ñ a n a es t u tumba.
cidas las banderas, como se extremecen
las espigas al soplo de los vientos; y el
primer grito del n i ñ o , que la nodriza ¡Pudiste entrar en las ciudades alga-
apacigua, hizo saltar y aullar de con- ope de t u corcel, cortar las guerras ci-
tento á los cañones monstruosos del edi- viles con el filo de t u acero; pudiste bar-
ficio. rear el altivo Támesis, tener incierta l a
victoria, enamorada de tus clarines; rom-
per las puertas cerradas, sobrepujar á
Y él, orgulloso de este acontecimiento, :odos los capitanes, dar como insignia á
abrió al fin los dos brazos, que hasta :us ejércitos la estrella de tus espuelas;
entonces cruzaba siempre sobre el pecho pero Dios se reservó la duración y te dejó
y el niño, sostenido por las manos pa el espacio; pudiste ocupar todo el sitio de
t é m a l e s , inundado por los resplandores la tierra; pudiste tomar, impulsado por
de sus pupilas imperiales, lanzaba mira- tu ambición, la Europa á Cárlo-Magno
das brillantes. y el Asia á Mahoma, pero no podrás nun-
ca tomarle el M a ñ a n a al Eterno!
Cuando presentó el heredero de sus
tronos á las antiguas naciones y á las III.
antiguas coronas, satisfecho como el
á g u i l a que llega á descansar á una alta Terrible lección sufriste!—Cuando t u
cumbre, exclamó con júbilo:—"El porve hijo recibió como u n juguete la corona
nir me pertenece: el porvenir es m i o „ . de Roma, revestido con un nombre re-
sonante; cuando presentaron la temblo-
II. rosa frente real ante el pueblo, maravi-
llado de ver que un rey era al mismo
No, el porvenir no pertenece á nadie tiempo tan grande y tan pequeño;
el porvenir solo pertenece á Dios. Cada
vez que suena una hora todo lo viviente
se despide de nosotros. E l porvenir es un Cuando su padre para él habia gana-
misterio. Todas las cosas que nos des do tantas batallas; cuando espesó las
lumbran en el mundo, gloria, fortuna filas de sus ejércitos alrededor de la cu-
militar, corona real, brillantes victorias na del risueño recien nacido; cuando ese
ambiciones realizadas, solo se posan un gran obrero habia casi casi ya reedifica-
momento sobre nosotros como los pája do el mundo, como su i m a g i n a c i ó n so-
ros en las puntas de las ramas. ñaba;
servidores, á tus parientes y á tus ami- ¿Será quizás que se sumerge en una no-
gos; á t u perro, que te era m u y leal y che profunda, cuya oscuridad solo puede
que tratabas á palos. iluminar la l á m p a r a de Jesucristo? ¿No
es hora ya, después de tantas tempesta-
des, de inclinar la cabeza y de reedificar
Pero t ú , orgulloso sombrío, rico de el altar? ¿Debemos echar de menos los
infecundo corazón, que viviste impoten- tiempos antiguos en que los vivientes
te y que mueres inútilmente; t ú que ter- creían lo que h a b í a n creído los que m u -
minaste tus dias para que se ocuparan rieron, esos tiempos felices en los que la
de tí, entra en la eterna noche sin que lo Biblia abierta deslumhraba al mundo?
sepa nadie; eso es lo que te corresponde.
Sal del festín sin que se apague n i una
sola luz; cae en el torrente sin perturbar Problemas peligrosos, pero dignos de
siquiera la superficie. Este siglo tiene meditación; cuestiones oscuras, que in-
un gran pensamiento y camina decidi- ducen al pensador poeta á vagar por la
damente á conseguir lo que se propone; ciudad en las horas en que ya solo en-
t u sepulcro no le h a r á tropezar en su cuentra al que se retira tarde y á la ron-
camino; no se ocupa de oír el ruido que da de la noche, que se aparece como una
produce t u puerta al cerrarse. ¿Qué has visión que v á tanteando en la oscuridad
conseguido con cumplir t u capricho? todos los rincones de las calles.
Con t u voluptuosidad la tumba y con t u 4 Setiembre 1835.
vanidad el olvido.
A b r i l 1831.
XIV.
Indudablemente, muertes como esa,
ignoradas ó conocidas, no importan al No insultéis j a m á s á la mujer que se
siglo n i le perjudican, n i siquiera se ocu- pierde. ¿Quién sabe q u é terrible peso
pa de ellas; pero cuando, a g i g a n t á n d o s e hizo caer á la pobre? ¿Quién sabe c u á n t o
en el negro horizonte, el suicidio ciego tiempo ha sido v í c t i m a del hambre?
extiende sus alas sombrías y arrastra Cuando el viento de l a desgracia sacu-
tras sí m á s séres á cada momento; cuan día su v i r t u d , ¿quién no ha visto á esas
do apaga en todas partes contra los infelices mujeres agarrarse mucho tiem-
designios de Dios corazones llenos de po á ella haciendo esfuerzos desespera-
vida; cuando el hábil pintor Robert, que dos? Son esas desgraciadas como la
ocultaba tras sus miradas serenas la gota de l l u v i a que se vé chispear en el
tempestad de su alma, rechaza el cáliz extremo de una rama, en la que refleja el
de l a existencia cuando le vé vacío de cielo, y que sacudiéndola con el árbol
amor; cuando Castlereah, ese inglés que cae, y siendo perla antes de caer, es fan-
tenia algo de c a r t a g i n é s y de espartano, go después de la caída.
se hunde el acero en el corazón y muere
d e s e n g a ñ a d o , harto de poder y cansado
de astucias; cuando Babbe inunda de
veneno sus heridas; cuando Gros, jadean- Nuestra es la culpa; tuya, rico, de t u
te, siendo débil y viejo, se echa a l rio oro; ese fango encierra, sin embargo,
para que no le crean envidioso; cuando aun el agua pura: para que la gota de
este aquilón mortal disminuye á la fa- agua salga del polvo y vuelva á ser
milia, entonces el creyente ora y el pen- perla y brille con su primitivo brillo,
sador medita. Quizás la humanidad ca- basta un solo rayo de sol, como á la mu-
mina demasiado de prisa. ¿Qué pretende jer le basta u n rayo de amor.
este siglo? ¿A dónde corre ese r e b a ñ o de 6 Setiembre 1835.
espíritus? Es incomprensible que m u
chos en el mundo, al ver perdidas sus es
peranzas, se anticipen la muerte; este es
m a l de un siglo que está en continuo XV.
trabajo y en el que todo se descompone. Consejo.
Cuál será el remedio y cuál es l a causa?
¿Será quizás que la fé decrece á medida
que la razón aumenta, como sol que ca ¡No han echado aun vástagos en las
mina hácia su ocaso? ¿Será quizás que el ramas flotantes de nuestra tierra, en la
hombre no cuenta para nada con Dios?
que desde hace cuarenta años tantas a l -
CANTOS D E L C R E P U S C U L O . 207
mas han abortado, doctrinas de frutos os d u r m á i s , que ya se oyen en lontanan-
de oro, esperanza de las naciones, que la za los pasos del porvenir.
precoz mano de las revoluciones sacudió
sobre nuestras cabezas!
Sucede algunas veces en nuestro siglo
que impetuoso viento alborota de repen-
Y siempre los esperamos.—Señor, te- te al oleaje humano, el viento de l a des-
ned compasión de los pueblos que, de- gracia, que, como todos los astros, lo
seando v i v i r tranquilos, corren de una mueven los aires que han estado compri-
esperanza á otra, y haced que se nos apa- midos mucho tiempo en alguna parte;
rezca el hombre que elijáis entre los t r i - viento que dispersa el humo de todos los
bunos y entre los reyes que hacéis pasar hogares, que sopla sobre todos los hom-
efímeramente por l a Francia. bres, y que, como antorcha en los mares,
los hace espumar, los hace chispear; con-
mueve todas las cindadelas y todos los
¿Quién puede hoy creerse fuerte, pode- diques, y velozmente presenta desnudos
roso y soberano? ¿Quién puede, al levan- á la sociedad los abismos tenebrosos, las
tar fuertes barreras, asegurar que nadie brumosas cumbres, las llanuras serenas;
las traspasará, en este tumultuoso siglo viento fatal que confunde agitando á los
de trastornos y de glorias, en el que las malos y á los buenos, que arranca mu-
cañas que se inclinan en los bordes de chas tejas de las viejas techumbres de los
los estanques duran m á s que las monar- imperios, y que, tomando en el Estado,
quías? de arriba á bajo, á los hombres que derri-
ba, amontonando en la oscuridad en esa
Reyes! el p a ñ o grosero tiene celos del hora de borrasca y persiguiendo á un
terciopelo. E l pueblo tiene frió durante tiempo con sus ondas, con sus rumores
el invierno y hambre siempre; mejorad y con sus rugidos, arrastra al pueblo en
su suerte. A b r i d las escuelas para los hi- tropel y lanza toda esa tempestad á las
jos y los talleres para los pobres, y á to- puertas de un palacio.
dos el augusto asilo de vuestros brazos.
Palacio sombrío que está sumergido
en la oscuridad de l a noche, y en el que
L a bondad de los reyes debe hacer que al rugir l a tormenta las ilusiones se
los pueblos sean buenos; con frecuencia vuelan, unas llorando y otras riendo.
nos afligen e x t r a ñ a s desgracias; pensad Cuando llega esta hora fatal, el velo se
que Dios es el único Señor. Siempre hay desgarra, y ¡adiós sueños de oro! Se des-
alguno que recoja los beneficios; pensad piertan en el palacio y se encuentran
en esto, reyes, que estáis minados y que con que los toca u n espectro con manos
os agobia un pasado, que quizás está lle- de carne; es la realidad que los pesa. E l
no del porvenir. que antes soñaba en Carlo-Magno, aho-
ra se acuerda de Luis X V I . Hora terrible
para l a m o n a r q u í a , en l a que, dudando
Dad á todos, que quizás u n dia os re de la eficacia de los cañones, en l a que
compensarán. Dad, que ignoramos q u é llamando la m o n a r q u í a á sus amigos por
espigas g e r m i n a r á n en nuestro siglo al sus nombres, oyendo los rugidos que l a
rededor de los tronos. Dad con la mano tempestad lleva hasta allí, espera, con la
derecha á los buenos y con la izquierda vista fija en los cristales y los oidos en
á los malos, y como el labrador siembra los resquicios de las puertas. Hora en la
los granos en el campo, sembrad limos- que se vé en el rincón de una c á m a r a
nas en los corazones. palidecer á la pobre reina extranjera, es-
trechando á sus hijas entre sus brazos;
en la que los niños de la familia real
Oh reyes! el pan que se d á al viejo des aprietan c a r i ñ o s a m e n t e las manos leales
valido, la pobre adolescente á quien se de a l g ú n fiel veterano, y preguntan so-
libra de caer, el beneficio sonriente y ve- llozando á los criados, que no les res-
lado que se hace por todas partes donde ponden ya, q u é significan esos rumores,
hay necesitados, el grito de g r a t i t u d de ese terror, ese misterio, esa conmoción de
una madre reconocida, el niño salvado la tierra que sienten temblar bajo sus
que levanta entre el pueblo y vosotros pies, y que no tiembla bajo los piés de
las alegres manos, son el mejor dique otros niños.
para contener la m u l t i t u d furiosa. No
OBRAS D E VICTOR HUGO.
Fortificáis las silenciosas Tullerías, lle- barreras del trono! Pero Dios guarda u n
náis los puentes de cañones y de obuses, tesoro al que supo hacer limosna. Si en
cubrís las boca-calles de regimientos... tiempos m á s prósperos dejó el príncipe
Para qué? A cada instante aumenta la la huella de sus pasos en los tugurios de
muchedumbre desesperada y terrible; ¿y los indigentes, si les hizo algunas veces
q u é le importa, cuando llega la hora de secretos beneficios, si perdonó cuando l a
la marea, que salga y suba aullando des- ley queria matar, no debe perder la espe-
de el fondo del abismo amargo, la me- ranza de salvarse. E l pueblo puede olvi-
t r a l l a á la m u l t i t u d , n i el granizo al dar esto en sus dias de cólera, pero Dios
mar? no lo olvida nunca. Con frecuencia el
grito de compasión que saliendo del co-
razón pronuncian los labios, desarma
¡Terribles acontecimientos que se rea- imperiosamente al hombre cruel que
lizan en nuestros dias! E n ellos, solo es- tiene en sus manos una presa con la
trechándose los hombres unos contra que se van á ensañar; las madres consi-
otros, derriban torreones, torres y casti- guen librar á los niños de las bocas de
llos, y apoyándose i n ú t i l m e n t e en los los leones.
arrabales las pálidas guarniciones, caen
éstas trituradas con sus férreos caño-
nes y con las paredes donde se apoya- E n los momentos m á s terribles del
ban. naufragio, cuando se vé que la bala es
impotente c o n t r a í a ola, cuando el popu-
lacho, lleno de cólera, ladrando en el um-
Cómo se ha de defender un rey? Más bral como u n perro para que le abran la
ligero sobre el oleaje que el flotante cor- puerta, llega salpicando de lodo los cha-
cho, m á s vacilante que la sombra cuan- piteles del Louvre; cuando ese populacho.
do se aproxima la luz, escuchando sin Océano que no tiene hora fija para su
oir y mirando sin ver, se extremece al reflujo en el momento en que nada le de-
oir g r u ñ i r la tempestad y tiembla. ¡Solo tiene, sube y aulla, ofrece con frecuen-
los reyes pasan momentos semejantes! cia el espectáculo que otras veces nos
ha presentado la historia, de que una
buena acción, escondida en u n sitio som-
¿De q u é les sirven ahora las leales es
brío, salga luminosa de la oscuridad y
padas, las líneas de cañones y de sóida
diga al pueblo colérico, parodiando á
dos, los encendidos vivaos, el general ele
Dios: "No irás m á s allá!;,
gido á quien fió su custodia, que q u i z á
Diciembre 1834.
está soñando ceñirse otra escarapela? ¿de
q u é le sirven sus coraceros, de q u é le sir
ven la verja de hierro cerrada y las me
chas encendidas? Necesitarla tener u n
c a p i t á n heróico y solo cuenta con un XVI.
ejército, ¡Cómo oponerse al inmenso ba
lanceo de ese pueblo, mar arrastrado por E l grande hombre que es vencido pue-
una idea, vasta inundación de hombres, de perder en un instante la gloria, el
de mujeres y de niños! imperio y el cetro; puede perder hasta el
prestigio de su grandeza que le ilumina-
ba como una aureola, pero no puede per-
Desgraciado de él entonces! ¡Será pre
der su g é n i o .
ciso. Dios mió, que volvamos á ver la
parte monstruosa de las revoluciones!
Quién puede apaciguar el mar? ¿Quién Así, cuando la batalla destruye una
puede contener el oleaje de Paris y de bandera, todo lo que en ella es seda, oro-
Lóndres, sobre todo cuando, atronada la pel ó franja de oro queda destrozado
ciudad por los tambores, siente que nada por el fuego de la metralla y desaparece
en sus olas la hidra de los arrabales? pedazo á pedazo, como si se lo arrancara
¿Qué es lo que vá á suceder en ese pala el pico de un ave de r a p i ñ a .
ció en el que se desploma el imperio, en
el que van á caer las puertas ante la
m u l t i t u d en el que se habla de misterio- per0 esto nada importa; la bandera, al
través del horrible fuego de la batalla,
en lo alto del asta, de donde pendía l a
Estalló al fin la tormenta; cayeron las tela de p ú r p u r a que ahora vuela en an-
CANTOS D E L CREPUSCULO.
m
drajos, conserva siempre el á g u i l a de guos tiempos á las costumbres actuales,
bronce. que rehace u n caos de lo que fué u n
21 Febrero 1835. mundo, que hunde rudamente el casco
estrecho de Esparta en la frente provecta
de París; que en los tiempos pasados, m a l
comprendidos, viola descaradamente a l
XVII. sábio para convertirle en un m ó n s t r u o
que causa terror á su padre, de t a l modo,
A Alfonso B a b l e
que temblando los antiguos héroes, se
(muerto el 31 de Diciembre de 1829). han tapado la cara, y después de tres
m i l años, casándose con Licurgo, sus
amorosas caricias han dado á luz á Ro-
Con frecuencia, en mis horas tristes bespierre.,,
me he acordado de t í , noble amigo, que
eras u n hombre de la a n t i g ü e d a d ; me he
Nos dirás á todos:—"No os durmáis; v i -
acordado por echar de menos entre nos-
gilad y estad preparados, porque ya paso
otros t u voz augusta y fuerte y llena de
á paso se desliza en l a oscuridad la mano
equidad; porque nos falta t u mano, que del cazador por todas partes donde oye
sabia grabar con caracteres indelebles en cantar dentro de los nidos que cobijan
un siglo en el que el oro distrae á los los pensamientos; porque los corazones
sabios, en el que el pensamiento es es- m á s nobles están vencidos ó cansados;
clavo del interés, tiempo de frutos abor- porque Polonia, cargada de cadenas, n i
tados, de tallos rotos, de instintos desna- aun puede morder el pió del czar que le
turalizados, de razones corrompidas, en aplasta la garganta; porque de dia en
el que todo está disperso en el espíritu dia se vé que los reyes alargan en la fra-
humano y en el que el presente flota á gua la cadena que forjan para la gigan-
la ventura sobre el pasado. Si estuvieras ta, que está adormecida á su lado, l a
entre nosotros, t u elocuencia sonora v i - cadena para ligar á la libertad. No dur-
braría calmada y serena en medio de máis y trabajad sin descanso, grandes y
nuestro tumultuoso oleaje; servirías de pequeños, que cada uno tiene su tarea
puente para contrarrestarla corriente. en el trabajo; cada uno tiene que llevar
su piedra al edificio, cuya cumbre aun
ha de costar de construir. No se ha
Convencerías á los partidos de que le-
concluido el trabajo por haber destrona-
vantan demasiado polvo alrededor de la
do un rey; nada significa u n rey caido:
razón y que no nos la dejan ver con cla- es mucho m á s difícil y de mucha mayor
ridad; al pueblo, de que sobre todos debe trascendencia mejorar las costumbres
pesar la ley del trabajo y que es bastan- que abatir á los reyes. Nada está aun
te fuerte para no tener envidia; al poder, terminado; n i la ruina n i el bosquejo.
que no debe vengarse nunca; que para el Desarrolláis infinitos planos, pero no los
pensador es un espectáculo e x t r a ñ o y realizáis. Os a p l a u d í s á vosotros mismos
triste que la ley, que debe ser una diosa por haber hecho m u l t i t u d de leyes, que
impasible y serena, salga ciertos dias de habéis amontonado al acaso. Trabajad,
la urna consular con miradas fieras y que no ha llegado aun l a hora del des-
loca de cólera. canso. Buscáis algo desconocido, pero
sin tener verdadera fó y verdadero cari-
A los jóvenes, que mirabas con bene- ño; nada entre vosotros b r i l l a con clari-
volencia y cuya edad los mece en i n - dad; crepúsculos y nieblas oscurecen
quietas ilusiones, les dirías:—"Amigos, vuestros sistemas, y en las leyes y en las
habéis nacido para disfrutar de tiempos costumbres, y hasta en los espíritus, solo
felices; no caigáis en los errores de vues- se vé la p á l i d a alba ó la roja puesta del
tros padres; madurad las ideas; huid de sol, pero no la luz clara del medio dia.„
dorados y falaces sistemas y de las espe-
ranzas que en vuestros corazones hace
hrotar la A m é r i c a , pueblo que se dedica Así nos hablarías escribiendo libros
á ensayos, nación de chiripa, sin raices, austeros, como hablaban en otro tiempo
sin pasado, sin historia y sin arte; l i - los antiguos solitarios, como hablan to-
braos de la sabiduría i m p í a y envenena- dos aquellos que nos hacen enmudecer, y
da que salió del cerebro de Voltaire, que te escucharíamos como el mundo de en-
es hija de la ignorancia y del orgullo, tonces escuchaba á los antiguos.
que quiere aplicar las leyes de los anti-
TOMO V. 27
210 OBRAS D E VICTOR HUGO.
Este libro errante, que con el ala rota Todo canta y susurra, todo habla á un
apenas puede volar y que el viento l a n mismo tiempo, verdura y humo, nidos
za á vuestra rasgada ventana, como y techos; el viento habla á las encinas,
terrón de granizo que golpea en las pa el agua á las fuentes; todas las respira-
redes, acaba de pasar por las tempesta ciones se convierten en voces.
des públicas, y el pobre recien nacido
tuvo que sufrir el frió, la l l u v i a y el
h u r a c á n . Este fué su castigo por haber Todo vuelve á adquirir la vida; el n i ñ o
abandonado m i morada. Ayer cantó y su juguete, el hogar su llama, el violin
hoy llora; ahora cojea, después de haber- su arco; locura ó demencia en todo el
se cernido en los aires. mundo, cada cual sigue su trabajo em-
pezado.
II.
profunda, porque É l creó t u alma, por- las estaciones alguna flor abierta, en el
que E l creó la tierra, encanta m i cora- que puedan cogerse azucenas, madresel-
zón y deslumhra mis ojos; le encuentro vas y jazmines, deseo recorrer ese cami-
en el fondo de todos los misterios, y es E l no donde has posado tus pies.
el que hace que en el mundo hrillen tus
miradas, como en el cielo brillan las es-
trellas. Si existe un seno amoroso, digno y
icnrado, capaz de sacrificarse por la
mujer querida, cuyo corazón late siem-
Es Dios el que hizo del amor el móvil pre por dignos deseos, quiero hacer de él
de los humanos, el amor en el que todo la almohada donde se pose t u frente.
vive, el amor en el que todo descansa; es
Dios el que formó la noche m á s hermosa
que el dia; es Dios el que en t u cuerpo, Si existe a l g ú n sueño de amor, perfu-
m i soberana beldad, vertió la hermosura mado de rosas, en el que cada dia broten
como una copa llena y d e r r a m ó el amor nuevos placeres, un sueño que Dios ben-
en m i corazón. dice, en el que u n alma se une á otra al-
ma, quiero de ól hacer el nido y colocar
en él t u corazón.
Deja, pues, que te ame, que el amor 18 Febrero 1834.
es la vida; es lo que se echa de menos
y es lo que se envidia cuando la j u v e n
t u d camina hácia el ocaso. ¡Sin ól nada
hay completo, sin ól nada brilla; la be-
lleza es la frente, el amor es la diadema; XXIII.
d é j a m e que te corone! Otra canción.
XXIV.
XXII.
Quisiera ocupar completamente todo
C a n c i ó n n u e v a sobre u n a i r e a n t i g u o
t u pensamiento mientras que me es-
peras, cansada de andar, debajo del ár-
bol á la orilla del lago, lejos de las mira-
Si pasas por a l g ú n verde césped, que das importunas, cuando á tus pies el
el cielo rocía, en el que esmalten todas oloroso valle, lleno de bruma que se ele-
CANTOS D E L C R E P U S C U L O . 213
va hácia el sol, humea como u n pebetero podréis derramar el vaso donde apaci-
en el que arden perfumes. guo m i sed, y que está m u y lleno: m i
alma encierra m á s fuego que ceniza
derramáis vosotros; el amor es m á s pode-
Quisiera que todo lo que alcanza t u roso en m i corazón que en vosotros es
vista, los collados, las llanuras, los flori- poderoso el olvido.,,
dos arbustos, el prado verde, el sendero I.0 Enero 1835.
que conduce á las aldeas y el barranco
profundo, que se desborda en hojarasca,
como el mar en olas;
XXVI.
Que el bosque, el jardin, la casa, el A mademoiselle J .
n u b a r r ó n , que todos los puntos confusos
que desde lejos se ven temblar, que la
rama cargada de frutos maduros, que la Cantad, cantad, j ó v e n inspirada! Es
hoja seca que el otoño arranca, que todo sagrada la mujer que canta hasta para
lo que se oye arrastrar, marchar ó volar; los perversos. Es bendita la mujer que
canta; su belleza defiende su gónio. Los
ojos hermosos salvan los hermosos versos.
Que esa red de objetos que te rodea, y
de la que el árbol frondoso que te cobija
es el primer eslabón; que la yerba y la Yo, que vivo en medio de la tormenta,
hoja, las olas y la tierra, l a sombra, la me complazco en ver brillar vuestra au-
luz y la llama, tuvieran voz, se con- rora sin tempestades, y sonrío cuando
virtieran en un alma y te dijeran m i miro vuestros alegres ojos. Cantad esas
nombre. melodías arrebatadoras. ¡ P a r a m í la co-
Enghien 14 Setiembre 1834. rona de espinas, para vos la corona de
flores!
Entonces del fondo de veinte cálices, de objetos, que solo vemos por una par-
rocío, amor, perfumes y delicias se des- ;e; la suerte escarnece nuestros deseos, y
parramaban en m i sueño; tenia mis ca- "a vida es como la rueda de un carro que
nastillos llenos de flores, y como vivo se arrastra por el polvo.
enjambre de abejas, mis pensamientos
volaban hacia el sol.
A medida que los años, m á s pálidos y
m á s tristes, van pasando para mí, veo que
Como la luz de la luna pálida y la ro- desaparecen volando mis quimeras, co-
j a hoguera del pastor se reflejan en el mo esas moscas de vida efímera que no
mismo arroyo; como en los bosques mo- consiguieron elaborar miel.
jados, al través del ruido de las hojas, se
oye el ruido de los pájaros;
E n vano atizo en m í mismo el fuego
tierno y ardiente del amor que arde en
Mientras que todo me decia: Ama; es- todos los trípodes, porque m i alma, infla-
cuchándolo todo fuera de m í mismo, em- mada, vuela hácia el cielo convertida en
briagado de incienso y de armonía, oia, humo, ó cae en cenizas ante mis piés.
como arrebatador murmullo, el canto de
toda la naturaleza en el t u m u l t o de mis
sentidos. Las nubes ocultaron m i estrella; la rosa
no ha vuelto ya á abrirse en mis ramas
secas; en el fondo de l a copa se encuen-
Y las rosas que el A b r i l hace brillar, tran las heces, en el fondo de los desva-
las noches de verano alumbradas por la rios la locura y en el fondo de la aurora
luna, los senderos que atraviesan pasos la noche.
humanos, los temibles escollos, los viejos
troncos de árboles disformes que se i n c l i -
nan á las orillas de los caminos, Siempre alguna boca infamante, á la
que compasivamente yo habia alimen-
tado, se complació en ultrajarme; por eso
Me hablaban ese idioma austero, idio- pensamientos amargos y cuerdas rotas
m a de l a sombra y del misterio, que pre penden ahora de m i lira.
gunta á todos: Quién sabe?; que hay mo'
montos en los que confusamente canta
notas para Orfeo y pronuncia palabras M i A b r i l muere hoja á hoja; en cada
para P l a t ó n . rama que se cae crece la espina del do-
lor; cada yerba cubre para m í una cule-
bra, y el ódio sube á destruir mis obras
L a tierra me decia: Poeta! E l cielo me como los cabrones suben á los cítisos
decia también: Profeta! Anda, habla, en en flor.
seña, inclina la urna de los cantos subli
mes y viértela en los valles, en las cum
bres, en los aires y en los nidos. L a majestuosa naturaleza, la natura-
leza que os fascina, ofende mis miradas
tristes, que no resisten la luz del dia,
Pero esos tiempos pasaron: en la ac- que están mejor á la luz del alba; y la
tualidad, aunque parezca dichoso para voz que me dice que llore, es la que os
los que no me conocen, tengo el corazón dice á vos que cantéis.
muy triste; abrigo bajo m i techo un ma
huésped; soy la torre alta y espléndida
que encierra una sombría atalaya. Cantad, hermosa inspirada; saludad
vuestra r i s u e ñ a aurora, que ayer á m í
t a m b i é n me embriagó; que no duran
Cubre la oscuridad m i alma; oculto siempre sus sonrisas n i su luz, y quizás
con mis prosperidades, el dolor llora en a l g ú n dia vuestras pupilas dejarán caer
el interior de m i casa; roe un gusano m i alguna l á g r i m a .
racimo maduro, y siempre a l g ú n trueno
se oye á lo lejos en m i horizonte.
Entonces os compadeceré, sí, os com-
padeceré; que cuando una mujer llora, sus
L a esperanza me conduce á puertas l á g r i m a s son amargas, sus l á g r i m a s son
que están cerradas. E l mundo está lleno sublimes, porque nacen de u n abismo
COMO UNA NIÑA LLEVA F L O R E S EN SU F A L D A
CANTOS D E L CREPUSCULO. 215
m á s profundo que las gotas de agua del V i v i r juntas desde luego es el bien
mar! necesario y real; después podemos elegir
1.° Marzo 1835. á la ventura, ó la tierra ó el cielo.
7 Diciembre 1835.
XXVII.
L a flor j l a m a r i p o s a .
XXVIII.
A l a orilla del mar.
chispeantes de cobres y de bronces, unos Ouando nos sentamos los dos en el va-
sobre otros cayendo, corazas, escudos, ar- le; cuando t u alma, reflejándose en tus
maduras y caparazones de oro agrupa- ojos, contempla vertiendo l á g r i m a s por
dos en las nubes; mira ese éter, ese Océa- alguna v i r t u d en el mundo ó por alguna
no tan azul, sin playas y sin fondo, sin estrella en el cielo;
límites y sin centro, en el que todo lo
que respira se mueve ó gravita, tiene
su ola que se une á las otras olas que Ouando brilla bajo tus cejas, como fue-
pasan á un mismo tiempo, confundién- go debajo de las ramas, t u hermosa m i -
dose en el infinito; el aire tibio y los rada, e m p a ñ a d a por densos dolores;
vientos helados, las albas y los crepúscu- cuando los infortunios pasados recuerdas
los, los aires del invierno, el ardor de las de repente, y tratas de sonreirme y rom-
canículas, los perfumes de las flores y pes á llorar;
los de los incensarios, las estrellas que
bordan el manto oscuro de la noche, y
las brumas de gasa, y la confusa estre- Cuando m i cuerpo y m i vida hacen
l l a que casi se confunde con la nocturna resonar t u aliento como temblorosa lira;
oscuridad; brumas, ecos, nieblas, humos, cuando tus dedos, posándose sobre los
m i l cosas que no tienen nombre en nin- mios extremecidos, hacen cantar en m i
g ú n idioma, las ondas de la luz y las corazón música celestial;
ondas del ruido, todo lo que se vé de dia,
todo lo que se oye durante la noche, nu-
bes, azur, espacio, éter abismos, ese Cuando yo te contemplo ¡oh encanto
fluido Océano, esas regiones transparen- de m i vida!; cuando t u noble naturaleza
tes, llenas de fuego, de resplandores y de se presenta á mis miradas como la ar-
rayos, hácia las que se siente arrastrada diente zarza que encerraba á Dios, abrien-
el alma del hombre, hácia las que nos- do todas sus flores y lanzando todos sus
otros dos queremos h u i r , para estar rayos,
cerca de los pájaros y lejos de los mun-
dos; ese conjunto inefable, inmenso y ma
L a esencia que todo eso encierra, lo
ravilloso, c o n t é m p l a l o bien; eso es el
cielo. que t u beldad exhala de noche y de dia
como perfume compuesto del aroma de
cien rosas, es superior á la tierra y al cie-
L a tierra es hermosa y el cielo es mag- lo; ese perfume es el amor.
nífico; pero cuando palpita t u seno y re- 7 Octubre 1834.
lucen tus miradas, cuando tus graciosos
pasos cruzan ligeros pisando la yerba,
promoviendo rumor m á s grato que el de
una lira;
XXIX.
Y a que afligen nuestros dias perturba-
Guando t u fresca sonrisa, aurora de t u
ciones y calamidades; ya que todo lo
alma, se levanta reflejando sobre m í y que t ú atas se desata por todas partes; ya
regocijándome, y de t u rosada boca, don- que nuestros padres y nuestras madres
de nace, llega hasta m i frente; fueron donde iremos todos; ya que los
niños durmieron el sueño eterno antes
Cuando algunas veces, sin verte, t u que nosotros; ya que la tierra, hácia la
dulce voz acaricia m i oido, como el mur- que te inclinas, r e g á n d o l a con tus lágri-
murio del agua que se pierde en la som- mas, conserva nuestras raices y algunas
bra de una playa, como el canto de un de nuestras flores; ya que con la voz de
p á j a r o que oimos soñando; los que se aman confunden sus voces los
que se amaron; ya que hasta nuestras
ilusiones están llenas de las oscuridades
Cuando m i poesía, insultada y pros- de otros dias; ya que al tiempo de beber
cripta, en su camino descansa u n mo- el éxtasis sentimos desbordarse el dolor;
mento sobre t u regazo, y m i pensamiento ya que la vida es como una copa que no
triste encuentra abrigo en el tuyo, como se consigue llenar n i ver vacía; ya que á
una l á m p a r a nocturna que se apoya en medida que avanzamos, m á s nos sumi-
una mano blanca; mos en la oscuridad; ya que la falaz es-
peranza agotó los cuentos que nos refe-
CANTOS D E L CREPUSCULO. 217
ria para adormecernos; ya que cuando el horizonte azul. Ven, y que las m i r a -
suena el cuadrante nada nos promete das de las púdicas estrellas, que veladas
para m a ñ a n a ; ya que no conocemos á llegan hasta el mundo; que el árbol olo-
nadie de los que transitan por nuestro roso, que el soplo abrasador del medio
camino... lleva t u espirita lejos de este dia en los campos, y la sombra y el sol,
mundo, pon t u esperanza en m á s altas y las olas y la verdura y la claridad de
regiones, que t u perla no se encuentra toda la naturaleza hagan abrir en t í
en estas olas, que t u sendero no está en una doble flor, la belleza en t u faz y el
la tierra. Y a que t u noche no está estre- amor en t u corazón.
llada, ven á mecerte en las olas del mar; 21 Mayo 1835.
t u noche es oscura como la muerte y t u
vida tiene olas amargas como el Océa-
no. L a sombra y el abismo tienen un XXXII.
misterio que nunca los mortales pene-
trarán; Dios les manda que enmudezcan A Luis B.
hasta el dia que todo hable. I n ú t i l m e n t e
los ojos mortales de las innumerables
olas quieren buscar el fondo; i n ú t i l m e n t e E l viajero que conocisteis y que os re-
se han e m p e ñ a d o en sondear la profun- veló los pesares que atormentaban su
didad del cielo. Pide á ese mundo noc- corazón, cuando la noche extendia su
turno que le conceda la paz á t u cora- manto subió solo y triste al campana-
zón solitario; pide una gota á esa urna, rio solitario y l ú g u b r e , donde el hombre
pide u n canto á ese concierto. Ciérnete se oculta para esconder sus pensamien-
en esferas superiores á las que se ciernen tos y donde los pájaros construyen sus
otras mujeres, y deja vagar tus hermo- nidos.
sos ojos entre el cielo donde están las al-
mas y entre la tierra donde e s t á n las Ascendió por la espiral de escalones
tumbas. gastados, cuyas paredes hicieron entre-
19 Febrero 1835. abrir los cierzos, sin mirar hácia abajo
de la escalera; después entró bajo l a bó-
veda de arcos apuntalados, en la que l a
XXX. campana, esperando sonar a l toque de
Oraciones, dormia, como un pájaro de
E s p e r a n z a en Dios.
bronce, en su j a u l a de encina.
,La mitad de lo que poseo entrego I que conoce que ésta se dobla, canta, sin
gustosa á los pobres y nadie me compa- embargo, porque sabe que tiene alas.,,
dece, á m í , que tengo compasión de to- 25 Octubre 1834.
dos; á m í , que sufro y que alivio los do-
lores.
E l tiempo, los años y los dias son pa- Porque tenéis afición á lo único que
labras de las que la m u l t i t u d no hace puede vivir, inclináis la frente sobre el
caso, son palabras profundas que nunca libro del Dante ó sobre las notas de M o -
medita; de las horas que huyen escuchan zart. Tenéis pasión por todo lo inmortal,
los consejos m u y pocos mortales. y nada de lo que el tiempo arrebata ñ j a
vuestros pensamientos.
Los hombres gastan las horas fugiti-
vas en locas pasiones, en locas voluptuo- Algunas veces, cuando el espíritu os
sidades, creyendo que Dios los lanzó al aguija, ardiente música se escapa de
mundo solo para gozar de los cantos de vuestra alma, música que entona cantos
los banquetes, de las risas y de l a her- irresistibles, cuyos sones, que son m á s l i -
mosura. geros que el alma de los céfiros, palpitan
y hacen vibrar como liras las fibras de
nuestros corazones.
Consume el hombre i n ú t i l m e n t e la
vida entregándose á los placeres. ¿Está
seguro de vivir m a ñ a n a ? ¿Está seguro E n este siglo en cuyo horizonte b r i -
de vivir hoy? Malgastando sus dias, ¿sabe llan tantos r e l á m p a g o s , en el que el
lo que malgasta? No cuenta su n ú m e r o , mundo, lanzado de tempestad en tem-
pero lo cuenta Dios. pestad, clama con terror, en medio de la
noche, que se espesa m á s cada momento,
conseguís conservar una serenidad que
Apenas le ocurre u n pensamiento se-
atraviesa sin turbarse l a borrasca exte-
rio, cuando, en u n festin que satisface
rior.
sus deseos, embriagado, en él compren-
de que se le debilita la cabeza y que
caen al mismo tiempo las flores que le V i v i d siempre así, consagrada á la fa-
coronan y sus cabellos; milia, que es el centro á cuyo alrededor
todo gravita y brilla; seguid prodigando
la indulgencia y economizando el v i t u -
Cuando todos sus proyectos, uno tras
perio; seguid siendo la mujer de corazón
otro, prematuramente se deshacen; cuan-
grave y cariñoso, que es séria con el
do vé morir sus ilusiones; cuando vó que
hombre y juguetona con el n i ñ o .
el nivel de sus dias, que se escurren, baja
r á p i d a m e n t e como u n torrente en el ve-
rano, Y a que para conservar siempre la be-
lleza del alma, para llenar el corazón y
Entonces, e x t r a ñ á n d o s e , parece que la cabeza de pensamientos benévolos
reclama, y pregunta:—"¿Me he bebido to- tenéis lo que en el mundo, después de
do ese licor? ¿No tengo ya vino para Dios, es m á s querido y m á s sagrado, u n
aplacar m i sed, n i amor para saciar m i padre con cabellos blancos.
alma? ¿quién vació al mismo tiempo m i 31 Diciembre 1831.
copa y m i corazón?,,
CANTOS D E L CREPUSCULO. 225
L a duda! Frase fúnebre que en letras
de llamas veo escrita en todas partes, en
el alba, en el r e l á m p a g o , en el azul del
XXXVIII. cielo misterioso, que es transparente pa-
La duda,
ra los ojos, pero que es impenetrable pa-
ra las almas.
A LUISA B.
SU RESPETUOSO HIJO,
M t M I M M Ti ! ! f f 11 f t T 111111 T t T I T 1 ! t ! I ! I t ! 11 1t f í 11111 T í f T t f f I ! ! I I 1I 1
PREFACIO
poeta. Es preciso, en fin, que en estos crito las líneas precedentes, el autor no
tiempos, encarnizados en la lucha fu- cree que necesita decir que se la ha suge-
riosa de las opiniones, en medio de las rido un sentimiento tranquilo y religioso.
atracciones violentas que su razón tiene Se comprenderá fácilmente que ante
que sufrir sin desviarse, tenga siempre estos dos monumentos, el Arco de la Es-
presente este objeto severo: inclinarse á trella y la tumba de su padre, uno na-
la parte generosa de todos los partidos cional y otro doméstico, pero los dos sa-
y no inclinarse nunca á su parte per- grados, no podían ocurrírsele m á s que
versa. pensamientos sérios y graves: únicamen-
E l poder del poeta nace de su indepen- te señala una omisión, y esperando que
dencia. la reparen en el sitio oportuno, el autor
E l autor, como se vé, no prescinde de la repara al frente de este libro, conce-
ninguna de las condiciones rigurosas en diendo á su padre una hoja de papel, que
la misión que se ha impuesto. Compren- es de cuanto puede disponer, sintiendo
diendo así el resultado del arte, ha de ser que esa hoja no sea de granito; obra
éste l a dulcificación de los espíritus y de como cualquiera hubiera obrado encon-
las costumbres; el arte así comprendido trándose en su situación. Cumple senci-
representa la civilización. A este resul- llamente con u n deber, n i m á s n i menos,
tado, aunque el autor de este libro ca- y le cumple como se deben cumplir
rezca de mérito para desempeñar tan todos los deberes, sin cólera, sin vanidad
alta función, c o n t i n u a r á tendiendo por y sin hacer ruido. A nadie m a r a v i l l a r á
todos los caminos que tiene abiertos su que obre así. Después de todo á l a Francia
pensamiento, por el teatro, por el libro, nada debe importarle que caiga una
por la novela, por el drama, por la his- hoja de su espesa corona de gloria, n i
toria y por la poesía. L o intenta, lo en- que esta hoja la recoja u n hijo. L a na-
saya y lo comprende. Muchas simpatías ción es grandiosa y la familia insignifi-
nobles é inteligentes le apoyan; si consi- cante; lo que no es nada para la primera,
gue su propósito, á ellas y no á él se de- es el todo para la segunda. L a Francia
b e r á el éxito. puede olvidar, pero la familia debe acor-
E n cuanto á la dedicatoria que enca- darse
beza este volúmen, después de haber es- 24 Junio 1837, P a r í s .
VOCES INTERIORES.
Este siglo es grande y fuerte y le ani- E l deber, hijo del derecho, habita en
ma u n noble impulso; por todas partes nuestros hogares como u n huésped au-
v á el misionero pensamiento, y el ruido gusto. Los mendigos, agrupados á l a
del trabajo, entre la a l g a r a b í a humana, sombra de los pórticos, tienen menos
se confunde con el ruido divino de l aódio en el corazón y menos ira en los
creación. ojos.
fugitiva que pasa deja su huella. Surge a noche arranca á las armaduras vacías?
u n gran siglo, y contemplando de lejos ¿Es que os habéis prostituido en nuestras
luminosas playas, el hombre vó, como un luchas civiles, y sois ahora, como nues-
rio, crecer y engrandecerse su destino. tros nobles, viles y sonoros? ¿Es que, ya
viejos y enmohecidos, remachados en
E n el magnífico progreso, del que vuestro sitio, arrodillados siempre ante
nuestra época se vanagloria, en el gran todo lo que pasa, retirados del combate
brillo de un siglo deslumbrador, me es- y custodiados en a l g ú n oscuro rincón
panta en secreto, Dios mió, que el eco de por veteranos cojos, olvidados del ejérci-
t u voz vaya debilitándose!... to, servís solo para hacer humo ante
15 A b r i l 1837. todos los vencedores, y reservándoos
para esas solemnidades, habéis arraiga-
do en esta cobardía? ¡Cobardes cañones
que la guerra rechaza, cuya voz se mal-
gasta en las fiestas, vosotros que glorifi-
cáis á los que vienen, pero no á los que
8unt lacryme rcruin. se van; vosotros que sois cortesanos de
bronce desde hace treinta años, y lo mis-
mo habéis adorado á Enrique I V que á
I. Luis X I , habiéndolo todo aplaudido y
todo saludado, callando solo cuando el
Murió. N i un grupo del pueblo, urna pueblo silba! Cobardes! preferís á los
de donde sale la cólera ó el amor, ha ex hombres afortunados: en el ardiente
presado á su muerte compasión, n i ala- molde, al construiros el fundidor, mez-
banza, n i respeto, nada. No ha cambiado cló con el estaño y el cobre el olvido
el aspecto de este siglo tempestuoso, para el vencido; porque el que muere
mar erizado de arrecifes, en el que el desterrado no vivió para vosotros; por-
hecho, ese oleaje sombrío, se deshace en que vuestros pulmones de hierro, de los
espuma contra las ideas. E n n i n g ú n tem que sale un hálito de fuego, son mudos
pío de nuestras ciudades le lloraron, n i para Goritz, lo mismo que para Santa
se oyó el toque de difuntos. L a prensa Helena. Sois infames!... Pero no; nosotros
vocinglera, esa loba pendenciera, apenas somos los insensatos y los que merece-
se dignó mirar desdeñosamente, n i si- mos el desprecio, porque vosotros nos
quiera la oimos g r u ñ i r irritada y morder obedecéis; sois prisioneros y sois escla-
esa p ú r p u r a ; todo y todos siguieron su vos. L a guerra os construyó para las
curso natural; las mareas en l a playa, l a batallas, y nosotros os empleamos para
m u l t i t u d tras el dinero, el pensador tras salpicaros con el cieno de Paris, y os se-
el desarrollo de sus ideas, todo c o n t i n u ó llamos dentro de un palacio centenario,
lo mismo; nadie exclamó siquiera:—"¡Un para introducir en vuestro vientre relám-
rey acaba de morir!,, pagos sin truenos. Nosotros debemos ser
infamados, porque pusimos nuestra alma
II. abyecta en esos bronces sagrados. Sali-
mos del oprobio, y ellos permanecen en
Sombríos cañones, alineados delante él cautivos; el dia en que mueren los re-
de los Inválidos, como las esfinges al pió yes proscriptos, no pueden, lanzando
de las pirámides; dragones de bronce, nubes de humo, prolongar en Paris sus
enormes, de abiertas fauces, terribles brillantes sollozos, y como perros atados
guardianes de ese palacio, que edifica á las murallas, con quejumbroso aullo
ron gigantes, al oir l a exclamación, que a c o m p a ñ a r á los funerales. Mudos, con
en otros tiempos os hubiera hecho r u g i r los cuellos inclinados hácia el suelo, per-
á todos:—^"El rey de Francia ha muerto!,, manecéis a h í pensativos y tristes, pen-
—¿cómo es que como león cautivo, sa- sando en la bajeza de los hombres, que
cudiendo su cadena, no os habéis extre- consigue lograr que los cañones se aver-
mecido en la cureña, y despertándoos g ü e n c e n !
s ú b i t a m e n t e , no os habéis dicho unos á
otros:—^"El rey de Francia ha muerto?'— m
¿Cómo es que sin hacer salvas fúnebres
han clavado el sarcófago silenciosamen- Os calláis, pero yo no; m i Musa, que
te? ¿Cómo es que no ha salido siquiera algunas veces se niega á cantar á l a au-
de vosotros, sordos cañones, el m u r m u l l o rora, nunca se niega á cantar al sol po-
confuso que el vago batir de las alas de niente; yo que en otro tiempo fui recibí-
VOCES INTERIORES. 235
do como un huésped en Reims por el Entonces reían y esperaban tres niños
rey Cárlos, yo que compadecí sus des- bajo sus artesonados techos; los dos L u i -
gracias y que censuró su falta, yo no me ses, primogénitos de Francia, y el jóven
callaré. Descenderé encorvado hasta e l Cárlos, conde de Artois, los tres nacidos
subterráneo profundo donde duerme ese bajo el régio dosel, semillas de próspera
rey caído; suspenderé m i l á m p a r a en la suerte para la nación; cerca de ellos esta-
oscura bóveda, y sin cesar, por su triste ba el rey, debajo de ellos el pueblo y
recuerdo, m i espíritu, en estos tiempos encima la bondad de Dios.
en los que se contagia el olvido, h a r á
que velen su sombra mis versos religio- V.
sos. Nada me importa que todo el mun-
do le olvide para dedicarle los cantos de ¿Quién les hubiera dicho entonces el
m i l i r a , que yo profeso afecto á todos cruel destino que les esperaba? ¿Quién
los que padecieron, excepto á los malva- les hubiera dicho que vendría un dia en
dos. ¿Qué me importa, después de todo, que la Francia no se acordaría de ellos
que haga seis años que ese rey fuese n i de su triste historia, como el Océano
separado de las testas coronadas, ruina no se acuerda de los náufragos?,..
lanzada en la playa por las olas de los
acontecimientos, que durante mucho
tiempo viviese en la oscuridad, y que ¿Quién les hubiera dicho que un dia se
llegando á viejo, sin trono y sin diade- desplomarían del techo desnudo de las
ma, feneciese en el destierro, que es la Tullerías lísesy delfines, como m o n t ó n de
primera muerte de los reyes? L e diré, armas viejas, y que m á s tarde, en miste-
sin miedo de que me critiquen, que su riosa época, un corso, que no h a b í a naci-
advenimiento al trono tuvo por hermana do aun, esculpiría un á g u i l a en el fron-
á m i juventud; que S a i n t - É e m y nos re t ó n del Louvre?
cibió dentro de sus triunfales muros el
mismo dia á los dos, á él viejo, á m í casi
n i ñ o , y que no quiero que el arpa que ¿Quién les diría qtíe su morada real de
sonó en su elogio consienta que se cier Saint-Cloud se a m u e b l a r í a para otro, y
re silenciosamente el a t a ú d para ese rey que en sus hermosos jardines de L e No-
muerto. Mientras que en lontananza la tre, á los que profesaban tanto cariño,
m u l t i t u d susurra, la augusta piedad, ser- deliciosos parques, en los que adquirían
vidora de los proscriptos, que los entier- juveniles fuerzas, los caballos de Crimea
ra con su mortaja m á s blanca, no pedirá h a b í a n de morder u n d í a las cortezas de
i n ú t i l m e n t e á m i afligido pensamiento los árboles seculares de L u i s el Grande?
u n pedazo de terciopelo para cubrir ese
féretro augusto. VI.
E n esos felices tiempos ¡oh Dios! con
IV. q u é terror, espantada su madre, p á l i d a
y temblorosa, los hubiera estrechado
Magnífico estaba Versalles en aque- contra su corazón sí alguna visión, t u r -
llos dias puros y felices que coronaban bando sus dias alegres, se les hubiera
su frente con toda clase de prosperida- aparecido, lanzando este grito terrible:
des. E l fausto no tenia allí límites; los — " N i ñ o s , los tres seréis reyes!,,
nobles, los palaciegos, todos s e g u í a n á
su señor, y como al mismo t é r m i n o se
dirigen cien caminos, á él arribaban to- Esa voz profética t a m b i é n hubiera po-
das las grandezas. dido añadir:—"Niños, será muy triste
vuestra aurora; para vosotros serán los
cetros infaustos presentes. ¿Por q u é el
E n la época de nuestros padres. Ver- Dios que castiga á Babilonia os hace na-
salles resplandecía aun: los leones tienen cer en esta época al p i é del trono? ¿Qué
grandes guaridas y los príncipes pala- delito habéis cometido, pobres inocentes?
cios régios. Cada vez que el envidioso
pueblo contemplaba desde su morada
ese soberbio palacio, volvía m á s pálido á „¿Hermosos niños, que siendo tan puros
su oscuridad, llevando en los ojos u n es- y tan tiernos veis con sorpresa que todos
pléndido deslumbramiento de reyes, de os adulan, veis ancianos con vestiduras
mujeres y de dioses. de escarlata que os hablan de rodillas, y
que cuando los severos Malesherbes le^
236 OBRAS D E VICTOR HUGO.
yantan la frente con orgullo, os vais á Los colosos tienen los pies de arcilla;
j u g a r á los jardines, sin pensar que aca- vuestro abismo, Señor, es un abismo infi-
b a r á n todas esas adulaciones, n i que nito. ¡Luis X V fué el cu] pable y Luis X V I
vuestra raza, que zozobra, esconde en la el castigado!
oscuridad, en sus dos extremos, á Ravai-
llac en el pasado y á Robespierre en el
porvenir? E l castigo se equivoca y se desvía
por decreto del Altísimo; el que obró
mal pasó larga vida en el trono, y el
„AI Louvre, cuyos muros guardan los inocente sucumbió en el p a t í b u l o .
retratos de los reyes aventureros, i d á
ver cómo os miran Carlos I y Jacobo I I .
Oscurece vuestro horizonte una nube, y Las faltas que cometió el abuelo per-
suelo extranjero, tierra natal, el motin y s e g u i r á n á los hijos, y en vano se defen-
la guerra desastrosa devorarán vuestra d e r á n de ellas; cuando cae la nieve sobre
vida. De vosotros tres, niños, sobre los el padre, el hijo sufre la avalancha.
que pesan las antiguas ruinas de la
Francia, el primero se l l a m a r á Luis X V I ¡Mar profundo de las revoluciones, ter-
y el ú l t i m o se l l a m a r á Cárlos X . ribles enseñanzas en el alborotamiento
de vuestras olas se ven flotar confusa-
5,E1 niño mayor que tenga poco apego mente!
á la vida, que no confie en la gloria n i
en el afecto del pueblo y que adquiera el VIII.
valor que necesita para resistir á la no-
che negra que hácia él avanza; que pien- Cárlos X!—¡El Señor que d á y quita
se en el cielo lluvioso y en el chirrión forjó para su cabeza una corona dema-
que rueda, y que entrevea en lontanan- siado pesada! E l imperio aun estaba
za, sobresaliendo por encima de la mu- pendiente y los tiempos eran m u y difí-
chedumbre, levantarse el p a t í b u l o . ciles. U n a gran sombra se proyectaba
en toda l a Francia, la figura colosal de
la sombra del emperador. E l pueblo, el
^Hermanos por el nacimiento y por ejército, la nación y l a Europa vasalla,
la desgracia, los otros dos niños h u i r á n petrificados por aquella poderosa mano,
arrastrados por los aquilones; el reinado necesitaban un glorioso reinado, y para
de Luis, rey solo de algunos desterrados, satisfacerse Paris, así como después de
comienza en el destierro, y el de Cárlos César, Augusto llenó á Roma, después
en él sucumbe; el primero no será con- de Napoleón necesitaba u n gigante.
sagrado y el segundo carecerá de sepul-
cro; faltará un cadáver en Reims y otro
en San Dionisio.,, Cárlos no fué m á s que u n hombre.
Tuvo miedo de subir á la cumbre. E l
Vil. abismo atrae. V í c t i m a de vértigo falaz,
cerrando los ojos á l a luz, se precipitó
Esa horrible leyenda es la historia en el abismo. Silencio ante su tumba,
de nuestros padres, que duermen el sue- porque en ella todo termina, y apenas
ñ o eterno; lo que parece increíble, nos- h a b r á teñido con u n vago recuerdo al
otros que vivimos lo hemos presen- pueblo, que, semejante a l agua, pasa,
ciado. claro ó turbio, cerca de todo, sin par-
ticipar nada m á s que de l a oscuridad.
Esos infortunios y otros dejó caer so-
bre ellos la mano del Señor; ¡ahora creed No esperéis que le dirija amargos re-
en la aurora! ¡ahora creed en l a feli- proches; no soy el p á j a r o que grita en
cidad! las playas del mar, y que al ver caer el
rayo de las nubes, lanza á los marineros
Creed en el cielo siempre límpido! ¡Sa- perdidos graznidos siniestros. Aislado
ludad al porvenir que tanto nos halaga! con frecuencia de todas las pasiones, he
¡El porvenir es un fantasma que lo pro- rechazado siempre los besos traidores y
mete todo y no posee nada; tiene las ma- el himno con que nos halaga la popula-
nos vacías! ridad con su voz aduladora, por lo que
no esperéis que compre hoy elogios para
VOCES INTERIORES. 237
mi, prodigándole vituperios: el que quie- tidumbre humana; hagamos que llegue
ra zaherir á los reyes caldos, que haga 3ronto la hora en que en los sepulcros
de su calvario una v i l picota, que yo no ;:rios solo se escriban palabras de perdón
afligiré á Carlos X en su sarcófago, y de esperanza; consigamos que muertos
como no le afligí en otros dias en su des- el emperador y los Capetos, no se les
tierro. destierro á éstos de San Dionisio n i á
aquel de su Columna. De nada sirve esta
IX. acción vengativa.
miento. Solo los muertos pueden romper que t r i v i a l y vagabunda, por entre tus
sus cadenas. Por lo que, viendo en todas cuatro pies hormiguea toda la ciudad,
partes que se agita la vida entre la envi- como entre los pies de un elefante.
dia y la rabia, viendo su maldad, poesía,
si algunas veces desciendes hasta la
tierra, como pájaro solitario te posas so- A l g o falta á t u real belleza, que los
bre una tumba! siglos venideros t r a e r á n para t u apoteó-
Noviembre 1836. sis. Falta á t u cúspide el sombrío mon-
tón de años, que cuelguen confusamente
arruinados de las brechas abiertas en t u
frontón.
III.
Te faltan las arrugas, te falta la anti-
Qué es el fin de todo? ¿ L a vida ó la g ü e d a d , te falta el pasado, esa p i r á m i d e
muerte? ¿Son las olas donde flotamos, ó á la que todos los siglos aportan su pie-
es el abismo donde caemos? ¿Cuál es el dra; te faltan los chapiteles rotos, la yer-
fin lejano de tantos pasos cruzados? ¿ L a ba en los fustes; le falta á t u bóveda el
cuna encierra al hombre ó al destino? susurro misterioso que se confunde con
¿Venimos al mundo con nuestros dolores el silencio, el confuso cuchicheo de los
ó con nuestras alegrías, á ser reyes predes- recuerdos.
tinados ó á ser víctimas fatales? ¿Decid-
nos, Señor, si no habéis creado al hom-
bre por casualidad, si su calvario está L a vejez corona y las ruinas deifican.
oculto en el establo y si los sedosos n i - Necesita tener el edificio un pasado de
dos, que el alba dora, en los que nacen duelo, de triunfo ó de remordimiento:
las plumas entre flores, se han cons- nos complace el hollar su recinto, en-
truido para los pájaros ó para los paja- contrar en el polvo que nuestros pies le-
reros?... vantan l a ceniza de los muertos.
24 Marzo 1837.
Necesita el frontón deshojarse como
un árbol; necesita que el liquen, que es
IV. el orin del m á r m o l , con su dorada lepra
cubra sus paredes; y que la vetustéz,
E l A r c o de t r i u n f o . que borra todos los artes, se pose en las
esculturas, royéndoles las fisonomías, co-
mo pájaro que roe una fruta.
I.
Necesita que antiquísimo enlosado
¡Tú, cuya curva en lontananza, dora
ondule bajo sus pórticos; que la hiedra
da por el sol poniente, se llena de azul
viva trepe por los acantos muertos; que
celeste, desmesurado Arco; tú, que elevas
el agua duerma en los fosos; que la ca-
á gran altura la frente serena, construido
riátide conmovida se resista, ya cansada,
para trocar debajo de t í la c a m p i ñ a en
á sostener la archivolta, y exclame: ¡No
abismo y para servir de base á a l g ú n
puedo m á s !
á g u i l a sublime que venga á posarse en
ella, pero que sea de bronce!
No basta que entre piedras recien tra-
bajadas lloren las brisas y las noches;
¡Vasto amontonamiento que la histo m á s hermosas que un monumento recien
ria cinceló, m o n t ó n de piedras sentado construido son las ruinas de u n palacio.
sobre otro m o n t ó n de gloria, edificio Para que la luna embote al través de la
nunca visto; t ú , que el hombre que co- oscuridad l a sombra con el rayo y el ra-
menzó nuestro siglOj en el porvenir leja yo con l a sombra, necesita tener ruinas
no deslumhrado entreveía! á falta de tumbas.
Aunque eres soberbio, no estás termi ¿Queréis que una torre ó una iglesia
nado, no, ya que n i n g ú n t r a n s e ú n t e , se conviertan en monumentos, de los que
sentado á t u sombra en la yerba, fija el alma idealice la forma y l a altura?
en t í sus miradas pensativas, mientras Pues esperad que se cubran de musgo y
EL ANCIANO CONDUCIA Á SU HIJO BAJO LA SOMBRA DEL ARCO
VOCES INTERIORES. 239
dejad que el tiempo trabaje las estatuas: muchos meses, muchos años, muchos
el tiempo, que es el gran escultor. siglos; cuando esa ribera, en la que el
agua se estrella en los puentes, se resti-
tuya á los juncos que se inclinan m u r -
Se necesita que el anciano caduco, lle- murando;
vando á su hijo de la mano, pase por el
sombrío arco y nombre á Napoleón, co-
mo se nombra á Ciro, y le diga, señalán- Cuando el Sena huya por entre las pie-
dole con sus manos descarnadas:—"¿Ves dras que le obstruyan, gastando alguna
esa enorme puerta? Pues tiene tres m i l vieja cúpula hundida en sus aguas, aten-
a ñ o s , y por ella han pasado infinidad de diendo al suave viento que lleva hasta
generaciones desaparecidas.,, "as nubes el extremecimiento de las bo-
as y el canto de las aves;
11.
¡Paris es la ciudad madre, es el sitio so- Cuando fluirá de noche, blanco y feliz
lemne en el que el efímero torbellino en la oscuridad, adormeciendo su oleaje,
gira en u n centro eterno! ¡Paris es fuego argo tiempo perturbado; cuando pueda
sombrío ó estrella pura! Taciturna Isis por fin oir las innumerables voces que
cubierta con u n velo, a r a ñ a que urde jasan vagamente por l a esfera estre-
inmensa tela, en la que se prenden las gada;
naciones; pecho lleno de líquido v i t a l , al
que para nutrirse de ideas acuden las Cuando esa ciudad, loca y ruda tra-
generaciones. bajadora, apresurando el destino que la
espera, caiga convertida en polvo á los
golpes de su propio martillo y haga de su
Cuando P a r í s se dedica al trabajo en
bronce moneda y de su m á r m o l empe-
su clamorosa fragua, coge á los pueblos
drado;
dichosos, valientes ó sabios, sus leyes, sus
dioses y sus costumbres. E n su hornaza,
confundiéndolos, funde, transforma y Cuando de los techos, de los campana-
renueva la ciencia universal que toma rios, de los pórticos, de los frontones, de
prestada, y después vuelve á lanzar á las c ú p u l a s que embellecian á la ciudad,
los pueblos sus cetros, sus diademas, sus no queden ya m á s en su inmensa cam-
preocupaciones y sus sistemas, que han p i ñ a que dos torres de granito construi-
torcido sus fuertes manos. das por Carlo-Magno y una Columna de
bronce construida por Napoleón,
P a r í s conserva sin apercibirse las fas
ees y los incensarios; todas las m a ñ a n a s ¡Tú, entonces, completarás ese trián-
erige una gloria, todas las noches apaga gulo sublime! E l bronce simbolizará l a
u n sol; con l a idea y con la espada re gloria y el granito la fó; y t ú serás la
hace, reclava y eleva la escala que desde puerta abierta sobre l a cumbre, que d i -
el mundo conduce al cielo; hermana de ga:—"Es preciso subir para llegar has-
Menfis y de Roma, edifica en este siglo ta mí;,.
una Babel para los hombres y u n Pan
theon para los dioses.
S a l u d a r á s á la a n t i q u í s i m a iglesia, á
Ciudad envuelta por una tempestad la altiva Columna, cuya fama crece de
de dia y de noche, despierta al gigante dia en dia, que quizá esté aun de pié ó
Europa con sus campanas ó con sus caida y semejante a l clarín monstruoso
tambores. Y a vigile ó ya duerma, oye de desaparecido t i t á n .
esa ciudad susurrar sobre ella u n en
jambre de abejas, como susurran en un
Y sobre las dos ruinas que r e u n i r á el
bosque. P a r í s siempre clama y ruge.
destino, h a r á para t í resplandecer el al-
Nadie sabe lo que perderla el mundo el
ba á un mismo tiempo dos signos t r i u n -
dia que P a r í s callase.
fantes, que de lejos se parecen, pero que
de cerca son una espada y una cruz.
IIL
Jumieges, mudo en su dolor, ahoga Por eso desaparecieron. Las visitan los
chacales; sus muros se van arruinando
su triste eco en su portada normanda y
sobre las yerbas parásitas; se instalan
deja cantar en sus ruinas los nidos que
allí los estanques y duermen debajo de
se abrigan en sus torres, de los que el
las ruinosas bóvedas; sobre los Nerones
viento de la tarde hace llover sobre las
losas plumas de palomas. esculpidos caminan las fieras; se abren
antros donde existieron c á m a r a s inces-
tuosas. E l tigre puede pasar por donde
Como madre sombría y digna que el crimen pasó.
TOMO Y . 31
m OBRAS D E VICTOR HUGO.
I.
Los claros rayos del alba, llegando
hasta las oscuridades de la casucha, do-
Cuando el verano llega, el pobre está ran la tela de a r a ñ a , extendida entre las
contento; el verano es la estación de los vigas del techo.
calores; en él el aire es tibio y la auro-
ro es fresca; el verano es la mirada de
Dios. E l alma del pobre entonces está con-
tenta, bendice y aclama á Dios, del que
siente el hálito celestial en todos los so-
E n el verano l a noche es diáfana y plos de la m a ñ a n a .
semejante al dia claro y límpido; la tar-
de se tiñe de dorados resplandores, la
llanura es blonda y se oyen cánticos en E l aire le alegra y le calienta; goza
los aires. del ambiente de la primavera: canta u n
pájaro en su ventana y l a a l e g r í a canta
en su corazón.
E n verano, despertándose la naturale-
za, difunde la vida por todas partes, en
el árbol cubriéndole de espesas hojas y Entonces, si el huérfano se despierta
en el hombre llenándole de beneficios. sin tener hogar n i madre, y reza á Dios,
oye una voz que le dice al oido:—"Ven
bajo m i c ú p u l a azul.
Todas las sombras parecen que excla-
men:—"Viajero, ven a q u í á descansar!,,
L a naturaleza entonces d á sonrisas al „E1 Louvre es i g u a l á las c a b a ñ a s
alba y dá besos á las olas. bajo m i pabellón celeste; ven bajo el cie-
lo lleno de luz, ven bajo el cielo lleno de
zafiros.
Oculta, cubriendo en las espesuras, le-
jos del mundo z u m b ó n y sordo, una
l i r a en cada bosque y u n oido en cada „Conocí á t u padre y á t u madre en
corazón. sus tiempos felices y en sus tiempos des-
graciados; amarga fué su vida, pero yo
fui tierno para ellos.
D á vida y a l e g r í a á los pobres que sa-
lieron del invierno; vierte de lleno la luz
del sol desde u n cielo puro, que parece ;,Yo c u b r í sus sepulturas de floridas
que les diga:—"Vivid,,. yerbas que las protegen; ven, yo soy la
naturaleza; soy t u abuela, eres m i nieto.
E n las chozas, en las c a b a ñ a s , que des-
d e ñ a n los que habitan las ciudades, ale-
gre l a naturaleza hace nacer muchas ;;Produzco abundantes rosas y riquísi-
ñores, para venderlas en los palacios. mas frutas; con ellas te llenaré las ma-
nos; h a b l a r é c a r i ñ o s a m e n t e contigo y t ú
me sonreirás.
Este es el lujo de las moradas pobres;
244 OBRAS D E VICTOR HUGO.
„Deseo verte sonreír, pobre niño, que Tiene hambre el pobre?—La natura-
estás triste y eres muy hermoso; sonríete, leza dice á la rama:—'"Cae, fruto dora-
y yo iré á decírselo á t u madre en su do,,.—Tienes sed? "Corre, arroyuelo,,.—
fosa. „ Tienes frió? "Aparece, sol,,.
II.
E l n i ñ o , al oir esta voz cariñosa, olvi-
dándose de que es un sér abandonado en
la tierra, desciende contento de las coli- Pero ¡ay! Julio está ya terminando, y
nas á los bosques. disipándose el estío, cae hoja á hoja en
la yerba y dia á dia en el pasado.
;;Suplico y nunca mando; profesando —'"Es espectáculo triste y fatal ver que,
cariño á todos los hombres, dejo satisfe- mientras en la morada de los opulentos
chos á los que dan y llevo la a l e g r í a á arden luces y fuegos en los salones pre-
los que reciben.;, parados para el festin, los pobres t i r i t a n
de frió bajo un techo agujereado.
Caridad, modesta y augusta, te hizo
participar el Señor de lo que tiene de ce- „ D a d m e para que yo pueda dar. Ten-
leste el á n g e l y de lo que tiene de cari- go en m i nido pájaros desnudos. D a d ,
ñoso la mujer. perversos, para que Dios os perdone; dad,
lombres buenos, para que Dios os ben-
diga.
E n el abandonado lecho del anciano
inclina su graciosa frente, y no hay nada
tan hermoso como ella en el mundo; „Dichosos los hombres caritativos! E l
que dá á los pobres presta á Dios. E l be-
neficio que se hace perfuma el alma y
Como cuando estrecha con sus manos nunca se olvida por completo.
divinas los pies desnudos de los niños y
calienta sus pechos entre sus rodillas!
;;¡Dichoso el que recoge en su casa por
la noche al pobre y abandonado niño
V á de tugurio en tugurio llevando el que llora, como recoge el avaro una mo-
regocijo á los pobres, dándoles vino, pan, neda de oro!
aceite y valor para sufrir los sinsabores
de l a vida.
„Conquista un verdadero tesoro el que
consigue que un grupo de niños, que en-
Sobre todos, ama e n t r a ñ a b l e m e n t e á contró llorando, recen por él á D i o s y se
los débiles desgraciados, á los que se ci queden sonriendo.
ñ e n la triple diadema de la inocencia, de
la pobreza y de la pequeñez.
„Los bienes que doy al que me ama,
Dios no consentirá que los pierda; el oro
Porque son mejores á esa edad que que se siembra en el pobre, el rico lo co-
nosotros los mayores; a d e m á s del pan sechará en el cielo. „
que los hombres necesitan, les d á el beso
que hace falta á los niños. n i
Después, por los niños ruega t a m b i é n Es tierno hasta cuando apura l a hiél
á la m u l t i t u d de corazón duro, á la m u í por salvar al impío, que le insulta sin
t i t u d que, cuando se la suplica, huye temerle. No es á g u i l a altiva n i soberbio
como el agua que mengua. león; es cariñoso y compasivo.
espíritu es una paloma y para el corazón te empeñes en que t u rostro tome el co-
es un cordero. lor amarillento del libro.
Los que arrastráis una vida de sufri- „Nosotros vivimos entre mujeres l i n -
mientos, esperad, que él os vé y lo sabe; das, entre fiestas y entre conciertos; go-
en el dia de la justicia encontrareis l a zamos de placeres desconocidos para la
recompensa. m u l t i t u d , cuando en la orquesta la m ú -
sica tan pronto asciende, tan pronto
baja, ya se hincha en ondas sonoras, ya
Es el Dios del Evangelio; tiene en sus vuela convertida en polvo armonioso.
manos vuestro corazón, y aunque sabe
que es frágil, no quiere romperlo.
„ E n estos tiempos los hombres hacen
intervenir en todo á la música y á los
Cuando el verano desaparece, cuando cantos.—Por esto, amigos, nos entu-
se extiende el invierno sombrío hasta al siasma la guerra, noble diosa en la que
través del cielo que llora, se v é su sonri- todos soñamos cuando somos niños, y
sa eterna. que hace sonar á la cabeza de sus legio-
nes las bocas de sus clarines de metal.
mer día que os v i . ¿El recuerdo de ese Así hablaba una mujer encantadora,
dia dejó u n rayo en vuestro corazón, tierna y digna, dejando en los brazos del
como lo dejó en el mió? Os sonreís?... sillón de terciopelo arrastrar sus man-
Dadme la mano y venid conmigo. L a gas, y t ú te imaginabas que á esa mujer
primavera hace abrir las flores, el cami- amante le sonreía el libro de la Iliada,
no está cubierto de sombra, el aire es t i - que tenia abierto sobre las rodillas.
bio, y no lejos de a q u í , en los próximos
bosques, el musgo verde y espeso alfom-
bra los pies de las encinas. ¡Hermoso libro que los dos leéis con
21 A b r i l 1837. frecuencia! L a apasionan como á t í sus
atrevidos combates, en los que la guerra
agita sus olas, y aunque es mujer, no
ódia al poeta que canta á Helena, v i é n -
IX. dote enamorado de ella, á pesar de que
prefiere los ancianos á las hermosas.
Mientras l a ventana estaba abierta.
„Enorgulleceos de que soy así. Por Los bosques para t í son un mundo te-
que esos hombres que veis pasar con mible; en ellos se confunde para t í lo
frialdad por m i lado, y que corren cari ideal con lo real; en ellos se inclinan
ñosos tras otras mujeres, si yo quisiera pensativos los seculares pinos, los gran-
—pero no pienso en ello porque no quie des olmos cuyos torcidos ramajes osten-
ro perturbar vuestra paz,—mis ojos dor- tan formas disformes, y en su grupo som-
midos harian pronto brotar llamas en los brío, que agitan los vientos, nada hay
suyos.,, completamente muerto n i completa-
mente vivo. E l berro bebe; el agua cor-
VOCES INTERIORES. 249
re; los fresnos, sobre las pendientes, bajo cen, y que, llorando cuando t ú lloras,
las yerbas silvestres y sobre las zarzas nene casi siempre l á g r i m a s en los ojos.
trepadoras, encogen lentamente sus piés Recibe, beldad celeste, ídolo mió, m i
negros y nudosos. Las flores, de cuello corazón, al que nada le q u e d a r í a si per-
de cisne, tienen los lagos por espejos; y diese t u cariño.
para tí, que al pasar por allí despertabas 19 Mayo 1836.
á e x t r a ñ a s quimeras con garganta de
escama, que apretaban con sus dedos los
nudos de los árboles y que en el fondo
de un antro oscuro fijaban los luminosos XII.
ojos, para tí, la vegetación, el espíritu,
la materia y la fuerza están cubiertos de A OI.
piel ruda ó de corteza viva.
Oh poeta! V o y c a r i ñ o s a m e n t e á remo-
Por los bosques j a m á s he vagado ver hasta el fondo de t u profundo pen-
como tú, maestro, sin que en m i corazón samiento.
haya penetrado el horror, sin ver extre-
mecerse la yerba y sin ver que el viento
mecía confusos pensamientos colgados No la conocías; la viste por primera
en todas las ramas. Solo Dios, que es el vez una tarde cuando el sol caminaba há-
testigo de los hechos misteriosos, solo cia su ocaso, una tarde en que de repente
Dios sabe con q u é frecuencia, en los si- se te apareció fresca y hermosa en u n
tios salvajes, he sentido en ellos como en luminoso sitio, menos brillante que ella.
m í palpitar y vivir un alma, y sonreírse E n sus cabellos r e l u c í a n las facetas de
y hablarse en la oscuridad en voz baja m i l diamantes; andaba majestuosamen-
las encinas monstruosas que tanto abun- te, era blanca, de ojos negros, de alta es-
dan en los bosques. tatura, y embriagaba á la m u l t i t u d que
20 A b r i l 1837. la veía pasar. Todo en ella era fuego
brillante ó ardor riente. Algunas veces
las palabras c a í a n de su boca como las
espigas doradas del saco de la espiga-
XI. dora. S a l í a de sus labios vapor lumino-
so. Todos h a c í a n exclamaciones, admi-
rando sucesivamente su frente llena de
Y a que en la tierra todas las almas pensamientos, abierta ante el amor su
dan á alguno su música, su llama ó su inefable sonrisa, y como dos respiraderos
perfume; ya que todos los objetos dan en de un encendido foco, sus ojos, que ha-
el mundo sus espinas ó sus rosas á sus cían comprender su corazón ardiente.
amores; ya que A b r i l d á á las encinas Andaba y pasó como inflamado p á j a r o ,
grato murmullo; ya que la noche conce- encendiendo sin saberlo fuego en los
de á las penas el olvido en el sueño; ya corazones, fijando ú n i c a m e n t e la vista
que el aire d á á los pájaros la movediza en el camino que iba siguiendo y des-
rama; ya que la aurora d á á las clemá lumhrando al pasar.
tides gotas de rocío; ya que cuando llega
á descansar en l a playa la onda amarga
d á u n beso á la ribera; te doy en estos T ú la contemplabas sin atreverte á
momentos, inclinado hácia tí, lo mejor acercarte á ella, porque el barril de pól-
de lo que yo poseo. vora tiene miedo á las chispas.
26 Mayo 1837.
Recibe, pues, m i triste pensamiento,
que, como impregnado de rocío, te lo
dedico llorando. Recibe, amor mió, mis
innumerables deseos; recibe la luz y la
XIII.
sombra de todos los dias de m i vida. Re-
cibe m i entusiasmo, m i embriaguez y m i J ó v e n poeta, ese perverso hace una
cariño, y todas las caricias que te dedico guerra cobarde y no le asusta t u indig-
en mis canciones. Recibe m i espíritu, que nación; créeme y no hagas caso de ese
libremente boga á la ventura y del que Zoilo de miradas traidoras; no hagas
t u mirada es la ú n i c a estrella. Recibe á caso de ese infeliz b u r l ó n . Respira en la
m i Musa, que las horas soñolientas me- atmósfera de t u desprecio y t u ódio le
TOMO V.
250 OBRAS D E VICTOR HUGO»
complace. Sabe que puede manchar i m - sol derrama la alegría, en el que los nidos
punemente las reputaciones bien adqui- cantan en los árboles: nosotros, mientras
ridas y que es demasiado venenoso para en lontananza todo vibra y tiembla sa-
que nadie le quiera tocar. Nada teme: es tisfecho, nos encaminaremos al bosque,
como el hongo disforme que brota en y si queréis, andando juntos pensaremos;
una noche al pió de una encina, que deja
pacer los cabritillos á su alrededor y que
prueben los dientes en los tiernos arbus- Pensaremos los dos en aquella lindísi-
tos, porque tiene el convencimiento de ma doncella que duerme eternamente
que si se acercan á él s a b r á vengarse, y enterrada bajo la yerba que salpican
como está hinchado de veneno, espera florecillas de oro, donde el pájaro v á á
tranquilo que le muerdan. buscar granos de mijo, y que este invier-
18 Mayo 1837. no pasado, creyendo larga su vida, hizo
que le prometiera su madre u n traje de
primavera.
A b r i l 1837.
XIV.
Abril.—A L u i s B .
XV.
L a vaca.
Luis, hó a q u í el tiempo de respirar el
aroma de las rosas, de abrir los cristales
de las ventanas que tanto tiempo estu- A la puerta de una casa de campo,
vieron cerradas; el tiempo de admirar algunas veces, hácia el medio dia, al
las bellezas divinas de la naturaleza, que calor de los rayos solares, estando senta-
flotan en los montes, en los bosques y en do u n anciano, ante el que pollos y ga-
los barrancos, en las ondas, en l a sombra llinas pasan levantando sus crestas ro-
y en los vientos. jas, en u n sitio donde los guardianes del
sueño de la casa, los dogos, en sus perre-
ras oyen el canto del guardia que los
Luis, hó a q u í el tiempo de que repose despierta, el canto del gallo, se habia
el alma en la tranquila sonrisa que lleva parado en aquellos momentos una vaca
el sello de una vaga llama que irradia en soberbia, enorme, bermeja y manchada
la frente del cielo diáfano; hó a q u í l a de blanco, cariñosa como una cierva con
hora de que se dilate el corazón como sus cervatillos; hormigueaba bajo su
agua que humea y de que las nubes y vientre u n grupo de pequeñuelos, de
las brumas se disipen en la extensión dientes de m á r m o l , frescos, pero firmes,
azul. y todos á la vez y gritando llamaban á
otros m á s pequeños, que se apresuraban
temblando á robar á l a lechera, que
Hó a q u í el tiempo en que los amantes estaba ausente, la leche, que sacaban
paseen por debajo de los verdes pabello- tirando de los pechos fecundos de su ma-
nes de los árboles y de que sacudan sus dre la vaca; ósta, complaciente y pode-
alas, que el invierno mojó; hó a q u í la rosa y llena del tesoro de la vida, ape-
hora de que cante el ruiseñor, cuya voz nas movia sus costados, pintados como
tierna encierra bastante a r m o n í a para la piel del leopardo, y d i s t r a í d a miraba
que se difunda por todos los amores que vagamente á cualquier parte.
salen del corazón.
De este modo, naturaleza, fuente de
L l e g ó el tiempo de crecer el trigo, de
vida de los humanos, madre universal,
j u g a r el n i ñ o , de murmurar el agua, de
todos nosotros á la vez, místicos y car-
recoger las frutas y las rosas; llegó el nales, buscando sombra y leche, bajo
tiempo de que el cabritillo, furtiva y tus flancos eternos, todos confundidos y
graciosamente, mordiendo las hojas ba- suspensos estamos por todas partes de
jas de a l g ú n árbol inclinado, haga cor- tus colosales pechos; y mientras que
rer al cabrero. hambrientos voceamos, en tus inagota-
bles manantiales apagando la sed, tú,
L l e g ó el tiempo en que, pensando en tranquila, sin moverte, estás pensando
la tristeza pasada, exclamamos:—^Ya en Dios.
desapareció,,. L l e g ó el tiempo en que el 15 Mayo 1837.
VOCES INTERIORES. 251
bre el musgo, con los ojos bajos y el
seno palpitante, ó la hermosa Caussade
ó la jóven Cándale, de un real amante
XVI. conquista feudal, que al internarse en
la gruta decia: "Señor;;, y al salir: "Luis„
Panado. al monarca.
Dime, ¿cómo es que á cada ola que ravillas, viviendo con inquietud y con
pasa el pensamiento llena m i alma, sobresalto,
como una copa de hiél? Es que yo miro
las ramas, mientras t ú miras al cielo.
¿Sabéis q u é es lo que v á á posarse so-
bre vuestra m á s linda rosa ó sobre vues-
Es que yo veo las olas sombrías y t ú tra m á s blanca azucena? E l olvido para
los brillantes astros; es que, perdido en su las cosas y la tumba para el hombre.
número, yo cuento las sombras y t ú cuen-
tas las claridades.
Porque el Señor retira de nuestro al-
cance las frutas en cuanto las hemos
Todos los mortales, siguiendo la su- cogido. A l navio le dice:—"Encalla!;; A
prema ley, remamos hasta el fin de la la llama le dice:—"Espira!,, A la flor le
vida: no hay hombre en el mundo que dice:—-"Marchítate!,,
no siembre ó que no trabaje en suelo
estéril.
A l guerrero, que apoya, le dice:—"Me
reservo la ú l t i m a palabra; asciende, as-
E l hombre es un mar que ruge; el hu- ciende, que de la cumbre m á s alta la
r a c á n tuerce su rumbo, rema en pro- caida será m á s profunda.;,
funda oscuridad, y la esperanza se le es-
capa por las hendiduras de su bajel.
Dice á la jóven enamorada:—"Des-
lumhra á t u amante; sé hermosa antes de
Su vela, que agujerea el viento, poco morir; chispea, que luego serás ceniza
á poco se vá desgarrando; las corrientes eternamente.,,
se burlan de su camino, y los obstáculos
espuman sin cesar sobre su proa.
Mortal, el órden eterno, al que te opo-
nes, te envuelve y te absorbe: quéjate si
A y ! todo en la naturaleza sigue su ley te atreves á Dios, que creó el cielo tan
impuesta: donde quiera que nos dirija- grande y al hombre tan p e q u e ñ o .
mos, vemos siempre una onda que se ex-
tremece y u n hombre que camina.
Que dude ó que niegue el mortal, pasa
combatiendo el camino de su vida, y la
D ó n d e v a s ? ~ H á c i a la eterna noche. a r m o n í a eterna pesa como una ironía so-
D ó n d e vas?^—Hácia el eterno dia. Y tú? bre el alboroto humano.
— A ver si es preciso creer — Y tú?-
Y o voy hácia la gloria.—Y tú?'—Yo voy
hácia el amor. Todos los falsos bienes que envidia-
mos pasan como una tarde de Mayo, y
todo se e x t r a v í a en l a oscuridad: nada
Todos vais hácia la tumba, todos vais nos queda de la vida, excepto el haber
h á c i a lo desconocido; águila, buitre ó pa- amado.
loma, caéis donde todo cae y de donde
nada vuelve.
Por eso yo inclino la cabeza cuando
t ú yergues la frente; por eso yo, sombrío
Vais los desconocidos adonde van los poeta, escucho lo que me dicen las olas.
hombres m á s celebrados, donde v á la flor
que se abre en A b r i l , donde v á la aurora,
donde vá la noche. Por eso para que me respondan sobre-
saltado las interrogo, y en el abismo que
sondeo veo el cieno mezclado con el
¿ P a r a q u é os t o m á i s tanto trabajo, agua.
para q u é sufrís tantas inquietudes? Be-
bed el agua de las fuentes, sacudid las
bellotas de las encinas, amad y dormid. No contemples el abismo como yo; t ú ,
Cándida y pura, hácia la luz blanca de
las estrellas dirige las tranquilas m i -
Porque después que como ovejas pa- radas.
sáis la vida trabajando, soñando en ma-
VOCES INTERIORES. 253
Haces bien: contempla cómo los astros bre t u corazón y sobre t u vida irónica
brillan en el cielo, ya que el instinto sombra, y se rie, encerrando t u j u v e n t u d
te atrae hacia las alturas. M i r a cómo destruida en un cuadro deslumbrador.
Dios sonríe, mientras yo miro cómo el
hombre llora.
9 Noviembre 1836. ¿Orees poseer verdaderamente ese flore-
ciente territorio, en el que el árbol forma
una cúpula, en el que el estanque apa-
rece dorado á los rayos del sol poniente,
XVIII. y en el que en el bosque, el monte en
cuya cumbre sobresale una torre, forma
•:an hermoso grupo?... Ese es un sitio sa-
Algunas veces en V i r g i l i o , dios que grado para el que sabe en los prados, en
era casi un á n g e l , despiden los versos las aguas y en los valles encontrar el
e x t r a ñ o resplandor: es porque empeza- contorno d é l a faz eterna, de la que el
ba á soñar lo que sucedería en lo futuro; rostro humano solo es l a sombra carnal!
es porque era el poeta que cantaba en
los momentos en que Jesucristo lanzaba
el primer vajido en la cuna; es que, sin Qué haces tú ahí? Nunca te se vé,
saberlo él mismo, poseia una de esas a l - cuando la primera luz de la m a ñ a n a
mas que el lejano Oriente t e ñ i a con sus b a ñ a los techos, salir, coger una flor,
vagas claridades y que la b a ñ a b a la luz copa irisada, que presentan las plantas,
naciente del misterioso Cristo. llena de rocío, á los pájaros; detenerte
algunas veces, ponerte á leer en el libro
interrumpido, caminando lentamente,
Dios quiso que al nacer el H i j o del cuando el ruido del viento corta en es-
hombre, la aurora de Belén blanquease trofas inciertas la m o n ó t o n a canción que
la frente de Roma. murmuran las fuentes.
22 Marzo 1837.
clame en el mes de A b r i l que le recorran una mujer, el sábio que tiene amargura
parejas de amantes, frentes pensativas y en el corazón, y vienen á refrescar en esta
corazones que suspiren; y tú que los re- soledad, aquel su amor y éste su estudio;
corres te ocupas en calcular c u á n t o te todos los que saboreando l a belleza de
producirá la tala; en calcular que Paris, ese lugar desean, separándose de los
(jue es un anciano que t i r i t a de frió en el hombres, aproximarse á Dios, y que di-
invierno, espera con ánsia el fuego para sipando a q u í sus perturbaciones adquie-
entrar en calor. Mientras nuestros ojos se ren en el bosque algo del inmenso reposo
encantan contemplando la naturaleza, de la creación, todos los hombres pobres,
tus miradas solo ven los trigos converti- pero que no son ambiciosos y que te dan
dos en harina y la pradera en heno; para lástima, son en este frondoso parque m á s
t í el labrador solo es un rústico á quien ricos que t ú , están en su casa m á s que
se paga; para t í toda nube de humo on- en la tuya, aunque t ú seas dueño de ta-
dulante, en el claro paisaje, sale de un lar el bosque y de vender sus frutos.
hogar impuro, en el que se cuece alguna
vianda. Cuando l a tarde v á á espirar,
cuando te retiras montado en un caballo, Para ellos nada hay estéril en esós
con las piernas pendientes, y ves que los frescos asilos. Todo encierra dones secre-
boyeros, desalados, con sus vigorosos bra- tos para el que sabe recogerlos. E l espí-
zos pican á dos gigantescos bueyes, que r i t u , que se vé libre del rugido de las pa-
siones, medita sobre un árbol muerto y
por torcido camino se apresuran á regre-
sobre las ruinas de u n antiguo puente.
sar al establo, en presencia de ese cuadro
Todos los objetos que componen el bos-
solo piensas en los reparos de mamposte-
que responden á a l g ú n objeto parecido
r í a que tienes que hacer, en vender tus en el bosque del alma. L a extinguida
silos y en si m e n g u a r á ó no t u renta. hoguera de un pastor recuerda el amor
ardiente. Todo sirve para aconsejar al
Cuando llega la hora del crepúsculo, que piensa, sea jóven ó viejo. Nos pin-
después de haber pasado u n dia monóto- chan las zarzas lo mismo que los envi-
no, te encierras en t u casa, sin saber que diosos; las hojas i n v i t a n á creer, y las
las tibias noches del otoño vierten su cas- olas, fluyendo ligeras, nos advierten que
to aliento en las colinas; pero eso nada te nos apresuremos, porque las horas pasan
importa. Tampoco sabes que hay quien veloces. Para ellos nada es mudo n i frió,
pasa la vida al lado de las modestas jó- nada está muerto. U n a gota de sangre
en una pluma despierta en ellos u n re-
venes, cuyas rosadas frentes brillan al
mordimiento; los manantiales son rios
reflejo de las l á m p a r a s , que están senta-
de lágrimas; la flor que se inclina al mar-
das formando círculo, bordando y ha-
gen del rio les dice: "¡Acordaos, almas
blando familiarmente; que ocultan sus huérfanas!,, Para ellos el antro profundo
deseos y su corazón, que quizá embalsa- esconde un sueño brillante, y la noche,
ma un vago amor, flor que nadie coge, en su cielo lleno de constelaciones, el ár-
perfume que solo se nota hablando en bol, a l t r a v é s de su ramaje, les enseñan
voz baja con ellas. Ese cuadro te hace el astro luminoso y las palomas blancas,
burlonamente sonreír y sepultarte en un prestando consuelo á los corazones des-
cuarto con otros hombres como t ú , sen- graciados, porque los pájaros les dicen:
tados alrededor de una mesa de tapete "Amad!,, y las estrellas: "Creed!,,
verde, á la luz de cuatro bujías, y pasar
l a noche jugando. Sin embargo, los ra-
yos de la luna iluminan de lleno t u ven-
H é a q u í lo que en tus dominios l a va-
tana.
ga oscuridad de las murmurantes ramas
vierte en las almas que sufren.—¿Y t ú
Te digo que verdaderamente eres i n - q u é haces?—Todos los años v á á hun-
sensato; esos dominios, esos prados, esos dirse en corrientes de oro al fondo de t u
bosques y esos valles, esos campos que cofre el inefable tesoro de ese murmullo,
hasta en el invierno ofrecen sus atracti- de esa sombra, de esos ruidos que salen
vos, no te pertenecen; no los comprendes. de los árboles que el viento extremece, y
truecas esos bosques, en los que el amor
se embriaga, por un palco de la Opera.
Los paseantes, los niños y los poetas
que gozan de la espesura de t u bosque,
el pintor que le recorre enamorado del ¡Si al menos l a música te llegase al
paisaje, el amante á quien solo preocupa corazón! Pero no; entre tí y el arte el oro
VOCES INTERIORES. 255
levanta una barrera, E l espíritu que Los sigue siempre, vigilándolos y res-
comprende el arte comprende t a m b i é n g u a r d á n d o l o s , ya Enero los r e ú n a alre-
todo lo demás. Vas, pues, á dormirte en dedor del hogar, ya la dulce brisa del
el teatro, sin sospechar siquiera que así mes de Mayo, que riza el arroyuelo, re-
como los tesoros que te produce t u here- mueva encima de ellos las hojas, mien-
dad, Grluck es un bosque y Mozart es un tras juguetean debajo de la copa de los
manantial. árboles.
Q u é crimen habéis cometido? ¿Haber roto ayuda á leer señalando con el dedo las
en m i l pedazos un jarro del J a p ó n ? Haber palabras, n i vuestras risas francas y sin-
agujereado aquel retrato viejo? ¿Haber- ceras, que enseñan de repente perlas en-
me enriquecido m i hermoso misal gótico, ;re los labios.
trazando con vuestras manos dibujos
fantásticos? No, nada de eso. Esta ma-
ñ a n a , aprovechando los momentos que Indudablemente los espíritus, los sil-
os habéis quedado solos en m i cuarto, bos y las hadas, que las bocanadas del
cogisteis entre mis papeles una hoja que viento traen á m i cuarto; los gnomos
contenia el grupo informe de algunos acurrucados allá arriba, cerca del techo;
versos, que yo estaba componiendo, y po- os duendes familiares, que hablan en los
niéndoos de acuerdo, los habéis arrojado rincones á mis vasos chinescos, todo ese
al fuego para divertiros, para contem- invisible enjambre de alegres demonios,
plar cómo vagan las chispas por entre l a la debido reírse á carcajadas cuando á
ceniza negra. Esto es todo: pensabais en su presencia os vieron sacar de m i car-
í u g a r , y creíais haber obrado bien. tera los exámetros, sin concluir y sin
corregir; sacarlos de ella y arrojarlos a l
fuego, y aplaudir con gran contento de
Por semejante p é r d i d a no debo enco- ver que con esos versos tan feos habíais
lerizarme. ¿Qué valor tiene una estrofa levantado llama tan hermosa.
que nació mientras vosotros juguetea
bais, n i una oda llena de versos hincha
dos, n i pesados alejandrinos, montados Niños traviesos, que hice salir de a q u í ,
unos sobre otros, como los estudiantes al volved á m i cuarto á charlar, á saltar, á
dejar sus bancos? Otro padre os hubiera cantar, á abrir los libros que queráis, á
dicho:—"Muchas gracias; me habéis ro- tocarme en el brazo mientras estoy es-
bado la presa que destinaba al folletín „; cribiendo. Convengo en que obré m a l y
pero yo os he reñido. He cometido u n en que vosotros tenéis razón; ¿pero q u i é n
no r i ñ e alguna vez sin motivo? Es pre-
error grave y ridículo; pigmeos delicio-
ciso ser indulgentes. Y a que todos so-
sos, que no quisisteis incomodar á Hér-
mos miserables, los pequeños no deben
cules, yo os a s u s t é diciéndoos:—'"¡Idos de
ser severos. Niños queridos, todas las
a q u í ! Dejadme solo!,,—Pobre de m í ! Y a m a ñ a n a s vuestra alma cariñosa se a b r e á
me quedó solo; y qué? Vaya u n triunfo! la alegría, como una ventana á la luz del
—Pero á vosotros q u é os importa?... En- dia, y verdaderamente seria un hermoso
contrasteis l a libertad fuera de m i cuar milagro que el niño alegre fuese pruden-
to, respirásteis el aire libre, os fuisteis te. E l destino os acaricia en la niñez;
corriendo al hermoso parque á disfrutar pero nosotros, que pensamos, que somos
del cielo claro, de la primavera, de la na- hombres, tenemos el carácter agrio y
turaleza tranquila, de ese poema de Dios pendenciero, nuestros dias de m a l humor
que vale m á s que los mios, en el que el y de fastidio. Esta m a ñ a n a llovía, y hoy
n i ñ o puede coger una flor, como una es hace mucho frió. Por el cielo ha pasado
trofa viva, sin que nadie le r i ñ a n i le hace poco una nube de m a l aspecto. Des-
asuste, y yo q u e d é solo y triste, resbalán- pués siempre se tiene a l g ú n remordi-
dome por la pendiente que se llama fas miento. Esto nos hace ser malos algu-
tidio; porque hacia ya mucho tiempo que nas veces; comprendereis lo que os digo
estaba sentado en l a antesala, esperando, cuando l a edad anuble vuestros rostros,
©1 doctor inglés, que no os puede ver y cuando seáis mayores.
que esperaba que vosotros salieseis para
entrar.
Y a os dije que hice m a l , pero estoy ya
Qué haré? Leer a l g ú n libro? No. ¿Dic bastante castigado y debéis perdonarme
tar versos? Para qué? Todo me fastidia y volver á m i cuarto; venid, hagamos
los esmaltes blancos ó azules, la esfera las paces. Tomad; os entrego mis l á p i -
que hace dar vueltas al cielo sobre su ces, mis papeles, m i antiguo c o m p á s sin
eje, los hermosos insectos pintados en punta, mis lacas, todos esos juguetes
mis tazas de Sajonia, todo me fastidia: del hombre que envidia el niño; os en-
tengo el pensamiento fijo en vosotros t r e g a r é todo lo que queráis. Podéis sen-
E n cuanto salisteis de a q u í perdí la ale- taros en m i mesa-escritorio, ó poneros en
g r í a , me quedé sin la satisfacción que ella de piés; podéis cantar, arrastrar m i
me causa el ruido que movéis á m i aire sillón grande, y lanzar contra el ban-
dedor, y sin ver que el m á s p e q u e ñ o se co esculpido todos á la vez vuestros an-
VOCES INTERIORES. 257
gulosos juguetes, que estropean la ma- cerrándose, confunden con el viento sus
dera. Os permitiré t a m b i é n , pero os lo hálitos marinos, y en la que se oyen en
permitiré con alegría, que hojeéis cuan- los aires inefables ecos, que provienen
do queráis m i B i b l i a pintada, que siem- de la tierra ó que provienen de las aguas,
pre habéis tenido miedo de tocar, y que estoy pensando en vosotros, hijos mios,
en una de sus l á m i n a s se vé al Dios en la casa, en la familia, en la r i s u e ñ a
Padre vestido de emperador. mesa, en el fuego del hogar y en todas
las solicitudes con que os cuidan vuestra
madre tan tierna y vuestro abuelo tan
Después quemareis los versos que ten- cariñoso. Y mientras que el líquido Océa-
go esparcidos sobre la mesa, si os divier- no se extiende á mis piés, mientras con-
te ver cómo se convierten en humo; no templo ese espejo de las estrellas, y los
seria tan clemente con vosotros si estu- marinos, tras las velas de sus buques, de-
viéramos en casa del notable poeta j a n vagar la vista desde el infinito de
Méry, cuyos versos vuelan hasta los cie- los mares hasta el infinito de los cielos,
los. Pero q u é importan los mios!... Vos- pensando yo nada m á s que en vosotros,
otros sois toda m i poesía y m i espíritu contemplo y sondeo el cariño que os pro-
sigue vuestros caprichos; sois los reflejos feso en la profundidad de m i alma; amor
y los rayos con que ilumino mis som- tierno, poderoso y eterno; c o m p a r á n d o l e
brías rimas. Niños, cuya vida anima la con él, el mar es p e q u e ñ o .
esperanza; niños, á los que la ignorancia Julio 1836.
d á alegría, nunca habéis sufrido y no
podéis saber, cuando el pensamiento al
poeta taciturno le cansa y le fatiga, q u é
dulce calor difunden en él vuestras son- XXIV.
risas. No podéis comprender cómo nece-
sita entonces de la serenidad que b r i l l a T e n t a n d a v i a est.
en vuestras frentes!
No os asustéis, inquieta madre, cuya
Volved á m i cuarto, si no queréis que bondad no tiene t é r m i n o , al verle, sien-
permanezca triste y sombrío por vuestro do tan pequeño, tan grave y tan pensa-
abandono, como el pescador de Btretat tivo. Como pajarillo blanco que, solo
que, cansado de un largo invierno, medi sobre u n arrecife, vé que sube hácia él el
ta apoyándose en los codos y se fastidia Océano desde el fondo de las tinieblas,
de ver desde su ventana el cielo i n u n contempla ya la vida, inmensa y som-
dado de l l u v i a . bría, vé cómo avanza pasa á paso; pero,
23 A b r i l 1837. cariñosa madre, no os asustéis.
No os inquietéis, y c a r i ñ o s a m e n t e be-
XXIII. sad la frente pensativa del n i ñ o , que no
es un sábio, que no es un prodigio, que
solo es u n soñador: m á s vale que sea así;
E n q u é pienso? A y ! Separado de vos esto debe enorgulleceros. L a meditación
otros, hijos mios, en vosotros pienso, en es hermana del génio; el niño soñador
vosotros que sois la esperanza del estío forma al hombre pensador, y el pensa-
de m i vida, vástagos que todos los años miento es tan poderoso, que descubre á
crecen y aumentan la sombra del muro Milton el cielo y á Dante el infierno.
de m i existencia. Pienso en los dos pe-
queños que lloran riéndose, que empie-
zan á hablar, y que juegan y que se U n dia será grande; no dudéis que es-
quejan y que disputan; pienso después pera un porvenir de gloria al niño mis-
con inquietud en los dos mayores, que, terioso que todo lo pregunta y que todo
lo inquiere. ¿Quién sabe si recogerá del
m á s entrados ya en años, inclinan a l g u -
nas veces la cabeza, el uno curioso y el suelo, sin gran fatiga, el colosal cincel
otro pensativo. que al morir dejó caer Miguel A n g e l y
e n t a l l a r á en el m á r m o l sorprendentes
batallas? ¿Quién sabe si, como Francis-
Solo y triste en la playa, por la tarde, co I ó como Bonaparte, t o m a r á para
oyendo las canciones de los marineros; j u g a r al ajedrez la Europa por tablero?
en la hora en que las olas, abriéndose y ¿Quién sabe si irá, bogando á toda vela,
TOMO V. 33
258 OBRAS D E YICTOR HUGO.
ajustando á sus ojos el cristal del teles- el infierno vago y vivo. Esa pendiente
copio, y e n c o n t r a r á su vista perspicaz en se pierde en la indecisa bruma; en cada
la esfera azul ó en el mar profundo un grada está sentada una queja, y se oye
astro como Herschell ó un mundo como débil ruido de crugido de dientes en
Colon? aquella oscura noche. Allí están las v i -
siones, los sueños, las quimeras; los ojos,
que el dolor trueca en amargos manan-
¿Quién sabe lo q ue le reservará el por- tiales; y el amor, pareja enlazada, triste
venir? Dejad que crezca ese niño serio, y ardiendo, pasa entre un torbellino
que n i siquiera conoce la curiosidad con con una llaga abierta en el flanco; en u n
que le vemos crecer. Quizá piense ya ese rincón la venganza y el hambre, impías
niño frágil como pensaba el niño que hermanas, acurrucadas juntas sobre u n
luego se llamó Virgilio, en el combate cráneo roido; la p á l i d a miseria, la ambi-
que persigue siempre al que es poeta bri- ción, el orgullo alimentándose de sí mis-
llante; quizá piense ya en intentarlo, en mo, la inmunda lujuria y la avaricia i n -
vencer, y en que pregone la gloria su fame; m á s lejos la cobardía, el miedo, la
nombre brillante con las cien voces de traición, y después m á s abajo aun, en la
sus clarines. Droíundidad del abismo, el ódio hacien-
9 Junio 1835. do muecas de dolor.
Oimos esta voz, que nos deja mucho aullan y se van, todas esas voces solo son
tiempo pensativos, ^ creemos ver el cielo un tartamudeo inmenso.
menos oscuro cada instante, como á tra-
vés de la bruma se distinguen las pla-
yas y se ven llenas de vagas perspec- Solo el hombre puede hablar, pero el
tivas. icmbre ignora lo que sucede en el mun-
do, y por inexplicable sentencia todo se
lo oculta una nube, y el alma del que
Qué creer? Muchas veces, quizás con muere huye llevándose el misterio. Por
ojo esperto, he abordado ese problema, eso empezar sonriendo y concluir negan-
en el que se pierde la sonda, esas vastas do es m á s cómodo, es m á s fácil y es lo
cuestiones cuyo aspecto cambia á cada que hacen los hombres. L o poco que
instante; he removido la superficie y el creemos se armoniza con lo poco que
fondo, me he sumergido en ese abismo y somos.
he llegado á su profundidad.
Y a que Dios así lo hizo, será m á s
conveniente para nosotros; quizá mayor
Os aseguro, vientos de la m a ñ a n a y de
claridad nos cegada: con frecuencia se
la tarde; os aseguro, estrellas de l a noche,
que asediado por austero pensamiento, rompe la rama que está demasiado carga-
muchas veces he intentado, muchas ve- da de frutos. ¿Qué seria de nosotros, si
ces he ascendido solo, buscando en el Dios, desde la altura de su eternidad,
espacio algo que me responda, á esos al- lanzase sobre la razón humana el torren-
tos sitios desde los que se ve l a figura te de la verdad? E l vaso es demasiado
del mundo. Muchas veces he creido so- pequeño para contenerla entera, y basta
bre las altas y desiertas cumbres, que que cada alma recoja una gota, aunque
mientras que los rios, los campos, los esté mezclada con el error. Todos los
bosques, las ciudades y las ruinas yacian hombres tienen dentro de sí algo oscuro
detrás de m í , los montes humeaban que rechaza l a f é. Dios y la muerte son
como incensarios, y que en lontananza palabras sin fondo que ocultan un abis-
el Océano, derramando sus olas, mezcla mo. D e l corazón m á s sublime se apode-
ba su murmullo salvaje con el m u r m u ra el espanto cuando se atreve á atrave-
lio inmenso de la naturaleza. sar esos grandes mares que no pueden
franquearse de u n solo vuelo. Pocos pá-
jaros atraviesan el Océano sin dar des-
Y yo decia á las olas que rugian, y yo canso á las alas. No hay un solo creyente
decia á los torreones que se derrum- que no dude n i tiemble en ciertos mo-
baban, y yo decia á la noche llena de mentos. ¿Qué alma no es débil y no se
estrellas, y yo decia á las flores, á los siente fatigada? Resignémonos y prosi-
torrentes, á las pintadas frutas, á los gamos nuestro camino. Todo cuerpo ar-
montes, á los campos y á los bosques: rastra su sombra y todo espíritu su duda.
"Sabéis algo?...,, Setiembre 1835.
Pero q u é trabajo tan árduo! Sobre A l l í puedes reposar; allí mueren los
todo cuando la envidia, con el corazón vanos clamores de los hombres. Todos
lleno de amargura, con la mirada vacía, los dias, desde el Levante hasta el Po-
convierte, para las viles necesidades de niente, paseando sobre t u fosa su ardien-
las luchas vulgares, la boca sonriente de te antorcha, imparcial el sol semejante á
un amigo en una boca que muerde. la esperanza, dora por los dos lados,
Qué vida y q u é siglo! ¡Virtud, gloria, sin ninguna preferencia, la cruz de t u
poder, génio y fé, todo aquello en lo que tumba.
debíamos creer, lo que nos resta de los
esplendores pasados, escita la risa y se
escarnece! Allí t ú solo oyes moverse la yerba y
los matorrales, los pasos del sepulturero,
las frutas que caen al suelo de los árbo-
C u á n t a calumnia y c u á n t a bajeza! les y la canción que entona el boyero
¡Cuántos folletos viles, que flagelan sin cuando desciende á la llanura, de regre-
cesar todo lo puro, todo lo noble y todo so á su hogar.
lo digno; que hiriendo á la verdad con Mayo 1837.
mercenaria lanza, pálida y crucificada,
la hacen beber la esponja de hiél!
XXIX.
E l hombre en busca del placer se lan-
za por cien senderos; solo piensa en vivir A Olimpio.
alegre; su único ídolo es el dinero. Nues-
tras pasiones abren infames garras, y
cuelgan como si fuese un harapo lo que U n dia, el amigo que te resta después
conservaban nuestras almas de sagrado de t u desgracia, lamentaba tus infortu-
y casto. ¿A q u é conduce tanto ódio, to- nios, y mientras te compadecía, t u son-
marse tanto trabajo y causar tanto daño, risa sublime contestaba á sus lágrimas:
cuando todos hemos de morir, cuando
descenderemos donde todos descienden, L
cuando solo seremos una sombra, u n pu-
ñ a d o de ceniza, sobre el que la yerba cre- "Hó a q u í que te encuentras ya, t ú , que
cerá?... eras admirado por la m u l t i t u d , desarrai-
gado, marchito, caido sobre una pendien-
te, como derribado cedro.
¿ P a r a q u é agotar la vida en vanas vo-
luptuosidades? ¿Por q u é crearse fortunas
perversas con los infortunios ágenos? „Hé a q u í que has caido á los piés de
Todo cae en el suelo, y la fruta verde innumerables envidiosos y de transeún-
que pende de las ramas no se madura tes burlones, tú, cuya frente soberbia hu-
m a ñ a n a para la boca hambrienta que la millaba á las frentes inferiores.
devora hoy.
„ T u hojarasca yace entre el polvo, tus
L o que creemos ser y lo que somos, raices están descubiertas, fuera de su si-
belleza, riqueza, honores, lo que s u e ñ a n tio, y no debes esperar ya n i abrigo de la
los hombres y lo que hacen, confusa- tierra n i compasión del cielo.
mente, á través de aclamaciones ó de
YOGES INTERIORES. 263
„Ayer veneraron tus ojos y t u frente
severa, ayer respetaron t u nombre, y II.
hoy los malvados se reunieron para ex-
terminarte, arrastrados por la envidia. „Pero para el que comprende la mag-
nanimidad de t u alma, ahora eres m á s
grandioso; tu vida, que hoy dificultan
„Se reunieron para gozar contando los obstáculos, tiene el rumor de u n tor-
tus heridas y contando tus dolores, como rente.
se j u n t a n los ladrones para contar el
dinero sobre el piso de piedra de su
antro. „Los que en tus dias tempestuosos y
sublimes se acercan á t í sin sobresalto,
dicen que han visto terribles abismos
„ T u pura fama, digna de ser imitada, que amenazaban tragarte.
perdió ya su prestigio, babeada en todos
los sentidos por los repugnantes reptiles
que la surcan. „Pero quizás al través del precipicio
inmenso y al través de t u corazón po-
d r á distinguirse la perla de la inocencia,
„ I l u m i n a d a por la llama, á todas ho profundizando su fondo.
ras visible, de t u radiante nombre, t u
vida, expuesta á las orillas del cami-
no, es u n blanco presentado á todo el „Se paran en el camino los que ven
que pasa. t u alma cubierta de nieblas; pero yo,
que soy juez y testigo, só que se encuen-
tra una bóveda estrellada, si se anda
„ E n el que cien flechas, silbando siem- m á s allá.
pre en la oscuridad, se clavan sucesiva
mente, unas apuntando á t u corazón y
otras apuntando á t u gloria. ;;Despues de todo, ¿qué te importa que
el mundo encarnizado te persiga y que
t u nombre sea para él como los co-
;,Tu reputación, que con frecuencia he- pos de nieve, lanzados á todos los vien-
mos aclamado, se dispersa y huye al so- tos?
plo nocivo de los hombres, como la hoja
al soplo del viento.
„Qué saben los hombres? D e b e r í a n ca-
llar. ¿Con q u é derecho juzgamos, los
„ T u alma, que ayer n o m b r á b a m o s ar- que no podemos ver nada en el cielo n i
bitra del derecho y del deber, es como en la tierra, sin ponernos de rodillas?...
una taberna, en la que l a gente se aso-
ma á las ventanas para contemplar den
tro de ella la loca orgía que exalta los Somos tan insensatos, que no com-
corazones y llena las copas de vino. prendemos nuestra ignorancia, que no
comprendemos que la certidumbre no
puede asirla l a r a z ó n del hombre, como
„Se han apoderado de t í tus enemigos, no puede asir las olas con las manos.
y han agostado t u vida en flor, y han
arrastrado t u fama por el barro de las
callejuelas. „Se las mojan u n momento, pero huyen
de él en seguida; se le escapan, sin poder
ellas nunca calmar l a sed de la boca n i
„ T u s hermosas vestiduras irritaban del corazón.
sus furores, y han envilecido t u p ú r p u -
ra y hau hecho un forzado de u n empe-
rador. „Las apariencias nos e n g a ñ a n y nos
fascinan. Es de dia? Es de noche? Nada
es absoluto. Todos los frutos tienen su
„Nada te defiende ya; para odiarte raiz y toda raíz tiene su fruto.
todos se confabulan, todos te han aban-
donado; tus amigos se han quedado pen-
sativos, como los que señalan silenciosa- „Lo que hace palidecer vuestra fiso-
mente las ruinas de u n palacio. n o m í a d á serenidad á m i frente; todo lo
264 OBRAS D E VICTOR HUGO.
del mundo tiene una faz sombría y otra confundes t u espíritu con las grandes ar-
luminosa. monías de confuso sentido,
„ L a nube negra que asusta á los ma- 5,Que abarcando todo lo del mundo, al-
rineros lívidos cuando la ven llegar, para canzan desde el á g u i l a hasta la serpien-
el labrador que lucha con la aridez de l a te y difunden la naturaleza en el pen-
tierra significa un saco lleno de es- samiento del hombre.
pigas.
IV.
„ P a r a juzgar á un destino seria preci- „Consuélate, poeta: u n dia, quizá bien
so conocer su fondo misterioso; lo que
Dronto, conocerán los hombres su error
yace en el fango, quizá m u y pronto ad-
y te a p l a u d i r á n los que hoy te zahieren.
quirirá alas en el cielo.
„ T u ultrajada gloria l a v a r á n m a ñ a n a ,
„Tal alma se transforma, y p r ó x i m a á
como se lava con una esponja el piso de
abrirse, se arrastra y espera; hoy es larva
m á r m o l al dia siguiente de u n festín.
informe, y al brillar la aurora de m a ñ a
na será mariposa de brillantes colores.
„ E n vano tus enemigos h a b r á n tras-
ni. pasado al mundo su burlona risa; en
vano h a b r á n esparcido por los caminos
„ E n t r e tanto t ú sufres, tú, sobre quien los secretos de t u corazón;
la ironía agota todos sus dardos, por ver
que la calumnia te muerde por todas
partes. „No prevalecerán los hombres que so-
bre t í tendieron traidoras redes, y pasa-
r á n como los fuegos fátuos pasan al
„Huyes pálido y goteando sangre, y través de los cañares.
en la soledad penetra la tristeza en t u
alma, como el agua en u n pozo filtrada
gota á gota. „Conservarán siempre hácia tí el ódio
que los demonios conservan á Dios, pero
un soplo a p a g a r á en su boca impura sus
;,Huyes á l a soledad como león herido, palabras de fuego.
l a m e n t á n d o t e de t u amarga suerte, y al
llegar la noche te encuentra en la misma
actitud que te vió la m a ñ a n a . „Se desvanecerán, y l a m u l t i t u d en-
cantada verá con asombro, verá del mon-
tón de sombras que sobre t í a m o n t o n ó la
envidia salir t u frente majestuosa.
„Allí, pensativo, buscando reposo en
la oscuridad y en el silencio, pensando
solo algunas veces, desde el alba hasta ;;Entre tanto, ten l á s t i m a de esa m u l -
la noche, en la forma de las m o n t a ñ a s ; t i t u d que desconoce tus cantos, y que
por todas partes se desliza por perversas
pendientes.
„ 0 contemplando desde la á r i d a p í a
ya el esquife combatido por las olas, que
huye rompiendo el hilo que ligaba á l a „Deja que en ese caos, que nada i l u -
tierra el corazón de los marineros; mina, se arrastren los ignorantes; deja
que en él se arrastre el orgulloso, cuya
voz engruesa la cólera, como el agua
„Y el inmenso Océano que surcan m i engruesa los torrentes;
velas, en el que el sol se oculta, el Océa-
no que respira como un pecho, l e v a n t á n
dose y descendiendo; „Deja que allí se arrastre la beldad sin
amor, que nos extravía, cuya flotante
ropa es un lazo donde quedan presos los
;,Desde lo alto de las rocas de la playa pies de los insensatos;
desde el fondo de los bosques frondosos
VOCES INTERIORES. 26o
„Deja que allí se arrastren los retóri- los vientos, vago errante por los sitios
cos que mueven ruido cuando hablan, y m á s altos, desde los que se oye gemir á
esos hombres sin íó, sin culto y sin brú- odo lo creado.
j u l a , que viven á tientas;
„Desde allí veo, como l á m p a r a encen-
„Y los bajos aduladores que se arras- dida ante u n altar, humear la lejana
tran ante el poderoso, y los ciegos am- chimenea, y por las noches comparo con
biciosos que, como las hiedras, se encara- las luces que se encienden en el cielo las
man unos sobre otros. que alumbran el mundo.
" N i me consueles n i te aflijas; estoy se- „Sin duda alguna, durante el abril de
reno y tranquilo. Mis miradas no se diri- m i vida, siendo j ó ven y crédulo, no co-
gen á este mundo, sino á u n mundo i n - nociendo el fondo de las cosas, tuve sue-
visible. ños de oro, como todos los que sueñan en
el mundo.
;;Los hombres, amigo m i ó , son mejo
res de lo que t ú crees, pero la suerte es ;;Sm duda v i coronar m i frente la j u -
cruel; ella es la que llena de vino ó de ventud con su diadema de rosas; ¿pero me
hiél el puro cristal de la copa. crees ahora bastante loco para imaginar-
me que las rosas son eternas?
;,Vivo meditando y escucho cómo sus
piran los cipreses alrededor de las cru „Las quimeras, que siendo niño creí
ees, cómo murmura el rio y cómo llora tocar con mis manos, han desaparecido
la campana en u n rincón de la llanura; de m i vista para siempre, y digo á la fe-
licidad lo que dice el marino al alejarse
de las playas.
;;B,ecogiendo el grito sordo del pájaro
que huye, del carro que arrastra las cose
chas, los gemidos de las c a ñ a s y los m u r „Quó me importa?... Me abrigo en m i
mullos de las matas de yerba; profunda calma; sobre todo compadezco
á las mujeres: pero yo vivo teniendo
fijos los ojos en el cielo, adonde llegan
„ E s c u c h a n d o el arrullo de las olas, las alas y las almas.
que pueden adormecerme, sin temer á
34
TOMO V.
266 OBRAS D E VICTOR HUGO.
„Dios nos d á á cada uno el destino que blar. Sufre lo que estás presenciando
nos corresponde, lo mismo al fuerte que como virgen resignada, y que n i un solo
al débil; como cuidadoso maestro, se le- movimiento de indignación en tus labios
vanta temprano para dividir el trabajo revele la cólera que ruge en el fondo de
entre todos los mortales. t u corazón. E n este siglo en que cada
uno, ahogando ó fecundando, se esparce
„Seamos grandes y comprendamos á la ventura, como el agua en una tem-
nuestra misión; dejemos que, aciagos ó pestad, en el que por todas partes vemos
funestos, brillen sobre nosotros el rayo y la impotencia y la rabia, el m á s fuerte
el sol, esas dos claridades celestes. es el que sabe contener su fuerza. L a
superficie del Océano, algunas veces no
presenta n i una sola arruga; no te gastes,
;;Dejemos que ruja bajo de nosotros el oues, hasta que llegue la hora de esta-
h u r a c á n irritado, que nos asedia sin ce- lar, hora que está m á s cerca de lo que
sar, y conservemos la tranquilidad en la se cree. E l que sabe refrenar su fuerza,
frente, como el monte conserva la nieve. la aumenta.
nos por el tiempo necesario, preserván- siempre algo sagrado, divino y virtuoso
dole durante ese tiempo del contacto en los dos grandes sentimientos sobre
inmediato con los gobiernos y con los que descansa el mundo desde A d á n y
partidos, podria producir t a m b i é n una Eva: en la paternidad y en la materni-
obra grande. dad. E n una palabra, realzaría en todas
Carecería de toda sujeción, no le opri- partes la dignidad de la criatura huma-
mirla ninguna cadena, seria libre en sus na, probando que en el fondo de todos
ideas y en sus actos; seria libre en su be- los hombres, por desalmados que sean,
nevolencia para con los que trabajan, en Dios ha colocado una chispa, que u n so-
su aversión para los que perjudican, en plo desde las alturas puede reanimar,
su afecto para los que sirven y en su chispa que la ceniza no oculta n i el
compasión para los que sufren. Seria l i - fango extingue; esta chispa es el alma.
bre para obstruir el camino á todas las E n sus poemas insertaría consejos para
mentiras, de cualquier parte y de cual- los tiempos presentes, fantásticas inquisi-
quier partido que viniesen; libre de un- ciones sobre el porvenir: en ellos se vería
cir los principios que empantanan los el reflejo, ya deslumbrador, ya siniestro,
intereses, libre para proteger á todas las de los sucesos contemporáneos. H a b l a r í a
miserias, libre para arrodillarse ante to- de los panteones de las tumbas, de las
dos los acontecimientos. Aunque fuera ruinas y de los recuerdos; de la caridad
afecto al pueblo, no odiarla al rey, n i para con los pobres, de la ternura para
injuriaría á las dinastías reinantes para con los miserables, y m i r a r í a furtivamen-
consolar á las dinastías caldas, n i ultra- te al santuario del alma, en el que se per-
j a r í a á las razas muertas, simpatizando ciben sobre misterioso altar, como por la
con los reyes del porvenir. V i v i r l a en la puerta entreabierta de una capilla, las
naturaleza y con la sociedad. Siguiendo hermosas urnas de oro que encierran la
su inspiración, sin m á s objeto que pen- fó, l a esperanza, la poesía y el amor; h a r í a
sar y obligar á pensar, con efusión y con en fin la profunda pintura del yo, que
tranquilidad, iria á visitar á su tiempo es l a obra m á s á m p l i a , m á s general y
á la primavera en los prados, al príncipe m á s universal que el pensador puede
en el Louvre, a l proscripto en la cárcel. acometer.
Cuando vituperase a q u í ó a l l á una de Como todos los poetas que meditan y
las leyes de los códigos humanos, se sa- que superponen constantemente su espí-
bría que pasa los dias y las noches estu- r i t u al universo, dejaría brillar al través
diando todo lo eterno del texto de los de sus poemas ó de sus dramas el es-
códigos divinos. Nada le p e r t u r b a r í a en plendor de la creación de Dios. E n sus
su austera y profunda contemplación, n i tragedias se oiría cantar á los pájaros
el paso ardiente de los acontecimientos y se vería sufrir al hombre en sus paisa-
públicos, porque se los asimilaría y les jes. Sus poemas serian diversos en la
d a r í a su significación en su trabajo; n i apariencia, pero en el fondo t e n d r í a n
l a vecindad accidental de dolores priva unidad y coherencia. Su obra, conside-
dos, porque el hábito de pensar nos dota rada como síntesis, se parecería á la tier-
de facilidad para consolar; n i l a conmo- ra; t e n d r í a producciones de todas clases,
ción interior de sus sufrimientos perso- pero presidiría una sola idea á todas sus
nales, porque al través de nuestras aflic- concepciones; produciría flores de todas
ciones entrevemos á Dios, y después de las especies, pero solo t e n d r í a una sa-
llorar, meditaría. via para todas las raices.
E n sus dramas y en sus novelas, en Profesaría culto á l a conciencia como
su verso y en su prosa, i n t e r v e n d r í a n la Juvenal, el que noche y dia sentía tener
historia y l a invención, la vida de los un testigo dentro de sí mismo, node die-
pueblos y la vida de los individuos, las que suum gestare i n pectore testem; profesa-
lecciones que se desprenden de los crí- ría culto al pensamiento como Dante,
menes de los reyes, como en la tragedia que dice que son los condenados "los que
antigua, y l a útil pintura de los vicios no piensan,, le gente dolor ose cJC anno per-
populares, como en la antigua comedia. duto i l hen del intelletto; profesaría el culto
Velando intencionadamente las excep- á la naturaleza como San A g u s t í n , que
ciones vergonzosas, inspiraría venera- sin temer que le declarasen panteista,
ción á la ancianidad, pintando á la llama al cielo "una criatura inteligente,,,
vejez siempre noble; inspiraría compa- celum celi creatura est aliqua intelledualis.
sión hácia la mujer, presentándola siem- L o que conseguirla con el conjunto de
pre débil; inspiraría el culto á las afec- su obra, con todos sus dramas, sus poe-
ciones naturales, manifestando que hay sías y sus pensamientos amontonados^
RAYOS Y SOMBRAS. 271
ese poeta, ese filósofo, ese espíritu, lo Este libro es su continuación. Unicamen-
que conseguiría seria realizar la gran te en RAYOS Y SOMBRAS es quizás el ho-
epopeya misteriosa, de la que cada uno rizonte m á s vasto, el cielo m á s azul, l a
de nosotros encierra un canto dentro de calma m á s profunda. Muchas de las poe-
sí mismo, de la que M i l t o n escribió el sías de este volúmen p r o b a r á n á los lec-
prólogo y Byron el epílogo: el poema del tores que el autor no ha sido infiel á la
hombre. misión que se designó á sí mismo en el
Esta vida imponente del artista c i v i l i - preludio de las Voces interiores:
zador, este vasto trabajo de filosofía y de Fierre á pierre, en sougeant aux croyances eteintes,
a r m o n í a , este ideal del poema y del poe- Sous la societé qui tremble á tous les vents
ta, tiene derecho á proponérselo todo Le penseur reconstruit ees deux colonnes saintes,
Le résped des vieillards et 1' amour des enfants (1).
pensador como objeto, como ambición,
como principio y como fin. E l autor de No se ocupará el autor del estilo n i de
este libro ha dicho ya en otra parte y la forma de este volúmen, porque los que
m á s de una vez, que es uno de los que lo acostumbran á leer lo que él escribe sa-
intentan con perseverancia, con concien- ben desde hace mucho tiempo que ad-
cia y con lealtad. No deja correr á la mite algunas veces y en ciertos casos l a
ventura lo que han dado en llamar su vaga semi-luz en el pensamiento, pero
inspiración; se dirige constantemente ha- que casi nunca la admite en la expre-
cia el hombre, hácia la naturaleza y ha- sión. Sin desconocer el mérito de l a
cia Dios. Cada obra nueva que publica elevada poesía del Norte, que está repre-
levanta m á s el velo que oculta su pensa- sentada en Francia por admirables poe-
miento, y quizá los espíritus reflexivos tas, su gusto literario le hace preferir l a
h a b r á n comprendido la unidad que pre- forma meridional y exacta. Es apasiona-
side á la colección de sus obras, que á do del sol y de la Biblia, y sus divinos
primera vista parecen aisladas y diver- maestros son V i r g i l i o y el Dante. Es u n
gentes. poeta cuya infancia solo ha sido una
Cree el autor de este libro que el ver- larga fantasía interpolada con estudios
dadero poeta, independientemente de los exactos, y esta infancia es la que ha for-
pensamientos que le sugiere su propia mado su espíritu como es hoy. No com-
organización y de los que arranca de prende que sean incompatibles lo exacto
la verdad eterna, debe contener la suma y lo poético. E l n ú m e r o existe en el arte
de las ideas de su época. lo mismo que en la ciencia. E l á l g e b r a
Respecto á este volumen de poesías entra en la astronomía, y la astronomía
que publica ahora, h a b l a r á poco. L o que es del dominio de la poesía; el á l g e b r a
quisiera que fuese acaba de decirlo; lo entra en la música, y la música es del
que sea realmente podrá apreciarlo el dominio de la poesía. E l espíritu del
lector. hombre posee tres llaves que lo abren
Se e n c o n t r a r á en este volúmen, con todo: el número, la letra y la nota; saber,
m u y poca diferencia, el mismo modo de pensar, imaginar. Esto es todo.
apreciar los hechos y los hombres que en 4 Mayo 1840.
los tres volúmenes de poesías que le pre-
ceden y que pertenecen a l segundo pe-
ríodo de la vida del pensamiento del au- (1) «Piedra á piedra, pensando en las antiguas y extinguidas
tor, publicados el primero en 1831, el creencias, en la sociedad que se bambolea á todos los vientos,
reconstruye el pensador estas dos columnas santas: el respeto á
segundo en 1835 y el tercero en 1837. los ancianos y el amor á los niños.»
RAYOS Y SOMBRAS.
pensador constituye una fuerza. Diosv do tras sí lo que l a ley recoge cuando
creó la savia para el tronco, las ramas pasa después.
floridas para los pájaros, el arroyo para
la yerba de las llanuras, para las bocas
las copas llenas de licor y el pensamien- Pero para cobijar esos poderosos gér-
to para los espíritus. menes se necesitan corazones inspira-
dos, puros, firmes, penetrados de luz
divina. Sin marineros se pierde la nave,
Así lo quiere Dios; en estos tiempos y como á los dos flancos de un navio, para
revueltos todos deben trabajar y todos hender las olas de la m u l t i t u d insensata,
deben servir. Nadie debe abandonar á á las dos partes de la idea salvadora es
sus hermanos n i retirarse al desierto; na- preciso que reinen grandes espíritus.
die debe calzarse las sandalias cuando
el pueblo atormentado se agita; el pen-
sador no debe mutilarse n i salir de la Lejos de vosotros, santas teorías, c ó -
ciudad para entonar cantos inútiles. digos del porvenir, está ese retórico de
pálidos labios, que vive sin esperanza y
sin recuerdo, que siguió en otros tiempos
E l poeta, en tiempos inquietos, debe la luz de vuestra estrella, pero que des-
preparar la venida de tiempos mejores. pués, rasgando el velo de las ilusiones,
Es el hombre de las utopias; debe tener dejó que violasen su alma la avaricia y
los pies a q u í y las miradas en otra parte; la a m b i c i ó n .
como en todas las épocas, ya se le insul-
te, ya se le elogie, semejante á los pro-
fetas, debe sostener en la mano una Lejos están de ellas, esos escribas de
antorcha, y sacudiéndola, hacer llamear corazón sórdido, que en secreto le dicen
en ella el porvenir. sin v e r g ü e n z a á la espléndida corrup-
ción:—"Cortesana, acaricíame!,, y que á
veces en su embriaguez, del templo don-
Comprende, cuando los pueblos vege- de soñó su juventud se atreven á repasar
tan, que sus afectuosos sueños se com- el camino y á acercarse hipócritamente á
ponen de las sombras que en él proyec- las ideas castas, llevando en las manos
tan los hechos que b r i l l a r á n u n dia, y el hedor de la c r á p u l a .
nada debe importarle que se le mofen.
Piensa, y m á s de u n alma escribe silen-
ciosamente lo que la m u l t i t u d no com- Lejos están de ellas, esos doctores, délos
prende. Tiene l á s t i m a de sus frivolos que no se fia el sabio, que á su pesar es se-
despreciadores, pero sabe que hay sabios vero con ellos; esos doctores que reducen
falsos que a l oirle se le rien en voz alta la filosofía á su propio interés, que con ella
y que, sin embargo, meditan en voz comercian; mercaderes viles que abriga
baja. el templo y que turban las oraciones del
sacerdote, clavando sus anuncios en las
columnas de la iglesia.
Muchedumbre, que extiendes sobre
nuestras ilusiones las olas de la duda y
de la ironía, como el Océano sobre las Lejos están de ellas, esos jóvenes infa-
playas su resuello y sus sollozos, la idea mes que cuentan sus dias por noches y
augusta que te regocija aun tartamu que las pasan deshonrado á las mujeres
dea en estos momentos, pero lleva el que el hambre arrastra al antro del vicio;
sello de la vida. Eva contiene l a raza hu- cobardes que, cuando deliran, debe de-
mana, un huevo contiene u n á g u i l a , una cirles una voz secreta:^—^"Esa mujer que
bellota contiene la encina y una utopia el oro envilece y que infama la orgía, no
es una cuna. tuvo m á s remedio que elegir entre dos
tumbas, entre la Morgue y t u lecho.,,
está sin alma, cuya alma está sin Dios. E l es el que, á pesar de los abrojos
del camino, á pesar de la envidia y de
las burlas, marcha encorvándose ante
Si solo existiesen semejantes hombres, las ruinas y recogiendo las tradiciones.
¡justo Dios, con q u é amargura el poeta De la tradición fecunda arranca el em-
maldecirla este siglo! Se velarla la faz, y brión informe de lo futuro. Toda idea
llorando al caer el dia, de pió en el um- humana ó divina, que echa raices en
bral de su casa, al descender la noche el pasado, extiende su ramaje en el por-
sobre el mundo, arrojarla la ceniza á los venir.
cuatro puntos del horizonte.
tos, paseaba desde la puerta hasta la ni entregarle al ódio de los que desean
ventana. torturarle; ¡no deben torturar al poeta,
cuya mano cerrada está llena de true-
nos! Los tiranos de abajo perjudican al
Una mesa y u n sillón de terciopelo rey de arriba. E l pueblo, que lo presen-
retrataban en las lunas de un espejo cia, recoge las palabras de la Musa cuan-
sus pesados y dorados pies. Por una do l a indignación, hasta el rey que se
puerta-vidriera se entreveian en otras reverencia, sube desde la frente pensa-
c á m a r a s m u l t i t u d de armarios de Boule, dora del artista. Señor, no debemos apo-
de vajillas del J a p ó n , de lacas, de esmal- yarnos en lo que se bambolea: la censura
tes y de candeleros de oro de muchísi- es u n techo ruinoso, m a l apuntalado,
mos brazos; se entreveía un salón rojo dispuesto á desplomarse cada momento
adornado con espejos de Venecia, lleno sobre las gentes que abriga. Señor, el
de bronces griegos, en el que se m u l t i - soplo imprudente, lejos de apagar, i r r i t a
plicaban las a r a ñ a s de cristal. la hoguera, y de un arte luminoso hace
un arte incendiario. Por otra parte, de-
¿De q u é trataban el poeta jóven y el seando solo que adquiera verdadero es-
rey anciano?—De un pobre á n g e l caido, plendor real esta gran nación, en vez
del amor que redimía el alma de Marión, de los cuadros dignos de imitación que
lavándola como á la Magdalena, que ofrecía en ella el gran Luis, se ofrece el
hacia cojear, que la estropeaba, arras- espectáculo que causan u n grupo de cen-
t r á n d o l a , la censura, serpiente que la ha sores armados, que hablan en voz baja,
bia mordido en el pió. y que, cazadores traidores, acostados en
áerra, esperan la hora en que el drama,
ese digno león, entre en su antro, esto es,
E l poeta quiso presentar en el teatro á en la historia.,,
Luis X I I I , á ese monarca que goberna-
ba u n sacerdote, á todo un siglo, á u n
m a r q u é s , á verdugos, á locos, á batele- A l llegar a q u í vió el poeta volverse
ros, para que acudiese la m u l t i t u d y para hácia él la cabeza del anciano asombra-
que á través de su sufrimiento, en un do, y llevando m á s allá su pensamiento
drama chispeante y sombrío, viera pasar inquieto, olvidándose del drama y del
la sombra del pálido cardenal. E l ancia- autor, éste, pensativo, sondeaba el vasto
no t i t u b e a b a : — " ¿ P a r a q u é sirve presen- destino que entreveía en el fondo de
tar sin velos á Luis X I I I , á ese rey m i - aquel triste rey. Después, escogiendo pa-
serable? ¿para q u é remover su cadáver labras que no pudiesen herir los augustos
en la tumba? A q u é conduce esto?... ¿No oidos, dijóle: que los tiempos traen con-
han pasado ya esos tiempos? ¿no vamos sigo corrientes irresistibles; que ni puen-
caminando hácia la libertad? ¿No es tes, n i canales subterráneos, n i nadie,
hora y a , después de quince años de escepto Dios, puede detener y domar las
prueba, de restablecer el dique y de con- olas del pueblo, cuando llega la hora de
tener el rio? Indudablemente un rey la marea alta para este Océano; que el
puede tomar lo que ha dado. E n cuanto navio m á s poderoso zozobra ó se pierde
al teatro, estando como está minado el cuando quiere navegar contra la corrien-
trono, es preciso ahogar con las dos ma- te y contra los vientos; que en esta lucha
nos llamas tan audaces, porque el públi- insensata siempre encuentra peñascos
co es el pueblo, y una comedia puede donde destrozarse detrás de él; siempre
hacer brotar chispas que enciendan el encuentra al siglo, á las costumbres, y
fuego de las revoluciones.,, el espíritu al que osa oponerse, y que
debia haber servido de puerto para sal-
var la nave. E l poeta continuó diciendo
Con el debido respeto que puede pro al venerable anciano que era hijo de
fesarse á los reyes, el poeta luchaba con una vendeana, y que le suplicaba que
firmeza, como hombre apasionado por creyera, al menos en aquellos momen-
el arte y por l a libertad, y contestó al tos, al que se inclinaba mirando hácia
noble anciano:—^"Todo es grave en este el pasado, y cuya compasión era como
siglo, en el que nada está fijo. E l arte una hiedra, que se pegaba á los reyes,
tranquilo y poderoso se expresa franca- esto es, que se pegaba á las ruinas. E l
mente. Le pertenecen los reyes muertos destino muchas veces es cruel, y los re-
nadie puede disputárselos: no es su ene yes deben pensar, en sus dias tempes-
migo, y no hay por q u é encolerizarle tuosos, en la nube oscura que se ve
RAYOS Y SOMBRAS. 277
aparecer en el lejano horizonte. Para el agitaba aquella comarca, los lores mon-
que no piensa, en aquellos dias aparecia tañeses contaban sus tribus salvajes y
tranquila la Francia; pero en su cielo, sus groseros batallones; en la que ahora,
e m p a ñ a d o por escasa bruma, en el que sobre la yerba y al sol, las viejas des-
todo parecía azul, él, que era pensador, calzas, que marchan sobre las piedras,
veia á cada momento la luz lejana de ponen á secar sus andrajos;
algún relámpago.
Holyrood, Holyrood! L a yerba brota
Carlos X , sonriendo, respondió:—"¡Oh en tus losas. Las cabras pacen al pió de
poeta!—Por la noche todo estaba res- tus torres feudales. ¡Terrible lección se
plandeciente de luz y de alegría en desprende de tus bóvedas fúnebres, que
aquella festividad; gozoso Saint-Cloud, pueden leer los humanos en tus tras-
veia llegar hasta él soldados, príncipes, tornados muros, que tienen impreso el
criados, que en tropel llegaban al sun- sello de una fortuna e x t r a ñ a , y que se
tuoso palacio, cuya fachada, reflejándose ven iluminados por ese reflejo de luna
en el Sena, parecía acariciar cariñosa- ue lanza el pasado!...
mente las filas de sus árboles. Chispean-
do el Louvre, parecía contestar á su júbi-
lo desde lejos, desde el centro de la ¡Oh palacio, oh ruina, rodeados de
ciudad; y ese real conjunto presentaba augusta aureola, benditos seáis! A n t e
u n aspecto tranquilo, y su reposo solem- vosotros nos inclinamos con respeto, por-
ne tenía un no sé q u é de grandioso, que que el anciano rey de Francia encontró
parecía que había de ser eterno. allí esa hospitalidad melancólica y som-
)ría, que reciben y que devuelven los
í s t u a r d o s á los Borbones.
Holyrood! Holyrood! A b a d í a fatal, en 13 Junio 1839.
la que la ley dura, amarga ó inflexible
del destino está escrita en todas partes;
claustro, palacio y tumba, cuyos muros
austeros encierran á los reyes, á la muer III.
te y á Dios; á esos tres grandes miste-
rios, á esas tres sombrías majestades!... A l rey L u i s Felipe,
campos gloriosos, obligados por el arado, que m á s brillan son los que derraman
ellos que fueron testigos de antiguas más lágrimas.
guerras, á dar cosechas como los campos
vulgares; que semejantes al rey caido,
que teme despertar, cuando se le apa- T ú que no has sufrido aun n i n g ú n do-
rece su antigua gloria soñando, durante or, te entregas á eterna alegría, á l a ino-
el dia dejan que camine el boyero por cencia que hace soñar y á la ignorancia
sus centenales y durante l a noche reci- que hace sonreír.
ben la visita de las á g u i l a s .
Azucena preservada del soplo de los
Aunque sois hijo de un siglo en el que vientos, llena t u corazón sereno la feli-
todo se vende, respetad la Roma muerta cidad tranquila de los niños, que es u n
que está al lado de la aldea viva, y ya reflejo puro de la felicidad de las ma-
que sois compasivo para todo, dejad tran- dres.
quilos esos campos, ó por mejor decir,
esas cenizas. Podéis v i v i r m u y feliz
paseando desde el alba por secretos sen- E l candor embellece t u semblante, y
deros, llevando de l a mano á una mujer yo prefiero á todas las claridades, la que
y contemplando en ese pintoresco paisaje veo brillar en tus pupilas, que sale del
cómo se regocija Dios en l a estación de foco de t u alma.
las rosas; y después, entrando en casa y
sacando del cofre carcomido el ejemplar Vives sin inquietudes y sin pesares; l a
antiguo del V i r g i l i o que yo he leido tan- familia te idolatra; en el verano corres
tas veces, ó iluminando vuestra alma con tras las flores y en el invierno juegas al-
las antiguas claridades, leer al tierno rededor del hogar.
V i r g i l i o y meditar.
seria u n acto m a g n á n i m o para la Fran- Porque fuerte para sufrir tus desgra-
cia conceder la limosna de una fosa á t u cias y buena para remediar las nuestras,
noble féretro (1); sufriendo la tempestad, víctima de t u
mala suerte, no imitaste funestos ejem-
plos, y no quisiste nunca que una cobar-
Y a que no han comprendido que la día te hiciese llegar a l puerto.
que sin temor celebró siempre la gloria
y castigó á los verdugos, tiene derecho
á reposar sobre la colina santa, tiene Porque tú, la Musa ilustre, y yo, el
derecho á reposar á la sombra de los desconocido apóstol, hemos traido á l a
héroes; iierra la misma misión y un profundo
"azo nos ata el uno al otro, á tí, viuda
de u n héroe, y á m í , hijo de un sol-
Y a que el recuerdo de nuestras gran- dado.
des batallas no vive encendido en ellos
como sagrada lámpara; ya que no tienen
corazón n i entrañas; ya que te han re- Por lo que, sin cansarme j a m á s en esta
husado hasta la piedra para edificar t u Babilonia, de las insultadas banderas be-
sepulcro. sando los pedazos, e x c l a m é defendiendo
al emperador:—"¡Devolvedle su Colum-
na!,, y exclamo defendiéndote:—^¡Con-
Nos corresponde á nosotros entonar un cededle su tumba!,,...
cántico expiatorio; nos corresponde á Febrero 1840.
nosotros manifestarte nuestro duelo, de
rodillas; nos corresponde á nosotros hacer
revivir t u recuerdo, e n t e r r á n d o l o en ver-
sos afectuosos y tristes. XIII.
sin apoyo se vé detenido por zarzas tre- Saben que soy el hombre de las sole-
padoras; una cuerda que pende de mon- dades, el paseador pensativo por entre
t ó n de maderos cae hasta el nivel de l a árboles espesos, el espíritu que encuen-
mano del viajero curioso. E n una cueva, tra, estudiando todos los dolores, en la su-
inclinado sobre un libro y leyendo, un perficie de todo la duda y en el fondo
viejo sobrehumano, bajo de una roca, de todo la paz.
que no se conserva á plomo, parece que
viva allí olvidado por la muerte. Dos
esfinges, dos bueyes de bronce, acurru- Saben que me inclino y pienso sobre
cados sobre el estrave, forman como los bojes, sobre las fosas y sobre las cru-
chapiteles de los pilares decrépitos; el ces; oyen mis pasos cuando camino sobre
áspid, de ojos ardientes, agitando sus hojas secas, y me han visto contemplar
pupilas, pasa su cabeza chata por las las sombras de los bosques.
hendiduras de las piedras. Todo se mue-
ve y se dobla bajo los techos entreabier-
tos. Las paredes resuenan y se ven hor- Comprenden m i voz, que suena en el
miguear, á través de las hojarascas rojas mundo mejor que vosotros, vivos lucha-
y saliendo por entre los mármoles, móns- dores; los himnos de m i lira, oculta en m i
truos, que p o d r í a n tomarse por racimos alma, para vosotros son cánticos y para
ellos son sollozos.
de aquellos árboles. Por todas partes, en
las paredes del sombrío monumento, algo
horrible se arrastra confusamente, y el Aunque les olvidan los vivos, les queda
que recorre ese dédalo disforme, como si la naturaleza. E n el j a r d í n de los muer-
se apoderara de él u n enorme pólipo, tos, donde reposaremos todos, el alba
por encima de él y por debajo parece que lanza una mirada m á s serena y m á s ce-
sienta vivir y moverse el monstruoso lestial, l a azucena parece m á s pura y el
edificio. pájaro m á s tierno.
XIV.
Allí el sueño ideal que llena m i espíri-
E n e l c e m e n t e r i o de... t u flota como velo luminoso entre la
tierra y mis miradas; allí mis dudas i n -
gratas se funden en plegarias, que em-
L a m u l t i t u d de los vivos rie corriendo piezo á m u r m u r a r de pié y que termino
tras sus locuras, ya para proporcionarse de rodillas.
placeres, ya para proporcionarse dolores;
pero yo, que soy soñador, me imagino
que los olvidados muertos me miran fija Como vuela la paloma hasta el hueco
mente. de las rocas para encontrar en ellas la
gota de rocío que cae antes de que apa-
RAYOS Y SOMBRAS, 287
rezca el sol, m i espíritu sediento, en la dos los hombres, vagareis errantes; pensa-
oscuridad de las tumbas vá á beber una tivos recorreréis el mundo, acordándoos
gota de íé, de esperanza y de amor. algunas veces de los fallecidos.
Marzo 1840.
Encinas, creceréis en el fondo de las
soledades en brumosas lontananzas; vie-
XV. jos sauces, tomareis tristes actitudes y
os contemplareis vagamente en los ar-
royos.
Madres, el niño que juega alegre en
vuestro hogar, frágil como las flores y
sereno como el cielo, os debe incitar á que Nidos, temblareis al sentir dentro de
t e n g á i s cariño, pudor y prudencia. E l vosotros crecer las alas; surcos, os extre-
n i ñ o es una llama pura cuyo calor aca- mecereis al sentir crecer el trigo; antor-
ricia; es l a alegría santa; es la felicidad chas, arrojareis rojas chispas que forma-
sagrada; es un reflejo dorado del nombre r á n un torbellino de humo.
paternal, cuyo reflejo os basta para ver
con claridad la sombra de vuestra alma.
Madres, el hijo que lloráis y que voló Rayos, manifestareis el poder de Dios,
hácia el cielo, cuando l e v a n t á i s la frente que a l mar sujeta; riachuelos, nutriréis
hacia la esfera estrellada, derrama sobre las flores, cuyos capullos se abrieron en
vuestros dolores fulgor augusto, porque A b r i l ; vuestras corrientes reflejarán la
el inocente brilla tanto como el justo. Os sombra del hombre, pero fluirán siempre
hace ver con dulce claridad,al través del y el hombre p a s a r á .
orgullo, de las virtudes, de las desgracias
y de la noche que enluta vuestra alma, á Cada cosa y cada alma, cada sér y
Dios en su profunda tranquilidad. Que cada objeto seguirán su curso, su ley, su
viva ó que muera el niño, siempre brilla. pasión y su fin, aportando su piedra para
E n el mundo, en el que necesitamos el la obra indefinida, que con el género
socorro de todos, en el que nuestros dias humano edifica la creación.
inciertos están pendientes de tantos abis
mos, es u n guia que desvanece las bru
mas que á nuestro alrededor levantan las Y yo c o n t e m p l a r é á Dios, padre del
dudas y los vicios; cuando vive el n i ñ o , mundo, que nos entrega, para mitigar
enseña á las madres la verdadera senda nuestra sed, ya en l a sombra, ya en la
del deber; cuando el niño muere, descu claridad, el cielo, esa inmensa urna, en
bre á éstas la verdad sin velos; en el la que podemos beber l a calma y la se-
mundo es para ellas una l á m p a r a y en renidad.
el cielo es una estrella. 5 Mayo 1839.
27 Marzo 1840.
XVII.
XVI.
Espectáculo tranquilizador.
Su voz bendice Dios, que visible siem- —Pero ya que por fin, sondeando mis
pre para los corazones puros, formó el destinos, me p r e g u n t á i s por mis años j u -
alba, p á r p a d o de llama, para el cielo, veniles; ya que, hijos mios, todo lo que-
pupila azul. réis saber, os voy á referir mis primeros
instintos y m i primera esperanza,
E n los bosques, donde se embotan to-
dos los ruidos, el temeroso gamo corre y Tuve durante m i efímera infancia tres
juega, y en las alfombras de musgo bri- maestros: un jardin, u n anciano sacerdote
l l a el escarabajo como oro vivo. y m i madre. E l j a r d i n era grande y
misterioso; altísimas tapias le escondían
á las curiosas miradas, estaba lleno de
L a luna, durante el dia, está p á l i d a m i l flores y de m i l insectos, lleno de su-
como u n alegre convaleciente, y con surros y de aromas; en el centro era casi
ternura abre sus ojos de ópalo, cuya un vergel y en el fondo era casi un
dulzura hasta nosotros se derrama. bosque. E l sacerdote, excesivamente em-
papado de Tácito y de Homero, era u n
L a abeja con el alelí juguetea, acari- anciano cariñoso; m i madre... era m i
ciando la vieja tapia; el surco caliente madre.
alegremente se despierta removido por
el oscuro g é r m e n . U n dia...—-¡Oh, si Gautier me prestara
su lápiz, con un solo rasgo os d i b u j a r í a
una figura que, como funesto augurio,
Todo vive y ostenta su belleza, i l u m i -
nada por u n sol ardiente; la sombra entró u n dia en casa de m i madre. Era
huye del agua que pasa, y el cielo se vé un doctor de frente estrecha, de aspecto
azul sobre el collado verde. solemne, que si os lo dibujase, consegui-
rla hacer abrir vuestros labios con esa
risa deslumbradora y Cándida que m u -
L a llanura brilla, el bosque verdea, chas veces me enajena. Cuando entró
l a yerba florece.—Mortal, nada temas; ese doctor, estaba yo jugando en el
la naturaleza sabe el gran secreto y se jardin, y al verle me quedó parado de
sonríe. repente. Era ese hombre el principal de
I.0 Junio 1839. un colegio cualquiera.
todo lo que se entreabre ante sus pasos. deis nunca que los séres selectos, creados
Convertiremos al niño en hombre y al para la poesía y para la ilustración; que
hombre en poeta. Debes elegirnos para los corazones en que Dios coloca ecos
formar sus sentidos, porque nosotros le para todos los ruidos que anima miste-
enseñaremos cómo desde el alba hasta rioso sentido, en un sonido, en un vago
l a noche, desde las encinas hasta los murmullo, oyen los consejos de la natu-
mosquitos, la vida bajo m i l aspectos son- raleza.
ríe en las verdes llanuras, llenándolo todo Mayo 1839.
de reflejos, de colores y de sombras. Te
le devolveremos sencillo y deslumhrado
por la contemplación del cielo, y hare- XIX.
mos que germine en él por todas partes
esa compasión que nace del espectáculo
de la naturaleza. Déjanos á t u hijo; le for- E l escultor David.
maremos el corazón de modo que com-
libro y los campos por g r a m á t i c a , y su David! como u n gran rey que reparte
alma, como la de todos los soñadores, entre los príncipes sus hijos sus Estados
como el sol que fecunda las flores, lanza- por provincias, Dios d á á cada artista
r á rayos sobre todas las ideas.,, diferente imperio: al poeta le d á el soplo
esparcido por todo el universo, la vida y
el pensamiento, el espléndido enjambre
Así hablaron, en las horas en que la de variadas estrofas, que vuelan desde el
ciudad estaba dormida, el astro, la plan- hombre hasta el á n g e l y desde el móns-
ta y el árbol: m i madre los escuchaba. truo hasta la flor; al escultor le d á la for-
ma; al pintor los colores; al músico el
mundo oscuro de los sonidos.
¿Cumplieron, hijos mios, su sagrada
promesa? L o ignoro; solo sé que m i que-
rida madre les creyó, y d i s p e n s á n d o m e L e dá la forma al escultor.—Sí, pero
del encierro del colegio, confió m i j u v e n t ú sabes m u y bien, t ú , que eres gran es-
t u d á las tiernas lecciones de la natura cultor, que la forma es el todo ó no es
leza. nada. No es nada sin el espíritu, es todo
cuando expresa la idea. Se necesita que
Desde entonces, esperando que llegase bajo u n cielo que el sol ilumina, de pié
la noche, que eran las horas que dedica- bajo las l á m p a r a s del templo ó de noche
ba a l estudio, todo el dia libre y feliz po en u n antro sagrado, en el fondo de un
dia recorrer s e g ú n m i capricho el deli bosque dormido ó en el escenario de un
cioso j a r d i n , contemplando sus dorados teatro, la figura de piedra, de cobre ó de
frutos, el agua corriente ó estancada, los yeso, ostente inspiradamente, en su fren-
gigantescos árboles, las pintadas flores te digna, el rayo de la belleza, el relám-
y los prados y los bosques, que m i espí pago de la gloria. Ardiente soplo debe
r i t u por la noche volvia á ver reflejados moverle la nariz; poderosa fuerza debe
en V i r g i l i o como en u n espejo. llenarle el pecho; r i s u e ñ a gracia debe re-
dondear sus dedos, y en su boca muda
debe adivinarse la voz. Preciso es que
Hijos mios, disfrutad de los campos, de sea grave y fria si se la toca, pero v i v a
los valles, de las fuentes, de los caminos, si se la mira, y que ante el pensamiento,
que la ú l t i m a luz de la tarde llenan de ante las miradas del alma y ante las m i -
voces lejanas; de las olas y de los surcos, radas del cielo, esté desnuda con majes-
en los que germina el pensamiento al tad, como estaba A d á n desnudo ante
lado de la espiga. Cogeos de las manos Dios. Se necesita que, como la casta Vé-
y recorred el parque, y cuando oigáis nus, salga de las olas, sembrando desde
cantar á un pájaro, imaginaos oir la voz lejos la vida y el amor en el mundo y
de Dios. L a vida, con el choque de pa convirtiendo á su alrededor, en su sober-
sienes contrarias, os espera; sed buenos, bio vuelo, en todas partes donde se der-
profesaos siempre cariño fraternal, y rame y caigan gotas de oro del agua que
unidos contra el mundo que corrompe el humedece su cabellera, cada yerba en
espíritu, seréis siempre fuertes; no olvi una flor y cada ojo en una estrella. Se
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O
RAYOS Y SOMBRAS»
fin de todos los deseos, y puedes conce-1 miras pasar grave y silenciosamente por
dérselo á quien t ú quieras. T r a t á n d o l o s t u alma tranquila, á la que la luz llega
á todos con completa equidad, siendo de las regiones celestes, todos los nobles
sacerdote y escultor, juez y poeta, acep- aspectos de la figura humana. Como en
tando á éste, rechazando al otro, cele- una iglesia se pasea lentamente y pensa-
brando á Napoleón y condenando á A t i - tivo un gran pueblo, al que un Dios son-
la, engrandeciendo algunas veces al uno rie, esos fantasmas serenos atraviesan por
con el contraste del otro, quitando de su t u espíritu. Vagan á t r a v é s de tus poé-
sitio al guerrero para colocar mejor al ticas fantasías, llenas de sombra y de
apóstol, t ú creas dioses! T ú dices, des- claridad, de vagos pórticos; que unas ve-
cendiendo de t u altura, al veterano sol- ees son palacios dorados, otras dormidas
dado ó al anciano pastor:—"Entrad; tumbas; secreta arquitectura, inmenso
os conozco, y voy á coronaros.;;—Y t ú amontonamiento, que,lanzando rumores
dices t a m b i é n á los reyes:—"¡No sé q u i é n gozosos ó plañideros, llena las perspecti-
sois!,. Ivas de t u inmenso pensamiento. L a an-
tigua Babel, que murió, revive en la ima-
Y> iginacion de los soñadores, revive en t u
cerebro, David! L a espiral se tuerce, el
Porque no basta haber sido reyes ni|Pilar.se proyecta, y en el fondo de t u
haber llevado en l a mano el cetro, ei "nagmacion vegeta el bosque de i r o n -
globo y la cruz, para que el poeta d i ¿ n o ^osos ohaPlteles' lle?0 de . pájaros y de
y para que el digno escultor hagan bri-iflores' como n0 se ve en " n g u n a parte,
llar eternamente vuestro negro p a ñ o
mortuorio y os hagan abrir las puertas VII.
del Pantheon; vosotros mismos, ¡oh re
yes! con vuestras propias manos edi- E n t r e tanto t ú , que recorres senderos
ficais el edificio de vuestra gloria ó de desconocidos, petrificador del bronce,
vuestra ignominia. Se puede vencer al moldeador de los pensamientos, hazte
mundo, disponer de un pueblo, influir cargo de l a pequeñez de los hombres
sobre un siglo, curar sus llagas ó em- y permanece altivo sobre todos los par
peorarlas: cuando terminéis de cumplir tidos. Conserva la dignidad de t u su
vuestras misiones, de su cumplimiento blime cincel; no dejes q u é p a s e por t u
s a l d r á una voz, de ódio ó de amor, som-1 m á r m o l la lima de las sombrías pasiones
b r í a como el ruido que hacen los cerro- que desgasta tantos espíritus. Miguel
jos en las torres, ó tierna como el quejido A n g e l dominaba en Roma y t ú dominas
de la tórtola, que h a r á conmover las en Paris; d á , pues, á t u p á t r i a el noble
piedras de vuestras tumbas. Esta voz, ejemplo, puesto que los mercaderes viles
que es la del porvenir, que está inclina- no entran en el templo, de que los íuro-
da de antemano y que se oye desde res de los tribunos no entren en el cora-
lejos, no admite adulaciones n i caricias, zon del artista sagrado. Debes negar t u
n i mentiras n i hosannas, no; los vicios arte á las cortes y consagrar tus vigilias
repugnantes, las traiciones y los críme- al pueblo; pero no escuches nunca á los
nes, así como los sacrificios y las virtu- que te adulan en las plazas. Debes en
des sublimes, presentan un testimonio t u estudio entregarte á la fantasía y
í n t e g r o é irrevocable. detestar todos los vicios de la humani-
dad, gradualmente d e s l u m h r á n d o t e con
y j i tus propias obras; lo que esos hombres
maquinan destruir ó edificar en las t i -
. nieblas, no equivale á las miradas que
\ V ^ i r ^ 1 0 n i nM ab^nd(íne ?Un; Ujas en el techo buscando la belleza
ca t u taller! E n el, el silencio, el arte, el pura lo grandioso en el arte; su misión
estudio, que hace pasar las horas con es baja y la tuya augusta, y no debéis
ligereza, lanzados en un rincón los en confundiros n i un solo momento en la
sayos que repudiaste, teniendo á una misma visión, en la misma ceguedad, en
parte á Juan Goujon y á la otra á P h i los mismos deseos odiosos ó insensatos,
dias, piedras empezadas á desbastar, ellos, que son esclavos de pigmeos, y tú,
varias estatuas inmóviles, bustos medi- que eres padre de colosos.
tando, esparciéndose allí no sé q u é A b r i l 1840.
tranquilidad que cae de los artesones;
todo es grandioso, todo encanta. T ú , á
quien ilumina el interior del arte divino,
RAYOS Y SOMBRAS. 293
na como un buho... ¡El viento que sopla
de la m o n t a ñ a me volverá loco!
XX.
;;Bailad, cantad. Se deben gozar los
A n n poeta. bienes que cada hora nos ofrece. Era
jóven, y sus ojos alegres eran de fatal
augurio, así como eran deslumbradores...
Oculta t u vida y difunde t u espíritu. ¡El viento que sopla de la m o n t a ñ a me
— U n cerro cubierto de césped; u n bar- volverá loco!
ranco, por el que trepen cabras; u n valle
sembrado de árboles; u n m o n t ó n de ro-
cas, colocadas caprichosamente por la „ C o m p a r a d a con ella, parecía fea la
naturaleza para producir ecos en el fon- reina, cuando por l a tarde pasaban las
do del bosque dormido, es lo que te hace dos por el puente de Toledo. U n rosario
falta para retiro, para vivienda. Concre- de l a época de Garlo-Magno adornaba
ta á pasar tus dias en una morada si- su cuello... ¡El aire que sopla de la
tuada en uno de esos sitios, que allí se m o n t a ñ a me volverá loco!
deslizará t u vida tranquila ó ignorada, y
allí dirigirás t u corazón h á c i a los niños
y t u alma hácia los muertos. Desde allí „E1 rey, viéndola tan hermosa, decia á
al mismo tiempo puedes lanzar al mun- su sobrino:—"Por una sonrisa suya, por
do, siguiendo el capricho de t u vaga- un cabello, por u n beso, yo daria, infan-
bunda imaginación, los vuelos libres de te, toda l a E s p a ñ a y el Perú!...,, ¡El
t u poesía, que pasando por las roncas viento que sopla de la m o n t a ñ a me v o l -
ciudades y por los campos taciturnos y verá loco!
elevándose hasta el infinito, despertará
en las almas inmensa corriente de ideas.
Pero t ú vive feliz en la oscuridad y go- „No sé si yo adoraba á esa dama; solo
zarás de tranquilidad venerable y sagra- sé que porque me mirase con cariño, yo,
da, misterioso pensador. Si alguna vez ue nada poseo, contento hubiera pasa-
el viajero, enfermo ó desengañado, llega do en el presidio diez años de m i vida...
por casualidad á t u retiro, podrá aspirar E l viento que sopla de la m o n t a ñ a me
en él la paz, la esperanza, el olvido del volverá loco!
cansancio y el olvido del peligro, bebien
do todo eso en t u espíritu límpido, sin
pensar y sin creer que u n pueblo entero ;,Un dia luminoso del verano, un dia
apaga su sed en el mismo manantial. Sé eliz que fué á pasear á la playa con su
pequeño como u n arroyo y grande como lermana, cuando jugueteaban las dos,
u n rio. e pude ver el pié y hasta l a r o d i l l a . . .
E l viento que sopla de la m o n t a ñ a me
26 A b r i l 1839. volverá loco!
D o ñ a Sabina h u y ó con ese conde por te. Deja que en el misterio y en la oscu-
el camino que se dirige á la C e r d a ñ a , y ridad melancólico te adore, que la tris-
dónde fueron no sé... ¡El viento que so- teza es el sitio sombrío donde el amor
pla de la m o n t a ñ a me volverá loco! brilla m á s . A n g e l de ojos radiantes,
mujer de vida desgraciada, haz volar
m i vida con tus alas y deja que rinda
„Desde m i choza yo la v i pasar, y ya m i corazón á tus piés.
no supe m á s de ella. Desde entonces 12 Octubre 1837.
vivo triste y disgustado, ocioso y pen-
sativo, con la vista fija en el camino que
ella siguió y con la daga colgada de u n
clavo, ¡El viento que sopla de l a mon- XXIII.
t a ñ a me ha vuelto loco!
14 Mayo 1837. A l paisar p o r l a p l a z a de L u i s X Y u n
d í a de fiesta p ú b l i c a .
XXII.
—"Soñador, dijo ella, ¿por q u é venís
a q u í tan triste? ¿Por q u é , absorbido en
Cuando me hablas de gloria, amarga- vuestros pensamientos, venís á meditar
mente sonrío; esa voz, que t ú crees ve- en una fiesta pública?,,—Mientras ella
ráz, sé yo m u y bien que miente. L a me preguntaba, apoyando su hermoso
gloria veloz se disipa; de la envidia el brazo en el m i ó , la contesté:—^En esta
destructor p u ñ a l solo perdona su está- plaza fué donde nuestra época inquieta
tua, cuando se sienta en el umbral de l a colocó una piedra para tapar una idea;
tumba. L a prosperidad se desvanece; el en esta plaza, un dia de brillante sol, la
poder cae y se pierde; el amor que con- gran nación de la gran ciudad acudió á
suela vale m á s y hace menos ruido. ver pasar con pompa y fausto á una
tierna hermosura, á u n á n g e l , que pare-
cía haber plegado las alas, virgen el dia
Solo ansio conseguir en el mundo t u anterior, y que entonces se veia en ella
sonrisa y t u voz cariñosa, aire libre, de las recien casadas la fresca palidez y
sombra y flores y rayos de luz en el el asombro; á una mujer que al mismo
bosque; solo quiero que me a c o m p a ñ e n tiempo era reina, estrella y flor; que
en mis alegrías ó en mis dolores, t u m i - unia, para encantar á la m u l t i t u d que
rada, que es m i estrella, y t u boca, que fascinaba, al dulce nombre de Antonie-
es m i flor. ta el sagrado nombre de M a r í a . E l prín-
cipe, su esposo, la seguía, y al ver que
se sonreían uno al otro, el público, que
Bajo tus espesos párpados, que ocul- se fijaba en ellos, exclamó:—^'¡Qué fe-
tan luz celestial, todo u n universo dor- liz es!„
mita, pero yo en ellos solo busco amor.
M i pensamiento, urna profunda llena de
magnífico licor, que b a s t a r í a para llenar
el mundo, solo quiere llenar t u corazón. Después que esto dije, callé, porque
m i corazón quedó sombrío; l a dejé que
se ocupara de la fiesta y de sus innume-
Canta! que te escucho con éxtasis. rables ruidos; del rio, que surcaban m u -
Bíete, que así soy feliz. Así me olvido chos bajeles empavesados; del pueblo,
de la m u l t i t u d que desde lejos aplaude de los niños que jugaban, de la alegría
mis cánticos. Sumido en amorosa em que destellaban las fisonomías al oir los
briaguez, i n ú t i l m e n t e para romper núes acordes de las músicas. A b s t r a y é n d o m e
tra lazada, veo pasar soñando á los yo en el pensamiento fijo que me preo-
poetas luminosos. Me aconsejan que me cupaba, me decía á m í mismo:^-"¡Poder
separe de tí; pero yo prefiero, á la glo- sobrehumano que, s e g ú n t u voluntad,
riosa música que me despierta, tus can diriges á los humanos, abismo en el que
cienes que me adormecen. desde A d á n está dando vueltas el géne-
ro humano! ¡Cómo nos coges y cómo nos
rechazas! ¡Cómo te burlas de nuestras
Prefiero á que m i nombre célebre b r i prosperidades! ¡Oh Dios, edificamos
He con luz inmortal, que una mitad de nuestras obras de granito sobre la arena!
m í mismo quede en la tierra para amar- ¡Está sumergido el hombre en profunda
RAYOS Y SOMBRAS. 295
noche! Todo lo que el hombre edifica, en ñor, esta palabra es diferente en los mor-
cuanto termina la obra se desmorona so- tales: en unos es Q-loria, en otros es Fe-
bre él, y sucede con frecuencia que, cuan- licidad; en estos V i r t u d , en aquellos
do creemos alcanzar venturoso porvenir, Patria. L a palabra escondida no cambia
la suerte se burla de nosotros, y bajo nunca, es la misma en todos los corazo-
nuestros mismos pasos comienza á ca- nes; en ellos canta ó gime en voz baja.
var la tierra. Luis X V I , el dia mismo de Es la palabra que puede adormecer el
sus bodas, habia puesto y a el pié en la mayor enojo; es el misterioso suspiro que
plaza fatal, en la que, formándose lenta- lanza todo lo creado; es la palabra de la
mente á impulsos del soplo del Altísi- que nacen las otras palabras, como de
mo, como un grano en l a tierra, germi- un tronco que llena con sus ramas todas
naba el p a t í b u l o . las lenguas del mundo; es el verbo, os-
10 A b r i l 1839. curo ó luminoso, que brilla en los refle-
jos de los rios, en el faro, en el sol, en
las sombrías y solitarias l á m p a r a s ; que
se confunde con el ruido de los cañares,
XXIV. con el extremecimiento de las palomas;
que charla y rie en las cunas y que
M i l c a m i n o s j un solo objeto. vive en el fondo de los sepulcros; que
hace abrir en los bosques las hojas, los
murmullos y las alas, l a clemencia en el
E l cazador, sentado sobre la yerba en corazón de los reyes m a g n á n i m o s y l a
el bosque, s u e ñ a en beldades, y en la sonrisa en los labios de las hermosas; es
oscuridad cree algunas veces ver vagar lo que enlaza los prados con las aguas;
formas indecisas. E l soldado piensa en es el encanto que participa del gorjeo
la suerte que le ha cabido, mientras sir- m á s tierno de los pájaros y del perfume
ve de apoyo á los imperios, y en sus leja- más grato de las rosas; es el himno que
nos recuerdos entrevó vagas sonrisas. E l el abismo amargo canta al empujar las
pastor espera, mirando l a bóveda azula- velas al puerto; es el misterio del mar, es
da, la hora apacible en que se v á á abrir el secreto de las estrellas; esta palabra,
la estrella, ñor de fuego, que nace de u n que fundó eternamente á la segunda
tallo invisible. Contempla cómo las jó Roma, se llama fé, en el lenguaje del
venes doncellas, al i r á segar los trigos cielo, y amor, en el lenguaje de los
de oro, entonan canciones, que acaso hombres.
encierran los sueños de su i m a g i n a c i ó n .
M i r a cómo vaga por los floridos campos, Amar es tener el hilo del laberinto,
con la espalda encorvada y con los ojos luz que alumbre todos los caminos, copa
inclinados al suelo, el poeta, ese cazador para todos los labios; amar es compren-
que quiere prender en sus lazos á los der el cielo; es tener, dormidos ó despier-
pensamientos. M i r a en alta mar cómo tos, claridad p á r a l o s ojos y m ú s i c a para
los marineros desean volver á la tierra, los oidos; es inclinar el alma hácia la par-
cansados de luchar con las olas y anhe- te divina de todas las cosas; por eso t ú ,
lando ver el humo de su hogar. Mira ídolo mió, confundes t u corazón y tus
cómo el sacerdote, rogando por todos los sentidos, en el retiro en que me recibes,
pecadores, inclinando la frente por nues- con los diálogos que susurran las olas,
tras culpas, reza arrodillado en el tem- los astros y las hojas. Los cristales dejan
plo. Mira cómo se elevan á las alturas pasar la luz, y á pesar de las brumas y
los célebres pensadores, esos espíritus de las dudas, al través del amor pasan
que dominan á los mortales, como las todas las verdades, á n g e l m i ó . E l hom-
encinas dominan á los otros árboles del bre y la mujer, grupo feliz, cuyo corazón
bosque. M i r a cómo la madre se complace le sirve de apóstol, vé el cielo á su al-
en ver en su imaginación al hijo que na- rededor y son transparentes el uno para
cerá de ella, sombra que será luz, g é r - el otro; retratan, como un lago que refle-
men que a d q u i r i r á vida. j a un astro en sus aguas puras, del Dios
invisible la luminosa figura. ¡Amémo-
nos! Los bosques están frondosos, el estío
Todos, ya vivan alegres, y a vivan brilla resplandeciente, los g é r m e n e s se
tristes, llevan, sin nubes y sin manchas, entreabren, las olas se derraman y la
una palabra que brilla escrita en su fren- yerba crece. Que siga lejos de nosotros
te y otra palabra que llevan escondida la m u l t i t u d caminos insensatos; a m é m o -
en el alma. S e g ú n los designios del Se- nos, reguemos á Dios y dejemos volar
296 OBRAS D E VICTOR HUGO.
A una joven.
Me entregaba á m i fantasía, Luis,
cuando estaba muriendo la ú l t i m a luz
de la tarde y los postreros rayos del sol
Muchas veces u n perfume despierta chispeaban en la llanura, y me parecía
u n pensamiento. Hermosa jó ven, que oir h á c i a el cielo ascender confusamente
gozáis del alba de la vida, cerrad ese múltiple é inmensa alabanza de las dos
abanico alado, de p ú r p u r a y de oro, que extremidades de la creación.
se agita en vuestras manos como una
gran mariposa, y después escuchadme.
—Dios concedió el aroma á las flores. L o que Dios creó diminuto elogiaba á
L a rosa que se marchita sobre vuestro lo que Dios creó gigantesco, y me pare-
seno, no exhalada ese perfume que, como ció ver que sonreían el coloso al átomo y
incienso divino, sube hasta vuestra pura la estrella á la antorcha; parecía dotada
faz, si su tallo, del agua, del aire y de la la naturaleza de alma amante. L a mon-
verdura y de todo lo de la creación no t a ñ a exclamaba:—^"¡Qué hermosa es la
tomase parte, si por a l g ú n punto no se flor!,, El mosquito exclamaba:—^"¡Quó
hubiera sumergido profundamente en el hermoso es el Océano!,,
seno misterioso de la tierra. Allí, por me- Agosto 1839.
dio de u n trabajo lento, que solo Dios
conoce, de la frescura de la ola que corre,
de la blancura del dia, del soplo de lo
que fluye, de lo que vegeta ó se arrastra, XXVIIL
del espíritu de lo que vive en la oscuri-
dad subterránea, humo, honda ó vapor,
robó algo; la calma al antro sombrío, al E n el mundo, en el que plegamos l a
diamante sus luces, al bosque la sombra tienda al declinar el dia, no pidas la fe-
y acaso a l g ú n hálito inefable a l mar le- licidad; satisfácete con el amor; excepto
RAYOS Y SOMBRAS. 297
él, todo se borra. E l hombre es u n árbol en tierra formando corro: se r e p a r t í a n u n
al que la savia falta antes de florecer, y pedazo de pan negro y se lo comian,
su vida siempre cae por l a pendiente de pero con aspecto tan triste y tan dolien-
la desgracia. Todos los mortales corren te, que al verlos, cualquiera mujer h u -
tras la alegría, y la esperanza rie á to- biera llorado. Estaban abandonados en
dos ellos; todos tienden su mano temblo- el mundo aquellos cuatro niños, perdi-
rosa hácia a l g ú n objeto brillante. Pero dos entre la muchedumbre humana. Ca-
hacia todas las almas, modestas ú orgu- recían de padre y de madre, y no podían
llosas, la desgracia llega á pasos lentos, disponer n i de u n granero que les sirvie-
como un espectro de pies de piedra. Todo ra de abrigo. I b a n con los pies descalzos,
nos falta, menos el pesar. L a felicidad excepto el último, que arrastraba, con sus
para el hombre en este valle de lágri- 3Íés vacilantes, zapatos viejos demasia-
mas solo es la sombra de la figura de las do grandes para él, atados con una beta.
cosas que están en otra parte. L a espe- Con frecuencia pasaban las noches dur-
ranza es el alba indecisa que aparece en miendo en los fosos. Sus manos rojas
el horizonte de nuestros deseos; es el re- eran rosadas cuando esos infelices nacie-
flejo dorado que vemos en lontananza ron al mundo. E l domingo vagaban por
de un rayo misterioso; es el reflejo, oscuro a aldea pidiendo de puerta en puerta. E l
ó claro, que en su eterna calma vierten más pequeño, de palidez malsana, can-
sobre nosotros las felicidades del cielo; daba una canción obscena, sin compren-
son las visiones inefables que hasta nues- derla, para hacer reir á a l g ú n i n m u n -
tros ojos malditos b r i l l a n al t r a v é s del do viejo que bebe en alguna taberna, y
ramaje de los árboles del paraíso; es l a la canta tan bien, que algunas veces las
sombra que en nuestras playas proyec- abyectas monedas que consigue m i t i g a n
tan esos árboles prodigiosos, cuyos vagos su hambre; monedas del infierno que d á
murmullos oye el alma en sus sueños; á el pecado, sobre las que escupe el demo-
ese reflejo de bienes sin nombre llama- nio. Durante algunos momentos comen,
mos felicidad, é insensatos queremos asir escondidos detrás de u n matorral, tem-
esa sombra, que es la sombra que pro- blando como cervatillos, porque les
yecta Dios. Nadie puede ascender á esas pegan muchas veces y los arrojan de to-
alturas; preciso es permanecer en la tier- das partes. De este modo esos inocentes
ra: si nos hace sonreír lo que soñamos, lo condenados pasan todos los dias ham-
que sufrimos nos hace llorar. Y a que brientos por delante de la puerta de m i
todo un Dios tuvo que padecer en el Cal- casa, por delante de las puertas de las
vario, créeme, no debemos lamentar nues- vuestras, y vagan á la ventura conduci-
tra suerte: suframos, ya que esta es la ley dos por el mayor.
severa de la vida, y amemos, ya que esta
es la ley suave. Amemos! Liguemos núes
tras dos vidas: el que es prudente no v á
solo en una barca; los dos ojos constitu Entonces el que meditaba miró hácia
yen la fisonomía, las dos alas forman el la región celeste; sus ojos solo vieron el
pájaro. L i g u é m o n o s los dos!—Todo nos éter tranquilo, el sol benévolo, la atmós-
invita á amarnos; ya que la vida es corta fera llena ^de alas doradas, la serenidad
tengamos una vida para los dos, tenga de la bóveda azul y la dicha y los cantos
mospara los dos una esperanza. Y a que de los pájaros alegres, que desde el firma-
nacimos para sufrir, e n c o n t r a r é alivio á mento calan llegando hasta los oidos de
mis dolores si mis ilusiones son tus sue- los niños.
ños, si mis l á g r i m a s son tus lloros, 3 A b r i l 1837.
20 Mayo 1838.
XXX.
XXIX.
Cuando os r e u n í s multitudes t u m u l -
Encuentro. tuosas para i r á perseguirle hasta su sole-
dad, escitándoos unos á otros, furiosos,
encarnizados, el verdadero pueblo, el
Después de dar una limosna a l mas pueblo sério, que creia por vuestros ala-
jó ven, pensativo se paró á contemplar ridos que ibais buscando á un d r a g ó n en
los.—Prolongado ayuno les habia enfla- su antro, d r a g ó n de ojos ardientes y de
quecido; eran cuatrOj y estaban sentados vientre con escamas, se asombra de ver
TOMO V . 38
298 OBRAS D E VICTOR HUG0.
XXXI.
No estaban oscuros los campos, n i los
L a ¡sombra. cielos silenciosos; el dia brillaba en la
azulada esfera de los cielos, el aire era
perfumado, las praderas estaban verdes
E l la decia:—'"Tristes son vuestras cuando volvió á ver aquellos sitios, en
canciones. Q u é tenéis? A n g e l inquieto, os que tantas heridas habia recibido su
¿por q u é e m p a ñ a n las l á g r i m a s vuestros corazón.
cariñosos ojos? ¿Por q u é , como junco
que dobla una r á f a g a de viento, incli-
náis la frente, que está m á s sombría cada Sonreía el otoño; los collados hácia las
momento? Debéis regocijaros porque lle- lanuras inclinaban sus árboles frondo-
ga l a primavera, la hermosa estación de sos, que apenas amarilleaban; el cielo
A b r i l , los céfiros, los aromas, las cancio- estaba sereno, y los pájaros, elevando las
nes, los besos, las sonrisas y las delicio- miradas hácia la altura, decían quizás á
sas palabras que se pronuncian en voz Dios algo del hombre en sus cánticos
baja: el amor renace en los corazones, sagrados.
como las hojas en los árboles.,,
Quiso volver á verlo todo; el estanque
E l l a le respondió con voz sonora y cerca del manantial, la casucha donde
grave:—^Amigo, vos sois m u y fuerte. la limosna vació su bolsa, el antiquísi-
Seguro de que Dios os encamina, tenien- mo fresno, las guaridas de amor perdi-
do la vista fija en un objeto, seguís vues- das en el fondo del bosque y el á r -
tra ruta recto y orgulloso, sin miedo al bol bajo cuya copa, confundiendo sus
m a ñ a n a , sin inquietudes por el pasado, almas con sus besos, se olvidaron de
y nada puede turbar, arrebatada para todo.
vuestra alma, la hermosa visión que os
oculta la vida. Pero yo lloro. Silenciosa,
siguiendo vuestros pasos, alcanzando los Buscó el j a r d í n , la casa aislada, la ver-
golpes que vos no sentís, teniendo el co j a tras la que sumergen la vista, en una
r a z ó n semejante al vuestro, escepto en oblicua calle de árboles, los vergeles en
abrigar esperanza, sufro en este mundo, declive. Caminaba pálido y pensativo, y
mientras vos cantáis en el otro. Todo al ruido que movían sus pasos, veía tras
me entristece; el porvenir que yo veo cada árbol levantarse l a sombra de los
una luz e n g a ñ a d o r a , la á g r i a razón que pasados días.
combate al amor, y los acres celos, cuan-
do otra mujer pretende atraer de vuestros
ojos una de esas miradas que arrancan Oia susurrar en el interior del bosque
del corazón, y la suerte, que nos persigue al delicioso viento, que hace vibrar nues-
sin cansarse j a m á s . Cuanto m á s b r i l l a e' tras almas, despertando en ellas el amor,
sol, estoy yo m á s sombría. Vos c a m i n á i s que, agitando la encina ó balanceando la
yo os sigo; andáis, y yo tiemblo, y mien rosa, parece el espíritu universal que vá
tras que, formando m i l proyectos juntos posándose sucesivamente sobre todos los
parece que vos ignoréis todos los á n g u l o s objetos.
difíciles que hay que cruzar en la tierra
yo me arrastro siguiendo vuestros pasos
pobre mujer herida.,, Las hojas que y a c í a n en el bosque so-
A b r i l 183.,. litario, y que al pisarlas se levantaban
del suelo, corrían por el j a r d í n ; así algu-
nas veces, cuando el alma está triste,
nuestros pensamientos vuelan un mo-
mento con alas rotas y vuelven á caer
de repente.
RAYOS Y SOMBRAS, 299
Contempló durante mucho tiempo las „¿Nadie me devolverá las dichosas ho-
magníficas formas que la naturaleza ad- ras ya pasadas? ¿No volverán á existir
quiere en los campos pacíficos, y estuvo para mí? E l aire juguetea con las hojas
allí pensativo hasta la noche; todo el dia mientras así me lamento y la casa me
v a g ó á lo largo del barranco, admirando mira como si ya no me conociera.
sucesivamente el cielo, que es la faz di-
vina que se retrata en el divino espejo
del lago. „Otros pasan ahora por donde ayer
nosotros pasábamos; como nosotros v i -
nimos aquí, otros vendrán; y el sueño
A y ! Recordando sus amorosas aventu- ue empezó á bosquejarse en nuestras
ras, mirando, sin entrar en los sitios cer- dos almas, otros le c o n t i n u a r á n sin po-
rados, como un pária, anduvo errante derlo terminar quizás.
todo el dia. A l anochecer, sintiendo que
la tristeza le oprimía el corazón, ex-
clamó: ,Nadie en el mundo termina n i con-
cluye nada, n i los peores mortales n i los
mejores; todos nos despertamos en la
•—"Visitando estos sitios con el alma misma etapa del sueño; todo empieza en
perturbada, quise saber si la copa con- este mundo y todo termina en el otro.
servaba el licor todavía, quise ver q u é
habia hecho este dichoso valle de los
recuerdos que en él habia dejado m i ^ V e n d r á n otros felices amantes á dis-
corazón. frutar en este delicioso refugio todo lo
que la naturaleza, al amor que se ocul-
ta, presta de fantástico y de solemne.
„jPoco tiempo basta para cambiarlo
todo! L a tranquila naturaleza todo lo
olvida, y rompe en sus continuas meta „ Otros desconocidos v e n d r á n á gozar
mórfosis las misteriosas lazadas que atan de nuestros campos, de nuestras grutas,
nuestros corazones. de nuestros retiros; y otras mujeres, que
indiscretamente t o m a r á n el b a ñ o , tur-
Darán el agua pura que b a ñ ó tus piés
^Nuestros rústicos asilos de hojarasca desnudos.
se han convertido en grandes malezas;
el árbol donde escribimos nuestros nom
bres está ya derribado; nuestras rosas „ I n ú t i l m e n t e nos adoramos aquí; nada
las han saqueado en los cercados los resta ya de estos floridos sitios, en los
niños, saltando el foso. que confundíamos nuestros dos seres,
participando de la misma pasión; ¡la i m -
pasible naturaleza todo lo ha cambiado!
;,Una pared tapió la fuente donde en
las horas calurosas ella bebia bajando
de los bosques; loqueando, cogia el agua „Decidme, barrancos, arroyos, parras,
en el hueco de la mano y dejaba caer grutas, bosques y malezas: ¿vais á elevar
perlas de sus dedos. vuestros murmullos para otros amantes,
vais á prodigarles vuestra sombra y
vuestros olores?
„ H a n empedrado el camino áspero y
desigual, que entre la arena se dibujaba
bien, de cuya estrechura nos reíamos ;,Responded, valle puro, hermosa so-
con frecuencia, porque con frecuencia ledad, que la naturaleza abriga en t a n
le recorríamos los dos. hermoso retiro: cuando dormíamos los
dos en l a actitud que d á á los muertos
la forma de la tumba, ¿seríais capaces
„ A q u í falta u n pedazo de bosque de ser insensibles hasta el punto de creer
allí está m á s frondoso; no queda casi muertos nuestros amores y continuar, sin
nada vivo de lo que ayer contempló; y embargo, sonriendo y susurrando á otros
como u n m o n t ó n de ceniza apagada amantes?
fria, el m o n t ó n de mis recuerdos se dis
persa á todos los vientos.
„Cuando veáis vagar por vuestros sen'
300 OBRAS D E VICTOR HUGO.
deros nuestros fantasmas, que reconocen de sí mismo, en la que yacen sus virtu-
vuestros montes y vuestros bosques, ¿no des y sus fantasías;
nos revelareis ya esos secretos, que se
revelan á los amigos antiguos cuando
los volvemos á ver? „Cuando nuestro pensamiento des-
ciende á contar, en nuestro triste y hela-
do corazón, como se cuentan los muertos
„Y si en alguna parte de vuestros bos- en un campo de batalla, las ilusiones
ques, ocultos en la espesura, dos aman- disipadas y los dolores sufridos;
tes se acarician tiernamente, ¿no les mur-
murareis al oido estas palabras:—Ahora
que gozáis de la vida, pensad en los „Como el que busca con una l á m p a r a
muertos? en la mano, lejos de l a realidad, lejos del
mundo mofador, el pensamiento llega
lentamente por oscura vertiente hasta el
„Dios nos concede u n momento las fondo desolado del abismo interno;
praderas y las fuentes, los bosques susur-
rantes, las rocas sordas, los cielos azu-
les, las llanuras y los lagos, para hala- „Y allí, en aquella densa oscuridad, el
gar nuestros corazones, nuestra fantasía alma, en sus m á s hondas profundidades,
y nuestro amor; después nos priva de siente una cosa velada que palpita toda-
ellos; apaga nuestra llama, sumerge en vía... ¡Eres tú, que estás adormecido,
la noche el antro donde irradiaba nues- sagrado recuerdo!,,
tro amor, y obliga al valle á borrar Octubre 183...
nuestras huellas y á olvidar nuestros
nombres.
XXXIII.
„Pues bien; olvidadnos, casa, jar- l i a m ú s i c a d a t a d e l siglo d i e z y s e i s .
din, arboleda; cantad, pájaros; corred,
arroyuelos; creced, ramas y hojas, que
aquellos que habéis olvidado nunca os I.
olvidarán.
Antiguos amigos mios, jóvenes ayer,
que ahora, como yo, soportáis el peso de
„Vosotros habéis sido la sombra de los años, ¿quién de vosotros, con frecuen-
nuestro amor, el fresco oasis que encon- cia, cuando la aflicción nos hizo sufrir,
tramos en medio del desierto; vosotros no buscó la calma en las a r m o n í a s de u n
fuisteis el secreto refugio, donde ella y canto? ¿Quién no dejó penetrar las melo-
yo lloramos cogidos de las manos. días en su pensamiento, y sin olvidar á
los séres queridos que fallecieron, no en-
„Todas las pasiones se alejan á medi- contró satisfacción y l á g r i m a s á un mis-
mo tiempo oyendo los sones de los ins-
da que avanzan los años, llevándose
trumentos y los sonidos de las voces
unas la m á s c a r a y otras el p u ñ a l , como
humanas?
c o m p a ñ í a de histriones que viaja can-
tando, y se las vé desaparecer por la par-
te de detrás de los collados. II.
unas veces sumido en la oscuridad, otras rora; porque él no veia nada por la parte
deslumhrado por quimeras, y abrir su brillante, porque su espíritu, del mundo
alma cuando la primavera b a ñ a las flores que á su vista hormigueaba en la inde-
del vergel en el agua de los estanques, finida sombra, apagaba los colores y sa-
cuando la hiedra se enrosca en las ra- caba la a r m o n í a .
mas y cuando la yerba entremezcla bo-
tones de oro con margaritas.
Por eso siempre su himno, al descen-
der del cielo, penetra en los espíritus
E n la hora indecisa del crepúsculo de por su lado religioso, como un rayo de
la tarde, en la que todo se adormece, el luz por los cristales de una iglesia.
corazón olvidando sus sufrimientos, los Cuando oimos sus cantos, que el alma
pájaros sus cantos y los rebaños de pa- idealiza, parece que sus acordes, hirien-
cer, ¡cuántas veces ante su vista u n carro do las fibras delicadas del corazón, ha-
campestre, grupo vivo de ruido de caba- gan sonreír al justo y pensar al perverso;
llos y de voces, ha trepado con grande es- parece que nos hacen respirar perfumes
fuerzo por el flanco de a l g ú n collado del de incensarios y de cirios, y creemos ver
bosque, por a l g ú n camino abierto entre que se nos aparece uno de esos ángeles-
los amarillos ocres, mientras que cerca de vírgenes, que Giotto soñaba y que el
un arroyo, que huia por entre alisos, oia Dante veia; séres tranquilos que se cier-
gemir en lontananza á una campana nen sobre el mundo inquieto, con sus
ronca en el fondo de un valle oscuro!... ojos azules, con su vestidura de ópalo, y
que mientras en l a esfera l í m p i d a se
abre en el Oriente el punto de oro de una
¡Cuántas veces, al anochecer, después estrella, por un hermoso campo de tré-
de sus largos paseos, sin hacer caso al boles vagan sonriendo.
pasar de las serenatas que oia debajo de
los balcones, cuando se retiraba conten- VII.
to, grave y mudo, algo extraordinario
sentia moverse en su corazón! Abeja, ¡Dichosos los que vivieron en aquel
elaboraba su miel, y por grados iba v i - sublime siglo, en que, dorando todavía
viendo todo lo que fermentaba en su la cumbre del genio humano, el antiguo
pensamiento, dedicándose al santo tra- sol gótico moría en el horizonte! E n aquel
bajo de los poetas. E n su cerebro, pare- siglo, en el que llevándose á la tumba su
cido al universo, el aire corría, los pája- secreto, muerta ya la catedral en tierra
ros cantaban, las llamas y las olas se infiel, no hacia ya brotar iglesias á su
movian, y l a cosecha de mieses doraba alrededor. Epoca inmensa, obstruida aun
l a tierra, y las casas y los montes se por todas partes, como una Babel arrui-
confundian en la oscuridad; llegaba la nada en escombros, de torreones, de
noche, que hacia esconder a l bruto en campanarios, de flechas entrelazadas,
su antro, al hombre en su morada, y los de vastos y diferentes edificios; enorme
espesos bosques, que un céfiro grato mo- amontonamiento de génios y de piedras,
vía, renaciendo gozosos al desaparecer que iba sepultándose en la oscuridad;
el invierno, sacudian sus frondosos pe- misterioso siglo, en el que la ciencia
nachos verdes. De este modo en espíri sombría agonizaba á la sombra del an-
t u , en forma, en sombra y en luz, el tiguo Dédalo, mientras que en el otro ex-
mundo entero se d e r r a m ó en su alma. tremo del nebuloso horizonte, entre el
Tasso y Lutero, entre esas dos frondosas
VI. encinas, serena é iluminando con su luz
pálida, la c ú p u l a maravillosa de la ar-
No fué pintor n i escultor, fué músico. quitectura,- en el cielo, que admiraba
Llegó, nuevo Orfeo, después del Oríeo Alberto Durero, ascendía la música, esa
antiguo, y así como el Océano solo preciosa luna del arte!
aporta sus olas, él solo aportó al arte 29 Mayo 1837.
del misterio y de la vaguedad la lira
que llora en voz baja, cantando en alta
voz, que lleva á todos u n sonido que
cada uno traduce con diferente palabra
el l a ú d en el que se traduce de u n modo
inefable la inexpresable fantasía que se
disipa al rayar l a primera luz de la au-
RAYOS Y SOMBRAS. 303
modo:—-"Silvano, sois hijo del siglo ga-
'ante; ¡cuántas cosas habréis presenciado
XXXIV. en aquella época feliz! ¿Pertenecíais á l a
corte? Asistíais á sus fiestas? Para que
L a estatua.
os divirtiérais os colocaron cerca esas
ninfas. Para vos, en esos bosques, hábi-
les manos han interpolado los dioses
Hacia mucho frió y parecia que t i - griegos con los Césares romanos, y entre
ritaba. Bajo u n m o n t ó n de ramas se- fuentes, con adornos caprichosos, han
cas, una antigua estatua, con la espalda construido en el j a r d i n dédalos intrinca-
negra y los pies tapados por la yerba, dos. Silvano, referidme algo de lo que
representando un viejo fauno, colocado presenciasteis en aquellos tiempos feli-
en el parque desierto, con la frente i n - ces; reveladme los secretos de ese fastuo-
clinada, tocaba las ramas de los árboles, so pasado, lleno de amoríos discretos, en
y el medio cuerpo de bajo se perdia den- el que en las cortes de los grandes reyes
tro del tazón de m á r m o l . Allí estaba abundaban los grandes poetas. Deben
pensativo, atado á la tierra, y como toda estar frescos estos recuerdos en vuestra
cosa inmóvil, olvidado. memoria. Referídmelos, como podríais
contárselos á los árboles, á los vientos ó
á la yerba que yo huello. ¿Desde u n ex-
Le rodeaban muchos árboles, azotados tremo al otro de esta espesa fila de árbo-
por un viento de hielo, que como él ha- les, antiguo y griego burlón, habéis vis-
blan envejecido en aquel sitio; entre g i - to algunas veces pasar cerca de vos, al
gantescos castaños, sin hojas y sin pája- lado del hermoso Lautrec, á la reina
ros, entre las ramas taladas, aparecía su bearnesa, Margarita l a de los ojos tier-
figura pálida. Desagradable noche de nos, y habéis lanzado miradas oblicuas
invierno, sin estrellas y sin luna, se di- al Hércules Farnesio? ¿Solo, cubierto con
fundía entre la niebla difusa. M á s lejos, el verde follaje mojado, complaciente
otros árboles cruzaban su desnudo rama- Silvano, habéis aconsejado; s e g ú n las
je; m á s lejos aun, otros se destacaban en aficiones de cada uno, á Racau como
el espacio, levantando en el celaje gris pastor, á Regnier como sátiro? ¿Habéis
m u l t i t u d de p e q u e ñ a s ramas negras, tor- visto algunas veces, h á c i a el medio dia,
cidas y entrelazadas, y aparecían por to- sudar á Vicente de Paul instruyendo á
das partes, confundidos unos con otros G-ondi, sentados en ese banco? ¿Siguieron
en el horizonte, perdido en vapores va- vuestras escrutadoras miradas á A n a de
gos, como un gran r e b a ñ o de enormes Austria y á Buckingham, á Luis y á la
erizos. Allí solo se veia el viejo fauno Fontange, y visteis si volvían para m i -
un cielo sombrío y un bosque negro. raros la faz ruborizada, al oir vuestras
risas, desde lo m á s espeso del bosque? ¿Os
consultaron sobre el tirso ó sobre la hie-
Quizás entre la bruma podian distin- dra cuando en aquel gran baile, de for-
guirse á lo lejos, en una larga terraza, ma singular, l a corte del dios Febo ó la
sentadas sobre l a yerba, cerca de una corte del dios Pan bautizaban á la Mon-
gran alborea, indecisas ninfas, á las tespan con el nombre de Amarilis? ¿Hu-
que en otros tiempos avergonzaban las yendo de los cortesanos, que d e s d e ñ a b a n
miradas, y ahora avergonzaba el olvido oirle. L a Fontaine no vino llorando á
de aquel parque desierto. contaros las pesadumbres de sus ninfas
de Vaux? ¿Qué os decia Boileau, q u é os
E l viejo fauno se reia. Entre las dudo decia L e g r á i s á vos, fauno literato, que
sas sombras que entristecían la alborea en los pasados tiempos sosteníais u n
y que avergonzaban á las ninfas, el vie- diálogo en una deliciosa é g l o g a de V i r -
j o fauno se reia; me a c e r q u é á él, obser- gilio, y que hacíais saltar sobre el na-
vando que todos los grandes escultores ciente césped al pesado espondeo y al
deseando ser admirados, condenan para ligero dáctilo? ¿Habéis visto jugar en la
siempre las ninfas á tener v e r g ü e n z a espesura del bosque á la apasionada
los faunos á reir. Chevreuse y á la soberbia Thiange? ¿Su
cariñoso grupo os rodeó alguna vez tan
locamente, que el sol recortara de súbi-
Compadeciendo al pobre m á r m o l y to, abriéndose paso al través de una
sin herir sus oidos, porque el m á r m o ' nube, vuestro perfil lascivo sobre su
oye lo que se le dice, le h a b l é de este garganta desnuda? ¿El árbol que os dá
304 OBRAS D E VÍCTOR HUGO.
sombra libró algunas veces del ardor de dos, y entreveía á l o lejos, bajo sombríos
los rayos del sol la escarlata del traje ramajes, mármoles en el bosque y som-
del cardenal Mazzarino? ¿Tuvisteis l a Dras en el pasado.
honra de ver pasar pensativo á Molió- Diciembre 1837.
re? ¿ A l g u n a vez diciendo en voz alta
a l g ú n verso melodioso, os ha tuteado
familiarmente, como se acostumbra en-
tre semi-dioses? ¿Ese pensador, que pe- XXXV.
netraba todos los corazones, no tenia
miedo de vuestra desnudez, y en su es-
píritu no os confrontó con el hombre, en- Siempre me he e n c a r i ñ a d o con los se-
contrándoos, espectro cínico, menos tris- res alados. Cuando era niño, buscaba
te, frió, perverso ó irónico, comparando nidos de pájaros entre las espesas ramas,
vuestra risa de m á r m o l á nuestra risa y en seguida construía para los pajari-
humana?,, los jaulas de c a ñ a , que las colocaba
sobre el musgo verde: m á s tarde les abría
'as puertas de su encierro, y ellos, ó no
Así le habló bajo el espeso ramaje, y se volaban, ó si h u í a n al bosque, venían
ni siquiera me contestó con u n m u r m u á m í cuando yo les llamaba. Durante
lio. Inclinó el oido sobre el frió m á r m o l , mucho tiempo nos amamos una paloma
pero no oí nada que me hablara del pa yo. Ahora he aprendido el arte de
sado. L a p á l i d a claridad del dia que amansar las almas.
espiraba blanqueaba vagamente a l i n - 12 A b r i l 1840.
móvil sátiro, mudo á mis palabras y sor
do á mis súplicas.
XXXVI.
Meneó la cabeza y me alejó de allí.
Entonces, de los oscuros matorrales, de V e r s o s e s c r i t o s e n l a t u m b a de u n
las ramas secas y de los antros secretos, n i ñ o en l a orilla del mar.
esparcidos por los bosques, me pareció
que de repente salia una voz, que en m i
alma despertaba u n eco vago y sonoro Hiedra, cósped, yerba, flores y cañas,
como si saliera del fondo de u n á n iglesia en la que el espíritu vó á Dios,
fora: insectos que m u r m u r á i s al oido del
pastor, dormidos sobre flores; vientos,
olas, murmullos, bosques que hacéis pen-
•—"Imprudente poeta, quó pretendes? sar al viajero, frutos que caéis del árbol,
¡Deja en paz á los faunos abandonados estrellas que caéis del cielo, pájaros
bajo los árboles! ¿Ignoras que es impío alegres, olas quejumbrosas, cófiro que
visitar los sitios secretos y sacudir, aun murmura en los prados, mar que cria
que sea con cariño, ese musgo que pen la perla, tierra donde germina la espi-
de de los siglos arruinados y perturbar ga, naturaleza de donde todo sale y
con ruidos indiscretos el recuerdo de los adonde todo vuelve; no mováis ruido al-
muertos en sus sombríos retiros?,. rededor de esa tumba; dejad que el niño
duerma, dejad que llore la madre.
1840.
Entonces me marchó, pasando por los
jardines que se h u n d í a n ya en las som
bras de la noche, mientras que las ra
mas de los árboles se c u b r í a n de miste XXXVII.
rios, y detrás de m í el fauno solitario, que
era un oscuro geroglífico de un antiguo A. L , .
alfabeto, continuaba riendo.
No tardan en olvidar á los infortuna- ¿No hay que esperar que nada gran-
de, santo, puro, nada que sea digno del
dos n á u f r a g o s . Solas, durante las largas
noches de tempestad, vuestras pálidas cielo, nada que ennoblezca el siglo que
atravesamos, salga del corazón del hom-
viudas, cansadas de esperaros, se ocupan
todavía de vosotros, removiendo las ce-bre? ¡Del hombre, sujeto á las necesida-
des del cuerpo! ¿Será siempre su tarea
nizas de su hogar y las cenizas de su co-
razón. gozar, descender á tientas á la tumba,
perseguir todo lo que se arrastra y todo
lo que vuela, consagrarse al sórdido i n -
Y cuando la muerte cierra para siem- terés y á la loca vanidad; llenar, sin
308 OBRAS D E VICTOR HUGO.
cuidarse del deber, una carta de palabras mientras que á su alrededor la creación
ó un mostrador de escudos; no elevar piensa; víctima de sus sentidos, cuyo yu-
nunca la vista á las alturas y reirse del go le esclaviza, el hombre vegeta y la
sacrificio y de la virtud? Esta es t u vida, cosa vive!
hombre; solo tienes, de noche y de dia,
por esperanza y por objeto, por culto y II.
por amor, l a moneda inmunda que se
arrastra por el fango, y que al cogerla te
ensucia las manos; sin comprender que Cuando os hablaba de este modo, me
pensar es t u destino, que t u destino es escuchabais y me comprendíais; y vos,
ser mago y ser rey, ser un alquimista que cuya alma i n g é n u a se transparenta en
alimente el fuego bajo el sombrío alam- vuestras palabras, me dirigisteis enton-
bique que se llama alma, y haciendo pa- ces vuestra calmante ó inefable sonrisa:
sar por ese ardiente crisol á la naturaleza
y al mundo, extraer de ellos á Dios. u.itLahumanidad se regenera, y aun-
que vacilante y caminando en la oscu-
ridad, se dirige hácia la aurora. Todo
E l bruto se mueve dentro de su esfera hombre tiene en el mundo dos aspectos;
y el elemento se rige por sus reglas. E l el del bien y el del mal. Vituperarlo todo
molusco vive en las olas y el á g u i l a es no comprender nada. Las almas de los
en la nieve. Todo en el mundo tiene su humanos tienen liga de oro y de plomo.
región, su objeto y su destino. L a espu- E l espíritu del sábio debe ser prudente y
ma del mar no es un desecho inútil; el no debe lanzar á la ventura sus rayos por
oleaje conoce lo que hace y el viento todas partes. Para el siglo actual, como
sabe quién le impulsa; como el templo éste le hace sufrir, es siempre injusto, y
que brilla con la claridad suave de las todo en él le parecen delitos. Nuestra
l á m p a r a s , obedientes las estrellas fulgu- época, tan insultada, tiene su lado subli-
ran en el cielo azul; todas las m a ñ a n a s , me, vos mismo lo habéis dicho, irritado
vibrando como santas liras, los pájaros poeta!,,
cantan festejando al creador. E l sér está
lleno de amor y el mundo está lleno de
fó. Todo en el mundo observa indefecti- E n vuestro aposento, asilo ilustre y
blemente su ley y obedece al mandato respetado, así me contestásteis, sencilla
divino; el pájaro á su instinto y el árbol y serena. Vuestra frente brillaba con el
á sus raices. E l enorme Océano que se de- reflejo de los damascos de color de escar-
tiene en la playa, la golondrina que se lata, y para m í , en aquel momento, vues-
dirige al Sur, el i m á n que se dirige al tros ojos levantados convirtieron el techo
Norte, la nube amontonada sobre islas de en cielo.
hielo, que, atravesando la altura de los
cielos, pasa al soplo del A b r i l desde.el
Polo hasta el Ecuador, la savia que se es E l acento augusto y pacífico de la ra-
parce perlas fibras de las ramas,todos los zón, la equidad, la bondad seráfica, el
objetos creados van siguiendo impertur- olvido de los agravios y de los errores de
bablemente su marcado camino; ¡solo el los d e m á s , que tanta majestad d á á las
hombre se ha extraviado!—^En todo el almas virtuosas, dotaban á vuestras her-
universo, los séres, los montes, los bosques mosas palabras de la tranquila grande-
y las praderas, el dia que dora el cielo, el za que en sí encierra todo lo natural.
agua que lava los barrancos, conservan
como el dia que salieron de las manos di- III.
vinas toda su inocencia y todo su candor;
solo el hombre ha degenerado!—Creado ¿Por q u é os presentáis incesantemente
para imperar en la naturaleza y para ser ante m i imaginación, dias de m i niñez y
el mejor, ha llegado á ser el peor; debien- de m i alegría? ¿Quién te abre á cada
do florecer como árbol selecto, solo es u n momento en nuestros corazones casi
tronco v i l con ramaje negro, que la edad apagados, ¡oh flor luminosa de los re-
desarraiga y que el vicio deshoja, cuyas cuerdos lejanos? ¡Qué Cándido y q u é fe-
ramas no ostentan el fruto que Dios liz era entonces! E n la clase, un banco
desea recoger; tronco en el que nunca gastado, una mesa, un pupitre, u n tin-
nos apoyamos sin peligro, en el que la tero negro y pesado y una l á m p a r a me
sociedad engerta las pasiones. Profunda acogían grave y cariñosamente. M i
fué la caida del hombre: ignora y niega, maestro, como os dije con frecuencia,
RAYOS Y SOMBRAS. 309
era un sacerdote, tranquilo y bondadoso, porrazo, al jardinero estúpido y á los i n -
de mirada penetrante, candoroso como fames cazadores; pero con una sola m i -
u n sabio, maligno como un n i ñ o , que, rada me apaciguaba m i madre.
a b r a z á n d o m e , me decia con elogio:—
"Aunque no tiene m á s que nueve años, IV.
ya explica á Tácito.,, Estudiaba con
Eugenio, á quien Dios a r r e b a t ó la vida, E n la actualidad ya no me encolerizo
y á pesar de mis pocos años me preocu- Dor encontrar una j a u l a vacía, porque
paba la meditación. Mientras escribia, se pongan mis pájaros al alcance de los
usando muchos barbarismos al desar- tiros del cazador, n i porque un perro
rollar el tema impuesto, inventando destroce las flores de u n jardincillo; esas
sentidos inesperados á las frases de los insignificantes desgracias desesperan á
autores, con la frente y la espalda incli- os niños; pero como en una iglesia, el
nadas, me parecía oir confusamente cer- nombre se tranquiliza en los grandes
ca de mis oidos las palabras griegas y dolores. Después de sufrir terrible pesa-
latinas, bachilleras y familiares; pintar- dumbre, el corazón adquiere reposo,
rajeadas de tinta, y alegres como estu- como los ojos adquieren sueño. De los
diantes, cuchichear, como los pájaros negros guarismos de nuestros sufrimien-
reunidos sobre una rama, entre las hojas tos, la sabiduría es la suma. Compro-
del pesado diccionario. Rumores m á s b á n d o l a Dios, parece que diga al hom-
dulces que el rumor que hace una ban- bre:—^"Haz que pase t u espíritu al través
dada que vuela, soplos apagados como de las desgracias, como el grano en la
los suspiros de la noche, que hacian á criba, y saldrá de ellas mejor.,, Viví,
cada momento, bajo las manecillas de sufrí, juzgo y me apaciguo. Si algunas
cobre, extremecerse vagamente las pági- veces aun la cólera hace inclinar en m i
nas del libro antiguo. alma la balanza en donde peso el mun-
do y m i corazón; si solo abriendo u n ojo
condeno y vitupero con francas pala-
Después que c u m p l í a m o s nuestro de-
bras, vos, noble y santa mujer, conseguís
ber, corríamos ligeros á j u g a r en los i n
que m i voz irritada y agria vuelva á
mensos jardines; yo, con paso desigual,
adquirir l a calma en que vive m i espíri-
seguia á mis hermanos mayores, y las
tu; conozco que vos tenéis bastante po-
estrellas tranquilas iluminaban el hori
der para disipar mis tempestades, y que
zonte, y el tierno ruiseñor, cantando en
conseguís del hombre austero y triste
la oscuridad, enseñaba música á toda la
lo que consiguió en tiempos pasados del
naturaleza; mientras que yo, n i ñ o locuaz
niño tierno su madre, aquel gran corazón
y aturdido, lanzando á todas partes m i -
que duerme el sueño eterno.
radas francas pero atrevidas, y chispean
do de gozo, llevaba bajo el brazo, atados
con tres cordeles, á Horacio con sus fes V.
tines, á V i r g i l i o con sus selvas, á todo
el Olimpo, á Theseo, á Hércules, á Ceres Ahora escuchadme.—Mi razón, que
y á Juno, á la hidra de Serna y a l vasto vacila, oye algunas veces tres voces po-
L e ó n de la roca Nemea. derosas que murmuran, una después
de otra y algunas veces todas á u n
tiempo. L a primera voz me dice:—"Irrí-
Cuando llegaba á casa de m i madre tate, poeta, al ver que el infierno aplau-
con frecuencia, gracias al azar miserable de todo lo que esta época imagina, crea
que se burla del niño, sentía grandes ó intenta, y permanece indignado. Este
pesadumbres y grandes cóleras, porque siglo es como una impura red, á la que
no habia encontrado ya, cerca de los el hombre atrae la voluptuosidad y los
tejos seculares, el hermoso jardincillo vicios. L a verdad, que hizo en otro tiem-
que yo me cultivaba, y que al pasar un po resplandecer á Roma, se remontó al
porrazo me habia destruido; ó porque cielo; el amor no existe ya en el hombre.
alguno en m i cuarto habia abierto las No rechaces la Musa armada, que en
jaulas y habia dejado volar á los pá- otras épocas visitaba como austera a m i -
jaros, que m u y contentos se h a b í a n ido ga á los dos sombríos gigantes, A m ó s
muy lejos á buscar la libertad, ó quizá y J e r e m í a s . Los hombres son ingratos,
á encontrarse con el cazador. Y o corría envidiosos, mendaces y perversos; a l g u -
entonces rabiando y rojo de indignación nos cometen c r í m e n e s , y á todos los
á contárselo á m i madre y maldecía al deslumbra la vanidad; unos tienen la
310 OBRAS D E VICTOR HUGO,
sangre de Cain y todos tienen la sangre ¿Por eso la vegetación viva y ciega pro-
de Eva. S e ñ o r , la cruz se bambolea duce menos hojas, menos árboles, menos
y la oración llega ya á pocos labios. liqúenes, menos yerbas y menos agua?
Murmuran de tí dentro de t u mismo ¿Por eso las olas son menos azules y el
templo; el Evangelio era la sagrada ley y bosque menos frondoso? E l sol que son-
el sacerdote el ejemplo noble; el libro y ríe á las flores en los vergeles, á los re-
el sacerdote han muerto. L a fó, esa brasa yes en los palacios, á los forzados en los
que estaba encendida en todos los hoga- presidios, ¿pierde su esplendor y vierte
res, que designaba á Cristo los hombres menos rayos cuando el mundo se olvida
predilectos, que purificaba en otros tiem- de una virtud? No; Pan no necesita que
pos los labios de los apóstoles, solo es ya le recen n i que le amen. Oh sabiduría!
u n carbón apagado, con el que los niños Espíritu puro! Serenidad suprema! Zeus!
ensucian, burlándose, las paredes de las Irmensul! Wishnou! J ú p i t e r ! J e h o v á !
iglesias.,, ¡Dios que buscaba Sócrates y que J e s ú s
encontró! Unico y verdadero Dios! A tí,
que haces perecer á los mortales y creas
L a segunda voz me dice:—"Perdona el cielo para una eternidad; á t í , que co-
y ama. E l Dios que idolatramos es i n - locado en el éter, en esa tienda cuyos
dulgente y no será severo para el hom- lienzos conmueve t u poderoso aliento,
bre. Soñador, respeta á la hormiga tanto ¿qué te importan los hombres insensa-
como el león, que en la naturaleza nada tos que se arrastran unos tras otros
hay pequeño. E l ser universal se compo- hácia la oscuridad del acaso, y que son
ne de átomos, y Dios vive en todos ellos. fantasmas de los que no te acuerdas, y
Cultiva en t u corazón el amor y la pie- que son ante t u faz inmensas sombras
dad. Si la suerte te obliga á examinar que van y vienen?...,,
de cerca el hombre, que ordinariamente
es frivolo, ciego y temerario, templa la
severidad del juez con las l á g r i m a s del VI.
hermano. Todo en el mundo, aire, flor,
césped, el grupo de niños que juega en E n m i gabinete oscuro, donde sobre
el umbral de t u casa, el mendigo sen- una mesa hay muchos libros entreabier-
tado en la yerba, la contemplación de tos, donde una Biblia sonríe á V i r g i l i o ,
esas mujeres desgraciadas que viven ba- escucho yo esas tres voces. Si m i cere-
ñ a d a s en l á g r i m a s , como las algas en el bro frágil se asombra, persisto, y sin
mar; el hombre, ese espectador; el mun- miedo y sin sobresalto las dejo ejecutar
do, ese cuadro; todo ese conjunto augus- en m í lo que se proponen. Porque los
to, que al insensato desazona, debe con- hombres, perturbados con esas meta-
seguir de t í que dirijas cada vez m á s morfosis, componen su sabiduría con
los éxtasis de t u vida h á c i a ese ojo mis- m u y escasa ciencia. Todos cometen el
terioso que, invisible testigo, nos mira á error de ver la verdad, cada uno desde
todos sin cesar. No enciendas n i n g ú n su ventana, y solo por u n lado, sin que
infierno con n i n g ú n tizón ardiente, no ninguno de ellos, a t r a í d o por ese p e ñ a s -
agraves n i n g ú n peso. Demuestra la exis- co sublime, le dé la vuelta y suba hasta
tencia del alma y de Dios, que el espíritu su cima. Y de ese triple aspecto de las
es imperecedero y la tumba irrevocable, cosas del mundo, de ese triple consejo,
y suaviza el rigor de esa mano divina, que el hombre no comprende; de m i
que con frecuencia nos oprime y que corazón, que Dios vé, en el que el ódio
graba con signos inmortales la palabra se embota, sale una benevolencia tierna
Jamás sobre las tumbas y la palabra y universal, que dora como la luz del
Siempre en los altares.,, alba y enternece de antemano los ver-
sos que en embrión llevo en m i espíritu,
para acabar de crearlos en los campos
L a tercera voz me dice:—"¿Qué m á s con el aroma que despiden las llanuras,
dá amar que odiar? Los cantos, las mal- á la sombra que proyectan las nubes
diciones, que entremos ó que salgamos, y al murmurio que se escapa de las
el bien, el mal, la muerte, n i los vicios, fuentes.
q u é importa todo esto al cielo radiante?... A b r i l 1840.
TOMO V . 40
EN E L MOMENTO DE REGRESAR Á FRANCIA.
Qué nos proporcionará la mano vela- Y a que nuestros enemigos, que ayer
da del destino? ¿ L a oscuridad infame y eran nuestros huéspedes, vienen contra
siniestra ó la estrella de la m a ñ a n a ? nosotros, corro, Francia, á arrodillarme
ante tus faltas.
A l mismo tiempo estoy contemplando
u n cuadro negro y otro luminoso: l a No me acobardan las agudas garras de
Francia merece un Austerlitz, el impe- sus á g u i l a s negras; las desafío: madre,
rio merece un W a t e r l ó o . quiero participar de tus miserias, porque
soy t u hijo.
¡Regreso, voy á entrar en tus murallas
santas, idolatrado Paris! Vengo á traer-
te el alma fiel de los proscriptos. Desafiando las afrentas infames vene-
raré tus desgracias y besaré tus piés,
Francia, lanzando llamas de mis llorosos
Y a que en estos momentos todos de- ojos.
ben ayudarte con ardor y con bravura
á aplastar al tigre de fuera y á la cule-
bra de dentro; Verás que, aunque estuve hundido y
eclipsado, no perdí en tí la fé, y que to-
dos mis pensamientos fueron siempre
Y a que el ideal puro, no habiéndonos para tí.
podido convencer, se desvanece; ya que
nadie es demasiado grande para morir,
n i demasiado pequeño para vencer; A l salir del sombrío destierro, permí-
teme que sea t u hijo, y mientras se ria ese
m o n t ó n triunfante de hombres fúnebres,
Y a que en los cielos amanece la auro- complázcate que yo te adore, rogando
ra m á s poderosa; ya que ante nosotros por tí, entusiasmado ante t u faz inven-
están l a gloria ó la muerte; cible que dora el Oriente.
Y a que corre la sangre, ya que los Antes, en los dias de orgía, en los que
techos arden, ya que los cañones true- el hombre alegre brillaba y no creia;
nan; ya que llegó el momento en que cuando embriagada de esplendor, de
los cobardes retroceden, yo acudo á tí, triunfos y de ilusiones bailabas y canta-
oh pátria! bas, fascinada por los resplandores de
falsos éxitos; cuando resonaba la música
316 OBRAS D E VICTOR HUGO.
de tus fiestas, ¡oh P a r í s ! huia de t í como Francia, estar contigo en los momen-
el profeta h u y ó de T y r o . tos en que te arrastran por la cabellera
y llevar u n anillo de t u cadena, es lo que
yo deseo.
Cuando el imperio trocó á Lutecia en
Q-omorra, sombrío y triste sumí m i me-
lancolía en la inmensa tristeza del mar. Acudo á tí, ya que te arruinan las
bombas y la metralla, y en tus murallas
me contemplarás firme de pió ó tendido.
Y allí, oyendo tus canciones, llegando
hasta m í el ruido confuso de t u delirio,
oponía á tus risas, á tus lujos y á tus i l u - Y quizás en t u suelo, en el que b r i l l a
siones m i protesta. la pura antorcha de la esperanza, para
pagarme el destierro me concederás una
tumba.
Pero hoy que llega A t i l a con su b á r - Bruselas 31 Agosto 1870.
bara m u l t i t u d , hoy que el mundo se
hunde á t u alrededor, a q u í me tienes.
LOS CASTIGOS.
II.
Bolsista, que trasquilas al pueblo; usu-
rero que le ahogas, alegres gastrónomos,
bellacos y ricos, amigos de Fould el j u - Pueblos torturados, necesitáis que al-
dío y de Maupas el petardista, dejad que guno os vengue. Los frios retóricos que
el pobre vierta l á g r i m a s a l dintel de la han dicho:—"El poeta es un á n g e l que
puerta de vuestro palacio...; engordad, se cierne por el espacio,,, sin saber siquie-
daos buena vida... Comed, que yo pre- ra quiénes son F o u l d , Maguan, Morny,
fiero comer de la probidad el pan seco. n i Maupas, pasa la vida contemplando
por la noche las estrellas del cielo,,. No
será así: mientras seáis cómplices de los
E l oprobio es una lepra y el crimen crímenes repugnantes que sigo yo paso á
es u n sarpullido.—Soldados que regre- paso, mientras c u b r á i s con vuestro man-
sáis del boulevard de Montmartre, con to á esos bandidos, no os m i r a r é , cielos
el uniforme salpicado de vino y de san- azules, estrellas de la noche.
gre, cantad t a m b i é n . Ocupa la mesa toda Mientras ese hombre imponga silencio
la Escuela militar, el festin humea, están á todos los labios; mientras la libertad
brindando, están bebiendo, están ebrios... esté tendida en el suelo, como una mujer
Comed, que yo prefiero comer de la glo- muerta y acabada de ahogar; mientras
ria el pan moreno. en los pontones se oigan los estertores
de la agonía, yo h a r é brillar claridades
328 OBRAS D E VICTOR HUGO.
sepulcrales en todas las frentes abyec- Padre Santo, deja caer las mangas so-
tas que ese bandido hace humillar, y bre tus manos... oculta tus sandalias
g r i t a r é : — " L e v á n t a t e , pueblo; desenca-
blancas, que están manchadas de sangre,
dena tus rayos, cielo,,, y la Francia, en la y observa cómo Borgia te sonrio. ¿Cuán-
profunda noche en que está sumida, verá tos han muerto? Cuántos morirán? ¡Quién
llamear m i antorcha.,, puede contar su n ú m e r o ! Señor, no es
el pastor el que guia vuestro rebaño en
III. el mundo, es el lobo.
Han muerto los mejores hijos de Ita-
Esos bellacos viles que convierten la la, de Alemania, de Sicilia y de H u n -
Francia en China, oirán el chasquido de gría.. . Desgraciada madre Europa, vierte
m i látigo que descargo en sus espaldas. 3or ellos tus tiernas lágrimas...; el honor
Mientras e los cantan Te-Deum, yo grita- se ha ausentado de tí. E n el Mediodía
ré: Memen'. ! A z o t a r é á los hombres, á se vé el p a t í b u l o , en el Norte el osario.
los hechos, á los títulos, á los sables y á ;Lia luna sale cada noche de u n sudario,
las mitras, que encerraré en mis versos y el sol se pone tras u n horizonte de
como en u n estuche. Veréis cómo castigo sangre.
á sobrepellices, á charreteras, á brevia- Sobre los franceses vencidos pesa u n
rios, y veréis cómo César huye, tercián- Santo Oficio. E l bandido que los asesina
dose el manto,,. dice:—"Yo los apaciguaré,,. Paris lava
Me reconocerán los campos, las prade- de rodillas la sangre que la inundó, y l a
ras, los lagos, las flores, los horizontes y Francia, atada de piés y manos, presen-
las llanuras, el Océano y los bosques, y cia la hecatombe. Despiertan en sus
se dirán unos á otros en voz baja:—"Es tumbas el llanto y los clamores á L a u -
u n espíritu vengador que pasa persi- bardemont y á Torquemada. E l primero
guiendo á los demonios.,. exclama:—"Así v á bien!,, E l segundo
Jersey, Noviembre 1852. dice:—"Adelante!,,
E n vano combatisteis por los derechos
del pueblo, Batthyani, Saudor, Paerio,
porque fuisteis víctimas de la tiranía;
XII. en vano sucumbió Baudin. Llorad en
los bosques, llorad en las m o n t a ñ a s ,
M a p a de E u r o p a . que donde Dios puso edenes, los reyes
ponen presidios; Venecia es una galera y
Ñápeles una tumba.
E n todas partes se vé brillar el sable L a horca se levanta en A r a d y en Pa-
y mentir al altar. Los que se llaman lermo. Ahorcan á los héroes que enarbo-
príncipes j u r a n con descaro y sin bajar laban con brazo fuerte l a bandera libre
la vista al j u r a r en falso. Los soldados y altiva ante los reyes temblorosos,
han dado en las calles latigazos á las mu- mientras consagran al emperador Schin-
jeres. D ó n d e está la libertad y la virtud? derhannes, y la l l u v i a cae á torrentes,
H a n desaparecido. E n el destierro pere- mártires, sobre vuestros despojos y los
cen, ahogándose, los hombres m á s dignos. cuervos los picotean.
Las balas son impotentes contra rebeldes Porvenir, porvenir!... ¡todo se desmoro-
tan heróicos. na! Los reyes, pálidos, han huido; el mar
Pueblo ruso, temblando y taciturno, avanza, las olas se encrespan, el bélico
cami i .s convertido en esclavo hácia San clarin resuena en los á n g u l o s del espa-
Petei r burgo, ó te ves obligado á traba cio... Fuga aterradora y sombría!... L a
j a r en las minas. E l Polo le sirve á t u tempestad arrastra los ejércitos como
s e ñ C i de calabozo enorme. L a Rusia y cenizas inflamadas... ^Adelante!,,, dice el
la ^ beria son las dos mitades del fúne- Eterno.
bre i nperio del czar: la una debia lla- Jersey, Noviembre 1852.
marse la Opresión y la otra la Desespe
ración.
Los suplicios de Ancona llenan todas XIII.
sus murallas. E l Papa Mastai fusila sus
ovejas; deja la hostia y manda hacer fue Canción.
go. E l primero que cae muerto es Simón
celli, y le siguen sin temblar tribunos
soldados, apóstoles, que mueren y que D ó n d e está la hembra? Murió. ¿Y el
van á hablar á Dios de su sacerdote. macho? Se lo llevó un gato y devora
LOS CASTIGOS. 329
sus huesos. A l nido que se extremece, llamo la Justicia.—¿Quién fué t u verdu-
quién volverá? Nadie. Pobres pajarillos! go? ^—^El juez.—¿Y t ú , gigante, cuya
vaina no tiene espada y en quien el
barro ensucia la aureola?—Yo me llamo
E s t á ausente el pastor chasqueado y Austerlitz.—Quién te m a t ó ? — E l ejér-
ha muerto al perro el lobo, que se ex- cito.
tiende en el suelo ahito. A l redil que Bruselas 5 Enero 1852.
tiembla, quién lo vigilará? Nadie. ¡ P o -
bres corderillos!
xiv.
Idilios.
Es una noche oscurísima. L a inmensa
sombra extiende sus alas por el mundo.
E n vuestros alegres palacios, que guar- EL SENADO.
dan los cañones; en vuestros lechos de
terciopelo y de damasco, pedid para ca- Vibrad, violines y tambores. Las aves
lentaros bien los piés que os traigan pie- cantan en sus nidos. Es natural estar
les de martas, y ocultaos tras l a nube muy alegres: pues, que Magnan baile
de hermosas cortinas, que esconden en- una polka y Saint-Arnaud una pasto-
tre sus pliegues todas las voluptuosida- rela.
des con todos los olvidos. LAS CATACUMBAS D E L I L L E .
A los ecos de una música deliciosa y
lejana, mientras una l á m p a r a tembloro- Miserere! Miserere!
sa se atreve apenas á alumbrar el techo EL CONSEJO D E ESTADO.
de p ú r p u r a , dormid, duque de Saint-
Arnaud, conde de Maupas, senadores, Lamparillas en los plantíos! ¡lampari-
prefectos generales, jueces, príncipes, y llas en los zarzales! Mezclad sables y
tú, César, á quien todos adoran de rodi- mantillas; cantad á coro, apuestos don-
llas; tú, que soñaste en el imperio y te celes! bailad e n c e r r ó , hermosas jóvenes!
apoderaste de él, dormid mientras dura LOS GRANEROS D E R O U E N .
la noche...^—Pero cuando amanezca, á Miserere! Miserere!
la luz del dia os diré:—Levantaos, for-
zados. EL CUERPO LEGISLATIVO.
Gocemos del amor que nos tienta; to-
dos, para v i v i r mejor, sacan la miel, con
xv. la que nutren el alma; l a abeja de los
labios de l a flor y el hombre de los la-
Confrontaciones. bios de la mujer.
B R U S E L A S , LÓNDRES, B E L L E - I S L E Y J E R S E Y ,
Miserere! Miserere!
Hablad, cadáveres, y decidme quiénes
son vuestros asesinos. Dímelo t ú prime- EL HOTEL DE VILLE.
ro. Cómo te llamas?^—'Religión.—¿Quién E l imperio v á echando hondas raices.
es t u asesino?—El sacerdote.-—¿Vosotros Riamos, juguemos y comamos. Dispa-
quiénes sois?—La probidad, el pudor, la remos petardos en íos Campos Elíseos.
razón y la virtud.—¿Quién os estrangu- E l tio necesitaba cañones, pero el sobri-
ló?—La Iglesia.—Quién eres tú?'—La íé no necesita cohetes.
pública.^—Quién te dió de p u ñ a l a d a s ? —
E l j u r a m e n t o . — ¿ Q u i é n eres t ú que duer- LOS PONTONES.
mes b a ñ a d a en t u propia sangre?—Me Miserere! Miserere!
TOMO V . 42
330 OBRAS D E VICTOR HUGO.
EL EJERCITO.
L i l i p u t . E l juez, que es u n mercader,
que se viste de toga, vende la ley. ¡Lá-
Fuera escrúpulos, fuera temores. De zaro, L á z a r o , l e v á n t a t e !
rodillas cuando viene el bedel. Obedezca
el tambor al órgano. Nuestro ardor sale
del bodegón y nuestra gloria está en el E n Milán, en l a castigada Viena, en
patíbulo. Roma extrangulada y bendita, en Pesth
LAMBES A.
torturado, la vieja loba de la t i r a n í a ,
gozosa y salvaje, se acurruca. Sonríe
Miserere! Miserere! contemplando su madriguera adornada
L A MAGISTRATURA. de amuletos. Camina sobre cadáveres
desde el V í s t u l a hasta el Tanaro, y tie-
Todo nos aconseja que comamos y que ne cachorros, que está criando. ¿Quién
bebamos. Feliz es el que tiene afición á la alimenta? ¿quién d á de comer á la
la uva madura, porque siempre encuen- loba? E l arzobispo y el verdugo. ¿Quién
tra u n racimo en su emparrado y una la mantiene á sus espensas? E l empera-
botella en su bodega. dor.—¡Lázaro, L á z a r o , levántate!
CAYENA.
ojos, que aduerme la embriaguez, les repente, surgir á la luz radiantes bata-
hacen ver que la deshonra es gloria y llones, y pasar, como sagrada legión que
que los franceses son sus enemigos. los pueblos bendecirían, por baio el i n -
Francia, te ahogaron el dia anterior, y menso pórtico del porvenir deslumbra-
hoy ostentan, en una mano una botella dor.
y en la otra mano t u cabeza.
Bailan en corro asquerosas cuadrillas, V.
como brujos en una hondonada; Trop-
long les trae jóvenes lindas y Sibour les
Los soldados franceses han visto brillar
escancia el vino. Y en sus banquetes, sin
dias infames; después de B r u ñ e y de
descanso y sin fin, suenan ruidosas or-
Desaix, m a g n á n i m o s héroes que ad-
questas. Pobres soldados! nosotros que-
ríamos daros destino m á s digno de vues- miramos; después de Turena, de San-
tro valor. traille y de Lahire, han visto que les en-
tregaba banderas Poulailler, y que les
Deseábamos para vosotros que desa- decia:—"¡Soldados, estoy satisfecho de
ñárais al h u r a c á n , á la nieve, al pió de vosotros!,,
los pinos sombríos, en la brecha donde
Banderas del pasado, tan memorables,
estalla la bomba, en noches sin fuego y
que simbolizáis todas nuestras glorias,
en dias sin pan.
que tanto t e m í a n los fugitivos, rotas,
Queríamos para vosotros marchas for- acribilladas á balazos, que en vuestros
zadas, hambre, frió, golpes rudos, capo-
girones habéis mezclado l a sangre de
tes viejos y usados y la victoria de uno
Hoche con la de Bayardo; salid de los
contra diez.
sepulcros, salid de los abismos; salid en
Deseábamos para vosotros, soldados tropel, sirviéndoos de alas vuestros giro-
esclavos, para vosotros y para vuestros nes sublimes; como siniestro enjambre
generales la santa miseria de los va-
que se remonta al horizonte, salid, volad,
lientes, la venerable tumba de los hó-
para borrar nuestra v e r g ü e n z a actual.
roes.
Arrebatad á nuestros soldados sus ban-
Porque la Europa encadenada suspira, deras viles; vosotras, que destronábais á
porque en los corazones fermenta un de- los reyes, que tomabais ciudades por asal-
seo grandioso, porque ha llegado la hora to, vosotras en quienes teníamos fó, que
en que Dios v á á decir:—ujCadenas, rom-
saltábais montes, abismos y rios, entre
peos! Pueblos, sed libres!,,
cuyos pliegues m o r í a n vuestros héroes,
L a historia abre un nuevo registro, y arrojad de a q u í á esas á g u i l a s nuevas, á
el pensador, con amargura, pero sereno, cuya sombra se embriagan los soldados.
oye rodar tras el horizonte siniestro
Hacedles ver la diferencia que hay de
carros de metal.
unas á otras; enseñadles lo que deben ser
Profundo ruido turba la tierra; los ace- las banderas de Francia; enseñadles vues-
ros se mueven dentro de las vainas, y el tros pliegues sagrados que flotaban en
viento que sopla sale de la ardiente nariz
el R h i n , en el Mosa y en la Sambra,
del negro corcel de la guerra.
para ver si conseguís que ante el 2 de
Hácia el dichoso fin al que Dios nos Diciembre se encienda en cólera Auster-
camina os destinábamos, nosotros los
litz.
pensadores; porque, soldados franceses,
formáis á l a cabeza de la columna hu-
mana y sois la vanguardia de las na- VI.
ciones.
Os destinábamos, aguerridas tropas, Pero es inútil. Solo queda cieno y m i -
conquistadores fraternales, á l a gran seria. Sobre el abismo donde se h u n d i ó
guerra de las pátrias, á contribuir á la nuestra gloria brillan con siniestro res-
caida de los tiranos. plandor Maupas, Morny, Maguan, Saint-
R e s e r v á b a m o s vuestro noble valor y A r n a u d y Bonaparte. Doblemos la fren-
vuestras filas invencibles para la augus- te; Q-omorra triunfó de Esparta... Esos
ta guerra de la que ha de salir la au- cinco hombres son cinco bandidos.
gusta paz. Una tras otra se conquistan las nacio-
E n nuestras ilusiones os veíamos, nes. A la Inglaterra, que es el pais de
guerreros, avanzar entre el estruendo de las antiguas franquicias, la conquistaron
la batalla, y ensangrentados, conquistar los antiguos Neustrios; á Roma, Alarico;
inmarcesibles laureles. á Bizancio, Mahoma; á la Sicilia, tres ca-
Os veíamos desaparecer entre torbelli- balleros, y á la Francia, cinco galeotes.
nos de humo y de polvo, y después, de Bien está: reinad; llenad de inquietud
LOS CASTIGOS. 335
al pensamiento humano; á Nuestra Se- dida que el César asciende; ya que se ca-
ñ o r a , de incienso; al Elíseo, de bailes; á rece de valor para acometer grandes
Montmartre, de cadáveres; reinad, enca- empresas; ya que los antiguos arrabales,
denad al pueblo, que para vosotros es po- temblando como cobardes, aparentan es-
pulacho; encadenad á Paris y atad á la tar dormidos, prestadme ¡oh Dios! vues-
Francia á la c u r e ñ a de vuestros cañones tras fuerzas, para que yo, que soy un ser
humeantes. insignificante, entre en casa de ese corso
inhumano y sacuda sobre él mis versos
VII. sombríos y llameantes, llevando allí la
justicia en el alma y el látigo en la ma-
Cuando arrojó á vuestros pechos sus no, y r e m a n g á n d o m e las mangas, solo
medallas, sus cintas y sus cruces, des- ! y terrible, agitando los sudarios de los
pues de aquella memorable batalla, sol- muertos, con santo furor, como vengador
dados que atezó el sol de Africa, ¿no co- terrible, aplaste bajo mis plantas el an
nocisteis que os salpicaba de cieno? i tro de la fiera, al imperio y al empe
Cada vez que pienso en vosotros se me rador.
humedecen los párpados. Lloro |)or vos Jersey, Enero 1853.
otros, lloro por lo que os prometió; lloro
por la gloria que está hoy e m p a ñ a d a ,
porque entre vosotros hay algunos que
piensan y que se apesadumbran.
Deseaba para vosotros el verdadero es- LIBRO TERCERO.
plendor; hijos de la R e p ú b l i c a y del pue-
blo, que el honor alentaba, ¿qué os ha
hecho ésta que os haya inducido á servir
á ese bandido que la deshonra? Se ha restaurado la familia.
A quién seguís, alucinadas legiones?
A l hombre a l que habéis prostituido
vuestra espada, al criminal flagrante, al I.
aventurero v i l que os inspira confianza,
y que será en la historia Napoleón ei Pe- Apoteosis.
queño ó Cartouche el G-rande.
Ejército, de ese modo t u sable hiere á
traición al juramento, al deber, á la leal- Meditemos, deteniéndonos ante seme-
tad guerrera, al derecho conculcado, á jantes espectáculos.
la revolución emprendida en este siglo; Una especie de cotorra tenia por per-
al progreso, al porvenir, á la R e p ú b l i c a cha u n gran nombre; era un pobre dia-
santa, á la santa libertad; blo de príncipe que iba vestido de negro,
Para que ese pigmeo omnipotente pre- al que el a ñ o 1815 limpió el comedero;
sida la orgía inmunda y triunfal, que cu- no tenia n i dos reales en el bolsillo, y
bre la matanza y cuya boca exhala hedor pidió prestadas cinco libras. Ahora ve-
de sangre; para que pueda sujetar m á s y remos la escala gradual que ha ido su-
m á s á t u patria, á la que t ú martirizas; biendo dicha cotorra ó dicho príncipe.
para que pueda sentarse sobre un mon- Desde cinco francos se elevó a l billete
tón de cadáveres. de Banco firmado por G-arat; desde el
billete de Banco dió u n brinco ese sal-
VIH. timbanqui hasta el millón; desde el m i -
llón hasta el billón. Luego tuvo carro-
Y a que así obró ese ejército, ¡oh Dios!; zas, palacios, bailes, festines, opulencia,
ya que fué sordo á la voz del honor; ya se sentó en la mesa del poder, y hoy se
que han apagado en sangre la antorcha come á la Francia. E l fullero se convir-
que encendisteis para la Francia; ya que tió en hombre de Estado.
la conciencia entristecida no encuentra Qué hizo para eso? Cometió un delito;
donde refugiarse; ya que el sacerdote en más que u n delito, u n gran atentado,
el púlpito y el juez en el tribunal ado una horrible matanza, á la que prestó
ran al éxito triunfante, como verdadero juramento de fidelidad el T r i b u n a l Su-
y legítimo, y prefieren aliarse al crimen premo de Justicia. Se abrió el abismo y
á sucumbir á la virtud; ya que son seme en él desapareció la revolución, dejando
jantes á mujerzuelas; ya que están de tras sí olor de azufre. Romieu abre la
gradados ó muertos los que derrocaban trampa y dice:—"Ved el abismo!,,
Bastillas; ya que el honor mengua á me- Entre tanto los trabajadores viven v i -
336 OBRAS D E VICTOR HUGO.
todo el pueblo conquistado, todo el pue-1 medusa, una jóven, que parecía vieja, me
blo estúpido está á vuestra disposición, dijo:—"Tengo diez y ocho años,,.
Vended el Estado, talad los bosques, Allí, la madre infeliz, sin tener siquie-
escamotead las bolsas, vaciad los recep- ra paja para acostar á sus hijos peque-
t á c u l o s , cegad todos los manantiales, ñ o s , los mete en u n foso que ella misma
que ahora tenéis ocasión para ello. Qui- cava, y aquellos pobres inocentes, de m i -
tadles hasta el último céntimo á los radas puras, encuentran al venir al mun-
alegres y fáciles trabajadores de los do una fosa en vez de una cuna.
campos y de las ciudades; tomádselos y Allí domina la muerte; allí he visto,
gozad. derramando lágrimas, el estertor de u n
Entregaos al jolgorio y á las franca- anciano producido por las penalidades;
chelas; nada importa que la familia del allí he visto á la jóven de miradas hura-
pobre espire en su tugurio, estenuada, ñas, sin m á s vestido que su propia cabe-
sobre un m o n t ó n de paja.paja No importa llera, y al niño espectro sobre el seno de
que el padre temblando pida limosna en I la madre e s t á t u a .
las noches frias. No importa que la ma- De todos esos dolores dimanan vues
dre, que carece de pan, recorra las calles tras riquezas, príncipes; esas desaudeces
oscuras y que no tenga leche para ama- alimentan vuestras abundancias; vues
mantar á su hijo. tro presupuesto chorrea y rezuma en
gruesas gotas de las paredes de aque-
II. llas concavidades, de las piedras de aque-
llas bóvedas, del corazón de aquellos mo-
Hecuerdo que u n dia bajó á los sub- ribundos.
terráneos de Lille; visitó aquel tenebroso Del rodaje horrible que se llama tira-
infierno, en el que yacen bajo tierra, en nía, del tornillo que aprieta el fisco des-
miserables celdas, fantasmas pálidos y de el alba hasta la noche, sin tregua, en
encorvados, porque la tortura retuerce este siglo, sale el oro prensado, como de
sus miembros con manos de hierro. la uva aplastada sale el vino.
Se sufre mucho bajo aquellas bóvedas; De esa indigencia, de esas a g o n í a s , de
el aire parece que sea un tósigo; allí el l a oscuridad en la que j a m á s aparecerá
ciego, caminando á tientas, d á de beber la esperanza á aquellas almas angustia-
ai tísico; el agua corre allí por el suelo; das; de aquellos calabozos, llenos deamar-
el que entra en esos subterráneos casi gura y de dolores, es de donde sale vues-
niño á los veinte años, es viejo á los tra regalada vida,
treinta, porque siente penetrar cada dia De ese m o n t ó n de indigencias terri-
la muerte que se infiltra en sus huesos, bles brotan los pesados y resplandecien-
Nunca allí se enciende fuego; la lluvia tes millones, que siembran el oro por el
inunda la claraboya, y la vista en esos camino y se arrastran hácia los palacios
subterráneos, en los que la desgracia se y las apoteósis; salen de allí los millones
encarniza con los trabajadores, vé pasar joviales y coronados de rosas, pero t i n -
larvas errantes al través de la lívida cía-1 tos en sangre humana,
ridad de los tragaluces.
E l hombre se entristece allí pensando III.
en la mujer; el padre siente á su alrede-
dor la a g o n í a de ver extinguirse la vir- Escanciad vino para que beban los se-
tud; vé á su hija aparecer siniestra en ñores. L a orquesta rie; la fiesta cubre de
el umbral de la puerta, y fijando los ojos tapices las paredes y las ventanas; la
en el pan que ella le trae, no se atreve á mesa b r i l l a y resplandece; solo hay som
preguntarla:—^De dónde vienes?;; bra bajo los piós; las puertas están cer
Allí duerme la desesperación cubierta radas; la prostitución de las vírgenes
de asquerosos harapos; allí el A b r i l de la hambrientas llora aquella noche.
vida, sonrosado y espléndido para los Los que compartís esas asquerosas de-
demás, se parece al crudo invierno; la licias, soldados mercenarios, tribunos
virgen, que es una rosa á la luz del dia, vendidos, jueces cómplices, obispo sin
en aquella oscuridad es una violeta; allí pudor, ¿no veis que la miseria gime
se arrastran en el horror la flacura del es alrededor del Louvre donde estáis go-
queleto y la desnudez del gusano. zando?... ¡La fiebre y el hambre y la
Allí se extremecen, m á s abajo de las muerte os proporcionan esas voluptuosi-
cloacas de las calles, grupos estenuadosl dades!
de familias, arrancadas á la vida y á la Pero eso, q u é importa? Reid. ¿Acaso
luz; allí, cuando yo entré, feroz como una | no h a b r á siempre quien se queje? ¿ P a r a
LOS CASTIGOS,
que somos emperadores, prelados, prín-| los reyes te llaman primo.—Toca hoy á
cipes y princesas, si no nos hemos de fiesta, campana de Nuestra Señora, que
divertir? ¡Ese pueblo que está triste, que m a ñ a n a tocarás á rebato.
llora, que consume el hambre, debe estar
satisfecho de veros reir, de veros bailar!
Pero eso no os importa; lo que os Los m á s castigados son los m á s dig-
importa es llenar los bolsillos y los co- nos, y los m á s honrados yacen en A f r i -
fres. Cantad y brindad con la copa en la ca. Príncipe, Compiegne está lleno de
mano; saciaos de comer, mientras el pue- cisnes, corre por los bosques; V é n u s b r i -
blo vive en la miseria, y celebrad mag- la en sus jardines, y la bacante, con sus
nífico banquete que neutralice el efecto trazos desnudos, se ciñe la corona de
que producen los que se mueren de zámpanos.—Toca hoy á fiesta, campana
hambre. de Nuestra Señora, que m a ñ a n a tocarás
á rebato.
IV.
Los forzados construyen un faro, ar-
Esos son los que te gobiernan, esos rastrando sus cadenas por la orilla del
son los que huellan t u frente, que se mar, P r í n c i p e , entre tanto tú, con nu-
erguia ayer altiva en formidable barri- meroso séquito, al són de la bocina, per-
cada y que lavabas con sangre. Pueblo, sigues en las selvas los venados que
el César se queda con t u dinero y te acosan tus jaurías.—-Toca hoy á fiesta,
condena al hambre. ¿Acaso no eres el campana de Nuestra S e ñ o r a , que m a ñ a -
perro v i l que, á pesar de recibir palos, na tocarás á rebato.
tiene que caminar detrás de su señor?
A él le corresponde la p ú r p u r a , á t í los
andrajos; él debe gozar de la hermosura E l padre está preso en el presidio de
de tus mujeres y de tus hijas, y t ú debes Cayena y sus hijos se mueren de ham-
contentarte con su deshonra. bre; el lobo d á de beber á la hiena; el de
la mitra y el robo brinda en su copón de
V. oro por el hombre de la traición, y se
ven brillar los ojos llameantes de los
Tarde ó temprano h a b r á quien con faunos, que lo presencian en su antro
firme lo que yo digo. L a Musa es la vecino.—Toca hoy á fiesta, campana de
historia... ¡entre tanto, reid, verdugos Nuestra Señora, que m a ñ a n a tocarás á
bufones!... A l g u n o te v e n g a r á , pobre rebato.
Francia abatida, y a l g ú n dia caerá el
rayo del cielo y m a t a r á á los malvados.
Esos bandidos, que son peores que los Ruedan en el boulevard Montmartre
de las antiguas razas, roen al pobre los muertos enseñando sus heridas abier-
pueblo con sus voraces dientes, sin com tas, mientras que en las mesas del festín,
pasión y sin piedad. Esos viles que care- cubiertas con pieles de marta, saborean
cen de corazón, pero que tienen dos vinos y manjares cien hermosas, brin-
caras, dicen con desprecio:—"El poeta dando por el vencedor; cien beldades,
se mece en las nubes,,... Es verdad! pero cuya sonrisa lasciva las entrega de an-
de las nubes t a m b i é n sale el rayo. temano.—Toca hoy á fiesta, campana
Jersey, Enero 1853. de Nuestra Señora, que m a ñ a n a tocarás
á rebato.
vm.
Cautivos, morid de calenturas, que
muriendo descansareis. Mientras, el em-
E l e m p e r a d o r se d i v i e r t e .
perador come, besa y abraza. — Toca
hoy á fiesta, campana de Nuestra Seño-
CANCION. ra, que m a ñ a n a tocarás á rebato.
Para los desterrados, la Francia está E n Guyana, que es una mazmorra que
muy lejos y la tumba m u y cerca. Prín- abrasa como un horno, muere el expa-
cipe, preside esas fiestas locas; caza mu- triado. A c u é s t a t e complacido en el lecho
jeres en los teatros y ciervos en los donde se acostaron Luis X V I , el empe-
bosques; Roma quema por tí incienso y rador y Carlos X ; duérmete, mientras
342 OBRAS D E VICTOR HUGO.
XIV.
LIBRO CUARTO.
No.
VIII.
Eso Zoilo s a n t u r r ó n nació en una fra-
gua. E l demonio (Dios le permitió ese E l y a nombrado.
dia que crease) le dió á luz, haciéndole
participar algo de Ravaillac y algo de
Nonotte. A m i pesar vuelvo á ocuparme de ese
Cuando era jóven, que no tenia dónde hombre miserable, del que Mateo Mole
caerse muerto, contemplaba á los sub- habla á Boissy d' A n g l á s , entre los muer-
diáconos con su sombrero de fieltro; tos que se indignan.
Vidocq le encontró un dia rezando en Oh ley santa! oh justicia! ¿dónde esta-
una iglesia, y al ver que miraba bizco, ba t u poder, custodio (le todo derecho y
le llamó para darle el empleo de espía. de todo órden humano? Ese hombre, que
Entonces, aquel descamisado, pensó en durante veinte años te t e n d í a la mano
su boardilla. Y viendo que no tenia co- para cobrar su paga, cuando te vió san-
razón, n i estilo, n i talento, ideó publicar grienta y v í c t i m a del infame, y que al-
u n periódico callejero, dedicado al ser- zabas los brazos al cielo al verte tratada
vicio de Jesucristo. á puntapiés por los soldados, se marchó,
Armado con el hisopo se presentó á volviéndote las espaldas y diciendo:—
luchar contra los jacobinos, contra el "Quién es esa mujer? no la conozco!,.
siglo y contra el pecado, y se permitió, Los antiguos partidos sentaron en el
perteneciendo á la policía, ser jesuíta, y poder á ese justo: ¡necesitaban u n hom-
a d e m á s santo. bre y tomaron un m a n i q u í ! Era preciso
Vendía la E u c a r i s t í a por m i l francos un C a t ó n para ocupar aquel sitio augus^
cada mes, y siendo m á s bajo que los la- to, é hicieron sentar á u n P a s q u í n .
drones y los asesinos, consiguió enrique- D e g r a d ó á la Asamblea según su ca-
cerse. Vestía de sacristán con ribetes de pricho y fué señor absoluto. E l que no
alguacil, y prosperaba. Insultó, predicó, cree en nada, es materia disponible para
hizo la rueda; si no hubiera sido santo, todo. Hubiera recibido lo mismo en
hubiera sido zapador. Se lavaba en me- Temple Bar á Cromwell que á Monk; se
dio del barro, y viendo que los demás reiría con Voltaire y v o t a r í a á Escobar.
h u í a n de él, por miedo de que los salpi- Sabia lamer diestro y morder á si-
case, decía:—"¡Huyen de m í , me tienen niestro, ayudando al crimen para su pro-
miedo!,, vecho; ese v i l polichinela abrió la puerta
Su frenético periódico complace á los á los esbirros disolutos que entraron en
devotos, á pesar de que parece escrito su casa una m a ñ a n a . Hubiera sido su
por bandidos. E n la trastienda de su cómplice, si ellos hubieran querido, por
despacho fabrica llaves falsas para en- salvar su destino, su tesoro y su pingajo
trar por l a puerta del P a r a í s o . de armiño; pero los jefes borraron su
Inserta los anuncios de los milagros nombre de la lista; no quisieron hacer
del dia; redacta los absurdos en forma un traidor de este cobarde, porque pen-
de artículos de fó, y como es u n fariseo, saron:—"De q u é nos servirá?,,...
brinda oon los ricos y dice á los pobres: Se ofreció á los bandidos después dé
"Amigos, venid á casa á ayunar con- haber matado la ley, y para que soltase
migo.,, la presa, tuvieron que decirle ante todo
OBRAS D E VICTOR HUGO.
París:—"Vieja prostituta, ¿no ves que tie- miran con indiferencia los astros, las
nes ya el cabello cano?;; flores y las mujeres; buscan las comodi-
E n la actualidad, despreciado por los dades del cuerpo, pero no los deleites del
mismos tunos, pende la v e r g ü e n z a de su alma; hacen vanos esfuerzos para obte-
nombre infamante y el ú l t i m o girón del ner resultados vanos; no esperan nada
pudor público de su ú l t i m o juramento. del cielo, y se olvidan de los muertos.
Si por casualidad u n trapero, de no- No pertenezco á esa clase de hombres:
che, en los m á s ocultos callejones, bus- ya gocen de prosperidad, siendo altane-
cando con el gancho entre la basura ros, ó ya se oculten en inmundas gua-
encontrase á esa alma, no se dignarla ridas, huyo de ellos y j a m á s sigo su
meterla en el saco. camino. A parecerme á ellos, que son
Jersey, Diciembre 1852. las hormigas de las ciudades, prefiriera
ser u n árbol que diera sombra al bosque.
P a r í s , 31 Diciembre 1848.
IX.
tercero agita una antorcha que d á clari- Abraham, que vas hácia Tolón y que
dad deslumbradora. E n algunos puntos, regresas de Ham; ven, que has termina-
en las paredes, se ven huellas de manos do la jornada y es la hora de aprovechar-
ensangrentadas. Los manjares humean, te del festín. Siéntate al fuego, en ese
las áscuas brillan en los hornillos encen- cómodo sillón, porque t ú eres el verda-
didos. Se ven i r y venir muy atareados, dero amo. A q u í todos te veneran y te
con fundas en las mangas y con manchas proclaman rey; ven, brilla, siéntate, ca-
en las manos, á los marmitones Rian- liéntate, sécate, sé buen príncipe, bandi-
ceys, á los catacaldos Nisards, y detrás do; despójate de t u grandeza y de t u
de la mesa á que están sentados Fortoul, aureola, que así se llama en esa guarida
Persil, Pietri, Carlier, Chapuys, capitu- de traidores á la fé jurada. Los héroes,
lares ó capataces, a ñ a d i e n d o su firma al los pensadores llevan, formando un es-
asesinato Ducos y Magne, Jersey, de pléndido grupo, su inmortalidad irra-
quien en Bondy se cambia la ortografía, diando en la frente, pero t ú arrastras l a
á Rouher y Radetzki, Haynau al lado de gloria con los pies; por lo que entra y
D r o u y n y al cerdo Senado husmeando q u í t a t e la fama con el tirabotas. Te vas
con el hocico en la basura. Explorad, á ver rodeado de pigmeos grandes hom-
analizad, disecad su alma, en la que bres, que te festejarán c a n t á n d o t e h i m -
Dios ahogó los gérmenes, y nada encon- nos, microscópico A t i l a : ese buey asado
trareis en ella.—Sus! T ú que llevas el es p a r á tí; t u negro Maupas cuida de
mismo nombre que Napoleón y las mis- que no se queme, y t u perro Baroche i r á
mas botas que Macario, el general Ber- á lamerte los piés, sin dejar de dar vuel-
trand te precede y suenan m u l t i t u d de tas al asador.
bravos, gritos de alegría mezclados con Mientras que en la hostería beben y
aullidos. Los espectros que yacen en la brindan con estruendo, fuera de ella, por
sombra te ven entrar y abren sus ojos u n camino que se pierde en la oscuridad
apagados. A t u alrededor se remueve de la noche, espoleando el pesado caba-
un enjambre de Maritornes, mezclando llo que se acerca paso á paso, mudo,
en su jerigonza muchas palabras en pensativo, trayendo órdenes severas,
caló; marquesas y duquesas de doubló, avanza el Porvenir, llega el gendarme
huríes de corazón de barro y de mirada de Dios.
de carbunclo. Representas l a Regencia? Jersey, Noviembre 1852.
E n este caso se e m p o l v a r á n los bucles.
Representas el Directorio? Dínoslo, por-
que entonces nos vestiremos de Madras.
Haz, hermoso extranjero, todo lo que
quieras, porque te llamas Millón; entra, LIBRO QUINTO.
pues. Alrededor de esas beldades, palo-
mas de la orgía, revolotean Suin, Mon-
jes, T u r g o t y Aguesseau, y Saint-Ar-
naud, revolotea t a m b i é n en torno de La autoridad es sagrada.
ellas. E l trabucaire Reybell toma á
Fould por cura del queSibour es vicario.
Todo está dispuesto para festejarte,
bandido. E n el centro resplandece i n -
mensa chimenea. T u á g u i l a , que es una L a consagración.
lechuza, sirve de blasón al artesonado;
el buey Pueblo está asándose en el ho-
gar, la grasa canta al recibir la sangre, y
En el horrible cementerio, P a r í s tiem-
alrededor están sentados, sonriendo y
bla, oh dolor! oh miseria! Tiembla lo
platicando. Maguan, que le dió muerte, mismo que el nenúfar.
y Troplong, que le m a n d ó asar. Se oye
el chirrido de la carne y el chisporroteo
del fuego, y con delantal de cuero y con Castaing, levanta la losa; P a r í s tiem-
la cuchilla en la mano aparece el carni- bla, oh dolor! oh miseria! E n la yerba de
cero Carrelet. L a marmita Presupuesto Clamart (1).
está t a m b i é n al fuego.
Ven, pues, tú, á quien aman los judíos,
á quien la Iglesia enciende cirios, que Y g r i t a vociferando:—^¡ Y o quiero ser
eres al mismo tiempo la esperanza de ( ( l ) Ceraenterio de París donde se entierra á los ajusti-
los hijos de Ignacio y de los hijos de ciados.
LOS CASTIGOS. 351
César!,, Paris tiembla, oh dolor! ¡oh mi- Por q u é tenéis tanto coraje? Paris
seria tiembla, oh dolor! oh miseria! ¿Por q u é
tenéis tanto coraje? ¿Acaso no somos
reyes?
Cartouche en su sudario; Paris tiem-
bla, oh dolor! oh miseria! Cartouche
grita ensangrentado: Mirad al Padre Santo; Paris tiembla,
oh dolor! oh miseria! Mirad al Padre
Santo, que viene con su gran cruz.
—Quiero volver al mundo, — Paris
tiembla, oh dolor! oh miseria!- -Quiero
i r al mundo para ser majestad. Y hoy nos consagra juntos; Paris
tiembla, oh dolor! oh miseria! y hoy
nos consagra juntos, juntos con Napo-
M i n g r a t sube al pulpito; Paris tiem- 'eon I I I .
bla, oh dolor! oh miseria! M i n g r a t sube Jersey, Julio 1853.
al púlpito y dice tocando á muerto:
Quiero que me llame hermano; Paris U n dia jugaban en una mesa Dios y
tiembla, oh dolor! oh miseria! quiero que el diablo, al que odia el género hu-
me llame hermano el czar Nicolás. mano; los dos apostaban sobre una carta;
uno se jugaba á Bonaparte y el otro á
Poulmann en el osario... Paris tiem- Mastai.
bla, oh dolor! oh miseria! Poulmann en
el osario se despierta enfurecido; Uno habia sido u n pobrecillo abate y
el otro un príncipe tuno de pura raza, y
Y dice á Mandrin; Paris tiembla, ¡oh en l a apuesta se interesó el Señor tan
dolor! oh miseria! y dice á Mandrin:— poco, que los dos le g a n ó el diablo.
Compadre, yo quiero ser emperador. —-"Para tí, le dijo el Dios Padre, que
no sabrás q u é hacer de ellos.,,'—"Te
equivocas,,, contestó el demonio sonrien-
Lacenaire dice:^—'Pues t a m b i é n yo do; y del uno hizo u n papa y del otro u n
quiero... Paris tiembla, oh dolor! ¡oh emperador.
miseria!—ser emperador y ser rey. Jersey, Julio 1853.
oro y vuestras flechas de llama, y de- den darle las gracias á este felón, pero yo
cidle: no conozco á este Bonaparte. Senadores
•—"Por quién nos tomas? Somos abe- y cortesanos, me vuelvo á mis soledades.
jas. De los chalets, que sombrean espe- V i v i d vosotros en esa cloaca y entre l i -
sas parras, adornamos las fachadas; vo- viandades.
lamos por los espacios azules, y nos EL RAYO.—Me remonto con el águi-
posamos en la boca abierta de las rosas la á las nubes, donde estallará el true-
ó en los labios de P l a t ó n . no, lo que ya no puede tardar. V o y á re-
L o que sale del fango, al fango vuel- cibir la órden.
ve. Vó á encontrar á Tiberio en su an- UNA LIMA.—Ya que solo se permite
tro y á Carlos I X en su ventana; en t u ahora morder á las viveras, me marcho
p ú r p u r a no pueden posarse las abejas del de aquí; voy á cortar hierros y cadenas
Himeto, sino el negro enjambre de Mont- en los pontones.
faucon.,, Los PERROS.—Ya que nos reemplazan
Heridle todas á la vez, avergonzando los prefectos, vámonos.
al pueblo que tiembla; cegad á ese i n - LA CONCORDIA.'—'Me alejo de a q u í .
mundo embustero, encarnizaos con él Solo reina el ódio en los corazones si-
con saña y que le arrojen de la patria niestros.
las moscas, ya que los hombres le tienen EL PENSAMIENTO.—Me he escapado de
miedo. los bribones para caer en manos de los
Jersey, Junio 1853. hipócritas. Parece que todo muera y que
unas tijeras enormes lleguen hasta el
cielo para cortar las alas á los pájaros.
IV. Ese hombre funesto ha apagado todas
las claridades. Adiós, Francia; te dejo llo-
T o d o se v á . rando.
EL DESPRECIO.—YO me quedo.
Jersey, Noviembre 1852.
LA RAZÓN.—Yo me escapo.
EL DERECHO.^—Adiós! que me voy.
EL HONOR.—Yo me expatrío.
ALCESTES.—Me voy al pais de los h u v.
roñes á pedirles asilo.
LA CANCIÓN.—Emigro, porque no pue
do decir n i una palabra sin que me sa- Bandera de W a g r a m , pais de Voltaire,
cudan, no puedo entonar un estribillo poder, libertad, antiguo honor militar,
sin que me cojan los polizontes del go principios, derechos, pensamiento, ha-
bierno. béis fundido en estos instantes vuestra
UNA PLUMA.—Ya nadie escribe; los gloria en el envilecimiento. Los misera-
tinteros están secos; cualquiera diria que bles confian en su propia pequeñez.—
vivimos en el Mogol, en la Rusia ó en " Y a que pesamos poco, reinemos,,, dicen.
la Persia. Nada tenemos que hacer aquí; —Pero se olvidan esos pigmeos vencedo-
vámonos, hermanas mias; abandonemos res, que desde el fondo de una caverna
al hombre y volvámonos adonde están saltaron sobre el pavés, que cuando se
las ocaSj de donde hemos salido. gobierna á un pueblo ilustre, á un pue-
LA COMPASIÓN.—Huyo de aquí. Ven blo en él que el honor resuena y tiene
cedores sangrientos, os dejo entregados eco, los hombres son m á s pesados cuan-
á vuestros goces y vuelo h á c i a Cayena, to m á s pequeños son. ¿ T r a t a n acaso de
donde me llaman grandes clamores. trocar este pais de ilustración en u n pais
LA MARSELLESA.'—Abro las alas y voy de ignominia? Es duro ver que van bor-
á reunirme con mis queridos proscriptos. rando de los corazones, sin saber lo que
LA POESÍA.—Me voy contigo, Compa- se hacen, los instintos m á s dignos y m á s
sión, porque estoy tan abatida como t ú venerables. Esos hombres malditos des-
EL ÁGUILA.—¿Qué es ese loro que p e r t a r á n al fin las rebeliones á fuerza de
ponéis en vuestras banderas, franceses? humillar la cabeza del león. E l león está
De dónde lo habéis sacado? Es á g u i l a tendido en tierra, y fatigado, dormita en
en la opinión de Cartouche y de Leyó- la oscuridad, á la que le relegaron; no
la, pero tiene sangre en el pico, y esa mueve el hocico, es verdad; sus garras
sangre es la vuestra, franceses. Me vuel- monstruosas duermen; pero no le esci-
vo á mis m o n t a ñ a s ; yo tenia que ver con teis, porque d e s p e r t a r á .
©1 otro, pero no con éste. Los reyes pue- Jersey, Junio 1853.
LOS CASTIGOS. 3o3
pellejo arrancado de Baroche, y que al
poco tiempo hubiera dicho:—"Este otro
es peor; que le extrangulen!,. Convengo
VI.
t a m b i é n en que hubiera hecho sentarse
á Delangle en el pellejo de Troplong.
Pero Cambises era estúpido y digno
Se puede ser Tiberio, ó Judas, ó Dra-
de ser augusto; como si bastase para ser
con, y no teniendo ya á Montfaucon, te-
justos, para no ser traidores á l a ley n i
ner á Lambesa. Se puede forjar una
tránsfugas, hacer u n sillón del pelleio de
cadena para el pueblo, encarcelarle, des-
un juez.
terrarle, proscribir al libre pensador.
Aquel dia, t ú , pueblo, dirás:—"Todos
Hacer que todo sucumba; comprimirlo
esos hombres se parecen; véamosles las
todo, esfuerzos, esperanzas, pesares, la
manos,,, y todos t e m b l a r á n como lobos
libertad, el derecho, el porvenir y el pro-
cogidos en la trampa. Unos están man-
greso, con leyes de hierro y con jueces
chados de sangre: m a n d a r á s que los laven
de bronce. Puede el señor dormirse go-
y los destinarás á arrastrar cadena; pero
zoso y decir:—"El hombre no tiene ya
á los que solo estén sucios de cieno les di-
alma y el cielo no tiene ojos,,.
rás:—"Fuera de a q u í , criados!,,
Pero esta es l a ilusión de los tiranos:
E n vano la ley agonizaba, pidiendo
el tiempo marcha y las horas huyen; la
socorro; vosotros os repartisteis los vesti-
semilla germina y crece en l a tierra y
dos de la muerta. Comprados por el Cé-
el agua corre por debajo de los puentes,
sar todos nuestros derechos, vosotros los
y llega u n dia en que esas leyes de silen-
habéis puesto en venta, y sus traiciones
cio y de muerte se rompen de repente,
han tenido por sirvientas á vuestras co-
como impulsadas por fuerza prodigiosa;
bardías.
se abren con extrópito las puertas mal
H u i d y vivid, malos sacerdotes y ma-
cerradas y se llena la ciudad de antor-
los jueces, pero desapareced de nuestra
chas encendidas.
vista, y que no veamos ya en toda la
Jersey, Agosto 1853.
superficie del universo nada que se os
parezca.
V i v i d si podéis y que el oprobio os
sirva de refugio. T ú , cardenal Basilio, y
tú, senador Crispin, podréis beber y co-
L a s grandes corporaciones del E s - mer en vuestros lejanos refugios, si el
tado. desprecio se bebe como el agua en las
fuentes, si la ignominia puede mascarse
como pan.
P a s a r á n esos hombres como los repti Entonces, pueblo, cogeremos por el
les por la arena. ¿Qué h a r á s entonces de pescuezo á esos bribones y los arrojare-
ellos, pueblo? L a repugnancia despierta mos de Francia á palos, y las cabezas de
la demencia. Retengamos la cólera ar- m á r m o l que se destacan en el L u x e m -
diente aglomerada en vuestro pecho, y burgo, de Licurgo y de Catón, a p r o b a r á n
si has de creerme, toma, pueblo, un gar este proceder.
rote el dia del castigo. Ciudadanos, el abismo abre sus fauces
Burlesco cortejo de Soulouque, duques para devorar á esos hombres abyectos, y
de Trou-Bombon, marqueses de Casso- nada debe importarnos que por l a noche,
nade, sostenedores del ladrón; de vos- a l g ú n t r a n s e ú n t e solitario, viendo salir
otros no s a b r á q u é hacer n i la poesía debajo de tierra u n limpia-cloacas, excla-
sublime, n i la poesía mordiente; sois de- me:—^Calle! Es Troplong!,,
masiado grotescos para el Dante y de- Naba debe importarnos que Rouher se
masiado sangrientos para Scarron. cuadre en el puente Nuevo, que Baroche
Juglares, repugnantes por el alma y y Delangle, al quitarse las togas, se pon-
por la esclavitud, os i m a g i n á i s que lle- gan mandiles, y que después de manchar
g a r á para vosotros un dia tremendo, y las almas del pueblo, se ofrezcan á l i m -
estáis temblando; creéis que desde el piarle las botas.
destierro en que nos encontramos de- Jersey, Junio 1853.
seamos despellejaros; tranquilizaos, ne-
gros-blancos.
Comprendo que Cambises hubiera te-
nido el corazón de roca de hacer que
Troplong se hubiera sentado sobre el
TOMO y. 45
354 OBRAS D E VICTOR HUGO.
VIII. IX.
C a n c i ó n de los que se v a n p o r e l m a r .
E l progreso tranquilo y fuerte no AIRE BRETON.
sabe lo que es derramar sangre. Reina
siempre como conquistador desarmado;
al ver el hacha ó la espada m i r a á otra
Adiós, pátria! E l mar está furioso;
parte con horror, porque el dedo eterno
adios^ p á t r i a azul!
escribió en el azul del cielo que la tierra
pertenece al hombre y el hombre á Dios,
y que la fuerza invencible es l a fuerza Adiós, casa; adiós, parra de dulces fru-
impalpable. ¡Pueblo, no derrames san- tos; adiós, flores doradas del j a r d i n .
gre nunca! L a sangre que se derrama, Adiós, pátria, cielo, bosque, prado!...
virtuosa ó culpable, sube desde las manos Adiós, p á t r i a azul!
á la frente; cuando salta hasta allí, ya
no hay esperanza; una sola gota basta
para impregnar toda nuestra alma. No Adiós, pátria! E l mar está furioso;
hay en la historia una sola mancha de adiós, p á t r i a azul!
sangre que no vaya e n s a n c h á n d o s e poco
á poco en el alma de los verdugos. Es
preciso convencerse de que la venganza Adiós, prometida de frente Cándida;
es la tumba m á s fatal. Hasta el hombre el cielo está negro, el viento ya ruge.
en el que recae su propio crimen, sale Adiós, pátria, Ana, Inés, María... ¡Adiós,
ensangrentado del sepulcro y manchado p á t r i a azul!
con el cieno del desprecio. E l calabozo
del desprecio se cierra para los malvados Adiós, p á t r i a ! E l mar está furioso;
bribones; l a tumba oscura se vuelve á adiós, p á t r i a azul!
abrir; poco importa que sea profunda y
que la cubran paredes; poco importa que
losa de m á r m o l la tape; cuando la creéis Nuestras miradas tristes, previendo el
h e r m é t i c a m e n t e cerrada, el fantasma infortunio, vagan desde el sombrío olea-
pensativo levanta con su frente l a pesa je hasta el porvenir incierto. ¡Adiós, p á -
da mole de piedra y sale. Aunque tria! Por t í llora m i corazón. ¡Adiós, p á -
p o n g á i s sobre su tumba una fortaleza y t r i a azul!
una m o n t a ñ a de granito, el fantasma E n el mar, 1.° Agosto 1852.
pesa m á s que el granito y levanta esa
m o n t a ñ a como una hoja seca. Mirad,
ved cómo sale; es preciso que salga! ¡es
preciso que vaya y venga arrastrando
la mortaja! Se os aparece cuando estáis No te d e s p r e n d e r á s de é l .
solos y os dice:—^'Soy yo.„ Cualquier
viento que sople os lo trae, y por la
noche lo oiréis llamar á vuestra puerta.
Aborrezco á los exterminadores, tanto si I.
tienen derecho á serlo como si no lo tie-
nen; pero m á s que aborrecerles les com Se dice á sí mismo:—"El imperio está
padezco. Se les vé á t r a v é s de la severa vacilante, l a victoria aun no es segura.,,
historia, en la que solo vive lo verdadero, T r a t a de marcharse retrocediendo fur-
huir hácia la oscuridad rodeados de éter tivamente, pero se queda escondido.
nos espectros. C o n t i n ú a diciendo:—"El techo amenaza
Jersey, Octubre 1852. caer; si me ven, me i m p e d i r á n que sal-
ga.,, Sin atreverte á permanecer n i á
huir, miras dudando, ya al techo, ya á
l a p uerta; pones t í m i d a m e n t e la mano
sobre el cerrojo... Q u é d a t e en ese fúnebre
asilo, que la ley que ellos han metido en
u n hoyo está escondida en la oscuridad.
Quédate a h í , que a h í está la ley que
ellos han muerto, y yace en el a t a ú d ,
LOS CASTIGOS. 355
encima del que han puesto l a g u a d a ñ a tercolero. Habéis consagrado en Roma
y ha cogido entre sus dos tapas un pe- al César que reina, al asesino que duran-
dazo de t u manto. te la noche salta al cuello del que está
Mientras que en el Elíseo, celebrando descuidado, y poniéndole la rodilla en el
fiestas y quemando incienso, cantan y pecho, lo estrangula. Ensalzad al César
gozan y riendo olvidan, t ú palideces y que hace temblar, adorad su buena es-
sientes u n espectro que anda por tierra trella, pero no os olvidéis que Dios pue-
bajo de tus piés. De él no puedes esca- de cambiar el aspecto del mundo, como
parte. ¿Crees que porque dejes la casa se cambia una decoración de teatro. Y
h u i r á s de t u destino? ¡En vano intentas esta decoración c a m b i a r á ; Dios v e n g a r á
vender á la traición indignada! ¿Quieres su propia causa, y las ciudades entona-
renegar del ladrón servil que te admira r á n himnos de alegría. Dentro de poco
y que te honra? ¿Habiendo sido Judas tiempo t e r m i n a r á vuestro poder; porque
para Jesús, quieres ahora ser Judas para nosotros somos los elegidos, y cuando
B a r r a b á s ? ¿No has sostenido la escala á llegue nuestra hora, nos veréis sonreír.
esos villanos, con los que estabas en Os lo predigo, á pesar de vivir en la ori-
plena connivencia? ¿No cosiste de ante- lla del mar, entre peñascos seculares,
mano el saco de esos ladrones? Habitan porque contemplo ese vasto abismo y
esa madriguera el ódio, la mentira y la oigo en lontananza g r u ñ i r el trueno.
traición. Pretendes salir de ella... ¿con
q u é derecho? ¿No eres m á s zorro y m á s IV.
víbora que tus compinches?
Sigue siendo su jefe, que este es t u
castigo; sigue siendo el hombre de l a
II. discordia. Esos bellacos han cogido dur-
Cuando la I t a l i a , cubierta de luto, miendo al género humano y le han ata-
do con cuerdas. Has querido deshacer
en arboló desde el Tíber hasta el P ó su
con espantosa audacia las almas que
magnífica bandera; cuando ese gran
Dios creó; pues bien, tiembla y llora y
pueblo, que se acostó siendo u n r e b a ñ o
espera que caiga sobre t u frente el d a ñ o
y se levantó siendo una República; cuan- que causaste. A medida que vienen la ig-
do Roma, oprimida por pesadas cadenas, norancia, el olvido y el error que traen,
lanzó el santo grito de libertad, t ú le á medida que mengua la inteligencia
cortaste las alas, t ú cubriste con negro humana, haciendo peor al hombre, cre-
c a p u c h ó n su íaz eterna. T ú restauraste cen y aumentan vuestras culpas, como
las escuelas degradadas de Montrouge al ponerse el sol crece la sombra de los
y Saint-Acheul, en las que se pone un árboles.
sudario en el alma y una mordaza al
pensamiento. S o ñ a n d o acaso en el pro- V.
greso del hombre embrutecido, entre-
gaste el niño á los jesuítas lascivos, Sigue siendo su apóstol, que lo me^
cautelosos y sombríos y amantes del reces, que esta es t u enorme culpa, y
mal. contempla extremeciéndote el recuerdo
¡Pobres niños los que se han alimenta- maldito que dejarás á la posteridad^
do con esa leche, los que nuestras espo- Vemos, torpe retórico de los antiguos y
sas han mecido en la cuna, á los que vocingleros partidos, que conduces y
esos cazadores han cogido en sus redes arrastras con tus discursos confusos,
las almas tiernas! Esos son los que pre- colgadas de ellos, como de ensangrenta-
paran el porvenir de la humanidad. dos garfios, á ilustres muertas: á la j u s -
ticia, á la fé, hermoso á n g e l que abofeteó
III. la estola papal; á la verdad, con los ojos
cerrados; á la libertad, pálida y desme-
Como los baskirs sobre el Paris sofo- lenada, y á esas dos hermanas, madres
cado, y como los croatas, creadores de la ambas del género humano, á Roma,
nada, habéis triunfado con vuestros ódios que nombro llorando, y á Francia, en la
hipócritas; y gozosos por haber hecho que por refinamiento de maldad cae la
dominar vuestras innumerables preocu- sangre vertida en Roma. Hombre fatal!
paciones, lanzáis sobre los vivos urnas como enseñanza, como ejemplo, la his-
llenas de oscuridad, corréis á saludar á toria te presentará en la oscuridad, como
Napoleón el P e q u e ñ o y á bailar en su se enseña una horca rodeada de huesos
orgía. Habéis manchado el gran siglo, levantada en triste colina.
que era un P a n t e ó n y ahora es un es- Jersey, Enero 1853,
3o( OBRAS D E \ I C T O R HUGO.
XI.
Se te parece; es terrible y pacífico;
guarda con el infinito magnífico nivel; £11 p a r t i d o d e l c r i m e n .
tiene su movimiento y su inmensidad. Le
apacigua u n rayo y le agita u n soplo. «Amigos y hermanos: en presencia de
Unas veces lanza un canto armonioso y ese gobierno infame que es la nega-
otras un grito ronco. Los m ó n s t r u o s se ción de toda moral y el obstáculo de
todos los progresos sociales; en presen-
agitan con facilidad en las profundida cia de ese gobierno asesino del pueblo
des de los abismos, en los que germinan y violalor de las leyes, de ese gobier-
las trombas; hay abismos desconocidos no nacido de la fuerza, y que por la
fuerza ha de perecer, de ese gobierno
en los que los exploradores han desapa- elevado por el crimen y que ha de ser
recido, y en sus profundidades el coloso derrotado por el derecho, el francés
digno del nombre de ciudadano no
zozobra; como t ú á los déspotas, ellos sabe ni quiere saber si hay algo de
destruyen los navios; el faro es para ellos apariencias de escrutinio, de comedias
lo que para t í el espíritu; unas veces de sufragio universal y de parodias de
llamamiento á la nación; no se informa
aniquila y otras acaricia, y solo Dios de si hay ó no hombres que votan y
sabe el por qué. Sus ondas, en las que se hombres que hacen votar, y de. si hay
oyen como choques de armas, llenan la un rebaño que se llama Senado y deli-
bera, y otro rebaño que se llama pue-
noche sombría de monstruosos m u r m u blo y' obedece; no se informa de si el
líos; y comprendemos que ese oleaje, Papa vá á consagrar en el altar mayor
de Nuestra Señora al hombre que, no
como t ú , abismo humano, rugiendo esta lo dudéis, en el porvenir inevitable
noche, devorará m a ñ a n a . Su ola es tan infamara el patíbulo el verdugo; en
terrible como la espada; canta un hermo- presencia del señor Bonaparte y de su
gobierno, el ciudadano digno de tal
so himno á la salida del planeta Venus. nombre no hace más ni tiene que hacer
Su azul inconmensurable acepta en su más que una cosa, cargar su fusil y es-
espejo á todos los astros del cielo; tiene perar la hora.
«Jersey 31 Octubre 1852.»
la fuerza ruda y la gracia sublime; des- Esta fué la declaración de los pros-
arraiga un peñasco y respeta una hebra criptos republicanos de Jersey que
de yerba; arroja, como t ú , su espuma á propósito del imperio publicó el Mo-
nitor francés y firmaron por copia
las cumbres m á s altas; pero, pueblo, el conforme los republicanos
Océano no se e n g a ñ a nunca, cuando con Víctor Hugo, Faure, Fomber-
taux.
sus ojos fijos y en pié sobre la playa «Censuran.os con la energía más
espera pensativo que llegue la hora de la vigorosa de nuestra alma los innobles
marea. y culpables manifiestos del PARTIDO
DEL CRÍMEN.»
Julio 1853. (Rianeey, periódico L a Union
22 ele Diciembre.J
«El PARTIDO DEL CRIMEN vuelve
á levantar la cabeza.»
X. (Todos los periódicos elíseos
en coro.)
ventana que cae sobre el cadalso del los gorriones y con los aguza-nieves, le-
justo. E l condimento m á s sabroso de la vantando vuestra cabeza de colores, pu-
felicidad de los tiranos lo constituyen liendo vuestras plumas azules, y aunque
los desterrados que lloran á la orilla sois muy bellos, sois muy Cándidos, y
desierta del mar, los sabios torturados y cantáis en los aires sin saber por qué;
los mártires espirantes. Juvenal, antiguo pero me i n u n d á i s de emociones sagra-
león clásico, nuestro vino de Champag- das, y cuando os oigo cantar en la enra-
ne y t u vino de Masico, los festines, los mada, se abren mis alas, se rejuvenece
palacios y el lujo desenfrenado, la adhe- m i corazón, que aspira u n amor sin tér-
sión del sacerdote y el amor de F r i n é , mino, y se llena del infinito.;; Entonces
los triunfos, el orgullo, los obsequios, los me entrego á largas fantasías. E n esos
halagos, todas las voluptuosidades que momentos, t ú lo sabes, Juvenal, sale por
saboreaba Cejan y que regalaban á Ru- casualidad un periódico de m i bolsillo, y
fino, son m á s dulces al paladar, tienen mis ojos distraídos, que miraban á los
sabor m á s delicado para el que no es cielos, chocan con uno de esos nombres
necio en la copa en que ayer Sócrates que causan vergüenza; entonces se apo-
bebió la cicuta. dera de m í el horror; en los verdes bos-
Jersey, Noviembre 1852. ques se me aparece Némesis y me enseña
al través de las ramas y de las flores su
cuello de furia.
Es que queréis que se os consagre el
XIV. hombre entero, ¡oh deber! ¡oh pátria!
F l o r e a ! , (i)
¿Es que cuando t u flanco gotea san-
gre, ¡oh Francia!, quieres que nos ator-
mente la angustia, que solo te miremos
á t í y que se aneguen nuestros ojos en
Cuando vuelven los hermosos dias del tan profunda compasión, que deje de m i -
verde Floreal; cuando el manantial de rar á los cielos para no mirar m á s que
agua se convierte en azófares brillantes t u sangre?...
á los rayos del sol; cuando la modista, Me levanto y todo se borra ante mí:
sentada con la aguja en la mano, suspi- extremecido, solo tengo ya ante la vista
ra mirando el camino que quisiera to- á un pueblo torturado, crímenes sin cas-
mar para i r á coger ñores en vez de tigo, agravios sin satisfacción, gigantes
coser; cuando los pájaros cantan el amor agarrotados por pigmeos, mujeres en las
en sus nidos; cuando el manzano se em- mazmorras, niños en los pontones, presi-
polva como un m a r q u é s para i r al baile; dios. Senados, cadáveres y gemonías. En-
cuando, despertados por el mes de Mayo, tonces, pisoteando todas las flores que
Cárlos X I I y A n í b a l dicen:—"Ya es habia estrujado ya m i cólera, huyo de
hora,,, y hacen rodar hácia los sangrien- allí, y al sol magnífico prefiero la som-
tos tumultos, el primero los cañones y bra, y á las aves les digo que se callen.
el segundo las catapultas, yo exclamo: No debe haber para m í primavera n i
•—"Salve, oh sol brillante!,, Oigo entre cielo azul, y debo maldecir al hijo de
las flores á los alegres jilgueros y á los Hortensia de Saint-Leu y á los bandidos
mirlos; el árbol canta; me entrego á la que con él gobiernan, á Troplong, á
primavera que redobla l a vida. Todo bri- Fould, á Maguan, á los dos Faustin, que
lla, todo resplandece, y el cielo, cobijan- ofuscan la luz del dia y que consiguen
do al hombre encantado, le tiende su llenar de ódio u n corazón que rebosaba
vasta mirada llena de serenidad. Enton- de amor.
ces la yerba me invita y el prado me Jersey, Mayo 1853.
convida; entonces absuelvo á la suerte,
perdono l a vida y me digo á m í mismo:
—^En el mundo solo debíamos amar
Siento en m í , como en el exterior, que XV.
todo se anima, y hablo así á las aves:—
"Pajarillos, pobres nevatillas, pobres j i l Stella.
güeros, n i siquiera me conocéis; voláis
al acaso por los campos, por los bos-
ques, por las praderas y por los sombra Me dormí por la noche en la playa;
dos, mezclándoos con los chorlitos, con me despertó la fresca brisa, y entre sue-
(1) Octavo mes del calendario republicano francés, contán-
ños abrí los ojos y v i brillar la estrella
dose desde el 20 de Abril hasta el 19 de Mayo. de la m a ñ a n a . Resplandecía en el fondo
LOS CASTIGOS. 371
del cielo lejano con infinita y suave ciado manos blancas, y en el T u r f habia
blancura. E l aquilón huia llevándose la sentido con frecuencia latir cerca de él
borrasca. E l astro brillante convertía las corazones de mujeres. Su propietario ha-
nubes en rocío. Aquella claridad pensa- bia ganado muchas apuestas.
ba y vivia y aplacaba el escollo en que E l segundo c u a d r ú p e d o pertenecia á
las olas revientan. P a r e c í a u n alma al la milicia; era pequeño y formidable, era
través de una perla. L a noche no se ha- de acero; era un caballo que Racine hu-
bla disipado aun por completo y las biera llamado corcel. Cuando estaba bri-
sombras permanecían en vano, porque dado se encabritaba, ébrio de alegría.
el cielo se iluminaba con una sonrisa di- En su mantilla llevaba bordadas estas
vina. L a claridad plateaba lo alto del tres palabras: Essling, U l m , Jena. Tenia
mástil inclinado; el navio era negro, pero la poderosa fiereza que posee el que está
su vela blanca; algunas gaviotas, posa- orgulloso de lo que vale; su caparazón
das sobre una escarpadura, contempla- era rico y sonoro, y cuando piafaba pare*
ban fijas la estrella, que parecía un ave cia que oia el tambor.
celeste, formada de una chispa. E l Océa- E l tercero era u n caballo de trabajo;
no, semejante al pueblo, se dirigía hácia por todo adorno llevaba una cuerda a l
ella, y rugiendo en voz baja, la miraba cuello; cuando andaba la pobre bestia
brillar, temiendo que de un momento á parecía un esqueleto, pero conservaba
otro se volase. Inefable ternura llenaba bastante empaque para parecer vivo to*
el espacio. L a yerba verde se extremecia davía.
á mis piés; los pájaros se hablaban den- E l hermoso caballo de lujo decia:~
tro de los nidop; una flor, que se desper- " A q u í el Papa, allá el barón Brisse; para
tó, me dijo:—"Esa estrella es m i her- el estómago Brebaut, para el alma L e -
mana.,, Y mientras apresuradamente la yóla; m i amo siempre me dice que lo que
sombra retiraba sus velos, oí una voz que importa en el mundo es que nos bendi-
salia de la estrella y que me dijo:—"Soy gan, beber y comer bien, y yo compren-
el astro primero que aparece; soy la que do que m i amo tiene razón, y yo a ñ a d o
creen en la tumba y salgo de ella. He que las cocottes sirven de ornamento á
brillado en el Sinaí, he brillado en el los derbys. Los pueblos necesitan u n
Taigeto; soy la piedra de oro y de fuego Dios servido por sacerdotes; nosotros los
que Dios arroja con una honda á la caballos una caballeriza de caoba; el
frente negra de l a noche. Renazco cuan- hombre la Biblia y leer los menos perió-
do un mundo se destruye. Naciones, soy dicos posibles. E l Jockey-club vale m á s
la Poesía ferviente. He brillado en la que el espíritu L e g i ó n . Sin religión no
frente de Moisés y en la frente del Dan- puede existir ninguna sociedad. Si yo
te. E l león Océano está enamorado de no fuera caballo, quisiera ser fraile.,,
mí, y corro hácia él. Despertad, fé, virtud, — " Y o quisiera poder comer algunas
valor. Pensadores y génios, subid á la veces un poco de avena y un poco de
torre y sed centinelas. Abrios, párpados; yerba, dijo suspirando el caballo labrie-
encendeos, pupilas; tierra, cava el surco; go. Trabajo mucho, y ya veis q u é flaco
vida, despierta. ¡De pié todos los que y q u é triste estoy. Me tratan casi tan
dormís, porque el que me sigue, el que mal como á los hombres negros. T a n
me envia delante es el á n g e l de la liber- difícil es contar los latigazos que yo re-
tad, es el gigante de la luz!,, cibo, como contar los pájaros que cantan
Jersey, 31 Agosto 1853. en u n bosque; paso hambre, sed y íriOj
y sin ser feroz, soy m u y desgraciado.,,
Así habló el rocin.
Entonces, indignado y lleno de f uror^
XVI. el caballo de batalla, contento con su
suerte, gritó:—"Viva el emperador!^
L o s tres caballos.
pudiera sentarse el rey de Tunia, una hora y alcanzar una revancha propor-
Bolsa en la que se crean fortunas en ocho cionada al envilecimiento, y saldrás, pá-
dias, floristas que arrojan ramilletes á tria mia, cambiando de repente de for-
los soldados, abates, jueces, lacayos, que ma con extraordinario arranque, porque
bailan sobre sacos de oro una danza t a l es la ley del progreso humano. Re-
macabra; l a banca arrodillada arengan- trocede, pues; desciende, cae, besa los
do a l sable, pirámides de balas apiladas piés de t u señor y de sus criados; besa á
en los arsenales, Senado, sermones que Troplong, lame á Baroche; desciende
reemplazan á los periódicos, generales más, que ya se acerca el dia; descien-
con dorados deslumbrantes, un Paris que de m á s , que ya se aproxima la hora.
se restaura completamente, coches tira- Esto me regocija, porque abrigo t a l fé
dos por ocho caballos, que entran con en t u porvenir, que comprendo que ha
estruendo en el Louvre; fiestas todos los de llegar el instante en que digas con
dias, bailes todas las noches, ilumina- firmeza:—^Basta!,, Todo pasa á través
ciones, juegos y espectáculos; en una de tí como al través de una criba; pero
palabra, te has prostituido á ese hombre te despertarás m u y pronto, pálida y ter-
miserable. rible, y s ú b i t a m e n t e serás soberbia. D e l
Todas tus conquistas te cayeron de imperio abyecto saldrás con esplendi-
las manos: se dice ya "los antiguos fran- dez, y tus alas brillantes, sacudiéndose
ceses,,, como se dice "los antiguos roma- el fango, d e s l u m h r a r á n al mundo; las
nos,,, y esto hace avergonzar á tus hijos diademas de oro se derretirán en la fren-
actuales; el mundo se complacía con t u te de los reyes, y el Papa, a r r a n c á n d o s e
gloria, y te pide cuentas de ella, porque "a tiara y arrojando la cruz, se esconde-
le era muy grato que le despertara el so- r á temblando bajo el púlpito, y Themis,
nido de tus clarines; contemplas con m i - con los brazos ensangrentados, h u i r á
radas estúpidas á ese Nerón rodeado de durante la noche y se ocultará en las
sus Romieux, disfrazados de Sénecas; tinieblas; los ojos de la humanidad se
te complaces en oir los cantos de esa l e ñ a r á n de luz; todos los oprimidos, le-
colección de obispos, que mientras que vantando la cerviz, se verán vencedo-
el César pasa revista á su harén, ento- res, libres y radiantes en cuanto vean que
nan el Salvum fac imperatorem (Salva al sacudes t u oprobio á los cuatro vientos
emperador).—Tu alma se queda h u m i l del espacio.
de, como u n perro bajo el pié que le Jersey, Setiembre 1853.
aplasta; t u Noventa y tres recibe á cada
instante latigazos del expatriado que
ayer era ludibrio de Europa. Dilapidas
tus propios recuerdos y la Marsellesa se
ha helado en tus labios. T u Campo de
Marte sufre la presencia de vencedores
LIBRO SÉPTIMO.
repugnantes. Y a no eres nada; n i si-
quiera recuerdas en t u l ú g u b r e olvido
q u é nación derribó la Bastilla. Todos los
domingos vas á la Courtille, riendo, á Los salvadores s e r á n vencidos.
saltar, á beber, perdido ya todo instinto
moral, como una bribona ébria, á echar
te en brazos de u n cabo, que te abofetea
Y al regresar por el boulevard sombrío
donde los cadáveres reunieron tantos
cuervos, cantas alegre canciones las-
Sonad, sonad siempre, clarines del
civas.
pensamiento.
E s t á bien; rebájate m á s aun; esto me Cuando J o s u é , pensativo, con la vista
regocija, porque nos promete una gran fija en el cielo, seguido por los suyos,
revancha; porque tú, Francia, ascenderás caminaba, y como irritado profeta hacia
tanto en grandeza cuanto m á s te rebajes sonar el clarin alrededor de la ciudad,
ahora. E l porvenir necesita de gigantes el primer toque hizo reir al rey; el
co esfuerzo. Entre tanto arrastra el hor segundo, riendo t o d a v í a , le obligó á
rible carro de ese s á t r a p a ébrio, tú, que preguntarle:—"¿Crees derribar m i ciu-
has conducido las cuadrigas de las vic dad con el soplo de ese instrumento?,,
torias, que yo te a p l a u d i r é . E s t á s conde Cuando sonó el tercer toque, el Arca iba
nada á obrar prodigios, y el mundo te delante; después las trompetas, después
verá salir bruscamente cuando llegue la I todo el ejército en marcha, y los mucha-
LOS CASTIGOS. 373
chos iban á escupir el Arca, y soplando corvados bajo su afrenta; necesita pro-
con su trompa imitaban al clarin. A l porcionarles las brillantes h a z a ñ a s de
cuarto toque, desafiando á los hijos de ayer; la j a u r í a guerrera necesita cazar
Aaron, las mujeres se sentaban en las aureles; los soldados que padecen del
viejas y mohosas almenas, y mientras sarpullido del 2 de Diciembre, no pue-
hilaban el copo de lana, se burlaban de den siempre, como perros viles, roer el
los hebreos y les arrojaban piedras. A l Doulevard de Montmartre, cuando sus
quinto toque llegaron á aquellas mura- padres royeron u n Austerlitz.
llas los ciegos y los cojos y silbaron á
los clarines, cuyo eco resonaba en las II.
nubes. A l sexto toque, á la torre de
granito, tan alta que en su cima las Pues bien, soñaba; m i ilusión se disi-
á g u i l a s hacian nido y tan dura que no pó. L a gloria fué u n delirio, un vapor.
podia derribarla el rayo, subió el rey, y Qué horrible despertar, soldados! E l
mofándose, exclamó:—"Los hebreos son imperio es la fuga, el imperio es el
excelentes músicos.,, Y alrededor del miedo. E l Mandrin de la paz es u n sér
rey chancero se burlaban los ancianos cómodo y pacífico; ese Schinderhannes
que por la noche tomaban asiento en el teme los golpes. Soldados, por él fuisteis
templo y deliberaban. parricidas, y él es cobarde para vosotros;
A l séptimo toque... las murallas caye- vuestra gloria pereció bajo este incubo
ron en tierra. de manos de cieno y de corazón de bron-
Jersey, 19 Marzo 1853. ce. Temblad! E l czar marcha sobre el
Danubio y vosotros no m a r c h á i s sobre
el Rhin,
II.
III.
E l retroceso.
Pobres soldados de l a Francia! Adiós,
campamentos; adiós, tiendas de campa-
I. ña; perded toda esperanza, porque todo
eso terminó; no lavareis combatiendo el
Me hacia las siguientes reflexiones: crimen que os ensangrienta; ese crimen
comprenderá que los soldados están ca fué u n lazo para nosotros y para vos-
bizbajos y él sin duda p r o c u r a r á evitarlo: otros es el abismo. Cartouche reina, y
el pueblo ama el combate, y cuando oye con esto está dicho todo. Os ha sujetado
toques bélicos, Francia canta y aplaude. el 2 de Diciembre, hordas e n g a ñ a d a s ,
L a guerra es una p ú r p u r a que encubre que solo sois ya u n r e b a ñ o . Esconded
bien al asesinato; quizás conduzca la las manos y las espaldas y ocultad bajo
Francia á la gloria. Quizás a l g ú n dia vuestras banderas las manchas que hor-
veamos salir por escotillón un Marengo rorizan á vuestras familias y que hacen
de su crimen. Necesita cubrir de gloria sonreír á Dracon. Conservad el luto,
á los que avergonzó y aterrorizó. Nece conservad la sangre, conservad el cieno;
sita que, volviendo vencedor, desfilen vuestro señor ódia el peligro y os hace
los soldados ante su pretorio, procurando retroceder; conservad en las mejillas el
ocultar á la historia su argolla y ajustar bofetón del extranjero. E l enano ha
su banquillo de acusado al antiguo carro rebajado vuestra talla hasta su estatura;
de triunfo en que subió el gran empe- solo es audaz para robar. Dad u n adiós
rador. á la gran guerra y á las grandes bata-
Querrá ser César, aniquilar, disolver llas, á W a g r a m y á L o d i . Es preciso que
los antiguos Estados desquiciados y mos- marchéis detrás de su crimen, que vues-
trarse al universo lanzando rayos con tras alas han caído prisioneras en la liga,
las manos que fabricaron llaves falsas. y desde hoy en adelante solo tendréis
H a r á estallar la m á q u i n a del mundo por bandera el mandil de ese carnicero.
antiguo; q u e r r á vencer y sobrenadar, Renunciad á l o s combates, renunciad a l
v e n g á n d o s e de los recuerdos horribles nombre de Q-rande Ejército, renunciad
de Hudson-Lowe, de Blucher, de We- al antiguo orgullo de la bandera trico-
llington y de Rostopschine. Las circuns- lor, renunciad al himno brillante de la
tancias le ofrecen la ocasión y sabrá victoria, á que las mujeres os arrojen
aprovecharla. Mandando quinientos m i l flores al pasar, ai incienso y á los arcos
hombres no puede permanecer en la de triunfo, bajo los que os saludaban las
ignominia eternamente, sin dejarlos en- sombras de los antiguos héroes, Conten-
374 OBRAS D E YICTOR' HUGQ.
taos con que los sacerdotes canten el Te-1 E l viento agita los árboles del bosque;
Deum en el matadero. No conquistareis un sábado nocturno parece que con sus
la palma expiatoria, la palma de nue- silbidos llena la selva, y en ua claro, en-
vas hazañas, n i veréis que la gloria dore tre las nubes, aparece la luna.
las crines de vuestros caballos.
vado bruscamente á todos los zorros, juez Barrabás, los jesuítas de frente pá-
monos, buitres, tigres y panteras. Reina ida, que rezan con rosarios cuyos granos
profundo silencio. son balas; los Mingrats, que bendicen á
E l desierto queda mudo y solitario y 'os Heliogábalos; los Veuillots, que hace
la vista no alcanza á ver bajo del cielo Doco iban errando sin fuego y sin hogar
m á s que el espacio sin límites. y que antes de ser proclamados santos
De repente y en medio del silencio se arrastraban en los garitos los andrajos
oye largo y formidable rugido. Es el del de su estilo y los agujeros de sus botas;
león, "os Troplongs, los Rouher, violadores de
as Constituciones, estafadores que ha-
III. cen con las leyes lo que h a r í a n con una
baraja; los devotos, los vividores, todo
Llega, aparece el rey salvaje de las ese conjunto monstruoso de bellacos y
profundidades mudas. de miserables, desde el amo hasta el l a -
Acaba de despertarse, no como el lobo cayo, desde el bandido hasta el ratero,
triste que olfatea el ganado, no como el :odos ellos c a l l a r á n s ú b i t a m e n t e cuando
jaguar que v á á las ensenadas á hus- oigan, pueblo, t u respiración, y desapa-
mear si la borrasca ha arrojado cadáve- recerán con la rapidez del relámpa-
res, no como el chacal furtivo que v á du- go. Ocultos, desmayados, perdidos en l a
rante la noche á desenterrar muertos en oscura noche, antes de verte aparecer,
los campamentos después de las bata- desaparecerán y t u voz solemne y elo-
llas, sino para andar durante la oscura cuente, tronando, l l e g a r á hasta el cielo.
noche y á la claridad de las estrellas Jersey, Junio 1853.
porque el azul constelado le place, por-
que Dios hace que el á g u i l a contemple
al sol y el león á las estrellas. Llega,
atravesando las brumas del crepúsculo, IX.
con paso silencioso, tranquilo y satisfe-
cho, aspirando el aire puro que no puede Era de noche; llovía; la marea estaba
respirar en su antro, y con golpes des- alta y una niebla espesísima cubría toda
iguales la cola le bate el vientre, y el la costa. Las vertientes ladraban como
que siente que se le aproxima en la os- perros; las olas, al llanto del cielo unian
curidad, no le vé venir. Las palmeras, sus sollozos; el infinito sacudía y mezcla-
temblando como matas de yerba, se ba en su urna las sombras invasoras del
extremecen; y apacible, magnífico y so abismo nocturno; las bocas de la noche
berbio, llega siempre por el mismo cami parecía que r u g í a n en los aires. Oíase en
no á la hora en que el astro Venus decli- el mar el canon de alarma, y marineros
na en Occidente. próximos á naufragar pedían socorro.
Cuando entra en la colina, marcando E n medio de la borrasca, en la que una
sus garras en la arena movediza, antes ráfaga sucede á otra, a l g ú n barco perdi-
que el ojo humano vea extinguirse en el do lanzaba sus postreros gritos, viéndo-
horizonte su vago fantasma, antes de se sin piloto, sin mástil, sin áncora y sin
que avance en la llanura, todo calla; solo refugio. Caminó en dirección del buque.
se oye su poderoso aliento, que basta pa P a s ó por m i lado una vieja aterrorizada,
ra que se extremezca y tiemble toda la que me dijo:—^"Ha naufragado una em-
naturaleza y para que enmudezcan to barcación,,. Corrí á la playa y solo v i en
das las voces sombrías que aullaban. ella un sudario de neblina, de oscuridad
y de horror; estaba yo allí solo; el oleaje,
IV, levantando su cabeza del abismo, em-
pezó furioso á r u g i r contra m í , como
Cuando levantando l a losa de t u an queriendo alejar un testigo de su cri-
tro y cansado del largo sueño que te men.
oprime, ¡oh pueblo! abriendo los ojos á ¿Qué pretendes, pues, ¡oh Dios! de las
la claridad te despiertes tranquilo; e' ruinas, de los abismos y de las tempesta-
dia en que nuestros innumerables tira des, que no saciado aun de causar tan
nos comprendan que el que se remueve grandes naufragios, n i de sumergir á
en la oscuridad es el león, eres tú, pue fuertes n i á poderosos, quieres sumergir
blo; ese dia el grupo v i l en el que Fals t a m b i é n á los pequeños, y después de ha-
taff se j u n t a con Loyola; en el que esos ber sepultado á la Francia, necesitas
advenedizos sin probidad, que arrastran aun sepultar ese barco?
sotanas ó sables, el general Soufñard, e" Jersey, A b r i l 1853.
L O S CASTIGOS. 379
pués de haber sido titanes Saint-Just
y Robespierre; y la guillotina, después
X. de cortar la cabeza de Briareo, cortaría
la cabeza de A r l e q u í n . E l cadalso es u n
sitio de triunfo siniestro; es la cumbre
I. desde donde el m á r t i r remonta el vuelo;
su hacha es impotente para destruir la
Seria error creer que estos desastres aureola; el cadalso es la sangrienta al-
acaben en cantos y en apoteósis; induda- mena en la que se inclina el alma para
blemente llegará la hora del castigo: los ver la eternidad. L o que necesitan esos
decretos del Altísimo n i retroceden n i criminales es el gorro verde, es la casaca
e n g a ñ a n . Los dias espantosos del casti- de p a ñ o burdo, es el poste, son las pri-
go serán dias sublimes. T ú , pueblo gene- siones de Brest, de Clairvaux y de To-
roso, h a r á s que esos hombres expíen sus lón; es arrastrar cadena, es el látigo, es
crímenes por medio de la ley, sin usar el palo. Deben v i v i r apareados y sufrien-
la espada, sin derramar una gota de san- do juntos la infamia. E l patíbulo los re-
gre, sin perdón, pero sin cólera. No ha- chaza. L a muerte inclina al suelo sus
gas caer un solo cabello de ninguna ojos de virgen en presencia de esos m i -
cabeza, n i salir u n grito de ninguna serables.
boca martirizada; que n i un solo malva- Jersey, Julio de 1853.
do encuentre un asesino. Los tiempos es-
t á n ya cumplidos; la pena de muerte ya
no existe; hemos cerrado la puerta del XI.
matadero humano y todos esos hombres
vivirán; todos, hasta él.
Estas ideas que p r o c l a m á b a m o s ayer, Cuando el eunuco reinaba al lado del
las repetimos hoy y las repetiremos ma- César, cuando Tiberio, Cayo y Nerón
ñ a n a , porque nosotros debemos anun- con su carro de triunfo hollaban á R o m a ,
ciar la aurora de los tiempos futuros. que estaba m á s muerta que Babilonia,
el poeta se apoderó de esos verdugos en
II. su trono, y su Musa en versos llenos de
vida les escupió á la cara. T ú , falso prín-
Su propia reputación hace temblar á cipe, primo de la débil Hortensia, hidal-
esos miserables; les hace creer que si go por t u mujer, almirante por t u ma-
triunfásemos morirían; no comprenden dre, reinas por el 2 de Diciembre y vives
que eso seria deshonrar al patíbulo y res- por el 18 Brumario; pero la Musa te ha
tablecer la cuchilla de l a plaza de la cogido, y ahora, como es natural, te ex-
Gréve. Varios mártires, que iban á la tremeces al verte en manos del severo
horca con la frente erguida, que eran historiador. Pero aunque tiemblas su-
justos y héroes, han muerto en ella su- friendo latigazos líricos, exclamas orgu-
blimándola: después que Carlota Corday liosamente:—"La historia se ocupará de
y que madame Roland pusieron el blan- mí.„ No, miserable; el p a n t e ó n de los re-
co cuello bajo la cuchilla, ¿tendría la pre- yes no se ha construido para tí; no entra-
tensión Maguan de mancharla con su rás en la historia, andrajo humano; te
sangre inmunda? Donde ruge el león no a r r o j a r á á la basura fuera de ella y des-
debe g r u ñ i r el cerdo. Para Rouher, pués te cerrará la puerta.
Fould y Suin no debe emplearse el Jersey, 1.° Agosto 1853.
patíbulo de los Camilos y de los Verg-
niaud. No puede morir Troplong como
Malesherbes, n i Delangle como A n d r é s XII.
Chenier. No es posible arrojar esas cabe-
zas en un mismo cesto, n i poner en con- P a l a b r a s de u n c o n s e r v a d o r á p r o p ó -
tacto á Dan ton con Baroche. No olvide- sito de n n p e r t u r b a d o r .
mos que ese imperio, en el que se mezcla
lo atroz con lo burlesco, es una moji-
ganga, y que si nos ha hecho llorar, Soñé? estaba despierto? Juzgadlo.—-
t a m b i é n nos ha hecho reir. Bajo el U n hombre, un miembro del partido del
pretexto de que ha cometido muchos crí- orden, gravemente me decia:—"La muer-
menes y de que es tan asesino como far- te jurídica que castiga á ese c h a r l a t á n ^
sante, subiría las gradas de esa escala á ese descarado anarquista, es justa. Es
horrible y sagrada siendo payaso, des- preciso que la autoridad y el órden se
380 OBRAS D E VICTOR HUGO.
encargada de un trabajo grande, santo el fuego que brilla, el agua que salta,
y misterioso, y no seré yo quien blasfe- el aire que pasa rugiendo en el trueno y
me de tí, naturaleza. Mientras que la errando por los torrentes, haciendo i m -
cadena que arrastramos nos oprime la posible el mundo de los tiranos. L a ma-
cintura, mientras la oscuridad se ex- teria, en otros tiempos muerta, hoy está
tiende por todas partes, los principios viva; aplastaba ayer al hombre y ahora
ocultos, los elementos esparcidos, el rio, lo arrastra. E l bien germina á cada mo-
el volcan, el gas que se condensa en el mento y la alegría en todas partes. Pue-
aire y se dilata, los ñúidos, el éter, el des estar orgullosa, naturaleza, ya que,
germen sordo y lento, son los obreros impulsada por las miradas de Dios, nos
que trabajan silenciosa y ocultamente, prodigas los dones que t u misterio di-
que no tienen sueño, que no se fatigan, funde; y porque contemplas, como una
que son innumerables. T ú fomentas, l i - madre se inclina para ver salir al hijo
bertadora sombría, su trabajo en la que llevó en el vientre, salir la humani-
oscuridad; para trocar en edén nuestro dad de t u seno inmortal.
infierno, todas tus fuerzas vivas salen del ¡Vida, idea, encarnaciones que bullen
fondo de los abismos. en todos los cerebros! E l progreso, alian-
Murmuras en voz baja:—"Raza de do con ellas sus conquistas, gana un
A d á n , que estás sufriendo; pensadores, punto después de otro y se propaga con-
que á la fuerza os veis ligados al anti- tagiosamente. De ese oscuro m o n t ó n de
guo mundo, cada una de mis leyes os v á hechos prodigiosos, que ninguna mirada
desatando de él. Cada dia surge una puede abarcar y que carecen de nombre
nueva claridad; el pensador acecha y el en el mundo, creas, fuerte como el águila,
azar revela; el viento siembra y el cálcu- el espíritu del hombre, reformando cos-
lo recoge. Fulton, Galvani y V o l t a me- tumbres, ciudades, códigos y religiones.
ditan en los secretos profundos que de T a l es, naturaleza, t u génesis sublime.
vez en cuando nos comunicas; y el hom- Nos deslumhra contemplarte bajo este
bre, deslumhrado, v á descifrando poco á supremo punto de vista. E l mundo, re-
poco las p á g i n a s de t u libro. De dia en clamando el vuelo que Dios le promete,
dia se descubre m á s horizonte. Cada vibra, y desde ahora, grave y pensativo,
descubrimiento del género humano, co- silencioso, inclinado sobre el porvenir,
mo golpe de ariete que se d á en la pared sobre la creación y las criaturas, lanza
de una cárcel, hace extremecer al mun- de sus ojos vaga claridad; y el sábio y
do. E l himeneo de las naciones vá reali- el filósofo distinguen del mundo en las
zándose. Las pasiones, los intereses, las radiantes pupilas la palpitación de las
costumbres y las leyes, las revoluciones innumerables alas del porvenir.
que hacen germinar al género humano Jersey, 23 Mayo 1853.
y cambiar de formas, Paris, Lóndres y
Nueva-Yorck, tienen por lazo que las une
un alambre que tiembla en el fondo de XIV.
los mares. Fuerza desconocida, fuerza
arrancada al rayo, confunde en la cor- Canción.
riente de las aguas la corriente de las
ideas. L a ciencia, hinchando sus olas
desbordadas, sumerge tronos y cetros, E n q u é piensa el proscripto? E n el
ídolos y potentados. Todo se mueve, campo sembrado que abandonó, en la
piensa, anda y crece. E l amor sucede á carreta, en las herramientas, en su cho-
las l á g r i m a s , el agua viva al agua za, en la Francia abatida. Mientras re-
muerta y l a boca que canta á la boca ciben premio y dinero los Dupuis, el
que muerde. L a ciencia, semejante á los pobre desterrado sufre y llora; que no se
antiguos pontífices, unce á sus carros puede vivir sin pan, que no se puede
tonantes hipógrifos espantosos, y los vivir sin pátria.
animales de bronce respiran fuego por
las narices. E l globo esclavo cede al
espíritu soberano. Por grados lentamen- E l obrero s u e ñ a en el taller, en los
te, al recibir t u hálito, la libertad sale de campos el labrador, mientras gozan en
la yerba de la llanura, de las piedras del palacios de todos los esplendores del
camino, de las ramas de los bosques, lujo los que desterraron á los defensores
irradiando, y convierte las leyes de la del derecho; que no se puede vivir sin
ciencia en decretos, destruyendo el es- pan, que no se puede vivir sin pátria.
queleto del antiguo universo, llenando
LOS CASTIGOS. 383
E n Mayo oian zumbar á las abejas y alma está donde yo no puedo estar. E n -
veian correr por los trigos á los gorriones tre cuatro tablas de pino enterradme en
que nos robaban las cosechas, y ahora la pradera; que no se puede v i v i r sin
viven ausentes, recordando sus hogares pan, que no se puede vivir sin p á t r i a . „
y hasta echando de menos los contra- Jersey, 13 A b r i l 1853.
tiempos que allí sufrían; que no se pue-
de vivir sin pan, que no se puede vivir
sin patria.
XV.
„Muero por no ver los campos en los L a conciencia humana ha muerto; ese
que veia rayar el dia; muero por no oir hombre se ceba en ella en la orgía; su
los cantos que oia desde m i ventana. M i cadáver le place, y alegre vencedor, con
384 OBRAS D E VICTOR HUGO.
E l juez se prostituye por recurso; el Ante las traiciones, ante las cabezas
sacerdote hace que se extremezca el encorvadas, me c r u z a r é de brazos, i n -
hombre honrado, que se queda despavo- dignado, pero sereno; conservaré sombría
rido; destierran el dinero de los cam- fidelidad á todo lo caido; conozco m i
pos del labriego, y Sibour revende á fuerza y soy de bronce.
J e s ú s , que Judas vendió por prime-
ra vez.
Mientras esté allí, ya ceda, ya persis-
ta, Francia querida y siempre llorada,
Reina, César, que eres el elegido del no pisaré t u pátrio suelo, tumba de mis
Dios de los ejércitos; el pueblo te obede- antepasados y nido de mis amores.
cerá, porque te debe obediencia. Así dicen
sus secuaces, cantando con las manos
cerradas, entre cuyos dedos se ven bri- No pisaré t u territorio, Francia queri-
llar cequíes de oro. da, y excepto m i deber, lo olvidaré todo.
Entre los que sufren p l a n t a r é m i tienda
y p e r m a n e c e r é siendo proscripto, pero
Mientras se vea triunfar á ese príncipe siempre firme.
que el Papa bendijo, á ese monarca ma-
l a n d r í n que lleva en una mano el cetro
y en la otra los alicates, á ese Carlo-Mag- Acepto el duro destierro, aunque no
no, que S a t a n á s ingertó en Mandrin; tenga fin n i término, sin criticar por eso
á los que han cedido y que yo creí dota*
dos de mayor firmeza, n i á los muchos
Mientras se cebe mascando el jura- que se van, cuando debían permanecer
mento, la v i r t u d y el honor, y ébrio vo- lejos de la pátria.
mite su ignominia sobre nuestras glo-
rias, aunque aumentase la abyección Si en el destierro somos m i l , con los
pública hasta el punto de que todo el m i l estaré; si solo somos ciento, con los
mundo le adorase; ciento desafiaré á Sila; si solo quedamos
diez, seré el décimo; si solo queda uno,
Aunque para agradar á César renega- ese seré yo.
sen de todos nosotros; aunque el pros Jersey, 2 Diciembre 1852.
cripto tuviera que i r mendigando de
puerta en puerta; aunque el destierro
expulsase á los expulsados; aunque el Lux.
sepulcro expeliese á los muertos,
I.
No vacilaría; seguiría pensando lo
mismo, y sin lanzar una queja, tranqui Tiempos futuros! Vision sublime! Los
lo, con el luto en el corazón, en el des- pueblos han salido del abismo y han
tierro te a b r a z a r í a , pátria mia, que eres atravesado el silencioso desierto; después
m i ídolo, que eres m í bandera. de las arenas han encontrado llanuras
tapizadas de césped, y la tierra es la es-
Nobles compañeros, sigo profesando posa que se enlazó con el esposo.
vuestro culto; queridos desterrados, la
R e p ú b l i c a nos u n i r á para siempre; glori Y a las miradas se elevan y ven acer-
ficaré todo lo que ahora se insulta y lle- carse el hermoso delirio que u n d í a será
n a r é de oprobio todo lo que ahora se realidad, porque Dios r o m p e r á todas las
bendice. cadenas, porque el pasado se llama ódío
y el porvenir se l l a m a r á amor.
Seré siempre, bajo la cubierta de cení
za que me cubre, la voz que exclame:— Desde ahora, entre nuestras miserias,
"Eres nuestra desgracia!,, y la boca que germina el himno de los pueblos herma-
diga:—"No„. Y mientras tus criados te nos volando por las sombrías enrama-
LOS CASTIGOS, 385
das; como el pajarillo que la aurora constituye una sola familia unida. E l
despierta, el progreso, abeja tenebrosa santo trabajo de todos se armoniza, y l a
de nuestras desgracias, fabrica la feli- sociedad, en la que resuenan infinitos
cidad. himnos, acoge con transporte el esfuerzo
que hace el hombre m á s insignificante;
el trabajo m á s humilde verificado en una
Mirad cómo se desvanece l a noche. c a b a ñ a conmueve al pueblo inmenso,
Por el mundo que se emancipa, olvidan- que goza de completa ilustración; la
do á los Césares y á los Capetos, en las humanidad, en su espléndida grande-
naciones núbiles, abre la paz en el vasto za, agradece el dón que recibe del m á s
azul sus inmensas alas. humilde trabajador; como las grandes
encinas, llenas de hojas y de ramas, co-
mo los viejos cedros, frondosos y duros
Por fin, Francia, surges de la esclavi-
como el granito, al hacer en ellos su n i -
tud; después de l a orgía te ciñes la blan-
do la curruca, se extremecen contentos y
ca túnica, triunfas de tus dolores; el
gozosos de que una avecilla les traiga
trabajo suena en tus fraguas, el cielo te
una hebra de yerba.
sonrio y los pitirrojos cantan sobre los
floridos pinos.
m.
E l moho corroe las alabardas; de las Compañeros valientes del destierro,
bombardas y de los cañones destrozados proscriptos como yo, muchas veces me
n i siquiera queda un pedazo bastante habéis oido expresarme de este modo, y
grande para que se pueda tomar en una algunos de vosotros, m á s incrédulos que
fuente el agua que necesita beber un pa- yo, me habéis replicado:—"Pierde la es-
jarillo. peranza; aunque fuésemos hijos de una
raza maldita, el cielo no seria m á s cruel
para nosotros. No comprendemos su i n -
Los rencores se han disipado; á todos clemencia. Por , q u é castigar al justo?
los corazones y á todos los pensamientos L a v i r t u d se asombra y empieza á mirar
domina el mismo designio, forman un fijamente á Dios, que se oculta y se
haz soberbio, y Dios toma para ligarle la aparta de nuestra vista. ¿Por q u é han de
vieja cuerda de la campana que tocaba prevalecer la iniquidad y el crimen? No
é> rebato. comprendemos los designios de Dios, no
comprendemos cómo deja brotar tantas
alegrías para los inicuos, por q u é causa
E n el fondo de los cielos oscila u n tanta desolación; no comprendemos tam-
punto luminoso. Mirad cómo crece, cómo poco cómo es que abrigas tan risueña
brilla, cómo se acerca; es rojo, es enor- esperanza.,,—^¿Quién, hermanos mios,
me. República universal, no eres aun comprende á ese inmenso sér misterioso?
m á s que una chispa, pero m a ñ a n a se- ¿Quién ha atravesado el espacio, la tier-
rás u n sol. ra, el agua, el aire, el fuego y l a exten-
sión, y puede decir: "He visto á Dios?
II. ¿Quién puede decir yo le conozco, yo sé
Fiestas en las ciudades, fiestas en los cómo ha creado al hombre, yo sé cómo
campos; los cielos no tienen ya infierno, ha formado la creación; yo he visto
las leyes no tienen ya presidios. ¿Dónde abrirse su mano invisible, lanzar de ella
está el patíbulo? H a desaparecido. Todo el invierno, el trueno y las tempestades,
renace. L a felicidad de cada uno se au- extender y recoger el negro manto de la
menta con la felicidad de las naciones. noche, hacer nacer el embrión del alma,
Y a no hay soldados que e m p u ñ e n espa- apoyar en la oscuridad el vacio, el polo
das, ya no hay fronteras n i fiscos, n i del Septentrión, disponer los momentos
espada en forma de cruz. L a Europa, son en que las cosas suceden, hacer entrar l a
rojándose aun, exclama:—"¡Y yo tenia muerte en el banquete del rey festejado,
reyes!,, y la A m é r i c a exclama también: crear la a r a ñ a y su tela, pintar la flor,
•—UY yo tenia esclavos!,, L a ciencia, el sazonar el fruto, sin perder una sola
arte y la poesía han cortado todas las estrella conducir todos los astros noc-
trabas en todo el género humano. Y a no turnos, detener las olas en las playas,
existen los males que sufríamos. Los perfumar las rosas en el verano, derra-
piés libres del hombre han olvidado las mar el tiempo como un manantial de
cadenas que los sujetaban. E l mundo agua viva de las urnas de la eternidad,
TOMO V .
49
386 OBRAS D E VICTOR HUGO.
conseguir con u n solo soplo extremecer mo tiembla una llama cuando pasa e l
el firmamento en toda su extensión, como viento;
si fuese la frágil c a b a ñ a de u n pastor,
adherir los globos á las esferas con lazos
invisibles... Quién puede decir todo esto? Y a que la noche le conoce, ya que
Nadie. Todo esto es oscuro ó incompren- as tinieblas le ven, y cuando quiere
sible para los mortales. E l hombre es un salva la nave que zozobra, ¿cómo hemos
vano clarín que suena. Dios solo é i n - de dudar de él nosotros, puros y firmes,
comprensible gobierna la naturaleza. enorgullecidos de nuestras angustias,
que estamos de pié ante todas las tira-
n í a s y que solo nos arrodillamos ante él?
IV.
Y a que azota al Océano, que muge Tiempos felices brillarán, no solo para
como u n toro bravio; ya que todo lo vé la Francia, sino para el mundo entero.
ya que el hombre es ciego; y a que él es Entonces, en la completa emancipación,
nuestro centro, y nos lleva donde quiere funesta sola para el pasado, c a n t a r á la
y á su paso el cometa se extremece, co- humanidad, coronada de flores, como
LOS CASTIGOS. 387
señor que vuelve á su casa desierta, de beza sobre los tronos, que caen perdidos
la que fué expulsado. para sus salvadores, y he oido los t e r r i -
bles y bélicos clamores y he visto temblar
á ese gran salteador de caminos. E l rayo
Los tiranos se e x t i n g u i r á n como me- súbito deslumhró sus pupilas y se extre-
teoros; y como si de la noche saliesen dos mece espantado ante los Dardanelos, el
auroras, en el mismo cielo azul veremos cobarde. Gracias á nuestros hijos los
salir del abismo en que estamos sumidos, soldados, que aunque infieles son valien-
mezclando sus dos brillantes rayos, l a tes; m a ñ a n a , sobre esa frente v i l , como
fraternidad de los hombres y la paterni- á g u i l a que se cierne sobre inmundo es-
dad de Dios. tercolero, quizás alguna victoria ciega
bata sobre ella sus alas. A pesar de su
Os lo declaro, os lo repito, porque el cobardía no tiene m á s remedio que com-
clarin repite lo que dice la trompeta; batir. Dios le castiga, y después de re-
reinará en el mundo la paz y brillará la volcarse en el fango del crimen, tiene
luz. No h a b r á siervos n i proletarios, y que i r á la guerra forzadamente. N i ar-
desde lo alto del cielo manifestará á la rastrándose como perro que se niega á i r
t i e n a la libertad su majestuoso cariño. adelante, n i pidiendo perdón, n i lamien-
do los piés de los cosacos del D o n , puede
escusar la guerra. No puedes evitar ser
E l árbol santo del progreso, que ayer César; á la guerra, pues, falso león; lo
era quimérico, crecerá, cubriendo la Eu- exige así t u melena. Te esperan el R h i n ,
ropa y la América sobre los escombros el Elster y el Adige, y l a fosa al lado del
del pasado, y dejando brillar el éter pu- carro triunfal. L a guerra es el fin, el fin
ro al través de su ramaje, aparecerá el deseado. Subo á la torre para oir tocar el
dia lleno de palomas blancas y la noche formidable Angelus de l a caida de la tar-
llena de estrellas. de, de la ú l t i m a hora de los reyes, de l a
primera hora de los hombres.
Y nosotros t a l vez habremos muerto S u r g í s por fin, derecho, progreso y l i -
en el destierro, mártires ensangrentados, bertad, que invocaban nuestras voces ex-
mientras los hombres que no han nacido tenuadas; se disipa la oscuridad, y al tra-
aun vivirán satisfechos y dignos á la vés de las nubes se ven reaparecer las
sombra de ese gran árbol, y quizás nos elevadas cumbres de las m o n t a ñ a s .
despertarán para que besemos sus raices Volvemos á ver las cumbres de las re-
desde el seno de nuestros sepulcros. voluciones. Viejo mundo del pasado,
Jersey, 20 Diciembre 1853. m á r c h a t e , vete; desaparecer es l a ley de
t u destino. E l á n g e l de flamíjera espa-
El Fin. da, de pié detrás de t í , te mete l a espada
por el flanco y te lanza en el abismo.
Cuando iba á terminar estas p á g i n a s Jersey, 9 Octubre 1853.
inflexibles, la guerra ha levantado la ca-
f IN Df: JJO^ f A ^ T I Q O ^ .
LAS CONTEMPLACIONES.
P R E F A C I O .
NTRODUOCION.
•«>-o-g3-^3S=i-»=3-3-i
TOMO V. 50
LAS CONTEMPLACIONES.
á las palabras, dicióndolas:—"Constituid lace penetrar por los poros de todos los
una República, sed u n hormiguero i n - lombres. Las preocupaciones que se for-
menso y trabajad: ¡creed, amad y v i - man como las m a d r ó p o r a s , del sombrío
vida—Todo lo he conmovido, y con tris- amontonamiento de los abusos que per-
teza arrojó los versos nobles á los perros sisten por el lapso del tiempo, se disuel-
humildes d é l a prosa. ven con el choque de todas las palabras
flotantes llenas de su voluntad, de su
objeto y de su alma. L a prosa, el verso,
L o que yo hice, otros t a m b i é n lo hicie- el drama, la expresión, el sentimiento,
ron, y mejor que yo. Calíope, Euterpe y brillan como faroles en la calle y como
Polimnia perdieron ya su gravedad pos- estrellas en el firmamento. Penetran en
tiza. Hemos puesto contrapeso á la ba- las profundidades del lenguaje insonda-
lanza hemistiquio; es verdad, debéis mal- ble, soplan al arte, y después de haber
decirnos. E l verso, que en otros tiempos llenado con su dignidad al pueblo, des-
se ceñia siempre en la cabeza doce plu- arrugan el ceño de las frentes, mejoran
mas formadas en círculo y que saltaba á la m u l t i t u d degradada, y después de
sin cesar en la doble raqueta que se convertirse en derecho, se convierte en
llama prosodia, y etiqueta t a m b i é n , rom- idea.
pe ya para siempre la regla; es un vo- Paris, Enero 1834.
lante que se convierte en pájaro y se es-
capa de la j a u l a de la cesura, corre por
los barrancos, ó vuela hasta las nubes
como una alondra. VIII.
Continuación.
E n la actualidad todas las palabras
son ya m u y claras; los escritores han
emancipado la lengua, y gracias á esos Es preciso convencerse de que la pala-
bandidos, lo verdadero destierra al en- bra es un ser vivo. L a mano del soñador
jambre de los pedagogos, la imaginación vibra y tiembla al escribirla; la pluma
pendenciera y alborotadora rompe las que de su a alas alarga la extensión, ras-
ventanas que tapaban el espíritu de los ga el papel cuando la escribe. L a pala-
ignorantes, la poesía con su triple frente, bra, el t é r m i n o , tipo venido de no se
que rie, suspira y canta, que Planto y sabe dónde, faz de lo invisible, aspecto
que Shakespeare sembraron, el uno en la de lo desconocido, quién lo creó? ¿Quién
plebe y el otro en el populacho, que der- lo forjó? Saliendo de la oscuridad, as-
rama en las naciones la cordura de Job cendiendo y descendiendo en nuestra
y la razón de Horacio, y que sagrada imaginación, y encontrando siempre el
loca de brillantes miradas asciende á la sentido, como el agua el nivel, formula
eternidad con el transcurso del tiempo, claridades flotantes en el cerebro.
reaparece; l a Musa vuelve á ocuparse de
los mortales, llora por la miseria huma-
na, hiere y consuela, v á desde el zenit Indudablemente comprendereis todos
hasta el nadir, y hace resplandecer sobre que las palabras representan objetos, y
todas las frentes su vuelo, que es u n tor que ruedan en tropel por el abismo os-
bellino; su lira, que es un h u r a c á n de curo de l a prosa, ó hacen rugir al bosque
chispas, y sus infinitos ojos y sus fini tempestuoso del verso. L a palabra sabe
tas alas. el secreto de l a esfinge que se llama
espíritu humano. L a palabra quiere ó
no quiere, corre como hada ó como ba-
E l movimiento completa su acción. cante, se ofrece, se entrega ó huye; t a l
Gracias á t í , santo progreso, l a revolu palabra es una sonrisa, t a l palabra es
cion vibra hoy en los aires, en las voces una mirada; hay palabras profundas que
y en los libros. E n la palabra palpitante hacen meditar al hombre; toda fuerza
l a siente v i v i r el lector; grita, canta, en en el mundo tiene la palabra por m u l t í -
seña y rie; su lengua está t a n emanci- plice; modelada s e g ú n el cerebro, viva ó
pada como su espíritu. Penetra en la lenta, grave ó corta, el hueco del cráneo
novela y habla en voz baja á las muje humano le d á su relieve y la antigua
res. Empieza á abrir ahora sus dos ojos marca queda en él cerca de l a nueva; lo
luminosos, mirando con uno al ciudada que una palabra no sabe, otra lo revela;
no y con el otro al pensador. Coge de la las palabras chocan en la frente como
piano á su hermana la Libertad y la el agua en los arrecifes; hormiguean,
LAS CONTEMPLACIONES. 401
abriendo en nuestro pensador espíritu en el recinto donde duermen los muer-
garras ó manos, y algunas abren alas. tos, y Don Juan palidece y se queda
Como sobre un hogar oscuro saltan chis- petrificado; convierte al m á r m o l en es-
pas, tristes, alegres, siniestras ó dulces, pectro y al hombre en estátua. Golpea,
las palabras saltan en nuestro pensa- hiere, marca, resucita y mata. Nemrod
miento; las palabras son los t r a n s e ú n t e s dice: "G-uerra!,,, y desde el Ganges al
misteriosos del alma. Biso brillan las espadas y corre la san-
gre. "Amaos unos á otros,,, dice Jesu-
cristo; y esa frase brilla y reverbera
Cada una de ellas nos trae una som- en todo el universo, reflejando en todos,
bra ó sacude una llama, cada una de hasta en t í . Tiberio, en el cielo, en las
ellas guarda una región del cerebro; por- flores, en el hombre regocijado, como el
que la palabra se llama legión, y por eso ardiente sol del amor infinito.
cada uno, con el trabajo común, produce
obra diferente; porque de esa m u l t i t u d de
signes y de sonidos, que escribiendo ó Cuando la creación salió de las manos
hablando se escapan de nosotros, nacen de Dios, el primer hombre dijo la prime-
los gritos, los cantos, los suspiros, los ra palabra; el vocablo que salió de sus
discursos; por eso, presente en todas par- labios, y que oyó toda la naturaleza, en-
tes, emana, escondida en el idioma, la contró á la luz en los cielos y la dijo:—
palabra; tiene bajo sus piés el globo "Hermana mia! vuela! ciérnete! sé eter-
y lo esclaviza; y así como el hombre es na; alumbra á los astros; calienta el
el animal donde vive el alma, esa cla- éter, las esferas, los globos ardientes,
ridad celeste que aprisiona el cuerpo, así ilumina por fuera y por dentro. Vas á
la palabra es el animal que encierra la tener vida, como la tengo yo. Serás la
idea. lengua de fuego y yo seré el apóstol.
Surge, borra la oscuridad, deslumhra al
horizonte, haz nacer en él la aurora, que
L a palabra hace que todo vibre en el yo valgo tanto como tú, que si t ú eres el
fondo de nuestros espíritus; todo lo re- alba, yo soy la razón. Hermana mia,
mueve en ellos; consigue que se nos vas á apoderarte del mundo, echándole
aparezcan Beatriz, Licoris, Dante en el la red de t u claridad; con tus rayos de
cementerio y V i r g i l i o en Pausílipo; es oro vas á ligar las tierras, los soles, las
el oscuro pólipo del Océano del pensa- flores, las olas, los campos y los cielos, y
miento; en el libro que brota de l a pluma
yo voy á atar las bocas, y sobre todos los
de Esquilo, en el que escribe sobre sus
hombres voy á tejer, con hilos de armo-
rodillas San Juan en Patmos, entre ver-
nía y de luz, para prender todos sus co-
sos llenos de hidras y de vampiros, se
ven palabras mónstruos arrastrarse en razones, la inmensa tela del amor. Y o
sus obras prodigiosas. existia antes que el alma. A d á n no es
m i padre. Y o existia antes que tú; t ú ,
luz, sin m í no hubieras podido salir del
E l sorprendente poder de una mano abismo en donde todo se arrastra enca-
impalpable pone una palabra sobre u n denado; me llamo Fiat lux, y yo soy t u
hombre, y este hombre, extremeciéndose, primogénito. „
se seca y muere envenenado por su pro-
funda fuerza; se dispara una palabra
vengadora que penetra en el flanco de L a palabra es poderosa; desata el nudo
todo u n mundo, y este mundo, arras- gordiano con que el error l i g a al hom-
trando la espada, el cadalso, sus leyes, bre; es rayo en la oscuridad y gusano en
sus costumbres y sus dioses, cae desplo- el fruto maduro; suena en una trompeta
mado. L a palabra devora y nada se le y hace temblar una muralla, y Baltasar
resiste. A su hálito, auxiliado por el se bambolea y Jericó se desploma; se i n -
alma y por la luz, se exfolia lentamente corpora en el pueblo, siendo ella misma
la enorme oscuridad. D á su fuerza som- muchedumbre; es vida, espíritu, g é r m e n ,
b r í a á los hombres de acero, á los hom- h u r a c á n , v i r t u d y rayo, porque la pala-
bres que nada dobla; hace pronunciar á bra es el Verbo y el Verbo es Dios.
C a t ó n este monosílabo: No. Los grandes Jersey, Octubre 1854.
obstinados, Bruto, Colon, Zenon, hacen
siempre brillar en sus pupilas esta pala-
bra luminosa: "Esperanza,,. Consigue
abrir la boca de piedra de una estatua
TOMO V .
51
OBRAS D E VICTOR HUGO.
X.
A madame B , Gr. de
E l poema inconsolable se lamenta; el
drama llora, y por medio de los actores
difunde sus lágrimas; el público que E n otro tiempo os decia:—"Vivid y
siente y se enternece en aquellos mo- reinad, señora; os esperan los salones,
mentos, después entra en reacción y ex- donde reclaman vuestra presencia; los
clama:—'"Bah! E l autor es u n hombre deslumbradores bailes quedan desani-
de talento, que, excitando las pasiones de mados cuando los abandonáis; amad,
los héroes de sus obras, se rie de nosotros reid, cantad; tenéis el esplendor de los
cuando vé que nos hacen llorar esos do- astros y de las rosas; vuestras hechiceras
lores imaginarios: t r a n q u i l í z a t e , esposa y elocuentes miradas comentan vuestras
mia; e n j ú g a t e los ojos, hermana.,, Pero conversaciones ligeras y graciosas; lo
el público se equivoca: el espíritu es el que vuestros labios dicen chispea en
corazón; a l pensador le hace sufrir su vuestros ojos. Parece que cuando a l g ú n
propio pensamiento, que con sus llamas pesar os atormenta, vuestras pupilas
le quema; el poeta ha derramado la san- derramen perlas y no l á g r i m a s . V i v i d
gre que sale de su drama en los séres siempre festejada y dichosa, ¡oh hermosa
que creó. Viven con su propia vida, de los cabellos de oro!,.
tiembla con ellos y muere como ellos.
A l poeta hace extremecer su creación:
cuando en l a soledad y en el silencio Ahora os veo p á l i d a , grave, muda y
trabaja, llora y pone su propio corazón transfigurada, y os digo:'—'"¡Ven á bus-
en el drama; es un escultor, que en su so- carme, poeta! Sér misterioso, a r c á n g e l ,
ledad petrifica su propia carne en la sa- laz que para m í sean transparentes l a
grada arcilla, en la que renace sin cesar, ierra y el cielo; r e v é l a m e con una pala-
y ese soñador que crea á Otelo de una bra el oscuro enigma humano y el secre-
l á g r i m a y á Alcestes de un sollozo, con- to del mundo; confirma en m i espíritu á
fundido con ellos aparece en sus obras. Descartes ó á Espinosa, porque t ú sabes
E n su génesis, inmenso y verdadero, uno el verdadero nombre del que abrió, para
y diverso, el que sufre m a l eterno se der- que pudiésemos ver l a luz, esos agujeros
rama, sin agotar nunca su manantial de en la negra techumbre que se llaman
vida, por lo que es como u n dios; es un estrellas; porque yo te siento flotar en
génio, a d e m á s de ser un hombre como todos los ramajes que se inclinan hácia
los otros. Corneille es hijo de Rouen, mí; porque de t u l i r a invisible salen su-
pero su alma pertenece á Roma; posee blimes cantos; porque el sombrío Océa-
el pensamiento varonil de los Catones. no, en el que m i esquife se aventura, te
Extraordinaria es la palidez de Shakes- espanta y te complace; porque la santa
peare; antes que á H a m l e t , le espera naturaleza, con sus campos, sus olas y
el fantasma en la áspera plataforma, sus bosques, hablan á t u alma grandiosa
mientras que en el horizonte v á ascen- con su grandiosa voz.,,
diendo la luna; con el fugitivo Ulises, Paris 1840. Jersey 1855.
espantado, Homero huye por l a playa
durante el crepúsculo; San Juan se ex-
tremece, y en el fondo de su sombrío pe- XI.
cho toca á rebato el sombrío Apocalip
sis; en el seno de Esquilo, Orestes camina
y ruge, y en su gigantesco cráneo está JLise.
clavado Prometeo.
Paris, Enero 1834.
Y o tenia doce años y ella diez y seis;
era alta, yo era bajito. Para hablarla
con m á s confianza, esperaba que se fuese
m i madre, y cuando se iba, me sentaba
al lado de esa n i ñ a por el placer de ha-
blar con ella á solas.
LAS CONTEMPLACIONES. 403
Desde entonces, ¡cuántas flores se han
agostado y c u á n t a s primaveras! ¡ C u á n -
tas pasiones muertas y c u á n t a s tumbas
cerradas! ¿Quién se acuerda ya de lo que
sintieron los corazones? ¿Quién se acuer- V e r é novo.
da ya de aquellas flores marchitas? E l l a
me amaba y yo la correspondía; éra-
mos dos niños, dos perfumes, dos rayos
de luz. Sonríe la m a ñ a n a á las flores brillan-
tes de rocío. Oh primavera! Cuando
recordamos en todas las misivas que los
Dios la creó ángel, hada y princesa. soñadores amantes envían á sus mujeres
Como era mucho mayor que yo, estaba predilectas, en los mensajes de amor, de
siempre p r e g u n t á n d o l a por el placer que embriaguez y de delirio, que se reciben
me causaba decirla: por qué? y muchas en el A b r i l y que se rasgan en el Mayo,
veces, ella, temerosa, evitaba mis ar- creemos ver volar á la merced del viento
dientes miradas, que l a dejaban pensa- alegre, y por los prados y por los bos-
tiva. ques, sobre el agua y bajo el cielo, va-
gando por todos los sitios, buscando en
todas partes u n alma y llegar á las flo-
Después hacia alarde de m i ciencia res saliendo de las mujeres, los pequeños
infantil, de los juegos en los que mani- pedazos blancos, lanzados en u n torbelli-
festaba m i habilidad, y como estaba or- no, de todas las cartas amorosas conver-
gulloso de aprender el l a t i n , le t r a d u c í a tidos en mariposas.
muchas veces á Fedro y á V i r g i l i o , le Mayo 1831.
hablaba de m í , y envanecido, le decia
algunas veces:—"Mi padre es general,,.
XIII.
Aunque era mujer, q u e r í a que leyera
algunas veces algo de latin, y yo le tra- A p r o p ó s i t o de H o r a c i o .
ducía a l g ú n versículo, cuyo sentido ella
procuraba comprender; y en la iglesia
me inclinaba muchas veces hácia su l i - Domines latinos, pedantes, magisters,
bro de oraciones, y un á n g e l a b r í a sobre pedagogos, os aborrezco, porque con
nosotros sus alas blancas, cuando asis- aplomo grave, infalible y estúpido ne-
tíamos juntos á las vísperas los do- gáis el ideal, l a gracia y la belleza!
mingos. Vuestros textos, vuestras leyes son fósi-
les, y á pesar de vuestro aspecto de
suficiencia, sois unos imbéciles que lo
E l l a decia de m í que yo era un niño, queréis enseñar todo y no sabéis nada.
y yo l a llamaba la señorita Lise. Para Me hierve la sangre cuando recuerdo
traducirle a l g ú n salmo, me acercaba aquel tiempo en que yo era un diablo
mucho á su devocionario; me acercaba de diez y seis años y m u y fuerte en re-
tanto, que u n dia mis labios de fuego ro tórica. ¡ C u á n t a s reprensiones, c u á n t a s
zaron sus frescas mejillas. rabietas y c u á n t o s castigos me costó! U n
domingo me castigaron encerrándome
en m i cuarto y haciéndome aprender de
¡Infantiles amores, t a n r á p i d a m e n t e memoria quinientos versos de Horacio:
desvanecidos, que sois el alba que apunta quise oponerme, pero no me fué permi-
en la m a ñ a n a de la existencia, encantad tido hablar, y tuve que sufrir el castigo;
á los niños con vuestros inefables éxtasis, tuve que estudiar veinte veces la oda á
y cuando llegue para nosotros la tarde Planeo y la epístola á los Pisones; y
de la vida, encantad aun nuestras almas, precisamente ese dia tenia una cita con
infantiles amores, que os desvanecéis tan la hija del portero. Gran Dios! ¡Tener
rápidamente! que perder u n dia entero! Debia dedi-
Mayo 1843. carlo al éxtasis puro del amor, y para
embriagar á dicha j ó v e n con el cielo y
con la naturaleza, llevarla, si el tiempo
lo permitía, á comer tortas de hojaldre
en los cerros de San Grervasio, Rabioso,
subí á m i cuarto, que era un horno en el
OBRAS D E VICTOR HUGO.
XVI.
L a ^an^anita. (i]
A. M. Froment-Heurice.
brillante, el arte es fuego que alumbra: del mundo se presenta con toda su feal-
la estrella equivale al sol y la chispa dad, y eso no me incomoda, encuentro
equivale á la llama. justo, amigo mió, que al leer en voz alta
Paris 22 Octubre 1841. los epitafios que ponen á los muertos, en
los que consta siempre que los fallecidos
eran hermosos y buenos, esos pájaros
consigan que las tumbas se rian.
XVII. Paris, Mayo 1835.
Los pájaros.
XVIII.
Eecorria un cementerio grande y de-
sierto, pensando en los fallecidos, y ca- A n t i g u a c a n c i ó n de l a j u v e n t u d .
minaba sobre la yerba florida y por en-
tre las cruces de las tumbas. ¡Dios quiere
que lo que nace salga de lo que muere!
—Alrededor de mí, sin cuidarse de m i No me ocupaba de Rosa, aunque Rosa
aspecto tenebroso, una bandada de ale- vino al bosque conmigo; hablamos de
gres y libres gorriones iban y venian, cualquier cosa, pero no me acuerdo de
qué.
cantando, volando y saltando, pasaban
sus picos por las narices de las e s t á t u a s
y picoteaban en las tumbas; indignado Estaba frió como el m á r m o l y cami-
les dije:—^Respetad á los muertos! ¡No naba distraído; me ocupaba de los árbo-
seáis arpías!,,—'"Somos gorriones,,, me les y de las flores, y los ojos de Rosa
contestaron.—"Silencio, y salid de aquí!,, parecían que me p r e g u n t a b a n : — " ¿ Y q u é
repliqué colérico. Entonces huyeron; co- más?,.
nocían que yo era el m á s fuerte. Solo
quedó uno de ellos detrás de mí, que ir-
guiendo l a cola, exclamó:—"¡Será a l g ú n E l rocío nos e n s e ñ a b a sus perlas, los
antiguo clásico!^ árboles nos presentaban sus quitasoles;
Ibamos caminando. Y o oyendo los mir-
los y Rosa los ruiseñores.
Cuando se volaban todos furiosos, lan-
zando gritos y m i r á n d o m e de reojo, un
acebo que crecia cerca de una tumba, Y o tenia diez y seis años y estaba
deteniéndome bruscamente por el brazo melancólico; ella tenia veinte y le bri-
al pasar por delante de él, me dijo:— llaban los ojos; los ruiseñores cantaban
"Esos pájaros cumplen con su destino. á Rosa y á m í me silbaban los mirlos.
Dejadles, que los envia Dios. Ellos dan
vida al cementerio; ellos alegran á la
naturaleza; toman el m u r m u l l o al ria- Rosa, poniéndose de puntillas, levantó
chuelo, la claridad al astro, la sonrisa á temblando el brazo lindo y blanco para
la aurora; en todas partes donde ríen los coger en una rama una mora madura,
hombres recogen sus alegrías y nos las pero yo no v i su lindo brazo.
traen; de las yerbas, de las malezas y de
las olas recogen la alegría y se compa- Corría fresca y pura el agua de los ar-
decen de nosotros, que vivimos sumidos royuelos sobre aterciopelados musgos, y
en la tristeza, acudiendo hasta a q u í ale- cariñosa la naturaleza dormitaba en el
gres y ligeros á vaciar en nuestra oscu- silencio d é l o s bosques.
ridad toda la luz que recogen de todas
partes. Cuando nos los trae el mes de
Mayo, nosotros exclamamos:—"¡Ya es- Rosa se quitó los zapatos, y con franca
t á n aquí!,,, y en el cementerio todo se inocencia metió los piés en el agua lím-
conmueve, cerros, piedras, céspedes; los pida; pero yo no v i sus piés desnudos.
arbustos hablan, y la yerba se extasía,
el sauce llorón canta terminando su
frase, conversan con los tejos, que se No sabia q u é decirla; l a seguía a l tra-
han hecho parlanchines; de los sudarios vés de los bosques, y de cuando en cuan-
m á s pomposos despasan el broche, se do la veia sonreír y de cuando en cuando
burlan del m á r m o l , y yo que soy a q u í la oia suspirar.
el viejo g r u ñ ó n , ante el que la mentira
Q-
9
LAS CONTEMPLACIONES, 407
Solo me apercibí de que era hermosa
cuando salimos del bosque.—'"Pues bien;
no pensemos m á s en eso,,, exclamó ella.
Desde entonces no pienso en otra cosa.
XXI.
P a r í s , Junio 1831.
L a fiesta e n c a s a de T e r e s a .
do lo habéis perdido ya; los versos vagan ^ dalo!,, y debéis poner á Cupido una casa-
sin traba alguna. A l azorado Raoine ca y unos calzones; debéis cerrar los ojos
preferimos Moliere, preferimos Rotrou á para no mirar á las nueve musas, y Apo-
Ducis. Lucrecia Borgia sale bruscamen- lo debe pareceres u n mohicano y Venus
te de una cueva y mezcla repugnantes una salvaje.
venenos con vuestros malvabiscos, y el
drama desmelenado os asusta; ¡eso es
horrible! Soy u n bandido, u n jacobino, E l tiempo^—que con frecuencia consti-
u n m a l a n d r í n , porque he dislocado los tuye toda vuestra sabiduría—debe reñi-
necios alejandrinos. Las palabras de alta ros en voz baja, y reprendiéndoos, deci-
alcurnia, las sílabas marquesas, vivian ros:—"Padecéis u n error, y vais á enron-
juntas en el fondo de exquisitas grutas, quecer si gritáis tan fuerte; no vale la
hablando solo entre ellas, y yo dije á las pena de que os incomodéis porque se
palabras de baja ralea:—"¡Mancas, cojas introduzcan algunas novedades; esas
y gotosas, erguios, cerneos y confundios gentes prosiguen su camino y no debe
sin observar ninguna regla en la pro- importaros que solo encuentren cenizas
funda é inmensa caverna de las águilas!,, del fuego que os calentaba. ¿Por q u é de-
—En otras ocasiones ya confesó haber claráis la guerra al alboroto que mueven?
cometido esos crímenes; sí, yo soy Papa Este siglo es el siglo de la libertad, y si
voine, Eróstrato, A t i l a y todo lo que no os acomoda su modo de ser, cerrad
queráis. bien vuestras ventanas, corred las corti-
nas, soplad la bujía y volvedles las es-
paldas. E l alma del verdadero sábio es
Encolerizaos y llamad á la guardia; sordo-muda. ¿Qué os importa que t a l ó
tronad contra mí, que no os temo. Núes cual poeta quiera, como el pájaro, tener
tros progresos creéis que os ultrajan; de diferente canción, y que, bribón del Pin-
testáis este siglo, en el que hablando á dó, hermano de leche de las musas,
las gentes se dispensan en los versos los mientras canta el corybante (1), muerda
saludos de costumbre; siglo sombrío los pechos algo lácios de alguna de
sin pudor, en el que el hombre escribe ellas?
lo que siente y es filósofo y poeta crudo
en el que con el vino sincero y espumo-
so del severo ideal se embriagan todos No os hacéis cargo de las cosas y no
los soñadores. Cuando abrís los libros queréis oir razones. E n vano Voltaire,
que escribimos, os ponéis una pantalla que era un gran hombre, os m u r m u r a
porque su claridad hiere demasiado vues- al oido:—'"Amigos, nos estáis molestan-
tra visita; execráis nuestros versos fran- do!,,—Vosotros, sin hacerle caso, seguís
cos y verdaderos, y os ciega el furor echando espumarajos de rabia; creéis que
cuando veis nuestras estrofas desnudas. nosotros, los hijos de estos tiempos diabó-
¿Pero olvidáis aquellos tiempos pastori- licos de la a n a r q u í a , queremos dar el
les en los que las candidas ninfas corrían asalto á la elevada torre que domina
por los bosques ostentando su desnudez Luis el Grande, rodeado de veinte nom-
al tibio resplandor de la claridad en las bres ilustres; os figuráis que perdemos el
tardes del verano? ¿El alba desnuda y tiempo y el trabajo, porque esa fortaleza
blanca se ocultaba acaso en la bruma es inescalable y nunca conseguiremos
honesta y g a z m o ñ a y ponia quizás una nuestro objeto; que Batteaux nos mira
hoja de parra al astro en el azul del cie- con sus ojos saltones y redondos, que
lo? Oh V i r g i l i o , oh P í n d a r o , oh Orfeo! Tancredo es de bronce y Hamlet de are-
¿Deben cubrirse con una gasa, como si na; declaráis que es inmortal la peluca
fuesen una obscenidad, las alas del Pega- de Boileau, y coronados de laureles, m i -
so, que se asemejan, cuando las abre en rándonos al soslayo, indicáis el m o n t ó n
la cumbre del monte poético, á la in- de basura de nuestros versos, estercolero
mensa mariposa que besa lo infinito? en el que se recoge toda la fealdad del
Es acaso cínico el sol espléndido? ¿La siglo, al buen gusto antiguo, que es el
flor hace m a l en desprenderse de su tú- barrendero del P i n d ó , y al mismo t i e m -
nica? ¿Caliope, cerniéndose en u n plano po le decís:—^Barredlos,,. Pues bien;
de la azul esfera, obra m a l e n s e ñ a n d o al barrednos!
ceñudo Dante sus pechos deslumbrado- Paris, Noviembre 1834.
res á la luz de las estrellas? Pues al ver
libres y en cueros á los dioses del Olim-
po, debéis exclamar: "¡Eso es u n escán-
(1) Corybante: sacerdote de la diosa Cibeles.—(N. del T.)
LAS CONTEMPLACIONES.
XXVI. XXVII.
c á n t a r o s de estaño, que está tan ilumina- Uno de los verdugos que ataron á Je-
da y encierra tantas ñores, que parece sús á la columna y que sobre su espalda
u n templo. Y a tenga sed la boca, ya desnuda echó u n miserable manto, ar-
tenga sed el corazón, ¡gloria á Dios que rancó de la frente tranquila del Redentor
presenta la copa al viajero!—Entremos un p u ñ a d o de cabellos que el sudor
a l l í . — Q u é podéis darnos?—'Huevos y inundaba, y se m a r c h ó diciendo:—"Voy
agua fresca.—En el manantial del pra- á enseñar esto á Caifás.,, Y crispando el
do, cubierto por un toldo de verdura, rústico puño, salió de allí. Era de noche
una n i ñ a blonda y alegre fué á llenar un y la calle estaba oscura; el sayón cami-
cántaro de agua, y mientras que le tenia naba, pero de repente se paró, y estupe-
hundido en la fuente, el agua parecía facto, lívido, como si le asaltara una
que admiraba á la hermosa n i ñ a de ojos visión, vió con pavura que tenia en l a
azules; y yo, entre tanto, cerca de un mano u n haz de rayos.
gran lecho cubierto de vieja sarga, con- Bosque de Compiegne, Junio 1837.
templaba pensativo una imagen de Je-
sús, atado y azotado en la columna.
VI. VIII.
O y e n d o á los p á j a r o s .
Iba algunas veces con ella al huerto á
coger cerezas. E l l a se s u b i a á los árboles,
llevando descubiertos los brazos blancos Cuando terminéis de charlar sobre las
de m á r m o l de Paros, y e n c a r a m á n d o s e ramas ó á la orilla del agua, pajarillos,
por el tronco, con su peso doblaba las tendremos una explicación y os expon-
ramas. E l viento hacia extremecer las dré una queja que tengo de vosotros.
hojas, y á la luz del sol se destacaba su Sabed que os conozco á todos y que os
hechicera garganta. Con sus pequeños entiendo. Sabed, escondidos tenores, que
dedos cogia la fruta roja. S u b í yo al ár- no me e n g a ñ a n vuestra melodía n i vues-
bol tras ella, que al notar que me ense- tro lenguaje. L a que yo amo está lejos
ñ a b a la pierna descubierta, me dijo ru- de a q u í y en m í piensa; apuesto cual-
borosa:'—^"No miréis!,, convencida que quier cosa, canoro ruiseñor, que t u canto
fijaba en ella mis ardientes miradas: des- expresa lo que siente su alma. Espiáis los
pués canturreaba. Luego, cogida con los suspiros del hombre y de la mujer, cuan-
blancos dientes y pendientes de ellos, do amamos y cuando vencemos. Cuando
ofrecia á mis labios una cereza; sonrien- nuestro ser en voz baja se exhala en
do acercaba yo la boca, y dejando en sus cánticos difíciles de oir, vosotros, pajari-
labios la cereza, la robaba u n beso. llos, atentos y ocultos en los bosques
Friel, Julio 18... inaccesibles, recogéis al vuelo las invisi-
bles estrofas de esos cánticos, y las repe-
tís en voz alta como si fueran originales
vuestras, y las a c o m p a ñ á i s para hacerlas
m á s melodiosas con el batimiento de
vuestras alas; cantáis tan bien, que el ne-
Puedes tú; según te plazca, hacer de gro abeto dice murmurando á los tilos:—
m í un jóven ó u n viejo. Gomo el sol hace "¡Han estado felices al inventar esos de-
sereno ó lluvioso el éter que dora con su liciosos cantos!,, Y el agua, que palpita
claridad, t ú puedes llenarme de brumas al oir el canto que la desflora, besa sollo-
ó inundarme de luz. Es tan puro t u es- zando al sauce que se inclina hasta ella,
plendor, que pareces una mujer encerra- y el tronco duro del árbol se enternece
da en una azucena unas veces, y otras, y el g a v i l á n se queda estático, no acor-
los ojos deslumhrados que creen ver t u dándose de cazar á la perdiz, y los lobos
alma, se figuran que eres una azucena van á buscar c a r i ñ o s a m e n t e á las lobas.
encerrada en una mujer. Cuando me Amor, cuando te refugiaste en nuestros
sonríes, me llenas de júbilo; cuando me corazones, los pájaros fueron á sacarte
acaricias con tus amantes miradas, me de allí; son plagios tuyos los cantos que
quedo orgulloso, creo que soy u n gran- el ruiseñor aprende de las f rescas bocas
de hombre; tus pupilas, i l u m i n á n d o m e , de las beldades, con los que consiguen
me transfiguran, y creo que destello el que los bosques encorven las copas de sus
reflejo de tus propias miradas; disipas árboles, y que los pesados peñascos, en-
todas mis aflicciones y haces reverdecer tusiasmados, se inclinen y no sepan dis-
p e r p é t u a m e n t e m i j u v e n t u d . Pero cuan- t i n g u i r en sus extraños desvarios la len-
do llegan esos momentos en que t u cora- gua de los pájaros de l a lengua de los
zón injusto me desconoce; cuando veo ángeles.
que algo frió por tus miradas ardientes Cauderec, Setiembre 183...
pasa como pasa una nube por el cielo,
* siento que me devora la tristeza, y can-
sado, sombrío y triste como u n anciano,
me parece que se lanza sobre m í de
LAS CONTEMPLACIONES. 415
IX. XI.
Abrazo. Egloga.
A n g e l m i ó , en la oscuridad donde
a m á n d o n o s brillamos, al Dios de los som
TOMO V. 53
418 OBRAS D E VICTOR HUGO.
XIX. XX.
Hace frió.
E l la decia:—"Si pudiésemos los dos,
con la fe en el alma y el amor en el cora-
E l invierno blanquea los caminos. So- zón, embriagados en nuestro melancólico
pla el helado aliento del cierzo. L a nieve éxtasis, romper los innumerables lazos
cae en espesos copos. L a claridad del con que nos ata la ciudad; si pudiéramos
dia está como e m p a ñ a d a ; cierra la puer- abandonar á este loco Paris, h u i r í a m o s
ta á los aquilones; cierra las ventanas á de él, iríamos á cualquier parte, adonde
las nubes. quisiéramos, á buscar, lejos del alboro-
o y del ódio de la populosa población,
u n rincón del mundo, en el que hubiera
Después deja el corazón abierto. E l árboles y musgo, una casita rodeada de
corazón es la ventana santa. Espesa bru- lores, soledad, silencio, cielo azul, som-
ma cubre el sol; pero quizá dentro de bra y pájaros que cantasen. ¿ P a r a q u é
poco brillen sus rayos. necesitábamos más?,,
Julio 18...
Duda de l a felicidad, que nunca se
consigue; duda del hombre, que es en-
vidioso y artero; duda del sacerdote y XXI.
del altar, pero cree en el amor, vida
mia.
Amemos toda la vida, amemos siem-
pre; cuando el amor se vá, la esperanza
Cree en el amor, que b r i l l a bajo todos huye. E l amor es la claridad de la au-
los velos; cree en el amor, que es tizón rora, el amor es el himno de la noche.
del hogar; cree en el amor, que es un
rayo de luz. A m a y no desesperes n u n
ca. E n t u alma, en l a que yo penetro Las olas dicen á las playas, los vientos
algunas veces, en la que mis versos cu- dicen á los montes, los astros dicen á
chichean en voz baja, deja cada cosa en las nubes esta palabra i n e f a b l e : — A m e -
su sitio. Deja en ella la fidelidad contí mos!,,
nua, la paz que dan las altas virtudes y
l a indulgencia para los d e m á s .
E l amor hace pensar, v i v i r y creer.
Posee para calentar el corazón un rayo
Todo es hermoso en t u pensamiento, de luz m á s que l a gloria, y este rayo se
que nada caiga de él n i retroceda; haz llama la felicidad.
que t u amor te sirva de antorcha y es
clarécele con lo que arde. A los demo
nios de l a enemistad oponles t u tran Ama, que, elogiados ó mordidos, ama-
quila dulzura, y devuélveles en bondac ron siempre los grandes corazones; casa
el ódio que contra tí vomitan. la juventud de t u alma con la j u v e n t u d
de t u vida.
E l ódio es el invierno del corazón
Compadece á los que odian. Pero con A m a y pasarás horas felices, y b r i l l a r á
serva el valor y no abandones t u vence en tus hermosos ojos la misteriosa sonri-
dora sonrisa. ¡Hermoso arco iris, sol de sa de las voluptuosidades interiores.
la tempestad! Conserva t u amor eterno
E l sol no pierde su luz cuando lle^a e
invierno; Dios no le retira del cielo; no Amémonos m á s cada dia; u n á m o n o s
retires t ú tampoco el amor de t u alma m á s cada momento, y como los árboles
31 Diciembre 18... aumentan de hojas, que nuestras almas
aumenten de amor.
dos, no son ya los mismos que antes; pro- Todo globo oscuro gime; toda tierra es
bad que se han transfigurado; probad una cárcel en la que, llorando la vida,
que estamos aun en los mismos tiempos hasta el dia de despertarse, viene á ano-
en que la Tournelle, cuando la m á g i a era tarla el espíritu que cae del sol. Cuanto
declarada i m p í a y criminal, hacia en- m á s lejano está el globo, m á s terrible es
cender una hoguera por mandato de la la cárcel. L a muerte está allí, cerniendo
córte; probad que el ú l t i m o brujo que se las almas en una criba, j u z g á n d o l a s , y
quema en ella es el Amor. testigo invisible de la vida, vuelve á lle-
• J u l i o 1843. var el á n g e l al astro ó le arroja m á s
lejos.
XII.
U n mochuelo estaba clavado en una
Explicación.
puerta. L a naturaleza, que d á vida á
las ramas verdes, que lo llena todo, dan-
L a tierra es al sol lo que el hombre es do diferentes grados de vitalidad al ani-
a l ángel; éste está formado de esplendo- mal salvaje y á l a bestia de carga, que
res y aquella está amasada con barro. dialoga siempre con el espíritu del hom-
Toda estrella es sol y todo astro es pa- bre, le presenta siempre los animales
raíso. Alrededor de los globos puros están para que los descifre, porque estos son
los mundos malditos; y en l a oscuridad, los signos de su alfabeto misterioso, y le
el sol paraíso arrastra al infierno plane- habla en dos lenguas; la una es admira-
ta. E l á n g e l que habita en el astro puede ble y correcta, la otra solo es un oscuro
errar, y seducido, puede llegar á degene- tartamudeamiento. E l elefante, el león,
rar en el hombre que habita en el plane- el á g u i l a , el oso, el toro, el caballo y el
ta. H é a q u í lo que el viento me dijo en tigre usan de la lengua altiva y esplén-
la montaña. dida, y el murciélago, el sapo, el gato
montós, el cangrejo, el buho y el cerdo
LAS CONTEMPLACIONES. 431
usan la lengua imperfecta. Estaba yo Te compadezco, raza humana, que
pensativo, deletreando ese esqueleto del apedreas y que matas; compadezco tus
mochuelo y procurando comprender lo manos estúpidas llenas de clavos y de
que entre los tres clavos de los que col- martillos, porque persigues indistinta-
gaba su espectro decia á los vivos y á mente al mal y al bien, á las garras y á
los que sufren ese siniestro pájaro. las alas; eres hombre, verdugo ciego, ca-
zador sin blanco, que lo mismo clavas
con tus manos inseguras á los mochuelos
Decia lo siguiente:—^"Su frente som- en las puertas de las casas que á Jesu-
bría palidece m á s cada momento y le cristo en las puertas del cielo.,,
cae sobre el pecho la cabeza moribunda; Mayo 1843.
de sus ojos fluyen sus pensamientos y el
aire glacial hace azulear sus pies clava-
dos y sus manos agujereadas; está go-
teando sangre y crucificado el que vino XIV.
á salvar al mundo, el que practicaba el
bien, como yo, que practicaba el mal.,. A l a m a d r e que se l e m u r i ó u n n i ñ o .
Una luminosa aureola le circunda la Sin duda habréis dicho muchas veces
faz; la osauridad dice á los vientos-:— á vuestro tierno n i ñ o que hay muchos
"Soplemos y apaguemos esa llama,,, y ángeles en las supremas alturas; que en
los aquilones y las tinieblas á un mismo el cielo nadie sufre, que se goza allí eter-
tiempo soplaron produciendo el horrible namente, y que es preferible volar hácia
fragor de la tempestad; pero la claridad allí pronto;
cada momento era mayor, porque los
huracanes pueden apagar un incendio,
pero no una aureola. Que el cielo es una bóveda, sostenida
por maravillosas columnas, un m á g i c o
palacio, un deslumbrador j a r d í n , en el
Su alma llegó al mundo, que sombrea- que las azucenas son astros y en el que
ba incierto crepúsculo, y penetró en el las estrellas son flores;
oscuro misterio que llamamos su desti-
no; á la mentira, al s i n n ú m e r o de delitos
que vuelan en las siniestras profundida- Que allí se goza de indecible júbilo,
des de la tierra, combatió con empeña- que allí se vive en delicioso encanto;
das luchas, y al pasar por el mundo, sus que en él reimos y jugamos con los que-
pupilas parecían dos claridades eternas rubines, y que en él, Dios nos ama;
que recorrían l a noche de l a existencia
humana.
Que es grato al corazón arder allí como
un cirio y vivir eternamente cerca del
Su alma recoma las tinieblas, persi- Niño Jesús y de la Santa Virgen en i n -
guiendo, arrojando y devorando á los vi- terminable primavera;
cios, esos topos fúnebres; á los crímenes,
esas mariposas nocturnas; arrancando de
sus madrigueras al ódio y al orgullo, al Además, pobre madre, t a m b i é n habréis
fraude rampante, al áspid de la envidia hecho comprender á vuestro hijo, tan
y á los gusanos y á las víboras, que la frágil y tan cariñoso, que le pertenecíais
noche esconde entre las piedras, y el mal durante la vida amarga, pero que tam-
en el corazón humano. bién él os pertenecía;
sombra de las verdes grutas, pone á los adoraba y tuvo u n hijo, que la causó
enamorados los ojos tiernos. inefable a l e g r í a .
Por los campos de yerba y por los E l recien nacido se acostaba en una
campos de habas vuelan r á p i d a s las cuna forrada de seda; su madre le ama-
mariposas como alados sueños; de los mantaba; reposaba el n i ñ o al lado del
oscuros surcos sale el trigo verde; las lecho nupcial, y por la noche la pobre
doradas abejas se posan en las clemáti- madre, pensando siempre en él, se hacia
des, en los tomillos y en las campani- m i l ilusiones, y resplandecían sus ojos
llas, para libar sus perfumes. en la oscuridad cuando, renunciando á
dormir y casi á respirar, se inclinaba á
l a cuna de su hijo para oír como éste
Las nubes ostentan en el cielo refleios d o r m í a .
de cobre y de p ú r p u r a ; los árboles, lle-
nos de vida, parecen ebrios, y sus ramas
extremecidas ofrecen á los pájaros sitio De día, meciéndose en una silla, de-
donde posarse; y el abejorro, susurrando jando que su fichú descubriera sus h i n -
á las rosas coquetas, las dirige declara- chados pechos, sonreía al débil n i ñ o ,
ciones en voz baja. l l a m á n d o l e á n g e l , tesoro, ídolo, ha-
blándole c a r i ñ o s a m e n t e y besándole los
piececillos rosados. E l niño, alegre y
Dejo que se pierdan en el espacio fra- desnudo, se reía sin cesar, y gozoso,
gancias y perfumes, que cuchicheen las sostenido en los brazos de la madre, des-
flores en voz baja y que la primavera de las rodillas de ésta subía hasta l a
derrame la vida y la alegría; concen- boca.
t r á n d o m e en m í mismo y olvidándome
de la estación, pienso en los muertos, en Temblando como el gamo, á quien
esos seres que se libraron de la vida. asusta una hoja que se mueve, el n i ñ o
iba creciendo. Para los niños, crecer es
Quizás dentro de poco tiempo ¡oh mar andar con indecisión y empezar á bal-
soberbio! me a b r i r á n t a m b i é n la tumba bucear palabras. Cuando cumplió tres
entre la yerba, entre el fresco césped, á a ñ o s , su madre e x c l a m a b a : — " ¡ M i r a d
la sombra de a l g ú n árbol, en el que se q u é crecido está! E s t á aprendiendo á
leer y ya conoce las letras. ¡Es u n dia-
encarame la yedra, y se leerá en m i sepul-
blo! quiere que le vista de hombre.
cro esta inscripción: "Pasajero, esta fosa
Pronto a p r e n d e r á á leer; tiene talento y
encierra l a ruina de una cárcel.,,
v a l d r á mucho. L e hago deletrear el
Ingouville, Mayo 1843.
Evangelio.,, Adorando á ese niño era
feliz su madre.
XXIII.
U n día, ese m ó n s t r u o horrible, ese
E l aparecido. g a v i l á n que se l l a m a el croup, se lanzó
bruscamente dentro de aquella morada
feliz, y arrojándose sobre el n i ñ o , le co-
Madres que estáis sumidas en la aflic- gió por l a garganta. ¡Terrible enferme-
CÍOD, vuestros clamores llegan á las al- dad; perfidia siniestra del aire que nos
turas. Dios, que recoge con sus manos d á la vida! ¿Quién no ha visto forcejear
todos los pájaros perdidos, algunas ve- i n ú t i l m e n t e á esos tiernos niños, á los
ces restituye la misma paloma al mismo que aprietan con rudeza los dedos fero-
nido. L a cuna comunica con la tumba. ces del croup? L u c h a n con la enferme-
L a eternidad encierra m á s de u n divino dad, y lentamente se van e m p a ñ a n d o
secreto. sus ojos brillantes, y de su boca fría
sale u n estertor e x t r a ñ o y tan misterioso,
que parece que se oiga dentro de su pe-
L a madre de quien voy á hablaros cho el terrible gallo de la tumba, que
vivía en Blois; la conocí en sus tiempos canta en el alba de su muerte. Como
de prosperidad, y su casa estaba al lado una fruta que siente la picadura de la
de la de m i padre. Poseía todos los bie- escarcha, el n i ñ o murió! Como u n la-
nes que Dios concede ó permite que se drón e n t r ó la muerte y se apoderó de él.
consigan. Se casó con el hombre que
LAS CONTEMPLACIONES. 437
L a madre, con el corazón traspasado
de dolor, mientras que á su lado lloraba
su afligido esposo, permaneció tres me- XXIV.
ses inmóvil, con las miradas fijas, mur-
murando un nombre incomprensible y A los á r b o l e s .
mirando siempre en la misoaa parte de la
pared. L a calentura no la abandonaba;
no comia n i respondía á nadie; le tem- Arboles del bosque, bien me conocéis;
blaban siempre los labios, y con sobre- según el capricho de los envidiosos, la
salto, como si hablase á alguno en voz m u l t i t u d elogia ó vitupera, pero vos-
baja, decia:1—"Devolvédmele!,, E l mó- otros me conocéis. Me habéis visto mu-
dico aconsejó a l desgraciado padre que, chas veces pasear por vuestro lado, m i -
para distraer el triste corazón de su rándoos y pensando, y sabéis que la
esposa, debia dar al niño muerto un her- piedra por donde corre un escarabajo, la
mano. insignificante gota de agua que cae de
flor en flor, una nube, una caña, me ocu-
P a s ó el tiempo; pasaron dias, semanas pan todo u n dia. L a contemplación me
y meses, y luego aquella mujer conoció absorbe. Me habéis visto cien veces en
que iba á ser madre por segunda vez. los valles, con las palabras con que el es-
píritu habla á la naturaleza, interrogar
en voz baja á vuestros ramajes palpitan-
Ante la cuna vacía del á n g e l que su- tes, y con la misma mirada proseguir al
bió al cielo, acordándose de la voz con mismo tiempo, pensativo, con la frente
que la llamaba madre, estaba pensando inclinada, el estudio de u n á t o m o y el
en él, silenciosa, sentada en la cama, el estudio de u n mundo. Atento para com-
dia en que de repente dió á luz otro prender vuestros susurros, árboles, me
niño. Palideció, exclamando:—"¿Quién habéis visto huir del hombre y buscar á
es este ser extraño?,, Después, cayendo Dios. Hojas que os extremeceis en las
de rodillas, dijo en voz alta:—"No, no le puntas de las ramas, nidos de los que el
quiero; tendrías celos, m i querido dormi- viento esparce plumas blancas, claros de
do, y me reconvendrías, porque creerías los bosques, verdes valles desiertos y
que te habia olvidado y que otro ocupa- sombríos, ya sabéis que estoy tranquilo
ba t u sitio; m i madre le quiere, le en- y que soy puro como vosotros. Como al
cuentra hermoso, se ríe con él y le besa; cielo eleváis vuestros perfumes, elevo m i
pero yo, yo estoy en la tumba! ¡No le culto á Dios, y en m í reina el olvido,
quiero, no!„ Así le hacia expresarse su como en vosotros el silencio. E n vano el
dolor profundo. ódio derrama su hiél sobre m i reputa-
ción, porque os aseguro que siempre
lanzo de m í los amargos pensamientos
Cuando amaneció, al ver su esposo de venganza, y m i corazón es aun tan
que habia dado á luz otro hijo, exclamó bondadoso como le formó m i madre.
con júbilo:—"Es niño!,,, pero su padre era
el único que estaba alegre en l a casa; la
madre permaneció estando triste, sin o l - Arboles de los grandes bosques, que
vidar n i un momento al niño muerto; le tembláis sin cesar, os profeso gran cari-
trajeron al recien nacido, dejó que se lo ño, lo mismo que á vosotros, yedra que
acercasen y le entregó su pecho; pero de te enroscas á la entrada de los antros ^
repente, pensando sin cesar menos en el barrancos por los que filtran manantia-
nuevo hijo que en el perdido, ocupándo les vivos, arbustos que picotean los pá-
se menos de sus envolturas que del su jaros; cuando estoy entre vosotros, en
dario, exclamó:—"¡Aquel á n g e l está solo todo lo que me rodea, en vuestra sole-
en el sepulcro!,, Pero por un milagro, dad, entrando dentro de m í mismo, sien-
que le devolvió la felicidad, oyó aquella to u n ser grandioso que me oye y que
madre que el recien nacido hablaba en me ama.
sus brazos, con voz que le era m u y cono-
cida, y que le decia al oido:—"Soy yo!...
pero no lo digas!,, Bosques sagrados, en los que Dios se
Agosto 1843. dignó aparecer; encinas, árboles religio-
sos, musgos, yedras, á vuestra sombra^
entre vuestro misterio, en vuestra sole^
dad augusta, deseo que se abrigue m i
m OBRAS D E VICTOR HUGO.
Y los pueblos vieron pasar en las t i - la noche, en que le miren las estrellas y
nieblas esos espectros de la noche, que en que le mire su perro. Todas las reses
nadie pudo penetrar; y los flamines, los que componen su ganado están reuni-
santones, los brahmanes, los magos y los das, y él, que es su amigo y su pastor,
guebros exclamaron: — " J ú p i t e r ! A l á ! es el único que está despierto, como u n
Vishnou! Mithra!,, L l e g a r á u n dia que gónio que vela sobre u n pueblo dormido.
en los sitios bajos, lo mismo que en las Sus ovejas, que cualquier ruido despier-
alturas, todas esas m á s c a r a s hoscas se ta, entreabriendo los ojos á la luz de la
b o r r a r á n disipándose, y entonces la faz hoguera, aperciben la figura del pastor
inmensa y tranquila aparecerá. en la oscuridad, y tranquilamente gozan
del sueño durante toda la noche, cre-
m. yéndose seguras bajo la protección del
espectro que le sirve de Providencia.
N i ñ a , el otro mundo de esos dos es el
corazón del hombre. Algunas veces, E l pastor, pobre y desnudo, comiendo
como l a perla en el fondo de las olas, pan moreno, piensa en su soledad; no co-
Dios oculta u n alma en el fondo de los noce nada en el mundo m á s que lo que
bosques. Dios oculta á un hombre entre sirve de pasto á las ovejas. Sin embar-
la espesura de los árboles, y le consagra go, sabe que el hombre sufre, pero él
en esos austeros sitios con el silencio de sondea el éter profundo. Toda soledad es
las llanuras, con la sombra de los mon- u n abismo, toda soledad es una monta-
tes y con el azul del cielo. H i j a mia, la ñ a . E n cuanto sube á la cumbre, el cielo
noche con su misterio invade paso á paso recobra á ese extranjero; laJudea tenia
el espíritu del involuntario sacerdote profetas, la Caldea tenia pastores; tan-
que se calienta cerca de una hoguera. teaban el cielo unos y otros, y m á s tar-
Ese hombre vive en alguna ruina, entre de, por inspiración divina, del profeta
zarzas y entre lagartos; casi convertido nació el apóstol y del pastor el adivino.
en salvaje, el cayado es su único apoyo; L a m u l t i t u d se burlaba de ellos, pero
en cuanto le v é el hombre, le huye; solo debió el hombre en los tiempos primiti-
los animales se le acercan. Es u n ser vos la ciencia á aquellos ignorantes y
crepuscular, cuyo encuentro nos asusta; la sabiduría á aquellos insensatos. L a
es pastor durante el dia y fantasma du- noche, sirviéndoles de austero testigo,
rante l a noche. Lleva para vivir entre vió encontrarse en las alturas, faz á faz
escombros u n saco grosero, sudario que y misteriosamente, á los profetas y á los
agujerean los clavos del a t a ú d de la pastores.^—^¿Dónde vais, temblorosos
miseria. E l manzano le deja caer sus profetas?^—¿Dónde vais, perturbados pas-
manzanas; vive enterrado en la soledad; tores?,, Así se preguntaban unos á otros,
vive lejos de los hombres; es un habitan- y una voz en la oscuridad les decia:—
te del olvido, es l a indigencia que se cu- ^Caminad!,, Y aun en nuestros dias no
bre con un sayal, es u n viejo que vegeta se sabe si subieron m á s gradas los Zo-
en la pobreza, un andrajo en una choza, roastros ó los Abrahames; y cuando
u n espíritu en la inmensidad. nuestros ojos, que los admiran, desean
medir su camino y saber cuáles son los
que ven m á s luz en los ojos humanos,
E n la transparente naturaleza es el rompiendo el velo del oscuro pasado,
ojo de miradas ingenuas, el pensador flota sin cesar nuestro espíritu entre los
con alma ignorante, el viajero que ca- que contaban las estrellas y los que con-
mina con pies descalzos. Es u n corazón, taban los ganados.
es una pupila, es u n ser que sufre, es un
soñador, sobre el que la claridad eterna
hace temblar su resplandor rojizo. Vive E n nuestros dias, en los que por fin
allí con el alma arrobada en el cielo, y ya dora el alba las orillas del barranco
cerca de la encendida hoguera, pensan- de la vida, el pensamiento humano se
do que es t a m b i é n él un tizón casi con- acerca m á s que entonces al ideal divino.
sumido por la vida. Vive tranquilo en E l hombre, envuelto aun en la oscuri-
aquellas soledades, porque sabe que no dad, en el cielo que le abrió Jesucristo,
le han de faltar, n i yerba para pacer su como á través de u n telescopio, mira á
ganado, n i madera para encender la través de su espíritu. E l alma humana,
hoguera. Nuestros choques, nuestras l u - después del suplicio del Calvario, tiene
chas y nuestros desastres los desconoce m á s grandeza y m á s luz, y el vidrio de
completamente; solo piensa en el dia, en aumento con que mira engrandece m á s
LAS CONTEMPLACIONES. 443
la visión. L a venerable soledad conduce ridad de los soles; éstos cesan de ser u n
hoy al hombre que se consagra á ella, problema para él; el astro es un misterio;
m á s adelante en lo impenetrable, m á s él quiere conseguir algo m á s , y recibe
lejos en lo desmesurado. Si entre los de sus rayos la mirada que v á m á s lejos
seres humanos, á los que el n ú m e r o y el que los astros.
tiempo e n g a ñ a n sucesivamente, la mult;-
t u d desagua en la sombra á los que viven Mientras nosotros, que habitamos en
solitarios, les i l u m i n a n en l a soledad. las ciudades, creemos levantar u n vasto
E l desierto nos i n v i t a á volar al cielo; el vuelo cuando refleja en nuestras pupilas
hombre es el único viviente que v é fuera el espectro de una estrella de oro, y sa-
de l a vida y levanta de antemano su su- bios de vista corta, nos abrasamos en el
dario. Habla á las voces que Dios hizo primer astro que pasa, como las maripo-
callar, confundiendo en su frente cam- sas con l a luz de las l á m p a r a s , y o l v i -
pestre los perturbados resplandores de dando lo necesario, satisfaciéndonos lo
la tierra con los tranquilos rayos sepul- incompleto, creyéndonos bastante a l u m -
crales. E n el desierto, el espíritu que brados con las claridades de fuegos fá-
piensa v á sufriendo por grados l a dila- tuos, tomamos como á séres esos fantas-
tación inmensa del infinito misterioso y mas celestiales, queriendo formar una
se sumerge en su fondo. Con calma sa- ciencia con formas que desaparecen, no
borea lo real y lo verdadero, y toda la comprendiendo que para distraernos de
grandeza que le rodea penetra en él la tierra, á la que el hombre está conde*
confusamente. Sin darse cuenta de ello, nado, otro mundo, sombrío hermano de
camina, se doma y engrandece su razón, nuestro globo, como pájaro nacido en
crece como la yerba en el campo y una j a u l a , que cuando huye vuela m a l ,
asciende como la aurora en el horizonte. no sabe encontrar el bosque y vuela de
Ve, adora, queda despavorido; oye el techo en techo; buscadores, cautivos de
clarín del cielo y la música universal en la nada, al pasar por l a sombra tenemos
el universal silencio. Con sus flores de la curiosidad i n ú t i l que tiene el arador
puros cálices, con su mar alborotado, por el gusano de l u z , polvo que admira-
que besa como cómplice la boca áspera mos el polvo, perseguimos obstinada-
del escollo; con su verde llanura, con sus mente, siendo granos de ceniza, u n rayo
oscuros montes, con sus nieblas fugiti- de luz, que huye por el firmamento.
vas, con su eco que repite todas las vo- Mientras nuestra alma cansada se p á r a
ces de lo desconocido, la soledad alum- en el umbral del cielo y v á á picotear en
bra, inflama, atrae a l hombre hácia los el espacio una migaja del infinito, el
grandes imanes, y lentamente llena su pastor, ese frágil pasajero, ese pobre
alma de todos los deslumbramientos. E l g u a r d i á n del ganado que la catedral
corazón del hombre palpita y vibra, eterna abriga bajo su eterno pórtico, ese
abriendo las alas, abriendo los ojos; es hombre que no sabe leer, ese amigo de
e x t r a ñ o pájaro, que es m á s libre cuanto los árboles que no conoce otra l i r a que
m á s le asegura el misterio. Siente el la délos bosques y la de los vientos, cuya
hombre crecer en él, m á s cada momen- alma parece ahogada, vuela, y alcanzan-
to ^ la fó, el amor secreto y la memoria do lo que se propone, bebe con la copa
anterior que le llenaba de vasto olvi- de Orfeo en el manantial donde bebió
do. Con inextinguible sed en su pasado Moisés. Ese pastor ignorante, indigente,
vertiginoso ve revivir otras vidas; busca solo en su Tebaida, sin maestro y sin
en el fondo de sombrías c ú p u l a s las for- guia, registra é interroga desde su tran-
mas bajo las que él brilló, y oye que sus quila morada á los cielos oscuros y á
propios fantasmas le hablan. Comprende los horizontes azules; está solo cuando
que la aventura de la vida solo es una Mayo vacía su costilla, cuando Octubre
aparición, y exclama:—"Cada criatura llena su cesto, cuando el invierno silba y
es toda la creación. Morir es conocer, y ruge, cuando el mar combate á los na-
á tientas buscamos esa salida. F u i , soy vios; está solo sobre el áspero m o n t í c u l o
y debo ser. L a sombra es una escala; á la hora en que bajo el cielo dormido
subamos. L a verdad es el centro; lo de- las Medusas del crepúsculo asoman va*
m á s todo es apariencia ó ruido. Bus- gamente los terribles rostros; está solo
quemos al león y no a l antro; vamos por la noche cuando sus cabras duermen,
adonde el ojo fijo reluce.,, Siente que cuando la tierra y la inmensidad se cier-
nace en él algo superior al hombre; ran como dos inmensos labios, cuando
siente, hasta en sus sueños, que en su aparece l á primera claridad del dia; está
ser poco á poco se v á infiltrando la cla- siempre solo^ olvidando en la contem*
Mi OBRAS D E VICTOR HUGO.
I. 15 de F e b r e r o de 1843.
Las fuentes murmuraban; ¿quó dirian Nunca rehusó cumplir el trabajo que
las fuentes? Las encinas susurraban; yo debia en la tierra; a b r í m i surco, for-
quó susurrarían? Los matorrales cuchi- m ó m i gavilla; viví sonriendo, de pió,
cheaban como antiguos amigos. H e r m á n pero inclinado siempre hácia el mis-
me dijo:—"Nunca duermen con sosiego terio.
los mortales; en estos momentos h a b r á
ojos llorando y ojos en vela,,. Y o le Hice lo que pude; serví, veló, y v i mu-
contestó:—^Y otros cerrados para siem chas veces que causaban risa mis sufri-
pre„. mientos, y me asombró de inspirar ódio
por haber sufrido y trabajado mucho.
H e r m á n a ñ a d i ó entonces:—^Los que
viven son desgraciados; los muertos son E n la cárcel del mundo, de la que
felices porque no sufren; envidio su fosa, nunca se abren las puertas, sin quejarme,
en la que crece la yerba ó sobre la que goteando sangre, triste, agotado, sirvien-
se deshojan los árboles, porque de noche do de mofa á los forzados humanos, ar-
los acarician los astros, y la claridad del rastró m i eslabón de la cadena eterna.
cielo serena á u n mismo tiempo á todos
los muertos en sus tumbas,,.
Ahora, con los ojos soñolientos, sin
volverme cuando me llaman, estoy lleno
Y o le contestó:—"¡Calla y respeta ese de estupor y de tedio, como el que se le-
profundo misterio! Los muertos yacen vanta al amanecer sin haber dormido.
acostados á nuestros piós debajo de la
tierra; los muertos son los sóres que te L a modorra con que hoy vivo no me
amaron cuando vivian; son t u hija, t u deja n i responder siquiera á los envidio-
padre y t u madre; no los entristezcamos sos que me atacan. Oh Señor! abridme
con nuestros sarcasmos, porque como las puertas de l a cárcel para salir de
nosotros oimos entre sueños, ellos oyen ella y para desaparecer.
lo que hablamos,,. A b r i l 1848.
Octubre 1853.
XIV.
XIII.
Ahora que, enternecido por los espec- Debe ver poco tiempo todo lo que sus
táculos que ofrecen llanuras y bosques ojos vean; debe envejecer sin apoyo. Y a
valles y rios, considerando m i pequeñez que esta es la ley de la vida, confieso
y admirando vuestros milagros, recupero que debe ser justa.
la razón ante la inmensidad,
E l mundo es sombrío; su inmutable
Acudo á vos. Señor, padre al que es a r m o n í a tanto la forman los lloros como
preciso creer, y apaciguado ya, os entre- los cantos; el hombre no es m á s que u n
go los pedazos de este corazón, lleno de átomo en esta infinita sombra, noche á
vuestra gloria, que vos habéis destro- la que ascienden los buenos y en la que
zado; caen los malos.
m OBRAS D E VICTOR HUGO.
Y o sé que el fruto cae cuando el vien- Considerad que cuando sufrimos du-
to lo sacude, que el pájaro pierde sus damos; que acaban por cegar los ojos
plumas y la flor su fragancia, que la que lloran; que cuando la aflicción nos
creación es una rueda inmensa que no sumerge en lo m á s profundo del abismo,
puede girar sin aplastar á alguno; no os vemos y no os podemos contem-
Dlar;
Los meses, los dias, las olas del mar y
los ojos que lloran, terminan y pasan; es Y que cuando el mortal zozobra en la
preciso que las yerbas broten y que los mar profunda de las aflicciones, no pue-
niños mueran, ya lo sé, Señor. de conservar en su espíritu la tranquili-
dad diáfana de las estrellas.
E n el cielo, m á s a l l á de la esfera don-
de flotan las nubes, en el fondo de ese Ahora, yo que fui débil como una ma-
azur inmóvil y dormido, quizás creéis dre, me inclino á vuestros pies ante la
algo desconocido, en el que el dolor del bóveda celeste y siento que ilumina m i
hombre entre como elemento. amargo dolor l a mirada bienhechora que
tendéis hácia el universo.
Quizás es útil para vuestros innume-
rables designios que seres hermosos y Señor, reconozco que delira el hombre
tiernos partan del mundo, arrastrados cuando m u r m u r a contra vos, y cesó ya
por el sombrío torbellino de oscuros de acusar y de maldecir, pero p e r m í t e m e
acontecimientos. que llore m i desgracia.
Os suplico, Señor, que os digneis leer Dejadme que hable á sus inanimados
dentro de m i alma y que os digneis con restos, á la hora del crepúsculo, cuando
siderar que, humilde como un niño y toda la naturaleza calla, como si á esa
tierno como una mujer, vengo a q u í hora m i á n g e l pudiera abrir sus celestes
adoraros. ojos al oirme.
Y a que fuiste tan cariñoso y tan mag- iréis derramando sonrisas n i cogiendo
n á n i m o , que en t u juventud, por cari- flores;
ño, quisiste dejar el mundo por ella;
que Dios vele siempre por tí en la noche
que te sepulta, que te bendiga en la fosa Villequier, Caudebec y sus frescos va-
donde yaces; duerme, hijo m i ó , al lado lles ya no os oirán decir:—"¡Vamos, so-
de m i hija! pla el céfiro y el Sena está m u y hermo-
so!,, Esos deliciosos sitios deben haberse
quedado m u y tristes. Las atrevidas ga-
Bendito seas! ¡Que la brisa y que los viotas ya no e x c l a m a r á n : — " E s él!„ Las
pájaros de los bosques canten al pasar flores ya no e x c l a m a r á n : — " E s ella!,.
por t u m a n s i ó n sombría con su m á s
melodiosa voz; que el manantial te llo-
Dios, que cierra la vida y que abre el
re con sus gotas de agua; que las fres-
ideal, h a r á flotar para siempre vuestro
cas campanillas se enramen en t u tum-
nupcial lecho b a j ó l a eterna bóveda que
ba, como una caricia de la naturaleza!
sostienen luminosas columnas; al arre-
bataros del mundo os arrebata al su-
frimiento, y al privaros de los jardines
Nadie iguala en el mundo y nadie su- llenos de flores, os lleva á los cielos, lle-
pera en el cielo á los héroes radiantes nos de astros.
que se sacrifican por el amor; el genio
tiene fijas las miradas en los entusias-
mos que le proporcionan los triunfos; Os ha elegido Dios para aumentar l a
pero aventajan á los genios los héroes t r i b u de los espíritus puros. De la copa
del corazón; el á n g e l vuela m á s alto que amarga, donde no habéis bebido, nos-
el á g u i l a . otros apuraremos hasta las heces; mien-
tras nosotros vivimos sollozando y ver-
tiendo l á g r i m a s , vosotros, embriagados
Dormid, sombras queridas, en la paz con vuestra recíproca dicha, vivís en ce-
serena del sepulcro; dormid al arrullo lestial deslumbramiento.
de las rugientes olas, mientras el hom-
bre vive inquieto y sufre los aquilones
que lanzan á los vivos a l través del
destino y á los marinos a l través del V i v i d y amad, ya que poseéis l a felici-
oleaje. dad infinita. Solo los ángeles, que bendi-
cen y que son benditos, saben el éxtasis
y la dicha que bajo los sagrados velos
O por mejor decir, ya que l a muerte causa el eterno beso de dos almas que
no es u n pesado sueño, volad los dos en Dios de repente trueca en dos estrellas!
el luminoso abismo por los profundos Jersey, 4 Setiembre 1852.
barrancos de la alegría, en los que el
justo que muere es como u n sol levan-
te, en los que la muerte es para ellos una
azucena viva, en los que llamea la espa-
da del á n g e l .
LIBRO QUINTO.
A l h i j o de u n poeta. I.
deaba mis primeros versos, á los que en- sin conocer á fondo lo que eran estas co-
contrábais, m a r q u é s , cierto dejo salvaje, sas; pero aplaudíais cuando Lafayette
porque las Gracias os hablan nutrido en DUSO á L e v i a t á n sus primeros pañales.
su alcoba, pero que, sin embargo, os ha- Vlás tarde os asustásteis al ver á buena
cían exclamar:—^"Están bien! E s t á n bien! uz la belleza del tigre Mirabeau. Y refe-
Este niño es u n poeta que nace! ^ y m i ríais, murmurando al calor del fuego de
madre quedaba m u y satisfecha y muy 'a chimenea, que Paris se arrancaba del
complacida. Decho l a Bastilla, y que en el arrabal de
San Antonio, desarrapado y descalzo, el
populacho salia como u n espectro de la
Recuerdo t o d a v í a el acento de la voz rumba, lleno de indignación por el opro-
con que m i madre os saludaba cuando DÍO que hasta entonces habia sufrido;
veníais á casa. Aurora, A b r i l , alegría, referíais los acontecimientos del 20 de
dónde están ya vuestras sonrisas? ¿Dón- Junio, del 10 de Agosto, del 6 de Octu-
de está el sonoro timbre de aquella voz bre, y recitábais las coplas que Boufflers
idolatrada? ¡Habéis desaparecido como improvisaba sonrióndose cuando apa-
las hojas de los árboles, besos de m i recían los primeros r e l á m p a g o s de l a re-
madre! Hoy levanto como ayer la mis- volución.
ma frente sombría y pensativa, pero
arrugada; le falta el calor de aquellos
besos. Porque vos érais de los que al princi-
pio no comprendieron, n i lo que quería
Teníais ingenio, m a r q u é s . Después de la Francia, n i la gravedad de la tem-
haber sufrido el flujo y el reflujo, la for- pestad que en ella empezaba á rugir;
tuna y l a desgracia, os quedásteis con erais de los que se mofaban de los p r i -
el alma m u y limpia, y ya rico, ya pobre meros truenos; de los que la creían u n
siendo escudero de María Antonieta c juego sin trascendencia, u n insignifican-
siendo emigrado, en aquellos tiempos te motín, y que cuando en el celaje ne-
calamitosos pudisteis soportar el calor gro empezaba á lanzar r e l á m p a g o s ,
y el frió del destino. Odiábais á Rous- cuando, acurrucada á las puertas del
seau, pero os gustaba Voltaire; P i g a u l t insondable misterio, la revolución se le-
Lebrum satisfacía vuestro gusto, pero vantaba formidable, sin ver sus u ñ a s
Diderot creíais que merecía la picota. feroces n i sus miradas fieras, no pudien-
Detestábais á Mad. Dubarry, pero divi- do distinguir bien en la oscuridad su faz
nizábais á Gabriela de Estrée. Gomo la e x t r a ñ a , escéptico y casi burlón, jugue-
literata marquesa de Sevigné no se asom teábais haciendo charadas con la terrible
braba, á pesar de su sexo, de ver balan- esfinge.
cearse entre los árboles y al soplo de los
vientos á los campesinos que ahorcaba e
duque de Chaulnes, no os preocupaban Vosotros nos decíais:—-"Es lástima que
los ganapanes que la fuerza pública cas- á los miserables y á los descontentos,
tigaba, n i los pobres que l a justicia que tan rabiosos estaban, no se les hu-
hacia perecer. Antes del a ñ o 89 erais biera refrenado cuando aun era hora.
g a l á n incendiario, que a r r a s t r á b a i s es- Quizás una transacción lo hubiera podido
pada, y los polvos de la peluca os blan- salvar todo. ¿No pudiéramos habernos
queaban la espalda cubierta de tercio quedado nosotros con la libertad y el
pelo, y c a m i n á b a i s sobre el pueblo con rey con la m o n a r q u í a ? ¡ H u b i e r a sido
pasos lívidos, pero pesados. grandioso el pueblo si hubiera podido
conservar el trono!,, Más tarde os que-
dásteis tristes y cariacontecidos, excla-
Aunque los antiguos abusos no os mando:—"Los hombres m á s sábios no
perjudicasen, cuando érais jóven, como han conseguido salvar la antigua m o -
la nobleza de esa época, acariciábais la narquía; trono y corte han muerto; los
idea de que llegase una revolución i n - grandes reyes, el París-Babilonia, la
significante, y corríais á su encuentro Montespan, M a r l y , la Maintenon y
siguiendo á Talleyrand; el m ó n s t r u o os Saint-Cyr!„—'Entonces llorábais.—Pero
pareció al principio bastante agradable, Dios m í o , ¿acaso podían triunfar los
y le sostuvisteis en vuestros brazos en hombres que deseaban perpetuar, com-
la pila bautismal, acariciando alegre al binando veinte r e g í m e n e s diferentes, las
recien nacido: aprobábais l a L i g a ó la leyes que nos magullaban, los abusos
Fronda, el remedio al déficit, el protesto, que nos hacían ruborizar, los vetustos
L A S CONTEMPLACIONES. 459
códigos, las a n t i q u í s i m a s costumbres, el tiempos, en la Vendée, salvó en un solo
derecho divino, y calzar l a revolución dia la vida á doce sacerdotes; porque
con la monarquía? Pues la garra del nací en la ignorancia de mis antepasa-
león reventó esa babucha. dos, y siendo niño a p r e n d í al principio
todo lo que ellos me quisieron enseñar;
11. porque f u i un pájaro cogido en el pasa-
do como en un lazo, y antes de poder
volar libremente tuve que dejar algu-
Después os perdí de vista; cualquier nas plumas en la jaula; porque lloré—
viento que sople dispersa nuestros des- y lloro todavía—la muerte del niño
tinos, nuestros dias, nuestra razón y Luis X V I I ; porque siendo adolescente
nuestros corazones á los cuatro puntos me enseñaron á falsa luz, poco la F r a n -
del horizonte; cada hombre, en l a oscu- cia y demasiado la Vendée; porque elo-
ridad que lo envuelve, se dirige hacia su gié el heroísmo délos bretones, á Chouan
luz. L a segunda alma se nos ingerta en y no á Marceau, á Stoíflet y no á Dan-
l a primera; es siempre el mismo tallo, ton; porque los bravos campesinos me
pero con otra flor. Desde que no nos ocultaban á los grandes hombres; por-
hemos visto he conocido los combates, el que al principio no supe leer la época en
trabajo y el dolor, los amigos falsos, esos que nos encontramos; porque mis prime-
lazos que se convierten en culebras; he ros vajidos los d i aplaudiendo á la mo-
sufrido aflicción tras aflicción, he dado n a r q u í a , ¿debo permanecer siempre terco
á luz obra tras obra, y os habia olvida- en l a imbecilidad?... Debo gritar al si-
do, m a r q u é s , no quiero ocultároslo. De glo: "Atrás!,, Debo decir al pensamiento:
repente oigo pasos dentro de m i casa; "Retrocede!,, Debo decir á la verdad:
son los vuestros; oigo una voz, es l a "Vete, desvergonzada!,. E n el seno del
vuestra, y esa voz me llama apóstata, á inmenso torbellino de la naturaleza, ¿debo
m í , que me he creído apóstol! Sí, sois por eso llevar siempre el cabestrillo de
vos; miedoso hasta el punto de encoleri- la ignorancia y encerrarme en Loriquet
zaros, sois el antiguo m a r q u é s medio y amurallarme con L a Harpe? ¿Debo
sorbido por el terror, que está arengando existir sin ser y mirar sin ver? ¿Es indis-
y sacando solo medio cuerpo por la boca pensable que para m í durante toda la
de esa hidra que se lo traga. Conservan- vida, cuando aparezca la noche, en vez
do siempre nuestras edades u n largo de estrellarse el cielo se llene de flores
intervalo, sigo siendo n i ñ o para vos, que de lis?...
érais en aquellos tiempos viejo, y no
viéndome m á s que al través de la niebla,
me gritáis enfurecido y con las mejillas ni.
encendidas:—"¿Qué es lo que pretende
ese bandido?,, Y con el dedo temblando Escuchadme. He vivido bastante y he
me señaláis á vuestros antepasados, y pensado mucho. Las desgracias de la
furioso me recordáis á m i madre, pro- vida me han corregido cariñosamente.
rumpiendo en estas exclamaciones:— M i niñez cayó en vuestras manos y con-
Qué v e r g ü e n z a ! Qué a n a r q u í a ! ¡Qué i n - seguísteis que mis pensamientos se cur-
famia! ¡Siglo espantoso, en el que nadie tieran con los vuestros; yo fui la rueda y
quiere estarse quieto!,, P r e g u n t á n d o m e vos érais el eje. L a verdad, la justicia,
el por q u é de m i modo de pensar, remo- Dios y todas las claridades que la razón
veis todos los cadáveres que yacen en la nos d á , me las hicisteis ver al sesgo vos
tumba, me citáis á Lámbese, á Marat, á y los que me rodeaban; pero os lo perdo-
Charette y á Robespierre, y me decís de no, m a r q u é s . Caminaba torcidamente y
un modo poco cortés que soy un perdido supe encontrar el camino recto. Pensar
liberal, que soy un monstruoso jacobi- es el derecho augusto de la vida. Dios
no, pidiéndome cuentas de dónde voy, de toma al hombre cuando es n i ñ o por la
lo que hago y de lo que pienso.^—Pues mano y le invita á la escuela que en los
bien, os contesto que he crecido desde campos y en los bosques tiene abierta,
entonces. para que acudan á ella á un mismo tiem-
po todos los séres. A c u d í y pensé cerca
de las olas, cerca de los árboles, y las
Por haber nacido casualmente entre primeras cóleras de mis odas imberbes
el grupo de hombres que solo veian i n - nacieron de ellas mismas al marchar
fiernos, Q-omorras y Sodomas fuera de cayendo detrás de m í . A l mismo tiempo
las antiguas costumbres y de las a n t i - que falseábais m i lira, m a r q u é s , me es-
guas leyes; porque m i madre, en otros capaba de vuestro lado para i r á apren-
4G0 OBPAS D E VICTOR HUGÓ.
der á leer el geroglífico enorme del u n i - revoluciones solo son la fórmula del
verso. Desde niño acudia á hojear las horror que durante veinte reinados se
p á g i n a s abiertas de los campos, proban- acumula. Cuando el sufrimiento se ex-
do á deletrear esa Biblia en la que se tiende por todas partes; cuando los que
encuentra lo delicioso y lo terrible; libro gobiernan los reinos hacen durante m u -
que está escrito en el azur, en las olas, cho tiempo sobre los oprimidos vasallos
en los caminos, con ñores, con vientos y volver el Bajo imperio y la Edad Media,
con estrellas, y que en su mano encierra formidable engranaje del Mediodía con
toda la creación; prodigioso poema, en el el Norte; cuando la historia se reduce á
que el rayo a c e n t ú a la noche y en el que un m o n t ó n de ahorcados, á Crecys y á
el Océano subraya el infinito. E n los Rosbachs, que sirven de pasto á los cuer-
campos, á la sombra de las enormes en- vos; cuando el pió de los perversos aplas-
cinas, era yo m á s fuerte, m á s tierno y ta las cabezas de los pobres que mueren
m á s libre. Me ponia en equilibrio con el en la miseria; cuando se v é en los dos
mundo; trataba de saber, tembloroso y extremos de la espantosa Babilonia á
deslumhrado, si dice no l a sombra al Luis X I con T r i s t á n y á Luis X V con
astro que dice sí; trataba de apoderarme Lebel; cuando el harén es principe y el
del sentido de las frases sombrías que p a t í b u l o ministro; cuando la sangre de
esoribian á m i vista las formas y los nú- Jesucristo cae i n ú t i l m e n t e gota á gota
meros, y viendo en toda l a naturaleza durante ochocientos años; cuando la
grandeza, vida, amor y libertad, com- ignorancia pretende cegar el porvenir;
prendí esté texto: "Dios,,; su contrasen- cuando el hombre vó que nada puede
tido: " L a monarquía,,. contra el destino y vó desaparecer sus
esperanzas; cuando se consuma á la vez
el suplicio de todos; cuando por todas
L a naturaleza es u n drama con sus partes se vó la guerra y el ódio, entonces
personajes; vivia yo en ella, y oia, como llega u n dia en que de repente las recla-
testimonio de lo que estoy diciendo, á las maciones de los miserables, bajo la for-
aves, á las azucenas, al agua corriente y ma del gigante espectro del dolor, salen
á la noche que aparecía. Después me de de los abismos; se oye un grito espantoso
dique á deletrear al hombre, que es otro en las alturas; los mundos sociales cho-
alfabeto. can sus ecuadores; todo el espantoso pre-
sidio de los párias se subleva, y en su
Se me presentó el mal poderoso, alegre desencadenamiento se oyen chasquear
y triunfante; solo me agobiaba la sed de los látigos, ruido de cadenas y de espa-
ser justo; como se detiene en el camino á das, aullidos, sollozos y todo el extrópito
u n fugitivo, juez indignado, me apoderó siniestro del pasado. Dios dice entonces
del corazón humano y le preguntó:— al pueblo: "Levántate!,,, y vibrando el
"¿Por q u é rebosan en tí la hiél, la envi- toque de rebato, sacuden sus cuerdas
dia y el ódio?,, Y vació los bolsillos de la sepulcrales la iglesia y sus campanarios,
vida: solo encontró dentro de ellos aflic el Louvre y sus campanas, y Lutero der-
clones, miseria y tedio. V i que el lobo, al riba al Papa y Mirabeau al rey. Y todo
comerse el cordero, decia: "Me molesta- está terminado. De este modo se hunden
ba,,. V i que la verdad cojeaba, que el los mundos antiguos.
error tenia una altura de cien codos y
que apedreaban á todas las ideas nuevas. IV,
V i que reinaba la noche de la ignoran
cia, que cargaba de cadenas á Cristo, á Los reyes son los que abren los abis-
Sócrates, á Juan Huss y á Cristóbal Co- mos, pero la mano que sembró se niega
lon. V i que eran desgraciados los após- á aceptar la cosecha; el hierro dice que
toles y los tribunos. Tuvieron mucho se subleva la sangre ardiente. H ó a q u í
cuidado en disfrazarme la historia, pero lo que me enseñó la historia. Esto es
yo la busquó y la leí; comparó entonces cruel, pero debo confesaros que la razón
el alba con la noche, el Noventa y tres m a t ó en m í el realismo y me convirtió
con la Saint-Barthelemy; porque ese No- en jacobino. Quó le hemos de hacer! E l
venta y tres que os hace extremecer, que reverso del Luis cuya fisonomía adoráis
debió venir, pero que ya no volverá, es la me d á miedo. Pensando como pienso
claridad de la sangre que se confunde ahora, só que disgusto á vuestra antigua
con la aurora. Las revoluciones que so- fó, á vuestra causa eterna, á vuestros
brevienen, para vengarlo todo, causan dogmas, á vuestros antepasados y á
un bien eterno y u n daño efímero. Las vuestros dioses, y que excito en vuestra
LAS CONTEMPLACIONES. 461
anciana inmovilidad el antiguo reuma- E l pasado se resiste á desaparecer;
tismo que se llama m o n a r q u í a . Pero no vuelve sin cesar sobre sus pasos, lucha,
puedo pensar de otra manera. No puedo se enrabia, quiere agarrarlo todo con
creer ya que los reyes sean propietarios as u ñ a s , hincha sus antiguas olas, hace
de los demás hombres, y no creyéndolo, rugir sus antiguas tempestades, vomita
cumplo m i deber confesándolo. Marco su ignorancia, llora, truena, relampa-
Aurelio escribia lo siguiente:—"Ayer v i - guea, aulla y muerde, pero el porvenir,
via equivocado; pero hoy, que he com- sonriendo, le dice:—"¡Pasa, buen hom-
prendido lo que es justo, he abjurado bre!,,
mis antiguos errores.,, Aunque solo soy
u n átomo, obro como Marco Aurelio.
Marqués, desde hace veinte años solo E l inmenso a p ó s t a t a del Ayer, mar-
me consagro á u n pensamiento que ocu- qués, se llama M a ñ a n a ; llega Mayo y
pa m i espíritu: á servir la causa de la desaloja al invierno: ¿qué es una mari-
humanidad. L a vida es un tribunal, al posa? el renegado del gusano. Falstaff
que se lleva á la barra á los débiles em- se decide á hacer l a vida del hombre
parejados con los perversos. He defendi- aonrado; pues es el a p ó s t a t a de las fran-
do desde entonces á los pequeños y á los cachelas: mis pies reniegan cuando de-
miserables, en el libro, en el drama, en j a n de usar las botas viejas, y el delicioso
prosa y en verso, suplicando á los dicho apóstata del ódio es el amor. Marqués,
sos y á los inexorables; he rehabilitado al no os parecéis nada á los rudos y anti-
bufón y á los histriones, á los que sirven guos barones; sois un francés que habéis
de escarnio á la humanidad, á Tribou- renegado de los celtas; abracémonos,
let, á Marión, al lacayo, al forzado y á pues, y confesad que estáis demasiado
la prostituta; he pegado mis labios á los iracundo conmigo.
corazones heridos de muerte, como ha
cen los niños con las moscas que se están V.
muriendo para que vuelvan á volar. He
tratado de sostener todo lo que se caia Nada en el fondo de m i corazón ha
he procurado conseguir el perdón u n i variado; sigo siendo siempre el mismo
versal, y como obrando así irritaba á mu- que vá recto hácia el deber desde que
chos, mientras los miserables me daban tuve uso de razón; que solo desea el bien,
las gracias, he recogido muchas veces lo verdadero, lo bello, lo grande y lo
al volar por las alturas, aplausos salvajes justo; el hombre c o n t i n ú a siendo lo que
y rencorosos silbidos; r e c l a m é los dere era el niño; pero llegó u n dia en que m i
chos de la mujer y del niño, t r a t é de espíritu pudo volar y conoció el inmenso
ilustrar al hombre, procurando que las espacio que podia recorrer, y entonces
escuelas reabsorban los presidios. De cambió de horizonte, pero no de alma;
seando toda clase de progresos, veia b r i no cambió nada dentro de mí, pero cam-
llar menos que la frente de Paris la tiara bió todo lo que me circuia. Se me apare-
de Roma. V i que el espíritu humano era ció la historia, y comprendí la ley de las
libre y el corazón del hombre esclavo, generaciones buscando á Dios, siguiendo
quise emanciparle, y quise poner en al Arca y ascendiendo por la escala i n -
libertad al amor. C o m b a t í la horca mensa, peldaño tras peldaño. Permanez-
homicida, c o m b a t í la pena de muerte co teniendo la misma vista, pero miran-
como el antiguo Alcides; finalmente, voy do otro cielo; ¿es culpa mia que el azur
á deciros la ú l t i m a palabra, m a r q u é s , ya eterno sea m á s azul y m á s grandioso
que la ocasión se me presenta. E l hom que una techumbre de Versalles? ¿Es
bre puede renegar de dos maneras: culpa mia ¡oh Dios! si te extremeces en
haciéndose pagano, ó haciéndose cristia mi corazón al oir el grito de libertad? Si
no. E l error es una mujer cariñosa, pero las miradas de a l g ú n hombre ven m á s
grosera, que cuando se la abandona se aurora y m á s claridad, culpad de ello a l
enfurece y se cuadra de brazos; l a ver alba solemne; tiene la culpa el sol, pero
dad, que tan grata es para los buenos no las pupilas. Me preguntáis:—"¿Dón-
es ruda y franca, y cuando se le hace de vas?,, L o ignoro; pero voy. E l camino
traición por el dinero ó por el poder, se recto nunca puede extraviar; veo el dia
convierte en un espectro que se nos ante m í y detrás la noche; esto me basta
aparece por las noches cuando estamos para que siga caminando. M i porvenir
durmiendo; el error es una mujer desca- personal no me inquieta; me asaltan los
rada y la verdad es una E u m ó n i d e . hombres del pasado, los que combaten
en favor de la ignorancia, y yo lucho con
OBRAS D E VICTOR HUGO.
ellos sin contar su n ú m e r o . L a desgracia cielo que cubren negras nubes que cami-
es la oscuridad de la noche, y en el re- nan lentamente, el techo de m i casa se
cinto de l a tierra los hombres y los cielos extremece durante la noche y le azotan
deben aparecer estrellados. Los últimos el h u r a c á n y el granizo; parece que ha-
reyes comprendieron esta verdad cuando yan clavado una gasa en el horizonte;
desaparecieron del trono. Nunca rehusó desde lejos me lanzan insultos; las peñas
mis l á g r i m a s al destierro, n i dejé de ar- se derrumban en cuanto poso los piós en
rodillarme ante la tumba; consoló siem- ellas; el viento parece que tenga miedo
pre á las grandezas desvanecidas; los de acercárseme, y solo se atreve á decir-
muertos en sus ataúdes me lo h a b r á n me, bajando la voz, el adiós misterioso
agradecido; m i madre lo sabe esto muy del amigo; el rumor de los vivos apenas
bien, como sabe que c u m p l i r é los nuevos llega hasta aquí; ha desaparecido todo lo
deberes que Dios me encarga, porque que yo deseaba ver realizado, y sobre los
desde su mortuorio lecho verá resplan- dias de m i j u v e n t u d , convertidos en
decer la verdad. M i madre sabe que hoy fantasmas, he visto caer el pálido suda-
no vivo de quimeras, que mis ojos se han rio del infinito.,,—"Y quó más?,,—"En u n
abierto a l progreso, que me esperan pe- montículo, inmediato á las olas, he de-
ligros, reveses y sacrificios, y que estoy signado sitio para que me entierren;
dispuesto á apresurar que llegue la hora a q u í solo llega el m u r m u l l o del mar,,.—
del mejoramiento de la humanidad; m i " Y q u é más?,,—^"Lo d e m á s que debo de-
madre sabe que, ya sea feliz ó desgra- ciros es que estoy contento,,.
ciado, aplaudido ó proscripto, vencido ó Jersey, Enero 1855.
vencedor, nada distraerá m i corazón de
su único objeto, n i m i voluntad, n i mis
deseos, n i mis afanes. ¡ T u m b a santa de
IV.
m i madre, t ú lees la verdad de lo que
digo en el fondo de m i alma!
Desde lo alto de una roca caia gota á
gota en el mar el manantial de una fuente,
Cualquiera que sea la suerte que me y el Océano le preguntó:—"Llorona, ¿á
espere, en m í nunca la conciencia aba- quó vienes aquí? E n m i seno ruge la tem-
t i r á la frente; m i conciencia camina se- pestad, y yo termino donde el cielo empie-
rena, digna ó indestructible, porque aper- za; ¿quó necesidad tengo de tí, que eres
cibo, como consejo dado de lejos en la tan pequeña, siendo tan inmenso?,, L a
noche oscura y tempestuosa que me ar- fuente contestó al mar:—'"Te doy silen-
rastra, la luz que vierten sobre m í los ciosamente, sin que nadie se aperciba de
ojos de m i madre muerta! ello, lo que te falta, inmenso mar; una
Paris, Junio 1846. gota de agua que se puede beber.,.
A b r i l 1854.
V.
P o s t - s c r i p t u m e n 1855.
A Luisa B.
Estuvimos leyendo los tres toda la Madre, hace ya doce años que ha muer-
m a ñ a n a los pasajes de Josef, de R u t h , to nuestra hija, y desde entonces, yo, afli-
de Booz, del buen samaritano, y cada gido padre, y tú, mujer fuerte, Dios sabe
vez m á s entusiasmados, por la tarde le que no hemos dejado pasar un dia sin
volvimos á leer; nos quedamos como los dedicarla nuestras oraciones y nuestro
cariño. Nos hemos acostumbrado á ver
niños cuando cogen un pájaro, que ale-
vivir su sombra en nuestra soledad y á
gres se llaman unos á otros riéndose
verla vagar siempre entre nosotros. He-
y se quedan asombrados al sentir en
mos persistido en esta agradable aflic-
sus manos la suavidad de las plumas. ción, y vivimos inclinados hácia el que-
Marine-Terrace, Agosto 1855. rido nido de musgo, que con sus dos
pájaros nos arrebató el h u r a c á n . No he-
mos sucumbido á nuestra desgracia, no
XI. nos hemos dejado de tratar uno á otro
con bondad y con ternura, n i hemos de-
Ponto. seado que terminase nuestra aflicción l a
cobardía que se llama olvido. Desde
aquel triste dia, en el que palidecieron
para nosotros el cielo, el campo, las flo-
L e digo á m i perro negro:—"Ven, Pon res y las estrellas, con los tres hijos que
to, ven conmigo,,.—Y voy con él al bos nos quedan, y que nos ha dejado Dios
que á leer, sentado ó paseando, libros para que nos inspiren valor suficiente
antiguos. E n invierno ó en verano me para resistir la vida, hemos procurado
dedico á leer á Froissart, á Montluc, á mitigar en diversos seres los reveses, las
T á c i t o ó alguna historia, y me dejan adversidades y las desgracias sin t i t u -
despavorido los crímenes que cometió la bear, afrontando peligros, concediendo á
gloria. Veo el horror hasta en l a leyen- las aflicciones del corazón, á la ausencia,
da de los mejores héroes; veo siempre á los a t a ú d e s , á toda clase de sufrimien-
e n g a ñ a d o al hombre por los que debian tos, á nuestra hija, á los parientes que
velar por él; veo las grandes manos ro- han abandonado el mundo, nuestras lá-
jas de sangre! A Alejandro ébrio y loco; grimas y nuestras sonrisas.
á César prostituyéndose en las orgías,
descargando el p u ñ o sobre Didier y el Marine-Terrace, Agosto 1855.
pié sobre W i t i k i n d ; á Carlo-Magno, se-
mejante en muchas ocasiones á Cárlos V;
á Catón alimentando á las murenas con
LAS CONTEMPLACIONES. 467
¿No volveré á ver á la que amo eterna-
mente? Oscura noche se extiende dentro
de m í . Oh tierra! l a bruma borra en t í
XIII. as cumbres; ¿seré yo el espectro y t ú la
tumba?
I.
XVII.
Todo hombre que envejece es la pro-
Aparieion. pia imagen de la roca triste y solitaria
de Cerigo, que en otro tiempo fué Cyte-
res, la de los deliciosos nidos, la de los
V i pasar u n á n g e l blanco sobre m i verdes mirtos, la concha de Cypris, que
cabeza; un á n g e l , cuyo vuelo deslum- estaba consagrada en el seno de los ma-
brador apaciguaba la tempestad y ha- res. L a augusta vida, gota á gota, hora
cia callar el alboroto de las olas.—"¿An tras hora, se derrama sobre lo que pasa
gel, á q u é vienes á la oscuridad del y sobre lo que permanece; allá bajo la
mundo?,, le p r e g u n t é . E l á n g e l me res Q-recia brilla agonizando, y a l contem-
pendió:—^Vengo á llevarme t u alma.,,— plarla, los ojos se llenan de luz y de due-
Me causó miedo, porque v i que era una lo; la tierra brilla; la nube es incienso
mujer, y le repliqué, temblando y ten que humea; las aves acuáticas se entre-
dióndole los brazos:—^"Nada me q u e d a r á mezclan con la espuma del mar, el azur
de tí, porque extenderás las alas y te se extremece, el agua palpita, y salen
perderás entre las nubes.,, No me res- rumores de los vientos, de las olas, de las
pondió. E n seguida oscurecióse el cielo barcas y de los remeros; á lo lejos se vé
apareciendo en él la noche.—"Si te llevas pasar la vela de a l g ú n barco heleno ó
m i alma, e x c l a m é , dónde la llevarás? candiota. A l l á bajo está Cyteres l ú g u -
dime á q u é sitio.;> E l á n g e l continuó ca bre, idiota, agotada como la calavera de
l i a n d o . — " T r a n s e ú n t e celeste, le dije un sueño de amor, como el cráneo des-
eres la muerte ó eres l a vida?,, E n las t i nudo del placer. Eres tú? ¿Eres t ú l a
nieblas que me rodeaban, el á n g e l era misma? Qué hiciste de t u blanca túnica?
negro, y me contestó:—"Soy el amor^,.— Tapa t u garganta impura y t u fealdad
Pero su frente sombría era m á s luminosa cínica, sirena arrugada; ¿dónde está t u
que la claridad diurna, y yo entreveía, en alma? Dónde está t u luminosa estrella?
la oscuridad donde brillaban sus pupilas, L a isla que el mundo adoraba desde
los astros, al través de las plumas de sus Lemmos hasta Lepante, en la que do-
alas. minaba del amor la rampante quimera,
donde la brisa besaba á los árboles regó-
Jersey, Setiembre 1855.
470 OBRAS D E VÍCTOR HU&O.
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LAS CONTEMPLACIONES. 473
Saint-Just me decia:—"Estoy libre y trella d é l a m a ñ a n a . Sin e m b a r g o , S e ñ o r ,
vivo,,. Phocion, al morir, me lanzó esta su dolor es verdadero, y esa madre que
frase:—"Creo, y doy gracias por esto á solloza dolorosatnente al pié de la cruz,
los dioses!;, Savonarola, al acercarme al recibe el consuelo de saber que tras de
brasero del que acababa de sacar la aquella oscuridad aparecerá el sol, y
mano quemada, me dijo:—"No temas mientras sus ojos mortales lloran lágri-
morir. Vale algo acaso el mundo? ¿Es la ¡mas de sangre, siente la inmensa a l e g r í a
mati ria de t u cuerpo la que te hace aaaar de saber que su hijo es Dios y de que
la vida? Pues la verdadera vida no es la vino al mundo á redimir á la humani-
de la carne; no temas morir. ¿No sientes dad. Esto no obstante, nada espanta, so-
dentro de tí algo parecido á alas cauti- bresalta n i angustia como ese tiempo lú-
vas? ¿ E n t u murado pensamiento no gubre, en el que el ignorante género
sientes como encerrado un á n g e l que humano, temblando de miedo, lo mismo
solloza en voz m u y baja? E l que muere en los banquetes que en los martirios,
se engrandece. E l cuerpo, esposo impu- oye llorar á María y reir á Trimalcion!
ro del alma, está lleno de viles apetitos
que le arrastran á los vicios, es pesa-
do, fétido, abyecto, enfermizo, lleno de A lo que acabo de decir, la muche-
humores, cubierto de una piel que se dumbre contesta:—"Es verdad, pero son
arruga, arrastra un vientre repugnante, gratos y envidiables el martirio y la
se adormece, come y duerme, pero al fin muerte cuaudo la celebridad nos acom-
envejece, y cuando llega la hora de la p a ñ a á la tumba; cuando el sacrificado
muerte, el alma vuela á la celeste esfera, se llama Sócrates, Juan Huss ó el Me-
libertada del horrible mónstruo.,. sías; cuando se enciende el incensario
en las llamas de l a hoguera que os abra-
sa; cuando los siglos y los pueblos están
presentes y os levantan suntuoso cenota-
Una noche que se apareció ante mis fio que llega hasta las nubes, porque el
miradas turbias el fantasma de una ciu- tajo a t r a e r í a a l hombre m á s tímido si
dad con el espectro de su muralla, oí supiera que h a b í a n de colocar su a t a ú d
como en un sueño, en el que nada tiene en lo alto de una pirámide. Halaga mo-
forma precisa, á los alrededores de u n rir cuando se camina á la muerte reco-
templo de enorme c ú p u l a , una voz que giendo por el t r á n s i t o las bendiciones
salia debajo de un m o n t ó n de pedruscos del género humano, cuando grupos de
negros, por el que la sangre corria á ar- hombres llorando besan vuestras santas
royos, una voz que murmuraba preces y huellas, cuando se oye exclamar por to-
oraciones: era la de Esteban, el mártir, el das partes:—"¡Vas con t u recuerdo á i l u -
dilapidado, que bendiciendo las piedras minar el espacio; fantasma deslumbra-
exclamaba:—"En m i frente refleja la ce- dor, vas á dorar la historia, y ceñido
leste luz. E n lo sucesivo los hombres se con la diadema del triunfo, vas á sentar-
a m a r á n unos á otros. J e s ú s reina. Dios te en el p a n t e ó n de los hombres inmor-
mió, recompensad á los hombres, porque tales!,, Halaga la muerte cuando la horca
ellos son los que nos eligen para conse- tiene aspecto de altar, cuando conocéis
guir vuestra eternidad: piedra á piedra que os admira el verdugo que os arranca
mis hermanos me han lanzado hasta el la vida, cuando sabéis que el cadáver se
seno del paraíso.,, l e v a n t a r á siendo estátua; se muere fácil-
mente cuando dejamos tras de nosotros
claridad, honor y gloria. E l hombre es
tan vanidoso, que se ríe del tormento
V i t a m b i é n de pié á la dolorosa ma
cuando á él le lleva real y t r á g i c a ven-
dre, cuando por todas partes densa y
tura, cuando le torturan inmensas tena-
horrible oscuridad envolvía los alrededo
zas. Cuando los instrumentos del potro
res del Grólgota, cuando Cristo exhaló
salen de fragua gigante y desconocida,
su espíritu, cuyo ú l t i m o aliento a p a g ó
nuestro orgullo no hace caso de las heri-
la luz. Su madre estaba al pié de la
das abiertas y se consuela de los agujeros
cruz, y al contemplarla me dije á m í
que en l a carne ahondan los clavos, con-
mismo:—"Hé a q u í la i m á g e n del dolor!
templando la m a g n i t u d del martillo. Ha-
¿Que es lo que tenéis, madre, entre vues
laga ser el m á r t i r del ilimitado abismo,
tros dedos divinos?,, Entonces sin contes
ser el t i t á n clavado en una inmensidad;
tarme, volviendo hácia m í la dolorosa
plácennos los sufrimientos sublimes!
faz, levantó la mano derecha, la abrió
silenciosamente y v i brillar en ella la es-
TOMO V. (JO
OBRAS D E VICTOR HUGO.
L a duda, hija bastarda de la anciana n i los astros, flores de los capiteles celes-
sabiduría, exclama:—"Para qué?,, Ante tes, diamantes de las columnas del firma-
la eterna liberalidad, que hace que todo mento; q u é nos importa que Mayo nos
lo olvidemos, nos ofrece su taciturno refu- acaricie, que el niño nos embelese, si
gio y nos dice:—^Estás cansado? V e n todo no es m á s que u n suspiro, si todo
conmigo!,, Y el hombre se duerme á la no es m á s que una l á g r i m a , si todo no es
sombra de ese fatal manzanillo. m á s que u n momento?...
Para ellos el alma naufraga cuando ¿Serán acaso almas condenadas de se-
el cuerpo zozobra. L a i m a g i n a c i ó n para res malditos, que durante millones de
ellos tiene los ojos huecos y las miradas años, entregadas al remordimiento, en
miopes; para ellos la nada es el fin, y vez de ver salir de los ojos del sol rayos
mofándose de la bóveda estrellada, en brillantes, t e n d r á n por castigo que ver
vez de una esperanza con alas, llevan en salir gusanos de los ojos de los cadá-
el corazón una calavera. veres?
Cuando los astros y las flores les dicen: Problema desconocido del castigo!
—^"Es necesario crer,,, ellos contestan á Cuestión indescifrable! Una de esas pie-
las flores y á los astros:—"¡Sois unos i n - dras puede exclamar:—Yo he destruido
sensatos!,, Cuando el árbol les m u r m u r a á Tebas; otra: Y o era Belo en Tyro; otra:
al oido:—"Dios existe,,, esos locos respon- Y o era Sila en Roma!—¡Oscura cauti-
den:—"No!;, vidad de los antiguos opresores de los
hombres! Qué sois, piedras sepulcrales?
Qué profunda ignorancia! ¡La semilla
niega al sembrador! E l universo no es ¿Qué hizo ese bloque, abierto en la
para esos hombres m á s que un vasto de fosa, helado por el frió de la tierra, cie-
lirio sin objeto y sin fin; su alma, agitan- go ahora y castigado, que acaso piensa
do la inmensidad profunda, n i siquiera y se acuerda...? ¡Acaso encierra á T i -
siente en ella el ser, y en el escabel del berio!....
mundo no oyen que suena Dios.
Ese duro pedernal, hundido en la tier-
VI. ra, que la sombra cubre, mientras el
cielo se abre para el justo que á él ascen-
E l coche fúnebre entra por las puertas dió, celoso acaso del perro que ladra y
del cementerio. L a alegre m a ñ a n a , que del asno que pasa, piensa y exclama:—•
se sonrio á la naturaleza, resplandece so- " Y yo estoy aquí!,,—¡Dios mió, quien así
bre aquel luto; todo ser encierra un mis habla es quizás u n Borgia!
terio, al que se abre su alma y la ofrece
al infinito; el astro aporta á la aurora y
el hombre aporta el a t a ú d . Señor, compadeceos de todos esos m i -
serables; salvad á esos náufragos, amad
á esos perversos; en nombre de los ino-
Se abre el interior de la fosa; por algu centes perdonad á los criminales. Como
ñ a s partes las losas cubren tierra fresca, padre, cerrad el infierno; como juez, en
se oye el toque de difuntos; aquellas se nombre de las víctimas indultad á los
abren como si fueran pupilas; la maripo verdugos.
sa blanca pregunta:—"¿Quién ha cons-
truido esos sepulcros?,, y la flor respon
de: Ay!„ De todas partes se os dice que tengáis
480 OBRAS D E VICTOR HUGO.
misericordia! Los pueblos desnudos, ata- serbio, y dicen, contemplando las fosas:
dos, azotados y trabajando s o m b r í a m e n - —"Estas son m á s profundas!,,,
te, viendo que su Señor prodiga eternos
castigos, tienen piedad del déspota, que IX.
goteando la sangre de sus crímenes, llo-
ran por los dolores que estarán sufriendo. Cuando parte el alma, restituimos el
cuerpo á la naturaleza y desaparece la
vida mortal; está ya fuera del tiempo,
Las pálidas naciones asomadas al abis-
del espacio y del número, y el c a d á v e r
mo y los grandes, suplicantes, por el
desciende a í pozo profundo de la noche.
tirano que súfrete imploran, ¡oh Señor!;
el esclavo puesto en cruz, el oprimido en
su opresión, tienen piedad del sátrapa. ¿Qué queréis sacar de ese pozo formi-
dable? ¿Por q u é en lo insondable os em-
peñáis en dejar caer la sonda? ¿Qué que-
D i r i g i d una mirada compasiva á esos
réis sacar de allí? ¿El adiós lejano y
reclusos tenebrosos que aprisiona la tier-
cariñoso de los séres que hemos amado,
ra con pesados cerrojos; á esos forzados
su mirada, su supremo suspiro, su ú l t i m o
cuyo presidio está dentro del sepulcro, y
beso?
quitadles, atendiendo á las súplicas de
los justos, las tuercas de los tornillos.
¿Qué queréis sacar de ese profundo po-
zo? ¿ A l g ú n extremecimiento del vacío,
Compadeceos del m ó n s t r u o y de la adonde todo vá, a l g ú n ruido, alguna cla-
roca, de todos esos condenados que en
ridad, alguna letra de la palabra que
otro tiempo fueron reyes en los combates,
solo Dios puede escribir? ¿Lo deseáis es-
de todos esos bandidos que produjeron
to para que obtengan vuestras risas una
tempestades en el mundo, que horroriza
ron á las fieras y que cayeron m á s bajo parte de la eternidad?
que ellas.
¿Queréis sacar acaso el secreto de esa
P e r d ó n para ellos! Sed clemente con espantosa cisterna, la fria gota que, como
el junco, que fué príncipe; con el gusano, l á g r i m a de la nada, rezuma en la áspera
que fué juez, porque el perverso es u n bóveda? ¿Queréis sacar a l g ú n fulgor azo-
loco. Señor, abrid las puertas al maldito; rado y hosco, a l g ú n grito que lanza todo
indultad al infame; dad alma al tigre y lo que mira detrás de la tumba?
alas al guijarro.
No sacareis nada. Los muertos caen.
Misterio, obsesión del espíritu que L a fosa les vé descender con sus almas
piensa, escalas de las penas y de las re- justas ó criminales, con sus nombres y
compensas, noche que termina en clari- con el ruido que movieron en el mundo.
dad, sonrisa que nace de la tortura, v i - Cuando llegue el dia en que soplen los
sión del sepulcro, ¿eres una quimera ó hálitos celestes, solo Dios volverá á su-
eres una realidad?... bir todas esas urnas llenas de la eterna
noche.
vm. X.
L a fosa, llaga de las e n t r a ñ a s de la
tierra, está abierta y hace temblar á la L a tierra, agitando en su superficie las
verde yerba y al amarillento matorral; zarzas, dice:—"El hombre ha muerto,,;
permanece siempre fria, tranquila é ina- bien: q u é queréis que yo haga? ¿Por q u é
nimada, y el alma vé salir de ella, como me lo devolvéis? Tierra, haz de él ñores,
una nube de humo, l a sombra del infi- azucenas, que rocíe el alba; su boca con
nito. dientes abiertos convierte en rosa que
entreabra el botón.
Y las aves, que se ciernen sobre todas
las cumbres, que vuelan por todos los Haz correr su sangre en tus manantia-
cielos, comparando los abismos en sus les de agua viva, y haz que tus convida-
viajes aéreos, recuerdan la alta cima del dos los bueyes se la beban mugiendo;
Vesubio, la profundidad del Océano so- haz que de sus azulados senos broten las
LAS CONTEMPLACIONES. 481
violetas y cubre con los ojos que te dan :urnas, le hielan en el ataúd; el muerto
los esqueletos las alas de las mariposas. i r i t a , y oye que le hablan en voz baja
'as cuatro tablas de su féretro.
¡Fecunda t u vida con la savia que sa-
cas de los muertos; conviértela en torren- Una dice:—"Yo cerraba el arca donde
te que ruja, en musgo que te cubra de guardabas t u riqueza.,,—Otra dice:—
fresca alfombra; haz de ella rocas, j u n - "Yo serví de puerta á t u casa.,,—Dice la
cos, viñas, brisas, perfumes, bosques su- tercera;—'^Yo era la mesa donde comías
surradores, surcos llenos de espigas! y te embriagabas en los dias felices.„—
L a cuarta tabla dice:—"Yo era la cabe-
XI. cera del lecho de tus amores.,,
xn.
E l enterrador arroja sobre el féretro l a
tierra á paletadas. ¡Oh muerto, t ú que en
Basta! Levantaos de la mesa. Cada
el sudario creias que iban á llorarte eter-
cual seguirá á su vez el terrible camino;
namente, ya te han dejado solo en la
cada uno irá hácia él temblando; cantad,
tumba!
reid, sed dichosos, sed célebres, que cada
uno de vosotros será pronto en las tinie-
Y a empieza t u silenciosa soledad! No blas espectro de ojos apagados.
c a m b i a r á s ya de actitud n i de lecho; las
horas ya no sonarán para t u oido; el i n
móvil sudario ha dejado caer sobre t u L a m u l t i t u d os admira y el cielo os
forma horrible sus pliegues eternos. favorece; sois rico, grande, glorioso, po-
pular, altivo é incensado; os preceden
vuestros lictores llevando el hacha gra-
E l sepulturero, sentado sobre t u fosa, vemente, pero vos os iréis sin que nadie
bebe, come, se sonríe y se chancea, y sepa por dónde habéis pasado.
toma, tarareando canciones bestiales, un
vaso con sus manos, que á cada momen
to tocan los instrumentos de l a muerte. J ó v e n e s hermosas que brilláis en la
aurora de la juventud, palidecen vues-
tros labios antes de que termine la fiebre
L a tarde se apaga; el espacio se llena del baile deslumbrador; antes de que en
de inquietudes; la yerba tiembla y su- las a r a ñ a s se consuman los cirios, la
surra como una multitud; el rio reluce muerte pone en vuestras frentes el velo
el paisaje oscuro adquiere venas de de vírgenes que se llama eternidad.
m á r m o l ; esas hidras, que se llaman árbo
les, tuercen sus brazos durante l a noche.
E l conquistador cae de lo alto de sus
triunfos y vé desaparecer su espada; el
E l muerto se queda solo y siente que amante pasa con la mujer de sus amo-
la noche le devora. Cuando despunta el res; la cuna adquiere voz sepulcral, y el
dia, la aurora, con todos sus rayos y el sonrosado niño se convierte en larva
canto alegre de los pájaros, llegan y ale- horrible y del vajido sale el estertor de
gran los sepulcros; y cuando aparece l a la a g o n í a .
noche, toda su sombra cae sobre las t u m
bas.
¿Lo que ayer pensaban los hombres,
lo saben acaso hoy? De sus quimeras, de
E l cadáver tiene frió; porque la noche sus deseos, de sus ilusiones, de sus vanos
que trae con su hálito las tinieblas, e" problemas nada resta; todo lo han olvi-
horror, el espectro y las mariposas noc dado con el transcurso de los aconteci-
TOMO V .
61
482 OBRAS D E VICTOR HUGO.
mientos, que corren tan de prisa que des- Y a no se oye el ruido de tus molinos,
lumhran al mortal. n i el de los martillos cayendo sobre los
clavos; estás abandonada: ¿dónde están
tus bufones? N i n g ú n pasajero subirá
Las esperanzas y las promesas se pier- por tus pendientes de hoy en adelante, y
den en el espacio. L a boca que promete ya no se verá la luz de las l á m p a r a s sus-
es u n pájaro que pasa; loco es el que se pendidas en los techos.
fia de ella. Las promesas se van donde
v á el viento en las llanuras, donde van
las olas del mar. Brilláis para desaparecer y subís para
pajar. E l grano de arena le dice a l
grano de ceniza:—"Traguémonoslo to-
Piensa, mortal, en la profundidad de do.,,—"Dónde está Tebas?;; pregunta
la nada eñ que vivimos. Cuando yazgas pensativa Babilonia. Tebas interroga:
para siempre en el eterno sueño, tus —"Dónde está Nínive?,,, y Nínive excla-
hijos, gastando los dias que Dios les con- ma:—"Dónde está Tyro?„
ceda, vivirán en la honradez ó en la i g -
nominia, pero t ú no lo sabrás.
E l hombre se agita y obra, y todos sus
actos los espía un ojo fijo; Dios no ignora
L o mismo pasa lo que se s u e ñ a que lo n i n g ú n pensamiento y ninguna acción
que se realiza. Esos ricos palacios, esos del hombre; ¡desgraciados los que para
carros triunfales, todo eso pasará: Pirá- obrar m a l se ocultan en las tinieblas y
mide, ves á tus plantas la humilde tien- creen por eso que nadie les vé!
da de c a m p a ñ a y ves como el viento la
conmueve; c o m p a r á n d o t e con ella te
sientes orgullosa, Cheops, porque ella es Todos van desapareciendo unos tras
de lienzo y t ú eres de granito; de otros; unos a l fin de una carrera i n -
sensata, otros cuando dan los primeros
pasos; desaparece el que e m p u ñ a el ce-
L a modesta tienda exclama: ^¡Gloria tro y el que hace sonar la flauta; nada
á la magnífica pirámide!,, Pero un dia, dura en el mundo, y el padre desaparece
relinchando como un caballo n ú m i d a , el tras el abuelo.
terrible h u r a c á n desatará sus furores so
bre la arena del desierto, que sustenta á
las frágiles tiendas, y la soberbia Cheops Las razas van á parar adonde todo
caerá al suelo lo mismo que ellas. p á r a en el mundo; cuando las antiguas
comienzan á palidecer, las nuevas van
siguiendo el mismo camino; y en l a
T a m b i é n t ú perecerás, á pesar de t u eternidad, abismo donde se vacía la
recinto amurallado, ciudad sagrada, y te tumba, cae sin cesar la humanidad, som-
convertirás en u n m o n t ó n de escombros brío rio que v á á parar al rio universal.
humeantes, y se desesperarán los que te
sirvieron y los que te amaron a l ver el
humo denso que produce t u incendio. V i g i l a d ! Pensad en los seres queridos
que perdisteis; hablad m á s bajo, meditad
lo que decís; el á g u i l a de la muerte nos
Sus hijos exclamarán:—"¡Desventuras roza con las puntas de sus alas, y la v i -
de la guerra civil! ¿Qué ciudad igualó da, hora por hora, se v á fugando de nos-
nunca á ésta? Sus torres llegaban hasta otros.
el cielo; sonreía al oir las canciones de
sus prostitutas, y hacia correr como han
dadas de nubes sus bajeles por el mar. Partidas vertiginosas! ¡golpes repen-
tinos! ¡Cuántos que creían hablar solo
para el mundo, con la frente altiva y el
¿Dónde están tus doctores que te ense corazón soberbio, de repente, como de
ñ a b a n á leer? ¿Dónde los domadores de súbito se desploma u n muro, en medio
leones que tocaban la lira? ¿Dónde tus de una frase dirigida á l a m u l t i t u d se
luchadores que no se cansaban j a m á s ? han desplomado en l a tumba;
Ciudad, ¿te ha robado u n ladrón por la
noche? D ó n d e está Babilonia? A y ! ¡des
apareció! Y al llegar á l a inmensidad se han
quedado pálidos y estupefactos al ver en
LAS CONTEMPLACIONES, 483
el abismo azul de lo infinito, en el que mudo posa su mano sobre el hombro del
el enmascarado se descubre y el incógni- descarado burlón, y detrás de él, mien-
to se revela, que la frase que hablan em- tras canta, surge la muerte, y Dios llena
pezado á pronunciar ante los hombres de repente con la eternidad aquella boca
la terminaban delante de Dios! que escupe.
XIV.
E n el umbral de lo infinito hay u n es-
pectro con el dedo puesto sobre la boca. ¿Qué harás ¡oh viento! de tantas yer-
Los muertos parten. L a noche con su bas segadas, de tantas pajas secas y de
vara los toca y se encaminan hácia el tanto árbol derribado? ¿Qué harás ¡oh
antro profundo, en el que no penetra n i viento! de los que se van del mundo an-
el m á s leve resplandor, y por allí se disi- tes de hora, de los que lloran y de los
pan. D ó n d e van? Quién lo sabe! Solo sa- que rien?
bemos que se van.
cha frente; inmóviles, con el hacha en la alrededor como u n viejo claustro; la yer-
mano, con el pió encima de los proble- ba está muy alta, y en ella se ven menos
mas: la muerte ha convertido á todos esos flores que tumbas.
leñadores en pálidos espectros.
Cuando nos agobia l a duda, la vida
E s t á n estupefactos cada uno sobre su pierde el encanto. Cuando el hombre, es-
rama; ese se incorpora; éste, espantado, pectro alegre, con el sarcasmo en los la-
se inclina; aquel quiere, el de m á s a l l á se bios y con la tristeza en los ojos, quiere
atreve, y todos se paran ante el misterio. burlarse del infinito, vó con estupor que
Zenon piensa volviendo l a cara hácia los árboles oran y que las m o n t a ñ a s es-
Pirren y Voltaire mira á Spinosa. t á n serias;
Decidme, ¿quó habéis encontrado, bus- Conmovida la encina hace señas al ce-
cadores sublimes? ¿Los oscuros nidos que dro, que está contemplativo; el peñasco
encontrásteis entre las ramas nudosas soñador parece un sacerdote que está
del árbol, cobijaban enjambres de alas en el templo llorando por a l g ú n desgra-
negras ó blancas? Decidme, ¿visteis volar ciado; la a r a ñ a medita inmóvil en el
por entre el ramaje alguna á g u i l a mons-centro de su tela, y el león, pensativo á
truosa? la luz de las estrellas, dice rugiendo:—
" P e r d ó n , Señor!,,
Jersey, cementerio de San Juan, A b r i l
Del que guarda el secreto, los hom- de 1854.
bres somos vasallos; el espeso velo de la
suerte no nos deja ver claro; la fúria del
viento nos encorva; la oscuridad de la VI.
misma noche confunde nuestras cabezas.
Quién sabe el secreto? ¿Lo sabéis vosotras,
tempestades? ¿Lo sabéis vosotros, abis- U n dia el profeta sublime que medita-
mos? 3a en Patmos y leia extremecido en los
bordes del abismo palabras lúgubres, di-
rigiéndose á su águila, la dijo:—^'Quiero
E l incomprensible problema hincha que me lleves sobre tus alas; quiero i r á
las olas del mar, y oscilando sin cesar, ver á Jehová.,, E l á g u i l a obedeció. Lle-
v á desde l a noche hasta la aurora, desde garon á las puertas del cielo y Juan en-
el topo hasta el lince; el enigma clava en t r ó . Se dirigió á u n sitio sin nombre, cu-
nosotros tercamente sus profundas mira- yo centro n i n g ú n a r c á n g e l se atreve á
das en la oscuridad, en la que vemos so- atravesar; pero ese sitio temible estaba
bre nuestro destino las dos garras de la lleno de sombra, de la sombra que pro-
esfinge. yecta la grandeza de Dios.
Jersey, Setiembre 1855
Viéndote tan serena y tan radiante, j Nos hicimos la ilusión de que perma-
los corazones m á s crueles dejaban de necerian con nosotros durante nuestra vi-
odiar; pasaste por la vida como R u t h la da y Dios nos las arrebató. Hasta cuando
espigadora, y como R u t h l a espiga, t ú ciñen nuestros cuellos con sus blancos
recogías el bien. brazos, terrible viento hace extremecer
esos queridos fantasmas, que aun cree-
mos contemplar.
L a naturaleza d e r r a m ó toda su gracia
en t u faz, la aurora su candor, los campos
su bondad, y nosotros gozábamos vien-| E s t á n ahí, cerca de nosotros, jugando
do reunidas en t í la dulzura y la belleza, á las orillas del camino; no han desde
ñ a d o descender hasta la tierra oscura
y detrás de ellos, sin que en su candor lo
Era tan casta, que su forma parecía I sepan, sus alas proyectan algunas veces
obra deslumbradora del cielo; de todos |su sombra en l a pared,
los rosales parecía la rosa y de todos los
amores parecía el perfume.
Penetran en nuestras estancias, mo-
ran con nosotros, y alegres, ligeros y
Los que no han conocido á esa hechi-1 cariñosos, nos acarician y desaparecen.
cera n i ñ a no pueden saber que transpa- Desconsolada madre, nuestros hijos son
rencia tenían sus miradas, que eran se- dos ángeles.
mejantes al agua tranquila cuando las
estrellas reflejan su luz en el mar.
Quiso nuestra suerte severa que regre5-
sasen pronto al cielo que vieron abierto,
Era sencilla, franca, modesta y buena; I y que antes de posarlos labios en l a
empezaba á preludiar el canto de las i l u - copa de la vida la abandonasen, i g n o
486 OBRAS D E VICTOR HÜGO.
rando lo que es la envidia, el dolor, el solo que esos seres queridos ya no exis-
orgullo y el ódio. ten.
nocido mar vierta una inmensa marea de está quieto y tranquilo; todo respira ter-
constelaciones. nura y felicidad; Dios mira.
Marine-Terrace, A b r i l 1854. Marine-Terrace, Julio 1855.
x.
IX.
A l o » á n g e l e s qne nos v e n .
Claridad,
Ciérnete sobre m i alma, que en otro Porque la casa del destierro, confun-
tiempo fué paloma; ven hasta m í , t ú que dida con las catacumbas, está pegada á
llevas impreso el sello celestial, los muros de l a ciudad de las tumbas;
el proscripto sale de ella. Flota sumer-
LAS CONTEMPLACIONES. 491
gido, como la nave que zozobra; cuando tan los mármoles blancos de u n sepulcro
el dia le vé, exclama:—"¿Quién es esa prodigioso.
sombra?,, Cuando le v é la noche, dice:—
"Quién es ese muerto?,, m.
E n el mundo cada cosa es un proble-
Bien venida seas, sombra, hermana ma para las otras cosas; el sér es una
mia, que cuando apareces me haces señas esfinge para los d e m á s séres; el alba le
de que me incline hacia el enigma sinies- parece p á l i d a al sol, y el r e l á m p a g o le
tro y oscuro, y vienes, a s u s t á n d o m e con parece pálido al rayo. E n la creación
t u fulgor sublime, á enjugar en m i fren- vaga y crepuscular, los objetos contur-
te el sudor del destierro con la fimbria de bados por siniestra claridad son una v i -
t u sudario! sión unos para otros.
II.
L a ceniza no sabe lo que piensa el
E l abismo es oscuro y la vista es dé- mármol; el escollo ignora lo que dicen
b i l . Tenemos ante nosotros la inmovi- las olas; las ramas de los árboles no sa-
lidad del silencio. Q u é somos? ¿Dónde es- ben lo que dice el viento. ¿A quién se
tamos? Debemos gozar ó llorar? Los que castiga a q u í ? P a s á i s sin conoceros.
encontramos, pasan. De dónde vienes? ¿Eres t ú el culpable, niño que acabas
No lo sé. D ó n d e vas? L o ignoro. Así el de nacer? Oh muerte! ¿eres t ú la que
vives?
hombre habla al hombre y la ola á la
ola. Todo v á , todo viene, todo miente,
todo huye! Tenemos cimas en el espíritu; nues-
tras ideas, nuestros sueños, nuestras vir-
tudes, son escarpaduras que abordamos
Vemós salir la flecha y que la sombra y esperanzas que construimos pronto; y
tapa el blanco; vemos lanzado al hom- tratamos de aplicar á esas e x t r a ñ a s ci-
bre. Por quién y hácia quién? Hacia lo mas la escala de fuego por la que su-
invisible. E l tenebroso arco silba en el bieron los ángeles, en la que Job está
aire. A l ver que los que amamos se mue- bajo y Cristo está arriba.
ren en nuestros brazos, nos pregunta-
mos si para lanzar el rayo de la muer-
te b r i l l a el r e l á m p a g o de l a vida!... Amamos. Para qué? Sufrimos. No lo
podemos evitar. Prefiero morir y desapa-
recer; pero el mortal no puede elegir su
Nos preguntamos, víctimas de la duda, camino. E l sér, asustado, enmudece ante
si la profunda tumba que se abre ante la bóveda azul, viendo caer de la boca
nosotros, abismo, esperanza, refugio ó de la urna la l l u v i a lívida de los hu-^
escollo, es el firmamento lleno de innu- manos.
merables estrellas, y si los clavos de oro
que se ven de noche en la esfera azul son
los clavos del féretro. Pensamos. Y después? A r r á s t r a t e , es-
píritu, y conserva tus cadenas. Cuando á
la hora del crepúsculo os paseáis por en-
tre las encinas y por entre las rocas, ¿no
Vivimos y nuestros dientes chocan, veis retroceder á la sombra en cuanto se
nuestras vértebras se extremecen; cual- fijan en ella vuestras miradas? ¿Sabe-
quiera diria que en las tinieblas del mos acaso en q u é piensan todos esos mis-
mundo se oyen pasos que nos aterran. terios mudos?
Qué es el h u r a c á n durante la noche? A l -
guno que pasa. Oimos el resuello de los
caballos del espacio que arrastran un Juzgamos. Levantamos la horca. E l
carro, que no vemos. hombre mata y muere. E l género huma-
no, muchedumbre que vive en el error,
condena, extermina, destruye y después
L a sombra parece absorta en una idea se v á . E n su demencia levanta el pos-
ú n i c a . E l agua solloza; el bosque comu- te del p a t í b u l o , que es el palo de ese
nica a l espíritu su temblor contagioso, y ciego inmenso que v á caminando de
en la bruma que nos rodea, todo pare- noche.
ce alumbrado por el reflejo que proyec-
492 OBRAS D E VICTOR HUGO.
ra, piensa y suspira, sin salir de lo malo, manantial limpio bebes?,. No le contes-
sin dar u n paso fuera de lo peor, sin que tó, y continuó p r e g u n t á n d o m e : — " S o ñ a -
los antiguos tiempos vuelvan á aparecer- dor, que vives para civilizar, ¿por q u é no
se, y siguiendo nuestros pasos nos digan: vas á rezar á las iglesias?,. C a m i n á b a -
—"Paraos!,,. Sócrates exclama:—"Ade- mos los dos, el uno al lado del otro, por
lante!,,; Jesucristo nos grita:—"Id m á s el bosque.
lejos!,, y el sabio y el apóstol desaparecen,
p r e g u n t á n d o s e el uno al otro q u é gusto
tiene la cicuta y q u é gusto tiene la hiél. Le contesté:^—"También yo rezo„.
Hay momentos en los que S a t a n á s , vien- Hermann me replicó:—"¿En q u é tem-
do al hombre ingrato, loco y cruel, le plo? ¿Qué sacerdote celebrante contem-
coge de la mano y le a c o m p a ñ a . Llama- pla t u alma y ante q u é altar? ¿Ante
mos ciencia á andar á tientas en la oscu- q u é confesor la haces comparecer?,,—
ridad. E l abismo se abre y se cierra á " L a iglesia, le contestó, es el cielo, y el
nuestro alrededor, y nuestra vista se sacerdote...,, E n aquel momento se i l u -
asusta, lo mismo de ver lo que se hunde minó el celaje.
que de ver lo que sobrenada. Sin cesar,
el progreso, que es una rueda de doble
engranaje, hace andar algo, aplastando L a luna ascendía en el horizonte como
á alguno. E l m a l puede causar a l e g r í a una enorme hostia; todo tembló en la
y el veneno tener perfume. Con la ley naturaleza, el pino, el cedro y el olmo,
melancólica y taciturna lucha el crimen; el lobo, el alción y el águila; y señalan-
el p u ñ a l habla y el p a t í b u l o le replica. do yo á Hermann el astro pálido de la
Sin ver su principio y su fin, á pesar de noche, le dije:—"Arrodíllate! Dios está
su oscuridad y de su hambre, oimos que oficiando; Dios eleva la hostia,,.
se rien l a Ignorancia y la Miseria. ¿La Marine-Terrace, Octubre 1855.
azucena tiene razón? E l astro es sincero?
Y o digo que sí, pero otros dicen que no.
Las tinieblas y los rayos afirman á u n XVII.
mismo tiempo. Duda, A d a m ! Vemos os-
curidad en el niño y en l a mujer, oscuri- 8pes.
dad en nuestro porvenir. Todo está
e m p a ñ a d o por l a niebla. Rousseau dice:
—-"El hombre progresa,,; De Maistre re- Por todas partes, desde la profundi-
plica:—"El hombre decae,,. Pero el navio dad del abismo, á la que no desciende
inmenso, el monstruoso bajel, sin apare- Jehová, hasta el zenit, techumbre á l a
jos y sin velas, que flota por revueltos que vuela la esperanza y en la que se
mares, arrastrando el hormiguero de las rompe las alas; arriba, abajo, en el fondo,
miserias humanas, camina y boga, cono- por delante y por detrás, la inconmensu-
ciendo su camino. rable oscuridad, que agitan todos los
Marine-Terrace, Octubre 1855. vientos, envuelve como en un sudario á
los muertos y á los vivos, y sobre lo
monstruoso, sobre lo impuro, sobre lo
horrible, deja caer las franjas de su ter-
XVI. rible cortina; si preguntamos á la espan-
Religio. tosa bruma que huye, la inmensidad nos
dice que es muerte y l a eternidad que
es noche. E l alma, sin poder leer una
palabra, hojea incomprensible registro;
L a hora del crepúsculo llegaba con el universo es u n gigante siniestrOj y
su claridad serena y terrible: Hermann cuanto mayor es la ceguera, es m á s ter-
me dijo:—"¿Qué fe es la tuya y q u é B i - rible. Todo es sombra. E n el fondo se
blia lees? Tengo curiosidad de saberlo. arrastra imperceptible fulgor, parecido
Si tus versos no son inútiles copos de al reflejo de una l á m p a r a ; no llega á ser
espuma; si tus estrofas no son tizones un punto luminoso, n i siquiera u n punto
negros que humean sobre el m o n t ó n de rojizo. Solo un hombre despierto, á
ceniza de la nada; quien llaman soñador, distingue esa cla-
ridad desde lo alto de la colina, y todos,
Si t u alma no está hundida en el escepto el gallo que vela, se burlan de
abismo de la incredulidad, ¿cuál es t u ella y la niegan; y la m u l t i t u d de tran-
copón y cuál es t u E u c a r i s t í a ? ¿De q u é seúntes se burla, cuando ese ser, que se
LAS CONTEMPLACIONES. 495
distingue de los otros por la frente pá- • m á s seres traen impreso el signo de su
lida, dice señalando el punto claro;— misión. Desde que nacemos somos lo
"Aquel tenue fulgor vale m á s que esta que hemos de ser. Dios, con sus propias
inmensa noche,,. manos, consagra esos seres en el misterio
Enero 1856. de la cuna; su dedo invisible escribe en
sus cráneos la B i b l i a que han de inter-
pretar.
XVIII.
Esos hombres son los poetas; esos seres
L o que es l a m u e r t e . alados que vuelan y que descienden á la
tierra, cuyas inquietas bocas hace abrir
el verbo, esos seres son los Virgilios y los
Morir es nacer; creed que es así. Es Isaías; esas almas que invade la bruma
pecador el hombre, como yo, y como espesa del destino, y en los que Dios se
vosotros; nos entregamos al torbellino concentra; de sus ojos despiden luz, de
de los placeres y de los festines; tratamos sus frentes salen rayos.
de olvidar los peligros de l a vida, los
tropiezos en los escollos, el fin de la
existencia, la sombría igualdad del mal Son esos seres que Dios propicio espe-
y del a t a ú d , aunque el hombre m á s des- ra en las cumbres del Horeb y del Tha-
graciado sea equivalente al hombre m á s bor; los que el precipicio horrible retiene
feliz, porque todos somos hijos del mis en sus bordes; los que sienten que viven
mo padre; somos las mismas l á g r i m a s las piedras; los que el formidable Pan
derramadas por los mismos ojos. V i v i - embriagó; los que se quedan pensativos
mos gastando nuestros dias en llenarlos ante las nubes, ante esas soledades por
de orgullo; caminamos, corremos, soña- las que pasan todos los vientos.
mos, sufrimos, caemos y nos elevamos.
A dónde? A l a aurora de la tumba.
A l entrar en el reino de la muerte, Esos son los severos artistas que atrae
desconocido viento nos lanza hasta el la claridad del alba, los sábios, los i n -
umbral del cielo. Temblamos al ver ventores, los que recogen en l a oscuridad
nos desnudos, impuros, repugnantes, ata de las tinieblas los hechos, las cifras, las
dos con los lazos fúnebres de nuestros álgebras, el n ú m e r o en el que todo está
errores, de nuestras culpas vergonzosas, contenido, la duda, en la que nuestros
de nuestras tinieblas, y de repente oimos cálculos sucumben, y todos los pedazos
á alguno que canta en el infinito, á al- negros que caen del inmenso frontón del
guno que nos bendice, sin ver la mano infinito.
que derrama sobre nosotros el amor y
sin saber q u é voz es l a que canta. L i e
gamos allí siendo hombres, esto es, l i a n Esos son los cerebros fecundos, en los
to, hielo y nieve, y nos sentimos vivir que sube y crece paso á paso el Océano
refundidos, y llenándonos de éxtasis y de confuso de las ideas, flujo que la m u l t i -
azur, se extremece todo nuestro ser al t u d no vé, mar lleno de todos los infini-
ver la derrota e x t r a ñ a del mónstruo, que tos, que la mirada de Dios sigue, que en
se convierte en á n g e l en las regiones de medio de la noche, llenando al hombre
la l u z . de claridad, lanza la espuma amarga
á las rocas y lava los piés desnudos
E n el dólmen de la Torre Blanca, 1.° de Homero con una ola de la eternidad.
Noviembre 1854.
ñero humano; uno es fatal, otro per- ucha, y l a ola desmelenada se agarra á
dona; en Esquilo se extremece Dodo- su torso desnudo.
na, M i l ton s u e ñ a en Whitehall, y Sha-
kespeare extiende en la naturaleza su
alma eterna. Baruch, al ver sufriendo al justo, le
dicer—"Hermano mió, tus huesos e s t á n
podridos; t u v i r t u d arrastra por el suelo
Con su sublime espiral, colocado A r - "a cadena repugnante del desprecio; pero
químedes en las alturas, podria volver á t ú te emanciparás: cifra en Dios la espe-
abrir el pozo del abismo, si acaso Dios lo ranza, y si crees en él, de la noche de t u
cegara; Euclides es el vigilante de las desgracia te despertarás m a ñ a n a lleno
leyes; Copórnico, atónito, contempla en de gloria, como l a estrella que b r i l l a al
el cielo, semejante al mar, u n abismo amanecer.,,
por el que bogan naves sin proa, mo-
viendo las sombrías ruedas, cuyos centros
son soles. E l alma de los P í n d a r o s se eleva hasta
las alturas de los Pellones; Daniel canta
en la cueva y hace salir á Dios de los
A los Thales siguen los P i t á g o r a s , y leones; Tácito esculpe la infamia; Perseo,
el hombre vé pasmado pasar ante su vis- Archiloquo y J e r e m í a s tienen el mismo
ta á esos grandes iluminadores. Aristófa- r e l á m p a g o en sus miradas, porque el cri-
nes se burla de los sabios; Lucrecio, para men atrae tras él á los perros burlones
v i v i r en el porvenir, crea u n poema bri- de la sátira, al mismo tiempo que a l
llante y dota á ese m ó n s t r u o sonoro de trueno y al rayo del cielo.
las alas del alba y de las garras de la
noche.
Aparecen los sacerdotes de la risa:
Scarron, anegado en el dolor; Esopo,
Ritos profundos de la naturaleza! A l desgarrado por el látigo; Cervantes, cau-
gunos de esos inspirados recorren las tivo, y Moliere con sus infortunios do-
solitarias m o n t a ñ a s y los sagrados bos- mésticos. Entre Demócrito y Terencio se
ques; habitan en las sombrías Tebaidas, encajona Rabelais, que nunca fué bien
y vegetando allí entre escombros, ejercen comprendido; mece á A d á n para que se
en el antro, en el Océano y en el monte duerma, y las brillantes carcajadas que
su peligroso sacerdocio. lanza forman de él uno de los abismos
del espíritu.
Encaneció t u cabello en la soledad,
J e r ó n i m o , anciano del desierto; espíritu Y Planto, al que hablan las cabras;
pálido te anima, Elias, y u n á n g e l ató Arios to, el cantor de Medora; Cátulo y
nito te sirve. Oyes en sitios inaccesibles, Horacio, cuyos labios atraen á las abe-
A m ó s , los acordes de invisibles clarines; jas de oro; como u n doble Dioscoro, Ana-
t u alma predilecta de Dios está lejos del creonte viene cerca de Epicuro y Bion,
mundo, y t ú vives ausente de t u cuerpo. y Moschus... ¡esos son los sacerdotes de
la alegría! ¡esos son los sacerdotes del
amor!
T ú riñes con aspereza á los pecadores,
luchador terrible que te llamaste San
Pablo, inmenso apóstol de la espada, G-luck y Beethoven están tranquilos
que solo Dios pudo vencer; brillas, hieres ante la aparición del á n g e l que inquieta
y repruebas; destierras del mundo á Ci á Jacob, Mozart se sonríe y Pergoleso
terea, á Isis y á Astartó; eres un gigante pronuncia esta gran palabra:—"Stabat!»
que quieres castigar y no absolver, y es E l cerebro de Piraneso es una hornaza
para tí el rayo, m á s que claridad, es- abierta, en el que se confunden el arco
pada. y el cielo, la escalera, la torre y la co-
l u m n a ; en el que crece, asciende, se
hincha y hierve l a inconmensurable
Orfeo baja y recorre el mundo; el des Babel.
lumbrador queda deslumhrado, y ve
monstruosa l a creación á su alrededor
las rocas, rudos Hércules, combaten en los A la sombra de esa torre la envidia
crepúsculos con el h u r a c á n , desconocido se mofa. Esos semi-dioses firman con su
siniestro; el mar lloroso tiembla en esta nombre, Bramante el Vaticano y Phi-
L A S CONTEMPLACIONES. 497
dias el Parthenon; en el establo donde Veréis, hijos de la naturaleza, apare-
se mece la cuna de J e s ú s se inclina el cer ante vosotros semblantes que deste-
orgulloso Buonarotti, como u n mago, y l l a n pura luz, larvas de l a verdad,
en tus manos ¡oh Miguel A n g e l ! el espectros de lo bello; el misterio en Gre-
n i ñ o se convierte en espectro, y su pa- cia y en Caldea; pensadores, que graban
ñ a l es m á s sombrío que una mortaja. las ideas en nuestras imaginaciones y
los geroglíficos en los muros; veréis las
Indias y el Egipto, que en la oscuridad
Cada uno escribe u n capítulo del r i - de vuestras criptas hunden sus oscuros
t u a l del universo; unos esculpen el sagra- pórticos.
do pupitre y otros doran el misal: cada
uno compone un versículo del salmo;
Lysippo, de pió en el Ithome, forja su Cuando las c i g ü e ñ a s del Caystro vue-
estrofa en m á r m o l ; Hembrandt la dibu- lan al soplo de los vientos de la tarde;
j a y colora en el lienzo, Primaticio, en cuando aparece siniestra la luna por
la piedra, Job en el estercolero y Dante detrás de las oscuras cúpulas; cuando
en el bronce. la tromba se apoya en las olas; cuan-
do el h u r a c á n , el horror y la l l u v i a es-
parcen silbando y rugiendo todas las
Todas esas estrofas juntas cantan a l l á g r i m a s de las nubes por todos los so-
Sór Supremo, ascienden hasta Dios; unas llozos del mar;
brillan y adoran, otras tiemblan, y todas
son grifos de fuego, todas son exclama-
ciones de los abismos: voces de abajo, vo- Cuando en sus sepulcros juegan los
ces de arriba, forman el himno instin- vientos con los huesos de los difuntos
tivo ó voluntario, l a explicación del reyes; cuando las altas yerbas sacuden
misterio y la apertura de la tumba. sus olorosas cabelleras; cuando por nues-
tros duelos y por nuestras fiestas tocan
las campanas; cuando derrama el alba
A nosotros, que solo vivimos una hora, sus sonrosadas luces, sucede todo esto
nos enseña las profundidades de nuestra para que hiera la vista de los pálidos
miseria interior, comparadas con las contempladores de l a naturaleza.
grandezas del cielo. E l espíritu cautivo
del hombre las oye, mientras en su ce-
rebro, ciega la duda para ver las clari- Ellos saben lo que la tarde tranquila
dades del cielo, para prender al alma piensa de los muertos, cuando acaban
indignada, suspende en el cráneo su tela de terminar sus vidas, y saben el que
de a r a ñ a . prefiere la palma del conquistador y
saben el que prefiere la palma del m á r -
tir; saben lo que murmura todo lo que
Esas estrofas consuelan, lloran y aman, vegeta en la creación; lo que dicen, en
y casando la idea con los sentidos, á los los alegres meses de los dias largos y de
que viven con los que mueren, los gra- las flores abiertas, las bocas frescas de
nos de ceniza con los granos de incienso, las rosas á los oidos de los cielos.
la arena con las pirámides, recordando
á unos que todo es efímero y á otros su
primitivo esplendor, hacen ver los ojos
de los astros en la luz y los ojos del móns- Los vientos, las olas, los murmullos,
truo en la oscuridad. el azur tranquilo, el movimiento del
bosque, son las formidables bebidas que
apagan en ellos la sed de lo infinito; l i -
II. gan esos austeros soñadores todos los
misterios á su alma, toda la materia á
Sí, Sócrates es u n sacerdote; sí. Catón sus sentidos; l a extensión los embriaga y
es u n sacerdote; cuando Juvenal huye la sombra es l a incitante copa en la que
de la ingrata Roma, no hay cetro que beben esos sombríos peregrinos.
equivalga á su cayado; son sacerdotes
los Tirteos, los Solones, los Platones y
los Rafaeles; son inspiradas las frentes Cómo contemplan esos Mesías! ¡Cómo
de esos espíritus, que resplandecen m á s piensan esos espíritus azorados! Son los
que las mitras en las festividades de Na incansables espectadores de las ¡espesas
vidad. tinieblas. Esos poetas, esos apóstoles,
esos profetas, meditan, hablan y escri-
TOMO V. 63
OBRAS D E VICTOR HUGO.
ben mirando á las estrellas y sentados gan al Eterno, y en busca de ese solita-
en los bordes del abismo. rio ascienden y llaman en el cielo, pre-
guntando si está allí. Vuelan hácia las
m. tumbas como palomas ofreciendo la
rama que llevan, y su voz es grave, hu-
¿Tienen conciencia de lo que hacen milde ó tierna, y hay momentos en que
esos actores del misterioso drama? ¿Co- nos hacen oir los pasos sordos de alguno
nocen que ellos mismos son u n proble- que se acerca.
ma? Viven; pero saben para q u é viven?
Salen del gran vestuario, en el que, V.
para vestirse de materia, algunas veces
hasta los ángeles han entrado. Esos Vivimos en pió á la entrada del i l i m i -
actores, ya graves, ya tristes, ya alegres, tado mar de la muerte, desnudos, tem-
ya fantásticos, ¿son acaso las sombrías blando y extremeciéndonos; los que
caretas de a l g ú n prodigio desconocido? mueren constituyen sus mareas, y nos-
otros, m u l t i t u d extraviada, á la que el
viento apaga las antorchas, no vemos n i
Les disfraza la alegría ó el dolor, y "as velas, n i los remos, n i el m u r m u l l o
proyectan confusamente m á s a l l á de la que levanta ese oleaje de almas en el
tierra sus sombras en el firmamento; sus acantilado de la tumba.
gestos asombran al abismo; y mientras
que á los hombres les hablan en la len-
gua humana, de desconocidas profundi- Contemplamos la espuma negra, el
dades hacen surgir la oscuridad ó la aspecto repugnante, el fondo oscuro; con-
aurora cada vez que levantan l a mano. templamos la noche densa y el oleaje
infinito del sepulcro; como un ave m a r í -
tima, que desflora la movible superficie
Representan su pa^el bajo diferentes del Océano, de vez en cuando, por enci-
formas, y pasan, vestidos como los seres ma del muro del abismo, un á n g e l de
humanos, representando la profunda co diáfana blancura aparece y desaparece.
media del hombre y de la eternidad; lle-
van en la mano la antorcha ó la copa, y Algunas veces cae una pluma de las
las estrellas y la sombría noche se pre alas cuando estaba aleteando el ángel;
guntan en sus silenciosos dominios quié- esa pluma v á á caer en la tumba? ¿Qué
nes son esos espléndidos histriones. le sucede? No se sabe. ¿Viene á confun-
dirse con nuestro fango? ¿Quién hizo
IV. huir á ese arcángel? ¿Dijo que no, dijo
que sí?... Y l a muchedumbre corre á
Esos histriones son héroes que cum- buscar la pluma desaparecida en el sue-
plen una misión augusta, que vienen á lo y a l á n g e l desvanecido en las al-
representar en la tierra lo justo, lo ver turas.
dadero y lo santo. Nos hacen ver al mis
mo tiempo la j a u l a y las alas cuando
aparecen en el mundo; nos traen la nu Después que han desaparecido como
tricion y la luz; dan pasto á los corazo un sueño, cerrando para siempre los ojos
nes y hacen que Dios penetre en las muchísimos mortales; después de haber
almas. visto desde la playa pasar incesantemen-
te olas tras olas, en alguna gruta fatídi-
ca, siguiendo l a dirección de un dedo de
A n t e nuestra raza esclavizada, el cielo fuego que la señala, encontramos u n
y el destino humano se callan. ¿Es este hombre sobrehumano que escribe letras
la cortina de la vida? ¿Es este el velo de encendidas con la pluma de aquel ángel,
la muerte? ¡ E n vano el alma quiere pe- en un libro que entrevemos al través de
netrar en esas tinieblas! E l Desconocido una nube de humo.
guarda silencio, y el hombre, que com-
prende que está desterrado, no sabe si
temer ó amar la lividez suprema del Piensa, calcula, suspira, apoyando la
enigma y del infinito. barba sobre el puño; ese hombre dice:—
"Soy Shakespeare,,. Ese hombre dice:—
"Soy Newton,,. Ese hombre dice:—"Soy
Ellos hablan con ese misterio; interro- Ptolomeo,„' y con su inmensa mano cer-
LAS CONTEMPLACIONES.
rada abarca el globo terrestre. Ese hom- yades que descorréis vuestros velos, ¿qué
bre dice:—"Soy Zoroastro,,, y en su en- palabra pronuncian vuestras estrellas?,,
trecejo se esconde un astro, y dentro de —"Dios„, dice l a constelación.
su cráneo azulea un cielo.
PERD! A M I P A D R E Y A M I M A D R E
LAS CONTEMPLACIONES. mi
A la sombra inmensa del Cáucaso, hasta los astros y exclamar: "¡Tengo
pensativo desde hace muchos siglos, alas!,,, y decir: "Estoy en el éter!,,
conducido por los hombres del éxtasis,
el género humano camina progresando,
camina por el mundo; pasa, camina I d , sacerdotes, i d génios, i d á buscar la
de noche por el espacio, por el infinito, nota humana en las supremas sinfonías
por lo ilimitado, por el cielo y por las de esas inmensidades estrelladas, espe-
olas, á la claridad que despide Prometeo, rando la hora augusta, el éxtasis sagra-
ese libertador encadenado á una roca! do de la muerte, lejos de nosotros, lejos
de las leyes que establecimos; i d á gozar,
XI. vivientes sublimes, del deslumbramien-
to de los cielos.
Vosotros sois los únicos, pontífices, Enero 1856.
pensadores, que lucháis para realizar las
grandes esperanzas, domadores de los
salvajes hipógrifos, ginetes de los pega- XX.
sos alados. Almas que os presentáis des-
nudas ante Dios, que descubrís lo des- Llamando á u n a puerta.
conocido, que profesáis l a verdadera
religión. Cuando vuestro espíritu quiere
esconderse en la sombra, se disipa el gru- P e r d í á m i padre y á m i madre, y m i
po inmenso de nubarrones y os deja ver primer hijo m u r i ó m u y jó ven: para m í ,
el brillo azul del cielo. la naturaleza entera siempre toca á
muerto.
Cuando acabáis de ocuparos del pro-
blema que reveláis, cuando para formar D o r m í a entre mis dos hermanos; los
entre l a muchedumbre volvéis á descen- tres niños éramos como tres pajarillos;
der de las alturas, hombres que habéis ay! la suerte trocó en dos a t a ú d e s sus dos
contemplado la luz divina, y habéis to- cunas.
cado en lo alto de la m o n t a ñ a , á la que
ascendisteis vuestra frente con l a frente
de la aurora, destelláis t o d a v í a reflejos de Te perdí, hija querida, que eras m i
esa luz. orgullo, y que ahora abarcas todo m i
destino con la luz que destella t u fé-
retro!
I d todos en pos de los descubrimien-
tos; arrancadlos sin cesar de las nubes y
traed á la yerba verde, á la arena ardien- Supe subir y supe descender. V i l a au-
te, á los abismos, al infierno que oprime rora y v i la noche en m i horizonte. Co-
S a t a n á s , al T á r t a r o donde se desangra nocí la p ú r p u r a y l a ceniza y prefiero
I x i o n , á los corazones buenos y á los ésta.
malvados, á todo lo que rie, muerde ó
canta, vuestra m a g n á n i m a bendición.
Conocí los ardores profundos, conocí
los amores sombríos, y he visto huir las
Todos á la vez, á g u i l a s , almas, espíri- alas, las olas, los vientos y los dias.
tus, pájaros, para coger las llamas con
vuestras garras, para conocer los hori-
zontes, al través de la sombra y de las Viven oxifragas en m i cerebro; cae la
tempestades, teniendo encima de vos afrenta sobre todos mis trabajos; tengo
otros mundos y soles y debajo la India, polvo en los piés, llagas en el corazón y
el Egipto, la Q-recia y l a Judea, desde la espinas en la frente.
m o n t a ñ a del pensamiento, volad! volad!
Caen l á g r i m a s de mis ojos pensativos,
¿No produce goce inefable creer ser se agujerea m i raido traje, pero tengo
inmensidad, esclarecer lo que se creia limpia la conciencia. Abrete, tumba!
débil con la e n s e ñ a n z a de la verdad, pe Marine-Terrace, 4 Setiembre 1855.
netrar en el fondo del gran cráter, sen-
t i r que penetra en nuestro sér el miste-
rioso extremecimiento del misterio,llegar
502 OBRAS DÉ VICTOR HUGO.
L o que m e d i c e l a b o c a de l a s o m b r a .
Pero cómo? Este es el inaudito miste-
rio. Y a que no te has desvanecido en el
camino, hablemos.
E l hombre, cuando medita, desciende
hasta el fondo del abismo universal.
Vagaba yo cerca del dólmen que domi- Dios solo ha creado al sér impondera-
na á Rozel, por la parte donde el cabo ble. L e creó radiante, hermoso, Cándido,
se prolonga, formando casi una isla. E l digno de adoración, pero imperfecto,
espectro me esperaba, y sombrío y tran- porque á no haber sido así, en la misma
quilo, me cogió por los cabellos con su altura, siendo i g u a l la criatura al crea-
enorme mano, y ascendiéndome á lo m á s dor, esta perfección, perdida en el infini-
alto del peñasco, me dijo: to, se hubiera mezclado y confundido
con Dios, y la creación, teniendo dema-
siada claridad, hubiera vuelto al seno
Has de saber que todo en la naturaleza del creador y no hubiera existido. L a
se rige por su ley, sigue su camino y v á creación santa que el profeta sueña,
á su fin; que desde el astro hasta el gu- para existir tiene que ser imperfecta;
sano todo en l a inmensidad se compren- luego Dios creó el universo y el univer-
de y tiene conciencia de lo que es en la so creó el m a l . E l sér creado, brillando
creación. Todo habla; el aire que pasa, con el rayo bautismal en tiempos tan
el alción que vaga, el tallo de yerba, la primitivos, cuyo recuerdo solo conser-
ñor, el germen, el elemento. ¿Imagina- vamos nosotros, se cernía en el esplen-
bas que el universo estaba constituido dor con alas de gloría; vivía en completo
de otro modo? ¿Crees t ú que Dios, que deslumbramiento, disfrutando de los per-
hace salir las formas del n ú m e r o , hubie- fumes de las brisas y de todos los goces
ra hecho murmurar continuamente á de la naturaleza; pero su primer falta
los bosques, al h u r a c á n , al torrente, á fué su primer peso.
la roca en las olas, á las fieras en las
m o n t a ñ a s , sin que significara algo su
eterno murmullo? ¿Crees t ú que el agua Dios sufrió un dolor. E l peso adquirió
de los rios y los árboles de las selvas le- forma, y como el cazador que huye lle-
v a n t a r í a n la voz, si no tuvieran nada vándose al pájaro que forcejea por es-
que decirse? ¿Crees t ú que el Océano caparse, el ser creado cayó, arrastrando
ese luchador que se hincha, abriría sus al á n g e l atónito en su caída. E l mal em-
fauces noche y dia para soplar en el pezó. Después todo fué agravándose; el
vacío vapor ruidoso, y que rugiría, batí éter se convirtió en aire, el aire en vien-
L A S CONTEMPLACIONES. 503
to, el á n g e l en espíritu y el espíritu en de tus pasos? Interrogas á las olas? ¿Ha-
hombre. Cayendo el alma, se multiplicó blas algunas veces á los árboles? Como
la suma de los males en el fruto, en el se oye sobre l a vertiente de un monte
árbol y en todos los objetos de la crea- prodigioso vasta confusión de rumores,
ción; de todos ellos se formaron un mon- desde el fondo de la sombra ves ascen-
tón de globos, y detrás de ellos apareció der hácia t í á toda la creación. Pero
la sombría noche. E l m a l es l a materia, dime, ¿crees que el ser ilógico nos enga-
árbol negro que produce el fruto fatal. ña? ¿Crees que se corta la escala que es-
tás mirando? ¿Crees que la creación, que
lentamente y por grados se eleva hasta
¿No te hace reflexionar la contempla- la luz, en su camino, cuando d á m á s cla-
ción de t u sombra? Esa forma de tí mis- ridad hace brillar menos materia, y d á
mo, que se arrastra, que se liga á tus pa- más instintos a l m ó n s t r u o á medida que
sos como u n espectro vivo, que tan pronto se empequeñece en la escala de los séres?
v á detrás de t í como delante, que se con- ¿Crees que esa vida universal, que v á
funde con la noche, su funesta hermana desde la roca hasta el árbol, desde el á r -
mayor, y que protesta contra la luz del bol hasta la bestia, que asciende insen-
dia, de dónde nace? Pues dimana de t u siblemente desde la piedra hasta t í , se
cuerpo, del limo con que se reviste el es- p á r a ante la escarpadura del abismo del
píritu al convertirse en demonio; de ese hombre? No; c o n t i n ú a invencible y ad-
cuerpo que, creado por t u primera falta, mirable, entra en lo invisible y en lo
rechazó á Dios y se resiste á ver la luz de imponderable, desaparece para t í , llena
t u materia y de t u iniquidad. Esa som- el azur de un mundo deslumbrador,
bra dice:—"Soy u n ser débil; caí una vez penetra en séres que están próximos al
y puedo caer otras veces,,. hombre y en otros séres que están lejos
de él, en espíritus puros, en ángeles, for-
mados de rayos, como el hombre está
Ahora, ya que estás en este peñasco formado de instintos; c o n t i n ú a á t r a v é s
fatídico, voy á explicarte todo lo que te de cielos nunca apagados, ascendiendo
acabo de indicar; voy á llenar tus ojos de por escalas de estrellas; desde los demo-
oscuridad y de claridades; p r e p á r a t e , me nios encadenados, asciende hasta los sé-
lancólico pensador. E l viento de las al- res dotados de alas; ata al astro espíritu
turas pasa por m i lado y te arrojo lo con el a r c á n g e l sol; liga, atravesando
que me arranca; t ó m a l o y mira. millones de leguas, los grupos de las
constelaciones con las legiones azules;
puebla lo alto, lo bajo, los bordes y el
Desde luego es menester que sepas que centro, y en todas las profundidades se
el mundo en que vives es u n mundo es- desvanece en Dios.
pantoso, en el que el soñador, abrumado
por el infinito, levanta los brazos al cie-
lo, pero en seguida retrocede asustado.
E l sol en ese mundo es l ú g u b r e , y vivís Esta escala se aparece vagamente en
en él por castigo. Pero no estáis comple- la vida y en la muerte. Todos los justos
tamente fuera de Dios, porque Dios, que la han subido; Jacob, viéndola, y Catón,
es sol en el azur, que es chispa en la ce sin verla. Constituyen sus escalones los
niza, no está fuera de nada, es el fin u n i sufrimientos, la sabiduría, el destierro y
versal; sus miradas lanzan r e l á m p a g o s el deber.
lo mismo que rayos, y todo, incluso e
m a l , constituye l a creación; dentro de
disfraz siempre se esconde la figura. Esta escala nace m u y lejos de l a tier-
ra. Empieza en los mundos del misterio,
en los mundos de los terrores y de las
Penetremos m á s en lo que trato de perdiciones, y llega por entre pálidas
explicarte. Eres hombre, quieres, haces visiones del precipicio, donde están las
obras y construyes, exclamando:—"Es larvas y los crímenes, donde la creación
toy solo, porque soy u n pensador^ yo se prolonga en la oscuridad como u n
solo puedo apoderarme del universo; m á s espectro indefinido. Porque debajo del
acá de m í solo existe la oscuridad de la globo, en el que viven desterrados los
noche; m á s allá, el delirio del sueño. hombres, m á s bajo que ellos, en el lívi-
L a ciencia destruye el ideal, y yo soy do nadir, en la plenitud horrible, que
el fin y la cumbre. „ Veamos; ¿observas creemos que está vacía, el m a l , que por
cómo se somete el buey? ¿Oyes el ruido medio de la carne os esclaviza, desagua
004 OBRAS D E VICTOR HUGO.
monstruoso vapor, que vive. Allí se su- el peso creciente del m a l , ó asciende á la
merge la hidra Universo, retorciendo vida infinita, ó cae al abismo infinito.
todos sus miembros; allí todo flota y Cada sér se pesa en su propia balanza.
desaparece en u n oscuro naufragio; en Dios no nos juzga. Mientras vivimos,
ese abismo sin bordes, sin respiraderos y todos á la vez nos pesamos y cada uno
sin muros, de todo lo que vivió llueve desciende s e g ú n lo que pesa.
la ceniza sin cesar, y se ve en la profun-
didad de su fondo, cuando la vista se
atreve á llegar hasta allí, m á s allá del Hombre! solo nos aproximamos con
soplo y del ruido de la vida, un sol hor- las pupilas cerradas á las inmensidades
rible y negro, de cuyos rayos sale la de abajo. Ven si te atreves; asómate al
noche. pozo sombrío y vertiginoso de la crea-
ción. Ven, mira y sondea. Debajo del
hombre, que puede contemplar, que pue-
L a materia destruye el ideal, enca- de ser una cloaca ó que puede ser u n
mina el espíritu hácia el sensualismo, al templo, sér en el que el instinto vive
á n g e l hácia el sátiro, la cumbre hácia la confundido con la razón, está el animal
base, el amor hácia el apetito, y del encorvado hácia el suelo; debajo del
grande que se pervierte forma el ser pe- bruto está la planta inerte, sin vista y
q u e ñ o . ¿Cómo tanto azur engendra tan- sin voz; debajo de la planta está la
to terror? ¿Cómo l a luz engendra la piedra; debajo de la piedra está el caos
sombra y el fuego la ceniza? ¿Cómo del sin nombre. Avancemos por esta oscu-
ser vidente nace la ceguera? ¿Cómo del ridad y sé m i c o m p a ñ e r o .
m ó n s t r u o espíritu nace el m ó n s t r u o ma-
teria? L l e g a r á un dia que en el siniestro
vestuario de la tumba lo sabrás; enton- Toda falta que se comete es u n cala-
ces allí verás claro: hoy solo puedes en- bozo que el hombre se abre á sí mismo:
trever; pero ya que Dios me permite que los perversos, desconociendo los miste-
te instruya, te hablo. rios que los rodean; los iracundos, los
traidores y los homicidas, con sus ac-
cienes, edifican su propia prisión, E l
E n primer lugar, q u é es la justicia? bandido, cuando la muerte llega á to-
Quién la administra? Quién la hace? carie en el hombro y le despierta, se en-
Dónde, cuando y en q u é momento? cuentra en l a cárcel que le construyó
Quién pesa la falta? ¿Quién pesa el cas- su crimen, arrastrándose por detrás de
tigo? él; Tiberio se encuentra con l a roca y
Sejano con l a serpiente. E l hombre ca-
mina sin ver que se abre su propio abis-
E l sér creado se mueve en l a claridad mo. Palidecería el asesino si viese á su
inmensa. Es libre, sabe dónde termina victima, que es él mismo. E l v i l opre-
el bien y dónde empieza el mal; sus jue- sor, el tirano loco, castigando á todos
ces son sus acciones. Le basta ser bueno sin compasión, forja el clavo que m á s
ó malo: si comete el crimen, es esclavo tarde le c l a v a r á en la sombra, en el
de él; si es virtuoso, queda emancipado. fondo de l a materia. Las tumbas son los
E l sér abre s e g ú n su voluntad su propio agujeros de la criba del cementerio, por
libro; su tranquila conciencia marca en los que cae, como granos de u n campo
él con el dedo lo que debe á la sombra tenebroso, el inmenso torbellino de las
ó lo que Dios le debe. S e g ú n se obra, almas.
así se gana ó se pierde; podemos ser
chispa ó salpicadura, luz ó cieno, arcán-
gel ó bandido; podemos recorrer esa vas- Todo malvado, al espirar, hace nacer
ta escala. Como acabo de decirte, la el m ó n s t r u o de su vida, que se apodera
vida universal asciende por zona sin fin, de él; el horror es perseguido por el
y corre por innumerables escalones, des- horror. Nemrod g r u ñ e encerrado en la
de la profunda noche hasta el luminoso m o n t a ñ a de escarpadas rocas; cuando
azur. A l atravesarla, el sér se convierte Dalila desciende á la tumba, de los plie-
en malo ó bueno. E n la parte alta de la gues de su mortaja sale un áspid lle-
escala se cierne la a l e g r í a , en la parte vándose su alma; P h r i n é muere, y u n
baja se arrastra el horror. Cuando el sapo salta de su fosa; ese escorpión que
alma es amante, buena, tranquila y h u - se duerme entre dos p e ñ a s es Clytem-
milde, aspira á la luz y tiende hácia el nestra en brazos de su amante Egisto;
ideal; cuando es inmunda, se hunde bajo de la tumba de A n i t u s sale una cigüeña;
LAS CONTEMPLACIONES. 505
el acebo sombrío y la ortiga de pinchas dice al pió que lo aplasta:—"Soy Atilá,,;
agudas lloran cuando el aquilón los y gusano, royendo en u n cementerio un
azota, y el aquilón les dice:—"Cállate, infecto cráneo, exclama:—"Soy Cleopa-
Zoilo; c á l l a t e , G-anelon!,, Las pinzas tra„. Y buho, á pesar de brillar el alba,
que se enrojecen en u n brasero repug- ú oso que desafía al pastor, cumple la
nante las forman el duque de A l b a ley que la encadena á las alturas; si es
y Felipe I I ; F a r i n á c e o sirve de gar- piedra, aplasta; si es espina, pincha. E l
fio en horribles carnicerías; la oxiíraga mónstruo está encerrado en su horror
lanza miradas en la oscuridad con los vivo; quisiera despojarse de él, pero no
ojos de Jeffryes; T r i s t á n se esconde entre puede, porque es preciso que quede cas-
las tablas de una horca. Cuando caen tigado. Oh misterio! E l tigre, que quizás
en el reino de la muerte los bandidos tuvo alas en las espaldas, encuentra in-*
Macbeth, Ezzelino, Ricardo I I I , - Carrier franqueable asilo entre los hierros de la
y Ludovico Sforcia, la materia les pone jaula; invisible hilo ata á los p a t í b u l o s
la camisa de fuerza. Cada uno cometió al negro cuervo, cuyas alas tienen for-
un delito; cada uno sufre diferente dolor. ma de hoz. E l alma loba no puede dejar
Claudio es el alga que el agua arrastra de ser loba, porque el m ó n s t r u o , castiga-
de Havre en Havre; Jerjes es excremento; do por el cielo, debe fatalmente sufrir la
Cárlos I X cadáver; Heredes se convierte expiación. E n otros tiempos, acaso sin
en el mimbre de las cunas; el alma comprenderla, la I n d i a entrevió esta me-
negra de Judas, desde hace m i l ocho- tempsicosis. L a zarza se convierte en
cientos años se dispersa y renace en los garra, la hoja de rosa en lengua de gato,
gargajos que escupen los hombres; y el y en la oscuridad lame y bebe la sangre
viento, que en los primitivos tiempos de los ratones. ¿Quién conoce el móns-
sopló sobre Sodoma, confunde, en el truo llamado m a n d r á g o r a ? E x t r a ñ o sér,
abyecto hogar y bajo del v i l caldero, el en el que la noche esclarece su fulgor y
humo de Er ós tr ato con la llama de Ne- convierte su fealdad en claridad. L o que
rón. Y todo, brutos, árboles, rocas, todo sucede en la oscuridad causa m á s hor-
lo viviente, todo es monstruoso, escepto ror que los antiguos avernos!
el hombre, que es u n espíritu solitario.
E l alma, cuyas culpas la arrojan del E l bruto vá, viene, ruge, aulla y muer-
firmamento, desciende por los diversos de; el árbol permanece en el mismo pun-
lados del castigo, s e g ú n m á s ó menos lo to, levantando su ramaje erizado; l a losa
merece. E l hombre es la cárcel, el bruto se hunde en medio de una calzada, y
es el presidio, el árbol es el calabozo. L a bajo la capa espesa de la materia y de l a
piedra es el infierno. E l cielo, desde sus oscuridad, árbol, bestia y piedra encier-
alturas, la sigue con la vista al descender ran u n alma que piensa. E n q u é piensa?
á la oscuridad, y lanzando sobre ella la E n Dios.
luz, trata de atraerse aun a l alma culpa-
ble. E n la caida de la bestia, á través de
los hierros de su prisión, obstruyendo del Mientras, sentados alrededor de la
instinto los pobres respiraderos, conser- mesa, agrupados locamente, los perver-
vando aun la voz, el vuelo y l a vista, el sos y los poderosos, apurando copas, ol-
alma aun entrevó de lejos el resplandor vidan el destino de l a vida: h é a q u í lo
eterno; en el árbol ésta se extremece, y que les reserva sonriendo la muerte, que
careciendo de luz y de ojos, presiente to- es una terrible burlona.
davía en los vientos como u n murmullo
celeste; en la piedra se arrastra, inmóvil Los hombres, que podemos contem-
y muda, sin ver siquiera la oscura si- plar el cielo, presenciamos el espectáculo
lueta del mundo, que para ella se eclip- inaudito de las regiones bajas; es preciso
sa y se desvanece, y permanece en la que el soñador descienda á esas profun-
profunda noche faz á faz con su crimen. didades y que oiga el grito que lanza la
E l alma arrastra su falta en esos tres desgracia inmensa. Sobre una roca, so-
calabozos, y s e g ú n tiene la forma así bre un lobo ó sobre una flor, algunas
tiene la memoria; sabe que existe, y ca- veces se nos aparece el alma, pobre som-
yendo sin poderse apoyar en ninguna bra afligida, que lucha casi sumergida;
parte, vé disminuir la claridad en la pa- el lobo la retiene, la roca la aprieta y la
red del pozo; presencia su propia caida, flor la contiene. Oimos el ruido que pro-
y duro guijarro que rueda, piensa:—"Yo duce el rayo que Dios arroja, oimos l a
soy Octavio,,; y v i l cardo que huellan, voz de lo que el hombre llama silencio, y
TOMO V. 64
506 OBRAS D E VICTOR HUGO.
bre ese espantoso pozo. ¡Alma inmor- orad por ellas, que la compasión hace
t a l , fíjate en él y extremócete, porque salir rayos de las piedras. Compadeced
ese es el execrable precipicio donde t ú al lobezno y compadeced al leonzuelo.
zozobras! SI inmenso bloque de la materia solo
es un pesado c ú m u l o de efectos mons-
truosos, que dimanan de causas ignora-
Cualquiera que seáis los que paséis das. L a c a b a ñ a sufre como el calabozo;
ante ese precipicio, compadeceos de los compadeced al preso, pero compadeced
eternos dolores que en él se sufren. E n ";ambien al cerrojo; á los grilletes en los
él se retuercen los crímenes, transforma- insalubres presidios; al hacha, que sufre
dos en suplicios. ¡Quienquiera que seáis, :anto como el cuerpo; al tajo, que sufre
llorad por esas miserias! ¡Solo para Dios, tanto como la cabeza; misteriosamente
que todo lo sabe, son necesarias; pero se combaten en repugnante lucha; el
vosotros los mortales podéis compade- tajo mella al hacha y el hacha hace
cerlas, sin perturbar por eso el sombrío muescas en el tajo, y la una al otro se
equilibrio de la justicia divina! dicen en voz baja:—'"Asesino! Asesina!,,,
y el hacha maldice á los hombres, cuan-
do en hombros del verdugo v á á yacer
E n ese precipicio se sufre mucho m ás,
en la sombra y á brillar goteando san-
porque se recuerda. L a tortura del es
gre, y por la noche el cuerpo del cadá-
p í r i t u se apodera de la materia! Aquel
ver, con el cuello rojo, cuando se queda
mulo fué un sultán, esta cucaracha fué
solo, sabe lo que le dice el tajo, que tam-
una mujer; hay árbol que fué un dester-
bién es otro tronco. ¡Qué fria está la tier-
rado y roca que fué una proscripta. ¿ H a
ra! q u é duras están las rocas! ¡Qué mudo
b r á alguno que se burle de estas reaíida
horror reina en los espesos matorrales!
des que llenan la sombra? Las ruinas, la
¡Qué espantoso monólogo el del árbol de
muerte, los huesos, los escombros están
verdes ramas! ¡Qué extremecimientos en
vivos. E l remordimiento medita en las
la yerba! ¡Qué ojos tan fijos abren los
ruinas, los antros lanzan gritos, el cisne
guijarros, cárceles perpetuas de las al-
es negro, la azucena piensa en sus crí
mas! Quienquiera que seáis tened com-
menes, l a nieve es el lodo de las cum-
pasión de los tremendos castigos que se
bres; el mismo abismo horrible y salvaje
acumulan unos sobre otros, s u m e r g i é n -
se abre para el mochuelo que para e'
dolo todo, escepto la memoria.
colibrí; el alma es una mariposa que
vuela y que se quema en l a llama, y e
espíritu de la llama hace arder esa alma Algunas veces se vé pasar por las ne-
el horror hace que se espeluznen las p l u gras profundidades u n rayo lejano del
mas del pájaro. E n todas partes está e eterno amor; entonces la hiena Atrea y
dolor. el chacal Timour, l a espina Caifás, la
c a ñ a Pilatos, el volcán Alarico, el oso
Enrique Y I I I , el j a b a l í Selim y el cerdo
Causan el martirio de las flores las Borgia lanzan gritos hácia el Sér Supre-
tijeras, que se cierran como dos pupilas mo, y los brutos que en otros tiempos
todas las mujeres están t e ñ i d a s con la se ciñeron mitras, los granos de arena que
sangre de las rosas; la doncella en e fueron reyes, los tallos de yerba que fue-
baile, que danzando lleva en l a mano ron emperadores, todas las soberbias y
una mata de flores, respira sonriendo ese todos los furores se deshacen; llega á ser
ramillete de a g o n í a s . L l o r a d por las tierno el m á s feroz; el gato lame al pá-
fealdades y por las ignominias, por la jaro, el pájaro besa á la mosca, el buitre
inmunda a r a ñ a , por el gusano, por la dice al pajarel:—"Perdón!,, Acarícianse
babosa, por l a langosta, por el sapo las espinas y los cardos; todos los rugidos
compadeced al ave de r a p i ñ a y á la bes se funden en plegarias; asústanse las pie-
t i a carnívora. Los actos crueles que e dras de sus delitos y todos los sombríos
César Domiciano realizó con alegría, e calabozos que se llaman flores se extre-
tigre c o n t i n ú a realizándolos con horror mecen; las rocas lloran, el viento gime,
Yerres, que fué u n lobo cubierto con la la noche se lamenta, el agua se queja, y
p ú r p u r a , c o n t i n ú a siendo lobo en los en toda la extensión que abarcan las
bosques, sigue errando por ellos, y sus miradas de los ojos que mueven las pu-
risas terminan en aullidos: ¡llorad por pilas en las regiones supremas, todo el
el que aulla y llorad por Yerres!.. abismo de la naturaleza no es m á s que u n
Sobre esas tumbas vivas, condenadas inmenso sollozo.
por desconocidas sentencias, inclinaos y
L A S CONTEMPLACIONES. 509
Tened paciencia y esperad, que el su-i L a claridad ascenderá por todas par-
frimiento no es infinito, el dolor no es tes como una savia. Desaparecerá el
incurable, el infierno no es eterno; las antiguo anatema; regresarán los dester-
aflicciones van rectas hacia Dios, como rados; h a b r á deslumbramiento de luz en
las flechas al blanco; las buenas accio- los cielos y aumento de fulgor en la som-
nes son los goznes invisibles de las puer- bra de los abismos.
tas del cielo.
S a l d r á el r e b a ñ o de las formidables
Sufrir es una v i r t u d , y el infierno pue- lidras, ascendiendo desde el fondo de las
de convertirse en edén. Todo hombre es insondables brumas y transfigurándose;
como u n pájaro, del que el m a l se apo- orillarán estrellas en los agujeros ne-
dera y que después lo suelta. Las virtu- gros de sus cráneos, y por grados, los
des entre los mortales se ocupan de la monstruos se i r á n haciendo diáfanos y se
augusta tarea de irlos aproximando há- azurarán.
cia el cielo: el justo trabaja para con-
quistar el paraíso.
L l e g a r á n temblando, fascinados por
el éxtasis, desbordando los sollozos de
L a hora está cerca: esperad. Encended
su corazón como de u n vaso demasiado
el alma apagada. Amaos, que el amor
lleno, pero sin sobresalto; les t e n d e r á n
es el calor santo; el sombrío universo,
los brazos en las altas regiones, y J e s ú s ,
pesado, frió, helado, reclama la sublima
inclinándose hácia Belial, que llorará,
cion del sér por medio del fuego y la
le dirá:—"Eres tú?„
sublimación del hombre por medio del
amor.
H á c i a Dios, de l a mano, él conducirá
E n el Océano de las sombras que Dios á su hermano, y cuando estén en el úl-
domina, el archipiélago tenebroso de las timo peldaño de la escala que conduce
prisiones se i l u m i n a ya; Dios es el gran á las regiones de l a luz, los dos serán
amante, y los globos, abriendo sus sinies- tan hermosos, que Dios, deslumhrado
tras pupilas, hácia las inmensidades de por su regocijo, no p o d r á distinguir á
la aurora eterna las dirigen lenta- Belial de J e s ú s .
mente.
Todo estará entonces terminado. Es-
C a n t a r á n á la vez todas las a r m o n í a s , p i r a r á el mal; se secará el manantial de
brillarán á la vez en las supremas regio las lágrimas; h a b r á n terminado las ca-
nes todas las claridades, los firmamentos denas y los sufrimientos; el espantoso ó
se i n u n d a r á n de alegría, cuando el móns inclemente abismo cesará de ser sordo
truo materia, abriendo todas las garras y balbuceará; se e x t i n g u i r á n los dolores
trocando las miserias en esplendores en toda la sombra, y u n á n g e l dirá en
cambiando el absintio en miel, llenando alta voz:—Principio.
de belleza la noche disminuida, así como Jersey, 1855.
el sol llena l a esfera de arco iris;
libro, que contiene mis alegrías, alas m i corazón gota á gota en silencioso
que tan pronto sucedieron los dolores, llanto; deshojaba sobre aquellos restos
de dónde sale? ¿De dónde sale el relám- queridos la salvia y la clemátide; recor-
pago que desgarra la bruma? De los daba cuando ella era p e q u e ñ a y me
cuatro años que vivo entre u n torbellino traía á m i gabinete azucenas y jazmi-
de espuma ha brotado este libro. Dios lo nes, cuando me cogia la pluma, r i s u e ñ a
dictó y yo lo escribí, porque soy la paja y alegre, cuando se reía al ver mancha-
que arrastra el viento.—'"Anda;,, me dos de t i n t a sus sonrosados dedos; y yo
dijo el espíritu, y camino. Cuando ter- respiraba el aroma de esas ñores sobre
m i n ó estas páginas, cuando el libro em- aquellas cenizas, fijaba la mirada en
pezó á palpitar y á vivir, una iglesia aquellos fríos céspedes, y había momen-
del campo, en cuyas paredes crece la tos en los que veía al través de la lápida
hiedra y en cuyo campanario las campa- algo semejante al resplandor de un alma!
nas me anuncian cómo pasa el tiempo,
me dijo:—"Ya que has terminado tus
cánticos, entrégamelos,,.—"Los reclamo Ahora, rio, bosque, valle, que tantas
yo„, dijo á su vez el inquieto bosque.— veces he visitado, ¿sabe ella que no es
"Dámelos á mí„, repuso el verde prado. culpa m í a no haber ido en cuatro años
•—^Yo los merezco,,, a ñ a d i ó el mar.— á rezar ante su tumba?
" A m í me pertenece ese himno,,, dijo la
estrella.—"Dedícanoslos á nosotros,,, ex- III.
clamaron los vientos.1—"A nosotros,,,
añadieron los pájaros. Pero este libro no E l triste camino que ayer recorría,
lo o b t e n d r á n los vientos cariñosos, n i el los árboles y las yerbas del cementerio,
mar salvaje, n i el verde bosque, n i el aquella tumba que contemplaba de r o -
religioso templo, n i los astros, n i los dillas á la luz del crepúsculo, los sollozos
pájaros, porque yo lo dedico á la tumba. y las l á g r i m a s que me arrancaba, ¡Dios
mío, todo eso constituía m i felicidad!
II.
¿Qué has hecho durante todo este
E n otros tiempos, cuando aparecía el tiempo? ¿Presencias la vida mortal des-
mes de Setiembre con sus lluvias, sa de el sitio que te encierra? ¿ E n q u é reloj
liendo de la ciudad, donde todos me de sombra cuentas las horas? ¿Te has i n -
conocían, abandonaba á P a r í s y salía corporado algunas veces para esperar-
huyendo de él como una sombra; solo, me, semi-despierta, asomada á la oscura
sin mirar á nadie, sin pensar, sin hablar ventana de lo infinito, pretendiendo re-
con ninguno, para i r adonde debía ir; conocer en la oscuridad á alguno que
y mientras que la madre y la hermana pasara, al través del a t a ú d mal cerrado,
se quedaban llorando en casa, yo iba á para ver si oías caminar á alguno hácia
visitar el sitio triste y querido, con la tí? Y luego te volvías á tender en el le-
avidez sombría de la desesperación. Bus cho mortuorio, exclamando con angus-
caba el cementerio en las inmediacio tia:—"¡Qué h a b r á sucedido que m i padre
nes de la iglesia, y me aproximaba á él no viene!
á pasos lentos, con l a cabeza descubierta
y con los ojos fijos en el cielo. Los árbo
les susurraban:—"Ya viene su padre!,. ¡Cuántas veces he cogido, mojadas aun
Las malezas separaban ante mis pasos de rocío, azucenas en el j a r d í n y azuce-
sus ramas secas, me internaba por entre nas en m i pensamiento! ¡Cuántas veces
u n camino de lápidas y de cruces, y pro-he cogido oxiacantas en flor, c u á n t a s ve-
nunciando palabras cariñosas me arro- veces he buscado por estos alrededores el
dillaba ante una losa blanca, rodeada campanario de Harfleur, exclamando:—
de verdura. ¡ T a n profundamente dor- " M a ñ a n a iré allí,,, y estúpido, he calcu-
m í a s que no te despertaste cuando te lado el tiempo que invertiría en llegar, y
hablaba! después, despertando de m i sueño y de-
jando caer el ramillete de las manos,
comprendía la realidad, comprendía la
Los pescadores pasaban cerca de mí imposibilidad de i r á visitar t u tumba!
arrastrando sus redes, exclamando:—
"Quién será ese hombre que reza?,, Y
allí pasaba el día y me sorprendía la no L á z a r o abrió los ojos cuando le llamó
che, dejando caer ante aquella fosa todo Jesús; ¿por q u é cuando llamo á m i hija
LAS CONTEMPLACIONES. 511
ella no los abre? ¿Seria e x t r a ñ o que de la Todo lo he escarbado, porque he que-
sombra mortal violara el amor dos veces rido llegar hasta el fondo. Porque en
el profundo secreto, y lo que hiciera u n nosotros el m a l se confunde con el bien,
Dios lo pudiera hacer u n padre? lo quise saber todo; p r e g u n t á n d o m e : —
"Qué es lo que se debe creer?,,, me internó
IV. en la luz, en la gloria; estudié al niño
alegre, á la virgen casta, el amor, l a
A l menos que este libro, como un men- vida y el alma.
saje cariñoso, llegue y murmure en
aquel silencio y desembarque en aquella
playa; que caiga allí como un sollozo, Qué es lo que aprendí? Me apoderé de
como u n suspiro, como una l á g r i m a de todo sin comprender nada; encontré mu-
amor; que entre en aquel sepulcro, en el cha oscuridad y mucha ceniza. ¿Qué so-
que entraron u n dia la aurora, el rocío mos los fugitivos mortales? ¿Qué quiere
y la juventud, y m i corazón, que ya no decir la palabra siempre? L o enterré todo,
ha vuelto á salir de allí. ¡Que este libro fantasías, ilusiones, esperanzas y amores,
sea el arranque de esa esperanza que en la fosa que cavó en m i pecho. ¿Qué es
nunca miente, el canto de duelo, la voz la ciencia? D ó n d e está la doctrina? Qui-
del último adiós; que sea como los pasos siera ser hoy aun el soñador de otros
que d á m i alma en su cerrada noche! tiempos, que vagaba por los prados y
por los bosques, que caminaba sonriendo
por la tarde, cuando el cielo vierte sua-
Este libro es una legión innumerable ve luz, llevando de la mano á su hija
de pájaros blancos que vuelan durante pequeña, y que alegre, dejando hablar á
la aurora y de pájaros negros que vue- la niña, sentía llenarse lentamente el co-
lan en la oscuridad, cuyas bandadas razón de la inocencia y de la alegría de
yo suelto desde el umbral de m i prisión aquel á n g e l .
y cuyas alas entrego a l viento y al es-
pacio. ¡Protéjalas el salvaje Océano, que
me habla en voz baja, y déjelas pasar; Entre |Dios que centellea y el á n g e l
protéjalas el viento y no las disperse que le inciensa, viví, luchó sin temor y
hasta que lleguen á su tumba, como el sin remordimiento: después, de repente,
presente misterioso que el ausente envia m i puerta se abrió ante la muerte, que
á la muerta! entró bruscamente á sorprenderme. Es-
pectro de la muerte, pasaste por m i lado,
V. dejando en m i vida el vacío, al apode-
rarte de m i á n g e l . Desde entonces ci-
fró en una tumba todas mis esperanzas.
Felices dias pasados que me e n g a ñ a s
teis e n s e ñ á n d o m e vuestra efímera feli-
cidad, ¡qué cruelmente os he expiado! Me VI.
hicisteis adquirir el derecho de ser hoy,
cuando la noche avanza, uno de los que No puedo hoy, como en los pasados
deben escuchar las tumbas; uno de los tiempos, tomar en l a llanura el sendero
que al hablar con los muertos hacen mo por el que descendía hasta el Sena; no
ver lentamente los pliegues de sus suda puedo i r donde iba; solo puedo, como la
rios; uno de los que con palabras tiernas lavandera que se sienta á las orillas de
ó ásperas conmueven á las piedras, á los un pozo, apoyarme de codos en los bor-
granos en sus surcos, á las sombras en des del eterno abismo; me ha eclipsado
los ataúdes; uno de los se que convierten á Paris el enorme Solima; la ú n i c a Nues-
en voz de la naturaleza parecida al r u - tra Señora que al presente veo ante m í
mor de los bosques. Porque hace mu- es la inmensa sombra compuesta de
chos años que camino por entre andenes estas dos torres, del silencio y de l a
de sepulcros, desmelenado, por entre noche, y dejando que las claridades agu-
filas de tejos y de cipreses; porque hace jereen sus velos fatales, veo sobre m í u n
muchos años que interrogo al plomo, á p a n t e ó n de estrellas; si invoco á Rouen,
los clavos, á los gusanos, que por m í sa- á Villequier, á Caudebec, la sombra me
len de los huecos de los ojos de las cala- contesta:—"Horeb, C e d r ó n , Balbeck!,,
veras, al esqueleto que rie, al esqueleto Cuando camino, me p á r a en cuanto
que muerde, á los cráneos, á los dedos ando una legua y me dice:—"Vuélvete
huesosos y al polvo. hácia la inmensidad azul!,, Me dice ade-
más:—"Los caminos por donde t ú mar^
S12 OBRAS D E VICTOR HUGO.
T
OÜC V. 65
5ffi
PREFACIO
E l grito de A m ó s , el malhumor de
Le retenia por la brida, y a l tirar de Aquiles hincha sus narices y le d á
ella con fuerza, me hacia arrugar el en- agradable aspecto; l a medida del verso
trecejo el esfuerzo vertiginoso que con- de Esquilo forma el batimiento de sus
tenerle me costaba; pies.
Todos los genios, con la frente ergui- Desafía á correr al relámpago; posee
da, levantando su antorcha hasta el el P i n d ó y ama á Endor; pudiera bien
cielo, han galopado orgullosos á la gru- relevar el tiro de la Ossa que arrastra el
pa de ese misterioso mónstruo. luminoso carro de oro.
la y se cierne; plácele batallar con las | buscaba Raean el epigrama, ese espino,
tinieblas basta llegar á encontrar la luz. y el triolet (1), ese trébol.
Solo es dócil, solo es propicio para el E l caballo luchaba; sus pupilas brilla-
que, e m p u ñ a n d o valerosamente la lira, Dan como espadas y sacudía sus alas,
le arrastra por el precipicio basta m á s produciendo ráfagas de aire, como los
allá del espíritu bumano. aquilones.
' Domina siempre al alma bumana: Eze- Relinchaba hacía lo invisible; llama-
quiel espera debajo de la palmera, y de ba en su socorro á la sombra, y al oír sus
la paja de su lecbo formó Job su ester- llamamientos, el cielo hacia r u g i r true-
colero. nos sordos.
A n d r é s Chenier, debajo de los sauces, que buscan los elegidos y los perversos,
gozaba del deslumbramiento de ver huir llave que cierra la oscuridad y abre el
á las jóvenes fugitivas que en sus tiem- paraíso?
pos a m ó V i r g i l i o .
„¿Qaó es lo que Orfeo y Zoroastro, y
Shakespeare, acechando d e t r á s de los Juan y Jesucristo, mezclando las rosas
espesos ramajes de las encinas, oia en el con los astros, hubieran querido poder
claro del bosque vago ruido de pasos. crear?
III.
L o he dicho muchas veces, y siempre
lo repetiré; del fondo de todas las pro-
sas pueden salir los sagrados versos. E n los campos la noche inspira vene-
ración, el dia se sonríe candidamente
como un niño; l a tarde mece a l acer y al
Si Babet tiene torneada la garganta, olmo; la tarde es hermosa, pero la m a ñ a -
Babet equivale á Pholoó. L a Beauce es na es una gran festividad, es la aureola
blonda como Chipre. Larifla desciende en donde se funde la noche.
de Evohe.
L a flor de oro b r i l l a en el verde oscu-
Toinon, b a ñ á n d o s e en la playa, espar- ro del prado, el astro, en el cielo claro
ce la cabellera m á s larga por la espalda todavía; y en la tierra, el aciano b r i l l a
que la Callirhoe que medita en el gran en l a sombra, como estrella azul en un
templo de Abydos. campo de oro.
tes; Ville-d'Avray cierra los ojos a l ver Venia cantando un couplet de una can-
las arteras astucias de los misteriosos ción que la moda hacia entonar por las
Cupidos, calles, y que saliendo de su labios se me
aparecía como una luz.
Vil.
Estaba leyendo á P l a t ó n . A b r í la puer
ta de m i gabinete y v i que entraba L i Genio liibri.
coris, quiero decir, Turlurette.
Nunca habia dirigido n i una palabra Espíritu querido y familiar que vibras
cariñosa á aquella beldad; estaba con la en m i alma, los espacios son luminosos
vista fija en el techo, c o l u m p i á n d o m e en y libres, y te consiento que deshagas t u
u n sueño de oro. collar.
L a jóven, que se ceñia u n j u b ó n gris Baraja á los dioses, confunde los esti-
claro, se encaminaba hácia mí; sus fres los; empareja los peones con los agnus;
eos ojos azules parecían que acababan haz que en los inmensos claustros bailen
de descender de la aurora. las ninfas con los pechos desnudos.
L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E L O S BOSQUES. 523
Sea en Francia ó sea en Corinto, des- si Q-oton quiere intervenir, se bastante
pierte el sonido de t u clarin al tunante cobarde para reirte y decirle:—"Atrás!,,
Pegaso que derrenga al viejo Cam-
pistron.
Sé un q u e r u b í n y al mismo tiempo u n
eíebo. T u canto libre, en el que te ocu-
Trenza el acanto con la allana, embor- pes de todo, vuele, y desde la lira de Te-
racha al augur y al abate; haz que Da- bas vaya hasta l a flauta de Saint-Cloud.
vid contemple á Diana y que Acteon
aceche á Betsabó.
No importa que hagas lo que quieras,
con t a l de que no te apartes de lo verda-
Desde la nariz de la indignada Miner- dero, con t a l de que algunas veces salga
va hasta el cráneo calvo de San Pablo de tus estrofas cantando la alondra:
suspende la tela de a r a ñ a para que coja
las rimas a l vuelo.
Con t a l que P a r í s , en donde cenas, no
te impida ser siempre natural; con t a l de
Sé alegre, atrevido, glotón y voraz; di- que las diosas conserven en tus grupos
vaga y ama; sé bastante tuno para en- claridad celestial;
contrar algunas veces á Horacio y para
huir siempre de Berquin.
Con t a l de que en t u idilio crezca siem*
pre la yerba y de que V é n u s encuentre
Pinta el desnudo tomado del hombre el musgo bastante espeso para esconder
antiguo; sé pagano y bíblico al mismo en él sus piés desnudos;
tiempo; establece la posición plástica de
Eva ó de Rea en el fondo de los bos-
ques. Con t a l de que Grimod l a Reiniere
haga notar á Brillat-Savarin un olor
de berrizal que se desprenda de t u poé-
Observa la mudanza de los amores; tico himno;
desbarata lo que edifican los pedantes;
inclinándote hácia el estanque, remueve
en su fondo el arte poético. Con t a l de que en t u poema tiemble l a
corriente de las aguas limpias; con t a l
de que las briznas de yerba parezcan en
Perturba á L a Harpe, ese gallo de la él á propósito para que construyan su
India, y á Boileau en todos sus sanhedri- nido los pajarillos;
nes; saquéalo todo: esparce por todo el
P i n d ó las cesuras de los alejandrinos.
Con t a l que acaricies á Psiquis con el
agradable céfiro que baja entibiado del
Considera á la abeja como hermana cielo; con t a l que se vea brillar el rocío
tuya, y ten, rondador de los frescos va- en tus versos que beben café.
lles, u n alvéolo de miel como ella, y
como ella t a m b i é n u n buen aguijón.
II.
Trasplanta allí toda la retórica, pero
que en ella tenga eco el antiguo buen COMPLICACIONES D E L I D E A L .
sentido; sube á la grupa del asno, si el
arriero se llama Sancho Panza.
SEGUNDA CARTA.
L a verdad no tiene límites. G-racias al
dios Pan, gracias á ese dios bestial, la L a jóven por quien suspiro vive pared
realidad enseña sus cuernos en l a frente 3or medio de m i cuarto, y cuando su
azul del ideal. puerta se abre, se abre sobre m i habita-
ción.
PRIMERA CARTA.
E n ella pienso cuando nace el dia,
Y a que tenemos diez y seis años, v i - en ella pienso cuando el dia se apaga.
vamos, querido c o m p a ñ e r o mió, y deje- Trueca su gorra en casco y creerás que
mos de ser inocentes; pasemos ya de este es Minerva.
primer grado.
Su coraza es u n madrás; y cuando
sale de casa, lleva del brazo á una vie-
V i v i r es amar. Te participo que en l a
j a , que hace para ella las veces de Me-
oscuridad donde s u e ñ a n nuestros cora-
dusa.
zones, he visto aparecer dos ojos grandes
y azules, brillantes como dos estrellas.
Me quedo trastornado al ver la expre-
Conoces t ú lo que es esa felicidad? ¿Sa- sión altiva de su rostro cuando pide vein-
bes lo que es tener sueños ambiciosos, te céntimos de peregil á la mujer que lo
envidiar á los grandes señores que van vende.
en brillantes carrozas;
Esto no obstante, como sabemos que
algunas veces esas Palmiras dejan caer
Tener siempre calentura, enrabiarse, desde sus alturas sonrisas y besos,
ver abrirse el corazón, desear ser un
pastor, pero teniendo por c a b a ñ a el L o u
vre; U n picaron estudiante trata de l e -
vantar su casto velo; no puedes figu-
rarte lo que aborrezco á ese infeliz que
Sentir, a l mascar el j)an, lo mismo que dirige las manos hacia las estrellas.
al rumiar nuestras ilusiones, l a amargu-
ra de las pepitas de l a funesta manzana
de Eva; Pero yo no salgo de m i agujero. E l
otro dia, que estaba elocuente, ella me
llamó:—^Buho,,. Y o le respondí:—"Mi-
Estar enamorado y loco, ser á n g e l nerva,
volar como una oca, ser u n forzado, pero
no estar preso en la cárcel? Pues bien,
yo disfruto de todas esas alegrías. IV.
Paupertas.
E l ser misterioso que llamamos g r i
seta ha caido para m í desde lo alto de L o importante en el mundo no es ser
cielo. Sufro mucho, pero ya tengo la re- rico; es vivir hechizados; el palacio difie-
ceta para curarme. re del granero en que en éste es donde
se sabe amar.
Conozco el arte de amar; soy hábil y
fuerte hasta el extremo de convertirme Con el corazón alegre se duerme en
526 OBRAS D E VICTOR HUGO.
una mala cama; puede gozarse un edén queza su corazón, cuyas pasiones aca-
en un tabuco; el crugimiento de un para, y vé sin gran respeto á la duquesa
catre puede ser un rumor de paraíso. y sin desden á la griseta.
Cuanto menos dinero, menos arrugas E l amor desea que se lean sin temor
se tienen. Con poco oro se duda poco; las letras de su alfabeto, y si Artemisa
nunca riñó el amor con la pobreza. es la primera, la segunda es Babet.
Mujeres, nuestros versos, que os defien E n una maceta veo temblar una cle-
den, n i son avaros n i son pedantes; para m á t i d e , cuya vida es m u y breve; la flor
dedicároslos no os piden m á s perlas que es m u y ligera y la maceta muy pesada.
vuestros dientes.
¿Qué nos importa, viviendo en la oscu- Cantad, llenad el aire de graciosas can-
ridad, el traje luminoso con que se viste ciones, y ya seáis nobles ó villanos, j u -
la m a ñ a n a ; q u é nos importa que éste sea rad, que el canto es el vaso de la a l e g r í a
de p a ñ o burdo si la mujer es de satin? y los juramentos le hacen rebosar.
Las risas son nuestras mejores alas, Todo canta y no con notas falsas, sino
nos sostienen cuando vamos á caer, y el un himno tierno, y el espíritu de las bo-
indulgente filósofo clasifica á los hom- cas de las currucas y de los pardillos
bres alegres entre los hombres buenos. sale produciendo gratos acordes.
Una alegre palabra basta para abatir A q u í el secreto que el alma esconde se
t u digna cólera ¡oh gran Catón! L a his- escapa de los corazones m á s discretos; l a
toria a m n i s t í a á Enrique I V porque le llave de los campos, que se encuentra en
p r o t e g i ó Jarnicoton. el suelo, abre el cajón de los secretos.
Vivamos alegres, que así Dios lo de- A q u í se comprende el tinte con que el
sea. A los hombres que se dejan en terne- dios Pan, oculto, colora de vaga ironía al
cer, la alegría enseña los dientes, y pare bosque sombrío en el que s u e ñ a Psiquis.
ce que les diga:—"Podria morder, pero
me rio,,.
Las mujeres agradables allí son her-
mosas; los Cupidos revoloteando van y
vienen, las rosas hablan m i l locuras y
vn. los jilgueros las hacen.
Hendon.
E l vasto génesis vuelve á su primitivo
objeto, á renacer sin cesar. Todo vibra;
¿Por q u é no i r montados en asnos se respira un aura de amor y de himeneo
recorrer el bosque de Meudon? Unica- en los m o n t í c u l o s .
mente los profanos son severos, que en
ese bosque se respira a l e g r í a y perdón.
Parece que reviva la naturaleza, y que
los corazones y que los nidos, el alba, el
Nada es tan á propósito como su verde azur, las olas y las playas deseen que el
sombrío, como su calma semi-burlona alma y Dios sean infinitos.
para llegar á descubrir el fondo de núes
tro propio corazón.
Es preciso amar. A la sombra de las
encinas sentimos en las hermosas tardes
Cantan en él los pájaros. E l verano del verano la profundidad misteriosa de
nos proporciona u n bosque para que nos esa inmensa voluntad.
perdamos en su espesura, y el amor en
su musgo oscuro termina todas las can-
ciones. Escondiendo el fuego sagrado para
que nadie lo viese, a q u í la vestal solo
oiria el grandioso sarcasmo de la luz y
Temed á ese sitio fantástico! E l demo- del bosque.
nio reposa en esos bosques, pero no el
viejo y derrengado S a t a n á s , sino el jo-
venzuelo y sonrosado Belcebú, que Inés L a primavera es una revancha. Ese
oculta debajo de su p a ñ o l e t a . bosque sabe hasta q u é punto son liberti-
nos los tomillos, los sauces, las c l e m á t i -
des y los almendros.
Entramos en el bosque llenos de cas-
tas ilusiones, con el corazón dilatado,
mirando a l cielo; nos arrastra allí el L a maleza salvaje se regocija reci-
alma, pero nos acecha el fauno. biendo las miradas serenas de J e h o v á ,
cuando una mariposa, después de des-
pertar á una violeta, huye volando,
E l manantial es una ninfa desnuda; la
528 OBRAS DE VICTOR flüGO,
Suda u n rublo por cada poro; si así no Decid de m í lo que queráis, nada me
lo haces, en vez de entregarte á Flora,1 importa; quiero creer, pensar y amar, y
PERO ¿ S A B E S T Ú LO QUE YO PIENSO?
PUES PIENSO QUE ESTOY ENAMORADO.
LAS CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E LOS BOSQUES. 531
desterrarme de las ciudades y vivir entre tienen orgullo los señores, n i de saber si
perfumes y rayos. el sacerdote dice l a misa en griego ó en
'atin;
Apenas en los decorosos idilios se oye
el ruido de a l g ú n beso, y l a pradera es Confieso que no me ocupo de los que
una inocente, á la que no debemos escan- rien n i de los que lloran; confieso que
dalizar. solo pienso que estoy enamorado.
Habito con los árboles y con las plan- Sabes, Juana, en q u é estoy pensando?
tas, y no me canso nunca de contemplar Pues pienso en aquel momento en que
el paso lento de las vacas cuando atra- te vi el blanco pió cuando atravesaste el
viesan el vado. arroyuelo.
Oigo desde alguna elevada cima los Sabes qué es lo que me preocupa? Pues
píos que salen de a l g ú n nido colgado en Juana, me preocupa ver una irresistible
a l g ú n matorral, á l a luz descolorida del cadena que me arrastra hácia t u casa.
astro que se eleva en el horizonte.
Sabes lo que me fastidia? Pues me
Profeso cariño al alba, al medio dia, á fastidia, Juana, ver que t u poder es tan
los cielos deslumbradores, y siento l a grande, que hace reinar el buen tiempo
nostalgia del sol, que creo que es m i an- ó la tempestad en m i corazón.
tigua patria.
Sabes lo que prefiero? Pues prefiero,
Por l a m a ñ a n a todo en l a naturaleza Juana, la flor m á s insignificante de las
vocaliza, se extremece y se sonrio, y yo que llevas en el pecho á todos los astros
pienso: L a aurora es tan pura! ¡Son tan que brillan en el firmamento.
gratos los gorgeos de los pájaros!
Me tiene sin cuidado si tocan ó no to- L a oia entusiasmado, casi sin saber lo
can las campanas; si la reina piensa que decia; hubiera querido en aquellos
esto, si el rey piensa aquello; instantes ceñirme una corona de oro.
Confieso que no me ocupo de saber si Y ver su beldad sin velos, y unir á mis
532 OBRAS DE VICTOR HUGO.
dias los suyos y coger el cielo con las 1 de este encuentro se vanaglorió en casa
manos. de Saguet; yo fui un estúpido, que pasó
entonces por allí.
Atacado de la enfermedad del amor,
creia que iba á morir dulcemente y que Precisamente iba analizando en m i
m i alma iba á escaparse del cuerpo y á imaginación las cárceles, los tronos, el
volar; irmamento y las ligas de las mujeres,
Estos sitios son puros, pero t ú los com Los lanzan al espíritu de Virgilio? ¿A
pletas. Este bosque, situado lejos de los las m o n t a ñ a s ? A las olas de los mares?
senderos conocidos, parece, Juana, que ¿Al inmenso Evangelio que tiene abierto
haya hecho brotar las violetas de tus Jesucristo?
virtudes.
¿A la enorme tiara de a l g ú n Moisés
L a aurora es parecida á t u edad; Jua- niño, cuya alma haya adquirido la for-
na, hay siempre cierta a r m o n í a en el ma del vencedor firmamento?
mundo, cierta simpática vecindad entre
534 OBRAS DE VÍCTOR HÜÓO.
Van á parar á las oraciones? ¿A quién espesas de los alisos, el céfiro orea plan-
el misterio desconocido vá á a ñ a d i r esas tas y flores, y por los amarillentos trigos
luces á las vagas aureolas de su frente? corre el calofrío del Messidor (1).
PARA OTRAS.
E n presencia de tantos misterios, de-
claremos en voz alta que nos amamos;
las encinas seculares y solitarias de la
m o n t a ñ a nos dan su consentimiento.
Para estas festividades, para estas ale- Musa mia, debo repetírtelo; tratan de
grías, para estos amores, Juana, están do- embriagarte en el bosque; los faunos han
tados los campos de tantos atractivos. escondido m i l i r a y en su lugar han de-
jado un oboe.
No tiembles porque veas que un pen-
samiento único llena mis ardientes m i -
radas; no temas que sean falaces, porque Vente, pues. L a fiesta ha empezado
son la expresión de m i alma. ya; las avecillas se comen el trigo tier-
no; la abeja liba la miel de las flores,
y Mayo se sonríe al ver la a l e g r í a del
No te asustes; permanece siendo cas- cielo.
ta sin terror, que el cielo diáfano absuel
ve del pecado de transparencia á la gasa
del fichú. Trae contigo á tus dos camaradas, el
espíritu galo y el espíritu latino; no
536 OBRAS D E VICTOR HUGO,
Y m i i m a g i n a c i ó n l a adornaba con
cien virtudes, que realzaban mis malos IV.
pensamientos de adolescente que está en
peligro.
Chelles.
VIII.
Cuando su ternura empieza está ya
p r ó x i m a nuestra esclavitud: el A B C
de su abecedario se llama A m o r , Beso, E n aquellos tiempos en que yo era
Cadena. jóven estaba flaco, y nada hace enfla-
quecer tanto como l a especie de vigilia
E l sol dora una prisión, el rosal per- que se llama alimentar el espíritu.
fuma u n calabozo; pues de una manera
semejante nos seduce y nos e n g a ñ a una Luego me convertí en viejo; era t í m i -
mujer. do y amarillo como un pergamino á la
sombra de la p i r á m i d e de los viejos ver-
Quedamos presos, con nuestras ideas des del espíritu humano.
expuestas al viento y encerrando en el
alma una sombría lira, llorando mu- Libros viejos, que los años roen, se
chas veces, antes de haber tenido tiempo amontonaban sobre la mesa de m i gabi-
de reir. nete, y muchas veces me quedaba como
un ebrio á fuerza de querer llenarme de
Ven á los prados; l a alegre primavera r a z ó n .
hace sonreír á los árboles y á las flores;
ven conmigo y cantemos viendo correr U n dia que estaba leyendo á Yambli-
el agua de las fuentes. que, á San A g u s t í n y á PJotín, u n ena-
no negro, de rostro oblicuo, se me apare-
ció y me dijo en latín:
Vil.
•—"No pases adelante. Clava el ánco-
E l niño A b r i l es hermano del niño ra. Hijo mío, contempla en m í á t u
amor; los dos trabajan en sentido contra antecesor. Me llamo Botella de T i n t a , y
rio á nuestro pobre corazón. soy metafísico.
II.
Por Marly divagaban, caminando ner-
viosamente, con los p u ñ o s crispados, con
He conocido los corazones tiernos, los las miradas coléricas, ofreciendo Chipre
guerreros tórtolos, las que entonces y Pafos á la coja Lavalliere, é hipócritas,
llamaban grandes damas, los que enton- a d u l á n d o l a .
ces se llamaban héroes.
IV.
Esos t r a n s e ú n t e s y esas paseantes des-
pertaban mis susurros. Mis ramas son I A todos ellos y en todas las ocasiones
m á s quebradizas de lo que se cree co- deslumhraba el sol ardiente de Luis el
munmente. I Q-rande; para ellos Luis el Grande era
Dios.
Esas hermosas, á las que se elogia en
masa, se perdían por los verdes prados,. Bosguet se creia inca z ante él Raci.
a c o m p a ñ a d a s por los gestos burlones de l ambicionaba que ^ corrigiese sus
'versos; ú n i c a m e n t e Corneille, bajo las
alas de su fieltro, miraba de reojo á ese
E l héroe, grande mirado bajo ese pris- dios.
ma, era prudente y ceñudo, y colocaba
su heroísmo en la cadena de su gran-
deza. L a Fontaine le dedicaba sus fábulas, y
con frecuencia, á su alrededor, casi afa-
LAS CANCIONES DE L A S C A L L E S Y DE LOS BOSQUES. 541
bles, los cortesanos, los duques que se | que Mad. Maintenon sonreía, y era tan
fastidiaban, las venenosas altezas aco- blanca, que hubiera podido creerse que
g í a n con la m á s tierna de sus sonrisas á era la hembra del Espíritu Santo.
ese encantador de serpientes.
Las acciones son cloacas, las concien- rocas y las flores, y la rosa dijo que t ú
cias son albañales; unos venderian la vendrias.
Francia á los cosacos; otros venderian el
alma á los buhos.
Sal de Paris. L a llanura verdea; el
cielo, tan querido de los que lloran,
L a sombría religión e m p l é a l a guerra en los bordes de su abierta ventana
y el hierro, y aplica los textos celestes' pone á A b r i l , pone esa maceta de flores.
con el monstruoso sentido del infierno.
L a tierna luz del alba luminosa hace
que todo reviva en el campo. E l insecto
L a fama repite á todos los vientos se encarama sobre el tallo de una mata,
nombres impuros de dia y de noche, y como el marinero sobre l a punta del
en su trompeta puede encontrarse la sa- m á s t i l .
l i v a del Aretino.
Ven á la sombra de los árboles, cuyo Se disipan las inquietudes vanas, que
murmullo apaga las voces; ven á los se olvidan; no tenemos presente m á s que
cariñosos bosques, en los que de noche lo bello y lo alegre; si la vida es una
bailan las hadas y de dia las campe- oscuridad, la naturaleza es una antor-
sinas. cha.
Ven, que te espera la naturaleza. Los Que en otras partes impere l a bajeza
vencejos vienen ya á buscar este c l i - y sea el hombre cruel y v i l , que yo me
ma, y el agua quiere contarte las aven- sonrío cuando oigo desde el bosque so-
turas de los pies que se han b a ñ a d o en nar la campanilla que pende del cuello
ella. de los bueyes.
E l dedo de l a m u j e r . II.
A l poeta Morante.
Dios tomó su m á s blanda arcilla, y
queriendo modelar una frágil alhaja,
pero que fuese alhaja misteriosa, hizo I.
el dedo de la mujer, obra magistral;
hizo ese dedo formado para herir el co- A m i g o , ven á reunirte conmigo en
razón y para enseñar el firmamento. este inocente bosque, desde el que con-
templaremos rayar el alba, que ven todos
los dias los campesinos.
Puso en él, para que enamorase al
hombre, el resto de l a luz que empleó
Paris, sombrío y tumultuoso, lanza
para iluminar la aurora. Puso en él la
aullidos y es v í c t i m a todos los dias de
sombra del velo, el movimiento suave
de la cuna, algo de la estrella y algo del desconocidos acontecimientos.
pájaro.
Por una siniestra ley, por e x t r a ñ o es-
E l padre que nos e n g e n d r ó le hizo tado normal, vuelve á recaer en el tedio
fuerte para que fuese tierno, blanco para por ser g a l o p í n y en el mal por ser
que fuese puro y cariñoso para que el m ó n s t r u o .
hombre viera en él, aunque m á s peque-
ño, el dedo mismo de Dios. II.
orilla del camino un nido de gnomos, que de las alas en los charcos de los bos-
coge con las dos manos. ques.
Lós fuegos fatuos, compuestos de azur Aquí, con la cabeza h ú m e d a del rocío
y de sombra, forman en los huecos de de la selva, el espondeo muchas veces se
los sauces lívidos resplandores. aparecía á V i r g i l i o .
III.
N i aun la misma oda soberbia renegó
Son m u y agradables estos matorrales; nunca del verde musgo, por el que pa-
a q u í siempre está el cielo azul; el hom- sea sonriéndose Titania.
bre vive y el trigo crece á la merced de
Dios. A q u í , amigo mió, revela el estanque,
entremezcla poco á poco, una flora
Paso largas horas debajo de las susur- nueva con el antiguo verso alejandrino.
rantes encinas, respirando aire tibio 5
viendo resplandecer las llanuras. E l estilo se remoja en cuanto le su-
mergimos en el agua sombría, hasta la
He convertido en u n albergue estos que se arrastra un espíritu por entre los
árboles, que están sordos á nuestros pa juncos.
sos; lo que el viento agita no lo puede
conmover el hombre. Ven a q u í , por poco que desees que
crezcan en tus versos la sphaigne de
Cuando por la madrugada, dormitan- largas hojas y los grandes y verdes ca-
do aun confusamente, aparece el alba, ñares.
los ramajes me d i c e n : — " ¡ L e v á n t a t e ,
amigo, que ya es de dia!„, y a l g ú n mos-
cardón, que zumba, me despierta.
IV. Cuidado!
noso, que todo el universo comparado y frescas; Venus es una inmortal, pero
con ól es u n destierro. una mujer está m á s cerca.
Debo deciros que esa jóven se llama Corremos u n gran peligro; creemos
D o ñ a Rosita Rosa; como Dios la desti- que brilla un nimbo en su frente; es her-
naba para el hombre, rehusó concedér- mosa, y soñamos que es divina; es flor, y
sela á los ángeles. soñamos que es sol.
Hasta en los bailes y en las fiestas su- H a r á todo lo que te complazca; cum-
fre el amante, por m á s que sea corres- plirá tus deseos en cuanto los vea nacer;
pondido: estas son siempre las aventuras será, hermosa n i ñ a , t u esclavo, hasta
del corazón. que pueda ser t u señor.
A la bella imperiosa.
Y tiene razón. Comprendo que aisla-
dos en su gloria sean un crimen dos her-
E l amor causa el pánico de la razón y mosos ojos; que abrasen, pero que se
se comunica por medio de escalofríos. abrasen t a m b i é n ellos.
Aunque os diga lo que os diga, no me
otorguéis n i n g ú n favor. Si suspiro, can- Amar es cosa tan fácil, que cuando se
tad y burlaos. Si lloroso me arrodillo vive sin corazón, el hombre es un imbé-
á vuestros pies suplicándoos, no h a g á i s cil y la mujer es un bandido.
caso y reios. Muchas veces parece que
el hombre v á á e n g a ñ a r ; pero si veis que
tiemblo, hermosa niña, tened miedo. L a mirada que se fija es una deuda;
a mujer que es insolvente voluntaria-
mente, completa el m ó n s t r u o de la be-
VIII. "leza.
Entonces acaso sentirás—¿por q u é no? Dasan los ángeles por las alturas y me in-
—las frases cariñosas de una carta que miscuyo entre esos t r a n s e ú n t e s .
calienta el corsé.
Soy i n g é n u o como Homero, y como ese
Te r i e s ? . . . E n t u locura prefieres no ciego de inolvidables cantos, adoro la
poseer nada á poseerlo todo, y en vano mosca efímera que sale de los juncos de
para tí llega la primavera con sus céfiros Hypanie.
y con sus flores.
Tengo fé. M i fácil espíritu desde el
Pues bien, yo me rio t a m b i é n ! Ven primer dia manifestó que la Sologne
conmigo, Musa, que percibo a l l á á lo era una L i c i l i a y la Rosita una A r e -
lejos sonriéndome la c a b a ñ a de u n cam- tusa.
pesino.
Para m í no es la mujer un ratero que
E l árbol es una pajarera libre que roba en la oscuridad; no creo que puede
se llena de alegres y de armónicos gor- apoderarse de un alma como el que se
jeos; de los renuevos de la hiedra comen apodera de una bolsa.
los cabritillos;
No quiero suponerla falsa n i traidora,
Y jugando debajo de l a parra el niño estando enamorado de ella; por el cami-
de un campesino, se cuelga, como pen- no del desprecio no puedo llegar á la en-
dientes, dos cerezas de las orejas. trada del paraíso.
A MERANTE.
Me embriagan las a r m o n í a s que des-
cienden hasta m í del firmamento, ale-
gres, claras é indefinidas, y no creo que
A m i g o , exclamas:—"Estoy m u y con- el amor nos e n g a ñ e , que u n amante sea
tento, pues esta m a ñ a n a , realizando mis un mártir, y que todas esas a r m o n í a s
deseos y ruborizándose, me dijo:—"¡Te desciendan del cielo para mentir.
amo!,.
ren ante las sonatas que salen del co- pito al trueno, proveer al gasto de luz
razón. que hace el sol todos los dias;
E l abate edifica la iglesia; el rey cons- Estos son los supremos trabajos de
truye la torre. Quién forma el invierno? los dioses, esos obreros gigantes, esos
E l h u r a c á n . Quién forma el nido? E l séres que nos gobiernan, ya con sus
amor. grandiosas clemencias, ya con sus vas-
tas cóleras.
y el paso de la estación por nuestra E l mismo destino que pesa sobre nos-
alma. otros parece que nos castiga á los dos,
porque en el amor estoy yo tan en m i
elemento como él en la pila del agua
¿Con q u é objeto hemos de resistir á bendita.
las mujeres, cuando ellas mismas no se
resisten? Cuando todas las rosas están
inflamadas, es de mal gusto ceñirse la E l amor—y no os desagrade que sea
toca monjil. celoso—es el tierno césped de un oásis,
muy parecido á una brasa sobre la que
estuviéramos sentados.
Siempre serán dichosos aquellos á
quienes las hermosas se dignan amar;
¿para q u é serviría tener alas si no dejáse- E l diablo es un gran encuentro, y siem-
mos que plumasen? pre me regocija encontrarle; es el contra
de todos los pros; es el no de todos los sí.
Nada equivale, Morante, á los tiernos
y puros atractivos de la mujer; n i á su E l diablo es aficionado á los prover-
sonrisa, que indica que lucha, n i á su sus- bios. Estaba pensativo. Sus piés m a l
piro, que indica que se rinde. calzados iban aplastando en las ramas
las flores que p r o d u c í a el estío.
Y yo daría la E s p a ñ a entera con sus
fértiles llanuras por dos ojos ardientes Pasamos uno detrás de otro; al verle,
que brillan al través de l a mantilla, por exclamé:—^"Este es del oficio,,. E l diablo
dos ojos acariciadores y despreciativos. es inteligente en materia de mujeres, por
su cualidad de joyero.
Tan envidiable es esa dicha, que pare Y no del todo. L a hojarasca debe
ce demasiado grande hasta á los seres ocultar las encrucijadas y la puerta
alados; y el viento que vaga de nube en entreabierta conviene al tímido amor.
nube, y la abeja que vaga de miel en
miel; Amo á la aurora en el bosque que
habito, y tengo en m i c a b a ñ a por com-
E l pájaro, al que acobardan los invier- pañero al cenobita y por contrario al
nos; la fresca mariposa que regocija la buho.
primavera y todos los seres que vuelan,
m u r m u r a n de esa dicha en el infinito.
Me fascina una mujer, y como Pro-
percio, oigo sonar una flauta entre el
TOMO V . 70
554 OBRAS DE VICTOR HUGO.
XVI.
Enano que te burlas de m í , gnomo
D e n u n c i a d e l e s p í r i t u de los bosques con alas y jorobado, que distingo entre
los matorrales; al ver t u velluda faz y t u
cuerpo embotijado, la poesía se convier-
He visto á t u amigo, he visto á t u te en fealdad. Mago de la India, dios de
amiga, á Merante y á Rosa, que no Abydos, la m o n t a ñ a del P i n d ó está so-
eran tres, y que produjeron una epide- bre tus espaldas. Naciste de la fábula.
mia de besos entre los nidos de m i bos L a ingenuidad con que algunas veces
que. hablas, es falsa siempre. T u locuacidad
sale del cieno donde te sepultas. Móns-
truo apócrifo, que turbas la razón, se
¡El diablo me lleve si no eran m u y conoce el paso de tus garras por entre las
felices! T ú no estabas allí. Y o me quedé malezas. Me denuncias una cita, hijo de
contemplándoles. De ese modo en otro los espinos, hermano de los acebos, y t u
L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E LOS BOSQUES. 555
voz chillona viene á delatarme una son- con la desnudez del sueño, y veia una es-
risa de ella y un beso de él. J a m á s cre- trella en t u corsé.
yera que desempeñaras tan degradante
papel. Vuelve á la danza, espectro j u -
g u e t ó n , y recibe en recompensa m i des- Veia tus vestidos de seda, t u beldad y
precio, con el que envuelvo á todos tus t u blancura, y hasta que apareció el alba
antepasados, desde Esopo hasta Ma- fui presa de ese intranquilo sueño.
yeux.
Tenias ese aspecto que me enamora;
te olvidabas de mí, y volvías á querer-
xvm. me; cambiabas de amor con mayor per-
versidad que los calumniados tigres.
Carta.
Coge una fruta, que muerde y come; Pasa por allí u n batel conduciendo u n
es á n g e l y es tirano; lo que se llama la grupo, en el que canta u n prelado con
manzana de Eva, realmente no es otra traje de color de violeta; la sombra de las
cosa que el corazón de A d á n . ramas se recorta sobre el techo del tendal
de popa.
He tenido fiebre toda l a noche; en mis
sueños te adoraba, y la palabra amor
hacia salir de tus labios una vaga llama. Y en la tierra, un pastor, aficionado á
las musas, flaco y pensativo, contempla
algo que se vé confuso en la profundidad
Parecida á la ola en la que la vista se del cielo, lleno de pájaros.
sumerge^ t u garganta se me aparecía
556 OBRAS D E VICTOR HUGO.
Ayer eramos inseparables y hoy esta- Porque desea fascinar y vencer; com-
mos separados. Corre alegre por la pra- prende que esa es su misión, comprende
dera la hermosa que entona deliciosas que es la prisionera del delicioso capricho
canciones. de ser amada.
L a hermosa que entona deliciosas can- Siempre sonriendo y alegre, habla con
ciones corre alegre por la pradera, y los su nuevo amante con el suave cuchi-
misteriosos árboles del bosque se i l u - cheo de la abeja que revolotea sobre una
minan con la luz que vierten sus m i - flor.
radas.
Sobre ese á n g e l indolente agotó toda Y sin perturbar los actuales amoríos
su flora, todas sus rosas, todas sus azu- de la hermosa de los cabellos de oro, so-
cenas, y hasta agotó la casa G-agelin. bre su corazón hace una raspadura.
Mientras que estas francas alegrías luego convencer. Recorre dos mundos
tumultuosamente estallan á su alrede- diferentes. Comprender está m á s allá de
dor, ella, la mujer querida ayer, a l l á amar.
abajo, lejos.
Comprender es la cumbre m á s alta.
Escondida entre las ramas de los ár- 51 corazón, pájaro que vive en el valle,
boles, recogida dentro de sí misma, ama, se p á r a en la primera etapa y el espíritu
adora, y cerca de otro está deshojando vuela hasta la segunda.
las hojas de una margarita.
A l amante sucede el arcángel; primero
Cómo cámbias, inconstante corazón! viene el beso, después el firmamento; el
E l sin ella, ella sin ól! Y sobre sus ter- punto oscuro se convierte en u n punto
sas frentas reflejan su claridad los án- uminoso.
geles.
Poned el amor en el mundo entre los
Los mismos castos serafines les con- iotantes tallos de yerba, que esta yerba
t e m p l a r á n con envidia; ¡tan profunda se convertirá misteriosamente en el nido
alegría salta de sus corazones hasta sus sombrío en el fondo de la primavera.
miradas!
A ñ a d i d , disipando las nubes, celeste
Sus dos bocas parece que las agita ce- claridad á ese bendito nido, y el nido se
leste extremecimiento; en l a una parece convertirá en estrella en el bosque del
que vaga un cántico y en l a otra parece infinito.
que tiemble un beso.
vatura de la ojiva, y que Dios los habia Ocultos en una yerba de San Pablo
querido seguir. una codorniz y u n mirlo, bebían los dos
en el mismo cáliz que les ofrecía la be-
'ladona en flor.
Una gran rosa de malva se erguia so-
bre un techo de cardos, y en sus hojas,
como si fueran campanas, zumbaban los Todo esto lo observaba yo pensativo y
abejorros. silenciosamente, pues el corazón que
ama nota siempre el parecido que tienen
Sola, parada debajo de una piedra, es- el amor y el mes de Mayo.
taba pensativa una cucaracha, como
Juan en Pathmos; una azucena abria su III.
corola cerca de la puerta, como si fuera
una pila bautismal. Las campanillas tocaban á misa. Todo
en ese verde y bendecido templo hacia
al alma una promesa, que garantizaba
E n el centro del musgo sobresalia el el infinito.
altar, guijarro reluciente, listado de pla-
ta por los caracoles y bordado de oro por
las escordias. Oía elevarse en ideales estrofas, desde
el fondo florido del templo, el Te-Deum
que entonaban las margaritas y el ho-
Una escalera de flores abiertas se re sanna que entonaban los botones de oro.
tercia según el estilo sajón; el agua ben
dita era el rocío del cielo y el incienso
el perfume de las flores. L a fresca hojarasca, que el aire con-
mueve, formaba las paredes movedizas
II. del templo, en el que reconocí m i parro-
quia y en el que me postró á orar.
Todo estaba acorde en las llanuras,
todo estaba acorde en los bosques con la
dulzura de los hálitos y con el misterio Y me pareció, cerca del altar, detrás
de las voces. de los resedás y de los jazmines, que
oraban las ilusiones y que la esperanza
dirigía á Dios sus preces.
E l diligente enjambre de las abejas
iba mendigando por las a n é m o n a s , y la
primavera les daba su limosna en una V i allí mis dichas efímeras, los blan-
canastilla de plata. cos espectros que tan pronto desapare-
cieron; v i mis quimeras entre aquellos
Y se casaban en esa iglesia entre los pájaros y mis amores entre aquellas
mirtos y las j u d í a s un clavel llamado rosas.
Cidaliza y una col llamada Jacquot.
IV.
LO
H
W
W
O
oO
O
00
o
I—3
L A S CANCIONES D E LA.S C A L L E S Y D E LOS BOSQUES. 561
que a l g ú n fauno haga nacer u n hijo de una perla en el pico, pero Una perla que
t u náyade.,, goniza.
1.
IV.
Hace seis m i l años que los pendencie-
Reunidos los blondos niños leen y de- ros pueblos se entregan á la guerra con
letrean; yo les estoy oyendo; el maestro furor, y Dios pierde el tiempo creando
de escuela les riñe. Veo entreabierta la estrellas y flores. E l ejemplo que ofrece
escuela. Vago por las orillas de los pan la naturaleza no arranca del hombre
taños, y la primavera hace extremecer esta locura.
las hojas verdes de los árboles.
Mientras que allá bajo silba un mirlo Todo esto por defender á príncipes,
la cerceta sale de los cañares llevando que después de haber causado gran mor-
TOMO V. 71
56^ OBRAS DE VICTOK HUGO.
Entre tanto al campo de batalla, los Se habló allí de una batalla. Dos
chacales y las aves de r a p i ñ a a c u d i r á n á pueblos, el ruso y el prusiano, son des-
ver si queda algo de carne en los huesos trozados por la metralla, y sus dos reyes
de los muertos. se quedan gozando de completa salud.
No hay pueblo que tolere que otro pue- A cada uno de esos dos buenos prín-
blo viva á su lado, y el h u r a c á n de la có- cipes le parecían sus Estados demasiado
lera sopla sobre nuestra imbecilidad. pequeños y demasiado grandes los del
Eres ruso? Pues debes morir. ¿ E r e s vecino, y por eso se movió la guerra.
croata? Pues debes desaparecer.
Gomo los pueblos son tan Cándidos,
Rosbach! W a t e r l ó o ! Venganza! E l esas diferencias se terminan á sus costas
hombre, embriagado de ódio y cegado en un cuartel de inválidos, lujoso, pero
de inteligencia, se entrega á la carnice- lleno de hombres mutilados.
r í a de las batallas.
Los reyes fundan para las victorias un
Pudiera pasar el tiempo bebiendo en hospicio, en el que camina hácia la glo-
las fuentes, rezando de rodillas, amando ria, tuerto ó cojeando, el guerrero, pero
ó pensando á la sombra de las encinas; ceñido de laureles.
pero vale m á s matar á nuestros her-
manos.
A l ver Juan Severo que todos le oian
con la boca abierta, abrió la suya, y ha-
Y la claridad del alba se derrama por ciendo punto y aparte, dijo:
las llanuras, y es cosa admirable que el
hombre sienta ódio en vez de amor, cuan-
do en lo alto de las nubes oye cantar á la — " E l pobre género humano llora; la
alondra. vida es corta y está llena de sinsabores;
ahora que estoy borracho es el momento
de pronunciar u n discurso sábio.
II.
„E1 pensador logra reunir á l a sombra
JLa v e r d a d e n e l v i n o . de una parra la lógica y la bebida; el
hombre prudente, después de destapar
una botella, debe destapar la razón.
Juan Severo estaba borracho. Se en-
tregaba á las libaciones en cierto sitio „Gonseguir que en vez de los dos ejér-
en el que la S u r e ñ a nos emancipa, ha- citos se batieran los dos generales, dismi-
ciéndonos beber su delicioso vino. nuiría el n ú m e r o de víctimas y engran-
decería á los héroes.
E l fauno que en otros tiempos vivia en
un antro, coronado de p á m p a n o s y bien „¿Qaé me importa que toquen las m ú -
bebido, hubiera envidiado su vientre y sicas cuando ellos pasan, q u é me importa
su alegría. que los elogien, que me importa que
Dios me concediera dos piernas, si los
reyes me encojan?
Daba gusto oirle, y cada vez que ese
hombre se reia, todos los convidados ten-
dían hácia él su espíritu, como si tendie- „No me conocen y no saben cómo yo
sen el vaso. pienso, si creen que me satisface sufrir
todos los contratiempos de la guerra
para que ellos saquen las ventajas.
A través de m i l conversaciones, inter-
L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E L O S BOSQUES. 563
„No gozo cuando el mes de A b r i l hace „Oir que sale u n discurso tan cuerdo
que broten los árboles, cuando la luz de de m i boca, os probará, amigos mios,
la aurora me despierta, porque no puedo que cuando la lengua está seca, el espí-
decir: Quizás esta estación me traerá la r i t u está obtuso.,.
pierna que me falta.
Así habló Juan Severo, discurriendo
„B1 altivo inválido se arrastra, descar- con justicia y con cordura y sorbiendo
gado del peso de u n brazo; pero yo con- un vaso de exquisito vino.
fieso ingenuamente que profeso cariño á
todos los miembros que poseo.
L a embriaguez llenó su cerebro de ese
buen sentido, que hizo beber á los pre-
R e c i b i r sablazos, caer á los piés del sentes: algunas veces Sileno presta su
escuadrón furioso que os acomete, sin rucio á Sancho Panza.
duda es delicioso, pero beber es mucho
mejor.
III.
„Prefiero saltar y brincar por el cam-
po á que me acribille el plomo de las ba- C e l e b r a c i ó n d e l 14 de J u l i o e n e l
las; es magnífico tener la nariz corta- bosque.
da, pero yo prefiero tenerla demasiado
larga.
Alegre y gozosa está hoy la frondosa
y secular encina, que sirve de misterioso
„Vuelvo al hogar victorioso, condeco- apoyo á todo el bosque.
rado por el rey, pero patizambo, y noto
que él conserva sanas las dos piernas y
los dos pies. Como cuando triunfamos se extre-
mece ese árbol cívico, esparce á gran
distancia su inmensa y magnífica som-
„Estoy manco, y sin embargo quiero bra.
casarme; pero veo que la mujer que me
gusta, mirando á los demás, les dice:—
"Hubiera preferido que estuviese com- De q u é proviene su alegría? ¿Por q u é
pleto,,. vibra y se endereza? ¿Por q u é parece
que haga a l verano caricias m á s tier-
nas?
„ A m i g o s mios, me queda el único re-
curso de saborear como u n volteriano el
efecto que produjo en m í el valor, esto Es hoy el 14 de Julio, y en ese dia
es, el de conseguir que yo no sirva para memorable la libertad se despertó en el
nada. mundo al oir el fragor de los truenos.
„ L a pierna de madera es inútil; el ca- E l pueblo en ese dia vió que agoniza-
mino de la guerra conduce al precipicio, ba el pirata temible del pasado, y Paris
y la verdadera gloria para el hombre en ese dia se apoderó de la Bastilla.
consiste en estar entero.
E n ese dia un decreto lanzó el oscu-
„E1 mutilado se arrima á las paredes rantismo de Francia y el cielo negro
brilló con la luz de la esperanza.
para andar sin tropezar. Amigos mios,
es cosa muy grata poder usar los dos za-
patos. Todos los años, en semejante dia, a l
Dios que nos creó envia la encina un ex-
tremecimiento de cariño y sonríe al ver
„ 0 3 confieso que quisiera que m i prín- aparecer su sagrada aurora.
cipe, que estoy orgulloso de que me go-
bierne, pudiera conquistar un reino sin
hacerme perder un ojo de la cara. Se acuerda del regocijo con que se
arrebataban sus ramas, y cree sin duda
db4 OBRAS D E VICTOR HUGO.
que, complacida en el cielo, el alma hu- ¡sus m i l colores, se yerguen á sus pies
mana abre sus alas blancas. todas las ñorecillas.
Prendieron al a b a t e . — ¡ Q u e n o s le trai-
gan! Que muera!—Formamos el cuadro; v.
pero vimos que el c a p i t á n queria perdo-
nar al cura. L a ascensión humana.
„Combina á Ginebra con Roma; haz „Cuando hace que perseveren de edad
que entierro t u arrendador todas las en edad el invierno, el verano, la pri-
virtudes del hombre en una fosa desti- mavera y el otoño; cuando sostiene el
nada á estercolero; engranaje de los astros alrededor del sol;
„ T r a b a j a con paciencia para sacar todo „Cuando ruedan los zodíacos, amarra-
lo que puedas del mundo, tomando por dos sólidamente, sin que j a m á s se desplo-
mano de almirez la ciencia y por morte- men de las vigas del firmamento;
ro el abismo;
„Dios, con su mano derecha, aprieta, „ P a r a combinar todo ese rodaje, tan
siembra, siega, y todo se rejuvenece; el exacto como absoluto; para que la urna
hombre es una mano zurda que anda de las nubes bascule en el momento de-
tanteando el infinito. seado;
„¿Te has preguntado alguna vez q u é „ P a r a que pase el planeta tal dia por
es el hombre?—Sondea su nulidad; bus- el punto indicado; para que las olas del
L A S CANCIONES DE L A S C A L L E S Y D E L O S BOSQUES 567
mar se estrellen en la línea de rocas del )ensamiento vive el inmenso ideal que
puerto; 'o llena.
Encadena á los desastres; sujeta á las L a rosa fijaba en las clemátides esa
rebeliones; es sublime, y los astros refle- mirada de superioridad que la Rachel
j a n sobre su piel de león. lanza á las coristas que entonan el coro
del drama griego.
TOMO V . 72
570 OUKAS D E ViGTUK HUGO»
Los verdaderos espíritus que Dios i l u - salto, Dios no hace ninguna diferencia
mina no caen en el error de creer que los entre el Zodíaco y entre t í .
campos son prosa y que los jardines son
versos.
E l ser insondable no tiene fronteras,
Es justo porque representa la unidad,
Porque eso nada significa ante la i n - y toda la creación enternece su pater-
mensa serenidad del cielo, ante la cal- nidad.
ma grandiosa de la filosofía y del ve-
rano.
Dios, que formó los vientos y las rocas,
ojo de fuego que contempla nuestras l u -
Nada significa! Cruzaos como herma- chas, oido inmenso al que no se escapa
nas, flores de diferentes colores, y cubrid ninguno de los murmullos de la tierra;
todos los flancos de la tierra: la vacila-
ción que causáis á las abejas demuestra
la igualdad de vuestros perfumes. Dios, que domina en las alturas, así en
el éter como en el surco, que creó los co-
metas para la atmósfera y las mariposas
Cruzaos, plantas y tallos innumera- para el herbaje,
bles, que formáis las palabras del verbo;
los temblores inmensos de l a sombra ne-
cesitan de todas vuestras ramas. Que quiso que tuviesen alma todos los
séres salidos de sus e n t r a ñ a s , que hace
que el rayo vaya á la m o n t a ñ a y la mos-
Dejad, floridos matorrales, que refun- ca á la myosotis (1),
fuñe g r u ñ ó n el antiguo buen gusto; cru-
idíos con la inexpresable
grandeza. Dios sonrio desde sus regiones lumino-
sas cuando una rosada y p e q u e ñ a flor le
Nada está alto n i nada es ínfimo. L a refiere sus primeros amores,
gota de agua pesa u n mundo, y el mon
te Blanco no tiene cima si se sujeta á la
medida del Eterno.
n.
Habitamos en la morada de las cierna-
Amor del agua. ides, cuartos frescos y verdes; cuando al
lelecho, debajo de las ramas, le ocurre
Recito m i breviario en los campos y una idea, nos la comunica.
me sirven de apuatador, ya el junco que
crece en la playa, ya la mosca que zum-
ba en las flores. Encontramos en las aguas corrientes
muchos hemistiquios, y los lagos y los
arados dan abundantes rimas á nuestra
E l poeta se sumerge en los torrentes; necesitada poesía.
plácenle las rocas que azotan los vien-
tos; lo que fluye se parece al sueño y lo
que lava á la v i r t u d . M i patrimonio es la quimera, rico sur-
co, que tiene por cebadero las verdades
que nos trajo Homero y los sueños de los
No hay arroyo que á sus orillas, en que sale L e g r á i s .
las que el aire juguetea ó Q-erminal (1)
sonrio, no atraiga a l g ú n tordo, a l g ú n
mirlo ó a l g ú n poeta. E l poeta es propietario de rayos de luz,
de murmullos y de aromas; á este solita-
rio soñador pertenece el eco de los bos-
E l poeta á la sombra de la encina, ques.
sentado entre las flores, como si estuvie-
se en el serrallo, es amante del agua, de
esa perezosa que hace tan profundo tra Poseyendo el azul del cielo y los m a t i -
bajo. ces de las flores, vive alegre; es millona-
rio, porque posee la ilusión, que es lo me-
Vagando el agua, parece que nos es jor que el hombre puede poseer en el
cuche; de todo recibe su tributo; y como mundo.
el poeta, olvida su camino, pero como él
no olvida nunca su objeto.
Del bosque, donde la yerba crece mu-
cho, es tan dueño como la ardilla que
III. salta entre los pinos.
El poeta es rico.
Allí encontramos, debajo del ramaje Compra las rocas incultas, el monte de
donde cantan alegres los pájaros, agua piedra viva y la cantidad de infinito que
viento, humo, todo lo necesario. sale de los murmullos del vasto ramaje
cuando se agita.
No produciríamos nada de mérito sin
ver los olmos, los fresnos y los acebos; Compra los chillidos de la alondra, los
aire nos ayuda y el pájaro trabaja con diamantes de la regadera, la yerba, la
nosotros en los poemas. sombra y la silueta, de los que danzan
sobre el lagar.
tando, algunas veces deja caer l á g r i m a s te conoce allí. Los animales son traido-
de sus alas. res muchas veces, y hay muchas yerbas
nocivas; permanece viviendo en la ciu-
dad, que vale m á s que el campo.
E l oro de la escordia, el oro de las mie-
ses le pertenecen; el mundo es un campo YO.
suyo; es el poseedor de las claridades del Tengo enemigos entre los hombres y
sol Poniente, no tengo enemigos entre las flores.
V.
G-oza cuando en la hora del crepúscu-
lo, soplando las brisas, balancean el enor- Encuentro en la iglesia ese dia
me manto de p ú r p u r a de las nubes acu-
chilladas. Ese dia, dia insigne, encontré en aquel
templo humilde y grandioso, en el tem-
plo en el que Fenelon pudiera ser el cisne
Para él el viejo sauce inclina las som- y Y o l taire el gorrión.
brías ramas; lo posee todo, porque sabe
ver, creer y amar, y en su alma misterio-
sa se balancea un vago incensario. U n fraile, que sentado sobre la yerba,
á las mariposas grandes y p e q u e ñ a s tra-
IV. taba de vender los cálices que d á gratis
el almendro.
Nuestra antigua disputa.
No puedo olvidar que un dia^ t ú , con No habia laureles en las garitas; pero
aire irritado, y yo, con acento de profun sí que habia entre los prados y los trigos
da convicción, sostuvimos u n diálogo campesinas margaritas ostentando sus
que poco m á s ó poco menos era así: colores brillantes.
TÚ i
Si siguieras los consejos que te dan, E n aquel templo reina la fraternidad
íío volverlas á visitar ese valle, n i á afron- y se disipan todos los pesares, y en él
tar la aspereza de las acederas n i los adquieren las verdades la forma de todas
epigramas de los avispones^ las flores.
YO.
Pues quiero i r .
E n él, el A b r i l opone al diablo, al i n -
TÚ. ñerno y á S a t a n á s la formidable aleluya
L a naturaleza es cruel muchas veces de la carcajada de l a primavera.
para el hombre que se descarría, porque
si las rosas le besan, las espinas le m a l
tratan. Esa es l a verdadera iglesia divina,
YO. deslumbradora con la luz celeste. Allí
una rosa me dijo:—"Adivina en q u é con-
No me importa! siste su misterio,,, y yo le respondí:—"En
TU. el amor,,.
Paris es m á s propicio para el hombre
y mucho m á s agradable: Perlet represen VI.
ta en el Grimnasio y Ravignan predica El Invierno.
en San Sulpicio.
YO. Sin embargo, debo decir que a c u d í m á s
Y la curruca canta en los bosques. tarde y no fui recibido en el templo. L a
iglesia no estaba ya risueña; densa nie-
TÚ. bla la e m p a ñ a b a ;
Qué vas á hacer en el campo? Nadie
-
L A S CANCIOiNES DE L A S C A L L E S Y D E LOS BOSQUES. 575
No habia allí pájaros n i escarabajos y Pero t ú no te detengas: que hasta el
hedían los cenagales, que servían de fo- cielo e m p a ñ a d o revolotee t u enorme ca-
sas á todas las hojas caídas, á todas las Dricho; ciérnete en él, cuadrúpedo del
ramas arrancadas. infinito, aventurero del vértigo.
I. III.
Eres dueño de t í mismo, vete; encabrí Haz que llegue t u hálito augusto y
tate, piafa, desplega tus titánicas alas cálido hasta las frentes m á s humildes;
con el furor de la a l e g r í a , lleva nuestros reproches allá arriba, ya
que eres i g u a l á los dioses.
Regresa á las pálidas profundidades;
vuelve á ser indomable; emprende t u Corre! Sé el m ó n s t r u o del bien; el ca-
fuga hácia el ideal alejándote de los ballo demonio que emancipa; rebelde
hombres. para el déspota, pero atado á todas las
verdades.
Caballo, gana en l a carrera al aquilón
t ú que eres al mismo tiempo la r a z ó n 5 D á á todo lo que se arrastra a q u í bajo,
la locura, t ú que te has escapado del bos- al bardo que vende á Calíope, al pueblo
que de Apolo, t ú que te has desuncido que ama á B a r r a b á s , á la miope reli-
del carro de Elias. gión, á las falsas glorias, á los falsos
celos, á las ignorantes multitudes, el
deslumbramiento de tus alas.
Vuela por encima de nuestras luchas
de nuestros éxitos y de nuestros desas IV.
tres, hasta que perdamos de vista en
mundo t u forma lejana y vaga. Corre! Para vencer y para transfor-
mar, para que el hombre se transfigure,
II. solo te basta cerrar y abrir las alas.
Vuela hasta los astros, pero ya no
hay astros en las cumbres; la bruma Representa l a bondad, representa el
densa que las envuelve hace m á s l ú g u desden; que u n incomprensible Eolo
bre que otras veces la sombría mirada haga salir con frecuencia rayos de t u
de los profetas. aureola.
576 OBRAS DE VICTOR HUGO.
T u pretal resplandece, como si las como si fueras una flecha que yo te hu-
trenzas desatadas del alba le alumbra- Diera lanzado del arco de m i pensa-
sen, como si en t u grupa amontonasen miento.
su sombra las nubes.
VI.
Lanza al pueblo u n relincho, lanza á
R é t e n m e , caballo, montado sobre tí; m i
la horca una coz; abre una brecha en el
imaginación forma parte de tus crines, y
firmamento para que se evada el espíritu
yo no veo nada en el mundo después que
humano.
:e marchas de ól.
Sosten al pensador que desmiente al Tan estrecha unión deseo contigo, ca-
altar, al augur y á la sibila, y no tengas
Dallo meteoro, t a n estrecha la deseo, que
m á s apoyo que el de la inmóvil con-
quisiera que entre los dos formásemos
ciencia.
un centauro.
Corre sin reposo; piensa en las torres, L a Noche rechina los dientes l ú g u b r e -
piensa en las murallas altas de cien co- mente, y el M a l , que ninguna luz alum-
dos; atraviesa, sin hollar los vástagos del bra, retrocede ante tus ardientes narices
bosque virgen de las ideas. que le olfatean;
VIL
Y a que eres inmortal, pro téjenos en
los instantes precisos que el hombre te Todo calla en l a misteriosa lontananza
necesita. Jadeante, precipítate á la per- hácia la que el hombre asustado cami-
secución del prodigio. na; en ella están en connivencia el olvi-
do, la tumba, el destino y la noche.
E l prodigio es el porvenir; es la vida
idealizada; es el cielo renunciando á cas E n ese abismo, en ese lazo mudo del
tigar; es que el mundo llegue á ser flor que no sale para el mortal n i n g ú n con-
y Dios rocío. sejo, tremola al viento, inquieto caballo,
la perversidad del silencio.
S u m é r g e t e en lo desconocido sin fon
do; recórrele, y con el viento que mueves
en el cielo sacudiendo las vastas plumas Tus pies volantes, tus ojos de lince
de tus alas. pueden sondear todas las dudas, pueden
amedrentar á las esfinges, diciéndolas:—
"Hablad, traidoras!,,
Trata de derribar las torres, las cárce
les, los templos ateos, y de enfurecer i
los buitres que se posan sobre los Prome Desde tus alturas lanza al hombre que
teos. duda todas las claves de los misteriosos
enigmas; desgarra la t ú n i c a de Isis;
aparta los dedos de las bocas de las si-
Vuela altivo, rápido é insensato, recto bilas.
hacia el blanco que está fijo en el cielo
L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E L O S BOSQUES.
Conocer es nuestra suprema ansiedad; tos; muerde al feroz error hasta haoerle
nuestro espíritu la reclama de tí; haz sangre.
que al fin declare la materia poniéndola
el alma en el tormento. IX.
TOMO V.
73
EL ARTE DE SER ABUELO.
EL ARTE DE SER, ABUELO.
pues, al desierto, pero sin abandonar el
mundo.
II. IV,
Víctor, sed vlctus.
Qué es este mundo? U n a tempestad
de almas. E n l a oscuridad que nos ro- Soy Bellnaire en nuestra época de cho-
dea, errantes marineros, solo abordamos ques y de trastornos: c o m b a t í á la m u -
escollos que tomamos por puertos; en el chedumbre inmunda de las Sodomas;
h u r a c á n de rugidos, de dolores, de de- millones de olas y millones de hombres
seos, m o n t ó n de nubarrones suspendidos rugieron contra mí, sin conseguir que yo
sobre nuestras cabezas; en los fugitivos cediese; el abismo, g r u ñ e n d o , me atacó;
besos de las prostitutas, que llamamos presenté batalla al oleaje espumante, y
fortuna, ambición y éxito; ante Job, que á pesar de asaltarme las tempestades y
sufriendo exclama:—"¿Qué es lo que yo la oscuridad, me conservé siempre firme
sé?;,, y ante Pascal, que temblando pre- como u n escollo; no soy de los que se
g u n t a : — " Q u é es lo que yo pienso?;/, ante asustan de ver el cielo negro; de los que,
el monstruoso despilfarro que hace-Sa- no atreviéndose á profundizar las esti-
t a n á s de papas, de Césares y de reyes; en gias n i los avernos, tiemblan ante la des-
presencia del destino que d á vueltas á su conocida abertura de las cavernas; cuan-
cabrestante, por el que siempre salen de do los tiranos lanzaban sobre nosotros
las mismas olas las mismas catástrofes; desde lo alto de las nubes sus rayos, yo
en esa nada que muerde, en ese caos que lancé mis versos sombríos contra esos si-
miente, lo que alcanza á ver el hombre niestros transeúntes; he arrastrado á to-
claro, entre sus aflicciones y sus caldas, dos los reyes con sus ministros, á todos
es la soberanía de todo lo inocente. Sien- los dioses falsos con sus falsos príncipes,
do como son el corazón y el espíritu hu- á todos los tronos atados con los p a t í b u -
mano, comprendiendo nuestro pasado los, al error, á la espada infame y al
tenebroso y nuestro oscuro porvenir, las sublime cetro; he arrastrado todo eso con-
guerras, los choques, los odios; compren- fusamente hacia el abismo, y ante los
diendo que dificulta el progreso el ar- Césares y los príncipes, ante los gigan-
rastre de las cadenas, es ciertamente tes de la fuerza, de pié, sobre ese m o n t ó n
saludable y útil para el pensamiento de nadas, ante los hombres que los mor-
disfrutar de la profunda paz de la sole- tales adoran, execran ó inciensan, ante
dad, y desde el entrecruzamiento de tan los J ú p i t e r s todopoderosos fui durante
espesos ramajes contemplar algunas ve- cuarenta años altivo, indómito y vence-
ces, al través de nuestras desgracias, co- dor, y ahora me vence una niña.
locadas entre el cielo y nosotros como
velos, esta profunda y luminosa paz: esto V.
es sin duda lo que Dios pensaba cuando
puso á los poetas cerca de las cunas ador- El otro niño.
mecidas.
Ven, Jorge m i ó ! Nuestros nietos nos
encantan; son para nosotros pájaros que
cantan en su aurora, y hacen que vuel-
van á florecer en nuestra triste mora-
da la primavera, las flores, la vida y
la luz. Sus risas nos hacen asomar lá-
EL A R T E DE S E R A B U E L O .
grimas á las pupilas; el peso de los años sueña en pasteles, en bonitos juguetes,
y la vista de nuestra tumba entreabier- en el perro, en el gallo y en el gato;
ta, sus alegres miradas hacen borrar de Juana sueña con los ángeles, y cuando
nuestra memoria; transportan nuestro se despiertan abren los ojos llenos de
corazón á los años juveniles, haciendo celeste claridad. ¡Llegan cuando nos-
abrir en él todas las ñores marchitas; nos otros nos vamos!
hacen inocentes, candorosos y felices; el
corazón tranquilo se llena de una va- Charlan. Pero hablan realmente? Sí;
guedad aérea; creemos que son nuestro como la flor habla al manantial en el
propio retrato; ser abuelos es volver á bosque; como su padre Cárlos, siendo
ser jóvenes. A l vernos copiados en nues- niño, hablaba á su t i a Dedé; como os
tros nietos, creemos que vuelve á volar hablaba yo, hermanos mios, en la época
hácia las verdes ramas del árbol de la en que nuestro padre, siendo a u n j ó v e n ,
vida nuestra alma sombría con todas sus se sonreía viendo cómo j u g á b a m o s en
almas blancas. el cuartel en Roma, corriendo á caballo
de su espada, y siendo muy niños. Jua-
VI. na, con ojos m u y brillantes, que por
coger la sombra entreabre sus delicados
Jorge y Juana.
dedos, que casi aun no tiene brazos,
pues casi conserva las alas, arenga con
Me basta tener un niño para volver- murmullos, en los que flota alguna pa-
me completamente estúpido, y tengo labra, á Jorge, hermoso como u n dios
dos, Jorge y Juana; tomo al uno por n i ñ o . No usan de la palabra, usan del
guia y al otro por luz; corro hácia ellos verbo, de la lengua infinita é inocente
cuando me llaman, porque Jorge solo que usan los vientos, los bosques y las
tiene dos años y Juana diez meses. Pa- olas; los pilotos Jason, Palinuro y T i -
róceme que en el balbuceo de las prime- phlos oian á las sirenas con esa dulce
ras palabras que pronuncian veo un voz murmurar incomprensible himno en
resto de cielo que se desvanece; y yo, que la profundidad de las aguas; esa voz es
represento l a noche, cuyo destino frió y la música difundida en el fondo del mes
pálido se descolora, comprendo tierna- de Mayo, que hace decir á unos:—"Yo
mente que representan el alba de la amo,, y á otros:—"Yo he amado,,. Ese
v i d a . Su incomprensible diálogo me lenguaje vago y luminoso de los séres
abre nuevos horizontes; veo que los dos recien nacidos que la vida atrae á sus
se entienden; comprender esto dispersa ventanas, y que en el mes de A b r i l , va-
mis pensamientos, mis deseos, mis pro- cilantes y extraviados, zumban en los
yectos, mis ideas insensatas ó prudentes; inmensos cristales de la primavera. Las
todo en m í se disipa ante su claridad, y palabras misteriosas que Juana dirige á
solo soy ante ellos u n buen hombre so- Jorge son el idilio que el cisne entabla
ñ a d o r . No siento ya la turbación n i la con el pajarillo, son las preguntas que
sacudida secreta del mal que nos atrae y las abejas se hacen, son las cuestiones
de la suerte que nos arrastra. Los niños que la ingenua azucena propone a l gor-
que andan titubeando son nuestros me- rión, son la parte baja y celeste de la
jores apoyos. Los contemplo, los escucho vasta a r m o n í a , son el cuchicheo que
y apaciguan m i corazón, y son bondado- balbucea los rumores de la visión y que
sos y acepto los consejos sagrados que quizás los explica; porque los niños esta-
dá la inocencia, como lo hice toda m i ban ayer aun en el cielo, y saben lo que
vida; que j a m á s conocí nada tan grato en el mundo se ignora. ¡Vuestras voces
como el olvido que nos invade el alma me llegan al corazón! Juana, Jorge, si
ante los seres puros que despiden casto los astros cantasen, balbucearían como
fulgor, y siempre contemplo extasiado, vosotros; mirándonos nos alumbran y
en nuestros tiempos turbios y revueltos, nos doran. ¿De dónde venís, adorados
ese punto luminoso que sale de las cu- desconocidos? Juana tiene el aspecto del
nas y de los nidos. asombro, Jorge tiene los ojos arrogantes,
y dan traspiés porque aun conservan la
embriaguez del paraíso.
Por la noche voy á ver cómo duer-
men. E n sus tranquilas frentes distingo
el deslumbramiento de sombra que pro- VII.
yectan las palmas y una claridad pare-
cida á la luz de la estrella que sale, y Algunas veces me llega á inspirar hor-
me pregunto:—En q u é soñarán? Jorge ror el mundo; m i poesía parece entonces
58'i OBRAS DE VICTOR HUGO.
Lsetitia rerum.
Fausto providencial brilla en todas
L a naturaleza se extremece con súbi- partes y por todas se difunde, y su único
to temblor. E l invierno huye, el a ñ o se libro, que es el cielo, lo dora el alba por
quita el ropaje viejo y la tierra se ador los cortes.
na con su traje de gala.
IV.
IV.
—Qué tragones son! dice su madre
algunas veces. Hay que darles todas las E l poema del jardín de las Plantas.
cerezas de los árboles, todas las manza-
nas del j a r d í n , todos los pasteles que sa-
can á l a mesa, toda la leche que pue-
I.
dan tener las vacas, y no contentos con
todo esto, desean que les cojamos la
luna! E l conde de Buífon fué un buen hom-
bre, que creó un j a r d í n copiado de Evan-
dro y de Rhea, lleno de osos m á s sábios
Por q u é no? L a nada que desean los que los de la Sorbona, con la idea de
gigantes me hace sonreír, pero admiro que J u a n á pudiese i r allí á pasear con
las grandezas que desean los pequeños. su criada; Buífon presintió á Juana. Los
E l alma de los niños tiene asombrosos niños tienen la vista tan penetrante, que
apetitos, y me deja pensativo ver los de- algunas veces buscan vagamente la v i -
seos que asaltan á esos glotones. ¿Desean sión de los bosques, y Buffon de este
la luna? Pardiez! Si estuviera en m i po- modo rescata su frase, sobre la que ar-
der se l a d a r í a . rastró su manga, por medio de los niños,
para los que creó ese atrayente paraíso,
salpicado de lobos.
Sin saber el uso que h a r í a n de t í , les
daría, luna, t u esfera sombría, t u cielo,
t u enigma y t u espacio desconocido. Por- Apruebo lo que hizo Buffon. Los n i -
que creo, después de todo, que los niños ños, con sus ojos inocentes, miran á lo
se aprovecharían de la luna mejor que invisible y piensan, y los sábios siempre
nosotros; concretarían en ella sus deseos, procuran complacer á los soñadores.
sus esperanzas y sus súplicas, y abando-
n a r í a n á esa aventurera sus corazones
para que se los llevara á Dios. Cuando E l verano en ese j a r d í n se desarrolla
el niño duerme por la noche, sus sueños acentuadamente; en ese edén brilla el sol
vuelan m á s lejos y m á s altos que los ardiente de Junio, relucen las flores, re-
nuestros. Creo en los niños, como en otro funfuñan los osos, y Juana y Jorge me
tiempo se creia en los apóstoles, y cuan- conducen hasta allí. Voy á pasear á ese
do veo que esos séres sin hiél y sin mie- jardín, porque esto complace á Juana y
do desean a l g ú n objeto del cielo, se lo yo no puedo oponerme. Voy allí á estu-
daría si lo poseyera. Quisiera ver, por diar dos abismos. Dios y la infancia; al
ejemplo, que los reyes se asombraran de tembloroso recien nacido, al poderoso
que los pigmeos pudiesen disponer de creador, á lo infinitamente atrayente y
un mundo. Os daría, ángeles de cabeza á lo infinitamente grande, que en el fon-
blonda que reináis por la influencia del do son la misma cosa, pues el mismo
cariño, os daría si yo pudiera esos uni- rayo sale del astro inmenso que del alma
versos bañados por misteriosa luz, con- pequeña.
ducidos por espíritus; os daría la enorme
redondez de los siniestros planetas. ¿Por
q u é no? Me fio de vosotros, que nunca Contemplo entre los árboles de Buffon
me habéis hecho n i n g ú n daño. Algunas el bisonte, el c a b u í n o , jorobas, fealda-
veces, cuando pienso hasta q u é punto es des, formas poco artísticas, y aprendo á
grandiosa el alma inocente, cuando m i dispensar á Dios sus fantasías. Dios, y
pensamiento se aparta del fondo del in- deseo no disgustar al sacerdote n i al
finito, me digo á m í mismo, en m i ex bonzo, es capaz de todo; hace barrer al
tasis sagrado, que quizá allá arriba exis buen gusto por Nisard, entrega la selva
te en lo desconocido un Dios superior virgen al mono y permite que D u p i n se
á los dioses que soñamos, y que es capaz parezca al perro. S e g ú n la India y los
de dar astros á las almas. maniqueos. Dios, duplicado por el de-
monio, explicaría este enigma: el paraíso
teniendo el infierno por contrapeso; la
Providencia sirviendo muchas veces á la
fatalidad; el infinito que llena m a l el
universo defectuoso; el mal haciendo
EL A R T E DE S E R A B U E L O . 589
siempre al bien alguna raspadura: tal se- una colmena al medio dia, conociendo
ria la ley de la naturaleza ciega, y de que el abuelo llega á ser apóstol, i n -
ésta n a c e r í a n los contrasentidos de la terrogado por uno, asaltado por el otro,
creación. Ciertamente Dios tiene salidas perdonando á ambos chicuelos el ruido
de tono de la imaginación; no sabe guar- que mueven, perdonando la fenta á los
dar la medida; abusa de su espíritu hasta nidos y el rugido á las fieras, termino
el extremo de crear l a oca y el pernoc- por no ser allí m á s que un buen hombre
tero; autor libre sin freno, ignora el justo enternecido por la infancia y por la na-
medio de L a Harpe y de Colardeau y se turaleza, y adoro á ambas, y soy menos
cree que todo le es permitido. ¡Desgra- indulgente con Dios que con el n i ñ o .
ciado el que le imita! No conoce fronte-
ras n i límites; hace brotar la cizaña entre II.
el trigo para manifestar su gran poder;
creó voraces buitres que nos caen de las
Los animales hablan. Dupont de Ne-
nubes; dió á luz una porción de anima-
mours comprende sus cantos y sus gritos,
les cornudos, como el macho cabrío, el
su alegría, su cólera y sus amores. Para
toro y el 'caracol; menosprecia el buen
Perrault esto es un hecho y para Ho-
sentido, se burla de la razón y nos hace
mero u n prodigio; Fedro coge sus pala-
tragar á la culebra. Mientras estamos
bras al vuelo y las repite; L a Fontaine
examinando con placer la naturaleza,
as acecha, las espía y se apodera de su
rindiendo completa justicia á tantas cua-
espíritu; Esopo, ese soñador jorobado
lidades, y admiramos los ojos de oro de
como el P i n d ó , oia hablar á los animales
los manchados tigres, al cisne, al antí-
en Grecia y Pipai en la India; por l a
lope de pupila azul y al pavo real con su
noche, Florian, oficial de dragones, los
magnífica cola, descorre los cerrojos de
oia chapurrear j u n t o á los estanques; el
una inmensa jaula y hace salir de ella al-
áspero Ezequiel, el rudo profeta, que
kangaron (1). Dios hace y rehace; exage-
era u n hombre salvaje, oia hablar á las
ra al negro hasta convertirlo en gorilla;
:ieras. Los animales dialogan entre ellos,
crea topos y crea linces; confunde en los
y ya sea el buho tenebroso, el oso que
jarales al histrión con el bandido, al
g r u ñ e , el asno que rebuzna, ya la oca
mandrilla con el jaguar, al papagayo
apostrofe al pavo, ya la avispa insulte á
con el águila; liga la epopeya á la paro-
la abeja, su bestialidad se parece a l espí-
dia insolente y sin regias. No exijo que
r i t u del hombre.
Dios sea siempre comedido; debe tole-
rarse el exceso de verbosidad á tan gran
poeta, y no debe incomodarnos que el III.
que matiza tan brillantemente las flores,
A Jorge.
el que encorva el arco iris en el Océano,
que doma, después de u n colibrí produz
ca un mastodonte. Es una humorada en Ven conmigo, querido Jorge, á ver
él tener algunas veces m a l gusto, a ñ a d i r una casa de fieras cualquiera, en Buffon,
la hidra al abismo y el gusano al alba- en el circo, en cualquier parte; sin salir
ñal y ser un Rabeiais, del que sale un de Lutecia vamos á ver la Asiría, y sin
Miguel A n g e l . Es Dios, y yo lo acepto. salir de P a r í s vamos á llegar á Tom-
boucton.
En cuanto á los recien nacidos, los Ven á ver los leopardos de Tyro, los
acepto t a m b i é n . No se nos han concedí gypactes (1), los osos que g r u ñ e n , el for-
do los niños para que tengan desde que midable y silencioso boa, la zebra, el
nacen los modales del gran mundo; chacal, la onza, y esos dos poetas, que
cuando gastan pañales, llevan su impo- son el á g u i l a que bebe la luz del sol y
lítica demasiado lejos algunas veces el buitre que aspira la oscuridad de la
convengo en ello. Y entre los gritos, los noche.
pasos, las voces, los osos y los que los
cuidan, los chicuelos y sus madres, entre Ven á contemplar al sagaz lince, a l
realidades semejantes á quimeras, inva anfisbena (2), al que Job comparaba á
dido por el mónstruo y por el niño, en su amigo Sefer; ven á contemplar al t i -
sordecido por el rumor que se levanta de gre oscuro, cuya piel de ébano tiene dos
(1) K a n g a r o n t mamífero colosal originario de la Nueva- (1) Gypaetes: de la familia de los buitres.—(N. del T,)
Holanda.—(N. del T.) (2) Anfisbena: culebra de dos cabezas.
590 OBRAS D E V
VICTOR HUGO.
agujeros llameantes, por los que se vé el llenos de nidos, por esos sitios en que
infierno. todo parece dormido y vela, en los que
el que rehusa consiente, en los que el
amor lucha, en los que se oye el agra-
Vé de cerca al ave de r a p i ñ a que dable sonido de ese flautista que se l l a -
cuando agita las alas es muy agradable; ma viento.
presenciaremos sin peligro el espectáculo
que nos ofrezcan los lobos, los jaguares,
las gacelas y los colibrís. Aprendamos, dejemos que haga lo que
quiera el mundo y amemos, que los cie-
los son inmensos; convirtámonos en sá-
Salgamos de la batahola humana; ven bios, permaneciendo siendo ignorantes;
conmigo al jar din de Plantas. Incliné- seamos oyentes del infinito, en el que
monos al través de la sombra hácia los nada es mudo n i sordo; estudiemos todos
dolores profundos, que vagamente nos los animales que podamos y saquemos
llaman, y oigamos los pasos confusos de partido de las lecciones que nos dan. Y a
los desconocidos. que alrededor de nosotros todo tiene u n
objeto, pensemos en él. L a ignorancia es
E l animal es la sombra que vaga por algo semejante á la oración; el hombre
las tinieblas; no sabemos si escucha, no es grande por delante y pequeño por de-
sabemos si comprende; lanza gritos hu- trás; es, desde Euclides á Newton, desde
raños y miradas fúnebres, pero de ellos Job á Reaumur, u n indiscreto que quie-
sale una afirmación sublime. re siempre mirar por encima de las ta-
pias, y la naturaleza, que es burlona en
el fondo, rubrica nuestra ciencia con el
Nosotros los hombres decimos muchas cuello de la girafa. Tratad de ver y de
cosas inútiles, sin comprender el mal espiar, ya que nuestro espíritu nos arras-
que podemos causar; cuando la verdad tra al acecho de la ciencia, que Dios
aparece le somos hostiles, y contra la ra- cuando lo vé se sonrie malignamente.
zón siempre alegamos razones.
Como he dicho ya. Dios está dispuesto
Corbiere en la tribuna y Frayssinous á sufrir á la crítica. No es sóbrio y se des-
en el púlpito son inf eriores á los anima- borda; a q u í produce el enano, allá el g i -
les de los bosques; el alma en ellos piensa gante, y esto todo á la vez. Abusa del abis-
y medita; yo dudo en un templo y creo mo, abusa del prisma. Su sol llega hasta
en la m o n t a ñ a . el gongorismo; Dios es verdaderamente
desigual; a q u í produce la Siberia, allá el
Senegal, por todas partes usa de la antí-
Las voces de la oscuridad nombran tesis; debemos, pues, resignarnos á ella,
confusamente á Dios: n i n g ú n Quirinal porque si vemos que el cuervo es negro,
equivale al silvestre Pelion; y es conve- vemos t a m b i é n que el cisne es blanco, y
niente, cuando se acaba de oir hablar a l si hoy Dios nos hiela, ayer nos calenta-
hombre, i r á los bosques á oir rugir al ba. Para q u é se creó el cometa? ¿ P a r a
gran león. qué sirve el bólido? Cuanto m á s sério y
sólido es el pedante, menos se deslumhra
IV. y menos satisfecho queda; la férula es
Otra vez á Dios, pero con restricciones.
propia de los Batteux y el sable de los
Galifet.
Qué hermoso sitio! E n él el cedro cu-
chichea con el olmo, el asno es lírico y Ese demagogo d á al pobre tantas flo-
parece haber visto á Don Quijote; el t i - res como al rico; no sabe contenerse; es-
gre en la j a u l a tiene el aspecto de un parce á manos llenas colores, rayos y
rey en su palacio; los paquidermos son r e l á m p a g o s . Todo eso fatiga la vista, ex-
horriblemente feos, y allí se recuerdan clama el mochuelo, y el mochuelo es la
los idilios de Viennet viendo bostezar á prudencia.
los cocodrilos. Mientras al babuino se
vende la mona, mientras el pollino con-
templa al sábio y el buitre pone buena Estad seguros de que Dios traza el
cara al buho, se emplea bien el tiempo mundo á su capricho en las altas esfe-
paseando por allí, por entre los árboles ras y de que mezcla la ironía con sus
E L A R T E D E S E R ABUELO. 591
truenos épicos; cuando nos cernemos,
lanza el rayo, y cuando pacemos, agui- VI.
jonea. E l viento, voz que no tiene razón,
sin j a m á s explicarse y sin terminar ja- Todas las edades pasadas están es-
más, repite siempre lo dicho, y el Océano parcidas debajo de esos grandes árboles.
no está exento de hinchazón. E n cuanto Ciertamente el alineamiento de los már-
á mí, confieso que tengo curiosidad de moles de las fuentes, el parterre tirado á
saber lo que p e n s a r á n de Dios, del mun- cordel, ese cedro resignado, esa encina
do que gobierna, del cielo donde mora, clásica hacen honor á Buffon, que fué
del infinito, de todo lo que Dios prodi- uno de los cuarenta de la Academia, y
ga, Nonotte y Baculard en el café Pro- puso juntos, para satisfacer nuestros de-
copio. seos, el peine de Lenotre, de larga cabe-
llera, y á Pan, -dios de los jarales, de las
V. rocas y de las llanuras; pero esto no i m -
A Juana. pide que las rosas se llenen de aroma, de
deseos, de amor y de claridad; pero esto
No quiero ocultarte que me gustan no impide que el verano sea verano; pero
mucho los animales, porque me divierten esto no quita á la vida ninguna con-
y porque me instruyen, y comprendo que fianza; pero esto no impide que la auro-
por algo en sus incompletos cerebros ra aparezca en el zenit, n i que los niños
Dios pone el claro oscuro de los grandes jueguen, n i que los mónstruos rujan.
bosques.
Alegre sobresalto se apodera de los
Soy un hombre curioso, que, nacido niños; escuchadles y veréis q u é conten-
para creer y para tener l á s t i m a , sondeo, tos están:—"¡Vamos á ver á los anima-
al ver que el áspid se arrastra bajo de les!,,^—Corren h á c i a ellos. Los contem-
las rosas, las sombrías leyes que obligan plan con éxtasis. Se paran ante jaulas
á la mujer á temer al demonio, cuando que encierran pájaros azules, pensativos,
no obligan á la flor á tener miedo á la como si estuviesen esperando el mes de
serpiente. la emigración.—"Mira ese gato grande.,,
—^El gato grande que dice el niño es el
tigre. Los grandes hacen que los niños
Mientras que dictamos leyes á la tier- m á s pequeños veneren á los macacos, á
ra, y somos reyes que copiamos al mono, los chacales y á otros animales, y llaman
y que luego el mono nos copia, dudando por sus nombres á los osos viejos.
si éste es producto nuestro ó si es nues-
tro padre; debajo de nosotros, á nuestros
piés, Son espectáculos monstruosos las fau-
ces, las miradas del dragón, las escamas,
los dardos, las garras que se extienden;
No sé q u é negro mundo asombrado la aparición del abismo, el espantoso
nos mira y piensa, y bajo u n yugo, odio- sueño convertido en realidad, que la vis-
so muchas veces, hacemos gemir al móns- ta perturbada de los profetas vé bajo l a
truo y al bruto, que al vernos tan per- transparencia espantosa de los mares, y
versos, nos toman por dioses. que se arrastra dispersándose en el error
desconocido; el enorme bostezo del abis-
Qué leyes tan e x t r a ñ a s ! ¡Qué t r á g i c a mo que se fastidia, las m a n d í b u l a s de la
mescolanza! ¿Vemos acaso el último he- hidra que tristemente se abren, no sé
cho, sabemos acaso la ú l t i m a palabra, qué caos lívido é inclemente, el simula-
n i q u é espectro puede salir de V é n u s , n i cro de la existencia, el bosquejo de l a
hoy q u é á n g e l puede nacer del espantoso vida, todo eso es el animal y todo eso
vientre de Behemoth? es lo que el niño mira, admira y teme;
el niño es una aurora que se complace
en contemplar la noche. Ese negro hor-
Transfiguración misteriosa! ¡Abismo migueo muge, aulla y devora, y el que-
y cima! E l alma se desprenderá de la rubín sonrosado, frágil y tembloroso,
gastada vestidura del cuerpo; la criatura v á á ver y á contemplar todo eso que
abyecta un dia será sublime; el ser que gruñe, odia, amenaza, silba, pica ó muer-
hoy nos repugna como oruga, m a ñ a n a de; pero lo vá á admirar protegido por
nos fascinará como mariposa. la nodriza, y es divertido poderlo con-
592 OBRAS DE VICTOR HUGO.
balsama el musgo, m á s puro que el Ma- —"Hagamos paces; rindo las armas,
yo cuando el pajarillo pica en la verdura Juana, con la condición de que me has
de su cesta, y su voz es u n temblor del de sonreír.;; Entonces la n i ñ a se lanzó en
alma capaz de dar celos á las abejas. mis brazos y me dijo con aire indulgente
y cariñoso:—-"Ya no volveré á hacerme
d a ñ o , porque te quiero mucho,,.—Y en
E l poeta adora esos nidos de sedas y nuestro cariñoso abandono nos queda-
de encajes; su corazón tiene alegría en mos los dos contentos, ella de m i clemen-
ese fresco asilo, que le hace reir de t a l cia y yo de su perdón.
modo y con t a l dulzura, que llegan á
asomar l á g r i m a s á sus p á r p a d o s .
IV.
Un sopapo.
E l poeta es el franco sembrador de las
inocentes alegrías, que le hacen sonreír;
pero si los reyes y sus innumerables cria- De su p e q u e ñ a mano salió un gran
dos se aparecen allí, si vó brillar en la bofetón.—Abuelo, reñidla! ¡No debéis
sombra pupilas siniestras, consentir que os pegue! E n vez de mirar-
la con m á s cariño, debéis reñirla.^—El
abuelo contestó:—No puedo reñirla! ¿Qué
Si vó del Vaticano, de Berlín ó de queréis? para ella solo tengo sonrisas.
Yiena salir una emboscada, una horda, Cuando se ha visto la traición de Judas,
una Biblia, se levanta erguido y no nece- cuando se ha visto proscribir á Nerón,
sita m á s para adquirir aspecto terrible. vencer á S a t a n á s y reinar á los bellacos
tenebrosos; cuando se ha gastado el co-
razón contra ellos, cuando hemos agotado
Si vó el basilisco de Roma, ó la a r a ñ a en él la cólera siniestra, cuando ante los
Ignacio, ó el buitre Bismarck, que de- crímenes que la Iglesia tolera, que el pul-
sean apoderarse de todo, g r u ñ e y siente pito saluda y que el sacerdote admite,
que sube el abismo hasta sus estrofas hemos tronado, de pié en lo alto de áspe-
indignadas. ra cumbre; cuando contra la invasión
monstruosa de los parthos, cuando contra
el juramento prostituido por Bonaparte,
Todo ha terminado entonces para ól; cuando contra el asesinato de las leyes y
ya no canta. E l porvenir le reclama; los de las virtudes, cuando contra P a r í s sin
pueblos y sus derechos, los reyes y sus Barbés, contra Roma sin Bruto, contra el
bravatas, son como el torbellino tempes- tirano que flota y en pró del Estado que
tuoso que le arrastran. zozobra hemos echado al vuelo nuestras
sombrías estrofas; cuando desde las re-
giones altas hemos hecho caer las i m -
Acude. Vuelve, Francia, á tener t u an- precaciones, los rayos y los silbidos; cuan-
tigua altivez; vuelve á emanciparte. Y do en días semejantes á noches hemos
el poeta se levanta teniendo á Dios en el removido todas las voces del abismo
corazón y r e l u m b r á n d o l e los ojos como y los gritos y los lloros en favor de l a
una espada. Francia vendida; cuando hemos castiga-
do hasta en sus tumbas á los muertos,
cuando hemos castigado al á g u i l a por
Y su pensamiento, que hasta enton- defender á las palomas, cuando hemos
ces vagaba perezoso por los espacios, se abofeteado á Nemrod, á César y á Napo-
convierte en el ligero carro de la aurora león; cuando hemos tratado de hacer
que vuela veloz con aladas ruedas. justicia á todos en el mundo y de limpiar
de miasmas fétidos el horizonte, no ex-
III. trañéis que vuelva cansado á casa, no
La cicatriz.
extrañéis que no me incomoden las mos-
cas de la familia, n i los picotazos que
dan los pajarillos en la pajarera, n i l a
Quedó á Juana una corteza m u y fea risa burlona de los melodiosos nidos que
en la cicatriz, y por capricho se la arran lanzan los pequeños demonios y los pe-
có y empezó á salirle sangre; vino á queños dioses que se llaman niños, y
buscarme y me enseñó un dedo tan per que me fascinan, y que hasta cuando
dido, que daba lástima verlo.—"Me he muerden me parece que cantan. Siem-
arrancado la piel;;, me dijo. L a reñí; lio pre les perdono. Debo ser Dante ó Catón
ró, y al ver sus lágrimas, me acobardó.
? QUIEN HA HECHO ESTO ? - HE SIDO YO ABUELITO.
ARTE DE ABUELO. 597
para los seres poderosos, pero no para si te castigan, yo iré á llevarte un tarro
los séres débiles. ¿Voy á incomodarme de dulce;,.
porque oigo un fresco murmullo? ¿Voy á
ceñirme armadura para defenderme de VII.
los gorriones?...
Canción para hacer bailar en corro á los niños pequeños.
V.
Hay gran baile á la sombra de los ta-
M i Juana, á quien tanto idolatro, como marindos; allí se baila al són del tambo-
es mujer, comprende que es reina; el A ril; allí hablan en voz baja Mathurin á
B C de las mujeres consiste en tener los Mathurine y Mathurine á Mathurin.
brazos blancos, en ser lindas, en hacer
inclinar con una mirada las frentes m á s E s t á deliciosa l a tarde; cantemos con
altivas; en saber, con m u y poca cosa, todos nuestros pulmones, que vale m á s
con ramilletep, con cintajos, con una cantar en el baile que en el facistol. Allí
sonrisa deslumhrar el corazón m á s i n - hablan en voz baja M a t h u r i n á Mathu-
sensible; en estar triste y taciturna al rine y Mathurine á Mathurin.
lado del hombre ingrato, y m á s tiernas
que el azur, m á s sonrosadas que la rosa.
Juana lo sabe ya; tiene tres años, llegó Como si lo recortase un buril, el árbol,
ya á la edad madura, es ya una mujer en las orillas de las aguas del mar, se vé
completa; m i contemplación, m i embria- negro sobre un cielo claro. Allí hablan
guez y mis versos la adoran, y ella lo sa- en voz baja M a t h u r i n á Mathurine y
be; y se adorna con u n elegante sombre- Mathurine á M a t h u r i n .
ro y con u n traje pintoresco; es una
mujer que v á e n s e ñ a n d o sus cintas
azules ó verdes, su fresca toilette, y al Masticando la yerba brizna á brizna, á
través de ella el alma; es por derecho la famélica liebre la asalta el deseo de co-
celeste y por deber hermosa, y el princi- mer romero. A l l í hablan en voz baja
pio de su reinado es el principio de m i Mathurin á Mathurine y Mathurine á
locura. Mathurin.
asno rebuzna y acaba por ser buho en lado, medita ante el libro que ennegre-
una oscura selva; se vuelca en él el tin- cen sus crímenes. Cree oir confusamen-
tero, le inunda la cabeza esta lluvia ne- te reñir las rimas contra un Boileau, que
gra, y tiene clavada la pata en u n es- se entreabre y bosteza á su lado; todos
pondeo. E n todas partes la mano del los versos del libraco le parece que están
capricho traza el dibujo, y con gran pla- irritados contra el, pero sin embargo no
cer del estudiante, el enjambre de los le remuerde la conciencia. Conserva la
garrapatos, horda que es hostil á las be- frente alta, y como no se a v e r g ü e n z a ,
llas letras, vuela por entre los exáme- no cree haber cometido ninguna falta.—
tros. E n ese juego, un no sé q u é infantil, Estoy, pues, preso? ¿Qué delito he come-
enlazándose al poema, le d á inefable tido?—Con tristeza vé pasar la hora del
acento, comenta la obra magistral, y se recreo. E s t á solo. Todos le abandonan.
siente en ella la a r m o n í a de la candidez Llora y mira desconsolado la hoja de pa-
que completa al genio; es u n gigante pel en la que ha de copiar m i l versos.^—•
que lleva en hombros un mono. Vamos! No hay m á s remedio! ¡Es preciso
copiar!—'Con rabia coge la pluma y em-
pieza á escribir.
De este modo Cárlos trabajó en l a
dura y antigua obra magistral y en el
bronce olvidado, embutió la hiedra y De repente del antiguo libro sale una
desarregló la m á s c a r a enorme, haciéndo- sombra, un alma, un hombre, y le dice:
la adquirir loca expresión. Así se divir- •—'"Nada temas, hijo m i ó . Me llamo Ju-
tió. F u é una felicidad para el estu- venal. Soy bueno. Solo asusto á los gran-
diante tratar á un genio altivo como á des,,.—Cárlos levantó los llorosos ojos
un m ó n s t r u o familiar; tratar a l león para mirarle y le contestó:—"¡No tengo
como si fuera u n perro faldero. Cárlos se miedo!,,'—El hombre marmóreo, mien-
quedó muy satisfecho de su obra, que él tras se oia á lo lejos la a l g a r a b í a de los
mismo a d m i r ó . estudiantes que jugaban á la sombra de
los árboles, prosiguió hablando así:—•
"En otro tiempo fui desterrado como t ú
Sobrevino entonces un vigilante: en por haber llenado de garrapatos las figu-
ras de los pedantes, como has hecho t ú ,
sus ojos e m p a ñ a d o s se t r a s l u c í a que era
el encargado de castigar á los estudian y yo incomodé á los augures. Veamos
tes; en el pliegue que formaban sus lo que has hecho en el libro.,,—Dijo, y
labios caídos, se adivinaba que represen fijándose en u n dibujo, que no tenia de-
taba á la ley y el augusto furor de los tex masiada cola n i mucha cabeza, pregun-
tos ultrajados. L a infancia desea flores tó:—^Quó es esto?,,—"Es u n animal.,,'—
y le dan rocas. E l aparecido era el cen " A h ! pones animales en mis versos.
sor del colegio. Se aproximó al n i ñ o , Después de todo, esto no tiene nada de
lanzó a l libro una mirada funesta y dijo e x t r a ñ o , porque Dios los pone en los
con altivez:—^"Muy bien! Copiareis m i l grandes bosques y en los sagrados ma-
versos esta m a ñ a n a , por falta de respe res.,, Volvió después una página, y fiján-
to á los libros de estudio.,,—Dicho esto dose en ella exclamó:—"Veo que creas.
se fué el carcelero. Precisamente el niño Qué es esto? Tiene buen aspecto, pero está
estaba castigado y tenia que sufrir el torcido.„—"Es u n buen hombre.,,—'"¿Un
castigo en las horas de recreo. Ver j u g a r buen hombre?... Precisamente eso es lo
á otros, cuando se tiene nueve años, es que a h í falta; m i libro está lleno de
sufrir el tormento de T á n t a l o , de Encó perversos, y me complace ver que entre
lado y de I x i o n . Es hacer pesar sobre el ellos vive un buen hombre. Gracias,
niño el espantoso monte de m i l versos. hijo mio.„—Y con sus manos soberanas,
Cárlos, sollozando, exclamó:—"¡No me de- hojeando el libro, pasa á Nisard, el asno,
j a n jugar! Me hacen copiar latin! ¡Estoy la nariz del maestro, la veleta, los
dragones, las patas de t i n t a aladas que
entre bárbaros!,,—El medio diaes la ho
recortan los profundos versos, y excla-
ra de sentarse en el campo sobre la yer-
ma:—"Está m u y relleno!,.
ba, la hora santa en la que se debe sal-
tar á la pata-coja; cuando el aire es
caliente, los bosques verdean y la curru
ca se lava, teniendo por cubeta el ma De este modo, la grande y la p e q u e ñ a
nantial; la cigarra canta entre los trigos hermana, las almas de Juvenal y del
y el n i ñ o tiene derecho á pasear y á estudiante, charlaron allí, y el censor,
jugar por los campos. Cárlos, desconso- oscuro como la media no^he y frió como
E L ARTE DE SER ABUELO. 601
Diciembre, se hubiera asombrado si hu- llevaba u n collar de á m b a r , y en su bal-
biese entrado en el gabinete en aquellos cón florecía u n rosal.
momentos, al ver cómo el viejo poeta se
reia con el inocente niño.
Todos los dias, llorando, u n viejo iba á
pedirla limosna, y á la misma hora se
aparecía a l l í un oñcial de dragones, que
IX. salia no sé de dónde.
Las calaveradas del abuelo cuando
era niño. Su caballo piafaba en el patio, mien-
tras que la voz temblona del viejo implo-
(1811.) raba la caridad de Pepita.
Era casi una mujer Pepita, á la que P l á c e m e ver u n grupo de niños riendo
dedicaba yo m i amor; Pepita, la hermo- y charlando; he notado que casi todos
sa española que se habia apoderado de son blondos, como si el sol Levante les
m i alma. hubiera dorado la cabellera. Cuando
Rolando era n i ñ o , después de aprender
la esgrima, jugaba en el campo con sus
Temblaba yo en su gabinete como un compañeros Raymond y Juan de Pau.
nido de paj arillos que ve cerca el halcón; U n dia en que alegres estaban jugando
TOMO V. 76
602 OBRAS D E VÍCTOR H U G O .
los tres, pasó por allí u n monjo, que era tempestuoso se serena y refleja su clari-
el abad de aquella comarca, y les pre- dad en los niños que están jugando. Lle-
guntó:—^'Niños, ¿qué os complacería gan los hermosos dias de la primavera;
m á s destrozar?,,—^Un buey,,, respondió :odo reverdece, el bosque está brillante; el
Juan de Pau.—"Un libro,,, contestó icrizonte cambia como una decoración
Raymond. — Rolando replicó: — " U n a de ópera; dad el nombre que os plazca á
bandera,,. Floreal, al delicioso mes de Mayo, que es
el mes del himeneo augusto del nido y
II. del azur, de l a brizna de yerba y del
cielo; es la época en la que todo se cree
Soy el huésped fiel de los bosques, el eterno; época de deslumbramiento, de es-
jardinero de los plantíos. Cuando llega peranza y de embriaguez. L a planta me
el otoño, la golondrina me dice en voz parece una mujer y mis versos la acari-
baja:—"Mudemos de domicilio,,. cian; es, gracias á las frescas e s p a d a ñ a s
y á las puras campanillas, la venganza
que los poetas tomamos del feo y horrible
Después de Frimaire (1), después de Enero; es la revancha que A b r i l toma
Nivoso, voy á ver si los vastagos tiernos contra el invierno. ¡Cielo azul, c a l i é n t a -
me necesitan, y voy á ver si falta algo nos, resplandece! E l alba pasa sembran-
en el bosque. do rosas por todas partes; por todas par-
tes hay luz y sombra; todo es misterioso
y todo es radiante. ¿Qué busca el alción
Digo á las zarzas: Creced, vírgenes! en las tempestades? E l amor: gozando
Digo al aroma: Embalsama! Digo á las de las mismas caricias el antro y el nido,
flores que bordan los vergeles: ¡Haced no sé por q u é el hombre se a v e r g ü e n z a
con cuidado vuestro dobladillo! de lo que complace á los leones, del
amor, del himeneo sagrado, de la natu-
raleza. Todo calabozo conduce á la mis-
V i g i l o , entreabriendo l a puerta, a l ma salida, á la existencia, y toda cadena
viento que sopla desde las alturas, por empieza por ser de hierro y acaba por
que e n g a ñ a r n o s acerca de lo que nos ser de flores. Por eso al principio nos
trae es la costumbre de ese mentiroso. inflaman el ódio, la guerra, los tormen-
tos, las calamidades y después la mujer;
Voy a l campo desde que empieza el porque la noche tiene por objeto traernos
dia, para ver si no han sido inútiles las el dia. Dios hizo el firmamento para
urgentes medidas que toma A b r i l con crear el amor. Siempre, como el poeta
tra Enero. ama, como el sábio se sacrifica por la
verdad, he dejado que el supremo atrac-
tivo de la belleza me venciese y que haga
Todo concluye, pero todo vuelve a de m í lo que le plazca. No he ocultado
empezar, y me intereso en el procedí j a m á s ante ninguna mujer mis transpor-
miento por el que todo se rejuvenece tes, como no los he ocultado ante la es-
y que en vano quiere eludir la sombra. trella que brilla, ante las nubes n i ante
el blanco cisne que se destaca en el agua.
Siempre en los aires los pájaros entonan
Disfruto viendo las malezas, la hiedra el mismo canto, y este canto constituye
el liquen y todos esos peinados que su vida. Si eres poderoso, te compadez-
sol inventa para adornar las ruinas. co; si eres amado, te envidio.
VL
A lo largo de los vergeles corre la per-
diz con piés veloces. Sé libre!
t a ñ a , tenia por límite u n abrupto mon- sangre tibia correrá humeante,,. E l león,
te, una de esas cimas de piedra en las pensativo, respondió:—"No lo creo,,.
que termina el horizonte; la caverna
estaba tallada en granito; la circunda-
ban grandes y copudas encinas, que pa- Dicho esto avanzó furioso el caballero,
recia que murmuraban:—'"Hespetad al y blandiendo la espada, exclamó:—"¡De-
león!,. :iéndete!„ Entonces se dibujó en la faz
del león espantosa sonrisa. No h a g á i s
nunca sonreír al león. L a lucha cruel se
E l héroe penetró en ese palacio salva- ;rabó ferozmente entre aquellos dos g i -
je: el antro tenia el aspecto de ruina y gantes; el hombre a l a r g ó la espada y la
de homicidio, que sienta bien en l a mo- ;iera las u ñ a s . Se cogieron cuerpo á cuer-
rada de los poderosos; la sombra reinaba po, y lanzando espuma el mónstruo, ma-
lejaba al hombre de un modo formida-
en él y el sobresalto que causaba era
dle: el uno era valiente y el otro era
t a m b i é n propio del alcázar de un rey;
voraz; el león apretaba la carne bajo de
los huesos que habia esparcidos por el
'a coraza y salvajemente, y con sus ar-
suelo indicaban que el habitante del dientes garras, amasando el hierro y el
antro no carecía de nada; u n agujero, acero, hizo saltar la sangre del aplata-
abierto en el techo por a l g ú n rayo, hacia miento de la armadura; después, arran-
penetrar escasa claridad en la caverna, cando de ella los pedazos, quitando el
la claridad que basta á u n conquistador casco y los brazales, descubrió los hue-
que era altivo y orgulloso; pero que se sos y se vió que el caballero no era ya
comprendía que, á pesar de ser altivo, m á s que una especie de barro y de limo
se acostaba en u n lecho de retama y que c u b r í a la coraza, y el león se comió
que bebia sangre como si bebiese agua al héroe. Después dobló la cabeza sobre
pura. E l caballero, armado de pies á una roca y se quedó dormido.
cabeza, penetró allí.
II.
E n seguida vió en aquella guarida uno El ermitaño.
de los mayores animales que la melena
corona; al león, que estaba pensativo: su Entonces llegó un ermitaño. A v a n z ó
mirada era profunda, lo que hace creer hácia el antro, grave, pero temblando,
que esos mónstruos sean los pontífices con la cruz en la mano, llevando la t ú -
de los bosques; sostenido el león por sus nica sujeta por una cuerda, y entró. E l
anchas garras, presentaba aspecto si héroe yacía allí informe y medio dormi-
niestro; era difícil de inmutar: el héroe do, y el león, despertándose, bostezó. E l
a v a n z ó , sin aproximarse mucho; sus pa mónstruo abrió los ojos, oyó cerca de él
sos resonaban en la caverna; llevaba en una respiración, y viendo ante sí un há-
el casco pluma roja. Nada se conmovió bito de lana y un c a p u c h ó n negro, que
en el augusto antro. L a fiera estaba en- ocultaban á un hombre, acabó de boste-
tregada á sus reflexiones. Theseo, al zar enseñando todos los dientes; después
entrar en el abismo, donde se encuentran gravemente, dirigiéndose al recien apa-
I x i o n y Sísifo desnudos, en el que flotan recido, le preguntó:—^"Qué quieres?,,—
las olas del averno, vió poco m á s ó me- ^Quiero á m i rey.,,—"Qué rey?,,^—"A m i
nos una caverna semejante. E l p a l a d í n príncipe.,,'—^" Quién es t u príncipe?,,—"El
que el deber conducía allí, sacó la espa- niño que tienes en t u poder.,,—"¡A ese
da. Entonces el león levantó suavemente niño llamas rey!;, E l e r m i t a ñ o saludó al
la cabeza, en la que se marcaba expre- león. "¿Por q u é te has apoderado de ese
sión terrible. niño?,,1—"Porque me fastidiaba estando
solo, y él me hace c o m p a ñ í a los días que
llueve. „^—"Devuélvemelo,,.—"No; quiero
E l caballero exclamó:—"¡Salud, rey conservarlo.,, — "Para q u é lo quieres?
de las selvas! Tienes oculto un niño en quieres comértelo?,,'—^"Pardiez! ¡si tuvie-
los escondrijos de t u antro, y por m á s ra hambre!...,,—"Piensa que has sumido
que registro con la vista todos los rinco á su padre en inconsolable aflicción.^—•
nes de t u guarida no le veo, y yo vengo "Los hombres me mataron á la leona,
á buscarlo. Seremos buenos amigos si que era m i madre. „^—"Su padre es rey
me lo entregas; sino, yo t a m b i é n soy como tú; como t ú es señor.,,—"No es tan-
león y t ú morirás; el padre estrechará a" to como yo.„—"Si perdiera á ese hijo...,,
hijo en sus brazos, mientras que aquí t u ^-"Le queda la hija.,y—^Una hija vale
E L ARTE DE S E R ABUELO. 607
muy poco para un rey.,,—"La única fami- tes. E l león oia el temible alboroto, por-
lia que yo tengo se reduce á ia áspera que había abierto sus trágicas pupilas,
roca, á salvaje selva, y me contento con sero tenia aun la cabeza recostada sobre
ella;,.—"Ten clemencia con un rey.,,— a roca y solo movia la enorme cola.
"No soy clemente, porque estoy muy tris-
te.,,—"¿Quieres conseguir el paraiso? Te
lo ofrezco en nombre de Dios.,,'—"¡Vete, Alrededor del antro inmenso y mudo
viejo imbécil!,, E l e r m i t a ñ o se fué. voceaba la m u l t i t u d indignada; como un
enjambre susurra alrededor de una ara-
m. ñ a , toda la legión de los cazadores se
extremecia; toda la legión se alineó en
La caza y ia noche. órden de batalla. S a b í a n que el móns-
iruo era de los m á s feroces; que se co-
E l león solitario, entregándose al o l - mía un héroe como u n mono se come
vido en que se sumen los monstruos en una nuez; que era m á s cazurro y m á s
el mundo, se volvió á dormir, dejando altivo que un tigre; que sus miradas
que poco á poco apareciese la noche. L a lacian bajar la vista á las á g u i l a s , y
luna salió en el horizonte y convirtió en por eso le honraban sitiándolo en regla.
un espectro el menhir (1), el estanque en L a tropa á hachazos derribaba las ma-
sudario, el sendero en e n g a ñ o y el oscuro "ezas; los soldados avanzaban estrechán-
paisaje en inexplicable sueño; y nada se dose unos á otros y los arqueros t e n d í a n
movió ya en la gruta, y mientras en la las flechas en la cuerda. Q-uardaban si-
bóveda celeste iban apareciendo las es- lencio con el objeto de que en las hojas
trellas y la yerba abrigaba al topo y á la secas se oyese el ruido de los pasos del
cigarra, la respiración del león, igual y león, si salía, dirigiéndose hácia ellos, y
serena, tranquilizaba á todos los anima- los perros, que conocen c u á n d o es el
les del bosque. momento oportuno de callar, iban de-
lante de los soldados con la boca abierta,
pero sin mover er m á s leve ruido. L a
De repente oyóse l a a l g a r a b í a que luz d é l a s antorchas iluminaba el bosque,
mueven los cuernos de caza y los la- y prolongándose hácia adelante, i l u m i -
dridos, las j a u r í a s y los hombres, que naba el caos de árboles, que hacía tem-
hace parecer que los bosques se embria- blar el soplo del viento; de este modo
guen bruscamente, alboroto que las nin- se dirige una caza hábil. Se vé al través
fas oyen temblando en sus lechos. E l de las ramas de una caverna, especie de
estruendo de espantosa cacería llenó en masa informe situada en el fondo de
toda su extensión lago, m o n t a ñ a , bosque espeso bosque, abierto, pero mudo, como
y prado, turbando su silencio solemne. ignorante de lo que está sucediendo, u n
L a selva se iluminó con una claridad hogar encendido del que sale el humo;
sembrada de gritos tempestuosos. A u l l a - de una villa sitiada se oye t a m b i é n el
ban los perros buscando presas, y som- tocar á rebato de las campanas; pero
bras vagas se veian correr por entre los a q u í no se veía n i una cosa n i otra;
árboles. P a r e c í a que aquel extrépito lo a q u í con vago temor observaban todos,
movia un ejército, y efectivamente lo con el arco y con la pica preparados, la
producían los soldados que enviaba el tranquilidad sombría del antro épico;
rey padre para libertar al príncipe, para los dogos cuchicheaban entre ellos; el
apoderarse del antro y para sacar de él horror que en la oscura sombra se está
la piel sangrienta del león. ¿Quién pro quedo, inquieta m á s que el fragor de l a
voca las rebeliones, la fiera ó el hombre? tempestad. Sin embargo, como fueron á
Dios solo lo sabe; todo lo del mundo es apoderarse de la fiera, avanzaban con los
un número, él es solo la suma. ojos fijos en el bosque, y preocupados
por lo que deseaban conseguir, los ojea-
dores acechaban; levantando la linterna,
Los soldados h a b í a n comido opípara contemplaban la entrada abierta de la
mente, estaban en buen estado, armados caverna; los árboles se extremecian; los
con arcos y con venablos; eran muchísi cazadores caminaban con gran discipli-
mos y los dirigía un bravo capitán. A l na; eran m á s de m i l . . . De repente apare-
gunos acababan de regresar de lejana ció la cabeza formidable.
guerra y todos eran veteranos y vallen
los cazadores que los bosques eran m á s modo v i l ! Hasta ahora no he hecho nin-
grandiosos y temblaron hasta los m á s g ú n mal á t u hijo; pero te anuncio que
valientes; pero este temblor duró poco: entraré en t u ciudad m a ñ a n a en cuanto
los bravos arqueros tiraron y las flechas amanezca, que llevaré á ella t u niño vivo
se dirigieron hácia el león. Le acribilló aun, que invito á que me vean entrar á
un torbellino de dardos. E l león sacudió :odos tus vasallos y que me comeré á t u
el pelo, y gravemente sacudió t a m b i é n hijo en t u propio palacio.;;
la mayor parte de las flechas, que ca-
yeron al suelo; pero otras se hundieron
en las carnes y la sangre rayó sus espal- P a s ó la noche, dejando correr los arro-
das; esto no obstante, casi impasible, yuelos por entre las yerbas y vagar las
miró fijamente á l o s soldados, y aquellos nubes por el firmamento.
hombres, turbados, a l verse en semejan
te lugar, dudaron si la fiera era un
A l dia siguiente, en cuanto rayó el
m ó n s t r u o ó era un dios. E l feroz león,
alba, entró en la ciudad el mónstruo; los
en medio de aquel silencio, lanzó al tra-
habitantes, huyendo, pedían socorro, y el
vés de los grandes bosques y de los pan-
león caminaba por las calles.
tanos dormidos uno de esos rugidos
monstruosos, que consiguen semi-des-
pertar a l trueno y que exclame en las IV.
alturas:—"Quién truena allá abajo?,, La aurora.
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EL ARTE DE S E R ABUELO. 615
Dor enanos, ñores brillando luminosas en do cae en los bordes del sepulcro, con-
os bosques, trofeos de árboles celestes serva la frente luminosa. Quisiera saber
leños de ideales claridades, nubes tras o que á esto me contestarían. Cuando
as que se distingue el edén; todas estas el progreso cojea, cuando Dios decrece
imaginaciones pasan por l a fantasía del en la apariencia, cuando el hombre es
niño dormido. L a cuna de los niños es un esquife cuyo t i m ó n dirige S a t a n á s , el
el palacio de los sueños; Dios se compla- alma humana gime en el calabozo y
ce en amontonar en éstos m á g i c a s i l u - algo se desarregla en las regiones altas;
siones. Por eso reina en los niños tan Dor eso pido la palabra á la sombra. No
profunda paz y tan benévola sonrisa; Dertenezco á los que pierden la dignidad
quizás alguno de ellos m á s tarde podrá ni á los que, porque ven que gobiernan
decir que Dios le e n g a ñ a b a . Pero Dios rufianes y miserables, desconfian de su
le responderá desde las alturas:—"No; derecho; me lavo las sandalias y prosigo
t ú soñabas en el cielo y yo te he conce- m i camino: nadie j a m á s pudo hacerme
dido la tierra, pero el cielo lo obtendrás perder la conciencia de m i deber; no me
m á s adelante. Espera llegar á la otra anonada que el destino v i l nos arroje
cuna, espera llegar á l a tumba.,, en sus reflujos u n Rosbach más; la der-
rota me hace pensar en la victoria; tengo
la obstinación que dan los nobles recuer-
dos, y cuando leo Waterlóo, pronuncio
XVIII. Austerlitz. E l sufrimiento me hace ser
más altivo; pero esto no basta: se nece-
Poesías que los niños leerán cuando sita que haya honradez en los que nos
sean hombres. gobiernan, y deseo ver cómo obran los
destinos encerrados en el bosque espeso
del misterio, porque el d a ñ o que allí
I. maquinen lo hemos de sufrir nosotros.
Pátría.
Pretendo mirar frente á frente a l abis-
mo, porque sé que la sombra debe dar
Oh Francia! T u desgracia me i n d i g - cuenta á los espíritus. Deseo saber por
na y es sagrada para m í . L o dije y no q u é se han apoderado de nuestras ciu-
me cansaré nunca de repetir, que este dades, de nuestro ejército y de nuestras
es el crimen que se me achaca. E l que fuerzas útiles, y por q u é se e n g a ñ a y
hace daño á m i madre es un infame. por q u é se m u t i l a al pueblo. Quiero
E n cualquier sitio que se esconda, todos penetrar en el fondo de nuestras cala-
mis deseos le amenazan, y esté muy bajo midades, ver el interior de l a miserable
ó esté m u y alto, le aborrezco siempre suerte y conocer los rincones en los que
Si es César, le ataco; si es destino, lo sa- la luz no penetra. Quiero saber por q u é
cudo. Pregunto á la sombra y escarbo en asesina el Mediodía al Norte, por q u é
el barro; el emperador, ese bandido, la Paris vive vencido, por q u é Berlín vive
casualidad, esa aventurera, despiertan m i muerto, por q u é se condena al presidio
cólera, y mis estrofas maldicen con llo- al á n g e l y el esqueleto al trono; ¡oh
ros sangrientos, con gritos fúnebres á la Francia! pretendo que se sienten en el
suerte, y recuerdo su deber á la noche banquillo l a guerra, los combates, nues-
al abismo, al cielo negro y á los aconte tras afrentas y nuestras desgracias, y
cimientos feroces. No admito que sea haré que vacíen las faltriqueras esos
lícito, á las sombrías causas que confun ladrones, pues juzgar a l acaso es el
den los derechos verdaderos con la ce derecho del profeta. Afirmo que no se
guedad de los sucesos, que hagan retro creó la ley moral para que se la sople y
ceder á la razón en su camino, y protesto se la haga desaparecer en las alturas,
de un revés que nace de una traición y afirmo t a m b i é n que un acontecimien-
interpelo á los hechos tortuosos y ram- to puede ser u n malhechor. A d v e r t í á lo
pantes, á la victoria, al invierno, á la desconocido que voy perdiendo la pa-
sombra y á sus emboscadas, y digo á esos ciencia, y la grandiosidad de la concien-
t r a n s e ú n t e s que atraviesan el abismo, cia humana consiste en que, estando sola
que yo les veo, que traman cometer un y triste, teniendo por único apoyo l a
crimen, que no somos débiles mujeres, que cuna y la inocencia, es, sin embargo, ter-
reflexionamos, que se guarden de nos- rible, porque dispone del derecho de los
otros, que no debe tratarse de este modo débiles, que se concentra en esta sola
á la Francia, que hasta cuando cae en palabra: Justicia. Requiere á Dios mis-
el precipicio del sufrimiento, hasta cuan- mo en nombre del género humano, es
616 OBRAS D E VICTOR HUGO.
^IN D E í ¡ t A R T E D E ? E R ABUEÍ-O.
EL AÑO TERRIBLE.
A P A E J S ,5
CAPITAL DE LAS NACIONES,
V. H,
TtMO V.
P R O L O G O .
bertad! t u cráter al lado del Etna; cuan- E l derecho está por encima de todos,
do la Convención impasible hace frente y no hay viento contrario que consiga
á treinta reyes envueltos en una misma derribarle, y nadie puede distraer n i
tempestad, cuando coligada y terrible alienar el porvenir c o m ú n . E l pueblo es
y volviendo á traer las sombras de la soberano de sí mismo, y cada uno es
noche, toda la Europa corre presurosa, su propio monarca; de a q u í dimana el
muge y desaparece como la espumosa derecho, derecho que nada cercena. No
ola al pió del dique, á presencia de los es posible que el primer advenedizo se
pensativos granaderos de Lambre y apodere de mis derechos por medio de
Meuse, el pueblo es el que obra así. ¡Sal- una falsa votación y pueda prostituir y
ve, oh pueblo soberano! Mas cuando el vender m i propia libertad. Puede u n dia
lazzaroni ó el transteverino de a l g ú n invadir un principio la muchedumbre,
Sixto V besa de hinojos el báculo; cuan- pero cuando la oleada baja y se retira,
do la inepta, insensata y feroz b a r a ú n - vuelve á dejar descubierto el derecho.
da ahoga bajo sus olas, conmovidas por ¿Quién ha creído, pues, que un cualquiera
salvaje aquilón, la honra de Coligny y pudiera tener u n derecho superior á m i
la razón de Kamus; cuando aparece en- derecho y que yo me sometiera á él, avi-
tre horrorosa sombra monstruosa mano niéndome á tomar su bajeza por yugo y
sosteniendo por los cabellos la cabeza de por regla su capricho? ¿Quién ha creído,
Carlota, p á l i d a del hachazo y roja del pues, que yo tengo que verme obligado
bofetón que recibiera, el populacho es el á ser eslabón, porque les plugo á todos
que así obra; obra así el n ú m e r o , la som- convertirse en cadena?...
bría libertad, la fuerza inconsciente. Si
de esa turba nace m a ñ a n a la órden de E l primer advenedizo es de la clase
admitir u n señor y de cubrirnos de i g - media ó campesino, y uno es egoísta y
nominia, ¿creéis que esto nos preocupa- el otro es ciego. Las revoluciones dura-
rla? Es indudable que veneramos á Es- deras, aunque no se quiera así, mues-
parta, á Atenas, á Paris, á todos los tran h á c i a ese desconocido, que arroja á
grandes foros donde ha dominado la de- la superficie de ellas ya honra, ya infa-
mocracia, pero colocamos sobre ellos á mia, el desprecio que las paredes tienen
la conciencia augusta. Todo un mundo al estucador. Ese advenedizo de Carta-
que obra m a l no pesa tanto como u n go, de Atenas ó de Roma, como el agua
hombre justo; el Océano loco combate que de las fuentes cae al suelo, se dirige
i n ú t i l m e n t e á un corazón m a g n á n i m o . hácia el fatal arroyo y se convierte en
L a m u l t i t u d desconocida y fácil á hu- fango después de haber sido cristal. Ese
millarse ante el vencedor, se encenaga hombre asombra, en medio de las rudas
con frecuencia en el instinto bestial, pero jornadas, por lo indiferente que aparece
nosotros sabemos resistirla. Nosotros, h i - en el fondo de las concupiscencias, á los
íos de Dan ton y nietos de Hampden, n i mismos que a l principio sus virtudes
queremos el tirano que se llama Todos deslumhraron; es Falstaff después de ha-
n i el déspota que se llama Uno solo. E l ber sido Bruto; entra en l a orgía al salir
pueblo muere combatiendo heróicamen- de la gloria: preguntadle si conoce su
te por el progreso; la muchedumbre propia historia, si sabe lo que fué Was-
trafica con él, comiéndose su derecho de hington ó lo que hizo Barra: su corazón
primogenitura en el plato de lentejas, marchito ya no late al oír los nombres
que Roma lava y enjuga con su "¡Así célebres que ayer le entusiasmaron. Hace
sea!;,; el pueblo se apodera de la Bastilla poco restauraba los antiguos cultos, los
y todo lo muda de sitio, mientras prosi- bustos derribados de los héroes sus ante-
gue adelantando en su camino; el popu- pasados, el cadáver de Focion, el de L i -
lacho espera que pasen Arístides, J e s ú s , curgo y el de Riego, ¡y ahora los olvida!
Zenon, Bruno, Colon y Juana de Arco F u é puro y ahora se lava las manos; fué
para escupirles en el rostro; el pueblo santo y lo ignora; n i siquiera se aperci-
pasa con su esposa, que es la idea, y el be de que su proceder de hoy deshonra
populacho con su manceba, que es l a su conducta de ayer; llega á ser cobarde
guillotina. Pues bien, yo elijo el ideal. y v i l el que era altivo y digno, y sin que
E l pueblo, transformando el A b r i l en Fio- nada dentro de sí mismo proteste, emba-
real, se convierte en República, reina y durna inmunda taberna con el resto de
la cal que le sobra de haber blanqueado
delibera; el populacho se entrega ciega-
un sepulcro. F u é grande y se burla de
mente en manos de Tiberio. Y o quiero
su pasada grandeza; su ironía le insulta;
la R e p ú b l i c a y expulso á César.
tan esclavo es en la actualidad, que has-
EL ANO T E R R I B L E . 629
ta reniega de su pasado y hasta le causa no, cerrando los párpados para no ver
miedo su antigua bravura. esas iniquidades; esos gloriosos mártires
consagraron el deber y después se ten-
dieron en el fúnebre lecho, dando en él á
¿Pero debe reprocharse al mar que las la v i r t u d u n beso feroz.
ondas se estrellen y á la m u l t i t u d que
tenga un millón de cabezas? ¿Qué se
saca de reprochar los errores al camino ¡Caricia sublime y santa que hicieron
que siga ó sus retrocesos al inmenso en el sepulcro á lo grande, á lo puro, á
torbellino de los vivos, que es tan inca- lo bueno, á lo ideal y á lo bello! A pre-
paz de ser inocente como de ser culpa- sencia de los que dicen que nadie es jus-
ble? Aunque es vago, oscuro y sin punto to en el mundo, ante Locusto, ante Pa-
de apoyo, es útil, y su misión, lo mismo llas, ante Carrier, ante Sánchez, ante
en P a r í s que en Lóndres, consiste en pro- esos torpes apetitos inclinados hácia l a
curar el progreso, del que otros responde- duda, esos grandes suicidas fueron una
r á n . L a República inglesa espira, se noble afirmación! Cuando todo aparece
disuelve, desaparece, dejando en pió de- muerto en el mundo vivo, cuando no se
trás de ella á M i l t o n ; desapareció la sabe si es conveniente i r m á s adelante,
muchedumbre, pero se queda el pensa- cuando no sale n i una exclamación del
dor, y esto basta para que todo germine fondo de las masas, cuando imperan l a
y para que nada muera. No debe des- duda y el silencio, el que en el recinto
confiarse de las caldas del derecho. ¿Qué de las fosas vaya á buscar á alguno de
importa que el perverso sea feliz, alta- esos ilustres muertos y pegando el oído
nero y venerado? Sucumbe Roma y la al suelo les pregunte:—"Debemos creer?
libertad se vá á v i v i r en las catacumbas; Debemos marchar hácia adelante?,,, oirá
los dioses se ponen de parte del vence- un ronco acento que, saliendo del fondo
dor y Catón está de parte de los venci- de la tumba, le contestará:—"Sí!„
dos. Kosciusko surge de los huesos de
Galgacus. L a obra de Juan Huss queda
interrumpida, pero viene Lutero y la ¿Qué es lo que en la oscuridad está ca-
continúa. L a antorcha de la civilización yendo sobre nosotros? ¡Cuántos copos de
siempre encuentra una mano que la lle- nieve! No los podéis contar, porque caen
ve. H a b r á mártires que pierdan la vida millones de millones. L a noche es oscu-
por l a fó; pero voluntaria y sencillamen- ra, pero se vó que los leones entran á
te saldrá una cohorte de justos de la ava- ocultarse en las madrigueras; parece que
sallada muchedumbre, que se dirigirá en retroceda la vida eterna; la nieve, á l a
derechura al sepulcro, y á l a que inspi- semi-oscuridad crepuscular, parece que
r a r á n m á s aversión los hombres que los rebaje siniestramente el nivel de las
gusanos. ¡Con q u é castidad abandona- m o n t a ñ a s . Si nos quedamos dormidos,
ron el indigno mundo esos grandes Ró- parece que nos vayamos á morir. L a
mulos. A r r i a , Porcia, esas heroínas, esas nieve cubre los campos y las ciudades;
almas firmes, Cartins, A d a m L u x , Thra- blanquea el a l b a ñ a l tapando sus viles
seas, Gondorcet y Chamíort!... Así h u - bocas; la l ú g u b r e avalancha llena el cie-
yen las palomas, así se ciernen los cis- lo e m p a ñ a d o . V á el mundo á terminar?
nes, así las á g u i l a s huyen de los pantanos Y a no se distinguen caminos n i sende-
que habitan las serpientes. Legando á to- ros. ¿Qué q u e d a r á m a ñ a n a de toda esa
dos el ejemplo, á los que se arrastran, á nieve, de todo ese sudario blanco que
los perversos, á los cobardes, al egoísmo amortaja á la tierra una hora después
y al crimen, se entregaron a l sueño eter- de salir el sol?...
EL A Ñ O TERRIBLE.
Beethoven que oponer á Homero. Ale- Inés. Creíamos que esa guerra seria como
mania es poderosa y magnífica. las de Arbelle, A c t i u m , Trasimene y
A FRANCIA. Zara, horrible pero grandiosa; que se-
ria u n abismo con su pendiente, en el que
Francia es m i madre. el universo llegarla hasta los bordes,
como en Lepante, en Tolbiac, en Tyro y
en Poitiers. I m a g i n á b a m o s que la cólera,
la fuerza y la noche abrirían ante nos-
II. otros vastas sepulturas, en las que se
A principe, principe y medio. enterrarían el Sur ó el Norte. Y pensa-
tivos, creyendo que íbamos á conseguir
la gloria en encuentros triunfales, como
los que presenciaron el Loire, Wagram,
E l emperador mueve la guerra al rey. Leipzig, Cyrus, Senacherib, César, Fede-
Nos decíamos á nosotros mismos:—"Las rico I I y Nemrod, t e m b l á b a m o s a l ver
guerras son el preludio de las revolucio- de cerca esos horribles encuentros.
nes.,, A l mismo tiempo pensábamos:—
^Tendremos guerra, pero una guerra
grandiosa. E l infierno desea coronarse
de laureles, la guerra quiere que se le Pero de repente sentimos que una
rindan ofrendas, y esos dos reyes van á mano se introduce en nuestros bolsillos,
hacer que corra la sangre roja del m u n - y comprendemos que solo se trata de
do, y s e g a r á n á los hombres como en los apoderarse de nuestro dinero. Con exac-
campos se siega la yerba; los vencedores t i t u d decía la voz pública que cuando
serán infames, pero magníficos.,, Y nos- Bonaparte se vió en la indigencia fué
otros, que deseamos la paz para el hom- un estafador, y que ahora abrigaba los
bres y que queremos entregar la tierra deseos y la esperanza de robar la A l e -
al arado y no al cañón, tristes, pero con mania, después de haber robado la Fran-
altivez, exclamábamos:—"Dejemos obrar cia: escamoteó el trono, es v i l y fullero,
á los reyes de Francia y de Prusia.,, Y esto nadie lo niega; pero nos hicimos la
soñábamos en el choque de Vichnu con ilusión de que iba á tropezar con u n rey
tra Indra, en u n avatar empollado por viejo, orgulloso de su alcurnia, con u n
un apocalipsis, en el resplandor aguje rey que tenia á Dios por corona y al ho-
reando por todas partes el eclipse, en nor por coraza, encontrándose frente á
enormes combates nocturnos, en esos frente con uno de esos paladines de los
caos de cólera y de extrópito, en los que antiguos torneos, valientes y caballeres-
el h u r a c á n se ensaya con el Océano, en cos. Q u é chasco nos llevamos! ¡Quécám-
los que el ángel, sujeto por el gigante, bio de decoración tan inesperado! Era u n
lucha y confunde su sangre celestial con silbato lo que oíamos, no una trompa
la sangre negra del titán; en Apolo con- guerrera.
tra L e v i a t á n ; en que iban á chocar en el
horror de una inmensa lucha Rosbach
contra Jena, Roma contra Alarico, el Es de noche. A n t e nuestra a t ó n i t a
gran Federico contra Napoleón el Gran- vista aparecen vastas y salvajes malezas,
de; creíamos que vendrían hácia nosotros, entre las que hormiguean los sables y
de prisa, de un solo vuelo, las victorias los cañones de los fusiles. Se oye en la
volando como golondrinas, y como el pá- oscuridad inmensa gritería. Aquello es
jaro corre á buscar su nido, se dirigirían una sorpresa, una emboscada. Deteneos!
rectamente á Francia á buscar el pro- Todo se ilumina; el bosque ofrece por
greso, la justicia y el derecho; creíamos todas partes siniestra y roja claridad.
que íbamos á presenciar el choque fatal Nadie se mueva! ¡Aplastaremos la cabeza
de los tronos, el siniestro fin de las anti- al que se menee! ¡Boca abajo todo el
guas Babilonias y á ver el espectáculo mundo! Ahora entregadnos el dinero.
del continente triturado y muerto, que Nada importa que estéis arrodillados en
después resucitaría en el cielo de la el fango; os registran, poniéndoos la ba-
libertad; creíamos que después de pre- yoneta al pecho. Son diez contra uno y
senciar monstruosos desastres, veríamos van armados hasta los dientes; seria una
nacer el nuevo mundo al través del cata imprudencia resistir. Obedeced! Entre-
clismo de los astros. gan todos l a bolsa y se echan en el suelo.
Durante esta operación piensan los sor-
prendidos en aquellos pueblos que ayer
Estas eran nuestras sonrientes ilusio- se llamaban Polonia, Francfort, Hesse
638 OBRAS DE VICTOR HUGO.
una sentencia; el galopín ayuda al raitre, vuestra oscura marcha, al través de las
ó hicieron la apuesta de ver quién des- malezas, falsas h a z a ñ a s , que hubieran i n -
honraba m á s la ciudad heróica, y las dignado en la época caballeresca á la
injurias llueven sobre ella, mezcladas magnanimidad de la espada.
con los disparos del obús durante el
bombardeo; los soldadotes y los retóricos
te calumnian, d e n u n c i á n d o t e ante las Príncipes, la guerra no es digna de la
buenas costumbres y en nombre del cul- epopeya cuando se forja en el espionaje
to; te insultan para poderte pasar á cu- y la traición, cuando cubre el robo con
chillo; sus calumnias tienen por objeto la escarapela y el fraude con el plumero.
el asesinato. Ciudad, cuyos habitantes Gruillermo es emperador, pero Bismarck
tienen la grandeza de u n Senado, lucha, es trabucaire, y Carlo-Magno sienta á
desenvaina el acero; ciudad que supiste su derecha á Roberto Macaire, y entre-
fundar los talleres y que sabes defender ga á los mamelucos, á los panduros, á
las c a b a ñ a s , deja que aulle á t u alrede- los strelitz, á los raitres y á los huíanos
dor esa cohorte de hombres hipócritas y la Francia de Austerlitz, como botin,
gazmoños, que se l l a m a n á sí mismos como presa y como prebenda. E l ejército
salvadores del altar y del trono, pero que vencedor se trueca en una cuadrilla de
en todas las épocas han proscrito al bandidos.
progreso, han puesto una valla entre los
dioses y los espíritus, y cuyos gritos, se-
mejantes á lejanos ladridos de obscena Ebrios se dirigen h á c i a el profundo
j a u r í a , se oyeron en Roma, en Tebas, antro que les espera: así el oso, siguien-
en Delfos, en Menfis y en Micenas. do la corriente del agua en el flotante
ventisquero, no conoce que éste se derri-
te y que hunde bajo sus piés el banco de
hielo.
que los pueblos están horrorizados, que Mediodía, tenemos necesidad de presen-
pasó ya la hora oportuna de entonar tar un hombre audaz, y cuando se trata
oremus, que las hordas se acercan, que de expulsar de a q u í á los vándalos, de
Paris les sirve de blanco, y que debemos rechazar el oleaje de las cuadrillas feu-
todos lanzar este terrible grito:—"¡Ciu- dales, de libertar á Europa libertando á
dadanos, á las armas! ¡Campesinos, em- Paris y de rechazar á los que inicua-
p u ñ a d las horcas! ¡Q-eneral, arroja lejos mente nos han sorprendido, no nos hace
de t í el libro de los salmos de David, falta el rosario, sino la espada.
y vamos á abrir u n boquete en las filas
prusianas!,, T o d a v í a no está ronca l a
Marsellesa, n i fatigado el caballo que
montaba Kleber; no nos hemos bebido VIII.
aun todo el vino que produce la auda-
cia; nos ha dejado bastante aun Dan ton
en el fondo del vaso para dar una seve- No conviene v i v i r engañados: nunca
ra carga á la Prusia y para atemorizar oculté que me preocupa siempre el enig-
al mundo antiguo, que agoniza viendo ma eterno; sé que cuando reflexionamos
cómo recibimos á los reyes. Si nos toca en el equilibrio de la tierra y de los cie-
sucumbir, moriremos como héroes. Cuan- los, sentimos que nuestra alma es m á s
do veo que manda en la ciudad un hom- libre; sé que cuando nos apoyamos en lo
bre que es excesivamente cristiano, cuan- desconocido, sentimos descender hasta
do creo que se tiene miedo, cuando veo nosotros algo inmenso y bueno; com-
que aun se espera, ¿qué queréis que os prendemos la insignificancia de los re-
diga? no estoy satisfecho. Ese jefe fija yes, y resistimos y luchamos teniendo
demasiado los ojos h ú m e d o s en su padre el corazón menos triste; sé que á los alti-
espiritual; me parece que es soldado bra vos profetas halaga y tienta el peligro,
vo, pero general t í m i d o . Estamos en y que el hábito augusto de meditar, de
Paris, que es un volcán, que encierra amar, de creer y de postrarse ante Dios,
cerca de dos millones de hombres, de nos pone de p i é ante el hombre y nos
niños y de mujeres, y n i uno solo de hace inclinar la frente ante el infinito.
ellos piensa en cejar, y deseamos todos Pero el cielo no obra como los hombres:
m á s rapidez en la cólera y discursos cada uno tiene su deber y cada uno
menos largos. De este modo me expre- cumple su misión. Cuando el destino es
saría m a ñ a n a en el Hotel de V i l l e si no cobarde, debemos rudamente oponerle
me espantase el fantasma de la guerra obstáculos, sin hacer intervenir para ello
civil, si no temiera a ñ a d i r tan espantosa á los r e l á m p a g o s del firmamento; para
cuerda á las ligaduras de la p á t r i a y vencer a l destino hay que contar m á s
verla arrastrada por el fango y por los con el rayo humano que con el gran fe-
charcos de sangre, primero por sus ven- nómeno de los truenos divinos.
cedores y después por sus hijos. Los
bravos parisienses desafían todas las ca-
lamidades; no puede domarlos el frió n i
el hambre, pero no saben resistir á l a IX.
ignominia; á falta de pan moreno comen
pan negro, pero no se dejan coger como Al obispo que me llama ateo.
ovejas.
tando por el empedrado, arrastrado por tras esperan tomar posesión de la Alsa-
ocho caballos, entre entusiasmada mu- cia y de la Lorena, descuelgan u n reloj
chedumbre, correrás altivo á ocupar t u de la relojería; conceptúan que es una
puesto en las grandes troneras, que ocu- montería romper un espejo y que vale
Dará Paris indignado y con el sable en m á s llevárselo; indudablemente prefieren
a, mano. Y a que yo soy el hombre que el honor á todo, pero como los hombres
.ie probado en el mundo á curar por necesitan fumar, roban tabaco. A través
medio de la indulgencia; ya que soy, así de Reichshoffen y de Forbach, á través
en el Forum como en el destierro, el que de esta guerra, en la que tuvieron la
intenta sembrar la paz en el género hu- suerte de que Napoleón el P e q u e ñ o les
mano; ya que continuamente señaló m i entregara la magnífica Francia; en esos
dedo la dirección del camino adonde campamentos en los que faltaron gene-
Dios nos lleva; ya que el amor es m i rales como Marcean, Hoche y Conde; á
Evangelio y la u n i ó n m i Biblia, deseo :ravós de Metz rendida y de Strasburgo
que tú, que llevas m i nombre, seas un bombardeado, entre los ayes de los heri-
m ó n s t r u o terrible, ya que el amor se dos, entre los muertos por el fuego de la
convierte en ódio en presencia del m a l , metralla, esos avaros conquistadores
ya que Francia no puede soportar la piensan en alhajar sus casas, en amue-
barbarie, pues su ideal sublime es la blar las habitaciones de sus mujeres que-
gran patria; nunca tuvimos tanto deber ridas á costa de los vencidos; su ideal
de oponernos al salvaje y desbordado consiste en ofrecer un reloj á alguna
torrente, y de colocar á Paris y á los pue- ninfa blonda, y Belona, d e s g r e ñ a d a ó i n -
blos de Europa que él transforma al dómita, desciende de las nubes, de las que
abrigo de desesperada defensa; porque salen los r e l á m p a g o s , en las que llueve
si ese rey t e u t ó n no recibiera el castigo sangre, y pasa el tiempo clavando cajo-
que merece, h u i r í a n de la tierra la es- nes de embalaje, pone contribución en
peranza, el progreso, la compasión y la una comarca á todos los pueblos, em-
iraternidad. César es el tigre, el pueblo pleando el terror y la bribonería. Derri-
es su víctima, y el que combate á la ban u n imperio y sangran los bolsillos.
Francia ataca al porvenir, y debe levan- César, de pié en su carro de triunfo, ex-
tarse inabordable muro alrededor del clama:—^Pagadme el viaje,,. Asesinan
alma humana, cuando se oye relinchar á un pais, y cuando la sangre aun está
el caballo de A t i l a en la encarnizada tibia, presentan la cuenta con el total de
lucha, y Roma, para salvar al universo gastos, poniendo tarifa al asesinato y co-
de su total destrucción, tiene que ser dio- tizando el hambre. Sus altivos antepasa-
sa y Paris gigante. dos, que fueron héroes y que son mudos
testigos que presencian estos aconteci-
mientos, se asombran de que á las haza-
ñ a s vayan unidos los derechos de peaje;
Por lo tanto, los cañones que deben la
pero los alemanes actuales no hacen caso
vida á l a lira han de apuntar sin tregua
de esos fantasmas, porque creen que con
sus bocas abiertas contra el enemigo;
cinco m i l millones pueden hacerse abrir
por lo tanto, temblando el pensador, se
las puertas del Walhalla. Son piratas
vé obligado á emplear su ciencia en
que han tomado al abordaje un Banco;
objetos mortíferos, y ante los reyes, ante
en materia de r a p i ñ a , de fraude y de
sus ministros, ante la necesidad inexora
bandolerismo, i m i t a n á los beduinos de
ble de salvación, sabe que debe pelear
miradas torcidas y á los chatos baskirs,
después de haber soñado.
y para ellos Schinderhannes se disfraza
de dios Marte. Saquean, despojan, arra-
san y vendimian.
v.
Proezas borugas.
vi.
L o s fuertes.
L a conquista, abonando á su hermana
la estafa, progresa. E n vano la concien-
cia protesta; l a explotación completa la
h a z a ñ a . E l vecino pobre tiene derecho a' Son los perros guardianes de Paris.
oro del vecino rico. Cargan con una al Como podemos ser sorprendidos á cada
forja las espaldas de la victoria; mien instante, como las hordas acampan á
E L ANO T E R R I B L E .
navio que se hunde; sus pálidas osamen- os dogmas falsos; pero cuando pasa
tas, llenas de podredumbre, son como los ante él una voz que lo desengaña, ó u n
huesos que apostrofó Ezequiel; sus ina- ejemplo que lo convence, todos esos blo-
nimados cuerpos ostentan los estragos ques ediñcan un templo en su alma.
de la metralla, los cortes del sable y los
agujeros de la lanza; glacial viento sopla
en aquella soledad y en aquel silencio. Alemanes, os desafiamos á que os des-
¡Hombres que moristeis defendiendo á la embaracéis de Pascal, de Danton y de
patria, os envidio! Vol taire. Teutones, os desafiamos á que
os libréis del atrayente misterio del pro-
greso, que sin cesar camina hácia ade-
ante; de la creación, que es señora de la
IX. verdad y que instruye á la salvaje igno-
D e q u i é n s e r á l a v i c t o r i a d e f i n i t i v a ? rancia, y de la luz, que al fin llega á pe-
netrar en todas las almas y las esclaviza.
Es soberbia esclavitud la obediencia al
Sabedlo, teutones, ya que es preciso derecho, que hace derrumbar a l error y
decíroslo; no os apoderareis de la Alsacia que i l u m i n a á la r a z ó n . Libraos si po-
n i de l a Lorena, y nosotros nos apode- déis de las m o n t a ñ a s que os ofrecen sus
raremos de Alemania. Oidme. Pasar cumbres, de las desconocidas y sublimes
nuestras fronteras, entrar en nuestras alas, que todos tenemos, sin verlas; del
ciudades, ver cómo el genio alza su ignorado mundo que empieza, del deber,
vuelo, leer nuestros libros, respirar l a del agua, de la tierra y del aire, de nues-
atmósfera que respiran nuestros pensa tro Corneille y de vuestro Schiller; ¡li-
dores, equivale á entregar la espada al braos si podéis del Altísimo! Pensad que
progreso sin querer; equivale á beber en os encontráis en Francia, que detesta la
nuestra copa, á aceptar nuestros pesares, barbarie, y que e m p u ñ a n d o el acero y
nuestras aflicciones, nuestros deseos y que con vuestras huestes, semejantes al
nuestras esperanzas; equivale á derramar ardiente limo que vomitan los volca-
las mismas l á g r i m a s que nosotros, nes, rodáis hasta Paris fuera de vuestro
desear el h u r a c á n de las revoluciones, cráter. ¡Venís á nuestra p á t r i a á robar-
á comprender lo que sabe el alción, esto nos algunos palmos de tierra!; pues bien,
es, que el h u r a c á n alegra al oleaje, nosotros os robaremos el corazón!
que nosotros caminamos hácia nuestro
objeto aun en medio de la tempestad
dejando que ésta destroce nuestros m á s M a ñ a n a , m a ñ a n a mismo, la aspira-
tiles y nuestros aparejos. ción francesa será la aspiración de toda
la humanidad y vosotros correréis á su
encuentro. Vosotros, pueblo grande y
Los reyes abonan los campos con los sombrío, aspirareis al motin, á la lucha,
cadáveres de los pueblos, y á las matan á l a gloria, al sacrificio, á los grandes
zas dan el nombre de victorias, y arrojan choques, á las sublimes desgracias, á las
á la historia Austerlitz ó Rosbach, ere revoluciones. A y ! estáis matando á los
yendo que todo está ya terminado. Deje que deberéis l a vida. ¿Qué importan las
mos que transcurra el tiempo. Reyes, lo músicas militares, el furioso estruendo y
que creéis que ha terminado v á á em- esta guerra? Parecéis nuestros vencedo-
pezar. H a n muerto los pueblos, pero el res y sois nuestros vencidos. Como el
pueblo v á á nacer. A pesar de los reyes, Océano se filtra en el fondo de las ma-
l l e g a r á hasta nosotros el alba luminosa dre poras, nuestro pensamiento se filtra
é invencible de la justicia y de la liber- por todos nuestros poros; m a ñ a n a mal-
tad. E l conquistador será conquistado; deciréis lo que nosotros detestamos, y no
el domador, asombrándose de verse do- podréis abandonar este pais sin dejar de
mado, verá ascender hasta su corazón, sentir ódio contra Pedro y contra César,
lleno de vaga vergüenza, misteriosa contra la oscuridad y contra la cadena;
construcción; verá que le sonríe el ideal, porque nuestras miradas coléricas, pa-
t e m b l a r á al verle, y no pudiéndole sando por encima de vosotros, hieren al
matar, le adorará. E l ventisquero funde rey. Vosotros, que durante mucho tiem-
su nieve con los rayos del sol que le po fuisteis ciega m u l t i t u d , adquiriréis de
doran. E l hombre contiene en su espíritu nosotros altiva voluntad para existir, el
los informes bloques de las preocupa- deseo de ser como nosotros iguales y l i -
ciones, de los vicios, de los errores, de bres, la intención de derribar todos los
EL ANO T E R R I B L E .
nos de frió, pero no para secar la ropa cados pies el andar sobre la escarcha, n i
en los lavaderos, de modo que ya nadie las nocturnas centinelas en el umbral
se muda la camisa. Por las noches se de las puertas de las carnicerías, n i la
r e ú n e n m u l t i t u d de gentes en las esqui- nieve, n i el h u r a c á n que azota sus ros-
nas de las calles, moviendo gran murmu- tros, n i el hambre, n i los horrores de la
llo; se oyen ásperos gritos y canciones guerra. Todo lo sufren por la p á t r i a y
bélicas. E l Sena arrastra lentamente por cumplir su deber: Juvenal las aplau-
masas enormes de hielo, por las que cor- de desde su tumba. E l bombardeo hace
ren las cañoneras. Apenas comemos, y, g r u ñ i r á nuestras cindadelas; desde que
esto no obstante, estamos satisfechos. E n amanece, el tambor habla con el lejano
nuestras mesas sin manteles, que preside clarín, la diana despierta con el gran
el hambre, es reina una patata y las ce- fresco de la m a ñ a n a á la grandiosa ciu-
bollas son dioses, como en Egipto. Care- dad, que se levanta envuelta entre som-
cemos de carbón, pero en cambio come- bras. Todos fraternizan en ella; todos
mos pan negro. No podemos encender el s u e ñ a n en conseguir éxito victorioso;
alumbrado de gas; P a r í s duerme bajo un abrimos nuestros corazones á la esperan-
gran apagaluces, y á las seis de la tarde za y ofrecemos nuestros cuerpos á las
llegan para nosotros las tinieblas. Tem- balas enemigas. L a ciudad predilecta
pestades de bombas rugen sobre nuestras de la gloria y de la desgracia vé llegar
cabezas. U n casco de granada me sirve dias terribles y está dispuesta á afron-
de tintero. E s t á n asesinando á P a r í s , pe- tarlos. Espera que tras la noche r a y a r á
ro éste n i siquiera se digna quejarse. L a la aurora; espera que con sus heróicos
clase media y el pueblo defienden las esfuerzos, antes de u n mes, h a r á huir á
murallas. Los padres, los maridos y los los prusianos. E n cuanto esto suceda,
hermanos, que sirven de blanco á la me- mis dos hijos y yo iremos á vivir al
tralla alemana, cubren la cabeza con u n campo, con vos, señora, si queréis acom-
kepis y el cuerpo con u n capote; e s t á n p a ñ a r n o s ; iremos á invitaros en Marzo,
en acecho, y les sirve de cama u n banco si no nos matan en Febrero.
de madera. Moltke nos c a ñ o n e a y Bis-
marck nos hace morir de hambre; P a r í s
es u n héroe, P a r í s es una mujer; á u n
mismo tiempo es bravo y seductor; de su MI.
frivolidad ha nacido su indomable valor. Necedad de l a guerra.
Estoy firme en m i puesto y satisfecho
al ver que nada n i nadie ceja; continua-
mente les escito á que se amen unos á Eres ¡oh guerra! una Penélope imbé-
otros, á que no se conserven rencor, á cil, que meces el caos en el que oscila la
que guarden todo su ódio para el ene nada, que te ocupas en hacer chocar
migo c o m ú n , y exclamo: "He olvidado los escuadrones; eres bebedora de sangre,
m i nombre: ahora solo me llamo Pátria!;; feroz y repugnante; inspiras á los hom-
Podéis estar segura, señora, de que en bres esa borrachera; eres el n u b a r r ó n en
estos momentos las mujeres de P a r í s son el que el destino se deforma, del que
sublimes, m á s que sublimes. Constituyó huye Dios, en el que flota una oscuridad
la belleza de las antiguas romanas la m á s negra que la de la noche. Eres una
modestia de sus humildes habitaciones, loca armada de huracanes y de rayos.
sus virtudes domésticas, la aspereza de ¿ P a r a q u é sirves, si con lo que t ú desmo-
sus dedos, que ennegrecía la lana; lo ronas se reconstruye el m a l , si en la
poco que dormían, su tranquilidad, tener oscuridad donde por casualidad te re-
á A n í b a l cerca de las murallas y á sus vuelcas solo destruyes u n emperador
maridos vigilando la puerta Colina. Esos para fabricar otro?
tiempos se han reproducido. L a gigan-
tesca felina, la Prusia, tiene en jaque á
P a r í s , y como una tigre rodeada de sus
cachorros, muerde el corazón palpitante IV.
del mundo semi-muerto. Pues bien, en
esta situación extrema, el hombre es un
verdadero francés y la mujer es verda ¿Habría de ser suficiente ese rey de
deramente romana; las mujeres de P a r í s Prusia para destruir á P a r í s , que es el
aceptan todos los infortunios y no se des sagrario, que es la ciudad que habitan
animan por ver apagados sus hogares, n i las libertadoras ideas, que enseña la cien-
por los dolores que ocasiona á sus deli cia á los sábios, que alumbra á todos los
E L ANO T E R R I B L E . 653
pueblos? ¿Podrían destruir á P a r í s los dejad que sacuda su ardiente melena y
cañonazos alemanes? ¿ L a idea que tienes que los abrase con sus furiosos rayos!
de t í mismo, P a r í s , seria un sueño? ¡No,
imposible!
No podéis comprender su ódio sagra-
do. Esta hora es l ú g u b r e ; se trata en ella
P a r í s es la madre del progreso. Nada de salvar el empíreo, que inmundo y
importa que el Norte l a amenace con Triste n u b a r r ó n acaba de cubrir; se trata
hundirla en su negro Cocito y que le de d e s e m p a ñ a r el azul lejano del porve-
sumerja pasaiero oleaje en la actualidad; nir y de hacer guerra implacable al
si el momento presente está contra ella, abismo. Presenciáis temblando la subli-
los siglos están en su favor; no pere- midad de P a r í s , y como espíritu miope y
cerá. 'imitado, os ciega la claridad inmensa
que lanza la demagogia. Dejad que
Francia, que es ahora una especie de i n -
cendio, cuyas llamas acrece el viento,
Cuando ruge la tempestad es cuando
ruja, acribille á r e l á m p a g o s á la bruma
siento que m i fó es m á s profunda; en la
fugitiva, y haga que los príncipes de la
oscuridad de su horizonte veo relampa-
noche se arrepientan de haber venido á
guear el deber; el creciente peligro solo
lanzar sobre el volcán solar su fango y
es para m í un motivo para tener m á s
de haber encendido l a cólera de la luz.
valor, que con los sufrimientos, la causa
Para esos reyes viles y deformes, para
que defendemos se embellece y el derecho
esos reyes manchados de sangre, es es-
se afirma, y cuanto m á s grandes somos
pantosa la pura aparición del alba; ¡dejad
creemos ser m á s justos. No puedo com-
que en las altas esferas aparezcan sus
prender nunca que el hombre, mientras
rayos! Dejad que obre por sí misma l a
pueda defenderse, tenga motivo alguno
nación que no consiente freno alguno y
para rendirse; no comprendo que pueda
no la sirváis de estorbo. Dejad que l a
desesperarse: se necesita para retroceder,
Marsellesa sea el cántico bélico de nues-
para temblar, para ser cobardes, para
tros soldados, que con entusiasmo repiten
renunciar al honor, hacer u n sacrificio
el estribillo. E l pueblo digno, cuando se
que es superior á mis fuerzas.
le ultraja, debe manifestar una cólera
que cause a d m i r a c i ó n . Dejad que l a
Francia sola llegue hasta los bordes del
v. abismo; dejad que se levante, que lleve
su luz hasta las cimas y en ellas resplan-
Intimación. dezca, y lanzando en todos los sentidos,
desde el zenit hasta el nadir, su salvador
deslumbramiento, libre al cielo de su os*
curidad, haciendo irradiar en él la au-
Dejad que obre como le plazca la rora.
Francia inmortal y no la dirijáis. No ne-
cesita que la sirva de guia u n soldado
valiente como vos, pero que propende á
encargar á los santos que la libren de" vi.
peligro. Sois demasiado bondadoso, de
masiado devoto, y tenéis mucha pacien-
cia para estar al frente de P a r í s , cuya Una bomba en las Fuldenseü.
corona relumbra al t r a v é s de la impura
nube que la cerca; para este mundo que
peligra, para este pueblo que enfurece Te atreves, miserable, á caer de las l u -
la cólera, nada sirven vuestras virtudes minosas regiones; t ú , que eres plomo, fue-
¿Os creéis con bastante fuerza para re go y muerte, reptil de la guerra, que
molcar la esfera, que, soberbia é imposi caminas tortuosamente, cínico y mons-
ble de mantener cautiva, sale de la truoso asesino, que los príncipes arro-
oscuridad sobre el siniestro horizonte? j a n contra los hombres, ¡te atreves á en-
Dejad que la Francia, que es enorme s a ñ a r t e contra nosotros! Hierro inflamado
estrella, disipe la confusión de los repug- y fundido que caes, flor de bronce que es-
nantes huracanes y que gigantesca com- tallas en pétalos de llama, v i l rayo hu-
bata, frente á frente, á los reyes manco- mano que engrandeces á los bandidos y
munados; dejad que vacíe su carcaj de que divinizas á los tiranos, esclavo de
oro contra todos esos Schinderhannes; crímenes reales, ¿por q u é prodigio brotas
654 OBRAS DÉ VICTOR HUGO.
h i c i e r a de m o d a , h a b r i a m u c h í s i m o s q u e s i p a r l a n o c h e y de d e r r a m a r l a l u z , n o
le m o r d e r í a n . E s a i n f i n i d a d d e a n i m a - n o s fiamos y a d e estos c u a t r o g e n i o s q u e
les apaleados, q u e se a r r a s t r a n y g r u ñ e n , se l l a m a n A u d a c i a , H u m a n i d a d , V o l u n -
se v e n g a r í a n d e los p a l o s d á n d o l e d e n t e t a d y L i b e r t a d , q u e a r r a s t r a n e n e l cielo
l i a d a s . E s o seria u n h e r m o s o e s p e c t á c u l o ! el c a r r o l u m i n o s o y q u e t ú h a c e s q u e se
N o s o t r o s d e b e m o s p r o f e s a r n o s afecto, y e n c a b r i t e n , F r a n c i a , c u a n d o r i g e s sus
riendas... T o m a m o s p o r g u i a y p o r a u -
m i o p i n i ó n es, y a q u e se tuitii-a,
r a t a ue
d e d a r i
ucu. -i- „ A „ „ ^_ ^ - ^
e j e m p l o , d a r l o b u e n o y n o m a l o . R e s p e c f ^ í ^ ^ 1 ? ^ Z ^ * ^
tí á ese t i r a n o , c o m o
h a m ^ t e n g o f P r e m 0 , m s -
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o aa ss aa cc ii aa rr íl aa ee n
ii m n eé li . m
m pn o N i n n o
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o rr tU a | tt fi tna t; on (. leoS fil
P e r pms an na ep i. -c ne r ^ i n m f óá vp i ^l p, a y vq u^ e t na hn _-
t e a n d o e l espacio, s i n t á c t i c a y s i n ob-
q u e sea C e s a r m q u e sea N e r ó n . Y a l e
j e t o , s i n c ó l e r a y s i n a r t e , e s p e r a d e l o
a f e e n m a n c h a s , y a le c o r o n e n l a u r e l e s ,
d e s c o n o c i d o l a l i m o s n a d e u n a c a s u a l i -
e n m í d e s p i e r t a e l m i s m o a p e t i t o ; si es
d a d . H a l l e g a d o e l m o m e n t o d e h a c e r
g r a n d e l o d e v o r o , si es p e q u e ñ o m e l o i h • t i n i e b l a s v dfi a b r i r la r m p r t a
c o m o , , , C o m o e l oso n o c o m p r e n d i ó estas u a la5 U I ? i e D A a s / ?e a b r i r l a P u e r t a
v: .,, w ^ c 0u w H « a l t a n e r a d e l a v i c t o r i a ; n o n o s c r e e n a -
discretas p a l a b r a s , e l l e ó n le d i ó u n zar- • j • -J
n a z o e n l a c a r a v l o d e i ó t u e r t o a u e - m o s ^ u i a d o s Y d i r i g i d o s , n o n o s c r e e n a -
Sa a
á nn da oo ss ee ee i r oo s so ^ c co on / mma L
s vv ee r Lg üü ee nn z za a y^ c o n m O^ S e 1 s c aH
P ah
r nd ae l«oi s « Sc ÍhA o V
( lmu m
e sí i' ¿di eo l ons a m
í uí rro^r ne .s
y d e l a s s i l b a s , s i ese h u m i l d e c a m i n a n -
u n o j o m e n o s .
te, t a c i t u r n o y a d o r m e c i d o c o m o u n t o p o
y ú t i l c o m o e l asno, n o c o m p l e t a r a e l
e n o r m e t r e n d e c o m b a t e . E n e l m o m e n -
XI. to en
n i e n d o
q u e
q u e
l a F r a n c i a
s a c a r
e s t á
f u e r a
e n
d e
p e l i g r o ,
las olas
t e -
l a
e s p a n t o s a c u a d r i g a , los c u a t r o e s p í r i t u s
E n t r e dos bombardeos. g i g a n t e s q u e n o s d e s t r o z a n t o d a s las
velas, m ó n s t r u o s c u y a s c r i n e s se e n r e d a n
, e n las estrellas, á los q u e s i g u e n los
D e s d e q u e d i s t e e n l a c u n a e l p r i m e r ü o n e 8 jadeanteS; e n e l m o m e n t o e n
v a g i d o escitaste, J u a n a m i a d m i r a c i ó n q ^ e n e c e s i t a m o s u n r e f u e r z o , a l v e r d e
y m i p i e d a d ; a c a b a b a s d e nacer; d i s p o - c e r c a e i i n m e n s o p r e c i p i c i o , a l c o m p r e n -
m a s d e ese i r r e s i s t i b l e p o d e r q u e se l i a - d e r l a s o m b r a ^ h a y q u e s a l v a r , ¿ e s t a n
m a g r a c i a . R á p i d a m e n t e f u e r o n p a s a n d o a b s u r d a n u e s t r a d e m e n c i a q u e a ñ a d i -
p a r a t í los dias; te c r e c i ó e l c a b e l l o , t e
m o s u n p e r r o d e c i e g o a l t i r o d e los c u a -
s a l i ó u n d i e n t e , y y a casi eres u n a per-
t r o c a b a l l o s d e l sol?
s o n a m a y o r ; solo s o b r e n a d a e n t í u n a
p a r t e d e l r e c i e n n a c i d o ; q u i e r e s a n d a r , y
esto es p e l i g r o s o , p o r q u e n o te g u s t a n
los a n d a d o r e s n i las m a n t i l l a s . T u h e r -
m a n o m a y o r t i e n e y a dos a ñ o s , c a n t a
l a M a r s e l l e s a , y t ú e m p i e z a s á e n c a r a -
m a r t e p o r las sillas; deseas j u g u e t e s q u e
h a b l e n á t u i m a g i n a c i ó n y d e p o s i t a r t u
afecto e n u n h e r m o s o g a t o ; i n c e s a n t e -
EL ANO T E R R I B L E .
mió, no permitas que caiga la Francia en bres que queramos en las papeletas elec-
el abismo de esa vergonzosa paz! torales. ¡Ay del que trate de falsificar la
Burdeos 14 Febrero. votación!
ni.
II.
Filosofía de las consagraciones y de
A los que s u e ñ a n con l a monarquía.
los coronamientos.
Soy republicano y no tengo m á s rey Ese hombre que es feo, viejo y estúpi-
que m i voluntad. No se puede poner á do, ¿queréis que ciña sus sienes con una
votación este derecho supremo, y es me- corona? No una, sino tres: la de los
nester que sepáis que no se puede esca- emperadores y la de los reyes; queremos
motear l a Francia por sorpresa. Nos- que sostenga el laurel de César, la cruz
otros, los hijos de Paris, somos primos de de Carlo-Magno, una parte de la F r a n -
los griegos de Atenas, somos burlones, cia y gran parte de Alemania. E l peso
pero sabemos vencer; por nuestras venas de todas esas cargas hizo vacilar en
no corre la sangre de los fellahs n i de los otros tiempos á Cárlos V . L a paz del
esclavones, sino pura sangre gala y fran- mundo depende de que todos esos pesos
cesa. Fueron nuestros padres los vetera- conserven el equilibrio sobre una cabeza
nos del imperio, y provenimos de nues- augusta. Verdaderamente ese buen hom-
tros antepasados los francos. Recordad bre seria mucho m á s feliz si le dejaran
que siempre hemos sido señores de nos- libre, y nosotros g a n a r í a m o s t a m b i é n
otros mismos. Nunca invocó en vano mucho de que lo fuese. Si digiere mal,
nuestro auxilio la libertad. Recordad se oscurece la atmósfera; su menor bor-
t a m b i é n que si nuestras manos supieron borigmo causa áspera sacudida; si escu-
derribar reyes, t a m b i é n s a b r á n concluir
pe, todos se conmueven; si tose, el mundo
con los fulleros. Nombraos unos á otros se derrumba; su ignorancia cubre la
prefectos, embajadores y ministros; daos tierra de bruma. ¿Por q u é no se deja
las gracias m ú t u a m e n t e ; atracaos bien,
tranquilo á ese anciano? Si no le obede-
sin tener m á s cuidado que endurecer el ciesen soldados, duques n i condestables,
corazón y hacer que crezca el abdómen; con mucho gusto le a d m i t i r í a m o s en
hartaos de orgullo, de vanidad y de nuestra mesa y chocaríamos con él nues-
dinero, ya que l a ocasión se os presenta, tras copas, al aire libre, á la luz del sol,
que nosotros os despreciaremos volvión bajo los p á m p a n o s de una parra. Pero
doos las espaldas, para no presenciar lo llenan de paja a l ídolo, le petrifican bajo
que hacéis, ya que el hombre no puede ha el peso del casco, le ponen un para-rayos,
cer que llegue pronto la hora que Dios re- y el pueblo le adora. L e engalanan con
tarda. Obrad como queráis, pero no aten un manto, le transforman en tirano y
teis al derecho sagrado del pueblo; que domina a l pueblo, porque le place al
ese derecho, que existe en lo m á s prof un hombre hacer doblar las rodillas á los
do de todos los corazones, libre, altanero d e m á s . Aunque esté enfermo, aunque
é indomable, acecha todos vuestros pa sea m u y anciano, no por eso domina
sos, os juzga, os desafía y os espera. menos á la nación, sigue siendo siempre
el César; hasta cuando está moribundo,
la terca majestad se apodera de él;
Reyes ladrones, vuestros bolsillos son siempre le hace grandioso; y la esplén-
bastante grandes para meter en ellos dida p ú r p u r a le sirve de mortaja cuan-
todo el oro del pais, las ofrendas de los do, abandonando el cetro y el trono, pasa
pobres, el presupuesto, todos nuestros á la tumba á servir de pasto á los gusa-
millones; pero nunca podréis embolsaros nos. Cuando está agonizando reina to-
nuestros derechos y nuestro honor, nun- davía; al verle espirar temen aun que
ca podréis embolsaros la gran Repúbli- lance un trueno en su ú l t i m o suspiro;
ca. ¿Qué significa vuestro derecho divino encorvada la multitud, le coloca en u n
ante vuestro derecho humano? Votamos templo tan alto, que desde abajo le con-
hoy y votaremos m a ñ a n a , porque en nos- templa y le mira temblando cuando pe-
otros radica la soberanía, y todos juntos netra en el abierto sepulcro, creyendo
queremos reinar como nos plazca, elegir que es dios aun, cuando solo es ya un
lo que nos parezca bien y poner los nom- p u ñ a d o de polvo.
ANO T E R R I B L E . 659
un antro, sin que todos los partos no
tengan que desgarrar el vientre, sin que
IV. en este mundo las ideas, lo mismo que la
carne, se desangren; sin que sea preciso
A los que nos v u e l v e n á h a b l a r de
que la espiga madura salga en flor de la
fraternidad.
'laga que se l l a m a surco?
que conoce la ley completa, encerradle muerte del Mediodía, y Berlin dice á la
y pasadle los cerrojos; tened miedo de Europa que se ria de que la Francia no
que se os escape. E l sabio en su labora- existe ya. Gfénero humano, á pesar de
torio, el sacerdote bajo su capa pluvial, tantas edades de revoluciones, la anti-
¿quién es capaz de enseñarnos la suerte gua ley del ódio permanece siendo en tí
por sus dos lados? ¿Quién puede pasear- la m á s fuerte; para t í el Evangelio es la
se en las eternidades como se paseaba gran claridad muerta; el dia se apaga, la
Lenotre por los jardines de Versalles? paz se desangra, el amor está proscripto,
¿Quién es capaz de medir de un extremo y todavía no han desclavado á Jesucristo
á otro l a vida y la muerte, esos espacios de la cruz.
desconocidos, en los que el m o n t ó n de
los dias muere debajo del m o n t ó n de las
noches, en los que se deslizan en las t i -
nieblas vagos r e l á m p a g o s , en los que MA-FtZO.
se desvanecen las extremidades de las
leyes?
están contemplando dos fases, el dia y Quién arrojó ese tizón al fuego? ¿Qué
la noche, el ódio y el amor; constituyen mano, atreviéndose á matar hoy el ma-
dos principios, el bien y el mal, que se ñ a n a , intentó ese crimen, ese delirio de
abofetean; y dos ciudades, que son dos abolir l a ciudad astro, que era el alma
misterios, reflejan el choque de los dos del mundo, que era el centro en el que
r e l á m p a g o s ante nuestra asombrada vis- respiraba todo lo que se iba á ahogar?
ta. Roma es el altar mayor, en el que Pueblo, no eres t ú el autor de ese aten-
humean los viejos dogmas, y en la cum- tado. Los hombres alucinados y ciegos
bre de Paris, con luminosas olas espu- no son culpables; m u l t i t u d de causas im-
mean en plena erupción todas las verda- palpables, antiguos hechos invisibles os
des; l a justicia, lanzando indignados han trastornado l a razón; el t á b a n o os
rayos, l a libertad y el derecho, esas gran- perseguía picándoos; resplandor rojo flo-
des y virgíneas claridades; y enfrente de taba ante vuestros ojos, y obrásteis como
Homa, en la que los cirios tiemblan, se toros furiosos.
abre el volcán de las revoluciones de
Paris. A q u í está el Hotel dé Y i l l e y allí
el Vaticano. E n provecho de uno se su- Culpo de vuestros actos á la miseria,
primirla el otro. Roma ódia l a razón y y llevo al banquillo de los acusados al
Paris es su apóstol. ¡Desgraciados, vues- ciego, al sordo, a l bárbaro pasado; de-
tra cólera inconsciente os v á á arrastrar, nuncio á la m o n a r q u í a con sus antiguas
á apagar el Etna y á conservar una pá- leyes, que produjeron las antiguas cala-
lida l á m p a r a que solo despide t é n u e midades. Leyes que pesan sobre nosotros
claridad! ¡Vais á inmolar el alma en fa- en este siglo con todo el peso de la hor-
vor de l a mortaja, l a palabra en beneficio rible ignorancia de los hombres; que nos
de la mordaza; vais á inmolar la verdad hacen á todos enemigos, que producen
que salva á la mentira que hiere, y el el mal, y que han puesto l a ciega antor-
Paris del pueblo á l a Roma del Papa! cha en manos de desheredados implaca-
¿Puede acaso decapitarse a l género hu- bles. Leyes que forjan fuertes nudos,
mano?... espantosos cables, los dogmas y los
errores con los que quieren atarlo todo;
que empequeñecen las escuelas y cierran
¿Creéis que puede d e s v a n e c é r s e l a ciu- los talleres; que abren m a l el surco y
dad suprema que fué la palabra, el oido, perfectamente l a fosa; que no saben en-
la vida y el alma de las naciones? I m a - señar n i tranquilizar; que tienen oro para
ginaos los pueblos buscándola cuando pagar el beso de Judas, pero que no lo
no vean su fanal, cuando no oigan su tienen para costear el viaje de Colon;
canto. E r a nuestro teatro y nuestro san que entregan el débil á los fuertes; que
tuario, y con su cincel modelaba al hom niegan el alma á las mujeres. No acuso
bre futuro; cuando el universo l a veia de nada al presente n i á nadie, no; el
trabajar estaba en espectacion y creia grito que yo lanzo y el toque fúnebre
que iba á ser eterna. ¿Qué horrible m i - que hago sonar es contra el pasado fan-
lagro ha acontecido que desapareció? tasma que t o d a v í a está en pié en las le-
Dónde está ahora? ¿Qué es este lienzo de yes, en las costumbres, en los ódios, en
pared que queda en pió? Es el P a n t e ó n todo. Acuso, en esta hora solemne, á la
Esos pedazos de bronce desparramados antigua sociedad, á la antigua criminal
formaban parte de la Columna; ese pan que hizo todo lo que ahora presencia-
taño, en el que revolotea una bandada mos, que posó sus manos inmundas so-
de cuervos, era la Bastilla; en aquel r i n bre todas las almas, sobre todos los ra-
con de escombros se erguia Nuestra Se- yos y sobre todos los vuelos; que puso
ñora de Paris. Los caracoles y los gusa- en competencia entrambos mundos, que
nos manchan con su baba las piedras los eclipsó; que descarriando á los hom-
que servían de cimientos á augustos pa- bres, hasta en Francia, creó la ceguera
lacios; no queda n i un solo techo de las de la ignorancia, les cerró todas las
casas que reflejaban las estaciones del puertas de l a ciencia y fué madrastra,
progreso humano, n i una de esas torres que a l oscurecer los espíritus cubrió de
de soberbia silueta, n i puentes, n i mue- tinieblas los corazones. L a acuso y pido
lles; el rio se ha extravasado en la oscu- que se la condene. Producto suyo es este
ridad, es informe y se dirige á un bosque año horroroso. E n algunas ocasiones ex-
desconocido. ¿Comprendéis el efecto que travía al pueblo hasta el punto de encen-
producirla el cadáver de esa ciudad? der en él espantosos deseos, creando l a
sombría é inconsciente muchedumbre,
EL ANO T E R R I B L E . 675
haciendo que la olvidada cuchilla del abismo, exclamando:—"¡Hermoso espec-
rencor vuelva á aparecer y que el ódio táculo!,, Cisneros dijo:—"¡Esta es la pira
equivalga á una deuda. Esta sociedad, del hombre!,, S á n c h e z vociferó:—"Mira,
producto de los tiempos pasados, reina .^oma, cómo se abre el abismo; mira
desde hace dos m i l años; usurpa nues- cómo han dejado de existir el derecho,
tro bienestar, nuestros derechos, y todo 'a república, la razón y la libertad.,, To-
nos lo arrebata, y d á al pueblo parásitos dos los verdugos, desde Nerón hasta
que le devoren. Sus productos son la Zoilo, con gran alegría, arrojaron su t i -
guerra y el p a t í b u l o . Acuso, pues, al pa- zón á la hoguera de la ciudad, y Borgia
sado, que embruteció al pueblo, triun- 'a bendijo. Los czares, los sultanes. Es-
fó y creó la siniestra indigencia que cobar, Rufino, Trimalcion, todos los apa-
se desangra y se venga á ciegas, convir- sionados de las antiguas tiranías, excla-
tiendo en aborrecimiento su desespera- maron admirados:—"Todo ha terminado
ción. ya; Francia no existe: lo que así termi-
na no vuelve á empezar,,. E n ese momen-
to, en el que el cielo estaba espantoso, el
Quienquiera que seáis, vosotros á grupo monstruoso de los hombres negros,
quienes sirvo y amo, desheredados, que recobrando la esperanza, al ver nuestra
la mano del crimen lanza al campo del desesperación, viendo que sobre P a r í s l a
mal, siempre os compadecí, siempre os muerte a b r í a sus alas, creyó que el
aconsejó, siempre os defendí. Hermanos mundo iba á sumirse en noche eterna.
mios, rechazad sin contemplaciones al
que os explota; seguid al espíritu que se
cierne y no al que se arrastra; ascended
hacia el porvenir, no retrocedáis hácia el IV.
pasado. Resistid, llámese como se llame,
á todo el que os dé u n consejo inhuma-
no; resistid á los sufrimientos, resistid al Es de dia ó de noche? Reina el horror
hambre. crepuscular. Impera en todas partes la
cólera. Cruzan rayos; óyense ruidos sor-
dos que asombrados escuchamos. E l su-
Terrible es el aplauso de los espectros! plicio hiere y mata á tientas. No hay
Pueblo, cuando en la ciudad de P a r í s , n i n g ú n resplandor celeste. Nada huma-
lo mismo que en los tiempos bíblicos, se no sobrenada. E l acaso vaga errante por
propagó el incendio; cuando, como N i entre la carnicería y ametralla un reba-
n i ve, víctima de J e h o v á , agonizó Lute- ño de vencidos, sin saber si cometen un
cia, ciudad de la ilustración; cuando crimen ó si cumplen u n deber. L a som-
ardió el Louvre como techo de b á l a g o en bra se traga á Babel hasta los últimos
1830 y en el 93; cuando la corriente del pisos; algunos bandidos han dado muer-
Sena corría rojiza bajo el Puente Nuevo; te á sesenta y cuatro rehenes, y toman
cuando el palacio de la Justicia, des- la revancha de esto matando seis m i l
prendiéndose s ú b i t a m e n t e de la Santa prisioneros. E l viento horrible que sopla
Capilla, cayó como u n harapo que una casi apaga la l á m p r a que se llama con-
mujer descose; cuando la destrucción ilu- ciencia. Oscura y peligrosa noche! Se
m i n ó de repente la c ú p u l a del templo cree todavía que los exterminadores son
donde dormían Voltaire y Rousseau, y benignos; aplauden su furor; son sospe-
todo aquel m o n t ó n de arcos triunfales chosos los que quieren perdonar. A una
circos, frontis, pavimentos, que escita parte está el ejército y á la otra parte
ban la admiración de los pueblos; cuan- está el pueblo; l a Francia está desan-
do se creyó durante un instante ver la grándose y la ignorancia degüella á la
ciudad de la gloria y de la esperanza ignorancia. E l derecho cae. Nada está
incendiada, disiparse en horrorosa huma en pié, esceptuando Cain. L a atmósfera
reda, resplandor tan horrible despertó del crimen flota por todas partes; hasta
á los muertos en las tumbas y se llenó el inocente parece negro; ¡tan densa es
el horizonte de fantasmas, que iban g r i esa atmósfera! Los que incendian el
tando-.'—"¡Compañeros, acudid a q u í y Louvre no saben siquiera q u é es un pa-
veréis cómo muere el Oriente!,,—Reian lacio; hay algunos que fusilan por fusi-
las medusas enseñando los horribles dien lar. Qué se han hecho las leyes? Como
tes, el firmamento tuvo miedo, la infame hay tinieblas en P a r í s , las hay en los
alegría de las tinieblas estalló, la sombra corazones y en la conciencia. Matan sin
insultó á la luz; Torquemada salió de su motivo; mueren sin saber por q u é , con*
676 OBRAS D E VICTOR HUGO.
fundidos el niño blondo con el repugnan- £nuera!„ Habia momentos en que aquella
te presidiario; los padres, los hijos, los gavilla de furiosos cesaba en el ataque
jóvenes, los ancianos, el demonio con el para tomar aliento, quizá meditando en
á n g e l , el pensador con el criminal, fene- otro asalto; en esa tregua reinaba sinies-
cen al mismo tiempo precipitados en no tro silencio entre los que fraguaban aque-
sé q u é abismo. L a muerte sorda, ciega á l l a violación. E n lontananza oía yo can-
la m u l t i t u d . tar un ruiseñor.
Bruselas 29 de Mayo.
V.
vi.
lina noche en Bruselas.
Expulsado de Bélgica.
V i v i r profesando la fraternidad es
vivir de quimeras. Desear que sea libre
U n dia v i correr la sangre por todas la Europa como la A m é r i c a , querer que
partes; en la oscuridad se e x t e n d í a una reine la equidad, el e x á m e n y la razón,
inmensa matanza. ¿Por q u é se cometían es hacerse ilusiones! Presenciar u n t r i u n -
tantos crímenes? Mataban por matar. A l fo inmenso, pero duro; no participar de
ver aquel siniestro espectáculo creí que él, tratar de impedir que sea peor y dul-
era necesario que alguno levantase la cificarlo, no abrumar á los desgraciados,
voz, y h a b l ó . Dije que Montrevel y Ba ofrecer asilo á los que persiguen de
ville y H a r l a y no pertenecían á este muerte, no ensañarse con el ciego y con
siglo, y que en días perturbados por la el débil y perdonarles, es querer lo i m -
maldad de todos la oscuridad se hacia posible! Decir que la ley debe ser justa
m á s negra; afirmó que debe pensarse y el derecho c o m ú n para los salteadores
mucho antes de apuntar y de mandar y para los bandidos, es ser uno de ellos.
hacer fuego, porque es justo y prudente No importa que opinen así. L u c h a r é , ya
perdonar á los locos y á los temerarios que ésta es para m í la hora de luchar,
y hacer ver á los vencidos que somos aunque haya luchado toda m i vida,
hermanos suyos; que era preciso enten- aunque sea anciano, aunque renieguen
derse y estar unidos; les recordó que Dios de m í otra vez, aunque me crean loco,
nos está mirando, que el porvenir será aunque me maldigan y me escarnez-
desastroso si nos aborrecemos, y será fe can, aunque me proscriban y me ape-
liz si nos amamos, que la desgracia cre- dreen. Más tarde ya me h a r á n justicia.
ce para el que la siembra; declaró que
podría obtenerse la calma gradualmen
te; que los asesinatos no se reparan co
metiendo otros crímenes; que no se ven-
ga u n homicidio ametrallando á u n
m o n t ó n de mujeres y de niños; que tro-
car en verdugos á los soldados que t r i u n Festejan con una serenata m i clemen-
fan, es cubrirlos de v e r g ü e n z a y de igno cia! Muera! Muera! es el estribillo de la
minia. Esto dije, oponiéndome á las canción que me cantan. Los periódicos
matanzas. Quedóme triste, pero desapro clericales mueven contra m í gran albo-
bando semejantes atentados, protestan roto, diciendo poco m á s ó menos estas
do y haciendo ver que solo debe casti- palabras:—"¡Ese hombre se atreve á de-
garse al culpable, que los crímenes de fender al enemigo que huye! ¡Qué auda-
unos pocos no deben hacer responsables cia! Nos cree honrados y nos desafía!,,
á todos, y que porque haya unos cuan E s t á furiosa esa trailla de sacristanes y
tos criminales no debe castigarse á todo con los incensarios rompen los cristales
EL ANO T E R R I B L E . 679
de mis ventanas; sobre m í cae el agua plen contra m í vientos adversos; parto
bendita de todos los hisopos y de todas rectamente á cumplir con m i deber; por
las plegarias convertida en granizada de esto, hermanos mios, según la opinión
piedras, y me exorcisan al mismo tiempo del obispo de G-ante, si yo no estuviera
que quieren matarme; en una palabra, loco, seria un bandido.
me expulsan por la gracia de Dios.—
"Vete de aquí!;; Lanzan sobre m i casa
una lluvia de proyectiles y pronuncian
v.
m i nombre como si tocaran á rebato.
Después de haberme llamado asesino y Al salir de Bruselas.
después de terminada aquella singular
batalla, se quedan ellos blancos como el
cuervo y yo negro como el cisne. No es fácil seguir la via estrecha, ha-
cer ver á la m u l t i t u d que se equivoca, y
siendo justos proteger la eterna equidad
IV. que hoy se menosprecia. Cuando el pros-
cripto lo intenta, vuelven á condenar á
éste á la mayor cantidad de destierro de
que pueden disponer.
No poseo en la ciudad palacio episco
pal, n i prebenda, n i consto en la lista
civil; n i n g ú n templo ofrece un trono á Sin embargo, él que quiere no destier-
m i humildad; no brilla á m i lado n i n g ú n ra. Es cosa inexplicable, terrible y santa
suizo vestido de coronel; no me presento el destierro. Desde lejanos climas echar
bajo pálio deslumhrando á cuatro boba- de menos nuestra morada; pensar, siendo
licones; la Francia, hasta hundida en el ya anciano, viviendo melancólico en la
abismo, es para m í el gran pueblo tra aflicción, en las flores que cogimos siendo
bajador que impone la ley; siento que se niños y en el solitario rincón de la calle;
la amordace y que se la blasone con flores recordar pasados tiempos y antiguas
de lis: cuando voy al templo á orar á auroras, pájaros m á s cantadores revolo-
Dios, no pregunto si el cuadro que lo teando en m á s hermosos campos; ver el
representa lo pintó Van-Dyck; no tengo cielo de otro color que antes, pensar en
mayordomo, n i pertiguero, n i síndico, n i los séres queridos que han fallecido y
g u a r d i á n , n i clérigo, n i vicario; tampoco no poder hablarles en sus tumbas; esto es
guardo n i n g ú n santo relicario, n i he em el destierro.
botellado bajo llave n i n g ú n milagro; no
voy lleno de diamantes; no recibo n i n g ú n
salario por rezar; no soy cortesano; no E l destierro es la gota de agua que
me admira ninguna dama noble cuando cae, horadando con lentitud y castigan-
hago la cuestación; no doy m i mano á do cobardemente a l corazón que el de-
besar á las buenas mujeres; venero a ber convirtió en granito; es la pena i m -
cielo, pero sin venderlo á las almas; no puesta al inocente, al justo, y de la que
me llamo monseñor; me complace vivir muere ese sentenciado, lo mismo en la
en el campo, pero no llevo medias de co- época de Tarquino, en la de Augusto
lor de violeta; las faltas que cometo son que en la de Bonaparte. E l destierro es
faltas sinceras, porque soy adversario el sitio que entristece la nostalgia; en el
declarado de la hipocresía; creo lo que que para el desterrado son motivos de
digo y obro s e g ú n lo que creo; cerca alarma un canto que oye, l a sombría ar-
de Sócrates aherrojado coloco á Jesu- boleda, el arrecife, la brisa, cualquier
cristo en la cruz; cuando encuentro á un ruido. Oh, sí! l a patria existe. L a p á t r i a
hombre que le persiguen y le acosan nos aprisiona por medio de invisible
como si fuese una fiera, le salvo si pue- hilo; aparece deslumbradora al que la
do, aunque sea m i enemigo; desprecio á pierde, y hace que se convierta el mundo
Basilio y desdeño á Scapin; parto m i pan en un desierto para el que está ausente
con el niño pobre; por defender lo verda- de ella; no tienen l a forma que los demás
dero, lo bueno y lo honrado, he gemido sus campos, sus árboles y sus playas. E l
veinte años en el destierro, y lo volveria extranjero puede expulsar, pero no pue-
á sufrir otra vez por defender lo que de desterrar.
creo justo. Cuando m i conciencia dice:—
"Marcha!,,, obedezco, sin que nada sea
capaz de detenerme, y parto aunque so-
680 OBRAS D E VICTOR HUGO.
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E L ANO T E R R I B L E . 683
paredes, escaparse cuando pudiesen y
decir atemorizados:—"¡Nos quieren ma-
tar! Socorro! Perdón!,,—Es inútil pedir- XIII.
lo; esos hombres son impasibles á todo
cuanto sucede; solo ven la muerte que A los que se Ten pisoteados.
v á á arrebatarlos, á l a que se entregan
sin dolor.
Estoy con vosotros; me atraen siempre
Todos esos seres, que debian desear la los perseguidos y los aniquilados; soy su
vida, desean la muerte. Oh revelación! hermano; defiendo á los caldos que com-
¿Qué les hemos hecho para que quieran batí cuando triunfaban en el poder; o l v i -
abandonar el mundo sin lanzar una ex- do sus injurias y sus persecuciones cuan-
clamación, sin indignarse n i derramar do los veo en el infortunio. Cuando son
una l á g r i m a ? ¡Nosotros lloraremos por desgraciados dejan de ser mis enemigos.
ellos! Su corazón estaba predispuesto Pero defiendo, sobre todo, al pueblo que
para el suplicio y de nada les servirá depende de su salario, que por ser digno
nuestra t a r d í a conmiseración. ¿Hicimos muchas veces se hace impopular; defien-
acaso algo por ellos? ¿Protegimos á sus do al extraviado, a l débil y á la m u l t i -
esposas? ¿Sentamos en nuestras rodillas tud, que sin n i n g ú n apoyo se derrumba
á sus desnudos y temblorosos niños? ¿Sa- y cae en el fondo de horribles aconteci-
ben unos trabajar, saben otros leer? L a mientos. Estos, como son ignorantes, son
ignorancia concluye por llegar hasta el inclementes, y me asombra cómo no
delirio. ¿Les hemos instruido, protegido y comprendéis que debíais guiarlos y con-
guiado? ¿Les preservamos del írio y del cederles su parte de ciudadanía; me
hambre? Por eso incendiaron las Talle- asombra que no comprendáis que vues-
rías. Declaro, en nombre de esos seres tra ceguedad produce su ceguera. De la
extraviados, que por eso han muerto sin opresora tutela en que los retenéis esas
pesadumbre, sin quejarse, sonriendo ó son las consecuencias, y el m a l que les
con indiferencia. Esos sentenciados, que hicisteis os lo devuelven ahora. No los
hoy hirió el rayo, no conocieron la deses- habéis guiado n i conducido por la manoj
peración, porque tampoco conocieron la no les habéis enseñado el camino que
alegría. L a suerte c o m ú n se liga á su debian elegir en l a oscuridad de su exis-^
suerte. Si no tenemos felicidad a q u í tencia, y se han perdido en su laberinto»
bajo, tendremos desgracia a l l á arriba. Si os temen y al mismo tiempo os cau-
Procuremos que tengan apego á la vida san espanto, es porque no les habéis
los miserables: si no lo tienen, se turba- tratado como hermanos» Viven vagando
r á el equilibrio del mundo. Si hacéis que en oscura noche, en l a que no divisan n i
el pobre llegue á v i v i r contento, obten- un faro; van á tientas, no saben por dón-
dréis en la tierra el verdadero órden, le- de caminan, y se embriagan dando vuel*
yes duraderas, sólidas costumbres, tran- tas en u n círculo horrible. Por eso hablo
quilidad v i r i l . L a noche es u n enigma siempre en su favor.
que tiene por clave la estrella. Si se ras-
ga el velo que cubre el corazón de los
que sufren, la esfinge enseña su desnu- N i el c a ñ ó n del terrible Vendimia-
dez. E l negro problema, que es tenebroso rio (1), n i las balas de Junio, n i las bom-
por un lado y claro por el otro, entrea- bas de Mayo apagan los ódios n i cierran
bre l a ventana, por la que penetra el las úlceras. Para ayudar al pueblo á re-
resplandor del abismo. Meditemos, ya solver u n problema me pongo de parte
que sobre ellos se arroja esa mortaja, y suya y empiezo por tenerle cariño. Sí, es-
comprenderemos lo que nos conviene. toy con vosotros; me obstino ferozmente
Afirmo que la sociedad no se encuentra en ser cariñoso con los vencidos y ódio
bien mientras tenga á su vista esos fan- las represalias; m i corazón nunca palpita
tasmas, cuya risa es el m á s temible de con tanta fuerza como cuando vé llorar
todos los síntomas, y que debemos tem- á los hombres, y siempre vibra por las
blar mientras no consigamos curar la si- madres que llevan en brazos á sus hijos,
niestra facilidad de morir.
¡Cuántos seres humanos sufren en eg¿
S u e ñ a . E s t á sentado, pensativo á la
Pues no tenéis razón, Qigo los gritos, sombra de un arce. ¿Oye los murmullos
E L ANO T E R R I B L E . 685
del bosque? Contempla las ñores? ¿Se que lucha, ama, consuela, piensa y per-
fija en la esfera azul? S u e ñ a . L a natu- dona, el que sufre por todos, recibe en
raleza, misteriosamente, hace cuanto recompensa el ódio, el reflujo y la som-
puede para apaciguar á los hombres. bra; no o b t e n d r á nada m á s de los hom-
Las moscas revolotean desde el collado bres. Esto es lo que ha sucedido siempre,
cubierto de viñedos hasta el vergel lleno desde que la luz indigna á las oxifragas,
de manzanos; los paj arillos proyectan la desde los tiempos de Sócrates y de
p e q u e ñ a sombra de su cuerpo en el cris- Esquilo, desde que la enlutada Esparta
t a l de las aguas; el molino se apodera de hace reir á los sodomitas, desde que los
la corriente y la detiene en su carrera; el hombres vieron sobre una horca y sobre
estanque es un espejo en el que el pai- un pedestal aparecer á un tiempo dos co-
saje se copia del revés, y aparece como ronas, que cada una de ellas representa
vaga visión; no hay en la naturaleza n i un lado de nuestra alma; la una es de
un átomo que no tenga que desempeñar laurel de oro, la otra de infamantes es-
su papel; todo se mueve: el grano en el íinas, y ciñen dos frentes, de las que no
surco y el animal en su madriguera; la se pueden arrancar. Una b r i l l a en Ca-
materia obedece al imán; hay un hormi- brea y la otra en el G-ólgota.
gueo en la yerba; en todas partes se vé
incesante movimiento; en lo que nace, en
lo que crece, en lo que sube, en lo que
baja, en el nido, en el perro que vigila
los rebaños, en los astros. Por todas par-
XVI.
tes la superficie está en vasto reposo; por
debajo todo está activo, por encima todo
dormita. ¡Qué deslumbramiento causa la No pretendo condenar á nadie en la
naturaleza á los ojos de los que la con- historia; sé que siempre arrastra al ven-
templan! Por todas partes del valle, del cedor el triunfo m á s allá de su objeto y
prado, del monte, del bosque y del fir- de su voluntad. E n la guerra c i v i l , que
mamento sale la sombra de la paz y el es guerra de desolación, el que vence,
rayo de la alegría. Mientras por las ca- ébrio del vencimiento, pierde el pié y se
ñ a d a s y al través de los barrancos una hunde en las aguas negras que llaman
n i ñ a de ojos divinos y de piés breves y éxito, no atreviéndose á llamarlas glo-
desnudos azota con una vara de sar- ria. Por eso compadezco á los mártires y
miento á su cabrita, h é a q u í lo que pasa á los verdugos. ¡Desgraciados de aque-
en el alma del desterrado: llos que producen la orfandad! ¡Desgra-
ciados los que dejan tantas mujeres
viudas! ¡Harta desgracia es que la horro-
rosa matanza enrojezca el agua de los
Nada se ha conseguido; nada se ha ríos, cuando, manchando su lecho con
resuelto aun con haber abierto una fosa torrencial oleada, se derrama la sangre
en medio de la calle, con que un jefe i n del hombre en el sitio en que cae el
dique una tapia donde alinean á unos agua del cielo! Me espanta ver el cadá-
cuantos infelices que fusilan los solda- ver de un hombre, y me inspira tanta
dos; no se ha resuelto aun la cuestión v i - compasión el matador como el muerto.
tal, ejecutando al acaso y á tientas, ame
trallando al padre y á la madre, al
loco, al bandido y al enfermo, y hacien
do luego que consuma l a cal viva á hom Del arco que está tendido en las a l t u -
bres ensangrentados y á niños palpitan- ras somos el blanco todos; su flecha
tes todavía. sucesivamente nos apunta; el vencedor la
siente en el espíritu antes que le llegue
al corazón; teme el acontecimiento que
él sirve; presiente en lontananza surgir
xv. una hora siniestra; pero presiente tam-
bién que, aunque apresure su paso, no
podrá huir de su propia victoria. Otro
Siempre se repite el mismo hecho. E dia, enredado á su vez en la red de los
trono abyecto se apoya en el cadalso acontecimientos, temiendo el resultado
ilustre; el á g u i l a les parece inútil á las de las causas que él produjo, t e n d r á que
grullas; Coligny es arrastrado por las huir, buscando un refugio y u n apoyo,
calles; Dante está loco; Roma expulsa á y entonces sus amigos de hoy no se lo
Catón; R o h á n d á de palos á Voltaire. E l concederán. Por eso tengo yo abiertas
686 OBRAS D E VICTOR H U 6 0 .
las puertas de m i casa á todos los ven- en el que nos azota, aunque soy clemen-
cidos. te para lo desconocido, tengo que con-
fesar que acuso a l elemento, que es el
rudo motor que nada desconcierta.
Meditando el pensador, llega á descu-
brir que nadie es culpable. T a n negro
desenlace deja entrever el elemento en Por eso debemos temer al porvenir?
el fondo del abismo. E l siglo futuro Temerle no, pero sí estudiarle y com-
g r u ñ e y se hincha en ásperas cubas, prenderle. No olvidéis que l a cortina del
como la lava espumea en l a boca de los destino, que el enigma hace m á s tupida;
volcanes. Quién trabaja en ese caos? L o no olvidéis que el disforme Océano don-
ignoro. Los rayos rugieron, las á g u i l a s de flota el alma humana, l a vasta oscu-
pasaron; todo lo que vemos se preparó ridad de todo el fenómeno, todos estos
entre las garras de calamidades descono- horrores constituyen una esperanza. E l
cidas y necesarias, que se lanzaron como frió glacial de la madrugada consterna
bandadas de aves de rapiña; y l a sangre al horizonte, y luego le dan calor los
del corazón, la m é d u l a de los huesos, rayos del sol; así t a m b i é n la vida co-
todo se ha extremecido en el hombre, mienza por el sufrimiento.
cuando vino el sombrío enjambre de
hechos nuevos hendiendo las nubes; y
al azotar en lo inesperado con sus alas Las olas de lo desconocido tienen lívida
nuestras frentes, hemos reconocido el transparencia, en las que la claridad apa-
m a l que nos aqueja; entonces los apeti- rece gradualmente. L a dilatación de la
tos de las temibles muchedumbres em- forma y del n ú m e r o asombra, y divisa-
pezaron á m u g i r en el fondo de sus mos hoy entre sombras lo que solo de-
cavernas, y llegamos á comprender que bemos ver bien m a ñ a n a . L o que t o d a v í a
el apetito se equivoca cuando nace de no es g é r m e n , lo que m a ñ a n a será el
l a envidia y que tiene r a z ó n cuando encanto de los hijos, infunde miedo á los
nace del hambre. Quedamos á oscuras padres; el azur está escondido tras la
durante algunos momentos. ¿Qué signi- noche que nos espanta, y tras ella están
ficaban esos momentos nunca vistos? brillando los rayos de luz. Esa l ú g u b r e
Hubo en ellos choques furiosos y vene- larva adquirirá alas m á s tarde. Espectro
nos sutiles. ¿Por q u é soplaron semejan- visible en el fondo de las sombras eter-
tes vientos? De dónde vinieron? ¿Por q u é nas, el m a ñ a n a parece hoy confuso em-
esos picos de fuego que acaban con las brión, que se arrastra esperando l a hora
empolladuras? ¿Por q u é surgieron á la de cernerse, y que es á nuestra vista
superficie bruscamente desde las profun- informe, ciego y horroroso; m á s tarde
didades? Cométense delitos de los que la luz le metamorfosea. E l porvenir es
los autores son inocentes. Las revolucio- m ó n s t r u o antes de ser a r c á n g e l .
nes derraman l a sangre, y cuando su
voluntad de vencer se desencadena, su
formidable amor se parece a l ódio. Man-
tengamos los principios sagrados; pero XVII.
cuando los aquilones e x t r a v í a n á los
Todos los ánimos exageraban no
hombres, soplando contra ellos como si poco el valor, las facultades, la i m -
soplasen contra cenizas, hay que saber portancia de la Guardia nacional...
descender hasta el fondo del oscuro pro- Visteis el kepis deM. Víctor Hugo que
simbolizaba esta situación.
blema; el hombre sufre, el abismo obra, (EL G E N E R A L TROCHU ante la
y los huracanes son los únicos malvados. Asamblea nacional, 14 Junio 1871.)
Enviad, pues, á Cayena á la tromba y á
l a tempestad. Es imposible que de re-
pente nos hayamos convertido en hienas Participio pasado del verbo T r o p -
y en salteadores; no acuso a l hombre choir (1), hombre que posees todas las
débil, porque comprendo que el furor virtudes que no tienen nombre, cuya
del viento fatal que nos arrastra puede suma es cero; intrépido soldado, pero de-
arrancar el áncora á la conciencia hu- voto y nulo; buen c a ñ ó n , pero con de-
mana. E l hombre que se vió sacudido masiado retroceso; caballero y cristiano,
por los embates del mar furioso, ¿puede eres capaz de servir á t u pais y de ayudar
ser responsable de las olas que le hicie- á misa; ya ves que soy justo contigo.
ron su juguete? ¿ P u e d e ser al mismo
tiempo buitre y presa? Aunque confio (1) Tropehoir^ de T r o c h u , que significa caer dema-
siado (N. del T.)
EL ANO T E R R I B L E .
L A VOZ A L T I V A .
II.
No la escuches. Permanece siendo lo
que eres; no oscurezcas t u corazón. Soy Flujo y reflujo.
virgen, soy la Conciencia, y la voz que
te habló es la razón de Estado; es una
ramera, que embrolla l a verdad, expli T e r m i n ó en una nación y empieza en
cando lo falso. Es la hermana bastarda y otra; la demencia se contagia de pueblo
ambigua del buen sentido. Admito que á pueblo: lo que ayer hizo Francia hoy
ese bajo concepto tenga partidarios, que lo hacen los teutones. E n la fragua don-
esa débil claridad sea excelente y útil de antes triunfara Forbach, la obrera
para evitar u n choque, para parar u n Alemania forja u n tirano que compone
proyectil, para caminar sin tropiezo por con los fragmentos de u n déspota. ¿Es
oscuras encrucijadas y para orientarse que ha de haber siempre en el mundo
de los pequeños deberes: los publícanos emperadores? A l traidor César le expul-
la hacen servir de l á m p a r a en sus chiri sa otro César colérico, y nada ganamos
bitiles; la tienen á su favor los hábiles, con que uno se vaya si viene otro, si te-
los útiles, los prudentes, los discretos y nemos á Q-uillermo en vez de Bonapar-
todos los miopes que solo pueden ver los te, si el ave de r a p i ñ a llega cuando des-
objetos de cerca; pero es preciso que al aparece el ave nocturna. L a tempestad
guno vague por las regiones altas y l u vuelve á renovarse con m á s inclemencia
miñosas; es preciso que haya partidarios y los acontecimientos son m á s monstruo-
de la fraternidad, de la clemencia, del sos cada dia. L a invasión se v á , pero
honor, del derecho, de la libertad y de la prosigue el fratricidio. L a victoria huye
verdad. Las constelaciones son sublimes ante la conciencia y se esconde por mie-
en las tinieblas y brillan como flores del do de que el cielo l a vea. E n vez de son-
verano eterno; pero necesitan en su casta dear el enigma, fulminamos rayos con-
serenidad que el universo bien guiado tra él; pero, ¿qué queréis que suceda, q u é
les rinda testimonio, y que u n hombre podéis esperar del porvenir, si solo lo
que se renueva en la tierra de edad en demostráis ódio y le recibís á bayoneta-
edad, tranquilizando á sus hermanos zos? E n t r e g á i s l a autopsia á la ley mar-
condenados á la semi-oscuridad, excla- cial. No ofrecéis á nuestra vista m á s que
me a l través de la noche:—^'¡Astros, ir- la pobreza, la ignorancia feroz é idiota,
radiáis!,, Seria injusto que el crimen, la la miseria de los miserables, l a oscuridad
virtud, el rayo y la sombra fuesen igua- de los espíritus, de donde nace la de los
les en el abismo, y seria acusación justa corazones, y para resolver esos proble-
contra el Altísimo achacarle la p é r d i d a mas recurrís al apaciguamiento de ellos
la difusión de claridad sin órden n i con por medio de la muerte. Los hombres
cierto en el fondo de los cielos. Por eso que m a t á i s mataron á su vez, y la suerte
la justicia es buena y el astro t a m b i é n . les devuelve golpe por golpe, hasta que
E n paises horribles, en Sudan, en Dar- los priva de la vida. Pero ¿se remedia el
íur, en Graben, el hombre era u n esclavo crimen por medio del crimen? Pretende-
TOMO V . 87
690 OBRAS D E VICTOR HUGO.
mos i r hacia el augusto ideal, que i l u m i - que carecía de arte; éstos eran sus favori-
nan los rayos de la aurora; pretendemos tos: arrastra al osario todas nuestras es-
que nos lleven hacia la felicidad, hacia el peranzas, marchita nuestras primaveras,
edén, ¡y tomamos por guia á Medusa, que Disotea nuestros designios, representa el
blando la espada, que tiene ira en los ódio, y por eso la aborrezco; pero confio
ojos, que vá con el seno desnudo! E l ce- en t í , caminante que te acercas desde
menterio es un pozo desconocido; lo que ejos; á pesar de las tinieblas, confio en
se arroja en él cae en sombrías cavida- tí, porvenir.
des; lanzáis en él esqueletos confundidos
con escombros, y de esa siembra fatal
renacerá la muerte. Cuestiones que na- Nuestro trabajo es una e x t r a ñ a álge-
die puede descifrar t o d a v í a hostigan por bra; en el vago y triste laberinto que
todas partes nuestra l ú g u b r e esfera y no recorremos sobresaltados, en el que cae-
encontraremos su solución ensanchando mos en lazos y en descuidos, conserva-
t r á g i c a m e n t e la tumba. mos siempre, sin embargo, el hilo oscuro
en las manos. A pesar de que e s t á n
siempre en lucha Atreo y Tiesto, á pesar
N i el rico n i el pobre alcanzan l a feli- de que L e v i a t á n combate á Behemoth,
cidad, y sobre todos se cierne indigna amo y creo. A l fin el enigma dirá lo que
sombra. E l amor no se alberga en nin- tiene que decir. L a oscuridad a l g ú n dia
g ú n corazón; en todas partes hay extre- se disipará para el hombre; que el des-
mecimientos, cólera, infierno y calabo- tino de la humanidad no puede ser el de
zos, y mayores son las tinieblas cuanto quedarse siempre sentada é inmóvil en
de m á s alto bajan; en ellas parece que el frió dintel de l a tumba, como J e r ó n i -
sienta el espíritu la incubación de un mo en Ombos ó como Electra en Argos.
misterio enorme. Ese fatal y oscuro t r a -
bajo i r á blanqueando gradualmente.
Nos encontramos con el obstáculo desco- U n dia me dirigí al sitio donde des-
nocido. Vemos uno tras otro todos los cansa el león de W a t e r l ó o . Cruzando
escollos, pues los sucesos t a m b i é n tienen barrancos llegué á la sombría llanura;
sus cabos de las Tormentas, detrás de era la hora en que desaparecía en el cielo
los que se vé la claridad. Ese flujo y ese el crepúsculo matutino, y yo c a m i n é di-
rectamente hasta subir al montículo.
reflujo, esos combates quizás sean preci
L l e g u é á él indignado, porque me extre-
sos. A pesar del ódio inmenso, hay al-
mece la gloria que nace de la sangre, de
guno que ama. No perdamos la fe. Por
la espada y de la muerte. E l león se
a l g ú n fin supremo, sin cesar, en el antro destacaba en la llanura silenciosa, y
donde piensan los sondeadores, á través desde abajo contemplé su gran silueta,
de la oscuridad, prodigioso viento, que que con su inmovilidad desafiaba á lo
sale de las profundidades, empuja y infinito; parecía que aquella fiera, des-
arrastra hácia el divino escollo el mar terrada allí, orgullosa con su soledad,
de la humanidad. sobrellevaba sin fatiga un doloroso re-
cuerdo, y estaba allí feroz ese testigo
de una afrenta. F u i subiendo, y su som-
III. bra empezaba á invadirme'; trepando
hasta la áspera plataforma, decíame en
E l porvenir. mis adentros: " E s t á esperando que el
mundo se duerma, pero es implacable;
momentos hay durante la noche en que
Polinice, Eteocles, Abel, Caín, ¡oh her- ese bronce debe lanzar sordo rugido, y
manos! A n t i g u a disputa humana! ¡Ca- esquivando los hombres acercarse á él,
dalsos! leyes agrarias! batallas! ¡oh es- d u d a r á n si ese rugido lo produce el
tandartes, oh sudarios! negros girones! mónstruo ó el trueno. A l estar muy cer-
¡ A b e r t u r a prematura y sombría de los ca de él oí algo parecido al ruido de u n
sepulcros! Dios todopoderoso! ¿cuándo rayo y algo semejante á la a r m o n í a de
t e r m i n a r á la guerra? ¿Cuándo l l e g a r á la una canción.
santa paz?
Una voz suave salía de aquella boca
L a guerra es la ramera, es la infame enorme. U n pitirrojo h a b í a fabricado su
concubina del acaso; son sus amantes nido en aquel antro; el pajarillo habia
A t i l a , que carecía de génio, y T a m e r l á n , ^instalado su prole entre los bronceados
E L ANO T E R R I B L E . 691
dientes del mónstruo y gorjeaba dentro de harapos bailan durante l a kermesse^ y
del león. E l montículo trágico estaba de ninguno de ellos tiene siquiera los pocos
pió, como un arrecife sobre la llanura, céntimos que se necesitan para pagar
tinta en sangre en otros tiempos, y m i una misa. Dejé el cadáver de esa iglesia
i m a g i n a c i ó n y m i oido á l a par soñaron y proseguí m i camino hácia la cúspide
que aquel cántico que oia significaba la del monte. L l e g u é por fin al pié del i n -
esperanza que remontaba el vuelo desde dómito castillo, sobre el que hasta en
aquella desesperación, y que la paz ben- pleno medio dia se cierne horrorosa som*
dita salia de la horrible boca de la bra. E n el boquete, que sirve de puerta,
guerra. v i al pié de dos gruesas torres, que altivo
blasón corona, u n hombre pensativo; era
el conde.
IV.
Estaba sentado; al verme llegar vol-
Los crucificados
vió hácia m í lentamente la cabeza, pero
sin levantarse. A su lado estaba u n son-
rosado niño, que era su hijo. S a l u d é a l
E l vulgo tiene por verdadero todo lo conde, dicióndole:—"En otros tiempos
que inventa el ódio. E n todos los gran fuisteis opulento y ahora sois pobre; por
des hombres lanzan su venenosa baba eso vengo á visitaros: confiadme á vues-
los gusanos de la mentira y de la calum tro hijo y yo lo llevaré á la ciudad. L a
nia. Todas las frentes coronadas sienten vida agreste es buena para el anciano,
la punzada de las espinas; los labios de pero es perjudicial para los niños; el alba
los dioses tienen que beber la hiél. E l teme á la niebla y la rosa muere en l a
ódio inventó que Fidias traficaba con oscuridad, que agrada al mochuelo. Es
mujeres; que Sócrates tenia u n vicio indudable que es grato contemplar la
que le degradaba; que Horacio, amigo sombra de estas torres, pero vale m á s
de los machos cabrios, hacia temblar á habitar en el siglo que vivimos. Vuestro
Vesta; que Catón m a n t e n í a con esclavos hijo se irá agostando aquí; el m ó n s t r u o
á las lampreas; que Miguel A n g e l , ena- en nuestra época está al lado del prodi-
morado del oro, ave de r a p i ñ a , vivia gio, pero el prodigio tiene l a seguridad
bajo la férula de los papas, y dejaba de vencer. Entregadme al niño hermoso
que éstos le dieran de palos; el ódio y salvaje para que vaya conmigo á Pa-
inventó que el Dante era concupiscente rís, como se iba en otros tiempos á
que Moliére era el marido de su hija Roma; para que, no pudiendo ser conde,
que Voltaire fué avaro y Diderot venal sea siquiera hombre, y para que su glo-
ante el tempestuoso t r i b u n a l del género rioso nombre pueda añadirlo á una suer-
humano han sido sentenciados todos los te brillante. Cuando salimos debemos
hombres de genio; á todos los clavó en dejar que entren los d e m á s . E l á g u i l a
l a cruz alguna calumnia en el ensan- deja volar al aguilucho y el roble no
grentado Gólgota de la gloria: unos cru debe ahogar a l arbusto.,,
cificados por Caifas y otros por Zoilo.
castigáis todavía con la pena del Talion; Es indudable que de hoy en adelante
que los hombres encuentran el zorro su- el hombre-rey y el hombre-dios solo ya
perior a l león; que ametrallan á ciegas, y serán fantasmas; fantasmas que se bor-
que constituye u n crimen ofrecer asilo á ran; los aparecidos guerreros y las lar-
los proscriptos. Temo que eso sea ver- vas papales desaparecen ya, y vosotros
dad; quisiera que fuese falso. Pero de- os indignáis en los tribunales. Es lásti-
jadme en paz, que vivo tranquilo en m i ma que hayan terminado las fiestas de
retiro; m i hijo beberá la misma agua la noche voraz, que agonice el mundo
pura que yo bebo; me ofrecéis v i v i r en l a tenebroso, que aparezca el dia claro,
ciudad, y yo prefiero v i v i r en los bos- que el m u r c i é l a g o esté ciego, que la gar-
ques, porque me parece que las peñas d u ñ a vague lanzando gemidos, que el
tienen m á s corazón que los hombres ac- zorro llore, que los animales que de no-
tuales, y que las bestias van perdiendo che cazaban pajarillos estén lanzando
su ferocidad.,. las ú l t i m a s boqueadas. Si esto c o n t i n ú a
así, si la luz persiste en consternar al
quebrantahuesos y al cuervo, el vampi-
ro morirá de hambre j u n t o á las t u m -
vi. bas y la claridad diurna a c a b a r á con las
Los que indultan. tinieblas.
¿Presenciamos el derrumbamiento de
Por q u é me hizo sufrir el destino tan- un mundo? No; presenciamos un Q-óne-
tos combates, tantas pesadumbres y tan- sis. ¿Qué te importa, Paris, t u pasajera
tas aflicciones; por q u é quiso Dios que niebla, n i el h u r a c á n terrible que te azo-
yo fuese ciprés, cuando vosotros sois ta? E n la sangrienta justa, ¿qué te i m -
rosas. porta u n combate m á s ó menos? ¿Puede
acaso saciarte, inextinguible volcán, las
explosiones, las sacudidas que conmue-
ven toda la tierra, los metales que se
X. alean, los hombres que sirven de pasto á
t u fuego? ¿ P u e d e apagarte acaso el háli-
to divino? No. T u fuego vuelve á encen-
I. derse y á hervir incesantemente. Como
al mar, á Paris ú n i c a m e n t e Dios puede
decirle:—"Basta!,, Solo Dios y t ú cono-
Del oscuro abismo, de la suerte fatal, céis t u ruda misión. Muchas veces, incli-
de los ódios, de los furores, de las tum- nándose el hombre hácia t u terrible foco,
bas, de todo esto, pueblo, lo que sale es toma por reflejo del infierno el tinte
la claridad y la certidumbre. L a soledad rojizo de la aurora. T ú sabes lo que de-
afirma el progreso, la fraternidad y l a fé, bes construir ó transformar. E l que te
y l a muchedumbre lo confirma elevan- irrita solo consigue hacerte lanzar espu-
do la voz; la alegre aldea se lo comunica ma. Si te arrojan una piedra en el abis-
á P a r í s y el emocionado Louvre á la ca- mo por donde corres, te hacen escupir
b a ñ a . L a ú l t i m a hora es tan clara como un p u ñ a d o de centellas. Los reyes te
la primera fué sombría, y se oye en el hieren, y así como el hierro que forjan
fondo del cielo oscuro el rumor que pro- los martillos lanza r e l á m p a g o s á los cí-
ducen los que nacen. Suena en la oscu- clopes, t ú respondes á sus golpes cubrién-
ridad batimiento de alas. dolos de estrellas.
EFILOG-O.
Si solo el m a l debiera permanecer en
pió, si el fondo de todo fuese una inmen
sa mentira, todo se revolucionaría. Y a E n t r e s o m b r a s .
no seria un templo el cielo para los ojos
del hombre que le contemplan; l a i n
comprensible creación, encerrando hu
milde secreto, tampoco sería u n pedes EL ANTIGUO MUNDO.
t a l de gloria. De los campos, de las
arboledas, de los montes, de las envene Marea, desciende ahora, ya que es pre-
nadas flores, del furioso y loco caos de los ciso. J a m á s t u flujo subió tan alto. Pero
destinos, de todo cuanto aparece, desapa ¿por q u é estás t a n sombría y eres t a n
rece y vuelve á aparecer, partirla l ú g u - feroz? ¿Por q u é t u abismo g r i t a como
bre acusación; la realidad r e z u m a r í a por una boca? ¿Por q u é esa áspera l l u v i a ,
horrorosas hendiduras; el aire exclama esa sombra, esos rumores y esos huraca-
ría:—"Me entrega á los lluviosos soplos!,, nes soplan en t u nocturno clarín? Tus
E l gusano diría al astro:—"¡Te envidia olas suben con prodigioso rumor; a q u í
y para humillarte nos hace brillar á los tienes t u límite. Te digo que te pares.
dos!,, E l escollo diría:—"¡Me manda que No atontes á las antiguas leyes, á los
perjudique!,, E l mar exclamaría:—^"¡Con obstáculos y á los frenos antiguos, á la
fieso que él me hace cruel. „ Todo el u n i ignorancia, á la miseria n i á la autori-
verso serviría de picota a l Altísimo. dad del hombre sobre la mujer, n i al
gran banquete que rodean los deshere-
EL ANO T E R R I B L E . 697
dados, n i á las supersticiones n i á las grados. Detente, que es el juez! ¡Deten-
fatalidades; no atentos á ninguna de esas te, que es el sacerdote! Dios te ha dicho:
cosas sagradas. Desciende y cállate: edi- •—"Marea, no vayas m á s allá,,, pero t ú
fiqué estos recintos alrededor del géne- no haces caso y quieres tragarme. ¡ Dios
ro humano y l e v a n t é esas torres. ¡Pero mió! ¡El mar te desobedece, el mar i n -
sigues rugiendo y ascendiendo siempre! vade m i casa!...
T u frenético choque todo lo hace des-
aparecer en tropel; a q u í el viejo misal,
a l l á el código antiguo; arrastras en tus L A MAREA.
olas el cadalso; no toques al rey. ¡Cie-
los! yace derribado en el suelo. Veo Crees que soy la marea y soy el di-
t a m b i é n desaparecer á los hombres sa- luvio.
flN D E t TOMO Y.
TOMO V .
imtm
ÍNDICE
ODA-S Y BALADAS.
LIBRO Q U I N T 0 . - I 8 1 9 - I 8 2 8 .
Oda primera.—El primer suspiro 68
Páginas 68
Oda segunda.—Pesar
5 Oda tercera.—En el valle de Cherizy 69
Prefacio. Oda cuarta.—A tí 70
1853.. 7
Oda quinta.—El murciélago 71
Oda sexta.—La nube 71
ODAS: 1818-1822. Oda séptima.—La pesadilla 72
LIBRO P R I M E R O . Oda octava.—La mañana 72
Oda novena.—Mi infancia 72
Oda primera.—El poeta en las revoluciones 9 Oda décima.—A G... Y 74
Oda segunda.—La Vendée 10 Oda undécima.—Paisaje 74
Oda tercera.^—Las vírgenes de Verdun 12 Oda duodécima.—Otra vez á tí 75
Oda cuarta.—Quiberon 13 Oda décima-tercera.—Su nombre 75
Oda quinta.—Luis XVII 15 Oda décima-cuarta.—Acción de gracias 76
Ocla sexta.—Al restablecimiento de la estatua de Enri- Oda décima-quinta.—A mis amigos 76
que IV. . 16 Oda décima-sexta.—A la memoria de un niño. . . . 77
Oda séptima.—La muerte del duque de Berry. . . . 18 Oda décima-séptima.—A una niña 77
Oda octava.—El nacimiento del duque de Burdeos. . . 20 Oda décima-octava.—A lás ruinas de Montfort L' Amaury. 77
Oda novena.—El bautismo del duque de Burdeos. . . 21 Oda décima-novena.—El viaje 78
Oda décima. —Vision 23 Oda vigésima.—Paseo 79
Oda undécima.—Bonaparte 24 Oda vigésima-primera.—A Ramón, duque de Benau. . 80
Oda vigésima-segunda.^—El retrato de una niña. . . . 81
LIBRO S E G U N D O — 1 8 2 2 - 1 8 2 3 . Oda vigésima-tercera.—A la condesa A. H 81
Oda primera.—A mis odas 26 Oda vigésima-cuarta.—Lluvia de estío 82
Oda segunda.—La Historia 27 Oda vigésima-quinta.—Sueños 82
Oda tercera.—El partido destructor 28
Oda cuarta.—A mi padre 29 BAILADAS: 1833-1828.
Oda quinta.—A los reyes de Europa.—La comida libre. 31 Balada primera.—Una hada
Oda sexta.—La libertad 31 Balada segunda.—El silfo 86
Oda séptima.—La guerra de España 33 Halada tercera.—La abuela 87
Oda octava.— Al Arco de triunfo de la Estrella. . . . 35 Balada cuarta.—A Trilby, el duende de Argai!. . . . 88
Oda novena.—A la muerte de Mlle. de Sombreuil. . . 35 Balada quinta.—El gigante 89
Oda décima.—El último canto 36 Balada sexta.—La prometida del timbalero 89
Balada séptima.—La refriega 91
LIBRO T E R C E R O — 1 8 2 4 - 1 8 2 8 . Balada octava.—Los dos arqueros.—A Luis Boulanger. 92
Oda primera.—A Alfonso de Lamartine 37 Balada novena.—Escúchame, Magdalena 93
Oda segunda.—A Chateaubriand 40 Balada décima.—A un transeúnte 93
Oda tercera.—Los funerales de Luis XVII]. . . . 40 Balada undécima.—La caza del burgrave 94
Oda cuarta.—La consagración de Carlos X. . . . 42 Balada duodécima,—El paso de armas del rey Juan. 95
Oda quinta.—Al coronel G. H. Gustaffson. . . . 44 Balada décima-tercera.—La leyenda de la monja. . . 96
Oda sexta.—Las dos islas 46 Balada décima-cuarta.—La ronda del sábado. . . . 97
Oda séptima.—A la Columna de la plaza de Vendóme. 48 Balada décima-quinta.—La Hada y la Peri 99
Oda octava.—Fin 50
Prefacio 187
RAYOS Y SOMBRAS.
Preludio 189
I . —Versos escritos después de Julio de 1830. . . . 191 Prefacio 269
I I . —A la Columna '. 194 I . —Función del poeta 273
I I I . —Himno 197 I I . —El 7 de Agosto de 1829 .275
IV. —Bodas y festines 197 I I I . —Al rey Luis Felipe 277
V. —Napoleón I I 198 IV. —La boardilla 277
VI. —A propósito del baile del Hotel de Ville 201 V 281
ÍNDICE D E L TOMO V . 701
Pág;n is Faginas
. . 281 IX 342
VI. 342
VH.—El mundo y el siglo X
282 XI 342
VIII. —Al señor duque de 343
IX. —A Fanny de P 283 XII. —A propósito de la ley Faider
X 283 XI L—En la orilla del mar ". 343
XI. —Fiat voluntas 284 XIV.—No 344
X I I . —A Laura, duquesa de A 284 LIBRO CUARTO.—Ha glorificado á la religión.
XIII 28á
XIV.—En el cementerio de 286 I . —Sacer esto 344
XV 287 I I . —Lo que el poeta se decía en 1848 . 345
XVI. 287 I I I . —Las comisiones mixtas.. - 345
XVII. —Espectáculo tranquilizador 287 IV. —A los periodistas de ropa corta 345
XVIII. —Lo que sucedía en las Fuldenses hacia 1813 288 V. —Alguno ^46
XIX. —El escultor David 290 VI. —Escrito el 17 de Julio de 1851 al bajar de la tri-
XX. —A un poeta 293 buna 346
XXL—Lo que cantaba una guitarra -93 VIL—Un periodista 347
XXil. 294 VIH.—El ya nombrado 347
X X I I I . —Al pasar por la plaza de Luis XV un día de fies- IX 348
ta pública 294 .—Alba 348
XXIV. —Mil caminos-y un solo objeto 295 XI • - 349
XXV 296 XII. —A cuatro prisioneros 349
XXVI. —A una joven 296 XIII. —Se hospeda de noche 349
XXVII. - A Luis B 296 LIBRO QUINTO. —La autoridad es sagrada.
XXVIII 296
XXIX. —Encuentro 297 I.—La consagración 350
XXX • 297 IL—Canción 351
XXXÍ.—La sombra. '. '. . 298 III. —El manto imperial 351
XXXII.—Tristeza de Olimpio 298 IV. —Todo se vá 352
XXXUI.—La música data del siglo diez y sei>. . . . 300 352
XXXIV. - L a estátua 303 VI 353
XXXV 304 VII. —Las grandes corporaciones del Estado 353
XXXVI. —Versos escritos en la tumba de un niño en la VIH 354
orilla del mar 304 IX. —Canción de los que se van por el mar 354
XXXVIL—A. L 304 X. —No te desprenderás de él 354
XXXVIIL—Ceruleura mare 305 X I . —Paulina Roland 356
XXXIX 306 XII 357
XL.—Los náufragos 307 X I I I . —La expiación. . ., 357
XLI.—Noches de Junio 307 LIBRO SEXTO.—La estabilidad está asegurada.
XLII.—Sabiduría.—A Luisa B 307
I . —Napoleón III 361
I I . —Las mártires 362
LOS CASTIGOS. ID.—Himno de los transportados 362
IV.—Canción 363
—Deslumbramientos. . . '. 363
Prólogo de la primera edición 313 VI. —A los que duermen 364
En el momento de regresar á Francia 315 VII. —Luz 365
Nox . . . . . . . . . 317 VIÍL—A las mujeres 365
LIBRO PRIMERO.-La sociedad se ha salvado. IX. —Al pueblo 366
I 321 X 366
X I . —El partido del crimen 366
I I . —Tolón 322 XII 367
III " 323 XIII. —A Juvenal 367
IV. —A los muertos del 4 de Diciembre 323 XIV. —Floreal 370
V. —Aquella noche 323
XV. —Stella 370
VI. —El Te-Deum del 1.° de Enero de 1852 324
XVI. —Los tres caballos 371
VIL—Ad majorem Dei gloriam 325
XVII. —Aplauso 371
VIII. —A un mártir 326
IX. —El arte y el pueblo 326 LIBRO SÉPTIMO—Los salvadores serán vencidos.
X. —Canción 327 I 372
XI. . • • 327 I I . —El retroceso 373
XII. —Mapa "de Europa. 328 III. —El cazador negro 374
XIII. —Canción . . 3 2 8 IV. —La cloaca de Roma 374
XIV 329 V 376
XV. —Confrontaciones 32 V I . —Canción 376
LIBRO SEGUNDO—Se ha restablecido el orden. VII. —Pátria 376
VIH.—La caravana 377
I . —Idilios 329 IX 378
I I . —Al pueblo 330 X 379
III. —Recuerdo de la noche del dia 4 331 XÍ 379
IV 331 X I I . —Palabras de un conservador á propósito de un per-
V 331 turbador 379
VI. —El otro presidente. . 332 X I I I . —Fuerza de las cosas 382
VIL—A la obediencia pasiva 332 XIV. —Canción 380
LIBRO TERCERO.—Se ha restaurado la familia. XV 383
XVI. —Ultima palabra 383
I . —Apoteosis 335 Lux 384
I I . —El hombre se rie 336 El Fin 387
III. —Fábula ó historia 336
IV ' 337
V. —El buen propietario en su casa..
VI. —Esplendores
338
338
LAS CONTEMPLACIONES.
VIL—Regalada vida 339
YIIL—El emperador se divierte 341 Prefacio. 391
702 INDICE D E L TOMO
Pásinss
XIX. —Barracones de la feria 434
393 XX. —Insomnio 434
Introducción X X I . —Versos escritos en el plinto de un antiguo bajo-re-
LIBRO PRIMERO.—Aurora. lieve. 435
395 XXII 435
I.—A mi hija. . . X X I I I . —El aparecido 436
II 396
396 XXIV. —A los árboles 437
IIÍ.—Mis dos hijas. XXV 438
IV. . . . . . 396
397 X X V I . —El poeta 438
V. —A Andrés Chenier. . . . . . X X V I I . —La naturaleza 439
VI. —La vida en el campo. . . . . 397
398 X X V I I I . —Magnitudo parvi 439
VII. —Respuesta á un auto de acusación.
VIH.—Continuación 400
IX • 402
402 LIBRO CUARTO.—Rauca Mee.
X. —A madame D. G. de G
X I . —Lise 402 I 447
X I I . —Veré novo. . . . . . . . 403 I I . —15 de Febrero de 1843 447
XIII. —A propósito de Horacio. . . . 403 I I I . —Tres años después 447
XIV. —La sansanita. . . . • . . • 405 IV. 449
XV. —Hácic 1820 405 V. 449
XVL—A. M. Froment-Meurice.. . . 405 VI. . . . . . 449
XVII,—Los pájaros 406 VIL 450
XVIIL—Antigua canción de la juventud. 406 VIII. 450
XIX. —El poeta ciego 407 IX. 450
XX 407 X. 451
XXL—La fiesta en casa de Teresa. 407 XI. 451
XXII.—La infancia. . . . . 408 X I I . - -En qué pensaban los dos caballeros en el bosque. 451
XXIII 408 X I I I . —Veni, vidi, vici 452
XXIV.'—Unidad. ". ". *. . ". ! 408 XIV. 452
XXV. —A los que me combaten. 409 XV. —En Villequier 453
XXVI 411 X V I . —La muerte 455
XXVII 411 X V I I . —Cárlos Vacquerie 455
XXVIII.—Alto en la marcha. . 411
LIBRO QUINTO.—En marcha.
LIBRO SEGUNDO.—El alma en flor. I . —A Augusto Vacquerie 456
I.-—Primer dia de Mayo. . . . 412 I I . —Al hijo de un poeta 457
II 413 I I I . —Versos escritos en 1846 457
Xii.—El torno de hilar de Omfala. 413 I V . —Post-scriptura en 1855 462
I V . —Canción 413 V. - A Luisa B 462
V. —Al anochecer 413 V I . —A vosotros los desterrados 463
VI. . • 414 VII 464
VII 414 V I I L — A Julio J 464
VIIL—Oyendo á los pájaros. 414 IX —El mendigo 4SS
IX.—Abrazo. . . . . . 415 X. —En las Fuldenses 465
415 X I . —Ponto 466
X I . —Egloga. 415 X I I . —Dolofosae 466
XII. . . . 415 XIII 467
XIII. 416 XIV. —Clara P 467
X I V . —Palabras dichas en la oscuridad. 416 XV. —A Alejandro Dumas 468
XV. 416 X V I . —Mugitusque boum 468
XVL—Bajo las árboles 416 X V I I . —Aparición . . ._. . 469
XVII 417 X V I I L — A l poeta que me envia una pluma de águila. . 469
XVIIL—No envidiemos nada. . . 417 XIX. —Cerlgo 469
XIX.—Hace frió 418 XX. —A Paul M . 470
XX 418 XXI 470
XXI 418 X X I I . —Pastores y rebaños 471
XXII.—Después del invierno. . . . . 419 XXIII 471
XXIII 420 XXIV. —Los desgraciados 471
XXIV 420
LIBRO SEXTO.—Al borde del infinito.
XXV. —Crepúsculo 421
X X V I . —El nido en la portada de ia iglesia. 421 I . —El puente. . 475
X X V I I . —Una tarde que miraba al cielo. . 421 I I . —Ibo 476
III 476
LIBRO TERCERO.—Luchas y fantasías. I V . —Se debe creer, pero no en nosotros 477
I . —Versos escritos en un ejemplar de la «Divina Co- V. —En el cementerio de San Juan 477
media».. 422 VI. . . . 484
I I . —Melancolía 423 VIL—Clara 484
I I I . —Saturno 426 VIH.—Asomado á la ventana durante la noche. . . . 487
I V . —Versos escritos debajo de un crucifijo 427 I X . —Claridad 488
V. —Quia pulvis es 427 X. —A los ángeles que nos ven 488
V I . —El manantial 428 X I . —Cadáver 488
VIL—La estátua 428 X I I . —A la que cubre un velo 489
VIII 428 X I I I . —Horror 490
IX. 429 XIV. —Dolor 492
X. —Amor 429 XV. —Viaje de noche 493
X I . —? 430 XVL—Religio ' 494
X I I . —Explicación 430 XVII.—Spes 494
X I I I . —El mochuelo • . •£" 430 XVIIL—Lo que es la muerte . 495
XIV. — \ la madre que se le murió un niño. 431 XIX. —Los magos 493
XV. —Epitafio 432 XX. —Llamando á una puerta 501
X V I . —El maestro de escuela 432 X X I . —Nomen, Numen, Lumen. 502
X V I I . —Lo que vi un dia de primavera. . 433 X X I I . —Lo que me dice la boca de la sombra. . . . 502
XVIIL—Interior . 434 X X I I I . —A la que se quedó en Francia. . . . . . 509
INDICE D E L TOMO V . 703
Páginas Páginas
I 571
I . —Orden del dia de Floreal 519 I I . —Durante una enfermedad 571
II 519 I I L — A un amigo 572
III 520 IV.—Clausura 572
IV. —El poeta se ilusiona con los campos.. . . . . 520
V. —Interrupción de una lectura de Platón 522 Al caballo.
VI 522
Al caballo 575
VIL—Genio Libri 522
ZX.—Co3=n.plxca.cl03aes d.el xcLeetl.
I . —Paulo Minora Canamus 523
EL AUTE DE SER ABUELO.
I I . -Realidad 524
I I I . —Al salir del colegio 525
I V . —Paupertas 525 I.—A Ouemesey.
V. —Himeneo 526 I . —El desterrado satisfecho 581
V I . —Hilaritas 526 II 582
VIL—Meudon 527 IIL—Sale Juana 582
V I I I . — A l oido del lector. 528 I V . —Víctor sed victus 582
IX. —Sénior est júnior 528 V. —El otro niño 582
XII.—FaMa, 3"•u.a.n.a.. V I . —Jorge y Juana 583
I. 531 V I I 583
IL 531 VIH.—LiEticia rerum. 584
I I I . —Desafío en el mes de Junio 532 IX 584
IV 533 —Primavera 585
V. —A Juana 533 X I . —Ventanas abiertas 585
VL—Meteoros ígneos 533 X I I . —Uno menos 585
Fscra. otras. I I . —Juana dormida.
L . 535 La siesta 586
IL 536
IIL 536 I I I . —La luna.
IV. —Chelles 536 L. 587
V. —Decenario de mujeres. . 537 II. 587
VI 538 IIL 587
VII 538 IV. 588
VIII. 538
IV.—El poema del jardín de las Plan-
I.—La encina del parque destruido 539
I . . 588
IL—Escrito en 1827 543 II. . . . . . 589
"VX.—Xja etersa-a, 3a.o-vela. I I L — A Jorge. . . 589
L—El dedo de la mujer 545 IV.—Otra vez á Dios, pero con restricciones. . . 590
I L — A l poeta Merante 545 V.—A Juana 591
IIL—Cuidado! 546 VI. 591
IV. —A doña Rosita Rosa 548 VIL 532
V. —A Rosita 548 VIH. 593
V I . —Por eso ella callaba 548 IX. 594
V I L — A la bella imperiosa 549 V. —Juana dormida 595
V I I I . —Notificación irrespetuosa 549
IX. —Confianza 550 VI. —Edad provecta y edad infantil
X. —El nido 551 confundidas.
XL—A propósito de doña Rosa 551 I 595
XII.—Las buenas intenciones de Rosa 552 II.—Canto de la cuna 595
XIIL—En las ruinas de una abadía 552 IIL—La cicatriz 596
XIV. —Los demasiado felices 553 I V . —Un sopapo 596
XV. —A un visitador parisiense 553 V 597
X V I . —Denuncia del espíritu de los bosques 554 V I 597
X V I I . —Contestación al espíritu de los bosques. . . . 554 VIL—Canción para hacer bailar en corro á los niños
XVIIL—Carta 555 pequeños 597
XIX.—El olvido 556 V I I I . — E l jarrón roto 597
LIBRO SEGUNDO—En la edad madura. IX. 598
X.—^xa.Su, cree. 598
I,—Desde la mujer al cielo 557 VII. —Ea Inmaculada Concepción. . 599
IL—La iglesia . 557
IIL—Estación de la siembra 559
VIII. —Eos garrapatos del estudiante. 599
'aoa.ros y ra-xn-os. IX. — Eas calaveradas del abuelo
I. 559 cuando era niño 601
IL—Una alcoba al sol levante 560 X. —Síiños, pájaros y flores.
IIL—Comedia entre las hojas 560
IV 561 I 601
II 602
XXX.—Xj5.Toerta,cL, Xg-u-aia-ad., X^rateraa-ia-acL. I I I — E n el jardín 602
161 IV.—El que agua la fiesta 602
704 1MDICE D E L TOMO V .
Páginas Páginas