You are on page 1of 747

OBRAS COMPLETAS
DE VÍCTOR HUGO.
OBRAS COMPLETAS

VICTOR HUGO

DON JACINTO LABAILA.

T O M O V .

Dionisio m
Blb^lotsca Pübiisi
y*? / /

V A L E N C I A 1888:

TERRAZA, ALIENA Y COMPAÑÍA, EDITORES.


Embajador Vich, míui. 19 ,
ES PROPIEDAD D E L O S E D I T O R E S .

Imprenta de Juan Guix, ealle de Miñana, niáms. 7 y 9.


ODAS Y BALADAS
(POESÍA..)

P R E F A C I O .

odo escritor que publica un líneas así lo comprende y está tranquilo.


libro se refleja en él; que Por imperceptible que sea ante lo infini-
lo sepa ó que lo ignore, to, su insignificancia no le perturba. A
que quiera ó que no quie- todas las cuestiones que puedan surgir
ra, así sucede. De cual- de lo ignorado contestará siempre: T e n -
quier obra, ya sea b a l a d í , go conciencia d é l o que escribo. Contes-
ya sea ilustre, se desprende la figura del tación que todo hombre puede dar, y
escritor; si es fea, este es su castigo; si es que basta, si contesta de ese modo con
hermosa, esta es su recompensa. el candor del corazón sincero.
Cuando leemos el Sitio de Troya, ve- E l autor de estas líneas conoce que es
mos á Aquiles, á Ulises, á A y a x y á débil, ignorante y limitado, pero que
A g a m e n ó n , y esa obra nos descubre una siempre ha buscado el bien, por lo que
majestad, que es l a del escritor. ¿Zoilo sin temor ninguno puede responder á la
escribió? Busquemos lo que nos ha deja- sombra inmensa, á lo desconocido y al
do. Nada ha quedado del g r a m á t i c o , del misterio. Tengo conciencia, siento l a
comentador y del glosador; mientras que unidad de la vida universal con la tran-
la litada vive siempre, y l a voz de los quilidad completa que conserva lo m á s
siglos proclama el nombre de Homero. sencillo ante lo m á s profundo.
L o mismo sucede con Esquilo, con Existe u n dón supremo que se concede
Aristófanes, con P í n d a r o , con Teócrito, en secreto, que algunas veces permanece
con Planto, con V i r g i l i o , con Horacio, oculto, y que mayor fuerza tiene cuanto
con Juvenal, con T á c i t o y con el Dante. más encerrado está; este dón es la esti-
E l libro existe como el autor lo ha mación.
creado, y es historia, filosofía ó epopeya; Del valor de la obra presentada a q u í
pertenece á las altas regiones del arte en conjunto ante el público, el porvenir
á las regiones bajas; es como es, y sm decidirá; pero lo que es seguro, lo que
ninguna intervención suya, se levanta desde luego satisface al autor, es que en
fatalmente á su lado la sombra que pro la época en que nos encontramos, á pe-
yecta, esto es, la figura del autor. sar de la lucha de las opiniones, á pesar
Esta verdad se revela ú n i c a m e n t e al de las violencias de los partidos, á pesar
fin de una larga vida, tempestuosa y de la pasión, de la cólera y del ódio, nin-
consagrada al trabajo, entregada por g ú n lector, sea como sea, si es digno de
completo al pensamiento y á la acción. estimación, r e c h a z a r á el libro sin apre-
Entonces es cuando se aparece la respon- ciar al autor.
sabilidad, que es la c o m p a ñ e r a insepa- Y. H.
rable de la libertad. E l que escribe estas 28 Febrero 1880.
H H 1 1 H 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 T ! T T t f f T t l f T TT TT T t T T T í T T T f f T T TT f T T t TT T T I

A historia se extasía ante cada escalón que se sube hace pagar con
Miguel Ney, que habiendo un sacrificio material el mejoramiento
sido tonelero llegó á ma- moral, hace que abandonemos algunos
riscal de Francia, y ante intereses, que nos despojemos de alguna
Murat, que desde mozo de vanidad, que renunciemos á los bienes y
cuadra llegó á ser rey. L a á los honores del mundo, que arriesgue-
oscuridad de su punto de partida es u n mos la fortuna y el hogar, y algunas ve-
t í t u l o m á s al aprecio público y realza el ces la vida. E l que consigue verificar
brillo del punto de llegada. esta segunda ascensión debe estar satis-
De todas las escalas que desde la oscu- fecho y orgulloso de sí mismo; y aunque
ridad conducen á la luz, la m á s merito- es verdad que Murat pudo enseñar con
ria y la m á s difícil de subir es la siguien- orgullo su látigo de postillón al lado de
te: haber nacido aristócrata y realista y su cetro de rey y exclamar: "Nací en las
llegar á ser demócrata. ú l t i m a s capas sociales,,, t a m b i é n es ver-
Subir desde una cabana á un palacio, dad que, con orgullo m á s legítimo y
es raro y es magnífico; pero subir desde con conciencia m á s satisfecha, puedo yo
el error hasta la verdad, es todavía m á s presentar mis odas realistas escritas en
magnífico y m á s raro. E n la primera de m i infancia y en m i adolescencia, al lado
esas dos ascensiones, á cada paso que se de los poemas y de los libros democráti-
d á se gana algo, se aumenta el bienes- cos que he escrito desde m i j u v e n t u d .
tar, el poder y la riqueza; en la otra as- Creo que se me debe permitir este orgu-
censión sucede todo lo contrario: en la llo, sobre todo porque, después que veri-
áspera lucha entablada contra las preo- fiqué tan díficil ascensión, encontró, al
cupaciones grabadas en nosotros desde fin de la escala de la luz, la proscripción,
la cuna, en la lenta y ruda elevación des y he tenido que fechar este prefacio en
de lo falso hasta lo verdadero, que cons el destierro.
tituye en cierto modo la vida del hombre
y el desarrollo de su conciencia, el sím- V. H .
bolo compendiado del progreso humano, Jersey, J u l i o de 1853.
1 8 1 8 —-1 8 2 2 .

lar á la humanidad que gime, y que en-


LIBRO PRIMERO. tre los pueblos que deliran se arroja, ar-
mado de la lira, como se lanzó Orfeo en
Vox clamabat in deserto, los infiernos.

"Orfeo bajó al infierno á consolar á los


ODA, F R I M E R A . . muertos de sus penas eternas; y tú, á los
criminales, les cantas el himno del re-
mordimiento. ¿Qué orgullo insensato te
E l poeta en las revoluciones. arrastra á proceder así? ¿Con q u é dere-
cho te presentas en la palestra á j u z g a r
Mourir sans vider mon corquois. Sans sin haber combatido? Censor, salido ape-
percer, sans fouler, sanpetrir dans leur
fauge nas de la infancia, deja que envejezca
Ges bourreaux barfeouilleurs de t u inocencia, y entonces podrás hacernos
lois!... creer en t u virtud.,,
ANDRÉS CHENIER.

Cuando el crimen, P y t h o n lívido, rom-


" E l viento ruge en las c a m p i ñ a s pe el freno de las leyes y queda impune,
arrancando las ramas de los árboles; bate la Musa se convierte en E u m ó n i d e y
á las encinas en la m o n t a ñ a y á los es- Apolo prepara su carcaj. Obro como
quifes en los mares. J ó v e n , así nos azota Dios me inspira; ignoro t o d a v í a q u é des-
la suerte: en t u loca embriaguez, no j u n gracias sufrirá m i vida, aun pura; sigo
tes á tus desgracias las aflicciones del sin orgullo m i destino; la tempestad des-
mundo, y reservemos, culpables y vícti- garra la vela, pero la vela salva al mari-
mas, el remordimiento para nuestros nero.
propios crímenes y las l á g r i m a s para
nuestros propios dolores.,, "Los hombres corren al precipicio y
no los s a l v a r á n tus cantos. ¿Por que
quieres extraviar tus pasos por caminos
Creéis que mis cantos son temerarios? que ellos no siguen? ¿Puedes, en tus
¿creéis que en estos fatales tiempos debo tiernos años, sin perturbar otros destinos,
permanecer sordo al llamamiento de mis romper la cadena de tus dias? No gastes
hermanos y sufrir egoistamente solo mis así t u efímera vida; jóven, ¿no tienes
dolores? No; el poeta es un desterrado madre? poeta, no tienes amores?...,.
voluntario que viene á la tierra á conso-
TOM0 V.
10 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Pues bien, si muero defendiendo una llorando ante un féretro? A n t e la fria


causa noble, los cielos se me a b r i r á n . E l tumba de una esposa ó de u n hermano,
amor casto engrandece el alma, y el que ¿quién de nosotros no ha vertido lágri-
sabe amar sabe morir. E l poeta, en estos mas?,,—De este modo, por las desgracias
tiempos de catástrofes, defiende á los que Francia lloraba, gemia la sagrada
justos oprimidos, celebra ó i m i t a á los Musa, que nos s e ñ a l a b a el cielo abierto
héroes y ofrece siempre, celoso* de sus en los cánticos en los que, cerniéndose su-
sufrimientos, su l i r a á las víctimas y su blime sobre Roma y sobre Palmira, anun-
cabeza á los verdugos. ciaba las dulzuras del martirio y la hu-
milde felicidad del desierto.
"Se dice que en tiempos lejanos, can-
tando el poeta, revelaba al mundo sus
Después, recordando todos sus críme-
futuros destinos; pero en la actualidad,
nes á nuestros tiranos y entregando al
q u é vienes á hacer en la tierra? Vienes á
remordimiento sus corazones, que no se
participar de su profunda noche; el cielo arrepienten, exclamó:—"En estos tiempos
se vela y quiere castigar; los bardos no la Francia tiene víctimas, pero la Ven-
son ya profetas, y la Musa, ciega y mu- dée tiene mártires.,,—Desdichada Ven-
da, no presiente el porvenir.;, dée, se han secado ya tus lágrimas?
¿Caminas armada al frente de nuestros
E l mortal á quien Dios inspira camina guerreros? Si el honor, si la fé no es u n
con fé y con entusiasmo hacia el porve vano fantasma, e n s é ñ a m e q u é palacios
nir; solo lanzándose al abismo se puede reemplazaron á las c a b a ñ a s de tus caba-
sondear su profundidad. Se prepara para lleros rústicos.
el sacrificio; sabe que la felicidad del v i
ció la expía el inocente; y es u n profeta
que se presta á morir, teniendo la prisión A y de mí! no te olvidas de aquellos
por santuario y el cadalso por trípode. dias desventurados; olas de sangre corren
por tus surcos, y los piés de los corceles
huellan el polvo, que es la ceniza de tus
"Debías haber nacido en la p á t r i a de
ciudades. Los que no te pudieron vencer
los Abbas y de los Cosroes, donde b r i l l a
por medio de las armas, buscaron para
el sol en u n cielo sin nubes, donde crecen
satisfacer su coraje el apoyo del infierno;
los aloes y el mirto; allí, sordo á los
y rodando en tus llanuras en torrentes
males que t ú deploras, el poeta v é i n -
de humo, vasto incendio persiguió á t u
diferente nacer y morir sus días; allí la
ejército, que solo h u y ó de él.
saloma, que aman los que pulsan la lira,
"leva á las vírgenes dulces mensajes, en
os que el amor habla con las ñores. „ II.

Nada me importa que los demás pre E l Loira vió entonces en sus desiertas
fieran reposo indigno á celestial martirio: playas reunirse las tribus de los venga-
yo aspiro á la gloria, y sé que á ella no dores de nuestros reyes; del pueblo que
se llega por el camino de la felicidad. E l solo lloraba, por haber perdido el trono,
alción, cuando el Océano ruge, tiene mie- al pié de la cruz. Algunos ancianos
do que los vientos turben las ondas que huian a l ver sus casas ardiendo; huian
mecen su tranquilo sueño; pero el á g u i con niños y con mujeres, seguidos de los
la, que es hija de la tempestad, á través héroes que quedaban vivos, llevándose
de las nubes, levanta el vuelo hácia el sol. con ellos á la p á t r i a desterrada; porque
Marzo 1821. al salir de allí solo dejaban un país sem-
brado de cadáveres y de verdugos.
OIDJL S E G U N D A .
E n aquellos momentos de divino deli-
rio aparecióse entre aquellos bravos sol-
lia Vendée. dados u n anciano sacerdote, como santo
que viene á hablar del martirio á los án-
Ave Gsesar morituri te salutant.
geles de los combates; tranquilo al pro-
clamar siniestros presagios, los recuerdos
I. de las antiguas edades se despertaron en
"¿Quién de nosotros al visitar una urna „su frió corazón; y al anunciarles la suer-
ciueraria no ha encontrado a l g ú n amigo | te que debían esperar, parecía que sona
ODAS Y B A L A D A S . 11
ba la voz del porvenir en sus palabras, ramando l á g r i m a s , se parasen hambrien-
llenas del pasado. ias en el umbral de l a puerta de u n
iavorito poderoso, recordando al implo-
III. rarle que perdieron al h i j o , a l esposo
y al padre, á los que no creian sobre-
vivir;
"Más allá del J o r d á n , después de cua-
renta años, anunció Dios la tierra de
promisión á los hijos de Israel; m á s allá
;;Si pobre y abandonado, el ciudadano
de sus olas, después de algunos dias, el
loí, mientras el traidor enriquecido se
Señor os promete el cielo. Estas playas
mrlara de su fe, oyera en el Senado ca-
no volverán á ver vuestras falanges lumniar su celo por su presunto rey; si
errantes. Dios, en ardientes llanuras, 3ara colmar la afrenta, u n magistrado
os prepara lejana tumba; vuestro astro injusto, cubriendo con augusta m á s c a r a
debe extinguirse, estando apenas en la el abuso de un poder insolente, por sos-
aurora; pero Sansón, al morir, consiguió pechas viles le pidiese las armas con las
derribar las columnas del templo.
ue logró la primera conquista y que son
uizá su ú l t i m a esperanza;
„Vuestros guerreros perecerán; pero
siendo heróicos, si no pueden castigar,
s a b r á n vengarse; porque verán huir á ;;No t e n d r í a m á s remedio que resig-
esos terribles soldados ante el extranjero. narse. E n su crimen triunfante, el impío
No moriréis todos á manos de valientes; dichoso insulta al fiel que sufre; pero el
unos, desde naves homicidas, serán arro- lombre justo debe tener presentes los
jados á las movibles olas; otros p a s e a r á n delitos de nuestros padres y pensar en lo
huesos insepultos, y o c u l t a r á n sus muer- que sufrió Dios al morir. E l Señor con-
tos en sitios desconocidos para que no siente algunas veces que triunfe el vicio;
los vean los vivos. consiente t a m b i é n algunas veces que el
inocente derrame lágrimas; con frecuen-
cia, para conseguir sus designios, se vale
„Y vos, j ó ven jefe arrebatado por la ;3ios de e x t r a ñ o s medios y concede á
victoria á los azares de Mortangne y á S a t a n á s infernales a l e g r í a s y á la V i r g e n
los peligros de Saumur, el honor de ha María santos dolores.,,
beros muerto en un combate sin gloria
h a r á célebre á u n hombre desconocido.
Pocos de los vuestros, después de tantas IV.
guerras, volverán á ver el sitio que ocu
paron sus hogares, y los que vuelvan, A l llegar a q u í el anciano calló. Sin
adornándolos con sus armas ociosas, es dar crédito á sus palabras, dejaron aque-
p e r a r á n que Dios vuelva á traer las llas riberas, para no volver á verlas ya,
lises, que preferirán á los laureles. creyendo que se equivocaba el sacerdo-
te, cuyo espíritu presentía el porvenir.—•
De este modo, escaso de soldados, pero
„¡Vendée, noble tierra, triste p á t r i a con gran renombre, el resto de un ejérci-
debes pagar m u y cara la vuelta de tus to ilustre se fué tras su bandera destro-
reyes! Antes que en nuestras riberas zada, y aquellos ú l t i m o s franceses, lejos
crezca la flor querida, t u sangre las ro de su templo enlutado y de sus c a b a ñ a s
ciará dos veces. Pero t a m b i é n , cuando incendiadas, fueron á conquistar las
llegue el dia en que, reunida la Europa tumbas.
rompa los retoños del árbol de l a t i r a n í a 1819.
los reyes se j a c t a r á n de sus campamen
tos, de sus inmensas flotas, y solo el rey
cristiano p o n d r á en l a balanza el h u m i l
de acero de los antiguos bretones.

„Si alguna vez, después de esos tiem


pos de embriaguez, hiriendo el corazón
del héroe olvidado, una voz insultante
ofreciera á su desgracia el dón de l a pie
dad; si su madre, su viuda ó su hija, der
12 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Habla, y sus lictores hacia el recinto


::atal arrastran á los desgraciados que su
ODA. T E R C E R A .
::uror señaló; abren las puertas con es-
truendo, y tres vírgenes, modelos de
I^as v í r g e n e s de V e r d u n . gracia y de pudor, rodeadas de sus com-
)añeras, aparecen entre los soldados.
Le prétre portera 1' ¿tole blanche et 51 pueblo calla, extremecido en silencio,
noire y de su esclavitud y de sus dolores se
Lorsque les saints flambeaux pour distrae posando en l a inocencia sus m i -
vous s' allumeront;
Et, de leurs longs cheveux voilant radas, cansadas del crimen y e m p a ñ a d a s
fronts d1 iroire, por el llanto.
Les jeunes filies pleureront.
A. GUIRAUD.
Cuando esas jóvenes, cobardemente
acusadas, avanzaban entre cadenas há-
I. cia los jueces que las condenaban á
muerte, ¡no se derribaron las paredes y
¿Por q u é me presentáis la l i r a , ligeros las bóvedas de aquel recinto y no se
espectros? Qué queréis de mí? F a n t á s t i hundieron aquellos m ó n s t r u o s en el i n -
cas bellezas, ¿me anuncia vuestra cólera fierno! ¿Qué h a c í a n entre tanto nuestros
esa l ú g u b r e sonrisa? Sobre vuestras t ú guerreros?... Su bravura e n g a ñ a d a pres-
nicas brillantes, ¿por q u é flotan vuestros taba el socorro de sus aceros á los p u ñ a -
velos de crespón? ¿Por q u é veo con guir les viles, y salvaban á los verdugos que
naldas las cadenas y las rosas t e ñ i d a s de manchaban sus combates. A l mismo
sangre? tiempo presenció l a Francia u n dia de
oprobio y un dia de gloria, viendo á
Moreau subir en el carro del triunfo y
Hetiraos; volved á entrar en los abis- viendo á su padre subir en el carro de
mos sombríos... ¿Qué significan esas tres la muerte.
tumbas? ¿Qué significa ese horrible car-
ro cargado de víctimas? Oigo cantos
mortuorios y oigo voces gozosas. Ocul
Cuando nuestros jefes, rodeados de
tadme ese carro que se para; veo caer
soldados extranjeros, cubriendo nuestros
lentamente un hierro... veo correr la cipreses de laureles, llevaban sus bande-
sangre... V á á saltar sobre mí? ras lentamente hacia P a r i s , Federico
hacia Verdun dirigía sus guerreros. Ver-
¿Venís á despertar el remordimiento dun, primera fortaleza de l a Francia
en m i alma? No soy culpable de esa oprimida, creyó que saludaba al ejérci-
sangre. H u i d , vírgenes; huid, familia to de u n rey libertador; en vano dicta-
desventurada. Cuando moristeis no ha ban en contra suya horribles leyes; Ver-
bia nacido yo aun. Q u é exigís de mí? dun se vistió su traje de gala, y, libre de
L l o r ó vuestra desgracia, ¿y debo expiar cadenas, ofreció su conquista al monar-
t a m b i é n los delitos de mis padres? ¿Por ca vengador de los reyes.
q u é t u r b á i s m i reposo? ¿Por q u é me en
tregais l a lira extremecida? Pedid cantos Entonces, vírgenes, vuestras manos,
á m i voz inocente, pero dad remordimien con las guirnaldas del triunfo adorna-
to á vuestros verdugos. ron á los vencedores, y este fué vuestro
crimen. E l hacha fatal se ocultaba á
II. vuestra vista entre flores. E n vez de ven-
garos, cuando nuestros desterrados, des-
Dentro de muros llenos de multituc afiando la muerte y l a indigencia, com-
sangrienta se sienta el sombrío t r i b u b a t í a n á nuestros tiranos, que aun no
nal. E l acusador se levanta, y sus labios estaban seguros, vuestros nobles cora-
temblorosos se agitan con infernal son zones compadecieron t a n nobles mise-
risa. Es Tainville; en nombre de l a pa- rias, y vuestro oro socorrió á los que
t r i a se le vé excitar a l crimen á esa fueron nuestros hermanos y no eran
horda de asesinos, que son jueces á su nuestros enemigos.
vez; el deseo de verter sangre le ator-
menta, y su voz homicida, á l a hacha hu-
meante señala las cabezas elegidas. ¿Ese tratado glorioso, que hizo t r a i -
ción á sus hermosas almas, será l a sen-
ODAS Y B A L A D A S . 13
tencia de su muerte? No, que el acusa- el carro, los patíbulos fúnebres se me
dor, ante su puro aspecto, se avergüen- aparecieron en las tinieblas, y todo esto
za. Desea, vírgenes, á costa de un gran entró luego en la noche de los siglos re-
sacrificio, callando vuestros beneficios, vueltos; las vírgenes levantaron el vue-
libraros del suplicio; cree castos vuestros hácia la aurora naciente; me encon-
corazones, que el temor abate; aceptad t r é solo y seguía llorando, cuando m i
lo que os propone, manchaos con u n ira de]ó de cantar.
delito, y el infame areópago absolverá Octubre 1818.
vuestras virtudes.

Decidme, t í m i d a s vírgenes; ¿quién tro- OD^L CUA.R.TA..


có en orgullosas vuestras miradas tier-
nas, quién hizo caer de vuestros ojos Quiberon.
húmedos las l á g r i m a s generosas de la
cólera? Conozco en vuestro valor que Pudor inde etmiseratio.
aun cuando el opresor, que os ultraja, TÁCITO.
os hubiera condenado á la v e r g ü e n z a de
aceptar el beneficio, siendo culpables de
I.
haberos compadecido de los franceses,
nunca os hubierais atrevido á negar u n
hecho tan noble y para él tan criminal. Se revela el maldito por sus propios fu-
rores, en el demonio vencedor se vé a l
ángel proscripto; el anatema eterno que
Pero todo terminó: ya en el l ú g u b r e 'e persigue está escrito en sus propios
recinto ha resonado la sentencia que éxitos. Reina en nosotros, cuando o l v i -
pronunció el furor. E l pueblo temeroso, damos el camino del cielo, en los dias en
que la escucha, exhala su horror con vago que Dios nos hace que pensemos en el
murmullo. Volved á pasar algunas ho infierno, dias sangrientos que, consagra-
ras todavía en los siniestros calabozos, dos al triunfo del crimen como siniestros
oh vírgenes!; rezad en ellos sin sobresal rayos escapados del abismo, aparecen en
to, que vuestras almas no deben tener el universo.
remordimientos; que os corten las lar
gas cabelleras, en las que las manos de
vuestras madres entrelazaban flores fres Poetas que, siempre lejos del siglo en
cas, sin ver que mezclaban con ellas las que vivimos, cantáis las aflicciones y los
adormideras de la muerte. males merecidos, buscando atentados
que nadie haya referido; si alguno se os
acerca elogiando á la j ó v e n Francia, ce-
Pronto esas flores a d o r n a r á n vuestras lebrando nuestra tolerancia, nuestras
cabezas; los ángeles os devolverán esos h a z a ñ a s , nuestra época fecunda en bene-
símbolos misteriosos; vuestro himno mor ficios, estad contentos; leed nuestras re-
tuorio será un himno festival que las vír cientes historias, evocad nuestras v i r t u -
genes del cielo repetirán en sus cánticos des, interrogad á vuestras glorias, que
Iréis á ver de cerca en esos coros de la podréis elegir entre delitos.
inocencia á Carlota, segunda Judit, que
nos vengó de antemano; á Carotte, á E l i
sabet, tan i n ú t i l m e n t e desgraciada, y á la No he recibido yo de la Musa fúnebre
Sombreuil, que descubrió con su palidez vuestra lira de bronce, cantores de los
repentina que l a sangre helada de los remordimientos; pero quisiera deshonrar
muertos circulaba por sus venas: veréis á los verdugos que elogian y vengar l a
á esas mártires, cuyo incienso complace causa de los muertos. Quisiera turbar
al Mártir divino. por u n momento al ingenio impuro, de-
tener su gloria impune, que conduce á
la inmortalidad, como antiguamente u n
III. griego, solo, á pesar de los vientos, retu-
vo con sus brazos intrépidos el esquife
A n t e m i vista vagan resplandores que q u e r í a n arrastrar las olas.
sombríos y turban visiones mis senti
dos espantados; espectros sobre m i fren II.
te balancean en la oscuridad largos y
sangrientos sudarios. Las tres tumbas Quiberon vió en otro tiempo, en las
OBRAS D E VICTOR HUGO.

playas solitarias, á los asediados france- m e n t ó rebelde, a l morir u n soldado fiel á


ses prepararse para morir; después, ante su príncipe, u n sacerdote fiel á su Dios.
los dos jefes, callar el c a ñ ó n humeante y
abrirse las desarmadas filas. Por salvar á
sus soldados, uno de los dos jefes ofreció III.
su cabeza; el otro l a aceptó como prenda
de este tratado inhumano, y n i n g ú n Vosotros por quienes vertió el jefe su
guerrero creyó falsa esa promesa, porque sangre expiatoria, bendecid al Señor,
ante las banderas, testigos de la palabra celebrad al m a g n á n i m o Sombreuil; el
e m p e ñ a d a , los dos jefes se dieron la que asciende al cielo tan gloriosamente
mano. no necesita cantos de duelo. Desterrados,
vais á volver á vuestra patria; cautivos,
gozareis de libertad en el porvenir; de
L a fiel falange entonces e n t r e g ó las vuestros luengos infortunios cantad el
armas y se pusieron en marcha; u n ejér- fin próximo; van á abrirse vuestras pri-
cito la custodiaba, y el pueblo corria llo- siones, van á libraros de las cadenas;
rando de a l e g r í a al ver que aquellos vuestro destierro v á á terminar.
bravos se salvaban de la muerte. I b a n
pisando como vencidos los campamentos
de sus antepasados; y u n antiguo templo Así fué: abrieron con estruendo la
sin sacerdotes recibió á los vengadores puerta de la cárcel; apareció un estan-
de los reyes; pero hasta el modesto altar darte ensangrentado y flotando, y jefes
faltaba en aquel templo, y en vano, para y soldados se amontonaron hácia él, i n -
que les sirviera de consuelo en la santa vocando la libertad. Con regocijo se cre-
prisión, sus ojos buscaban un crucifijo. yeron libres los cautivos; algunos se
apresuraron á seguir á los verdugos sin
desconfianza. "Adiós, gritaban, adiós; se
Todos rezaban juntos y con voz dolien acabó nuestro sufrimiento; vamos á ver-
te, golpeándose el pecho, gemian de ro- nos libres y en Francia.,,—Pero d e b í a n
dillas. Uno solo no lloraba en la t r i b u volverse á ver en otra parte.
cautiva, el que iba á morir por todos;
Sombreuil, su jefe. Anticipó la hora de
su muerte, siendo muy jóven y sonrión- Pronto, hasta las prisiones en las que
dole la esperanza. Con fervor saludó al los cautivos rezaban llegó sordo extré-
suplicio, rodeado de aprestos funerarios; pito, que el eco repetía; ¿lo p r o d u c í a n los
que es digno de un buen cristiano morir fieros vencedores que libraban á sus
por libertar á sus hermanos, imitando al hermanos y que c u m p l í a n el tratado?
Salvador. Aquel ruido sorprendió, sin asustar, á los
proscriptos, porque ninguno de ellos
comprendía que se pudiera faltar á los
"Q-uerreros, cesad de llorar y de repro- juramentos, y decían los vencidos: "Vues-
char m i proceder, ya que m i muerte tra fó nos protejo,,.—Y en vez de respon-
es vuestra salvación y evito que por vos derles, u n m o n t ó n de soldados los arras-
otros lloren vuestros amigos y vuestros tró h á c i a cuerpos humeantes.
p r ó g i m o s . Rompiendo vuestras cadenas
rompo t a m b i é n las de m i vida efímera
conservad vuestros dias preciosos para A la luz sucedió l a oscuridad y á la
vuestras esposas y para vuestras madres noche la aurora; y para i r á morir, atra-
Vais á adquirir l a paz, la libertad y la vesaban l a ciudad los crédulos proscrip-
vida; no os envidio la felicidad de que tos ante el pueblo espantado. Cada uno
gozareis, pero en cambio no me envidiéis de ellos referia á sus compañeros de mar-
el cielo.;, tirio las desgracias que h a b í a n sufrido, y
todos s u c u m b í a n , sin miedo, silenciosa-
mente, sintiendo solo que para inmolar-
E l tambor siniestro a n u n c i ó su ú l t i m a los se hubiera cometido un perjurio.
hora: los verdugos estaban preparados
Sombreuil p a r t i ó . Su hermana no estaba
allí para libertarle, y el héroe se convir- A fuerza de hachazos caen derribadas
tió en m á r t i r . E x h o r t á n d o l e con la voz y las encinas; el cazador v i l , en el antro
con su santo ejemplo, le a c o m p a ñ ó un oscuro, ahoga arteramente a l león enca-
obispo hasta el funesto lugar, con l a idea denado, que sorprendió durmiendo. Lar-
de que el vencedor viese en su campa go tiempo duró la matanza de l a inde-
ODAS Y B A L A D A S . 15

fensa t r i b u , cuya muerte presenciaba l a tierra; en los ojos llevaba marcado el


Francia; de la t r i b u que sirvió de jugue- signo austero de la desgracia; sus cabe-
te á los verdugos triunfantes; como en I o s blondos flotaban sobre su faz pálida,
los tiempos antiguos al pió de ídolos i m - y las vírgenes del cielo, entonando can-
puros, una viuda vió espirar á sus siete cos de alegría, unian en su cabeza á las
hijos, uno tras otro, sufriendo horribles jalmas del m á r t i r la corona del ino-
torturas. cente.

¡Esas eran las virtudes de u n Senado II.


que mereció elogios! E l sombrío espíritu
del m a l se sonrió cuando le creaba; pero Voces que se oian entre las nubes le
ese cuerpo de cien brazos, al que daba decían:—^ J ó ven ángel. Dios sonríe al
fuerza nuestro espanto, llevaba en su ver t u gloria cándida; ven, llega á sus
seno el vacío, y el coloso de hierro se d i - brazos, para no abandonarlos ya; serafi-
solvió en el fango. L a a n a r q u í a cree que nes, profetas, arcángeles, que entonáis
sus obras t e n d r á n larga duración; pero las alabanzas del A l t í s i m o , inclinaos
ese P y g m a l i o n , con sus frivolos traba- ante ól, que es rey; cantadle, que es
jos, no consigue dotar de vida á los hor- mártir.;,
ribles ídolos que crea para adorarlos.

IV. •—^"Dónde he reinado? p r e g u n t ó el jó-


ven; fui prisionero, pero no rey. A y e r me
Dícese que en nuestros dias acuden quedó dormido en la cárcel de una torre
llorando á rezar al campamento fatal, sombría. Dónde he reinado, pues? Señor,
donde están enterrados aquellos guerre- d e c í d m e l o . M i pobre padre m u r i ó de
ros, las vírgenes, los soldados jóvenes y muerte cruel, sus verdugos me han he-
dignos y los ancianos encorvados. Acu- cho sufrir mucho; soy huérfano y vengo
den pidiendo indulgencia al cielo para á buscar á m i madre, que s o ñ a n d o he
aquellos verdugos, no acuden allí con visto en el cielo.,,
ideas de venganza; todos desean conse-
g u i r que se arrepientan, y en el pais de
aquellos antiguos bretones, testigos de Los ángeles respondieron:—^"Dios te
tantos crímenes, el peregrino, que v á á reclama y te saca del mundo impío
evocar á las víctimas, es t a m b i é n m u - para traerte a q u í . Huye de ese mundo
chas veces m á r t i r . insensato en el que escarnecen á la cruz,
en el que el regicidio llega hasta el pa-
Febrero 1821.
tíbulo, en el que el asesinato, ávido de
horrores, escarba las tumbas para ver si
en ellas encuentra reyes. „
ODA. QUINTA.

•—^"¿Será verdad que he acabado de v i -


Luis XVII. vir, que he sufrido todos los dolores que
correspondían á m i existencia? ¿Será ver-
Gapet; eveille-toi! dad que de este sueño celestial no v e n d r á
m a ñ a n a el carcelero á despertarme en la
prisión? Estaba cautivo y rezando para
I. que mis tormentos finalizasen pronto;
h a b r á oido Dios mis súplicas? No sueño?
¿Se ha roto la cadena de m i vida y al-
Las puertas de oro del cielo se abrie
canzo la dicha de morir?...
ron; del Santo de los Santos se vió res
plandecer el nimbo ardiente, que hizo
brillar por u n instante la celestial mora
da, y las luminosas falanges de los ele pignoráis c u á n t o he sufrido! Cada dia
gidos vieron llegar hasta ellos u n alma me traia nuevas desgracias, y cuando
joven, entre dos jóvenes ángeles, por de lloraba, no tenia una madre que me
bajo de los pórticos estrellados. compadeciese n i que secase mis lágri-
mas. De interminable castigo era yo la
moribunda víctima; arrancado de m i ta-
Era un hermoso niño que huia de l a llo, como tierno retoño, me proscribieron
16 OBRAS D E VICTOR HUGO.

m u y j ó ven, y yo ignoro q u é crimen pude sufrió grandes dolores, y m i Hijo, como


cometer en la cuna. tú, rey coronado de espinas, e m p u ñ ó un
cetro de caña.,,
Diciembre 1822.
„Conservaba, sin embargo, en la me-
moria recuerdos agradables de tiempos
m á s felices, y durmiendo oia vagos ru-
mores de gloria, y veia pueblos gozosos O D A S E X T A .
velando alrededor de mí. U n dia esos re-
cuerdos desaparecieron en un sombrío
misterio; v i huir de m í el porvenir pro- A l r e s t a b l e c i m i e n t o de l a e s t a t u a de
metido á m i destino, y me quedó siendo Enrique I V .
solo u n n i ñ o débil y aislado en el mundo
y rodeado de enemigos. Accingunt onmes operi pedibusque
rotarum. Subjicinnt lapsus, et stupea
vincula eolio intenílunt. Pueri circum
innuptoeque puelloe, sacra canunt, f u -
„Me encerraron vivo entre murallas nemque manu contingere gaudent!
funerales, y mis ojos, llorando incesan- VIRGILIO,
temente, no volvieron á ver l a luz del
sol; pero os encuentro, hermanos mios,
á n g e l e s que con frecuencia os habéis I.
aparecido en mis sueños. Señor, mis dias
se han marchitado en sus manos asesi- Se elevaban en lejanas edades gran-
nas; no seáis sordo como ellos á mis sú- diosos monumentos, que eran l a esperan-
plicas, que yo vengo á interceder por za de cien reyes gloriosos, y m á s tarde se
ellos.,. derrumbaban las frágiles i m á g e n e s de
os frágiles semidioses. U n pescador de
as riberas del Pireo huella la e s t á t u a
Los á n g e l e s le dijeron:—^El cielo se ignorada de Alejandro en el piso del Par-
abre para tí, sigúenos; en t u hermo- :henon, y los primeros rayos de la na-
sa frente haremos brillar una estrella ciente aurora interrogan t o d a v í a inútil-
Toma las alas de azur de los querubi mente en el desierto dónde existen las
nes, y vendrás con nosotros á mecer al ruinas de Memnon.
infante que llora, ó en su ardiente mora-
da irás con soplo luminoso á rejuvene-
cer los soles.„ ¿Pretendían acaso en su soberbia que
el bronce inanimado les hiciera inmorta-
III. les? Quizás m a ñ a n a el tiempo s e p u l t a r á
entre la yerba sus altares imaginarios.
E l proscripto puede á su paso reempla-
De repente cesó el coro celestial, que zar al ídolo, y en los pedestales del Capi-
los elegidos escuchaban; inclinó el niño tolio, Sila destrona á Mario. Es imposible
los ojos e m p a ñ a d o s de l á g r i m a s ; en el oponerse á los ultrajes de l a suerte i n -
fondo de los cielos mudos, los mundos se fausta, y el sábio, de la afrenta que hace
pararon, y la voz eterna habló de este extremecer á Teodosio, se sonríe con De-
modo en el infinito: metrio.

"Oh rey! te he preservado de la gran-


deza humana; por huir del trono te has Del héroe, muchas veces l a i m á g e n
querida y augusta hereda el respeto que
refugiado en las cadenas; hijo m i ó , ben
dice tus reveses, que consiguen que no merecían sus virtudes; Trajano domina
conozcas la esclavitud suprema de los aun los campos que cubren de Tiberio
reyes; que así al menos no ha oprimido los templos derribados. Con frecuencia,
la diadema t u frente, si los grillos hancuando en el horror de las discordias
oprimido tus piés. civiles el terror se cernía sobre las ciu-
dades, á los gritos de los pueblos revolu-
cionados, el héroe que representa el már-
„Te ha encorvado el peso de la vida mol inmóvil, detenia de repente con sus
siendo niño, y sin embargo, el mundo miradas tranquilas á los bandos espan-
habia rodeado t u cuna de envidias y de tados.
esperanzas: ven á mí; t u Supremo Señor
ODAS Y B A L A D A S . 17
cesado coloso; unamos nuestros esfuerzos
II. á los esfuerzos de los demás: nada i m -
porta que mis brazos se pierdan entre los
¿Están acaso t a n lejos aquellos años de la multitud; Enrique me vé desde el
de nuestra historia en los que Paris se cielo. Todo un pueblo consagra ese bron-
atrevió á levantar las manos contra su ce á t u memoria, oh bravo caballero, r i -
príncipe? ¿ E n que de Enrique I V , n i la val de los Bayardos y de los Duguesclin:
memoria n i las virtudes pudieron des- del amor de los franceses recibe esta
armar á los ingratos? Destruyeron su noble prueba; debemos que te se consa-
merecida estatua, y una horda alucinada gre esta e s t á t u a al dinero de las viudas y
m u t i l ó el bronce derribado; y sin embar- al óbolo de los huérfanos.
go, hollando de los muertos el sagrado
asilo, su sacrilega mano buscaba en l a
arcilla el molde de la frente helada. No dudéis que la presencia de esa
i m á g e n augusta d i s m i n u i r á nuestros re-
veses y h a r á nuestra felicidad m á s fácil.
¿Querían acaso poseer un retrato m á s Dad gracias á Dios de que os permite
fiel del héroe, cuyos beneficios pagaron poseer l a i m á g e n de u n rey justo y te-
odiándole? ¿Querían, reprochándose á sí ner un francés m á s entre vosotros. E n
mismos su furor criminal, devolvérnosle lo sucesivo, cuando corramos á l a glo-
m á s parecido? No; fué poco para ellos ria, vendremos á inspirarnos en sus ojos,
destrozar su imágen; su rabia les condu- y Enrique recibirá nuestra fé, y cuando
j o hasta el extremo de ultrajar y de des- refiramos sus virtudes, nuestros hijos no
trozar su féretro. Hicieron como el tigre, i r á n ya á preguntar á nuestros padres
que turbando el desierto con sombrío cómo sonreía el buen rey.
rugido, por entretenimiento trata de de
vorar l a sombra del cadáver que royó. IV.

Jóvenes amigos, bailad alrededor de


Entristecido por estos recuerdos, sen- la estátua; confundid vuestra a l e g r í a
tado cerca del Sena, me decia á m í mis con vuestros cánticos, que Enrique, cuya
mo: " E l Sena riega aun á I v r y , y han bondad está impresa en esas facciones,
pasado ya las corrientes de la época de bendecirá vuestro júbilo. Cuando á los
nuestros padres, en las que se reflejaban tiranos se erigen monumentos, que ter-
las facciones de Enrique I V . No veré minan después de muchísimos años los
mos ya nunca la veneranda i m á g e n del trabajos de los pueblos esclavos, es m u y
rey que á l a Francia llorosa evitó la grato contemplar l a e s t á t u a de u n rey
muerte; sin saludar á Enrique iremos á querido, del rey que l a Francia se com-
entrar en las batallas, y en nuestras m u place en recordar.
rallas v e n d r á el extranjero á buscar u n
héroe y no lo encontrará.,,
Que el fiero conquistador de l a Persia
III. envilecida, cansado de grabar sus fac-
ciones en frágiles metales, amenace en
D ó n d e corréis? ¿Qué es ese ruido que el acceso de su vasta locura imponer su
nace, crece y avanza? ¿Quién lleva esas forma a l monte Athos; que u n F a r a ó n
banderas, insignias de nuestros reyes? cruel, en su soberbia demencia, cubra
¿Qué es aquella masa lejana y numero con inmenso obelisco su inútil cadáver;
sa, que en su inmensa marcha parece sus nombres m o r i r á n , y m u y pronto, a l
que v á á hundir la tierra con su peso? extranjero que se pierda en aquellas lla-
R-espondedme... Cielos, es él!... Conozco nuras áridas, le proporcionará solo el be-
su noble fisonomía... E l pueblo, orgullo- neficio de la sombra que proyecten las
so de su conquista, repite á coro su ido pirámides.
latrado nombre. A n t e la pública embria
guez, cállate, l i r a mia; ¿qué valen tus
conciertos comparados con los cantos de Si, pasando el tiempo, llegase u n dia
a l e g r í a que entona l a Francia á los piés en que por circunstancias fatales se
de Enrique I V ? arruinase y desapareciese el modesto
monumento de Enrique I V , l a memoria
de ese rey viviría siempre en nuestros
Arrastrado por m i l brazos rueda el ¡corazones; mientras que las m o n t a ñ a s
TOMO y .
I . 3
18 OBRAS D E VICTOR HUGO.

altivas del Nilo, cubriendo el polvo de Sentenciados por u n Senado sanguina-


muchos reyes, atestiguan el paso del rio, perecieron en el p a t í b u l o , su madre
tiempo y de la muerte, y solo son ya como reina y su padre como héroe; vió
para el sábio que las contempla la ruina perecer en la cárcel á su hermano m á s
de una tumba. jó ven, sin poder encontrar á sus verdu-
Febrero 1819. gos. Y cuando la mano de los reyes co-
ligados rompió sus cadenas, durante mu-
cho tiempo en riberas lejanas, estuvo
ODA. S E P T I M A . ausente de nuestras costas desoladas, y
regresó á Francia después de tantos su-
frimientos, para convencerse, al entrar
L a m u e r t e d e l d u q u e de B e r r y . en el palacio de sus padres, que aun le
quedaban desgracias que sufrir.
Le meurtre, d' une main violente
brise les lieux les plus sacres, la mort
vient enlever le jeune horame floris-
sant, et le malheur s1 approche com- Estaba allí t a m b i é n una esposa...
me un ennemi ruse au milieu des ¿Quién podrá describir la fuerza y la
jours de féte.
SCHILLER. ternura de su amor asiduo? ¿Y quién
Dodrá expresar su sufrimiento al perder
completamente la esperanza? ¡G-rande
I. fué t u regocijo, oh virgen de Sicilia!
cuando en otro tiempo uniste t u destino
Moderemos los transportes de la i n - con el del duque de Berry! Te reservaba
sensata embriaguez, porque no hay m á s el infortunio, cariñosa princesa, al regre-
que u n paso de la a l e g r í a al dolor, y la sar á Francia, trocarte el velo del hime-
muerte se complace en posar su mano neo por el crespón de la viudez.
fria y pesada sobre frentes coronadas de
flores. M a ñ a n a , humildes, inclinando la
cabeza, el vano recuerdo de nuestros re- Berry, cuando celebrábamos t u envi-
gocijos casi será para nosotros u n remor- diable conquista, nuestros cantos des-
dimiento; nuestros goces se t r o c a r á n en pertaron al d r a g ó n adormecido; la Anar-
pompas funerales; porque en la vida, el quía, g r u ñ e n d o , l e v a n t ó la cabeza, y el
himno de las saturnales sirve de prelu mismo infierno se extremeció. A su rugi-
dio al cántico mortuorio. do, de repente, en las tinieblas, Clement
lanzó gritos fúnebres, R a v a i l í a c a g u z ó
II. el puñal; y el m ó n s t r u o , extendiendo sus
dos alas lívidas, a l oir los aplausos de
H u y e de los banquetes, d á tregua á los regicidas, salió del fondo del i n -
t u loca alegría, triste Paris; aparta la fierno.
vista del circo, en el que se ven unidos
los acordes de la lira á los prestigios de
las artes. Coros, interrumpios; bailes l i E l demonio, dirigiendo á la tierra su
geros, cesad; trocad en antorchas funera- vuelo funesto, quiso, destrozando las
les las l á m p a r a s de las fiestas; en este lises que tantas veces m a r c h i t ó , agotar
recinto, tras la puesta sangrienta del sol, de u n solo golpe el resto de la sangre
oigo u n sacerdote, que con voz tembloro- que producía buenos reyes; y mucho
sa reza el canto de difuntos. tiempo hacia que el confidente descono-
cido, que a r m ó con el p u ñ a l para que
Bajo artísticos artesones, cerca de u n cometiese el crimen, iba espiando á la
lecho en el que extendido suspira un mo- víctima, hasta que el cielo permitió que
ribundo, se vé el atónito cortejo rodear realizase su infame atentado.
á una familia augusta, que es v í c t i m a
de l a desesperación. Se vé allí á un pa-
dre arrodillado, á u n hermano llorando y B r i l l a el puñal... se oye lanzar u n gri-
á una hermana, á la que no quedan l á - to... volad á socorrerle... se ha cometido
grimas para calmar tan sombríos dolo- el crimen... la duquesa corre á buscar á
res, porque sus muchas desgracias, á p e su esposo palideciendo, y sostiene en sus
sar de su juventud, en sus ojos, que brazos a l duque, que rocía con sus lá-
inflama varonil coraje, han secado e' grimas, y cuya sangre la inunda. No
manantial del llanto. hay esperanza de salvarle... E l l ú g u b r e
silencio de todos los presentes así lo i n -
ODAS Y B A L A D A S , 19
dica... Asistidle, Señor, en ese momento fancia, al que el viejo Conde, próximo á
supremo, que vuestros cuidados lo dulci- abandonar el mundo, legó el deber de
ficarán. protector. De los reyes que reverencia
Francia, las sombras se extremece-
Monarca de cabello cano, apresúrate; r á n sobresaltadas al ver al duque de
el tiempo apremia; un Borbon v á á re- Berry; dos héroes llorarán al ver extin-
unirse con sus antepasados; acude al guidas sus razas, y el vencedor de I v r y
lado de t u hijo, que era la esperanza de confundirá sus clamores con los del ven-
t u vejez, que es t u mano l a que ha de cedor de Hocroy.
cerrarle los ojos. Bendijo á su hija, que
arrebataron á su cariño; después aban- A l saber Borbon el crimen cometido,
donó las vanidades del mundo; cuando corriste desolado á socorrer á Artois,
vivia, perdonó á la p á t r i a la injusticia Dorque t ú conoces las angustias que se
con que le trató, y su ú l t i m o suspiro, dig- apoderan del corazón de u n padre cuan-
no del Dios á quien reza, es t a m b i é n u n do vé á su hijo inmolado prematuramen-
grito de perdón. te. Pero pronto, vacilante en t u marcha
incierta, el horrible recuerdo de Vincen-
V é su magnanimidad, pueblo desola- ne se apareció á t u memoria y te hizo
do, y llora, y levanta hasta el cielo tus Dalidecer de espanto; y Artois, en el do-
clamores; mientras vivió le desconociste; or general, parecia casi olvidarse de su
solo en su ú l t i m a hora se te ha revelado infortunio reciente, para compadecerse
el héroe. Para consolar á la viuda traed- de tus pasadas desgracias.
le la huérfana; entregad su hij a a Caro-
lina; l a naturaleza nunca pierde sus de- Y tú, inconsolable viuda, tras la bor-
rechos; pero cuando muere la esperanza rasca que te abate, espera dias serenos,
de u n raza fecunda, ¿quién podrá conso- espera suerte mejor; toma á t u hermana
lar á la Francia, que se queda viuda de Dor modelo, y que la grandeza de t u
sus reyes? alma sea proporcionada á la grandeza de
t u infortunio. Como ella, llorarás ante
Cuando sepan este funesto atentado, una urna funeraria; como ella, en el seno
nuestros guerreros, famosos por su valor, del santuario g e m i r á s ante u n a t a ú d . L a
van á lanzar gritos expiatorios, y la lidra de las facciones, que m a r c ó para
Europa, que se conmovía con el ruido t u hermana tantas épocas fúnebres, es
de sus victorias, v á á repercutir su dolor. t a m b i é n l a q u e te proporciona t u des-
¿Qué dirás tú, noble V e n d é e , tanto tiem gracia.
po b a ñ a d a en sangre? Tus pesares serán
inútiles, y te quedarás como la madre IV.
muerta de aflicción, que se sienta en el
lecho y llora inconsolable l a p é r d i d a de
su hijo. F r á g i l apoyo del v á s t a g o real, si so-
corriéndote Dios d á muestras de su po-
der, puedes salvar á la Francia, y de la
Pronto hácia San Dionisio, saliendo de hidra infernal burlar l a horrible espe-
todas partes, al toque de funerala de los ranza. Cuando la fatal serpiente, impul-
clarines, pueblo, sacerdotes y soldados sadora de nuestro primer delito, dedi-
seguiremos lentamente el cortejo fúne caba de antemano al infierno al hombre
bre. A y ! en otros tiempos, hollado San que perdió la primitiva desobediencia,
Dionisio por manos temerarias, las t u m para abatir de ella l a feroz arrogancia
bas de nuestros antepasados han pre el Señor hizo aparecer una mujer que,
senciado muchas profanaciones. ¡Ojalá débil y sin defensa, pisó la cabeza mal-
pueda esta víctima, dentro de aquellos dita de la serpiente.
muros profanados y entre las tumbas Febrero 1820.
vacías, descansar en paz!

III,

E l duque D ' Enghien se a s o m b r a r á en


las celestes esferas de ver llegar tan
pronto allí al amigo querido de su i n
20 OBRAS D E VICTOR HUGO.

yó, muriendo al golpe del p u ñ a l parrici-


da, u n héroe á las tumbas vacías y una
raza de héroes á su trono aislado.

Entre todos esos nobles fantasmas que


E l n a c i m i e n t o d e l d u q u e de B u r d e o s . ] eleve l a frente CO],onadaj que estó o r g u .
lioso en la morada santa el padre del rey
Leciei... prodigue en leur [^euH rec^en nacíclo- l a m a y sublime raza pro-
les mirades. La postante de Josepli , • J , i > . . - *
rentre dans la terre de Gissen; etcet- dUJO la Victima inmortal; asi misterioso
teconquete, dueauxiarmesdesvaía- ri0) naci(io en la alta m o n t a ñ a donde
Scus.neC0Úte Pasunelarineaux se forma el trueno, baja á fecundar la
CHATEAUBRIAND MARTYRS. | tierra, pero oculta su manantial en las
nubes.

I.
¡Honor a l retoño que l l e g a r á á ser
tronco! Enrique es u n nuevo Joas, sal-
¿Sabes, viajero, por qué, disipando las vado prodigiosamente, que á l a sombra
sombras de la noche, brillan innumera- del altar crecerá para vencer al destino,
bles claridades, por q u é inmenso vapor y llegará un tiempo en que embellecién-
enrojece el cielo, por q u é m i l rumores se dose Francia con sus virtudes, dirá á sus
escapan de la ciudad como concierto hermanas, como Cornelia: "He a q u í m i
vago y se elevan en los aires?... hijo, es m i mejor tesoro,,.

II. m.

Oh alegría, oh triunfo, oh misterio! Recibe del poeta el homenaje solem-


Acaba de nacer u n niño glorioso, el án- ne, objeto de las miradas del mundo, que
gel que prometió al mundo el m á r t i r que1 estás privado de las miradas paternales;
subió al cielo; el porvenir velado se nos nacido en el dolor y el sufrimiento!...
revela. ¡Dios salve á la nueva luz que Dios quiera que consueles á t u madre y
reanima á la antigua antorcha! ¡Bien ve- á la Francia, y, protegido por el A l t í -
nida sea t u primer aurora, niño que aca- simo, la corona no te atraiga l a des-
bas de nacer, tierna flor que brotas de1 gracia.
una tumba!...
Sonríe, huérfano, á las l á g r i m a s que
Nos lo concede Dios. L a campana, ba tu madre vierte; separa jugando el cres-
lanceándose en las torres del santuario pón fúnebre que vela t u cuna y lanza
como en dias festivos, nos l l a m a h á c i a el con él el pasado que aun nos entris-
templo. Nos lo concede Dios, el Dios de tece; sé para nosotros una aurora, de-
las victorias. E n l a morada de los a n t i vuelve á los franceses la a l e g r í a y al cie-
guos m á r t i r e s de l a gloria truenan los lo oscuro l a luz.
c a ñ o n e s , como en el dia del combate.

Sonriendo de esperanza, t u rey, con-


Su estampido, tan grato á tus oidos, sagrando el dia de t u nacimiento, te i m -
uniéndose al rumor de las voces que pone, antes que el santo bautismo, el
bendicen en las iglesias, ¿no te despierta, bautismo del Bearnais. L a viuda te pre-
durmiente de San Dionisio? L e v á n t a t e , senta á la huérfana. H á c i a t í , conducido
Enrique, que debe serte grato ver esa por la heroína, llega t u abuelo de blanca
cuna popular; acude, padre triunfante; cabellera, y la m u l t i t u d , bulliciosa y
besa al recien nacido, y prueba si t u vic- satisfecha, se agolpa en el Louvre, don-
toriosa espada pesa mucho en las manos de ayer silenciosa y triste entraba con
del niño real. paso lento.

Si está ausente, mora en el seno de los I Q-uerreros, pueblo, cantad; Burdeos,


justos. Indudablemente en este instante ¡ levanta la cabeza, que t ú fuiste la p r i -
hácia él avanza consolado el cortejo de mera ciudad que en los dias de la con-
sus augustos abuelos; porque él restitu- • quista, rindiéndote á las flores de lis.
ODAS Y B A L A D A S . 21
proclamaste t u fidelidad. Olvida tus
dolores, Vendóe, á quien el m á r t i r g u i ó
á los combates, que u n rey nace para la ODA. N O V E N A . .
Francia y u n soldado para t í .

IV. E l b a n t i s m o d e l d u q u e de B u r d e o s .

Volved á amarrar la nave á la playa; Sinite párvulos venire ad me,—


Veneiunt reses.
la viuda permanece entre nosotros, por- EVANGELIO.
que ya le parece m á s hermoso el cielo
de su patria adoptiva, y la esperanza la
encadena á la Francia: en los campos en
que cayó derribada la encina, Dios hace
crecer una frágil caña. E l amor retiene
á la cariñosa paloma, que necesita rezar ^¿Han llegado acaso los últimos tiem-
j u n t o á una tumba y velar j u n t o á una pos del mundo? decian los pueblos; nues-
cuna. tros pies en profunda oscuridad siguen
caminos desconocidos. D ó n d e vamos?
Qué fanal nos guia en la noche pérfida?
¿ P a r a q u é habias de regresar á t u pais ;S"os es propicio ó nos es funesto? ¿Es la
natal, princesa? P a r t h ó n o p e ultraja á su columna celeste ó es la llama del infierno?
antiguo señor; el extranjero, que iba á
Palermo por gozar de su clima, vé esa
ciudad turbada. Mesina está inquieta, y „Las tribus se separan de sus jefes, los
saliendo de la Sicilia, puesto sobre las rebaños rechazan á los pastores y los
armas, huye el extranjero de los san- cetros de los reyes se rompen contra las
grientos mares de ese E d é n , hoy fú- fasces de los pretores. Los tronos caen, el
nebre. altar se hunde, muchedumbre de faccio-
nes se j u n t a n en las playas de los mares,
y las ambiciones serviles, que como rep-
Permanece en Francia, hija de Sicilia; tiles estaban adormecidas, se levantan
por el pais del que hoy está desterrada como gigantes.
la felicidad, no abandones la tierra en la
que la flor de lis crece imperecedera; no
abandones á Francia por la tierra donde „Por desgracia, después de muchos he-
de los pueblos y de los reyes la saludable chos gloriosos, hemos cometido atenta-
unión no es el himeneo adúltero del tro dos inauditos, tan inauditos como acaso
no y de los partidos, de los campos y del no se ven en los siglos pasados. Por des-
altar. gracia, todos los signos nos revelan que
se acerca el día de nuestra sentencia so-
V. lemne. E l hombre se ha hecho acreedor
al fuego eterno y merece u n castigo pro-
No tememos el furor de las tempesta porcionado á sus crímenes.,,
des y afrontamos el horizonte amenaza
dor; los delitos de que nos creíamos c u l
pables los ha rescatado el inocente. E n Pero el Altísimo salió á su defensa
otros tiempos, cuando durante l a tor cuando los mortales t e m í a n que los
menta los marineros veian que el oleaje abandonase: el hombre puede agotar
furioso e n t r e a b r í a su frágil bajel, con las ofensas, pero Dios nunca agota el
fiando en la clemencia eterna, para sal perdón; hace que el impío se arrepienta;
var á l a nave suspendían de ella una en beneficio nuestro expía el olvido de
cuna. las leyes que nos dictó, siendo solo seve-
ro para sí mismo, y la v í c t i m a del Cal-
Octubre 1820.
vario es el único que aplaca a l Dios del
Sinaí.

11.

Nos salva otra vez por medio de una


cuna. E l mundo no se atreve á entrever
la aurora de l a dicha, aunque Dios ha-
OBRAS D E VICTOR HUGO.

ya castigado las provocaciones de los da, y apenas ha nacido en el mundo na-


malvados, aunque, turbando sus conci- ce en la eternidad.
liábulos y dispersando sus falanges, nos
haya concedido uno de sus ángeles, como
en los tiempos antiguos nos concedió á María, radiando suavemente, feliz y
su hijo. siempre rogando, guia á las celestes vír-
genes hácia su antiguo templo. Todos los
santos armados, entre innumerables so-
Así, al salir vivo del abismo de las t i - es, siguen su carro triunfante; la Cari-
nieblas el profeta, vó huir las visiones dad les precede, la Fe brilla y la Espe-
fúnebres; pisa la tierra, la luz del dia bri- ranza se sienta cerca del humilde n i ñ o .
lla; pero él, deslumhrado aun por la cla-
ridad eterna, vó durante mucho tiempo IV.
que el resplandor del infierno le vela la
claridad de los cielos.
¿Recuerdas, rio J o r d á n , lo que presen-
ciaron tus playas? E n otros tiempos u n
Deregrino se sentó en ellas cerca de t u
Pueblos, no dudéis y cantad vuestra
corriente, y allí lloró, con u n fervor pa-
victoria. Nace vuestro salvador, poderoso
recido al de los bravos de otros tiempos,
ó ilustre; r e ú n e en un haz la espada y
que libraron del yugo sacrilego tus ondas
el cetro; de las lecciones que nos dió la
Dautismales y la tumba salvadora.
desgracia n a c e r á n nuestros dias próspe-
ros y las sombras de sesenta reyes, sus
antepasados, v e l a r á n su cuna.
Ese cristiano h a b í a visto caer á los
golpes de una espada, en l a usurpada
Su solo nombre ha calmado nuestras Francia, trono, altar, constituciones y le-
guerras civiles, y, como si fuera un escn yes; vió perseguir las virtudes y dejar
do, ha librado de ellas á nuestras ciuda impunes los delitos; y de los antiguos
des; l a rebelión y el ódio han desaparecí cruzados buscando la sublime sombra y
do de nuestra nación: así, u n jóven león, desterrándose cerca de S o l i m á n , en los
sin saberlo él mismo, al lanzar el primer sitios en los que Dios murió, lloraba por
grito, débil aun, hace huir del antro sus reyes desterrados.
real á cien mónstruos impuros.

III. Del agua del rio santo llenó su cala-


baza de peregrino y partió; volvió á ver
nuestras riberas tempestuosas, sin saber
¿Quién es ese niño débil que levantan la dicha que le esperaba á su regreso n i
sobre el sagrado pavés? Inmensa ó i n que al hijo de reyes, desde el fondo de
móvil m u l t i t u d le sigue con la vista; v á la Arabia, le t r a í a , como nuevo Tobías,
descubierto, sus manos tiemblan, sus piés el remedio divino que vuelve al ciego l a
no han comenzado aun á andar, es ende vista.
ble, sus ojos apenas ven y su boca no
habla.
Debe estar satisfecho de sus olas el rio
de los profetas: pueblos, el agua de sal-
Es un rey entre los hombres; al entrar
vación trae á nuestro príncipe; el cielo
en el lugar santo se convierte en igual á colma de sus dones al tierno infante, que
los demás; es un hombre que se arrodilla recibe el agua misma que Dios recibió,
ante Dios; este niño constituye nuestro y en él, tranquilizado el mundo, recono-
regocijo; Dios por salvarnos nos lo en ce á un salvador.
via. Los reyes, que por él todo lo pueden
en el mundo, nada son ante él.
Dios se le ha revelado, como se reveló
A n t e él todo tiembla y se h u m i l l a , y á Clovis; será del templo santo l a nueva
el orgullo mortal habla en vano; el león columna; su alma, de la flor de lis eclip-
reál se plega á sufrir el yugo del Corde sará la blancura; y apartando de él el or-
ro divino. E l Padre, rodeado de estrellas gullo de su clase y el orgullo de la ino-
hácia el Hijo desciende, conducido por e cencia, le ofrece el Todopoderoso la
viento; el E s p í r i t u Santo de luz le i n u n piscina del pobre y la cruz del pescador.
ODAS \ BALADAS. 23
parece y se presenta á responder ante
V. Dios que le hizo nacer, ante el único
^uez á quien nadie puede juzgar.,,
E l niño, á quien el Señor sonríe, no
sabe lo que es el martirio, y se sonríe al
ver la cruz; pero otro bautismo tiene que Escuchad, pues, habitantes de la tier-
marcar la frente infortunada de los re- ra, pueblo que te h u n d i r á s en la tumba,
yes. L l e g a r á un tiempo, príncipe, en que lo que en u n ensueño misterioso me ha
t u alma, perturbada y abrumada por el revelado la vision.^—Era una ciudad flo-
peso de un pueblo, se e x t r e m e c e r á sobre- tante, resplandeciente de gloria y de
saltada, cuando el obispo unja t u frente alegría, en la que el dia no tiene sol, de
con el óleo sagrado; formidable dón que donde salió la primera aurora, y donde
á los señores del mundo trae de los cie- resuenan aun las trompetas del ú l t i m o
los la paloma. despertar.

Entonces, oh rey cristiano! sé seme- Adorando á la desconocida esencia, los


jante al Señor; consigue ser grande por santos y los mártires gloriosos contem-
tí mismo, como por sí mismo él lo es, plaban debajo de una ardiente nube el
porque el cetro se convierte en temible misterioso t r i á n g u l o . Cerca del trono
peso desde que debe servir de apoyo. U n donde duerme el trueno apareció u n es-
verdadero rey j u n t a en tí todas las glo- pectro centenario, conducido por el án-
rias, y si en sus victorias justas le sor- gel de los franceses; este á n g e l , cubierto
prende la muerte, vé, como Bayardo, una de un largo velo, era semejante á la mo-
cruz en su acero, y cuando el cielo le desta estrella que lleva al cielo l a som-
arranca de la tierra^ solo consigue ha- b r í a noche.
cerle cambiar de inmortalidad.
A LA MUSA. E n las alturas y en los abismos se oyó
entonces una voz que, hasta en medio
Iré, Musa, donde t ú me envías; solo sé de sus víctimas, hizo temblar al arcán-
derramar lágrimas; pero m i laúd será gel maldito. E l carro de los fieles sera-
fiel á sus alegrías, como fué fiel á sus fines, despidiendo luminosas chispas, se
dolores. M i voz, en la reciente historia, paró sobre su triple eje, y las ruedas, de
no ha aprendido aun á elogiar á los re- llamas ardientes, y las cuatro alas rodan-
yes, víctimas coronadas! E l que sabe tes, se pararon al soplo de Dios.
cantar vuestros destinos ignora cómo se
canta la felicidad. LA VOZ.
Mayo 1821.
" Y a he vuelto diez y siete veces las
p á g i n a s del libro secular, y ya el abismo
espera que m i justicia te perdone ó te
ODA. DÉCIMA.. condene. Acércate; tengo ya en mis ma-
nos la balanza y estás desnudo en m i
Vision. presencia, siglo inocente ó criminal. ¿De-
j a r á s recuerdo en el mundo? Responde;
7. Quia defecimus in ira tua, et ante m i eternidad u n siglo equivale á
in furore tuo turbati sumus; una hora.,.
8. Posuisti iniquitates nostras in
conspectu tuo, saeculum nostrum in
illuminatione vultus tui, EL SIGLO.
9. Quoniam omnes dies nostri
"Impulsado por pensamientos m a g n á -
defecerunt, et in ira tua defecimus!
nimos, todo lo dividí y todo lo he reuni-
PSALMO LXXXIX.
do; sometí á mis leyes sublimes lo inmu-
table y lo infinito; hasta he pesado t u
He aquí lo que decían los profetas en propia voluntad.,.
los tiempos en que los hombres creyen LA VOZ.
tes veian en sueños descender de las al
turas sobre ellos al E s p í r i t u Santo:- "Detente, fantasma. Tus blasfemias es-
^Cuando un siglo, que t e r m i n ó para ex candalizan justamente á los santos; c ú -
mundo, redesciende á la profunda noche, rate de esa orgullosa embriaguez y
cargado de gloria ó de ignominia, com duda de t u s a b i d u r í a , ya que de la mia
24 OBRAS D E VICTOR HUGO.

no puedes dudar. Soberbio de t u ciencia vez de absolverte, estáte seguro de que


ciega, ¿no te burlaste de m i ser y de las te acusará.,.
creencias, que sen las que conservan las
leyes y las costumbres? Hollando el mis- Y como el h u r a c á n que ruge lanza
terio de la muerte, ¿no has espantado al con extrópito hasta las olas los copos de
mundo con un crimen que los humanos nieve que se dirigen hácia el mar, du-
desconocian? ¿De los reyes, antes que yo rante mucho tiempo la voz inexorable
dispusiera, no dispusiste tú?„ persiguió al culpable siglo, que cayó en
la eternidad.
EL SIGLO. 1821.
"Oh Dios! Ha llegado vuestro dia.„

LA VOZ. OD-A U N D É C I M A . .
"Pues llora, siglo! E l error nace con t i -
midez y crece como un gigante; el ateís- Bonaparte.
mo impulsa al regicidio; el caos es hijo
del vacío. Profesaba afecto á una gran Ue Deo.
nación, en la que un rey bondadoso y
una reina hermosa imperaban; bendije
sus augustos dias; responde, ¿qué hiciste I.
de ellos?,,
Cuando la tierra traga las ciudades
EL SIGLO. que la cubren, cuando ruge el h u r a c á n ,
cuando los montes ardiendo se abren, es
"Señor, veo que están en el cielo.,,
que se despierta el Dios vengador. Si
LA VOZ. fatigando la clemencia celeste, el mundo,
al ver esos signos funestos, se atreve á
" E l espanto que te agita te hace ver desafiarlos, entonces u n hombre, elegido
claro. Y o solo designo la morada á los por la mano que lanza el rayo, recogien-
que rechazan m i cólera y á los que elige do el conjunto de calamidades ciegas,
m i cariño. Cuando cae un rayo de m i aparece como una calamidad viva.
faz, repentinamente todo se ilumina ó se
borra, todo nace ó vuelve á la tumba Algunas veces esos elegidos, malditos
M i soplo, s e g ú n es propicio ó adverso por el furor supremo, han pasado por en-
alumbra un incendio ó extingue una
tre las naciones y por entre los hombres,
antorcha. Te entrego al silencio del ol-
triunfando mucho tiempo con el arma
vido.,,
de ese anatema, y ese mismo anatema
los derribó. Herederos formidables de
EL SIGLO. Nemrod han regido á culpables pueblos,
"Señor, no me castiguéis; Señor, el gobernándolos por medio del hierro y de
maldito os lo ruega.,, las llamas; y en su gloria i m p í a , tan fe-
cunda en desastres, esos enviados del cie-
LA VOZ. lo han aparecido en el mundo como en-
viados de S a t a n á s .
"Cállate, siglo reprobo.,.

EL SIGLO. II.

"Pues bien; el siglo que n a c e r á quizás Poco hace, cuando la reina de las na-
me absuelva de mis delitos, cometiéndo- ciones, e m a n c i p á n d o s e de las leyes y
los mayores.,, descendiendo de l a m o n a r q u í a , se pros-
t i t u y ó al populacho, se vió en aquel caos
fétido nacer de la hidra del regicidio u n
A l oir esto gimió la Esperanza h u m i l - déspota, emperador de un campamento.
de y el á n g e l hermoso de la Francia Así frecuentemente, rugiendo el mar, de-
con las alas se cubrió los ojos. vora una l l a n u r a fecunda y vomita un
sombrío volcan.
LA VOZ.
"Corre á hundirte en los abismos; el E m p e z ó turbando del N i l o las altas
nuevo siglo remonta el vuelo, pero en catacumbas, y fué allí á combatir ese jefe
ODAS Y B A L A D A S . 25
popular, como para insultar á los tiranos ban, y un sangriento incendio fué la au-
en sus sepulcros, sentando en ellos su rora que los hizo despertar.
tienda de c a m p a ñ a de conquistador. Re-
gresó para reinar sobre sus compañeros
de armas. E n vano, vertiendo llanto, la Cayó siendo rey; después quiso levan-
augusta Francia se p r o m e t í a dias m á s tarse de su caída, sin duda con el objeto
felices, que cuando él hollaba la corona de no caer á medias. Entonces, para que
de los antiguos Faraones, solo lo hacia espantosa a r m o n í a hiriese á su orgullo
soñando en establecer para él un gran abatido, lanzaron á ese gigante cautivo
trono sobre aquellas inmensas tumbas. sobre una roca, roca que era t a m b i é n
una ruina de antiguo mundo derrum-
bado.
Sangre real tiñó su p ú r p u r a usurpada.
Mató á un guerrero ese guerrero sin fe.
En Vincennes la A n a r q u í a admiró á su Allí, refrescándose como un torrente
cómplice y en el Louvre adoró á su rey. de lava, custodiado por sus vencidos,
Se necesitaba casi u n Dios para consa- arrojado del universo, esa sombra de un
grar á ese hombre, y el sacerdote mo- tirano no hizo otra cosa que cambiar de
narca de Roma bendijo su amenazadora cadena. Oyendo el ruido de los tronos
frente: quizás él en secreto, asustado de restaurados, brillaba de lejos como u n
sus propias obras, quiso recibir la san- faro que indica el escollo al marinero.
grienta diadema de las manos consagra- M u r i ó . — C u a n d o esta noticia llegó á las
das á perdonar. ciudades, el mundo respiró a l verse libre
de su prisionero.
III.
Así el orgullo se e x t r a v í a en su bri-
Pero cuando á Dios le place, así como llante carrera; coloso que nació de un so-
entrega el perverso al malvado, rompe plo y que una mirada abate. Hizo de la
el formidable juguete con que a t o r m e n t ó espada cetro y del trono una tienda de
al universo. E l hombre á quien Dios un c a m p a ñ a ; su reinado fué u n combate.
instante secunda se cree ser señor del F u é un azote, del que t a m b i é n era tribu-
mundo y orgulloso se duerme, confiando tario: como príncipe, temblaba; como sol-
en su omnipotencia y desafiando la ley dado, merecía elogios su valor. Cayendo
común; cuando cree que se ha apodera- en su corazón como en u n abismo, pasó
do de la fortuna, ese fantasma se escapa por la gloria, pasó por el crimen y llegó
de las manos del gigante. á la desgracia.

IV. V.

Ciego con el brillo de sus triunfos, i g - Pueblos, que dedicáis homenajes á las
norando ese hombre que era enviado de víctimas y á los verdugos, dejadle huir
Dios, paseando sus pretorios de ciudad solo al t r a v é s de las edades, que solo en
en ciudad, caminaba apoyándose en su el pasado están bien los héroes. Esos dio-
gloria. Su destructor ejército esclavizó á ses falsos, que su siglo inciensa, cuyo
su paso á los hijos de Pelayo ante los poderío odiará el porvenir, os fascinan y
hijos de Gralgaco; y cuando hacia regre- os e n g a ñ a n ; son como esas auroras noc-
sar sus bravos á sus hogares, á las fiestas turnas por las que pasan grandes me-
que consagraba á esos vencedores escla- teoros, pero que no anuncian la salida
vos invitaba á los reyes vencidos. del sol.
Mayo 1822.

Diez imperios conquistados se convir


tieron en provincias suyas. Nada satisfa
cia su orgullo fatal. Quería dormirse en
una corte de príncipes y sobre u n trono
continental. Sus á g u i l a s volaban disper-
sas por veinte horizontes, y dirigieron
hácia el Norte sus inmensos ejércitos;
pero allí se detuvo su audaz carrera, allí
encontró el escollo. Los pueblos dormita
TOMO V .
OBRAS D E VICTOR HUGO.

mundo; feliz el que ignora la inquietud


que causa la gloria, y que la palma del
poeta es la palma del mártir!
LIBRO SEGUNDO.
¡Feliz el pájaro que se cierne en el es-
1822-1823. pacio volando, sin temer al cazador, a l
Nos canimus surdis.
h u r a c á n n i al vértigo; feliz el que nada
intenta, feliz el que solo vive por vivir y
que solo canta por cantar!...
OIDA. P R I M E R A .
III.

A mis odas. Adiós, cánticos mios; volad, disipaos.


Pronto, solicitando que os abra la cerra-
... Tentanda via est quame quoque da puerta, llorareis, levantando la voz,
possim Tollere humo, victorque v i - por el tiempo en que, cubiertos con
rum volitare per ora.
VIRGILIO. velos, os parecíais á las estrellas, y como
ellas solo brillábais en l a oscuridad.

I. Cuando unos tras otros, tomando y de-


jando la balanza, algunos amigos os
Odas mias, este es el momento de des- juzgaban silenciosamente por la noche,
plegar las alas y de que con alto vuelo amigos poetas, apasionados de l a lira,
lleguéis á las bóvedas inmortales; la que huian de la tumultuosa ciudad y
ocasiones propicia... volad... os alum- trasplantaban las flores de Isaura á los
b r a r á el rayo, ahora que los aquilones de jardines de la Academia,
la tempestad popular rugen.

Como ángeles que vuelan con doradas


Para el que durante mucho tiempo alas veníais hasta m í , sagradas palabras
solo piensa en el dia del sacrificio, es murmurando, y para abatir ó para ele-
propicia la hora en que el h u r a c á n esta var me comunicábais en vuestro delirio
lia; pero yo, si bajo u n cielo tranquilo 5 todo lo que puede cantar la lira, todo lo
sereno, genio afortunado, hubiera podido que puede soñar el alma.
ver en el espacio luminoso flotar vuestras
vestiduras aéreas;
Disputándoos el premio en noble l i -
dia, e n t r e g á b a i s todo el Olimpo á los
Si nadie para profanarlas hubiera hijos de Hipocrene, rivales en vuestro
puesto la mano en vuestras ofrendas; si rápido vuelo, y así como al amante de
n i n g ú n reptil impuro, posándose en vues- Atalante, para que su carrera fuese
tras castas guirnaldas, las hubiera arras- lenta, les arrojábais las manzanas de
trado; si la tierra á vuestro paso no oro.
hubiera exhalado m á s que el vapor de
oloroso incienso;
Os veia, seguidos de silfos y de hadas,
ligando las antiguas fasces á los j ó v e -
Hubiera bendecido á la Musa y can- nes trofeos, cantar á la naturaleza, ó
tado su triunfo; hubiera dicho al poeta, lanzar gritos proféticos, ó pedir á los
que volaba hácia la gloria:—"Arroyo, tiempos góticos las antiguas leyendas,
que buscas al mar, fluye hácia el Océano siempre nuevas.
del mundo, sin temor de mezclar con él
tus olas, porque sus olas no son amar-
Con frecuencia vuestros cariñosos laú-
des consolaban á las coronas, y desde
II. vuestra trípode defendíais á los tronos;
con frecuencia, sirviendo de apoyo al
¡Feliz el que no huye de las tinieblas inocente, como tributo expiatorio, mez-
del olvido; feliz el que no sabe c u á n t o s clábais, para avergonzar á l a historia,
ecos fúnebres hace resonar el ruido del una l á g r i m a con sus arroyos de sangre.
ODAS Y BALADAS. 27
el hombre mezcla con los ayes de muer-
IV. te los burras de las fiestas, una voz se-
creta habla entre ese ruido vano.
Esto es hecho; semejante á las golon-
drinas partís; partid siendo fieles á la
misma idea, y yo, con t a l de que nadie Los siglos unos tras otros, esos gigan-
dude de l a íó de vuestros combates, con tescos hermanos, diferentes en su suerte,
tal de que el alma escuche en secreto lo pero semejantes en sus deseos, llegan á
que le digáis en voz baja; u n fin parecido por caminos contrarios,
y sus fanales diversos brillan con las
mismas llamas.
Con t a l de que al veros luchando con
corrientes contrarias el h u r a c á n no rom- 11.
pa vuestras olas, y un solo amigo, com-
padeciendo m i suerte, a l veros abatidos Musa, no es hora aun de que tus mira-
por l a tempestad, encienda u n fanal das me consuman; sigues en el porvenir
en l a playa y os desee l a llegada al su círculo solemne; porque los dias, los
puerto; años y los siglos solo trazan u n surco pa-
sajero en el rio eterno.
Con mirada menos triste veré vues-
tros naufragios. Pero el tiempo urge; No lo dudéis, verdugos; no lo dudéis,
reunid vuestro valor y volad; es preciso víctimas; ella lleva á todas partes su i n -
combatir á los perversos. L a l i r a tam- mortal antorcha; se cierne en l a cúspide
bién es cetro, y Dios d á á nuestras a l - de las m o n t a ñ a s , se sumerge en el fondo
mas u n imperio y u n poder á nuestros de los abismos, y con frecuencia funda
cantos. un templo donde no pudo sostenerse una
tumba.

Los poetas, dotados de inspiración Corona con sus palmas á los héroes
que el mundo no conoce, se asemejan á que sucumben; del carro de los conquis-
los altísimos montes cuyas cumbres i l u tadores rompe el eje frágil; marcha pen-
mina l a aurora en cuanto nace y que sativa oyendo el ruido de los imperios
conservan hasta que aparece l a noche el que caen, y en todos los caminos indica
último rayo del sol. los pasos de Dios.
1823.
De los antiguos palacios de los tiem-
pos corona el remate; el llamamiento de
OIDA. SEOXJJNTDA. su voz r e ú n e á los siglos; su mano, como
cautivo vergonzoso de su derrota, arras-
tra á todo el pasado hasta el porvenir.
L a Historia.

Férrea vox.
VIRGILIO.
Recogiendo las ruinas de los naufra-
gios del mundo, su vista, de mar en
mar, sigue l a marcha del vasto navio y
alcanza á apreciar en conjunto, en los
dos límites de las edades, l a primera
tumba y la ú l t i m a cuna.
L a suerte de las naciones, como e 1823.
profundo mar, tiene escollos ocultos 3
abismos movedizos, y es ciego el que no
ve en los destinos del mundo m á s que e
combate de las olas movido por l a lucha
de los vientos.

Soplo inmenso y fuerte domina esas


tempestades. U n rayo del cielo se su-
merge á t r a v é s de l a oscuridad. Cuando
28 OBRAS D E VICTOR HUGO.

ransportándose á aquellos tiempos, se


ciñe la coraza guerrera y la banda de
O D A . T E R C E R A . 'os paladines; se arma con enmohecida
espada, cogida en los artesones de a l g ú n
argo corredor, y hácia regiones nuevas,
E l partido destructor. jara que vuele su corcel sin alas, se cal-
za y pica las espuelas de oro.
Voyageur obscur, mais religieux,
au travers des ruines de la patrie...
je priais.
GH. NODIKR. P l á c e m e l a morada señorial, cuyo ca-
mino ocultan los bosques de su propie-
dad, y cuya puerta, debajo de la bóveda,
I. queda hundida entre dos altas torres; plá-
ceme el vuelo de las aves fúnebres, que
Murallas, almenas, torreones, terraple- en la oscuridad, sobre los techos, vienen
nes, fosos con puentes levadizos, haces á agrupar sus negros batallones, ó exha-
de columnas frágiles, soberbios castillos, lando sus gritos sepulcrales, á revolotear
modestos conventos, claustros polvero alrededor de las torres.
sos, a n t i q u í s i m a s c á m a r a s , en las que se
entonaban santos cánticos, en las que
reian en banquetes alegres, sitios miste- P l á c e m e el campanario que hace ver-
riosos que la i m a g i n a c i ó n adorna de dear la yedra y que agita l a campana
quimeras, iglesias donde rezaron nues- que toca á la oración; las gradas de l a
tras madres, torres donde combatieron cruz de piedra, en las que se sientan los
nuestros antepasados; viajeros cansados; la iglesia vigilando á
las tumbas, como cariñosa paloma que
cobija al fruto de su cariño; pláceme ver
Plazoletas de las iglesias, moradas del la cindadela almenada, que abre sus
Señor, estancias de los reyes, templos brazos al valle, como si fueran las alas
que guardaban el oriflama, palacios que de un buitre.
protegian la cruz, reductos de amor
arcos de victoria, que nuestras glo-
rias atestiguáis, que proclamáis nuestras P l á c e m e el toque de alarma, el patio
grandezas; capillas, torrecillas, monaste donde sonaban los clarines, la c á m a r a
rios, paredes que ocultan tantos miste- en la que, depositando las armas, se re-
rios, paredes que brillan con tantos es u n í a n los altos barones; los vidrios
plendores; brillantes ó sombríos; la cueva fría y os-
cura en la que, debajo de las murallas,
los bravos d o r m í a n acostados, sin quitar-
Sois ruinas, ruinas de Francia, que es se la armadura, como sí estuvieran en l a
tudiamos con cariño; fuisteis la morada víspera de u n combate.
de la alegría y del sufrimiento, antiguos
monumentos de la niñez de un pueblo, Hoy, entre las cascadas, bajo la bóve-
restos sobre los que pasó el tiempo; arcos da de los bosques frondosos, los pilares,
caldos, bóvedas destruidas, vestigios de las esbeltas arcadas inclinan las frentes
razas pasadas, lecho sagrado de cega- abatidas. Arruinadas ya las fortalezas
do rio. que huella l a cabra montés, inclinan sus
cabezas de granito; el á g u i l a suspende el
Cuando os contemplo me parece que en vuelo en sus torres y l a golondrina ocul-
vuestro recinto oigo el adiós de despedí ta en ellas su nido.
da de los héroes, y veo que b r i l l a en las
ruinas del templo como un rayo de luz Como esta ave de paso, el poeta buscó
Mis pasos errantes buscan las huellas de en todos los tiempos, yendo de viaje en
los altivos guerreros cuya audacia con viaje, las ruinas y la primavera. Esas
vertía un pavés en trono; y pregunto ruinas, que venera la pátría, le hablan
pasando allí las horas sin sentir, al anti de la caballería, son gloriosas; los héroes
guo eco de aquellos recintos q u é le queda pueblan sus escombros y sus sombras
de l a voz de aquellos guerreros. son hoy gigantescas.

Con frecuencia m i aventurera Musa, Franceses, respetemos esos restos. E l


ODAS Y B A L A D A S .

cielo bendice á los hijos ilustrados que tiempo ganaron batallas, les t o m a r í a n
conservan en los dias funestos la heren- 3or extranjeros.
cia de sus antepasados. Como una gloria
robada debe ser para nosotros cada pie-
dra que se desprende y cae sujeta á, la Este siglo quiere permanecer solitario
ley de destrucción del tiempo; restituya- apartado de los otros. Derribad esas
mos los galos á la Francia, los recuerdos murallas que los tiempos respetan aun;
á la esperanza y el antiguo palacio al ue no quede en el mundo ninguno de
rey j ó ven. os recuerdos antiguos, n i tampoco en
nuestros corazones. L a inmensa heren-
cia, que condena vuestras glorias, pesa
II. emasiado para que la puedan sostener
os pueblos que pasan y retarda su mar-
.—Cállate, lira; silencio, lira del poeta; cha. Q u é nos importa el pasado? E n el
deja que caigan tranquilamente esas tiempo presente solo nos importa el por-
ruinas gloriosas al abismo, en el que venir.
n i n g ú n amante de ellas, en su dolor
mudo, las seguirá mucho tiempo con la
vista. Testimonios que los pasados tiem- Que cesen de elogiar á nuestros crédu-
pos han dejado en nuestra edad, guar- os antepasados; para ellos eran deberes
dianes de un pasado que hoy ultrajan, que para nosotros son derechos, y
huid de este siglo que es vuestro enemi- roseemos nuestras virtudes propias. De-
go; arruinaos, restos sagrados: ¿por q u é gollamos á los sacerdotes y asesinamos á
veíais aun, últimos centinelas de u n cam os reyes. Es por desgracia cierto que el
pamento que duerme el sueño eterno? antiguo honor de Francia y l a íé, herma-
na de la paciente esperanza, han huido
de nuestra edad infortunada; el crimen
O por mejor decir, que el tiempo apre- ocupa el sitio que ocupaban las antiguas
sure su marcha. ¿No tenemos entre nos virtudes, ocultando sus senderos, como
otros á esos héroes que arrojaron á los a maleza oculta el suelo que ocupaba
reyes de su insultada tumba, que fueron el templo abandonado.
verdugos de los muertos? ¡Honor á esos
valientes que nuestro orgullo nombra!
Gloria á esos bravos! ¡ E s p a r t a y Roma
Cuando, despojando completamente á
nunca presenciaron mayores h a z a ñ a s !
a Francia de sus gloriosos recuerdos,
Han vencido á los sepulcros, han roto
mierda su antigua majestad, d i s p u t á n -
los huesos, han disipado el polvo, han
dola todavía alguna p ú r p u r a manchada,
proscripto las tumbas.
se reirán de su desnudez; pero nosotros
no profanaremos nunca á nuestra madre
¿Qué Dios les inspiró t a n nobles haza- sagrada; consolaremos su gloria perdida
ñas? Gozosos de haber descubierto la y cantaremos á sus astros eclipsados.
nada, quizás deseaban tenerlos sepulcros Nuestra joven Musa, afrontando á l a
vacíos, como tenian el cielo desierto; ó a n a r q u í a , nunca sacudirá su bandera,
quizás, menospreciando el respeto con que blanquea con el polvo de los tiempos
que l a muerte nos fascina, sus manos en pasados.
las raices herian a l g ú n arbolillo augus 1823.
to, y esperando desfogar su coraje con
otras hecatombes, atacando esas tumbas
probaban á vencer una cuna. O D A CU-A.RTA..

Pueden venir ahora y acometer esas A m i padre.


ruinas, reuniéndose una muchedumbre
de soldados aguerridos, que son enemi Domestica facta.
gos dignos de su valor las ruinas y los HORACIO.
escombros. Que entren sin sobresalto por
las puertas abiertas de par en par, que si
tien las torres abandonadas, pueden ven I.
cer sin peligro; pero que no despierten i
los bravos que duermen debajo de los Tengo siempre una lira y nunca una
muros, porque esas sombras, que en otro ¡espada; siempre u n velo oscuro envuelve
30 OBRAS D E VICTOR HUGO.

m i vida, no tengo arena donde luchar, y tarde ó temprano se expía. ¿A q u é aspi-


he de desfogar m i cólera en cadenciosas raba t u loca ambición, que deseaba en
estrofas, he de consumir m i vida en esté- su inmensa carrera tener todos los tronos
riles pensamientos y m i alma en cantos por pedestal?
perdidos.
L l e g ó para él el dia fatal; entonces
Entre tanto la Q-recia, entregada á los le vió huir la Francia alarmada arras-
tiranos que desafía, á los reyes cristia- trando tras él el resto de u n ejército,
nos enseña sus cadenas de esclava; la carros, corceles y soldados, perseguidos
E s p a ñ a llama á nuestros héroes, porque por todas partes: de ese modo el á g u i l a
sufre la embriaguez amarga del error, y real, herida por el plomo mortífero, al
como huérfano arrancado á su madre, caer del celeste imperio esparce por to-
su viejo trono perdió el apoyo de las an- das partes y m u y lejos sus plumas dis-
tiguas leyes. persas.

S u e ñ o algunas veces que me apodero ¡Que duerma ahora en su lecho de


de t u espada, padre mió, y corro con el polvo! Y a no se ven alrededor de su
ardor que me arrebata, siguiendo á nues- cama guerrera veinte cortesanos espian-
tros soldados gloriosos á la p á t r i a del do el momento de su despertar; la Euro-
Cid, ó vuelo á decirles á los hijos de la pa, que palpitaba al peso de su brazo,
revolucionada Esparta que si un fran- ya no cuenta, sentada á la puerta de
cés no puede devolver á los griegos un sus tiendas de c a m p a ñ a , las horas de su
Tyrteo, puede devolverles u n Leónidas. sueño.

E n s u e ñ o s vanos! No creas, sin embar Recuperad, franceses, vuestra gloria


go, que m i Musa no quiere entonar can usurpada. Basta ya de las h a z a ñ a s de
tos á tus compañeros, padre mió; al poe la espada; demasiado tiempo el elogio
ta le placen los guerreros. L a victoria se fatigó vuestra voz; medid la altura del
reviste con honores inmortales; él la can- gigante caido. ¿Qué á g u i l a no vence-
ta; que el amante de la gloria, así como ría armada con vuestros rayos? ¿Quién
profesa cariño á todas las ñores, profesa no seria grande elevado sobre vuestro
cariño á todos los laureles. pavés?

II. L a estrella de Brenno luce aun en


vuestras frentes. L a victoria convidó
Franceses, os adornan las palmas del siempre á los franceses á sus festejos. L a
triunfo; hasta encorvados ante un tirano paz del mundo entero depende de su
permanecéis siendo grandes; vosotros reposo. Siguiendo á los Moreau, á los
habéis elevado á vuestro jefe prodigioso; Condé, á los Haintrailles, ese pueblo
en vuestras glorias se funda su inmorta- glorioso en los campos de batalla ele-
lidad y no se b o r r a r á de los anales del vó siempre á gran altura sus banderas.
mundo su nombre^ que en él grabaron
vuestros aceros. IIL

Padre mió, inclinando la cabeza, cuén-


A ñ a d i e n d o una brillante p á g i n a á la tanos los escollos que encontraste en los
historia, u n c í a reyes al carro de sus vic- m i l caminos tempestuosos que recorris-
torias. Dios puso la muerte en su mano teis; cuéntanoslo por la noche rodeado
derecha ciega. Estaba jadeante el uni- de í n t i m o círculo, que silencioso te escu-
verso bajo peso tan formidable. Como las cha. No importa que no hayas conquis-
rayas que un niño dibuja en la arena, tado tesoros; tus hijos están satisfechos
los imperios turbados se borraban ante de la noble herencia que les legas, que
sus pasos. el mejor patrimonio consiste en heredar
un nombre venerado.
L e a d u l ó la fortuna y t a m b i é n le cas
t i g ó . E l imprudente confió su destino E n cuanto á m í , ya que debo colgar
vasto y frágil al orgullo, al orgullo que en la polvorosa panoplia t u venerable
ODAS Y B A L A D A S . 31
armadura, ya que t u estandarte descan- tos de tres mundos, devastaba los bos-
sa cerca de t u hogar, y que al abrigo ques y despoblaba las olas para preparar
modesto de viejos pórticos, el corcel, que esta comida libre; como si para agotar á
me lleva á las luchas poéticas, deja que l a pródiga naturaleza, Sibaris convidase
se llene de orin t u carro guerrero; á los banquetes de Epicuro á los hombres
que elegía la muerte.
Lega á m i l a ú d oscuro el brillo de t u
espada, para que al menos á m i voz que Los tigres entre tanto agitaban sus
te canta, t u grato recuerdo preste so- cadenas impacientes; los leopardos cau-
lemne encanto. Referiré tus combates á tivos miraban de l a arena del circo el
las atentas Musas; así como un niño fatal camino, y poco después esos móns-
j u g u e t ó n , entre sus temerosas herma- truos, menos crueles que las mujeres de
nas, arrastra débil y orgulloso la espa- Roma, se asombraban de que les aplau-
da de su padre. diese el público, al verlos teñidos de san-
Agosto 1823. gre humana.

ODA. QUIJSTTA. Arrojaban á los leones los confesores


y los sacerdotes. De ese modo una mano
servil ofrece platos esquisitos á desdeño-
A los reyes de Europa. sos señores. Mientras que al pomposo
banquete se sentaba aquel santo cóncla-
LA COMIDA LIBRE.
ve, la pálida muerte, como esclava muda,
permanecía de pié detrás de ellos.
II y avait á Rome un antique usa-
ge: la veille de 1' execution des con-
damnes á mort, on leur donnait, á la II.
porte de la prisión, un repas public
appeic le Repas libre.
Oh reyes! Vuestra vida se desliza lige-
CHATEAUBRIAND (LOS M á r t i r e s ) .
ra como u n festín. L a copa de las gran-
dezas, que el vulgo envidia, b r i l l a en
L. vuestra mano; pero al alegre concierto
de vuestra fiesta efímera se mezcla el
Cuando el pretor, queriendo inmolar grito sordo del tigre popular, que os es-
el Evangelio al antiguo Olimpo, apoya- pera m añana.
ba en u n tribunal frágil sus odiosos tem- 1823.
plos y proscribía á los cristianos alegre-
mente, víctimas que esperaban devorar
los tigres y los dioses; OID-A. S E X T A .

Roma les ofrecía u n festín antes de L a libertad.


entregarlos á la muerte, como si en el
cáliz de absintio quisiese derramar una Ghristus nos liberavit.
gota de miel; ignoraba l a e n e r g í a del
alma de los mártires, y quería consolar
por medio de una orgía á los que llama I.
ba el cielo á sus regiones.
Cuando el imperio ultraja al santua-
rio, todo huye del templo que está de
Los que condenaban recibían á sus luto y despojado de su esplendor; pero
austeros convidados; el falerno espumaba el fiel sacerdote, arrodillado sobre las lo-
en grandes cráteres (1), adornados con sas, prodiga m á s incienso, reza m á s ora-
mirtos floridos; la miel híblea doraba los ciones é inclina m á s la frente ante el
vinos de m a l v a s í a , y en vasos de oro, altar hollado.
perfumes del Asia lavaban sus piés des-
nudos. II.

Arte profundo, mezclando los atríbu No, hermosa viajera, libertad, antor-
cha de la tempestuosa gloría, hermana
(1) Vasos en que bebian los romanos. augusta de los reyes, hija santa de Dios,
OBRAS D E VICTOR HUGO.

no, no te he despedido en la playa. M i á u n pueblo inocente, y los sabios men-


l a ú d es de aquellos cuyas voces importu- daces la sostenian, cuando por entre
nas lloran todas las desgracias y bendi- ruinas no podia tenerse en pió, ebria de
cen todas las virtudes. Mis himnos son sangre.
capaces del sacrificio; no arrastran l a
cadena del v i l gladiador, pero se presen-
tan en la arena del circo vestidos con el Mezclando las leyes de Esparta con
sudario de los m á r t i r e s . as fiestas de Sodoma, todos sus atenta-
dos p r o d u c í a n calamidades; anonadando
al alma, creia engrandecer al hombre, y
E n l a edad en que el corazón es mag- volvía á sumir al mundo en el primitivo
n á n i m o , en la edad en que el hombre caos. Para quitar la corona á los reyes
desafía al porvenir y recibe sus amena- se atrevió á quitarles la cabeza y á des-
zas con audaz sonrisa; antes de que lle- pedazar su trono.
gue la hora de que se marchite la flor de
la esperanza, cuando el alma, cansada
de sufrir, pasa de la fresca m a ñ a n a al IV.
árido medio dia;
Los sábios exclamaban:—"Gracias á
nosotros volveremos á gozar de los tiem-
Exclamaba yo:—^¡Salud, virgen cari pos de Roma y de G-recia; las naciones
ñosa y severa!; el mundo sigue tus no- han roto ya el freno indigno de los re-
bles impulsos, libertad; te ama como á yes, y merced á la libertad seremos due-
una joven esposa y te reverencia como ños de nosotros mismos, porque ella nos
á una abuela de cabellos blancos. Más te concede el poder supremo, y desde ahora
complace, separando del alma las liga- el pueblo será libre, feliz y soberano.,,
duras, descender al calabozo de los es-
clavos, que ascender al palacio de los t i -
ranos; confundiendo los conciertos del Tiranos aduladores acariciaban men-
Cedrón con los del Permeso, t u dulce tirosos propósitos. Asia, Africa, ¿dónde
voz pronuncia siempre alguna ilustre están vuestros sultanes? Sus cetros son
promesa, que oyen los héroes al morir.,, suaves y sus cadenas ligeras, en compa-
ración de los de estos insultadores ver-
dugos. D á l a s gracias, m u l t i t u d abyecta,
Sonriendo al ver m i austero entusias adormecida en tus prisiones, a l v i l móns-
mo, v i llegar hasta m i á los sábios del truo de Etiopia mutilado; d á gracias á
mundo y exclamar:—"¡Aqui está ya la los mudos ocultos en el h a r é n del Profe-
libertad; basta ya de sangre, basta ya de ta y a l desconocido esclavo que entrega
l á g r i m a s ! Se han despertado los pueblos la cabeza para ser inmolado silenciosa-
y se inclinan ante ella; ven á abrazarla mente.
jóven amante; a q u í tienes á la inmor
tal.,, Y a v a n c é hasta ella para ofrecerla
palmas y flores. E l s u l t á n , entre paredes brillantes de
jaspe y de pórfido, lanzando á cien bel-
III. dades su desdeñosa sonrisa, huella l a
p ú r p u r a y el oro, el á m b a r y el coral; y
Oh Dios! Esa libertad era un enorme al pasar desde lejos el pueblo, conoce
mónstruo; la llamaban Verdad porque los goces de su dueño por las cabezas
iba desnuda; lanzaba los gritos de la que penden de las puertas del serrallo.
ciega demencia, y hacia las confesiones
del vicio i n g é n u o . L a fábula la dotó, para
saciar sus furores impíos, de las u ñ a s Pueblo feliz! Despertando á la audaz
punzantes de las harpías y de los m i l bra rebelión, con frecuencia en la oscuridad,
zos de Egeon. Los despojos de Roma or- el inquieto janisarlo prende fuego á los
naban á ese ídolo impuro; el buitre techos, por los que esparce el incienso el
reemplazaba al á g u i l a en su Capitolio y soplo de los vientos. Pueblo feliz! U n
el infierno poblaba su Pantheon. visir dispone de su vida, y el veneno, que
la muerte pasea, infecta sus riberas; l a
E l suplicio cruel, la fiera tortura con esclavitud le hace sufrir el yugo del es-
ducian hasta él á la muerte, como á su panto; pero sábios mendaces, no goza de
feliz amada, y ese m ó n s t r u o pisoteaba vuestra libertad.
ODAS Y B A L A D A S . 33
luz, y ligando al pasado el porvenir, que
V. fecunda, sienta á la vez sus dos pies, que
en vano baten las olas, en las dos már-
Oh Francia! E n nuestros dias de cóle- genes del tiempo.
ra h u y ó al cielo la verdadera libertad,
madre de las santas hazañas; para que II.
reñeje ese astro tutelar, es preciso que,
puro en todas sus corrientes, el rio popu- L a m o n a r q u í a impone desgracias su-
lar corra á la sombra del trono, apoyado premas á los infortunados que doblan la
sobre la ley. frente bajo el peso de l a corona; necesi-
tan poseer corazón sublime. Su nave, al
U n Dios libró al mundo del yugo del afrontar el rayo y el abismo, no debe evi-
mal, y vino entre los oprimidos á tomar tar los escollos. E l rey que merece la
forma humana; vino á predicar la fra- corona no debe saber descender del tro-
ternidad, fué pobre, humilde y padeció. no, pero debe saber descender al a t a ú d .
L a libertad sonríe á todas las víctimas y
á todos los sacrificios sublimes, salva á
todos los Estados que socorre; ante ella Como el soldado, el príncipe debe te-
la Vendóe es hermana de las Termópi- ner espada. Necesita, cuando se agitan
las, y el mismo laurel corona á Malesher- las rebeliones, que de dia y de noche esa
bes que á Codrus, espada vele á su lado, que el ejército le
proteja y le siga, que el acompañamien-
VI. to de la m o n a r q u í a es la guerra: no se
puede romper el cetro de Oarlo-Magno
Cuando el impío ultraja el santuario sin romper la espada de Rolando.
todo huye del templo, que está de luto
y despojado de su esplendor; pero el fiel ni.
sacerdote, arrodillado sobre las losas,
prodiga m á s incienso, reza m á s oracio- Rolando! ¿No es verdad, hijo predilecto
nes é inclina m á s la frente ante el altar de la guerra, que cuando despertaron
hollado. t u sombra los clamores de nuestros guer-
Julio 1823. reros, al pasar hace poco por los campos
de Roncesvalles, creíste que eran anti-
guos caballeros? T ú les veias sentado en
t u tumba célebre, h á c i a las riberas del
OIDA SEIPTIIVLA..
Ebro, desplegar el vuelo inmortal en lo
alto de las m o n t a ñ a s , y como el á g u i l a
L a g u e r r a de E s p a ñ a . al abrir las alas, sacudir, para expulsar á
los nuevos infieles, la brillante cimera de
Sine clade victor. Carlos Martel.

I. T a m b i é n otro héroe, t a m b i é n Pelayo,


vencedor de l a morisma, desde los cielos
L a m o n a r q u í a , pueblos, es suave y saludaba á nuestro ejército. A l carro de
hermosa; hija poderosa y venerable, hija triunfo de nuestra gloria u n c í a de Casti-
de cabellos blancos de los tiempos re- lla al antiguo león fiero y sometido, y
vueltos, penetró con su claridad en repitiendo nuestro grito de alarma, con-
aquella noche impenetrable, sometió el fundía su lanza con nuestras armas, lla-
águila al cisne y el azor á las palomas, y mándonos: Compañeros!
elevándose gigante de tumba en tumba,
consagró en el altar el acero que ceñia, IV.
confundiendo los rayos de la aureola
santa con los florones de la real bandera. Del paso por ella de u n conquistador,
A fuerza de beneficios compró sus dere- la E s p a ñ a , resentida aun, lloraba, pros-
chos. Su brazo fuerte, cuando hervia la tituyendo á nuestra libertad, en los san-
m u l t i t u d rebelde, cubrió el cetro con la grientos brazos de espantoso amante, su
cruz. Ese coloso de bronce, en sus manos virginidad real. Ese pueblo altivo, can-
seculares, hasta las nubes de las nació sado de déspotas vulgares y agotado por
nes eleva un faro de resplandeciente las guerras, maldecía al mónstruo que se
TOMO V. 5
OBRAS D E VICTOR HUGO.

introdujo en sus campos; harto de viles tan los nuevos Decius? ¿Espera el bra-
tribunos y de tiranos serviles, llamaba al sero á los Escóvolas y el abismo á los
extranjero para que entrara en sus ciu- Curtius? Arrastrándose todos á las plan-
dades, sin que le extremeciera este so- tas del Borbon que dispone del rayo,
corro. abrazan las sagradas rodillas... pero la
victoria es generosa, y les perjudicó su
causa inicua; fueron vencidos, pero ya
Los franceses acudieron.—Desde el están absueltos.
R h i n hasta el Bósforo, pueblos del A q u i -
lón, del Poniente y del Mediodía, ¿por VI.
q u é vuestra frente perturbada se inclinó
bajo sus pies audaces? Naciones, que es-
U n Borbon, por no castigar, no quisie-
capasteis ayer de su cadena, que caísteis
ra combatir. E l derecho de su triunfo es
á los golpes de sus espadas ó que por
siempre el derecho de perdonar. De los
ellos vencisteis, ¿por qué, poderosos Esta-
sublevados que acaba de vencer ha es-
dos que constituísteis provincias nues-
tinguido la ú l t i m a esperanza, y libra á
tras, me p r e g u n t á i s si ellos han vencido?
los pueblos de muchos desastres, teniendo
vencido á sus piés al mónstruo horrible,
Aprendieron de la a n a r q u í a lo que que se extremece de coraje por no poder
pesa el acero de los galos; pero si eman- cometer crímenes. Nosotros, que le aca-
cipan á la E s p a ñ a , de esta h a z a ñ a no bamos de vencer, fuimos un dia sus víc-
puede ruborizarse ese pais, porque todos timas; nosotros sabemos que el derribar
los pueblos á los que Dios secunda una cabeza real cuesta verter u n mar
cuando la hidra fatal clava en ellos su de sangre.
triple dardo, tienen siempre, coligados
contra la fiera, el templo por p á t r i a y la Guerreros, regresad á vuestra pátria;
cruz como estandarte c o m ú n . vuestras madres están satisfechas; fuis-
teis el terror del mundo y ahora sois el
V. apoyo. Bastantes tronos visteis caer ante
vuestras tiendas de c a m p a ñ a ; proteged á
Por lo tanto, que Madrid calle en lo los reyes ahora. Dios pone en vuestro
sucesivo á la historia sucesos que durante carro su glorioso arco; vuestra tienda
mucho tiempo reveló su orgullo y no victoriosa es su t a b e r n á c u l o inmortal;
pregone al cautivo real que la ingrata de las legiones santas dispone vuestro
victoria encerró en sus muros en otro estandarte; Dios quiere que se coloque
tiempo. Cádiz nos venga de l a afrenta de vuestro casco entre los vasos del altar.
P a v í a . A la sombra de un héroe arreba-
tada, la gloria ha devuelto sus derechos; VII.
olvidando al noble francés que tuvo pre-
so, l a orgullosa E s p a ñ a ha podido con- Esto es hecho: privando al crimen es-
vencerse de que las manos de nuestros pantado de la esperanza que le sonreía,
valientes saben romper las cadenas de los cielos encargan á la Francia que sea
los reyes. la custodia de la m o n a r q u í a . Su génio,
descubriendo todas las conspiraciones,
brilla como la l á m p a r a de siete luces
Preparad, castellanos, fiestas solem- que se ocultaba en los templos del Jor-
nes , desde las murallas de Zaragoza dán; g u a r d i á n de los tronos que protege,
hasta los campos de Almonacid; confun- su espada es l a espada celeste que fla-
did con nuestros laureles vuestras pal- mea á las puertas del E d é n .
mas fraternales; cantad á Bayardo; nos- Noviembre 1823.
otros cantaremos al Cid; que al antiguo
Escorial conteste el antiguo Louvre; que
vuestra bandera se mezcle con nuestras
banderas victoriosas; que G-ades edifique
u n altar en sus playas, y que desde allí
hasta las m o n t a ñ a s donde venció Pelayo
se encienda misteriosa i l u m i n a c i ó n .

Para afirmar sus promesas, ¿dónde es-


ODAS Y B A L A D A S .

ODA. O C T A V A . O D A N O V E N A .

A l a r c o de t r i u n f o de l a E s t r e l l a . A l a m u e r t e de M l l e . de S o m b u e u i l .

Non déficit alter. Sunt lacrimae rerum.


VIRGILIO. VIRGILIO.

I. I.

L a Francia tiene palacios, tumbas, T r i b u t a otro homenaje á la virtud,


pórticos, antiguos castillos llenos de lira mia; bastantes himnos de anatema
conquistadas banderas, heróicas joyas robaste al fúnebre Isaac y al triste Eze-
adquiridas en medio de los peligros, y su quías; para consolar á los muertos, para
piadoso valor, pródigo en ejemplos no- llorar á las víctimas, se necesitan cantos
bles; para adornar sus soberbios templos sublimes, que tengan eco en el cielo.
despoja los extranjeros campos.

A él Dios la ha llamado: los cielos nos


Se ven sus ciudades llenas de monu- envidiaban esa j ó ven y han reclamado
mentos; están en ella Roma y sus dioses, á la desterrada, y nosotros los proscrip-
Menfis y sus negros mausoleos, el león tos la lloramos. Respondedme: ¿habéis
de Venecia se ha dormido en sus mura- visto su sombra desvanecerse en la noche
llas; y cuando para embellecer nuestras sombría ó huir hácia la luz inmortal?
vastas Babilonias el bronce falta para L a habéis visto subir ó descender? ¿Dón-
nuestras columnas, la Francia se lo pide de depositaremos sus cenizas? ¿ E n la
al enemigo. tumba ó en el altar?

Cuando brilla en los combates su ar- No lloréis, recemos; los santos la recla-
madura inflamada y su oriflama augus- maron; recemos; adorémosla los que la
ta sembrada de flores de lis, lanza sus amamos. Se ha reunido ya con sus her-
escuadrones, como si fueran rebaños; manas, con los á n g e l e s puros, con esas
después ofrece á los vencidos los dones vírgenes que en otro tiempo se abraza-
ásperos de la guerra, y como juguetes ron á la cruz y que, como sobre lechos
vulgares, mezcla con las de éstos sus de flores, acostadas en braseros ardientes,
propias banderas. se durmieron en l a tortura.

II.
Su vida era u n puro misterio de ino
Arco triunfal, el rayo, aterrando á t u concia, y su alma pasó por el mundo en-
señor, parecia haber herido t u frente an- tre los vivos y los muertos. Con frecuen-
tes de nacer; pero nuestras nuevas haza- cia la desventurada, como si l a muerte
ñas te han realzado, porque no quiso rompiera los lazos de su destino, sentía
nuestro ilustre ejército que fueses de con terror helarse en sus pálidas venas
nuestra fama u n monumento sin con- una sangre que no era l a suya.
cluir.
II.

Refiere á los siglos el nombre de su Ese dia infausto la muerte perdió su


jefe m a g n á n i m o . Que se lea en t u frente privilegio, pues rescatando un asesinato
que los aceros franceses no han dejado á costa de un sacrilegio, la sangre de los
de recoger n i n g ú n laurel sublime. Le- muertos corrió por su seno virginal: en-
v á n t a t e hasta los cielos, pórtico de la tre el impuro brevaje y el arma parri-
victoria, para que el gigante que encar- cida, los verdugos perseguían á la heroí-
nas pueda pasar por debajo de tí sin i n - na tímida con sus insultos fúnebres y
clinarse. con su risa infernal.
Noviembre 1823.
36 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Su triunfo es su suplicio. A l elevar los midos que defender, n i opresores que


ojos al cielo bebió la sangre en el mismo perdonar.,,
cáliz en que Jesús, moribundo, bebió la
hiél. Inmenso cariño encerraba su valor.
Cuando la tempestad hizo perecer á sus Es preciso que el justo muera.—En
padres, que la Francia lloró, para conso- vano con gran dolor y llorando pasan
lar á la augusta hija. Dios le confió su por las puertas de su morada los pobres
familia de viudas y de huérfanos, porque que ella socorría y consolaba. Ahora
le fué concedido sobrevivir á su mar- que ya murió, no tenéis m á s remedio
tirio. que pagar sus limosnas con oraciones;
dadle un cariñoso adiós de despedida,
m. infelices huérfanos, viudas inconsolables,
i m á g e n e s augustas de Dios.
F u é en nuestras playas, en las que se
ha perdido la fe, como el ú l t i m o rayo de IV.
sol que queda en el horizonte al morir
la tarde; Dios entre todas las mujeres la Señor, no te lleves del mundo á los
marcó con un signo, y quiso en su cam- séres que profesan tus justas doctrinas;
po, donde se cosechan tan pocas almas, si la v i r t u d se vá, ¿quién conseguirá que
dejar madurar esta espiga para l a santa el crimen se arrepienta? ¿Dónde el per-
cosecha. verso e n c o n t r a r á su salvación? No arre-
bates de la tierra esta esperanza saluda-
ble; deja que los justos vivan: ¿no te
Hasta fué feliz en el mundo, porque el bastan los ángeles del cielo?...
Señor, con las mismas manos que venga Diciembre 1823.
sus derechos, sostiene á los que le aman
y les ayuda á llevar la cruz, dotándoles
de e x t r a ñ a s visiones; á Jacob le hace ver
la escala de los ángeles y á S a ú l los an- OID^ D E C I M A . .
tros de Eudor; su mano misteriosa y
santa sabe esconder la miel en el absin- £ 1 ú l t i m o canto.
tio y la ceniza en las frutas de oro.
0 Muse qui daignas me sonstenir
dans une carriere aussi longue que
perilleuse, retourne maintenant aux
Su constante equidad no duerme ja- celestes demeures!... Adieu, consola-
más: el perverso, cubierto de p ú r p u r a y trice de mes jours, toi qui partageas
buscando la felicidad, envidia la c a b a ñ a mes plaisirs, et bien plus souvent mes
douleurs!
donde vive el pobre; y cuando el impío CHATEAUBRIAND.
dichoso, mecido sobre el abismo, con sus
crímenes se abre u n infierno, el justo con
sus l á g r i m a s se abre el cielo de la v i r t u d . I.

Dícese que sintió despojarse de la Deja, abandona la lira: ¿qué les impor-
vida, y que al morir miraba con envi- ta el Dios que te inspira á los mortales
dia las cadenas de que iba á despren- groseros y vanos? Se rien cuando t u
derse, exclamando:—"Dios mió, retar- mano le inciensa. Rompe, pues, t u l a ú d
dad m i ú l t i m a hora, que quizás no soy impotente; desciende de ese carro sin
digna aun de abandonar este valle de corceles.
l á g r i m a s ; no imploro la muerte, porque
puedo sufrir aun, y tengo muchos des-
graciados á quienes consolar. —Es santo y puro el entusiasmo del
poeta, y le hace ver su esperanza, des-
afiando á la muerte, su nombre glorioso
"Parto, pero tened compasión de los al través de los siglos. Con su sublime
séres que dejo abandonados. ¿Quién les altura se inclina hácia la edad futura
t r a t a r á con el cariño con que yo los tra- para oir su recuerdo en lontananza, y
té? ¿Por q u é coronarme tan pronto con la que su nombre, como piedra que se arro-
dicha celestial? Permitidme que consue j a en un abismo, despierta m i l ecos en
le aun durante a l g ú n tiempo á los des- el fondo del porvenir.
graciado s; que en el cielo no t e n d r é opri-
ODAS Y B A L A D A S . 37
No puedo gozar de esa a l e g r í a augus- lucha con él; esta es la ley universal: l a
ta; los siglos no conservarán m i nombre, vida es como una tienda de c a m p a ñ a ,
la gloria lo p r o n u n c i a r á . M i Musa, en la donde dormimos antes de entrar en el
tempestad que ruje, cayó en la corrien- combate.
te del mundo, como u n lirio en las olas
de un torrente.
Los mortales olvidan esta verdad: l a
urna de los a ñ o s no está siempre llena
Sin embargo, m i tierna Musa es bella para todos; pero que vivan en paz ó que
y es inocente; el astro de Belén fijó en gocen, cuando su suerte los sumerja en la
ella sus miradas, y yo sigo esa modesta eternidad, en vano los insensatos trata-
estrella, como la seguían los reyes pas- r á n de detener el tiempo, porque serán
tores. E l Señor me concedió el dón de entonces ruinas dispersas de u n bajel
su palabra, al ver que su pueblo le olvi- sumergido.
da sumido en cobarde sueño, y cuando
mi l a ú d llora, amenaza ó consuela, mis
cantos vuelan h á c i a Dios, como el águi- Adiós, pues, l a ú d que suspiras. Musa,
la vuela hácia el sol. has perdido ya t u imperio en el mundo;
renuncia á tus conciertos inmortales;
mye de la m u l t i t u d que te contempla;
Mi alma, abrevada en ese manantial, corre las cortinas del templo y deja en
asciende de pensamiento en pensamien- a oscuridad los altares castos.
to; como del arroyo humilde en que el
árabe sediento calma l a sed, la gota de
agua llega al rio, del rio pasa al mar y Te devuelvo. Dios m i ó , el ramo de l a
del mar al cielo. esperanza.1—Aquí tienes el acero divino
y la lanza celeste; no he podido cumplir
'a misión que traia al mundo: con fre-
Pero los hombres sois flores sin perfu- cuencia el aguilucho, juguete involunta-
me, hogar sin fuego, y en la atmósfera rio de los vientos, tiene que suspender el
que respiráis no puedo desplegar mis vuelo que empezaba á desplegar; con
alas. Vuestro mundo es limitado y vues- ::recuencia el rayo, buscando en la tierra
tro soplo mortal. Las liras tienen para dónde herir, se remonta al cielo sin ha-
vosotros voces vulgares. Me embriago Der fulminado.
con absintio; embriagaos vosotros con 1823.
miel. E n c a r i ñ a o s con vuestros amores y
combatid en vuestras guerras, ya que
vuestros ojos muertos se cierran á la luz
del sol. LIBRO TERCERO.
Sin despertar eco sonoro levantó m i 82^-1828
voz, débil todavía; y m i lira, que posee
fibras de acero, pasó sobre las almas v i -
les, como sobre el empedrado de las ciu OD-A. 3P3rlIME3rí-A..
dades pasa la herradura resonante de
corcel.
A A l f o n s o de liíiiuartine.

E n vano hice rugir á la venganza Or, sachant ees choses, nous Ve-
eterna; en vano, para convencer á los c r i nous enseigner aus hommes la crainte
de Dieu.
mínales, hice hablar de perdón á la voz
del dolor; desde lo alto de los cielos to
uantes, cayendo m i austero pensamiento
sobre la tierra ingrata, en l a que germi 1.
nan los dolores, como l l u v i a tempestuo
sa ó como bienhechor rocío, no pudo A b r i g a r é en el puerto m i navio; no
conseguir destruir la c i z a ñ a n i fecundar quiero confiar ya sus velas a l viento que
las flores. las desgarra. Esconderé el laúd, aunque
acaso mis cantos hubieran podido v i v i r .
Seré como el soldado que vuelve silen-
Todo vá á parar á l a tumba, y el hom- cioso del combate y que suspende de l a
bre que el tiempo hunde en ella en vano cabecera de su lecho el i n ú t i l resto de su
38 OBRAS DÉ VICTOR HUGO.

armadura, y que, vencido ó vencedor, se dicando:—'"Basta de rebeliones, basta de


duerme. guerras civiles. No bailéis m á s ante el
becerro de oro; Dagon v á á hundirse,
Baal v á á desaparecer. E l Señor dijo á
Solo pido ya á m i querida Musa, antes su sacerdote que para hacer penitencia
de m i muerte, un canto solemne y supre- os quedan pocos días.
mo. E l poeta debe con alegría querer en-
trar en l a tumba; si no se sonriera cuando
los d e m á s lloran, los d e m á s le dirian:
—"Vas á morir; por q u é no cantas?...,, „Reyes, pueblos, cubrios con un saco
manchado de ceniza. Pronto de las nu-
bes descenderá vuestro juez. Cesad de
No es l a muerte lo que la m u l t i t u d se dormir, dignaos abrir los ojos. Tyro será
imagina. Es el momento en que nuestra víctima de las olas, Gromorra del incen-
alma obtiene su recompensa; es el mo- dio. Sacudid el sueño que amodorra
mento de volver el hijo desterrado al ho- vuestra alma y despertaos para morir.
gar paterno. Cuando inclinamos hácia
la muerte el oido atento, la voz del muer-
to, que creíamos muda, empieza á can- „Desgraciado el poderoso que se em-
tar el himno eterno. briaga en los festines y se ríe del oprimi-
do que llora y de los profetas. Como Bal-
II. tasar, ignorante de su porvenir, no vé en
las paredes de la adornada sala las pa-
Más pronto de lo que debia vuelvo á labras que una mano llameante traza
entrar en la liza; t ú lo deseas, t u Musa con letras de fuego entre las guirnaldas
es m i cómplice; t ú me has despertado, de las flores.
dicióndome:—"Espera; arrojemos antes
otro guante en el palenque; y ya que
cada vez se e m p e ñ a m á s la lucha, tome- „Será ese poder expulsado del cielo,
mos parte en ella en nombre de Jehová.;; como ese génio moderno, espantoso por
su gloria y por su a g o n í a , que después
de haber llenado el siglo, sucumbió jó-
U n í , por eso, á tus cantos algunos ven aun. Como Napoleón, que dominaba
cantos mios temerarios. Pulsa, pues, t u al mundo y que tenia á sus pies á los
l a ú d inmortal; combatiremos como her reyes de la tierra.
manos, defendiendo los mismos altares
y el mismo hogar. Ocupando el mismo
carro, como una pareja homérica, sos ;;Ese poderoso será desgraciado; tam-
tendremos, para luchar en la arena líri bién lo será el mendigo hipócrita y celo-
ca, t ú la lanza, yo los corceles. so, que llama á la puerta del sátrapa; el
esclavo en sus cadenas, el señor en su
castillo; el que, viendo que el inocente v á
Deseando combatir á la debilidad hu- al suplicio entre sus dos cómplices ase-
mana, no sé por q u é pendiente llegaré sinos, no extienda á sus pasos y á sus piés
al combate. Necesito volver á ver lo que su m á s rico manto.
he combatido, lanzar al impío m i ú l t i m o
anatema, decirte que te amo y cantar
un himno á la v i r t u d . „Será desgraciado el que diga: m i ma-
dre es adúltera; el que encubra u n cora-
III. zón v i l bajo u n lenguaje austero; el que
cambie en blasfemia el juramento roto;
Por desgracia no estamos ya en los el adulador mendigo; el que se proclame
tiempos en los que el poeta hablaba al sábio entre los sábios; sí, será desgraciado
cielo como sacerdote y á l a tierra como ese insensato.
profeta; si Moisés é Isaías apareciesen en
nuestros campos, los pueblos que ellos
vendrían á juzgar, punir ó absolver, en „Pueblos, desconocéis al Dios que os
sus ojos relampagueantes no verían el dió la vida; y sin embargo, debíais reco-
rayo que se desprende de sus cánticos. nocerle en la prosperidad y en las adver-
sidades, á todas horas y en todos los si-
tios. Dios cuenta vuestros d í a s , Dios
E n vano recorrerían las ciudades pre presencia vuestros banquetes; y cuando
ODAS Y B A L A D A S . 39
un jefe os lleva á la conquista, os arras- „Si tratan de tocar el clarín de P í n -
tra impulsado por Dios. daro, ¿por q u é no hacen que lo oigan
Hieren, la hija de T í n d a r o , Castor, Po-
„A su voz, en los tiempos de crímenes lux, Elida y los Juegos de los tiempos
y de locuras, las revoluciones abren sus fabulosos; la arena, de la que salen nu-
abismos, los justos derraman su precio- bes de humo, la rueda de rayos de oro,
sa sangre, y los pueblos, r e b a ñ o que sembrada de clavos de bronce, y las cua-
drigas brillantes?
dormia confiado, ven, como Jacob en ex-
t r a ñ o sueño, ángeles que se remontan al
cielo. „¿Por q u é asustarnos con claridades
simbólicas? Queremos que nos entreten-
„Extremeceos! M u y pronto, anuncian- gan con bucólicos cantos, en los que se
do su venida, la trompeta del a r c á n g e l haga luchar á Menalco y á P a l e m ó n ; y
entreabrirá las nubes. L l e g a r á el dia para que nos prediga el porvenir, solo
del eterno tormento y de la eterna felici- necesitamos las palabras misteriosas que
dad; y entre una aureola de rayos y de salen de los labios de la Sibyla.
resplandecientes r e l á m p a g o s aparecerá
Dios, señalando vuestros ídolos y pre-
guntándoos:—Quién es ahora el Señor?... „¿Por q u é , como nuestra sombra, nos
habéis de seguir en nuestros placeres?
¿Por q u é nos enseñáis el repugnante se-
„Tocando siete veces la trompeta en pulcro, con toda su desnudez, abierto
las nubes, resucitarán á sus toques en ante nuestro paso tembloroso? Anacreon-
tumulto las razas pálidas y extenuadas, te, cargado con el peso de sus muchos
que se chocarán unas contra otras en la años, cuando pensaba en la muerte se
oscuridad; Jesús l l a m a r á á su Madre vir- comparaba con las rosas, que se mustia-
ginal, y la puerta del cielo y la puerta ban en la diadema que ceñia sus cabellos
del infierno se a b r i r á n á u n mismo tiem- blancos.
po con extrépito.
„La lira de V i r g i l i o no ha producido
„Dios os e n u m e r a r á con voz solemne j a m á s versos á Lycoris que su Gallus no
los reyes se i n c l i n a r á n ante sus decretos. pudiera leer. E l himno de Horacio bro-
L a humanidad se p r e s e n t a r á ante él con ta siempre en el seno de la risa; j a m á s
su esperanza ó con sus remordimientos ha derramado l á g r i m a s inmortales; solo
en los campos, en las playas del mar, en insignificantes gotas han salpicado su
los montes, en todas partes, al través del laúd, coronado de mirto.,,
m á r m o l de la tumba, su soplo removerá
el polvo de los cadáveres. V.

Con este desden, con esta sonrisa aco-


;?Oh siglo! Cesa de ocuparte de pen gerían, amigo m í o , á Dios y á sus profe-
samientos frivolos; en el espacio en que tas. Después de oírlos, c o n t í n u a r i a n go-
vuelas pronto v á á faltarte el aire; t u zosos disfrutando del loco festín, ó, para
gloria, t u orgullo y tus placeres, todo es dormirse oyendo sonar alguna lira idó-
vanidad. ¡Mortales, que solo pensáis en latra, volverían la cara al otro lado.
futilidades y en goces, pensad en la éter
nidad!,,
Pero q u é importa! cumple t u misión
IV. sagrada. Canta, juzga, bendice, ya que
estás dotado de inspiración. E l Señor al
A los profetas responderian nuestros pasar te tocó con l a mano, y como de la
sábios:—'"¿Qué es lo que nos dicen esos roca que tocó Moisés con la vara brotó
hombres?... N i pertenecen a l mundo n i agua para l a m u l t i t u d del desierto, la
á nuestro siglo. ¿Han nacido esos poetas poesía á raudales salta de t u seno.
en el valle sagrado? ¿Dónde está su
Olimpo? D ó n d e está su Paraíso? ¿Qué
Dios es ese con el que nos amenazan? E n t u lugar yo, aunque fuese vencido,
¿Monta en el carro de Marte, usa el carro estaria orgulloso de tus triunfos; porque
de Apolo? ya sabes que soy apasionado de todas las
glorias, pero que n,o envidio ninguna:
40 OBRAS D E VICTOR HUGO.

poeta, siempre tengo u n canto de ala- que la suerte exceptúa de la ley c o m ú n .


banza para los demás poetas, y nunca el Sufriendo los grandes hombres se elevan
laurel que brilla en la frente de los otros al rango de los justos; entre los tesoros
proyecta sombra en la mia. de la gloria, el m á s bello es el laurel he-
rido por el rayo.
Oye sonriendo los tiros que dispara la 11.
envidia; que la envidia ultrajó á Home-
ro y atacó al Dante, y hasta en el arco Siendo así, dime: ¿para q u é quieres v i -
triunfal insulta al guerrero. Es preciso vir en la corte? ¿No eres el hijo noble de
que t u nombre resuene entre sus gritos; la tempestuosa esfera en l a que ninguna
el tiempo hace rendir culto á la justicia; desgracia asombra n i se evita? ¿No eres
deja que pase la tempestad y que crezca de esos amigos de los reyes, que tan raros
t u laurel. son durante las tempestades, que solo sa-
ben adularles exponiendo la cabeza y les
VI cortejan en el cadalso?
T a l es l a majestad de tus conciertos
supremos, que parece que hayas apren- No es cuando el trono pasa por sus
dido como los ángeles en las arpas del dias prósperos, no es en la época de su
cielo pulsan las cuerdas; parece que el pujanza y de su poderío, cuando el favor
mismo Dios, inspirando t u audacia, se real desciende á semejantes hombres; se
te aparezca en el desierto, te mire faz á necesita que el oleaje ruja, que haya que
faz y te hable con su armoniosa voz. afrontar escollos en la noche tempestuo-
Octubre 1825. sa, para que el piloto que zozobra lance
miradas de reconocimiento al faro sal-
vador.
OIDA. SEGUNDA.
I n ú t i l fué que en los dias de l a con-
quista mano gigantesca pesara sobre t í ,
A Chateaubriand.
y que cada vez que iba á ser arrastrada
Ou ne tourmente pas les abres
al abismo l a p á t r i a que temblaba, se
steriles et dessechés; ceuxlá seule- apoyase desde la pendiente de ese abis-
ment sont battus de pierres dont le mo en t u cabeza, que no se dobla j a m á s .
front est couronne de fruits d' or.
ABEN HAMED.
III.

Ahora te toca, sostenido por la F r a n -


cia u n á n i m e , dejar que se cumpla t u des-
Hay navios gloriosos que prefieren el tino m a g n á n i m o ; cada uno de tus reveses
h u r a c á n á los céfiros; hay astros, reyes te proporciona una gloria. Cuando l a
rutilantes de los cielos, mundos volcáni- suerte te hiere debes darle las gracias,
cos lanzados e n t r é los otros mundos, que porque cada infortunio te eleva á m á s al-
desean que l a profunda noche adorne tura que te elevó el favor.
su frente con los penachos del fuego que Julio 1824.
devora sus flancos.

OIDA. T E R C E R - A . .
Los genios tienen en todas partes sím
bolos sublimes. D a n siempre sus pre
ferencias á las víctimas, y deben á los IÍOS f u n e r a l e s de l i i i i s X V I I I .
reveses que sufren el brillo que nos en
canta. Sus vidas superiores están sujetas Ces changements lui sont peu d i f ñ -
ciles; c' est 1' ceuvre de la droite du
á las tempestades. E l rayo tiene resplan Tres-Haut.
dores, el cielo tiene nubes, que solo se Ps. LXXVI, 10.
paran sobre las grandes m o n t a ñ a s .
I.
T u gran corazón tiene derecho á los
grandes infortunios; este es el tributo de L a m u l t i t u d se agolpa en el templo;
honor que el mundo paga á las almas madres, niños, viejos, rezan y lloran;
ODAS Y B A L A D A S . 44
llega hasta las nubes el són de las cam- fué el ú l t i m o (1). U n a isla, en l a que r u -
panas que se balancean en los altos gen las tempestades, recibió á ese gigan-
campanarios de San Dionisio. T ú r b a n s e te de las conquistas, á ese tirano que
las silenciosas tinieblas del sepulcro; la ninguno se atrevió á juzgar; á ese vete-
Muerte, en sus lechos fúnebres estrecha rano guerrero que, en su ú l t i m a miseria,
las filas incompletas. ¡Silencio en su os- debió el óbolo de Belisario á l a compa-
cura morada!—El rey cristiano, seguido sión del extranjero.
de su ú l t i m o a c o m p a ñ a m i e n t o , entra en
su último palacio. Lejos de la sagrada tumba, que hace
poco construyó para él, en la referida
II. isla, despojado de aparato real, duerme
envuelto en su manto de guerra, compa-
U n emperador habia dicho: — "Esa ñero de su sueño, y mientras que no
gran tumba será el puerto de m i raza; conserva del imperio del mundo m á s
quiero suceder á los reyes que reemplazo, que la roca que bate el oleaje y el sauce
hasta en la muerte. A q u í deben descen- que bate el viento, u n rey, que estuvo
der mis restos mortales; para hacer sitio mucho tiempo desterrado y que gobernó
á mis cenizas han vaciado estas oscuras con prosperidad, desciende al lecho mor-
cavernas. E l mundo necesita un señor tuorio donde reposan sus padres, condu-
nuevo, y el sepulcro que yo construyo cido allí por Dios.
necesita t a m b i é n huesos nuevos.
III.

„ P r o m e t o mis despojos á estas sombrías Escuchando los ruegos de los h u m i l -


bóvedas, y solo este templo t e n d r á dere- des que suplican, el Señor, que d á y
cho á este insigne honor, porque deseo quita, devuelve el desterrado á la p á t r i a
que el gusano que roa mis restos haya y lleva al destierro al conquistador.
devorado los de otros reyes, y que mis Dios quiso que ese rey tan grande por su
sucesores, mimados por la fortuna, des- sufrimiento muriese en Francia, para
pués de dominar la Europa entera, ven- que, v í c t i m a consolada, desde el fondo
gan unos tras otros á dormir en este sitio de su mausoleo pudiese distinguir su
sombrío, para que yo dormite, escoltado cuna.
por sus sombras, en m i sudario impe-
rial.,, IV.

Que duerma en paz en la noche fune-


E l soldado audaz que pronunció estas
raria, ya que por nuestras desgracias
Palabras creia ver en magníficos símbo-
olvidó sus infortunios, ya que nos deja á
' os escrito su destino en el cielo; su á g u i -
su generoso hermano, que llora al secar
: á de garras flameantes hubiera podido nuestras l á g r i m a s . Y a que, disipando
ahogar al á g u i l a romana, a p r e t á n d o l a
nuestros delirios políticos, de nuestra
mortalmente; la victoria era su insepa- edad y de los tiempos antiguos proclama
rable c o m p a ñ e r a , y el globo de Garlo-
el augusto tratado, la ley sábia que, do-
Magno era ligero peso para su mano. mando la fogosidad popular, d á á los
vasallos proclamados iguales u n señor
Pero ese formidable señor de los poten- tutelar, que es esclavo de su libertad.
tados se vió defraudado en l a esperanza
que acarició al morir. Quizás ésta fué la Por nosotros vela u n rey caballero, y
única de sus ambiciones que no pudo rea- ojalá n i n g ú n ruido le despierte en su
lizar. E n vano todo secundaba su marcha sepulcro silencioso, que bastantes veces
triunfal; en vano su gloria incendiaria ya el demonio del regicidio, ávido de la
llevó la antorcha á todas partes; cargado sangre de los Borbones, p a g ó con asesi-
de trofeos, de cetros y de coronas, ese natos sus beneficios y llenó de bastantes
vasto usurpador de imperios y de tronos víctimas este recinto, despoblado por los
no pudo usurpar una tumba. crímenes y repoblado por los delitos.

Cayó en poder de vengadoras manos,


(1) No debe olvidar el lector que esta oda la escribió Víctor
y la Europa le hizo prisionero suyo. F u é Hugo el año 1824, esto es, 28 años antes de que reinase Napo-
el primer rey de su dinastía y t a m b i é n león 1 I I . - ( N . del T.)
TOMO y . 6
42 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Que sepa que nunca la corona cae y su ceguedad, no han visto q u é mano era
que ésta no se mide por el fatal nivel. a que impulsaba sus carros de guerra
E l suplicio, que hace sucumbir al cuerpo desde el Septentrión hasta el Mediodía.
mortal de los reyes, es para ellos una
nueva consagración. Luis X V I , aprisio- II.
nado por manos desleales, despojado de
la pompa real, sin corte, sin guerreros y N i n g ú n humano sobrepujó en insolen-
sin heraldos, conservó su majestad has- cia á Clovis, al que embriagaba el orgu-
ta en la guillotina; hasta en el cadalso "lo. E n los platillos de su balanza puso
probó que le asistía el derecho supremo el mundo y á sí mismo, y él creyó que
al perdonar á sus verdugos. cesaba m á s que el mundo. Desafiaba y
derrotaba los ejércitos de veinte reyes, y
V. esclavizaba á las naciones ese sicambro
audaz; nada temia en el mundo, y para
De San Dionisio y de Santa Helena doblar su cabeza indomable fué pre-
así yo meditaba en el diverso destino, ciso que una paloma descendiera del
sondeando con la vista vaga esos gran- cielo.
des misterios de la muerte. ¿Quién sois,
¡oh Dios! cuyo brazo derriba los castillos
sobre la yerba y c á m b i a la p ú r p u r a en Pueblos, hoy esa paloma ha vuelto á
andrajo? ¿De dónde viene vuestro soplo descender al mismo altar; llega, huyen-
terrible? ¿Cuál es la mano invisible que do de las profanaciones, á vencer el or-
guarda la llave de la tumba? gullo de los pueblos, como domó en
Setiembre 1824. otro tiempo el alma extraviada de Clo-
vis. Que el siglo actual á su vez, como
ese rey, se humille. Por fin se oye el orá-
culo de la voz reconciliadora, y la mo-
n a r q u í a , de la cadena de bronce con que
liga los tronos a l cielo, ha encontrado el
L a c o n s a g r a c i ó n de C a r l o s X . eslabón perdido.

Os superbum conticescat, III.


Siraplex fides acquiescat
Dei magisterio.
PALABRAS DE LA CONSAGRACIÓN. Hace poco tiempo se vió que los tira-
nos populares, atacando a l pasado, como
á su antiguo enemigo, perseguían, a l
I. abrigo de los m á r m o l e s seculares, el
tesoro que custodiaba Remy. Del Pon-
tífice dormido, profanando la frente pá-
E l orgullo desde hace treinta años es lida, la t ú n i c a episcopal hicieron peda-
el error del mundo: es el que con los de zos, desafiando así de la muerte la santa
rechos ahogó al deber; es el que despo majestad, y los ancianos, temerosos, les
j ó de su divino misterio al santuario preguntaban:—"¿Qué daño os han hecho
del poder. E l orgullo hizo nacer nues- las tumbas?,.
tros furores temerarios y las leyes, de
las que muchos de nuestros hermanos
han sufrido el decreto criminal, y esos Pero Dios, e n g a ñ a n d o el furor crimi-
reinados sangrientos y esas vergonzosas nal de los buitres, conservó la paloma,
fiestas, en las que sobre un p a t í b u l o se abandonada á las flores de lis, y hoy esta
proclamaban profetas los verdugos que paloma posa sus alas sobre u n rey; Cár-
desconocian al Eterno. los goza de esta dicha, y será consagra-
do, s e g ú n la antigua usanza, como el rey
sábio S a l o m ó n , que saboreó celestiales
E n vano, para disipar esa ingrata lo- manjares cuando con el b á l s a m o le ro-
cura, han brillado ante nuestros ojos las ciaron Sadoch y N a t h á n , y cuando acer-
lecciones del Señor; en vano Dios se ha cándose á él le besaron en la frente, di-
manifestado en los hechos maravillosos, ciéndole:—"Vive eternamente,,.
que nuestro siglo olvida; en vano u n
conquistador ha llenado con el ruido de IV.
sus ejércitos el mundo, adormecido en
sus cadenas; los pueblos, obstinados en L a Erancia antigua tiene entre sus
ODAS Y B A L A D A S . 43
metrópolis una iglesia ilustre, á la que vuestra eternidad el tiempo se precipita,
iban todos nuestros reyes, con paso triun- y en vuestra mano tenéis al mundo pal-
fal y lentamente, á humillarse ante l a pitante, como nosotros tenemos un pája-
cruz. E l pueblo refiere varios prodigios ro entre los dedos.,,
de la a n t i g ü e d a d , de ese templo de bó-
vedas góticas, del que los santos amaban VI.
el circuito; u n serafín velaba en sus cer-
radas puertas, y los ángeles, cuando pa- E l rey dice:—"Juramos, como j u r a r o n
saban los ejércitos, plantaban las bande- los reyes nuestros antepasados, dar á
ras en las torres. nuestros vasallos paz, amor, justicia, y
consagrarles nuestro cariño y conservar-
les su libertad, así en los dias prósperos
Para celebrar la fiesta se ha adornado como en los dias aciagos. Juramos v i v i r
el templo con trofeos; el oro, el moaré y en la fé de nuestros abuelos. De las órde-
el azur visten los negros pilares, convir- nes de la caballería seguiremos el cami-
tiendo la iglesia en u n palacio de hadas;
no recto. Nos desviviremos por salvar a l
á la fantasía de los caballeros responden
oprimido. Así lo juramos sobre los San-
los esplendores del trono y del altar; fes-
tos Evangelios y que Dios venga en ayu-
tones de luces confunden sus rayos puros
en el lugar santo; la flor de lis real se en- da de nuestro derecho.
laza con los arcos tutelares, y el sol, á
través de los vidrios de colores, mezcla H é a q u í lo que para oir se levantan de
con las flores rosas de fuego. sus tumbas, Clovis, Carlo-Magno y Luis,
los guerreros santos, que llevan por dia-
V. dema una aureola de laureles, y Cár*
los V I I guiado por Juana de Arco, y
E l a c o m p a ñ a m i e n t o del rey á pasos Francisco I , y el heróico fantasma del
iguales avanza. E l pontífice pregunta á ú l t i m o m á r t i r , del rey consagrado dos
los guerreros por Cárlos X . E l altar de veces, consagrado en el altar y en el ca-
Reims vuelve á ver el oriflama de l a dalso.
Francia, encontrado en las murallas de
Cádiz. Las campanas voltean; el canon
truena; ante el p r i m o g é n i t o de los reyes Ante esos testigos de la grandeza fran-
del mundo todo el pueblo cae de rodi- cesa, el óleo santo consagrado de Cárlos
llas; voces y aclamaciones suenan en los hace reverdecer los derechos, que reci-
aires; el rey se prosterna y los obispos be sin vacilar l a corona, que tiene de
dicen:—^¡ Señor, tened compasión de nos- peso la gloria de sesenta reyes. E l arzo-
otros! bispo bendice el acero hereditario y el
cetro y la mano austera; después sumer-
ge en el divino cáliz los guantes, que un
5,E1 que pomposamente llega hasta el rey j a m á s arrojó en medio de la liza sin
altar del Dios justo es el heredero actual que repercutiesen en el mundo.
del antiguo derecho de Cío vis, el jefe de
los doce pares, que su augusto llama- VIL
miento convoca á este sagrado recinto;
sus bravos, cuando oyen su voz, se lle- E n t r a , pueblo.—Sonad trompetas,
van la mano al p u ñ o de l a espada y el tambores y músicas. E l príncipe ascen-
enemigo palidece de espanto, y cuando dió al trono, en el que es grande y está
sus legiones regresan de l a guerra, su consagrado. Sobre la m u l t i t u d ondulan-
marcha pacífica conmueve aun al mun- te b r i l l a como un faro, rodeado por las
do.-—Oh Dios! tened compasión del rey! olas del mar. M i l cantores del aire, re-
presentando la imagen feliz del pueblo,
confundiendo sus voces, vuelan por
„Vuestra grandeza es superior á la de debajo de las arcadas; porque los fran-
los hombres; os loamos como á Señor y cos, nuestros abuelos, creían ver á su
os proclamamos Dios. Nos colocáis en el madre la libertad cernerse en las nubes
sitio m á s alto, y cuando allí nos vemos, sobre las alas errantes de los pájaros.
es preciso despedirse de la vida. Sois el
Dios de Sabaot, el Dios de las victorias.
Los querubines, llenos de vuestra gloria, Y a es sacerdote y rey. Es preciso que
os proclaman Santo tres veces; desde se sacrifique con este doble t í t u l o subli-
OBRAS D E VICTOR HUGO.

me, que hace resplandecer su corona. doce años, yendo del Cairo al Capitolio y
Pero dónde está la víctima? L a víctima del Tajo al y oiga, cayó desde los cielos,
es él mismo. Para los reyes franceses el como u n rayo, en prematura tumba.
cetro es formidable: guian al indomable
meblo que de los otros pueblos dirige
Íos pasos; que el mundo entero gravita "Qué importa? exclama l a muche-
dumbre. Dejemos que las tempestades
y se inclina sobre su trono.
nazcan, crezcan y truenen sobre esas ca-
viii. bezas sublimes, con t a l que cada dia nos
traiga un festín, con t a l que los rayos del
sol doren nuestras fiestas, con t a l de que
PLEGARIA.
se deslice en paz nuestro destino, olvi-
Oh Dios! conserva y vela á ese rey que dando hasta la noche y durmiendo hasta
el pueblo adora; rompe de sus enemigos la m a ñ a n a .
las flechas y los dardos, ya vengan con-
tra él desde el Poniente, ya vengan des-
de el Levante, y a monten corceles, y a „¿Qué importa que el crimen prospere
les arrastren carros. Cárlos X , como en y que el inocente perezca?—¿Han muer-
el Sinaí, te ha podido ver faz á faz. to los héroes? ¡pues que duerman en paz
Haz, pues, que inturbable felicidad bor- en sus tumbas! ¡quién sabe si nosotros
re las adversidades que sufrió; que sea viviremos m a ñ a n a ! Cuando hayamos lle-
uno de tus elegidos. Presta á su frente gado al t é r m i n o en que todo sucumbe,
real los rayos de t u justicia. Pon dos án- diremos que el tiempo vuela ligero y no
geles á su lado. sabremos q u é vientos ha desencadena'
Reims 1825. do la tempestad contra nosotros.,,

II.
OIDA. QUINTA.
T ú no te expresas de ese modo, nadie
duda de tí; t ú te sacrificas sin descanso
A l coronel U . H . Gnstaffson. por el culto de la verdad. V í c t i m a y ven-
gador de las víctimas, t u corazón se
Habet sua sidera tellus. presta á abnegaciones sublimes en todos
ANTIGUA DIVISA.
los tiempos y en todos los lugares; t u
vida entera es u n digno ejemplo, y t u
alma m a g n á n i m a es como u n templo,
I. del que solo sale la voz de un Dios.
É s t e siglo, jóven todavía, encierra ya
para la historia una eternidad de glorias Basta con t u testimonio para que to-
y de desgracias. Todos los que vió nacer dos los mortales, reconociéndose, rindan
han envejecido en veinte años. Parece homenaje público á lo que hayan profa-
que no pueda terminar sus destinos bri- nado. T u justicia solo necesita una pala-
llantes sin cerrar con él el gran círculo bra suprema para recompensar ó para
de los tiempos. punir, y hablando en voz m á s alta que
habla en nuestra época l a adulación y
el ultraje, puedes dictar la historia en el
A los pueblos famosos, que ostentan porvenir.
dias resplandecientes, para tener u n siglo
de gloria les ha bastado u n hombre; el
nuestro ha visto ya desaparecer muchos Ahora que no se realizan milagros en-
hombres notables; puede luchar sin mie- tre los hombres de nuestros tiempos, t ú
do con Atenas y con Roma. ¿Qué signi- eres el sucesor de los oráculos que anti-
fica á su lado l a grandeza de las edades guamente se escuchaban de rodillas. A
m á s famosas? Todas las domina solo con t u voz, que juzga á las razas, nuestros
sus tumbas. semidioses cambian de sitio; como al oir
cantos misteriosos en el silencio de la
noche, las estrellas en otro tiempo baja-
Apenas nació, vió morir asesinado al ban ó subían en los cielos.
duque de Enghien, v í c t i m a de una sen-
tencia; vió perecer á Moreau; vió que
Byron, á g u i l a cuyo vuelo se fatigó en Para merecer ese rango augusto que
ODAS Y BALADAS.

el cielo ofrece á las virtudes, ¿quién fué Su sombrío infortunio se parece á las
m á s noble y m á s justo que él? sobre aguas muertas de u n rio, que en vano
todo, quién ha sufrido tanto? Ese hom- sueñan en correr al pié de fastuosas c i u -
bre p a g ó tanta gloria con desgracias dades; ese lago sucio, vengador de sus
que no pueden recordarse sin sobresalto. crímenes y que maldice el abismo, no
Ese hombre nació en la Escandinavia; es puede reflejar la hermosura del cielo, y
Gustavo, hijo de los Gfustavos; es un a vista busca en vano ver alguna per-
desterrado, es un rey. dida c ú p u l a de l a deslumbradora Sodo-
ma en, el fondo tenebroso de las olas.
III.

Tuvo u n amigo en sus tiernos años Gustavo, héroe esforzado y leal, si al-
que, como él, llevaba impreso el sello del gunas veces vuelves á vestirte l a p ú r p u -
destino: el jóven duque de Enghien, que ra real, solo es para cubrir con ella á
murió asesinado. G-ustavo, al saber ese a l g ú n enemigo. E n el digno retiro, que
atentado, se lanzó á las armas; pero te envidio, conservas de t u vida noble
cuando vió que á sus l á g r i m a s permane- un recuerdo tranquilo y grato: l a v i r t u d
cia impasible la Europa, exclamó con es una reina que, como tú, no tiene asilo,
calma estóica:—^Por q u é h a b r é nacido? y desterrada del mundo, encuentra refu-
gio en t u corazón m a g n á n i m o .

„Ya que ante el asesino las naciones V.


indignas bajan temblando la frente, por-
que es todopoderoso; ya que su volun- Deja que crezca la yerba en tus domi-
tad es la ley de los príncipes, ya que es nios solitarios, y nada debe importarte,
el sol que brilla en sus esferas, soy impo estando entregado á pensamientos aus-
tente en m i trono, yo que quisiera reinar teros, que nadie se atreva en nuestros
como verdadero rey.,, diás á saludar en t í al héroe, y que en
'os palacios de los reyes poderosos m u l -
t i t u d de carrozas conmueva desde el
Cedió en sus propósitos.—Dios demos amanecer los empedrados de m á r m o l y
tró, por medio de este ejemplo insigne, los relucientes cristales.
que algunas veces rehusa la victoria al
que es m á s digno; que m á s tarde apare
ce de repente para castigar; que puede Que, sin embargo, t ú reinas; reinas en
hacer caer lo que levanta, y que para las almas de los que el soplo helado del
balancear á Bonaparte y á su acero solo siglo no apagó; en los corazones que
necesita el cetro de Odin. creen, aman y protejen; en los desintere-
sados caballeros, que es imposible olvi-
dar, extraños cortesanos, que solo hue-
Q-ustavo, jóven todavía, a b a n d o n ó el llan los palacios cuando llega para ellos
trono, para que nada faltase á su gran la hora de i r á morir en la guerra.
deza suprema, y mientras de la Europa
víctima de prolongados reveses ante e"
paso del gigante, vaciló el equilibrio, con E n todos los lugares en donde la fó,
m á s abnegación que los d e m á s reyes é' el honor y el génio rinden libre home-
levantó la frente libre, escapándose de naje á la v i r t u d proscripta, reinas, ver-
trono y del vasallaje. tiendo brillo inmortal; consagrando toda
la vida al sacrificio, cada nueva gloria
IV. que brilla en nuestra edad es una nueva
l á m p a r a que arde ante t u altar.
Este destierro no es tan desgraciado
como el que sufre el tirano proscripto N i eres señor n i vasallo; eres el único
cuando le lanzan en otro hemisferio para hombre en el mundo que no es tributa-
castigarle y confundirle: cuando bajo e" rio de n i n g ú n poder humano; solo Dios
peso del ódio universal cae el usurpa tiene derecho á t u destino, y como el co-
dor, le insultan en su caida, y en vano meta, que vierte claridades vagabundas,
lucha obstinado por conservar su p ú r p u marcha libre á t r a v é s de los soles y de
ra teatral; no lo consigue; de ella le des los mundos, t ú pasas á través de los pue-
pojan. blos y de los reyes.
Setiembre 1825.
40 OBRAS D E VICTOR HUGO.

pués de saciarse del trono y de la gloria,


vió de cerca l a vanidad de esas quime-
O D A S E X T A . ras y halló el vacío de su porvenir disi-
pado.
L a s dos i s l a s .
Siendo n i ñ o , le reveló ya en visiones
Dites-moi cT ou i l est venu, je vous la fantasía, en Córcega, su pátria, que
dirai ou il est alié.
E. H.
poseerla efímera corona y que el á g u i l a
imperial se cernería sobre é l , y oia de
antemano el himno que en todas las len-
guas, ante su tienda de c a m p a ñ a , alza-
I.
rían las naciones con voz universal.
Existen dos islas de las que u n mundo
separa los dos mares, y que desde lejos III.
dominan la superficie de las olas, como
cabezas de gigantes. Compréndese al ver ACLAMACIÓN.
sus altas cimas que Dios las sacó de los
abismos con formidable designio; los ra- "Gloria á Napoleón! ¡G-loria a l Señor
yos hacen humear sus cimas; en sus des- Supremo! E l mismo Dios ha ceñido á su
nudos flancos se estrella l a espuma del frente la diadema; desde el Nilo al Neva
mar y el fuego de los volcanes ruge en reina triunfante; los príncipes y los reyes
su seno. se inclinan cuando pasa, y Roma le pare-
ce p e q u e ñ a para asentar el trono de u n
niño.
Esas islas, en las que chocan las olas
por entre escollos descarnados, son como
„ P a r a vencer á las ciudades aterrori-
naves guerreras, encadenadas por eterna
zadas, sus á g u i l a s continuamente des-
áncora. L a mano que en esas ásperas r i -
plegaban las alas; regia los cónclaves y
beras las hizo t a n terribles, quizá fué
mandaba a l d i v á n , y confundían sus
por acariciar el pensamiento de que na-
banderas, de sangre húmedas, la media
ciera allí Bonaparte y de que fuera á
luna arrancada al pió de las pirámides
morir allí Napoleón.
con la cruz de oro del a u t ó c r a t a Ivan.

L a una fué su cuna, la otra su sepul-


cro.—Pueden pasar los años y los siglos; „E1 bronceado mameluco, el temera-
esas dos islas, que nazca u n mundo ó rio godo, el polaco, cuya lanza es de
que muera, no se b o r r a r á n de la memo- fuego, ayudan á sus ambiciones con su
ria del hombre; a t r a e r á n siempre á los fuerza ciega; y encadenados por él, por
pueblos del porvenir los rayos que hie su fó y por su fama, constituyen su ejér-
ren sus frentes; sus escollos y sus tem- cito pueblos de muchas naciones.
pestades r e v e l a r á n su recuerdo.

„Su mano, cuando consigue lo que su


Dios quiso que naciese y que muriera, orgullo desea, coloca á sus soldados en
lejos de nuestras playas, en esas dos islas un trono, ó á l a puerta de sus palacios
aisladas y conmovidas por las borrascas hace que vigilen los reyes destronados,
de su suerte, para que pudiese ver l a para que él pueda, al salir de los com-
luz del mundo, sin que profunda sacudi- bates ó de las fiestas después de sus
da anunciase su primer momento, y conquistas, dormir en paz, como el pes-
para que en su lecho de guerra, sin con cador que se duerme en la playa sobre
mover al mundo, pudiese espirar con sus redes.
tranquilidad.

11. „ T a n t o elevó su dosel imperial, que


nos parece que habita en l a ideal esfera,
¡Qué soñador fué en la m a ñ a n a de su á l a que no llegan ya los furores de la
vida! ¡Cómo a b a t i ó l a frente pensati tempestad. A sus plantas ruge la bor-
va al terminar su jornada! Después de rasca, y para herir su cabeza seria preci-
haber gozado de su inmenso delirio, des- so que el rayo ascendiera.,,
ODAS Y BALADAS. 47
triunfos y mofándose de sus derechos,
IV. aten los carceleros con cadenas frias
esas manos, que estaban hartas de hacer
Pero el rayo ascendió.'—Derribado de inclinar las cabezas de los reyes!,..
su altura, cayó humeante herido por
cien rayos. Los reyes castigaron á su t i -
rano, exponiéndole vivo en una roca „Creyó que su fortuna prodigiosa bor-
solitaria, y cautivo el gigante, fué con- r a r í a el recuerdo del pueblo-rey del
fiado por el mundo á la custodia del mundo; pero llegó u n momento en que
Océano. el soplo de Dios a p a g ó el sol de su glo-
ria, y a l r i v a l de la Roma imperecedera
apenas le dejó tiempo n i sitio m á s que
¡Con q u é amargo desprecio de l a vida para su tumba.
veria por la tarde, con envidia, hundirse
el sol brillante en el horizonte, mientras
él erraba solo por la arena de l a playa, ;,La playa del mar solo le servirá de
hasta que u n inglés, m a t á n d o l e las i l u - sepulcro; i n ú t i l m e n t e hizo construir de
siones, le volvia á encerrar en l a cárcel! antemano en el p a n t e ó n de San Dioni-
sio su tumba de m á r m o l y de oro; no
quiso el cielo que las reales sombras,
¡Con q u é desesperación ese príncipe cuando salieran á llorar en su sagrada
de la guerra se veria acusado por los morada, viesen dormir tranquilo al ca-
que hace poco divinizaban su mano con- dáver insolente del déspota.,,
quistadora! L a maldición u n á n i m e de
los pueblos coligados contestaba á l a VI.
voz implacable y eterna que salia de su
propio corazón, Amargas son las heces del cáliz! ¡Tris-
te es despertar de los sueños que empieza
V, la embriaguez y que el terror termina!
Cuando somos jóvenes nos entregamos
IMPRECACIÓN. locamente á la esperanza; pero m á s tar-
de, cuando gastamos l a vida, perdemos
"¡Oprobio, v e r g ü e n z a , anatema y ven- la fé, y vemos triste l a existencia cuan-
ganza! A l fin hemos visto hundirse al co- do la contemplamos desde l a otra parte
loso; a l fin ha llegado el dia en que caen del horizonte.
sobre su memoria todas las l á g r i m a s
que hizo derramar, toda la sangre que
hizo verter. Así, cuando llegamos al pió de u n
monte sublime, desde bajo contempla-
mos admirados su alta cumbre, sus picos
„¡Que al oir su nombre, desde el V o l eternos, sus bosques y las coronas de
ga, desde el Tíber, desde el Sena, desde nubes que se amontonan en sus alturas.
las murallas de l a Alhambra, desde los
íosos de Vincennes, desde Jaífa, desde el
K r e m l i n , desde todas las llanuras llenas Subimos, subimos hasta esas zonas
de cadáveres, desde todos los campos de desconocidas; creemos llegar hasta el
sus triunfos, brote l a maldición de los cielo y nos perdemos en las nubes. E l
muertos, como eco fatal de su gloria! monte cambia á nuestra vista de cuadro
y de aspecto, y se convierte de repente
«Que vea á su alrededor estrecharse para nosotros en un abismo cubierto de
sus víctimas; que todas ellas, aparecién- pinos centenarios, en el que los torrentes
dosele, le anuncien los secretos de la fosa, y los truenos confunden los r e l á m p a g o s
y que mutilados por el hierro ó heridos con las olas.
por el rayo, chocando confusamente sus
huesos, que ennegreció l a pólvora, le VII,
conviertan en Josafat su Santa Elena.
Esa es l a imagen de l a gloria humana
la vemos al principio por prisma deslum-
„Que viva para morir á cada instante brador; después se nos aparece como es-
que el impío conquistador incline l a vis- pejo expiatorio, en el que la p ú r p u r a se
ta al suelo y llore; que conociendo sus asemeja á la sangre, H é a q u í el doble
OBRAS D E VICTOR HUGO.

aspecto que su vida le presentó en dos grande imperio y del grande ejército,
edades diversas; necesita dos historias; columna famosa, que el extranjero admi-
cuando fué jóven inventó triunfos; cuan- ra con sobresalto. Profeso afecto á tus
do fué viejo lloró sus reveses. héroes, que la victoria esculpió, .y á to-
dos esos fantasmas gloriosos que se agru-
pan á t u alrededor.
T o d a v í a en Córcega y en Santa Ele-
na, en las noches de invierno, el mari-
nero, si meteoro tempestuoso b r i l l a fugaz P l á c e m e ver en tus flancos, brillante
en el horizonte, cree ver el espectro del columna, revivir á esos soldados que pa-
c a p i t á n proyectar su sombra lejana, i n - saron el Danubio, el R h i n y el P ó . Pones
móvil, cruzada de brazos, y cree que como un guerrero el pió sobre tus con-
vuelve á reinar durante la tempestad, quistas, sobre t u pedestal de armaduras,
como reinaba durante los combates. y el penacho de t u casco es una ban-
dera.
VIH.
E n m i orgullo nacional te caso con el
Si la suerte le quitó un imperio, le dió
monumento de Enrique I V ; y pláceme
dos pátrias, cuyo recuerdo e m p a ñ a ó veros inmortales á los dos, honrando á la
ilustra; los mares de A n í b a l mecieron su pátria y dominando nuestras turbacio-
cuna, y los mares de Vasco encierran su nes pasajeras, como signos gemelos del
tumba solitaria; y nunca, probando lo amor y de la cólera, salir, él del ahorro
maravilloso de este siglo, se p r o n u n c i a r á popular y t ú de los arsenales extran-
su nombre sin que despierte un eco en jeros.
los dos extremos del mundo.

Muchas veces, cuando la noche oscura


Si la bomba encendida describe en el oculta á la luna, ó hace temblar á las es-
cielo su incendiaria curva, se balancea trellas, vengo ante tí m e l a n c ó l i c a m e n t e
u n momento suspendida sobre una po- á evocar tus gloriosos fastos; y devoran-
blación, después cae con fragoroso es- do t u historia con mis recuerdos, tomo
truendo y destruye el empedrado de las parte en ella, como convidado descono-
ciudades; y mucho tiempo después de su cido, como pastor que se sienta en el
caida se vé humear aun l a boca del banquete de u n rey.
mortero, desde donde ascendió para caer,
y en el sitio donde estalló en metralla, II.
vomitando la muerte de sus e n t r a ñ a s , se
extingue incendiando. Muchas veces me hice la ilusión de que
Julio 1825. oía, desde t u base hasta t u cima, el sor-
do m u r m u l l o que producía el ruido de
tus armaduras; y me pareció, columna,
ver ante m i vista deslumbrada descen-
der de tus arcos tus batallones de cobre, y
que tus semidioses negros, interrumpien-
A l a c o l u m n a de l a p l a z a de T e n d o m e do repentinamente t u ascensión hacia los
cielos, pronunciaban los nombres de su
Parva magnis. antigua divisa: u Tárente, Beggio, Dalma-
tie et Trevise», y sus águilas, despertándo-
se, s e g u í a n al á g u i l a de doble cabeza,
I. cuyos ojos, amigos de la sombra que su
vuelo detiene, se inclinan ante su mira-
¡Monumento vengador, trofeo indele- da, como los ojos humanos ante la luz
ble, bronce que en columnas, desde t u del sol.
base inmóvil, parece que asciendas hasta
el cielo t u gloria y t u nada; de todas las
obras del coloso, t ú sola has quedado en ¿Por q u é , bronce remitido de Roma,
pió, ruina triunfal del edificio del g i veo que se extremecen tus legiones como
gante! si fuesen u n solo hombre? ¿Qué imposi-
ble ultraje llega hasta t u grandeza?
¿Quién ha despertado esas sombras i n -
P l á c e m e verte, columna, ruina del mortales, esas á g u i l a s , que, batiendo con
ODAS Y B A L A D A S . 49
sus alas t u base, en sus cautivas garras ¿Con q u é derecho vienen á cercenarnos
aprietan el rayo apagado? nuestras glorias? Los Borbones han pro-
lijado siempre nuestros himnos triunfa-
III. "es; nuestros reyes te han defendido, co-
umna, de tus enemigos; á tus pies han
Lo comprendo: cree el extranjero que depositado sus palmas, y descansan tus
hemos perdido la memoria y quiere hoja cuatro á g u i l a s á la sombra de l a bande-
por hoja desgarrar nuestra historia, que ra blanca.
escribimos con sangre y con la punta de
la espada. ¿Se atreve el imprudente á
menospreciar tantos trofeos? De ese bron- Han conmovido al globo volcanes eléc-
ce, que forjaron rayos apagados, cada tricos; m á s allá del Océano murmuran
chispa es un r e l á m p a g o . las Américas; Estambul ruge; Hellé se
hace digno de sus tiempos pasados; Lis-
boa se debate entre los brazos de la I n -
¿Es un Napoleón el que hiere á núes glaterra; solo el antiguo pueblo franco se
tro ejército? ¿Pretende de su inmensa indigna de que hagan temblar al mundo
gloria disputar la herencia á nuestros ve pasos que no sean los suyos.
teranos generales? Es demasiado débil
para soportar tanto peso: el imperio de
Alejandro y las armas de Aquiles no I d con cuidado, extranjeros; que aun-
pueden sostenerlos m á s que los héroes. que la paz nos mece en plena ociosi-
dad, el palenque de la guerra tiene para
nosotros mucho atractivo, y nuestras
Pero no; el austríaco, en su domado desocupadas manos suenan liras en vez
orgullo, se satisface si sus títulos solo de hacer sonar espadas, y cantamos como
publican su vergüenza; su derrota dá antes c o m b a t í a m o s .
fama á nuestros guerreros, y temiendo
menos á los vencedores que á los feuda
tarios, no envidia los florones de nuestros I d con cuidado; la Francia, tan gran-
duques militares si solo significan lau diosa en otros tiempos, no está muerta
relés. aun y no sufrirá n i n g ú n ultraje. Los par-
tidos la han empequeñecido durante al-
g ú n tiempo; pero contra una injuria se
Columna, ¿ n u n c a orgulloso de una l e v a n t a r á unida y armada, y la Ven-
victoria sufrió él el aspecto expiatorio de dée afilará su acero en la piedra de W a -
tus esplendores? ¿Cómo tiene tanto co terlóo.
raje ese audaz? ¿Cree que puede atentar
impunemente á nuestros anales? ¿De
q u é modo lee él las p á g i n a s triunfales Queréis robarnos nombres célebres;
que desarrollas ante los cielos? ¿será preciso que expongamos en vues-
tros campos nuestros títulos de batalla,
y borrando los nombres que el valor hizo
¿Es oscuro t u lenguaie para su conf u famosos, bautizarlos otra vez á vuestro
sa vista? Pues que acuda á tomar datos gusto? ¿Acaso no están grabados en el
al pié de las pirámides, á Viena, á K r e m cobre de vuestros propios cañones?
l i n ó al Escorial; que lo pregunte á los
reyes, que constituían su corte numero
sa, que hasta hace poco tiempo llenaban ¿Consentiríamos que el extranjero des-
el vestíbulo imperial de su tienda de truyese el blasón de la Francia y que,
campaña. envalentonado con nuestra indiferencia,
diese martillazos que rompiesen nuestros
IV. dignos escudos? Como aquel romano que
conmovió al mundo, lleváis, franceses, la
¿En q u é piensa el extranjero que nos paz y la guerra entre los pliegues de
desafía? ¿No era ayer aun Europa escla- vuestro manto.
va nuestra? No, no sufriremos de su yugo
la indigna pena del Talion; podemos re-
aparecer en el campo del combate; nos Llegáis, según place á vuestro capri-
han mutilado, pero el tiempo quizás ha cho, al Africa por Cádiz y por Moscou
hecho crecer las u ñ a s del león. al Asia; hacéis correr á los ingleses, á los
rusos y á los germanos; las torres se des-
TOM© V.
50 OBRAS D E VICTOR HUGO.

ploman al oir el sonido de vuestras


trompetas, y vuestras banderas conocen
el camino de todas las capitales. O ID-A. O C T A V A .

Cuando su destino se mide con vues- Fin.


tro destino, se inclinan las náciones des-
tronadas; la gloria no cesa de pregonar Ubi defuit orbis.
vuestras h a z a ñ a s ; á vuestro alrededor
los Estados se trastornan; cuando apa-
rece vuestro astro, los d e m á s se apa- I.
gan; cuando c a m i n á i s , el universo os
sigue. De este modo de u n pueblo entero ho-
jeaba la historia, libro fatal de duelo, de
grandeza y de triunfo: se extremecia m i
Guando el Austria os cerca tendiendo contemporáneo l a ú d cada vez que pasa-
lazos, ya los dos gigantes de la Fran- ba ante él un gran nombre, un gran
cia han pisoteado su corona; la histo- crimen, y cuando una tras otra, produ-
ria, que abre el p a n t e ó n de los tiem- ciendo ruido sublime, caian sus p á g i n a s
pos, enseña impresas en las dos cabezas de bronce.
del buitre de la Alemania la sandalia
de Garlo-Magno y la espuela de Ñ a p o
león. Cerremos ya ese libro formidable; ce-
semos de interrogar á la inabordable es-
finge que en silencio le conserva, y que
Ahora no tenéis, franceses, el á g u i l a es á la vez m ó n s t r u o y Dios. E l enigma
que con vuelo temerario llevaba el rayo que propone es incomprensible; solo es-
á las frentes supremas; pero os restan cribe su palabra en la frente de los impe-
aun el oriflama y la flor de lis. T o d a v í a rios con letras de sangre y de fuego.
el canto del gallo galo despierta al m u n
do, y puede proporcionar á vuestra pro
II.
funda noche el alba del sol de Auster
litz.
No busquemos la palabra de ese enig-
ma.'—Entonces, ¿por qué, poeta, no te
V. dormías sobre t u l i r a muda? ¿Por q u é
hacerla sonar? ¿Por q u é entonar en alta
No puedo callar, yo, que d i á los vien- voz ese canto siniestro?—Porque abriga-
tos hace poco m i nombre sajón, que ba el gran pensamiento de excitar á u n
sonó mezclado entre los gritos de guer gran pueblo.
ra; yo, que seguí el vuelo de una bande
ra triunfante, y juntando al sonido de
los clarines m i voz entrecortada, tuve Si acaso de las revoluciones abro el
por primer juguete el p u ñ o de oro de abismo sombrío, es porque necesita u n
una espada; yo, que fui soldado en m i caos el que quiere crear un mundo; es
niñez. porque una inspirada voz me habla du-
rante la noche; es porque yo quería, con-
duciendo á u n fin noble á la m u l t i t u d ,
Nosotros los franceses, que hemos na con el siglo actual confrontar el siglo
cido en una época de transición, creci pasado.
mos todos en la puerta de una tienda de
c a m p a ñ a , y aunque estemos condenados
á la paz, á g u i l a s jóvenes desterradas del E l genio necesita un pueblo que su
cielo, sabremos, vigilando las glorias pa llama anime, alumbre, caliente y en-
t é m a l e s , preservar de toda afrenta las ar- cienda como si fuera un alma; necesita
maduras de nuestros antepasados. un mundo para gobernarle como un t i -
Febrero 1827. rano. Desde que desplega el vuelo desde
lo alto de los acantilados, para regir al
h u r a c á n necesita el Océano.

Desde allí puede abrir sus alas; desde


allí puede tronar sobre el abismo hondo
ODAS Y B A L A D A S .

y sobre las olas profundas. Desde allí de la envidia pasaran á su lado sin tur-
puede saltar, caprichoso gigante, y rodar Dar su sueño; si pudiera entregar su me-
erguido ante el h u r a c á n , apoyándose de moria al silencio del olvido, ó, velado por
)iós sobre la tromba y sosteniendo el cié- rayos, ocultarse en su gloria, como u n
Ío con las manos. á n g e l en el disco del sol!...
Mayo 1828.
Pero tiene que seguir incesantemente
en el piélago iracundo la ola que le re-
LIBRO CUARTO. chaza y la ola que le arrastra; encuentra
siempre obstáculos en su camino; su voz
se pierde entre el t u m u l t o del mundo,
81SH82T cuyo loco orgullo confunde con sus j u -
guetes frivolos el cetro que oprime la
ODA. P R I M E R A , cansada mano del poeta.

E l xtoeta. ¿Por q u é arrastrar á ese rey tan lejos


de sus reinos? ¿Qué importa á ese gigan-
Muse! contemple ta victime. te una cohorte de átomos? Hijos del
LAMARTINE.
mundo, él es el que huye de vosotros;
¿qué importa al inmortal vuestro impe-
I. rio efímero? Sin oir los cantos de su voz,
n i oir los sonidos de su lira, ya tenéis en
Dejad que pase tranquilamente por el mundo bastante e x t r é p i t o .
un mundo que le desconoce el augusto
infortunado, cuya alma le devora; respe III.
tad sus nobles desgracias; huid, placeres
vanos, de su existencia austera; su palma, Dejadle en su oscuridad, á la que des-
que crece triste y solitaria, no puede ere ciende la luz. "¿No sabéis que una Musa,
cer entre vuestras flores. depurando el polvo del poeta, e n c a n t ó
secretamente sus pesares y abandonando
por él los eternales espacios, la paloma
Sufre bastantes contratiempos, sm de Cristo y el á g u i l a de los profetas con
contar entre ellos vuestras alegrías, y le frecuencia descienden á visitarle?...
cuesta un dolor cada paso que d á en los
sublimes caminos; llora su j u v e n t u d , an
tes de haberla perdido, y su vida es una E n sus veladas se le aparecen visiones
débil c a ñ a que se encorva aplastada por santas; vé los soles nacientes y las esfe-
el peso de la inmortalidad. ras apagadas pasar por el fondo del
cielo; y siguiendo en el espacio á u n
coro de arcángeles, busca en lejanos
L l o r a al recordar de l a infancia los mundos las formas e x t r a ñ a s que revesti-
encantos, l a inocente risa, las l á g r i m a s r á en ellos el Ser universal.
ingenuas, l a dicha dulce y turbulenta y
la corona de frescas rosas, que hoy mar-
chitaría el fuego de su frente. ¿Sabéis que lanzan su ojos miradas de
llamas? ¿Sabéis que el velo que su alma
cubre no se levanta j a m á s inútilmente?
Sus alas, que la luz dora y que las lla-
Acusa á su siglo, y á sus cantos, y á
mas enrojecen, pueden en un instante
su lira, y á la embriagadora copa, que
desde la infernal orgía ascender a l ban-
e n g a ñ a n d o sus delirios, vierten en la glo-
quete divino.
ria tanta hiél, y acusa á sus deseos, que
perseguían mendaces promesas, y á su
corazón, y á la Musa, y á todos los dones Lanzad, pues, lejos de vosotros, mor-
celestiales que le p r o m e t í a n u n cielo. tales temerarios, á aquel que el Señor
marcó, entre sus hermanos, con un signo
II. funesto y hermoso; á aquel cuya mirada
entrevé m á s sombríos misterios que los
¡Si al menOs, tendido en el carro de la muertos leen en la oscuridad bajo l a
vida, el himno de su triunfo y los gritos losa de sus tumbas.
52- OBRAS D E VICTOR HUGO.

una antorcha; Dios, que es t u señor, con


IV. signo austero trazó t u camino por la
tierra y marcó t u sitio en la tumba.
Llega un dia de su vida en que la
Musa misma, de augusto sacerdocio con- LA LIRA.
sagrando su laúd, le envia al .mundo el
cielo vengador, para que, salvándonos de Canta! J ú p i t e r reina y el universo le
nuestra propia audacia, traiga del Om- implora; Venus besó á Marte sonriéndole
nipotente la plegaria que calme al hom- graciosamente; Iris brilla en los aires,
bre amenazador. lora en los campos. Canta! Los i n m o r -
tales, desde el poniente hasta la aurora,
^ando tres pasos recorren los cielos.
Desciende hasta su pensamiento un
formidable espíritu, y de repente, entre EL ARPA.
r e l á m p a g o s de cólera, brilla su palabra
de fuego; los pueblos prosternados le ro- Ora: solo existe un Dios verdadero,
dean y se le humillan, y se corona de ra- usto y clemente; con el transcurso de los
yos como el Sinaí misterioso, que sus- años se rejuvenece sin cesar; en él todo
tenta un Dios en su cumbre. termina, en él todo empieza; su Sér llena
Agosto 1823. el mundo como un alma inmensa; el
Sterno vive en el infinito.

LA LIRA.
OÜ^L SEOUTsTIDA.
T u Musa t í m i d a á huir te i n v i t a á
oculta y tranquila soledad; la humani-
JJÍI l i r a y el arpa.
dad, que evita el sábio, sufre los trastor-
nos del siglo. R e t í r a t e , y cerca de tus
A LAMARTINE.
tranquilos lares oirás de lejos en las ciu-
Alternis dicetis, amant alterna Ca dades r u g i r de la discordia las cien vo-
moenoe. ces. ¿Qué le importa al solitario feliz que
VIRGILIO.
los huracanes devasten la tierra, si solo
agitan los bosques donde se oculta?
LA LIRA. EL ARPA.
Hijo de Apolo, duerme; sus laureles te
coronan. Duerme en paz. Las nueve Dios, que hace expiar los delitos, ins-
hermanas te adoran como á un rey; te pira siempre al que le sirve. P r e s é n t a t e
rodean los sueños que nacen de sus co ante la m u l t i t u d i m p í a , como Juan
ros, ó inspirado por ellos suena t u lira. cuando llegó del desierto. V é , habla á
los pueblos; muéstrales la tempestad que
EL ARPA. ruge, revélales que el Juez está irritado;
y para herir mejor su oido, levanta la
¡Despiértate, jóven mortal, hijo de voz, que suene como el rumor de una
dolor! U n sueño cerró á la luz tus p á r ciudad.
pados pesados, y mientras d o r m í a s , un
hermano tuyo indigente se sentó en LA LIRA.
vano á t u puerta.
E l á g u i l a es el ave que el Olimpo ado-
LA LIRA. ra. Volando desde el Cáucaso hasta el
L a gloria busca á la j u v e n t u d y la Athos, cerniéndose en los aires, reina
poesía viene á abrirte los ojos; de inmor del fuego que fecunda y del fuego que
t a l memoria coronará t u nombre radian devora, contempla al sol y vuela con los
te. E n vano Saturno devora á sus hijos^ r e l á m p a g o s .
esto no debe inquietarte: el Olimpo ha
nacido del Parnaso, los poetas son los EL ARPA.
padres de los dioses. L a paloma desciende desde la bóveda
EL ARPA. celeste, y velando al Espíritu Santo con
sus miradas de fuego, protegiendo al es-
Débil mortal, naciste de una mujer que cogido anciano y á la virgen elegida, lle-
lloró sobre t u cuna, y tienes que sufrir. va la rama de olivo al arca y anuncia
T u vida efímera brilla y tiembla como al mundo la venida de u n Dios.
ODAS Y B A L A D A S . 53
LA LIRA. posa aun en su choza; la playa está soli"
Ama! Eres reina en Gruido, en el Olim- taria; en Menfis se oye apenas débil
po y en el T á r t a r o ; su antorcha alumbra murmullo, y nuestros castos placeres, en
el faro de Sestos y consume á I l i o n por estos bosques frondosos no tienen m á s
testigo que la aurora.
medio de P á r i s . Corre de beldad en bel-
dad y cambia de atractivos, que el amor
solo produce lágrimas, y los amores son „ E n los palacios de m i padre se ven
hermanos de las risas. brillar las artes, pero estos campos llenos
de ñores me deleitan m á s que la vista
EL ARPA.
del oro y del pórfido; los cantos de las
E l amor único nos libra del ódio infer- aves son para m í los m á s gratos concier-
nal. Busca para t u corazón puro un al- tos; prefiero á los perfumes que arden en
ma virgen; quiérela; J e h o v á queria á "os pebeteros el soplo aromado del c é -
Israel. Cuando en la oscuridad une á dos firo.
seres u n misterio santo, a m á n d o s e pasan
por el mundo, como dos desterrados del
cielo. „Venid, hermanas; las ondas están
tranquilas y el cielo está azul; dejad que
LA LIRA. sobre los céspedes floten los pliegues
Goza! A l rio de las sombras v á á parar azurados de vuestros cinturones transpa-
el rio de los vivos; el que es cauto goza rentes; quitadme l a corona, desceñidme
de la vida; y como el pálido convidado, os velos, que hoy deseo loquear con vos-
cuando la muerte imprevista v á á sen- otras arrullada por el m u r m u l l o del r i o .
tarse á su lado y á tenderle l a mano fria,
sonriendo se duerme en esa noche sin
„Venid, hermanas... ¿Pero q u é es lo
aurora, soñando en un m a ñ a n a alegre.
que veo entre las nieblas de la m a ñ a -
EL ARPA. na?... Mirad allá abajo... Mirad y no
:emais; sin duda será el tronco de una
Sostén á t u hermano cuando le veas palmera vieja, que flotando arrastran las
caer, llora con él cuando le veas sufrir, olas hácia los mares, y que desde el fon-
vive rectamente, reza, piensa que has de do del desierto viene á visitar las P i r á -
morir. E l pecador cree que en la tumba mides.
solo e n c o n t r a r á el vacío, como lo encon-
tró en la voluptuosidad; pero cuando el
á n g e l del averno lo reclama, vé con es- „Pero q u é digo!... q u é es lo que veo!
panto que está dotado de alma eterna, y Parece que sean ó la barca de Hermes ó
le hace extremecer su eternidad. la concha de Isis, que la ligera brisa em-
puja hácia aquí... Pero no, es un esquife,
en el que distingo u n niño durmiendo
E n la m a ñ a n a de su vida oyó el poeta tranquilamente en el seno de las olas,
esas dos voces lejanas que sonaban en el como dormirla en el seno de su madre.
cielo, y m á s tarde se atrevió con voz d é -
bil á cantar al P i n d ó los himnos del Car-
melo. ,,Está adormecido; y desde lejos, su le-
A b r i l 1822. cho flotante parece, bogando por el rio,
el nido de una paloma blanca; en su cu-
na infantil vaga á merced del viento; le
O D A T E R C E R A . . balancea el agua, duerme, y el golfo mo-
vedizo parece que le meza en su tumba.

Moisés e n e l Nilo.
„Se despierta: corred, vírgenes de Men-
En ce méme teraps la filie de Pha-
fis, grita... ¿Qué madre fué capaz de
raon vint au fleuve pour se baigner entregar á su hijo al capricho de las te-
accompagnée de ses filies, qui mar mibles olas? Tiende los brazos... el rio
chaient le long du bord de 1' eau. ruge... A y ! para defenderse de la muer-
EXODO.
te no tiene m á s escudo que una cuna de
frágiles c a ñ a s .
"Venid, hermanas; el agua está m á s
fresca cuando el dia nace; el segador re „Salvémosle... Quizás será un hijo de
54 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Israel. M i padre los proscribió, y es gran una virgen libra de la muerte, es el ele-
crueldad proscribir á la inocencia. ¡Infe- gido del Dios de Sinaí; mortales que en
liz niño! su desgracia me mueve á com- vuestro orgullo desconocéis al Eterno,
pasión; seré su madre, pues me deberá la humillaos; una cuna v á á salvar á Israel;
vida si no me debe el nacimiento.,, una cuna v á á salvar al mundo.,,
Febrero 1820.
Así h a b l ó Ifis, la hija querida de u n
rey poderoso, mientras caminaba por las OIDA. CTXAJFITA..
orillas del Nilo a c o m p a ñ a d a de su cor-
tejo de doncellas, jóvenes beldades, á l a s
que ella superaba en hermosura; porque E l sacrificio.
cuando se desceñía la vestidura azul bor-
dada de oro, parecía la reina de las In urbe omne mortalium genus vis
aguas. pestilentiae depopulabatur, nulla coeli
intemperies quse occurreret oculis. Sed
domus corporibus exanimis, itinera
funeribus complebantur; non sexus,
Sus delicados pies se extremecian al non setas periculo vacua.
contacto del agua, y temblorosa l a guia- TÁCITO.
ba la compasión hacia el niño abandona-
do. .. Así llegó hasta alcanzar la cuna, y
s a c á n d o l a del rio en sus brazos, por la I.
primera vez en su hermosa frente se unió
al orgullo el inocente candor.
Doy gracias al Señor porque me con-
cedió la vida; la vida es el dón m á s apre-
Regresó lentamente á la playa, apar- ciable que le debemos: bendigamos siem-
tando cañas y rompiéndolas, y al niño pre á Dios que nos convida al banquete
que salvó de la muerte depositó sobre la de miel y de absintio. Q-uirnaldas de flo-
arena húmeda; y sus hermanas, una á res se entrelazan con nuestras cadenas;
una, sonriendo al recien nacido, i m p r i - el hombre está contento de sufrir, porque
mieron en su frente tímido y cariñoso eso le hace llegar hasta l a ancianidad;
beso. nos place la luz del dia, el ambiente nos
embriaga. Doy gracias al Señor; la dicha
de la vida constituye l a gloria de la
Ven, t ú que á lo lejos, presa de duda muerte.
cruel, seguías con la vista á t u hijo que
vigilaba el cielo; ven a q u í como una ex
tranjera y nada temas; al estrechar á ¡Desgraciado el mortal que muere co-
Moisés en tus brazos no te h a r á n traición mo una víctima, sin salvar á un herma-
tus l á g r i m a s n i tus transportes, que Ifis no que le sobreviva, sin cerrar tras él, co-
no es madre todavía. mo el romano sublime, el abismo donde
se h u n d i ó ! ¡Desgraciado el pueblo vícti-
ma del anatema, que consumiéndose
Mientras feliz la doncella presenta al ve perecer su nombre y su dignidad, sin
rey feroz el tierno n i ñ o , que rocía con que el mundo le compadezca en su caida,
l á g r i m a s maternales, se oia en el cielo sin dejar al arruinarse grato recuerdo!
resonar el coro armónico de los ángeles,
que ante Dios elevaban este canto al IL
c o m p á s de sus inmortales liras:
Cuando Dios, cansado de ver crímenes,
"Deja de gemir, Jacob; en t u destierro se encoleriza, envía á las ciudades terri-
no mezcles ya t u llanto con el agua im- ble azote, que después de pasar deja
pura del Nilo; el sagrado J o r d á n te brin- en ellas el terror y el sobresalto. De v i l
da con sus playas. Y a se acerca el dia en g é r m e n , que en su demencia no ven los
que h á c i a l a tierra de promisión verá pueblos, surge y crece entre ellos u n pá-
huir Gi-essen, á pesar de sus enemigos, . lido gigante, u n inmenso espectro; quie-
las tribus que estuvieron tanto tiempo re huir de él la ciudad, pero el móns-
prisioneras. truo, como si fuera su horrible esposo, la
cubre con sus alas y la oprime con sus
terribles brazos.
„Bse n i ñ o , abandonado á las olas, que
DEPOSITO A L NJÑO S O B R E LA A R E N A HÚMEDA
ODAS Y B A L A D A S . 55
Entonces los hombres en gran n ú m e r o ellos el destino y el porvenir que b r i l l a
caen en el abismo de la muerte, que fer- en sus inspiradas frentes. ¿Quizás espe-
menta, así como en los campos cae la ran a l g ú n triunfo? ¿Qué esperanza, q u é
nieve en espesos copos; la m u l t i t u d su- dicha les embriaga?... De este modo
cumbe y la muerte en todas partes se siempre en el mundo estéril aparece la
alimenta de cadáveres. E l m ó n s t r u o v á v i r t u d , y al ver su aspecto tranquilo, to-
encadenando sus víctimas, las arrastra y mamos á la v i r t u d por la felicidad.
se reparte sus pedazos; y entre tanto
trastorno, entre tantas ruinas y tantos
escombros, los que quedan vivos y sin Oh pueblos! Esos mortales, á los que
refugio, como impuras sombras, vagan Dios guia y ayuda, van con paso seguro,
errantes lejos de los muertos desenter- con ojos radiantes, á combatir la calami-
rados. dad, que el mundo evita y huye. Despe-
dios de ellos. Vosotros, sus parientes, sus
esposas ó sus madres, contened las amar-
Cuando se abria el circo en los dias de gas l á g r i m a s ; dejad que se ofrezcan esas
funerales, tranquilos los romanos, prote- víctimas; no les impidáis cumplir el sa-
gidos por los lictores, veian desde lejos crificio.
luchar á los prisioneros que cogieron en
las batallas con los tigres del desierto.
Así en su sobresalto las naciones se re- Pronto se a b r i r á para ellos la ciudad
unen; inmenso grito se levanta hasta el solitaria. M u l t i t u d de espectros vivos los
cielo, que el viento lleva de mar á mar; l l a m a r á n llorando y sorprendidos de que
y el mundo, armado, temiendo á la pode- haya mortales en el mundo que acudan
rosa hidra, custodia con el l á t i g o á los á mitigar sus dolores. Hablan, y su voz
infelices que mueren matando y asusta- tranquiliza y guia á los pueblos que la
do los amenaza. calamidad encierra en la tumba con sus
brazos de hierro, y el m ó n s t r u o , atacado
m .
en la ciudad que devora, se extremece,
como S a t a n á s se extremeció cuando,
¿No es verdad que entonces, sibaritas como salvador y como v í c t i m a á la vez,
de las ciudades, los goces son mejores, Dios se apareció en el infierno.
los placeres m á s gratos, cuando u n mal,
peor que el ódio civil, siembra en otras Contemplan de cerca á la hidra no
partes el dolor? Lejos de las muertes que saciada. Para arrebatar sus secretos, el
causa u n g é r m e n infecto, con gran delei- arte audaz le disputa la vida, pregun-
te el hombre mundano se duerme en per- tando á la muerte. Cuando los socorros
fumado lecho, y saborea mejor el aire del arte son inútiles, les consuelan con
natal de la vida cuando todo un pueblo la oración, y el moribundo cree las pa-
de luto llora y respira en otras partes el labras, que el cielo no puede desmentir,
viento de la muerte. y si la misma muerte hiere la cabeza del
apóstol, su tranquila y consoladora voz
Cada cual queda entonces aislado en no se apaga hasta exhalar el ú l t i m o
u n círculo efímero. L a madre besa tran- aliento v i t a l .
quila al niño que le sonríe, sin cuidarse
de los sitios en los que el seno de las ma- V.
dres causa la muerte á los hijos que
alimenta; y si acaso vulgar compasión ¡Quién pudiera imitaros, dichosos mor-
se despierta en los corazones, entre la tales, que domáis á la muerte, afrontán-
fiesta de hoy y la fiesta de m a ñ a n a , por dola! Cuando, a d m i r á n d o o s , la m u l t i t u d
que así son los humanos, les importuna se atreve á compadeceros, yo veo vuestro
compadecer, y pasan por el lado de un m a g n á n i m o proceder con envidia. Ja-
gran infortunio sin pararse en el camino m á s infortunado, v í c t i m a voluntaria, iré
que siguen. por salvar al mundo á desafiar á devo-
radora calamidad, n i á calmar con mis
solicitudes sus dolores mortales, n i á
IV. mezclar m i compasión y mis santos re-
zos con los suspiros del moribundo!
No obstante, algunos hombres, que
fuego secreto anima, se elevan sobre la
m u l t i t u d , y ésta trata de comprender en ¿No puedo t a m b i é n sacrificarme poy
56 OBRAS D E VICTOR HUGO.

mis hermanos? Y a no hay oprimidos? mas, contó alrededor del hogar las ha-
ya no hay verdugos? ¿ E n q u é cadalso, z a ñ a s de los trovadores n i los amores de
tras q u é fúnebres murallas buscaré la os paladines.
muerte de los héroes? Aunque destroce
m i cuerpo la sangrienta tortura, aunque
en la cruz se ofrezca á m i s.ed l a hiél, Otros poetas con rasgos inmortales
orgulloso y satisfecho. Señor, c a n t a r é os describirán aquellos pasados y felices
vuestras alabanzas, que el á n g e l del :iempos; yo soy hijo del dolor, y de éste
martirio es el m á s hermoso de los á n g e - dimanan mis cantos; sufro y consuelo, y
les que conducen las almas al cielo. m i Musa fiel se acuerda siempre de los
Diciembre 1821. que dejaron de existir.
Mayo 1822.

ODA aUINTA. OH)-A. S E X T A . .

A l a A c a d e m i a de los J u e g o s FJ. g'énio.


Florales.
A CHATEAUBEIÁND.
At mihi jam puero coelestia sacra
placebant, Les circonstances ne forment pas
laque suum furtim musa trahebat les hornmes; elles les montrent: elles
opus. de voilent, pour ainsi diré, la royaute
OVIDIO. du genie, derniére ressource des
peuples éteints. Ces rois qui n' en
ont pas le nom, mais qui reguent ve-
ritableraent par la forcé du caractere
Vosotros, cuyo poético imperio se ex- et la grandeur des pensées, sont élus
tiende desde las riberas del R ó d a n o pas les evenements auxquels ils doi-
vent commander. Sans ancetres et
hasta las riberas del Adur, cuyo arte sans posterité, seuls de leur race,
poderoso es u n alegre delirio, reyes de leur mission remplie, ils disparaissent
los combates del canto, reyes de los en laissant á 1' avenir des ordres
qu' i l executera fidelement.
juegos de l a lira, maestros de la gaya LAMENNAIS.
ciencia;

T a n hermosa como cuando nació, se I.


rie vuestra Musa de los años y de los
dolores; el tiempo pasa respetando su ¡Desgraciado el mortal que aparece en
infancia, y la gloria, cubriéndose con el el mundo vano é injusto llevando en
velo de la inocencia, esconde sus laure su alma solitaria un rayo del espíritu
les entre flores. divino; desgraciado de él: la envidia se
encarniza contra su existencia, como un
buitre de vida eterna é irritada, porque
Y o os saludo: soy un hijo que para m i le vé conseguir triunfos, castiga al nue-
madre cogí algunas ramas en vuestros vo Prometeo por haber robado el fuego
sagrados bosques; ofrecisteis l a mano á sagrado!
m i mano inesperta, y siendo extranje
ro, me habéis acogido como á u n her-
mano, h a c i é n d o m e sentar en vuestros L a gloria, fantasma celestial, en lon-
banquetes. tananza se aparece á su vista y tiene
que sufrir la funesta influencia de su
sonrisa imperiosa. Así la avecilla débil
Entre los jueces del palenque admi y t í m i d a pretende huir en vano de la
tísteis al atleta que era un débil vence hidra pérfida, cuyos ojos le encantan y
dor aun. J a m á s , sin embargo, errando le persiguen; en vano corre de cima en
por los montes del Pireo habia desper cima, que no logra evitarla, y muere víc-
tado aun á la belleza señorial con los t i m a de l a atrayente mirada que l a se-
sonidos hospitalarios de la bocina. dujo.

De ninguna hada, en las aéreas esfe O si v é b r i l l a r la aurora gloriosa pro-


ras, j a m á s vió los mágicos jardines; n i metida á su mérito; si, vivo, vé su frente
por l a noche, para entretener á las da ceñida con el laurel, que solo crece para
ODAS Y B A L A D A S . 57
los muertos, el error, la altiva ignoran- Esas ciudades que fueron orgullo de
cia, la injuria impune y el ódio eterno la historia, lloran aun la p é r d i d a de sus
acortan la vida del inmortal. Imponien- heróicos hijos, y el recuerdo de su primi-
do la desgracia, la gloria le admite en tiva gloria hoy solo lo conservan las
su templo, solo para inmolarle en su ruinas. Los dioses se fueron; con ellos
altar. desaparecieron los juegos, los sagrados
conciertos y las fiestas fraternales; el
II. bronce que suena en los Dardanelos
solo turba los templos desiertos.
Pero aunque sea preciso ser v í c t i m a s
de la injusticia y del dolor, ¿quién no
Pero si quedó la Q-recia sin prestigio,
a c e p t a r á á ese precio la desventura del
te dirigiste á otros lugares solemnes, en
genio? ¿Qué mortal, sintiendo arder en
los que quedan vestigios m á s sagrados y
su espíritu la llama celeste, que el tiem-
monumentos m á s eternos; donde se con-
po no consigue apagar, preferirá á ella
serva un sepulcro lleno de vida, á la sier-
la dicha que no deja recuerdo en el mun-
va Jerusalen, que sin remordimiento
do y no la trocará por un noble por-
huella u n p a c h á y viste el beduino, hijo
venir?
del númida, y á Cartago, y las P i r á m i -
des, que son tiendas inmóviles de la
A tí, genio ilustre, que estás fuera de muerte.
t u sitio entre nosotros, que recibiste del
cielo ese dón funesto que hiere al envi-
dioso orgullo; á tí, cuyo nombre ha de A l fin regresaste al hogar de tus pa-
sobrevivir á t u vida, ¿qué te importa que dres, trayendo por tesoro los sinsabores
te ultrajen la injuria y el ódio? que experimentaste en playas extranje-
ras y las elocuentes lecciones de la suer-
te. Abandonando entonces la armoniosa
Puedes desafiarlos: el marino se rie de lira, inspirado por l a r a z ó n , hablaste
las tempestuosas olas cuando vé que la elocuentemente en el Senado, y tranqui-
popa de su nave entra en el puerto y ha lizada la libertad, confió su causa sagra-
escapado del furor del aquilón. Mucho da á t u brazo, defensor de los reyes.
tiempo t u esquife desconocido luchó
contra el oleaje, que amenazaba hacerle
zozobrar; como tú, Homero desconocido, Debes estar orgulloso de haber comba-
recorrió el mundo, que m á s tarde debia tido tanto en ese palenque, en el que te
llenar con su fama. hemos admirado, y que te honró conce-
diéndote el doble martirio del genio y de
III. la v i r t u d . Prosigue, concluye de realizar
nuestras esperanzas; sirve al príncipe,
J ó v e n todavía, cuando de las manos ilustra á la Francia, cuyos destinos van
del crimen, llorosa la Francia, recibió las á realizarse. L a a n a r q u í a , altiva y servil,
cadenas, t ú huíste, y el genio que te ani- palidece ante t u frente tranquila, que el
ma se despertó en otro universo. Con- tirano no consiguió bajar.
templando vastas playas, inmensos rios
y bosques salvajes, te despedías de los
mortales; porque en esos lugares incóg- Que la envidia, inseparable de los per-
nitos, á lo menos los pasos del hombre versos, te persiga voceando; t u noble
no han borrado aun las huellas de vuelo, hijo del génio, te sobrepone á sus
Dios. vanos clamores: así el pájaro, m á s arriba
de las tempestades, vé cómo nos amena-
zan las nubes vertiendo copiosa l l u v i a , y
Los abandonaste en época m á s t r a n lejos de los ruidos del mundo, alza su vue-
quila y pisaste la p á t r i a de las artes, en lo solitario en los espacios celestes.
la que crece el laurel de V i r g i l i o y en l a Julio 1820.
que se arruinan los muros de los (jósares,
y viste la Grecia domada y esclava. No
existen ya Tirteos en esos pueblos, ayer
tan grandiosos; los griegos doblan las
serviles frentes, y la roca de las T e r m ó -
pilas soporta el peso de los tiranos.

TOMO V.
OBRAS D E VICTOR HUGO.

„Lejos de mis padres, que sienten por


m í cariñoso orgullo; lejos de los bosques,
OD.A. SÉPTIMA..
c ue apoyada en t u brazo recorro sin so-
)resalto; lejos de estas flores y de estas
palmeras, no podré vivir; pero si me de-
L a hija de O tai < i. ( as sola, moriré. P e r m í t e m e que te siga,
que así al menos moriré cerca de tí.
Que fait-il douc, celui que sa dou-
leur atend?
Sans deute i l n' airae pas, celui
qu1 elle aime tant. „ Y a que aquí te hemos acogido cari-
ñosamente, si alguna vez me amaste, no
ALFRED DE YIGNY.
me rechaces: no te vayas sin m í á t u
desconocida isla; teme que m i alma jó-
"Dime, quieres partir? ¿Pronto l a nave, ven, errante por las nubes, vaya sola si-
surcando las olas, te s e p a r a r á de mí? guiendo tus pasos.,,
Esta noche, mientras oia cantar á los
marineros que preparaban las velas, lloré Cuando l a luz de l a m a ñ a n a reflejó
al ver su a l e g r í a . en la nave fugitiva, en vano buscaron á
a jó ven en su morada; no l a volvieron á
„Por q u é quieres abandonar esta isla? ver n i en los bosques n i en las playas:
¿en l a t u y a es el cielo m á s hermoso, se sin embargo, l a doncella enamorada no
sufren menos dolores? Cuando mueras, partió con el extranjero.
¿los tuyos te llorarán como á u n her- Enero 1821.
mano?

OIDA OCTAVA.
„¿Te acuerdas del dia en que vientos
propicios te trajeron aquí? Me llamaste
desde lejos en los bosques solitarios; n u n E l hombre feliz.
ca te habia visto y acudí á t u llama-
miento. A U L R I C GUTTINGrUER.

Beatus qui non prosper!


„Qué hermosa era yo entonces!... pero
las l á g r i m a s me han ajado; q u é d a t e
a q u í , j ó ven extranjero; no me digas I.
adiós. Hablaremos de t u querida madre
sabes que me complacen los cantos de t u ^Dioses, os aborrezco! Desde m i tier-
p á t r i a , que son como elogios á t u Dios. na j u v e n t u d consigo todo lo que deseo;
me sobrecargáis con tantos dones, que os
aborrezco. ¿Por q u é satisfacéis todos mis
„ T ú llenarás completamente m i vida deseos?
me entrego á t i . Por q u é me huyes? Q u é
date conmigo; seré para t í buena y cari
ñosa, y te l l a m a r é por el nombre que te „Desde el estrecho de Leandro has-
l l a m a n en el pais de tus padres. ta las columnas de Alcides, mis baje-
les recorren los mares; y como el abis-
mo insaciable, se traga m i palacio los
„Seró t u esclava fiel, si lo deseas, con tesoros de las ciudades y los frutos de
t a l de que tus ojos brillen mirando los los campos.
mios. Q u é d a t e aquí; pero t ú no amas m á s
que una temporada, como nuestras go
londrinas; yo te amo desde que te v i . „Me duermo al m u r m u l l o de las fuen-
tes y al sonido de las liras en lecho sun-
tuoso, y para que me acudan sueños gra-
„Ay! quieres partir! E n t u p á t r i a q u i tos, diez vírgenes del I n d o s t á n velan á
zas alguna doncella espera t u regreso m i cabecera.
pues bien, l l é v a m e contigo, t ú eres m i
dueño; me someteré á ella, quizás
a m a r é , sien ella tienes cifrado el cariño ;,En mis banquetes dejo para el i n -
grato parásito los manjares que no me
ODAS Y B A L A D A S ,
UUAS \
apetecen, y m i apetito, que nada escita,
desdeña peces alimentados con sangre
humana y servidos en platos de oro. ODA. NOVEN-A..

„A las orillas del Tíber, en las monta- E l alma.


ñ a s que vomitan lava, poseo jardines de-
liciosos; mis vastos dominios, poblados Je ne sais quel destin trouble V es-
pirit des mortels; semblabas á des cy-
de esclavos, fatigan á mis corceles y Jindres, ils roulent (;á et la, accablcs
cansan m i vista. d' une infinité de maux... Mais prends
courage, la race des hommes est divi-
ne; lorsque, deponillé de ton corps,
tu t' elevevas daos les regions ethe-
;;Los grandes me temen, César me rées, la mort n' aura plus sur toi de
sonríe; protejo á los que suplican; ten- pouvoir, tu seras un dieu immortel et
incorruptible.
go pisos de m á r m o l y ba ños de pórfido, PITÁGORAS.
y me saluda un pueblo que depende
de m í .
I.
„Me fastidio en el Foro, me fastidio en
el Circo; no só q u é hacer; hago que arro- Hijo del cielo, huiré de los honores de
j e n todos los dias un esclavo á las mure- la tierra; en el abatimiento cifraré m i
nas, y me divierte apenas el juego de orgullo; soy el rey desterrado que, so-
Catón. berbio y solitario, desea ocupar el trono ó
el a t a ú d ; ódio el aplauso del mundo y
temo su polvo. E l retiro apacible y digno
;,Las mujeres de Europa y las del reclama corazón independiente; no quie-
Asia no conmueven ya m i corazón seco; ro ser esclavo n i señor; dejadme soñar
en copa de oro el fastidio me harta, y el solo en m i desierto y buscar en él la
pobre que llora envidia m i suerte! zarza ardiendo.

„Dioses, sin cesar me perseguís con A l m a , á t í que á los dolores del hom-
vuestros implacables favores, y habéis bre Dios convida, c o m p a ñ e r a en el mundo
marchitado m i vida en flor; dad espe- de la humanidad, pasajera inmortal, es-
ranza á m i fria juventud; os devolveré clava en la vida y reina en la eternidad,
todos los bienes si soy u n dia feliz.,, en mis momentos felices ó desventura-
dos, reina en el fondo de las tinieblas
sobre mis sentidos perturbados con t u
Saciado de su implacable opulencia, cetro de oro; rompe su cadena fatal, y
así hablaba Celso, recostado indolente noche y dia, como las antiguas vestales,
sobre el lecho y blasfemando de los dio- vigila el fuego sagrado de las virtudes.
ses; mientras que, bendiciendo al cielo,
u n m á r t i r espiraba ante el altar del sa-
crificio. ¿Es tuyo el soplo que agita m i lira, m i
1822. lira, que es casta hermana de las arpas
de Sion, y te me apareces en la oscuri-
dad, sonriéndome como una hermosa vi-
sión? G-loriosa virgen, sobre mis cade-
nas terrenales posa las alas misteriosas
que te elevan á las célicas regiones.
¿Vienes á e n s e ñ a r m e , siendo eco de la
voz infinita, a l g ú n secreto de amor, de
goce ó de a r m o n í a , que los ángeles te
han revelado?

II.

¿Viviste en aquellos tiempos de ino-


cencia, en los que, antes de ser malditos,
Dios Todopoderoso creó al mundo y
quedó satisfecho de su obra? ¿Viviste en
60 OBRAS D E VICTOR HUGO,

los felices dias en que nuestro padre lazos en la oscuridad; debes ser el guer-
A d á n encantaba á nuestra madre Eva, rero cautivo que vela en su cárcel; cuen-
cuando de l a falanje santa, en la frente ta con cuidado el n ú m e r o de las asechan-
del primer a r c á n g e l brillaba el primer zas del enemigo, y de noche y de dia
sol? vigila desde lejos todo el horizonte.

¿Viviste cuando de los torrentes de la No soy de aquellos que un vano ardor


existencia, entre los ardientes surcos, na- inflama, que rehusan á su corazón el
cían alegres los astros saliendo como tor- amor casto y santo, que t r i b u t a n á D a -
bellinos; cuando Dios tranquilamente gon el incienso que reclama J e h o v á , via-
en las alturas, inclinado sobre el mun- eros que sin guia se pierden alrededor
do, contemplaba sus pintorescos cua- de su alma, como alrededor de un cráter
dros, y era el centro c o m ú n de las al- apagado;
mas, el foco de toda la luz y el Océano
de todas las olas?
Que á Dios ofreciendo su desnudez
III. adornada, no se atreven con soplo crimi-
nal á marchitar las flores del Edén; hijos
¿Seguías del Señor la solemne marcha, desterrados que, arrastrando su descono-
cuando el E s p í r i t u llevó la palabra eter- cida miseria, mendigan y lloran senta-
na desde el abismo de las aguas hasta dos en el umbral sagrado de la casa pa-
las regiones del fuego, el dia en que, ternal.
amenazando á l a tierra virgen, como el
rey vencido que hace correr el carro hu- Los ángeles dicen entre ellos:—^"Ese
yendo de una lucha desigual, el caos ató- icmbre es u n impío que bebió de los
nito huia ante Dios? falsos bienes el filtro envenenador; que
expíe su crimen á la vista del justo di-
¿Viste, lejos del cielo, castigar á sus choso; Dios rechaza su alma, que se que-
cómplices el rey del mal, armado con el dó adormecida durante la v i g i l i a del
cetro de los suplicios, con el abismo, Señor. „
donde el terror nunca duerme; sitio fú-
nebre, en el que, llorando los delirios del
mundo, el crimen se despierta presa del Ojalá puedas pronto, sacudiéndote del
remordimiento, sitio que Dios visitó en- polvo de m i cuerpo, regresar radiante á
vuelto en el misterio, cuando de infierno tu suprema región; que entonces te re-
en infierno perseguía á la muerte? m o n t a r á s pura al primitivo manantial, y
como el sol solo destella luz, t ú sola des-
IV. t e l l a r á s amor.

M u é s t r a m e al Eterno, concediendo VI.


como dominio al tiempo lo efímero y al
á t o m o el espacio; al vacío oscuro la t u m ¡Infeliz del insensato cuya vista m í o -
ba silenciosa de las noches; á los rayos pe no vé que un espíritu se agita en su
cruzarse en la tenante esfera, y al ra- cuerpo! Es un mortal que está siempre
diante cometa arrastrar su cabellera es sordo y no oye la voz que sale de las
parcida por el cielo. tumbas; su pensamiento carece de alas
y su corazón de llama, y camina por el
mundo desconociendo al alma, como
M i espíritu sobre tus alas, poderosa ciego que se extravía, llevando inútil-
c o m p a ñ e r a , vuela de flor en flor, de mon- mente la antorcha.
t a ñ a en m o n t a ñ a , asciende á los celestes Junio 1823.
campos, de los que el hombre está pros-
cripto; del secreto eterno levanta el velo
austero, porque él v á m á s allá del u n i
verso, porque m i pensamiento es u n
mundo que vaga errante por el infinito

V.

Pero, alma mia, tióndenle á la vida


ODAS Y B A L A D A S . 61
Los arcontes y los eíores están senta-
dos en el estadio; las vírgenes y las ca-
ODA. DÉCIMA. nóforas han purificado las ánforas, se-
g ú n exigen los ritos de Eleusis.

Los juegos olímpicos.


Han consultado á l a Pitonisa y á los
Gencreux Grccs, voila les prix que oráculos que hablan misteriosamente, y
reporteront les vainiueurs. al amanecer, del buitre salvaje de l a Es-
HOMERO.
citia, han lanzado la p l u m a á los vientos.

E l atleta vencedor en l a palestra es E l vencedor de la carrera ágil recibi-


honrado en la ciudad; su nombre, que el rá dos trípodes divinos y la copa grose-
tiempo no olvida, lo repiten los pueblos ra y frágil en la que Baco probó los pri-
desde l a playa infecunda, en l a quemeros vinos.
duerme en el límite del mundo el i n -
vierno, anciano de pesado sueño, hasta
en los sitios donde nace la aurora y en Aquel que del disco movible derriba-
los que se oyen relinchar los corceles las tres haces de armas, recibirá en
r á
del sol. premio la urna que esculpió con mano
hábil Phlegon, hijo del pais de Naxos.

H é a q u í la fiesta de Olimpia; preparad


el acanto y el laurel. Confundan los dio- Mantenedores de esta gloria inocente,
ses al impío, y que l a antigua audacia ofrecemos a l luchador que venza una
adormecida se despierte en el corazón hermosa clámide de Sidon, en la que se
del guerrero. verán entrelazados el caduceo y el t r i -
dente.

Venid, los hijos de la gloria; dispues


tos ya los sacerdotes de Apolo para pro Luchadores, atletas, reparad vuestras
clamar vuestra p r ó x i m a victoria, prepa- fuerzas en el baño, ya que habéis venci-
ran las coronas de la encina que en otro do en nuestras fiestas y ya que los poe-
tiempo conquistó M i l o n . tas os d e d i c a r á n un canto.

Venid de Corinto y de Creta, de Tyro, E l atleta vencedor en la palestra es


honrado en l a ciudad; su nombre, que
la de los tisús preciosos; de Escila, batida
el tiempo no olvida, lo repiten los pue-
siempre por las olas, y de Athos, donde el
blos desde la playa infecunda, en l a que
á g u i l a se p á r a para ver de m á s altura el
cielo. duerme en el límite del mundo el i n -
vierno, anciano de pesado sueño, hasta
los sitios donde nace la aurora y en los
Venid de la isla de las Palomas, venid que se oyen relinchar los corceles del sol.
de los mares del Archipiélago, de Rodas, Enero 1824.
fecunda en hecatombes, en l a que, hasta
muertos, los guerreros oyen el llama-
miento de Belona. ODA. U N D É C I M A .

Venid del palacio centenario donde E l canto del Circo.


Cecrops fundó l a torre, de Argos, de la
venerable Esparta, de Lemnos, p á t r i a Panem et circenses!
JUVENAL.
del trueno; de Amathonte, p á t r i a del
amor.
César, emperador m a g n á n i m o , el m u n -
Los templos santos, los gyneceos están do, deseoso de complacerte, asiste á tus
adornad os con verdes festones; como j ó fiestas; heredero eterno de Augusto, sa-
venes prometidas, bajo guirnaldas entre lud! P r í n c i p e justo é inmortal, César! te
lazadas, esconden sus castos frontones. saludan los que van á morir.
62 OBRAS D E VICTOR HUGO.

César es el único entre todos los reyes los templos de Manes hasta los antros de
que puede ofrecer á los dioses de Roma Irmensul. E n t r a n unos tras otros, y el
libaciones de sangre humana: á estas so- lictor v á nombrando á ese v i l rebaño que
lemnidades invita á la Muerte: para ce- la muerte conserva para dar placer á
lebrar estas fiestas despoblamos el mun- Roma y que el cónsul m a r c ó con hierro
do, y juntamos en el Circo,'en el que candente.
humea la sangre, los tigres de Hircania
y los b á r b a r o s del Norte.
Con la cabeza baja entran los judíos
devorando su oculta vergüenza; entran
Colosos de bronce, vasos de pórfido, los galos altivos, porque n i n g ú n peligro
áncoras, banderas que hincha el céfiro, los abate, y los infames cristianos, que
adornan de la liza fatal el circuito; los van sin armas y que sin orgullo se pre-
aromas cargan el aire de olorosas nubes, sentan á sus verdugos, y que sin comba-
porque le place al pueblo romano que el tir quieren entregarse á la muerte.
edor de la sangre exhale sus vapores en-
tre olas de incienso.
M u y pronto, cuando rujan sueltas las
fieras, estando erizado ya todo el recinto
De repente chillan los goznes de las de picas y de espadas, les l a n z a r á n los
puertas de acero y entra la m u l t i t u d gladiadores que han de ser víctimas de
agolpando los quicios, que crujen. Las su furor.'—Al trono del César resguar-
panteras se revuelven en sus jaulas, y dan doseles de p ú r p u r a oriental, con el
lanzando gritos, á los que a c o m p a ñ a objeto de que durante la ardiente fiesta,
gran estruendo, como rio desbordado de la luz sea m á s suave y no hiera los divi-
m o n t a ñ a en m o n t a ñ a , de grada en grada nos ojos del clemente emperador.
se esparce el pueblo-rey.
César, emperador m a g n á n i m o , el mun-
E n las dos sillas de marfil y de oro se do, deseoso de complacerte, asiste á tus
sientan los ediles. Los hipopótamos y los fiestas, heredero eterno de Augusto. ¡Sa-
cocodrilos nadan cerca del Circo en u n lud! P r í n c i p e justo é inmortal, César! te
largo canal; en sus jaulas de hierro saludan los que van á morir.
quinientos leones g r u ñ e n ; las vestales Enero 1824.
cantan coros, que se responden unos á
otros, y traen el altar casto y el fuego vir-
ginal. ODA DUODECIMA.

Con la mirada ardiente, con el seno E l canto del torneo.


desnudo, la impura cortesana cerca del
hogar sagrado pone u n trípode profano. Servants d' amour, regardez dou-
Tapan con cipreses el altar de los supli- cement.
Aux echafauds auges de paradis;
cantes. A l través de su séquito de reyes lors jouterez fort et ioye usement, et
y de esclavos, los senadores, vestidos con vosos serez honores et clievis.
la augusta lacticlava, de lejos, entre la ANTIGUA BALADA.
m u l t i t u d , cuentan á todos sus clientes.

Tened liberalidad, oh caballeros! Te-


Cada doncella se sienta cerca de una ned liberalidad los que seguís las armas,
matrona. A la voz de los tribunos, alre- y acudid todos, ya para los torneos, ya
dedor del trono, los soldados del preto- para las guerras; y vuestro escudo de
rio se forman en semicírculo: los sacer- Milán ostente el d r a g ó n verde, el manto
dotes de Cibeles entonan las alabanzas negro de A g r á sembrado de l á g r i m a s
de la diosa; y sobre tablados, los histrio blancas, ó la flor de lis de Francia, ó la
nes del Ganges cantan, esperando ver cruz de A r a g ó n .
aparecer á los gladiadores.

Y a está abierta la liza; ya los jueces


Y a están ahí.—Todo el pueblo aplau- del campo la han recorrido; ya flota la
de y amenaza á los pobres vencidos, que bandera blanca y verde en el remate de
César con poderoso brazo recogió desde cada torreón; ya aplaude la m u l t i t u d ;
ODAS Y BALADAS. 63
las ligeras banderolas se confunden mo- ¡Pero gloria al guerrero cristiano, glo-
vidas por el aire, y el héroe del pórtico ria al héroe leal! Las beldades se com-
en su d a l m á t i c a de oro suspende el grifo placen en bordar su nombre en el l i n o ,
de plata. y el melodioso trovador consagra u n
canto inmortal á su acero venerado. E n
la tumba encuentra una hada, y honran
L a m u l t i t u d está apiñada; se oye á lo sus trofeos poniéndoles u n altar por pe-
lejos el toque de las campanas, y v á á destal.
realizarse una fiesta digna de un rey. L a
reina, á ese dia, de su propio peculio
consagra doce dineros, y para celebrarlo Grabad, pues, en vuestras almas ca-
rescata de las prisiones moriscas á doce ballerescas, pares y barones, l a ley de
cristianos prisioneros. las justas galas y de las galantes carre-
ras. Por los jueces de l a liza y por su
dama desilusionada serán malditos los
Como l a ley lo dispone, caballeros de felones. No t e n d r á n dónde huir de su
corazón leal, antes de que suene el cla- propia vergüenza, porque condenados
rín, oid el edicto del rey. Porque si no lo por los jueces, serán castigados por las
oís en silencio, l a lanza que e m p u ñ é i s damas.
estará maldita. Seguid estos consejos de
buen augurio, como lo siguieron nues-
tros padres. Tened liberalidad, oh caballeros! Te-
ned liberalidad los que seguís las armas
y acudid todos, ya para los torneos, ya
De las santas alabanzas cantad los
para las guerras, y vuestro escudo de
versículos benditos, cantad á Jesús, á los
Milán ostente el d r a g ó n verde, el manto
arcángeles y á San Dionisio. Jurad so-
negro de A g r á sembrado de l á g r i m a s
bre los Evangelios que, si vuestros bra- blancas, ó la flor de lis de Francia, ó l a
zos son frágiles, nada e m p a ñ a vuestro cruz de A r a g ó n .
honor; que podéis con orgullo enseñar al Enero 1824.
rey la espada, como podéis enseñar el
alma á Dios.

OIDA. DECIMA-TERCERA.
Tocando las reliquias de u n santo, j u -
rad, condes y barones, que no ensucia
ninguna mancha el oro puro de vuestras
espuelas. Que de los vasallos fieles en las E l Antecristo,
sombrías fortalezas ninguno de vosotros Apres que les mille aus seront ac-
es verdugo; que desafiando á l a suerte, complis, Satán sera délié; il sortira de

E ara defender a l huérfano y á l a viuda sa prison, et i l seduira les nations


qui sont aux quatre coins du monde,
abéis desnudado siempre l a espada. Gog et Mogog.
SAN JUAN.

Leales y bravos caballeros, no olvidéis


nunca las virtudes de ios antiguos pares I.
de Carlo-Magno, n i délos antiguos cam-
peones de Artus. ¡Maldito sea el vence- Vendrá; cuando lleguen las ú l t i m a s
dor sin gloria que debe su cobarde triunfo sombras; cuando se ciegue el manantial
á l a magia de los nigromantes! ¡Maldito de los años, cuando los astros palidez-
sea el guerrero que pelea con l a lanza, can en la noche fúnebre, como los ojos
protegido por impuros talismanes! de los moribundos; cuando del abis-
mo inquieto surjan ruidos en l a oscuri-
dad; cuando el infierno cuente el n ú m e r o
U n dia, dentro de las funestas mura- de sus defensores; cuando el peso de l a
llas de su infame castillo, colgaron á uno suprema bóveda haga crugir, como carro
de esos en los brazos de una horca; para destrozado en el camino, el eje descom-
eternizar su suplicio, los encantadores puesto del cielo.
sus cómplices, en las sombras que desen
cadenaron con espantosos sortilegios, en
festines sacrilegos, royeron sus huesos Vendrá; cuando l a madre, en el fondo
descarnados. de sus e n t r a ñ a s , sienta extremecerse es-
pantado el sér que lleva en ellas; cuando
64 OBRAS D E VICTOR HUGO.

nadie a c o m p a ñ e del justo los santos fu- Será u n rio de olas desbordadas, será
nerales en su tumba solitaria; cuando, un volcan de lava negra; no t e n d r á ami-
acercándose á mares sin lecho y sin pla- gos, para que todos los hombres sean sus
yas, el hombre oiga r u g i r , contra el esclavos; al pasar ese funesto fantasma,
bajel de las edades, el oleaje de la eter- el mundo será su conquista y no su rei-
nidad. no; será un tirano donde Dios fué u n
pastor.
Vendrá; cuando el orgullo, el crimen
y el ódio de la antigua alianza hayan P a r e c e r á , encorvado sobre la tierra es-
violado el tratado; cuando vean los pue- clavizada, que soporte inmenso peso,
blos, temiendo su fin próximo, desatarse que viva de otra vida: no podrá enveje-
la cadena del mundo decrépito, chocarse cer n i p o d r á cambiar. M a r c h i t a r á las
los astros en la esfera y en el cielo, cuan flores que nosotros cojamos; carecerá de
do vean como en un salón vacío, en el ternura y de fé, y en todas nuestras pá-
que se pasea un huésped esperando sus trias será extranjero.
convidados, pasar y volver á pasar la
sombra inmensa de Dios.
Vivirá sin conocer el halago de la es-
peranza; combatido en sus deseos; su
II. ciencia envidiará en secreto á la igno-
rancia, porque solo le h a r á recoger fru-
B r i l l a r á entre las naciones como un tos amargos. Desafiará el decreto pen-
signo. Y le enviará el Señor para de diente de su cabeza, tranquilo, como si
vastar las viñas y para destruir la cose se hubiese pronunciado para no cum-
cha. Los pueblos no sabrán, en su estu plirse en él, y mudo, como si se hubiera
por profundo, sien otro mundo sus manos de cumplir después de su muerte; su co-
han llevado cetro ó cadenas; y en sus razón será u n palenque, en el que en el
cantos de duelo y en sus himnos de ale combate continuo de un himeneo impo-
g r í a se p r e g u n t a r á n si las llamas que sible, al crimen a p r e t a r á con fuerza el re-
brillan en su frente las producen los ra mordimiento .
yos ó los r e l á m p a g o s .

Se a p o d e r a r á del resto del tiempo, que


Tan pronto sus facciones o s t e n t a r á n está próximo á terminar. Sus manos, del
encantos celestiales, y como u n á n g e l , ú l t i m o puerto a p a g a r á n el fanal. Dios,
vestido con radiante armadura, brillará que colmó de males á su celeste enviado,
todo su cuerpo con luminosos reflejos, y oprimirá con bienes al Mesías infernal.
sonreirán sus ojos húmedos, como sonríe Apoderándose de los placeres, como de
la aurora á la primavera; presas usurpadas, solo e x p r e s a r á n sus
ojos, durante su vano poder, la ver-
g ü e n z a que se oculta en el fondo de las
T a n pronto aparecerá como u n negro alegrías falsas y el orgullo que sale del
d r a g ó n , desplegando alas negras y con fondo de la desesperación.
u ñ a s de hierro, y pálido, y espantándose
á sí mismo con su propio misterio, desde
el seno profanado de la tierra; al an- Trayendo á los mortales los mensajes
dar, sus pasos l e v a n t a r á n vapores infer- del infierno, sus manos, sembrando el
nales. error en el campo de la razón, m e z c l a r á n
en una copa, de la que beberán los s á -
bios falsos, los venenos con los perfumes
L a naturaleza oirá su voz milagrosa. y l a miel con el veneno. Se atreverá au-
Su soplo t r a n s p o r t a r á las ciudades á los dazmente á interponer una muralla fú-
desiertos; g u i a r á de los vientos la nebu- nebre entre el cielo y los hombres; sus
losa carrera; irá por los aires, d o m a r á á crímenes serán inauditos, y asustado el
las llamas y c a m i n a r á sobre las olas; en ateo, e x c l a m a r á : "He a q u í m i Dios,,.
la arena infecunda conseguirán sus p i -
sadas hacer brotar flores; los astros des- III.
cenderán hasta él como una aureola, y
los muertos se extremecerán al oir su voz A l fin, cuando el héroe del supremo
como si fueran á despertarse. misterio, de crimen en crimen termine
su misión; cuando la santa virtud, cuan-
ODAS Y BALADAS. 65
do la f ó hayan encontrado todos los cora- con la p ú r p u r a del rey para cuando le
zones apagados; cuando con el signo toca el turno en la escena.
del asesinato y con el signo de los supli-
cios haya marcado á sus cómplices y los
haya contado, a b a n d o n a r á l a vida, y su No huelles á los muertos con pies i n -
reinado en el mundo t e n d r á por ú l t i m a diferentes, porque t e n d r á s que descen-
hora l a hora de l a eternidad, der, como yo, á su silenciosa morada; el
1823. hombre todos los dias v á caminando há-
cia ella, y t ú ignoras q u é vientos disipa-
r á n tus cenizas.
OH)-A- D E C I M A - C U A R T A . .
A l pasar j u n t o á m í no se agita t u co-
Epitafio. razón; no lanzas n i u n suspiro, no m u r -
muras n i una oración; t u naturaleza
Hic praeteritos commemora dies, mortal te habla y t ú no l a oyes.
¡Eternos meditare.

Y pasas.—Qué te importa m i tumba?


Joven ó viejo, imprudente ó sábio, t ú ¿Qué puede ocultar l a fosa á tus ojos
que de cielo en cielo, errante como una tristes? Algunos huesos descarnados, pol-
nube, sigues el instinto del placer ó el vo, nada; acaso la eternidad.
impulso de la necesidad, ¿dónde vas tan 1823.
lejos, viajero? ¿No es este el t é r m i n o de
t u viaje?
ODA DÉCIMA-aUINTA.
L a muerte que en todas partes pone
sus pies triunfantes cubrió mis esplen- E l canto de Nerón.
dores con expiatorias sombras; sobre m i
propio nombre echó su velo, y el silen- Nescio quid molle atque facelum.
HORACIO.
cioso olvido oculta á tus miradas curio-
sas si existe en m i vacío alguna de tus
glorias.
Amigos! ¡el fastidio me mata y es pre-
ciso evitarlo! Venid todos á admirar l a
Viajero, como t ú yo he pasado. E l rio fiesta á que os invita Nerón, Cesar, Cón-
sigue su curso sin perder el manantial. sul por la tercera vez, señor del mundo,
Descansa; siéntate sobre este m á r m o l dios de l a a r m o n í a , que a l estilo de
roto; d e s c á r g a t e un instante el peso que Jonia vá á cantar, a c o m p a ñ á n d o s e con
te fatiga para caminar. E l peso que yo su l i r a de diez voces.
llevaba t a m b i é n lo depositó aquí.

A m i llamamiento debéis acudir ale-


Si deseas reposo, si buscas l a sombra, gremente; no habréis gozado nunca t a n -
t u lecho está preparado; v é adonde se tos placeres juntos, n i en casa del manu-
duerme sin ruido. Si t u frágil esquife mitido Pallas, n i en casa del griego
lucha con l a mar revuelta, ven; a q u í está Agenor, n i en los locos festines en los
el escollo; ven, a q u í está el puerto. que el austero Séneca, elogiando á Dió-
genes, bebia el falerno en copas de oro.

¿No sientes a q u í algo que hace extre-


mecer t u alma? ¿Algo que l i m i t a tus pa- N i cuando en el Tíber, Aglae de Pha-
sos á un círculo imperioso? ¿ E n el asilo lerea, semi-desnuda, bogaba con vosotros
que te reclama no ves t u nombre escrito en su galera, bajo tiendas asiáticas de
con misteriosas letras? brillantes colores; n i cuando a l són de
los laúdes el prefecto de los bátavos ar-
rojaba á los leones veinte esclavos, cuyas
cadenas h a b í a n escondido entre flores.
Cada hombre es un efímero histrión,
apenas aprende su papel, l a audacia le
embriaga, ó el sobresalto le hace palpi- ¡Acudid á m i llamamiento; venid, que
tar, y se reviste con el sayo del pastor ó á vuestra vista Roma vá á arder, Roma
TOMO y . 9
66 OBRAS D E VICTOR HUGO.

entera! Hice que á esta torre trajeran aurora*.—Amigos mios, decidme, ¿cuán-
m i litera, para contemplar desde su al-tas horas p o d r á durar su eternidad?...
tura las llamas del incendio. Esto será
superior al combate de los tigres con los
gladiadores. Los siete montes f o r m a r á n ¡Qué hermoso es u n incendio en una
hoy u n inmenso circo, en el que Roma noche oscura! E r ó s t r a t o mismo me envi-
l u c h a r á con las devoradoras llamas. diará esta gloria. ¿Qué me importan los
dolores de u n pueblo si me proporcionan
un placer?... E l pueblo huye, porque el
De este modo el señor del universo d i - incendio le persigue por todas partes.—
sipará su profundo fastidio: algunas ve- Quitadme de l a cabeza l a corona, que
ces tiene que lanzar rayos, siendo u n m a r c h i t a r á sus flores el fuego que hace
dios. Pero venid: v á anocheciendo y l a arder á Roma.
fiesta empieza. Y a la hidra inmensa del
incendio extiende sus alas sombrías y sus
lenguas de fuego. Cuando l a sangre salpique vuestras
vestiduras de gala, amigos, lavad las
manchas con vino de Creta; el aspecto
Mirad, mirad; sobre su presa inflama de l a sangre solo es agradable para los
da extiende corriendo sus dobleces de perversos; olvidemos ese juego cruel con
humo; parece que acaricie las paredes voluptuosidades sublimes, y el grito que
que v á á arruinar; sus abrazos mortales lancen las víctimas ahoguémoslo con
hacen evaporar los palacios...—¡Quién nuestros cánticos.
tuviera como el incendio besos que de
voran, caricias que hacen morir!
Castigo á Roma y me vengo de ella,
porque l a infiel, a l mismo tiempo que
Escuchad esos rumores, ved esos vapo inciensa á J ú p i t e r , inciensa á Jesucristo.
res espesos, mirad cómo esos hombres Quiero que vea que estoy á su nivel y
pasan como sombras por entre las lla- que me mire con terror. Quiero t a m b i é n
mas; oid ese silencio mortal, que renace tener m i templo, ya que estos romanos
á cada momento... Las columnas de co nunca tienen bastantes dioses.
bre, las puertas de oro se hunden, y rios
de bronce encendido corren llevando sus
olas inflamadas a l T í b e r extremecido. Destruyo á Roma, porque deseo reedi-
ficarla m á s hermosa todavía; l a destru-
yo porque a l caer destroce á l a rebelde
Todo perece! el jaspe, el m á r m o l , e cruz. ¡Que no quede vivo u n cristiano;
pórfido y las e s t á t u a s , á pesar de sus exterminadlos todos! Que Roma casti-
nombres divinos, se convierten en cení gue en ellos la causa de sus calamidades.
za. E l desastre triunfante vuela á medi Exterminadlos!...—Esclava, tráeme ro-
da de m i deseo; todo lo invade en su sas; el perfume de las rosas es m u y
creciente carrera, y gozoso el a q u i l ó n agradable.
atormenta al incendio como una tempes Marzo 1825.
tad de fuego.
ODA DECIMA-SEXTA.
Soberbio Capitolio, adiós!—Dominado
por el incendio, el acueducto de Sila pa
rece u n puente del Cocito. Por u n capri L a Demoiselle (i)-
cho de Nerón caerán las torres y las c ú
Un rien sait l1 aniraer; curieuse et volage,
pulas... ¡ R o m a entera es presa de las Elle va parcourant tons les objets flatteurs,
llamas!—Dale las gracias, reina del m u n Saus se flxer jamáis, non plus que sur les fleurs.
do, por l a diadema de fuego que ciñe á Les zephyrs vagabonds, doux rivaux des abeilles,
On le baiser ravi sur des levres vermeillcs.
t u frente. ANDRÉS CHENIER.

Cuando era niño me referían que las


Cuando ese pájaro-insecto dorado vue-
Sibilas p r o m e t í a n glorioso porvenir á l a
la a l desaparecer el invierno, sus alas
ciudad de las siete colinas, y que á los
quedan rotas entre las pinchas de los
pies de Roma moriría el tiempo vencido
que su astro inmortaLestaba aun en su (1) Insecto volante, que tiene cuatro alas.—(N. del T.)
ODAS Y BALADAS. 67
matorrales verdes: de este modo, j u v e n - L a bruma de t u alma disuelve y a l a
t u d viva y frágil, volando á todas partes uz: haz que te conozcan el sol y el rayo;
alucinada, con frecuencia desgarras tus ven á disfrutar del nombre que conquis-
alas con las espinas de las voluptuosi- :aron tus cantos; l a gloria es como las
dades. orgullosas banderas que vuelven de l a
Mayo 1827. guerra, m á s hermosas cuanto m á s des-
brozadas.

O 33 A. DECIMA-SEPTIMA..
E l magnífico astro del dia rueda en-
grandeciéndose con los mundos que de-
A mi amigo S. B . vora; así, jó ven gigante, creces todos
os dias; así, t u genio ardiente, desde-
Perseverando. ñ a n d o los caminos vulgares, arrastrando
DIVISA DE LOS DUCIE.
en su carrera mundos de pensamientos,
camina sin cesar y sin cesar se engran-
A g u i l a es el génio, ave que vive en l a dece.
tempestad, que de los montes m á s altos Diciembre 1827.
busca l a m á s elevada cumbre, que l a
primera l u z del dia despierta, que no
mancha nunca sus garras en el fango y O D A DÉCIMA-OCTAVA
cuyas pupilas refulgentes m i r a n cara á
cara l a luz del sol.
Jehová.
No hace el nido en el musgo, le cons- Jehovah est le maitre des deux
poles, et sur eux i l fait tournerle
truye en una roca agrietada por el rayo, monde.
en alguna brecha cortada á pico, en los JOSÉ DE MAISTRE.
flancos atrevidos de altísimas m o n t a ñ a s ,
desde los que se v é , combatido por los
vientos, suspenso entre el cielo y l a Grloria á Dios! Su omnipotencia b r i l l a
tierra. en sus obras; en el hueco de l a mano
lleva todo el universo; puso l a eternidad
m á s allá del tiempo y m á s a l l á del cie-
¡Nido real, palacio sombrío, que con lo lanzó al infinito. Dijo al caos: Fiat lux,
olas de nieve sitia saltando la rodante y estas palabras fecundas produjeron u n
avalancha! E l genio alimenta en él ca-mundo.
r i ñ o s a m e n t e á sus hijos, y mirando a l
sol con ojos flameantes, bajo sus alas
cobija á los pequeñuelos, que m á s tarde E l a r c á n g e l , cerca de él, cuenta las
desaparecerán de allí volando. naciones, cuando, franqueando los espa-
cios del tiempo y de los lugares, otorga á
los siglos sus razas y mide el tiempo á
¿Por qué, pues, te asombras, amigo las generaciones.
mió, si sobre t u cabeza se p á r a l a nube
que trae la tempestad? ¿Por q u é te asom
bras de que a l g ú n reptil inmundo se de- Nada detiene su carrera prudente y po-
bata en t u nido? Estas son tus primeras derosa; ya con soplo inmenso parecido á
pruebas, esta es t u primera ñesta; para un h u r a c á n lance de esfera en esfera l u -
vosotros, las á g u i l a s jóvenes, cada hora minoso cometa, ya en u n rincón del mun-
trae una tempestad y cada festin u n do apague u n antiguo sol;
combate.

Y a siembre un volcan bajo el rugien-


B r i l l a , que y a es hora; y si llega una te Océano, ya incline l a frente altanera
borrasca en prisma deslumbrador á trocar de las m o n t a ñ a s , ya del infierno pertur-
la negra nube, que t u noble pensamien bado, al fondo de mares de fuego arroje
to cumpla con su destino. Ven, estrecha á los demonios.
fraternalmente m i mano. Poeta, toma l a
lira; á g u i l a , abre las alas; estrella, apa
rece y b r i l l a . L a creación entera se mueve según t u
voluntad; todo en ella sigue el camino
68 OBRAS D E VICTOR HUGO.

que le marcan tus designios. T u mano L a suerte te sonríe; el cielo no puede


arroja un rayo en medio del invierno; de- querer que se disipe t u encanto, n i que el
fiende á la afligida viuda del publicano dia triste suceda á la alegre aurora; el
ávido, ó en despoblado desierto, al pasar, cielo debe oirme, cuando yo le supli-
crea u n universo. co que el porvenir c o m ú n solo pese so-
bre mí.
E l hombre no es nada sin él; el hom-
bre débil es la víctima que l a desgra- Quizás debo perderte pronto; quizás,
cia disputa u n momento á l a muerte: lejos de tí, l a n g u i d e c e r é m a ñ a n a ; quizás
Dios le dá l á g r i m a s ó placeres, y desde debe ser sombría y fatal m i vida. Debí
l a cuna hasta la tumba cuenta sus pasos. amarte y debo huirte.

Su nombre, que el arpa de oro de los Pues que caiga l a desgracia sobre m í ,
elegidos celebra, lo repiten las voces del ya que será preciso que en l a ausencia,
mundo salvado; y cuando resuena, a l oir á deseos nuevos sucumba el sentimiento
su eco, el infierno maldice á su rey, que cariñoso; t ú me olvidarás entre-los place-
Dios condenó al fuego eterno. res del mundo; yo me acordaré de t í has-
ta en la tumba.
Los ángeles, los santos, las esferas es-
trelladas y las almas de los justos, re- Sí, moriré; m i lira ya está enlutada.
unidos ante tí, forman de t u gloria el Me estinguiró en l a j u v e n t u d , casi sin
concierto solemne; y t ú deseas que el dejar memoria, pero sin miedo; que y a
hombre, ser débil y perecedero, que ca- que he contemplado l a gloria de frente,
mina por l a noche de l a vida, mezcle puedo contemplar de cerca el a t a ú d . E l
su canto efímero á ese unísono sonoro y Elíseo inmortal está cerca del reino del
eterno. olvido, y l a gloria y la muerte solo son
dos fantasmas que llevan traje de fiesta
Q-loria á Dios! Su omnipotencia brilla ó de duelo.
en sus obras; en el hueco de la mano lle-
va todo el universo; puso l a eternidad Sé feliz, tierna amiga; saluda alegre á
m á s allá del tiempo y m á s allá del cielo la vida y goza de tus dias juveniles; ador-
l a n z ó a l infinito. Dijo a l caos: Fiat lux,
mecida en l a m á r g e n del rio del tiempo,
y estas palabras fecundas produjeron u n
deja que las olas sigan su corriente.
mundo.
Diciembre 1819.
Diciembre 1822.

ODA. SEOXJIsTDA.
LIBRO QUINTO.
1819-1828. Pesar.

OT>JL F* F U M E RA..
¡La felicidad pasó m u y ligera por m i
vida! Seguimos los pasos de l a dicha y
E l primer suspiro. en sus brazos nos entregamos al sueño;
cuando nos despertamos nos encontramos
C est qu j1 ai rencontré des regards dont la flamme solos; la felicidad ha desaparecido.
Semble avec mes regards ou briller oumourir,
Et cette ame, saeur de morí ame,
Hélas! que j1 attendais pour aimer et souffrir.
Desde lejos l a buscamos en l a inmen-
EMILIO DESCHAMPS.
sidad del porvenir, y la llamamos dicien-
do:—Vuelve, c o m p a ñ e r a de m i vida.—El
Sé feliz, tierna amiga; saluda alegre á placer vuelve, pero nos trae l a ausencia
la vida y goza de tus dias juveniles; del ser cuya p é r d i d a lloramos siempre.
adormecida en l a m á r g e n del rio del
tiempo, deja que las olas sigan su cor-
riente. Si me ofrece el placer sus atrayentes
seducciones, le diré:'—Vete, huye, respe-
ODAS Y B A L A D A S . 69
ta m i desgracia; la ausencia de la dicha Ese h u r a c á n es el qUe implora el via-
me ha dejado el pesar, pero t ú me deja- jero, hermoso valle, cansado ya de andar,
rlas el remordimiento. pero está muy lejos todavía el t é r m i n o
de sus males; solo vé ante él, á la luz
Por lo tanto, amigos, no debo turbar nebulosa de su fúnebre aurora, el inmen-
vuestras ilusiones, n i hacer gala de m i so desierto del porvenir.
dolor; sonreiré con vosotros, pero permi-
tidme que os oculte la lira desde que la De disgusto en disgusto v á arrastran-
humedece el llanto. do la vida. No le halagan los falsos bie-
nes que el falso orgullo envidia. Busca
Cada uno de vosotros quizás en su co- un corazón fiel que compadezca sus do-
razón solitario, con risas pasajeras, aho- lores, pero en vano; no espera conseguirlo;
gáis un profundo pesar; que yo só que n i n g ú n mortal se complacerá de su ale-
todos sufrimos en el mundo, pero que to- g r í a , ninguno llorará al verle verter
dos sufrimos en secreto. lágrimas.

J ó ven, cifras t u cariño en una palo- Su destino es v i v i r abandonado; su


ma, cifras tus amores en una flor; pero, aislada vida se parece al sombrío ciprés
q u é consigues? L a flor pasa ligera como que crece en el valle; lejos de él, la flor
la vida, y el ave huye como la felicidad. de lis virgen abre á la luz su botón; y
nunca, regocijando su solitaria sombra,
Nos a v e r g ü e n z a n los lloros, nos rubo- una viña jóven y enamorada con sus
rizan las penas, los inocentes pesares y sombrías ramas e n l a z a r á sus festones
los recuerdos íntimos; ¡como si hubiéra- verdes.
mos recibido el dón de la vida para estar
en ella alegres, para ser en ella dichosos!
Antes de ascender á l a m o n t a ñ a , el
viajero descansa un momento en este
A y de mí! ¡Huyó de m i presencia sin valle. A l menos el silencio responde a q u í
dejar tras sí una huella; hice cuanto pu- á su tedio; está a q u í con su dulce compa-
de por retener el tiempo en que brilla la ñera la soledad.
felicidad, que luego se borra de repente,
como una sonrisa interrumpida!
Febrero 1821. Vosotros, árboles y céspedes, aislados
como él, pero rientes y tranquilos, salvad
á este desgraciado de las miradas del
mundo; arroyos, presentadle vuestras
ODA. TERCER^L.
m á r g e n e s , abrid las olas dóciles á sus
piés, que ensució el fango de las ciuda-
E n e l v a l l e de C h e r i z y . des y el polvo de los caminos.

Factus sum peiegrinus... et quaesi


Consolándole con vuestra sombra, de-
vi qui simul contristaretur, et non
fuit. jadle cantar el ideal de sus sueños á la
PSALMO LXVIII.
virgen de frente pura y de sonrisa casta;
si para el himeneo de un dia es en vano
que la llame, dejadle al menos que sueñe
E l peregrino se sienta á descansar á su alma inmortal en el eterno himeneo
vuestra sombra inmóvil, hermoso valle, y de la tumba.
triste y solo, contempla pensativo al pá-
jaro que huye del pájaro, el agua que
ensucia u n reptil y el junco que agita E l mundo no ha podido esclavizar su
el viento. pensamiento, y una hermosa esperanza
le hace elevarse h á c i a un triste recuerdo;
E l hombre huye del hombre, y con fre- dos sombras desde hoy en adelante do-
cuencia en la edad juvenil, en el corazón m i n a r á n su vida; la una está en el pasa-
noble y puro se desliza la desgracia: ¡di- do y la otra en el porvenir.
chosa la débil caña, que al menos rápido
h u r a c á n á su paso la troncha en flor! Dime, c u á n d o volverás? Ser encanta-
dor y cariñoso, ¿cuándo Dios teconduci'
70 OBRAS D E V I C t O R HUGO.

r á hácia aquel que compadeces? Astro Ahora, despertando la víctima ador-


amigo, ¿cuándo brillarás, como nuevo mecida, sonriendo espantosamente, la
sol, en m i existencia huérfana? desgracia ocupa el sitio que ocupaba la
felicidad; cuando solo ya en la vida pue-
¿Te conseguirá acaso, cara y noble de beberse el cáliz lleno de hiél, sin el
conquista, como recompensa de esas vir- consuelo de la mujer querida, ¿qué le
tudes que no puede olvidar, ya que dejas resta ya al huérfano?
que á la merced del viento se doble el
junco, y como robusta encina, afrontan-
E s t á hoy entre los vivos como una
do la tempestad, sabe romperse, pero no
l á m p a r a apagada; por lo que sufre, el
doblarse?
mundo lo destierra de su seno, y solo
hácia el cielo eleva sin temor los ojos,
E l l a se acerca y él la v é , la vé sin te- cargados de l á g r i m a s que no pueden
mor. ¡Adiós, olas puras, árboles espesos, caer.
hermoso valle, donde las quejas encuen-
tran eco, donde los que sufren encuen-
t r a n silencio y paz! Pero consuélame t ú ; ven, sigúeme,
arranca de m i seno el dardo envenenado;
consiente en v i v i r por m í , por t í deja que
¡Dichoso el que puede en el seno de
yo viva, que ya he sufrido bastante para
un valle solitario nacer, vivir y morir
conseguir que me ames.
bajo el techo paternal, y desconocer
siempre el mundo y ver siempre el
cielo! Con t u preciosa sonrisa embellece m i
Julio 1821. vida; la mayor de las felicidades es el
amor: estoy privado de la luz; ven á m í ,
vivo en la noche, pero puedo vivir á la
ODA. CUARTA. luz del dia.

A tí. Mis cantos no desean dejar ilustres re-


cuerdos, y si es preciso renunciar á esa
Sub umbra alarum protégeme. honra, renunciaré; t u esposo no desea
PSALMO XVI.
que su gloria repercuta en su felicidad.

L i r a , tanto tiempo ociosa, despiértate, G-ocemos el encanto solitario del casto


que he de saludar con u n canto el dia himeneo, y que nuestra felicidad nos es-
feliz que amanece, el dia que b r i l l a con conda á las miradas del mundo: la ser-
su nombre, el dia m á s sagrado de la piente que está tendida en el suelo no
vida. oye los cantos de dos pájaros que vuelan
por las alturas.
J ó v e n pura; en m i infancia, en tí. Dios
me hizo soñar, y r e v e l á n d o m e m i suerte
misteriosa, como blanca estrella, entre Pero si m i j u v e n t u d , entregada á tan-
nubes, te v i brillar en el cielo de mis tos combates, si m i incierto destino te
años infantiles. inspiran justos sobresaltos, entonces hu-
ye de m í , t ú que fuiste m i adorada espo-
sa; pero espérame, t ú que fuiste m i queri-
Entonces te decia:—"Tú eres m i espe- da madre;
ranza, ven y participemos de una dicha
que no debe terminar.,, E n aquellos dias
de ignorancia, aun en m i existencia el Que pronto iré á dormir entregado al
pasado no habia oscurecido el porvenir. sueño eterno, y me consideraré feliz si en
la noche que me cubra, los indiferentes
ojos del t r a n s e ú n t e lloran al pasar, al
L a tierna inclinación se convirtió en recordar m i olvidado laúd, ó al pasar por
indomable llama; y yo lloró ese tiempo, m i tumba desierta.
pasado para siempre, en el que la vida
era para m í el sueño de u n n i ñ o que
mece un amor vago. T ú , á quien no amenazan los reveses
del infortunio, ¡ojalá puedas siempre, sin
ODAS Y B A L A D A S . 71
gemir y sin llorar, no echar de menos Dor la luz de la gloria, se nos aparece la
nunca al que m u r i ó sin quejarse, al que desgracia.
te a m ó locamente!
Diciembre 1821.
¿Sales de alguna torre en la que habita
el vértigo, enano caprichoso y cruel, que
dá vueltas en los montes, que presta á
ODA. G l U I N T A . los fuegos fátuos de los pantanos el color
rojizo, que rie en el aire, que dando gri-
tos dobla las copas de los altos pinos, y
VA murciélago. que todas las noches arroja viajeros á los
buitres, haciéndoles rodar al fondo del
Que me veux tu? Un ange p'anait abismo?
sur mon coeur, et tu 1' as effrayé...
Vieux done, je te chanterai des clian-
sons que les esprists des cimetiéres
n' ont apprises. E n vano á m i alrededor esparce t u vue-
lo edor de tumba y de polvo humano; t u
MATHURIN.
aspecto me causa asco, pero no me asus-
ta. Huye, pues, porque sino m a ñ a n a en-
Te reconozco, porque te v i en mis t r e g a r é á los que te cazan t u cuerpo ve-
sueños, ave triste; pero en vano hacia m i lludo y tus alas diáfanas, con las que el
prolongas los círculos desiguales de t u pastor a d o r n a r á su hogar.
vuelo tenebroso; lleva á otra parte men-
sajes á despertados espectros, que para
temer tus presagios infaustos, n i soy cul- Los niños se b u r l a r á n de tus dientes
pable, n i soy feliz. furiosos; v e n d r á n las doncellas, temblan-
do de curiosidad, á asustarte con sus
temerosas risas; y cuando brille el dia,
Espera que llegue el dia en que la j ó desterrado ya del cielo, mezclando con
ven unida á m i suerte, que el cielo me muchos pájaros alegres t u vuelo pesado
envió como un á n g e l custodio, corone y y ciego, buscarás en vano la oscuridad
satisfaga m i esperanza; que entonces de la noche.
puedes volver á turbar m i a l e g r í a y des- A b r i l 1822.
plegar tus alas sobre nosotros, como dos
velos de luto.
OIDA. S E X T A . .
Hermana del buho fúnebre y de la
avariciosa oxifraga, mezclando el azebo I^a nube.
con el nenúfar, las hijas de S a t a n á s te
invocan; huye del recinto que me oculta J'erre au hasard, en tons lieux,
y de la atmósfera que respiro; no quiero d' un mouvement plus doux que la
spliere de la lune.
que toques m i lira con tus repugnantes SHAKESPEARE.
uñas, que temo que despiertes á los
muertos.
Esa hermosa nube, ¡oh virgen! es se-
De noche, cuando los demonios bailan mejante á los hombres. Pronto la verás
en la oscuridad, sigues sus coros volando g r u ñ e n d o encima de nosotros, en los
alrededor de ellos; el himno infernal te campos de la luz, acumular la tempes-
invita á concurrir á su cónclave. Huye, tad y devolverla en r e l á m p a g o s los re-
que ya exhalan grato perfume las flores flejos del sol.
recien abiertas; huye, que necesitas para
desplegar el vuelo el aire de t u tumba
natal y el vapor de la sangre. Dios quiera que mucho tiempo un án-
gel la sostenga en su vuelo, donde la
estamos viendo; porque si desciende h á -
cia nosotros, lo que era nube en el cielo
Qaión te trae hacia mí? ¿Vienes de las solo será una niebla en la tierra.
colinas en las que la luna se oculta entre
ruinas, pálida como tú? ¿ T u vista con
vuelo incierto te atrajo desde lejos á bus- Mira; para adornar la tarde nació
car la luz de m i l á m p a r a ? A t r a í d a así esta m a ñ a n a . E l astro gigante, tan ÍQ-
72 OBRAS D E VICTOR HUGO.

cundo en esplendores desconocidos, cam- ra para tí; j a m á s sueños espantosos i n -


bia en séquito ardiente el m o n t ó n celoso quietan t u corazón, y cuando soñando t u
de las nubes; el gónio es el mayor de los alma vuela hácia el cielo, u n á n g e l vigi-
envidiosos coronados. la t u sueño.
A b r i l 1822.
A la borrasca que huye sigue otra
tempestad. E l alma tiene pocos dias l u - ODA OCTAVA
minosos; pero en su cielo oscuro, el amor
es un sol divino, y puede destellar refle-
jos de fuego en l a nube errante de l a
vida. La mañana.

Moriturus moritura.
A y de m í ! T u hermosa nube es seme-
jante á los hombres. Pronto l a verás
g r u ñ e n d o encima de nosotros, en los
campos de l a luz, acumular l a tempes- Y a desplega l a m a ñ a n a su velo sobre
tad y devolverla en r e l á m p a g o s los re- los montes; u n rayo naciente blanquea
flejos del sol. la antigua torre, y y a en el cielo se unen
A b r i l 1822. c a r i ñ o s a m e n t e el primer canto de los
bosques y los primeros albores del alba.

ODA. SEFTIMA. Sonríe a l ver el brillante esplendor


del dia; si m a ñ a n a me encierra el a t a ú d ,
verás en t u desesperación brillar u n sol
L a pesadilla. tan hermoso como este, y los mismos pá-
Oh! j1 ai fait un songe!... I I
est
jaros cantar á l a misma aurora cerca de
audessus des facultes de 1' homme de m i tumba, muda y solitaria.
dire ce qu' etait mon songe... Lceil
de 1'homme n'a jamáis vu, 1' oreille
de 1' homme n'a jamáis oui, lamain de
Pero el alma estará ya en los horizon-
1' homme ne peut jamáis tater, ni ses
tes de l a otra yida, y u n porvenir sin fin
sens concevoir, ni sa langue exprimer
en paroles ce qu' etait mon réve.
se h a b r á abierto a l ser ilimitado; en l a
SHAKESPEARE.
m a ñ a n a de la eternidad nos despertamos
de l a vida como de una noche sombría,
ó como de u n agitado sueño.
Con el seno iadeante, con la cabeza i n - A b r i l 1822.
clinada, l a v i sentarse aquella noche á
m i lado; y posando su mano de plomo
sobre m i alma, l a e n s e ñ a b a á los espec-
tros que nacen por l a noche como una ODA NOVENA.
flor marchita.
I l i infancia.
Ese mónstruo se presenta bajo distin-
tas formas: y a del agua dormida saca l a Voi'a que tout cela est passé...
frente azul; ya de sus risas saltan rojas Mon enfance n1 est plus; elle estmor-
chispas; y son dos r e l á m p a g o s sus ojos, te, pour ainsi dire, quique je vive en-
coré.
dos llamas sus alas, y vuela sobre un l a - SAN AGUSTÍN.
go de fuego.

Como impuros espejos, movedizas las I.


tinieblas, repiten su i m á g e n en círculo á
su alrededor; su frente casi invisible se M i i m a g i n a c i ó n tuvo muchas veces
borra entre vapores vivos; llena el sueño sueños bélicos, y seria soldado si no fue-
de olas espantosas y deja en el alma ra poeta. No debéis e x t r a ñ a r , pues, que
congojoso fastidio. simpatice con los guerreros. Muchas ve-
ces, llorando su muerte, me ha parecido
su ciprés m á s hermoso que nuestros lau-
J ó v e n inocente, l a pesadilla no turba reles.
t u tranquilo reposo y pasa la noche lige-
ODAS Y BALADAS. 73
Siendo niño colocaron m i cuna sobre A t r a v e s é diez pueblos vencidos, y el
u n tambor y en u n casco pusieron el temeroso respeto con que nos miraban
agua bendita de m i bautismo; y u n sol- asombró m i niñez; estando en la edad
dado, con los pedazos de una bandera de ser protegido, p a r e c í a que yo iba á
rota, formó el lecho del recien nacido. proteger, y cuando balbuceaba el nom-
bre querido de Francia veia palidecer a l
extranjero.
E n carros llenos de polvo y entre ar-
mas brillantes, la Musa de los campa-
mentos me llevó bajo las tiendas de Visitó la isla, cubierta de ruinas, que
c a m p a ñ a ; dormí sobre las c u r e ñ a s de fué m á s tarde el primer escalón de una
los cañones; me entusiasmaban los ve- profunda caída. E l alto Coenis, cuyas le-
loces caballos de crines flotantes y la es- janas rocas visita el á g u i l a , oyó desde
puela que frotaba en los estribos. su antro, en el que g r u ñ e la avalancha,
sus t é m p a n o s crugir a l soportar el peso
de mis piés infantiles.
Me entusiasmaban los bravos dispa-
rando, la espada desnuda de los jefes
guiando á las dóciles filas, el centinela H á c i a el Adige y el Arno, v i desde las
perdido en u n bosque solitario y los ve- riberas del R ó d a n o á la augusta Babi-
teranos batallones, pasando por las ciu- lonia del Occidente, á Roma, siempre
dades con las banderas mutiladas. viva en el fondo de sus tumbas, reina
del mundo todavía, sobre las ruinas de
un trono y con la p ú r p u r a desgarrada.
Veia con envidia al h ú s a r rápido, que
adornaba el pecho con haces de oro, el
penacho blanco de los ágiles lanceros, y Después llegué á T u r i n , y á Florencia,
los dragones que dejaban caer la cabe- la ciudad de los placeres, y á Ñapóles, de
llera atigrada de sus cascos cerca de las riberas embalsamadas, de las que no
crines negras de sus corceles. huye nunca la primavera, en las que el
Vesubio ardiendo las cubre de un dosel
ardiente, como el guerrero envidioso, al
Sentia ser n i ñ o , y vivir, crecer en la presenciar una fiesta, arroja en medio
oscuridad, y enfriar m i sangre jóven y de las flores su penacho sangriento.
pura, que en reñido combate y bajo el
acero de una armadura podria correr en
olas rojas. Me acogió la E s p a ñ a , que estaba en-
tregada á la conquista. Visité á Vergara,
donde r u g í a la tempestad, y desde lejos
Invocaba las escenas espantosas de la t o m é al Escorial por u n sepulcro, y el
guerra; y veia en la imaginación, entre acueducto triple me hizo inclinar l a ca-
el estruendo de la batalla, los gritos, el beza ante su frente imperial.
humo y los cañonazos, dos ejércitos r i -
vales lanzarse el uno contra el otro.
Allí v i las hogueras de los vivacs m i l i -
tares ennegrecer los muros de las ciuda-
Oia claro el sonido t r é m u l o de los cla- des solitarias; la tienda de c a m p a ñ a inva-
rines, el ruido de los carros que corrían, dir el terreno de la iglesia, y oi las risas de
el silbido de las balas, y contemplaba los soldados, que el eco repetía en los
montones de cadáveres que producía el santos monasterios.
choque tremendo de los escuadrones fu
riosos. III.

II. Regresé, trayendo de mis escursiones


lejanas como u n haz vago de luces i n -
ciertas. Soñaba, como sí hubiera durante
Con nuestros ejércitos vencedores va- todo ese tiempo encontrado al paso las
g u é por la Europa esclavizada, recorrí m á g i c a s fuentes cuya agua embriaga
la tierra antes de recorrer la vida; y sien- para siempre.
do aun n i ñ o , se r e u n í a n á m i alrededor
los viejos para oírme referir lo mucho
que h a b í a visto en mis años infantiles. L a E s p a ñ a me enseñó sus conventos y
sus cárceles; Burgos su catedral con
TOMO V . 10
74 OBRAS D E VICTOR HUGO.

agujas góticas, I r ú n sus techos de ma-


dera, Vitoria sus torres y Valladolid los
palacios, orgullosos de dejar oxidar las ODA UNDÉCIMA.
cadenas en sus patios.
Paisaje.
Mis recuerdos germinaban en m i ima-
ginación calenturienta; iba siempre dis- Hoc erat in votis!
HORACIO.
traído cantando versos con voz apagada;
y m i madre, que me espiaba en secreto,
llorando y sonriendo, decia:^—^"Le habla
una hada que no vemos;;. Cuando era niño me decia la Musa-.'—•
"Ven, ven á ver al hermoso genio que se
1823.
sienta en m i altar. No te r e h u s a r é ningu-
no de mis tesoros, ya el altivo clarin, ya
la modesta gaita esperen t u soplo i n -
ODA DECIMA. mortal.

A Y. „Pero huye del mundo mezquino la


0 rus. impura turbulencia; en él se arrastran
VIRGILIO. los ingratos, en él imperan los perver-
sos. Cuando u n alma se lanza en u n
l a ú d inspirado, es preciso que, al oirle
Existen para todo mortal dias de paz, silenciosamente, el eco repita sus cantos.
de embriaguez y de misterio, ya la ale-
g r í a ilumine sú existencia, ya se agite
en u n círculo de dolores; en esos dias el „ Elige a l g ú n desierto para esconder
corazón saborea involuntario encanto, en él t u vida; á su sombra sagrada lleva
el aire vibra animado por inefables acor- t u antorcha. ¡Feliz el que lejos de l a
des, como si el alma feliz oyese en el m u l t i t u d esclava, ocultando sus cantos
mundo el ruido vago y lejano de la ciu- á la envidia, lega su gloria á su se-
dad de los muertos. pulcro!

E n ellos con frecuencia, domando mis ;;E1 horizonte de t u alma está m á s


ahogados dolores, se me apareció la fe- arriba de la tierra; pero busca para t u
licidad como un castillo de hadas, con pensamiento u n mundo armonioso, en el
muros de n á c a r , de movibles colores, que, exaltándole, encante t u austero co-
con torres, con puertas de oro, con tro- razón, en el que de santas claridades te
feos , con árboles maravillosos y con ilumine el suave reflejo.
m á g i c a s flores.
;; Elige un fresco valle que sea t u apa-
Después... de repente, todo desapare- cible retiro, en el que entre los escara-
ció; sobre informes escombros v i pasar mujos, los sauces y las e s p a d a ñ a s creas
ante m i vista pálidas sombras, unas tras ver esos palacios mágicos que surgen de
otras; el cielo quedó velado con nebuloso los rastrojos en los milagrosos cuentos
crespón, enlutados espectros poblaban de las viejas.
desiertos sombríos, y una tumba se ele-
vaba sobre el palacio arruinado.
„ E n e l que se eleve una torre arruinada
en el flanco de la m o n t a ñ a , que sombree
Hermoso valle! muchas veces dejó en las aguas de azulado lago; y en el que,
t u pradera, como corriente murmurado- en el fondo del campo, una hoguera de
ra, errar mis ilusiones y mis sueños; no pastor, como amigo que nos a c o m p a ñ a ,
olvidaré nunca esos fugitivos instantes, alumbre la oscuridad de la noche.
y t u recuerdo será para m í como u n so-
nido triste y grato que se está oyendo
durante mucho tiempo. „ E n el que, cuando despiertes por la
1823. m a ñ a n a , los cantos de las jóvenes ma-
dres te anuncien que amanece; en el que
corra u n arroyuelo, entre los árboles y
ODAS Y B A L A D A S . 75
las flores, como entre dulces afanes y en- velo del templo, y digo como T o b í a s :
tre amorosas quimeras pasan la esperan- " U n á n g e l brilla en m i noche.,,
za y el amor.
Cuando disipaste las nubes de mis
;,Sobre todo r í n d e m e culto lejos del dolores, comprendí que t u suerte venia á
mundo: sé el ardiente profeta que vió el unirse con l a mia; así como el pastor,
cielo abierto, cuyos ojos, en la oscuridad cansado de u n largo viaje, vió llegar ha-
de la noche, brillaban como llamas, y que cia la fuente una virgen.
llevando el alma llena del santo espíritu,
iba hablando por el desierto.,,
Te amo, como se ama á u n ser sobre-
humano, como á cariñosa hermana es-
Así me hablabas. Musa; y sin embar- clavizada á m i suerte, como se ama a l
go, la ciudad tumultuosa á m i alrededor último hijo que se tiene en la vejez.
dejaba escapar su vocerío, y no h u í a l
apacible valle, y no b u s q u é la callada so-
ledad. Dios mió! llenad su vida de paz y de
goces, bendecid sus dias, porque ellos os
pertenecen, porque su alma justa pide á
No te obedecí, porque para llegar á la la v i r t u d que le revele el secreto de la
meta de mis deseos me concedió el cielo felicidad.
un guia celestial, y para m í el aire m á s 1823.
puro es el aire que ese á n g e l respira, y
bebo la felicidad en su sonrisa y todos
mis sueños en sus ojos. O D A DÉCIM^L-TEKCEFIA..
1823.

Su nombre.
OIDA. DUODÉCIMA.
Nomen aut Muiaen.

Otra vez á tí.


E l perfume puro del lirio, el brillo de
Ahora y siempre. la aureola, el último rumor del dia, el
DIVISA DE LOS POMFRET.
primer sueño de un niño, el adiós miste-
rioso de la hora que se vá, el contacto de
un beso de amor, todo cuanto es dulce y
A tí, siempre á tí, c a n t a r á m i lira el grato al pensamiento, todo es menos dul-
himno del amor. N i n g u n a otra mujer ce que su nombre.
puede inspirármelo. A t í , cuya mirada
alumbra m i oscuridad, cuya imagen
b r i l l a en mis sueños. L i r a , pronúnciale en voz baja, como se
reza una oración, pero hazlo resonar en
todos tus cantos; que sea del templo os-
Tas cariñosas plegarias me protejen curo la escondida luz; que sea la palabra
y velas por m í cuando se duerme m i án- sagrada, que en el fondo del santuario
gel custodio; y cuando llega á m i cora- repite siempre la misma voz.
zón t u voz digna y penetrante, a l com-
bate de la vida provoco á m i destino.
Amigos mios, para que con palabras
de fuego, extraviando su vuelo m i Musa,
¿No te reclama una voz desde la región se atreva á mezclar con nombres que el
celeste? ¿No eres una flor exótica en los orgullo profana el casto nombre que el
campos de la vida? Hermana de las vír- amor en m i alma ocultó como sagrado
genes del cielo, t u alma es para la mia tesoro,
el reflejo de su pureza y el eco de sus
cantos.
Será preciso que los himnos que yo
Cuando tus hermosos ojos negros me entone, como cánticos santos, se escuchen
contemplan, cuando me roza al pasar la de rodillas y que conmuevan los aires
seda de t u traje, creo haber tocado a l g ú n con su voz solemne; como si, sacudiendo
76 OBRAS D E VICTOR HUGO.

sus invisibles alas, pasase un á n g e l cer- m i alma estaba triste, y los cantos de
ca de nosotros. m i lira eran como voces que lloran de
1823. noche.

Señor, v i sin m u r m u r a r desvanecerse


m i alegría, y v i el abandono á que me
habíais condenado, sin quejarme; tentó
en el desierto el triple camino, y no mal-
Acción de gracias. dije la hora del dia en que n a c í .
Ceux qui auront semó dans les lar-
mes moissonneront dans l1 allegresse.
PSALMO c x x v , 5. H ó a q u í la verdad que revelo al m u n -
do: al ver m i vida vacía me acordó del
cielo. Load á Dios! L a oveja acude cuan-
Señor, habéis empujado al puerto m i do el cordero la llama; llamó al Señor, y
esquife errante; hicisteis reflorecer m i el Señor vino.
seco tronco; os bendigo, Señor; de m i mo-
ribunda l á m p a r a vuestro soplo ha re- Vino y me dijo:—"Ya ves, hijo m i ó ,
animado la luz. que m i ley no es dura: hasta en la noche
de t u vida pudiste seguir m i camino; te
Sorprendido por el h u r a c á n , como el ceñirás, pues, de los dichosos la t ú n i c a
á g u i l a al que éste destroza las alas y que deslumbradora, y entre los inocentes te
cae desde la copa de una encina hasta el lavarás las manos.,.
pié de un arbusto, débil niño, sufrí de las
desgracias l a ley cruel, y la tempestad No quiero ya desde lejos ofrecerte m i
me asaltó cuando bogaba en la cuna. pobre vida, gloria, inmortal reflejo de la
l á m p a r a eterna, huella brillante y pura
Sí; la vida empezó para m í desde la i n - que deja el genio en su carrera, ó rayo
fancia, aunque el cielo quiso siempre maravilloso, que emana de una tumba.
mecerla entre flores, aunque quiso que
nunca el sór débil y sin defensa sufriera U n á n g e l sobre m i corazón ahora ple-
en sus primeros dias la amargura del in- ga sus alas; para ella un huérfano no es
fortunio. un extranjero; las horas de mis dias son
hermosas á su lado, porque su yugo es
L a j u v e n t u d risueña me trajo los de- tierno y su peso ligero.
lirios de un porvenir de gloria, de amor
y de orgullo; pero cuando m i ardiente Señor, habéis empujado al puerto m i
corazón perseguía esos hermosos sueños, esquife errante; hicisteis reflorecer m i
¡ay! tropezó en su carrera con u n féretro. seco tronco; os bendigo, Señor; de m i mo-
ribunda l á m p a r a vuestro soplo ha reani-
Entonces me desterró del mundo y de mado la luz.
los hombres, tranquilo, porque m i dolor Agosto 1823.
no dimanaba del remordimiento, y de
lejos a c o m p a ñ ó á las pompas funerales
con el himno del huérfano, que los muer
tos oyen.
A mis amigos.
Mirando a l cielo caminaba h á c i a el
abismo; y muchas veces, desafiando la
injusticia de m i suerte, brotaron llamas | Sin subir a l carro del triunfo muere
de m i pensamiento í n t i m o y descendió el poeta creador; su siglo está demasiado
hasta m i frente l a lengua de fuego. cerca de su gloria para poder medir la
altura de ésta. Es Belisario en el Capi-
tolio; la m u l t i t u d inciensa á cualquier
Entonces m i espíritu comprendió e ídolo, pero solo al pasar arroja un óbolo
santo delirio de Pathmos, el espanto que al mendigo triunfante.
le precede y el espanto que le sigue, y
ODAS Y B A L A D A S . 77
Amigos, en m i tranquilo retiro me
separo de todos los disgustos que os afli-
gen; en ól paso serena y secretamente l a ODA. Ü É C I M A - S É F T I M A .
vida; en ól tengo altares para todos los
dioses. Encadenado el mirto con el lau-
rel, crece en ól á l a sombra de l a encina; A una niña.
j u n t o á Horacio con Mecenas y pongo
á Corneille sin Richelieu.
T ú , que no sabes lo hermosa que es l a
niñez, no envidies nuestra edad de dolo-
Allí misteriosamente desciende m i
res, en l a que el corazón es á un tiempo
Musa, franca y altiva; como imagen bri-
esclavo y rebelde, y en l a que nuestra
llante ó incomprensible de los á n g e l e s risa es muchas veces m á s triste que tus
que desconoce el hombre, vierte sus ra- á g r i m a s .
yos misteriosamente, y sus alas castas
no permiten que la tierra toque sus piós
blancos y desnudos. T u edad inocente es tan hermosa que
a olvidamos; pasa como una ráfaga de
viento, como una voz alegre cuyo sonido
Allí dejo libremente correr m i inspi-
pierde a l huir, como pasa un alción
ración, y en el seno hospitalario de m i se por el mar.
retiro te sientas algunas veces, padre
m i ó , como u n antiguo caballero. M i
familia constituye t u modesto imperio No tengas prisa de crecer n i de llegar
y m i hijo, sonrióndose, se duerme á los á otra edad; goza de l a m a ñ a n a y goza
sonidos de m i lira, mecido en t u viejo de l a primavera; tus dias los forman
escudo. :lores entrelazadas; no pretendas desho-
Agosto 1823. 'arlas t ú antes que el tiempo.

O ID-A. ÜECIMA-SEXT^. Q-ozade esos felices años, que demasia-


do pronto el destino te h a r á sufrir como
á nosotros grandes pesares y te entrega-
A la memoria de un niño. rá á grandes sufrimientos y á placeres
que inspiran l á s t i m a .
Qui es in coelis.

Entre tanto, rie; ya que ignoras lo que


E s t a r á s viviendo, niño, entre los soles, te reserva la suerte, rie; no entristezcas
en las esferas, en las estrellas, en los pór :u alegre fisonomía, n i esos ojos azules,
ticos de azur, en los palacios de zafir, en que son el espejo de l a paz y de l a
tre los santos rayos, entre los sagrados inocencia, que revelan t u alma y que
velos que céfiro eterno agita; reflejan el cielo.
Febrero 1825.

E n el torrente de amor en que se ane


gan las almas, en el que aspira el fuego O ID-A. I D E C I M A - O C T A V A .
el serafin; en el orbe llameante, que sin
cesar d á vueltas alrededor del trono ar
diente. A las ruinas de HEontfort-I/ Amaury«
La voyez-vous croitre,
Niño, en ese mundo augusto nada es La tour de vieux cloitre,
Et le grand mur noir
efímero; en l a dicha que allí se goza no Du royal manoir"?
cae ninguna gota de hiél; pero privado ALFREDO DE VIGNY.
de l a sonrisa y del cariño de t u madre
eres huórfano en el cielo.
Octubre 1823.

Me recreo en contemplaros, ruinas, y


sobre todo, cuando el otoño prolonga en
vuestros ecos su m o n ó t o n o m u r m u l l o j
78 OBRAS D E VICTOR HUGO.

quisiera habitar en vuestros huecos que huérfanas; y el viento, que se estrella en


se derrumban, viejas torres, que el trans- el á n g u l o de las ruinas, gime en las altas
curso del tiempo inclinó una sobre otra copas de los á l a m o s .
y que, situadas en alta colina, parecéis Octubre 1825.
desde lejos dos gigantes dispuestos á l u -
char.
O ID-A- D E C I M A - N O V E N A .
Cuando pensativo, atravesando mator-
rales, subo á vuestra parte superior, me E l viaje.
complace contemplar vuestras gastadas
almenas, y l a torre octógona, y sus en-
rojecidos ladrillos, y ver, á t r a v é s de
vuestras brechas rotas, cómo juegan n i - I.
ños donde morian guerreros.
E l caballo hace sonar el arnés que sa-
cude, y el r e l á m p a g o que sale del em-
No dejéis penetrar en vuestros muros pedrado salta bajo de la rueda; ¡es pre-
á los que se rien de vuestra caida: dejad ciso partir! adiós! Lanza el temor de t u
que solo el poeta penetre allí con su M u - corazón inquieto, no seas débil... ¿Pero
sa, porque él á lo menos v e r t e r á una lá- q u é es esto? el carro se mueve, se me
g r i m a por l a ruina de l a vieja fortaleza, lleva y te deja... ay! ¡creí que él te olvi-
y cuando el aire frió de las noches silbe daba!...
bajo vuestros arcos, creerá que una som-
bra pasa frotando la gigantesca armadu-
ra de A m a u r y , conde de Montfort. Sigúele mucho tiempo con l a vista
mientras puedas oirle; no te vayas antes
de que ceses de oir las pisadas de los
II. corceles... el uno a l otro nos perdemos
ya de vista; yo no veo ya flotar lejos de
Muchas veces, recordando los tiempos m í t u blanco traje, y t ú no oyes rodar el
pasados, me siento sobre una ruina que vehículo que huye...
fué un dia muralla de cindadela. Medito
algunos ratos concentrándome; y enton-
ces, la ciudad, tendida á mis pies y ocul- ¡No oigo ya n i un ruido, no veo ya n i
ta detrás de los árboles, extiende sus una sombra! L a ausencia extiende sobre
brazos en cruz y se alarga como una es- m i alma su sombría noche; cada paso
pada, como si fuera el acero de un pala- que doy me sumerge m á s en ella, y á su
dín olvidado en la llanura. antro infernal, lleno de dolores y de tor-
mentos, de angustias y de quimeras, des-
ciendo vivo.
Vagan mis ojos, desde los piés de l a
antigua fortaleza, por los bosques alum-
II.
brados ó sombríos, s e g ú n la hora en que
medito, por l a iglesia gótica, que está
acabando de arruinarse, y veo en su ce- ¿De q u é me servirán ahora mis inúti-
menterio, bajo l a arcada de piedra y de- les pensamientos? ¿Dónde está t u frente
lante de la capilla, ondular el suelo. que se posaba bajo mis manos entrelaza-
das? ¿Qué h a r é de mis pesares, que serán
m á s amargos lejos de tí? ¿qué h a r é de
Hollando almenas, ojivas, a s t r á g a l o s , mis ojos, cuyas llamas se encienden con
cogido á las piedras como la hiedra, hasta tus miradas?
lo alto de las murallas me elevo algunas
veces; y allí mezclo mis cantos con el M i vista distraída sigue en el espa-
rugido del viento, y pláceme levantar m i cio cada árbol del camino que aparece y
voz hasta el cielo. que pasa; sigue á los bosques, sigue á los
trigos de l a llanura, á las m o n t a ñ a s , á la
Allí algunas veces oigo el l a ú d severo brillante estrella de la tarde, á los altos
y melodioso de un amigo que le pulsa campanarios y á las ciudades que vela
como en tiempos antiguos le pulsaba el la bruma en el horizonte.
trovador: hablamos de los héroes, habla-
mos de los caballeros, de las infelices ¿Pero q u é me importan los bosques, el
ODAS Y B A L A D A S . 79
trigo, las m o n t a ñ a s , el astro que nace y
el astro que muere, si t ú no los puedes IV.
ver? ¿Qué me importan las ruinas feu-
dales de los castillos, si sus musgosos Después el veterano, e n g a ñ a n d o t u
restos no oyen en las baldosas tus ligeros aflicción, te cuenta su vida de batallas y
pasos al lado de los mios? te habla del emperador como de la ma-
ravilla de este siglo, pero te habla de
todo esto en voz baja, por miedo de des-
Y como hoy, m a ñ a n a y otros dias des- pertar á t u hijo, que está durmiendo en
pués, t e n d r é que ver solo, lejos de tí, tus brazos.
nacer y morir la aurora, sin contemplar 1825.
tus sonrisas n i tus miradas, sin oirte ca-
minar á m i lado cuando sueño, sin que
t u tierna mano, cuando levanto la fren- ODA. VIOESIMA.
te, se pose jugando en mis ojos.

Paseo.
Sin embargo, á pesar de lo que sufro,
Voici les lieux chers á ma réverie,
debo, cuando te escriba, devolverte la ale- voici les pres dont j ' ai chanté les
gría, diciéndote:—^'Consuélate, que yo fleurs...
estoy tranquilo; viviendo inquieto como AMABLE TASTU.
vivo desde que estoy lejos de tí, creyendo
que te asaltan muchos disgustos, cada
hora que pasa es una espada suspendida Cíñete el velo de gasa de púdicos colo-
sobre m i cabeza.,, res, en el que t u fecunda aguja tantas
flores sembró; ven á respirar á la sombra
III. de los plátanos; cúbrete con ese tisú, que
es una alhaja de Cachemira, que quizás
haya ocultado el p u ñ a l de a l g ú n emir
Qué h a r á s en estos momentos? Qui- ó haya cubierto el seno de a l g ú n s u l t á n
zás cerca del hogar, con m i carta des- celoso.
plegada y siguiendo con la vista el
camino que me separó de tí, dirás:—
^Dónde estará? Dios quiera que encuen- Mira cómo humean las c a b a ñ a s á los
tre en todas partes tiernos cuidados, co- últimos resplandores del sol poniente; el
razones que le aprecien y una huéspeda humo sube y se disipa, como nuestros
que, como yo, tenga ausente al sér que pesares, como nuestras alegrías, como la
rido. gloria y como la ambición: brillamos á
nuestra vez, y somos juguetes de una
loca esperanza; como el ú l t i m o rayo del
„Con q u é rapidez se aleja! Estoy se- sol y como el último viento de la tarde,
guro de que ha pasado ya de la ciudad brillamos, humeamos y desaparecemos.
lejana, de los bosques, del puente, y que
quizá en estos momentos entra en el va-
lle, en el que una cruz siniestra indica Es para m í m u y grato, á la hora en
al viajero que allí el a ñ o pasado... ¡Dios que el dia muere en el lejano horizonte,
quiera que esté ya lejos de allí!...,, al lado del corazón que late por m í , ex-
traviarme por la llanura, vagar contigo
libre de enojos, y ver que t ú , pensativa,
Y m i padre, e n j u g á n d o s e una lágri- exhalas á la brisa de l a noche el perfume
ma, te i n v i t a sonriendo á sonreír á t u de t u aliento.
hija:—^'Tranquilizaos, que pronto le ve-
remos volver. E s t a r á contento y tran-
quilo; quizás visitará en estos momentos Por esta dicha, en l a que soñé desde
la tumba de a l g ú n antiguo héroe, ó re- la infancia, sufrí mucho tiempo y todo lo
zará ante un altar por vos. Porque sa- afronté. E n nuestros tiempos de furores
béis, hija mia, que le enamoran las a l - civiles te debo la paz, que nada consi-
menas, los pórticos y todos los restos gue perturbar. Y a no hay vacío en m i
artísticos, como con frecuencia lo dice vida, porque t ú has sabido poblar sus
sentado á vuestro lado.,. desiertos.
OBRAS D E VICTOR HUGO.

R á p i d a m e n t e las estrellas van apare-


ciendo en el cielo. A s í cuando u n gran
festin decora una rica morada, frecuen- ODA. ViaESIMA-PRIMERA.
temente se vé que los convidados que
tienen m á s prisa se sientan al banquete
antes de la hora. A liana 011, duque de Benav.
Por la boca de su herida.
Mira, es u n meteoro! B r i l l a y se apa- GUILLEN DE CASTRO,
ga; como él, hombres ilustres, víctimas
de enfermedad secreta, brillan y des-
cienden á la tumba.—El vulgo ignora lo C o m p r e n d í t u sonrisa, semejante á la
que es, y sigue impertérrito su camino; risa del sentenciado, cuando las frases
al labrador que trabaja encorvado so- que le condenan resuenan en su oido. Es-
bre el surco, ¿qué le importa la estrella trechando t u mano convulsiva, compren-
que cae? dí t u dolor y t u profunda mirada, que
semejante al r e l á m p a g o en las nubes,
brilla sobre mares desconocidos, pero no
T ú no eres así; en tí nobles l á g r i m a s deja descubrir su fondo.
honran las desgracias; t ú gimes con el
poeta, t ú compadeces á la víctima, y so-
bre todo á los verdugos; t ú visitas mu- "Por q u é me han de compadecer?, me
chas veces la tumba de los héroes, silen- dijiste; yo no me he quejado; j a m á s ba-
ciosa, pero no muda. ñ a r o n mis l á g r i m a s la mano de un her-
mano n i la de un amigo. Y a que me ro-
ban la alegría de la vida para siempre,
Si a l g ú n castillo antiguo, ante tus no quiero que me compadezcan; pago
pasos distraídos, levanta su torre negra bastante caro m i infortunio para que na-
entre tupidos bosques lejos de la ciu- die me reclame la mitad de él.
dad, te paras de repente, le contemplas,
y t u vista busca, al través de las alme-
nas de la torre, el pálido resplandor de l a ;; Acaso vale tanto l a vida? ¿Se llama
luna. esto desgracia? Sí; lo que para el hombre
tiene encanto, para m í solo encierra fas-
tidio y dolor. No sobrenadan de m i pasa-
Y o te inspiré cariño á los viejos casti do los sueños vanos de la edad juvenil;
líos, á esos templos en los que en otros el amor e x t i n g u i ó para m í sus llamas, y
dias rezaban los jóvenes, armados caba- nunca la voz de una mujer p r o n u n c i a r á
lleros por sus padrinos; yo te inspiré ca m i nombre con cariño.
riño á esos palacios, en los que algunas
veces el poeta adormecido sintió en su
boca entreabierta caer el beso de una „ J a m á s t e n d r é esposa n i t e n d r é hijos;
reina. n i n g ú n corazón latió j u n t o al mió; j a -
m á s una mujer celosa me preguntó:—
dónde vienes? P e r d í todas las esperanzas.
Mas regresemos ya; el cielo v á cu M i porvenir sombrío y funesto no me
briéndose de sombras y el débil esquife ofrece dias alegres; por m i horizonte te-
que debe conducirnos chispea en las nebroso pasaron muchos espectros fúne-
aguas del lago; esa barca se asemeja á bres, pero nunca pasó la sombra que yo
nuestros dias inconstantes que ñ o t a n en soñaba.
l a noche sobre el abismo del tiempo; el
abismo es el que impulsa la barca.
„Por eso no incliné l a cabeza, pero la
mano de m i destino aciago vuelve á
caer m á s pesada sobre m i frente ergui-
L a vida incesantemente huye hácia la da. A la juventud que d e s a p a r e c e r á la
eternidad, y el cuerpo, cuando le aban- gloria, al frivolo placer, he dado m i últi-
dona el alma, se queda en el mundo mo adiós con altivez. E s t á n marchitas
como frivola envoltura: así, cuando m u é para m í todas las ñores.
re la pintada rosa, sus hojas, que en vano
rocía l a aurora, caen, y su fragancia se
eleva al cielo y se disipa. „Si somos esclavos de una ley fatal,
Octubre 1825. debemos saber callar nuestros sufrimien-
ODAS Y BALADAS.

tos; ¿por q u é queréis que haga alarde de hija que yo lloro y á la que protege u n
la magulladura que me producen las espíritu celeste; en sus hermosas faccio-
cadenas? A l mundo, que le desagrada la des se ven los rasgos de los rostros de las
miseria, ¿qué le importa m i secreta lla- santas falanges; como poeta, creo ver en
ga? Dejadme todos, debo vivir aislado; el retrato un á n g e l , y como padre, en-
marchaos de aquí; prefiero sufrir á que cuentro en él á m i hija.
me consuelen.
Adivínase en sus ojos de miradas pu-
„No pertenezco ya á, la vida. ¿Qué os ras que al paraíso, de donde desciende
importa si algunas veces mis ojos lan- su alma, dió un reciente adiós; sus mira-
zan miradas sombrías ó alegres? ¿Qué das, que irradian e x t r a ñ a alegría, parece
importa, cuando la copa está vacía, que que perciban aun la quimera de volver
sus bordes en los labios ávidos dejen una á ver en su tierna madre á la Madre
gota amarga? ¿Venció al oleaje tempes- casta del Niño Dios.
tuoso el bajel perdido en los mares por
conservar todavía el mástil?
Parece que esté escuchando el coro de
voces celestiales, y que oiga en lonta-
„¿Qaó importa á nadie m i solitario nanza que le llaman las vírgenes del
duelo? Otros pasan dias m á s felices, por- cielo; al contemplar su alegre mirada y
que el ruido del mundo lo constituye un su c á n d i d a sonrisa, estamos tentados de
concierto de risas y de lloros. Quiero, preguntarle:—"Angel, ¿qué martirio su-
como todos los hijos de Eva, llevar m i friste y cómo te llamas en el cielo?,,
peso hasta la noche, sin que nadie me
ayude; á la m u l t i t u d que pasa y muere, II.
¿qué le importa en el umbral de q u é
tumba m i sombra se sentará? Artista, cuyo pincel me la r e t r a t ó con
tanta hermosura, t ú la pintaste y yo la
canto, porque t u obra no perecerá; la do-
Así, cuando suspiras en voz baja, sa taste de fuerza v i r i l y de gracia, tus co-
len sollozos de t u corazón, como los so- lores son armoniosos, y se conoce que
nidos se escapan de las liras, como los desde t u niñez puso el génio la llama de
murmullos salen de las olas. T u infor- la inspiración en t u frente.
tunio es t u gloria. Las frentes que marcó
la victoria no se coronan de flores. H a n
desterrado la a l e g r í a de t u existencia;
pero t ú ya sabes que el génio con lloros Sin duda alguna hada, que descendió
preludia sus cantos. desde la nubes hasta t u cuna, de los siete
colores del arco iris, de las rosas h ú m e -
das de la m a ñ a n a y de las luces de la
aurora boreal, te creó ideal paleta, para
Como el arado de hierro desde el ama
que con ella pintase t u m á g i c o pincel.
necer huella la tierra, la abre y está pro
f undizando aun el surco al ponerse el sol Noviembre 1824.
así, á cada hora que te se concede, e
infortunio encarnizado te persigue m á s
cada vez; pero si desgarra t u alma, la ODA. VIGESIMA- T E R C E R A .
desgarra para fecundarla.
Noviembre 1825.
A la condesa A. H .

ODA. VIGESIMA.-SEaU]SrDA..
Y a sea apacible ó alegre el sueño qu@
esta noche ilumine t u i m a g i n a c i ó n , te lo
t r a e r á la felicidad; lejos del esposo, que
E l retrato de una niña. hoy aun solo es amante, duerme tran-
quila; pasa suavemente t u ú l t i m a noche
virginal.
I.

Sí, esa es su frente, esa es su sonrisa Duerme, que vigilamos por t í , hasta
esas son sus frescas mejillas, e?a es la que amanezca el deseado dia; t u destino
TOMO v . u
OBRAS D E VICTOR HUGO.

te vá á enlazar con m i familia, y ante el húmeda; á esta hora estaremos solos; apó-
altar te convertirá en m i hermana; la yate en m i brazo; vamos á pasear por
voz del sacerdote solo será el eco de la debajo de los tilos. P á l i d o el sol ya decli-
voz que en m i corazón me llama herma- na; antes que abandonemos esta colina,
no tuyo. vuelve un momento la cabeza para ver
la ciudad de oro destacándose en el cie-
lo negro, con sus palacios y sus c a b a ñ a s
Duerme aun esta noche con sueño puro resplandecientes.
y tranquilo, que m a ñ a n a ya te entrega-
r á s á los juramentos, á las caricias de
u n esposo y á la alegría, y r e n a c e r á n en
t u pecho inquietos suspiros, cuando su Mira las nubes de humo que salen de
mano, de t u frente ruborizada, haga los techos y que la niebla moja; allí v i -
caer la t r é m u l a corona. ven esposas queridas, corazones tiernos
y resignados. ¡Es m u y hermoso ver el
sol tras la lluvia!... ¡Mira cómo se v á
Permita el cielo que desde m a ñ a n a ocultando!... E n l a ciudad, que b a ñ a n
alumbre t u existencia el sol de la dicha; sus últimos rayos, se ven éstos lucir en
que no se eclipse nunca, y brille para t í las ventanas, como ojos en la frente de
como u n hermoso sueño. Duerme en paz las torres.
esta noche, en la que estamos velando él
y yo; yo que te canto y él que te ama.
Diciembre 1827. E l arco iris! E l arco iris!—Míralo.
Mira cómo se redondea en el espacio...
Algunos beneficios nos reserva Dios des-
ODA. ViaESIMA-CXJ.AJRTA. pués de los truenos y de los r e l á m p a g o s .
Muchas veces, eternas esferas, m i alma
ha deseado tener alas para ascender has-
liluvia de estío. ta vosotras, para saber á q u é mundo con-
duce ese arco luminoso, ese arco inmen-
so de a l g ú n puente del cielo!
L a tarde está fresca y luminosa; ven, Junio 1828.
ha llovido esta m a ñ a n a ; en los frescos ta-
pices de musgo se destacarán tus blan
eos piés. E l pájaro vuela por entre las ODA. VIG-ESIMA-aXJITsTTA.
ramas; sacudiendo las alas aun moja
das, oye el ruido del viento, canta y ve
en su nido gotas de agua, brillantes como Sueños.
perlas.
En la amena soledad
de aquesta apacible estancia,
bellísimo laberinto
Después que las nubes vertieron l a l l u - de árboles, flores y plantas,
via, el cielo vuelve á adquirir su azul podéis dejarme, dejando
diáfano, y los campos fecundados bri- conmigo, que ellos me bastan
por compañía, los libros
l l a n como si estuviesen bajo una red de que os mandé sacar de casa;
plata. E l árroyuelo de la llanura ha cre- que yo, en tanto que Antioquía
cido una hora antes, corre y arrastra he- celebra confiestastantas
la fábrica de ese templo
bras de yerba, y precipitando su corrien- que hoy á Júpiter consigra,
te en los guijarros que inunda, forma
N i á g a r a s para las hormigas. huyendo del gran bullicio
que hay en sus calles y plazas,
pasar estudiando quiero
la edad que al dia 1» falta.
Las corrientes han lavado la arena; CALDERÓN. ( E l mágieo
prodigioso.^
hasta el sol suben los vapores, y el hori-
zonte poco á poco se v á oscureciendo: solo
se ven veladas estrellas, confusas, brillar
como puntos luminosos, y los montes
salen de la bruma, y chorreando agua,
que cae sobre los techos de pizarra, los Amigos, lejos de la ciudad, lejos de
hace chispear. los palacios reales, lejos de la corte ser-
v i l , lejos de la muchedumbre, buscad-
me y me encontrareis en los campos, en
Ven á vagar conmigo por l a llanura que el alma ociosa se recoge para soñar;
ODAS Y BALADAS. 83
en la apartada playa, adonde no lleguen universal; es el globo que ruge, es el
el viento n i el ruido del mundo. balanceo del mundo en el Océano del
cielo. Es el eco magnífico de la voz de
J e h o v á , es el himno seráfico del mundo
E n a l g ú n asilo salvaje que sirviera de pacífico, en el que, sorda á l á g r i m a s de
refugio en otro tiempo, en un puerto, en mujeres, á quejas y á sollozos, el alma se
un nido de ramas, en una casa en el bos- confunde con las otras almas, como la
que sombrío y pacífico, lleno de espesos llama con las llamas, como la ola con las
árboles y oculto en el silencio y en la olas.
sombra.
IV.
Que allí, siempre fiel á los que me
aman, se ciernen mis versos y se paran, A todas horas se oye en el desierto ese
ya sobre una rosa, ya sobre la cima de vasto ruido. Paris, loca morada, p a m esa
u n monte, y pueden con audacia, libres voz que llora nos d á vasto concierto.
de todas las trabas, con infatigable vue- P l á c e m e en la antigua B r e t a ñ a alguna
lo, perderse en el espacio como los pá- roca batida por las olas, a l g ú n bosque
jaros. céltico, a l g ú n torreón gótico, con t a l de
que la torre hospitalaria, donde establez-
II. ca m i nido, tenga, como u n antiguo ca-
ballero, un penacho de hidra en su frente
Que allí un sueño hasta el cielo me de granito; con t a l de que, blasonada con
levanta; sueño amoroso que j a m á s ter- un escudo, la gran chimenea abierta se
mina, y vuelvo á soñar por la noche lo ilumine devorando una encina entera;
que soñó de dia. U n sueño tan blanco con t a l de que altos y espesos árboles
como el velo que se extiende en el hori- me den sombra en el verano; con t a l de
zonte, que cubre una estrella, y que es que en invierno, alrededor del encendido
como una cortina tirada entre la vida hogar, se siente toda m i familia.
y yo-
V.
Deseo que la luna que desciende, para
brillar en m i noche, le dore y le prolon- Si volando m i Musa lleva su nido tan
gue, y tema despertarme de él. Deseo querido y su familia alada al salón der-
que todos mis pensamientos vayan allí ruido de antiquísimo barón, será porque
á desplegarse y se sienten abrazándose soy apasionado de esa pasada edad, que
era m á s bella, si no mejor que nuestros
en círculo en m i hogar, y encadenados á
siglos m á s sábios; soy apasionado de las
m i sueño, le mezan inclinados, como los
ruinas; soy como la golondrina, que le-
hermanos mayores mecen á sus herma-
vantando el vuelo desde una torre, mu-
nos niños. chas veces, por salvarlo de los vientos,
busca para cobijar su nido el antiguo
III. nido de u n buitre.
Creemos en los acantilados, creemos
en los bosques ver el cielo m á s cerca, VI.
porque en ellos respiramos con m á s l i -
bertad, porque en ellos nada nos pesa. Ligados así en u n haz, reverdecerán
E n ellos sucede como en el sueño; cada mis dias en el soberbio torreón, como las
voz pronuncia palabras, todo habla, se matas de yerba en las brechas de las tor-
eleva un canto desde las olas hasta la res; pero ya viva en castillo, ya viva en
playa y desde el aire hasta los árboles.c a b a ñ a , apartado del mundo, viviré de
luz, de éxtasis y de poesía, olvidando y
olvidado.
Suena allí una voz profunda, un coro Junio 1828.
BALADAS
1823—1828.

mura, saliendo de las rocas, y ávida por


complacerme, suspende á la argentada
BALADA PRIWERA. cigüeña en la veleta del oscuro cam-
panario.

Tina h a d a .
E n invierno, cuando chisporrotea m i
...La reine Mab m' a visité. C est elle hogar, viene á agazaparse en él y me
Qui fait dans le sommeil veiller V ame inmortelle. enseña, en el chispeante cielo, la estrella
EMILIO DESCHAMPS. que brilla y que se apaga, como ojo que
vá á dormir.

P l á c e m e que en dulce sueño, una hada


de cuerpo diáfano, como flor que se mar- Cuando por países silvestres vago bus-
chita, incline su frente sobre m í . cando antigüedades, cercándome ella de
espejismos, hace m u g i r al viento debajo
de las arcadas, como si fuese el ruido del
Esa hada, pulsando m á g i c o l a ú d , me torrente de los años.
refiere en gratas armonías, paladines,
vuestras leyendas, que no nos atrevería-
mos á creer si vuestra historia no fuera Cuando velo durante l a noche, trae á
tan maravillosa. mis oidos ladridos confusos, y para hala-
garme, durante la calma de la tarde, me
trae el sonido lejano de la bocina hasta
Esa hada es la que me l i g a á todo lo el fondo de los bosques.
antiguo que reverenciamos ó impulsa
mi mano á tocar el arpa del trovador y
el guantelete del caballero. P l á c e m e que en dulce sueño, una hada
de cuerpo diáfano, como flor que se mar-
chita, incline su frente sobre m í .
E n el desierto donde se me aparece 1824.
donde se oculta, hace que, para m í , de
cada rayo brote una llama y de cada
ruido una vez.

Esa hada en las revueltas olas m u r -


OBRAS DÉ VICTOR HUGO.

descanse en t u lecho; ocuparé poco sitio


y no haré ruido.
BALADA SEGUNDA.
;;Han seguido mis hermanos la pálida
E l silfo. luz del ocaso, y del nocturno rocío se han
escondido en las l á g r i m a s , ó las flores
Le vent, le froid et i ' orage les han abierto sus suaves cálices... ¿Dón-
Contre í' enfant faisaient rage de me he de retirar? Y a no hay rocío
—Ouvrez, dit-il, je suis nu!
LA FONTAINE. n i flores en el campo, n i claridad en el
cielo.

"Tú, que al través de los vidrios de t u ;;Abreme, que v á cerrando la noche y


ventana, como soñada sílfide, te apare- no quiero ser su víctima; ya aparecen
ces á mis ojos, ábreme! Es de noche y espectros blancos y fantasmas negros, y
tengo miedo, porque la noche, poblan- los buhos del sepulcro, y los buhos de los
do el aire de fantasmas lívidos, cubre montes.
las almas de los muertos de vaporosas
gasas.
Esta es la hora en que los muertos
danzan vacilantes. L a p á l i d a luna los
„Hermosa jóven, no soy de esos peregri- contempla inmóvil, y el horroroso vam-
nos que os cuentan en largas veladas piro, levantando con fuerza una losa i n -
sus luengos viajes; n i soy uno de esos útil, arrastra á su tumba abierta al tré-
paladines que las beldades aman y te- mulo sepulturero.
men, cuyo cuerno, despertando á pajes
y á dueñas, turba la hospitalidad con su
llamamiento á la guerra. „ E n a n o s monstruosos, los gnomos, á
su abismo sin fondo van á descender.
F a n t á s t i c o s meteoros brillan entre las
„Ni llevo bastón pesado, n i temida c a ñ a s . Con la fresca ondina se j u n t a la
lanza, n i larga cabellera negra, n i bar- ardiente salamandra, y llamas azules y
ba blanca, n i religioso rosario, n i espada siniestras pasan sobre las aguas.
vencedora. M i soplo es imperceptible y
solo arranca á la bocina guerrera b u r l ó n
murmullo. „Ay! Si u n muerto, entre sus huesos,
me encerrara en su urna, ó un viejo n i -
;,Soy hijo del aire, soy un silfo, m á s g r o m á n t i c o , b u r l á n d o s e de m i sobresal-
leve que un sueño, hijo de la primavera to, en la torre solitaria, donde se oye
que llega y del primer albor de la ma- sonar la media noche, ligase mis alas
ñ a n a ; soy el huésped del tranquilo ho- apacibles á la siniestra campana!...
gar durante las noches de invierno, soy
el espíritu que el rocío exhala cuando le
hiere la luz, soy el diáfano habitante del „ A b r e m e la ventana!... porque si me
invisible éter. rechazas, t e n d r é que buscar asilo en los
abandonados nidos de musgo y con los
asustados lagartos t e n d r é que trabar
;;Esta tarde dos amantes felices con batalla... Abreme!... son puras mis mira-
voz solemne hablaban en voz baja de das y pronuncio palabras tiernas, como
su amor eterno; yo lo oia todo, porque las que el enamorado dice á su prometi-
me p a r é cerca de ellos; y con un beso me da en voz baja.
prendieron las alas, y llegó l a noche
antes de que pudiera recuperar m i l i -
bertad. „Soy tan hermoso! Quisiera que vieses
cómo mis alas, transparentes y frágiles,
relucen á l a luz del dia!... Soy blanco
^Ya es tarde para que entre en el bo- como la azucena, que de noche me sirve
t ó n de la rosa que me cobija; ábreme, que de asilo; y las rosas, sus hermanas, se
ya estará cerrado m i asilo. Recoge á un disputan entre sí m i hálito perfumado y
hijo del dia, que se extravió durante la m i cuerpo resplandeciente.
noche; p e r m í t e m e que hasta m a ñ a n a
ODAS Y BALADAS. 87
;;Deseo que un sueño hermoso te revé-¡ sobre el pecho? ¿Qué te hemos hecho
le lo que soy. Comparadas conmigo, las; para que no nos quieras? Mira, la l á m -
mariposas son pesadas, los colibrís son i para palidece, el fuego del hogar humea:
feos, cuando, durante el dia, vuelo de si no hablas, el fuego que se está consu-
flor en flor á visitar mis palacios. miendo, la l á m p a r a y nosotros dos mo-
riremos.
„ T e n g o frió, la noche me hiela, y veo
que te suplico en vano. ¡Si pudiera ofre- „Si nos encuentras muertos al lado de
certe, para que me abras la ventana, m i la l á m p a r a apagada, ¿qué dirás cuando
gota de rocío ó mis corolas de oro!... Pero despiertes? Tus hijos á su vez serán sor-
no; ahora no las tengo, porque cada sol dos á t u s quejas. Para devolvernos á la
me d á y me quita m i tesoro... será preci- vida, invocando á t u santa patrona, será
so que muera. preciso que nos estreches mucho tiempo
en tus brazos.
„Cuando duermas, ¿qué quieres que te
traiga en cambio de la hospitalidad? „Danos tus manos frías y las calen-
¿Quieres el ceñidor de una hada ó el taremos. Cántanos alguna leyenda de
velo de un ángel? Embelleceré t u noche a l g ú n tovador; h á b l a n o s de los caballe-
con los resplandores del dia, y p a s a r á s ros á los que servían las hadas, y que
soñando, sin perder la felicidad, de los presentaban á sus damas trofeos en vez
ensueños del cielo á los delirios del de ramilletes, y cuyo grito de guerra era
amor. un nombre de mujer.

„ E n vano m i humedecido aliento em- „Tlefiérenos q u é signo divino es funes-


p a ñ a el cristal de t u ventana. ¿Crees, to para los fantasmas; h á b l a n o s del er-
hermosa jóven, que la noche pérfida m i t a ñ o que vió á lucifer volando por los
oculta, bajo la voz del silfo errante, á u n aires, y del rubí que brilla en la frente
amante seductor? No temas; soy débil y del rey de los gnomos, y de si el demo-
tímido; si mis alas proyectaran sombra, nio teme m á s en sus dominios á los
á mí mismo me asustarían.,, psalmos de T u r p i n que á la espada de
Rolando.
Diciendo esto, lloraba.—De repente se
oyó una voz delante de la torre antigua „Enséñanos t u Biblia con sus hermosas
que sonaba como llamamiento místico, láminas, con el cielo de oro, con santos
una voz que quizá provenia de un espí- arrodillados, con el Niño J e s ú s , el buey
r i t u . E n seguida apareció la dama en la y los reyes Magos; léenos algunos pasa-
ventana gótica, pero no pude saber si la jes en los que Dios nos habla en latín.
abrió para que entrase el silfo.
1823.
„No te despiertas, abuela? Poco á poco
vá a p a g á n d o s e la l á m p a r a , y las som-
bras empiezan á danzar en el hogar;
BALADA T E R C E R A . quizás ya los malos espíritus van á
entrar por la ventana... Acaba de dor-
mir, interrumpe t u oración; t ú que nos
L a abuela. tranquilizabas, quieres asustarnos ahora?
Tu die; to sleep.
SHAKKSPEARK.
„Quó fríos están sus brazos, Dios m í o !
Abre los ojos... Hace poco nos hablabas
de un mundo hácia el que vamos poco á
" E s t á s durmiendo?... despiértate, abue- poco, del cielo, de l a vida efímera, de la
la: otras veces cuando duermes meneas muerte... Dínos, abuela, ¿qué es la muer-
los labios, y con frecuencia parece que te?... No nos respondes?;,
en t u sueño reces; pero esta noche te
asemejas á una virgen de piedra; t u boca
está inmóvil y no se oye t u respiración. Mucho tiempo las dos voces sollozaron
y gimieron. D e s p u n t ó el dia sin desper-
„¿Por q u é inclinas hoy m á s la cabeza tarse la abuela. L a campana llenó log
OBRAS D E VICTOR HUGO.

aires de fúnebres sonidos, y por la noche sus armas, y á m i lloroso silfo le han
un t r a n s e ú n t e , desde la puerta entre- arrancado las alas de oro.
abierta, vió ante la Biblia y al pió de la
cama dos niños pequeños que rezaban de
rodillas. T ú mismo temes su cólera, temes un
1823. combate desigual m á s que la voz cente-
naria que en otros tiempos vengó á Dou-
gal, cuya humeante c a b a ñ a ve, durante
la noche, sobre mojada roca, sentarse la
BALADA CUARTA. sombra de Fingal.

A Trilby, el duende de Argail. Aquel que de t u m o n t a ñ a te ha traido


á nuestros campos, tuvo como t ú la es-
peranza por compañera. Mucho tiempo
T ú eres duende.—Quién te trae? ¿Has su madre la Francia vió pasar su amar-
venido en un rayo del sol poniente? To ga juventud en el destierro, al que, como
c á n d e m e t u hálito me acaricia. Te des- Homero, solo llevó sus cantos.
cubres á mis ojos y me inundas de chis-
pas. Tus extremecidas alas hacen el ruido
melodioso de un canto. A la vez triste y sublime, grave en su
vuelo audaz, el poeta se enamora del
abismo, del que huye el á g u i l a atrevida;
T u voz, sonando entre suspiros, me le placen el perfume de las flores, el oro
recuerda un acento conocido. ¡Hermoso de los cometas errantes y el sonido de
T r i l b y , sé bien venido á m i soledad! M i las campanas que se quejan al cielo.
retiro hospitalario no encierra ninguna
humilde batelera, á la que t u boca cari-
ñosa bese el seno semi-desnudo. Plácele el despoblado desierto, por el
que vaga libremente y en el que huye
de toda esclavitud; pero cuando le re-
Ven á buscar á m i hogar m i fuego fa- clama el oprimido, el poeta se convier-
tuo que huye y á m i hada y á m i sílfi te en el alma de los pueblos, y llega
de, que me visitan silenciosamente y que á ser un azote que los tiranos no pueden
me traen complacientes en sus alas de evitar.
colores, de dia dulces pensamientos y de
noche dulces sueños.
No corras errante al acaso, T r i l b y que-
rido, que todo el mundo persigue á los
¿Vienes para ver á mis ondinas, c e ñ i - duendes, y teme que te hagan sufrir el
das de algas y de espadañas? ¿Vienes tormento que hicieron sufrir á m i silfo:
ver mis enanos, cuyas voces juguetonas si tuvieran el placer de apoderarse de tí,
no me hablan m á s que cuando estoy se complacerían manchando t u manto de
solo? ¿Vienes á despertar á mis gnomos m o a r é y t u penacho de rubíes.
á perseguir en el aire los átomos y á
molestar á mis fantasmas, jugando con
sus sudarios? Y para hacerte bailar con Fauna, te
obligarían los sátiros y los silvanos á que
dieses las manos cargadas de cadenas á
Huye de aquí! Los sitios que yo prefie- las disecadas manos de sus marchitas
ro no admiten á semejantes huéspedes; n á y a d e s , que murieron hace dos m i l
crueles, han entregado al anatema á años.
todos mis espíritus. M i ondina está aho- A b r i l 1825.
gada, y para obtener doble victoria han
clavado las manos de m i hada cerca de
mi murciélago.

Mis espectros, mis enanos, frágiles,


g r u ñ e n d o aun de coraje, no se atreven
en lo alto de los torreones á llamarse
unos á otros al sonido del cuerno; m i
corte m á g i c a , alarmada, ha abandonado
ODAS Y B A L A D A S . 89
dido ya para m í su encanto; hoy me en-
tusiasma la guerra con todos sus horro-
res, las maldiciones de las familias que
BALADA QUINTA. sufren sus desastres, los campamentos, y
el soldado que, cogiendo el fusil, me des-
El gigante. pierta lanzando el grito de alarma.

Les nuces du ciel elles-mcmes


Me levanto gozoso a l ver pólvora y
craignent que je ne vienne cliercher
mes ennemis dans leur sein...sangre, cuando la ardiente pelea confun-
MONTEN ABRÍ.
de dos ejércitos en ardientes torbellinos
de humo; entonces corro hasta allí, y
como una h u m ú s c u l a se sumerge en el
Oh guerreros! Nací en el pais de los fondo perturbado de las olas, yo me dejo
galos; mis abuelos traspasaron el R h i n caer entre los batallones.
como si fuese un arroyo. M i madre, cuan-
do era n i ñ o , me bañó en la nieve de los
Polos, y con tres pieles grandes de oso Como segador entre los trigos sazona-
adornó m i cuna. dos, entre las filas caídas aparezco solo
y en pié; los clamores de los moribundos
llegan hasta m í como murmullos, y mis
Mi padre era muy fuerte, pero ahora le puños desarmados rompen las armadu-
debilita la edad; van cayendo los cabe- ras mejor que martillos.
llos blancos de su cabeza; está débil, es
viejo, y su muerte está próxima, porque
apenas puede desarraigar una encina Voy siempre desnudo. M i valor sobe-
para sostener sus pasos temblorosos. rano se ríe de los soldados de hierro que
pueblan los campamentos; solo llevo al
combate m i pica de fresno y el ligero
Y o le reemplazo; heredo su jabalina, casco; pero con esto me basta.
sus bueyes, su arco de hierro, sus hachas
y sus collares; yo, que al suceder al viejo
moribundo, puedo sentarme en la colina Sin sitiar las fortalezas con inútiles es-
y extender los pies hasta el valle y con calas, de las cadenas de sus puentes rom-
mi soplo terrible encorvar los á l a m o s . po los eslabones; mejor que un ariete de
bronce derribo sus frágiles muros. Lucho
cuerpo á cuerpo con las torres de las ciu-
Siendo adolescente, de roca en roca dades, y para llenar los fosos les arranoo
me abria camino en lo alto de los Alpes; las almenas.
mi cabeza, como u n monte, detenia las
nubes; y muchas veces, espiando su paso
por el horizonte, he cogido á g u i l a s con Gruerreros! Cuando me llegue la hora
las manos. de seguir á mis víctimas, no dejéis que
mis despojos mortales sirvan de pasto á
los cuervos; enterradme en alguna mon-
C o m b a t í a la tempestad, y cuando lan- t a ñ a , para que cuando el extranjero re-
zaba m i ardiente soplo, e x t i n g u í a los re- corra los m á s altos montes pregunte cuál
l á m p a g o s ; y cuando gozoso, lanzando de ellos es m i tumba.
ante m í alguna ballena, el Océano abria Marzo 1825.
ante mis pasos su vasta llanura, m á s que
el h u r a c á n perturbaba yo á los mares.
BALADA S E X T A .
P e r s e g u í a , cazando á la espera, al
t i b u r ó n en las olas, al g a v i l á n en los ai- La prometida del timbalero.
res; el oso, ahogado entre mis brazos,
moria sin una sola herida, y con fre- ¡Douce es la mart qui vient en bien
cuencia, durante el invierno, rompía, a l aknant!
DESPORTES.
morderme, los dientes blancos del lobo
cerval.
"El señor duque de B r e t a ñ a convocó
Pero esos placeres infantiles han per- • al mortífero combate desde Nantes á
TOMO V. 12
90 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Mortagna, en el monte y en la l l a n u r a , para ver de c é r c a l o s timbales de m i ven-


llamando á la guerra á todos sus va- cedor, que al impulso de sus manos sue-
sallos. nan y hacen saltar el corazón.

;;A.cuden los barones, cuyas armas ador- „ Sobre todo venid á ver á m i prometi-
nan fortalezas rodeadas de fosos; los ve- do, cubierto con el manto que yo le bor-
teranos bravos, los escuderos, los hom- dó. Qué hermoso estará! C u á n t o le amo!
bres de armas, entre los que se encuentra Lleva como diadema un casco con cabe-
m i prometido. llera de crines.

„Partió para Aquitania m i querido ;;Una gitana sacrilega me llamó apar-


timbalero, y allí le toman por un capi- te ayer para decirme que en el brillante
t á n , al ver su rostro altivo y su ropilla séquito del duque faltarla un timba-
recamada de oro. lero.

„Desde entonces vivo sobresaltada, y „Becé mucho y espero que no se cum-


uniendo su destino al m i ó , exclamo:— pla el augurio de la gitana, aunque ésta,
M i patrona Santa Brígida, vigilad á su s e ñ a l á n d o m e con la mano su tugurio,
á n g e l Custodio para que siempre vele me dijo:—Allí te espero m a ñ a n a .
por él.
„Quiero desechar estas siniestras ideas,
„He dicho al cura de la parroquia:^— que ya oigo los tambores: ya se r e ú n e n
Rezad para que Dios libre á nuestros sol- las damas y los caballeros, ya acude el
dados.—Y como yo só lo que desea, público, ya han levantado tiendas de
hice encender tres cirios ante el relicario púrpura.
de San G i l .
;;En dos filas viene el cortejo. Primero
„ A Nuestra Señora de Loreto he pro- van los piqueros; luego los barones, con
metido, mientras dure la guerra, atar á su estandarte desplegado, vestidos de
m i garganta, que llevaré tapada, las seda y con tocas de terciopelo.
conchas del peregrino.

„Siguen las casullas de los sacerdotes;


„ P u d i e r a , estando ausente, para con- vienen los heraldos montados en caballos
solarme, enviarme cariñosos mensajes; blancos, y como en los tiempos antiguos,
pero el vasallo no tiene pajes, el vasallo llevan el escudo de sus señores pintado
no tiene escuderos. en su coselete de acero.

„Debe hoy regresar de la guerra con „ A d m i r a d la armadura persa de los


su señor; no es un amante vulgar; el beso templarios, y la larga partesana de los
que me dió en la frente constituye m i arqueros que vinieron de Lausana, ves-
orgullo y m i felicidad. tidos de búfalo y armados con espadas.

Triunfante el duque, regresa con su „E1 duque ya está cerca; sus banderas
bandera victoriosa; venid todos á las flotan entre las de los caballeros; algu-
puertas de l a ciudad, á ver pasar al prín- nos estandartes cogidos al enemigo van
cipe con su brillante escolta y con m i vergonzosamente detrás... Mirad... ya es-
prometido. t á n a h í los timbaleros.,,

„Venid á ver cómo este dia de gala, su


corcel encaparazonado, que relincha bajo Dijo, y su vista errante se fija uno tras
su peso, se p á r a y marcha sacudiendo la otro en todos ellos, después se vuelve
cabeza, empenachada con plumas rojas. hacia la m u l t i t u d indiferente, luego cae
al suelo helada y moribunda... los t i m -
baleros hablan ya pasado.
„ H e r m a n a s mias, vestios, adornaos Octubre 1825.
ODAS Y BALADAS» 91
"Corred, guerreros, á la carga; chocad,
este es el momento: al són de la trompa
sajona y del clarín normando, dagas,
BALADA S E P T I M A . alabardas, espadas, partesanas, hachas,
Duñales de dos filos, entre corazas des-
La refriega. trozadas , confundid vuestras erizadas
cuntas como las zarzas en los campos.,,
Se cruzan las armas; el choque, los
combatientes, las heridas y la ludia son
terribles. El sol brilla entre el humo como u n
GONZALO BERCEO.
escudo rojo inflamado en la fragua. En-
:re vapores de sangre se vé brillar el
lierro; el valle desde lejos parece u n
Pastor, cambia de camino.—Mira al horno que arde, como si en medio de l a
pió de esas colinas cómo ondulan dos rugiente llanura se hubiera abierto de re-
filas de espesas jabalinas, dos batallones pente la boca del infierno.
que caminan el uno contra el otro, y que
á una señal de sus jefes, para combatir-
se, se han parado en la llanura. Oye sus " L a lucha de los héroes se prolonga;
clamores... esos son sus cantos. unas filas se hunden en otras filas; los
piés de los combatientes se hunden en
"Venid, aves de rapiña, águilas, buhos, las heridas de los moribundos. E l infan-
buitres y cuervos; volad alegres á los te muerde con rabia el pretal de hier-
campamentos, que el enemigo, derribado ro del corcel; los caballos se extreme-
por nuestras espadas, caerá muerto antes cen despavoridos y las mazas de armas
que el dia termine. Los psalmos de la resuenan hiriendo los caparazones de
tarde han concluido ya; el sacerdote, acero.,.
que sigue sus banderas, les ha dicho las
ú l t i m a s oraciones, y el nuestro nos ha El campo de batalla es un caos de
bendecido.,. ginetes, de corceles y de armas que se
chocan. Los galos, cubiertos de pieles
Halbert, barón normando, y R o ñ a n , ensangrentadas, cubriéndose con los es-
príncipe de Gales, van a q u í á medir sus cudos para librarse de los mortíferos dar-
fuerzas casi iguales; los normandos son dos, obstinándose en morir al lado de
hábiles, los galos son ardientes: éstos van sus muertos, parecían sitiar, como si fue-
cargados con sonoras armaduras, y aque sen cindadelas, á los caballeros norman-
líos, para cubrir la frente salvaje, hacen dos, montados en sus enormes caballos.
de la boca de los lobos cascos armados
de dientes.
"Que los que tengan rota la espada se
defiendan con los dientes y con las uñas,
"¿Qué nos importa el llanto de las si quieren librarse de los lobos famélicos
viudas y los gemidos de los huérfanos? que nos acechan en los alrededores. No
M a ñ a n a lavaremos en los rios nuestros h a b r á prisioneros, no h a b r á esclavos; y ya
brazos sucios de fango y de sangre. Es que es preciso morir, muramos comoT hé-
trechemos las filas, quememos las tien- roes entre nuestros compañeros inmo-
das. Que el sonido de nuestras trompe lados.,.
tas hiele de espanto al enemigo: en vano
sus alas se desplegan; para cada uno de
sus soldados, cada surco que huella es Ven, pastor; la noche avanza y corren
un sepulcro abierto.,, rios de sangre; golpes m u y furiosos ha-
cen chispear las armaduras; los caballos
extraviados huyen sin ginetes. Ven; de-
L a señal está dada.—Entre nubes de jemos que termine esa sangrienta l u -
polvo, con pasos firmes y apresurados cha, que esos hombres encarnizados des-
Corren como el rayo...; como dos caba c a n s a r á n todos m a ñ a n a , vencedores ó
líos que rompen el freno, como dos toros muertos.
que luchan en los valles, las dos masas Setiembre 1825.
de hierro, lanzadas una contra otra con
extrópito, destrozan con el mismo cho
que su doble frente de bronce.
OBI\AS D E VICTOR HUGO.

serpenteaba en el espacio, formando sur-


cos azulados: sin asustarse los dos blas-
femadores, cortaron ramas de encina y
BALADA OCTAVA. as arrojaron como nuevo combustible á
a hoguera, diciendo:—"Eso es que reñe-
Los dos arqueros. an en las cascadas próximas las llamas
que aquí nos alumbran.,,
A LUIS BOULANGER.

Dames, oyez un conté lamentable. Pero aquel eco lo producía S a t a n á s


BAIF. riéndose desde lo alto de la colina, y
aquel reflejo emanaba del cuerpo de L u -
cifer; lo producía la p á l i d a luz que él
Eran aquellos momentos en los que la enciende en las tinieblas, el rayo sulfú-
noche está tan sombría, que tememos reo que en nuestros sueños fúnebres trae
cada instante despertar en la oscuridad del infierno.
a l g ú n demonio, ebrio aun del banquete
de los sábados; eran aquellos momentos
en los que el viajero se apresura á atra A l oir las burlas de la irreligiosa ale-
vesar ei bosque; era la hora de hablar g r í a de los arqueros, corrió hácia ellos,
en voz baja. como un lobo hácia su presa; en la oscu-
ridad brillaban sus ojos ardientes, y
exclamaba:—^"Reid y blasfemad, que yo
Dos francos arqueros pasaban por el haré que en vuestras bocas la risa se con-
fondo de un valle, j u n t o á una torre ais- vierta en crugido de dientes.,.
lada, que en la época en que los reyes
iban á morir en la Palestina se edificó en
tres noches, según una antigua tradi A l amanecer el dia siguiente, un resto
cion, construyéndola un santo e r m i t a ñ o de ceniza extinguida, de un pié ancho y
que movia las piedras haciendo la seña hendido tenia la e x t r a ñ a figura. E l valle
de la cruz. estuvo todo el dia desierto y silencioso.
Pero á media noche, en vez de la hogue-
ra, un pastor vió aparecer de repente una
Los dos arqueros, sin miedo á aque llama azulada, que no ascendía hácia el
sitio silencioso n i á la hora, encendieron cielo.
una hoguera para hacer la cena; después
se sentaron, depositando el cuerno á los
piés de un santo de granito, cuya i m á Desde que saliendo del suelo se arras-
gen grosera tenia las manos levantadas traba lívida, prolongadas risas estalla-
y juntas, como si estuviera rezando. ban de repente en el espacio, que helaron
de espanto al pastor. No vió á S a t a n á s ,
Sobre la torre, sobre los montes y sobre ni á séres del otro mundo, y profunda-
aquellos antiguos bosques, la llameante mente aterrorizado, no podia concebir
hoguera reflejaba claridades fantásticas q u é es lo que sufrirían para reírse de ese
los buhos se asustaban refugiados dentro modo.
de la torre, y los murciélagos volaban
pasando cerca de las llamas sus alas ne Desde entonces todas las noches, sobre
gras. los montes, sobre los antiguos bosques,
la hoguera arrojó claridades fantásticas;
grandes risas asustaban á los buhos re-
El m á s viejo de los arqueros dijo al m á s fugiados en la torre, y los murciélagos
j ó v e n : — " L l e v a s el cilicio?,,'—^"¿Obser volaban pasando cerca de las llamas sus
vas el ayuno?,, le interrogó el otro, y la alas negras.
burla y las risas a c o m p a ñ a r o n á sus pa
labras. De repente entonces se oyeron
otras risas en lontananza. E l valle esta Antes de que rayase el dia nada apa-
ba desierto, la oscuridad era profunda, _ gaba esa llama infernal; si la tempestad
ambos exclamaron:—^¡Es el eco que se rugia en los aires, las risas se oian tan
rie en el bosque!...,, altas como el trueno, y la llama, dando
vueltas, subía hácia el espacio, como si
quisiera unirse á l a del r e l á m p a g o .
De repente vieron una claridad que
ODAS Y B A L A D A S . 93
Hasta que una noche, l e v a n t á n d o s e el Si quisieras, Magdalena, llenaría t u
santo de piedra del m á r m o l que le servia morada de pajes y de vasallos, y con es-
de pedestal, dió tres pasos, llevando en pléndidas galas adornarla t u oratorio de
la mano un escapulario y una rama ben- tal manera, que taparla la piedra de sus
dita, y exorcisando al espantoso prodi- arcos.
gio, exclamó:—"Que Dios me oiga!;;
abriendo sus brazos de granito.
Si t ú quisieses, Magdalena, en lugar
de la almoradux que adorna t u sombre-
Entonces todo quedó apagado, la ho- ro, te ceñirías la corona de condesa ó de
guera, las llamas y las risas; y al dia si- baronesa, cuyo florón es una perla.
guiente, al nacer la aurora, encontraron
á los dos arqueros muertos al pió de la
estatua. Los enterraron, y cumpliendo Si t ú quisieses, Magdalena, serias m i
la promesa que hizo al Señor el dueño castellana, que yo soy el conde Roger;
de aquel territorio, para que dijeran allí abandona por mí t u choza, a b a n d ó n a l a ,
una misa legó tres dineros parisíes. si no prefieres que yo me convierta en
Julio 1825. pastor.
Setiembre 1825.

BALADA NOVENA.
BALADA DECIMA.
E s c ú c h a m e , Magdalena.
A un transeúnte,

Escúchame, Magdalena. A b a n d o n ó el
invierno la llanura, que ayer aun cubria Viajero, que de noche caminas en com-
de hielo; ven á este bosque, del que huye pañía de t u perro inquieto; ¿por qué, des-
mi séquito, por seguir el sonido errante pués de morir el dia, sigues caminando?
del cuerno de caza. ¿Dónde llevas tan tarde t u caballo ren-
dido?...

Ven; que parece, Magdalena, que la


primavera, cuyo aliento hace abrir las ¿No temes ver aparecer de noche a l g ú n
rosas, esta noche, para halagarte, sacude bandido con el sable en la cintura, que
sobre los matorrales su falda llena de a l g ú n lobo de los que recorren los bos-
flores. ques dé un brinco brusco y repentino,
saltando hasta la silla de t u corcel y
mezcle con t u sangre la espuma de su
Quisiera ser, Magdalena, el cordero boca?
cuya lana blanca se riza entre tus dedos;
el pájaro que pasa, y que sigue en el
espacio el sonido de t u dulce voz. ¿No temes, sobre todo, que un duende
á esas horas alargo ante tus pasos el
camino, que te hace equivocar, y consiga,
Quisiera ser, Magdalena, el e r m i t a ñ o como antiguamente, que mientras crees
de Tombelaine y estar en su confesiona- ir á una morada donde brilla la luz en
rio, cuando t u boca á su oido confiesa la ventana, te haga caminar hácia clari-
tus inocentes pecados. dades que se alejen de t í m á s cada vez?

Quisiera tener, Magdalena, los ojos de ¿Temes abordar l a llanura donde el


la mariposa nocturna, cuando te entre- sábado celebra sus conciliábulos, donde
gas al sueño, cuando sus alas indiscre- aullando los demonios se r e ú n e n para
tas, de t u v i r g i n a l aposento baten los bailar, ó las murallas malditas de a l g ú n
vidrios transparentes; cuando t u seno, mágico castillo, que S a t a n á s profanó,
Magdalena, del corsé que le o p r i m í a cuya historia sabe el infierno; que está-
sale á respirar con libertad; cuando, por desierto de dia, y que cuando llega la
miedo de que te vean desnuda, cubres noche echan llamas sus vidrios, i l u m i -
candidamente t u espejo con tus ropas!... nando la oscuridad?...
94 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Viajero, que de noche caminas en hermosos silfos y de los feos duendes,


c o m p a ñ í a de t u perro inquieto; ¿por qué, d é j a m e vencer en el bosque; hada, ma-
después de morir el dia, sigues caminan- dre del bravo y hermana del cazador,
do? ¿Dónde llevas tan tarde t u caballo todo lo que el sacerdote d á á la V i r g e n
rendido? te prometo, si mis manos, vasallas y
Octubre 1825. siervas tuyas, consiguen matar ese
ciervo.,.

B A L A D A UNDÉCIMA. Temiendo la venganza del Cazador


Negro, el viejo burgrave, jadeante, j u r a
l i a e a / a del burgrave. tanto, que ya su j a u r í a , que ladra, se
mueve, al distinguir a l ciervo que huye;
Un vieux fuune en riait dans sa gro- los cazadores vuelan tras él, corriendo
te sauvage. por el camino m á s corto. E l ciervo, esca-
SEÜRAIS. pándose, se interna ciego en un bosque.
Oye que llegan persiguiéndole m u l t i t u d
de perros, picadores, cazadores, gritos y
" D í g n a t e proteger nuestra caza, reli- clamores; y el ciervo, á quien el sonido
cario del santo rey Grodofredo. Señor, si de la trompa e n g a ñ a , se precipita en va-
haces lo que deseo, te edificaré una so- no dentro del bosque espeso, porque la
berbia tumba; te consagraré una trompa j a u r í a le sigue buscando, y en el bosque
de caza de marfil; un dosel de terciopelo, mismo resuena la bocina. ¿Dónde hui-
en el que siempre a r d e r á n diez cirios. Te rá?... Se le presenta u n lago, se acerca
lo suplico, pues, de rodillas, yo que nací á su m á r g e n , y vé que de sus bordes
de religiosos gentiles-hombres, y que soy penden muchos matorrales. Permanece
el burgrave Alejo V I . „ H é a q u í lo que allí, pobre ciervo acosado, y bebe. Con-
dijo el adusto burgrave ante la tumba tra t í se aumenta la persecución y el
de San Grodofredo. tumulto, que cada vez está m á s cerca:
te esperan los hábiles arqueros tendién-
dote los arcos en la espesura del bosque,
"Paje, l l é n a m e la escarcela, ensilla en y están ávidos de carnicería... Echarte
seguida m i corcel de Calatrava; picador, á nadar es la ú l t i m a esperanza que te
anda á convidar al conde, y haz que m i queda. Pero sus perseguidores, á los que
j a u r í a ladre en los patios. Corre. Arque tienta la carne palpitante del ciervo,
ros, compañeros mios de caza, preparad tras él en el lago se sumergen. E l ciervo
los venablos y las bocinas. Regresaremos sale.—Pierde ya toda esperanza, porque
con mucha cacería; que el jefe de la co se acerca la hora en que todo termi-
ciña no cuente con otra carne. Amigos, n a r á para tí. N i tus piés ligeros n i la
os convido; vamos á cazar, vamos pronto ayuda de n i n g ú n santo te s a l v a r á n de
á perseguir ciervos.,, las mordeduras mortales de los sabue-
sos que te persiguen con coraje. Y a los
perros van á lanzarse sobre su presa,
Parte, y su esposa la hermosa Isabel ya los venablos se preparan para herir-
dice alegremente desde la ventana del la; muere, pues, que ya los clarines can-
castillo*^—^"Parte!,,^—Ya están todos los tan t u caida en medio de alegres acla-
cazadores en la llanura, llena de señores maciones. Muere; y esta noche, de mesas
y de senescales, de bailíos y de sacerdo- bien servidas constituirás el esquisito
tes, tiradores, veteranos en perseguir plato. Pero t u muerte será vengada; que
osos; van entre ellos damas brillantes la burgravesa Isabel e n g a ñ a al anciano
con sus pajes, halconeros, criados y ena- que se unió con ella ante el altar; y sin
nos.^—¡A cazar!—El señor toca la bocina. contar con su huésped, el buen conde
H u i d , paladines, que ya corren los ga- regresa fatigado, pero alegre; y mien-
mos. No hay para vosotros imperio peor tras, pobre ciervo, te b a ñ a s en t u san-
que el del viejo burgrave Alejo V I . — gre, la esposa del conde Alejo V I graba
Huid!—Ved un ciervo que corre, que pa- en la frente de éste el blasón heráldico
sa y que desaparece como un r e l á m p a g o . del ciervo con ocho cuernos de oro; de
modo que cuando el burgrave entra en el
burgo, el huésped inesperado sale.
A ellos, perros; á ellos, hombres; con
plata y con oro os p a g a r é su carne; daré Enero 1828.
m i castillo por ese ciervo!—Heina de los
BALADAS.

L a dama Irene así habla:—^"¿Por q u é la


reina está tan triste hoy?,, Y su alteza le
responde:—"Condesa, estoy inquieta y
BALADA DUODECIMA. melancólica.,,

E l paso <le a r m a s d e l r e y J u a n ,
Empiezan el campaneo, los golpes de
lanza y las esclamaciones de sobresalto;
se baten y se hieren, invocando á San
Que ensille m i escudero el fiel alazán; Jorge ó invocando al rey. L a m u l t i t u d
me inunda la alegría cuando pongo los en tumulto y en confusa g r i t e r í a el aire
pies en los estribos. V á m o n o s , ágil ala- atruena. Sús! m i a l a z á n ! te mantengo
zán; emprendamos el camino para i r á regalado, dándote m á s paja y más salva-
presenciar la justa del rey Juan. Que el do que un regordete y alegre novicio
cartujo carmelita tenga por ú n i c a arma puede recoger mendigando y haciendo
el tintero; que la monja, entre rejas, se muecas por las plazas y por las calles,
dedique á rezar; que nosotros, que Dios por donde t ú pasas tan arrogante.
nos quiso hacer gentiles-hombres, debe-
mos hacer ruido en el mundo, y la guer-
ra no es m á s que un juego. Estaba ya E n la justa, como lirio tronchado, cae
sofocado porque m i acero se cubria de moribundo un hermoso paje, y en su
orin y se trocaba en rueca. agonía, pidiendo á un sacerdote los au-
xilios cristianos, rinde el alma á Dios,
cuando aun se oye el sonido del clarín
Esa ciudad, cuyo m u r m u l l o se oye y
3or su caida. Monjes y vírgenes le acom-
que destaca su perfil en el espacio, con
3añarán con cirios encendidos, y en la
sus techos frágiles, con sus cien torres
oscuridad del cementerio dos ojos le l l o -
y campanarios, es Paris. M u l t i t u d i n -
r a r á n secretamente. L a condesa Isabel
mensa corre como u n arroyo por la calle
sigue hasta la tumba los despojos mor-
de San Marcelo. ¡Qué hermosa es Nues-
tales del hermoso paje; le sigue derra-
tra Señora! Juro por m i alma que qui-
mando l á g r i m a s . ¡Es m u y bello el es-
siera ser sacerdote para que me enterra-
pectáculo de una justa! ¡es m u y intere-
ran en ella. Esas cuadrillas cantando
sante un paso de armas!...
mezclan solteras y solteros. ¡Hermosas
fiestas! ¡Cuántas cabezas se ven en las
azoteas de las casas! U n t r u h á n , con tra- Sús, m i alazán! abandonemos la liza!
je nuevo, baila y canta una canción de- regresemos con la arrogancia varonil que
bajo de los arcos del puente Nuevo. ¡ E l trajimos al venir. A n d a con rapidez; en
hermoso Louvre solo se abre en dias de la posada que nos espera encontraremos,
fiesta; aprisiona á los reyes y zumba por t ú la avena del pienso de la m a ñ a n a y
dentro! yo al monje agustino el santo, que, si-
guiendo las instrucciones de Roma, me
Loor á las damas! Loor a l rey! Y a fio aporrea con su l a t i n y redacta en lengua
tan las flámulas en el campo cerrado, en romana todos los prodigios que mis ma-
el que la m u l t i t u d penetra, aulla y se nos realizan, que á mis espensas anota
amontona. Vamos sin perder tiempo, y en un largo pergamino; el señor caste-
con las miradas tiernas ataquemos des- llano de pura sangre deja la tarea de
de la silla de nuestro corcel á las donce- escribir á los villanos, que su mano ilus-
llas, que brillan en las ventanas como tre solo firma trazando rasgos en la
rosas frescas. Saulx Tavane, el impúdico vitela.
se pavonea, y Chabot, el espadachín jo- Junio 1828.
robado, se burla de Fontraille, que tiene
los pies contrahechos. Más a l l á está Ser
gio, que hizo voto de irse virgen al otro
mundo, y Lotario, duque sin dominios.
Más arriba b r i l l a sobre u n tablado la
hermosa Iseult, de frente pura, y m á s
abajo viejas solas y emperegiladas. T a m
bien están en los estrados Berta, Alicia,
Leonor ó Irene, y la reina, deslumbrante
de oro y pedrería.
96 OBRAS D E VICTOR HUGO.

los ángeles.,,—Niños, que van á pasar


toros; esconded los delantales rojos.
BALADA DÉCIMA-TERCERA.
Pero apenas la hermosa se encerró en
el claustro, el amor se instaló en su cora-
La l e y e n d a de l a m o n j a . zón; un feroz bandido de la comarca la
sorprendió entonces, y entró en el con-
Acabóse vuestro bien
Y vuestros males no acaban.
vento, diciendo:—^Aquí estoy,,; que al-
REPROCHES AL REY RODRIGO. gunas veces los bandidos sobrepujan en
audacia á los caballeros.—Niños, que
van á pasar toros; esconded los delanta-
Venid á oir una historia, guardad si- les rojos.
lencio, y os referiré la de D o ñ a L u z
de Padilla. Nació en A l a n g e , pueblo de
grandes malezas y de muchas colinas.'— El bandido era feo, de facciones gro-
Niños, que van á pasar toros; esconded seras, manos m á s rudas que los guantes;
los delantales rojos. pero en amor todos son misterios, y la
monja a m ó al bandido. Se ven ciervas
que reemplazan á los hermosos ciervos
Las jóvenes de Granada, lo mismo que con jabalíes.—Niños, que van á pasar
las de Sevilla, dan gracias al amor toros; esconded los delantales rojos.
cuando las hacen una serenata, y algu
ñ a s abrazan por la noche á los atrevidos Para penetrar en el santo recinto, para
caballeros.—Niños, que van á pasar to llegar a l convento, tomaba el bandido el
ros; esconded los delantales rojos. cilicio de un e r m i t a ñ o y se vestia la cota
de malla que ostentaba las cruces negras
de los templarios.—Niños, que van á
Con esa frivolidad no debe tratarse á pasar toros; esconded los delantales rojos.
D o ñ a L u z de Padilla, porque j a m á s ojos
españoles brillaron con tan castas lla^
mas; huia de los caballeros que perse S e g ú n refiere la crónica, la monja se
guian á las jóvenes por entre los á l a m o s atrevió á dar una cita una noche al ban-
•—Niños, que van á pasar toros; esconded dido al pié de la Santa Verónica, á la
los delantales rojos. hora en que los cuervos graznan volan-
do á miliares en l a oscuridad.^—Niños,
que van á pasar toros; esconded los de-
Nada conmovía su corazón ingrato; n i lantales rojos.
tiernas solicitudes, n i proposiciones ale
gres; y es sabido que por una palabra
que pronuncien unos bellos labios, que Quería D o ñ a L u z , incurriendo en ana-
por una mirada de unos bellos ojos, son tema y olvidando su vida pasada, en la
capaces de todo los señores y los bachi misma iglesia, entregarse, siendo santa,
llores.—Niños, que van á pasar toros; es al infierno, y siendo virgen, a l amor, en
conded los delantales rojos. las horas en que se apagan los cirios en
los candeleros.—Niños, que van á pasar
toros; esconded los delantales rojos.
T o m ó el velo en Toledo, con gran sen-
timiento de la población; como si la que Pero cuando, descendiendo hasta la
no es fea tuviese derecho de casarse con iglesia, la monja l l a m ó al bandido, en
Dios. Poco faltó para que llorasen los vez de l a voz que esperaba oir la res-
soldados y los estudiantes.—Niños, que pendió ol rayo. Dios quiso que el fuego
van á pasar toros; esconded los delanta- celeste hiriese á los amantes que S a t a n á s
les rojos. u n i ó . — Niños, que van á pasar toros; es-
conded los delantales rojos.
E l l a decia:—"Será para m í una dicha
v i v i r lejos del mundo y rezar por los Hoy, cuando el pastor refiere esa le-
malos, y e n c o n t r a r é paz y tranquilidad yenda, lleno de fervor religioso, os ense-
elevando á Dios mis preces: allí, aunque ñ a en la pendiente de un barranco rui-
nos tiente el diablo, nos sirven de escudo nas ennegrecidas de dos campanarios
U N FEROZ B A N D I D O DE L A COMARCA L A S O R P R E N D I Ó ENTONCES
ODAS Y B A L A D A S . 97
que los años agrietan, y en las que mo- ñas; se oyen suspiros que hielan y risas
rirían los corderos si allí se refugiaran. de infernales espíritus.—Niños, que van
•—Niños, que van á pasar toros; esconded á pasar toros; esconded los delantales
los delantales rojos. rojos.

Cuando l a noche, del claustro gótico Una voz aguda y otra voz gruesa ex-
oscureciendo las figuras, transforma en el claman:'—'"¿Cuándo t e r m i n a r á n nuestros
horizonte fantástico los dos campanarios dias? ¡Padecemos por nuestra culpa, y
en dos gigantes, á la hora en que los padecemos por toda una eternidad —
cuervos graznan volando á millares en Niños, que van á pasar toros; esconded
l a oscuridad, una monja sale de su celda los delantales rojos.
con la l á m p a r a en la mano, se desliza
como u n espectro á lo largo de la pared,
y otro fantasma la sigue, arrastrando Pero el fuego del infierno es i n e x t i n -
cadenas con los piés y llevando argollas guible. Todas las noches, en el mismo
sitio, se buscan siempre, sin alcanzarse
p e r c o l l a r e s . . . — Ñ i ñ o s , que van á pasar
toros; esconded los delantales rojos. nunca, una sombra blanca y u n espec-
tro negro, hasta la hora siniestra en que
se apagan los cirios en los candeleros,^—
L a l á m p a r a anda, se eclipsa, b r i l l a Niños, que van á pasar toros; esconded
bajo las arcadas y se oculta; después los delantales rojos.
tiembla detrás de una reja, después chis-
pea en lo alto del campanario, y sus ra-
yos forman en l a oscuridad fantasmas Si a l g ú n viajero nocturno oye tem-
que van multiplicándose.—Niños, que blando esos extraños ruidos, y se persig-
van á pasar toros; esconded los delanta- na, preguntando á los ángeles á q u i é n
les rojos. castiga el Señor, dos serpientes de fuego
entrelazadas marcan dos nombres en
los pilares de l a iglesia.—Niños, que van
Los dos espectros, devorados por el á pasar toros; esconded los delantales
mismo fuego, arrastrando destrozado rojos.
sudario, se buscan para unirse otra vez
tropezando con las tumbas; sus pasos
ciegos les embarazan al subir por las es- L a historia de esa novicia quiso el
caleras.—Niños, que van á pasar toros; abate de San Ildefonso que, para preser-
esconded los delantales rojos. var del vicio á las vírgenes que se aco-
gen al claustro, la refiriesen las prioras
en todos los conventos de monjas.—Ni-
Pero esas escaleras fantásticas se em- ños, que van á pasar toros; esconded los
brollan sin cesar bajo sus pies; la una delantales rojos.
conduce á las profundas cavernas y l a A b r i l 1828.
otra se dirige á lo alto de las torres; y el
peso de los dos espectros hace mudar de
sitio los descansos y los pisos.—Niños,
que van á pasar toros; esconded los de- BALADA DÉCIMA-CUARTA
lantales rojos.
I^a ronda del sábado.
Elevando sus voces sepulcrales, se
Hic chouis ingens
buscan con los brazos extendidos; pero ...Colit orgia.
las m á g i c a s espirales impiden que se AVIENUS.
encuentren, y se cansan, y agotan sus
fuerzas, haciendo sin cesar rodeos i n ú t i -
les.—Niños, que van á pasar toros; es- A n t e las tapias de aislado monasterio
conded los delantales rojos. se vela la luna; pasa el espíritu de la me-
dia noche, y se balancea doce veces la
campana del campanario, que esparce
Entonces l a lluvia, cayendo en grue- en el aire sus doce sonoras vibraciones...
sas gotas, bate los vidrios frágiles y fríos; después vuelven á reinar la oscuridad y
el viento silba en las hendiduras de las el silencio... Oid!... ¿Quién lanza esos
bóvedas y en los huecos de las campa- clamores? Quién vierte esas claridades?
TOMO V . 13
98 OBRAS D E VICTOR HUGO,

Dios! Las bóvedas, las torres, las puer- Y los pasos de los del corro, conmo-
tas destacadas, parecen envueltas en lar- viendo los arcos colosales, extremecen á
ga red de fuego, y se oye el agua bendita os muertos que están extendidos debajo
hervir en su recipiente de granito. ¡A de las losas del pavimento de la iglesia.
los santos patronos recomendemos nues-
tras almas! Por todas partes, entr§ rayos
azules y entre llamas rojas, lanzando "Venid á nuestro cónclave, enanos con
gritos, cantos, suspiros ó ladridos, apa- DÍÓS de cabra, goulas, en cuyos labios
recen en el agua, en el monte ó en el j a m á s se seca la sangre negra de los
bosque larvas, dragones, vampiros, gno- muertos; acudid, mujeres infernales, mon-
mos, brujas escapadas de los sepulcros dadas en vuestras yeguas, libres y sin
desiertos, volando y silbando en el aire; freno.,.
nigromantes, con tiaras místicas, en las
que brillan llameantes palabras cabalís-
ticas; demonios graves y duendes astu- Y los pasos de los del corro, conmo-
tos, que por los techos rotos, por los pór- viendo los arcos colosales, extremecen á
ticos desportillados y por los cristales los muertos que están extendidos debajo
destruidos entran en el antiguo claustro, de las losas del pavimento de la iglesia.
en tropel y en torbellino. De pió en me-
dio de ellos, su príncipe Lucifer tapa su
"Judíos, zíngaros, bohemios, que estáis
frente de toro con una m i t r a de hierro;
malditos de Dios y cargados de anate-
cubre la casulla sus alas diáfanas, y so-
mas; duendes, azulados espectros, que os
bre el latar arruinado posa los pies pro-
fanos. Oh terror! Empiezan á cantar escapáis por la noche, subiéndoos sobre
en el mismo sitio en que vela incesante- el friso de a l g ú n muro destrozado, venid
mente el ojo eterno de Dios. Se cogen arrastrándoos ó volando.,,
unos de las manos de otros, y de repente,
el corro inmenso, como sombrío h u r a c á n , Y los pasos de los del corro, conmo-
empieza á dar vueltas. Para la vista viendo los arcos colosales, extremecen á
que consiga abarcar el corro, cada re los muertos que e s t á n extendidos debajo
pugnante invitado aparece por turno, de las losas del pavimento de la iglesia.
como si el infierno hiciese de noche dar
vueltas á su zodíaco, lleno de signos
fúnebres. M á s que pasan, vuelan, i m p u l " Y en estos momentos los venerables
sados por l a velocidad impresa al cor magos que quemen en la orgía su barba
ro. S a t a n á s les dirige, y el ruido de sus roja de sangre que humea; que cada
pasos conmueve los arcos colosales, y cual arroje al fuego una presa, y con sus
extremece á los muertos que están ex- dientes pulverice un hueso descarnado. „
tendidos debajo de las losas del pavimen-
to de la iglesia.
Y los pasos de los del corro, conmo-
viendo los arcos colosales, extremecen á
"Confundámonos unos con otros, los muertos que están extendidos debajo
mientras l a m u l t i t u d rueda alrededor de de las losas del pavimento de la iglesia.
S a t a n á s , éste huella, mofándose, el altar
y l a cruz. L a hora es solemne, y la llama "Mofándose de aquel sagrado lugar,
eterna que sale de sus alas se parece á la con voz audaz parodia S a t a n á s algunos
p ú r p u r a de los reyes.„^—Y los pasos de versículos de San Mateo, y mientras, en
los del corro, conmoviendo los arcos co la capilla un demonio deletrea la Biblia
lósales, extremecen á los muertos que santa.,.
están extendidos debajo de las losas del
pavimento de la iglesia.
Y los pasos de los del corro, conmo-
viendo los arcos colosales, extremecen á
"Nuestro es el triunfo! Venid, hermanas los muertos que están extendidos debajo
y hermanos, de cien regiones diferentes de las losas del pavimento de la iglesia.
de los sitios fúnebres, de los antros pro
fundos. E l infierno os escolta, venid en
tropel en carros que vuelen en alas de "He a q u í la señal!—Ya el infierno nos
los grifos.,, reclama, y ojalá en todos los corazones
de los mortales no brille nunca otra luz
ODAS Y B A L A D A S . 99
que la de su fanal sombrío, y pueda madre llorando al lado de t u cuna, que
nuestro corro, en la oscuridad profunda, está tibia todavía.
encerrar á todo el mundo en su círculo
infernal.,,
Soy l a m á s hermosa de las Peris; mis
hermanas reinan en el punto donde nace
El alba p á l i d a blanquea las colosales la luz del dia, y yo brillo entre ellas,
arcadas, y huye en tropel el enjambre de como brilla entre las ñores la flor que
demonios dispersados; los muertos vuel- el amante arranca pensando en el objeto
ven á dormirse bajo las losas del pavi- de su amor.
mento de la iglesia, y en sus polvorosas
cabeceras descansan las heladas frentes.
Octubre 1825. Ciñe m i frente u n turbante de seda,
mis brazos están cubiertos de rubíes, y
cuando tiendo m i vuelo, en mis alas de
p ú r p u r a resplandecen ojos luminosos
BALADA DÉCIMA-QUINTA. que arrojan llamas.

La Hada y la Perl. Como lejana vela en mar azul es


Leur ombre vagabonde á través le feuillage,
blanco m i cuerpo, y en cualquier parte
Fremirá; sur les vents ou sur quelque nnage, que se desnude, i l u m i n a como una estre-
Tu les verras descendre; ou, du sein de la mer. lla y embalsama como una flor.
S' elevant comme un souge, etinceler dans 1' air;
Et leur voix toujours tendré et doucement plaintive,
Garesser en fuyant ton oreille attentive. LA HADA.
ANDRÉS CHENIER.
Hermoso niño, ven conmigo; yo soy la
Hada. Reino en las riberas donde el sol
en el seno de las olas tibias se sumerge
I. brillante y rojo. Me adoran los pueblos
del Occidente; los vapores de su cielo se
Niños, cuando muráis, guardaos bien doran cuando los toco al pasar, y, reina
de que a l g ú n genio m a l intencionado, de las sombras l e t á r g i c a s , bato mis al-
del camino del cielo desvie vuestra alma. cázares mágicos entre las neblinas del
Hó a q u í lo que en m i infancia me refirió sol poniente.
u n anciano venerable.^—Algunos á n g e -
les, salvados de las eternas llamas por
ser menos rebeldes, menos perversos que Mis alas son azules y diáfanas, y cuan-
S a t a n á s , en la tierra, en el fuego, en el do vuelo, ven los silfos en mis espaldas
agua ó en el aire, esperan desterrados el dos rayos argentados. Mis manos son ro-
dia en que Jesucristo los reclame. A l g u - sadas y transparentes; m i soplo es la aro-
nos de los desterrados de las celestes fa- mosa brisa que a l morir la tarde vaga
langes tienen la voz tan dulce, que por la campiña; m i cabellera es radian-
puede tomárseles por ángeles. Temedles; te, y m i boca melodiosa cuando canto
porque, n i ñ o s , escluidos durante m i l sonríe.
años del paraíso, os a r r a s t r a r í a n al pur-
gatorio.'—No me preguntéis el funda-
mento de esta historia; mis padres me l a Tengo grutas formadas de mariscos,
contaron, y yo os la voy á referir. tengo doseles de ramas verdes entrela-
zadas; yo soy la que muevo la hojaras-
II. ca, yo soy la que mezo las olas de los
mares. Si me sigues, jóven alma, te en-
LA PERI. señaré á dónde v á la nube, te enseñaré
de dónde viene el agua; ven conmigo
D ó n d e vas, jóven alma?... Oye! voy á y te t r a d u c i r é todo lo que dicen los pá-
abrirte m i alcázar; deja el camino del jaros.
cielo, que en él puedes perderte, niño
que acabas de nacer. m.

LA PERI.
P o d r á s jugar todo el dia en mis her-
mosos jardines, que producen manzanas Impero en la región brillante del
de oro, y en m i riente morada verás á t u Oriente, en la esfera donde el sol es m á s
loa' OBRAS D E VICTOR HUGO.

hermoso, donde pasea su disco por un minaretes moriscos; brillan t a m b i é n l a


cielo siempre puro; como llevando al pagoda de n á c a r argentado, la torre
emir de opulenta comarca, al compás de chinesca de porcelana con campanillas
los sonidos de la flauta sagrada, boga un c oradas y el p a l a n q u í n de p ú r p u r a con
rico navio en una mar azul. 'argos cortinajes de brocado.

Todos los dones celestes han favorecido A p a r t a r é las ramas del p l á t a n o , que
l a zona oriental. E n los d e m á s climas, ocultan á la sultana que está tomando
al lado de los frutos sabrosos crecen los el baño, para que t ú la veas; ven, t r a n -
frutos amargos; pero Dios tuvo predi- quilizaremos á la t í m i d a virgen, que
lección por el Asia y la concedió m á s abre su puerta de noche para oir si el
flores á sus jardines, m á s estrellas á sus viento le trae la voz que ella prefiere al
horizontes, m á s perlas á sus mares. canto del bengalí.

M i reino se extiende desde esas cata- E l Oriente fué en otro tiempo el pa-
cumbas que parecen m o n t a ñ a s y que raíso del mundo. Eterna primavera le
solo son sepulcros, hasta el muro que inunda de rosas y su vasto hemisferio es
ataca y sitia en vano el tártaro, y que un perpetuo jardin. Grata alegría nos
cual baluarte m á g i c o preserva en el sonríe sin cesar; ven, sigue m i camino;
universo un mundo aparte. ¿qué te importa el cielo si yo te ofrezco
un edén?
Poseo vastas ciudades que se admiran LA HADA.
en todo el mundo; Labor, dormida en su
florida vega; Grolconda, Cachemira, la M i p á t r i a feliz es el Occidente nebulo-
guerrera Damasco, la real Ispahan, Bag- so; allí, cambiando en el aire su forma
dad, que sus murallas cubren como una vaporosa, huye la blanca nube, y de le-
armadura; Alepo, cuyo inmenso murmu- jos muchas veces, el mortal solitario que
llo cree el pastor que es el lejano ruido radiante ó sombrío s u e ñ a ó suspira, sen-
del mar. tado y estático la contempla.

Porque encuentran alivio las almas


Mysora, que es una reina sentada en heridas en las brumas del lago que flo-
su trono; Medina, con sus blancos almi- tan sobre nuestros bosques, en nuestras
nares erizados de flechas de oro, con m o n t a ñ a s que nunca abandona el i n -
sus kioskos brillantes, que, como un ba vierno, y en la estrella que aparece
t a l l ó n parado en la llanura, sobre las cuando muere la tarde, semejante á la
desplegadas tiendas eleva u n bosque de esperanza del hombre solitario.
dardos brillantes.
Son gratos nuestros climas para el que
A su pueblo ausente parece que sufre; niño que lloras á t u madre, ven
aguarde aun Tebas; Madras encierra conmigo; el eco de estos valles, el suspiro
dos ciudades en su recinto inmenso, del arroyuelo, los murmullos de los bos-
Delhy brilla como ciudad sin r i v a l , ^ ques y de los vientos te devolverán la
por sus pórticos triunfales pueden pasar vaga a r m o n í a que te d u r m i ó en la cuna.
de frente doce elefantes con sus torres.
Teme la m o n o t o n í a de los horizontes
Hermoso niño, ven y te enseñaré mis azules. Las tinieblas, los vapores, la
maravillas. Azoteas verás llenas de fio nube que truena, templan el ardor del
res, como si estuvieran en canastillas sol en nuestro firmamento, y por él pa-
Ven; veremos bailar, al caer de la tarde san las nubes blanquecinas como flotas
á las jóvenes bayaderas, cuando en torno maravillosas que llegan de u n mundo
del pozo del desierto se paran fatigados desconocido.
los dromedarios.

Por m í los vientos, en estos revueltos


Allí, junto á las higueras y á los sicó- mares, entre el aire y las olas forman
moros, brilla la c ú p u l a de estaño de los destructoras trombas; á u n signo mió
ODAS Y BALADAS. 101
suspende la tempestad su vuelo fatal; el peregrino, y las sombrías almenas deco-
arco iris se extiende á mis plantas, que radas con escudos, y á la dama rezando
oro flúido rocía, como puente de n á c a r por a l g ú n hermoso paje ante misteriosa
que se posa sobre el móvil cristal de las imagen pintada en los vidrios de co-
cascadas. lores.

De la morisca Alhambra poseo los ar- Nosotras somos las que, visitando las
tísticos pórticos, y la gruta encantada, iglesias góticas, abrimos sus sonoras na-
cuyos pilares de basalto b a ñ a el mar del ves al murmullo de las brisas; cuando la
Norte; ayudo al pescador á levantar su luna platea las ramas del álamo, el pas-
cabana entre las brumas humeantes y tor vé en el aire, entonando cantos mís-
sobre los extinguidos palacios de F i n g a l . ticos, loquear nuestros coros fantásticos
alrededor del campanario de su aldea.
Alumbrando las noches con e n g a ñ o s a
aurora, muchas veces obedeciéndome, Encantadora región es el Occidente;
rojo meteoro dora el espacio con luz ven á ella conmigo; estás aun muy lejos
mágica; y el cazador, de pió sobre alta del cielo, y tus alas son débiles todavía;
roca, se figura que un ardiente cometa en nuestro imperio te olvidarás del viaje
sumerge sus llamas en los mares. que proyectas, porque tienen atractivos
en él los sitios m á s salvajes, y el extran-
Ven conmigo, hermoso n i ñ o , y yo, con jero dice que son nuestras playas m á s
mis hermanas, llenaremos de fuegos fá- hermosas que el pais natal.
tuos las antiguas abadías; te seguirán
mis enanos y mis gigantes; sonarás en IV.
los bosques t u cuerno de caza, y g u i a r á s
las invisibles j a u r í a s que cazan de noche E l niño vacilaba, y ya menos rebelde
en nuestros bosques. oia de los espíritus el llamamiento falaz;
¡el mundo que dejaba le parecía tan her-
moso!... De repente desapareció á su vis-
Verás á los barones, en sus castillos ta... habia entrevisto el cielo.
feudales, desatar las sandalias del pobre Julio 1824.

^IN DE KJDA? Y JpAtADAfD.


LAS ORIENTALES.
PREFACIO.

L autor de esta colección evidentes, porque existen aun bastantes


de poesías no reconoce Aristarcos que t o d a v í a no las admiten;
en l a crítica derecho á él mismo, á pesar de ocupar sitio insigni-
cuestionar sobre l a fanta- ficante en la literatura c o n t e m p o r á n e a ,
sía del poeta, n i á inter- ha sido m á s de una vez objeto de estas
rogarle por q u é eligió t a l salidas de tono de la crítica. Con frecuen-
ó cuál asunto, por q u é le dió t a l ó cuál cia, ésta, en vez de decirle:—^El libro
color, n i por q u é bebió de éste ó de aquel que habéis escrito es malo,,, leba pregun-
manantial: decidir si la obra es buena ó tado:^—^"¿Por q u é habéis escrito ese l i -
mala es el único derecho de la crítica, bro sobre semejante asunto? ¿No veis
que no debe alabar n i vituperar los colo- que es horrible, grotesco, absurdo, y que
res que usa el poeta, sino l a manera de está fuera de los límites del arte? ¿Por
emplearlos. Bajo un alto punto de vista q u é no elegís asuntos simpáticos y hala-
no deben encontrarse en la poesía asun- güeños y os encaprichan asuntos extra-
tos buenos n i malos, sino buenos ó ma- ños y feos?,,, etc. etc. A todo lo que el
los poetas. Todo asunto está sujeto al autor respondió siempre con firmeza
arte y tiene derecho de c i u d a d a n í a en él. que usaba su derecho al elegir el asun-
No tratemos, pues, de averiguar por to que quisiera; que ignoraba que el
q u é motivo el poeta elige un asunto, arte tenga límites; que desconocía que
triste ó alegre, brillante ó sombrío, con hubiese geografía marcada para el mun-
frecuencia á otro, y examinemos cómo do intelectual; que no habia visto nunca
lo trata y cómo lo desarrolla. los mapas del arte, con las fronteras de
Fuera de esto, la crítica no debe hacer lo posible y de lo imposible, marcadas
otras preguntas, y el poeta no tiene obli- con t i n t a roja ó con t i n t a azul, y en fin,
gación de contestar á nada m á s . E l arte que escribió siempre como le plugo á su
os quita los andadores y las envolturas, fantasía.
os lleva y deja en el inmenso j a r d í n de Si hoy alguno le preguntase:—"¿A q u é
la poesía, en el que no hay n i n g ú n árbol viene escribir un libro de ORIENTALES,
prohibido, y en él el poeta puede dispo- quién pudo inspirarle la idea de i r á pa-
ner del espacio y del tiempo; puede i r searse por el Oriente durante todo un
donde quiera y hacer lo que le plazca; volúmen, q u é significa este libro i n ú t i l
puede creer en Dios ó en los dioses, en de pura poesía, lanzado entre las graves
P l u t o n ó en S a t a n á s , ó en nada; puede preocupaciones que hoy dominan a l pú-
pagar l a moneda para pasar l a lagu- blico?,,, respondería el autor que este l i -
na Estigia; puede introducirse en u n bro nació de una idea que se apoderó de
aquelarre; puede escribir en prosa ó en él y que empezó á ocurrirle el verano pa-
verso, esculpir en m á r m o l ó fundir en sado, mientras contemplaba una puesta
bronce; puede elegir siglo y clima, pue- de sol; que no siente publicarlo, que lo
de ser antiguo ó moderno, puede inspi- único que siente es que no encierre ma-
rarle una musa ó una hada; el poeta es yor mérito.
siempre libre. Coloquémonos bajo su A d e m á s , que cree que una literatura
punto de vista y e x a m i n é m o s l e bajo ese en su conjunto, y particularmente l a co-
prisma. lección de las obras del poeta, deben ser
E l autor insiste en estas ideas tan como esas antiguas y hermosas ciudades
TOMO V . 14
106 OBRAS D E VICTOR HUGO.

de E s p a ñ a , que todo lo abarcan y en las el m a l gusto; que es preferible la hermo-


que se encuentra todo: paseos frescos sa y correcta desnudez de las grandes y
por entre filas de naranjos á lo largo de sencillas murallas y la de los edificios y
una ribera; anchas plazas llenas de sol, monumentos que no están recargados
para celebrar allí las fiestas; calles estre- de adornos, como por ejemplo el castillo
chas, tortuosas y algunas veces oscuras, de Versalles, la plaza de Luis X V , la ca-
en las que se entrelazan m i l casas de le de Rívoli; en una palabra, crear una
toda clase de forma, de todas las edades, iteratura tirada á cordel. Por eso, mien-
altas, bajas, negras, blancas, pintadas ó tras los otros pueblos tienen un Homero,
esculpidas; laberintos de edificios con- un Dante ó un Shakespeare, nosotros te-
fundidos, palacios, hospicios, conventos nemos un Boileau. Dicho esto, pasemos
y cuarteles; edificios diversos, que lle- adelante.
van escrito su destino en su arquitectu- Si se reflexiona sobre lo que acabo de
ra; mercados populosos y llenos de grite- decir, si valiese la pena de reflexionar
ría; cementerios en los que los vivos ca- sobre ello, quizás se e n c o n t r a r í a menos
l l a n como los muertos; aquí, el teatro e x t r a ñ a la idea que produjo LAS ORIENTA-
con su música y sus oropeles; allá, la LES. E n la actualidad nos ocupamos m u -
antigua hórca permanente, con la pie- cho m á s que hasta hoy se ha hecho del
dra gastada, con el hierro oxidado y con estudio del Oriente, y este resultado se
a l g ú n esqueleto suspendido que se ba- debe á m i l causas, que no es este mo-
lancea; en el centro, la catedral gótica, mento oportuno de desarrollar. Nunca
con sus altas flechas, su inmenso campa- hasta hoy han adelantado tanto los estu-
nario, sus columnatas adornadas de bajo- dios orientales. E n el siglo de Luis X I V
relieves, sus arcadas de piedra y sus habia helenistas y ahora hay orientalis-
profundas cavidades; sus capillas ardien- tas: esto es dar u n gran paso. Nunca han
tes, sus miríadas de santos y de púlpitos, registrado como ahora tantas inteligen-
maravilloso edificio, imponente por su cias el profundo abismo del Asia; tene-
enorme masa, por sus curiosos detalles, mos en la actualidad un sábio acantona-
hermosos desde lejos y desde cerca; y á do en cada pais para que aprenda todas
la otra parte de la ciudad, oculta entre las lenguas del Oriente, desde la China
los sicómoros y las palmeras, la mezqui hasta el Egipto. Resulta de todo esto
ta oriental, con c ú p u l a de cobre y de es que el Oriente, ya como imágen, ya
t a ñ o , con las puertas pintadas, con las como idea, se ha convertido para la inte-
paredes barnizadas, entrando la luz por ligencia y para l a i m a g i n a c i ó n en la
arriba; con sus frágiles arcadas, con sus preocupación general, digámoslo así, á
braserillos de metal, que humean de no- la que el autor de este libro no ha podido
che y de dia; con los versículos del K o sustraerse, quizás sin conocerlo él mis-
r á n escritos en todas las puertas, con sus mo. Se han impregnado sus pensamien-
deslumbradores santuarios, con el mo tos y sus fantasías de los colores orienta-
sáico del piso y con el mosáico de los les, y casi sin pretenderlo han aparecido
muros, abriéndose al sol como inmensa sucesivamente, ya hebreos, ya turcos, ya
y perfumada flor. griegos, ya persas, ya árabes y hasta es-
pañoles, porque E s p a ñ a es aun oriental;
Ciertamente el autor de este libro no
es medio africana y medio asiática.
p o d r á nunca producir u n conjunto de
obras á las que se pueda aplicar la com- E l autor se ha dejado arrastrar por
paración que acaba de exponer; pero sin esta poesía que le inspiraba, y sea buena
embargo, sin creer que se encuentre en ó sea mala, aceptó con regocijo su inspi-
lo que hasta ahora ha edificado a l g ú n ración. Siempre tuvo para el mundo del
bosquejo informe de los monumentos Oriente una viva s i m p a t í a de poeta,
que acaba de citar, ya de la catedral gó siempre vió en él brillar deslumbradora
tica, ya del teatro, ya de la horca, si se le poesía, en cuyo manantial deseaba hace
preguntara q u é es lo que ha querido ha mucho tiempo calmar su sed. Efectiva-
cer escribiendo este volúmen, contestaría mente, allí todo es grande, rico y fecun-
que ha querido edificar una mezquita. do, como en la Edad Media, que es otro
Comprende que muchos críticos en manantial de poesía. Comprende el au-
c e n t r a r á n audaz y hasta insensato i n tor de este v o l ú m e n que, habiendo estu-
troducir en Francia una literatura que diado mucho la época moderna en el si-
pueda compararse con una ciudad de la glo de Luis X I V y la antigua en Roma
Edad Media; que eso es aventurarse en y en Grrecia, a d e l a n t a r í a m o s mucho es-
una de las m á s locas fantasías, ó introdu tudiando la era moderna en la Edad
cirel desorden, la profusión, el capricho y j Media y la a n t i g ü e d a d en el Oriente.
LAS ORIENTALES. 107
A d e m á s , tanto para los imperios como Quizás la antigua barbarie asiática no
para las literaturas, quizás dentro de está tan desprovista de hombres superio-
poco está llamado el Oriente á represen- res como á nuestra civilización le place
tar un gran papel en el Occidente. Y a la creer. Es preciso recordar que allí nació
memorable guerra de Grecia hizo que el único coloso que este siglo pudo poner
todos los pueblos se fijaran en ella; y frente á frente de Bonaparte, si Bona-
ahora, que parece que vá á romperse el parte pudo tener un r i v a l equivalente; el
equilibrio de Ta Europa, el statu quo euro- Oriente produjo á u n hombre de génio,
peo, carcomido y agrietado, cruge por la turco y t á r t a r o , á A l í - P a c h á , que es á
parte de Constantinopla. Todo el conti- Napoleón lo que el tigre es al león y el
nente se inclina hácia el Oriente, y pre- buitre es al águila.
senciaremos grandes acontecimientos. Enero 1829.
LAS ORIENTALES.

I. A veces, grandes peces, bogando á flor


de agua, hacen relucir á la luz del sol
E l fuego d e l c i e l o . sus aletas y sus plateadas colas. E l mar
parece un rebaño sacudiendo sus vello-
24, —Y el Señor llovió sobre So- nes. U n círculo de cobre cierra á lo lejos
doma y Gomorra azufre y fuego desde
el cielo. el horizonte, y el cielo azul se confunde
25. —Y destruyó estas ciudades y con las aguas azules.
todo el territorio al contorno; todos
los moradores de las ciudades y todo *
lo verde de la tierra.
GÉNESIS. **
—He de secar los mares? pregunta l a
I. nube de fuego.^—No.—La nube sigue su
camino, impulsada por el soplo de Dios.
Veis pasar esa nube triste y negra?
Y a se desliza por el horizonte sombría y III.
oscura, ya irradia esplendorosa. Aparece
arrastrada por el viento de l a noche, Aparece u n golfo con verdes colinas
como el humo denso de incendiada ciu- que se reflejan en las aguas claras. Hay
dad, que asciende por el espacio. allí búfalos y dromedarios, y en el aire
resuenan cantos alegres. Mirad, en l a
tienda n ó m a d a está la t r i b u que caza y
De dónde viene? ¿Del cielo, del mar ó pesca, que vive a l aire libre y cuyas fle-
de las m o n t a ñ a s ? ¿Será el carro de fuego chas son tan rápidas como los r e l á m p a -
que lleva los ángeles malos á a l g ú n pla- gos. Esas familias errantes respiran
neta próximo? Aterroriza! D e l caos mis- siempre el aire puro. Los mancebos, las
terioso de su seno que se desgarra arroja doncellas y los guerreros danzan en
furioso r e l á m p a g o , que se desencadena corro alrededor de una hoguera encendi-
de ella como r á p i d a serpiente de fuego. da en la playa, cuyas llamas el viento
agita, como los fantasmas que se nos
II. aparecen en los sueños. Las vírgenes de
seno de ébano, hermosas como noches
E l mar! por todas partes el mar! E l claras, se rien al verse m a l retratadas en
pájaro fatiga en vano su vuelo desigual: el cobre de los espejos; y otras, tan ale-
solo hay olas a q u í y olas allá; y la vista gres como éstas, hacen saltar de los pe-
no alcanza á ver m á s que olas amonto- chos de sus dóciles camellas blanca
nadas en el abismo, que ruedan unas so leche, que resalta en sus dedos negros.
bre otras. Hombres y mujeres desnudos se b a ñ a n
en el mar. Esa t r i b u errante y descono-
110 OBRAS D E VICTOR HUGO.

cida, ¿dónde estaba ayer y dónde estará


mañana?

E l desierto! Arena, siempre arena!


¡inagotable guarida de mónstruos y de
L a densa nube, deteniéndose u n mo- calamidades, en la que todo se agita!
mento en el espacio, preguntó:—Es aquí? Esos montes de amarillentas cumbres,
— L a misma voz le respondió:—Anda! cuando sopla el h u r a c á n ruedan como
las olas. Con frecuencia, gritos profanos
IV. turban esos sagrados sitios y pasan las
caravanas que los recorren; l a vista desde
E l Egipto! Como rico tapiz de cien 'ejos sigue la carrera de esa m u l t i t u d ,
colores, coronado de espigas, prolonga que sobre la ardiente arena ondula y se
sus magníficas llanuras; se disputan el desarrolla como una serpiente de már-
Egipto el agua vasta y fria en el Norte, mol. Esas soledades silenciosas, esos de-
la arena ardiente en el Sur, y él se rie siertos, son del dominio de Dios; solo él
gozoso entre los dos mares que le ame- conoce sus límites, solo él conoce su cen-
nazan. tro. Siempre se cierne una bruma sobre
ese mar que humea, y arroja como espu-
ma las cenizas del fuego.
Tres montes, que levantó la mano del
hombre, yerguen hasta los cielos á n g u l o **
triple de m á r m o l , y ocultan á l a vista
sus bases cubiertas de ceniza, y desde su '—Cambio ese desierto en lago?—Sigue
cumbre aguda hasta las doradas are- adelante, le contesta la voz divina.
nas van ensanchándose sus gradas mons-
truosas, construidas para pasos de g i - VI.
gantes.
Como enorme escollo colocado entre
las olas, como m o n t ó n de torres vasto
Las custodian una esfinge de granito y trastornado, se levanta Babel, desier-
rosado y u n dios de m á r m o l verde, cu- ta y sombría. De la nada de los mortales
yos abiertos p á r p a d o s nunca pudieron prodigioso testigo, á la luz de la luna
hacer cerrar los encendidos aquilones cubría desde lejos cuatro m o n t a ñ a s con
del desierto. Naves de gran cabida zar- su sombra.
pan en un extenso puerto, y una ciudad
gigante, sentada en sus playas, b a ñ a en
el mar sus pies de piedra. Por el monumento derribado, zum-
bando el viento en las vacías bóve-
das, murmuraba e x t r a ñ a s a r m o n í a s . E l
Se oye m u g i r contra el obelisco el fe- género humano en otros tiempos hormi-
roz simoun y rechinar sobre las blancas gueaba á su alrededor, y el mundo ente-
piedras las escamas de los cocodrilos. Los ro pretendió que sirviera de base al círcu-
monumentos grises se enlazan unos con lo infinito de su inmensa espiral.
otros, y como una piel de tigre, corre
por el Poniente el amarillento N i l o , sal
picado de islas. Sus escaleras debían ascender hasta el
zenit. Cada uno de los altos montes de-
bía servir como una tabla de piedra para
E l sol declinaba hácia el ocaso, y se construir sus flancos de granito; y car-
reno el mar reflejaba su globo de oro ar- gando cumbre sobre cumbre, debía sur-
diente, su mundo, que es el alma y la gir, á la a t ó n i t a vista de la humanidad,
lumbrera del nuestro; y en el cielo rojizo la piramidal cabeza de la torre.
y en las ondas bermejas, como dos reyes
amigos, se veian dos soles, que iban á
encontrarse el uno al otro. Boas monstruosas, cocodrilos verdes,
parecían pequeños lagartos sobre sus
muros, deslizándose por entre bloques
enormes, y colosales palmeras, colocadas
—Me paro aquí? p r e g u n t ó la nube. en lo alto de las torres, parecían arbus-
Adelante! la contestó la voz. tos miradas desde abajo.
LAS ORIENTALES. 111
Del muro por las anchas hendidurasolvidadas luces del festín. Grandes
podían pasar los elefantes; crecía u n bos-
ángulos de los muros, que la luna blan-
que bajo los pilares de sus bóvedas, y
ueaba, recortaban l a sombra, ó tem-
enjambres de águilas y de buitres revo-
Dlaban reflejándose en el agua. Pare-
loteaban alrededor de sus abiertos pórti-
cía oirse á lo lejos vagamente en las
cos, como si revoloteasen alrededor de
'lanuras ruido de besos ahogados, mez-
inmensa colmena. clados con suspiros, y que las dos ciuda-
des hermanas, cansadas de la luz del
** día, se entregaban en la molicie á la es-
—Destruyo ese monumento audaz?— Dansion de los placeres, y que el viento,
Anda.—Señor, dónde me lleváis? suspirando entre los frescos sicómoros,
vagaba lleno de perfumes desde Sodoma
á (íomorra.
VII.

Veladas por la bruma de l a noche,


aparecen durmiendo silenciosas dos ciu- Sobre esas dos ciudades se paró l a
dades, con sus dioses, con su pueblo y nube negra, y la voz celestial la dijo:—•
con sus carros; dos ciudades hermanas, á A q u í es!
las que el mismo valle sirve de mullido
lecho. L ó b r e g a sombra se extiende por VIH.
sus torres, que apenas bosqueja la luz de
la luna; pero cuando la mirada se fija en Estalla la nube; llamas de escarlata,
ellas, entrevó en su confuso caos acue abriendo su flanco, la desgarran, y u n
ductos, escaleras, arcadas, galerías, mo mar de fuego, en inflamada l l u v i a , cae
numentos; un grupo disforme de elefan- sobre los palacios y arroja su resplandor
tes de granito, que soportan el peso de rojizo y sangriento sobre las torres y las
inmensa cúpula; colosos que están en murallas.
pié y que miran á su alrededor trepar
mónstruos, nacidos de vergonzosas cópu ¡Os cubre ardiente bóveda, Sodoma y
las; se ven t a m b i é n allí jardines colgan Gomorra! ¡ L a nube ardiente se arroja
tes, llenos de flores y de arcadas y de sobre vosotras, ciudades perversas, y sus
árboles negros, inclinados sobre ruidosas abiertas fauces sobre vosotras lanzan ful-
cascadas, y templos en los que presiden minantes r e l á m p a g o s !
m u l t i t u d de ídolos de jaspe, con cabezas
de buey; techos formados de u n solo blo-
que, que cubren vastas cámaras, en los Se despierta azorado el pueblo, que
que, sin levantar nunca l a frente coló dormía olvidándose de Dios. Los pala-
sal, velan dioses de metal, sentados en cios se desploman, los carros se chocan y
círculo, mirándose unos á otros y des vuelcan, y la m u l t i t u d que corre y
cansando las manos sobre las rodillas. huye encuentra en cada calle un rio de
Pavor infunden á la vista y al alma esos fuego.
palacios, esas sombrías avenidas, en las
que por todas partes surgen desconocí
das formas. E l cielo en el horizonte chis ¿ P u e d e n huir acaso de la lluvia horri-
peaba estrellado, y bajo los m i l arcos ble? No, que todo perece. E l incendio
del vasto promontorio brillaba como á hunde los puentes, bate y destroza los
través de una randa negra. techos, y sus furiosas olas rompen irrita-
das hasta los á n g u l o s de piedra.
Aquellas ciudades maldecidas las en
loqueció la fiebre de los deseos: en ellas Cada momento crecen y se extienden
cada hora inventaban monstruosos p í a las llamas soberanas, que corren con
ceres; vicio inmundo y misterioso se ocul mayor rapidez que u n caballo sin fre-
taba allí debajo de cada techo, y como no; y los falsos ídolos, desplomándose
dos úlceras manchaban al mundo. entre las llamas, retuercen sus brazos de
metal.
D o r m í a n entonces, y en la frente de
las dos ciudades apenas asomaba alguna E l incendio ruge, ondula, y del incré-
claridad pálida; l á m p a r a s de la disolu- dulo pueblo abrasa las c ú p u l a s de plata,
ción, que al nacer desaparecen; ú l t i m a s y hace brillar los muros que devora como
m OBRAS D E VICTOR HUGO.

la espalda escamosa de un cambiante E n vano buscaron refugio bajo los


lagarto. fuertes techos de m á r m o l para librarse
del fuego del cielo, porque Dios alcanza
siempre al que le desafía; en vano invo-
Funde, como si fueran cera, jaspes, pór- caban á sus dioses, porque el fuego j u s t i -
fidos, ágatas; tiemblan los colosos de már- ciero hirió á sus dioses mudos, cuyos va-
mol, y cada columna arde y d á vueltas cíos Ojos de granito lloraban l á g r i m a s
como encendida antorcha. de lava.

E n vano los sacerdotes sacan de los al- Todo lo arrasó el incendio; en sus tor-
tares las i m á g e n e s de los dioses; en vano bellinos de humo desaparecieron los
el rey inclina su t ú n i c a blanca sobre el hombres, las ciudades, las espigas y los
azufre azul encendido, porque el hirvien- árboles; Dios q u e m ó aquellos campos.
te raudal, sin hacerle caso, arrastra el Todo quedó destruido, y el viento que
templo tras sí. hizo soplar aquella noche desconocido
poder, cambió la forma de las mon-
E l gran sacerdote llega á las orillas t a ñ a s ,
de aquel lago de fuego, del que todos
huyen; pero en vano: de repente su tiara XI.
se enciende como u n faro, y pálido, asus-
tado, al i r á arrancársela con l a mano, Hoy, la palmera que crece sobre aque-
arde ésta y perece con él. llas rocas vé amarillear sus hojas y se-
carse su tronco cuando sopla el aire em-
bravecido que l a abrasa. No existen ya
A las puertas de la ciudad todo el Sodoma n i Gromorra, y como espejo del
pueblo se lanza en tropel; pero por todas pasado, sobre sus apagadas ruinas se
partes lo ciega las llamas y su círculo; extiende una laguna helada que humea
de las dos ciudades muertas impide que como una fragua.
el pueblo salve el recinto, y la m u l t i t u d Octubre 1828.
maldita, aterrorizada, cree ver que se
desploma sobre ella un infierno desde el
cielo.
II.

IX. Canaris.

Refiérese que entonces, como antiguo Faire sans dire.


ANTIGUA DIVISA.
preso que se asoma á las rejas de la
cárcel para presenciar u n suplicio, se
vió á la torre de Babel levantar la ca-
beza y mirar al cielo por encima de los Cuando u n bajel vencido se abate en
montes, y se oyó, durante ese e x t r a ñ o alta mar; cuando sus velas penden de los
misterio, estruendo misterioso que llenó mástiles, destrozadas por las balas; cuan-
de espanto al mundo y que t u r b ó en su do no se ven en él m á s que muertos por
reposo hasta á los pueblos que esta- todas partes, áncoras, aparejos, velámen,
ban durmiendo el sueño profundo de l a mástiles rotos, arrastrando sus cuerdas;
tumba. cuando el bajel, lleno de humo y de
ruido, gira como una rueda; cuando u n
flujo y reflujo de hombres corre de popa
X. á proa; cuando á la voz de los jefes no
obedece n i n g ú n soldado; cuando el mar
E l incendio no tuvo compasión. N i alborotado acrece su furor; cuando los
uno solo de los habitantes de las dos ciu- cañones apagados nadan en el entre-
dades pudo salir del círculo de las calci- puente, chocándose entre el agua; cuan-
nadas murallas; sin embargo, al cielo do se vé que el pesado coloso abre al
levantaban las manos, y los que se abra- oleaje el agujero de su herida y desan-
zaban moribundos, al darse el ú l t i m o gra por él todo lo que contiene; cuando
adiós, aterrados, se preguntaban q u i é n boga al acaso, como un cuerpo palpi-
habia vertido sobre ellos aquel iracundo tante, la carena entreabierta como un
volcan. gran pez muerto, cuyo flotante vientre
platean las olas; entonces, ¡gloria al
LAS ORIENTALES. 113
vencedor! Su brulote negro se abate so-
bre la nave vencida; como el á g u i l a po- III.
tente descansa, después del combate, las
garras sobre su presa; después cuelga en L a s c a b e z a s d e l s e r r a l l o (O-
el árbol mayor, como en la cima de una
torre, su bandera, que agita el viento, y
cuyo reflejo de oro en las olas sucesiva-
mente se ensancha y se alarga. E n ca-
sos semejantes es cuando los pueblos E l firmamento oscuro, sembrado de
hacen alarde de ostentar sus colores, y noche de innumerables astros, se refleja-
la púrpura, la plata y el azul ondulan Da en el mar resplandeciente y sombrío;
en los pliegues de sus banderas. Ese 'a risueña Estambul, velada por l a som-
aparato halaga su insensato orgullo. OYSL, parecia, recostada en las playas del
M a l t a enarbola la cruz. Venecia, ese golfo que la cerca, entre l a luz del cielo
pueblo-rey, coloca en sus popas movedi- y los reflejos de las olas, dormir en u n
zas al heráldico león que hace r u g i r de »lobo estrellado.
espanto á los leones vivos. E l pabellón
de Ñápeles es brillante, y cuando se des-
plega al aire, parece que en l a popa de Podia creerse que era la ciudad en l a
sus buques ondea sobre el mar una ola que los espíritus nocturnos edifican en
de oro y de seda. E s p a ñ a pinta en las el aire sus mágicos palacios, al ver sus
banderas de sus buques, León, leones de grandes harenes, sus cúpulas azules,
oro; Castilla, torres de plata, y Navarra, como el cielo que las colora, y la m u l t i -
cadenas. Roma las adorna con llaves, y tud de medias lunas que parece que i n -
los bajeles de Francia ostentan flores de viten á brillar á los rayos de la luna.
lis de oro. Estambul, la turca, alrededor
de l a media cruz suspende tres colas
blancas; la A m é r i c a libre, sobre cielo Se destacaban sus cien torres, las casas
dorado siembra estrellas azules. E l Aus con techos aplastados, las flechas de las
t r i a ostenta el á g u i l a , con las alas le mezquitas, los pintorescos balcones mo-
vantadas, que brillando sobre el muer, riscos, los vidrios escondidos tras las dis-
amenazando á los dos extremos del cretas rejas, los palacios dorados en los
mundo, vuelve la cabeza. E l á g u i l a de que, como penachos, las palmeras se
dos cabezas, su antigua adversaria, que agrupan en sus frentes.
adorna la bandera de los czares, como
aquella, mira al mismo tiempo á los dos Se veian los blancos minaretes con su
mundos y oprime á uno de los dos con sobresaliente aguja, como mástiles de
su garra. L a triunfante Inglaterra i m marfil que rematan en una lanza; vistosos
pone á los mares su espléndida oriflama, kioskos, fanales de colores, y sobre el an-
tan rica, que podria tomarse su reflejo tiguo serrallo, rematando sus altos mu-
en l a s ó l a s por la sombra de una llama. ros, cien cúpulas de estaño, que chispean
De estos varios modos los reyes hacen en la oscuridad como gigantescos cascos.
flotar su escudo de armas en los m á s t i
les de sus bajeles, y obligan á las naves
que vencen en el mar á cambiar de p á - II.
tria. Arrastran tras ellos á los vencidos
bajeles, y se enorgullecen de ver entrar E l serrallo!... A q u e l l a noche estaba
en el puerto sus flotas blasonadas, por radiante de a l e g r í a . Aquella noche, a l
que á los navios cautivos cuelgan siem són de los alegres tambores, bajo precio-
pre sus victoriosas banderas, para que el sos artesonados y sobre alfombras de
vencido lleve escrita siempre en su fren seda, bailaban los sultanes; y el serrallo,
te su ver güenza y la gloria del vencedor soberbio como rey que se adorna con
pero Canaris, cuyo atrevido buque deja todas sus preseas, apareció á la vista de
siempre una huella ardiente, en los baje los hijos del Profeta adornado con m i l
les que apresa, como su pabellón de cabezas.
guerra, enarbola el incendio.
Noviembre 1828. (1) Hemos reimpreso esta oda como la compuso y publicó
el autor en Junio de 1826, en la época del desastre de Misso-
longhi. Debe recordarse al leerla que entonces todos los perió-
dicos de Europa anunciaron la muerte de Canaris, diciendo que
le habia muerto en su brulote una bomba turca, ante la ciudad
que iba á socorrer. Después se desmintió esa noticia fatal.
TOMO V . li
114 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Esas cabezas lívidas, con los ojos apa- „ H e r m a n o s , si regreso después de ha-
gados y con los cabellos negros, alinea- ber salvado á Mlssolonghi, edificad una
das, coronaban las almenas y las terra- nueva iglesia á Jesucristo; si muero en
zas, llenas de rosas y de jazmines; y la el combate, si derramo la poca sangre
luna, el astro de los muertos, amiga y que me falta derramar, llevad m i cadá-
consoladora, derramaba su dulce pali- ver á un pais libre para que repose en él
dez s ó b r e l a palidez sangrienta de aque- •y cavad m i fosa cara al sol.
llos despojos humanos.

„ Vamos á exterminar á los turcos; lan-


Dominando la puerta fatal del serra- cemos, compañeros, los cañones de sus
l l o , tres cabezas marcaban la ojiva orien- fuertes y sus flotas de las radas; abrase-
tal; esas cabezas, sobre las que batian mos al c a p i t á n con el buque que manda;
sus alas los cuervos, las hablan cercena- preparad para el asalto los brulotes; si
do del cuerpo; á la primera en el comba- me apodero de la nave del capitán,
te, á la segunda dentro de la tumba y á con letras de fuego escribiré en ella m i
l a tercera cuando estaba rezando. nombre.

Las velaban e s t ú p i d a m e n t e los silen- „Oh cielos! oh dolor! Cae una bomba
ciosos centinelas, t a n inmóviles como y de m i ágil esquife rompe el puente frá-
ellas: de repente las tres cabezas habla- g i l al caer; estalla el barco y se abre; mis
ron, y sus voces, parecidas á los cantos gritos de socorro los apaga el rumor de
que oimos soñando, eran semejantes al las olas... Adiós! v á á servirme de mor-
m u r m u l l o confuso de las olas que se taja el alga verde y voy á encontrar m i
duermen j u n t o á las playas y a l del lecho mortuorio en la arena del fondo
viento que se duerme en los bosques. del mar.

m,
„Pero no... me despierto al fin... ¡Qué
LA PRIMERA voz. misterio, q u é sueño espantoso es este!...
M i mano busca i n ú t i l m e n t e l a cimitar-
"Dónde estoy?... M i brulote! ¡Exten- ra... ¿Qué es ese sombrío espantajo que
ded l a vela! E m p u ñ a d los remos! Her- veo cerca de mí?... ¿Qué son esos coros
manos, Missolonghi en peligro reclama que oigo de lejos... q u é son esos cantos
nuestro socorro; los turcos asaltan sus que entonan voces de mujeres?... ¿Estoy
fortalezas; desviemos de ellas sus baje en el cielo?... No, que veo sangre!...
les, y que sirva m i antorcha ¡oh capita G-ran Dios! esto es el serrallo!,,
nes! de faro para vosotros y de rayo para
ellos. IV.
LÁ SEGUNDA VOZ.
;,Partamos! ¡Adiós, alto promontorio de
Corinto, mares en los que cada roca lleva
'^No te e n g a ñ a s , Canaris; lo que ves es
u n nombre victorioso, escollos del archi-
el serrallo; te lo atestigua m i cabeza, que
piélago, sembrados por todas partes; her-
me arrancaron en l a fosa para que sir-
mosas islas, predilectas del cielo y de la
viese de adorno á esta fiesta. Los turcos
f)rimaveraJ que de dia parecéis canasti
las de flores y de noche vasos perfuma
dos!...
me han perseguido hasta dentro de la
tumba y se han apoderado de mis des-
pojos mortales; esto es todo lo que de
Botzaris, los gusanos del sepulcro han
dejado a l s u l t á n .
„¡ Adiós, Hidra, querida pátria, nueva
Esparta! L a libertad de que gozas se re-
vela en tus cantos; adiós; profeso gran „ E s c ú c h a m e : dormía en m i lecho
cariño á t u isla, en la que se funda nues- mortuorio, cuando me despertó el grito
tra esperanza; á tus céspedes que acari- de: Missolonghi sucumbe. Me incorporó en
cian las olas, á tus escollos que alum- la fosa y oí los sordos estampidos de los
bran los r e l á m p a g o s y que amenaza el cañones, el clamor de la batalla, choques
mar. funestos y ruido apresurado de pasos.
LAS ORIENTALES. 115
„Oí que la lucha ocupaba todo el á m - bre vivo en estas horribles guaridas, que
bito de la ciudad; oí que me decian: enseña nuestras cabezas á los asustados
"Sombra de Botzaris, defiende de las pueblos; porque los otros testigos de es-
furiosas hordas á los infortunados grie- tas fiestas crueles, que son los eunu-
gos,,; y yo, rabioso, peleando con la os- cos, esos taciturnos homicidas, están tan
curidad, acabó de romper en los m á r m o - muertos como nosotros.
les fúnebres mis descarnados huesos.
;;Quó gritos son esos?... Es la hora en
„De repente, como un volcan, el suelo que el s u l t á n , para saciar sus infames
se incendia y ruge...; después todo que- placeres, reclama á nuestras mujeres, á
da en silencio... y mis ojos, abiertos á la nuestras hijas y á nuestras hermanas;
luz de otro mundo, vieron lo que no flores que m a r c h i t a r á su inhumano so-
pueden ver los ojos terrenales: del fon- plo. E l tigre imperial, rugiendo de ale-
do de las llamas escaparse de la tierra g r í a , cuenta todas sus presas; esta noche
torbellinos de almas, que caian en el las vírgenes y m a ñ a n a nuestras cabe-
abismo ó se volaban al cielo. zas.;,

V.
„Vencedores los musulmanes, escarba-
ron m i fosa, me cortaron l a cabeza, pro- LA TERCERA VOZ.
fanándola lo mismo que las vuestras, y
las metieron en los sacos tártaros; m i " E l obispo José, hermanos, os saluda.
cuerpo decapitado se extremeció de ale- Missolonghi ya no existe. Resuelta á
gría, porque me pareció que entonces morir, h u y ó del gusano roedor del hom-
moria por segunda vez defendiendo la bre, y formidable víctima, envolviendo á
cruz y á Grecia. los turcos en su desgracia suprema, en-
cendió ella misma las llamas de su ven-
„Hoy termina nuestro destino en el gadora hoguera.
mundo. Estambul es una v i l esclava,
que por contemplar la siega que acaba ;;A1 ver hambrienta l a ciudad durante
de hacer la espada, se envilece desde el veinte dias, me dirigí á ella, diciéndola*.'—
Yanar hasta las Siete-Torres; y con nues- "Pueblo, ejército, hagamos el último sa-
tras cabezas, expuestas á l a mofa pública crificio y despidámonos para siempre; re-
en el impuro serrallo, el infame s u l t á n cibid de mis manos en el altar el ú l t i m o
invita á un banquete á los buitres. alimento que nos queda, el pan celestial,
que alimenta al alma y la transforma en
Dios,'3V
;,Aquí están todos nuestros héroes:
Costas, el palicaro; Cristo, del monte
Olimpo; Helias, de los manes de Icaro; „Celebró universal c o m u n i ó n , en la
Kitzos, que apasionaba á Byron, el poe- que inmóviles moribundos querían reci-
ta inmortal, y Mayer, hijo de las monta- bir la hostia, y lo mismo que los solda-
ñas, nuestro amigo y nuestro émulo, que dos desfallecidos, las mujeres, los ancia-
devolvió á los hijos de Thrasybulo la fle- nos y las doncellas, y en el seno marchito
cha de Q-uillermo T e l l . de las madres mutiladas los niños ma-
mando sangre.
„Esos otros muertos desconocidos, que
entre nuestras cabezas alineadas confun- „Llegó l a noche, y salieron de allí;
den sus frentes viles con las frentes he- pero los turcos en las tinieblas sitiaron
róicas, son hijos malditos de Eblis y de en seguida nuestros muertos y nues-
S a t a n á s , oscuro r e b a ñ o de turcos, m u l - tros escombros; llegaron hasta la iglesia,
t i t u d supeditada al sable, esclavos á los y sobre las ruinas del altar que fué su
que se arranca la vida cuando falta una ú l t i m a conquista, un sable hizo rodar
cabeza para completar la cuenta del m i cabeza... ignoro q u é mano me hirió...
sultán. yo estaba rezando.

^Semejante al Minotauro, que inven- „Hermanos, compadeced á Mahmoud!


taron nuestros padres, solo hay un hom- Siguiendo la ley b á r b a r a de Mahoma,
116 OBRAS D E VICTOR HUGO.

su poder le aparta de los hombres y de „Si afligida la Europa, al ver que se


Dios; sus ojos ciegos no ven el cielo; su
derrama tan pura sangre, no sigue hasta
corona fatal, siempre insegura, ostenta el serrallo el camino que ella le marca,
en cada ñoron una cabeza sangrienta, y el Señor la c a s t i g a r á con amargo arre-
quizás no es cruel. pentimiento. Nuestros altares os piden
marineros, sacerdotes y soldados; el
"Olimpo y el cielo al mismo tiempo los
„Víctima el desgraciado de implaca- esperan, pléyade de héroes, trinidad de
bles terrores, se pierde para toda una m á r t i r e s !
eternidad; el fastidio se apodera de él Junio 1826.
durante los dias y durante las noches;
semejante á los ídolos, sus esclavos le
adoran desde lejos, y el látigo de u n
IV.
spahis dirige los incensarios de éstos.
Entusiasmo.
),Pero para vosotros queda la victoria
Allons, jeune homme! ¡Allons, mar-
y el honor: fuisteis vencidos en el mun- che!...
do, pero seréis vencedores en l a historia. ANDRÉS GHENIER.
Hermanos, Dios os bendice; vuestras
glorias no las borrará l a muerte; vues-
tras cabezas sin tumba se c o n v e r t i r á n A Grecia! A Grecia! Adiós á todos!
en gloriosos símbolos; vuestros restos son Es preciso partir! Y a que se ha derra-
u n monumento. mado la sangre de ese pueblo mártir, que
corra la sangre de sus verdugos. A m i -
„¡Que sobre todo os envidien los após gos, volemos á la Grecia; v e n g u é m o s l a
tatas! Anatema para el cristiano que y libertémosla. Ceñid un turbante á m i
profane el agua santa del bautismo; en frente, dadme u n sable, ensilladme el
vano inscribe su nombre en el libro de caballo y partamos.
l a vida; n i n g ú n á n g e l le espera en el
cielo, y su nombre, que execran los mor Cuándo? Esta noche; m a ñ a n a seria de-
tales, como u n veneno lo v o m i t a r á n to- masiado tarde. Preparad las armas y los
das las bocas. caballos, aparejad u n navio en T o l ó n ,
un navio que tenga alas; reunamos los
„Y t ú , cristiana Europa, oye nuestras restos de nuestros veteranos regimien-
justas quejas. E n otro tiempo, para sal tos, y veremos m u y pronto que los tigres
varnos San Luis, á estas playas convocó otomanos huyen como gacelas.
á sus caballeros. Elige de una vez, antes
que Dios se indigne, entre J e s ú s y Omar
entre la cruz y el sable, entre la aureola Dirígenos, Fabvier; te proclamamos
y el turbante.,, nuestro príncipe, á t í , que permaneciste
en t u puesto, cuando los reyes lo aban-
VI. donaron; serás jefe de las hordas disci-
plinadas entre los griegos modernos, se-
Sí; Botzaris, José, Canaris, santas rás l a sombra de un antiguo romano, y
sombras, la Europa oirá vuestras voces, á tus rudas manos, soldado bravo, con-
que a p a g ó la muerte; verá el signo sa- fiamos el destino de un pueblo.
grado impreso en vuestra frente, y ento-
nando u n canto expiatorio á vuestros
sangrientos despojos, en su arpa y en su Fusiles franceses, despertaos allí de
l a ú d las dos Grecias dirán: vuestro largo sueño; despertaos t a m b i é n ,
orquesta del combate, bombas, cañones,
címbalos; despertaos, caballos de pisadas
"Fuisteis santos, fuisteis sublimes, se- resonantes; sables, á los que falta u n
midieses, confesores y víctimas; vuestro bautizo de sangre; pistolas, cargadas
brazo se señaló mucho tiempo en los hasta la boca de balas.
combates, y han profanado vuestros ca-
dáveres manos viles: ese fué el Calvario
que encontrásteis después de vuestras ¡Quiero presenciar vuestros combates
Termópilas. en la primera línea; quiero ver cómo los
spahis se lanzan como u n torrente sobre
LAS ©RIENTALES. 117

la inquieta infantería; ver cómo, arras- se sonreía, diciendo:—"Es Canaris que


trados por su veloz corcel, cortan cabe- pasa,,.
zas con el filo de su media luna de ace-
roí. Partamos!
Hasta entonces, cuando ardian en el
seno de los mares los capitanes-pachás
¿Pero á dónde me arrastra el entusias- con sus armamentos y con sus flotas hu-
mo bélico, á mí, pobre poeta? Los niños meantes, reconocían en t í al protago-
y los viejos quieren que vaya con ellos. nista de esos desastres; t u brulote expli-
Pero quién soy yo?—Un espíritu que el caba por q u é ardian esos navios, y t u
menor soplo arrastra, como hoja muerta antorcha alumbraba el incendio.
escapada de un á l a m o .

Pero hoy llora, llora; se han batido sin


Todo me hace soñar; el aire, los pra-
tí. ¿Por q u é sin Canaris mover la guerra
dos, los montes y los bosques; por todo
y la tempestad contra sus buques? De-
a l g ú n dia he lanzado suspiros; cuando
bieron esperar que llegaras, porque te
llega el crepúsculo, en el fondo de un
pertenece de derecho ser convidado á
valle oscuro pláceme ver el lago platea-
esas fiestas l ú g u b r e s .
do, que es el claro espejo en el que se
m i r a n las nubes.
II.
P l á c e m e ver l a luna salir ardiente y Consuélate! L a Grecia es ya libre. E n -
roja cuando se levanta entre l a bruma tre los verdugos y los moribundos la Eu-
espesa, y verla blanca en medio del espa- ropa ha restablecido el equilibrio. ¡Con-
cio saliendo de los bordes de una nube suélate! Allí ya no hay tiranos! L a
oscura, y p l á c e n m e las carretas pesadas Francia combatió y l a suerte ha cambia-
que pasan por la noche haciendo ruido do. Sufre que su m a n ó que os venga ar-
cerca de las heredades y hacen ladrar á ranque en cámbio una hoja de t u laurel.
los perros. Q-recia de Byron, Q-recia de Homero,
1829. madre y hermana nuestra, cantad, si
vuestra voz amarga no se a p a g ó pidien-
do socorro.
V.

ííavarino.
Era demasiado hermosa la pobre Gre-
cia para ser enterrada tan pronto. Cada
visir le arrancaba u n sagrado fragmen-
to. Donde la fábula hizo vivir á sus ba-
cantes, donde el amor hizo sonar sus
Llora, Canaris, llora! Ciento veinte serenatas, se oia el estampido de los ca-
bajeles, toda una armada... ¿Dónde esta ñones, zapando los templos del verdade-
bas tú, rey de los mares? ¿ H a podido su ro Dios, y el firmamento de esa tierra
cumbir el otomano sin combatirle tú? predilecta solo se cubria con las nubes de
L l o r a como Crillon cuando no le deja- humo que se escapaban de sus ciudades
ban combatir. T u mano hizo falta en el que estaban combatiendo.
incendio.

Seis años mortales de batallas! ¡Seis


Hasta entonces, cuando el oleaje de años que corría el Africa á socorrer a l
tus mares, como lago infernal, se ensan- Asia, contra un pueblo acostumbrado y a
grentaba con resplandor siniestro, si al- á morir. Ibrahim, al que nada arredra,
g ú n navio se presentaba á nuestra vista vuela desde el Istmo hasta Belvedere;
llameando como un volcan abierto en el como un halcón al que le falta aire para
mar; si rodaban en el oleaie turbantes, respirar, como un lobo que busca el re-
sables corvos, tiendas, medias lunas del d i l de las ovejas, corre allí donde le
remate de los mástiles, rotas y caldas, llama el botin, y cuando regresa á des-
vestigios de una flota y de un ejército, cansar á su tienda, su mano vencedora
la Europa se volvía hácia el rojo Orien- arroja siempre cabezas cortadas en el
te, y el marinero, sentado en la popa, serrallo.
118 OBRAS D E VICTOR HUGO.

el abismo. Espantosa carnicería! Aque-


III. llos flotantes campamentos de batalla,
combatidos incesantemente, se sumergen
A n t e Navarino, la ciudad de casas pin- en la refriega con todos sus comba-
tadas, la ciudad de cúpulas de oro, que tientes.
en una colina se sienta entre terebintos,,
dos armadas, chocando sus cascos de me- V.
tal, ocupan su hermoso golfo.
Lucha horrible! Guando el hombre,
pareciéndole estrecha la tierra, precipita
E l mar sufre el peso de las dos arma- la guerra en el Océano, el suelo tiem-
das, dispuestas á combatirse, dispuestas bla bajo sus plantas mientras se bate.
á destrozarse; cada una de ellas parece E l mar se burla de sus batallas, abrien-
que la haya preparado para l a pelea el do su profundo abismo á los vencidos y
dios en quien adora; una se extiende en á los vencedores, y extinguiendo el com-
cruz por la unidad líquida, la otra abre bate con el naufragio.
sus pesados brazos y se encorva en forma
de media luna.
Horrible espectáculo! Mientras rugien-
do el Africa bate á nuestros poderosos
A una parte está la Europa libre y navios con su imprudente flota, ago-
poderosa, con sus inmensos y temibles tando en vano su coraje y sus esfuerzos,
navios; á la otra parte el Egipto de los cada uno de ellos, contra las enemigas
turcos, el Asia africana, con sus valien- hordas, abriendo sus fauces fulminantes,
tes corsarios, que Duquesne no pudo ex- vomita tranquilamente la muerte por to-
terminar, porque i n ú t i l m e n t e pisoteó ese dos sus cañones.
nido de buitres.

IV. Se incendia la flota enemiga. E l agua


está sembrada de ceniza; llameando los
Oid!—El c a ñ ó n truena. Es hora ya de mástiles humean, arden las naves; ata-
que le respondan. E l que sabe tener pa- cando el incendio á la fragata almiran-
ciencia es el m á s faerte. Disparad las te, desarrolla alrededor de los mástiles
andanadas sobre esas nubes que nos in- su ardiente espiral, prende á los marinos
timidan. Fragatas, lanzad la muerte! y en sus ardientes redes, corona con sus
que al soplo de vuestras bocas se hun- altos de fuego la popa, triunfa y arroja
dan los contrarios bajeles, estrellados en lejos un formidable reflejo, que tiembla,
las rocas del puerto. ensanchando sus círculos en el agua del
mar.
Se enciende por fin la batalla. Todo
truena y todo humea al mismo tiempo; VI.
la muerte sigue á nuestros disparos; allí
todo arde confusamente; a q u í corre el ¿Dónde están, hijos del Cairo, las flo-
brulote veloz, que arroja á los mástiles tas que en otros tiempos conduelan á la
sus grapones, y devora como u n chacal guerra millares de marineros? ¿Dónde
al elefante que lucha aun, royendo á u n están las velas que g u a r n e c í a n innume-
navio de tres puentes. rables infieles armados y que prestaban
sus alas á los rápidos brulotes?

A l abordaje! al abordaje! Se suspen


den del cordaje, se abalanzan á los oben ¿Dónde están tus m i l antenas, y tus ga-
ques, la popa choca con la proa; en el vias altivas, y tus orgullosos capitanes,
furor de la refriega ruedan remeros lan armada del sultán? ¡Empezó t u ruina,
zados sobre sus bancos, infantes por el flota soberbia, que, como el L e v i a t á n , do-
suelo, espadas y cimitarras, cascos y t u r minabas los mares!
b antes.
E l capitán, temblando, vé estallar al
L a entena se agarra á las entenas; l a mismo tiempo á los jabeques reunidos
antorcha insulta al hacha; todos atacan de A r g e l y de Tetuan, y el fuego venga-
á un mismo tiempo. L a muerte nada en dor incendia su bajel, cuyo enorme
LAS ORIENTALES. 119
casco revuelve al pasar el fondo del cada una de vuestras solemnes ruinas
Océano. entrega una bala de m á r m o l á sus caño-
nes gigantescos.,,
E n los mares irritados zozobran, con
los mástiles rotos, buques chocando con Los antiguos lamentos suenan hoy
buques, yachts de m i l colores, galeras como alegres sonatas, y gozoso rumor,
capitanas y otros varios esquifes, que lle- surgiendo desde el Istmo, llega hasta el
vaban á las sultanas cabezas y ñores. '?haro. Ese cielo oscuro es m á s hermoso
que u n cielo sereno. E l coloso turco
vuelve á caer en el Oriente, la Grrecia es
¡Adiós, barcos caprichosos, que os lla- ibre, y Byron, desde su sepulcro, aplau-
mabais carracas y gabarras, en los que de á Navarino.
con gritos bárbaros p e r t u r b á b a i s á Chi-
pre y á Délos! ¿Dónde están ya vuestras
inmensas flotas? E l mar las elevó hasta ¡Salud, Albion, antigua reina de las
las nubes y el cielo las s u m e r g i ó en las olas! ¡Salud, á g u i l a de los czares, que te
olas. ciernes sobre dos mundos! ¡Gloria á
nuestras brillantes flores de lis! H o y la
VII. Inglaterra reconoce á su r i v a l en l a vic-
toria de Navarino; nuestra gloria naval
Silencio!—Todo ha terminado. L a es- enciende su antorcha en ese incendio.
puma cubre hasta las puntas de los más-
tiles; los bajeles del s u l t á n han servido Te encuentro, Austria; pero dónde?
de juguete á las olas; algunos de ellos, No aquí, sino allá; en l a armada infiel.
rotos y desamparados, como el alga que E n vano te buscamos entre las filas cris-
escupen las mareas sobre l a playa, espi- tianas; m á s tarde sorprendimos á t u águi-
ran destrozados. la de doble frente que inclinaba avergon-
zada l a cabeza ante las miradas de u n
Se consiguió una gran victoria; la de pachá.
deshacer a l Africa. E l verdadero Dios
pisoteó al falso Profeta, y les llegó la Pero ese es t u sitio.1—No hace mucho
hora de pedir piedad á los tiranos y á los te vimos supeditada á Ibrahim, á esa pa-
verdugos, y seis años de cadenas se ven rodia de Tamerlan, despojando á los
garon en u n dia. muertos que él causaba á su paso; t ú le
admirabas, confundida con los serviles
eunucos, cuando él paseaba su antorcha
Hacia mucho tiempo que decian los encendida por las ciudades, cuya antor-
pueblos:—Grecia, vas á morir; des ven cha apagaba con sangre.
turado pueblo, cada dia te debilitas
m á s , y en vano por salvarte, patria ilus-
tre y querida, despertamos al sacerdote, Preferías su siniestro resplandor á las
que está dormido en el púlpito, y en claridades de la aurora. H o y , que, como
vano mendigamos u n ejército á nuestros revancha, devoran las llamas sus nume-
reyes. rosos bajeles que vomitaron sus puertos
egipcios, abre los ojos y mira, Austria
degenerada; q u é te parece ese incendio?
„Los reyes están sordos á nuestras sú Es tan hermoso como los suyos?
plicas y los púlpitos mudos; t u nombre Noviembre 1827.
solo resuena en el corazón de los poetas.
Pide á la gloria el derecho á vivir, con-
fia t u valor á l a cruz griega, y ya que
te sacrifican, no importa saber en q u é VI.
cruz. G r i t o de g u e r r a d e l M u f t i .

Desperta, ferro!
„ T u s dioses t a m b i é n se van. Muros de GRITO DE GUERRA DE LOS
la antigua Grecia, esqueletos de sus ciu ALMOGÁVARES.
dades mutiladas, os convertís en armas
en manos de los infieles; para batir á sus
bajeles desde lo alto de los Dardanelos Guerreros, á la pelea! Mahoma! ¡Maho-
120 OBRAS D E VICTOR HUGO.

ma! ¡Los perros cristianos muerden los que le hacen rejuvenecer? S e g ú n la pre-
piés del león que dorona,y orgullosos le- dicción de alguna gitana, ¿ha visto apare-
vantan la cabeza; creyentes del Profeta cérsele una serpiente de cascabel?
divino, aplastad á e s o s soldados vacilan-
tes que se embriagan, á esos hombres que
no tienen m á s que una mujer! —Qué tiene el sultán? se preguntaban
las sultanas. ¿Ha sorprendido bajo los
plátanos á su hijo platicando con su her-
Muera la raza franca y sus detestables mosa favorita de labios de coral? ¿Le
reyes. Spahis (1), timariots (2), lanzaos han puesto en el agua del b a ñ o alguna
contra ellos y arrojad en la sangrienta esencia grosera? ¿Al vaciar el saco a l g ú n
batalla los sables, los turbantes y vues- fellah ( l ) ha faltado alguna cabeza de
tras yeguas de largas crines. las que se hablan de exponer en el ser-
rallo?
Que Otman, hijo de Ortogrul, viva en
cada uno de vosotros; mostrad que sois —Qué tiene nuestro señor? decian i n -
dignos herederos de su valor y su coraje: quietas las esclavas.—Todos se equivo-
volad, volad, capitanes; vamos á tomar caban. E l sultán, melancólico, sentado
l a ciudad de las c ú p u l a s de oro, vamos ¡como el guerrero que devora una afrenta,
á apoderarnos de Letiniah, que en su len- ' encorvado como el anciano bajo el peso
guaje impuro los bárbaros llaman A t e - de los años, estaba ya tres noches y tres
nas. dias con la cabeza apoyada entre las
Noviembre 1827. manos.

No estaba así por haber visto que una


V I I . rebelión, sitiando su harén como si fue-
ra una cindadela, arrojase en su misma
E l dolor del p a c h a . c á m a r a u n hachón encendido; n i vió me-
llarse en sus manos l a espada gloriosa
Lejos de todo lo que me es queri-
do, me consumo solitario y triste.
de su padre, n i vió que se le apareciera
BYRON. Azrael, n i le sorprendió en sus sueños la
siniestra serpiente.

—Qaó tiene el representante de Alá?


se preguntaba el derviche; ¿qué tiene que No estaba triste el s u l t á n por haber
d á escasa limosna cuando están repletas roto el ayuno; n i n g ú n bajel suyo fué
sus arcas? Sombrío, avaro é inmóvil, se víctima de la borrasca; la sultana esta-
ba encerrada bajo llave y su hijo era
sonríe amargamente. ¿Se le ha mellado
demasiado jóven; y no le faltaban en el
el sable de su padre, ó amenaza á sus
serrallo n i su esencia predilecta, n i las
soldados el mar tempestuoso?...
cabezas que cortó.

—¿Qué tiene el pachá, q u é tiene el v i N i le faltaban ciudades destruidas, n i


sir de los ejércitos? decian los bombarde cadáveres sembrados en los valles, n i la
ros con las mechas encendidas. ¿Los ima- G-recia incendiada dejaba de ser la pre-
nes (3) perturban su pensamiento? ¿Ha sa de los hijos de Ornar; n i dejaba de te-
roto el austero ayuno del R a m a d á n (4) ner huéríaoos n i viudas, n i dejaban de
y le hacen ver en sueños al á n g e l Azrael venderse vírgenes en el bazar.
de pié á las puertas del infierno?
N i fantasmas fúnebres, que un rayo
— Q u é tiene? m u r m u r a n los icoglan (5) sangriento hace brillar en las tinieblas,
estúpidos. ¿Acaso se han perdido en el penetrando en su alma, la sumieron en
mar los bajeles que le t r a í a n perfumes el remordimiento. ¿Qué tiene, pues, el
p a c h á , que está haciendo falta en la
( i ) Spahis: soldado turco de caballería.—(N. del T.) guerra y que, sumido en honda melanco-
• (2) Timariots: soldado turco que goza de pingüe beneficio lía, llora como una mujer? Que se m u r i ó
militar, cm el que no solo se mantiene., sino que tiene á su su tigre de la Nubia.
cargo mantener á otros milicianos.—(Id.)
{ 3 i Imanes: sacerdotes de la religión mahometana.—(Id.) 1.° Diciembre 1827.
(4) R a m a d á n : Cuaresma de los mahometanos.—(Id.)
(9) Icoglan: pajes del sultán.—(Id.) (1) Fellah: esclavo de los mamelucos.—(N. del T.)
PALES.

VIII. I X .

C a n c i ó n de Ion p i r a t a s . lia cautiva.

Alerta! Alerta! Ved á los piratas On entendait le chant des oiseaux


ochab que atraviesan el desierto. aussi harmonieux que la poesie.
E L CAUTIVO DE OCHALI. SADI.

Conseguimos reducir á la esclavitud Si no estuviese cautiva me g u s t a r í a


á cien cristianos, pescadores de coral, y este pais, y este hermoso mar, y estos
reclutamos para alimentar al serrallo campos de panizo; viviría bien aquí, si á
mujeres de todos los monasterios de es- lo largo de estos sombríos muros no re-
tas playas. Por el mar, atrevidos espu- luciesen en la oscuridad los sables de los
madores, íbamos desde Fez hasta Cata- spahis.
n i a . . . E n la galera capitana é r a m o s
ochenta remeros.
Como no he nacido t á r t a r a , no tengo
un eunuco negro que me entregue una
En cuanto divisábamos un convento, guitarra n i que me sostenga el espejo.
echábamos el áncora y s a l t á b a m o s á Lejos de estas Sodomas, en m i pais, con
tierra: pronto se presentaba á nuestra los donceles podemos hablar por la noche.
vista alguna religiosa, que cerca de las
olas, y á su rumor, se dormia bajo un
p l á t a n o . . . E n la galera capitana éramos Sin embargo, me placen estas riberas,
ochenta remeros. en las que el soplo frío del invierno no
penetra nunca por los abiertos cristales.
Por el verano la l l u v i a es tibia, y brilla
—Hermosa jóven, guardad silencio y el insecto verde, que revolotea por las
seguidnos; tenemos viento en popa y flores como una esmeralda viva.
vais á cambiar de convento: el h a r é n
equivale á u n monasterio. E l s u l t á n se
enamora de las beldades, y os convertirá Smirna es una princesa coronada de
en mahometana... E n la galera capitana rosas, en la que se disfruta primavera
éramos ochenta remeros. eterna; y como de risueño grupo de flo-
res dentro de una copa, en sus mares se
destaca m á s de un fresco archipiélago.
L a jóven trata de huir hácia el claus-
tro.—Os atreveréis á robarme?^—Nos atre-
veremos, le contesta el capitán.—Llora, G ú s t a n m e sus torrecillas bermejas,
suplica, g r i t a y se debate en los brazos sus banderas triunfantes, sus casas dora-
de éste, pero á la fuerza se la llevan al das, semejantes á juguetes de niños, y
buque... E n la galera capitana éramos me complace ver esas tiendas que se ba-
ochenta remeros. lancean en las espaldas de los elefantes.

Su tristeza y sus l á g r i m a s hacian b r i - E n estos palacios de hadas, m i corazón


llar m á s su hermosura, y á peso de oro poético cree, en las voces apagadas que
la compró el s u l t á n . E n vano, sollozan- vienen de los desiertos, oir confundidas
do desesperada, exclamaba:—¡Voy á mo- las armonías de los génios con las can-
rir! Tuvo que ser sultana contra su vo- ciones que cantan en los aires.
luntad... E n la galera capitana éramos
ochenta remeros.
12 Marzo 1828. P l á c e m e de esta comarca el perfume
que dejan en los dorados vidrios las tem-
blorosas hojas, el agua que hace correr el
manantial por debajo de las palmeras y
las cigüeñas que se posan sobre los blan-
cos minaretes,

TOMO V. 16
122 OBRAS D E VICTOR HUGO.

P l á c e m e en un lecho de musgo ento-


nar un aire español, cuando mis compa-
ñ e r a s pasean saltando, cuando éstas se X I .
sonríen y dan vueltas en un corro.
E l velo.

¿Habéis rezado á Dios esta noche,


Pero sobre todo, cuando se levanta la Desdémona?
brisa de la noche, pláceme estar sentada SHAKESPEARE.
y entregada á mis pensamientos, tenien-
do fija la vista en el mar, cuando la l u n a
p á l i d a abre en las olas su abanico de LÁ HERMANA.
plata.
7 J u l i o 1828. Qué tenéis, hermanos mios? Bajáis las
frentes inquietas, y como l á m p a r a s fu-
nerarias brillan las miradas en vuestros
ojos. Os desgarráis los cinturones, y y a
X .
tres veces, fuera de la funda, en vuestras
manos han brillado las l á m i n a s de los
A l a l u z de l a l u n a .
puñales.
Per amica silentia lunse. EL HERMANO MAYOR.
VIRGILIO.
¿Te has levantado hoy el velo para al-
guno?
L a luna estaba serena y jugaba con
las olas.—La ventana se abre para de- LA HERMANA.
j a r paso á la brisa. L a sultana seaso- Hermanos mios, volvía de tomar el
ma y vé que el oleaje del mar borda con baño, o c u l t á n d o m e á las audaces mira-
argentada red los negros islotes. das de los giaours y de los albaneses.
A l pasar cerca de l a mezquita en m i
p a l a n q u í n descubierto, me sofocó el aire
Vibrando la guitarra se escapa de sus del medio día y l e v a n t é un poco el
manos... se pone á escuchar... sordo r u i - velo.
do turba el silencio de la noche. ¿Será
acaso un bajel turco que viene de las EL HERMANO SEGUNDO.
aguas de Cos azotando el archipiélago
¿Pasó entonces por t u lado un hombre
griego con sus remos tártaros?
que vestía caftán verde?
LA HERMANA.
¿Será que los cormoranes, s u m e r g i é n -
dose en el mar uno tras otro, salen luego Sí... quizás... pero á pesar de su auda-
á la superficie con perlas en las manos? cia, no consiguió ver bien mis facciones...
¿Será un dginn que silba allá arriba al ¿Qué es lo que estáis hablando en voz
lanzar en el mar las almenas de la torre? baja?... Necesitáis derramar sangre?...
Os j u r o , hermanos mios, que no me vió.
Perdonad á una mujer, que es débil, y
que indefensa está en vuestras manos.
¿Quién turba el silencio del mar cerca
del serrallo? No es el negro cormorán, EL HERMANO TERCERO.
flotando sobre las aguas, n i las almenas
de l a torre, n i la marcha del bajel turco E l sol estaba rojo cuando se puso esta
cortando el mar con sus remos; tarde.
L A HERMANA.
Son pesados sacos, de los que salen so- P e r d ó n ! Q u é delito he cometido? ¡Per-
llozos, que el que pudiera acercarse á don! ¡Cuatro p u ñ a l e s levantados contra
á aquellos sacos, sondeando el fondo del mí! Permitidme que abrace vuestras
mar donde se agitan, veria moverse den- rodillas... maldito sea m i velo blanco!
tro de ellos formas humanas.— L a luna No me rechacéis; estoy vertiendo sangre;
estaba serena y jugaba con las olas. sostenedme, porque ante mis ojos que
20 Setiembre 1828. se apagan se extiende el velo de la
muerte.
SIENTALES, 123
us ligeras yeguas, como se encorvan los
EL HEMANO CUARTO. remeros en las galeras rápidas.
Ese velo no te lo levantarás.
1.° Setiembre 1828. Reinas en Basora y Trevisonda, en
Chipre, en Fez, cuyos rios arrastran are-
nas de oro; en Erzerum, que tiene cami-
X I I . nos enlosados.

L a sultana favorita.
Reinas en Smirna, cuyas casas nue-
Pérfida como la ola. vas blanquean las olas; en el Q-anges,
SHAKESPEARE. que tanto temen las viudas; en el Da-
nubio, que por medio de cinco rios se
precipita en el mar.
¿No despobló ya bastante por tí, her
mosa j u d í a , m i riquísimo serrallo? Con-'
siente que las mujeres que quedan vi- Dime, ¿estás celosa de las hijas de Gre-
van. ¿Cada vez que te abanicas ha de cia, ó de las pálidas azucenas de Damen-
caer cortada una cabeza? icur, ó de las miradas ardientes de l a
negra, que salta como una tigre rugien-
do de amor?
No tengas celos, sultana, y perdona á
mis cautivas, ya que te elevó á princesa
y á favorita; no me arranques cada no No me atraen, adorada j u d í a , n i el
che una sentencia de muerte. seno de ébano, n i la frente de marfil; t ú
no eres blanca n i cobriza, pero ha dora-
do t u faz u n rayo del sol.
Cuando te domina esa idea, estás m á s
tierna en mis brazos, y cuando me pides
que sea cruel, tus besos son m á s cari- No hagas que l a tempestad destruya
ñosos. á esas pobres flores; goza en paz de t u
conquista, y no exijas que cada una de
tus l á g r i m a s haga rodar una cabeza.
Celosa entre las celosas! ¡ T a n hermosa
y tan cruel! Perdona á mis odaliscas.
¿Por quó las flores del j a r d í n han de mo- No pienses m á s que en los p l á t a n o s de
rir á la sombra del rosal?... tus jardines, en t u b a ñ o que perfuman
el á m b a r y el nardo, en el golfo donde
se deslizan tus esquifes... el s u l t á n nece-
No soy tuyo? ¿Quó te importa, míen sita tener sultanas y el p u ñ a l necesita
tras me duermo en tus brazos, que cien tener perlas.
mujeres llenas de amoroso fuego, á la 22 Octubre 1828.
puerta se consuman suspirando inútil
mente?...
X I I I .

Deja que en su soledad se entristezcan E l D e r v i c h e , (i)


envidiándote siempre; dójalas pasar como
pasan las olas; déjalas vivir, que t ú dis- Quand la perte d' un mortel est
pones de mis Estados, de m i trono y de écrité dans la livre fatal de la desti-
née, quoi qu' i l fasse 11 n' echappera
m i existencia. jamáis á son funeste avenir; la mort
le poursuit partout; elle le suprend
mema dans son lit suce de ses levres
avides son sang et 1' emporte sur ses
T ú dispones de m i pueblo, que al ver épaules.
me tiembla; t ú reinas en Estambul, que PANAGO SOUTZO.
elevando en esta playa sus m i l flechas
se mece en el mar, y parece una flota
anclada que duerme. U n dia pasó A l í . Las frentes m á s alti-
vas se doblaron hasta nivelarse con los
Te pertenecen mis spahis de rojos t u r (1) Derviches: sacerdotes del imperio otomano que viven
bantes, que vuelan encorvándose sobre en comunidad.—(N. del T.)
121 OBRAS D E VICTOR HUGO.

pies de sus arnautes (1). Todo el pueblo sacerdote le acababa de decir, inclinó
decia: "Alá!,, De repente un derviche, uego la frente pensativa, y sonriéndose,
debilitado por su larga edad, abriéndose entregó su pelliza al anciano.
paso entre la m u l t i t u d y tomando el ca- 8 Noviembre 1828.
ballo por la brida, así le habló en voz
alta:
X I V .
"Alí-Tepeline, luz de l a luz, que te E l castillo.
sientas en las primeras gradas del diván,
cuya r e p u t a c i ó n aumenta cada dia; es-
cúchame, visir de innumerables guerre- ¿ E n q u é piensan esas olas cuyos mur-
ros, sombra protectora del trono, que es mullos besan los flancos de ese peñasco,
sombra protectora de Dios; eres u n perro Drillantes como una armadura? ¿No han
y u n maldito. visto en su propio espejo que esa roca,
cuyo pié desgarra sus e n t r a ñ a s , sustenta
„ T e alumbra, sin t ú saberlo, una an una fortaleza, ceñida de murallas, que
torcha sepulcral. Como de vaso demasia- rodea su frente como un turbante?
do lleno, se derrama t u cólera sobre un
pueblo que tiembla; brillas en su frente Por q u é allí están las olas tranquilas?
como la hoz en l a yerba, y sirven de ci Dará quién reservan su cólera? Mar en-
miento á t u soberbio palacio sus huesos bravecido, e n c a r n í z a t e contra ese monu-
triturados en su sangre. mento secular; deja en paz á los pobres
marineros; roe ese peñasco; que se con-
mueva, que se incline y que caiga y
„Pero se acerca t u ú l t i m a hora. Es in- hunda la fortaleza en el abismo de las
dispensable que Janina, que v á á sucum- olas.
bir, se hunda ante t í y te abra el sepul
ero. Dios te reserva una argolla de
hierro en el árbol del segjin (2), cargado D i me, ¿cuánto tiempo necesitas para
de almas impías, en cuyas ramas negras derribar ese peñasco con su cindadela?...
se extremecen acurrucadas en la p r o í u n U n dia, u n año, u n siglo?... Precipita
didad del séptimo infierno. contra el nido del criminal t u oleaje f u -
rioso. ¿Qué te importa el tiempo ¡oh mar!
si eres inagotable? Para tí u n siglo es lo
„ T u alma i r á allí desnuda; en el libro mismo que una ola.
de tus crímenes un espíritu infernal te
leerá los nombres de tus víctimas; y ve
ras á t u alrededor sus espectros, man T r á g a t e ese escollo; bórralo, y sobre él
chados con la sangre, que ya no corre que corran las olas sin cesar; que acosta-
por sus venas, y aterrorizado balbucea do en t u seno profundo, duerma allí
r á s inútiles escusas. eterno sueño; que no se conozca ya que
fué una fortaleza; que cada ola arranque
una piedra de sus torres.
„Morirás, sin que tus fortalezas ó tus
flotas puedan evitar t u derrota, n i con
sus remos, n i con sus cañones; aunque e A s í desaparecerá del mundo, y éste
mismo A l í - P a c h á , como el j u d í o i n m u n respirará cuando no vea la torre de Alí-
do, para e n g a ñ a r al espíritu inferna P a c h á de Epiro; y cuando u n dia, cos-
que le espera fuera del mundo, al morir teando las playas que A l í profanó, el
cambiase de nombre.,, marinero de Cos, en la mar alborotada,
vea un gran torbellino, cuyo centro se
ahonde, pueda decir á los pasajeros cons-
Alí, debajo de la pelliza llevaba l a c i - ternados: " A q u í estaba.,,
mitarra, tres pistolas de arzón y un pu- 26 Noviembre 1828.
ñal; escuchó tranquilamente lo que el

(1) Amantes: naturales de los pueblos de la Albania.—


(N. del T.)
(2) Segjin: la séptima parte del infierno, que era la más
baja de todas, y á la que iban á parar las almas de los impíos,
según la religión mahometana.—(Id.)
LAS ORIENTALES. 12S
0josj Y V 1 ^ dejando á los imanes (1) que
Dredican en la mezquita que beban vino
X V . 3or la noche, se embriague á la luz del
ia; me entusiasma, después del comba-
Marcha tarca. te, qae ria alegremente, y que con su voz
ronca, por haber lanzado gritos de guer-
No hay más Dios que Dios. ra, cante á las huríes y al amor.
KORÁN.

E n m i costado la daga chorrea sangre


E n m i costado la daga chorrea sangre negra, y m i hacha pende del arzón de
negra, y m i hacha pende del arzón de m i silla.
m i silla.
P l á c e m e que sea grave, pero rápido,
Amo al verdadero soldado, espanto de 3ara vengar las ofensas; que prefiera sa-
Belial. Su ancho turbante d á severidad 3er blandir la cimitarra á dedicarse á
á su frente, besa con respeto la barba de estudios que hacen envejecer; que sea
su padre, profesa á su antiguo sable ignorante, pero jó ven y bravo, y que
amor filial, y lleva el dolí man, que le Drefiera, á las arrugas de l a edad, llevar
destrozaron en las batallas, con m á s cicatrices en el cuerpo.
agujeros que manchas tiene la piel del
tigre imperial.
En m i costado l a daga chorrea sangre
negra, y m i hacha pende del arzón de
En m i costado la daga chorrea sangre m i silla.
negra, y m i hacha pende del a r z ó n de
m i silla. T a l debe ser el verdadero guerrero
creyente. Pero el que de ello se vanaglo-
Escudo de cobre rojo suena y brilla rie y tiemble cuando debe aterrorizar;
en su brazo; relinchando su caballo mas el que llegue el ú l t i m o al campamento
ca el freno, que llena de espuma; deja imperial; el que se debilite en t reg án d o s e
tras sí una nube de polvo, y cuando pasa á las mujeres; el que no conozca l a ge-
galopando sobre el empedrado piso, los nealogía de los mejores caballos; el que
que le ven exclaman:—^"¡Es el corcel de tema los rayos del sol; el que sepa leer,
un caballero moro!,,, y todos se vuelven y escrupuloso no quiera beber, y deje
al oir el ruido de sus picadas. todo el vino de Cuipre para los cristia-
nos, ese es un cobarde, ese no es u n
guerrero; ese no a c o m e t e r á en la ardien-
E n m i costado la daga chorrea sangre te batalla con el sable en la mano y
negra, y m i hacha pende del arzón de montado en salvaje potro al valiente
m i silla. enemigo; ese solo sirve para oprimir las
ancas de una m u í a y caminar rezando
en voz baja como u n sacerdote.
Cuando acuden diez m i l giaours al
són de su bocina, él les contesta, vuela, y
con soplo feroz hace sonar el clarín, que E n m i costado la daga chorrea sangre
espanta á los enemigos; mata, y los negra, y m i hacha pende del arzón de
muertos le escitan; refresca en su sangre m i silla.
su caftán de color de escarlata, y anima Mayo 1828.
á su corcel, que se cansa y le acaricia,
para que le conduzca á causar m á s víc-
timas.

En m i costado la daga chorrea sangre


negra, y m i hacha pende del arzón de
m i silla.

Me entusiasma, si es vencedor, que (í) Sacerdotes de la religión musulmana que prestan stis
tenga su hermosa esclava de brillantes servicios en las mezquitas.—(N* del T.)
126 OBRAS D E VICTOR HUGO.

R e u n i é n d o s e ya en bandadas, y pa-
sando el pico por entre las alas negras,
X V I . legan desde el fondo de los bosques y
desde lo alto de las m o n t a ñ a s , y se pre-
L a batalla perdida. cipitan á roer los cadáveres; y el ejército
que ayer fué temerario y temible, no
Sur la plus haute colline puede ahora n i asustar á las á g u i l a s n i
II monte, et, sa javeline hacer huir á los cuervos.
SoQtenant ses menibres lourds,
II volt son armee en fuite
Et de sa tente détruite
Pendre en lambeaux le velours. „ C r u e l m e n t e he sido castigado! ¡Alá
E . DESCHAMPS.
no quiso que cayese al suelo cortada m i
cabeza altiva envuelta en el turbante
verde! Ayer fui poderoso; ayer tres ofi-
"¿Quién me devolverá, poderoso A l á , ciales, con orgullo me presentaban en
m i formidable ejército, mis emires, m i el umbral de m i dorada tienda tres pe-
brava caballería, m i tienda y el extenso nachos cogidos al enemigo, y que ellos
campamento, que iluminaba la noche llevaban sobre la silla atigrada de sus
con tantas hogueras, que parecía que el corceles.
cielo dejaba llover estrellas sobre la co-
l i n a sombría!...
„ A y e r , cien tambores redoblaban
cuando yo pasaba; cuarenta jefes me
„¿Quién me devolverá á mis beyes de obedecían y estaban pendientes de m i
flotantes pellizas, mis salvajes timariots, voluntad, y disponía de irresistibles ca-
mis khans de vistosos uniformes, mis ñones, que se m o v í a n sobre cuatro ruedas
rápidos sphais y mis alados beduinos, y que manejaban cañoneros ingleses.
que venian de las pirámides, que se reian
cuando asustaban á los tímidos labra
dores, y que m e t í a n sus caballos por en „Ayer poseía castillos, fuertes y her-
tre los campos de maiz? mosas ciudades, millares de griegos que
vendía á los serviles judíos; era dueño de
grandes harenes y de grandes arsenales,
„Todos aquellos corceles de ojos Ha y hoy tengo que huir despojado de todo,
meantes, de piernas ligeras que se lanza vencido y desterrado. Nada me resta de
ban á los trigos como voladoras langostas, mi imperio. ¡Ya no conservo n i una tor-
no los veré ya; todos han muerto; la re almenada!
sangre corre y ennegrece sus ancas con
manchas rojas, y á su lado están t e n d í
dos sus ginetes intrépidos, que ayer dor „¡Tengo que huir, yo, que soy pachá,
mian á su sombra en pleno medio dia. yo, que soy visir de tres colas! ¡Tengo
que abandonar furtivamente este vasto
horizonte, tengo que trasponer esas coli-
„¿Quién me devolverá, poderoso A l á
nas azules, con la vista baja y receloso,
m i temible ejército; m i ejército, que ha
como l a d r ó n sorprendido en la oscuridad,
quedado sembrado por todos los campos,
que cree a l huir ver que tienden hácia él
como las monedas de oro que el pródigo
los brazos de horcas fúnebres todos los
desparrama? ¡ Y a no volveré á ver caba-
árboles del camino!,,
llos n i caballeros, árabes y t á r t a r o s , n i
sus turbantes, n i sus galopes, n i sus ban-
deras, n i oiré sus bélicas sonatas!
Así habló Reschid el dia de su derrota.
E n aquella batalla tuvimos m i l griegos
„Lo que ayer era un ejército, ahora no muertos; pero el visir h u y ó del sangrien-
es m á s que una sombra. Se batieron to campamento, solo y pensativo, enju-
como bravos desde el amanecer hasta gando su roja cimitarra; dos caballos
ponerse el sol; llegó la noche y los cu- cerca de él pateaban en el suelo, y sobre
brió con los fúnebres sudarios; los bravos sus flancos sonaban los estribos vacíos.
dejaron de existir. Ahora que descan- Mayo 1828.
san, v e n d r á n á apoderarse de ellos los
cuervos.
LAS ORIENTALES. 127
de una fuente, que está llena de agua
del Iliso: sobre el transparente espejo
X V I I . ondulante se reflejan el frágil y colgan-
te lecho y la hermosísima Sara, que se
El niño. inclina hacia el agua para verse retrata-
da en ella. Cada vez que á flor del agua
Horror! horror! horror! se acerca columpiándose, se ven del lí-
SHAKESPEARE.
quido, que se agita, salir r á p i d a m e n t e
sus blancos pies y su diáfano cuello.
Bate con piés tímidos las olas, en las que
Los turcos han pasado por allí; todo tiembla el movedizo cuadro, y jugueto-
lo convirtieron en ruinas. Ohio, la isla na y loqueando, se rie de la frescura del
de los vinos, solo es ya un sombrío esco- agua.
llo; la famosa isla que sombreaban gran-
des árboles, que reflejaba en las olas sus
espesos bosques, sus palacios y sus co- Permanece escondido a q u í conmigo,
linas. y verás dentro de poco, con miradas ar-
dientes, q u é hechicera sale del baño des-
nuda y sobre el pecho cruzadas las dos
Todo está allí desierto; pero no, j u n t o
manos. Porque es u n astro que b r i l l a la
á sus muros ennegrecidos, un n i ñ o de
jóven cuando sale del b a ñ o á la luz del
ojos azules, u n niño griego, sentado, i n -
clinaba la cabeza. Abandonado allí, se dia, mirando si alguno la v é , y se extre-
apoyaba en una blanca espina egipcia mece mojada al menor soplo del aire:
en flor, olvidada, como él, en la pasada oculta bajo u n árbol frondoso, espiando
destrucción. si oye el menor ruido, se ruboriza; si la
rozan las alas de una mosca, se queda
roja, como una granada en flor. Vemos
Pobre niño, que estás sobre las rocas entonces en ella todo lo que nos ocultan
con los pies desnudos; para secar las lá- el velo ó el vestido; sus ojos azules se i n -
grimas de tus ojos azules, como el cielo flaman, y su mirada, que nadie observa,
y como las olas, para secar el llanto y es como la estrella que b r i l l a en un cielo
que brille en ellos la alegría, que te azul. E l agua, que eujuga, corre por su
haga erguir la frente, q u é deseas? ¿Qué cuerpo como la l l u v i a por un á l a m o , co-
será preciso darte para volver á peinar mo si gota á gota cayesen todas las per-
los cabellos esparcidos por t u espalda, las de su collar. Pero la indolente Sa-
que e n m a r a ñ a d o s en t u hermosa frente ra, perezosa, no se apresura á salir del
parece que lloren como las ramas del baño, y mientras se balancea, m u r m u r a
sauce?... estas palabras en voz baja:
"Si fuese la sultana favorita, t o m a r í a
baños de á m b a r en una pila de m á r m o l
¿Quieres que te dé, para ver si consi
amarillo, cerca de u n trono y entre dos
go que te sonrías, un pájaro de pinta-
grifos dorados; t e n d r í a hamaca de seda,
das plumas y de armonioso canto? ¿Qué
que se plega bajo el cuerpo que está pró-
es lo que deseas? ¿ U n a flor perfumada,
ximo á desfallecer; poseería la muelle
una sabrosa fruta ó un pájaro maravi-
otomana, que exhala el aroma delicioso
lloso?—Amigo mió, me contestó el niño
que incita al amor. Desnuda podría lo-
griego, deseo que me des pólvora y
quear en el arroyuelo del j a r d í n , sin te-
balas.
mer que en la oscuridad del bosque
Junio 1828.
sombrío ojos encendidos me mirasen;
porque arriesgaría l a cabeza el que se
atreviera á mirarme estando así, porque
X V I I I . se encontraría con el sable desnudo de
mis guardianes y de mis eunucos. Po-
S a r a en el b a ñ o . dría, sin que nadie me estorbara, dejar
sobre las losas de m á r m o l arrastrar mis
Le soleil et les vents, dans ees bocages sombres, largas vestiduras y mis sandalias reca-
Des feuilles sur son front faisaient flotter les ombres
ALFREDO DE VIGNY. madas de oro y bordadas de rubíes.,,

Sara, hermosa é indolente, se balancea Eso pensaba Sara, recreándose en sus


en una hamaca extendida sobre la pila sueños de princesa, con indolencia me-
128 OBRAS D E VICTOR HUGO.

cióndose y olvidando que iba á extin- paso ligero, llevando en la cabeza un ca-
guirse la ú l t i m a luz de la tarde. Sus nastillo de flores, hermosa se nos apare-
blancos pies juegan con el agua que ce, viendo caer desde su cabeza sus l i n -
hacen saltar sobre el florido césped, y que dos y redondos brazos, creemos ver desde
moja su camisa plegada, que se balancea lejos una de esas ánforas con asas de
en las ramas de un arbusto. Entre tanto alabastro, que se conservan en los des-
toman el camino de la c a m p i ñ a sus jóve- lomados templos.
nes compañeras y alegres se pierden en
él, cogidas de las manos. Cada una que
pasa cerca de Sara, cantando, encierra L á z z a r a es jóven y juguetona y cami-
este reproche en su canto:—'^Tendrá que na cantando; persigue descalza cerca del
pagar su pereza la jóven que se viste t a n ago, de matorral en matorral, á los in-
tarde en un dia de siega.,, sectos de leves alas; se repliega las fal-
Julio 1828. das y pasa los arroyos; anda, corre, se
pára y vuela, y los pájaros, por sus piés
c a m b i a r í a n sus alas.
X I X .
Por l a tarde, cuando v á á acudir a l
Espera. Daile, á la hora en que se oyen entrar en
el redil las campanillas del ganado, sin
censar en q u é adornos convienen á su
Sube, ardilla, sube á esa gigante enci- lermosura, llega á la pradera, y la flor
na, cuya copa se pierde en las nubes y que prende en sus trenzas nos parece
se dobla y tiembla como u n junco; c i siempre la m á s linda.
g ü e ñ a , que te refugias en las antiguas
torres, vuela revoloteando desde la igle
sia á l a cindadela, desde el campanario E l anciano O mar, viejo p a c h á de Ne-
hasta el torreón. groponto, d a r í a por ella sus navios de
tres puentes, con sus mortíferos cañones;
los arneses de sus caballos, los vellones
A g u i l a salvaje, eleva t u raudo vuelo de sus ovejas, su turbante de seda rojo
hasta el centenario monte que blanquea y sus trajes llenos de piedras preciosas.
un invierno eterno; y t ú , á quien j a m á s
el alba encontró dormida, viva alondra,
vuela tan alto que yo te pierda de vista D a r í a ese pachá por L á z z a r a sus ricas
pistolas, sus damasquinas dagas con pu-
ño de plata, su corva cimitarra y la
Volad y decidme, desde lo alto del á r gran piel de tigre, sobre l a que pende su
bol, desde las flechas del castillo, desde carcaj de oro, erizado de flechas tár-
la cumbre de l a m o n t a ñ a , desde lo m á s taras.
elevado de la atmósfera: ¿habéis visto
flotar una pluma en el espacio, y correr
un caballo humeante, trayendo por g i D a r í a de sus corceles las ricas m a n t i -
nete al dueño de m i albedrío?... llas y los largos estribos; el tesoro d e s ú s
Junio 1828. arcas y al tesorero; daria por L á z z a r a
sus trescientas concubinas, sus amaes-
trados perros de caza y sus albaneses,
tostados por el sol.
X X .

liázzara. L a daria los francos, los judíos, con el


rabino que les manda; su kiosko verde y
rojo; sus salas de b a ñ o empedradas de
Mirad, mirad cómo corre! Por los sen mosáicos; su fuerte cindadela con alme-
deros empolvados, por los céspedes flori nas angulosas, y su quinta de verano,
dos, por entre los espinos y por entre las que se retrata en las apacibles aguas de
zarzas, por caminos extraviados, por un golfo.
montes, por bosques, por llanuras, ¡mi-
rad cómo corre esa doncella!
Todo lo diera por Lázzara; hasta el
caballo blanco que mantiene en el ser-
Es alta, esbelta, y cuando alegre y con rallo; hasta su freno de oro cincelado;
LAS ORIENTALES. 129
hasta la linda española que le envió el sacerdote, de la doncella blanca de ojos
dey de A r g e l , que al bailar el fandango negros, que de dia canta asomada á la
levanta con mucha gracia su traje corto ventana y por l a noche juguetea en el
y pintoresco. umbral de la puerta. Pobre hoja! si pu-
diese volar adonde me empuja el deseo,
me posaria sobre la frente de esa hermo-
Pero se apoderó de L á z z a r a , no un sa jóven y me entremezclarla con sus
pachá, sino un klepto (1) de ojos negros, rizos blondos, y b r i l l a d a en ellos, como
que la obtuvo de balde, porque es pobre; brillará una fruta verde entre las hojas
los kleptos no poseen m á s bienes que el de árboles divinos en los jardines celes-
aire, la luz, el agua, un fusil viejo y la tiales; y posada allí, aunque fuese por
libertad en medio de las m o n t a ñ a s . un solo momento, estarla m á s orgullosa
14 Mayo 1828. que la garzota blanca que corona el tur-
bante de los sultanes.
Setiembre 1828.
X X I .

Deseo.
X X I I .
Ainsi qu' on choisit une rose
Dans les guirnaldes de Sarons, L a ciudad tomada.
Choisissez une vierge éclose
Parmi les lis de vos vallons.
LAMARTINE.
Por t u mandato ¡oh rey! el incendio
brilla y devora; rugiendo, ahoga las la-
Si yo fuese la hoja que juega con las mentaciones de t u pueblo, y enrojecien-
alas inconstantes del viento, que flota do la ciudad como una sombría aurora,
sobre el agua fugitiva y que seguimos parece que al extenderse dance sobre las
con la vista pensativos, me entregarla, ruinas.
desprendiéndome de la rama, al céfiro
que sopla al nacer la aurora, al arroyo
que viene del Poniente. L a muerte impera como u n gigante
de m i l brazos; los palacios encendidos
se convierten en sepulcros; padres, espo-
Más a l l á del rio que muge, m á s allá sos y mujeres sucumben al filo de las es-
de los bosques seculares, m á s a l l á del padas, y los cuervos se r e ú n e n en los al-
precipicio profundo, correrla sin parar. rededores de la ciudad.
Más a l l á del antro de l a loba, m á s a l l á
de l a llanura, en que campean tres pal-
meras y una fuente; m á s a l l á de las ro-
Las madres se extremecen; las don-
cas escarpadas, por las que el agua cae
cellas, palpitantes, lloran ¡oh califa! su
en torrentes sobre los trigos; m á s allá
juventud marchitada, y los corceles fo-
de ese lago silencioso, en cuyos m á r g e -
gosos arrastraron fuera de las tiendas
nes penden desgreñados matorrales; m á s
sus cuerpos vivos, llenos de golpes y de
allá de las tierras áridas, del jefe moro
mortíferos besos.
de ancho y a t a g á n , cuya frente p á l i d a
tiene m á s arrugas que el mar durante
la borrasca.
Conseguiste ¡oh califa! envolver á l a
ciudad en un vasto sudario; todo en ella
Como flecha disparada cruzarla el es sucumbió cuando por allí pasaste: los sa-
tanque cristalino de A r t a y el monte, cerdotes que estaban orando murieron
cuya cumbre impide que se vean Corin- degollados, arrojando a l suelo el santo
to y Mikós. A t r a í d o por su encanto me libro como un escudo inútil.
apearla al nacer el sol en Mikós, la ciu-
dad cuadrada, la ciudad de las b r i l l a n
tes c ú p u l a s . Hasta los niños pequeñuelos perecie-
ron, y su sangre e m p a ñ a aun las espa-
das... T u pueblo besa ¡oh rey! el polvo de
Me introducirla en casa de l a hija del las sandalias, que en tus gloriosos piés
(1) Kleptos: hordas de bandidos, que estaban dispersas por
forman u n semicírculo de oro.
el territorio de la Thesalia.—(K. deiT.) A b r i l 1825.
TOMO Y. 17
OBRAS D E VICTOR HUGO,

abre al cielo por la parte de donde vie-


nen las golondrinas.
X X I I I .

E l a d i ó s de l a h u é s p e d a á r a b e . Si no vuelves, piensa algunas veces en


las cariñosas hijas del desierto, que bai-
1.° — Habitad con nosotros. La lan descalzas en la duna; hermoso jó-
tierra está en vuestro poder; cultivad- ven blanco, lindo pájaro de paso, acuér-
la, traficad con ella y poseedla. date, porque quizás t u recuerdo q u e d a r á
GÉNESIS, CAP. XXIV.
grabado para siempre en alguna de nos-
otras!
Y a que nada te detiene en esta región
dichosa, n i la sombra de las palmeras, Adiós, pues!—Feliz viaje. R e s g u á r d a -
n i sus campos de maiz, n i la t r a n q u i l i -
dad, n i la abundancia, n i ver cuando tedoradelnuestras
sol ardiente de la Arabia, que
frentes morenas, pero que
hablas que late el seno de nuestras her- quema los rostros blancos; huye de la
manas, cuando por la tarde, bailando, vieja que camina sola y con paso t e m -
coronan una colina; blón, y de aquellos que por la noche,
con una vara blanca, trazan círculos en
Adiós, blanco viajero! Para que no te a arena.
arroje al suelo por los pedregosos cami- 24 Noviembre 1828.
nos, he ensillado con m i propia mano t u
caballo intrépido.
X X I V .

Viajas t ú sin cesar; no eres de los que Maldición.


se complacen en v i v i r siempre bajo u n
techo de ramas ó de lienzo, que, pensati Ed altro disse: ma non 1' ho á
mente.
vos, oyen referir leyendas, sin desear DANTE.
ser héroes de ninguna, y que solo quieren
contemplar el sol de dia y de noche las
estrellas.
¡Que vague sin reposo, encorvado des-
de su juventud, por desiertos sin límites,
en los que abrase u n sol de fuego, como
Si no quisieras partir, quizás alguna el asesino que huye en la noche sombría;
de nosotras se hubiera tenido por feliz cuando camine, que oiga sin cesar en la
en servirte de rodillas en nuestras caba oscuridad pasos detrás de él!
ñas, siempre abiertas; te hubieras ador-
mecido al són de sus cantares, y para
apartar los insectos alados de t u frente ¡Que por m o n t a ñ a s cubiertas siempre
hubiera construido u n abanico de hojas de nieve se resbale, ruede, caiga y vuel-
verdes. va á caer, y se agarre con las u ñ a s para
librarse de la caida; que le tomen por
otro, que le hagan sufrir el suplicio de
Pero quieres partir!—Vas á caminar la rueda, y no confesando en él, que le
solo de dia y de noche. Las herraduras claven en cruz en u n p a t í b u l o !
de t u caballo a r r a n c a r á n chispas á los
guijarros; y en l a punta de t u lanza, que
pasando por la oscuridad reluce, los de ¡Que cuelgue de l a horca desmelenado
monios ciegos, que vuelan por l a noche y con la faz amoratada; que l a muerte,
con frecuencia d e s g a r r a r á n sus alas. como sombrío esqueleto, solo para él v i -
sible, se le ria mirándole; que sufra su
cadáver, viviendo lo suficiente para sen-
Si vuelves á esta región, atraviesa tir, cuando la muerte le roa, sus fuertes
para encontrar m i c a b a ñ a aquel monte dentelladas!
negro, que desde lejos parece la espalda
de u n camello; para encontrar m i choza
que te recibida con cariño, recuerda su ¡Que después de colgado permanezca
techo agudo como una colmena, recuer viviendo; que sobre sus desnudos miem-
da que solo tiene una puerta que se bros caigan las llamas de un sol de fue-
LAS ORIENTALES. 131
go, ó la l l u v i a á rios; que se despierte nada, porque t u A l b a y d ó cerró en la
sobresaltado todas las noches, y luche, y tumba sus hermosos ojos de gacela.
se sacuda, y se debata i n ú t i l m e n t e entre
las garras de las aves de r a p i ñ a !
25 Agosto 1828. „E1 hachazo que sufriste cortó t u j u -
ventud, t u vida y t u corazón, y alrede-
dor de ese recuerdo se arrastran disper-
sados.
X X V .

L o * pedazos de l a s e r p i e n t e . „ T u genio, de alto vuelo, que, como la


golondrina, tan pronto rasaba la tierra
D1 ailleurs les sages ont dit: I I ne-
faut point attacher son coeur aux chos- como ascendía hasta el cielo, como yo
ses passegeres. ahora, muere cerca de las olas, y su
SADI. ::uerza se extingue sin poder reunir los
mutilados pedazos que se arrastran go-
leando sangre.,,
Estoy en vela, soñando noche y dia, 10 Noviembre 1828.
llorando sin cesar, desde que A l b a y d ó
cerró en la tumba sus hermosos ojos de
gacela. X X V I .

Nonrmahal l a roja.
Tenia quince años, sonreía ingenua-
mente, y me amaba con pasión: cuando
cruzaba los brazos sobre su desnudo se-
no, me parecía ver á u n á n g e l . Entre dos elevadas rocas ved esa es-
pesa maleza, que se eriza en la llanura
como dos vellones de lana negra entre
Una tarde, pensativo, vagaba por las los cuernos de u n macho cabrío.
orillas de un golfo, que corria entre dos
promontorios, y v i en la arena una. ser
E n aquella temida oscuridad rugen
piente amarilla y verde, jaspeada de
el ensangrentado tigre, la leona como
manchas negras.
asustada madre, el chacal, la hiena ra-
yada y el leopardo de piel con man-
E l hacha en veinte trozos cortó el chas.
cuerpo vivo, que las olas rociaban, y la
espuma del mar, que sobre ella lanzaba Allí se arrastran m ó n s t r u o s de todas
el viento, tomaba sobre ella color de clases: el basilisco, el h i p o p ó t a m o de
rosa. enorme vientre y el boa disforme, que
parece el tronco de u n árbol vivo.
Todos sus anillos se arrastraban retor
cióndose en la playa solitaria, y la san L a oxifraga, la serpiente y el mono
gre enrojecía su boca dentada. silban como u n enjambre de abejas, y el
elefante de orejas largas aplasta los bam-
bús cuando camina.
Los pedazos, cortados y esparcidos
próximos á agotar sus fuerzas, se busca
ban, se buscaban como para besarse bo Allí vive la familia salvaje que chi-
cas enamoradas. lla, zumba ó muge; en todo el bosque se
oyen aullidos; tras de cada arbusto bri-
l l a n ojos feroces, y de cada antro salen
Y cuando yo, pensativo y triste, la voces que rugen.
compadecía, la cabeza llena de dientes
abrió los ojos de fuego y l a boca de p ú r
pura y me dijo: Pues bien, mejor p e r m a n e c e r í a solo y
desnudo en ese sitio siniestro, que ante
Nourmahal la roja, que habla con voz
"Oh poeta! No me compadezcas argentina y que mira con irresistibles
compadécete á t í mismo; la llaga en t í ojos.
abierta es m á s cruel y está m á s envene 25 Noviembre 1828,
m OBRAS D E VICTOR HÜGO.

Han pasado ya!—Su cohorte vuela y


nuye, y sus piés cesan de golpear en las
XXVII. 3uertas y en las ventanas. L a atmósfera
está llena de ruido de cadenas, y en los
IÍOS Djinns. inmediatos bosques se extremecen las
grandes encinas, que rozan con sus alas
E come i gru van cantando lor lai al pasar. E l ruido de sus alas se pierde
Jacendo in aer di se lung^ riga,
Gosi vid' io venir traendo guai poco á poco en lontananza. Los fúnebres
Ombre pórtate ialla detta briga. Djinns, hijos de la muerte, en la oscuri-
DANTE.
dad apresuran su paso.

Murallas, ciudad y puerto, asilo mor- Ese ruido vago, que parece dormirse,
tal, mar callada, en la que apenas se le lo forman las olas sobre l a playa; se pa-
vanta la brisa, todo duerme. E n la l i a rece á la plegaria casi extinguida que
nura se oye un murmullo, que lo produce reza una santa por u n muerto. Poco á
la respiración de la noche. Se oye una poco t a m b i é n se apaga, y todo huye, todo
voz, que suena como un cascabel; de un pasa, y la noche y el espacio quedan en
enano que salta se oye el galope; huye, profundo silencio.
se lanza, después cadenciosamente baila 28 Agosto 1828.
con un pió encima de las olas. E l rumor
se aproxima; el eco lo repite; suena como
la campana de un convento maldito XXVIII.
como el ruido de una m u l t i t u d que true-
E l s u l t á n Achniet.
na y que rueda, y que t a n pronto decre-
ce como aumenta. Oh! permets charmante filie, que
j ' enveloppe mon cou avec tes bras.
HAFIZ.
Dios mió! Es la voz sepulcral de los
Djinns!... Q u é ruido hacen!—Huyamos
por la espiral de la escalera: se apaga m i A Juana la Q-ranadina, que siempre
l á m p a r a , y la sombra que proyectan sus juguetea y canta, el s u l t á n Achmet le
tramos sube por sus paredes hasta el te dijo u n dia:—Daria para siempre m i rei-
cho. Es la bandada de los Djinns que no por Medina, y daria á Medina por con-
pasa en revuelto torbellino silbando seguir t u amor.
Los tejados que rozan al pasar crugen
esa bandada es pesada y rápida, y vuela —Hazte cristiano y serás rey, porque
por el espacio vacío semejante á la nube es i l e g í t i m o el placer que se busca en
lívida que lleva en su seno el r e l á m p a los brazos de un turco disoluto, y come-
go. Y a vienen!—Cerremos bien esta terla un crimen si eso hiciera, s e g ú n la
sala y nos mofaremos de ellos.—¡Qué ley cristiana; harto hice en cometer u n
ruido se oye fuera! Sin duda pasa el hor- pecado.
rible ejército de vampiros y de dragones.
Desde las vigas del techo agrietado cae
la lluvia, y la puerta vieja y oxidada —Juro por esas perlas, cuya cadena
tiembla y parece que vaya á arrancarse realza, sultana mia, t u cuello blanco
de sus goznes. como la leche, que te co m p l aceré si
me permites que tome por rosario t u
collar.
Se oyen gritos infernales y voces que 10 Octubre 1828.
aullan y que lloran: sin duda la horrible
bandada, arrastrada por el a q u i l ó n , se
lanza á descansar sobre el tejado de m i X X I X .
casa y hace vibrar todas sus paredes.—
Profeta, si me salvas de esos impuros de- Romance morisco.
monios de la noche, iré á arrodillarme y
á inclinar la frente ante tUs sagrados i n - Díjole:—Dime, buen hombre,
Lo que preguntarte quiero.
censarios. Te suplico que no dejes que ROMANCERO GENERAL.
traspase la puerta de m i casa su soplo
de fuego y que no a r a ñ e n con sus garras
n i las ventanas n i los cristales. Don Rodrigo está de caza, y sin cora-
za y sin espada; un dia de verano, hácia
LA.S ORIENTALES. 133

el medio dia, se sienta debajo de los ár- dónde refugiarte.—EL otro le contestó:—•
boles y sobre la yerba. Mucho tardaste en presentarte ante m í !

Odio concentrado le devora, y sombrío —Yo, el hijo de la renegada; el que


piensa en el moro bastardo, en su sobri- manda una fragata del rey moro A l i a -
no Mudarra, cuyas intrigas sanguina- tar, y m i daga y m i venganza, los tres
rias mataron en otro tiempo á los siete nos presentamos ante tí.—¡Mucho tar-
hermanos los infantes de L a r a . daste en presentarte!

Para encontrarle cara á cara, atrave- —Demasiado pronto para t í me pre-


saría la E s p a ñ a desde Figueras hasta sento, Don Rodrigo, si no estás cansado
Setubal, y uno de los dos, sin duda al- de v i v i r . Veo que tiemblas, veo que pa-
lideces; vas á entregar el cuerpo á m i
guna. moriría en el duelo. daga y el alma á Dios.

E n este momento pasa por el camino


un hombre á caballo.—¡Caballero cris- Si m i p u ñ a l de Toledo y Dios me ayu-
tiano ó moro, que descansas á la sombra dan, yo, que soy t u señor y t u d u e ñ o , te
de los árboles. Dios guie tus pasos!— a r r a n c a r é , traidor, el aliento v i t a l .
Dios t a m b i é n dirija los tuyos, escudero
que pasas por el camino. A p a g a r á al fin t u sangre la sed que me
devora, sobrino de D o ñ a Sancha; tus
—Caballero cristiano ó moro, que momentos están ya contados.
descansas á la sombra de los árboles,
dime t u nombre, para que sepa si t u 1—Sobrino mió Mudarra, espera u n
penacho es el de u n valiente ó es el de momento; iré á buscar m i acero de bata-
un felón. lla.'—No te concedo m á s plazo que el
que concediste á mis hermanos, y vas á
seguirlos á las cuevas mortuorias donde
•—Si eso es lo que deseas saber, te diré t ú los sepultastes.
que me llamo Don Rodrigo de Lara,
que soy hermano de D o ñ a Sancha; así lo
declara un sacerdote en m i partida de Si hasta la hora presente llevé esta
bautismo. daga desnuda, es porque quise, verdu-
go, que al vengar á la renegada, sirvie-
se de vaina t u garganta á m i acero de
Espero bajo estos árboles. B u s q u é en p u ñ o de á g a t a .
vano desde A l b a hasta Zamora al bas- Mayo 1828.
tardo Mudarra, al hijo de l a renegada,
que manda una fragata del rey moro
Aliatar.

Granada.
* Y como él no me huya, m u y pronto lo
encontraré, porque siempre lleva ceñida Quien no ha visto Sevilla,
la daga de nuestra familia, que tiene No ha visto marav^la.
p u ñ o de á g a t a , cuyo acero lleva sin
vaina.
N i cerca n i lejos hay ciudad española
ó sarracena que pueda disputar á l a her-
Juro por m i alma cristiana que ese in- mosa Q-ranada la manzana de oro prome-
fiel tiene que morir á mis manos; no am- tida á la hermosura, n i hay ciudad que
biciono otra felicidad.—¿Te l l a m a n Don ostente con tanta gracia tanta pompa
Rodrigo de Lara?... oriental bajo u n cielo tan puro.

Pues bien; el jóven que te habla y que Cádiz tiene sus palmeras; Murcia sus
te nombra es el bastardo Mudarra. Es naranjos; J a é n su palacio gótico de ex-
el vengador y es el juez. Busca, pues, t r a ñ a s torrecillas; Agreda su convento
434 OBRAS D E VICTOR HUGO.

edificado por San Edmundo; Segovia el Todas esas ciudades de E s p a ñ a se des-


altar de cuyas gradas se desciende, y el parraman por las c a m p i ñ a s ó se erizan
acueducto con sus tres filas de arcos, por en los montes; todas poseen ciudadelas,
el que baja u n torrente desde l a cumbre en las que las manos de los infieles no
de un monte; tocaron nunca á rebato; todas poseen
catedrales y altos campanarios, pero
Granada se enorgullece de poseer l a
L é r i d a tiene torres; Barcelona, en lo Alhambra.
alto de una columna, eleva u n faro en
el mar; fiel á los reyes de A r a g ó n , Tíl-
dela en sus antiguos sepulcros conserva L a Alhambra es un alcázar que los
los cetros de hierro; Tolosa tiene sombrías génios crearon maravillosamente como
fraguas, que en las tinieblas de la noche un sueño y la llenaron de armonías; for-
parecen respiraderos del infierno. taleza con almenas festoneadas y vaci-
lantes, en la que de noche se oyen m á -
gicas palabras, cuando la luna, al través
E l pez, que abrió los ojos muertos ante de las m i l arcadas árabes, siembra los
el viejo T o b í a s , picotea en el fondo del muros de tréboles blancos.
golfo donde se duerme F u e n t e r r a b í a ;
Alicante ostenta campanarios entremez-
clados con minaretes; Compostela tiene Granada tiene m á s maravillas que
á Santiago; Córdoba, entre sus casas vie- granos de simiente las ricas frutas de
jas, posee una mezquita maravillosa; sus valles; Granada la célebre, cuando
Madrid tiene el Manzanares; encendida la guerra desplega sus pabe-
llones, estalla m á s terrible cien veces
que la roja granada que salta de los
Bilbao, á la que cubren las olas, hace morteros.
brotar verde pelusa en sus muros negros
y caducos; Medina la caballeresca, ocul-
tando su orgullosa pobreza con el manto Nada hay m á s hermoso n i m á s grande
de sus duques, solo conserva sus sicómo- en el mundo; ya á V i v a t a u b i n responda
ros, porque sus hermosos puentes perte- Vivacontud, con su tambor sonante ador-
necen á los moros y sus acueductos á los nado de campanillas; ya coronándose de
romanos: fuegos, como un califa, el deslumbrador
Generalife eleve de noche su frente i l u -
minada.
Valencia tiene los campanarios de sus
trescientas iglesias; la austera A l c á n t a r a Los clarines de la torre Bermeja sue-
entrega al soplo de l a brisa banderas nan como las abejas cuando el viento
turcas colgadas en m u l t i t u d de pilares; expulsa el enjambre de la colmena; la
Salamanca, sonriendo, sentada sobre tres Alcazaba tiene para todas sus fiestas
colinas, se duerme al són de las mandoli- campanas dispuestas para voltear, y que
nas y se despierta al oir los gritos de los en sus torres africanas despiertan las dul-
estudiantes; zainas del sonoro A l b a i c i n .

Tortosa es la predilecta de San Pedro; Granada ofusca á todas sus rivales;


el m á r m o l abunda en el rico P u i g c e r d á ; canta con m á s suavidad que ellas sus
T u y se vanagloria de su cárcel octógo- muelles serenatas; pinta sus casas con
na y Tarragona de las murallas que los m á s ricos colores, y dícese que el
edificó un rey; el Duero corre en Zamo- viento suspende su aliento cuando Gra-
ra; Toledo tiene u n alcázar morisco y nada, en una hermosa tarde del verano,
Sevilla la Giralda; desparrama por sus llanuras sus mujeres
y sus flores.

Búrgos ostenta la riqueza de su Cabil- L a Arabia es su abuela: por volverla á


do; Peñaflor es marquesa y G-erona du- poseer los aventureros moros cederian el
quesa; Vivar es una monja con adornos Asia y el Africa; pero Granada es católi-
severos; la sombría Pamplona, siempre ca y se burla de ellos; Granada la her-
preparada para el combate, antes de dor- mosa seria una segunda Sevilla, si dos
m i r cierra su recinto de torres. Sevillas pudieran existir.
A b r i l 1828.
W M / //;

áif - M i

ID, ID, JOVENES A COGER FIO RE CILLAS ENTRE LOS TRIGOS


LAS ORIENTALES. 135
cuadrillas?... I d , i d , jóvenes, á coger flo-
recillas entre los trigos.
X X X I .

Las florecillas.
Nadie lo sabia.^—La pobre A l i c i a fué
amada y amó; el dulce valle del Jara-
Si es verdad ó non, yo no la he de ver, ma fué cómplice de sus amorosos desli-
Pero non lo quiero en olvido poner. ces. Por la noche, á la luz de las estre-
JUAN LORENZO SEGURA DE A S - las, los dos amantes se p e r d í a n entre la
espesura del bosque... I d , i d , jóvenes, á
coger florecillas entre los trigos.
Mientras que las estrellas con que el
estío siembra las blondas espigas esmal- L a ciudad estaba lejos de ellos y su-
tan los surcos que la estación dora, an- mida en las tinieblas, y la luna, protec-
tes que las hoces despojen de las flores á tora de los amores, ascendía por detrás
los campos, i d , id, jóvenes, á coger flore- de las torres y de los campanarios, y de
cillas entre los trigos. los edificios desguarnecidos destacaba
en el horizonte las agujas... I d , id, jóve-
nes, á coger florecillas entre los trigos.
Entre las ciudades andaluzas no hay
ninguna bajo el cielo que se extienda
mejor que Peñafiel sobre garbas y sobre Entre tanto, envidiando á A l i c i a y so-
pelusas; no hay ninguna que tras sus ñ a n d o en el lindo extranjero, bailaban
murallas almenadas levante cárceles tan las morenas andaluzas bajo las moreras
terribles... I d , id, jóvenes, á coger floreci- y los naranjos; el són de la flauta y de
llas entre los trigos. las guitarras animaba á las alegres bai-
larínas... I d , id, j ó v e n e s , á coger floreci-
llas en los trigos.
No hay ninguna ciudad cristiana, n i
monasterio con campanarios en los do
minios del Santo Padre n i en los del Como el pájaro duerme satisfecho en
rey, en los que, hacia el dia de San A m su nido, cuando ya le está amenazando
brosio, acudan tanto n ú m e r o de peregri el azor, así dormía en su amoroso nido
nos, arrastrando el bordón, las conchas y Alicia, enamorada y Cándida. E l lindo
la calabaza... I d , id^ jóvenes, á coger flo jóven extranjero era Don Juan, rey de
recillas entre los trigos. Castilla... I d , i d , jóvenes, á coger floreci-
llas entre los trigos.

E n n i n g ú n pais las doncellas, cuan


do bailan en corro, tienen las frentes Es m u y peligroso enamorarse de un
tan rosadas n i el corazón t a n ardiente príncipe. L l e g ó un dia en que á la pobre
en ninguna parte miradas m á s vivas y Alicia la sacaron de l a ciudad montada
m á s veladas relucen tras las mantillas... en u n negro palafrén de órden del rey, y
I d , id, jóvenes, á coger florecillas entre de este modo la expulsaron de la provin-
los trigos. cia; y t a m b i é n de órden del rey t e r m i n ó
sus días encerrada tras las rejas de u n
convento... I d , i d , jóvenes, á coger flore-
L a perla de A n d a l u c í a se llamaba cillas entre los trigos.
A l i c i a , y era de Peñafiel; y cuando l a 17 A b r i l 1828.
miel elaboraba, las abejas pudieran to
marla por una flor. Como modelo de
beldad la citaban todas las familias..
I d , i d , jóvenes, á coger florecillas entre
los trigos.

U n extranjero fué á la ciudad; era


j ó v e n y hablaba de A l i c i a con despre
ció. ¿ E r a moro granadino, era de M u r
cía ó de Sevilla? ¿Venia de las playa
desoladas en las que T ú n e z tiene sus es
136 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Todas muertas ya! ¡Seres tan llenos de


vida, hoy tendidos en la tumba! ¡ T a n t a s
XXXII. l á m p a r a s apagadas! ¡ T a n t a s flores cogi-
das! A h ! . . . ¡dejadme pisar las hojas se-
Fantasmas. cas y perderme en la maleza de los bos-
ques!
Luenga es su noche, y cerrados
Están sus pesados ojos.
Idos, idos en paz, vientos alados!
Hermosos fantasmas! Cuando en el
bosque sombrío, pensativo, me pierdo,
venís uno tras otro á oirme y á hablar-
I. me. L a semi-oscuridad me enseña y me
oculta su n ú m e r o , y al través de las ra-
He visto morir á muchas jóvenes; la mas y de la hojarasca veo chispear sus
muerte necesita víctimas: es preciso que ojos.
la yerba caiga á los golpes de las hoces;
es preciso que en el baile las locas cua-
drillas huellen las rosas con los pies. M i alma es hermana de esas hermo-
sas sombras. L a vida y la muerte no tie-
nen leyes ya para nosotros; tan pronto las
Es preciso que el agua se agote cor- ayudo á andar como me apodero de sus
riendo por los valles; es preciso que el alas, y experimento l a inefable visión de
r e l á m p a g o brille y que se extinga en se- estar muerto como ellas, ó de que ellas
guida; es preciso que el mes de A b r i l están vivas como yo.
queme con sus hielos el manzano, que
está orgulloso de sus flores, que son l a
nieve olorosa de la primavera. Prestan su forma á todos mis pensa-
mientos. Las veo y me dicen:—^Ven!...
Después bailan entrelazadas alrededor
Esta es la vida. Tras el dia llega l a no- de una tumba, luego se van lentamente
che oscura. Después de su sueño, el des- y por grados se eclipsan... Entonces pien-
pertar infernal ó divino. Alrededor del so y recuerdo...
banquete de la existencia se sienta la
á v i d a multitud; pero muchos convida- III.
dos dejan su sitio vacío y se levantan
antes de terminar el iestin. Me acuerdo de una sobre todas.^—De
u n á n g e l , de una jó ven española, de
II. manos blancas, de pecho lleno de sus-
piros inocentes, de ojos negros, que lan-
He visto morir á muchas j ó venes !^—• zaban miradas de criolla, y que poseía el
U n a era rosada y blanca; otra parecía desconocido encanto, la fresca aureola
oir músicas celestiales, y otra, débil, que corona una frente de quince a ñ o s .
apoyando la mano sobre su frente caida,
como al volar el pájaro dobla la rama,
el alma la dobló el cuerpo. No m u r i ó de amor; para ella el amor
no la ofrecía aun n i placeres n i comba-
tes; nada conseguía aun hacer latir su
Una pálida, alucinada, v í c t i m a de corazón rebelde; todos los que la veían
continuo delirio, pronunciaba en voz exclamaban: Q u é hermosa es!... Pero na-
baja u n nombre desconocido; otra se des- die se lo habia dicho aun en voz baja.
vaneció como un canto en una lira, y
otra, al espirar, manifestó en los labios
la sonrisa dulce de un á n g e l que regresa L e gustaba con frenesí el baile; es-
al cielo. ta pasión la m a t ó . ¡Le gustaba el baile
vertiginoso!... Sus cenizas se extreme-
¡Frágiles flores, muertas en el momen cen todavía suavemente removidas cuan-
to de nacer! ¡Alciones tragados con sus do, durante la noche serena, una nube
nidos flotantes! ¡ P a l o m a s , que Dios hizo blanca se mueve alrededor de la luna.
pasar por el mundo, y coronadas de gra
cia, de niñez y de amor, contaban sus
años por primaveras! L e gustaba demasiado el baile.'—Cuan-
do se acercaba una fiesta, s o ñ a b a en ella
LAS ORIENTALES. 437

tres dias y tres noches antes; y mujeres,


músicos y aficionados á bailar se la apa- IV.
recian, turbando su i m a g i n a c i ó n en me-
dio de sus sueños. Así pereció. A los quince años, hermo-
sa, feliz y querida, m u r i ó al salir de un
baile, que á todos nos dejó llorando. M u -
S o ñ a b a t a m b i é n en adornos, en colla- rió, y en los brazos de su llorosa ma-
res y en alhajas, con cinturones de moa- dre, la muerte la cogió con sus manos
r é de ondulantes reflejos, con tisús m á s frias, y vestida de baile l a puso en el
ligeros que las alas de las abejas, con ataúd.
festones, con cintas, con canastillos de
flores.
Pencando aun en disfrutar de otras
fiestas, la muerte se apresuró á apode-
Cuando empezaba la fiesta, se presen- rarse de su hermoso cuerpo, y las rosas
taba en ella con sus risueñas hermanas de un dia que coronaban su cabeza, que
haciendo j u g a r el abanico; después se se abrieron la víspera del baile, se mar-
sentaba esperando que la sacasen á bai- chitaron en la tumba.
lar, y su corazón, que oia alegres músi-
cas, las c o n t u n d í a con las m i l voces de la
orquesta. V.

Su infeliz madre, que ignoraba el acia-


Era una n i ñ a que solo pensaba en bai- go destino de la jóven, habia concentra-
lar, en reir y en loquear; yo la admiraba do todo su cariño en ese frágil ser, veló
y la compadecía, porque no es en el cuidadosamente su delicada infancia y
baile donde el corazón se satisface; las pasó muchas noches llorando y adur-
cenizas vuelan en él alrededor de las tú- m i é n d o l a en l a cuna.
nicas de seda, y el fastidio alrededor de
los placeres.
Para q u é ? — A h o r a duerme la j ó v e n
bajo el plomo del féretro, lívida, y es
Pero ella volaba en el frenesí del pasto de los gusanos; y si en la fosa
wals, pudiendo apenas respirar, y la em- donde la dejamos alguna fiesta de los
briagaban los sonidos de la flauta, las muertos l a despierta alguna noche de
flores, las a r a ñ a s de oro, la fiesta fan- invierno, u n espectro se ocupa de vestir-
tástica, el ruido de las voces y el de los la, en vez de su madre, diciéndola:—¡Ya
pasos. es hora! y helando con u n beso sus amo-
ratados labios, pasa sus nudosos dedos
de esqueleto por la flotante y larga cabe-
Para ella era una felicidad saltar fre- llera de la muerta.
n é t i c a m e n t e por entre la m u l t i t u d , sen-
tir que el baile multiplicaba sus sentidos,
y dudar si rodaba en una nube, si dejaba Después la arrastra á la danza fatal,
tras sí la tierra, ó si hollaba olas que da- al corro aéreo que d á vueltas en la oscu-
ban vueltas bajo sus piés. ridad, y en el horizonte gris la luna
palidece y el arco iris de las noches t i ñ e
con reflejos de ópalo l a nube de franjas
Pero ¡ay! era preciso, cuando rayaba de plata.
el alba, dejar la fiesta, tomando antes el
abrigo, y entonces la infatigable baila- VI.
dora sentía, en su temblante y desnuda
espalda, el frió del fresco de l a ma- Vosotras todas las que sois apasiona-
ñana. das al baile, hermosas doncellas, que os
sirva de ejemplo la linda española. A l e -
gre y entusiasmada, con mano r á p i d a
¡Qué triste es el dia siguiente de un fué cogiendo todas las rosas de la vida,
baile! Adiós, adornos, danzas y risas i n - belleza, placer, j u v e n t u d y amor.
fantiles! A l a música incitante sucedió
la tos terca, a l placer fresco y rosado la
fiebre tenaz, á los ojos brillantes los ojos L a pobre niña, arrebatada de fiesta en
apagados. fiesta, de ese ramillete hermoso coordi-
TOMO V .
18
138 OBRAS D E VICTOR HUGO.

naba los colores. ¡ R á p i d a m e n t e pa^ó por aumenta su velocidad y se hunde con


la vida esa infortunada! Como Ofelia, mayor rapidez en el desierto vasto y ári-
arrastrada por la corriente del rio, m u r i ó do, que ante ellos se extiende sin límites.
cogiendo ñores.
A b r i l 1828.
Para ellos todo vacila y adquiere des-
conocidos colores; ven correr los bosques,
X X X I I I . las nubes, el torreón destruido, los mon-
tes, y que los ganados de yeguas les
Mazeppa. siguen ardientes y relinchando y levan-
tando torbellinos de polvo.
Away!—Away!
BYRON (MazeppaJ.
Y el cielo, en el que b r i l l a la tarde,
con sus océanos de nubes y con su sol
I. ardiente, sobre la frente desvanecida de
Mazeppa d á vueltas como una rueda de
Guando Mazeppa, rugiendo y lloran- m á r m o l con venas de oro.
do, vió sus brazos, sus pies y sus flancos,
que un sable heria ligeramente, atados B r i l l a n sus miradas extraviadas, le
á un fogoso caballo, alimentado con yer arrastra la cabellera, lleva pendiente la
bas m a r í t i m a s , que humeaba y que ha cabeza, su sangre enrojece l a arena y
cia saltar fuego de las narices y de las los matorrales; las cuerdas aprietan sus
pezuñas; miembros hinchados, y como una larga
serpiente, estrechan y multiplican sus
mordeduras y sus nudos.
Cuando entre los nudos que le opri-
m í a n , moviéndose como un reptil, su
rabia inútil regocijó á sus verdugos, 3 E l caballo, que no siente n i el bocado
volvió á recaer sobre las ancas, con el su n i la silla, huye sin cesar, y la sangre de
dor en la frente, la espuma en los labios Mazeppa salta y corre, la carne le cae á
y los oíos inyectados en sangre, pedazos, y á las ardientes yeguas que le
seguían levantando las hirsutas crines
suceden las bandadas de cuervos.
¡Se oyó u n grito unánime, y de repente
volaron por la llanura el hombre y e
caballo, corriendo por la arena movedi Los cuervos de ojos redondos, el águi-
za, solos, levantando un torbellino de la que azora los campamentos de bata-
polvo, semejante á la negra nube en la lla, y la oxifraga, m ó n s t r u o que no se vé
que serpentea el rayo y volando con e de d í a , los oblicuos buhos, y el buitre
í m p e t u del aquilón! salvaje, que escarbando en el flanco de
los muertos, hunde en ellos su cuello
rojo, como si fuera u n brazo desnudo.
Vuelan; pasan por los valles como uua
tempestad, como esos huracanes que en
lo alto de los montes se acumulan como Todos dirigen hacia él su vuelo fúne-
u n globo de fuego; que después solo se bre; todos por seguirle abandonan la
ven como un lejano punto negro, y des- encina solitaria y los nidos de sus guari-
pués se borran en la atmósfera, como un das, y él, sangriento y moribundo, se
copo de espuma en el fondo del Océano pregunta:—"¿De q u é alturas baja esa i n -
mensa nube negra?,,
Vuelan. E l espacio es infinito. E n el
desierto inmenso, en el horizonte sin fin,
se sumergen los dos; su carrera es veloz Poco á poco l a noche se hace m á s os-
como el vuelo, y las grandes encinas, las cura; en el espacio no brillan las estrellas;
ciudades, las torres y los montes, todo se la bandada de aves de r a p i ñ a persigue
bambolea á su alrededor. encarnizada al ligado fugitivo, que se
aparece ante él como sombrío torbelli-
no; á veces la pierde de vista y á veces
Y si el infortunado se debate, el caba- la oye volar en la oscuridad.
llo, que corre como el viento, salta y
LAS ORIENTALES. 139
Por fin, después de tres dias de verti- llera, confundida con la de los cometas,
ginosa carrera, después de pasar por rios llamea j u n t o al cielo.
de agua helada, por estepas, por bosques
y por desiertos, el caballo cae en tierra
entre las aclamaciones de las aves de Las seis lunas de Herschel, el anillo
rapiña, y con las p e z u ñ a s de hierro, so- del viejo Saturno, el polo extendiendo la
bre las piedras que t r i t u r a , hace saltar aurora nocturna sobre su frente boreal,
cuatro r e l á m p a g o s . aparecen á su vista, y para él t u vuelo,
que nunca se fatiga, de ese mundo sin
imites, á cada instante cambia de sitio
E l infortunado yace en el suelo, des- el horizonte ideal.
nudo, manchado de roja sangre, en la
estación en que se abren las ñores. L a
¿Quién puede saber, escepto los á n g e -
nube de aves de r a p i ñ a , dando vueltas á
es y los demonios, lo que sufre al seguir-
su alrededor, con sus ardientes picos
te, n i conocer los e x t r a ñ o s r e l á m p a g o s
desea roerle los ojos, quemados por el
que relucirán á su vista, n i las ardientes
llanto.
centellas que le a b r a s a r á n , n i las alas
rias que durante la noche b a t i r á n el vue-
Y esto no obstante, á ese sentenciado o sobre su frente?
que aulla y que se retuerce, á ese cadá-
ver vivo, las tribus de la UkraiDa le ele- Grita de espanto, y t ú prosigues t u i m -
v a r á n á príncipe m á s tarde; l l e g a r á u n placable carrera; pálido y agotado por
dia en que, sembrando los campamentos ese vuelo que le mata, se resigna á mo-
de muertos insepultos, i n d e m n i z a r á con rir; cada paso que das cree que vá á abrir-
abundantes pastos á l a oxifraga y al e la tumba. Corre, vuela, cae, pero por
buitre. fin se levanta siendo rey.
Mayo 1828.
Su salvaje grandeza n a c e r á de su su-
plicio, y l l e g a r á un dia en el que de los
antiguos cosacos se ceñirá la deslum- X X X I V .
brante pelliza; y cuando pase, esos pue
E l Danubio encolerizado.
blos, á la puerta de sus tiendas de cam
p a ñ a , se arrodillarán y le festejarán Admonet, et magna testatur voce per umbras.
tocándole bélicas sonatas. VIRGILIO.

11.
Belgrado y Semlin se han declarado
De este modo, cuando un mortal que la guerra. Tranquilo hace poco estaba
Dios protege, atado se vé vivo en las an en su lecho el viejo Danubio, su padre, y
cas del ardiente corcel del génio, como se despierta al oir el estampido del ca-
Mazeppa, lucha en vano; que el caballo ñón. Dudando si sueña, se extremece;
salta y le lleva en su r á p i d a carrera fue- pero oye el estruendo de la batalla, y
ra del mundo real, cuyos límites tras golpeando con las manos, llama á esas
pasa. ciudades por sus nombres.

"Venid aquí, la turca y la cristiana,


Atraviesas, g é n i o , con él bosques Semlin y Belgrado, y decidme q u é te-
cumbres, mares y sombrías regiones, m á s neis. No puede transcurrir un siglo sin
allá de las nubes; y muchedumbre de que se despierte vuestra celosa cólera.
impuros espíritus, que despierta t u car
rera, alrededor del frenético viajero es
trechan sus legiones. „Invierno, verano, primavera y oto-
ño truenan vuestros cañones; y me des-
piertan cuando, dormido al són de la
corriente, estaba soñando entre mis ca-
Atraviesas de u n vuelo, sobre tus ve ñares; como lobas marinas arrojan el
loces alas, los campos del imposible, y de agua de las olas por sus narices, vues-
los mundos del alma bebes en el manan- tras largas culebrinas lanzan fuego so-
t i a l eterno; y así, en la noche tempestuo bre mis aguas.
sa como en la noche estrellada, su cabe
140 OBRAS D E VICTOR HUGO.

,?Las brujas ociosas os contemplan, la sarracena: ¿qué diria el Etna, si Mesi-


para burlarse de vosotras un dia faz á na moviese ese estruendo á los pies del
faz, de vosotras que estáis sentadas en volcán?...
mis dos playas, como dos convidados
que comen en el mismo plato, como
construyen en el remate de la misma „Semlin es la m á s pendenciera; siem-
torre sus nidos el á g u i l a y el buitre. bre es la que provoca: ¿creéis que la cor-
riente de m i oleaje, que sigue una pen-
diente de rocas, no tiene que hacer entre
„¿Es que no podéis vivir juntas, hijas sus dos playas m á s que conducir a l Eu-
mias? ¿Debo lamentar el destiuo que solo xinio vuestros muertos?
os condena á vivir juntas para que os
odiéis de m á s cerca, cuando podríais,
siendo hermanas pacíficas, reflejar en „ Vuestros morteros dejan escapar tan-
mis aguas transparentes, Semlin, tus X) humo, que sumen en l a oscuridad m i
campanarios góticos, Belgrado, tus m i - gruta predilecta, que está sembrada
naretes blancos? siempre de las astillas que lanzan los
obuses; ya no conozco en ella c u á n d o es
de dia, y por la noche, el vapor que lan-
„Mi corriente, que en el Océano se pier- zan l a oscurece de t a l modo, que en vano
de, i n ú t i l m e n t e os separa, porque os unís trato, desde m i lecho, ver las estrellas al
desde lo alto de los castillos, y las dispa- través del agua.
radas bombas, encendiendo entre una y
otra sus relámpagos, os trazan un punto
de íuego en el aire. „ H e r m a n a s que os aborrecéis, ¿creéis
adquirir gran renombre acribillándoos
á balazos? Solo conseguiréis convertir
„Dad tregua á la cólera; cesad de com- vuestros palacios en ruinas. Apagad una
batiros; me fastidian las guerras civiles. otra la guerra en vuestros recintos,
Vosotras y yo somos viejos; vivamos con porque si no, yo a p a g a r é el íuego de
tranquilidad, durmamos á la sombra de vuestros cañones.
los abedules. Terminad esa guerra: sin
que me a t u r d á i s con vuestros disparos,
bastante me asorda el ruido de las olas. „¡Pensad que soy el poderoso Danubio;
desgraciadas de vosotras si seguís pro-
vocando m i cólera! No me lanzo contra
;;Una cruz y una media luna truecan vosotras porque os tengo compasión. Si
en infierno este feliz paraiso. Bombar- quisiera, desparramando mis olas por los
dearse por el K o r á n y por el Evangelio campos, formaría con ellas una cadena
es disparar pólvora en salvas; esto lo sé, de m o n t a ñ a s , que os a r r a s t r a r í a n á vos-
porque en otro tiempo yo fui u n dios. otras y á vuestras compañeras.,,

;; Vuestros dioses me han expulsado de Puede hablar de esta manera el que


su esfera y luego me degradaron; hoy no teme á los cañones, el rio que se llama
prefiero la oscuridad, con t a l que ellos Danubio, el rio donde pueden navegar
conserven sus palacios y no desciendan á los mayores navios, el rio que atraviesa
mis playas á despojarme de m i hojarasca cien puentes de piedra, que pasa por
verde n i á aplastar mis conchas con sus muchas playas que las devora al huir;
bombas y con sus balas. que tiene olas como el mar, que por el
globo se desenrolla como una serpiente,
y que corre desde el Occidente hasta el
},Esas invenciones son el resultado de Oriente.
sus cultos abominables: cuando yo era Junio 1828.
dios no se conocían; y si la piedra de las
catapultas combatía los muros de las ciu
dades, las c o m b a t í a sin producir humo
n i tanto extrópito.

„ I m i t a d á U l m , vuestra hermana ge
mela, y como ella v i v i d tranquilas. I m i
tad á Buda, vuestra vecina, y á Dristra
LAS ORIENTALES. Uí
Y las legiones infinitas de las estrellas
de plata, en voz alta y en voz baja, con-
X X X V . testaban armoniosamente, y las olas azu-
"es, inclinando la espuma que las corona,
Desvario. contestaban también:—Es el Señor, es
Dios.
Lo giorno se n' andava; e 1' aer bruno 25 Noviembre 1828.
Toglieva gli animai che cono 'n térra
Dalle fatiche loro.
DANTE.
X X X V I I .

Dejadme contemplar el espacio: es la E l poeta a l califa.


hora en que el horizonte humeante ocul-
ta la frente tras un círculo de bruma; es Tous les habitants de la terre sont
devant lui comme un neant; ilfait
la hora en que el astro del dia, enroje- tout ce qui lui plaít; et nul ne pent ré-
ciéndose, desaparece; solo dora ya la par- sister á sa main puissante, ni lui diré:
Pourquoi m' avez-vous fait ainsi?
te alta del bosque, que amarillea. Pare- DANIEL.
ce que en los últimos dias del otoño, el
sol y l a l l u v i a hayan enmohecido la
selva. ¡Oh s u l t á n Nouveddin, protegido de
Mahoma! t u vasto imperio se extiende
Mientras que estático contemplo el desde el mar Rojo hasta el rio Amarillo;
espacio desde m i ventana, quisiera ver los reyes de las naciones inclinan sus
surgir repentinamente en él alguna ciu- frentes para que pases por el camino que
dad morisca, brillante y desconocida, conduce hasta t u trono.
que, como gabilla de mieses abriéndose á
la luz del sol, desgarrara la niebla del T u serrallo es inmenso, y tus jardines
crepúsculo con sus flechas de oro. maravillosos; tus mujeres son de ojos de
fuego y solo por t í se levantan el velo.
Cuando, ante los pueblos asustados, apa-
Quisiera ¡oh génios! que esa s o ñ a d a rece t u astro imperial, tus trescientos
ciudad viniese á inspirar, á reanimar mis hijos brillan á t u alrededor, como al-
cantos sombríos, como el cielo en el oto rededor de la luna la falanje de estre-
ño, y á lanzar ante m i vista su m á g i c o llas.
reflejo, y que durante mucho tiempo se
extinguiesen sus rumores apagados, y
que con las m i l torres de sus palacios de Te ciñes turbante verde con rica gar-
hadas entre las brumas hiciese muescas zota. Puedes ver asomado á una venta-
en el horizonte. na cómo loquean dentro del baño las
5 Setiembre 1828. hermosas jóvenes de Madrás, que son
tiernas como un perfume, y las hijas de
Alep, que rodean su morena garganta
con coliares de perlas blancas.
X X X V I .

Extasis.
Tras todo lo que miras se esconde una
hada. Cuando hablas ¡oh califa! parece
Y oí una gran voz.
que t u voz descienda de otro mundo al
APOCALIPSIS.
nuestro; Alá, de felicidades llena la copa
de oro, que tus dichosos dias se van pa-
Estaba solo, sentado en una roca a l sando unos á otros.
pié de las olas y en una noche estrella-
da. No habia una nube en el cielo n i
una vel^t en el mar; m i vista y m i pensa- Pero con frecuencia en t u feliz cora-
miento querían ver m á s allá del mundo zón se desliza u n pensamiento triste,
real, y los bosques y las m o n t a ñ a s y la que de repente hiela t u grandeza; así al-
naturaleza entera parecia que pregun- gunas veces, en pleno dia, brillando u n
taban, con su murmullo confuso, á las sol de fuego, la luna se entrevé pálida
olas del mar y á las luces del cielo. en el fondo de un cielo azul.
Octubre 1828.
142 OBRAS DE VICTOR HÜGO.

siempre su imagen fria ó ardiente con-


mueve m i pensamiento é inspira á m i
XXXVIII. espíritu el soplo creador; me hace tem-
blar, y en abundante vena fluyen mis
B o i i n a b e r d i . (!) versos cuando los toca su nombre gigan-
tesco y glorioso.
Grande como el mundo.

Y a le veo guiando la marcha r á p i d a


Muchas veces Bounaberdi, el gigante de los obuses, ya le veo asesinando al
s u l t á n de los francos de Europa, i m p u l - pueblo y vengando los regicidas; ya sol-
sado por el simoun, sube hasta la cum- dado, arrancando sus poderes á los t r i -
bre de un monte gigantesco, desde el bunos; ya cónsul, jóven y digno, pálido
que, tendiendo la mirada errante por las por las vigilias que ocasionaban en él
arenas y por las olas, abraza con una sus atrevidos sueños imperiales.
sola mirada las dos partes del mundo
que yacen á sus pies en el abierto abismo.
Y a le veo poderoso emperador, incli-
nando la cabeza y dirigiendo una batalla
Solo y de pió sobre la a l t í s i m a cima, desde lo alto de una colina, prometiendo
mira extenderse á sus plantas acostado el la estrella á sus valientes soldados, ha-
desierto, que importuna nube de polvo ciendo la señal para que truenen los ca-
lo e m p a ñ a ante su vista; y á su izquier- ñones, entusiasmando con la guerra á
da el mar, del que en otro tiempo fué seiscientos m i l hombres, grave y sereno y
huésped, que hasta él levanta el vago con l a luz del génio en la mirada...
m u r m u l l o de su oleaje, como á los piés
de su amo ladra de a l e g r í a el perro fiel.
Y a le veo infeliz prisionero, burlado y
atormentado, cruzando los ociosos bra-
Y el victorioso emperador, del que su- zos sobre el tembloroso pecho, víctima
cesivamente despiertan los ojos aque- de los carceleros como un criminal, ven-
l l a nube y los oidos aquel murmullo, cido, doblando la nublada frente y pa-
sueña; y como la amada que piensa en seando por las rocas, que azotan las tem-
el amante, se imagina que un ejército pestades, su pensamiento, que es una
invisible é innumerable levanta en la os- tempestad eterna.
curidad aquel m u r m u l l o y aquel polvo,
y que á lo lejos pasa con lentitud y éter
ñámente. Allí sobre todo es grande; cuando per-
SÚPLICA. dido su poder, sirviendo de mofa á sus
carceleros ingleses, la consagración de
Bounaberdi, cuando asciendas á soñar la desgracia remoja sus derechos y con-
á l a cumbre de esa m o n t a ñ a , dirige la sigue que el ruido de sus pasos tenga dos
mirada á los campos que se extienden á mundos sobresaltados, mientras muere
tus piés y verás m i tienda que blanquea en el destierro, atormentado en Santa
sobre la arena; soy pobre y libre, soy un Elena, careciendo de aire para respirar
á r a b e del Cairo, y cuando invoco el nom en l a j a u l a en que le exponen los reyes.
bre de Alá, vuela m i caballo de guerra,
y las pupilas de mis ojos inflamados cen-
tellean. Es grande en esa hora, en la hora su-
Noviembre 1828. prema de rendir cuentas á Dios, en la
que en sus ojos, que se apagan, rueda
una l á g r i m a suprema; en la que al mo-
X X X I X . rir, evocando á su gran ejército, se queja
á sus guerreros de espirar en aquella
El. soledad, y en la que, vistiéndose como
sudario su capote militar, desde su lecho
de c a m p a ñ a pasa al a t a ú d !
I.
II.
Le veo siempre y en todas partes;
(1) El apellido B o n a p a r t e en las tradiciones árabes se ha E s t á en todas partes: en Roma, donde
convertido en Bounaberdi, hereda el cónclave del Senado; en Elba,
LAS ORIENTALES. 143
cuyos montes blanquea la nieve ó enro- esos dos mundos sublimes, n i ver nada
jece la lava; en el amenazador K r e m l i n , en ellos sin encontrarme con él. ¡ N a p o -
en la risueña Alhambra; está en todas león, cuando te me apareces, para tribu-
partes; le encuentro hasta en el Nilo; en tarte culto ó para vituperarte, los can-
el Egipto resplandecen los rayos de su tos salen ardientes é inspirados de m i
aurora; su astro imperial se levanta en mente!
el Oriente.
T ú dominas nuestra edad, y á n g e l ó
Vencedor, entusiasta y brillante, asom-
demonio, t u á g u i l a nos arrastra con su
bró el mundo con sus prodigios; los an-
vuelo fascinador; hasta las miradas que
cianos scheiks (1) veneraban al emir jó-
te huyen te encuentran por todas partes;
ven y prudente; el pueblo t e m í a sus
en todos nuestros cuadros proyectas t u
invencibles armas, y apareció á las t r i -
inmensa sombra; siempre sombrío y des-
bus deslumbradas como el Mahoma del
lumbrador, estás de pió en el dintel de la
Occidente.
puerta del siglo.

Los cuentos orientales de hadas referi-


r á n su historia; las tiendas de los árabes Todos te están siempre contemplando.
están llenas de gloriosos recuerdos; los E l viajero que se pasea desde Ñápeles á
beduinos libres eran valientes compa- Pórtici, explorando el Vesubio, cuando
ñeros suyos; los niños, mirando siem- perturba con sus importunos pasos á la
pre hácia nuestras playas, al compás de dichosa Ischia, cuyas flores embalsaman
un tambor francés sujetan sus pasos, y las olas, cuyo murmullo, como el canto
los corceles guerreros relinchan cuando de enamorada sultana, parece una voz
oyen pronunciar ese nombre célebre. que suena entre los perfumes;

A veces llega allí en alas del h u r a c á n Te vé ese viajero cuando divisa desde
n ú m i d a , y sirviéndole de pedestal la lo alto del camino de Poestum la augusta
gran pirámide, contempla los desiertos, i columnata; cuando oye en Pouzzol las
océanos de arena, y desde allí su som- serenatas en las que cantan la tarantela
bra, evocando los sepulcros como para ¡ al pió de los muros toscanos; cuando des-
e m p e ñ a r una batalla, resucita en ellos pierta al pasar á Pompeya, la ciudad
cuarenta siglos gigantes. momificada, cuerpo yacente de una ciu-
dad dormida, que incendió un dia el
volcán;
De pió! exclama: repentinamente se
levanta de la tumba cada siglo; unos
con el cetro en la mano, otros con la es- Cuando vaga por P a u s í l i p o con el l i -
pada en el cinto, evocados por su voz, y gero esquife en el que el tostado mari-
pasa revista á sátrapas, á faraones, á nero canta versos del Tasso y de V i r g i -
magos, al pueblo, y todos, adorándole lio; siempre vé el viajero en los árboles
con la frente inclinada, parece que for- verdes, en los lechos de césped, en los
men la cohorte del pasado de ese rey de mares y en las praderas, en los promon-
las edades. torios y en las playas de las islas, ese
gigante negro que humea en el hori-
zonte.
A l paso de ese hombre inolvidable Diciembre 1828.
todo se convierte en monumento, pasa
por l a arena; ¿pero q u é importa que el
oleaje cubra á Assur n i que sin cesar le X L .
bata el aquilón?... Su pié colosal deja
eterna huella en la movediza arena del Noviembre.
desierto.
Je luí dis: La rose du jardín, com-
m. me tu sais, dure pen; et la saíson des
roses est bien vite ecoulée,
SADI.
Historia! poesía! él toca vuestras dos
cumbres; atónito, no puedo ascender á
(l) Seheikst así se llamaban los superiores de los conventos Cuando el otoño, acortando los largos
de Turquía.—(N, del T.) dias, extingue el calor de las tardes y
OBRAS D E VICTOR HUGO.

hiela las auroras; cuando Noviembre gonzaia v casi desnuda.—Me dices cari-
e m p a ñ a con sus brumas el cielo azul y ñosa:—'"¿No tienes reservado en el fondo
caen las hojas de los árboles que el vien- del corazón, jóven poeta, algo que can-
to desprende de los bosques, ¡oh musa! te tar? Me cau^-a tedio ver cómo resbala la
recoges entonces en el fondo de m i alma, lluvia por tus cristales, á mí, que veia
como niño que, transido de frió, se acerca dorar los mios los rayos de un sol de
al fuego. oro.,.

A n t e el sombrío invierno de P a r í s se Después colocas mis manos entre tus


eclipsa y te abandona t u sol de Oriente; manos diáfanas, nos sentamos los dos
aborta ese recuerdo del Asia, y no ves ya donde no llegan las miradas de los ojos
ante t í m á s que la oscura calle con su profanos, y te ofrezco el m á s grato de
ruido monótono, nieblas en las ventanas mis recuerdos. M i infancia, con sus jue-
y nubes de humo, que rozan al elevarse gos y los juramentos de la n i ñ a virgen,
en los ennegrecidos techos. que hoy es madre feliz en brazos de otro
esposo.
Entonces huyen como sombras sulta-
nes y sultanas, pirámides, palmeras, ga Te refiero t a m b i é n el són que t e n í a n
leras capitanas, el tigre voraz, el frugal para m í las campanas argentinas de las
camello, los djinns volando, las danza- Fuldenses; cuando siendo niño y casi
doras bayaderas y los árabes que al cue salvaje me complacía la libertad, y que
lio de sus dromedarios se abrazan, y la á los diez años algunas veces me queda-
salvaje girafa que corre con galope des ba solo a l anochecer y soñando, buscan-
igual. do con tenacidad los dos ojos de la luna,
que en el cielo se a b r í a como la flor de
Entonces desaparecen los elefantes plata de la noche.
blancos, que montan mujeres morenas;
las ciudades de cúpulas de oro, cuyos
meses se cuentan por lunas; los imanes Después te refiero cómo impulsaba
de Mahoma; los magos, sacerdotes de con el pió la veloz hamaca que de un
Baal, todo huye, todo desaparece. Y a no antiguo castaño hacia crugir el ramaje,
quedan minaretes moriscos, n i tentado y que m i madre contemplaba con ter-
res serrallos, y ya l a ardiente Q-omorra ror; te refiero t a m b i é n cómo se llamaban
no extiende su reflejo rojo en la frente mis amigos de E s p a ñ a ; te hablo de M a -
negra de Babel. drid y del colegio donde estudió, y de
los combates que los niños promovíamos
defendiendo al gran emperador.
P a r í s se sumerge en el invierno.—En
vano cantas ¡oh musa! que de t í se apar-
tan las odaliscas, los emires y los pa- Te hablo después de m i buen padre,
c h á s . E n el vasto P a r í s no habria sufi- ó de alguna jóven, que m u r i ó de quince
ciente espacio para el árabe; el Nilo se abriles, en la primavera de su vida; pero
desbordaría; los rosales de Bengala se lo que á tí m á s te complace es oir el re-
h e l a r í a n en los campos en que enmude- lato de los primeros amores, mariposas
cen las cigarras, y el sol nebuloso daría que vuelan alegremente, y cuyas b r i -
frío á las Peris. llantes alas se deslustran cuando las
manos las tocan, fantasma aéreo que
solo se presenta una vez en nuestra
Echando de menos el Oriente, enton- vida.
ces, musa mia, acudes á m í , sola, aver- 13 Noviembre 1828.

^IN DE JaA^ t p R I E N T A t E p .
H O J A S D E OTOÑO.

TOMO V.
19
PREFACIO

L actual momento político encontramos en el mes de Noviembre


es grave, nadie lo duda, y de 1831.
el autor es el primero en Acaso en semejantes momentos, ante
creerlo así. E n el interior el conflicto de las ideas, de las creencias
están puestas en el potro y de los errores, que están embebecidos
todas las soluciones so- en dilucidar y en redactar después de
ciales, todas las piezas principales del discusión pública la fórmula de l a h u -
cuerpo político están metidas en la fra- manidad en el siglo diez y nueve, se
gua de una revolución; la antigua pala- crea que es una locura publicar un volú-
bra patria, que en otros tiempos fué tan men de versos sin interés. Pero, ¿por q u é
brillante casi como la palabra monarquía, ha de ser locura?
se transforma y cambia de sentido; re- E l autor ha creído siempre que el arte
suena perpetuamente la tribuna en la tiene su ley, que nunca deja de seguir,
prensa y la prensa en la tribuna; el mo- como todo lo del m u n d o . ¿Porque la
t í n se hace el muerto. E n el exterior, tierra tiemble no debemos caminar? F i -
a q u í y allá, ante la faz de Europa, asesi- jaos en el siglo diez y seis; ese siglo mar-
nan á pueblos enteros, los deportan en ca una gran época para l a sociedad hu-
masa ó los cargan de cadenas; la Irlan- mana, pero t a m b i é n una gran época para
da está convertida en un cementerio, la el arte: fué el paso de la unidad religio-
I t a l i a en un presidio; la Siberia se pue- sa y política á la libertad de conciencia
bla con los desterrados de la Polonia; en y á la libertad social; el paso de la orto-
todas partes, hasta en los Estados m á s doxia al cisma, de la disciplina al exá-
tranquilos, se disloca algo carcomido, y men, de la gran síntesis sacerdotal, que
llega á todos los oídos el rumor sordo constituyó la Edad Media, al análisis
que producen las revoluciones, hundidas filosófico, que la disolverá, es todo eso; y
aun en sus trabajos de zapa, edificando es t a m b i é n el cambio magnífico y des-
debajo de todos los reinos de Europa sus lumbrador de innumerables perspectivas
galerías subterráneas, que sirven de ra- desde el arte gótico hasta el arte clásico.
mificación á la revolución central, cuyo Es en todas partes en el suelo de l a an-
cráter es P a r í s . Tanto en el interior como tigua Europa el advenimiento de nuevos
en el exterior, se ven en estos momentos acontecimientos y al mismo tiempo la
luchar las creencias y trabajar las con- aparición de obras maestras del arte.
ciencias; se ven nuevas religiones balbu- Mientras se convoca la dieta de Worms,
ceando fórmulas, malas por una parte y se está pintando la capilla Sixtina. E n
buenas por otra, que solo son las anti- aquella época vive Lutero, pero t a m b i é n
guas religiones que mudan la piel; se vé vive Miguel A n g e l .
que Roma, la ciudad de la fé, se v á á Porque en la actualidad algunas anti-
levantar quizás hasta la altura de P a r í s , guallas vayan desapareciendo entre nos-
que es la ciudad de la inteligencia; se otros una tras otra, no es motivo para que
ven depurarse en todas partes las teorías, no surjan otras novedades de sus escom-
las utopias y los sistemas, y sondear la bros; para que el arte, que es eterno, no
cuestión del porvenir como se sondeó la continúe floreciendo entre las ruinas de
cuestión del pasado. A estas alturas nos una sociedad que ya no existe y entre los
118 OBRA.S D E VICTOR HUGO,

bosquejos de una sociedad que no existe buques, los pájaros solo vuelan bien con-
aun. Porque en la tribuna haya muchos :ra el viento, y la poesía es como los pá-
Demóstenes y Cicerones, porque conte- "aros. MUSA ALES, dice u n escritor an-
mos con demasiados Mirabeaux, no es tiguo.
esto motivo para que no podamos tener Por este motivo es m á s hermosa y m á s
un poeta. Es cosa evidente que, cual- uerte cuando se lanza en medio de los
quiera que sea el tumulto de la plaza itfracanes políticos. E l que siente la poe-
pública, el arte persiste, el arte se empe- sía de cierto modo, prefiere verla habitar
ñ a siempre en ser fiel á sí mismo; la poe- en las m o n t a ñ a s y entre las ruinas, cer-
sía no se dirige solo á u n vasallo de una niéndose mientras ruge la tempestad,
m o n a r q u í a , ó a u n senador deunaoligar- que verla que huye en busca de prima-
quía, á un ciudadano de una república, vera eterna; prefiere que sea á g u i l a á
n i al hijo de ninguna nación; se dirige al que sea golondrina.
hombre en absoluto. A l adolescente le Apresurémonos á declarar ahora que
habla de amor, al padre de la familia, al en todo lo que el autor de este libro
anciano del pasado, y h á g a s e lo que se acaba de decir, para explicar l a oportu-
quiera, cualquier carácter que tengan nidad de dar á luz el v o l ú m e n de verda-
las revoluciones futuras, cualquier cam- dera poesía que publica en los momentos
bio político que sufra la sociedad, existi- en los que la prosa domina en los espi-
r á n siempre niños, madres, doncellas, ritas, y que quizá publica por eso, no ha
ancianos y hombres que a m a r á n , que querido aludir n i remotamente á su pro-
g o z a r á n y que sufrirán. Para ellos, pues, pia obra, cuya insuficiencia conoce. Com-
se escribe la poesía. Las revoluciones, prende el autor que el artista que es
que son los gloriosos cambios de edad capaz de probar la vitalidad del arte en
de la humanidad, todo lo transforman, medio del estruendo de una revolución,
menos el corazón humano. E l corazón el poeta que hace brillar la poesía entre
humano es como la tierra; puede sem- dos motines, es un gran hombre, es u n
brarse, plantarse ó edificar lo que se génio, y el autor nunca tuvo la preten-
quiera en su superficie; pero no por eso sión de aspirar al esplendor de tan altos
dejará de seguir produciendo sus verdu- títulos. No; si publica ahora las HOJAS
ras, sus flores y sus frutos naturales; j a DE OTOÑO es porque cree que es curioso
m á s las azadas n i las sondas le pertur ofrecer á la luz pública el contraste que
b a r á n en sus profundidades; c o n t i n u a r á ofrecen la tranquilidad de sus versos y
siendo siempre tierra, como él será siem la agitación febril de los espíritus. Expe-
pre corazón humano; será siempre él la rimenta, al abandonar este libro inútil
base del arte, como ella sigue siempre al oleaje popular, que arrastra tantas
siendo la naturaleza. Para destruir el obras mejores, el placer melancólico que
arte seria preciso destruir primero el co experimenta en lanzar una flor en un
r a z ó n humano. torrente para ver lo que la sucede. Si se
Puede presentársenos esta objeción de le permite usar una i m á g e n algo atrevi-
otra clase.—No cabe duda que hasta en da, dirá que el volcan de una revolución
el momento m á s crítico de una crisis po- se abrió ante sus piés, le t e n t ó y se pre-
lítica puede publicarse una obra de arte cipitó en él.
¿pero la atención y la inteligencia de todo Deja, pues, tranquilo que este libro
el mundo no estarán demasiado absor- siga su destino. Por otra parte, ¿qué re-
bidas en la obra social que elaboran en presentan estas p á g i n a s , que entrega al
c o m ú n para que se fijen en esta obra de acaso, para que las arrastre el primer
arte? Esta solo es cuestión de segundo viento que sople? Hojas caídas, hojas
órden, cuestión de éxito; cuestión del l i - muertas, como las hojas del otoño. No
brero y no del poeta. Los hechos contes se e n c o n t r a r á en estas p á g i n a s poesía
tan que sí ó que no á las objeciones de ruidosa y tumultuosa, sino versos sere-
esta clase, que en el fondo son poco i m - nos y apacibles, versos de familia, del
portantes. Es indudable que hay mo- hogar doméstico, de la vida privada,
mentos en que los negocios materiales versos del interior del alma. Son como
de la sociedad se imponen y los acciden miradas melancólicas y resignadas que
tes políticos embrollan y absorben la se lanzan a q u í y allá, sobre lo que exis-
atención general; pero esto q u é importa? te y sobre lo que ha existido; representan
A d e m á s , porque el viento no sea favora el eco de esos pensamientos, inexpresa-
ble para la poesía, según se dice, esto no bles muchas veces, que despiertan con-
es un motivo para que la poesía no des fusamente en nuestro espíritu los m i l
p l e g u é el vuelo. A l contrario que los objetos de la creación que sufren ó que
HOJAS D E OTOXO. 149
languidecen á nuestro alrededor; una provisto de ódio y de g r a t i t u d política, sin
flor que se marchita, una estrella que deber nada á los poderosos de hoy, cree
cae, un sol que se pone, una iglesia sin tener derecho para decir de antemano
techo, la llegada imprevista de un amigo que esos versos los ha producido un
de colegio casi olvidado, pero siempre hombre honrado, sencillo y sério, que
querido en lo íntimo del alma; l a con- desea todas las libertades y todos los
templación de los hombres de poderosa progresos, pero que se realicen con pre-
voluntad que cambian el destino, ó que caución y con prudencia; que verdade-
éste los destroza; el paso por el mundo ramente no profesa la misma opinión
de uno de esos séres débiles que no pien- que profesaba diez años a t r á s sobre los
san en el porvenir, ya sean niños, ya incidentes variables que constituyen las
sean reyes. Encarnan t a m b i é n estas pá- cuestiones políticas, pero que en este
ginas la vanidad de los proyectos y de cámbio de convicción siempre le acon-
las esperanzas, el amor á los veinte años sejó la conciencia y nunca su propio i n -
y á los treinta; describen la tristeza que terés. Repetirá a d e m á s lo que ya ha di-
se encuentra en la felicidad, se ocupan cho en otra parte, esto es, que cualquiera
de la infinidad de pesares que nos asal- que sea su parcialidad apasionada en
tan en la vida; son esas elegías que el co- favor de los pueblos en la inmensa cues-
razón del poeta deja escapar por todas tión que se agita en el siglo diez y nue-
sus hendiduras. ve, entre ellos y los reyes, j a m á s olvidará
Este es el sitio oportuno de contestar las opiniones, la creencia n i los errores
á los que preguntaron al autor si com- de su primera juventud. No necesitará
prenderla en este volumen las dos ó tres que nadie le recuerde que era á los diez
odas que le inspiraron los acontecimien- y siete años estuardista, jacobino y caba-
tos actuales y que publicó en otras par- llero; que casi a m ó á la Vendóe antes
tes. E l autor no puede satisfacer estos que á la Francia; que si su padre fué uno
deseos, porque en las HOJAS DE OTOÑO de los primeros voluntarios de la gran
no cabe la poesía que se llama política, República, su madre, cuando tenia quin-
y que él llama histórica: esas poesías ce años, fué una vendeana como mada-
vehementes y apasionadas p e r t u r b a r í a n me de Bonchamp y como madame de
la calma y la unidad de este volúmen Larochejaquelein. Nunca i n s u l t a r á á la
además, el autor piensa incluirlas en una raza caida, porque tuvo fé en ella; por
colección de poesías políticas, que espera otra parte, cualesquiera que sean las
para publicarla u n momento m á s litera- faltas, cualesquiera que sean hasta los
rio. De lo que será esa colección, de las crímenes, esta es la época de pronunciar
simpatías que la hayan inspirado, se pue- el nombre de Borbon con gravedad y
de juzgar por la poesía cuarenta del con respeto, ya que en la actualidad el
libro que publicamos. Esto no obstante, anciano que fué rey tiene coronada la
en l a posición independiente y desinte- cabeza de cabellos bJancos.
resada en que el autor permanece, des- Paris 24 Noviembre 1831.
HOJAS DE O T O Ñ O .

Os referiré un dia, cuando la noche


I. haga hablar á m i vejez charlatana, cómo
el destino de gloria y de terror, que hizo
que el emperador removiese el mundo,
Habia cumplido el siglo dos años; Ro-
me arrastró con su soplo tempestuoso y
ma reemplazaba á Esparta, y ya en Bo-
á todos los vientos e n t r e g ó m i infancia;
naparte se traslucía á Napoleón; que en
porque cuando el a q u i l ó n bate las olas
el primer cónsul, la frente del emperador
palpitantes del Océano, éste atormenta
rompia ya la carátula, que le venia pe-
al mismo tiempo al colosal navio de tres
queña. Entonces en Besancon, antigua
puentes que á la hoja de los árboles de
ciudad española, nació, hijo á l a vez de
la playa que el viento arrastra hasta el
sangre bretona y de sangre lorenense,
mar.
un niño pálido, enteco y débil. Abando-
nado de todos, escepto de l a que le dió
el ser, su cuello se doblaba como frágil Ahora, jóven t o d a v í a y ya experimen-
c a ñ a , por lo que su madre le hizo cons- tado, llevo grabados profundamente en
truir al mismo tiempo la cuna y el m í algunos recuerdos, y puede compren-
a t a ú d . Ese niño, que debia borrarse del derse que he sufrido mucho en los plie-
libro de l a vida, porque no ofrecía espe- gues que en l a frente trazaron mis
ranzas de ver el sol del dia siguiente, pensamientos. Quizás m á s de u n ancia-
ese n i ñ o era yo. no palidecería si pudiese penetrar, como
en un abismo entre las olas, en m i alma,
en la que m i pensamiento vive. Yeria lo
Quizás os referiré en otra ocasión q u é
cuidados, q u é solicitudes, q u é c a r i ñ o , que sufrí, veria lo que i n t e n t é , veria lo
prodigados para sostener m i vida, sen- que me mintió, y se convencería de que
tenciada desde m i nacimiento, me hicie- en m i tierna edad, en la que el porvenir
ron ser dos veces hijo de m i querida me debia sonreír, el libro de m i corazón
madre!... tiene escritas ya todas las p á g i n a s .

E l amor maternal es el amor que na- Si algunas veces se vuelan de m i ce-


die olvida; es el pan maravilloso que u n rebro los pensamientos y se dispersan
Dios reparte y multiplica; es la mesa por el mundo mis canciones; si me place
preparada siempre en el hogar paterno: ocultar el amor y el dolor en una nove-
cada uno tiene en ella su parte y al mis- la irónica y burlona; si conmuevo el tea-
mo tiempo la ocupa toda. tro con m i fantasía; si entrechoco ante
los ojos de la muchedumbre hombres
152 OBRAS D E VICTOR HUGO.

vivos como ella, hombres que yo creo y roso, aunque conserva en la fachada una
que hablan al pueblo con m i voz; si m i mancha de sangre; admirad al pasar su
cabeza, foco que i l u m i n a m i espíritu, torre octógona, pero pasad.—Y saliendo
lanza versos que hierven y que humean de la ciudad, hacia el medio dia, buscad
en el ritmo profundo, molde misterioso un montecillo verde, circular, que sufre
del que sale la estrofa abriendo sus alas 'a carga de un árbol grande, como la
en el espacio, es que el amor, la tumba, cimera de un casco soporta movediza
la gloria, la vida, la ola que huye perse- diurna. L o encontrareis, porque induda-
guida por otra ola, todos los soplos, todos Dlemente lo habréis visto de lejos antes
los rayos, propicios ó fatales, hacen re- de llegar allí. Subid al montecillo, en el
lucir y vibrar m i alma de cristal, m i al- que distinguiréis en la llanura la ciudad
ma que tiene m i l voces, m i alma que escalonada en forma de anfiteatro; la
Dios puso en el centro de todo, como un iglesia, con el Loira, por el que cruzan
eco sonoro. barcos; con sus m i l archipiélagos, move-
dizos como sus olas, y m á s abajo veréis
á Chambord con sus cien torrecillas. No
Pero pasé puramente los dias infaus- levantéis los ojos al firmamento y mirad
tos, y sé de dónde vengo si ignoro á á vuestros piés.
dónde voy. E l h u r a c á n de los partidos,
con sus ardientes vientos, sin alterar las
olas, cambió de sitio m i alma. Nada Luis, la casa que desde allí se divisa,
inmundo quedó en m i corazón; no hay con paredes de piedra, con techos de
en él limo impuro que espere el soplo pizarra, blanca y cuadrada, situada en
de u n viento para e m p a ñ a r su trans- la falda de la verde colina y que, oculta
parencia. apenas á las miradas curiosas, se destaca
pintorescamente entre dos vergeles, en-
cierra grandes recuerdos para mí.—Con-
Después de entonar mis cánticos, oigo templadla, que esa casa perteneció á m i
y contemplo al emperador caido, levan- padre. E n ella se retiró cuando concluyó
t á n d o l e un templo en la oscuridad. A m o la guerra el que tantas veces os he nom-
á l a libertad por sus frutos y por sus flo- brado en mis versos, el que vos no cono-
res, al trono por su derecho, al rey por cisteis y que hubiérais querido si le hu-
sus desgracias, fiel siempre á la sangre biéseis tratado.
que hicieron correr por mis venas, m i pa-
dre, que era veterano, y m i madre, que
era vendeana. Contemplando esa casa, amigo mió,
Junio 1830. pensad en vuestra madre y en vuestra
hermana y decid:—^"¡Mi amigo no vol-
verá ya á ver en ella dormido á su ancia-
II. no padre! P e r d i ó la santa defensa que
protege la vida hasta m á s allá de la n i -
A M. liiiis B . ñez; perdió al prudente piloto que presta
su esperiencia al j ó ven marinero para
Lyrnessi domus alta, solo Laurente dominar las tempestades. De su padre
sepulcrum. muerto solo le queda el augusto recuer-
VIRGILIO.
do: ya no coronará su gloria con su
vejez; ya no le oirá recitar sus batallas,
ya no acariciará sus cabellos blancos con
Luis, cuando en uno de vuestros via manos infantiles; ya no e s t a r á orgulloso
jes vayáis á ver á Burdeos, á Pau, á Ba de hacer conocer á la muchedumbre á su
yona y sus deliciosas playas, á Tolosa padre, el venerable veterano, el antiguo
la romana, en la que dias mejores, sien general; ya está desierto ese hogar, en el
do niño, saqué la poesía de sus flores que el padre se regocijaba cuando el
pasad por Blois.—Cuando lleguéis allí perro fiel ladrando le anunciaba que vol-
dejad en casa á vuestros compañeros de vía su hijo á casa.
expedición, y mientras que se queden
jugando, hablando ó durmiendo, acom
p a ñ a d o solo de vuestro libre pensamien „Cayó el gran árbol, que estaba solo
to, atravesando á Blois, subid la escalera en el valle, y en adelante el arbusto su-
de calles que no inunda j a m á s el Loira frirá desnudo la fiiria del aquilón. Cuan-
en tiempo de avenidas; dejad á una par do desaparece el abuelo del seno de la
te el castillo, aunque es sombrío y pode- familia, el grupo de huérfanos, que com-
HOJAS D E OTOÑO. 153
ponen la madre, el niño y la doncella, jcioso retiro para descansar de la vida;
se estrecha m á s alrededor del padre, ¡tan frescos colores pintan su fachada
que ocupa desde entonces el sitio del nueva! ¡tan cercada está de hojarasca, de
abuelo. Se abrigan á su sombra del sol árboles verdes y de flores! ¡Casa y sepul-
y de la l l u v i a y se apoyan en su tronco. cro! A y ! Para encontrar los restos del
A él le corresponde vigilarles, enseñar- Dadre que desapareció en la sombría y
les, sufrir, trabajar por todos y sacrifi- eterna noche, ¿dónde ha de dirigir el hijo
carse; pronto á su ancianidad descende- sus inciertos pasos?... ¡Solitaria casa, t ú
r á la prudencia, sus años desaparecerán no encierras sus mortales despojos; t u m -
sucesivamente, robándole la alegría y el Da, t ú tampoco encierras su cadáver!,.
amor, los sueños de gloria y de grande- Junio 1830.
za, y disipados los sueños dorados de la
esperanza, no le q u e d a r á otra idea que
la del trabajo. L a espigadora que recorre III.
los prados para llenar el cesto de espigas,
se quita los vestidos de los dias de fiesta S u e ñ o de u n t r a n s e ú n t e á p r o p ó s i t o
y los cuelga de u n arbusto; pero por la de u n r e y .
tarde, de las ramas del arbusto recoge
esos vestidos, y cantando alegremente, Proebete aures, vos qui continetis
regresará á su casa, hermosa y bien ves- multitudides et p'acetis vobis in turbis
nationutn, quoniam non custodistis le-
tida; pero en el valle de l á g r i m a s de la gem jnstitise, ñeque secundum volun-
vida no halla nunca el hombre en la tatem Dei ambulastis.
tarde de su existencia el arbusto verde SAP. VI.
donde encuentre colgados l a esperanza,
la ilusión, l a inocencia y el amor.
E l otro dia, carrozas y caballos, mo-
viendo gran extrópito, llevaban a l rey
„Tiene que continuar la tarea empren- de Ñápeles vestido de gala á la corte.
dida, mientras que su familia, estrecha Y o estaba en el Carrousel, confundido
da á su alrededor, sobre su frente, en la con la multitud, que fluia incesantemen-
que los años i m p r i m i r á n sus pasos, verá te por sus tres portillos, y que es capaz
caer y amontonarse sin cesar la nieve de de atravesarlos cuatrocientas veces cada
los dias, que blanquea nuestra cabeza. a ñ o para ver pasar á un príncipe ó para
mirar la hora en el cuadrante. S e g u í a
yo lentamente á la m u l t i t u d , pensando
„Del veterano de tantas guerras hoy que vivía aun en el mundo el hijo pre-
no queda á su hijo, mudo y resignado dilecto del antiguo pueblo romano, que
m á s que una tumba vacía y esa casa en dia memorable a r r a n c ó del suelo las
blanca y cuadrada, que se distingue a torres de la Bastilla.—Me paré; el suizo
pié de la colina y que conserva el períu habia cerrado la verja de hierro. Redo-
me de la cariñosa hospitalidad. blaban los tambores, y entre aclamacio-
nes pasaba cada coche arrastrado por
ocho caballos. Los sones de las músicas
, A l menos hubiera tenido en P a r í s un llenaban los anchos patios del palacio,
sepulcro de piedra ó de pórfido; las tum- sembrados de oficiales que e r g u í a n la
bas de las águilas del imperio están allí; cabeza empenachada, y los bravos cor-
allí reposan los antiguos generales que celes pasaban sin asombrarse, orgullosos
murieron el dia de la victoria, como los de ver que ante ellos se inclinaban las
antiguos héroes, ó que, echando quizás banderas. Fijándose en aquella t u m u l -
de menos los cañones y las bombas, mu- tuosa algazara, una vieja andrajosa, que
rieron en el campamento de batalla de llevaba un cesto metido en el brazo,
la tribuna; sus hijos colocaron juntas las decía en voz alta:-—^"Un rey! He visto
cenizas de unos y de otros, con la idea tantos reyes en l a época del empera-
acaso de que éstos pudiesen conversar en dor!...,,
el otro mundo con aquellos sus compa-
ñeros de armas. Entonces se aparecieron a m i imagi-
nación las carrozas doradas, la lujosa
corte imperial con sus rojas libreas, y
;;Esa casa de Blois, r i s u e ñ a , aunque mientras pasaba ante m í cien veces el
enlutada, p e q u e ñ a y elegante, con hie- pueblo inquieto y voceando, me quedó
dra en el umbral de la puerta, consigue pensativo, recordando otros tiempos. L a
que el viajero la contemple como deli- vieja se m a r c h ó h á c i a la plaza de la
TOMO V . 20
154 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Qréve, prosiguiendo su camino, y me entrar en el siglo actual y á abandonar


dejó meditabundo, como cuando el pá- as antiguas playas!...—Dejad sitio al
jaro, al abandonar el bosque, deja tem- mar de la moderna m u l t i t u d , porque sino
blando la rama donde antes se posó. Derecereis sumergidos en el oleaje con el
siglo pasado.
Oh! exclamó, extendiendo la mano so-
bre m i frente; filosofía, has descendido De este modo las palabras de la ancia-
hasta el pueblo, y los pequeños dirigen na que pasó removieron mis pensamien-
á los grandes altivas miradas; el pueblo tos en el fondo del cerebro. Estaba en
ha llegado hasta tí; llegó tarde, pero lle- ellos completamente absorbido, cuando
gó. Sabe ya despreciar; nada admira, n i un soldado, que estaba en su punto de
ama, n i teme; sabe sobre todo pronunciar centinela, me dijo en voz alta:—¡Compa-
austeros juicios. Se pregunta muchas ñero, ya se ha puesto el sol!
veces:—"Cómo se gobierna el mundo? 18 Mayo 1830.
Qué hacen los reyes? ¿Por q u é ocupan el
trono? Por q u é destierran?,, Medita en la
actualidad como un juez supremo; lo IV.
comprende todo, y se cree bastante fuer
te para castigar y para absolver el pue- De todo, nada. De todos, nadie.
blo, á quien destierran y que permite CALDERÓN.
reinar á los reyes. L a corte viste de gala,
mientras que debajo de ella, como bajo
el buque que se balancea en el Océano ¿Qué te importa, corazón mió, el naci-
el mar se mueve incesantemente, el pue- miento de los reyes, n i las victorias que
blo ruge, el pueblo del que las miradas hacen voltear las campanas y tronar
de n i n g ú n rey puede sondear el fondo. los cañones, n i glorificar a l Señor con
festejos pomposos, n i ver de noche, en las
ciudades despiertas, brillantes i l u m i n a -
L a demencia y l a traición dicen sm ciones?
cesar:—^'Oh reyes! confiad vuestra tarea
al sinnúmero de brazos ilustres que sos-
tienen vuestros pasos. Dormid; no estu Aparta de la tierra tus miradas y fíja-
dieis nada, n i meditéis nunca; temed que las solo en Dios. E n el mundo todo es
vuestra frente, que m á g i c o prestigio ro vanidad; la gloria desaparece con rápido
dea, al ensancharse haga saltar la co vuelo; las coronas, las mitras de oro
rona.„ brillan, pero duran u n instante; no valen
m á s que l a hebra de yerba que Dios crea
Y o digo lo contrario:—¡Oh reyes! ve para que la golondrina haga el nido.
lad, velad y gobernad lealmente: no nos
quitéis los derechos que hemos adquirido
no tiréis demasiado de la brida rebelde, Cuanto mayor es l a grandeza humana,
que conseguiréis que se encabrite la liber- m á s pronto se extingue; l a bomba se es-
tad que os sostiene; sed de nuestra época trella antes en el obelisco gigante que
y seguid consejos leales; tratad de ser en la torrecilla donde se abrigan las pa-
grandes, ya que ha crecido el pueblo. lomas. Siempre por medio de la muerte
Oid en lontananza ese murmullo, que se Dios se une á los reyes; la dorada corona
oye de vez en cuando y que crece m á s tiene por remate su cruz, y su templo
cada momento; lo produce el pueblo que está embaldosado con sus tumbas.
viene; es la marea alta que sube sin
cesar, a t r a í d a por su astro. Cada siglo á
su vez, sea de hierro ó de oro, se sumer- N i la altura de las torres, n i el esplen-
ge en el mar, como u n cabo sobre el que dor de los palacios del mundo, n i Napo-
saltan las olas, con sus leyes, sus cos- león, n i César, n i Mahoma, n i Pericles,
tumbres y sus monumentos; todo eso nada hay que no caiga, nada hay que no
desaparece para siempre en el fondo del se borre en el misterioso abismo que
Océano que no tiene reflujo. ¡Desgraciado confunde al espíritu: á pocos piés debajo
el que por l a tarde se retarda en l a pla- de la tierra reina el silencio profundo;
ya, y no pregunta al pescador que huye solo el estruendo y el ruido suenan en la
en su barca por q u é se oye en el espacio superficie.
tan confuso ruido! ¡Reyes, daos prisa á 30 Junio 1830.
HOJAS D E OTOÑO.
m
Una venia de los mares, entonando un
limno de gloria; era la voz de las olas,
que se hablaban unas á otras: la otra se
elevaba del mundo en que vivimos, y era
ÍÍO que se oye e n lo alto de l a moii- triste; era el m u r m u l l o humano, y en el
taña.
gran concierto que suena noche y dia,
cada ola tenia su voz y cada hombre
Oh altitudo! producia su ruido.

Como acabo de decir, el Océano pací-


¿Habéis subido alguna vez silenciosa- :ico esparcía su voz gozosa, y cantaba
mente á la cumbre de un monte para como u n arpa en los templos de Sion,
ver el cielo de m á s cerca? ¿ E n las playas celebrando la hermosura de l a naturale-
del Sund ó en las costas de la B r e t a ñ a ? za. Su clamor, que arrastraban las ráfa-
¿Habéis tenido alguna vez el Océano al gas del viento, ascendía sin cesar t r i u n -
pió de alguna m o n t a ñ a , y en ella, en falmente hasta Dios, y cuando una de
medio de la inmensidad, inclinado hacia las olas, que él solo puede domar, ter-
las olas, os habéis puesto á escuchar? minaba, otra se levantaba para cantar.
Como el bíblico león que a m a n s ó Daniel,
Os diré lo que se oye.—Al menos, u n el Océano durante algunos momentos
dia que, soñoliento, m i pensamiento ten- bajó su voz alta, y yo creia, en l a en-
dió su vuelo por una playa, y desde la cendida puesta del sol, ver pasar la mano
cumbre de u n monte, sumergiéndose en de Dios por l a melena de oro del mar.
el golfo amargo, vió á u n lado l a tierra
y al otro el mar, escuchaba yo, y oí; y
Y al mismo tiempo, como contraste á
j a m á s voz semejante salió de ninguna
esa augusta música, la otra voz crugia
boca, n i conmovió tanto ningunos oídos.
como corcel que se asusta, como el gonce
enmohecido de la puerta del infierno; y
Primero oí un ruido, confuso, inmenso, se oian lloros, gritos, injurias, anatemas
m á s vago que el viento que pasa por ár- y maldiciones entre el clamor tenante
boles espesos, lleno de acordes brillantes del rumor humano, como al llegar l a
de suaves murmullos, delicioso como un noche se ven pasar á bandadas por los
canto que se oye de noche, fuerte como valles las aves de rapiña. ¿Qué era ese
u n choque de armaduras cuando la pe- tumulto, en el que vibraban m i l ecos?
lea estrecha los escuadrones y sopla f u - Era el clamor del mundo y del hombre
riosa en la boca de los clarines. Era ese que lloraban. Esas dos voces e x t r a ñ a s
ruido semejante á una música inefable ó inauditas, que renacían sin cesar y que
que fluida oscilaba sin cesar alrededor sin cesar se desvanecían, que oye el Eter-
del mundo, y que en los vastos horizon no durante toda l a eternidad, una se lla-
tes, con sus olas sonoras, rodaba ensan ma Naturaleza! y la otra Humanidad!
chande sus orbes infinitos hasta el fondo
en el que su flujo iba á perderse en la
oscuridad con el tiempo, el espacio, la Entonces m e d i t é , y m í espíritu j a m á s
forma y el n ú m e r o . Como otra atmósfera desplegó tanto las alas; en m i sombra ja-
esparcida y desbordada, el himno eter- m á s h a b í a visto tanta luz; y medité lar-
no inundaba todo el globo: el mundo, go tiempo, contemplando alternativa-
envuelto en esta sinfonía, como boga en mente, después del abismo oscuro que
los aires, bogaba en este concierto. Pen- me ocultaban las olas, el abismo sin fon-
sativo oia esas arpas etéreas. do que se abría en m í alma. Después me
p r e g u n t é : ¿por q u é el hombre está en el
mundo, con q u é objeto, q u é hace el al-
Pronto d i s t i n g u í , confusas y veladas, ma, q u é es mejor, ser ó vivir, y por q u é
dos voces en esa voz, mezclada una con Dios, que es el único que sabe leer en su
otra, desde la tierra y desde el mar, ex- libro, casa eternamente con himeneo fa-
tendiéndose hasta el cielo, que entonaban t a l el canto de la naturaleza con el ge-
á u n tiempo el canto universal; y distin- mido del género humano?
g u í a una de otra, como se distinguen 27 Julio 1829.
dos corrientes que se cruzan bajo las
olas.
156 OBRAS D E VICTOR HUGO.

en él se camina con lentitud; ese viaje lo


haremos todos.
VI.
Presencié su partida, como presencié
A u n viajero. la vuestra. E n diversas estaciones los
tres, uno tras otro, me abandonaron para
L' une partie du monde ne sait
point comme 1' autre vit et se gou- siempre; tras de su hora ú l t i m a e n t e r r é
verne. éü esos séres, para m í tan queridos. F u i
FELIPE DE COMMINES. un avaro, que a h o n d é dentro de la tierra
m i tesoro.
Regresáis de uno dé esos largos via-
jes que nos hacen envejecer prematura- Los v i partir. V i alarmado y sufriendo
mente y adquirir experiencia casi al :res veces un paño negro sembrado de
salir de la cuna; en vuestra carrera i n - blancas l á g r i m a s tendido en esta ca-
mensa habéis visto las olas de todos los sa; besando las manos írias de esos tres
mares, y el surco que vuestro bajel ha séres, lloré como una mujer; pero des-
abierto en ellos pudiera dar la vuelta al pués de verles cerrados en el a t a ú d , m i
mundo. alma se apercibió que sus almas abrian
alas de oro.

E l sol de veinte cielos m a d u r ó vuestra


vida; vuestros inconstantes deseos os lle- Les v i partir como tres golondrinas, que
varon á todas partes para dejar y para van á buscar muy lejos primaveras m á s
recoger; y semejante al labrador que deliciosas y estios m á s frescos; m i madre
siembra y que cosecha, en todos los si- entrevió el cielo y p a r t i ó la primera,
tios que habéis recorrido habéis tomado y al espirar, sus ojos moribundos deste-
y dejado algo al pasar. laron celestial resplandor, que nunca
olvidaré.

Mientras que yo, menos dichoso y con L a siguió m i hijo mayor; después m i
menos esperiencia, esperaba el paso u n i Dadre, noble veterano, curtido en cuaren-
forme de las estaciones por el mismo ho :a años de guerra: ahora los tres duer-
rizonte; como el árbol verde, que marca men el sueño eterno, y sus espíritus es-
desde lejos m i casa, echando raices en t á n haciendo el sombrío viaje para i r
el umbral de la puerta, vegetaba yo adonde todos iremos.
aislado, deshojando a l l i mis días.

Si queréis complacerme, cuando en el


Fatigado de cambiar de paisajes y de espacio brille la luna, subiremos los dos
hombres, regresáis al fin cansado en bus á l a colina donde yacen nuestros ante-
ca de reposo, y m e l a n c ó l i c a m e n t e me pasados, y os p r e g u n t a r é , señalándoos la
referis vuestras escursiones infecundas, ciudad muerta después de la ciudad dor-
y vuestros piés, que han hollado el polvo mida: cuál de las dos duerme mejor?
de tres mundos, se calientan en el fuego
de m i hogar.
Venid; los dos, silenciosos y recosta-
dos en el suelo, oiremos, mientras Paris
Y ahora, llena la mente de hace callar su sonante torbellino, á ese
mientos, acariciando de los niños las ca millón de muertos, á esa siega de huma-
bezas blondas, me habláis, p r e g u n t á n - nos, salir confusamente de sus sepulcros,
dome con amarga solicitud:—¿Dónde como los granos salen del surco.
está t u padre? D ó n d e t u hijo? ¿Dónde t u
madre?—-Viajan t a m b i é n ? . . .
¡Cuántos viven alegres que debian llo-
rar eternamente á los séres que amaron!
E l tiempo trae consigo el olvido; el re-
E n el viaje en que se encuentran no cuerdo de los que murieron se desvane-
b r i l l a n el sol n i la luna; ninguno al em ce pronto; tardan m á s en convertirse en
prenderlo puede llevarse sus bienes n i polvo que en borrarse de nuestros cora-
su oro; Dios no lo permite: el viaje que zones.
han emprendido es largo y sin t é r m i n o
HOJAS D E OTOXO, 157
¡Viajero, viajero, grande es nuestra m o n t a ñ a , el sol, fluyendo como lava so-
locura! ¿Quién sabe c u á n t o s muertos se bre la nieve, trueca en cráter el ventis-
olvidan cada hora que pasa, y de los quero.
m á s dignos y de los m á s queridos? ¿Quién
puede saber cuántos dolores se embotan, Su frente blanca b r i l l a de noche como
quién puede saber c u á n t a s tumbas ta- un alba eterna; el gamo, asustado, huye
pan cada dia las matas de yerba que con piés veloces como alas; la misma
crecen? á g u i l a le teme; la tempestad se arrastra
6 Julio 1829. debajo de él; el ojo humano apenas al-
canza á distinguirlo: ¡tan cerca está del
cielo!
VIL

Ante u n ventisquero del R ó d a n o . Solo hasta sus alturas, sin temor y sin
v é r t i g o , m i e s p í r i t u , olvidándose del
Causa tangor ab omni. mundo, vé ese dia estrellado, ese cielo
OVIDIO, que no es azul, y contempla de cerca
os esplendores siderales con que la
noche siembra en lontananza esas som-
Muchas veces, cuando m i espíritu, que brías catedrales.
sufre muchas metamóríosis, flota y rue-
da adormecido en el océano de la vida,
Le hiere otra vez, le precipita y cam-
Dios, foco de l a verdadera luz, que no
bia los prismas del ventisquero en olas
alumbra á los ojos humanos, misterioso
mezcladas con fango. Entonces cae; en-
sol que incendia el alma, le hiere con
tonces, despertando m i l ecos, vuelve á
uno de sus rayos y le recoge y le ascien
caer convertido en torrente en el océano
de hasta los cielos;
del mundo, en el caos ciego y sordo, en
el mar inmenso y profundo en el que se
Entonces, m i elevada poesía, como nu parecen todas las olas.
be errante, vuela caprichosa, sin elegir
camino, desde el Occidente al Sur, desde Así mis pensamientos, lanzados ince-
el Norte hasta el Oriente; y al mirar santemente por u n soplo divino en u n
desde la altura de las radiantes bóvedas círculo eterno, desde el océano de l a v i -
las ciudades del mundo, desdeñándolas da, cuyas olas t a m b i é n son amargas, as-
huye de ellas. cienden siempre h á c i a el cielo, y vuelven
á caer en el ro ar.
Después, en el celaje de la m a ñ a n a i.0 Mayo 1828.
brillando como una estrella, tan pronto
recorta una franja para su velo; tan
pronto, como un guerrero que resuena VIII.
al andar, lanza r e l á m p a g o s al bosque
que susurra; tan pronto al pasar enrojece Á M. D a v i d , e s c u l t o r .
su negra armadura en la fragua del so"
poniente. D' horames tu nous fais dieux.
RÉGNIER.

A l fin, sobre u n alto monte, sobre A


pes de nieve, envidioso h u r a c á n l a des Si yo fuera uno de esos hombres g i -
garra. Pero qué importa? Suspendida la gantescos de los siglos desaparecidos,
nube sobre el abierto abismo, se trueca que reinan hasta en nuestra época desde
en fresco ventisquero, y con los m i l floro- el fondo del pasado; si yo fuera un prín-
nes que erizan su cima forma una corona cipe ó un poeta, ó uno de esos génios
para el monte gigantesco. cuyo recuerdo no borra el tiempo, y que
en dias de calma ó de tempestad, ya se
les adore, ya se les ultraje, su memoria
Como l a alta cumbre de la colosal llega hasta el porvenir;
m o n t a ñ a , l e v a n t a t a m b i é n su formidable
cresta. E l arco iris vacilante b r i l l a en su
flanco de acero, y todas las tardes, mien- Si yo fuera uno de esos focos lumino-
tras se b a ñ a en sombra la falda de la sos, en los que se fijan todas las mira-
158 OBRAS D E VICTOR HUGO.

das y que viven en el pensamiento uni- t u cabeza ardiente es u n gran molde en


versal; si yo fuese uno de esos hombres el que la idea sale tallada en bronce.
cuyas estatuas combate siempre el olea-
je de las edades, y que si caen destrona-
dos de su esfera, del bronce augusto que Bonaparte hubiera querido renacer
los simboliza se funden campanas para gigantesco en el m á r m o l trabajado por
los templos ó cañones para las batallas; tus manos; Cromwell, su abuelo y su
maestro, te hubiera entregado su frente
sobrehumana; hubieras esculpido para
Si yo fuese uno de esos hombres su- E s p a ñ a á Cárlos V y á Carlomagno
blimes, David, m i cuerpo, creado para para Francia, poniendo un pió sobre la
sufrir, bajo t u influencia creadora rena- hidra de la Alemania y el otro sobre las
cería para vivir eternamente. Y en el re- siete colinas de Roma; próximo á des-
mate de a l g ú n monumento ó de a l g ú n cender al sepulcro, Cósar se hubiera en-
teatro, coloso de bronce ó de piedra, sur- tregado á tus manos, y te hubiera elegi-
giria en lo alto de l a ciudad como g i - do Alejandro para que le esculpieses en
gante centinela que la vigilase, os- el monte Athos.
tentando eterna actitud de genio y de 28 Julio 1828.
majestad.

IX.
Porque tú, cuando muere u n héroe, sa-
bes resucitarle, le sacas de la tumba para
A I I . de L a m a r t i u e .
hacerle vivir perpetuamente. R i v a l de
Roma y de Ferrara, das la vida al már- Te referent fluctus.
m o l frío de Carrara y al metal humean- HORACIO.
te, que en estátuas tranbformas. Los
grandes hombres se tranquilizan en su
sepulcro cuando tus manos poderosas, Hace poco, la misma borrasca azotaba
sacándoles del bloque ó del molde encen- nuestros dos esquifes; las mismas espu-
dido, los lanzan de pió en la vida. mosas olas nos lanzaban á los mismos
arrecifes; los mismos ódios desbordados
hinchaban el oleaje contra nuestras na-
Sin tí, su grato recuerdo se perdería ves; y como Océano agitado, la m u l t i -
en el olvido; t ú refrescas su gloria escul tud aullaba á nuestros pies.
piéndola sobre un pedestal; el fanal de
la fama se perdería para el mundo, ex
t i n g u i é n d o s e , sin marcar en los mares Qué iba á ser de m í en esa borrasca?
n i el derrotero n i los escollos; t u soplo ¿de mí, que apenas salia de la cuna, que
reanima su luz; t ú , para evitar los abis- vivia al aire libre y á l a sombra? ¿Por
mos, levantas el sublime coloso que en q u é e n t r e g u é al mar, que le rechaza, m i
su mano ostenta el faro. nido de musgo, en el que apenas pene-
traba la luz? ¿por q u é e n t r e g u é á las rá-
fagas m i traje nupcial, para que le des-
Cuando á t u vista b r i l l a el pensamien- garraran como una vela?
to en las facciones de un grande hombre
le conviertes en m á r m o l , lo fijas, y los
pueblos, contemplando la estátua, excla- ¿Por q u é en mis sueños delirantes, en
man:—^Es ól!„ Pero antes de que pueda mis delirios de adolescente, me entu-
comprenderlo la m u l t i t u d , vaga mucho siasmaban los nautas atrevidos, que, ima-
tiempo por t u cerebro, como ola flamean- ginando otro mundo, encaminaron á él
te en el fondo del volcán subterráneo, y sus pasos, cuya mirada se fijaba siempre
antes de que salga á la luz del dia la en el cielo, cuya alma era la obstinada
haces hervir en t u alma. brújula, que busca siempre un polo des-
conocido?

Llena nuestras ciudades de tus radian-


tes colosos, y m u l t i p l í c a t e sin cesar en- Esos Gamas, á los que nada aplaca la
tre tus semidioses. Convierte nuestras ambición indomable, sabían que no co-
ciudades en Corintos; haz que el metal nocíamos completa la creación inmensa.
conserve t u sello, que enorgullece al Esos Colones, con sus poderosas manos,
granito. Honor á la tierra que t ú pisas! pesan la tierra y pesan el mar con la
HOJAS D E OTOÑO. 159

balanza de los cielos, y viendo a l l á arri- al siglo en cólera; i n t e n t á b a m o s el mis-


ba la suprema causa, conocen que falta mo viaje, y veíamos surgir de la tem-
algo para conseguir el equilibrio u n i - pestad al mismo envidioso Adamastor.
versal.
M u y pronto la oscuridad, cada vez
E n busca del contrapeso que le falta, m á s densa, ó alguna corriente que te
navegan impertérritos para descubrir el arrastró, me hizo perder de vista t u po-
complemento del globo. Parten, y les derosa nave, cuya sombra flotaba cerca
compadecen creyéndoles locos; las ondas de la mia. Quedé solo, continuó el hura-
los arrastran, y el universo olvida su cán, el tiempo oscuro y el viento contra-
viaje y á los viajeros...—De repente sa- rio; la sombra me envolvió, aislándome,
len de las profundidades del mar sacan- y si no conservara l a brúj ula, no sabria
do u n mundo, como el buzo sale sacan- ya á dónde ir.
do una perla.
E n tan fatal sobresalto pasé las no-
Esto imaginaba yo t a m b i é n . Guando ches y los di as, echando de menos el pais
arriesgué á los peligros del mar insensa- natal, m i niñez y mis amores. Si implo-
tamente m i nave, t a m b i é n yo buscaba raba á las rugientes olas, las cavernas
un mundo. Pero apenas me alejé de la m a r í t i m a s se abrian en el fondo de los
ribera, v i que en el salvaje Océano em- mares; si invocaba al cielo, la tempestad,
pezaba, por medio de un torbellino, l a l u - con m á s estruendo y con m á s rabia, sa-
cha que me desgarra entre las velas del cudía su haz de r e l á m p a g o s .
navio y las alas del aquilón.
Mucho tiempo, dejando rugir á los hu-
Durante el h u r a c á n sombrío entrevi racanes, te busqué, l l a m á n d o t e ; por fin
t u glorioso mástil, que m á s adelante que te veo brillar en el lejano horizonte.
el m i ó fatigaba en la oscuridad el austro Pero no eres ya la nave combatida, er-
furioso. E n la desencadenada tempestad rante y sin rumbo, que soñaba ideales
combatimos juntos; yo en m i barca, t ú conquistas y que arriesgaba en l a furia
en t u bajel, como el hermano al lado del de las borrascas u n viaje misterioso.
hermano.
Eres un navio magnífico que mecen
E l austro bramaba en nuestras ante- las olas apacibles, que en el Océano pa-
nas, el oleaje saltaba por nuestros puen cífico entra por la parte del Oriente. De-
tes, nuestras banderolas se destrozaban lante de sus velas v á caminando des-
con la furia de los vientos, y las olas fu lumbradora estrella; j a m á s aparece sin
riosas, como yeguas n ú m i d a s , se erguian que una chispeante aurora se levante
y relinchaban lanzando espuma, y el re- detrás de él.
l á m p a g o , enrojeciendo el oleaje, ponia
melenas de llamas á esos corceles del
mar. E l cielo azul y el mar sereno le rodean
por todas partes; por sus mástiles y por
Nosotros, azotados por l a tempestad, su carena se sumerge en las dos inmen-
cantando m á s alto que el h u r a c á n , admi- sidades; sus velas parecen alas cuando
r á b a m o s la belleza y la inmensa espuma el viento las hincha; boga, boga hácia
del Océano. Mientras que se lanzaba en la playa, y como el cisne que nada, pa-
el abismo el rayo como serpiente de fue rece que haya de volar cuando quiera.
go, nosotros, audaces marineros, c a n t á -
bamos, dejándole pasar sobre nuestras
cabezas, y le veíamos, como el ave de la E l pueblo, al que se revela como una
tempestad, b a ñ a r sus alas en las olas. blanca visión, le vé con entusiasmo y le
aclama. L a m u l t i t u d inunda las playas
para verle llegar al puerto, deseando su
Cambiando nuestros señales y s a l u d á n - feliz arribo, y el viento propicio lleva
donos con la voz, como dos golondrinas hasta el navio el perfume de las flores
hermanas, queríamos los dos á u n mismo del mundo, como lleva hasta Dios el
tiempo doblar el mismo promontorio, aroma del incienso y de l a mirra.
conseguir la misma victoria, sobrepujar
160 OBRAS D E VICTOR HUGO.

E n t r a en el puerto, sublime navio; I tí, hasta que vuelvan á la playa á espe-


echa el á n c o r a lejos de las escarchas; oye rar t u regreso triunfal.
la aclamación u n á n i m e con que la m u í -
t i t u d te saluda; olvida los sufrimientos
del viaje, el furor de las olas y la cólera Pero ya t u bajel duerma en el puerto,
del huracán; ponte al abrigo de ñ a u - ya se entregue á los embates de las olas
fragios y ríete de los vientos que agitan mar' ^ g r u ñ e n en los costados de
las cadenas del puerto. m i barco, en t u serenidad sublime diri-
ge alguna vez las miradas h á c i a el abis-
mo, y distinguirás u n punto negro en
Regresas de t u A m é r i c a , después de t u cielo límpido, y el torbellino som-
encontrar el mundo.—En medio del mar, \ brío y rápido que hace extremecer una
con la fuerza de t u soplo lírico, has pobre vela,
abierto un mundo, has despertado u n
universo, una creación semejante á la
que brilla á la luz del sol; has descubier- Ese es el torbellino que desgarra m i
to los mundos infinitos que dan la vuel- vela; es el h u r a c á n furioso que apaga
ta alrededor del alma. cada estrella á medida que se atreve á
aparecer en el cielo. Es l a tormenta que
a arrastra, es l a nube ardiente que me
Puedes decir al que lo dude:—"Vengo escarnece desde la atmósfera, y que, dan-
de ese mundo y he cogido sus frutos. do vueltas como una rueda, deja caer
Vuestra aurora no es la verdadera auro- sobre m i popa las chispas del relám-
ra, y vuestra noche no es la verdadera pago.
noche. Vuestro sol no es tan luminoso
como aquel; la luz de aquel mundo es
m á s brillante que la vuestra; en aquel Si distingues ese punto negro, a c u é r -
cielo aparece la faz de Dios, y yo he vis- date del amigo cariñoso y fiel, que siem-
to irradiar una cruz de estrellas, clavada pre siguió de cerca al viento que se
en sus nocturnos velos, como u n lábaro dormía en t u v e l á m e n . A c u é r d a t e que
eterno.,, del seno de la tempestad te vió llegar á
la playa triunfante, y que entonces, le-
vantando la cabeza, se olvidó del peli-
Les h a b l a r á s de aquella alfombra de gro en que le sumia la tempestad, para
verdura, de las altas yerbas de sus de celebrar cantando t u triunfo.
siertos, de los bosques en los que el céfi-
ro aventa todos los granos en los aires;
de los grandes é impenetrables bosques; Si m i mundo invisible huye de m í y
de los cabos, de donde vuelan las nubes no le alcanzo j a m á s ; si m i misterioso
como el incienso de los sagrados trípo- navio se estrella contra esa tierra ingra-
des; de sus frutas, dulces como la ambro- ta que obstinadamente voy buscando,
sía, y de las minas de poesía, cuyo oro llora, amigo, por t u desventurado com-
derramas á sus pies. pañero: Colon debe compadecer á Lapey-
rouse. Eran los dos predestinados.
Junio 1830.
P o d r á s t a m b i é n hablarles, sin agotar
por eso t u universo, de sus montes de
á g a t a y de pórfido, de sus rios inmensos X.
como mares; de ese mundo recien nacido
les describirás la sorprendente belleza; Estuat infelix.
les h a b l a r á s de esa tierra virgen y fecun
da para todos, de esa p á t r i a que á nadie
rechaza, y t u voz inspirada y melodiosa U n dia las inmediatas colinas del mon-
les h a r á caer de rodillas. te Atlas, celosas, le dijeron:—^"No tienes
como nosotras praderas verdes, sitios cu-
E n lo sucesivo, en todos tus viajes a biertos de yerba menuda y fresca, adon-
mundo que descubriste, la m u l t i t u d irá de vienen las jóvenes á pasear con liber-
á despedirte á las playas, y te r o d e a r á tad, á reir y á cantar; á nuestros piés el
como pueblo que rodea á su rey. M i l l a Océano se estrella murmurando apenas,
res de aclamaciones s e g u i r á n mucho y en nuestras alturas la primavera y el
tiempo t u nave al partir, te desearán rocío hacen abrir infinidad de flores. Pero
viento próspero, y después p e n s a r á n en en t u m o n t a ñ a gigante solo se ciernen
HOJAS D E OTOÑO. 161
las á g u i l a s : ¿quién, como la rama donde fama, necia m u l t i t u d ! Alrededor de su
el pájaro hace el nido, encorva tus i n - génio zaherid y morded; criticad sin
mensas espaldas de granito? ¿Por q u é se tregua y sin remordimiento; sin descan-
ven en tus negros flancos tan profundos so rodad vuestro peñasco, envidiosos!—•
abismos? ¿por q u é estallan en t í tantas E l es poeta, canta, s u e ñ a y duerme.
tempestades? ¿quién colocó tanta nieve
en t u cumbre, quién encorva de ese modo
t u cima, en la que no sonríe j a m á s la pri- Vuestra voz aguda, que vibra como
mavera?,,—El monte Atlas respondió:— una espada, solo es una voz m á s que se
^Soy así porque soporto el peso de u n confunde con el ruido que él levanta. L a
mundo.;; gloria es un concierto que despierta m i l
21 A b r i l 1830. ecos, coros de demonios, acordes divinos,
cánticos angélicos.

XI.
E l poeta no os conoce.^—Sabe perfec-
Desprecio. tamente que necesitan los dias del vera-
no el ágrio chirrido de las cigarras y las
Yo contra todos y todos contra mí. flores tener espinas. Esta es una ley de
ROMANCE DEL VIEJO ARIAS. la naturaleza, por lo que no debe aplas-
tarse á las cigarras; el esceso del bien es
un mal; la rosa de Bengala no tiene es-
I. pinas, pero tampoco tiene aroma.
¿Quién sabe los pensamientos celosos,
los ódios que la envidia va acaparando, Después de todo, los amigos y los ene-
los resentimientos, las enemistades, las migos pasan y se disipan, y la muche-
pasiones y las tempestades que r u g i r á n dumbre cae en l a misma tumba. Nada
á t u alrededor, jóven, que apareces con puede deslucir al espíritu que Dios pri-
la frente serena? vilegia. Tronos, cetros, laureles, templos,
carros de triunfo, pueden forjar para los
T ú no lo sabes; porque mientras que reyes coronas de gloria de todo lo que el
debajo de tus piés abren la boca las ser- génio desdeña en el mundo.
pientes; mientras que esos rivales, que
t ú creías dignos, van asediándote, ó de
noche secretamente tienden lazos infa- ¿Qué le importan, pues, los gritos que
mes en el camino que t ú vas á pasar dis- hacen enronquecer vuestras voces? ¿Qué
traído, sumido en tus propios pensamien- sacan las olas de echar espuma á la proa
tos, mirando estás á otra parte. de la nave? E l poeta ignora cómo os lla-
máis, y no se cuida de vosotros, y cuando
para derribar el edificio que él levan-
O si algunas veces llegan hasta t í sus ta corre el sudor por vuestra frente, has-
clamores, si t u cólera, abriendo sus dos ta ignora que esa indigna faena os fa-
alas inflamadas, v á á fulminar contra la tiga.
m u l t i t u d que se encarniza contra tí, an-
tes que el volcán encuentre la salida, an- III.
tes de coger la maza con la mano, te
sonríes y exclamas:—Qué me importa? A d e m á s , cuando quiera, Zoilos envi-
diosos, sabe que puede, con su soplo,
E n seguida se presentan en t u imagi- apagar el clamor de vuestras bocas y ar-
nación la familia, la niñez, el amor, rebatar todas vuestras voces juntas, como
Dios, la p á t r i a y l a libertad, el deber de el viento del mar arrastra donde quiere
pulsar la lira y de rejuvenecer l a esce- las canciones de los remeros.
na; Napoleón, ese dios del que t ú serás
el sacerdote; todos los grandes hombres,
que sus épocas despreciaron y que cons- E n vano le rodean vuestras innume-
tituyen la religión del porvenir. rables legiones; sabe que cuando quiera
levantarse, cubrirá con su inmensa som-
II. bra todas vuestras frentes; no tiene m á s
que pronunciar una palabra para extin-
i Seguid vuestra tarea, enemigos de su guir vuestras voces débiles; como u n
TOMO V , u
162 OBRAS D E VICTOR HUGO.

carreta que pasa, no dejará oir el susurro dudamos; pero la noche devuelve al cie-
que levantan millares de mosquitos. "o sus estrellas, l á m p a r a s que Dios cuel-
ga de sus aéreas bóvedas. L a vista, en las
profundidades descubre á cada momen-
Cuando quiera, esas antorchas con que to mundos nuevos cuya existencia no
i l u m i n á i s vuestros templos, vuestros ído- sospechaba, soles espléndidos que en el
los, vuestros dioses y vuestro hogar, fa- abismo oscuro de la noche vé brillar.
ros deslumbradores, claridades universa- 9 Agosto 1829.
les, palidecerán al menor brillo de las
chispas que haga saltar de los pies de su
corcel.
XIII.
26 A b r i l 1830.
Quot libras in duce summo?
JUVENAL.
XII.

Es cosa h a l a g ü e ñ a , y que los demás


T ú , que durante tanto tiempo viste envidian, conseguir la pública estima-
brillar á m i lado el dia diáfano y puro ción para toda l a vida, ser elegido por
de la prosperidad; tú, que cuando m i un pueblo para vengar la afrenta de
alma dudaba y como un viajero te pre- éste, dejar huella en la historia, cantar
guntaba q u é camino habia de seguir, y conseguir envidiable fama. Es cosa
adormecías en t u seno mis ideas tenebro- l a l a g ü e ñ a recorrer l a tierra usurpada,
sas, y solo me contestabas diciéndome:— haciendo vasallos á los reyes, ser Napo-
"Seamos dichosos!,, Contempla cómo hoy león, ser el Dante: indudablemente son
l a sombra invade nuestro celaje, com- felices los héroes y los poetas, los que
>rende que l a vida es sombría; mira cómo consiguen que la fuerza los convierta en
Í a desgracia v á borrando lentamente el reyes y los que consiguen que el espíritu
azul radiante de nuestro firmamento, y los convierta en dioses. Es cosa hala-
cómo á nuestra vista se v á oscureciendo g ü e ñ a que los conquistadores, los legis-
y tomando las tintas negras del crepús- ladores y los profetas brillen en la noche
culo. ¿ E n el cielo, del que se v á apode- humana como luminosas antorchas, y
rando la noche, ves t ú brillar en Ion que de veinte años se acuerden veinte
tananza l a lejana estrella, como ojo siglos!...
luminoso, vivo é inteligente? De todas 16 J u l i o 1829.
las verdades que la felicidad no nos deja
ver, esa sola se nos aparece; es la prime
ra que nos deslumhra con su brillante XIV.
luz. Nuestro cielo, que ya la sombría
noche reclama, no tiene bastante clari Oh primavera! gioventu dell' anuo!
Oh gioventú, primavera della vita!
dad para apagar la de esa estrella, y del
Sur, del Poniente ó del Septentrión, cada
sombra que aparece presta á ese astro un
rayo. L l e g a r á la noche, y cuanto m á s Os hablo siempre con placer, cartas de
espesas se hagan las tinieblas, m á s es m i juventud, cartas de amor; me em-
p l é n d i d a s las claridades se p r e s e n t a r á n briago con vuestra embriaguez y os leo
á nuestra encantada vista; mejor vere- entusiasmado. Permitidme que durante
mos en la oscuridad chispear todas las unos momentos recobre vuestra edad;
verdades juntas, gravitar alrededor de dejadme que me esconda, ahora que soy
u n imperioso centro y romper y renovar hombre cuerdo, para llorar con vosotras.
su coro misterioso. L a noche fatal, que
la desgracia trae, hace ver m á s claro e
¡Tenia entonces diez y ocho años y v i -
destino humano y nos señala en sus dos
vía lleno de ilusiones; c a n t á n d o m e la
extremos estas palabras, escritas con ras
esperanza me mecia en sueños brillan-
gos de fuego:—"Almainmortal! ¡Eterni
tes; lucia para m í u n astro; t ú eras para
dad de Dios!,,
m í un Dios, que yo solo nombraba en
secreto! ¡Era yo aquel n i ñ o , del que el
Porque mientras b r i l l a el dia, las l i a hombre casi se ruboriza hoy!
mas ardientes del sol ciegan nuestros
ojos y nuestra alma, y tranquilamente ¡Tiempo feliz de delirios, de alegría y
HOJAS D E OTOÑO. 463
de entusiasmo, en el que se espera to- m i espíritu el coro de las voces inte-
das las noches ver una mujer que pasa, riores.
besar un guante que se cae, en el que an-
siamos agotar en la vida el amor, el po-
der y la gloria; en el que el joven es ¡Sois importunos queriéndolos separar
puro, digno, sublime y cree en todas las de mí!—¿No sabéis que se queda m á s
purezas!... sereno y m á s tranquilo nuestro corazón
después que vemos á los niños j u g a r y
bailar? ¡No sabéis q u é placer me causa
E n la actualidad sentí, v i y sé.—¿Qué ver al t r a v é s de mis t r á g i c a s fantasías
importa si hoy menos ilusiones vienen á pasar esas cabezas blondas!
abrir m i puerta, que gime a l abrirse? Esa
edad ardiente, que me pareció sombría
al lado de la felicidad á cuya sombra me ¿ T a n deliciosa es para vosotros l a vida,
abrigo, vierte en m í sus rayos ahora. que preferís, á oir su inocente algazara,
tener la casa vacía y muda? Por compa-
sión, no privéis al corazón del poeta del
¿Qué os hice, años juveniles de m i rayo del sol, del cielo sombrío, n i de l a
existencia, para que tan pronto huyeseis sonrisa del niño.
y os alejáseis de m í , creyendo dejarme
contento? ¿Qué os hice para que me apa-
rezcáis hoy tan hermosos, hoy que ya no —Pero sus risas, sus gritos y sus r i -
puedo gozaros? ñ a s desvanecerán en t í la inspiración de
la musa y esos cantos delicados que
m u r m u r a en voz baja t u alma...—¿Qué
A y ! ¡cuando t a r d í a m e n t e l a edad juve- me importan, musa, cantos y vanidades,
n i l pasada, la edad de nuestros amores perder t u gloria y m i inmortalidad, si
y de nuestros delirios, se nos aparece, es gozo una hora de alegría?
táticos y con l á g r i m a s en los ojos vemos
marchitas sus ilusiones y sus quimeras!
No es envidiable l a ambición n i el
destino del poeta; canta siempre para
Olvidémosla!—Cuando muere l a ju^ despertar u n eco en lontananza, por con-
ventud, dejémonos arrebatar por el vien seguir u n vano ruido que pasa y desapa-
to que se la llevó. Muerta la j u v e n t u d , rece; para v i v i r abrevado de hiél y de
nada queda ya de nosotros mismos, y el amargura, para expiar durante el dia
hombre solo es un fantasma errante que los delirios de sus noches, para conse-

f >asa sin proyectar siquiera su sombra en guir un nombre después de caer en l a


a pared.
Mayo 1830.
tumba.

Prefiero la alegría, prefiero gozar l a


XV. dicha de estar en mis momentos de ócio
rodeado de la familia, aunque la gloria
Sinite párvulos venire ad me ingrata y frivola, aunque mis versos,
JESUCRISTO. ahuyentados por las risas de los seres que-
ridos, huyan, como ante un grupo de
estudiantes huye una bandada de p á -
Los niños están bien á m i lado.-—1 jaros.
¿Quién os ha dicho que la pompa de j a
bon que hincha m i soplo, caiga al suelo
al soplo indiscreto de los niños? ¿Quién Pero no; sus risas y sus juegos no des-
os dice que sus juegos y que sus gritos vanecen mis cantos. L a pintoresca orien-
asustan á las musas y hacen huir á las tal abre con m á s perfume sus vistosas flo-
Peris?... Venid, niños, venid todos á m í . res; la balada es m á s fresca, y la oda no
empuja con soplo menos ardiente el gru-
po de sus estrofas aladas.
Venid á m i alrededor! Reid, corred,
gritad; vuestros ojos risueños v e r t e r á n
en m í rayos de alegría; vuestra voz i n - Mis himnos reverdecen m á s brillantes
fantil me e n c a n t a r á , porque es la ú n i c a y perfumados, como u n j a r d i n en l a p r i -
que sale del exterior, sin perturbar en mavera. Sabed, amigos mios, amigos
184 OBRAS D E VICTOR HUGO.

mios cuya alma está agotada, que la i n - ciudad resuena, cuando las innumera-
fancia con sus rientes colores d á poesía bles ocupaciones que llenan nuestros dias,
á nuestros versos, como la aurora d á en su círculo limitado pesan durante mu-
rocío á las ñores. cho tiempo sobre m i cabeza y hacen que
la mirada de m i alma se incline hacia la
tierra, m i i m a g i n a c i ó n se escapa al fin,
Niños, venid!—Para vosotros son los se vá; corre, y en la llanura toma el sen-
jardines, los patios y las escaleras; con- dero que t o m a r á m a ñ a n a , que la extra-
moved los pisos, los techos y los pilares; vía á l a aventura, pero que la hace
corred y susurrad como l a abeja en el regresar á su sitio, como corcel prudente
campo. Oh juventud! ¡mi alegría, m i fe- que conoce el camino. Corre hácia los
licidad, m i alma y mis cantos i r á n donde bosques, en los que en la sombra indeci-
t u vayas! sa flotan tantos rayos, tantos murmullos
y tantas voces; allí encuentra á la fanta-
Existen para los corazones sordos á sía, sentada bajo el primer árbol, y las
los clamores vulgares voces armoniosas, dos juntas se internan en la espesura de
acordes, rumores que solo se oyen en los las selvas.
sitios retirados; notas de u n gran con- 27 Junio 1830.
cierto, que se interrumpe con frecuencia;
vientos, olas, hojas del bosque, ruidos
de los que el alma soñolienta crea secre-
tas músicas.
xvn.
Flevile nescio quid.
OVIDIO.
Yo, cualquiera que sea el mundo, el
hombre y el porvenir, ya necesite olvi-
dar, ya necesite acordarme, ya sufra, ya Por q u é ocultarte? A q u í estabas sola y
esté consolado, solo deseo habitar en la llorando. ¿Qué pasó ante tus ojos deli-
ciudad de los vivos, en una casa que rantes? Q u é sombra flotó en t u alma?
llenen continuamente los gritos, las risas ¿La causó un hondo pesar, ó siniestro
y los lloros de los niños. presentimiento, recuerdos juveniles del
pasado, ó vaga debilidad de mujer?
Si alguna vez te vuelvo á visitar, her-
moso pais, cuya lengua sonora me es tan ¿Veias huir ya el amor con sus dulzu-
simpática, cuya c a m p i ñ a es tan pinto ras y las ilusiones, esas jóvenes herma-
resca, hermoso pais en el que, siendo yo nas que en la m a ñ a n a de la vida vemos
niño, seguia á Napoleón, hermosas ciu- danzar en u n porvenir sin límites, asi-
dades de Valencia, de Castilla, de Ara- das de las manos, coronadas de flores, y
gón, de la inolvidable E s p a ñ a ; que mueren antes de que termine la tar-
de de la existencia?

No quiero atravesar vuestras llanuras,


¿Viste acaso salir de las dormidas tum-
n i vuestras ciudades, n i pasar por vues
bas alguna sombra doliente y amiga que
tros puentes de un arco construido entre
te preguntaba en voz baja q u é tarde
dos montes, n i ver vuestros palacios ro
irias á rezar ante las cruces de piedra,
manos ó moriscos, n i vuestro Q-uadal
de las que cuelgan muchas flores mar-
quivir, que serpenteando huye, m á s que
chitas?
sentado en esos rústicos carros, que an
dan moviendo mucho ruido con las cam
panillas sonoras de sus m u í a s . Pero no; esas visiones no te perse-
11 Mayo 1830. g u í a n . Tenemos bastante motivo para
llorar cuando comprendemos que en el
mundo todas las mieles son amargas, to-
XVI. dos los cielos sombríos, todas las ambi-
ciones engañosas, todas las esperanzas
falaces, y que no hay manos que puedan
detener las olas n i coger la sombra.
Cuando el libro, sobre el que se duer
íne todas las noches m i pensamiento;
cuando el aire de la casa y los cuidados Todo lo que vuela en el mundo á la
del hogar, cuando el m u r m u l l o de l a merced del céfiro con alas de oro, de púr-
HOJAS D E OTOÑO, 165
pura y de zafiro, nos hace correr yendo Nacemos é ignoramos que la niñez
delante de nosotros; pero se disipa el pol- efímera, apacible arroyo que corre sin
vo de las alas de oro, de zafiro ó de púr- arrastrar una gota amarga, es la edad
pura, cuando el niño coge á la frágil de la felicidad, es el momento m á s d i -
mariposa, cuando el hombre realiza su choso que el hombre, sombra que pasa,
esperanza. obtiene en el m u n d o . — M á s tarde ama-
mos. Q-uardamos dentro del corazón
Llora, pues. Las l á g r i m a s sientan bien uvenil u n nombre misterioso que nun-
hasta en la felicidad; tus cantos son m á s ca pronuncian los labios. Aspiramos á
tiernos cuando suenan entre tus lloros; 'as dulzuras del inefable himeneo; envi-
tus ojos puros y fascinadores son m á s diamos al agua que huye, la nube que
irresistibles cuando los enjugas; cuando vuela; sentimos que se extremece el alma
en el verano acaba de llover, el campo al oir el timbre de una voz querida; so-
está m á s hermoso, y á l a luz del sol el ñ a m o s de dia y nos agitamos durante las
cielo hace brillar m á s su azul, lavado noches, y entre las miradas de todas las
por la l l u v i a . mujeres solo buscamos una mirada, en-
tre las plantas de A b r i l solo buscamos
una flor, y en el cielo rojizo solo busca-
L l o r a como Raquel, llora como Sara. mos un astro.
Siempre se sufrió en el mundo y siempre
se sufrirá. ¡Desgraciados los insensatos
que rien! E l Señor nos levanta cuando Después, celosos y apresurados, des-
caemos; prefiere los desgraciados á los hojamos las flores en la frente de l a es-
buenos, los que lloran á los que rezan. posa; sentimos, somos dichosos, y por lo
tanto, insensatos! Miramos casi llorando
el infortunio pasado; vemos que el ardor
Llora y aprenderás! Las l á g r i m a s son del medio dia marchita nuestra primave-
u n dón. Muchas veces el lloro, que sigue ra, nuestra m a ñ a n a y nuestra juventud,
al abandono ó al error, reanima nuestras sin tener esperanza de que renazcan;
fuerzas abatidas; muchas veces el alma, perdemos la ilusión, y envejecemos bajo
al ver la duda que huye, comprende que el peso, siempre creciente, del arrepenti-
el dia anterior que amanece en l a oscu miento; borramos de la frente las man-
ridad vierte estos gratos rocíos. chas y las arrugas; nos apasionamos del
arte, de los versos, de los viajes áridos,
Llora, pero obras bien ocultándote de los lejanos climas, de los mares que
para llorar. Basca en tí misma t u pro cruzamos; echamos de menos la edad en
pió refugio. Para calmarte, en el fondo que no dormíamos; y al mismo tiempo
de t u corazón oculta aparte el tesoro de nos creemos desgraciados y que ayer
tus l á g r i m a s y las saborearás con frui- éramos locos, porque ahora vivimos con
ción. m á s calma y tenemos m á s cordura.

L a flor, que se abre al rocío de la au Por fin envejecemos; como flores mus-
rora y que no desea que la luz del medio tias, blanquean nuestros cabellos y pa-
dia haga admirable el esplendor tímido san nuestros años; nos lamentamos de
de sus hermosos colores, para que no la haber perdido los dias felices de la niñez,
vean miradas importunas, en el fondo y nos burlamos al mismo tiempo del
del cáliz que guarda su perfume esconde amante y del poeta, y estando ya próxi-
muchas veces una perla h ú m e d a . mos á descender á la tumba, llamamos á
Junio 1830. nuestro alrededor, con los ojos e m p a ñ a -
dos por el llanto, á nuestros hijos, que
están viviendo con los suyos.
XVIII.

Sed satis est jam posse morí. De este modo. Dios mió, el hombre ca-
LUGANO. mina siempre cada vez m á s sombrío,
desde la radiante cuna hasta el oscuro
sepulcro.
D ó n d e está la felicidad? me pregunta-
ba.—Desgraciado! Dios mió, la felicidad
vos me la habéis concedido. Es esto haber vivido? ¿Es esto haber
gozado de alegría, de amor y de felici-
166 OBRAS DS VICTOR HUGO.

dad? Es locura quejarse? ¿Éste es el para tí solo de suaves murmullos y de


n é c t a r que llena la copa? A y ! Nacemos rayos dorados.
para vivir y deseamos la muerte; crece-
mos lamentando haber perdido la niñez,
envejecemos lamentando haber perdido ¡Porque tus hermosos ojos destellan
l a juventud, morimos lamentando haber infinita dulzura, tus manecillas ligeras
perdido la vejez y la vida. y benditas no han causado aun daño al-
guno, tus piés no se han ensuciado aun
en el fango de la tierra, t u cabeza es sa-
D ó n d e está la felicidad? me pregunta- grada, niño de cabello blondo, hermoso
ba.'—Desgraciado! Dios mió, la felicidad á n g e l que ostentas aureola de oro!
vos me la habéis concedido.
28 Mayo 1830. Eres para nosotros l a paloma del arca:
tus piés no pueden andar solos, tus alas
son de azur; miras el mundo sin com-
XIX. prenderle todavía; gozas de doble virgi-
nidad, de la del cuerpo, en el que nada
Lo toit s' egaye et rit. es inmundo, y de la del alma, en la que
ANDRÍS CHENIER. nada es impuro.

Cuando ve que entra el niño, el círculo ¡Es delicioso el niño con su Cándida
de la familia se regocija. Su inocente sonrisa, con su buena fé, con su voz que
mirada, que brilla, hace animar los ojos todo lo quiere decir, con sus l á g r i m a s
de todos, y las frentes m á s tristes y m á s que se secan al momento, dejando va-
c e ñ u d a s se desarrugan de repente al ver gar su vista a t ó n i t a por todas partes,
aparecer al alegre niño. presentando con afán el alma á la vida
y l a boca á los cariñosos besos!

Y a se introduzca en la casa el agrada-


ble sol de Junio, ya en el mes de No- Señor! preservadme, preservad á los
viembre brille en la chimenea conforta- que amo, á mis hermanos, á mis padres,
ble fuego, cuando llega el niño, llega á mis amigos y hasta á mis propios ene-
para nosotros la alegría. Reimos, le re- migos, de que vean el estío sin flores, la
ñimos, le llamamos, y su madre tiembla j a u l a sin pájaros, la colmena sin abejas
al verle andar con pies inseguros. y la casa sin niños.
18 Mayo 1830.

Algunas veces, removiendo las llamas,


nos ocupamos de la p á t r i a , de Dios, de XX.
los poetas y del alma que se purifica re-
Beau, frais sonriant d' aise á cette
zando; pero aparece el niño... y adiós vie amere»
cielo, adiós pátria, adiós poetas, adiós SAINT-BEUVE.
filosofía... suspendemos esas conversa-
ciones para acariciarle*
Dentro de una alcoba, inmediata á u n
modesto altar, el niño duerme al lado
Por l a noche, cuando dormimos, cuan- del lecho de su madre, y mientras que
el espíritu sueña, cuando se oye gemir, reposa con los ojos cerrados, su infantil
como voces que lloran, las olas entre las i m a g i n a c i ó n sueña.
c a ñ a s , si de repente en lontananza bri-
l l a el alba como u n faro, su claridad
despierta en los campos una orquesta de E n sus sueños m á g i c o s v é durante al-
campanas y de pájaros. gunos momentos la arena de la playa
llena de diamantes, alumbrada por ar-
dientes soles, y en ella hermosas damas
que llevan en sus manos sus preciosas
N i ñ o , t ú eres el alba y m i alma es la almas.
llanura, que con sus m á s olorosas flores
se embalsama cuando t ú la respiras; m i
alma es el bosque, cuya espesura se llena E n su prodigioso sueño vé correr arro-
HOJAS D E OTOÑO. 167
yuelos, y oye una voz que canta en el el radiante cielo ofrece al mundo por la
fondo de sus aguas. V é á sus hermanas noche.
m á s lindas; á su padre, que las acaricia,
y- á su madre, que tiene alas como los
pájaros. Con frecuencia he creído que esas ar-
dientes estrellas, cuando el mundo duer-
me, solo ostentaban sus luces para mí;
V é muchas cosas todas m u y bellas; vé que yo era el único predestinado para
lleno el corredor de azucenas y de rosas; comprenderlas; que era yo, sombra oscu-
vé lagos de plata por los que se deslizan ra y silenciosa, el misterioso rey de aque-
peces de colores, y en los que las olas se lla fiesta nocturna, y que el cielo para
esconden entre cañas de oro. m í solo se iluminaba.
Noviembre 1829.
Sigue soñando, niño; duerme, amor
mió, ya que ignoras t o d a v í a á dónde la
XXII.
vida v á . Te arrastra como alga muerta;
pero q u é importa? L a corriente te lleva,
pero t ú sigue durmiendo. A una mujer.

C est une ame charmante.


DIDEROT.
Sin cuidado, sin recelo, pasa durmien-
do t u camino, que la mano fria de la i n -
quietud, en t u frente candida, tersa y Mujer, si yo fuese rey, te daría m i
risueña,no ha escrito aun la palabra ¡Ma- imperio, m i dosel, m i cetro, m i pueblo,
ñana! m i corona de oro, mis baños de pórfi-
do y mis flotas por una mirada de tus
ojos.
Duerme en la inocencia: tranquilos
los ángeles, que conocen de antemano la
suerte de los mortales, viéndole desar- Si yo fuese Dios, te daría el mundo
mado, sin miedo y sin inquietud, besan y el mar, los ángeles y los demonios,
llorando sus p e q u e ñ u e l a s manos. el caos profundo, el espacio, el cielo
y l a eternidad por un beso dé tus l a -
bios.
Los ángeles desfloran con sus labios l a 8 Mayo 1829.
boca del niño; éste, al ver que lloran, ex-
claman: Gabriel! Pero el á n g e l , que está
á su lado y que le mece en el lecho, se XXIII.
pone un dedo en l a boca y con otro dedo
s e ñ a l a al cielo. Quien no ama, no vive.

Entre tanto su madre, que está des- Quien quiera que seáis, jóven ó viejo,
pierta á su lado, cree que una pesadilla rico ó sábio, si no habéis espiado nunca
está afligiendo á su hijo; le oye suspirar, por la noche el momento de deslizarse
se acerca, le besa y le hace sonreír dán- un paso ligero y melodioso, ó de ver pa-
dole u n beso. sar u n velo blanco que rápido huye en
10 Noviembre 1831. la oscuridad, y que, como u n meteoro, en
noche oscura, os deja en el corazón un
surco radiante;
XXI.

Si solo conocéis, por haberlo oído decir


Algunas veces, cuando todo duerme, al poeta enamorado que canta y que sus-
me siento alegre bajo la c ú p u l a estre pira, esa suprema felicidad que puede
liada que en el azul centellea, y me pon- conseguir la juventud, de poseer un co-
go á escuchar por ver si de las alturas razón completamente y sin reserva, de
oigo caer a l g ú n ruido, y así pasan para no tener m á s luz, de no tener m á s estre-
m í sin sentir las horas, contemplando llas que dos ojos adorados;
conmovido el eterno espectáculo que
168 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Si no habéis j a m á s esperado, taciturno


y sombrío, debajo de los cristales del bal-
cón de u n salón de baile, iluminados por XXIV.
dentro, la hora en que termine la fiesta
para ver á vuestra beldad, brillante como Mens blanda in corpore blando.
u n r e l á m p a g o , jóven, rosada, con ojos
azules, pasar por entre el resplandor l u -
minoso de l a sala, coronada de flores; Señora, alrededor vuestro tanta gracia
hacéis chispear, vuestro canto es tan
Si no habéis j a m á s sentido el frenesí puro, vuestra danza t a n arrebatadora,
celoso de ver la mano querida cogida vuestras miradas tan irresistibles, toda
por otras manos, de ver el corazón que- vuestra persona atrae de t a l modo al
rido latir j u n t o á otros corazones; si j a - corazón, que cuando aparecéis, jóven
m á s habéis visto colérico el wals impuro astro, iluminando nuestra noche con esa
voltear con rapidez lasciva, deshojando radiante sonrisa, que nos hace palpitar,
en su vuelo mujeres y flores; como el pájaro en los bosques cuando
le despierta la aurora, u n pensamiento
de ternura se despierta en el fondo de
Si j a m á s habéis descendido de las co nuestros corazones, que empiezan tam-
linas hasta el prado lleno el corazón de bién á cantar. Pero vos no oís ese canto;
emociones divinas; si nunca al anoche- vos no lo sabéis, señora. Porque casto
cer, bajo los tilos, bajo u n cielo estrella- pudor envuelve vuestra alma con sus
do, con l a mujer querida, habéis as blancos velos, y el ángel á quien el cielo
pirado, ocultos, la voluptuosidad de la encargó vuestra custodia no se ha rubo-
sombra, hablándoos en voz baja y están rizado nunca cuando, pensativo, mira lo
do solos; que pasa dentro de vos.
22 A b r i l 1831.
Si nunca una mano femenina ha he-
cho temblar la vuestra; si nunca las pa XXV.
labras ¡Yo te amo! llenaron vuestra alma
todo u n dia; si nunca habéis desdeñado
Amor, ch1 a nuil' amato, amar perdona,
los tronos, por creer que los que em Mi prese del costui placer si forte
p u ñ a n cetros, que los que ciñen coronas Che, come vedi, ancor non m' abbandona.
DANTE.
que los que gobiernan u n imperio care-
cen de amor;
Contemplar en el b a ñ o á una jóven
Si j a m á s en las horas en que todo dor inocente, seguir de lejos las velas en el
m i t a , mientras ella, olvidadiza, duerme mar, ver brillar en el cielo las estrellas
no habéis llorado como un n i ñ o , y su- y en la yerba los gusanos de luz;
friendo sin cesar no la habéis llamado
cien veces desde las primeras horas de la
noche hasta las primeras horas de la au Ver alrededor de silenciosos ídolos bai-
rora, creyendo siempre que vendría si la lar en corro á las sultanas, ver huir de
siguierais llamando; noche por el golfo las góndolas i l u m i -
nadas:

Si j a m á s habéis sentido que la mirada Mirar la l u n a tranquila dormir refle-


de una mujer en vuestra alma ilumina jando en los árboles del camino; oir que-
ba otra alma, que con su cariño os p u - jarse las arpas, preludiando romanzas
diera abrir un cielo en el mundo; si j a m á s amorosas; vagar por los verjeles, cuando
habéis sentido que por esa mujer que se al anochecer las andaluzas arrojan flores
burla de vuestras l á g r i m a s gustoso espi- desde sus balcones;
raríais á sus pies..., si no habéis sentido
nada de esto, ¡nunca habéis amado, n u n
ca habéis sufridol De las flores que el A b r i l ostenta des-
Noviembre 1831. pojar los olorosos céspedes; ver, después
de ausencia larga y cruel, destacarse en
el horizonte el paisaje de la ciudad na-
tal; todo esto es nada: todos los bienes
HOJAS D E OTOÑO, 169
fabulosos ó reales que nos concede el des- Rouen os retiene en su seno y os apar-
tino no son nada para mí; los cambiada ta de m í . Muchas veces me ha ocurrido
m i alma enamorada por t í , cuando me la idea de i r á ver á Saint-Ouen, medio
miras fijando tus ojos azules en mis ojos demolido, y nunca he cumplido este de-
negros. seo, porque siempre me lo han impedido
12 Setiembre 1828. la familia, el estudio, las ocupaciones, y
sobre todo la vaga inquietud que hace
que el hombre tema realizar sus deseos.
XXVI.
Diferí ese viaje. L a vida se pasa difi-
Oh! les tendres propos et les charmantes dioses
Que me disait Aliñe en la saison des roses! riendo. De proyecto en proyecto y de es-
Doux zephir qui passiez alors dans ees beaux lieux,
pacio en espacio, vuela siempre el loco
N' en reportiez-vous rien á 1' oreille des dieux?
LEGRÁIS. espíritu del hombre. A l fin un dia, fati-
gados de engañosos sueños, exclamamos:
Y a es hora de realizarlos. Entonces vol-
M i r a esa gruesa rama; es dura, y las vemos la vista á nuestro alrededor y
nubes vierten la l l u v i a á rios sobre su vemos que ya la muerte nos está ace-
corteza abierta: pero cuando el invierno chando.
desapareza, verás cómo una hoja aguje-
rea sus nudos tan duros, y te pregunta- Esto sucede con todos mis proyectos.
rás á tí misma cómo un v á s t a g o frágil —¿Cuándo os volveré á ver, E s p a ñ a , Ve-
puede salir tan tierno y tan verde de esa necia con t u golfo, Roma con t u campi-
rama tan negra. ña? ¿Cuándo volveré á ver á Sicilia, que
roe subterráneo volcán; á Q-recia, que
P r e g ú n t a m e entonces por q u é , mujer tanto la conozco; á Cerdeña, que no he
querida, cuando en m i alma cerrada y visto nunca; á las p i r á m i d e s del Nilo y á
endurecida penetra t u soplo después de los catedrales del Rhin?
haber sufrido la l l u v i a de las l á g r i m a s ,
por q u é corre y se remonta hasta ella
toda m i savia; por q u é m i alma, como Quién sabe! Quizás n u n c a . — ¿ C u á n d o
una flor abierta, arroja de repente versos, podré refugiarme cerca del mar, ó en
que yo deshojo á tus piés. un monte cubierto de nieve, ó en a l g ú n
antiguo torreón lleno de las sombras de
los héroes, en el que el sol, dorando el
Es que todo lo del mundo se rige por remate de las torrecillas, refleje sobre m i
sus leyes inflexibles; es que l a noche clara frente sus ardientes rayos?
sucede á las noches sin luna; es que todo
en la tierra tiene sus constantes reflujos;
es que el viento necesita el árbol y el cé- Quizás tampoco nunca.—Entre tanto,
firo las hojas. Es que tras m i desgracia vivo como una sombra vana, olvidada
se me apareció t u sonrisa; es que yo era en el espacio y perdida en el n ú m e r o .
el invierno y t ú eres la primavera. Tengo tres hijos que rodean m i hogar, y
7 Mayo 1829. cuando la sabiduría entreabre la puerta
de m i casa, oigo que me dice:^—^Amigo,
debes estar contento. ¿Qué te importa
XXVII. que sea de un modo ó de otro la tienda
de un dia, que tienes m u y pronto que
A m i s amigos L . B . y 8. B . plegar?,,

Además, la i m a g i n a c i ó n me pinta cien


Esta ciudad, amigos, es Rouen; la ciu- veces todo lo que deseo ver; y lo que deseo
dad de las calles antiguas, de las a n t i - ver ¡se me aparece tan hermoso! M i ima-
quísimas torres, ruinas de razas que ginación me dibuja las Romas y las Cór-
desaparecieron, la ciudad de cien cam- dobas, que lanzan brillantes resplandores,
panarios que ensordecen los aires, la de cuando tú. Musa, sacudes en sus sombríos
los castillos, de los palacios y de las cár- pilares t u magnífica antorcha,
celes, cuya frente erizada de flechas y de
agujas desgarra incesantemente las bru-
mas del mar. Veo Alhambras, gigantescas catedra-
les, Babeles que en las nubes esconden
TOMO V.
170 OBRAS D E VIC

sus cimas, negros Escoriales, misteriosos 1 r o m p e r á vuestros velos, oscuros firma-


retiros, ciudades antiquísimas semi-ar- montos, sembrados de nubes de estre-
ruinadas, en las que suenan noche y lias? ¿Quién puede ¡oh mar! descender
dia m i l campanas aladas, que alegre- á las profundidades de t u lecho y regis-
mente habitan de dia en los campana- trarlo? Qué ciencia nos lo enseñará?
rios. Buscad en el fondo de los mares, y en el
Océano conocido nunca podréis sondear
la perla divina del alma.
De este modo sueño, y las ciudades
m á s espléndidas no eclipsarán de mis
ensueños los esplendores ideales; quiero ¿Qué debemos hacer, q u é debemos pen-
conservar esta ilusión, ya que la ilusión sar?—Negar, dudar ó creer? ¡Encrucija-
huye demasiado pronto. Todos los hom- da tenebrosa! ¡Triple camino en la oscu-
bres con su fantasía crean en l a imagi- ridad de la noche! E l hombre m á s sábio
nación un mundo m á g i c o de arte y de se sienta al pié de un árbol yodice en
poesía; cada uno tiene su tierra de Ca- voz baja:—"Señor, iré donde t ú me en-
naán. vies.,, Espera, y por los tres sombríos ca-
minos, pensativo, oye caminar al género
humano.
Continuemos, pues, soñando. ¿Por q u é Mavo 1830.
queremos descender de las alturas de l a
fantasía y tocar lo que soñamos? ¿Qué
haremos después? No tendremos ya ob-
jeto que perseguir, n i esperanza que nos XXVIII.
seduzca; desde la tierra que se nos con-
cedió no podremos ya volver á l a tier- A m i s a m i g o s 8. B . y L . B .
ra prometida, y Moisés hizo bien en
morir.
Lamento vuestra ausencia, mis queri-
dos amigos, el pintor y el poeta; no me
Permanezcamos lejos de los objetos encuentro sin vosotros y siempre os estoy
que encantan nuestra vista. E l arco iris llamando; ódio á la N o r m a n d í a , porque
es vapor, la nube es humo. E l ideal se os retiene tanto tiempo.
deshace en polvo cuando lo toca la rea-
lidad. Consumen al alma ios sueños de
gloria y los sueños de amor. Como a l Con ellos se llevaron toda m i poesía:
n i ñ o que sopla una burbuja de espuma, uno con su inspirado l a ú d y el otro con
cada hombre hincha una pompa de ja- sus inspirados pinceles; en el manantial
bón, en la que se refleia u n cielo. de su poesía y de su pintura bebia l a
inspiración m i musa.
¡Frágil pompa suspendida en una
c a ñ a , que tiembla al menor choque, va Adiós, pues, manantial! ¡Adiós, cari-
cila y se disipa! ¡Estos son nuestros pro-
nosos corazones que me dulcificaban la
yectos, nuestros placeres y nuestras va vida! ¡Adiós, pues, á la a l e g r í a que esos
nidades! ¡Loca creación, que el céfiro dos séres, t a n diferentes de génio, difun-
m á s leve inquieta! ¡Esfera de m i l colo- d í a n en m í con i d é n t i c a amistad!
res, formada con una gota de agua
mundo que un soplo crea y que otro so
pío destruye!... Creo verlos a q u í aun cuando pasaban
discutiendo la ojiva y el arco delante de
S o ñ a r es ser felices y esperar es v i un viejo pórtico; ó verlos en sus momen-
vir. Hacer viajes, recorrer paises lejanos tos deócio buscar detrás de una celosía
es abrigar locos deseos. Basta con reali unos ojos negros a l t r a v é s de un aba-
zar el viaje eterno. Todo camina en e nico.
mundo hácia un fin misterioso. ¿Dónde
v á el espíritu del hombre? ¿Dónde v á e
hombre en la tierra? ¿Dónde v á la tierra De la j ó ven hermosa y del antiguo
en el cielo? monasterio, tú, p í n t a n o s la hermosura;
tú, descríbenos el misterio, con ese en-
canto peculiar de los dos; al través del
L o sabremos alguna vez?—¿Quién transparente velo y de la amarillenta
HOJAS D E OTOÑO. 171
muralla, sabéis ver, amigos mios, en la I playas el agua del rio en nieblas y m i
mujer el amor y Dios en el templo. ¡pensamiento en desvarios.

Proseguid vuestro camino, artista y I Entonces v i con la i m a g i n a c i ó n , aire


apóstol, siendo hermanos gemelos; aquel dedor mió, á mis amigos, no confusa
nos pinta el universo que éste nos expli- mente, sino con la misma claridad que
ca, porque para vuestra felicidad, cada los veo cuando vienen por la noche á
uno de vosotros tiene en la tierra su par- m i casa; al uno con sus brillantes p i n
te propia; el pintor, el mundo; el poeta, | celes y al otro con sus versos de ardiente
el alma, y los dos, la inspiración del Om vuelo; todos los demás amigos estaban
nipotente. formando círculo; oíamos y m i r á b a m o s ;
15 Mayo 1830. ninguno faltaba á la reunión; asistían
hasta los ausentes en largos viajes, acu-
dian hasta los que h a b í a n muerto, con-
XXIX. servando el mismo aspecto que cuando
vivían. E n cuanto contempló durante
Lia p e n d i e n t e de l a i m a g i n a c i ó n .
algunos instantes con los ojos de m í
pensamiento todos mis compañeros sen-
tados j u n t o al hogar, v i que temblaban
Obscuritate rerum verba saepe obscurantur.
GERVASIUS TILBERIENSIS. sus confusas facciones y que por grados
palidecían y se borraban sus fisonomías
descoloridas, y todos ellos, como u n ar-
Amigos, no ahondéis la p r o f u n d i d a d l ^ 0 ^I16/6, V i e J [ d e ®n u n laS0' se P^r-
de vuestros desvarios. No cavéis el suelo'clian alreaedor de m i .
de vuestras llanuras florecientes, y cuan-
do se presente á vuestros ojos el Océano ¡Vi con los ojos del pensamiento innu-
dormido, nadad en la superficie ó recor- merable m u l t i t u d , u n caos de voces, de
red sus orillas. E l pensamiento es som- ojos, de pasos; hombres que j a m á s h a b í a
brío; por pendiente insensible v á del visto, hombres que no conocía, v i todos
mundo real á la invisible esfera; su espi- los vivos! ¡Vi ciudades susurrando como
r a l es profunda, y cuando á ella se des- un bosque de A m é r i c a ó como una col-
ciende, sin cesar se prolonga y se ensan- mena llena de abejas, caravanas acam-
cha, y el que pasa rozando a l g ú n enigma pando en el ardiente desierto, marineros
fatal, regresa pálido de ese viaje vertigi- dispersos por el Océano! V i los dos polos,
noso. el mundo entero, el mar, la tierra, los
Alpes con la frente nevada, el Etna con
E l otro d í a acababa ^ l o v e r , p o r ^
han entristecido este ano el estío los I ^ valles degc^ndiendo d ¿ d la t i
cierzos y las lluvias y el hermoso mes ra'hasta el m los mares inundando
de Mayo, cuya apacibilidad nos e n g a ñ a , lag ^ ^ cabos los des
t ó m a la m á s c a r a del Abrí que sonríe y contineiftes, brumosos, verdes ó dorados,
que llora. H a b í a subido el transparente |.nlirií1af1ns
inundados Vconstantemente
w^tArUrit,* n n r los
por l n «in-
de góticos colores de m i ventana, y con mensos mares.
templaba desde lejos las flores y los ár-
boles. E l sol hacía brillar en el verde
musgo las gotas de la lluvia, y m i abier- ¡Todo esto, como u n paisaje en una
ta ventana t r a í a desde el j a r d í n á m i c á m a r a oscura, se reflejaba en m i espí-
tranquilo espíritu l a algazara de niños r i t u sombrío; todo esto vivía en él y pa-
que jugaban y el canto enamorado de saba! Entonces, fijándose cada vez con
los pájaros. P a r í s , con sus grandes ol- m á s atención m i pensamiento y m i vista
mos, con sus casas, con sus cúpulas, todo en el sinnúmero de perspectivas que el
él flotaba ante m i vista envuelto en l a soplo del viento ó el paso de las estacio
espléndida luz del sol de Mayo. Me que- nes me ofrecían á cada instante, v i sur-
dé absorbido en estas tres armonías, p r i gir de repente, y algunas veces del fondo
mavera, m a ñ a n a , infancia, que se u n í a n de las olas, al lado de las ciudades vivas
ante mis ojos y en m i imaginación: el de los dos mundos, otras ciudades extra-
Sena, como yo, dejaba fluir con suavidad ñas, nunca vistas, sepulcros ruinosos de
las olas por su pendiente, y el astro del los tiempos pasados, en donde estaban
día evaporaba al mismo tiempo en las amontonadas torres y pirámides y ciuda
172 OBRAS D E VICTOR HUGO.

des que b a ñ a b a n sus piés en el mar y sus Pronto á m i alrededor aumentaron las
cabezas en el cielo húmedo. Algunas sa- tinieblas, se disipó el horizonte, las for-
lían debajo de las ciudades vivas, y desde mas desaparecieron, y el hombre y los
los siglos pasados hasta la edad presente objetos y el ser con el espíritu flotaron á
pude contar tres pisos de Romas. Y m i soplo y tembló. Todo huia de m i vis-
mientras elevando clamores y griterío ta. Quedó solo. L a extensión quedó som-
resonaban a l mismo tiempo todas las bría. Solo d i s t i n g u í a eu lontananza, al
ciudades de los vivos con el m u r m u l l o travós de l a sombra, como de un Ocóa-
del pueblo ó con los pasos del ejército, las no de olas negras y apretadas, en el es-
ciudades del pasado, cerradas y mudas, pacio y el tiempo, amontonadas la colec-
sin lanzar humo por sus chimeneas, sin ción de las unidades.
lanzar n i n g ú n rumor de su seno, calla-
ban y parecían colmenas vacías. De re-
pente oí gran estruendo. Las razas muer- E l doble mar del tiempo y del espa-
tas, de las desoladas ciudades abrieron cio, por el que el navio humano pasa y
las puertas y v i que caminaban como las reapasa sin cesar, quise sondearlo, quise
ciudades vivas, pero levantando mucho llegar á su fondo de arena, cavar y re-
m á s polvo. Entonces v i las torres, los gistrar allí, por sacar de su abismo al-
acueductos, las pirámides y las colum- guna e x t r a ñ a riqueza y deciros si su
nas; entonces v i el interior de las anti- lecho es de roca ó es de fango. M i espí-
guas Babilonias, á Cartago, Tiro, Tebas r i t u se sumergió en ese seno, y en sus
y Sion, de donde sin cesar sallan las ge- profundidades nadó solo y desnudo, bo-
neraciones. gando desde lo inefable hasta lo invisi-
ble... De repente se volvió, lanzando
terrible grito, deslumhrado, jadeante, es-
De este modo lo a b a r q u é todo; el túpido y con espanto, porque en el fon-
mundo con su faz antigua y con su faz do habia encontrado la eternidad.
moderna, el pasado y el presente, los v i Mayo 1830.
vos y los muertos, el género humano
completo. Todo me hablaba á la vez
se me hacia comprensible, el pelasgo XXX.
Oríeo y el etrusco Evandro, las ruinas
de Irmensul, la esfinge egipcia y la voz R e c u e r d o de l a i n f a n c i a .
del nuevo mundo, que es tan viejo como
el antiguo. A JOSE, CONDE D E S.

Cuneta supercilio.
Dificilísimo es que pueda describrir lo HORACIO.
que veia. Era como u n inmenso edificio
edificado con el amontonamiento de si-
glos y de lugares, en el que no se podian U n dia que en el Pantheon se celebra-
encontrar n i las orillas n i los centros; que ba una gran fiesta, v i pasar á Napoleón,
sustentaba en todas sus alturas nació cuando yo tenia siete años. Para con-
nes, pueblos, razas; millones de obreros templar su figura heróica me escapó del
humanos, dejando en todas partes sus lado de m i madre, porque las h a z a ñ a s
huellas, trabajaban de noche y de dia, de ese hombre exaltaban m i imagina-
hablando cada uno u n idioma y sin en- ción; m i cariñosa madre, que con fre-
tenderse, y yo recorría, buscando quien cuencia se sobresalta, se asustaba cuan-
me respondiera, de grada en grada, esa do me oia hablar de guerras, de asaltos
Babel del mundo. y de batallas desde mis años m á s tiernos.

L o que hizo que de m í se apoderase


E n ese sueño espantoso llegó la noche un santo terror cuando apareció el em-
oscureciéndolo todo, y en las regiones perador al frente de su séquito, mien-
que la mirada no puede sondear, cuanto tras los otros niños preguntaban á sus
m á s numerosos eran los hombres, la os- madres si era aquel el héroe, no fué ver
curidad era m á s densa; y solo un soplo que le seguía todo un pueblo, n i verle
que pasaba de vez en cuando, como desde lejos cubierta l a cabeza con el
para e n s e ñ a r m e aquel hormiguero h u sombrero usado, m á s hermoso en él que
mano, iluminaba aquella vasta noche. una diadema, n i que le siguieran detrás
diez vasallos coronados, que temblando
HOJAS D E OTOÑO. 173
se fijaban en sus espuelas, n i sus vetera-1 „De ese mismo modo, hijo mió, traba
nos granaderos, n i el volteo de campa- j a el alma activa y fecunda del poeta
ñas, n i la iluminación de la ciudad, n i que crea y del soldado que edifica. Pero
los coros que cantaban; lo que me con- no se conoce; la llama interior que los
movió y me dejó cierta gravedad para consume no aparece en el exterior. Así
siempre fué, entre los cánticos de gloria, t a m b i é n Napoleón, cercado de esplendo-
entre las aclamaciones que levantaba, res y que tanto ruido movió al forjar su
ver á aquel hombre soberano pasar corona, ese hombre célebre que ves i n -
mudo y grave como u n dios de bronce, móvil y mudo atravesar las calles, mien
tras un pueblo le aclama, quizás siente
Por la noche se lo dije á m i padre, ^ el fondo de su cerebro germinar u n
mientras se desnudaba de su uniforme porvenir. Quizás en su i m a g i n a c i ó n
de guerra y yo estaba jugando con sus perspicaz entrevó que la Europa se con
charreteras; peropero m i padre sacudió la | vertirá en una Francia gigantesca, y
cabeza sin responderme.^—'Con frecuen- que Berlin, Viena, Madrid, Moscou, Lón-
cia una idea se hunde en nuestro espíri- dres y Milán v e n d r á n todos los años á
t u y se nos aparece á cada instante: la Paris á rendirle homenaje; que el Vati-
Cándida infancia tiene sus asombros. cano será vasallo del Louvre; que se
h u n d i r á n en el abismo los antiguos tro-
nos, y que de todas sus ruinas s u r g i r á
A l día siguiente, para ver declinar el • - l a humanidad otro Garlo-Magno
sol hácia su ocaso, subí con m i padre a £on otro lobo en la mau0 y en el espí-
la colma que domina á P a r í s por la r i t u en |onde bulle ese gran deSignFio
parte de Levante, y c a m i n á b a m o s los dos; izá ^ ^ los fut^ros bat|llo_
el pensativo y yo sonando. Aquel hom- £ ¿zás se llenan lag , d6
bre se me aparecía como u n prodigio. ^ trabajadores y de instru-
Hablando con m i padre, le pregunte:-- mento 5uiz4s ya Se construye un buque
"¿Por que el emperador, el enviado de | c o l o s a l ; q \ i z á s ^ en s u / m a r e 9 ^
Dios, que todo lo mueve, que todo lo d i nueva armada y en sus playas un nuevo
rige, tiene esa inmovilidad y esas mira ejército, quizás en la oscuridad del alma
das frías?...,, M i padre, cogiendo con sus de ese hombre se levanta el sol de u n se-
manos m i débil cabeza y s e ñ a l á n d o m e gundo Austerlitz.,,
desde lejos el espacioso horizonte, me
contestó:—"La tierra, que á t u vista apa-
rece inmóvil, se conmueve m á s que el I A l g ú n tiempo después v i pasar otra
aire, m á s que las olas y m á s que las lia- vez á ese héroe, m á s grande en Paris
mas, porque el g é r m e n de todo se agita que César en Roma, y recordé lo que
en su seno. E n sus tenebrosas profundi- años a t r á s oí de los labios de m i padre,
dades, noche y dia siente sumergirse las L e tributaban honores casi divinos, y le
raices, serpientes que se abrevan en los volví á ver pasar t a m b i é n pensativo,
arroyos de las savias predispuestas, y que t a m b i é n inmóvil. L e atormentaba su
se las beben sin cesar; corren por ella colosal proyecto; cien á g u i l a s le escolta-
muchas llamas, y tan pronto empapa el ban, como á u n emperador romano; mar-
cristal, que convierte en diamante, tan chaban sus regimientos con las banderas
pronto en alguna mina sombría a l u m - desplegadas; sus pesados cañones, con
bra montones de carbunclos; ó saliendo las bocas inclinadas, corrían, atravesan-
á la luz, todavía con m á s magnificencia, do la m u l t i t u d , produciendo el ruido del
pone en la frente del Etna un penacho bronce sobre las cureñas; pero pronto la
de oro. Siempre está trabajando el inte- figura del héroe desapareció ante m i
rior de la tierra, y su flanco universal se vista entre un torbellino de polvo, y
extremece incesantemente. Grota á gota pasó. Pronunciaban su nombre todos los
el manantial de todos los ríos se filtra en labios, sonaban campanas y tronaban
ella por la noche. L a tierra hace apare- los cañones; su séquito producía gran
cer en su superficie los trigos, las ciuda- murmullo en las calles, y con clamores,
des, los bosques y los hombres. Mira vivas y vítores, el pueblo saludaba á ese
como todo verdea, como todo ríe, como t r a n s e ú n t e glorioso.
todo está vivo; pues bien, mientras t ú Noviembre 1831.
contemplas todo eso, en el seno de la
tierra, que nunca se agota de tanto pro-
ducir, las futuras cosechas tiemblan
confusamente.
174 OBRAS D E VICTOR HUGO.

los convidados; cuando con sonante tim-


bre en vuestra feliz morada oís en el
XXXI. reloj l a voz grave de las horas, ¿pensáis
algunas veces que, quizás en las calles
A m a d a m e M a r í a M. inmediatas, se p á r a u n indigente ham-
briento y vé pasar vuestras luminosas
Ave María, gratia p'ena. sombras tras de los vidrios del salón
iluminado?...

Vuestras miradas son t í m i d a s y vues-


tra frente serena. Aunque por pudor ó Pensad que está allí abajo, transido
por tenernos compasión nos escondáis el por el frió y por l a nieve, ese padre indi-
alma cuando el soplo celeste agita vues- gente, que a l contemplar vuestra fiesta,
tro corazón como fuego que oculta l a exclama en voz baja:—¡Cuánta riqueza
ceniza, de repente se inflama y chispea. para uno solo! Q u é rico será! ¡Cuántos
amigos acuden á su festín! ¡Es muy di-
choso, sus hijos le sonríen; con sus j u -
Elevad con frecuencia esa voz, que guetes t e n d r í a n para comer pan los
permanece silenciosa. Cuando visteis l a míos!
luz del dia cantaba u n ruiseñor. U n sol
delicioso os vió nacer. Siendo n i ñ a tuvis-
teis á l a cabecera de vuestra cuna u n —Después el indigente compara con
á n g e l que os m a r c ó con el sello poético, vuestro salón de baile su hogar apagado
quizás u n Dios, quizás á vuestro padre. y pobre, sus hijos hambrientos, su ma-
dre p á l i d a y andrajosa, y tendida en u n
m o n t ó n de paja, en el suelo y tiritando,
Dos vírgenes hermanas, la poesía y l a la anciana abuela, que el invierno enfrió
música, llenan vuestro pensamiento de ya bastante para entrar en l a tumba.
infinitas dulzuras; vuestro genio ha go-
zado de dos auroras, vuestro espíritu t a n
pronto se difunde en delicados versos, Dios ha establecido estos grados en l a
como a l compás del piano, que se extre- fortuna humana; unos van encorvados
mece cuando cantáis, se desparrama en bajo el peso de las penas, y pocos son
sonoras notas. convidados a l banquete de l a dicha; to-
dos no se sientan en él con i g u a l facili-
dad. U n a ley, que nos parece injusta en
Hacéis soñar a l poeta sin cesar, que el mundo, dice á unos: Gozadl y á los
piensa en vos cuando el cielo está oscu- otros: Envidiad!
ro, cuando l a media noche extiende sus
velos; porque el alma del poeta, que se
compone de sombra y de amor, es una Este pensamiento, amargo y sombrío,
flor nocturna que se entreabre a l morir fermenta en silencio en el corazón de los
el dia y abre su corola á la luz de las es miserables. Ricos, hombres felices, que
trollas. os adormecéis en l a voluptuosidad, que
9 Diciembre 1830. los desheredados no os arranquen de
vuestras manos esos bienes supórfluos
que atraen sus miradas; que os los arran-
que l a caridad.
XXXII.

P a r a l o s pobres. L a benéfica caridad, que el pobre ido-


latra, que es l a madre de los que tienen
Qui donne au pauvre, prete á Dieu. la suerte por madrastra, que levanta y
V. H . sostiene á los caldos y á los infelices; la
que, sacrificándose cuando sea preciso
como el Dios mártir, cuyo ejemplo sigue,
E n vuestras fiestas del invierno, vos- exclamará: "Bebed, comed, esta es m i
otros los felices del mundo, ¡oh ricos! carne, esta es m i sangre.,,
cuando el baile os agita en voladores
círculos; cuando por todas partes á vues-
tro alrededor veis brillar a r a ñ a s , cande- Que sea ella ¡oh ricos! l a que las al-*
labros y espejos, y l a alegría en todos bajas, los diamantes, las cintas y las per-
HOJAS D E OTOÑO. 175
las, para que el indigente se alimente, tima ya de las alborotadas olas, fué pre-
de los brazos de vuestros hijos y del seno ciso que arrojáseis al mar placeres, l i -
de vuestras mujeres arranque, para d á r - ' ertad, fantasía, familia, amor, todos
selos á los pobres. esos tesoros.

Dad, ricos. L a limosna es hermana de A d e m á s fué preciso que vos, solo y


la oración. Cuando un anciano, en el desnudo, bogáseis solitario, conducido
umbral de vuestras puertas, helado por 3or la corriente del oleaje, sin tocar
el invierno, i n ú t i l m e n t e os pide de rodi- ierra j a m á s , llevando ú n i c a m e n t e en el
llas; cuando sus pequeñuelos, con las esquife, separado de los nuestros, la vela
manos amoratadas por el frió, recogen á y la brújula, al alma y á Dios,
vuestros pies las migajas del banquete. Mayo 1830.
Dios, indignado, aparta la vista de vos-
otros.
XXXIV.
Dad, para que Dios, que dota á las fa
millas, dé fuerza á vuestros hijos y gracia Bievre.
á vuestras hijas; para que vuestra v i ñ a
A M. L U I S A B.
produzca abundante fruto; para que el
trigo se amontone en vuestros graneros;
Un horizon fait á sonhait pour le
para ser mejores; para ver en vuestros plaisir des yeux.
sueños pasar ángeles por la noche. FENELON.

Dad; porque l l e g a r á u n dia en que I.


abandonéis el mundo y en que vuestras
limosnas os proporcionarán en el cielo
una riqueza. Dad, para que diga el ne ¡Sí; este es el valle, el valle sombrío y
cesitado:—^"Nos compadeció,,; para que tranquilo! A q u í el verano derrama gra-
el mendigo, helado de frió, fije miradas ta frescura; a q u í duran mucho tiempo
menos feroces en vuestros salones de las efímeras flores; a q u í el alma con-
baile, templa, escucha, adora y aspira y com-
padece al mundo, loca morada, en el
que el hombre cada dia deja menos sitio
Dad, para tener á Dios propicio; para para Dios.
que hasta el mismo perverso se incline
cuando os nombre; para que t e n g á i s un
hogar tranquilo; para que u n dia, en U n rio en el fondo, bosques sobre las
vuestra ú l t i m a hora, consiga la absolu dos pendientes: a q u í , grandes á l a m o s
cion de vuestros pecados la oración que festoneados de trepadoras viñas, prade-
rece un mendigo por vosotros en el cielo ras en las que el segador curte sus bra-
Enero 1830. zos nervudos; allí, pensativos sauces que
lloran sobre la playa, y que, como una
mujer indolente que toma el baño, dejan
XXXIII. que moje el agua el extremo de su ca-
bellera.
A..., t r a p i s t a e n l a M e i l l e r a y e .
Allí, bajo el vado, entre aguas cena-
gosas, que dejan ver, cuando le atravie-
Hermano mió, la tempestad fué furio san, las piernas de las jornaleras; campos
sa; el h u r a c á n impetuoso que soplab cuadrados de dorado trigo; estanques de
a r r a s t r á n d o n o s de escollo en escollo, agua límpida; en la parte sombría, pare-
cuando vos partisteis abrió el vasto des de greda y techos negros; ocres en
abismo y a m o n t o n ó las olas alrededor los barrancos, que las lluvias destruyen,
de vuestro esquife. y en lontananza un acueducto que pare-
ce un puente en el aire.
Sucesivamente, de prisa, para evitar
el naufragio, para aligerar la nave, ex- Y coronando sus verdes colinas, las
puesta á la sombría tempestad, casi víc- profundidades del cielo, pabellón cons-
176 OBRAS D E VICTOR HUGO.

truido por Dios, que, llenando de dia de gres risas con las melodías que entonáis;
pliegues azules el espacio, parece un si vuestro noble padre sonrio presencian-
dosel suspendido sobre el sol, de cuyo do los juegos de los niños y oyendo
dosel solo se pueden ver los clavos de vuestro canto; si todo esto sucede, oyen-
plata durante la noche. do vuestra voz que penetra en el alma,
bajo ese cielo estrellado, se cree en la
familia, en el reposo, en la felicidad; el
Ese es uno de los sitios donde el cora- corazón se inunda de a l e g r í a y de amor,
zón vive; algo celestial flota allí que le sentimos que nuestros párpados se hu-
embriaga; es uno de los sitios que siendo medecen, levantamos las manos al cielo
yo niño prefería, en el que la belleza y exclamamos: Gracias, Señor!
serena, í n t i m a ó inagotable, derrama en
el alma el sublime olvido de todo lo des- IV.
agradable del mundo y de los hombres.
No se desea ya nada más; porque allí
II. nuestra alma se sume en l a naturaleza
y en la poesía, sin acordarse de que cer-
Si cuando nace el alba se camina por ca, y oculto tras los bosques y tras la
las lomas del bosque, que sirven de abri- cadena de colinas azules, á cuatro pasos,
go á los cervatillos, por el áspero camino que llamamos cuatro leguas, está acos-
cuyas piedras lastiman las manos de los tado el gigante P a r í s .
niños, cuando el sol aparece y el árbol
siente correr su savia, el valle parece un
hermoso ensueño; la bruma se disipa, l a No nos ocupamos ya de si la opulenta
naturaleza se despierta, l a flor rosada se ciudad, del mundo que está en fusión
abre, l a brisa suspende en ella una abeja predilecta capital, abre ó cierra t a l dia
y el rocío una gota. sus cráteres humeantes, n i de q u é modo
m i r a n los reyes en el momento actual
hervir en ese Vesubio de hombres la lava
E n su pintoresco paisaje, que encanta de los acontecimientos.
la vista, el arbusto, el pájaro de paso, 8 Julio 1831.
la yerba que tiembla y reluce, el árbol
viejo que l a edad doblega, la torrecilla
que está al lado del molino, el agua diá-
fana del arroyo, todo lo que sonríe, todo XXXV.
lo que canta, todo lo que suspira, todo lo
que respira, todo lo que habla, todo pro- P u e s t a s de sol.
duce armonioso ruido.
Merveilleux tableaux que la vue
decouvre á la pensée.
III. C. NODIER.

Si por la tarde, con el pensamiento


errante, de sendero en sendero, desde lo I.
alto de la colina descendemos á la casa,
que os hace durante todo el dia mirar P l á c e n m e las tardes serenas y hermo-
hácia abajo, al fondo de la pradera, y sas, ya doren la frente de antiguas
que se presenta á la i m a g i n a c i ó n como guaridas sepultadas entre la hojarasca,
una hermosa flor; ya en lontananza alargue su cortinaje la
bruma, ya los rayos del sol desgarren en
el cielo azul montones de nubes.
Si estáis dentro de ella, vos, cuyas
manos consiguen que el piano hable l a
lengua de vuestra alma; si es en uno de Mirad el cielo! Corren las nubes amon-
aquellos momentos dulces y misteriosos tonadas en el espacio, impulsadas por
en los que la música, espíritu de éxtasis los vientos y agrupando sus caprichosas
y de delirio, cuyas alas hacen el ruido formas; de repente flamea en ellas pá-
de una lira, reverbera en vuestros cantos lido r e l á m p a g o , como si de súbito un gi-
el esplendor de vuestros ojos; gante del aire las cortase con su espada.

Si vuestros hijos pequeñuelos, que E l sol b r i l l a aun a l través de sus som-


siempre os buscan, confunden sus ale- bras; ya parece que forme sobre ellas
HOJAS D E OTOÑO. 177
c ú p u l a s de oro, ya las hace brillar como oscura, en la otra b r i l l a escasa luz, y
el techo de una choza, ya disputa las sucediendo á la puesta del sol, el crepús-
nieblas al horizonte, ya recorta en ellas culo espira sobre los negros collados;
grandes lagos de luz al caer sobre los
sombríos céspedes.
Y allá abajo, alumbrando sus crista-
les, con su catedral de flechas dentadas,
Después se cree ver en el barrido cie- con las torres de sus palacios y las de
lo, colgado, un gran cocodrilo, de espal- su cárcel, con sus altos campanarios,
da ancha y rayada, con tres filas de irguiéndose como colosal sierra, l a ciu-
dientes de acero; y que sobre su cobrizo dad con sus innumerables techos se des-
vientre se desliza u n rayo y que cien nu- taca en el horizonte;
bes ardientes brillan en sus flancos oscu-
ros, como escamas doradas.
Quisiera presenciar desde una elevada
torre cómo la ciudad se abre bajo mis
Después se levanta en ellas u n pala- piés como u n abismo; quisiera huir, es-
cio. Después tiemblan y todo huye. E l cuchando morir el vasto m u r m u l l o de la
edificio de nubes destruido se desploma ciudad, que de dia suena con m á s es-
r á p i d a m e n t e , se esparce en lontananza truendo que el Sena, cuando ese gran
por el cielo, y sus conos rojos penden rio se i r r i t a contra los puentes.
con la punta hácia abajo, sobre nuestras
cabezas, semejantes á m o n t a ñ a s puestas
del revés. Quisiera contemplar á la antigua ciu-
dad, extendida en su lecho ante m í , de-
jando escapar suspiros de su boca, como
Esas nubes de plomo, de oro, de cobre si la hiciese gemir l a fatiga, y vigilando
de hierro, en las que duermen produ- solo, encima de ella, entre los ruidos
ciendo murmullos sordos el h u r a c á n , la sordos del Océano y de la m u l t i t u d , te-
tromba y el rayo, las suspende Dios con ner á mis piés la giganta dormida.
profusión en la extensión del cielo, como 22 J u l i o 1828.
un guerrero que cuelga en las vigas del
techo sus resonantes armaduras. ni.
E l sol, precipitado desde las alturas Quiero i r m á s lejos, m á s lejos todavía!
como u n globo de cobre, se lanza contra •—A la luz rojiza del sol poniente, p l á c e -
las fraguas removidas, cayendo sobre me ver cómo en los campos crece y se
ellas; su choque las desune, y hace en extiende l a oscuridad; l a ciudad está
copos de fuego saltar hasta el zenit l a demasiado cerca de mí; la oigo y l a veo;
ardiente espuma de las nubes. para entregarme libremente á mis pen-
samientos, la voz cascada de Paris su-
surra demasiado cerca de m í .
Contemplad el cielo; desde que huye
el dia en cualquier sitio y en cualquier
tiempo, con inefable amor miradle al Quiero huir bastante lejos para que
través de sus velos, que siempre hallareis me oculte un matorral l a niebla, que
un misterio en el fondo de su grave her- Paris lleva en la frente como un pena-
mosura; se encuentra este misterio en el cho, esa nube eterna parada encima de
invierno, cuando los velos son negros sus torres; para que el zumbido débil
como una mortaja, y se encuentra t a m - del mosquito que pasa apague en mis
bién en el verano, cuando l a noche los oidos la gran voz de l a ciudad.
borda de estrellas. 28 Agosto 1827.
Junio 1828.
IV,
II.
¡Dadme alas y hasta las nubes dejad-
E l dia iba desapareciendo; tras los ve- me volar, dejadme ascender! E n estas
los del celaje, de vez en cuando se aven- pobres regiones bastante ya he soñado
tura á aparecer una estrella; la noche y he sufrido. Dejadme volar hácia otros
lentamente v á ascendiendo á su trono mundos. Basta ya de seguir un faro en
de tinieblas; una parte del cielo está ya las noches oscuras; basta ya de sueños
TOMO V. 23
1^8 OBRAS D E VICTOR HUGO.

y de dudas; la voz misteriosa que oigo acosado por una idea, que le hace excla-
en el mundo quizás la oiré mejor allá mar:— "¡He malgastado mis hermosos
arriba. dias y pocos me quedan ya! Veo el fon-
do de m i vida, como el hombre pródigo
vé vacío el fondo de su arca.,,^—Oonoce
Dadme alas ó dadme velas; quiero que los rayos ardientes del sol hacen i n -
llegar hasta las estrellas, ó i r en un ba- clinar su cabeza, como al medio dia
j e l hasta el extremo del mundo; quizás lacen doblar las flores; cuando se aven-
en ese otro mundo se encuentre la llave tura á andar, cumpliendo con la ley de
del misterio que esplique el órden uni- su destino, vé á su paso mojados los
versal, y quizá los poetas lean con faci- céspedes, como por la m a ñ a n a , y sabien-
lidad esa p á g i n a del cielo. do que su aurora ya se ha disipado, ex-
Agosto 1828, clama:—"¡Esto lo produce la lluvia, pero
no el rocío!,.
V.
Esto es hecho.—Su génio ha adquiri-
Algunas veces, entre los pliegues de do madurez; puede llegar mejor á las
e n g a ñ a d o r a s nubes, allá arriba, a l t r a v é s m á s altas cumbres; el hogar que encien-
de las brechas vaporosas que agita el de le d á menos humo; cuando asciende
viento de la tarde, detrás de las ú l t i m a s su astro levanta menos bruma; su cele-
nieblas, acaso m á s lejos, aparecen de re brado corcel recorre mejor los campos
pente á la vista los pisos de oro de un cerrados; pero ya no conserva, ya no
edificio de nubes; y espantados vemos á puede difundir en sus obras, que inspi-
lo lejos en la esfera azul, en una isla de ran l a gracia ó el amor, el fresco encan-
aire que con audaz vuelo se aventura to de la edad j u v e n i l .
en el éter, subir hasta el cielo, con sus
escaleras, sus puentes y sus grandes tor-
res, alguna Babel desmesurada. Ese encanto se pierde para siempre.—
Setiembre 1828. Cuando se v á buscando al acaso esos
pensamientos, que caminando encontra-
VI. mos y que consiguen que por la noche
entre el artista en su gabinete orgulloso
E l sol se ha puesto esta tarde entre y altivo, cuando sale para pensar, cuan-
nubes. M a ñ a n a r u g i r á el h u r a c á n , vol- do vaga errante, ya por los prados, ya
v e r á n á aparecer el dia y la noche, des- por los bosques, ya por las encrucijadas
pués el alba con sus claridades, y todos tumultuosas de P a r í s , siempre én el
los dias y las noches p a s a r á n así. Pasa fondo de todo, siempre en su espíritu,
r á n así en m u l t i t u d sobre los mares, so- hasta cuando el arte le embriaga y le
bre los montes, sobre los rios y sobre los sonrio, encuentra con gran tristeza la
bosques, como confuso himno de los pesadumbre de haber visto desaparecer
muertos queridos que a m á b a m o s cuan su pasado, cualquiera que éste haya
do vivieron. Y l a superficie de las aguas sido.
y la frente de las m o n t a ñ a s , arruga Noviembre 1831.
das pero no envejecidas, y los bosques
siempre verdes, se rejuvenecerán; pero
yo, inclinando m á s cada dia la cabeza XXXVII.
pasaré; y helado á pesar del sol ardiente
desapareceré del mundo en medio de la L a o r a c i ó n p a r a todos.
fiesta de la n a t u r a l e s , sin que por eso
deje ésta nunca de ser fértil n i magnífica Ora pro nobis!
A b r i l 1829.

I.
XXXVI.
H i j a mia, vas á rezar.—Anochece ya;
vá desapareciendo el crepúsculo vesper-
L l e g a un dia en que de repente el ar- tino; la bruma borra de las colinas los
tista que gasta p r ó d i g a m e n t e sus dias, contornos; apenas se oye á lo lejos el rui-
en el peso de su frente conoce el peso de do lejano de a l g ú n carro...; la naturaleza
los años. Se despierta una madrugada vá á entregarse al reposo, y el árbol del
HOJAS D E OTOÑO. 179
camino se sacude al viento de la noche el Después reza por mí; yo lo necesito
polvo que recibió durante el dia. m á s que ella. T u madre es como tú, bue-
na, sencilla y leal; lleva la frente ergui-
da y el corazón puro; es prudente y ca-
Empiezan en el celaje á chispear las riñosa; sufre la vida con paciencia, se
estrellas; la ú l t i m a luz del sol v á apa- resigna á las desgracias, sin guardar
gándose; l a oscuridad empieza á argen- rencor al que las produce.
tar la superficie del agua; surcos, sende-
ros y matorrales, todo se confunde y se
borra; inquieto el viajero, no acierta á en- Siempre cogiendo flores, nunca su ma-
contrar el camino. no casta rozó siquiera la corteza del v i -
cio; n i n g ú n lazo es capaz de arrastrarla
á mendaces alegrías; olvida completa-
E l dia terminó; recemos, que ya apa- mente las amarguras pasadas, y no na-
rece la noche grave y serena. E l viejo cen en su mente esos malos pensamien-
pastor, el viento en las brechas de las tos que pasan por el espíritu como una
torres, los estanques, los rebaños, todo sombra por el agua.
sufre y todo se queja. L a naturaleza, fa-
tigada, necesita dormir, necesita oracio-
nes y amor. Desconoce las miserias que en el mun-
do nos asaltan—¡y ojalá t ú siempre las
desconozcas!—los placeres falsos, las va-
Esta es la hora en que los niños ha- nidades, los remordimientos, las inquie-
blan con los ángeles. Mientras que nos tudes roedoras, las pasiones que flotan
otros corremos en pos de locos placeres, sobre el corazón como l a espuma, los
todos los niños, mirando al cielo con las íntimos recuerdos que dan afrenta ó
manos juntas, con los piés desnudos y amargura y que hacen ruborizar.
arrodillados, rezan á l a misma hora una
misma oración y ruegan por nosotros al
Padre universal. Conozco la vida mejor que ella, y te
enseñaré, cuando seas mayor y debas
instruirte, que es una locura cegarnos
Después se d o r m i r á n . — E n t o n c e s , sa por la a m b i c i ó n , por la fortuna y por el
liendo de l a oscuridad, el enjambre n u arte; y que muchas veces encontramos la
moroso de sueños de oro que nace cuan ignominia en vez de l a gloria, y que
do se disipan los últimos ruidos del dia, y podemos perder el alma en ese juego
oyendo desde lejos la respiración de las aventurado.
rosadas bocas de los niños, como á los
capullos de las flores acuden las abejas Viviendo se altera el alma; y aunque
a c u d i r á n á detener su vuelo en las blan de los mortales sea transparente el fin,
cas cortinas de los lechos infantiles. y nos deje ver l a causa, envejecemos
m á s pronto cuando nos. entregamos al
error ó al vicio; por mas que el hombre,
¡Delicioso sueño de la cuna, oración de internado ya en la vida, tenga que
la niñez, cuya voz acaricia siempre y no equivocarse y que dudar muchas veces.
ofende nunca; dulce religión, que solaza Todos los mortales dejan parte de sí
y que sonrio; preludio del concierto de la mismos entre los matorrales del camino;
noche solemne! Como para dormir el p á el cordero los vellones de lana, el hom-
jaro introduce la cabeza bajo el ala, e bre la v i r t u d .
niño aduerme en l a oración su inocente
espíritu.
Reza, pues, por m í . — D i esta oración:
—Señor, Señor Dios mió, sois m i padre,
II. sois bueno y sois todopoderoso; os ruego
por todos nosotros!—Deja que vaya t u
H i j a mia, vas á rezar.—Primero reza oración adonde t u alma la envia, y no
por la que tantas noches meció t u cuna te inquietes por el camino que tome.
por l a que te tomó en el cielo y te puso
en el mundo; por t u tierna madre, que
dividiendo en dos partes su vida, bebió Que todo en el mundo encuentra sU
siempre el absintio y te dejó la miel* pendiente. E l rio v á serpenteando por
las llanuras hasta el mar; la abeja sabe
OBRAS D E VÍCTOR HUGO.

que l a flor guarda la miel; todas las alas I cesitan que se las desembarace del moho
se dirigen á su jmnto: el á g u i l a vuela de sus cuerpos, y no dejan de sufrir por
hacia el sol, el buitre hacia la tumba, la estar callando; reza por ellas; es preciso
golondrina hacia la primavera y la ora- compadecer á los muertos,
cion háoia el cielo.
IV.
Guando la oración que rezas por m i
vuela hácia Dios, me quedo como el es- A r r o d í l l a t e en el suelo, arrodíllate so-
bre la tierra, en la que está enterrado el
clavo que se sienta en el valle y deposi-
padre de t u padre y l a madre de t u ma-
ta su carga en la m á r g e n del camino; me
dre, en la que todo el que vivió duerme
siento m á s ligero, porque t u oración me
eterno sueño, en el abismo en que se
descarga del haz de penas, de faltas y de mezclan todos las cenizas de los h u -
errores que arrastro gimiendo. manos.

Vas á rezar por t u padre.^—Reza para


Cuando duermes, n i ñ a , sonríes. L a
que yo sea digno de ver pasar en mis
alegre bandada de los sueños revolotea
sueños un á n g e l que vuele como un cis-
en la sombra en que está sumida, se
ne, para que m i alma se purifique; con asusta al oirte respirar, se vá, pero vuel-
t u Cándido hálito borra mis pecados, ve otra vez; y abres por fin tus hermosos
para que m i corazón quede inocente y ojos al mismo tiempo que el alba, que
limpio como las losas del altar, que se t a m b i é n es u n ojo celestial, entreabre en
lavan todos los dias. el horizonte su pupila de pestañas de
oro.
III.

Reza por todos los que pasan por la Pero los perversos no pueden dormir
peregrinación del mundo; por aquellos así; se agitan inquietos y fríos en sus le-
que se les borran los senderos, en el mar] chos. Los ángeles no cantan coros alre-
ó en la tierra; por el insensato que cifra dedor de ellos; les persigue en sus sueños
su alegría en u n manto de seda ó en la el m a l que causaron; su noche carece de
velocidad del caballo; por todo el que alba; el implacable remordimiento, con-
sufre y trabaja; por todo el que obre vertido en gusano del sepulcro, les roe
bien y por todo el que obre mal. el corazón.

Por aquel que manchan los placeres, Rezando t ú por ellos puedes conseguir
a b r a z á n d o l e desde la noche hasta la ma- que el remordimiento tome alas y des-
ñ a n a ; que la hora destinada al rezo la aparezca volando; que grato calor ani-
pasa en festines, que celebra infame or- me su cuerpo yerto, y que llegue hasta
g í a en los momentos de la noche en que ellos un rayo de luz y de vida, algo
el alma eleva su religioso himno, y que como el murmullo de los vientos de los
cuando termina la oración prosigue en bosques y de las aguas.
sus placeres, como si Dios no la hubiera
oido.
Cuando paseas pensativa, á pesar de t u
edad infantil, por las playas, cerca de
Reza por las vírgenes consagradas al las que las olas se quejan, ó por debajo
claustro, por los que gimen en las cárce- de árboles de espesas copas, algunas
les, por las mujeres que venden su cari- veces, en los suspiros de las olas y de las
ño, por el espíritu que s u e ñ a y que me- brisas, ¿no oyes una voz que te pregun-
dita, por el impío que blasfema de la ta:^—Niña, cuando rezas, rezas por mí?
santa ley. T u rezo debe extenderse á
todos, porque t ú crees por los que nie-
gan, porque la infancia sustituye á la fé. Esa es la súplica de los muertos.—•
Cuando los muertos que tienen quien les
I rece, sobre la tierra que los cubre crece
Reza t a m b i é n por los que duermen 1 la yerba m á s floreciente, n i n g ú n demo-
eternamente en la tumba, en ese negro nio se les sonríe mirándolos; los muertos
precipicio que nos está tragando eterna- olvidados sumidos están en noche fría,
mente. Esas almas en su adversidad ne y siempre a l g ú n árbol que nace sobre
HOJAS D E OTOÑO. 181
ellos les introduce sin piedad las raices sitáis tomar leche y a l g ú n alimento
hasta el corazón. rugal y que vuestra madre arrodillada
os lave los pies; pues bien, pasa por el
mundo u n ser que camina entre los hom-
Reza para que el padre, el tio y los )res sirviéndoles y consolándoles, á toda
abuelos, que necesiten nuestras oracio- lora y en todos ios lugares, un buen
nes, se agiten en sus tumbas, cuando 3astor que busca las ovejas perdidas, u n
oigan que los nombras, cuando sepan Deregrino que viaja de u n punto á otro;
que en el mundo nos acordamos de ellos. jse pasajero, ese pastor, ese peregrino es
!Dios.
V.
Por l a noche está m u y cansado y ne-
No me corresponde, paloma mia, rezar cesita, para hacerle sonreir, encontrar un
por todos los mortales, por los vivos que alma que le sirva, un n i ñ o que le rece,
no tienen fó, n i por los muertos que un poco de cariño. N i ñ a , t ú que no
encierra la tumba; no me corresponde á sabes e n g a ñ a r , preséntale t u corazón
mí, cuya alma está llena de errores y inocente, temblando y con la vista baja,
vacía de fó, rezar por la raza humana, como precioso cáliz del que temes que
porque m i voz es deficiente acaso, Dios caiga n i una sola gota.
mió, para rezar por m í .

Rézale, y cuando observes que se llene


Si por los perversos de l a tierra hay ÍU alma de grato calor, será que E l te se
quien deba rezar, eres t ú , cuya inocen aproxima, hija mia, y entonces vierte, co-
cia encanta; eres tú, cuya Cándida pie mo antiguamente Marta l a hermana de
garia puede redimir á los d e m á s . Pre María, todo t u perfume á los pies del
g ú n t a l e á ese Padre augusto, que sonrio Señor.
al oir tus oraciones, por q u é el árbol
ahoga al arbusto, y q u é es lo que hace VIL
desde lo justo á lo injusto, vacilar á la
razón humana. P r e g ú n t a l e que si la sa- ¡Flotad en los aires, m i r r a ó cinamo-
biduría solo pertenece á la eternidad, mo, oloroso nardo, éter, d í c t a m o , per-
porque su soplo nos abate, porque sin fumes olorosos! ¡Prados que las ondas
cesar deshoja á la humanidad en la riegan, vapores del altar, pétalos de la
tumba. rosa, donde se posa la abeja; jazmin, ga-
món, flotantes incensarios, ramas verdes
y frágiles, donde la golondrina hace n i -
Los niños velan en el santo lugar por do en la primavera; azucenas que hacen
aquellos á quienes consumen los vicios abrir frescos rocíos, á m b a r que Dios do-
son las flores que le perfuman, son los ra, soplo de la aurora, hálito de la tarde,
incensarios que humean, son las voces perfume de la savia de los bosques, olor
que llegan á Dios. Dejemos que recen de la playa que se percibe de noche,
arrodillados los niños: nosotros, que so ramos de flores de los altares, llama
mos pecadores, todos hemos cometido solemne de las siete l á m p a r a s de oro, es-
faltas graves, todos estamos en la pen píritu de las rosas, flotad en los aires!
diente del abismo; dejemos que la niñez ¡Fiestas, qae os regocijen el incienso y
rece por nosotros. la algazara! ¡Olores desconocidos, flores
abiertas á las brisas de las noches, fra-
VI. gancias inmortales, que los arcángeles
fieles traen en sus alas cuando descien-
den del cielo! ¡Esencias riquísimas de los
N i ñ a , como una limosna reparte tus
vergeles de la luz; en esa augusta esfera
oraciones; reza por t u padre, por t u ma
saturáis al alma que ruega sollozando,
dre y por tus abuelos, por el rico á quien
al alma del niño que suplica por su pa-
Dios rehusa la felicidad, por el pobre dre huérfano, cuya boca suspira como
por la viuda, por el crimen, por el vicio inefable lira, con voz que hace sonreir,
reza por todas las miserias del mundo. con voz que hace llorar!

N i ñ a , cuando todo el dia habéis j u g a - VIII.


do bajo los árboles t ú y tus dos herma-
nos, y estáis rendidos por la noche, nece-l Cuando esa alma reza, está un á n g e l
m OBRAS D E VICTOR HUGO.

de pié á su lado, acariciando sus cabe- puros lagos, islas florecientes con ondas
llos con las plumas de las alas y enju- azuladas, en las que se pueden lavar los
gando con sus besos los ojos e m p a ñ a d o s remordimientos; que poseen t a l encanto,
por las lágrimas; á n g e l que acudió al oir que hasta el mismo incrédulo se arrodi-
que le llamaba el niño, espíritu que sos- l l a en sus playas. L a sombra que las
tiene el libro donde deletrea el inocente, inunda nos devuelve la calma y nos
y que espera que éste haya terminado hace mejores; su paz es tan profunda,
para remontar el vuelo. que j a m á s en sus olas se han derramado
lágrimas. E l dia, que deslumbrador re-
fleja en sus llanuras, encuentra las aguas
Su hermosa frente inclinada parece tan serenas, que apenas su celaje man-
u n vaso preparado para recibir las lá- cha con alguna nube.
grimas que vierte el corazón infantil; el
á n g e l recoge los lloros del cariño y los
suspiros del dolor; sin cambiar de natura- Esos lagos que nada altera. Dios los
leza, se llena con las espansiones del al- coloca en el mundo, entre montes g i -
ma del niño, como el vaso de cristal se gantescos, lejos del soplo fatal de los
llena de agua hasta los bordes sin cam- sombríos océanos, para que n i n g ú n vien-
biar de color. to árido, para que ninguna ola traidora
ricen n i envenenen sus aguas límpidas,
en las que se retrata el cielo.
Sin duda para el Señor recoge el lloro
del n i ñ o gota á gota y esa azucena hoja
á hoja. Después regresará á alinearse en H i j a mia, alma feliz, lago de pureza,
la celestial morada, conservando esos sus- permanece en ese u m b r í o valle, ya que
piros y esos perfumes, para presentarlos te ofrece Dios en él cariñoso abrigo. Lago
como en una copa llena para satisfacer que el cielo perfuma; el mundo es u n
la necesidad de amor, la única sed de mar cuyo soplo es brumoso, y su flotante
Dios. espuma, si cayera en t í , haria amargas
tus aguas.
N i ñ a , en el concierto que desde l a X.
tierra saluda á Dios, t u voz es entre to-
das la elegida, porque, hija mia, t u voz
Y t ú , celeste amigo, que custodias su
es m u y dulce, asciende hasta el cielo
infancia, que de dia y de noche le de-
tan pura y espira produciendo tan cari-
fiendes con tus alas invisibles, trípode
ñoso murmurio, que las vírgenes celes-
donde su llama se enciende, espíritu de
tes exclaman al oiría:—"¡Es la voz de su oración, á n g e l de m i niña, cisne de su
una hermana!,, lago puro;
IX.
Te la entregó Dios y yo te la confio;
Separada siempre del camino que si- sosten, realza, exhorta, inspira y fortifica
gue el pecador, anda hácia donde Dios su frágil humanidad, para que conserve
te encamina; niña, conserva t u alegría; siempre, alegre ó sufriendo, la mirada
azucena, conserva t u blancura. pura, el alma transparente y la sereni-
dad que hace que todo el dia, sin que
ella te vea, descartando de su corazón
Só humilde y nada te importen los falsos deseos y falsas pasiones, estés de-
ricos n i los poderosos, que el menor soplo lante de ella adorándola, como ella está
arrastra; la verdadera fuerza radica en adorando á Dios.
el corazón inocente. Con frecuencia Dios Junio 1830.
desprecia las altas torres, pero m i r a con
cariño el nido de musgo donde canta
una tierna voz.
XXXVIII.

Permanece en l a soledad y en l a po- Pan.


breza; vive sin inquietud y no te preocu-
pes m á s que de la eternidad. Se en-
cuentran lejos de nuestras ciudades y Si os dicen que el arte y la poesía es
lejos de nuestros dolores tranquilos y de la ambrosía eterno raudal, que es el
m

•-

EL CANTO DEL PASTOR


HOJAS D E OTOÑO. 183
ruido que levanta la m u l t i t u d que os Sublimes vates, embriagaos de la bel-
sigue, ó de rico salón la fantasía ociosa, dad del mundo, de los céspedes, de los
ó la rima que huye alcanzada por otras arroyos, del follaje, de las primeras flores
rimas, no, no lo creáis. que tempranamente produce Febrero, del
agua, del aire de los prados.
Sagrados poetas, i d y derramad vues-
tro espíritu en las cumbres, en las cimas Hermanos de las á g u i l a s , apasionaos
nevadas, que el aquilón combate; en los de las m o n t a ñ a s salvajes, copiad sobre
desiertos, donde el espíritu se recoge; en todo á la naturaleza en los momentos en
los bosques, que el otoño se lleva hoja á que un viento borrascoso, aumentando
hoja; en los lagos que se duermen á la el ronco zumbido, en lontananza llena
sombra de los valles. el espacio de nubes y de sombras ó i n -
clina al borde de los precipicios som-
bríos los sacudidos árboles.
Por todas partes donde la naturaleza
b r i l l a con su hermosura, donde la yerba
nace espesa para el r e b a ñ o balador, don Contemplad la pureza divina del ama-
de las ágiles cabras muerden los citisos necer, cuando la neblina aun inunda los
en flor, donde canta el pastor, sentado á campos; cuando la frente, escondida aun
la sombra de un arco antiguo; donde la entre el ramaje, levanta el sol, como si
cascada, impulsada por el viento, azota uera la c ú p u l a dorada de u n palacio de
los peñascos, que cubre con sus b r i l l a n - Oriente que se aproximara.
tes l á g r i m a s .
Contemplad el ocaso; cuando en la
Por todas partes donde arrastra el sombra el oscuro paisaje, lleno de i n -
viento un copo de lana ó una ligera numerables sombras, se borra; cuando
pluma, ya sea en el mar, ya en una lla- el monte, que yergue la altanera cum-
nura, ya sea antiguo y frondoso bosque, bre, parece en aquella semi-oscuridad un
ya islas desiertas, ya lago solitario, ya gigante acostado, que, apoyándose sobre
encuentre m o n t a ñ a s ó mares, ya nieve ó su codo, mira y piensa.
arena, ya olas ó tierra, en todas partes
donde soplen los cuatro vientos;
Si encerráis en vuestros espíritus u n
A todas partes donde el sol poniente mundo interior de i m á g e n e s , de ideas, de
haga crecer la sombra, á todas partes sentimientos de amor, de pasiones ar-
donde los montes entrelacen sus cade dientes, para fecundar ese mundo tro-
ñas, por donde se extiendan campos flo- cadle sin cesar con el otro universo que
ridos, ricas ciudades, donde haya cose- os inspira, y confundid vuestra alma con
chas, donde cuelguen los frutos de las la creación.
ramas, donde el pájaro pueda beber el
rocío, id, i d y cantad.
Oh poetas! E l arte es el acento subli-
me, sencillo, diverso, profundo, misterio-
I d á las selvas, i d á los valles, formad so, íntimo, fugitivo como el agua, y que
allí un concierto de sus notas aisladas como ella se desvia con facilidad, que se
robad á la naturaleza, que se ostenta reproduce como un eco en todas las cria-
ante vuestra vista, ya la entristezca e turas, y que, pulsado por vuestros pode-
invierno, ya l a alegre el verano, l a pala- rosos dedos, se exhala de l a inmensa lira
bra misteriosa que m u r m u r a toda la na de la naturaleza.
turaleza. 8 Noviembre 1831.

Todo lo llena Dios. E l mundo es su


templo; es su obra viva, en l a que todo XXXIX.
le escucha y le contempla, todo le habla
y le canta; E l es solo y único. E n su crea-
ción todo sonrio y está alegre; la estrella Antes que mis canciones queridas, jó-
que le mira es una llama y la flor que venes y perfumadas, hubiesen sufrido la
se agita es u n perfume. afrenta del mundo, apartadas del pueblo
ingrato que las pisotea, florecían y se
OBRAS D E VICTOR HUGO.

multiplicaban verdes y frescas en m i Profeso odio profundo á l a opresión.


imaginación. Me indigno cuando oigo en cualquier
sitio del mundo, bajo el reinado de u n
Hoy, del árbol desprendidas, son flores rey déspota, que pide socorro un opri-
que secó el aquilón, y que vuelan des- mido pueblo; cuando veo entregada á
parramadas, sucias de fango ó de polvo, los verdugos turcos por los reyes cris-
á la merced de las olas ó á la merced de tianos la Grrecia, nuestra madre, que
los vientos. agoniza; cuando vertiendo sangre la I r -
landa espira clavada en la cruz; cuando
la Grermania se debate encadenada por
Como hojas marchitas, las veo desho- diez reyes; cuando Lisboa, antes feliz y
jadas caer en el suelo; y la m u l t i t u d que hermosa, pende de l a horca, rindiendo
me rodea, poniendo sobre ellas los pies, el cuello á Miguel; cuando sufre el go-
pasa y se rie al ver al árbol desnudo. bierno de A l b a n i el pais de Catón; cuan-
6 Setiembre 1828. do Ñápeles come y duerme; cuando con
su bastón, pesado cetro que el miedo di-
viniza, el Austria rompe las alas al león
XL.
de Venecia; cuando estrangula á Módena
Toi vertu picure si je meurs!
el archiduque; cuando Dresde lucha y
ANDRÉS CHENIER. llora al pié del lecho de u n rey caduco;
cuando Madrid se adormece con sueño
letárgico; cuando Viena retiene á Milán;
Voy á decir la ú l t i m a palabra y á cer cuando al león de Bélgica, inclinado
raspara siempre este libro, que será en como el buey que abre el surco, no le
lo sucesivo e x t r a ñ o á m i pensamiento. quedan dientes para romper su mordaza;
No escucharé lo que diga la muchedum cuando un horrible cosaco enfurecido
bre; porque, ¿qué le importa al manan- viola á la infeliz Varsovia, y manchando
t i a l á dónde van sus olas? ¿Qué me su sudario, profana á la pura doncella
importa á m í , teniendo la vista fija en el que está tendida en el sepulcro. Poseído
porvenir, á dónde vá el viento de otoño, de este ódio, maldigo irritado á esos re-
cuyo soplo seca, y que pasa llevando en yes, que enseñan sus corceles mancha-
sus inquietas alas las hojas de los árboles dos hasta el vientre de sangre. Com-
y los versos del poeta? prendo entonces que el poeta debe ser su
juez; comprendo que la musa, indignada,
Soy jóven todavía, y aunque en m i puede atarles á su trono, como si los
frente, en l a que germinaron tantas atara á infamante picota, y hacer una
obras y tantas pasiones, trace cada dia argolla de su cobarde corona, y marcar en
que pasa una arruga más, como un sur- la frente á esos reyes con versos que lea
co que abre en ella el arado de m i pen- el porvenir. L a musa debe proteger á los
samiento, en el curso de m i vida no he pueblos indefensos; en estos casos olvido
visto pasar aun treinta veranos. Soy el amor, l a niñez, la familia, aban-
hijo de este siglo. Cada a ñ o u n error se dono el ocio y los cantos halagüeños, y
desvanece de m i espíritu; con asombro y á m i tierna lira a ñ a d o una cuerda de
desengañado de todo, solo ya rindo culto acero.
á la santa patria y á la santa libertad.
Noviembre 1831.

^IN DÍ: J-fojAp DE: OTOÑO.


CANTOS DEL CREPÜSCULO.

TOMO V . 24
PREFACIO

A poesía que encabeza esta e x t r a ñ o y crepuscular del alma y de la


colección indica el pensa- sociedad en el siglo en que vivimos: es
miento que e n t r a ñ a . E l esa bruma exterior, esa incertidumbre
preludio explica los CAN- interior; es esa semi-claridad que nos ro-
TOS DEL CREPÚSCULO. dea; por eso se encuentran en este libro
E n la actualidad, las las esperanzas confundidas con las du-
ideas y las cosas, la sociedad y el indivi- das, cantos de amor entrecortados por
duo, pasan por u n crepúsculo. C u á l sea lamentos, cierta serenidad compenetra-
éste y q u é v e n d r á detrás de él, es la da de tristeza, abatimientos que se rego-
cuestión m á s á r d u a de todas las que se cijan de repente, desfallecimientos que
agitan confusamente en este siglo. L a cobran bríos, esa tranquilidad que su-
sociedad espera que todo lo que está en fre, esas turbaciones interiores que se co-
su horizonte se ilumine ó se extinga nocen apenas en la superficie de los ver-
completamente. Nada m á s diremos sobre sos, los tumultos políticos contemplados
esto, y t a m b i é n seremos parcos en pala- con calma, esos retornos religiosos de la
bras respecto á esta colección. ¿ P a r a q u é plaza pública á la familia, el temor de
hemos de hacer notar el hilo casi invisi- que todo desaparezca y nos deje en la os-
ble que liga este volumen de poesías á curidad, y algunos momentos la gozosa
los libros precedentes?... Ofrece el mismo y ardiente fó en el progreso eterno y posi-
pensamiento con otras inquietudes, las ble de la humanidad.
mismas olas con otros vientos, la misma E n este libro, indigno de ocuparse de
frente con otras arrugas, la misma vida objetos tan grandiosos, combaten todos
en otra edad. los enemigos; la duda y el dogma, el dia
E l autor no insiste sobre esto; solo deja y la noche, el punto sombrío y el punto
subsistir en sus obras lo que es personal, luminoso, como en todo lo que se presen-
por ser muchas veces un reflejo de lo que ta ante nuestra vista, como todo lo que
es general; no cree que su individualidad, pensamos en este siglo, en nuestras teo-
como se dice hoy dia, valga la pena de rías políticas, en las opiniones religiosas,
estudiarse m á s que bajo de este concep- en la existencia doméstica, en la historia
to, por lo que cualquiera idea que se y en la vida que llevamos.
forme de ella solo se entreverá confusa- L a ú l t i m a palabra que a ñ a d e á lo di-
mente en sus libros. Lejos está el autor cho el autor, es, que en esta época de es-
de creer que las partes de que constan, pera y de transición, en esta época, en
particularmente éste, puedan considerar- que la discusión está tan encarnizada y
se como materiales positivos para es- tan llevada á su ú l t i m o extremo, en la
cribir la historia de cualquier corazón que solo se escuchan, se comprenden y se
humano: hay muchas fantasías en este aplauden estos dos monosílabos^ sí y no,
volúmen. no pertenece á los que niegan, n i á los
L o que principalmente ha tratado de que afirman, sino á los que esperan,
expresar en esta colección, lo que en ella 25 Octubre 1835.
m á s ha preocupado al autor es el estado
P R Eil_U D I O .

¿Qué nombre darte, época de traasi- Las olas, que t ú solo. Dios, cuentas; el
cion en que nos encontramos? B a ñ a to- viento que huye; el pedrusco que el arro-
das las frentes lívido sudor, y en las yo lava, y todo lo que, para realizar los
alturas del cielo, lo mismo que en el co- vanos proyectos del hombre, la reja dice
razón de los hombres, se confunden las al surco y la rueda al empedrado;
tinieblas con las claridades.
Y la barca, dentro de la que en la
Creencias, esperanzas, pasiones, deses- oscuridad se oye una lira y que abando-
peración, nada de esto está iluminado y nando las playas se entrega á la corrien-
nada de esto está oscuro; y el mundo, so- te, y el órgano de los bosques que suspi-
bre el que ñ o t a n las apariencias, se vé ra en las m o n t a ñ a s , y el murmullo de
cubierto de una sombra en la que todo voces que se escapa de las ciudades;
reluce.
Y el hombre que gime y que duda;
E l ruido que produce esta sombra en- porque en este siglo, víctima de sonrisas
sordece el pensamiento; todo se confunde burlonas, todas las convicciones al poco
en ella, desde el canto del cazador hasta tiempo depositan la duda, que son las
el extremecimiento de la hoja que roza heces del fondo del corazón.
el aire y que oculta un nido ó que tapa
una flor.
Y de esos ruidos diversos sale el extra-
Todo se confunde en ella; los que se ño canto, temible ó propicio, que entona
e x t r a v í a n en los senderos y buscan su nuestra época que trabaja, como sepul-
camino al través de los campos; las c a ñ a s turera ó como nodriza; que prepara u n
verdes que frotan unas con otras sus l u - monumento ó que cava una tumba.
cientes hojas; los á n g e l u s lejanos que dis-
persan sus sonidos en los cielos; E l Oriente! ¿qué veis en el Oriente,
poetas? Volved hácia allí los ojos y los es-
L a yedra extremeciéndose en las hen- píritus.'—"Ay! respondieron las voces de
diduras de las bóvedas; el aquilón ata- aquellos, durante mucho tiempo mudas;
cando al marinero que perece; los carros vemos nacer allá abajo un dia miste-
embarazados en las vueltas de los cami- rioso;
nos, e n g a n c h á n d o s e por el eje, como nos-
otros por el espíritu;
„Un dia misterioso en el callado cielo}
que blanquea el horizonte por detrás de
E l pordiosero que camina extenuado; las colinas, semejante al lejano fuego de
el que se entrega á S a t a n á s ó el que se una fragua nocturna que se distingue
entrega á Jehová; el clamor de los tran antes de oir el ruido que hacen los mar-
seuntes que se pierde á lo lejos; la voz tillos.
del corazón que siente, el ruido de los
pasos que se disipan;
„Pero ignoramos si esa aurora lejana
190 OBRAS D E VICTOR HUGO.

anuncia del verdadero dia el ardiente! rie? Allí habla el Océano; ¿está contento
sol, porque sobreviniendo en la oscuridad | ó teme? Allí el hombre murmura; ¿canta
esa hora inesperada, lo que creemos ó se queja?
Oriente puede ser Occidente.
Viendo tan poca claridad, n i n g ú n alma
3,Quizás sea una noche lo que tomamos está tranquila. Sentado en u n banco,
por una aurora; quizás ese sol que el ¡apoyado en la pared, se encorva el an-
hombre desea ver ascender y derramar: ciano sacerdote, y apenas su vista en la
sus rayos en el horizonte, quizá ese sol j luz del dia nebuloso deletrea el libro os-
que esperamos ver salir, es u n sol que curo,
entra en su ocaso.,, _ _ _
E n vano, sacerdote, piensas y te es-
Señor! ¿es verdaderamente una aurora I fuerzas en t u trabajo. E l hombre no
que alborea? Nuestra ansiedad crece de í comprende ya lo que Dios le reveló. Por
punto á cada instante. ¿Vemos d e m a s í a - í t o d a s partes, de los sentidos dudosos se
do ya, no vemos bastante aun? Señor, ¿eso j erizan los matorrales; la amenaza está
es el fin ó el principio? [aquí bajo, pero la promesa está allá
I arriba.
Se extiende por el alma y por la tierra
espantoso crepúsculo. Los ojos que ha de Q u é importa! Sin saber cuál será núes-
alumbrar, en otro universo, ese deseo- tra suerte, dormidos ó despiertos, el des-
nocido sol, que viene ó que se vá, ¿están tino nos arrastra; ya sea para morir, ya
cerrados ya, ó no se han abierto to- sea para vivir, nuestro siglo no tiene m á s
davia?... ' remedio que cumplirlo.

Ese confuso tumulto, que para nues- E l horizonte, que llena murmurio
tros espíritus quizás es el ruido que vago y sonoro, ¿debe palidecer pronto,
hormiguea en todos los lugares, de alas debe pronto enrojecerse? Espíritu del
que en todas partes se disponen á volar, hombre, espera en estos momentos que
quizás lo produzca en estos momentos el la sombra vaya á descender ó el astro
mundo, que dice: Adiós! vaya á surgir.

Ese t u m u l t o confuso que hiere nues- Vuelto como los demás hácia el Orien-
tros oidos, puro algunas veces como u n te incierto, recogiendo todos los ruidos
hálito y delicioso como los sonidos de un fatales ó gratos, los murmullos de las
laúd, quizás lo ocasiona un edén que se alturas, que responden á los nuestros, y
despierta. Quizás en estos momentos el los suspiros y los rumores de todos, el
mundo dice: Salvación! poeta, en sus cantos amargos, refleja,
como eco triste y sereno, todo lo que el
alma sueña y todo lo que el mundo can-
Allí el árbol se extremece; ¿de alegría ó ta ó balbucea, esperando.
de tristeza? Allí canta el pájaro; ¿llora ó 20 Octubre 1835.
CANTOS DEL CREPÚSCULO.

I. L a Inglaterra está celosa como l a Gre-


cia homérica; toda l a Europa os admira;
V e r s o s e s c r i t o s d e s p u é s de J u l i o la jóven A m é r i c a se levanta y os aplaude
de 1830. desde las playas de sus mares. Tres dias
os han bastado para romper vuestras l i -
gaduras; sois descendientes de una raza
de bravos, sois hijos de gigantes.
I.

Hermanos mios, t a m b i é n contais con


Por vosotros trazaron ellos el círculo
jornadas gloriosas, con victorias corona-
triunfal de planos de batallas, el camino
das de flores, con cívicos laureles, con
victorioso que, saliendo de Francia, para
muertos enterrados, con triunfos tan ha-
abarcar el mundo, y pasando por Mos-
l a g ü e ñ o s en la aurora de la vida y con
cou, por Cádiz, por Roma y por el Cai-
estandartes jóvenes, pero ya agujerea-
ro, v á desde Jemmapes hasta M o n t m i -
dos, y capaces de causar envidia á las ve-
rail.
teranas banderas de Austerlitz.

Podéis estar orgullosos, que equiva- Sois los hijos de los belicosos liceos, en
léis á vuestros padres. Habéis sacado los que aplaudisteis nuestras pasadas
vivos del sudario los derechos del pue- victorias, en los que buscabais descanso
blo, que conquistó después de muchas á la sombra de los pliegues de un estan-
guerras. Julio os d i ó , para salvar á darte; por los que con frecuencia Napo-
vuestras familias, tres de esos hermosos león, absorbido en su gran pensamiento,
soles que incendian Bastillas; vuestros pasando, cruzado de brazos, por vuestras
padres no vieron brillar m á s que un sol. espesas filas, os i m a n t ó con sus miradas.

Sois sus dignos hijos; su sangre que Aguila, que ellos debían seguir! A g u i -
corre por vuestras venas y su alma que la de nuestro ejército, cuyas sangrientas
habéis heredado, os dan valor heróico. plumas están dispersas en muchos sitios;
Continuasteis lo que ellos comenzaron; t ú que los cobijaste bajo tus alas pater-
vuestra madre es la fecunda Francia, nales, contémplalos con júbilo; eres ma-
que cuando le parece, para servir de dre que debes estar satisfecha, porque
ejemplo al mundo, hace pasar un siglo has dado á luz tan bravos aguiluchos.
en u n dia.
192 OBRAS D E VÍCTOR HUGO.

I n ú t i l m e n t e las balas, la metralla, los


11. obuses y los cañones desgarraban las
e n t r a ñ a s de la ciudad; lienzos de pared
Cuando, asustada nuestra ciudad, se y edificios caian arruinados; á las puer-
despertó una m a ñ a n a sorprendida y tas de las casas habia montones de
agarrotada, prendida en una red de i n i - muertos; las bocas de los cañones desde
cuas leyes, cada uno de vosotros excla- lejos a b r í a n brechas en la m u l t i t u d ; pero
mó:—^Esto es una infame traición! Los ella volvia á cerrarse compacta como un
ueblos tienen su m a ñ a n a . Para hacer- mar, y con su ardiente resuello aumen-
E es perder el camino no basta que una taba el gentío de los arrabales y el to-
mano desleal le cambie el letrero indi- que de rebato sonaba en todos los cam-
cador. panarios.

IV.
„Cuando l a palabra brilla, destruye
los imponentes obstáculos. Verdad, t ú Tres dias, tres noches en aquella fra-
sabes cómo los dientes destrozan las gua el pueblo se encendía en fuego, des-
mordazas; puede un rey cerrarte su L o u - trozando la banda bearnesa con el hier-
vre, apagar t u llama ó hacer que la ex- ro de la lanza de Jena. E n vano diez
t i n g a n sus criados, pero esa llama abra- legiones se lanzaron con í m p e t u en el
sa al que la toca, y t u boca no se puede formidable foco, que caballos y ginetes
cerrar como l a puerta de u n palacio. se fundieron en él como ramas secas
que arden en u n brasero.
„¿Dejaremos que todos nuestros ade-
lantos, que el progreso que debemos á ¿Cómo conseguiste apaciguar t u cóle-
nuestros padres, que el trabajo de la ra, soberana ciudad, que venciste en tres
raza humana, se pierdan para nosotros dias? ¿Cómo conseguiste, rio popular, vol-
en un momento? ¿Dejaremos que nos ver á entrar en t u lecho y volver á se-
arrebaten las leyes y las Constituciones? guir t u curso? Tierra que temblabas al
¿Veremos impasibles que derriben en- furor tempestuoso de l a venganza de la
carnizados, como si fuera un edificio efí- m u l t i t u d , ¿cómo conseguiste ser inte-
mero, t u obra de cuarenta años, laborío ligente, cómo conseguiste elegir al cas-
sa Libertad? tigar?

„¿Por semejantes hombres se han blan Es que habia muchos corazones estói-
dido las espadas desde el Norte al Medio cos entre vosotros los ciudadanos; es que
día? ¿Por semejantes hombres se han la heróica juventud c o m b a t í a á vues-
sembrado de cadáveres los campos de tro lado. E n adelante, para todas las oca-
batalla? ¿Por semejantes hombres núes siones estaréis unidos por Un alma co-
tros heróicos padres han sobrepujado en m ú n , por el alma que brilló en todas
valor á los griegos y á los romanos? vuestras h a z a ñ a s . Os honraron esas jor-
nadas: ayer érais una m u l t i t u d , pero hoy
„¿Los insensatos que cometen seme ya sois un pueblo.
jantes atentados, no ven que desde que
su poder se eleva el horizonte está m á s A pueblo semejante han embestido
negro? ¿ E n la ceguedad de su locura no los audaces consejeros del perjurio, que
ven que está rebosando la copa, que se son las calamidades que la Providencia
les espía desde lejos, que en lontananza envía en dias determinados á los últimos
relampaguea, y que el león popular se reyes de una raza fatal. ¡Desgraciados
mira siniestramente las uñas?,, los que creen, ciegos en su profundo
error, que pueden apoderarse de la liber-
m. tad del mundo, como de u n pájaro al que
se le tiende un lazo!
Todos se sublevaron; el hombre, el
n i ñ o , la mujer: todos los que tenian
alma, todos los que podian disponer de No ocultéis nada de lo que pasó. Las
sus brazos, todos acudieron. T u m u l t u o - cicatrices embellecen las frentes de los
samente la ciudad se lanzó con í m p e t u soldados. Dejemos que conserve la c i u -
noche y dia contra batallones enteros. dad herida las cicatrices del combate.
CANTOS D E L CREPÚSCULO. 193
Llenemos con sus heróicos muertos los victoriosos fueron en l a guerra, que to-
sepulcros del Pantheon; no borremos dos los pueblos proclamaban el nombre
n i n g ú n recuerdo; restituyamos su tum- de Francia, abandonaban sus antiguos
ba á Luis X V I y su Columna á Napo- lábitos y a c u d í a n á cubrirse con la som-
león. bra de Napoleón.

V,
A vosotros os impulsa esa noble am-
Dejadme llorar á la raza muerta que bición. Conseguid que en todas partes
trajo el destierro y que el destierro se sea libre el pensamiento y que cada na-
volvió á llevar. A c o m p a ñ e m o s al menos ción sea soberana de sí misma. E n s e ñ a d
hasta las fronteras á los antiguos reyes a libertad á los que viven en la noche
de nuestros padres. ¡Rinde, bandera de sombría, alumbradles el camino, guiad
Fleurus, los honores militares á la orifla- sus pasos y haced que h á c i a ese sublime
ma que se vá! objeto se dirija el género humano.

No pronunciaré palabras que puedan Que el espíritu, s e g ú n sus deseos, siga


ofenderles; no quiero que les maltrate la con m á s libre vuelo á las artes, á la poe-
despedida de la lira; no he de ultrajar al sía ó á la ciencia; que para todo el que
anciano que camina hacia el destierro; o implore, el trono tenga eco sonoro;
no debo e n s a ñ a r m e con el caido; no quie- que, para hacer al rey m á s digno, au-
ro apretar la corona de espinas que la mente y repita sin cesar todos los conse-
mano de la desgracia puso sobre sus ca jos de l a prudencia y todas las quejas de
bellos blancos. la desgracia.

Cuando son desventurados, m i voz ape Sacerdotes, i d á rezar ante las fosas;
ñ a s termina el himno que elevó á sus do ¿qué vais á hacer en las catacumbas con
lores, cuya cadena se prolonga. E n mis relucientes vestiduras de p ú r p u r a y de
cantos bendigo siempre al destierro y é oro? I d allí, pero sin lujosa mitra, sin
la tumba, y mientras que los demás sa vana pompa, sin ocupar un trono en esos
ludan la aurora de un nuevo reinado, sitios sagrados, que solo requieren oracio-
m i poesía irá de duelo mucho tiempo nes y limosnas; una cruz de madera y
aun desde Santa Elena hasta San Dio- un altar de piedra basta para los hom-
nisio. bres, como basta para Dios.

VII.
Pero que sirva de lección fatal y éter
na á esos pigmeos, que son extranjeros Desde hoy en adelante, si os dedicáis
en la tierra natal, que hacen reinar á los solo á encaminar bien las almas, si sois
reyes por satisfacer sus ambiciones, y que pobres como el pueblo y modestos como
petrificándolo todo bajo su grupo inmó las mujeres, nada debéis temer; la Igle^
v i l , acurrucados, atormentan con su soplo sia es vuestro puerto de refugio: cuando
débil la ceniza aun caliente de las revo- durante mucho tiempo g r u ñ e la boca
luciones. del Vesubio, cuando la espumosa lava
asoma roja á sus labios,
VI.

Magnífico se os presenta el porvenir Ñápeles se conmueve; lloroso el pue-


juventud de Francia, jóvenes amigos blo y asustado, corre, se postra ante la
mios; u n siglo puro y pacífico se abre tierra convulsiva, y pide a l volcán coló-
paso ante vosotros. Cada dia t r a e r á una rico que le tenga compasión; pero él no
conquista. Veremos majestuosamente le hace caso, y lanza salto continuo de
desde la base hasta la cumbre, montar ceniza y de humo, que se agranda sin
de escalón en escalón á la irresistible l i cesar sobre la inflamada cima.
bertad.
De repente brilla u n relámpago; fuera
Vuestros gigantescos padres fueron del inmenso cráter salta frenéticamente
fuertes y generosos. Intimidadas las na- la erupción, y ¡adiós frontón griego y
ciones, se pusieron bajo su custodia; tan!templo toscano! Las llamas, las llamas
TOMO V. 25
194 OBRAS DE VICTOR HUGO.
con su fuego pintan las velas de oolor de que palidecieran en nuestras plazas los
p ú r p u r a , y se esparce la lava como una frágiles herederos de César y de Ale-
cabellera por las espaldas del volcán. jandro, proporcionó ese espectáculo mag-
nífico.
Corre la lava profundamente, esa lava
que fecunda los campos y que abre puer- E l recorrió la tierra, seguido de sus ve-
tos en las olas; mar, playas, archipiéla- teranos, que constituían su nación m i l i -
gos, todo se extremece á u n tiempo; las tar, y cuyos nombres conocía; los reyes
í g n e a s olas ruedan rojas y humeantes y huian ante él, los reyes no t e n í a n su
los palacios de Ñápeles tiemblan, como talla; les vencia y recorría los campa-
las hojas de los bosques cuando sopla el mentos enemigos espigando todos sus
huracán. cañones.

Prodigioso caosl Las calles se llenan Después regresaba con su gran ejérci-
de ceniza, la tierra vuelve á vomitar las to, embarazando con su botín el paso de
casas desaparecidas, cada techo extra- la Francia y su Louvre de granito, y los
viado choca con el techo próximo, el mar parisienses le recibían con locas aclama-
salta en el golfo, la llanura se enciende ciones de júbilo, como los aguiluchos re-
y los gigantes campanarios, conmovién- ciben al á g u i l a cuando vuelve á su nido
dose hasta su base, tocan involuntaria- con la presa.
mente á rebato.
Y lanzando con el pié todo ese metal
Dios así lo quiere; destruyendo las sonoro, iba á visitar el inmenso recipien-
ciudades, llenando los valles de escom- te, donde hervía aun en estado líquido
bros, borrando las islas, trastornando el monumento cuyo molde forjó su pen-
mar y tierra, perdona el Vesubio, cerca samiento, y en su foco ardiente lanzó sin
de su cráter, á la humilde ermita, en la descanso los cañones enemigos.
que, arrodillado, reza u n anciano sacer-
dote.
Después volvía á salir á ganar otras
10 Agosto 1830. batallas; despojaba otra vez á sus ene-
migos de las c u r e ñ a s dispersas, y trans-
portando el bronce cogido á l a Roma
il. francesa, preguntaba á ios fundidores
que se inclinaban hácia el horno ardien-
A l a Columna. te:—Tenéis bastantes?

Muchos diputados pidieron que la


Cámara interviniese para hacer tras- E l ideó este monumento; los fuegos
ladar las cenizas de Napoleón á la del polígono, la bomba, el sable y el oro
Columna de la plaza de Vendóme.
Después de corta deliberación, la Cá- de l a dragona fueron sus primeros j u e -
mara pasó á la orden del dia. gos: siendo general, como de un juguete
( C á m a r a de los diputados. se apoderó de las pirámides; siendo em-
Sesión del 7 de Octubre de 1830.)
perador, tuvo el deseo de realizar algo
m á s grandioso,
I.
Y construyó esa Columna.—Con su
Cuando edificó con sus manos colosa- mano romana torció, mezclando en su
les ese pilar enorme para su trono, apo- colosal monumento todo u n siglo famo-
yado por l a Europa que era su valla; ese so, á los Alpes, que se inclinaron á su
bronce ante el que todo es polvo y are- paso; al Nilo, al R h i n , al Tíber, al b r i -
na, sublime monumento, dos veces i m - llante Austerlitz, al frío y brumoso
perecedero por su construcción y por Eylau.
su gloria;
Porque, como el antiguo E n c é l a d o ,
Cuando le construía, para que un dia probó á escalar el trono universal, remo-
en la ciudad la guerra extranjera ó la viendo la tierra y el cielo y amontonan-
guerra civil se estrellasen en él y para do durante veinte años á W a g r a m sobre
CANTOS D E L CREPUSCULO. 195
Marengo, á Champaubert sobre Arcóle,
á Pelion sobre Ossa. III.

Sitiar cien ciudades, ganar sesenta ba-


Cuando pasaste grave y sereno en tallas, llenar el universo con su nombre;
inolvidable dia por la plaza de Vendó- no haber nada en el mundo que no con-
me, héroe que adoraba el pueblo, y tran- siguiera alcanzar; haber arrebatado en
quilo descubriste t u magnífico monu- su bélica carrera e l ' K r e m l i n al czar Pe-
mento, que contenia con gesto pacífico á dro y el Escorial á Carlos V ; hacer pe-
tus cuatro águilas de bronce; sar su recuerdo sobre nuestros enemigos
asustados; devorar tan amargas l á g r i m a s
en la cárcel de su destierro; haber logra-
Cuando á t u alrededor b u l l í a n innu- do incomparable fortuna, haberse apode-
merables vasallos, como se estrechan al- rado de u n cetro único, ¡y no poder com-
rededor de Pablo Emilio los niños ro- prar seis piés de tierra debajo de los
manos, yo, niño t a m b i é n entonces de cañones que conquistó!...
seis años, colocado en primera línea ante
t u paso y deseando ver t u fisonomía, te IV.
a p l a u d í a entusiasmado.
P o d r í a comprenderse que naciese este
temor de que la áspera libertad temiese
¡Quién te hubiera dicho entonces, al sembrar en la ciudad sus cenizas; que
contemplarte colocado en l a cima de la fuera esa estóica virgen la que proscri-
Columa, soñando t o d a v í a en porvenir biera el nombre heróico del emperador
m á s deslumbrador, que l l e g a r í a un tiem- que nació para reinar y para conquistar,
po que habrías de sufrir l a afrenta de que recordaba á Esparta y á Roma, y
que muchos abogados pleitearan para que temiera que l a sombra de u n gran
que ese monumento no encerrara tus ce- hombre la impidiese realizar sus propó-
nizas!... sitos.

II.
Pero no; l a libertad conoce ya su fuer-
za. U n trono es en su poder como el
Espera, loca juventud, que no es ho- m u é r d a g o en la corteza de un árbol,
ra todavía. ¿A q u é viene hablarnos de cuando la raza de los reyes falta al de-
Arcóle, de W a g r a m y del Tabor? Por- recho jurado. Y entre nosotros hemos
que haya mandado u n ejército, porque visto pasar maravillosamente á l a raza
se haya apoderado de algunas ciudades, m á s antigua y á la m á s moderna; este si-
¿creéis que vá á debilitarse la Europa, si glo, en menos de treinta años, ha devora-
él aumenta alrededor de su tumba el nú- do á las dos.
mero de jadeantes Demóstenes?

L a Francia guerrera y apacible tiene


Por otra parte el cielo no está tranqui- dos hijas de la misma sangre; la una
lo y nos perturban fatales inquietudes; hace al ejército invencible, la otra hace
en el desigual empedrado de la c i u - al pueblo poderoso. L a gloria, que no es
dad aun resuenan sus pasos. ¿Por q u é la primogénita, n i tiene ejército, n i coro-
tributarle esos honores supremos? ¿Por na, n i pavés, n i cetro; la gloria no es fa-
q u é edificarle u n templo? ¡Somos un laz, y no debe asustar á su hermana ma-
pueblo e x t r a ñ o ! ¡Dejad pasar á todos los yor la libertad.
grandes hombres! Napoleón v á m u y de
prisa. V.

¿Vivimos ya tranquilos y sin temor al- Han rechazado l a reliquia inmortal


guno? Pensaremos en ese inmortal cuan- por envidia, porque palidecen ante ella;
do los demás héroes consigan tener sus tienen miedo de ver á su frente al empe-
monumentos; entre tanto, tened pacien- rador y de que se eclipsen las l á m p a r a s
cia; que esperen sus restos humanos, esos que alumbran sus fiestas ante el sol bri-
despojos de Napoleón, que su valor se llante de Austerlitz.
tranquilice, y mientras, que entreguen su
medida al sepulturero del Pantheon. Eso, s i n embargo, hubiera sido dignOé
196 OBRAS D E VICTOR HUGO.

—Si dentro de la Columna los franceses grado, cuyas hojas se desparraman por
hubieran sabido que se guardaban los in- todo el universo.
mortales despojos del emperador, ¿quién
sabe en una guerra civil hasta dónde
éstos hubieran entusiasmado todos los A l menos allí duermes sin que nadie
corazones? :e ultraje. Con frecuencia allí te despier-
tan los lloros de cariño y de rabia de u n
soldado rojo, que se arrodilla ante t í .
Si alguna vez el extranjero ¡oh ciudad '. Desde allí puedes ver, desde lo alto de
soberana! trajera á pacer los caballos de 'as playas, por la extensión azul de las
U k r a i n a en t u suelo querido, sin duda aguas, correr hácia t u roca solitaria to-
alguna esos huesos hubieran germinado, das las velas de los barcos, como si cor-
dando á luz á soldados en t u recinto riesen á buscar el verdadero centro de la
mudo. tierra.

VII.
Acaso, Columna, a l g ú n dia, descen-
diendo á t u base el peregrino pensativo
y contemplando con éxtasis esos despo- Duerme, que quizás l l e g a r á el dia en
jos mortales, arrodillado ante tí, querría que iremos á buscarte, pues para nos-
pesar el polvo que u n Napoleón puede otros eres un dios y nunca fuiste el se-
dejar en el hueco de la mano. ñor; porque nos afecta t u destino fatal,
y, y a sigamos la bandera tricolor, ya
sigamos al oriflama, no estamos pendien-
Hubieran podido conservarse esos ma tes de esa cuerda infame que te arranca
ravillosos despojos y contemplar en ellos de t u pedestal.
el brazo fuerte, el atrevido pecho, el pié
que durante doce años espoleó al mundo,
el hueco de los ojos que fascinaron á las Celebraremos por t í magníficos fune-
multitudes, la frente prodigiosa y el crá- rales; quizá t a m b i é n nosotros libraremos
neo creado en el molde del globo impe nuestras batallas; defenderemos y será
rial. respetado t u sepulcro; reuniremos ante
él á l a Europa, al Africa y al Asia, y lle-
varemos allí á la poesía j ó v e n cantando
Entonces creeríamos oir que desde lo á la libertad.
alto de la Columna salia el confuso ruido
de armas de las batallas y de las bocas E s t a r á s bien entre nosotros, tendido
de los cañones, de los caballos relinchan bajo t u Columna, en el poderoso Paris
do, de las ciudades almenadas, de los que fermenta y que hierve debajo de u n
clarines, de los tambores, el temible r u i cielo que tantas tempestades oscurecie-
do de este grito: Napoleón! ron, debajo del empedrado sobre el que
ruedan los cañones, sobre el que las le-
giones pasan, sobre el que el pueblo ruge
Retóricos tímidos que acabáis de ves como el mar.
t i r la toga, no quisisteis consolar á esa
viuda, que es venerable para todos los
partidos, y al repartiros el imperio de Si el pueblo solo reserva para los tira-
Alejandro, tenéis miedo de una sombra nos los truenos y el abismo, t a m b i é n re-
tenéis miedo de los inanimados restos de serva para t u tumba centenaria profundo
un mortal. ¡Oh, sois muy pequeños! gemido, infinito y cariñoso, que conse-
g u i r á que t u sombra no eche de menos
VI. el incesante m u r m u l l o del Océano.
9 Octubre 1830.
Permanece en t u tumba, permanece
en el espumoso peñasco, en el que con la
rapidez de la bomba caíste caliente aun
y humeante. Permanece en la isla de
Santa Elena, en la que, sorprendido el
hombre, vé en toda su m a g n i t u d los aza-
res de la fortuna; permanece en la oscuri-
dad que te aprisiona y bajo el sauce sa-
CANTOS D E L CREPUSCULO. 497

IV.
Himno. B o d a s y festines.

Los que murieron h e r ó i c a m e n t e por L a sala es grande, magnífica; l a mesa


la patria tienen derecho á que la m u l t i - es inmensa. Siempre por a l g ú n extremo
tud vaya á rezar ante sus tumbas. E n - empieza el mágico banquete, en el que
tre los nombres célebres su nombre será se amontonan el oro, el cristal y la plata
el m á s ilustre; comparada con la suya, cincelada. E n esa larga mesa tienen si-
todas las glorias serán efímeras y se bor- i o todos los sexos y todas las edades. E l
r a r á n . Como cariñosa madre l a voz de veterano que ha tomado parte en cua-
un pueblo entero los mecerá en la sepul- renta años de guerras, grave y sério; el
tura. oven blondo á quien apenas apunta el
vello, la jóven de miradas tiernas, el
niño que balbucea, el anciano que tar-
Gloria á Francia! ¡Gloria á los que tamudea, todos comen, todos tienen ape-
murieron por ella; á los m á r t i r e s , á los tito, y el apetito les regocija, y los que
valientes, á los fuertes, á los que siguen más se encarnizan con la comida son los
su ejemplo, á los que desean ocupar un que ya no tienen dientes y los que no
sitio en el templo de la inmortalidad y los tienen aun.
mueren como los héroes!

Para los que así mueren, para conser- Cascos, cimeras, florones, banderas
var su memoria, el alto Pantheon eleva triunfales, leones coronados, buitres,
hasta las nubes, por encima de las m i l bucéfalos, estrellas de plata en fondo os-
torres de la ciudad de P a r í s , que es la curo, abejas en fondo de p ú r p u r a y azu-
cenas en fondo de azur, cadenas, todas
reina de nuestras Tyros y de nuestras
las formas e x t r a ñ a s de la heráldica, como
Babilonias, esa corona de columnas, que
leopardos alados, á g u i l a s y grifos, se
los rayos del sol doran eternamente.
arremolinan alrededor de los convida-
dos, se agarran á los techos, se retuercen
Gloria á Francia! ¡Gloria á los que en los arabescos de las alfombras, su-
murieron por ella; á los m á r t i r e s , á los mergen su atrevido pico en la copa es-
valientes, á los fuertes, á los que siguen culpida y suspenden en los artesones
su ejemplo, á los que desean ocupar u n cortinajes deslumbradores, que cuelgan
sitio en el templo de l a inmortalidad y desde las vigas del techo hasta sus cabe-
mueren como los héroes! zas, cuyas franjas soberbias las rozan,
como pasan los pájaros rozando la yerba
con las alas. Como en el banquete todo
Para semejantes muertos, en vano la resuena y todo reluce, parece que se lo
noche sombría del olvido, á la que v á á disputen la luz y el ruido.
parar todo lo que desaparece, pasa por
su sepulcro, ante el que nos prosterna
mos; porque todos los dias aparece para Por todas las ventanas sale el rumor
ellos la gloria, esa alba cuya luz serena de la fiesta. Los convidados se ciñen la
hace brillar su memoria y dora su re- frente con coronas y ocupan u n trono
cuerdo. en el que se sienta el orgullo, llevando
u n cetro en la mano y una cadena en el
pié; algunos quizá quisieran escaparse de
Gloria á Francia! ¡Gloria á los que
allí, y el esclavo m á s atado es el dueño
murieron por ella; á los m á r t i r e s , á los
de la casa.
valientes, á los fuertes, á los que siguen
su ejemplo, á los que desean ocupar u n
sitio en el templo de la inmortalidad y E l poder embriagador que trueca al
mueren como los héroes! hombre en Dios; el amor, miel y veneno;
Julio 1831. el amor, filtro de fuego, que se compone
del hálito confundido del hombre y de
la mujer, de los extremecimientos de l a
198 OBRAS D E VICTOR HUGO.

carne y de los sueños del alma: el placer, ta deslumbrada vaga alegremente des-
hijo de la noche, cuyos ojos ardientes de de todo lo que fluye hasta todo lo que
esperanza languidecen por la m a ñ a n a y llamea.
se encienden por la noche; las j a u r í a s , los
picadores, la caza, los que pasan el dia
corriendo por el campo siguiendo el soni- Pero de repente, mientras que los can-
do de la bocina; los lechos de cedro y de tos y las risas hacen olvidar á los convi-
plata sobredorada, construidos, m á s que dados el mundo exterior; en los momen-
jara el sueño, para la voluptuosidad; los tos en que la mesa, la sala, los criados,
lujosísimos palacios, que al pobre envi- los comensales y las l á m p a r a s brillan
dioso hacen crugir los dientes; los par- más, y la orquesta escondida difunde
ques majestuosos, en los que entre la más a l e g r í a y m á s voluptuosos sonidos;
hojarasca se distinguen las paredes, en en los momentos álgidos de la embria-
los que de noche se oyen músicas en los guez y del delirio, en los que se burlan
estanques; el pudor de las beldades, fá- con desprecio del pueblo, que cubierto
cilmente vencido; la justicia administra- de andrajos está sentado á la puerta, sue-
da por la cantidad de oro convenida; el nan en la escalera repentinamente los
terror de los pequeños, el respeto de los pasos de alguno que sube, los pasos de
transeúntes; la guerra, que es lo que sa- un inesperado, que debían esperar.
zona la felicidad de los poderosos; el ca-
ñ ó n lleno hasta la boca de metralla, que
saca el largo cuello por las murallas; el No cerréis l a puerta. Os precisa abrir-
regimiento en marcha, pólipo de m i l la y dejar entrar al que se aparece.—Y
pies; la gran capital, produciendo su unas veces es la muerte y otras el destier-
multiplicado murmullo; todo lo que lan- ro que llega jadeante; la una con el sepul-
za al cielo, sea ciudad, sea ejército, olas cro, el otro con una tienda; l a muerte
de polvo y olas de humo; el presupuesto, con piés de plomo, el destierro con pa-
enorme mónstruo, admirable pez al que sos ligeros, espectro que usa traje extran-
le echan el anzuelo por todas partes y jero.
que, flotando en olas de oro, arrastra el
vientre con escamas de monedas: tales
son los manjares divinos que en platos E l espectro es espantoso; entra en la
dorados sirven á los convidados cien sala y proyecta en todas las frentes su
criados á u n mismo tiempo, y que en los sombra colosal; los convidados se encor-
hornillos del laboratorio sombrío y sub- van como los árboles al soplo de los
t e r r á n e o que arde en la oscuridad pre- vientos; el espectro escoge á uno de ellos,
para noche y dia para el real festin ese con frecuencia al que está m á s ébrio, le
alquimista que se llama Destino. saca de la mesa, con asombro de todos,
y se lo lleva cuando aun tiene los labios
mojados de vino.
20 Agosto 1832.
E l sombrío anfitrión no quiere que ha-
ya platos vacíos, y los sirven con t a l pro-
fusión, que hartan á los m á s ávidos; que
para elegir mejor entre los sabrosos bo-
cados tienen por consejero á su concien-
V.
cia, ó lo que así se llama; compañero Napoleón I I .
perspicaz, guia segura del hombre, al
que por imprudencia, las nodrizas de los
reyes, desde que estos empiezan á jugar, I.
le sacan los ojos.
M i l ochocientos once!—¡Felices aque-
llos tiempos en que los pueblos proster-
E n esa larga mesa se sientan los gran- nados esperaban ante una nube s o m b r í a
des y los felices del mundo, para gozar saber la voluntad del cielo, cuando veían
el inagotable bienestar de su vida, para conmoverse las m o n a r q u í a s seculares y
embriagarse en el espléndido festin, en contemplaban el Louvre, que tronaba y
el que al través de esplendores brillan- relampagueaba como el monte Sinaí!
tes ven pasar por su imaginación flotan-
tes imágenes; y las risas, las conversacio-
nes, las l á m p a r a s y los vinos producen Inclinados, como el caballo que oye
en el alma ardiente torbellino, y la vis- venir á su dueño, se decían unos á otros:
CANTOS D E L CREPUSCULO. 199
—"Grrandeserá el sér que nazca; m a ñ a n a M a ñ a n a ! ¿Quién sabe lo que t r a e r á
espera tener un heredero el glorioso i m - m a ñ a n a ? . . . E l hombre siembra hoy la
perio. ¿Qué le concederá el S e ñ o r al causa y Dios madura m a ñ a n a el efecto.
hombre que, superior á César, absorbe M a ñ a n a es el rayo que rasga la vela, es
en su suerte la suerte del género h u - ' a nube que apaga la estrella, es el arie-
mano?;; te que bate las torres, es el astro que
cambia de zona, es el trono con el tercio-
pelo desgarrado, que deja ver su esque-
Mientras hablaban así, l a enorme y 1eto de madera.
brillante nube se entreabrió, apareciendo
en ella el hombre predestinado; estáticos
los pueblos enmudecieron, y él, levantan- M a ñ a n a es el caballo que cae al suelo
do los dos brazos, presentó al mundo el cubierto de espuma; m a ñ a n a es ¡oh con-
niño recien nacido. quistador! Moscou, que se enciende de
noche como una antorcha; es t u guar-
dia veterana, que cubre de muertos l a
E n cuanto el niño respiró, en l a c ú - lanura; m a ñ a n a es W a t e r l ó o , m a ñ a n a
pula de los Inválidos ondearon extreme- es Santa Elena, m a ñ a n a es t u tumba.
cidas las banderas, como se extremecen
las espigas al soplo de los vientos; y el
primer grito del n i ñ o , que la nodriza ¡Pudiste entrar en las ciudades alga-
apacigua, hizo saltar y aullar de con- ope de t u corcel, cortar las guerras ci-
tento á los cañones monstruosos del edi- viles con el filo de t u acero; pudiste bar-
ficio. rear el altivo Támesis, tener incierta l a
victoria, enamorada de tus clarines; rom-
per las puertas cerradas, sobrepujar á
Y él, orgulloso de este acontecimiento, :odos los capitanes, dar como insignia á
abrió al fin los dos brazos, que hasta :us ejércitos la estrella de tus espuelas;
entonces cruzaba siempre sobre el pecho pero Dios se reservó la duración y te dejó
y el niño, sostenido por las manos pa el espacio; pudiste ocupar todo el sitio de
t é m a l e s , inundado por los resplandores la tierra; pudiste tomar, impulsado por
de sus pupilas imperiales, lanzaba mira- tu ambición, la Europa á Cárlo-Magno
das brillantes. y el Asia á Mahoma, pero no podrás nun-
ca tomarle el M a ñ a n a al Eterno!
Cuando presentó el heredero de sus
tronos á las antiguas naciones y á las III.
antiguas coronas, satisfecho como el
á g u i l a que llega á descansar á una alta Terrible lección sufriste!—Cuando t u
cumbre, exclamó con júbilo:—"El porve hijo recibió como u n juguete la corona
nir me pertenece: el porvenir es m i o „ . de Roma, revestido con un nombre re-
sonante; cuando presentaron la temblo-
II. rosa frente real ante el pueblo, maravi-
llado de ver que un rey era al mismo
No, el porvenir no pertenece á nadie tiempo tan grande y tan pequeño;
el porvenir solo pertenece á Dios. Cada
vez que suena una hora todo lo viviente
se despide de nosotros. E l porvenir es un Cuando su padre para él habia gana-
misterio. Todas las cosas que nos des do tantas batallas; cuando espesó las
lumbran en el mundo, gloria, fortuna filas de sus ejércitos alrededor de la cu-
militar, corona real, brillantes victorias na del risueño recien nacido; cuando ese
ambiciones realizadas, solo se posan un gran obrero habia casi casi ya reedifica-
momento sobre nosotros como los pája do el mundo, como su i m a g i n a c i ó n so-
ros en las puntas de las ramas. ñaba;

No; por poderoso que sea el hombre


ya ria, ya llore, nunca consigue hacerte Cuando las manos paternales lo tenian
hablar, n i que abras antes de tiempo la todo preparado para dotar al tierno n i -
mano fria, fantasma mudo, sombra núes ño de esplendores eternos; cuando tenia
tra, espectro enmascarado, que sigues segura una existencia magnífica; cuando
nuestros pasos y que llamamos M a ñ a n a para alojar un dia al monarca heredita-
rio, se h a b í a n abierto ya bajo de tierra
200 OBRAS D E VICTOR HUGO.

los cimientos de m á r m o l para sus pala- No era el ruido de las bombas y de la


cios; metralla, que á sus piés durante veinte
años produjeron las batallas, desencade-
nado en negros torbellinos, cuando con
Cuando para calmar su sed habian co- sus manos plantaba en ese mar perturba-
locado delante de la Francia enorme cá- do sus banderas en medio de la refriega,
liz, lleno del vino de la esperanza, antes como si fuesen los mástiles de sus bata-
que pudiera gustar una sola gota de ese lones;
licor de oro, antes que sus labios rozasen
los bordes de la copa, sobrevino u n co-
saco que, arrebatando al niño y colo- No eran Madrid, el K r e m l i n n i el Pha-
cándolo á su grupa, azorado h u y ó con él. ro, n i la diana resonando al romper el
dia, n i sus vivaos durmiendo á la luz de
as estrellas, n i sus cabelludos dragones,
IV.
n i sus granaderos épicos, n i sus rojos lan-
ceros hormigueando entre las picas, como
E l á g u i l a , una tarde, se cernia en las 'as amapolas entre l a espesura de los
bóvedas azules, y una fuerte ráfaga de trigos;
viento le rompió las dos alas; al caer
produjo en los aires luminoso surco, y
entonces todos se abalanzaron á su nido No le preocupaba nada de eso, sino el
con siniestra alegría; cada uno s e g ú n la recuerdo de un hermoso y rosado niño,
fuerza de sus dientes se apoderó de l a que d o r m í a con la boca semi-abierta,
presa; la Inglaterra tomó el á g u i l a y el mientras que con cariño su cuidadosa
Austria el aguilucho. nodriza, enseñándole una gota de le-
che en el pezón del pecho, le escitaba á
que se sonriese.
Y a sabéis el destino que le dieron al
gigante histórico. Durante seis años en
su destierro le pasaron los cerrojos los E l padre entonces apoyaba los codos
prudentes reyes, encerrando su gran en los brazos del sillón y desahogaba el
figura en estrecho calabozo. pecho que hincharon los sollozos, y llo-
raba de cariño.^—¡Bendito seas, pobre
niño, hoy desaparecido de la tierra, úni-
E l destierro no hubiera sido t a n dolo co ser que podías distraer su pensa-
roso para él si no hubiera amado a l g ú n miento de haber perdido el trono del
ser en el mundo; pero los corazones de mundo!
león son los verdaderos corazones de
padre, y él amaba e n t r a ñ a b l e m e n t e á su
hijo: solo conservaba en la cárcel dos V.
cosas: el retrato de un niño y el mapa
de u n mundo, su corazón y su genio. Hoy los dos han muerto —Señor, te-
neis derecho á disponer de los mortales.
Empezásteis por arrebatar al héroe i n -
vencible; después hiciste lo mismo con
Por l a noche, cuando sus miradas se el niño; diez años os bastaron para tejer
perdían en el techo de su dormitorio, lo el sudario del padre y del hijo. Grloria,
que agitaba su i m a g i n a c i ó n , lo que le juventud y orgullo son los bienes que
atraia de su pasado—mientras sus car la tumba nos arrebata. Cada elemento
céleres, centinelas colocados allí para vuelve adonde todo debe descender: el
espiar de dia y de noche el vuelo de sus aire se apodera del humo, la tierra de
pensamientos, veian pasar sombras por las cenizas y el olvido del hombre.
su frente,'—•
VI,
No era la brillante epopeya que poco
tiempo antes habia escrito con la punta Oh revoluciones! ¡Soy el último de los
de la espada; no eran Arcóle, Austerlitz marineros é ignoro lo que Dios elabora
n i Montmirail; n i la aparición de las al en l a oscuridad, debajo del tumulto de
tísimas pirámides, n i el p a c h á del Cairo vuestras olas. L a m u l t i t u d se burla y os
y sus caballos n ú m i d a s , que m o r d í a n el odia; pero quién sabe cómo Dios trabaja?
pretal del suyo; ¿Quién sabe si el oleaje que se extreme-
ce, si el grito de los amargos abismos, si
CANTOS D E L CREPUSCULO. 201
la tromba, si los truenos y los rayos son ras y generosas, flores que perfumáis
necesarios para la perla que producen nuestros hogares, á quienes la felicidad
los mares? aconseja ser virtuosas, que nunca habéis
combatido contra el mal, á quienes la
infame envenenadora del hambre nunca
Entre tanto es temible esa tempestad ha dicho:—^"Vendedme vuestro cuerpo,
para los pueblos y para las naciones, esto es, vuestra alma,,; vosotras en cuyo
porque es u n mar ciego y sordo el pue- corazón reina la a l e g r í a y la inocencia,
blo en la revolución. Poeta, ¿de q u é sir- vosotras que asistís alegres á esta fiesta,
ve t u cantar? Los cánticos que t u génio mientras hay otros que están sufriendo
desmenuza caen en las olas inquietas, que en otras partes, porque ignoráis que exis-
no los oyen; esta bruma enronquece t u ten esos dolores, porque la casualidad os
voz, el viento lleva lejos t u pluma, ¡pobre colocó en la esfera m á s alta y vivís y bri-
pájaro, que cantas en l a punta del mástil lláis sin ver, pues tanto os deslumhran
de u n buque perdido! los rayos de la felicidad, los que bajo de
vosotras gimen en la oscuridad.
L a r g a es la noche y l a tormenta eter-
na; el cielo no presenta n i un pequeño E l príncipe, el rico, el mundo entero
espacio azul; hombres y cosas, confundi- solo piensa en regocijaros al ver que na-
dos, ruedan hácia el abismo; todo abate dáis en la abundancia. Disfrutáis de la
el rumbo y se hunde en las olas, reyes beldad, de ricas galas; el susurro de las
en la cuna y señores del mundo. Todo fiestas os embriaga, y como vuelan hácia
se borra, todo se desliga; una ola sucede la luz las mariposas, voláis hácia todos
á otra, y la que pasa olvida lo mismo al los goces de la vida. Acudís á este baile
L e v i a t á n que al Alción. sin pensar que entre la gente que os
Agosto 1832. sigue, que entre la m u l t i t u d que solo
llega hasta las puertas, se encuentran
otras mujeres, vestidas con tanto lujo
como vosotras, que se adornan para ven-
VI. derse en las calles; que como vosotras
A p r o p ó s i t o del baile del Hotel para acudir al baile, hermosas y semi-
desnudas, se presentan para veros pasar,
de T i l l e .
ocultando su desgracia tras burlona son-
risa, llevando flores en la cabeza, barro
en los piés y ódio en el corazón.
E l Hotel de V i l l e ilumina lo alto de su
Mayo 1832.
fachada; el príncipe y m i l luces brillan
allí, y la fiesta de esta noche v á á res-
plandecer como l a inspiración en la
frente del poeta, sagrado. Pero esa fiesta
no es, amigos mios, u n pensamiento opor-
VIL
tuno; nada obliga á que la Francia
ofrezca este banquete; verdaderamente Señor, si queréis proteger á la F r a n -
no es un baile lo que se necesita para cia, no debéis consentir sus eternas l u -
aliviar los dolores de la ciudad. chas, n i esos tronos que se levantan y
que se derriban en un momento, n i las
tristes libertades que nos conceden y que
Hubiera sido m á s oportuno cerrar al- nos arrebatan, n i el torrente de lágri-
gunas llagas abiertas de las que asus- mas, de pasiones y de ideas que esparcen
tan á los hombres pensadores, apuntalar en las costumbres sus olas desbordadas;
la escalera que desde bajo llega hasta n i esos tribunos que oponen una Consti-
arriba, aumentar los talleres, disminuir tución á un abuso, n i la guerra, cada vez
los patíbulos; hubiera sido preferible so- m á s sombría y m á s profunda, que hacen
correr á los niños pobres que carecen de los partidos al poder y el poder á los
pan; hubiera sido preferible devolver el partidos; n i la aversión de los grandes,
paraíso al necesitado impío, á encender que i r r i t a á los pequeños; n i esos rumo-
a r a ñ a s y á que pasen la noche despiertos res, esos choques, esos clamores, esos sis-
algunos locos y entregados al vértigo del temas que se fraguan en la oscuridad y
baile. que consiguen que el tumulto, el ódio y
el ruido llenen los discursos, y que ha-
Reinas de nuestras casas, mujeres pu- cen oir por la noche, cuando queremos
TOMO V . 26
202 OBRAS D E VICTOR HUGO.

entregarnos al reposo, los pesados caño- picio y la estrella de l a tarde, que te vé


nes que ruedan por el empedrado. partir. Te resta la esperanza, el azar, las
30 Agosto 1832. aventuras, tus viajes, el cambio eterno
de objetos y de lugares, la gozosa llega-
da y la gozosa partida; el orgullo que
siente el hombre libre de vivir en u n
VIII. brick fuerte, ligero y bien provisto, ya
tenga que franquear sinuoso estrecho, ya
A Canaria.
le meza suavemente sereno el Océano,
ya le combatan los aquilones y las tem-
pestades.
Canaris! Te habíamos olvidado! Cuan-
do ha pasado la hora del héroe, cuando
el actor sublime hizo ya llorar ó reir y Te quedan ¡oh griego! el cielo limpio
pronunció las palabras que Dios le apun- y el mar azul, tus ligeras á g u i l a s que de
tó; cuando, llegando en el momento opor- un vuelo andan una legua, t u sol puro
tuno de las revoluciones, los grandes en todas las estaciones, la tranquila be-
hombres acabaron de realizar sus g r a n - lleza de los tibios horizontes, t u idioma
des actos, brillantes ó sombríos, y vuel- armonioso y sensual, que con el trans-
ven á caer en l a oscuridad, su nombre se curso del tiempo ha participado de las
extingue del mismo modo que el de los lenguas de I t a l i a , el idioma de Homero,
actores. Y hasta que llegue el dia en en el que el Dante ha mezclado algunas
que u n inspirado poeta pueda crear un palabras. Te quedan tus tesoros de hom-
mundo, se apodere de ellos y les encien- bre libre; el largo fusil esculpido, el ya-
da la aureola de la frente, nadie los re- t a g á n espléndido, los anchos calzones de
cuerda, y la m u l t i t u d clamorosa que hilo, los caftanes de terciopelo rojo y de
otras veces, en el momento de verlos apa- oro. Cuando t u navio huye por el mar,
recer, los a p l a u d í a , si se les nombra de- costeando orgulloso playas famosas, te
delante de ella, asombrada, pregunta: queda el goce de entrever, ya un frontón
Quién es ese hombre?... blanco en las brumas de la tarde, ya en
un sendero próximo al mar á una mujer
de Tebas ó de Salamina, campesina de
Te h a b í a m o s olvidado, Canaris, y se lindos ojos, que v á á vender trigo y que
h a b í a eclipsado t u gloria. Movemos m u - aguija á una pareja de bueyes, sentada
cho alboroto, pero en él no suenan acla- sobre u n carro homérico, como la anti-
maciones n i cantos en t u loor; la m u l - gua Isis en los bajo-relieves de Egino.
t i t u d no sabe ya deletrear t u nombre
ilustre; el sol de t u fama se escondió en Octubre 1832.
el ocaso; ayer exclamábamos: Q-recia,
Atenas, Esparta, Leónidas, Botzaris, De-
móstenes, Canaris...; luego llegó el en-
treacto, y ahora en nuestra imaginación,
IX.
que llenaba t u apoteósis, la borramos
para escribir otros nombres. ¡Adiós, héroes Sola al pié de la torre, de la que sale
griegos! Vuestros laureles están marchi- la voz de su señor, cuya sombra aparece
tos y nuestras miradas se dirigen á otros á cada momento en el umbral de la
orientes. Y a no se oye sonar t u gloria puerta, acostumbrada á ver que el esposo
sobre el yunque de la prensa, gigante se convierte en verdugo, p á l i d a y arrodi-
que enciende todos los fuegos, prodigio- llada en el suelo, estás, triste Polonia,
so cíclope de voz tenante, á la que m á s vencida y atada y p r ó x i m a á morir. Tus
de un Ulises hizo saltar el ojo algunas manos blancas estrechan sobre t u pecho
veces. ¡Oh prensa! Eres u n obrero que te un crucifijo empapado en t u sangre. Los
despiertas todos los dias y que deshaces bachkirs (1) han pisoteado t u manto real,
con frecuencia lo que hiciste el dia ante- que conserva aun impresos los clavos de
rior; pero ya que es así, forja al menos sus sandalias. Cada instante se oye r u g i r
con tus manos soberanas una armadura una voz, el ruido de pasos, y se vé relu-
de bronce para todo lo que sea justo. cir un sable; y tú, cogiéndote á los mu-
ros, que b a ñ a s con tus l á g r i m a s , y levan-
tando los moribundos brazos, la decaída
Te habíamos olvidado; pero, ¿qué te i m
porta? Te resta, notable marino, el olea- (1) Baehkirs • pueblos que viven al pié del monte Oural,
je que te arrastra, t u navio, el viento pro- al Sudeste, entre el Oural y el Volga.—(N. del T.)
CANTOS D E L CREPUSCULO.
m
frente y los.ojos que e m p a ñ a ya l a som- Duede haber escusa alguna para t u cri-
bra de la muerte, exclamas:—^'Francia, men.
hermana mia, ¿no quieres venir á defen-
derme?,,
Setiembre 1835. Sin encontrar j a m á s techo que te abri-
gue, anda como otro j u d í o errante, anda
cargado con el oro que se vé relucir en-
:re los dedos de tus manos m a l cerradas.
X. Todos los bienes del mundo como madu-
ros racimos penden de las parras de t u
A l hombre que vende á u n a m u j e r . camino, porque en l a tierra el rico todo
"o consigue, escepto el honor, porque el
icnor no se compra. A p r e s ú r a t e á gozar,
Es una ignominia, no solo para esta maldito, y anda sin tregua, y que todos,
mujer, que fué sagrada para todos, de al verte pasar, exclamen:—"¡Ese es el
corazón débil, pero de alma grande, sino cobarde!,, Anda! sin tener otro compañe-
t a m b i é n para él, porque significa la des- ro que t u remordimiento. Anda! E l des-
honra de su nombre en el porvenir, los precio público, que es l a sombra de l a
blancos cabellos de su padre infama- majeza, de a ñ o en a ñ o crece y rechaza
dos, l a profanación del pudor público; sin cesar, haciéndose cada vez m á s espe-
es el honor, es l a fé, es l a compasión, es so para los traidores perversos, como las
el juramento lo que ese j u d í o cobarde- icjas se espesan m á s cada vez en los
mente vendió. abetos, que están siempre verdes.

J u d í o , los impuros mercaderes á los Cuando llegue el dia en que l a celada


que vendiste su alma esperarán mucho de la muerte, que se abre de repente para
tiempo, antes que otro hombre m á s i n - 'os mortales, espantado, te haga pasar de
fame vaya á reclamarles el fondo del a vida á l a realidad sombría, eterna ó
saco lleno de oro que hicieron vomitar inmóvil; cuando cada vez m á s solo y m á s
sobre t í . débil te agarres i n ú t i l m e n t e á t u tesoro;
cuando l a muerte te se acerque, estando
Eres m á s que j u d í o , eres u n i n m u n acostado sobre u n m o n t ó n de oro y vacíe
do pagano, u n renegado, oprobio y esco bruscamente t u mano llena y crispada,
ria del mundo, u n apóstata, u n traidor con l a facilidad que el hombre abre l a
extranjero, que nos hace pensar que mano de un niño, entonces, en el abismo
después de los trastornos y de las guer adonde descienden los traidores, unos
ras civiles, queda aun a l g ú n bandido, súcios de cieno, otros manchados de san-
a l g ú n forzado, que quiere morder en gre, caerás perdido en l a playa fatal
Francia el pan de l a traición. que i m a g i n ó el Dante, caerás condenado
y sumido en l a desesperación, para que
t u crimen no quede impune y para que
¿No comprendiste, miserable, que siem t u alma, vagando entre las otras almas,
pre debe mirarse con respeto á los pros sea l a m á s abyecta entre las m á s infa-
criptos; que no se debe golpear a l pecho mes! Cuando los hombres falaces, cuyos
que nos alimentó; que una hija de reyes, repugnantes nombres escribió l a histo-
de l a que fuimos vasallos, no debe po- ria, te vean entre ellos, esos hombres,
nerse en venta en u n infame antro, y que el oro hizo cometer toda clase de
que, aunque dejó de reinar, no dejó de delitos, á los que todos los pueblos, a l
ser mujer? pasar, escupen en l a cara, los m á s des-
conocidos como los m á s famosos, que
conservan aun en los labios la huella de
Vuelve á l a oscuridad donde se ocul un beso traidor. Judas que vende á su
tan todos los monstruos infamantes, que Dios, Leclerc que vende á su ciudad,
desde hace cuarenta años babean núes grupo de miradas bizcas, raza ingrata y
tras ruinas; vuelve á t u cloaca y no aso v i l , todos ellos te recibirán con alegría,
mes nunca l a cabeza á l a luz del dia; y y Louvel, indignado, se n e g a r á á estre-
como el humo que abandonado á los charte la mano.
vientos infecta y todos al pasar cerca de Julio 1835.
él lo evitan, vague t u vida á l a ventura
de ribera en ribera. No hables, que a c á
bas de vender el tesoro del honor, y no
204 OBRAS DE VICTOR HUGO.
blime deja que le roben su flúido tesoro
las ñochas de hierro que se levantan h á -
cia el cielo, es el dichoso príncipe, de ca-
XI. ritativos sentimientos, que vé á lo alto de
la esfera dirigirse todo su oro hasta lle-
gar á las manos de los necesitados.
Príncipe, permitidme que os recuerde 15 Setiembre 1834.
vuestra memorable acción, independien-
te de la alta esfera que ocupáis. U n
padre con sus hijos, envueltos en profun-
da oscuridad, corrían á perderse en el
fondo de un abismo de dolores, el padre
XII.
en el crimen y las hijas en la deshonra. A Canaris.
Como viajeros extraviados durante l a
noche se l l a m a n unos á otros de u n ex-
tremo á otro de la m o n t a ñ a ; en l a pen- ¿En q u é consiste que m i pensamiento
diente del abismo se dirigieron á vos, se dirige hácia t í , griego ilustre, en quien
llamándoos; yo t a m b i é n os llamó y os nadie piensa m á s que yo? ¿En q u é con-
dije>—'"¡Esos infelices extraviados van á siste que yo solo tristemente trato de re-
caer en el precipicio; tendedles la mano, habilitar t u gloria? Mientras que m u -
socorredles!—^Vos os inclinasteis á la chos retóricos locuaces se encaraman en
orilla del camino; sin preguntar sus nom- tablados para llamar la atención, ¿por
bres les tendisteis las manos, los salvás- qué m i espíritu se vuelve hácia t í , hácia
teis, y á m í , á quien pensativo contem- tí que todo el mundo olvida? Es que te
plabais, me disteis las gracias. v i tranquilo y grandioso cubierto de lau-
reles. Los que cantamos somos apasio-
nados de los guerreros, como sin duda
Eso es noble, eso es grandioso, señor. vos lo seréis de los poetas. Vuestras ac-
—Recogidos bajo la tienda de c a m p a ñ a ciones originan nuestros cantos, porque
que os dignasteis desplegar para ellos, el héroe es fuerte y el poeta es sagrado.
están allí recobrando la esperanza, la Los poderosos poetas que n i n g ú n viento
fuerza y el valor, y procurando entrever, extingue son semejantes al volcán de
merced á los rayos de vuestra gracia Sicilia, que muchas veces habréis visto
que agujerean su oscura nube, horizonte humear; esos poetas, como el Etna lla-
menos triste para proseguir su camino. meante, conservan la lava en el corazón
Ese grupo, extremecido aun, por vos se y fructifican las espigas en la cumbre.
libra de la perdición, y como el pájaro
que mojó la tempestad, se abriga en una
encina, esperando para volar que se le A d e m á s , tuvo siempre m i alma por
enjuguen las alas. instinto, cuando el caos de humo y de
llamas, cuando el gran torbellino que
nos arrastra hácia el dia y hácia la no-
J ó ven de corazón real, obrad siempre che pasó rugiendo sobre los héroes y so-
de este modo: abrid siempre la puer- bre los sábios, y después que ha pasado se
ta al pobre; tended siempre la mano al vá á visitar la playa, i r yo t a m b i é n á la
borde del abismo, en el que cae la des- playa á recoger en ella á los náufragos,
gracia y del que sale convertida en c r i - á los olvidados y á los muertos.
men; sed la llave santa que muchas ve-
ces sustituye á la antorcha que abre l a
esperanza y cierra la tumba. No eches nada de menos; que t ú sacas-
te la mejor parte. Envejecer en este Pa-
rís que se queja y que llora, que canta
Sed el refugio, el apoyo, el techo y el deslumhrado por m i l visiones; ser admi-
puerto, que así conseguiréis que derra- rado dos dias por desconocida multitud;
men en vuestras manos l á g r i m a s de ca- oir en el abismo, al que afluyen todos los
riño el desterrado, la jóven que v á á ex- arroyos, el ruido que produce u n nombre
traviarse, el anciano necesitado y los que cae sobre la muchedumbre; ser ar-
niños que tiritan de frió y carecen de busto entre la yerba y gigante entre los
madre y de pan. enanos, todo esto no equivale, hijo del
mar, á la dicha de surcar esas olas que
vieron partir á Argos y llegar a Colon.
Como la altiva nube, que en vuelo su1
CANTOS D E L CREPUSCULO.

Si t ú nos vieses, hijo del A r c h i p i é l a g o , amarse, mancharse ó romperse. Las pá-


cuando la prensa hace u n á n i m e llama- lidas voluptuosidades, al oirle, sallan en
miento, fortificar aprisa un derecho que tropel de su impura guarida, cuando su
tratan de destruir; donde la m u l t i t u d , en- sombra pasaba cerca de ellas. Agotaba
tregada al que nos quiere dirigir* contra noche y dia su savia en las orgías, como
un poder pigmeo tocando á rebato, ar- se gasta la cera en la mecha de los c i -
rojarnos en tropel al asalto de una ley, rios. Cazaba en el verano y en el invier-
¡cómo despreciarlas nuestros combates no acudía al teatro d é l a Opera, á oir por
de niños, tú, que rompes las cadenas sa- casualidad á Q-luck ó á Mozart. J a m á s
cudiéndolas; tú, cuyo fuerte brazo envia apagaba su sed en los grandes manan-
sonriendo de noche á los capitanes pa- tiales que hacen correr Homero y Sha-
chas con sus icoglans, sus negros y sus kespeare. No creia en nada, no soñaba
mujeres desnudas á despertarse en el nunca; el fastidio bostezaba en la cabe-
otro mundo! cera de su lecho. Su ironía infecunda la-
draba á todo lo digno y á todo lo noble;
compraba el amor y era capaz de vender
¿Qué te importa que te olviden aque- á Dios. L a naturaleza, el mar, el cielo y
llos de quienes t ú te burlarías si los las estrellas le fastidiaban; no le gustaba
vieras de cerca? ¿Qué te importan sus co- el campo; su madre le a b u r r í a , y al fin,
razones de cera ó de piedra, ese tratante, enervado, no sabiendo ya q u é hacer, sin
que es una carga para el pueblo, que ódio y sin cariño, antes de morir, desazo-
solo sirve para llenarse de oro, como la nado por el dia siguiente, una noche que
esponja de agua; ese comerciante ávido, encontró una pistola á mano arrojó el
puesto de codos sobre el mostrador, n i alma al cielo, como el que arroja una
ese jóven enervado, de rostro imbécil, de taza vacía al techo del gabinete.
corazón eunuco, que solo admira en Pa-
rís las mujeres de raza y los caballos de
precio? ¿Qué te importa Paris, que suce-
sivamente se duerme y se despierta, y J ó v e n , fuiste cobarde, imbécil y per-
sufre pesadillas, esperando impaciente verso y no te compadecemos. Cuando
que brille ia luz del dia? ¿Qué te impor- pasa por un campo el hierro cortante del
ta Lóndres, en el que el hospital es infe- arado, ¿compadecemos acaso á la cizaña
rior al Hipódromo, n i Roma, que solo que destruye? Pero sí que compadece-
es ya la escama de la antigua Ciudad mos con todo nuestro corazón á la que
Eterna? tuvo la desgracia de dar á luz semejan-
te hijo, á t u madre, pobre y anciana mu-
jer, á la que encorvan el peso de los años,
Qué te importa de nada? Entre tanto, que te meció en l a cuna y á quien t ú
tú, de pié en el puerto, vendes á a l g ú n arrastras á la tumba.
inglés un pasaje á bordo de t u buque; ó
haces rodar y alinear en la playa los far-
dos que mucho tiempo el mercader T a m b i é n compadecemos, y es sagrada
aguarda; ó sonriendo acoges á tus igua- para nosotros, á pesar de su deshonra, á
les, á tus amigos los patrones de Corinto la triste jóven, en otro tiempo pura y ca-
y de Argos, y quizás en estos momentos riñosa, que vivia cantando en su boardi-
alguna mujer de Grrecia, á la que una lla, donde t u oro la sedujo; que se dejó
venda pagana aprieta las negras trenzas, tentar creyendo que así ahuyentaba de
que es madre fecunda ó acaso doncella, ella el hambre y al mismo tiempo se
fija en t í sus hermosos ojos transparen- proporcionaba la felicidad; que luego
tes, recuerda á Psara, á Chio y el mar fué rodando hasta la muchedumbre, que
que Canaris llenó con su fama, y admi hoy la pisotea, que llora la pureza per-
r á n d o t e desde lejos, como se admira á un dida que t ú le arrebataste; ¡pobre bú-
rey, sin atreverse á hablarte, pasa rezan caro de flores caldo en medio del ar-
do por tí. royo!
18 Setiembre 1835.
No eres t ú á quien compadecemos,
sombra vaua, cifra que no te has unido
XIII. nunca para formar n i n g u n a cantidad;
compadecemos t u r e p u t a c i ó n , ayer pura
y hoy envilecida; compadecemos á t u pa-
Apenas habia cumplido veinte años y dre, que murió siendo venerable soldado
habia abusado ya de todo lo que puede | de nuestro ejército; compadecemos á tus
206 OBRAS D E VICTOR HUGO.

servidores, á tus parientes y á tus ami- ¿Será quizás que se sumerge en una no-
gos; á t u perro, que te era m u y leal y che profunda, cuya oscuridad solo puede
que tratabas á palos. iluminar la l á m p a r a de Jesucristo? ¿No
es hora ya, después de tantas tempesta-
des, de inclinar la cabeza y de reedificar
Pero t ú , orgulloso sombrío, rico de el altar? ¿Debemos echar de menos los
infecundo corazón, que viviste impoten- tiempos antiguos en que los vivientes
te y que mueres inútilmente; t ú que ter- creían lo que h a b í a n creído los que m u -
minaste tus dias para que se ocuparan rieron, esos tiempos felices en los que la
de tí, entra en la eterna noche sin que lo Biblia abierta deslumhraba al mundo?
sepa nadie; eso es lo que te corresponde.
Sal del festín sin que se apague n i una
sola luz; cae en el torrente sin perturbar Problemas peligrosos, pero dignos de
siquiera la superficie. Este siglo tiene meditación; cuestiones oscuras, que in-
un gran pensamiento y camina decidi- ducen al pensador poeta á vagar por la
damente á conseguir lo que se propone; ciudad en las horas en que ya solo en-
t u sepulcro no le h a r á tropezar en su cuentra al que se retira tarde y á la ron-
camino; no se ocupa de oír el ruido que da de la noche, que se aparece como una
produce t u puerta al cerrarse. ¿Qué has visión que v á tanteando en la oscuridad
conseguido con cumplir t u capricho? todos los rincones de las calles.
Con t u voluptuosidad la tumba y con t u 4 Setiembre 1835.
vanidad el olvido.
A b r i l 1831.
XIV.
Indudablemente, muertes como esa,
ignoradas ó conocidas, no importan al No insultéis j a m á s á la mujer que se
siglo n i le perjudican, n i siquiera se ocu- pierde. ¿Quién sabe q u é terrible peso
pa de ellas; pero cuando, a g i g a n t á n d o s e hizo caer á la pobre? ¿Quién sabe c u á n t o
en el negro horizonte, el suicidio ciego tiempo ha sido v í c t i m a del hambre?
extiende sus alas sombrías y arrastra Cuando el viento de l a desgracia sacu-
tras sí m á s séres á cada momento; cuan día su v i r t u d , ¿quién no ha visto á esas
do apaga en todas partes contra los infelices mujeres agarrarse mucho tiem-
designios de Dios corazones llenos de po á ella haciendo esfuerzos desespera-
vida; cuando el hábil pintor Robert, que dos? Son esas desgraciadas como la
ocultaba tras sus miradas serenas la gota de l l u v i a que se vé chispear en el
tempestad de su alma, rechaza el cáliz extremo de una rama, en la que refleja el
de l a existencia cuando le vé vacío de cielo, y que sacudiéndola con el árbol
amor; cuando Castlereah, ese inglés que cae, y siendo perla antes de caer, es fan-
tenia algo de c a r t a g i n é s y de espartano, go después de la caída.
se hunde el acero en el corazón y muere
d e s e n g a ñ a d o , harto de poder y cansado
de astucias; cuando Babbe inunda de
veneno sus heridas; cuando Gros, jadean- Nuestra es la culpa; tuya, rico, de t u
te, siendo débil y viejo, se echa a l rio oro; ese fango encierra, sin embargo,
para que no le crean envidioso; cuando aun el agua pura: para que la gota de
este aquilón mortal disminuye á la fa- agua salga del polvo y vuelva á ser
milia, entonces el creyente ora y el pen- perla y brille con su primitivo brillo,
sador medita. Quizás la humanidad ca- basta un solo rayo de sol, como á la mu-
mina demasiado de prisa. ¿Qué pretende jer le basta u n rayo de amor.
este siglo? ¿A dónde corre ese r e b a ñ o de 6 Setiembre 1835.
espíritus? Es incomprensible que m u
chos en el mundo, al ver perdidas sus es
peranzas, se anticipen la muerte; este es
m a l de un siglo que está en continuo XV.
trabajo y en el que todo se descompone. Consejo.
Cuál será el remedio y cuál es l a causa?
¿Será quizás que la fé decrece á medida
que la razón aumenta, como sol que ca ¡No han echado aun vástagos en las
mina hácia su ocaso? ¿Será quizás que el ramas flotantes de nuestra tierra, en la
hombre no cuenta para nada con Dios?
que desde hace cuarenta años tantas a l -
CANTOS D E L C R E P U S C U L O . 207
mas han abortado, doctrinas de frutos os d u r m á i s , que ya se oyen en lontanan-
de oro, esperanza de las naciones, que la za los pasos del porvenir.
precoz mano de las revoluciones sacudió
sobre nuestras cabezas!
Sucede algunas veces en nuestro siglo
que impetuoso viento alborota de repen-
Y siempre los esperamos.—Señor, te- te al oleaje humano, el viento de l a des-
ned compasión de los pueblos que, de- gracia, que, como todos los astros, lo
seando v i v i r tranquilos, corren de una mueven los aires que han estado compri-
esperanza á otra, y haced que se nos apa- midos mucho tiempo en alguna parte;
rezca el hombre que elijáis entre los t r i - viento que dispersa el humo de todos los
bunos y entre los reyes que hacéis pasar hogares, que sopla sobre todos los hom-
efímeramente por l a Francia. bres, y que, como antorcha en los mares,
los hace espumar, los hace chispear; con-
mueve todas las cindadelas y todos los
¿Quién puede hoy creerse fuerte, pode- diques, y velozmente presenta desnudos
roso y soberano? ¿Quién puede, al levan- á la sociedad los abismos tenebrosos, las
tar fuertes barreras, asegurar que nadie brumosas cumbres, las llanuras serenas;
las traspasará, en este tumultuoso siglo viento fatal que confunde agitando á los
de trastornos y de glorias, en el que las malos y á los buenos, que arranca mu-
cañas que se inclinan en los bordes de chas tejas de las viejas techumbres de los
los estanques duran m á s que las monar- imperios, y que, tomando en el Estado,
quías? de arriba á bajo, á los hombres que derri-
ba, amontonando en la oscuridad en esa
Reyes! el p a ñ o grosero tiene celos del hora de borrasca y persiguiendo á un
terciopelo. E l pueblo tiene frió durante tiempo con sus ondas, con sus rumores
el invierno y hambre siempre; mejorad y con sus rugidos, arrastra al pueblo en
su suerte. A b r i d las escuelas para los hi- tropel y lanza toda esa tempestad á las
jos y los talleres para los pobres, y á to- puertas de un palacio.
dos el augusto asilo de vuestros brazos.
Palacio sombrío que está sumergido
en la oscuridad de l a noche, y en el que
L a bondad de los reyes debe hacer que al rugir l a tormenta las ilusiones se
los pueblos sean buenos; con frecuencia vuelan, unas llorando y otras riendo.
nos afligen e x t r a ñ a s desgracias; pensad Cuando llega esta hora fatal, el velo se
que Dios es el único Señor. Siempre hay desgarra, y ¡adiós sueños de oro! Se des-
alguno que recoja los beneficios; pensad piertan en el palacio y se encuentran
en esto, reyes, que estáis minados y que con que los toca u n espectro con manos
os agobia un pasado, que quizás está lle- de carne; es la realidad que los pesa. E l
no del porvenir. que antes soñaba en Carlo-Magno, aho-
ra se acuerda de Luis X V I . Hora terrible
para l a m o n a r q u í a , en l a que, dudando
Dad á todos, que quizás u n dia os re de la eficacia de los cañones, en l a que
compensarán. Dad, que ignoramos q u é llamando la m o n a r q u í a á sus amigos por
espigas g e r m i n a r á n en nuestro siglo al sus nombres, oyendo los rugidos que l a
rededor de los tronos. Dad con la mano tempestad lleva hasta allí, espera, con la
derecha á los buenos y con la izquierda vista fija en los cristales y los oidos en
á los malos, y como el labrador siembra los resquicios de las puertas. Hora en la
los granos en el campo, sembrad limos- que se vé en el rincón de una c á m a r a
nas en los corazones. palidecer á la pobre reina extranjera, es-
trechando á sus hijas entre sus brazos;
en la que los niños de la familia real
Oh reyes! el pan que se d á al viejo des aprietan c a r i ñ o s a m e n t e las manos leales
valido, la pobre adolescente á quien se de a l g ú n fiel veterano, y preguntan so-
libra de caer, el beneficio sonriente y ve- llozando á los criados, que no les res-
lado que se hace por todas partes donde ponden ya, q u é significan esos rumores,
hay necesitados, el grito de g r a t i t u d de ese terror, ese misterio, esa conmoción de
una madre reconocida, el niño salvado la tierra que sienten temblar bajo sus
que levanta entre el pueblo y vosotros pies, y que no tiembla bajo los piés de
las alegres manos, son el mejor dique otros niños.
para contener la m u l t i t u d furiosa. No
OBRAS D E VICTOR HUGO.

Fortificáis las silenciosas Tullerías, lle- barreras del trono! Pero Dios guarda u n
náis los puentes de cañones y de obuses, tesoro al que supo hacer limosna. Si en
cubrís las boca-calles de regimientos... tiempos m á s prósperos dejó el príncipe
Para qué? A cada instante aumenta la la huella de sus pasos en los tugurios de
muchedumbre desesperada y terrible; ¿y los indigentes, si les hizo algunas veces
q u é le importa, cuando llega la hora de secretos beneficios, si perdonó cuando l a
la marea, que salga y suba aullando des- ley queria matar, no debe perder la espe-
de el fondo del abismo amargo, la me- ranza de salvarse. E l pueblo puede olvi-
t r a l l a á la m u l t i t u d , n i el granizo al dar esto en sus dias de cólera, pero Dios
mar? no lo olvida nunca. Con frecuencia el
grito de compasión que saliendo del co-
razón pronuncian los labios, desarma
¡Terribles acontecimientos que se rea- imperiosamente al hombre cruel que
lizan en nuestros dias! E n ellos, solo es- tiene en sus manos una presa con la
trechándose los hombres unos contra que se van á ensañar; las madres consi-
otros, derriban torreones, torres y casti- guen librar á los niños de las bocas de
llos, y apoyándose i n ú t i l m e n t e en los los leones.
arrabales las pálidas guarniciones, caen
éstas trituradas con sus férreos caño-
nes y con las paredes donde se apoya- E n los momentos m á s terribles del
ban. naufragio, cuando se vé que la bala es
impotente c o n t r a í a ola, cuando el popu-
lacho, lleno de cólera, ladrando en el um-
Cómo se ha de defender un rey? Más bral como u n perro para que le abran la
ligero sobre el oleaje que el flotante cor- puerta, llega salpicando de lodo los cha-
cho, m á s vacilante que la sombra cuan- piteles del Louvre; cuando ese populacho.
do se aproxima la luz, escuchando sin Océano que no tiene hora fija para su
oir y mirando sin ver, se extremece al reflujo en el momento en que nada le de-
oir g r u ñ i r la tempestad y tiembla. ¡Solo tiene, sube y aulla, ofrece con frecuen-
los reyes pasan momentos semejantes! cia el espectáculo que otras veces nos
ha presentado la historia, de que una
buena acción, escondida en u n sitio som-
¿De q u é les sirven ahora las leales es
brío, salga luminosa de la oscuridad y
padas, las líneas de cañones y de sóida
diga al pueblo colérico, parodiando á
dos, los encendidos vivaos, el general ele
Dios: "No irás m á s allá!;,
gido á quien fió su custodia, que q u i z á
Diciembre 1834.
está soñando ceñirse otra escarapela? ¿de
q u é le sirven sus coraceros, de q u é le sir
ven la verja de hierro cerrada y las me
chas encendidas? Necesitarla tener u n
c a p i t á n heróico y solo cuenta con un XVI.
ejército, ¡Cómo oponerse al inmenso ba
lanceo de ese pueblo, mar arrastrado por E l grande hombre que es vencido pue-
una idea, vasta inundación de hombres, de perder en un instante la gloria, el
de mujeres y de niños! imperio y el cetro; puede perder hasta el
prestigio de su grandeza que le ilumina-
ba como una aureola, pero no puede per-
Desgraciado de él entonces! ¡Será pre
der su g é n i o .
ciso. Dios mió, que volvamos á ver la
parte monstruosa de las revoluciones!
Quién puede apaciguar el mar? ¿Quién Así, cuando la batalla destruye una
puede contener el oleaje de Paris y de bandera, todo lo que en ella es seda, oro-
Lóndres, sobre todo cuando, atronada la pel ó franja de oro queda destrozado
ciudad por los tambores, siente que nada por el fuego de la metralla y desaparece
en sus olas la hidra de los arrabales? pedazo á pedazo, como si se lo arrancara
¿Qué es lo que vá á suceder en ese pala el pico de un ave de r a p i ñ a .
ció en el que se desploma el imperio, en
el que van á caer las puertas ante la
m u l t i t u d en el que se habla de misterio- per0 esto nada importa; la bandera, al
través del horrible fuego de la batalla,
en lo alto del asta, de donde pendía l a
Estalló al fin la tormenta; cayeron las tela de p ú r p u r a que ahora vuela en an-
CANTOS D E L CREPUSCULO.
m
drajos, conserva siempre el á g u i l a de guos tiempos á las costumbres actuales,
bronce. que rehace u n caos de lo que fué u n
21 Febrero 1835. mundo, que hunde rudamente el casco
estrecho de Esparta en la frente provecta
de París; que en los tiempos pasados, m a l
comprendidos, viola descaradamente a l
XVII. sábio para convertirle en un m ó n s t r u o
que causa terror á su padre, de t a l modo,
A Alfonso B a b l e
que temblando los antiguos héroes, se
(muerto el 31 de Diciembre de 1829). han tapado la cara, y después de tres
m i l años, casándose con Licurgo, sus
amorosas caricias han dado á luz á Ro-
Con frecuencia, en mis horas tristes bespierre.,,
me he acordado de t í , noble amigo, que
eras u n hombre de la a n t i g ü e d a d ; me he
Nos dirás á todos:—"No os durmáis; v i -
acordado por echar de menos entre nos-
gilad y estad preparados, porque ya paso
otros t u voz augusta y fuerte y llena de
á paso se desliza en l a oscuridad la mano
equidad; porque nos falta t u mano, que del cazador por todas partes donde oye
sabia grabar con caracteres indelebles en cantar dentro de los nidos que cobijan
un siglo en el que el oro distrae á los los pensamientos; porque los corazones
sabios, en el que el pensamiento es es- m á s nobles están vencidos ó cansados;
clavo del interés, tiempo de frutos abor- porque Polonia, cargada de cadenas, n i
tados, de tallos rotos, de instintos desna- aun puede morder el pió del czar que le
turalizados, de razones corrompidas, en aplasta la garganta; porque de dia en
el que todo está disperso en el espíritu dia se vé que los reyes alargan en la fra-
humano y en el que el presente flota á gua la cadena que forjan para la gigan-
la ventura sobre el pasado. Si estuvieras ta, que está adormecida á su lado, l a
entre nosotros, t u elocuencia sonora v i - cadena para ligar á la libertad. No dur-
braría calmada y serena en medio de máis y trabajad sin descanso, grandes y
nuestro tumultuoso oleaje; servirías de pequeños, que cada uno tiene su tarea
puente para contrarrestarla corriente. en el trabajo; cada uno tiene que llevar
su piedra al edificio, cuya cumbre aun
ha de costar de construir. No se ha
Convencerías á los partidos de que le-
concluido el trabajo por haber destrona-
vantan demasiado polvo alrededor de la
do un rey; nada significa u n rey caido:
razón y que no nos la dejan ver con cla- es mucho m á s difícil y de mucha mayor
ridad; al pueblo, de que sobre todos debe trascendencia mejorar las costumbres
pesar la ley del trabajo y que es bastan- que abatir á los reyes. Nada está aun
te fuerte para no tener envidia; al poder, terminado; n i la ruina n i el bosquejo.
que no debe vengarse nunca; que para el Desarrolláis infinitos planos, pero no los
pensador es un espectáculo e x t r a ñ o y realizáis. Os a p l a u d í s á vosotros mismos
triste que la ley, que debe ser una diosa por haber hecho m u l t i t u d de leyes, que
impasible y serena, salga ciertos dias de habéis amontonado al acaso. Trabajad,
la urna consular con miradas fieras y que no ha llegado aun l a hora del des-
loca de cólera. canso. Buscáis algo desconocido, pero
sin tener verdadera fó y verdadero cari-
A los jóvenes, que mirabas con bene- ño; nada entre vosotros b r i l l a con clari-
volencia y cuya edad los mece en i n - dad; crepúsculos y nieblas oscurecen
quietas ilusiones, les dirías:—"Amigos, vuestros sistemas, y en las leyes y en las
habéis nacido para disfrutar de tiempos costumbres, y hasta en los espíritus, solo
felices; no caigáis en los errores de vues- se vé la p á l i d a alba ó la roja puesta del
tros padres; madurad las ideas; huid de sol, pero no la luz clara del medio dia.„
dorados y falaces sistemas y de las espe-
ranzas que en vuestros corazones hace
hrotar la A m é r i c a , pueblo que se dedica Así nos hablarías escribiendo libros
á ensayos, nación de chiripa, sin raices, austeros, como hablaban en otro tiempo
sin pasado, sin historia y sin arte; l i - los antiguos solitarios, como hablan to-
braos de la sabiduría i m p í a y envenena- dos aquellos que nos hacen enmudecer, y
da que salió del cerebro de Voltaire, que te escucharíamos como el mundo de en-
es hija de la ignorancia y del orgullo, tonces escuchaba á los antiguos.
que quiere aplicar las leyes de los anti-
TOMO V. 27
210 OBRAS D E VICTOR HUGO.

A y ! A cada instante tempestuosos


vientos amontonan m á s sombra y m á s
bruma en nuestros horizontes; cada vez XIX.
aparece el porvenir m á s sombrío. Con
el corazón sereno, con la paz en el espí-
r i t u , te dirijo estos versos, á tí que duer-
mes el profundo sueño, á t í que ignoras Poeta Anacreonte, manantial erótico
lo que pasa entre nosotros. Te dirijo que te filtras por la cumbre de la sa-
estos versos llenos de tristes presagios. Diduría antigua, manantial que encon-
E l furioso combate empieza á rugir en- tramos cuando trepamos hasta aquella
tre el derecho de creer y entre el dere- altura; que fluyes á la sombra, límpido,
cho de suprimir lo supérfluo; la batalla d e r r a m á n d o t e por la yerba; p l á c e n m e tus
en l a que las leyes atacan á las ideas, se cánticos, tierno poeta: cuando la senda
entabla otra vez en mares desconocidos; que conduce hasta la cumbre es r á p i d a ,
y yo mismo, en estos momentos, pensa- muchas veces, cuando no fatiga el calor
tivo en m i hogar, olvidando á Procusto de los rayos solares, nos causa grata sen-
desde hace cinco años, oigo ladrar fuera sación beber del arroyuelo que pasa cer-
de la puerta del drama augusto á la nido por entre los montes.
censura de hálito inmundo, de u ñ a s ne 21 Agosto 1835.
gras, á esa perra que, bajando l a frente,
sigue á todos los poderes, mascando
siempre con sus súcias quijadas ¡oh M u
sa! a l g ú n pedazo de t u estrellado manto. XX.
14 Setiembre 1835.
I.

XVIII. Empieza á brillar la aurora y las som-


bras desaparecen; los sueños y las b r u -
A l e n v i a r l a s ((Hojas de otoño)) á mas se disipan con l a noche; se entre-
m a d a m e *** abren soñolientas las pupilas y las rosas;
se oye el murmullo del despertar de la
naturaleza.
I.

Este libro errante, que con el ala rota Todo canta y susurra, todo habla á un
apenas puede volar y que el viento l a n mismo tiempo, verdura y humo, nidos
za á vuestra rasgada ventana, como y techos; el viento habla á las encinas,
terrón de granizo que golpea en las pa el agua á las fuentes; todas las respira-
redes, acaba de pasar por las tempesta ciones se convierten en voces.
des públicas, y el pobre recien nacido
tuvo que sufrir el frió, la l l u v i a y el
h u r a c á n . Este fué su castigo por haber Todo vuelve á adquirir la vida; el n i ñ o
abandonado m i morada. Ayer cantó y su juguete, el hogar su llama, el violin
hoy llora; ahora cojea, después de haber- su arco; locura ó demencia en todo el
se cernido en los aires. mundo, cada cual sigue su trabajo em-
pezado.
II.

Hasta que el viento se le vuelva á lle- L o que piensa ó lo que ama, a g i t á n -


var, abridle, María, la puerta de vuestro dose sin cesar, todo hácia un supremo
gabinete y arreglad sus versos estropea- objeto vuela arrastrado; el esquife busca
dos. Permitid que unos momentos des- un puerto, la abeja busca u n sauce, la
canse en vuestra alcoba, en l a que se brújula busca el polo y yo busco la
respira tibia atmósfera, y que se calien- verdad.
te en el fuego de vuestro trípode; permi-
tidle que á vuestro lado se acueste, y II.
ya que es pájaro, que tiembla y que pal-
pita transido de frió, abrigadle bajo L a verdad profunda; granito que en
vuestros pies. el fondo de las olas encontró siempre
18 Enero 1832. m i áncora en el fondo del mar del mun-
CANTOS D E L C R E P U S C U L O . 211
do, por el que pasan en el abismo oscu- cada uno de los mortales desea para v i -
ro innumerables sueños. vir leer frases tan profundas que en va-
no se sondean, que el ojo en ellas vé u n
mundo y el alma en ellas encuentra u n
L a verdad, hermoso rio que nunca se Dios?...
ciega, manantial en el que todo bebe,
tallo en el que todo florece, l á m p a r a que
Dios coloca cerca de todas las causas, Hermoso libro que hojean los corazo-
claridad que los objetos envian al espí- nes candidos, en el que los pensadores
ritu. buscan sentidos desconocidos y en el que
los que Dios elige escriben en el m á r g e n :
Somos los enviados!
A r b o l de ruda corteza, encina de vas-
ta copa, que el hombre dobla ó rompe
según se lo permite su fuerza; cuya som- Santo libro, en el que el velo que flota
bra se extiende; árbol del que todos se en todos los sitios, en el que la estrella
cuelgan, unos sobre las ramas, otros so- que brilla para todas las miradas solo
bre el tronco. traza misteriosamente u n nombre solita-
rio, u n nombre en la tierra y un nombre
en el cielo.
Monte por el que corren todos los arro-
yos, precipicio en el que todos se sumer-
gen; centella sublime, que hace brotar Libro de salvación, con el que el cora-
Jehová; rayo del que blasfemamos, ojo zón se alimenta y que todos los sábios
tranquilo y supremo, que en la misma se esfuerzan por descifrar; cuyo sentido
frente de Dios el hombre reventó u n dia. rebelde se revela algunas veces; libro
que deletrea P i t á g o r a s y que lee Moi-
III. sés!
Diciembre 1834.
Maravillosa naturaleza, cuyo brillo
susurrador llena nuestros oidos y des-
lumhra nuestros ojos. Playas donde mue-
ren las olas, bosques de los que la brisa XXI.
entresaca sombras misteriosas en el ho-
rizonte vago. Ayer, la noche de verano, que á en*
trambos nos envolvía en sus velos, os-
A z u l con que se vela el agua del abis tentaba tantas estrellas, que era digna de
mo amargo, cuando, dejando que m i tí; tan serena era y tan fresca, su brisa
barca huya á la merced del viento, i n era tan agradable, tanto apagaba todos
d i ñ á n d o m e hácia el oleaje, escucho en los rumores y tan c a r i ñ o s a m e n t e espar-
el interior del alma el epitalamio que cía su rocío en las flores y en nosotros.
canta el mar.

Estaba yo delante de tí, alegre y ena-


A z u l no menos puro del sonriente cié morado, porque t ú me mirabas con l a
lo, que veo cuando trato de oir lo que suprema expresión del cariño; admiraba
dice el espíritu, cuando trato de buscar la belleza de t u frente, y sin que una pa-
las oscuras palabras que el viento m u r - labra me revelase lo que pensabas, l a
mura y que las estrellas escriben. tierna ilusión que de t u corazón salia
entraba á completarse en el mió.
Creación pura, sór universal, océano
que ciñes entero al universo, astro que Y bendecía á Dios, cuya gracia infini-
hace brotar el soplo del Señor, flores de ta puso tanta a r m o n í a en la noche y en
donde acaso él recoge la miel! tí, que por devolverme la calma y por
concederme la ventura, os hizo tan l i n -
das y tan puras, tan llenas de rayos, de
¡Campiñas, hojarascas, campanarios perfumes y de murmullos, á tí y á l a
de las aldeas, que suenan solemnemente; noche.
montes frescos, aurora pura y clara,
sonrisa deliciosa del astro eterno! ¿Sois
acaso un libro interminable, en el que Bendigamos á Dios, teniendo en E l fé
212 OBRAS DE VICTOR HUGO.

profunda, porque É l creó t u alma, por- las estaciones alguna flor abierta, en el
que E l creó la tierra, encanta m i cora- que puedan cogerse azucenas, madresel-
zón y deslumhra mis ojos; le encuentro vas y jazmines, deseo recorrer ese cami-
en el fondo de todos los misterios, y es E l no donde has posado tus pies.
el que hace que en el mundo hrillen tus
miradas, como en el cielo brillan las es-
trellas. Si existe un seno amoroso, digno y
icnrado, capaz de sacrificarse por la
mujer querida, cuyo corazón late siem-
Es Dios el que hizo del amor el móvil pre por dignos deseos, quiero hacer de él
de los humanos, el amor en el que todo la almohada donde se pose t u frente.
vive, el amor en el que todo descansa; es
Dios el que formó la noche m á s hermosa
que el dia; es Dios el que en t u cuerpo, Si existe a l g ú n sueño de amor, perfu-
m i soberana beldad, vertió la hermosura mado de rosas, en el que cada dia broten
como una copa llena y d e r r a m ó el amor nuevos placeres, un sueño que Dios ben-
en m i corazón. dice, en el que u n alma se une á otra al-
ma, quiero de ól hacer el nido y colocar
en él t u corazón.
Deja, pues, que te ame, que el amor 18 Febrero 1834.
es la vida; es lo que se echa de menos
y es lo que se envidia cuando la j u v e n
t u d camina hácia el ocaso. ¡Sin ól nada
hay completo, sin ól nada brilla; la be-
lleza es la frente, el amor es la diadema; XXIII.
d é j a m e que te corone! Otra canción.

Debes estar convencida de que lo que


llena el alma no es un p u ñ a d o de oro, n i E l alba nace y t u puerta está cer-
el espejismo de la gloria; ambas cosas rada; por q u é duermes aun, vida mia? Si
son el orgullo que traemos de los com se despierta la rosa, ¿por q u é t ú no te
bates: no la llena tampoco la loca ambi despiertas? Vida mia, oye; escucha a l
cion, que s u e ñ a en quimeras y que roe amante que te canta llorando.
tristemente la corteza amarga de todo lo
de la vida.
Muchos llamamos á t u puerta. L a
aurora te dice: " Y o soy la luz!,,; el pája-
E l alma necesita para llenarse el hime ro te dice: " Y o soy la armonía!,,, y m i co-
neo de dos pensamientos: suspiros ahoga' razón te dice: " Y o soy el amor!,. Vida
dos, manos tiernamente estrechadas, el mia, oye; escucha al amante que te can-
licor perfumado del beso, que una mira ta llorando.
da alegre otra mirada, y oir los cánticos
de la dulce l i r a que se llama corazón.
Te adoro como á un á n g e l y te amo
No hay nada en el mundo que no se como á una mujer. Dios, que contigo me
rija por su ley secreta, que no tenga su ha completado, creó m i amor para t u al-
sitio querido y predilecto, su guarida, su ma y m i mirada para t u hermosura. V i -
retiro, al que instintos irresistibles nos da mia, oye; escucha a l amante que te
encaminan noche y dia; el pescador tiene canta llorando.
su barca, los cisnes el lago, las á g u i l a s Febrero 188...
las m o n t a ñ a s y las almas el amor.
21 Mayo 1883.

XXIV.
XXII.
Quisiera ocupar completamente todo
C a n c i ó n n u e v a sobre u n a i r e a n t i g u o
t u pensamiento mientras que me es-
peras, cansada de andar, debajo del ár-
bol á la orilla del lago, lejos de las mira-
Si pasas por a l g ú n verde césped, que das importunas, cuando á tus pies el
el cielo rocía, en el que esmalten todas oloroso valle, lleno de bruma que se ele-
CANTOS D E L C R E P U S C U L O . 213
va hácia el sol, humea como u n pebetero podréis derramar el vaso donde apaci-
en el que arden perfumes. guo m i sed, y que está m u y lleno: m i
alma encierra m á s fuego que ceniza
derramáis vosotros; el amor es m á s pode-
Quisiera que todo lo que alcanza t u roso en m i corazón que en vosotros es
vista, los collados, las llanuras, los flori- poderoso el olvido.,,
dos arbustos, el prado verde, el sendero I.0 Enero 1835.
que conduce á las aldeas y el barranco
profundo, que se desborda en hojarasca,
como el mar en olas;
XXVI.
Que el bosque, el jardin, la casa, el A mademoiselle J .
n u b a r r ó n , que todos los puntos confusos
que desde lejos se ven temblar, que la
rama cargada de frutos maduros, que la Cantad, cantad, j ó v e n inspirada! Es
hoja seca que el otoño arranca, que todo sagrada la mujer que canta hasta para
lo que se oye arrastrar, marchar ó volar; los perversos. Es bendita la mujer que
canta; su belleza defiende su gónio. Los
ojos hermosos salvan los hermosos versos.
Que esa red de objetos que te rodea, y
de la que el árbol frondoso que te cobija
es el primer eslabón; que la yerba y la Yo, que vivo en medio de la tormenta,
hoja, las olas y la tierra, l a sombra, la me complazco en ver brillar vuestra au-
luz y la llama, tuvieran voz, se con- rora sin tempestades, y sonrío cuando
virtieran en un alma y te dijeran m i miro vuestros alegres ojos. Cantad esas
nombre. melodías arrebatadoras. ¡ P a r a m í la co-
Enghien 14 Setiembre 1834. rona de espinas, para vos la corona de
flores!

XXV. Hubo un tiempo de embriaguez en el


que la aurora que ¡Dará vos brilla, brilla-
ba en m i resplandeciente primavera; hubo
Y a que posó mis labios en t u copa lle- un tiempo en que el orgullo, la alegría y
na todavía; ya que escondí en tus manos el éxtasis se desbordaban de mis diez y
m i frente pálida; ya que respiró algunas siete años, como el vino puro de l a copa
veces el hálito perfumado de t u alma; de oro.

Y a que pude oir de t í las frases cari- Entonces, siempre en m i presencia,


ñosas en las que se derrama misteriosa- deslumbradora quimera fijaba en m í sus
mente el corazón; ya que he visto llorar; irresistibles ojos; entonces, en las rientes
ya que he visto sonreír t u boca j u n t o á perspectivas de prados verdes, de cielos
m i boca y tus ojos j u n t o á mis ojos; azules, de aguas diáfanas, flotaban alu-
cinadas mis miradas.
Y a que he visto brillar sobre m i orgu
llosa frente un rayo de t u astro, que Entonces yo decia á las estrellas:—"As-
está siempre velado; ya que he visto tro mió, en vano desapareces^ porque yo
caer en la corriente de mis años una ho sé que no dejas de brillar en las alturas,,.
j a de rosa, arrancada de l a flor de t u Entonces yo decia á las riberas:'—^'Vos-
vida, otras sois la gloria, y yo llegaré allí, por-
que cada uno de mis dias es una ola,,.
Puedo muy bien decir á los años que
vuelan:—"Pasad, pasad! que no temo en
Y o decia al bosque:—"Selva sombría,
vejecer; ¡pasad arrastrando con vosotros
como t ú encierro innumerables murmu-
las flores marchitas, que yo conservo en llos,,. Y o decia al á g u i l a : — " C o n t e m p l a
el alma una flor que nadie puede mar m i frente,,. Y o decia á las copas vacías:
chitar! •—"Estoy lleno de ideas ardientes qu©
e m b r i a g a r á n á las almas,,.
Aunque vuestras alas le choquen, no
2U OBRAS D E VICTOR HUGO.

Entonces del fondo de veinte cálices, de objetos, que solo vemos por una par-
rocío, amor, perfumes y delicias se des- ;e; la suerte escarnece nuestros deseos, y
parramaban en m i sueño; tenia mis ca- "a vida es como la rueda de un carro que
nastillos llenos de flores, y como vivo se arrastra por el polvo.
enjambre de abejas, mis pensamientos
volaban hacia el sol.
A medida que los años, m á s pálidos y
m á s tristes, van pasando para mí, veo que
Como la luz de la luna pálida y la ro- desaparecen volando mis quimeras, co-
j a hoguera del pastor se reflejan en el mo esas moscas de vida efímera que no
mismo arroyo; como en los bosques mo- consiguieron elaborar miel.
jados, al través del ruido de las hojas, se
oye el ruido de los pájaros;
E n vano atizo en m í mismo el fuego
tierno y ardiente del amor que arde en
Mientras que todo me decia: Ama; es- todos los trípodes, porque m i alma, infla-
cuchándolo todo fuera de m í mismo, em- mada, vuela hácia el cielo convertida en
briagado de incienso y de armonía, oia, humo, ó cae en cenizas ante mis piés.
como arrebatador murmullo, el canto de
toda la naturaleza en el t u m u l t o de mis
sentidos. Las nubes ocultaron m i estrella; la rosa
no ha vuelto ya á abrirse en mis ramas
secas; en el fondo de l a copa se encuen-
Y las rosas que el A b r i l hace brillar, tran las heces, en el fondo de los desva-
las noches de verano alumbradas por la rios la locura y en el fondo de la aurora
luna, los senderos que atraviesan pasos la noche.
humanos, los temibles escollos, los viejos
troncos de árboles disformes que se i n c l i -
nan á las orillas de los caminos, Siempre alguna boca infamante, á la
que compasivamente yo habia alimen-
tado, se complació en ultrajarme; por eso
Me hablaban ese idioma austero, idio- pensamientos amargos y cuerdas rotas
m a de l a sombra y del misterio, que pre penden ahora de m i lira.
gunta á todos: Quién sabe?; que hay mo'
montos en los que confusamente canta
notas para Orfeo y pronuncia palabras M i A b r i l muere hoja á hoja; en cada
para P l a t ó n . rama que se cae crece la espina del do-
lor; cada yerba cubre para m í una cule-
bra, y el ódio sube á destruir mis obras
L a tierra me decia: Poeta! E l cielo me como los cabrones suben á los cítisos
decia también: Profeta! Anda, habla, en en flor.
seña, inclina la urna de los cantos subli
mes y viértela en los valles, en las cum
bres, en los aires y en los nidos. L a majestuosa naturaleza, la natura-
leza que os fascina, ofende mis miradas
tristes, que no resisten la luz del dia,
Pero esos tiempos pasaron: en la ac- que están mejor á la luz del alba; y la
tualidad, aunque parezca dichoso para voz que me dice que llore, es la que os
los que no me conocen, tengo el corazón dice á vos que cantéis.
muy triste; abrigo bajo m i techo un ma
huésped; soy la torre alta y espléndida
que encierra una sombría atalaya. Cantad, hermosa inspirada; saludad
vuestra r i s u e ñ a aurora, que ayer á m í
t a m b i é n me embriagó; que no duran
Cubre la oscuridad m i alma; oculto siempre sus sonrisas n i su luz, y quizás
con mis prosperidades, el dolor llora en a l g ú n dia vuestras pupilas dejarán caer
el interior de m i casa; roe un gusano m i alguna l á g r i m a .
racimo maduro, y siempre a l g ú n trueno
se oye á lo lejos en m i horizonte.
Entonces os compadeceré, sí, os com-
padeceré; que cuando una mujer llora, sus
L a esperanza me conduce á puertas l á g r i m a s son amargas, sus l á g r i m a s son
que están cerradas. E l mundo está lleno sublimes, porque nacen de u n abismo
COMO UNA NIÑA LLEVA F L O R E S EN SU F A L D A
CANTOS D E L CREPUSCULO. 215
m á s profundo que las gotas de agua del V i v i r juntas desde luego es el bien
mar! necesario y real; después podemos elegir
1.° Marzo 1835. á la ventura, ó la tierra ó el cielo.
7 Diciembre 1835.

XXVII.
L a flor j l a m a r i p o s a .
XXVIII.
A l a orilla del mar.

L a pobre ñor decia á la pintada ma-


riposa:—No huyas! ¡Qué diferentes son ¡Contempla ese espléndido espectácu-
nuestros destinos! ¡Yo me quedo y t ú te o!'—^Ese inmenso paisaje, que á nuestra
vas! vista siempre concluye y vuelve á co-
menzar; esos trigos, esas aguas, esos pra-
Sin embargo nos amamos, vivimos dos, ese frondoso bosque, esa choza don-
sin la c o m p a ñ í a de los hombres, lejos de de se oyen alegres risas, el Océano
ellos, y se dice que las dos somos ñores. próximo á la llanura, ese golfo, obra de
Dios; embellecido por el hombre, que
lleva el sello de las manos del uno y del
Pero ¡ay de mí! t ú vuelas por el espa- otro; ese m o n t ó n de rocas que sustenta
cio y m i destino cruel me encadena á la otro m o n t ó n de torres, esas laudas, esos
tierra, cuando quisiera con m i hálito em- bosques, esas crestas desgarradas, esos
balsamar t u vuelo en el espacio!... antros á ñor de agua que beben las
mareas, esa m o n t a ñ a , con la frente coro-
nada de nubes, en la que uno de sus
Pero no; vas demasiado lejos! ño tas pliegues encierra un verde valle, como
sobre innumerables ñores, siempre vo una n i ñ a que lleva flores en la falda; esa
lando, y yo permanezco clavada siempre ciudad que se vé confusa al través de la
en el suelo. bruma, con sus m i l techos apiñados; el
rumor de innumerables pasos y de roce
de ramas, de voces y de canciones que
Huyes, luego vuelves, después corres
se oye á cada momento; esas olas que
á lucir tus galas en otra parte; por eso
disminuyen al morir en la playa, ese
cuando vienes todos los dias al amanecer
pájaro que cruza el Armamento; a q u í
me ves llena de l á g r i m a s .
una carreta, allí bajo u n arado, m á s
allá una quilla, que ambos trazan á un
Para que el amor ñ u y a del mismo mo tiempo su surco; esos árboles, esos másti-
do en nuestra vida, ídolo mió, arraiga en les; allá abajo, por detrás de las lejanas
el suelo como yo, ó dame alas como las colinas, esos celajes de formas inciertas;
tuyas! todo eso que vemos, brumoso ó transpa-
rente, flotando en las claridades, errando
ENVIO A *** en las sombras, huyendo, de pié, incli-
nado, hormigueando ó solitario, olas,
Rosas y mariposas, la tumba nos j u n t a
rocas, céspedes, todo eso contémplalo;
pronto ó tarde. ¿Por q u é hemos de espe-
todo eso es la tierra.
rar ese momento? ¿Quieres que vivamos
juntas en cualquier sitio?
¡Contempla este otro espléndido es-
pectáculo!—Mira sobre t u frente esa re-
E n cualquier sitio; en los aires, si en é
gión llena de nubes fantásticas, de las
se mece t u vuelo; en los campos, si es en
que penden cual ropajes de púrpura; esa
los campos donde t u cáliz vierte su per-
extensión azul, que por la noche c u b r i r á
fume. sombra infinita; ese espacio lleno de ar-
m o n í a eterna, ese radiante sol, que po-
Donde quieras! L o mismo me d á que derosamente cambia á nuestra vista
seas hálito ó color, que seas mariposa todas las formas; que algunas veces,
brillante ó corola llena de rocío, que transformando en metales las nieblas,
seas alas ó que seas flor. hace ver en el aire espléndidas rui-
nas; confuso amontonamiento, montones
216 OBRAS D E VICTOR HUGO,

chispeantes de cobres y de bronces, unos Ouando nos sentamos los dos en el va-
sobre otros cayendo, corazas, escudos, ar- le; cuando t u alma, reflejándose en tus
maduras y caparazones de oro agrupa- ojos, contempla vertiendo l á g r i m a s por
dos en las nubes; mira ese éter, ese Océa- alguna v i r t u d en el mundo ó por alguna
no tan azul, sin playas y sin fondo, sin estrella en el cielo;
límites y sin centro, en el que todo lo
que respira se mueve ó gravita, tiene
su ola que se une á las otras olas que Ouando brilla bajo tus cejas, como fue-
pasan á un mismo tiempo, confundién- go debajo de las ramas, t u hermosa m i -
dose en el infinito; el aire tibio y los rada, e m p a ñ a d a por densos dolores;
vientos helados, las albas y los crepúscu- cuando los infortunios pasados recuerdas
los, los aires del invierno, el ardor de las de repente, y tratas de sonreirme y rom-
canículas, los perfumes de las flores y pes á llorar;
los de los incensarios, las estrellas que
bordan el manto oscuro de la noche, y
las brumas de gasa, y la confusa estre- Cuando m i cuerpo y m i vida hacen
l l a que casi se confunde con la nocturna resonar t u aliento como temblorosa lira;
oscuridad; brumas, ecos, nieblas, humos, cuando tus dedos, posándose sobre los
m i l cosas que no tienen nombre en nin- mios extremecidos, hacen cantar en m i
g ú n idioma, las ondas de la luz y las corazón música celestial;
ondas del ruido, todo lo que se vé de dia,
todo lo que se oye durante la noche, nu-
bes, azur, espacio, éter abismos, ese Cuando yo te contemplo ¡oh encanto
fluido Océano, esas regiones transparen- de m i vida!; cuando t u noble naturaleza
tes, llenas de fuego, de resplandores y de se presenta á mis miradas como la ar-
rayos, hácia las que se siente arrastrada diente zarza que encerraba á Dios, abrien-
el alma del hombre, hácia las que nos- do todas sus flores y lanzando todos sus
otros dos queremos h u i r , para estar rayos,
cerca de los pájaros y lejos de los mun-
dos; ese conjunto inefable, inmenso y ma
L a esencia que todo eso encierra, lo
ravilloso, c o n t é m p l a l o bien; eso es el
cielo. que t u beldad exhala de noche y de dia
como perfume compuesto del aroma de
cien rosas, es superior á la tierra y al cie-
L a tierra es hermosa y el cielo es mag- lo; ese perfume es el amor.
nífico; pero cuando palpita t u seno y re- 7 Octubre 1834.
lucen tus miradas, cuando tus graciosos
pasos cruzan ligeros pisando la yerba,
promoviendo rumor m á s grato que el de
una lira;
XXIX.
Y a que afligen nuestros dias perturba-
Guando t u fresca sonrisa, aurora de t u
ciones y calamidades; ya que todo lo
alma, se levanta reflejando sobre m í y que t ú atas se desata por todas partes; ya
regocijándome, y de t u rosada boca, don- que nuestros padres y nuestras madres
de nace, llega hasta m i frente; fueron donde iremos todos; ya que los
niños durmieron el sueño eterno antes
Cuando algunas veces, sin verte, t u que nosotros; ya que la tierra, hácia la
dulce voz acaricia m i oido, como el mur- que te inclinas, r e g á n d o l a con tus lágri-
murio del agua que se pierde en la som- mas, conserva nuestras raices y algunas
bra de una playa, como el canto de un de nuestras flores; ya que con la voz de
p á j a r o que oimos soñando; los que se aman confunden sus voces los
que se amaron; ya que hasta nuestras
ilusiones están llenas de las oscuridades
Cuando m i poesía, insultada y pros- de otros dias; ya que al tiempo de beber
cripta, en su camino descansa u n mo- el éxtasis sentimos desbordarse el dolor;
mento sobre t u regazo, y m i pensamiento ya que la vida es como una copa que no
triste encuentra abrigo en el tuyo, como se consigue llenar n i ver vacía; ya que á
una l á m p a r a nocturna que se apoya en medida que avanzamos, m á s nos sumi-
una mano blanca; mos en la oscuridad; ya que la falaz es-
peranza agotó los cuentos que nos refe-
CANTOS D E L CREPUSCULO. 217
ria para adormecernos; ya que cuando el horizonte azul. Ven, y que las m i r a -
suena el cuadrante nada nos promete das de las púdicas estrellas, que veladas
para m a ñ a n a ; ya que no conocemos á llegan hasta el mundo; que el árbol olo-
nadie de los que transitan por nuestro roso, que el soplo abrasador del medio
camino... lleva t u espirita lejos de este dia en los campos, y la sombra y el sol,
mundo, pon t u esperanza en m á s altas y las olas y la verdura y la claridad de
regiones, que t u perla no se encuentra toda la naturaleza hagan abrir en t í
en estas olas, que t u sendero no está en una doble flor, la belleza en t u faz y el
la tierra. Y a que t u noche no está estre- amor en t u corazón.
llada, ven á mecerte en las olas del mar; 21 Mayo 1835.
t u noche es oscura como la muerte y t u
vida tiene olas amargas como el Océa-
no. L a sombra y el abismo tienen un XXXII.
misterio que nunca los mortales pene-
trarán; Dios les manda que enmudezcan A Luis B.
hasta el dia que todo hable. I n ú t i l m e n t e
los ojos mortales de las innumerables
olas quieren buscar el fondo; i n ú t i l m e n t e E l viajero que conocisteis y que os re-
se han e m p e ñ a d o en sondear la profun- veló los pesares que atormentaban su
didad del cielo. Pide á ese mundo noc- corazón, cuando la noche extendia su
turno que le conceda la paz á t u cora- manto subió solo y triste al campana-
zón solitario; pide una gota á esa urna, rio solitario y l ú g u b r e , donde el hombre
pide u n canto á ese concierto. Ciérnete se oculta para esconder sus pensamien-
en esferas superiores á las que se ciernen tos y donde los pájaros construyen sus
otras mujeres, y deja vagar tus hermo- nidos.
sos ojos entre el cielo donde están las al-
mas y entre la tierra donde e s t á n las Ascendió por la espiral de escalones
tumbas. gastados, cuyas paredes hicieron entre-
19 Febrero 1835. abrir los cierzos, sin mirar hácia abajo
de la escalera; después entró bajo l a bó-
veda de arcos apuntalados, en la que l a
XXX. campana, esperando sonar a l toque de
Oraciones, dormia, como un pájaro de
E s p e r a n z a en Dios.
bronce, en su j a u l a de encina.

¡Vasta y poderosa campana de badajo


Espera, niño, espera en el m a ñ a n a , es monstruoso! U n cable m u y fuerte tenia
pera siempre: tengamos íé en el porve- atado en el cuello, y el ojo que se aven-
nir. Cada vez que en el cielo brille la turaba á mirar bajo su c ú p u l a metálica
aurora, recemos, que Dios la bendecirá. veia espesarse en ella anchos círculos de
Nuestras culpas, á n g e l m i ó , causaron sombra. Los reflejos de la luz se h u n d í a n
nuestros sufrimientos. Quizás si rezamos por los bordes de l a campana y el fondo
mucho tiempo arrodillados, cuando Dios de ella estaba oscuro. De momento en
bendiga todas las inocencias y todos los momento bajo esa bóveda, en la que
arrepentimientos, nos bendecirá t a m b i é n quedaba vibrando el aire, se oia me-
á nosotros. nearse algo sonoro, se oian rumores des-
Octubre 1834. lizarse por las paredes, como si en aque-
lla oscuridad, hablando voces confusas,
donde dormían las legiones aladas, las
notas cuchicheasen semi-despiertas. Rui-
XXXI. dos dudosos que oian los oidos y el alma,
porque hasta adormecidos, sin m o v i -
miento y sin claridad, el volcán humea y
Y a que el florido Mayo nos i n v i t a á la campana suspira. L a campana! ¡eco
recorrer los prados llenos de flores, ven; del cielo que resuena en la tierra, voz
no te canses de aspirar la c a m p i ñ a , los rugiente que habla como el trueno, que
bosques, los sitios umbríos, los rayos de sirve lo mismo para la ciudad que para
la luna en las orillas de los dormidos la el mar, vaso lleno de rumor que se va-
gos, el sendero que termina y el camino cía en los aires!
que empieza, la brisa y la primavera y
TOMO V . as
218 OBRAS D E VICTOR HUGO.

E n esa campana, en su severa super- hombre en su lugar sagrado y que le ha-


ficie, todos los que la h a b í a n visitado cen tañer, no por Dios, sino por las pa-
dejaron huella de su paso. E n todas par- siones, turba que un di a vino á visitar
tes de ella, impuras frases ahondadas en m i alma, y subiendo hasta ella, convir-
el cobre d e s t r u í a n la inscripción de su tiendo el cuchillo en b u r i l , sin respetar
bautismo natal. Podia distinguirse aun las palabras sagradas escritas en ella,
en su parte m á s alta una corona cince- grabando allí la injuria, el error y la
lada, que h a b í a n destruido á martilla- blasfemia, la rayaron en todos sentidos,
zos. H a b í a n abierto muchos surcos en el como han rayado t u bronce, campana, y
metal, en los que nada h a b í a germinado; el nombre sacratísimo del Señor quedó
unos sembraron a q u í su vida inmunda, en ella desfigurado é ilegible.
otros sus deseos perdidos, algunos su
amor, todos la impiedad, profanando de III.
este modo l a campana bendecida.
¿Pero eso q u é le importa á la campa-
na n i q u é le importa á m i alma? Cuando
Entonces, mientras que el aire sopla- el Espíritu Santo la reclame en su dia y
ba con fuerza y en los caminos g e m í a n en su hora, cuando las toque á una y á
los ejes de los carros, mientras los cam- otra y les diga: "Cantad,,, de repente por
pos exhalaban su aroma, los hombres todas partes, de su conmovido seno, que
sus rumores y las chimeneas su humo, ahora está oscuro, á través de su super-
el viajero sintió ante aquel monumento ficie, á través de sus profanaciones, su
de bronce, como el árbol inquieto siente majestuoso sonido se d e s p a r r a m a r á en los
confusamente que se posan muchas alas aires. ¡Será el hosanna de todas las cria-
sobre sus hojas, posarse en su mente una turas; será, Señor, t u pensamiento, será,
bandada de pensamientos. naturaleza, t u expresión! L o que saldrá
de ambas con sollozos y con sonidos,
I. como el agua del ventisquero, como el
viento de los mares, como la luz de la
Sola en el sombrío y alto campana- urna de la aurora, será la inmensa armo-
rio, desde donde t u soplo desciende hasta n í a que todo lo dice, que todo lo expresa;
las casas conmovidas, ¡oh campana! sus- los suspiros del corazón, los arrebatos de
pendida en el espacio, que te balanceas la m u l t i t u d , el grito de lo que asciende y
con frecuencia, duermes en este momen- el de lo que se desploma, la conmoción
to en l a oscuridad, teniendo bajo t u b ó - de los hombres ante las pasiones, el adiós
veda profunda adormecidos tus sones, que al disiparse canta la ilusión. L a es-
mientras que un espíritu que hácia tí se peranza extinguida, la barca estrellada
lanza silencioso t a m b i é n y contempla t u en la playa, la mujer acongojada y la
mutismo; ¿sientes, por ese instinto vago doncella que sueña, la v i r t u d que se
y tierno que revela siempre una herma- compone de lo mejor y de lo m á s doloro-
na á su hermana, que en esta hora en so de la desgracia, el altar envuelto en
que se duerme la tarde espirante se en- nubes de incienso, las madres reteniendo
cuentra m i alma cerca de tí, tan vibrante á los hijos cerca de ellas, la noche que
como tú, que muchas veces despide soni- hace callar diariamente al universo,
dos solemnes y que se queja al amor concediendo solo la palabra al mar; las
como t ú te quejas al cielo? puestas del sol ardientes, las albas es-
trelladas, las horas de sol y de luna, los
montes y las olas proclamando á u n
II. mismo tiempo el nombre augusto que
A y ! E n los primeros años de m i juven- impulsa todas las voces, el himno inex-
plicable que con el ruido de las alas
t u d , cuando tenía la conciencia alegre,
vuela desde el nido del á g u i l a hasta el
sobre su virgen metal, como tú, campana,
nido de las golondrinas, y ese círculo,
m i alma t a m b i é n tenia escrito un au-
alrededor del que el hombre d á pronto la
gusto origen, y a d e m á s una inscripción vuelta, ese círculo que forman la ino-
santa, la corona que dejó impresa en ella cencia, la fó, la plegaria y el amor!
m i madre; pero t a m b i é n otros t r a n s e ú n -
tes, que se dirigen al corazón por el
camino de los sentidos, que cuando la IV.
casualidad los trae hasta nosotros suben
nuestra escalera y abren nuestra puerta, Entonces es cuando, conmovidos y tur-
que vienen con frecuencia á encontrar a l bados por esos incomprensibles sonidos,
CANTOS D E L CREPUSCULO, 219
el pueblo en la ciudad, el hombre en los mias, l a destruida corona; todo adquiere
campos y el sabio tratando de compren- vida a l impulso de sus vibraciones, y
der esas voces, se inclinan en silencio; todo, transfigurándose en su veloz balan-
entonces es cuando el niño alegre corre ceo, confundirá, sin perturbar el conjun-
al lado de su madre y le señala el cielo; to seráfico, el canto quejumbroso y tier-
entonces es cuando todos sienten u n no con su voz magnífica. L a blasfemia
bálsamo que se derrama sobre sus males inscrita sobre el bendecido metal se bor-
ocultos; entonces es cuando la m u l t i t u d , r a r á al sonar el sagrado concierto; cada
lo mismo que el que sufre en la sole- palabra que reniega y cada palabra que
dad, se embriaga bebiendo en el mismo duda, en ese torrente de amor dejará caer
vaso; entonces es cuando la doncella, su gota, y jmra que suene el himno puro
sentada j u n t o á la fuente, suspende sus y sereno, ninguna cosa indigna q u e d a r á
fantasías para oir esos rumores lejanos; en la boca de la campana.
entonces es cuando los buenos, los débi-
les, los perversos y el creyente, todos, VI.
prosternados ante el campanario^ oyen
embelesados y al mismo tiempo con ter- Este es el triunfo magnífico de vues-
ror, como el ruido sordo del mar alboro- tra ley sublime, Señor; es u n espectácu-
tado, la gran alma de bronce que en las "o augusto é inefable, para los hombres
alturas se lamenta. y para los ángeles, que lo que profana el
impío al pasar, en cuanto lo toca vues-
V, tro espíritu se borre, y que sin pensar en
su indigna afrenta cante con el amor
H i m n o de la naturaleza y de l a hu- en el corazón y con la blasfemia en l a
manidad, himno que sin cesar repiten frente.
todos los ecos, himno que desde las a l -
turas rueda hasta el abismo, y que desde
las profundidades del armonioso preci- Ved a q u í por q u é pendiente, dividién-
picio se remonta hasta el cielo. Cántico dose en arroyos, se deslizaba ola á ola
que se oye en los montes y en las llanu- la corriente de los pensamientos del via-
ras, y que espuma en el rio y hace ex jero, engrosada á cada instante con los
tremecer a l bosque. H i m n o que l a ma sollozos de su corazón. L a noche, que el
ñ a ñ a evapora en las aguas y que la triste ama como á una hermana, cuan-
noche adormece en el nido de los pája- do él descendió habia cubierto el hori-
ros; verbo que dice la campana á las zonte; partió, y la corriente incierta de
otras campanas que suenan, y que e la vida arrastró h á c i a acontecimientos
alma revela á las almas consoladas amontonados en otra parte á ese hom-
psalmo inmenso y sin fin, que son i n bre melancólico, cuya alma, víctima de
capaces de traducir las lenguas de su mala suerte, sumisa y rebelde a l mis-
mundo, y que se expresa completamen mo tiempo á los pensamientos que le aca-
te en estas dos frases supremas: ¡rezo baban de atormentar, era blanda para
amo! el sentimiento y de bronce para la resis-
tencia.
Agosto 1834.
Y este psalmo brillante, este himno
superior, que se oye en los aires menos
que en los corazones, para salir m á s
abundante de sus abismos sonoros, abre XXXIII.
todos los poros del alma y de l a campa
E n l a i g l e s i a de ***.
na. Las dos le cantaron con inefable voz
con voz tan pura como el susurro de
manantial, tan casta como el suspiro de
u n amor secreto, tan virgen como
canto que entona cada aurora. Cuando
sé oye, todo habla en los dos instrumen Era una iglesia moderna de arco elíp-
tos, de amor, de a r m o n í a y de éxtasis; tico la iglesia donde entramos, en l a
entonces no solo no queda en su su- que desde hace trescientos años inmen-
perficie lo que resta del verbo santo, que so n ú m e r o de fieles se h a b í a n postrado á
cada dia se borra, sino todo lo que g r a b ó orar.
en el profanado bronce el visitador i m -
bécil, la ironía y la afrenta, las blasfe- L a iglesia donde entramos estaba tris-
220 OBRAS D E VICTOR HUGO.

te y silenciosa á la caida de la tarde; te y silenciosa á la caida de la tarde; el


el altar no tenia servidores, y como un altar no tenia servidores, y como un
corazón sin amor, tenia apagadas las corazón sin amor, tenia apagadas las
luces. luces.

Las antífonas, cuyos cantos reglamen- Entonces, temblando, inclinásteis l a


tó en los tiempos primitivos San Pablo, taciturna frente, como barco que zozo-
sobre las sillas del coro, de donde lan- bra, mientras que fuera del templo se oia
zan el vuelo, hablan plegado sus alas. en la ciudad pasar inmenso m u r m u l l o
de voces.
m E l religioso músico, que sobre todos
II.
los asistentes esparce sus simpatías, no
estaba ya en el órgano, cuerpo vasto,
que se habia quedado sin alma. Las voces que pasaban eran alegres, y
decian:—'"Disfrutemos de los goces del
mundo; para nosotros las copas de oro
Hablan desaparecido de él las manos llenas de placeres; para los demás los
que le hacian lanzar sonidos por todos cálices llenos de amargura.
los poros y que hace poco hacian extre-
mecer al órgano, a r r a n c á n d o l e notas so-
noras. „Gocemos! L a vida es corta y pasa ve-
lozmente; nadie sabe c u á n d o ha de mo-
rir; la lazada que une al cuerpo con el
Las hacian saltar sus manos sobera- alma se desata cuando menos lo espe-
nas, crispándose y a l a r g á n d o s e , y fluir á ramos.
lo largo de los grandes tubos de metal,
como fluye el agua de una esponja.
„Saquemos de los objetos lo agradable
que contienen; el calor de l a llama, el
E l majestuoso ó r g a n o estaba grave- vino de la uva, el aroma de l a flor y el
mente silencioso en la solitaria nave, sin amor de la mujer.
producir el único concierto, el único ge-
mido que encadena la tierra con el cielo;
„Disfrutómoslo todo; de l a primavera
gocemos hasta la ú l t i m a brisa, del dia
Sin producir la única voz que puede, hasta el ú l t i m o rayo de luz, de la hermo-
como el m u r m u l l o de las olas y como el sura hasta la postrera sonrisa.
susurro de los bosques, balbucear en el
mundo el principio de las cosas infinitas.
„Apurémoslo todo, pasando la vida
Se adormecía l a iglesia á la hora en de embriaguez en embriaguez; amigos
que t ú te duermes, tranquila naturale- mios, lo que v á á perderse muchas veces
za, y apenas alguna l á m p a r a en el fon- nos acaricia mejor.
do de los corredores chispeaba en la som
b r í a oscuridad.
„Del licor que apuramos prefiero siem-
pre las heces, que suele ser m á s dulce la
Apenas se oia flotar en ella a l g ú n sus ú l t i m a gota de la copa.
piro, alguna palabra pronunciada en voz
baja, como cuando por u n bosque que
se adormece se oye pasar el ú l t i m o vue- „¿Por q u é todos deseamos siempre su-
lo de u n pájaro; mergirnos en el mar de las voluptuosi-
dades? Por ver si alguna perla descono-
cida está oculta en el fondo de las olas.
Y e x p e r i m e n t á b a m o s m á s cada vez
bajo aquellas bóvedas sombrías que algo
grandioso, santo y delicioso se disipaba ;,No satisface desflorar apenas lo que
en la oscuridad; podemos gozar; de nada sirve vivir des-
alentados, como los niños cuando acaban
de correr por las llanuras*
L a iglesia donde entramos estaba tris-
CANTOS D E L CREPUSCULO. 221
g o c e m o s libremente; nada tenemos zar ó reir, en ojos enamorados, en senos
que hacer; la felicidad nos invita; haga- 3alpitantes.,5
mos que, como un tizón encendido bajo
el morillo, se encienda nuestra vida. III.

Y mientras esas voces, que aumenta-


„No imitemos al loco que vive entre- ban sin cesar, exclamaban: "Alegría,
gado al fastidio y que pasa la vida llo- jlacer, goces y felicidad;;, vos decíais:
rando; los frutos m á s hermosos que pro- "Recemos,,.
duce l a tierra se los comen las bocas que
rien. IV.

Mientras esas voces alborotaban, vos


,Como nosotros, que reimos, los que m u r m u r á b a i s con acento débil:—"¡Dios,
viven tristes t a m b i é n mancillan algunas que me habéis criado, me reservásteis
veces el alma; para fundir sus corazo- Dará el combate del mundo, cuyo com-
nes basta que lancen sus rayos el oro ó bate me hace temblar!
la mujer.

;;Tenedme compasión. E l esquife que


„Caen como nosotros, á pesar de su or- me arrastra carece de vela y de remos;
gullo y de su sufrimiento inútil; las olas ¿por q u é no tenéis ángeles que velen
m á s gigantescas, cuando tropiezan con 3or las mujeres, como velan por los n i -
un escollo, se deshacen en espuma. ños?...

„Só que los dias de nuestra vida son


„Vivamos, pues, y bebamos, desde la un soplo ante vuestra eternidad; sé que
noche hasta la m a ñ a n a , para olvidarnos solo vos sois el Sér real, eterno y l u m i -
de nosotros mismos, y despleguemos ale- noso, y que todo lo demás es sombra.
gremente el mantel del festín, que sirva
de mortaja al pesar.
„Lo sé; pero en esta sombra en l a que
flotan nuestros corazones, pregunto dón-
„ L a tristeza sombría es l a sombra que de está m i camino. ¿Alguien me respon-
proyecta andando el placer; caminemos, derá? Suplico y espero, llamo y escucho.
pues, dirigiendo la vista hacia el sol y
no veremos esa sombra.
„Pero nadie me contesta n i viene, y á
cada momento veo que tienden lazos por
„ N a d a debe importarnos el duelo, l a la via que he de seguir. ¿Por q u é no te-
desgracia y la desesperación que pro- neis ángeles que velen por las mujeres,
duzcan nuestras alegrías, n i que deje- como velan por los niños?
mos tras de nosotros algo sombrío que se
arrastre por nuestro camino.
Señor! Privada estoy del hogar tran-
quilo, de la familia cariñosa; n i poseo
„Ni lo sabemos n i queremos saberlo!— palacio soberbio, n i pobre cabaña, n i faro
Queden lejos de nosotros los pesares y que me enseñe el camino, n i amistad
los dolores; cuando marchitamos coronas que me estreche l a mano, n i amor que
de ñores, ¿quién tiene compasión de las me la acaricie.
rosas?
„Señor! Estoy sola en el mundo; en él
„Los verdaderos bienes de este mundo vejete y lloro; olvidada entre las ruinas
y en el otro no pensamos, consisten en de todos mis séres queridos, paso l a vida
todo lo que nos regocija, en todo lo que en la soledad.
nos d á un canto, un rayo de luz ó u n
perfume. „Sin embargo, no he causado n i n g ú n
d a ñ o á ese mundo que no cuida de mí, y
vos sabéis que mis asciones dignas me
;;No consisten en el m a ñ a n a , sino en hacen levantar la frente.
el presente; en todo lo que nos hace go-
222 OBRAS D E VICTOR HUGO.

,La mitad de lo que poseo entrego I que conoce que ésta se dobla, canta, sin
gustosa á los pobres y nadie me compa- embargo, porque sabe que tiene alas.,,
dece, á m í , que tengo compasión de to- 25 Octubre 1834.
dos; á m í , que sufro y que alivio los do-
lores.

;; Y a lo sabéis, Señor; no hay nadie que


XXXIV.
enjugue mis lágrimas; el apoyo de m i E s c r i t o s e n l a p r i m e r a p á g i n a de u n
mano se rompe, todo tiembla bajo mis ejemplar del Petrarca.
piés.

„ E n la cuna no tuve juguetes y en la Cuando con el alba del cariño se colo-


vida no conseguí felicidad. Señor, esta ra m i alma; cuando, casto amante de
no es vuestra ley. Los rayos del sol, en Laura, sin sentir el viento helado de l a
m i cielo tempestuoso, uno tras otro des- mofa, m i pensamiento, como una flor, se
aparecen. abre hoja á hoja en las profundidades
del corazón, tomo t u hermoso libro, que
claridad celestial enciende, en el que con
„Ni siquiera disfruto del flujo y del frecuencia, al lado del éxtasis, murmura
reflujo de las claridades y de las som- la resignación; ¡tu hermoso libro, en el
bras; m i espíritu de dia en dia se sume que se vé, como un oleaje de cristal, que
m á s cada vez en pensamientos l ú g u b r e s . por arenas de oro fluye á su capricho,
tanto amor correr sobre tanta poesía! V o y
á t u fuente predilecta, y sentado j u n t o
;,Si es cierto que en los corazones ino- á ella, vuelvo á leer tus misteriosos ver-
centes que sufren difundís vuestra gra- sos, ese envidiable tesoro, esa flor amoro-
cia. Señor, sostenedme, sostenadme, por- sa que, encerrada en los bosques, des-
que me siento p r ó x i m a á caer!,, pués de quinientos años perfuma aun á
Vaucluse! Mientras que leo ese libro,
V. pensativo y reflexionando, se mofaría de
mí el que así me viera; porque lejos del
Contemplando estaba yo á la h u é r f a n a t u m u l t o del mundo, tus púdicas cancio-
que á Dios dirigia sus preces en el sa nes, tus nobles elegías, vírgenes de sua-
grado templo, y encontrando grave y ves contornos y de miradas azules, pasan
digna de aquel santo sitio á la hermosa ante m i vista, llevando en sus frentes pu-
ras, en los sonetos esculpidos, t u hermo-
desconsolada, la dije:
so estilo, que chispea en frescas metá-
f oras
VI. 24 Octubre 1835.

—"Señora, ¿por q u é os atormenta ese


pesar, por q u é no secáis las l á g r i m a s ,
poseyendo como poseéis ese delicioso co-
razón, sombrío como la noche y tierno XXXV.
como l a aurora?
Hay hombres que en todos los sentidos
55¿Qué os importa que la vida, que tan dejan pasar la vida, entregados á sus
deseos y á sus instintos; todo en ellos
desigual es en el mundo para el hombre
camina á la merced de lo que sobreven-
y para la mujer, sea aciaga para vos, si
ga; la acción carece en ellos de idea y
estáis dotada de alma purísima?
el pié de pensamiento; siguen á la ven-
tura el proyecto ó el desvarío, entran en
?,Quizá8 m u y pronto esa alma volará las puertas que se abren y se dejan lle-
á las regiones celestiales y os conducirá var por el viento que sopla; solo los ab-
á ellas, librándoos de los sufrimientos sorbe la brevedad del presente; n i pien-
de los dolores de la tierra. san en el pasado n i en el porvenir. Su
espíritu flota y duda. Caminan sin pre-
ferir n i n g ú n camino, y todo se borra en
^Sed como el pájaro que se posa u n ellos mesuradamente, el fastidio con la
instante en una rama frágil, y que aun alegría, el ayer con el hoy. Viven no
CANTOS D E L CREPUSCULO, 223
m á s para el dia. No tienen trazada nin- conmueve nuestro infortunio; inclina
guna regla para sus deseos. Cuando lácia nuestro lecho su radiante íaz y
piensan una hora, según lo exigen las 3alabras melodiosas salen de sus tiernos
pasiones, nada lejano resuena en su exis- labios.,,
tencia; en la idea que siguen en aquel
momento, y para su corazón, que carece
de cariño y de pesares, el pasado no tie- ¿Sabes lo que dice de t í la inconsola-
ne raices y el porvenir no tiene flores. ble viuda, dirigiendo las miradas al cie-
lo?^—^"Vino u n á n g e l á echar gotas de
miel en la copa de m i amargura; como
Pero vos que difundís la a l e g r í a en m i el rocío sobre la yerba, sobre m i miseria
alma, que desde hace doce años fuis- llovieron sus beneficios, y se entendieron
teis sucesivamente á n g e l y mujer, sos- nuestros corazones, á pesar de ser ella di-
teniéndome en las altas regiones y dichosa y yo desventurada.
a y u d á n d o m e en las bajas, ascendiéndo-
me con vuestras alas ó c a l m á n d o m e en
vuestros brazos; vos, que hablando siem- "Conocí que de ninguna impurez apar-
pre con el corazón, hacéis visible á la ticipa su alegría y que su frente es pura
vista la calma interior por la paz exte- como el azul del cielo, y ella comprendió
rior, la dulzura del espíritu por la salud bien que el duelo en que estoy sumida
del cuerpo, la bondad por la alegría y la d á resignación á mis pesares; ella com-
v i r t u d suprema por la suprema belleza; prendió mis l á g r i m a s y yo comprendí
vos, que sois m i faro, m i polo, m i i m á n , su sonrisa.,.
mientras que flotamos á merced de los
acontecimientos, sabéis que todas las al-
Para hablar de los huérfanos, cuando
mas tienen que regirse por sus leyes, y
cerca del hogar, juntando mis rodillas,
todo en vos está sereno, fiel y resplande-
siento en ellas á tus hijos que te se pa-
ciente, no descomponéis el todo armonio-
recen; cuando les refiero que el invierno
so, y como en la esfera celeste, nada en
sombrío, el hambre y otras penalidades
vos se choca; sonriendo, vuestra alma se
se apoderan de los niños pobres y aban-
enlaza con vuestro espíritu; vuestra vida,
donados, que van por las calles des-
que alguna vez e m p a ñ a el llanto, secre-
calzos:
ta como el nido que gime en el bosque,
como la sorda corriente que fluye sobre
el musgo, la forma el concierto dulce y Mientras silenciosamente el grupo de
tierno de la bondad, de la v i r t u d y de la tus hijos me oye y suspira, ¿sabes q u é pa-
belleza, es un himno que cantáis á Dios. rece que me digan con sus ojos, que son
A l veros t a n perfecta y tan hermosa, pa- parecidos á los tuyos?—"Pobrecitos n i -
rece que una música pura, igual y so- ños, venid á nuestra casa y en ella todos
lemne, al andar se desprenda de todos nos esforzaremos por complaceros, y
vuestros movimientos; los de las d e m á s nuestra madre será una madre para vos-
son rumores, pero los vuestros son u n otros.,.
canto.
17 Octubre 1834.
Sabes t ú lo que dice m i corazon?^—•
" E l l a es indulgente y cariñosa; sus labios
XXXVI. no rechazan n i el m á s amargo licor. Ma-
dre semejante á su hija, en medio de l a
familia, ilumina m i frente sombría con
los rayos de su cariño y de su bondad. „
¡Sé para siempre bendita, Eva, que
ninguna fruta tienta, que feliz habitas
de la v i r t u d las puras cumbres, alma sin
tacha y sin arrugas, que b a ñ a s tus alas Dominando las pasiones y dominando
Cándidas en un arroyo misterioso, mati la cólera t u noble espíritu, solo realiza
zado de reflejos espléndidos, á la sombra acciones nobles; cuando sobre nosotros
y lejos de las miradas del mundo! difundes tus afectos, sometes nuestros
corazones. Del cisne solo pueden caer
plumas blancas.
¿Sabes lo que dice de t í el indigente 18 Octubre 1835.
cuando pasas?—"Esa es la mujer llena
de gracia que sonríe a l pordiosero; la
224 OBRAS D E VICTOR HUGO.

A l ver que nadie le contesta, triste, con


la frente p á l i d a , con débiles manos, con
soplo helado, vanamente remueve dentro
XXXVII. de sí mismo el m o n t ó n de cenizas del
fuego extinguido que se llama ayer.
A liiiiisa B .
II.

Así vamos pasando la vida; pero vos,


I. dotada de alma fuerte y de corazón mag-
A l a ñ o que huye le sigue otro año; n á n i m o , exclamáis:—"Nada me importa
éste muere también; el tiempo no deja que el tiempo huya sin cesar y que su
de caminar, y acercándonos á los límites soplo arrastre al paso, al través de l a
de la vida, un invierno m á s pasó sobre duración y del espacio, los hombres y los
nuestras primaveras. dias.,.

E l tiempo, los años y los dias son pa- Porque tenéis afición á lo único que
labras de las que la m u l t i t u d no hace puede vivir, inclináis la frente sobre el
caso, son palabras profundas que nunca libro del Dante ó sobre las notas de M o -
medita; de las horas que huyen escuchan zart. Tenéis pasión por todo lo inmortal,
los consejos m u y pocos mortales. y nada de lo que el tiempo arrebata ñ j a
vuestros pensamientos.
Los hombres gastan las horas fugiti-
vas en locas pasiones, en locas voluptuo- Algunas veces, cuando el espíritu os
sidades, creyendo que Dios los lanzó al aguija, ardiente música se escapa de
mundo solo para gozar de los cantos de vuestra alma, música que entona cantos
los banquetes, de las risas y de l a her- irresistibles, cuyos sones, que son m á s l i -
mosura. geros que el alma de los céfiros, palpitan
y hacen vibrar como liras las fibras de
nuestros corazones.
Consume el hombre i n ú t i l m e n t e la
vida entregándose á los placeres. ¿Está
seguro de vivir m a ñ a n a ? ¿Está seguro E n este siglo en cuyo horizonte b r i -
de vivir hoy? Malgastando sus dias, ¿sabe llan tantos r e l á m p a g o s , en el que el
lo que malgasta? No cuenta su n ú m e r o , mundo, lanzado de tempestad en tem-
pero lo cuenta Dios. pestad, clama con terror, en medio de la
noche, que se espesa m á s cada momento,
conseguís conservar una serenidad que
Apenas le ocurre u n pensamiento se-
atraviesa sin turbarse l a borrasca exte-
rio, cuando, en u n festin que satisface
rior.
sus deseos, embriagado, en él compren-
de que se le debilita la cabeza y que
caen al mismo tiempo las flores que le V i v i d siempre así, consagrada á la fa-
coronan y sus cabellos; milia, que es el centro á cuyo alrededor
todo gravita y brilla; seguid prodigando
la indulgencia y economizando el v i t u -
Cuando todos sus proyectos, uno tras
perio; seguid siendo la mujer de corazón
otro, prematuramente se deshacen; cuan-
grave y cariñoso, que es séria con el
do vé morir sus ilusiones; cuando vó que
hombre y juguetona con el n i ñ o .
el nivel de sus dias, que se escurren, baja
r á p i d a m e n t e como u n torrente en el ve-
rano, Y a que para conservar siempre la be-
lleza del alma, para llenar el corazón y
Entonces, e x t r a ñ á n d o s e , parece que la cabeza de pensamientos benévolos
reclama, y pregunta:—"¿Me he bebido to- tenéis lo que en el mundo, después de
do ese licor? ¿No tengo ya vino para Dios, es m á s querido y m á s sagrado, u n
aplacar m i sed, n i amor para saciar m i padre con cabellos blancos.
alma? ¿quién vació al mismo tiempo m i 31 Diciembre 1831.
copa y m i corazón?,,
CANTOS D E L CREPUSCULO. 225
L a duda! Frase fúnebre que en letras
de llamas veo escrita en todas partes, en
el alba, en el r e l á m p a g o , en el azul del
XXXVIII. cielo misterioso, que es transparente pa-
La duda,
ra los ojos, pero que es impenetrable pa-
ra las almas.
A LUISA B.

Este es el martirio que á nosotros, hijos


de las pasiones, nos atormenta; á nos-
E n nuestros d i a s — c ó m p a d e c e d n o s , otros, cuyo espíritu no puede tener vues-
mujer tierna y noble—el interior del tra serenidad sublime; á nosotros, cuya
hombre presenta un sombrío cuadro, en cuna, arriesgada sobre el abismo, flotó
el que una serpiente visible aparece en en las olas revueltas de las revoluciones.
la superficie del agua, y en el que la i n -
credulidad se arrastra en el fondo de
nuestro corazón. Las supersticiones, esas repugnantes
viveras, hormiguean en nuestro cerebro,
marchitando todo g é r m e n , y arrastra-
Vos, que nunca sonreís con mofa á las mos en nuestros corazones el cadáver po-
aflicciones que perturban las almas; vos, drido de la religión, que vivia en el alma
que vivís serena, atenta y velada; que de nuestros padres.
sois hombre por el pensamiento y mujer
por el corazón;
H é a q u í por q u é camino triste y refle-
xionando, por q u é con frecuencia miro
Si me p r e g u n t á i s vos, que sois musa, y escucho de noche, y solitario recorro á
á m í , que soy poeta, por q u é vivo agita- la ventura un sendero durante las horas
do, por q u é está m i frente sombría, por en que el que pasea es sospechoso.
q u é inquieta se arrastra m i vida como
en el aire rama desgajada, por q u é quie
ro saber lo que murmuran los vientos, ¡Dichoso aquel que puede amar, y que
por q u é continuamente velo pensativo, ó en su noche oscura, al buscar la íé, pue-
por q u é me despierto antes que los p á de encontrarse con el amor; al menos le
jaros y antes que los niños; ilumina la luz de la l á m p a r a , mientras
espera que le alumbre el dia! ¡Dichoso
es ese corazón! Amar, es casi creer.
Por q u é cuando la bruma desgarra sus 13 Octubre 1835.
velos yo visito los valles y contemplo
sucesivamente la alfombra de flores y la
techumbre de estrellas, os diré; que den
tro de m í llevo u n enemigo, la duda, que XXXIX.
me arrastra á vagar por el bosque som Date lilia.
brío, espectro miope y sordo, formado de
luz y sombra, que me enseña y me ocul
ta á u n mismo tiempo todo á medias. Si encontráis en alguna parte una
mujer de frente pura, de paso grave, de
ojos tiernos, á la que siguen cuatro n i -
Os diré que pregunto á cada instan ños, de los que el último apenas puede
te á u n instinto que balbucea prisione andar, que los vigila á todos, y que si
ro en mis sentidos, que tiene necesidad pasa por su lado a l g ú n anciano indigen-
de creer y deseo de negar, y que el espí te pone una humilde limosna en manos
r i t u se mofa del corazón que llora. del niño p e q u e ñ o para que se la dé; si
cuando se zahiere á u n hombre reputado
esta mujer- oye silenciosa la diatriba,
Por eso me veis que hablo con fre- duda de lo que oye, y después os dice:—
cuencia en voz baja, y que como el por- "Esperemos para juzgar. ¿Quiénes capaz
diosero hambriento que delira sentado de emitir u n juicio justo? Hay gran ten-
en el umbral de una puerta cerrada, pa- dencia á deslucir todo lo brillante: la
rece que como él espero á alguno, que no alabanza es tarda y el vituperio vuela.,,
me la abre nunca. —Si cuando u n recuerdo, ó quizás un
remordimiento, ó acaso la casualidad os
TOMO V. 29
226 OBRAS D E VICTOR HUGO.

conducen al cementerio, y veis, al doblar la claridad maternal, ¡oh! quien quiera


un apartado a n d ó n , rezar j u n t o á una que seáis, bendecidla, que es ella, la her-
tumba, con sus hijos, á u n sér gracioso, mana de m i alma inmortal, m i orgullo,
que llora sonriendo; si de su seno destro- m i esperanza y m i refugio. Es ella! L a
zado el dolor y el éxtasis se desbordan, virtud que se inclina hácia m í , la figura
como sale el agua por las hendiduras de de alabastro escondida en m i morada; el
un vaso; si nada le resta en el mundo á árbol que por el camino que yo paso
ese inconsolable á n g e l ; si e m p a ñ a d o s vierte con frecuencia sus frutos y su
por el llanto sus ojos castos, m á s se ele- sombra siempre; la mujer que vé en m i
van hacia el cielo que se inclinan hácia a l e g r í a su felicidad suprema, y que si t i -
la tumba, con tanta pesadumbre, que su tubeamos mis hijos ó yo, con sus pala-
corazón parece que no haya escogido bras y sus miradas serenas, á ellos los
aun entre su madre que está en el cielo, sostiene de la mano y á m í me sostiene
ó entre sus hijos que viven en la tierra; el corazón; l a que si alguna vez me i n -
si cuando, por la P á s c u a ó por l a Navi- clino a l mal, es la ú n i c a que puede casti-
dad, la iglesia, al caer la noche, se llena garme, pero que me perdona; que de mis
de pasos confusos y de cirios llameantes; ' proyectos descabellados me consuela y
cuando el humo como una nube sale de me absuelve, á quien yo amo siempre y
los incensarios; cuando en medio de los me sigue á todas partes; es en m i fria
cánticos de los hombres, de las mujeres bruma una flor de belleza que l a bondad
y de los niños, una alma sale de todas perfuma, y participa su naturaleza del
esas almas; si lejos de la m u l t i t u d , tras himeneo misterioso de esas dos cualida-
una columna oscura, veis sobresalir, so- des: como flor pertenece á l a tierra y
bre cuatro cabezas de niños agrupados, como perfume al cielo.
otra cabeza de miradas puras, en las que 16 Octubre 1834.
se confunden la claridad virginal con

^IN DE jjANTO£> DEJ.. CREPÚ^CUtO.


VOCES INTERIORES
Á JOSE-LEOPOLüO-SMSBEtim
c o n d e H U G O

(teniente general de los ejércitos del rey).

I^Tació en. £-u.é •vol-o.ia.tario ezi. IT©!, co-

ronel ©EL 1.303, g'ei^.erQ,! d-e Torig'a.a.a- eaa. 1.S03,

ten-iexite g-eaaers,! en. 1.S25; 33a.vLrió ea^. 1S2S.

A^o inserito en el Arco de la Estrella.

SU RESPETUOSO HIJO,
M t M I M M Ti ! ! f f 11 f t T 111111 T t T I T 1 ! t ! I ! I t ! 11 1t f í 11111 T í f T t f f I ! ! I I 1I 1

PREFACIO

A Porcia de Shakespeare ha- produce este siglo, el poeta tiene que


bla en alguna parte de cier- desempeñar una función séria. Sin ocu-
ta música que el hombre tie- parnos ahora de su influencia civiliza-
ne dentro de sí.'—"¡Desgra- dora, tiene la misión de elevar, cuando
ciado, exclama, el que no lo merezcan, los acontecimientos políti-
la oye!,,—Pues esa música cos á la dignidad de acontecimientos
t a m b i é n se encierra en l a naturaleza: si históricos; para esto necesita lanzar so-
este libro representa algo, representa el bre sus contemporáneos las miradas tran-
eco, débil y confuso sin duda, pero fiel, quilas que la historia lanza al pasado; no
del canto que responde en nosotros al dejarse e n g a ñ a r por ilusiones ópticas,
canto que oimos fuera de nosotros. por espejismos falaces, y que lo coloque
Por lo demás, siendo este eco íntimo todo en perspectiva, disminuyendo esto
y secreto para el autor la poesía, este vo- y engrandeciendo aquello; no debe ser
lúmen, excepción echa de nuevos matices cómplice de n i n g ú n hecho de fuerza; debe
y de desarrollos que exige la época, es mantenerse inquebrantable, austero y
solo la continuación de los precedentes. benévolo en medio del tumulto; indul-
L o que contiene, los otros lo contenían gente algunas veces, lo que es difícil;
t a m b i é n , con la única diferencia que en imparcial siempre, lo que es m á s difícil
las Orientales, por ejemplo, la flor está aun; debe profesar de corazón la simpáti-
m á s abierta; en las VOCES INTERIORES la ca inteligencia de las revoluciones, que
gota de rocío ó de l l u v i a e s t a r á m á s indica que se desprecian los motines; por
oculta. L a poesía es como Dios: una é tener grave respeto al pueblo, que se alia
inagotable. con el desden al populacho; su espíritu no
Si el hombre oye una voz, si la oye la debe conceder nada á las insignificantes
naturaleza, t a m b i é n la oyen los aconte- cóleras n i á las insignificantes vanidades;
cimientos. E l autor siempre ha creido que su elogio, como su vituperio, tome
que era la misión del poeta fundir en u n con frecuencia, según le convenga, ya el
mismo grupo de cantos esa triple pala- espíritu de la corte, ya el espíritu de las
bra que encierra una triple enseñanza: facciones: necesita poder saludar la ban-
la primera se dirige particularmente al dera tricolor sin insultar á las flores de
corazón, la segunda al alma y la tercera lis, y poder en el mismo libro, casi en la
al espíritu. Tres rádios. misma p á g i n a , afear l a conducta del
A d e m á s , en ese grupo, en la época que hombre que vendió á una mujer y elo-
vivimos, se encuentra al hombre com- giar al jóven y noble príncipe por una
prendido enteramente bajo el triple as- buena acción; glorificar la alta idea es-
pecto de nuestra vida: E l hogar, el campo culpida en el Arco de la Estrella y con-
y la calle. E l hogar es nuestro propio co- solar la idea triste encerrada en la t u m -
razón; el campo es donde nos habla la na- ba de Cárlos X , Debe atender á todo, ser
turaleza, y la calle es la tempestad de los sincero y desinteresado, y como hemos
acontecimientos políticos. dicho ya en otra parte, no depender
D i g á m o s l o de paso: en esta refriega de nada, n i de sus propios resentimien-
de hombres, de doctrinas y de intereses, tos, n i de sus agravios personales, consi-
que se lanzan violentamente todos los guiendo de este modo estar en ocasio-
dias contra cada una de las obras que nes irritado como hombre y sereno como
232 OBRAS DE VÍCTOR HUGO.

poeta. Es preciso, en fin, que en estos crito las líneas precedentes, el autor no
tiempos, encarnizados en la lucha fu- cree que necesita decir que se la ha suge-
riosa de las opiniones, en medio de las rido un sentimiento tranquilo y religioso.
atracciones violentas que su razón tiene Se comprenderá fácilmente que ante
que sufrir sin desviarse, tenga siempre estos dos monumentos, el Arco de la Es-
presente este objeto severo: inclinarse á trella y la tumba de su padre, uno na-
la parte generosa de todos los partidos cional y otro doméstico, pero los dos sa-
y no inclinarse nunca á su parte per- grados, no podían ocurrírsele m á s que
versa. pensamientos sérios y graves: únicamen-
E l poder del poeta nace de su indepen- te señala una omisión, y esperando que
dencia. la reparen en el sitio oportuno, el autor
E l autor, como se vé, no prescinde de la repara al frente de este libro, conce-
ninguna de las condiciones rigurosas en diendo á su padre una hoja de papel, que
la misión que se ha impuesto. Compren- es de cuanto puede disponer, sintiendo
diendo así el resultado del arte, ha de ser que esa hoja no sea de granito; obra
éste l a dulcificación de los espíritus y de como cualquiera hubiera obrado encon-
las costumbres; el arte así comprendido trándose en su situación. Cumple senci-
representa la civilización. A este resul- llamente con u n deber, n i m á s n i menos,
tado, aunque el autor de este libro ca- y le cumple como se deben cumplir
rezca de mérito para desempeñar tan todos los deberes, sin cólera, sin vanidad
alta función, c o n t i n u a r á tendiendo por y sin hacer ruido. A nadie m a r a v i l l a r á
todos los caminos que tiene abiertos su que obre así. Después de todo á l a Francia
pensamiento, por el teatro, por el libro, nada debe importarle que caiga una
por la novela, por el drama, por la his- hoja de su espesa corona de gloria, n i
toria y por la poesía. L o intenta, lo en- que esta hoja la recoja u n hijo. L a na-
saya y lo comprende. Muchas simpatías ción es grandiosa y la familia insignifi-
nobles é inteligentes le apoyan; si consi- cante; lo que no es nada para la primera,
gue su propósito, á ellas y no á él se de- es el todo para la segunda. L a Francia
b e r á el éxito. puede olvidar, pero la familia debe acor-
E n cuanto á la dedicatoria que enca- darse
beza este volúmen, después de haber es- 24 Junio 1837, P a r í s .
VOCES INTERIORES.

ciedad que se bambolea á todos los vien-


tos reconstruye el pensador estas dos
columnas santas: el respeto á los ancia-
nos y el amor á los n i ñ o s .

Este siglo es grande y fuerte y le ani- E l deber, hijo del derecho, habita en
ma u n noble impulso; por todas partes nuestros hogares como u n huésped au-
v á el misionero pensamiento, y el ruido gusto. Los mendigos, agrupados á l a
del trabajo, entre la a l g a r a b í a humana, sombra de los pórticos, tienen menos
se confunde con el ruido divino de l aódio en el corazón y menos ira en los
creación. ojos.

Por todas partes, en las ciudades y en L a austera verdad no tiene y a las


la soledad, el hombre es fiel á la leche puertas cerradas y desciframos todos los
que le amamanta, y en el bloque infor- verbos. Nuestro espíritu, pasmado, le-
me de la sombría m u l t i t u d el pensa- yendo continuamente en el libro de l a
miento activo esculpe naciones. naturaleza, descubre en el universo un
sentido inesperado.
E l p a t í b u l o envejece y se desmorona;
la plaza de la Q-réve se lava; el motin se Oh poetas! E l hierro y el vapor ardien-
duerme. V a n á aparecer mejores dias. E l te, mientras vosotros soñáis, libran en la
pueblo tiene cólera, como el volcán tiene tierra del antiguo peso á los objetos pen-
lava, que primero devasta, pero que des- dientes que sobre pesados ejes trituraban
p u é s fecunda. los empedrados.

Poderosos poetas, que Dios impulsa, E l hombre consigue que le sirva l a


nos lanzan rayos de sus inspiradas fren- materia ciega. Piensa, busca y crea. Mer-
tes. E l arte tiene frescos valles, en los ced á su vivo soplo, los g é r m e n e s disper-
que las almas, inclinadas, beben la poe sos por toda l a naturaleza tiemblan,
sía en sagrados arroyos. como se extremece un bosque a l soplo
del viento.
Piedra á piedra, pensando en las anti
guas y extinguidas creencias, en l a so- Sí, todo camina; todo crece. Cada hora
TOMO V. 3ü
234 OBRAS D E VICTOR HUGO.

fugitiva que pasa deja su huella. Surge a noche arranca á las armaduras vacías?
u n gran siglo, y contemplando de lejos ¿Es que os habéis prostituido en nuestras
luminosas playas, el hombre vó, como un luchas civiles, y sois ahora, como nues-
rio, crecer y engrandecerse su destino. tros nobles, viles y sonoros? ¿Es que, ya
viejos y enmohecidos, remachados en
E n el magnífico progreso, del que vuestro sitio, arrodillados siempre ante
nuestra época se vanagloria, en el gran todo lo que pasa, retirados del combate
brillo de un siglo deslumbrador, me es- y custodiados en a l g ú n oscuro rincón
panta en secreto, Dios mió, que el eco de por veteranos cojos, olvidados del ejérci-
t u voz vaya debilitándose!... to, servís solo para hacer humo ante
15 A b r i l 1837. todos los vencedores, y reservándoos
para esas solemnidades, habéis arraiga-
do en esta cobardía? ¡Cobardes cañones
que la guerra rechaza, cuya voz se mal-
gasta en las fiestas, vosotros que glorifi-
cáis á los que vienen, pero no á los que
8unt lacryme rcruin. se van; vosotros que sois cortesanos de
bronce desde hace treinta años, y lo mis-
mo habéis adorado á Enrique I V que á
I. Luis X I , habiéndolo todo aplaudido y
todo saludado, callando solo cuando el
Murió. N i un grupo del pueblo, urna pueblo silba! Cobardes! preferís á los
de donde sale la cólera ó el amor, ha ex hombres afortunados: en el ardiente
presado á su muerte compasión, n i ala- molde, al construiros el fundidor, mez-
banza, n i respeto, nada. No ha cambiado cló con el estaño y el cobre el olvido
el aspecto de este siglo tempestuoso, para el vencido; porque el que muere
mar erizado de arrecifes, en el que el desterrado no vivió para vosotros; por-
hecho, ese oleaje sombrío, se deshace en que vuestros pulmones de hierro, de los
espuma contra las ideas. E n n i n g ú n tem que sale un hálito de fuego, son mudos
pío de nuestras ciudades le lloraron, n i para Goritz, lo mismo que para Santa
se oyó el toque de difuntos. L a prensa Helena. Sois infames!... Pero no; nosotros
vocinglera, esa loba pendenciera, apenas somos los insensatos y los que merece-
se dignó mirar desdeñosamente, n i si- mos el desprecio, porque vosotros nos
quiera la oimos g r u ñ i r irritada y morder obedecéis; sois prisioneros y sois escla-
esa p ú r p u r a ; todo y todos siguieron su vos. L a guerra os construyó para las
curso natural; las mareas en l a playa, l a batallas, y nosotros os empleamos para
m u l t i t u d tras el dinero, el pensador tras salpicaros con el cieno de Paris, y os se-
el desarrollo de sus ideas, todo c o n t i n u ó llamos dentro de un palacio centenario,
lo mismo; nadie exclamó siquiera:—"¡Un para introducir en vuestro vientre relám-
rey acaba de morir!,, pagos sin truenos. Nosotros debemos ser
infamados, porque pusimos nuestra alma
II. abyecta en esos bronces sagrados. Sali-
mos del oprobio, y ellos permanecen en
Sombríos cañones, alineados delante él cautivos; el dia en que mueren los re-
de los Inválidos, como las esfinges al pió yes proscriptos, no pueden, lanzando
de las pirámides; dragones de bronce, nubes de humo, prolongar en Paris sus
enormes, de abiertas fauces, terribles brillantes sollozos, y como perros atados
guardianes de ese palacio, que edifica á las murallas, con quejumbroso aullo
ron gigantes, al oir l a exclamación, que a c o m p a ñ a r á los funerales. Mudos, con
en otros tiempos os hubiera hecho r u g i r los cuellos inclinados hácia el suelo, per-
á todos:—^"El rey de Francia ha muerto!,, manecéis a h í pensativos y tristes, pen-
—¿cómo es que como león cautivo, sa- sando en la bajeza de los hombres, que
cudiendo su cadena, no os habéis extre- consigue lograr que los cañones se aver-
mecido en la cureña, y despertándoos g ü e n c e n !
s ú b i t a m e n t e , no os habéis dicho unos á
otros:—^"El rey de Francia ha muerto?'— m
¿Cómo es que sin hacer salvas fúnebres
han clavado el sarcófago silenciosamen- Os calláis, pero yo no; m i Musa, que
te? ¿Cómo es que no ha salido siquiera algunas veces se niega á cantar á l a au-
de vosotros, sordos cañones, el m u r m u l l o rora, nunca se niega á cantar al sol po-
confuso que el vago batir de las alas de niente; yo que en otro tiempo fui recibí-
VOCES INTERIORES. 235
do como un huésped en Reims por el Entonces reían y esperaban tres niños
rey Cárlos, yo que compadecí sus des- bajo sus artesonados techos; los dos L u i -
gracias y que censuró su falta, yo no me ses, primogénitos de Francia, y el jóven
callaré. Descenderé encorvado hasta e l Cárlos, conde de Artois, los tres nacidos
subterráneo profundo donde duerme ese bajo el régio dosel, semillas de próspera
rey caído; suspenderé m i l á m p a r a en la suerte para la nación; cerca de ellos esta-
oscura bóveda, y sin cesar, por su triste ba el rey, debajo de ellos el pueblo y
recuerdo, m i espíritu, en estos tiempos encima la bondad de Dios.
en los que se contagia el olvido, h a r á
que velen su sombra mis versos religio- V.
sos. Nada me importa que todo el mun-
do le olvide para dedicarle los cantos de ¿Quién les hubiera dicho entonces el
m i l i r a , que yo profeso afecto á todos cruel destino que les esperaba? ¿Quién
los que padecieron, excepto á los malva- les hubiera dicho que vendría un dia en
dos. ¿Qué me importa, después de todo, que la Francia no se acordaría de ellos
que haga seis años que ese rey fuese n i de su triste historia, como el Océano
separado de las testas coronadas, ruina no se acuerda de los náufragos?,..
lanzada en la playa por las olas de los
acontecimientos, que durante mucho
tiempo viviese en la oscuridad, y que ¿Quién les hubiera dicho que un dia se
llegando á viejo, sin trono y sin diade- desplomarían del techo desnudo de las
ma, feneciese en el destierro, que es la Tullerías lísesy delfines, como m o n t ó n de
primera muerte de los reyes? L e diré, armas viejas, y que m á s tarde, en miste-
sin miedo de que me critiquen, que su riosa época, un corso, que no h a b í a naci-
advenimiento al trono tuvo por hermana do aun, esculpiría un á g u i l a en el fron-
á m i juventud; que S a i n t - É e m y nos re t ó n del Louvre?
cibió dentro de sus triunfales muros el
mismo dia á los dos, á él viejo, á m í casi
n i ñ o , y que no quiero que el arpa que ¿Quién les diría qtíe su morada real de
sonó en su elogio consienta que se cier Saint-Cloud se a m u e b l a r í a para otro, y
re silenciosamente el a t a ú d para ese rey que en sus hermosos jardines de L e No-
muerto. Mientras que en lontananza la tre, á los que profesaban tanto cariño,
m u l t i t u d susurra, la augusta piedad, ser- deliciosos parques, en los que adquirían
vidora de los proscriptos, que los entier- juveniles fuerzas, los caballos de Crimea
ra con su mortaja m á s blanca, no pedirá h a b í a n de morder u n d í a las cortezas de
i n ú t i l m e n t e á m i afligido pensamiento los árboles seculares de L u i s el Grande?
u n pedazo de terciopelo para cubrir ese
féretro augusto. VI.
E n esos felices tiempos ¡oh Dios! con
IV. q u é terror, espantada su madre, p á l i d a
y temblorosa, los hubiera estrechado
Magnífico estaba Versalles en aque- contra su corazón sí alguna visión, t u r -
llos dias puros y felices que coronaban bando sus dias alegres, se les hubiera
su frente con toda clase de prosperida- aparecido, lanzando este grito terrible:
des. E l fausto no tenia allí límites; los — " N i ñ o s , los tres seréis reyes!,,
nobles, los palaciegos, todos s e g u í a n á
su señor, y como al mismo t é r m i n o se
dirigen cien caminos, á él arribaban to- Esa voz profética t a m b i é n hubiera po-
das las grandezas. dido añadir:—"Niños, será muy triste
vuestra aurora; para vosotros serán los
cetros infaustos presentes. ¿Por q u é el
E n la época de nuestros padres. Ver- Dios que castiga á Babilonia os hace na-
salles resplandecía aun: los leones tienen cer en esta época al p i é del trono? ¿Qué
grandes guaridas y los príncipes pala- delito habéis cometido, pobres inocentes?
cios régios. Cada vez que el envidioso
pueblo contemplaba desde su morada
ese soberbio palacio, volvía m á s pálido á „¿Hermosos niños, que siendo tan puros
su oscuridad, llevando en los ojos u n es- y tan tiernos veis con sorpresa que todos
pléndido deslumbramiento de reyes, de os adulan, veis ancianos con vestiduras
mujeres y de dioses. de escarlata que os hablan de rodillas, y
que cuando los severos Malesherbes le^
236 OBRAS D E VICTOR HUGO.

yantan la frente con orgullo, os vais á Los colosos tienen los pies de arcilla;
j u g a r á los jardines, sin pensar que aca- vuestro abismo, Señor, es un abismo infi-
b a r á n todas esas adulaciones, n i que nito. ¡Luis X V fué el cu] pable y Luis X V I
vuestra raza, que zozobra, esconde en la el castigado!
oscuridad, en sus dos extremos, á Ravai-
llac en el pasado y á Robespierre en el
porvenir? E l castigo se equivoca y se desvía
por decreto del Altísimo; el que obró
mal pasó larga vida en el trono, y el
„AI Louvre, cuyos muros guardan los inocente sucumbió en el p a t í b u l o .
retratos de los reyes aventureros, i d á
ver cómo os miran Carlos I y Jacobo I I .
Oscurece vuestro horizonte una nube, y Las faltas que cometió el abuelo per-
suelo extranjero, tierra natal, el motin y s e g u i r á n á los hijos, y en vano se defen-
la guerra desastrosa devorarán vuestra d e r á n de ellas; cuando cae la nieve sobre
vida. De vosotros tres, niños, sobre los el padre, el hijo sufre la avalancha.
que pesan las antiguas ruinas de la
Francia, el primero se l l a m a r á Luis X V I ¡Mar profundo de las revoluciones, ter-
y el ú l t i m o se l l a m a r á Cárlos X . ribles enseñanzas en el alborotamiento
de vuestras olas se ven flotar confusa-
5,E1 niño mayor que tenga poco apego mente!
á la vida, que no confie en la gloria n i
en el afecto del pueblo y que adquiera el VIII.
valor que necesita para resistir á la no-
che negra que hácia él avanza; que pien- Cárlos X!—¡El Señor que d á y quita
se en el cielo lluvioso y en el chirrión forjó para su cabeza una corona dema-
que rueda, y que entrevea en lontanan- siado pesada! E l imperio aun estaba
za, sobresaliendo por encima de la mu- pendiente y los tiempos eran m u y difí-
chedumbre, levantarse el p a t í b u l o . ciles. U n a gran sombra se proyectaba
en toda l a Francia, la figura colosal de
la sombra del emperador. E l pueblo, el
^Hermanos por el nacimiento y por ejército, la nación y l a Europa vasalla,
la desgracia, los otros dos niños h u i r á n petrificados por aquella poderosa mano,
arrastrados por los aquilones; el reinado necesitaban un glorioso reinado, y para
de Luis, rey solo de algunos desterrados, satisfacerse Paris, así como después de
comienza en el destierro, y el de Cárlos César, Augusto llenó á Roma, después
en él sucumbe; el primero no será con- de Napoleón necesitaba u n gigante.
sagrado y el segundo carecerá de sepul-
cro; faltará un cadáver en Reims y otro
en San Dionisio.,, Cárlos no fué m á s que u n hombre.
Tuvo miedo de subir á la cumbre. E l
Vil. abismo atrae. V í c t i m a de vértigo falaz,
cerrando los ojos á l a luz, se precipitó
Esa horrible leyenda es la historia en el abismo. Silencio ante su tumba,
de nuestros padres, que duermen el sue- porque en ella todo termina, y apenas
ñ o eterno; lo que parece increíble, nos- h a b r á teñido con u n vago recuerdo al
otros que vivimos lo hemos presen- pueblo, que, semejante a l agua, pasa,
ciado. claro ó turbio, cerca de todo, sin par-
ticipar nada m á s que de l a oscuridad.
Esos infortunios y otros dejó caer so-
bre ellos la mano del Señor; ¡ahora creed No esperéis que le dirija amargos re-
en la aurora! ¡ahora creed en l a feli- proches; no soy el p á j a r o que grita en
cidad! las playas del mar, y que al ver caer el
rayo de las nubes, lanza á los marineros
Creed en el cielo siempre límpido! ¡Sa- perdidos graznidos siniestros. Aislado
ludad al porvenir que tanto nos halaga! con frecuencia de todas las pasiones, he
¡El porvenir es un fantasma que lo pro- rechazado siempre los besos traidores y
mete todo y no posee nada; tiene las ma- el himno con que nos halaga la popula-
nos vacías! ridad con su voz aduladora, por lo que
no esperéis que compre hoy elogios para
VOCES INTERIORES. 237
mi, prodigándole vituperios: el que quie- tidumbre humana; hagamos que llegue
ra zaherir á los reyes caldos, que haga 3ronto la hora en que en los sepulcros
de su calvario una v i l picota, que yo no ;:rios solo se escriban palabras de perdón
afligiré á Carlos X en su sarcófago, y de esperanza; consigamos que muertos
como no le afligí en otros dias en su des- el emperador y los Capetos, no se les
tierro. destierro á éstos de San Dionisio n i á
aquel de su Columna. De nada sirve esta
IX. acción vengativa.

¡Descansa, hijo de Francia, en la fosa


que te encierra lejos de la pátria!—Con- L l e g a r á un dia en que se comprenda
viene que la sombra velada, que ese an- en todo el mundo que ninguna ley tie-
ciano pastor muerto sin el r e b a ñ o de su ne derecho, sin faltar á l a equidad, á que
pueblo, ese rey casi secular, yazga en expíen todos el delito que uno solo come-
reposo eterno; que goce al menos de la tió, n i á hacer beber al hijo la hiél que
paz tranquila de las tumbas, ya que d e r r a m ó su abuelo. Cuando un a g u i l u -
mientras vivió sufrió la intranquilidad cho real caiga de su alta esfera, no se le
del infortunio. Pueblo, seamos clemen- castigará por haber sufrido el castigo el
tes, seamos fuertes y olvidemos. Nunca águila; conservando el derecho que ha
el hedor de los muertos atrajo á los leo- comprado de alcanzar el poder y de en-
nes. Encierra grandeza el ódio de un tregar el trono y el Louvre al m á s d i g -
gran pueblo cuando perdona al que des- no, podrá el pueblo sin espanto ver que
ciende al sepulcro y combate á sus ene- un niño m á s juega en la ciudad, porque
migos que están en pió. L e combatisteis entonces todos exclamarán:—"¡Es m u y
cuando era rey poderoso; muerto, ya no justo dejarle la p á t r i a al que ha perdido
os debéis ocupar de él; porque no creo el trono L
quesea digno de u n pueblo como el de la
Francia a ñ a d i r á la mano que mata la
mano que abofetea. Oh poesía! T u vuelo se refugia en el
cielo cuando, aullando los partidos, l u -
chan desenfrenados; cuando la necesi-
X. dad, siguiendo su código formidable,
castiga al fuerte, a l débil y hasta al
Nosotros, que somos pastores de los es inocente, y sorda y sin compasión extien-
píritus, que desde las orillas del camino de su anatema desde la frente arrugada
observamos todos los pasos que d á el del anciano hasta la frente tersa del
género humano, poetas por nuestros niño.
cantos, pensadores por nuestras ideas,
empujemos hácia el sendero de la razón
á las almas retardadas; apresuremos la Huyes entonces de un solo vuelo hácia
llegada de la era en que se unan con las regiones diáfanas, hácia las regiones
leal lazada el trabajo popular y el t r a de la luz, para que t u digna pureza no
bajo real; en la que la cólera y el poder se salpique con el fango y con el polvo
se divorcien; en la que los que sean fuer de los caminos que hollamos, y para que
tes tengan miedo á su fuerza, y en que las nubes y las tempestades, que pasan
tiemblen á un mismo tiempo los reyes sobre nuestras cabezas, solo puedan pa-
ante sus deberes y los pueblos ante sus sar por debajo de tus piés.
derechos. Ayudemos á los acontecimien-
tos que el Señor envia para que abran
u n camino ó para que cierren u n sende- T ú sabes que es el hombre estrella sin
ro á las revoluciones, cuya superficie fer órbita, que vaga á la merced de todos
menta; á los cambios repentinos que los vientos; t ú sabes que la injusticia
todo lo conmueven, á desprender las n u habita en la morada de los humanos, y
bes del alma, á colocar encima de las que nuestros corazones son funestos cir-
leyes como una aureola el sentimiento cos en los que, soberanas las pasiones,
profundo que está concentrado en nos- grupo horrible que en vano combatimos,
otros, que el hombre llama duda y la como hambrientas fieras, devoran á l a
mujer compasión; expliquemos en bene casta v i r t u d .
ficio de l a clemencia los altos hechos
que sobrevengan en el Estado, que con
siguen, al examinar á los vencidos y á Todo lo que sufre está lleno de ódio;
los vencedores, hacer que tiemble la cer todo lo que vive arrastra un remordí-
238 OBRAS D E VICTOR HUGO.

miento. Solo los muertos pueden romper que t r i v i a l y vagabunda, por entre tus
sus cadenas. Por lo que, viendo en todas cuatro pies hormiguea toda la ciudad,
partes que se agita la vida entre la envi- como entre los pies de un elefante.
dia y la rabia, viendo su maldad, poesía,
si algunas veces desciendes hasta la
tierra, como pájaro solitario te posas so- A l g o falta á t u real belleza, que los
bre una tumba! siglos venideros t r a e r á n para t u apoteó-
Noviembre 1836. sis. Falta á t u cúspide el sombrío mon-
tón de años, que cuelguen confusamente
arruinados de las brechas abiertas en t u
frontón.
III.
Te faltan las arrugas, te falta la anti-
Qué es el fin de todo? ¿ L a vida ó la g ü e d a d , te falta el pasado, esa p i r á m i d e
muerte? ¿Son las olas donde flotamos, ó á la que todos los siglos aportan su pie-
es el abismo donde caemos? ¿Cuál es el dra; te faltan los chapiteles rotos, la yer-
fin lejano de tantos pasos cruzados? ¿ L a ba en los fustes; le falta á t u bóveda el
cuna encierra al hombre ó al destino? susurro misterioso que se confunde con
¿Venimos al mundo con nuestros dolores el silencio, el confuso cuchicheo de los
ó con nuestras alegrías, á ser reyes predes- recuerdos.
tinados ó á ser víctimas fatales? ¿Decid-
nos, Señor, si no habéis creado al hom-
bre por casualidad, si su calvario está L a vejez corona y las ruinas deifican.
oculto en el establo y si los sedosos n i - Necesita tener el edificio un pasado de
dos, que el alba dora, en los que nacen duelo, de triunfo ó de remordimiento:
las plumas entre flores, se han cons- nos complace el hollar su recinto, en-
truido para los pájaros ó para los paja- contrar en el polvo que nuestros pies le-
reros?... vantan l a ceniza de los muertos.
24 Marzo 1837.
Necesita el frontón deshojarse como
un árbol; necesita que el liquen, que es
IV. el orin del m á r m o l , con su dorada lepra
cubra sus paredes; y que la vetustéz,
E l A r c o de t r i u n f o . que borra todos los artes, se pose en las
esculturas, royéndoles las fisonomías, co-
mo pájaro que roe una fruta.
I.
Necesita que antiquísimo enlosado
¡Tú, cuya curva en lontananza, dora
ondule bajo sus pórticos; que la hiedra
da por el sol poniente, se llena de azul
viva trepe por los acantos muertos; que
celeste, desmesurado Arco; tú, que elevas
el agua duerma en los fosos; que la ca-
á gran altura la frente serena, construido
riátide conmovida se resista, ya cansada,
para trocar debajo de t í la c a m p i ñ a en
á sostener la archivolta, y exclame: ¡No
abismo y para servir de base á a l g ú n
puedo m á s !
á g u i l a sublime que venga á posarse en
ella, pero que sea de bronce!
No basta que entre piedras recien tra-
bajadas lloren las brisas y las noches;
¡Vasto amontonamiento que la histo m á s hermosas que un monumento recien
ria cinceló, m o n t ó n de piedras sentado construido son las ruinas de u n palacio.
sobre otro m o n t ó n de gloria, edificio Para que la luna embote al través de la
nunca visto; t ú , que el hombre que co- oscuridad l a sombra con el rayo y el ra-
menzó nuestro siglOj en el porvenir leja yo con l a sombra, necesita tener ruinas
no deslumhrado entreveía! á falta de tumbas.

Aunque eres soberbio, no estás termi ¿Queréis que una torre ó una iglesia
nado, no, ya que n i n g ú n t r a n s e ú n t e , se conviertan en monumentos, de los que
sentado á t u sombra en la yerba, fija el alma idealice la forma y l a altura?
en t í sus miradas pensativas, mientras Pues esperad que se cubran de musgo y
EL ANCIANO CONDUCIA Á SU HIJO BAJO LA SOMBRA DEL ARCO
VOCES INTERIORES. 239
dejad que el tiempo trabaje las estatuas: muchos meses, muchos años, muchos
el tiempo, que es el gran escultor. siglos; cuando esa ribera, en la que el
agua se estrella en los puentes, se resti-
tuya á los juncos que se inclinan m u r -
Se necesita que el anciano caduco, lle- murando;
vando á su hijo de la mano, pase por el
sombrío arco y nombre á Napoleón, co-
mo se nombra á Ciro, y le diga, señalán- Cuando el Sena huya por entre las pie-
dole con sus manos descarnadas:—"¿Ves dras que le obstruyan, gastando alguna
esa enorme puerta? Pues tiene tres m i l vieja cúpula hundida en sus aguas, aten-
a ñ o s , y por ella han pasado infinidad de diendo al suave viento que lleva hasta
generaciones desaparecidas.,, "as nubes el extremecimiento de las bo-
as y el canto de las aves;
11.

¡Paris es la ciudad madre, es el sitio so- Cuando fluirá de noche, blanco y feliz
lemne en el que el efímero torbellino en la oscuridad, adormeciendo su oleaje,
gira en u n centro eterno! ¡Paris es fuego argo tiempo perturbado; cuando pueda
sombrío ó estrella pura! Taciturna Isis por fin oir las innumerables voces que
cubierta con u n velo, a r a ñ a que urde jasan vagamente por l a esfera estre-
inmensa tela, en la que se prenden las gada;
naciones; pecho lleno de líquido v i t a l , al
que para nutrirse de ideas acuden las Cuando esa ciudad, loca y ruda tra-
generaciones. bajadora, apresurando el destino que la
espera, caiga convertida en polvo á los
golpes de su propio martillo y haga de su
Cuando P a r í s se dedica al trabajo en
bronce moneda y de su m á r m o l empe-
su clamorosa fragua, coge á los pueblos
drado;
dichosos, valientes ó sabios, sus leyes, sus
dioses y sus costumbres. E n su hornaza,
confundiéndolos, funde, transforma y Cuando de los techos, de los campana-
renueva la ciencia universal que toma rios, de los pórticos, de los frontones, de
prestada, y después vuelve á lanzar á las c ú p u l a s que embellecian á la ciudad,
los pueblos sus cetros, sus diademas, sus no queden ya m á s en su inmensa cam-
preocupaciones y sus sistemas, que han p i ñ a que dos torres de granito construi-
torcido sus fuertes manos. das por Carlo-Magno y una Columna de
bronce construida por Napoleón,
P a r í s conserva sin apercibirse las fas
ees y los incensarios; todas las m a ñ a n a s ¡Tú, entonces, completarás ese trián-
erige una gloria, todas las noches apaga gulo sublime! E l bronce simbolizará l a
u n sol; con l a idea y con la espada re gloria y el granito la fó; y t ú serás la
hace, reclava y eleva la escala que desde puerta abierta sobre l a cumbre, que d i -
el mundo conduce al cielo; hermana de ga:—"Es preciso subir para llegar has-
Menfis y de Roma, edifica en este siglo ta mí;,.
una Babel para los hombres y u n Pan
theon para los dioses.
S a l u d a r á s á la a n t i q u í s i m a iglesia, á
Ciudad envuelta por una tempestad la altiva Columna, cuya fama crece de
de dia y de noche, despierta al gigante dia en dia, que quizá esté aun de pié ó
Europa con sus campanas ó con sus caida y semejante a l clarín monstruoso
tambores. Y a vigile ó ya duerma, oye de desaparecido t i t á n .
esa ciudad susurrar sobre ella u n en
jambre de abejas, como susurran en un
Y sobre las dos ruinas que r e u n i r á el
bosque. P a r í s siempre clama y ruge.
destino, h a r á para t í resplandecer el al-
Nadie sabe lo que perderla el mundo el
ba á un mismo tiempo dos signos t r i u n -
dia que P a r í s callase.
fantes, que de lejos se parecen, pero que
de cerca son una espada y una cruz.
IIL

C a l l a r á sin embargo!—Cuando pasen Sobre vosotros tres descansarán m i l


240 OBRAS D E VÍCTOR HUGO.

años de la Francia. L a Columna es un Y todos los recuerdos que en t u frente


cántico entonado á un imperio apenas silenciosa, cada siglo al pasar haya de-
desaparecido; t ú concluirás el himno que jado impresos, a c u d i r á n á su pensamien-
ella empieza; ella exclama: "Austerlitz!,,; to; a r r a n c a r á n de tus muros t u antigua
t ú exclamarás: "Champaubert!,, historia, y dirán, colocando u n glorioso
penacho sobre t u invencible cimera;
IV.

Serás eterno y completo, Arco, cuando •—"Todo era grandioso en aquella


todo lo que el Sena refleja en sus olas época antigua! Si los años no hubieran
desaparezca para siempre; cuando de la devastado ese pórtico, h u b i é r a m o s en-
ciudad que i g u a l ó á Roma solo queden contrado curiosidades admirables; pero
u n á n g e l , una á g u i l a y un hombre de el tiempo, que hace crecer con abundan-
pió sobre tres sitios elevados. cia las zarzas y la hiedra, se apodera de
los monumentos y rasga del libro las
p á g i n a s m á s interesantes.,,
Entonces será cuando el rey, el sábio
y el poeta, todos aquellos que tengan V.
presente el pasado, te a d m i r a r á n vivo,
cerca de Paris muerto; y para ver mejor
t u faz, que destella un pensamiento som Pero el tiempo nada suprime á los ob-
brío, s e p a r a r á n de t í l a hiedra, como jetos; y m á s de u n pórtico elogiado sin
levantan el velo que cubre la frente de razón, en sus lentas metamórfosis con-
la abuela dormida. cluye por adquirir verdadera belleza. A
los monumentos que reverenciamos d á
el tiempo severo encanto; nunca, por m á s
E n tus muros, que para ellos no serán que rompa y cubra de moho el traje
vulgares, e s t u d i a r á n nuestras costum que les quita, equivale al traje con que
bres, nuestros héroes, nuestras guerras, los reviste.
pensativos á tus pies; creerán ver, á lo
largo de t u animado friso, revivir el gran
pueblo y el gran ejército, y e x c l a m a r á n E l tiempo es el que llena de arrugas
las piedras talladas; el que por el á n g u -
lo de un m á r m o l árido pasa la mano
—"Mirad, a h í está el regimiento; esa inteligente; el tiempo, para corregir el
serpiente de las batallas, con m i l piés monumento, e n m a r a ñ a una culebra viva
arrastrando sus relucientes escamas, que en los nudos de una hidra de granito.
ya furiosa se enrosca al pié de las torres P a r ó c e n m e que los techos góticos se rien,
ya con movimiento formidable y tran- cuando el tiempo en sus antiguos frisos
quilo agujerea un fuerte de piedra y quita una piedra y mete en su lugar un
atraviesa una ciudad, con su vanguar- nido.
dia sonora, en la que redoblan veinte
tambores.
E l tiempo es el que vierte en los mo-
„Allá arriba está el emperador con numentos vago olor de madreselva so-
sus capitanes, pensando si i r á á tierras bre los pisos que quizá mancharon los
lejanas para sujetarlas á sus triunfos ó huesos de los cadáveres; es el que llena
si preferirá, para vencer ó para defender- de pájaros las feroces esculturas, hacien-
se, la curva de A n í b a l , el á n g u l o de A l e do que éstos vivan en los huecos y que
jandro ó el cuadrado de César. de las bocas de piedra salgan cantos y
gritos.
„Allí está la artillería con sus bocas
abiertas, de las que el humo asciende en
nubes, cae y vuelve á remontarse; la ar Si alguna V é n u s desnuda gime con-
tillería que deshace una ciudad, destru vertida en m á r m o l , el tiempo la sirve y
ye las guarniciones, arruina por la bre la acaricia, y al abrigo de un pórtico he-
cha que abre, y que es mayor cada ráldico, con velo púdico de hojarasca la
momento, torres, cúpulas, puentes y tapa hasta la cintura, y bajo sus piés
campanarios, y que, como un arado, cava blancos y artísticos extiende la florida
una horrible calle al través de las casas. alfombra de la yerba, ese fresco mosáico
del A b r i l ,
VOCES INTERIORES. 241
oculta bajo su manto á su niño abofe-
VI, teado, el Egipto, sentado en las orillas
del Nilo, envuelve en sus inmensas sá-
Con frecuencia el pasado oculta m á s banas de arena sus colosales personifica-
de un secreto, cuya mancha reapare- ciones de la muerte, cuyas caras destrozó
ce en los antiquísimos muros; con fre- el pié brutal de Cambyses.
cuencia el edificio caido, por su soledad
y por su sombra, se parece á un rey des- VIL
tronado. No hay gloria donde no hay
muchedumbre. Roma quedó humillada Pero nadie a t e n t a r á á t u púdica ma-
y Venecia v á de luto. Todas las ruinas jestad, puerta santa; j a m á s verás profa-
empiezan por el orgullo; este es el pri- nado t u verídico m á r m o l ; t u Arco de
mer frontón que se desploma. triunfo p e r m a n e c e r á siendo virginal, y
los pueblos que han de nacer v e n d r á n
con la cabeza descubierta á saludar t u
Atenas está triste, y oculta con el Par- frente coronada.
thenon las huellas de los ingleses y las
de los cañones, y l a m e n t á n d o s e de ver
sus torres mutiladas, piensa en el artista Siempre el pastor acurrucado en los
griego que vertió con sus manos algo centenales verá cernerse sobre t u cum-
semejante á la sonrisa humana en el bre bandadas de águilas; en ella siempre
contorno de los propyleos. la gloria encenderá su faro, y solo ento-
nando en t u loor bélicas a r m o n í a s , por
debajo de t u altivo Arco p a s a r á n los si-
Tebas tiene sus templos muertos, en glos.
los que se arrastra serpenteando la v i -
vera de frente chata y de mirada bri-
llante alrededor de las columnas, y solo Nada parecido á una afrenta se atre-
alguna á g u i l a grande habita como so- verá en tus muros, á los que sube l a ma-
berana en los pilares de R h a m s é s , cuyas rea de los años á difundir sus manchas,
l á m i n a s de bronce caen como carcomi- y podrás en esos campos, en los que las
das cortezas. tres quedareis solas, contemplar con or-
gullo á las dos torres, tus abuelas, y á la
Columna, t u hermana.
E n las ruinas de Q-ur, que llenan los
graznidos de los buhos, caminando el
tigre dobla y rompe los b a m b ú s , de los Porque j a m á s se ocultó n i n g ú n cri-
que salta volando el buitre, y la leona men bajo t u base n i se amasaron tus ci-
al pió de aquellos muros misteriosos co- mientos con sangre, y n i n g ú n crimen,
loca el grupo inquieto de los leoncillos, sembrado en tus raices para proyectar
que aun no han abierto los ojos y que sombra siniestra en tus ruinas, confunde
hormiguean sobre su vientre. con tus laureles su repugnante hoja-
rasca.
L a silenciosa Palenque yace en las la
gunas donde verdean malezas y arbus Mientras que esas ciudades, sepulta-
tos, y apenas entre sus espesos bloques das en sus cenizas, cometieron en otros
de alta yerba se oye deslizar á los lagar tiempos acciones malditas y ebrias der-
tos, y obstruyen sus paredes árboles de ramaron sangre, consiguiendo que el Se-
fruto colorado oscuro, en los que vuelan, ñor dijese á la n a t u r a l e z a : — " R e h á z tus
iluminados por el sol, hermosos pájaros palacios, ya que el hombre profanó la ar-
de color de cobre rojo. quitectura,, .

Jumieges, mudo en su dolor, ahoga Por eso desaparecieron. Las visitan los
chacales; sus muros se van arruinando
su triste eco en su portada normanda y
sobre las yerbas parásitas; se instalan
deja cantar en sus ruinas los nidos que
allí los estanques y duermen debajo de
se abrigan en sus torres, de los que el
las ruinosas bóvedas; sobre los Nerones
viento de la tarde hace llover sobre las
losas plumas de palomas. esculpidos caminan las fieras; se abren
antros donde existieron c á m a r a s inces-
tuosas. E l tigre puede pasar por donde
Como madre sombría y digna que el crimen pasó.
TOMO Y . 31
m OBRAS D E VICTOR HUGO.

orillas de esa nada inmensa, haya toma-


VIII. do el camino de regreso; cuando en ese
enorme desierto, que no huellan los pa-
Si en dias muy lejanos, cuando tres sos humanos, nada inquiete el pudor que
m i l años hayan pasado sobre nuestros Roma ó Paris arruinados deben sentir
despojos mortales, á la caida de l a tarde, ante los hombres; si a l g ú n sér animado
un hombre sentado en la colina contem- vela todavía en la soledad de la llanura,
plase el Sena, ¡cómo, por su aspecto triste verá quizás de repente saltar de su fren-
y silencioso, los sitios donde existió Pa- te u n pálido r e l á m p a g o y en lontananza
rís a s o m b r a r í a n sus miradas! Si es á la la Columna extremecerse y responder, y
hora en que los vapores caen sobre el ro- sus soldados de cobre y tus soldados de
jizo sol poniente, si es á la hora en que piedra ¡oh arco! abrir lentamente sus pe-
se oscurecen las copas de los árboles, en sadas pupilas y maravillosamente entre-
ese crepúsculo en el que nada es real, en chocarse. Entonces, el á g u i l a de metal
el que la flor se duerme y se despierta la dormida en t u soberbia cumbre, incorpo-
estrella, veria ese observador como al rándose de súbito sobre esos héroes, cuyas
t r a v é s de un velo, como se presentan las pupilas están encendidas, sacudirá sus
i m á g e n e s en los sueños, la llanura i n - alas eternas. Por q u é despertarán? ¿de
mensa y la bruma aparecer á sus pies, dónde saldrán esas claridades, y el viento,
ensanchándose lentamente en l a vague- que soplando sobre los guerreros esculpi-
dad nocturna, y absorbiendo por grados dos, h a r á que se muevan y que se agi-
bosque, collados y céspedes, á medida ten, como las hojas sobre el tronco de la
que avanzase la noche, llenando todo el encina? Dios solo lo sabe y nadie puede
espacio. E n esa hora sombría, en la que penetrar sus misterios. Los guerreros se
se cree ver huir los objetos tomando íor d i r á n unos á otros en voz baja:—"¡De
mas e x t r a ñ a s , le sumiría en éxtasis ver pié!,, y los del noventa y seis y los del m i l
dormir esos campos en los que cada pie ochocientos once, los que levantan hasta
dra encerró un ruido. ¡Cómo prestaría las nubes la espiral de bronce, los que
oido á los rumores indecisos! ¡Cómo se liga á la tierra el zócalo de granito, to-
imaginaria ver figuras sentadas en los dos arrastrando al combate á los caba-
arbustos inclinados, en los árboles que llos que relinchan, á las banderas que
están á la orilla del agua, en los lienzos hincha el viento y á los rodantes caño-
de los muros que lamen los cañares! nes, se l a n z a r á n en tropel á e m p e ñ a d a
¡Cómo buscaría la vida en esa tumba su- refriega. Entonces se oirá en tus mu-
ros el sonido de los clarines; las bombas,
E rema!—Pero no, todo estará muerto. No los tambores, el toque de los escuadrones,
a b r á ya en esa llanura m á s que un pue los gritos y el tumulto y el estruendo de
blo desvanecido; se h a b r á n apagado los la batalla, s a l d r á n confusamente de las
ojos de los hombres y solo q u e d a r á n v i - piedras cinceladas, y desde l a base hasta
vos los ojos de Dios. Solo q u e d a r á n u n la cúspide del enorme pilar se oirán los
Arco, una Columna, y allá abajo ana igle rugidos y los clamores de cien batallas.
sia semi-encallada entre la bruma. De repente, estrellando al enemigo ven-
cido, s o n a r á n los cánticos de la victo-
ria, y las aclamaciones se c o n t e s t a r á n
Qué espectáculo! ^—^ Así mueren las desde tí hasta la Columna. Después rei-
obras de los pueblos! E l pasado es un n a r á en vosotras dos profundo silencio,
abismo profundo. Para ese t r a n s e ú n t e el rumor festivo del triunfo l l e n a r á el
t e n d r á gran peso nuestra historia, sobre valle, y á lo lejos Nuestra Señora, en-
todo si despertando de repente su me vuelta en las tinieblas, iluminando su
m o r í a le recuerda esa noche, una de cruz, como si fuese un lábaro, os can-
nuestras grandes noches, víspera de t a r á en la oscuridad u n vago Te-Deum,
nuestros grandes dias, en l a que el empe
rador, soñando en un m a ñ a n a glorioso
se dormía esperando ver rayar el alba de Monumento! He a q u í el inmenso des-
su victoria. varío que haces surgir en la fantasía del
poeta; Arco, hoy guerrero, ayer religioso;
sueño bosquejado en la piedra, puerta
Cuando ese viajero, hácia media no prodigiosa de un palacio de gigantes;
che, fatigado por sus propios pensamien cuando de polvorosa hiedra cubro tus
tos, cansado de oir los m i l rumores de esculturas, cuando veo en el fondo de
ese mundo destruido; después de estar las épocas futuras la lista de los héroes
apoyado de codos mucho tiempo en las que te adornan relucir y brillar al tra-
VOCES INTERIORES. 243
vés del ramaje frondoso de los años, las flores Cándidas no temen n i perder
como al través de las hojas de los árbo- sus perfumes n i ensuciar sus hojas con
les brillan las estrellas, entonces inclino los andrajos de los infelices.
la frente ante t u grandeza y te admiro;
pero hijo cariñoso y visitador artístico,
lamento, Arco sublime, que Fidias haya En la enredadera florida de un techo
muerto y que hayas olvidado á m i padre. los jazmines se abren y se posan, y la flor
2 Febrero 1837. de lis no desprecia á nadie, pudiendo
despreciar á todos.

V. Entonces, la casucha donde el musgo


se desborda de la modesta paja ostenta
Dios está siempre allí. con cariñosa dignidad las viejas paredes
bordadas de rosas.

I.
Los claros rayos del alba, llegando
hasta las oscuridades de la casucha, do-
Cuando el verano llega, el pobre está ran la tela de a r a ñ a , extendida entre las
contento; el verano es la estación de los vigas del techo.
calores; en él el aire es tibio y la auro-
ro es fresca; el verano es la mirada de
Dios. E l alma del pobre entonces está con-
tenta, bendice y aclama á Dios, del que
siente el hálito celestial en todos los so-
E n el verano l a noche es diáfana y plos de la m a ñ a n a .
semejante al dia claro y límpido; la tar-
de se tiñe de dorados resplandores, la
llanura es blonda y se oyen cánticos en E l aire le alegra y le calienta; goza
los aires. del ambiente de la primavera: canta u n
pájaro en su ventana y l a a l e g r í a canta
en su corazón.
E n verano, despertándose la naturale-
za, difunde la vida por todas partes, en
el árbol cubriéndole de espesas hojas y Entonces, si el huérfano se despierta
en el hombre llenándole de beneficios. sin tener hogar n i madre, y reza á Dios,
oye una voz que le dice al oido:—"Ven
bajo m i c ú p u l a azul.
Todas las sombras parecen que excla-
men:—"Viajero, ven a q u í á descansar!,,
L a naturaleza entonces d á sonrisas al „E1 Louvre es i g u a l á las c a b a ñ a s
alba y dá besos á las olas. bajo m i pabellón celeste; ven bajo el cie-
lo lleno de luz, ven bajo el cielo lleno de
zafiros.
Oculta, cubriendo en las espesuras, le-
jos del mundo z u m b ó n y sordo, una
l i r a en cada bosque y u n oido en cada „Conocí á t u padre y á t u madre en
corazón. sus tiempos felices y en sus tiempos des-
graciados; amarga fué su vida, pero yo
fui tierno para ellos.
D á vida y a l e g r í a á los pobres que sa-
lieron del invierno; vierte de lleno la luz
del sol desde u n cielo puro, que parece ;,Yo c u b r í sus sepulturas de floridas
que les diga:—"Vivid,,. yerbas que las protegen; ven, yo soy la
naturaleza; soy t u abuela, eres m i nieto.
E n las chozas, en las c a b a ñ a s , que des-
d e ñ a n los que habitan las ciudades, ale-
gre l a naturaleza hace nacer muchas ;;Produzco abundantes rosas y riquísi-
ñores, para venderlas en los palacios. mas frutas; con ellas te llenaré las ma-
nos; h a b l a r é c a r i ñ o s a m e n t e contigo y t ú
me sonreirás.
Este es el lujo de las moradas pobres;
244 OBRAS D E VICTOR HUGO.

„Deseo verte sonreír, pobre niño, que Tiene hambre el pobre?—La natura-
estás triste y eres muy hermoso; sonríete, leza dice á la rama:—'"Cae, fruto dora-
y yo iré á decírselo á t u madre en su do,,.—Tienes sed? "Corre, arroyuelo,,.—
fosa. „ Tienes frió? "Aparece, sol,,.

II.
E l n i ñ o , al oir esta voz cariñosa, olvi-
dándose de que es un sér abandonado en
la tierra, desciende contento de las coli- Pero ¡ay! Julio está ya terminando, y
nas á los bosques. disipándose el estío, cae hoja á hoja en
la yerba y dia á dia en el pasado.

V é placentero en ellos que el árbol


tiene frutos, que la yerba tiene flores, y E l Octubre le hace perder sus resplan-
vé cómo juguetean los pájaros en las al- dores, y los bosques, en sus azules lonta-
tas ramas de las encinas. nanzas, cubren de rojizo color las frias
espaldas de los collados.

Se mira la cara en el arroyuelo; des-


aparece su tristeza; los matorrales le de- E l invierno aparece entre innumera-
tienen al pasar y se sienta á j u g a r con bles nubes y lanza del cielo al verano,
las piedras. semejante al tiempo, ese segador som-
brío que sigue al sembrador eterno.

Por la noche, al regresar donde duer-


me, no le recibirá la d u e ñ a riñóndole; le Entonces el pobre se sobresalta y reza,
gustan tanto las estrellas, que se acuesta porque en el invierno duerme Dios, y el
y se duerme á su luz. hambre lívida y flaca tiembla j u n t o al
hogar apagado.

— " D u é r m e t e tranquilamente, que Dios


te despertará.,,—Sale la luna y le acari- Cree ver que una mano de hielo, mu-
cia con m á s suavidad que el sol. tilando el dia y oscureciéndolo, se lleva
todos los frutos de los árboles y todos los
rayos del cielo.
L a luna nos hace descansar de nues-
tros trabajos y de nuestros dolores; hace
nacer los sueños, y el sol solo hace que L l o r a al ver muerta la naturaleza,
se abran las flores. al tener que sufrir la ruda ley del invier-
no. De repente u n á n g e l abre la puerta
del tugurio y dice sonriéndole al pobre:
Cuando el pajarillo oculta el nido en —"Soy yo;,.
tre las colgantes ramas; cuando se seca
al sol las plumas y todo mojado can
turrea, Este á n g e l tembloroso, que d á , es la
limosna, de ojos tiernos, de frente Cán-
dida, que se parece á la fé, que es her-
Me he imaginado con frecuencia en mana suya.
mis vigilias que l a pródiga naturaleza
dedica en voz baja sus maravillas á los
que sufren durante el invierno. —^"Yo soy l a caridad, la amiga que se
despierta antes de que amanezca, cuan-
do la naturaleza está adormecida, y á
Es buena para todos, hasta para el quien Dios dice:—^A t í te toca,,.
malvado; Dios se lo permite; pero sobre
todo es cariñosa para el pobre, que era el
predilecto de Jesucristo, „Vengo á visitar t u c a b a ñ a , que tan
triste está en el invierno; soy la hija de
la oración y abro las manos con mucha
Siempre es serena y majestuosa; regala facilidad.
al augusto indigente sus dones de reina
m a g n í ñ c a y le prodiga sus cuidados de
esclava inteligente. „ Acudo porque es cruda la estación.
Acudo porque el indigente tiene frió.
VOCES INTERIORES. 245
Acudo porque el toldo de verdura no sobre el pobre niño, acurrucado en el um-
sombrea ya el techo de t u c a b a ñ a . bral de una puerta.

;;Suplico y nunca mando; profesando —'"Es espectáculo triste y fatal ver que,
cariño á todos los hombres, dejo satisfe- mientras en la morada de los opulentos
chos á los que dan y llevo la a l e g r í a á arden luces y fuegos en los salones pre-
los que reciben.;, parados para el festin, los pobres t i r i t a n
de frió bajo un techo agujereado.
Caridad, modesta y augusta, te hizo
participar el Señor de lo que tiene de ce- „ D a d m e para que yo pueda dar. Ten-
leste el á n g e l y de lo que tiene de cari- go en m i nido pájaros desnudos. D a d ,
ñoso la mujer. perversos, para que Dios os perdone; dad,
lombres buenos, para que Dios os ben-
diga.
E n el abandonado lecho del anciano
inclina su graciosa frente, y no hay nada
tan hermoso como ella en el mundo; „Dichosos los hombres caritativos! E l
que dá á los pobres presta á Dios. E l be-
neficio que se hace perfuma el alma y
Como cuando estrecha con sus manos nunca se olvida por completo.
divinas los pies desnudos de los niños y
calienta sus pechos entre sus rodillas!
;;¡Dichoso el que recoge en su casa por
la noche al pobre y abandonado niño
V á de tugurio en tugurio llevando el que llora, como recoge el avaro una mo-
regocijo á los pobres, dándoles vino, pan, neda de oro!
aceite y valor para sufrir los sinsabores
de l a vida.
„Conquista un verdadero tesoro el que
consigue que un grupo de niños, que en-
Sobre todos, ama e n t r a ñ a b l e m e n t e á contró llorando, recen por él á D i o s y se
los débiles desgraciados, á los que se ci queden sonriendo.
ñ e n la triple diadema de la inocencia, de
la pobreza y de la pequeñez.
„Los bienes que doy al que me ama,
Dios no consentirá que los pierda; el oro
Porque son mejores á esa edad que que se siembra en el pobre, el rico lo co-
nosotros los mayores; a d e m á s del pan sechará en el cielo. „
que los hombres necesitan, les d á el beso
que hace falta á los niños. n i

Mientras socorriendo su hambre co- Pobres, ya brille ó ya desaparezca el


men llorando ese pan, en la calle los verano, nunca desesperéis; el Dios que
aparta con su mano, para que no les co- sufrió y que impera dirige sus pasos por
déen los transeúntes. donde vosotros c a m i n á i s .

Y si en estos momentos pasa por su Para vestiros se desnuda, y es bueno


lado a l g ú n rico, lo atrae h á c i a el niño hasta para el hombre perverso, que, como
tirándole suavemente de la ropa. el metal en el orin, se endurece en el mal.

Después, por los niños ruega t a m b i é n Es tierno hasta cuando apura l a hiél
á la m u l t i t u d de corazón duro, á la m u í por salvar al impío, que le insulta sin
t i t u d que, cuando se la suplica, huye temerle. No es á g u i l a altiva n i soberbio
como el agua que mengua. león; es cariñoso y compasivo.

Desgraciado el ser impuro que canta Cuando arrastramos pesada cadena,


alegremente, mientras el aquilón sopla l a rompe eslabón tras eslabón. Para el
OBRAS D E VICTOR HUGO.

espíritu es una paloma y para el corazón te empeñes en que t u rostro tome el co-
es un cordero. lor amarillento del libro.

Los que arrastráis una vida de sufri- „Nosotros vivimos entre mujeres l i n -
mientos, esperad, que él os vé y lo sabe; das, entre fiestas y entre conciertos; go-
en el dia de la justicia encontrareis l a zamos de placeres desconocidos para la
recompensa. m u l t i t u d , cuando en la orquesta la m ú -
sica tan pronto asciende, tan pronto
baja, ya se hincha en ondas sonoras, ya
Es el Dios del Evangelio; tiene en sus vuela convertida en polvo armonioso.
manos vuestro corazón, y aunque sabe
que es frágil, no quiere romperlo.
„ E n estos tiempos los hombres hacen
intervenir en todo á la música y á los
Cuando el verano desaparece, cuando cantos.—Por esto, amigos, nos entu-
se extiende el invierno sombrío hasta al siasma la guerra, noble diosa en la que
través del cielo que llora, se v é su sonri- todos soñamos cuando somos niños, y
sa eterna. que hace sonar á la cabeza de sus legio-
nes las bocas de sus clarines de metal.

Porque sobre los que sufren, en invier-


no, en verano, de noche y de dia, de di- „Oh reyes! para vosotros la guerra y
ferentes urnas Dios derrama los arroyos para nosotros los placeres; v i v i d para
de su cariño. satisfacer el orgullo, como nosotros para
satisfacer nuestros deseos: todos tenemos
nuestros prosélitos; á vosotros os temen
Y su bondad inagotable proporciona y á nosotros nos aman; á vosotros os
á la humanidad los pechos de las dos pertenecen los imperios, á nosotros los
cariñosas madres, la naturaleza y la ca- gabinetes perfumados; á vosotros los
ridad hombres y á nosotros las mujeres.
11 Febrero 1837.
„Nos dan l á s t i m a los sacerdotes, los
magos, los doctores y los sábios; pobres
VI. soñadores, que pretenden explicar la
sombra que oculta al Eterno, ya desci-
frándola en u n libro, ya sentados por la
—"Disfrutemos de la vida, dicen en noche en los techos de los palacios, de-
su loca embriaguez; sentémonos á la letreando estrella tras estrella.
mesa y apuremos el festín; no nos impor-
te en q u é surcos sembremos nuestros
placeres; como somos ricos, debemos „Nos reimos de esos locos que buscan
malgastar nuestra riqueza; como somos el centro del globo oscuro del cielo!—•
jóvenes, debemos malgastar l a vida. Solo es real en el mundo lo que el hom-
bre tiene en la mano; preferimos á su
santa felicidad los placeres malditos;
„Cierra esa Biblia, jóven religioso; trocamos por una hermosa Eva su vago
abandona el colegio y la iglesia y ven á paraíso y su estrellada esfera por una
nuestro palacio; alegres en él, servidos manzana.
por cien domésticos, reimos, bebemos y
cantamos, y no solo no insultamos á „¿Qué vale la ciencia comparada con
Dios, sino que le permitimos que nos en- el amor? E l invierno produce l a nieve y
señe su cielo azul por entre los arcos de el sol la luz del dia. Amemos y cante-
nuestros pórticos. mos, sin hacer caso de palabras vacías de
sentido; preferimos á los discursos lacri-
mosos el choque de las copas de oro, á
„¿De q u é te servirá consumirte estu- las caras de los sábios las fisonomías de
diando? ¿Sabes cómo te l l a m a r á n las las hermosas locas.
hermosas de ojos tiernos, cuya sonrisa
vale un trono?—Te l l a m a r á n j ó v e n inú-
t i l y se b u r l a r á n de t í , lamentando que „ N a t u r a l e z a , bebemos de las corrien*
VOCES INTERIORES. 247
tes que t ú haces fluir; nos apresuramos Porque ella profesa con entusiasmo
siempre á gozar á espensas del pensador culto misterioso á la antigua naturale-
prudente, que opina de otro modo, y za: como nosotros, poeta, se apasiona de
solo nos ocupamos en aceptar todos los todos sus rumores: plácele el ruido de
bienes, sin elección alguna, y en disol- los alegres nidos que sale del sombrío
verlos en el mundo en placeres. Dios bosque, y por la tarde contemplar en el
que obre como quiera.,, fondo del valle los collados, que del re-
vés se reflejan en el lago; plácele ver
al hundirse el sol en el ocaso, cómo v á
Entre tanto el sábio, que conoce el perdiendo su resplandor rojizo, y l a po-
destino del hombre en el mundo, recoge bre cabaña, y el antro que obstruyen los
con tristeza las migajas del festin, mien- matorrales, el agua que corre, los pra-
tras los que así acaban de hablar se dos, los montes y el radiante espacio.
entregan á la embriaguez de la orgía; y
repartiendo el pan entre los pobres ol-
vidados y los mendigos afligidos, les Y a que estamos en la estación de las
dice:^—uRogad, rogad á Dios por esos clemátides, poeta, si t ú quieres, por la
hombres que cantan!,,... noche iremos los tres á ese valle salvaje,
4 Marzo 1837. separando las ramas, sin que despierten
ecos nuestros silenciosos pasos; iremos
los tres, y para estudiar la soledad, allí
la sorprenderemos en su secreta actitud.
VII. E n la dudosa semi-oscuridad, que hace
A Virgilio. que el árbol de u n tronco nudoso ad-
quiera por la noche monstruoso perfil
humano, dejaremos humear, al lado de
un cítiso, alguna hoguera que se apa-
¡Oh V i r g i l i o , oh poeta, oh maestro
gue, por no tener pastor que la atice, y
divino! Ven, dejemos esta ciudad de
escuchando los vagos murmullos de l a
m u r m u l l o vano y siniestro, dejemos esa
noche, á la luz de la luna, con avidez
ciudad gigantesca, dejemos á Lutecia,
atravesaremos las malezas y podremos
que era tan insignificante en tiempo de
ver á hurtadillas cómo danzan los sáti-
tus Césares, y que lanza en la actuali-
ros, que Alphesibeo i m i t a .
dad, bajo el brillante nombre que hoy
23 Marzo 18...
el mundo l a dá, m á s claridad que Ate-
nas y m á s ruido que Roma.

Para tí, que hiciste en los bosques, VIII.


como cae el agua del cielo, caer de hoja
en hoja tus versos misteriosos; para tí,
cuyo pensamiento llena m i fantasía, he ¡ P e r m i t i d m e que os hable, encantado-
encontrado u n sitio pintoresco y som- ra jóven! Dante os hubiera colocado en-
brío entre Buc y Meudon, sumido en tre los ángeles y V i r g i l i o entre las dio-
profundo olvido; he encontrado, caro sas. Son irresistibles vuestros ojos, tenéis
poeta, un puro valle situado entre dos frente escultural y abrís los labios con
collados deliciosos, retiro grato para los expresión festiva; podríais llevar altiva
amantes que deseen ocultarse, entre entre las m á s altivas la coraza de las
olas dormidas y entre espesas ramas, antiguas guerreras. E l conjunto de bel-
donde no penetran los rayos del sol que dades del gyneceo ó del serrallo admira-
i l u m i n a n el bosque, fresco asilo donde ría vuestros labios de coral. Cellini son-
se acoge la sombra. reiría al veros dotada de pura gracia, y
esculpiendo vuestra figura en un vaso
griego, os h a r í a salir de un hermoso cáliz
Para tí lo b u s q u é una m a ñ a n a en de oro ó de una azucena convertida en
que, alegre y satisfecho, vagaba con el mujer, pero sin dejar de ser azucena, ó
corazón lleno de amor; para tí lo b u s q u é de una de esas maravillosas flores del
recorriendo el bosque con la que sabe loto, que trabajaron sus manos, ricas flo-
todos los secretos que m i alma oculta, y res del arte, que envidia la naturaleza.
que sola conmigo, perdidos en aquellas
soledades, seria m i Licoris si yo fuera
t u Gallus. ¡Permitidme que os hable, beldad de
ojos divinos! Era u n dia luminoso el p r i -
248 OBRAS D E VICTOR HUGO.

mer día que os v i . ¿El recuerdo de ese Así hablaba una mujer encantadora,
dia dejó u n rayo en vuestro corazón, tierna y digna, dejando en los brazos del
como lo dejó en el mió? Os sonreís?... sillón de terciopelo arrastrar sus man-
Dadme la mano y venid conmigo. L a gas, y t ú te imaginabas que á esa mujer
primavera hace abrir las flores, el cami- amante le sonreía el libro de la Iliada,
no está cubierto de sombra, el aire es t i - que tenia abierto sobre las rodillas.
bio, y no lejos de a q u í , en los próximos
bosques, el musgo verde y espeso alfom-
bra los pies de las encinas. ¡Hermoso libro que los dos leéis con
21 A b r i l 1837. frecuencia! L a apasionan como á t í sus
atrevidos combates, en los que la guerra
agita sus olas, y aunque es mujer, no
ódia al poeta que canta á Helena, v i é n -
IX. dote enamorado de ella, á pesar de que
prefiere los ancianos á las hermosas.
Mientras l a ventana estaba abierta.

E l l a sube algunas veces á la cumbre


Poeta, tenias la ventana abierta cuan- de sus jóvenes amores, á mirar en el
do la mujer á la que en voz baja t u co- oleaje de los tiempos pasados q u é som-
razón habla con frecuencia en un sillón bra proyecta en ella esta quimera; por-
reclinaba l a cabeza, y decia:—"No os que así como de u n monte cae el agua á
fiéis de mí, amigo, porque ahora m i vida torrentes, murmurando el pasado, sale
camina á la sombra de la vuestra; y corre en arroyos de t u flanco, gigante
Homero!
26 Febrero 1837.
„No os fiéis de que mis miradas se
fijen en vuestros ojos y de que reservo
m i m á s cariñosa sonrisa para vuestra
sonrisa grave; no os fiéis de que, consa- X.
g r á n d o m e á vuestro cariño, os ofrezco
m i corazón, como u n libro en el que solo A Alberto Durero.
vos tenéis derecho á escribir;

E n los antiguos bosques, en los que l a


„Que nadie sabe si l l e g a r á u n dia en savia corre desde la madera negra de los
que me escite la curiosidad de perturbar alisos hasta el tronco blanco de los ála-
vuestro cariño y de alarmarle, ó el i n mos, muchas veces a l través de un claro
quieto capricho, ó el burlón deseo de entre la espesa arboleda, pálido, asusta-
destruir de repente la paz de vuestro do, no atreviéndote á mirar h á c i a a t r á s ,
corazón, como u n niño destruye un ob te has apresurado á salir, temblando y
jeto precioso. convulsivo, antiguo y pensador pintor,
oh Alberto Durero! Se comprende estu-
diando tus notables cuadros, que en los
„Todos los hombres queréis que la frondosos bosques, tus ojos visionarios
mujer conserve dignidad y altivez, por veian distintamente, á pesar de la oscuri-
que esto satisface vuestro orgullo, y que dad, al fauno de aplastados dedos, al
consigan las llamas de vuestro amor, silvano de ojos verdes, á Pan, que cubre
que se reflejan en nosotras, que la altiva de flores el antro donde t ú te recoges, y
se convierta en sumisa á vuestro ca á l a antigua dríada, que lleva las ma-
riño. nos llenas de hojas.

„Enorgulleceos de que soy así. Por Los bosques para t í son un mundo te-
que esos hombres que veis pasar con mible; en ellos se confunde para t í lo
frialdad por m i lado, y que corren cari ideal con lo real; en ellos se inclinan
ñosos tras otras mujeres, si yo quisiera pensativos los seculares pinos, los gran-
—pero no pienso en ello porque no quie des olmos cuyos torcidos ramajes osten-
ro perturbar vuestra paz,—mis ojos dor- tan formas disformes, y en su grupo som-
midos harian pronto brotar llamas en los brío, que agitan los vientos, nada hay
suyos.,, completamente muerto n i completa-
mente vivo. E l berro bebe; el agua cor-
VOCES INTERIORES. 249
re; los fresnos, sobre las pendientes, bajo cen, y que, llorando cuando t ú lloras,
las yerbas silvestres y sobre las zarzas nene casi siempre l á g r i m a s en los ojos.
trepadoras, encogen lentamente sus piés Recibe, beldad celeste, ídolo mió, m i
negros y nudosos. Las flores, de cuello corazón, al que nada le q u e d a r í a si per-
de cisne, tienen los lagos por espejos; y diese t u cariño.
para tí, que al pasar por allí despertabas 19 Mayo 1836.
á e x t r a ñ a s quimeras con garganta de
escama, que apretaban con sus dedos los
nudos de los árboles y que en el fondo
de un antro oscuro fijaban los luminosos XII.
ojos, para tí, la vegetación, el espíritu,
la materia y la fuerza están cubiertos de A OI.
piel ruda ó de corteza viva.
Oh poeta! V o y c a r i ñ o s a m e n t e á remo-
Por los bosques j a m á s he vagado ver hasta el fondo de t u profundo pen-
como tú, maestro, sin que en m i corazón samiento.
haya penetrado el horror, sin ver extre-
mecerse la yerba y sin ver que el viento
mecía confusos pensamientos colgados No la conocías; la viste por primera
en todas las ramas. Solo Dios, que es el vez una tarde cuando el sol caminaba há-
testigo de los hechos misteriosos, solo cia su ocaso, una tarde en que de repente
Dios sabe con q u é frecuencia, en los si- se te apareció fresca y hermosa en u n
tios salvajes, he sentido en ellos como en luminoso sitio, menos brillante que ella.
m í palpitar y vivir un alma, y sonreírse E n sus cabellos r e l u c í a n las facetas de
y hablarse en la oscuridad en voz baja m i l diamantes; andaba majestuosamen-
las encinas monstruosas que tanto abun- te, era blanca, de ojos negros, de alta es-
dan en los bosques. tatura, y embriagaba á la m u l t i t u d que
20 A b r i l 1837. la veía pasar. Todo en ella era fuego
brillante ó ardor riente. Algunas veces
las palabras c a í a n de su boca como las
espigas doradas del saco de la espiga-
XI. dora. S a l í a de sus labios vapor lumino-
so. Todos h a c í a n exclamaciones, admi-
rando sucesivamente su frente llena de
Y a que en la tierra todas las almas pensamientos, abierta ante el amor su
dan á alguno su música, su llama ó su inefable sonrisa, y como dos respiraderos
perfume; ya que todos los objetos dan en de un encendido foco, sus ojos, que ha-
el mundo sus espinas ó sus rosas á sus cían comprender su corazón ardiente.
amores; ya que A b r i l d á á las encinas Andaba y pasó como inflamado p á j a r o ,
grato murmullo; ya que la noche conce- encendiendo sin saberlo fuego en los
de á las penas el olvido en el sueño; ya corazones, fijando ú n i c a m e n t e la vista
que el aire d á á los pájaros la movediza en el camino que iba siguiendo y des-
rama; ya que la aurora d á á las clemá lumhrando al pasar.
tides gotas de rocío; ya que cuando llega
á descansar en l a playa la onda amarga
d á u n beso á la ribera; te doy en estos T ú la contemplabas sin atreverte á
momentos, inclinado hácia tí, lo mejor acercarte á ella, porque el barril de pól-
de lo que yo poseo. vora tiene miedo á las chispas.
26 Mayo 1837.
Recibe, pues, m i triste pensamiento,
que, como impregnado de rocío, te lo
dedico llorando. Recibe, amor mió, mis
innumerables deseos; recibe la luz y la
XIII.
sombra de todos los dias de m i vida. Re-
cibe m i entusiasmo, m i embriaguez y m i J ó v e n poeta, ese perverso hace una
cariño, y todas las caricias que te dedico guerra cobarde y no le asusta t u indig-
en mis canciones. Recibe m i espíritu, que nación; créeme y no hagas caso de ese
libremente boga á la ventura y del que Zoilo de miradas traidoras; no hagas
t u mirada es la ú n i c a estrella. Recibe á caso de ese infeliz b u r l ó n . Respira en la
m i Musa, que las horas soñolientas me- atmósfera de t u desprecio y t u ódio le
TOMO V.
250 OBRAS D E VICTOR HUGO»

complace. Sabe que puede manchar i m - sol derrama la alegría, en el que los nidos
punemente las reputaciones bien adqui- cantan en los árboles: nosotros, mientras
ridas y que es demasiado venenoso para en lontananza todo vibra y tiembla sa-
que nadie le quiera tocar. Nada teme: es tisfecho, nos encaminaremos al bosque,
como el hongo disforme que brota en y si queréis, andando juntos pensaremos;
una noche al pió de una encina, que deja
pacer los cabritillos á su alrededor y que
prueben los dientes en los tiernos arbus- Pensaremos los dos en aquella lindísi-
tos, porque tiene el convencimiento de ma doncella que duerme eternamente
que si se acercan á él s a b r á vengarse, y enterrada bajo la yerba que salpican
como está hinchado de veneno, espera florecillas de oro, donde el pájaro v á á
tranquilo que le muerdan. buscar granos de mijo, y que este invier-
18 Mayo 1837. no pasado, creyendo larga su vida, hizo
que le prometiera su madre u n traje de
primavera.
A b r i l 1837.
XIV.
Abril.—A L u i s B .
XV.
L a vaca.
Luis, hó a q u í el tiempo de respirar el
aroma de las rosas, de abrir los cristales
de las ventanas que tanto tiempo estu- A la puerta de una casa de campo,
vieron cerradas; el tiempo de admirar algunas veces, hácia el medio dia, al
las bellezas divinas de la naturaleza, que calor de los rayos solares, estando senta-
flotan en los montes, en los bosques y en do u n anciano, ante el que pollos y ga-
los barrancos, en las ondas, en l a sombra llinas pasan levantando sus crestas ro-
y en los vientos. jas, en u n sitio donde los guardianes del
sueño de la casa, los dogos, en sus perre-
ras oyen el canto del guardia que los
Luis, hó a q u í el tiempo de que repose despierta, el canto del gallo, se habia
el alma en la tranquila sonrisa que lleva parado en aquellos momentos una vaca
el sello de una vaga llama que irradia en soberbia, enorme, bermeja y manchada
la frente del cielo diáfano; hó a q u í l a de blanco, cariñosa como una cierva con
hora de que se dilate el corazón como sus cervatillos; hormigueaba bajo su
agua que humea y de que las nubes y vientre u n grupo de pequeñuelos, de
las brumas se disipen en la extensión dientes de m á r m o l , frescos, pero firmes,
azul. y todos á la vez y gritando llamaban á
otros m á s pequeños, que se apresuraban
temblando á robar á l a lechera, que
Hó a q u í el tiempo en que los amantes estaba ausente, la leche, que sacaban
paseen por debajo de los verdes pabello- tirando de los pechos fecundos de su ma-
nes de los árboles y de que sacudan sus dre la vaca; ósta, complaciente y pode-
alas, que el invierno mojó; hó a q u í la rosa y llena del tesoro de la vida, ape-
hora de que cante el ruiseñor, cuya voz nas movia sus costados, pintados como
tierna encierra bastante a r m o n í a para la piel del leopardo, y d i s t r a í d a miraba
que se difunda por todos los amores que vagamente á cualquier parte.
salen del corazón.
De este modo, naturaleza, fuente de
L l e g ó el tiempo de crecer el trigo, de
vida de los humanos, madre universal,
j u g a r el n i ñ o , de murmurar el agua, de
todos nosotros á la vez, místicos y car-
recoger las frutas y las rosas; llegó el nales, buscando sombra y leche, bajo
tiempo de que el cabritillo, furtiva y tus flancos eternos, todos confundidos y
graciosamente, mordiendo las hojas ba- suspensos estamos por todas partes de
jas de a l g ú n árbol inclinado, haga cor- tus colosales pechos; y mientras que
rer al cabrero. hambrientos voceamos, en tus inagota-
bles manantiales apagando la sed, tú,
L l e g ó el tiempo en que, pensando en tranquila, sin moverte, estás pensando
la tristeza pasada, exclamamos:—^Ya en Dios.
desapareció,,. L l e g ó el tiempo en que el 15 Mayo 1837.
VOCES INTERIORES. 251
bre el musgo, con los ojos bajos y el
seno palpitante, ó la hermosa Caussade
ó la jóven Cándale, de un real amante
XVI. conquista feudal, que al internarse en
la gruta decia: "Señor;;, y al salir: "Luis„
Panado. al monarca.

Era un antiguo castillo de la época Entonces, como ahora, dos corazones


de Luis X I I I . E l sol poniente enrojecía unidos erraban bajo aquellos árboles,
el solitario palacio. Desde lejos cada que tantos amores presenciaron; él lla-
ventana, transformada en una fragua, maba á su duquesa á n g e l entre las mu-
habia perdido su forma; parecía una i n - jeres, y con miradas ardientes y con el
mensa brasa, y el techo desaparecía en- alma apasionada se deslumhraban el
tre los rayos de fuego del sol. uno al otro.

A nuestra vista se e x t e n d í a , como der-


ruida gloria, uno de esos parques en los Entonces se oian risas vagas, perdidas
que la yerba borra el camino, en los que en el fondo de los bosques; risas que na-
en u n rincón, sobre un pedestal gris, la cían de otros amantes que se entregaban
taciturna estatua del invierno, casi ta- á la felicidad. De vez en cuando una
pada por la hiedra, se oculta como si pausa detenia sus delirios: ól pregunta-
tuviera frió. ba con ternura: "Por q u é suspiras?,, E l l a
cariñosamente le respondía: "¿Por q u é te
quedas pensativo?,,
L a gran alborea dormía como lago
solitario. U n Neptuno verdinegro se en-
mohecía en el agua, los c a ñ a r e s oculta-Los dos, el á n g e l y el rey, con las ma-
ban las olas, el agua se filtraba en la nos entrelazadas, paseaban contentos y
tierra y los árboles confundían sus ra- orgullosos, hollando los verdes céspedes,
majes, que en otros tiempos inspiraron cambiando sus miradas, sus hálitos y sus
las rimas de Boileau. pensamientos!... „•— ¡ Tiempos desvaneci-
dos, esplendores eclipsados, soles tras-
puestos en el horizonte!...
. Veíanse algunos momentos errar por I.0 A b r i l 1835.
los espesos bosques hermosos ciervos,
que parecía que echaban de menos á los
cazadores; y en el m á r m o l blanco, que
antiquísimo tronco de árbol apuntala, XVII.
debajo de u n carpe, trocado en abeto, se
ola suspirar á las dos hermanas, Ga- En el mar.
briela y Venus.
Cerca de l a barquilla del pescador que
Y a no pasaban por aquellos jardines se balancea, cuando los dos al terminar
mudos las capas que levantaban la pun- el dia bogamos en nuestro esquife, de-
ta de los espadones; los tritones parecían jando que cante el pescador y que gima
que hablan cerrado los ojos, y en la os- el oleaje;
curidad, entreabriendo sus m a n d í b u l a s
de piedra, fastidiada, una antigua gruta
bostezaba en el fango de los bosques. Cuando nos sentamos al abrigo que
nos prestan las velas y á su sombra,
Entonces les dije:—"Ese castillo aban- cuando t u mirada fija parece que quiera
donado encerró el amor, fresco como lo recoger la luz de las estrellas;
encierran los corazones, y risas, y gloria
ó innumerables fiestas; y su pasada ale- Cuando los dos creemos leer lo que
g r í a es la que le convierte hoy en som- ha escrito el libro de la naturaleza, res-
brío, como se ennegrece u n vaso enmo- póndeme: ¿en q u é consiste que mien-
hecido por el licor que encierra. tras m i corazón suspira, tus labios se
sonríen?
Entraban en esa gruta, cuyo piso cu-
25^ OBRAS D E VICTOR HUGO.

Dime, ¿cómo es que á cada ola que ravillas, viviendo con inquietud y con
pasa el pensamiento llena m i alma, sobresalto,
como una copa de hiél? Es que yo miro
las ramas, mientras t ú miras al cielo.
¿Sabéis q u é es lo que v á á posarse so-
bre vuestra m á s linda rosa ó sobre vues-
Es que yo veo las olas sombrías y t ú tra m á s blanca azucena? E l olvido para
los brillantes astros; es que, perdido en su las cosas y la tumba para el hombre.
número, yo cuento las sombras y t ú cuen-
tas las claridades.
Porque el Señor retira de nuestro al-
cance las frutas en cuanto las hemos
Todos los mortales, siguiendo la su- cogido. A l navio le dice:—"Encalla!;; A
prema ley, remamos hasta el fin de la la llama le dice:—"Espira!,, A la flor le
vida: no hay hombre en el mundo que dice:—-"Marchítate!,,
no siembre ó que no trabaje en suelo
estéril.
A l guerrero, que apoya, le dice:—"Me
reservo la ú l t i m a palabra; asciende, as-
E l hombre es un mar que ruge; el hu- ciende, que de la cumbre m á s alta la
r a c á n tuerce su rumbo, rema en pro- caida será m á s profunda.;,
funda oscuridad, y la esperanza se le es-
capa por las hendiduras de su bajel.
Dice á la jóven enamorada:—"Des-
lumhra á t u amante; sé hermosa antes de
Su vela, que agujerea el viento, poco morir; chispea, que luego serás ceniza
á poco se vá desgarrando; las corrientes eternamente.,,
se burlan de su camino, y los obstáculos
espuman sin cesar sobre su proa.
Mortal, el órden eterno, al que te opo-
nes, te envuelve y te absorbe: quéjate si
A y ! todo en la naturaleza sigue su ley te atreves á Dios, que creó el cielo tan
impuesta: donde quiera que nos dirija- grande y al hombre tan p e q u e ñ o .
mos, vemos siempre una onda que se ex-
tremece y u n hombre que camina.
Que dude ó que niegue el mortal, pasa
combatiendo el camino de su vida, y la
D ó n d e v a s ? ~ H á c i a la eterna noche. a r m o n í a eterna pesa como una ironía so-
D ó n d e vas?^—Hácia el eterno dia. Y tú? bre el alboroto humano.
— A ver si es preciso creer — Y tú?-
Y o voy hácia la gloria.—Y tú?'—Yo voy
hácia el amor. Todos los falsos bienes que envidia-
mos pasan como una tarde de Mayo, y
todo se e x t r a v í a en l a oscuridad: nada
Todos vais hácia la tumba, todos vais nos queda de la vida, excepto el haber
h á c i a lo desconocido; águila, buitre ó pa- amado.
loma, caéis donde todo cae y de donde
nada vuelve.
Por eso yo inclino la cabeza cuando
t ú yergues la frente; por eso yo, sombrío
Vais los desconocidos adonde van los poeta, escucho lo que me dicen las olas.
hombres m á s celebrados, donde v á la flor
que se abre en A b r i l , donde v á la aurora,
donde vá la noche. Por eso para que me respondan sobre-
saltado las interrogo, y en el abismo que
sondeo veo el cieno mezclado con el
¿ P a r a q u é os t o m á i s tanto trabajo, agua.
para q u é sufrís tantas inquietudes? Be-
bed el agua de las fuentes, sacudid las
bellotas de las encinas, amad y dormid. No contemples el abismo como yo; t ú ,
Cándida y pura, hácia la luz blanca de
las estrellas dirige las tranquilas m i -
Porque después que como ovejas pa- radas.
sáis la vida trabajando, soñando en ma-
VOCES INTERIORES. 253
Haces bien: contempla cómo los astros bre t u corazón y sobre t u vida irónica
brillan en el cielo, ya que el instinto sombra, y se rie, encerrando t u j u v e n t u d
te atrae hacia las alturas. M i r a cómo destruida en un cuadro deslumbrador.
Dios sonríe, mientras yo miro cómo el
hombre llora.
9 Noviembre 1836. ¿Orees poseer verdaderamente ese flore-
ciente territorio, en el que el árbol forma
una cúpula, en el que el estanque apa-
rece dorado á los rayos del sol poniente,
XVIII. y en el que en el bosque, el monte en
cuya cumbre sobresale una torre, forma
•:an hermoso grupo?... Ese es un sitio sa-
Algunas veces en V i r g i l i o , dios que grado para el que sabe en los prados, en
era casi un á n g e l , despiden los versos las aguas y en los valles encontrar el
e x t r a ñ o resplandor: es porque empeza- contorno d é l a faz eterna, de la que el
ba á soñar lo que sucedería en lo futuro; rostro humano solo es l a sombra carnal!
es porque era el poeta que cantaba en
los momentos en que Jesucristo lanzaba
el primer vajido en la cuna; es que, sin Qué haces tú ahí? Nunca te se vé,
saberlo él mismo, poseia una de esas a l - cuando la primera luz de la m a ñ a n a
mas que el lejano Oriente t e ñ i a con sus b a ñ a los techos, salir, coger una flor,
vagas claridades y que la b a ñ a b a la luz copa irisada, que presentan las plantas,
naciente del misterioso Cristo. llena de rocío, á los pájaros; detenerte
algunas veces, ponerte á leer en el libro
interrumpido, caminando lentamente,
Dios quiso que al nacer el H i j o del cuando el ruido del viento corta en es-
hombre, la aurora de Belén blanquease trofas inciertas la m o n ó t o n a canción que
la frente de Roma. murmuran las fuentes.
22 Marzo 1837.

Nunca has seguido de cumbre en cum-


XIX. bre la línea que forman los collados;
nunca has gozado en ver el agua que
A u n rico. refleja a l g ú n sauce nudoso, retorcido
como u n atleta; j a m á s , fijando t u espíritu
en a l g ú n misterio, has tratado de com-
J ó ven, te compadezco; y esto no obs- prender q u é hace el secular olmo incli-
nado y mirando extenderse á sus pies
tante, admiro t u inmenso y delicioso
toda la llanura.
parque, al que no se le vé t é r m i n o , triste
ó alegre, según la estación en que se en
cuentra, de doce leguas de extensión, Nunca en el verano, cuando el sol está
lleno de árboles y de matorrales y de ca- en el medio dia, cuando toda la natura •
seríos. leza está laxa, nunca el cervatillo perezo-
so, agazapado en el agreste antro, te vió
en la soledad caminar lenta y gravemen-
Admiro tus dominios, y sin embargo, te, como temiendo despertar á alguno, y
te compadezco, porque en tus frondosos vagar por los tupidos bosques, en los que
bosques, en los que la primavera derra el silencio duerme sobre el terciopelo del
ma todo su fausto, no se encuentra r u i musgo.
na tan miserable como lo es un hombre
gastado, marchito, sin ilusiones, rico y
sin voluptuosidad, jó ven y sin pasiones Qué te importa todo eso? Te fatigan l a
cuyo corazón destrozado no encierra vista la verdura, las nubes y el azul del
m á s que u n triste m o n t ó n de copas va- cielo. No eres de esos locos que van, va-
cías, de vasos rotos, que solo conservan nagloriándose de ello, tendiendo los oidos
el fastidio, y de los que huyeron para á las voces que cantan por todas partes,
siempre la pureza, l a a l e g r í a y el amor. que dan gracias al Señor porque hizo
florecer la primavera, que recogen nidos
y que contemplan durante mucho tiem-
Me das lástima^ tú, que crees causar po a l g ú n hongo, e x t r a ñ o m ó n s t r u o de l a
envidia; esa espléndida morada lanza so- yerba. T u espeso bosque parece que re-
m OBRAS D E VICTOR HUGO.

clame en el mes de A b r i l que le recorran una mujer, el sábio que tiene amargura
parejas de amantes, frentes pensativas y en el corazón, y vienen á refrescar en esta
corazones que suspiren; y tú que los re- soledad, aquel su amor y éste su estudio;
corres te ocupas en calcular c u á n t o te todos los que saboreando l a belleza de
producirá la tala; en calcular que Paris, ese lugar desean, separándose de los
(jue es un anciano que t i r i t a de frió en el hombres, aproximarse á Dios, y que di-
invierno, espera con ánsia el fuego para sipando a q u í sus perturbaciones adquie-
entrar en calor. Mientras nuestros ojos se ren en el bosque algo del inmenso reposo
encantan contemplando la naturaleza, de la creación, todos los hombres pobres,
tus miradas solo ven los trigos converti- pero que no son ambiciosos y que te dan
dos en harina y la pradera en heno; para lástima, son en este frondoso parque m á s
t í el labrador solo es un rústico á quien ricos que t ú , están en su casa m á s que
se paga; para t í toda nube de humo on- en la tuya, aunque t ú seas dueño de ta-
dulante, en el claro paisaje, sale de un lar el bosque y de vender sus frutos.
hogar impuro, en el que se cuece alguna
vianda. Cuando l a tarde v á á espirar,
cuando te retiras montado en un caballo, Para ellos nada hay estéril en esós
con las piernas pendientes, y ves que los frescos asilos. Todo encierra dones secre-
boyeros, desalados, con sus vigorosos bra- tos para el que sabe recogerlos. E l espí-
zos pican á dos gigantescos bueyes, que r i t u , que se vé libre del rugido de las pa-
siones, medita sobre un árbol muerto y
por torcido camino se apresuran á regre-
sobre las ruinas de u n antiguo puente.
sar al establo, en presencia de ese cuadro
Todos los objetos que componen el bos-
solo piensas en los reparos de mamposte-
que responden á a l g ú n objeto parecido
r í a que tienes que hacer, en vender tus en el bosque del alma. L a extinguida
silos y en si m e n g u a r á ó no t u renta. hoguera de un pastor recuerda el amor
ardiente. Todo sirve para aconsejar al
Cuando llega la hora del crepúsculo, que piensa, sea jóven ó viejo. Nos pin-
después de haber pasado u n dia monóto- chan las zarzas lo mismo que los envi-
no, te encierras en t u casa, sin saber que diosos; las hojas i n v i t a n á creer, y las
las tibias noches del otoño vierten su cas- olas, fluyendo ligeras, nos advierten que
to aliento en las colinas; pero eso nada te nos apresuremos, porque las horas pasan
importa. Tampoco sabes que hay quien veloces. Para ellos nada es mudo n i frió,
pasa la vida al lado de las modestas jó- nada está muerto. U n a gota de sangre
en una pluma despierta en ellos u n re-
venes, cuyas rosadas frentes brillan al
mordimiento; los manantiales son rios
reflejo de las l á m p a r a s , que están senta-
de lágrimas; la flor que se inclina al mar-
das formando círculo, bordando y ha-
gen del rio les dice: "¡Acordaos, almas
blando familiarmente; que ocultan sus huérfanas!,, Para ellos el antro profundo
deseos y su corazón, que quizá embalsa- esconde un sueño brillante, y la noche,
ma un vago amor, flor que nadie coge, en su cielo lleno de constelaciones, el ár-
perfume que solo se nota hablando en bol, a l t r a v é s de su ramaje, les enseñan
voz baja con ellas. Ese cuadro te hace el astro luminoso y las palomas blancas,
burlonamente sonreír y sepultarte en un prestando consuelo á los corazones des-
cuarto con otros hombres como t ú , sen- graciados, porque los pájaros les dicen:
tados alrededor de una mesa de tapete "Amad!,, y las estrellas: "Creed!,,
verde, á la luz de cuatro bujías, y pasar
l a noche jugando. Sin embargo, los ra-
yos de la luna iluminan de lleno t u ven-
H é a q u í lo que en tus dominios l a va-
tana.
ga oscuridad de las murmurantes ramas
vierte en las almas que sufren.—¿Y t ú
Te digo que verdaderamente eres i n - q u é haces?—Todos los años v á á hun-
sensato; esos dominios, esos prados, esos dirse en corrientes de oro al fondo de t u
bosques y esos valles, esos campos que cofre el inefable tesoro de ese murmullo,
hasta en el invierno ofrecen sus atracti- de esa sombra, de esos ruidos que salen
vos, no te pertenecen; no los comprendes. de los árboles que el viento extremece, y
truecas esos bosques, en los que el amor
se embriaga, por un palco de la Opera.
Los paseantes, los niños y los poetas
que gozan de la espesura de t u bosque,
el pintor que le recorre enamorado del ¡Si al menos l a música te llegase al
paisaje, el amante á quien solo preocupa corazón! Pero no; entre tí y el arte el oro
VOCES INTERIORES. 255
levanta una barrera, E l espíritu que Los sigue siempre, vigilándolos y res-
comprende el arte comprende t a m b i é n g u a r d á n d o l o s , ya Enero los r e ú n a alre-
todo lo demás. Vas, pues, á dormirte en dedor del hogar, ya la dulce brisa del
el teatro, sin sospechar siquiera que así mes de Mayo, que riza el arroyuelo, re-
como los tesoros que te produce t u here- mueva encima de ellos las hojas, mien-
dad, Grluck es un bosque y Mozart es un tras juguetean debajo de la copa de los
manantial. árboles.

Duermes en el teatro, y algunas veces, Algunas veces, cuando pasando cerca


sonrióndote la moda, te llama la aten- de ellos un mendigo contempla con en-
ción, dicióndote: "Admira, rico!,, Enton- vidia un hermoso juguete de plata, l a
ces, alegre y voceando, te despiertas madre, que está presente, solo necesita
preguntando cómo se llama el autor, sonreír á sus hijos para convertir el j u -
concediendo que siempre l a musa sea un guete en una limosna y á los niños en
hombre, j o r q u e se enfriaría t u e x t r a ñ o ángeles.
orgullo si te dijeran que aquella obra
era una urna en la que una mujer h a b í a
vertido todo su corazón. Y yo, que tengo á la vista á la madre
y á los hijos, mientras que cerca de m í
los pequeñuelos juegan alegres, como
¡Señor de esa soberbia heredad, gui- los pájaros en las playas, m i corazón se
jarro v i l incrustado en radiantes rubíes, ensancha, y siento poco á poco desapare-
m u é r d a g o parásito que te hincha la sa- cer las arrugas de m i frente.
via de las encinas, pobre rico!—Vive, Junio 1834.
pues, ya que eso para t í es v i v i r . Vive
sin corazón, sin fe y sin pensar; vive para
esa pasión v i l que se llama oro y para esa XXI.
pasión vana que se llama orgullo. Vege-
ta, ya que solo tienes sangre en las ve-
nas, ya que no sientes que Dios se extre-
mece en las cañas, que abre sus ojos con E n el antiguo j a r d í n , cuyos grandes
la aurora y que canta con los pájaros; andenes sombrean dos filas de tilos, t a n
ya que en las colinas pendientes, donde castos y tan velados, que la flor que se
humean las c a b a ñ a s j u n t o al lago, bajo abre allí parece un incensario; donde las
los árboles, en tus propios jardines, eres horas, marcando sus pasos desde el alba
tan poco perspicaz en t u ávido instinto, hasta la noche, proyectan sucesivamen-
eres tan sordo á la vida y á sus a r m o n í a s , te en las pilas de las fuentes de m á r m o l
como el lobo salvaje que vaga por los los rayos del sol y la sombra de los ár-
bosques. boles, vosotros sabéis ¡oh ángeles! que yo,
pensativo y cariñoso, contemplaba á l a
22 Mayo 1837. claridad del día cómo jugaba el pájaro
volando, cómo se plegaban las ramas y
q u é tiernos pensamientos ocupaban m i
XX. imaginación, mientras que el querido
niño, cuya frente beso, corriendo, hacia
Mirad. Los niños se han sentado for- apresurar mis pasos y me llevaba arras-
mando corro. Cerca de ellos está su ma- trando hacia la gruta que festoneaba l a
dre, que es tan jóven, que podría t o m á r - hiedra.
sela por su hermana mayor; inquieta, 20 Febrero 1837.
contemplando sus Cándidos juegos, se
agita pensando en el porvenir que le
reservará el destino.
XXII.

A l lado de ella terminan los lloros y A los p á j a r o s e s c a p a d o s .


nacen las risas. Su corazón es tan puro,
tan parecido al de los niños, su claridad
es tan casta, que al pasar l a vida llena Niños, volved; hace poco, imprudente-
de cuidados al través de* sus días, se mente, riñéndoos, os he desterrado de m i
transfigura en poesía. gabinete. Qué motivo me disteis para eso?
Qué hicisteis, bandidos de labios rosados?
256 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Q u é crimen habéis cometido? ¿Haber roto ayuda á leer señalando con el dedo las
en m i l pedazos un jarro del J a p ó n ? Haber palabras, n i vuestras risas francas y sin-
agujereado aquel retrato viejo? ¿Haber- ceras, que enseñan de repente perlas en-
me enriquecido m i hermoso misal gótico, ;re los labios.
trazando con vuestras manos dibujos
fantásticos? No, nada de eso. Esta ma-
ñ a n a , aprovechando los momentos que Indudablemente los espíritus, los sil-
os habéis quedado solos en m i cuarto, bos y las hadas, que las bocanadas del
cogisteis entre mis papeles una hoja que viento traen á m i cuarto; los gnomos
contenia el grupo informe de algunos acurrucados allá arriba, cerca del techo;
versos, que yo estaba componiendo, y po- os duendes familiares, que hablan en los
niéndoos de acuerdo, los habéis arrojado rincones á mis vasos chinescos, todo ese
al fuego para divertiros, para contem- invisible enjambre de alegres demonios,
plar cómo vagan las chispas por entre l a la debido reírse á carcajadas cuando á
ceniza negra. Esto es todo: pensabais en su presencia os vieron sacar de m i car-
í u g a r , y creíais haber obrado bien. tera los exámetros, sin concluir y sin
corregir; sacarlos de ella y arrojarlos a l
fuego, y aplaudir con gran contento de
Por semejante p é r d i d a no debo enco- ver que con esos versos tan feos habíais
lerizarme. ¿Qué valor tiene una estrofa levantado llama tan hermosa.
que nació mientras vosotros juguetea
bais, n i una oda llena de versos hincha
dos, n i pesados alejandrinos, montados Niños traviesos, que hice salir de a q u í ,
unos sobre otros, como los estudiantes al volved á m i cuarto á charlar, á saltar, á
dejar sus bancos? Otro padre os hubiera cantar, á abrir los libros que queráis, á
dicho:—"Muchas gracias; me habéis ro- tocarme en el brazo mientras estoy es-
bado la presa que destinaba al folletín „; cribiendo. Convengo en que obré m a l y
pero yo os he reñido. He cometido u n en que vosotros tenéis razón; ¿pero q u i é n
no r i ñ e alguna vez sin motivo? Es pre-
error grave y ridículo; pigmeos delicio-
ciso ser indulgentes. Y a que todos so-
sos, que no quisisteis incomodar á Hér-
mos miserables, los pequeños no deben
cules, yo os a s u s t é diciéndoos:—'"¡Idos de
ser severos. Niños queridos, todas las
a q u í ! Dejadme solo!,,—Pobre de m í ! Y a m a ñ a n a s vuestra alma cariñosa se a b r e á
me quedó solo; y qué? Vaya u n triunfo! la alegría, como una ventana á la luz del
—Pero á vosotros q u é os importa?... En- dia, y verdaderamente seria un hermoso
contrasteis l a libertad fuera de m i cuar milagro que el niño alegre fuese pruden-
to, respirásteis el aire libre, os fuisteis te. E l destino os acaricia en la niñez;
corriendo al hermoso parque á disfrutar pero nosotros, que pensamos, que somos
del cielo claro, de la primavera, de la na- hombres, tenemos el carácter agrio y
turaleza tranquila, de ese poema de Dios pendenciero, nuestros dias de m a l humor
que vale m á s que los mios, en el que el y de fastidio. Esta m a ñ a n a llovía, y hoy
n i ñ o puede coger una flor, como una es hace mucho frió. Por el cielo ha pasado
trofa viva, sin que nadie le r i ñ a n i le hace poco una nube de m a l aspecto. Des-
asuste, y yo q u e d é solo y triste, resbalán- pués siempre se tiene a l g ú n remordi-
dome por la pendiente que se llama fas miento. Esto nos hace ser malos algu-
tidio; porque hacia ya mucho tiempo que nas veces; comprendereis lo que os digo
estaba sentado en l a antesala, esperando, cuando l a edad anuble vuestros rostros,
©1 doctor inglés, que no os puede ver y cuando seáis mayores.
que esperaba que vosotros salieseis para
entrar.
Y a os dije que hice m a l , pero estoy ya
Qué haré? Leer a l g ú n libro? No. ¿Dic bastante castigado y debéis perdonarme
tar versos? Para qué? Todo me fastidia y volver á m i cuarto; venid, hagamos
los esmaltes blancos ó azules, la esfera las paces. Tomad; os entrego mis l á p i -
que hace dar vueltas al cielo sobre su ces, mis papeles, m i antiguo c o m p á s sin
eje, los hermosos insectos pintados en punta, mis lacas, todos esos juguetes
mis tazas de Sajonia, todo me fastidia: del hombre que envidia el niño; os en-
tengo el pensamiento fijo en vosotros t r e g a r é todo lo que queráis. Podéis sen-
E n cuanto salisteis de a q u í perdí la ale- taros en m i mesa-escritorio, ó poneros en
g r í a , me quedé sin la satisfacción que ella de piés; podéis cantar, arrastrar m i
me causa el ruido que movéis á m i aire sillón grande, y lanzar contra el ban-
dedor, y sin ver que el m á s p e q u e ñ o se co esculpido todos á la vez vuestros an-
VOCES INTERIORES. 257
gulosos juguetes, que estropean la ma- cerrándose, confunden con el viento sus
dera. Os permitiré t a m b i é n , pero os lo hálitos marinos, y en la que se oyen en
permitiré con alegría, que hojeéis cuan- los aires inefables ecos, que provienen
do queráis m i B i b l i a pintada, que siem- de la tierra ó que provienen de las aguas,
pre habéis tenido miedo de tocar, y que estoy pensando en vosotros, hijos mios,
en una de sus l á m i n a s se vé al Dios en la casa, en la familia, en la r i s u e ñ a
Padre vestido de emperador. mesa, en el fuego del hogar y en todas
las solicitudes con que os cuidan vuestra
madre tan tierna y vuestro abuelo tan
Después quemareis los versos que ten- cariñoso. Y mientras que el líquido Océa-
go esparcidos sobre la mesa, si os divier- no se extiende á mis piés, mientras con-
te ver cómo se convierten en humo; no templo ese espejo de las estrellas, y los
seria tan clemente con vosotros si estu- marinos, tras las velas de sus buques, de-
viéramos en casa del notable poeta j a n vagar la vista desde el infinito de
Méry, cuyos versos vuelan hasta los cie- los mares hasta el infinito de los cielos,
los. Pero q u é importan los mios!... Vos- pensando yo nada m á s que en vosotros,
otros sois toda m i poesía y m i espíritu contemplo y sondeo el cariño que os pro-
sigue vuestros caprichos; sois los reflejos feso en la profundidad de m i alma; amor
y los rayos con que ilumino mis som- tierno, poderoso y eterno; c o m p a r á n d o l e
brías rimas. Niños, cuya vida anima la con él, el mar es p e q u e ñ o .
esperanza; niños, á los que la ignorancia Julio 1836.
d á alegría, nunca habéis sufrido y no
podéis saber, cuando el pensamiento al
poeta taciturno le cansa y le fatiga, q u é
dulce calor difunden en él vuestras son- XXIV.
risas. No podéis comprender cómo nece-
sita entonces de la serenidad que b r i l l a T e n t a n d a v i a est.
en vuestras frentes!
No os asustéis, inquieta madre, cuya
Volved á m i cuarto, si no queréis que bondad no tiene t é r m i n o , al verle, sien-
permanezca triste y sombrío por vuestro do tan pequeño, tan grave y tan pensa-
abandono, como el pescador de Btretat tivo. Como pajarillo blanco que, solo
que, cansado de un largo invierno, medi sobre u n arrecife, vé que sube hácia él el
ta apoyándose en los codos y se fastidia Océano desde el fondo de las tinieblas,
de ver desde su ventana el cielo i n u n contempla ya la vida, inmensa y som-
dado de l l u v i a . bría, vé cómo avanza pasa á paso; pero,
23 A b r i l 1837. cariñosa madre, no os asustéis.

No os inquietéis, y c a r i ñ o s a m e n t e be-
XXIII. sad la frente pensativa del n i ñ o , que no
es un sábio, que no es un prodigio, que
solo es u n soñador: m á s vale que sea así;
E n q u é pienso? A y ! Separado de vos esto debe enorgulleceros. L a meditación
otros, hijos mios, en vosotros pienso, en es hermana del génio; el niño soñador
vosotros que sois la esperanza del estío forma al hombre pensador, y el pensa-
de m i vida, vástagos que todos los años miento es tan poderoso, que descubre á
crecen y aumentan la sombra del muro Milton el cielo y á Dante el infierno.
de m i existencia. Pienso en los dos pe-
queños que lloran riéndose, que empie-
zan á hablar, y que juegan y que se U n dia será grande; no dudéis que es-
quejan y que disputan; pienso después pera un porvenir de gloria al niño mis-
con inquietud en los dos mayores, que, terioso que todo lo pregunta y que todo
lo inquiere. ¿Quién sabe si recogerá del
m á s entrados ya en años, inclinan a l g u -
nas veces la cabeza, el uno curioso y el suelo, sin gran fatiga, el colosal cincel
otro pensativo. que al morir dejó caer Miguel A n g e l y
e n t a l l a r á en el m á r m o l sorprendentes
batallas? ¿Quién sabe si, como Francis-
Solo y triste en la playa, por la tarde, co I ó como Bonaparte, t o m a r á para
oyendo las canciones de los marineros; j u g a r al ajedrez la Europa por tablero?
en la hora en que las olas, abriéndose y ¿Quién sabe si irá, bogando á toda vela,
TOMO V. 33
258 OBRAS D E YICTOR HUGO.

ajustando á sus ojos el cristal del teles- el infierno vago y vivo. Esa pendiente
copio, y e n c o n t r a r á su vista perspicaz en se pierde en la indecisa bruma; en cada
la esfera azul ó en el mar profundo un grada está sentada una queja, y se oye
astro como Herschell ó un mundo como débil ruido de crugido de dientes en
Colon? aquella oscura noche. Allí están las v i -
siones, los sueños, las quimeras; los ojos,
que el dolor trueca en amargos manan-
¿Quién sabe lo q ue le reservará el por- tiales; y el amor, pareja enlazada, triste
venir? Dejad que crezca ese niño serio, y ardiendo, pasa entre un torbellino
que n i siquiera conoce la curiosidad con con una llaga abierta en el flanco; en u n
que le vemos crecer. Quizá piense ya ese rincón la venganza y el hambre, impías
niño frágil como pensaba el niño que hermanas, acurrucadas juntas sobre u n
luego se llamó Virgilio, en el combate cráneo roido; la p á l i d a miseria, la ambi-
que persigue siempre al que es poeta bri- ción, el orgullo alimentándose de sí mis-
llante; quizá piense ya en intentarlo, en mo, la inmunda lujuria y la avaricia i n -
vencer, y en que pregone la gloria su fame; m á s lejos la cobardía, el miedo, la
nombre brillante con las cien voces de traición, y después m á s abajo aun, en la
sus clarines. Droíundidad del abismo, el ódio hacien-
9 Junio 1835. do muecas de dolor.

Eso es la vida, inspirado poeta, y obs-


XXV. truyen su brumoso camino terribles obs-
táculos. Pero para que nada falte en
ella, en su camino estrecho nos enseñáis
Hermosa jóven, el amor es al principio siempre, de pié á vuestro lado y dirigién-
u n espejo, en el que la mujer coqueta y doos al génio de frente serena, de ojos
linda gusta verse retratada, y al que se resplandecientes, á V i r g i l i o , que os dice:
m i r a alegre ó pensativa; después, como "Continuemos!,,
la v i r t u d , cuando retrata vuestro co- 6 Agosto 1837.
r a z ó n , lanza de él el m a l y el vicio y re-
fleja el alma pura y blanca.
XXVII.
Después, descendiendo un poco, se os
resbalan los pies y llega á ser u n abis Pensar, dudar.
mo; en vano las manos se cogen á los
bordes, porque dando vueltas caéis en el A LUISA B.
fondo del agua. E l amor es atrayente,
puro y mortal. No te fies de él! L e suce
de al amor lo que al niño que, a t r a í d o Y a os he dicho que nuestra incurable
por la corriente de u n rio, se mira en él, llaga, que nuestra nube negra, que no
se lava y se ahoga. disipa n i n g ú n viento, que lo que hace
25 Febrero 1837. palidecer y arrugar l a frente, que lo que
m á s nos hace sufrir es l a áspera ansiedad,
es la fatal a g o n í a que hunde nuestros
corazones en el abismo, cuando la suer-
XXVI. te, poniéndonos faz á faz con nuestra
miseria, nos presenta de súbito esta som-
D e s p u é s de u n a l e c t u r a d e l D a n t e . bría cuestión:—¿Alma, q u é crees?—Esa
es l a vacilación profunda y temible en
que se encuentra ante la esfinge llamada
Cuando el poeta pinta el infierno, p i n mundo, nuestro espíritu, m á s asustado
ta su vida. Su vida, que es una sombra que deslumhrado, que no se atreve á
que huye de espectros que la persiguen decir que no y que no puede decir que sí.
bosque misterioso, en el que, asustado
sus pasos se extravian de los caminos co
nocidos; sombrío viaje, que obstruyen Esa es la imperfección de nuestras ra-
disformes encuentros; espiral de bordes zas. De q u é está seguro el hombre? ¿Qué
dudosos, de enormes profundidades, cu- es lo permanente? Q u é es lo transitorio?
yos círculos temibles avanzan m á s cada Qué es lo quimérico y q u é es lo real?
vez hacia l a oscuridad, donde se mueve ¿Cuándo obtendremos la explicación del
VOCES I N T E R I O R E S . 259
cielo? ¿Por q u é en los senderos, que los está escrita en la ú l t i m a p á g i n a del libro,
sofismas embarazan, tropezamos todos? esa chalupa en la que se puede salvar la
¿Por qué, espíritus oscuros, temblamos tripulación!
durante la noche, en las horas en que la
bruma sube al corazón lo mismo que al
firmamento? Hasta el alba es sombría y ¿Por q u é , pobres insensatos, estamos,
oculta un gran problema, y algunos pues, tan orgullosos?—Di, alma siempre
pensadores, encontrando escollos en los serena, q u é piensas t ú , tú, á quien l a
niños, dudan lo mismo de las cunas que suerte expone con tanta modestia á l a
de los a t a ú d e s . gloria y con tanta ternura al ódio; t ú
cuyo espíritu, siempre igual y siempre
puro, razonable y tranquilo, en las altu-
Ved ese hombre; es justo, bueno y sá- ras, lejos de nosotros, b r i l l a como una es-
bio. No hay hiél interior que haga pali- trella fija en el fondo del cielo espléndi-
decer su rostro; si por alguna parte tie- do; sol, al que no llega el balanceo del
ne el corazón ya muerto, podrá tener abismo y de la inmensidad; donde flotan,
pesares, pero no remordimientos: el ódio dispersados por los vientos, tantos astros
ageno puede haberle hecho enemigos, cansados y tantos mundos que cuelgan?
pero no el suyo; es un sabio de la época ¿qué piensas, q u é te parece nuestra arro-
de Aurelio ó de Adriano, Es pobre, pero gancia y nuestra ceguedad? ¡Debes m i -
vive satisfecho: cubren su cabeza cabe- rar con l á s t i m a nuestras falsas glorias, y
llos blancos y llenan su cerebro tranqui- nuestro loco orgullo, que se apoya en el
los pensamientos. Profesa afecto frater- vacío, debe provocar en tí e x t r a ñ a com-
nal á todos los hombres, es hermano de pasión!... Ten compasión de nosotros,
los desgraciados y padre de los desvali- pero compasión tierna, porque oimos y
dos. Su vida es m u y sencilla, y la pasa escuchamos y nada podemos compren-
lejos del ruido de las ciudades. Pasa los der!
dias en los campos viendo cómo bai-
lan los campesinos, leyendo a l g ú n libro
antiguo, griego, en el que reviven los Nuestra falta de fé, nuestra increduli-
héroes de Atenas y de la Lacedemonia, dad, ignorancia ó saber, sabiduría ó va-
dando limosna á los niños que encuen- nidad, l l á m e l a como quiera nuestro or-
tra. Todos los dias, cuando el sol des- gullo, ¿es el vicio de este siglo ó es la
desgracia del hombre? ¿Es un m a l pasa-
ciende, él desciende t a m b i é n y regresa á
su casa y se sienta á la mesa, en la que jero ó es u n m a l eterno? ¿Habrá creado
toma frágil comida; luego entra en su Dios el cielo, que cubren nubes eterna-
dormitorio, y ¿qué hace allí ese justo que mente á nuestra vista, para que le estu-
vive contento? Sin deseos, sin faustos y diemos? Dios no ha confirmado en el
sin dolores, piensa, medita y duda... hombre ninguna certidumbre. Pensar no
es creer. H a y momentos en que oimos
una voz que confusamente nos dice:—•
¡En las tinieblas humanas todo es bru- "Vuestra obra es perecedera; no confiéis
moso y vacilante! Sobre todo en los dias en ella; todo lo que el hombre edifica lo
en que todo se hunde, en que la desgra- edifica sobre arena; todo lo que constru-
cia se apodera de nuestra alma y sacude ye, pronto ó tarde lo cubre la yerba; lo
nuestra vida, cuando somos v í c t i m a s de que levanta, lo levanta para que lo des-
suerte fatal, cuando no poseemos ya m á s truyan los vientos del desierto. Todos los
que un libro roto, una noche tenebrosa, asilos donde se refugia vuestra alma,
un pensamiento hundido ante el abismo la gloria, que solo es una púrpura; el
que se abre á nuestros piés, un corazón amor, que solo es una llama; la altiva
que han abandonado las ilusiones, frágil ambición con su manto de estrellas, que
esquife sin mástiles, sobre el que las pa- entrega á todos los vientos sus pabello-
siones, furiosos marineros, patean y se nes hinchados; l a riqueza, siempre sen-
baten por la elección del camino; cuan- tada sobre su gavilla de mieses; la cien-
do solo se piensa, haciendo furiosos es- cia, tan altiva y tan soberbia; el poder
fuerzos, en buscar para salvarse una bajo el dosel y el placer entre las flores,
brújula, u n puerto, u n áncora para an- no son m á s que tiendas de c a m p a ñ a ; el
clar, u n faro para tener dirección, ¡con edificio está en otra parte. Pasad adelan-
qué terror, pilotos angustiados, nos aper- te; buscad m á s lejos los verdaderos bie-
cibimos de que nos falta la fé, la fé, esa nes; la tienda de c a m p a ñ a solo dura u n
pura antorcha que tranquiliza al sobre- dia, mortales!,.
saltado, esa palabra de esperanza que
260 OBRAS D E VICTOR HUGO»

Oimos esta voz, que nos deja mucho aullan y se van, todas esas voces solo son
tiempo pensativos, ^ creemos ver el cielo un tartamudeo inmenso.
menos oscuro cada instante, como á tra-
vés de la bruma se distinguen las pla-
yas y se ven llenas de vagas perspec- Solo el hombre puede hablar, pero el
tivas. icmbre ignora lo que sucede en el mun-
do, y por inexplicable sentencia todo se
lo oculta una nube, y el alma del que
Qué creer? Muchas veces, quizás con muere huye llevándose el misterio. Por
ojo esperto, he abordado ese problema, eso empezar sonriendo y concluir negan-
en el que se pierde la sonda, esas vastas do es m á s cómodo, es m á s fácil y es lo
cuestiones cuyo aspecto cambia á cada que hacen los hombres. L o poco que
instante; he removido la superficie y el creemos se armoniza con lo poco que
fondo, me he sumergido en ese abismo y somos.
he llegado á su profundidad.
Y a que Dios así lo hizo, será m á s
conveniente para nosotros; quizá mayor
Os aseguro, vientos de la m a ñ a n a y de
claridad nos cegada: con frecuencia se
la tarde; os aseguro, estrellas de l a noche,
que asediado por austero pensamiento, rompe la rama que está demasiado carga-
muchas veces he intentado, muchas ve- da de frutos. ¿Qué seria de nosotros, si
ces he ascendido solo, buscando en el Dios, desde la altura de su eternidad,
espacio algo que me responda, á esos al- lanzase sobre la razón humana el torren-
tos sitios desde los que se ve l a figura te de la verdad? E l vaso es demasiado
del mundo. Muchas veces he creido so- pequeño para contenerla entera, y basta
bre las altas y desiertas cumbres, que que cada alma recoja una gota, aunque
mientras que los rios, los campos, los esté mezclada con el error. Todos los
bosques, las ciudades y las ruinas yacian hombres tienen dentro de sí algo oscuro
detrás de m í , los montes humeaban que rechaza l a f é. Dios y la muerte son
como incensarios, y que en lontananza palabras sin fondo que ocultan un abis-
el Océano, derramando sus olas, mezcla mo. D e l corazón m á s sublime se apode-
ba su murmullo salvaje con el m u r m u ra el espanto cuando se atreve á atrave-
lio inmenso de la naturaleza. sar esos grandes mares que no pueden
franquearse de u n solo vuelo. Pocos pá-
jaros atraviesan el Océano sin dar des-
Y yo decia á las olas que rugian, y yo canso á las alas. No hay un solo creyente
decia á los torreones que se derrum- que no dude n i tiemble en ciertos mo-
baban, y yo decia á la noche llena de mentos. ¿Qué alma no es débil y no se
estrellas, y yo decia á las flores, á los siente fatigada? Resignémonos y prosi-
torrentes, á las pintadas frutas, á los gamos nuestro camino. Todo cuerpo ar-
montes, á los campos y á los bosques: rastra su sombra y todo espíritu su duda.
"Sabéis algo?...,, Setiembre 1835.

Muchas veces, en las horas en que la


tarde y el viento hacen que el viajero XXVIII.
camine pensativo, me he dicho á m:i
mismo:—La inmensa naturaleza, la crea A Eugenio, vizconde H .
cion que sirve á la criatura, lo sabe to
do; todo seria claro para el que pudiese
comprenderla.—Como el mudo que sabe
Y a que plugo al Señor quebrantarte, ¡oh
la palabra de un gran secreto, y pugna
poeta!; ya que plugo al Señor comprimir
por no poder revelarlo, parece que haya
t u cabeza con su mano soberana, convir-
momentos en que la naturaleza quiera
tiéndola en una urna santa que contenga
decir lo que sabe, pero Dios se lo prohi-
el éxtasis, encerrar en ella el génio y
be. E n vano prestáis oido, que no com-
sellarla con un sello de bronce;
prendereis ninguno de sus murmullos;
porque ese cántico que se escapa de las
c a m p i ñ a s fértiles, confundido con el Y a que el Señor te concedió, por i n -
rumor que sale de las ciudades, los ru- comprensible misterio, un pozo para que
gientes truenos, los vientos sordos ó pla- no bebas, una voz para que calles, y
ñideros, las olas del mar, que vienen. soplando en t u frente, como barquilla
VOCES I N T E R I O R E S . 261
errante y llena de agua, hizo rodar t u sipada! ¿Por q u é Dios pone lo mejor de
espíritu al través del Océano sin fondo la vida al principio?... Cualquiera hu-
de la locura; biera dicho que el antiguo monasterio,
por presenciar nuestra alegría, abria
misteriosamente sus adormecidos ojos.
Pues que quiso que cayeses, y que Te acuerdas, hermano mió? Pasada l a
solo la muerte helada te hiciese revivir, hora del estudio, ¡cómo corríamos por
abriendo t u pensamiento para otros ho- aquella soledad! Escondidos tras los ár-
rizontes; pues que Dios, al encerrarte en boles, para cazar esos insectos que sal-
la j a u l a de carne, pobre águila, te dió tan, nos llegaba la yerba hasta las ro-
las alas y no su vista, te dió el alma y dillas, porque la yerba era m u y alta y
no la razón, nosotros m u y bajitos.

A l menos partes llevando blanca la


vestidura, hermano m i ó , y regresas á Niños vivos, corríamos desenfrenados,
Dios como el agua que se derrama por persiguiendo en los aires á los alados
su peso natural; vuelves á Dios, cando- insectos; por la noche estábamos rendi-
roso y puro, como hácia E l v á la luz y dos, cansados de jugar, y e n t r á b a m o s ,
como v á el aroma que desde las flores alegres y gozosos, donde estaban nues-
'asciende al cielo. tras madres, que nos colmaban de cari-
cias.

N i hablaste n i obraste mal; como mue-


re una virgen, como vuela u n á n g e l , así Después nos mecia el mismo sueño á
abandonaste el mundo; nada m a n c h ó t u los dos, acostados en la misma cama; des-
mano n i t u corazón; apenas tuviste tiem- pués despertábamos a l mismo tiempo;
po para pensar. luego, empapando en leche acabada de
ordeñar el mismo pan, causaba risa en
la misma mesa nuestro extraordinario
Como el diamante cuando el fuego apetito, y volvíamos á j u g a r y hacer ra-
lo abrasa desaparece completamente y milletes de flores.
sin dejar ceniza, como un rayo se disi-
pa sin dejar sombrío rastro, sin dejar
sombra en el mundo, se desvaneció t u Y ahora duermes en lo alto de l a ver-
espíritu. de colina, que abierta á todos los vien-
tos y entregada á todos los furores del
invierno, solo tiene el cielo por techum-
Cariñoso compañero de m i pasada i n - bre, y ahora duermes convertido en pol-
fancia, marcado de antemano para triste vo en un lecho de arcilla, y yo permanez-
porvenir, ¿dime si ahora que la muerte co entre los séres vivientes de la ciudad.
ha despertado t u alma, dime si ahora
te acuerdas de aquellos tiempos?
Y o me quedé en el mundo para se-
guir sufriendo los sinsabores de la vida;
Debes acordarte de nuestros tiernos para oir sonar m i nombre en los clari-
años; cuando nuestros dos destinos unian nes de la celebridad, y ocultar, como
nuestras existencias; cuando Napoleón en Esparta sonriendo, cuando entra en
brillaba como u n faro, y cuando nosotros, ella la envidiosa zorra que me roe el
niños, oíamos su clarín victorioso, como vientre y que abrigo bajo m i vestidura.
una j a u r í a oye el sonido de la bocina. Voy á continuar m i empezada obra; voy
á entregar m i barca frágil á las alboro-
tadas olas; voy á luchar contra la suerte
Debes acordarte de las Fuldenses y de y á envidiar á los que duermen el sueño
la grande calle de árboles, en la que silencioso y eterno.
nuestras voces infantiles y nuestros jue
gos despertaron en los rincones de sus
muros, en las fuentes, en los nidos de los Me consagro á placeres austeros. Como
pájaros y en los huecos de las encinas el sacerdote se consagra á la Iglesia, yo
tantos ecos deliciosos. me entrego al arte que encanta, al arte
que civiliza, mejorando á los hombres, y
que, como el sembrador que arroja lejos
Tiempos dichosos! ¡Aurora pronto d i los granos, sembrando la naturaleza en
262 OBRAS D E VICTOR HUGO.

el alma humana, h a r á en ella germinar silbidos, se lo llevan r á p i d a m e n t e las


á Dios. nubes al abismo profundo del olvido.

Cuando el pueblo en el teatro oye mis Causa eterna y l ú g u b r e fatiga ver el


pensamientos esparcidos en los dramas, pueblo alborotado saltar sus diques en
corro allí, y encorvado hacia el a p i ñ a d o terribles momentos, cuando ese sombrío
público, estudiándole de cerca sobre m i océano de los espíritus, cuyo fondo es i n -
frondoso drama, cuyo ramaje se dobla, sondeable, forma alrededor de toda idea
oigo caer sus l á g r i m a s , como cae la grande tempestuoso murmullo... ¡Oh,
l l u v i a en las hojas de los árboles del nada de esto se oye en la alta colina,
bosque. donde t ú tranquilamente duermes!

Pero q u é trabajo tan árduo! Sobre A l l í puedes reposar; allí mueren los
todo cuando la envidia, con el corazón vanos clamores de los hombres. Todos
lleno de amargura, con la mirada vacía, los dias, desde el Levante hasta el Po-
convierte, para las viles necesidades de niente, paseando sobre t u fosa su ardien-
las luchas vulgares, la boca sonriente de te antorcha, imparcial el sol semejante á
un amigo en una boca que muerde. la esperanza, dora por los dos lados,
Qué vida y q u é siglo! ¡Virtud, gloria, sin ninguna preferencia, la cruz de t u
poder, génio y fé, todo aquello en lo que tumba.
debíamos creer, lo que nos resta de los
esplendores pasados, escita la risa y se
escarnece! Allí t ú solo oyes moverse la yerba y
los matorrales, los pasos del sepulturero,
las frutas que caen al suelo de los árbo-
C u á n t a calumnia y c u á n t a bajeza! les y la canción que entona el boyero
¡Cuántos folletos viles, que flagelan sin cuando desciende á la llanura, de regre-
cesar todo lo puro, todo lo noble y todo so á su hogar.
lo digno; que hiriendo á la verdad con Mayo 1837.
mercenaria lanza, pálida y crucificada,
la hacen beber la esponja de hiél!
XXIX.
E l hombre en busca del placer se lan-
za por cien senderos; solo piensa en vivir A Olimpio.
alegre; su único ídolo es el dinero. Nues-
tras pasiones abren infames garras, y
cuelgan como si fuese un harapo lo que U n dia, el amigo que te resta después
conservaban nuestras almas de sagrado de t u desgracia, lamentaba tus infortu-
y casto. ¿A q u é conduce tanto ódio, to- nios, y mientras te compadecía, t u son-
marse tanto trabajo y causar tanto daño, risa sublime contestaba á sus lágrimas:
cuando todos hemos de morir, cuando
descenderemos donde todos descienden, L
cuando solo seremos una sombra, u n pu-
ñ a d o de ceniza, sobre el que la yerba cre- "Hó a q u í que te encuentras ya, t ú , que
cerá?... eras admirado por la m u l t i t u d , desarrai-
gado, marchito, caido sobre una pendien-
te, como derribado cedro.
¿ P a r a q u é agotar la vida en vanas vo-
luptuosidades? ¿Por q u é crearse fortunas
perversas con los infortunios ágenos? „Hé a q u í que has caido á los piés de
Todo cae en el suelo, y la fruta verde innumerables envidiosos y de transeún-
que pende de las ramas no se madura tes burlones, tú, cuya frente soberbia hu-
m a ñ a n a para la boca hambrienta que la millaba á las frentes inferiores.
devora hoy.
„ T u hojarasca yace entre el polvo, tus
L o que creemos ser y lo que somos, raices están descubiertas, fuera de su si-
belleza, riqueza, honores, lo que s u e ñ a n tio, y no debes esperar ya n i abrigo de la
los hombres y lo que hacen, confusa- tierra n i compasión del cielo.
mente, á través de aclamaciones ó de
YOGES INTERIORES. 263
„Ayer veneraron tus ojos y t u frente
severa, ayer respetaron t u nombre, y II.
hoy los malvados se reunieron para ex-
terminarte, arrastrados por la envidia. „Pero para el que comprende la mag-
nanimidad de t u alma, ahora eres m á s
grandioso; tu vida, que hoy dificultan
„Se reunieron para gozar contando los obstáculos, tiene el rumor de u n tor-
tus heridas y contando tus dolores, como rente.
se j u n t a n los ladrones para contar el
dinero sobre el piso de piedra de su
antro. „Los que en tus dias tempestuosos y
sublimes se acercan á t í sin sobresalto,
dicen que han visto terribles abismos
„ T u pura fama, digna de ser imitada, que amenazaban tragarte.
perdió ya su prestigio, babeada en todos
los sentidos por los repugnantes reptiles
que la surcan. „Pero quizás al través del precipicio
inmenso y al través de t u corazón po-
d r á distinguirse la perla de la inocencia,
„ I l u m i n a d a por la llama, á todas ho profundizando su fondo.
ras visible, de t u radiante nombre, t u
vida, expuesta á las orillas del cami-
no, es u n blanco presentado á todo el „Se paran en el camino los que ven
que pasa. t u alma cubierta de nieblas; pero yo,
que soy juez y testigo, só que se encuen-
tra una bóveda estrellada, si se anda
„ E n el que cien flechas, silbando siem- m á s allá.
pre en la oscuridad, se clavan sucesiva
mente, unas apuntando á t u corazón y
otras apuntando á t u gloria. ;;Despues de todo, ¿qué te importa que
el mundo encarnizado te persiga y que
t u nombre sea para él como los co-
;,Tu reputación, que con frecuencia he- pos de nieve, lanzados á todos los vien-
mos aclamado, se dispersa y huye al so- tos?
plo nocivo de los hombres, como la hoja
al soplo del viento.
„Qué saben los hombres? D e b e r í a n ca-
llar. ¿Con q u é derecho juzgamos, los
„ T u alma, que ayer n o m b r á b a m o s ar- que no podemos ver nada en el cielo n i
bitra del derecho y del deber, es como en la tierra, sin ponernos de rodillas?...
una taberna, en la que l a gente se aso-
ma á las ventanas para contemplar den
tro de ella la loca orgía que exalta los Somos tan insensatos, que no com-
corazones y llena las copas de vino. prendemos nuestra ignorancia, que no
comprendemos que la certidumbre no
puede asirla l a r a z ó n del hombre, como
„Se han apoderado de t í tus enemigos, no puede asir las olas con las manos.
y han agostado t u vida en flor, y han
arrastrado t u fama por el barro de las
callejuelas. „Se las mojan u n momento, pero huyen
de él en seguida; se le escapan, sin poder
ellas nunca calmar l a sed de la boca n i
„ T u s hermosas vestiduras irritaban del corazón.
sus furores, y han envilecido t u p ú r p u -
ra y hau hecho un forzado de u n empe-
rador. „Las apariencias nos e n g a ñ a n y nos
fascinan. Es de dia? Es de noche? Nada
es absoluto. Todos los frutos tienen su
„Nada te defiende ya; para odiarte raiz y toda raíz tiene su fruto.
todos se confabulan, todos te han aban-
donado; tus amigos se han quedado pen-
sativos, como los que señalan silenciosa- „Lo que hace palidecer vuestra fiso-
mente las ruinas de u n palacio. n o m í a d á serenidad á m i frente; todo lo
264 OBRAS D E VICTOR HUGO.

del mundo tiene una faz sombría y otra confundes t u espíritu con las grandes ar-
luminosa. monías de confuso sentido,

„ L a nube negra que asusta á los ma- 5,Que abarcando todo lo del mundo, al-
rineros lívidos cuando la ven llegar, para canzan desde el á g u i l a hasta la serpien-
el labrador que lucha con la aridez de l a te y difunden la naturaleza en el pen-
tierra significa un saco lleno de es- samiento del hombre.
pigas.
IV.
„ P a r a juzgar á un destino seria preci- „Consuélate, poeta: u n dia, quizá bien
so conocer su fondo misterioso; lo que
Dronto, conocerán los hombres su error
yace en el fango, quizá m u y pronto ad-
y te a p l a u d i r á n los que hoy te zahieren.
quirirá alas en el cielo.

„ T u ultrajada gloria l a v a r á n m a ñ a n a ,
„Tal alma se transforma, y p r ó x i m a á
como se lava con una esponja el piso de
abrirse, se arrastra y espera; hoy es larva
m á r m o l al dia siguiente de u n festín.
informe, y al brillar la aurora de m a ñ a
na será mariposa de brillantes colores.
„ E n vano tus enemigos h a b r á n tras-
ni. pasado al mundo su burlona risa; en
vano h a b r á n esparcido por los caminos
„ E n t r e tanto t ú sufres, tú, sobre quien los secretos de t u corazón;
la ironía agota todos sus dardos, por ver
que la calumnia te muerde por todas
partes. „No prevalecerán los hombres que so-
bre t í tendieron traidoras redes, y pasa-
r á n como los fuegos fátuos pasan al
„Huyes pálido y goteando sangre, y través de los cañares.
en la soledad penetra la tristeza en t u
alma, como el agua en u n pozo filtrada
gota á gota. „Conservarán siempre hácia tí el ódio
que los demonios conservan á Dios, pero
un soplo a p a g a r á en su boca impura sus
;,Huyes á l a soledad como león herido, palabras de fuego.
l a m e n t á n d o t e de t u amarga suerte, y al
llegar la noche te encuentra en la misma
actitud que te vió la m a ñ a n a . „Se desvanecerán, y l a m u l t i t u d en-
cantada verá con asombro, verá del mon-
tón de sombras que sobre t í a m o n t o n ó la
envidia salir t u frente majestuosa.
„Allí, pensativo, buscando reposo en
la oscuridad y en el silencio, pensando
solo algunas veces, desde el alba hasta ;;Entre tanto, ten l á s t i m a de esa m u l -
la noche, en la forma de las m o n t a ñ a s ; t i t u d que desconoce tus cantos, y que
por todas partes se desliza por perversas
pendientes.
„ 0 contemplando desde la á r i d a p í a
ya el esquife combatido por las olas, que
huye rompiendo el hilo que ligaba á l a „Deja que en ese caos, que nada i l u -
tierra el corazón de los marineros; mina, se arrastren los ignorantes; deja
que en él se arrastre el orgulloso, cuya
voz engruesa la cólera, como el agua
„Y el inmenso Océano que surcan m i engruesa los torrentes;
velas, en el que el sol se oculta, el Océa-
no que respira como un pecho, l e v a n t á n
dose y descendiendo; „Deja que allí se arrastre la beldad sin
amor, que nos extravía, cuya flotante
ropa es un lazo donde quedan presos los
;,Desde lo alto de las rocas de la playa pies de los insensatos;
desde el fondo de los bosques frondosos
VOCES INTERIORES. 26o
„Deja que allí se arrastren los retóri- los vientos, vago errante por los sitios
cos que mueven ruido cuando hablan, y m á s altos, desde los que se oye gemir á
esos hombres sin íó, sin culto y sin brú- odo lo creado.
j u l a , que viven á tientas;
„Desde allí veo, como l á m p a r a encen-
„Y los bajos aduladores que se arras- dida ante u n altar, humear la lejana
tran ante el poderoso, y los ciegos am- chimenea, y por las noches comparo con
biciosos que, como las hiedras, se encara- las luces que se encienden en el cielo las
man unos sobre otros. que alumbran el mundo.

„No, poeta; t ú no arrastras l a misma „Allí entrego á todos los vientos m i


cadena que los hombres que viven un sereno espíritu, como las aves les entre-
dia; son viles y t ú eres grande; su yugo gan su pluma; allí pienso en la desgra-
lo forma el ódio, y el tuyo lo forma el cia del hombre, y desde allí oigo mejor
amor. el ruido incesante de esa fragua;

„No tienes nada de c o m ú n con ese „Allí contemplo conmovido todo lo


mundo ínfimo de empozoñador aliento, que m i vista alcanza, olas, tierra, vege-
porque es para tus ojos espectáculo su- tación, y veo al hombre en lontananza
blime que l a mano del Señor, atravesar la naturaleza como misterioso
mago.
;,Lejos del c o m ú n senderó en que la
m u l t i t u d se lanza tras las ilusiones, vive ,Por que quejarme, pues? Los hom-
cavando en tí el genio con el cortante bres sufren sin tregua innumerables
arado de l a pasión.,, aflicciones; llegó l a noche para mí, y solo
conservo en m i horizonte,
Cuando hubo terminado de hablar, t ú
le contestaste con voz enternecida, con „Como u n rayo de la tarde, en lo alto
voz parecida á la suya, pero m á s fuerte, de un monte oscuro, el divino rayo del
como si el mar hablase dirigiéndose á amor, que dora t o d a v í a l a parte pura y
u n rio: suprema de m i alma!

" N i me consueles n i te aflijas; estoy se- „Sin duda alguna, durante el abril de
reno y tranquilo. Mis miradas no se diri- m i vida, siendo j ó ven y crédulo, no co-
gen á este mundo, sino á u n mundo i n - nociendo el fondo de las cosas, tuve sue-
visible. ños de oro, como todos los que sueñan en
el mundo.
;;Los hombres, amigo m i ó , son mejo
res de lo que t ú crees, pero la suerte es ;;Sm duda v i coronar m i frente la j u -
cruel; ella es la que llena de vino ó de ventud con su diadema de rosas; ¿pero me
hiél el puro cristal de la copa. crees ahora bastante loco para imaginar-
me que las rosas son eternas?
;,Vivo meditando y escucho cómo sus
piran los cipreses alrededor de las cru „Las quimeras, que siendo niño creí
ees, cómo murmura el rio y cómo llora tocar con mis manos, han desaparecido
la campana en u n rincón de la llanura; de m i vista para siempre, y digo á la fe-
licidad lo que dice el marino al alejarse
de las playas.
;;B,ecogiendo el grito sordo del pájaro
que huye, del carro que arrastra las cose
chas, los gemidos de las c a ñ a s y los m u r „Quó me importa?... Me abrigo en m i
mullos de las matas de yerba; profunda calma; sobre todo compadezco
á las mujeres: pero yo vivo teniendo
fijos los ojos en el cielo, adonde llegan
„ E s c u c h a n d o el arrullo de las olas, las alas y las almas.
que pueden adormecerme, sin temer á
34
TOMO V.
266 OBRAS D E VICTOR HUGO.

„Dios nos d á á cada uno el destino que blar. Sufre lo que estás presenciando
nos corresponde, lo mismo al fuerte que como virgen resignada, y que n i un solo
al débil; como cuidadoso maestro, se le- movimiento de indignación en tus labios
vanta temprano para dividir el trabajo revele la cólera que ruge en el fondo de
entre todos los mortales. t u corazón. E n este siglo en que cada
uno, ahogando ó fecundando, se esparce
„Seamos grandes y comprendamos á la ventura, como el agua en una tem-
nuestra misión; dejemos que, aciagos ó pestad, en el que por todas partes vemos
funestos, brillen sobre nosotros el rayo y la impotencia y la rabia, el m á s fuerte
el sol, esas dos claridades celestes. es el que sabe contener su fuerza. L a
superficie del Océano, algunas veces no
presenta n i una sola arruga; no te gastes,
;;Dejemos que ruja bajo de nosotros el oues, hasta que llegue la hora de esta-
h u r a c á n irritado, que nos asedia sin ce- lar, hora que está m á s cerca de lo que
sar, y conservemos la tranquilidad en la se cree. E l que sabe refrenar su fuerza,
frente, como el monte conserva la nieve. la aumenta.

„ P o r q u e n i n g ú n mortal puede obsti-


nado quebrantar con sus pasiones estas Conserva delante de todos la actitud
dos leyes, que se llaman E x p i a c i ó n y majestuosa de una diosa prudente, que
se reserva para castigar; que reuniendo
Destino.
su fuerza, como si fuese un sagrado teso-
ro, pudiera haber castigado hace tiem-
„Que llame como quiera al Destino el po, pero que no ha querido castigar aun.
orgullo humano; su rueda inmensa y
fatal siempre d a r á vueltas hácia Dios,
siempre d a r á vueltas hácia el hombre.;, Sigue contemplando el cielo y el mun-
Octubre 1835. do para que te vean pasar tranquila por
entre ellos los que se dedican á trabajos
inmundos, los traficantes viles, enamo-
XXX. rados del oro; los e n g a ñ a d o r e s públicos,
cuya maldad oculta el alma hipócrita y
l i a tumba y l a rosa. que dora por el exterior a l g ú n falso méri-
to; los que en las calles venden sus dis-
cursos y están dispuestos, si les pagan
L a tumba dice á la rosa:—^¿Qué haces para ello, á abofetear la ley; los falsos
de las l á g r i m a s del rocío que sobre amigos, que siembran las enemistades y
vierte la aurora, ñ o r de mis amores?,,'— los ódios; los dementes que pasan la no-
"¿Qué haces tú, de lo que cae en t u abis- che y el dia en los placeres repugnantes
mo, que siempre está abierto?,, de las orgías.

L a rosa contesta:—"Sombría tumba, Registra sus corazones con tus ardien-


el rocío lo convierto en u n perfume de tes miradas, y cuando el pueblo se pre-
á m b a r y de miel.,. L a tumba contesta:— gunte:—"¿Sobre quiénes van á caer los
"Flor plañidera, cada alma que recibo la rayos que amagan nuestras cabezas?,,—
convierto en á n g e l en el cielo.,, Que cada uno de ellos, repasando su
3 Junio 1837. conducta con sobresalto, temblando ex-
clame:—"¡Quizás sobre mí!...;;

XXXI. Mientras llega esa hora, permanece


impasible y serena. No arrastres por el
Oh Musa! contente; Musa que cantas á barro la fimbria de t u manto; y que to-
la ley justa y al derecho soberano, de dos esos perversos tiemblen desde ahora
cuya boca salen palabras ardientes, chis al ver j u n t o á t í , formidable, posando su
pas del fuego que arde en t u alma; nada garra de león sobre t u inspirada lira, t u
digas aun, deja correr al tiempo, espera cólera soberbia amordazada á tus piés.
que llegue el momento oportuno de ha- Setiembre 1836.

^IN D'E í t f 0 C Z £ INTXRIORf:^.


RAYOS Y SOMBRAS
PREFACIO

N poeta escribió el Faraiso el cuarto libro de la Eneida es una tra-


perdido y otro poeta escri- gedia, y Horacio tiene una oda que Mo-
bió las Tinieblas. Entre el liere ha convertido en comedia: Doñee
E d é n y las Tinieblas me- gratus eram tihi, es el Despecho amoroso.
dia u n mundo; entre el Cada parte está completa, pero todo
principio y el fin media la se acopla y se fecunda reuniendo las
vida; entre el primer hombre y el último tres partes. L a sociedad se mueve dentro
media el hombre. de la naturaleza, y l a naturaleza en-
E l hombre existe de dos maneras: se- vuelve á la sociedad.
g ú n la sociedad y según la naturaleza. E l poeta dedica uno de sus ojos á l a
Dios encarna en él la pasión, l a sociedad humanidad y el otro á la naturaleza: el
y la acción, y l a naturaleza l a fantasía. primero se llama observación y el segun-
De la pasión combinada con la acción, do imaginación. De l a doble mirada fija
esto es, de la vida en el presente y de la siempre en un doble objeto nace en el
historia en el pasado, nace el drama. De fondo del cerebro del poeta la inspiración
la pasión combinada con l a fantasía na- una y múltiple, simple y compleja, que
ce la poesía propiamente dicha. se llama genio.
Cuando la pintura del pasado descien- Apresurémonos á declarar desde aho-
de hasta los detalles de la ciencia, cuando ra, que en todo lo que el autor de este
la pintura de la vida desciende hasta las libro acaba de decir no ha querido hacer
delicadezas del análisis, el drama se con- referencia á sí mismo; pero el humilde
vierte en novela. L a novela no es otra y severo artista debe tener el derecho de
cosa que el drama desarrollado en ma- explicar el arte como lo comprende, t a l
yores proporciones que puede contener como debe ser. Por desconocido é insufi-
el teatro, ya por medio del pensamiento, ciente que sea, no puede prohibírsele,
ya por medio del corazón. ante las puras y eternas condiciones de
A pesar de esto, existe el drama en la l a gloria, esta contemplación, que cons-
poesía y existe la poesía en el drama. E l tituye su vida. E l hombre respira, el ar-
drama y l a poesía se compenetran como tista aspira. Por otra parte, no hay n i n -
todas las facultades en el hombre, como g ú n pobre pastor que, embriagado con
todos los rayos en el universo. L a acción el aroma de las ñores y deslumhrado por
tiene momentos de fantasía. Macbeth la luz de las estrellas, no haya exclama-
dice: " E l vencejo canta en lo alto de la do al menos una vez en su vida, al ba-
torre.,, E l Cid dice: "Esta oscura clari- ñ a r sus piés desnudos en el arroyo,
dad que cae de las estrellas,,. Scapin donde beben sus ovejas:^—"¡Quisiera ser
dice: " E l cielo se ha disfrazado esta tar- emperador!,.
de de Escaramuccio.,, Nadie puede dejar Dicho esto, continuemos.
de ver en el mundo n i en el cielo azul, n i Obras inmortales han escrito en nues-
los árboles verdes, n i l a noche sombría. tros dias grandes y nobles poetas, que
Ninguna criatura puede sustraerse de la intervenían personal y directamente en
creación. las agitaciones cotidianas de la vida po-
Por su parte, la fantasía t a m b i é n tie- lítica. Pero á nuestro modo de ver, u n
ne momentos de acción. E l idilio en poeta completo, que el acaso ó su volun^
Gallus es patético como u n acto quinto; tad le hubieran separado de ellas, al me-
-270 OBRAS D E VICTOR HUGO.

nos por el tiempo necesario, preserván- siempre algo sagrado, divino y virtuoso
dole durante ese tiempo del contacto en los dos grandes sentimientos sobre
inmediato con los gobiernos y con los que descansa el mundo desde A d á n y
partidos, podria producir t a m b i é n una Eva: en la paternidad y en la materni-
obra grande. dad. E n una palabra, realzaría en todas
Carecería de toda sujeción, no le opri- partes la dignidad de la criatura huma-
mirla ninguna cadena, seria libre en sus na, probando que en el fondo de todos
ideas y en sus actos; seria libre en su be- los hombres, por desalmados que sean,
nevolencia para con los que trabajan, en Dios ha colocado una chispa, que u n so-
su aversión para los que perjudican, en plo desde las alturas puede reanimar,
su afecto para los que sirven y en su chispa que la ceniza no oculta n i el
compasión para los que sufren. Seria l i - fango extingue; esta chispa es el alma.
bre para obstruir el camino á todas las E n sus poemas insertaría consejos para
mentiras, de cualquier parte y de cual- los tiempos presentes, fantásticas inquisi-
quier partido que viniesen; libre de un- ciones sobre el porvenir: en ellos se vería
cir los principios que empantanan los el reflejo, ya deslumbrador, ya siniestro,
intereses, libre para proteger á todas las de los sucesos contemporáneos. H a b l a r í a
miserias, libre para arrodillarse ante to- de los panteones de las tumbas, de las
dos los acontecimientos. Aunque fuera ruinas y de los recuerdos; de la caridad
afecto al pueblo, no odiarla al rey, n i para con los pobres, de la ternura para
injuriaría á las dinastías reinantes para con los miserables, y m i r a r í a furtivamen-
consolar á las dinastías caldas, n i ultra- te al santuario del alma, en el que se per-
j a r í a á las razas muertas, simpatizando ciben sobre misterioso altar, como por la
con los reyes del porvenir. V i v i r l a en la puerta entreabierta de una capilla, las
naturaleza y con la sociedad. Siguiendo hermosas urnas de oro que encierran la
su inspiración, sin m á s objeto que pen- fó, l a esperanza, la poesía y el amor; h a r í a
sar y obligar á pensar, con efusión y con en fin la profunda pintura del yo, que
tranquilidad, iria á visitar á su tiempo es l a obra m á s á m p l i a , m á s general y
á la primavera en los prados, al príncipe m á s universal que el pensador puede
en el Louvre, a l proscripto en la cárcel. acometer.
Cuando vituperase a q u í ó a l l á una de Como todos los poetas que meditan y
las leyes de los códigos humanos, se sa- que superponen constantemente su espí-
bría que pasa los dias y las noches estu- r i t u al universo, dejaría brillar al través
diando todo lo eterno del texto de los de sus poemas ó de sus dramas el es-
códigos divinos. Nada le p e r t u r b a r í a en plendor de la creación de Dios. E n sus
su austera y profunda contemplación, n i tragedias se oiría cantar á los pájaros
el paso ardiente de los acontecimientos y se vería sufrir al hombre en sus paisa-
públicos, porque se los asimilaría y les jes. Sus poemas serian diversos en la
d a r í a su significación en su trabajo; n i apariencia, pero en el fondo t e n d r í a n
l a vecindad accidental de dolores priva unidad y coherencia. Su obra, conside-
dos, porque el hábito de pensar nos dota rada como síntesis, se parecería á la tier-
de facilidad para consolar; n i l a conmo- ra; t e n d r í a producciones de todas clases,
ción interior de sus sufrimientos perso- pero presidiría una sola idea á todas sus
nales, porque al través de nuestras aflic- concepciones; produciría flores de todas
ciones entrevemos á Dios, y después de las especies, pero solo t e n d r í a una sa-
llorar, meditaría. via para todas las raices.
E n sus dramas y en sus novelas, en Profesaría culto á l a conciencia como
su verso y en su prosa, i n t e r v e n d r í a n la Juvenal, el que noche y dia sentía tener
historia y l a invención, la vida de los un testigo dentro de sí mismo, node die-
pueblos y la vida de los individuos, las que suum gestare i n pectore testem; profesa-
lecciones que se desprenden de los crí- ría culto al pensamiento como Dante,
menes de los reyes, como en la tragedia que dice que son los condenados "los que
antigua, y l a útil pintura de los vicios no piensan,, le gente dolor ose cJC anno per-
populares, como en la antigua comedia. duto i l hen del intelletto; profesaría el culto
Velando intencionadamente las excep- á la naturaleza como San A g u s t í n , que
ciones vergonzosas, inspiraría venera- sin temer que le declarasen panteista,
ción á la ancianidad, pintando á la llama al cielo "una criatura inteligente,,,
vejez siempre noble; inspiraría compa- celum celi creatura est aliqua intelledualis.
sión hácia la mujer, presentándola siem- L o que conseguirla con el conjunto de
pre débil; inspiraría el culto á las afec- su obra, con todos sus dramas, sus poe-
ciones naturales, manifestando que hay sías y sus pensamientos amontonados^
RAYOS Y SOMBRAS. 271
ese poeta, ese filósofo, ese espíritu, lo Este libro es su continuación. Unicamen-
que conseguiría seria realizar la gran te en RAYOS Y SOMBRAS es quizás el ho-
epopeya misteriosa, de la que cada uno rizonte m á s vasto, el cielo m á s azul, l a
de nosotros encierra un canto dentro de calma m á s profunda. Muchas de las poe-
sí mismo, de la que M i l t o n escribió el sías de este volúmen p r o b a r á n á los lec-
prólogo y Byron el epílogo: el poema del tores que el autor no ha sido infiel á la
hombre. misión que se designó á sí mismo en el
Esta vida imponente del artista c i v i l i - preludio de las Voces interiores:
zador, este vasto trabajo de filosofía y de Fierre á pierre, en sougeant aux croyances eteintes,
a r m o n í a , este ideal del poema y del poe- Sous la societé qui tremble á tous les vents
ta, tiene derecho á proponérselo todo Le penseur reconstruit ees deux colonnes saintes,
Le résped des vieillards et 1' amour des enfants (1).
pensador como objeto, como ambición,
como principio y como fin. E l autor de No se ocupará el autor del estilo n i de
este libro ha dicho ya en otra parte y la forma de este volúmen, porque los que
m á s de una vez, que es uno de los que lo acostumbran á leer lo que él escribe sa-
intentan con perseverancia, con concien- ben desde hace mucho tiempo que ad-
cia y con lealtad. No deja correr á la mite algunas veces y en ciertos casos l a
ventura lo que han dado en llamar su vaga semi-luz en el pensamiento, pero
inspiración; se dirige constantemente ha- que casi nunca la admite en la expre-
cia el hombre, hácia la naturaleza y ha- sión. Sin desconocer el mérito de l a
cia Dios. Cada obra nueva que publica elevada poesía del Norte, que está repre-
levanta m á s el velo que oculta su pensa- sentada en Francia por admirables poe-
miento, y quizá los espíritus reflexivos tas, su gusto literario le hace preferir l a
h a b r á n comprendido la unidad que pre- forma meridional y exacta. Es apasiona-
side á la colección de sus obras, que á do del sol y de la Biblia, y sus divinos
primera vista parecen aisladas y diver- maestros son V i r g i l i o y el Dante. Es u n
gentes. poeta cuya infancia solo ha sido una
Cree el autor de este libro que el ver- larga fantasía interpolada con estudios
dadero poeta, independientemente de los exactos, y esta infancia es la que ha for-
pensamientos que le sugiere su propia mado su espíritu como es hoy. No com-
organización y de los que arranca de prende que sean incompatibles lo exacto
la verdad eterna, debe contener la suma y lo poético. E l n ú m e r o existe en el arte
de las ideas de su época. lo mismo que en la ciencia. E l á l g e b r a
Respecto á este volumen de poesías entra en la astronomía, y la astronomía
que publica ahora, h a b l a r á poco. L o que es del dominio de la poesía; el á l g e b r a
quisiera que fuese acaba de decirlo; lo entra en la música, y la música es del
que sea realmente podrá apreciarlo el dominio de la poesía. E l espíritu del
lector. hombre posee tres llaves que lo abren
Se e n c o n t r a r á en este volúmen, con todo: el número, la letra y la nota; saber,
m u y poca diferencia, el mismo modo de pensar, imaginar. Esto es todo.
apreciar los hechos y los hombres que en 4 Mayo 1840.
los tres volúmenes de poesías que le pre-
ceden y que pertenecen a l segundo pe-
ríodo de la vida del pensamiento del au- (1) «Piedra á piedra, pensando en las antiguas y extinguidas
tor, publicados el primero en 1831, el creencias, en la sociedad que se bambolea á todos los vientos,
reconstruye el pensador estas dos columnas santas: el respeto á
segundo en 1835 y el tercero en 1837. los ancianos y el amor á los niños.»
RAYOS Y SOMBRAS.

Vete á los bosques, vete á las playas;


confunde tus cantos inspirados con el
murmurio de las hojas y con el himno
de las olas; Dios te espera en las soleda-
F u n c i ó n d e l poeta. des; Dios no se encuentra entre las mu-
chedumbres; el hombre es ingrato y vano;
en los campos todo vibra y suspira; l a
I. naturaleza es la inmensa lira, de l a que
el poeta es el arco divino.
¿Por q u é vives ¡oh poeta! aislado en-
tre l a multitud? ¿De q u é sirve á t u alma
inquieta l a vida tempestuosa de los par- L í b r a t e prudentemente de nuestras
tidos? E n su atmósfera viciada, muere tempestades; que para t í los aconteci-
deshojándose t u poesía, su soplo disipa mientos políticos, que pasan peligrosa-
t u incienso, y t u corazón en las serviles mente sin brújula y sin timón, sean
luchas, es como esas yerbas de las ciuda- como el bajel que en Diciembre vé el
des que pisan los pies de los t r a n s e ú n t e s .
pescador desde su choza pasar en l a no-
che sombría, oyendo el ruido siniestro
E n las brumosas capitales, ¿no escu- que mueven los mástiles agitados por l a
chas con espanto cómo se chocan esas tormenta.
dos potencias, el pueblo y el rey? Sus
ódios y sus rencillas, ¿por q u é quieres que II.
te perturben? Poeta, e n t r é g a t e entera^
mente al Dios que adoras, y no te con —-Ay! exclama el poeta; estoy enamo-
fundas con los hombres que viven agita- rado de las aguas y de los bosques, y bro-
dos y tumultuosamente. tan en m í m á s felices pensamientos de
sus apacibles murmullos. L a naturaleza
no conoce el ódio, n i nos encadena. Los
A l m a depurada, vete á resonar en el prados y los montes son bienhechores;
concierto pacífico; flor sagrada, vete á los soles me explican las rosas, y ante l a
abrir t u corola en los campos fértiles; serenidad de la creación, m i alma b r i l l a
busca, soñador, las soledades, las grutas por todas partes.
discretas; busca el olvido para encontrar
el amor; busca el silencio para oir l a voz
tierna de las alturas; busca l a sombra Te idolatro, naturaleza, y quisiera ab-
para ver brillar la luz. sorberme en tí; pero en este siglo de l u -
cha, cada uno se debe á los demás, cada
TOMO V . 35
274 OBRAS D E VICTOR HUGO»

pensador constituye una fuerza. Diosv do tras sí lo que l a ley recoge cuando
creó la savia para el tronco, las ramas pasa después.
floridas para los pájaros, el arroyo para
la yerba de las llanuras, para las bocas
las copas llenas de licor y el pensamien- Pero para cobijar esos poderosos gér-
to para los espíritus. menes se necesitan corazones inspira-
dos, puros, firmes, penetrados de luz
divina. Sin marineros se pierde la nave,
Así lo quiere Dios; en estos tiempos y como á los dos flancos de un navio, para
revueltos todos deben trabajar y todos hender las olas de la m u l t i t u d insensata,
deben servir. Nadie debe abandonar á á las dos partes de la idea salvadora es
sus hermanos n i retirarse al desierto; na- preciso que reinen grandes espíritus.
die debe calzarse las sandalias cuando
el pueblo atormentado se agita; el pen-
sador no debe mutilarse n i salir de la Lejos de vosotros, santas teorías, c ó -
ciudad para entonar cantos inútiles. digos del porvenir, está ese retórico de
pálidos labios, que vive sin esperanza y
sin recuerdo, que siguió en otros tiempos
E l poeta, en tiempos inquietos, debe la luz de vuestra estrella, pero que des-
preparar la venida de tiempos mejores. pués, rasgando el velo de las ilusiones,
Es el hombre de las utopias; debe tener dejó que violasen su alma la avaricia y
los pies a q u í y las miradas en otra parte; la a m b i c i ó n .
como en todas las épocas, ya se le insul-
te, ya se le elogie, semejante á los pro-
fetas, debe sostener en la mano una Lejos están de ellas, esos escribas de
antorcha, y sacudiéndola, hacer llamear corazón sórdido, que en secreto le dicen
en ella el porvenir. sin v e r g ü e n z a á la espléndida corrup-
ción:—"Cortesana, acaricíame!,, y que á
veces en su embriaguez, del templo don-
Comprende, cuando los pueblos vege- de soñó su juventud se atreven á repasar
tan, que sus afectuosos sueños se com- el camino y á acercarse hipócritamente á
ponen de las sombras que en él proyec- las ideas castas, llevando en las manos
tan los hechos que b r i l l a r á n u n dia, y el hedor de la c r á p u l a .
nada debe importarle que se le mofen.
Piensa, y m á s de u n alma escribe silen-
ciosamente lo que la m u l t i t u d no com- Lejos están de ellas, esos doctores, délos
prende. Tiene l á s t i m a de sus frivolos que no se fia el sabio, que á su pesar es se-
despreciadores, pero sabe que hay sabios vero con ellos; esos doctores que reducen
falsos que a l oirle se le rien en voz alta la filosofía á su propio interés, que con ella
y que, sin embargo, meditan en voz comercian; mercaderes viles que abriga
baja. el templo y que turban las oraciones del
sacerdote, clavando sus anuncios en las
columnas de la iglesia.
Muchedumbre, que extiendes sobre
nuestras ilusiones las olas de la duda y
de la ironía, como el Océano sobre las Lejos están de ellas, esos jóvenes infa-
playas su resuello y sus sollozos, la idea mes que cuentan sus dias por noches y
augusta que te regocija aun tartamu que las pasan deshonrado á las mujeres
dea en estos momentos, pero lleva el que el hambre arrastra al antro del vicio;
sello de la vida. Eva contiene l a raza hu- cobardes que, cuando deliran, debe de-
mana, un huevo contiene u n á g u i l a , una cirles una voz secreta:^—^"Esa mujer que
bellota contiene la encina y una utopia el oro envilece y que infama la orgía, no
es una cuna. tuvo m á s remedio que elegir entre dos
tumbas, entre la Morgue y t u lecho.,,

De esa cuna, cuando llegue la hora,


deslumhrados veréis salir una sociedad Lejos están de ellas, las insensatas cóle-
mejor, para corazones m á s preparados á ras que rugen en las callejuelas; esos ga-
recibirla; de ella veréis salir el deber que tos populares que se convertirán en tigres
d á á luz el derecho, el órden eterno, la a l g ú n dia, y los aduladores del pueblo ó
fé triunfante y las costumbres, ese cam- del trono, y los egoístas, y todos aquellos
biante grupo que al andar v á sembran que son tizones sin llama, cuyo pecho
R A Y O S Y SOMBRAS.

está sin alma, cuya alma está sin Dios. E l es el que, á pesar de los abrojos
del camino, á pesar de la envidia y de
las burlas, marcha encorvándose ante
Si solo existiesen semejantes hombres, las ruinas y recogiendo las tradiciones.
¡justo Dios, con q u é amargura el poeta De la tradición fecunda arranca el em-
maldecirla este siglo! Se velarla la faz, y brión informe de lo futuro. Toda idea
llorando al caer el dia, de pió en el um- humana ó divina, que echa raices en
bral de su casa, al descender la noche el pasado, extiende su ramaje en el por-
sobre el mundo, arrojarla la ceniza á los venir.
cuatro puntos del horizonte.

E l poeta brilla y refleja su luz sobre l a


Pero Dios nunca nos abandona; nunca, verdad eterna; su alma la hace resplan-
ocultándose tras los montes, el sol des- decer con maravillosa claridad, inundan-
aparece completamente; siempre en los do con su luz las ciudades y los desier-
silenciosos valles, siempre en las almas tos, los palacios y las c a b a ñ a s , los llanos
ciegas, siempre en los corazones que el y los montes. L a enciende para todos,
orgullo corrompe, deja brillar algunos porque la poesía es la estrella que guia
rayos en las cimas y las verdades en al- hasta Dios á los reyes y á los pastores.
gunas frentes. I.0 A b r i l 1839.

Valor, pues, espíritus pensadores, cere-


bros que roe la ansiedad, corazones en-
fermos, almas heridas que rogáis y que
If.
pensáis; doctores que vagáis sin objeto y E l 7 de Agosto de 1820.
sin tregua, que creéis que con solo ex-
tender la mano veréis adquirir forma á
vuestros pensamientos en la oscuridad Era el 7 de Agosto; era el primer dia de
de los caminos; filósofos cuyo espíritu su último a ñ o de reinado. Solos, en un real
padece, y que con verdadero espanto os sitio, dos hombres, caminando el uno a l
a g a r r á i s á los bordes del abismo, suspen- lado del otro, por sitios en que t e n í a n
didos de las malezas del barranco; náu- que tocarse codo con codo, iban hablan-
fragos de todos los sistemas que de la do. Ese recuerdo quedó grabado en m i
vencedora borrasca salisteis temblando, corazón. E l primero tenia el aspecto tris-
sin salvar de ella m á s que vuestro cora- te, grave y fatigado, y su débil cabeza
zón; sábios que veis nacer el alba todas soportaba un pesado proyecto. Dos char-
las m a ñ a n a s y que regresáis bañados de reteras, con corona, sobrecargaban su
celestes claridades; hombres perseveran- uniforme verde, con orillo purpurino, y
tes que deseáis conseguir la felicidad y la órden del Toisón caia sobre su pecho,
no perdéis nunca por completo la espe- suspendida por un largo cordón ondea-
ranza; tened, tened valor, que en la som- do de azur cambiante. Era un rey an-
bra ó en la espuma, el fin aparecerá muy ciano, con los cabellos blancos, que se
pronto: el género humano, e m p a ñ a d o doblaba bajo el peso de los años y bajo
por la bruma, es el enigma, pero no es el peso de la m o n a r q u í a . E l otro era u n
la palabra. Bastantes noches y bastantes jóven que nunca frecuentaba los pa-
tempestades han oscurecido vuestras v i - lacios, un poeta, un viajante, una voz
das; levantad la frente, levantad los inútil.
ojos, que brilla la luz en las alturas.

Estaban hablando los dos sin testigos,


Pueblos! Oid a l poeta! ¡escuchad al sin misterios, en un gabinete sencillo y
sagrado soñador! E n vuestra noche, que solitario, pero majestuoso. Las acciones
sin su auxilio seria incompleta, solo él de los hombres dejan sus huellas en los
vierte alguna luz. Penetrando en la os- sitios donde pasan: bajo aquel mismo te-
curidad de los tiempos futuros, solo él cho se verificaron en otros tiempos gran-
distingue en ellos el g é r m e n que todavía des acontecimientos y ocurrieron gran-
no se ha desarrollado. E l poeta es cari des ideas. Allí mismo, cruzando las dos
ñoso como una mujer, y Dios habla á su manos bajo la espalda, conmoviendo el
alma en voz baja, como habla á los bos- piso con sus terribles pasos, con frecuen-
ques y á las olas. cia el emperador, siendo señor del m u n -
do, embebido en sus colosales proyec-
276 OBRAS D E VICTOR HUGO.

tos, paseaba desde la puerta hasta la ni entregarle al ódio de los que desean
ventana. torturarle; ¡no deben torturar al poeta,
cuya mano cerrada está llena de true-
nos! Los tiranos de abajo perjudican al
Una mesa y u n sillón de terciopelo rey de arriba. E l pueblo, que lo presen-
retrataban en las lunas de un espejo cia, recoge las palabras de la Musa cuan-
sus pesados y dorados pies. Por una do l a indignación, hasta el rey que se
puerta-vidriera se entreveian en otras reverencia, sube desde la frente pensa-
c á m a r a s m u l t i t u d de armarios de Boule, dora del artista. Señor, no debemos apo-
de vajillas del J a p ó n , de lacas, de esmal- yarnos en lo que se bambolea: la censura
tes y de candeleros de oro de muchísi- es u n techo ruinoso, m a l apuntalado,
mos brazos; se entreveía un salón rojo dispuesto á desplomarse cada momento
adornado con espejos de Venecia, lleno sobre las gentes que abriga. Señor, el
de bronces griegos, en el que se m u l t i - soplo imprudente, lejos de apagar, i r r i t a
plicaban las a r a ñ a s de cristal. la hoguera, y de un arte luminoso hace
un arte incendiario. Por otra parte, de-
¿De q u é trataban el poeta jóven y el seando solo que adquiera verdadero es-
rey anciano?—De un pobre á n g e l caido, plendor real esta gran nación, en vez
del amor que redimía el alma de Marión, de los cuadros dignos de imitación que
lavándola como á la Magdalena, que ofrecía en ella el gran Luis, se ofrece el
hacia cojear, que la estropeaba, arras- espectáculo que causan u n grupo de cen-
t r á n d o l a , la censura, serpiente que la ha sores armados, que hablan en voz baja,
bia mordido en el pió. y que, cazadores traidores, acostados en
áerra, esperan la hora en que el drama,
ese digno león, entre en su antro, esto es,
E l poeta quiso presentar en el teatro á en la historia.,,
Luis X I I I , á ese monarca que goberna-
ba u n sacerdote, á todo un siglo, á u n
m a r q u é s , á verdugos, á locos, á batele- A l llegar a q u í vió el poeta volverse
ros, para que acudiese la m u l t i t u d y para hácia él la cabeza del anciano asombra-
que á través de su sufrimiento, en un do, y llevando m á s allá su pensamiento
drama chispeante y sombrío, viera pasar inquieto, olvidándose del drama y del
la sombra del pálido cardenal. E l ancia- autor, éste, pensativo, sondeaba el vasto
no t i t u b e a b a : — " ¿ P a r a q u é sirve presen- destino que entreveía en el fondo de
tar sin velos á Luis X I I I , á ese rey m i - aquel triste rey. Después, escogiendo pa-
serable? ¿para q u é remover su cadáver labras que no pudiesen herir los augustos
en la tumba? A q u é conduce esto?... ¿No oidos, dijóle: que los tiempos traen con-
han pasado ya esos tiempos? ¿no vamos sigo corrientes irresistibles; que ni puen-
caminando hácia la libertad? ¿No es tes, n i canales subterráneos, n i nadie,
hora y a , después de quince años de escepto Dios, puede detener y domar las
prueba, de restablecer el dique y de con- olas del pueblo, cuando llega la hora de
tener el rio? Indudablemente un rey la marea alta para este Océano; que el
puede tomar lo que ha dado. E n cuanto navio m á s poderoso zozobra ó se pierde
al teatro, estando como está minado el cuando quiere navegar contra la corrien-
trono, es preciso ahogar con las dos ma- te y contra los vientos; que en esta lucha
nos llamas tan audaces, porque el públi- insensata siempre encuentra peñascos
co es el pueblo, y una comedia puede donde destrozarse detrás de él; siempre
hacer brotar chispas que enciendan el encuentra al siglo, á las costumbres, y
fuego de las revoluciones.,, el espíritu al que osa oponerse, y que
debia haber servido de puerto para sal-
var la nave. E l poeta continuó diciendo
Con el debido respeto que puede pro al venerable anciano que era hijo de
fesarse á los reyes, el poeta luchaba con una vendeana, y que le suplicaba que
firmeza, como hombre apasionado por creyera, al menos en aquellos momen-
el arte y por l a libertad, y contestó al tos, al que se inclinaba mirando hácia
noble anciano:—^"Todo es grave en este el pasado, y cuya compasión era como
siglo, en el que nada está fijo. E l arte una hiedra, que se pegaba á los reyes,
tranquilo y poderoso se expresa franca- esto es, que se pegaba á las ruinas. E l
mente. Le pertenecen los reyes muertos destino muchas veces es cruel, y los re-
nadie puede disputárselos: no es su ene yes deben pensar, en sus dias tempes-
migo, y no hay por q u é encolerizarle tuosos, en la nube oscura que se ve
RAYOS Y SOMBRAS. 277
aparecer en el lejano horizonte. Para el agitaba aquella comarca, los lores mon-
que no piensa, en aquellos dias aparecia tañeses contaban sus tribus salvajes y
tranquila la Francia; pero en su cielo, sus groseros batallones; en la que ahora,
e m p a ñ a d o por escasa bruma, en el que sobre la yerba y al sol, las viejas des-
todo parecía azul, él, que era pensador, calzas, que marchan sobre las piedras,
veia á cada momento la luz lejana de ponen á secar sus andrajos;
algún relámpago.
Holyrood, Holyrood! L a yerba brota
Carlos X , sonriendo, respondió:—"¡Oh en tus losas. Las cabras pacen al pió de
poeta!—Por la noche todo estaba res- tus torres feudales. ¡Terrible lección se
plandeciente de luz y de alegría en desprende de tus bóvedas fúnebres, que
aquella festividad; gozoso Saint-Cloud, pueden leer los humanos en tus tras-
veia llegar hasta él soldados, príncipes, tornados muros, que tienen impreso el
criados, que en tropel llegaban al sun- sello de una fortuna e x t r a ñ a , y que se
tuoso palacio, cuya fachada, reflejándose ven iluminados por ese reflejo de luna
en el Sena, parecía acariciar cariñosa- ue lanza el pasado!...
mente las filas de sus árboles. Chispean-
do el Louvre, parecía contestar á su júbi-
lo desde lejos, desde el centro de la ¡Oh palacio, oh ruina, rodeados de
ciudad; y ese real conjunto presentaba augusta aureola, benditos seáis! A n t e
u n aspecto tranquilo, y su reposo solem- vosotros nos inclinamos con respeto, por-
ne tenía un no sé q u é de grandioso, que que el anciano rey de Francia encontró
parecía que había de ser eterno. allí esa hospitalidad melancólica y som-
)ría, que reciben y que devuelven los
í s t u a r d o s á los Borbones.
Holyrood! Holyrood! A b a d í a fatal, en 13 Junio 1839.
la que la ley dura, amarga ó inflexible
del destino está escrita en todas partes;
claustro, palacio y tumba, cuyos muros
austeros encierran á los reyes, á la muer III.
te y á Dios; á esos tres grandes miste-
rios, á esas tres sombrías majestades!... A l rey L u i s Felipe,

después de la sentencia de muerte pronunciada el 12


de Julio de 1839.
Castillo descoronado, valle expiatorio
en el que el pensador oye en los aires y
en la historia, dando consejos á los am
biciosos, dos voces confundidas que r u Por vuestro ángel, que voló a l cielo,
gen: el rumor del mar profundo y puro como una paloma; por ese niño
ruido lejano de las revoluciones; real, que era tierno y frágil como una
caña, ¡perdonad una vez más; perdón en
nombre de la tumba; perdón en nombre
Soledad, donde algunas veces se ven de la cuna!
venir los cervatillos de las colinas inme 12 Julio, media noche.
diatas á hollar bajo las encinas los céspe
des dormidos, y que para aspirar e
viento en el claro del bosque, asustados
y temblando, se levantan sosteniéndose IV.
con los piés de detrás;
L a boardilla.

Noble iglesia, donde rezaban los reyes


de los tiempos antiguos, que bajo los I.
arcos góticos t e n í a n por pavimento las
tumbas de los monarcas sus anteceso Imponente se alza la vasta iglesia; en
res; puerta tan custodiada en otros dias sus altos campanarios se ostenta la ojiva
por guardias y por arqueros, y que u n con sus adornos de flores; resplandece
pastor ahora cierra con un clavo viejo; su pórtico con su rosa abierta, y la no-
che hace hormiguear bajo la bóveda
enorme ángeles vírgenes, el cielo y el
Pradera, en la que, cuando la guerra infierno, todo u n mundo espantoso y
278 OBRAS D E VICTOR HUGO,

confundido, como entrevisto a l t r a v é s de A esa oscura boardilla parece que la


u n sueño. vista vea llegar todo un mundo de ale-
gría; el rumor de la plaza y de los tran-
seúntes, los juegos y la algazara de los
Pero no es l a iglesia, con sus bóvedas niños, las mujeres que lentamente entran
sublimes, con sus pórticos, con sus v i - en la iglesia, el sonido de las canciones
drios de colores, con sus l á m p a r a s , lo que que entonan en las calles, rayos de luz
atrae mis miradas, no; es ese cuarto alto de arriba y reflejos de abajo.
y estrecho, del que sale una a r m o n í a
tierna y sonora, como si cantase u n pá-
jaro en el alero de su tejado. N i ñ a feliz! A su alrededor, como alre-
dedor de un templo, todo es puro y mo-
desto, todo le d á buenos ejemplos. L a
E l edificio santo es hermoso, pero ese abeja labra la miel, la flor sonrio miran-
miserable aposento me encanta; á la al- do a l cielo, el campanario d á sombra, y
tiva encina prefiero el nido de musgo y ante la ventana, todas las noches aparece
al h u r a c á n el céfiro; m i espíritu, cuando una resplandeciente estrella.
se pierde entre las olas del mar, prefiere
el alga á los gigantes acantilados y la
pobre golondrina al espléndido Océano. E l cuello virginal de la doncella no se
descubre entre el precioso y transparente
II. encaje, porque le cubre p ú d i c a m e n t e
un limpio pañuelo; no lleva perlas en la
Albergue reducido! A l través de u n frente, pero tampoco arrugas; sus ojos
claro entre las hojas, una p e q u e ñ a ven- castos y vivos tienen miradas límpidas;
tana se abre como maravillada cerca brillando tanto sus ojos, ¿para q u é quiere
del pórtico gótico; su verde persiana, diamantes?
suspendida por tres clavos, atada por un
extremo y suelta por el otro, se abre co- III.
quetamente como un abanico grande.
E n el á n g u l o del aposento se vé la
A l a parte exterior tranquilamente modesta cama. Sobre l a mesa está abier-
duerme un gato, cerca de una hermosa to el libro en el que Dios nos es visible
azucena, que llena con sus raices y coro- y que encierra la leyenda devota de los
na con sus flores un tiesto de forma ex- santos; y en u n rincón oscuro, cerca de
t r a ñ a , de porcelana azul, en el que brilla la chimenea, entre l a Santa Virgen y
u n hermoso pais chinesco, en el que pa- entre u n ramo bendito, se vé clavado en
vos reales abren sus anchas y pintadas la pared con cuatro alfileres el retrato
de Napoleón.
colas.

E n el interior de aquel aposento de Aquella á g u i l a está encerrada en esa


vez en cuando brilla y pasa una sombra, jaula.—Por q u é no? E n la oscuridad de
una figura, una hada, una jóven hija esa m a n s i ó n serena, en l a que nada es
del pueblo, que entona alegres canciones; sombrío, donde reposa la hermosa n i ñ a ,
una huérfana, que vive sola en ese asilo, pura como una azucena, en esa morada
pero cuyo aspecto inocente y tranquilo de paz, de gracia y de alegría, pláceme
indica que puede mirar á Dios frente á oir en el fondo de m i fantasía el ruido de
frente. los pesados cañones rodando hácia los
campos de Austerlitz.

Solo viéndola se comprende su inocen-


cia. Del manantial de su alma corre el Cerca del retrato del emperador, cons-
agua pura; es ave tierna é ignora que tituyendo el orgullo de la pobre huérfa-
existen cazadores; las alas de esa mari- na, brilla una cruz de honor, signo de
posa conservan todo el polvo de oro; el victoria, cruz de un soldado, muerto
corazón de la tierna virgen guarda toda como un héroe en el campo de batalla,
su luz; la perla del rocío del alba se padre que desde el fondo de su tumba
conserva aun en la corola de la flor. hace brillar un rayo de gloria sobre su
hija.
RAYOS Y SOMBRAS. 279
sangre, hasta cuando agonizabas, con-
IV. servaste la risa delirante de la orgía;
siglo diez y ocho impío y castigado, so-
Cruz de Napoleón! Joya de la guerra! ciedad sin Dios, por Dios destruida, que
¡Corona de laurel circundada de brillan- rompiendo con el hacha el cetro y la es-
tes rayos! Cuando él conduela á sus va- pada, siendo jóven ofendiste al amor y
lientes á encarnizados combates para siendo vieja á la piedad;
que conquistasen el mundo, la dejaba
suspendida sobre todas las frentes du-
rante ]a guerra, y después de terminada Mesa de bullicioso festín, que terminas
les decia:—Venid por ella! en patíbulo; mundo, ciego para Cristo,
alumbrado por S a t a n á s , a v e r g ü é n c e n s e
tus escritores ante las naciones; su fama
Condecorándolos con la cruz, vertían proyecta la sombra de tus delitos y su
l á g r i m a s sus ojos heróicos y mudos ado- sombría gloria nace de las revoluciones.
raban á aquel semi-dios invencible: hu-
biórase dicho que encendiendo con su VII.
alma la de sus soldados, y tocando sus
pechos con su dedo de llama, les hacia F r á g i l barca que bogas á pocos pasos
brotar aquella estrella del corazón. del abismo; g u á r d a t e , n i ñ a , preserva t u
corazón, que no sufre todavía, pobre hija
de Eva; Voltaire, que es l a serpiente, que
V. es la duda, que es la ironía, se oculta en
un rincón de t u bendito aposento; te es-
Cuando despierta esa jóven, canta; des- pía con sus ojos ardientes y sonríe.
pués trabaja pensativa, sentada en su si-
l l a de paja, cosiendo y bordando, y mien-
tras pensando en Dios, sencilla y sin Tiembla! ¡Ese sofista ha sondeado mu-
temor, se dedica á cumplir su tarea, el chos lodazales! Tiembla! ¡Ese sábio falso
silencio se sienta en el umbral de su ha perdido á muchos ángeles! Ese demo-
puerta. nio, ese negro milano se precipita sobre
corazones felices, los desgarra, y mu-
chas veces, de sus crueles garras yo he
Así, Señor, protegéis su morada; así en visto caer pluma á pluma esas blancas
ese solitario refugio, ninguna inquietud, alas, que hacen que vuele el alma y huya
n i n g ú n quebranto turba la paz de la don- hasta el cielo.
cella, que rezando por los que mueren en
los naufragios, su oración puede subir
hasta el cielo, sin e m p a ñ a r la serenidad Cuenta de t u seno todos los latidos; el
del firmamento. menor movimiento de t u espíritu en la
oscuridad, si se inclina hácia él, hace res-
plandecer sus ojos, y como un lobo que
Pero si el áspid se esconde entre la está alerta, como u n tigre que acecha,
yerba, ¡ay! el gusano roe la fruta m á s hay momentos que levanta la monstruo-
hermosa. Para turbar una vida basta sa cabeza, que solo para el poeta es v i -
una mirada. E l mal puede aparecer á sible.
los fulgores de consagrado cirio. L a cu
riosidad que arde en el espíritu de la VIII.
virgen, abre m á s tarde una llaga en el
corazón de la mujer.
A y ! si t u casta mano abriera ese libro
maldito, de repente moriría Dios en t u
U n libro antiguo, vergonzoso, de esos corazón leal; inclinarías triste t u serena
que causan n á u s e a s , quedó olvidado en frente, para ver pasar en lontananza por
un armario viejo; una novela del siglo magnífica alameda deslumbradoras car-
anterior, del corruptor reinado de Vol- rozas que vuelan arrastradas por alígeros
taire, de ese génio, que á cumplir fatal caballos, y m a ñ a n a acaso te b u r l a r í a s
misión al mundo envió el demonio. del virginal pudor.

VI. Te t u r b a r í a n por la noche, en el lecho,


visiones e x t r a ñ a s , que h a r í a n huir du-
Epoca que, manchada de vino y de rante t u sueño al m á s tímido de los á n -
280 OBRAS DE VICTOR HUGO.

geles; ya no dormirías, n i tendrías deseos almas la claridad celeste que se llama la


de cantar; y t u espíritu, caido ya en el verdad.
océano de los delirios, iría desarraiga-
do, como alga flotante, del placer al
oprobio y del flujo al reflujo. Llénese, pues, de a l e g r í a t u espíritu,
ue la alegría todo lo dulcifica en la na-
turaleza inmensa. Sobre torres derruidas
IX.
^Dios coloca deliciosos nidos y florecillas
c ue brillan en la yerba espesa, porque
Te está mirando la cruz honorífica de lasta en su tristeza las mismas ruinas
t u padre, que con la G-uardia imperial necesitan j u v e n t u d , luz y vida.
m u r i ó heróicamente; pídele consejo, á n
gel tentado; deja que te aconseje, que te
guie y que te salve esa azucena, que Sobre todo sé buena. L a bondad con-
cuelga de t u ventana y que confunde su dene todas las excelentes cualidades. I n -
aroma con t u virginidad. dulgente el Señor, hizo nacer de la^bondad
os pensamientos fraternales. L a bondad
es el fondo de las naturalezas augustas.
Deja que. te aconsejen los santos a l i Con esa sola v i r t u d formó Dios el cora-
neados en la puerta de la fachada de la zón de los justos, como formó con un
iglesia; deja que te aconseje la blanca solo zafiro la c ú p u l a del cielo.
paloma que pasa volando por delante de
t u ventana; deja que te aconseje la voz
del órgano que entona religiosos himnos; De ese modo permanecerás siendo pu-
deja que te aconseje el azul puro del ra como la azucena y blanca como el
cielo, que tan cerca ves desde t u morada. cisne entre los séres marcados por signo
divino; y sin miedo y sin cuidado serás
de los que, amontonando las riquezas de
Deja que te aconseje la ingeniosa as acciones buenas, anclarás t u barca en
aguja, que te ayuda en t u labor, que es- el puerto, rezarás todos los dias y dormi-
t á presente cuando t ú rezas y que te d i rás todas las noches.
ce en voz baja: "Trabaja,, Créela! Dios
hizo nacer del trabajo dos hijas; l a v i r -
tud, que d á pureza á la alegría, y la ale- EL POETA Á SÍ MISMO.
g r í a , que d á atractivo á la virtud.
Mientras que sobre los bosques y sobre
los prados derrama el cielo sus clarida-
Escucha ese sinnúmero de voces acen des y su esplendor, t ú , poeta tranquilo,
tuadas y cariñosas, que m u r m u r a n en los derrama en las familias, en los niños, en
vientos, que bajan de las nubes, que as las doncellas y en los ancianos tus can-
cienden vagamente de los sitios silencio- tos religiosos.
sos, que salen de las castas gotas de"
rocío, que te repiten los cantos de los p á
S e ñ a l a con el dedo el puerto á todos
jaros y que te dicen todas á la vez:1—^"Sé
los que luchan con el mar, azotados por
pura como el cielo.,,
el aquilón; señala á las doncellas el faro
luminoso de la inocencia, á la m u l t i t u d
el altar que escarnece el impío, á los
Sé pura como el cielo, como la ola y jóvenes el porvenir, á los viejos la eter-
como el alba, como el alegre nido, como nidad.
la torre sonora, como la gavilla de la
miés, como la estrella, como la flor, como
todo lo que ríe, como todo lo que canta, Para que se filtre t u deseo en todos
como todo lo que duerme en la paz de la los mortales, enséñales á todos ellos el
inocencia. lado m á s saliente de la verdad; para que
todo el que piensa encuentre en tí el
modo de calmar su pensamiento, inculca
Vive serena; l a calma del corazón se la idea de Dios en todos los corazones,
retrata en el rostro. L a tranquilidac. sembrando en cada uno la palabra reve-
constituye l a majestad del sábio. Sé ale ladora.
gre. L a fé no necesita ser austera; la son
risa de las mujeres es u n reflejo del cielo,
la alegría es el calor que lanza en las De este modo, silenciosamente en la
RAYOS Y SOMBRAS. 281
oscuridad, t u espíritu, que es u n soñador dola, h a r á n salir visiones, habita un pen-
solitario, de donde saltan los versos, que samiento espantoso.
Dios bendecirá, p e n e t r a r á en la mente
del pueblo que te escucha, y s a l d r á n de
ella como salen las raices de una enci- De este modo en la India, algunas
na entreabriendo un suelo de granito. veces el curioso pasajero contempla con
29 Junio 1839. respeto un monte misterioso, cuya cima
toca en las nubes, y sin acercarse á é l ,
sueña y cree que en aquellas rocas, que
en aquellas aguas y en aquellos tristes
V. bosques se oculta una divinidad.

Se creia ciegamente; en los tiempos E n el interior de aquel monte se ha


en que el pastor de noche, en el espacio, edificado una pagoda, y cuando llega el
por encima de él veia algunas veces, dia de inaugurarla, derriban las paredes
envuelto en un negro torbellino de l l u - que la cubrían; el pueblo, entusiasmado,
vias y de truenos, pasar r á p i d a m e n t e la corre á admirarla, y entonces el ídolo,
deslumbradora sombra de u n profeta, que es un feto ciego y monstruoso, sale
que u n espíritu arrastraba h á c i a el de- de las e n t r a ñ a s del monte.
sierto. 10 A b r i l 1839.

Se creia ciegamente; en la época de VII.


los bardos y de los trovadores, cuando
armado todo u n mundo se resignaba á E l m u n d o y e l siglo.
sufrir el calvario para libertar la Santa
Cruz, para visitar el lago sombrío donde Qué hiciste. Señor? ¿De q u é sirve vues-
J e s ú s salvó á Pedro, y el Horeb y el tra obra? ¿ P a r a q u é sirve el agua del rio
Cedrón, y los antiguos sepulcros de los y el r e l á m p a g o de la tempestad? ¿ P a r a
reyes. q u é los prados, donde los arroyos lavan
los céspedes y en los verdes collados los
inmensos ganados, en los que ladran los
Se creia ciegamente en el siglo r e l i - perros de caza? ¿ P a r a q u é la primavera,
gioso; en el que el rey L u i s , en el mo- en la que el aire es tibio y todo florece,
mento de robar á Luisa L a Valliere, se coloca á la abeja ladrona que roba la
arrodillaba asustado ante un crucifijo; esencia á las flores? ¿ P a r a q u é esa niebla
en el que el altar brillaba a l lado del que se escapa de las aldeas? ¿ P a r a q u é
trono; en el que el rey decia:—"Padre esa sombra que proyectan las ramas?
mió, solo Dios es grande!,, y el obispo le Para q u é ese mar sembrado de islotes?
respondía:—^"Dios solo es grande, hijo ¿ P a r a q u é los bosques inmensos, las gru-
mio!„ tas y los sitios sombríos? ¿ P a r a q u é todas
las tardes durante el verano, en el que
abrasa el sol, entre vapores que remue-
Ahora los pastores duermen en los ven los vientos, alumbran su ocaso nu-
barrancos, Jerusalen es turca y las mie- bes encendidas? ¿ P a r a q u é enrojecer los
ses divinas no tienen ya segador; l a mo- viñedos, lanzando sobre ellos rayos que
n a r q u í a camina hácia su ocaso y se le- hinchan los racimos maduros? ¿ P a r a q u é
vanta el sol del pueblo. A y ! el hombre inclinar sobre sus ejes móviles el globo
ya no cree; el hombre solo desvaría: ¿qué monstruoso con todas las ciudades, los
es lo que vale m á s , Señor? montes y los mares que flotan á su alre-
29 Marzo 1839. dedor, haciendo que se mueva, para que
la luz lo dore ó para que la sombra lo
apague? ¿De q u é os sirven las olas, las
VI. nubes, y que en secreto dentro de la flor
germine el fruto? ¿ P a r a q u é fecundar el
éter y las olas, rodear á los soles de
Oh pueblo! E n el cráneo de esos hom mundos, poblar de astros errantes la i n -
bres, en l a mente taciturna y venerada mensidad de los cielos, amontonar en
todos los sentidos millones de leguas, y
del tribuno y del cenobita, en esa frente,
con la vaguedad de lo infinito azular las
que un dia las revoluciones, entreabrién
36
TOMO V.
282 OBRAS D E VICTOR HUGO.

llanuras y las montañas? ¿ P a r a q u é co- Por eso pensativo exclamo muchas


locar en las alturas y en las profundida- veces:—"¿Estaremos quizás condenados
des tan espantoso m o n t ó n de sombras y y malditos? ¿Los que vivimos hoy go-
de esplendores? ¿ P a r a q u é perfumar, ca- zando de falsa prosperidad, seremos des-
lentar, nutrir, brillar, amar y traducir icredados de la herencia de nuestros pa-
incesantemente para los ojos carnales y dres? Señor, haceos cargo de que los
para los ojos del pensamiento vuestra icmbres de esta época están ciegos, le-
idea eterna en espectáculo eterno? ¿Su- jos de vos y flotando entre muchas som-
cede todo eso para que en este siglo, en bras. E x t i n g u i d vuestros soles ó reani-
el que la ley cae en desuso, el hombre mad su fuego; corregid vuestro mundo ó
pase sin ver, sin creer, sin comprender, concededle u n alma.
sin buscar nada en el misterio y sin le- 17 J u l i o 1839.
vantar la vista hácia los consejos divi-
nos, que flotan en las altas esferas bajo
la forma sagrada ó bajo el velo b r i l l a n -
te, ya de nube, ya de estrella? ¿Todo eso VIII.
sucede para que esta época, en su som-
A l s e ñ o r d u q u e de ***
brío fastidio, convierta al oprimido de
ayer en opresor de hoy para que le des-
garren, sus locos sueños; para que el
pueblo, m u l t i t u d en la que duermen Julio, vuestro castillo, que tiene la tor-
tantos sabios, lo mismo que los reyes, re vieja y la casa nueva, se refleja en el
tengan la brutalidad por ú l t i m a razón y Loire por la parte en que el rio, cerca de
respondan á las balas ciegas con los ado- Blois, ensanchando su espléndido reci-
quines estúpidos? ¿Todo eso sucede para piente, como una madre que habla e ú
que los motines conmuevan las ciuda- voz baja á su niño que tiene en su regazo,
des, para que hasta la libertad sea tira- estrecha una deliciosa isla en sus brazos
na? ¿Todo eso sucede para que el honor replegados. Poseéis todos los bienes que
de los antiguos gentiles-hombres, condu el hombre puede alcanzar. Os sonreís
cido por ellos mismos al carril que segui viendo llegar el verano, y oiréis muy
mos, se ligue tristemente á los partidos? pronto, al través de los árboles, las risas
¿Todo eso sucede para que el príncipe, alegres que desde la aldea l l e g a r á n á
hombre que nació de una mujer para vuestra heredad. Pasado ya el A b r i l , veis
brillar pronto y vivir poco, se imagine en ella llegar ahora el Mayo, el mes del
ser rey, como vos sois Dios? ¿Todo eso amor; Mayo, que cada dia extiende m ás
sucede para que los justos vivan tristes, sus verdes vestiduras y que, como el niño
para que reine la iniquidad, para que la levita encargado de adornar el templo,
envidia e m p e q u e ñ e z c a los corazones que suspende en las floridas ramas las flores,
hubiera engrandecido el amor? ¿Todo de las que sale el incienso, y los nidos, de
eso sucede para que el sacerdote, triste y los que sale el cántico.
defectuoso apóstol, camine abriendo u n
ojo y cerrando el otro, insulte á l a natu Me escribís que en este momento el
raleza en nombre del verbo escrito, y no friso blasonado de vuestra chimenea está
comprenda que a q u í todo está en el es- sobrecargado con u n m o n t ó n de anti-
p í r i t u , que el soplo de Dios lo mismo al- guas ruinas que en otros tiempos gana-
canza á los hombres que á la arcilla, y ron batallas, de espadas, de cimeras, et-
que el árbol y la flor t a m b i é n comentan cétera, etc. Me escribís t a m b i é n que
el Evangelio? ¿Todo eso sucede para vuestros arrendadores, cavando con los
que á nadie, en fin, grande ó pequeño bueyes, han abierto un sepulcro al abrir
sondeando las avenidas de la tumba, un surco. Vuestro campo de César ha te-
le inquiete lo desconocido, y como e nido que sufrir esta muesca. Os pertene-
buey conducido por el instinto, cada uno cía todo u n campo de batalla, y vuestros
trace su surco sin pensar en l a espiga rudos leñadores, con el ruido de sus ha-
para que la humanidad, careciendo de chas, han turbado con frecuencia las som-
profetas, perdiera la admiración que bras de esos séres que vagan entre vues-
vuestras obras le causaban; para que el tras encinas, haciendo a l mismo tiempo
hombre no vea brillar en su corazón el volar á los cuervos.
alba, n i la azucena, n i el á n g e l , n i el
faiño, n i el alma, ese rayo de luz pura,
n i la creación, ese inmenso panorama?... Sabéis, amigo mió, que, espectador sé-
rio, he meditado muchas veces en esos
RAYOS Y SOMBRAS.

campos gloriosos, obligados por el arado, que m á s brillan son los que derraman
ellos que fueron testigos de antiguas más lágrimas.
guerras, á dar cosechas como los campos
vulgares; que semejantes al rey caido,
que teme despertar, cuando se le apa- T ú que no has sufrido aun n i n g ú n do-
rece su antigua gloria soñando, durante or, te entregas á eterna alegría, á l a ino-
el dia dejan que camine el boyero por cencia que hace soñar y á la ignorancia
sus centenales y durante l a noche reci- que hace sonreír.
ben la visita de las á g u i l a s .
Azucena preservada del soplo de los
Aunque sois hijo de un siglo en el que vientos, llena t u corazón sereno la feli-
todo se vende, respetad la Roma muerta cidad tranquila de los niños, que es u n
que está al lado de la aldea viva, y ya reflejo puro de la felicidad de las ma-
que sois compasivo para todo, dejad tran- dres.
quilos esos campos, ó por mejor decir,
esas cenizas. Podéis v i v i r m u y feliz
paseando desde el alba por secretos sen- E l candor embellece t u semblante, y
deros, llevando de l a mano á una mujer yo prefiero á todas las claridades, la que
y contemplando en ese pintoresco paisaje veo brillar en tus pupilas, que sale del
cómo se regocija Dios en l a estación de foco de t u alma.
las rosas; y después, entrando en casa y
sacando del cofre carcomido el ejemplar Vives sin inquietudes y sin pesares; l a
antiguo del V i r g i l i o que yo he leido tan- familia te idolatra; en el verano corres
tas veces, ó iluminando vuestra alma con tras las flores y en el invierno juegas al-
las antiguas claridades, leer al tierno rededor del hogar.
V i r g i l i o y meditar.

L a poesía, que es u n espíritu del cielo,


Porque han llegado los tiempos que cerca de tí, n i ñ a , se ha instalado; t u ma-
predijo el poeta. Hoy dia, en esa llanura dre la refleja en sus ojos y t u padre en
muda, en esos campos, algunas veces el su pensamiento.
labrador, encorvado sobre el surco, en-
cuentra un negro dardo que cree que
cayó del cielo, y otras veces vé que se Aprovecha esa hermosa edad, disfru-
chocan confusamente en el fondo del ter ta, que la a l e g r í a se disipa pronto, y los
reno que escarba cascos vacíos, dardos que vivimos m á s tristes hemos tenido
tomados de orin, y abriendo tumbas de t a m b i é n nuestra infancia deslumbra-
humanas ruinas, le hace palidecer el ta- dora.
m a ñ o de los esqueletos romanos.
Mayo 1839. Como el que reza antes de morir, per-
m í t e m e que te bendiga antes de que
abandone yo la tierra: á n g e l , que serás
IX. una mártir; niña, que serás una mujer.
Febrero 1840.
A F a n n y de P .

Y a que la edad te lo permite, rie, que


todo te acaricia: ¡hermosa n i ñ a , juega
canta, só ñor, só aurora!
Como en los estanques adormecidos
en los bosques, en muchas almas se ven
No pienses en el porvenir, n i que el dos cosas á un mismo tiempo; el cielo,
cielo es negro y la vida sombría; no pien que refleja en el agua que apenas se
ses que el hombre en el mundo solo hace mueve todos sus rayos y todas sus n u -
un poco de ruido y mucha sombra. bes, y el fondo del estanque, sombrío,
dormido y súcio, en el que reptiles ne-
gros vagamente hormiguean.
Por desgracia sabemos que la vida es 7 Mayo 1839.
m u y triste: n i ñ a , con frecuencia los ojos
OBRAS D E VICTOR HUGO.

I n ú t i l era decirla en voz baja que esos


son acontecimientos naturales de la v i -
XI. da; que todo el que nace muere; que hay
niños que Dios, que presta, pero que no
F i a t voluntas. dá, para que refresquen nuestras frentes
con sus alas blancas, hace posar como
pájaros un dia solo en los árboles del
Pobre mujer! ¡Se le ha trastornado el mundo; inútil era decirla todo esto, por-
juicio! E n los salones indiferentes, en que ella no lo oia; con la vista fija, m i -
sus conversaciones fútiles, el mundo dijo raba siempre ante ella abrirse los brazos
ayer que estaba loca, y a ñ a d i ó hoy que de su hijo. De sus juguetes habia for-
habia fallecido; yo solo en el cemente- mado una capilla, y así m u r i ó la pobre
rio, hollando los céspedes, visito la t u m - en menos de dos meses; que nada es tan
ba, en la que se enterró su vida después poderoso como los pequeños brazos de
de morir su razón. los niños muertos para arrastrar pronto
las madres á la tumba; donde el niño
cae, pronto l a mujer cae t a m b i é n . ¿Qué
Loca y muerta! Dios mió, por qué? Por es para ella una casa desierta? ¿Qué es
un niño frágil, cuyas pupilas están cer para ella un lecho sin la cuna al lado?
radas; por u n recien nacido, de colores
¿ P a r a q u é sirven las miradas maternales
frescos, que hace poco, como las mos
si no velan al niño que duerme? ¿ P a r a
cas penden de las ñores, pendia de su
qué sirve su blanco seno sin los labios
seno, riendo y llorando, p r i v á n d o l a del
rosados del niño?
sueño durante noches enteras; por ese
n i ñ o que está callando, por ese niño que
está dormido.
Después de pasar mucho tiempo con
el corazón y con los ojos apagados, va-
Cuando vió á su hijo la tarde de u n gando alrededor de la tumba de su hijo,
dia triste, porque ella llamaba su hijo á la desventurada perdió la vida á los dos
una sombra vana, cuando vió á su hijo meses. Ayer estuvo loca y hoy m u r i ó .
helado, no lloró. L a leche con la fiebre Basta que u n pájaro se pose en una pla-
de repente turbaron su cabeza, haciendo ya, para que otro compañero suyo se
temblar los labios; y desde ese dia, sin apresure á seguirle, y siempre hay un
ver y sin hablar, permaneció impasible tercero que v á delante. Apenas acababa
á todo, buscando en la oscuridad una de abrir sus alas á los vientos, fué el
cosa perdida, á su hijo desaparecido en hermoso niño á posarse sobre la tumba;
l a vaga extensión; y algunos momentos ella le siguió después, como una paloma
inclinaba el oido al andar, como si bajo sigue á otra.
de tierra oyese sonar u n cántico.

Y o exclamó:—"Señor! vuestras leyes


U n a mujer del pueblo, que u n dia la son austeras. Señor! las habéis rodeado
vió pasar por l a calle acosada por una de misterios, así para el hombre como
m u l t i t u d , al ver cómo sufría, adivinó su para el amor, para los árboles y para las
desgracia. Los hombres, cuando veian aves, hasta para el líquido nutritivo que
su frente lívida y sus miradas frías, que necesita el niño en la cuna, que es am-
perseguían una quimera, exclamaban: brosía y veneno, miel dulce y licor amar-
—"Pobre loca!,,; pero esa mujer decia:- go, destinado á n u t r i r al hijo ó á matar
"Pobre madre!,. |á l a madre!,,
17 Febrero 1837.
Pobre madre, en efecto. Suspiros aho-
gados i n t e r r u m p í a n algunas veces su
voz, que murmuraba:—"Mi hijo!,, A l g u -
nas veces, en l a calle, hundidos los piés
XII.
en el barro, buscaba con la vista una A L a u r a , d u q u e s a de A .
claridad desaparecida en el cielo; por-
que el alma del n i ñ o , a l volar á las su-
premas regiones, se habia llevado con Y a que no han comprendido, en su
ella el juicio de su pobre madre. mezquino modo de pensar, que cuando
se ha poseído esplendor, poder y orgullo,
RAYOS Y SOMBRAS.

seria u n acto m a g n á n i m o para la Fran- Porque fuerte para sufrir tus desgra-
cia conceder la limosna de una fosa á t u cias y buena para remediar las nuestras,
noble féretro (1); sufriendo la tempestad, víctima de t u
mala suerte, no imitaste funestos ejem-
plos, y no quisiste nunca que una cobar-
Y a que no han comprendido que la día te hiciese llegar a l puerto.
que sin temor celebró siempre la gloria
y castigó á los verdugos, tiene derecho
á reposar sobre la colina santa, tiene Porque tú, la Musa ilustre, y yo, el
derecho á reposar á la sombra de los desconocido apóstol, hemos traido á l a
héroes; iierra la misma misión y un profundo
"azo nos ata el uno al otro, á tí, viuda
de u n héroe, y á m í , hijo de un sol-
Y a que el recuerdo de nuestras gran- dado.
des batallas no vive encendido en ellos
como sagrada lámpara; ya que no tienen
corazón n i entrañas; ya que te han re- Por lo que, sin cansarme j a m á s en esta
husado hasta la piedra para edificar t u Babilonia, de las insultadas banderas be-
sepulcro. sando los pedazos, e x c l a m é defendiendo
al emperador:—"¡Devolvedle su Colum-
na!,, y exclamo defendiéndote:—^¡Con-
Nos corresponde á nosotros entonar un cededle su tumba!,,...
cántico expiatorio; nos corresponde á Febrero 1840.
nosotros manifestarte nuestro duelo, de
rodillas; nos corresponde á nosotros hacer
revivir t u recuerdo, e n t e r r á n d o l o en ver-
sos afectuosos y tristes. XIII.

Nos corresponde á nosotros esta vez Pozos de la India! ¡ T u m b a s monu-


preservar t u muerte del olvido, que es su mentales, que en vuestro interior solo
pálido compañero; nos corresponde des- ofrecéis á la perturbada vista un mon-
hojar rosas sobre tus cenizas; nos corres- tón rodante de gradas y de rampas, fríos
ponde ceñir laureles á t u nombre. calabozos, corredores donde brillan lám-
paras, vigas en las que la a r a ñ a tiende
sus largas telas, bloques que bosquejan
Y a que una estúpida afrenta, pobre
por todas partes siniestros perfiles, te-
mujer muerta, sube hasta t u frente, que chumbres de granito, agujereadas como
César coronó, á mí, que me diste la mano frágiles telas, por cuyos grandes huecos
de amiga, me corresponde decir en voz se vé brillar alguna estrella, caos de mu-
baja:—"Nada temas! Y o te defiendo!,, ros, de c á m a r a s , de tramos de confusas
y ruinosas escaleras, criptas que llenan
Tengo que cumplir m i misión; porque de religioso horror vuestra inmensa y
armado con una lira que debe esparcir prodigiosa bóveda, cavernas que no nos
himnos irritados y ardientes, custodié e" atrevemos á atravesar, ante vuestras pro-
tesoro de las glorias del imperio, y no he fundidades he palidecido con frecuencia,
de consentir nunca que nadie atente como se palidece ante u n abismo, espan-
contra ellas. tosas Babeles que fantaseó Piraneso!...
Entrad si os atrevéis!
Sobre el dormido pavimento las som-
T u noble corazón conservaba para m í bras de los arcos se cruzan tristemen-
fieles recuerdos: en nuestro cielo siniestro te; la canal en algunas partes, torcién-
y en nuestros tristes dias t u espíritu cer- dose bajo los escombros, se entreabre
n í a sus generosas alas, muchas veces co- para dejar pasar escalones sombríos,
mo un á g u i l a y como un á n g e l siempre. que por escalera de caracol escudriñan
un subterráneo sin fondo, y otros escalo-
nes suben hasta arriba, hasta llegar al
(1) El Consejo municipal de la ciudad de París rehusó techo. A dónde van? Dios lo sabe. Por
conceder seis piés de tierra en el cementerio del Padre-La- los huecos de u n arco vacío, agua que
chaisse para la fosa de la viuda de Junot, antiguo gobernador
de París. cae despide lívida claridad. Una bóveda
El ministro del Interior igualmente rehusó un pedazo de de frente verde gotea dentro de un pozo.
mármol para dicho monumento.
^Periódicos de Febrero de I H O J
E n l a oscuridad, pesado m o n t ó n de rocas
286 OBRAS DÉ VICTOR HUGO.

sin apoyo se vé detenido por zarzas tre- Saben que soy el hombre de las sole-
padoras; una cuerda que pende de mon- dades, el paseador pensativo por entre
t ó n de maderos cae hasta el nivel de l a árboles espesos, el espíritu que encuen-
mano del viajero curioso. E n una cueva, tra, estudiando todos los dolores, en la su-
inclinado sobre un libro y leyendo, un perficie de todo la duda y en el fondo
viejo sobrehumano, bajo de una roca, de todo la paz.
que no se conserva á plomo, parece que
viva allí olvidado por la muerte. Dos
esfinges, dos bueyes de bronce, acurru- Saben que me inclino y pienso sobre
cados sobre el estrave, forman como los bojes, sobre las fosas y sobre las cru-
chapiteles de los pilares decrépitos; el ces; oyen mis pasos cuando camino sobre
áspid, de ojos ardientes, agitando sus hojas secas, y me han visto contemplar
pupilas, pasa su cabeza chata por las las sombras de los bosques.
hendiduras de las piedras. Todo se mue-
ve y se dobla bajo los techos entreabier-
tos. Las paredes resuenan y se ven hor- Comprenden m i voz, que suena en el
miguear, á través de las hojarascas rojas mundo mejor que vosotros, vivos lucha-
y saliendo por entre los mármoles, móns- dores; los himnos de m i lira, oculta en m i
truos, que p o d r í a n tomarse por racimos alma, para vosotros son cánticos y para
ellos son sollozos.
de aquellos árboles. Por todas partes, en
las paredes del sombrío monumento, algo
horrible se arrastra confusamente, y el Aunque les olvidan los vivos, les queda
que recorre ese dédalo disforme, como si la naturaleza. E n el j a r d í n de los muer-
se apoderara de él u n enorme pólipo, tos, donde reposaremos todos, el alba
por encima de él y por debajo parece que lanza una mirada m á s serena y m á s ce-
sienta vivir y moverse el monstruoso lestial, l a azucena parece m á s pura y el
edificio. pájaro m á s tierno.

E n esas horas en que el espíritu y en Allí es donde yo vivo!—Cogiendo ro-


que la vista, recorriéndolo todo, tratan de sas blancas, consolando las tumbas aban-
ver en la noche el fondo de las cosas, donadas desde hace mucho tiempo, paso
mis miradas se perdieron en esos terri- y vuelvo á pasar; separo de ellas las ra-
bles sitios, y contemplándolos, he ex- mas, muevo ruido en la yerba y los
clamado muchas veces:—uFantasías de muertos parece que se regocijen.
granito, grutas fantásticas, criptas, pa-
lacios, tumbas llenas de vagos rumores,
sois menos brumosos, menos desconocidos, A l l í sueño, y vagando por el campo
menos profundos y menos desesperados letárgico veo, con los ojos abiertos de m i
que el destino, el destino, ese antro que pensamiento, transformarse m i alma en
habitan nuestros temores, en el que oye un mundo m á g i c o , espejo misterioso del
el alma, perdida en espantosos laberin universo visible.
tos, en el fondo, al t r a v é s de la oscuri-
dad, y produciendo ruidos sordos, en u n Mirando sin ver, ramajes confusos,
abismo desconocido, caer la corriente de formas y colores vagos, allí, sentado en
los dias! las piedras caídas y en la oscuridad, me
14 A b r i l 1839, asaltan deslumbramientos de claridades
y de flores.

XIV.
Allí el sueño ideal que llena m i espíri-
E n e l c e m e n t e r i o de... t u flota como velo luminoso entre la
tierra y mis miradas; allí mis dudas i n -
gratas se funden en plegarias, que em-
L a m u l t i t u d de los vivos rie corriendo piezo á m u r m u r a r de pié y que termino
tras sus locuras, ya para proporcionarse de rodillas.
placeres, ya para proporcionarse dolores;
pero yo, que soy soñador, me imagino
que los olvidados muertos me miran fija Como vuela la paloma hasta el hueco
mente. de las rocas para encontrar en ellas la
gota de rocío que cae antes de que apa-
RAYOS Y SOMBRAS, 287
rezca el sol, m i espíritu sediento, en la dos los hombres, vagareis errantes; pensa-
oscuridad de las tumbas vá á beber una tivos recorreréis el mundo, acordándoos
gota de íé, de esperanza y de amor. algunas veces de los fallecidos.
Marzo 1840.
Encinas, creceréis en el fondo de las
soledades en brumosas lontananzas; vie-
XV. jos sauces, tomareis tristes actitudes y
os contemplareis vagamente en los ar-
royos.
Madres, el niño que juega alegre en
vuestro hogar, frágil como las flores y
sereno como el cielo, os debe incitar á que Nidos, temblareis al sentir dentro de
t e n g á i s cariño, pudor y prudencia. E l vosotros crecer las alas; surcos, os extre-
n i ñ o es una llama pura cuyo calor aca- mecereis al sentir crecer el trigo; antor-
ricia; es l a alegría santa; es la felicidad chas, arrojareis rojas chispas que forma-
sagrada; es un reflejo dorado del nombre r á n un torbellino de humo.
paternal, cuyo reflejo os basta para ver
con claridad la sombra de vuestra alma.
Madres, el hijo que lloráis y que voló Rayos, manifestareis el poder de Dios,
hácia el cielo, cuando l e v a n t á i s la frente que a l mar sujeta; riachuelos, nutriréis
hacia la esfera estrellada, derrama sobre las flores, cuyos capullos se abrieron en
vuestros dolores fulgor augusto, porque A b r i l ; vuestras corrientes reflejarán la
el inocente brilla tanto como el justo. Os sombra del hombre, pero fluirán siempre
hace ver con dulce claridad,al través del y el hombre p a s a r á .
orgullo, de las virtudes, de las desgracias
y de la noche que enluta vuestra alma, á Cada cosa y cada alma, cada sér y
Dios en su profunda tranquilidad. Que cada objeto seguirán su curso, su ley, su
viva ó que muera el niño, siempre brilla. pasión y su fin, aportando su piedra para
E n el mundo, en el que necesitamos el la obra indefinida, que con el género
socorro de todos, en el que nuestros dias humano edifica la creación.
inciertos están pendientes de tantos abis
mos, es u n guia que desvanece las bru
mas que á nuestro alrededor levantan las Y yo c o n t e m p l a r é á Dios, padre del
dudas y los vicios; cuando vive el n i ñ o , mundo, que nos entrega, para mitigar
enseña á las madres la verdadera senda nuestra sed, ya en l a sombra, ya en la
del deber; cuando el niño muere, descu claridad, el cielo, esa inmensa urna, en
bre á éstas la verdad sin velos; en el la que podemos beber l a calma y la se-
mundo es para ellas una l á m p a r a y en renidad.
el cielo es una estrella. 5 Mayo 1839.
27 Marzo 1840.
XVII.
XVI.
Espectáculo tranquilizador.

Marineros, desplegareis las velas; bo-


E n todas partes b r i l l a la luz y la ale-
gareis, unas veces alegres y otras tristes,
gría; la diligente y trabajadora a r a ñ a
contemplando al fulgor de las estrellas
ata á los tulipanes de seda sus redondos
la playa, el escollo ó el puerto, según el
encajes de plata.
viento os empuje.

E l extremecido insecto fija los asom-


Envidiosos, morderéis la base de las brados ojos en el estanque espléndido,
estátuas; pájaros, cantareis; ramajes, os donde pulula un mundo misterioso.
cubriréis de hojas verdes; puertas, os ar-
ruinareis cubiertas de hiedra; campanas,
haréis vivir y soñar á las aldeas. L a rosa parece, rejuvenecida, extender
sus pétalos á las brisas, y el pájaro canta
armoniosamente en las ramas que en-
Viajeros, haciendo participar á vues- cienden los rayos del sol.
tra naturaleza de las costumbres de to-
OBRAS D E VICTOR HUGO.

Su voz bendice Dios, que visible siem- —Pero ya que por fin, sondeando mis
pre para los corazones puros, formó el destinos, me p r e g u n t á i s por mis años j u -
alba, p á r p a d o de llama, para el cielo, veniles; ya que, hijos mios, todo lo que-
pupila azul. réis saber, os voy á referir mis primeros
instintos y m i primera esperanza,
E n los bosques, donde se embotan to-
dos los ruidos, el temeroso gamo corre y Tuve durante m i efímera infancia tres
juega, y en las alfombras de musgo bri- maestros: un jardin, u n anciano sacerdote
l l a el escarabajo como oro vivo. y m i madre. E l j a r d i n era grande y
misterioso; altísimas tapias le escondían
á las curiosas miradas, estaba lleno de
L a luna, durante el dia, está p á l i d a m i l flores y de m i l insectos, lleno de su-
como u n alegre convaleciente, y con surros y de aromas; en el centro era casi
ternura abre sus ojos de ópalo, cuya un vergel y en el fondo era casi un
dulzura hasta nosotros se derrama. bosque. E l sacerdote, excesivamente em-
papado de Tácito y de Homero, era u n
L a abeja con el alelí juguetea, acari- anciano cariñoso; m i madre... era m i
ciando la vieja tapia; el surco caliente madre.
alegremente se despierta removido por
el oscuro g é r m e n . U n dia...—-¡Oh, si Gautier me prestara
su lápiz, con un solo rasgo os d i b u j a r í a
una figura que, como funesto augurio,
Todo vive y ostenta su belleza, i l u m i -
nada por u n sol ardiente; la sombra entró u n dia en casa de m i madre. Era
huye del agua que pasa, y el cielo se vé un doctor de frente estrecha, de aspecto
azul sobre el collado verde. solemne, que si os lo dibujase, consegui-
rla hacer abrir vuestros labios con esa
risa deslumbradora y Cándida que m u -
L a llanura brilla, el bosque verdea, chas veces me enajena. Cuando entró
l a yerba florece.—Mortal, nada temas; ese doctor, estaba yo jugando en el
la naturaleza sabe el gran secreto y se jardin, y al verle me quedó parado de
sonríe. repente. Era ese hombre el principal de
I.0 Junio 1839. un colegio cualquiera.

Los tritones que Coypel agrupa alre-


XVIII. dedor de una concha, los faunos con
que Watteau pobló los bosques], las
IAO que s u c e d í a e n l a s F n l d e n s e s brujas de Rembrandt, los gnomos de
h a c i a 1813. Q-oya, los diferentes diablos, las pesadi-
llas varias con que Callot, riéndose,
atormentaba á San Antonio, son feos,
Niños, puras y hermosas frentes incli- pero tienen artísticos atractivos; son
nadas hácia mí, bocas con dientes de deformes, pero cierta vida anima sus
esmalte, que me p r e g u n t á i s el por q u é semblantes, y muchas veces sus ojos lan-
de todas las cosas, que me interrogáis zan rápidos r e l á m p a g o s : ese doctor era
sobre m á s de u n gran problema, preten- muy feo, pero a d e m á s era m u y estú-
diendo que de lo que es oscuro para m í pido.
mismo os d é á conocer el sentido verda-
dero y la palabra decisiva, os apoderáis
de t a l modo de m i espíritu pensador, Dispensadme si os hablo con el len-
que con frecuencia, cuando salís de m i guaje franco del estudiante; hago mal.
estancia, hijos mios, paso algunas horas Procurad olvidar lo que os acabo de de-
meditando para volver á colocar en su cir, que ya que he perdido la gracia de
sitio, en el fondo de m i cerebro, mis p l a - la niñez, que p e r t u r b ó u n pedante, no
nes, mis visiones, los objetos eternos de debo conservar la cólera de entonces.
m i meditación. Dios, el hombre, el por-
venir, la razón y la demencia, y mis sis-
temas, m o n t ó n sombrío, andamiaje i n - Ese hombre, calvo y vestido de negro,
menso, desarreglado de repente por las repugnante para m í y que á primera
preguntas que al azar hace u n niño. vista sobresaltó á m i madre, á pesar de
RAYOS Y SOMBRAS. 289
su humilde actitud, venia á traer conse-j mosas noches parecidas á los dias, que
jos y solicitudes.—Que el niño no estaba tienen menos claridad, pero m á s ternu-
bien dirigido; que muchas veces se lleva- ra, y m i madre paseaba por el parque,
ba el libro para pensar en los bosques; :riste é indecisa como siempre, interro-
que crecia á la ventura en esta soledad; gando en voz baja al agua, al cielo, a l
que debia corregirse esto; que el estudio aosque, y escuchando á la ventura las
severo debia hacerse en la oscuridad de voces que oía. Era en aquellos momen-
los claustros; que una l á m p a r a colgada tos en que el j a r d í n está apacible, cuan-
del techo, que i l u m i n a á cien estudian-do en l a maleza corre el invisible insec-
tes que están escribiendo, d á á conocer to, cuando los rayos claros de la luna
mejor á Horacio, á C á t u l o y á V i r g i l i o ,
hacen brillar la losa azul de l a c ú p u l a
que el sol, que deja caer sus rayos en los oriental del sombrío Val-de-Grrace, y ha-
árboles y en las flores; en una palabra, cen destacar el claustro del convento
que era preciso que los niños, lejos de arruinado, pero agradable á l a vista;
sus madres, estuviesen sujetos, trabaja- cuando en las estátuas, sin ruido, se mue-
sen mucho y se les hiciese derramar al- ve la sombra que proyectan las ramas;
gunas l á g r i m a s . A d e m á s de esto, el
cuando las flores de los árboles y de los
colegio ofrecía con amabilidad al niño, arbustos, pagando en perfumes los can-
ébrio de libertad, de aire y de sol, sus tos de los pájaros, se reflejan en las bal-
bancos de madera, sus corredores de dor sas y en los charcos, ó se esconden entre
mitorios, sus salas con cerrojos, y en las las yerbas; cuando el abedul, inclinan-
que en todos los pilares está esculpido do su soberbia copa sobre los estanques
con u n clavo viejo el fastidio de los es y confundiéndola con la de los álamos
t u diantes. blancos, tiembla suspendido sobre la su-
perficie del agua; cuando el cíelo brilla
por los intersticios del ramaje, y de las
Cuando se despidió aquel hombre, m i chimeneas salen nubes de humo; cuando
madre quedó triste y preocupada por ese delicioso j a r d í n , que es u n radiante
todo lo que le habia oido decir. ¿Q^ó paraíso, con sus m ú l t i p l e s voces habla á
haria? Quién tenia razón? ¿El sombrío m í madre en voz baja, diciéndola cari-
colegio ó aquella casa feliz? ¿Quién llena ñosamente:—"Déjanos á t u hijo.
mejor la educación de la infancia, el es-
tudiante turbulento ó el n i ñ o solitario? „Déjanos á t u hijo y no te inquietes,
Estos problemas, estas cuestiones la madre cariñosa; no entregues su frente
hacian titubear; el asunto era grave. M i pura y su alma Cándida á la m u l t i t u d ,
madre, después de todo, era una sencilla que la m u l t i t u d es u n torrente que des-
mujer, cuya alma no formaron los l i troza todo lo que arrastra. Los niños
bros, sino el destino; ¿cómo habia de te- tienen miedo como los pájaros. Entrega
ner valor para rechazar á ese trágico t u hijo á nuestros aires puros, á nuestros
profeta, que con tono y con ademanes húmedos vapores, á nuestros suspiros l i -
magistrales le hablaba en nombre de geros; nosotros solo le inspiraremos bue-
los griegos y de los latinos? E l sacerdo- nos pensamientos y trocaremos l a clari-
te, sin duda, era sábio; pero, ¿enseña me dad del alba de su inteligencia en la
jor el maestro que un colegio? A d e m á s ardiente luz del día; Dios aparecerá visi-
el hombre m á s vulgar pronuncia en ble ante sus ojos, porque nosotros somos
ocasiones palabras sacramentales, como las flores, las ramas, las claridades, l a
—"Es indispensable!,, "Así conviene,,, et naturaleza, el manantial eterno que
cétera etc., que turban muchas veces á m i t i g a la sed de todas clases, que lava
la mujer m á s despejada. Pobre madre todas las alas; los bosques y los campos,
Qué camino escogeria de los dos? L a que solo comprende el sábio y que for-
suerte de su hijo pendía de sus manos, man la educación de los grandes es-
en las que temblando sostenía la pesada píritus. Deja que crezca t u niño entre
balanza, y creía que algunos momentos nuestros ruidos sublimes. Le impreg-
ésta se inclinaba hácia el colegio, opo- naremos de esos íntimos aromas que el
niendo m i felicidad futura á m i felicidad soplo celestial esparció en todos nuestros
presente. Esta idea la inquietaba y l a dominios, que hacen salir del hombre y
privaba del sueño. ascender hasta Dios como el canto de u n
l a ú d , como el incienso de u n pebetero, l a
esperanza, el amor, l a oración y el éx-
Era en el verano, la hora en que aso- tasis. Inclinaremos sus ojos hácia las
ma en el cíelo la luna, una de esas her- sombras de la tierra, hácia el secreto de
TOMO V . 37
290 OBRAS D E VICTOR HUGO.

todo lo que se entreabre ante sus pasos. deis nunca que los séres selectos, creados
Convertiremos al niño en hombre y al para la poesía y para la ilustración; que
hombre en poeta. Debes elegirnos para los corazones en que Dios coloca ecos
formar sus sentidos, porque nosotros le para todos los ruidos que anima miste-
enseñaremos cómo desde el alba hasta rioso sentido, en un sonido, en un vago
l a noche, desde las encinas hasta los murmullo, oyen los consejos de la natu-
mosquitos, la vida bajo m i l aspectos son- raleza.
ríe en las verdes llanuras, llenándolo todo Mayo 1839.
de reflejos, de colores y de sombras. Te
le devolveremos sencillo y deslumhrado
por la contemplación del cielo, y hare- XIX.
mos que germine en él por todas partes
esa compasión que nace del espectáculo
de la naturaleza. Déjanos á t u hijo; le for- E l escultor David.
maremos el corazón de modo que com-

E renda á la mujer y el espíritu, en el que


aremos nacer con facilidad sueños y
quimeras; de ese modo t o m a r á á Dios por
I.

libro y los campos por g r a m á t i c a , y su David! como u n gran rey que reparte
alma, como la de todos los soñadores, entre los príncipes sus hijos sus Estados
como el sol que fecunda las flores, lanza- por provincias, Dios d á á cada artista
r á rayos sobre todas las ideas.,, diferente imperio: al poeta le d á el soplo
esparcido por todo el universo, la vida y
el pensamiento, el espléndido enjambre
Así hablaron, en las horas en que la de variadas estrofas, que vuelan desde el
ciudad estaba dormida, el astro, la plan- hombre hasta el á n g e l y desde el móns-
ta y el árbol: m i madre los escuchaba. truo hasta la flor; al escultor le d á la for-
ma; al pintor los colores; al músico el
mundo oscuro de los sonidos.
¿Cumplieron, hijos mios, su sagrada
promesa? L o ignoro; solo sé que m i que-
rida madre les creyó, y d i s p e n s á n d o m e L e dá la forma al escultor.—Sí, pero
del encierro del colegio, confió m i j u v e n t ú sabes m u y bien, t ú , que eres gran es-
t u d á las tiernas lecciones de la natura cultor, que la forma es el todo ó no es
leza. nada. No es nada sin el espíritu, es todo
cuando expresa la idea. Se necesita que
Desde entonces, esperando que llegase bajo u n cielo que el sol ilumina, de pié
la noche, que eran las horas que dedica- bajo las l á m p a r a s del templo ó de noche
ba a l estudio, todo el dia libre y feliz po en u n antro sagrado, en el fondo de un
dia recorrer s e g ú n m i capricho el deli bosque dormido ó en el escenario de un
cioso j a r d i n , contemplando sus dorados teatro, la figura de piedra, de cobre ó de
frutos, el agua corriente ó estancada, los yeso, ostente inspiradamente, en su fren-
gigantescos árboles, las pintadas flores te digna, el rayo de la belleza, el relám-
y los prados y los bosques, que m i espí pago de la gloria. Ardiente soplo debe
r i t u por la noche volvia á ver reflejados moverle la nariz; poderosa fuerza debe
en V i r g i l i o como en u n espejo. llenarle el pecho; r i s u e ñ a gracia debe re-
dondear sus dedos, y en su boca muda
debe adivinarse la voz. Preciso es que
Hijos mios, disfrutad de los campos, de sea grave y fria si se la toca, pero v i v a
los valles, de las fuentes, de los caminos, si se la mira, y que ante el pensamiento,
que la ú l t i m a luz de la tarde llenan de ante las miradas del alma y ante las m i -
voces lejanas; de las olas y de los surcos, radas del cielo, esté desnuda con majes-
en los que germina el pensamiento al tad, como estaba A d á n desnudo ante
lado de la espiga. Cogeos de las manos Dios. Se necesita que, como la casta Vé-
y recorred el parque, y cuando oigáis nus, salga de las olas, sembrando desde
cantar á un pájaro, imaginaos oir la voz lejos la vida y el amor en el mundo y
de Dios. L a vida, con el choque de pa convirtiendo á su alrededor, en su sober-
sienes contrarias, os espera; sed buenos, bio vuelo, en todas partes donde se der-
profesaos siempre cariño fraternal, y rame y caigan gotas de oro del agua que
unidos contra el mundo que corrompe el humedece su cabellera, cada yerba en
espíritu, seréis siempre fuertes; no olvi una flor y cada ojo en una estrella. Se
<te

Ph

I
oo

O
ü
O
OO
W
i-l
w
o
«

O
RAYOS Y SOMBRAS»

necesita, cuando el arte cristiano anima poderosas manos á la imponente m u l t i -


al escultor, que teniendo el mismo en- tud; otros atravesaron, por u n puente
canto tenga mayor grandeza, que ame que temblaba, la mina que un fuerte
platónicamente, y sonriendo se burle de encerraba en su ñ a n c o , por la brecha
S a t a n á s , ó que, m á r t i r , cante sufriendo que hace hundir á una muralla; en esta
el tormento de la rueda, ó que, virgen di- época mofadora y llena de ódio, estos
vina, estrella de los mares, su mirada sea nobles poetas cantan en coro á las na-
tan cariñosa que a p a c i g ü e la cólera de ciones sombrías que son víctimas de la
las olas. discordia, con la voz augusta y tierna
de los campos y de los bosques, porque
II. el himno universal extingue las pasio-
nes; porque sobre todo en los dias de las
revoluciones es cuando el hombre se
Esto es lo que t ú conoces, noble escul- aventura en su sombrío y brillante de-
tor; t ú , que de las profundidades del sierto, y es cuando el arte apaga su sed
arte entraste en el santuario siendo m u y en el manantial de l a naturaleza. Todos
jóven, para ya no salir nunca de él! Es- esos hombres, corazones puros, espíritus
píritu que, posándote sobre las m á s al- de l a verdad, que r e ú n e n en ellos l a hu-
tas cumbres, para crear t u obra grande manidad entera, pensativos ó brillando,
y armoniosa te apoderaste de la inspi- están de pié en la historia, y todos sufren
ración de los genios; tú, que eres el maes- su martirio después de su triunfo. L a
tro severo y tierno, que i l u m i n a n á un v i r t u d es u n libro austero y victorioso,
mismo tiempo con sus dobles rayos el que todos los padres deben hacer que
jóven Rafael y el viejo Miguel Angel; deletreen sus hijos; cada hombre ilustre
tú, que sabes tan bien cuál es el soplo de que nace con el sello divino, de ese gran
inspiración, que algunas veces, como alfabeto es una letra santa. A sus piés
sombrío viento, arrastra al escultor des- están agrupados sus sagrados símbolos;
de la oda ligera hasta la inmensa epo- los astros, las liras, el compás, los leones
peya. desmesurados y los ojos ardientes de las
á g u i l a s . E l escultor deslumhrado con-
ni. templa esas figuras, y piensa en l a pá-
tria, en las tumbas célebres, en las ciu-
Los grandes hombres, esos héroes ó dades á las que debe darse ejemplos
pensadores, esos semi-dioses, sucesiva- eternos; y en su magnífica visión, alum-
mente han pasado radiantes por delante brados por suaves reflejos, engrande-
de los pueblos; unos e m p u ñ a n d o la es- ciéndose fuera del suelo m á s á cada
pada, los otros con un libro en l a mano; momento, como bajo-relieves cargados
confusamente en el fondo de su espíritu,
estos señalando con el dedo el camino
que el pensamiento embarazan, apare-
que se debe seguir, aquellos obligando
cen en la oscuridad los enormes fron-
á la causa á salir del efecto; el artista t r a
tones.
yendo una fantasía y el sábio trayendo
un hecho; uno encuentra el i m á n , l a i m
prenta, la brújula; otro descubre un m u n IV.
do, y otro entona versos inspirados que
consuelan. Este rey, justo y profundo, ¿No es cierto que silenciosamente en
para avanzar en el camino, lleva franca- t u cerebro así se v á bosquejando el edifi-
mente l a libertad de la mano; aquellos cio y construyéndose la obra? ¿No es
tribunos han puesto freno á las R e p ú b l i esto lo que experimenta t u alma conmo-
cas; este sacerdote fundador de piadosos vida cuando se remueve dentro de ella
hospicios, bajo sus techos, que calienta un tenebroso panteón? ¿No es así, maes-
el aliento de Dios, acoge al niño que ca tro, cómo se une el hombre á la arqui-
rece de madre y al anciano que vive tectura y la idea al granito? ¡Qué noble
solo en el mundo; ese mago, cuyo espíri es en esos momentos t u misión! E n el
t u estudia las estrellas, levantó uno tras umbral de t u frontón recibes como un
otro todos los velos de Isis; ese juez, abo- huésped á esos hombres superiores. So-
liendo la infame carreta, borra al verdu- bre un bloque de Paros te sientas faz
go del código criminal; ese verdadero sá á faz de todos esos héroes, y allí, ante
bio, para mejorar la sociedad, vino á tus miradas, que no desfallecen nunca,
sembrar escuelas en las aldeas y pen- esas sombras, que t ú convertirás en bron-
samientos en los corazones; ese otro ce ó en m á r m o l , se extremecen. E l por-
contuvo en instantes peligrosos con sus venir te pertenece, el porvenir, que es el
292 OBRAS D E VICTOR HUGO.

fin de todos los deseos, y puedes conce-1 miras pasar grave y silenciosamente por
dérselo á quien t ú quieras. T r a t á n d o l o s t u alma tranquila, á la que la luz llega
á todos con completa equidad, siendo de las regiones celestes, todos los nobles
sacerdote y escultor, juez y poeta, acep- aspectos de la figura humana. Como en
tando á éste, rechazando al otro, cele- una iglesia se pasea lentamente y pensa-
brando á Napoleón y condenando á A t i - tivo un gran pueblo, al que un Dios son-
la, engrandeciendo algunas veces al uno rie, esos fantasmas serenos atraviesan por
con el contraste del otro, quitando de su t u espíritu. Vagan á t r a v é s de tus poé-
sitio al guerrero para colocar mejor al ticas fantasías, llenas de sombra y de
apóstol, t ú creas dioses! T ú dices, des- claridad, de vagos pórticos; que unas ve-
cendiendo de t u altura, al veterano sol- ees son palacios dorados, otras dormidas
dado ó al anciano pastor:—"Entrad; tumbas; secreta arquitectura, inmenso
os conozco, y voy á coronaros.;;—Y t ú amontonamiento, que,lanzando rumores
dices t a m b i é n á los reyes:—"¡No sé q u i é n gozosos ó plañideros, llena las perspecti-
sois!,. Ivas de t u inmenso pensamiento. L a an-
tigua Babel, que murió, revive en la ima-
Y> iginacion de los soñadores, revive en t u
cerebro, David! L a espiral se tuerce, el
Porque no basta haber sido reyes ni|Pilar.se proyecta, y en el fondo de t u
haber llevado en l a mano el cetro, ei "nagmacion vegeta el bosque de i r o n -
globo y la cruz, para que el poeta d i ¿ n o ^osos ohaPlteles' lle?0 de . pájaros y de
y para que el digno escultor hagan bri-iflores' como n0 se ve en " n g u n a parte,
llar eternamente vuestro negro p a ñ o
mortuorio y os hagan abrir las puertas VII.
del Pantheon; vosotros mismos, ¡oh re
yes! con vuestras propias manos edi- E n t r e tanto t ú , que recorres senderos
ficais el edificio de vuestra gloria ó de desconocidos, petrificador del bronce,
vuestra ignominia. Se puede vencer al moldeador de los pensamientos, hazte
mundo, disponer de un pueblo, influir cargo de l a pequeñez de los hombres
sobre un siglo, curar sus llagas ó em- y permanece altivo sobre todos los par
peorarlas: cuando terminéis de cumplir tidos. Conserva la dignidad de t u su
vuestras misiones, de su cumplimiento blime cincel; no dejes q u é p a s e por t u
s a l d r á una voz, de ódio ó de amor, som-1 m á r m o l la lima de las sombrías pasiones
b r í a como el ruido que hacen los cerro- que desgasta tantos espíritus. Miguel
jos en las torres, ó tierna como el quejido A n g e l dominaba en Roma y t ú dominas
de la tórtola, que h a r á conmover las en Paris; d á , pues, á t u p á t r i a el noble
piedras de vuestras tumbas. Esta voz, ejemplo, puesto que los mercaderes viles
que es la del porvenir, que está inclina- no entran en el templo, de que los íuro-
da de antemano y que se oye desde res de los tribunos no entren en el cora-
lejos, no admite adulaciones n i caricias, zon del artista sagrado. Debes negar t u
n i mentiras n i hosannas, no; los vicios arte á las cortes y consagrar tus vigilias
repugnantes, las traiciones y los críme- al pueblo; pero no escuches nunca á los
nes, así como los sacrificios y las virtu- que te adulan en las plazas. Debes en
des sublimes, presentan un testimonio t u estudio entregarte á la fantasía y
í n t e g r o é irrevocable. detestar todos los vicios de la humani-
dad, gradualmente d e s l u m h r á n d o t e con
y j i tus propias obras; lo que esos hombres
maquinan destruir ó edificar en las t i -
. nieblas, no equivale á las miradas que
\ V ^ i r ^ 1 0 n i nM ab^nd(íne ?Un; Ujas en el techo buscando la belleza
ca t u taller! E n el, el silencio, el arte, el pura lo grandioso en el arte; su misión
estudio, que hace pasar las horas con es baja y la tuya augusta, y no debéis
ligereza, lanzados en un rincón los en confundiros n i un solo momento en la
sayos que repudiaste, teniendo á una misma visión, en la misma ceguedad, en
parte á Juan Goujon y á la otra á P h i los mismos deseos odiosos ó insensatos,
dias, piedras empezadas á desbastar, ellos, que son esclavos de pigmeos, y tú,
varias estatuas inmóviles, bustos medi- que eres padre de colosos.
tando, esparciéndose allí no sé q u é A b r i l 1840.
tranquilidad que cae de los artesones;
todo es grandioso, todo encanta. T ú , á
quien ilumina el interior del arte divino,
RAYOS Y SOMBRAS. 293
na como un buho... ¡El viento que sopla
de la m o n t a ñ a me volverá loco!
XX.
;;Bailad, cantad. Se deben gozar los
A n n poeta. bienes que cada hora nos ofrece. Era
jóven, y sus ojos alegres eran de fatal
augurio, así como eran deslumbradores...
Oculta t u vida y difunde t u espíritu. ¡El viento que sopla de la m o n t a ñ a me
— U n cerro cubierto de césped; u n bar- volverá loco!
ranco, por el que trepen cabras; u n valle
sembrado de árboles; u n m o n t ó n de ro-
cas, colocadas caprichosamente por la „ C o m p a r a d a con ella, parecía fea la
naturaleza para producir ecos en el fon- reina, cuando por l a tarde pasaban las
do del bosque dormido, es lo que te hace dos por el puente de Toledo. U n rosario
falta para retiro, para vivienda. Concre- de l a época de Garlo-Magno adornaba
ta á pasar tus dias en una morada si- su cuello... ¡El aire que sopla de la
tuada en uno de esos sitios, que allí se m o n t a ñ a me volverá loco!
deslizará t u vida tranquila ó ignorada, y
allí dirigirás t u corazón h á c i a los niños
y t u alma hácia los muertos. Desde allí „E1 rey, viéndola tan hermosa, decia á
al mismo tiempo puedes lanzar al mun- su sobrino:—"Por una sonrisa suya, por
do, siguiendo el capricho de t u vaga- un cabello, por u n beso, yo daria, infan-
bunda imaginación, los vuelos libres de te, toda l a E s p a ñ a y el Perú!...,, ¡El
t u poesía, que pasando por las roncas viento que sopla de la m o n t a ñ a me v o l -
ciudades y por los campos taciturnos y verá loco!
elevándose hasta el infinito, despertará
en las almas inmensa corriente de ideas.
Pero t ú vive feliz en la oscuridad y go- „No sé si yo adoraba á esa dama; solo
zarás de tranquilidad venerable y sagra- sé que porque me mirase con cariño, yo,
da, misterioso pensador. Si alguna vez ue nada poseo, contento hubiera pasa-
el viajero, enfermo ó desengañado, llega do en el presidio diez años de m i vida...
por casualidad á t u retiro, podrá aspirar E l viento que sopla de la m o n t a ñ a me
en él la paz, la esperanza, el olvido del volverá loco!
cansancio y el olvido del peligro, bebien
do todo eso en t u espíritu límpido, sin
pensar y sin creer que u n pueblo entero ;,Un dia luminoso del verano, un dia
apaga su sed en el mismo manantial. Sé eliz que fué á pasear á la playa con su
pequeño como u n arroyo y grande como lermana, cuando jugueteaban las dos,
u n rio. e pude ver el pié y hasta l a r o d i l l a . . .
E l viento que sopla de la m o n t a ñ a me
26 A b r i l 1839. volverá loco!

XXI. „Cuando contemplaba á esa jóven,


yo, pastor de este cantón, creia ver á l a
hermosísima Cleopatra, que, s e g ú n se
L o que c a n t a b a u n a g u i t a r r a . dice, arrastraba adonde quería á Cesar,
emperador de l a Alemania... ¡El viento
que sopla de l a m o n t a ñ a me volverá
Gastibelza, armado con la carabina loco!
cantaba de este modo:—"¿Hay alguno en
este pais que conozca á D o ñ a Sabina?
Bailad, cantad, villanos, que la noche se „Bailad, cantad, villanos, que ya llegó
extiende ya por los campos y por la ciu la noche. U n dia D o ñ a Sabina lo ven-
dad... ¡El viento que sopla de la monta dió todo; vendió su hermosura y su amor
ñ a me volverá loco! por una alhaja, por un anillo de oro del
conde de S a l d a ñ a . . . ¡El viento que sopla
de la m o n t a ñ a me volverá loco!
„¿Quién de vosotros ha conocido á
D o ñ a Sabina, m i señora? Su madre era
la vieja mangrabina de Antequera, que „Si no me siento en u n banco, voy á
por las noches silbaba en l a Torre-Mag caer al suelo, porque estoy rendido.
m OBRAS D E VICTOR HUGO,

D o ñ a Sabina h u y ó con ese conde por te. Deja que en el misterio y en la oscu-
el camino que se dirige á la C e r d a ñ a , y ridad melancólico te adore, que la tris-
dónde fueron no sé... ¡El viento que so- teza es el sitio sombrío donde el amor
pla de la m o n t a ñ a me volverá loco! brilla m á s . A n g e l de ojos radiantes,
mujer de vida desgraciada, haz volar
m i vida con tus alas y deja que rinda
„Desde m i choza yo la v i pasar, y ya m i corazón á tus piés.
no supe m á s de ella. Desde entonces 12 Octubre 1837.
vivo triste y disgustado, ocioso y pen-
sativo, con la vista fija en el camino que
ella siguió y con la daga colgada de u n
clavo, ¡El viento que sopla de l a mon- XXIII.
t a ñ a me ha vuelto loco!
14 Mayo 1837. A l paisar p o r l a p l a z a de L u i s X Y u n
d í a de fiesta p ú b l i c a .

XXII.
—"Soñador, dijo ella, ¿por q u é venís
a q u í tan triste? ¿Por q u é , absorbido en
Cuando me hablas de gloria, amarga- vuestros pensamientos, venís á meditar
mente sonrío; esa voz, que t ú crees ve- en una fiesta pública?,,—Mientras ella
ráz, sé yo m u y bien que miente. L a me preguntaba, apoyando su hermoso
gloria veloz se disipa; de la envidia el brazo en el m i ó , la contesté:—^En esta
destructor p u ñ a l solo perdona su está- plaza fué donde nuestra época inquieta
tua, cuando se sienta en el umbral de l a colocó una piedra para tapar una idea;
tumba. L a prosperidad se desvanece; el en esta plaza, un dia de brillante sol, la
poder cae y se pierde; el amor que con- gran nación de la gran ciudad acudió á
suela vale m á s y hace menos ruido. ver pasar con pompa y fausto á una
tierna hermosura, á u n á n g e l , que pare-
cía haber plegado las alas, virgen el dia
Solo ansio conseguir en el mundo t u anterior, y que entonces se veia en ella
sonrisa y t u voz cariñosa, aire libre, de las recien casadas la fresca palidez y
sombra y flores y rayos de luz en el el asombro; á una mujer que al mismo
bosque; solo quiero que me a c o m p a ñ e n tiempo era reina, estrella y flor; que
en mis alegrías ó en mis dolores, t u m i - unia, para encantar á la m u l t i t u d que
rada, que es m i estrella, y t u boca, que fascinaba, al dulce nombre de Antonie-
es m i flor. ta el sagrado nombre de M a r í a . E l prín-
cipe, su esposo, la seguía, y al ver que
se sonreían uno al otro, el público, que
Bajo tus espesos párpados, que ocul- se fijaba en ellos, exclamó:—^'¡Qué fe-
tan luz celestial, todo u n universo dor- liz es!„
mita, pero yo en ellos solo busco amor.
M i pensamiento, urna profunda llena de
magnífico licor, que b a s t a r í a para llenar
el mundo, solo quiere llenar t u corazón. Después que esto dije, callé, porque
m i corazón quedó sombrío; l a dejé que
se ocupara de la fiesta y de sus innume-
Canta! que te escucho con éxtasis. rables ruidos; del rio, que surcaban m u -
Bíete, que así soy feliz. Así me olvido chos bajeles empavesados; del pueblo,
de la m u l t i t u d que desde lejos aplaude de los niños que jugaban, de la alegría
mis cánticos. Sumido en amorosa em que destellaban las fisonomías al oir los
briaguez, i n ú t i l m e n t e para romper núes acordes de las músicas. A b s t r a y é n d o m e
tra lazada, veo pasar soñando á los yo en el pensamiento fijo que me preo-
poetas luminosos. Me aconsejan que me cupaba, me decía á m í mismo:^-"¡Poder
separe de tí; pero yo prefiero, á la glo- sobrehumano que, s e g ú n t u voluntad,
riosa música que me despierta, tus can diriges á los humanos, abismo en el que
cienes que me adormecen. desde A d á n está dando vueltas el géne-
ro humano! ¡Cómo nos coges y cómo nos
rechazas! ¡Cómo te burlas de nuestras
Prefiero á que m i nombre célebre b r i prosperidades! ¡Oh Dios, edificamos
He con luz inmortal, que una mitad de nuestras obras de granito sobre la arena!
m í mismo quede en la tierra para amar- ¡Está sumergido el hombre en profunda
RAYOS Y SOMBRAS. 295
noche! Todo lo que el hombre edifica, en ñor, esta palabra es diferente en los mor-
cuanto termina la obra se desmorona so- tales: en unos es Q-loria, en otros es Fe-
bre él, y sucede con frecuencia que, cuan- licidad; en estos V i r t u d , en aquellos
do creemos alcanzar venturoso porvenir, Patria. L a palabra escondida no cambia
la suerte se burla de nosotros, y bajo nunca, es la misma en todos los corazo-
nuestros mismos pasos comienza á ca- nes; en ellos canta ó gime en voz baja.
var la tierra. Luis X V I , el dia mismo de Es la palabra que puede adormecer el
sus bodas, habia puesto y a el pié en la mayor enojo; es el misterioso suspiro que
plaza fatal, en la que, formándose lenta- lanza todo lo creado; es la palabra de la
mente á impulsos del soplo del Altísi- que nacen las otras palabras, como de
mo, como un grano en l a tierra, germi- un tronco que llena con sus ramas todas
naba el p a t í b u l o . las lenguas del mundo; es el verbo, os-
10 A b r i l 1839. curo ó luminoso, que brilla en los refle-
jos de los rios, en el faro, en el sol, en
las sombrías y solitarias l á m p a r a s ; que
se confunde con el ruido de los cañares,
XXIV. con el extremecimiento de las palomas;
que charla y rie en las cunas y que
M i l c a m i n o s j un solo objeto. vive en el fondo de los sepulcros; que
hace abrir en los bosques las hojas, los
murmullos y las alas, l a clemencia en el
E l cazador, sentado sobre la yerba en corazón de los reyes m a g n á n i m o s y l a
el bosque, s u e ñ a en beldades, y en la sonrisa en los labios de las hermosas; es
oscuridad cree algunas veces ver vagar lo que enlaza los prados con las aguas;
formas indecisas. E l soldado piensa en es el encanto que participa del gorjeo
la suerte que le ha cabido, mientras sir- m á s tierno de los pájaros y del perfume
ve de apoyo á los imperios, y en sus leja- más grato de las rosas; es el himno que
nos recuerdos entrevó vagas sonrisas. E l el abismo amargo canta al empujar las
pastor espera, mirando l a bóveda azula- velas al puerto; es el misterio del mar, es
da, la hora apacible en que se v á á abrir el secreto de las estrellas; esta palabra,
la estrella, ñor de fuego, que nace de u n que fundó eternamente á la segunda
tallo invisible. Contempla cómo las jó Roma, se llama fé, en el lenguaje del
venes doncellas, al i r á segar los trigos cielo, y amor, en el lenguaje de los
de oro, entonan canciones, que acaso hombres.
encierran los sueños de su i m a g i n a c i ó n .
M i r a cómo vaga por los floridos campos, Amar es tener el hilo del laberinto,
con la espalda encorvada y con los ojos luz que alumbre todos los caminos, copa
inclinados al suelo, el poeta, ese cazador para todos los labios; amar es compren-
que quiere prender en sus lazos á los der el cielo; es tener, dormidos ó despier-
pensamientos. M i r a en alta mar cómo tos, claridad p á r a l o s ojos y m ú s i c a para
los marineros desean volver á la tierra, los oidos; es inclinar el alma hácia la par-
cansados de luchar con las olas y anhe- te divina de todas las cosas; por eso t ú ,
lando ver el humo de su hogar. Mira ídolo mió, confundes t u corazón y tus
cómo el sacerdote, rogando por todos los sentidos, en el retiro en que me recibes,
pecadores, inclinando la frente por nues- con los diálogos que susurran las olas,
tras culpas, reza arrodillado en el tem- los astros y las hojas. Los cristales dejan
plo. Mira cómo se elevan á las alturas pasar la luz, y á pesar de las brumas y
los célebres pensadores, esos espíritus de las dudas, al través del amor pasan
que dominan á los mortales, como las todas las verdades, á n g e l m i ó . E l hom-
encinas dominan á los otros árboles del bre y la mujer, grupo feliz, cuyo corazón
bosque. M i r a cómo la madre se complace le sirve de apóstol, vé el cielo á su al-
en ver en su imaginación al hijo que na- rededor y son transparentes el uno para
cerá de ella, sombra que será luz, g é r - el otro; retratan, como un lago que refle-
men que a d q u i r i r á vida. j a un astro en sus aguas puras, del Dios
invisible la luminosa figura. ¡Amémo-
nos! Los bosques están frondosos, el estío
Todos, ya vivan alegres, y a vivan brilla resplandeciente, los g é r m e n e s se
tristes, llevan, sin nubes y sin manchas, entreabren, las olas se derraman y la
una palabra que brilla escrita en su fren- yerba crece. Que siga lejos de nosotros
te y otra palabra que llevan escondida la m u l t i t u d caminos insensatos; a m é m o -
en el alma. S e g ú n los designios del Se- nos, reguemos á Dios y dejemos volar
296 OBRAS D E VICTOR HUGO.

nuestros pensamientos. E l amor prueba jano. Es u n viviente alambique creado


á nuestra alma que existe Dios: es indis- or Dios, en el que se filtra la tierra con
pensable que haya un cuerpo en algu- os bosques, los campos, las nubes y las
na parte para que el espejo proyecte su aguas; y el aire, penetrando en la humil-
sombra. de raiz, que se resigna á este trabajo des-
23 Mayo 1839. conocido, para la hermosa flor conserva
ese perfume tan suave, que desde la
naturaleza llega hasta vos, que os en-
canta y que impregna vuestro espíritu,
XXV. porque el alma de la flor habla al cora-
zón de la mujer.
Cuando yo duerma acércate á m i le
cho, como al Petrarca apareciósele L a u Oidme una palabra m á s y después os
ra, que si al pasar me rozas con t u alien- dejaré entregada á vuestras fantasías.
to, de repente m i boca se entreabrirá. Para poder cumplir la ley de su destino,
cada cosa en el mundo tiene su supremo
atractivo; para que la flor perfume y para
Si cuando termina en m i i m a g i n a c i ó n que l a virgen ame, para que sacando la
sueño largo y sombrío, t u mirada, como vida del gran centro común, las corolas
un astro que sale, la ilumina, de repente tengan alma y las mujeres perfume, fe-
grato sueño me a r r u l l a r á . cundadas por el sol que brilla ó por el
amor que fascina, necesitan flor y belle-
za; tener por raices, aquella el mundo
Si después en mis labios, donde voltea real y ésta el mundo ideal; las rosas la
una llama, r e l á m p a g o de amor, al pasar tierra y las mujeres el cielo.
depositas un beso, de á n g e l con virtién- 16 Mayo 1837.
dote en mujer, de repente m i alma des-
pertará.
19 Junio 1839.
XXVIL
XXVI. A Luis B.

A una joven.
Me entregaba á m i fantasía, Luis,
cuando estaba muriendo la ú l t i m a luz
de la tarde y los postreros rayos del sol
Muchas veces u n perfume despierta chispeaban en la llanura, y me parecía
u n pensamiento. Hermosa jó ven, que oir h á c i a el cielo ascender confusamente
gozáis del alba de la vida, cerrad ese múltiple é inmensa alabanza de las dos
abanico alado, de p ú r p u r a y de oro, que extremidades de la creación.
se agita en vuestras manos como una
gran mariposa, y después escuchadme.
—Dios concedió el aroma á las flores. L o que Dios creó diminuto elogiaba á
L a rosa que se marchita sobre vuestro lo que Dios creó gigantesco, y me pare-
seno, no exhalada ese perfume que, como ció ver que sonreían el coloso al átomo y
incienso divino, sube hasta vuestra pura la estrella á la antorcha; parecía dotada
faz, si su tallo, del agua, del aire y de la la naturaleza de alma amante. L a mon-
verdura y de todo lo de la creación no t a ñ a exclamaba:—^"¡Qué hermosa es la
tomase parte, si por a l g ú n punto no se flor!,, El mosquito exclamaba:—^"¡Quó
hubiera sumergido profundamente en el hermoso es el Océano!,,
seno misterioso de la tierra. Allí, por me- Agosto 1839.
dio de u n trabajo lento, que solo Dios
conoce, de la frescura de la ola que corre,
de la blancura del dia, del soplo de lo
que fluye, de lo que vegeta ó se arrastra, XXVIIL
del espíritu de lo que vive en la oscuri-
dad subterránea, humo, honda ó vapor,
robó algo; la calma al antro sombrío, al E n el mundo, en el que plegamos l a
diamante sus luces, al bosque la sombra tienda al declinar el dia, no pidas la fe-
y acaso a l g ú n hálito inefable a l mar le- licidad; satisfácete con el amor; excepto
RAYOS Y SOMBRAS. 297
él, todo se borra. E l hombre es u n árbol en tierra formando corro: se r e p a r t í a n u n
al que la savia falta antes de florecer, y pedazo de pan negro y se lo comian,
su vida siempre cae por l a pendiente de pero con aspecto tan triste y tan dolien-
la desgracia. Todos los mortales corren te, que al verlos, cualquiera mujer h u -
tras la alegría, y la esperanza rie á to- biera llorado. Estaban abandonados en
dos ellos; todos tienden su mano temblo- el mundo aquellos cuatro niños, perdi-
rosa hácia a l g ú n objeto brillante. Pero dos entre la muchedumbre humana. Ca-
hacia todas las almas, modestas ú orgu- recían de padre y de madre, y no podían
llosas, la desgracia llega á pasos lentos, disponer n i de u n granero que les sirvie-
como un espectro de pies de piedra. Todo ra de abrigo. I b a n con los pies descalzos,
nos falta, menos el pesar. L a felicidad excepto el último, que arrastraba, con sus
para el hombre en este valle de lágri- 3Íés vacilantes, zapatos viejos demasia-
mas solo es la sombra de la figura de las do grandes para él, atados con una beta.
cosas que están en otra parte. L a espe- Con frecuencia pasaban las noches dur-
ranza es el alba indecisa que aparece en miendo en los fosos. Sus manos rojas
el horizonte de nuestros deseos; es el re- eran rosadas cuando esos infelices nacie-
flejo dorado que vemos en lontananza ron al mundo. E l domingo vagaban por
de un rayo misterioso; es el reflejo, oscuro a aldea pidiendo de puerta en puerta. E l
ó claro, que en su eterna calma vierten más pequeño, de palidez malsana, can-
sobre nosotros las felicidades del cielo; daba una canción obscena, sin compren-
son las visiones inefables que hasta nues- derla, para hacer reir á a l g ú n i n m u n -
tros ojos malditos b r i l l a n al t r a v é s del do viejo que bebe en alguna taberna, y
ramaje de los árboles del paraíso; es l a la canta tan bien, que algunas veces las
sombra que en nuestras playas proyec- abyectas monedas que consigue m i t i g a n
tan esos árboles prodigiosos, cuyos vagos su hambre; monedas del infierno que d á
murmullos oye el alma en sus sueños; á el pecado, sobre las que escupe el demo-
ese reflejo de bienes sin nombre llama- nio. Durante algunos momentos comen,
mos felicidad, é insensatos queremos asir escondidos detrás de u n matorral, tem-
esa sombra, que es la sombra que pro- blando como cervatillos, porque les
yecta Dios. Nadie puede ascender á esas pegan muchas veces y los arrojan de to-
alturas; preciso es permanecer en la tier- das partes. De este modo esos inocentes
ra: si nos hace sonreír lo que soñamos, lo condenados pasan todos los dias ham-
que sufrimos nos hace llorar. Y a que brientos por delante de la puerta de m i
todo un Dios tuvo que padecer en el Cal- casa, por delante de las puertas de las
vario, créeme, no debemos lamentar nues- vuestras, y vagan á la ventura conduci-
tra suerte: suframos, ya que esta es la ley dos por el mayor.
severa de la vida, y amemos, ya que esta
es la ley suave. Amemos! Liguemos núes
tras dos vidas: el que es prudente no v á
solo en una barca; los dos ojos constitu Entonces el que meditaba miró hácia
yen la fisonomía, las dos alas forman el la región celeste; sus ojos solo vieron el
pájaro. L i g u é m o n o s los dos!—Todo nos éter tranquilo, el sol benévolo, la atmós-
invita á amarnos; ya que la vida es corta fera llena ^de alas doradas, la serenidad
tengamos una vida para los dos, tenga de la bóveda azul y la dicha y los cantos
mospara los dos una esperanza. Y a que de los pájaros alegres, que desde el firma-
nacimos para sufrir, e n c o n t r a r é alivio á mento calan llegando hasta los oidos de
mis dolores si mis ilusiones son tus sue- los niños.
ños, si mis l á g r i m a s son tus lloros, 3 A b r i l 1837.
20 Mayo 1838.

XXX.
XXIX.
Cuando os r e u n í s multitudes t u m u l -
Encuentro. tuosas para i r á perseguirle hasta su sole-
dad, escitándoos unos á otros, furiosos,
encarnizados, el verdadero pueblo, el
Después de dar una limosna a l mas pueblo sério, que creia por vuestros ala-
jó ven, pensativo se paró á contemplar ridos que ibais buscando á un d r a g ó n en
los.—Prolongado ayuno les habia enfla- su antro, d r a g ó n de ojos ardientes y de
quecido; eran cuatrOj y estaban sentados vientre con escamas, se asombra de ver
TOMO V . 38
298 OBRAS D E VICTOR HUG0.

que es objeto de vuestras persecuciones


u n hombre pensador, misterioso y carita-
tivo. XXXII.
21 A b r i l 1839.
T r i s t e z a de O l i m p i o .

XXXI.
No estaban oscuros los campos, n i los
L a ¡sombra. cielos silenciosos; el dia brillaba en la
azulada esfera de los cielos, el aire era
perfumado, las praderas estaban verdes
E l la decia:—'"Tristes son vuestras cuando volvió á ver aquellos sitios, en
canciones. Q u é tenéis? A n g e l inquieto, os que tantas heridas habia recibido su
¿por q u é e m p a ñ a n las l á g r i m a s vuestros corazón.
cariñosos ojos? ¿Por q u é , como junco
que dobla una r á f a g a de viento, incli-
náis la frente, que está m á s sombría cada Sonreía el otoño; los collados hácia las
momento? Debéis regocijaros porque lle- lanuras inclinaban sus árboles frondo-
ga l a primavera, la hermosa estación de sos, que apenas amarilleaban; el cielo
A b r i l , los céfiros, los aromas, las cancio- estaba sereno, y los pájaros, elevando las
nes, los besos, las sonrisas y las delicio- miradas hácia la altura, decían quizás á
sas palabras que se pronuncian en voz Dios algo del hombre en sus cánticos
baja: el amor renace en los corazones, sagrados.
como las hojas en los árboles.,,
Quiso volver á verlo todo; el estanque
E l l a le respondió con voz sonora y cerca del manantial, la casucha donde
grave:—^Amigo, vos sois m u y fuerte. la limosna vació su bolsa, el antiquísi-
Seguro de que Dios os encamina, tenien- mo fresno, las guaridas de amor perdi-
do la vista fija en un objeto, seguís vues- das en el fondo del bosque y el á r -
tra ruta recto y orgulloso, sin miedo al bol bajo cuya copa, confundiendo sus
m a ñ a n a , sin inquietudes por el pasado, almas con sus besos, se olvidaron de
y nada puede turbar, arrebatada para todo.
vuestra alma, la hermosa visión que os
oculta la vida. Pero yo lloro. Silenciosa,
siguiendo vuestros pasos, alcanzando los Buscó el j a r d í n , la casa aislada, la ver-
golpes que vos no sentís, teniendo el co j a tras la que sumergen la vista, en una
r a z ó n semejante al vuestro, escepto en oblicua calle de árboles, los vergeles en
abrigar esperanza, sufro en este mundo, declive. Caminaba pálido y pensativo, y
mientras vos cantáis en el otro. Todo al ruido que movían sus pasos, veía tras
me entristece; el porvenir que yo veo cada árbol levantarse l a sombra de los
una luz e n g a ñ a d o r a , la á g r i a razón que pasados días.
combate al amor, y los acres celos, cuan-
do otra mujer pretende atraer de vuestros
ojos una de esas miradas que arrancan Oia susurrar en el interior del bosque
del corazón, y la suerte, que nos persigue al delicioso viento, que hace vibrar nues-
sin cansarse j a m á s . Cuanto m á s b r i l l a e' tras almas, despertando en ellas el amor,
sol, estoy yo m á s sombría. Vos c a m i n á i s que, agitando la encina ó balanceando la
yo os sigo; andáis, y yo tiemblo, y mien rosa, parece el espíritu universal que vá
tras que, formando m i l proyectos juntos posándose sucesivamente sobre todos los
parece que vos ignoréis todos los á n g u l o s objetos.
difíciles que hay que cruzar en la tierra
yo me arrastro siguiendo vuestros pasos
pobre mujer herida.,, Las hojas que y a c í a n en el bosque so-
A b r i l 183.,. litario, y que al pisarlas se levantaban
del suelo, corrían por el j a r d í n ; así algu-
nas veces, cuando el alma está triste,
nuestros pensamientos vuelan un mo-
mento con alas rotas y vuelven á caer
de repente.
RAYOS Y SOMBRAS, 299
Contempló durante mucho tiempo las „¿Nadie me devolverá las dichosas ho-
magníficas formas que la naturaleza ad- ras ya pasadas? ¿No volverán á existir
quiere en los campos pacíficos, y estuvo para mí? E l aire juguetea con las hojas
allí pensativo hasta la noche; todo el dia mientras así me lamento y la casa me
v a g ó á lo largo del barranco, admirando mira como si ya no me conociera.
sucesivamente el cielo, que es la faz di-
vina que se retrata en el divino espejo
del lago. „Otros pasan ahora por donde ayer
nosotros pasábamos; como nosotros v i -
nimos aquí, otros vendrán; y el sueño
A y ! Recordando sus amorosas aventu- ue empezó á bosquejarse en nuestras
ras, mirando, sin entrar en los sitios cer- dos almas, otros le c o n t i n u a r á n sin po-
rados, como un pária, anduvo errante derlo terminar quizás.
todo el dia. A l anochecer, sintiendo que
la tristeza le oprimía el corazón, ex-
clamó: ,Nadie en el mundo termina n i con-
cluye nada, n i los peores mortales n i los
mejores; todos nos despertamos en la
•—"Visitando estos sitios con el alma misma etapa del sueño; todo empieza en
perturbada, quise saber si la copa con- este mundo y todo termina en el otro.
servaba el licor todavía, quise ver q u é
habia hecho este dichoso valle de los
recuerdos que en él habia dejado m i ^ V e n d r á n otros felices amantes á dis-
corazón. frutar en este delicioso refugio todo lo
que la naturaleza, al amor que se ocul-
ta, presta de fantástico y de solemne.
„jPoco tiempo basta para cambiarlo
todo! L a tranquila naturaleza todo lo
olvida, y rompe en sus continuas meta „ Otros desconocidos v e n d r á n á gozar
mórfosis las misteriosas lazadas que atan de nuestros campos, de nuestras grutas,
nuestros corazones. de nuestros retiros; y otras mujeres, que
indiscretamente t o m a r á n el b a ñ o , tur-
Darán el agua pura que b a ñ ó tus piés
^Nuestros rústicos asilos de hojarasca desnudos.
se han convertido en grandes malezas;
el árbol donde escribimos nuestros nom
bres está ya derribado; nuestras rosas „ I n ú t i l m e n t e nos adoramos aquí; nada
las han saqueado en los cercados los resta ya de estos floridos sitios, en los
niños, saltando el foso. que confundíamos nuestros dos seres,
participando de la misma pasión; ¡la i m -
pasible naturaleza todo lo ha cambiado!
;,Una pared tapió la fuente donde en
las horas calurosas ella bebia bajando
de los bosques; loqueando, cogia el agua „Decidme, barrancos, arroyos, parras,
en el hueco de la mano y dejaba caer grutas, bosques y malezas: ¿vais á elevar
perlas de sus dedos. vuestros murmullos para otros amantes,
vais á prodigarles vuestra sombra y
vuestros olores?
„ H a n empedrado el camino áspero y
desigual, que entre la arena se dibujaba
bien, de cuya estrechura nos reíamos ;,Responded, valle puro, hermosa so-
con frecuencia, porque con frecuencia ledad, que la naturaleza abriga en t a n
le recorríamos los dos. hermoso retiro: cuando dormíamos los
dos en l a actitud que d á á los muertos
la forma de la tumba, ¿seríais capaces
„ A q u í falta u n pedazo de bosque de ser insensibles hasta el punto de creer
allí está m á s frondoso; no queda casi muertos nuestros amores y continuar, sin
nada vivo de lo que ayer contempló; y embargo, sonriendo y susurrando á otros
como u n m o n t ó n de ceniza apagada amantes?
fria, el m o n t ó n de mis recuerdos se dis
persa á todos los vientos.
„Cuando veáis vagar por vuestros sen'
300 OBRAS D E VICTOR HUGO.

deros nuestros fantasmas, que reconocen de sí mismo, en la que yacen sus virtu-
vuestros montes y vuestros bosques, ¿no des y sus fantasías;
nos revelareis ya esos secretos, que se
revelan á los amigos antiguos cuando
los volvemos á ver? „Cuando nuestro pensamiento des-
ciende á contar, en nuestro triste y hela-
do corazón, como se cuentan los muertos
„Y si en alguna parte de vuestros bos- en un campo de batalla, las ilusiones
ques, ocultos en la espesura, dos aman- disipadas y los dolores sufridos;
tes se acarician tiernamente, ¿no les mur-
murareis al oido estas palabras:—Ahora
que gozáis de la vida, pensad en los „Como el que busca con una l á m p a r a
muertos? en la mano, lejos de l a realidad, lejos del
mundo mofador, el pensamiento llega
lentamente por oscura vertiente hasta el
„Dios nos concede u n momento las fondo desolado del abismo interno;
praderas y las fuentes, los bosques susur-
rantes, las rocas sordas, los cielos azu-
les, las llanuras y los lagos, para hala- „Y allí, en aquella densa oscuridad, el
gar nuestros corazones, nuestra fantasía alma, en sus m á s hondas profundidades,
y nuestro amor; después nos priva de siente una cosa velada que palpita toda-
ellos; apaga nuestra llama, sumerge en vía... ¡Eres tú, que estás adormecido,
la noche el antro donde irradiaba nues- sagrado recuerdo!,,
tro amor, y obliga al valle á borrar Octubre 183...
nuestras huellas y á olvidar nuestros
nombres.
XXXIII.
„Pues bien; olvidadnos, casa, jar- l i a m ú s i c a d a t a d e l siglo d i e z y s e i s .
din, arboleda; cantad, pájaros; corred,
arroyuelos; creced, ramas y hojas, que
aquellos que habéis olvidado nunca os I.
olvidarán.
Antiguos amigos mios, jóvenes ayer,
que ahora, como yo, soportáis el peso de
„Vosotros habéis sido la sombra de los años, ¿quién de vosotros, con frecuen-
nuestro amor, el fresco oasis que encon- cia, cuando la aflicción nos hizo sufrir,
tramos en medio del desierto; vosotros no buscó la calma en las a r m o n í a s de u n
fuisteis el secreto refugio, donde ella y canto? ¿Quién no dejó penetrar las melo-
yo lloramos cogidos de las manos. días en su pensamiento, y sin olvidar á
los séres queridos que fallecieron, no en-
„Todas las pasiones se alejan á medi- contró satisfacción y l á g r i m a s á un mis-
mo tiempo oyendo los sones de los ins-
da que avanzan los años, llevándose
trumentos y los sonidos de las voces
unas la m á s c a r a y otras el p u ñ a l , como
humanas?
c o m p a ñ í a de histriones que viaja can-
tando, y se las vé desaparecer por la par-
te de detrás de los collados. II.

Escuchad, escuchad; del agitado maes-


„Pero tú, amor, nunca te borras; tú, tro el arco se precipita sobre todos los
que como estrella ó como antorcha disi violines; la orquesta, extremeciéndose,
pas nuestras nieblas; tú, á quien debemos se rie en el sitio bajo en que está coloca-
la alegría y sobre todo las lágrimas; tú, da. Así, por la tarde, cuando del campo
á quien el jóven maldice y el anciano se escapa u n sordo murmullo, oimos sin
adora. verlos reírse los vendimiadores en la
viña. Como sobre la columna u n frágil
chapitel, contenta la flauta eleva su
„ E n esos dias en los que inclina la ca són agudo. Las gamas, castas hermanas
beza el peso de los años; cuando el hom escondidas, vaciando y llenando sus án-
bre, sin proyectos, sin ilusiones y sin foras inclinadas, se cogen de las manos
objeto, conoce que solo es ya una ruina y cantan por turno, mientras que ligero
RAYOS Y SOMBRAS,

viento hace flotar á su alrededor, como i


ligero velo de u n divino grupo, sus en- IV.
cajes de sonidos que recorta el pito. Y a
suena el clarin; al oirle todo se despierta ¡Misterio profundo de las infancias su-
sobresaltado y salta á un mismo tiempo. Dlimes! ¿Quién hace nacer la flor en la
Las cajas producen m i l ecos, batiendo rendiente del abismo y al poeta al borde
sus flancos enormes, y hacen aullar á los ,e las pasiones? ¿Qué Dios hace aparecer
instrumentos grandes, y el aire se llena á su vista visiones e x t r a ñ a s , enseñándole
de los acordes furiosos que lanzan las al astro en la oscuridad, y como bajo u n
serpientes de cobre, vasto t u m u l t o en el crespón negro se ve la sonrisa embriaga-
que se oye suspirar al oboe. De repente, dora de una beldad, el ideal, al través de
de arriba á bajo, la cortina se corre, y a transparencia de lo real?
sombría y viva toda la sinfonía aparece
en un himno; después, como en un caos
que volviera á apoderarse de un mundo, Quien coge de la mano á u n n i ñ o des-
todo se pierde entre los pliegues de pro- de l a infancia y le dice:—"En t u existen-
funda niebla. Cada forma del canto cia b r i l l a apenas l a aurora, y antes que
pasa diciendo:—"Basta!,, Los sonidos el sol del medio dia la haya secado, ven,
chispeantes dispersados se extinguen. que quiero entreabrirte innumerables
L a noche, que v á esparciendo y engran- profundidades; ven, que quiero llenar de
deciendo sus vapores, borra el contorno claridades tus ojos; ven, que quiero que
de las vagas melodías. Los corazones es- oigas conmigo lo que solo se explica en
cuchan y el alma se conmueve oyendo otro mundo, el m u r m u l l o confuso de las
el concierto que vuela á todos los vien esferas y de las flores, porque, niño, el
tos con alas de llama, oyendo ese mar en astro en el cielo y la rosa en el j a r d í n y
el que el crescendo hincha las olas mo- todo lo inocente del mundo tartamudea
vedizas! como t ú . Serás poeta, esto es, el hombre
que vé á Dios. No temas á la ciencia,
III. que aunque es áspero su sendero, es el
que eligen los grandes corazones; la reli-
Poderoso Palestrina, antiguo maestro, gión y la poesía bordan los dos lados de
antiguo genio, os saludo, porque sois el sus matorrales florecientes, y t ú puedes
padre de la armonía; el gran rio de la coger por el camino el espino blanco y
música que beben los humanos mana de las campanillas azules; a n d a r á s por él
vuestro manantial; Grulck y Beethoven, muchas leguas sin que te ataquen el fas-
esas grandes ramas, han nacido de vues- tidio n i l a fatiga. Ven, escucha las vagas
tro tronco y se han formado con vuestra pláticas de la naturaleza; vé en :cada
savia; Mozart, vuestro hijo, ha tomado objeto resaltar la parábola, en el sér uni-
de vuestros altares esa nueva l i r a que versal contempla el eterno símbolo, el
los mortales desconocían y que sonó en hombre y el destino, el árbol y el bos-
el siglo diez y seis pulsada por vuestros que, y contempla cómo, pendientes de
dedos sonoros, y á vos, maestro, se diri las ramas, los consuelos para nues-
gen todos nuestros suspiros en cuanto tros dolores se inclinan hácia nuestras
una voz canta y en cuanto u n alma res frentes, y contempla, semejante al espí-
ponde. r i t u radiante del justo, el sol esplenden-
te encendido en los cielos como una
gloria.,,
Ese maestro , semejante a l Creador
hizo brotar de su imaginación ese u n i V.
verso de sonidos dulces y sombríos á la
vez, ecos del Dios oculto, del que Así t a m b i é n Palestrina, en el hombre
mundo es la voz. ¿Ese jóven, hijo de I t a y en la naturaleza debió oir las voces y
l i a , se apoderó acaso del alma inmensa los murmullos. E n esa edad en que el
de ese pueblo? ¿Qué soplo, q u é trabajo corazón sonríe, él, ya pensativo, debía
q u é intuición le convirtió en gigante, en haber recogido en su espíritu, como el
dios de las emociones, al que se dirigen to rio en las ondas fugitivas, todo lo que
dos los mortales, sobre el que se apoya l a caia en él de las nubes ó de las playas.
parte noble del corazón humano? ¿Dón- Debió pasearse pensativo desde la n i ñ e z
de adquirió esa voz que oimos de rodi- por los campos desde el nacer el alba;
llas? ¿Quién vierte en él lo que él vuelve debió pasear por el fondo de los espesos
á verter sobre nosotros? bosques y por cerca de los precipicios,
302 OBRAS D E VICTOR HUGO^

unas veces sumido en la oscuridad, otras rora; porque él no veia nada por la parte
deslumhrado por quimeras, y abrir su brillante, porque su espíritu, del mundo
alma cuando la primavera b a ñ a las flores que á su vista hormigueaba en la inde-
del vergel en el agua de los estanques, finida sombra, apagaba los colores y sa-
cuando la hiedra se enrosca en las ra- caba la a r m o n í a .
mas y cuando la yerba entremezcla bo-
tones de oro con margaritas.
Por eso siempre su himno, al descen-
der del cielo, penetra en los espíritus
E n la hora indecisa del crepúsculo de por su lado religioso, como un rayo de
la tarde, en la que todo se adormece, el luz por los cristales de una iglesia.
corazón olvidando sus sufrimientos, los Cuando oimos sus cantos, que el alma
pájaros sus cantos y los rebaños de pa- idealiza, parece que sus acordes, hirien-
cer, ¡cuántas veces ante su vista u n carro do las fibras delicadas del corazón, ha-
campestre, grupo vivo de ruido de caba- gan sonreír al justo y pensar al perverso;
llos y de voces, ha trepado con grande es- parece que nos hacen respirar perfumes
fuerzo por el flanco de a l g ú n collado del de incensarios y de cirios, y creemos ver
bosque, por a l g ú n camino abierto entre que se nos aparece uno de esos ángeles-
los amarillos ocres, mientras que cerca de vírgenes, que Giotto soñaba y que el
un arroyo, que huia por entre alisos, oia Dante veia; séres tranquilos que se cier-
gemir en lontananza á una campana nen sobre el mundo inquieto, con sus
ronca en el fondo de un valle oscuro!... ojos azules, con su vestidura de ópalo, y
que mientras en l a esfera l í m p i d a se
abre en el Oriente el punto de oro de una
¡Cuántas veces, al anochecer, después estrella, por un hermoso campo de tré-
de sus largos paseos, sin hacer caso al boles vagan sonriendo.
pasar de las serenatas que oia debajo de
los balcones, cuando se retiraba conten- VII.
to, grave y mudo, algo extraordinario
sentia moverse en su corazón! Abeja, ¡Dichosos los que vivieron en aquel
elaboraba su miel, y por grados iba v i - sublime siglo, en que, dorando todavía
viendo todo lo que fermentaba en su la cumbre del genio humano, el antiguo
pensamiento, dedicándose al santo tra- sol gótico moría en el horizonte! E n aquel
bajo de los poetas. E n su cerebro, pare- siglo, en el que llevándose á la tumba su
cido al universo, el aire corría, los pája- secreto, muerta ya la catedral en tierra
ros cantaban, las llamas y las olas se infiel, no hacia ya brotar iglesias á su
movian, y l a cosecha de mieses doraba alrededor. Epoca inmensa, obstruida aun
l a tierra, y las casas y los montes se por todas partes, como una Babel arrui-
confundian en la oscuridad; llegaba la nada en escombros, de torreones, de
noche, que hacia esconder a l bruto en campanarios, de flechas entrelazadas,
su antro, al hombre en su morada, y los de vastos y diferentes edificios; enorme
espesos bosques, que un céfiro grato mo- amontonamiento de génios y de piedras,
vía, renaciendo gozosos al desaparecer que iba sepultándose en la oscuridad;
el invierno, sacudian sus frondosos pe- misterioso siglo, en el que la ciencia
nachos verdes. De este modo en espíri sombría agonizaba á la sombra del an-
t u , en forma, en sombra y en luz, el tiguo Dédalo, mientras que en el otro ex-
mundo entero se d e r r a m ó en su alma. tremo del nebuloso horizonte, entre el
Tasso y Lutero, entre esas dos frondosas
VI. encinas, serena é iluminando con su luz
pálida, la c ú p u l a maravillosa de la ar-
No fué pintor n i escultor, fué músico. quitectura,- en el cielo, que admiraba
Llegó, nuevo Orfeo, después del Oríeo Alberto Durero, ascendía la música, esa
antiguo, y así como el Océano solo preciosa luna del arte!
aporta sus olas, él solo aportó al arte 29 Mayo 1837.
del misterio y de la vaguedad la lira
que llora en voz baja, cantando en alta
voz, que lleva á todos u n sonido que
cada uno traduce con diferente palabra
el l a ú d en el que se traduce de u n modo
inefable la inexpresable fantasía que se
disipa al rayar l a primera luz de la au-
RAYOS Y SOMBRAS. 303
modo:—-"Silvano, sois hijo del siglo ga-
'ante; ¡cuántas cosas habréis presenciado
XXXIV. en aquella época feliz! ¿Pertenecíais á l a
corte? Asistíais á sus fiestas? Para que
L a estatua.
os divirtiérais os colocaron cerca esas
ninfas. Para vos, en esos bosques, hábi-
les manos han interpolado los dioses
Hacia mucho frió y parecia que t i - griegos con los Césares romanos, y entre
ritaba. Bajo u n m o n t ó n de ramas se- fuentes, con adornos caprichosos, han
cas, una antigua estatua, con la espalda construido en el j a r d i n dédalos intrinca-
negra y los pies tapados por la yerba, dos. Silvano, referidme algo de lo que
representando un viejo fauno, colocado presenciasteis en aquellos tiempos feli-
en el parque desierto, con la frente i n - ces; reveladme los secretos de ese fastuo-
clinada, tocaba las ramas de los árboles, so pasado, lleno de amoríos discretos, en
y el medio cuerpo de bajo se perdia den- el que en las cortes de los grandes reyes
tro del tazón de m á r m o l . Allí estaba abundaban los grandes poetas. Deben
pensativo, atado á la tierra, y como toda estar frescos estos recuerdos en vuestra
cosa inmóvil, olvidado. memoria. Referídmelos, como podríais
contárselos á los árboles, á los vientos ó
á la yerba que yo huello. ¿Desde u n ex-
Le rodeaban muchos árboles, azotados tremo al otro de esta espesa fila de árbo-
por un viento de hielo, que como él ha- les, antiguo y griego burlón, habéis vis-
blan envejecido en aquel sitio; entre g i - to algunas veces pasar cerca de vos, al
gantescos castaños, sin hojas y sin pája- lado del hermoso Lautrec, á la reina
ros, entre las ramas taladas, aparecía su bearnesa, Margarita l a de los ojos tier-
figura pálida. Desagradable noche de nos, y habéis lanzado miradas oblicuas
invierno, sin estrellas y sin luna, se di- al Hércules Farnesio? ¿Solo, cubierto con
fundía entre la niebla difusa. M á s lejos, el verde follaje mojado, complaciente
otros árboles cruzaban su desnudo rama- Silvano, habéis aconsejado; s e g ú n las
je; m á s lejos aun, otros se destacaban en aficiones de cada uno, á Racau como
el espacio, levantando en el celaje gris pastor, á Regnier como sátiro? ¿Habéis
m u l t i t u d de p e q u e ñ a s ramas negras, tor- visto algunas veces, h á c i a el medio dia,
cidas y entrelazadas, y aparecían por to- sudar á Vicente de Paul instruyendo á
das partes, confundidos unos con otros G-ondi, sentados en ese banco? ¿Siguieron
en el horizonte, perdido en vapores va- vuestras escrutadoras miradas á A n a de
gos, como un gran r e b a ñ o de enormes Austria y á Buckingham, á Luis y á la
erizos. Allí solo se veia el viejo fauno Fontange, y visteis si volvían para m i -
un cielo sombrío y un bosque negro. raros la faz ruborizada, al oir vuestras
risas, desde lo m á s espeso del bosque? ¿Os
consultaron sobre el tirso ó sobre la hie-
Quizás entre la bruma podian distin- dra cuando en aquel gran baile, de for-
guirse á lo lejos, en una larga terraza, ma singular, l a corte del dios Febo ó la
sentadas sobre l a yerba, cerca de una corte del dios Pan bautizaban á la Mon-
gran alborea, indecisas ninfas, á las tespan con el nombre de Amarilis? ¿Hu-
que en otros tiempos avergonzaban las yendo de los cortesanos, que d e s d e ñ a b a n
miradas, y ahora avergonzaba el olvido oirle. L a Fontaine no vino llorando á
de aquel parque desierto. contaros las pesadumbres de sus ninfas
de Vaux? ¿Qué os decia Boileau, q u é os
E l viejo fauno se reia. Entre las dudo decia L e g r á i s á vos, fauno literato, que
sas sombras que entristecían la alborea en los pasados tiempos sosteníais u n
y que avergonzaban á las ninfas, el vie- diálogo en una deliciosa é g l o g a de V i r -
j o fauno se reia; me a c e r q u é á él, obser- gilio, y que hacíais saltar sobre el na-
vando que todos los grandes escultores ciente césped al pesado espondeo y al
deseando ser admirados, condenan para ligero dáctilo? ¿Habéis visto jugar en la
siempre las ninfas á tener v e r g ü e n z a espesura del bosque á la apasionada
los faunos á reir. Chevreuse y á la soberbia Thiange? ¿Su
cariñoso grupo os rodeó alguna vez tan
locamente, que el sol recortara de súbi-
Compadeciendo al pobre m á r m o l y to, abriéndose paso al través de una
sin herir sus oidos, porque el m á r m o ' nube, vuestro perfil lascivo sobre su
oye lo que se le dice, le h a b l é de este garganta desnuda? ¿El árbol que os dá
304 OBRAS D E VÍCTOR HUGO.

sombra libró algunas veces del ardor de dos, y entreveía á l o lejos, bajo sombríos
los rayos del sol la escarlata del traje ramajes, mármoles en el bosque y som-
del cardenal Mazzarino? ¿Tuvisteis l a Dras en el pasado.
honra de ver pasar pensativo á Molió- Diciembre 1837.
re? ¿ A l g u n a vez diciendo en voz alta
a l g ú n verso melodioso, os ha tuteado
familiarmente, como se acostumbra en-
tre semi-dioses? ¿Ese pensador, que pe- XXXV.
netraba todos los corazones, no tenia
miedo de vuestra desnudez, y en su es-
píritu no os confrontó con el hombre, en- Siempre me he e n c a r i ñ a d o con los se-
contrándoos, espectro cínico, menos tris- res alados. Cuando era niño, buscaba
te, frió, perverso ó irónico, comparando nidos de pájaros entre las espesas ramas,
vuestra risa de m á r m o l á nuestra risa y en seguida construía para los pajari-
humana?,, los jaulas de c a ñ a , que las colocaba
sobre el musgo verde: m á s tarde les abría
'as puertas de su encierro, y ellos, ó no
Así le habló bajo el espeso ramaje, y se volaban, ó si h u í a n al bosque, venían
ni siquiera me contestó con u n m u r m u á m í cuando yo les llamaba. Durante
lio. Inclinó el oido sobre el frió m á r m o l , mucho tiempo nos amamos una paloma
pero no oí nada que me hablara del pa yo. Ahora he aprendido el arte de
sado. L a p á l i d a claridad del dia que amansar las almas.
espiraba blanqueaba vagamente a l i n - 12 A b r i l 1840.
móvil sátiro, mudo á mis palabras y sor
do á mis súplicas.
XXXVI.
Meneó la cabeza y me alejó de allí.
Entonces, de los oscuros matorrales, de V e r s o s e s c r i t o s e n l a t u m b a de u n
las ramas secas y de los antros secretos, n i ñ o en l a orilla del mar.
esparcidos por los bosques, me pareció
que de repente salia una voz, que en m i
alma despertaba u n eco vago y sonoro Hiedra, cósped, yerba, flores y cañas,
como si saliera del fondo de u n á n iglesia en la que el espíritu vó á Dios,
fora: insectos que m u r m u r á i s al oido del
pastor, dormidos sobre flores; vientos,
olas, murmullos, bosques que hacéis pen-
•—"Imprudente poeta, quó pretendes? sar al viajero, frutos que caéis del árbol,
¡Deja en paz á los faunos abandonados estrellas que caéis del cielo, pájaros
bajo los árboles! ¿Ignoras que es impío alegres, olas quejumbrosas, cófiro que
visitar los sitios secretos y sacudir, aun murmura en los prados, mar que cria
que sea con cariño, ese musgo que pen la perla, tierra donde germina la espi-
de de los siglos arruinados y perturbar ga, naturaleza de donde todo sale y
con ruidos indiscretos el recuerdo de los adonde todo vuelve; no mováis ruido al-
muertos en sus sombríos retiros?,. rededor de esa tumba; dejad que el niño
duerma, dejad que llore la madre.
1840.
Entonces me marchó, pasando por los
jardines que se h u n d í a n ya en las som
bras de la noche, mientras que las ra
mas de los árboles se c u b r í a n de miste XXXVII.
rios, y detrás de m í el fauno solitario, que
era un oscuro geroglífico de un antiguo A. L , .
alfabeto, continuaba riendo.

Las esperanzas son frágiles como las


Caminaba contemplando con miradas c a ñ a s . Dios sostiene en sus manos nues-
tristes esos dulces recuerdos de la bel tras vidas y las hila en su huso fatal;
dad, de la primavera y de la aurora, en cuando el hilo se rompe, nuestra existen-
el ambiente y á mis piés diluidos, con cia acaba, porque en cada cuna germina
fundidos y flotantes; hojas de anterior una tumba.
verano, mujeres de tiempos desaparecí-
RATOS Y SOMBRAS. 305
E n otro tiempo, el porvenir con luz en la tierra, como una bandada de gran-
radiante se presentaba á m i alma des- des á g u i l a s que vuela á las cumbres de
lumbrada; era un cielo con su astro, una los montes.
ola con su alción, pero ese falso espejis-
mo se desvaneció.
Porque cuando l a muerte nos reclama,
el espíritu rompe la cárcel del cuerpo;
Si á t u lado alguno llora, déjale llorar Dorque la tumba es u n nido, en el que el
sin inquirir la causa; las l á g r i m a s sirven alma abre sus alas como u n pájaro.
y muchas veces consuelan; a d e m á s , las
l á g r i m a s , niña, siempre lavan algo.
2 Junio 1839. Oh Señor! L a miserable criatura po-
drá ver, cuando le llegue su hora, la otra
parte de la naturaleza sobre la que vier-
tes la claridad del dia.
XXXVIII.

Ceruleum mare. Y poetas y pensadores podremos en-


tonces comparar con los mundos que
creaste los mundos que soñó nuestra
Cuando medito sentado sobre u n acan- imaginación.
tilado ó en u n bosque, en una noche del
estío, teniendo la experiencia de lo que
es la vida, contemplo la eternidad. Esperando nuestra hora vagamos por
el mundo, r e b a ñ o desunido, encerrando
en nosotros este gran misterio; ojo l i m i -
A l través de m i oscura suerte distingo tado y mirada infinita.
á Dios con claridad, como al través del
ramaje de los árboles se entrevé el firma-
mento. E l hombre elige su camino á la ven-
tura, y siempre, por nuestra voluntad ó
á la fuerza, nos encorvan las pasiones.
E l firmamento, en el que los mentidos
sábios como nosotros buscan consejos; el
firmamento lleno de nubes, el firmamen- Erramos en la oscuridad yendo donde
to lleno de soles. otros fueron, y oimos voces fúnebres,
que pronuncian palabras desconocidas.
Soplo divino purifica nuestro barro; el
mundo es la creación de Dios; cada flor Todos los pensadores parece que se es-
es una alabanza suya y cada perfume fuercen en causar espanto á las frágiles
es un incienso que hacia él se dirige. criaturas; el sábio dice:—"¡El cielo está
vacío!,, E l sacerdote dice:—^¡El infierno
está lleno!,,
De noche paréceme sentir que el mis
mo Dios se inclina hácia el hombre pal-
pitante. L a tierra reza y el cielo ama. Médicos sin diagnósticos, profetas de
A l g u n o habla y alguno responde. vista miope; unos entregan á S a t a n á s
nuestras almas, y otros quieren apartar-
las de Jesucristo.
Sin embargo. Señor, ocultas t u presen
cia á nuestros éxtasis; pones la copa allá
arriba y dejas los labios a q u í abajo. L a humanidad, sin ley y sin guia, si-
guiendo desconocida senda, es como u n
viajero que camina después que el sol se
Pero u n dia nos revelarás, Dios mió, ha escondido en el ocaso.
ese t u secreto impenetrable; cuando va-
yamos á ver de mundo en mundo exten
derse m á s cada vez t u unidad; Camina, pero l a niebla cubre la lla-
nura, el h u r a c á n azota los árboles, y los
objetos que apenas distingue presentan
Cuando busquemos en los cielos que aspecto siniestro.
gobiernas la sombra de los que amamos
TOMO V . 39
306 OBRAS D E VICTOR HUGO.

De este modo, caminando entre es- vuelve podamos leer continuamente, el


combros, en este siglo, el género huma- amor a ñ a d e su claridad humana á la
no, al pasar vé figuras sombrías que se claridad celeste.
inclinan ante sus pasos.
A m a d , pues, que el espíritu sólo des-
Nosotros los soñadores nos abrigamos tella poca luz, y todo el problema se
fatigados bajo un techo que se desplo- encierra frecuentemente en el corazón
ma, y contemplamos á l a muchedumbre de una mujer, que es la explicación de
que á tientas se sumerge en la oscu- iDios.
ridad.
Así yo medito, así me preocupo,
Buscamos con taciturna inquietud, mientras que á los ojos de los marineros
tratando de adivinar el problema que a noche sombría sumerge cada instante
nos propone la oscuridad que á todos grupos de astros en las olas.
nos rodea; y mientras que nos perdemos
en esos vanos deseos, el destino impasi-
ble sigue cumpliendo su misión. Creyendo en el imperio de Dios, h u -
milde y religioso le admiro, contem-
plando con éxtasis ese espectáculo pro-
Y oimos en la noche de nuestra escla- digioso.
v i t u d el soplo del destino, que pasa y que
produce ruido a l volver las hojas del
libro de nuestra existencia. Entre las olas que mecen los vientos
y el cielo, abismo deslumbrador, siem-
bre los ojos del pensamiento ven algo
Cuando ruge ese viento que nos em que sube ó que desciende.
puja al sepulcro, j u n t a d las manos y ba-
j a d los ojos, y procurad que brille algu
na claridad en ese libro misterioso. Q-ota de agua pura ó salto de llama,
ese verbo í n t i m o que no está escrito en
ninguna parte, ó se condensa en m i alma
De dónde n a c e r á esa claridad? Dios ó resplandece en m i espíritu.
dice:—'"De vosotros mismos; encended el
corazón por alguna parte para que os
alumbre.,, Y la idea desnuda, al t r a v é s de las
olas ó del éter, llega hasta m i corazón,
desde el fondo del cielo, como estrella, ó
Cuando el corazón llamea, se puede sin desde el fondo del mar, como perla.
temor leer lo que escribe el Señor. Leida Agosto 1839.
á su claridad santa, l a palabra virtuc,
significa felicidad.
XXXIX.
Es preciso amar; amando, en vano la
oscuridad trata de cegar los ojos de
nuestro espíritu: creed y abriréis los Dios que sonríe y que otorga. Dios
párpados; amad y v e r á n vuestras pu que acude al que le espera, si sois bue-
pilas. na estará contento. E l mundo en el que
todo chispea, pero en el que nada se i n -
flama, si sois hermosa, estará satisfecho.
Desde lo alto de los cielos luminosos, M i corazón, en el retiro amoroso donde
las verdades en lontananza reflejan en le embriagan dos ojos lindos, si sois feliz,
el libro del alma sus vagas claridades estará alegre.
I.0 Enero 1840.
De noche no hay ojos que puedan leer
á la luz de las estrellas; pero el amor
baja hasta nosotros para prestarnos su
luz, y una l á m p a r a ayuda á los soles.

Para que en la sombra que nos en


RAYOS Y SOMBRAS. 307
pre sus párpados, nadie os recuerda ya,
n i una grosera piedra contiene vuestro
nombre dentro de un cementerio; n i está
XL
escrito en la corteza de un sauce, que el
otoño deshoja; nadie sabe ya vuestro
Los náufragos. nombre.

¡Cuántos marineros, c u á n t o s capita- ¿Dónde están los marineros que se


nes, que partieron alegres á remotos ahogaron en el mar en las noches oscu-
paises, desaparecieron en un mar sin ras? Olas gigantescas, vosotras sabéis
íondo, en una noche sin luna, sepultados sus l ú g u b r e s historias; olas, que tanto te-
para siempre en la inmensidad ciega del men las madres, vosotras las referís en
Océano! las mareas altas, y por eso al referirlas
r u g í s cuando de noche llegáis hasta nos-
otros, azotando las playas.
¡Cuántos capitanes murieron con la Julio de 1836.
tripulación! L a tempestad, de sus vidas
arrebató todas las p á g i n a s , y el soplo
del h u r a c á n dispersó todo el libro; al su-
mergirlos en el abismo, cada ola, á su XLL
paso, recogió su botin; una se apoderó del
esquife y otra de los marineros. Noches de J u n i o .

Nadie sabe q u é fué de ellos, a l sepul- E l verano, cuando el dia ha desapare-


tarse en las sombrías extensiones, cho- cido, en la llanura salpicada de flores
cando contra escollos desconocidos; y derrama aroma embriagador, y con los
muchos seres queridos han esperado inú- ojos cerrados y el oido atento á todos los
tilmente durante muchos dias á los que rumores, dormita en un semi-stieño trans-
ya nunca regresarían á su hogar. parente.

Ocupándose de vosotros en las veladas Los astros son m á s puros, l a sombra


del invierno, formando círculo, sentadas m á s agradable; vaga semi-luz tiñe la
sobre áncoras mohosas, vuestras familias c ú p u l a eterna, y el alba, tierna y pálida,
se acordaban de vosotros, refiriendo vues- esperando la hora de aparecer, parece
tras aventuras, mientras que ya dormíais que vague toda la noche por bajo del
el sueño eterno en el fondo de los mares. cielo.
1837.
P r e g u n t á b a n s e unos á otros:—"¿Dón-
de estarán? S e r á n reyes en alguna isla?
¿Nos h a b r á n abandonado para vivir en XLIL
pais m á s fértil?,,^—Después poco á poco
fueron enterrando t a m b i é n vuestro re- Sabiduría.
cuerdo. E l cuerpo se pierde en el agua y
el nombre en la memoria. E l tiempo, que
sobre lo pasado extiende espeso velo, so- A L U I S A B.
bre el Océano extiende olvido m á s pro-
fundo. I.

No tardan en olvidar á los infortuna- ¿No hay que esperar que nada gran-
de, santo, puro, nada que sea digno del
dos n á u f r a g o s . Solas, durante las largas
noches de tempestad, vuestras pálidas cielo, nada que ennoblezca el siglo que
atravesamos, salga del corazón del hom-
viudas, cansadas de esperaros, se ocupan
todavía de vosotros, removiendo las ce-bre? ¡Del hombre, sujeto á las necesida-
des del cuerpo! ¿Será siempre su tarea
nizas de su hogar y las cenizas de su co-
razón. gozar, descender á tientas á la tumba,
perseguir todo lo que se arrastra y todo
lo que vuela, consagrarse al sórdido i n -
Y cuando la muerte cierra para siem- terés y á la loca vanidad; llenar, sin
308 OBRAS D E VICTOR HUGO.

cuidarse del deber, una carta de palabras mientras que á su alrededor la creación
ó un mostrador de escudos; no elevar piensa; víctima de sus sentidos, cuyo yu-
nunca la vista á las alturas y reirse del go le esclaviza, el hombre vegeta y la
sacrificio y de la virtud? Esta es t u vida, cosa vive!
hombre; solo tienes, de noche y de dia,
por esperanza y por objeto, por culto y II.
por amor, l a moneda inmunda que se
arrastra por el fango, y que al cogerla te
ensucia las manos; sin comprender que Cuando os hablaba de este modo, me
pensar es t u destino, que t u destino es escuchabais y me comprendíais; y vos,
ser mago y ser rey, ser un alquimista que cuya alma i n g é n u a se transparenta en
alimente el fuego bajo el sombrío alam- vuestras palabras, me dirigisteis enton-
bique que se llama alma, y haciendo pa- ces vuestra calmante ó inefable sonrisa:
sar por ese ardiente crisol á la naturaleza
y al mundo, extraer de ellos á Dios. u.itLahumanidad se regenera, y aun-
que vacilante y caminando en la oscu-
ridad, se dirige hácia la aurora. Todo
E l bruto se mueve dentro de su esfera hombre tiene en el mundo dos aspectos;
y el elemento se rige por sus reglas. E l el del bien y el del mal. Vituperarlo todo
molusco vive en las olas y el á g u i l a es no comprender nada. Las almas de los
en la nieve. Todo en el mundo tiene su humanos tienen liga de oro y de plomo.
región, su objeto y su destino. L a espu- E l espíritu del sábio debe ser prudente y
ma del mar no es un desecho inútil; el no debe lanzar á la ventura sus rayos por
oleaje conoce lo que hace y el viento todas partes. Para el siglo actual, como
sabe quién le impulsa; como el templo éste le hace sufrir, es siempre injusto, y
que brilla con la claridad suave de las todo en él le parecen delitos. Nuestra
l á m p a r a s , obedientes las estrellas fulgu- época, tan insultada, tiene su lado subli-
ran en el cielo azul; todas las m a ñ a n a s , me, vos mismo lo habéis dicho, irritado
vibrando como santas liras, los pájaros poeta!,,
cantan festejando al creador. E l sér está
lleno de amor y el mundo está lleno de
fó. Todo en el mundo observa indefecti- E n vuestro aposento, asilo ilustre y
blemente su ley y obedece al mandato respetado, así me contestásteis, sencilla
divino; el pájaro á su instinto y el árbol y serena. Vuestra frente brillaba con el
á sus raices. E l enorme Océano que se de- reflejo de los damascos de color de escar-
tiene en la playa, la golondrina que se lata, y para m í , en aquel momento, vues-
dirige al Sur, el i m á n que se dirige al tros ojos levantados convirtieron el techo
Norte, la nube amontonada sobre islas de en cielo.
hielo, que, atravesando la altura de los
cielos, pasa al soplo del A b r i l desde.el
Polo hasta el Ecuador, la savia que se es E l acento augusto y pacífico de la ra-
parce perlas fibras de las ramas,todos los zón, la equidad, la bondad seráfica, el
objetos creados van siguiendo impertur- olvido de los agravios y de los errores de
bablemente su marcado camino; ¡solo el los d e m á s , que tanta majestad d á á las
hombre se ha extraviado!—^En todo el almas virtuosas, dotaban á vuestras her-
universo, los séres, los montes, los bosques mosas palabras de la tranquila grande-
y las praderas, el dia que dora el cielo, el za que en sí encierra todo lo natural.
agua que lava los barrancos, conservan
como el dia que salieron de las manos di- III.
vinas toda su inocencia y todo su candor;
solo el hombre ha degenerado!—Creado ¿Por q u é os presentáis incesantemente
para imperar en la naturaleza y para ser ante m i imaginación, dias de m i niñez y
el mejor, ha llegado á ser el peor; debien- de m i alegría? ¿Quién te abre á cada
do florecer como árbol selecto, solo es u n momento en nuestros corazones casi
tronco v i l con ramaje negro, que la edad apagados, ¡oh flor luminosa de los re-
desarraiga y que el vicio deshoja, cuyas cuerdos lejanos? ¡Qué Cándido y q u é fe-
ramas no ostentan el fruto que Dios liz era entonces! E n la clase, un banco
desea recoger; tronco en el que nunca gastado, una mesa, un pupitre, u n tin-
nos apoyamos sin peligro, en el que la tero negro y pesado y una l á m p a r a me
sociedad engerta las pasiones. Profunda acogían grave y cariñosamente. M i
fué la caida del hombre: ignora y niega, maestro, como os dije con frecuencia,
RAYOS Y SOMBRAS. 309
era un sacerdote, tranquilo y bondadoso, porrazo, al jardinero estúpido y á los i n -
de mirada penetrante, candoroso como fames cazadores; pero con una sola m i -
u n sabio, maligno como un n i ñ o , que, rada me apaciguaba m i madre.
a b r a z á n d o m e , me decia con elogio:—
"Aunque no tiene m á s que nueve años, IV.
ya explica á Tácito.,, Estudiaba con
Eugenio, á quien Dios a r r e b a t ó la vida, E n la actualidad ya no me encolerizo
y á pesar de mis pocos años me preocu- Dor encontrar una j a u l a vacía, porque
paba la meditación. Mientras escribia, se pongan mis pájaros al alcance de los
usando muchos barbarismos al desar- tiros del cazador, n i porque un perro
rollar el tema impuesto, inventando destroce las flores de u n jardincillo; esas
sentidos inesperados á las frases de los insignificantes desgracias desesperan á
autores, con la frente y la espalda incli- os niños; pero como en una iglesia, el
nadas, me parecía oir confusamente cer- nombre se tranquiliza en los grandes
ca de mis oidos las palabras griegas y dolores. Después de sufrir terrible pesa-
latinas, bachilleras y familiares; pintar- dumbre, el corazón adquiere reposo,
rajeadas de tinta, y alegres como estu- como los ojos adquieren sueño. De los
diantes, cuchichear, como los pájaros negros guarismos de nuestros sufrimien-
reunidos sobre una rama, entre las hojas tos, la sabiduría es la suma. Compro-
del pesado diccionario. Rumores m á s b á n d o l a Dios, parece que diga al hom-
dulces que el rumor que hace una ban- bre:—^"Haz que pase t u espíritu al través
dada que vuela, soplos apagados como de las desgracias, como el grano en la
los suspiros de la noche, que hacian á criba, y saldrá de ellas mejor.,, Viví,
cada momento, bajo las manecillas de sufrí, juzgo y me apaciguo. Si algunas
cobre, extremecerse vagamente las pági- veces aun la cólera hace inclinar en m i
nas del libro antiguo. alma la balanza en donde peso el mun-
do y m i corazón; si solo abriendo u n ojo
condeno y vitupero con francas pala-
Después que c u m p l í a m o s nuestro de-
bras, vos, noble y santa mujer, conseguís
ber, corríamos ligeros á j u g a r en los i n
que m i voz irritada y agria vuelva á
mensos jardines; yo, con paso desigual,
adquirir l a calma en que vive m i espíri-
seguia á mis hermanos mayores, y las
tu; conozco que vos tenéis bastante po-
estrellas tranquilas iluminaban el hori
der para disipar mis tempestades, y que
zonte, y el tierno ruiseñor, cantando en
conseguís del hombre austero y triste
la oscuridad, enseñaba música á toda la
lo que consiguió en tiempos pasados del
naturaleza; mientras que yo, n i ñ o locuaz
niño tierno su madre, aquel gran corazón
y aturdido, lanzando á todas partes m i -
que duerme el sueño eterno.
radas francas pero atrevidas, y chispean
do de gozo, llevaba bajo el brazo, atados
con tres cordeles, á Horacio con sus fes V.
tines, á V i r g i l i o con sus selvas, á todo
el Olimpo, á Theseo, á Hércules, á Ceres Ahora escuchadme.—Mi razón, que
y á Juno, á la hidra de Serna y a l vasto vacila, oye algunas veces tres voces po-
L e ó n de la roca Nemea. derosas que murmuran, una después
de otra y algunas veces todas á u n
tiempo. L a primera voz me dice:—"Irrí-
Cuando llegaba á casa de m i madre tate, poeta, al ver que el infierno aplau-
con frecuencia, gracias al azar miserable de todo lo que esta época imagina, crea
que se burla del niño, sentía grandes ó intenta, y permanece indignado. Este
pesadumbres y grandes cóleras, porque siglo es como una impura red, á la que
no habia encontrado ya, cerca de los el hombre atrae la voluptuosidad y los
tejos seculares, el hermoso jardincillo vicios. L a verdad, que hizo en otro tiem-
que yo me cultivaba, y que al pasar un po resplandecer á Roma, se remontó al
porrazo me habia destruido; ó porque cielo; el amor no existe ya en el hombre.
alguno en m i cuarto habia abierto las No rechaces la Musa armada, que en
jaulas y habia dejado volar á los pá- otras épocas visitaba como austera a m i -
jaros, que m u y contentos se h a b í a n ido ga á los dos sombríos gigantes, A m ó s
muy lejos á buscar la libertad, ó quizá y J e r e m í a s . Los hombres son ingratos,
á encontrarse con el cazador. Y o corría envidiosos, mendaces y perversos; a l g u -
entonces rabiando y rojo de indignación nos cometen c r í m e n e s , y á todos los
á contárselo á m i madre y maldecía al deslumbra la vanidad; unos tienen la
310 OBRAS D E VICTOR HUGO,

sangre de Cain y todos tienen la sangre ¿Por eso la vegetación viva y ciega pro-
de Eva. S e ñ o r , la cruz se bambolea duce menos hojas, menos árboles, menos
y la oración llega ya á pocos labios. liqúenes, menos yerbas y menos agua?
Murmuran de tí dentro de t u mismo ¿Por eso las olas son menos azules y el
templo; el Evangelio era la sagrada ley y bosque menos frondoso? E l sol que son-
el sacerdote el ejemplo noble; el libro y ríe á las flores en los vergeles, á los re-
el sacerdote han muerto. L a fó, esa brasa yes en los palacios, á los forzados en los
que estaba encendida en todos los hoga- presidios, ¿pierde su esplendor y vierte
res, que designaba á Cristo los hombres menos rayos cuando el mundo se olvida
predilectos, que purificaba en otros tiem- de una virtud? No; Pan no necesita que
pos los labios de los apóstoles, solo es ya le recen n i que le amen. Oh sabiduría!
u n carbón apagado, con el que los niños Espíritu puro! Serenidad suprema! Zeus!
ensucian, burlándose, las paredes de las Irmensul! Wishnou! J ú p i t e r ! J e h o v á !
iglesias.,, ¡Dios que buscaba Sócrates y que J e s ú s
encontró! Unico y verdadero Dios! A tí,
que haces perecer á los mortales y creas
L a segunda voz me dice:—"Perdona el cielo para una eternidad; á t í , que co-
y ama. E l Dios que idolatramos es i n - locado en el éter, en esa tienda cuyos
dulgente y no será severo para el hom- lienzos conmueve t u poderoso aliento,
bre. Soñador, respeta á la hormiga tanto ¿qué te importan los hombres insensa-
como el león, que en la naturaleza nada tos que se arrastran unos tras otros
hay pequeño. E l ser universal se compo- hácia la oscuridad del acaso, y que son
ne de átomos, y Dios vive en todos ellos. fantasmas de los que no te acuerdas, y
Cultiva en t u corazón el amor y la pie- que son ante t u faz inmensas sombras
dad. Si la suerte te obliga á examinar que van y vienen?...,,
de cerca el hombre, que ordinariamente
es frivolo, ciego y temerario, templa la
severidad del juez con las l á g r i m a s del VI.
hermano. Todo en el mundo, aire, flor,
césped, el grupo de niños que juega en E n m i gabinete oscuro, donde sobre
el umbral de t u casa, el mendigo sen- una mesa hay muchos libros entreabier-
tado en la yerba, la contemplación de tos, donde una Biblia sonríe á V i r g i l i o ,
esas mujeres desgraciadas que viven ba- escucho yo esas tres voces. Si m i cere-
ñ a d a s en l á g r i m a s , como las algas en el bro frágil se asombra, persisto, y sin
mar; el hombre, ese espectador; el mun- miedo y sin sobresalto las dejo ejecutar
do, ese cuadro; todo ese conjunto augus- en m í lo que se proponen. Porque los
to, que al insensato desazona, debe con- hombres, perturbados con esas meta-
seguir de t í que dirijas cada vez m á s morfosis, componen su sabiduría con
los éxtasis de t u vida h á c i a ese ojo mis- m u y escasa ciencia. Todos cometen el
terioso que, invisible testigo, nos mira á error de ver la verdad, cada uno desde
todos sin cesar. No enciendas n i n g ú n su ventana, y solo por u n lado, sin que
infierno con n i n g ú n tizón ardiente, no ninguno de ellos, a t r a í d o por ese p e ñ a s -
agraves n i n g ú n peso. Demuestra la exis- co sublime, le dé la vuelta y suba hasta
tencia del alma y de Dios, que el espíritu su cima. Y de ese triple aspecto de las
es imperecedero y la tumba irrevocable, cosas del mundo, de ese triple consejo,
y suaviza el rigor de esa mano divina, que el hombre no comprende; de m i
que con frecuencia nos oprime y que corazón, que Dios vé, en el que el ódio
graba con signos inmortales la palabra se embota, sale una benevolencia tierna
Jamás sobre las tumbas y la palabra y universal, que dora como la luz del
Siempre en los altares.,, alba y enternece de antemano los ver-
sos que en embrión llevo en m i espíritu,
para acabar de crearlos en los campos
L a tercera voz me dice:—"¿Qué m á s con el aroma que despiden las llanuras,
dá amar que odiar? Los cantos, las mal- á la sombra que proyectan las nubes
diciones, que entremos ó que salgamos, y al murmurio que se escapa de las
el bien, el mal, la muerte, n i los vicios, fuentes.
q u é importa todo esto al cielo radiante?... A b r i l 1840.

f IN DÍ: Í\AYO^ Y SOMBRA?.


LOS CASTIGOS.
PRÓLOGO DE LA PRIMERA EDICION.
(EN 1853.)

N Bruselas se publicó una „Por m á s que hagan los que reinan


edición de este libro, trun- en su p á t r i a por medio de l a violencia y
cada, á l a que precedían fuera de ella por medio de las amenazas;
las siguientes líneas: por m á s que hagan los que, creyéndose
''El falso juramento es señores de los pueblos, solo son tiranos
un crimen. de las conciencias, el hombre que lucha
„ L a emboscada es un crimen. en p r ó de la justicia y de la verdad en-
;7La secuestración arbitraria es un c o n t r a r á siempre un medio para cumplir
crimen. enteramente su deber.
;;E1 soborno de los funcionarios públi- „ L a omnipotencia del m a l solo con-
cos es u n crimen. duce á hacer esfuerzos inútiles. E l pen-
„E1 soborno délos jueces es un crimen. samiento se escapa del que quiere perse-
;;E1 robo es un crimen. guirlo; no puede comprimirsele y se
„E1 asesinato es u n crimen. refugia bajo la forma que puede. L a
„ A s o m b r a r á dolorOsamente al porve- antorcha brilla; si l a apagan, la antor-
n i r que en paises nobles, que ante la cha se convierte en una voz, y las pala-
postración de Europa mantuvieron su bres no pueden apagarse; si amordazan
Constitución y fueron los últimos y sa- á la boca que habla, la palabra se con-
grados asilos de la probidad y de la l i - vierte en luz, y á la luz no l a pueden
bertad, se hayan dictado leyes para pro- amordazar.
teger todo lo que las leyes humanas y „ N a d a doma á l a conciencia del hom-
divinas de c o m ú n acuerdo han llamado bre, porque la conciencia del hombre es
siempre crimen. el pensamiento de Dios.
„ L a honradez universal protesta con- V. H . „
tra esas leyes protectoras del crimen.
„Sin embargo, no desesperen los pa- Las líneas que acabamos de copiar,
triotas que defienden la libertad, n i los que sirvieron de prefacio á u n libro m u -
generosos pueblos á los que se quiere tilado, encerraban la promesa de publi-
impedir á la fuerza l a inmoralidad; y car el libro completo. E l compromiso
por otra parte, no se envanezcan de ha- contraído le cumplimos hoy.
ber triunfado los culpables, que aparen V.H.
t ó m e n t e son todopoderosos, por ver trun Jersey 1853.
cadas las p á g i n a s de este libro.

TOMO V . 40
EN E L MOMENTO DE REGRESAR Á FRANCIA.

¿Quién puede en estos instantes, Dios Cuando el extranjero ocupa nuestra


mió, adivinar si el destino m o v e r á su frontera, m i ambición se cifra en no
rueda hacia el lado sombrío ó hácia el tener parte alguna en el poder y en
lado risueño?... participar del peligro en todas partes.

Qué nos proporcionará la mano vela- Y a que nuestros enemigos, que ayer
da del destino? ¿ L a oscuridad infame y eran nuestros huéspedes, vienen contra
siniestra ó la estrella de la m a ñ a n a ? nosotros, corro, Francia, á arrodillarme
ante tus faltas.
A l mismo tiempo estoy contemplando
u n cuadro negro y otro luminoso: l a No me acobardan las agudas garras de
Francia merece un Austerlitz, el impe- sus á g u i l a s negras; las desafío: madre,
rio merece un W a t e r l ó o . quiero participar de tus miserias, porque
soy t u hijo.
¡Regreso, voy á entrar en tus murallas
santas, idolatrado Paris! Vengo á traer-
te el alma fiel de los proscriptos. Desafiando las afrentas infames vene-
raré tus desgracias y besaré tus piés,
Francia, lanzando llamas de mis llorosos
Y a que en estos momentos todos de- ojos.
ben ayudarte con ardor y con bravura
á aplastar al tigre de fuera y á la cule-
bra de dentro; Verás que, aunque estuve hundido y
eclipsado, no perdí en tí la fé, y que to-
dos mis pensamientos fueron siempre
Y a que el ideal puro, no habiéndonos para tí.
podido convencer, se desvanece; ya que
nadie es demasiado grande para morir,
n i demasiado pequeño para vencer; A l salir del sombrío destierro, permí-
teme que sea t u hijo, y mientras se ria ese
m o n t ó n triunfante de hombres fúnebres,
Y a que en los cielos amanece la auro- complázcate que yo te adore, rogando
ra m á s poderosa; ya que ante nosotros por tí, entusiasmado ante t u faz inven-
están l a gloria ó la muerte; cible que dora el Oriente.

Y a que corre la sangre, ya que los Antes, en los dias de orgía, en los que
techos arden, ya que los cañones true- el hombre alegre brillaba y no creia;
nan; ya que llegó el momento en que cuando embriagada de esplendor, de
los cobardes retroceden, yo acudo á tí, triunfos y de ilusiones bailabas y canta-
oh pátria! bas, fascinada por los resplandores de
falsos éxitos; cuando resonaba la música
316 OBRAS D E VICTOR HUGO.

de tus fiestas, ¡oh P a r í s ! huia de t í como Francia, estar contigo en los momen-
el profeta h u y ó de T y r o . tos en que te arrastran por la cabellera
y llevar u n anillo de t u cadena, es lo que
yo deseo.
Cuando el imperio trocó á Lutecia en
Q-omorra, sombrío y triste sumí m i me-
lancolía en la inmensa tristeza del mar. Acudo á tí, ya que te arruinan las
bombas y la metralla, y en tus murallas
me contemplarás firme de pió ó tendido.
Y allí, oyendo tus canciones, llegando
hasta m í el ruido confuso de t u delirio,
oponía á tus risas, á tus lujos y á tus i l u - Y quizás en t u suelo, en el que b r i l l a
siones m i protesta. la pura antorcha de la esperanza, para
pagarme el destierro me concederás una
tumba.
Pero hoy que llega A t i l a con su b á r - Bruselas 31 Agosto 1870.
bara m u l t i t u d , hoy que el mundo se
hunde á t u alrededor, a q u í me tienes.
LOS CASTIGOS.

vertios en bandidos de la Calabria; hom-


Nox, ares de la clase media, v i l rebaño, mirad
como espada enrojecida que agita un
demonio negro, el golpe de Estado que
I. sale ardiendo de la fragua. Los tribunos
luchan defendiendo el derecho; estran-
Y a llegó la fecha que elegiste, prínci- guladlos: salteadores, condottieri, bandi-
pe; realiza t u intento de una vez... esta dos, herid, matad á Baudin y á Des-
noche es á propósito... es m u y fria.—Va- soubs. ¿Qué hace el pueblo fuera de sus
mos, l e v á n t a t e . Olfateando en la oscuri- casas? Que se meta en ellas. Soldados,
dad á los rateros, el dogo Libertad g r u ñ e ametrallad á esa canalla. Fuego! ¡Fue-
y enseña los dientes, y aunque Carlier go!—En seguida irás á votar, pueblo
lo ató á la cadena, ladra. No esperes ya soberano. D á cuchilladas primero al de-
más; es hora ya de hacer presa. Diciem- recho, al honor y á la ley; haz que corra
bre condensa sus m á s espesas nieblas; á rios la sangre por las calles. Llena las
como un b a r ó n salteador de caminos que cubas de vino y las fosas de muertos.
sale de su guarida, sorprende, asalta Quién quiere aguardiente? Cuando el
bruscamente al enemigo que sigilosa- tiempo está lluvioso, es m u y agradable
mente espías! L e v á n t a t e ! Los regimien- beber.—Soldados, fusilad á ese anciano,
tos están ya en los cuarteles con la mo- matad á aquel n i ñ o . ¿Quién es esta m u -
chila á l a espalda, embrutecidos por el jer?^—'Es su madre.—Matadla. •—Que
vino y por el furor; solo esperan ya al tiemble el pueblo infame y que con su
bandido para proclamarle emperador. sangre t i ñ a el empedrado de Paris, del
Toma la l á m p a r a , camina tortuosamen- Paris odioso, que se queja y se resiste.
te, no olvides el p u ñ a l , el instante es Vamos! Que conozca el desprecio som-
propicio; la R e p ú b l i c a confia en t í , y no brío y vengativo que á nosotros, que re-
viendo de noche brillar tus ojos som- presentamos la fuerza, nos inspira él, que
bríos, duerme tranquila, teniendo por es la inteligencia. E l extranjero respetó
almohada t u juramento. á Paris, pero yo quiero hacer una cosa
¡Q-inetes y peones, salid, salid como nueva: arrastrarlo por el lodo atado á la
hordas!... ¡atacad á los representantes del cola de mis caballos. Que muera! Caño-
pueblo! Soldados, atad con cuerdas á nes, ¡vomitad vuestras balas contra ese
vuestros generales, que están encerrados miserable!...
ya y confundidos con los forzados; meted
á la Asamblea en Mazas á culatazos II.
arrojad de sus asientos á sablazos á la
C á m a r a A l t a ; próceros de Francia, con- Esto es hecho. E n todas partes reinan
318 OBRAS D E VÍCTOR HUGO.

el silencio y el horror. ¡Viva Poulmann, se apoderó de todo, de Madrid, de Berlin


César, y Souíflard, emperador! y de Moscou; pero yo h a r é más: clavaré
Se convierten en alegres fogatas las mis u ñ a s en el cuello de la Francia. L a
barricadas, y la puerta de San Dionisio Francia libre y digna, armoniosamente
presencia bajo sus altos arcos las hogue- marcha hácia su fin sagrado; la echaré
ras tremolar al soplo del viento. Esto es por detrás un lazo corredizo y la extran-
hecho, descansad. Se oye el ruido de las g u l a r é . M i tio y yo nos repartiremos la
espadas que vuelven á sus fundas y del historia; indudablemente el m á s inteli-
dinero que se mueve en los bolsillos; gente soy yo; él consiguió l a música de
desde la banca hasta los vivaos se va- la gloria, pero yo consigo el saco del
cían los sacos. Los que no han vacilado dinero. Me aprovecho de su nombre es-
en matar, conseguirán a d e m á s la cruz de pléndido y sonoro, que llevo desde la
Honor. Aullando los vencedores danzan cuna. E l enano se encarama hasta el
sobre los escombros, mientras que en los gigante. L e dejaré su p á g i n a en la histo-
sombríos rincones yacen centenares de ria, pero yo ocuparé el dorso. Me enca-
v í c t i m a s . E l soldado, alegre, ebrio y fe- ramo hasta él, y sobre él seré el señor.
roz, vá dando traspiés, y con la mano Quizás sea m i destino sobrenadarle en la
que se apoya en la pared acaba de aplas- historia, ó quizás sumergirle bajo mis
tar a l g ú n cerebro humano. Rien, cantan, piés. Soy buho, pero cogeré esa á g u i l a
beben, celebran francachelas; traen ven- con mis garras, y á pesar de ser bajo y él
cidos, que fusilan; son hombres, mujeres alto, le d o m i n a r é . Elijo su gran aniver-
y niños. Los generales galopean t r i u n - sario, porque necesito este dia. Este dia
fantes, sin que los muertos aterren su seré como el hombre que se emboza en la
conciencia. E l César t o m ó el camino capa hasta los ojos; nadie creerá que me
m á s corto, y los generales corren al Elí- propongo cubrir de ignominia y de opro-
seo á felicitarle por los arroyos de san- bio un dia tan glorioso. Así con m á s fa-
gre que corren en las casas y en las ca- cilidad se a p o d e r a r á n de m i enemigo mis
lles. Para pasar esos charcos, los jueces manos traidoras, porque la Francia este
se arremangan las togas, y la Iglesia, go- dia estará dormida en su lecho de lau-
zosa, coge un cuajaron humeante para reles.;,
ponerlo en el escritorio de Veuillot.
Vosotros, magistrados, sois los que
ayer u n cabo os arrojó riendo de vues- Entonces apareció, hastiado de vida
tras sillas enrules, sin temor á vuestra disoluta, con los ojos apagados y las fac-
justicia; ahora que habéis cobrado áni- ciones pálidas; entonces apareció furti-
mo al aseguraros de que Mandrin ha vamente ese l a d r ó n nocturno, y encen-
vencido, ahora que ya no os veréis obli- dió su linterna en los rayos del sol de
gados á ser íntegros, ahora que Mandrin Austerlitz.
compensará dignamente vuestra adhe-
sión, ahora que es él el que paga por ha- IV.
berse apoderado del presupuesto, ahora
que nada arriesgáis, porque él ha ex- Victoria! Y a era tiempo, príncipe, de
trangulado la ley, cuyo cadáver encon- que apareciéseis. Las jóvenes de la Ope-
trareis en l a puerta de su palacio, aho- ra carecían de príncif)es rusos. Las revo-
ra corred, aclamadlo, i d á cantarle el luciones traen el fastidio á los Juanillos
hosanna. Olvidad el bofetón que a57er os de ayer y á los Pamelas de hoy, y el Don
dió, y ya que hizo asesinar ancianos, Juan que se asusta se convierte en Har-
madres y niños, ya que asesinó sin saber pagon; pobre filón de oro sale de las bol-
á quién, arrodillaos ante el asesino todo- sas vacías; el dinero escaseaba en los ga-
poderoso y lamedle los piés para borrar- ritos; los periódicos ahuyentaban á las
le la sangre que ios mancha. gentes del confesionario. E l Sagrado
Corazón languidecía moribundo; los pro-
III. testos en tropel no dejaban vivir al por-
tero de Maguan; excitaban la risa los
Ese hombre se dijo:—^"Napoleón, que sermones del abate Ravignan; caballos de
era dueño de los ejércitos, que era empe- pura raza no piafaban en las puertas de
rador soberano, ante el que la fama las damiselas. L a hidra de la a n a r q u í a se
hacia sonar la trompeta inmortal, reinó aparecía á esas hermosas bajo la forma
quince años entre las tempestades, des- increíble y triste de un caballo de fiacre
de el Sur hasta el aquilón. Todos los que las arrastraba al baile por franco y
reyes le adoraban y le besaban los piés; medio. L a desolación se cernía sobre
LOS CASTIGOS. 319
Babilonia. Pero surgió t u brazo fuerte, cielo, lo mismo el habitante del arrabal
te erguiste como una columna, y todo que nunca retrocede, que el rico de ma-
renace, todo revive, todo se ha salvado. nos blancas y el pobre de brazos nervu-
Desde hoy las figurantas de teatro cose- dos; lo mismo la madre, que parecía en-
c h a r á n milores, y todo el mundo está señar á su hijo muerto, que cabellos
contento; los que viven sobre el pais y blancos y cabezas rubias. Desde el ama-
las gentes devotas. necer los vecinos de Paris iban á buscar
Congratulémonos, triunfemos y repar- allí al ausente que no h a b í a vuelto á
t á m o n o s el motin. Los antiguos parti- casa. E l pueblo contemplaba aquellas
dos, peinados con alas de pichones, van cabezas muertas, que por l á s t i m a las
á inscribirse, adorando á Mandrin, en veladas de Diciembre c u b r í a n con púdi-
casa de su conserje. Falstaff calienta un co y oscuro velo. Por l a noche, el anti-
ponche; Tartuffe enciende un cirio. E n guo g u a r d i á n de los sepulcros, que que-
el alegre Elíseo tocan los tambores. To- daba solo, apresuraba el paso por entre
dos acuden allí presurosos, Parieu, Mon- las piedras sepulcrales, extremecido al
talembert, Sibour, Rouher, Troplong, ver aquellos rostros pálidos; y mientras
griegos, judíos, todo el que pone en venta lloraban en las casas que sufrían el due-
la conciencia; todos los que roban y lo, el áspero cierzo soplaba sobre aquellos
mienten con privilegio; el amigo del cadáveres sin a t a ú d .
hisopo y el amigo del agio; los que son P a r e c í a que aquellos muertos miste-
despreciables y desean ser infames; todos riosos, asomando la cabeza fuera de la
los que, leyendo en el fondo de su alma, tierra y mirando fijamente al firma-
se creen ser bastante presidiarios para mento, se despertaran bruscamente en
llegar á ser senadores. Mirmidón admi- el cementerio, donde los cipreses se ex-
ra la grandeza de César; r e ú n e el corro tremecian al oír la trompeta del juicio
y lo atruena desde el centro de la fiesta. final, para llevar, Bonaparte, hasta el
—¿Qué os parece, señores, he obrado con cielo y ante Dios t u alma horrible y
habilidad? ¿Qué opina Papavoine, q u é falsa, y que salían de la fosa para atesti-
dice Loyola? Haremos que voten esos guar tus delitos.
bribones, y en todas partes, con letras de ¡Cercado fatal de Montmartre; aun
oro, escribiremos la cifra. Tocad el órga- hoy, cuando empieza la oscuridad de la
no, soplad el pífano, cantad Salvum fac, noche, el t r a n s e ú n t e evita pasar cerca de
y en lo sucesivo, en las iglesias, que tus tapias!
abrigan a l Dios vivo, se l e v a n t a r á n m á s
tiles con oriflamas. Victoria!
VI.
V.
U n mes después fué ese hombre á l a
D ó n d e están los cadáveres? E n los an- iglesia de Nuestra Señora. E n t r ó con la
denes, en los muelles, en los patios, en frente altiva; la mirra y el cinamomo
los puentes, en las cloacas, en la fosa co- ardían allí; se oían voltear las campa-
m ú n , espantosamente aumentada; en las nas; el arzobispo presidia radiante de
aceras, en los dinteles de las puertas, en gloria, á pesar de haberse recortado la
las calles, amontonados en todas partes, capa pontifical de u n sudario; en una
en los furgones que los dragones escoltan cruz erigida en el fondo del santuario
al anochecer, cuyo horrible cortejo viene estaba enclavado Jesucristo.
del Campo de Marte, pasa, y Paris tem- Ese hombre, como el lobo que se lame
blando se ocupa de é l . después de devorar u n inocente r e b a ñ o ,
¡ A n t i g u o monte de los Mártires, hoy retorciéndose el bigote, exclamó:—"He
sí que puedes conservar t u nombre! Los salvado el órden; recibidme, ángeles, en
muertos á sablazos y á cañonazos en los vuestras legiones, que he salvado la re-
campos que l a tumba llena de misterio, ligión y la familia.,,'—Y en sus miradas
estaban enterrados con l a cabeza fuera feroces, en las que S a t a n á s se contempla,
de tierra. Les colocó así aquel hombre, se le vió brillar una l á g r i m a . Columnas
sin que le asustasen las heladas frentes; del templo, abismos que San Juan vió
allí permanecían, ensangrentados, con entreabrirse en Patmos, cielos que vis-
la boca entreabierta, mirando hácia el teis á Nerón, sol que contemplaste á
cielo, lívidos entre la yerba, con su Sejan, vientos que en otros tiempos i m -
tranquilidad horrible, azotándoles el pelisteis en la dorada galera á Tiberio
rostro el viento h ú m e d o del crepúsculo. hácia Caprea, decidme si en ese hombre
Miraban con la vista hueca y fija en el leí asesino sobrepuja a l histrión.
320 OBRAS D E VICTOR HUGO.

doblegan sus naturalezas indomables,


VII. execrable abismo, contribuyes á su su-
plicio, y t u cómplice rumor sofoca sus
T ú , que bates con t u flujo fiel la gritos de desesperación.
roca donde he plegado mis alas, vencido,
pero no descorazonado; abismo, donde VIH.
ruge el h u r a c á n , donde el esquife zozo-
bra, por q u é me hablas en la oscuridad? Eso es lo que vió la historia, y al ter-
q u é quieres decirme, mar sombrío? minar de referirlo llora sonrojada de
Eres impotente; roe tus diques, difun- v e r g ü e n z a .
de el oleaje que prodigas, d é j a m e sufrir Cuando se despierte la gran nación,
y soñar; que todas las aguas de t u abis- cuando llegue el d í a de la expiación, es-
mo, pasando sobre ese crimen, no conse- pada de los dias sangrientos, no salgas
g u i r í a n lavarlo. de la oscuridad.
Comprendo que para distraerme me ¿No es verdad que á m á s de un alma
dices:—"Cálmate, hermano mió; cálma- sombría, para castigar á ese traidor, l a
te, pensador tempestuoso,,;—pero yo te i m p u l s a r á esa necesidad? No volváis á
contestaré:—"Cálmate tú, mar profundo; m i mente, l ú g u b r e s visiones, recuerdos
calma tus poderosas olas que mujen, dolorosos; gendarmes con el sable des-
siempre amargas, pero nunca cenagosas. nudo, custodiando las carretas, redobles
T ú crees en t u poder supremo, t ú que de tambores, pueblo gritando: "¡Bribo-
eres admirado y querido, t ú que te pare- nes!,, Muchedumbre llenando las azoteas,
ces al destino, t ú á quien los cielos han puertas y ventanas, calles y muelles; si-
azulado, t ú que con tus ondas sagradas lenciosas plazas públicas, en las que se
lavas la estrella de la m a ñ a n a . , , ven los t r i á n g u l o s oblicuos!...
T ú me dices:—"Ven, contempla y o l - Ibamos recorriendo tranquilamente
vida,,. Me enseñas el mástil que se doble- nuestro camino, cada cual ocupado en
ga, los peñascos que verdean, las puntas u n trabajo propio de este siglo; el poeta
en que se estrellan las olas, la espuma cantaba la obra inmensa de los hom-
que bate los escollos, como bandada de bres, la tribuna hablaba con su elo-
aves blancas; la pescadora que v á con cuente voz; íbamos destruyendo pavo-
los piés descalzos y canta, el agua azul sos, tronos, argollas y cadalsos; cada dia
por la que se desliza la velera nave, el hacíamos disminuir el ódio y el sufri-
marinero, trabajador rudo; las elevadas miento; el género humano marchaba por
ondas que agita la tempestad; me ense- la via del progreso; l a Francia iba de-
ñ a s lo inmenso bello, mezclado con el lante con l a luz de l a inspiración en l a
inmenso horror, y me dices:-—"Dame t u frente; pero llegaron esos hombres con
alma, proscripto; apaga t u llama en m i él, con él, que es la afrenta viva, con él,
seno, caminante; arroja á las olas el bas que es el bandido que ungen con el
ton; vuelve hacia m í t u mirada ingrata, óleo santo; vinieron t r a y é n d o n o s el due-
que yo adormecía á Sócrates, que yo lo, el asesinato, la matanza, los sudarios,
calmaba á Catón.,, el hierro, la sangre y el fuego... Esa es
No; respeta el árido pensamiento, la la simiente que han sembrado en los
cólera del alma del justo, el espíritu que surcos del porvenir. Y se oyen en el ho-
no puede olvidar infames atentados; rizonte estos gritos espantosos: "¡Vengan-
cuenta á los antiguos peñascos tus i n - za! Represalias!,,
finitas proezas y déjame que me en- Yo, entre tanto proscripto, me ensan-
vuelvan las tempestades, porque yo te griento los piés con los abrojos del ca-
aborrezco, mar sombrío. mino, y triste y pensativo, ocultando l a
Te aborrezco porque arrastras por tus frente entre las dos manos, sumerjo á
aguas movedizas, entre los vientos y los cada instante el pensamiento en los dias
escollos, hacia las profundas fosas de que v e n d r á n . Q-igante de castos ojos y
Cayena, los negros pontones que surcan de acción rápida, que j a m á s se v é , ¡oh
tus olas como grandes a t a ú d e s . revolución!, ante t u altivo y colérico
Arrastras hácia el sepulcro, abriéndo- rostro tiemble la humanidad, y a l cu-
les las puertas, á todos nuestros mártires brir con su cuerpo hasta á los perversos,
de frente serena, en la cala donde care- se arrastre á tus piés y se retuerza los
cen de paja para acostarse, donde los brazos: t ú respetarás como hija su dolor
cañones, cargados de metralla, les ame- amargo, y tú, virgen, te q u e d a r á s parada
nazan con la boca abierta. ante t u madre.
Cuando lloran, cuando las torturas Trabajador robusto, segador enviado
LOS CASTIGOS. 321
por el mismo Dios para segar en un dia^ siglos, Se puede ser severos y economizar
diez siglos de miserias, coloso romano, la sangre. Que no se diga que por ese
que venciste la Europa y sojuzgaste á hombre la guillotina y el cesto horrible,
los reyes, que naciste para terminar los que Febrero indignado cogió y arrojó á
tiempos antiguos; t ú que salvaste la l i - la cloaca, han vuelto á funcionar con
bertad por medio del terror, t ú que lle- verdugos m á s horribles, que vuelven á
vas este sombrío nombre: "Necesidad,,, e m p u ñ a r el hacha con las sangrientas
en la historia en que t ú brillas como un manos.
foco, permanece siempre solo. T i t á n del
93; nada v e n d r á tras de tí que sea tan IX.
grande como t ú .
Naciste de un r é g i m e n en el que do- Musa de la i n d i g n a c i ó n , que Juvenal
minaba el espanto, y pesaba t u educa-
te deseaba henchida de lava ardiente; tú,
ción en t u cabeza emancipada y contra
cuya claridad brilla en las miradas fijas
t u voluntad, hijo de la m o n a r q u í a , i m -
del Dante, ven, ven y erijamos ahora en
buido de malas doctrinas y de pernicio-
sos ejemplos, como ella derramaste san- ese imperio feliz y radiante, y á pesar de
gre, sin saber que ella te habia enseñado esa victoria arrancada á la violencia, bas-
á practicar l a pena de muerte y la ley tantes picotas para formar con ellas una
del ódio, y derribando á tiranos, á Parla- epopeya.
mentos y á reyes, te sublevabas contra Jersey, Noviembre 1852.
ellos, pero como ellos castigabas.
Nosotros, merced á tí, gigante que ga-
naste nuestra causa, somos hijos de la
libertad y hemos avanzado en el cami-
no del progreso: lo que Francia quiere
LIBRO PRIMERO.
en la actualidad es que el amor alum-
bre á toda la tierra, es que la fraterni-
dad siga la ley santa de Jesucristo. Esa
es la ley que está escrita en l a naturale- La sociedad se ha salvado!
za: "Amaos los unos á los otros!,,'—Sea-
mos hermanos; tengamos fijas las mira-
das en esa idea, que es á la que todo
cede y todo lo ilumina, dejando siempre
incólumes los principios. No basta ser
vencedores; lo que importa es permane- Francia, ahora que te prosternas y
cer siendo grandes. Cuando consigamos tienes sobre la frente el p i é del tirano, la
ver á ese abyecto traidor, pálido y ex- voz saldrá de las cavernas y se extreme-
tremecido, afirmemos el progreso por cerán los encadenados.
medio del castigo que se le imponga; E l desterrado, de p i é en la orilla del
castiguémosle con la v e r g ü e n z a , pero no mar, contempla las estrellas y las olas, y
con la muerte. como los que hablan entre sueños, ha-
Pueblos, echemos el velo del olvido blará en voz alta en la oscuridad; sus pa-
sobre el espantoso pasado de los reyes; labras amenazadoras h a r á n brillar el
dejemos abolidos para siempre los tor- rayo; serán como manos que pasan de
mentos, las cuchillas, los tajos y las hor- noche durante el sueño e m p u ñ a n d o es-
cas. Apresuremos la hora prometida á padas.
las naciones futuras, en l a que la con- H a r á n que los m á r m o l e s se extremez-
cordia, tranquila y sonriente para los can, y los montes que oscurece la noche
buenos, y hasta para los ingratos, estre- y las cabelleras de los árboles m u g i r á n
che á los hombres en sus brazos, incli- en la nocturna sombra.
nando hácia nosotros su frente venera- S e r á n el bronce que suena, el grito
ble. Que no pueda decir ese miserable que arrojan los cuervos, el soplo desco-
que el mundo ha retrocedido en su nocido que hace extremecer las hebras
camino sublime, n i que J e s ú s y Voltaire de la yerba en el sepulcro.
hayan hablado i n ú t i l m e n t e , n i que no es G r i t a r á n estas palabras:—"¡Que por
verdad que después de tantos esfuerzos siempre se cubran de ignominia los i n -
y de tantos sufrimientos, nuestra época fames, los opresores y los asesinos.;, Esas
haya consagrado la vida humana. No palabras h a r á n un llamamiento á las al-
basta u n momento de i n d i g n a c i ó n para mas, como se llama á la pelea á los guer-
perder el tesoro que han acumulado los reros.
TOMO V . 41
322 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Se cernerán sobre las razas que se


transforman como sombrío h u r a c á n , y II.
si los que viven duermen, d e s p e r t a r á n á
los muertos. E n la actualidad solo oprobio encierra
Jersey, Agosto 1853. esa ciudad. Allí está el que es abyecto,
horrible y malhechor; el que arrastró el
honor por el fango ó a n e g ó el alma en
sangre; allí está el monedero falso, el
II. hombre que falta á sus juramentos, el
hombre del peso corto, el bandido que
Tolón. se embosca para asaltar á los caminan-
tes de noche y en el bosque; allí están el
pirata repugnante, el ladrón, el falsario,
I. el parricida y el bandido.
E l que sale de u n palacio y el que sale
E n aquella época cayó una ciudad en de una taberna se encuentran con una
poder de los ingleses, señores de los vas- mano, fria como u n cerrojo, que les pone
tos mares, l a que, batida por el c a ñ ó n y una chaqueta roja y una argolla a l
asustada por el terror, desaparecía entre cuello.
el humo y el fuego. B r i l l a la aurora sombría para ellos y
Era una ciudad que el estampido ha- roja para nosotros. Levantaos! E n pié!
cia retemblar en las ú l t i m a s horas de l a Se encaminan hácia el sombrío Océano,
noche, al rayar el dia en que A l b i o n la parece que la cadena se despierta al
cogió con sus garras y que la R e p ú b l i c a mismo tiempo que ellos y les diga:—
reconquistó con su poder. "Vamos; a q u í estoy,,.
E n la rada corrían fragatas asesinas; Caminan, presentando las manillas al
los pabellones colgaban agujereados por martillo, y con el remache de sus cadenas
las balas, y sobre la frente tempestuosa mezclan el ruido de sus pasos, arrastran-
de las baterías negras flotaba densa do andrajos rojos, asquerosos, furiosos y
humareda. repugnantes.
Se oian r u g i r las bocas de los fuertes, Con los piés descalzos, el gorro calado
estallar las cargas de pólvora, los brulo- hasta los ojos, trabajando desde el ama-
tes echaban llamas sobre las ondas necer, con la mirada apagada y con los
brillantes, y como un astro espantoso, miembros entorpecidos, ahuecan peñas-
que se deshace en rayos, en la oscuridad cos, arrastran piedras sin descanso, ayer,
estallaba l a bomba. hoy, m a ñ a n a y siempre.
¡Historia sombría ó ilustre p á g i n a de Con l l u v i a ó con sol, en invierno ó en
otro tiempo! Allí todo se mezclaba y verano, que Junio abrase ó que Enero
confundía; el mástil cortado, la muralla llore, van á cumplir en su destino, te-
destruida, los obuses, el silbido de los niendo por única a l e g r í a el recuerdo de
contramaestres y capataces, l a sombra, sus crímenes y por lecho una tabla.
el horror y el ruido. Por la noche, como á un rebaño, los
Entonces, Francia, llenabas toda la cuenta u n v i l c a p a t á z , suben de dos en
tierra con el choque prodigioso de tus dos la escalera del pontón, quebranta-
rebeliones; los reyes lanzaban contra t í dos, rendidos, con el corazón lleno de
al tigre y á la pantera, y t ú desencade- v e r g ü e n z a y la espalda encorvada por los
nabas contra ellos á los leones. golpes del palo.
Entonces la R e p ú b l i c a tenia catorce É l pensamiento implacable ocupa
ejércitos y luchaba en los montes y en siempre sus cerebros. Muertos-vi vos,
los Océanos; cien victorias pregonaba el consagrados al trabajo y marcados en la
clarín de l a Fama, y de esas victorias sa frente, se arrastran, recibiendo latigazos
l i a n gigantes. como bestias y afrentas como hombres.
Entonces aparecían radiantes auroras;
desconocidos que de repente deslumhra- m.
ban, aparecían haciendo sonar sus nom-
bres misteriosos. Ciudad en la que se ha sembrado la
Entregaban su vida como sublime infamia y la gloria, en la que el hierro
ofrenda, gritando:—"¡A morir por la l i - corta los cabellos del presidario, ¡oh To-
bertad! Q-uerra á los tiranos!,, Y la glo lón! Por tí los tios empiezan y en t í
r í a abria sus vastas alas sobre aquellas deben acabar los sobrinos.
cabezas jóvenes. V é allí, maldito; esa bala, que en los
LOS CASTIGOS. 323
tiempos épicos el gran soldado, sobre el
que t u oprobio asientas, ponia en los ca-
ñones con sus heróicas manos, t ú debes IV.
arrastrarla con los pies.
Bruselas, 12 Diciembre 1851. A l o » m u e r t o s d e l 4 de D i c i e m b r e «

G-ozad el reposo que os concede el


Señor. Antes q u i z á perturbaban vues-
tros corazones sueños vanos, quizá os
Acercaos y veréis u n m o n t ó n de de- atormentaban el error, el ódio ó la envi-
votos que murmuran entre dientes un dia, y vuestras bocas, de las que salia
Benedicat vos: son padres azotadores del el hálito v i t a l , estaban agitadas.
siglo, que á la fuerza quieren llevarnos Con semblantes parecidos unos á otros,
al cielo. A r m a n querellas de palabras confusamente ibais y veníais en tropel
sobre la inmortalidad del alma, sobre por las calles, sin pararos, inquietos
J e s ú s y los dogmas, como el antiguo como el agua que brota de las fuentes,
Bizancio en la época de los Juanes y de caminando al azar, sufriendo las mis-
los Eudoxios. Desconfiemos de ellos; son mas penas, confundiendo los mismos
agudos ortodoxos que hubieran indig- pasos.
nado á Juvenal. Citan con énfasis á Quizá vuestro cerebro se abrasaba en
Coquelin, á Pascal, á Rousseau, á Bo- los mismos proyectos y en las mismas
caccio, á Voltaire y á Diderot; siendo el esperanzas: en los de derribar a l hombre
espíritu cosa molesta, lo despiden esos del Elíseo y al hombre del Vaticano; en
santos varones; ponen á Escobar al fren- difundir la libertad de e x á m e n y de
te de sus filas y lo expenden á los peleles, conciencia por el mundo; porque en este
que lo toman contentos, pagando cuatro siglo ardiente, cada alma es u n cráter y
francos cada mes. Con el antiguo j a b ó n cada pueblo un v o l c á n .
de los sutiles jesuitas quieren lavar A m á b a i s , teniendo el corazón encade-
nuestra época i n c r é d u l a y pensadora, y nado, y por la noche, entregados á te-
que las cenizas de la hoguera les sirvan mores vanos, os asaltaban inquietudes
de legía. Su gaceta, en las que sobresa- dolorosas. Y a fuéseis inteligencias acti-
len palabras venenosas, es la única que vas, ardientes y emprendedoras, ya espí-
se recibe en el Paraiso. E n él viven todos ritus superiores, ya brilláseis en la j u -
poderosos; mientras que sus falanges ventud, ya os encorváseis en l a vejez, ya
predican en la tierra el diezmo y prohi- gozáseis de destino alegre, ya sucumbié-
ben la prebenda, hacen su agosto en l a seis á destino infausto, siempre sentiríais
morada de J e h o v á . E l á n g e l de la espa- en vuestros corazones el amor, que es
da de fuego les abre de par en par las una tempestad, y os afligirían los dolo-
puertas deseadas. Todas las m a ñ a n a s , á res, que son u n combate. Gracias a l 4
la hora en que se despiertan los pájaros, de Diciembre, está ya muerto vuestro
cuando el alba asoma en los cielos, rubo- pensamiento, y tendidos yacéis en la
rizándose al ver lo que hacen los hombres, helada fosa, amortajados con el suda-
ellos trepan allá arriba, llegan kasta las rio: ahora crece ya la yerba sobre vues-
puertas donde está San Pedro y arrojan tras catacumbas. ¡Dormid tranquilos en
al portero el imprudente periódico. Es- vuestro sepulcro! E l imperio es la paz*
criben á Dios, como si fuera su intenden- Jersey, Diciembre 1852.
te, criticando, pidiéndole cuenta de las
revoluciones, de los vientos, del astro de
l í m p i d a mirada, de lo que hace progre-
sar al mundo y adelantar á nuestro es-
v.
píritu, y el timbre que adorna la Euca-
A q u e l l a noche.
ristía lo ponen como á sello de sus
cartas. H a n suprimido á Homa del mis-
mo modo que hubieran destruido á Es-
parta. Esa clase de hombres es la que Estaba en el Elíseo y tres amigos le
está satisfecha del triunfo de Bonaparte. a c o m p a ñ a b a n : contemplaba la hora, vien-
do andar la aguja del reloj, mudo, pensa-
tivo, discurriendo cómo ligaría el n o m -
bre ilustre de Bonaparte á las h a z a ñ a s de
Cartouche, esperando que sonase la hora
324 OBRAS D E VICTOR HUGO.

de realizar la feroz emboscada. Entre las m i l luces que chispean en la oscuri-


tanto atizaba el fuego encendido en l a dad, como se lleva cuando se v á los
chimenea. De pronto dijo el traidor á los cequíes de oro la mujer acostumbrada á
que le rodeaban:—"Esta noche van á sur- los besos del crimen, vestida ya, después
gir mis proyectos invisibles. Las Saint- de haberse prostituido.
Barthelemy son aun posibles. Paris duer- Bruselas, Enero 1852.
me como en los tiempos de Cárlos de
Valois, y mientras duerme, vosotros, ami-
gos mios, meteréis todas las leyes en u n
saco, y por encima del puente las arroja- VI.
reis al Sena.„
A c o r d á n d o m e de vosotros, rufianes, E l T e - D e n m d e l !.<> de E n e r o de 1852.
hijos bastardos de la fortuna obscena, na-
cidos de la vergonzosa cópula de la i n -
t r i g a y de la suerte, brotan los versos Sacerdote, la misa que rezas, y que
indignados de m i mente, y m i corazón es u n eco de los fuegos de pelotón, es
tempestuoso ruge en el pecho, como el impía: detrás de tí, apoyando la mano
añoso roble que agita en la selva el hu- en la barba, acurrucada, la muerte se te
racán! burla.
Sacerdote, en los cielos de donde pro-
cedemos tiemblan los ángeles y las vír-
Cuando sallan de casa de Bancal, genes, cuando el obispo coge la mecha
Morny, Maupas y Saint-Arnaud, vien- de los cañones para encender los cirios
do pasar ese grupo taciturno y oblicuo, del altar.
los campanarios de Paris se esforzaron, Quieres ser senador, ocupar posición
al tocar la hora nocturna, por imitar el alta y hacer fortuna; me parece bien:
toque de rebato: los empedrados de Ju- pero para bendecir al hombre espera que
lio gritaban:—"Al asesino!,, Los espec- laven el empedrado de las calles.
tros sangrientos de las antiguas matan- ¡Pueblos, glorificad á Gresler y que
zas se despertaron de sus sepulcros, y muera G-uillermo T e l l ! Del ó r g a n o sale
unos á otros s e ñ a l a b a n con el dedo á un sonido parecido al estertor de la ago-
estos personajes. L a Marsellesa, a r c á n g e l nía... Arzobispo, t u altar lo han fabrica-
de los cantos aéreos, murmuraba en el do con las tablas del patíbulo.
horizonte:—"A las armas, ciudadanos!;; Cuando dices:—Ule-Deum, os alaba-
Paris dormia; pero pronto en las plazas mos. Señor Dios fuerte, Dios de Sabaoth
y en los muelles, los soldados, dócil po- y de los ejércitos...,,, se mezcla con el i n -
pulacho, genízaros que mandaban Rey- cienso él vapor que sale de las tumbas
bell y Sauboul, y otros que dirigian mal cerradas.
Dulac, Korte y Espinasse, llegaron re- H a n matado por la noche, han matado
gimiento tras regimiento y se espar durante el dia á hombres, á niños y á
cieron por todos los ámbitos de la ciu- mujeres. Paris se cubre de luto. Y a no
dad. Andaban lentamente, j u n t o á las vuela en Nuestra Señora el á g u i l a , sino
casas, sin hacer ruido, como tigres que el buitre.
andan por los juncales y que se arrastran Prodiga á ese bandido adoraciones,
alargando las garras, y Paris dormitaba que desde el cielo las oyen los mártires.
tranquilo y confiado. Los jefes espera Dios te mira desde el cielo, y no las
ban fumando que rayase el alba. aprobará.
Los proscriptos encerrados en las sa-
las de fúnebres pontones se dirigen, ya
E r a n cosacos, ladrones, asesinos, ge á A r g e l , ya á Cayena; vieron á Bona-
nerales bandidos, que debian haber ter parte en Paris y en Africa verán la
minado la vida en el presidio; por crí hiena.
menes menores hubo jueces en otro Trabajadores, aldeanos, arrancados de
tiempo que quemaron á Voisin y enro vuestros talleres y de vuestros campos, i d
daron vivo á Desrues. á consumiros en el destierro. Mira á t u
Apareció la luz del dia alumbrando derecha, monseñor Sibour; mira t a m b i é n
el infame bando y el cobarde arma- á t u izquierda; verás como t u diácono es
mento de aquellos rateros audaces. L a la traición y t u subdiácono el robo; ven-
noche, que es la cómplice de los bandi- de á t u Dios, vende t u alma.
dos, huyó, y arrastrando aprisa sus velos, E l asesinato te sirve en el oficio divi-
entre los pliegues se llevó las estrellas y no, pronunciando estas sacrilegas pala-
LOS CASTIGOS. 82o
bras:—"Fuegoal que se mueva!,, S a t a n á s Siendo vencedores y fortificándonos
te d á las vinajeras, y no es vino el líqui- en sitios inespugnables, viviremos arro-
do rojo que escancia en el copón. gantes, venerados y temibles. E n el fon-
Bruselas, 3 Enero 1852. do, ¿qué nos importan Cristo, Mahoma ó
Mithra? Reinar es nuestro objeto y nues-
tro medio proscribir. Si alguna vez se
aperciben de nuestras carcajadas, tem-
VII. b l a r á el fondo oscuro del corazón del
hombre.
A d majorem D e i gloriam. Naciones, el ideal del pueblo que
queremos gobernar debe ser el fraile de
E s p a ñ a ó el fellah del N i l o . ¡Abajo la
Son insensatos los que creen que inteligencia! Abajo el derecho! ¡Viva la
llamándonos jesuítas nos cubren de
ignominia. Los jesuítas les reservan espada! Qué es el pensamiento? U n perro
la censura, la mordaza y la hoguera, furioso. Metamos en presidio á Juan Ja-
y llegará el dia en que serán ios se-
ñores de sus señores. cobo Rousseau y á Voltaire en una casa
f E l padre Roothaan, general de fieras.
de los jesuítas, en l a conferencia Si la inteligencia intenta combatirnos,
de Chieri.J
la ahogaremos como siempre. Hablare-
mos en voz baia al oido de las mujeres.
Seremos dueños de los pontones, del
Nos dicen:—^Seremos vencedores y Africa, de Spielberg. Las antiguas ho-
señores. Vestidos de sacerdotes y con la gueras están extinguidas, pero las hare-
táctica del soldado, destruiremos pro mos revivir; si no podemos arrojar en
greso, leyes, virtudes, derechos y ta- ellas á los hombres, arrojaremos sus l i -
lentos; nos edificaremos u n fuerte con bros; no quemaremos á Juan Huss, pero
todos esos escombros, nos fortificaremos quemaremos á G-uttenberg.
en él, y desde allí extenderemos todas Y en cuanto á la razón que pretende
las preocupaciones vociferando. juzgar á Roma, antorcha que Dios e n -
L a horca es conveniente, la guerra es ciende en el cerebro del hombre, que i l u -
necesaria; tenéis que aceptar l a ignoran minaba á Sócrates y que guiaba á J e s ú s ,
cia y la miseria; porque al orgullo del la apagaremos.
tribuno triunfante le espera el infierno; Entonces r e i n a r á en el alma humana
el hombre se convierte en á n g e l cuando profunda oscuridad. E n el anonada-
vive en la ignorancia. Nuestro gobierno, miento de los corazones fundaremos
fuerte y astuto, a m o r d a z a r á al padre 5 nuestro verdadero poder, y haremos sin
embrutecerá al hijo. ruido y sin estorbo todo lo que quera-
Nuestras ideas, que son hostiles al si mos. Nadie h a b l a r á n i se moverá; nues-
glo actual, caerán desde el púlpito como tra cindadela será una torre m á s negra
copos de nieve sobre la m u l t i t u d , refresca- que la noche.
r á n los corazones irresolutos, helando en Reinaremos. Las turbas nos obedece-
ellos los gérmenes útiles y saludables, y r á n . Seremos omnipotentes; gobernare-
después los fundirán como la nieve en mos el mundo; lo poseeremos todo: fuer-
la tierra, y el que los busque ya no los za, gloria y felicidad; y nada temeremos
encontrará. careciendo de fó y de reglas...,,—"Aun-
Frió glacial se h a b r á apoderado de to- que habitárais la m o n t a ñ a de las águilas,
das las almas, cuyo fuego habremos apa- os a r r a n c a r í a de allí,,, les dice el Señor.
gado, y si alguno dijera á los franceses Jersey, Noviembre 1852.
de entonces:—'"Salvad la libertad, por la
que vuestros padres derramaron l a san-
gre,,, se reirían los franceses educados por
nosotros de la libertad muerta y de sus
padres enterrados.
Como sacerdotes, inscribiremos en
nuestra bandera estas palabras: Orden,
Religión, Propiedad, Familia-, y si a l g ú n
bandido, corso, judío ó pagano viene á
secundarnos trayendo el perjurio en los
labios, el sable en los dientes y la antor-
cha en la mano, aunque robe y asesine,
le diremos:—"Haces bien!,.
326 OBRAS D E VICTOR HUGO.

fallí desafiando las tormentas, las olas


| encrespadas, dirigiéndose á los horribles
' patíbulos y á los sangrientos tajos con
VIII. la mirada fija en los cielos.
A un mártir.
L l e g ó allí á predicar á aquellos pue-
En los Anales de la propaga-
ción de l a f é se lee lo siguiente: blos como apóstol, y allí le degollaron.
«Una carta de Hong-Kong, China,
con fecha 24 de Julio de 1852, nos
anuncia que Bonnard, misionero de II.
Tong-King, fué decapitado por la fé el
dia 1.° de Mayo del próximo pasado.
Mientras entre aquellos bárbaros se
))Ese nuevo mártir habia nacido en
levanta t u p a t í b u l o , ostentando tus
la diócesis de Lyon y pertenecía á la
Sociedad de Misiones extranjeras.
miembros yertos; mientras t u cabeza
Partió para Tong-King en 1849.»
macilenta, enclavada en el poste, sirve
de mofa y de blanco á las piedras, a q u í ,
I. ¡oh m á r t i r ! venden á t u Dios.
E l Dios por quien t ú mueres entregan
Oh santo sacerdote! alma generosa! a q u í á Mandrin hombres que como t ú
me postro de rodillas ante tí! Era jóven se revisten con l a estola; lo entregan
t o d a v í a , podia haber vivido muchos para llegar á ser cardenales ó senadores,
años; gozaba de la edad en que íiorece para obtener palacios, carrozas y jardi-
la dicha, y contemplando la cruz de nes, que en verano retraten el azul del
Jesucristo, que b r i l l a en la oscuridad, cielo; para platear la m i t r a y dorar los
dijo:—'"Dios del progreso y del amor, el báculos; para beber buen vino sentados
que ve t u frente, cree ver la luz del dia; alrededor de una chimenea bien encen-
Cristo sonríe al que le mata. Y a que dida.
m u r i ó por salvarnos, quiero morir por Esos sacerdotes venden t u Dios al
E l . Desde su tumba, cuya piedra me malvado, cuyas manos mancha la san-
sirve de apoyo, me l l a m a con dulce voz. gre del crimen; al ladrón opulentísimo,
„Su doctrina entreabre el cielo. Lleva que les paga y se sonríe. Vuélvete á m i -
de la mano á la humanidad, como u n | rarlos, mártir, y verás cómo venden á
padre á su hijo. Por E l existimos. De la Jesucristo.
cabecera de la cama de los carceleros, Esos sacerdotes venden á t u Dios á ese
que duermen, arrebata las llaves de to- histrión coronado, que se sonríe en medio
das las prisiones y d á libertad á todos de los traidores, y que apoya un pié en
los hombres. Thraseas y un codo en P h r i n é , al pirata
,,4 pesar de esto, lejos de nosotros emperador Napoleón III.
vive otra humanidad, que no le conoce, Jersey, Diciembre 1852.
que se arrastra encadenada á la iniqui-
dad, y en ella sufre y muere: para en-
contrar á Dios hace tenebrosos esfuerzos IX.
y se agita en vano. Sin ley, sin objeto y
sin guia, caminan errantes esos hom- E l a r t e y e l pueblo.
bres, que no son malvados, sino ignoran-
tes, que no les tocó parte alguna del
botín de l a gran conquista. Allí iré yo. I.
Para salvarlos dejo el lugar santo. ¡Her-
manos míos, vengo á traeros á m i Dios!,, E l arte es la gloria y la alegría; alum-
Como fué buen sacerdote y vivía tran- bra en medio de la tempestad y d á ful-
quilo en nuestros días turbulentos, se gores al cielo azul; el arte es el esplendor
acordó de que J e s ú s dijo á los apóstoles: universal que b r i l l a en l a frente del
—"Desafiad los peligros y las hogueras,,. pueblo como el astro en la frente de
Y recordó estas otras palabras:—'"Amán- Dios.
doos, hermanos míos, cicatrizareis mis
heridas,,.
Creyó que debía iluminar la noche E l arte es el canto magnífico que pla-
que envolvía á aquellos pueblos extra- ce al corazón tranquilo, el canto que la
viados del camino del progreso, cuyas ciudad entona á los bosques y el hom-
almas cubren tupidos velos, y se dirigió bre entona á las mujeres, y que todas las
LOS CASTIGOS. 327
voces del alma armoniosamente entonan Pueblo de los arrabales, v i que fuiste
á coro. sublime y ahora te veo esclavo, seducido
E l arte es el pensamiento humano, por el crimen, con m á s dinero en el bol-
que v á rompiendo todas las cadenas; el sillo y con menos altivez en el corazón.
arte es el tierno conquistador; suyos son Vete, arrastrando la cadena al cuello, á
el R h i n y el Tíber; hace libre a l pueblo divertirte y á reir en las barreras, y ¡viva
esclavo y grandioso al pueblo libre. el emperador y viva el salario!... Co-
med, que yo prefiero comer el pan negro
II. de la libertad.
Jersey, Diciembre 1852,
Francia querida ó invencible, canta t u
apacible canción, canta y m i r a al cielo;
t u voz j o v i a l y clara d á la esperanza al XI,
mundo, porque eres el pueblo de la fra-
ternidad. I.
Canta, pueblo mió, cuando nace la
aurora; canta cuando llega la noche; el
trabajo dá alegría: ríete del antiguo siglo Estoy convencido que i n v e n t a r á n mu-
que pasó; canta al amor en voz baja y en chas mentiras para escaparse de las ma-
voz alta á la libertad. nos de la verdad severa; que n e g a r á n ,
Canta á la santa Italia, á la Polonia diciendo:—'"No soy yo, es él„, ¿No es
enterrada, á Ñápeles que sangre noble cierto, Dante y Esquilo, que j a m á s de
enrojece, á la H u n g r í a agonizante... T i - las manos de los poetas han podido huir
ranos, el pueblo canta como el león ruge. los malhechores cuando los habéis cogi-
Paris 6 Noviembre 1851. do por el cuello? Los he encerrado en m i
libro expiatorio, he corrido los cerrojos
x. de la historia, y hoy para ellos l a histo-
ria es u n presidio.
E l poeta es algo m á s que un espíritu
Canción.
que sueña y que ora, porque posee l a
gran llave de la Conserjería; cuando en-
Cortesanos, que estáis sentados á la tra en la cárcel, en la que del clavo pen-
mesa de la espléndida orgía riendo y de una cadena, registra los bolsillos del
bebiendo, celebrad al César bondadoso, príncipe, lo mismo que los del píllete, y
m a g n á n i m o y magnífico, y apostatando examina las espaldas de los emperado-
de todo lo venerable, apurad copas lle- res. Para él, Macbeth es un estafador y
nas de Chipre y la v e r g ü e n z a rebosan- César u n fullero. Versos mios, v i g i l a d á
do de los vasos. Comed, que yo prefiero esos forzados: Calíope puede t a m b i é n lle-
comer de la verdad el pan duro. var el registro de los presos de la cárcel.

II.
Bolsista, que trasquilas al pueblo; usu-
rero que le ahogas, alegres gastrónomos,
bellacos y ricos, amigos de Fould el j u - Pueblos torturados, necesitáis que al-
dío y de Maupas el petardista, dejad que guno os vengue. Los frios retóricos que
el pobre vierta l á g r i m a s a l dintel de la han dicho:—"El poeta es un á n g e l que
puerta de vuestro palacio...; engordad, se cierne por el espacio,,, sin saber siquie-
daos buena vida... Comed, que yo pre- ra quiénes son F o u l d , Maguan, Morny,
fiero comer de la probidad el pan seco. n i Maupas, pasa la vida contemplando
por la noche las estrellas del cielo,,. No
será así: mientras seáis cómplices de los
E l oprobio es una lepra y el crimen crímenes repugnantes que sigo yo paso á
es u n sarpullido.—Soldados que regre- paso, mientras c u b r á i s con vuestro man-
sáis del boulevard de Montmartre, con to á esos bandidos, no os m i r a r é , cielos
el uniforme salpicado de vino y de san- azules, estrellas de la noche.
gre, cantad t a m b i é n . Ocupa la mesa toda Mientras ese hombre imponga silencio
la Escuela militar, el festin humea, están á todos los labios; mientras la libertad
brindando, están bebiendo, están ebrios... esté tendida en el suelo, como una mujer
Comed, que yo prefiero comer de la glo- muerta y acabada de ahogar; mientras
ria el pan moreno. en los pontones se oigan los estertores
de la agonía, yo h a r é brillar claridades
328 OBRAS D E VICTOR HUGO.

sepulcrales en todas las frentes abyec- Padre Santo, deja caer las mangas so-
tas que ese bandido hace humillar, y bre tus manos... oculta tus sandalias
g r i t a r é : — " L e v á n t a t e , pueblo; desenca-
blancas, que están manchadas de sangre,
dena tus rayos, cielo,,, y la Francia, en la y observa cómo Borgia te sonrio. ¿Cuán-
profunda noche en que está sumida, verá tos han muerto? Cuántos morirán? ¡Quién
llamear m i antorcha.,, puede contar su n ú m e r o ! Señor, no es
el pastor el que guia vuestro rebaño en
III. el mundo, es el lobo.
Han muerto los mejores hijos de Ita-
Esos bellacos viles que convierten la la, de Alemania, de Sicilia y de H u n -
Francia en China, oirán el chasquido de gría.. . Desgraciada madre Europa, vierte
m i látigo que descargo en sus espaldas. 3or ellos tus tiernas lágrimas...; el honor
Mientras e los cantan Te-Deum, yo grita- se ha ausentado de tí. E n el Mediodía
ré: Memen'. ! A z o t a r é á los hombres, á se vé el p a t í b u l o , en el Norte el osario.
los hechos, á los títulos, á los sables y á ;Lia luna sale cada noche de u n sudario,
las mitras, que encerraré en mis versos y el sol se pone tras u n horizonte de
como en u n estuche. Veréis cómo castigo sangre.
á sobrepellices, á charreteras, á brevia- Sobre los franceses vencidos pesa u n
rios, y veréis cómo César huye, tercián- Santo Oficio. E l bandido que los asesina
dose el manto,,. dice:—"Yo los apaciguaré,,. Paris lava
Me reconocerán los campos, las prade- de rodillas la sangre que la inundó, y l a
ras, los lagos, las flores, los horizontes y Francia, atada de piés y manos, presen-
las llanuras, el Océano y los bosques, y cia la hecatombe. Despiertan en sus
se dirán unos á otros en voz baja:—"Es tumbas el llanto y los clamores á L a u -
u n espíritu vengador que pasa persi- bardemont y á Torquemada. E l primero
guiendo á los demonios.,. exclama:—"Así v á bien!,, E l segundo
Jersey, Noviembre 1852. dice:—"Adelante!,,
E n vano combatisteis por los derechos
del pueblo, Batthyani, Saudor, Paerio,
porque fuisteis víctimas de la tiranía;
XII. en vano sucumbió Baudin. Llorad en
los bosques, llorad en las m o n t a ñ a s ,
M a p a de E u r o p a . que donde Dios puso edenes, los reyes
ponen presidios; Venecia es una galera y
Ñápeles una tumba.
E n todas partes se vé brillar el sable L a horca se levanta en A r a d y en Pa-
y mentir al altar. Los que se llaman lermo. Ahorcan á los héroes que enarbo-
príncipes j u r a n con descaro y sin bajar laban con brazo fuerte l a bandera libre
la vista al j u r a r en falso. Los soldados y altiva ante los reyes temblorosos,
han dado en las calles latigazos á las mu- mientras consagran al emperador Schin-
jeres. D ó n d e está la libertad y la virtud? derhannes, y la l l u v i a cae á torrentes,
H a n desaparecido. E n el destierro pere- mártires, sobre vuestros despojos y los
cen, ahogándose, los hombres m á s dignos. cuervos los picotean.
Las balas son impotentes contra rebeldes Porvenir, porvenir!... ¡todo se desmoro-
tan heróicos. na! Los reyes, pálidos, han huido; el mar
Pueblo ruso, temblando y taciturno, avanza, las olas se encrespan, el bélico
cami i .s convertido en esclavo hácia San clarin resuena en los á n g u l o s del espa-
Petei r burgo, ó te ves obligado á traba cio... Fuga aterradora y sombría!... L a
j a r en las minas. E l Polo le sirve á t u tempestad arrastra los ejércitos como
s e ñ C i de calabozo enorme. L a Rusia y cenizas inflamadas... ^Adelante!,,, dice el
la ^ beria son las dos mitades del fúne- Eterno.
bre i nperio del czar: la una debia lla- Jersey, Noviembre 1852.
marse la Opresión y la otra la Desespe
ración.
Los suplicios de Ancona llenan todas XIII.
sus murallas. E l Papa Mastai fusila sus
ovejas; deja la hostia y manda hacer fue Canción.
go. E l primero que cae muerto es Simón
celli, y le siguen sin temblar tribunos
soldados, apóstoles, que mueren y que D ó n d e está la hembra? Murió. ¿Y el
van á hablar á Dios de su sacerdote. macho? Se lo llevó un gato y devora
LOS CASTIGOS. 329
sus huesos. A l nido que se extremece, llamo la Justicia.—¿Quién fué t u verdu-
quién volverá? Nadie. Pobres pajarillos! go? ^—^El juez.—¿Y t ú , gigante, cuya
vaina no tiene espada y en quien el
barro ensucia la aureola?—Yo me llamo
E s t á ausente el pastor chasqueado y Austerlitz.—Quién te m a t ó ? — E l ejér-
ha muerto al perro el lobo, que se ex- cito.
tiende en el suelo ahito. A l redil que Bruselas 5 Enero 1852.
tiembla, quién lo vigilará? Nadie. ¡ P o -
bres corderillos!

E l hombre está en presidio, la madre LIBRO SEGUNDO,


en el hospital; reina en l a casa la mise-
ria. Tiembla la pobre cuna. ¿Quién la
vigilará? Nadie. Pobres pequeñuelos!
Jersey, Febrero 1853. Se ha restablecido el orden.

xiv.
Idilios.
Es una noche oscurísima. L a inmensa
sombra extiende sus alas por el mundo.
E n vuestros alegres palacios, que guar- EL SENADO.
dan los cañones; en vuestros lechos de
terciopelo y de damasco, pedid para ca- Vibrad, violines y tambores. Las aves
lentaros bien los piés que os traigan pie- cantan en sus nidos. Es natural estar
les de martas, y ocultaos tras l a nube muy alegres: pues, que Magnan baile
de hermosas cortinas, que esconden en- una polka y Saint-Arnaud una pasto-
tre sus pliegues todas las voluptuosida- rela.
des con todos los olvidos. LAS CATACUMBAS D E L I L L E .
A los ecos de una música deliciosa y
lejana, mientras una l á m p a r a tembloro- Miserere! Miserere!
sa se atreve apenas á alumbrar el techo EL CONSEJO D E ESTADO.
de p ú r p u r a , dormid, duque de Saint-
Arnaud, conde de Maupas, senadores, Lamparillas en los plantíos! ¡lampari-
prefectos generales, jueces, príncipes, y llas en los zarzales! Mezclad sables y
tú, César, á quien todos adoran de rodi- mantillas; cantad á coro, apuestos don-
llas; tú, que soñaste en el imperio y te celes! bailad e n c e r r ó , hermosas jóvenes!
apoderaste de él, dormid mientras dura LOS GRANEROS D E R O U E N .
la noche...^—Pero cuando amanezca, á Miserere! Miserere!
la luz del dia os diré:—Levantaos, for-
zados. EL CUERPO LEGISLATIVO.
Gocemos del amor que nos tienta; to-
dos, para v i v i r mejor, sacan la miel, con
xv. la que nutren el alma; l a abeja de los
labios de l a flor y el hombre de los la-
Confrontaciones. bios de la mujer.
B R U S E L A S , LÓNDRES, B E L L E - I S L E Y J E R S E Y ,

Miserere! Miserere!
Hablad, cadáveres, y decidme quiénes
son vuestros asesinos. Dímelo t ú prime- EL HOTEL DE VILLE.
ro. Cómo te llamas?^—'Religión.—¿Quién E l imperio v á echando hondas raices.
es t u asesino?—El sacerdote.-—¿Vosotros Riamos, juguemos y comamos. Dispa-
quiénes sois?—La probidad, el pudor, la remos petardos en íos Campos Elíseos.
razón y la virtud.—¿Quién os estrangu- E l tio necesitaba cañones, pero el sobri-
ló?—La Iglesia.—Quién eres tú?'—La íé no necesita cohetes.
pública.^—Quién te dió de p u ñ a l a d a s ? —
E l j u r a m e n t o . — ¿ Q u i é n eres t ú que duer- LOS PONTONES.
mes b a ñ a d a en t u propia sangre?—Me Miserere! Miserere!
TOMO V . 42
330 OBRAS D E VICTOR HUGO.

EL EJERCITO.
L i l i p u t . E l juez, que es u n mercader,
que se viste de toga, vende la ley. ¡Lá-
Fuera escrúpulos, fuera temores. De zaro, L á z a r o , l e v á n t a t e !
rodillas cuando viene el bedel. Obedezca
el tambor al órgano. Nuestro ardor sale
del bodegón y nuestra gloria está en el E n Milán, en l a castigada Viena, en
patíbulo. Roma extrangulada y bendita, en Pesth
LAMBES A.
torturado, la vieja loba de la t i r a n í a ,
gozosa y salvaje, se acurruca. Sonríe
Miserere! Miserere! contemplando su madriguera adornada
L A MAGISTRATURA. de amuletos. Camina sobre cadáveres
desde el V í s t u l a hasta el Tanaro, y tie-
Todo nos aconseja que comamos y que ne cachorros, que está criando. ¿Quién
bebamos. Feliz es el que tiene afición á la alimenta? ¿quién d á de comer á la
la uva madura, porque siempre encuen- loba? E l arzobispo y el verdugo. ¿Quién
tra u n racimo en su emparrado y una la mantiene á sus espensas? E l empera-
botella en su bodega. dor.—¡Lázaro, L á z a r o , levántate!
CAYENA.

Miserere! Miserere! Jesús dijo á los apóstoles:—"Amaos


L O S OBISPOS. unos á otros.,,—Hace ya cerca de dos
m i l años que nos llama á nosotros y á
J ú p i t e r lo manda y debemos aplaudir nuestros secuaces, abriéndonos los en-
al hecho consumado que se sentó en el sangrentados brazos. Roma impera y
trono. Brindemos! E l sacerdote debe ser gobierna en nombre del profeta del
poco escrupuloso, vaciar su alma de i n - amor... Forman la tiara del Vaticano tres
quietudes y llenar el vaso de vino añejo. anillos sagrados; el primero es la coro-
EL CEMENTERIO D E MONTMARTRE. na, el segundo es el lazo corredizo de las
Miserere! Miserere! horcas de Verona y el tercero es una ar-
golla: esa es la tiara que el poco escru-
Jersey, A b r i l 1853. puloso Mastai se ciñe...—¡Lázaro, Láza-
ro, l e v á n t a t e !

II. Edifican nuevas cárceles. Pueblo que


duermes, despierta y oirás cómo murmu-
A l pueblo. ran los ríos teñidos de sangre; despierta
y oirás cómo lloran las infelices viudas.
Adiós, mártires, que ya sopla el viento,
Por todas partes se oyen sollozos y ya se mueven los pontones; ya sollozan
gritos fúnebres. Pueblo, ¿por q u é te las madres al ver á sus hijos en poder
adormeces en las tinieblas? No te duer de los vencedores; ya gimen acompa-
mas; ahora no es oportuno morir. L a l i ñándolos por el camino, y las l á g r i m a s
bertad, pálida, yace ensangrentada en el que brotan de sus ojos van filtrando el
dintel de t u puerta; si te duermes, mori- ódio en vuestros corazones. Los judíos
rá. V a n á atacarte el chacal, los ratones triunfan... —^ L á z a r o , L á z a r o , l e v á n -
y las comadrejas. ¿Por q u é te has deja tate!
do atar? Te muerden en el a t a ú d . . . en
todos los pueblos se prepara el fúnebre
A l fin, pueblo, te despiertas? ¿Produces
séquito... L á z a r o , L á z a r o , l e v á n t a t e !
t ú el zumbido de enjambre numeroso
que oigo sonar? E n las colmenas se ex-
Ensangrentado P a r í s , al pálido fulgor tremecen las abejas; oigo á lo lejos tocar
de la luna, s u e ñ a en la fosa c o m ú n á rebato. Los Césares, olvidando las ge-
Grloria al general Trestaillon! ¡No m á s monias, se adormecen con los sonidos de
imprenta, no m á s tribuna! ¡Ponedle las músicas desde el Báltico hasta el Et-
mordaza al Noventa y tres! L a revolu- na. Los pueblos están sumidos en com-
ción, que será terrible para el que la pleta oscuridad; dormid, reyes: el clarín
toque, está derribada en el suelo. Consi dice á los tiranos: "Victoria,,, y el órga-
g u i ó un Cartouche lo que no consiguie- no les canta: "Hosanna,,. ¿Quién respon-
ron los Titanes. Escobar sonríe con su de á esa música militar?—El campana-
risa infernal. V a n á blandir contra tí rio...—Lázaro, L á z a r o , l e v á n t a t e !
República gigante, todos los sables de Jersey, Mayo 1853.
11 11 I
1 » mvi " ,'I|1|!!!|Í1|

! ERA EL UNICO QUE SU MADRE ME HABIA DEJADO ¡


LOS CASTIGOS. 331
No comprendéis la política, desdicha-
da anciana. E l señor Napoleón es pobre,
pero es príncipe; ambiciona tener pala-
cios, caballos, criados, mucho dinero
R e c u e r d o de l a n o c h e d e l d i a 4. para el juego, para la mesa, para l a
alcoba, para la caza, y a l mismo tiempo
aprovecha la ocasión de salvar la fami-
lia, la Iglesia y l a sociedad; desea poseer
E l niño habia recibido dos balas en la
á Saint-Cloud, que se llena de rosas en
cabeza. L a casa estaba limpia, era hu-
el verano, adonde vayan á adorarle los
milde, tranquila y honrada; u n ramo
prefectos y los maires, y para eso es
bendito coronaba un retrato de la abue-
preciso que las abuelas, con sus dedos
l i t a , que estaba allí llorando. Desnuda-
temblones, cosan las mortajas de sus nie-
mos silenciosamente al niño, cuya boca
tos de siete años.
pálida se abria; los brazos le colgaban
como pidiendo apoyo. Llevaba en el Jersey, 2 Diciembre 1852.
bolsillo un pepn de boj. Podia meterse
el dedo en los agujeros de las llagas;
tenia el cráneo hendido. L a abuela m i - IV.
raba cómo desnudábamos al niño, di-
ciendo:—^"Qué blanco es; aproximarle á
la luz. Dios mió! tiene pegados los cabe- Sol ardiente, flores salvajes del barran-
llos á las sienes.,,—Diciendo esto le tomó co, grutas donde resuenan los ecos,
en brazos. L a noche era l ú g u b r e ; se perfumes que os exhaláis de las yerbas
oian fuera de la casa, en las calles, dis- aromáticas, espinosas zarzas del bosque,
paros, que m a t a r í a n á alguno.—'"Hemos montes sagrados y altos, viejos peñascos,
de enterrar á este niño;;—dijo uno de robles seculares, bosque virgen, manan-
mis amigos. Tomaron u n paño blanco t i a l puro y cristalino, conciencia de l a
de un armario. Entre tanto la abuela lo naturaleza, decidme: ¿qué pensáis de
acercó al hogar para desentumecer sus ese bandido?
miembros, que estaban helados; pero
nada consigue calentar en este mundo
lo que la muerte toca con sus manos
frías. L a abuela se inclinó y le quitó las v.
medias, y estrechó con sus dos manos los
pies del cadáver.—"Qué desgracia! ¡no
habia cumplido aun ocho años! I b a á Y a que está el justo en el abismo, ya
escuela y sus profesores estaban muy que el crimen e m p u ñ a el cetro, ya que
contentos de él; cuando yo tenia que todos los derechos están hollados, ya que
escribir alguna carta, él me la escribia. callan los m á s bravos, ya que la p á t r i a
¡En estos tiempos son los hombres tan está cubierta de oprobio; República de
bandidos, que matan á los niños!... Esta nuestros padres, gran P a n t e ó n de inge-
m a ñ a n a estaba aun jugando en la ven- nios, cúpula de oro, templo de las obras
tana; luego salió á la calle y me lo mata- inmortales; ya que con escalas se acerca
ron; me mataron al pobre niño, que era el imperio á escalar tus muros, ya que
bueno y cariñoso como u n N i ñ o J e s ú s ! las almas se aniquilan y se arrastran, ya
Más valiera que me hubieran muerto á que han olvidado lo verdadero, lo puro,
m í , que soy vieja y puedo vivir ya poco; lo grande y lo bello, el honor, la ley, el
¿qué le hubiera importado á Bonaparte derecho, la gloria y á los que yacen en
matarme en vez de matar á m i nieto?,,—• la tumba, te deseo, destierro; te deseo,
Los sollozos ahogaron sus palabras. To- dolor; cíñeme t u diadema, tristeza; te
dos llorábamos á su alrededor.—"¿Qué consagraré m i cariño, pobreza digna;
va á ser ahora de m í , exclamaba, que que me place tener abierta la puerta á
me he quedado sola en el mundo? Este los furores del viento; que apetezco el
n i ñ o es el único que me dejó su madre, duelo, e s t á t u a severa, que viene á sen-
y yo quiero que me expliquen por q u é tarse á m i lado. Simpatizo con el dolor
me lo han muerto, cuando no ha gritado que experimento y sonríe á m i corazón
viva la República.,,—Nosotros nos callá- la sombra donde os encuentro, dignidad,
bamos, graves, de pió, con el sombrero fó, virtud, expatriada libertad, pros-
en l a mano, temblando ante aquel duelo cripto sacrificio. Tengo gran afecto á l a
inconsolable. isla solitaria de Jersey, donde l a libre
Inglaterra ampara bajo su pabellón á
332 OBRAS D E VICTOR HUSO.

la ola ennegrecida y encrespada, al i humo y se deforme como las sombras


navio que deja tras sí surco misterioso, de la noche; que aunque lo busquen en la
A m o tus gaviotas, profundo mar, que cloaca inmunda, no lo encuentren en
sacudes t u manto de perlas sobre sus ella, y que todo lo que se arrastre y se
alas de colores, y se sumergen en t u envilezca se disipe confundido con é l . Y
anchuroso seno, saliendo de tus abismos al dar cuentas u n dia la historia, diga,
como sale el alma de los dolores. A m o al verlo cubierto de cieno:—^"No se sabe
la roca solitaria, desde la que oigo la eso lo que es; será alguna ignominia cuyo
queja eterna y sin tregua como el re- nombre se ha perdido,,.
mordimiento, renaciendo siempre en la
oscuridad; la queja de las olas ante los IV,
escollos y l a queja de las madres ante
sus hijos muertos. Si semejantes almas se reciben en los
Jersey, Diciembre 1852. infiernos, si no las rechazáis de allí con
amargo orgullo, poetas, que armados de
invencibles mazas g u a r d á i s aquella som-
vi. b r í a entrada, ¿no es verdad que en el
antro donde la justicia habita, donde l a
E l otro p r e s i d e n t e . esperanza huye del ardiente frontispicio,
no es verdad, cenobita de Patmos, Dan-
te, Milton, Esquilo, que debe ser gran
I. placer para vosotros, que sois los ven-
gadores de las virtudes, hacer que los
espectros abofeteen á las máscaras y que
A h í tenéis, antiguos partidos, á vuestro Bruto abofetee á Dupin?...
hombre consular: en los dias serenos, Bruselas, Diciembre 1851.
cuando nada hay que temer, es dogo
que ladra, d r a g ó n feroz, hidra colérica;
pero es topo en los dias de peligro.
Para ponerle al frente, en esta épo- Vil.
ca tempestuosa, eligieron al m á s cobar-
A l a obediencia pasiva.
de, y no encontrando á n i n g ú n Thersi-
tes, eligieron á Dupin.
Mientras t u brazo poderoso, pueblo
querido, trabajaba con afán por ellos, te I.
vendían á t í , que eres el trabajador so-
berano, y oponían el presidente Bobeche Los soldados del a ñ o dos e m p u ñ a b a n
al presidente Mandrin. los sables contra prusianos, contra aus-
tríacos, contra toda la Europa; iban al
Levante, al Poniente, al Sur, al Norte,
II.
con los fusiles antiguos echados á l a
espalda, pasando torrentes, subiendo y
Su voz á g r i a sonaba áspera; sus quoli bajando montes, sin reposar, sin dormir,
hets m o r d í a n al orador entusiasta; los in- destrozados, sin víveres, pero joviales,
sensatos colocaron el alma m á s baja en orgullosos y terribles como demonios.
el sitio m á s alto.
De este modo tuvo el hecho desenlace
inmundo. Los soldados con el sable en L a libertad sublime llenaba comple-
la mano salieron del cuartel y entraron tamente su pensamiento. Cada dia to-
en el templo augusto, donde para el m u n maban flotas al asalto, destruían al paso
do nacia la aurora. fortalezas, cada dia realizaban a l g ú n
Ante el altar de las leyes, donde der prodigio en sus choques, encuentros y
ribaron y quemaron el honor y el deber combates, y hacian maravillas Joubert
llamaron á ese hombre, diciéndole:— en el Adige y Marcean en el Rhin.
"Ponte en pió y lanza el rayo desde t u Unos se b a t í a n en la vanguardia, otros
silla curul,?.^—Pero ese hombre se sumer- en el centro, y á pesar de la lluvia, de
gió en la cloaca* la nieve y de tener agua hasta las rodi-
llas, iban adelante. Unos les ofrecían la
III. paz, otros les a b r í a n las puertas y los
tronos calan rodando, como hojas secas
Que permanezca y que se duerma allí; que dispersa el viento.
que su recuerdo v i l se disuelva como el Luchando con tantas contrariedades,
LOS CASTIGOS, 333
q u é grandes erais, soldados de Napoleón! vuestras cabalgatas: vuestros padres,
Lanzando rayos por los ojos, con el como os he dicho, brillaban como l u m i -
cabello desmelenado y agitándose en nosos faros, y cantando desafiaban al
revuelto torbellino, e r g u í a n la cabeza, y asombrado espectro de la muerte.
como leones que aspiran la tempestad Vuestros padres c o m b a t í a n ejércitos
cuando sopla el aquilón, ébrios en la pe- Doderosos de soldados prusianos, rusos y
lea, saboreaban los ruidos heróicos, cho- íatalanes...; vosotros m a t á i s á agentes de
cando hierro contra hierro; alada la 'a Bolsa y de negocios. Vuestros padres
Marsellesa, volaba por entre las balas, y eran gigantes que se apoderaron de Za-
al oir el extrópito de los tambores, de los ragoza...; vosotros os habéis apoderado
obuses, de las bombas y de las músicas, de Tortoni.
se sonreía Kleber. Qué dices á esto, historia? Los solda-
L a revolución les decia:—"Voluntarios, dos antiguos, veteranos en las batallas,
morid para libertar á todos los pueblos, se apoderaban de cañones que dispara-
que son vuestros-hermanos,,. Ellos, con- ban metralla; estos corren sin temor,
vencidos, la contestaban:—"Moriremos,,. hollando con sus piés á ancianos heridos
—Corred á vencer, soldados veteranos, y á mujeres moribundas, por el camino
generales imberbes.^—Y se veia desafiar recto del crimen. Son dos maneras dife-
á l a muerte á aquellos soberbios desca- rentes de no retroceder.
misados que asombraron al mundo.
Desconocían la tristeza y el miedo. III.
Eran capaces de haber escalado las nu-
bes, si al volver la cabeza en su carrera E l príncipe manda llamar, á la hora
olímpica hubieran visto detrás de ellos en que Paris duerme, á generales fran-
que la R e p ú b l i c a con la mano les seña ceses que llevan la triple estrella en la
laba el cielo. charretera de oro, y les dice:—^ Oídme;
para vosotros solo me quito la careta
II. que me enmascara. Hasta ahora os habéis
creído que yo era Bonaparte; pues bien,
Cuando se eleva nuestro espíritu hácia me llamo la Asechanza. M a ñ a n a es el
esos veteranos, vemos brillar sus frentes gran día, el día de los funerales y el d í a
y resplandecer sus aceros, que tan útiles del duelo. Os deslizareis j u n t o á las mu-
empresas realizaron. Pero como ya están rallas silenciosamente, como se escurren
lejos de nosotros, el tiempo los hace ol- los ladrones; tomad esta palanca que yo
vidar, porque en t u historia, Francia, uso y llevo siempre escondida, y con ella
ocupan demasiado sitio y es preciso que haréis saltar la cerradura de la puerta
dejes huecos para la gloria de los nuevos de la ley. Después ¡hurra! sacáis los sa-
soldados. bles y, a c o m p a ñ a d o s de la policía, sin
Sí; glorifica á los soldados nuevos que dar cuartel á nadie, n i á vuestros gene-
se lanzan con las espadas desnudas, cien rales de Africa, n i á las personas honra-
m i l contra uno, sin temor y ametrallan- das, n i á los representantes del pueblo^
do á tambor batiente. Victoria! E n la n i al pueblo, n i á Paris aterrorizado^
encrucijada de Tiquetonne han muerto hacéis fuego á los rebeldes. Y o os p a g a r é
á un niño de siete años. Son héroes que bien.,. Aquellos generales aceptaron lo
no tienen miedo á las mujeres, y hacen que Vidocq hubiera rehusado.
fuego sin palidecer contra los transeun
tes que pasan temblando.
Toman por asalto á las leyes; lanzan IV.
sobre la p á t r i a caballería, infantería y
artillería, ciegos de coraje, á la carga Ahora, ¡viva la liberalidad en el pre-
llevando por porta-bandera á Maupas y torio! brindad, soldados! No tengáis mie-
por clarín á Veuillot. do de reír y de beber. Celebrad fiestas
E l pueblo carece de hierro y de plomo en los cuarteles y en los campamentos.
no tiene fusiles n i cartuchos... ¡ánimo L a orgía ha enrojecido su bigote; rollos
valientes! Esta es la ocasión!... L a ley de oro llenan sus sacos; su capitán es Ca-
está sola con algunos tribunos. Detrás macho y su vivac C u c a ñ a .
de los cañones, cargados hasta la boca, Después del destino la francachela.
disparad valientemente. Todos á la mesa. Ayer era día de matar,
Soldados de Diciembre, soldados de- hoy es día de comer. Napoleón, t u espa-
fensores de la emboscada contra la pá- da sirve de broche á Q-argantúa.
tria, con v e r g ü e n z a vé Paris consternado Toman el asesinato por victoria; sus
OBRAS D E VICTOR HUGO.

ojos, que aduerme la embriaguez, les repente, surgir á la luz radiantes bata-
hacen ver que la deshonra es gloria y llones, y pasar, como sagrada legión que
que los franceses son sus enemigos. los pueblos bendecirían, por baio el i n -
Francia, te ahogaron el dia anterior, y menso pórtico del porvenir deslumbra-
hoy ostentan, en una mano una botella dor.
y en la otra mano t u cabeza.
Bailan en corro asquerosas cuadrillas, V.
como brujos en una hondonada; Trop-
long les trae jóvenes lindas y Sibour les
Los soldados franceses han visto brillar
escancia el vino. Y en sus banquetes, sin
dias infames; después de B r u ñ e y de
descanso y sin fin, suenan ruidosas or-
Desaix, m a g n á n i m o s héroes que ad-
questas. Pobres soldados! nosotros que-
ríamos daros destino m á s digno de vues- miramos; después de Turena, de San-
tro valor. traille y de Lahire, han visto que les en-
tregaba banderas Poulailler, y que les
Deseábamos para vosotros que desa- decia:—"¡Soldados, estoy satisfecho de
ñárais al h u r a c á n , á la nieve, al pió de vosotros!,,
los pinos sombríos, en la brecha donde
Banderas del pasado, tan memorables,
estalla la bomba, en noches sin fuego y
que simbolizáis todas nuestras glorias,
en dias sin pan.
que tanto t e m í a n los fugitivos, rotas,
Queríamos para vosotros marchas for- acribilladas á balazos, que en vuestros
zadas, hambre, frió, golpes rudos, capo-
girones habéis mezclado l a sangre de
tes viejos y usados y la victoria de uno
Hoche con la de Bayardo; salid de los
contra diez.
sepulcros, salid de los abismos; salid en
Deseábamos para vosotros, soldados tropel, sirviéndoos de alas vuestros giro-
esclavos, para vosotros y para vuestros nes sublimes; como siniestro enjambre
generales la santa miseria de los va-
que se remonta al horizonte, salid, volad,
lientes, la venerable tumba de los hó-
para borrar nuestra v e r g ü e n z a actual.
roes.
Arrebatad á nuestros soldados sus ban-
Porque la Europa encadenada suspira, deras viles; vosotras, que destronábais á
porque en los corazones fermenta un de- los reyes, que tomabais ciudades por asal-
seo grandioso, porque ha llegado la hora to, vosotras en quienes teníamos fó, que
en que Dios v á á decir:—ujCadenas, rom-
saltábais montes, abismos y rios, entre
peos! Pueblos, sed libres!,,
cuyos pliegues m o r í a n vuestros héroes,
L a historia abre un nuevo registro, y arrojad de a q u í á esas á g u i l a s nuevas, á
el pensador, con amargura, pero sereno, cuya sombra se embriagan los soldados.
oye rodar tras el horizonte siniestro
Hacedles ver la diferencia que hay de
carros de metal.
unas á otras; enseñadles lo que deben ser
Profundo ruido turba la tierra; los ace- las banderas de Francia; enseñadles vues-
ros se mueven dentro de las vainas, y el tros pliegues sagrados que flotaban en
viento que sopla sale de la ardiente nariz
el R h i n , en el Mosa y en la Sambra,
del negro corcel de la guerra.
para ver si conseguís que ante el 2 de
Hácia el dichoso fin al que Dios nos Diciembre se encienda en cólera Auster-
camina os destinábamos, nosotros los
litz.
pensadores; porque, soldados franceses,
formáis á l a cabeza de la columna hu-
mana y sois la vanguardia de las na- VI.
ciones.
Os destinábamos, aguerridas tropas, Pero es inútil. Solo queda cieno y m i -
conquistadores fraternales, á l a gran seria. Sobre el abismo donde se h u n d i ó
guerra de las pátrias, á contribuir á la nuestra gloria brillan con siniestro res-
caida de los tiranos. plandor Maupas, Morny, Maguan, Saint-
R e s e r v á b a m o s vuestro noble valor y A r n a u d y Bonaparte. Doblemos la fren-
vuestras filas invencibles para la augus- te; Q-omorra triunfó de Esparta... Esos
ta guerra de la que ha de salir la au- cinco hombres son cinco bandidos.
gusta paz. Una tras otra se conquistan las nacio-
E n nuestras ilusiones os veíamos, nes. A la Inglaterra, que es el pais de
guerreros, avanzar entre el estruendo de las antiguas franquicias, la conquistaron
la batalla, y ensangrentados, conquistar los antiguos Neustrios; á Roma, Alarico;
inmarcesibles laureles. á Bizancio, Mahoma; á la Sicilia, tres ca-
Os veíamos desaparecer entre torbelli- balleros, y á la Francia, cinco galeotes.
nos de humo y de polvo, y después, de Bien está: reinad; llenad de inquietud
LOS CASTIGOS. 335
al pensamiento humano; á Nuestra Se- dida que el César asciende; ya que se ca-
ñ o r a , de incienso; al Elíseo, de bailes; á rece de valor para acometer grandes
Montmartre, de cadáveres; reinad, enca- empresas; ya que los antiguos arrabales,
denad al pueblo, que para vosotros es po- temblando como cobardes, aparentan es-
pulacho; encadenad á Paris y atad á la tar dormidos, prestadme ¡oh Dios! vues-
Francia á la c u r e ñ a de vuestros cañones tras fuerzas, para que yo, que soy un ser
humeantes. insignificante, entre en casa de ese corso
inhumano y sacuda sobre él mis versos
VII. sombríos y llameantes, llevando allí la
justicia en el alma y el látigo en la ma-
Cuando arrojó á vuestros pechos sus no, y r e m a n g á n d o m e las mangas, solo
medallas, sus cintas y sus cruces, des- ! y terrible, agitando los sudarios de los
pues de aquella memorable batalla, sol- muertos, con santo furor, como vengador
dados que atezó el sol de Africa, ¿no co- terrible, aplaste bajo mis plantas el an
nocisteis que os salpicaba de cieno? i tro de la fiera, al imperio y al empe
Cada vez que pienso en vosotros se me rador.
humedecen los párpados. Lloro |)or vos Jersey, Enero 1853.
otros, lloro por lo que os prometió; lloro
por la gloria que está hoy e m p a ñ a d a ,
porque entre vosotros hay algunos que
piensan y que se apesadumbran.
Deseaba para vosotros el verdadero es- LIBRO TERCERO.
plendor; hijos de la R e p ú b l i c a y del pue-
blo, que el honor alentaba, ¿qué os ha
hecho ésta que os haya inducido á servir
á ese bandido que la deshonra? Se ha restaurado la familia.
A quién seguís, alucinadas legiones?
A l hombre a l que habéis prostituido
vuestra espada, al criminal flagrante, al I.
aventurero v i l que os inspira confianza,
y que será en la historia Napoleón ei Pe- Apoteosis.
queño ó Cartouche el G-rande.
Ejército, de ese modo t u sable hiere á
traición al juramento, al deber, á la leal- Meditemos, deteniéndonos ante seme-
tad guerrera, al derecho conculcado, á jantes espectáculos.
la revolución emprendida en este siglo; Una especie de cotorra tenia por per-
al progreso, al porvenir, á la R e p ú b l i c a cha u n gran nombre; era un pobre dia-
santa, á la santa libertad; blo de príncipe que iba vestido de negro,
Para que ese pigmeo omnipotente pre- al que el a ñ o 1815 limpió el comedero;
sida la orgía inmunda y triunfal, que cu- no tenia n i dos reales en el bolsillo, y
bre la matanza y cuya boca exhala hedor pidió prestadas cinco libras. Ahora ve-
de sangre; para que pueda sujetar m á s y remos la escala gradual que ha ido su-
m á s á t u patria, á la que t ú martirizas; biendo dicha cotorra ó dicho príncipe.
para que pueda sentarse sobre un mon- Desde cinco francos se elevó a l billete
tón de cadáveres. de Banco firmado por G-arat; desde el
billete de Banco dió u n brinco ese sal-
VIH. timbanqui hasta el millón; desde el m i -
llón hasta el billón. Luego tuvo carro-
Y a que así obró ese ejército, ¡oh Dios!; zas, palacios, bailes, festines, opulencia,
ya que fué sordo á la voz del honor; ya se sentó en la mesa del poder, y hoy se
que han apagado en sangre la antorcha come á la Francia. E l fullero se convir-
que encendisteis para la Francia; ya que tió en hombre de Estado.
la conciencia entristecida no encuentra Qué hizo para eso? Cometió un delito;
donde refugiarse; ya que el sacerdote en más que u n delito, u n gran atentado,
el púlpito y el juez en el tribunal ado una horrible matanza, á la que prestó
ran al éxito triunfante, como verdadero juramento de fidelidad el T r i b u n a l Su-
y legítimo, y prefieren aliarse al crimen premo de Justicia. Se abrió el abismo y
á sucumbir á la virtud; ya que son seme en él desapareció la revolución, dejando
jantes á mujerzuelas; ya que están de tras sí olor de azufre. Romieu abre la
gradados ó muertos los que derrocaban trampa y dice:—"Ved el abismo!,,
Bastillas; ya que el honor mengua á me- Entre tanto los trabajadores viven v i -
336 OBRAS D E VICTOR HUGO.

gilados por la amenaza del palo y encer-


rados en los arrabales; P a r í s vó en sus
calles y plazas, fijos, m u l t i t u d de ukases
y el Sena se hiela lo mismo que el Neva.
Pero el señor triunfa; se pasea, de prefecto E l h o m b r e se r i e .
en prefecto y de maire en maire, conde-
corado con el 2 de Diciembre y con el «El escritor Víctor Hugo acaba de
18 Brumario, lleno de ramos de flores, publicar en Bruselas un libro titulado
Napoleón el Pequeño, y que en-
en el carro de triunfo de su carretela, cierra las calumnias más odiosas con-
feo, alegre, recibiendo los saludos y las tra el príncipe presidente.
reverencias de los polizontes. Después »Dícese que uno de los dias de la
semana próxima pasada, un alto em-
entra en el Louvre como emperador; pa- pleado trajo á Saint-Cloud un ejem-
rodia á Napoleón; lee la historia y estu- plar de ese libelo. Apenas le vio Luis
Napoleón lo tomó, lo examinó un
dia el honor y la virtud en Alejandro V I ; instante con la sonrisa del desprecio
se instala en el palacio del espectro de en los labios, y luego, dirigiéndose á
Módicis; deja u n momento su p ú r p u r a ó los que le rodeaban, dijo, enseñándoles
el libro:—«Señores, aquí tenemos á
su casaca y se pasea alrededor del es- Napoleón el Pequeño, escrito por
tanque, con su p a n t a l ó n cosaco, distribu- Víctor Hugo el Grande».
yendo complacido á los peces migas de (Eso decia uno de los periódicos del
Elíseo.)
pan, del que carecen los proscriptos.
Los cuarteles le adoran, los púlpitos le
bendicen; tiene la Europa á sus pies
temblando bajo su trono. L a fuerza de A c a b a r á s por ladrar, miserable. Me
su reinado se la dan las mitras y las apoderé de t í cuando aun estabas enju-
charreteras. Su trono tiene tres gradas: g á n d o t e el sudor que te causó t u crimen
el perjurio, el asesinato y el robo. abyecto y triunfante; te puse el estigma
Mármoles pentólicos, mármoles de Pa en la frente, y ahora la muchedumbre
ros y de Oarrara, antiguos héroes de las lo vé y te escarnece. Mientras el castigo
antiguas Repúblicas, dictadores del i m - te clava al poste, mientras la argolla te
perio romano, admirad al destino. Ved obliga á levantar la cabeza, mientras la
al nuevo dios que se encarama hasta historia, alentada por m í , te desnuda y
el frontón del templo. Pueblo, míralo: te presenta t a l como eres, exclamas:—•
contémplalo, historia. Mientras nosotros, "¡No me remuerde la conciencia!,,, y te
mártires del derecho, expiamos este crí burlas de nosotros, bellaco, y t u risa se
men con los Pericles y los Escipiones, so- ceba en mí; pero nada me importa, por-
bre los frisos que simbolizan las victorias, que yo te aplico el hierro candente y veo
en medio de Césares vestidos de p ú r p u r a humear t u carne.
y ceñidos de laureles, entre á g u i l a s de Jersey, Agosto 1852.
oro y lobas de bronce, entre los empe
radores á quienes elevaron columnas,
entre Augusto y Trajano, y en sitio m á s
alto que ellos, se eleva Roberto Macaire
con sus botas torcidas. F á b u l a ó historia.
Jersey, Diciembre 1852.

Cierto dia u n mono flaco que tenia


hambre se vistió con una piel de tigre;
el tigre habia sido malo, pero él fué
atroz, creyendo que l a piel de tigre le
habia trasmitido el derecho á ser feroz.
Chocando los dientes gritaba:—"Soy el
vencedor de los juncales y reino durante
la noche.,, Como bandido de los bosques
se emboscó entre las malezas, y tras ellas
cometió r a p i ñ a s y asesinatos, degolló á
los pasajeros, devastó el bosque, hizo to-
do lo que hubiera hecho u n tigre. V i v i a
en un antro entregado á la carnicería.
A l verle la piel todos le creían una fiera,
y él gritaba y lanzaba espantosos r u g i -
dos:—"Mirad q u é llena de huesos está
LOS CASTIGOS. 337
m i caverna. Ante m í todo tiembla y re- confundís á Dios con la orgía y con l a
trocede lleno de espanto; soy u n tigre mesa, y que así tomáis la defensa del
real.;, Los animales le admiraban y cielo como el talle de una prostituta;
huian de él. Pero se le presentó un va- votásteis los que contempláis con la boca
liente domador, lo aseguró, y desgarrán- abierta las horcas de Austria, los agen-
dole la piel, desnudó al terrible vence- tes de la Bolsa, que sois tramposos y que
dor y le dijo, dándole u n puntapiés— consentís en que os hagan trampas; vo-
"Anda, no eres m á s que u n mono!,, tásteis los inválidos, los leones transfor-
Jersey, Setiembre 1852. mados en gatos; votásteis, en fin, los
necios, para quienes ese hombre es u n
salvador; los corderos de Panurgo, que
IV. i m i t a n todo lo que ven hacer. ¿Y os
i m a g i n á i s que vosotros constituís la
Francia, que representáis al pueblo y
¿Van á reinar en el mundo los m á s ab- que tenéis derecho para imponernos un
yectos, los m á s viles y los m á s pigmeos?... señor?
¿No nos bastaba con tener príncipes ver- Pues ese derecho, oidlo, n i Francia n i
daderos, cuyo cetro de oro insultara al el pueblo mismo lo tienen.
cielo, que es preciso que reinen reyes L a verdad no puede quemarse n i re-
malvados por l a gracia de Dios?... ducirse á ceniza; la libertad no es u n an-
¿Ha de aparecer un advenedizo provis- drajo que se vende, echado en u n mon-
to de un título superior de bastardía, un tón de trastos viejos ó colgado de u n
hijo del azar, cuyo nombre fué un robo gancho en casa del ropavejero. Cuando
y cuyo nacimiento fué una falsedad, y un pueblo se deja prender en el lazo que
astuto y arrogante e n t r a r á en la familia le tienden, el derecho sagrado, que es
de Braganza, en la de Austria ó en la siempre fiel á sí mismo, encuentra una
de Este, merced á la ficción legal del ciudadela en cada ciudadano, que llega
derecho romano, is pater est, etc. etc., y á ser ilustre desafiando al cobarde con-
g r i t a r á diciendo:—"Yo soy Borbon, yo quistador, y el hombre m á s ínfimo del
soy Bonaparte,,, y dirá con cinismo:— pueblo llega á ser el m á s grande. Ado-
^Yo soy el ínclito vencedor,,, sin que los rad, pues, estúpidas criaturas, ese ester-
hombres de corazón n i las almas bravas colero que se oculta bajo el dosel de bro-
devuelvan á Curcio ese monarca de cera? cado, ya que queréis v i v i r en el fango y
Ese real pordiosero, ese tuno coronado en la podredumbre, que el hombre hon-
que debiera llevar una bala sujeta al rado retrocede y se aparta de tanta m i -
pié y pudrirse en el fondo de la cala de seria. Y o no quiero descender adonde
un pontón, obliga á la Europa entera á los d e m á s han descendido. E l honor no
que le dé los títulos de majestad y de se debe abdicar. Nadie tiene derecho de
emperador, y se atusa el bigote sin que arrebatarme la libertad, que constituye
lo abofeteen, sin que lo echen de Saint- m i tesoro y m i cariño. É l universo ciego
Cloud!... no tiene derecho á l a luz. Aunque en él
Y a hemos conseguido tener paz, ex- existiesen cien millones de esclavos, yo
claman muchísimos bienaventurados; es- seria libre. Así habla C a t ó n .
to es hecho. E l tres por ciento es Dios y E n la frente del hombre que no quiere
Mandrin es su profeta. Reina porque le doblegarse circula la noble sangre de
hemos votado, y vox populi...—Os com- nuestros mayores, y viven en él la vir-
prendo; el oprobio es ya u n hecho con- tud, la dignidad, la justicia, la historia
sumado. Pero, quién votó? ¿Quién guar- y la nación con todo su esplendor. Para
dó l a urna? Quién verificó el escrutinio? sostener el templo basta un pilar. U n
¿Medió para nada la ley en este escanda- francés personifica la Francia y un ro-
loso juego de manos? ¿Dónde estaban mano á Roma. E l que destruye un pue-
entonces la razón y la libertad? blo cae á los piés de un solo hombre.
Qué me importa que h a y á i s votado? Jersey, Noviembre 1852.
Votó el rebaño á quien el miedo obliga
á pacer entre el sacristán y el guardia
rural; votásteis los que, aterrorizados,
veíais que se a b r í a n las m a n d í b u l a s de
la hidra para comeros á vosotros con
vuestras casas y propiedades; votásteis
los volterianos, los vividores, los aman-
tes del placer, los santos varones, que
TOMO V . 43
338 OBRAS D E VICTOR HUGO.

que votó á ese malvado cónsul y empe-


rador, que dije sí por miedo y que gritó
V. viva! por cálculo, y no me hace gracia
que me lo digan. Como fui pusilánime,
no me gusta que nadie sea intrépido,
£ 1 buen propietario en su casa.
jorque el valor de los otros me afrenta.,,
Pensadores, cuando marcáis la frente
«Mas ¡qué feliz soy de haber nacido del hombre púnico, que de la ley san-
en China! Poseo una casa para alber-
garme; tengo con qué comer y beber, grienta arrancó l a túnica; cuando ven-
tengo todas las comodidades de la exis- gáis a l pueblo oprimido por la gargan-
tencia, tengo vestidos, sombreros y
una infinidad de adornos. Disfruto de ta, cuando vengáis el juramento y el
verdadera felicidad.» derecho, pensad que os colocáis entre el
(TIEÜ-KI-CHI, literato chino.) malvado que reina y el necio que vota;
y vuestra pluma ardiente, a n á r q u i c a y
d e m a g ó g i c a , debe castigar, por una par-
Hay ciertos señores de la clase media te aquel crimen y por otra parte esta co-
que son m á s amigos de Oriseo que de b a r d í a .
C a t ó n de Utica; que prefieren á todo la
renta y el cupón; que bogan por la Bol-
sa con un arpón en la mano; que se lla-
man hombres honrados; que aceptan á vi.
Falaris, por cariño á su caja y al toro de Esplendores.
bronce; por el becerro de oro, que vota-
ron ayer y que v o t a r á n m a ñ a n a . Si cae
en sus manos a l g ú n ejemplar de este l i -
bro, con los pies apoyados en los morillos
de l a chimenea y fumándose un cigarro,
cada uno de esos votantes razona así en Ahora, ya que no tiene remedio, en el
voz baja:—"Es chocante este libro: ¿con envilecimiento general que se arregle
q u é derecho el autor es generoso, firme cada uno como pueda y que contribuya
y digno, cuando yo soy cobarde?... Me todo á formar esa corte, todo, escepto el
disgusta que ataque á Bonaparte. Pien honor; todo, escepto las virtudes. Haz
so de él lo mismo que el autor; pero no vivir, anima y envíanos tus fetos y tus
debia publicarlo. Bonaparte es un hom- enanos monstruosos, anatomía; contribu-
bre sin fó y sin ley, perjuro, bandido y ye, antiguo Egipto, con tus cocodrilos y
falsario, eso es verdad. Su política vá ar- tus momias; Shakespeare, presta á esa
mada en corso; ha desterrado hasta los corte t u Falstaff; Rabelais, dale t u Can-
jueces suplentes; ha escamoteado la bol cervero feroz; H o í f m a n n , t u diablo; Veui-
sa á los príncipes de Orleans; es el hom Uot, t u ángel; Scapin, trae á t u Q-eronte
bre m á s bellaco que calienta el sol; pero dentro del saco; Beaumarchais, próstale
ya que yo le he votado, estas verdades t u Bridoison; Balzac, t u Vautrin; Dumas,
no debían hacerse públicas. Escribir t u Carconte; Voltaire, t u Frólon, á quien
contra él es censurarme; es lo mismo el dinero hace hablar y callar; Mabille,
que decirme cómo deben obrar los hom las beldades de t u j a r d í n de invierno; Le-
bres dignos; es una manera de hacernos sage, t u Q-il Blas; G-ulliver, t u L i l i p u t ;
ver á los que permanecemos neutrales Scarron, t u Bruscambille; Callot, t u Sea-
que somos unos borregos. Convengo en ramouche. L a oscuridad se empareja en
que estamos m u y sujetos; pero, ¿qué ha ella con el horror y lo malo con lo peor.
b í a m o s de hacer? L a Bolsa iba m u y m a l T á c i t o , ya podemos crear u n imperio;
t e m í a m o s que viniera la R e p ú b l i c a roja Juvenal; ya podemos formar u n senado.
y hasta la R e p ú b l i c a de color de rosa
era indispensable impedirlo; tropezamos II.
con ese bribón y le hicimos emperador
esto es m u y sencillo. Queríamos evitar Ducos el gascón, Rouher el auver-
el terror, y el espectro del señor Romieu nos, con vosotros, judíos, Fould Shylock,
el jacobinismo, se refugió en esa embos Sibour Iscariote, Parlen, Bertrand, Bou-
cada. Cuando se habla m a l de este go chard y Barocle, cuyo apellido es u n
bierno siento cosquillas desagradables. vomitivo; criados solemnes, trapaceros
Es posible que zurren con mucha razón majestuosos que dobláis abyectamente
á ese hombre, pero zurrarle es indicarme el espinazo, convenid conmigo, todos los
á m í , que soy un propietario pacífico que yo he nombrado, que Dios en su su-
LOS CASTIGOS. 339
prema sabiduría creó expresamente á
ese hombre para reinar en Francia ó en V.
H a i t i . Y vosotros, creados para engrosar
su partido, filósofos á quienes molesta el Del enorme diccionario en que Beau-
escozor que sufrís en la espalda, escapa- zée y Batteux vertieron los tesoros de
dos de presidio, saludad al sér único y su buen sentido gotoso es preciso reha-
providencial, á ese gobernante caido del cer cada letra, gracias á los vencedores.
cielo por escotillón, á ese César bigotudo Ellos han encontrado el medio de bauti-
que sabe apreciar las personas y los mé- zar las antiguas bajezas del alma del
ritos, y que es tan gran príncipe que nombre con un m o n t ó n de palabras nue-
hace senador á Poissy y subprefecto á vas; estas palabras son sus propios nom-
Clichy. Dres. L a hipocresía que vá mirando a l
suelo se llama Menjaud, y vende á J e s ú s
III. en su propia capilla; l a desvergüenza se
lama Sibour; la traición, Maupas; el
Cuanto m á s se ajuste al hecho la teoría asesinato, bajo el nombre de Maguan,
de: "Abajo las palabras, abajo l a ley, abajo es miembro del Senado; la cobardía se
la libertad y l a patria,,; cuanto m á s se re- llama Hardouin; la mentira, Eiancey,
baje, m á s prosperaremos en ella. Echemos que llega de Roma y tiene la verdad
al fuego la tribuna y la prensa, porque encerrada en su pozo; l a estupidez tiene
desde el Noventa y tres las naciones es- Dor nombre Montlaville-Chapuis; la pros-
t á n ebrias. Pierden el tiempo los que titución espontánea es una princesa; la
pronuncian discursos y los que compo- ::erocidad responde al nombre de Carrelet;
la bajeza se firma Rouher, y es su nota-
nen libros; el poeta es u n loco peligroso,
rio Delangle. Musa, inscribe esos nom-
el progreso es una ilusión, el cielo está
bres y clasifica á la justicia venal, que
vacío, el arte hueco y el mundo muerto.
empieza en Partarieu y acaba en La*
E l pueblo es un asno que se encabrita; fosse.
la fuerza es el derecho; doblemos las ro-
dillas y ¡gloria al sable! Mueran los Llamo á S a i n t - A r ñ a u d y el asesinato
Washington y vivan los A t i l a ! — N o me contesta: ^Yo soy,,. Y para completar
comprendemos cómo hay gentes de ta- el duelo y el espanto, el antiguo calen-
lento que sostengan semejantes teorías. dario reemplaza el dia de San Bartolo-
Vayan á la corte todos los que no tie- m é por el dia de San Bonaparte.
nen corazón n i entusiasmo, los cojos del Entre tanto el pueblo se admira y vota»
honor, los bizcos del alma, que para ellos Casi no es creíble lo que vemos; nos su-
se levanta el sol y ha nacido el Mesías. cede lo mismo que á Paris, que oye con
E s t á decretado y cumplido; Francia está respeto los sermones de Sibour y los pe-
ametrallada, estafada y salvada. E l buho sados discursos de Troplong. Los dos Na-
que se llama Traición ha puesto cómo poleones se unen como diptongos, y Ber-
damente los huevos en su nido. ger entrelaza con iniciales atrevidas el
boulevard Montmartre entre Arcóle y
Sodi. Espartaco agoniza en mazmorra
IV. fétida; proscriben á Temístocles, destier-
ran á Arístides y arrojan á Daniel á l a
Por todas partes prevalece la nada cueva de los leones; entre tanto se repar-
para desgarrar nuestra historia, nuestras ten los talegos de oro.
leyes y nuestros derechos, para devorar Jersey, Noviembre 1852.
el porvenir de nuestros hijos y los huesos
de nuestros padres, los animales carní
voros de la noche salen de sus antros;
sofistas y soldadotes echan sus redes; los Vil.
Radetzky olfatean con el hocico las hor-
cas; los Griulay con pelo de tigre, los Regalada vida.
Buol de cara verde, los Haynaou y los
Bomba, giran rechinando los colmillos y
con la boca abierta alrededor del género 1.
humano, que, pálido y agarrotado, lucha
por l a justicia y por la verdad, y desde Perillanes, intrigantes, hombres pode-
P a r í s á Pesth y desde el Tíber á los Car rosos, daos prisa á sentaros en la mesa
patos, sobre nuestros sangrientos despo de los goces, pero haced sitio para todos;
jos arrastran sus garras. comed y bebed, que l a vida es rápida:
340 OBRAS D E VICTOR HUGO.

todo el pueblo conquistado, todo el pue-1 medusa, una jóven, que parecía vieja, me
blo estúpido está á vuestra disposición, dijo:—"Tengo diez y ocho años,,.
Vended el Estado, talad los bosques, Allí, la madre infeliz, sin tener siquie-
escamotead las bolsas, vaciad los recep- ra paja para acostar á sus hijos peque-
t á c u l o s , cegad todos los manantiales, ñ o s , los mete en u n foso que ella misma
que ahora tenéis ocasión para ello. Qui- cava, y aquellos pobres inocentes, de m i -
tadles hasta el último céntimo á los radas puras, encuentran al venir al mun-
alegres y fáciles trabajadores de los do una fosa en vez de una cuna.
campos y de las ciudades; tomádselos y Allí domina la muerte; allí he visto,
gozad. derramando lágrimas, el estertor de u n
Entregaos al jolgorio y á las franca- anciano producido por las penalidades;
chelas; nada importa que la familia del allí he visto á la jóven de miradas hura-
pobre espire en su tugurio, estenuada, ñas, sin m á s vestido que su propia cabe-
sobre un m o n t ó n de paja.paja No importa llera, y al niño espectro sobre el seno de
que el padre temblando pida limosna en I la madre e s t á t u a .
las noches frias. No importa que la ma- De todos esos dolores dimanan vues
dre, que carece de pan, recorra las calles tras riquezas, príncipes; esas desaudeces
oscuras y que no tenga leche para ama- alimentan vuestras abundancias; vues
mantar á su hijo. tro presupuesto chorrea y rezuma en
gruesas gotas de las paredes de aque-
II. llas concavidades, de las piedras de aque-
llas bóvedas, del corazón de aquellos mo-
Hecuerdo que u n dia bajó á los sub- ribundos.
terráneos de Lille; visitó aquel tenebroso Del rodaje horrible que se llama tira-
infierno, en el que yacen bajo tierra, en nía, del tornillo que aprieta el fisco des-
miserables celdas, fantasmas pálidos y de el alba hasta la noche, sin tregua, en
encorvados, porque la tortura retuerce este siglo, sale el oro prensado, como de
sus miembros con manos de hierro. la uva aplastada sale el vino.
Se sufre mucho bajo aquellas bóvedas; De esa indigencia, de esas a g o n í a s , de
el aire parece que sea un tósigo; allí el l a oscuridad en la que j a m á s aparecerá
ciego, caminando á tientas, d á de beber la esperanza á aquellas almas angustia-
ai tísico; el agua corre allí por el suelo; das; de aquellos calabozos, llenos deamar-
el que entra en esos subterráneos casi gura y de dolores, es de donde sale vues-
niño á los veinte años, es viejo á los tra regalada vida,
treinta, porque siente penetrar cada dia De ese m o n t ó n de indigencias terri-
la muerte que se infiltra en sus huesos, bles brotan los pesados y resplandecien-
Nunca allí se enciende fuego; la lluvia tes millones, que siembran el oro por el
inunda la claraboya, y la vista en esos camino y se arrastran hácia los palacios
subterráneos, en los que la desgracia se y las apoteósis; salen de allí los millones
encarniza con los trabajadores, vé pasar joviales y coronados de rosas, pero t i n -
larvas errantes al través de la lívida cía-1 tos en sangre humana,
ridad de los tragaluces.
E l hombre se entristece allí pensando III.
en la mujer; el padre siente á su alrede-
dor la a g o n í a de ver extinguirse la vir- Escanciad vino para que beban los se-
tud; vé á su hija aparecer siniestra en ñores. L a orquesta rie; la fiesta cubre de
el umbral de la puerta, y fijando los ojos tapices las paredes y las ventanas; la
en el pan que ella le trae, no se atreve á mesa b r i l l a y resplandece; solo hay som
preguntarla:—^De dónde vienes?;; bra bajo los piós; las puertas están cer
Allí duerme la desesperación cubierta radas; la prostitución de las vírgenes
de asquerosos harapos; allí el A b r i l de la hambrientas llora aquella noche.
vida, sonrosado y espléndido para los Los que compartís esas asquerosas de-
demás, se parece al crudo invierno; la licias, soldados mercenarios, tribunos
virgen, que es una rosa á la luz del dia, vendidos, jueces cómplices, obispo sin
en aquella oscuridad es una violeta; allí pudor, ¿no veis que la miseria gime
se arrastran en el horror la flacura del es alrededor del Louvre donde estáis go-
queleto y la desnudez del gusano. zando?... ¡La fiebre y el hambre y la
Allí se extremecen, m á s abajo de las muerte os proporcionan esas voluptuosi-
cloacas de las calles, grupos estenuadosl dades!
de familias, arrancadas á la vida y á la Pero eso, q u é importa? Reid. ¿Acaso
luz; allí, cuando yo entré, feroz como una | no h a b r á siempre quien se queje? ¿ P a r a
LOS CASTIGOS,

que somos emperadores, prelados, prín-| los reyes te llaman primo.—Toca hoy á
cipes y princesas, si no nos hemos de fiesta, campana de Nuestra Señora, que
divertir? ¡Ese pueblo que está triste, que m a ñ a n a tocarás á rebato.
llora, que consume el hambre, debe estar
satisfecho de veros reir, de veros bailar!
Pero eso no os importa; lo que os Los m á s castigados son los m á s dig-
importa es llenar los bolsillos y los co- nos, y los m á s honrados yacen en A f r i -
fres. Cantad y brindad con la copa en la ca. Príncipe, Compiegne está lleno de
mano; saciaos de comer, mientras el pue- cisnes, corre por los bosques; V é n u s b r i -
blo vive en la miseria, y celebrad mag- la en sus jardines, y la bacante, con sus
nífico banquete que neutralice el efecto trazos desnudos, se ciñe la corona de
que producen los que se mueren de zámpanos.—Toca hoy á fiesta, campana
hambre. de Nuestra Señora, que m a ñ a n a tocarás
á rebato.
IV.
Los forzados construyen un faro, ar-
Esos son los que te gobiernan, esos rastrando sus cadenas por la orilla del
son los que huellan t u frente, que se mar, P r í n c i p e , entre tanto tú, con nu-
erguia ayer altiva en formidable barri- meroso séquito, al són de la bocina, per-
cada y que lavabas con sangre. Pueblo, sigues en las selvas los venados que
el César se queda con t u dinero y te acosan tus jaurías.—-Toca hoy á fiesta,
condena al hambre. ¿Acaso no eres el campana de Nuestra S e ñ o r a , que m a ñ a -
perro v i l que, á pesar de recibir palos, na tocarás á rebato.
tiene que caminar detrás de su señor?
A él le corresponde la p ú r p u r a , á t í los
andrajos; él debe gozar de la hermosura E l padre está preso en el presidio de
de tus mujeres y de tus hijas, y t ú debes Cayena y sus hijos se mueren de ham-
contentarte con su deshonra. bre; el lobo d á de beber á la hiena; el de
la mitra y el robo brinda en su copón de
V. oro por el hombre de la traición, y se
ven brillar los ojos llameantes de los
Tarde ó temprano h a b r á quien con faunos, que lo presencian en su antro
firme lo que yo digo. L a Musa es la vecino.—Toca hoy á fiesta, campana de
historia... ¡entre tanto, reid, verdugos Nuestra Señora, que m a ñ a n a tocarás á
bufones!... A l g u n o te v e n g a r á , pobre rebato.
Francia abatida, y a l g ú n dia caerá el
rayo del cielo y m a t a r á á los malvados.
Esos bandidos, que son peores que los Ruedan en el boulevard Montmartre
de las antiguas razas, roen al pobre los muertos enseñando sus heridas abier-
pueblo con sus voraces dientes, sin com tas, mientras que en las mesas del festín,
pasión y sin piedad. Esos viles que care- cubiertas con pieles de marta, saborean
cen de corazón, pero que tienen dos vinos y manjares cien hermosas, brin-
caras, dicen con desprecio:—"El poeta dando por el vencedor; cien beldades,
se mece en las nubes,,... Es verdad! pero cuya sonrisa lasciva las entrega de an-
de las nubes t a m b i é n sale el rayo. temano.—Toca hoy á fiesta, campana
Jersey, Enero 1853. de Nuestra Señora, que m a ñ a n a tocarás
á rebato.

vm.
Cautivos, morid de calenturas, que
muriendo descansareis. Mientras, el em-
E l e m p e r a d o r se d i v i e r t e .
perador come, besa y abraza. — Toca
hoy á fiesta, campana de Nuestra Seño-
CANCION. ra, que m a ñ a n a tocarás á rebato.

Para los desterrados, la Francia está E n Guyana, que es una mazmorra que
muy lejos y la tumba m u y cerca. Prín- abrasa como un horno, muere el expa-
cipe, preside esas fiestas locas; caza mu- triado. A c u é s t a t e complacido en el lecho
jeres en los teatros y ciervos en los donde se acostaron Luis X V I , el empe-
bosques; Roma quema por tí incienso y rador y Carlos X ; duérmete, mientras
342 OBRAS D E VICTOR HUGO.

te aclaman y te aplauden.—Toca hoy á drin. Se coge á u n pueblo por medio de


fiesta, campana de Nuestra Señora, que una trampa; se roba u n trono; pero el
m a ñ a n a tocarás á rebato. buen gusto exige no reirse de soslayo y
no g u i ñ a r el ojo á los malignos. Llenemos
los vasos y los bolsillos y riámonos. L a
Es horrible desventura que u n bandi- Francia se arrastra y se ofrece á sí mis-
do feroz haya destruido nuestro porve- ma. Seamos el hombre sábio y prudente
nir. Hoy se celebra la gran boda; la pro- al que J ú p i t e r entrega u n cofre; apode-
metida sube en la carroza; César v á á rémonos de él y á reinar en seguida. E l
casarse. Pueblos, cantad su epitalamio! Papa nos bendice; son nuestros primos
L a Francia se casa con su asesino;—Toca el czar, el s u l t á n , el duque y el rey, y
hoy á fiesta, campana de Nuestra Señora, fácilmente podemos fundar u n imperio.
que m a ñ a n a tocarás á rebato. Es tentador ser jefe de una raza.,,—¡Im-
Jersey, Diciembre 1853. bécil! te crees que esto d u r a r á ? ¿Crees
que una decoración de teatro es u n pa-
lacio de granito? ¡Es imposible que do-
IX. mines á Paris! ¿ E n q u é Apocalipsis has
leido que el enano eclipse al gigante?
¿Crees que todos verán con placer ó con
—Senderos bordados de yerba y de indiferencia que t u cínica fortuna aplas-
flores, valles, laderas, bosques frondosos, te á la revolución que provocaron nues-
por q u é estáis silenciosos y tristes? tros padres? Pierde esa ilusión lisonjera;
•—Porque el que venia ya no viene. cree si quieres en la v i r t u d de llosa
—¿Por q u é nadie se asoma á t u ven- Tamisier para hacer sudar sangre á la
tana, por q u é no hay flores en t u jar- cruz; cree que tiene alma Baroche, cree
din, dónde está el dueño de l a casa so- en la honradez de Deutz, cree en la
litaria? lealtad de t u palabra, pero g u á r d a t e de
•—No lo sé; está en otra parte. creer que acabarás prósperamente,porque
—Perro, vigila la c a s a . — ¿ P a r a qué, si eso es imposible. Rosa Tamisier, Deutz,
está vacía? • Baroche y t u juramento son de oro,
•—Niño, por quién lloras?—Por m i pero t u cetro es de arcilla; Dios, que te
padre. ha embalado, escribe en t u frontispicio:
—Mujer, á quién Horas?—Al ausente. Frágil.
— D ó n d e está?—En el destierro. Jersey, Mayo 1853.
—Olas que g e m í s contra el escollo, ¿de
dónde venís?—Del presidio.
—Qué nos traéis?—Un a t a ú d .
Julio 1853.
XI.

Nuestros tiempos sirven á la historia


X. de cloaca, y en ella está preparada la
mesa para vosotros; sobre sus manteles
Oye, Hoberto, u n consejo. Sé menos coméis joviales, mientras en otras par-
candido, sé hombre de talento. E l mo- tes, desnudos y cargados de cadenas,
mento es oportuno, y hay que aprove agonizan tranquilos y serenos; Sócrates
char la ocasión cuando se presenta. Na en el Agora, Jesucristo en el Calvario,
die duda que esta California es rica en Cristóbal Colon en el calabozo y Juan
minerales; sin embargo, cuando un pre Huss en la hoguera, y la humanidad llo-
fecto, un maire y un obispo te adoren; ra sin atreverse á pasar por los patíbulos
cuando u n Suin ó un Parieu, contentos en que yacen los justos y los sábios.^—
de t u fervor, te hablen con descaro, lla- Se oye brindar á lo largo de las edades,
m á n d o t e salvador y p r o m e t i é n d o t e un entre vinos, manjares y a r a ñ a s , sentados
porvenir, que Fould y Magne te asegu en cojines, ebrios y felices, al espantoso
ren, c o m p a r á n d o t e con César y con Car rebaño de sátrapas; por allí se oye reir
lo-Magno, acoge entonces estas proposi y cantar, rodeados de mujeres, que coro-
cienes con un aire de buena fé que haga nan con flores sus liviandadesj adoptan-
reir á las gentes sencillas. Con tus ton do las m i l actitudes de l a lascivia, de-
terías afliges, querido príncipe, á t u tio jando á los perros y á los pueblos roer
Napoleón, y á mí, que soy t u padrino. los huesos debajo de la mesa; allí se ven
No seas Jocrisse, después de ser Man á todos los hombres asquerosos, prínci-
LOS CASTIGOS. 343
pes del azar encenagados en el vicio, á voz. Siembro en el espacio los gritos de
todas las altezas de voluminoso abdó- los desterrados que espiran en la mise-
men, á toda la abyección y á toda la ria; que sin pan y sin abrigo, sin amigos
glotonería, desde Cambaceres hasta T r i - sin padres, mueren mirando hacia la
ni alción. Grecia.
Jersey, Febrero 1853. UNA voz EN EL AIRE.—¡Levántate,
vengadora Némesis!
LA ESPADA.—Esta es la hora; aprove-
chémonos de la noche, que empieza á ex-
XII. pender sus sombras.
A p r o p ó s i t o de l a l e y F a i d e r . LA TIERRA.^—Estoy llena de c a d á -
veres.
EL MAR.^—-Me enrojece la sangre. Los
L o que se llama Carta ó Constitución nos me han t r a í d o m u l t i t u d de cuerpos
muertos.
es un antro que el pueblo, cuando se re-
voluciona, cava en el granito, por pare- LA TIERRA.—Los muertos vierten san-
cerle que allí está abrigada y segura. Con gre mientras adoran su sombra, y cada
regocijo el pueblo encierra en esa forta 3aso que dan siento en m í que se agitan
confusamente.
leza sus conquistas, sus derechos, sus
progresos y su honor, que consiguió á UN FORZADO.^—Soy u n presidiario, y
costa de muchos sacrificios. Para con- arrastro esta cadena por no haber queri-
servar esos tesoros instala en la sober- do arrojar de m i casa á un pobre pros-
cripto que huia y era u n buen ciuda-
bia guarida á l a ñ e r a Libertad, para
dano.
que allí sacuda la melena. Terminada
esta construcción, apaciguado el pueblo, LA ESPADA.'—No le hieras en el cora-
vuelve al trabajo y á sus campos, orgu- zón, porque no le e n c o n t r a r á s en su sitio.
lloso de haber recuperado sus derechos LA LEY.'—Yo era la ley, ahora soy un
y tranquilo se duerme pensando en espectro; él me m a t ó .
ellos, sin preocuparse de los ladrones LA JUSTICIA.—YO era una sacerdotisa
que atisban dicha guarida en la oscuri- y él me prostituyó.
dad. Despertándose una m a ñ a n a , el pue Los PÁJAROS.—Ha absorbido el aire
blo vá á ver su Constitución donde la del cielo y nos vamos á otra parte.
g u a r d ó , y ve que el antro augusto lo han LA LIBERTAD.^—Yo me voy con ellos.
convertido en nicho, y en vez de u n ]eon Grecia, tierra sin luz, adiós! adiós!
se encuentra con un perro. UN LADRÓN.—Nos entusiasma ese tira-
no, porque ese señor, que el juez respeta
Jersey, Diciembre 1852.
y el sacerdote admira, que aclaman en
todas partes, se parece m á s á nosotros
que á los hombres honrados.
XII EL JURAMENTO.—¡Dios es poderoso; cer-
rad para siempre todas las bocas! L a con-
E n l a orilla del mar. fianza m u r i ó y los hombres mienten.
Soplad, vientos de l a noche, y llevaos el
honor y la v i r t u d , que solo son ya som-
HARMODIUS. -La noche se acerca. V é brías quimeras.
ñus brilla. LA PATRIA.'—¡Hijo mío, estoy cargada
LA ESPADA.^—Harmodius, ya era hora de cadenas! ¡Hijo m i ó , soy t u madre y
EL MOJÓN DEL CAMINO.—El tirano vá extiendo los brazos hácia t í desde m i
á pasar. cárcel!
HARMODIUS.'—Tengo frió; entremos. HARMODIUS.—Es preciso herirle por la
UNA TUMBA.—Quédate a h í . noche, cuando entre en casa, bajo este
HARMODIUS.—Quién eres? cielo sombrío, ante estos mares sin lími-
LA TUMBA.—El sepulcro. Ejecuta t u tes; darle de p u ñ a l a d a s ante la sombra
intento ó muere. de la inmensidad.
UN BUQUE EN EL HORIZONTE.—Yo tam LA CONCIENCIA.'—Tranquilo puedes
bien soy el sepulcro, que llevo á los pros matar á ese hombre.
criptos. Jersey, Octubre 1852.
LA ESPADA.'—^Aguardemos al tirano.
HARMODIUS.—'Tengo frió. Hace u n
viento glacial.
EL VIENTO.—Paso! M i ruido es
344 OBRAS D E VICTOR HUGO.

XIV.
LIBRO CUARTO.
No.

Dejemos la espada á Roma y el pu-


Ha glorificado á la religión.
ñ a l á Esparta; la prisa de castigarle no
debe obligarnos á que se apodere el es-
pectro de Bruto del bandido Bonaparte;
dejemos que le castigue su porvenir si-
niestro.
Quedareis satisfechos, desterrados, cau- S a c e r esto.
tivos, proscriptos y mártire s que estáis
sufriendo; todos los que g e m í s quedareis
vengados. No conviene al pueblo n i á la libertad
E l crimen no perdona j a m á s al cri- que muera. Seria verdaderamente justo
m i n a l , pero contened vuestra vengan- que por destruir las leyes, que por su
za: esperad; tened fó en las órdenes que sangrienta emboscada, por sus asesina-
Dios dicta, que Dios es juez paciente, tos, por su perjurio, por arrastrar la Fran-
y se las d á al tiempo, que es tardío ver- cia herida en el corazón y atada de piés
dugo. y manos á su inmundo carro, se castiga-
Dejemos vivir al traidor en su inson- se á ese infame con una estocada en el
dable ignominia. Su sangre deshonrarla cuello, como á Pompeyo, ó en el costado,
el p u ñ a l m á s v i l . Dejemos que venga el como á César.
tiempo, ese desconocido formidable que Como el asesino que vaga errante por
le ha de castigar. las llanuras, m a t ó y a m e t r a l l ó sin re-
Reina porque es el peor; por eso es mordimiento; vació las casas y llenó las
señor de cerebros envilecidos y de em- tumbas. Por él el hijo quedó sin padre,
brutecidos corazones. T r a s m i t i r í a á su sin apoyo y sin esperanza; l a viuda sollo-
raza el imperio el Senado, si encontrase za y llora, y la madre v á cubierta de fú-
mujer que le diera hijos. nebre velo.
Que le hagan reinar la m i t r a y el sa- Mártires, héroes ayer y presidiarios
ble; que le eleve á emperador su flagran- hoy, os arroja á Cayena, á Africa, á las
te delito; que l a Iglesia, como una corte- sentinas, y chorreando la cuchilla de las
sana vil, parta con él el lecho; guillotinas, deja caer sobre él gota á
Que Troplong le admire, que Sibour gota la sangre de los hombres que de-
le venere, que obligue á sus cortesanos á fienden el derecho, l a sangre de los hom-
que le besen los pies sangrientos. Dejad bres que defienden la iusticia.
que viva ese César. Loubel ó Lacenaire Dejémosle v i v i r . Si a l g ú n dia pasara
se rebajarían m a t á n d o l o . por el camino, desnudo, encorvado, tem-
Triunfaremos con ayuda de la Omni blando, bajo el peso de la execración de
potencia. Los ejemplos fríos valen m á s todo el género humano, oprimido por su
que los arranques de furor. No, no le ma- pasado de crímenes, buscando los sitios
téis: las infames picotas pueden envalen- solitarios, los bosques, los abismos, páli-
tonarse si las honra u n emperador. do y azorado; si a l g ú n dia se agitase en
Jersey, Octubre 1852. a l g ú n calabozo, sin oir m á s que el ruido
de su cadena, siempre solo, hablando á
las paredes sordas, rodeado de ódio y de
silencio, envejeciendo despreciado por
la muerte y abandonado... pueblos, apar-
taos de ese hombre, que lleva en la fren-
te u n estigma: dejad pasar á Cain; su
castigo corresponde á Dios.
Jersey, 14 Noviembre 1852.
LOS CASTIGOS. 345
en su choza, u n anciano vá á presidio, y
se oyen estos gritos:—"A Cayena, al
Africa, á las galeras todo el que haya
II. combatido nuestro escrutinio de estafa,
Ito que e l p o e t a se d e c í a e n 1848.
nuestro escrutinio que arrebató sus de-
rechos al pueblo.,, H a n condenado al
amante platónico de las leyes, á la m u -
jer que llevaba el pan á su marido, al
No debes buscar el poder; debes tra- hijo que defendía á su padre. H a n espa-
bajar en otra parte: eres espíritu de otra triado al derecho, han desterrado al
esfera, y ante el poder debes retroceder honor. Sale esa justicia de esos jueces,
modestamente. Eres el amante severo como sale la vívora de los sepulcros.
del pensamiento que sufre, y ya te com- Bruselas, Junio 1852.
prendan ó ya te desdeñen los hombres,
debes ser pastor para vigilarlos y sa-
cerdote para bendecirlos. Cuando los
ciudadanos, agriados por la miseria, se IV.
maten unos á otros, olvidándose que to-
dos son hijos de Francia y del mismo A los p e r i o d i s t a s de r o p a c o r t a .
Paris; cuando se aparezca de repente si-
niestra y formidable barricada á la es-
quina de cada calle, vomitando por todas Porque rezando vísperas, ayunos y
partes la muerte, t ú debes presentarte maitines, y esplotando á Dios, habéis
allí solo y desarmado; debes en esa guer- abierto una tienda en medio del divino
ra i m p í a y abominable presentar el pe- Evangelio; porque vendéis la estampa
cho y manifestar t u alma, hablar, rogar, de la virgen, con milagro á real y sin
salvar á los débiles y á los fuertes, sonreírmilagro á medio; porque referís patra-
á la metralla y llorar por los muertos, y ñ a s que hacen temblar á las columnas
después volver tranquilo á t u sitio ais- de los templos; porque vuestro estilo
lado, y desde allí defender, entre el tu- deslumhra á d u e ñ a s y á fabriqueros;
multo de la Asamblea, no solo á los que porque lleváis sotana; porque trascen-
déis á mugre y no á clavel; porque p u -
traten de proscribir, sino t a m b i é n á los
que quieran juzgar; debes desde allí der- blicáis periódicos que piensa Escobar y
que escribe Patouillet; porque formáis
ribar el p a t í b u l o , servir y proteger el
órden y la paz, que ataca u n partido una familia aparte en medio de la socie-
dad, eréis tener derecho á decir, toman-
temerario; debes proteger á nuestros sol-
do el agua bendita:—"Soy santo, á n g e l ,
dados, que son fáciles de e n g a ñ a r , y á
virgen y jesuíta, insulto á los t r a n s e ú n -
tus hermanos, los pobres hombres del
tes, pero no me bato.,,
pueblo, y á las leyes y á la libertad, y
consolar, en los dias de ansiedad funes- Vuestro inmundo periódico es u n hor-
ta, a l arte divino, que se extremece y miguero de m á s c a r a s disfrazados de
llora, y esperar el momento supremo y predicadores solapados, que pasan por
decisivo. sábios entre vuestros creyentes, porque
T u papel consiste en aconsejar y en les hablan en la jerigonza de sus
quedarte meditando. oremus.
Paris, Julio 1848. Insultáis al genio, a l escritor que con-
sagra sus vigilias a l estudio de l a cien-
cia, á los pensadores que meditan las
cuestiones trascendentales, y cuando al-
guno os busca nunca os encuentra. Des-
pués de escupir la afrenta, la calumnia ó
L a s comisiones m i x t a s . la mentira, huís del que v á á vuestros
alcances. Dónde os escondéis?
E l destino, que puso en vuestras almas
Sentados en una c á m a r a oscura, j u z el g é r m e n de todas las bajezas, debe
gan. Y pueblan las cárceles de inocen hacer que pasen en vuestros antros todas
tes, y las mazmorras y los pontones, que las torpezas y todas las corrupciones.
flotan á la luz del sol, tan sombríos Cuando un hombre cortés les dispensa
como de noche, mientras que el reflejo de el honor de decirles:—"Señores mios, es-
los mares se estrella en sus flancos ne- pero que me deis una satisfacción,,, en-
gros lanzando escamas doradas. tonces contestan:—^Un duelo! ¡eso n u n -
Por haber abrigado á los proscriptos ca! somos cristianos.,,
TOMO V . 44
346 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Y mientras esto dicen, esos hombres personajes, digamos alguna vez:—"Var-


hipócritas se santiguan y se encomien- i-on estuvo torpe t a l dia; Pablo-Emilio
dan á todos los santos del calendario. IÍZO esto mal; Cicerón cometió u n error
Disfrazan su temor con los escrúpulos gravísimo.,,
religiosos. Pero el palo está dispuesto Cuando así tratamos á tan ilustres
para caer en la espalda de alguno, por- personajes, ¿pretendes tú, bribón, que se
que no se evita la espada sin topar con hable de t í sin desden y que no se diga
el palo. que eres u n villano? ¿Pretendes que te
Conquistásteis el Sena, el B-hin y el elogiemos, cuando si hubieras vivido en
Tajo, y el espíritu humano, rendido y la a n t i g ü e d a d te hubieran expulsado de
postrado, sufrió vuestra férula. Lleváis Esparta y de Atenas?
ventajas á los publícanos judíos, porque Muchos te han conocido cuando recor-
si los Tartufos no mueren, los Judas se rías los garitos, las casas de juego y las
ahorcan. Yago es u n fátuo comparado madrigueras del vicio. T u vida es una
con vuestro Basilio. L a Biblia en vues farsa que quieres elevar enfáticamente
tros graneros la roen los gusanos. E l día á poema.
en que la mentira necesite u n refugio, ¿Qué me importa á m í , que soy pen-
ya sabemos que vuestros corazones se sador y juez, que Diciembre haya es-
a b r i r á n para admitirla. trangulado á Febrero, y te instalen en
I n s u l t á i s al justo, á quién persigue la u n palacio, olvidándose del c h i r i b i t i l
amargura, y esto no obstante, todos los donde vivías? No esperes que te perdone.
vicios se disfrutan en vuestra casa, donde Ciudadanos, ese hombre antes, como
encuentran los trajes que desean. Las Bruto, aborrecía los tronos y hoy les
almas son para vosotros bolsas y bancas. tiene gran cariño. Todos los oficios son
E l que os acoge en su seno se arrepiente buenos para él, como obtenga con ellos
Convertís en una tienda la Iglesia de p i n g ü e ganancia.
Dios. E n vuestros himnos santos elogiáis Lóndres, Agosto 1852.
l a hoguera, que es la única antorcha
que os alumbra.
Hace diez y ocho siglos que Jesús, el
cariñoso pontífice, quiere salir de la vi.
tumba que lentamente v á e n t r e a b r i é n -
dose; pero vosotros hacéis esfuerzos, nie- E s c r i t o e l 17 de J u l i o de 1851, a l ba-
tos de Oaifás, para cerrársela é impedir- j a r de l a t r i b u n a .
le que salga.
Setiembre 1850.
Esos hombres que han de morir, m u l -
t i t u d abyecta y grosera, son barro antes
V. de ser polvo. Ciertamente m o r i r á n y pa-
s a r á n para la historia; hoy su vista ins-
Alguno. pira repugnancia al hombre honrado;
son envidiosos, se consumen en rabias
pueriles, furiosas porque son estériles, y
Existió un hombre que se l l a m ó V a r - muerden los carcañales del que i n t r é p i -
ron, otro que se l l a m ó Pablo-Emilio y do va delante de ellos. Les humilla l a -
otro Cicerón; fueron grandes, poderosos drar no pudiendo rugir, y corren á ver
y populares; desempeñaron cargos i m - quién l l e g a r á antes á apoderarse de la
portantes; fueron generales, magistra- presa. Ladran y alborotan á u n tiempo,
dos, oradores, y tuvieron e n e r g í a ante el lanzados en el Senado, como las j a u r í a s
Senado; vieron entre el polvo y el ruido en el bosque, mezclándose y confun-
que hacen los ejércitos pasar las á g u i l a s diéndose el comerciante, el magistrado,
inflamadas, y la m u l t i t u d les seguía el soldado y el sacerdote, para aterrar
t r i b u t á n d o l e s ovaciones; murieron y le- con su a l g a r a b í a al impávido león. Como
vantaron á esos famosos romanos tum- manada de perros están sumisos á cual-
bas de m á r m o l en su pais y en la histo- quier amo; hoy á Bonaparte y m a ñ a n a
ria; sus bustos se conservan graves como á Changarnier. Con su baba manchan el
la gloria que conquistaron, y en la som- honor, el derecho, la República, la Carta
bra de los palacios abren sus ojos vagos, popular, la obra evangélica y el progre-
siendo testigos misteriosos de lo que so, que es la ú n i c a y verdadera esperan-
pasa á su alrededor; lo que no impide za de los desolados pueblos. Pero no
que nosotros, cuando hablamos de esos importa; seguid adelante. Cuando el
LOS CASTIGOS. 347
austero pensador que, lejos de las m u l t i - Tiene francachelas á puerta cerrada,
tudes, abandonando la soledad, apare- pero predica en público la abstinencia;
ce repentinamente ante vosotros, v i - en la iglesia entona la aleluya y en los
niendo á deciros la verdad, á defender á banquetes entona canciones libres. Dice
los vencidos, á tranquilizar á la patria, un Fater noster y v á luego á acariciar la
estalláis en gritos y en injurias, cebándo- barba de Simona. He visto muchos san-
os en su nombre; pero solo conseguís pro- tos como ese que arrojaban salmos des-
cediendo de ese modo, que os desprecie. pués de beber, que v e n d í a n con aire
Su alma tranquila, que desdeña vuestra contrito piadosas fruslerías, y que ento-
estimación, prefiere vuestro odio. naban, según el auditorio que tenían, ó
P a r í s 1851. las estrofas de Pirren ó los cuartetos de
Pibrac. De este modo vive tranquila-
mente ese simple jesuíta, que es un t r i -
ple bellaco.
VII. P a r í s , Setiembre 1850.
l l n periodista.

VIII.
Eso Zoilo s a n t u r r ó n nació en una fra-
gua. E l demonio (Dios le permitió ese E l y a nombrado.
dia que crease) le dió á luz, haciéndole
participar algo de Ravaillac y algo de
Nonotte. A m i pesar vuelvo á ocuparme de ese
Cuando era jóven, que no tenia dónde hombre miserable, del que Mateo Mole
caerse muerto, contemplaba á los sub- habla á Boissy d' A n g l á s , entre los muer-
diáconos con su sombrero de fieltro; tos que se indignan.
Vidocq le encontró un dia rezando en Oh ley santa! oh justicia! ¿dónde esta-
una iglesia, y al ver que miraba bizco, ba t u poder, custodio (le todo derecho y
le llamó para darle el empleo de espía. de todo órden humano? Ese hombre, que
Entonces, aquel descamisado, pensó en durante veinte años te t e n d í a la mano
su boardilla. Y viendo que no tenia co- para cobrar su paga, cuando te vió san-
razón, n i estilo, n i talento, ideó publicar grienta y v í c t i m a del infame, y que al-
u n periódico callejero, dedicado al ser- zabas los brazos al cielo al verte tratada
vicio de Jesucristo. á puntapiés por los soldados, se marchó,
Armado con el hisopo se presentó á volviéndote las espaldas y diciendo:—
luchar contra los jacobinos, contra el "Quién es esa mujer? no la conozco!,.
siglo y contra el pecado, y se permitió, Los antiguos partidos sentaron en el
perteneciendo á la policía, ser jesuíta, y poder á ese justo: ¡necesitaban u n hom-
a d e m á s santo. bre y tomaron un m a n i q u í ! Era preciso
Vendía la E u c a r i s t í a por m i l francos un C a t ó n para ocupar aquel sitio augus^
cada mes, y siendo m á s bajo que los la- to, é hicieron sentar á u n P a s q u í n .
drones y los asesinos, consiguió enrique- D e g r a d ó á la Asamblea según su ca-
cerse. Vestía de sacristán con ribetes de pricho y fué señor absoluto. E l que no
alguacil, y prosperaba. Insultó, predicó, cree en nada, es materia disponible para
hizo la rueda; si no hubiera sido santo, todo. Hubiera recibido lo mismo en
hubiera sido zapador. Se lavaba en me- Temple Bar á Cromwell que á Monk; se
dio del barro, y viendo que los demás reiría con Voltaire y v o t a r í a á Escobar.
h u í a n de él, por miedo de que los salpi- Sabia lamer diestro y morder á si-
case, decía:—"¡Huyen de m í , me tienen niestro, ayudando al crimen para su pro-
miedo!,, vecho; ese v i l polichinela abrió la puerta
Su frenético periódico complace á los á los esbirros disolutos que entraron en
devotos, á pesar de que parece escrito su casa una m a ñ a n a . Hubiera sido su
por bandidos. E n la trastienda de su cómplice, si ellos hubieran querido, por
despacho fabrica llaves falsas para en- salvar su destino, su tesoro y su pingajo
trar por l a puerta del P a r a í s o . de armiño; pero los jefes borraron su
Inserta los anuncios de los milagros nombre de la lista; no quisieron hacer
del dia; redacta los absurdos en forma un traidor de este cobarde, porque pen-
de artículos de fó, y como es u n fariseo, saron:—"De q u é nos servirá?,,...
brinda oon los ricos y dice á los pobres: Se ofreció á los bandidos después dé
"Amigos, venid á casa á ayunar con- haber matado la ley, y para que soltase
migo.,, la presa, tuvieron que decirle ante todo
OBRAS D E VICTOR HUGO.

París:—"Vieja prostituta, ¿no ves que tie- miran con indiferencia los astros, las
nes ya el cabello cano?;; flores y las mujeres; buscan las comodi-
E n la actualidad, despreciado por los dades del cuerpo, pero no los deleites del
mismos tunos, pende la v e r g ü e n z a de su alma; hacen vanos esfuerzos para obte-
nombre infamante y el ú l t i m o girón del ner resultados vanos; no esperan nada
pudor público de su ú l t i m o juramento. del cielo, y se olvidan de los muertos.
Si por casualidad u n trapero, de no- No pertenezco á esa clase de hombres:
che, en los m á s ocultos callejones, bus- ya gocen de prosperidad, siendo altane-
cando con el gancho entre la basura ros, ó ya se oculten en inmundas gua-
encontrase á esa alma, no se dignarla ridas, huyo de ellos y j a m á s sigo su
meterla en el saco. camino. A parecerme á ellos, que son
Jersey, Diciembre 1852. las hormigas de las ciudades, prefiriera
ser u n árbol que diera sombra al bosque.
P a r í s , 31 Diciembre 1848.

IX.

Los que viven son los que luchan, los Alba.


que persiguen u n designio constante, un
alto destino, y marchan pensativos y
encariñados hacia un fin sublime, poseí- Se extremece la inmensa llanura. Es la
dos de u n gran entusiasmo y de un gran hora en que meditaban P i t á g o r a s , Hesio-
amor. Son el profeta santo, postrado do y Epicuro; es la hora en que, cansados
ante el arca de la alianza, el patriarca, de haber contemplado el azul sombrío y
el trabajador, el pastor, el obrero; son los estrellado de la noche, llenos de horror
de corazón honrado y recto, que llenan santo, se d o r m í a n los pastores do Caldea.
ú t i l m e n t e los dias de su existencia. Esos A lo lejos l a cascada brilla cual manto
son los que viven: á los d e m á s les com- de plata de infinitos pliegues; sobre el
padezco, porque pasan la vida embria horizonte l ú g u b r e aparece la m a ñ a n a ,
gados de su inútil fastidio, que les pesa con su rosada faz, que enseña riendo los
continuamente; existen sin v i v i r . I n ú t i - dientes de perlas; el buey despierta y
les y dispersos, arrastran en el mundo e muge; los mirlos y las alondras cantan
anonadamiento de ser y de no pensar el himno matutino; en los bosques se oye
L l a m a n vulgo, plebe y turba á la confuso ruido de voces; los corderos, sa-
muchedumbre: son los que murmuran liendo del aprisco, hacen saltar al través
aplauden, silban, aniquilan, levantan de las malezas sus vellones, que brillan
dicen que sí y que no; r e b a ñ o que v á y á la primera luz del sol; y la jóven semi-
viene, juzga, absuelve, delibera, destru- dormida, fresca, abriendo sus ojos negros
ye, está tan cerca de Marat como de T i y sacando los brazos desnudos fuera del
berio; muchedumbre triste ó jovial, que peinador, busca con los piés sus zapati-
viste traje rico ó vá con los brazos des llas chinescas.
nudos, confundida y compelida hácia Grloria á Dios, que después de la silen-
desconocidos abismos. Son ios transeun ciosa noche hace renacer la naturaleza,
tes indiferentes y sin objeto, sin inten tranquila y hermosa. E l alba despierta
cion y sin edad; lo m á s bajo del género los nidos á la hora acostumbrada; la cho-
humano, que se desvanece como el humo; za extiende en el espacio su penacho de
los que no se conocen, los que no se humo, y el rayo de la luz, como flecha
cuentan, y de los que se pierden las pa- de oro, atraviesa el frondoso bosque; y
labras, la voluntad y el rastro. L a oscu- m á s fácil seria parar la marcha del sol,
ridad á su alrededor se prolonga y retro- que convertir en sensibles al honor y en
cede; solo gozan en el medio dia de un apasionadas para el bien las almas m i -
lejano crepúsculo, y lanzando á la ca- serables de Baroche y de Troplong.
sualidad sus gritos, su vocerío y su ruido, Jersey, A b r i l 1853.
vagan errantes por los bordes siniestros
de la noche.
No aman y siguen su taciturno curso,
sin tener u n pensamiento para el porve-
nir y sin mirar hácia atrás. Marchan
hácia adelante sin saber á dónde van;
se rien de J ú p i t e r , sin creer en J e h o v á ;
LOS CASTIGOS. 349
dad de las almas, ante los frios jurados,
que se escogieron para que fueran infa-
mes, creo, justicia sombría y augusta, ver
XI.
alrededor de tí, en la oscuridad, los doce
sepulcros alineados de los doce jueces.
Vizconde de Foucauld, cuando á pu- Os han sentenciado; el porvenir los
ñ a l a d a s asesinaste al elocuente Maund, j u z g a r á . A t í , hijo m i ó , por haber dicho
en alta voz que la Francia era el refugio
el pueblo, lo mismo que hierve el Océa-
de los vencidos y de los proscriptos, y
no cuando el Etna muge en sus entra-
aplaudo que, ante el hacha obstinada
ñas, se conmovió extremecido.
del verdugo, hayáis insultado á l a guillo-
Vióse caer en el ocaso el pálido fulgor tina y hayáis vengado al crucifijo.
de 1830. L a antigua m o n a r q u í a , altiva
Son estos tiempos tan desventurados,
y recalcitrante, vaciló en su trono, y en
que el m á r t i r tiene que consolaros.,. Pero
aquel triste instante comenzó su vasto
yo admiro ¡oh verdad! m á s que t u aureo-
desmoronamiento; pero á pesar de que
la, m á s que el nimbo ardiente de los
aquellos reyes fueron castigados por santos que oran, m á s que los tronos de
haberse atrevido á atentar contra u n oro, ante los que todo palidece, la som-
hombre, eran grandes ó ilustraban nues- bra que proyectan en t u faz los hierros
tra historia, dejando tras sí siglos bri- de una cárcel.
llantes, á Enrique I V , á Contras, á Da-
mieíte y á San Luis. Haga lo que quiera el malvado i m -
pulsado por su bajeza, el ultraje injusto
Hoy en París, u n príncipe de bandole-
y v i l se convierte en el cielo en gloria.
ros, m á s falso que A l i - P a c h á y m á s cruel Cuando Jesús empezaba á sufrir su
que Rosas, mete en la cárcel á la ley, Pasión, el salivazo que un verdugo le es-
encierra l a gloria en Mazas, expulsa de cupió á la cara hizo nacer en el mismo
P a r í s el honor y el derecho, castiga á la instante una constelación en los cielos.
probidad, á los oradores, á los generales, Conserjería, Noviembre 1851.
á los representantes del pueblo, á los
genios, á los mejores servidores del siglo
y del Estado, y a d e m á s abofetea m i l ve-
ces al pueblo, el que v á a l Elíseo á ver XIII.
cómo brillan las infinitas luces de las
a r a ñ a s , olvidándose del bochorno que S e h o s p e d a de n o c h e .
lleva impreso en la mejilla, y se p á r a á
contemplar a l César. E l pueblo, que es
soberano, sigue el carro de triunfo de Aventurero arrastrado por el ciego
su esclavo y m i r a cómo bailan en el destino, si quieres pasar la noche hasta
Louvre sus dueños, sus inmundos trai- que amanezca, entra en l a hospedería
dores, haciendo exorbitante ostentación Louvre con t u rocinante imperio.
de su lujo. Moliére te mira y te hace señas Sha-
Bruselas, Mayo 1852. kespeare; el primero te toma por Scapin
y el segundo por Ricardo I I I . E n t r a j u -
rando y persígnate. L a antigua hostería
está iluminada. L a muestra, que el
XII. tiempo m a n c h ó y ennegreció, sobre el
antiguo Sena, á dos pasos del puente
A cuatro prisioneros w Nuevo, cruge y rechina en el enmohecido
(después de su sentencia). balcón de Cárlos I X , y de ella quedan
legibles solo estas letras:
•—San... ta.*.... Texto oscuro y trun-
Estad satisfechos, hijos mios, que el cado; resto de las palabras: ¡Sangre! ¡Ma-
honor v á con vosotros; y vosotros dos, tanza!
amigos mios, dignos poetas, á los que la Siniestro hormiguero llena esa som-
gloria ciñe las sienes que la afrenta que- bría posada. Entonan canciones obsce-
ría humillar, ofreced á esos jueces iüdig- nas, comen, beben y ríen; el vino pasa de
nos, uno su intrépida dulzura y el otro las botellas á los vasos y de los vasos á
su sonrisa de i n d i g n a c i ó n . las bocas. De las vigas cuelga una car-
E n la sala donde Dios vé la mezquin- nicería completa. Esos séres triunfantes
han dado un buen golpe de mano. Uno
(1) Pablo Meurice, Augusto Vacquerie, Gárlos Hugo y Fran-
g r i t a : — " E x t e r m i n é m o s l o todo!,, Otro
cisco Y. Hugo, redactores de V Evénement. exclama:—"Embolsémonoslo todo,,. E l
350 OBRAS D E VICTOR HUGO.

tercero agita una antorcha que d á clari- Abraham, que vas hácia Tolón y que
dad deslumbradora. E n algunos puntos, regresas de Ham; ven, que has termina-
en las paredes, se ven huellas de manos do la jornada y es la hora de aprovechar-
ensangrentadas. Los manjares humean, te del festín. Siéntate al fuego, en ese
las áscuas brillan en los hornillos encen- cómodo sillón, porque t ú eres el verda-
didos. Se ven i r y venir muy atareados, dero amo. A q u í todos te veneran y te
con fundas en las mangas y con manchas proclaman rey; ven, brilla, siéntate, ca-
en las manos, á los marmitones Rian- liéntate, sécate, sé buen príncipe, bandi-
ceys, á los catacaldos Nisards, y detrás do; despójate de t u grandeza y de t u
de la mesa á que están sentados Fortoul, aureola, que así se llama en esa guarida
Persil, Pietri, Carlier, Chapuys, capitu- de traidores á la fé jurada. Los héroes,
lares ó capataces, a ñ a d i e n d o su firma al los pensadores llevan, formando un es-
asesinato Ducos y Magne, Jersey, de pléndido grupo, su inmortalidad irra-
quien en Bondy se cambia la ortografía, diando en la frente, pero t ú arrastras l a
á Rouher y Radetzki, Haynau al lado de gloria con los pies; por lo que entra y
D r o u y n y al cerdo Senado husmeando q u í t a t e la fama con el tirabotas. Te vas
con el hocico en la basura. Explorad, á ver rodeado de pigmeos grandes hom-
analizad, disecad su alma, en la que bres, que te festejarán c a n t á n d o t e h i m -
Dios ahogó los gérmenes, y nada encon- nos, microscópico A t i l a : ese buey asado
trareis en ella.—Sus! T ú que llevas el es p a r á tí; t u negro Maupas cuida de
mismo nombre que Napoleón y las mis- que no se queme, y t u perro Baroche i r á
mas botas que Macario, el general Ber- á lamerte los piés, sin dejar de dar vuel-
trand te precede y suenan m u l t i t u d de tas al asador.
bravos, gritos de alegría mezclados con Mientras que en la hostería beben y
aullidos. Los espectros que yacen en la brindan con estruendo, fuera de ella, por
sombra te ven entrar y abren sus ojos u n camino que se pierde en la oscuridad
apagados. A t u alrededor se remueve de la noche, espoleando el pesado caba-
un enjambre de Maritornes, mezclando llo que se acerca paso á paso, mudo,
en su jerigonza muchas palabras en pensativo, trayendo órdenes severas,
caló; marquesas y duquesas de doubló, avanza el Porvenir, llega el gendarme
huríes de corazón de barro y de mirada de Dios.
de carbunclo. Representas l a Regencia? Jersey, Noviembre 1852.
E n este caso se e m p o l v a r á n los bucles.
Representas el Directorio? Dínoslo, por-
que entonces nos vestiremos de Madras.
Haz, hermoso extranjero, todo lo que
quieras, porque te llamas Millón; entra, LIBRO QUINTO.
pues. Alrededor de esas beldades, palo-
mas de la orgía, revolotean Suin, Mon-
jes, T u r g o t y Aguesseau, y Saint-Ar-
naud, revolotea t a m b i é n en torno de La autoridad es sagrada.
ellas. E l trabucaire Reybell toma á
Fould por cura del queSibour es vicario.
Todo está dispuesto para festejarte,
bandido. E n el centro resplandece i n -
mensa chimenea. T u á g u i l a , que es una L a consagración.
lechuza, sirve de blasón al artesonado;
el buey Pueblo está asándose en el ho-
gar, la grasa canta al recibir la sangre, y
En el horrible cementerio, P a r í s tiem-
alrededor están sentados, sonriendo y
bla, oh dolor! oh miseria! Tiembla lo
platicando. Maguan, que le dió muerte, mismo que el nenúfar.
y Troplong, que le m a n d ó asar. Se oye
el chirrido de la carne y el chisporroteo
del fuego, y con delantal de cuero y con Castaing, levanta la losa; P a r í s tiem-
la cuchilla en la mano aparece el carni- bla, oh dolor! oh miseria! E n la yerba de
cero Carrelet. L a marmita Presupuesto Clamart (1).
está t a m b i é n al fuego.
Ven, pues, tú, á quien aman los judíos,
á quien la Iglesia enciende cirios, que Y g r i t a vociferando:—^¡ Y o quiero ser
eres al mismo tiempo la esperanza de ( ( l ) Ceraenterio de París donde se entierra á los ajusti-
los hijos de Ignacio y de los hijos de ciados.
LOS CASTIGOS. 351
César!,, Paris tiembla, oh dolor! ¡oh mi- Por q u é tenéis tanto coraje? Paris
seria tiembla, oh dolor! oh miseria! ¿Por q u é
tenéis tanto coraje? ¿Acaso no somos
reyes?
Cartouche en su sudario; Paris tiem-
bla, oh dolor! oh miseria! Cartouche
grita ensangrentado: Mirad al Padre Santo; Paris tiembla,
oh dolor! oh miseria! Mirad al Padre
Santo, que viene con su gran cruz.
—Quiero volver al mundo, — Paris
tiembla, oh dolor! oh miseria!- -Quiero
i r al mundo para ser majestad. Y hoy nos consagra juntos; Paris
tiembla, oh dolor! oh miseria! y hoy
nos consagra juntos, juntos con Napo-
M i n g r a t sube al pulpito; Paris tiem- 'eon I I I .
bla, oh dolor! oh miseria! M i n g r a t sube Jersey, Julio 1853.
al púlpito y dice tocando á muerto:

—Saldré cuando sea de noche; Paris


tiembla, oh dolor! oh miseria! S a l d r é de
noche con m i p u ñ a l ; Canción.

Quiero que me llame hermano; Paris U n dia jugaban en una mesa Dios y
tiembla, oh dolor! oh miseria! quiero que el diablo, al que odia el género hu-
me llame hermano el czar Nicolás. mano; los dos apostaban sobre una carta;
uno se jugaba á Bonaparte y el otro á
Poulmann en el osario... Paris tiem- Mastai.
bla, oh dolor! oh miseria! Poulmann en
el osario se despierta enfurecido; Uno habia sido u n pobrecillo abate y
el otro un príncipe tuno de pura raza, y
Y dice á Mandrin; Paris tiembla, ¡oh en l a apuesta se interesó el Señor tan
dolor! oh miseria! y dice á Mandrin:— poco, que los dos le g a n ó el diablo.
Compadre, yo quiero ser emperador. —-"Para tí, le dijo el Dios Padre, que
no sabrás q u é hacer de ellos.,,'—"Te
equivocas,,, contestó el demonio sonrien-
Lacenaire dice:^—'Pues t a m b i é n yo do; y del uno hizo u n papa y del otro u n
quiero... Paris tiembla, oh dolor! ¡oh emperador.
miseria!—ser emperador y ser rey. Jersey, Julio 1853.

Y Sonfflard vocifera; Paris tiembla


oh dolor! oh miseria! mugiendo como un
buey:
E l manto imperial.

•—En vez de estar en el a t a ú d — P a r i s


tiembla, oh dolor! oh miseria!—en vez de Vosotras, á quienes el trabajo d á ale-
estar en el a t a ú d , quiero estar en el gría; vosotras, que solo os apoderáis de
Louvre. los perfumes, de la primavera; vosotras,
que huís cuando se acerca Diciembre;
Así desde su fosa, Paris tiembla, ¡oh vosotras, que robáis á las flores el á m b a r
dolor! oh miseria! así desde su fosa ha para dar miel á los hombres; vosotras,
blan los ganapanes. que libáis el rocío, que visitáis los lirios
del delicioso vergel, hermanas de las flo-
res, hijas de la luz, abejas laboriosas,
—Pardiez! dice Roberto Macaire; Pa- huid de ese manto.
ris tiembla, oh dolor! oh miseria! ¡ P a r - I d contra el que lo lleva. Obreras ge-
diez! dice Roberto Macaire: ¿á q u é vienen nerosas, arremolinaos á su alrededor,
esos gritos? presentándoos como ejemplo del deber
y de la v i r t u d , con vuestras alas de
352 OBRAS D E VICTOR HUGO.

oro y vuestras flechas de llama, y de- den darle las gracias á este felón, pero yo
cidle: no conozco á este Bonaparte. Senadores
•—"Por quién nos tomas? Somos abe- y cortesanos, me vuelvo á mis soledades.
jas. De los chalets, que sombrean espe- V i v i d vosotros en esa cloaca y entre l i -
sas parras, adornamos las fachadas; vo- viandades.
lamos por los espacios azules, y nos EL RAYO.—Me remonto con el águi-
posamos en la boca abierta de las rosas la á las nubes, donde estallará el true-
ó en los labios de P l a t ó n . no, lo que ya no puede tardar. V o y á re-
L o que sale del fango, al fango vuel- cibir la órden.
ve. Vó á encontrar á Tiberio en su an- UNA LIMA.—Ya que solo se permite
tro y á Carlos I X en su ventana; en t u ahora morder á las viveras, me marcho
p ú r p u r a no pueden posarse las abejas del de aquí; voy á cortar hierros y cadenas
Himeto, sino el negro enjambre de Mont- en los pontones.
faucon.,, Los PERROS.—Ya que nos reemplazan
Heridle todas á la vez, avergonzando los prefectos, vámonos.
al pueblo que tiembla; cegad á ese i n - LA CONCORDIA.'—'Me alejo de a q u í .
mundo embustero, encarnizaos con él Solo reina el ódio en los corazones si-
con saña y que le arrojen de la patria niestros.
las moscas, ya que los hombres le tienen EL PENSAMIENTO.—Me he escapado de
miedo. los bribones para caer en manos de los
Jersey, Junio 1853. hipócritas. Parece que todo muera y que
unas tijeras enormes lleguen hasta el
cielo para cortar las alas á los pájaros.
IV. Ese hombre funesto ha apagado todas
las claridades. Adiós, Francia; te dejo llo-
T o d o se v á . rando.
EL DESPRECIO.—YO me quedo.
Jersey, Noviembre 1852.
LA RAZÓN.—Yo me escapo.
EL DERECHO.^—Adiós! que me voy.
EL HONOR.—Yo me expatrío.
ALCESTES.—Me voy al pais de los h u v.
roñes á pedirles asilo.
LA CANCIÓN.—Emigro, porque no pue
do decir n i una palabra sin que me sa- Bandera de W a g r a m , pais de Voltaire,
cudan, no puedo entonar un estribillo poder, libertad, antiguo honor militar,
sin que me cojan los polizontes del go principios, derechos, pensamiento, ha-
bierno. béis fundido en estos instantes vuestra
UNA PLUMA.—Ya nadie escribe; los gloria en el envilecimiento. Los misera-
tinteros están secos; cualquiera diria que bles confian en su propia pequeñez.—
vivimos en el Mogol, en la Rusia ó en " Y a que pesamos poco, reinemos,,, dicen.
la Persia. Nada tenemos que hacer aquí; —Pero se olvidan esos pigmeos vencedo-
vámonos, hermanas mias; abandonemos res, que desde el fondo de una caverna
al hombre y volvámonos adonde están saltaron sobre el pavés, que cuando se
las ocaSj de donde hemos salido. gobierna á un pueblo ilustre, á un pue-
LA COMPASIÓN.—Huyo de aquí. Ven blo en él que el honor resuena y tiene
cedores sangrientos, os dejo entregados eco, los hombres son m á s pesados cuan-
á vuestros goces y vuelo h á c i a Cayena, to m á s pequeños son. ¿ T r a t a n acaso de
donde me llaman grandes clamores. trocar este pais de ilustración en u n pais
LA MARSELLESA.'—Abro las alas y voy de ignominia? Es duro ver que van bor-
á reunirme con mis queridos proscriptos. rando de los corazones, sin saber lo que
LA POESÍA.—Me voy contigo, Compa- se hacen, los instintos m á s dignos y m á s
sión, porque estoy tan abatida como t ú venerables. Esos hombres malditos des-
EL ÁGUILA.—¿Qué es ese loro que p e r t a r á n al fin las rebeliones á fuerza de
ponéis en vuestras banderas, franceses? humillar la cabeza del león. E l león está
De dónde lo habéis sacado? Es á g u i l a tendido en tierra, y fatigado, dormita en
en la opinión de Cartouche y de Leyó- la oscuridad, á la que le relegaron; no
la, pero tiene sangre en el pico, y esa mueve el hocico, es verdad; sus garras
sangre es la vuestra, franceses. Me vuel- monstruosas duermen; pero no le esci-
vo á mis m o n t a ñ a s ; yo tenia que ver con teis, porque d e s p e r t a r á .
©1 otro, pero no con éste. Los reyes pue- Jersey, Junio 1853.
LOS CASTIGOS. 3o3
pellejo arrancado de Baroche, y que al
poco tiempo hubiera dicho:—"Este otro
es peor; que le extrangulen!,. Convengo
VI.
t a m b i é n en que hubiera hecho sentarse
á Delangle en el pellejo de Troplong.
Pero Cambises era estúpido y digno
Se puede ser Tiberio, ó Judas, ó Dra-
de ser augusto; como si bastase para ser
con, y no teniendo ya á Montfaucon, te-
justos, para no ser traidores á l a ley n i
ner á Lambesa. Se puede forjar una
tránsfugas, hacer u n sillón del pelleio de
cadena para el pueblo, encarcelarle, des-
un juez.
terrarle, proscribir al libre pensador.
Aquel dia, t ú , pueblo, dirás:—"Todos
Hacer que todo sucumba; comprimirlo
esos hombres se parecen; véamosles las
todo, esfuerzos, esperanzas, pesares, la
manos,,, y todos t e m b l a r á n como lobos
libertad, el derecho, el porvenir y el pro-
cogidos en la trampa. Unos están man-
greso, con leyes de hierro y con jueces
chados de sangre: m a n d a r á s que los laven
de bronce. Puede el señor dormirse go-
y los destinarás á arrastrar cadena; pero
zoso y decir:—"El hombre no tiene ya
á los que solo estén sucios de cieno les di-
alma y el cielo no tiene ojos,,.
rás:—"Fuera de a q u í , criados!,,
Pero esta es l a ilusión de los tiranos:
E n vano la ley agonizaba, pidiendo
el tiempo marcha y las horas huyen; la
socorro; vosotros os repartisteis los vesti-
semilla germina y crece en l a tierra y
dos de la muerta. Comprados por el Cé-
el agua corre por debajo de los puentes,
sar todos nuestros derechos, vosotros los
y llega u n dia en que esas leyes de silen-
habéis puesto en venta, y sus traiciones
cio y de muerte se rompen de repente,
han tenido por sirvientas á vuestras co-
como impulsadas por fuerza prodigiosa;
bardías.
se abren con extrópito las puertas mal
H u i d y vivid, malos sacerdotes y ma-
cerradas y se llena la ciudad de antor-
los jueces, pero desapareced de nuestra
chas encendidas.
vista, y que no veamos ya en toda la
Jersey, Agosto 1853.
superficie del universo nada que se os
parezca.
V i v i d si podéis y que el oprobio os
sirva de refugio. T ú , cardenal Basilio, y
tú, senador Crispin, podréis beber y co-
L a s grandes corporaciones del E s - mer en vuestros lejanos refugios, si el
tado. desprecio se bebe como el agua en las
fuentes, si la ignominia puede mascarse
como pan.
P a s a r á n esos hombres como los repti Entonces, pueblo, cogeremos por el
les por la arena. ¿Qué h a r á s entonces de pescuezo á esos bribones y los arrojare-
ellos, pueblo? L a repugnancia despierta mos de Francia á palos, y las cabezas de
la demencia. Retengamos la cólera ar- m á r m o l que se destacan en el L u x e m -
diente aglomerada en vuestro pecho, y burgo, de Licurgo y de Catón, a p r o b a r á n
si has de creerme, toma, pueblo, un gar este proceder.
rote el dia del castigo. Ciudadanos, el abismo abre sus fauces
Burlesco cortejo de Soulouque, duques para devorar á esos hombres abyectos, y
de Trou-Bombon, marqueses de Casso- nada debe importarnos que por l a noche,
nade, sostenedores del ladrón; de vos- a l g ú n t r a n s e ú n t e solitario, viendo salir
otros no s a b r á q u é hacer n i la poesía debajo de tierra u n limpia-cloacas, excla-
sublime, n i la poesía mordiente; sois de- me:—^Calle! Es Troplong!,,
masiado grotescos para el Dante y de- Naba debe importarnos que Rouher se
masiado sangrientos para Scarron. cuadre en el puente Nuevo, que Baroche
Juglares, repugnantes por el alma y y Delangle, al quitarse las togas, se pon-
por la esclavitud, os i m a g i n á i s que lle- gan mandiles, y que después de manchar
g a r á para vosotros un dia tremendo, y las almas del pueblo, se ofrezcan á l i m -
estáis temblando; creéis que desde el piarle las botas.
destierro en que nos encontramos de- Jersey, Junio 1853.
seamos despellejaros; tranquilizaos, ne-
gros-blancos.
Comprendo que Cambises hubiera te-
nido el corazón de roca de hacer que
Troplong se hubiera sentado sobre el
TOMO y. 45
354 OBRAS D E VICTOR HUGO.

VIII. IX.
C a n c i ó n de los que se v a n p o r e l m a r .
E l progreso tranquilo y fuerte no AIRE BRETON.
sabe lo que es derramar sangre. Reina
siempre como conquistador desarmado;
al ver el hacha ó la espada m i r a á otra
Adiós, pátria! E l mar está furioso;
parte con horror, porque el dedo eterno
adios^ p á t r i a azul!
escribió en el azul del cielo que la tierra
pertenece al hombre y el hombre á Dios,
y que la fuerza invencible es l a fuerza Adiós, casa; adiós, parra de dulces fru-
impalpable. ¡Pueblo, no derrames san- tos; adiós, flores doradas del j a r d i n .
gre nunca! L a sangre que se derrama, Adiós, pátria, cielo, bosque, prado!...
virtuosa ó culpable, sube desde las manos Adiós, p á t r i a azul!
á la frente; cuando salta hasta allí, ya
no hay esperanza; una sola gota basta
para impregnar toda nuestra alma. No Adiós, pátria! E l mar está furioso;
hay en la historia una sola mancha de adiós, p á t r i a azul!
sangre que no vaya e n s a n c h á n d o s e poco
á poco en el alma de los verdugos. Es
preciso convencerse de que la venganza Adiós, prometida de frente Cándida;
es la tumba m á s fatal. Hasta el hombre el cielo está negro, el viento ya ruge.
en el que recae su propio crimen, sale Adiós, pátria, Ana, Inés, María... ¡Adiós,
ensangrentado del sepulcro y manchado p á t r i a azul!
con el cieno del desprecio. E l calabozo
del desprecio se cierra para los malvados Adiós, p á t r i a ! E l mar está furioso;
bribones; l a tumba oscura se vuelve á adiós, p á t r i a azul!
abrir; poco importa que sea profunda y
que la cubran paredes; poco importa que
losa de m á r m o l la tape; cuando la creéis Nuestras miradas tristes, previendo el
h e r m é t i c a m e n t e cerrada, el fantasma infortunio, vagan desde el sombrío olea-
pensativo levanta con su frente l a pesa je hasta el porvenir incierto. ¡Adiós, p á -
da mole de piedra y sale. Aunque tria! Por t í llora m i corazón. ¡Adiós, p á -
p o n g á i s sobre su tumba una fortaleza y t r i a azul!
una m o n t a ñ a de granito, el fantasma E n el mar, 1.° Agosto 1852.
pesa m á s que el granito y levanta esa
m o n t a ñ a como una hoja seca. Mirad,
ved cómo sale; es preciso que salga! ¡es
preciso que vaya y venga arrastrando
la mortaja! Se os aparece cuando estáis No te d e s p r e n d e r á s de é l .
solos y os dice:—^'Soy yo.„ Cualquier
viento que sople os lo trae, y por la
noche lo oiréis llamar á vuestra puerta.
Aborrezco á los exterminadores, tanto si I.
tienen derecho á serlo como si no lo tie-
nen; pero m á s que aborrecerles les com Se dice á sí mismo:—"El imperio está
padezco. Se les vé á t r a v é s de la severa vacilante, l a victoria aun no es segura.,,
historia, en la que solo vive lo verdadero, T r a t a de marcharse retrocediendo fur-
huir hácia la oscuridad rodeados de éter tivamente, pero se queda escondido.
nos espectros. C o n t i n ú a diciendo:—"El techo amenaza
Jersey, Octubre 1852. caer; si me ven, me i m p e d i r á n que sal-
ga.,, Sin atreverte á permanecer n i á
huir, miras dudando, ya al techo, ya á
l a p uerta; pones t í m i d a m e n t e la mano
sobre el cerrojo... Q u é d a t e en ese fúnebre
asilo, que la ley que ellos han metido en
u n hoyo está escondida en la oscuridad.
Quédate a h í , que a h í está la ley que
ellos han muerto, y yace en el a t a ú d ,
LOS CASTIGOS. 355
encima del que han puesto l a g u a d a ñ a tercolero. Habéis consagrado en Roma
y ha cogido entre sus dos tapas un pe- al César que reina, al asesino que duran-
dazo de t u manto. te la noche salta al cuello del que está
Mientras que en el Elíseo, celebrando descuidado, y poniéndole la rodilla en el
fiestas y quemando incienso, cantan y pecho, lo estrangula. Ensalzad al César
gozan y riendo olvidan, t ú palideces y que hace temblar, adorad su buena es-
sientes u n espectro que anda por tierra trella, pero no os olvidéis que Dios pue-
bajo de tus piés. De él no puedes esca- de cambiar el aspecto del mundo, como
parte. ¿Crees que porque dejes la casa se cambia una decoración de teatro. Y
h u i r á s de t u destino? ¡En vano intentas esta decoración c a m b i a r á ; Dios v e n g a r á
vender á la traición indignada! ¿Quieres su propia causa, y las ciudades entona-
renegar del ladrón servil que te admira r á n himnos de alegría. Dentro de poco
y que te honra? ¿Habiendo sido Judas tiempo t e r m i n a r á vuestro poder; porque
para Jesús, quieres ahora ser Judas para nosotros somos los elegidos, y cuando
B a r r a b á s ? ¿No has sostenido la escala á llegue nuestra hora, nos veréis sonreír.
esos villanos, con los que estabas en Os lo predigo, á pesar de vivir en la ori-
plena connivencia? ¿No cosiste de ante- lla del mar, entre peñascos seculares,
mano el saco de esos ladrones? Habitan porque contemplo ese vasto abismo y
esa madriguera el ódio, la mentira y la oigo en lontananza g r u ñ i r el trueno.
traición. Pretendes salir de ella... ¿con
q u é derecho? ¿No eres m á s zorro y m á s IV.
víbora que tus compinches?
Sigue siendo su jefe, que este es t u
castigo; sigue siendo el hombre de l a
II. discordia. Esos bellacos han cogido dur-
Cuando la I t a l i a , cubierta de luto, miendo al género humano y le han ata-
do con cuerdas. Has querido deshacer
en arboló desde el Tíber hasta el P ó su
con espantosa audacia las almas que
magnífica bandera; cuando ese gran
Dios creó; pues bien, tiembla y llora y
pueblo, que se acostó siendo u n r e b a ñ o
espera que caiga sobre t u frente el d a ñ o
y se levantó siendo una República; cuan- que causaste. A medida que vienen la ig-
do Roma, oprimida por pesadas cadenas, norancia, el olvido y el error que traen,
lanzó el santo grito de libertad, t ú le á medida que mengua la inteligencia
cortaste las alas, t ú cubriste con negro humana, haciendo peor al hombre, cre-
c a p u c h ó n su íaz eterna. T ú restauraste cen y aumentan vuestras culpas, como
las escuelas degradadas de Montrouge al ponerse el sol crece la sombra de los
y Saint-Acheul, en las que se pone un árboles.
sudario en el alma y una mordaza al
pensamiento. S o ñ a n d o acaso en el pro- V.
greso del hombre embrutecido, entre-
gaste el niño á los jesuítas lascivos, Sigue siendo su apóstol, que lo me^
cautelosos y sombríos y amantes del reces, que esta es t u enorme culpa, y
mal. contempla extremeciéndote el recuerdo
¡Pobres niños los que se han alimenta- maldito que dejarás á la posteridad^
do con esa leche, los que nuestras espo- Vemos, torpe retórico de los antiguos y
sas han mecido en la cuna, á los que vocingleros partidos, que conduces y
esos cazadores han cogido en sus redes arrastras con tus discursos confusos,
las almas tiernas! Esos son los que pre- colgadas de ellos, como de ensangrenta-
paran el porvenir de la humanidad. dos garfios, á ilustres muertas: á la j u s -
ticia, á la fé, hermoso á n g e l que abofeteó
III. la estola papal; á la verdad, con los ojos
cerrados; á la libertad, pálida y desme-
Como los baskirs sobre el Paris sofo- lenada, y á esas dos hermanas, madres
cado, y como los croatas, creadores de la ambas del género humano, á Roma,
nada, habéis triunfado con vuestros ódios que nombro llorando, y á Francia, en la
hipócritas; y gozosos por haber hecho que por refinamiento de maldad cae la
dominar vuestras innumerables preocu- sangre vertida en Roma. Hombre fatal!
paciones, lanzáis sobre los vivos urnas como enseñanza, como ejemplo, la his-
llenas de oscuridad, corréis á saludar á toria te presentará en la oscuridad, como
Napoleón el P e q u e ñ o y á bailar en su se enseña una horca rodeada de huesos
orgía. Habéis manchado el gran siglo, levantada en triste colina.
que era un P a n t e ó n y ahora es un es- Jersey, Enero 1853,
3o( OBRAS D E \ I C T O R HUGO.

la ladrona y á la prostituta. Transcurri-


dos esos cinco meses, un soldado fué á
XI. decirla:—'"Someteos al reinado que co-
mienza; renegad de vuestra íé; si no lo
lacéis así no esperéis perdón; iréis á
Paulina Roland. Lambesa. Elegid.,, Ella, eligiendo, con-
testó:—"Lambesa.,, A l dia siguiente re-
chinó la verja y entró por ella un coche
No conocía el orgullo n i el ódio; era celular.—"Me destierran á Lambesa,,,
cariñosa, pobre, sencilla y tranquila; con exclamó sin cólera. Otras muchas muje-
írecuencia le faltaba el pan necesario res estaban encerradas en la misma cár-
para vivir. Tenia tres hijos, y esto no cel por haber defendido el derecho; pero
la impedia ser la madre de todos los como el carruaje no podia llevarlas á
que sufrían. N i la infundían temor, n i :odas, Paris las vió atravesar, dándose
la espantaban los terribles acontecimien- el brazo unas á otras y escoltadas por
tos que se maquinan de noche, los flujos esbirros, que las trataban con dureza y
n i los reflujos, los abismos abiertos, los con descortesía. Si algunos transeúntes
pigmeos socavando sin ruido los piés de sorprendidos se acercaban á ellas, para
los gigantes, n i los malhechores célebres saludarlas con el sombrero en mano, los
ó desconocidos. E n su oscuridad aperci- esbirros les dirigían sonrisas oblicuas y
bía á Dios creando el porvenir y en su los t r a n s e ú n t e s huian exclamando:—
alma se reanimaba sin cesar la fé; de la "Son rameras!,, y Paulina Roland las
santa libertad atizaba continuamente consolaba diciéndolas:—'"Valor, herma-
las llamas. Los niños y las mujeres la nas mias.,. Llegaron á l a costa procelosa
veian siempre solícita, preocupándose de Africa, á los arenales, á los desiertos
por ellos, y tendiendo l a mano á los tra que abrasa u n sol de fuego. Paulina
bajadores, les decia:—"La vida a q u í es Roland, muriendo de angustia pero son-
muy trabajosa, pero en otra parte será riendo, decia á las otras mujeres afligi-
mejor para todos.,, E n unos hacia das:—"Valor, que ya hemos llegado!,,
cer la fó, en otros la esperanza; era una Pero cuando estaba sola, lloraba tam-
especie de apóstol, que Dios habla for- bién, porque tuvo que separarse de sus
mado del corazón de la madre y de la tres hijos. U n dia, u n carcelero dijo á la
mujer, para que fuese tierno y convin pobre madre en la Casba de Bone, en
cente. Aplacaba al hombre m á s feroz el los calabozos sofocantes:—"Queréis ser
timbre de su voz sincera; visitaba con libre y volver á ver á vuestros hijos?
ternura á los infelices que vivían en la Pedid perdón al príncipe.,, Y aquella
miseria, á los que abatia el dolor ó el mujer fuerte le contestó:—^Los volveré
hambre, á los enfermos que y a c í a n en á ver cuando muera.,, Desde entonces
miserable j e r g ó n . Cuando por casuali agotaron contra la m á r t i r de humilde,
dad era menos pobre y tenia algo que
pero de indomable corazón, todo el ódio
dar, lo r e p a r t í a como hermana cariñosa
y toda la ferocidad de que son capaces
cuando nada poseia, daba su corazón
los malvados. Desterraron á los presi-
Tranquila y majestuosa, amaba como
el sol brilla. E l género humano era para dios de Africa, á esos infiernos que son-
ella una familia y sus tres hijos l a hu deó Ribeirolles, á una mujer, á una
manidad. Por todas partes pregonaba madre, sola y enferma. Pero fueron i m -
la fraternidad, el amor y el progreso, ha potentes para vencerla la cama de cam-
ciendo entrever á los que sufrían hori p a ñ a , el frió, el calor, el hambre; de dia
zontos sublimes. el sol ardiente, de noche la miseria as-
querosa; el trabajo sin descanso y todas
Por haber hecho Paulina Roland esa las afrentas. Cuando se veia m u y abati-
vida ejemplar, el salvador de la Iglesia da, se reanimaba diciéndose á sí misma:
y del órden la prendió y la encerró en —"Suframos, como sufrió Jesús, como
la cárcel. E n t r ó en ella sonriendo tran sufrió Sócrates.,, L a c o n s u m í a la calen-
quilamente, porque l a esponja de hie tura, y triste y pálida, caia de noche so-
place á los labios puros. Durante cinco bre un haz de paja corrompida, m u r m u -
meses sufrió contactos impuros; el olvi rando el dulce nombre de la p á t r i a . L a
do, la risa cínica del vicio y el pan negro relegaron á una mísera c a b a ñ a , porque
que arrojan al través de los barrotes la enfermedad le c o n s u m í a la vida, al
para que los presos no mueran de ham- mismo tiempo que la e n g r a n d e c í a el
bre. Edificó con su grandeza al malvado alma, y exclamó con acento g r a v e : ^
avezado al crimen, y enseñó la v i r t u d á "Es útil, quizás, que alguna mujer m u é -
LOS CASTIGOS. 357
ra por la justicia y por la libertad.,, perial doblaba la cerviz. E l emperador
Viendo que agonizaba y comprendiendo se retiraba lentamente dejando arder
que t e n d r í a n que dar cuentas de ella, lostras sí á Moscou humeante... Nevaba.
verdugos tuvieron miedo, ya que era E l crudo invierno se fundia en avalan-
imposible que tuvieran vergüenza, y el chas, y á una llanura blanca seguia otra
héroe del 2 de Diciembre le abrevió el llanura blanca. N i se d i s t i n g u í a n los
destierro:—^"Ya que está en peligro de jefes n i las banderas. L o que ayer fué el
muerte, que vuelva á la pátria,,, dijo. Se grande ejército, era entonces desbanda-
la llevaron de Africa, sin decirle á dón- do tropel, en el que no se conocían ya n i
de l a llevaban; al llegar á L y o n se apo- el centro n i las alas. Nevaba. Los heri-
deró de ella la agonía. Sus pupilas, como dos se abrigaban en los vientres de los
se oscurece una estancia cuando se ex- caballos muertos, y en el umbral de los
tingue la luz que la alumbraba, se oscu- desolados vivaos estaban los cornetas,
recieron, y l a sombra de l a tumba apa- helados en sus puestos, de pié ó monta-
reció en su fisonomía lívida. Su hijo se dos, silenciosos, cubiertos de nieve, pe-
apresuró á llegar donde ella estaba para gando la boca petrificada á las trompetas
recojer en su hora suprema sus últimos de metal. L l o v í a n por todas partes ba-
suspiros y sus postreras miradas, pero las, bombas y metralla, mezcladas con
llegó demasiado tarde. Su pobre madre blancos copos de nieve; los granaderos,
habia muerto á fuerza de sufrimientos sorprendidos de temblar, andaban cabiz-
sin saber que volvia á Francia; m u r i ó en bajos y taciturnos, con los bigotes grises
medio del delirio, gritando sin cesar:— helados. Nevaba sin cesar. E l h u r a c á n
"Hijos mios!,, Nadie se ha atrevido á soplaba con í m p e t u furioso; sobre el hielo
llorar en sus exequias. Descansa para y la nieve, y por sitios desconocidos, iban
siempre la pobre m á r t i r . Obispos, calaos con los piés descalzos y careciendo de
la mitra y cantad Te-Deums al empe- víveres. No parecían hombres vivos, n i
rador. hombres de guerra, sino fantasmas er-
Jersey, Diciembre 1852. rantes en medio de l a bruma, procesión
de sombras que andaba bajo un cielo ne-
gro. L a vasta soledad, que siempre i n -
XII. funde espanto, aparecía por todas partes
muda y amenazadora. E l cielo en con-
nivencia con la nieve espesa, sin ruido
E l mayor atentado que puede come- fabricaba para aquel gran ejército i n -
terse es atar á Francia ó agarrotar á mensa mortaja, y sintiéndose cada cual
Roma; es, en cualquier pais y en cual- morir, se veia desamparado. ¿Saldrían
quier ciudad, quitar el alma á cada uno de aquel funesto territorio? T e n í a n que
y la libertad á todos. Es entrar con la combatir á dos enemigos, al czar y a l
espada desnuda en la curia augusta, es Norte, y el Norte era el peor. Arranca-
asesinar l a ley en su mismo templo, es ban los cañones para quemar las cure-
cargar de cadenas á todo u n pueblo; este ñas. E l que se acostaba se moría de frió.
crimen odioso nunca lo olvida Dios, H u í a n en grupo siniestro y confuso, y al
Cuando se comete tan horrible atentado, huir, el desierto los devoraba. Entre los
no puede esperarse el perdón; la pena, repliegues que formaba l a nieve, podrían
desde el fondo de los cielos, se pone en verse los regimientos que y a c í a n allí
marcha lentamente y sin cansarse viene, dormidos para siempre. Fugitivos, heri-
y cumple su cometido con la mirada se- dos, moribundos, cajas, camas y angari-
rena, trayendo bajo el brazo u n l á t i g o llas, todo se aplastaba en los puentes para
con clavos de hierro. pasar los ríos; se d o r m í a n diez m i l hom-
Jersey, Noviembre 1852. bres y se despertaban cien. Ney, al que
obedecía un ejército, huia entonces de-
fendiendo su reloj de tres cosacos. Todas
XIII. las noches se oian estas voces:—¡Quién
vive! alerta! al asalto! al ataque! que
L a expiación. lanzaban fantasmas que sallan de la
aombra, tomándoles los fusiles, y luego
los arrollaban y los batian, lanzando
I. alaridos horribles y gritos semejantes al
graznido de los buitres; eran espantosos
Nevaba. Vencida por su propia con escuadrones, eran torbellinos de hombres
quista, por la primera vez, el á g u i l a im- salvajes. Así se deshacía el ejército en la
358 OBRAS D E VICTOR HUGO.

oscuridad. E l emperador estaba allí, de cambió de alma. L a confusión creció


pió ó impávido, como u n árbol que la como una llama á la que se a ñ a d e com-
segur amenaza. Sobre aquel gigante, bustible. Las baterías inglesas destroza-
cuya grandeza se respetó hasta entonces, ron nuestros cuadros. L a llanura donde
se e n c a r a m ó la desgracia, como leñador ondeaban las banderas destrozadas fué
siniestro, y la fuerte encina que insulta- desde entonces u n abismo de llamas,
ba el hacha, extremeciéndose de coraje rojo como una fragua, en el que caian
bajo el espectro de las l ú g u b r e s revan- los regimientos degollados, como en los
chas, miraba á su alrededor caer sus ra- campos las espigas maduras á los golpes
mas; jefes, soldados, todos morian. A de las hoces del segador. Aquello fué
todos les tocaba el turno, y mientras, ro- indescriptible carnicería. Inquieto el em-
deando con cariño la tienda de c a m p a ñ a perador, conoció que perdía la batalla;
de su jefe y viéndole pasear por ella, los y volviéndose hácia u n mamelón, donde
que quedaban vivos s e g u í a n creyendo estaba agrupada la Q-uardia imperial,
en su fortuna y acusando al destino del que constituía su esperanza suprema y
crimen de lesa majestad, él se sintió de última, gritó:^—"¡Que entre en fuego la
repente con el alma desmayada. Estupe- Guardia!,, Y lanceros, granaderos de bo-
facto al presenciar el desastre, no sa- tines de Terliz, dragones, que Roma
biendo á q u é atribuirlo, el emperador se hubiera tomado por legionarios, corace-
volvió h á c i a Dios; el hombre glorioso ros, artilleros que arrastraban truenos,
tembló; Napoleón comprendió que qui- todos los de Priedland y los de Rívoli,
zás expiaba a l g ú n atentado, y lívido, comprendiendo que iban á morir en
inquieto, ante sus legiones tendidas en aquella gigantesca refriega, saludaron á
l a nieve, exclamó:—"¿Esto es un castigo. su Dios, que se e r g u í a en medio de la
Dios de los ejércitos?;? Entonces oyó que tempestad; y las bocas de aquellos hé-
le llamaba por su nombre una voz que roes, como si constituyeran un solo ór-
en la oscuridad le dijo:—"No.,, gano, exclamaron con grito tonante:
" V i v a el emperador!,,
II. E n seguida, á paso lento, sin furor,
con l a música al frente, sonriendo á l a
Waterlóo, "Waterlóo, sombría llanura! metralla inglesa, la Guardia imperial
Como ola que bulle en urna demasiado entró en aquel horno. Napoleón, con-
llena, en t u circo de bosques, de valles fiando en ella, la miraba fijamente, y
y de colinas, desató la pálida muerte apenas desfilaron sus veteranos soldados
sus silenciosos batallones. Se estrellaron por delante de los cañones ingleses, que
en aquel choque sangriento, Europa ]3or no cesaban de disparar, vió, uno tras
una parte y Francia por l a otra. Dios otro, fundirse en aquel horrible abismo
b u r l ó las esperanzas de los héroes; se sus regimientos de granito y de acero,
cansó la suerte y desertó de ellos la como cera en el fuego. Los veteranos
victoria. Waterlóo, lloro y me paro ante avanzaban con el arma al brazo, con la
tí, porque los últimos soldados de la frente erguida, graves, estóicos; n i uno
ú l t i m a guerra fueron grandes; habian solo retrocedió. ¡Dormid en paz, muertos
vencido en casi todas las naciones, arro- heróicos! E l resto del ejército, vacilante
jaron veinte reyes de sus tronos, pasaron ya, desmayaba al ver morir la Guardia
los Alpes y el Rhin, y e n g r a n d e c í a n sus del emperador. Entonces, elevando de
almas los toques del clarín. repente su voz desesperada la Derrota,
Era el anochecer; l a pelea se encarni- gigante de rostro espantado, pálido,
zaba horriblemente; el emperador toma- aterrorizando á los m á s bravos batallo-
ba la ofensiva, y casi habia ya consegui- nes, cambiando de repente las banderas
do la victoria. Pudo lograr acorralar en en andrajos, se l e v a n t ó , creciendo ex-
u n bosque á Wellington. Con el anteojo traordinariamente en medio de los ejér-
en la mano observaba de vez en cuando citos; l a Derrota se apareció al sol-
el centro del combate, punto oscuro en dado aterrorizado, y retorciéndose los
el que se agitaba lo m á s rudo de la brazos, gritó:—'"Sálvese el que pueda!
batalla, en el que reinaba horrible con- Sálvese el que pueda! Q u é horror! ¡Qué
fusión; y otras veces observaba el hori- afrenta!,, gritaron muchas voces; y en
zonte, que estaba oscuro como el mar. seguida huyeron todos, locos, aterrados
De repente exclamó con júbilo:—"¡Viene y feroces, como si se hubiera apoderado
Grouchy!,, Pero se equivocó, que el que de ellos el frenesí, por entre las pesadas
venia era Blucher. Entonces l a esperanza cajas y los empolvados furgones, cayen-
cambió de campamento y el combate do en los fosos, ocultándose en los cam-
LOS CASTIGOS. 359
pos de centeno, arrojando los c h a k ó s , los el parto, pensaba sombrío en el incen-
fusiles y las mantas, lanzando las á g u i - dio de Moscou. U n cabo inglés podia ya
las sobre los sables prusianos. Tembla- entonces decirle:—'"Alto!,, Su hijo quedó
ban, aullaban, lloraban y corrían. E n en manos de los reyes, su mujer en bra-
pocos instantes, como paja inflamada zos de otro. M á s v i l que el cerdo, que
que arrastra el viento, se desvaneció el iccica en el establo, su Senado, que le
gran ejército; y aquella llanura vió huir adoró, le insultaba entonces.
á los que hicieron huir al universo. A la orilla del mar, á la hora en que
Cuarenta años han pasado desde en- el viento cesa, por las escarpaduras que
tonces, y aquel rincón de la tierra, que ocultaban las sombras de la noche, ca-
se llama W a t e r l ó o , aquella extensión minaba solo y pensativo víctima de
fúnebre y solitaria, aquel campo sinies- vagas ideas. Por los montes, por las
tro en el que Dios confundió tantas olas, por los cielos, triste pero altivo,
nadas, tiembla aun de haber presenciado deslumhrado aun por las batallas de
la fuga de los gigantes. ayer, dejaba errar su pensamiento á l a
Napoleón vió correr como u n torrente ventura. Las á g u i l a s que pasaban no le
hombres, caballos, tambores y banderas; conocían. Los reyes, que eran sus carce-
y ante aquel desastre sintió confusamen- eros, le trazaron con u n compás el cír-
te despertarse en él el remordimiento, y culo inflexible, del que no podía salir, y
levantando las manos al cielo, exclamó: en el que se ahogaba. L a muerte, cada
—"Murieron mis soldados y yo quedó vez m á s visible, se levantaba en medio
vencido; m i imperio se ha roto como u n de su noche, y pasaba ante su vista como
vaso; esto es ¡oh Dios! que me castigas?,, la m a ñ a n a fría de un dia misterioso. Pal-
Entonces, entre los clamores del combate pitaba aun su alma, ya casi escapada del
y los estampidos del c a ñ ó n , oyó otra vez cuerpo. U n dia escondió la espada en la
la voz, que le dijo: ^No.,, cama, se acostó con ella y dijo:—"¡Hoy
será!,, Se cubrió con el manto de Maren-
III. go; se le aparecieron las batallas del Nilo,
del Danubio y del T í b e r , y exclamó:—•
Cayó, y Dios cambió l a cadena de "¡Aquí me tenéis; soy el vencedor; veo
Europa. correr las á g u i l a s hácia mí!„—Pero a l
E n el fondo de los mares se levanta volver la cara para morir, apercibió, en
una roca repugnante, que circunda la pié, á la puerta de su casa desierta, á
bruma, y que es una ruina de los anti- Hudsson Lowe, que le acechaba, y en-
guos volcanes. E l Destino tomó clavos, tonces, gigante pisado por los reyes, gri-
un martillo y argollas, y cogió pálido y tó:—"Señor, esto ya es demasiado! ¡Bas-
vivo á ese hombre, que era r i v a l del tante me habéis castigado y a ! „ — L a voz
rayo, y con júbilo fué á clavarlo en u n de otras veces le dijo:—^"Todavía no.,7
picacho secular, escitando con su risa
burlona al buitre Inglaterra, para que le IV.
royese el corazón.
Así se desvaneció ese esplendor inmen Deplorables acontecimientos, huid de
so. Condenaron al emperador, desde que la memoria. E l emperador muerto cayó
el sol se levanta hasta que la noche tien sobre el imperio destruido. Napoleón fué
de sus sombras, al aislamiento, al aban- á dormir el sueño eterno á la sombra de
dono, á la cárcel, poniéndole un soldado los sauces, y entonces los pueblos, desde
por centinela, dándole por horizonte e" un Polo al otro, olvidando al tirano, se
mar, rocas escarpadas, bosques espesos apasionaron por el héroe. Los poetas,
el fastidio, la inmensidad del espacio y marcando la frente de los reyes verdu-
velas que huyen, como la esperanza que gos, consolaron aquella gloria abatida.
pasa. L e condenaron á oir siempre e" Volvieron la e s t á t u a á la Columna, de
ruido de las olas y el ruido de los vien- donde la h a b í a n arrancado, y cuando
tos. ¡Adiós, tienda de p ú r p u r a , con pe levantaban la vista, le veían en pié, do-
nachos movibles; adiós, caballo blanco minando á P a r í s , sereno, solo, a d m i r á n -
que el César espoleaba! Y a no tiene tam dole de dia á la luz del sol y de noche á
bores en los campamentos, n i coronas en la luz de las estrellas. G-rabaron su nom-
la cabeza, n i reyes arrodillados con es bre en las augustas columnas del Pan-
panto ante él; ya no arrastra el manto teón. Nadie veia ya m á s que una de las
ya no es emperador; Napoleón vuelve á dos caras de su época; nadie recordaba
ser Bonaparte. Como el romano herido m á s que sus días de gloria, porque con-
y sangriento por la flecha que le lanzó siguió embriagar á la historia con su
360 OBRAS D E VICTOR HUGO.

grandeza; su esplendor deslumhró los


ojos de la justicia, que solo le contempló VI.
bajo el prisma de Eylau, de U l m , de
Arcóle y de Austerlitz, y como en las Por fin, triunfando de la muerte, se
tumbas de los antiguos romanos, se hojea- emancipó, y el Océano devolvió su fére-
ron los anales de sus h a z a ñ a s , y humi- tro á la Francia. Descansaba en paz m á s
lladas las naciones a p l a u d í a n cada vez de doce años bajo la dorada cúpula,
que sacaban de su suelo soberano, ó el consagrada por el destierro y por la
cónsul de m á r m o l , ó el emperador de muerte. E l que pasaba cerca del sombrío
bronce. monumento, creia verle con la frente co-
ronada, con el manto sembrado de abejas
V. de oro, mudo y tendido bajo aquella bó-
veda donde nada se mueve; á él, al hom-
L a reputación crece cuando el hombre bre que encontraba la tierra p e q u e ñ a ,
muere; pero n i n g ú n mortal oyó desde su cuando e m p u ñ a b a el cetro con l a mano
tumba que el mundo entero se ocupase izquierda y la espada con la mano dere-
de él, como Napoleón. cha, teniendo la grande á g u i l a á sus
E l mundo decia:—^"La victoria siguió piés con los ojos entreabiertos; y el que
á ese héroe por todas partes: j a m á s vió así lo contemplaba, decia:—"Aquí duer-
la historia sombría t r a n s e ú n t e tan pro- me César.,,
digioso. Dormia confiado y tranquilo, dejando
¡Gloria a l señor que duerme bajo tier- avanzar hácia el progreso á la inmensa
ra! Grloria al conquistador audaz! Le ciudad de Paris.
hemos visto subir soberbio las primeras
gradas del cielo. VII.
Enviaba valerosamente, tomando á
Moscou, tomando á Madrid, todas las U n a noche—siempre es de noche en
ilusiones de su genio, á luchar contra el el sepulcro—se despertó. Brillando como
destino. horrible antorcha, herian su vista visio-
A cada instante, al entrar en la liza, nes extrañas; bajo la bóveda de piedra
ese hombre de gigantescas aspiraciones resonaban carcajadas; lívido se incorpo-
proponía á Dios grandes caprichos, que ró; tomó vastas proporciones la visión y
Dios algunas veces no consentía. una voz que le era conocida, le dijo:—
Era superior á los d e m á s hombres; de- "Despierta! Y a nada significan. Señor,
cia grave y radiante, mirando á Roma n i Moscou, n i W a t e r l ó o , n i Santa Elena,
con fijeza:—"Ahora reino yo.„ n i el destierro, n i los reyes carceleros, n i
Queria ser á l a vez héroe y símbolo, la orgullosa Inglaterra á la cabecera de
pontífice y rey, faro y volcan, convertir t u lecho de muerte. Este es t u castigo.,.
el Louvre en Capitolio y Saint-Cloud en Entonces la voz se hizo bronca, amar-
Vaticano. ga, estridente, áspera como el sarcasmo,
ardiente como la ironía; era la risa que
César hubiera dicho á Pompeyo: Pue-
se cebaba en un semi-dios:—"Señor, te
des enorgullecerte de ser m i segundo, y
han retirado del panteón; Señor, te han
se veia brillar su espada en el fondo de
hecho descender de t u alta columna; mira:
la tenante nube.
esos bandidos cuyo enjambre susurra,
Deseaba en el frenesí de su vasta am
esos repugnantes bohemios, esos vence-
bicion conseguir que las naciones se pos
dores insolentes, se han apoderado de t í
trasen de hinojos ante sus caprichos.
y te han hecho su prisionero. Te han co-
Y como en inmensa u r n a , mezclar
gido. Mueres como un astro que se pone.
razas, lenguas, ingenios, derramar á Pa
Napoleón el Grande, el emperador, rena-
ris en todo el mundo y encerrar el m u n
ce hoy en u n Bonaparte, picador del
do en Paris.
circo Beauharnais. Te alinean con él y
Como Ciro en Babilonia, queria, re hacen de t í lo que quieren; en voz alta
gido por su mano, constituir el mundo te llaman gran hombre y en voz baja te
en u n solo trono y el género humano califican de galopo. Arrastran por Paris,
en un solo pueblo, y fundar, venciendo que les vé establecerse, sables, que en caso
todos los contratiempos, t a l imperio para necesario sabrían engullirse, y á los tran-
él, que J e h o v á en el cielo tuviera en vi seúntes agrupados ante sus palacios, oye
dia á Napoleón. „ cómo les dicen:—"Imperio de gran espec-
táculo. E l Papa forma parte de la compa-
ñía, pero aun tenemos actores m á s nota-
LOS CASTIGOS. 361
bles, como por ejemplo, al ozar, pero no es mas que p e r m a n e c í a n de pié fuera del se-
m á s que un partiquino y el Papa no es pulcro, se hacían señas, y apoyándose
m á s que un comparsa al lado del hom- en la pared escuchaban en la oscuridad
bre de bronce, que es el sobrino del gran los sollozos del T i t á n . De pronto la ilus-
Napoleón; y representando magníficos tre sombra, exclamó:—"¿Quién eres, tú,
papeles Fould, Magnau y Parien-cama- demonio de las visiones fúnebres, que
leon, e n s e ñ a r á n u n Senado de a u t ó m a - me sigues por todas partes y que en to-
tas. H a n tomado paja del fondo de las das eres invisible para mí?,,^—"Soy t u
casa-matas, para rellenar con ella t u crimen,,, contestó l a voz.
á g u i l a imperial, vencedor de Jena, y a h í Llenóse entonces el sepulcro de una
yace muerta el á g u i l a que tan alto voló, uz e x t r a ñ a , semejante á la claridad que
y que del campo de batalla ha caido en anza Dios cuando quiere vengarse, y
el campo de la féria. Señor, vuelven á como las palabras que vió resplandecer
coser el m o a r é de t u antiguo trono, des- Baltasar, dos palabras escritas en la os-
pués de haber desbalijado la Francia, curidad, brillaron ante los ojos de César.
como el salteador en el bosque; tienen en Napoleón, temblando, levantó el rostro
sus vestidos manchas de sangre, que Si- pálido y leyó estas palabras: ¡Diez y ocho
bour las lava en la pila del agua vendi- Brumario!
ta. T ú que fuiste u n león, formas parte Jersey, Noviembre 1852.
de su espectáculo, cuyo amo es el mono.
T u nombre le sirve de enseña, Napo-
león I ; porque algo ha contribuido á este
espectáculo t u Austerlitz. T u gloria es
un vino añejo con que embriagan su LIBRO SEXTO.
vergüenza. Cartouche, para probar for-
tuna, se viste con t u capote gris; han
puesto t u bandera por tapete de su mesa;
de la mesa inmunda, en la que el esta- La estabilidad e s t á asegurada.
fador se enriquece y en l a que beben,
juegan y brindan con los aldeanos. T ú
intervienes en este garito, y t u mano que
enarbolaba la bandera en Lody, t u mano I.
que fulminaba rayos, ayuda ahora á t i -
rar los dados y á cortar la baraja. Te Napoleón I I I .
obligan á beber con ellos, y Carlier posa
amigablemente el codo sobre vuestra
majestad; Pietri te tutea y Maupas te Esto es hecho: te has agazapado, p i g -
d á golpecitos en el vientre. Saben esos meo inmundo, debajo de ese nombre; su
piratas, esos estafadores y esos falsarios gran gloria te sirve de guardia, de ha-
que, como t ú , sufrirán contratiempos; bitación y de refugio. E n s e ñ o r e á n d o t e
pero entre tanto, apaciguan la sed sa- con él, en el sombrero de Essling, pones
ciando copas á t u salud; Poissy brinda tu orgulloso plumero, te calzas sus bo-
por Santa Elena. Mira; convéncete de tas, te apoderas del nombre de Napo-
que pasan la vida entre regocijos, bai león, haciendo trabajar á t u tío, y que
les y fiestas. L a m u l t i t u d , al oir el como alegre cotorra salte el á g u i l a de
ruido que hacen, se pone de puntillas Mondoví de percha en percha. Thersites
para presenciar el espectáculo. Es triste ha resultado ser el sobrino de Aquiles.
cosa empezar por Homero y acabar por Por t í se ha cantado esa Iliada memora-
Callot. ¡Desastroso c a p í t u l o final de la ble; por t í se han e m p e ñ a d o combates
epopeya! Cerca del payaso Tromplong y inauditos; por tí apareció terrible y dan-
del j u g l a r Baroche, delante de ese bar- do fuertes latigazos á su ejército el
racón abyecto y vil, bazar en el que Man famoso Murat, en presencia de los asom-
drin m a l lavado se disfraza de César, brados rusos; por t í avanzaban á paso
riendo y atusándose el espeso bigote, t ú , lento, al t r a v é s de las llamas y del humo,
espectro imperial, tocas el tambor para los valientes granaderos del imperio; por
atraer á l a concurencia.,, tí derramaron su sangre, en aquellas
Se extinguió la horrible visión. E l em guerras épicas, m i padre y mis tios; por
perador, desesperado, lanzó un grito de tí se estremeció Lóndres; por t í ardió
horror, bajando los ojos y alzando a" Moscou. Y so llevaron á cabo tantas ha-
cielo entrambas manos. Las Victorias de z a ñ a s para tus Deutz y tus Mascarilles
m á r m o l allí esculpidas, blancos í a n t a s para que pudieras beber en c o m p a ñ í a de
TOMO V . 46
362 OBRAS D E VICTOR HUGO.

jóvenes alegres, de noche en misteriosos i ofrecen en estos momentos sus l á g r i m a s


salones del Louvre; por t í cortaron el y sus cadenas, son los m á s desgraciados
muslo de u n balazo á Lannes, y mu- de los desgraciados. Pero deben tener
rieron en l a mitad de su carrera Lassalle mejor premio los que m á s padecen.
en Wagram, Duroc en Reichenbanch, y
pereció en Waterlóo la guardia veterana;
para t í se llenaron de cadáveres montes, Suframos, que al crimen ya le tocará
barrancos y llanuras. Te enriqueciste su turno. P á j a r o s y vientos que pasáis,
haciendo pasar el precioso botin del en sus chozas, nuestras madres y nuestras
hombre del destino á tus manos, esto lermanas están llorando noche y dia; pá-
es, á las manos del hombre del azar, y aros, referidles nuestras miserias; vien-
con impudencia te ciñes en la frente tos, llevadles el recuerdo de nuestro ca-
coronas que no te pertenecen. A cada riño.
momento oimos chasquear en tus manos
el látigo prodigioso que sometia á los Te suplicamos. Señor, que aunque o l -
reyes; l l a m á n d o t e Napoleón I I I te apo- vides á los proscriptos, devuelvas su glo-
deras de una gloria que no es tuya, de ria á la Francia abatida, y que nos per-
la gloriado Austerlitz, de Marengo, de mitas morir, á nosotros los infortunados, á
Rívoli y de San Juan de Acue. los que el dia fúlgido entrega á la noche
Jersey, Diciembre 1852. oscura.

ii. Suframos, que al crimen ya le tocará


su turno. Pájaros y vientos que pasáis;
Las mártires.
en sus chozas, nuestras madres y nuestras
hermanas están llorando noche y dia; pá-
Esas mujeres que e n v í a n á lejanas jaros, referidles nuestras miserias; vien-
regiones, son, pueblo, tus hermanas, tus tos, llevadles el recuerdo de nuestro ca-
madres y tus hijas; su crimen consistió riño.
en haberte querido. Paris encorvado
sangriento, siniestro ó inanimado, pre
Como arquero que d á en el blanco, el
sencia esos horrores con silencio feroz.
implacable sol nos hiere con sus rayos; y
Las que llevan amordazadas gritaron
después de muchas horas de rudo tra-
—"Abajo la traición!,, Aquellas mujeres
bajo, no podemos conciliar el sueño. L a
que representan la fó, la v i r t u d , la ra-
fiebre, ese m u r c i é l a g o que sale de los
zón, la equidad, el pudor, la dignidad y
sombríos pantanos, cierne sobre nosotros
la justicia, las encierran en San L á z a r o
sus invisibles alas.
Esta cárcel las recibe, y cuando les llega
el turno se abre y las vuelve á vomitar
arrojándolas en los horribles furgones Suframos, que al crimen ya le tocará
que se las llevan. A dónde van? E l ol su turno. Pájaros y vientos que pasáis;
vido lo sabe, l a tumba se lo refiere a en sus chozas, nuestras madres y nues-
ciprés y éste se lo dice al cuervo. tras hermanas están llorando noche y
Una de ellas era una respetable ma dia; pájaros, referidles nuestras miserias;
dre. E l dia que se la llevaron á Africa vientos, llevadles el recuerdo de nuestro
sus niños fueron á despedirla y l a quisie cariño.
ron abrazar, pero se lo impidieron. Los
echaron de allí y la madre se quedó
llorando. E l pueblo pidió á los esbirros Tenemos sed, y el agua nos abrasa la
que le concedieran esa gracia, pero los boca; tenemos hambre, y nos dan pan
esbirros no se la quisieron conceder. negro; estamos enfermos, y nos hacen
Bruselas, Junio 1852. trabajar con esceso; en este desierto feroz,
á cada golpe que d á la azada, la muerte
sale sonriendo debajo de tierra, toma al
hombre en sus brazos, le ahoga y des-
H i m n o de los t r a n s p o r t a d o s . aparece.
Suframos, que al crimen ya le tocará
su turno. Pájaros y vientos que pasáis;
H á c i a tí. Dios misericordioso, eleva- en su choza, nuestras madres y nuestras
mos las manos y los ojos, Los que te hermanas están llorando noche y dia;
LOS CASTIGOS. 363
pájaros, referidles nuestras miserias; vien-
tos, llevadles el recuerdo de nuestro v.
cariño.
Deslumbramientos.

Somos indomables á pesar de nuestros


sufrimientos; sufrimos con paciencia las Oh tiempos milagrosos! ¡oh alegrías
torturas, y damos las gracias á Dios, al homéricas! risas de la Europa y de las
que dirigimos este himno, por haber- dos• Américas, fenómenos vivos, sucesos
nos escogido para sufrir en una época inauditos, enormidades expuestas á la
en la que solo no sufren los que no tie- luz del dia; el a l q u i t r á n declarado fétido
nen vergüenza. por el sebo. Judas olfateando á Shylock,
Suframos, que a l crimen ya le tocará y diciendo: es un j u d í o ; el arsénico i n -
su turno. P á j a r o s y vientos que pasáis; dignado denunciando á la morfina, l a
en su choza, nuestras madres y nuestras esportilla injuriando al mojón, Mesalina
hermanas están llorando noche y dia; reprochando á Q-oton el mirar desca-
pájaros, referidles nuestras miserias; vien- rado, y D u p i n acusando á Sauzet de co-
tos, llevadles el recuerdo de nuestro bardía; Faltasff s e ñ a l a n d o con el dedo
cariño. el vientre de Sileno; Lacenaire rubori-
zándose y diciendo con la vista baja: He
visto pasar á Castaing; todo esto se vé
Viva la gran R e p ú b l i c a ! ¡Paz á la i n - en estos tiempos, que me creo con dere-
mensidad de la noche misteriosa! ¡Paz á cho á examinar; como m i destino es su-
los muertos que duermen en la tumba! frir, el reir será m i recompensa. No sé
¡Paz al sombrío Océano que confunde cómo se lo a r r e g l a r á la pobre Olio para
en los cielos los ayes de Cayena con los salir de semejante imbroglio. Penetra
sollozos de Africa! m i imaginación en el fondo del actual
Suframos, que al crimen ya le tocará reinado, cuando no pudiendo conciliar
su turno. P á j a r o s y vientos que pasáis el sueño, por la noche me asomo á la
en su choza, nuestras madres y nuestras ventana, y cuando pensativo veo en l a
hermanas están llorando noche y dia; oscuridad y á través del agua brillar
pájaros, referidles nuestras miserias; vien el faro cerca de Saint-Malo.
tos, llevadles el recuerdo de nuestro
Luego este momento existe! ¡No es
cariño.
ilusión! Es real, aunque parece imposi-
Jersey, Julio 1853. ble. E l imperio se levanta reformado por
algunos fanfarrones. Napoleón el Grande
dormía en su tumba y le habia absuelto
IV. la pátria; cuando de repente prepararon
una emboscada y unos bandidos se en-
Canción. tregaron á horrible matanza, que duró
todo u n dia, desde l a noche hasta la
m a ñ a n a siguiente; y de esa matanza
Nos paseábamos por entre los escom- surgió Napoleón el Enano. E l destino
bros en Rozel-Twer, y oimos las palabras implacable, ministro de la expiación,
sombrías que decia el mar: tiñó su dedo siniestro en l a sangre der-
"Las hondas del Océano murmura- ramada, para bosquejar, como afrenta
ban: Apareced, horizontes azules y ver- de la pasada gloria, esta caricatura en
dades sublimes. las paredes de la gran tumba.
„E1 mundo, cautivo en mano de los Este nuevo mundo prospera; l a des-
opresores, está sin reglas y sin leyes; re- v e r g ü e n z a en él está gordinflona... época
montaos á los cielos, á las grandes águi- extravagante. Los dias, los meses y los
las, espíritus de los pensadores. años pasan; el flemático, el oscuro fu-
;,Naced, elevaos sobre las olas sonoras, n á m b u l o , convirtiéndose bruscamente
ascended al espacio, haced que en la en frenético, reina continuando en abu-
noche despunten vuestras auroras, pue- sar de los crímenes, y al medio dia anda
blos y soles. y se pasea ese sér horrible que insulta á
;;Dejad pasar á la bruma y al rayo, á la dignidad humana. Se ostenta, segui-
los vientos y á los clamores, afrontad la do por un rebaño de Suins y de Eortou-
tempestad^ afrontad la espuma, rocas y lo, que muestran sus desnudeces cínicas,
proscriptos.,, y que, como Baroche, n i siquiera se tapan
con la hoja de higuera. Se burla de
364 OBRAS D E VICTOR HUGO,

Maquiavelo, enseñándole su palabra de


honor, tendida en el suelo y muerta en
desafío. Siembra oro, y asombra con su vi.
largueza y con su prodigalidad. Mag-
uan abre las garras y Troplong alarga A los que d u e r m e n .
la pata. Todo vá bien, los picaros ayu-
dan á su jefe, todo le sostiene, la Iglesia
le canta el Te-Deum y la Opera le Despertaos! Basta ya de abyección; to-
aplaude. mad pólvora y fusiles, que ya sube la
Leyes, costumbres, señor y criados, marea. Basta de ignominia, ciudadanos!
todo está á un mismo nivel. L a sociedad Remangaos las mangas de las blusas; los
camina sin objeto, sin luz y sin derecho, hombres del noventa y dos combatie-
y el forro de la casaca lo lleva por fuera. ron con veinte reyes; romped las cadenas,
L a inmundicia llega hasta la cumbre del derribad las cárceles; ¿tenéis miedo á
Estado. .Los ^traperos
p • vanv*u durante
u"iauLO la
^ no
Y estos pigmeos? vuestros padres desafia-
che olfateando su presa y alargando los ban ^ titaüeSí ^
ganchos hacia el Senado. Sublevaos! A n i q u i l a d á la horda y á
Emperadores romanos que estáis hoy I jef teneis de ^uestra te á D i J
cerrados bajo las losas del sepulcro, conJtra'esotros al sacerdote, pero Dios
decidme si podéis dónde se encuentra solo es sobe ante ól naciie es fuerte
el límite, dónde termina la cobardía pú- y todo es perecedero; echa al enorme
blica y la bajeza humana; vosotros que tigre de los arenales y al d r a g ó n mari-
hacíais discutir en el Senado los rodaba no, con la facilidad con que se expulsa
líos, tú, la ú l t i m a Lagida, reina de á u n perro; solo soplando, como se hace
cuello de cisne, y tú, sacerdote de Ale- volar á un pájaro que se posa sobre u n
jandro V I , que solo piensas en la v i ñ a árbol, puede hacer volar de su templo de
del Señor; dímelo tú, Nemrod, que abor m á r m o l á los ídolos de bronce.
reces al cielo; Jerjes, que azotas al mar; Nada importa que no estéis armados.
Caiíás, que labraste la corona de espinas; Tomad uno-s la h5rquilla otros el jmar-
Claudio que después de Mesalma des- t i l l arrancad los de lag t
posaste á Agripiua; Cómodo, que fuiste llen¿os de iedras fos bol8Íllos y Aperad
elevado al rango de los dioses; decídmelo que podéis volver á ser la gran Francia
vosotros, Itúrbide, llosas, Mazarino, R i y el gran Paris. Libertad á la p á t r i a de
chelieu, frailes que expulsáis al Dante y la esclavitud y del desprecio á vuestra
destruís á Galileo; Santo Oñcio, Consejo memoria.
de los Diez, C á m a r a estrellada, y vos ¿Será preciso que os sirvan de ejemplo
otros, sultanes, los Murats, los Achmets los realistas? Fueron héroes en los dias
y los Shelims. de su lucha suprema; la bravura se os-
Los que gobiernan en ese reinado, co tentaba por igual en los dos bandos. ¿No
men, beben, se den y bailan; y entre tan- es verdad, pais bretón, pais de la Ven-
to hay hombres que agonizan en el des dóe? Para vencer u n baluarte, para rom-
tierro, en Cayena y en Blidah; y en el per una muralla, para tomar cien caño-
Duglesquin y en el Canadá mueren con- nes que vomitaban metralla, te bastaron
sumidos por la calentura y por la miseria horquillas y palos.
niños de diez años, es decir, malvados que Si consentís vivir en esa abyección u n
se deben exterminar; y las madres que dia m á s , romperé el clarin y el tambor
los lloran no saben siquiera dónde yacen y despreciaré á los pusilánimes. Pueblo
los cadáveres de sus hijos. E l verdugo antiguo que te batiste en dias sublimes
reaparece saliendo de su madriguera, y con gigantes, deja que tiemblen esos que
Í Z ± ^ h laV ciudad,
atraviesan l ^ T hset vé \ C ^ Z
algo < l U o puedenpueden
Ser t«J8 ¿ijos, porque esas V
salta dentro de los cestos ensangrentar no
dos... Dejadme huir á las riberas del leones.
mar, dejadme ver el movimento del Jersey, Setiembre 1853,
oleaje. Jersey, pueblo libre que sonríes
en el seno de los mares sombríos; en t í
florecen las retamas y pace el cordero en
tus prados; la espuma blanquea tus olas
y m i corazón encuentra tranquilidad en
t u suelo hospitalario.
Jersey, Mayo 1853.
365
con guantes las manos ensangrentadas;
en vano doran los alamares del v i l tricor-
nio; que vosotras os mofáis de sus guan-
ees, de sus fraques y de sus elegancias. E l
lillZ. imperio reciente está ya cubierto de
moho. Dios os lo ha concedido todo, mu-
*eres; quiso que solo los alciones hiciesen
Francia, ya que estás adormecida, te :rente á l a borrasca, y que poseyendo l a
llamamos los proscriptos; las tinieblas hermosura, poseyéseis t a m b i é n el valor.
tienen oidos, y lanzan gritos las profun- Las mujeres en la tierra y nuestros
didades. antepasados en el cielo, es todo lo que
Rudo el despotismo y sin gloria, á los nos queda ya.
pueblos descorazonados cierra la verja Nuestros ojos se sumergen m á s cada
espesa y negra de los errores y de las vez en la noche tenebrosa de la abyec-
preocupaciones. ción. E l pueblo francés, el pueblo me-
Cierra bajo llave á l a m u l t i t u d de pen- sías, el forjador del derecho universal
sadores obstinados y á los héroes; pero que destruyó con í m p e t u soberano m i l
el pensamiento, batiendo las alas, se es- años de monarquía; el pueblo que en-
capará. volvía en u n torbellino á los reyes y á los
Y como en el a ñ o Noventa y tres em- ejércitos, tiembla hoy, palidece, se extre-
prenderá el vuelo soberano; porque es mece como la yerba al soplo del viento,
fácil á pájaro de bronce romper jaulas rechina los dientes, se oculta y enmudece
de hierro. ante Maguan y ante Troplong; vé que
L a oscuridad cubre al mundo, pero el devoran sus millones los Fortoul y los
pensamiento brilla ó ilumina, y con su Rouhers, y ese pueblo calla.
blanca claridad disipa las sombras de la E n los pontones se oyen los esterto-
noche. res de los moribundos; en Africa se ven
Es el fanal solitario, el rayo providen- niños en presidio; el verdugo, siniestro
cial; es la l á m p a r a del mundo que puede segador, de pié en la carreta, vuelve de
encenderse en el cielo. 'a siega con el cesto lleno; y ese pueblo
Apacigua el alma que sufre, es l a guia calla. Domina Tiberio Ezzelin, que se
de la existencia, enseña á los perversos cree ser un escorpión y es una escolopen-
el abismo y á los justos el puerto. dra, y que dice á los reyes:—^"Mirad m i
Cuando se vé entre la bruma que el cetro;,, y á los malvados:—'"Mirad mi
pensamiento, con majestuoso vuelo, se- crimen.,,
reno y puro, asciende al horizonte miste- Solo vosotras, mujeres, ostentáis en las
rioso, los fanatismos y los ódios huyen mejillas el c a r m í n de la vergüenza;
de él ruborizados, aullando al verle vosotras solo os l e v a n t á i s para demos-
como los perros ladran á l a luna. trar vuestra indignación, con el seno
Fijaos, naciones, en la grandiosidac henchido de amargura, con los ojos pre-
del pensamiento, que desde ahora es la ñados de l á g r i m a s y silbáis al tirano y
luz que os ha de alumbrar m a ñ a n a . consoláis á los muertos, y el buitre tiem-
Jersey, Julio 1853. bla ante el pico de las palomas.
E l solitario proscripto os glorifica;
porque vosotros sois el sexo tierno y
digno, ferviente para la abnegación y el
VIII. sacrificio, constante en el sufrimiento,
siempre dispuesto á la lucha, así en Be-
A l a s mujeres. tulia como en Francia, sexo cuya alma
es heróica, como lo probaron J u d i t y Car-
lota; mezcláis la bravura con la melan-
Cuando todo se empequeñece, vosotras colía: sois Pórcia, sois Cornelia, sois
permanecéis siendo grandes. I n ú t i l m e n - A r r i a , que se desangra y se sonríe. Con-
te han adornado con guirnaldas de flores serváis siempre ese espíritu que realza y
las paredes manchadas de sangre; en va que sostiene á las naciones derribadas,
no han abierto los salones de baile, que que produce á la I n d i a y á los siete
vosotras, ante esos malhechores trans- Macabeos, que en Juana de Arco hace
formados en danzarines, encogéis vues- revivir á Amadis, y en el camino de los
tros hechiceros hombros. Vuestra sonrisa tiranos, para asustarlos de su gloria efí-
divina extermina á esos bribones. E n va- mera, pone unas veces á una virgen y
no lucen el frac bordado; en vano cubren otras veces á una madre.
366 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Tanto es así, que en los momentos á Berger, al conde Frochot, á Maupas, á


que en nuestras visiones contemplamos !ileal, á H u l l i n , á Espinasse, el dia de
en el cielo, sacudiendo la espada fulmi- San Napoleón y el dia de San Ignacio, á
nante, la aparición alada de San M i - Fould, á Maret, á Fouche gastado y á
guel, que huella con los pies l a hidra Troplong podrido; retirad de él á Aus-
cubierta de escamas, decimos:—"Esa es terlitz, pero a ñ a d i d l e Satory; inclinaos al
la Q-loria, esa es la Libertad;,, y al con- calentador, con el pelo despeinado, con
templar su gracia y hermosura, buscando la mirada ardiente y con la garganta
el nombre que debemos aplicarle, cree- descubierta; soplad con todos vuestros
mos que el a r c á n g e l debe ser mujer y no pulmones en el fuego; haced que la pe-
hombre. queñez se desprenda de la grandeza.
Jersey, Mayo 1853. Haced evaporar á Baroche y á Talley-
rand, al sobrino que desciende, mientras
el tio sube... ¿y q u é os q u e d a r á en el
IX. fondo del alambique? E l oprobio.
Jersey, 26 Mayo 1853.
A l pueblo.

XI.
Se te parece; es terrible y pacífico;
guarda con el infinito magnífico nivel; £11 p a r t i d o d e l c r i m e n .
tiene su movimiento y su inmensidad. Le
apacigua u n rayo y le agita u n soplo. «Amigos y hermanos: en presencia de
Unas veces lanza un canto armonioso y ese gobierno infame que es la nega-
otras un grito ronco. Los m ó n s t r u o s se ción de toda moral y el obstáculo de
todos los progresos sociales; en presen-
agitan con facilidad en las profundida cia de ese gobierno asesino del pueblo
des de los abismos, en los que germinan y violalor de las leyes, de ese gobier-
las trombas; hay abismos desconocidos no nacido de la fuerza, y que por la
fuerza ha de perecer, de ese gobierno
en los que los exploradores han desapa- elevado por el crimen y que ha de ser
recido, y en sus profundidades el coloso derrotado por el derecho, el francés
digno del nombre de ciudadano no
zozobra; como t ú á los déspotas, ellos sabe ni quiere saber si hay algo de
destruyen los navios; el faro es para ellos apariencias de escrutinio, de comedias
lo que para t í el espíritu; unas veces de sufragio universal y de parodias de
llamamiento á la nación; no se informa
aniquila y otras acaricia, y solo Dios de si hay ó no hombres que votan y
sabe el por qué. Sus ondas, en las que se hombres que hacen votar, y de. si hay
oyen como choques de armas, llenan la un rebaño que se llama Senado y deli-
bera, y otro rebaño que se llama pue-
noche sombría de monstruosos m u r m u blo y' obedece; no se informa de si el
líos; y comprendemos que ese oleaje, Papa vá á consagrar en el altar mayor
de Nuestra Señora al hombre que, no
como t ú , abismo humano, rugiendo esta lo dudéis, en el porvenir inevitable
noche, devorará m a ñ a n a . Su ola es tan infamara el patíbulo el verdugo; en
terrible como la espada; canta un hermo- presencia del señor Bonaparte y de su
gobierno, el ciudadano digno de tal
so himno á la salida del planeta Venus. nombre no hace más ni tiene que hacer
Su azul inconmensurable acepta en su más que una cosa, cargar su fusil y es-
espejo á todos los astros del cielo; tiene perar la hora.
«Jersey 31 Octubre 1852.»
la fuerza ruda y la gracia sublime; des- Esta fué la declaración de los pros-
arraiga un peñasco y respeta una hebra criptos republicanos de Jersey que
de yerba; arroja, como t ú , su espuma á propósito del imperio publicó el Mo-
nitor francés y firmaron por copia
las cumbres m á s altas; pero, pueblo, el conforme los republicanos
Océano no se e n g a ñ a nunca, cuando con Víctor Hugo, Faure, Fomber-
taux.
sus ojos fijos y en pié sobre la playa «Censuran.os con la energía más
espera pensativo que llegue la hora de la vigorosa de nuestra alma los innobles
marea. y culpables manifiestos del PARTIDO
DEL CRÍMEN.»
Julio 1853. (Rianeey, periódico L a Union
22 ele Diciembre.J
«El PARTIDO DEL CRIMEN vuelve
á levantar la cabeza.»
X. (Todos los periódicos elíseos
en coro.)

Traed vuestros calderos, hechiceras de


Shakespeare, brujas de Macbeth; cogec 1 Ese gobierno con m á s c a r a imperial,
todo el imperio, es decir, el antiguo y ese Bonaparte apócrifo, que no se sabe
moderno; en el mismo calentador meted si es un Beauharnais ó u n Verhuell> que
LOS CASTIGOS. 367
entregó para crucificarla l a Roma repu- proscripción, para desenmascarar al h i -
blicana á la Roma católica, ese hombre pócrita, es cometer u n crimen. H é a q u í
que se apoderó á la fuerza del gobierno cómo nos j u z g a n esos hombres.
del pais, ese glotón que remeda al ambi- Tenedlo entendido; si turban vuestras
cioso, ese lobo á quien suelto m i j a u r í a orgías y vuestros goces nuestras justísi-
de versos, convirtió un dia de gloria y de mas quejas, sufridlas, que éste es vues-
orgullo en dia de afrenta y de deshon- tro castigo. Nunca permitiremos que
ra, y con u n crimen m a n c h ó l a victoria, embrutezcáis al pueblo, y hasta lanzar
la victoria de Austerlitz. Sobre sus tro- nuestro postrer aliento, llamaremos y
feos e m p u ñ ó el p u ñ a l , destruyendo al escitaremos para que venga á socorrer á
propietario, al obrero y a l campesino, la Francia, que está casi muerta bajo el
dejando tras sí un m o n t ó n de cadáveres peso de las cadenas, á la insurrección
y conquistó el Louvre, cuando merecía santa que promovieron vuestros abuelos
ser encerrado en Clamart. y hasta invitaremos á Dios para que
Y cuando nosotros, á quien nos indig- fulmine sus rayos contra tanta i g n o m i -
nan él y todos sus satélites, creyendo nia. Preferimos que la suerte nos aplaste
presenciar un sueño horrible, decimos bajo su rueda, á encharcarnos en ese i n -
con repugnancia y con horror:—"¡Ciu- mundo cenagal.
dadanos, á las barricadas! ¡Abajo ese Jersey, Noviembre 1852.
sable abyecto, que n i siquiera es espada!
V i v a n la libertad y el derecho!,, cuan-
do gritamos así, nos llaman audaces y
XII.
malvados; para ellos somos bandidos,
deseamos el asesinato y las guerras c i -
viles, y somos unos incendiarios.
No falta quien dice:—"Sed prudentes.,.
H é a q u í lo que tiene por justicia, por Otros aconsejan:—'"El que quiere herir
v i r t u d y por gobierno ese hombre; reinar á Nerón se arrastra ó se desliza en la
por medio de la matanza, conculcar el sombra fingiendo, para no revelar sus
derecho, ahogar el pensamiento, obligar intenciones. A c u é r d a t e de Ettenheim y
á que retroceda el ochenta y nueve que de las célebres asechanzas; espera el dia
avanzaba; suprimir las leyes, la tribuna señalado, procura imitar á Cheréas que
y l a prensa; restaurar el abuso en prove- sale de las tinieblas solo, mudo y enmas-
cho de los hombres sin conciencia; entre- carado... L a prudencia nos conduce al
gar el pueblo á los voraces Troplongs; fin que deseamos, cuando escuchamos
quedarse con los palacios y con los sus consejos. Anda, pues, envuelto en las
millones, haciendo c í n i c a m e n t e vida de sombras.
Sátrapa; torturar á los héroes en maz-
Bien está; dejo para los que quieren
morras; desterrar á los que tienen firme-
vivir mucho tiempo esa v i r t u d tan co-
za y dignidad; vivir rodeado de rateros,
barde.
como vivia en otro tiempo el déspota de
Jersey, Agosto 1853.
Bizancio, y ser el brazo que asesina y la
mano que baraja.
Pues bien, desde el destierro y á pesar
del incienso y de la adulación, tenemos XIII.
el valor de confesar, á l a faz de los t i -
ranos y á la faz de los ejércitos, las A .1 u v e n a l .
siguientes verdades:—"Representáis la
violencia, la injusticia y la fuerza; te
neis de vuestra parte á los soldados y á I.
los cañones, sois u n coloso y nosotros so
mos átomos: pero lucharemos, vosotros Volvamos á la escuela, m i querido Ju-
por la opresión, nosotros por la libertad. venal. Ven, baja del tribunal, desde don-
Señalaremos los pontones y las catacum de has hecho resonar tus versos i n i m i t a -
bas, y exclamaremos ante los sepulcros bles por espacio de dos m i l años. Tengo
abiertos: temed, franceses, arrepentiros un que comunicarte cosas asombrosas. T e n
dia de las l á g r i m a s de los inocentes y de entendido que, s e g ú n dice Riancey, cuan-
los huesos de los mártires. Dirigiéndonos do ha pasado a l g ú n tiempo por encima
á l a pátria, la decimos: resucita, destruye de la sangre, al cabo de un a ñ o ó dos,
á ese hombre, arranca de t u seno á ese el asesinato ya no es asesinato y el robo
Nerón parásito.,, ya no es robo; nos afirma t a m b i é n el se-
Pues bieo; lanzar esos gritos desde la ñor Veuillot, que cuando la hora ha dado
OBRAS D E VICTOR HUGO.

la vuelta en el reloj—lo que hace el elo-


gio de nuestro entendimiento,—con t a l IV.
que en Nuestra Señora sa queme incien-
so y que el suscritor lea cierta clase de Lo bueno, lo seguro, lo verdadero es
periódicos, sale alegre de su sudario, ayu- el oro que está encerrado en nuestra
dado por M . Fould, lazado por jueces y caja. Es extravagante el hombre que,
acicalado por hermosas, rodeado de cre- cuando todo se desquicia, protesta solo
yentes y de apóstoles, á despecho de nos- ante una nación y se atreve á manifes-
otros, iíusos y poetas, el mal que adquie- tarse indignado. Es preciso vivir como
re de repente la forma y la figura del todo el mundo y no obstinarse en que
bien. exista lo que ha desaparecido. Todo
muere en el mundo, el á g u i l a como el
II. gusano; m i levita está agujereada por
los codos, mis zapatos sin tacones, m i
sombrero viejo; ¿y queréis que la verdad
Es el apoyo del órden, es buen católi- abrigue la pretensión, rara y extrava-
co y afirma la prosperidad pública. L a gante, de ser eterna, de no mojarse
traición se viste de general francés; el cuando llueve, de ser hermosa siempre,
arzobispo, deslumhrado, bendice a l dios de reinar siendo pobre y de no morir
Exito, y lo que ayer fué crimen, hoy es cuando se le retuerce el pescuezo?...
h a z a ñ a . E l pistillo de la probidad se Preciso es resignarse á creer en los he-
vuelve del revés y punto concluido. L a chos y no en las teorías.
v i r t u d se manda retirar y el honor es ya
u n viejo loco que debemos atar dentro
de una mazmorra. Ilustre pensador, pro V.
curemos que esa nueva moral penetre
Sobre esto los charlatanes predican á
en nuestros duros cerebros. Tienes que
su auditorio de idiotas, soplones, estafa-
saber que la emboscada, que nos hace
dores, filisteos. L a Bolsa se rie; el alza
triunfar, es justa, honrada y l e g í t i m a , y
ofrece á los balances prismas ilusorios y
que al revés que sucede á las mujeres
la meliflua hipocresía prorumpe en afo-
sucede á los Estados; que cuando el c r i -
rismos. Granan mucho y están m u y con-
men envejece se hace hermoso, y se
tentos. Estas son, m i querido Juvenal, las
convierte en cisne el que antes era cuer
m á x i m a s de la época. U n subdiácono,
vo. Todo cadáver útil exhala olor de
encerrado en no sé q u é tabuco, se en-
á m b a r . Estamos en Junio y ya nadie
contró estas verdades barriendo en Mont-
se acuerda del crimen de Diciembre. H a
rouge, y las aprovechó tan bien, que
llovido ya mucho desde entonces. L a
con ellas se han hecho d u e ñ a s en los
cuestión queda reducida á lo siguiente:
tiempos modernos las gentes de su esto-
el hilo, el tisú, el a l g o d ó n y el a z ú c a r
fa, que declaran á l a luz de los pálidos
prosperan, y el tiempo todo lo borra. E l
fulgores de las velas de la sacristía que
perjurio y la traición, en cuando pasan
Juana de Arco es una cortesana y Me-
los años, tienen la propiedad de perder la
salina una virgen. Esto es lo que de-
deformidad y la bajeza, y el siniestro
muestran los curas, los obispos y los
asesinato, manchado de cieno, cambia su
talapninos en tres puntos, en nombre
faz de espectro en cara de á n g e l .
del Dios vivo, y lo que el ratero que me
limpia el bolsillo prueba con A m á s
III. es decir, con A r g o n t m á s Baroche.

Como al mismo tiempo, en ese traba- VI.


j o normal, la v i r t u d se convierte en falta
y el bien en m a l , has de saber que ¿No tenemos, m i querido J u venal, mo-
cuando Saturno hace correr el tiempo. tivo para indignarnos? ¿Pero de q u é nos
Nerón es u n salvador y Espartaco es u n servirá? Tenemos la costumbre los pen-
bergante. E n vano se oponen la razón y sadores de contemplar menos á los gran-
la justicia, h a b l á n d o n o s á todos los des hombres que á los hombres enanos;
oidos; debemos dejarlas que murmuren, lo mismo tú, que eres satírico, que yo,
como á dos viejas, sin hacerlas caso. Te- que soy tribuno, miramos m u y alto, y
nemos que acostumbrarnos á ese nuevo por eso los hombres vulgares dicen que
modo de ver las cosas y á proclamar que esta es nuestra enfermedad. Huimos de
Lebeuf es grande y Persil hermoso, y á encontrarnos con tontos y con perversos.
dejar el pudor en el fondo del lavabo. A Dombidau enseñando la calva y á
LOS CASTIGOS, 369
Fould adelantando la barba, prefiero ver cen coro á los ganapanes y los necios
á Jacobo Coeur y t ú prefieres ver á Ca- celebran las emboscadas, porque estas
tón; la gloria de los héroes y de los son las leyes de la madre naturaleza; este
sábios que Dios creó es una visión éter - es del antiguo instinto la aventura eter-
na y sagrada, y deslumbrados, con- na; cada sér se complace en las mons-
templando el espacio, pasamos la vida truosidades que halagan su apetito es-
viendo resplandecer en el éter á los pecial. ¿Por q u é sorprenderse de ese
gigantes, á los pensadores ó á los capita- crimen? ¿No hay muchos que le admi-
nes, mirando entre el ruido de los leja- ran? ¿No quedan ya séres viles y rastre-
nos clarines y encima del mundo en ros? ¿No existen ya chacales n i serpien-
que reinan aun las sombras, mezclando tes? ¿El asno ha desaparecido ya de la
con los rayos sus vagos pretales de oro, creación? Cuando Ciro, A n í b a l y César
infinidad de carros que vuelan por las montaban en pelo el espantoso caballo
nubes; porque hiere y ofende nuestra que se llama G-loria, cuando alados y
vista el enjambre de picaros y de pros- ébrios con la a l e g r í a del triunfo pasaban
titutas que revolotea á nuestro alre- radiantes por el horizonte enrojecido, las
dedor. á g u i l a s les decían:—"Sois nuestros se-
Pero reflexionemos y no seamos tan mejantes; lanzáis el rayo.,, E n la actua-
exclusivos. Y o aborrezco los corazones lidad los cuervos aclaman á Lacenaire.
abyectos y t ú desconfias de ellos; dejé- Encuentro justo que suceda así; aplaudo
moslos que vivan en su paz filosófica. á los cuervos y les doy las gracias; si la
necedad se mezcla en el siniestro con-
VII. cierto, tanto mejor. E n sus periódicos no
falta, m i querido Juvenal, quien decla-
Dejando esto aparte, ¿verdaderamen- ra, lo mismo que los señores Arras y
te podemos censurar el instinto y el Beauvais, que Mandrin es muy bonda-
temperamento? ¿No debemos acomodar- doso y que pisotea á los héroes y ensalza
nos á la naturaleza de los seres? E l cieno á los infames; esto se comprende, y sería-
tiene sus amantes y la basura sus sacer- mos m u y bobalicones de maravillarnos
dotes; donde uno se encuentra m a l , otro al oir que los Veuillots prefieren los car-
se encuentra bien: esto lo corrobora dos á los laureles.
Minos y t a m b i é n Eaque; ¿no es la cloaca
el paraíso del cerdo? Vamos á ver, dime, IX.
génio áspero y sutil, ¿qué nos importa y
en q u é nos a t a ñ e que el hombre del Dejemos, pues, que vocee la concien-
juramento haya derramado tanta san- cia humana, como perro que ladra que-
gre, n i que haya obispos que le canten riendo romper su cadena. ¡ Guerra á los
el Aleluya, n i que Saint-Arnaud bendiga justos proscriptos! ¡Gloria á los picaros
la mano que le paga, n i que haya propie- triunfantes! No hagamos mala cara á
tarios que le celebren y que le elogien, estas realidades y aceptemos el único y
n i que haya estómagos agradecidos? verdadero imperio. Saludemos complaci-
Guando la Francia vacila conmovida dos al condestable Trestaillon, a l limos-
por los huracanes de las traiciones, ¿de- nero mayor M i n g r a t y al gran elector
bemos sorprendernos, candidos y estu- Bosco, y no nos incomodemos si un retó-
pefactos, de que Parieu vaya á comer rico, un senador, u n s a n t u r r ó n , un sofis-
bellotas bajo l a gran encina, de que el ta, después de haber cantado á César,
agua corra á desembocar en el Sena, de lleno de grandeza, insulta á los proscrip-
que Troplong sea Scapin y que D u p i n tos lanzados á las soledades, á los bandidos
sea Dupin? que venció Tiberio Anfitrión. Compren-
derás, ilustre poeta, que todo eso es
vm. timbre de gloria para su talento, que
quizá es el arte de adular m á s exquisito;
Es antigua la inclinación humana á y que se halaga menos á Enrique V I I I ,
la torpeza. E l oprobio es un sitio, es un el buen rey, alabándole, que zahiriendo á
centro, es una costumbre, es un techo, Morus: los dictadores de talento, que es-
es una almohada, es una cama tibia y t á n cansados de elogios crudos, están
muelle, es una buena capa que abriga ávidos en medio de su gloria y de su ar-
cuando conviene; el oprobio es el ele- rogancia de los refinamientos de las ala-
mento en que respiran los séres i n m u n banzas indirectas. Así son los déspotas,
dos. No nos debemos sorprender de ver génio cáustico. E l poder y los honores
que en ambos mundos las víctimas ha son m á s agradables cuando abren una
TOMO V ,
' 47
370 OBRAS D E VICTOR HUGO.

ventana que cae sobre el cadalso del los gorriones y con los aguza-nieves, le-
justo. E l condimento m á s sabroso de la vantando vuestra cabeza de colores, pu-
felicidad de los tiranos lo constituyen liendo vuestras plumas azules, y aunque
los desterrados que lloran á la orilla sois muy bellos, sois muy Cándidos, y
desierta del mar, los sabios torturados y cantáis en los aires sin saber por qué;
los mártires espirantes. Juvenal, antiguo pero me i n u n d á i s de emociones sagra-
león clásico, nuestro vino de Champag- das, y cuando os oigo cantar en la enra-
ne y t u vino de Masico, los festines, los mada, se abren mis alas, se rejuvenece
palacios y el lujo desenfrenado, la adhe- m i corazón, que aspira u n amor sin tér-
sión del sacerdote y el amor de F r i n é , mino, y se llena del infinito.;; Entonces
los triunfos, el orgullo, los obsequios, los me entrego á largas fantasías. E n esos
halagos, todas las voluptuosidades que momentos, t ú lo sabes, Juvenal, sale por
saboreaba Cejan y que regalaban á Ru- casualidad un periódico de m i bolsillo, y
fino, son m á s dulces al paladar, tienen mis ojos distraídos, que miraban á los
sabor m á s delicado para el que no es cielos, chocan con uno de esos nombres
necio en la copa en que ayer Sócrates que causan vergüenza; entonces se apo-
bebió la cicuta. dera de m í el horror; en los verdes bos-
Jersey, Noviembre 1852. ques se me aparece Némesis y me enseña
al través de las ramas y de las flores su
cuello de furia.
Es que queréis que se os consagre el
XIV. hombre entero, ¡oh deber! ¡oh pátria!
F l o r e a ! , (i)
¿Es que cuando t u flanco gotea san-
gre, ¡oh Francia!, quieres que nos ator-
mente la angustia, que solo te miremos
á t í y que se aneguen nuestros ojos en
Cuando vuelven los hermosos dias del tan profunda compasión, que deje de m i -
verde Floreal; cuando el manantial de rar á los cielos para no mirar m á s que
agua se convierte en azófares brillantes t u sangre?...
á los rayos del sol; cuando la modista, Me levanto y todo se borra ante mí:
sentada con la aguja en la mano, suspi- extremecido, solo tengo ya ante la vista
ra mirando el camino que quisiera to- á un pueblo torturado, crímenes sin cas-
mar para i r á coger ñores en vez de tigo, agravios sin satisfacción, gigantes
coser; cuando los pájaros cantan el amor agarrotados por pigmeos, mujeres en las
en sus nidos; cuando el manzano se em- mazmorras, niños en los pontones, presi-
polva como un m a r q u é s para i r al baile; dios. Senados, cadáveres y gemonías. En-
cuando, despertados por el mes de Mayo, tonces, pisoteando todas las flores que
Cárlos X I I y A n í b a l dicen:—"Ya es habia estrujado ya m i cólera, huyo de
hora,,, y hacen rodar hácia los sangrien- allí, y al sol magnífico prefiero la som-
tos tumultos, el primero los cañones y bra, y á las aves les digo que se callen.
el segundo las catapultas, yo exclamo: No debe haber para m í primavera n i
•—"Salve, oh sol brillante!,, Oigo entre cielo azul, y debo maldecir al hijo de
las flores á los alegres jilgueros y á los Hortensia de Saint-Leu y á los bandidos
mirlos; el árbol canta; me entrego á la que con él gobiernan, á Troplong, á
primavera que redobla l a vida. Todo bri- Fould, á Maguan, á los dos Faustin, que
lla, todo resplandece, y el cielo, cobijan- ofuscan la luz del dia y que consiguen
do al hombre encantado, le tiende su llenar de ódio u n corazón que rebosaba
vasta mirada llena de serenidad. Enton- de amor.
ces la yerba me invita y el prado me Jersey, Mayo 1853.
convida; entonces absuelvo á la suerte,
perdono l a vida y me digo á m í mismo:
—^En el mundo solo debíamos amar
Siento en m í , como en el exterior, que XV.
todo se anima, y hablo así á las aves:—
"Pajarillos, pobres nevatillas, pobres j i l Stella.
güeros, n i siquiera me conocéis; voláis
al acaso por los campos, por los bos-
ques, por las praderas y por los sombra Me dormí por la noche en la playa;
dos, mezclándoos con los chorlitos, con me despertó la fresca brisa, y entre sue-
(1) Octavo mes del calendario republicano francés, contán-
ños abrí los ojos y v i brillar la estrella
dose desde el 20 de Abril hasta el 19 de Mayo. de la m a ñ a n a . Resplandecía en el fondo
LOS CASTIGOS. 371
del cielo lejano con infinita y suave ciado manos blancas, y en el T u r f habia
blancura. E l aquilón huia llevándose la sentido con frecuencia latir cerca de él
borrasca. E l astro brillante convertía las corazones de mujeres. Su propietario ha-
nubes en rocío. Aquella claridad pensa- bia ganado muchas apuestas.
ba y vivia y aplacaba el escollo en que E l segundo c u a d r ú p e d o pertenecia á
las olas revientan. P a r e c í a u n alma al la milicia; era pequeño y formidable, era
través de una perla. L a noche no se ha- de acero; era un caballo que Racine hu-
bla disipado aun por completo y las biera llamado corcel. Cuando estaba bri-
sombras permanecían en vano, porque dado se encabritaba, ébrio de alegría.
el cielo se iluminaba con una sonrisa di- En su mantilla llevaba bordadas estas
vina. L a claridad plateaba lo alto del tres palabras: Essling, U l m , Jena. Tenia
mástil inclinado; el navio era negro, pero la poderosa fiereza que posee el que está
su vela blanca; algunas gaviotas, posa- orgulloso de lo que vale; su caparazón
das sobre una escarpadura, contempla- era rico y sonoro, y cuando piafaba pare*
ban fijas la estrella, que parecía un ave cia que oia el tambor.
celeste, formada de una chispa. E l Océa- E l tercero era u n caballo de trabajo;
no, semejante al pueblo, se dirigía hácia por todo adorno llevaba una cuerda a l
ella, y rugiendo en voz baja, la miraba cuello; cuando andaba la pobre bestia
brillar, temiendo que de un momento á parecía un esqueleto, pero conservaba
otro se volase. Inefable ternura llenaba bastante empaque para parecer vivo to*
el espacio. L a yerba verde se extremecia davía.
á mis piés; los pájaros se hablaban den- E l hermoso caballo de lujo decia:~
tro de los nidop; una flor, que se desper- " A q u í el Papa, allá el barón Brisse; para
tó, me dijo:—"Esa estrella es m i her- el estómago Brebaut, para el alma L e -
mana.,, Y mientras apresuradamente la yóla; m i amo siempre me dice que lo que
sombra retiraba sus velos, oí una voz que importa en el mundo es que nos bendi-
salia de la estrella y que me dijo:—"Soy gan, beber y comer bien, y yo compren-
el astro primero que aparece; soy la que do que m i amo tiene razón, y yo a ñ a d o
creen en la tumba y salgo de ella. He que las cocottes sirven de ornamento á
brillado en el Sinaí, he brillado en el los derbys. Los pueblos necesitan u n
Taigeto; soy la piedra de oro y de fuego Dios servido por sacerdotes; nosotros los
que Dios arroja con una honda á la caballos una caballeriza de caoba; el
frente negra de l a noche. Renazco cuan- hombre la Biblia y leer los menos perió-
do un mundo se destruye. Naciones, soy dicos posibles. E l Jockey-club vale m á s
la Poesía ferviente. He brillado en la que el espíritu L e g i ó n . Sin religión no
frente de Moisés y en la frente del Dan- puede existir ninguna sociedad. Si yo
te. E l león Océano está enamorado de no fuera caballo, quisiera ser fraile.,,
mí, y corro hácia él. Despertad, fé, virtud, — " Y o quisiera poder comer algunas
valor. Pensadores y génios, subid á la veces un poco de avena y un poco de
torre y sed centinelas. Abrios, párpados; yerba, dijo suspirando el caballo labrie-
encendeos, pupilas; tierra, cava el surco; go. Trabajo mucho, y ya veis q u é flaco
vida, despierta. ¡De pié todos los que y q u é triste estoy. Me tratan casi tan
dormís, porque el que me sigue, el que mal como á los hombres negros. T a n
me envia delante es el á n g e l de la liber- difícil es contar los latigazos que yo re-
tad, es el gigante de la luz!,, cibo, como contar los pájaros que cantan
Jersey, 31 Agosto 1853. en u n bosque; paso hambre, sed y íriOj
y sin ser feroz, soy m u y desgraciado.,,
Así habló el rocin.
Entonces, indignado y lleno de f uror^
XVI. el caballo de batalla, contento con su
suerte, gritó:—"Viva el emperador!^
L o s tres caballos.

Tres caballos, que hablan atado al


XVII.
mismo árbol, estaban hablando. Aplauso.
E l primero era ligero, corredor, de
ancas de mármol; valia cien m i l francos,
y enjaezado de oro, decía: Sum qui sum, T ú , que eres una gran nación, tienes en
que t a m b i é n los animales hablan en la actualidad un imperio que hace sonar
l a t i n . Más de cien veces le h a b í a n acari- sus espuelas, una corte en cuyo trono
372 OBRAS D E VICTOR HUGO.

pudiera sentarse el rey de Tunia, una hora y alcanzar una revancha propor-
Bolsa en la que se crean fortunas en ocho cionada al envilecimiento, y saldrás, pá-
dias, floristas que arrojan ramilletes á tria mia, cambiando de repente de for-
los soldados, abates, jueces, lacayos, que ma con extraordinario arranque, porque
bailan sobre sacos de oro una danza t a l es la ley del progreso humano. Re-
macabra; l a banca arrodillada arengan- trocede, pues; desciende, cae, besa los
do a l sable, pirámides de balas apiladas piés de t u señor y de sus criados; besa á
en los arsenales, Senado, sermones que Troplong, lame á Baroche; desciende
reemplazan á los periódicos, generales más, que ya se acerca el dia; descien-
con dorados deslumbrantes, un Paris que de m á s , que ya se aproxima la hora.
se restaura completamente, coches tira- Esto me regocija, porque abrigo t a l fé
dos por ocho caballos, que entran con en t u porvenir, que comprendo que ha
estruendo en el Louvre; fiestas todos los de llegar el instante en que digas con
dias, bailes todas las noches, ilumina- firmeza:—^Basta!,, Todo pasa á través
ciones, juegos y espectáculos; en una de tí como al través de una criba; pero
palabra, te has prostituido á ese hombre te despertarás m u y pronto, pálida y ter-
miserable. rible, y s ú b i t a m e n t e serás soberbia. D e l
Todas tus conquistas te cayeron de imperio abyecto saldrás con esplendi-
las manos: se dice ya "los antiguos fran- dez, y tus alas brillantes, sacudiéndose
ceses,,, como se dice "los antiguos roma- el fango, d e s l u m h r a r á n al mundo; las
nos,,, y esto hace avergonzar á tus hijos diademas de oro se derretirán en la fren-
actuales; el mundo se complacía con t u te de los reyes, y el Papa, a r r a n c á n d o s e
gloria, y te pide cuentas de ella, porque "a tiara y arrojando la cruz, se esconde-
le era muy grato que le despertara el so- r á temblando bajo el púlpito, y Themis,
nido de tus clarines; contemplas con m i - con los brazos ensangrentados, h u i r á
radas estúpidas á ese Nerón rodeado de durante la noche y se ocultará en las
sus Romieux, disfrazados de Sénecas; tinieblas; los ojos de la humanidad se
te complaces en oir los cantos de esa l e ñ a r á n de luz; todos los oprimidos, le-
colección de obispos, que mientras que vantando la cerviz, se verán vencedo-
el César pasa revista á su harén, ento- res, libres y radiantes en cuanto vean que
nan el Salvum fac imperatorem (Salva al sacudes t u oprobio á los cuatro vientos
emperador).—Tu alma se queda h u m i l del espacio.
de, como u n perro bajo el pié que le Jersey, Setiembre 1853.
aplasta; t u Noventa y tres recibe á cada
instante latigazos del expatriado que
ayer era ludibrio de Europa. Dilapidas
tus propios recuerdos y la Marsellesa se
ha helado en tus labios. T u Campo de
Marte sufre la presencia de vencedores
LIBRO SÉPTIMO.
repugnantes. Y a no eres nada; n i si-
quiera recuerdas en t u l ú g u b r e olvido
q u é nación derribó la Bastilla. Todos los
domingos vas á la Courtille, riendo, á Los salvadores s e r á n vencidos.
saltar, á beber, perdido ya todo instinto
moral, como una bribona ébria, á echar
te en brazos de u n cabo, que te abofetea
Y al regresar por el boulevard sombrío
donde los cadáveres reunieron tantos
cuervos, cantas alegre canciones las-
Sonad, sonad siempre, clarines del
civas.
pensamiento.
E s t á bien; rebájate m á s aun; esto me Cuando J o s u é , pensativo, con la vista
regocija, porque nos promete una gran fija en el cielo, seguido por los suyos,
revancha; porque tú, Francia, ascenderás caminaba, y como irritado profeta hacia
tanto en grandeza cuanto m á s te rebajes sonar el clarin alrededor de la ciudad,
ahora. E l porvenir necesita de gigantes el primer toque hizo reir al rey; el
co esfuerzo. Entre tanto arrastra el hor segundo, riendo t o d a v í a , le obligó á
rible carro de ese s á t r a p a ébrio, tú, que preguntarle:—"¿Crees derribar m i ciu-
has conducido las cuadrigas de las vic dad con el soplo de ese instrumento?,,
torias, que yo te a p l a u d i r é . E s t á s conde Cuando sonó el tercer toque, el Arca iba
nada á obrar prodigios, y el mundo te delante; después las trompetas, después
verá salir bruscamente cuando llegue la I todo el ejército en marcha, y los mucha-
LOS CASTIGOS. 373
chos iban á escupir el Arca, y soplando corvados bajo su afrenta; necesita pro-
con su trompa imitaban al clarin. A l porcionarles las brillantes h a z a ñ a s de
cuarto toque, desafiando á los hijos de ayer; la j a u r í a guerrera necesita cazar
Aaron, las mujeres se sentaban en las aureles; los soldados que padecen del
viejas y mohosas almenas, y mientras sarpullido del 2 de Diciembre, no pue-
hilaban el copo de lana, se burlaban de den siempre, como perros viles, roer el
los hebreos y les arrojaban piedras. A l Doulevard de Montmartre, cuando sus
quinto toque llegaron á aquellas mura- padres royeron u n Austerlitz.
llas los ciegos y los cojos y silbaron á
los clarines, cuyo eco resonaba en las II.
nubes. A l sexto toque, á la torre de
granito, tan alta que en su cima las Pues bien, soñaba; m i ilusión se disi-
á g u i l a s hacian nido y tan dura que no pó. L a gloria fué u n delirio, un vapor.
podia derribarla el rayo, subió el rey, y Qué horrible despertar, soldados! E l
mofándose, exclamó:—"Los hebreos son imperio es la fuga, el imperio es el
excelentes músicos.,, Y alrededor del miedo. E l Mandrin de la paz es u n sér
rey chancero se burlaban los ancianos cómodo y pacífico; ese Schinderhannes
que por la noche tomaban asiento en el teme los golpes. Soldados, por él fuisteis
templo y deliberaban. parricidas, y él es cobarde para vosotros;
A l séptimo toque... las murallas caye- vuestra gloria pereció bajo este incubo
ron en tierra. de manos de cieno y de corazón de bron-
Jersey, 19 Marzo 1853. ce. Temblad! E l czar marcha sobre el
Danubio y vosotros no m a r c h á i s sobre
el Rhin,
II.
III.
E l retroceso.
Pobres soldados de l a Francia! Adiós,
campamentos; adiós, tiendas de campa-
I. ña; perded toda esperanza, porque todo
eso terminó; no lavareis combatiendo el
Me hacia las siguientes reflexiones: crimen que os ensangrienta; ese crimen
comprenderá que los soldados están ca fué u n lazo para nosotros y para vos-
bizbajos y él sin duda p r o c u r a r á evitarlo: otros es el abismo. Cartouche reina, y
el pueblo ama el combate, y cuando oye con esto está dicho todo. Os ha sujetado
toques bélicos, Francia canta y aplaude. el 2 de Diciembre, hordas e n g a ñ a d a s ,
L a guerra es una p ú r p u r a que encubre que solo sois ya u n r e b a ñ o . Esconded
bien al asesinato; quizás conduzca la las manos y las espaldas y ocultad bajo
Francia á la gloria. Quizás a l g ú n dia vuestras banderas las manchas que hor-
veamos salir por escotillón un Marengo rorizan á vuestras familias y que hacen
de su crimen. Necesita cubrir de gloria sonreír á Dracon. Conservad el luto,
á los que avergonzó y aterrorizó. Nece conservad la sangre, conservad el cieno;
sita que, volviendo vencedor, desfilen vuestro señor ódia el peligro y os hace
los soldados ante su pretorio, procurando retroceder; conservad en las mejillas el
ocultar á la historia su argolla y ajustar bofetón del extranjero. E l enano ha
su banquillo de acusado al antiguo carro rebajado vuestra talla hasta su estatura;
de triunfo en que subió el gran empe- solo es audaz para robar. Dad u n adiós
rador. á la gran guerra y á las grandes bata-
Querrá ser César, aniquilar, disolver llas, á W a g r a m y á L o d i . Es preciso que
los antiguos Estados desquiciados y mos- marchéis detrás de su crimen, que vues-
trarse al universo lanzando rayos con tras alas han caído prisioneras en la liga,
las manos que fabricaron llaves falsas. y desde hoy en adelante solo tendréis
H a r á estallar la m á q u i n a del mundo por bandera el mandil de ese carnicero.
antiguo; q u e r r á vencer y sobrenadar, Renunciad á l o s combates, renunciad a l
v e n g á n d o s e de los recuerdos horribles nombre de Q-rande Ejército, renunciad
de Hudson-Lowe, de Blucher, de We- al antiguo orgullo de la bandera trico-
llington y de Rostopschine. Las circuns- lor, renunciad al himno brillante de la
tancias le ofrecen la ocasión y sabrá victoria, á que las mujeres os arrojen
aprovecharla. Mandando quinientos m i l flores al pasar, ai incienso y á los arcos
hombres no puede permanecer en la de triunfo, bajo los que os saludaban las
ignominia eternamente, sin dejarlos en- sombras de los antiguos héroes, Conten-
374 OBRAS D E YICTOR' HUGQ.
taos con que los sacerdotes canten el Te-1 E l viento agita los árboles del bosque;
Deum en el matadero. No conquistareis un sábado nocturno parece que con sus
la palma expiatoria, la palma de nue- silbidos llena la selva, y en ua claro, en-
vas hazañas, n i veréis que la gloria dore tre las nubes, aparece la luna.
las crines de vuestros caballos.

IY. Caza corzos, caza gamos, corre por el


bosque, caza al czar, caza al Austria,
L a epopeya termina al empezar. Aní- cazador negro.
bal ha tomado un calmante; la Europa
queda admirada y recibe con silbidos el Toca la bocina, caza a los siervos que
inmenso aborto. E l sobrino se vá por la vienen á pacer; caza al rey, caza al sa-
puerta secreta; ese espadachín, ese per- cerdote, negro cazador.
donavidas, ese m á s c a r a bigotudo, con
la frente baja, l ú g u b r e y castigada, des-
aparece entre los silbidos, por entre bas- Truena, llueve, cae el agua á torren-
tidores, como u n artista de Franconi, tes, huye la zorra sin refugio y sin espe-
Ese histrión tiene por único talento el ranza; caza al espía, caza al juez, caza-
arte del crimen, y le sientan mucho me- dor negro.
jor las noches de Saint-Barthelemy que
las batallas de Aboukir y de Friedland.
Sonad, clarines; redoblad, tambores; el Todos los demonios de San Antonio
gran sable tiene miedo de ostentarse á saltan por la loca avena sin conmover-
la claridad del dia; el fanfarrón tarta- te; caza al abad, caza al monje, cazador
mudea y desaparece; la escuadra en- negro.
tra en el puerto y el á g u i l a en el galli-
nero. Caza al oso, si no se te escapa; caza al
jabalí; cumple con t u deber; caza a l Cé-
V. sar, caza al Papa, cazador negro.
Todos los capitanes que brillan en el
E l lobo huye de t u senda; que le per-
Louvre y que forman su séquito dicen:
siga la trailla de tus perros, córrele;
—"Comámonos á la Francia y al pueblo
caza al bandido Bonaparte, cazador
en familia;;. Forey exclama:—^'Cuidaos
negro.
mucho, majestad,,. Reybel vocifera:—
"Rayos y truenos! Estémonos quietos.
E l czar hace maniobrar á su Guardia... E l viento agita los árboles del bosque;
No juguemos con íuego;;. Espinase aña- un sábado nocturno parece que con sus
de:—"César, tened mucho tacto, que los silbidos llene la selva; el claro canto del
calmucos no son mancos,,. Leroy replica gallo llega hasta las nubes; el alba apa-
•—^"Ctíñid vuestras sienes con el laurel rece.
del 2 de Diciembre, príncipe, y conser-
vad los piés calientes,,. Maguan excla-
ma:—"Bebamos y gocemos, señor, que Todo recobra su antigua fuerza y
las ilusiones solo son ilusiones,,. Entre vuelves á ser la altiva y hermosa Fran-
tanto en la sombría llanura se rie el león cia, el a r c á n g e l que venera el mundo,
negro de "Waterlóo. cazador negro.
Jersey, J u l i o 1853.
E l viento agita los árboles del bosque;
un sábado nocturno parece que con sus
silbidos llene la selva; el claro canto del
gallo llega hasta las nubes; el alba apa-
E l cazador negro. rece.
Jersey, Setiembre 1853.

—Quién eres, viajero? ¿No te arredran IV.


el bosque solitario, los cuervos que van
volando, n i el tiempo que amenaza?—No; L a c l o a c a de R o m a .
estoy acostumbrado á la oscuridad; soy
el cazador negro. H é a q u í el agujero, hé a q u í la escala;
bajad. Mientras, en el cuerpo de guar-
LOS CASTIGOS. 375
dia de enfrente se juega á los dados y te de aquel abismo baria huir al hombre
se rien en las narices de las matronas más estóico. Todo el pavimento está lle-
caDrichosas, dejando que aturda en las no de grietas y de rajas pestilentes; los
calles la ronca voz del pregonero que murciélagos vuelan en todas direccio-
publica el último trance del H ú m i d a ó nes. E n aquella neblina y dentro de
del Dacio; mientras, agrupados en la de- aquellas catacumbas parece que se oiga
lantera de las tiendas de madera los za- refunfuñar á Atropos. Los piés sienten al
pateros de remendón romanos y los ven- andar por allí que tocan la espalda blan-
dedores de yerbas milagrosas, comentan ca de los sapos, el agua rezuma gota á
los proverbios de la Minerva etrusca; gota, y de vez en cuando alguna escalera
bajad. se vé que sumerge sus escalones en el
Os encontráis en seguida en un sitio vacío. Todo allí es fétido, informe, ab-
monstruoso, infierno de osouridad y de yecto y repugnante. E l osario, el mata-
barro, de pórticos tortuosos, cuyas pare- dero, la horca, el lavadero, los rancios
des tienen lepra, y en cuyas pústulas se Derfumes dentro de las redomas persas,
deslizan los escorpiones mezclados con el vaciado aguamanil de las meretrices,
las t a r á n t u l a s . el agua lustral arrojada á los piés de los
Por encima de este techo fangoso, ar- dioses falsos, la sangre de los confesores
riba, en el circo inmenso, lleno de varios y la de los gladiadores, las lujurias m á s
juegos, sobre empedrados sabinos, for- asquerosas, el caldero vertido de las ne-
mados de losas centenarias, ruedan los gras Oanidias, lo que Trimalcion vomita
carros, los ruidos, los vientos y los true- por el camino, todos los vicios de Roma,
nos; el pueblo ruge y rie en el Foro sa- cloaca del género humano, pasan como
grado; el navio Ostia está amarrado al por una criba al través de aquella bóve-
puerto; el arco triunfal brilla, y en sa lími da, y toda la inmundicia del universo se
te agrario maman, desnudos y divinos, filtra allí gota á gota.
los hermanos Remo y R ó m u l o , lobeznos Arriba de la cloaca vive l a ciudad,
de la loba de bronce; á poca distancia el tiñéndose los labios de carmin, con la
rio Tíber hace fluir sus ondas serenas, corona de hiedra ceñida á la frente y
desarrollándose como ancha cinta de con la copa en la mano; el pueblo canta,
plata, y en él van á beber la vaca y los tapándose con flores su llaga dolorosa,
búfalos. y allí es donde la úlcera supura, allí
E l horrible subterráneo se extiende en es donde está l a cloaca m á s horrible
todas direcciones; de vez en cuando abre, y m á s v i l . Roma entera, con todo su
bajo los piés de los t r a n s e ú n t e s , sus res pasado, alegre, soberana, esclava y cri-
piraderos infectos; esa cueva se convier minal, se sumerjo en ese pantano de fan-
te en rio en época de lluvias; hácia el go eterno y sin fondo. E n aquel lóbrego
medio dia los barrotes de hierro de los recinto, siempre abierto, desemboca toda
respiraderos reflejan los rayos del sol, y la inmundicia; la vieja trapera v á á va-
la pared parece que i m i t a el dorso de las ciar allí su cesto y el mundo vacía allí
cebras; el resto del abismo permanece el imperio. Llena el horror aquel antro,
estando oscuro. E n varios puntos se vé y todas las impurezas de la creación
el empedrado, como en casa de los cor caen y se sepultan en aquel sombrío
tantes, lleno de sangre, que la producen abismo. A veces en su fondo se vislum-
los sudores de las piedras. E l olvido, la bra algo horrible que en otro tiempo es-
peste y la noche viven allí. Los ratones tuvo vivo: m a n d í b u l a s , ojos, vientres,
se chocan persiguiendo á los topos; las e n t r a ñ a s , esqueletos que manchan las
culebras serpentean por las paredes como paredes; el que se acerca y fija a l g ú n
l ú g u b r e s claridades; los cascos de vaji- tiempo la mirada en aquel m o n t ó n mons-
llas, los andrajos, los pilares con piés ver truoso, hundido en el lodo y arrojado allí
dinegrcs, los reptiles dejando rastros de por una abertura, no puede distinguir
su baba, las t e l a r a ñ a s pendientes de los si aquellos cuerpos podridos, que con-
maderos, los charcos imitando horrorosos servan forma aun visible, han pertene-
espejos, en los que nadan no sé q u é séres cido á perros reventados ó á Césares po-
torpes y negros, forman horrible hormi dridos.
gueo en la oscuridad. L a antigua hidra Jesey, 30 A b r i l 1853.
del caos trepa por todos aquellos escom
bros, en los que se ven animales acurru-
cados y comiendo; el moho rojo con es
camas de plata hace brillar sus mosáicos
en el l ú g u b r e oenegal. E l olor repugnan
376 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Berlín y Viena eran sus queridas; ól


las forzó, apoderándose de sus fortale-
zas; sus triunfos y sus h a z a ñ a s maravi-
V. l l a n . — A q u í tienes esas rameras; son
para tí, que eso para tí es bastante.
Era el mes de Junio; estaba en Bruse-
las y me preguntaron:—^" ¿Sabéis lo que P a s ó montes y llanuras, llevando en
está haciendo ese bandido?,, No lo sabia, la mano la palma, el rayo y las riendas
y me refirieron el asesinato jurídico de del gónero humano; la embriaguez de
Charlet, que pereció en la plaza pública; su gloria resonó en todo el mundo.—
de Cirasse, de Ouisinier y de todos los A q u í tienes sangre; ven á beber, que eso
desgraciados que ese hombre arrastró al para tí es bastante.
suplicio y que con sus propias manos a t ó
á la báscula el salvador, el vencedor, el
héroe. Dios hace brotar de la tierra las Abrió, para que cayera, el mar su abis-
mieses, los frutos maduros, las rosas, las mo; en ól se s u m e r g i ó , desapareciendo
abejas, las encinas y los laureles, y t ú con grandeza.^—Tú te a h o g a r á s en el
haces brotar la guillotina. cieno, que eso para t í es bastante.
Eres un príncipe al que ninguno de Jersey, Setiembre 1853.
los que no te han votado quisiera en-
contrar una noche en l a soledad de una
selva. Vil.
M i frente ardia; me paseó por la ciu-
dad y todo en ella me pareció oscuro y
Patria.
lleno de guerra civil. Los t r a n s e ú n t e s
me hacían el efecto de espectros horro-
rizados, y salí de la ciudad y me internó
por los campos. L a naturaleza no consi- MÚSICA D E K E E T H O V E N .
guió tranquilizarme: la brisa, la llanura,
las flores, todo me irritaba; me extreme- Quión suspira a l l á arriba? ¿Es un es-
cia la naturaleza por vivir en ella ese píritu? Es una mujer? Mira su hermosa
malvado. Sin poderme tranquilizar a n d é frente, arrodillado, pueblo. ¿Es nuestra
m á s de una legua. Apareció la noche alma que vuelve á nosotros?
triste; las tinieblas lo iban invadiendo
todo á m i alrededor y al fin la luna
apareció sangrienta, y en los cielos, cu- Su enlutada figura se nos aparece y
biertos de luto, v i caer una cabeza sepa- nuestro antiguo orgullo sale del a t a ú d ;
rada de su tronco. sus miradas incitantes y vencedoras des-
Jersey, Mayo 1853. piertan todos los corazones y todos los
cánticos.

vi. Es el á n g e l del dia, es l a esperanza,


es el amor de los pensadores, es la clari-
Canción. dad de un mundo mejor; se llama l a
Francia, se llama la Verdad.

Su grandeza deslumhró á la historia; Hermoso á n g e l , cuando desciendes y


durante quince años fuó el Dios que miras en el espejo el poder v i l que te
arrastró tras sí á la victoria ó impuso á ofrecen, dices al mundo:—'"Pueblo, for-
la Europa su ley guerrera. T ú vas de- ma tus batallones,,, y el mundo, entu-
trás de ól, t ú le imitas, eres su mono. siasmado, te responde:—"Los formaré,,.

Napoleón en la batalla, grave y sere- Es el á n g e l de l a media noche que


no, guiaba al travós de la metralla el sigue á los reyes, y que marca de ante-
á g u i l a de bronce. Pudo entrar en el mano en el cielo su momento fatal; se
puente de Arcóle y pudo salir.—'Aquí llama la Francia, se llama el Castigo.
tienes oro; ven, cógelo y huye, que eso
para tí es bastante.
Así como vemos volar los alciones en
377
el mes de Mayo en pos de sus rayos, agüero, ya de v i l reptil, ya de m ó n s -
volad, naciones; sus brazos, que se dirigen truo, quimera, preocupación ó mentira,
al firmamento, cierran el pasado y las sorprende á la caravana acampada ó
puertas de hierro del sombrío infierno. adormecida, y saliendo entonces de l a
oscuridad, trata de volverse á apoderar
de esos espíritus que se le escapan,
Es el á n g e l de Dios, y en los espacios
azules sus inmensas alas abiertas cubren
II.
cariñosamente á toda la humanidad. Se
llama la Francia, se l l a m a la Libertad. E l dia v á declinando; llega la caravana
Jersey, Setiembre 1853. á la cumbre de alguna á r i d a m o n t a ñ a
que rodea inmensa soledad, y en la que
n i un árbol, n i una roca, n i u n abrojo
interrumpe la m o n o t o n í a de su l ú g u b r e
horizonte. A la primera luz de las estre-
L a caravana. llas clavan las estacas en el suelo y ex-
tienden las tiendas, encendiendo hogue-
ras en el campamento. Es ya de noche.
I. Viajeros fatigados, dormid!
Pero no, velad! porque todo se despier-
Por la tierra, ya pasando un arenal, ta á vuestro alrededor. Poneos en pié y
ya inmensa s á b a n a , unos tras otros en prestad oidos. Ved á la claridad zodiacal
larga caravana, trocando sus pensamien aparecer el g a v i l á n gris, el mono obsce-
tos en confusos rumores, llevando con no, el chacal, los ratones, las comadre-
sigo leyes, hechos y costumbres, los es jas, las g a r d u ñ a s , todos los visitadores
píritus son viajeros eternos que viven nocturnos de las tiendas de los beduinos;
en perpetua marcha. Unos llevan la la hiena de paso tortuoso, que amenaza
bandera, otros llevan el Arca; su santa y que huye; el tigre de cráneo aplastado
peregrinación se llama Progreso. De vez y de m a l instinto, cuya ferocidad se pare-
en cuando se paran, pensativos, soñado- ce á la alegría; las aves de r a p i ñ a ¿ las
res y fatigados: luego vuelven á empren- bestias carnívoras; todos estos animales,
der el camino. Se llaman unos á otros que, al ver fuego, lanzan extraños gritos
y se ayudan. Siguen andando. E n su y avanzan hácia él de cien partes á u n
camino trasponen llanura tras llanura, tiempo. E n la oscuridad, y como bandi-
m o n t a ñ a tras m o n t a ñ a , horizonte tras dos que merodean, esos bandoleros de l a
horizonte. Avanzan siempre y nunca naturaleza dan vueltas á vuestro alrede-
llegan. A cada etapa les sale un guia dor. Las llamas de las hogueras se refle-
a l encuentro; cuando desaparece Juan j a n en los ojos de los leopardos, y en el
Huss, aparece Lutero pensativo; Lutero hormigueo terrible de esas fieras se ven
se vá, y entonces Voltaire toma la an- por todas partes pupilas encendidas va-
torcha; cuando Voltaire se pára, llega gar por la oscuridad. L a soledad se llena
Mirabeau. Llenos de esperanza, sondean de aullidos fúnebres; de las piedras, de
y exploran una tierra desconocida; los fosos, de los barrancos, de todas par-
cada paso que dan v á disipándose la tes surge u n ruido feroz y monstruoso.
bruma; andan sin apartar un instante Cuando los pasos humanos penetran en
los ojos del término del viaje n i del asilo esas llanuras durante la oscuridad de la
adonde se encaminan, que es u n punto noche, los pobladores espantosos del de-
luminoso que se distingue en el fondo sierto acogen al hombre con gritos y r u -
de dilatada llanura; la Libertad sagrada, gidos. E n aquel caos de fuertes y de dé-
esplendente en lontananza; la Paz en el biles, en el que cada cual trata de saciar
trabajo, el Himeneo universal, el Ideal; su inmundo apetito, unos chillan, otros
esas son sus aspiraciones, esa es la Meca rien, éstos maullan, aquellos ladran y
del género humano. los demás g r u ñ e n . Los viajeros, horrori-
Cuanto m á s caminan, m á s les i m p u l zados, invocan, ó á su protector musul-
sa y exalta la F é . m á n ó á su p a t r ó n cristiano.
Llegan para ellos, sin embargo, ciertos De repente cesa el ruido y reina se-
momentos, cuando hacen alto por estar pulcral silencio.
fatigados ó por ver extinguirse la luz E l espantoso t u m u l t o calla; las quejas
del dia, que necesitan reposar y dormir y los estertores mueren como voces que
y en esos momentos el M a l , adquiriendo apaga la agonía, como si por milagro ó
todas las formas, ya de ave de ma' por encantamiento Dios se hubiese l l e -
TOMO V . 48
378 OBRAS D E VICTOR HUGO.

vado bruscamente á todos los zorros, juez Barrabás, los jesuítas de frente pá-
monos, buitres, tigres y panteras. Reina ida, que rezan con rosarios cuyos granos
profundo silencio. son balas; los Mingrats, que bendicen á
E l desierto queda mudo y solitario y 'os Heliogábalos; los Veuillots, que hace
la vista no alcanza á ver bajo del cielo Doco iban errando sin fuego y sin hogar
m á s que el espacio sin límites. y que antes de ser proclamados santos
De repente y en medio del silencio se arrastraban en los garitos los andrajos
oye largo y formidable rugido. Es el del de su estilo y los agujeros de sus botas;
león, "os Troplongs, los Rouher, violadores de
as Constituciones, estafadores que ha-
III. cen con las leyes lo que h a r í a n con una
baraja; los devotos, los vividores, todo
Llega, aparece el rey salvaje de las ese conjunto monstruoso de bellacos y
profundidades mudas. de miserables, desde el amo hasta el l a -
Acaba de despertarse, no como el lobo cayo, desde el bandido hasta el ratero,
triste que olfatea el ganado, no como el :odos ellos c a l l a r á n s ú b i t a m e n t e cuando
jaguar que v á á las ensenadas á hus- oigan, pueblo, t u respiración, y desapa-
mear si la borrasca ha arrojado cadáve- recerán con la rapidez del relámpa-
res, no como el chacal furtivo que v á du- go. Ocultos, desmayados, perdidos en l a
rante la noche á desenterrar muertos en oscura noche, antes de verte aparecer,
los campamentos después de las bata- desaparecerán y t u voz solemne y elo-
llas, sino para andar durante la oscura cuente, tronando, l l e g a r á hasta el cielo.
noche y á la claridad de las estrellas Jersey, Junio 1853.
porque el azul constelado le place, por-
que Dios hace que el á g u i l a contemple
al sol y el león á las estrellas. Llega,
atravesando las brumas del crepúsculo, IX.
con paso silencioso, tranquilo y satisfe-
cho, aspirando el aire puro que no puede Era de noche; llovía; la marea estaba
respirar en su antro, y con golpes des- alta y una niebla espesísima cubría toda
iguales la cola le bate el vientre, y el la costa. Las vertientes ladraban como
que siente que se le aproxima en la os- perros; las olas, al llanto del cielo unian
curidad, no le vé venir. Las palmeras, sus sollozos; el infinito sacudía y mezcla-
temblando como matas de yerba, se ba en su urna las sombras invasoras del
extremecen; y apacible, magnífico y so abismo nocturno; las bocas de la noche
berbio, llega siempre por el mismo cami parecía que r u g í a n en los aires. Oíase en
no á la hora en que el astro Venus decli- el mar el canon de alarma, y marineros
na en Occidente. próximos á naufragar pedían socorro.
Cuando entra en la colina, marcando E n medio de la borrasca, en la que una
sus garras en la arena movediza, antes ráfaga sucede á otra, a l g ú n barco perdi-
que el ojo humano vea extinguirse en el do lanzaba sus postreros gritos, viéndo-
horizonte su vago fantasma, antes de se sin piloto, sin mástil, sin áncora y sin
que avance en la llanura, todo calla; solo refugio. Caminó en dirección del buque.
se oye su poderoso aliento, que basta pa P a s ó por m i lado una vieja aterrorizada,
ra que se extremezca y tiemble toda la que me dijo:—^"Ha naufragado una em-
naturaleza y para que enmudezcan to barcación,,. Corrí á la playa y solo v i en
das las voces sombrías que aullaban. ella un sudario de neblina, de oscuridad
y de horror; estaba yo allí solo; el oleaje,
IV, levantando su cabeza del abismo, em-
pezó furioso á r u g i r contra m í , como
Cuando levantando l a losa de t u an queriendo alejar un testigo de su cri-
tro y cansado del largo sueño que te men.
oprime, ¡oh pueblo! abriendo los ojos á ¿Qué pretendes, pues, ¡oh Dios! de las
la claridad te despiertes tranquilo; e' ruinas, de los abismos y de las tempesta-
dia en que nuestros innumerables tira des, que no saciado aun de causar tan
nos comprendan que el que se remueve grandes naufragios, n i de sumergir á
en la oscuridad es el león, eres tú, pue fuertes n i á poderosos, quieres sumergir
blo; ese dia el grupo v i l en el que Fals t a m b i é n á los pequeños, y después de ha-
taff se j u n t a con Loyola; en el que esos ber sepultado á la Francia, necesitas
advenedizos sin probidad, que arrastran aun sepultar ese barco?
sotanas ó sables, el general Soufñard, e" Jersey, A b r i l 1853.
L O S CASTIGOS. 379
pués de haber sido titanes Saint-Just
y Robespierre; y la guillotina, después
X. de cortar la cabeza de Briareo, cortaría
la cabeza de A r l e q u í n . E l cadalso es u n
sitio de triunfo siniestro; es la cumbre
I. desde donde el m á r t i r remonta el vuelo;
su hacha es impotente para destruir la
Seria error creer que estos desastres aureola; el cadalso es la sangrienta al-
acaben en cantos y en apoteósis; induda- mena en la que se inclina el alma para
blemente llegará la hora del castigo: los ver la eternidad. L o que necesitan esos
decretos del Altísimo n i retroceden n i criminales es el gorro verde, es la casaca
e n g a ñ a n . Los dias espantosos del casti- de p a ñ o burdo, es el poste, son las pri-
go serán dias sublimes. T ú , pueblo gene- siones de Brest, de Clairvaux y de To-
roso, h a r á s que esos hombres expíen sus lón; es arrastrar cadena, es el látigo, es
crímenes por medio de la ley, sin usar el palo. Deben v i v i r apareados y sufrien-
la espada, sin derramar una gota de san- do juntos la infamia. E l patíbulo los re-
gre, sin perdón, pero sin cólera. No ha- chaza. L a muerte inclina al suelo sus
gas caer un solo cabello de ninguna ojos de virgen en presencia de esos m i -
cabeza, n i salir u n grito de ninguna serables.
boca martirizada; que n i un solo malva- Jersey, Julio de 1853.
do encuentre un asesino. Los tiempos es-
t á n ya cumplidos; la pena de muerte ya
no existe; hemos cerrado la puerta del XI.
matadero humano y todos esos hombres
vivirán; todos, hasta él.
Estas ideas que p r o c l a m á b a m o s ayer, Cuando el eunuco reinaba al lado del
las repetimos hoy y las repetiremos ma- César, cuando Tiberio, Cayo y Nerón
ñ a n a , porque nosotros debemos anun- con su carro de triunfo hollaban á R o m a ,
ciar la aurora de los tiempos futuros. que estaba m á s muerta que Babilonia,
el poeta se apoderó de esos verdugos en
II. su trono, y su Musa en versos llenos de
vida les escupió á la cara. T ú , falso prín-
Su propia reputación hace temblar á cipe, primo de la débil Hortensia, hidal-
esos miserables; les hace creer que si go por t u mujer, almirante por t u ma-
triunfásemos morirían; no comprenden dre, reinas por el 2 de Diciembre y vives
que eso seria deshonrar al patíbulo y res- por el 18 Brumario; pero la Musa te ha
tablecer la cuchilla de l a plaza de la cogido, y ahora, como es natural, te ex-
Gréve. Varios mártires, que iban á la tremeces al verte en manos del severo
horca con la frente erguida, que eran historiador. Pero aunque tiemblas su-
justos y héroes, han muerto en ella su- friendo latigazos líricos, exclamas orgu-
blimándola: después que Carlota Corday liosamente:—"La historia se ocupará de
y que madame Roland pusieron el blan- mí.„ No, miserable; el p a n t e ó n de los re-
co cuello bajo la cuchilla, ¿tendría la pre- yes no se ha construido para tí; no entra-
tensión Maguan de mancharla con su rás en la historia, andrajo humano; te
sangre inmunda? Donde ruge el león no a r r o j a r á á la basura fuera de ella y des-
debe g r u ñ i r el cerdo. Para Rouher, pués te cerrará la puerta.
Fould y Suin no debe emplearse el Jersey, 1.° Agosto 1853.
patíbulo de los Camilos y de los Verg-
niaud. No puede morir Troplong como
Malesherbes, n i Delangle como A n d r é s XII.
Chenier. No es posible arrojar esas cabe-
zas en un mismo cesto, n i poner en con- P a l a b r a s de u n c o n s e r v a d o r á p r o p ó -
tacto á Dan ton con Baroche. No olvide- sito de n n p e r t u r b a d o r .
mos que ese imperio, en el que se mezcla
lo atroz con lo burlesco, es una moji-
ganga, y que si nos ha hecho llorar, Soñé? estaba despierto? Juzgadlo.—-
t a m b i é n nos ha hecho reir. Bajo el U n hombre, un miembro del partido del
pretexto de que ha cometido muchos crí- orden, gravemente me decia:—"La muer-
menes y de que es tan asesino como far- te jurídica que castiga á ese c h a r l a t á n ^
sante, subiría las gradas de esa escala á ese descarado anarquista, es justa. Es
horrible y sagrada siendo payaso, des- preciso que la autoridad y el órden se
380 OBRAS D E VICTOR HUGO.

defiendan, y no puede permitirse que se Semejantes palabras, dichas con suave


las discuta. A d e m á s , las leyes se pro- acento, me chocaron, y le pregunté:—1
mulgan para ser ejecutadas. Existen Quién sois para hablarme así?,,—"Me
verdades eternas que deben hacerse pre- lamo Elizab, soy escriba del templo;
valecer, aun á costa del cadalso. Ese Dor eso comprendo que se necesitaba
innovador predicaba una filosofía de moer de él un castigo ejemplar.,,—^"¿De
amor, de progreso, de palabras huecas, q u i é a me estáis hablando?,, le p r e g u n t é .
de las que debe desconfiarse; se reia de Sorprendido, me contestó:—^¿De quién
nuestro culto antiguo y venerando; era ic de hablar? De ese vagabundo que se
uno de esos hombres para los que nada lama Jesucristo.,,
es sagrado, y no respetó nada de lo que Jersey, Diciembre 1853.
todo el mundo respeta. Para inculcar
sus doctrinas iba reuniendo en ciertos
lugares á la hez del pueblo, á bribones
atrabiliarios, á descamisados, y con se- XIII.
mejante canalla celebraba sus conciliá-
bulos. Nunca se dirigia al hombre inte- F u e r z a de l a s cosas.
ligente, n i al homado, n i al rico, y sin
consideraciones de ninguna clase extra- Nada te importa á t í , tranquila n a t u -
viaba á las masas. Con los brazos levan- raleza, que al ver á los picaros suspire
tados al aire y haciendo muecas, preten- el hombre honrado, que la historia sea
dia curar á los heridos y á los enfermos, repugnante ó insulsa, que el imperio
contraviniendo así á las leyes. L o mismo cojee con Talleyrand y bizque con Pa-
en el campo que en las ciudades excita ríeu; que el golpe de mano de un esta-
ba á la guerra civil, al desprecio y al fador diestro se llame gracia de Dios,
ódio entre los ciudadanos. A c u d í a n á él que el Papa haya cambiado su cayado
de todas partes hombres que se acosta en maza, que el Campo de Marte se vea
ban en los fosos ó en las puertas de las piafar bajo la espuela del general Asesi-
casas, unos cojos, ot^os sordos, otros tuer- nato y el ayudante de campo Robo; que
tos, otros llenos de úlceras. E l hombre fuera del Elíseo u n príncipe salteador,
honrado que lo veia, indignado, se encer un filibustero saliendo de la isla T o r t u -
raba en su casa cuando veia pasar á ese ga, asesine, extermine, degüelle, devaste
j u g l a r con su abominable séquito. U n
y asolé; que los Cencíos cristianos, g o l -
dia durante una fiesta, no recuerdo q u é
peando el tam tam, vociferen en presencia
fiesta fué, ese hombre tomó u n látigo
de Soufflard, Affollite portam; que para
declamando y lanzando gritos, hizo huir
á los mercaderes, autorizados para ven aplaudirle tenga el crimen cien periódi-
der: este hecho es auténtico. Aquellos cos infames, los que en la casa de Oro
mercaderes honrados tenían permiso para garabatean los Romieux sentados en el
vender. Llevaba consigo una jóven, á la regazo de las mujeres, con el vaso en la
que llamaba hija, y peroraba por todas mano, y los que San Ignacio inspira á
partes tratando de destruir la familia, la sórdidos bellacos, que en los viles tribu-
religión y la sociedad; socavaba los ci nales donde la mirada de Moreau del
mientes de la propiedad y de la mora Sena ofende á Moreau de Meurthe, la
verdadera, y el pueblo le seguía, dejan justicia haya recibido puñetazos horri-
do los campos sin cultivo, lo que era bles; que en su lecho de muerte l a ley
m u y pernicioso. Atacaba á los ricos sea violada por los centuriones y sufra
adulaba á los pobres, asegurando que en el estertor de l a agonía; que el sér pri-
el mundo los hombres son iguales y her vilegiado creado por Dios para ser génio,
manos, que no hay grandes n i pequeños el hombre, adore de rodillas al lobo hecho
n i esclavos n i señores, y que los frutos emperador; que una carcajada abreviada
de la tierra pertenecían á todos: tronaba por el horror resuma todo lo que hoy ve-
siempre contra los sacerdotes; en una pa- mos; que Hautpoul venda su espada y
labra, de su boca solo salían blasfemias. Cucheval su pluma; que todos los famo-
Todo esto sucedía en público, y referia sos bandidos copiados en pequeño vuel-
estos horrores á los primeros miserables van á vivir; que se llene un Senado de
que llegaban hasta él, prefiriendo siem- estúpidos y m e d i a n í a s , cuyo servilismo,
pre á los que no tenían casa n i hogar. propio de negros y mamelucos, hubiese
Era preciso, pues, destruirle; las leyes disgustado al propio Mahmoud y can-
estaban terminantes, y el poder m a n d ó sado á Soulouque; que el oro sea el úni-
que lo crucificaran.,, co culto, y que en este tiempo venal, en
que la caja es Dios, sea cardenal el bol-
LOS CASTIGOS. 381
sillo; que la vieja Themis no sea m á s que jas fermentar la p e r t u r b a c i ó n y renacer
una ramera besando á M a n d r i n ; que un pasado, del que ya nos h a b í a m o s
Montalembert suelte su baba apoyado emancipado; dejas que la Francia, de
de codos en el altar; que Veuillot, por luto, lance el supremo suspiro; que los
Sibour vacíe el bolsillo de los fieles; que cobardes se escondan en sus agujeros
en los bailes de la corte se vean ostentar- como los topos; que g r u ñ a n los leones
se tantas señoronas que ayer arrastra- y que rujan los poetas. Impasible miras
ban sus andrajos por las aceras; que sin temblar y sin sublevarte pasearse
Haynau sea en Brescia peor que L a u - por tus jardines, bajo los pinos y por tus
trec; que en todas partes, desde las Siete- llanuras, al m á s miserable de todos esos
Torres hasta las Columnas de Hércules, infames. Mientras que el horror sale de
Napoleón con la mano en la cadera los Senados y de los cónclaves; mientras
retroceda, porque el á g u i l a es vieja, por- que los Estados-Unidos tienen aun mer-
que Esling encanece, Marengo tiene la cados de esclavos, como Roma antes del
gota y Austerlitz tiene reuma; que el nacimiento de Jesucristo; mientras se
czar de Rusia tenga tanto miedo como venden hombres por dinero, t ú hinchas
el nuestro; que el oso negro y que el oso el mar, haces nacer los astros, encorvas
blanco tiemblen uno delante de otro; el arco-iris, llenas de enjambres los ma-
que montado en su gran caballo y lle- torrales, el aire de perfumes y los nidos
vando su enorme penacho, reviente de de cantos, haces que se abran las rosas
gozo Saint-Arnaud en presencia de Fio- y das blancura al lirio, y cuando harto
rival, íuerte en los combates y en las de liviandades el pensador, acongojado,
pantomimas del baile pírrico; que Sodo- huye de las poblaciones y busca t u sole-
ma se ostente y Paris se oculte; que Es- dad, le dices:—"Ven á m i seno; á m í na-
cobar y Houdin vendan el mismo u n - die me corrompe; yo te amo,,, y esparces
g ü e n t o ; que merced á esos titiriteros desde la oscuridad en la frente, que que-
mezclados con los bandidos, la Saint- ma, la suave frescura de la yerba y del
Barthelemy termine en martes de Car- ramaje de los bosques. Momentos hay
nestolendas: nada de esto te importa, en que al ver que entre las traiciones
tranquila naturaleza. Eres una Isis ve- diriges apaciblemente los meses y las
lada y sentada al umbral de nuestra estaciones, impasible y fria, suceda lo
puerta, impenetrable abuela de miradas que suceda, nos asombras. Cuando los
tiernas, vieja como Cibeles y fresca como proscriptos mártires del pueblo elegido
Iris, que lo que pasa en l a tierra se des- por Dios mueren estóicamente sin que-
vanece ante tí; porque toda fealdad se jarse, parece que no pienses en otra cosa
disipa ante t u esplendor, y no te infor- que en dorar y pintar las alas del esca-
mas de quién fué el primer bribón ó el rabajo que se arrastra por las tumbas.
primer tirano que se canonizó en San Cobijas bajo el mismo cielo al justo y
Juan de Letran; n i nada te importa del al injusto. Preocupada por los insectos,
2 de Diciembre, de los soldados ébrios, por las piedras, por los arbustos, en los
de las leyes falseadas n i de los cadáve- movimientos confusos del mundo ani-
res mezclados con botellas rotas: indife- mal, parece que desconozcas el m a l y
rente sigues t u ñujo y t u reflujo. Cuando el bien, y dejas al hombre que sufra su
el morador de los arrabales se duerme, amarga miseria. ¿Qué te importa de Só-
n e g á n d o s e á meter balas de buen calibre crates? T ú misma le preparas l a cicuta.
en el fusil; cuando el pueblo francés no Creaste la necesidad, el instinto y el
es ya pueblo libre; cuando yo le aplico apetito; el fuerte se come al débil y el
la c a n t á r i d a de mis versos, t ú sigues grande al pequeño; el oso se come al
soñando. Muchas veces desde el fondo ratón y el buitre á la paloma. Naced,
de sombrías mazmorras sale como de hormiguead, morid, muchedumbres; v i -
un infierno el murmullo de los desdicha- vid, haced el amor, creced, matad, que
dos, que Baroche y Rouher guardan la pradera reverdece, la noche sucede al
bajo llaves y cerrojos, y t ú no te con dia, el asno rebuzna, el caballo relincha
mueves: el manantial de l a indiferencia y el toro muge. Cualquiera te creerla
llena siempre tus urnas, y presencias ciega, naturaleza, porque no ves lo bueno
los atentados nocturnos, los crímenes y n i lo malo; en el inmenso olvido en que
furores de Roma crucificada y de Paris vegetas, n i siquiera ves esos dos lejanos
aherrojado, las asechanzas de los reyes gigantes que están inclinados sobre t u
los falsos juramentos y el borrascoso cía abismo; S a t a n á s , padre del mal, y Cain,
mor de las almas indignadas. E n la padre del crimen.
tranquilidad en que estás refugiada de- Monstruosa giganta de cien ojos, estás
382 OBRAS D E VICTOR HUGO.

encargada de un trabajo grande, santo el fuego que brilla, el agua que salta,
y misterioso, y no seré yo quien blasfe- el aire que pasa rugiendo en el trueno y
me de tí, naturaleza. Mientras que la errando por los torrentes, haciendo i m -
cadena que arrastramos nos oprime la posible el mundo de los tiranos. L a ma-
cintura, mientras la oscuridad se ex- teria, en otros tiempos muerta, hoy está
tiende por todas partes, los principios viva; aplastaba ayer al hombre y ahora
ocultos, los elementos esparcidos, el rio, lo arrastra. E l bien germina á cada mo-
el volcan, el gas que se condensa en el mento y la alegría en todas partes. Pue-
aire y se dilata, los ñúidos, el éter, el des estar orgullosa, naturaleza, ya que,
germen sordo y lento, son los obreros impulsada por las miradas de Dios, nos
que trabajan silenciosa y ocultamente, prodigas los dones que t u misterio di-
que no tienen sueño, que no se fatigan, funde; y porque contemplas, como una
que son innumerables. T ú fomentas, l i - madre se inclina para ver salir al hijo
bertadora sombría, su trabajo en la que llevó en el vientre, salir la humani-
oscuridad; para trocar en edén nuestro dad de t u seno inmortal.
infierno, todas tus fuerzas vivas salen del ¡Vida, idea, encarnaciones que bullen
fondo de los abismos. en todos los cerebros! E l progreso, alian-
Murmuras en voz baja:—"Raza de do con ellas sus conquistas, gana un
A d á n , que estás sufriendo; pensadores, punto después de otro y se propaga con-
que á la fuerza os veis ligados al anti- tagiosamente. De ese oscuro m o n t ó n de
guo mundo, cada una de mis leyes os v á hechos prodigiosos, que ninguna mirada
desatando de él. Cada dia surge una puede abarcar y que carecen de nombre
nueva claridad; el pensador acecha y el en el mundo, creas, fuerte como el águila,
azar revela; el viento siembra y el cálcu- el espíritu del hombre, reformando cos-
lo recoge. Fulton, Galvani y V o l t a me- tumbres, ciudades, códigos y religiones.
ditan en los secretos profundos que de T a l es, naturaleza, t u génesis sublime.
vez en cuando nos comunicas; y el hom- Nos deslumhra contemplarte bajo este
bre, deslumhrado, v á descifrando poco á supremo punto de vista. E l mundo, re-
poco las p á g i n a s de t u libro. De dia en clamando el vuelo que Dios le promete,
dia se descubre m á s horizonte. Cada vibra, y desde ahora, grave y pensativo,
descubrimiento del género humano, co- silencioso, inclinado sobre el porvenir,
mo golpe de ariete que se d á en la pared sobre la creación y las criaturas, lanza
de una cárcel, hace extremecer al mun- de sus ojos vaga claridad; y el sábio y
do. E l himeneo de las naciones vá reali- el filósofo distinguen del mundo en las
zándose. Las pasiones, los intereses, las radiantes pupilas la palpitación de las
costumbres y las leyes, las revoluciones innumerables alas del porvenir.
que hacen germinar al género humano Jersey, 23 Mayo 1853.
y cambiar de formas, Paris, Lóndres y
Nueva-Yorck, tienen por lazo que las une
un alambre que tiembla en el fondo de XIV.
los mares. Fuerza desconocida, fuerza
arrancada al rayo, confunde en la cor- Canción.
riente de las aguas la corriente de las
ideas. L a ciencia, hinchando sus olas
desbordadas, sumerge tronos y cetros, E n q u é piensa el proscripto? E n el
ídolos y potentados. Todo se mueve, campo sembrado que abandonó, en la
piensa, anda y crece. E l amor sucede á carreta, en las herramientas, en su cho-
las l á g r i m a s , el agua viva al agua za, en la Francia abatida. Mientras re-
muerta y l a boca que canta á la boca ciben premio y dinero los Dupuis, el
que muerde. L a ciencia, semejante á los pobre desterrado sufre y llora; que no se
antiguos pontífices, unce á sus carros puede vivir sin pan, que no se puede
tonantes hipógrifos espantosos, y los vivir sin pátria.
animales de bronce respiran fuego por
las narices. E l globo esclavo cede al
espíritu soberano. Por grados lentamen- E l obrero s u e ñ a en el taller, en los
te, al recibir t u hálito, la libertad sale de campos el labrador, mientras gozan en
la yerba de la llanura, de las piedras del palacios de todos los esplendores del
camino, de las ramas de los bosques, lujo los que desterraron á los defensores
irradiando, y convierte las leyes de la del derecho; que no se puede vivir sin
ciencia en decretos, destruyendo el es- pan, que no se puede vivir sin pátria.
queleto del antiguo universo, llenando
LOS CASTIGOS. 383
E n Mayo oian zumbar á las abejas y alma está donde yo no puedo estar. E n -
veian correr por los trigos á los gorriones tre cuatro tablas de pino enterradme en
que nos robaban las cosechas, y ahora la pradera; que no se puede v i v i r sin
viven ausentes, recordando sus hogares pan, que no se puede vivir sin p á t r i a . „
y hasta echando de menos los contra- Jersey, 13 A b r i l 1853.
tiempos que allí sufrían; que no se pue-
de vivir sin pan, que no se puede vivir
sin patria.
XV.

Trabajando sin cesar sostenian á su


mujer y á sus hijos; pero el trabajo en Hay dias abyectos en los que, seduci-
el seno de la familia les hacia la vida dos por a l e g r í a bochornosa, los pueblos
grata y alegre. Estos recuerdos, que se entregan á los hechos consumados y
nunca pueden lanzar de la memoria, les gozan de ellos.
dan irresistible melancolía; que no se
puede vivir sin pan, que no se puede Entonces, de las naciones, mecidas por
vivir sin patria. fatal delirio, se desprende la v i r t u d gota
á gota, como salta el agua de una es-
Los dias de fiesta el trabajador repo- ponja.
saba alegremente, cantando las cancio-
nes de Febrero, con la blusa desceñida y Entonces, ante el mal, ante el vicio y
con la gorra hacia atrás; iba á los arraba- ante la locura, los vivos, imitando á
les á comer un conejo dudoso y á beber las endebles c a ñ a s , se doblan á todos los
vino c o m ú n y á pasar alegre el dia; que vientos.
no se puede vivir sin pan, que no se pue-
de vivir sin p á t r i a .
Se entregan á festines y á locuras,
desoyendo la voz del alma; comen, be-
Los domingos el labriego llamaba á ben, cantan y bailan y están satisfechos
Juana ó á Juanita, y les decia:—"Venid de ser infames.
con nosotros, poneos los vestidos de m u -
selina, vámonos á las afueras á bailar, á
reir y á divertirnos;;-, que no se puede vi- E l crimen triunfante, glorificado por
vir sin pan, que no se puede vivir sin inmundos ministros, rie siniestramente,
pátria. y en sus tumbas se extremecen las som-
bras de nuestros antepasados.
Los desterrados viven pensativos y v á
llenándose de angustias su corazón des- En la fiebre de esta vida material
garrado, contemplando los cipreses que amodorrados, oyen de repente en los
sombrean las tumbas en el cementerio, aires la voz de un clarin que grita:—•
y unos pensando en Alemania, otros en "República! Libertad!,,
I t a l i a y otros en Polonia; que no se pue-
de vivir sin pan, que no se puede vivir
sin pátria. Y el mundo, despertado por esos m á -
gicos sonidos, se queda como el que se
emborracha de noche, cuya embriaguez
U n proscripto, cansado de sufrir, es disipa los rayos del sol naciente.
piraba alegremente, y yo le preguntó:— Jersey, 1853.
"Por q u é quieres morir?,,—'"Porque me
pesa la vida,,, me respondió; añadiendo:
•—^Así me libro del Nerón que impera XVI.
y que encadena á la Francia abatida; que
no se puede vivir sin pan, que no se pue
de vivir sin p á t r i a . Ultima palabra.

„Muero por no ver los campos en los L a conciencia humana ha muerto; ese
que veia rayar el dia; muero por no oir hombre se ceba en ella en la orgía; su
los cantos que oia desde m i ventana. M i cadáver le place, y alegre vencedor, con
384 OBRAS D E VICTOR HUGO.

los ojos enrojecidos de sangre, se vuelve señalen el Louvre, yo te señalaré ¡oh


y dá un bofetón á la muerte. César! la cárcel.

E l juez se prostituye por recurso; el Ante las traiciones, ante las cabezas
sacerdote hace que se extremezca el encorvadas, me c r u z a r é de brazos, i n -
hombre honrado, que se queda despavo- dignado, pero sereno; conservaré sombría
rido; destierran el dinero de los cam- fidelidad á todo lo caido; conozco m i
pos del labriego, y Sibour revende á fuerza y soy de bronce.
J e s ú s , que Judas vendió por prime-
ra vez.
Mientras esté allí, ya ceda, ya persis-
ta, Francia querida y siempre llorada,
Reina, César, que eres el elegido del no pisaré t u pátrio suelo, tumba de mis
Dios de los ejércitos; el pueblo te obede- antepasados y nido de mis amores.
cerá, porque te debe obediencia. Así dicen
sus secuaces, cantando con las manos
cerradas, entre cuyos dedos se ven bri- No pisaré t u territorio, Francia queri-
llar cequíes de oro. da, y excepto m i deber, lo olvidaré todo.
Entre los que sufren p l a n t a r é m i tienda
y p e r m a n e c e r é siendo proscripto, pero
Mientras se vea triunfar á ese príncipe siempre firme.
que el Papa bendijo, á ese monarca ma-
l a n d r í n que lleva en una mano el cetro
y en la otra los alicates, á ese Carlo-Mag- Acepto el duro destierro, aunque no
no, que S a t a n á s ingertó en Mandrin; tenga fin n i término, sin criticar por eso
á los que han cedido y que yo creí dota*
dos de mayor firmeza, n i á los muchos
Mientras se cebe mascando el jura- que se van, cuando debían permanecer
mento, la v i r t u d y el honor, y ébrio vo- lejos de la pátria.
mite su ignominia sobre nuestras glo-
rias, aunque aumentase la abyección Si en el destierro somos m i l , con los
pública hasta el punto de que todo el m i l estaré; si solo somos ciento, con los
mundo le adorase; ciento desafiaré á Sila; si solo quedamos
diez, seré el décimo; si solo queda uno,
Aunque para agradar á César renega- ese seré yo.
sen de todos nosotros; aunque el pros Jersey, 2 Diciembre 1852.
cripto tuviera que i r mendigando de
puerta en puerta; aunque el destierro
expulsase á los expulsados; aunque el Lux.
sepulcro expeliese á los muertos,

I.
No vacilaría; seguiría pensando lo
mismo, y sin lanzar una queja, tranqui Tiempos futuros! Vision sublime! Los
lo, con el luto en el corazón, en el des- pueblos han salido del abismo y han
tierro te a b r a z a r í a , pátria mia, que eres atravesado el silencioso desierto; después
m i ídolo, que eres m í bandera. de las arenas han encontrado llanuras
tapizadas de césped, y la tierra es la es-
Nobles compañeros, sigo profesando posa que se enlazó con el esposo.
vuestro culto; queridos desterrados, la
R e p ú b l i c a nos u n i r á para siempre; glori Y a las miradas se elevan y ven acer-
ficaré todo lo que ahora se insulta y lle- carse el hermoso delirio que u n d í a será
n a r é de oprobio todo lo que ahora se realidad, porque Dios r o m p e r á todas las
bendice. cadenas, porque el pasado se llama ódío
y el porvenir se l l a m a r á amor.
Seré siempre, bajo la cubierta de cení
za que me cubre, la voz que exclame:— Desde ahora, entre nuestras miserias,
"Eres nuestra desgracia!,, y la boca que germina el himno de los pueblos herma-
diga:—"No„. Y mientras tus criados te nos volando por las sombrías enrama-
LOS CASTIGOS, 385
das; como el pajarillo que la aurora constituye una sola familia unida. E l
despierta, el progreso, abeja tenebrosa santo trabajo de todos se armoniza, y l a
de nuestras desgracias, fabrica la feli- sociedad, en la que resuenan infinitos
cidad. himnos, acoge con transporte el esfuerzo
que hace el hombre m á s insignificante;
el trabajo m á s humilde verificado en una
Mirad cómo se desvanece l a noche. c a b a ñ a conmueve al pueblo inmenso,
Por el mundo que se emancipa, olvidan- que goza de completa ilustración; la
do á los Césares y á los Capetos, en las humanidad, en su espléndida grande-
naciones núbiles, abre la paz en el vasto za, agradece el dón que recibe del m á s
azul sus inmensas alas. humilde trabajador; como las grandes
encinas, llenas de hojas y de ramas, co-
mo los viejos cedros, frondosos y duros
Por fin, Francia, surges de la esclavi-
como el granito, al hacer en ellos su n i -
tud; después de l a orgía te ciñes la blan-
do la curruca, se extremecen contentos y
ca túnica, triunfas de tus dolores; el
gozosos de que una avecilla les traiga
trabajo suena en tus fraguas, el cielo te
una hebra de yerba.
sonrio y los pitirrojos cantan sobre los
floridos pinos.
m.
E l moho corroe las alabardas; de las Compañeros valientes del destierro,
bombardas y de los cañones destrozados proscriptos como yo, muchas veces me
n i siquiera queda un pedazo bastante habéis oido expresarme de este modo, y
grande para que se pueda tomar en una algunos de vosotros, m á s incrédulos que
fuente el agua que necesita beber un pa- yo, me habéis replicado:—"Pierde la es-
jarillo. peranza; aunque fuésemos hijos de una
raza maldita, el cielo no seria m á s cruel
para nosotros. No comprendemos su i n -
Los rencores se han disipado; á todos clemencia. Por , q u é castigar al justo?
los corazones y á todos los pensamientos L a v i r t u d se asombra y empieza á mirar
domina el mismo designio, forman un fijamente á Dios, que se oculta y se
haz soberbio, y Dios toma para ligarle la aparta de nuestra vista. ¿Por q u é han de
vieja cuerda de la campana que tocaba prevalecer la iniquidad y el crimen? No
é> rebato. comprendemos los designios de Dios, no
comprendemos cómo deja brotar tantas
alegrías para los inicuos, por q u é causa
E n el fondo de los cielos oscila u n tanta desolación; no comprendemos tam-
punto luminoso. Mirad cómo crece, cómo poco cómo es que abrigas tan risueña
brilla, cómo se acerca; es rojo, es enor- esperanza.,,—^¿Quién, hermanos mios,
me. República universal, no eres aun comprende á ese inmenso sér misterioso?
m á s que una chispa, pero m a ñ a n a se- ¿Quién ha atravesado el espacio, la tier-
rás u n sol. ra, el agua, el aire, el fuego y l a exten-
sión, y puede decir: "He visto á Dios?
II. ¿Quién puede decir yo le conozco, yo sé
Fiestas en las ciudades, fiestas en los cómo ha creado al hombre, yo sé cómo
campos; los cielos no tienen ya infierno, ha formado la creación; yo he visto
las leyes no tienen ya presidios. ¿Dónde abrirse su mano invisible, lanzar de ella
está el patíbulo? H a desaparecido. Todo el invierno, el trueno y las tempestades,
renace. L a felicidad de cada uno se au- extender y recoger el negro manto de la
menta con la felicidad de las naciones. noche, hacer nacer el embrión del alma,
Y a no hay soldados que e m p u ñ e n espa- apoyar en la oscuridad el vacio, el polo
das, ya no hay fronteras n i fiscos, n i del Septentrión, disponer los momentos
espada en forma de cruz. L a Europa, son en que las cosas suceden, hacer entrar l a
rojándose aun, exclama:—"¡Y yo tenia muerte en el banquete del rey festejado,
reyes!,, y la A m é r i c a exclama también: crear la a r a ñ a y su tela, pintar la flor,
•—UY yo tenia esclavos!,, L a ciencia, el sazonar el fruto, sin perder una sola
arte y la poesía han cortado todas las estrella conducir todos los astros noc-
trabas en todo el género humano. Y a no turnos, detener las olas en las playas,
existen los males que sufríamos. Los perfumar las rosas en el verano, derra-
piés libres del hombre han olvidado las mar el tiempo como un manantial de
cadenas que los sujetaban. E l mundo agua viva de las urnas de la eternidad,
TOMO V .
49
386 OBRAS D E VICTOR HUGO.

conseguir con u n solo soplo extremecer mo tiembla una llama cuando pasa e l
el firmamento en toda su extensión, como viento;
si fuese la frágil c a b a ñ a de u n pastor,
adherir los globos á las esferas con lazos
invisibles... Quién puede decir todo esto? Y a que la noche le conoce, ya que
Nadie. Todo esto es oscuro ó incompren- as tinieblas le ven, y cuando quiere
sible para los mortales. E l hombre es un salva la nave que zozobra, ¿cómo hemos
vano clarín que suena. Dios solo é i n - de dudar de él nosotros, puros y firmes,
comprensible gobierna la naturaleza. enorgullecidos de nuestras angustias,
que estamos de pié ante todas las tira-
n í a s y que solo nos arrodillamos ante él?
IV.

No dudemos! Tengamos fe! Esperemos Es preciso, además, que pensemos que


el fin de ese misterio. Dios sabe romper estamos atravesando dias de amargura,
los dientes de las panteras y de los Ne- pero que cuando extendemos los brazos
rones. Dios nos prueba, amigos mios. en la niebla que nos rodea, tocamos una
Tengamos serenidad y fe ^ marchemos mano; y que cuando caminamos encor-
hacia adelante. E n el desierto, en los vados por l a cruz del martirio, oimos
ardientes arenales. Dios hace crecer las detrás de nosotros una voz que nos ani-
palmas. ma, diciéndonos:—^Por a h í , ese es el ca-
mino v;

¿Hemos de desesperar de él, que es jus


to, que es misterioso, porque no nos deja Proscriptos, el porvenir será la com-
seguir sin interrupción la obra del pro- pensación de los pueblos. L a paz, l a
greso, porque entrega Roma al sacerdo- gloria y la libertad reaparecerán sobre
te, J e s ú s al j e s u í t a y el bueno al malva- sus carros de triunfo de fulminantes ejes;
do? No, no; él solo conoce el nombre de el crimen que alcanzó ]a victoria solo es
la semilla que germina en su campo. humo y mentira. Os lo afirmo yo que
medito, teniendo fija la mirada en el
cielo.
E l solo posee todas las certidumbres;
él solo llena el mundo que estudiamos,
desde el nadir hasta el cénit; nuestra Los Césares son tan fieros como las
sabiduría comparada con la suya es de- olas del mar; pero Dios dice:—^'Pondré
mencia; en él empieza la claridad y con una mordaza en su boca y un anillo en
cluye la sombra. su nariz; los a r r a s t r a r é , ya cedan ó ya
luchen con sus histriones y con sus j u -
glares, hasta las tinieblas donde reposan
Responde, golondrina; responde, á g u i - los muertos.,,
la: ¿ignora el eterno los nidos que cons
truís? Sabes, ciervo, cuándo huyes? zor H a b l a r á así Dios, y el granito que
ro, ¿no ves brillar sus miradas entre la comprimía la simiente se h u n d i r á , y
maleza? lobo, cuando durante l a noche ellos y sus prosperidades desaparecerán
se extremece la yerba, ¿no comprendes en confusión arrastrados por el h u r a c á n .
que él la extremece?
V.
Y a que él todo lo sabe, ya que él todo Desterrados, h é a q u í lo que traerá el
lo puede y hace brotar el efecto de la destino. L o que trajo el flujo en el dia
causa, como el hueso de una fruta; ya señalado se lo llevará el reflujo. Los dias
que puede introducir un gusano en las aciagos p a s a r á n disipándose, y los pue-
manzanas del árbol y hacer que derriben blos, gozosos, e x c l a m a r á n : "Pasaron para
columnas de m á r m o l los huracanes; siempre.,,

Y a que azota al Océano, que muge Tiempos felices brillarán, no solo para
como u n toro bravio; ya que todo lo vé la Francia, sino para el mundo entero.
ya que el hombre es ciego; y a que él es Entonces, en la completa emancipación,
nuestro centro, y nos lleva donde quiere funesta sola para el pasado, c a n t a r á la
y á su paso el cometa se extremece, co- humanidad, coronada de flores, como
LOS CASTIGOS. 387
señor que vuelve á su casa desierta, de beza sobre los tronos, que caen perdidos
la que fué expulsado. para sus salvadores, y he oido los t e r r i -
bles y bélicos clamores y he visto temblar
á ese gran salteador de caminos. E l rayo
Los tiranos se e x t i n g u i r á n como me- súbito deslumhró sus pupilas y se extre-
teoros; y como si de la noche saliesen dos mece espantado ante los Dardanelos, el
auroras, en el mismo cielo azul veremos cobarde. Gracias á nuestros hijos los
salir del abismo en que estamos sumidos, soldados, que aunque infieles son valien-
mezclando sus dos brillantes rayos, l a tes; m a ñ a n a , sobre esa frente v i l , como
fraternidad de los hombres y la paterni- á g u i l a que se cierne sobre inmundo es-
dad de Dios. tercolero, quizás alguna victoria ciega
bata sobre ella sus alas. A pesar de su
Os lo declaro, os lo repito, porque el cobardía no tiene m á s remedio que com-
clarin repite lo que dice la trompeta; batir. Dios le castiga, y después de re-
reinará en el mundo la paz y brillará la volcarse en el fango del crimen, tiene
luz. No h a b r á siervos n i proletarios, y que i r á la guerra forzadamente. N i ar-
desde lo alto del cielo manifestará á la rastrándose como perro que se niega á i r
t i e n a la libertad su majestuoso cariño. adelante, n i pidiendo perdón, n i lamien-
do los piés de los cosacos del D o n , puede
escusar la guerra. No puedes evitar ser
E l árbol santo del progreso, que ayer César; á la guerra, pues, falso león; lo
era quimérico, crecerá, cubriendo la Eu- exige así t u melena. Te esperan el R h i n ,
ropa y la América sobre los escombros el Elster y el Adige, y l a fosa al lado del
del pasado, y dejando brillar el éter pu- carro triunfal. L a guerra es el fin, el fin
ro al través de su ramaje, aparecerá el deseado. Subo á la torre para oir tocar el
dia lleno de palomas blancas y la noche formidable Angelus de l a caida de la tar-
llena de estrellas. de, de la ú l t i m a hora de los reyes, de l a
primera hora de los hombres.
Y nosotros t a l vez habremos muerto S u r g í s por fin, derecho, progreso y l i -
en el destierro, mártires ensangrentados, bertad, que invocaban nuestras voces ex-
mientras los hombres que no han nacido tenuadas; se disipa la oscuridad, y al tra-
aun vivirán satisfechos y dignos á la vés de las nubes se ven reaparecer las
sombra de ese gran árbol, y quizás nos elevadas cumbres de las m o n t a ñ a s .
despertarán para que besemos sus raices Volvemos á ver las cumbres de las re-
desde el seno de nuestros sepulcros. voluciones. Viejo mundo del pasado,
Jersey, 20 Diciembre 1853. m á r c h a t e , vete; desaparecer es l a ley de
t u destino. E l á n g e l de flamíjera espa-
El Fin. da, de pié detrás de t í , te mete l a espada
por el flanco y te lanza en el abismo.
Cuando iba á terminar estas p á g i n a s Jersey, 9 Octubre 1853.
inflexibles, la guerra ha levantado la ca-

f IN Df: JJO^ f A ^ T I Q O ^ .
LAS CONTEMPLACIONES.
P R E F A C I O .

i el autor pudiera tener al- Es el destino de la vida de un hombre?


guna innuencia acerca de Sí, pero t a m b i é n es el de la vida de los
la disposición del espíritu demás hombres. Ninguno de los morta-
de los que le hayan de leer, les puede jactarse de poseer una vida
el que escribió LAS CONTEM- que le pertenezca exclusivamente. M i
PLACIONES se concretarla vida es la vuestra, la vuestra es la mia;
á decir que deberla leerse este libro como vivís como yo vivo, nuestro destino es
si se leyera el libro de un muerto. Veinti- igual. Contemplaos en este espejo y ve-
cinco años se encierran en los dos volú- réis cómo os retrata. Se critica á los es-
menes que comprende este libro, que el critores cuando se ocupan de su perso-
autor ha dejado que se formase por sí na, sin saber que ocupándose de ellos, se
mismo, digámoslo así. L a vida, filtrán- ocupan de los d e m á s hombres.
dose en él gota á gota a l través de los Repetimos que este libro encierra l a
dolores y de los acontecimientos, lo ha individualidad del lector lo mismo que
depositado en su corazón: los que hacia él la del autor. Homo sum. Tratar de los
se inclinen para comprenderle, verán re- sueños, de las ilusiones, de las luchas, de
flejarse su propia imagen en el agua que los placeres, de los dolores, del trabajo,
se ha ido acumulando lentamente en el del silencio, reposar en el sacrificio, y en
fondo de un alma. este reposo contemplar á Dios; empezar
Qué significan LAS CONTEMPLACIONES? por la m u l t i t u d y concluir por la sole-
L o que podria llamarse, si la frase no dad, ¿no es ocuparse de las proporciones
fuera pretenciosa, las Memorias de un al- individuales y reservadas, esto es, de l a
ma. Efectivamente, son todas las i m - historia secreta de todos?
presiones, todos los recuerdos, todas las No debe, pues, e x t r a ñ a r s e ver que es-
realidades, todos los vagos fantasmas, tos dos volúmenes se oscurezcan poco á
rientes ó fúnebres, que puede encerrar poco, para llegar, esto no obstante, al
una conciencia, reaparecidos y recorda- celaje azul de una vida mejor. L a a l e g r í a ,
dos rayo á rayo, suspiro á suspiro, y que que es la flor efímera de la juventud, des-
se confunden en la misma nube; es la hoja p á g i n a á p á g i n a la esperanza y
existencia humana saliendo del enigma desaparece en el segundo tomo, en el
de la cuna y terminando con el enigma que domina el duelo, ¡y q u é duelo! el
del a t a ú d ; es un espíritu que camina de verdadero, el único, el de la muerte;
claridad en claridad, dejando tras sí la el de la pérdida de los séres queridos.
juventud, el amor, la ilusión, el comba- L o acabamos de decir: refiérese la his-
te, la desesperación, y que se p á r a asus- toria de un alma en los dos volúmenes,
tado en las orillas de lo infinito. Es un titulados: E n otros tiempos y En la actua-
libro que empieza por una sonrisa, con- lidad, y separa estos dos volúmenes el
t i n ú a con un sollozo y termina por oir abismo de la tumba.
el clarín de los abismos. U n destino hu- V. H ,
mano está escrito en él dia por dia. Q-uernesey, Marzo 1856.
EN OTROS TIEMPOS.
1830-1843.

NTRODUOCION.

V i un dia, de pió, cerca de la costa, en soñar en ese solitario sitio y en oir lo


por las movibles olas pasar, hinchando que se desprende del murmullo continuo
sus velas, rápido navio, impulsado por los de las olas. E l destino del hombre, en
vientos; y oi, entre el abismo del mar y su desgracia ó én su felicidad, es un mar,
el abismo del cielo, hablarme al oido una con sus vientos y con sus astros, en el que
voz misteriosa, que salia no sé de dónde el navio es el hombre.,,
y que me habló asi:—"Haces bien, poeta, 15 Junio 1839.

•«>-o-g3-^3S=i-»=3-3-i

TOMO V. 50
LAS CONTEMPLACIONES.

Ese algo es lo que especialmente ca-


LIBRO PRIMERO. da uno desea y busca en el mundo: una
palabra, un nombre, un p u ñ a d o de oro,
una mirada, una sonrisa.
Aurora.
Le falta la a l e g r í a al rey, que está
privado de amar; le falta al desierto i n -
menso una gota de agua. E l hombre es
un pozo en el que siempre está hacién-
A m i hija. dose el vacío.

H i j a mia, ya ves que me resigno: imí- Contempla á esos pensadores que d i -


tame y vive alejada del mundo; si no vinizamos, á esos héroes que conquista-
puedes vivir feliz y triunfante, vive re- ron el mundo, cuyos nombres i l u m i n a n
signada. siempre nuestros sombríos horizontes:

Só buena y cariñosa, eleva al cielo la Después que como brillantes antor-


frente compasiva; como la luz brilla en chas deslumhraron al universo con su
la esfera azul, pon, hija mia, t u alma en luz, fueron á buscar el reposo en la som-
el azul de tus ojos. bra del sepulcro.

Nadie en el mundo vive completamen-


te feliz; todo en él es incompleto; las ho- El cielo, que conoce nuestras afliccio-
ras de nuestros dias son una sombra, y nes, nos tiene l á s t i m a al ver que go-
esta sombra compone nuestra vida. zamos en los dias alegres, y todas las
m a ñ a n a s moja con su llanto de rocío
nuestras auroras.
N i n g ú n mortal está contento con su
suerte; todo les falta para ser felices: to-
do, hija mia, solo quiere decir algo. Dios ilumina á cada paso que damos
sobre lo que es él y sobre lo que somos
396 OBRAS D E VICTOR HUGO.

nosotros, y sujeta á una ley todo lo de la


tierra y á los hombres.
IV.
Preciso es conformarse con esta ley
santa, que todos podemos cumplir: ley
que consiste en no odiar á nadie, en amar E l firmamento está inundado de vasta
á todos y en apiadarse de todo. claridad y la naturaleza respira inocen-
P a r í s , Octubre 1842. cia, esperanza y regocijo. E l lago tran-
quilo brilla en el fondo del valle que le
contiene; los campos se fecundizan, los
viñedos se maduran; todo rebosa savia,
II. vida y murmullo; las ramas verdes, el
azul chispeante, el agua que brilla, los
pájaros que cantan. ¿Qué tiene la m a r i -
E l poeta sale al campo, que admira y posa? Q u é tiene la langosta? L a langos-
le profesa cariño; el poeta sale al campo ta tiene la yerba, la mariposa tiene el
que le inspira, y en cuanto le ven, todas aire, y las dos disfrutan del A b r i l , que
las ñores, las que hacen palidecer á los ríe bajo un celaje transparente. L a na-
rubíes, las que eclipsan los colores de turaleza entera parece que entone u n
las colas de los pavos reales, las pequeñas cántico, que sube hasta las alturas con-
flores de oro y las p e q u e ñ a s flores azules, vertido en plegaria. E l pollo corre, el
agitando sus ramilletes con alegría y niño juega y baila, el cordero salta, y
familiarmente, se dicen unas á otras:— dejando caer el agua gota á gota, enter-
"Mirad, ya viene nuestro enamorado!,, necido el antro, llora de alegría como un
Y con murmullos confusos, b a ñ a d o s de hombre feliz; el viento lee á alguno u n
luz y de sombra, los árboles que viven invisible pasaje del poema inaudito de
arraigados en los bosques, los árboles la creación; los pájaros hablan á los per-
viejos, los tejos, los tilos, los acebos, fumes; las flores hablan á los rayos sola-
los rizados sauces, las venerables enci- res; los pinos hácia los estanques dirigen
nas, los grandes olmos, que tienen los sus verdes ramas; de los nidos salen can-
pies cubiertos de musgo, saludan pro- tos. E l firmamento encuentra hermosa
fundamente al poeta, como los ulemas la tierra; están flotando en ella á un mis-
cuando aparece el m u f t i , encorvando mo tiempo todos los climas; allí el otoño,
hasta el suelo el tupido ramaje de sus a q u í el verano, m á s allá la primavera.
frentes, murmurando en voz baja:—"¡Ya E l hosanna de los bosques, de los ríos y
está ahí el soñador, nuestro enamorado!,, de las llanuras se eleva gravemente há-
Les Roches, Junio 1831. cia Dios, padre del dia, y todas las blan-
curas son como estrofas amorosas; el
cisne exclama:—"Luz!,, L á flor de lis ex-
clama:—^"Clemencia!,, E l cielo se abre al
oir ese cántico como u n oido inmenso.
L a tarde llega; el globo deslumhrado á
Mis dos h i j a s . su vez se convierte en un ojo enorme
que mira á la noche; saborea atónito l a
inmensidad sagrada, contemplando l a
A la p á l i d a claridad del crepúsculo de esplendidez del empíreo, las nubes de
la tarde, mis dos hijas, una parecida al crespón y de plata, el zenit que brilla y
cisne y otra á l a paloma, hermosas y centellea, las constelaciones, los efluvios
alegres las dos, la grande y l a pequeña, de lo sombrío y de lo profundo que se
están sentadas en el a n d ó n de un cuadro confunden con vuestras efusiones, estre-
del j a r d í n , y sobre ellas un ramillete de llas relumbrantes. E l infinito entero
claveles blancos, que sale de largos y queda absorbido en éxtasis, y durante
frágiles tallos de una maceta de m á r m o l , este tiempo el envidioso S a t a n á s des-
agitado por el viento, se inclina hácia varía.
ellas, las mira, y extremeciéndose, parece
que sea esa mata de claveles una banda L a Terrasse, A b r i l 1840.
da de mariposas que se haya parado al
borde de la maceta para contemplar á
mis hijas.
L a Terrasse cerca Enghien, Junio
de 1842,
.AS CONTEMPLACIONES. 397
Todas las tardes salgo y entro al pa-
ar en casa de mis amigos. Tomamos el
fresco en familia en el fondo del jardinj
me siento entre los árboles, y sin saber
A Audrés Chenier. 3or qué, todos los niños vienen á bus-
carme en cuanto me ven sentado. Sin
duda es porque saben que participo de
sus mismos gustos; se acuerdan indu-
Sí, creo que mis versos pueden sin ha- dablemente que, como á ellos, me gustan
cer mala alianza pedir prestado á la el aire libre, las flores, las mariposas y
prosa su aire familiar. E s cierto, Andrés; 'os insectos; saben que soy apasionado
me gusta que la lira se ria alguna vez, de los niños, que me complazco en jugar
y voy á decirte por qué. Cuando era yo con ellos, y que estando conmigo pue-
muy jóven y me empeñaba en leer en den hablar en voz alta, gritar, mover
el dificilísimo libro de los bosques y de alboroto; que yo, cuando tenia pocos
las aguas, habitaba un parque sombrío, años, reia y alborotaba también como
en el que charlaban muchos pájaros y ellos; y aun ahora, cuando presencio
en el que sonreían las clemátides azules. sus debates, les estoy siempre sonriendo,
U n dia que estaba pensativo en el par- aunque estoy triste; saben que no me
que, una alondra me dijo:—"Es preciso incomodo, y se divierten conmigo por-
descender al mundo alguna vez,,. L a que les hago juguetes de cartón, dibujos
naturaleza es algo burlona cuando está con la pluma y les refiero por las noches
cerca de los hombres, y tus cantos, poe- interesantes cuentos.
ta, se le parecerían más si los deshincha-
ses. Los bosques suspiran, pero también
silban. E l azul del cielo brilla cuando Por eso desde que me ven todos cor-
transparenta la alegría de éste, y el ren hácia mí, y dejando los juegos que
Olimpo es grandioso cuando se rie; no "os entretenían cuando yo llegué, me
llora el viento cuando ruge con demen- rodean alegres y riendo y se me encara-
cia, y las olas gigantescas no cantan ro man en las rodillas; los mayores, con
manees (1), y la naturaleza, en el fondo aspecto grave, me traen los nidos de
oscuro de los siglos, emparejando á R a mirlos que han cogido, álbums, lápices
belais con el Dante, al lado del inmenso que vienen de Paris, me hacen muchas
dolor coloca la extrepitosa risa. consultas, me abruman preguntándome
Les Roches, Julio 1830. y charlamos, y todos ellos se ríen; me
regocija ver reír, pero no con risa irónica
y sarcástica, sino con risa Cándida, con
vi. esa risa que hace abrir á un mismo
tiempo la boca y el corazón y que ense-
L a v i d a en e l campo. ña á la vez almas y perlas.

Admiro los lápices, los álbums, los


Por la tarde salen á la campiña á
nidos de mirlos, y algunas veces me di-
pasear el pobre por su campo y el rico
cen, cuando los admiro mucho, que es
por sus dominios y yo por todas partes
de mí misma opinión el señor cura. Des-
porque el poeta siente dentro de sí mis
pués, cuando todos juntos han charlado
mo que toda la naturaleza es del domi
todo lo que han querido, callan de re-
nio de Dios. Salgo á pasear solo, á
pente; los mayores apoyándose en la
contemplar y á meditar; sin embargo, si
silla donde estoy sentado y los pequeños
alguno quiere acompañarme por el ca
agrupados alrededor de mis rodillas: su
mino, acepto la compañía. Todos los
silencio quiere decir:—"Habladnos,,.
hombres tienen algo en el espíritu, y
cada uno de ellos es un libro en el que
Dios escribió; cada vez que cae en mis Entonces les hablo de todo. Mis con-
manos uno de esos libros á que ahora versaciones siembran en ellos ideas ó
me refiero, en los que vive un alma hechos. Como me tienen cariño, les gusta
procuro leerle. todo lo que les digo. Les señalo con el
dedo el cielo, donde Dios se oculta, y el
astro que en él brillaé Me escuchan has-
(1) En el original de Víctor Hugo está escrita la palabra ro-
manee en castellano^ como la hemos aplicado en la traduc*
ta con las miradas. Les enseño que es
clon.—(N. del T-) preciso pensar, imaginar y buscar; que
398 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Dios bendice al hombre, no por haber á la sombra: Fiat, y la sombra íue.^—Hé


encontrado, sino por haber buscado. Les a q u í de lo que me acusáis: Se a p a g ó la
impulso á que den limosna á los pobres claridad de la lengua, del arte, de la
y á que sigan las lecciones que se les tragedia y de los dogmas, y yo soy el
enseñen; les explico lo que es la vida, y responsable, porque he contribuido á que
que en el fondo de nuestros pesares debe se apagase. He sido la piqueta que ha
resplandecer la bondad lo mismo que en hecho caer todo eso, según vuestro pun-
el fondo de nuestros goces y de nuestras to de vista. Pues bien; acepto vuestra
dichas; que ser buenos es vivir bien, y acusación, ya que vuestra prosa colérica
que la adversidad debe privarnos de todo me designa ese papel, y ya que decís que
menos de la bondad del corazón, por lo soy un hombre vano y despreciable, os
que los perversos obran m a l acusando á doy las gracias. E l camino que hace el
Dios; porque n i n g ú n hombre en el mun- tiempo, que solo sale de una iglesia para
do tiene derecho, pudiendo elegir el ca- entrar en otra y que se civiliza, y las
mino, al recorrerle, á decir que t ú le grandes cuestiones sobre el arte y sobre
creaste malvado. Señor, porque el mal- la libertad, consiento que las examine-
vado es i n ú t i l . mos bajo su aspecto m á s insignificante.
Convengo con vosotros en que soy este
hombre abominable, y aunque creo ha-
Les refiero t a m b i é n la historia; la m i - ber cometido algunos crímenes m á s de
seria del pueblo j u d í o maldito, que al los que me echáis en cara, me concreto
fin hay que bendecir; les hablo de Gre- á confesar que he sondeado las palabras,
cia, que irradia hasta en el porvenir; de que he insultado las albardas de los asnos
Roma, del antiguo Egipto y de sus l i a antiguos, que he sacudido el pasado de
nuras interminables y de todo lo que se arriba á bajo y saqueado, no solo el fon-
ve en ellas sombrío y siniestro; lugares do, sino t a m b i é n la forma; sí, soy ese enor-
espantosos, en los que todo muere, en me m ó n s t r u o , el demagogo horrible y
los que termina el ruido humano. Todos desbordado, el devastador del antiguo
esos demonios tallados en bloques de A . B . C. D . ; pero hablemos.
granito, que constituian el Olimpo mons-
truoso de aquellas desconocidas épocas
las esfinges, los anubis, los ammones Cuando salí del colegio, cansado de
los mercurios, están sentados en el temas de versos latinos, era un niño pá-
desierto desde hace cuatro m i l años. A l - lido, adusto y grave, de frente pensati-
rededor de ellos soplan los vientos, y las va, de cuerpo endeble, que con afán de
ardientes arenas les cubren como olas comprender y de juzgar abrí los ojos
gigantescas, sobre las que sacan la ca para ver la naturaleza, el arte y el idio-
beza; la piedra mutilada conserva algo ma; el pueblo y la nobleza eran enton-
de la forma de la estatua ó del espectro, ces semejantes á nuestro reino, la poesía
y recuerda desde luego los pliegues que era la m o n a r q u í a ; una palabra era duque
forma un p a ñ o sobre el rostro de u n y par, yo solo era un estudiantino; la
muerto, en el que se conocen aun la lengua p e r m a n e c í a en el estado en que
frente, la nariz, la boca, los ojos y un no se encontraba antes del Noventa y tres;
sé q u é horrible y feroz que mira y que vé; las palabras, bien ó m a l nacidas, vivian
m á s c a r a vaga y repugnante. E l viajero por castas; unas eran nobles y se hom-
que de noche pasa por allí se espanta breaban con las Fedras, con las Yocas-
y cree ver al fulgor de las estrellas, g i tas y con las Méropes, teniendo el deco-
gantes encadenados y que permanecen rum por m á x i m a y subiendo á Versalles
mudos y tapados con velos. en las carrozas del rey; las otras palabras
L a Terrasse, Agosto 1840. eran de la clase baja, patibularias, que
vivian en los pueblecillos, y algunas en
las galeras, propias para presidiarios, an-
vil. drajosas, sin zapatos, sm peluca, que
solo se usaban en la prosa y en las far-
R e s p u e s t a á u n auto de a c u s a c i ó n . sas, viles; rústicas, que solo expresaban
la vida familiar y abyecta, á propósito
para que las usara Moliére. Eacine las
Para vosotros soy un ogro, y en el caos miraba de reojo: si Corneille encontraba
del siglo, que marca vuestro corazón, he alguna de ellas embutida en sus versos,
pisoteado el buen gusto y la antigua la escondía, pero no lo bastante para que
poesía francesa y con audacia he dicho Voltaire no pudiera decir que Corneille
LAS CONTEMPLACIONES. 399
se encanallaba. Entonces aparecí yo en P e g u é en las esquinas nuestras procla-
la palestra gritando:—'"¿Por q u é se han mas, llamando á las armas á la prosa y
de usar unas palabras y otras no?„ Y con- al verso, incitando á que se formasen en
t r a í a Academia vetusta y anticuada, que batallones, haciendo ver que h a b í a m o s
escondia bajo sus faldas á los asustados llegado á una época en que la estrofa es-
tropos y á los batallones monótonos de taba amordazada, l a oda con grilletes y
alejandrinos, hice soplar el viento de la el drama encerrado en una célula, y que
revolución, poniendo el gorro frigio al sobre Racine muerto pululaba Gampis-
antiguo diccionario. No quise que hubie- tron. Boileau rechinó los dientes, y yo
ra ya palabras nobles n i palabras plebe- le dije:—"De hoy en adelante, silencio!,,
yas; promoví una tempestad en el fondo G-uerra á la retórica y paz á l a sintáxis,
del tintero, confundiendo, entre oscuri- y el Noventa y tres estalló. D e l antiguo
dades desbordadas, el negro pueblo de r é g i m e n entonces se hizo tabla rasa, y
las palabras con la bandada blanca de yo a p l a u d í como u n frenético bebedor
las ideas, y dije:—^Con todas las pala- de sangre y de frases, cuando v i , por
bras del idioma pueden expresarse todas medio de espumantes estrofas y expre-
las ideas elevadas,,: al oir esta horrible sándose en rugiente estilo, agarrar por
frase, las silepsis, las hipalajes y las l i - el cuello en la calle a l arte poético, y
totes se extremecieron; subí sobre el tras- cuando v i colgada entre la multitud, por
c a n t ó n de Aristóteles y declaró que las medio de las frases que el buen gusto
palabras todas eran iguales, libres y ma- proscribe, l a palabra aristocrática en el
yores de edad. Los invasores, los saquea- patíbulo. S í , soy ese Dan ton, soy ese Ro-
dores, los tigres, los hunos, los escitas y bespierre. Verdaderamente, esos son a l -
los daoios eran perrillos falderos compa- gunos de los crímenes que he cometido;
rados conmigo, porque yo habia saltado me apoderó y demolí las Bastillas de las
fuera del círculo y habia roto el compás. rimas. Hice m á s ; r o m p í todas las argo-
L l a m ó al cerdo por su nombre, al que llas de hierro que ataban á las palabras
Q-uichardin nombraba l l a m á n d o l e Bor- viles y saqué del infierno las legiones se-
gia y Tácito l l a m á n d o l e Vitellius. F u i pulcrales de las antiguas palabras con-
u n salvaje implacable y explícito: me denadas; aplastó las espirales de la perí-
atreví á quitar del cuello del perro estu- frasis, mezclé, confundí y nivelé el
pefacto el collar de epítetos; en la yerba,
alfabeto, sombría torre que nació de Ba-
á las sombras de las malezas, hice fra-
bel, sin ignorar que la mano encoleriza-
ternizar á la vaca con el becerrillo, siendo
da que así emancipaba las palabras,
la una Margoton y la otra Berenice. En-
tonces la oda se e m b r i a g ó abrazando á emancipaba t a m b i é n el pensamiento. L a
Rabelais; sobre la cumbre del P i n d ó se unidad es el atributo de los esfuerzos del
bailaron danzas populares; las nueve hombre; todo se r e ú n e en la misma flecha
Musas, con los pechos desnudos, canta- y d á en el mismo blanco.
ron la Carmañola; el énfasis se extreme-
ció en sus costas españolas; el asnero A q u í me tenéis, pues, confeso y con-
Juan se casó con la pastora Mirtila. Hice victo de muchos de mis crímenes, y ven-
desaparecer el alabastro, la nieve y el go á entregaros m i cabeza, diciendo
marfil, tan de moda en los símiles poé- humildemente y repitiendo hasta la sa-
ticos, y retiró el azabache con que se ciedad el mea culpa. Si Beauzée es Dios,
comparaban las pupilas negras y me verdaderamente yo soy ateo. L a lengua
atreví á decir sencillamente que los bra estaba en órden, era augusta y limpia,
zos eran blancos. Violó el cadáver aun festoneada con flores de lis de oro, regla-
humeante de la poesía, haciendo entrar mentada por Tristan y Boileau, con te-
¡qué horror! en ella los números. Muchas cho azul, con sus cuarenta sillones que
palabras que Restant peinaba todas las tenían el trono en el centro; yo la he
m a ñ a n a s , lo mismo que á Luis X I V , lle- perturbado y hasta he roto algunos mue-
vaban aun peluca, y l a revolución, to- bles de su salón ilustre; el vocablo propio
cando á rebato, gritó á esas cabelle- era u n rústico; no era m á s que cabo, yo
ras:—"Transformaos, que ya es hora!;; L a le hice coronel; al pronombre personal
peluca r u g i ó entonces y se transformó le convertí en jacobino; el participio, que
en melena. Impulsados por la libertad, era u n esclavo que tenia la cabeza blan-
de este modo nos rebelamos, y de perri- ca, lo troqué en hiena, y del verbo hice
llos nos convertimos en leones, y las rá- una hidra de la a n a r q u í a . Y a os dije que
fagas del h u r a c á n que soplamos hicieron el reo está confeso y convicto. Podéis
que llameasen toda clase de palabras. castigarle. L l a m é á las fosas nasales, na-
riz; llamó á la fruta de oro, pera; a r e n g u é
400 OBRAS D E VICTOR HUGO.

á las palabras, dicióndolas:—"Constituid lace penetrar por los poros de todos los
una República, sed u n hormiguero i n - lombres. Las preocupaciones que se for-
menso y trabajad: ¡creed, amad y v i - man como las m a d r ó p o r a s , del sombrío
vida—Todo lo he conmovido, y con tris- amontonamiento de los abusos que per-
teza arrojó los versos nobles á los perros sisten por el lapso del tiempo, se disuel-
humildes d é l a prosa. ven con el choque de todas las palabras
flotantes llenas de su voluntad, de su
objeto y de su alma. L a prosa, el verso,
L o que yo hice, otros t a m b i é n lo hicie- el drama, la expresión, el sentimiento,
ron, y mejor que yo. Calíope, Euterpe y brillan como faroles en la calle y como
Polimnia perdieron ya su gravedad pos- estrellas en el firmamento. Penetran en
tiza. Hemos puesto contrapeso á la ba- las profundidades del lenguaje insonda-
lanza hemistiquio; es verdad, debéis mal- ble, soplan al arte, y después de haber
decirnos. E l verso, que en otros tiempos llenado con su dignidad al pueblo, des-
se ceñia siempre en la cabeza doce plu- arrugan el ceño de las frentes, mejoran
mas formadas en círculo y que saltaba á la m u l t i t u d degradada, y después de
sin cesar en la doble raqueta que se convertirse en derecho, se convierte en
llama prosodia, y etiqueta t a m b i é n , rom- idea.
pe ya para siempre la regla; es un vo- Paris, Enero 1834.
lante que se convierte en pájaro y se es-
capa de la j a u l a de la cesura, corre por
los barrancos, ó vuela hasta las nubes
como una alondra. VIII.
Continuación.
E n la actualidad todas las palabras
son ya m u y claras; los escritores han
emancipado la lengua, y gracias á esos Es preciso convencerse de que la pala-
bandidos, lo verdadero destierra al en- bra es un ser vivo. L a mano del soñador
jambre de los pedagogos, la imaginación vibra y tiembla al escribirla; la pluma
pendenciera y alborotadora rompe las que de su a alas alarga la extensión, ras-
ventanas que tapaban el espíritu de los ga el papel cuando la escribe. L a pala-
ignorantes, la poesía con su triple frente, bra, el t é r m i n o , tipo venido de no se
que rie, suspira y canta, que Planto y sabe dónde, faz de lo invisible, aspecto
que Shakespeare sembraron, el uno en la de lo desconocido, quién lo creó? ¿Quién
plebe y el otro en el populacho, que der- lo forjó? Saliendo de la oscuridad, as-
rama en las naciones la cordura de Job cendiendo y descendiendo en nuestra
y la razón de Horacio, y que sagrada imaginación, y encontrando siempre el
loca de brillantes miradas asciende á la sentido, como el agua el nivel, formula
eternidad con el transcurso del tiempo, claridades flotantes en el cerebro.
reaparece; l a Musa vuelve á ocuparse de
los mortales, llora por la miseria huma-
na, hiere y consuela, v á desde el zenit Indudablemente comprendereis todos
hasta el nadir, y hace resplandecer sobre que las palabras representan objetos, y
todas las frentes su vuelo, que es u n tor que ruedan en tropel por el abismo os-
bellino; su lira, que es un h u r a c á n de curo de l a prosa, ó hacen rugir al bosque
chispas, y sus infinitos ojos y sus fini tempestuoso del verso. L a palabra sabe
tas alas. el secreto de l a esfinge que se llama
espíritu humano. L a palabra quiere ó
no quiere, corre como hada ó como ba-
E l movimiento completa su acción. cante, se ofrece, se entrega ó huye; t a l
Gracias á t í , santo progreso, l a revolu palabra es una sonrisa, t a l palabra es
cion vibra hoy en los aires, en las voces una mirada; hay palabras profundas que
y en los libros. E n la palabra palpitante hacen meditar al hombre; toda fuerza
l a siente v i v i r el lector; grita, canta, en en el mundo tiene la palabra por m u l t í -
seña y rie; su lengua está t a n emanci- plice; modelada s e g ú n el cerebro, viva ó
pada como su espíritu. Penetra en la lenta, grave ó corta, el hueco del cráneo
novela y habla en voz baja á las muje humano le d á su relieve y la antigua
res. Empieza á abrir ahora sus dos ojos marca queda en él cerca de l a nueva; lo
luminosos, mirando con uno al ciudada que una palabra no sabe, otra lo revela;
no y con el otro al pensador. Coge de la las palabras chocan en la frente como
piano á su hermana la Libertad y la el agua en los arrecifes; hormiguean,
LAS CONTEMPLACIONES. 401
abriendo en nuestro pensador espíritu en el recinto donde duermen los muer-
garras ó manos, y algunas abren alas. tos, y Don Juan palidece y se queda
Como sobre un hogar oscuro saltan chis- petrificado; convierte al m á r m o l en es-
pas, tristes, alegres, siniestras ó dulces, pectro y al hombre en estátua. Golpea,
las palabras saltan en nuestro pensa- hiere, marca, resucita y mata. Nemrod
miento; las palabras son los t r a n s e ú n t e s dice: "G-uerra!,,, y desde el Ganges al
misteriosos del alma. Biso brillan las espadas y corre la san-
gre. "Amaos unos á otros,,, dice Jesu-
cristo; y esa frase brilla y reverbera
Cada una de ellas nos trae una som- en todo el universo, reflejando en todos,
bra ó sacude una llama, cada una de hasta en t í . Tiberio, en el cielo, en las
ellas guarda una región del cerebro; por- flores, en el hombre regocijado, como el
que la palabra se llama legión, y por eso ardiente sol del amor infinito.
cada uno, con el trabajo común, produce
obra diferente; porque de esa m u l t i t u d de
signes y de sonidos, que escribiendo ó Cuando la creación salió de las manos
hablando se escapan de nosotros, nacen de Dios, el primer hombre dijo la prime-
los gritos, los cantos, los suspiros, los ra palabra; el vocablo que salió de sus
discursos; por eso, presente en todas par- labios, y que oyó toda la naturaleza, en-
tes, emana, escondida en el idioma, la contró á la luz en los cielos y la dijo:—
palabra; tiene bajo sus piés el globo "Hermana mia! vuela! ciérnete! sé eter-
y lo esclaviza; y así como el hombre es na; alumbra á los astros; calienta el
el animal donde vive el alma, esa cla- éter, las esferas, los globos ardientes,
ridad celeste que aprisiona el cuerpo, así ilumina por fuera y por dentro. Vas á
la palabra es el animal que encierra la tener vida, como la tengo yo. Serás la
idea. lengua de fuego y yo seré el apóstol.
Surge, borra la oscuridad, deslumhra al
horizonte, haz nacer en él la aurora, que
L a palabra hace que todo vibre en el yo valgo tanto como tú, que si t ú eres el
fondo de nuestros espíritus; todo lo re- alba, yo soy la razón. Hermana mia,
mueve en ellos; consigue que se nos vas á apoderarte del mundo, echándole
aparezcan Beatriz, Licoris, Dante en el la red de t u claridad; con tus rayos de
cementerio y V i r g i l i o en Pausílipo; es oro vas á ligar las tierras, los soles, las
el oscuro pólipo del Océano del pensa- flores, las olas, los campos y los cielos, y
miento; en el libro que brota de l a pluma
yo voy á atar las bocas, y sobre todos los
de Esquilo, en el que escribe sobre sus
hombres voy á tejer, con hilos de armo-
rodillas San Juan en Patmos, entre ver-
nía y de luz, para prender todos sus co-
sos llenos de hidras y de vampiros, se
ven palabras mónstruos arrastrarse en razones, la inmensa tela del amor. Y o
sus obras prodigiosas. existia antes que el alma. A d á n no es
m i padre. Y o existia antes que tú; t ú ,
luz, sin m í no hubieras podido salir del
E l sorprendente poder de una mano abismo en donde todo se arrastra enca-
impalpable pone una palabra sobre u n denado; me llamo Fiat lux, y yo soy t u
hombre, y este hombre, extremeciéndose, primogénito. „
se seca y muere envenenado por su pro-
funda fuerza; se dispara una palabra
vengadora que penetra en el flanco de L a palabra es poderosa; desata el nudo
todo u n mundo, y este mundo, arras- gordiano con que el error l i g a al hom-
trando la espada, el cadalso, sus leyes, bre; es rayo en la oscuridad y gusano en
sus costumbres y sus dioses, cae desplo- el fruto maduro; suena en una trompeta
mado. L a palabra devora y nada se le y hace temblar una muralla, y Baltasar
resiste. A su hálito, auxiliado por el se bambolea y Jericó se desploma; se i n -
alma y por la luz, se exfolia lentamente corpora en el pueblo, siendo ella misma
la enorme oscuridad. D á su fuerza som- muchedumbre; es vida, espíritu, g é r m e n ,
b r í a á los hombres de acero, á los hom- h u r a c á n , v i r t u d y rayo, porque la pala-
bres que nada dobla; hace pronunciar á bra es el Verbo y el Verbo es Dios.
C a t ó n este monosílabo: No. Los grandes Jersey, Octubre 1854.
obstinados, Bruto, Colon, Zenon, hacen
siempre brillar en sus pupilas esta pala-
bra luminosa: "Esperanza,,. Consigue
abrir la boca de piedra de una estatua
TOMO V .
51
OBRAS D E VICTOR HUGO.

X.

A madame B , Gr. de
E l poema inconsolable se lamenta; el
drama llora, y por medio de los actores
difunde sus lágrimas; el público que E n otro tiempo os decia:—"Vivid y
siente y se enternece en aquellos mo- reinad, señora; os esperan los salones,
mentos, después entra en reacción y ex- donde reclaman vuestra presencia; los
clama:—'"Bah! E l autor es u n hombre deslumbradores bailes quedan desani-
de talento, que, excitando las pasiones de mados cuando los abandonáis; amad,
los héroes de sus obras, se rie de nosotros reid, cantad; tenéis el esplendor de los
cuando vé que nos hacen llorar esos do- astros y de las rosas; vuestras hechiceras
lores imaginarios: t r a n q u i l í z a t e , esposa y elocuentes miradas comentan vuestras
mia; e n j ú g a t e los ojos, hermana.,, Pero conversaciones ligeras y graciosas; lo
el público se equivoca: el espíritu es el que vuestros labios dicen chispea en
corazón; a l pensador le hace sufrir su vuestros ojos. Parece que cuando a l g ú n
propio pensamiento, que con sus llamas pesar os atormenta, vuestras pupilas
le quema; el poeta ha derramado la san- derramen perlas y no l á g r i m a s . V i v i d
gre que sale de su drama en los séres siempre festejada y dichosa, ¡oh hermosa
que creó. Viven con su propia vida, de los cabellos de oro!,.
tiembla con ellos y muere como ellos.
A l poeta hace extremecer su creación:
cuando en l a soledad y en el silencio Ahora os veo p á l i d a , grave, muda y
trabaja, llora y pone su propio corazón transfigurada, y os digo:'—'"¡Ven á bus-
en el drama; es un escultor, que en su so- carme, poeta! Sér misterioso, a r c á n g e l ,
ledad petrifica su propia carne en la sa- laz que para m í sean transparentes l a
grada arcilla, en la que renace sin cesar, ierra y el cielo; r e v é l a m e con una pala-
y ese soñador que crea á Otelo de una bra el oscuro enigma humano y el secre-
l á g r i m a y á Alcestes de un sollozo, con- to del mundo; confirma en m i espíritu á
fundido con ellos aparece en sus obras. Descartes ó á Espinosa, porque t ú sabes
E n su génesis, inmenso y verdadero, uno el verdadero nombre del que abrió, para
y diverso, el que sufre m a l eterno se der- que pudiésemos ver l a luz, esos agujeros
rama, sin agotar nunca su manantial de en la negra techumbre que se llaman
vida, por lo que es como u n dios; es un estrellas; porque yo te siento flotar en
génio, a d e m á s de ser un hombre como todos los ramajes que se inclinan hácia
los otros. Corneille es hijo de Rouen, mí; porque de t u l i r a invisible salen su-
pero su alma pertenece á Roma; posee blimes cantos; porque el sombrío Océa-
el pensamiento varonil de los Catones. no, en el que m i esquife se aventura, te
Extraordinaria es la palidez de Shakes- espanta y te complace; porque la santa
peare; antes que á H a m l e t , le espera naturaleza, con sus campos, sus olas y
el fantasma en la áspera plataforma, sus bosques, hablan á t u alma grandiosa
mientras que en el horizonte v á ascen- con su grandiosa voz.,,
diendo la luna; con el fugitivo Ulises, Paris 1840. Jersey 1855.
espantado, Homero huye por l a playa
durante el crepúsculo; San Juan se ex-
tremece, y en el fondo de su sombrío pe- XI.
cho toca á rebato el sombrío Apocalip
sis; en el seno de Esquilo, Orestes camina
y ruge, y en su gigantesco cráneo está JLise.
clavado Prometeo.
Paris, Enero 1834.
Y o tenia doce años y ella diez y seis;
era alta, yo era bajito. Para hablarla
con m á s confianza, esperaba que se fuese
m i madre, y cuando se iba, me sentaba
al lado de esa n i ñ a por el placer de ha-
blar con ella á solas.
LAS CONTEMPLACIONES. 403
Desde entonces, ¡cuántas flores se han
agostado y c u á n t a s primaveras! ¡ C u á n -
tas pasiones muertas y c u á n t a s tumbas
cerradas! ¿Quién se acuerda ya de lo que
sintieron los corazones? ¿Quién se acuer- V e r é novo.
da ya de aquellas flores marchitas? E l l a
me amaba y yo la correspondía; éra-
mos dos niños, dos perfumes, dos rayos
de luz. Sonríe la m a ñ a n a á las flores brillan-
tes de rocío. Oh primavera! Cuando
recordamos en todas las misivas que los
Dios la creó ángel, hada y princesa. soñadores amantes envían á sus mujeres
Como era mucho mayor que yo, estaba predilectas, en los mensajes de amor, de
siempre p r e g u n t á n d o l a por el placer que embriaguez y de delirio, que se reciben
me causaba decirla: por qué? y muchas en el A b r i l y que se rasgan en el Mayo,
veces, ella, temerosa, evitaba mis ar- creemos ver volar á la merced del viento
dientes miradas, que l a dejaban pensa- alegre, y por los prados y por los bos-
tiva. ques, sobre el agua y bajo el cielo, va-
gando por todos los sitios, buscando en
todas partes u n alma y llegar á las flo-
Después hacia alarde de m i ciencia res saliendo de las mujeres, los pequeños
infantil, de los juegos en los que mani- pedazos blancos, lanzados en u n torbelli-
festaba m i habilidad, y como estaba or- no, de todas las cartas amorosas conver-
gulloso de aprender el l a t i n , le t r a d u c í a tidos en mariposas.
muchas veces á Fedro y á V i r g i l i o , le Mayo 1831.
hablaba de m í , y envanecido, le decia
algunas veces:—"Mi padre es general,,.
XIII.
Aunque era mujer, q u e r í a que leyera
algunas veces algo de latin, y yo le tra- A p r o p ó s i t o de H o r a c i o .
ducía a l g ú n versículo, cuyo sentido ella
procuraba comprender; y en la iglesia
me inclinaba muchas veces hácia su l i - Domines latinos, pedantes, magisters,
bro de oraciones, y un á n g e l a b r í a sobre pedagogos, os aborrezco, porque con
nosotros sus alas blancas, cuando asis- aplomo grave, infalible y estúpido ne-
tíamos juntos á las vísperas los do- gáis el ideal, l a gracia y la belleza!
mingos. Vuestros textos, vuestras leyes son fósi-
les, y á pesar de vuestro aspecto de
suficiencia, sois unos imbéciles que lo
E l l a decia de m í que yo era un niño, queréis enseñar todo y no sabéis nada.
y yo l a llamaba la señorita Lise. Para Me hierve la sangre cuando recuerdo
traducirle a l g ú n salmo, me acercaba aquel tiempo en que yo era un diablo
mucho á su devocionario; me acercaba de diez y seis años y m u y fuerte en re-
tanto, que u n dia mis labios de fuego ro tórica. ¡ C u á n t a s reprensiones, c u á n t a s
zaron sus frescas mejillas. rabietas y c u á n t o s castigos me costó! U n
domingo me castigaron encerrándome
en m i cuarto y haciéndome aprender de
¡Infantiles amores, t a n r á p i d a m e n t e memoria quinientos versos de Horacio:
desvanecidos, que sois el alba que apunta quise oponerme, pero no me fué permi-
en la m a ñ a n a de la existencia, encantad tido hablar, y tuve que sufrir el castigo;
á los niños con vuestros inefables éxtasis, tuve que estudiar veinte veces la oda á
y cuando llegue para nosotros la tarde Planeo y la epístola á los Pisones; y
de la vida, encantad aun nuestras almas, precisamente ese dia tenia una cita con
infantiles amores, que os desvanecéis tan la hija del portero. Gran Dios! ¡Tener
rápidamente! que perder u n dia entero! Debia dedi-
Mayo 1843. carlo al éxtasis puro del amor, y para
embriagar á dicha j ó v e n con el cielo y
con la naturaleza, llevarla, si el tiempo
lo permitía, á comer tortas de hojaldre
en los cerros de San Grervasio, Rabioso,
subí á m i cuarto, que era un horno en el
OBRAS D E VICTOR HUGO.

mes de Junio y un ventisquero en D i - tendiendo acercaros á la a n t i g ü e d a d , á


ciembre, y allí exclamé: í n d a r o , á Sófocles, á Terencio, á Plan-
to; y traidores, con vuestra hipocresía,
con vuestras costumbres, con vuestros
—"Horacio, apreciable j ó ven que v i - yugos, rayando todos los libros subli-
vías tranquilo y razonable, y que te mes, con vuestras preocupaciones, con
posabas cuerda y francamente en todas vuestro horror al porvenir y con vuestro
partes como el pájaro se posa en l a ódío al progreso, hacéis que los corazo-
rama, ligeramente y sin permanecer en nes vírgenes de los jóvenes beban en
ella, pidiendo ú n i c a m e n t e á los dioses vuestras tinieblas ese ópio rancio. ¡Mane-
que te concedieran el tiempo suficiente cillas de la Biblia humana, sacristanes
para entonar t u canción libre y alegre; del arte y de la ciencia, trocáis el gran
t ú caminabas oyendo por la tarde entre templo en capilla pequeña! ¡Carceleros
la arboleda las ahogadas risas de las del espíritu, os apoderáis de Teócrito, de
locas jóvenes, los tiernos cuchicheos en 'os velos sagrados de Esquilo, de T í b u -
la espesura de los bosques; cortejabas o, radiante de amor, de V i r g i l i o , ra-
algunas veces á t u hermosa esclava diante de estrellas, y convertís en infier-
M i r t i l a , de blonda cabellera, ó te po- nos sus paraísos! Confiar la educación
mas de codos en la mesa bebiendo el del niño á semejantes séres, es poner á
vino que tenias encerrado en una vasija oension la mosca en la morada de la
griega. Pegaso, abriendo las narices, carántula. ¡Confiar el niño á semejantes
soplaba hácia tí los versos; t ú meditabas; monjes para que le espliquen á P l a t ó n ,
t ú escribías odas á Barine, á Mecenas, á jara que les lean C á t u l o , para que les
V i r g i l i o , á t u c a m p i ñ a de T i b ú r , á descifren Homero, á esos diáconos, á
Clóe, que pasaba por las tapias de t u esos bedeles cuyo hocico se sorbe los
morada llevando sobre la cabeza la de- moscos, á esos majaderos que ignoran lo
licada ánfora; por la noche, cuando Febo que es u n niño, que apenas saben el
se convierte en Hócate, cuando los ma A. B. C. D . del corazón humano, que
tórrales se llenaban para t í de visiones representan la barbarie de ayer y que
y veías en ellos claridades, formas y ra- desean matar el m a ñ a n a ! . . . Sus viejas y
yos de luz, al Cervero frotarse la cola muertas visceras insultan al corazón
entre las piernas; á Baco, dios del vino que se abre á la vida; se apoderan del
y de los yambos; á Sileno pensativo, cli adolescente y no toleran que la ilustra-
giriendo en su gruta; y deslizarse en la ción penetre en su alma bajo la forma
oscuridad, e m b r i a g á n d o s e de lascivia del pensamiento ó bajo forma de mujer;
con las blancas desnudeces de las ninfas se burlan de los niños y se burlan de
al fauno de piés de cabra y de orejas pun- los poetas; dirigen á los ruiseñores su
tiagudas; ¿quién te hubiera dicho, Ho voz profunda de mochuelo; el niño es
racio, cuando te alegraba el vino sabino ignorante y ellos son ignaros; borran del
espíritu el esplendor y todo lo luminoso,
y sorprendías en el baño á Q-lycere ó á
y escardan el ideal como si fuese u n
Licoris, cuando pintabas en Roma á los
barbarismo. ¡Esos seres son los que se
caballeros jóvenes corriendo en el hipó
encargan de ilustrar á los niños!,,
dromo, como Moliére pintó en Francia á
los marqueses, quién te hubiera dicho
que escribías versos tan deliciosos y tan
exquisitos para que sirvieran en el siglo Hó a q u í lo que yo decía en m i cuarto,
actual de instrumentos de tortura á mientras me servia de encierro. M i mo-
horribles hombres Cándidos, que van ma nólogo-diatriba, como podía disponer de
peinados y mal vestidos, ó á pedantes mucho tiempo, era variado hasta en me-
que mascullan, como los monos una dio de su monotonía; estaba exasperado,
ñor, t u nombre célebre con los dientes?,, y aunque tenia razón en el fondo, no la
•—Después, creciendo cada momento m í tenia en la forma. Estaba castigado por
furor, añadí: las malditas m a t e m á t i c a s que me abur-
r í a n y que me hacían e m p e ñ a r conti-
nuas luchas con las cifras de sus teore-
—"¡Cangrejos, que queréis poner so mas y de su álgebra; ¡por eso estaba tan
tanas á los dioses irritados del éter, un furioso!
capillo á Diana y vuestros tricornios á
los olímpicos, os maldigo, eunucos ator
montadores! Petrificáis con vuestro h á L l e g a r á u n dia en que el hombre sea
lito al jóven Cándido y chispeante, pre prudente, en el que ya no se e d u c a r á n
LAS CONTEMPLACIONES.

los pájaros para estar encerrados en las


jaulas, y entonces, comprendiendo la
sociedad mejor al niño, habiendo sondea- XV.
do las reglas del libre vuelo, a d o p t a r á
las reglas para hacer crecer las águilas;
y la luz del medio dia resplandecerá H á c i a 1830.
para todos; entonces, comprendiéndose
que el saber es sublime, aprender será
muy agradable. Entonces, dejando para Dionisia, t u marido, nuestro viejo pe-
el final de los estudios los notables libros dagogo, está paseando; ha ido á pertur-
latinos y griegos, esas soledades en las bar la fresca é g l o g a que susurra en el
que el trueno g r u ñ e , en las que el mar cosque el hermoso adolescente que se
brilla ó el astro sonrio, y que llenan los "lama A b r i l ; todo tiembla y toma aspec-
vientos inmensos del espíritu, explicán- to de pedante en cuanto él aparece. E l
dolos cariñosamente ó inspirando afecto asno g r u ñ e entre dientes un tema al
hácia ellos, los p o d r á n comprender con Duey, su camarada; reverdece el almen-
facilidad. Homero a r r a s t r a r á en su vasto dro, como jovenzuelo que crece, y decla-
reflujo al deslumhrado estudiante; el ma este recitado de Therámenes:—'"Su
niño no será ya una bestia de carga en- ancha frente está armada de amenazado-
ganchada á V i r g i l i o , y no se convertirá res cuernos. „
ya, bajo el l á t i g o de u n pedante ó de un
abad, en pesado caballo al que abrume
el peso del castigo. Cada aldea t e n d r á , Dionisia, entre tanto, t ú cantas pensa-
en u n templo rústico, en vez del magis- tiva, disfrutando de esa edad en la que
ter antiguo, al institutor lúcido y grave, a inocencia abre su vaga flor, ó ignoran-
que sea u n magistrado del progreso, un te, sin alegría y sin dolor, sin temor y sin
módico de la ignorancia, un sacerdote de deseo, ves á la hora en que el estudiante
la aldea, y entonces desaparecerán para entra en la clase y el doctor en el antro,
siempre el escolar eterno y el eterno pe- legar hácia tí, subiendo juntos la es-
dante. calera, el fastidio, representado por el
31 Mayo 1835. maestro de escuela, y el amor, represen-
tado por el escolar.

XVI.
L a ^an^anita. (i]
A. M. Froment-Heurice.

Ella me dice:—"No sé q u é es lo que Los dos somos hermanos: dos artes


me está atormentando,,. A l oiría me fijo pueden confeccionar las flores. E l poeta
en su blanco cuello y veo en él u n insec es cincelador y el cincelador es poeta.
to pequeño y de color de rosa. Debia ha Cincelador y poeta, en nosotros se revela
ber visto—pero yo solo tenia diez y seis el espíritu y convertimos en mejor lo
años,—debia haber visto antes u n beso bueno; t ú das m á s hermosura á la belle-
en sus labios, que u n insecto en su cue- za. E n sus brazos ó en sus cuellos, esta-
llo. Parecia u n marisco; tenia la espalda tuario de alhajas, labras maravillosamen-
rosada y manchada de negro. Los pája te palacios de pedrerías. No digas que t u
ros, para mirarnos, se asomaban entre arte es insignificante; salte de la ruta
las hojas. Me incliné hácia ella, y á pesar común, mágico obrero, y mezcla el oro
de que me presentó sus rosados labios con el pensamiento. Todos los pensado-
llevó la mano á su cuello y cogí al insec res, sin buscar quién termina n i q u i é n
to, pero el beso se voló.^—^Tonto, me empieza, esculpen en la misma roca. Esta
dijo la sansanita cuando la tenia en m i roca es el arte inmenso que Miguel A n -
mano. Dios nos hace ser animales, pero gel nos arroja en grandes bloques, ha-
los hombres algunas veces nos aventa ciéndole brotar á la ventura, y Benvenu-
jais. to Cellini nos los desmenuza. Y ante el
P a r í s , Mayo 1830. arte infinito, del que la ley no cambia
nunca, la p e q u e ñ a piedra de Cellini
( i ) Sansanita: insecto pequeño, volátil, colorado, con
vale tanto como el bloque de Miguel
motas negras en el lomo. —(N. del T . ) Angel. Los dos son grandes. Sombrío ó
406 OBRAS D E VICTOR HUGO.

brillante, el arte es fuego que alumbra: del mundo se presenta con toda su feal-
la estrella equivale al sol y la chispa dad, y eso no me incomoda, encuentro
equivale á la llama. justo, amigo mió, que al leer en voz alta
Paris 22 Octubre 1841. los epitafios que ponen á los muertos, en
los que consta siempre que los fallecidos
eran hermosos y buenos, esos pájaros
consigan que las tumbas se rian.
XVII. Paris, Mayo 1835.
Los pájaros.

XVIII.
Eecorria un cementerio grande y de-
sierto, pensando en los fallecidos, y ca- A n t i g u a c a n c i ó n de l a j u v e n t u d .
minaba sobre la yerba florida y por en-
tre las cruces de las tumbas. ¡Dios quiere
que lo que nace salga de lo que muere!
—Alrededor de mí, sin cuidarse de m i No me ocupaba de Rosa, aunque Rosa
aspecto tenebroso, una bandada de ale- vino al bosque conmigo; hablamos de
gres y libres gorriones iban y venian, cualquier cosa, pero no me acuerdo de
qué.
cantando, volando y saltando, pasaban
sus picos por las narices de las e s t á t u a s
y picoteaban en las tumbas; indignado Estaba frió como el m á r m o l y cami-
les dije:—^Respetad á los muertos! ¡No naba distraído; me ocupaba de los árbo-
seáis arpías!,,—'"Somos gorriones,,, me les y de las flores, y los ojos de Rosa
contestaron.—"Silencio, y salid de aquí!,, parecían que me p r e g u n t a b a n : — " ¿ Y q u é
repliqué colérico. Entonces huyeron; co- más?,.
nocían que yo era el m á s fuerte. Solo
quedó uno de ellos detrás de mí, que ir-
guiendo l a cola, exclamó:—"¡Será a l g ú n E l rocío nos e n s e ñ a b a sus perlas, los
antiguo clásico!^ árboles nos presentaban sus quitasoles;
Ibamos caminando. Y o oyendo los mir-
los y Rosa los ruiseñores.
Cuando se volaban todos furiosos, lan-
zando gritos y m i r á n d o m e de reojo, un
acebo que crecia cerca de una tumba, Y o tenia diez y seis años y estaba
deteniéndome bruscamente por el brazo melancólico; ella tenia veinte y le bri-
al pasar por delante de él, me dijo:— llaban los ojos; los ruiseñores cantaban
"Esos pájaros cumplen con su destino. á Rosa y á m í me silbaban los mirlos.
Dejadles, que los envia Dios. Ellos dan
vida al cementerio; ellos alegran á la
naturaleza; toman el m u r m u l l o al ria- Rosa, poniéndose de puntillas, levantó
chuelo, la claridad al astro, la sonrisa á temblando el brazo lindo y blanco para
la aurora; en todas partes donde ríen los coger en una rama una mora madura,
hombres recogen sus alegrías y nos las pero yo no v i su lindo brazo.
traen; de las yerbas, de las malezas y de
las olas recogen la alegría y se compa- Corría fresca y pura el agua de los ar-
decen de nosotros, que vivimos sumidos royuelos sobre aterciopelados musgos, y
en la tristeza, acudiendo hasta a q u í ale- cariñosa la naturaleza dormitaba en el
gres y ligeros á vaciar en nuestra oscu- silencio d é l o s bosques.
ridad toda la luz que recogen de todas
partes. Cuando nos los trae el mes de
Mayo, nosotros exclamamos:—"¡Ya es- Rosa se quitó los zapatos, y con franca
t á n aquí!,,, y en el cementerio todo se inocencia metió los piés en el agua lím-
conmueve, cerros, piedras, céspedes; los pida; pero yo no v i sus piés desnudos.
arbustos hablan, y la yerba se extasía,
el sauce llorón canta terminando su
frase, conversan con los tejos, que se No sabia q u é decirla; l a seguía a l tra-
han hecho parlanchines; de los sudarios vés de los bosques, y de cuando en cuan-
m á s pomposos despasan el broche, se do la veia sonreír y de cuando en cuando
burlan del m á r m o l , y yo que soy a q u í la oia suspirar.
el viejo g r u ñ ó n , ante el que la mentira
Q-

9
LAS CONTEMPLACIONES, 407
Solo me apercibí de que era hermosa
cuando salimos del bosque.—'"Pues bien;
no pensemos m á s en eso,,, exclamó ella.
Desde entonces no pienso en otra cosa.
XXI.
P a r í s , Junio 1831.
L a fiesta e n c a s a de T e r e s a .

XIX. L a fiesta fué exquisita y estuvo m u y


bien preparada. E r a en el mes de A b r i l
E l p o e t a ciego.
y en u n dia tan radiante, que parecía
que el amor lo hubiera hecho brillar ex-
profeso. Nos habia convidado en su deli-
Q-racias, poeta! E n el seno de mis la- cioso j a r d í n la duquesa Teresa, á quien
res, compadecido, como huésped divino yo daría, si fuese rey, P a r í s , y si fuese
te me apareces y te descubres, y la au- Dios, el mundo, aunque no tuviera t í t u -
reola de oro de tus radiantes versos brilla lo, aunque solo fuese la hechicera Tere-
alrededor de m i nombre como un círcu- sa, la blonda de irresistibles ojos.
lo de estrellas.

Eramos pocos convidados, y lo selecto


Canta! M i l t o n cantaba; canta! Homero de la reunión hacia brillar la fiesta; es-
c a n t ó también; el poeta, de los sentidos t á b a m o s todos juntos y unos frente á
penetra en la triste bruma; el ciego vé
otros. Varias parejas paseaban por todas
en su sombría noche un mundo de cía
partes, compuestas de señores apuestos y
ridad; cuando los ojos corporales se apa
de raras bellezas, de marquesas que con-
gan, los ojos del espíritu se encienden.
versaban con monseñores.
P a r í s , Mayo de 1842.

A l medio dia disfrutamos de l a música


XX. y del espectáculo teatral. ¿Por q u é se ha
de representar á Planto de noche? L a
comedia es una hermosa jóven que se vé
Estaba descalza y despeinada, sentada mejor cómo se sonríe á la luz del dia.
en un ribazo, entre inclinados juncos; H a b í a n edificado, como si fuese u n tem-
pasó por allí, creí haber encontrado una plo de amor, cerca de una alborea, en
hada, y la dije:—"¿Quieres venir conmi cuya sombra habitaba un cisne, un tea-
go á pasear por la campiña?,, tro sobre u n enrejado de varas, por el
que trepaba una viña. U n arco de bóve-
da con figura de asa de cesta, j a u l a
Me miró, con esa mirada suprema que verde en la que silbaba u n pájaro pri-
le queda á la hermosura después que la sionero, cubría todo el escenario, y en
hemos vencido, y yo continuó pregun las blancas gargantas de las actrices
tándola:—"Estamos en el mes de los amo esparcían su sombra las ramas de los
res; ¿quieres venir conmigo á pasear á árboles. Se oían de lejos los acordes de
la sombra de los árboles?,, la música; y desde la parte alta, sacando
del friso medio cuerpo, para llamar l a
Secó sus pies con las yerbas que cre- atención de la m u l t i t u d con sus panto-
cían alrededor de los juncos y del agua, mimas, un polichinela tocaba l a trompe-
fijó en m í sus ojos por segunda vez, y la ta. Dos faunos sostenían la capa de A r -
jóven que jugueteaba se quedó pensati- lequín; Trívelín se les reía en sus narices
va. ¡Los pájaros cantaban en la espesura como u n pillastre. Entre los adornos
esculpidos en el enrejado de ramas. Co-
de los bosques!
lombina dormía dentro de u n gran ma-
risco, y cuando e n s e ñ a b a los pechos y los
Las olas del mar acariciaban suave- brazos desnudos, parecía que era V é n u s
mente las playas, y v i llegar hasta m í que salía de su concha.
por entre los verdes cañares á la jóven
feliz y azorada, con la cabellera echada
sobre los ojos y sonriendo maliciosa- E l tío P a n t a l ó n , á la derecha, dentro
mente. de un barracón, vendía limones dulces,
M o u t - r A m , Junio 183... colocados en una p e q u e ñ a mesa, y excla-
OBRAS D E VÍCTOR HUGO.

maba en alta voz:—"Señores, el hombre pálida de la luna que b a ñ a b a el hori-


es u n sér portentoso: Dios hizo el agua, zonte.
pero el hombre hizo el vino,,. Scaramuc- A b r i l 18...
cio en u n rincón provocaba con su sable
de madera al trágico Alcantor, al que se-
guia el triste Arbates; Crespin, vestido XXI!.
de negro, se abanicaba, colocado á hor-
cajadas en el remate del pórtico; Carlino JLa i n f a n c i a .
se inclinaba para oir la música.

E l niño cantaba; la madre agonizaba


E l sol servia de a r a ñ a para iluminar extenuada en el lecho, pálida y cadavé-
la escena; la estación habia bordado de rica; la muerte se cernia ya sobre ella, y
flores el inmenso tapiz de césped que se yo oia el estertor de la a g o n í a de la ma-
desarrollaba á las dos partes del teatro dre y la canción alegre del n i ñ o .
agreste; los árboles del parque, embalsa-
mando con su savia el espacio, parecían
complacerse en servir de bastidores, y E l n i ñ o tenia cinco años y se asomaba
para gozar del espectáculo, abriendo sus á la ventana moviendo algazara con sus
flores, como si fueran ojos, unian á los juegos y con sus risas, y la madre, al
sonidos de la orquesta su alegre murmu- lado del inocente niño, que cantaba todo
rio; de modo que al concierto clásico y el dia, tosía toda la noche.
gracioso, la naturaleza a ñ a d í a su m ú -
sica.
L a madre fué pronto á dormir en el
lecho de la tumba, y el inocente niño no
Todo nos fascinaba; los bosques, la cesaba de cantar. E l dolor es un fruto;
hermosura del dia, la pureza del am- Dios no le deja crecer en l a rama que no
biente, las mujeres, el amor y el cielo puede sostenerlo.
azul. L a comedia era buena, aunque Paris, Enero 1835.
antigua. Sentado desdeñosamente en el
proscenio, Pierrot dirigía al público una
arenga, y tenia á su lado u n mono que XXIII.
tocaba el timbal montado en u n perro.
De vez en cuando, rabioso el mono, hacia
sonar los palillos, y luego Pierrot conti- Dichoso el hombre que se preocupa
nuaba hablando. Los que q u e r í a n oirle del eterno destino, que, como u n viajero
le oian, pero la m a y o r í a del público no
que parte á la madrugada, se despierta
le hacia caso: unos pedian helados á los soñoliento y desde que empieza á rayar
criados; otros hablaban en voz baja con el alba lee y reza: á medida que lee v á
las damas que tenian á su lado; tres amaneciendo lentamente, y aparece la
marqueses cantaban una canción; Tere- luz en su alma como en el firmamento.
sa estaba sentada á la sombra de un A esta claridad pálida vé distintamente
matorral; las rosas eran pálidas compa- lo que hay en su cuarto y lo que hay
rándolas con sus mejillas, y al verla dentro de sí mismo; todo duerme en la
tan hermosa, un pavo real le hacia la casa; cree que está solo, y sin embargo,
rueda. cerrando la boca con el dedo, detrás de
él, mientras le embriaga el éxtasis, los
ángeles, sonriendo, se inclinan hácia su
Llegó l a noche y todo quedó en silen- libro.
cio; las luces se apagaron; en los entris- Paris, Setiembre 1846.
tecidos bosques los arroyuelos corrieron
plañiéndose; el ruiseñor, oculto en la es-
pesura, c a n t ó como u n poeta enamorado.
E l público se perdió entre la oscuridad XXIV.
de los árboles; las mujeres juguetonas
arrastraron á los hombres graves; los Unidad.
amantes desaparecieron con sus amadas,
y turbados, sentían por grados penetrar
en el alma, en sus conversaciones ínti Cuando en el horizonte, sobre las altas
mas, en sus miradas ardientes, la luz colinas, el sol, esa ñor de infinitos es-
LAS COMEJirLAClOXES, 409
plendores, se inclinaba hácia la tierra á volucionario. A l oiría, todos los pedantes
la hora de sepultarse en el ocaso, una á coro contestan:—^¡Amén!,, Por eso me
modesta margarita, abierta en el térmi- quieren meter en el p u ñ o y que sufra su
no de u n campo, en una pared gris, ca- e x á m e n . L a Sorbona balbucea, la Escue-
yendo de ella entre la avena, ensanchaba la hace garabatos y veinte plumas desti-
su blanca y Cándida aureola, y mirando lan cólera burlesca:—"¿Qué pretenden
fijamente hacia el éter, en el que el gran esos innovadores? ¿ E n q u é quieren con-
astro esparcia su luz inmortal, exclama- vertirá la poesía? Cuando por la noche
ba;—"¡Yo t a m b i é n brillo con luminosos las mujeres se dedican á leer sus versos,
rayos!,, tienen miedo en sus gabinetes. E l P i n d ó
Granville, Julio 1836. se extremece al oir r u g i r sus versos sal-
vajes. Por culpa de ellos todo está muer-
to; el alejandrino se apodera de la cesura
y la muerde, no teniendo inconveniente
XXV. en montar ninguno de estos sobre sus
compañeros; q u é es lo que v á á suceder?
A los que m e c o m b a t e n .
Eichelet se oscurece. Es preciso imponer
á cada paso el Magister dixit Volvamos á
sujetarnos á las reglas y salgamos de
Debo insistir, ya que me hacen l a este oprobio; los verdaderos sábios, pro-
guerra. E n m í atacan á la época, y yo fesando verdadero culto á la r a z ó n , con-
la profeso gran cariño. Y a sé que me de- sultaron siempre, sobre el arte á Quinti-
j a r í a n en paz como á oscuro t r a n s e ú n t e , liano, sobre el á l g e b r a á Leibnitz y
si yo, siendo un á t o m o de azur, no contu- sobre la guerra á Vegecio.,,
viese algo de la luz que i l u m i n a nuestra
época.
Cuando escribe l a impotencia, se fir-
Ayer atacásteis al ciudadano, hoy ata ma: Sabiduría.
cais al poeta, al r o m á n t i c o después del
liberal. Pues bien, mordedme los desta-
lones. Soy el hombre tenebroso que t r a Os contestaré lo que he contestado á
baja para que todo degenere. otros sin encolerizarme. Desenmascaré-
monos; quitémonos la careta y abando-
nemos el dominó que se llama forma
Me conocisteis m u y j ó ven, y ahora me oratoria. Se nos ha visto dirigir hácia
denunciáis como á buen hombre, destro- otro horizonte la lengua, arrastrando con
z á n d o m e con la mayor a l e g r í a del m u n nuestras rimas á la razón, arrojando á
do porque m i tierna infancia os enter paso de carga, en alineadas batallas so-
neció. E x c l a m á i s gritando contra m í : bre el vencido L a Harpe, á todos los i n -
•—"Eso no se puede tolerar! ¿ L a estancia surrectos. Hemos atacado al estilo anti-
vá descalza? E l drama se viste sin corsé? guo y anticuado con el brulote de la
¿La Musa se quita el velo de su inocen libertad; hemos hecho intervenir en esa
cia? ¿El arte rompe las reglas para poder conjuración al espíritu, que es un pobre
crecer?,, Q-erontes literarios, con l a d r i diablo, y á la palabra, que es una infe-
dos quejumbrosos os asombráis en versos liz; hemos desgarrado el capuchón, el sa-
retrospectivos de que m i voz perturbe co de cilicio, el h á b i t o , que e n c u b r í a n al
el orbe, de que viva siendo romántico pensamiento. Nos hemos asociado para
y de que siendo infantil me concediese eso á una m u l t i t u d . Oradores, escritores
el arte poético bondadosamente el pan y poetas, avanzando con el dedo la hora
y el agua, y de que hoy pese tanto sobre en el reloj, hemos dicho á la retórica:—
las rodillas de Boileau; contempláis mis "Vamos, ya eres mayor de edad; eres
versos provistos de u ñ a s y de alas, que d u e ñ a de t í misma,,; y yo, cantando y l u -
rehusan imitar á los modelos, y que l a n chando, he roto m á s de u n hierro en el
zan siniestros r e l á m p a g o s que os causan locutorio del convento, y con la antorcha
horror y que os hacen lanzar gritos de en la mano he abierto de par en par las
hiena al través de los barrotes de la Quo- dos hojas de la puerta del drama. Pira-
tidianna. A g o t á i s sobre m í todo el Cale tas, valiéndonos de las velas y de los re-
pino y al padre Bouhours y al padre mos, nos hemos apoderado de la triple
Rapin; y a p l a s t á n d o m e con todos esos unidad del ávido archipiélago, y en lo
nombres venerables, me lanzáis l a pala- alto del Helicón, temblorosamente he
bra sacramental, esto es, me llamáis re hecho un llamamiento á las armas. To-
TOMO V . sa
410 OBRAS D E VICTOR HUGO.

do lo habéis perdido ya; los versos vagan ^ dalo!,, y debéis poner á Cupido una casa-
sin traba alguna. A l azorado Raoine ca y unos calzones; debéis cerrar los ojos
preferimos Moliere, preferimos Rotrou á para no mirar á las nueve musas, y Apo-
Ducis. Lucrecia Borgia sale bruscamen- lo debe pareceres u n mohicano y Venus
te de una cueva y mezcla repugnantes una salvaje.
venenos con vuestros malvabiscos, y el
drama desmelenado os asusta; ¡eso es
horrible! Soy u n bandido, u n jacobino, E l tiempo^—que con frecuencia consti-
u n m a l a n d r í n , porque he dislocado los tuye toda vuestra sabiduría—debe reñi-
necios alejandrinos. Las palabras de alta ros en voz baja, y reprendiéndoos, deci-
alcurnia, las sílabas marquesas, vivian ros:—"Padecéis u n error, y vais á enron-
juntas en el fondo de exquisitas grutas, quecer si gritáis tan fuerte; no vale la
hablando solo entre ellas, y yo dije á las pena de que os incomodéis porque se
palabras de baja ralea:—"¡Mancas, cojas introduzcan algunas novedades; esas
y gotosas, erguios, cerneos y confundios gentes prosiguen su camino y no debe
sin observar ninguna regla en la pro- importaros que solo encuentren cenizas
funda é inmensa caverna de las águilas!,, del fuego que os calentaba. ¿Por q u é de-
—En otras ocasiones ya confesó haber claráis la guerra al alboroto que mueven?
cometido esos crímenes; sí, yo soy Papa Este siglo es el siglo de la libertad, y si
voine, Eróstrato, A t i l a y todo lo que no os acomoda su modo de ser, cerrad
queráis. bien vuestras ventanas, corred las corti-
nas, soplad la bujía y volvedles las es-
paldas. E l alma del verdadero sábio es
Encolerizaos y llamad á la guardia; sordo-muda. ¿Qué os importa que t a l ó
tronad contra mí, que no os temo. Núes cual poeta quiera, como el pájaro, tener
tros progresos creéis que os ultrajan; de diferente canción, y que, bribón del Pin-
testáis este siglo, en el que hablando á dó, hermano de leche de las musas,
las gentes se dispensan en los versos los mientras canta el corybante (1), muerda
saludos de costumbre; siglo sombrío los pechos algo lácios de alguna de
sin pudor, en el que el hombre escribe ellas?
lo que siente y es filósofo y poeta crudo
en el que con el vino sincero y espumo-
so del severo ideal se embriagan todos No os hacéis cargo de las cosas y no
los soñadores. Cuando abrís los libros queréis oir razones. E n vano Voltaire,
que escribimos, os ponéis una pantalla que era un gran hombre, os m u r m u r a
porque su claridad hiere demasiado vues- al oido:—'"Amigos, nos estáis molestan-
tra visita; execráis nuestros versos fran- do!,,—Vosotros, sin hacerle caso, seguís
cos y verdaderos, y os ciega el furor echando espumarajos de rabia; creéis que
cuando veis nuestras estrofas desnudas. nosotros, los hijos de estos tiempos diabó-
¿Pero olvidáis aquellos tiempos pastori- licos de la a n a r q u í a , queremos dar el
les en los que las candidas ninfas corrían asalto á la elevada torre que domina
por los bosques ostentando su desnudez Luis el Grande, rodeado de veinte nom-
al tibio resplandor de la claridad en las bres ilustres; os figuráis que perdemos el
tardes del verano? ¿El alba desnuda y tiempo y el trabajo, porque esa fortaleza
blanca se ocultaba acaso en la bruma es inescalable y nunca conseguiremos
honesta y g a z m o ñ a y ponia quizás una nuestro objeto; que Batteaux nos mira
hoja de parra al astro en el azul del cie- con sus ojos saltones y redondos, que
lo? Oh V i r g i l i o , oh P í n d a r o , oh Orfeo! Tancredo es de bronce y Hamlet de are-
¿Deben cubrirse con una gasa, como si na; declaráis que es inmortal la peluca
fuesen una obscenidad, las alas del Pega- de Boileau, y coronados de laureles, m i -
so, que se asemejan, cuando las abre en rándonos al soslayo, indicáis el m o n t ó n
la cumbre del monte poético, á la in- de basura de nuestros versos, estercolero
mensa mariposa que besa lo infinito? en el que se recoge toda la fealdad del
Es acaso cínico el sol espléndido? ¿La siglo, al buen gusto antiguo, que es el
flor hace m a l en desprenderse de su tú- barrendero del P i n d ó , y al mismo t i e m -
nica? ¿Caliope, cerniéndose en u n plano po le decís:—^Barredlos,,. Pues bien;
de la azul esfera, obra m a l e n s e ñ a n d o al barrednos!
ceñudo Dante sus pechos deslumbrado- Paris, Noviembre 1834.
res á la luz de las estrellas? Pues al ver
libres y en cueros á los dioses del Olim-
po, debéis exclamar: "¡Eso es u n escán-
(1) Corybante: sacerdote de la diosa Cibeles.—(N. del T.)
LAS CONTEMPLACIONES.

XXVI. XXVII.

Sí; soy u n soñador. Soy el c o m p a ñ e r o Es preciso que el poeta enamorado de


de las ñores y el interlocutor que dialo- la sombra y de la soledad, espíritu tier-
ga con los árboles y con los vientos; l a no y espléndido que lanza rayos puros
naturaleza me conoce. E n el mes de de luz, que marcha delante de todos,
Mayo, cuando reina la primavera, sos- iluminando á los que dudan, cantor mis-
tengo muchas veces conversaciones con terioso que escuchan temblando las m u -
los alelíes y escucho los consejos de l a jeres, los soñadores y los amantes, se
hiedra y de algunas flores. Los seres convierta en u n sér formidable en ciertos
misteriosos, que creéis mudos, se incli- momentos. Algunas veces, cuando se
nan hácia m í y vienen á escribir con m i piensa teniendo su libro abierto, en el
pluma. Entiendo lo que e n t e n d í a Rabe- que todo se mece, deslumhra, t r a n q u i l i -
lais; oigo reir y llorar, y comprendo lo za, acaricia ó embriaga, en el que el
que comprendía Orfeo. No debéis asom- alma encuentra dulzuras á cada paso, en
braros de lo que me expresa la naturale- el que tienen los rincones m á s negros
za con sus inefables suspiros. Hablo claridades celestes; en medio de la mo-
con todas las voces de l a metempsicosis. desta y alta poesía, en medio de esa
Antes de empezar el sagrado concierto, sagrada paz, en la que se oyen fluir ar-
los pájaros, los arbustos, el agua que royos y l á g r i m a s , en la que las estrofas,
corre en la pradera, las flores y los bos- pájaros de m i l colores, vuelan cantando
ques, todos esos agradables instrumen- al amor, á la a l e g r í a y á la esperanza, es
tos, me dirigen la palabra. Estoy abo- necesario que algunos instantes os haga
nado á la orquesta divina. Si no fuera extremecer, presentando de repente, som-
soñador, hubiera sido silvano. Concluí, brío, grave y terrible ante el lector, u n
gracias al silencio en que me encierro, verso salvaje que salga rugiendo de l á
por hablar con dulzura á las hojas, á las oscuridad. Es necesario que el poeta que
gotas de lluvia, á las plumas y á los vierte semillas fecundas, sea como esos
rayos de luz, por descender á ese extremo bosques espesos, verdes y frescos, deli-
de la creación, á ese abismo en el que se ciosos, llenos de murmurios, en los que
oye u n extremecimiento continuo, y á no repentinamente nos encontramos con un
hacer con m i aliento volar n i una mos- león.
ca. L a brizna de yerba, que vibra eter- P a r í s , Mayo 1842.
namente, se amansa y se familiariza
conmigo, y sin apercibirse de que estoy
allí, las rosas se entregan libremente á XXVIII.
los zumbidos y á los aleteos de los abe-
jones; algunas veces, al través de las es- Alto en l a marcha.
pesas ramas, avanzo la cabeza para
mirar a l g ú n nido, y la madre de los pa-
j arillos c o n t i n ú a tranquila, m i r á n d o m e
y sin tenerme miedo; la g a z m o ñ a azuce- En el brumoso horizonte empieza á
surgir resplandeciente el medio dia, y la
na vé que me aproximo á ella sin so-
niebla se disuelve en perlas en las ramas
bresalto, cuando abre sus pótalos á la
de los árboles. E l viento sopla, y al t r a -
luz del dia, lo mismo que l a púdica vio-
vés de los ramajes llega hasta los techos
leta; soy para esas flores el amigo seguro de las pobres cabañas, que ocultan la pa-
y discreto; y la ligera mariposa, esa l i - j a que los cubre en el interior del bos-
bertina alada, cuando está ajando ale- que, y se ven salir de ellas las vagas y
gremente alguna flor, si paso cerca de temblorosas columnas de humo. Corre
ella, c o n t i n ú a libándola, y si la flor un arroyuelo por la yerba, corre entre
quiere esconderse entre el césped, ella la dos pendientes, y sobre él agitan los sau-
reconviene, diciéndola:—"No seas tonta! ces sus largas ramas; u n olmo y una ha-
Es de casa!,, ya, árboles hermanos, los m á s antiguos
Les Boches, Agosto 1835. del valle, se dan la mano de una á otra
ribera; allí hay una casilla, como sem-
brada entre la salvia y otras yerbas, que
encierra u n santo viejo que sonríe entre
m OBRAS D E VICTOR HUGO.

c á n t a r o s de estaño, que está tan ilumina- Uno de los verdugos que ataron á Je-
da y encierra tantas ñores, que parece sús á la columna y que sobre su espalda
u n templo. Y a tenga sed la boca, ya desnuda echó u n miserable manto, ar-
tenga sed el corazón, ¡gloria á Dios que rancó de la frente tranquila del Redentor
presenta la copa al viajero!—Entremos un p u ñ a d o de cabellos que el sudor
a l l í . — Q u é podéis darnos?—'Huevos y inundaba, y se m a r c h ó diciendo:—"Voy
agua fresca.—En el manantial del pra- á enseñar esto á Caifás.,, Y crispando el
do, cubierto por un toldo de verdura, rústico puño, salió de allí. Era de noche
una n i ñ a blonda y alegre fué á llenar un y la calle estaba oscura; el sayón cami-
cántaro de agua, y mientras que le tenia naba, pero de repente se paró, y estupe-
hundido en la fuente, el agua parecía facto, lívido, como si le asaltara una
que admiraba á la hermosa n i ñ a de ojos visión, vió con pavura que tenia en l a
azules; y yo, entre tanto, cerca de un mano u n haz de rayos.
gran lecho cubierto de vieja sarga, con- Bosque de Compiegne, Junio 1837.
templaba pensativo una imagen de Je-
sús, atado y azotado en la columna.

¿Qué importa que se haya ultrajado á LIBRO SEGUNDO.


los mártires y que en todos los lugares v
en todos los tiempos hayan sufrido la
afrenta de la ciega g r i t e r í a del popu-
la cho? Andando los tiempos, el azota El alma en flor.
do vagabundo se convierte en Dios; su
frente negra y sangrienta, alumbrando
desde su oscuridad palacios, c a b a ñ a s y
templos, b l a n q u e a r á el crucifijo y h a r á I.
irradiar á Jesucristo. Os silbará siguién P r i m e r d i a de Mayo.
doos la m u l t i t u d , derramareis sangre,
sufriréis y llorareis, pensadores; pero el
sufrimiento consagra á los santos, á los
Todo conjuga el verbo amar. Llegó la
sabios y á los genios; la radiante aureola
estación de las rosas; estamos en el pri-
se abre en las gemonías, y sobre el vi"
mer dia de Mayo. E l amor alegre, ardiente
pantano, como resplandor del cielo, fio y celoso, hace suspirar á los bosques, á
ta en la cloaca de sangre fuego fátuo los nidos y á las flores; el árbol, en cuya
eterno. corteza escribí un letrero el otoño pasa-
do, lo repite por cuenta suya, creyendo
que lo improvisa; l a atmósfera embalsa-
Siempre al mismo fin conduce la mis- mada y tierna parece que esté llena de
ma suerte. Existe en lo m á s profundo las declaraciones que la llanura hace á
de la historia humana un abismo en e' la primavera y que el herbaje enamorado
que sucesivamente caen todos los que dirige al cielo puro. A cada paso que d á
gozan de la luz del dia, los buenos, los luz del dia por el firmamento azul, l a
puros, los grandes, los divinos, los cele c a m p i ñ a , admirada y complacida, prodi-
bres, antorchas cuyas llamas desmelena ga sus aromas, y con la tibia brisa envia
el soplo de las tinieblas. E n ese abismo á los renuevos sus besos perfumados. E n
desaparecieron Dante, Sócrates, Esci los barrancos, los estanques, las prade-
pión, Milton, Morus y Esquilo, llevando ras y hasta los mismos surcos, forman en
palmas movedizas en las manos; de esa todas partes manchas de todos los colores;
noche se han visto salir sus recuerdos y y la naturaleza, esparciendo sus perfu-
cernerse en el espacio; no fueron com mes, conserva las flores, como si sus sus-
pletos hasta después de haber caido piros y las miradas tiernas que dirige al
Desde el destierro de Arístides hasta la mes de Mayo, que sonríe en las lascivas
hoguera de Juan Huss, el género huma ramas, hubiesen dejado sus huellas en
no pensativo medita deslumhrado ante las p á g i n a s de su á l b u m .
el abismo de los grandes hombres. Son
semejantes á t í ¡oh sol!; su gloria es t u
ocaso; son semejantes á tí ¡oh N i á g a r a !
cuyas olas rugen y luchan, y son m á s Los pájaros de los bosques, con ar-
hermosas cuando caen. diente voz, dirigen sus trios y sus rondós
á las hadas; la naturaleza entera parece
que confia á la sombra u n delicioso se-
LAS CONTEMPLACIONES. 413
creto; todo ama en ella y todo lo confie- Entre tanto, en el fondo del palacio,
sa en voz baja; parece que en el Norte, en veinte fantasmas disformes y espantosos,
el Sur, en el Oriente y en el Poniente, la veinte mónstruos sangrientos que se ven
llanura florida, los manantiales sonoros, confusamente, vagan alrededor del dor-
los montes y las colinas, toda la natura- mido torno; el león ñemeo, l a terrible
leza, en ñ n , repite una canción amorosa hidra de Lerna, Caco el tremendo bandi-
compuesta para que suene, difundida do, el triple Greryon y los typhones de
por los cuatro vientos del globo. las aguas, que por la noche agitan terri-
Saint-Germain 1.° Mayo 18... blemente los cañares; todos vagan por
allí con aire terrible, dando vueltas alre-
dedor del torno, del que pende un hilo
ligero, atado, en el que fijan en la oscu-
II. ridad los abatidos ojos.
Junio 18...
Mis versos llegarían ligeros y enamo-
rados hasta vuestro hermoso jar din, si
mis versos tuvieran alas, si mis versos IV.
tuvieran alas como los pájaros.
Canelón.

V o l a r í a n brillantes como chispas has-


ta vuestro hogar, que chisporrotea, si mis
versos tuvieran alas, si mis versos tuvie- ¿Si no tenéis nada que decirme, por
ran alas como el espíritu. qué venís á buscarme? ¿Por q u é me d i -
rigís esa sonrisa que t r a s t o r n a r í a á un
rey, si no tenéis nada que decirme? ¿Por
Hasta donde vos estáis correrían siem- qué venís á buscarme?
pre noche y dia, si mis versos tuvieran
alas, si mis versos tuvieran alas como el
amor. ¿Si nada tenéis que comunicarme, por
París, Marzo 18... qué me apretáis la mano? ¿Si de aquel
pensamiento cariñoso que os sonreía al
venir a q u í nada tenéis que comunicar-
me, por q u é me apretáis la mano?

E l torno de h i l a r de O m f a l a . ¿Si deseáis que me vaya, por q u é vos


venís aquí? Me extremezco cuando os
veo y me causáis tristeza y alegría; si
Se vé en el átrio el hermoso torno de queréis que me vaya, ¿por q u é venís á
marfil; su rueda ágil es blanca y la rue- buscarme?
ca es negra; la rueca es de ébano incrus- Mayo 18...
tada de lapislázuli. Descansa en el átrio
sobre u n rico tapiz.
V.
U n trabajador de E g i r i a ha esculpido
en el plinto á l a Europa, de la que un A l anocliecer*
Dios se niega á consolar la aflicción. U n
toro blanco la arrastra, y a l perder l a
esperanza, la Europa lanza un grito, y Ayer, el viento acariciador del crepús-
al bajar los ojos se espanta, viendo que culo traia hasta nosotros el aroma de las
el Océano monstruoso la besa los rosados flores que se abren t a r d í a m e n t e : se apro-
piés. ximaba la noche; los pájaros d o r m í a n en
las espesas sombras. L a primavera me
perfumaba menos que vuestra juventud;
U n m o n t ó n de agujas, de hilo, de cajas los astros resplandecían menos que vues-
medio cerradas, de lanas de Mileto, teñi- tras miradas.
das de p ú r p u r a y de oro, llenan u n cesto
grande, que está cerca del torno que
duerme. Y o hablaba en voz baja en aquella
hora solemne en que el alma canta su
414 OBRAS D E VICTOR HUGO.

himno m á s tierno. Viendo la noche tan repente el viejo Diciembre; me parece


pura y contemplándoos tan hermosa, que la frente se me arruga de súbito.
dije á las estrellas:—"¡Verted en ella la Cuando estoy alegre, creo tener veinti-
pureza del cielo!;;, y dije á vuestros ojos: cinco años, y cuando estoy triste, me fi-
—"Verted el amor en m i corazón!,, guro que tengo sesenta.
Mayo 18... Paris, Junio 18...

VI. VIII.

O y e n d o á los p á j a r o s .
Iba algunas veces con ella al huerto á
coger cerezas. E l l a se s u b i a á los árboles,
llevando descubiertos los brazos blancos Cuando terminéis de charlar sobre las
de m á r m o l de Paros, y e n c a r a m á n d o s e ramas ó á la orilla del agua, pajarillos,
por el tronco, con su peso doblaba las tendremos una explicación y os expon-
ramas. E l viento hacia extremecer las dré una queja que tengo de vosotros.
hojas, y á la luz del sol se destacaba su Sabed que os conozco á todos y que os
hechicera garganta. Con sus pequeños entiendo. Sabed, escondidos tenores, que
dedos cogia la fruta roja. S u b í yo al ár- no me e n g a ñ a n vuestra melodía n i vues-
bol tras ella, que al notar que me ense- tro lenguaje. L a que yo amo está lejos
ñ a b a la pierna descubierta, me dijo ru- de a q u í y en m í piensa; apuesto cual-
borosa:'—^"No miréis!,, convencida que quier cosa, canoro ruiseñor, que t u canto
fijaba en ella mis ardientes miradas: des- expresa lo que siente su alma. Espiáis los
pués canturreaba. Luego, cogida con los suspiros del hombre y de la mujer, cuan-
blancos dientes y pendientes de ellos, do amamos y cuando vencemos. Cuando
ofrecia á mis labios una cereza; sonrien- nuestro ser en voz baja se exhala en
do acercaba yo la boca, y dejando en sus cánticos difíciles de oir, vosotros, pajari-
labios la cereza, la robaba u n beso. llos, atentos y ocultos en los bosques
Friel, Julio 18... inaccesibles, recogéis al vuelo las invisi-
bles estrofas de esos cánticos, y las repe-
tís en voz alta como si fueran originales
vuestras, y las a c o m p a ñ á i s para hacerlas
m á s melodiosas con el batimiento de
vuestras alas; cantáis tan bien, que el ne-
Puedes tú; según te plazca, hacer de gro abeto dice murmurando á los tilos:—
m í un jóven ó u n viejo. Gomo el sol hace "¡Han estado felices al inventar esos de-
sereno ó lluvioso el éter que dora con su liciosos cantos!,, Y el agua, que palpita
claridad, t ú puedes llenarme de brumas al oir el canto que la desflora, besa sollo-
ó inundarme de luz. Es tan puro t u es- zando al sauce que se inclina hasta ella,
plendor, que pareces una mujer encerra- y el tronco duro del árbol se enternece
da en una azucena unas veces, y otras, y el g a v i l á n se queda estático, no acor-
los ojos deslumhrados que creen ver t u dándose de cazar á la perdiz, y los lobos
alma, se figuran que eres una azucena van á buscar c a r i ñ o s a m e n t e á las lobas.
encerrada en una mujer. Cuando me Amor, cuando te refugiaste en nuestros
sonríes, me llenas de júbilo; cuando me corazones, los pájaros fueron á sacarte
acaricias con tus amantes miradas, me de allí; son plagios tuyos los cantos que
quedo orgulloso, creo que soy u n gran- el ruiseñor aprende de las f rescas bocas
de hombre; tus pupilas, i l u m i n á n d o m e , de las beldades, con los que consiguen
me transfiguran, y creo que destello el que los bosques encorven las copas de sus
reflejo de tus propias miradas; disipas árboles, y que los pesados peñascos, en-
todas mis aflicciones y haces reverdecer tusiasmados, se inclinen y no sepan dis-
p e r p é t u a m e n t e m i j u v e n t u d . Pero cuan- t i n g u i r en sus extraños desvarios la len-
do llegan esos momentos en que t u cora- gua de los pájaros de l a lengua de los
zón injusto me desconoce; cuando veo ángeles.
que algo frió por tus miradas ardientes Cauderec, Setiembre 183...
pasa como pasa una nube por el cielo,
* siento que me devora la tristeza, y can-
sado, sombrío y triste como u n anciano,
me parece que se lanza sobre m í de
LAS CONTEMPLACIONES. 415

IX. XI.

Abrazo. Egloga.

Estrechaba en mis brazos t u talle es- Vagamos ella y yo por las m o n t a ñ a s


belto como flexible caña, y t u pecho de Sicilia; ella, que es orgullosa con to-
palpitaba como el ala de tierno pajarillo. dos, solo es dócil conmigo. E l cielo y
nuestros pensamientos irradiaban á la
vez. ¡Qué tiernos son los corazones en los
Mucho tiempo en éxtasis contemplába- sitios desiertos! ¡ C u á n t a s flores se abren
mos los últimos resplandores del crepús- en los matorrales y cuántos besos bri-
culo, y nuestras dos almas entre tanto se llan en las bocas en la espesura de los
amaban en silencio. bosques!

¡Como un á n g e l que se alza el velo, Semejantes á dos pájaros que vuelan


me mirabas en la noche de m i vida, con de cumbre en cumbre, caminando sin
esa t u hermosa mirada de estrella que cesar, llegamos hasta el borde de u n
me deslumhra! abismo; ella se atrevió á acercarse á él, y
Foret de Fontainebleau, J u l i o 18... aunque muchas espinas herían sus blan-
cas manos, inclinados y sosteniéndonos
con las ramas, tratamos de ver el fondo
x. oscuro y l ú g u b r e de aquel abismo.

E n aquellos momentos, un t i t á n cen-


Las mujeres han venido al mundo tenario, que el rayo habia derribado, ro-
para idealizarlo todo en él; el universo daba y se retorcia hasta las profundida-
es un misterio que comenta sus besos. des de aquel abismo donde l a luz no
penetraba, y muchísimos buitres, atraí-
E l amor es el que abarca ondas, tierra dos por el fragor de aquella espantosa
y firmamento, y de él toda la naturaleza caida, empezaban á devorarle.
solo es el adorno.
Entonces ella me dijo:—^Temo que
Todo lo que brilla ofrece al alma sus nos vean; busquemos u n antro donde po-
perfumes ó sus colores; si Dios no hubiera damos ocultar nuestra alegría y nuestro
creado á la mujer, no hubiera hecho na- amor; podríamos perecer como ese pobre
cer la flor. gigante, porque quizás los dioses, que le
envidiaban, le hicieron desaparecer, y así
como envidiaron su grandeza, podrían
¿ P a r a q u é servirían vuestras luces, za envidiar t a m b i é n nuestro cariño.,,
firos, si no las contemplasen ojos divinos? Setiembre 18...
Si no hubiera hermosas, los diamantes
solo serian guijarros.
XII.
Y en sus plantas, sobre los verdes ta-
llos, las rosas que duermen de pió solo
serian bocas abiertas, bocas abiertas para Ven! Invisible flauta suspira en los
callar. vergeles. L a canción m á s apacible es la
canción de los pastores.
Todo objeto que encanta ó que fascina
adquiere su claridad de las mujeres; la E l viento que sopla por debajo de las
perla brillante, si no hubiera existido encinas riza el espejo de las aguas. L a
Eva, si no existieras tú, no t e n d r í a n i n - canción m á s alegre es la canción de los
g ú n valor. pájaros.
P a r í s , A b r i l 18...
416 OBRAS D E VÍCTOR HUGO.

Que nada te aflija n i te atormente. á t u lado; t ú eres m i león y yo soy t u


A m é m o n o s , amómonos siempre! L a can- paloma; gozo mirando tus papeles, vien-
ción m á s hechicera es la canción de los do cómo escribes en ellos y recogiendo
amores. del suelo l a pluma que te cae.
Les Metz, Agosto 18...
Sé indudablemente que te poseo, sé
que te estoy mirando. E l pensamiento
XIII. es un licor que embriaga á los soñado-
res, ya lo sé; y sin embargo, quisiera que
Si los lazos que ligan á los corazones siempre estuvieses pensando en m í .
no son falaces, debéria haber disfrutado
de deliciosos sueños, porque yo he estado
soñando contigo toda la noche! ¡Y nos Cuando te veo una noche entera em-
queremos tanto! T ú me dices siempre:—- bebido en los libros, sin mirarme y sin
"Todo huye, todo se v á y todo se extin- dirigirme la palabra, m í enamorado co-
gue para mí, menos t u querida imagen.,,! razón se entristece, y para que vuelva á
Debíamos haber muerto durante aquel alegrarme necesito que de vez en cuan-
sueño celestial, en el que nos parecía do me dirijas las miradas.,,
estar ya en el paraíso. Te aseguro que P a r í s , Noviembre 18...
debíamos haber muerto, porque cada
uno de nosotros había adquirido la forma
de nuestras dos almas. Todo lo que en xv.
el mundo amamos el uno en el otro,
componía nuestro cuerpo de llamas y de
rayos, y, naturalmente, nos reconocimos. Cuando viene la primavera, la golon-
Nos iluminaba una luz de aurora, que drina busca las torres ruinosas que el
era melódica, y nosotros e n t o n á b a m o s lombre ha abandonado, pero que la vida
amorosas canciones. T ú me decías:—• no abandona; la curruca busca en A b r i l ,
"Escucha!,,, y yo respondía:1—^¡Con- ídolo mío, de la sombría selva el fresco
templa!,, De sueño tan delicioso t ú te espeso ramaje, el musgo, y en los nu-
acuerdas y yo no me olvido. Nosotros dos de las ramas los móviles toldos que
dos r e u n í a m o s todo lo que en el mundo as hojas de los bosques forman, apiñán-
nos h a b í a parecido bueno, justo, grande dose unas contra otras. Eso hace ese
y sublime; el í n ñ n i t o era para nosotros pájaro. Nosotros buscamos en la ciudad
la esfera en que flotábamos, l a eterni- un arrabal desierto, un refugio tranqui-
dad era nuestra edad y el amor nuestro lo y solitario, al que no lleguen las m i -
Dios. radas oblicuas y burlonas, la calle que
tiene cerradas las ventanas; y cuando
P a r í s , Junio de 18... salimos al campo buscamos los senderos
que recorren los pastores y los poetas;
y cuando nos internamos en los bosques
buscamos los claros, desconocidos y mu-
dos, en los que se apagan los ruidos
Palabras dichas en l a oscuridad. lejanos y sordos. Los pájaros esconden
sus nidos y nosotros escondemos nues-
tros amores.
E l l a me decía:—"Tienes razón; hago Fontainebleau, Junio 18...
mal en desear algo mejor; así pasamos
las horas deliciosamente; estás á m í
lado, y mis ojos no dejan de fijarse en
los tuyos, en los que veo i r y venir tus XVI.
pensamientos.
B a j o los á r b o l e s .

Verte para m í es una dicha, pero no


la gozo completa, porque no puede ser Caminaban los dos el uno al lado del
siempre. Estoy en vela porque só c u á n t o otro; alegre baile resonaba en el bosque;
te desagrada que venga á estorbarnos ellos caminaban, parándose, h a b l á n d o s e ,
a l g ú n importuno. interrumpiéndose, y durante las pausas
de la conversación callaban las bocas y
cuchicheaban las almas.
Me encuentro siempre m u y p e q u e ñ a
LAS CONTEMPLACIONES. 417
Iban pensativos; sus dos corazones, i n - bríos huracanes que arrastra á los ejér-
clinados ante la sonrisa inocente de la citos y á los cañones que lanzan fuego y
creación, gota á gota se vertian el uno humo, prefiero el Dios misericordioso.
en el otro, diciendo á cada ñor algo al E l Dios que venera el que ama, que es-
pasar. cribe en el corazón del amante el primer
verso del poema y el ú l t i m o en el firma-
mento; que piensa en las alas que repo-
E l l a conocia los nombres de todas las san, en los huevos blancos, en el pertur-
flores que brillan en la ñ o r a de la prima- bado nido; que piensa si la codorniz
vera; las nombraba al irlas encontrando, t e n d r á musgo y si el tordo t e n d r á trigo;
como hubiera podido hacerlo una abeja,
y después, volviéndose h á c i a m í , decia:—
"Hablemos de nuestros amores,,. Así, pues, aunque nuestra gloria bri-
lle en las creaciones humanas y en la
grandeza de la historia; aunque posea-
E n aquellos deliciosos campos, él go- mos templos, torres, palacios, grandes
zaba de la vista de las flores y de la vista pensamientos y tumbas colosales, todo
de aquella mujer. Oh bosques! ¡Oh pra- eso significaría poco para el hombre que
dos! ¡El aroma de las flores constituye vive un solo dia, si Dios nos privase de
vuestra alma y el alma de la mujer es las flores, si Dios nos privase del amor.
vuestro mejor aroma! Cholles, Setiembre 18...

L a noche se aproximaba: en el tronco


de una encina él se apoyaba pensativo, y XVIII.
ella decia:—"Siempre m i plegaria se eleva
á los cielos como u n astro, y m i amor se No e n v i d i e m o s n a d a .
postra á tus pies como u n perro,,.
Junio 1839.
Mujer de amoroso pensamiento y de
corazón triste, que encuentras que las
XVII. flores son hermosas y deliciosos los p á -
jaros; que envidias la seda de los pétalos
de las flores y el vuelo de las aves; bel-
dad orgullosa que me dices, mirando
Y o bien sé que en el mundo se tiene sucesivamente al musgo de los campos
por sábio al hombre que aplaude las y á la esfera infinita:—"Esas existencias
grandezas siniestras, las espadas, los son felices, esas existencias son poéticas;
héroes, la gloria guerrera; cuando admi- sobre la flor brillante y olorosa se cierne
ra las conquistas de l a espada y de la el pájaro; comparados con vosotras, azu-
fortuna; cuando aplaude ese carro, cu- cenas y alondras, ¿qué valen en ei mun-
yas ruedas son Pompeyo y César; cuan- do el génio y la belleza? Flor pura, ave
do celebra á Farsalia y á Trasimene y ligera, mejor es vuestra vida; ambas so-
las cenizas de los cuerpos humanos, que brepujáis á V i r g i l i o y á Licoris. Envidio
los Nerones hacen volar soplando con sus vuestro agradable perfume y vuestro
bélicos clarines. vuelo rápido,,. Diciéndome esto, l á g r i -
mas caen de tus negras p e s t a ñ a s . A d m i -
Sé que el mundo profesa el culto de ra la golondrina, admira las c a m p i ñ a s ,
adorar á esos pigmeos gigantes, que por- pero no las envidies, hermosa mia. No
que lanzan espuma se figuran que son las envidies, porque cuando muramos
Océauos; sé que al mundo entusiasma el ascenderemos a l éter celestial, y la mu-
polvo que levantan; sé que el mundo se jer allí será luz y azur el hombre; y las
enamora de las pirámides de piedra y de rosas no son tan bellas como las huríes,
las avalanchas que hacen ruido: pero yo y los pájaros tienen alas menos ligeras
prefiero fuentes diáfanas, pero yo prefie- que los espíritus.
ro arroyos límpidos, y al Dios de los gran- Agosto 18...
des capitanes, el Dios de los diminutos
pájaros.

A n g e l m i ó , en la oscuridad donde
a m á n d o n o s brillamos, al Dios de los som
TOMO V. 53
418 OBRAS D E VICTOR HUGO.

XIX. XX.

Hace frió.
E l la decia:—"Si pudiésemos los dos,
con la fe en el alma y el amor en el cora-
E l invierno blanquea los caminos. So- zón, embriagados en nuestro melancólico
pla el helado aliento del cierzo. L a nieve éxtasis, romper los innumerables lazos
cae en espesos copos. L a claridad del con que nos ata la ciudad; si pudiéramos
dia está como e m p a ñ a d a ; cierra la puer- abandonar á este loco Paris, h u i r í a m o s
ta á los aquilones; cierra las ventanas á de él, iríamos á cualquier parte, adonde
las nubes. quisiéramos, á buscar, lejos del alboro-
o y del ódio de la populosa población,
u n rincón del mundo, en el que hubiera
Después deja el corazón abierto. E l árboles y musgo, una casita rodeada de
corazón es la ventana santa. Espesa bru- lores, soledad, silencio, cielo azul, som-
ma cubre el sol; pero quizá dentro de bra y pájaros que cantasen. ¿ P a r a q u é
poco brillen sus rayos. necesitábamos más?,,
Julio 18...
Duda de l a felicidad, que nunca se
consigue; duda del hombre, que es en-
vidioso y artero; duda del sacerdote y XXI.
del altar, pero cree en el amor, vida
mia.
Amemos toda la vida, amemos siem-
pre; cuando el amor se vá, la esperanza
Cree en el amor, que b r i l l a bajo todos huye. E l amor es la claridad de la au-
los velos; cree en el amor, que es tizón rora, el amor es el himno de la noche.
del hogar; cree en el amor, que es un
rayo de luz. A m a y no desesperes n u n
ca. E n t u alma, en l a que yo penetro Las olas dicen á las playas, los vientos
algunas veces, en la que mis versos cu- dicen á los montes, los astros dicen á
chichean en voz baja, deja cada cosa en las nubes esta palabra i n e f a b l e : — A m e -
su sitio. Deja en ella la fidelidad contí mos!,,
nua, la paz que dan las altas virtudes y
l a indulgencia para los d e m á s .
E l amor hace pensar, v i v i r y creer.
Posee para calentar el corazón un rayo
Todo es hermoso en t u pensamiento, de luz m á s que l a gloria, y este rayo se
que nada caiga de él n i retroceda; haz llama la felicidad.
que t u amor te sirva de antorcha y es
clarécele con lo que arde. A los demo
nios de l a enemistad oponles t u tran Ama, que, elogiados ó mordidos, ama-
quila dulzura, y devuélveles en bondac ron siempre los grandes corazones; casa
el ódio que contra tí vomitan. la juventud de t u alma con la j u v e n t u d
de t u vida.
E l ódio es el invierno del corazón
Compadece á los que odian. Pero con A m a y pasarás horas felices, y b r i l l a r á
serva el valor y no abandones t u vence en tus hermosos ojos la misteriosa sonri-
dora sonrisa. ¡Hermoso arco iris, sol de sa de las voluptuosidades interiores.
la tempestad! Conserva t u amor eterno
E l sol no pierde su luz cuando lle^a e
invierno; Dios no le retira del cielo; no Amémonos m á s cada dia; u n á m o n o s
retires t ú tampoco el amor de t u alma m á s cada momento, y como los árboles
31 Diciembre 18... aumentan de hojas, que nuestras almas
aumenten de amor.

Seamos el espejo y la i m á g e n , la flor


LAS CONTEMPLACIONES. 419
y el perfume; seamos los amantes que,
solos en la espesura, siendo dos, creen ser
uno nada m á s . XXII.

Los poetas buscan á las hermosas, y la D e s p u é s del invierno.


mujer, que es el á n g e l que otorga castos
favores, se complace en refrescar bajo
sus alas las frentes encendidas de los so- Todo renace, ídolo mió; el cielo oscuro
ñadores. pierde su palidez; cuando la tierra se
perfuma con el aroma de las flores, es
mejor el corazón del hombre.
Irresistible hermosura, ven á m í , m i
bien, m i tesoro; ven á m í cuando cantes,
ven á m í cuando llores. E n las alturas donde vive el amor
eterno y en el mundo donde muere el
dolor, la claridad de la misma luz i l u -
Los poetas comprendemos vuestros mina al sol y á las flores.
éxtasis, porque nuestro espíritu no es
burlón; los poetas son las copas donde
las mujeres derraman sus corazones. Y a h u y ó el invierno, esa estación tris-
te, en la que circula la áspera savia de
las l á g r i m a s , que desde el corazón sube
Y o que solo busco en el mundo esta hasta los ojos.
ú n i c a realidad; yo que dejo huir de m í
todas las vanidades,
Y a ha terminado el tiempo de sufrir y
de llorar. ¿Quieres venir conmigo á la
Prefiero, á los goces que embriagan el soledad? ¿Quieres que nos amemos, ídolo
orgullo del soldado y el del rey, l a som- mió?
bra que proyectas en m i libro cuando te
inclinas hacia m í .
Las ramas de los árboles, que el sol
dora, se inclinan para abrigar á los ca-
Todas las d e m á s ambiciones que se pullos que van á abrirse y á los pájaros
encienden en el fuego de nuestro espíri que van á cantar.
t u mueren convertidas en ceniza ó en
humo y nada resta de ellas.
L a aurora del primer dia que nos
amamos parece que vuelva á renacer, y
Todos los placeres son flores que ape^ el mes de Mayo sonrio á nuestras almas
ñas se abren en nuestro A b r i l , se des' como sonrio á los cielos.
hojan y mueren y se disipan pronto.

E n toda la naturaleza, así en la yerba


Solo el amor permanece. Mujer queri-
como en los nidos, oimos voces imper-
da, si deseas en el mundo conservar la
ceptibles que exclaman:—"¡Dichosos los
fé, conservar el alma y conservar á Dios
que se profesan cariño!,,
conserva el amor.

Conserva sin temor en el alma, aun- E l céfiro blando nos embriaga y t ú


que te haga sufrir y llorar, esa llama reposas en m i regazo ¡Cuántas rosas tie-
que no puede extinguirse, esa flor que nen los rosales! ¡Cuántos suspiros hay en
no puede deshojarse. los corazones!
Mayo 18...
Como la aurora, me fascina t u belleza,
y veo en tus labios y en tus ojos, cuando
lloras, l á g r i m a s , y perlas cuando te ries.

L a naturaleza, que es la hermana ge-


mela de A d á n y de Eva, nos ama, nos
420 OBRAS D E VICTOR HUGO.

mece y confunde sus misterios con nues- ¿ P a r a q u é he de v i v i r siendo la som-


tro amor. bra del á n g e l que huye, para q u é he de
vivir si bajo un cielo sombrío he de vege-
tar de noche?
E n cuanto apareces, el cielo te con-
templa y te adora, y la deliciosa sombra
nos devuelve nuestras caricias. Soy la fior de la primavera y t ú eres
el A b r i l que la hace brillar: basta que
t ú te vayas para que yo me marchite.
Siendo nosotros mismos aromas y cla-
ridades, b a ñ a m o s nuestros corazones fe-
lices en los supremos efluvios de los Constituyes m i existencia; verte y ha-
enamorados elementos. blarte es m i único afán: basta que t ú
te vueles para que yo me vuele tam-
bién.
Y sin que entibie su ternura nuestra
constante pasión, yo estoy enamorado
de una estrella, y sé que el sol es t u Si partes, q u e d a r é tan tristCj que m i
amante. alma se r e m o n t a r á al cielo: solo t u mano
blanca puede aprisionar este pájaro sal-
vaje.
Y comunicamos nuestra fiebre ardien-
te á las ñores que tocan nuestros labios,
al par que nuestros labios sienten los ¿Qué he de hacer ya en el mundo,
calurosos besos de los rayos solares. separado de t í eternamente? ¿ E s t u
Junio 18... vida ó es la mia la que se v á ? No
lo sé.

XXIII. Cuando m i valor sucumbe, t u corazón


puro me lo hace recobrar; lo libo en é l ,
como l a paloma que bebe el agua clara
Cualquiera que sea vuestra suerte, sed de un lago.
siempre digna; deseo que sea feliz vues-
tro m a ñ a n a , como lo fué vuestro ayer;
que nunca os descorazonéis amarga- E l amor hace comprender al alma
mente, que nunca sufráis el disgusto que todas las maravillas del universo; el
trae el sacrificio, que nunca sobre vues- amor es la única luz que alumbra el i n -
tra frente p á l i d a caiga esa ceniza que finito.
sacuden las alas frias del olvido!
Sin t u cariño, para m í es la naturale-
Dejad que brillen por vos, mujer á za un desierto, en el que v a g a r í a á l a
quien adoro, los cantos que susurran ventura no siendo amado.
en m i corazón; v i v i d para la naturaleza,
para el cielo, para m í mismo; después de
Sin t u cariño, para m í todo se deshoja
haber sufrido, amad! Dejad que penetre
y desaparece; seria para m í una fiesta
en vos, después de nuestra noche fúne-
u n funeral y la p á t r i a un destierro.
bre, la aurora, hija de la noche, el amor,
hijo de los dolores, y todo lo que brilla
en las tinieblas y todo lo que sonrie entre Te imploro y te suplico que no te va-
las l á g r i m a s . yas lejos de mí, ¡pajarillo de m i alma,
Octubre 18... que cantas en las ramas de mis amores!

XXIV. ¿Qué puedo querer n i envidiar, q u é


puede causarme sobresalto, para q u é
quiero la vida, si t ú no estás á m i lado?
Respiro donde t ú palpitas, lo sabes
bien; ¿para q u é he de permanecer a q u í Moriré; ahora huye, si te atreves. De-
si t ú te alejas, para q u é he de vivir si t ú bes convencerte ya de que no quiero mi-
te vas? rar ya nunca lo que t ú no puedes ver.
LAS CONTEMPLACIONES. 421
Para q u é me servirá la lira? ¿ P a r a q u é i fresas. E l ángel de la noche, soñador que
quiero cantar, si t ú no has de oir lloran- flota en el viento, confunde arrebatando
do ó sonriendo mis canciones? en sus oscuras alas las plegarias de los
muertos y los besos de los vivos.
Chelles, Agosto 18...
¿ P a r a q u é me servirán sin tí la luz y
el cielo, mis besos sin tus labios y mis
l á g r i m a s sin tus ojos?
Agosto 18... XXVI.

£ 1 nido en l a portada de l a iglesia.


XXV.
Crepúsculo. Anda, vete á rezar á la iglesia, pero
fíjate al pasar y verás en la vetusta bó-
veda una nidada de pájaros. E n los tem-
Se extremece el estanque misterioso y plos consagrados á l a oración, entre la
parece envuelto de fúnebre sudario; en masonería, suspende el vencejo su nido
el fondo del bosque aparecen los árbo- en la portada de la iglesia, bajo el calor
les siniestros con sus negros ramajes; de las alas de Jesucristo.
habéis visto á Venus atravesar la selva?
L a iglesia, centelleando en la sombra,
¿Habéis visto á V é n u s en la cumbre vibra conmovida al oir los tiernos píos;
de las colinas? ¿Sois amantes los que pa- los paj arillos están alegres y la piedra
seáis juntos á estas horas? E n estos mo- de la fachada está negra. Las estátuas de
mentos en los oscuros senderos relucen los santos, colocados debajo de los pór-
claridades blancas, se despierta la yerba ticos, se complacen con esta vecindad
y habla á los sepulcros dormidos. d e l cariño y de l a primavera. Las vírge-
nes y los profetas se inclinan en las ás-
peras torres hácia esas colmenas que ha-
¿Qué dice la hebra de yerba y q u é le cen los pájaros para elaborar l a divina
responde la tumba? Amaos, los que v i - miel del amor. E l pájaro se encarama
vís. Tenemos frió bajo los tejos. L a - sobre el ángel, el apóstol se rie bajo el
bios, buscad las bocas. Amaos, que llega arco. Las catedrales son grandes y m a g -
la noche; sed dichosos, mientras nosotros níficas y brillan en la tierra, pero el nido
nos quedamos pensativos. de las golondrinas es un edificio que
construye Dios.
Lagny, Junio 18...
Dios quiere que se ame! Felices aman-
tes que paseáis por debajo de los avella-
nos, causad envidia. Todo lo que á la
tumba se llevó el amor al dejar la vida, XXVII.
se emplea en rezar.
Una tarde que miraba a l cielo.
Las muertas de hoy fueron en otro
tiempo hermosas. E l gusano de luz l a
hace brillar en la oscuridad. E l viento Una tarde que miraba al cielo, ella
hace extremecer entre las gavillas las me p r e g u n t ó sonriendo:—^"¿Por q u é con-
hebras de yerba, y Dios hace que se ex templas con tanto afán la ú l t i m a luz del
tremezcan las tumbas. dia y la naciente estrella que confusa-
mente se vé despuntar en el horizonte?
¿Qué miras en las alturas? ¡Baja los ojos
L a forma del techo negro indica la y mira en m i alma!
cabaña; se oye en las praderas el paso
pesado del segador; la estrella en el cielo,
como flor luminosa, se abre y hace irra E n la celeste bóveda, cuya oscuridad
diar su espléndida frescura. te complace, donde tus miradas inútil-
mente pretenden leer, ¿qué e n c o n t r a r á s
que equivalga á m i sonrisa, q u é encon-
Amaos! Este es el mes de madurar las t r a r á s que equivalga á nuestros besos?
m OBRAS D E VICTOR HUGO.

¡ L e v a n t a de m i corazón el casto velo y no, en el que el dia feliz dura t á n poco


verás q u é lleno está de estrellas! como los otros dias!

Cuando el alma brilla amante, todo Oh tiempos! Oh dulces memorias!


ofrece en ella radiante espectáculo; la Sombrío horizonte del pasado! ¡Irradia-
abnegación que derrama su luz sobre los ción de glorias eclipsadas! Como coloca-
obstáculos, equivale á Venus brillando dos en el umbral, pero fuera del templo,
en la alta esfera; m á s que el de la bóve- pensativos, os contemplan los ojos del
da azulada, es celestial el cielo de m i espíritu!
alma.
Cuando los dias felices dejan su sitio á
Bellos son del astro eterno los resplan- los dias desventurados, es indispensable
dores, el mundo está lleno de maravillas; despedirse de la felicidad. Cuando la es-
bella es el alba y bellas son las rosas, peranza ha vaciado ya su copa, debemos
pero nada es tan bello como el encanto dejarla caer en el fondo del mar. E n el
que produce el amor! L a verdadera cla- mar del olvido, en el que todo se ahoga;
ridad, la llama m á s resplandeciente la en el mar sombrío, en el que el hombre
produce el rayo de luz que se refleja de arroja su alegría y sus ilusiones.
un alma á otra. Montf, Setiembre 18...

El amor vale m á s que los pálidos refle-


jos de esos astros desconocidos. Sabiendo
lo que conviene al hombre. Dios puso el LIBRO TERCERO.
cielo m u y lejos y á la mujer m u y cerca,
y dijo á los que escrutan l a impenetrable
bóveda:—"Vivid y amad; lo d e m á s nada
vale,,.
Luchas y fantasías.

Amemos! Dios lo quiere así. Deja de


mirar á ese cielo que frios rayos doran,
que t ú e n c o n t r a r á s en los ojos de la mu-
jer que te idolatra m á s hermosura y m á s T e r s o s e s c r i t o s e n u n e j e m p l a r de l a
luz. A m a r es ver, sentir, soñar y com- ^Divina Comedia".
prender. E l espíritu superior siempre se
l i g a con u n corazón tierno.
Una tarde v i pasar por el camino á un
Ven, ven conmigo. ¿No conoces que hombre cubierto con u n gran manto
a c o m p a ñ a á nuestros transportes e x t r a ñ a como u n cónsul romano, que me pareció
alegría? A nuestro alrededor la natura- negro, contemplado á l a claridad que
leza se transforma en lira y canta núes vertía el cielo. Ese viajero se paró, y
tros amores. Ven, á m e m e n o s ! ¡Vagare- fijando en m í sus miradas brillantes,
mos por el prado! No pienses m á s en el casi salvajes, me dijo:—"Fui yo al prin-
cielo, que estoy celosa.,, cipio, en las antiguas edades ^ u n monte
altísimo que llenaba el horizonte; luego,
ascendiendo u n grado en la escala de los
De este modo me h a b l ó m i amada en séres, f u i una encina y me erigieron al-
voz baja, posando la frente sobre su blan tares, y sacerdotes se dedicaron á m i cul-
ca mano, m i r á n d o m e extasiada; con voz to; después f u i u n león que vagaba por
grave y tranquila, encantada, contem- los desiertos y que hablaba de noche con
p l á n d o m e , eso me dijo en voz baja. voz rugiente; ahora soy hombre y me
llamo el Dante. „
Julio 1843.
L a t í a n nuestros corazones, el éxtasis
me ahogaba; las flores nocturnas entre-
a b r í a n sus corolas... ¿Qué hicisteis, árbo*
les, de nuestras frases cariñosas? ¿Qué
hicisteis, rocas, de nuestros suspiros y de
nuestros besos? ¡Triste es nuestro desti-
.AS CONTEMPLACIONES. 423
rastra por el fango trajes de seda, canta
y rie, infeliz! Y el pueblo severo, que
II. consiente que un hombre se degrade y
que una mujer se deshonre, cuando se
melancolía. acerca á é l , la dice:—^Ah! eres tú? ¡vete,
infame!,.

Mirad. Una mujer p á l i d a , ñaca, des-


carnada, que lleva en brazos un niño, U n hombre se ha enriquecido, roban-
do al público, vendiendo sus m e r c a n c í a s
está l a m e n t á n d o s e en medio de la calle.
L a m u l t i t u d se agolpa cerca de ella para faltas de peso, y la ley le nombra jurado.
verla y para oiría. Acusa á alguno; á En lo m á s crudo del invierno, u n pobre
otra mujer, á su marido. Sus niños tie- roba un pan para mantener á su familia.
nen hambre y la infeliz es una miserable Pasad la vista por esa sala en la que
que n i siquiera puede darles un pedazo hormiguea el público; en ella el rico v á
de pan. Duerme en un lecho de paja. Su á juzgar al pobre. Fijaos bien; ese juez,
marido está en la taberna mientras ella ese mercader, incomodado porque Je ha-
trabaja; cuando concluye su faena, llora cen perder una hora, mira distraídamen-
y se v á . Pensadores, cuando ese espectro te al hombre que está llorando; b envía
atraviesa por entre el compacto grupo á presidio y él se marcha á su casa de
que se agolpa para mirar el fondo de un campo. E l público, bueno.y malo, sale
corazón desgarrado, q u é es lo que oís?... de allí diciendo:—^¡Es justa esa senten-
Risas insensatas. cia!,, Solo queda en el local que ocupó
el tribunal un Cristo pensativo y pálido,
que levanta los brazos hácia el cielo
Esa j ó ven de faz simpática quizá cre- desde el fondo de la sala.
yó un dia tener derecho á estar alegre, á
gozar del amor y de la felicidad; ¡pero se
encontró desde edad m u y tierna sin pa- Aparece un hombre de genio; es bon-
dres, sola en el mundo! No desconfió; dadoso, fuerte, m a g n á n i m o , útil para
armada de valor, tomó la aguja, trabajó todos. Como el alba apareciendo por en-
y pudo ganar en su bohardilla, traba- cima del Océano, dora con los rayos de
jando noche y dia, para comer mal, para su ilustración las frentes de la m u l t i t u d ,
tener un abrigo y para cubrir apenas su derrama brillante claridad; aporta una
desnudez; pero vino el invierno con sus idea al siglo que le espera; cumple su
fríos, en el que se sufre mucho en un misión; trata de engrandecer los espí-
desván mal cerrado, en el que los dias ritus, de disminuir las miserias, desea
son cortos y es indispensable tener luz el progreso, y es feliz si consigue que
encendida muchas horas; el aceite está se piense algo m á s y que se sufra algo
caro y la leña t a m b i é n . V í c t i m a del menos. ¿Creéis que le van á coronar?
invierno, muy pronto, impulsada por el Pues le silban! Escribas, sábios, retó-
hambre, descuelga el viejo pañolón, to- ricos, salones y populacho, todos le
ma el reloj, vende los muebles y alguna silban á la vez, produciendo siniestra
sortija de oro; todo lo vende. L a jóven a l g a r a b í a . Si es orador ó ministro, le
trabaja y lucha todavía; es honrada; silban; si es un poeta, todos exclaman á
pero en sus largas vigilias el demonio coro:—^¡Es absurdo, falso, monstruoso,
de la miseria le habla al oido. ¿Qué será causa indignación!,, E l poeta, sin em-
de ella? Llega un dia de aflicción en el bargo, mientras babean sus laureles, de
que la pobre tiene que vender llorando pió, cruzado de brazos, con la frente
la cruz honorífica de su padre; tose, tie- erguida y la mirada serena, contempla
ne frió... H a de morir? ¡Dios mió, ha de tranquilamente lo bello y el ideal, y
morir á los diez y siete años! ¿Qué h a r á piensa; y de vez en cuando sacude una
para vivir?... L a miseria la obliga una antorcha que, á sus pies y en la oscuridad,
m a ñ a n a á dirigirse recta hácia el abis- deslumhrando al ódio, alumbra de re-
mo; y hoy, lo que sube hasta su frente pente el fondo del alma humana. Cuan-
no es ya el pudor, es la v e r g ü e n z a . Des- do es ministro, gasta sus noches y sus dias
de entonces en adelante la vida será en incesantes trabajos; cuando es orador,
para ella un manantial de aflicciones y amontona esfuerzos y discursos, camina
de l á g r i m a s . Los inocentes niños la van y lucha; pero la injuria, persiguiéndole
persiguiendo por las calles, b u r l á n d o s e á cada paso que d á , se transforma y no
y escarneciendo á la desventurada! A r puede librarse de ella; n i un enemigo
OBRAS D E VICTOR HUGO,

público, n i un m ó n s t r u o fabuloso, seria flor, que al dotar á la m á q u i n a de alma,


tan atacado y tan aborrecido como él! se la quita al hombre! ¡Maldito sea ese
Para sus contemporáneos y para las ge- Trabajo, que aborrecen las madres, como
neraciones vinientes v á sembrando la el vicio que degrada! ¡Maldito sea, como
gloria y recoge la afrenta. E l progreso el oprobio y como la blasfemia! ¡Maldito
es el fin que persigue; el bien le sirve de en nombre mismo del trabajo, del ver-
brújula, y piloto, se aisla en el puente dadero trabajo, sagrado, generoso y fe-
del navio; los marinos, para domar los cundo, que emancipa al pueblo libre y
vientos y las corrientes, ponen sucesiva- que d á al hombre la felicidad!
mente la proa hacia distintos puntos, y
para llegar mejor al puerto se desvían
de él aparentemente; él hace lo mismo, L a pesada carreta conduce un enorme
y oye vituperios é imprecaciones; la ig- peñasco; el caballo de barra, sudando
norancia, que todo lo sabe, lo denuncia desde el bocado hasta la grupera, tira;
todo; si se dirige hacia el Norte, comete el trajinero le d á latigazos y penosa-
un error; si se dirige hácia el Sur, come- mente el pobre caballo se desliza por
te u n error; si se encuentra con l a tem- el empedrado, b a ñ a n d o en sangre el
pestad, c u á n t o se alegran! Bajo tan pretal. Tira, se arrastra, tira m á s y se
enorme peso al fin dobla la cabeza; van pára; el trajinero no cesa de darle una
pasando los años, y víctima de una en- l l u v i a de latigazos en la cabeza; es l u -
fermedad profunda y lenta, muere. En- nes, y ayer se emborrachó con vino r u i n
tonces la envidia, ese vigilante demonio, en la taberna. ¡Ley formidable es la que
se le acerca, le reconoce, le cierra los entrega un ser á otro sér y el animal
ojos, se cuida de clavarle las manos en pacífico al hombre embriagado! E l ca-
el a t a ú d , se inclina, escucha para espiar ballo, espantado, no puede dar n i un solo
si verdaderamente está muerto, y enju- paso; vé que se le cierran los ojos, y no
gándose los llorosos ojos, exclama:—"Era sabe, estrellado por el bloque que sopor-
un gran hombre!„ ta y azotado por el látigo, q u é pretende
de él la piedra, n i q u é pretende el hom-
bre, y el trajinero lanza sin cesar sobre
¿Dónde van todos esos niños, que n i n - él una lluvia de golpes, que estropea a l
guno de ellos se rie? ¿Dónde van esos n i pobre animal, que no descansa n i los
ños flacos, que la fiebre consume? ¿Dón domingos. Si las cuerdas se rompen, le
de van solas esas n i ñ a s de ocho años? pega con el mango del látigo; si se
V a n á trabajar quince horas diarias, des rompe el mango, le pega con el pié, y
de el amanecer hasta la noche, á hacer temblando el caballo, estropeado y he-
eternamente en la misma prisión el mis rido, inclina l ú g u b r e m e n t e el cuello y
mo movimiento, encorvados bajo los la cabeza atontada; los golpes que reci-
dientes de una m á q u i n a sombría; son be de la ferrada bota del trajinero sue-
inocentes condenados á u n presidio, son nan en el vientre desnudo de aquel po-
ángeles condenados á un infierno. V a n á bre sér mudo; resuella agonizando, se
trabajar donde todo es hierro y cobre, don- remueve, pero no puede andar porque
de j a m á s se p á r a , donde nunca juegan se han agotado sus fuerzas. Sigue su-
por eso están tan pálidos! ¡por eso están friendo golpes furiosos; en su a g o n í a i n -
tan cansados! Como no comprenden su tenta el último esfuerzo; quiere levan-
destino, parece que digan á Dios:—"¡Pa- tarse y cae, y mientras que su verdugo
dre nuestro, á pesar de ser tan pequeños redobla los golpes, él, con las pupilas
ved lo que hacen con nosotros los hom- e m p a ñ a d a s , mira á alguien, mientras
bres!,, L a servidumbre infame que se que lentamente se extingue la luz de
impone á la infancia conduce al raquitis sus ojos llenos de los estupores sombríos
mo, cuyo nocivo soplo deshace lo que del infinito, en los que b r i l l a vagamente
Dios hizo y mata la belleza en la fisono el alma espantosa de las cosas.
m í a y el pensamiento en el corazón, y es
capaz de convertir á Apolo en jorobado y
á Voltaire en estúpido! Trabajo perverso Es un abogado que defiende todas las
que coge entre sus garras á la edad tier causas y que serie de los hombres justos
na, que produce la riqueza creando la que quieren saber, si lo blanco no tiene
miseria, que se sirve del n i ñ o como de razón antes de decir que es negro; con
una herramienta; progreso al que debe tranquilidad esconde en su conciencia
p r e g u n t a r s e : — " D ó n d e vá? Q u é quiere?,, todo lo que encuentra, ó el saco de dine-
¡Progreso que marchita la j u v e n t u d en ro Por, ó el saco de dinero Contra; el saco
LAS CONTEMPLACIONES. 425
pesa para él lo que el pleito vale. Embos- pasar por t u lado: u n hombre duerme
cado con la pluma en l a mano en un pe- dentro de esa calesa. ¡Anciano, q u í t a t e
riódico religioso, matarla como u n bandi- el sombrero y salúdale! Ese viajero es-
do ese escritor, que vive de difamar. L a taba enriqueciéndose cuando t ú estabas
m u l t i t u d ódia á este hombre y proscribe derramando la sangre por la pátria; j u -
á aquella mujer, y ios maldice. ¿Qué cri- gaba á la baja cuando la caida de la na-
men han cometido? E l crimen de haber ción era inevitable y profunda; se nece-
amado. L a opinión rampante colma de sitaba u n buitre que devorase nuestros
injurias al oprimido y se h u m i l l a á los muertos, y él fué ese buitre; trabajador
pies del fuerte. Del inventor moribundo rudo y siempre en acecho, hizo que para
engorda el parásito. E l mundo charla, ase- él sudasen nuestras desgracias casti-
gura, jura, afirma y miente. E l poderoso lloa y rentas: Moscow llenó para él sus
resplandece y se burla del destino: detrás prados de montones de heno; para él Leip-
de ól, cuando camina, su estiércol engen- zig pagaba perros y criados, y la Bere-
dra á sus aduladores. ¡Rincones repug- sina le surtia para edificar u n palacio;
nantes de la calle, en los que el trapero para que ese hombre tuviese ñores y
silenciosamente v á recogiendo los an- árboles, jardines y parques en Paris,
drajos, vuestros montones de basura son g a n ó u n millón en Waterlóo, convirtien-
menos repugnantes que los vivos! ¿De do aquel desastre en victoria para él: de
quién debemos fiarnos m á s , del viento vosotros dos, á él se le venera y á t í te
ó del corazón humano? Del viento, por- desprecian; t ú eres u n pordiosero y él es
que el hombre que nada cree y finge un millonario; él es el hombre honrado.
creerlo todo, que tiene l a vista clara, la ¡Vamos, ponte en pié y salúdale quitan^
fisonomía hermosa y el alma negra, será dote el sombrero!
m a ñ a n a vuestro señor.

E n todas las calles, en todas las encru-


Anciano, que rompes piedras para cijadas, hay choques y luchas; las m u l t i -
componer los caminos, t u viejo sombrero tudes corren y se persiguen por toda la
está destrozado y por él te entra el aire ciudad. Por todas partes se esparce la
y la lluvia; el calor es t u tirano y el frió noche, el duelo y el dolor, en el campo
es t u verdugo; t u cuerpo, que t i r i t a de triste en el que muchas veces germi-
frió bajo el grosero saco; t u cabaña, que nan las espigas que atemorizan á los
está al nivel del foso del camino, ofrece que las sembraron. Se alborota el pue-
su techo de musgo á la cabra que está blo Océano lanzando la espuma del
paciendo; ganas durante el dia lo preciso populacho; en él se ven todos los caos
para comer pan moreno por la m a ñ a n a y todas las grandezas; en él l a miseria
y para ayunar por la noche, y eres un produce todos sus partos formidables y
fantasma sospechoso, ante el que se re- se presenta salvaje con todos sus deseos,
trocede cuando alguno se encuentra sus sufrimientos, sus ódios, sus deses-
contigo á la hora del crespúsculo; eres peraciones, su prostitución, sus apetitos
pobre hasta el punto de alarmar á los y sus envilecimientos. Aparecen to-
que pasan por t u lado; hermano sombrío das las desgracias encerradas dentro de
y pensativo de los árboles, como ellos de la desgracia común; el flujo negro de
j a n caer sus hojas, t ú dejas caer tus la indigencia y el reflujo de la igno-
años. E n otro tiempo, cuando estabas rancia suben como marea alta, y entre
en la fuerza de t u edad, cuando viste los escombros extienden la oscura red
que la Europa implacable venia contra de las penalidades sombrías. L a necesi-
nosotros á amenazar á Paris, y numero dad produce el mal, que le tienta y le
sos ejércitos se dirigían h á c i a la Fran- sigue; el hombre busca al hombre á
cia, y el ruso y el huno se lanzaban so- tientas en aquella noche fatal; los niños
bre esta tierra sagrada, y el Norte volvia desnudos levantan a l cielo las manos
á vomitar á A t i l a , te sublevaste con t u desfallecidas; el antro del crimen se abre
horquilla en la mano, y en aquellos en las tinieblas; el viento sacude y arras-
tiempos fuiste ante los reyes que se tra en sus frios torbellinos los corazones
sostenían en el campo uno de los m á s heridos y los cuerpos á pedazos. ¿Quién
valientes campesinos de la G-ran Cham- rechina los dientes? E l hombre. ¿Quién
pagne. Pues bien; mira ahora cómo vie- llora? L a madre. Quién solloza? L a don-
ne hácia tí una ligera calesa, cuyas rue- cella de miradas tiernas. ¿Quién dice
das hacen gran ruido entre el torbellino tengo frió? L a abuela. ¿Quién dice tengo
de polvo que levantan y que te ciega a l hambre? Todos. E n el fondo de todo
TOMO V . 54
426 OBRAS D E VICTOR HUGO.

esto existe el horror y en la superficie la Hay dias en los que, al despertar, se


alegría. No dejando ver el hambre, se ven, produciendo sombríos reflejos, los
ven las luces del resonante festin, y en- espectros del exterior vagar por el techo;
cubriendo el m o n t ó n de ayas y de des- el soñador sondea el destino, y contem-
gracias, se oyen los cantos y las risas pla las sombras que producen nuestras
que ocupan á los hombres felices, cuya imaginaciones sobre todos los objetos.
vida sin fin y sin objeto se entrega á los
placeres, tratando de olvidar los que
creen que es u n sueño de su imagina- Hay horas en las que, por m á s que se
ción, esto es, que tienen el infierno de- vean desde la ventana u n monte, un
bajo y el cielo encima de ellos; el que bosque, la caida de la tarde ó el alba que
desdeña ver á Lázaro, borra la i m á g e n vá á nacer, vemos en nosotros mismos
de Jesús. Nunca se dignan mirar al que de repente, sobre el amor, sobre los bie-
sufre, y en sus banquetes solo admiten nes efímeros de la tierra y sobre el hom-
el aire perfumado, la voluptuosidad, el bre, brillar espantosas claridades, que
orgullo, la embriaguez y á los lacayos, producen deslumbramientos á los ojos
esos espectros galoneados de los pobres. del espíritu; de t a l modo, que en cuanto
Saborean con deleite el deslumbramien- estas visiones se deslizan ante nuestras
to sombrío que les causan las hermosas, pupilas en este valle de l á g r i m a s , ya no
los amores apareados, los ojos azules y salen de ellas y llenan para siempre l a
los ojos negros, los walses, que como rá- arcada sombría de las cejas.
pidas visiones se retratan en los espejos.
Pasan la noche en incesante delirio, que II.
huye en alas de las horas con vuelo ve-
loz, y mientras que los pobres gimen ó Y a que estoy o c u p á n d o m e de esas ho-
se extremecen pasando en la oscuridad ras de duda, en las que unos encuentran
largas noches, mientras que t i r i t a n de la tranquilidad y otros el remordimien-
frió en los graneros, todos esos hombres to, no quiero ocultar al pueblo, que me
pasan alegres l a vida bebiendo, riendo y escucha, que pienso muchas veces en q u é
cantando, y de vez en cuando se ven apa- se o c u p a r á n los muertos;
recer encima de ellos dos postes soste-
niendo un espantoso t r i á n g u l o , que se
levanta en el empedrado de las ciuda- Y que he llegado á creer que, a l mo-
des!—¡Oh soledad envidiable de los bos- rir, c o n t i n u a r á el alma su camino, acor-
ques!... dándose de que fué humana, volando
Paris, J u l i o 1838. para siempre hácia la celeste bóveda pa-
ra franquear el infinito y llegar á la
eternidad;

Y que los muertos, contemplando


nuestros éxtasis y oyendo nuestras ora-
Saturno. ciones, a u m e n t á n d o s e para ellos todos
los dias, serán semejantes al trabajador
insecto de vuelo brillante, que posándose
I. sobre las flores llenas de rocío, parece u n
alma visible en el mundo real, que de-
Hay dias llenos de bruma y de sombría clarándolas á todas a l g ú n misterio en
claridad, en los que el hombre, confun- voz baja, les deja el perfume y les toma
dido por los misterios de la vida, estu la miel;
diando las plantas, las estrellas ó las
olas, se apoya de codos en los bordes va
cilantes de ese problema sin fondo. Y que de este modo, saliendo otra vez
vivos del sepulcro, iremos todos un dia
al espacio inmenso, á leer la obra infini-
Hay dias en los que el soñador, seme ta y el poema eterno, verso á verso, sol á
jante á los antiguos augures, buscando sol, y á admirar todo el sistema en sus
á Dios que en otros tiempos algunos fecundas formas, toda la creación en su
veian con sorpresa, medita, mirando fija variedad; y comparando Dios cada faz
mente las figuras que dan sombra a l es de los mundos, con el alma universal
píritu. confrontar su hermosura; y que todos
haremos este viaje de almas con t a l que
L A S CONTEMPLACIONES. 427
hayamos sufrido, con t a l que hayamos la noche, esos sábios, que el mundo nun-
ca comprendió, confundian silenciosos
llorado; todos, menos los espíritus infames
con el melancólico crepúsculo la pertur-
de los perversos. A estos. Saturno, en u n
globo horrible, los encerrará durante el bación de su sombrío espíritu; mientras
tiempo que Dios quiera castigarlos. que el agua saltaba de los manantiales
cristalinos, mientras los soberbios leones,
III. apareciendo de vez en cuando en l a
cumbre de las colinas, lanzaban en el
Saturno! Esfera enorme! ¡Astro de as- desierto prolongados rugidos.
)ecto fúnebre! ¡Cárcel del cielo, mundo A b r i l 1830.
Íleño de bruma y de tinieblas, infierno
que forman el invierno y la noche!
IV.
Su atmósfera flota en tortuosas zonas;
Versos escritos debajo de un crucifijo.
dos anillos llameantes, dando rápidas
vueltas, forman en su cielo de cobre dos
arcos monstruosos que causan eterno y
profundo terror. Vosotros los que lloráis, acudid á Dios,
morque Dios llora: vosotros los que sufrís,
acudid á él, porque él cura: vosotros los
Como una a r a ñ a en el centro de su que t e m b l á i s , acudid á él, porque él son-
tela, tiene siete lunas de oro atadas á sus ríe: vosotros los que pasáis, acudid á él,
ejes; para él el sol, que solo es una estre- morque él no pasa, es eterno.
l l a , se pierde en el fondo de los cielos. ' Marzo 1842.

Los otros universos, entreviendo en l a


oscuridad ese espantoso globo, tiemblan v.
y se espantan, y le han poblado de i n -
Qnia pulvis es.
numerables quimeras, viéndole vagar
formidablemente á su alrededor.

1Y. Estos parten, aquellos se quedan.


Cuando soplan con fúria los aquilones,
el polvo y el género humano todo se vue-
¡Seria verdaderamente un sublime mis-
"a á la vez. E l mismo viento sopla en la
terio que ese cielo tan profundo, tan l u -
ierra que nos sustenta, sobre los séres
minoso y tan magnífico, que llamea á
mmanos y sobre las hojas délos bosques.
nuestra vista, abierto ante nosotros como
un abismo, solo fuese el interior de una
tumba! Los que se quedan dicen á los que se
van:—"Desgraciados! Os abandona ya
el hálito vital; no oiréis ya n i la palabra
¡Seria un gran misterio que todo se
n i el ruido; no volvereis á ver n i los á r -
revelase á los que lo ignoramos todo;
Doles n i el cielo; vais á dormir en sepul-
que después de morir, se nos reservaran
cro de mármol, vais á penetrar en la pro-
esos grandes destinos! Pero lo que en-
funda noche,,.
tonces sucederá, vos solo lo sabéis. Señor

V. Los que se van dicen á los que se que-


dan:—"No poseéis nada propio y vivís
Es cierto. Señor, que en los tiempos derramando l á g r i m a s ; para vosotros la
primitivos los patriarcas conmovidos gloria y la felicidad son palabras falaces.
los santos que poblaban la Tebaida Dios concede á los que mueren los bie-
sintieron los mismos desvarios que yo. nes reales y el verdadero reino; los v i -
vientes sois fantasmas; nosotros somos
los verdaderos vivos,,.
Es cierto que el profeta en su augusta Febrero 1843.
soledad veia con las miradas llenas de
e x t r a ñ a s claridades, por las hendiduras
de la realidad, abrirse el mundo oscuro
de las pálidas visiones; y que al aparecer
OBRAS D E VICTOR HUGO.

hizo huir de él á los hombres. Pensaba


inquieto en esa catástrofe el pálido ceno-
bita encerrado en su antro, y durante
trescientos años se oyó en la oscuridad
E l manantial. sobre ese mundo condenado y caido sor-
do extrépito de truenos.

Cerca de un manantial habitaba un


león, y en él iba á beber t a m b i é n un águi- L a Lujuria, la Pereza, la Envidia, la
la. U n dia, dos héroes, dos reyes, llegaron Gula, el Orgullo, la Avaricia y la Cóle-
á aquel manantial, en el que dos palme- ra, sobre el caido mundo romano se cer-
ras atraen la atención de los curiosos via- nieron, acosándole con su gritería, y
jeros; se reconocieron los dos reyes, se ba- agitando espadas monstruosas, los siete
tieron allí y cayeron al suelo heridos los arcángeles del averno las hacían lla-
dos. E l á g u i l a , cuando estaban agoni- mear en las nubes.
zando, se cernió sobre ellos y les dijo
con acento burlón:—"Vosotros, que en- Juvenal, que describió la inmensa caí-
contrábais el mundo demasiado pequeño da en el abismo universal, es su e s t á t u a
para satisfacer vuestra ambición, ya no ahora, e s t á t u a de sal que permanece sola
sois ahora m á s que una sombra. Prínci- debajo de la nocturna cúpula; no crece
pes, vuestros huesos, ayer fuertes y jóve- n i un árbol á sus pies, no hay á su alre-
nes, m a ñ a n a solo serán guijarros que se dedor yerbas n i ramas, y en sus miradas
confundirán con las otras piedras del ca- siniestras se leen estas sombrías pala-
mino y nadie los p o d r á reconocer. ¡In- bras:—^"Por haber contemplado á So-
sensatos! ¿Por q u é os habéis batido en doma,
sangriento duelo? Y o , que soy á g u i l a , Febrero 1843.
vivo tranquila en esta soledad, con m i
compañero, que es el león. Los dos acu-
dimos á beber en la misma fuente, los
dos somos reyes de estos mismos territo- VIII.
rios; él impera en los bosques, en las
m o n t a ñ a s y en las llanuras, y yo impe-
ro en el cielo,,. Acostumbro á leer, sabéis q u é libro?—•
Octubre 1843. E l poema eterno de la Biblia?—No; el
poema de la tierra. P l a t ó n todas las ma-
ñ a n a s , cuando a m a n e c í a , leía versos de
VII. Homero, y yo leo las flores, que son obra
de Dios. Deletreo los matorrales, las
l i a estatua. hebras de yerbas, los manantiales, y no
tengo necesidad de llevar á mis paseos
el libro debajo del brazo, porque lo ten-
go á mis pies. Voy recorriendo senderos
Cuando el imperio romano desespera no hollados, estudio á fondo el texto, y
do se h u n d i ó — p o r q u e Roma, el abismo me inclino hácia el suelo para descifrar
donde zozobró Cartago, esperaba que t ú la corola y la rama. Estaba encorva-
l a siguieras,—cuando, perdida su épica do y preparado para leer la p á g i n a flori-
grandeza, agonizó el degradado mundo da de un campo, cuando f u i interrumpi-
antiguo, después de apurar todos los Cé do en este agradable estudio. Me dirigió
sares y todos los vicios; l a palabra u n vencejo negro que tenia
el vientre blanco, h a b l á n d o m e de este
Cuando espiró, vacío y rico como Tiro, modo:—^Pobre hombre que titubeas en-
con un m o n t ó n de esclavos que tenían tre la sombría duda y la fé salvadora,
apruebo t u conducta, es discreto leer en
por honra que sus señores les pusiesen
ese libro; léele siempre, agitado pensa-
los pies en las nucas; cuando espiró ese
dor, que la claridad de los campos te i l u -
mundo, ébrio de vino, de sangre y de
m i n a r á . Es saludable hojear la natura-
oro, después de haber convertido sus es- leza, porque la tierra, cántico en que nos
trellas en antorchas y sus gigantes en abismamos, tiene por versículos los bos-
eunucos, ques y por estrofas los montes. Lee á la
naturaleza y medita. Todo en ella está
Produjo un horrible espectáculo, que lleno de luz, hasta la noche, y todo lo
LAS CONTEMPLACIONES. 429
que trabaja, ama ó destruye tiene sus re- cejo cuando el espectro oscuro del hom-
flejos. Date cuenta de la obra de Dios. bre se atreve á aproximarse á tí bus-
Comprender es amar. Las llanuras en cando t u cariño, porque eres la prometi-
donde germina la yerba, las aguas, los da de la luz celeste. Sé siempre hermosa.
prados, son otras tantas frases en las que U n á n g e l baja á besar tus piés cuando
el sábio vé serpentear sentidos que él los vé desnudos, y la vista de un á n g e l
sorprende al paso. Camina hacia lo ver- dá candidez y encanto á t u sonrisa.
dadero. L o real es lo justo, y ver la ver- Febrero 1843.
dad es encontrar la virtud. Leer bien el
universo, es leer bien la vida. E l mundo
es la obra en la que nada miente n i ex-
t r a v í a y cuyas palabras son sagradas.
E l hombre injusto es el que vé en ellas Amor.
contrasentidos. L a creación entera, con
sus séres, con sus objetos, con sus rela-
ciones, con sus elementos y con sus cau- E l amor es u n misterio, dice P l a t ó n ;
sas, todo ese conjunto oscuro, toda esa el amor es una ley, dice Jesucristo. ¿Sa-
vegetación, suma entrecruzándose esta bemos q u é lazada nos liga al firmamen-
cifra enorme: Dios. L o eterno está escri- to? ¿Sabemos q u é es lo que las manos
to en lo efímero; toda la inmensidad de Dios siembran en la inmensidad?
sombría, azul ó estrellada, atraviesa la Por q u é se han de amar dos séres? Pre-
humilde flor que el pensador contempla gúntaselo al agua que corre, al aire que
Se ven los campos, pero nos deslumbra huye, á la mariposa que vuela, á la lla-
Dios. L a azucena, que t ú comprendes, ma de noche, al rayo de luz que quiere
lo mismo que las rosas que t ú lees, se besar los racimos maduros; pregúntaselo
abren en t u alma. Las castas flores son á todo lo que canta, murmura y espera,
consejos que Dios siembra en el camino, que el corazón atónito exclama:'—'"¿Sé
y debe cogerlas, no l a mano, sino el yo acaso por qué? P a s ó por m i lado una
alma. Porque lo haces así, b r i l l a el alba mujer y me volvió loco; no sé nada
en t u frente sombría y llegas á ser bue- m á s . Sus cabellos eran blondos y sus
no, justo y sábio y en edad avanzada ojos negros; la v i alegre y á l a luz del
vuelves á adquirir el candor sublime de medio dia caminaba graciosamente, y
la cuna,,. Y o le respondí:—^"Ay! vencejo, altivamente se reia; no sé nada más; era
te equivocas; m i carne es débil y á cada en la primavera, y se abrían las flores;
instante sucumbe; m i alma solo será solo sé que la amo,,.—Bodin, Vouglans,
blanca cuando yo muera, porque el hom- Delancre, preguntad el secreto de ese
bre siempre es malo y ciego,,.—Así le agradable maleficio á los vientos, á la
dije y continué leyendo á l a naturaleza. primavera, al filtro que una mirada
Julio 1833. bebe en otras miradas, á la sonrisa que
enloquece, á la voz que acaricia, á esa
maga que se llama mujer; p r e g u n t á d s e -
lo á los traidores senderos que en los
IX. bosques os hacen dar muchas veces los
mismos pasos; á la rama verde del mes
de Mayo, á esa Armida, que acecha y
Encantadora niña, destilan gracia tus
hace que dé vueltas á vuestro alrededor
diez y siete años; tus miradas dicen: A u -
su varita de virtudes; preguntádselo á la
rora, y t u faz dice: Primavera. Parece
vida, á la naturaleza, al cielo, al encanto
que lleves en la mano invisible azucena.
misterioso que nos producen los campos
Don Juan te vé pasar y exclama: ¡Impo-
y los prados, á los manantiales, cuyos
sible! Dios colme de dicha t u hermosura!
sollozos escuchamos, al suspiro eterno
L a naturaleza se regocija al verte; pa-
de los bosques y de las olas. Formad
rece que dejes u n reflejo luminoso al
proceso verbal contra las margaritas,
pasar por entre los árboles; la abeja
que dejan que los bordones de los pere-
desea posar en tus floridas mejillas sus
grinos rocen sus gorgueras; probad que
alas de crespón; la mariposa vuela alre-
dos amantes, a l entregar sus almas á las
dedor de tus ojos, como si volase alrede-
flores, á los bosques y á los lagos, y al
dor de dos llamas. T u hálito es u n
celebrar u n pacto con la luna, con la
incienso que sube al cielo. Lesbos y los
ilusión y con l a esperanza, cantando
marinos de Hydra, si te viesen desnuda,
himnos desconocidos y paseándose los
te t o m a r í a n por la Aurora. Los séres que
viven en la esfera azul fruncen el entre- dos por la c a m p i ñ a , enamorándose los
430 OBRAS D E VICTOR HUGO.

dos, no son ya los mismos que antes; pro- Todo globo oscuro gime; toda tierra es
bad que se han transfigurado; probad una cárcel en la que, llorando la vida,
que estamos aun en los mismos tiempos hasta el dia de despertarse, viene á ano-
en que la Tournelle, cuando la m á g i a era tarla el espíritu que cae del sol. Cuanto
declarada i m p í a y criminal, hacia en- m á s lejano está el globo, m á s terrible es
cender una hoguera por mandato de la la cárcel. L a muerte está allí, cerniendo
córte; probad que el ú l t i m o brujo que se las almas en una criba, j u z g á n d o l a s , y
quema en ella es el Amor. testigo invisible de la vida, vuelve á lle-
• J u l i o 1843. var el á n g e l al astro ó le arroja m á s
lejos.

XI. ¡Oh globo, sin rayo de luz y casi sin


auroras! ¡Inmenso J ú p i t e r que azotan
los meteoros! ¡Marte que pareces de lejos
la boca de u n volcan, Urano, Saturno!
U n mundo estéril, inclemente, avaro, ¡Castigos desconocidos, redenciones y
donde los hombres, con trabajo rudo, misterios! ¡ L u n a s m á s apagadas que l a
cultivan l a tierra, que apenas les d á en tierra! Esos mundos sufren, están oscu-
pago una miserable espiga; ciudades tris- ros; quién sabe lo que h a r á n ? Algunos
tes, de las que huyeron para siempre las momentos la oscuridad oye su grito pro-
tres venerables hermanas, la caridad, la fundo y ronco, como se oye por la tarde
paz y la fé; el orgullo ofuscando á los el quejido de las cigarras. Mudos es-
poderosos y á los miserables, y la ira y pectros, caminan pálidos, tirando de ca-
el ódio en el corazón de todos ellos; la denas desiguales, como u n sueño que se
muerte, espectro ciego, hiriendo á los disipa. Vagamente enrojecidos con un
mejores con sus golpes mortales y mis- reflejo durante l a noche, implorando u n
teriosos; brumas espesas ocultando todas Mesías, esperando sus apóstoles, solos,
las cumbres; vendidas la justicia y el separados, unos detrás de otros, tristes y
pudor; desbordadas todas las pasiones y desmelenados por soplos fieros, lanzando
engendrando el mal; bosques abrigando á la claridad miradas feroces, éstos ro-
lobos; a q u í el desierto tórrido, allá los dando en sombrías profundidades, aque-
írios polares; océanos conmovidos por llos casi absorbidos en el infinito sin
repentinas cóleras, llenos de buques que límites, dando vueltas alrededor del pa-
zozobran en las tempestades; continentes raíso y del sol, se ven pasar á lo lejos to-
asordados por el ruido y el humo de la das sus faces sombrías.
guerra, en los que se incendia alguna Noviembre 1840.
ciudad, en los que se chocan sangrien-
tamente los pueblos furiosos; ¡todo eso
produce en el mundo quizás u n astro en XIII.
el cielo!.,.
Octubre 1840.
El mochuelo.

XII.
U n mochuelo estaba clavado en una
Explicación.
puerta. L a naturaleza, que d á vida á
las ramas verdes, que lo llena todo, dan-
L a tierra es al sol lo que el hombre es do diferentes grados de vitalidad al ani-
a l ángel; éste está formado de esplendo- mal salvaje y á l a bestia de carga, que
res y aquella está amasada con barro. dialoga siempre con el espíritu del hom-
Toda estrella es sol y todo astro es pa- bre, le presenta siempre los animales
raíso. Alrededor de los globos puros están para que los descifre, porque estos son
los mundos malditos; y en l a oscuridad, los signos de su alfabeto misterioso, y le
el sol paraíso arrastra al infierno plane- habla en dos lenguas; la una es admira-
ta. E l á n g e l que habita en el astro puede ble y correcta, la otra solo es un oscuro
errar, y seducido, puede llegar á degene- tartamudeamiento. E l elefante, el león,
rar en el hombre que habita en el plane- el á g u i l a , el oso, el toro, el caballo y el
ta. H é a q u í lo que el viento me dijo en tigre usan de la lengua altiva y esplén-
la montaña. dida, y el murciélago, el sapo, el gato
montós, el cangrejo, el buho y el cerdo
LAS CONTEMPLACIONES. 431
usan la lengua imperfecta. Estaba yo Te compadezco, raza humana, que
pensativo, deletreando ese esqueleto del apedreas y que matas; compadezco tus
mochuelo y procurando comprender lo manos estúpidas llenas de clavos y de
que entre los tres clavos de los que col- martillos, porque persigues indistinta-
gaba su espectro decia á los vivos y á mente al mal y al bien, á las garras y á
los que sufren ese siniestro pájaro. las alas; eres hombre, verdugo ciego, ca-
zador sin blanco, que lo mismo clavas
con tus manos inseguras á los mochuelos
Decia lo siguiente:—^"Su frente som- en las puertas de las casas que á Jesu-
bría palidece m á s cada momento y le cristo en las puertas del cielo.,,
cae sobre el pecho la cabeza moribunda; Mayo 1843.
de sus ojos fluyen sus pensamientos y el
aire glacial hace azulear sus pies clava-
dos y sus manos agujereadas; está go-
teando sangre y crucificado el que vino XIV.
á salvar al mundo, el que practicaba el
bien, como yo, que practicaba el mal.,. A l a m a d r e que se l e m u r i ó u n n i ñ o .

Una luminosa aureola le circunda la Sin duda habréis dicho muchas veces
faz; la osauridad dice á los vientos-:— á vuestro tierno n i ñ o que hay muchos
"Soplemos y apaguemos esa llama,,, y ángeles en las supremas alturas; que en
los aquilones y las tinieblas á un mismo el cielo nadie sufre, que se goza allí eter-
tiempo soplaron produciendo el horrible namente, y que es preferible volar hácia
fragor de la tempestad; pero la claridad allí pronto;
cada momento era mayor, porque los
huracanes pueden apagar un incendio,
pero no una aureola. Que el cielo es una bóveda, sostenida
por maravillosas columnas, un m á g i c o
palacio, un deslumbrador j a r d í n , en el
Su alma llegó al mundo, que sombrea- que las azucenas son astros y en el que
ba incierto crepúsculo, y penetró en el las estrellas son flores;
oscuro misterio que llamamos su desti-
no; á la mentira, al s i n n ú m e r o de delitos
que vuelan en las siniestras profundida- Que allí se goza de indecible júbilo,
des de la tierra, combatió con empeña- que allí se vive en delicioso encanto;
das luchas, y al pasar por el mundo, sus que en él reimos y jugamos con los que-
pupilas parecían dos claridades eternas rubines, y que en él, Dios nos ama;
que recorrían l a noche de l a existencia
humana.
Que es grato al corazón arder allí como
un cirio y vivir eternamente cerca del
Su alma recoma las tinieblas, persi- Niño Jesús y de la Santa Virgen en i n -
guiendo, arrojando y devorando á los vi- terminable primavera;
cios, esos topos fúnebres; á los crímenes,
esas mariposas nocturnas; arrancando de
sus madrigueras al ódio y al orgullo, al Además, pobre madre, t a m b i é n habréis
fraude rampante, al áspid de la envidia hecho comprender á vuestro hijo, tan
y á los gusanos y á las víboras, que la frágil y tan cariñoso, que le pertenecíais
noche esconde entre las piedras, y el mal durante la vida amarga, pero que tam-
en el corazón humano. bién él os pertenecía;

Su alma libertaba á los hombres de Porque mientras somos pequeños vela


sus tenebrosos enemigos, y los hombres por nosotros nuestra madre; pero cuando
fueron tan malvados que prendieron ó somos mayores estamos obligados á de-
hicieron sufrir grandes martirios al es- fenderla, y necesitará cuando sea ancia-
píritu que vino al mundo á luchar por na que la proteja su hijo, que será ya
ellos, y los infames le clavaron en la hombre;
cruz, y en su demencia, la muchedum-
bre escarneció al sér que irradiaba la l i -
bertad y el amor. T a m b i é n le habréis dicho que Dios
quiere que continúen viviendo en el
432 OBRAS D E VICTOR HUGO

mundo, la mujer para guiar al hombre, desigualdad de los destinos humanos y


y el hombre para protegerla en los dolo- respetadle dos veces; porque ocupa so-
res y en los combates de la existencia. bre vosotros dos cumbres, porque es el
más pobre y porque es el mayor. Pensad
que ese hijo de la aldea, que vive lleno
Tanto le habréis hecho comprender de sinsabores, os prodiga el saber, la ra-
todo esto, que vuestro cariñoso hijo ha zón y la luz, y que os d á oro, él, que ca-
desaparecido. Ay! ¡dejasteis la j a u l a abier- rece de pan. E n la inmensa sala, cuando
ta y el pájaro voló!... os sentáis alrededor de mesas de pino á
A b r i l 1843. la luz d é l a s l á m p a r a s , guardad silencio
al ver las angustias que le hacen palide-
cer y al ver el traje pobre y usado que
XV. denota la penuria con que vive. E n las
horas de trabajo vuestra inquietud le
Epitafio. hace padecer; en las horas de recreo os
entretenéis royéndole; su pensamiento se
ocupa de vosotros continuamente, y se-
V i v i a esa pobre criatura riendo y j u mejante al papel que os distribuye á to-
gando. Naturaleza, ¿de q u é te sirve ha dos, las p á g i n a s que empiezan por ser
ber hecho desaparecer á ese niño? ¿No blancas, poco á poco van siendo negras.
estás llena de pájaros pintados de m i l co Hojeáis su corazón, vaciáis su memoria;
lores, de astros, de bosques, de aguas vuestras manos, una palabra tras otra y
límpidas, de celaje azul? ¿De q u é te sirve saturando en él las ideas desde el mo-
haber robado ese hijo á su madre? Por mento que se expresan, las escriben todas
haber arrebatado al niño no estás n i m á s la vez en su espíritu. Hasta en sus
poblada, n i m á s alegre; y el corazón des- sueños algunas veces os vé aparecer con
garrado de la madre, ese abismo tan pro- los tinteros y con las plumas pasando
fundo como tú, naturaleza, ha quedado por su imaginación; y muchas veces le
desolado y vacío por perder su hijo. desveláis, porque para él cada niño es
Mayo 1843. u n hilo cuyo nudo le aprieta el corazón.
Cuando quiere pensar y olvidarse de
todo, entregando su alma á indescifra-
XVI. bles quimeras, los estudiantes jugueto-
nes, vivos y ligeros, pesan sobre él desde
E l m a e s t r o de e s c u e l a . la m a ñ a n a hasta la noche, siempre, y le
hacen caer de las regiones ideales, y son
para sus mariposas plomo que hace hun-
No le atormentéis, que b á s t a n t e sufre. dir las alas. Santo y grave mártir, cam-
Hasta nuestros dias ha sido m u y desven- bia de potro y le crucificáis, inocentes
turado. No pretendáis nunca, que el verdugos; y siempre vuestras burlas,
maestro sea un esclavo, y cuando le vuestros juegos y vuestros clamores, re-
veáis aparecer entre vosotros, modesto y suenan en su i m a g i n a c i ó n con el ruido
tranquilo, y sentarse, apoyando la cabe- de una tempestad.
za entre las dos manos, poseyendo acaso
el espíritu de los antiguos romanos, cu-
yos nombres y cuyas h a z a ñ a s os hace Quizás austero, guardando el secreto
aprender en los libros infantiles, estu de una buena acción, ese pobre sér que
diantes, no le atormentéis y sed buenos piensa, apoyándose de codos en l a silla,
con él. Todos sufrimos las desgracias tan m a l alimentado y tan mal vestido,
de l a vida y todos debemos arrastrar su que u n mendigo pudiera compadecerle,
peso, pero él es la antorcha que se con- tenga padres que mantiene en secreto, y
sume ardiendo durante la noche, y ese hace de su trabajo, de su hambre, de sus
hombre pálido, m á s sujeto que vosotros vigilias, de los siglos que os explica, del
y m á s encadenado, es vuestro hermano sudor que corre por su frente, trajes para
mayor, que vive sin gozar nada de la la primavera y l e ñ a para el invierno
vida, casi indigente, sin tener pájaros en para su hermana joven ó para su madre
su cielo n i amores en su corazón. ¡Tened anciana. Pensad que, para conseguir
compasión de su juventud sombría! todo esto, se sacrifica; pensad que todas
estas obligaciones pesan sobre él, y por
eso n i se rie n i vive. E l porvenir, ese
Aprended á conocer desde niños la A b r i l que hace abrir las flores, os espera;
LAS CONTEMPLACIONES. 433
m a ñ a n a le gozareis, pero él p e r m a n e c e r á viviendo en la m á s extrema pobreza,
viviendo en la oscuridad; para él, el ma- pero siendo siempre honrada. U n dia
ñ a n a será mudo y sordo como el presen- entró en casa y se quedó muerta de
te; el m a ñ a n a , que para vosotros será hambre.
Julio, para él será siempre Diciembre;
siempre vivirá en la misma aldea, en la
misma casa pobre, debajo del mismo Entre tanto los pájaros cantaban en
cielo gris y lluvioso, y cuando vosotros los árboles, los pesados martillos sona-
seáis hombres, él será ya viejo. Si refle- ban en los yunques al resplandor de las
xionáis en todo esto, consolareis y profe- fraguas, las máscaras abundaban en los
sareis gran cariño á ese sublime forzado bailes, los enamorados cuchicheaban en
del presidio de la inocencia. Reflexio- los salones; todo vivía en el mundo: los
nando en lo mucho que prodiga y lo comerciantes contaban la ganancia del
poco que recibe, se t r a n s f i g u r a r á á vues- dia; en las calles se oía el murmullo de
tros ojos, porque comprendereis que es la m u l t i t u d y el ruido de los coches que
el que os educa, el que os ilustra, el que corrían, y mientras susurraba por todas
pone en vuestras manos esos dos filos de partes la alegría y en todas partes res-
plandecía la luz, esa miserable mujer es-
la espada, el arte y l a ciencia, con el
taba sola en su desvencijado desván,
noble fin de que crezcáis amando cada
cuando el hambre, esa Q-oula (1) azora-
dia m á s lo verdadero y lo bello. Re-
da, flaca y feroz, entrando furtivamente
flexionad que los corazones son u n reba- en el desván, le apretó la garganta con
ñ o , cuyo pastor es el espíritu. sus garras y la m a t ó .
Junio 1842.

E l hambre es la que d á miradas cíni-


XVII. cas á la prostituta; es el bastón de hierro
del bandido; es l a mano del niño pálido
IÍO que v i u n d i a de p r i m a v e r a . que se alarga para robar u n pan; es el
estertor de la a g o n í a que lanza al n á u -
frago de la vida en miserable lecho.
Oí sollozar, empujé y abrí la puerta. Dios mío! ¡Con abundante savia la tierra
Cuatro niños lloraban; la madre estaba produce yerbas, frutos y trigos; cuando
muerta. L ú g u b r e espectáculo se ofreció el árbol acaba de producir, empieza á
á mis ojos! Sobre miserable cama yacia producir el surco, y mientras que por t u
el cadáver desfigurado; aquella cama era clemencia todo vive, mientras la mosca
ya una tumba, y aquella mujer era ya conoce las hojas del saúco, mientras el
u n fantasma. No habia fuego en el cuar- estanque d á de beber al pajarillo, mien-
to; el agujereado techo dejaba salir las tras los cadáveres alimentan á los bui-
cañas; como el alba al t r a v é s de la nie- tres, mientras que la naturaleza en sus
bla, se veia vagar por los labios de la profundidades silvestres d á de comer al
muerta siniestra sonrisa, y el n i ñ o ma- chacal, á la onza y al basilisco, el hom-
yor, que solo tenia seis años, parecía de- bre espira!—El hambre es el crimen
cirme: "¡Mirad q u é desgracia nos acaba público; es el inmenso asesino que sale
de suceder!,, de nuestras tinieblas.

Voy á referiros lo acontecido.—La Dios mío! ¿por q u é los desheredados


mujer cuando nace es Cándida, inteli- del mundo han de perecer de hambre?
gente y buena; Dios, que la sigue con la E l hombre es inferior al pájaro? ¿El niño
vista desde las alturas, la creó para que t e n d r á que envidiarle? ¿Por q u é encuen-
fuera dichosa.—Aquella mujer, que na- tra el nido lo que la cuna no encuentra?
ció pobre, se casó con u n trabajador; A b r i l 1840.
marido y mujer vivían unidos en santa
paz, y así pasaban la vida, hasta que el
cólera atacó y m a t ó al pobre trabajador,
dejando á la viuda en la miseria y con
cuatro hijos. Entonces ella se puso á
trabajar como u n hombre; trabajó con
actividad y haciendo todas las economías
posibles, pasando las noches sin dormir (O Goula: especie de génio femenino de la mitología^ que
para proporcionar alimento á sus hijos y se comia los cadáveres.—(N. del T.)
TOMO V. 55
OBRAS D E VICTOR HUGO.

E n nosotros los hombres, lo poco que


hacemos y lo nada que somos nos llena
XVIII. el pensamiento, y en nuestras vanas
miradas brillan nuestros defectuosos pla-
Interior. nes, que nos parecen divinos; nuestros
deseos y nuestras pasiones, que inciensa
nuestro orgullo y nuestra pequeñez; el
orgullo de nuestra ignorancia, que hace
L a r i ñ a irritada, que es una víbora destellar siempre á nuestras miradas el
cuyo aliento e m p o n z o ñ a los dientes, sil- yo miserable. Pero el animal que vive
ba y perturba el interior de una pobre
á la sombra de la encina y del acer, que
habitación, en la que las palabras se
pace en el tomillo y se refugia en las
chocan con las palabras. E l niño, asusta-
malezas espesas; que en los campos, en
do, llora. Encolerizados el marido y la
mujer, le dejan llorar. donde los hombres nos ahogamos, respi-
ra y vive solitario, como los astros y
como las rosas; el sér salvaje desconocido
—De dónde vienes?—¿Y t ú q u é has y tranquilo, que habla con las enormes
hecho?—Eres u n maltrabaja que vives rocas y con las p e q u e ñ a s ñores, que en
en la disolución y que morirás en un los valles y en los manantiales sumerge
hospital.—Y t ú eres una mujer vana y su hocico; el bruto que ruge en las no-
sin corazón, que nunca has querido tra- ches estrelladas y cuyos pesados pasos
b a j a r . — T ú sales de la taberna!—¿Qué hacen conmover los pilares del antro,
amante tuyo ha venido hoy?—El niño pero que apenas se oyen en las profun-
llora, está desnudo, tiene hambre y no didades sombrías, tiene á su vista los
podemos darle á comer n i u n pedazo de montes, los prados, las estrellas, el lago
pan.^—¡Tienes miedo de ensuciarte las tranquilo, el cielo, el misterio de los
manos blancas !^—¿Dónde vas todos los bosques silenciosos, y lleva en sus ojos
dias?—'Dónde vas todos los domingos?— serenos, en los que empieza el infinito,
A beber.^—A bailar.^—¡Y carecemos de la mirada eterna de la naturaleza i n -
pan y de fuego'.^—^Tu hija n i siquiera mensa.
sabe rezar!—¡Bandido, t ú mataste á t u Junio 1842.
madre!^—'Cállate!—Cállate tú, asesino!^—
C á l l a t e t ú , prostituta!
XX.
Los rayos del sol poniente doraban
aquel cuarto, penetrando por la ventana
Insomnio»
y por el techo, mientras esa pareja re-
pugnante, infame dos veces, por la m i -
seria del corazón y por la fealdad del
alma, ostentaba su úlcera y sus deformi- Cuando aparece en el Oriente una cla-
dades sin rubor, enseñándolas desnudas; ridad vaga y pálida, semejante á u n
y en los vidrios de l a ventana, de la que sueño, que empieza á iluminar el hori-
p e n d í a un andrajo de lienzo, éste apa zonte, el hombre debe despertarse y de-
recia á los rayos del sol como una b r i be dedicarse al trabajo. Cuando el ama-
liante estrella que con su claridad des- necer dirige á Dios su himno augusto, el
lumhraba desde lejos á los t r a n s e ú n t e s . trabajo es el santo tributo que á Dios
Setiembre 1841. debe pagar el mortal; el arado m u r m u r a
un salmo, y sale de las bocas de los
marineros y de los leñadores u n canto
sublime, desde que rompe el alba, en el
XIX. fondo de los bosques y desde el seno de
las olas, que se confunde con los golpes
B a r r a c o n e s de l a f e r i a . del hacha y con el choque de los remos.

Me q u e d é pensativo, l e ó n , ante la Pero causa un placer misterioso des-


majestad de t u grave melena, que den- pertarse á altas horas de la noche, cuan-
tro de la j a u l a te servia como de dosel; do todo duerme en el mundo; causa gran
m e d i t á b a m o s los dos y dirigías hácia mí placer sentir que nos toca en el hombro
tus ojos; t u mirada era hermosa, león. un desconocido, que nos dice:—"Vamos,
Y T Ú QUE H A S H E C H O ó
LAS CONTEMPLACIONES. 435
que soy yo; trabajemos!,, E l cuerpo se verso en verso, trepando por el áspero
resiste y pregunta por q u é . sendero de la inspiración, perseguir en
lontananza la visión lejana, atravesar
azorado los bosques desiertos, los cam-
—Deseo dormir, porque estoy m u y pos solitarios, las aguas, las malezas y
cansado de ayer y mis soñolientos ojos los torrentes, ginete de un caballo que
se niegan á abrirse. Señor misterioso, corre al galope.
dispénsame; debes ser m u y testarudo, 1843.
porque vienes siempre á despertarme
cuando estoy tranquilamente durmien-
do. Hazte cargo de que aun es de no-
che; abriré los ojos si quieres y verás XXI.
como no entra aun el menor rayo de luz
por las hendiduras de la ventana. Vete! T e r s o s e s c r i t o s e n e l p l i n t o de n n
Duermo, estoy m u y abrigado y estoy antiguo bajo-relieve.
soñando con la mujer que idolatro; cuan-
do interrumpiste m i sueño, ella dejaba
flotar sobre m i frente sus largas tren- A L U I S A B.
zas , que hacian llover sobre la mia
astros y flores. Vete! vuelve cuando sea L a música se encuentra en todas par-
de dia; te vuelvo las espaldas y no te tes. U n himno sale del mundo. Humor
hago caso; no poses tus dedos ardientes que produce la galera agitada por las
en mis sienes. L a cervatilla ilusión es olas, m u r m u l l o de las ciudades, c a r i ñ o
taba comiendo en el hueco de m i mano que profesa una hermana á otra, pasión
y t ú l a has hecho huir. Era feliz; estaba de dos amantes jóvenes, ternura de dos
roncando como un canónigo; d é j a m e en antiguos esposos que pasaron juntos l a
paz y no seas estúpido. Cielos! ya m i vida, susurro de los árboles y de los bos-
pensamiento inquieto y r á p i d o , hilo sin ques, sois verdaderas a r m o n í a s , sois los
cabo, se ovilla y se acopla en t u uso. Me suspiros que constituyen el canto su-
traes u n verso, pájaro e x t r a ñ o y salvaje, premo.
que acabas de apoderarte de él cerca de
las nubes, y yo no le quiero. E l viento
con sus mugidos se desata en los cam- Para nuestra alma, los dias, l a vida y
pos, y sus ráfagas pasan sacudiendo los las estaciones, las ilusiones del corazón,
goznes de mis puertas. ¡Déjame en paz, el alba y su rocío, la tarde y sus resplan-
verdugo; quiero dormir toda la noche; dores, flotan en una red de vagas melo-
estoy cansado, estoy muerto; déjame días. Hay voces en los campos que nos
dormir! hablan, y hay voces en los bosques que
nos cantan; ya oimos balar un r e b a ñ o ,
ya sonar una campana. Por todas partes
—No. Acaso yo duermo? exclama el se ven saltar y resplandecer en el cielo
pensamiento implacable. Pensador, su- estrellado desde el zenit hasta el nadir,
fre la ley que te gobierna; forzado, tira en la voz de las aves y en el chirrido
de t u cadena. Si el cuerpo se deleita de las cigarras, el grupo deslumbrador
durmiendo, para m í siempre es lumino de desiguales notas, que dicen á nuestra
so el Oriente, y el cuerpo nada me i m alma con la voz de la naturaleza: ¡Can-
porta; que se despierte, que sufra; vamos ta! Por esto u n escultor antiguo escul-
á trabajar, esclavo, que ya es hora. pió en este bajo-relieve u n pastor de-
jando caer las miradas sobre la flauta.
Y el á n g e l aprieta á Jacob, y el alma Junio 1833.
aprieta al cuerpo, que con ella no puede
luchar, y entonces aparecen el comen-
zado drama Buy-Blas, Marión, Job, S i l - XXI!.
va, ó la novela que llora con los ojos de
la humanidad, ó la oda que se hunde en
dos profundidades, ó en el éter, cerca de L a claridad exterior no distrae mis
Horacio, ó en la sombra, cerca del Dan- pensamientos. L a llanura canta y rie
te, y es preciso dedicarse á esos trabajos como una jovenzuela; los nidos palpitan
é introducirse en esos grandes horizon- entre las ramas de los acebos; por todas
tes que se abren repentinamente, y en- partes rie la a l e g r í a en las bocas abier-
trar en ellos de estrofa en estrofa, de tas, y Mayo, acostado en el musgo á la
436 OBRAS D E VICTOR HUGO.

sombra de las verdes grutas, pone á los adoraba y tuvo u n hijo, que la causó
enamorados los ojos tiernos. inefable a l e g r í a .

Por los campos de yerba y por los E l recien nacido se acostaba en una
campos de habas vuelan r á p i d a s las cuna forrada de seda; su madre le ama-
mariposas como alados sueños; de los mantaba; reposaba el n i ñ o al lado del
oscuros surcos sale el trigo verde; las lecho nupcial, y por la noche la pobre
doradas abejas se posan en las clemáti- madre, pensando siempre en él, se hacia
des, en los tomillos y en las campani- m i l ilusiones, y resplandecían sus ojos
llas, para libar sus perfumes. en la oscuridad cuando, renunciando á
dormir y casi á respirar, se inclinaba á
l a cuna de su hijo para oír como éste
Las nubes ostentan en el cielo refleios d o r m í a .
de cobre y de p ú r p u r a ; los árboles, lle-
nos de vida, parecen ebrios, y sus ramas
extremecidas ofrecen á los pájaros sitio De día, meciéndose en una silla, de-
donde posarse; y el abejorro, susurrando jando que su fichú descubriera sus h i n -
á las rosas coquetas, las dirige declara- chados pechos, sonreía al débil n i ñ o ,
ciones en voz baja. l l a m á n d o l e á n g e l , tesoro, ídolo, ha-
blándole c a r i ñ o s a m e n t e y besándole los
piececillos rosados. E l niño, alegre y
Dejo que se pierdan en el espacio fra- desnudo, se reía sin cesar, y gozoso,
gancias y perfumes, que cuchicheen las sostenido en los brazos de la madre, des-
flores en voz baja y que la primavera de las rodillas de ésta subía hasta l a
derrame la vida y la alegría; concen- boca.
t r á n d o m e en m í mismo y olvidándome
de la estación, pienso en los muertos, en Temblando como el gamo, á quien
esos seres que se libraron de la vida. asusta una hoja que se mueve, el n i ñ o
iba creciendo. Para los niños, crecer es
Quizás dentro de poco tiempo ¡oh mar andar con indecisión y empezar á bal-
soberbio! me a b r i r á n t a m b i é n la tumba bucear palabras. Cuando cumplió tres
entre la yerba, entre el fresco césped, á a ñ o s , su madre e x c l a m a b a : — " ¡ M i r a d
la sombra de a l g ú n árbol, en el que se q u é crecido está! E s t á aprendiendo á
leer y ya conoce las letras. ¡Es u n dia-
encarame la yedra, y se leerá en m i sepul-
blo! quiere que le vista de hombre.
cro esta inscripción: "Pasajero, esta fosa
Pronto a p r e n d e r á á leer; tiene talento y
encierra l a ruina de una cárcel.,,
v a l d r á mucho. L e hago deletrear el
Ingouville, Mayo 1843.
Evangelio.,, Adorando á ese niño era
feliz su madre.

XXIII.
U n día, ese m ó n s t r u o horrible, ese
E l aparecido. g a v i l á n que se l l a m a el croup, se lanzó
bruscamente dentro de aquella morada
feliz, y arrojándose sobre el n i ñ o , le co-
Madres que estáis sumidas en la aflic- gió por l a garganta. ¡Terrible enferme-
CÍOD, vuestros clamores llegan á las al- dad; perfidia siniestra del aire que nos
turas. Dios, que recoge con sus manos d á la vida! ¿Quién no ha visto forcejear
todos los pájaros perdidos, algunas ve- i n ú t i l m e n t e á esos tiernos niños, á los
ces restituye la misma paloma al mismo que aprietan con rudeza los dedos fero-
nido. L a cuna comunica con la tumba. ces del croup? L u c h a n con la enferme-
L a eternidad encierra m á s de u n divino dad, y lentamente se van e m p a ñ a n d o
secreto. sus ojos brillantes, y de su boca fría
sale u n estertor e x t r a ñ o y tan misterioso,
que parece que se oiga dentro de su pe-
L a madre de quien voy á hablaros cho el terrible gallo de la tumba, que
vivía en Blois; la conocí en sus tiempos canta en el alba de su muerte. Como
de prosperidad, y su casa estaba al lado una fruta que siente la picadura de la
de la de m i padre. Poseía todos los bie- escarcha, el n i ñ o murió! Como u n la-
nes que Dios concede ó permite que se drón e n t r ó la muerte y se apoderó de él.
consigan. Se casó con el hombre que
LAS CONTEMPLACIONES. 437
L a madre, con el corazón traspasado
de dolor, mientras que á su lado lloraba
su afligido esposo, permaneció tres me- XXIV.
ses inmóvil, con las miradas fijas, mur-
murando un nombre incomprensible y A los á r b o l e s .
mirando siempre en la misoaa parte de la
pared. L a calentura no la abandonaba;
no comia n i respondía á nadie; le tem- Arboles del bosque, bien me conocéis;
blaban siempre los labios, y con sobre- según el capricho de los envidiosos, la
salto, como si hablase á alguno en voz m u l t i t u d elogia ó vitupera, pero vos-
baja, decia:1—"Devolvédmele!,, E l mó- otros me conocéis. Me habéis visto mu-
dico aconsejó a l desgraciado padre que, chas veces pasear por vuestro lado, m i -
para distraer el triste corazón de su rándoos y pensando, y sabéis que la
esposa, debia dar al niño muerto un her- piedra por donde corre un escarabajo, la
mano. insignificante gota de agua que cae de
flor en flor, una nube, una caña, me ocu-
P a s ó el tiempo; pasaron dias, semanas pan todo u n dia. L a contemplación me
y meses, y luego aquella mujer conoció absorbe. Me habéis visto cien veces en
que iba á ser madre por segunda vez. los valles, con las palabras con que el es-
píritu habla á la naturaleza, interrogar
en voz baja á vuestros ramajes palpitan-
Ante la cuna vacía del á n g e l que su- tes, y con la misma mirada proseguir al
bió al cielo, acordándose de la voz con mismo tiempo, pensativo, con la frente
que la llamaba madre, estaba pensando inclinada, el estudio de u n á t o m o y el
en él, silenciosa, sentada en la cama, el estudio de u n mundo. Atento para com-
dia en que de repente dió á luz otro prender vuestros susurros, árboles, me
niño. Palideció, exclamando:—"¿Quién habéis visto huir del hombre y buscar á
es este ser extraño?,, Después, cayendo Dios. Hojas que os extremeceis en las
de rodillas, dijo en voz alta:—"No, no le puntas de las ramas, nidos de los que el
quiero; tendrías celos, m i querido dormi- viento esparce plumas blancas, claros de
do, y me reconvendrías, porque creerías los bosques, verdes valles desiertos y
que te habia olvidado y que otro ocupa- sombríos, ya sabéis que estoy tranquilo
ba t u sitio; m i madre le quiere, le en- y que soy puro como vosotros. Como al
cuentra hermoso, se ríe con él y le besa; cielo eleváis vuestros perfumes, elevo m i
pero yo, yo estoy en la tumba! ¡No le culto á Dios, y en m í reina el olvido,
quiero, no!„ Así le hacia expresarse su como en vosotros el silencio. E n vano el
dolor profundo. ódio derrama su hiél sobre m i reputa-
ción, porque os aseguro que siempre
lanzo de m í los amargos pensamientos
Cuando amaneció, al ver su esposo de venganza, y m i corazón es aun tan
que habia dado á luz otro hijo, exclamó bondadoso como le formó m i madre.
con júbilo:—"Es niño!,,, pero su padre era
el único que estaba alegre en l a casa; la
madre permaneció estando triste, sin o l - Arboles de los grandes bosques, que
vidar n i un momento al niño muerto; le tembláis sin cesar, os profeso gran cari-
trajeron al recien nacido, dejó que se lo ño, lo mismo que á vosotros, yedra que
acercasen y le entregó su pecho; pero de te enroscas á la entrada de los antros ^
repente, pensando sin cesar menos en el barrancos por los que filtran manantia-
nuevo hijo que en el perdido, ocupándo les vivos, arbustos que picotean los pá-
se menos de sus envolturas que del su jaros; cuando estoy entre vosotros, en
dario, exclamó:—"¡Aquel á n g e l está solo todo lo que me rodea, en vuestra sole-
en el sepulcro!,, Pero por un milagro, dad, entrando dentro de m í mismo, sien-
que le devolvió la felicidad, oyó aquella to u n ser grandioso que me oye y que
madre que el recien nacido hablaba en me ama.
sus brazos, con voz que le era m u y cono-
cida, y que le decia al oido:—"Soy yo!...
pero no lo digas!,, Bosques sagrados, en los que Dios se
Agosto 1843. dignó aparecer; encinas, árboles religio-
sos, musgos, yedras, á vuestra sombra^
entre vuestro misterio, en vuestra sole^
dad augusta, deseo que se abrigue m i
m OBRAS D E VICTOR HUGO.

ignorado sepulcro, y en ella quiero dor- alma errante, confunde con el ú l t i m o


m i r cuando duerma para siempre. rayo de la vida que espira t u primer res-
Junio 1843. plandor, siniestra eternidad!

Se cree sentir en la oscuridad horrible


XXV. picadura; todos nuestros hechos se disi-
pan como una fiesta terminada, todo lo
que nos hizo gozar se convierte en pena
E l sol sobre las m o n t a ñ a s , en las que en remordimiento. Terrible es el ins-
vierte su claridad, ajusta á su arco de oro tante en que la verdad, apareciéndose-
su flecha horizontal; los bosques están nos de repente, cuando la vida se despoja
llenos de gamos y de ciervos; entre las de su máscara, exclama:1—^Yo soy l a
rocas sonrio una c a b a ñ a pobre y feliz; muerte,,.
en las alturas se mueven ramilletes de
árboles y en los llanos ramilletes de
niños. Si haces temblar al corazón sin man-
cha del hombre, sepulcro, el malvado se
acerca siempre á tí con horror; para él
Son las horas de pensar en nuestros sale siempre de tus abismos rojizo res-
temibles destinos. Se oyen los bebedores plandor de fuego; cuando para él levan-
bailar alrededor de la mesa, y alegres y tas t u puerta de piedra y se asoma á t u
gozosos, al chocar las copas, confundir cavidad, ve en ella, como si fuera presa
sus canciones con sus amores; pero las de un sueño, la faz vaga de Dios que le
letras de las canciones que entonan van mira con fijeza.
escribiendo alrededor de ellos sus nom- Biarritz, Julio 1843.
bres sobre sus tumbas.

Sabiendo que hemos de morir, pregun XXVI.


t é m e n o s á nosotros mismos cómo pasa
remos ese trayecto supremo. Hay que E l poeta.
hacer heróico esfuerzo para terminar
con grandeza. E l alma queda opresa
cuando se acerca ese l ú g u b r e momento; Shakespeare medita y sueña, lejos del
en el valle de la vida es temible la em- deslumbrador Versalles, desde los fron-
boscada de la muerte. dosos bosques, en los que se oye gemir
á la llorosa tragedia; contempla á la mu-
Siente fatal extremecimiento el pálido chedumbre con sus miradas fijas, y todo
agonizante; á su alrededor todo vive, rie el bosque se extremece ante él. P á l i d o ,
y ama; l a flor perfuma, el ave canta, camina deslumhrado dentro de sí mis-
mientras que el moribundo, cuya llama mo; al andar rudo y salvaje, sacude
v i t a l se apaga, tiembla al acercarse a como una melena en su cabeza la imagi-
cielo, á ese precipicio cuya oscuridad ] nación luminosa. Su cráneo transparen-
cuya calma asustan. te está lleno de almas, de cuerpos, de
fantasías, en los que se vé el resplandor
del exterior; el mundo entero atraviesa
Muchas veces, recordando la p á l i d a por él; abarca toda la vida con su terrible
fisonomía de los que he contemplado en mano y hace arrancar al hombre sollo-
esa hora fatal, de los seres que ya no zos sobrehumanos. Estudiando á ese gé-
existen, de hermanos, amigos y parlen nio extraño, nos perdemos en su cami-
tes, en los momentos en que el espíritu no, y como en el mar, nuestro espíritu
se aventura á pensar, me he preguntado zozobra algunas veces. Nos extremece-
á m í mismo:—"¿Qué es lo que m i r a r á n mos al sentir en su teatro sombrío que
los ojos azorados de los moribundos?... nos agita el viento que su boca sopla,
y al sentir que con sus dedos nos escar-
ba el corazón. Ese gigante j a m á s retro-
Qué es lo que verán? Caminos t e ñ e cede; doma á Ricardo I I I , que es u n
brosos, u n caos en el que vagan confun leopardo; doma á Caliban, que es u n
didos espectros y dudas, l a visión de la mastodonte. E l ideal es el vino que der-
tierra, lo verdadero realizado, una luz rama ese Baco. Los séres monstruosos
oblicua y pálida, que, perturbando a l que venció y se apoderó de ellos, resue-
LAS CONTEMPLACIONES. 439
lian á su alrededor; sujeta á Lear, á un árbol del bosque, vivo en la monta-
Bruto y á Hamlet, esos seres enormes; ña, produzco frutos; déjame las ramas y
á Capuleto, á Montaigu, á César, y suce- las raices, que las necesito. Hombres,
sivamente á los vampiros en los bos- matad á los otros hombres si queréis,
ques, á los espectros en las torres, y pero no lleguéis hasta a q u í arrastrando
siniestramente asustando á Melpómene, cuerdas y cadenas, para buscar cómpli-
que produjo á Esquilo, llevando en las ces entre las nobles encinas; no h a g á i s
manos pedazos del alma humana, peda- servir de instrumento para vuestros crí-
zos de carne de Otelo y restos de Mac- menes al árbol misterioso que habla con
beth, se retira á descansar de su trabajo, los vientos; vuestras leyes son fúnebres;
como león que entra en su inmenso antro yo soy hijo del sol y vosotros sois hijos
á dormir, llevando las u ñ a s manchadas de las tinieblas. H u i d de a q u í y dejad
de sangre. tranquilo al árbol en sus soledades. Aco-
P a r í s , A b r i l 1835. plad á vuestros placeres y á vuestros
festines el p a t í b u l o y el suplicio. V i v i d
y matad. Condenad entre la celebración
de dos fiestas al desgraciado que come-
XXVII. tió delitos; yo no quiero que se me apa-
L a naturaleza.
rezcan espectros entre las ramas.
Enero 1843.

L a tierra es de granito, los arroyos son


de mármol; estamos en u n invierno m u y XXVIII.
frió; ¿quieres, árbol bondadoso, servirme
de leña en el hogar para calentarme el
dia de Navidad?—Como madera, pro- Magnitndo parvi.
vengo del bosque, y como fuego, me re-
monto al cielo: d e r r í b a m e , leñador, y
con toda t u familia calentaos las manos I.
con el calor de mis llamas; amad y v i -
vid.—¿Quieres, árbol bondadoso, servir Era la hora del crepúsculo y paseaba
de t i m ó n á m i arado?—Sí; quiero cavar en la playa, por la orilla del mar. L l e -
la tierra y sacar espigas de oro de los vaba de la mano á m i hija, n i ñ a de pocos
profundos surcos; cuando la llanura está años. L a tierra se inclinaba como un
arada es pintoresca y productiva y el bajel que va á zozobrar, y poco á poco se
alba la sonríe, derramando de placer el iba sumergiendo en las tinieblas; poco á
rocío.—¿Quieres, hermoso árbol, conver- poco aparecía l a noche.
tirte en pilar que sustente la casa del
hombre?—Derríbame. Puedo soportar te- L a pálida noche elevaba su frente has-
chos, habiendo cobijado nidos. Es sagra- ta las nubes; los objetos, disminuidos, se
da la morada del hombre y la bendigo; borraban, quedando sin forma y sin co-
en ella te recoges y piensas en secreto y lor, y al mismo tiempo sentía descender
entregado al amor; en ella el ruido que la tristeza y ascender el dolor.
mueven los niños se parece al rumor de
la hojarasca.^—'¿Quieres, bondadoso á r -
bol, servir de m á s t i l á m i bajel?—Derrí- Los pensadores que contemplaban la
bame, buen carpintero, que quiero con- naturaleza, veian en lo alto de la esfera
vertirme en pájaro. E l navio es para vaga redondez oscura, inclinándose en
mí, en el inmenso misterio que nos en- los cielos, y derramar sobre las monta-
vuelve, lo que es para el mortal la tum- ñas, sobre las c a m p i ñ a s y sobre las olas
ba; me arranca de l a tierra y me trans- murmurantes l a noche silenciosa.
porta al través de lo infinito. I r é á ver
los sitios donde no se conoce el invierno
y en los que al paso me hable alguna Las nubes se arrastraban á lo largo
bandada de aves; y así como el sepulcro de los promontorios; m i alma, en la que
no amedrenta al sábio, no me amedren- se confundían esas sombras y esas glo-
tan los precipicios profundos del Océa- rias, sentía confusamente de todo el
no.'—-Arbol bondadoso, ¿quieres conver- Océano y de toda la tierra fluir, bajo
tirte en horca?—'Silencio! ¡Llévate el las miradas de Dios, u n no sé q u é augus-
hacha lejos de m í , que yo doy la vida, to, austero y delicioso.
pero no la muerte; vete, verdugo! Soy
OBRAS D E VICTOR HUGO.

Tenia á m i lado á m i querida hija. L a sus ardientes rayos fundirían nuestras


noclie se difundia como una humareda carnes, que se convertirían en cera viva,
inmensa; y pensativo, contemplaba den- y el espanto solo conservaría de nosotros
tro de m í , con los ojos bajos, la sombra las miradas deslumbradas y el cabello
en que quedan nuestros pensamientos erizado.
cuando t u sol desaparece. Señor.
Contemplaríamos la esplendidez de
De repente, m i hija, á n g e l con mira- polos, de ejes, de fuegos, de la materia y
das de mujer, que tenia cogida m i mano del flúido, balanceándose prodigiosa-
y t a m b i é n m i alma, me habló con su mente; el vasto y magnífico equilibrio
sonora voz; y s e ñ a l á n d o m e el agua y la del i m á n que lucha, del aire que vibra,
playa oscuras, y los dos puntos lumino- de la fuerza esclava y del éter libre.
sos que temblaban sobre l a duna, me ¡Mundo soñado, ideal realizado, fórmula
dijo: nueva del abismo, palabra nueva del
negro libro del cielo!

—"Padre mió, ¿ves a l l á bajo, entre la


oscuridad de dos collados, esos fuegos ¡Contemplarías un sol y mundos á su
gemelos que brillan como dos l á m p a r a s alrededor, centros á su vez que tienen
que el viento agita? ¿Qué son esas dos lunas que los rodean; a q u í el movimien-
luces que se ven en lontananza?,,— to de las esferas vagabundas; allí globos
"Una es la hoguera de u n pastor; l a gemelos que dan vueltas dos á dos, y en
otra es una estrella; ¡son dos mundos, el medio esa estrella, terriblemente gran-
hija mia!„ de, que causa el incendio formidable de
una parte del infinito!
II.
I m a g i n é m o n o s que hemos llegado allí.
Dos mundos! E l uno está en el espa F i g ú r a t e que estás viendo lo que nunca
ció, en el oscuro éter, en la extensión se ha visto en la vida; otro mundo, otra
donde todo se borra, y que de dia es ley: la tierra ha huido por la extensión
abismo radiante y de noche es abismo y se ha perdido detrás de nosotros; ¡un
negro. Niña; si nuestras dos almas, co- nuevo dia! una noche inesperada! ¡otros
mo dos golondrinas, pudieran huir con grupos de astros en el cielo! una natura-
rápido vuelo y sumergirnos en ese es- leza ignorada, que si contemplasen de
pesor del que la creación mana, en el ella la e x t r a ñ a aurora, h a r í a acudir á
que flota, vive, muere, b r i l l a y rueda el P i t á g o r a s y retroceder á Ezequiel.
astro, que es imperceptible para la mu-
chedumbre, pero que es inconmensura-
ble para el pensador; si p u d i é r a m o s L o que tomamos allí por un monte es
una hidra; los árboles son bestias; las ro-
franquear esas silenciosas soledades, si
cas aullan con furor; el fuego canta; la
pudiésemos traspasar los azules septen-
sangre corre por las venas de m á r m o l .
triones, si p u d i é r a m o s llegar en el fondo
Ese mundo es verdadero? ¿Es falso el
del cielo sin límites á esa p e q u e ñ a es- nuestro? ¿Son posibles para nosotros los
trella, á t o m o de fósforo, y se fuera imposibles?
convirtiendo para nosotros en enorme
m ó n s t r u o luminoso; si nos fuera posible
emprender ese viaje desmesurado y vo- Si p u d i é r a m o s ver los hombres, los
lar de esfera en esfera hasta ese gran sol bosquejos, los embriones, que son allí lo
desconocido; si un a r c á n g e l introdujera que nosotros somos en otra parte, ¡cómo
al hombre extremecido y ciego, vivo, en nos extremeceríamos ellos y nosotros
las profundidades del problema; si pu- con este encuentro inexpresable! Nos
diéramos huir de nuestro centro y pene- c o n t e m p l a r í a m o s en la oscuridad de
trar en l a sombra en la que solo entra mónstruo á mónstruo, hijos del n ú m e r o
Dios, y ver de cerca en sus inmensos y del tiempo que se desvaneció; y si
antros esas enormidades de la noche, te nuestros lenguajes fúnebres pudieran
asustarla lo que apareciera á tus ojos, cambiar sus álgebras, nosotros pregun-
á n g e l mió! No hay en el mundo visión taríamos:—"¿Qué sois vosotras, tinie-
n i insensato sueño, á los que no sobrepu- blas?,, Y ellos preguntarían:-—"¿De dón-
je ese espectáculo e x t r a ñ o , ese mundo de venís, oscuridades?,,
informe, encerrado en t a l misterio, que
LAS COISTEMPLACIONES. 441
¿Tienen como nosotros alma, cerebro pa aullando, pálido y sobrenatural, ar-
y entrañas? ¿Buscan como nosotros la rastrando tras él la cabellera esparcida,
palabra que no encuentran? ¡Todos esos como una espantosa Canidia que huye.
séres, como nosotros, desaparecen en pá-
lidos torbellinos; la creación mezcla y
siembra sus cenizas en nuevos surcos; á Algunos de esos globos mueren con-
un viento reemplaza otro, que pasa sin movidos por el simoun y por el mistral,
dejar huella; el mismo soplo los crea y y sollozando y llorando escupen de sus
los disuelve; el abismo en el que domi- e n t r a ñ a s una hoguera central; esferas por
nan los cuatro vientos, confunde eterna- la nieve entorpecidas, padecen e x t r a ñ a s
mente sus llamas con l a s o m b r í a caida enfermedades, pestes, diluvios, incen-
de almas, de fantasmas y de vivos! dios, temblores frecuentes y profundos;
su propio abismo los consume; su aliento
llamea y humea; y á lo lejos, envuelta
E l abismo parece loco bajo el h u r a c á n entre la bruma, se oye que los agita la tos
del ser. Ruge una gran tempestad alre- l ú g u b r e de los volcanes.
dedor del astro radiante: todo debe sur-
gir, flotar y desaparecer, hasta que l a
noche á su vez cierre t a m b i é n los ojos, Existen y caminan: éstos brillantes,
porque l l e g a r á un dia en que la estrella aquellos disformes, encerrando todos v i -
caiga t a m b i é n . ¡La estrella vé llover al- vientes y creaciones; proyectan en el
mas en la tumba; el alma verá llover los azul del horizonte conos enormes de som-
astros del cielo!... bra, tinieblas que atraviesan l a luz del
cielo, en las que l a mirada, así como
antorchas feroces extinguidas unas des-
Dentro de poco, hija mia, verás en el pués de otras por bocas invisibles, vé
vago espacio pasar bruscamente u n pla- sumergirse sucesivamente las constela-
neta. A l principio solo es u n punto ne- ciones.
gro en lontananza, pero con m á s rapidez
que la tromba corre, llega y se aproxima; ¿Qué Zorobabel formidable, q u é D é -
apenas brilla su aureola llenando el cielo, dalo vertiginoso, ha levantado en lo
empieza su redondez feroz á ocultar el insondable ese luminoso caos? Soles, as-
abismo. tros de largas colas, abismos de cente-
nares de leguas, sombrías arquitecturas,
¿qué mano creó y produjo esas torres de
¡Es el planeta; aparece, se vá, mengua,
oro, que ninguna mirada contempla,
palidece, se borra y entra, á t o m o oscuro,
esos firmamentos que se confrontan, esas
en el cielo lleno de tinieblas, y todo en
Babeles de estrellas que suben en esas
él se desvanece, su vasto aspecto, su su-
Babilonias de l a noche?...
blime luminar!... ¿Qué es ese proyectil
desconocido del abismo? ¡Proyectiles
monstruosos que son universos! ¿Quién en la sombra viva y en el alba
sepulcral, quién en el horror fatal y en
el amor profundo, torció, cielo, t u esplén-
E n profunda lontananza rueda sollo- dida y siniestra espiral, en la que los
zando con fuerza un espantoso Saturno, universos se forman y se deshacen? Los
dando vueltas á su anillo llameante, de- reclama á la vez un doble precipicio.
jando caer, como de una criba, cisco Inmensidad, dice el sér: Eternidad, dice
encendido; Juan de Patmos, ese espíritu el alma. Para siempre lo que no tiene fin
terrible, vió en sus sueños ese formidable rueda en lo que no tiene fondo.
astro y cayó al suelo desmayado, porque
como estaba ideando escribir su epopeya,
creyó ver, envuelta eutre r e l á m p a g o s , E l desconocido, de quien muchos sá-
huir una rueda escapada del sombrío bios han dudado, el rostro inmóvil y
carro de Adonai. mudo que vela la eternidad, para hacer
ver la sombra al crimen y la luz a l justo,
arrojó confusamento al abismo todas
Algunos instantes después, por entre esas m á s c a r a s , oscuras ó luminosas, que
esos mundos, surge promoviendo gran en los éteres inaccesibles flotan, visibles
extrépito u n cometa con crines de llama ú ocultas; ¡esas m á s c a r a s que nosotros
y con ojos de rayo; les mira fijamente llamamos soles!
se les aproxima, brilla y después se esca
TOMO V . S6
442 OBRAS DE VICTOR HUGO.

Y los pueblos vieron pasar en las t i - la noche, en que le miren las estrellas y
nieblas esos espectros de la noche, que en que le mire su perro. Todas las reses
nadie pudo penetrar; y los flamines, los que componen su ganado están reuni-
santones, los brahmanes, los magos y los das, y él, que es su amigo y su pastor,
guebros exclamaron: — " J ú p i t e r ! A l á ! es el único que está despierto, como u n
Vishnou! Mithra!,, L l e g a r á u n dia que gónio que vela sobre u n pueblo dormido.
en los sitios bajos, lo mismo que en las Sus ovejas, que cualquier ruido despier-
alturas, todas esas m á s c a r a s hoscas se ta, entreabriendo los ojos á la luz de la
b o r r a r á n disipándose, y entonces la faz hoguera, aperciben la figura del pastor
inmensa y tranquila aparecerá. en la oscuridad, y tranquilamente gozan
del sueño durante toda la noche, cre-
m. yéndose seguras bajo la protección del
espectro que le sirve de Providencia.
N i ñ a , el otro mundo de esos dos es el
corazón del hombre. Algunas veces, E l pastor, pobre y desnudo, comiendo
como l a perla en el fondo de las olas, pan moreno, piensa en su soledad; no co-
Dios oculta u n alma en el fondo de los noce nada en el mundo m á s que lo que
bosques. Dios oculta á un hombre entre sirve de pasto á las ovejas. Sin embar-
la espesura de los árboles, y le consagra go, sabe que el hombre sufre, pero él
en esos austeros sitios con el silencio de sondea el éter profundo. Toda soledad es
las llanuras, con la sombra de los mon- u n abismo, toda soledad es una monta-
tes y con el azul del cielo. H i j a mia, la ñ a . E n cuanto sube á la cumbre, el cielo
noche con su misterio invade paso á paso recobra á ese extranjero; laJudea tenia
el espíritu del involuntario sacerdote profetas, la Caldea tenia pastores; tan-
que se calienta cerca de una hoguera. teaban el cielo unos y otros, y m á s tar-
Ese hombre vive en alguna ruina, entre de, por inspiración divina, del profeta
zarzas y entre lagartos; casi convertido nació el apóstol y del pastor el adivino.
en salvaje, el cayado es su único apoyo; L a m u l t i t u d se burlaba de ellos, pero
en cuanto le v é el hombre, le huye; solo debió el hombre en los tiempos primiti-
los animales se le acercan. Es u n ser vos la ciencia á aquellos ignorantes y
crepuscular, cuyo encuentro nos asusta; la sabiduría á aquellos insensatos. L a
es pastor durante el dia y fantasma du- noche, sirviéndoles de austero testigo,
rante l a noche. Lleva para vivir entre vió encontrarse en las alturas, faz á faz
escombros u n saco grosero, sudario que y misteriosamente, á los profetas y á los
agujerean los clavos del a t a ú d de la pastores.^—^¿Dónde vais, temblorosos
miseria. E l manzano le deja caer sus profetas?^—¿Dónde vais, perturbados pas-
manzanas; vive enterrado en la soledad; tores?,, Así se preguntaban unos á otros,
vive lejos de los hombres; es un habitan- y una voz en la oscuridad les decia:—
te del olvido, es l a indigencia que se cu- ^Caminad!,, Y aun en nuestros dias no
bre con un sayal, es u n viejo que vegeta se sabe si subieron m á s gradas los Zo-
en la pobreza, un andrajo en una choza, roastros ó los Abrahames; y cuando
u n espíritu en la inmensidad. nuestros ojos, que los admiran, desean
medir su camino y saber cuáles son los
que ven m á s luz en los ojos humanos,
E n la transparente naturaleza es el rompiendo el velo del oscuro pasado,
ojo de miradas ingenuas, el pensador flota sin cesar nuestro espíritu entre los
con alma ignorante, el viajero que ca- que contaban las estrellas y los que con-
mina con pies descalzos. Es u n corazón, taban los ganados.
es una pupila, es u n ser que sufre, es un
soñador, sobre el que la claridad eterna
hace temblar su resplandor rojizo. Vive E n nuestros dias, en los que por fin
allí con el alma arrobada en el cielo, y ya dora el alba las orillas del barranco
cerca de la encendida hoguera, pensan- de la vida, el pensamiento humano se
do que es t a m b i é n él un tizón casi con- acerca m á s que entonces al ideal divino.
sumido por la vida. Vive tranquilo en E l hombre, envuelto aun en la oscuri-
aquellas soledades, porque sabe que no dad, en el cielo que le abrió Jesucristo,
le han de faltar, n i yerba para pacer su como á través de u n telescopio, mira á
ganado, n i madera para encender la través de su espíritu. E l alma humana,
hoguera. Nuestros choques, nuestras l u - después del suplicio del Calvario, tiene
chas y nuestros desastres los desconoce m á s grandeza y m á s luz, y el vidrio de
completamente; solo piensa en el dia, en aumento con que mira engrandece m á s
LAS CONTEMPLACIONES. 443
la visión. L a venerable soledad conduce ridad de los soles; éstos cesan de ser u n
hoy al hombre que se consagra á ella, problema para él; el astro es un misterio;
m á s adelante en lo impenetrable, m á s él quiere conseguir algo m á s , y recibe
lejos en lo desmesurado. Si entre los de sus rayos la mirada que v á m á s lejos
seres humanos, á los que el n ú m e r o y el que los astros.
tiempo e n g a ñ a n sucesivamente, la mult;-
t u d desagua en la sombra á los que viven Mientras nosotros, que habitamos en
solitarios, les i l u m i n a n en l a soledad. las ciudades, creemos levantar u n vasto
E l desierto nos i n v i t a á volar al cielo; el vuelo cuando refleja en nuestras pupilas
hombre es el único viviente que v é fuera el espectro de una estrella de oro, y sa-
de l a vida y levanta de antemano su su- bios de vista corta, nos abrasamos en el
dario. Habla á las voces que Dios hizo primer astro que pasa, como las maripo-
callar, confundiendo en su frente cam- sas con l a luz de las l á m p a r a s , y o l v i -
pestre los perturbados resplandores de dando lo necesario, satisfaciéndonos lo
la tierra con los tranquilos rayos sepul- incompleto, creyéndonos bastante a l u m -
crales. E n el desierto, el espíritu que brados con las claridades de fuegos fá-
piensa v á sufriendo por grados l a dila- tuos, tomamos como á séres esos fantas-
tación inmensa del infinito misterioso y mas celestiales, queriendo formar una
se sumerge en su fondo. Con calma sa- ciencia con formas que desaparecen, no
borea lo real y lo verdadero, y toda la comprendiendo que para distraernos de
grandeza que le rodea penetra en él la tierra, á la que el hombre está conde*
confusamente. Sin darse cuenta de ello, nado, otro mundo, sombrío hermano de
camina, se doma y engrandece su razón, nuestro globo, como pájaro nacido en
crece como la yerba en el campo y una j a u l a , que cuando huye vuela m a l ,
asciende como la aurora en el horizonte. no sabe encontrar el bosque y vuela de
Ve, adora, queda despavorido; oye el techo en techo; buscadores, cautivos de
clarín del cielo y la música universal en la nada, al pasar por l a sombra tenemos
el universal silencio. Con sus flores de la curiosidad i n ú t i l que tiene el arador
puros cálices, con su mar alborotado, por el gusano de l u z , polvo que admira-
que besa como cómplice la boca áspera mos el polvo, perseguimos obstinada-
del escollo; con su verde llanura, con sus mente, siendo granos de ceniza, u n rayo
oscuros montes, con sus nieblas fugiti- de luz, que huye por el firmamento.
vas, con su eco que repite todas las vo- Mientras nuestra alma cansada se p á r a
ces de lo desconocido, la soledad alum- en el umbral del cielo y v á á picotear en
bra, inflama, atrae a l hombre hácia los el espacio una migaja del infinito, el
grandes imanes, y lentamente llena su pastor, ese frágil pasajero, ese pobre
alma de todos los deslumbramientos. E l g u a r d i á n del ganado que la catedral
corazón del hombre palpita y vibra, eterna abriga bajo su eterno pórtico, ese
abriendo las alas, abriendo los ojos; es hombre que no sabe leer, ese amigo de
e x t r a ñ o pájaro, que es m á s libre cuanto los árboles que no conoce otra l i r a que
m á s le asegura el misterio. Siente el la délos bosques y la de los vientos, cuya
hombre crecer en él, m á s cada momen- alma parece ahogada, vuela, y alcanzan-
to ^ la fó, el amor secreto y la memoria do lo que se propone, bebe con la copa
anterior que le llenaba de vasto olvi- de Orfeo en el manantial donde bebió
do. Con inextinguible sed en su pasado Moisés. Ese pastor ignorante, indigente,
vertiginoso ve revivir otras vidas; busca solo en su Tebaida, sin maestro y sin
en el fondo de sombrías c ú p u l a s las for- guia, registra é interroga desde su tran-
mas bajo las que él brilló, y oye que sus quila morada á los cielos oscuros y á
propios fantasmas le hablan. Comprende los horizontes azules; está solo cuando
que la aventura de la vida solo es una Mayo vacía su costilla, cuando Octubre
aparición, y exclama:—"Cada criatura llena su cesto, cuando el invierno silba y
es toda la creación. Morir es conocer, y ruge, cuando el mar combate á los na-
á tientas buscamos esa salida. F u i , soy vios; está solo sobre el áspero m o n t í c u l o
y debo ser. L a sombra es una escala; á la hora en que bajo el cielo dormido
subamos. L a verdad es el centro; lo de- las Medusas del crepúsculo asoman va*
m á s todo es apariencia ó ruido. Bus- gamente los terribles rostros; está solo
quemos al león y no a l antro; vamos por la noche cuando sus cabras duermen,
adonde el ojo fijo reluce.,, Siente que cuando la tierra y la inmensidad se cier-
nace en él algo superior al hombre; ran como dos inmensos labios, cuando
siente, hasta en sus sueños, que en su aparece l á primera claridad del dia; está
ser poco á poco se v á infiltrando la cla- siempre solo^ olvidando en la contem*
Mi OBRAS D E VICTOR HUGO.

placion de esos magníficos espectáculos, curece el humo. Esas m a l llamadas cien-


la pobreza de su traje, la frugalidad de su cias, q u é saben? ¿Qué sabe el ciego Pto-
alimento, comparando la dulzura de las 'orneo n i el miope Newton? ¿Qué le
rosas con la dulzura de las ovejas, son- importan todas esas cosas limitadas,
deando el sér, el amor, la muerte, las ñores grandes ó pequeñas? ¿La sombra que
y los frutos; y viendo la aurora de lo ideal Droyectan las chimeneas equivale á la
aparecer en esa noche, siente abrillan- sombra que proyectan los volcanes? ¿Qué
tarse sus miradas, y sobrepujando á las "e importan las larvas n i las cenizas que
d e m á s criaturas y engrandeciéndose m á s en rápidos torbellinos pueden adquirir
cada momento, contempla tanto á la na- las formas de los vivientes? ¿Qué le i m -
turaleza, que ésta desaparece ante él, porta la triste seguridad de las cria-
porque r e m o n t á n d o s e desde los efectos turas en su ignorancia? ¿Qué le importa
hasta las causas, la vista atraviesa el es- la bruma espesa del tiempo, n i la ilusión
pejo y llega m á s allá; el que contempla del espacio, n i la eterna espuma del mar
mucho los objetos, concluye por no ver- de la creación? Aspira, fuera de lo i n -
los, hija mia. L a materia destruida des- abordable y de lo sobrehumano, las deli-
aparece ante los ojos de lince del espíri- cias de lo formidable, la áspera embria-
tu; ver es rechazar; perseguir el enigma guez de lo ideal; su sér se sumerge en el
es olvidarse de la esfinge. E l pastor no golfo azul, en el que sublimemente nau-
vé ya el gusano que se arrastra, la hoja fraga, murmurando sin cesar:—'"Dios,,.
muerta que arrastra el viento, l a prade E n continuo éxtasis piensa, elevando
ra, el manantial donde el pájaro bebe, n i los ojos y el alma á las alturas, en la i m -
la abeja, luz alada; n i la flor, perfume becilidad de los labios que pronuncian
brillante; n i el árbol, en cuya dura cor cualquier otro nombre.
teza un dia el amante g r a b ó su nombre,
que hacen crecer los años á medida que
hacen menguar su amor. No vé ya n i la E l pastor vé ese sol único que fecunda
v i ñ a con sus racimos maduros, n i l a al- y que crea con la luz que comunica y
dea con sus techos humeantes, n i oye el que iguala al á t o m o con el gigante; que
m u r m u l l o de los campos, n i el rugido de siembra de soplos, de olas y de rayos los
los mares, n i vé l a blanca claridad de la torbellinos en la oscuridad; que llena de
aurora, n i los rayos rojizos del sol po- mundos luminosos la espantosa inmen-
niente, n i el m o n t ó n de rica pedrería sidad; que muere en la sombra y en las
que constituye las constelaciones, n i los brumas, fuerzas sombrías en las alturas,
mundos, esquifes sin velas, n i en el cielo que hacen el ruido de yunques golpea-
infinito y sin centro las innumerables es dos por martillos misteriosos. E n la no-
trollas; solo vé u n astro; solo vé á Dios! che que rodea á los mortales, se reconoce
en la tierra, por su claridad entre los
hombres, al alma que reverbera á Dios,
Mira y contempla á Dios, cuya visión y el pastor se convierte en sér augusto.
para él es perenne, y se convierte en tum- H i j a mia, esa claridad, hermana de l a
ba y se convierte en templo, y el miste- que alumbra á los génios, que se compo-
rio irradia de su frente. Con sus miradas ne de los rayos puros y de las a r m o n í a s
serenas, que ondean en la sombra, com- que flotan en todos los éteres, que es m á s
prendió, conquistó y ama; es el alma v i hermosa en una c a b a ñ a , esa deslumbran-
viente entre nuestros tenebrosos espíri- te luz, esa blancura del corazón huma-
tus; cree y acepta, y nunca choca contra no, se l l a m a en el mundo Inocencia,
el escollo de la duda. L a duda que rodea antes de que el hombre luche con la
al vacío, borde que nadie puede traspa tempestad, y V i r t u d , cuando el hombre
sar, ante el que nos detenemos con estu sale vencedor de la borrasca.
pidez, exclamando:—"Avanzar es caer,,
L a duda, peñasco á cuyo alrededor núes
tros pensamientos van vagando y se
alejan de los florecientes prados, alrede Esto es lo que d á la soledad al hom-
dor del que van y vienen dispersas las bre; le hace ver mejor á Dios, que con-
cabras del espíritu. ¿Qué le importa á sagra la oscuridad, d á esplendor a l
ese anacoreta, que vive en la caverna de pastor que en ella se sume, y en las pro-
la verdad, que el hombre crea en l a cla- fundidades de su inmenso extásis te
ridad de la noche que le envuelve? ¿Qué ilumina, oh verdad!
le importan la filosofía, el cálculo, el
álgebra, que en altas cimas petrifica el D á al ignorante la verdadera ciencia,
miedo a l infinito? Claridades son que os- lo que el cedro vé, lo que adivina el olmo,
LAS CONTEMPLACIONES. 445
lo que la encina siente; Dios, el ser, el lien tan al pastor, sirven para salvar al
infinito, la eternidad y el abismo, se con- navio.
funden en la oscuridad con el candor su-
blime del inocente pastor. IV.

S e ñ a l a n d o á m i hija l a hoguera del


Del hombre, que solo es una l á m p a r a , pastor y la luminosa estrella, continuó
forma una estrella, y el pastor, vestido h a b l á n d o l a de este modo:
de andrajos, se convierte en mago; y hay
momentos en los que ante las flores, que
son el incienso del templo, y ante los ár- —De esas dos luces que alumbran la
boles, que son sus columnas, aparece co- oscuridad de la noche, una revela la
ronado con una tiara de astros y vestido existencia de un sol y la otra anuncia
con t ú n i c a luminosa. la existencia de u n espíritu. Nos dan la
medida de Dios, que es el único que con-
cibe y que crea. E l astro lo prueba y el
Desconoce que posee esta grandeza espíritu lo vé. E l alma es m á s grande
sombría. Sentado alrededor de la hogue- que el mundo.
ra, en la que arden zarzas y matorrales,
se absorbe en sus pensamientos, y sin
orgullo y sin envidias, se encorva y com- Niña, la hoguera del pastor confundi-
prende así mejor, cerca del abismo de l a da con esa alma, y ese astro, que d á es-
vida, el abismo de l a nada. jlendidez á la techumbre estrellada que
guarda el r e l á m p a g o y el trueno, esos
dos faros del abismo, esos dos ojos de la
Por la tarde, cuando vó regresar hácia noche, se m i r a n en la inmensidad.
las aldeas á las espigadoras y á los le-
ñadores cargados y los caballos de l a - Se miran y se conocen; el astro envia
branza que el trabajador trata á latiga- al fuego de los bosques todas las enor-
zos; cuando vó que pasan los forzados midades del abismo, los besos del sober-
arrastrando sus cadenas, los soldados y bio azul, el deslumbramiento de las v i -
los pescadores, envia á todos desde lo siones de Endor, y la hoguera del pastor
alto de la m o n t a ñ a la universal bendi- envia á la estrella los extremecimieutos
ción que saca del pozo insondable del de las briznas de l a yerba.
amor.

L a hoguera del pastor dice:—^La ma-


Y mientras que permanece allí, vivien dre llora, el n i ñ o tiene frió, el padre
do en la colina, contento, llenando el hambre, el abuelo está fatigado; reina la
valle, el campo, el techo de la c a b a ñ a , oscuridad; la ascensión es ruda, los pa-
la yerba y la roca con la tierna majes sos tiemblan, alumbrados apenas por la
tad de su corazón inocente; si por casua tenebrosa antorcha: el hombre anda t i -
lidad pasa por allí uno de esos grandes tubeando en la cuna, y tropezando cae
espíritus, que el mundo combate y per en el ataud^. L a estrella responde:^—"¡Es
sigue, uno de esos espíritus que temen á cierto!,.
u n mismo tiempo á la tierra, al cielo, al
hombre y á Dios, quizás ese pastor apa-
cible, quizás puede lanzar sobre él algu De la estrella y de la hoguera se des-
na claridad profunda que le libre de prenden dos rayos de luz fraternales,
esas tempestades y que le enseñe y le uno lleno de humanidad y el otro de cie-
conduzca al puerto. De este modo, qui lo; Dios los coge y j u n t a sus dos luces, y
zás la hoguera encendida en lo alto de en su mano hace abrir, para los que le
las rocas la percibe desde el mar alguna aman, un á g u i l a de llamas, de la que el
nave q u é zozobra entre el cielo y el agua rayo de luz de la tierra y el rayo de luz
y el reflejo rojizo de la hoguera la guia celeste forman las dos alas de la oración.
desde lejos, y las mismas llamas que ca Ingouville, Agosto 1839.
EN L A ACTUALIDAD.
1843-1855.

sus alas la cúspide donde se sienta Jeho-


vá, y en la nieve eterna que l a cubre
se vó la huella de u n solo pió: esa huella
LIBRO CÜARTO. que nos guia, ese pió blanco que deja
un rastro luminoso, ese pió rosado y des-
nudo es t u pié, amor!
Enero 1843.
Pauca Mee.

I. 15 de F e b r e r o de 1843.

Pura inocencia, v i r t u d santa, sois las A m a al que te adora y sé dichosa con


dos eminencias del mundo, en las que él.—Adiós!—Sé su tesoro, como hasta
crecen con libertad y sin temor las dos hoy lo fuiste para nosotros. Pasa, queri-
palmas de los dos combates. L a palma da hija mia, de una familia á otra; lleva
del combate con la ignorancia y la pal á ella la felicidad y déjanos el senti-
ma del combate con la verdad; a l través miento. Queremos retenerte, pero el des-
de su transparencia, el alma vó temblar tino te conduce á otra parte; á n g e l m i ó ,
esas dos claridades. cumple con t u deber: déjanos l a pesa-
dumbre y llévales l a esperanza de la
Sois sublimes, inocencia y virtud, has dicha; sal del hogar doméstico derra-
mando una l á g r i m a ; entra en el hogar
ta para la vista de los ojos apagados del
nupcial desplegando una sonrisa.
perverso; en el azul del horizonte vues
tras dos cimas se destacan, una al Levan E n la iglesia, 15 Febrero 1843.
te y otra al Poniente. Sirven de guia al
extraviado navio; una es faro, otra es an
torcha; la una esconde en su sombra l a
cuna y la otra el sepulcro; son en el mun-
do, oscuro y desconocido para nosotros, Tres años después.
el principio de la línea del destino que
termina en el cielo. Nos e n s e ñ a n , á pesar
de los velos y de la sombra que velan Hora es ya de que repose; tanto me ha
nuestra suerte, que nuestras almas en su abatido la suerte, que solo deseo que me
c o m p a ñ í a ascienden hasta la región es hablen de las tinieblas en las que nos
trellada. Aclaran los problemas, predi- dormimos para siempre: solo pido de hoy
cen el dia siguiente; son las supremas en adelante á la naturaleza y á la crea-
claridades que reflejan en el sombrío ción silencio y tranquilidad. ¿Por q u é
abismo humano. E l a r c á n g e l roza con impulsarme t o d a v í a á luchar? T e r m i n ó
OBRAS D E VICTOR HUGO.

m i tarea y c u m p l í m i deber; el que tra- creer que yo prefiriera en la tierra el rayo


bajó desde el amanecer, puede i r á des- deslumbrante de t u gloria á la cariñosa
cansar antes de que anochezca. mirada de sus ojos? Si hubiera yo com-
Drendido tus terribles leyes, si hubiera sa-
bido que n i aun á los espíritus que te
A los veinte años quedó entregado al adoran concedes n i la dicha n i la verdad,
duelo y á la soledad; mis ojos, inclinados antes que procurar levantar el velo que
hácia los céspedes del j a r d i n , perdieron oculta t u faz á las miradas del mundo,
la cariñosa costumbre de ver á m i ma- hubiese preferido, lejos de tí, seguir un
dre en la casa. M i madre solo nos aban- camino penoso, pero ser feliz llevando á
donó al morir, y ahora ya sabéis que m i hija de la mano.
busco i n ú t i l m e n t e á otro á n g e l , que ha
desaparecido t a m b i é n como ella. Sabéis
que vivo desesperado, sin valor para re- Ahora solo deseo que me dejen tran-
sistir m i pesadumbre, y que hoy lloro quilo; que todo ha terminado para mí, y
como padre, yo que lloró tanto como que nadie venga á reanimar el senti-
hijo! miento que dormita en m i corazón. Me
decís que es preciso que m i razón vuelva
á despertarse; que tengo el deber de diri-
Me decís que no he terminado aun m i gir á las multitudes h á c i a brillantes ho-
obra: como A d á n desterrado, contemplo rizontes; que en la época en que los pue-
m i destino y comprendo que le he cum- blos se ilustran, los pensadores tienen
plido ya. E l á n g e l que Dios acaba de que cumplir su misión; que el alma que
arrebatarme, a m á n d o m e nada m á s , me arde en fuego puro, debe apresurar, con
ayudaba. Constituia la felicidad de m i el resplandor que derrama, el adelanta-
vida ver que me miraban sus ojos. Si miento sublime de l a futura humanidad;
Dios no hubiera querido concluir la obra
que me hizo comenzar, si quisiera que
siguiese trabajando, hubiera dejado m i Veis que mis ojos se b a ñ a n en lá-
hija en el mundo; me hubiera dejado grimas, y descontentos de mí, queréis
vivir á su lado en el éxtasis que me em agitarme, como se sacude el brazo del
briagaba de misteriosas claridades. hombre que duerme demasiado tiempo.
Meditad lo que hacéis! Quizás el á n g e l
hermoso que he perdido, mientras me
Esas claridades, luces de otras esferas, llamáis á vuestras ruidosas reuniones,
oh Dios! ¿por q u é permites que descien tenga frió dentro de su tumba; quizás
dan hasta nosotros, para a r r e b a t á r n o s l a s lívida y p á l i d a me mire y sorprendida
después tan r á p i d a m e n t e ? ¿Te imaginas me p r e g u n t e : — ^ ¿ P u e d e olvidarme m i
te acaso que á fuerza de contemplarte padre?,,
perdia yo de vista á ese tierno y cariñoso
sér, y que j)odia abandonarme sin que Cuando apenas resisto á todo lo que
yo lo advirtiera? recuerdo, cuando estoy destruido, cansa-
do y triste, cuando oigo que me dice:^—1
¿Te imaginas, acaso, que el hombre, "Ven!,, ¡pretendéis que solicite, cuando
que es una sombra vana, pierde su hu- tan terrible perdida me amarga, los
manidad si contempla con demasiada aplausos que siguen al poeta, los rumo-
fijeza el esplendor sombrío que se llama res que levanta el p a l a d í n ! ¿Pretendéis
la verdad? ¿Que puede herírsele sin que que aspire todavía á deslumbradores
sufra, que el tedio mata su corazón, y triunfos, y que mezclado en la refriega
que á fuerza de ver el abismo, no vé penetre en ella ante los valientes con la
mas que el abismo que él encierra? ¿Que, vista elevada al cielo?... Oh, no!... ¡Mis
estóico, se dirige adonde t ú le envías, ojos solo se fijan en l a yerba espesa que
endurecido ya para siempre, no gozando crece sobre las tumbas!
ya de alegrías en el mundo, no participa 10 Noviembre 1846.
ya de sus dolores? ¿ I m a g i n a s que el alma
tierna se abre á tí, para cerrarse mejor
y que los que m á s comprenden terminan
por no amar?

¿ V e r d a d e r a m e n t e ¡oh Dios! has podido


LAS CONTEMPLACIONES.

mática; mis cuatro hijos agrupados en


mis rodillas, cerca de m í su madre y al-
IV. gunos amigos, conversando al calor del
fuego de la chimenea! ¡Pasando esa vida
era feliz! Y ella murió! A y ! ¡Cuando es-
taba triste, me comunicaba su tristeza,
E n los primeros momentos se extravió
y se me veia sombrío entre la algazara
m i juicio y amargamente estuve lloran-
del m á s animado baile, si notaba que la
do tres dias. Vosotros á quienes Dios
más leve sombra e m p a ñ a b a la brillantez
a r r e b a t ó l a m á s querida esperanza, pa- de sus ojos.
dres, madres, que sufristeis el dolor que Noviembre 1846, dia de Difuntos.
yo estoy sufriendo, ¿experimentasteis lo
que yo experimento ahora? Queria rom-
perme la cabeza contra las paredes, me
rebelaba contra todo, y habia momentos vi.
en que no creia en nada. ¿Por q u é permi-
te Dios estas desgracias sin nombre que
conducen al mortal á la desesperación? Cuando vivíamos todos juntos entre
Me parecía que era v í c t i m a de espantoso frondosas colinas, por las que corre el
sueño, que m i hija no podia haberme agua y en las que tiemblan las malezas,
abandonado de ese modo, que la oia reir en la casa situada j u n t o al bosque, ella
en su cuarto al lado del m i ó , que era i m - tenia diez años y yo treinta, y constituía
posible que hubiera muerto, y que de u n para ella el universo.
momento á otro la veria entrar por l a
puerta de m i gabinete. C u á n t a s veces
exclamó:—"Silencio! E s t á hablando! ¡Ca- Contribuía ella á que fuera próspera
m i suerte, m i trabajo ligero y m i v i -
llad, que ya rueda la llave y vá á entrar!
da sonriente; cuando me decia:—^¡Pa-
Tened paciencia! ¡Dejad que yo la oiga,
dre mio!„ m i corazón daba gracias á
porque indudablemente está en alguna
Dios. A l través de mis innumerables
parte dentro de casa!,, fantasías, oyendo su voz alegre, se i l u -
Marine-Terrace, 4 Setiembre 1852. minaba m i í r e n t e en la oscuridad con la
luz que vertían sus miradas.

v. Tenia el aspecto de una princesa; cuan-


do yo la llevaba de l a mano, caminaba
Tenia la costumbre, cuando era n i ñ a , buscando flores por la c a m p i ñ a y pobres
de entrar en m i cuarto apenas se levan- por el camino; daba limosnas lo mismo
taba; yo la esperaba como se espera el que se roba, ocultándose á la vista de
primer rayo de luz del dia. Entraba y todos. Por la noche se acercaba á m i
bujía charlando en voz baja, mientras
me decia:—^'¡Buenos dias, queridísimo
en los enrojecidos cristales chocaban las
papá!,, Me tomaba la pluma, abria los l i -
mariposas nocturnas.
bros, se sentaba sobre m i cama, me des-
arreglaba los papeles y se reia; luego
de repente se iba como un pájaro que Los ángeles la miraban con deleite,
pasa. Entonces, un poco m á s alegre, como prediciendo la hechicera juventud,
continuaba yo el trabajo interrumpido, y el cielo colocó en sus pupilas esas m i -
y al seguir escribiendo, éntre los manus- radas que nunca mienten. Siendo aun
critos encontraba muchas veces a l g ú n muy jóven, el cielo me la concedió; era el
arabesco loco, que ella habia dibujado, rayo de l a aurora de m i vida, era la es-
y muchas p á g i n a s blancas manoseadas, trella de m i m a ñ a n a . Cuando la luna
en las que, no sé por q u é , estaban es- clara y serena brillaba en el cielo de la
critos mis mejores versos. Queria ella primavera, íbamos á pasear por la llanu-
mucho á Dios, á las flores, á los astros, ra, íbamos á correr por los bosques.
á los jardines; era u n espíritu antes de
ser mujer, y sus miradas reflejaban l a
claridad de su alma. Me lo preguntaba Después, sirviéndonos de guia l a luz
todo siempre que hablaba conmigo. ¡Oh aislada que brillaba en la casa, regresá-
c u á n t a s noches de invierno hemos pa- bamos á ella por el valle, r e g r e s á b a m o s
sado deliciosamente platicando sobre la alegres, ocupándonos de los esplendores
lengua, sobre la historia y sobre la gra- [del cielo, y yo iba formando su alma
TOMO Y . 57
450 OBRAS D E VICTOR HUGO.

como la abeja v á elaborando la miel: era


u n á n g e l de candidos pensamientos que
volvia riendo y corriendo a casa•. • ¡To- VIII,
dos estos recuerdos han pasado como la
sombra y como el viento!
Villequier, 4 Setiembre 1844.
Quién nos tiene asidos? ¿Quién nos
conduce? ¿Empujas tú, fatalidad, á la
raza humana? Habla, cielo; ¿el alma de-
VII. Dende de las estrellas? ¿Cada rayo de luz
que baja de las alturas es un hilo de
sombra que ata al hombre á los soles?
Era pálida, pero sonrosada; bajita,
pero de larga cabellera. Decia muchas
veces:—^"No me atrevo;,; pero no decia ¿Acaso en nuestros espíritus, que tie-
nunca:—"Quiero,,. nen la sombra por guarida, volverán á
entrar los delirios de nuestros padres?
¿Seremos acaso los vivos objeto de algu-
Por la noche me tomaba la Biblia na controversia? ¿Querrá uno nuestra
para hacérsela deletrear á su hermana, y gloria y otro nuestra caida? ¿Cuántos son
como apacible l á m p a r a , iluminaba el co en las alturas?
razón de l a otra n i ñ a .
E n otro tiempo, en el fondo del cielo,
E n ese santo y admirable libro se á los ojos visionarios de los magos, dos
fijaban los ojos de las dos; en él, una espantosos poderes aparecían en la oscu-
aprendía á leer y la otra á pensar. ridad: á c u á l temer, á cuál rezar? Los
manes extremecidos, los pálidos Zoroas-
tros, veian dos inmensas manos que mu-
Sobre la m á s p e q u e ñ a , la mayor i n c l i daban de sitio los astros en el oscuro ta-
naba la pura frente, como si fuera una blero de ajedrez del cielo.
madre, h a b l á n d o l a con extraordinario
cariño.
Pensamiento horrible! ¿El bien y el
mal desde la bóveda celeste están sus-
Dicióndola:—"Has de saber mucho!,, y pendidos sobre nuestras cabezas? ¡Dios
las manos de entrambas iban pasando mió, sácame de esta duda! ¡Esfinge, dime
p á g i n a tras p á g i n a á Moisés, á Salo- la palabra del secreto! Esta idea pesa
m ó n , á Ciro, á Moloch, el infierno que sobre nuestros ojos que dormitan. ¡Di-
J e s ú s atraviesa ó el edén en el que se chosos los que de repente se despiertan
arrastra S a t a n á s . y de repente mueren!
Villequier, 4 Setiembre 1845.
Y o oia con regocijo á las dos herma
ñ a s , y silenciosamente mis ojos se em
briagaban con la inefable dulzura de las IX.
niñas.
¡No puedo desechar de la memoria su
recuerdo, que alivia m i aflicción! ¿Cono-
Y en el gabinete desierto, donde en- céis la colina que une Montlignon á
cerrados los tres sentíamos entrar por la Saint-Leu, y en ella una casa casi escon-
ventana abierta el hálito de las noches y dida en u n bosque?
de los bosques.

Pues allí vivíamos.—Oia yo por las


Mientras ellas leian con fervor los sa m a ñ a n a s cómo m i hija, que era m u y
grados textos, sacando de ellos lo bello pequeña, jugaba alegremente bajo de
lo verdadero y lo justo, me parecía que m i ventana; corría sin hacer ruido para
estaba oyendo cantar hosannas alrededor no despertarme, y yo no abria la venta-
de nosotros, como en u n templo, y ver en na para no hacerla huir.
las manos de aquellos dos ángeles extre-
mecerse el libro de Dios.
12 Octubre 1846. Sus hermanitos jugaban y reian con
ella... E n la aurora de su inocencia todo cielo vasto y puro cosa diferente: pero
cantaba meciendo sus frescas cunas; m i ese zafir sombrío es u n abismo oscuro,
familia con la naturaleza y mis niños y de noche no se pueden distinguir en
con los pájaros. él los ropajes azules de los á n g e l e s que
se deslizan por el éter.
A b r i l 1847.
Cuando m i hija me oia toser, subia á
m i cuarto, andando poco á poco, y me
decia con aire m u y grave que habia de-
jado jugando á los niños bajo m i ven- XI.
tana.

Vivimos, hablamos, vemos el cielo con


Que estuviese bien ó m a l peinada, que sus nubes en las altas esferas; nos com-
yo estuviera triste ó alegre, siempre l a place la lectura de los libros de los sá-
admiraba. Era m i hada, y yo me miraba bios antiguos; saboreamos á V i r g i l i o y
en sus ojos. al Dante; vamos alegremente en carrua-
je á visitar a l g ú n sitio delicioso; l a m i -
rada de una mujer, que pasa por nues-
Por la noche, como ella comprendía tro lado, nos agita; amamos y somos
que era la mayor, me decia:—"Padre, amados, felicidad de que no disfrutan
ven con nosotros; te traeremos t u sillón los reyes; oimos el canto de los p á j a r o s
y nos c o n t a r á s una historia,,. en los bosques; al despertarnos por l a
m a ñ a n a nos abraza toda una familia, la
madre, la hermana, l a hija; nos desayu-
Entonces, recurriendo á la imagina-
namos leyendo un periódico; pasamos
ción, inventaba u n cuento prodigioso,
el dia dedicándolo al trabajo, á la espe-
que oian los niños con las bocas abiertas.
ranza y al amor; pasamos la vida per-
turbados por las pasiones; dirigimos la
palabra á tumultuosas asambleas; ante
Los cuatro, riéndose con el candor con el fin que perseguimos, y que la suerte
que nos reimos á esa edad, veian en mis no nos deja realizar, nos encontramos
cuentos aparecerse gigantes m u y estúpi- unas veces débiles y otras fuertes, pe-
dos que vencían pigmeos que tenian queños y grandes; somos ola entre el
mucho ingenio. mar de la m u l t i t u d y áncora en sus
tempestades; todo llega y pasa; estamos
Para ellos era yo el Ariosto y el Ho- de luto ó de fiesta; llegamos, retrocede-
mero de un poema desarrollado de una mos, luchamos haciendo grandes esfuer-
vez; mientras lo referia, su madre, vien zos... después, reina en nosotros el vasto
do reir á los niños, era feliz. y profundo silencio de la muerte.
11 Julio 1846.

Su abuelo, que estaba leyendo en u n


rincón de la estancia, algunas veces qui- XII.
taba los ojos del libro para mirarlos,
yo, al través de los cristales de la venta- E n q u é p e n s a b a n los dos c a b a l l e r o s
na, entreveía un pedazo de cielo. e n e l bosque.
Villequier, 4 Setiembre 1846.

L a noche era oscurísima y el bosque


estaba triste y negro. H e r m á n , en las
tinieblas, me parecía u n espectro. Nues-
tros caballos galopaban á l a ventura.
Mientras el m a r i n o , que calcula 3 Eran pesadas, m a r m ó r e a s las nubes del
duda, pregunta al cielo q u é camino lie denso horizonte, y entre el ramaje de los
van las constelaciones; mientras el pas- árboles volaban las estrellas como pája-
tor con ojos visionarios busca desde e ros de fuego.
bosque el camino que sigue la estrella
mientras el astrónomo, entre ardientes
claridades, pesa u n globo, que dista de Me agobiaban los pesares. Herido por
él millones de leguas, yo busco en e' el sufrimiento, en el espíritu soberbio de
452 OBRAS D E VICTOR HUGO.

H e r m á n habia muerto la esperanza. Me sonrio á los niños que me rodean; puesto


agobiaban los pesares. ¡Amores mios, que ya no me regocijan las ñores;
dormid! A l atravesar aquellas soledades,
H e r m á n me dijo:—^Estoy pensando en
los sepulcros que se están abriendo,,, y Puesto que asisto sin alegría á la es-
le contestó:—wYo pienso en las tumbas pléndida fiesta que á la naturaleza dá l a
cerradas,,. primavera; puesto que he llegado á la si-
tuación del hombre que huye de la luz
y que siente l a secreta tristeza que en-
Miraba él hácia delante y yo hacia cierra todo lo del mundo;
a t r á s . Nuestros caballos volaban ligeros
al través de la arboleda del bosque; el
viento traia hasta nosotros los sonidos Y ya que se ha marchitado en m i
lejanos de la campana, que tocaba el alma la serena esperanza, y ya que en
Angelus; él me dijo:—"Estoy pensando esta estación de rosas y de perfumes solo
en los que arrastran dolor osa existen- aspiro, hija mia, la sombra donde t ú re-
cia;), y le contestó:'—"Yo pienso en los posas; ya que ha muerto m i corazón, co-
que han dejado de arrastrarla^,. nozco que he vivido bastante.

Las fuentes murmuraban; ¿quó dirian Nunca rehusó cumplir el trabajo que
las fuentes? Las encinas susurraban; yo debia en la tierra; a b r í m i surco, for-
quó susurrarían? Los matorrales cuchi- m ó m i gavilla; viví sonriendo, de pió,
cheaban como antiguos amigos. H e r m á n pero inclinado siempre hácia el mis-
me dijo:—"Nunca duermen con sosiego terio.
los mortales; en estos momentos h a b r á
ojos llorando y ojos en vela,,. Y o le Hice lo que pude; serví, veló, y v i mu-
contestó:—^Y otros cerrados para siem chas veces que causaban risa mis sufri-
pre„. mientos, y me asombró de inspirar ódio
por haber sufrido y trabajado mucho.
H e r m á n a ñ a d i ó entonces:—^Los que
viven son desgraciados; los muertos son E n la cárcel del mundo, de la que
felices porque no sufren; envidio su fosa, nunca se abren las puertas, sin quejarme,
en la que crece la yerba ó sobre la que goteando sangre, triste, agotado, sirvien-
se deshojan los árboles, porque de noche do de mofa á los forzados humanos, ar-
los acarician los astros, y la claridad del rastró m i eslabón de la cadena eterna.
cielo serena á u n mismo tiempo á todos
los muertos en sus tumbas,,.
Ahora, con los ojos soñolientos, sin
volverme cuando me llaman, estoy lleno
Y o le contestó:—"¡Calla y respeta ese de estupor y de tedio, como el que se le-
profundo misterio! Los muertos yacen vanta al amanecer sin haber dormido.
acostados á nuestros piós debajo de la
tierra; los muertos son los sóres que te L a modorra con que hoy vivo no me
amaron cuando vivian; son t u hija, t u deja n i responder siquiera á los envidio-
padre y t u madre; no los entristezcamos sos que me atacan. Oh Señor! abridme
con nuestros sarcasmos, porque como las puertas de l a cárcel para salir de
nosotros oimos entre sueños, ellos oyen ella y para desaparecer.
lo que hablamos,,. A b r i l 1848.
Octubre 1853.

XIV.
XIII.

Teni, vidi, vici. M a ñ a n a , ^en cuanto raye el alba, en


cuanto aparezcan sus primeros rayos,
partiré. Sé que me estás esperando. I r é
He vivido ya bastante, puesto que en por el bosque, iré por la m o n t a ñ a ; no
mis aflicciones camino sin encontrar bra- puedo ya vivir m á s tiempo lejos de t í .
zos que me socorran; puesto que ya no
LAS CONTEMPLACIONÉS. 453
C a m i n a r é absorbido en m i constante Acudo á vos, Señor, confesando que
pensamiento, sin ver nada del exterior, sois siempre bueno, clemente y miseri-
sin oir n i n g ú n ruido, solo, con la cabeza cordioso, que obráis siempre con acierto,
doblada, con las manos cruzadas, y el y que el hombre solo es un junco que
dia para m í será noche. agita el viento.

No contemplaré n i los rayos del sol Confieso que el a t a ú d , que se cierra


poniente, n i las lejanas barcas que des- para los muertos, nos abre el firmamen-
cienden hácia Harfleur, y cuando llegue to, y que lo que en el mundo tomamos
donde t ú reposas, colocaré sobre t u tum- por t é r m i n o es el principio;
ba u n ramillete de acebo y de brezo
en flor.
4 Setiembre 1847. Confieso de rodillas que vos solo, au-
gusto padre, poseéis el infinito, lo real y
lo absoluto, y que debe ser conveniente
que m i corazón haya manado sangre, ya
XV. que así Dios lo quiso.
En Villequier.
No resistiré nunca á nada de lo que
me suceda, comprendiendo que esa será
Ahora que Paris, con su empedrado y vuestra voluntad. E l alma de duelo en
con sus mármoles, con sus techos y con duelo y el hombre de playa en playa,
sus brumas, está m u y lejos de mí; ahora ruedan hasta la eternidad.
que estoy sentado bajo los árboles y
que puedo pensar en l a hermosura del
cielo; Los mortales solo vemos una de las dos
fases de todo; l a otra se sumerge en la
oscuridad del misterio. E l hombre sufre
Ahora que puedo dominar la aflicción el yugo sin conocer las causas que lo
que se apoderó de m i vida; ahora que ocasionan. Todo lo que vé es vano, i n -
siento que la tranquila paz de la natura útil y fugitivo.
leza penetra en m i corazón;
Vos hacéis que el hombre encuentre
Ahora que puedo, sentado á l a orilla siempre l a soledad en cuanto avanza en
del mar, conmovido ante l a vista del su camino, y no quisisteis que poseyera
tranquilo y sublime horizonte, examinar la certidumbre n i la alegría completa en
las profundas verdades y fijarme en las el mundo.
flores que bordan los céspedes;
E n cuanto posee u n bien, la suerte se
Ahora, Dios mió, que acabó de adqui- lo arrebata. Nada se le concede en su
r i r la sombría calma de poder ver en lo r á p i d a existencia para que fabrique una
sucesivo por mis propios ojos la fosa que morada y diga mientras viva:^—'"Esta es
oculta a l sér querido, que duerme para m i casa, este es m i campo, estos son mis
siempre; amores.,,

Ahora que, enternecido por los espec- Debe ver poco tiempo todo lo que sus
táculos que ofrecen llanuras y bosques ojos vean; debe envejecer sin apoyo. Y a
valles y rios, considerando m i pequeñez que esta es la ley de la vida, confieso
y admirando vuestros milagros, recupero que debe ser justa.
la razón ante la inmensidad,
E l mundo es sombrío; su inmutable
Acudo á vos. Señor, padre al que es a r m o n í a tanto la forman los lloros como
preciso creer, y apaciguado ya, os entre- los cantos; el hombre no es m á s que u n
go los pedazos de este corazón, lleno de átomo en esta infinita sombra, noche á
vuestra gloria, que vos habéis destro- la que ascienden los buenos y en la que
zado; caen los malos.
m OBRAS D E VICTOR HUGO.

Vuestra augusta serenidad no puede Considerad que el que es herido de


descender hasta el extremo de compade- muerte como yo lo fui, es fácil que grite
cerse de todos los hombres, y no la per- y que blasfeme y que os lance impreca-
turba la muerte de un n i ñ o , que causa ciones, como el n i ñ o que arroja piedras
la desesperación de su madre. al mar;

Y o sé que el fruto cae cuando el vien- Considerad que cuando sufrimos du-
to lo sacude, que el pájaro pierde sus damos; que acaban por cegar los ojos
plumas y la flor su fragancia, que la que lloran; que cuando la aflicción nos
creación es una rueda inmensa que no sumerge en lo m á s profundo del abismo,
puede girar sin aplastar á alguno; no os vemos y no os podemos contem-
Dlar;
Los meses, los dias, las olas del mar y
los ojos que lloran, terminan y pasan; es Y que cuando el mortal zozobra en la
preciso que las yerbas broten y que los mar profunda de las aflicciones, no pue-
niños mueran, ya lo sé, Señor. de conservar en su espíritu la tranquili-
dad diáfana de las estrellas.
E n el cielo, m á s a l l á de la esfera don-
de flotan las nubes, en el fondo de ese Ahora, yo que fui débil como una ma-
azur inmóvil y dormido, quizás creéis dre, me inclino á vuestros pies ante la
algo desconocido, en el que el dolor del bóveda celeste y siento que ilumina m i
hombre entre como elemento. amargo dolor l a mirada bienhechora que
tendéis hácia el universo.
Quizás es útil para vuestros innume-
rables designios que seres hermosos y Señor, reconozco que delira el hombre
tiernos partan del mundo, arrastrados cuando m u r m u r a contra vos, y cesó ya
por el sombrío torbellino de oscuros de acusar y de maldecir, pero p e r m í t e m e
acontecimientos. que llore m i desgracia.

Nuestros tenebrosos destinos compren Dejad que caigan l á g r i m a s de mis


den que se rigen por leyes que nada pupilas, ya que creásteis a l hombre para
desconcierta y que nada enternece. No que sufra los dolores del mundo; dejad
podéis realizar súbitas clemencias que que me incline sobre la fosa fría y le
d e s a r r e g l a r í a n el espíritu tranquilo de' pregunte á m i hija si se apercibe de que
mundo. estoy á su lado.

Os suplico, Señor, que os digneis leer Dejadme que hable á sus inanimados
dentro de m i alma y que os digneis con restos, á la hora del crepúsculo, cuando
siderar que, humilde como un niño y toda la naturaleza calla, como si á esa
tierno como una mujer, vengo a q u í hora m i á n g e l pudiera abrir sus celestes
adoraros. ojos al oirme.

Considerad t a m b i é n que desde tierna Cuando envidiosamente recuerdo los


edad he trabajado, he pensado y he l u dias que pasaron, nada puede consolar-
chado, explicando la naturaleza al hom me en el mundo, porque no se aparta de
bre que la desconoce, ilustrándole con m i memoria el cruel momento en que la
la claridad que hicisteis descender has- v i abrir las alas y volar al cielo.
ta mí;
E s t a r é viendo hasta que muera el
Que, afrontando los ódios y las cóleras instante cruel en que, llorando inútil-
c u m p l í en el mundo m i tarea, y que yo mente, exclamaba:—"¡La hija que ahora
no podia esperar que me premiáseis de mismo veia á m i lado, nunca ya la vol-
jando caer vuestro pesado brazo sobre veré á ver!,.
m i cabeza, n i que me arrebatáseis m i
hija prematuramente;
No os irritéis conmigo. Señor, si tengo
LAS CONTEMPLACIONES. ^55
presente siempre tan horrible momento; 3arecian un asustado r e b a ñ o que huye;
m i l l a g a , está siempre desangrándose; esa segadora esparcía por todas partes el
la angustia nunca me abandona, y m i dolor, el espanto y la mortandad; pero
corazón se somete á su destino, pero no detrás de ella, u n á n g e l con luminosa
se resigna. : az se sonreía llevando en las manos un
laz de almas.
Marzo 1854.
No os irritéis! E n este valle de l á g r i -
mas, al llanto estamos sujetos los morta-
les, y nos es m u y difícil hacer olvidar al
alma los profundos dolores. XVII.
Carlos Vacquerie.
Necesitamos á los hijos, Señor, cuando
en la m a ñ a n a de la vida, entre las mise-
rias y la sombra que proyecta nuestro No se dirá que ese hombre jóven se
destino, vemos aparecer la cabeza pura abrió con sus manos el espantoso fóre-
y alegre de un ser Cándido, tan hermo- TTO, donde mora la aborrecida sombra; n i
so, que nos parece que al verle entrar se que haya en el abismo de la muerte, de
abre para nosotros una puerta del cielo. sus juveniles años, llenos hasta los bor-
des, derramado la dorada copa;
Cuando hemos visto durante diez y
seis años, de ese delicado ser irse desar- N i que su madre, p á l i d a y trastorna-
rollando la gracia y la razón; cuando da, haya visto llevar á su casa, cubierto
era la alegría de la familia y de la casa; con un sudario, á ese hijo, poco h á bri-
cuando era el único tesoro que nos que- llante como la luz del d í a y ahora lívi-
daba de cuanto acarició el deseo, consi- do y frío, como lo dejaron las manos ase-
derad. Señor, que es m u y triste perderlo sinas de la muerte;
para siempre.
Villequier, 4 Setiembre 1847.
No se dirá que ha muerto de ese modo
su corazón delicado y lleno de amor, que
había entregado á m í á n g e l , al que sí-
XVI. guió á las alturas, sin que la voz del pa-
dre hable de rodillas á ese ser que acaba
L a muerte. de caer en la tumba.

Y o v i á esa segadora, cuando su i n No se dirá nunca que he callado a l


menso campo recorría con velocidad ser testigo de tanto amor y de tanta
segando y destruyendo, atravesarlo du- virtud, cuando me afligen innumerables
rante el crepúsculo como un negro es sufrimientos; no se dirá que no enciendo
queleto. E n la oscuridad, en la que todo blandones á su a t a ú d y que no hago re-
parece que tiemble y que retroceda, se- sonar en su tumba mis agradecidas es-
g u í a el hombre con la vista los resplan- trofas.
dores de su g u a d a ñ a . Caían los vence
dores bajo sus arcos de triunfo; trocaba Como le fué imposible salvarla, quiso
á Babilonia en u n desierto, el trono en morir t a m b i é n . ¡Bendito seas t ú , que
cadalso, el patíbulo en trono, las rosas jóven, en la edad de las brillantes espe-
en estercolero, los niños en pájaros, e" ranzas, pudíendo sobreviviría y gozar
oro en ceniza y los ojos de las madres en de la primavera de tus veinte años, q u i -
arroyos. Las mujeres decían llorando:— siste seguirla al sepulcro!
"¡Devuélvenos á nuestros queridos n i
ños! Para llevártelos tan pronto, ¿por
q u é vienen al mundo?,, Oíase inmenso y E l alma cariñosa de aquel á n g e l se
universal sollozo en lo m á s alto y en lo h a b r á extremecído de alegría en el mo-
m á s bajo de la tierra; manos con dedos mento supremo de verse abrasado por t u
huesosos salían de miserables lechos fiel desesperación, y h a b r á visto con ca-
frío viento zumbaba en innumerables riñosa angustia que t ú te dirigías hácia
sarcófagos; espantados los pueblos por ella.
las persecuciones de la fatal g u a d a ñ a ,
456 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Y a que fuiste tan cariñoso y tan mag- iréis derramando sonrisas n i cogiendo
n á n i m o , que en t u juventud, por cari- flores;
ño, quisiste dejar el mundo por ella;
que Dios vele siempre por tí en la noche
que te sepulta, que te bendiga en la fosa Villequier, Caudebec y sus frescos va-
donde yaces; duerme, hijo m i ó , al lado lles ya no os oirán decir:—"¡Vamos, so-
de m i hija! pla el céfiro y el Sena está m u y hermo-
so!,, Esos deliciosos sitios deben haberse
quedado m u y tristes. Las atrevidas ga-
Bendito seas! ¡Que la brisa y que los viotas ya no e x c l a m a r á n : — " E s él!„ Las
pájaros de los bosques canten al pasar flores ya no e x c l a m a r á n : — " E s ella!,.
por t u m a n s i ó n sombría con su m á s
melodiosa voz; que el manantial te llo-
Dios, que cierra la vida y que abre el
re con sus gotas de agua; que las fres-
ideal, h a r á flotar para siempre vuestro
cas campanillas se enramen en t u tum-
nupcial lecho b a j ó l a eterna bóveda que
ba, como una caricia de la naturaleza!
sostienen luminosas columnas; al arre-
bataros del mundo os arrebata al su-
frimiento, y al privaros de los jardines
Nadie iguala en el mundo y nadie su- llenos de flores, os lleva á los cielos, lle-
pera en el cielo á los héroes radiantes nos de astros.
que se sacrifican por el amor; el genio
tiene fijas las miradas en los entusias-
mos que le proporcionan los triunfos; Os ha elegido Dios para aumentar l a
pero aventajan á los genios los héroes t r i b u de los espíritus puros. De la copa
del corazón; el á n g e l vuela m á s alto que amarga, donde no habéis bebido, nos-
el á g u i l a . otros apuraremos hasta las heces; mien-
tras nosotros vivimos sollozando y ver-
tiendo l á g r i m a s , vosotros, embriagados
Dormid, sombras queridas, en la paz con vuestra recíproca dicha, vivís en ce-
serena del sepulcro; dormid al arrullo lestial deslumbramiento.
de las rugientes olas, mientras el hom-
bre vive inquieto y sufre los aquilones
que lanzan á los vivos a l través del
destino y á los marinos a l través del V i v i d y amad, ya que poseéis l a felici-
oleaje. dad infinita. Solo los ángeles, que bendi-
cen y que son benditos, saben el éxtasis
y la dicha que bajo los sagrados velos
O por mejor decir, ya que l a muerte causa el eterno beso de dos almas que
no es u n pesado sueño, volad los dos en Dios de repente trueca en dos estrellas!
el luminoso abismo por los profundos Jersey, 4 Setiembre 1852.
barrancos de la alegría, en los que el
justo que muere es como u n sol levan-
te, en los que la muerte es para ellos una
azucena viva, en los que llamea la espa-
da del á n g e l .
LIBRO QUINTO.

Huid, volad lejos del mundo oscuro


y franquead el éter luminoso con alas r á En marcha.
pidas; volad lejos de este mundo, que es
crudo invierno sin claridad, hácia la ra
diante y eterna región, en la que es go
londrina el alma humana.
A Augusto Vacquerie.

Sombras ausentes y queridas, ya no os


veremos caminar por las verdes pendien Tú, que eres su hermano, sé el herma-
tes de las colinas y por entre árboles no de m i hijo; corazón digno que afron-
frondosos, diciéndoos en voz baja frases tas la cólera del destino, sigue á m i lado
cariñosas, en la estación de las cancio- el camino inexorable de la vida, y que
nes, de las lilas y de los nidos; ya no t u madre sea m i venerable hermana. T u
LAS CONTEMPLACIONES. 457
hermano duerme el sueño eterno, y nos- vá. P á s a l a vida errando de playa en pla-
otros, en la noche de nuestra mala suer- ya por donde Dios le guia.
te, á la sombra del deber, caminaremos
guiados por la claridad que sale de su
sepulcro. L l e g a r á un dia, cuando se es- Conserva, niño, en t u infantil imagi-
tudie nuestra misteriosa época, en el nación ese misterioso recuerdo que viste
que, enternecidos los soñadores, pasea- durante una tempestad pasar como u n
r á n sus miradas, desde tí, que represen- r e l á m p a g o por el horizonte. E l proscrip-
tas la abnegación, hasta él, que represen- to, acostumbrado á choques violentos,
ta el sacrificio. Habitamos el l ú g u b r e pasó durante la furia de la borrasca.
edificio de la esfinge y estamos ligados De dónde salia? De las nubes. ¿Dónde se
á su mudo pedestal; todos queremos hundió? E n la oscuridad de la noche.
comprender la fatal palabra de su fatal Bruselas, Junio 1852.
enigma. ¡Sombríos lugares, en los que
suena el m u r m u l l o del rio, tumbas ge-
melas al pié del verde collado; poeta que
cuando viste abrirse bruscamente el
abismo en m i mala suerte, sin retroceder, V e r s o s e s c r i t o s e n 1846.
sin temblar, con la antorcha que llevas
encendida y con la frente luminosa, te
arrojaste tranquilo en el fondo de su Os he conocido niño en casa de
precipicio, t u magnanimidad te atrae vuestra respetable madre y aun somos
h á c i a m í y nuestros m ú t u o s dolores nos algo parientes, según creo. Aplaudí
vuestras primeras odas tituladas L a
encadenan! Nobles hermanos, confún- Vendée y LUÍS X V i l . Desde 1827,
danse vuestros nombres con los nuestros, vuestra oda titulada A la Colum-
ya que habéis querido participar de na os ha hecho desistir de las sanas
doctrinas; abjurásteis de la legitimi-
nuestras tinieblas, ya que habéis pene- dad, y la fracción liberal aplaudió
trado en nuestras bóvedas fúnebres, ya vuestra apostasía; lo deploré. Hoy
habéis llegado hasta la demagogia
que os habéis aproximado á nosotros en pura; estáis en pleno jacobinismo. El
las horas amargas, ya que habéis acep- discurso anárquico que pronunciás-
tado nuestra infausta suerte, ya que ha- teis sobre los asuntos de Galitzia es
más digno del tablado de una Conven-
béis seguido sin temor al peligro n i al ción que del tribunal de una Cámara
abismo, él, á m i hija en l a tumba, y tú, á de pares. Seguís un camino de perdi-
ción. Qué es lo que ambicionáis?
su padre en el destierro. Olvidando vuestra adolescencia mo-
Marine-Terrace, Setiembre 1852. nárquica, qué queréis? ¿á dónde os
dirigís?
(EL MARQUÉS DE C. DE C.—
Carta á Víctor Hugo, París 1846.)

A l h i j o de u n poeta. I.

No olvido, m a r q u é s , que ibais á casa


N i ñ o , deja entregado al mar inquieto de m i madre, que me hacíais recitar a l -
el que náufrago, sea tribuno ó rey; deja gunas veces la g r a m á t i c a , que me t r a í a i s
que se vayan los poetas, que la poesía se siempre bombones exquisitos y que é r a -
queda á t u lado. Te calienta, te inspira, mos primos. Erais entonces viejo y yo
niño; me t o m á b a i s en brazos, y entre dos
porque de la poesía t u madre es la son-
ditirambos que entonabais en loor de
risa y t u padre el rayo brillante.
Coblentz y de los reyes, me referíais al-
guna historia de lobos, de pueblos casti-
gados, de ogros, de jacobinos, historias
Derramando l á g r i m a s me preguntas a u t é n t i c a s y formales, que me tragaba
dónde voy y por q u é parto. No lo sé; el al mismo tiempo que los bombones y que
mar es inmenso y el destierro puede ser devoraba con m u y buen apetito cuando
en muchas partes. ¡Dios nos quita lo que yo era niño y realista.
nos concede! Adiós, pátria!

Era yo u n niño apacible, era la semi-


Adiós, p á t r i a ! E l proscripto n i siquiera lla de un hombre honrado y lleno de
es su huésped; solo es una aparición. En- ilusiones, crédulo, sencillo, recto y puro,
tra, se sienta, se lava, coge el bordón y se con los ojos fijos en el ideal, tartamu-
TOMO V . 58
458 OBRAS D E VÍCTOR HUGO.

deaba mis primeros versos, á los que en- sin conocer á fondo lo que eran estas co-
contrábais, m a r q u é s , cierto dejo salvaje, sas; pero aplaudíais cuando Lafayette
porque las Gracias os hablan nutrido en DUSO á L e v i a t á n sus primeros pañales.
su alcoba, pero que, sin embargo, os ha- Vlás tarde os asustásteis al ver á buena
cían exclamar:—^"Están bien! E s t á n bien! uz la belleza del tigre Mirabeau. Y refe-
Este niño es u n poeta que nace! ^ y m i ríais, murmurando al calor del fuego de
madre quedaba m u y satisfecha y muy 'a chimenea, que Paris se arrancaba del
complacida. Decho l a Bastilla, y que en el arrabal de
San Antonio, desarrapado y descalzo, el
populacho salia como u n espectro de la
Recuerdo t o d a v í a el acento de la voz rumba, lleno de indignación por el opro-
con que m i madre os saludaba cuando DÍO que hasta entonces habia sufrido;
veníais á casa. Aurora, A b r i l , alegría, referíais los acontecimientos del 20 de
dónde están ya vuestras sonrisas? ¿Dón- Junio, del 10 de Agosto, del 6 de Octu-
de está el sonoro timbre de aquella voz bre, y recitábais las coplas que Boufflers
idolatrada? ¡Habéis desaparecido como improvisaba sonrióndose cuando apa-
las hojas de los árboles, besos de m i recían los primeros r e l á m p a g o s de l a re-
madre! Hoy levanto como ayer la mis- volución.
ma frente sombría y pensativa, pero
arrugada; le falta el calor de aquellos
besos. Porque vos érais de los que al princi-
pio no comprendieron, n i lo que quería
Teníais ingenio, m a r q u é s . Después de la Francia, n i la gravedad de la tem-
haber sufrido el flujo y el reflujo, la for- pestad que en ella empezaba á rugir;
tuna y l a desgracia, os quedásteis con erais de los que se mofaban de los p r i -
el alma m u y limpia, y ya rico, ya pobre meros truenos; de los que la creían u n
siendo escudero de María Antonieta c juego sin trascendencia, u n insignifican-
siendo emigrado, en aquellos tiempos te motín, y que cuando en el celaje ne-
calamitosos pudisteis soportar el calor gro empezaba á lanzar r e l á m p a g o s ,
y el frió del destino. Odiábais á Rous- cuando, acurrucada á las puertas del
seau, pero os gustaba Voltaire; P i g a u l t insondable misterio, la revolución se le-
Lebrum satisfacía vuestro gusto, pero vantaba formidable, sin ver sus u ñ a s
Diderot creíais que merecía la picota. feroces n i sus miradas fieras, no pudien-
Detestábais á Mad. Dubarry, pero divi- do distinguir bien en la oscuridad su faz
nizábais á Gabriela de Estrée. Gomo la e x t r a ñ a , escéptico y casi burlón, jugue-
literata marquesa de Sevigné no se asom teábais haciendo charadas con la terrible
braba, á pesar de su sexo, de ver balan- esfinge.
cearse entre los árboles y al soplo de los
vientos á los campesinos que ahorcaba e
duque de Chaulnes, no os preocupaban Vosotros nos decíais:—-"Es lástima que
los ganapanes que la fuerza pública cas- á los miserables y á los descontentos,
tigaba, n i los pobres que l a justicia que tan rabiosos estaban, no se les hu-
hacia perecer. Antes del a ñ o 89 erais biera refrenado cuando aun era hora.
g a l á n incendiario, que a r r a s t r á b a i s es- Quizás una transacción lo hubiera podido
pada, y los polvos de la peluca os blan- salvar todo. ¿No pudiéramos habernos
queaban la espalda cubierta de tercio quedado nosotros con la libertad y el
pelo, y c a m i n á b a i s sobre el pueblo con rey con la m o n a r q u í a ? ¡ H u b i e r a sido
pasos lívidos, pero pesados. grandioso el pueblo si hubiera podido
conservar el trono!,, Más tarde os que-
dásteis tristes y cariacontecidos, excla-
Aunque los antiguos abusos no os mando:—"Los hombres m á s sábios no
perjudicasen, cuando érais jóven, como han conseguido salvar la antigua m o -
la nobleza de esa época, acariciábais la narquía; trono y corte han muerto; los
idea de que llegase una revolución i n - grandes reyes, el París-Babilonia, la
significante, y corríais á su encuentro Montespan, M a r l y , la Maintenon y
siguiendo á Talleyrand; el m ó n s t r u o os Saint-Cyr!„—'Entonces llorábais.—Pero
pareció al principio bastante agradable, Dios m í o , ¿acaso podían triunfar los
y le sostuvisteis en vuestros brazos en hombres que deseaban perpetuar, com-
la pila bautismal, acariciando alegre al binando veinte r e g í m e n e s diferentes, las
recien nacido: aprobábais l a L i g a ó la leyes que nos magullaban, los abusos
Fronda, el remedio al déficit, el protesto, que nos hacían ruborizar, los vetustos
L A S CONTEMPLACIONES. 459
códigos, las a n t i q u í s i m a s costumbres, el tiempos, en la Vendée, salvó en un solo
derecho divino, y calzar l a revolución dia la vida á doce sacerdotes; porque
con la monarquía? Pues la garra del nací en la ignorancia de mis antepasa-
león reventó esa babucha. dos, y siendo niño a p r e n d í al principio
todo lo que ellos me quisieron enseñar;
11. porque f u i un pájaro cogido en el pasa-
do como en un lazo, y antes de poder
volar libremente tuve que dejar algu-
Después os perdí de vista; cualquier nas plumas en la jaula; porque lloré—
viento que sople dispersa nuestros des- y lloro todavía—la muerte del niño
tinos, nuestros dias, nuestra razón y Luis X V I I ; porque siendo adolescente
nuestros corazones á los cuatro puntos me enseñaron á falsa luz, poco la F r a n -
del horizonte; cada hombre, en l a oscu- cia y demasiado la Vendée; porque elo-
ridad que lo envuelve, se dirige hacia su gié el heroísmo délos bretones, á Chouan
luz. L a segunda alma se nos ingerta en y no á Marceau, á Stoíflet y no á Dan-
l a primera; es siempre el mismo tallo, ton; porque los bravos campesinos me
pero con otra flor. Desde que no nos ocultaban á los grandes hombres; por-
hemos visto he conocido los combates, el que al principio no supe leer la época en
trabajo y el dolor, los amigos falsos, esos que nos encontramos; porque mis prime-
lazos que se convierten en culebras; he ros vajidos los d i aplaudiendo á la mo-
sufrido aflicción tras aflicción, he dado n a r q u í a , ¿debo permanecer siempre terco
á luz obra tras obra, y os habia olvida- en l a imbecilidad?... Debo gritar al si-
do, m a r q u é s , no quiero ocultároslo. De glo: "Atrás!,, Debo decir al pensamiento:
repente oigo pasos dentro de m i casa; "Retrocede!,, Debo decir á la verdad:
son los vuestros; oigo una voz, es l a "Vete, desvergonzada!,. E n el seno del
vuestra, y esa voz me llama apóstata, á inmenso torbellino de la naturaleza, ¿debo
m í , que me he creído apóstol! Sí, sois por eso llevar siempre el cabestrillo de
vos; miedoso hasta el punto de encoleri- la ignorancia y encerrarme en Loriquet
zaros, sois el antiguo m a r q u é s medio y amurallarme con L a Harpe? ¿Debo
sorbido por el terror, que está arengando existir sin ser y mirar sin ver? ¿Es indis-
y sacando solo medio cuerpo por la boca pensable que para m í durante toda la
de esa hidra que se lo traga. Conservan- vida, cuando aparezca la noche, en vez
do siempre nuestras edades u n largo de estrellarse el cielo se llene de flores
intervalo, sigo siendo n i ñ o para vos, que de lis?...
érais en aquellos tiempos viejo, y no
viéndome m á s que al través de la niebla,
me gritáis enfurecido y con las mejillas ni.
encendidas:—"¿Qué es lo que pretende
ese bandido?,, Y con el dedo temblando Escuchadme. He vivido bastante y he
me señaláis á vuestros antepasados, y pensado mucho. Las desgracias de la
furioso me recordáis á m i madre, pro- vida me han corregido cariñosamente.
rumpiendo en estas exclamaciones:— M i niñez cayó en vuestras manos y con-
Qué v e r g ü e n z a ! Qué a n a r q u í a ! ¡Qué i n - seguísteis que mis pensamientos se cur-
famia! ¡Siglo espantoso, en el que nadie tieran con los vuestros; yo fui la rueda y
quiere estarse quieto!,, P r e g u n t á n d o m e vos érais el eje. L a verdad, la justicia,
el por q u é de m i modo de pensar, remo- Dios y todas las claridades que la razón
veis todos los cadáveres que yacen en la nos d á , me las hicisteis ver al sesgo vos
tumba, me citáis á Lámbese, á Marat, á y los que me rodeaban; pero os lo perdo-
Charette y á Robespierre, y me decís de no, m a r q u é s . Caminaba torcidamente y
un modo poco cortés que soy un perdido supe encontrar el camino recto. Pensar
liberal, que soy un monstruoso jacobi- es el derecho augusto de la vida. Dios
no, pidiéndome cuentas de dónde voy, de toma al hombre cuando es n i ñ o por la
lo que hago y de lo que pienso.^—Pues mano y le invita á la escuela que en los
bien, os contesto que he crecido desde campos y en los bosques tiene abierta,
entonces. para que acudan á ella á un mismo tiem-
po todos los séres. A c u d í y pensé cerca
de las olas, cerca de los árboles, y las
Por haber nacido casualmente entre primeras cóleras de mis odas imberbes
el grupo de hombres que solo veian i n - nacieron de ellas mismas al marchar
fiernos, Q-omorras y Sodomas fuera de cayendo detrás de m í . A l mismo tiempo
las antiguas costumbres y de las a n t i - que falseábais m i lira, m a r q u é s , me es-
guas leyes; porque m i madre, en otros capaba de vuestro lado para i r á apren-
4G0 OBPAS D E VICTOR HUGÓ.

der á leer el geroglífico enorme del u n i - revoluciones solo son la fórmula del
verso. Desde niño acudia á hojear las horror que durante veinte reinados se
p á g i n a s abiertas de los campos, proban- acumula. Cuando el sufrimiento se ex-
do á deletrear esa Biblia en la que se tiende por todas partes; cuando los que
encuentra lo delicioso y lo terrible; libro gobiernan los reinos hacen durante m u -
que está escrito en el azur, en las olas, cho tiempo sobre los oprimidos vasallos
en los caminos, con ñores, con vientos y volver el Bajo imperio y la Edad Media,
con estrellas, y que en su mano encierra formidable engranaje del Mediodía con
toda la creación; prodigioso poema, en el el Norte; cuando la historia se reduce á
que el rayo a c e n t ú a la noche y en el que un m o n t ó n de ahorcados, á Crecys y á
el Océano subraya el infinito. E n los Rosbachs, que sirven de pasto á los cuer-
campos, á la sombra de las enormes en- vos; cuando el pió de los perversos aplas-
cinas, era yo m á s fuerte, m á s tierno y ta las cabezas de los pobres que mueren
m á s libre. Me ponia en equilibrio con el en la miseria; cuando se v é en los dos
mundo; trataba de saber, tembloroso y extremos de la espantosa Babilonia á
deslumhrado, si dice no l a sombra al Luis X I con T r i s t á n y á Luis X V con
astro que dice sí; trataba de apoderarme Lebel; cuando el harén es principe y el
del sentido de las frases sombrías que p a t í b u l o ministro; cuando la sangre de
esoribian á m i vista las formas y los nú- Jesucristo cae i n ú t i l m e n t e gota á gota
meros, y viendo en toda l a naturaleza durante ochocientos años; cuando la
grandeza, vida, amor y libertad, com- ignorancia pretende cegar el porvenir;
prendí esté texto: "Dios,,; su contrasen- cuando el hombre vó que nada puede
tido: " L a monarquía,,. contra el destino y vó desaparecer sus
esperanzas; cuando se consuma á la vez
el suplicio de todos; cuando por todas
L a naturaleza es u n drama con sus partes se vó la guerra y el ódio, entonces
personajes; vivia yo en ella, y oia, como llega u n dia en que de repente las recla-
testimonio de lo que estoy diciendo, á las maciones de los miserables, bajo la for-
aves, á las azucenas, al agua corriente y ma del gigante espectro del dolor, salen
á la noche que aparecía. Después me de de los abismos; se oye un grito espantoso
dique á deletrear al hombre, que es otro en las alturas; los mundos sociales cho-
alfabeto. can sus ecuadores; todo el espantoso pre-
sidio de los párias se subleva, y en su
Se me presentó el mal poderoso, alegre desencadenamiento se oyen chasquear
y triunfante; solo me agobiaba la sed de los látigos, ruido de cadenas y de espa-
ser justo; como se detiene en el camino á das, aullidos, sollozos y todo el extrópito
u n fugitivo, juez indignado, me apoderó siniestro del pasado. Dios dice entonces
del corazón humano y le preguntó:— al pueblo: "Levántate!,,, y vibrando el
"¿Por q u é rebosan en tí la hiél, la envi- toque de rebato, sacuden sus cuerdas
dia y el ódio?,, Y vació los bolsillos de la sepulcrales la iglesia y sus campanarios,
vida: solo encontró dentro de ellos aflic el Louvre y sus campanas, y Lutero der-
clones, miseria y tedio. V i que el lobo, al riba al Papa y Mirabeau al rey. Y todo
comerse el cordero, decia: "Me molesta- está terminado. De este modo se hunden
ba,,. V i que la verdad cojeaba, que el los mundos antiguos.
error tenia una altura de cien codos y
que apedreaban á todas las ideas nuevas. IV,
V i que reinaba la noche de la ignoran
cia, que cargaba de cadenas á Cristo, á Los reyes son los que abren los abis-
Sócrates, á Juan Huss y á Cristóbal Co- mos, pero la mano que sembró se niega
lon. V i que eran desgraciados los após- á aceptar la cosecha; el hierro dice que
toles y los tribunos. Tuvieron mucho se subleva la sangre ardiente. H ó a q u í
cuidado en disfrazarme la historia, pero lo que me enseñó la historia. Esto es
yo la busquó y la leí; comparó entonces cruel, pero debo confesaros que la razón
el alba con la noche, el Noventa y tres m a t ó en m í el realismo y me convirtió
con la Saint-Barthelemy; porque ese No- en jacobino. Quó le hemos de hacer! E l
venta y tres que os hace extremecer, que reverso del Luis cuya fisonomía adoráis
debió venir, pero que ya no volverá, es la me d á miedo. Pensando como pienso
claridad de la sangre que se confunde ahora, só que disgusto á vuestra antigua
con la aurora. Las revoluciones que so- fó, á vuestra causa eterna, á vuestros
brevienen, para vengarlo todo, causan dogmas, á vuestros antepasados y á
un bien eterno y u n daño efímero. Las vuestros dioses, y que excito en vuestra
LAS CONTEMPLACIONES. 461
anciana inmovilidad el antiguo reuma- E l pasado se resiste á desaparecer;
tismo que se llama m o n a r q u í a . Pero no vuelve sin cesar sobre sus pasos, lucha,
puedo pensar de otra manera. No puedo se enrabia, quiere agarrarlo todo con
creer ya que los reyes sean propietarios as u ñ a s , hincha sus antiguas olas, hace
de los demás hombres, y no creyéndolo, rugir sus antiguas tempestades, vomita
cumplo m i deber confesándolo. Marco su ignorancia, llora, truena, relampa-
Aurelio escribia lo siguiente:—"Ayer v i - guea, aulla y muerde, pero el porvenir,
via equivocado; pero hoy, que he com- sonriendo, le dice:—"¡Pasa, buen hom-
prendido lo que es justo, he abjurado bre!,,
mis antiguos errores.,, Aunque solo soy
u n átomo, obro como Marco Aurelio.
Marqués, desde hace veinte años solo E l inmenso a p ó s t a t a del Ayer, mar-
me consagro á u n pensamiento que ocu- qués, se llama M a ñ a n a ; llega Mayo y
pa m i espíritu: á servir la causa de la desaloja al invierno: ¿qué es una mari-
humanidad. L a vida es un tribunal, al posa? el renegado del gusano. Falstaff
que se lleva á la barra á los débiles em- se decide á hacer l a vida del hombre
parejados con los perversos. He defendi- aonrado; pues es el a p ó s t a t a de las fran-
do desde entonces á los pequeños y á los cachelas: mis pies reniegan cuando de-
miserables, en el libro, en el drama, en j a n de usar las botas viejas, y el delicioso
prosa y en verso, suplicando á los dicho apóstata del ódio es el amor. Marqués,
sos y á los inexorables; he rehabilitado al no os parecéis nada á los rudos y anti-
bufón y á los histriones, á los que sirven guos barones; sois un francés que habéis
de escarnio á la humanidad, á Tribou- renegado de los celtas; abracémonos,
let, á Marión, al lacayo, al forzado y á pues, y confesad que estáis demasiado
la prostituta; he pegado mis labios á los iracundo conmigo.
corazones heridos de muerte, como ha
cen los niños con las moscas que se están V.
muriendo para que vuelvan á volar. He
tratado de sostener todo lo que se caia Nada en el fondo de m i corazón ha
he procurado conseguir el perdón u n i variado; sigo siendo siempre el mismo
versal, y como obrando así irritaba á mu- que vá recto hácia el deber desde que
chos, mientras los miserables me daban tuve uso de razón; que solo desea el bien,
las gracias, he recogido muchas veces lo verdadero, lo bello, lo grande y lo
al volar por las alturas, aplausos salvajes justo; el hombre c o n t i n ú a siendo lo que
y rencorosos silbidos; r e c l a m é los dere era el niño; pero llegó u n dia en que m i
chos de la mujer y del niño, t r a t é de espíritu pudo volar y conoció el inmenso
ilustrar al hombre, procurando que las espacio que podia recorrer, y entonces
escuelas reabsorban los presidios. De cambió de horizonte, pero no de alma;
seando toda clase de progresos, veia b r i no cambió nada dentro de mí, pero cam-
llar menos que la frente de Paris la tiara bió todo lo que me circuia. Se me apare-
de Roma. V i que el espíritu humano era ció la historia, y comprendí la ley de las
libre y el corazón del hombre esclavo, generaciones buscando á Dios, siguiendo
quise emanciparle, y quise poner en al Arca y ascendiendo por la escala i n -
libertad al amor. C o m b a t í la horca mensa, peldaño tras peldaño. Permanez-
homicida, c o m b a t í la pena de muerte co teniendo la misma vista, pero miran-
como el antiguo Alcides; finalmente, voy do otro cielo; ¿es culpa mia que el azur
á deciros la ú l t i m a palabra, m a r q u é s , ya eterno sea m á s azul y m á s grandioso
que la ocasión se me presenta. E l hom que una techumbre de Versalles? ¿Es
bre puede renegar de dos maneras: culpa mia ¡oh Dios! si te extremeces en
haciéndose pagano, ó haciéndose cristia mi corazón al oir el grito de libertad? Si
no. E l error es una mujer cariñosa, pero las miradas de a l g ú n hombre ven m á s
grosera, que cuando se la abandona se aurora y m á s claridad, culpad de ello a l
enfurece y se cuadra de brazos; l a ver alba solemne; tiene la culpa el sol, pero
dad, que tan grata es para los buenos no las pupilas. Me preguntáis:—"¿Dón-
es ruda y franca, y cuando se le hace de vas?,, L o ignoro; pero voy. E l camino
traición por el dinero ó por el poder, se recto nunca puede extraviar; veo el dia
convierte en un espectro que se nos ante m í y detrás la noche; esto me basta
aparece por las noches cuando estamos para que siga caminando. M i porvenir
durmiendo; el error es una mujer desca- personal no me inquieta; me asaltan los
rada y la verdad es una E u m ó n i d e . hombres del pasado, los que combaten
en favor de la ignorancia, y yo lucho con
OBRAS D E VICTOR HUGO.

ellos sin contar su n ú m e r o . L a desgracia cielo que cubren negras nubes que cami-
es la oscuridad de la noche, y en el re- nan lentamente, el techo de m i casa se
cinto de l a tierra los hombres y los cielos extremece durante la noche y le azotan
deben aparecer estrellados. Los últimos el h u r a c á n y el granizo; parece que ha-
reyes comprendieron esta verdad cuando yan clavado una gasa en el horizonte;
desaparecieron del trono. Nunca rehusó desde lejos me lanzan insultos; las peñas
mis l á g r i m a s al destierro, n i dejé de ar- se derrumban en cuanto poso los piós en
rodillarme ante la tumba; consoló siem- ellas; el viento parece que tenga miedo
pre á las grandezas desvanecidas; los de acercárseme, y solo se atreve á decir-
muertos en sus ataúdes me lo h a b r á n me, bajando la voz, el adiós misterioso
agradecido; m i madre lo sabe esto muy del amigo; el rumor de los vivos apenas
bien, como sabe que c u m p l i r é los nuevos llega hasta aquí; ha desaparecido todo lo
deberes que Dios me encarga, porque que yo deseaba ver realizado, y sobre los
desde su mortuorio lecho verá resplan- dias de m i j u v e n t u d , convertidos en
decer la verdad. M i madre sabe que hoy fantasmas, he visto caer el pálido suda-
no vivo de quimeras, que mis ojos se han rio del infinito.,,—"Y quó más?,,—"En u n
abierto a l progreso, que me esperan pe- montículo, inmediato á las olas, he de-
ligros, reveses y sacrificios, y que estoy signado sitio para que me entierren;
dispuesto á apresurar que llegue la hora a q u í solo llega el m u r m u l l o del mar,,.—
del mejoramiento de la humanidad; m i " Y q u é más?,,—^"Lo d e m á s que debo de-
madre sabe que, ya sea feliz ó desgra- ciros es que estoy contento,,.
ciado, aplaudido ó proscripto, vencido ó Jersey, Enero 1855.
vencedor, nada distraerá m i corazón de
su único objeto, n i m i voluntad, n i mis
deseos, n i mis afanes. ¡ T u m b a santa de
IV.
m i madre, t ú lees la verdad de lo que
digo en el fondo de m i alma!
Desde lo alto de una roca caia gota á
gota en el mar el manantial de una fuente,
Cualquiera que sea la suerte que me y el Océano le preguntó:—"Llorona, ¿á
espere, en m í nunca la conciencia aba- quó vienes aquí? E n m i seno ruge la tem-
t i r á la frente; m i conciencia camina se- pestad, y yo termino donde el cielo empie-
rena, digna ó indestructible, porque aper- za; ¿quó necesidad tengo de tí, que eres
cibo, como consejo dado de lejos en la tan pequeña, siendo tan inmenso?,, L a
noche oscura y tempestuosa que me ar- fuente contestó al mar:—'"Te doy silen-
rastra, la luz que vierten sobre m í los ciosamente, sin que nadie se aperciba de
ojos de m i madre muerta! ello, lo que te falta, inmenso mar; una
Paris, Junio 1846. gota de agua que se puede beber.,.
A b r i l 1854.

V.
P o s t - s c r i p t u m e n 1855.
A Luisa B.

A ñ a d o este post-scriptum después de


nueve a ñ o s . M a r q u é s , vivís? Sin duda A l m a sublime, l i r a santa, ¿te acuerdas
habréis muerto. Pero desde donde yo es de los tiempos de éxtasis y de delirio, de
toy se puede hablar á los muertos... Veo los inocentes juegos y de las tinieblas de
que se abre vuestro féretro y que sale la noche que iban oscureciendo las coli-
de ól una voz que me pregunta:—"¿Dón nas inmediatas? ¿Te acuerdas de los her-
de estás?,,—"Fuera, como vos,,.—"¿Has mosos dias del pasado? ¿Te acuerdas de
muerto también?;,—^Casi, casi; vivo en las encinas y de los niños?
el destierro; habito en una roca que ro-
dea el mar, en un escollo que lamen las
olas, bajo tenebroso horizonte, en el que ¿Te acuerdas de los amigos, de la bu-
recogen á los náufragos.,,—^"Pues bien; lliciosa mesa, de la sincera risa de t u
q u é me dices ahora?,,—"La soledad pre- respetable padre, de nuestras querellas,
senta siempre á m i alrededor la misma hijas del cariño; del prado, del estanque,
actitud; solo veo el abismo, el mar^ el de la lancha, de la luna, de la brisa y
L A S CONTEMPLACIONES. 463
del canto alegre que brotaba de t u cora- Qué fueron todas nuestras ilusiones?
zón, que hoy anegan las lágrimas? ¿Qué se hizo el entusiasmo de m i pecho,
y el hogar venturoso, y la doncella, y el
anciano feliz, y los deseos de felicidad
E l parque estaba cuajado de flores, que yo sentia hácia t u padre y t ú h á c i a
aunque no ostentaba labrados m á r m o - m i hija?
les. Recuerdo al noble anciano, que se
destacaba entre los árboles, que yo veia
algunas veces, sentado en u n banco ¿Qué se hicieron los amigos de aque-
desde el amanecer, absorbido en la lec- les dichosos y pasados tiempos? Los que
tura de a l g ú n libro, á cuyo alrededor murieron y los que no han caído aun en
parecía vivir la sombra y cantar el ese Océano sin límites, los desvanecidos,
bosque. que otra existencia reclama, y los que
moran aun en el mundo, viven aun en
mi alma, lo mismo que los muertos!...
Después se dormia en aquella dulce
calma, en aquel agradable sitio, tran
quilo y sereno, con el libro abierto al Algunas veces veia en lo alto de l a
sol y con el alma abierta á Dios. colina j u g a r á mis cuatro hijos y oia su
risa y su algazara, y conmovido contem-
plaba esas auroras de mí mismo, que
E n el fondo de sus nidos, en las ramas aparecían á lo lejos sobre la verdura de
de los olmos ó de los tejos, los pájaros los valles y de los campos.
admiraban la cabeza venerable del an-
ciano, y alguno que se aproximaba, m á s
atrevido que los otros, se acercaba sal Corrían al azar por los prados matiza-
tando hasta él, como si quisiera robarle dos de flores, se llamaban unos á otros
u n cabello blanco para llevárselo al gritando, de sus juegos participaban las
nido. mujeres, y t ú te reías, Armando. ¿Dón-
de están? L a madre y el hermano m u -
rieron. Y o lloro y t ú lloras; participa-
Después, despertándose el anciano, se mos de los mismos dolores.—Se van á
iba hácia la verja á buscar á m i n i ñ a casar; que venga un sacerdote: que vuel-
y á juguetear con ella, y pasaban el va á venir; que están espirando; que ya
tiempo los dos charlando de muchas han desaparecido! .
cosas: ¡aquellos tiempos desaparecieron
y las rosas florecen allí todavía!
Nos arrastra el viento de la suerte por
un mar alborotado. Quién sobrevive?
¿Y aun renacéis ¡oh rosas! en los mis Quién existe? Ese sordo m u r m u l l o es un
mos rosales y bajo la misma ventana? toque fúnebre. Cada ola es u n alma, y
¿Dónde están ya aquellos dos séres pu todas desaparecen. U n sollozo exclama:
ros? ¿No eran hermanas vuestras aque "Padre!,,; otro grita: " H i j a mia!„, y u n
lias dos almas desaparecidas, que vivían gemido contesta: "Ay!„
entonces y que se perdieron luego en e" Marine-Terrace, Junio 1855.
éter azul?

Sus sonrisas Cándidas y sus palabras vi.


tiernas acariciaban ¡oh rosas! vuestras
pintadas corolas, y se confundían con A vosotros los d e s t e r r a d o s .
vuestros castos goces, y se convertían en
perfumes en vuestros cálices y en rayos
de luz en vuestro cielo. Vosotros los que le habéis seguido por
este valle triste, por las orillas de este
mar erizado de escollos, entre la p á l i d a
Flores ingratas, n i tenéis pesadumbre niebla eterna que sale de las olas, del
n i memoria; continuáis regocijándoos al horizonte, de la tempestad y de la suer-
ver brillar l a luz del día; yo soy un te; vosotros que le habéis seguido en
hombre débil, pero no q u e r r í a nunca esta Tebaida, por esta playa desnuda,
conseguir una alegría constituida por aislada y vacía, en la que no se vé m á s
tanto olvido. que el espacio áspero y silencioso, y so-
ledad en la tierra y soledad en el cielo;
OBRAS D E VICTOR HUGO.

recibid en esta oscuridad, á la que aca-


báis de llegar, queridos seres, hiedras de
estos escombros; recibid, repito, la ben- Vil.
dición de estos sombríos desiertos. Estos
sitios de desolación os aman, se alegran
de recibiros; este destierro os acaricia. Separarse del error es apostatar. E l
Forzados del amor, compañeros y com- presente no nace impunemente del pa-
pañeras, que nos a y u d á i s á arrastrar la
sado. L a aurora sale de la noche y ésta
cadena en este, presidio, grupo indes- la declara ingrata. A n i t u s exclamaba:
tructible de corazones leales y de espí- •—^¡Muera el a p ó s t a t a Sócrates!„ Caifás
ritus dignos, madre, hija, hijos, amigo exclamaba:—^Muera el renegado Je-
mió, recibid el suspiro del crepúsculo sús!;, Inclinando la frente, mientras que
vago y sonoro, recibid la sonrisa del le escupen, Gralileo, a p ó s t a t a de la tier-
rocío matutinal, recibid el m u r m u l l o de
ra inmóvil, pensando, la siente moverse
los mares; os d á la bienvenida la áspera bajo sus pies. Verdaderamente admiro
ñor que crece en las dunas y el á g u i l a que haya siempre sido la voluntad de
que huye del gentío, y los campos os Dios que en este mundo diéramos nues-
regalan con su fragancia y los astros tro pensamiento, nuestro trabajo, nues-
con su claridad. tros dias y nuestras noches, nuestro co-
razón y nuestra alma, sin retroceder
ante n i n g ú n martirio, para que llegue
Tiernos sobrevivientes de lo que acaba un dia en que ese mundo nos llame re-
de caer, resplandores que oculta el gran negados.
eclipse' del alma, santas alegrías que Marine-Terrace, Noviembre 1854.
destierran los recuerdos penosos, cuando
el triste proscripto se vuelve hacia el
horizonte y exclama llorando:—"¿Dón-
de está l a patria?,,, la familia le contes- VIII.
ta:—"Soy yo„.
A Julio J .

¡Es noble seguir fuera de la ley, fuera


del mundo, al ser misterioso que viento Durmiendo estaba y t ú me despertas-
fatal arrastra! ¡Es noble seguir al des- te: grato fué aquel instante en el que
terrado! E l dia en que ese proscripto nos abrazamos confundiendo tus lágri-
salió de Francia, lleno de angustia y de mas, m i sonrisa y nuestras dos almas.
cariño, al abandonar la tierra madre, se Esos tiempos están ya m u y lejos; por
p a r ó durante mucho tiempo en sus lími- otros senderos se deslizaba entonces m i
tes, y vió que en el porvenir solo seria vida: el destino severo ¿qué hacia enton-
para los habitantes de aquel pais una ces de m í , de esta hoja muerta, que u n
sombra, y que iba á entrar en el silen- viento arranca y que otro viento hace
cioso reino donde el hombre que v á á él volar?...
flota y se convierte en fantasma; decia á
los arroyos:—^Conservad m i nombre,,
y los arroyos corriendo le contestaban: Habitaba yo en una elevada casa fla-
—"No„. Decia á los pájaros de Francia: menca; durante el dia, en el espacio, so-
•—^Tengo que abandonaros, y me voy á bre los techos antiguos y humeantes,
vegetar á u n sitio en el que se muere veia pasar ligeros nubarrones, mientras
prematuramente; me voy á vivir bajo el que yo meditaba, inclinado sobre el l i -
cielo negro del destierro: ¿vendréis á ha- bro, en ese pasajero alado, en el tiempo,
cer vuestros nidos en los techos de m i y sordo ruido, confundido con nuestros
casa?,, y los pájaros huian sin contestar rumores, del que se escapan las horas,
le. Decia á los bosques:—"¿Me enviareis me atraia el sonido de las campanas de
vuestras brisas?,, y los árboles le hacian Bruselas. Todo lo que puede tentar a l
signos negativos; porque el proscripto corazón ambicioso estaba allí delante
vive solo, y la m u l t i t u d comprende muy de mí; á m i vista, en la austera y gigan-
tarde á ese habitante del abismo y de la tesca plaza, tenia los cuatro puntos car-
sagrada sombra. dinales del espacio, que hacen pensar en
Marine-Terrace, 1855. el águila, en el astro, en las olas y en los
montes, y tenia delante las cuatro losas
del patíbulo de Egmont.
LAS CONTEMPLACIONES. 465
E n la actualidad, viviendo en una en las p á g i n a s donde sonrien las ideas,
isla, en la que los hombres no me ven, donde vive la gracia, creen ver dibujarse
presenciando las aventuras de las olas, el perfil puro de Horacio, como si fijo en
de las rocas y de los mares, que destro- el libro, en el que te veo retratado, en-
zan las barcas y á los marineros, de pió cantado aquel poeta lo estuviese leyendo
y desmelenado en el cabo ó en el mue- detrás de mí.
lle por las terribles ráfagas que salen de Marine-Terrace, Diciembre 1854.
la boca del Polo, vivo vagando y soy la
voz siniestra del horizonte.
IX.
Y á t r a v é s de la distancia y de las
brumas, los volúmenes que acabas de es- E l mendigo.
cribir llegan hasta m í como cariñosos
pájaros que me traen la florida rama
que depositan las palomas debajo de los U n pobre pasaba cerca de m i casa, azo-
arcos y el canto que el cisne entona á la tado por la l l u v i a y por el viento; d i un
tumba, y lanzan sobre estas rocas todo el golpe en el cristal de la ventana y se
deslumbramiento del glorioso y embele- paró ante la puerta, que le abrí cariñosa-
sador Paris: leo esos volúmenes, se desar- mente. Ese mendigo era u n viejo que se
ruga m i frente y saboreo t u estilo, t u colocaba en un hueco debajo de la cues-
alegría, t u sentimiento y t u bravura. Te ta, y allí esperaba todo el dia que se
agradezco las horas deliciosas que me desanublara el cielo triste y que le die-
has hecho pasar, á tí, corazón que a m ó , ran alguna limosna los transeúntes, ten-
sintió y supo comprender; gracias, adi- diendo laa manos h á c i a el hombre y
vino; gracias, poeta, que vienes á cantar j u n t á n d o l a s para dirigirse á Dios. Me
ese himno j u n t o á m í , que comprendes compadecí de él al ver que llovia mu-
m i destino sombrío y que no has com- cho y le dije:—"Entrad y os calentareis
prendido nunca la bajeza de l a envidia; al fuego. Cómo os llamáis?,, Me contes-
gracias porque en la prueba fatal por que tó:—"Me llamo pobre,,. L e cogí por la
estoy pasando, en el abandono en que mano y le dije:—^Entrad,,. E n t r ó y le
voy e n c o n t r á n d o m e á cada momento, me di una taza de leche. E l pobre anciano
ves beber el cáliz de hiél sin derramar tiritaba de frió. Mientras me estaba ha-
en él n i una gota de ódio; has blanquea- blando, casi sin oirle, le respondía auto-
do la noche de m i tortura y has conver- máticamente, absorto en mis pensamien-
tido en altar luminoso el m o n t ó n de tos.^—"Quitaos la ropa, que está m u y
piedras con las que f u i dilapidado. mojada, y extendedla delante de la chi-
menea,,. Entonces se acercó al fuego. Su
capa, que años a t r á s fué azul, estaba
Nada soy; acabo de llegar y desapare- completamente destrozada: la extendió
ceré; pero es una honra para el hombre donde yo le dije y apareció brillante por
no separarse de los vencidos de la histo- sus m i l agujeros, que resplandecian con el
ria y no huir del contagio de la desgra- fulgor del fuego encendido; su capa, que
cia. Gloria á los despreocupados pensa- cubría el hogar, parecía un cielo negro
dores que no d e s d e ñ a n visitar á los sembrado de estrellas: mientras secaba
que la mala suerte lanza en el fondo del aquel andrajo, del que goteaba el agua,
destierro; se parecen á l a aurora; tienen estaba pensando yo que aquel hombre
la fuerza suave de su luz; son m a g n á n i - pasaba l a vida rezando, y creia ver el
mos, y su espíritu algunas veces, pro- p a ñ o burdo de su capa salpicado de cons-
nunciando solo algunas palabras, consi- telaciones.
gue dorar como un arco de triunfo l a Diciembre 1854.
bóveda del calabozo.

Me parece que has conseguido que sea X.


m á s claro el cielo de esta isla, porque al
llegar t u libro, hizo aparecer en ella l a E n las Fuldenses.
aurora. Estoy solo contigo en el bosque,
te leo, recuerdo y medito, olvidándome
de estas m o n t a ñ a s ; y durante la lectura, Cuando mis dos hermanos y yo éra-
mis ojos visionarios, á los que aparece mos niños, nos decia nuestra madre:—'
todo como en el momento de despertar, "Jugad, pero os prohibo que piseia las
TOMO V. 39
466 OBRAS D E VICTOR HUGO.

flores y que subáis escaleras,,. Abel era carne humana; á T i t o crucificando á


el mayor; yo era el m á s pequeño. Co- Jerusalem; á Turena, héroe, como Ba-
m í a m o s el pan con tan buen apetito, yardo y como Catinat; á Nordlingue
que las mujeres se reian cuando pasába- siendo bandido en el Palatinado; veo el
mos cerca de ellas comiendo. duelo de Jarnac y el duelo de Carrouge;
á Luis I X tenaceando las lenguas con
un hierro encendido; á Oromwell enga-
A j u g a r subíamos á u n granero del ñ a n d o á Milton; á Cal vino haciendo que-
convento, y allí nos fijábamos muchas mar á Servet. ¡Estos son, gloria, tus fú-
veces en un libro inaccesible, que estaba nebres espectros! Por eso, huyendo de la
en lo alto de u n armario; u n dia nos en- mmanidad, me refugio en la naturaleza,
caramamos para alcanzarle; no recuerdo exclamando:—"Todo en ella es e n g a ñ o ,
bien lo que hicimos para cogerlo, pero sí impostura é iniquidad,,. Y Ponto me
que recuerdo que aquel libro era una sigue. E l perro es la v i r t u d , que no pu-
Biblia. diendo convertirse en hombre, se convier-
te en animal. Y Ponto me mira con sus
Era u n libro antiguo que olia á i n - leales ojos.
cienso, y con gran regocijo nos sentamos Marine-Terrace, 3 Marzo 1855.
en u n rincón para examinarlo. Estaba
todo lleno de estampas. Qué felicidad!
L e abrimos sobre nuestras rodillas, y XII.
desde la primera palabra nos pareció
tan tierno, que, olvidándonos de jugar, Doloroso.
nos pusimos á leer.

Estuvimos leyendo los tres toda la Madre, hace ya doce años que ha muer-
m a ñ a n a los pasajes de Josef, de R u t h , to nuestra hija, y desde entonces, yo, afli-
de Booz, del buen samaritano, y cada gido padre, y tú, mujer fuerte, Dios sabe
vez m á s entusiasmados, por la tarde le que no hemos dejado pasar un dia sin
volvimos á leer; nos quedamos como los dedicarla nuestras oraciones y nuestro
cariño. Nos hemos acostumbrado á ver
niños cuando cogen un pájaro, que ale-
vivir su sombra en nuestra soledad y á
gres se llaman unos á otros riéndose
verla vagar siempre entre nosotros. He-
y se quedan asombrados al sentir en
mos persistido en esta agradable aflic-
sus manos la suavidad de las plumas. ción, y vivimos inclinados hácia el que-
Marine-Terrace, Agosto 1855. rido nido de musgo, que con sus dos
pájaros nos arrebató el h u r a c á n . No he-
mos sucumbido á nuestra desgracia, no
XI. nos hemos dejado de tratar uno á otro
con bondad y con ternura, n i hemos de-
Ponto. seado que terminase nuestra aflicción l a
cobardía que se llama olvido. Desde
aquel triste dia, en el que palidecieron
para nosotros el cielo, el campo, las flo-
L e digo á m i perro negro:—"Ven, Pon res y las estrellas, con los tres hijos que
to, ven conmigo,,.—Y voy con él al bos nos quedan, y que nos ha dejado Dios
que á leer, sentado ó paseando, libros para que nos inspiren valor suficiente
antiguos. E n invierno ó en verano me para resistir la vida, hemos procurado
dedico á leer á Froissart, á Montluc, á mitigar en diversos seres los reveses, las
T á c i t o ó alguna historia, y me dejan adversidades y las desgracias sin t i t u -
despavorido los crímenes que cometió la bear, afrontando peligros, concediendo á
gloria. Veo el horror hasta en l a leyen- las aflicciones del corazón, á la ausencia,
da de los mejores héroes; veo siempre á los a t a ú d e s , á toda clase de sufrimien-
e n g a ñ a d o al hombre por los que debian tos, á nuestra hija, á los parientes que
velar por él; veo las grandes manos ro- han abandonado el mundo, nuestras lá-
jas de sangre! A Alejandro ébrio y loco; grimas y nuestras sonrisas.
á César prostituyéndose en las orgías,
descargando el p u ñ o sobre Didier y el Marine-Terrace, Agosto 1855.
pié sobre W i t i k i n d ; á Carlo-Magno, se-
mejante en muchas ocasiones á Cárlos V;
á Catón alimentando á las murenas con
LAS CONTEMPLACIONES. 467
¿No volveré á ver á la que amo eterna-
mente? Oscura noche se extiende dentro
de m í . Oh tierra! l a bruma borra en t í
XIII. as cumbres; ¿seré yo el espectro y t ú la
tumba?

Ahora que m i edad v á consumiéndose


como una antorcha encendida a l viento; ¿Habré ya vaciado de la vida la ale-
ahora que voy a p r o x i m á n d o m e á l a tum- gría, el amor y la esperanza? ¿Espero
ba, arrastrado á ella por los infortunios inútilmente, inclinando todas las urnas,
y por los años; encontrar una sola gota en cada una de
ellas?
Ahora que en el fondo del cielo que
m i imaginación soñó, veo huir, arreba- ¡Qué cerca del recuerdo está el remor-
tadas hácia la sombra, en el torbellino dimiento! L a vida nos conduce siempre
del pasado, las horas hermosas de m i á las aflicciones, y me causa fria sensa-
ayer. ción tocarte, ¡oh muerte, negro cerrojo de
la puerta humaua!

Ahora exclamo:—¡Un dia nos sonríe


la felicidad, y al dia siguiente desapare- E n esto medito, oyendo gemir el vien-
ce!—Estoy triste y camino a u t o m á t i c a - to y murmurar las olas, viendo sonreír
mente por la orilla del mar, encorvado al verano y en las orillas del mar flore-
como el que camina s o ñ a n d o . cer en la arena el cardo azul.
Jersey, 5 Agosto 1854.

Veo por encima de las m o n t a ñ a s y de


los valles, por encima de las alborotadas XIV.
olas, volar perseguidas por el aquilón el
vasto m o n t ó n de nubes; Clara P.

Oigo el viento en la atmósfera, el mar


chocando contra el arrecife; oigo esos Qué edad tenia ayer? Veinte años.
murmullos, y confronto en m i espíritu Qué edad tiene hoy? L a eternidad. Solo
pensador lo que habla con lo que mur- vivió un minuto. ¿Por q u é la muerte nos
mura; arrebata con predilección los séres m á s
hermosos y los m á s puros? Su inefable
acento poseía la v i r t u d de conseguir que
Y permanezco algunas veces acostado en m i espíritu, como voces que se oyen
en la escasa yerba que en la duna crece en lontananza, cantase el vago coro de
hasta la hora en que aparecen en el ho mis años juveniles.
rizonte los ojos siniestros de la luna.
Era la prometida del desconocido h i -
De l a luna, que lanza sus dormidos meneo. ¿Con quién casáis, Señor, á todas
rayos en el espacio; de l a luna, que lanza esas vírgenes? Puro y vago reflejo de l a
sus misteriosos rayos, y nos miramos luz de los cirios flotaba en sus miradas
fijamente, ella brillando y yo sufriendo. celestes y radiantes; era alta, blanca y
alegre; ahora, i d á Saint-Mandé, buscad-
la en el cementerio; allí encontrareis el
E n dónde están mis desvanecidos dias? lecho nupcial que comparte con la som-
Existe aun alguno que me conozca? bra; encontrareis la fosa donde yace esa
¿Conservan aun mis deslumhrados ojos azucena; y allí es donde t a m b i é n t ú duer-
algo del brillo de la juventud? mes eternamente, ¡tú, cuya beldad par-
ticipaba de la Madona augusta de I t a l i a
y de la flamenca que se rie a l través de
Todo desapareció para mí? Estoy solo, los campos de lúpulos, tú, cariñosa Clara,
estoy fatigado, llamo y nadie me respon- de ojos negros y de cabellos blondos!
de; olas y vientos, ¿seré yo t a m b i é n una
ola ó u n soplo?
Desapareciste del mundo antes de ser
468 OBRAS D E VICTOR HUGÓ.

mujer; eras un á n g e l todavía; el cielo


nos arrebató t u alma para hacerla lumi-
nosa á nuestras miradas, y la yerba se
XV.
apoderó de t u belleza para devolvérnos-
l a convertida en flores. A A l e j a n d r o 1>ninas.
Contestación á la dedicatoria de su drama titulado
Los seres celestiales que llamamos ar- L a Conciencia.
cángeles l a mecen tiernamente en sus
brazos, y en aquellas regiones de luz, en-
tre cánticos divinos, sonrio á los que ge- Doy las gracias, desde la orilla del
mimos en el mundo; allí pregunta á mar, al que vuelve la cabeza hácia las
los ángeles si I B permitirán que coja es- playas donde mora el duelo y el pesar;
trellas; allí canta, y viéndose á sí misma doy las gracias a l que deshace la corona
luminosa, exclama:—"¡Qué hermoso es el luminosa que orna su cabeza y se l a
cielo!,, Pero esto no consuela á la madre arroja al espectro ausente, y entre los
que llora su pérdida, porque la madre aplausos del triunfo, dedica su drama á
no quiere que su hija vuele á las al- la inmóvil y p á l i d a tragedia.
turas, dejando el hogar sumido en el
silencio y en el dolor.
No olvidaré nunca, amigo m i ó , el
muelle de Amberes, n i el grupo de en-
Su padre el escultor decia con f recuen tusiastas amigos que me rodeaban para
cia:—"Es m u y hermosa, y yo modelaré darme el adiós de despedida, n i me olvi-
una e s t á t u a que sea tan hermosa como d a r é de tí. L a lancha del steamer venia
ella; la contemplaré durante meses ente- á llevárseme, y todos nos despedimos
ros, y h a r é que me envíen exproíeso c a r i ñ o s a m e n t e . L l e g u é al vapor h u -
m á r m o l de Carrara para hacer su estátua, meante, subí á la cubierta, y nos dijimos
que quiero que en la piedra deslumbre, adiós unos á otros desde tierra y desde
retratando su candidez y su belleza; á bordo. Después, t ú de pié en el muelle,
quiero que los que admiren la e s t á t u a yo sobre el puente del buque, vibrando
puedan decir: " E l escultor tiene dos h i - como dos laúdes cuyos sonidos se con-
jas: la Belleza y el Pudor; la Sombra y la testan, todo el tiempo que nos pudimos
Luz; la V i r g e n y l a Diosa; ese notable ver nos miramos uno á otro, como cam-
artista, digno de Grecia ó de Roma, en biando nuestras dos almas; el vapor
c e n t r ó en su arte desconocidos secretos, huia con rapidez, la bruma cubrió las
y copiando á M a r í a ha producido una inconmensurables olas; t ú te retiraste á
Vénus,,. proseguir tus trabajos múltiples, deslum-
bradores y radiantes, y yo me s u m e r g í
E l m á r m o l de Carrara se quedó sm en la unidad siniestra de l a noche.
arrancar en el monte, porque no teñe Marine-Terrace, Diciembre 1854.
mos en nuestras manos las vidas de los
seres queridos; la jóven que creíamos
alada era de carne; el que tallaba el
m á r m o l era de vidrio; los labios de Dios XVI.
soplaron en la frente pura de la virgen y
Mngitusqiie boum.
en las manos hábiles del escultor, y m u
rieron la hija y el padre.
Mugidos de los bueyes, en la época del
Hoy duermes eternamente, Clara; t u tierno Virgilio como en la actualidad, en
madre, sentada en t u fosa, exclama en el crepúsculo de l a tarde como en la ma-
el paroxismo de su dolor:—"La fragancia ñ a n a , decís:—"Creced, trigos movedizos;
de las flores y la luz del alba son falsas, praderas, llenaos de yerbas; que la tierra,
el pájaro que canta miente, la estrella agitando su penacho de garbas, produzca
no brilla verdaderamente en el firma rica cosecha; vive, bruto; vive, guijarro;
m e n t ó , el cielo no es cielo, allí nada bri- vive, hombre; vive, arbusto. A l a pues-
lla, porque cuando yo digo: ¡Hija mia, ta del sol, cuando las yerbas se llenan de
estoy a q u í , levántate!, hay á l g u i e n que las grandes sombras que producen los
se lo prohibe y que no deja despertar á árboles en las llanuras; cuando el labra-
m i hija,,. dor desciende de las colinas y regresa á
Junio 1854 su casa, de la que sale una nube de hu-
LAS CONTEMPLACIONES. 469
mo por l a chimenea, v á sediento de vol-
ver á ver á la mujer querida y de tomar
al niño en sus brazos. Séres y objetos, v i -
v i d sin miedo, sin duelo y sin número,
xvm.
v i v i d sonriendo, que es la hora en que el A l poeta que me e n v í a una pluma
hombre descansa y el buey se entrega al de á g u i l a .
sueño. V i v i d y multiplicaos! ¡Sembrad
la simiente á la ventura! Siéntese tem-
blar toda la naturaleza debajo de las
F u é para m í u n momento solemne; en
hojas de los nidos, en el seno de las casas
él, m i espíritu, sereno entonces, creyó
blancas, en los profundos horizontes;
que algo de la gloria eterna existe en los
siéntese un vasto impulso de amar en la
aplausos de los contemporáneos; ya que
yerba verde, en el antro, en el estanque,
en m i humilde retiro recojo lo que deja
en el bosque, en la serenidad de los as-
caer el poeta y lo que deja caer el águila;
tros. ¡Haced que se extremezca el aire, la
ya que entrambos lanzan hasta m í , uno
ola, el ala y la boca, palpitaciones del
a pluma de sus alas y el otro una estro-
amor inmenso de la creación! ¡Haced que
:a inspirada por el corazón, sed bien ve-
l a paz, la v i r t u d , la bondad, la esperan-
nidas, estrofa y pluma, glorioso envió, ya
za y l a felicidad, como divinos frutos,
que habéis vagado por las nubes, ya que
caigan de los ramajes eternos!,,
os habéis cernido en el cielo!
11 Diciembre.
De este modo hablábais, voces solem-
nes, y Virgilio os oia, como yo os oigo; y
el agua veia pasar á aquel augusto cis- XIX.
ne; y el á l a m o blanco, el viento, las
rocas y el cielo sombrío veian pasar al
hombre. Cerigo.
Marine-Terrace, 11 J u l i o 1855.

I.
XVII.
Todo hombre que envejece es la pro-
Aparieion. pia imagen de la roca triste y solitaria
de Cerigo, que en otro tiempo fué Cyte-
res, la de los deliciosos nidos, la de los
V i pasar u n á n g e l blanco sobre m i verdes mirtos, la concha de Cypris, que
cabeza; un á n g e l , cuyo vuelo deslum- estaba consagrada en el seno de los ma-
brador apaciguaba la tempestad y ha- res. L a augusta vida, gota á gota, hora
cia callar el alboroto de las olas.—"¿An tras hora, se derrama sobre lo que pasa
gel, á q u é vienes á la oscuridad del y sobre lo que permanece; allá bajo la
mundo?,, le p r e g u n t é . E l á n g e l me res Q-recia brilla agonizando, y a l contem-
pendió:—^Vengo á llevarme t u alma.,,— plarla, los ojos se llenan de luz y de due-
Me causó miedo, porque v i que era una lo; la tierra brilla; la nube es incienso
mujer, y le repliqué, temblando y ten que humea; las aves acuáticas se entre-
dióndole los brazos:—^"Nada me q u e d a r á mezclan con la espuma del mar, el azur
de tí, porque extenderás las alas y te se extremece, el agua palpita, y salen
perderás entre las nubes.,, No me res- rumores de los vientos, de las olas, de las
pondió. E n seguida oscurecióse el cielo barcas y de los remeros; á lo lejos se vé
apareciendo en él la noche.—"Si te llevas pasar la vela de a l g ú n barco heleno ó
m i alma, e x c l a m é , dónde la llevarás? candiota. A l l á bajo está Cyteres l ú g u -
dime á q u é sitio.;> E l á n g e l continuó ca bre, idiota, agotada como la calavera de
l i a n d o . — " T r a n s e ú n t e celeste, le dije un sueño de amor, como el cráneo des-
eres la muerte ó eres l a vida?,, E n las t i nudo del placer. Eres tú? ¿Eres t ú l a
nieblas que me rodeaban, el á n g e l era misma? Qué hiciste de t u blanca túnica?
negro, y me contestó:—"Soy el amor^,.— Tapa t u garganta impura y t u fealdad
Pero su frente sombría era m á s luminosa cínica, sirena arrugada; ¿dónde está t u
que la claridad diurna, y yo entreveía, en alma? Dónde está t u luminosa estrella?
la oscuridad donde brillaban sus pupilas, L a isla que el mundo adoraba desde
los astros, al través de las plumas de sus Lemmos hasta Lepante, en la que do-
alas. minaba del amor la rampante quimera,
donde la brisa besaba á los árboles regó-
Jersey, Setiembre 1855.
470 OBRAS D E VÍCTOR HU&O.

cijados, donde la sombra convidaba á tierra conserva á Gerigo y el cielo á


amar, donde la yerba tenia sentidos, V é n u s .
q u é se hizo? ¿En dónde están hoy sus 1855.
hijos los olímpicos y sus hijos los i n -
mortales? D ó n d e está Marte? ¿Dónde es-
t á n Eros y Psyquis? ¿Qué hiciste, roca,
q u é hiciste de las rosas? ¿Qué hiciste de
xx.
las canciones suspirantes, de las danzas,
de los bosques melodiosos, de la sombra A P a u l M.,
que recoman los dioses? Se han desva- autor del drama París.
necido ya todos tus esplendores; no tie-
nes ya altares como ayer, n i v í r g e n e s
deslumbradas á la entrada de los antros, Escribes al frente de t u obra el nom-
n i abejas que liben rosas n i tomillos, bre de un proscripto, á quien muerde
pero siempre t u cielo es azul. Siempre el silbando la culebra; á la desgracia y á
destino del hombre, sea j ó ven ó sea an- la proscripción, no al proscripto, sino al
ciano, tiene a r m o n í a ó sufrimiento, siem- destierro, dedicas t u gran drama, en el
pre participa de la misma muerte y de la que vive el grandioso P a r í s , esa ciudad
misma esperanza. Gerigo, ¿qué has he- madre, y haces que Homa salude al
cho de Citerea? Se eclipsó el edén y dejó Gal vario. Eres digno de alabanza, suave
desnudo el escollo; todo en él naufragó; pensador, que te ocupas del pasado, del
hasta asusta á los buhos la isla de las porvenir, del progreso humano, de la
Palomas. Isla, ayer buscada y hoy hui- civilización, de la historia, de la ciudad
da, sombría cautiva, mueres de la enfer- y de la Francia; de todos los díctamos
medad que se llama olvido. Y mientras santos que calman el sufrimiento, de la
busca refugio alguna canoa furtiva en razón, de la justicia, de la esperanza, de
t u cabo, donde brillaron en otros tiem- la v i r t u d , de la íé, de la verdad, perfu-
pos los templos fabulosos, y escondida vé mando t u obra con l a fragancia de l a
pasar por alta mar al pirata que acecha poesía y derramando sobre el vencido y
ó la barca del pescador de esponjas, V e - sobre el desterrado el ideal como u n
nus desaparece como u n s u e ñ o . bálsamo. P a r é c e m e , poeta, que merced
á ese grato recuerdo, con el que meces,
11. consagras y bendices el destierro, en m i
llaga, que el dolor adormece, colocas las
Dices que V é n u s desapareció? E s t á hilas como colocarias una bandera.
allí; levanta los ojos. E l dia en que Dios Marine-Terrace, Agosto 1855.
la quitó el velo por la primera vez en e
alba universal, no brillaba m á s que bri
l i a ahora. Si quieres ver la estrella, hom
bre, levanta la vista. L a isla de los ma- XXI.
res se extingue, pero no l a isla de los
cielos; los astros viven eternamente y no
se deshojan como las rosas en una tarde P a g u é al pescador que me vendió un
del verano; muere el placer, pero vive el pez m ó n s t r u o , y que se m a r c h ó , de-
amor. ¡Vision celestial, nido de azur, en j á n d o m e l o en la mano. Era un sér oscu-
el que el á n g e l es un alción, belleza del ro, que si tuviese mayor t a m a ñ o parece-
alma humana y del alma divina. Amor, ría una hidra, y si fuera m á s pequeño
el adolescente te adivina y haces son- parecería una cucaracha; carecía de for-
reír al anciano! V i v i d y brillad en la ma como la sombra y no tenia nombre.
temblorosa bruma, himeneos misteriosos, A b r í a una boca espantosa; negro m u ñ ó n
corazones que envejecéis juntos, desgra- salía de su escama; quería morderme,
cias recíprocas aceptadas unas por otras, luchaba yo para impedirlo, y sus dientes
abnegación, sacrificios, porque vosotros me buscaban los dedos, cuya proximidad
constituís el amor, sois el resplandor le asustaba; por fin me mordió; entonces
eterno, el astro sagrado que ilumina al exclamé:—"Vive, maldito!,, y le volví á
alma, el faro que vemos brillar á todas sepultar en el mar, para que dijera a l
horas, la estrella de la m a ñ a n a y la es- Océano profundo que el hombre devuel-
trella de la noche. E n el mundo inferior, ve al m ó n s t r u o bien por mal.
en el que todo se arrastra y se altera, Jersey, Julio 1855.
Citerea se borra y desaparece, el jardín
se convierte en roca desnuda; pero la
LAS CONTEMPLACIONES. 471
3romontorio, y yo veia, así como sole-
vanta u n arco de triunfo en el sitio en
XXII. ue se consiguió una victoria, por la par-
te en que se ocultó el sol, batir la noche
sombría un pórtico de nubes. Dos barcos
Pastores y rebaños. se perdían á lo lejos por el mar; algunos
iechos en lontananza reflejaban aun los
últimos resplandores de la tarde. He co-
Es delicioso, sereno y solitario el valle gido para tí esta flor, amada mia; es
por donde paseo todos los días; está pálida y no tiene fragancia; sus raices
lleno de floridas zarzas; tiene una sonrisa 10 han tomado en las crestas de las mon-
triste. Os hace olvidar todo lo del mun- tañas m á s que el amargo olor de las
do, y si no fuese porque oís hablar á los blanquecinas gaviotas. A l verla excla-
trabajadores en los campos, no se sabria mé:—'"Pobre flor, desde el alta cima en
allí si habla vivientes en otras partes. donde naciste debías caer al abismo
A l l í os acaricia la sombra, sonrio el idi- inmenso, donde se pierden las algas y las
lio de la naturaleza. H a y allí una pe- nubes; te cogeré y morirás sobre u n co-
q u e ñ a balsa cuya superficie se riza; cerca razón, que es u n abismo m á s profundo.
de ella, algunas veces, j u n t o á las rocas, M a r c h í t a t e sobre su seno, en el que u n
encuentro á u n a j ó v e n de quince años, mundo palpita. L a naturaleza te creó
de ojos azules, de pies desnudos, que 3ara que te deshojaras en las aguas, para
guarda un rebaño de cabras, que habita que murieras en el Océano; pero yo te
en el fondo de u n barranco, en una cho- entrego al amor.,, E l viento agitaba las
za medio arruinada, en cuya c a b a ñ a olas y se iba disipando la ú l t i m a clari-
vive con sus hermanas, que hilan en l a dad del día. ¡Qué triste estaba meditando
rueca; esa pastora se enjuga en los ca- allí, cuando el negro abismo se apode-
ñares los pies que moja en los charcos; raba de m i alma con todos los extreme-
cabras, ovejas y corderos están pacien- cimientos del crepúsculo!
do; cuando yo me aparezco, l a pobre Isla de Serk, Agosto 1855.
n i ñ a tiene miedo y me sonríe; yo la
saludo encantado de su inocencia. Sus
corderos saltan en los prados y dejan
en los matorrales pedazos de lana como XXIV.
copos de espuma. Me alejo de allí, y al
terminar el crepúsculo de la tarde, des- L o s desgraciados.
aparecen de m i vista la n i ñ a y el reba
ño; oigo á lo lejos cantar á la j ó ven
cabrera; y a l l á abajo, ante m í , el anti A MIS H I J O S .
guo g u a r d i á n de las olas, de las algas y
de los arrecifes, el pastor promontorio Y a que nuestra aflictiva situación nos
con su sombrero de nubes, se pone de impulsa á las luchas de la existencia,
codos y se queda pensativo, oyendo los lijos míos, ocupémonos algo de la vida.
murmullos de todos los infinitos, y con Recuerdo que u n día, caminando por u n
templa cómo se levanta l a luna triun- espeso bosque, por el que se cruzaban
fante de las nubes, mientras la oscuridad hondos barrancos, en uno de los sitios en
tiembla, mientras las ráfagas del aire que desaparecía el sendero oculto por las
dispersan á todos los vientos, con sus yerbas y por las malezas, v i entre los
terribles soplos, la lana de los siniestros árboles humear la chimenea de una cho-
corderos del mar. za formada de rastrojos y de juncos. E l
Jersey, A b r i l 1855. humo apenas llegaba á las copas de los
árboles, las ventanas eran grietas forma-
das en las tablas; parecía que las rocas
trataban de ocultar esa miserable mora-
XXIII. da. Entre los matorrales estaba buscan-
do el sendero para llegar hasta la choza,
cuando pasó u n muletero cantando y
Para tí he cogido esta ñor en la co dando latigazos á las bestias de carga
lina. E n las escarpadas rocas que se que conducia.^—^'Quién vive allí?,, le
inclinan hacia el mar, que el á g u i l a cono p r e g u n t é á aquel hombre, que me res-
ce, crecía en las hendiduras de las peñas pondió:—^Un desgraciado,,.
Se oscurecían los flancos del silencioso
472 OBRAS D E VÍCTOR HUGO.

Me dirigí á l a choza, situada en el mo, pero no es m á s espantoso que el


hueco de u n barranco; una rama de u u mió. Desciendo á mayor profundidad
árbol, de la que pendia una gota brillan- que ellos, porque sé que á todos los bu-
te, me pareció que era u n dedo que me zos Dios reserva alguna liberalidad; á
s e ñ a l a b a el camino; el viento me abrió ellos las perlas y á m í la cordura.
la puerta, y se apareció á m i vista un
viejo groseramente vestido, sentado so-
bre una peña, cerca de un hogar, en el Muchas veces, estando postrado de ro-
que se secaban algunas ropas. E n aque- dillas ante las fosas, he tenido l a gran
l l a choza, abierta por todas partes, vivia visión de la suerte, y hubo momentos
solo, dia y noche, sin cerradura, sin llave en los que el destino se me apareció
y sin perro; la pobreza guarda á los que como un firmamento, en el que, en vez
nada poseen. de estrellas, brillaban almas. Todo lo
que se llama a g o n í a y adversidad, las
hogueras, los tajos y las horcas, cente-
E n t r ó ; el anciano estaba comiendo una lleaban en aquel fantástico crepúsculo.
manzana sin pan y bebiendo u n sorbo V i en aquella oscura y sombría trans-
de agua, y yo compadecí á aquel infeliz. parencia pasar al hombre de Roma y al
Gomó podia v i v i r de ese modo? Era es- hombre de Florencia, á C a t ó n con su
pantoso pensar que moraba allí en el blanco manto y a l Dante con su frun-
invierno, en aquel sitio solitario y abier- cido entrecejo; al uno con el p u ñ a l cla-
to, sin tener una mala cama, porque se vado y al otro con la nostalgia del des-
acostaba en tierra, en un rincón y sobre tierro; Catón estaba alegre y el Dante
un p u ñ a d o de paja!—^"¡Debéis pasarlo tranquilo. V i á Juana de Arco atada al
m u y m a l , debéis sentir mucho el frió, le poste que para ella encendieron en l a
dije; vuestra suerte es muy triste!,, ciudad, y la dije:—"Tu humeante ho-
guera es menos flamíjera que centellean-
"Compadeced á los d e m á s , me con- te,,. V i á Campanella meditar mientras
testó el anciano. Vivo á la sombra de le estaban torturando, y nutrir su pen-
este inmenso bosque y bajo el manto i n samiento con el potro, con los garfios,
menso del cielo; no tengo lecho, pero con las pinzas y con los calentadores. V i
tengo sueño. E n cuanto amanece, cuan- á T o m á s Morus, á Lavoisier, á Loisero-
do veo revivir esa selva, cuya fragancia lle, á Juana Grey, á Carlota Corday, á
me embriaga, esos manantiales y esas Mad. Roland, á Camilo Desmoulins,
flores, no encuentro motivo para quejar desangrándose y absortos en sus pen-
me, siendo como soy el hijo de la casa samientos; á EiObespierre, de miradas
No he hecho m a l á nadie, y tranquilo fria^; á Danton, con sus exclamaciones
vivo en la indigencia, teniendo la buena soberbias; á Juan hablando en el desier-
vecindad de Dios, al que siento cerca de to, á Malesherbes, á Egmont, á A n d r é s
m í en esta sombra vasta y santa en la Chenier, soñador de puros ideales, y m i
que he nacido. Como no tengo ambi vista quedó deslumbrada para siempre
cion, solo le pido á Dios que me deje lle- al contemplar la tranquila sonrisa de
gar hasta las ramas de los árboles de las esas cabezas cortadas. V i á Coligny; al
que cuelgan las frutas. Dios está conten relumbrar de las espadas resplandecía
to de mí, yo de él, y soy feliz.,, ante mis atónitos ojos lívido y radiante.
Sócrates me presentaba su copa, dicién-
dome:—"Tienes sed? bebe a q u í la vida,,.
Era yo en otro tiempo, como lo soy Huss, viéndome llorar, me decia:—^"¿Me
actualmente, el viajero que visita todas envidias acaso?,, Y Thraseas, abriéndose
las miserias, el hombre soñador. Hijos las venasen el baño, exclamaba:—"Roma
mios, siempre camino meditando á tra es el fruto de la antigua raza sabina; el
vés de las brumas, á través de las dora sol es el fruto de esos ramajes fúnebres
das mentiras, á través de las tumbas, de que la noche extiende sobre nosotros y
los espectros, de las apariencias de som que llamamos tinieblas, y la a l e g r í a es
bra y de claridad, y siempre un secreto el fruto del árbol inmenso del dolor.,,'—•
instinto me aguija á conocer el fondo V i á Cristóbal Colon, el invasor del mar,
del sufrimiento humano. Me atrae e' el cazador del á g u i l a que se llama Amé-
abismo de los dolores: otros sondean la rica, el hombre á quien guia la mano de
profundidad del Océano y se sumerjen Dios, que descubre y entrega un mun-
en los mares; yo me sumerjo en las he do y recibe en premio la cadena, y que
ridas del corazón; espantoso es su abis exclamaba:—"Todo v á bien; adelante!,,
<
P>
w
<

w
PQ
O
O

m-'m O
-W

8
W
-t—<

>•
LAS CONTEMPLACIONES. 473
Saint-Just me decia:—"Estoy libre y trella d é l a m a ñ a n a . Sin e m b a r g o , S e ñ o r ,
vivo,,. Phocion, al morir, me lanzó esta su dolor es verdadero, y esa madre que
frase:—"Creo, y doy gracias por esto á solloza dolorosatnente al pié de la cruz,
los dioses!;, Savonarola, al acercarme al recibe el consuelo de saber que tras de
brasero del que acababa de sacar la aquella oscuridad aparecerá el sol, y
mano quemada, me dijo:—"No temas mientras sus ojos mortales lloran lágri-
morir. Vale algo acaso el mundo? ¿Es la ¡mas de sangre, siente la inmensa a l e g r í a
mati ria de t u cuerpo la que te hace aaaar de saber que su hijo es Dios y de que
la vida? Pues la verdadera vida no es la vino al mundo á redimir á la humani-
de la carne; no temas morir. ¿No sientes dad. Esto no obstante, nada espanta, so-
dentro de tí algo parecido á alas cauti- bresalta n i angustia como ese tiempo lú-
vas? ¿ E n t u murado pensamiento no gubre, en el que el ignorante género
sientes como encerrado un á n g e l que humano, temblando de miedo, lo mismo
solloza en voz m u y baja? E l que muere en los banquetes que en los martirios,
se engrandece. E l cuerpo, esposo impu- oye llorar á María y reir á Trimalcion!
ro del alma, está lleno de viles apetitos
que le arrastran á los vicios, es pesa-
do, fétido, abyecto, enfermizo, lleno de A lo que acabo de decir, la muche-
humores, cubierto de una piel que se dumbre contesta:—"Es verdad, pero son
arruga, arrastra un vientre repugnante, gratos y envidiables el martirio y la
se adormece, come y duerme, pero al fin muerte cuaudo la celebridad nos acom-
envejece, y cuando llega la hora de la p a ñ a á la tumba; cuando el sacrificado
muerte, el alma vuela á la celeste esfera, se llama Sócrates, Juan Huss ó el Me-
libertada del horrible mónstruo.,. sías; cuando se enciende el incensario
en las llamas de l a hoguera que os abra-
sa; cuando los siglos y los pueblos están
presentes y os levantan suntuoso cenota-
Una noche que se apareció ante mis fio que llega hasta las nubes, porque el
miradas turbias el fantasma de una ciu- tajo a t r a e r í a a l hombre m á s tímido si
dad con el espectro de su muralla, oí supiera que h a b í a n de colocar su a t a ú d
como en un sueño, en el que nada tiene en lo alto de una pirámide. Halaga mo-
forma precisa, á los alrededores de u n rir cuando se camina á la muerte reco-
templo de enorme c ú p u l a , una voz que giendo por el t r á n s i t o las bendiciones
salia debajo de un m o n t ó n de pedruscos del género humano, cuando grupos de
negros, por el que la sangre corria á ar- hombres llorando besan vuestras santas
royos, una voz que murmuraba preces y huellas, cuando se oye exclamar por to-
oraciones: era la de Esteban, el mártir, el das partes:—"¡Vas con t u recuerdo á i l u -
dilapidado, que bendiciendo las piedras minar el espacio; fantasma deslumbra-
exclamaba:—"En m i frente refleja la ce- dor, vas á dorar la historia, y ceñido
leste luz. E n lo sucesivo los hombres se con la diadema del triunfo, vas á sentar-
a m a r á n unos á otros. J e s ú s reina. Dios te en el p a n t e ó n de los hombres inmor-
mió, recompensad á los hombres, porque tales!,, Halaga la muerte cuando la horca
ellos son los que nos eligen para conse- tiene aspecto de altar, cuando conocéis
guir vuestra eternidad: piedra á piedra que os admira el verdugo que os arranca
mis hermanos me han lanzado hasta el la vida, cuando sabéis que el cadáver se
seno del paraíso.,, l e v a n t a r á siendo estátua; se muere fácil-
mente cuando dejamos tras de nosotros
claridad, honor y gloria. E l hombre es
tan vanidoso, que se ríe del tormento
V i t a m b i é n de pié á la dolorosa ma
cuando á él le lleva real y t r á g i c a ven-
dre, cuando por todas partes densa y
tura, cuando le torturan inmensas tena-
horrible oscuridad envolvía los alrededo
zas. Cuando los instrumentos del potro
res del Grólgota, cuando Cristo exhaló
salen de fragua gigante y desconocida,
su espíritu, cuyo ú l t i m o aliento a p a g ó
nuestro orgullo no hace caso de las heri-
la luz. Su madre estaba al pié de la
das abiertas y se consuela de los agujeros
cruz, y al contemplarla me dije á m í
que en l a carne ahondan los clavos, con-
mismo:—"Hé a q u í la i m á g e n del dolor!
templando la m a g n i t u d del martillo. Ha-
¿Que es lo que tenéis, madre, entre vues
laga ser el m á r t i r del ilimitado abismo,
tros dedos divinos?,, Entonces sin contes
ser el t i t á n clavado en una inmensidad;
tarme, volviendo hácia m í la dolorosa
plácennos los sufrimientos sublimes!
faz, levantó la mano derecha, la abrió
silenciosamente y v i brillar en ella la es-
TOMO V. (JO
OBRAS D E VICTOR HUGO.

Pero no es a s í . L o sublime está bajo. tidos en perfumes; otros sumidos en la


L á grandiosa elección consiste en elegir oscuridad y convertidos en auroras; los
la afrenta. Así como algunas veces la creyentes devorados por las fieras en los
p ú r p u r a deshonra, otras muchas veces circos, saludando al César al morir; los
el cieno d á brillo. E l fango inmerecido pensadores sonriendo, al sufrir los autos
que cubre á un alma ilustre, el oprobio, de fé, las espadas, las argollas, las ca-
el calabozo hondo adonde nos arroja la misas de azufre; y me he dicho mu-
suerte, la prueba del sacrificio á la que chas veces á m í mismo:—"¿Quién es,
la desgracia nos arrastra, son el colmo pues, el que sufre? ¿Quién merece, Dios
luminoso de la grandeza serena. Cuando mió, la compasión que en m i corazón
en el suplicio que estamos sufriendo, el haces nacer? ¿ P a r a quién la he de desti-
cobarde destino nos i n s u l t a , cuando nar? D ó n d e e s t á n los desgraciados?,,
amontona sobre nosotros burlas, v i t u - Dios me contestó:—"Mira,,.
perios y ultrajes, y tantos contrasentidos
entre la suerte y el alma, que nuestra
vida llega á la deformidad, entonces lo Y v i palacios, fiestas, festines, muje-
doloroso del sacrificio constituye su be- res de deslumbradora blancura, altas
lleza, como sucedió á Sansón en G-azza y paredes que por corteza tenian jaspes,
á Epicteto en Roma; la abyección de la serpientes de oro enrolladas en ricas
suerte causa la glorificación del hombre. columnas, vastos doseles pendientes de
L o que constituye en la tierra la pureza, artesonadas techumbres; voces alegres
la hermosura y la nobleza del hombre, que decían:—'"Vivamos y gocemos!,. V i
es su caida, el abatimiento y la miseria liras, laúdes, clarines, órganos, consti-
exterior, que acepta para conservar la tuyendo enorme orquesta; hombres y
grandeza interior. Nada es tan gran- mujeres satisfechos, que cantaban y que
dioso como oir r u g i r al vituperio y al bailaban, y cuyas frentes altivas y bri-
ódio, como caer en la oscuridad viviendo llantes parecía que iban á tocar con el
en plena luz, como causar horror, como cielo; y mientras que alrededor de ellos
ver que el hombre dichoso os escarnece otras voces exclamaban:—'"Hemos con-
al ver que gotea sangre vuestra llaga, seguido para siempre la victoria, la
como que os escupan al rostro, cuando fuerza y el poder,,, yo veia en lo alto
se sufren todas esas humillaciones por del lívido horizonte temblar la espada
defender l a virtud, lo verdadero y lo inmensa del a r c á n g e l .
justo, por defender el bien ó por defen-
der el honor. Es grandioso que el justo
se vea abandonado de todos, cubierto Disfrutaban esos seres de la luz de
apenas con un miserable harapo que no e x t r a ñ a aurora, vivían con orgullo y
tape las úlceras que le corroen, y que en solo se ocupaban de su felicidad. Dios
ese estado desafíe al dolor, á los hom- les cogió á todos uno tras otro, al pode-
bres y á los gusanos; aunque Prometeo roso, al czar en su K r e m l i n , al i m á n en
sufrió algo parecido, Job, t ú conseguiste las orillas del Nilo, como hubiera podido
elevar t u estercolero m á s alto que el coger en la perrera á los cachorros de u n
Cáucaso. perro, y como un d í a dividió las olas del
mar, abriendo ante m i vista con sus dos
manos los pechos de todos ellos y escar-
E l justo, cuando se ve despreciado, bando con sus dedos luminosos sus entra-
como el gusano que aplastamos, me ñas, me hizo ver las hidras que roian el
deslumhra m á s á medida que m á s se interior de sus corazones.
blasfema de él. Cuantos m á s tormentos
los feroces verdugos emplean para que
sea m á s v i l la ejecución, m á s se engran- V i que se extremecian aquellos hom-
dece el paciente ante las miradas del es- bres y aquellas mujeres; se les cayó el
píritu. Oh cruz! ¡los dos ladrones crucifi- rostro risueño, como si hubiera sido una
cados son los dos rayos del Cristo! máscara, y se me apareció en su pensa-
miento un monstruo espantoso y encor-
vado, u n enano inquieto, sentado sobre
Siempre todos los que han sufrido se el horrible cráneo de aquellos séres.
me han aparecido espléndidos, satisfe Asustado al ver aquella transfiguración,
chos y radiantes, felices, con las heridas les pregunté:—"Quién sois?,,, y aquellos
en l a carne y con el júbilo en el alma; séres, que casi no conservaban faz hu-
unos arrojados á las hogueras y conver- mana, me respondieron:—^Somos los
LAS CONTEMPLACIONES. 475
que causamos el m a l , y porque lo causa- contemplaban encorvados, uno de ellos
mos lo sufrimos,,. terminar el día y el otro extenderse la
oscuridad, y mientras iban apareciendo
las estrellas, y mientras la primera ola
La nube vana de los placeres y de las daba en el infinito el beso nocturno á los
afrentas vuela y desaparece; el dolor primeros alciones; mientras que las flores
pasa gritando:—"Espera!,, Me lo hicis- caian á puñados de una urna y los as-
teis comprender vos, Padre, Juez; vos tros resplandecían en el oscuro celaje,
que sois el gran justo y el gran clemen- pensaban y meditaban esos dos séres, sin
te! Es mendaz la risa del éxito y del oír y sin ver, sordos al m u r m u l l o del
triunfo; invisible dedo se pasea acarician- mar y á los rugidos del viento; y a l l í
do cada uno de los eslabones de la cade- permanecieron silenciosos y llorando
na de la miseria humana; la adversidad toda la noche los abuelos del género h u -
sostiene á los que arrastra á luchar; la mano, el padre por A b e l y l a madre por
indigencia es un bien para el que sabe Cain.
gozarlo; la a r m o n í a eterna vibra alrede- Marine-Terrace, Setiembre 1855.
dor del pobre y le mece; el esclavo tiene
alma y es libre; el mendigo puede decir:
•—"Soy rico, porque Dios me favorece,,;
la inocencia, sufriendo las torturas, ex-
clama:—^Aun puedo sufrir más,,. L a LIBRO SEXTO.
deformidad se rie en Esopo y la fiebre
en Scarron; cuando yo pregunto si el
dolor es u n m a l , Zenon, apareciendo
impasible ante m í , me contesta que no. Al borde del infinito.
El martirio causa a l e g r í a y transpor-
tes, el suplicio d á voluptuosidades, las
llamas de la hoguera proporcionan deli I.
cias, el sufrimiento es un placer y la
tortura una felicidad; no hay en el m u n E l puente.
do m á s que un desgraciado, Señor; este
desgraciado es el perverso.
Me envolvían las tinieblas. E l abismo
! que no tiene playas n i cumbre estaba
En los primeros días del mundo, cuan- j ante m í , inmenso y silencioso; nada en
do, sorprendidas las nubes, contemplaron | él se movía. Se p e r d í a n mis miradas en
creadas todas las cosas; cuando en la el infinito mudo; en su fondo, al través
tierra, en la que ya h a b í a crecido el mal, del velo impenetrable de la sombra, ape-
flotaba aun el fulgor del edén desapare- nas se d i s t i n g u í a á Dios, como lejana y
cido; cuando el tiempo iba dejando pa- apagada estrella. A solas hablando con-
sar ios años, en el mundo, en el que la migo mismo, exclamé:—"Alma mía, para
carne se funde con el espíritu, reinaba atravesar ese abismo, en el que no se vé
profundo silencio, y el desierto, los bos- n i n g ú n borde, y para que con tanta oscu-
ques, las olas del mar, las yerbas de los ridad llegases hasta Dios, sería preciso
campos, las rocas y las fieras conmovi- levantar un puente gigante sobre millo-
das, veían de u n antro oscuro, cubierto nes de arcos, y esto nadie lo podrá con-
de árboles gigantescos, salir dos viejos seguir nunca; llora, pues, alma mía!,,
altos, desnudos, augustos y siniestros. —Entonces se me apareció u n blanco
E r a n Eva y A d á n ; aquella con el cabe- fantasma, que tenia la forma de una lá-
llo blanco y éste pálido y pensativo, grima, frente de virgen, manos de niño,
envejecido por el trabajo, pero sin perder cuyas manos al juntarse producían rayos
la visión de Dios. Se sentaron sobre una luminosos. Me señaló el abismo adonde
peña, á la vista de altos y salvajes mon- vá á parar todo el polvo humano, abis-
tes y á la vista de la eternidad formida- mo tan profundo, que j a m á s en él suena
ble de los cielos; sin hablar, apoyando un eco, y me dijo:—"Sí quieres, yo edifi-
las manos en las rodillas, volviéronse las caré ese puente.,, H á c i a el pálido des-
espaldas; oprimidos, como si soportasen conocido l e v a n t é la vista, y asombra-
un gran peso, sin hacer m á s movimien- do le pregunté:—"Quién eres? ¿Cómo te
to de vida exterior que inclinar la cabe- llamas?,, E l desconocido me contestó:—
za m á s á cada instante, absorbidos en "Soy la oración,,.
estupor silencioso y fatal, frios y lívidos, Jersey, Diciembre 1852.
476 OBRAS D E VICTOR HUGO.

que combaten los vientos, penetre l a luz


de la virtud. E n vano huye de la igno-
II. rancia y de l a miseria; la suerte se apo-
dera de él y no le deja salir de la oscuri-
libo. dad; es preciso que el pueblo se sustraiga
de esa dura ley y que al fin el gran már-
t i r sepa el gran secreto.
Decidme, ¿por q u é en el muro de lo
insondable, en la inmensa oscuridad del E l amor, en la era oscura que pronto
cielo; por q u é en ese gran santuario, sor- t e r m i n a r á , dibuja ya la vaga figura del
do y bendito; por q u é en el sudario i n - porvenir. Dios escribe las leyes de nues-
menso de lo infinito h u n d í s vuestras tro destino en el mundo, y si esas leyes
leyes eternas y vuestras claridades? Y a son un misterio, yo soy u n espíritu. Y o
sabéis que tengo alas y que puedo volar. soy el que por nada se pára, el que siem-
pre camina hácia J e h o v á ;
Verdades, ¿por q u é os ocultáis en las
tinieblas, por q u é huís del hombre siem- Y o soy el poeta salvaje, el hombre del
pre, que el m a l destruya ó edifique, que deber, el soplo del dolor, la boca de l a
se arrastre ó que se eleve? Justicia, t ú sa- negra trompeta, el soñador que en sus
bes bien que volaré hácia tí. registros anota á los vivos, el que lanza
siniestras estrofas á los cuatro vientos,
Belleza santa, ideal que germinas en el soñador alado, el atleta de nervudos
los que sufren, que das entereza á los brazos, y yo a r r a s t r a r é al cometa por el
espíritus y grandeza á los corazones; cabello.
amor, razón, íé, derecho, ya sabéis que
os adoro; libertad que te velas, yo vola-
ré hácia vosotros. Conseguiré apoderarme de las leyes de
nuestro problema, y pálido pensador,
mago azorado, las descifraré. ¿Por q u é
Podéis, claridades de Dios, vivir en la ocultármelas? P a s a r é por vuestras lla-
profundidad inmensa del abismo azul, mas y por vuestras olas, leeré la inmensa
que m i alma, que está acostumbrada Biblia, e n t r a r é desnudo en el t a b e r n á -
desde la cuna al abismo, no se asusta de culo terrible de lo desconocido, traspa-
las nubes; soy un pájaro como el sér que saré las puertas sagradas del cielo, y si
s o ñ a b a Amós y que San Marcos vió apa al llegar allí rugen los truenos, yo tam-
recer, que ostentaba en la cabeza el ala bién r u g i r é .
del á g u i l a y la melena de los leones. E n el dólmen de Rozel, Enero 1856.

Y o tengo alas y m i vuelo es seguro;


vuelo por el azur tranquilo y por el ce- ni.
laje tempestuoso; subo escalones sin nú-
mero porque deseo saber, y por alto que
sea preciso subir, subiré. Escuchadme. Y o soy Juan, y acabo de
ver cosas terribles. He visto la sombra
infinita en la que se pierde el n ú m e r o ,
Sabéis bien la fortaleza del alma, sa- he visto las visiones que se aparecen á
béis que nada teme cuando la empuja los reprobos, he visto á los que se traga
el soplo de Dios; sabéis que mis pasos no el abismo sin fondo, he visto el cielo, el
t e m b l a r á n al ascender por la escala que éter, el caos y el espacio. Vivientes, ven-
llega hasta los astros. go de esos puntos y sé lo que en ellos su-
cede, y os aseguro á todos, hasta á los
E l hombre en el sombrío Océano de que viven en los bosques, que el Señor,
esta época alborotada debe hacer como el Dios de los espíritus y de los profetas,
Prometeo y como Adán; debe arrebatar vé todo lo que pensáis y sabe todo lo que
al cielo el fuego eterno, descifrar su pro hacéis. No ignorando esto, continuad si
pió misterio y subir hasta Dios. queréis, grandes y pequeños, jóvenes y
ancianos, entregados á vuestras pasiones;
el avaro al oro, el envidioso puede se-
Necesita el hombre que en su cabaña, guir arrastrándose y mordiendo, el glo-
L A S CONTEMPLACIONES. 477
ton devorando, el malvado cometiendo tanto orgullo, que nuestro oro se con-
iniquidades, el que es cobarde y v i l sién- vierte en ceniza. E l Increado, que es el
dolo siempre; que yo, viendo vuestras único que juzga, ama, perdona, engen-
pasiones, vuestros delirios y vuestros fu- dra, construye y funda, ve nuestras
rores, le he dicho á Dios:—"Señor, ved á soberbias con profunda compasión. So-
q u é extremo hemos llegado, considerad mos efímeros t r a n s e ú n t e s que no debe-
cómo está el mundo y ved cómo los mos contar con nosotros, sino con él.
hombres desatan los lazos que debian ensemos y vivamos no olvidándole, no
unirlos,,. Y Dios me respondió:—"Ya lo demos un paso que no conduzca á la
veo; voy á descender al mundo.,, oración, porque las perfecciones m u n -
Serk, Julio 1853. danas, después de la muerte, brillarán
;an poco, que las eclipsarán las estre-
llas. Dios solo puede salvarnos. Es un
delirio creer que los resplandores que
IV. derramamos en la tierra serán en las
8 e debe c r e e r , p e r o no e n nosotros. alturas resplandores de gloria. Por mu-
cho bien que hiciera en el mundo el que
en la tierra se l l a m a justo, excelente, ge-
Porque damos algunos panes y a l g ú n neroso y grande, en las regiones celestes
fardo de ropa blanca á algunos pobres será siempre un hombre, esto es, será la
necesitados; porque arrojamos los restos noche ante el dia; su amor parecerá ódio
de la comida y las migajas á a l g ú n comparado con el amor infinito, y todos
niño infeliz ó á a l g ú n viejo extenuado, sus esplendores, al aparecer ante Dios,
nos creemos virtuosos, nos creemos cari- exclamarán:—"¡No somos m á s que t i -
tativos y queremos que se nos elogie. Y nieblas!,, "Dios solo es grande,,, exclama
vituperando á Dios por esto y por aque- a brizna de yerba; ^Dios solo es verda-
llo, creyéndole causa de las desgracias, dero,,, m u r m u r a n las olas; "Dios solo es
criticándole porque llueve, porque hace jueno,,, suspiran los vientos. Vivientes,
calor ó porque hace frió, hace el rico su no os hagáis ilusiones; no os embriague
propia apoteósis; el rico que, harto, pe- el funesto orgullo de creeros mejores
rezoso y soberbio, deja que caigan algu- que Dios, que coloca los astros en la
nas monedas de su palacio sobre los que esfera azul, y que os deslumhra, cuando
el invierno hiela y el hambre atormenta os despertáis, con la prodigiosa sonrisa
ese rico, que brilla porque d á una parte del sol.
insignificante de lo que le sobra al que Marine-Terrace, Diciembre 1854.
no tiene lo suficiente, y que porque hace
alguna limosna al pobre, se queda sa-
tisfecho y cierra los ojos para no ver su v.
propia miseria; porque si tiene lo super-
fino, el pobre no tiene lo necesario; se E n e l c e m e n t e r i o de S a n J u a n .
cree justo y se cree bueno porque no es
perverso. Creéis que somos buenos
Creéis que somos fraternales! Contem- I.
plad un momento á nuestra madre la
naturaleza, y veréis que nuestros cora Y o soy el ser encorvado que dice todo
zones son frios y egoístas, comparados lo que piensa; que pregunto á la noche,
con la bondad suprema que ella derrama cuyas brumas impiden que vean los ojos,
por todas partes. De cualquier cosa nos el secreto del silencio; mis palabras caen
vanagloriamos. Dios hace brillar el alba en una oscuridad sin fondo, y los obje-
en el cielo sin contar sus rayos, y derra tos con los que mis estrofas chocan ha-
ma el rocío en las flores sin medir las cen el sonido hueco del ataúd.
gotas; nosotros no hacemos nada digno
nuestras virtudes podrían encerrarse en M i espíritu, que sintió la picadura del
el hueco de la p e ñ a donde v á á beber aguijón de la duda, áspero soñador, ha-
u n pájaro. E l hombre mejor no es bueno bita en las regiones fantásticas que lle-
el hombre es tan frágil que mezcla mu- nan olas azules y plomizas; lago terri-
cho humo con sus virtudes. E l beneficio ble, en el que el horror se retuerce los
que nuestras manos lanzan pomposa- brazos; pálida ninfa, que hace beber u n
mente, se evapora m u y pronto en nues- agua estancada como la linfa á los pe-
tra vanidad; hasta prodigándole á los ñascos escrofulosos.
pobres con aire compasivo, tenemos
478 OBRAS D E VICTOR HUGO.

L a duda, hija bastarda de la anciana n i los astros, flores de los capiteles celes-
sabiduría, exclama:—"Para qué?,, Ante tes, diamantes de las columnas del firma-
la eterna liberalidad, que hace que todo mento; q u é nos importa que Mayo nos
lo olvidemos, nos ofrece su taciturno refu- acaricie, que el niño nos embelese, si
gio y nos dice:—^Estás cansado? V e n todo no es m á s que u n suspiro, si todo
conmigo!,, Y el hombre se duerme á la no es m á s que una l á g r i m a , si todo no es
sombra de ese fatal manzanillo. m á s que u n momento?...

E l efecto suspira y sin cesar pregunta ra.


la causa. L a creación parece que esté
esperando algo. E l hombre es incom- L a suerte nos vá gastando dia por
prensible para sí mismo. ¿Dónde comien- dia, su rueda d á vueltas sobre nosotros.
za el alma? Dónde termina la vida? De- E l hombre inquieto y vano cree mar-
seamos, y nuestro incurable deseo es char, y permanece y espira creyéndolo
poder ver por encima de la muralla. así; no vivimos m á s que un segundo y
queremos disponer de u n año, y la di-
mensión de nuestro destino es el polvo,
Nos arrastramos; pájaros cogidos por es la nada.
el lazo del ser, libres y presos, lo inmu-
table penetra en todas nuestras volunta-
des; cautivos bajo la red de todo lo nece- L a inmensidad del infinito, en la que
sario, sentimos que atan hilos á nuestras los soles nos parecen tan pequeños, nos
miserias en la inmensidad. seduce, y al blanco que distinguimos en
el éter azul lanzamos nuestros proyec-
tos, nuestros deseos, las esperanzas y
II.
las ilusiones, esas flechas de nuestros co-
razones.
Estamos encerrados en u n calabozo
cuya puerta no se abre; pero al través
de la oscuridad, en una mano desconoci- Queremos v i v i r siempre, ser eternos.
da é invisible que pasa á cada momento, Oh vanidad de nuestra ceniza! ¿Dónde
se oye el manojo de llaves misteriosas está la hormiga que se l l a m ó Alejandro?
que suenan confusamente. ¿Dónde está el gusano que se l l a m ó C é -
sar? Cada minuto que pasa nos mata, y
desaparecemos del mundo con la veloci-
L a aparición del sér llenó los ojos del dad que desaparece el ruido que levan-
hombre. Sin cesar se consuma el incom- tan las ruedas de u n coche.
prensible casamiento de la sombra con
la luz; ¿este mundo es un edén caido en
el infierno? Encierra nuestro corazón t i - Queremos subir al asalto del tiempo
nieblas de ódio y claridades de amor. como si fuéramos un ejército. Sobre
nuestros grupos confusos, que vela el
humo de los desvanecidos dias, brilla la
L a creación tiene las pupilas turbias. eternidad, espléndida y estancada, y el
E l sér presenta eternamente su doble cuadrante, escudo de la hora luminosa,
faz, el m a l y el bien, el hielo y el fuego; con sus deslumbramientos nos aterra.
el hombre participa á la vez de alma
pura y de impuro cuerpo, siente la mor-
dedura del gusano y el beso de Dios. IV.

E n el momento en que decimos:—«1V i .


Pero llegan ciertos días en los que el vamos!,, todo se desgarra. Las l á g r i m a s
alma se queda triste y como solitaria. apagan las risas. ¡Descubrios y arrodi-
Oimos cómo gimen los vivientes durante llaos! ¡Tus hijos han muerto, m i padre
el sacrificio. Dudamos y temblamos, ha muerto, su madre ha muerto! ¿Qué es
mientras la aurora esparce sus blancas lo que veo pasar? U n a t a ú d . ¿A dónde
luces y mientras Mayo confunde en los lo lleváis?
jardines las pintadas flores con los niños
de cabelleras blondas.
L o llevan á la oscuridad, al silencio,
á la tierra, á la tranquila paz, á la bru-
¿Qué nos importa la aurora, n i la luz. m a sin límites, al profundo misterio, á
L A S CONTEMPLACIONES. 479
l a serpiente desconocida, que lame las
estrellas y que besa á los muertos! VIL

V. ¿Castigáis, Señor, á esas losas sepulcra-


es, haciéndolas sufrir grandes agonías?
¡Le llevan á los gusanos, á la nada, al ¿Acaso, m á s hondos que las raices de los
quién sabe! Porque para la mayor parte árboles, los Cambises y los Nerones se
de los hombres escópticos y limitados, la l a b r á n convertido, en la eterna noche,
sombría negación y la materia hostil de hombres en espectros, y esas piedras
perturban al alma inútil. en sepulcros de tiranos?

Para ellos el cielo miente, el hombre ¿Esas losas, impregnadas de crímenes,


s u e ñ a y cree vivir; hojean en vano pági- sofocadas por el horror, selladas en los
na á p á g i n a todo el libro, porque no le abismos, sin aire, sin movimiento y sin
comprenden; viven meneando negativa- luz, entre la yerba siniestra y el a t a ú d
mente la cabeza en el vacío. vivirán espantosamente?

Para ellos el alma naufraga cuando ¿Serán acaso almas condenadas de se-
el cuerpo zozobra. L a i m a g i n a c i ó n para res malditos, que durante millones de
ellos tiene los ojos huecos y las miradas años, entregadas al remordimiento, en
miopes; para ellos la nada es el fin, y vez de ver salir de los ojos del sol rayos
mofándose de la bóveda estrellada, en brillantes, t e n d r á n por castigo que ver
vez de una esperanza con alas, llevan en salir gusanos de los ojos de los cadá-
el corazón una calavera. veres?

Cuando los astros y las flores les dicen: Problema desconocido del castigo!
—^"Es necesario crer,,, ellos contestan á Cuestión indescifrable! Una de esas pie-
las flores y á los astros:—"¡Sois unos i n - dras puede exclamar:—Yo he destruido
sensatos!,, Cuando el árbol les m u r m u r a á Tebas; otra: Y o era Belo en Tyro; otra:
al oido:—"Dios existe,,, esos locos respon- Y o era Sila en Roma!—¡Oscura cauti-
den:—"No!;, vidad de los antiguos opresores de los
hombres! Qué sois, piedras sepulcrales?
Qué profunda ignorancia! ¡La semilla
niega al sembrador! E l universo no es ¿Qué hizo ese bloque, abierto en la
para esos hombres m á s que un vasto de fosa, helado por el frió de la tierra, cie-
lirio sin objeto y sin fin; su alma, agitan- go ahora y castigado, que acaso piensa
do la inmensidad profunda, n i siquiera y se acuerda...? ¡Acaso encierra á T i -
siente en ella el ser, y en el escabel del berio!....
mundo no oyen que suena Dios.
Ese duro pedernal, hundido en la tier-
VI. ra, que la sombra cubre, mientras el
cielo se abre para el justo que á él ascen-
E l coche fúnebre entra por las puertas dió, celoso acaso del perro que ladra y
del cementerio. L a alegre m a ñ a n a , que del asno que pasa, piensa y exclama:—•
se sonrio á la naturaleza, resplandece so- " Y yo estoy aquí!,,—¡Dios mió, quien así
bre aquel luto; todo ser encierra un mis habla es quizás u n Borgia!
terio, al que se abre su alma y la ofrece
al infinito; el astro aporta á la aurora y
el hombre aporta el a t a ú d . Señor, compadeceos de todos esos m i -
serables; salvad á esos náufragos, amad
á esos perversos; en nombre de los ino-
Se abre el interior de la fosa; por algu centes perdonad á los criminales. Como
ñ a s partes las losas cubren tierra fresca, padre, cerrad el infierno; como juez, en
se oye el toque de difuntos; aquellas se nombre de las víctimas indultad á los
abren como si fueran pupilas; la maripo verdugos.
sa blanca pregunta:—"¿Quién ha cons-
truido esos sepulcros?,, y la flor respon
de: Ay!„ De todas partes se os dice que tengáis
480 OBRAS D E VICTOR HUGO.

misericordia! Los pueblos desnudos, ata- serbio, y dicen, contemplando las fosas:
dos, azotados y trabajando s o m b r í a m e n - —"Estas son m á s profundas!,,,
te, viendo que su Señor prodiga eternos
castigos, tienen piedad del déspota, que IX.
goteando la sangre de sus crímenes, llo-
ran por los dolores que estarán sufriendo. Cuando parte el alma, restituimos el
cuerpo á la naturaleza y desaparece la
vida mortal; está ya fuera del tiempo,
Las pálidas naciones asomadas al abis-
del espacio y del número, y el c a d á v e r
mo y los grandes, suplicantes, por el
desciende a í pozo profundo de la noche.
tirano que súfrete imploran, ¡oh Señor!;
el esclavo puesto en cruz, el oprimido en
su opresión, tienen piedad del sátrapa. ¿Qué queréis sacar de ese pozo formi-
dable? ¿Por q u é en lo insondable os em-
peñáis en dejar caer la sonda? ¿Qué que-
D i r i g i d una mirada compasiva á esos
réis sacar de allí? ¿El adiós lejano y
reclusos tenebrosos que aprisiona la tier-
cariñoso de los séres que hemos amado,
ra con pesados cerrojos; á esos forzados
su mirada, su supremo suspiro, su ú l t i m o
cuyo presidio está dentro del sepulcro, y
beso?
quitadles, atendiendo á las súplicas de
los justos, las tuercas de los tornillos.
¿Qué queréis sacar de ese profundo po-
zo? ¿ A l g ú n extremecimiento del vacío,
Compadeceos del m ó n s t r u o y de la adonde todo vá, a l g ú n ruido, alguna cla-
roca, de todos esos condenados que en
ridad, alguna letra de la palabra que
otro tiempo fueron reyes en los combates,
solo Dios puede escribir? ¿Lo deseáis es-
de todos esos bandidos que produjeron
to para que obtengan vuestras risas una
tempestades en el mundo, que horroriza
ron á las fieras y que cayeron m á s bajo parte de la eternidad?
que ellas.
¿Queréis sacar acaso el secreto de esa
P e r d ó n para ellos! Sed clemente con espantosa cisterna, la fria gota que, como
el junco, que fué príncipe; con el gusano, l á g r i m a de la nada, rezuma en la áspera
que fué juez, porque el perverso es u n bóveda? ¿Queréis sacar a l g ú n fulgor azo-
loco. Señor, abrid las puertas al maldito; rado y hosco, a l g ú n grito que lanza todo
indultad al infame; dad alma al tigre y lo que mira detrás de la tumba?
alas al guijarro.
No sacareis nada. Los muertos caen.
Misterio, obsesión del espíritu que L a fosa les vé descender con sus almas
piensa, escalas de las penas y de las re- justas ó criminales, con sus nombres y
compensas, noche que termina en clari- con el ruido que movieron en el mundo.
dad, sonrisa que nace de la tortura, v i - Cuando llegue el dia en que soplen los
sión del sepulcro, ¿eres una quimera ó hálitos celestes, solo Dios volverá á su-
eres una realidad?... bir todas esas urnas llenas de la eterna
noche.
vm. X.
L a fosa, llaga de las e n t r a ñ a s de la
tierra, está abierta y hace temblar á la L a tierra, agitando en su superficie las
verde yerba y al amarillento matorral; zarzas, dice:—"El hombre ha muerto,,;
permanece siempre fria, tranquila é ina- bien: q u é queréis que yo haga? ¿Por q u é
nimada, y el alma vé salir de ella, como me lo devolvéis? Tierra, haz de él ñores,
una nube de humo, l a sombra del infi- azucenas, que rocíe el alba; su boca con
nito. dientes abiertos convierte en rosa que
entreabra el botón.
Y las aves, que se ciernen sobre todas
las cumbres, que vuelan por todos los Haz correr su sangre en tus manantia-
cielos, comparando los abismos en sus les de agua viva, y haz que tus convida-
viajes aéreos, recuerdan la alta cima del dos los bueyes se la beban mugiendo;
Vesubio, la profundidad del Océano so- haz que de sus azulados senos broten las
LAS CONTEMPLACIONES. 481
violetas y cubre con los ojos que te dan :urnas, le hielan en el ataúd; el muerto
los esqueletos las alas de las mariposas. i r i t a , y oye que le hablan en voz baja
'as cuatro tablas de su féretro.
¡Fecunda t u vida con la savia que sa-
cas de los muertos; conviértela en torren- Una dice:—"Yo cerraba el arca donde
te que ruja, en musgo que te cubra de guardabas t u riqueza.,,—Otra dice:—
fresca alfombra; haz de ella rocas, j u n - "Yo serví de puerta á t u casa.,,—Dice la
cos, viñas, brisas, perfumes, bosques su- tercera;—'^Yo era la mesa donde comías
surradores, surcos llenos de espigas! y te embriagabas en los dias felices.„—
L a cuarta tabla dice:—"Yo era la cabe-
XI. cera del lecho de tus amores.,,

L a tierra sobre el a t a ú d , en el que el


pálido muerto escucha, cae; y a l l á abajo, Mortales, reid y cantad mientras bri-
por el camino del cementerio, el campe- l l a para vosotros la luz del dia, y no
sino silba; y los hijos, los amigos que penséis en los muertos que hunde sin
a c o m p a ñ a n al cadáver, n i siquiera espe- cesar en la silenciosa fosa el sepulturero
ran que la tierra le haya cubierto para que se llama olvido, ¡que todos iréis á
marcharse de allí. parar allí!

xn.
E l enterrador arroja sobre el féretro l a
tierra á paletadas. ¡Oh muerto, t ú que en
Basta! Levantaos de la mesa. Cada
el sudario creias que iban á llorarte eter-
cual seguirá á su vez el terrible camino;
namente, ya te han dejado solo en la
cada uno irá hácia él temblando; cantad,
tumba!
reid, sed dichosos, sed célebres, que cada
uno de vosotros será pronto en las tinie-
Y a empieza t u silenciosa soledad! No blas espectro de ojos apagados.
c a m b i a r á s ya de actitud n i de lecho; las
horas ya no sonarán para t u oido; el i n
móvil sudario ha dejado caer sobre t u L a m u l t i t u d os admira y el cielo os
forma horrible sus pliegues eternos. favorece; sois rico, grande, glorioso, po-
pular, altivo é incensado; os preceden
vuestros lictores llevando el hacha gra-
E l sepulturero, sentado sobre t u fosa, vemente, pero vos os iréis sin que nadie
bebe, come, se sonríe y se chancea, y sepa por dónde habéis pasado.
toma, tarareando canciones bestiales, un
vaso con sus manos, que á cada momen
to tocan los instrumentos de l a muerte. J ó v e n e s hermosas que brilláis en la
aurora de la juventud, palidecen vues-
tros labios antes de que termine la fiebre
L a tarde se apaga; el espacio se llena del baile deslumbrador; antes de que en
de inquietudes; la yerba tiembla y su- las a r a ñ a s se consuman los cirios, la
surra como una multitud; el rio reluce muerte pone en vuestras frentes el velo
el paisaje oscuro adquiere venas de de vírgenes que se llama eternidad.
m á r m o l ; esas hidras, que se llaman árbo
les, tuercen sus brazos durante l a noche.
E l conquistador cae de lo alto de sus
triunfos y vé desaparecer su espada; el
E l muerto se queda solo y siente que amante pasa con la mujer de sus amo-
la noche le devora. Cuando despunta el res; la cuna adquiere voz sepulcral, y el
dia, la aurora, con todos sus rayos y el sonrosado niño se convierte en larva
canto alegre de los pájaros, llegan y ale- horrible y del vajido sale el estertor de
gran los sepulcros; y cuando aparece l a la a g o n í a .
noche, toda su sombra cae sobre las t u m
bas.
¿Lo que ayer pensaban los hombres,
lo saben acaso hoy? De sus quimeras, de
E l cadáver tiene frió; porque la noche sus deseos, de sus ilusiones, de sus vanos
que trae con su hálito las tinieblas, e" problemas nada resta; todo lo han olvi-
horror, el espectro y las mariposas noc dado con el transcurso de los aconteci-
TOMO V .
61
482 OBRAS D E VICTOR HUGO.

mientos, que corren tan de prisa que des- Y a no se oye el ruido de tus molinos,
lumhran al mortal. n i el de los martillos cayendo sobre los
clavos; estás abandonada: ¿dónde están
tus bufones? N i n g ú n pasajero subirá
Las esperanzas y las promesas se pier- por tus pendientes de hoy en adelante, y
den en el espacio. L a boca que promete ya no se verá la luz de las l á m p a r a s sus-
es u n pájaro que pasa; loco es el que se pendidas en los techos.
fia de ella. Las promesas se van donde
v á el viento en las llanuras, donde van
las olas del mar. Brilláis para desaparecer y subís para
pajar. E l grano de arena le dice a l
grano de ceniza:—"Traguémonoslo to-
Piensa, mortal, en la profundidad de do.,,—"Dónde está Tebas?;; pregunta
la nada eñ que vivimos. Cuando yazgas pensativa Babilonia. Tebas interroga:
para siempre en el eterno sueño, tus —"Dónde está Nínive?,,, y Nínive excla-
hijos, gastando los dias que Dios les con- ma:—"Dónde está Tyro?„
ceda, vivirán en la honradez ó en la i g -
nominia, pero t ú no lo sabrás.
E l hombre se agita y obra, y todos sus
actos los espía un ojo fijo; Dios no ignora
L o mismo pasa lo que se s u e ñ a que lo n i n g ú n pensamiento y ninguna acción
que se realiza. Esos ricos palacios, esos del hombre; ¡desgraciados los que para
carros triunfales, todo eso pasará: Pirá- obrar m a l se ocultan en las tinieblas y
mide, ves á tus plantas la humilde tien- creen por eso que nadie les vé!
da de c a m p a ñ a y ves como el viento la
conmueve; c o m p a r á n d o t e con ella te
sientes orgullosa, Cheops, porque ella es Todos van desapareciendo unos tras
de lienzo y t ú eres de granito; de otros; unos a l fin de una carrera i n -
sensata, otros cuando dan los primeros
pasos; desaparece el que e m p u ñ a el ce-
L a modesta tienda exclama: ^¡Gloria tro y el que hace sonar la flauta; nada
á la magnífica pirámide!,, Pero un dia, dura en el mundo, y el padre desaparece
relinchando como un caballo n ú m i d a , el tras el abuelo.
terrible h u r a c á n desatará sus furores so
bre la arena del desierto, que sustenta á
las frágiles tiendas, y la soberbia Cheops Las razas van á parar adonde todo
caerá al suelo lo mismo que ellas. p á r a en el mundo; cuando las antiguas
comienzan á palidecer, las nuevas van
siguiendo el mismo camino; y en l a
T a m b i é n t ú perecerás, á pesar de t u eternidad, abismo donde se vacía la
recinto amurallado, ciudad sagrada, y te tumba, cae sin cesar la humanidad, som-
convertirás en u n m o n t ó n de escombros brío rio que v á á parar al rio universal.
humeantes, y se desesperarán los que te
sirvieron y los que te amaron a l ver el
humo denso que produce t u incendio. V i g i l a d ! Pensad en los seres queridos
que perdisteis; hablad m á s bajo, meditad
lo que decís; el á g u i l a de la muerte nos
Sus hijos exclamarán:—"¡Desventuras roza con las puntas de sus alas, y la v i -
de la guerra civil! ¿Qué ciudad igualó da, hora por hora, se v á fugando de nos-
nunca á ésta? Sus torres llegaban hasta otros.
el cielo; sonreía al oir las canciones de
sus prostitutas, y hacia correr como han
dadas de nubes sus bajeles por el mar. Partidas vertiginosas! ¡golpes repen-
tinos! ¡Cuántos que creían hablar solo
para el mundo, con la frente altiva y el
¿Dónde están tus doctores que te ense corazón soberbio, de repente, como de
ñ a b a n á leer? ¿Dónde los domadores de súbito se desploma u n muro, en medio
leones que tocaban la lira? ¿Dónde tus de una frase dirigida á l a m u l t i t u d se
luchadores que no se cansaban j a m á s ? han desplomado en l a tumba;
Ciudad, ¿te ha robado u n ladrón por la
noche? D ó n d e está Babilonia? A y ! ¡des
apareció! Y al llegar á l a inmensidad se han
quedado pálidos y estupefactos al ver en
LAS CONTEMPLACIONES, 483
el abismo azul de lo infinito, en el que mudo posa su mano sobre el hombro del
el enmascarado se descubre y el incógni- descarado burlón, y detrás de él, mien-
to se revela, que la frase que hablan em- tras canta, surge la muerte, y Dios llena
pezado á pronunciar ante los hombres de repente con la eternidad aquella boca
la terminaban delante de Dios! que escupe.

XIV.
E n el umbral de lo infinito hay u n es-
pectro con el dedo puesto sobre la boca. ¿Qué harás ¡oh viento! de tantas yer-
Los muertos parten. L a noche con su bas segadas, de tantas pajas secas y de
vara los toca y se encaminan hácia el tanto árbol derribado? ¿Qué harás ¡oh
antro profundo, en el que no penetra n i viento! de los que se van del mundo an-
el m á s leve resplandor, y por allí se disi- tes de hora, de los que lloran y de los
pan. D ó n d e van? Quién lo sabe! Solo sa- que rien?
bemos que se van.

¿Qué h a r á s de los corazones, q u é ha-


H á c i a dónde van? H á c i a el enigma? ras de las almas? Todos los hombres
hácia el Ser? A l dar el primer paso, como amamos, creímos y pensamos, brillamos
la vela del barco que se hunde en el mar, un instante; después, en los panteones ó
desaparece su blancura, y solo se oye en en los osarios nos enfriamos, unos cu-
la inaccesible sombra el sordo murmullo biertos con banderas, otros con mortajas,
que produce un invisible bosque en el todos llenos de andrajos.
invisible abismo.
Y tus ráfagas, viento, nos agitaban y
E l infinito, camino oscuro y brumoso nos oreaban cuando ayer estábamos llenos
por donde el alma llega á Dios, asciende de vida y llenos de ilusiones: ahora todo
multiplica sus bóvedas tortuosas y luego eso h u y ó y ahora no sabemos q u é será de
se borra... y nos azora el horror cuando nosotros, y en vano tratamos de averi-
llegamos á entrever los arcos y los pila- guarlo.
res de ese puente monstruoso.
Oh viento! ¿qué h a r á s de ese torbelli-
XIII. no de séres, de hombres, de mujeres, de
niños, de ancianos, de esclavos, de seño-
Desafiando á lo inmutable, unos se re-
res, que sufren, rezan, aman ó dudan,
fugian en el adormecimiento, otros en la
que quizás son ceniza, que quizás son
orgía; algunos exclaman:—^¡Abajo la
semillas, que ruedan extremecidos y pá-
virtud! abajo la fó!„ E l hombre es u n
animal como los otros; en su l ú g u b r e es- lidos hácia el inmenso desvanecimiento?
píritu, como el tigre en su antro, habita XV.
l a nada.
E l árbol de la eternidad vive, no tiene
raices n i copa, pero su vasto ramaje al-
Gozar es lo que importa y pasar bien canza á todas partes, está cerca del gu-
la vida rápida; el que hace sacrificios es sano y cerca del sol; el espacio vé crecer
un loco, el m á r t i r es u n estúpido; v i v i r incesantemente la rama que se llama
bien es lo esencial. L a inmensidad se N ú m e r o y la rama que se llama Desti-
sonríe y la tumba hace gestos. L a vida no, y su vegetación sombría cubre al
es u n guijarro que el hombre prudente hombre azorado.
recoge para apedrear a l cielo.
L a sentimos arrastrarse y engrande-
Esos hombres se sacuden sus sabandi cerse sobre nosotros, atar á Deutz con
jas sobre los ángeles; viven contentos Judas, á Nemrod con Schinderhaunes,
beben, comen y rien, con todas las risas retorcerse en m i l nudos, y temblando,
que l a demencia puede inventar, y di- vemos cruzar en nuestras pupilas sus
cen en su rencor y en su ódio todo lo que tallos vertiginosos.
el gusano pudiera decir á Dios.
Y distinguimos en la parte m á s fron^
Niegan esos desgraciados al Creador dosa del árbol á los Hobbes, contemplan-
deí mundo; pero de repente el á n g e l do con ojos de m á r m o l á l o s K a n t de an^
OBRAS D E VICTOR HUGO,

cha frente; inmóviles, con el hacha en la alrededor como u n viejo claustro; la yer-
mano, con el pió encima de los proble- ba está muy alta, y en ella se ven menos
mas: la muerte ha convertido á todos esos flores que tumbas.
leñadores en pálidos espectros.
Cuando nos agobia l a duda, la vida
E s t á n estupefactos cada uno sobre su pierde el encanto. Cuando el hombre, es-
rama; ese se incorpora; éste, espantado, pectro alegre, con el sarcasmo en los la-
se inclina; aquel quiere, el de m á s a l l á se bios y con la tristeza en los ojos, quiere
atreve, y todos se paran ante el misterio. burlarse del infinito, vó con estupor que
Zenon piensa volviendo l a cara hácia los árboles oran y que las m o n t a ñ a s es-
Pirren y Voltaire mira á Spinosa. t á n serias;

Decidme, ¿quó habéis encontrado, bus- Conmovida la encina hace señas al ce-
cadores sublimes? ¿Los oscuros nidos que dro, que está contemplativo; el peñasco
encontrásteis entre las ramas nudosas soñador parece un sacerdote que está
del árbol, cobijaban enjambres de alas en el templo llorando por a l g ú n desgra-
negras ó blancas? Decidme, ¿visteis volar ciado; la a r a ñ a medita inmóvil en el
por entre el ramaje alguna á g u i l a mons-centro de su tela, y el león, pensativo á
truosa? la luz de las estrellas, dice rugiendo:—
" P e r d ó n , Señor!,,
Jersey, cementerio de San Juan, A b r i l
Del que guarda el secreto, los hom- de 1854.
bres somos vasallos; el espeso velo de la
suerte no nos deja ver claro; la fúria del
viento nos encorva; la oscuridad de la VI.
misma noche confunde nuestras cabezas.
Quién sabe el secreto? ¿Lo sabéis vosotras,
tempestades? ¿Lo sabéis vosotros, abis- U n dia el profeta sublime que medita-
mos? 3a en Patmos y leia extremecido en los
bordes del abismo palabras lúgubres, di-
rigiéndose á su águila, la dijo:—^'Quiero
E l incomprensible problema hincha que me lleves sobre tus alas; quiero i r á
las olas del mar, y oscilando sin cesar, ver á Jehová.,, E l á g u i l a obedeció. Lle-
v á desde l a noche hasta la aurora, desde garon á las puertas del cielo y Juan en-
el topo hasta el lince; el enigma clava en t r ó . Se dirigió á u n sitio sin nombre, cu-
nosotros tercamente sus profundas mira- yo centro n i n g ú n a r c á n g e l se atreve á
das en la oscuridad, en la que vemos so- atravesar; pero ese sitio temible estaba
bre nuestro destino las dos garras de la lleno de sombra, de la sombra que pro-
esfinge. yecta la grandeza de Dios.
Jersey, Setiembre 1855

L a clave de la esfinge es Dios: esa


palabra tiembla en la llama, fluye en los
rios, circula en l a sangre del hombre; las
constelaciones la dicen en voz m u y baja, Clara.
y el volcan, ese mortero del infinito, la
lanza á los astros cuando pasan.
Vuestra hija siguió á la mia! Madre
de corazón desgarrado, hiciste bien en
No dudemos, creamos; tengamos con dejar abierta la puerta para que ella
fianza y afirmemos la existencia de Dios vuelva; la piedra que se vé allá abajo en-
Nuestra ceguedad no debe servirnos de tre la yerba es una tumba.
obstáculo; hagamos ver á la creación
que al ciego deslumhra la luz.
E n cuanto desapareció m i hija te tocó
el turno, Clara, y desapareciste también:
Os repito que negar al Creador es caer quizás en las alturas se l l a m a r á n la una
en un precipicio. Mortales, la vida es á la otra, a l saber que ascendieron casi
m u y corta y la carne sirve de pasto á los juntas.
cuervos; l a yida se derrumba á vuestro
LAS CONTEMPLACIONES. 485
N i ñ a que en nuestra morada vertías siones, y en toda ella brillaba ese no sé
la alegría; que en otro tiempo, c a n t á n - qué vago y lejano de la ilusión.
dote, t u madre te mecía en la cuna; que
primero la encantaste con t u pequeñez,
y luego hiciste luminoso el horizonte de Se conocía que h a b í a de estar poco
su vida, tiempo en el mundo, que solo aparecía
en él para desvanecerse, que apenas
aceptaba la involuntaria vida, y que ha-
Ahora duermes para siempre bajo l a bía momentos en que la tumba la des-
losa sepulcral; no existes, has existido lumhraba.
apenas: el astro atrae á la azucena y se
llevó a l azur del espacio t u virginidad.
P a s ó por esta sombra, á la que se re-
signa el hombre; cuando sopló el viento
Te remontaste al sublime firmamento fatal, pasó sin hacer ruido, hermosa y
convertida en llama, en ala, en himno y Cándida, como una pluma de cisne, que
en fragancia, y gozarás en el infinito de permanece siendo blanca cuando se la
rayos de luz y de rayos de amor eternos. vé de noche.

No reiremos ya en la noche de nuestra Desapareció al aparecer la aurora; fué


vida, en la que, como para bendecirnos, fulgor en la m a ñ a n a , v i r t u d en el cielo;
vemos vagar en nuestro cielo y en núes- fué boca que solo conoció los besos de
tra memoria t u figura como una nube la ilusión, fué alma que solo d u r m i ó en
y t u nombre como un recuerdo. I el lecho de Dios.

¿Presentaste ya en las altas esferas t u Y ahora estamos los dos sumidos en


sombrío epitalamio? E n los pocos mo- nuestra aflicción sin límites, vos su ma-
mentos que caminaste por la tierra, de dre y yo arrodillados ante esas queridas
todos los ideales formaste t u alma, como fosas, contemplando siempre en las silen-
si hicieras u n ramillete destinado para | ciosas tinieblas l a desaparición de esos
el cielo. dos séres adorados.

Viéndote tan serena y tan radiante, j Nos hicimos la ilusión de que perma-
los corazones m á s crueles dejaban de necerian con nosotros durante nuestra vi-
odiar; pasaste por la vida como R u t h la da y Dios nos las arrebató. Hasta cuando
espigadora, y como R u t h l a espiga, t ú ciñen nuestros cuellos con sus blancos
recogías el bien. brazos, terrible viento hace extremecer
esos queridos fantasmas, que aun cree-
mos contemplar.
L a naturaleza d e r r a m ó toda su gracia
en t u faz, la aurora su candor, los campos
su bondad, y nosotros gozábamos vien-| E s t á n ahí, cerca de nosotros, jugando
do reunidas en t í la dulzura y la belleza, á las orillas del camino; no han desde
ñ a d o descender hasta la tierra oscura
y detrás de ellos, sin que en su candor lo
Era tan casta, que su forma parecía I sepan, sus alas proyectan algunas veces
obra deslumbradora del cielo; de todos |su sombra en l a pared,
los rosales parecía la rosa y de todos los
amores parecía el perfume.
Penetran en nuestras estancias, mo-
ran con nosotros, y alegres, ligeros y
Los que no han conocido á esa hechi-1 cariñosos, nos acarician y desaparecen.
cera n i ñ a no pueden saber que transpa- Desconsolada madre, nuestros hijos son
rencia tenían sus miradas, que eran se- dos ángeles.
mejantes al agua tranquila cuando las
estrellas reflejan su luz en el mar.
Quiso nuestra suerte severa que regre5-
sasen pronto al cielo que vieron abierto,
Era sencilla, franca, modesta y buena; I y que antes de posarlos labios en l a
empezaba á preludiar el canto de las i l u - copa de la vida la abandonasen, i g n o
486 OBRAS D E VICTOR HÜGO.

rando lo que es la envidia, el dolor, el solo que esos seres queridos ya no exis-
orgullo y el ódio. ten.

Nosotros, que somos ó condenados ó Entonces e x c l a m a m o s : — " ¿ P a r a q u é


apóstoles, tenemos que trabajar, que es- sirve el hogar sin fuego? ¿ P a r a q u é sir-
perar y que sufrir; tenemos que expiar ve la casa silenciosa? ¿ P a r a q u é sirve la
nuestras faltas ó las agenas; nuestro rama donde no se posan los pájaros?
corazón debe sangrar por sus heridas y ¿Qué esperamos ya, si ellos no han de
nuestros ojos tienen que derramar lá- volver?,,
grimas.

Se desvanecieron como el sonido de


Ellas son el aire que huye, el pájaro dos liras y nos dejaron solos y tristes,
que se posa u n momento en una rama, cerca del abismo en el que todo se v á
el suspiro que vuela, el A b r i l que bri- Hundiendo; y creemos algunas veces en-
l l a y pasa, el perfume de la rosa que trever vagamente en nuestra oscuridad
v á á reunirse en el cielo con el rayo el fulgor de sus deliciosas sonrisas.
del sol.

Sintieron el profundo y misterioso dis Porque por misterio incomprensible


gusto con que el alma se ata al cuerpo se nos aparecen; sentimos sus hálitos,
culpable; sintieron, seres soñadores, que oimos flotar sus vestiduras, que rozan
otro mundo los reclamaba, y no sé q u é por las paredes de nuestro hogar solita-
sed de morir prematuramente. rio, y cuando esto sucede, las l á g r i m a s
saltan de nuestros ojos.

Sí, inconsolable madre, en el cielo es-


t á n los elegidos por el misterio, los en Sentimos que nos rozan sus cabellos,
viados divinos, los seres alados, á los que que nos tocan sus blancas manos y que
Dios solo permitió rozar sus alas en la nos dicen en voz baja y tierna:—"Madre
tierra para dar algo de alegría á los co mia, padre mió, esperad un dia más!,, Y
razones cariñosos. yo quedo esperando en el último escalón
de la escala del amor.
Como el á n g e l á Jacob, como J e s ú s
á Pedro, se nos aparecen, hermosos, pu Espero reunirme pronto con m i hija.
ros, destellando de sus pupilas la clari Pobre corazón mió! L a vida es amarga
dad serena del celestial paraíso. y pronto saldrás de ella. Dios te vé. L a
muerte r e ú n e . L l e g a r á s á ser á n g e l ha-
biendo sido m á r t i r .
Y cuando compasivos besaron núes
tras llagas, curaron nuestros dolores, ale-
graron nuestra razón é hicieron brillar Angeles queridos, volveros á encon-
u n momento l a luz del alba a l través de trar será nacer. ¿Cuándo veremos, como
nuestra noche; luz ideal, aparecer l a estrella de l a
muerte en el negro horizonte de l a
tumba?
Se volvieron á las alturas á hablar de
los hombres á Dios, y para hacerle ver
las dificultades del camino de la vida ¿Cuándo iremos á las regiones donde
nuestras debilidades y nuestros sufri están los niños muertos y las primaveras
mientes, le presentaron un p u ñ a d o de desvanecidas, los seres queridos y arre-
tierra, que llevaban en el hueco de la batados?
mano.
¿Cuándo ascenderemos á esa región,
Desaparecieron, ya arrebatadas por en la que se encuentran todos los dícta-
u n r e l á m p a g o , ya por una enferme- mos, los séres queridos, los ausentes, los
dad cruel que no pudo vencer la cien- besos de los espíritus y las miradas de
cia, y nos quedamos pálidos, frios, des- las almas?
consolados, sin saber nada, sabiendo
L A S CONTEMPLACIONES. 487
¿Cuándo iremos á gozar de la alegría
sin límites, en la que son himnos vivos III.
los velados ángeles, en la que se vé al
través del horizonte de la a r m o n í a la
Cuando los cometas van y vienen lan-
vaga estrofa azul que cantan laúdes de
zando desde sus insondables focos su cla-
estrellas?
ridad hasta nosotros, encendiendo quizás
al pasar almas y mundos, ¿sabemos q u é
¿Cuándo vendréis por nosotros á sa- es lo que están haciendo esos vagabundos
car del mundo nuestras existencias, para que corren por el cielo?
que nos columpiemos juntos en las pro-
fundidades de la sombra, deslumhrados
por la mirada del Eterno? ¿Quién ha visto el manantial y quién
Diciembre 1846. conoce el origen? ¿Quién, habiendo son-
deado el abismo, puede imaginarse ser
mago y ser rey? Quien puede decir:—
"Basta, ya está bien; no crees m á s astros,
VIII. Eterno; descansa.,,

Asomado á l a ventana durante l a


noche. Sedicioso el efecto, ¿tiene la pretensión
de limitar la causa? N i n g ú n mortal pue-
de decir á nada de lo creado:—^No irás
I. más allá,,; sin su intervención la creación
vive, crea y se multiplica; el hombre solo
es un testigo presencial.
Las estrellas, como puntos de oro, se
ven al través de los ramajes; el oleaje
descompone sus reflejos en el pálido U n testigo presencial que tiembla y
Océano; las nubes en el espacio parecen que se espanta. Los firmamentos, así
^aves que huyen; de vez en cuando susur- como los animales, están llenos de v i -
r a el viento y dice palabras entrecorta-viente savia. L a creación está delante
das, como el hombre que está soñando. y Dios detrás. E l hombre está en la par-
te oscura de la barrera, en la que, curioso,
vive y vaga: cuando levanta la cabeza
Todo se desvanece. L a naturaleza es vé, al través de la siniestra claraboya, el
una urna mal cerrada; la tempestad es brillo del ojo misterioso.
espuma y la llama es humo; todo está
fuera de su propia vida. ¿El astro es un
IV,
punto fijo en ese movedizo problema?
¿El cielo que contemplamos fué siem-
pre lo mismo y lo será siempre? ¿Verá Luego no debemos decir:—"Contamos
siempre el hombre claridades eternas y con las estrellas,,. Quizás flotas de soles
subir los mismos centinelas á las mismas con las velas desplegadas llegan en este
torres? instante; quizás m a ñ a n a el omnipotente
Creador, rehaciendo la noche, haga que
cambie el firmamento.
II.

Seréis siempre las mismas, noches? Quién sabe! Q u é sabemos? Quizás en


¿Veremos siempre sobre nosotros exten el sombrío horizonte veamos brusca-
derse el mismo cielo? D i , larva Aldeba mente aparecer astros azorados, que lle-
ran, responde, espectro Saturno, ¿nunca guen de los abismos, que vengan de las
veremos en la faz nocturna abrirse ojos profundidades ó que desciendan de las
nuevos? cumbres, y que entren en tropel y que
nos petrifiquen con sus extraños aspec-
tos.
¿Comprendemos acaso el misterio del
mundo? ¿Qué sabemos nosotros, pobres
juncos del pantano, miserables gusanos Quizás en este momento, desde el fon-
cuya baba reluce, q u é sabemos nosotros do de las noches fúnebres, ascendiendo
si Dios querrá ceñir nueva tiara á la hasta nosotros, hinchando sus olas de cla-
frente de la noche? ridades, el mundo infinito, en ese deseo-
OBRAS D E VICTOR HUGO.

nocido mar vierta una inmensa marea de está quieto y tranquilo; todo respira ter-
constelaciones. nura y felicidad; Dios mira.
Marine-Terrace, A b r i l 1854. Marine-Terrace, Julio 1855.

x.
IX.
A l o » á n g e l e s qne nos v e n .
Claridad,

—Pasajera, quién eres? Te conozco,


pero como eres espectro, sombra y nube,
E l Océano hace resplandecer sus va no tienes sexo n i edad.—Soy t u madre.
riados matices. E l oleaje, cansado de —¿Quién eres t ú , cuyas alas tiemblan y
combatir, extenuado se adormece, y de- b r i l l a n , cuyos ojos están bañados de
jando que descanse el escollo, envia á la dulzura?—Soy t u hermana.'—¿Y t ú quién
playa inmenso beso. Parece que en todas eres?—Soy t u hija.'—Y tú?—Soy la mu-
partes, a l mismo tiempo, la vida hace jer que amaste.—Y" tú?—Soy t u propia
desaparecer el mal, el sufrimiento, el alma.^—¡Envolvedme en vuestra oscuri-
invierno y la noche; que los muertos i n - dad, profundas noches!
viten á los vivos á amar, y que un alma Junio 1855.
incógnita difundida por todas partes ade-
lante tiernamente l a boca hácia nuestros
labios. E l ser, extinguiendo su fiebre en
la sombra y en el éxtasis, abriendo sus XI.
e n t r a ñ a s , sus senos, sus ojos y sus corazo-
nes, en sus profundos poros recibe de to- Cadáver,
das partes la penetración de la sagrada
savia. Como una marea llega de las al-
turas la paz universal. L a brizna de Cuando muere el hombre, ¿habéis le-^
yerba palpita en las rendijas de las ro- vautado alguna vez el p a ñ o mortuorio
cas. E l alma tiene calor. E l nido está para contemplarle? Y mientras alrede-
cobijado. Parece que se llene el infinito dor del lecho le lloraban desconsolados
de un extremecimiento de hojas. Cree- la madre, los hijos, los hermanos y los
mos encontrarnos en los momentos en amigos, sollozando de dolor, ¿habéis visto
que al despertarse la tierra oye el ruido sonreír al cadáver? Hace p)oco se retorcía
que lanza el dia al abrirse; en los mo- en el estertor de sus últimos instantes
mentos en que oye los primeros pasos y ahora despide cierta claridad. ¿Qué
que dan el viento, el trabajo, el amor y es lo que produce esta claridad en el
el hombre; en los que oye descorrerse el hombre cuando cae en el profundo y
cerrojo de l a sonora puerta y el relincho eterno abismo? Q u é es el sepulcro? ¿De
de los blancos caballos de la aurora. E l qué proviene la serenidad formidable de
pájaro, de un solo vuelo, como u n espíri- los muertos? Es que se abre el secreto y
t u loco, v á á impacientar á l a ola mons- que el sér se queda fuera de él; es que el
truosa que sonrio; el aire juega con las alma brilla, llamea y está r i s u e ñ a , y el
moscas y la espuma con el águila; el la- cuerpo participa t a m b i é n de esa terrible
brador gravemente abre los surcos y ar- alegría. E l cuerpo se dice:—"Voy á con-
regla las p á g i n a s donde debe escribirse vertirme en tierra, á germinar, á florecer
el poema de los trigos; el horizonte pare- como savia y á amar como flor; voy á
ce un sueño deslumbrador en el que na- rejuvenecerme con la j u v e n t u d del ma-
dan la escama del mar y la pluma de la torral, del agua viva, de la encina y del
nube, porque el Océano es hidra y la olmo y á difundirme por los lagos, por
nube es pájaro. U n rayo vago de clari- las olas, por los prados, por los montes,
dad cae sobre una cuna, que una mujer por las rocas, por los barrancos, por las
columpia en el interior de una cabaña; brisas y por todos los murmullos desco-
dora los campos, las flores y las olas, y nocidos de la vida. V o y á ser pájaro,
adquiere m á s viva luz al reflejar en una viento, susurro del agua, rumor del cielo
tumba, situada cerca de un campanario. y palpitación del todo prodigioso de la
L a luz se sumerge hasta lo m á s profun- naturaleza.,, Todos esos átomos, de los
do, v á á buscar la sombra y le d á un que disponía el hombre y que estaban
beso en la frente. Todo en la naturaleza fatigados, se alegran de verse en líber-
L A S CONTEMPLACIONES. 489
tad de vivir y de volver al abismo que les mundo, como el mochuelo y como la es-
place. E l hálito que la calentura hacia trella, la sombría canción de la noche.
agrio y ardiente v á á convertirse en per-
fume y la voz en armonía; la sangre vá
á volver á penetrar en las venas infinitas ¿Tú no eres t a m b i é n , como yo mismo,
y á correr, como claro arroyo, por los á m p a r a en el mundo v i l y tenebroso;
campos; los huesos han adquirido ya la alma, es decir, problema; y mujer, es de-
majestad del mármol; l a cabellera siente cir, destierro?
ya el extremecimiento del ramaje de los
árboles y la aromada brisa de l a prima-
vera, y la mirada, que e x t r a ñ o velo em- ¡Sal de la nube, sombra embelesadora;
p a ñ ó , adquiere el misterio del despertar déjame que te vea, fantasma! Sé para m í
de u n astro luminoso. ::aro que me libre de la borrasca; sé para
m í estrella en el celaje negro.

Dios quiere que l a muerte sea el inefa-


ble canto por el que al fin el alma y el Búscame entre las gaviotas; dirige tus
cuerpo se sueltan, y que sirva de doble uminosos rayos hácia m i arrecife, y haz
puerta abierta al doble ser del hombre. legar hasta mis mudas profundidades t u
E n esta hora inexpresable Dios dispersa iulgor angelical.
el cuerpo en el universo y el alma en el
infinito. Cierta azulada atmósfera, en la Desciende, y al pasar roza tus ligeras
que se respira el aire salubre de la eter- alas en las alborotadas olas; ven hasta
nidad, resplandece á pesar de la l ú g u b r e mí; debes ser m u y hermosa, pues t u leja-
mortaja. Admirable paz la de la muerte! no canto es m u y armonioso;
L a sombra de las noches, las c a ñ a s de
los estanques, la roca del montículo, la
aparición misteriosa del crepúsculo, el Y la noche engendra la aurora; y q u i -
aire, l a tierra, el fuego y el agua, todo, zás es designio del cielo que alegre t u
hasta el cielo, se inmiscuye en el cadáver, misteriosa sonrisa m i destino triste.
que llega á ser solemne, y el nacimien-
to de u n astro se entrevé en sus pupilas.
E n el cementerio. Agosto 1855. E n el tenebroso mundo por do vago
debemos apercibirnos de esto los dos; t ú ,
que eres luminosa, y yo, que soy esclavo
XII. del deber.

A l a que c u b r e u n velo. Desde lejos me dices que me amas y


que por la noche te apareces en el hori-
zonte, y llegas hasta a q u í para ver la
Me hablas desde el fondo de una nube playa y para ver m i morada.
como h a b l a r í a u n alma á los vivientes, y
como la espuma sobre l a playa, t u túnica
flota á los vientos. Y allí, meditando bajo la grande bó-
veda, cerca de las olas agitadas, sorpren-
dida de ver que el á t o m o se parece á la
Soy el alga que es v í c t i m a de innume- inmensidad, comparas, sin conocerme, la
rables olas; soy el cautivo á quien el des- ola con el hombre, la sombra con el des-
tino venció; todas las sombras cubren m i terrado y la l á m p a r a que alumbra m i
vida, sin conseguir apagar m i corazón. ventana con el astro que alumbra el i n -
finito!

M i espíritu se parece á esta isla, m i


suerte se asemeja á este Océano; soy el Algunas veces, en mis delirantes sue-
tranquilo habitante de la región de las ños, siento que te posas en m i frente
tempestades y de los huracanes. marchita, boca de lo desconocido que
dejas caer el beso puro de lo ideal.

Soy el proscripto que vive solitario


que piensa y canta lejos del ruido de Cuando me roza t u hálito, siento en
TOMO V .
490 OBRAS D E VICTOR HUGO.

m í dulce frescura y que se extremecen M i irreparable desgracia consiste en


todos mis pensamientos como hojas del depender de dos elementos; consiste en
árbol del corazón. encerrar en m í fango miserable y luz di-
vina.
Pero no quieres que yo te vea; sucesi-
vamente vienes y te vas; no quieres lla- Consiste m i desgracia en ser hombre,
marte alegría, h a b i é n d o m e dicho que te en recordar lo que he sido, en ver lo que
llamabas amor. soy; en ser al mismo tiempo cielo y
tumba.
D á u n paso m á s , ven y entra, si el de-
ber no te lo prohibe; ven á ver m i alma Consiste en ser u n forzado que pasea
en su antro, y verás el espíritu del león su cadena por el mundo, en verme obli-
y el corazón del n i ñ o . gado á vestir la hopa humana; consiste
en haber perdido las alas.
Ven á ver el desierto que habito, solo
y en solitaria morada; sé el á n g e l en casa Consiste m i desgracia en arrastrar l a
del cenobita, sé la claridad en casa del materia, y siendo hijo de la luz, verme
profeta. enterrado bajo la tierra del cementerio,
hasta cuando me entrego al amor.
Marine-Terrace, Enero 1864.
E n las ruinas ^que ocupo, trueca mis
gotas de sudor en perlas; ven á posar so
bre todas mis obras t u mano, que destella
claridad. XIII.
Horror,
Desde los bordes de los siniestros bar-
rancos del sueño y de las ilusiones en-
treveo visiones divinas... ¡Completa t ú I.
la aparición!
E s p í r i t u misterioso que pasas ante m í
Ven á ver al soñador que se inflama á con el dedo fijo en la boca... ¡no te va-
medida que se v á destruyendo, y que en yas! h á b l a m e ! . . . t ú , cuya blanca frente
su alma tiene cada dia m á s muerte, pero asomas en la noche de m i desierto; h á -
menos oscuridad. blame y respóndeme, tú, que pasas por
entre las ramas de los árboles como un
soplo de claridad!
Ven; penetra en la bruma que me ro-
dea, en l a que nace la íó, de l a que sale
el espíritu, y á través de la que yó veo ¿Eres t ú el que algunas veces se me
las formas oscuras de la suerte. aparece á media noche? ¿ L l a m a s t e t ú á
la puerta de m i dormitorio una noche
que yo no dormía? ¿Eres t ú el que ver-
Todo lo esclarecen los fulgores fúne- tías el fulgor que vi? L a piedra del
bres; para el entristecido pensador, Dios umbral de m i casa es quizás l a prime-
abre en las tinieblas bruscas inundacio- ra grada de la escalinata de la muerte.
nes de claridad.
Quizás en m i puerta, que se abre á
Conozco que, antes de descender á la la sombra inmensa, empiece la escalera
tierra, en otro tiempo me he cernido en invisible de las tinieblas; quizás los p á -
los espacios; conozco que fui a r c á n g e l lidos muertos, cuando ascienden desde el
solitario y que m i desgracia consiste en fondo del horror sepulcral, llaman á la
haber nacido. puerta de m i casa.

Ciérnete sobre m i alma, que en otro Porque la casa del destierro, confun-
tiempo fué paloma; ven hasta m í , t ú que dida con las catacumbas, está pegada á
llevas impreso el sello celestial, los muros de l a ciudad de las tumbas;
el proscripto sale de ella. Flota sumer-
LAS CONTEMPLACIONES. 491
gido, como la nave que zozobra; cuando tan los mármoles blancos de u n sepulcro
el dia le vé, exclama:—"¿Quién es esa prodigioso.
sombra?,, Cuando le v é la noche, dice:—
"Quién es ese muerto?,, m.
E n el mundo cada cosa es un proble-
Bien venida seas, sombra, hermana ma para las otras cosas; el sér es una
mia, que cuando apareces me haces señas esfinge para los d e m á s séres; el alba le
de que me incline hacia el enigma sinies- parece p á l i d a al sol, y el r e l á m p a g o le
tro y oscuro, y vienes, a s u s t á n d o m e con parece pálido al rayo. E n la creación
t u fulgor sublime, á enjugar en m i fren- vaga y crepuscular, los objetos contur-
te el sudor del destierro con la fimbria de bados por siniestra claridad son una v i -
t u sudario! sión unos para otros.

II.
L a ceniza no sabe lo que piensa el
E l abismo es oscuro y la vista es dé- mármol; el escollo ignora lo que dicen
b i l . Tenemos ante nosotros la inmovi- las olas; las ramas de los árboles no sa-
lidad del silencio. Q u é somos? ¿Dónde es- ben lo que dice el viento. ¿A quién se
tamos? Debemos gozar ó llorar? Los que castiga a q u í ? P a s á i s sin conoceros.
encontramos, pasan. De dónde vienes? ¿Eres t ú el culpable, niño que acabas
No lo sé. D ó n d e vas? L o ignoro. Así el de nacer? Oh muerte! ¿eres t ú la que
vives?
hombre habla al hombre y la ola á la
ola. Todo v á , todo viene, todo miente,
todo huye! Tenemos cimas en el espíritu; nues-
tras ideas, nuestros sueños, nuestras vir-
tudes, son escarpaduras que abordamos
Vemós salir la flecha y que la sombra y esperanzas que construimos pronto; y
tapa el blanco; vemos lanzado al hom- tratamos de aplicar á esas e x t r a ñ a s ci-
bre. Por quién y hácia quién? Hacia lo mas la escala de fuego por la que su-
invisible. E l tenebroso arco silba en el bieron los ángeles, en la que Job está
aire. A l ver que los que amamos se mue- bajo y Cristo está arriba.
ren en nuestros brazos, nos pregunta-
mos si para lanzar el rayo de la muer-
te b r i l l a el r e l á m p a g o de l a vida!... Amamos. Para qué? Sufrimos. No lo
podemos evitar. Prefiero morir y desapa-
recer; pero el mortal no puede elegir su
Nos preguntamos, víctimas de la duda, camino. E l sér, asustado, enmudece ante
si la profunda tumba que se abre ante la bóveda azul, viendo caer de la boca
nosotros, abismo, esperanza, refugio ó de la urna la l l u v i a lívida de los hu-^
escollo, es el firmamento lleno de innu- manos.
merables estrellas, y si los clavos de oro
que se ven de noche en la esfera azul son
los clavos del féretro. Pensamos. Y después? A r r á s t r a t e , es-
píritu, y conserva tus cadenas. Cuando á
la hora del crepúsculo os paseáis por en-
tre las encinas y por entre las rocas, ¿no
Vivimos y nuestros dientes chocan, veis retroceder á la sombra en cuanto se
nuestras vértebras se extremecen; cual- fijan en ella vuestras miradas? ¿Sabe-
quiera diria que en las tinieblas del mos acaso en q u é piensan todos esos mis-
mundo se oyen pasos que nos aterran. terios mudos?
Qué es el h u r a c á n durante la noche? A l -
guno que pasa. Oimos el resuello de los
caballos del espacio que arrastran un Juzgamos. Levantamos la horca. E l
carro, que no vemos. hombre mata y muere. E l género huma-
no, muchedumbre que vive en el error,
condena, extermina, destruye y después
L a sombra parece absorta en una idea se v á . E n su demencia levanta el pos-
ú n i c a . E l agua solloza; el bosque comu- te del p a t í b u l o , que es el palo de ese
nica a l espíritu su temblor contagioso, y ciego inmenso que v á caminando de
en la bruma que nos rodea, todo pare- noche.
ce alumbrado por el reflejo que proyec-
492 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Espantoso zenit, del que no puede l i -


brarse la humanidad, en el que ios doce
Césares reaparecen siempre uno tras XIV.
otro, como soles negros y errantes; el
hombre, encorvado por sus aflicciones, Dolor.
vé eternamente sobre él sucederse en
el sombrío cielo ese zodíaco de tiranos.
Creación! enlutada figura! ¡Isis auste-
IV. ra! Quizás el hombre l a perturba y cons-
tituye su misterio, quizás ella teme á los
Hace cuatro m i l años que el hombre, icmbres, y mientras gemimos bajo el
víctima del ódio, queriendo agujerear yugo de la ley mortal, mientras tembla-
su tumba con los pedazos de sus cade- mos ante ella, ella se extremece ante
nas, escarbando arriba y abajo, trata de nosotros.
escaparse al través de la naturaleza, pero
no ha conseguido aun abrir un boquete
en la bóveda del cielo. No riamos locamente, suframos con
gravedad. Cuervos, buhos y buitres, sea-
mos dignos de convertirnos en cisnes; en-
E n vano el pensador, en sus vuelos corvémonos bajo el peso de la ley que
sombríos, choca su alma oscura con la nos gobierna; no echemos la duda al
techumbre de las tinieblas; cae y muere mar como una sonda; caminemos sin sa-
su vida es m u y efímera, y nada com- ber á dónde, hablemos sin que nos res-
prendemos en la oscura noche que nos pondan y lloremos sin saber por q u é .
lega de lo que dice, en voz m u y baja,
balbuceando, la creación al oido sordo Hombre, no exijas que por tí se rom-
de la tumba. pa el silencio; comprende que eres casti-
gado, inclina la cabeza y piensa. Satis-
fácete con lo que ves. Puede salir para
Somos transeúntes, multitudes y ra- t í de la inmensidad una palabra terrible.
zas; sentimos en nuestros rostros soplos Si el abismo es la boca ¡oh Dios! ¿qué
que nos hielan; somos agitado abismo; será la voz?
somos objetos con los que juguetean las
ráfagas del viento; somos copos de la
nieve eterna en la eterna oscuridad. No nos irritemos. No nos conviene ha-
cer volar hácia la claridad que destella
la esfera á t r a v é s de los cielos transpa«
Por q u é brillas. Venus? ¿Dónde ruedas rentes la afrenta, las risas, las sátiras n i
t ú . Saturno? Siguen impasibles su car las imprecaciones, n i que el candelabro
rera y nadie en el éter nos responde. E de siete brazos atraiga á las errantes
hombre t i r i t a de frió, solo y desnudo mariposas nocturnas.
Las negras olas de la extensión se des-
bordan llenas de horror; el enigma tiene
miedo de l a clave, y el infinito parece Crece, sueña, sufre, vive, ama, enveje-
que apenas pueda contener á lo deseo ce y muere. L a explicación de esos mis-
nocido. terios se encuentra en el sepulcro. No
blasfememos. ¿Qué le importa al Increa-
do, que ofrece á los hombres los poblados
Siempre al mortal rodea la noche; n u n mundos y los cielos estrellados, que el
ca brilla para él la aurora. Caminamos mortal le amenace?
ya muchos siglos y no hemos adelanta-
do un paso; pensamos lo que pensaba
A d á n , Combatida por los vientos, la ¿Creemos acaso que cuando todo le
creación flota y huye; distinguimos en suplica, que mientras él crea y hace v i -
la oscuridad una e s t á t u a inmensa, y á vir, que mientras apropia una humani-
esa e s t á t u a la llamamos J e h o v á ! dad á cada astro, podemos con nuestras
Marine-Terrace, 30 Marzo 1854, imprecaciones perturbarle en su pleni-
tud, escupir nuestra nada hasta su soli-
taria altura y gastar su eternidad?

Dios, cuando en el éter dibujaste las


LAS CONTEMPLACIONES. 493
formas, por todas partes donde trazaste lado. No digamos:—"Lo que importa es
las enormes órbitas de universos que no gozar; el cielo está vacío!,,
existían aun, brotaron soles innumera-
bles de los agujeros que en el firmamen-
to hizo la punta de t u compás clavada Oh dolor! Clave de los cielos! L a iro-
en la sombra. nía se disipa como el humo. L a expia-
ción abre la puerta cerrada; los sufri-
mientos redimen, y por encima de las
Qué somos nosotros? Noche, muerte y ocas muchedumbres ascienden hácia los
olvido. Pero Dios existe y su esplendor sacrificios, resplandecientes, los grandes
nos hace extremecer; él es vida, llama y sacrificados.
amor; hace abrir en el mes de A b r i l mon-
tones de flores varias; hincha, como u n
Ascender es inmolarse. Es áspera l a
pecho, la redondez azul del Océano.
subida de todas las cumbres. E l Olimpo
se transforma lentamente en Calvario, en
el que se sufre el martirio: una cruz i n -
E l pensador busca al hombre y en- mensa yace en nuestra profunda noche,
cuentra la ceniza: encuentra el frió or- y vemos sangrar en las cuatro partes
gullo, la maldad, el amor venal, el error, del mundo los cuatro clavos de Jesu-
la talega de oro, el ó dio y su p u ñ a l , l a cristo.
envidia y su mortaja, al introducir la
mano al acaso en el osario que llamamos
humanidad. No dudéis, vivientes; no os moféis, es-
queletos. Desde que aparece el alba t i -
ñendo el celaje con sus sonrosadas tintas,
Porque vive sumido en incomprensi- empezáis á silbar, y larvas, que la luz
bles aflicciones, exclama el hombre estú- ilumina, cogéis ceniza con vuestras ma-
pido: "No creo en el Ser eterno; me deja nos para arrojarla á la frente de la celes-
padecer, luego no debe existir,,. Te admi- te aurora.
ras á t í mismo, hombre, efímero peregri-
no en la tierra, y tomas por plata, mise
rabie gusano, la inmunda baba que Cada vez que el hombre en el mundo,
marca el sitio por donde te arrastras. al verse víctima de los dolores, rie, blas-
fema y escupe al cielo sus sarcasmos, los
frios muertos se incorporan en sus cue-
A nada conduce negar la existencia vas s u b t e r r á n e a s y con sus descarnados
d e l S é r supremo. ¿Puede acaso la áspera dedos escriben esta palabra: "Dios,,, de-
ironía, inclinándose hácia el abismo, sor trás de las lápidas de sus fosas.
bérsele como sorbe su propia hiél? Cuan Marine-Terrace, 30 Marzo 1854.
do nuestro orgullo le niega, nuestro do-
lor le reconoce. E l sarcasmo que puede
cegar la vista del hombre no puede apa
gar las estrellas del cielo.
xv.
V i a j e de noches

Guando le herimos, nosotros recibimos


la herida. Pensemos y creamos. Inútil- Sumidos en l a ignorancia litigamos,
mente el Océano quiere traspasar la disputamos y proclamamos. Cada reli-
playa. Adoremos á Dios en los astros, en gión es u n magnífico campanario que
las flores y en las mujeres. Mortales, el un sacerdote edifica y que otro sacerdote
pensamiento es l a p ú r p u r a del alma, destruye; cada templo, tirando de la
pero la blasfemia es su andrajo. cuerda en la oscuridad siniestra y solem-
ne, hace producir diferente sonido á l a
campana eterna. Nadie penetra en el
No nos mofemos. Nuestros corazones fondo, nadie distingue la cumbre. L a
son las losas del templo. Nos está miran tripulación humana parece ébria ó de-
do siempre el Sér eterno que contempla mente; pone de vigía á un ciego, pone en
el infinito. ¡Insensato el que le niega y el timón á u n manco. Apenas hemos pa-
el que le muerde! L a mujer desnuda sado de lo salvaje á lo b á r b a r o , apenas
cuya carne tienta al espíritu, rie bajo los hemos franqueado el vértigo y el error
tupidos árboles; no vayamos á reir á su entre la niebla en la que el hombre espe-
494 OBRAS D E VICTOR HUGO.

ra, piensa y suspira, sin salir de lo malo, manantial limpio bebes?,. No le contes-
sin dar u n paso fuera de lo peor, sin que tó, y continuó p r e g u n t á n d o m e : — " S o ñ a -
los antiguos tiempos vuelvan á aparecer- dor, que vives para civilizar, ¿por q u é no
se, y siguiendo nuestros pasos nos digan: vas á rezar á las iglesias?,. C a m i n á b a -
—"Paraos!,,. Sócrates exclama:—"Ade- mos los dos, el uno al lado del otro, por
lante!,,; Jesucristo nos grita:—"Id m á s el bosque.
lejos!,, y el sabio y el apóstol desaparecen,
p r e g u n t á n d o s e el uno al otro q u é gusto
tiene la cicuta y q u é gusto tiene la hiél. Le contesté:^—"También yo rezo„.
Hay momentos en los que S a t a n á s , vien- Hermann me replicó:—"¿En q u é tem-
do al hombre ingrato, loco y cruel, le plo? ¿Qué sacerdote celebrante contem-
coge de la mano y le a c o m p a ñ a . Llama- pla t u alma y ante q u é altar? ¿Ante
mos ciencia á andar á tientas en la oscu- q u é confesor la haces comparecer?,,—
ridad. E l abismo se abre y se cierra á " L a iglesia, le contestó, es el cielo, y el
nuestro alrededor, y nuestra vista se sacerdote...,, E n aquel momento se i l u -
asusta, lo mismo de ver lo que se hunde minó el celaje.
que de ver lo que sobrenada. Sin cesar,
el progreso, que es una rueda de doble
engranaje, hace andar algo, aplastando L a luna ascendía en el horizonte como
á alguno. E l m a l puede causar a l e g r í a una enorme hostia; todo tembló en la
y el veneno tener perfume. Con la ley naturaleza, el pino, el cedro y el olmo,
melancólica y taciturna lucha el crimen; el lobo, el alción y el águila; y señalan-
el p u ñ a l habla y el p a t í b u l o le replica. do yo á Hermann el astro pálido de la
Sin ver su principio y su fin, á pesar de noche, le dije:—"Arrodíllate! Dios está
su oscuridad y de su hambre, oimos que oficiando; Dios eleva la hostia,,.
se rien l a Ignorancia y la Miseria. ¿La Marine-Terrace, Octubre 1855.
azucena tiene razón? E l astro es sincero?
Y o digo que sí, pero otros dicen que no.
Las tinieblas y los rayos afirman á u n XVII.
mismo tiempo. Duda, A d a m ! Vemos os-
curidad en el niño y en l a mujer, oscuri- 8pes.
dad en nuestro porvenir. Todo está
e m p a ñ a d o por l a niebla. Rousseau dice:
—-"El hombre progresa,,; De Maistre re- Por todas partes, desde la profundi-
plica:—"El hombre decae,,. Pero el navio dad del abismo, á la que no desciende
inmenso, el monstruoso bajel, sin apare- Jehová, hasta el zenit, techumbre á l a
jos y sin velas, que flota por revueltos que vuela la esperanza y en la que se
mares, arrastrando el hormiguero de las rompe las alas; arriba, abajo, en el fondo,
miserias humanas, camina y boga, cono- por delante y por detrás, la inconmensu-
ciendo su camino. rable oscuridad, que agitan todos los
Marine-Terrace, Octubre 1855. vientos, envuelve como en un sudario á
los muertos y á los vivos, y sobre lo
monstruoso, sobre lo impuro, sobre lo
horrible, deja caer las franjas de su ter-
XVI. rible cortina; si preguntamos á la espan-
Religio. tosa bruma que huye, la inmensidad nos
dice que es muerte y l a eternidad que
es noche. E l alma, sin poder leer una
palabra, hojea incomprensible registro;
L a hora del crepúsculo llegaba con el universo es u n gigante siniestrOj y
su claridad serena y terrible: Hermann cuanto mayor es la ceguera, es m á s ter-
me dijo:—"¿Qué fe es la tuya y q u é B i - rible. Todo es sombra. E n el fondo se
blia lees? Tengo curiosidad de saberlo. arrastra imperceptible fulgor, parecido
Si tus versos no son inútiles copos de al reflejo de una l á m p a r a ; no llega á ser
espuma; si tus estrofas no son tizones un punto luminoso, n i siquiera u n punto
negros que humean sobre el m o n t ó n de rojizo. Solo un hombre despierto, á
ceniza de la nada; quien llaman soñador, distingue esa cla-
ridad desde lo alto de la colina, y todos,
Si t u alma no está hundida en el escepto el gallo que vela, se burlan de
abismo de la incredulidad, ¿cuál es t u ella y la niegan; y la m u l t i t u d de tran-
copón y cuál es t u E u c a r i s t í a ? ¿De q u é seúntes se burla, cuando ese ser, que se
LAS CONTEMPLACIONES. 495
distingue de los otros por la frente pá- • m á s seres traen impreso el signo de su
lida, dice señalando el punto claro;— misión. Desde que nacemos somos lo
"Aquel tenue fulgor vale m á s que esta que hemos de ser. Dios, con sus propias
inmensa noche,,. manos, consagra esos seres en el misterio
Enero 1856. de la cuna; su dedo invisible escribe en
sus cráneos la B i b l i a que han de inter-
pretar.
XVIII.
Esos hombres son los poetas; esos seres
L o que es l a m u e r t e . alados que vuelan y que descienden á la
tierra, cuyas inquietas bocas hace abrir
el verbo, esos seres son los Virgilios y los
Morir es nacer; creed que es así. Es Isaías; esas almas que invade la bruma
pecador el hombre, como yo, y como espesa del destino, y en los que Dios se
vosotros; nos entregamos al torbellino concentra; de sus ojos despiden luz, de
de los placeres y de los festines; tratamos sus frentes salen rayos.
de olvidar los peligros de l a vida, los
tropiezos en los escollos, el fin de la
existencia, la sombría igualdad del mal Son esos seres que Dios propicio espe-
y del a t a ú d , aunque el hombre m á s des- ra en las cumbres del Horeb y del Tha-
graciado sea equivalente al hombre m á s bor; los que el precipicio horrible retiene
feliz, porque todos somos hijos del mis en sus bordes; los que sienten que viven
mo padre; somos las mismas l á g r i m a s las piedras; los que el formidable Pan
derramadas por los mismos ojos. V i v i - embriagó; los que se quedan pensativos
mos gastando nuestros dias en llenarlos ante las nubes, ante esas soledades por
de orgullo; caminamos, corremos, soña- las que pasan todos los vientos.
mos, sufrimos, caemos y nos elevamos.
A dónde? A l a aurora de la tumba.
A l entrar en el reino de la muerte, Esos son los severos artistas que atrae
desconocido viento nos lanza hasta el la claridad del alba, los sábios, los i n -
umbral del cielo. Temblamos al ver ventores, los que recogen en l a oscuridad
nos desnudos, impuros, repugnantes, ata de las tinieblas los hechos, las cifras, las
dos con los lazos fúnebres de nuestros álgebras, el n ú m e r o en el que todo está
errores, de nuestras culpas vergonzosas, contenido, la duda, en la que nuestros
de nuestras tinieblas, y de repente oimos cálculos sucumben, y todos los pedazos
á alguno que canta en el infinito, á al- negros que caen del inmenso frontón del
guno que nos bendice, sin ver la mano infinito.
que derrama sobre nosotros el amor y
sin saber q u é voz es l a que canta. L i e
gamos allí siendo hombres, esto es, l i a n Esos son los cerebros fecundos, en los
to, hielo y nieve, y nos sentimos vivir que sube y crece paso á paso el Océano
refundidos, y llenándonos de éxtasis y de confuso de las ideas, flujo que la m u l t i -
azur, se extremece todo nuestro ser al t u d no vé, mar lleno de todos los infini-
ver la derrota e x t r a ñ a del mónstruo, que tos, que la mirada de Dios sigue, que en
se convierte en á n g e l en las regiones de medio de la noche, llenando al hombre
la l u z . de claridad, lanza la espuma amarga
á las rocas y lava los piés desnudos
E n el dólmen de la Torre Blanca, 1.° de Homero con una ola de la eternidad.
Noviembre 1854.

E l poeta se^ apoya en el Arca. D a v i d


XIX. canta y vé á Dios de cerca; Hesiodo ca-
minando medita, y es el sacerdote sil-
vestre de los bosques; Moisés, inmensa
L o s magos. criatura, extiende sus manos sobre l a
naturaleza; Manes habla á l a inmensi-
dad y le oyen innumerables astros.
L
¿Por q u é queréis instituir sacerdotes, Uno brilla en Patmos, otro en Tyana,
cuando existen ya entre vosotros? Los otros predicen el porvenir, otros tocan la
espíritus que nacen para guiar á los de- diana para despertar de su sueño al gé-
OBRAS D E VICTOR HUGO.

ñero humano; uno es fatal, otro per- ucha, y l a ola desmelenada se agarra á
dona; en Esquilo se extremece Dodo- su torso desnudo.
na, M i l ton s u e ñ a en Whitehall, y Sha-
kespeare extiende en la naturaleza su
alma eterna. Baruch, al ver sufriendo al justo, le
dicer—"Hermano mió, tus huesos e s t á n
podridos; t u v i r t u d arrastra por el suelo
Con su sublime espiral, colocado A r - "a cadena repugnante del desprecio; pero
químedes en las alturas, podria volver á t ú te emanciparás: cifra en Dios la espe-
abrir el pozo del abismo, si acaso Dios lo ranza, y si crees en él, de la noche de t u
cegara; Euclides es el vigilante de las desgracia te despertarás m a ñ a n a lleno
leyes; Copórnico, atónito, contempla en de gloria, como l a estrella que b r i l l a al
el cielo, semejante al mar, u n abismo amanecer.,,
por el que bogan naves sin proa, mo-
viendo las sombrías ruedas, cuyos centros
son soles. E l alma de los P í n d a r o s se eleva hasta
las alturas de los Pellones; Daniel canta
en la cueva y hace salir á Dios de los
A los Thales siguen los P i t á g o r a s , y leones; Tácito esculpe la infamia; Perseo,
el hombre vé pasmado pasar ante su vis- Archiloquo y J e r e m í a s tienen el mismo
ta á esos grandes iluminadores. Aristófa- r e l á m p a g o en sus miradas, porque el cri-
nes se burla de los sabios; Lucrecio, para men atrae tras él á los perros burlones
v i v i r en el porvenir, crea u n poema bri- de la sátira, al mismo tiempo que a l
llante y dota á ese m ó n s t r u o sonoro de trueno y al rayo del cielo.
las alas del alba y de las garras de la
noche.
Aparecen los sacerdotes de la risa:
Scarron, anegado en el dolor; Esopo,
Ritos profundos de la naturaleza! A l desgarrado por el látigo; Cervantes, cau-
gunos de esos inspirados recorren las tivo, y Moliere con sus infortunios do-
solitarias m o n t a ñ a s y los sagrados bos- mésticos. Entre Demócrito y Terencio se
ques; habitan en las sombrías Tebaidas, encajona Rabelais, que nunca fué bien
y vegetando allí entre escombros, ejercen comprendido; mece á A d á n para que se
en el antro, en el Océano y en el monte duerma, y las brillantes carcajadas que
su peligroso sacerdocio. lanza forman de él uno de los abismos
del espíritu.
Encaneció t u cabello en la soledad,
J e r ó n i m o , anciano del desierto; espíritu Y Planto, al que hablan las cabras;
pálido te anima, Elias, y u n á n g e l ató Arios to, el cantor de Medora; Cátulo y
nito te sirve. Oyes en sitios inaccesibles, Horacio, cuyos labios atraen á las abe-
A m ó s , los acordes de invisibles clarines; jas de oro; como u n doble Dioscoro, Ana-
t u alma predilecta de Dios está lejos del creonte viene cerca de Epicuro y Bion,
mundo, y t ú vives ausente de t u cuerpo. y Moschus... ¡esos son los sacerdotes de
la alegría! ¡esos son los sacerdotes del
amor!
T ú riñes con aspereza á los pecadores,
luchador terrible que te llamaste San
Pablo, inmenso apóstol de la espada, G-luck y Beethoven están tranquilos
que solo Dios pudo vencer; brillas, hieres ante la aparición del á n g e l que inquieta
y repruebas; destierras del mundo á Ci á Jacob, Mozart se sonríe y Pergoleso
terea, á Isis y á Astartó; eres un gigante pronuncia esta gran palabra:—"Stabat!»
que quieres castigar y no absolver, y es E l cerebro de Piraneso es una hornaza
para tí el rayo, m á s que claridad, es- abierta, en el que se confunden el arco
pada. y el cielo, la escalera, la torre y la co-
l u m n a ; en el que crece, asciende, se
hincha y hierve l a inconmensurable
Orfeo baja y recorre el mundo; el des Babel.
lumbrador queda deslumhrado, y ve
monstruosa l a creación á su alrededor
las rocas, rudos Hércules, combaten en los A la sombra de esa torre la envidia
crepúsculos con el h u r a c á n , desconocido se mofa. Esos semi-dioses firman con su
siniestro; el mar lloroso tiembla en esta nombre, Bramante el Vaticano y Phi-
L A S CONTEMPLACIONES. 497
dias el Parthenon; en el establo donde Veréis, hijos de la naturaleza, apare-
se mece la cuna de J e s ú s se inclina el cer ante vosotros semblantes que deste-
orgulloso Buonarotti, como u n mago, y l l a n pura luz, larvas de l a verdad,
en tus manos ¡oh Miguel A n g e l ! el espectros de lo bello; el misterio en Gre-
n i ñ o se convierte en espectro, y su pa- cia y en Caldea; pensadores, que graban
ñ a l es m á s sombrío que una mortaja. las ideas en nuestras imaginaciones y
los geroglíficos en los muros; veréis las
Indias y el Egipto, que en la oscuridad
Cada uno escribe u n capítulo del r i - de vuestras criptas hunden sus oscuros
t u a l del universo; unos esculpen el sagra- pórticos.
do pupitre y otros doran el misal: cada
uno compone un versículo del salmo;
Lysippo, de pió en el Ithome, forja su Cuando las c i g ü e ñ a s del Caystro vue-
estrofa en m á r m o l ; Hembrandt la dibu- lan al soplo de los vientos de la tarde;
j a y colora en el lienzo, Primaticio, en cuando aparece siniestra la luna por
la piedra, Job en el estercolero y Dante detrás de las oscuras cúpulas; cuando
en el bronce. la tromba se apoya en las olas; cuan-
do el h u r a c á n , el horror y la l l u v i a es-
parcen silbando y rugiendo todas las
Todas esas estrofas juntas cantan a l l á g r i m a s de las nubes por todos los so-
Sór Supremo, ascienden hasta Dios; unas llozos del mar;
brillan y adoran, otras tiemblan, y todas
son grifos de fuego, todas son exclama-
ciones de los abismos: voces de abajo, vo- Cuando en sus sepulcros juegan los
ces de arriba, forman el himno instin- vientos con los huesos de los difuntos
tivo ó voluntario, l a explicación del reyes; cuando las altas yerbas sacuden
misterio y la apertura de la tumba. sus olorosas cabelleras; cuando por nues-
tros duelos y por nuestras fiestas tocan
las campanas; cuando derrama el alba
A nosotros, que solo vivimos una hora, sus sonrosadas luces, sucede todo esto
nos enseña las profundidades de nuestra para que hiera la vista de los pálidos
miseria interior, comparadas con las contempladores de l a naturaleza.
grandezas del cielo. E l espíritu cautivo
del hombre las oye, mientras en su ce-
rebro, ciega la duda para ver las clari- Ellos saben lo que la tarde tranquila
dades del cielo, para prender al alma piensa de los muertos, cuando acaban
indignada, suspende en el cráneo su tela de terminar sus vidas, y saben el que
de a r a ñ a . prefiere la palma del conquistador y
saben el que prefiere la palma del m á r -
tir; saben lo que murmura todo lo que
Esas estrofas consuelan, lloran y aman, vegeta en la creación; lo que dicen, en
y casando la idea con los sentidos, á los los alegres meses de los dias largos y de
que viven con los que mueren, los gra- las flores abiertas, las bocas frescas de
nos de ceniza con los granos de incienso, las rosas á los oidos de los cielos.
la arena con las pirámides, recordando
á unos que todo es efímero y á otros su
primitivo esplendor, hacen ver los ojos
de los astros en la luz y los ojos del móns- Los vientos, las olas, los murmullos,
truo en la oscuridad. el azur tranquilo, el movimiento del
bosque, son las formidables bebidas que
apagan en ellos la sed de lo infinito; l i -
II. gan esos austeros soñadores todos los
misterios á su alma, toda la materia á
Sí, Sócrates es u n sacerdote; sí. Catón sus sentidos; l a extensión los embriaga y
es u n sacerdote; cuando Juvenal huye la sombra es l a incitante copa en la que
de la ingrata Roma, no hay cetro que beben esos sombríos peregrinos.
equivalga á su cayado; son sacerdotes
los Tirteos, los Solones, los Platones y
los Rafaeles; son inspiradas las frentes Cómo contemplan esos Mesías! ¡Cómo
de esos espíritus, que resplandecen m á s piensan esos espíritus azorados! Son los
que las mitras en las festividades de Na incansables espectadores de las ¡espesas
vidad. tinieblas. Esos poetas, esos apóstoles,
esos profetas, meditan, hablan y escri-
TOMO V. 63
OBRAS D E VICTOR HUGO.

ben mirando á las estrellas y sentados gan al Eterno, y en busca de ese solita-
en los bordes del abismo. rio ascienden y llaman en el cielo, pre-
guntando si está allí. Vuelan hácia las
m. tumbas como palomas ofreciendo la
rama que llevan, y su voz es grave, hu-
¿Tienen conciencia de lo que hacen milde ó tierna, y hay momentos en que
esos actores del misterioso drama? ¿Co- nos hacen oir los pasos sordos de alguno
nocen que ellos mismos son u n proble- que se acerca.
ma? Viven; pero saben para q u é viven?
Salen del gran vestuario, en el que, V.
para vestirse de materia, algunas veces
hasta los ángeles han entrado. Esos Vivimos en pió á la entrada del i l i m i -
actores, ya graves, ya tristes, ya alegres, tado mar de la muerte, desnudos, tem-
ya fantásticos, ¿son acaso las sombrías blando y extremeciéndonos; los que
caretas de a l g ú n prodigio desconocido? mueren constituyen sus mareas, y nos-
otros, m u l t i t u d extraviada, á la que el
viento apaga las antorchas, no vemos n i
Les disfraza la alegría ó el dolor, y "as velas, n i los remos, n i el m u r m u l l o
proyectan confusamente m á s a l l á de la que levanta ese oleaje de almas en el
tierra sus sombras en el firmamento; sus acantilado de la tumba.
gestos asombran al abismo; y mientras
que á los hombres les hablan en la len-
gua humana, de desconocidas profundi- Contemplamos la espuma negra, el
dades hacen surgir la oscuridad ó la aspecto repugnante, el fondo oscuro; con-
aurora cada vez que levantan l a mano. templamos la noche densa y el oleaje
infinito del sepulcro; como un ave m a r í -
tima, que desflora la movible superficie
Representan su pa^el bajo diferentes del Océano, de vez en cuando, por enci-
formas, y pasan, vestidos como los seres ma del muro del abismo, un á n g e l de
humanos, representando la profunda co diáfana blancura aparece y desaparece.
media del hombre y de la eternidad; lle-
van en la mano la antorcha ó la copa, y Algunas veces cae una pluma de las
las estrellas y la sombría noche se pre alas cuando estaba aleteando el ángel;
guntan en sus silenciosos dominios quié- esa pluma v á á caer en la tumba? ¿Qué
nes son esos espléndidos histriones. le sucede? No se sabe. ¿Viene á confun-
dirse con nuestro fango? ¿Quién hizo
IV. huir á ese arcángel? ¿Dijo que no, dijo
que sí?... Y l a muchedumbre corre á
Esos histriones son héroes que cum- buscar la pluma desaparecida en el sue-
plen una misión augusta, que vienen á lo y a l á n g e l desvanecido en las al-
representar en la tierra lo justo, lo ver turas.
dadero y lo santo. Nos hacen ver al mis
mo tiempo la j a u l a y las alas cuando
aparecen en el mundo; nos traen la nu Después que han desaparecido como
tricion y la luz; dan pasto á los corazo un sueño, cerrando para siempre los ojos
nes y hacen que Dios penetre en las muchísimos mortales; después de haber
almas. visto desde la playa pasar incesantemen-
te olas tras olas, en alguna gruta fatídi-
ca, siguiendo l a dirección de un dedo de
A n t e nuestra raza esclavizada, el cielo fuego que la señala, encontramos u n
y el destino humano se callan. ¿Es este hombre sobrehumano que escribe letras
la cortina de la vida? ¿Es este el velo de encendidas con la pluma de aquel ángel,
la muerte? ¡ E n vano el alma quiere pe- en un libro que entrevemos al través de
netrar en esas tinieblas! E l Desconocido una nube de humo.
guarda silencio, y el hombre, que com-
prende que está desterrado, no sabe si
temer ó amar la lividez suprema del Piensa, calcula, suspira, apoyando la
enigma y del infinito. barba sobre el puño; ese hombre dice:—
"Soy Shakespeare,,. Ese hombre dice:—
"Soy Newton,,. Ese hombre dice:—"Soy
Ellos hablan con ese misterio; interro- Ptolomeo,„' y con su inmensa mano cer-
LAS CONTEMPLACIONES.

rada abarca el globo terrestre. Ese hom- yades que descorréis vuestros velos, ¿qué
bre dice:—"Soy Zoroastro,,, y en su en- palabra pronuncian vuestras estrellas?,,
trecejo se esconde un astro, y dentro de —"Dios„, dice l a constelación.
su cráneo azulea un cielo.

VI. Eternos testigos del espacio, pronun-


cian en tres lenguas la misma palabra.
Merced á esos pensadores, á esos sa- Todo lo que se oscurece vive, pasa, se
bios y á esos locos, que exclaman:—^"¡Yo deshoja y muere, v á á parar á las a l t u -
veo!;,, las tinieblas son transparentes y el ras. Todos hacemos la misma carrera.
silencio se llena de voces. E l hombre, Ser abismo es ser manantial. E l crespón
como alma, siente palpitar á Dios, y espeso de la noche, las losas frías del se-
como sér, se precipita con audacia por pulcro, el rayo puro de la estrella, son
la ruta del progreso, y el mudo renuncia las pupilas de los mismos ojos.
á callar y todo brilla; la negrura de la
tierra se i l u m i n a con la blancura del L a unidad permanece, el aspecto c á m -
cielo. bia; para picotear la fruta madura, los
pájaros vuelan hácia los árboles y los co-
metas vuelan hácia el sol; todo es á t o m o
Sacan á Dios del interior de la cria- y todo es astro; la paja e n c i é r r a l a espiga,
tura por medio del espíritu y del escal- de la que nacen las ciudades; la peque-
pelo, y á su llamamiento sale fuera del ñ u e l a curruca, al beber una gota de
antro el que p e r m a n e c í a eternamente agua, bebe un mundo.
escondido en la naturaleza; á su llama
miento habla la sombra simbólica, el
misterio se explica, la noche se llena de Solo de noche Herschell, colocado en
ojos de lince; el problema, saliendo á la la plataforma, persigue al sér central al
fuerza, hace apartar las tinieblas y el través del lente cristalino y enorme, y
enigma sale del vientre de l a esfinge. consigue ver en las alturas á Dios, por
encima de los mundos, mientras que,
escrutando los monstruosos combates de
Gracias á esos hombres supremos, gra las hidras en las profundidades, el for-
cias á los poetas magos que construyen midable microscopio, dirigido hácia aba-
altares-poemas, edificados con los cora- j o , contempla lo infinitamente pequeño,
zones, como u n rio que tiene u n naci
miento común, desde los bramanes hasta VIH,
los flamines romanos, desde el hyerofan
te hasta el druida, una especie de Dios Dios, que es triple fuego, que es triple
líquido fluye por las venas del género armonía, amor, poder, voluntad, contem-
humano. plado desde la oscuridad espesa, ense-
ñ a n d o las tres fases de su gloria, el
VIL alma, el sér y el firmamento, pasmando
á los mortales, llena todas las profundi-
E l negro cromlech, extendido sobre dades de inmenso deslumbramiento.
la yerba, está silencioso en el monte; el ar
chipiólago circundado por las aguas, las
pléyades en el cielo, en la m o n t a ñ a , en Todos estos magos, que iluminan la
el mar, en la bóveda azul! L a yerba, la noche oscura de la humanidad, vierten
gaviota y el alma humana, como som-' un rayo de luz, que desde sus almas
bríos proscriptos, interrogan á esas tres se dirige hasta los ojos de J e h o v á , en
frases escritas en la sombra en tres pá- cuyo trono celeste sus espíritus piensan,
ginas de la noche. y una claridad que nace de las alturas,
que desciende desde el cielo hasta las
m o n t a ñ a s y desde Dios hasta el hombre,
" A n t i q u í s i m o cromlech de la B r e t a ñ a , ata m á s fuerte en el t r i á n g u l o del abismo
que evitamos como si fueras u n escollo, el carbunclo de los Salomones.
q u é palabra escribes en el monte?,,—
"Noche,,, responde el cromlech pensati- IX.
vo.—"Archipiélago, en el que humean las
olas, q u é palabra lanzas á la bruma?,,— Esos magos hablan á la soledad, y l á
"Muerte,,, dice la roca al alción.—"Pié- soledad los comprende; hablan á las muí*
500 OBRAS D E VICTOR HUGO»

titudes y hacen lanzar espuma á esos Es el soplo de l a materia que teme


torrentes; hacen vibrar los edificios; ins- :oda la naturaleza; el espíritu, que es
piran el sacrificio y la inquebrantable íé, u n h u r a c á n de luz, le persigue, le estre-
y tienen por musa la vaga palpitación cha, se apodera de él; el espíritu derri-
de todos los seres juntos. Da, abate y disipa el principio con el
principio; combate con fúria los caos
con las a r m o n í a s , los elementos con los
Cómo nace u n pueblo? ¡Eso es u n génios, los aquilones con las águilas.
misterio! E n ciertos momentos desapa-
rece todo ruido, y el mundo parece una
llanura contemplada de noche. Se han Allí están, á cien codos de altura, lle-
eclipsado todas las claridades, todo ver- vando á Cristo á la cabeza y á Homero
bo y todo pensamiento; nada hay en la en el centro, todos los combatientes de
sombra y nada hay en el cielo; n i un la idea, todos los gladiadores de Dios;
solo ojo abre su pupila... ¡El desierto cada vez que, agitando la espada, se
está lleno de escombros!... levanta una forma del mal. Dios, entre
toda su falanje, designa á a l g ú n gran
atleta, que tenga para combatirle la
Pero terrible viento, que nace del cie- misma estatura que Ja calamidad.
lo, ruge como mar alborotado y sopla
sobre aquel m o n t ó n de escombros, cu-
yas piedras convierte en huesos; estos Surge, Volta! Doma en el aire los flúi-
huesos se extremecen; el viento vuelve dos. Ven, F r a n k l i n ! A p o d é r a t e del true-
á soplar con m á s fuerza, y aquellos hue- no. Las olas rugen; aparece, Fulton!
sos los convierte en hombres y nos levan- Rousseau, lucha cuerpo á cuerpo con el
tamos y existimos, soplando sobre nos- ódio. L a esclavitud agita sus cadenas;
otros el viento de la libertad. sal, Voltaire, y ayuda á los párias. L a
plaza de la G-réve se rie, T y b u r n está
contento, Mont-faucon ladra; l e v á n t a t e ,
Así se realizó el génesis; de l a inmensa Beccaria.
nada nació el inmenso todo. Pensativo
Dios, e x c l a m ó : - ^ E s t o y satisfecho de
que lo que yacía se haya puesto en No hay nada que el hombre no inten-
pié,,. L a nada dijo:—'"Estaba sufrien- te. E l rayo teme á ese cazador. Consigue
do,,; el dolor dijo:—'"Soy la Francia!,, que el dolor enmudezca en la dolorosa
E n esa formidable misión, disipándose herida. Su verga quizás es ala. E n su
el fúnebre sudario, el desierto se convir- celestel soledad, la estrella contempla
tió en osario y el osario se convirtió en con inquietud blanquear la vela de la
nación. galera de Cristóbal Colon.

X. Cerca de la ciencia flota el arte, ten-


diendo los ojos por ese doble horizonte;
Por todas partes se vé l a guerra, el la poesía es un piloto; Orfeo a c o m p a ñ a
Horror y la muerte, y el h u r a c á n por á Jason. U n dia una barca extraviada
todo el mundo corre como un niño i n - vió al mismo tiempo en la vasta exten-
sensato. Destruye en el invierno plantas sión un pájaro en el espacio y una rama
y árboles, lanza los rayos en las cimas, en el mar, y entonces Q-ama exclamó:
las olas en las playas; porque es el "Tierra!,, y Camoens dijo: "¡Cielo!,,
h u r a c á n el que gobierna en toda la ex-
tensión sombría que llamamos l a crea-
ción. De este modo se encadenan las con-
quistas. Los soñadores son los inventores;
son los que obligan á que nos revelen
E l h u r a c á n es la fuerza ciega, el i n sus secretos las fuerzas, las olas, los ima-
cansable agitador que ruge, aulla, silba nes y los motores. Todo se queda estu-
y berrea; destruye todo lo que florece pefacto en el abismo; la sombra, de ver-
quiere expulsar de la tierra á l a prima nos trepar á las cimas; los mónstruos, de
vera, á la aurora, á la paz y al amor; se verse afrontados y cogidos en sus caver-
llama barbarie y crimen para el hom- nas; las perlas, de que las hayamos en-
bre; noche para los cielos; S a t a n á s para contrado, y los mundos, de que los haya-
Dios. mos descubierto.
7>

PERD! A M I P A D R E Y A M I M A D R E
LAS CONTEMPLACIONES. mi
A la sombra inmensa del Cáucaso, hasta los astros y exclamar: "¡Tengo
pensativo desde hace muchos siglos, alas!,,, y decir: "Estoy en el éter!,,
conducido por los hombres del éxtasis,
el género humano camina progresando,
camina por el mundo; pasa, camina I d , sacerdotes, i d génios, i d á buscar la
de noche por el espacio, por el infinito, nota humana en las supremas sinfonías
por lo ilimitado, por el cielo y por las de esas inmensidades estrelladas, espe-
olas, á la claridad que despide Prometeo, rando la hora augusta, el éxtasis sagra-
ese libertador encadenado á una roca! do de la muerte, lejos de nosotros, lejos
de las leyes que establecimos; i d á gozar,
XI. vivientes sublimes, del deslumbramien-
to de los cielos.
Vosotros sois los únicos, pontífices, Enero 1856.
pensadores, que lucháis para realizar las
grandes esperanzas, domadores de los
salvajes hipógrifos, ginetes de los pega- XX.
sos alados. Almas que os presentáis des-
nudas ante Dios, que descubrís lo des- Llamando á u n a puerta.
conocido, que profesáis l a verdadera
religión. Cuando vuestro espíritu quiere
esconderse en la sombra, se disipa el gru- P e r d í á m i padre y á m i madre, y m i
po inmenso de nubarrones y os deja ver primer hijo m u r i ó m u y jó ven: para m í ,
el brillo azul del cielo. la naturaleza entera siempre toca á
muerto.
Cuando acabáis de ocuparos del pro-
blema que reveláis, cuando para formar D o r m í a entre mis dos hermanos; los
entre l a muchedumbre volvéis á descen- tres niños éramos como tres pajarillos;
der de las alturas, hombres que habéis ay! la suerte trocó en dos a t a ú d e s sus dos
contemplado la luz divina, y habéis to- cunas.
cado en lo alto de la m o n t a ñ a , á la que
ascendisteis vuestra frente con l a frente
de la aurora, destelláis t o d a v í a reflejos de Te perdí, hija querida, que eras m i
esa luz. orgullo, y que ahora abarcas todo m i
destino con la luz que destella t u fé-
retro!
I d todos en pos de los descubrimien-
tos; arrancadlos sin cesar de las nubes y
traed á la yerba verde, á la arena ardien- Supe subir y supe descender. V i l a au-
te, á los abismos, al infierno que oprime rora y v i la noche en m i horizonte. Co-
S a t a n á s , al T á r t a r o donde se desangra nocí la p ú r p u r a y l a ceniza y prefiero
I x i o n , á los corazones buenos y á los ésta.
malvados, á todo lo que rie, muerde ó
canta, vuestra m a g n á n i m a bendición.
Conocí los ardores profundos, conocí
los amores sombríos, y he visto huir las
Todos á la vez, á g u i l a s , almas, espíri- alas, las olas, los vientos y los dias.
tus, pájaros, para coger las llamas con
vuestras garras, para conocer los hori-
zontes, al través de la sombra y de las Viven oxifragas en m i cerebro; cae la
tempestades, teniendo encima de vos afrenta sobre todos mis trabajos; tengo
otros mundos y soles y debajo la India, polvo en los piés, llagas en el corazón y
el Egipto, la Q-recia y l a Judea, desde la espinas en la frente.
m o n t a ñ a del pensamiento, volad! volad!
Caen l á g r i m a s de mis ojos pensativos,
¿No produce goce inefable creer ser se agujerea m i raido traje, pero tengo
inmensidad, esclarecer lo que se creia limpia la conciencia. Abrete, tumba!
débil con la e n s e ñ a n z a de la verdad, pe Marine-Terrace, 4 Setiembre 1855.
netrar en el fondo del gran cráter, sen-
t i r que penetra en nuestro sér el miste-
rioso extremecimiento del misterio,llegar
502 OBRAS DÉ VICTOR HUGO.

do por el h u r a c á n , si su rugido no fuerá


alguna palabra que pronuncia? ¿Crees
XXI. que la tumba, á cuyo alrededor crece la
yerba, enmudece siempre? ¿Te figuras
Nomen, N u m e n , JLnmen.
que la creación, que compone sus rumo-
res de los extremecimientos de las azu-
cenas y de las rosas, del trueno, de las
olas y de los vientos, no sabe lo que
Cuando terminó la creación, cuando dice cuando habla á Dios? ¿Crees t ú que
dispersos los deslumbrantes astros, as- la naturaleza balbucea y que á Dios le
cendían por todos los puntos del caos y complazca en la inmensidad oir eterna-
se fueron colocando cada uno en el sitio mente tartamudear á una sordo-muda?
designado, sintió la necesidad de que el No; el abismo es u n sacerdote y la som-
mundo supiera su nombre, y levantán- bra es u n poeta; todo es una voz y todo
dose sereno en la oscuridad, lanzó este es un perfume; todo dice en el infinito
grito: Jehováh! Y esas siete letras caye- algo á alguno; hay idea y pensamiento
ron en la inmensidad y son, reverberan- en ese rumor tumultuoso. Dios no hace
do en el cielo, para nosotros, los siete sonar u n m u r m u l l o sin poner en él el
astros gigantes del negro Septentrión. verbo. Todo gime como t ú ó canta como
E n el dólmen del Jaldonet, Mar- yo; todo habla. Y sabes por q u é habla?
zo 1855. yo te lo diré. Es porque los vientos, las
olas, las llamas, los árboles, los arbustos,
las rocas, todo vive. Todo está lleno de
XXII. almas.

L o que m e d i c e l a b o c a de l a s o m b r a .
Pero cómo? Este es el inaudito miste-
rio. Y a que no te has desvanecido en el
camino, hablemos.
E l hombre, cuando medita, desciende
hasta el fondo del abismo universal.
Vagaba yo cerca del dólmen que domi- Dios solo ha creado al sér impondera-
na á Rozel, por la parte donde el cabo ble. L e creó radiante, hermoso, Cándido,
se prolonga, formando casi una isla. E l digno de adoración, pero imperfecto,
espectro me esperaba, y sombrío y tran- porque á no haber sido así, en la misma
quilo, me cogió por los cabellos con su altura, siendo i g u a l la criatura al crea-
enorme mano, y ascendiéndome á lo m á s dor, esta perfección, perdida en el infini-
alto del peñasco, me dijo: to, se hubiera mezclado y confundido
con Dios, y la creación, teniendo dema-
siada claridad, hubiera vuelto al seno
Has de saber que todo en la naturaleza del creador y no hubiera existido. L a
se rige por su ley, sigue su camino y v á creación santa que el profeta sueña,
á su fin; que desde el astro hasta el gu- para existir tiene que ser imperfecta;
sano todo en l a inmensidad se compren- luego Dios creó el universo y el univer-
de y tiene conciencia de lo que es en la so creó el m a l . E l sér creado, brillando
creación. Todo habla; el aire que pasa, con el rayo bautismal en tiempos tan
el alción que vaga, el tallo de yerba, la primitivos, cuyo recuerdo solo conser-
ñor, el germen, el elemento. ¿Imagina- vamos nosotros, se cernía en el esplen-
bas que el universo estaba constituido dor con alas de gloría; vivía en completo
de otro modo? ¿Crees t ú que Dios, que deslumbramiento, disfrutando de los per-
hace salir las formas del n ú m e r o , hubie- fumes de las brisas y de todos los goces
ra hecho murmurar continuamente á de la naturaleza; pero su primer falta
los bosques, al h u r a c á n , al torrente, á fué su primer peso.
la roca en las olas, á las fieras en las
m o n t a ñ a s , sin que significara algo su
eterno murmullo? ¿Crees t ú que el agua Dios sufrió un dolor. E l peso adquirió
de los rios y los árboles de las selvas le- forma, y como el cazador que huye lle-
v a n t a r í a n la voz, si no tuvieran nada vándose al pájaro que forcejea por es-
que decirse? ¿Crees t ú que el Océano caparse, el ser creado cayó, arrastrando
ese luchador que se hincha, abriría sus al á n g e l atónito en su caída. E l mal em-
fauces noche y dia para soplar en el pezó. Después todo fué agravándose; el
vacío vapor ruidoso, y que rugiría, batí éter se convirtió en aire, el aire en vien-
L A S CONTEMPLACIONES. 503
to, el á n g e l en espíritu y el espíritu en de tus pasos? Interrogas á las olas? ¿Ha-
hombre. Cayendo el alma, se multiplicó blas algunas veces á los árboles? Como
la suma de los males en el fruto, en el se oye sobre l a vertiente de un monte
árbol y en todos los objetos de la crea- prodigioso vasta confusión de rumores,
ción; de todos ellos se formaron un mon- desde el fondo de la sombra ves ascen-
tón de globos, y detrás de ellos apareció der hácia t í á toda la creación. Pero
la sombría noche. E l m a l es l a materia, dime, ¿crees que el ser ilógico nos enga-
árbol negro que produce el fruto fatal. ña? ¿Crees que se corta la escala que es-
tás mirando? ¿Crees que la creación, que
lentamente y por grados se eleva hasta
¿No te hace reflexionar la contempla- la luz, en su camino, cuando d á m á s cla-
ción de t u sombra? Esa forma de tí mis- ridad hace brillar menos materia, y d á
mo, que se arrastra, que se liga á tus pa- más instintos a l m ó n s t r u o á medida que
sos como u n espectro vivo, que tan pronto se empequeñece en la escala de los séres?
v á detrás de t í como delante, que se con- ¿Crees que esa vida universal, que v á
funde con la noche, su funesta hermana desde la roca hasta el árbol, desde el á r -
mayor, y que protesta contra la luz del bol hasta la bestia, que asciende insen-
dia, de dónde nace? Pues dimana de t u siblemente desde la piedra hasta t í , se
cuerpo, del limo con que se reviste el es- p á r a ante la escarpadura del abismo del
píritu al convertirse en demonio; de ese hombre? No; c o n t i n ú a invencible y ad-
cuerpo que, creado por t u primera falta, mirable, entra en lo invisible y en lo
rechazó á Dios y se resiste á ver la luz de imponderable, desaparece para t í , llena
t u materia y de t u iniquidad. Esa som- el azur de un mundo deslumbrador,
bra dice:—"Soy u n ser débil; caí una vez penetra en séres que están próximos al
y puedo caer otras veces,,. hombre y en otros séres que están lejos
de él, en espíritus puros, en ángeles, for-
mados de rayos, como el hombre está
Ahora, ya que estás en este peñasco formado de instintos; c o n t i n ú a á t r a v é s
fatídico, voy á explicarte todo lo que te de cielos nunca apagados, ascendiendo
acabo de indicar; voy á llenar tus ojos de por escalas de estrellas; desde los demo-
oscuridad y de claridades; p r e p á r a t e , me nios encadenados, asciende hasta los sé-
lancólico pensador. E l viento de las al- res dotados de alas; ata al astro espíritu
turas pasa por m i lado y te arrojo lo con el a r c á n g e l sol; liga, atravesando
que me arranca; t ó m a l o y mira. millones de leguas, los grupos de las
constelaciones con las legiones azules;
puebla lo alto, lo bajo, los bordes y el
Desde luego es menester que sepas que centro, y en todas las profundidades se
el mundo en que vives es u n mundo es- desvanece en Dios.
pantoso, en el que el soñador, abrumado
por el infinito, levanta los brazos al cie-
lo, pero en seguida retrocede asustado.
E l sol en ese mundo es l ú g u b r e , y vivís Esta escala se aparece vagamente en
en él por castigo. Pero no estáis comple- la vida y en la muerte. Todos los justos
tamente fuera de Dios, porque Dios, que la han subido; Jacob, viéndola, y Catón,
es sol en el azur, que es chispa en la ce sin verla. Constituyen sus escalones los
niza, no está fuera de nada, es el fin u n i sufrimientos, la sabiduría, el destierro y
versal; sus miradas lanzan r e l á m p a g o s el deber.
lo mismo que rayos, y todo, incluso e
m a l , constituye l a creación; dentro de
disfraz siempre se esconde la figura. Esta escala nace m u y lejos de l a tier-
ra. Empieza en los mundos del misterio,
en los mundos de los terrores y de las
Penetremos m á s en lo que trato de perdiciones, y llega por entre pálidas
explicarte. Eres hombre, quieres, haces visiones del precipicio, donde están las
obras y construyes, exclamando:—"Es larvas y los crímenes, donde la creación
toy solo, porque soy u n pensador^ yo se prolonga en la oscuridad como u n
solo puedo apoderarme del universo; m á s espectro indefinido. Porque debajo del
acá de m í solo existe la oscuridad de la globo, en el que viven desterrados los
noche; m á s allá, el delirio del sueño. hombres, m á s bajo que ellos, en el lívi-
L a ciencia destruye el ideal, y yo soy do nadir, en la plenitud horrible, que
el fin y la cumbre. „ Veamos; ¿observas creemos que está vacía, el m a l , que por
cómo se somete el buey? ¿Oyes el ruido medio de la carne os esclaviza, desagua
004 OBRAS D E VICTOR HUGO.

monstruoso vapor, que vive. Allí se su- el peso creciente del m a l , ó asciende á la
merge la hidra Universo, retorciendo vida infinita, ó cae al abismo infinito.
todos sus miembros; allí todo flota y Cada sér se pesa en su propia balanza.
desaparece en u n oscuro naufragio; en Dios no nos juzga. Mientras vivimos,
ese abismo sin bordes, sin respiraderos y todos á la vez nos pesamos y cada uno
sin muros, de todo lo que vivió llueve desciende s e g ú n lo que pesa.
la ceniza sin cesar, y se ve en la profun-
didad de su fondo, cuando la vista se
atreve á llegar hasta allí, m á s allá del Hombre! solo nos aproximamos con
soplo y del ruido de la vida, un sol hor- las pupilas cerradas á las inmensidades
rible y negro, de cuyos rayos sale la de abajo. Ven si te atreves; asómate al
noche. pozo sombrío y vertiginoso de la crea-
ción. Ven, mira y sondea. Debajo del
hombre, que puede contemplar, que pue-
L a materia destruye el ideal, enca- de ser una cloaca ó que puede ser u n
mina el espíritu hácia el sensualismo, al templo, sér en el que el instinto vive
á n g e l hácia el sátiro, la cumbre hácia la confundido con la razón, está el animal
base, el amor hácia el apetito, y del encorvado hácia el suelo; debajo del
grande que se pervierte forma el ser pe- bruto está la planta inerte, sin vista y
q u e ñ o . ¿Cómo tanto azur engendra tan- sin voz; debajo de la planta está la
to terror? ¿Cómo l a luz engendra la piedra; debajo de la piedra está el caos
sombra y el fuego la ceniza? ¿Cómo del sin nombre. Avancemos por esta oscu-
ser vidente nace la ceguera? ¿Cómo del ridad y sé m i c o m p a ñ e r o .
m ó n s t r u o espíritu nace el m ó n s t r u o ma-
teria? L l e g a r á un dia que en el siniestro
vestuario de la tumba lo sabrás; enton- Toda falta que se comete es u n cala-
ces allí verás claro: hoy solo puedes en- bozo que el hombre se abre á sí mismo:
trever; pero ya que Dios me permite que los perversos, desconociendo los miste-
te instruya, te hablo. rios que los rodean; los iracundos, los
traidores y los homicidas, con sus ac-
cienes, edifican su propia prisión, E l
E n primer lugar, q u é es la justicia? bandido, cuando la muerte llega á to-
Quién la administra? Quién la hace? carie en el hombro y le despierta, se en-
Dónde, cuando y en q u é momento? cuentra en l a cárcel que le construyó
Quién pesa la falta? ¿Quién pesa el cas- su crimen, arrastrándose por detrás de
tigo? él; Tiberio se encuentra con l a roca y
Sejano con l a serpiente. E l hombre ca-
mina sin ver que se abre su propio abis-
E l sér creado se mueve en l a claridad mo. Palidecería el asesino si viese á su
inmensa. Es libre, sabe dónde termina victima, que es él mismo. E l v i l opre-
el bien y dónde empieza el mal; sus jue- sor, el tirano loco, castigando á todos
ces son sus acciones. Le basta ser bueno sin compasión, forja el clavo que m á s
ó malo: si comete el crimen, es esclavo tarde le c l a v a r á en la sombra, en el
de él; si es virtuoso, queda emancipado. fondo de l a materia. Las tumbas son los
E l sér abre s e g ú n su voluntad su propio agujeros de la criba del cementerio, por
libro; su tranquila conciencia marca en los que cae, como granos de u n campo
él con el dedo lo que debe á la sombra tenebroso, el inmenso torbellino de las
ó lo que Dios le debe. S e g ú n se obra, almas.
así se gana ó se pierde; podemos ser
chispa ó salpicadura, luz ó cieno, arcán-
gel ó bandido; podemos recorrer esa vas- Todo malvado, al espirar, hace nacer
ta escala. Como acabo de decirte, la el m ó n s t r u o de su vida, que se apodera
vida universal asciende por zona sin fin, de él; el horror es perseguido por el
y corre por innumerables escalones, des- horror. Nemrod g r u ñ e encerrado en la
de la profunda noche hasta el luminoso m o n t a ñ a de escarpadas rocas; cuando
azur. A l atravesarla, el sér se convierte Dalila desciende á la tumba, de los plie-
en malo ó bueno. E n la parte alta de la gues de su mortaja sale un áspid lle-
escala se cierne la a l e g r í a , en la parte vándose su alma; P h r i n é muere, y u n
baja se arrastra el horror. Cuando el sapo salta de su fosa; ese escorpión que
alma es amante, buena, tranquila y h u - se duerme entre dos p e ñ a s es Clytem-
milde, aspira á la luz y tiende hácia el nestra en brazos de su amante Egisto;
ideal; cuando es inmunda, se hunde bajo de la tumba de A n i t u s sale una cigüeña;
LAS CONTEMPLACIONES. 505
el acebo sombrío y la ortiga de pinchas dice al pió que lo aplasta:—"Soy Atilá,,;
agudas lloran cuando el aquilón los y gusano, royendo en u n cementerio un
azota, y el aquilón les dice:—"Cállate, infecto cráneo, exclama:—"Soy Cleopa-
Zoilo; c á l l a t e , G-anelon!,, Las pinzas tra„. Y buho, á pesar de brillar el alba,
que se enrojecen en u n brasero repug- ú oso que desafía al pastor, cumple la
nante las forman el duque de A l b a ley que la encadena á las alturas; si es
y Felipe I I ; F a r i n á c e o sirve de gar- piedra, aplasta; si es espina, pincha. E l
fio en horribles carnicerías; la oxiíraga mónstruo está encerrado en su horror
lanza miradas en la oscuridad con los vivo; quisiera despojarse de él, pero no
ojos de Jeffryes; T r i s t á n se esconde entre puede, porque es preciso que quede cas-
las tablas de una horca. Cuando caen tigado. Oh misterio! E l tigre, que quizás
en el reino de la muerte los bandidos tuvo alas en las espaldas, encuentra in-*
Macbeth, Ezzelino, Ricardo I I I , - Carrier franqueable asilo entre los hierros de la
y Ludovico Sforcia, la materia les pone jaula; invisible hilo ata á los p a t í b u l o s
la camisa de fuerza. Cada uno cometió al negro cuervo, cuyas alas tienen for-
un delito; cada uno sufre diferente dolor. ma de hoz. E l alma loba no puede dejar
Claudio es el alga que el agua arrastra de ser loba, porque el m ó n s t r u o , castiga-
de Havre en Havre; Jerjes es excremento; do por el cielo, debe fatalmente sufrir la
Cárlos I X cadáver; Heredes se convierte expiación. E n otros tiempos, acaso sin
en el mimbre de las cunas; el alma comprenderla, la I n d i a entrevió esta me-
negra de Judas, desde hace m i l ocho- tempsicosis. L a zarza se convierte en
cientos años se dispersa y renace en los garra, la hoja de rosa en lengua de gato,
gargajos que escupen los hombres; y el y en la oscuridad lame y bebe la sangre
viento, que en los primitivos tiempos de los ratones. ¿Quién conoce el móns-
sopló sobre Sodoma, confunde, en el truo llamado m a n d r á g o r a ? E x t r a ñ o sér,
abyecto hogar y bajo del v i l caldero, el en el que la noche esclarece su fulgor y
humo de Er ós tr ato con la llama de Ne- convierte su fealdad en claridad. L o que
rón. Y todo, brutos, árboles, rocas, todo sucede en la oscuridad causa m á s hor-
lo viviente, todo es monstruoso, escepto ror que los antiguos avernos!
el hombre, que es u n espíritu solitario.

E l alma, cuyas culpas la arrojan del E l bruto vá, viene, ruge, aulla y muer-
firmamento, desciende por los diversos de; el árbol permanece en el mismo pun-
lados del castigo, s e g ú n m á s ó menos lo to, levantando su ramaje erizado; l a losa
merece. E l hombre es la cárcel, el bruto se hunde en medio de una calzada, y
es el presidio, el árbol es el calabozo. L a bajo la capa espesa de la materia y de l a
piedra es el infierno. E l cielo, desde sus oscuridad, árbol, bestia y piedra encier-
alturas, la sigue con la vista al descender ran u n alma que piensa. E n q u é piensa?
á la oscuridad, y lanzando sobre ella la E n Dios.
luz, trata de atraerse aun a l alma culpa-
ble. E n la caida de la bestia, á través de
los hierros de su prisión, obstruyendo del Mientras, sentados alrededor de la
instinto los pobres respiraderos, conser- mesa, agrupados locamente, los perver-
vando aun la voz, el vuelo y l a vista, el sos y los poderosos, apurando copas, ol-
alma aun entrevó de lejos el resplandor vidan el destino de l a vida: h é a q u í lo
eterno; en el árbol ésta se extremece, y que les reserva sonriendo la muerte, que
careciendo de luz y de ojos, presiente to- es una terrible burlona.
davía en los vientos como u n murmullo
celeste; en la piedra se arrastra, inmóvil Los hombres, que podemos contem-
y muda, sin ver siquiera la oscura si- plar el cielo, presenciamos el espectáculo
lueta del mundo, que para ella se eclip- inaudito de las regiones bajas; es preciso
sa y se desvanece, y permanece en la que el soñador descienda á esas profun-
profunda noche faz á faz con su crimen. didades y que oiga el grito que lanza la
E l alma arrastra su falta en esos tres desgracia inmensa. Sobre una roca, so-
calabozos, y s e g ú n tiene la forma así bre un lobo ó sobre una flor, algunas
tiene la memoria; sabe que existe, y ca- veces se nos aparece el alma, pobre som-
yendo sin poderse apoyar en ninguna bra afligida, que lucha casi sumergida;
parte, vé disminuir la claridad en la pa- el lobo la retiene, la roca la aprieta y la
red del pozo; presencia su propia caida, flor la contiene. Oimos el ruido que pro-
y duro guijarro que rueda, piensa:—"Yo duce el rayo que Dios arroja, oimos l a
soy Octavio,,; y v i l cardo que huellan, voz de lo que el hombre llama silencio, y
TOMO V. 64
506 OBRAS D E VICTOR HUGO.

vuestros profundos suspiros, desespera- mónstruo se conoce á sí mismo, mientras


das piedras! A l través de la materia es el hombre se desconoce. E l m ó n s t r u o es
visible para nosotros el á n g e l con sus el sufrimiento y el hombre es la acción.
alas muertas. Asistimos al sufrimiento, á E l hombre es el único punto de la crea-
las blasfemias, á los pesares y á los furo- ción en la que, para permanecer libre,
res, y por la noche vemos que los bos- mejorándose, el alma debe olvidar su
ques, de los que tratan de huir ]as larvas vida anterior.
encerradas, se desmelenan en l a oscuri-
dad, produciendo l ú g u b r e s humaredas.
Por todas partes, en las olas, en los bos- E l hombre no vé á Dios, pero puede
ques, en la yerba que florece, en el oro que llegar hasta él siguiendo la claridad del
sirve de cetro á los reyes, en el junco del bien, que sin cesar tiene á la vista; el
que Hermes hizo una varilla m á g i c a , en bruto, el árbol y la roca ven á Dios, y su
todas partes el castigo contempla, obser- castigo es estar encadenados y lejos de
va y acecha, sordo al que le pregunta, él. E l hombre tiene por alas el amor y
triste y pensativo, y el conjunto de la por yugo la necesidad. Se extiende la
naturaleza forma los ojos de los que sale sombra sobre lo que vé producida por él
esa terrible mirada. E l hombre, ya se mismo. Hombre, nada sabes; caminas
cierna, ya se arrastre, está en el centro. palideciendo; algunas veces, el velo os-
curo que te cubre se vuela y flota al
viento que sopla de otra esfera, se hincha
E l hombre es clemente ó colérico, fon- en las regiones de la luz, después vuelve
do v i l del pozo ó alta plataforma de la á caer sobre t í y vuelve á ser espeso y
torre; el á n g e l desciende hasta él y hasta negro. Los sábios, los pensadores han i n -
él sube el animal cuando muere; es la tentado ver. Qué vieron? Qué hicieron?
gloria del bruto y la v e r g ü e n z a del án- Qué han dicho? Nada.
gel; Dios confunde en vuestra raza, des-
venturados hombres, á los semidioses
castigados y á los m ó n s t r u o s que perdo- Hombre, á t u alrededor la creación
na: por eso algunas veces, de boca apa- piensa y vives entre m i l séres desconoci-
rentemente humana, salen palabras se- dos. Sus oscuras miradas te ven i r y ve-
mejantes á rugidos, y en otros sitios y en nir, dormir y estar despierto, y t ú no te
otros momentos creemos que el hombre apercibes de que te miran. Tienes escla-
abre alas de á n g e l . vizada toda una legión de almas, legión
que te compadece cuando t ú l a pisoteas,
legión que te espía. L o que t ú llamas
E l hombre es u n rey forzado, u n espí- cosa, objeto, naturaleza muerta, sabe,
r i t u que piensa y una materia que come. piensa, escucha y oye. E l cerrojo de t u
E l hombre, como el bruto, se abreva de puerta vé venir t u falta y quisiera cer-
la nada. L a cadena del infierno, atada rarse. Los cristales de t u ventana ven
al pié del hombre, conduce todos los aparecer el alba, y dicen para sí:—"Ver!
dias hácia l a impura cloaca á la belleza Creer! Amar!,, Las cortinas de t u cama
y al génio, introduce la peste en el soplo tiemblan cuando te ven soñar. Cuando
ideal de las imaginaciones y arrastra pensativo te sumerges en criminales de-
con Sócrates á Aspasia á las letrinas. signios, l a ceniza te dice desde el fondo
de l a chimenea:—"Mírame, yo solo que-
do del mal;;. E l hombre imprudente
Por una parte, sin embargo, el hombre hace traiciones, tortura y oprime; las
es ilimitado. E l m ó n s t r u o sufre la argo- bestias ven desde su cárcel los dos extre-
l l a , el hombre goza de libertad. Soñador, mos del crimen, y un lobo podría dar
retén en la memoria lo que te voy consejos á Nerón. Mientras que ciego en
decir: el hombre es un equilibrio. E l t u palacio ó en t u c a b a ñ a vives, sin de-
hombre es una prisión en la que el alma letrear siquiera la primera de las conste-
está libre. E l alma dentro del cuerpo laciones en el alfabeto escrito en la pá-
obra, y obra bien ú obra m a l , asciende gina inmensa de la noche, mientras
hasta el espíritu ó se rebaja hasta el bru- maldices y niegas los astros, los génios,
to; y para que cuando vuele hasta el el ideal y la virtud, al través de los espe-
cielo nada embarace su conciencia ala sos bosques que adornan á la natura-
da, que Dios llena, cuando el hombre di leza, olfateando la eternidad con su
rige el alma hácia el bien, corta en su disforme hocico, tendido á la sombra y
recuerdo el hilo de su pasado; por esto la á tus piés, t u perro vé á Dios.
noche no se acuerda de la aurora, E l
LAS CONTEMPLACIONES. 507
r. Pero t ú exclamas:—"Qué me importa! te. Esos soles desconocidos se agrupan
Las bestias significan poco y el hombre encima del hombre y le asustan y le
nada. ¡Estamos todos sujetos á una ley amenazan; por todas partes se extiende
miserable!;,—Soñador, esa ley miserable la sombra inconmensurable; en las re-
es sublime. Es preciso que lo sepas. A la giones bajas hormiguean lo oscuro, lo
fatalidad de la ley del m ó n s t r u o cautivo impuro, lo execrable, lo peor, lo repug-
sucede el deber, que es la fatalidad del nante, y en el fondo cambian entre ellos
hombre. Así en todas partes se consuma todo lo que hacen; Typhon d á el horror.
la prueba en el m ó n s t r u o pasivo y en el S a t a n á s el crimen, en la l ú g u b r e i n t i m i -
hombre inteligente, cambiando la nece- dad del mal y del abismo; allí se consu-
sidad en deber, y el alma, ascendiendo men, dándose besos tristes, los amores
hasta su belleza primitiva, vuela desde del alma m ó n s t r u o y del mónstruo uni-
la sombra fatal á la libertad de l a luz. verso; y lo informe, engendrado por lo
Te repito, pues, que para transfigurarse perverso, la materia, el bloque, el cieno,
y para rescatarse el hombre, debe igno- la espuma, el caos, el invierno, todos los
rar. Debe ser ciego para todos los polvos. séres malditos, confundidos con limos
Si no lo fuera, como niño con anda- viles, recogidos por la planta silvestre y
dores , vivirla el hombre caminando por las bestias feroces, se arrastran pri-
rectamente hacia la visión. E l dudar sioneros en la noctre negra de aquella
constituye su poder y su castigo. V é l a cueva profunda. Su puerta es m u y pesa-
rosa y niega; vé l a aurora y duda: ¿qué da, y hay momentos en que se oyen en
mérito tendría encontrar el verdadero la sorda profundidad los esfuerzos que
camino, si el hombre viera claro, si fuera hacen los montes, las olas, los volcanesj
árbitro de su voluntad y poseyera la los huracanes, los bosques, los animales
certidumbre así como posee la libertad? carnívoros y todos los mónstruos para
Es preciso, pues, que vacile, que titubee, levantar el pestillo. Y sobre este m o n t ó n
que encuentre obstáculos en su carrera, de sombra de crímenes y de dolores. Dios
que compare con el vicio que agita su afianza la inmensidad formidable del
espejo, con el crimen, con las voluptuo- cielo. H ó a q u í por q u é , soñador, que de-
sidades, las l á g r i m a s que á los ojos ar- seas la muerte, se v é impresa tanta an*
ranca el deber; es preciso que dude; que gustia en la frente de los cenobitas.
sea creyente ayer, que sea m a ñ a n a i m -
pío; que corra del m a l al bien, que es-
crute, que sondee, que espíe, que vaya, Voy á enseñarte el abismo. T ú lo ha-
que vuelva, temblando, triste, con los bitas.
brazos extendidos, buscando á Dios por
todas partes; que tantee el infinito hasta
alcanzarle, y entonces, al abrir sus alas, Los mundos, en la noche que vosotros
el alma deja ver en ella el á n g e l deslum- llamáis azur, por las brechas que abre
brador en el hombre transparente, la la muerte en sus paredes, se arrojan a l
duda le emancipa y l a libertad le d á huir las almas unos á otros. E n vuestro
grandeza. L a cautividad sabe, la liber- globo, donde hay tantas infamantes cár-
tad supone, cava, se apodera del efecto, celes, tenéis encerrados á criminales de
le compara con la causa, cree querer el todos los universos, condenados que lle-
bienestar y quiere el firmamento, y bus- garon de las regiones m á s diversas, que
cando la piedra encuentra el diamante. piensan en vuestras rocas ó se encorvan
De este modo, á pasos lentos, el alma se bajo vuestros árboles, tan estupefactos
apodera del cielo. E n el m ó n s t r u o expía; ante el mundo que contemplan, que si
en el hombre repara. poseyesen el dón de la palabra, les seria
imposible hablar. A algunos de ellos se
E l falso universo del hombre es prisio- les v é temblar y extremecerse; de a q u í
nero de Dios. Las constelaciones, som- nacen los delirios del bonzo y del a u -
brías letras de fuego, son las marcas del gur. Ese abismo es el a l b a ñ a l del m a l
presidio que lleva impresas el mundo en universal. A él vienen á parar de todos
la espalda. E n él reina de t a l modo el es- los puntos del cielo todos los que caen
panto, que para el hombre> marcado castigados. E n su profundidad áspera y
t a m b i é n con el hierro candente, cuando silenciosa, de cada globo cae u n rio ver-
eleva los ojos hácia los astros, en las al- tiginoso de almas, de seres nocivos, de
turas el signo de Cáncer resplandece, el seres venenosos, rio que la eternidad vé
signo de Escorpión llamea, y en la i n - caer sin cesar. Cada estrella que b r i l l a
mensidad el perro ladra siniestramen- deja colgar su cabellera de sombra so-
508 OBRAS D E VICTOR HUGO.

bre ese espantoso pozo. ¡Alma inmor- orad por ellas, que la compasión hace
t a l , fíjate en él y extremócete, porque salir rayos de las piedras. Compadeced
ese es el execrable precipicio donde t ú al lobezno y compadeced al leonzuelo.
zozobras! SI inmenso bloque de la materia solo
es un pesado c ú m u l o de efectos mons-
truosos, que dimanan de causas ignora-
Cualquiera que seáis los que paséis das. L a c a b a ñ a sufre como el calabozo;
ante ese precipicio, compadeceos de los compadeced al preso, pero compadeced
eternos dolores que en él se sufren. E n ";ambien al cerrojo; á los grilletes en los
él se retuercen los crímenes, transforma- insalubres presidios; al hacha, que sufre
dos en suplicios. ¡Quienquiera que seáis, :anto como el cuerpo; al tajo, que sufre
llorad por esas miserias! ¡Solo para Dios, tanto como la cabeza; misteriosamente
que todo lo sabe, son necesarias; pero se combaten en repugnante lucha; el
vosotros los mortales podéis compade- tajo mella al hacha y el hacha hace
cerlas, sin perturbar por eso el sombrío muescas en el tajo, y la una al otro se
equilibrio de la justicia divina! dicen en voz baja:—'"Asesino! Asesina!,,,
y el hacha maldice á los hombres, cuan-
do en hombros del verdugo v á á yacer
E n ese precipicio se sufre mucho m ás,
en la sombra y á brillar goteando san-
porque se recuerda. L a tortura del es
gre, y por la noche el cuerpo del cadá-
p í r i t u se apodera de la materia! Aquel
ver, con el cuello rojo, cuando se queda
mulo fué un sultán, esta cucaracha fué
solo, sabe lo que le dice el tajo, que tam-
una mujer; hay árbol que fué un dester-
bién es otro tronco. ¡Qué fria está la tier-
rado y roca que fué una proscripta. ¿ H a
ra! q u é duras están las rocas! ¡Qué mudo
b r á alguno que se burle de estas reaíida
horror reina en los espesos matorrales!
des que llenan la sombra? Las ruinas, la
¡Qué espantoso monólogo el del árbol de
muerte, los huesos, los escombros están
verdes ramas! ¡Qué extremecimientos en
vivos. E l remordimiento medita en las
la yerba! ¡Qué ojos tan fijos abren los
ruinas, los antros lanzan gritos, el cisne
guijarros, cárceles perpetuas de las al-
es negro, la azucena piensa en sus crí
mas! Quienquiera que seáis tened com-
menes, l a nieve es el lodo de las cum-
pasión de los tremendos castigos que se
bres; el mismo abismo horrible y salvaje
acumulan unos sobre otros, s u m e r g i é n -
se abre para el mochuelo que para e'
dolo todo, escepto la memoria.
colibrí; el alma es una mariposa que
vuela y que se quema en l a llama, y e
espíritu de la llama hace arder esa alma Algunas veces se vé pasar por las ne-
el horror hace que se espeluznen las p l u gras profundidades u n rayo lejano del
mas del pájaro. E n todas partes está e eterno amor; entonces la hiena Atrea y
dolor. el chacal Timour, l a espina Caifás, la
c a ñ a Pilatos, el volcán Alarico, el oso
Enrique Y I I I , el j a b a l í Selim y el cerdo
Causan el martirio de las flores las Borgia lanzan gritos hácia el Sér Supre-
tijeras, que se cierran como dos pupilas mo, y los brutos que en otros tiempos
todas las mujeres están t e ñ i d a s con la se ciñeron mitras, los granos de arena que
sangre de las rosas; la doncella en e fueron reyes, los tallos de yerba que fue-
baile, que danzando lleva en l a mano ron emperadores, todas las soberbias y
una mata de flores, respira sonriendo ese todos los furores se deshacen; llega á ser
ramillete de a g o n í a s . L l o r a d por las tierno el m á s feroz; el gato lame al pá-
fealdades y por las ignominias, por la jaro, el pájaro besa á la mosca, el buitre
inmunda a r a ñ a , por el gusano, por la dice al pajarel:—"Perdón!,, Acarícianse
babosa, por l a langosta, por el sapo las espinas y los cardos; todos los rugidos
compadeced al ave de r a p i ñ a y á la bes se funden en plegarias; asústanse las pie-
t i a carnívora. Los actos crueles que e dras de sus delitos y todos los sombríos
César Domiciano realizó con alegría, e calabozos que se llaman flores se extre-
tigre c o n t i n ú a realizándolos con horror mecen; las rocas lloran, el viento gime,
Yerres, que fué u n lobo cubierto con la la noche se lamenta, el agua se queja, y
p ú r p u r a , c o n t i n ú a siendo lobo en los en toda la extensión que abarcan las
bosques, sigue errando por ellos, y sus miradas de los ojos que mueven las pu-
risas terminan en aullidos: ¡llorad por pilas en las regiones supremas, todo el
el que aulla y llorad por Yerres!.. abismo de la naturaleza no es m á s que u n
Sobre esas tumbas vivas, condenadas inmenso sollozo.
por desconocidas sentencias, inclinaos y
L A S CONTEMPLACIONES. 509
Tened paciencia y esperad, que el su-i L a claridad ascenderá por todas par-
frimiento no es infinito, el dolor no es tes como una savia. Desaparecerá el
incurable, el infierno no es eterno; las antiguo anatema; regresarán los dester-
aflicciones van rectas hacia Dios, como rados; h a b r á deslumbramiento de luz en
las flechas al blanco; las buenas accio- los cielos y aumento de fulgor en la som-
nes son los goznes invisibles de las puer- bra de los abismos.
tas del cielo.
S a l d r á el r e b a ñ o de las formidables
Sufrir es una v i r t u d , y el infierno pue- lidras, ascendiendo desde el fondo de las
de convertirse en edén. Todo hombre es insondables brumas y transfigurándose;
como u n pájaro, del que el m a l se apo- orillarán estrellas en los agujeros ne-
dera y que después lo suelta. Las virtu- gros de sus cráneos, y por grados, los
des entre los mortales se ocupan de la monstruos se i r á n haciendo diáfanos y se
augusta tarea de irlos aproximando há- azurarán.
cia el cielo: el justo trabaja para con-
quistar el paraíso.
L l e g a r á n temblando, fascinados por
el éxtasis, desbordando los sollozos de
L a hora está cerca: esperad. Encended
su corazón como de u n vaso demasiado
el alma apagada. Amaos, que el amor
lleno, pero sin sobresalto; les t e n d e r á n
es el calor santo; el sombrío universo,
los brazos en las altas regiones, y J e s ú s ,
pesado, frió, helado, reclama la sublima
inclinándose hácia Belial, que llorará,
cion del sér por medio del fuego y la
le dirá:—"Eres tú?„
sublimación del hombre por medio del
amor.
H á c i a Dios, de l a mano, él conducirá
E n el Océano de las sombras que Dios á su hermano, y cuando estén en el úl-
domina, el archipiélago tenebroso de las timo peldaño de la escala que conduce
prisiones se i l u m i n a ya; Dios es el gran á las regiones de l a luz, los dos serán
amante, y los globos, abriendo sus sinies- tan hermosos, que Dios, deslumhrado
tras pupilas, hácia las inmensidades de por su regocijo, no p o d r á distinguir á
la aurora eterna las dirigen lenta- Belial de J e s ú s .
mente.
Todo estará entonces terminado. Es-
C a n t a r á n á la vez todas las a r m o n í a s , p i r a r á el mal; se secará el manantial de
brillarán á la vez en las supremas regio las lágrimas; h a b r á n terminado las ca-
nes todas las claridades, los firmamentos denas y los sufrimientos; el espantoso ó
se i n u n d a r á n de alegría, cuando el móns inclemente abismo cesará de ser sordo
truo materia, abriendo todas las garras y balbuceará; se e x t i n g u i r á n los dolores
trocando las miserias en esplendores en toda la sombra, y u n á n g e l dirá en
cambiando el absintio en miel, llenando alta voz:—Principio.
de belleza la noche disminuida, así como Jersey, 1855.
el sol llena l a esfera de arco iris;

Dios, atrayendo á las tinieblas con XXII.


sus miradas fijas; viendo, desde el fondo A l a que se q u e d ó e n F r a n c i a .
de las fúnebres cloacas en las que impe-
ró el mal, ascender hasta él las perversi-
dades balbuceando alabanzas, h a r á en-
trar entre los universos de a r c á n g e l e s al I.
universo p á r i a .
Incorpórate en el lecho de la tumba,
levanta los ojos, aparta de la frente
E l fango y el cieno q u e d a r á n resplan- angélica los pliegues del sudario, abre
decientes, y brillarán las mayores feal- las manos y toma este libro; es para tí.
dades sobre las m á s altas cimas; correrá
luminosa l a a r a ñ a por transparentes pi-
lares, y volará la paja del calabozo lle- E n este libro viven m i alma, m i es-
vando espigas de astros. peranza, mis sufrimientos y mis fanta-
sías; encierra el espectro de m i vida; este
510 OBRAS D E VICTOR HUGO.

libro, que contiene mis alegrías, alas m i corazón gota á gota en silencioso
que tan pronto sucedieron los dolores, llanto; deshojaba sobre aquellos restos
de dónde sale? ¿De dónde sale el relám- queridos la salvia y la clemátide; recor-
pago que desgarra la bruma? De los daba cuando ella era p e q u e ñ a y me
cuatro años que vivo entre u n torbellino traía á m i gabinete azucenas y jazmi-
de espuma ha brotado este libro. Dios lo nes, cuando me cogia la pluma, r i s u e ñ a
dictó y yo lo escribí, porque soy la paja y alegre, cuando se reía al ver mancha-
que arrastra el viento.—'"Anda;,, me dos de t i n t a sus sonrosados dedos; y yo
dijo el espíritu, y camino. Cuando ter- respiraba el aroma de esas ñores sobre
m i n ó estas páginas, cuando el libro em- aquellas cenizas, fijaba la mirada en
pezó á palpitar y á vivir, una iglesia aquellos fríos céspedes, y había momen-
del campo, en cuyas paredes crece la tos en los que veía al través de la lápida
hiedra y en cuyo campanario las campa- algo semejante al resplandor de un alma!
nas me anuncian cómo pasa el tiempo,
me dijo:—"Ya que has terminado tus
cánticos, entrégamelos,,.—"Los reclamo Ahora, rio, bosque, valle, que tantas
yo„, dijo á su vez el inquieto bosque.— veces he visitado, ¿sabe ella que no es
"Dámelos á mí„, repuso el verde prado. culpa m í a no haber ido en cuatro años
•—^Yo los merezco,,, a ñ a d i ó el mar.— á rezar ante su tumba?
" A m í me pertenece ese himno,,, dijo la
estrella.—"Dedícanoslos á nosotros,,, ex- III.
clamaron los vientos.1—"A nosotros,,,
añadieron los pájaros. Pero este libro no E l triste camino que ayer recorría,
lo o b t e n d r á n los vientos cariñosos, n i el los árboles y las yerbas del cementerio,
mar salvaje, n i el verde bosque, n i el aquella tumba que contemplaba de r o -
religioso templo, n i los astros, n i los dillas á la luz del crepúsculo, los sollozos
pájaros, porque yo lo dedico á la tumba. y las l á g r i m a s que me arrancaba, ¡Dios
mío, todo eso constituía m i felicidad!
II.
¿Qué has hecho durante todo este
E n otros tiempos, cuando aparecía el tiempo? ¿Presencias la vida mortal des-
mes de Setiembre con sus lluvias, sa de el sitio que te encierra? ¿ E n q u é reloj
liendo de la ciudad, donde todos me de sombra cuentas las horas? ¿Te has i n -
conocían, abandonaba á P a r í s y salía corporado algunas veces para esperar-
huyendo de él como una sombra; solo, me, semi-despierta, asomada á la oscura
sin mirar á nadie, sin pensar, sin hablar ventana de lo infinito, pretendiendo re-
con ninguno, para i r adonde debía ir; conocer en la oscuridad á alguno que
y mientras que la madre y la hermana pasara, al través del a t a ú d mal cerrado,
se quedaban llorando en casa, yo iba á para ver si oías caminar á alguno hácia
visitar el sitio triste y querido, con la tí? Y luego te volvías á tender en el le-
avidez sombría de la desesperación. Bus cho mortuorio, exclamando con angus-
caba el cementerio en las inmediacio tia:—"¡Qué h a b r á sucedido que m i padre
nes de la iglesia, y me aproximaba á él no viene!
á pasos lentos, con l a cabeza descubierta
y con los ojos fijos en el cielo. Los árbo
les susurraban:—"Ya viene su padre!,. ¡Cuántas veces he cogido, mojadas aun
Las malezas separaban ante mis pasos de rocío, azucenas en el j a r d í n y azuce-
sus ramas secas, me internaba por entre nas en m i pensamiento! ¡Cuántas veces
u n camino de lápidas y de cruces, y pro-he cogido oxiacantas en flor, c u á n t a s ve-
nunciando palabras cariñosas me arro- veces he buscado por estos alrededores el
dillaba ante una losa blanca, rodeada campanario de Harfleur, exclamando:—
de verdura. ¡ T a n profundamente dor- " M a ñ a n a iré allí,,, y estúpido, he calcu-
m í a s que no te despertaste cuando te lado el tiempo que invertiría en llegar, y
hablaba! después, despertando de m i sueño y de-
jando caer el ramillete de las manos,
comprendía la realidad, comprendía la
Los pescadores pasaban cerca de mí imposibilidad de i r á visitar t u tumba!
arrastrando sus redes, exclamando:—
"Quién será ese hombre que reza?,, Y
allí pasaba el día y me sorprendía la no L á z a r o abrió los ojos cuando le llamó
che, dejando caer ante aquella fosa todo Jesús; ¿por q u é cuando llamo á m i hija
LAS CONTEMPLACIONES. 511
ella no los abre? ¿Seria e x t r a ñ o que de la Todo lo he escarbado, porque he que-
sombra mortal violara el amor dos veces rido llegar hasta el fondo. Porque en
el profundo secreto, y lo que hiciera u n nosotros el m a l se confunde con el bien,
Dios lo pudiera hacer u n padre? lo quise saber todo; p r e g u n t á n d o m e : —
"Qué es lo que se debe creer?,,, me internó
IV. en la luz, en la gloria; estudié al niño
alegre, á la virgen casta, el amor, l a
A l menos que este libro, como un men- vida y el alma.
saje cariñoso, llegue y murmure en
aquel silencio y desembarque en aquella
playa; que caiga allí como un sollozo, Qué es lo que aprendí? Me apoderé de
como u n suspiro, como una l á g r i m a de todo sin comprender nada; encontré mu-
amor; que entre en aquel sepulcro, en el cha oscuridad y mucha ceniza. ¿Qué so-
que entraron u n dia la aurora, el rocío mos los fugitivos mortales? ¿Qué quiere
y la juventud, y m i corazón, que ya no decir la palabra siempre? L o enterré todo,
ha vuelto á salir de allí. ¡Que este libro fantasías, ilusiones, esperanzas y amores,
sea el arranque de esa esperanza que en la fosa que cavó en m i pecho. ¿Qué es
nunca miente, el canto de duelo, la voz la ciencia? D ó n d e está la doctrina? Qui-
del último adiós; que sea como los pasos siera ser hoy aun el soñador de otros
que d á m i alma en su cerrada noche! tiempos, que vagaba por los prados y
por los bosques, que caminaba sonriendo
por la tarde, cuando el cielo vierte sua-
Este libro es una legión innumerable ve luz, llevando de la mano á su hija
de pájaros blancos que vuelan durante pequeña, y que alegre, dejando hablar á
la aurora y de pájaros negros que vue- la niña, sentía llenarse lentamente el co-
lan en la oscuridad, cuyas bandadas razón de la inocencia y de la alegría de
yo suelto desde el umbral de m i prisión aquel á n g e l .
y cuyas alas entrego a l viento y al es-
pacio. ¡Protéjalas el salvaje Océano, que
me habla en voz baja, y déjelas pasar; Entre |Dios que centellea y el á n g e l
protéjalas el viento y no las disperse que le inciensa, viví, luchó sin temor y
hasta que lleguen á su tumba, como el sin remordimiento: después, de repente,
presente misterioso que el ausente envia m i puerta se abrió ante la muerte, que
á la muerta! entró bruscamente á sorprenderme. Es-
pectro de la muerte, pasaste por m i lado,
V. dejando en m i vida el vacío, al apode-
rarte de m i á n g e l . Desde entonces ci-
fró en una tumba todas mis esperanzas.
Felices dias pasados que me e n g a ñ a s
teis e n s e ñ á n d o m e vuestra efímera feli-
cidad, ¡qué cruelmente os he expiado! Me VI.
hicisteis adquirir el derecho de ser hoy,
cuando la noche avanza, uno de los que No puedo hoy, como en los pasados
deben escuchar las tumbas; uno de los tiempos, tomar en l a llanura el sendero
que al hablar con los muertos hacen mo por el que descendía hasta el Sena; no
ver lentamente los pliegues de sus suda puedo i r donde iba; solo puedo, como la
rios; uno de los que con palabras tiernas lavandera que se sienta á las orillas de
ó ásperas conmueven á las piedras, á los un pozo, apoyarme de codos en los bor-
granos en sus surcos, á las sombras en des del eterno abismo; me ha eclipsado
los ataúdes; uno de los se que convierten á Paris el enorme Solima; la ú n i c a Nues-
en voz de la naturaleza parecida al r u - tra Señora que al presente veo ante m í
mor de los bosques. Porque hace mu- es la inmensa sombra compuesta de
chos años que camino por entre andenes estas dos torres, del silencio y de l a
de sepulcros, desmelenado, por entre noche, y dejando que las claridades agu-
filas de tejos y de cipreses; porque hace jereen sus velos fatales, veo sobre m í u n
muchos años que interrogo al plomo, á p a n t e ó n de estrellas; si invoco á Rouen,
los clavos, á los gusanos, que por m í sa- á Villequier, á Caudebec, la sombra me
len de los huecos de los ojos de las cala- contesta:—"Horeb, C e d r ó n , Balbeck!,,
veras, al esqueleto que rie, al esqueleto Cuando camino, me p á r a en cuanto
que muerde, á los cráneos, á los dedos ando una legua y me dice:—"Vuélvete
huesosos y al polvo. hácia la inmensidad azul!,, Me dice ade-
más:—"Los caminos por donde t ú mar^
S12 OBRAS D E VICTOR HUGO.

chas están cerrados. E n q u é piensas? y reconoce m i voz, aunque te hablo de


Qué haces, solitario? ¿Dónde caminas lejos. ¡ T o m a el libro y haz que salga de
maquinalmente? Inclínate, soñador, ha- él u n salmo divino! ¡Haz que entre tus
cia el sér y hacia el elemento, escucha vagas manos se convierta en fantasma!
el rumor del agua en las olas, contem- ¡Que vierta m á s claridad á medida que
pla los mundos; si necesitas ceniza, bus- IUS ojos de á n g e l lo lean, y que luego se
ca al menos el inmenso polvo, y mira, desvanezca, que flotando desaparezca,
desviándote de t u propio martirio, la como u n hogar oscuro que u n soplo er-
gran nada, si es que la nada te atrae. rante acaricia, como un fuego fátuo que
Deja de pensar en ese rincón de la tier- se vé brillar de noche, como el torbellino
ra. Tiende los brazos, proscripto del azur, de humo de un incensario!...
hacia los astros patrias, y verás en ellos
reflorecer tus marchitas auroras; con- VIII.
viórtete'en el gran ojo fijo y abierto so-
bre el gran todo. Estudia el enigma en Silencio en la sombra! Dormid, seres,
el que el ser se disuelve sobre todo lo grupos confusos que os transformáis len-
que nace, vive, camina y se extingue; tamente! Dormid, campos! dormid, flo-
estudia el enigma de todo el género hu- res! dormid, tumbas! Techos, muros,
mano.» umbrales de las casas, piedras de las
catacumbas, hojas de los árboles del
bosque, plumas de los pajarillos en los
Pero m i corazón vierte l á g r i m a s de nidos, dormid y dormid con un sueño
sangre, y siempre por el mismo lado. infinito! ¡Que reine el silencio en el
I n ú t i l m e n t e el cielo, la noche y la eter- horror religioso, en el Océano que lucha
nidad quieren distraer m i alma, inútil- y no puede romper su barrera y en la
mente quieren calmar á un átomo. Todos tranquilidad insondable de los muertos!
sus deslumbramientos no me suprimen Silencio en la oscuridad muda y temible,
n i una l á g r i m a . Puede la extensión ha- en la espantosa duda, en la inmensa
blarme, e n s e ñ á n d o m e la tumba univer- sombra atea, y en tí, naturaleza, círculo,
sal, las tardes tranquilas, los bosques centro y alma, hormigueamiento de todo,
serenos, l a luna amiga; yo la escucho, soledad de Dios! Q-eneraciones de bru-
pero no puedo dejar de pensar en el án- mosos hálitos que m a r c h á i s sordamente
gel que perdí. por las llanuras, reposad! ¡Dormid los
que vertéis sangre por vuestras heridas
VII. y los que lloráis! Dolores, cerrad vues-
tros sagrados ojos! Todo es religión, nada
es impostura. ¡Que por todas partes la
Si yo pudiera sembrar de flores su se- paz del cielo descienda sobre todas las
pulcro frió, al menos g o z a r í a de esta fe- existencias y sobre todas las criaturas
licidad; las flores equivalen al oro, á l a que viven del aura v i t a l humana ó del
esmeralda, al ópalo y á los zafiros; les soplo animal, ya en el seno del bien, ya
gusta á los a t a ú d e s acostarse entre flores en los bordes del mal, tiernos ó feroces,
las flores aman á la muerte, y Dios hace inmundos ó espléndidos,, pequeños ó
que por sus raices lleguen hasta los hue grandes! Aletargaos, olas, mares, vientos
sos y por sus perfumes hasta laa almas. y almas, mientras que sentado en la
Y a que Dios no me deja llegar á aquel m o n t a ñ a en presencia del Sér, el con-
sitio querido; ya que el destino cruel, en templador,^ triste y destrozado, pero se-
m i profunda cárcel, detrás de la primera reno, medita y mide el inmenso proble-
puerta me cierra la segunda; ya que es ma, trata de distinguir el alba al través
imposible que deposite hoy n i una sola de los prodigios, se asoma extremecién-
flor sobre su tumba solitaria, que eso es dose al pozo que produce los grandes
lo menos que puedo hacer por ella, en- vértigos, sigue con l a vista las blancuras
cierro m i alma en este libro y se lo que como alciones pasan, y contempla
envió. pensativo iluminarse con claridades va-
gamente inflamadas el monstruoso abis-
mo de donde surgen colosales huma-
Recíbelo, á n g e l mió, dicióndote á t:^ redas.
mismo:—"¡Esto me lo remite el sér v i
viente que tanto me idolatraba!,, T ó m a l e Q-uernesey, 1855, dia de Difuntos,
AS CMCO
IS
I DI US CillS I DI 1JÍS ÜOSIlS,

T
OÜC V. 65
5ffi

PREFACIO

LEGA u n momento en la v i - da, la claridad de la m a ñ a n a con la cla-


da en el que, por mucho ridad del crepúsculo.
que nos preocupe el porve- E l corazón del hombre es una meda-
nir, es irresistible la atrac- l l a en cuyo anverso está escrita la pala-
ción que nos impulsa á mi- bra Juventud, y en cuyo reverso tiene
rar hacia a t r á s . Se nos esta otra inscripción: Edad provecta. Ese
aparece la disipada adolescencia con tan- anverso y ese reverso se encuentran en
tos atractivos, que no podemos dejar de este libro.
recordarla. A d e m á s , sirve de profunda y L a realidad la modifica en él todo lo
melancólica e n s e ñ a n z a colocar una ante que en el hombre v á m á s allá de lo real,
otra las dos edades del mismo hombre; porque este libro está escrito por la fan-
la edad de las ilusiones y la edad de los tasía y por el recuerdo. Debe permitirse
desengaños; la edad en que esperamos soñar á los vencidos y recordar á los so-
en l a vida y la edad en que esperamos litarios.
en la muerte. No es inútil confrontar el
punto de partida con el punto de llega- Hauteville-Housse, Octubre 1865.
LA.S C-A.NC I O N E S
DE LAS GALLES Y DE LOS BOSQUES.

muerte sobre sus espaldas; sus alas gran-


des y brumosas eclipsan á l a luna ante
E l caballo. Tenedos.

E l grito de A m ó s , el malhumor de
Le retenia por la brida, y a l tirar de Aquiles hincha sus narices y le d á
ella con fuerza, me hacia arrugar el en- agradable aspecto; l a medida del verso
trecejo el esfuerzo vertiginoso que con- de Esquilo forma el batimiento de sus
tenerle me costaba; pies.

Montaba el salvaje caballo de la glo- Sobre el fruto muerto inclina al árbol,


ria, nacido del mar, como A s t a r t é , ca- inclina á las madres sobre el n i ñ o caido;
ballo al que hace beber la aurora sus del m á r m o l crea á Rachel y de la piedra
blancas claridades; á Niobe.

E l caballo alado, que se encabrita, Cuando parte, se dirige hacia la idea,


que d á brincos sublimes, que es indoma- que es siempre su blanco, sueltas las cri-
ble, y que relincha en las cimas azules nes al viento, y se abre lo imposible ante
de la inmortalidad. sus dos pies de delante.

Todos los genios, con la frente ergui- Desafía á correr al relámpago; posee
da, levantando su antorcha hasta el el P i n d ó y ama á Endor; pudiera bien
cielo, han galopado orgullosos á la gru- relevar el tiro de la Ossa que arrastra el
pa de ese misterioso mónstruo. luminoso carro de oro.

E l m u n d ó reconoce á los poetas y á los Se sumerge en el negro zenit; juega


profetas por las quemaduras que les con todos los atrevimientos, y la enorme
producen las estrellas de los arneses de rueda del Zodíaco casi le ha aplastado
ese caballo. algunas veces.

Engendrando un limpio manantial, de


Dios hizo para él los abismos; plácen^
las duras rocas hace que salte Hipocrene
le los cielos nunca hollados, el vuelo loco,
para los griegos y Raphidim para los
y pasar por encima de los picos, que ame-
hebreos. naza el rayo.

Atraviesa el Apocalipsis llevando la Por las vastas y fúnebres brumas vue*


518 OBRAS DE VICTOR HUGO.

la y se cierne; plácele batallar con las | buscaba Raean el epigrama, ese espino,
tinieblas basta llegar á encontrar la luz. y el triolet (1), ese trébol.

Su pupila salvaje y luminosa, fijándo- Allí es donde predica el abate Cbau-


se en el bombre, le deslumbra con las ieu; allí verdece debajo de los matorra-
espantosas miradas que adquirió recor- es la yerba fresca y tierna, en la que
riendo lo desconocido. L e g r á i s cogia sus canciones.

Solo es dócil, solo es propicio para el E l caballo luchaba; sus pupilas brilla-
que, e m p u ñ a n d o valerosamente la lira, Dan como espadas y sacudía sus alas,
le arrastra por el precipicio basta m á s produciendo ráfagas de aire, como los
allá del espíritu bumano. aquilones.

Su caballeriza, en l a que vive una P r e t e n d í a volver hacia el abismo y


bada, necesita un palafrenero divino: el retrocedía con fuerza colosal; en sus na-
primero que tuvo se llamó Oríeo y el rices se conocía lo que estaba sufriendo,
y el alma del mundo se veía en sus m i -
ú l t i m o A n d r é s Cbenier.
radas.

' Domina siempre al alma bumana: Eze- Relinchaba hacía lo invisible; llama-
quiel espera debajo de la palmera, y de ba en su socorro á la sombra, y al oír sus
la paja de su lecbo formó Job su ester- llamamientos, el cielo hacia r u g i r true-
colero. nos sordos.

- ¡Desgraciado á quien asombra y des-


graciado el que pretenda j u g a r con él! Las bacantes chocaban sus sistros (2),
Es semejante al sol poniente del otoño las esfinges a b r í a n sus ojos profundos,
en su inexorable tedio. y en sus siniestros dedos alargaban las
uñas los grifos.
Mucbos de los que le montan se defor
man sobre él; ódia el collar y el yugo Las luminosas constelaciones se extre*
ejerce libremente sus funciones sin ocu- mecían oyéndole relinchar, como se ex-
parse de su ginete. tremecen las l á m p a r a s cuando sobre
ellas sopla el viento.
N i es paciente n i conoce l a clemencia,
y en su escapado vuelo, dando una i n - Cada vez que sus alas sombrías ale-
mensa coz desarzona á Malebrancbe. teaban en el éter azul, todos los grupos
de astros se enfurecían en el infinito.
Sus flancos chispeantes todavía sopor
tan el resto de las ligaduras que le pu- Y o , sin abandonar, pero sin tirar de
sieron en las alas Boileau y Quintiliano. la brida, le indicaba el delicioso y pinto-
resco prado donde la poesía se sonríe en
un oasis de verdura;
Pensativo, arrastraba yo, huyendo del
crimen de los reyes, de los dioses y de
los dolores, á ese sombrío caballo del Le enseñé ese campo, lleno de sombra,
abismo hácia el prado donde florece el de céspedes tibios, y le enseñó ese pasto
idilio. que llamamos paraíso.

L o conducía bácia la pradera en la —"Qué haces ahí?,, me dijo V i r g i l i o .


que, apareciendo el alba, bacia nacer la Le respondí, lleno de l a espuma que
égloga tierna entre las risas y los besos sobre m í lanzaba el caballo:—"Maestro^
Allí lo conducía. traigo a q u í á pacer á Pegaso,,.
(1) Triolet, género de poesía antigua francesa; que se en-
cerraba en ocho versos.—(N, del T.)
Lo conducía donde crece, entre los (2) SistroB, instrumento músico do la antigüedad.—*
barrancos, de los que h u y ó Plauto y (K.delT.)
LIBRO PRIMERO.

En la juventud. Orfeo, en el bosque de Oaystro, oia, á


la luz de la luna, l a risa oscura y sinies-
tra de los desconocidos de l a noche.
I.
Phtas, la sibila de T'ebas, veia cerca de
FLOREAL. (,) Phygale vagar formas de ébano por el
horizonte estrellado.

Esquilo vagaba errante por la noche


O r d e n d e l d i a de F l o r e a l . en Sicilia y se embriagaba con el soni-
do de las flautas que se oyen en el bos-
que á la claridad de la luna.
Victoria, amigos mios! Despacho á
toda carrera y al amanecer una fresca Plinio, olvidándose de todo por con-
estrofa que sirva de boletin del dia. templar á las ninfas de Mileto, espiaba
sus rosadas piernas cuando el viento les
E n la cima de la m o n t a ñ a hago sonar levantaba las t ú n i c a s .
una trompeta, que se oye de m u y lejos,
y os anuncio que la primavera acaba de Planto, vagando por los radiantes ver-
ganar la batalla al invierno. geles de Viterbo, recogía algunas veces
entre la yerba frutas que hablan mordi-
Juana, mete en las zapatillas los pies, do los dioses.
que ya no se le enfrian, y u n céfiro
suave sopla en las alturas y en los abis-
mos. Versalles, en sus preciosos jardines, en
los que el fauno b a ñ a los pies en el agua,
ofrece rimas á Moliere, rimas que asom-
E l pájaro canta, el cordero pace, y yo, bran á Boileau.
lanzando exclamaciones de alegría, acri-
billo al invierno derrotado con m i me-
tralla de flores. E l anciano Dante, al que las almas
le enseñaron su sombrío espejo, veia
(1) Floreal: segundo mes de la primavera del calendario
huir á mujeres por entre los árboles du-
de la primera República francesa, que comprende desde el 20 de rante la noche.
Abril hasta el 20 de Mayo.—(N. del T.)
520 OBRAS D E VICTOR HUGO.

A n d r é s Chenier, debajo de los sauces, que buscan los elegidos y los perversos,
gozaba del deslumbramiento de ver huir llave que cierra la oscuridad y abre el
á las jóvenes fugitivas que en sus tiem- paraíso?
pos a m ó V i r g i l i o .
„¿Qaó es lo que Orfeo y Zoroastro, y
Shakespeare, acechando d e t r á s de los Juan y Jesucristo, mezclando las rosas
espesos ramajes de las encinas, oia en el con los astros, hubieran querido poder
claro del bosque vago ruido de pasos. crear?

Oh selva deliciosa! ¡Siempre me atraes; „ Y a que vienes de altas regiones, dio-


creo que en t í habita un dios, y me ima- sa ó ángel, quizás t ú lo sepas. Psiquis,
gino que vuelve otra vez la danza de los sabes q u é es la sabiduría? Psiquis, ¿sabes
sátiros á aparecer en los bosques! q u é es la virtud?

;,¿Sabes q u é es lo mejor que concedió


el infinito al hombre y al mundo? ¿Sa-
bes cuál es la obra maestra del Dios
Padre?,,
Psiquis penetró en m i cuarto, y yo pre-
g u n t ó a esa pintada mariposa:—^"Dime,
q u é es lo m á s sagrado del mundo? ¿Es la Bajando de la nube é inclinando hácia
sombra, es el rayo? m í sus alas inmortales, entre las que l a
v i desnuda, Psiquis me contestó:—"Es el
beso,,.
„Son los acordes de las liras? ¿Son los
perfumes de las flores? ¿Que delirio es el
que hace mejor al hombre? IV.
E l p o e t a se i l u s i o n a c o n los campos.
„Es el incienso? Es la llama? ¿Es el
b á l s a m o para los que sufren? ¿Es el néc-
tar para los que son dichosos?
I.

„ E n s ó ñ a m e lo que alegra la vida, lo Vamos á los campos, compañeros y


que d á brillantez á las miradas; enséña- compañeras, que elevaré á la dignidad
me la parte del libro que Dios señala de geórgicas todas las c a m p i ñ a s en las
con el dedo. que vea brillar el estío.

„Dime q u é es lo m á s completo que Brillar! esta palabra encierra toda la


vió el Dante cuando salió del Erebo. historia del corazón, de los sentidos,
Dime si es la palabra de las esfinges de de la estación y de nuestra razón tam-
Tebas ó el canto de los remeros del Pa bién .
racleto.
Dogo m i ó , te nombro molosso (1); si
„Dime q u é cosa es la m á s humilde y no se encuentra ya el acanto, puedo dis-
la m á s soberbia, que participa de mate poner del tomillo; hago é g l o g a á Vaugi-
ria y de éter, en la que Dios pone m á s rad ó instalo á P a n t i n en Amintas.
de su verbo y el hombre m á s de su
carne.
L a naturaleza es indiferente á las d i -
ferencias que nosotros establecemos en-
„¿Cuál es el puente que e n s e ñ a a l espí tre G-uillermo el Q-ordo y Dorante; todos
r i t u el fangoso camino que conduce al los p á m p a n o s tienen sus Anacreontes.
cielo, en el que Venus A s t a r t é encuen-
tra á la mitad de la jornada á Ituriel?

(1) Molosso: especie de perro que los antiguos empleaban


;;¿Oual es la llave esplendida y SOmbna para la caza y para guardar rebaños.—(iN. del T,)
L A S CANCIONES D E LA.S C A L L E S Y D E L O S BOSQUES. 52 i

Los nombres m á s hermosos de la Si- gacetas; me aburren unos y otras: va


cilia y de la Grecia no pueden conseguir mos á coger avellanas, ya que la esta-
que el asno sea m á s dócil al látigo, n i ción nos brinda á disfrutar de ese placer.
que el amor huya menos de prisa.
Debemos contentarnos con los alre-
En Sevre las flores son t a n frescas dedores de la gran ciudad; en ellos nace
como en el Hibla, tan querido de los 'a flor que P a r í s marchita, y Flora vivia
silvanos, y Montreuil, por sus dulces fru- allí con el Zéfiro antes de vivir con
tas, merece que la vigile el d r a g ó n d i - Brunet.
vino.

E n los campos los versos se convier-


Martou desnuda equivale á Filis sin ten en estrofas; en P a r í s el estanque es
velos; l a noche no es m á s hermosa cu- u n a l b a ñ a l . A pesar de que exclamen
bierta con su techumbre de estrellas en algunos filósofos:—"Lutecia lo encierra
Banduse que en Montfermeil. todo:

Nada es alto n i bajo; las fuentes lo ,Los campos no equivalen á la ciu-


mismo lavan la p ú r p u r a que el sayal; el dad amigos míos. el buen sentido aulla
alba de I v r y y el alba de Atenas nacen cuando Voltaire en Damilaville se apo-
de la misma claridad. ya en semejantes efugios.

III.
L o he dicho muchas veces, y siempre
lo repetiré; del fondo de todas las pro-
sas pueden salir los sagrados versos. E n los campos la noche inspira vene-
ración, el dia se sonríe candidamente
como un niño; l a tarde mece a l acer y al
Si Babet tiene torneada la garganta, olmo; la tarde es hermosa, pero la m a ñ a -
Babet equivale á Pholoó. L a Beauce es na es una gran festividad, es la aureola
blonda como Chipre. Larifla desciende en donde se funde la noche.
de Evohe.
L a flor de oro b r i l l a en el verde oscu-
Toinon, b a ñ á n d o s e en la playa, espar- ro del prado, el astro, en el cielo claro
ce la cabellera m á s larga por la espalda todavía; y en la tierra, el aciano b r i l l a
que la Callirhoe que medita en el gran en l a sombra, como estrella azul en un
templo de Abydos. campo de oro.

Porque a q u í el plebeyo fraterniza E l ave vuela, el toro muge, los círcu-


con los cornudos sátiros, y, amigos mios, los del viento se ensanchan en la ascen-
el corsé de Dionisia equivale al cinturon sión de las claridades. Las olas son m á s
de V é n u s . sonoras, las almas entreabren sus secre-
tos, y el universo oree, al aparecer l a
II. aurora, que aparece su conciencia.

Huyamos, pues, de P a r í s y de sus i n - IV. ^


comodidades; convertidos en pastores, es-
tablezcamos á Tortoni en la c a m p i ñ a y Salgamos de P a r í s y de sus cuarteles,
bebamos en la copa de la primavera, que y ya que la vida es tan corta, sumerjá-
llena el infinito. monos hasta las rodillas en las alfalfas
y hasta el corazón en los amores.
Vamos á festejar á las flores por to-
das partes y á respirar su fragancia Mezclemos los besos con los espon-
abandonemos á las marquesas por las deos; recordemos que en otros tiempos el
dríadas y á los niños harapientos por los sonido del oboe en los bosques inspiraba
faunos. á P l a t ó n ideas voluptuosas.

Basta de viejos verdes, basta ya de Vauvre posee praderas muy indulgen-


TOMO V .
OBRAS D E VJCTOR HUGO.

tes; Ville-d'Avray cierra los ojos a l ver Venia cantando un couplet de una can-
las arteras astucias de los misteriosos ción que la moda hacia entonar por las
Cupidos, calles, y que saliendo de su labios se me
aparecía como una luz.

Allí los juegos, las risas y las farsas


persiguen á las quimeras de la alegría, L a frente celestial y frivola de esa jó-
que flotan dispersas por el bosque en ven eclipsó á P l a t ó n . Tenia la voz sono-
las claridades de la primavera. ra, llevaba en sus manos u n jarro de le-
che y me sonreía.

Las olas en T r i e l son bucólicas; As-


niere tiene flujo y reflujo, en el que boga A l verla tan hechicera, deslumhrado,
la risueña bandada de los pequeños y no pude menos de exclamar:—"Hermo-
carrilludos dioses. sa jóven, sois acaso una diosa?,,

L a sal ática y el agua del Sena se ca-


san admirablemente. Allí solo disgusta vi.
una cosa, Juana, y es no tener amante.

Cuando concluimos de comer las guin-


Demos pasto á nuestra embriaguez; das, ella me dijo de repente:—'"Preferi-
vayamos adonde Pan nos conduzca. ria haber comido confites; es insulso es-
Resucitemos la bacanal, que fué la :aren Saint-Cloud.
abuela de la ópera.

„Tenemos mucha sed,, y en vez de be-


Enviemos á pacer, lejos de nosotros, oer comemos cerezas: es m u y desagra-
á los bueyes, á las cabras y á las ove- dable ponerse l a boca negra y los dedos
jas, á la razón y al guarda del campo. azules; déjame!
Amigos mios, regocijémonos, que A b r i l
florece.
Me r e ñ í a de otras maneras y me gol-
peaba con sus delicadas manos. ¡Dichoso
Mofémonos del maire y de los ediles, mes de Junio, mes de los rayos y de las
y como personas convencidas de que rosas, en el que el azur canta y la som-
vamos á gozar, mordamos la manzana bra calla discretamente!
del idilio, en la que Moschus dejó mar
cados los dientes.
Dejando que ella me acusara, casi sin
desagradarla, d á n d o l a flores a p a c i g ü é
v. su cólera y d á n d o l a besos a p a c i g ü é sus
labios.
I n t e r r u p c i ó n de u n a l e c t u r a
de P l a t ó n .

Vil.
Estaba leyendo á P l a t ó n . A b r í la puer
ta de m i gabinete y v i que entraba L i Genio liibri.
coris, quiero decir, Turlurette.

Nunca habia dirigido n i una palabra Espíritu querido y familiar que vibras
cariñosa á aquella beldad; estaba con la en m i alma, los espacios son luminosos
vista fija en el techo, c o l u m p i á n d o m e en y libres, y te consiento que deshagas t u
u n sueño de oro. collar.

L a jóven, que se ceñia u n j u b ó n gris Baraja á los dioses, confunde los esti-
claro, se encaminaba hácia mí; sus fres los; empareja los peones con los agnus;
eos ojos azules parecían que acababan haz que en los inmensos claustros bailen
de descender de la aurora. las ninfas con los pechos desnudos.
L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E L O S BOSQUES. 523
Sea en Francia ó sea en Corinto, des- si Q-oton quiere intervenir, se bastante
pierte el sonido de t u clarin al tunante cobarde para reirte y decirle:—"Atrás!,,
Pegaso que derrenga al viejo Cam-
pistron.
Sé un q u e r u b í n y al mismo tiempo u n
eíebo. T u canto libre, en el que te ocu-
Trenza el acanto con la allana, embor- pes de todo, vuele, y desde la lira de Te-
racha al augur y al abate; haz que Da- bas vaya hasta l a flauta de Saint-Cloud.
vid contemple á Diana y que Acteon
aceche á Betsabó.
No importa que hagas lo que quieras,
con t a l de que no te apartes de lo verda-
Desde la nariz de la indignada Miner- dero, con t a l de que algunas veces salga
va hasta el cráneo calvo de San Pablo de tus estrofas cantando la alondra:
suspende la tela de a r a ñ a para que coja
las rimas a l vuelo.
Con t a l que P a r í s , en donde cenas, no
te impida ser siempre natural; con t a l de
Sé alegre, atrevido, glotón y voraz; di- que las diosas conserven en tus grupos
vaga y ama; sé bastante tuno para en- claridad celestial;
contrar algunas veces á Horacio y para
huir siempre de Berquin.
Con t a l de que en t u idilio crezca siem*
pre la yerba y de que V é n u s encuentre
Pinta el desnudo tomado del hombre el musgo bastante espeso para esconder
antiguo; sé pagano y bíblico al mismo en él sus piés desnudos;
tiempo; establece la posición plástica de
Eva ó de Rea en el fondo de los bos-
ques. Con t a l de que Grimod l a Reiniere
haga notar á Brillat-Savarin un olor
de berrizal que se desprenda de t u poé-
Observa la mudanza de los amores; tico himno;
desbarata lo que edifican los pedantes;
inclinándote hácia el estanque, remueve
en su fondo el arte poético. Con t a l de que en t u poema tiemble l a
corriente de las aguas limpias; con t a l
de que las briznas de yerba parezcan en
Perturba á L a Harpe, ese gallo de la él á propósito para que construyan su
India, y á Boileau en todos sus sanhedri- nido los pajarillos;
nes; saquéalo todo: esparce por todo el
P i n d ó las cesuras de los alejandrinos.
Con t a l que acaricies á Psiquis con el
agradable céfiro que baja entibiado del
Considera á la abeja como hermana cielo; con t a l que se vea brillar el rocío
tuya, y ten, rondador de los frescos va- en tus versos que beben café.
lles, u n alvéolo de miel como ella, y
como ella t a m b i é n u n buen aguijón.
II.
Trasplanta allí toda la retórica, pero
que en ella tenga eco el antiguo buen COMPLICACIONES D E L I D E A L .
sentido; sube á la grupa del asno, si el
arriero se llama Sancho Panza.

Inventa una é g l o g a lírica, eligiendo


por terreno el bosque de Meudon, en la Paulo Minora Canamns.
que el verso baile una danza pírrica que
degenere en rigodón.
A UN AMIGO.

Si se te ofrece Juno, cumple con t u Es verdad; por unos instantes voy á


deber; festeja á Aspasia, admite á Ninon; abandonar los profundos problemas: con»
524 OBRAS D E VÍCTOR HUGO.

ducia mónstruos en trailla, vagaba en ¿Quieres que confunda el abismo con


u n carro tirado por grifos; .as malezas, la duda con el rocío del
alba, quieres que me presente y hable
g r u ñ e n d o á las flores?
Pero desciendo y pongo el pió en tier-
ra; m á s tarde, acaso m a ñ a n a , h a r é volar
mis estrofas m á s lejos t o d a v í a por el éter ¿No me e n c o n t r a r í a á cien leguas del
del misterio. Duen sentido el dia en que me empeñase
en explicar á las nevatillas en latin el
Dies Irce?
Hoy el á g u i l a avanza mucho m á s que
yo, pero yo la alcanzaré; m i estrofa aho-
ra no es m á s que una estancia; Meudon Cuando desde m i granero me asomo
reemplaza á Denderah. á la ventana para ver á la lavandera
que alegre canta sumergiendo los bra-
zos en la blanca espuma;
Estoy cerca de las olas y de los cisnes,
entre jazmines, en Florea!, en Junio, en-
tre el trigo y las viñas, percibiendo la Quieres que contra la esfera del infi-
sonrisa del ideal. nito siniestro, ante el que, extremeción-
doseJuan, se atrevió á preguntar á lo
desconocido;
Acabo de salir del enigma y de la i l u '
sion; de la muerte, del yugo, de la es
cala de los seres que se hunde en el abis' Contra el globo, sin playas y sin lí-
mo, que se llama Dios; mites, casi sin esperanza, en el que la
vaga luz de los sueños se prolonga en su
oscuridad;
Desde las vastas y fúnebres profundida
des del abismo infinitesimal de mis visio
nes, en lo alto de la m o n t a ñ a , interrum- Contra el astro y su aureola, contra el
po todo esto y digo:—"Vamos á vivir,,. inmenso ¿quién sabe? ¿Quieres que cho-
que la pompado j a b ó n que vuela, salien-
do del cubo de Juanita?
Junto á esa obra insondable, j u n t o á
Medusa y á S a t a n á s , y á la formidable
esfinge y á la rosa, y h a b l á n d o l e s en voz
baja, les digo:—^"Idos!,, II.
Realidad.
A m i g o mió, si te fastidia este entreac
to, q u é le vamos á hacer? Los bosques
están luminosos; escribo en el cartel que L a naturaleza por todas partes es la
no hay función, y me voy á dar una misma, así en G-onesse como en el Ja-
vuelta por los prados. pon. Mathieu Dombosle es Triptolemo;
una clámide es u n j u b ó n .
Voime á charlar bajo los techos de
hojarasca del A b r i l , que es el portero de
estío. ¿Quieres que pregunte por la eter- Luisa Lavalliere, encerrada en su car-
nidad al anciano? roza, enamorada de Luis ó de Marte,
era tan feroz como Cypris encerrada en
su concha.
¿Quieres que á la industriosa abeja, á
la azucena, á la mariposa que huye, á los
manantiales transparentes les haga mala Poetas, hermanos mios, cuando la cosa
cara? existe, poco importa el nombre que se
le dé; continuad siendo espíritus puros,
que nada es bajo cuando el alma es
¿Quieres que asuste á los olmos, á los alta.
tilos, á los juncos y á los cañares, col-
gando arduos problemas sobre los nidos
de los pajarillos? A Sileno se le escapa u n mortal sus-
piro entre las rosas de Pestum. Cuando
L A S CANCIONES D E L A S C A L L E SS Y D E L O S BOSQUES. 525

Horacio expone á P r í a p o , Shakespeare en estúpido y de pasar las noches apo-


puede arriesgarse á exponer á Bottom. yando los codos en l a ventana.

SEGUNDA CARTA.
L a verdad no tiene límites. G-racias al
dios Pan, gracias á ese dios bestial, la L a jóven por quien suspiro vive pared
realidad enseña sus cuernos en l a frente 3or medio de m i cuarto, y cuando su
azul del ideal. puerta se abre, se abre sobre m i habita-
ción.

III. Es m u y orgullosa; pero hablemos en


voz baja. Es una forma etérea, que
A l s a l i r d e l colegio. mra remendar medias ha bajado del
empíreo.

PRIMERA CARTA.
E n ella pienso cuando nace el dia,
Y a que tenemos diez y seis años, v i - en ella pienso cuando el dia se apaga.
vamos, querido c o m p a ñ e r o mió, y deje- Trueca su gorra en casco y creerás que
mos de ser inocentes; pasemos ya de este es Minerva.
primer grado.
Su coraza es u n madrás; y cuando
sale de casa, lleva del brazo á una vie-
V i v i r es amar. Te participo que en l a
j a , que hace para ella las veces de Me-
oscuridad donde s u e ñ a n nuestros cora-
dusa.
zones, he visto aparecer dos ojos grandes
y azules, brillantes como dos estrellas.
Me quedo trastornado al ver la expre-
Conoces t ú lo que es esa felicidad? ¿Sa- sión altiva de su rostro cuando pide vein-
bes lo que es tener sueños ambiciosos, te céntimos de peregil á la mujer que lo
envidiar á los grandes señores que van vende.
en brillantes carrozas;
Esto no obstante, como sabemos que
algunas veces esas Palmiras dejan caer
Tener siempre calentura, enrabiarse, desde sus alturas sonrisas y besos,
ver abrirse el corazón, desear ser un
pastor, pero teniendo por c a b a ñ a el L o u
vre; U n picaron estudiante trata de l e -
vantar su casto velo; no puedes figu-
rarte lo que aborrezco á ese infeliz que
Sentir, a l mascar el j)an, lo mismo que dirige las manos hacia las estrellas.
al rumiar nuestras ilusiones, l a amargu-
ra de las pepitas de l a funesta manzana
de Eva; Pero yo no salgo de m i agujero. E l
otro dia, que estaba elocuente, ella me
llamó:—^Buho,,. Y o le respondí:—"Mi-
Estar enamorado y loco, ser á n g e l nerva,
volar como una oca, ser u n forzado, pero
no estar preso en la cárcel? Pues bien,
yo disfruto de todas esas alegrías. IV.
Paupertas.
E l ser misterioso que llamamos g r i
seta ha caido para m í desde lo alto de L o importante en el mundo no es ser
cielo. Sufro mucho, pero ya tengo la re- rico; es vivir hechizados; el palacio difie-
ceta para curarme. re del granero en que en éste es donde
se sabe amar.
Conozco el arte de amar; soy hábil y
fuerte hasta el extremo de convertirme Con el corazón alegre se duerme en
526 OBRAS D E VICTOR HUGO.

una mala cama; puede gozarse un edén queza su corazón, cuyas pasiones aca-
en un tabuco; el crugimiento de un para, y vé sin gran respeto á la duquesa
catre puede ser un rumor de paraíso. y sin desden á la griseta.

Cuanto menos dinero, menos arrugas E l amor desea que se lean sin temor
se tienen. Con poco oro se duda poco; las letras de su alfabeto, y si Artemisa
nunca riñó el amor con la pobreza. es la primera, la segunda es Babet.

De nada sirven los falaces tesoros, n i


los montones de monedas, y a que los te- v.
chos azules de los sueños se ajustan bien
á todos los desvanes. Himeneo.

L a tierra, por la que corre la savia, es Pancracio se mete en la cama de L u -


u n sitio sublime y misterioso, en el que cinda, y queda consumado el dichoso h i -
la desnudez de Eva lo eclipsa todo, me- meneo cuando el maire cierra bajo llave
nos la luz del cielo. al gallo de la I n d i a con la curruca.

L a opulencia es vana y se olvida en U n doctor con los dedos sucios de tin-


cuanto aparece el ideal, en cuanto el ta pasa llevando del brazo á Cillani-
alma se entrega al éxtasis, como el bos- ra; un jorobado lleva al baile á una mu-
que á los suspiros del viento. jer hermosa.

Horacio pobre, es feliz con Lidia; no Esta es la antigua y eterna historia;


hace m á s intensos los amores el rico siempre el Fauno se casó con Flora; casi
m á r m o l de Numidia, que forma los ba- podría decirse: ¿para q u é existiría la
ños de Scaurus. beldad si la fealdad no existiese?

Mujeres, nuestros versos, que os defien E n una maceta veo temblar una cle-
den, n i son avaros n i son pedantes; para m á t i d e , cuya vida es m u y breve; la flor
dedicároslos no os piden m á s perlas que es m u y ligera y la maceta muy pesada.
vuestros dientes.

Una mujer celestial se enlaza con u n


Mujeres, n i Chenier n i Propercio exi- hombre repugnante, se apoya en éste y
gen como condición una alcoba con ta exclama: — "Nosotros dos. ¡Admirable
pices persas para contemplar vuestros pareja!,,
ojos brillantes.

E l atrevido y caprichoso Cupido, bur-


Una Magdalena bien peinada, blanca lándose de nuestro destino, complácese
y risueña, es para Perrault una hada y con estos contrastes, que escitan sus car-
una driada para L e g r á i s . cajadas infantiles!

Luzon, con las trenzas sueltas y can-


tando al peinarse, hace ascender hasta
las nubes nuestras ilusiones y nuestros
vi.
deseos. Hilaritas.

¿Qué nos importa, viviendo en la oscu- Cantad, llenad el aire de graciosas can-
ridad, el traje luminoso con que se viste ciones, y ya seáis nobles ó villanos, j u -
la m a ñ a n a ; q u é nos importa que éste sea rad, que el canto es el vaso de la a l e g r í a
de p a ñ o burdo si la mujer es de satin? y los juramentos le hacen rebosar.

E l hombre cuerdo tiene por toda r i - E l hombre es feliz cuando se corona de


L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E L O S BOSQUES 527

p á m p a n o s , cuando empaqueta con fra- sombra en el dedo os pone u n anillo, y


nelas su reumatismo y con alegrías su 'as campanillas i n s i n ú a n lo que aconse-
cordura, j a n los gorriones.

Las risas son nuestras mejores alas, Todo canta y no con notas falsas, sino
nos sostienen cuando vamos á caer, y el un himno tierno, y el espíritu de las bo-
indulgente filósofo clasifica á los hom- cas de las currucas y de los pardillos
bres alegres entre los hombres buenos. sale produciendo gratos acordes.

Una alegre palabra basta para abatir A q u í el secreto que el alma esconde se
t u digna cólera ¡oh gran Catón! L a his- escapa de los corazones m á s discretos; l a
toria a m n i s t í a á Enrique I V porque le llave de los campos, que se encuentra en
p r o t e g i ó Jarnicoton. el suelo, abre el cajón de los secretos.

Vivamos alegres, que así Dios lo de- A q u í se comprende el tinte con que el
sea. A los hombres que se dejan en terne- dios Pan, oculto, colora de vaga ironía al
cer, la alegría enseña los dientes, y pare bosque sombrío en el que s u e ñ a Psiquis.
ce que les diga:—"Podria morder, pero
me rio,,.
Las mujeres agradables allí son her-
mosas; los Cupidos revoloteando van y
vienen, las rosas hablan m i l locuras y
vn. los jilgueros las hacen.
Hendon.
E l vasto génesis vuelve á su primitivo
objeto, á renacer sin cesar. Todo vibra;
¿Por q u é no i r montados en asnos se respira un aura de amor y de himeneo
recorrer el bosque de Meudon? Unica- en los m o n t í c u l o s .
mente los profanos son severos, que en
ese bosque se respira a l e g r í a y perdón.
Parece que reviva la naturaleza, y que
los corazones y que los nidos, el alba, el
Nada es tan á propósito como su verde azur, las olas y las playas deseen que el
sombrío, como su calma semi-burlona alma y Dios sean infinitos.
para llegar á descubrir el fondo de núes
tro propio corazón.
Es preciso amar. A la sombra de las
encinas sentimos en las hermosas tardes
Cantan en él los pájaros. E l verano del verano la profundidad misteriosa de
nos proporciona u n bosque para que nos esa inmensa voluntad.
perdamos en su espesura, y el amor en
su musgo oscuro termina todas las can-
ciones. Escondiendo el fuego sagrado para
que nadie lo viese, a q u í la vestal solo
oiria el grandioso sarcasmo de la luz y
Temed á ese sitio fantástico! E l demo- del bosque.
nio reposa en esos bosques, pero no el
viejo y derrengado S a t a n á s , sino el jo-
venzuelo y sonrosado Belcebú, que Inés L a primavera es una revancha. Ese
oculta debajo de su p a ñ o l e t a . bosque sabe hasta q u é punto son liberti-
nos los tomillos, los sauces, las c l e m á t i -
des y los almendros.
Entramos en el bosque llenos de cas-
tas ilusiones, con el corazón dilatado,
mirando a l cielo; nos arrastra allí el L a maleza salvaje se regocija reci-
alma, pero nos acecha el fauno. biendo las miradas serenas de J e h o v á ,
cuando una mariposa, después de des-
pertar á una violeta, huye volando,
E l manantial es una ninfa desnuda; la
528 OBRAS DE VICTOR flüGO,

Recuerdo que en edad m u y tierna, UCM


cumplidos aun los diez y siete años, un
dia hizo uso m i candor de aquellos ra- VIII.
majes flotantes.
A l o í d o del lector.

Vagando con la jóven, que admiraban


mis dichosas miradas, empleó aquella De los enamorados que Eros embria-
sombra, que aumentaba mis cariños y ga, el imbécil es u n bosquejo imperfecto;
mis deseos. siempre alguna t o n t e r í a sigue al desva-
río del pecado.
Nos sentamos en canapés de yerbas;
nos embriagamos con la fragancia de las Temo á las hermosas, porque con fa-
lilas, ó inocentes y deslumhrados, palpi- cilidad dejamos que nos venzan, y nues-
t á b a m o s de a l e g r í a y de gozo. tras debilidades son las que constituyen
su gran poder.
Aspirábamos con afán las esencias del
árbol, del prado, de las flores y de Ve- Jugando con nosotros el niño, j u g a n -
nus, y llenábamos nuestras almas de i n - do nosotros con la mujer, suavemente
finidad de soplos desconocidos. se apoderan de nuestra alma; los seres
débiles triunfan de nosotros.
Nuestros besos eran e x t r a ñ o s , de t a l
manera, que entre aquella verdura, des- L a v i r t u d , con sus manos blancas y
pués de haber sido dos ángeles, no éra- con su hilo fino y dorado, está remendan-
mos ya m á s que dos pájaros. do sin cesar la manga por la que Josef
fué atraído.
Era la hora en que las aves se acues
tan; el crepúsculo iba oscureciéndose y
la luna llena salia por detrás de nos- IX.
otros, enrojeciendo el bosque.
{Sénior est j ú n i o r , w

L a jóven tierna, que alegremente me


habia seguido hasta allí, estupefacta y I.
pálida, empezaba á temblar al ver mis
miradas ardientes. Nos vamos desviando del origen; los
vientos se parecen poco á los abuelos;
Tácito llega á ser Soulavie y Hercios se
Sus pechos t e m b l a b a n . . . — " ¡ C a s é m o - convierte en Palsambleu.
nos!,, exclamó.'—"Busca u n sacerdote y
que nos una para siempre.,, Después
añadió, sin oir el cuchicheo de las ra De l a lira nacieron las mandolinas;
mas, Minos procreó á Leguier; el primer m i r i -
ñ a q u e fué la hoja de l a higuera.
Sin notar siquiera el perfil b u r l ó n de
los arbustos:—^"¿Pero dónde está el pres E l amor que entre nosotros es presen-
biterio? ¿Quién es el sacerdote de estas table, aunque lleva venda en los ojos,
flores?;, bebe y se llena la bartola en la mesa:
antiguamente solo bebia agua.
Una encina corpulenta y secular es
taba cerca de nosotros oyendo nuestro L a Biblia, en sus epitalamios, bendi-
diálogo.^—^"El cura de Meudon?,, excla ce el agua del pozo ancho y redondo. E l
m é yo, dirigiéndome á la hermosa. Y e hombre antiguo solo c o m p r e n d í a á las
árbol me contestó:—"Es Rabelais,,. mujeres llevando el ánfora en la ca-
beza.

(i) El más viejo es el más jóven.—(N. del T.)


L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E LOS BOSQUES. 529
A g a r regresa de la fuente, Lefora rodeaban podian ofrecer yerbas para que
vuelve de llenar la vasija en el ma- comieran sus camellos.
nantial con la frente casta y con las m i -
radas Cándidas,
E l l a le adoraba contenta, sin pedirle
otro favor, mientras el sombrío profeta
L a cisterna sirve de medianera en el refunfuñaba pensativo en un rincón.
casamiento grave de los hebreos. E l dia-
blo la llena y la atraviesa, pero Dios ben-
dice el agua. Amestris, que fué la Ninon de Tebas,
enganchaba á su carro dos grifos, y se
parecía al Erebo en la profundidad de
¡Felices edades las de los cánticos de sus ojos.
los cánticos! ¡Deliciosos son aquellos si-
glos inocentes! ¡Son m u y jóvenes aque-
llos hombres primitivos! Para que fuese sonriendo á visitar á su
cubil al mago Oxus, éste regalaba á la
hetaira u n ratón sagrado del N i l o .
Aquella fué la feliz época del templo
al que se subia por cien gradas; de Ní-
nive y de las cumbres, en las que los U n antro, sostenido por vigas de las
ángeles ofrecían á los patriarcas marga- que sallan clavos para colgar pieles san-
res e x t r a ñ o s . grientas y cueros, servia de dormitorio
al mago.
II.
Cerca de Sara, el salmista Jod dor-
Que yazgan en paz aquellos tranqui- m í a acostado sobre la verde escordia (1),
los tiempos, en los que las nodrizas en- encargando á alguna hiena que ladrase
s e ñ a b a n los pechos, en los que el árbol si oia venir á alguno.
producía palmas y el hombre producía
santos.
Legor, bonzo, con la piel quemada
por el sol, desnudo y lascivo, recorriendo
Estamos m u y lejos ya de aquellas los bosques, invitaba á Penthesilea á
ánforas que tenian por asas dos brazos mascullar una cebolla cruda.
blancos y de aquellos corazones Cándi-
dos, que se dirigian unos á otros andan-
do á pasos lentos. Charames, sacerdote del templo de
Electra, viviendo en u n sombrío pais
dentro de un sepulcro con u n espectro,
L a antigua pasión ha muerto. Ahora convidaba á cenar á Thais.
vivimos en otra edad de oro. A m a r es
muy antiguo; Resina pesa los doblo-
nes de Bartolo y después corresponde á L a hermosa Thais a c u d í a a l convite,
Lindero. y con la copa en l a mano bebia, tenien-
do el m á r m o l por lecho, el sacerdote á
su lado y el espectro enfrente.
Somos menos inocentes y por lo tanto
m á s positivos. Nuestros amores son una E n ese pasado primitivo hechizaban á
especie de bosque, en cuyo fondo apa- las mujeres el agua clara y los dientes
rece vagamente el Banco de Francia. de ajos, que eran los que constituían el
arte de amar.
m.
IY.
Rhodopa, reina de Egipto, iba á visi
tar á Amós en su cueva; la c ú p u l a respe Las damas de tiempos posteriores, las
taba á la cripta; el astro iba á visitar al damas de cabellera flotante, han intro-
buho; ducido muchas variaciones en el progra-
ma de los tiempos primitivos.
Y la soberbia faraona estaba satisfe-
cha en casa de A m ó s , si las rocas que la (1) Escordia: planta.—(N. del T.)
67
TOMO V.
)30 OBRAS D E VICTOR HUGO,

E n la época moderna no entra un mon- vale m á s que te entregues á un tigre ne-


señor en casa de una jóven de gran be- gro de Singapore.
lleza, pero de corazón muy duro, sin pa-
gar antes la factura de la cuenta que
debe al mueblista. Catalina, mujer blanda como la cera,
fría y cariñosa para los que la solicitan,
sonriéndose ofrece á todos su busto. Es-
Las beldades que á la sombra de los trella vende sus suspiros ardientes.
árboles retiene B a d é n en sus playas ce-
nagosas, no van á veranear á esa ciudad
antigua para ver pasar carretas tiradas Todas ellas, frescas como la aparición
por bueyes. de un sueño, esperan que Samuel Ber-
nard ponga en ellas sus manos brutales
después de haber soltado los doblones.
Llevando la bolsa vacía el mismo Ber
nis, balbuceando el quos ego, tiembla
cuando hace sonar la campanilla de la Y por encima de los judíos que se en-
puerta del cuarto de la Camargo. riquecen, asoma por el techo abierto y
desciende u n Cupido contrahecho, padre
V, de los amores actuales.

E l corazón no hace m á s que tonterías: VIII.


nada encanta tanto á la mujer, nada ca
lienta m á s u n corazón frío que ver que Por la noche l a mujer se cubre con el
crece una pila de monedas de oro á me velo, no para rastrear la luz de alguna
dida que el pudor mengua. estrella, sino para descubrir dónde está
Turcaret.

Los amores actuales abundan en com-


binaciones financieras; tienen su debe y Es silenciosa calculadora; es una hada
su haber. Nuestras pastoras esquilan que posee la astucia del dragón; es una
m á s banqueros que ovejas. Jocrisse que se transfigura en Har-
pagon.

E l corazón sabe contar m u y bien, y la


mujer ha adivinado por fin que es irre- Ese m ó n s t r u o adorable y terrible es
sistible el poder de Barema cuando tiene tan insaciable, que nunca dice:—"¡Bas-
el torso de P h r i n ó . tante!,,, y apoderándose de nuestros co-
razones, por su criba solo deja pasar
nuestro dinero.
Canturreando el corazón á Schubert y
á Weber, ha conseguido realizar la apli-
cación del á l g e b r a al amor, al alma y al Dios mió! ¿por q u é fealdades tan bajas
beso. quedan impresas para siempre en esas
jóvenes Gracias, que debian pasarla vida
cantando en los bosques?
VI.
IX.
A tanto por hora juega con el abani-
co, y el precio es m á s caro cuanto m á s
ardientes son las miradas. Dafne pre Bebed y reid, que yo me obstino en
sentaba la mejilla, Gloe presenta su t a - participar de las ilusiones del amor, y
rifa. siento en m í palpitar el corazón infantil
de Homero.

Sus instintos no son veleidosos; pien^ Vivo en el campo; sé amar y sé soñar;


san abriendo las manos, esperando reci soy bucólico y pastor, y dedico á los
bir en ellas billetes del Banco. dientes blancos de Eva todos los manza-
nos de m i vergel.
VII.

Suda u n rublo por cada poro; si así no Decid de m í lo que queráis, nada me
lo haces, en vez de entregarte á Flora,1 importa; quiero creer, pensar y amar, y
PERO ¿ S A B E S T Ú LO QUE YO PIENSO?
PUES PIENSO QUE ESTOY ENAMORADO.
LAS CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E LOS BOSQUES. 531
desterrarme de las ciudades y vivir entre tienen orgullo los señores, n i de saber si
perfumes y rayos. el sacerdote dice l a misa en griego ó en
'atin;
Apenas en los decorosos idilios se oye
el ruido de a l g ú n beso, y l a pradera es Confieso que no me ocupo de los que
una inocente, á la que no debemos escan- rien n i de los que lloran; confieso que
dalizar. solo pienso que estoy enamorado.

Habito con los árboles y con las plan- Sabes, Juana, en q u é estoy pensando?
tas, y no me canso nunca de contemplar Pues pienso en aquel momento en que
el paso lento de las vacas cuando atra- te vi el blanco pió cuando atravesaste el
viesan el vado. arroyuelo.

Oigo desde alguna elevada cima los Sabes qué es lo que me preocupa? Pues
píos que salen de a l g ú n nido colgado en Juana, me preocupa ver una irresistible
a l g ú n matorral, á l a luz descolorida del cadena que me arrastra hácia t u casa.
astro que se eleva en el horizonte.
Sabes lo que me fastidia? Pues me
Profeso cariño al alba, al medio dia, á fastidia, Juana, ver que t u poder es tan
los cielos deslumbradores, y siento l a grande, que hace reinar el buen tiempo
nostalgia del sol, que creo que es m i an- ó la tempestad en m i corazón.
tigua patria.
Sabes lo que prefiero? Pues prefiero,
Por l a m a ñ a n a todo en l a naturaleza Juana, la flor m á s insignificante de las
vocaliza, se extremece y se sonrio, y yo que llevas en el pecho á todos los astros
pienso: L a aurora es tan pura! ¡Son tan que brillan en el firmamento.
gratos los gorgeos de los pájaros!

Todos ellos cantan; las olas m u r m u


ran, los bosques suspiran, los vientos
hablan, las flores perfuman y Dios ben- Juana canta, se posa y vuela; y como
dice á toda la naturaleza. un pájaro que vá de rama en rama, pasa
de una canción á otra canción.
Me encanta esa música, me encanta
ese canto llano, y os desafío á que pro
¿De q u é me estaba hablando, enseñán-
duzcais una a r m o n í a igual á la que pro
duce Juana cuando b a ñ a sus pies en las dome los dientes al sonreirse y moviendo
plantas acuáticas del limpio manantial. sus ojos vivos? Q u é es lo que me decia?

¿Me estaba hablando de la gloria, de la


III. campiña, del cielo ó de la tela de seda
que necesita para forrar u n sombrero?
PARA JUANA.
No lo sé. A u n me parece que la estoy
oyendo; pero ignoro todavía si sus labios
rezaban u n salmo ó entonaban una can-
ción.

Me tiene sin cuidado si tocan ó no to- L a oia entusiasmado, casi sin saber lo
can las campanas; si la reina piensa que decia; hubiera querido en aquellos
esto, si el rey piensa aquello; instantes ceñirme una corona de oro.

Confieso que no me ocupo de saber si Y ver su beldad sin velos, y unir á mis
532 OBRAS DE VICTOR HUGO.

dias los suyos y coger el cielo con las 1 de este encuentro se vanaglorió en casa
manos. de Saguet; yo fui un estúpido, que pasó
entonces por allí.
Atacado de la enfermedad del amor,
creia que iba á morir dulcemente y que Precisamente iba analizando en m i
m i alma iba á escaparse del cuerpo y á imaginación las cárceles, los tronos, el
volar; irmamento y las ligas de las mujeres,

Porque para que el cerebro se quiebre Y oí que ese m a r q u é s estaba usando


y se disipe disuelto en vanos sueños, bas- un retruécano y agitando en el aire un
ta que le toquen la punta de las alas de objeto, que unas veces me parecía u n
uno de esos pájaros divinos. r e l á m p a g o y otras una rosa.

E n seguida reconocí aquel adorado d i -


minutivo del cinturon de Venus; como
estoy enamorado, no sé lo que pasó por
Desafio e n e l mes de J u n i o .
m í en aquel momento.

A UN AMIGO. Me latia el pulso, me l a t í a n las sie-


nes; ¡el m a r q u é s estaba riéndose de Jua-
A Juana le cayó de la pantorrilla una
na! é hice esta observación para m i
hermosa cinta de color de rosa, que en
sayo:
verso divinizaría y que en prosa beso sen
cillamente.
—'"Ciro desenvainó l a espada por re-
cuperar u n cintillo de la reina Abaidor-
Como es mujer, usa medias; como es
na; seré yo menos bravo que Ciro? ¿Esa
á n g e l , puede tener alas; resultado de
reina, que yace en la tumba, vale m á s
esto: que m a ñ a n a tengo que batirme.
que Juana en su bohardilla?,,

Para eso hay ¡que elegir sitio á propó-


Me dirigí hácia el m a r q u é s , y furioso
sito, solitario; alguna pradera que despi-
le a r r a n q u é el objeto que hacia flotar
da buena fragancia, para darse en ella
de estocadas. en el aire.—"Caballero, exclamó, me per-
tenece esa liga,,.

A l aparecer los primeros albores de


dia cruzaremos el acero con el acero, p i Me lanzó miradas furiosas; yo le miré
sando tomillos y yerbas h ú m e d a s , mien fijamente y con altivez.—"Soy m a r q u é s ,
tras los tordos beban en ellas el rocío. me dijo, y vos?,,—^"Yo soy caballero de
la órden de la Jarretiera.,,

Ese m a r q u é s es un insolente! Se rie


mandando; su talento consiste en estar —"Buscad padrinos.,,—"Los tengo á
siempre alegre, pero nunca ébrio. Es punto.,,—"Os m a t a r é y quedareis pa-
preciso huir de él ó seguirle. gado.;,—"Dónde?,,—"En el campo.,,

E l que le huya parecerá cobarde y Por eso m a ñ a n a al amanecer se des-


que le siga imbécil. Es jóven, alegre p e r t a r á n los faunos al oir el ruido de
fanfarrón, vivo, petulante y fósil. las estocadas y por detrás de los húme-
dos matorrales a b r i r á n sus vagas pu-
pilas.
Aborrece á Voltaire; no cree que ha
nacido como los demás hombres; sirve á
la misa, sirve á P h r i n é , mezcla Gruido
con los paternosters.

Ese t r u h á n encontró la liga perdida, y


L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E L O S BOSQUES. 533
los buenos corazones y los pintorescos
sitios.

E l valle parece que celebre una festi-


vidad y que te la dedique; este valle es
L a naturaleza está llena de amor y como un nimbo alrededor de t u cabeza,
goza con nuestros regocijos; Juana, pa- es como u n edén para que goce t u co-
rece que las flores se vayan abriendo su- razón.
cesivamente para que t ú las veas.
Arboles y plantas, cuando te aproxi-
V i v a Angélica! Abajo Orgon! E l i n - mas á ellos desean que los contemples,
vierno, huyendo de nuestros silbidos, re- porque saben que tus canciones, que tus
trocede y su contorno r e g a ñ ó n se v á risas y que t u alma son de buena fó.
borrando en las nubes.
Deliciosa Juana, t u dulzura es atrac-
L a serenidad de nuestros corazones, tiva, y al vagar por entre los árboles del
en los que se oyen gratas armonías, bosque, consigue que en sus nidos levan-
completa en esos dos hermosos meses el ten la cabeza los pajarillos.
desvanecimiento de la sombra.

Junio cubre por todas partes de flores vi.


la verde alfombra, por todas partes se
extiende; pero á nadie cansa la abun- Meteoros ígneos.
dancia de las rosas.
L
L a golondrina vuela tan cerca de t u
frente pura, pasa t a n p r ó x i m a á tus ojos, ¿A quién la inmensidad del cielo lan*
que podrían contarse las plumas de sus za sus astros de oro, que caen como bri-
alas. llante l l u v i a y que s e g u i r á n cayendo sin
cesar?...
T u gracia es como una claridad; t u
juventud casi infantil alumbra el fir- ¡Los forma el esplendor que vaga; esos
mamento azul y vuelve á enviar l a puntos son universos; rayos en los que
aurora al cielo. brillan esmeraldas; r e l á m p a g o s en los
que brillan florecillas!
A l ver el parecido que contigo tiene,
la pura azucena se sonrio con satisfac- ¡Realidades y quimeras que atravie-
ción; t u alma es una urna de la íé, en l a san nuestras noches de verano! ¡carbun-
que la paloma quisiera beber. clos efímeros de la oscura eternidad!

v. Cielos! de q u é manos salen? ¿A q u i é n


lanzan esas manos esos torbellinos de
centellas? ¿Los lanzan al alma de Pla-
A Juana.
tón?

Estos sitios son puros, pero t ú los com Los lanzan al espíritu de Virgilio? ¿A
pletas. Este bosque, situado lejos de los las m o n t a ñ a s ? A las olas de los mares?
senderos conocidos, parece, Juana, que ¿Al inmenso Evangelio que tiene abierto
haya hecho brotar las violetas de tus Jesucristo?
virtudes.
¿A la enorme tiara de a l g ú n Moisés
L a aurora es parecida á t u edad; Jua- niño, cuya alma haya adquirido la for-
na, hay siempre cierta a r m o n í a en el ma del vencedor firmamento?
mundo, cierta simpática vecindad entre
534 OBRAS DE VÍCTOR HÜÓO.

Van á parar á las oraciones? ¿A quién espesas de los alisos, el céfiro orea plan-
el misterio desconocido vá á a ñ a d i r esas tas y flores, y por los amarillentos trigos
luces á las vagas aureolas de su frente? corre el calofrío del Messidor (1).

¿Desde el soberbio azul, para acentuar Esta es la estación en que se debe


su verbo, lanza Dios á las religiones esas amar y decírselo á los bosques; la esta-
lenguas de fuego? ción en la que no debemos tener m á s
objeto que ocuparnos del musgo que cu-
bre los antros irescos.
E n vano apremian nuestras pregun-
tas al cielo fatal ó bendito. ¿Quién pue-
de decirnos á dónde se dirigen esos en- ¿ P a r a q u é nos hemos de ocupar de lo
viados del infinito? que sucede en el cielo? Ven, entregué-
monos á las rosas, que éstas son las que
llenan mejor nuestros corazones.
¿Qué significan esas caldas de los re-
l á m p a g o s , arrancados de la celeste esfe-
ra? Es u n misterio! Significan luchas? Ven, dejemos que otros se ocupen de
Significan himeneos? Es u n misterio! otras cosas, ya que disfrutamos del mes
en que reviven los bosques, las praderas
y los corazones.
Son acaso los ángeles del sufrimiento?
¿Son acaso los argyraspides (1) del abis-
mo que huyen montados en corceles de E l amante arrastra á la amada, y le
fuego? alienta en sus designios la tentadora
traición del fichú, que semi-descubre el
pecho.
¿Es acaso el Dios de los desastres, el
irritado Dios de Sabaoth, que apedrea
con astros á a l g ú n sol revolucionado? No debe temer nunca, Juana, la que
es hermosa, manifestar en los prados flo-
II. recientes que es j ó v e n , blanca y que
viene de Paris.
Pero q u é nos importa! Los campos es-
t á n florecientes, gozamos del estío; Jua-
na, no pensemos m á s que en flores, en L a c a m p i ñ a deslumbrada acaricia á
canciones y en perfumes. los amores, y los árboles están alegres
cuando presencian que Juana es cari-
ñosa.
L a alegre y tibia estación nos brinda
con sus praderas, con sus plantas acuá-
ticas, con sus alfombras de musgo, con Amémonos y que en las altas esferas
todos sus atractivos. hagan los astros lo que les plazca; es de
noche y en los claros del bosque susur-
ran los frescos céfiros.
E l verano ahuyenta las tempestades,
dora el firmamento, dirige rayos de fue-
go á nuestras frentes y siembra fresas á L a oda corre con las gotas del rocío;
nuestros pies. todo canta; en los torrentes, los idilios
descalzados b a ñ a n sus diáfanos piés.

E n el delicioso verano suspiran las


auras; Dios derrama paz y tranquilidad L a bacanal de la sombra se celebra
en la naturaleza, hace el dia para la son- vagamente bajo el espeso toldo de la
risa y la noche para el beso. hojarasca, en la que no penetra la clari-
dad del astro nocturno.
E l estanque tiembla bajo las ramas
(1) Argyraspides: nombre que se daba á los soldados
Los duendes y las golondrinas, que se
macedonios, á los que Alejandro regalaba escudos de plata en
recompensa de su bravura.- eran tropas ligeras; formaban el (1) Messidor: décimo mes del calendario republicano
segundo cuerpo del ejército del que la falanje macedónica era francés, que empezaba el 19 de Junio y concluía el i 8 de Julio.
el primero.—(N. del T.) Era el mes de la siega.—(N. del T.)
L A S CANCIONES D E LAS C A L L E S Y D E L O S BOSQUES. 535 1

desvanecen en el instante en que se en- L a naturaleza está enternecida; viva-


treven, hacen delicioso ruido de alas en la mos, pues, y gocemos; tengamos la cari-
semi-oscuridad de la noche. ñosa audacia de adorarnos en el silencio
de la noche.
L a curruca y l a sirena, entonando
cantos alternados en l a serenidad i n - Ven; á m a t n e y olvidémonos del mun-
mensa de la noche, dicen á las almas:— do; confundamos nuestras almas miran-
"Venid!,, do cómo asciende la luna al horizonte
por entre el ramaje de la selva.
Las soledades se e n c a r i ñ a n con esas
caricias y con esos temblores, y mientras m.
dura la noche, las ramas de los árboles
dejan caer silfos sobre los céspedes. A la claridad del astro nocturno sue-
ñ a n felices los dos amantes... y la i n -
mensidad c o n t i n ú a dejando caer sus
E l elfo cae de las enredaderas con las fuegos fátuos.
manos llenas de flores; la ondina besa
á las ninfas; la maleza se sonrio al i ver
las piruetas que hacen las hadas sobre Mientras de la bóveda celeste llueven
la yerba h ú m e d a al pasar. como polvo luminoso astros que se des-
vanecen, brasas enormes que dispersa el
incensario del infinito;
Ven; los ruiseñores te están oyendo, y
el edén no se ha perdido aun para dos
amantes que se j u n t a n con el objeto de E n la tierra, ostentando sus gotas de
celebrar las bodas de l a noche. rocío el y aro, el clavel, la clemátide,
el pensamiento y la azucena, se extre-
mecen.
Ven; que en su verdoso nido el gor-
rión bohemio tenga celos al presenciar
nuestro regocijo y al ver t u corazón tan Y cualquiera diria que, bajo la niebla
cerca del mió. del gran bosque mojado de rocío, la
tierra, para recibir las estrellas que cai-
Encantemos á los árboles con todos gan, extiende su delantal de flores.
sus ramajes, cuando oigan que cuchi-
cheamos, a c o m p a ñ a n d o al murmullo de
las hojas y a m á n d o n o s tiernamente. I V .

PARA OTRAS.
E n presencia de tantos misterios, de-
claremos en voz alta que nos amamos;
las encinas seculares y solitarias de la
m o n t a ñ a nos dan su consentimiento.

Para estas festividades, para estas ale- Musa mia, debo repetírtelo; tratan de
grías, para estos amores, Juana, están do- embriagarte en el bosque; los faunos han
tados los campos de tantos atractivos. escondido m i l i r a y en su lugar han de-
jado un oboe.
No tiembles porque veas que un pen-
samiento único llena mis ardientes m i -
radas; no temas que sean falaces, porque Vente, pues. L a fiesta ha empezado
son la expresión de m i alma. ya; las avecillas se comen el trigo tier-
no; la abeja liba la miel de las flores,
y Mayo se sonríe al ver la a l e g r í a del
No te asustes; permanece siendo cas- cielo.
ta sin terror, que el cielo diáfano absuel
ve del pecado de transparencia á la gasa
del fichú. Trae contigo á tus dos camaradas, el
espíritu galo y el espíritu latino; no
536 OBRAS D E VICTOR HUGO,

creas que te degrada i r oliendo la alhu- suspirante me hizo exclamar:—"Pérfida!


cema y el tomillo, Os complacéis en matar á los heridos!,,

Sin ser descarada, sé ágil; entra ale-


ni.
gremente en el valle; haz que apresure
u n poco los pasos V i r g i l i o y deten por
el brazo á V i l l o n ,
De dia, del hombre estudioso tengo el
augusto aspecto, y me conformo con
Ve á beber allí, que la copa está llena, "a costumbre de embrutecerme docta-
y que te escancie el dios Pan ha encar- mente:
gado á l a Juanita de L a Fontaine, que
Horacio llamaba L á l a g e . Me escruto y me diseco, y me compa-
ro con el dibujo que del hombre hizo
Séneca en su mesa de oro macizo.
Allí te esperan. L a flor se columpia á
la entrada de los verdes antros, y Sile-
no, á cada bocado que come, interrum- Ahuyento de m í la alegría y aprove-
pe esa función para mirar si t ú vienes. cho la m a ñ a n a para leer en V i r g i l i o al-
g ú n pasaje en latin.

Leo á muchos autores antiguos y no-


tables y exclamo:—"El hombre que
quiere ser sábio tiene que abrir la venta-
E m p e z ó la batalla. Cómo? Por una na de los tiempos antiguos para airear
cariñosa sonrisa. E l l a me dijo:—^¿Cómo su espíritu,,.
es eso que no me queréis escribir?,,
Y me encaramo en la cima, cuyo ca-
mino conoce P l a t ó n , pretendiendo llegar
—'"Una carta de amor?,,—"No; una á las regiones de lo sublime.
carta en verso.,,—^"No escribo versos ya„
la respondí. De esta manera iba conti-
nuando el diálogo. Pero vuelvo á ser humano, y m i alma
se confunde y m i orgullo se disuelve
en una alcoba forrada de papel barato.
Después de su sonrisa me lanzó una
mirada fiera; yo, que era el candidato
n ú m e r o trescientos, e x c l a m é para mí: Y el amor, ese tierno picaro, es el due-
"Se conoce que es honrada!,, ño de m i casa todas las noches en cuan-
to Inés apaga la b u j í a de m i razón.

Y m i i m a g i n a c i ó n l a adornaba con
cien virtudes, que realzaban mis malos IV.
pensamientos de adolescente que está en
peligro.
Chelles.

Pero me callé, porque el silencio pasa


muchas veces por ciencia y por profun- Tengo pasión por Chelles y por sus
didad. Su sonrisa era graciosa y pudoro- berrizales, y por el tic-tac de sus molinos
sa su mirada. y por los que rondan á las molineras;
pero compadezco á los blancos m o l i -
neros.
Esa mirada y esa sonrisa me penetra-
ron en el alma. De repente ella cantó.
No sé cómo expresar el efecto que me Las molineras t a m b i é n son blancas, y
produjo su voz. por eso voy hácia el molino con frecuen-
cía y me siento muchas veces pensativo
bajo las ramas de los alisos.
No lo sé, pero su voz conmovedora y
L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E L O S BOSQUES. 537
Tengo aspecto de peregrino; me d i r i - ¡Cuántos corazones nos roban, hasta á
gen la palabra las jóvenes que guardan nosotros los villanos! Cada una de ellas
rebaños, me sonrio con ellas, y algunas adorna su vestido con cuatro volantes
veces llevo clavadas en el sombrero ñ o - que flotan.
res y pechinas.
Y corre por el bosque como una sílfi-
Cuando con m i perro de aguas llego de, pero muy adornada. A esos ángeles
á Cholles, que es una aldea devota y del mundo en nuestro pensamiento des-
coqueta, creen en ella que se ha esca- Deinamos, pero adoramos los misterios
pado de su nicho San Roque con el que nos oculta la ropa.
perro.
E n otro tiempo Venus en l a playa no
Pero me preocupa poco el efecto que ;enia el atractivo del g u a r d a p i ó s , que se
produce m i figura; sigo andando imper- 'evanta para enseñar los botitos.
térrito, procurando aprender una ó dos
estrofas del canto de la alondra.
Las antiguas Artemisas poseian fiso-
n o m í a artística, pero no estaban tan bien
Admiro las frágiles mariposas que re- vestidas y no gastaban guantes.
volotean por las malezas cerca del casti-
llo, pero no las cazo, porque siempre me
ha parecido que las mariposas eran p i n L a gasa se parece á u n sueño; el satin
turas al pastel. reluciente brilla, y el tocado termina lo
que las miradas empiezan.

Soy un loco que parezco u n sábio. Q-o-


zando de la primavera, lleno de todos L a marquesa en su carruaje agrada
los encantos del paisaje mis brillantes hasta á los hombres m á s gansos, porque
miradas. la gracia es una flecha á la que la moda
sirve de carcaj.

Hermosa molinera de Cholles, azorado E l hombre, que la etiqueta convierte


te acecha el soñador cuando vé que su- en tonto, se pone tieso como huso; pero
bes por las escaleras con la seguridad de Dios creó á la coqueta en el momento en
la mujer que está bien modelada. que creó al badulaque.

v. Todas esas mujeres jóvenes, en cuyos


ojos llamea la luz del medio dia, con sus
D e c e n a r i o de m u j e r e s . flores, con sus cintas y con sus almas,
saben apoderarse de nosotros.

Son una m á s que las Musas; son diez


Creeríase, cuando sus voces confusas Nada desbalija tanto al hombre como
zumban en el bosque, oir bajo las secu- un palmito elegantemente vestido; es
lares encinas un m u r m u l l o de diosas pa irresistible para nosotros la hermosura
sando por allí. cuando se casa con la coquetería y con
la elegancia.

Las diez son las castellanas de toda l a


comarca vecina, y las colmenas, hacia los Esas diez mujeres pasan alegres y
hálitos de sus bocas, envian sus enjam cantando por entre los grandes árboles,
bres zumbando. y nos enamoramos de todas, y estamos
al verlas orgullosos y contentos.

Son diez hermosas locas, demonios, de


las que yo soy el s a n t u r r ó n , que consi Y salimos de aquellos matorrales pen-
guen aureolas y que merecían una ho sativos, con la cabeza inclinada, á pasos
güera. lentos, habiendo dejado prendido el co-
razón entre aquellos cuarenta volantes.
TOMO V .
OBRAS D E VICTOR HUGO,

derosamente al Eterno en su trabajo de


crear.
VI.
Cuando es hora de que todo en la na-
Huye del edén de los ángeles caídos; turaleza pague su tributo. A b r i l aumenta
amigo mió, g u á r d a t e de las mujeres her- su poder en proporción á la m a g n i t u d
mosas; teme á los fichús en Paris y á las de este objeto.
mantillas en Madrid.
Su gran trabajo consiste en el misterio
Tiembla por tus alas, pájaro, y por tus del rocío, y su potencia, en la frente sa-
hilos, polichinela; teme á las miradas de grada de la tierra consigue sacar el su-
Calipso, pero mucho m á s á las miradas dor convertido en perlas.
de Juanita.

VIII.
Cuando su ternura empieza está ya
p r ó x i m a nuestra esclavitud: el A B C
de su abecedario se llama A m o r , Beso, E n aquellos tiempos en que yo era
Cadena. jóven estaba flaco, y nada hace enfla-
quecer tanto como l a especie de vigilia
E l sol dora una prisión, el rosal per- que se llama alimentar el espíritu.
fuma u n calabozo; pues de una manera
semejante nos seduce y nos e n g a ñ a una Luego me convertí en viejo; era t í m i -
mujer. do y amarillo como un pergamino á la
sombra de la p i r á m i d e de los viejos ver-
Quedamos presos, con nuestras ideas des del espíritu humano.
expuestas al viento y encerrando en el
alma una sombría lira, llorando mu- Libros viejos, que los años roen, se
chas veces, antes de haber tenido tiempo amontonaban sobre la mesa de m i gabi-
de reir. nete, y muchas veces me quedaba como
un ebrio á fuerza de querer llenarme de
Ven á los prados; l a alegre primavera r a z ó n .
hace sonreír á los árboles y á las flores;
ven conmigo y cantemos viendo correr U n dia que estaba leyendo á Yambli-
el agua de las fuentes. que, á San A g u s t í n y á PJotín, u n ena-
no negro, de rostro oblicuo, se me apare-
ció y me dijo en latín:
Vil.
•—"No pases adelante. Clava el ánco-
E l niño A b r i l es hermano del niño ra. Hijo mío, contempla en m í á t u
amor; los dos trabajan en sentido contra antecesor. Me llamo Botella de T i n t a , y
rio á nuestro pobre corazón. soy metafísico.

E l niño A m o r nos hace traidores; el „E1 espíritu perjudica á t u cuerpo, y


niño A b r i l nos vuelve locos; entre los vengo a q u í para decirte la ú l t i m a pala-
dos nos causan el delicioso suplicio. bra de todos esos libros en los que entra-
mos siendo Jocrisse y salimos siendo
estudiantinos.
A b r i l , de su incitante hermosura tiene
por aplaudidores á nuestros vicios, y con
sus atractivos disipa los escrúpulos de „Díviórtete, S é jóven y diviértete co-
nuestros corazones. mo los jóvenes. Isis no daba otro consejo
á los sábios. U n vaso de vino puro vale
más que muchos toneles de vinos com-
Ese niño es u n verdadero gigante; su puestos.
poder es tan irresistible, que ayuda po-
L A S CANCIONES DE L A S C A L L E S Y D E L O S BOSQUES, 539
„Vigilia, estudio, paciencia y trabajo ;,Ama. Esta es m i ú l t i m a palabra.
nos queman las cejas; el único fin de la Cumple m i buen consejo con esa joven-
ciencia debe ser estar siempre alegres. cilla que está cuchicheando en la boar-
dilla de enfrente.,.
„Máxima: no estar nunca triste, no
ser estúpidos; gozarlo todo; dedicar el Pero yo no escuché á ese bribón y le
olfato á la rosa y los labios á la mujer. arrojé de m i cuarto. Unicamente hoy
que se van doblando ya m i frente y mis
espaldas, que alcanzo á ver ya la garra
„ L o s antiguos vivian de ese modo; desnuda de l a esfinge;
pero después todos los hombres se han
dejado seducir por l a barba falsa que
lleva el perfil griego de aquellos primi- Hoy que he encontrado el fondo del
tivos locos. problema m á s infinito y m á s desconoci-
do; hoy que con razón m á s despierta,
cerca del mar que amenaza devorarme,
„Cree que aquellos austeros hombres veo sobre todas las sabidurías espumar
se dedicaban á todos los placeres. Cuan- las religiones;
do el hombre inventó á los siete sábios,
Dios creó los siete pecados capitales.
Hoy que m i espíritu sombrío vé sobre
el oleaje cambiante de los dogmas cre-
„¡Oh doctores, bien os arrastrásteis cer el espesor de l a sombra, hoy soy i n -
por el suelo! G-racias al amor, Sócrates dulgente cuando oigo en el espacio por
se quedó calvo. E l amor sirvió á Homero donde vagó m i pensamiento, que pasa
de cayado y P h r i n ó entraba en el dor- cantando una jóven hermosa.
mitorio dando el brazo á P l a t ó n .

„Todos abrian la misma tienda y su V .


bian al mismo carro. Aspasia acudia
al pórtico y Catón se reia en el lupanar. SILUETAS DEL TIEMPO PASADO.

„Salomón, lleno de molicie, tenia pre


cisamente tantas picaronas como Leo
nidas héroes. Séneca, á quien se coloca
hoy en u n altar, cogia á Cloe por la L a encina del parque destruido.
barba.

„Las ninfas no eran osas; Horacio no I.


era lobo; Liseta hoy se b a ñ a en las fuen-
tes y T i b u r se llama Saint-Cloud. No me compadezcas, me dijo el árbol;
antiguamente es cierto que á m i alrede-
dor todo era de m á r m o l , el palacio y e l
„Los argumentos con que te estoy rey.
acribillando te l i b r a r á n , si te ayudas á t í
mismo, de ser estúpido pedante.
Contemplaba el artístico lujo de los
„Observa y verás que á t u alrededor frontones llenos de Césares y los enor-
n i n g ú n sér se sonrio inocentemente; una mes caballos de piedra que se encabri-
canción denuncia una ventana; una ma- taban uncidos á los carros*
ceta con flores busca u n amante.
Entreveia á Hércules, Hebe, Psiquis, á
„ L a griseta no es u n ser deforme. Nos la escasa luz que dejaban pasar las ra-
sacudimos de muchos cuidados y de mu- mas colgantes.
chas inquietudes si por la noche podemos
dormir sobre una almohada repartida
entre dos. Veia correr y juguetear á l a reina; oia
los gritos de l a caza del ciervo; como
540 OSRAS DE VICTOR HUGO.

gran señor y como encina yo estaba enj E n la mortífera guerra, el príncipe


todos los Marlys. [ tenia el talento de dejar que le tirase
por d e t r á s a l g ú n Boileau que temblaba.
Veia la augusta alcoba en l a que cre-
ció el delfín; veia el busto de sus majes-1 L a razón de Estado es grave, y habia
tades y á Lauzun escondido bajo la momentos en que el príncipe, temiendo
cama. I ser demasiado bravo, hacia que le atasen
apretadamente.
He visto las malezas y los árboles, he!
visto las fuentes del j a r d í n real, y á La- m.
chaise en Versalles, como á S a t a n á s en He presenciado cómo ese siglo singu-
el edén. lar casaba una pierna con una idea t u -
llida y derrengada y l a otra con una
Una verja cerrada me custodiaba idea luminosa.
como si fuese una d u e ñ a de hierro, para
que no manchasen el terreno que yo piso
V i cómo vagaba rechinando los dien-
el buey n i el pollino. tes, lejos siempre de los burlones pajes,
el autor servil que iba merodeando r i -
L a agricultura es abyecta y la yerba mas por entre los matorrales.
v i l ; ya sabéis que el árbol que se respeta
está situado á mucha distancia de los V i que aquellos poetas de versificación
prados. campanuda no eran m á s que Triboulets
serios; Triboulets que cantaban, y que si
De este modo hablaba bajo mis fron- se proporcionaban modesto lucro, esmal-
dosas ramas el buen gusto sóbrio y cor- taban con su esplendor el Parnaso de
recto, y yo vivía lejos de los anchos ca- a z ú c a r piedra que edificó T i t o n del
minos por donde transita el pueblo. Tillet.

E l buen gusto me encerraba tras de la 1 Esos seres, haciendo descompasados


verja, pues para él es indiscutible que gestos y levantando la voz hueca, adqui-
en el arte como en la naturaleza todo rían aspecto siniestro para escribir ver-
debe estar detrás de un foso. I sos chavacanos.

II.
Por Marly divagaban, caminando ner-
viosamente, con los p u ñ o s crispados, con
He conocido los corazones tiernos, los las miradas coléricas, ofreciendo Chipre
guerreros tórtolos, las que entonces y Pafos á la coja Lavalliere, é hipócritas,
llamaban grandes damas, los que enton- a d u l á n d o l a .
ces se llamaban héroes.
IV.
Esos t r a n s e ú n t e s y esas paseantes des-
pertaban mis susurros. Mis ramas son I A todos ellos y en todas las ocasiones
m á s quebradizas de lo que se cree co- deslumhraba el sol ardiente de Luis el
munmente. I Q-rande; para ellos Luis el Grande era
Dios.
Esas hermosas, á las que se elogia en
masa, se perdían por los verdes prados,. Bosguet se creia inca z ante él Raci.
a c o m p a ñ a d a s por los gestos burlones de l ambicionaba que ^ corrigiese sus
'versos; ú n i c a m e n t e Corneille, bajo las
alas de su fieltro, miraba de reojo á ese
E l héroe, grande mirado bajo ese pris- dios.
ma, era prudente y ceñudo, y colocaba
su heroísmo en la cadena de su gran-
deza. L a Fontaine le dedicaba sus fábulas, y
con frecuencia, á su alrededor, casi afa-
LAS CANCIONES DE L A S C A L L E S Y DE LOS BOSQUES. 541
bles, los cortesanos, los duques que se | que Mad. Maintenon sonreía, y era tan
fastidiaban, las venenosas altezas aco- blanca, que hubiera podido creerse que
g í a n con la m á s tierna de sus sonrisas á era la hembra del Espíritu Santo.
ese encantador de serpientes.

V. Todo entonces se le ofrecía al rey; las


armas, los amores, las almas y los cuer-
E n el parque soberbio, pero frió, no 30s; la mujer vendía sus encantos y el
penetraba la alegría de la vida; iban allí magistrado sus remordimientos.
á contar los tallos de las yerbas, como
contaban las palabras de un soneto. L a corte antigua que nos retrató Bran-
tome reapareció para que S a í n t - S i m o n
Nada de baile, nada de matas espino- a describiera; detrás del rey fantasma se
sas; todo iba allí empequeñeciéndose: L e reía el demonio confesor.
Nótre inventó el guinconce y L u l l i el
minuet. VIL

Esa época me fastidia, por desabrida ó


Los tejos, afeados por la escuadra, pa- por venenosa; esa época empequeñece
recía que llevaban valonas; las ñores más á sus pigmeos con la grandeza de
h a c í a n una corveta, los árboles se quita- su fortuna.
ban el sombrero.
L o falso e x t e n d í a por todas partes su
Para que saludasen en las llanuras al dominio, por gusto de esa época ó con-
sol consagrado en Reims, h a c í a n que las tra su voluntad; después del siglo de la
pobres encinas adquiriesen la forma de Deluca llegó el siglo de los polvos.
los versos alejandrinos.
Para que se empolve bien, cae el pol-
Daba compasión ver el pobre bosque vo en torbellinos sobre el infeliz pueblo
tan rapado; no parecía otra cosa sino que lambríento; de modo que á Scapiglione
el abate Batteux h a b í a dictado aquella le sucedió P e r l i m p i m p i m .
órden.

VI. E l arte se empolva, siguiendo las hue-


llas d é l a moda. Voltaire, siendo poco leal
Los reyes exclamaban:—"Que todo se de corazón, dedica una oda á Luis X V ,
haga pedazos y que cada cual pille lo peinada al estilo de entonces.
que pueda;;: á sus pies la dedicatoria
Musa de cartulina, se sonreía.
L a m o n a r q u í a acaba por ser bufa, el
pensamiento por estar amordazado, y
Esa Musa previa, tan hábil para que llega un día en que se abre una trampa y
mar incienso, hasta un extremo invero cae en ella todo un mundo, como l a d r ó n
símil, tiraba del brazo á todos los que que se evade.
pasaban;
VIII.
Y custodiando la morada del dios de
valle sagrado, vendía la gloría por cua Quédeme m u y satisfecha porque vuel-
vo á m í oscuridad, deseosa de encontrar
renta céntimos á la puerta del templo de
en ella á Dios; no veré ya á la corte,
Apolo.
pero veré el antro; por a q u í no p a s a r á n
reyes, pero p a s a r á n lobos.
Cercaban y b a t í a n á los calvinistas
yo, participando de tantas calamidades
sentía pasar por mis ramas tristes e Vuelvo á ser la verdadera encina y á
peine de Boileau. crecer con el calor del medio día; el a ñ o
ochenta y nueve se desencadena de mis
ramajes envalentonados.
P a s ó ante m í el notable siglo en e
542 OBRAS DE VICTOR HUGO.

E l antiguo Trianon huele á rancio. modesta y prudente que suspira en la


Renazco al oir el gran concierto, porque soledad y á la sombra de un árbol.
yo llamo emancipación á lo que vosotros
llamáis desierto.
L a jóven habla m e l a n c ó l i c a m e n t e con
las flores del vergel, y yo oigo lo que la
L a reina e r g u í a demasiado los hom- doncella dice en la soledad á las frutas
bros, el gran delfín tenia estropeados los primerizas.
pies; prefiero que venga el labriego Juan
con su calzado ancho.
Presencio el germen, la savia, los n i -
dos en los que se abren los ojos de los
Prefiero, á las Leonoras que introdu- pajarillos y todo el fantástico delirio del
cían los Dangeaux, los besos rudos y so- himeneo misterioso.
noros que se dan los robustos campe-
sinos.
Presencio en innumerables parejas, en
las profundidades del barranco, la viola-
Prefiero la soledad, que me azoten los ción del sombrío pudor por el amor di-
vientos y las tempestades, á que pisen el vino.
terreno que ocupo las zapatillas de l a
Dubarry.
Presencio las fugas rápidas de delicio-
sos y enamorados besos. Presencio las
Estoy ya libre de todas las esclavitu- alegrías sagradas que inspira l a misma
des, y puedo decir á la ignominia: "¡Bas- naturaleza.
ta!,, Prefiero ver crecer flores salvajes á
ver personas tan corteses y tan falsas.
M i jardinero es la lluvia, el h u r a c á n
m i podador. E l invierno me priva del
Los hombres están llenos de vicios, y rocío, pero en cuanto llega A b r i l , le
yo prefiero la primavera hermosa y llena siento en la savia que corre en m í por to-
de espinas, á oir aquellos monseñores sa- das partes.
tisfechos de su deshonra.
Siento mejor la primavera siendo l i -
bre. Ocupo m i parte en la inmensidad.
No espiaré ya á Roquelaure enamo- Volver á entrar en equilibrio es entrar
rando á la Boufflers; perdí todo el mun- en l a libertad.
do oficial, pero veo ahora brillar m á s
claridad en los abismos.
Sigo debajo del radiante cielo, para
recuperar mis derechos, el ejemplo que
Como estoy exclaustrada, fraternizo me dan el bosque sobre la verja de hier-
con frecuencia con los rústicos, y veo que ro y los pueblos sobre los reyes.
d á Dionisia lo que Celimene vende.
Basta ya de reyes. Dios me ilumina, y
No hay foso ante mí, y por eso llegan no olvides lo que voy á decir: para com-
hasta los céspedes que crecen á mis piés, prender al verdadero Señor es preciso
Luzon mordiendo una bresquilla y Ma- que desaparezca todo lo falso.
t h u r i n mordiendo á Luzon.
Desaparecieron las castas. Con los fue-
Algunas veces, durante las primave- gos artificiales se disipó la iluminación.
ras, corre por debajo de mis ramas algu- Después de haber pasado por el sacrifi-
na n i ñ a de quince años, y m i severa cio busco la luz en otra parte.
sombra se regocija con sus juegos ino-
centes.
Augustas apoteósis en otro tiempo me
ocultaban el cielo, reemplazando en sus
Nada adorna tanto un paisaje, con- fuegos fátuos á J e h o v á por Amadis.
templado á cierta luz, como una jóven
LAS CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E LOS BOSQUES.

Llenaban el claro del bosque con f u l -


gores, que de repente hacían que en la
oscuridad se encabritasen los ciervos. !l.

Salia de esos fuegos de bengala una E s c r i t o e n 1827.


claridad falsa que reflejaba en la selva,
una claridad que no es la que lanza el
hogar del campesino. I.

Me entristezco cuando contemplo al


A nosotros los añejos árboles nos tra- hombre, al ver que lo verdadero v á des-
taban como á pais conquistado, y el bos- apareciendo del espíritu. L a sombra que
que, que aumentaban de t a m a ñ o esas en otros tiempos a h o g ó á Homa empieza
falsas claridades, parecía u n incendio de á sumergir á P a r í s .
rubíes y de zafiros.

Cazurros los reyes, por temor á las


Y al príncipe hermoso, altivo, al se- crisis, dan á los pueblos un calmante;
ñor soberbio, rodeado de arqueros, ofre- les ofrecen las cajas de sorpresas que
cían esas claridades, que quizás eran her- ellos llaman Carta y juramento.
manas de las antorchas de las hogueras.

A y ! nuestros ángeles son vampiros;


Cien m i l objetos de cristal, llameando
nuestro alabastro parece carbón, y los
al aire libre, lanzaban al cielo piedras
mejores hombres serán peores en una
preciosas y dejaban caer el sebo en la
época que no es buena.
tierra.

E l justo miente, el sábio intriga; la


Una gloría verde y azul, que sazonaba dulzura que aparece en nuestro rostro
a l g ú n sobresalto, proyectaba en las al- triste, solo es el miedo á la fatiga que
turas una cola de pavo real, extendida nos causaría el ser violentos.
en honor del rey.

Nuestra austeridad adulterada no ad-


E n la actualidad vivo en mundo di- mite n i á Hampden n i á Bruto; el silo-
ferente; la decoración ha cambiado, y ya gismo del ateo se acomoda fácilmente á
no me alumbra otro fulgor que el que nuestras virtudes.
destella el cielo de los pobres.

Sobre el honor muerto la v e r g ü e n z a


Penetra por los claros de m i espesa flota. Se vé que está p r ó x i m o á recom-
hojarasca la inmensa noche estrellada ponerse en ilota el espartano destruido.
con sus innumerables soles.

Desconocidos planetas pasan sobre m i E l cíelo palidece; las frentes se encor-


frondosa copa, y doy la bienvenida á van; es negro el pan del trabajador, y
esos brillantes correos del éter. hay sacerdotes insultadores que lanzan
fango con el incensario.

Carezco ya de redomas de azufre de E n estos años sombríos, apenas las


las que salían visiones; pero ahora me miradas turbias de los hombres, estando
satisfacen las constelaciones y el abismo. condenadas la luz y la razón, obtienen
un plazo de la sombra.

Reina el pasado y nos amenaza; el


trono es su primer vasallo, y ásperamen-
te trata de volver á hincar los dientes
en el espíritu humano, que ayer roía,
544 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Las acciones son cloacas, las concien- rocas y las flores, y la rosa dijo que t ú
cias son albañales; unos venderian la vendrias.
Francia á los cosacos; otros venderian el
alma á los buhos.
Sal de Paris. L a llanura verdea; el
cielo, tan querido de los que lloran,
L a sombría religión e m p l é a l a guerra en los bordes de su abierta ventana
y el hierro, y aplica los textos celestes' pone á A b r i l , pone esa maceta de flores.
con el monstruoso sentido del infierno.
L a tierna luz del alba luminosa hace
que todo reviva en el campo. E l insecto
L a fama repite á todos los vientos se encarama sobre el tallo de una mata,
nombres impuros de dia y de noche, y como el marinero sobre l a punta del
en su trompeta puede encontrarse la sa- m á s t i l .
l i v a del Aretino.

¿Qué te importan P o n c h é de Nantes


L a fortuna, reina embriagada de nues- n i el príncipe de Benavente? Ven y verás
tro abuelo el antiguo Paris, le pone tan cuántos insectos dorados y susurrantes
vergonzosa librea, que preíeriria que le vuelan por el espacio.
pusiera una mortaja.
III.
Y a no tienen Condes n i L a Feullades Huyamos con la que amo! ¡Paris per-
á Marte n i á Venus en sus madrigueras; turba al amor; huyamos! P e r d á m o n o s
por todas partes se vé oro sobre la po- en el supremo olvido de l a espesura de
dredumbre; el ideal sirve de risa á los 'as hojas y de la claridad de la luz.
burlones, y el rebajamiento de la esta-
tura está acorde con la pequeñez de los
corazones. Los bosques son sagrados; en sus espa-
cios resplandece el alegre verano; los
11. bosques son abismos de alegría y de l i -
bertad.
Vuelve á Paris la espalda, pensamien-
to mió, y ven al bosque que la primavera
engalana; ven, que el rocío te ha prome- Siempre los corazones m á s tristes y
tido la ñor del prado. los pensadores m á s ceñudos vieron la
parte agradable de todas las cosas i l u -
minarse en las profundidades.
Abandona á Paris por el campo. U n
hálito de felicidad se respira en el aire; Todo reluce; l a m a ñ a n a está rojiza,
se despierta la a l e g r í a de l a naturale- el agua brilla, las flores están tiernas, el
za, y alguno se sonríe en el cielo azul. rosal tiene el aspecto de u n amante.

Ven á la sombra de los árboles, cuyo Se disipan las inquietudes vanas, que
murmullo apaga las voces; ven á los se olvidan; no tenemos presente m á s que
cariñosos bosques, en los que de noche lo bello y lo alegre; si la vida es una
bailan las hadas y de dia las campe- oscuridad, la naturaleza es una antor-
sinas. cha.

Ven, que te espera la naturaleza. Los Que en otras partes impere l a bajeza
vencejos vienen ya á buscar este c l i - y sea el hombre cruel y v i l , que yo me
ma, y el agua quiere contarte las aven- sonrío cuando oigo desde el bosque so-
turas de los pies que se han b a ñ a d o en nar la campanilla que pende del cuello
ella. de los bueyes.

Ven, que celebran la ingenua orgía Oh soledad! Cariñosa me acoges y me


los nidos, los ruiseñores, los bosques, las instruyes á la luz que destella el cielo
L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E LOS BOSQUES. §45

azul: un pajarillo que cante escondido premo se complace en crear lo exqui-


entre las hojas me basta para probarme" sito.
la existencia de Dios.
E n cuanto creó ese dedo sublime, dijo
Dios á los ángeles:—"¡Contemplad m i
V I . obra!,, Después, en t reg án d o s e al reposo,
se durmió. Se despertó entonces el dia-
LA ETERNA NOVELA. blo, y al ver reposando á Dios, sonriendo
con malicia, en el extremo del sonrosado
dedo hizo nacer una u ñ a .

E l dedo de l a m u j e r . II.
A l poeta Morante.
Dios tomó su m á s blanda arcilla, y
queriendo modelar una frágil alhaja,
pero que fuese alhaja misteriosa, hizo I.
el dedo de la mujer, obra magistral;
hizo ese dedo formado para herir el co- A m i g o , ven á reunirte conmigo en
razón y para enseñar el firmamento. este inocente bosque, desde el que con-
templaremos rayar el alba, que ven todos
los dias los campesinos.
Puso en él, para que enamorase al
hombre, el resto de l a luz que empleó
Paris, sombrío y tumultuoso, lanza
para iluminar la aurora. Puso en él la
aullidos y es v í c t i m a todos los dias de
sombra del velo, el movimiento suave
de la cuna, algo de la estrella y algo del desconocidos acontecimientos.
pájaro.
Por una siniestra ley, por e x t r a ñ o es-
E l padre que nos e n g e n d r ó le hizo tado normal, vuelve á recaer en el tedio
fuerte para que fuese tierno, blanco para por ser g a l o p í n y en el mal por ser
que fuese puro y cariñoso para que el m ó n s t r u o .
hombre viera en él, aunque m á s peque-
ño, el dedo mismo de Dios. II.

Ven conmigo; en esta sombra adquiri-


Con él adornó la mano de Eva, la remos calor y vida. Habito un pais som-
mano frágil y casta que se posa cariño- brío que llenan grandes y fantásticas
samente sobre la frente del género hu- leyendas.
mano; la mano humilde ó ignorante que
guia a l hombre en su falaz camino, y
que se vé temblar á la luz de la l á m p a r a Los cuentos de viejas y los signos de
de la suerte. la cruz han introducido en el bosque de-
liciosísimas quimeras.

Para hacer t u apoteósis, mujer, á n g e l


de miradas tiernas, no es suficiente t u A q u í , en todas partes, se sienta la le-
beldad, no es suficiente t u gracia; nece- yenda, que es el enano del hogar, que
sitas amar. Todo suspira; la onda, la flor gasta inmensa peluca.
y el alción; la gracia es una sonrisa, la
belleza es u n rayo de luz.
E l elfo hace dar vueltas á los husos de
las ninfas; hay a q u í tantas hadas como
Dios, que desea que Eva se nos apa- pájaros en otras partes.
rezca en el rudo camino de la vida, hizo
para el amor la caricia y para la caricia
t u mano. Dios, en cuanto vió creado ese E l cuento, que tanto gusta en las ca-
dedo, se quedó satisfecho, porque lo su- bañas, encuentra algunas veces en l a
TOMO V. 69
546 OBRAS D E VICTOR HUGO.

orilla del camino un nido de gnomos, que de las alas en los charcos de los bos-
coge con las dos manos. ques.

Lós fuegos fatuos, compuestos de azur Aquí, con la cabeza h ú m e d a del rocío
y de sombra, forman en los huecos de de la selva, el espondeo muchas veces se
los sauces lívidos resplandores. aparecía á V i r g i l i o .

E l fauno, de manos groseras, aproxi- De estos manantiales, de estas islas,


ma algunas veces por debajo de la mis- d é l a haya, d é l a s e s p a d a ñ a s , sale ese
ma mesa las rodillas de dos amantes. m o n t ó n de idilios, de los que T i t i r o es el
abuelo.
Por la noche un duende golpea en los
techos de las habitaciones; los estanques Legráis, en la morada de Pan, su hués-
de Sologne son espejos pálidos. ped, escribió un libro en el que la rana
salta desde el soneto al quatrain (1).
Los nenúfares de los vergeles me m i -
ran durante la noche; las ñores me pare- E n cuanto á mí, me complacerla va-
cen doncellas; en todos los objetos me gar por la frescura de una é g l o g a en la
parece ver brillar el alma. que viera huir al martin-pescador.

III.
N i aun la misma oda soberbia renegó
Son m u y agradables estos matorrales; nunca del verde musgo, por el que pa-
a q u í siempre está el cielo azul; el hom- sea sonriéndose Titania.
bre vive y el trigo crece á la merced de
Dios. A q u í , amigo mió, revela el estanque,
entremezcla poco á poco, una flora
Paso largas horas debajo de las susur- nueva con el antiguo verso alejandrino.
rantes encinas, respirando aire tibio 5
viendo resplandecer las llanuras. E l estilo se remoja en cuanto le su-
mergimos en el agua sombría, hasta la
He convertido en u n albergue estos que se arrastra un espíritu por entre los
árboles, que están sordos á nuestros pa juncos.
sos; lo que el viento agita no lo puede
conmover el hombre. Ven a q u í , por poco que desees que
crezcan en tus versos la sphaigne de
Cuando por la madrugada, dormitan- largas hojas y los grandes y verdes ca-
do aun confusamente, aparece el alba, ñares.
los ramajes me d i c e n : — " ¡ L e v á n t a t e ,
amigo, que ya es de dia!„, y a l g ú n mos-
cardón, que zumba, me despierta.

IV. Cuidado!

Ven, lejos de las ciudades, á confun


dir en este sitio el extremecimiento de ¿ T a n linda es que causa miedo á los
tus estrofas con el temblor de las aguas Don Juanes y á los Catones? Si la temen
siendo rebelde, si fuera cariñosa, ¿qué
sucedería?
Ven; el solitario estanque es t a m b i é n
un poema; los lagos encierran misterios
como nuestros corazones inquietudes. Es risueña, alegre, celestial; acaba de
llegar del Brasil, de ese Brasil tan l u m i -
Como las golondrinas, las estancias (1) Quatrain: composición en verso, exclusiva de la poé-
algunas veces desean mojar la punta tica francesa.—(N, del T.)
LAS CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E LOS BOSQUES, 547

noso, que todo el universo comparado y frescas; Venus es una inmortal, pero
con ól es u n destierro. una mujer está m á s cerca.

Contrajo matrimonio á los catorce Esta, conducida h á c i a nosotros, como


años; quedó viuda á los diez meses; con- un á n g e l que encontramos, se nos apa-
serva todo el rocío que deja la aurora en rece como la continuación de un sueño
el fondo de los bosques. interrumpido.

Casi acaba de nacer, casi es virgen E l alma la admira y la dejan encan-


todavía. Su marido fué un anciano, y tada tantos atractivos, a ñ a d i e n d o ade-
Dios destruyó el casamiento de Dema- m á s la ilusión á su vago deslumbra-
siado pronto con Demasiado tarde. miento.

Debo deciros que esa jóven se llama Corremos u n gran peligro; creemos
D o ñ a Rosita Rosa; como Dios la desti- que brilla un nimbo en su frente; es her-
naba para el hombre, rehusó concedér- mosa, y soñamos que es divina; es flor, y
sela á los ángeles. soñamos que es sol.

Esa jóven es ignorante y libre, la de- Cuidado, A r t u r o ! cuidado, Clitandra!


fiende su propio candor: posee al mismo ¡Desgraciado el que se atreva á contem-
tiempo acento vibrante, canción triste plar fijamente y con ternura sus miste-
y risa de n i ñ a . riosos atractivos!

Posee locuacidad y silencio; pequeños E l amor, por el que se deslizan los


y familiares pies, creados para que pa- corazones, es u n precipicio; sentimos
rezcan inverosímiles las novelas y los vértigos al borde de las mujeres, como
zapatos; al asomarnos á las pendientes del Etna.

Y ese aspecto de las jóvenes Evas que A l principio disfrutamos de cariñosas


antiguamente se llamaba "picarillo,,, y sonrisas, pero llega un dia que, en me-
posee a d e m á s u n torbellino de sueños y dio de nuestras felices ilusiones, nos
de ilusiones. apercibimos de que respiramos con difi-
cultad.

Tiene tanto atractivo esa Inés prima


de Hebe, que es capaz de embriagar á E l fuego del amor nos perturba, y el
u n sátiro y de emborrachar á un abate. imprudente que llega á calentarse en su
hoguera se despierta semi-poeta y estú-
pido completamente.
A n t e tan puros encantos, ante tan
fresca beldad, la materia forma conje-
turas y el alma forma visiones. P e r d i ó para siempre la alegría. Sufre
las torturas de la pasión, y aunque el
tirano que le atormenta es blanco y son-
E n la actualidad el agua salina, la rosado, la esclavitud siempre es negra.
blanca espuma del mar, se llama mu-
selina, al t r a v é s de la que se vé á V é -
nus. Empieza á sentir el agobio de los ce-
los; no es libre ya, no vive, y pasa i n -
quieta la existencia, como hoja que sa-
Lo real causa nuestro éxtasis, y nos cude el viento.
encanta m á s ver á Ninon bajo un velo
de gasa que ver desnuda á la diosa de
Chipre. Cela á su amada, bajo el pretexto de
que el astro necesita tener astrónomo y
la mujer un perro.
Preferimos la randa á las olas diáfanas
548 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Adquiere actitudes de lobo celoso, se] Su único deseo es obedecerte; acaricia-


estupidiza y se agria, al mismo tiempo ria y mimarla á t u alma, en ella depo-
que otros, al lado de ella, manifiestan i sitando su fuego, que se encenderla en
m á s ingenio, porque la quieren menos. llamas.

Hasta en los bailes y en las fiestas su- H a r á todo lo que te complazca; cum-
fre el amante, por m á s que sea corres- plirá tus deseos en cuanto los vea nacer;
pondido: estas son siempre las aventuras será, hermosa n i ñ a , t u esclavo, hasta
del corazón. que pueda ser t u señor.

E l adolescente que á los quince años


está sombrío y lleva retratada la triste- v.
za en las miradas, daria un imperio por
los atractivos de la mujer amada; pero A Rosita.
ella es terrible, y lo peor de todo es que
no se lo figura.
No quieres amar, perversa? Contempla
q u é triste es la primavera; ¿oyes lo que
canta ese pájaro en la espesura del
IV. bosque?
A doña Rosita Rosa.
Si se suprime el amor nada resta de
Eva; el amor es la única belleza; el mis-
I. mo cielo es negro cuando en el no apa-
rece el sol.
Lo que u n soplo lleva y trae, lo que
cuando t ú acabas de dormirte a r a ñ a T ú , que eres tan hermosa, llegarás á
con la u ñ a en t u puerta, es m i pensa- ser fea si no eres m á s razonable. Ese
miento. pájaro canta que es indispensable amar,
y no sabe otra canción.
Lleno de sobresalto hasta t u dormito-
rio se desliza, y desea entrar en t u mora-
da en calidad de capricho. VI.

: | Si deseas poseer un capricho amable y P o r eso e l l a c a l l a b a .


cariñoso, hermosa mia, m i pensamiento
te conviene; te suplico que lo aceptes.
Su silencio me venció; su silencio me
II. hizo enamorar de ella. A l principio solo
sentía en el corazón confuso batimiento
de alas.
T ó m a l e , pues, á t u servicio. Es un
pobre delirante y loco, pero no es un
vicio ser pobres. N i n g ú n corazón se cier- E n carruaje íbamos al bosque, solos,
ra con cerrojos. todas las tardes, huyendo del mundo;
yo la hablaba, y otras voces cantaban
en el fondo del bosque.
T u corazón, lo mismo que m i alma,
no está cerrado para toda la vida; abre,
pues, abre para que entre en él m i pen- Las miradas misteriosas de sus ojos
samiento. encerraban el mismo infinito que los
cielos, la misma aurora que la tumba.

Para m í pasan las horas m u y lentas,


porque sufro mucho; m i pensamiento en Ella callaba tercamente y se recostaba
t u hermosa frente v á á posar sus tembló pensativa en el coche. U n dia sentí de
rosas alas. repente temblar una flecha en m i alma.
L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E LOS BOSQUES. 54a
E l amor es u n no sé q u é . L a mujer ante una coqueta. T ú eres la raqueta y
que es hábil para callar, es la caverna yo soy el volante,
donde está quedo el perverso y pequeño
sagitario.
E l gallo, que bate las alas siendo
señor de su serrallo, nos previene que
una mujer hermosa es un peligro pú-
Vil. DIÍCO.

A la bella imperiosa.
Y tiene razón. Comprendo que aisla-
dos en su gloria sean un crimen dos her-
E l amor causa el pánico de la razón y mosos ojos; que abrasen, pero que se
se comunica por medio de escalofríos. abrasen t a m b i é n ellos.
Aunque os diga lo que os diga, no me
otorguéis n i n g ú n favor. Si suspiro, can- Amar es cosa tan fácil, que cuando se
tad y burlaos. Si lloroso me arrodillo vive sin corazón, el hombre es un imbé-
á vuestros pies suplicándoos, no h a g á i s cil y la mujer es un bandido.
caso y reios. Muchas veces parece que
el hombre v á á e n g a ñ a r ; pero si veis que
tiemblo, hermosa niña, tened miedo. L a mirada que se fija es una deuda;
a mujer que es insolvente voluntaria-
mente, completa el m ó n s t r u o de la be-
VIII. "leza.

Notificación irrespetuosa. Temer á los que nos encadenan, huir y


atarnos, ser sensitiva y manzanillo, es
demasiado.
Burlarse siendo tan hermosa no está
bien; es hacer la traición de inspirar la
locura á los demás, para conservar la E l amor nos apunta. Indudablemen-
razón la que se burla. te podemos sobresaltarnos y pedir socor-
ro, pero nada desconcierta á ese hábil
ballestero.
Burlarse siendo tan hechicera, es ser
culpable, por haber inspirado antes i l u -
siones y deseos nacidos de poseer el es- Debes saber, hermosa rebelde, que con
ceso de la belleza. frecuencia las miradas que vencen á los
hombres rebotan en el corazón de l a que
las asesta.
Voy á decirte una cosa que te vá á ex
t r a ñ a r : voy á decirte que llegan hasta
tus ventanas los céfiros primaverales; Ten por seguro que l l e g a r á un d í a en
el que te inferirás á tí misma una herida,
herida que a d o r a r á s .
Que A b r i l empieza á verdear, que
mar comienza á estar tranquilo; todo lo
que quiere decir: Curruca, haz el nido Entonces comprenderás el éxtasis, que
tan cerca está del pecado; entonces com-
prenderás que el alma es un vaso que se
Hermosa dotada de tantos atractivos vuelca fácilmente.
no puedo admitir que tengas derecho á
hacer brillar ojos tan ardientes, poseyen
do el corazón tan frió. Entonces, enternecida, comprenderás
el encanto del momento terrible que nos
hace exclamar:—"Tanto me diréis!...,.
L a mujer que está tan bien modelada
debía permanecer oculta: ¿para q u é fas Entonces conocerás, n i ñ a hasta hoy
cinar al amante que debe ser rechazado? mimada, todas las fases del destino; los
lloros, los suspiros y la prisa de esconder
un billete de amor.
A l fin el hombre se cansa de temblar
550 OBRAS D E VÍCTOR HUGO.

Entonces acaso sentirás—¿por q u é no? Dasan los ángeles por las alturas y me in-
—las frases cariñosas de una carta que miscuyo entre esos t r a n s e ú n t e s .
calienta el corsé.
Soy i n g é n u o como Homero, y como ese
Te r i e s ? . . . E n t u locura prefieres no ciego de inolvidables cantos, adoro la
poseer nada á poseerlo todo, y en vano mosca efímera que sale de los juncos de
para tí llega la primavera con sus céfiros Hypanie.
y con sus flores.
Tengo fé. M i fácil espíritu desde el
Pues bien, yo me rio t a m b i é n ! Ven primer dia manifestó que la Sologne
conmigo, Musa, que percibo a l l á á lo era una L i c i l i a y la Rosita una A r e -
lejos sonriéndome la c a b a ñ a de u n cam- tusa.
pesino.
Para m í no es la mujer un ratero que
E l árbol es una pajarera libre que roba en la oscuridad; no creo que puede
se llena de alegres y de armónicos gor- apoderarse de un alma como el que se
jeos; de los renuevos de la hiedra comen apodera de una bolsa.
los cabritillos;
No quiero suponerla falsa n i traidora,
Y jugando debajo de l a parra el niño estando enamorado de ella; por el cami-
de un campesino, se cuelga, como pen- no del desprecio no puedo llegar á la en-
dientes, dos cerezas de las orejas. trada del paraíso.

Le entrego el corazón sin exigirla que


IX. me devuelva el dinero, y creo en su pu-
dor, en m i delirio, en el azul del cielo y
Confianza. en el aroma de las flores.

A MERANTE.
Me embriagan las a r m o n í a s que des-
cienden hasta m í del firmamento, ale-
gres, claras é indefinidas, y no creo que
A m i g o , exclamas:—"Estoy m u y con- el amor nos e n g a ñ e , que u n amante sea
tento, pues esta m a ñ a n a , realizando mis un mártir, y que todas esas a r m o n í a s
deseos y ruborizándose, me dijo:—"¡Te desciendan del cielo para mentir.
amo!,.

Siento dentro de m í una música, y no


Te envaneces de t u victoria, y eres tan siento entre mis jarales la desilusión
desgraciado, que ésta te ha hecho as- clásica que sienten los viejos y los estu-
cender hasta las estrellas sin llevar un diantes.
paracaidas.

Escucho dentro de m í u n himno su-


Te sonríes?... Pero no me importa! Esa premo que a c o m p a ñ a n m i l instrumentos;
sonrisa es la del envidioso. Estate con todos ellos repiten que ella me ama, y
tentó; en m í ha muerto la tristeza; reir es ninguno de ellos desafina.
bueno, pero amar es mejor.

Y o te adoro y t ú me adoras: á esas pa-


Me creías m á s fuerte en este tema, labras se deben los vagos y sonoros cla-
no es verdad? Te figurabas que iba á con- rines que oímos sonar en la plenitud del
fesarte que ella me ama; nada de eso sueño.
desconfiemos y bebamos!

Y en los grandes bosques que me ro-


Es e x t r a ñ o m i modo de ser; consiento dean veo danzar con aires de triunfo á
que me proporcionen la felicidad; veo que los Cupidos, á esos pilluelos que cor-
L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S 551
Y DE LOS BOSQUES.

ren ante las sonatas que salen del co- pito al trueno, proveer al gasto de luz
razón. que hace el sol todos los dias;

Poblar la sombra, poseer la fuerza, y


al través de la tierra y del aire, hinchar
todos los años la corteza de los árboles y
E l nido. todos los dias las olas del mar;

E l abate edifica la iglesia; el rey cons- Estos son los supremos trabajos de
truye la torre. Quién forma el invierno? los dioses, esos obreros gigantes, esos
E l h u r a c á n . Quién forma el nido? E l séres que nos gobiernan, ya con sus
amor. grandiosas clemencias, ya con sus vas-
tas cóleras.

Las iglesias son sublimes, la torre lle-


ga hasta las nubes, el invierno asienta su Su misterioso, su milagroso trabajo
trono en las cumbres, pero el nido canta de ayer, de hoy y de m a ñ a n a produce
y vale m á s . las maravillas que desde los p r m i t i v o s
tiempos deslumhran á los humanos.

E l nido, que acaricia l a luz del alba, no


presencia duelos n i combates; el nido es Pero entre todos los prodigios que nos
el mejor resultado que puede obtenerse prodigan dioses y demonios, abriendo el
en el mundo. abismo á los vértigos, lanzando rayos en
las m o n t a ñ a s .

E n él no hay oro n i m á r m o l , sino un


p u ñ a d o de musgo y u n sitio reducido; es Es el esfuerzo superior, es su tarea
u n granero colocado en u n árbol, es u n m á s prodigiosa hacer que tuerza una
ramillete puesto sobre u n techo. brizna de yerba el pico de un paja-
rillo.

No es fácil de conseguir calmar la có E n vano se arrastra la culebra, que el


lera de los mónstruos Oaribdis y Escila amor coloca y bendice dos alas que se
que amenazan morder á la Sicilia; corresponden, dos pájaros en el mismo
nido.
N i es fácil cuando arde el sudor del
Hecla, n i cuando g r u ñ e llameando el E l magnífico objeto de la naturaleza
Etna, ser el atrevido artífice que pueda es ese nido, en el que se posa el amor,
secarlos y apagarlos. y para que presida tan dulce tarea creó
al Dios m á s poderoso.
L a tempestad es grandiosa contenida
en su antro; la nube, esa hidra del aire,
es espléndida cuando abre su seno y deja XI.
caer de él los r e l á m p a g o s .
A p r o p ó s i t o de D o ñ a R o s a .

E l grito fieró y temible de las altas re


beliones sale de la salvaje guarida de los A MERANTE.
tigres y de los leones.
E n la primavera, cuando las noches
son claras, cuando se ven como vagos
Ciertamente es trabajo arduo encen torbellinos volar las quimeras en la ima-
der la luz del dia; dar á las olas tan g i ginación y las mariposas por las flores.
gantesco impulso que rueden desde Beh
r i n g hasta Magallan;
Comprendo que es digno y prudente
no verla con aire despreciativo; compren-
Hacer encolerizar las fieras, dar estré- do que es agradable aceptar la llegada
OBRAS DE VICTOR HUGO.

y el paso de la estación por nuestra E l mismo destino que pesa sobre nos-
alma. otros parece que nos castiga á los dos,
porque en el amor estoy yo tan en m i
elemento como él en la pila del agua
¿Con q u é objeto hemos de resistir á bendita.
las mujeres, cuando ellas mismas no se
resisten? Cuando todas las rosas están
inflamadas, es de mal gusto ceñirse la E l amor—y no os desagrade que sea
toca monjil. celoso—es el tierno césped de un oásis,
muy parecido á una brasa sobre la que
estuviéramos sentados.
Siempre serán dichosos aquellos á
quienes las hermosas se dignan amar;
¿para q u é serviría tener alas si no dejáse- E l diablo es un gran encuentro, y siem-
mos que plumasen? pre me regocija encontrarle; es el contra
de todos los pros; es el no de todos los sí.
Nada equivale, Morante, á los tiernos
y puros atractivos de la mujer; n i á su E l diablo es aficionado á los prover-
sonrisa, que indica que lucha, n i á su sus- bios. Estaba pensativo. Sus piés m a l
piro, que indica que se rinde. calzados iban aplastando en las ramas
las flores que p r o d u c í a el estío.
Y yo daría la E s p a ñ a entera con sus
fértiles llanuras por dos ojos ardientes Pasamos uno detrás de otro; al verle,
que brillan al través de l a mantilla, por exclamé:—^"Este es del oficio,,. E l diablo
dos ojos acariciadores y despreciativos. es inteligente en materia de mujeres, por
su cualidad de joyero.

xn. Me a p r o x i m é hácia su alteza con el


l i a s b u e n a s i n t e n c i o n e s de R o s a . sombrero en la mano, y su alteza, tran-
quilo y cortés, me dirigió una burlona
sonrisa.
Era u n semi-mónstruo, de ojos som
bríos, de c e ñ u d a frente, en la que la Le pregunté:—^Qué opináis de ella?
incorrección de dos cuernos era m u y v i Referidme todo lo que sepáis,,.—"Su de-
sible. seo de serte fiel es una de esas buenas i n -
tenciones con las que tengo empedrado
el infierno.,,
Sus pupilas pálidas reflejaban confu
s á m e n t e el sombrío dédalo de las calles
de la gran ciudad del infierno.
XIII.
Sus piés ahorquillados reventaban las E n l a s r u i n a s de u n a a b a d í a .
calzas; estaba tomando el fresco á la en-
trada del abismo; sus dientes no eran
falsos, pero sus miradas no eran verda- Solos los dos, amamos sin n i n g ú n re-
deras. celo en estos pintorescos barrancos y re-
cogemos á manos llenas la primavera
que Dios siembra. Resuenan las risas en
Llegaba al mundo con voracidad. Con estas soledades, en las que vivían en
sus manos, de u ñ a s de hierro, sostenía otros tiempos frentes blancas y corazo-
una licencia de caza, firmada por Dios y nes sombríos. De las espansiones amoro-
refrendada por Lucifer. sas se escapan las deliciosas y variadas
exclamaciones de la alegría, confundi-
Era el buen diablo Belcebú. L e reco das con las ráfagas del viento y sazona-
nocí en seguida. Sus irremediables ges das á la sombra de las ruinas del monas-
tos le daban el aspecto de un dios per- terio. Deshojamos jazmines sobre las
verso. losas, donde en otros dias la abadesa
juntaba las manos para rezar. Busca-
LAS CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E LOS BOSQUES. 553
mos, perseguimos, y vemos crecer el alba
del amor en la oscuridad del viejo claus-
tro. P r o d i g á n d o n o s caricias, a b r a z á n d o -
XV.
nos á cada instante j u n t o á los pilares,
debajo de los arcos, nos adoramos. Esta A un visitador parisiense.
es la historia de los pájaros entre las ra-
mas de los árboles.
Domremy 182...
Que yo sea realista, es casi casi lo mis-
XIV. mo que querer que el cielo se quede tris-
te cuando v é aparecer la luz de l a au-
L o s d e m a s i a d o felices. rora.

U n rey es un hombre ecuestre, u n per-


Cuando alegremente con la mujer que sonaje numerado, al m á r g e n del que de
adoramos hemos huido tan lejos y tan Maistre escribió:—"Rey,,, pero debe leer-
alto, que por encima de nuestras ilusio- se:—^'Verdugo,,.
nes no hay m á s testigo que Dios;

No creo en él ya. ¿Acaso es u n crimen


Cuando debajo de u n dosel, adornado que por haber vivido en clausura no
de innumerables flores, hemos hecho haya visto aparecer en el horizonte el
caer su hermosura en un sombrío preci- sol de la razón?
picio de silencio y de voluptuosidad;

Cuando entre silvestres jarales, en Siendo niño asistí á la escuela de ese


una noche clarísima, una boca besa á pedante que se llama el Pasado; pero ya
otra boca en la expansión del amor; he roto mis relaciones con él; deletreo
otro abecedario.

Cuando el hombre contempla á l a


mujer, cuando el amante adora á la E l libro que siempre estudio es la na-
amada, cuando vencidos por la misma turaleza; en su alfabeto la flor de lis no
pasión participan ambos de silencioso significa alteza, n i el árbol horca.
deslumbramiento.

Ahora, te lo confieso, solo creo en el


Entonces esa felicidad solitaria y pro- derecho divino del corazón, en el n i ñ o
funda, ese cielo anticipado en que vivi- que j uega, en las francas risas y en el
mos, casi irrita al mundo, que no puede buen vino.
resistir tanta claridad.

Y ya que vienes á visitarme á m i


Esa dicha d á celos á las flores, causa choza de Domremy, para tí el griego,
envidia á las corpulentas encinas y con para m í el escita; abro m i alma á me-
sigue que á l a tierna azucena parezca dias...
viejo el rosal.

Tan envidiable es esa dicha, que pare Y no del todo. L a hojarasca debe
ce demasiado grande hasta á los seres ocultar las encrucijadas y la puerta
alados; y el viento que vaga de nube en entreabierta conviene al tímido amor.
nube, y la abeja que vaga de miel en
miel; Amo á la aurora en el bosque que
habito, y tengo en m i c a b a ñ a por com-
E l pájaro, al que acobardan los invier- pañero al cenobita y por contrario al
nos; la fresca mariposa que regocija la buho.
primavera y todos los seres que vuelan,
m u r m u r a n de esa dicha en el infinito.
Me fascina una mujer, y como Pro-
percio, oigo sonar una flauta entre el
TOMO V . 70
554 OBRAS DE VICTOR HUGO.

ramaje de los árboles al impulso del cé- tiempo e n g a ñ a b a n á J ú p i t e r , porque u n


firo de l a primavera. dios t a m b i é n puede ser un mameluco.

Tengo por diversión á la poesía; tengo Soy m u y feo y m u y alto de hombros;


por tormento un "palmito,,, hablando 3ero á pesar de esto, cuando puedo me
s e g ú n el antiguo estilo, y a d e m á s me rio con toda el alma; cada uno saca su
atormentan los celos, ese rompe-cabezas escote; cuando os cernéis yo salto; vos-
chino. otros sois hermosos, pero yo me burlo de
vosotros.
Me enloquece una mujer preciosa, que
desde Paris vino a q u í , de la que están Cuando el delicioso cielo se retrata en
t a m b i é n enamorados los sauces de la los manantiales diáfanos, cuando los
Meuse. otros seres gozan teniendo alma y dis-
frutan besando, es un recurso hacer
muecas; no puedo ser dichoso y quiero
L a seguí á Sologne, la seguí t a m b i é n divertirme.
á Vauconleurs; m i corazón rie, y aunque
m i razón g r u ñ e , heme a q u í viviendo
entre flores. Debo advertirte que un bosque encu-
bre detalles que serian m u y picantes
descritos por Brantome ó por Grrimm;
L a bauticé con el nombre de Enryan- que los ojos se han creado para que
the; me hace perder el alma y el apetito. se puedan abrir, y que una ausencia es
Circunstancia atenuante: tiene el pié un ínterin.
muy pequeño.
E l corazón algunas veces e n g a ñ a ó
C o m p a d é c e m e . Y a sabes cuál es m i es e n g a ñ a d o . E l que vigila hace bien.
herida; dicho esto, divirtámonos. 01 vi Dios, ese gran Breguet, creó la confian-
démonos de todo, de las cesuras, de za, y al ver que era buena, la mejoró
Roma y del abate Frayssinons. dándole un poco de recelo.

Asiste á los bailes, danza en las férias; Antes te convertirás en marmota ó en


ten fé en las doncellas y haz que te uno de los cuarenta durmientes que
cumplan las promesas que me hicieron Rosa se canse de sonreír á Merante, an-
ámí. tes que Merante se canse de abrazar á
Rosa.

Rie, saborea, ama, goza, y libres los


dos, murmuremos un poco del rey, mur XVII.
muremos de esa nariz augusta y falsa
que el sacerdote quiere ponerle á Dios. C o n t e s t a c i ó n a l e s p í r i t u de los bos-
ques.

XVI.
Enano que te burlas de m í , gnomo
D e n u n c i a d e l e s p í r i t u de los bosques con alas y jorobado, que distingo entre
los matorrales; al ver t u velluda faz y t u
cuerpo embotijado, la poesía se convier-
He visto á t u amigo, he visto á t u te en fealdad. Mago de la India, dios de
amiga, á Merante y á Rosa, que no Abydos, la m o n t a ñ a del P i n d ó está so-
eran tres, y que produjeron una epide- bre tus espaldas. Naciste de la fábula.
mia de besos entre los nidos de m i bos L a ingenuidad con que algunas veces
que. hablas, es falsa siempre. T u locuacidad
sale del cieno donde te sepultas. Móns-
truo apócrifo, que turbas la razón, se
¡El diablo me lleve si no eran m u y conoce el paso de tus garras por entre las
felices! T ú no estabas allí. Y o me quedé malezas. Me denuncias una cita, hijo de
contemplándoles. De ese modo en otro los espinos, hermano de los acebos, y t u
L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E LOS BOSQUES. 555
voz chillona viene á delatarme una son- con la desnudez del sueño, y veia una es-
risa de ella y un beso de él. J a m á s cre- trella en t u corsé.
yera que desempeñaras tan degradante
papel. Vuelve á la danza, espectro j u -
g u e t ó n , y recibe en recompensa m i des- Veia tus vestidos de seda, t u beldad y
precio, con el que envuelvo á todos tus t u blancura, y hasta que apareció el alba
antepasados, desde Esopo hasta Ma- fui presa de ese intranquilo sueño.
yeux.
Tenias ese aspecto que me enamora;
te olvidabas de mí, y volvías á querer-
xvm. me; cambiabas de amor con mayor per-
versidad que los calumniados tigres.
Carta.

Nuestras almas quedaron desligadas,


He dormido mal, y por t u culpa. Soñó y yo, que estaba cansado de sufrir, me
que por altas y silenciosas cumbres nos moria en lo alto de las nubes, desde don-
paseábamos el uno al lado del otro; soñó de yo te oia reír.
que me querías.
Cuando me despertó hice la resolución
Mis diez y nueve años eran el regalo de no pensar m á s en t í y de cegar el
que extremecióndome te ofrecía, y t ú eras manantial de sueños tan siniestros y tan
hermosa y yo era estúpido, en l a espesu- agradables.
ra del fresco bosque.
Ahora, tranquilo, para olvidarme de
E n ól me abandonaba á l a embriaguez, ser celoso, estoy contemplando u n cua-
y concentrado en m i amorosa idea veia dro que en m i boardilla suspende Ve-
pasar el alba, las ilusiones y el viento. necia de cuatro clavos.

Estaba deslumhrado de ver jardines Es un cuadro antiguo que, entre gran-


de fuego, nidos en el aire, flores en la des árboles que u n d í a fueron verdes,
yerba y en la luz del r e l á m p a g o á ilumina bastante bien un sol, algo roído
Dios. ya por los gusanos.

M i propia sangre circulaba entonando E l paisaje está lleno de amantes, y en


una canción, que yo oia; los planetas me ól se distingue ya apenas la borrada son-
servían de l á m p a r a s ; era un a r c á n g e l co- risa de las mujeres m á s hermosas y m á s
locado bajo de un dosel. crueles de los tiempos pasados.

L a j u v e n t u d es admirable, alegra Sin destruirlas, los años han cubierto


nuestros ardientes sentidos, y la mujer de suaves palideces las colas de los ves-
es el diablo divino que porfía en ese pa tidos, que á l a luz del sol arrastraban so¿
raiso. bre las flores.

Coge una fruta, que muerde y come; Pasa por allí u n batel conduciendo u n
es á n g e l y es tirano; lo que se llama la grupo, en el que canta u n prelado con
manzana de Eva, realmente no es otra traje de color de violeta; la sombra de las
cosa que el corazón de A d á n . ramas se recorta sobre el techo del tendal
de popa.
He tenido fiebre toda l a noche; en mis
sueños te adoraba, y la palabra amor
hacia salir de tus labios una vaga llama. Y en la tierra, un pastor, aficionado á
las musas, flaco y pensativo, contempla
algo que se vé confuso en la profundidad
Parecida á la ola en la que la vista se del cielo, lleno de pájaros.
sumerge^ t u garganta se me aparecía
556 OBRAS D E VICTOR HUGO.

Adivínase en ella que se incomodaría


de que los hombres no comprendieran, al
XIX. mirar sus ojos, que sus labios se h a b í a n
aproximado á los bordes de la copa del
E l olvido. cielo.

Ayer eramos inseparables y hoy esta- Porque desea fascinar y vencer; com-
mos separados. Corre alegre por la pra- prende que esa es su misión, comprende
dera la hermosa que entona deliciosas que es la prisionera del delicioso capricho
canciones. de ser amada.

L a hermosa que entona deliciosas can- Siempre sonriendo y alegre, habla con
ciones corre alegre por la pradera, y los su nuevo amante con el suave cuchi-
misteriosos árboles del bosque se i l u - cheo de la abeja que revolotea sobre una
minan con la luz que vierten sus m i - flor.
radas.

—"Te entrego m i alma y mis veinte


Esa exquisita aparición camina lenta- años; no amo á nadie m á s que á tí,„ dice.
mente y suspirando con el aire de con- ¡Oh hija de la Eva eterna, oh mujer de
quistadores que tenemos cuando nos han cabellera flotante!...
conquistado.

T u novela se prolonga sin fin, mien-


L a Toilette, ese espíritu, esa diosa gri- tras corres en busca de placeres, mientras
seta, que Liseta adora canturreando y á creyéndote siempre al principio del sue-
la que sonríe Minerva, ño de la vida,

Para hacerla m á s hermosa aun de Exclamas bajando la voz:—"¡ A m o por


como Dios la crió, para que el pájaro la primera vez!,,—El amor, que es el su-
azul y vago sobre su frente bata las premo burlón, se ríe y cuenta con los de-
alas, dos tus aventuras.

Sobre ese á n g e l indolente agotó toda Y sin perturbar los actuales amoríos
su flora, todas sus rosas, todas sus azu- de la hermosa de los cabellos de oro, so-
cenas, y hasta agotó la casa G-agelin. bre su corazón hace una raspadura.

Camarera divina y ligera, l a Toilette Y su antiguo amante? P á l i d o y afligi-


con manos temblorosas puso u n som- do, sin duda en estos momentos se deses-
brero blanco y nuevo para cubrir su res pera y llora...—Oíd ese grito de triunfo;
plandor celeste.

Atravesad los montes y las llanuras;


Contempladla, pues, ahora. Es m a g n í - la ralea se encuentra en los bosques; los
fica esa beldad, y el corazón humano, perros entremezclan sus ladridos, las flo-
como la yerba que pisa, se extremece res confunden sus aromas.
cuando ella pasa.

Le veis? L l a m a l a atención de todos;


Tiene el aspecto, entre la claridad en brilla como nadie. No puede verse con-
que se baña, de una centella escapada fundida m á s a l e g r í a con m á s orgullo.
de la belleza ideal.

B r i l l a en medio de las mujeres, todos


Poseyendo l a gracia sobrenatural, la los ojos se dirigen h á c i a él; busca por
basta para volver loco á cualquiera que todas partes una sonrisa severa, canta,
se ponga al cuello una cinta, que cubra levanta la copa deslumbrador y deslum-
el cuerpo con un andrajo. hrado.
L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S Y DE L O S BOSQUES. 557

Mientras que estas francas alegrías luego convencer. Recorre dos mundos
tumultuosamente estallan á su alrede- diferentes. Comprender está m á s allá de
dor, ella, la mujer querida ayer, a l l á amar.
abajo, lejos.
Comprender es la cumbre m á s alta.
Escondida entre las ramas de los ár- 51 corazón, pájaro que vive en el valle,
boles, recogida dentro de sí misma, ama, se p á r a en la primera etapa y el espíritu
adora, y cerca de otro está deshojando vuela hasta la segunda.
las hojas de una margarita.
A l amante sucede el arcángel; primero
Cómo cámbias, inconstante corazón! viene el beso, después el firmamento; el
E l sin ella, ella sin ól! Y sobre sus ter- punto oscuro se convierte en u n punto
sas frentas reflejan su claridad los án- uminoso.
geles.
Poned el amor en el mundo entre los
Los mismos castos serafines les con- iotantes tallos de yerba, que esta yerba
t e m p l a r á n con envidia; ¡tan profunda se convertirá misteriosamente en el nido
alegría salta de sus corazones hasta sus sombrío en el fondo de la primavera.
miradas!
A ñ a d i d , disipando las nubes, celeste
Sus dos bocas parece que las agita ce- claridad á ese bendito nido, y el nido se
leste extremecimiento; en l a una parece convertirá en estrella en el bosque del
que vaga un cántico y en l a otra parece infinito.
que tiemble un beso.

Aquellos seres se amaron en otro tiem ii.


po; pero al que hoy se los viniera á re-
cordar, contestarían riendo á carcajadas. L a iglesia.

¿Qué significan los besos de otros tiem I.


pos? Nada! No dejan remordimiento:
aquel pasado A b r i l murió, aquella flor Iba vagando; h a b í a llovido y estaba
está marchitada. sucio de barro. L l e g u é cerca de una
iglesia, de una iglesia situada en el cam-
po, en l a que cantan los pájaros.

LIBRO SEGUNDO. Iglesia rodeada de flores, edificada sin


piedra en el fondo de un bosque move-
dizo, por la oxiacanta, por las ortigas,
En la edad madura. por la hojarasca y por el viento.

Formaban su pórtico dos ramas de


I. malezas y de arbustos; l a bóveda, cons-
truida de clemátides, tenia escrita esta
AMA, CREE. firma:—"Abril, arquitecto,,.

E n aquella arquitectura viva, que en-


cantaba al hombre contemplativo, se
comprendía el arte de l a naturaleza, se
Desde l a m u j e r a l cielo. comprendía que la perdiz.

E l alma en su camino recorre grandes Que la alondra y que el tordo h a b í a n


etapas. A l principio se deja fascinar y dado buenos consejos respecto á la cur-^
mi OBRAS D E VICTOR HUGO.

vatura de la ojiva, y que Dios los habia Ocultos en una yerba de San Pablo
querido seguir. una codorniz y u n mirlo, bebían los dos
en el mismo cáliz que les ofrecía la be-
'ladona en flor.
Una gran rosa de malva se erguia so-
bre un techo de cardos, y en sus hojas,
como si fueran campanas, zumbaban los Todo esto lo observaba yo pensativo y
abejorros. silenciosamente, pues el corazón que
ama nota siempre el parecido que tienen
Sola, parada debajo de una piedra, es- el amor y el mes de Mayo.
taba pensativa una cucaracha, como
Juan en Pathmos; una azucena abria su III.
corola cerca de la puerta, como si fuera
una pila bautismal. Las campanillas tocaban á misa. Todo
en ese verde y bendecido templo hacia
al alma una promesa, que garantizaba
E n el centro del musgo sobresalia el el infinito.
altar, guijarro reluciente, listado de pla-
ta por los caracoles y bordado de oro por
las escordias. Oía elevarse en ideales estrofas, desde
el fondo florido del templo, el Te-Deum
que entonaban las margaritas y el ho-
Una escalera de flores abiertas se re sanna que entonaban los botones de oro.
tercia según el estilo sajón; el agua ben
dita era el rocío del cielo y el incienso
el perfume de las flores. L a fresca hojarasca, que el aire con-
mueve, formaba las paredes movedizas
II. del templo, en el que reconocí m i parro-
quia y en el que me postró á orar.
Todo estaba acorde en las llanuras,
todo estaba acorde en los bosques con la
dulzura de los hálitos y con el misterio Y me pareció, cerca del altar, detrás
de las voces. de los resedás y de los jazmines, que
oraban las ilusiones y que la esperanza
dirigía á Dios sus preces.
E l diligente enjambre de las abejas
iba mendigando por las a n é m o n a s , y la
primavera les daba su limosna en una V i allí mis dichas efímeras, los blan-
canastilla de plata. cos espectros que tan pronto desapare-
cieron; v i mis quimeras entre aquellos
Y se casaban en esa iglesia entre los pájaros y mis amores entre aquellas
mirtos y las j u d í a s un clavel llamado rosas.
Cidaliza y una col llamada Jacquot.
IV.

Cantaba en el atril, para oyentes que U n acebo gigantesco y frondoso, de


no eran ingratos, esta pareja alegre, el salvaje hermosura, estaba lleno de flores
grillo, poeta flaco, y el hortelano, chan y contemplaba m í traje manchado de
tre obeso. barro.

Ligero pierrot saltaba allí de tallo en U n sapo estaba haciendo befa de u n


tallo, como si estuviera en su j a r d í n , y hongo venenoso. E l púlpito era u n t u -
yo seguía con la vista las volteretas que lipán que iluminaba u n gusano de luz.
hacia ese bailarín.
Los juncos con los que se codeaba sin
Una hermosa mariposa oficiaba, orgu desden la violeta, que era el humilde
llosa de su capa pluvial, y una rosa se prelado, esperaban para tocar el órga-
burlaba de ella en voz baja con un abís no que se presentase el monje cordero ú
pon, que era su amante. oveja.
L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E L O S B O S Q U E S , 559
E n el fondo se abria una capilla, de firmamento; su voz es zumbona, su pico
la que se huia con horror, en la que luchador, y hacen sonreír eternamente á
habitaba el escarabajo, que era el sepul- toda la naturaleza infantil.
turero.
Vuelan por las llanuras, vuelan por
Mis pasos perturbaron la iglesia aérea, los bosques, pasan sobre nuestros techos
hasta el punto de apercibirme de que me lanzando gorgeos y gritos, y huyen y
oian. E l agavanzo exclamó:—"¡Es Or- desaparecen como los sueños.
feo!„ L a zarza dijo:—"Es Bolletet,,.
Como se acercan tanto al Dios omni-
potente y á la tierna claridad de l a au-
rora, esos alegres bohemios del espacio
solo recogen un p u ñ a d i t o de musgo.
E s t a c i ó n de l a s i e m b r a .

Su vista domina á todo el mundo;


A l empezar el crepúsculo de la tarde Dios concedió á esos seres tan frágiles
admiro, sentado á la puerta de m i caba- el misterioso triunfo de la ligereza de las
ñ a , las ú l t i m a s luces del dia que apenas alas.
alumbran la ú l t i m a hora del trabajo.
Consiguen llegar hasta los astros? No;
E n los campos, que van oscureciéndo- pero ascienden hasta las nubes. H á c i a el
se, contemplo conmovido el traje pobre soñador, que es su compañero, se dirigen
y andrajoso de un anciano, que arroja salvajes y familiares.
á p u ñ a d o s en los surcos la futura co-
secha.
L a gracia es todo su movimiento, la
voluptuosidad es toda su vida, y mien-
Su flaca y alta estatura se destaca en- tras que vuelan con alas incansables,
tre las de los demás y domina al rudo arrebata el viento las hojas de la arbo-
trabajo, dando á comprenderla fé que leda.
abriga en la fuga útil de los dias.
E l pájaro sube menos alto que Psi-
Camina por la inmensa llanura; v á , quis, y representa la embriaguez en las
viene, lanza el grano á lo lejos, abre l a nubes. Parece que Venus la haya dejado
mano, repite sin cesar su tarea, y yo, caer al desatarse el cinturon,
testigo invisible, medito, mientras que
al desplegar la noche sus negros velos,
parece que haga llegar hasta las estre- Habita en una semi-luz, y el placer
llas el gesto augusto del sembrador. constituye su ley secreta. D e l templo
sale el amor y del nido los amoríos.

II. E l pájaro vuela hasta el infinito y en


él se pierde, como el sonido de una lira.
PÁJAROS Y NIÑOS. Con la cola dice nequáquam, como Juana
lo dice sonriéndose.

Qué es lo que necesita? U n resedá, un


mirto, un pequeño refugio. A l colibrí,
como á I t u r i e l , corresponde la zona azul;
¡Causa regocijo ver cómo los alegres el á n g e l pertenece á la ciudad del cielo
pájaros merodean y pican a q u í y allí! y los pájaros á sus arrabales.
¿Dónde vá esa bandada de pequeños la-
dronzuelos que se desparrama á todos los
vientos?

Ascienden hasta las claridades del


560 OBRAS D E VICTOR HUGO.

establecido un granero grande y abierto


en el quinto piso de una encina, que el
II. mes de A b r i l acaba de retocar de verde.
U n a alcoba a l sol L e v a n t e ,
U n sauce llorón se atreve á gemir á
os pies de u n tierno césped, á pocos pa-
E l humilde dormitorio parece que se sos de la morada donde se fisga dicho
sonría; adorna u n ramillete u n viejo Durlon.
baúl; el interior de aquel cuarto h a r í a
exclamar á l o s sacerdotes:—^Silencio!,, y
a las mujeres:—"Chut!,, E l sauce se inclina goteando; á sus
Diés se extiende u n pequeño lago, que
rama á rama copia correctamente todo
E n el fondo de él hay una alcoba, pero el ramaje del á r b o l .
no se vé á nadie. Ninguno entra n i sale.
Vigilancia misteriosa! E l alba penetra
hasta allí; una n i ñ a está durmiendo. E l pájaro, al visitar á su amada en el
nido, cuando nace el dia se burla del
sauce y m u r m u r a del árbol viejo y
Una niña, en u n sombrío rincón, ten- llorón.
dida en una blanca cuna, manifestando
en su aspecto temblor y confianza.
Dirigiéndose á todos los pájaros que
vé saltando por las ramas y por las ho-
Aprieta en su tranquila mano un cas- jas, les dice:—^"Venid todos y veréis cómo
cabel de plata, que cuelga de la cuna; la el sauce ha llorado ese estanque,,.
inocencia tiene en el cielo la palma y en
el mundo el juguete.
Promueve t a m b i é n gran batahola so-
bre el lago, que se atreve á insultar.—
E s t á dormitando! No conoce lo que es "¡Esa balsa es estúpida! exclama; no sabe
el bien, lo que es el mal, n i lo que son el más que repetir.
corazón n i los sentidos. Su pensamiento
es u n sendero luminoso por el que pasan
los ángeles. „Balsa, eres un papagayo; repites i n -
ú t i l m e n t e la i m á g e n del sauce en tus
aguas; vamos, haz otra cosa, que los ra-
Sus brazos, á cada momento, sin vio- majes de ese árbol son ya demasiado
lencia alguna cambian de posición; su largos.
respiración es tenue como el vuelo de la
mariposa en el espacio.
„Nos empalaga t u geórgica, y porque
pretendas ser u n espejo, no has de co-
L a luz protectora del alba la protege piarnos siempre el mismo sauce y á todas
y nada es tan augusto n i tan eficaz como horas.
las miradas de Dios que caen sobre los
ojos cerrados del niño.
„Eso me jeringa porque es clásico, y
yo detesto ese g é n e r o . Comprendo que
III. tu sauce es un buen hombre; los sauces
pertenecen al Instituto.
Comedia entre las hojas.
„Desde aquí veo que bosteza una t r u -
cha; balsa, vamos, inventa cualquier
E n el fondo de un parque antiguo
cosa, copia otros objetos; por ejemplo,
desierto y que está arruinándose, pero
que aun es delicioso, cuando aparece la refleja una rosa ó un cardo.
luna iluminando sus ruinas.
„ Varía, y si has de copiar, cópianos co-
XJn gorrión,al que nada molesta, tiene sas diferentes. Pardiez! Y a es hora de
o

LO

H
W
W
O
oO
O

00
o
I—3
L A S CANCIONES D E LA.S C A L L E S Y D E LOS BOSQUES. 561
que a l g ú n fauno haga nacer u n hijo de una perla en el pico, pero Una perla que
t u náyade.,, goniza.

Después, dirigiéndose á un pardillo, Es un pez que pocos momentos antes,


añadió:—"Ese sauce está colocado en Dersiguiendo á una a r a ñ a , corría por su
este hermoso sitio para anotar todo lo cristalina morada, por su mundo trans-
malo al lado de todo lo bueno. parente y siniestro.

„De esto dimana su aflicción, porque es U n tiro y el ladrido de un perro, que


muy posibler que en el mundo todo sea se oyen desde lejos, denuncian al caza-
malo; el pájaro sirve de blanco al hom- dor. Me quedo pensativo, y comprendo
bre, el hombre sirve de blanco al des- que hay puntos negros en la claridad de
tino; la naturaleza.

„ P e r o y o prefiero, sin que me envidie Y pisando yerba y pisando fango sal-


nadie, i r vagando de bosque en bosque go con tristeza de aquel hermoso sitio,
á pasar toda la vida llenando una cube- pensando en el e x t r a ñ o enigma del mal,
ta de flores.,. en esa falta de ortografía de Dios»

E l sauce, conservando su triste posi-


ción, se calla, y la naturaleza se sonríe III.
de las burlas con que zahiere al H e r á
clito de los árboles el Demócrito de los LIBERTAD, IGUALDAD, FRATEMDAD.
pájaros.

1.
IV.
Hace seis m i l años que los pendencie-
Reunidos los blondos niños leen y de- ros pueblos se entregan á la guerra con
letrean; yo les estoy oyendo; el maestro furor, y Dios pierde el tiempo creando
de escuela les riñe. Veo entreabierta la estrellas y flores. E l ejemplo que ofrece
escuela. Vago por las orillas de los pan la naturaleza no arranca del hombre
taños, y la primavera hace extremecer esta locura.
las hojas verdes de los árboles.

Nos escitan, fascinándonos, la victoria


Todo rie, todo canta; estamos presen- y la matanza, y las muchedumbres ren-
ciando la fiesta del infinito; la belleza de corosas, á oir sonar los cascabeles, prefie-
las flores parece que se componga de la ren oir redoblar los tambores.
candidez de la claridad del dia.

T a m b i é n yo deletreo; t a m b i é n trato L a gloria, debajo de sus quimeras, de-


de comprender el libro inmenso y alegre bajo de sus carros de triunfo arroja á
de la naturaleza. Campos, prodigioso las pobres madres y á sus desgraciados
verso vuestro es la clemátide; cielos, pro hijos; nuestra feroz dicha consiste en i r
digiosa estrofa vuestra es el águila. ébrios hácia la muerte y en tener en l a
boca la saliva de los clarines.

Es u n gran misterio que todo en e!


mundo tenga sus manchas. ¿Quién pue Las espadas centellean, los vivaos hu-
de comprender por medio de q u é lazos mean, nos desencadenamos unos contra
ata la vegetación la casta azucena a" otros, y alumbran al sombrío pensamien-
punzante cardo? to las llamaradas de los cañones.

Mientras que allá bajo silba un mirlo Todo esto por defender á príncipes,
la cerceta sale de los cañares llevando que después de haber causado gran mor-
TOMO V. 71
56^ OBRAS DE VICTOK HUGO.

tandad, se d a r á n la mano de amigos, peladas con alegres cantos, mientras va-


mientras estarán pudriéndose los cadá- gaban por el jardin los solteros y las sol-
veres; teras.

Entre tanto al campo de batalla, los Se habló allí de una batalla. Dos
chacales y las aves de r a p i ñ a a c u d i r á n á pueblos, el ruso y el prusiano, son des-
ver si queda algo de carne en los huesos trozados por la metralla, y sus dos reyes
de los muertos. se quedan gozando de completa salud.

No hay pueblo que tolere que otro pue- A cada uno de esos dos buenos prín-
blo viva á su lado, y el h u r a c á n de la có- cipes le parecían sus Estados demasiado
lera sopla sobre nuestra imbecilidad. pequeños y demasiado grandes los del
Eres ruso? Pues debes morir. ¿ E r e s vecino, y por eso se movió la guerra.
croata? Pues debes desaparecer.
Gomo los pueblos son tan Cándidos,
Rosbach! W a t e r l ó o ! Venganza! E l esas diferencias se terminan á sus costas
hombre, embriagado de ódio y cegado en un cuartel de inválidos, lujoso, pero
de inteligencia, se entrega á la carnice- lleno de hombres mutilados.
r í a de las batallas.
Los reyes fundan para las victorias un
Pudiera pasar el tiempo bebiendo en hospicio, en el que camina hácia la glo-
las fuentes, rezando de rodillas, amando ria, tuerto ó cojeando, el guerrero, pero
ó pensando á la sombra de las encinas; ceñido de laureles.
pero vale m á s matar á nuestros her-
manos.
A l ver Juan Severo que todos le oian
con la boca abierta, abrió la suya, y ha-
Y la claridad del alba se derrama por ciendo punto y aparte, dijo:
las llanuras, y es cosa admirable que el
hombre sienta ódio en vez de amor, cuan-
do en lo alto de las nubes oye cantar á la — " E l pobre género humano llora; la
alondra. vida es corta y está llena de sinsabores;
ahora que estoy borracho es el momento
de pronunciar u n discurso sábio.
II.
„E1 pensador logra reunir á l a sombra
JLa v e r d a d e n e l v i n o . de una parra la lógica y la bebida; el
hombre prudente, después de destapar
una botella, debe destapar la razón.
Juan Severo estaba borracho. Se en-
tregaba á las libaciones en cierto sitio „Gonseguir que en vez de los dos ejér-
en el que la S u r e ñ a nos emancipa, ha- citos se batieran los dos generales, dismi-
ciéndonos beber su delicioso vino. nuiría el n ú m e r o de víctimas y engran-
decería á los héroes.
E l fauno que en otros tiempos vivia en
un antro, coronado de p á m p a n o s y bien „¿Qaé me importa que toquen las m ú -
bebido, hubiera envidiado su vientre y sicas cuando ellos pasan, q u é me importa
su alegría. que los elogien, que me importa que
Dios me concediera dos piernas, si los
reyes me encojan?
Daba gusto oirle, y cada vez que ese
hombre se reia, todos los convidados ten-
dían hácia él su espíritu, como si tendie- „No me conocen y no saben cómo yo
sen el vaso. pienso, si creen que me satisface sufrir
todos los contratiempos de la guerra
para que ellos saquen las ventajas.
A través de m i l conversaciones, inter-
L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E L O S BOSQUES. 563

„No gozo cuando el mes de A b r i l hace „Oir que sale u n discurso tan cuerdo
que broten los árboles, cuando la luz de de m i boca, os probará, amigos mios,
la aurora me despierta, porque no puedo que cuando la lengua está seca, el espí-
decir: Quizás esta estación me traerá la r i t u está obtuso.,.
pierna que me falta.
Así habló Juan Severo, discurriendo
„B1 altivo inválido se arrastra, descar- con justicia y con cordura y sorbiendo
gado del peso de u n brazo; pero yo con- un vaso de exquisito vino.
fieso ingenuamente que profeso cariño á
todos los miembros que poseo.
L a embriaguez llenó su cerebro de ese
buen sentido, que hizo beber á los pre-
R e c i b i r sablazos, caer á los piés del sentes: algunas veces Sileno presta su
escuadrón furioso que os acomete, sin rucio á Sancho Panza.
duda es delicioso, pero beber es mucho
mejor.
III.
„Prefiero saltar y brincar por el cam-
po á que me acribille el plomo de las ba- C e l e b r a c i ó n d e l 14 de J u l i o e n e l
las; es magnífico tener la nariz corta- bosque.
da, pero yo prefiero tenerla demasiado
larga.
Alegre y gozosa está hoy la frondosa
y secular encina, que sirve de misterioso
„Vuelvo al hogar victorioso, condeco- apoyo á todo el bosque.
rado por el rey, pero patizambo, y noto
que él conserva sanas las dos piernas y
los dos pies. Como cuando triunfamos se extre-
mece ese árbol cívico, esparce á gran
distancia su inmensa y magnífica som-
„Estoy manco, y sin embargo quiero bra.
casarme; pero veo que la mujer que me
gusta, mirando á los demás, les dice:—
"Hubiera preferido que estuviese com- De q u é proviene su alegría? ¿Por q u é
pleto,,. vibra y se endereza? ¿Por q u é parece
que haga a l verano caricias m á s tier-
nas?
„ A m i g o s mios, me queda el único re-
curso de saborear como u n volteriano el
efecto que produjo en m í el valor, esto Es hoy el 14 de Julio, y en ese dia
es, el de conseguir que yo no sirva para memorable la libertad se despertó en el
nada. mundo al oir el fragor de los truenos.

„ L a pierna de madera es inútil; el ca- E l pueblo en ese dia vió que agoniza-
mino de la guerra conduce al precipicio, ba el pirata temible del pasado, y Paris
y la verdadera gloria para el hombre en ese dia se apoderó de la Bastilla.
consiste en estar entero.
E n ese dia un decreto lanzó el oscu-
„E1 mutilado se arrima á las paredes rantismo de Francia y el cielo negro
brilló con la luz de la esperanza.
para andar sin tropezar. Amigos mios,
es cosa muy grata poder usar los dos za-
patos. Todos los años, en semejante dia, a l
Dios que nos creó envia la encina un ex-
tremecimiento de cariño y sonríe al ver
„ 0 3 confieso que quisiera que m i prín- aparecer su sagrada aurora.
cipe, que estoy orgulloso de que me go-
bierne, pudiera conquistar un reino sin
hacerme perder un ojo de la cara. Se acuerda del regocijo con que se
arrebataban sus ramas, y cree sin duda
db4 OBRAS D E VICTOR HUGO.

que, complacida en el cielo, el alma hu- ¡sus m i l colores, se yerguen á sus pies
mana abre sus alas blancas. todas las ñorecillas.

L a vetusta encina es gala; ódia la L a aurora, sobre las dormidas amapo-


ignorancia y el claustro, y no conoce assi uerrama
derrama su
su copa
copa ue
de mz;
luz; la
la azucena
azucena
m á s leyes que la de ser grande y la de se pone sus diamantes, la rosa abre su
crecer. corola.
rola,.

Es griega, es romana; su copa áspera Por encima del tomillo florido m i r a n


y espesa se eleva sobre el género huma- as violetas; sale fragancia del cáliz de
no con u n resplandor de gloria. os lirios; el clavel parece una escara-
pela.
Sus hojas, que tanto aprecian los sol-
dados, pasan sin temor y contentas des- L a aliaga se sonrio á la orilla del ca-
de la frente de Epaminondas hasta el mino; todos los matorrales de los bar-
uniforme de Hoche. rancos tienen su ramillete en la mano;
a atmósfera está llena de gratos mur-
mullos.
Es la anciana de los bosques; encierra
como la riqueza de su larga edad, en
sus raices el pasado y en sus hojas el Y todo ese delicioso mundo, feliz y
porvenir. radiante de gozo, exclama con alegría:
"¡Hoy es la fiesta de nuestra abuela la
encina!,.
Los rayos, los vientos y las aguas
tiemblan en todas sus fibras; como le
gusta que los pájaros se posen en ella,
la complace que ios pueblos sean libres. IV.
R e c u e r d o de l a s a n t i g u a s g u e r r a s .
Este es su dia; celebra el notable ani-
versario de aquellas felices horas, en las
que se vió salir un canto de amor de un Por la Francia y por la República nos
grito de cólera. batimos en Navarra: allí algunas veces
las balas llevaban dirección oblicua; allí
los peñascos son bastiones.
Se extremece mecida por los vientos
ese coloso, en cuya sombra austera con-
funden su doble misterio el ayer y el Nuestro jefe, el de la barba gris, nues-
mañana. tro capitán, allí cayó, cerca de una igle-
sia, herido de un tiro de fusil que le dis-
paró u n abate.
Si los eclipses existen, esa anciana
Cándida lo ignora. Sabe que todo lo que
nace, el lucero mudo, el viento sonoro, L a herida parecía mortal. Nuestro jefe
era un solterón viejo y valiente; en Ma-
rine-sur-Seine se encuentra todavía su
E l nido que abriga la felicidad, la flor casa.
que -sale de los escombros, constituyen
la palabra de honor que Dios d á á los
vivientes. Nos llevamos de allí al capitán, que
se sentia desfallecer; le sentamos cerca
de una fuente, de l a que se volaron los
Comprende, sonrióndose tranquila en pájaros.
su serenidad formidable, que un pue
blo es un oriente y que un astro es i m
perdible. Le dijimos:—"¡Vayamos contra ellos;
forcemos el campamento y apoderémonos
del fuerte!,, Pero él dejó caer la cabeza
Me saluda al pasar el árbol augusto y y vimos que habia muerto.
centenario, y en el bosque, ostentando
L A S CANCIONES DE L A S C A L L E S Y DE L O S BOSQUES. 565

E l cirujano nada pudo hacer con su de trabucos se arrastran como gusanos


botiquín y se marchó; amontonamos! de luz.
mucho musgo y ramas de las encinas'
que alií habia.
C a m i n á b a m o s con las armas prepara-
das, por haber sido sorprendidos aquella
Cubrimos al muerto con un m o n t ó n de tarde; brillaba la luna en el cielo, y creí-
ñores y de ramas de acebo; SLIS labios te- mos ver caminando por la llanura hacía
man tierna expresión y dulzura sus ojos Pamplona la gola de capitán, que reapa-
intrépidos. recía á lo lejos en el horízonle.

Prendieron al a b a t e . — ¡ Q u e n o s le trai-
gan! Que muera!—Formamos el cuadro; v.
pero vimos que el c a p i t á n queria perdo-
nar al cura. L a ascensión humana.

Arrojamos de allí de u n p u n t a p i é al Mientras que en lontananza las nubes


jesuíta; el muerto parece que nos decía: vagan de una parte á otra por el azul de
1—"Basta!,,; pero m á s debió condenar la esfera, te estoy oyendo con atención
aun la continuación de los combates que y me hablas de este modo:
entonces empezaban.
"¿Qué idea tienes formada del hombre
Sin duda el c a p i t á n dejó en Marine que crees que ayuda á Dios? ¿Es acaso
algunos antiguos y añejos amores, por- el hombre económico del agua, del aire
que encontramos en su pecho u n bucle y del fuego?
de cabellos blancos.
„¿Le has visto acaso alguna vez guar-
Le cavamos una fosa con las bayone- dar en a l g ú n armario los rollos lumino-
tas y nos postramos á rezar por él; des- sos que el alba desplega en el firma-
pués dejamos que ese bravo durmiera el mento?
sueño eterno.
„¿Acaso puede hinchar y rizar las olas
E l b a t a l l ó n emprendió la marcha al y decirlas:—"Basta?;, ¿Puede acaso con-
caer l a tarde, entre dos luces. Camina- tener á los elementos desencadenados?
mos, pasando por puentes que no tienen
m á s que u n arco.
„¿Sabe el secreto del crecimiento de la
yerba? ¿Puede hablar con los pajarillos
L a m o n t a ñ a era m u y áspera; de día de los nidos? ¿Puede a ñ a d i r una nota á
hacia calor, pero de noche hacia frío, y las tocatas del clarín del viento?
era temible el encuentro de salvajes
osos.
„¿Teme acaso su espuela la marea ás-
pera y rugiente? ¿Conoce lo que es u n
E l hombre en aquellos montes nace meteoro? ¿Comprende lo que es un mos-
trabucaire; en tomar y en colgar se en- cardón?
cierra todo su alfabeto, y todo se rige por
la escuadra que forman los dos brazos de
la horca. „E1 hombre a y u d a r á Dios! ¡El hom-
bre, que es una sombra, un espectro que
huye!... ¿Permanece acaso, gracias á su
E n tiempo de paz se llaman bandidos esponja, el cisne siendo blanco?
y en tiempo de guerra guerrilleros; el
pueblo deja que el rey haga lo que quie-
ra, y el asno g u í a al toro. „E1 hecho se impone y el hombre lo
sufre. No podrá nunca su mano recortar
con el sacabocados los pétalos de u n
E n los barrancos, en los canales que j a z m í n .
cruzan las aguas y los años, largas filas
566 OBRAS D E VICTOR HUGO.

„¿Dá acaso el aroma á la salvia, por- ca con q u é cifra aumenta la suma de la


que sabe abrir un hoyo y mezclar en él eternidad.
la piedra arenisca de los Vosgos y el sa-
l i t r e del P e r ú ?
;,E1 hombre es vano. ¿Por q u é , poeta,
no verle t a l como es, esqueleto en el se-
„ ¿ R e g l a m e n t a acaso las olas y las b r i - pulcro y siervo cuando vive?
sas, por saber secar la arcilla que saca y
toma cerca del rio Madera?
„E1 hombre es estéril, corto y limitado,
frágil como un pájaro, y el pozo profun-
„Prescinde de Dios, y después imagi- do de la nada es lo que se abre ante ese
na, ensaya ó inventa; condensa el ideal cero.
sutil de Egino con los dogmas de Eleu-
sis;
„Dios crea y desarrolla el león perfec-
to, el carnero morrueco y el antílope, sin
„Sóida á Orfeo con Lamettrie; j u n t a , necesitar el concurso de Poissy.
para abarcar m á s , la escuela de Alejan-
dría con l a escuela de Edimburgo;
„Crea las alas de la mosca con las
mismas manos y con la misma habilidad
„Recorre desde el cónclave hasta el que d á vida al toro feroz de Sierra-Mo-
concilio, desde Anaximandro hasta Des- rena;
tutt; en alguna cubeta fósil exprime todo
el Instituto;
„Cuando Dios quiere apagar la llama,
hacer morir al escarabajo ó á la flor, no
„Quita la envoltura á la momia; pren- necesita tomar para eso l a l á m p a r a del
sa á Edipo con Montyon; pon á la es- esmaltador.
finge en el tormento en plena academia;
„Cuando Dios eleva sobre el mar al-
„ E s c u d r i ñ a la duda y la gracia; amal borotado el arco iris, como si fuera u n
gama en t u guano á la Sibaris de Ho- sifón, cuando á las ráfagas del torbellino
racio y á los cartuj os de San Bruno; unce el tiphon;

„Combina á Ginebra con Roma; haz „Cuando hace que perseveren de edad
que entierro t u arrendador todas las en edad el invierno, el verano, la pri-
virtudes del hombre en una fosa desti- mavera y el otoño; cuando sostiene el
nada á estercolero; engranaje de los astros alrededor del sol;

„ T r a b a j a con paciencia para sacar todo „Cuando ruedan los zodíacos, amarra-
lo que puedas del mundo, tomando por dos sólidamente, sin que j a m á s se desplo-
mano de almirez la ciencia y por morte- men de las vigas del firmamento;
ro el abismo;

„Forja todo lo que quieras, que yo te „Cuando se mueven, entran y salen


desafío á que crees con todo t u saber esos espantosos cabrestantes, cuyas ex-
con toda t u filosofía u n solo grano de tremidades sostienen el cielo, las estacio-
trigo. nes y el tiempo;

„Dios, con su mano derecha, aprieta, „ P a r a combinar todo ese rodaje, tan
siembra, siega, y todo se rejuvenece; el exacto como absoluto; para que la urna
hombre es una mano zurda que anda de las nubes bascule en el momento de-
tanteando el infinito. seado;

„¿Te has preguntado alguna vez q u é „ P a r a que pase el planeta tal dia por
es el hombre?—Sondea su nulidad; bus- el punto indicado; para que las olas del
L A S CANCIONES DE L A S C A L L E S Y D E L O S BOSQUES 567
mar se estrellen en la línea de rocas del )ensamiento vive el inmenso ideal que
puerto; 'o llena.

„ P a r a que nunca el cometa se encuen- E n todos los génios se encarna; el


tre y choque con un universo; para que mundo está bajo la influencia del h o m -
el enjambre de abejas del Hymeto en- 3re, que si no posee m á s que una clara-
cuentre en Junio las flores abiertas; boya; en ella pone el sol.

;;Para que nunca, cuando la noche Inabordable á los terrores, cortando


oscurece el cielo, se enganche ninguna todos los nudos que le presentan los obs-
estrella en n i n g ú n á n g u l o de la noche; táculos, el hombre camina siempre hácia
adelante.
"Para que nunca los efluvios, las fuer-
zas y los gases falten á las vastas cubetas Es fango y se convierte en lava, es
del eterno movimiento; embrión y llega á ser coloso; Epicteto
era esclavo. Moliere era histrión.
„ P a r a ordenar esa a r m o n í a sublime,
ese equilibrio maravilloso, esos balan- Esopo era saltimbanqui, ¡pero q u é i m -
ceamientos del abismo, esas exclusas del porta! No se paró nunca hasta que se le
inñnito; fué el pié en el borde del abismo de la
eternidad.
„ P a r a que sin interrupción alguna
todo camine exactamente en la naturale E l hombre no es otra cosa que el tes-
za. Dios no necesita estudiar la m á q u i n a taferro de Dios. Haga lo que quiera, al
de Marly.„ obrar conoce que en sus actos interviene
la causa impenetrable.

T u ironía es m u y amarga, pero te en-


g a ñ a , amigo mió. Dios cuenta con lo efí- Fídias cincela á Atenas; Miguel A n g e l
mero y se apoya en l a hormiga. es sobrehumano; los capitanes Cyro y
R h a m s ó s llevan en l a mano luminosa
espada.
Dios no creó nada inútil. E n el himno
que entona el mundo nada falta en él Euclides encuentra el metro; el ritmo
el hombre es el dáctilo del e x á m e t r o d i sale del pensamiento de Anfión; Jesu-
vino. cristo viene á someter á la fraternidad
todo lo del mundo, hasta la espada;
E l hombre y Dios son paralelos; Dios
crea y el hombre inventa. Dios d á alas A Bruto se debe la emancipación, á
al hombre y los instantes componen la P l a t ó n la libertad; y Juana de Arco, con
eternidad. su virginidad, consagra la Francia.

E l hombre es su auxiliar para el bien Voltaire hunde en el abismo los som-


y para la v i r t u d . Dios es el árbol, e bríos bloques de los errores; Lutero rom-
hombre es la hiedra; Dios se revistió de pe con sus puños las m a n d í b u l a s de
carne humana. Roma.

Dios se sirve de él, luego le ayuda. E Dante penetra en la oscuridad y l a


astro aparece á la luz del relámpago; hace vivir; Cristóbal Colon atraviesa el
Zeus se encierra en A r q u í m e d e s y Jeho Océano... Esos hombres son un pseudó-
v á en Kepler. nimo de Dios.

Hasta que el hombre termina la vida E l hombre es el fanal del mundo; su


camina siempre progresando, y en su espíritu, desterrado y poderoso, lanza
568 ÜBKAS D E VICTOR HÜÜO.

profunda claridad hasta el umbral del E l trueno g r u ñ e con fragor horrible...


infinito. y se burla de él sin peligro el enorme
polichinela que F r a n k l i n sostiene por u n
hilo.
Recorre cien encrucijadas ese busca-
dor sin punto de apoyo, y todos los pro-
blemas van acumulando sus bóvedas en- Nemrod era una fiera que cazaba á los
cima de él. hombres en aquellos tiempos de tempes-
tades y de demencias en los que el mun-
do era brutal.
Poco á poco v á disipando las tinieblas
y llega á distinguir en lontananza los
promontorios fúnebres del abismo y del Dracon era u n cancervero, que rechi-
destino. na todavía los dientes y que levanta es-
tas tres cabezas: Tiberio, Gaifás y Ma-
quiavelo.
Consigue ver las vagas gradas del se-
pulcro, cuyo fulgor blanquea los prime-
ros arcos del puente de la eternidad. Nemrod se llamaba la Fuerza, Dracon
se llamaba la Ley, y vivian aun bajo la
piel de los antiguos sacerdotes y de los
E n la temible caverna refleja débil antiguos reyes.
luz, que disipa el horror que aquella
causa; alguno sostiene esa linterna, pero
i l u m i n a la noche. Unos y otros han muerto ya. Se aca-
baron los ódios. Prodújose descomunal
ruido cuando se rompieron las cadenas
E l progreso está en litigio entre el que ligaban el hombre á la ignorancia.
hombre y Jehová; Dios lo oculta todo en
el mundo, pero el hombre busca y lo vá
encontrando. E l hombre es el austero aparato del
misterioso progreso; Dios hace por él en
el mundo lo que hace por el á n g e l en el
L l á m e s e como se quiere á la ciencia, cielo.
es digna; la ciencia tiene ocupados los
pies del hombre en dar los pasos de L a naturaleza era terrible; c a r e c í a de
Dios. compasión y casi de luz; pero el hombre
la cierne en su criba y solo deja en ella
el amor.
E l mar se apodera del hombre y le
aisla, perdiéndole muchas veces lejos del
puerto; pero el hombre hace que el dedo Toda clase de leyes fatales p a r e c í a n
de la brújula le indique dónde está el dimanar del destino; el m a l hacia trope-
Norte. zar con los escombros el pié vacilante
del hombre;

Dios crea la espiga y nosotros forma-


mos las haces; el hombre es útil y feráz; Mientras que á través del espacio rue-
Dios creó el primer verbo y el segundo da la tierra lentamente, una nube de
Q-utenberg. tinieblas pasa por ella á cada momento;

Pero los hogares empiezan á llamear,


L a pesantez, la distancia pronuncian y vemos que todo se v á esclareciendo, y
una sentencia contra el hombre que l u ya los ángeles distinguen que el negro
chaba con ellas; pero Montgolfier anula globo blanquea.
esa sentencia.
Después de la fuga de innumerables
L a terquedad de los antiguos males dias, durante los que el mortal siguió
que aullando persisten aun, no son m á s adelantando en su camino, se vé que el
que las amenazas de fantasmas que van decrecimiento de la sombra se debe á las
desapareciendo. miradas luminosas del género humano.
L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E LOS BOSQUES. 569
E l altar no se atreve ya á proscribir; Vegeta y reina ese espantoso cero, so-
la miseria está ya agonizando. H a b r á bre el que proyecta el verdugo su som-
pan para todos; ya empieza á sonreir la bra. Ese trono es una tumba, y sobre sus
boca horrible del hambre. losas cae algo que aun no se ha podido
lavar.
Los errores desaparecen, los dogmas
se van borrando, la guerra está vencida,
y la ignorancia es un monstruo que está Vil.
ya tumbado en el suelo.
Igualdad.

Por fin, al cabo de muchísimos años


retrocede el grupo temible de las cala- E n u n gran j a r d i n en cinco actos, ajus-
midades; el hombre es invencible Hér- tado á los preceptos del buen gusto, en
cules, el hombre es el barrendero del el que las ramas estaban contadas lo mis-
caos. mo que las flores,

Su maza la constituye la justicia, su Algunas salvajes clemátides e x t e n d í a n


cólera se disuelve en bondad. E l cielo se sus ramas por entre los nobles esclavos
apoya en el solsticio y el hombre en la los bojes, los mirtos y los tejos.
voluntad.
Cerca de allí crecia en la terraza, llena
Quiere, y todo cede y se postra ante él. de dioses bien modelados, u n rosal de
Destruye y construye. Su ciencia está tan noble raza, que tenia piedra m á r m o l
llena de las claridades de la noche. á sus pies.

Encadena á los desastres; sujeta á las L a rosa fijaba en las clemátides esa
rebeliones; es sublime, y los astros refle- mirada de superioridad que la Rachel
j a n sobre su piel de león. lanza á las coristas que entonan el coro
del drama griego.

vi. Esas flores pendientes y temblando que


el céfiro agitaba, t e n í a n el aire de confi-
E l gran siglo. dentes respecto de la reina del A b r i l .

Ese siglo presenta la forma de un car- E l vallado, donde se a b r í a sus cálices,


ro monstruoso que crece enormemente, de donde salían esas modestas flores, es-
regido por u n César enano; su aspecto cuchaba desde el p a ñ o de sus bastidores
prodigioso, su falsa gloria confunden el la risa de algunos pájaros burlones.
vértigo con el aplastamiento.
Como murmuraban las brisas, no se
atrevía á levantar la cabeza; esa madre
Tiene á Louvois por ministro, á Scar- de las figurantas estaba avergonzada en
ron por ave de rapiña; entona un canto su interior.
siniestro sobre un aire bufo; con sus do-
bles ruedas descendiendo el gran carro,
mete la una en el cieno y la otra en la Entonces h a b l é yo de este modo:—
sangre. "Flores esparcidas en este sitio, cerca de
la rosa, no, no sois las comparsas del i n -
menso teatro de Dios.
L a muerte vá enganchada á la carro-
za. ¿A dónde v á ese atroz Lavrilliere,
ese v i l Roquelaure? Como u n grajo en Esto es innegable; la rosa, en ese fe-
u n árbol, en ella está el rey orgulloso; cundo drama, es posible que diga el
su corazón es de m á r m o l , su vientre es primer verso, pero el aciano dice el se-
de carne, gundo.

TOMO V . 72
570 OUKAS D E ViGTUK HUGO»

Los verdaderos espíritus que Dios i l u - salto, Dios no hace ninguna diferencia
mina no caen en el error de creer que los entre el Zodíaco y entre t í .
campos son prosa y que los jardines son
versos.
E l ser insondable no tiene fronteras,
Es justo porque representa la unidad,
Porque eso nada significa ante la i n - y toda la creación enternece su pater-
mensa serenidad del cielo, ante la cal- nidad.
ma grandiosa de la filosofía y del ve-
rano.
Dios, que formó los vientos y las rocas,
ojo de fuego que contempla nuestras l u -
Nada significa! Cruzaos como herma- chas, oido inmenso al que no se escapa
nas, flores de diferentes colores, y cubrid ninguno de los murmullos de la tierra;
todos los flancos de la tierra: la vacila-
ción que causáis á las abejas demuestra
la igualdad de vuestros perfumes. Dios, que domina en las alturas, así en
el éter como en el surco, que creó los co-
metas para la atmósfera y las mariposas
Cruzaos, plantas y tallos innumera- para el herbaje,
bles, que formáis las palabras del verbo;
los temblores inmensos de l a sombra ne-
cesitan de todas vuestras ramas. Que quiso que tuviesen alma todos los
séres salidos de sus e n t r a ñ a s , que hace
que el rayo vaya á la m o n t a ñ a y la mos-
Dejad, floridos matorrales, que refun- ca á la myosotis (1),
fuñe g r u ñ ó n el antiguo buen gusto; cru-
idíos con la inexpresable
grandeza. Dios sonrio desde sus regiones lumino-
sas cuando una rosada y p e q u e ñ a flor le
Nada está alto n i nada es ínfimo. L a refiere sus primeros amores,
gota de agua pesa u n mundo, y el mon
te Blanco no tiene cima si se sujeta á la
medida del Eterno.

L a siesta del león.


Todas las flores representan un primer
papel; u n gusano puede ser una claridad;
el hombre y el astro tienen el mismo E l león duerme solo á la entrada de
polo; infinito, quiere decir igualdad. su antro; duerme el poderoso sueño de l a
siesta, al que a ñ a d e su luz abrumadora
el sol.
Si todo no tuviese su belleza, la incon-
mensurable a r m o n í a se veria insultada
y castigada en todos los séres deshere- Los desiertos, que de lejos le oyen dor-
dados. mir, respiran; su señor está reposan-
do. Las soledades temen á su rey des-
pierto.
Dios, desde las altas regiones, en su
mirada, que no se cansa j a m á s , confunde
la eternidad de los astros con la estación L a respiración le hace subir y bajar el
de las lilas. vientre; sus fieros oíos están cerrados, y
duerme en el suelo de su cueva, teniendo
el cuerpo formidablemente estirado.
Las praderas, donde cantan las cigar-
ras, y l a sombra tienen el mismo cua-
drante. Flores diminutivas, sois equiva-
E s t á tranquilo su temible rostro, en el
lentes al formidable A l d e b a r á n .
que se lee el olvido; está durmiendo. Tie-

(1) Myosotis: flor que los alemanes llaman Vergiss mein


E l intervalo solo es una apariencia. nicht y los españoles llamamos iVo me olvides; flor que es
Tierno pimpollo, que tiemblas de sobre- símbolo de las más tiernas afecciones.—(N. del T.)
LAS CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E LOS BOSQUES*

ne el altivo entrecejo del sabio y las u ñ a s acostarme; me encuentro como si tuvie-


tranquilas del fuerte. ra la boca llena de tierra, y el aire que
respiro me parece nocivo.
E l medio dia seca el agua en las cis-
ternas; nada le distrae de su sueño; sus Tiemblo como l a vela de un barco
fauces se parecen á las cavernas y su cuando entra en el puerto; ando con tor-
melena á los bosques. peza, tengo frió, y parezco un cadáver
tapado con las s á b a n a s .
E n t r e v é montes enormes, Osas y Pe-
llones, á través de los sueños colosales E n vano han vuelto á adquirir calor
que pueden agitar á los leones. mis manos; como la nieve se funde m i
carne, y siento que me sopla en la frente
un hálito helado y desconocido.
Reina el silencio á su alrededor por
donde hace poco vagaba: si moviese a l -
guna de sus patas, ¡cuántas moscas vo- Es el viento incógnito del otro mundo?
larían! es el viento que azotó á Jesús? ¿Es el
gran Nada de Epicuro ó el gran Todo de
íápinosa?
IV*
Los médicos salen de m i cuarto mo-
NIVOSO. (*) viendo la cabeza; á m i alrededor los asis-
tentes hablan en voz baja, están tristes,
y hasta los objetos parece que adquieran
la actitud del sobresalto.

No tiene remedio! eso es lo que mur-


muran. M i cuerpo desfallece, y siento
Vete, me dice el cierzo, que ahora me que poco á poco se desclava la sombría
toca á mí.'—'Y sorprendida, temblando^ armadura de m i razón y de mis sentidos*
no atreviéndose á resistir ante semejante
Quos ego, m i canción es expulsada por ese
viento. Percibo que llega entre las tinieblas el
instante supremo, y que el astro pálido
en el fondo del cielo lívido insinúa va-
E s t á lloviendo. Me despiden de todas gamente su aparición.
partes y en todos los tonos. F i n de la co-
media. Golondrinas, vámonos. Graniza
y sopla el viento; se retuercen las ramas, L a hora real ó falaz empieza á asomar
el humo sube hasta el cielo gris, y por el la misteriosa frente. No creas que eso me
agujero de m i cerradura pasa un viento espanta; siempre he sido curioso.
que me enfria los dedos.
M i alma se transforma en pupila; m i
razón sondea al velado Dios; busco á
II. tientas la puerta eterna, y durante la no-
che pruebo m i llave.
Durante una enfermedad.
L a ú l t i m a hora de la vida nos conduce
Dicen que estoy m u y malo, amigo al momento de saber; y yo le digo á l a
mió; tengo ya los ojos turbios y siento el muerte:—^Vieja acomodadora, á b r e m e ,
abrazo siniestro del esqueleto del infi- que voy á ver el espectáculo,,.
nito.

Me l e v a n t é pronto y tuve que volver á

(i) Nivoso: cuarto mes del calendario republicano francés,


esto es, desde el 21 de Diciembre al 19 de Enero.—(N. del T.)
OBRAS D E VICTOR HUGO.

tiempos venideros h a r á n lo que puedan


de mis obras y de m í lo que quieran.
III.
Entre tanto causa m i a l e g r í a contem-
A un amigo. plar en t u prado de Honfleur, cómo tiem-
bla bajo el peso de una abeja una ramita
de alhucema en flor.
E n medio de u n acantilado muro que
entreabrió el oleaje, roca sombría en la
que ñorece resguardado un verde y pe-
queño prado, IV.
Clausura.
E n el que, amigo, me dejas t u casita,
que tan separada está de los vivientes, A MI AMIGO ***.
situada entre dos alegrías, la de las olas
y la de los vientos,
L
La capilla santa.
Te doy las gracias! E n nuestros tiem
pos las fortunas son frágiles; como el Sabes dónde está m i capilla? Es l a
alga debajo de las dunas, están flotando morada de los gorriones. L a abeja me
en el abismo. llama á los oficios zumbando en los
saúcos.
Nuestras almas son nubarrones que
viento próspero ó infausto arrastra, y que Allí se alimenta m i corazón, allí me
vuelan desligadas por la parte del infi instalo en m i silla de coro. ¡Magnífica
nito. pila de agua bendita es la naturaleza!
¡Magnífica l á m p a r a es la estrella de la
tarde!
L a enorme borrasca humana, cuya es-
trella es la razón, toma, quita, lleva
trae la esperanza al horizonte. Allí voy yo á rezar; allí contemplo lo
ideal en lo real; la flor es para m í el
alma, y siento vivir el cielo al través de
Esa ola grande ó inquieta que está la tierra.
azotando nuestro siglo, ruge y espumea
y me lanza algunas veces á m í mismo E l rocío es m i bautismo, y lo verdade-
m i nombre en sus rugidos. ro se me aparece; creo y digo:—"Ven!,,
á la mujer que amo, y ella. Dios y yo
somos tres.
E l ódio se detiene en m í , y m i pensa
miento se encuentra entre sus murmu-
llos como el pájaro que busca la tempes L a religión natural me abre su libro,
tad entre las aves nocturnas. en el que l e i a J o b , en el que brilla el
astro, en el que la langosta salta de ver-
sículo en versículo.
Mientras que a q u í yo cultivo t u cam-
po, como t ú deseas, en muchos periódi-
cos llueven invectivas y calumnias con- Todo lo que rodea este templo lo
tra mí. anima. Deseo ver á Cristo y desciende
un rayo de luz; si pregunto por un mí-
nimo, el infusorio me contesta:—"Pre-
L a diatriba se ceba en m i reputación; sente,,.
soy un asno ó u n malvado; soy Prandon
para L a Harpe y para Maistre Marat.
L a luz es la santa Hostia; el levita es
la pura azucena; y allí resplandece la
Nada me importa que así lo crean Eucaristía, que t a m b i é n se llama sol.
los hombres que están hoy ebrios. Los
L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E L O S BOSQUES. 573

L a boca de la yerba de San Pablo se E l chorlito, el grajo y la paloma nos


abre para recibir sus rayos, y contemplo acogen en sus matorrales, y m á s de una
cómo la rosa celebra su primera comu- Drizna de musgo desde su nido cae en
nión. nuestras canciones.

n.
Habitamos en la morada de las cierna-
Amor del agua. ides, cuartos frescos y verdes; cuando al
lelecho, debajo de las ramas, le ocurre
Recito m i breviario en los campos y una idea, nos la comunica.
me sirven de apuatador, ya el junco que
crece en la playa, ya la mosca que zum-
ba en las flores. Encontramos en las aguas corrientes
muchos hemistiquios, y los lagos y los
arados dan abundantes rimas á nuestra
E l poeta se sumerge en los torrentes; necesitada poesía.
plácenle las rocas que azotan los vien-
tos; lo que fluye se parece al sueño y lo
que lava á la v i r t u d . M i patrimonio es la quimera, rico sur-
co, que tiene por cebadero las verdades
que nos trajo Homero y los sueños de los
No hay arroyo que á sus orillas, en que sale L e g r á i s .
las que el aire juguetea ó Q-erminal (1)
sonrio, no atraiga a l g ú n tordo, a l g ú n
mirlo ó a l g ú n poeta. E l poeta es propietario de rayos de luz,
de murmullos y de aromas; á este solita-
rio soñador pertenece el eco de los bos-
E l poeta á la sombra de la encina, ques.
sentado entre las flores, como si estuvie-
se en el serrallo, es amante del agua, de
esa perezosa que hace tan profundo tra Poseyendo el azul del cielo y los m a t i -
bajo. ces de las flores, vive alegre; es millona-
rio, porque posee la ilusión, que es lo me-
Vagando el agua, parece que nos es jor que el hombre puede poseer en el
cuche; de todo recibe su tributo; y como mundo.
el poeta, olvida su camino, pero como él
no olvida nunca su objeto.
Del bosque, donde la yerba crece mu-
cho, es tan dueño como la ardilla que
III. salta entre los pinos.
El poeta es rico.

Causa nuestra a l e g r í a ver el aciano Compra la oscura rueda del carro de


entre los trigos; los bosques que alum los sueños en el horror del cielo sombrío^
bra la plateada luna son nuestros depar en el que rie Epicuro y del que Horacio
tamentos amueblados. es el dorador.

Allí encontramos, debajo del ramaje Compra las rocas incultas, el monte de
donde cantan alegres los pájaros, agua piedra viva y la cantidad de infinito que
viento, humo, todo lo necesario. sale de los murmullos del vasto ramaje
cuando se agita.
No produciríamos nada de mérito sin
ver los olmos, los fresnos y los acebos; Compra los chillidos de la alondra, los
aire nos ayuda y el pájaro trabaja con diamantes de la regadera, la yerba, la
nosotros en los poemas. sombra y la silueta, de los que danzan
sobre el lagar.

(1) Germinal, séptimo raes del calendario de la República


francesa del 93 que empieza el 21 de Marzo y termina el 19 de
E l poeta es una golondrina que sale
Abril.—(N, del T.) de las aguas buscando el aire, y que can*
m OBRAS D E VICTOR HUGO.

tando, algunas veces deja caer l á g r i m a s te conoce allí. Los animales son traido-
de sus alas. res muchas veces, y hay muchas yerbas
nocivas; permanece viviendo en la ciu-
dad, que vale m á s que el campo.
E l oro de la escordia, el oro de las mie-
ses le pertenecen; el mundo es un campo YO.
suyo; es el poseedor de las claridades del Tengo enemigos entre los hombres y
sol Poniente, no tengo enemigos entre las flores.

V.
G-oza cuando en la hora del crepúscu-
lo, soplando las brisas, balancean el enor- Encuentro en la iglesia ese dia
me manto de p ú r p u r a de las nubes acu-
chilladas. Ese dia, dia insigne, encontré en aquel
templo humilde y grandioso, en el tem-
plo en el que Fenelon pudiera ser el cisne
Para él el viejo sauce inclina las som- y Y o l taire el gorrión.
brías ramas; lo posee todo, porque sabe
ver, creer y amar, y en su alma misterio-
sa se balancea un vago incensario. U n fraile, que sentado sobre la yerba,
á las mariposas grandes y p e q u e ñ a s tra-
IV. taba de vender los cálices que d á gratis
el almendro.
Nuestra antigua disputa.

¿Te Acuerdas que en nuestros tiernos Allí no habia naranjos vestidos de l i -


años, cuando eras un jovenzuelo, te bur- brea, no habia granaderos alineados, no
labas de m í , porque yo creia que la na- habia tejos vestidos de baile, n i bojes
turaleza era m i jardin? peinados por Boileau.

No puedo olvidar que un dia^ t ú , con No habia laureles en las garitas; pero
aire irritado, y yo, con acento de profun sí que habia entre los prados y los trigos
da convicción, sostuvimos u n diálogo campesinas margaritas ostentando sus
que poco m á s ó poco menos era así: colores brillantes.
TÚ i
Si siguieras los consejos que te dan, E n aquel templo reina la fraternidad
íío volverlas á visitar ese valle, n i á afron- y se disipan todos los pesares, y en él
tar la aspereza de las acederas n i los adquieren las verdades la forma de todas
epigramas de los avispones^ las flores.
YO.

Pues quiero i r .
E n él, el A b r i l opone al diablo, al i n -
TÚ. ñerno y á S a t a n á s la formidable aleluya
L a naturaleza es cruel muchas veces de la carcajada de l a primavera.
para el hombre que se descarría, porque
si las rosas le besan, las espinas le m a l
tratan. Esa es l a verdadera iglesia divina,
YO. deslumbradora con la luz celeste. Allí
una rosa me dijo:—"Adivina en q u é con-
No me importa! siste su misterio,,, y yo le respondí:—"En
TU. el amor,,.
Paris es m á s propicio para el hombre
y mucho m á s agradable: Perlet represen VI.
ta en el Grimnasio y Ravignan predica El Invierno.
en San Sulpicio.
YO. Sin embargo, debo decir que a c u d í m á s
Y la curruca canta en los bosques. tarde y no fui recibido en el templo. L a
iglesia no estaba ya risueña; densa nie-
TÚ. bla la e m p a ñ a b a ;
Qué vas á hacer en el campo? Nadie

-
L A S CANCIOiNES DE L A S C A L L E S Y D E LOS BOSQUES. 575
No habia allí pájaros n i escarabajos y Pero t ú no te detengas: que hasta el
hedían los cenagales, que servían de fo- cielo e m p a ñ a d o revolotee t u enorme ca-
sas á todas las hojas caídas, á todas las Dricho; ciérnete en él, cuadrúpedo del
ramas arrancadas. infinito, aventurero del vértigo.

E s t á b a m o s en Noviembre, y u n buho, Vuela lleno de t u implacable amor


al llegar allí, nos gritó desde su retiro:— Dor la negra noche que nos envuelve,
"¡Está cerrada la c á m a r a para hacer re- morque cuanto m á s negra sea la noche,
paraciones!,, mejor brillará en ella la luz: vuela ar-
rastrado por el calofrío de la gloria.

Sin tregua, sin freno, vuela buscando


el cielo lejos del mundo; hácia lo verda-
Al caballo. dero, hácia lo justo y hácia lo bello em-
prende otra vez t u carrera espantosa.

I. III.

Mónstruo, ahora emprende ya t u vue Emprende otra vez t u carrera, tan


lo. Acércate hácia mí, que voy á desatar- terrible y tan desbordada, que Nerón
te. Te suelto, te abandono el ronzal; en- se siente castigado solo por haberla
ciende tus ojos de carbunclo. visto.

Deja estas flores, abandona este prado; V é á despertar á Demogorgon. Sé la


y ya que te he retenido a q u í a l g ú n tiem esperanza, el sobresalto y l a venganza;
po, huye. Ante t í tienes la extensión, tranquiliza y consuela; ten u n ala de
vuela por ella. d r a g ó n y otra ala de a r c á n g e l .

Eres dueño de t í mismo, vete; encabrí Haz que llegue t u hálito augusto y
tate, piafa, desplega tus titánicas alas cálido hasta las frentes m á s humildes;
con el furor de la a l e g r í a , lleva nuestros reproches allá arriba, ya
que eres i g u a l á los dioses.
Regresa á las pálidas profundidades;
vuelve á ser indomable; emprende t u Corre! Sé el m ó n s t r u o del bien; el ca-
fuga hácia el ideal alejándote de los ballo demonio que emancipa; rebelde
hombres. para el déspota, pero atado á todas las
verdades.
Caballo, gana en l a carrera al aquilón
t ú que eres al mismo tiempo la r a z ó n 5 D á á todo lo que se arrastra a q u í bajo,
la locura, t ú que te has escapado del bos- al bardo que vende á Calíope, al pueblo
que de Apolo, t ú que te has desuncido que ama á B a r r a b á s , á la miope reli-
del carro de Elias. gión, á las falsas glorias, á los falsos
celos, á las ignorantes multitudes, el
deslumbramiento de tus alas.
Vuela por encima de nuestras luchas
de nuestros éxitos y de nuestros desas IV.
tres, hasta que perdamos de vista en
mundo t u forma lejana y vaga. Corre! Para vencer y para transfor-
mar, para que el hombre se transfigure,
II. solo te basta cerrar y abrir las alas.
Vuela hasta los astros, pero ya no
hay astros en las cumbres; la bruma Representa l a bondad, representa el
densa que las envuelve hace m á s l ú g u desden; que u n incomprensible Eolo
bre que otras veces la sombría mirada haga salir con frecuencia rayos de t u
de los profetas. aureola.
576 OBRAS DE VICTOR HUGO.

T u pretal resplandece, como si las como si fueras una flecha que yo te hu-
trenzas desatadas del alba le alumbra- Diera lanzado del arco de m i pensa-
sen, como si en t u grupa amontonasen miento.
su sombra las nubes.
VI.
Lanza al pueblo u n relincho, lanza á
R é t e n m e , caballo, montado sobre tí; m i
la horca una coz; abre una brecha en el
imaginación forma parte de tus crines, y
firmamento para que se evada el espíritu
yo no veo nada en el mundo después que
humano.
:e marchas de ól.

Sosten al pensador que desmiente al Tan estrecha unión deseo contigo, ca-
altar, al augur y á la sibila, y no tengas
Dallo meteoro, t a n estrecha la deseo, que
m á s apoyo que el de la inmóvil con-
quisiera que entre los dos formásemos
ciencia.
un centauro.

Compadece á los m á r t i r e s actuales, y,


Cuando con la mirada vagamente so-
enterneciendo tus severas miradas, con-
bresaltada te atreves á mirar en lo i n v i -
templa la áspera subida del Calvario.
sible, ávido, pero temblando de penetrar
en su horrible silencio,
V.

Corre sin reposo; piensa en las torres, L a Noche rechina los dientes l ú g u b r e -
piensa en las murallas altas de cien co- mente, y el M a l , que ninguna luz alum-
dos; atraviesa, sin hollar los vástagos del bra, retrocede ante tus ardientes narices
bosque virgen de las ideas. que le olfatean;

No te retardes: hasta lo bello debe in- L a Muerte, á la que importunan los


dignarte cuando es írio ó cuando es trai- testigos, se asombra y vuelve á entrar en
dor. L a noche no cria m á s que el cuer- los osarios. No puedes aparecer en el ho-
vo, la nieve no produce m á s que el cisne rizonte sin que ante t í retrocedan los es-
y el sol solo produce el á g u i l a . pectros en la oscuridad.

VIL
Y a que eres inmortal, pro téjenos en
los instantes precisos que el hombre te Todo calla en l a misteriosa lontananza
necesita. Jadeante, precipítate á la per- hácia la que el hombre asustado cami-
secución del prodigio. na; en ella están en connivencia el olvi-
do, la tumba, el destino y la noche.
E l prodigio es el porvenir; es la vida
idealizada; es el cielo renunciando á cas E n ese abismo, en ese lazo mudo del
tigar; es que el mundo llegue á ser flor que no sale para el mortal n i n g ú n con-
y Dios rocío. sejo, tremola al viento, inquieto caballo,
la perversidad del silencio.
S u m é r g e t e en lo desconocido sin fon
do; recórrele, y con el viento que mueves
en el cielo sacudiendo las vastas plumas Tus pies volantes, tus ojos de lince
de tus alas. pueden sondear todas las dudas, pueden
amedrentar á las esfinges, diciéndolas:—
"Hablad, traidoras!,,
Trata de derribar las torres, las cárce
les, los templos ateos, y de enfurecer i
los buitres que se posan sobre los Prome Desde tus alturas lanza al hombre que
teos. duda todas las claves de los misteriosos
enigmas; desgarra la t ú n i c a de Isis;
aparta los dedos de las bocas de las si-
Vuela altivo, rápido é insensato, recto bilas.
hacia el blanco que está fijo en el cielo
L A S CANCIONES D E L A S C A L L E S Y D E L O S BOSQUES.

Conocer es nuestra suprema ansiedad; tos; muerde al feroz error hasta haoerle
nuestro espíritu la reclama de tí; haz sangre.
que al fin declare la materia poniéndola
el alma en el tormento. IX.

Si el pasado trata de reconstruirse con


Que sepamos á q u é atenernos sobre la su primitivo horror, si el abismo quiere
cantidad de sufrimiento que debemos producir la noche, ¡oh caballo! produce
pagar al porvenir, aunque tenga que t ú la luz.
llorar la esperanza.

VIH. No tienes en vano cuatro herraduras.


Galopa en la insondable sombra, que los
Sé el espantajo del mal; obliga á que relámpagos que ellas despidan anuncien
aparezca el interior; saca del s u l t á n el t u temible presencia.
animal, de Dios el pigmeo, del sacerdote
el hombre.
Atraviésalo todo, infiernos, tumbas,
precipicios y mentiras, y que se oigan
Lucha. A g u i j ó n contra aguijón. E l tus herraduras sonar en el espacio de los
ódio ataca, vigila y acecha; es el avispón sueños.
siniestro, pero t ú eres la gran abeja.
Sirve á los hombres huyendo de ellos.
Si sobre sus frentes sombrías permanece
Extermina los obstáculos invencibles, el zenit siendo espantoso y el cielo sien-
suprime la barrera del antagonismo; do oscuro:
pon a l servicio de la paz esa heroína que
se llama la verdad.
Si el espacio es un bosque, un bosque
sumido en profundas tinieblas, tú, con
Sonriéndose, la Inquisición sueña to- tus pies terribles, para que veamos á pe-
davía en que la espada ayude al báculo, sar de la oscuridad, envia al cielo oscuro
para que se despierte lanzando g r i - salpicaduras de estrellas.

IpIN D E JaA? j j A N C I O N E ^ D E CAlh£$ Y DE E ü p BO^qUJE:g.

TOMO V.
73
EL ARTE DE SER ABUELO.
EL ARTE DE SER, ABUELO.
pues, al desierto, pero sin abandonar el
mundo.

Porque el soñador vaya á sentarse en


A €ruernesey. un frondoso bosque ó en las rocas escar-
padas de los acantilados, á meditar tran-
quilo ante la inmensidad, no por eso se
I. aisla del mundo. ¿No comprendéis que
El desterrado satisfecho.
después de haber visto innumerables
gentes, hay necesidad de huir de ellas y
de refugiarse entre los árboles? ¿No com-
E atraen del desierto la so- prendéis que la sed que sentimos de
ledad y el silencio; en él verdad, de paz, de equidad y de r a z ó n
está m i corazón severa- aumenta en el fondo de nuestra alma,
mente satisfecho; voy á después de ver tantas cosas falsas y men-
buscar en los bosques el daces?
vago horror de su sombra
que destella cierta claridad; la salvaje es-
pesura de la hojarasca y de las ramas me M i corazón es siempre de mis herma-
produce grata melancolía, y encuentro nos, y lejos de ellos, pero sin olvidarlos,
en ella un olvido semejante al de la tum- contemplo y juzgo el destino; poseo, para
ba. Pero yo no estoy apagado; podemos completar la obra comenzada del alma
permanecer siendo antorchas en la os- humana, la urna de la compasión incli-
curidad; al fulgor del cielo, en la sagrada nada hácia los pueblos; sin cesar la vacío
cripta y viviendo solos en ella, podemos y sin cesar la lleno, pero me oculto en la
extremecernos al sentir el soplo del vien- sombra silenciosa de los árboles.
to del empíreo. No se empequeñece el
hombre por arrojar la sonda en el fondo
tenebroso del deber. Quien mira hacia A y ! v i de tan cerca las multitudes
arriba, vé bien; quien m i r a en lontanan- miserables; v i los choques, las afrentas
za, v é lo justo. L a conciencia sabe que inferidas á venerables ancianos; v i t a n -
puede adquirir augusto medro, y ascien- tos cobardes glorificados por las guerras
de á los altos lugares para crecer y bri- civiles, tantos jueces que debieron ser
llar lejos del mundano olvido: yo voy, juzgados, tantos sacerdotes que servían
582 OBRAS DE VICTOR HUGO.

y profanaban á Dios predicando en su


favor y probando lo contrario; v i tanta ITT.
fealdad en contraposición de la belleza;
Sale Juana.
v i el bien en el mal, en lo verdadero lo
falso; v i tantas veces á los que muerden,
á los que huyen y á los que se doblan, Juana habla, pero ignora lo que dice;
que, viejo, débil y vencido, tengo desde envia al mar que ruge, al sonoro bosque,
hoy en adelante por verdadera alegría á las nubes, á las flores, á los nidos, a l
meditar inmóvil en cualquier sitio som- firmamento, á toda la naturaleza el dul-
brío, como estoy meditando aquí, y aun- ce murmurio de sus palabras, cuyo sen-
que un Dios, para que regresase á las tido termina lanzando una sonrisa, en la
ciudades, me ofreciera la juventud, el que flota u n alma, en la que tiembla
amor, la fuerza y la victoria, creo que no una idea; y ese m u r m u l l o confuso, vago
consentiría abandonar el rústico asilo y embrollado. Dios, que es el abuelo eter-
que me guarece en los bosques. no y universal, lo oye sonriendo.

II. IV,
Víctor, sed vlctus.
Qué es este mundo? U n a tempestad
de almas. E n l a oscuridad que nos ro- Soy Bellnaire en nuestra época de cho-
dea, errantes marineros, solo abordamos ques y de trastornos: c o m b a t í á la m u -
escollos que tomamos por puertos; en el chedumbre inmunda de las Sodomas;
h u r a c á n de rugidos, de dolores, de de- millones de olas y millones de hombres
seos, m o n t ó n de nubarrones suspendidos rugieron contra mí, sin conseguir que yo
sobre nuestras cabezas; en los fugitivos cediese; el abismo, g r u ñ e n d o , me atacó;
besos de las prostitutas, que llamamos presenté batalla al oleaje espumante, y
fortuna, ambición y éxito; ante Job, que á pesar de asaltarme las tempestades y
sufriendo exclama:—"¿Qué es lo que yo la oscuridad, me conservé siempre firme
sé?;,, y ante Pascal, que temblando pre- como u n escollo; no soy de los que se
g u n t a : — " Q u é es lo que yo pienso?;/, ante asustan de ver el cielo negro; de los que,
el monstruoso despilfarro que hace-Sa- no atreviéndose á profundizar las esti-
t a n á s de papas, de Césares y de reyes; en gias n i los avernos, tiemblan ante la des-
presencia del destino que d á vueltas á su conocida abertura de las cavernas; cuan-
cabrestante, por el que siempre salen de do los tiranos lanzaban sobre nosotros
las mismas olas las mismas catástrofes; desde lo alto de las nubes sus rayos, yo
en esa nada que muerde, en ese caos que lancé mis versos sombríos contra esos si-
miente, lo que alcanza á ver el hombre niestros transeúntes; he arrastrado á to-
claro, entre sus aflicciones y sus caldas, dos los reyes con sus ministros, á todos
es la soberanía de todo lo inocente. Sien- los dioses falsos con sus falsos príncipes,
do como son el corazón y el espíritu hu- á todos los tronos atados con los p a t í b u -
mano, comprendiendo nuestro pasado los, al error, á la espada infame y al
tenebroso y nuestro oscuro porvenir, las sublime cetro; he arrastrado todo eso con-
guerras, los choques, los odios; compren- fusamente hacia el abismo, y ante los
diendo que dificulta el progreso el ar- Césares y los príncipes, ante los gigan-
rastre de las cadenas, es ciertamente tes de la fuerza, de pié, sobre ese m o n t ó n
saludable y útil para el pensamiento de nadas, ante los hombres que los mor-
disfrutar de la profunda paz de la sole- tales adoran, execran ó inciensan, ante
dad, y desde el entrecruzamiento de tan los J ú p i t e r s todopoderosos fui durante
espesos ramajes contemplar algunas ve- cuarenta años altivo, indómito y vence-
ces, al través de nuestras desgracias, co- dor, y ahora me vence una niña.
locadas entre el cielo y nosotros como
velos, esta profunda y luminosa paz: esto V.
es sin duda lo que Dios pensaba cuando
puso á los poetas cerca de las cunas ador- El otro niño.
mecidas.
Ven, Jorge m i ó ! Nuestros nietos nos
encantan; son para nosotros pájaros que
cantan en su aurora, y hacen que vuel-
van á florecer en nuestra triste mora-
da la primavera, las flores, la vida y
la luz. Sus risas nos hacen asomar lá-
EL A R T E DE S E R A B U E L O .

grimas á las pupilas; el peso de los años sueña en pasteles, en bonitos juguetes,
y la vista de nuestra tumba entreabier- en el perro, en el gallo y en el gato;
ta, sus alegres miradas hacen borrar de Juana sueña con los ángeles, y cuando
nuestra memoria; transportan nuestro se despiertan abren los ojos llenos de
corazón á los años juveniles, haciendo celeste claridad. ¡Llegan cuando nos-
abrir en él todas las ñores marchitas; nos otros nos vamos!
hacen inocentes, candorosos y felices; el
corazón tranquilo se llena de una va- Charlan. Pero hablan realmente? Sí;
guedad aérea; creemos que son nuestro como la flor habla al manantial en el
propio retrato; ser abuelos es volver á bosque; como su padre Cárlos, siendo
ser jóvenes. A l vernos copiados en nues- niño, hablaba á su t i a Dedé; como os
tros nietos, creemos que vuelve á volar hablaba yo, hermanos mios, en la época
hácia las verdes ramas del árbol de la en que nuestro padre, siendo a u n j ó v e n ,
vida nuestra alma sombría con todas sus se sonreía viendo cómo j u g á b a m o s en
almas blancas. el cuartel en Roma, corriendo á caballo
de su espada, y siendo muy niños. Jua-
VI. na, con ojos m u y brillantes, que por
coger la sombra entreabre sus delicados
Jorge y Juana.
dedos, que casi aun no tiene brazos,
pues casi conserva las alas, arenga con
Me basta tener un niño para volver- murmullos, en los que flota alguna pa-
me completamente estúpido, y tengo labra, á Jorge, hermoso como u n dios
dos, Jorge y Juana; tomo al uno por n i ñ o . No usan de la palabra, usan del
guia y al otro por luz; corro hácia ellos verbo, de la lengua infinita é inocente
cuando me llaman, porque Jorge solo que usan los vientos, los bosques y las
tiene dos años y Juana diez meses. Pa- olas; los pilotos Jason, Palinuro y T i -
róceme que en el balbuceo de las prime- phlos oian á las sirenas con esa dulce
ras palabras que pronuncian veo un voz murmurar incomprensible himno en
resto de cielo que se desvanece; y yo, que la profundidad de las aguas; esa voz es
represento l a noche, cuyo destino frió y la música difundida en el fondo del mes
pálido se descolora, comprendo tierna- de Mayo, que hace decir á unos:—"Yo
mente que representan el alba de la amo,, y á otros:—"Yo he amado,,. Ese
v i d a . Su incomprensible diálogo me lenguaje vago y luminoso de los séres
abre nuevos horizontes; veo que los dos recien nacidos que la vida atrae á sus
se entienden; comprender esto dispersa ventanas, y que en el mes de A b r i l , va-
mis pensamientos, mis deseos, mis pro- cilantes y extraviados, zumban en los
yectos, mis ideas insensatas ó prudentes; inmensos cristales de la primavera. Las
todo en m í se disipa ante su claridad, y palabras misteriosas que Juana dirige á
solo soy ante ellos u n buen hombre so- Jorge son el idilio que el cisne entabla
ñ a d o r . No siento ya la turbación n i la con el pajarillo, son las preguntas que
sacudida secreta del mal que nos atrae y las abejas se hacen, son las cuestiones
de la suerte que nos arrastra. Los niños que la ingenua azucena propone a l gor-
que andan titubeando son nuestros me- rión, son la parte baja y celeste de la
jores apoyos. Los contemplo, los escucho vasta a r m o n í a , son el cuchicheo que
y apaciguan m i corazón, y son bondado- balbucea los rumores de la visión y que
sos y acepto los consejos sagrados que quizás los explica; porque los niños esta-
dá la inocencia, como lo hice toda m i ban ayer aun en el cielo, y saben lo que
vida; que j a m á s conocí nada tan grato en el mundo se ignora. ¡Vuestras voces
como el olvido que nos invade el alma me llegan al corazón! Juana, Jorge, si
ante los seres puros que despiden casto los astros cantasen, balbucearían como
fulgor, y siempre contemplo extasiado, vosotros; mirándonos nos alumbran y
en nuestros tiempos turbios y revueltos, nos doran. ¿De dónde venís, adorados
ese punto luminoso que sale de las cu- desconocidos? Juana tiene el aspecto del
nas y de los nidos. asombro, Jorge tiene los ojos arrogantes,
y dan traspiés porque aun conservan la
embriaguez del paraíso.
Por la noche voy á ver cómo duer-
men. E n sus tranquilas frentes distingo
el deslumbramiento de sombra que pro- VII.
yectan las palmas y una claridad pare-
cida á la luz de la estrella que sale, y Algunas veces me llega á inspirar hor-
me pregunto:—En q u é soñarán? Jorge ror el mundo; m i poesía parece entonces
58'i OBRAS DE VICTOR HUGO.

la boca abierta de un cráter, y siento la hermosas, todas ostentan sus colores y


inquietud feroz que el furioso h u r a c á n las m á s feas con m á s afán.
causa á los árboles seculares; m i corazón
se enciende, y siento convertirse en lava
todo lo que yo tengo de m á r m o l . Empiezan á brotar ramilletes de las
rocas; besa el aire las ligeras hojas, y
Junio se sonrio al ver endomingarse los
Nada es verdad en el mundo? E l es- grupos campesinos de los heléchos.
criba se apoya en el raytre; todos los se-
res, juez y virgen, mujer y sacerdote,
mienten ó m e n t i r á n ; el dogma bebe Llegó la fiesta de la naturaleza, en
sangre, el altar bendice el crimen; el cuya fiesta aparece el rústico cardo, y en
grupo triste y sublime de todas las ver- el inmenso palacio del estío encienden
dades aparece con la faz ruborosa; los astros sus a r a ñ a s .

E l siniestro brillo de los reyes refleja Cosechan el heno y pronto s e g a r á n


en nuestras frentes; el templo se llena de los trigos. E l segador se duerme á la
infierno; la claridad en nuestras fiestas sombra de las cepas, y las brisas que
oscurece el azul del cielo; el alma se su- soplan tienen el aroma de la yerba cor-
merge como navio que zozobra, y las tada.
religiones que van á tientas, en la os-
curidad, toman al demonio por Dios. Quién canta? Es el ruiseñor. Las cri-
sálidas han roto ya su cárcel y el gusano
ha levantado el vuelo, desprendiéndose
Quisiera pronunciar palabras que ater- de su envoltura en las ortigas.
rasen; quisiera poder romper esas Cons-
tituciones, esas Biblias, esos Códigos y
esos Koranes; quisiera poder lanzar el L a a r a ñ a dá vueltas alrededor del
grito desgarrador de las catástrofes; qui- agua; el cielo está límpido, la parra d á
siera poder ahogar á los sofistas con sombra, la luz del dia parece que vibre,
mis estrofas y á los tiranos con mis y los mosquitos vienen á zumbaros en
garras. los oidos.

Como no puedo nada de esto, me i n - Revolotea la abeja en ayunas, la avis-


digno y siento hervir m i caliente sangre; pa corre, el avispón acecha, y á todos
veo no sé q u é bandada de águilas negras esos bebedores de perfumes abre la pri-
que revolotea en m i incendiado firma- mavera sus olorosos frascos.
mento, y una eumónide sale furiosa de
m i alma al ver que el mal reina en to-
das partes; pero contemplo una rosa y L a naturaleza se llena de alegría y de
me apaciguo. extásis; su embriaguez es su emancipa-
ción; ninguna flor está afiliada á la so-
VIII. ciedad de la temperancia.

Lsetitia rerum.
Fausto providencial brilla en todas
L a naturaleza se extremece con súbi- partes y por todas se difunde, y su único
to temblor. E l invierno huye, el a ñ o se libro, que es el cielo, lo dora el alba por
quita el ropaje viejo y la tierra se ador los cortes.
na con su traje de gala.

Niños, en vuestros ojos brillantes creo


Todo renace, todo revive; la adoles- ver que se abre el empíreo; os sonreís
cencia reaparece en las llanuras; la be- como la primavera y lloráis como la au-
lleza del diablo en todas partes brilla rora.
y se refleja en el agua de las fuentes.
IX.

E l árbol es un presumido; todas las P a s e a r é llevando de la mano á los dos


flores se esfuerzan por aparecer las m á s niños; me encantan los bosques que re-
E L ARTE DE SER ABUELO. 585
corren los corzos y los cervatillos, en el ne en él frecuentemente. Disfruto de
que los ciervos persiguen á las ciervas, este modesto parterre y de este puro fir-
buscando la sombra, asustados de las mamento; sus flores, sus hojas y sus yer-
ramas, porque el temblor de las hojas los 3as me aman, y ante ellos poco á poco
asusta. Los árboles os enseñan la felici- voy s u m i é n d o m e en el abismo del olvi-
dad del edén, en el que se encuentran los do. Quisiera saber cómo debo obrar para
corazones, y que todo es vano ó inútil en acordarme, siendo el huésped de estos
el mundo, escepto los amores y los nidos. Dosques, que hay alguno que vive en el
Teócrito, muchas veces por los espesos mundo, m u y lejos de este desierto, que
jarales creia oir los pasos de las bacan- se divierte proscribiendo, que reina y
tes que los atravesaban; por ellos daré que promueve guerras, ya que yo vivo
u n lento paseo con los dos chicuelos. solo en esta inmensidad, ya que yo veo
Oiré sucesivamente lo que Jorge aconse- brillar sobre m í el claro cielo del verano,
j a á Juana y lo que Juana enseña á en el que el céfiro sopla tan dulce como
Jorge. Como el patriarca que gobierna una lira suena, mientras oigo cómo se
á sus hijos, a r r e g l a r é m i marcha al tiem- rien los niños en el jardin.
po que gasten comiendo y jugando y á
la pequeñez de sus pasos; y ellos, entre XI.
tanto, cogerán flores y comerán moras:
oyendo la vasta tranquilidad del mur- Ventanas abiertas.
mullo de los bosques. A b r i l viene á em-
balsamar la naturaleza, y yo no tengo en Oigo voces. Distinguen claridades mis
el mundo otra ocupación que amar. pupilas. U n a campana toca á vuelo en
la iglesia de San Pedro. Se oye la alga-
r a b í a de los que toman el b a ñ o . ¡Más
X, cerca! Más lejos! No, por aquí! ¡No, por
Primavera.
allá! Los pájaros gorgean, Juana tam-
bién. Jorge la llama. Cantan los gallos.
Una llana'raspa un techo. Dos caballos
Todo luce, todo brilla, todo ama; el pasan por la callejuela. Se oye rechinar
aire y la luz parece que embriaguen á una hoz que recorta el césped. Choques.
los pájaros, y el alma en el infinito cree Pizarreros se dirigen hácia la casa. Sue-
distinguir una gran sonrisa. Reyes, ¿para nan rumores en el puerto. Silban las
qué os sirve el proscribir y el desterrar? m á q u i n a s calientes. Se oye á lo lejos una
Proscribís acaso el verano? ¿Desterráis música militar. Se oye alboroto en el
acaso las flores? ¿Podéis impedir que so- muelle y voces francesas que dicen:—
plen los céfiros, que alumbren las clari "Gracias. Buenos dias. Adiós,,. Debe ser
dades y que goce de la primavera el ya tarde, porque viene hasta cerca de m í
desterrado? ¿Podéis empequeñecer el j a cantando u n pitirrojo. Se oyen golpes le-
deante oleaje del Océano, la alegre es- janos de martillos cayendo sobre una
puma, podéis impedir que el mes de fragua. E l agua del mar salta. Se oye
A b r i l disperse sus perfumes y privarme jadear u n steamer. Sopla el viento fu-
de un solo rayo del sol? No. Os perdono; rioso en el mar.
castigad y vivid; procurad ser reyes m u
cho tiempo, si os es posible conseguirlo.
Durante ese tiempo yo merodeo por los XII.
campos y, como vosotros cogéis un i m - Uno menos.
perio, cojo yo un ramito de madreselva
y conquisto una flor. Cuando sobre m i ¿Por q u é nos ha abandonado ese sér
cabeza, entre las hojas de u n árbol, un querido? Vienen para darnos alegría u n
pájaro cuestionador picotea á su hembra momento y después se van. Esos n i ñ o s ,
e x c l a m o : — ^ ¡ H a y a paz entre vosotras, que creemos que son nuestros, pertene-
avecillas!,,, y los reconcilio gritándoles cen á otro. Me quedan dos, es cierto,
haciéndoles miedo logro poner en paz á pero podría tener tres. H é a q u í la hora
los amantes. No tengo arroyuelo, torren de i r á pasear á la sombra de los grandes
te n i roca; m i césped ocupa poco trecho bosques llenos de pájaros, cuyo n ú m e r o
pero está inmediato al mar; m i fuente no solo sabe Dios, y que t a m b i é n como
es grande, pero su agua no es amarga. aquel niño se perderán volando en lo
Este rincón del mundo es desconocido y desconocido. E l lleva sombrero blanco,
me place porque el horizonte está muy ella enseña un pie desnudo; los dos van
cerca de mí; brilla en él el astro, pasa al lado el uno del otro caminando á l a
por él el á g u i l a y el vasto Bóreas se cier- ventura; el cielo brilla y yo dirijo el car-
TOMO V . 74
586 OBRAS D E VICTOR HUGO.

ruaje. L a floreciente llanura presenta el


aspecto de u n paraíso; el lagarto corre al
pió de los viejos sauces, mientras que en ii.
la punta de las ramas se posa y canta el
pitirrojo. L a señorita Juana tiene quince
meses y Jorge treinta. E l la vá cuidan- Juana dormida.
do; ya es un hombre completo: n i ñ a s
como esa constituyen su felicidad; admi-
ra sus hermosos, pequeños y rosados de- La siesta.
dos, comparándolos con sus gruesas ma-
nos, que van á cumplir tres años; se A l medio día duerme Juana un poco,
sonríe y enseña á Juana los labriegos porque el niño necesita dormir m á s que
que pasan por el camino. E l anda; la pe- el hombre: ¡debe parecer el mundo tan
q u e ñ u e l a se arrastra; Juana se rie de ver feo al que acaba de descender del cie-
reír á Jorge; ella es hermosa, y la encina lo!... E l niño desea ver otra vez á sus
se lo dice al castaño y el olmo la saluda compañeros Querubín y Ariel, á Puck, á
y se la enseña al arce. Jorge tiene el sen Titania y todas las hadas, y cuando se
timiento de su propia grandeza; se rie y duerme, Dios le calienta las manos. Que-
protege al mismo tiempo, y Juana tiene daríamos admirablemente sorprendidos
fé en su talento; Jorge v i g i l a con gran sí penetrásemos y viósemos en el fondo
afán á l a niña, que de vez en cuando se de su sagrado y luminoso sueño los pa-
mete un dedo en la boca; las sendas es raísos que se les abren en la oscuridad y
t á n confusas y nos perdemos por ellas. el paso de las estrellas que hacen señas á
Como está lleno el bosque de mariposas, los niños para que sean juiciosos, si vió-
Jorge quiere bajar del carruaje para ramos esas apariciones y esos deslum-
perseguirlas. Juana está m u y contenta. bramientos. Pues á la hora en que cal-
Juana quisiera coger todos los pájaros dean los rayos del sol, cuando toda la
que pasan; Jorge rompe los resortes que naturaleza escucha y se recoge hácia el
hacían mover á un polichinela y medi- medio día, cuando los nidos se callan,
ta; los dos charlan; sus alegres exclama- cuando las hojas m á s temblorosas no se
ciones parece que en todas partes hagan mueven, Juana tiene la costumbre de
abrir los ojos á la sombra; Jorge, comien- dormir, y su madre reposa y respira u n
do nísperos y manzanas, me trae dicho momento, porque nos cansamos hasta de
juguete, y yo vuelvo á atar los hilos del servir á una rosa. Sus piececíllos desnu-
polichinela, le compongo y le hago ser dos, que apenas han aprendido á an-
vir. Pero Jorge no quiere ya correr por dar, duermen, y su cuna, que un vago
la yerba porque la encuentra mojada. azur rodea como la vaga aureola que cir-
E l viento mece el árbol y Juana mece su cunda á una inmortal, parece una nube
m u ñ e c a . Se siente Dios en aquel a g r á formada de encajes. C o n t e m p l á n d o l a
dable bosque, cuya ternura se confunde así nos sonreimos y huye de nosotros l a
con la alegría del hermano y de la her- tristeza; la sombra enamorada de ella
mana; obedecemos Juana y yo y Jorge parece que la adore; el viento retiene su
nos manda; su nodriza les canta una can soplo y no se atreve á respirar. De re-
cion normanda, de esas que oímos por pente, en la casta alcoba maternal, der-
los caminos al anochecer, y Jorge aplau ramando toda la luz que encierran sus
de con el pió y Juana con las manos. pupilas, abre los párpados, extiende el
Encantado con la dulce a l g a r a b í a que precioso brazo, agita un pió, después el
mueven los niños, les sonrio; pero vos otro, luego gorgea... Entonces, con la
otros veis mis l á g r i m a s al travós de m í voz m á s tierna, sin apartar los ojos
risa, viejos árboles, no es verdad? Vos de la n i ñ a , buscando el calificativo m á s
otros no creéis que olvídaró yo j a m á s al tierno, exclama su madre:—'"¡Angel mío,
tercer niño muerto. ya te has despertado!,,
EL ARTE DE S E R ABUELO. 587
=i!„; el agua dice:—"Ahora!,, Se oyen
gritos y voces desesperadas.

E l coche que v á desde Avranche á


L a luna. Fougere hace chascar su látigo como u n
vivo r e l á m p a g o ; h é a q u í la hora en l a
que ñ o t a n en los aires los confusos rumo-
res que exagera la sombra.

Juana estaba m u y pensativa, sentada


sobre la yerba; me acerqué á ella y la Los árboles de los bosques se ven en-
preguntó:—"Dime, ¿qué es lo que quie- cendidos y chamuscados; se distingue en
res?,,, porque obedezco siempre todo lo una cumbre u n antiguo cementerio; ¿de
que me mandan los niños y trato siem- dónde saca Dios esa oscuridad que reina
pre de comprender las ideas que cruzan en los corazones desgarrados y en las
por su imaginación. Juana me respon- apagadas noches?
dió:—"Quisiera ver animales,,. Entonces
le señaló una hormiga que corria por la Charcos de plata brillan entre las are-
yerba:—>cAhí tienes uno,,. Pero Juana nas; la oxifraga aparece en lo alto de los
no se quedó satisfecha.—"No, los anima- declives de los barrancos; el pastor, al
les son grandes,,, me replicó. Los niños través de la atmósfera, sigue con la vista
s u e ñ a n siempre en todo lo grande. E l el vuelo vago y misterioso de los dia-
Océano los atrae á su playa, los mece blos.
con sus roncos cánticos y los cautiva con
su oscuridad y con las fuertes ráfagas
del viento. Los niños se enamoran de lo Inmensos penachos grises salen de las
que les espanta y de lo que parece pro chimeneas; el leñador pasa cargado con
digioso.—^"No tengo á la mano n i n g ú n el haz de leña en la espalda; se oye entre
elefante, le respondí. Deseas algo más? el rumor del agua corriente el extreme-
habla.,,—Entonces Juana levantó el dedo cimiento de las ramas que arrastra.
s e ñ a l a n d o al cielo.—"Dame aquello,,, me
dijo.—Era la hora en que empezaba la
noche y en la que aparecia la luna en el E l hambre despierta á los melancóli-
espacio. cos lobos; el rio corre, la nube huye; por
detrás de los cristales, á la luz de la
l á m p a r a , se ven las cabezas blondas de
II. los niños.

L a niebla es fría, la bruma es gris; los III.


rebaños de bueyes van hácia los abreva-
deros; la luna, saliendo de repente por Queréis coger la luna? Dónde? ¿En el
entre nubes negras, parece una claridad fondo del pozo? No, en el cielo. P r o b a r é
que surge por sorpresa. á complaceros, pero será inútil. Siempre,
queridos niños, os ocurre querer la luna,
y en vano levanto las manos al espacio
E l viajero camina, la landa está os- queriendo cogerla; ser abuelo vuestro me
cura; hay una sombra detrás y una sóm- vuelve loco, y comprendo que al mismo
bra delante; blancura al Poniente, res- tiempo me hace feliz. Hablemos: Dios,
plandor al Levante; a q u í crepúsculo y que nos conoce bien, sabe, Jorge y Jua-
allí luz de luna. na, que u n abuelo es capaz de atreverse
á todo por dar gusto á sus nietos; y
Dios, que siempre nos defiende contra
L a bruja sentada alarga su grueso la- nosotros mismos, teme, sabiendo que el
bio; la a r a ñ a cuelga su tela del techo; el viejo quiere complacer siempre al niño,
duende b r i l l a en el fuego íátuo, como un que vuestros deseos sean una ley que yo
pistilo de oro en un t u l i p á n . no pueda obedecer; y como no quiere que
nadie toque las estrellas, por eso las
Ruge furioso el mar alborotado; extre- cuelga en los clavos m á s altos de la bó-
mecido el náufrago busca una tabla de veda azul.
salvación; el viento exclama:—"¡Maña-
588 OBRAS D E VICTOR HUGO.

IV.
IV.
—Qué tragones son! dice su madre
algunas veces. Hay que darles todas las E l poema del jardín de las Plantas.
cerezas de los árboles, todas las manza-
nas del j a r d í n , todos los pasteles que sa-
can á l a mesa, toda la leche que pue-
I.
dan tener las vacas, y no contentos con
todo esto, desean que les cojamos la
luna! E l conde de Buífon fué un buen hom-
bre, que creó un j a r d í n copiado de Evan-
dro y de Rhea, lleno de osos m á s sábios
Por q u é no? L a nada que desean los que los de la Sorbona, con la idea de
gigantes me hace sonreír, pero admiro que J u a n á pudiese i r allí á pasear con
las grandezas que desean los pequeños. su criada; Buífon presintió á Juana. Los
E l alma de los niños tiene asombrosos niños tienen la vista tan penetrante, que
apetitos, y me deja pensativo ver los de- algunas veces buscan vagamente la v i -
seos que asaltan á esos glotones. ¿Desean sión de los bosques, y Buffon de este
la luna? Pardiez! Si estuviera en m i po- modo rescata su frase, sobre la que ar-
der se l a d a r í a . rastró su manga, por medio de los niños,
para los que creó ese atrayente paraíso,
salpicado de lobos.
Sin saber el uso que h a r í a n de t í , les
daría, luna, t u esfera sombría, t u cielo,
t u enigma y t u espacio desconocido. Por- Apruebo lo que hizo Buffon. Los n i -
que creo, después de todo, que los niños ños, con sus ojos inocentes, miran á lo
se aprovecharían de la luna mejor que invisible y piensan, y los sábios siempre
nosotros; concretarían en ella sus deseos, procuran complacer á los soñadores.
sus esperanzas y sus súplicas, y abando-
n a r í a n á esa aventurera sus corazones
para que se los llevara á Dios. Cuando E l verano en ese j a r d í n se desarrolla
el niño duerme por la noche, sus sueños acentuadamente; en ese edén brilla el sol
vuelan m á s lejos y m á s altos que los ardiente de Junio, relucen las flores, re-
nuestros. Creo en los niños, como en otro funfuñan los osos, y Juana y Jorge me
tiempo se creia en los apóstoles, y cuan- conducen hasta allí. Voy á pasear á ese
do veo que esos séres sin hiél y sin mie- jardín, porque esto complace á Juana y
do desean a l g ú n objeto del cielo, se lo yo no puedo oponerme. Voy allí á estu-
daría si lo poseyera. Quisiera ver, por diar dos abismos. Dios y la infancia; al
ejemplo, que los reyes se asombraran de tembloroso recien nacido, al poderoso
que los pigmeos pudiesen disponer de creador, á lo infinitamente atrayente y
un mundo. Os daría, ángeles de cabeza á lo infinitamente grande, que en el fon-
blonda que reináis por la influencia del do son la misma cosa, pues el mismo
cariño, os daría si yo pudiera esos uni- rayo sale del astro inmenso que del alma
versos bañados por misteriosa luz, con- pequeña.
ducidos por espíritus; os daría la enorme
redondez de los siniestros planetas. ¿Por
q u é no? Me fio de vosotros, que nunca Contemplo entre los árboles de Buffon
me habéis hecho n i n g ú n daño. Algunas el bisonte, el c a b u í n o , jorobas, fealda-
veces, cuando pienso hasta q u é punto es des, formas poco artísticas, y aprendo á
grandiosa el alma inocente, cuando m i dispensar á Dios sus fantasías. Dios, y
pensamiento se aparta del fondo del in- deseo no disgustar al sacerdote n i al
finito, me digo á m í mismo, en m i ex bonzo, es capaz de todo; hace barrer al
tasis sagrado, que quizá allá arriba exis buen gusto por Nisard, entrega la selva
te en lo desconocido un Dios superior virgen al mono y permite que D u p i n se
á los dioses que soñamos, y que es capaz parezca al perro. S e g ú n la India y los
de dar astros á las almas. maniqueos. Dios, duplicado por el de-
monio, explicaría este enigma: el paraíso
teniendo el infierno por contrapeso; la
Providencia sirviendo muchas veces á la
fatalidad; el infinito que llena m a l el
universo defectuoso; el mal haciendo
EL A R T E DE S E R A B U E L O . 589
siempre al bien alguna raspadura: tal se- una colmena al medio dia, conociendo
ria la ley de la naturaleza ciega, y de que el abuelo llega á ser apóstol, i n -
ésta n a c e r í a n los contrasentidos de la terrogado por uno, asaltado por el otro,
creación. Ciertamente Dios tiene salidas perdonando á ambos chicuelos el ruido
de tono de la imaginación; no sabe guar- que mueven, perdonando la fenta á los
dar la medida; abusa de su espíritu hasta nidos y el rugido á las fieras, termino
el extremo de crear l a oca y el pernoc- por no ser allí m á s que un buen hombre
tero; autor libre sin freno, ignora el justo enternecido por la infancia y por la na-
medio de L a Harpe y de Colardeau y se turaleza, y adoro á ambas, y soy menos
cree que todo le es permitido. ¡Desgra- indulgente con Dios que con el n i ñ o .
ciado el que le imita! No conoce fronte-
ras n i límites; hace brotar la cizaña entre II.
el trigo para manifestar su gran poder;
creó voraces buitres que nos caen de las
Los animales hablan. Dupont de Ne-
nubes; dió á luz una porción de anima-
mours comprende sus cantos y sus gritos,
les cornudos, como el macho cabrío, el
su alegría, su cólera y sus amores. Para
toro y el 'caracol; menosprecia el buen
Perrault esto es un hecho y para Ho-
sentido, se burla de la razón y nos hace
mero u n prodigio; Fedro coge sus pala-
tragar á la culebra. Mientras estamos
bras al vuelo y las repite; L a Fontaine
examinando con placer la naturaleza,
as acecha, las espía y se apodera de su
rindiendo completa justicia á tantas cua-
espíritu; Esopo, ese soñador jorobado
lidades, y admiramos los ojos de oro de
como el P i n d ó , oia hablar á los animales
los manchados tigres, al cisne, al antí-
en Grecia y Pipai en la India; por l a
lope de pupila azul y al pavo real con su
noche, Florian, oficial de dragones, los
magnífica cola, descorre los cerrojos de
oia chapurrear j u n t o á los estanques; el
una inmensa jaula y hace salir de ella al-
áspero Ezequiel, el rudo profeta, que
kangaron (1). Dios hace y rehace; exage-
era u n hombre salvaje, oia hablar á las
ra al negro hasta convertirlo en gorilla;
:ieras. Los animales dialogan entre ellos,
crea topos y crea linces; confunde en los
y ya sea el buho tenebroso, el oso que
jarales al histrión con el bandido, al
g r u ñ e , el asno que rebuzna, ya la oca
mandrilla con el jaguar, al papagayo
apostrofe al pavo, ya la avispa insulte á
con el águila; liga la epopeya á la paro-
la abeja, su bestialidad se parece a l espí-
dia insolente y sin regias. No exijo que
r i t u del hombre.
Dios sea siempre comedido; debe tole-
rarse el exceso de verbosidad á tan gran
poeta, y no debe incomodarnos que el III.
que matiza tan brillantemente las flores,
A Jorge.
el que encorva el arco iris en el Océano,
que doma, después de u n colibrí produz
ca un mastodonte. Es una humorada en Ven conmigo, querido Jorge, á ver
él tener algunas veces m a l gusto, a ñ a d i r una casa de fieras cualquiera, en Buffon,
la hidra al abismo y el gusano al alba- en el circo, en cualquier parte; sin salir
ñal y ser un Rabeiais, del que sale un de Lutecia vamos á ver la Asiría, y sin
Miguel A n g e l . Es Dios, y yo lo acepto. salir de P a r í s vamos á llegar á Tom-
boucton.

En cuanto á los recien nacidos, los Ven á ver los leopardos de Tyro, los
acepto t a m b i é n . No se nos han concedí gypactes (1), los osos que g r u ñ e n , el for-
do los niños para que tengan desde que midable y silencioso boa, la zebra, el
nacen los modales del gran mundo; chacal, la onza, y esos dos poetas, que
cuando gastan pañales, llevan su impo- son el á g u i l a que bebe la luz del sol y
lítica demasiado lejos algunas veces el buitre que aspira la oscuridad de la
convengo en ello. Y entre los gritos, los noche.
pasos, las voces, los osos y los que los
cuidan, los chicuelos y sus madres, entre Ven á contemplar al sagaz lince, a l
realidades semejantes á quimeras, inva anfisbena (2), al que Job comparaba á
dido por el mónstruo y por el niño, en su amigo Sefer; ven á contemplar al t i -
sordecido por el rumor que se levanta de gre oscuro, cuya piel de ébano tiene dos

(1) K a n g a r o n t mamífero colosal originario de la Nueva- (1) Gypaetes: de la familia de los buitres.—(N. del T,)
Holanda.—(N. del T.) (2) Anfisbena: culebra de dos cabezas.
590 OBRAS D E V
VICTOR HUGO.

agujeros llameantes, por los que se vé el llenos de nidos, por esos sitios en que
infierno. todo parece dormido y vela, en los que
el que rehusa consiente, en los que el
amor lucha, en los que se oye el agra-
Vé de cerca al ave de r a p i ñ a que dable sonido de ese flautista que se l l a -
cuando agita las alas es muy agradable; ma viento.
presenciaremos sin peligro el espectáculo
que nos ofrezcan los lobos, los jaguares,
las gacelas y los colibrís. Aprendamos, dejemos que haga lo que
quiera el mundo y amemos, que los cie-
los son inmensos; convirtámonos en sá-
Salgamos de la batahola humana; ven bios, permaneciendo siendo ignorantes;
conmigo al jar din de Plantas. Incliné- seamos oyentes del infinito, en el que
monos al través de la sombra hácia los nada es mudo n i sordo; estudiemos todos
dolores profundos, que vagamente nos los animales que podamos y saquemos
llaman, y oigamos los pasos confusos de partido de las lecciones que nos dan. Y a
los desconocidos. que alrededor de nosotros todo tiene u n
objeto, pensemos en él. L a ignorancia es
E l animal es la sombra que vaga por algo semejante á la oración; el hombre
las tinieblas; no sabemos si escucha, no es grande por delante y pequeño por de-
sabemos si comprende; lanza gritos hu- trás; es, desde Euclides á Newton, desde
raños y miradas fúnebres, pero de ellos Job á Reaumur, u n indiscreto que quie-
sale una afirmación sublime. re siempre mirar por encima de las ta-
pias, y la naturaleza, que es burlona en
el fondo, rubrica nuestra ciencia con el
Nosotros los hombres decimos muchas cuello de la girafa. Tratad de ver y de
cosas inútiles, sin comprender el mal espiar, ya que nuestro espíritu nos arras-
que podemos causar; cuando la verdad tra al acecho de la ciencia, que Dios
aparece le somos hostiles, y contra la ra- cuando lo vé se sonrie malignamente.
zón siempre alegamos razones.
Como he dicho ya. Dios está dispuesto
Corbiere en la tribuna y Frayssinous á sufrir á la crítica. No es sóbrio y se des-
en el púlpito son inf eriores á los anima- borda; a q u í produce el enano, allá el g i -
les de los bosques; el alma en ellos piensa gante, y esto todo á la vez. Abusa del abis-
y medita; yo dudo en un templo y creo mo, abusa del prisma. Su sol llega hasta
en la m o n t a ñ a . el gongorismo; Dios es verdaderamente
desigual; a q u í produce la Siberia, allá el
Senegal, por todas partes usa de la antí-
Las voces de la oscuridad nombran tesis; debemos, pues, resignarnos á ella,
confusamente á Dios: n i n g ú n Quirinal porque si vemos que el cuervo es negro,
equivale al silvestre Pelion; y es conve- vemos t a m b i é n que el cisne es blanco, y
niente, cuando se acaba de oir hablar a l si hoy Dios nos hiela, ayer nos calenta-
hombre, i r á los bosques á oir rugir al ba. Para q u é se creó el cometa? ¿ P a r a
gran león. qué sirve el bólido? Cuanto m á s sério y
sólido es el pedante, menos se deslumhra
IV. y menos satisfecho queda; la férula es
Otra vez á Dios, pero con restricciones.
propia de los Batteux y el sable de los
Galifet.
Qué hermoso sitio! E n él el cedro cu-
chichea con el olmo, el asno es lírico y Ese demagogo d á al pobre tantas flo-
parece haber visto á Don Quijote; el t i - res como al rico; no sabe contenerse; es-
gre en la j a u l a tiene el aspecto de un parce á manos llenas colores, rayos y
rey en su palacio; los paquidermos son r e l á m p a g o s . Todo eso fatiga la vista, ex-
horriblemente feos, y allí se recuerdan clama el mochuelo, y el mochuelo es la
los idilios de Viennet viendo bostezar á prudencia.
los cocodrilos. Mientras al babuino se
vende la mona, mientras el pollino con-
templa al sábio y el buitre pone buena Estad seguros de que Dios traza el
cara al buho, se emplea bien el tiempo mundo á su capricho en las altas esfe-
paseando por allí, por entre los árboles ras y de que mezcla la ironía con sus
E L A R T E D E S E R ABUELO. 591
truenos épicos; cuando nos cernemos,
lanza el rayo, y cuando pacemos, agui- VI.
jonea. E l viento, voz que no tiene razón,
sin j a m á s explicarse y sin terminar ja- Todas las edades pasadas están es-
más, repite siempre lo dicho, y el Océano parcidas debajo de esos grandes árboles.
no está exento de hinchazón. E n cuanto Ciertamente el alineamiento de los már-
á mí, confieso que tengo curiosidad de moles de las fuentes, el parterre tirado á
saber lo que p e n s a r á n de Dios, del mun- cordel, ese cedro resignado, esa encina
do que gobierna, del cielo donde mora, clásica hacen honor á Buffon, que fué
del infinito, de todo lo que Dios prodi- uno de los cuarenta de la Academia, y
ga, Nonotte y Baculard en el café Pro- puso juntos, para satisfacer nuestros de-
copio. seos, el peine de Lenotre, de larga cabe-
llera, y á Pan, -dios de los jarales, de las
V. rocas y de las llanuras; pero esto no i m -
A Juana. pide que las rosas se llenen de aroma, de
deseos, de amor y de claridad; pero esto
No quiero ocultarte que me gustan no impide que el verano sea verano; pero
mucho los animales, porque me divierten esto no quita á la vida ninguna con-
y porque me instruyen, y comprendo que fianza; pero esto no impide que la auro-
por algo en sus incompletos cerebros ra aparezca en el zenit, n i que los niños
Dios pone el claro oscuro de los grandes jueguen, n i que los mónstruos rujan.
bosques.
Alegre sobresalto se apodera de los
Soy un hombre curioso, que, nacido niños; escuchadles y veréis q u é conten-
para creer y para tener l á s t i m a , sondeo, tos están:—"¡Vamos á ver á los anima-
al ver que el áspid se arrastra bajo de les!,,^—Corren h á c i a ellos. Los contem-
las rosas, las sombrías leyes que obligan plan con éxtasis. Se paran ante jaulas
á la mujer á temer al demonio, cuando que encierran pájaros azules, pensativos,
no obligan á la flor á tener miedo á la como si estuviesen esperando el mes de
serpiente. la emigración.—"Mira ese gato grande.,,
—^El gato grande que dice el niño es el
tigre. Los grandes hacen que los niños
Mientras que dictamos leyes á la tier- m á s pequeños veneren á los macacos, á
ra, y somos reyes que copiamos al mono, los chacales y á otros animales, y llaman
y que luego el mono nos copia, dudando por sus nombres á los osos viejos.
si éste es producto nuestro ó si es nues-
tro padre; debajo de nosotros, á nuestros
piés, Son espectáculos monstruosos las fau-
ces, las miradas del dragón, las escamas,
los dardos, las garras que se extienden;
No sé q u é negro mundo asombrado la aparición del abismo, el espantoso
nos mira y piensa, y bajo u n yugo, odio- sueño convertido en realidad, que la vis-
so muchas veces, hacemos gemir al móns- ta perturbada de los profetas vé bajo l a
truo y al bruto, que al vernos tan per- transparencia espantosa de los mares, y
versos, nos toman por dioses. que se arrastra dispersándose en el error
desconocido; el enorme bostezo del abis-
Qué leyes tan e x t r a ñ a s ! ¡Qué t r á g i c a mo que se fastidia, las m a n d í b u l a s de la
mescolanza! ¿Vemos acaso el último he- hidra que tristemente se abren, no sé
cho, sabemos acaso la ú l t i m a palabra, qué caos lívido é inclemente, el simula-
n i q u é espectro puede salir de V é n u s , n i cro de la existencia, el bosquejo de l a
hoy q u é á n g e l puede nacer del espantoso vida, todo eso es el animal y todo eso
vientre de Behemoth? es lo que el niño mira, admira y teme;
el niño es una aurora que se complace
en contemplar la noche. Ese negro hor-
Transfiguración misteriosa! ¡Abismo migueo muge, aulla y devora, y el que-
y cima! E l alma se desprenderá de la rubín sonrosado, frágil y tembloroso,
gastada vestidura del cuerpo; la criatura v á á ver y á contemplar todo eso que
abyecta un dia será sublime; el ser que gruñe, odia, amenaza, silba, pica ó muer-
hoy nos repugna como oruga, m a ñ a n a de; pero lo vá á admirar protegido por
nos fascinará como mariposa. la nodriza, y es divertido poderlo con-
592 OBRAS DE VICTOR HUGO.

templar sin peligro. E l hombre cree sonriendo á la naturaleza terrible. Los


que descubre lo que contempla. Ver un icrmosos serafines, que pasan por la B i -
rey en su antro y un tigre en su Lou- Dlia escapados de no sé q u é cielo miste-
vre complace á la infancia. Y sonríen rioso, no tienen luz m á s pura en sus
las frescas fisonomías de los niños que el miradas n i en su frente tan sagrada
sol dora, y los que nacieron ayer, y aun aureola, como el inocente niño que mira
no saben hablar, oyendo el estruendo y se sonríe ante el mónstruo.
que mueven los animales entre los rama-
jes verdes, los miran fija y misteriosa-
mente, abriendo todo lo que pueden los No hay grito tan vasto como el rugi-
ojos, y meditan. do. Cuando la fiera, ciega y espumante,
lanza desde cualquier parte á la inmen-
sa extensión su voz l ú g u b r e como si
Africa de infranqueables desiertos, lanzara u n proyectil, todo el espantoso
abismo de horizontes siniestros, mares abismo de las fuerzas ciegas aulla; es
de arenas, Sahara, Dahomey, lago Na- el obsceno y salvaje A s t a r t é , es la natu-
gain, t u A m é r i c a y t u India, áspera en- raleza abyecta y maldita que g r u ñ e .
crucijada en la que Zoroastro se encon-
tró con Homero, paisajes que alumbra
la luna, por los que vagan las quimeras, E l niño contempla el sitio que ocupan
en los que el o r a n g u t á n camina con un los leones. L a fiera rechina los dientes;
bastón en la mano, en los que la natu- contra quién se encoleriza? E l niño bal-
raleza es loca y poco humana, j u n q u í a s bucea: q u é es lo que dice el niño? Con-
que se aparecen en los sueños que pro- fúndense sus dos voces, la tierna y la
duce la fiebre, llanuras en las que brus- trágica; el niño representa la esperanza
camente se ven llegar rios, que de súbito y el bruto el hambre; los dos esperan: el
engruesan y se desencadenan, en las que pequeñuelo gorgea y canta, el animal
se oyen rugir á los asombrados leones lanza espuma; ambos encierran u n mis-
que las corrientes que suben encierran en terio que trata de decir lo que sabe y de
improvisadas islas; desiertos en los que confesar lo que desea, pero n i el uno n i
el boa, casi sin aliento, parece el tronco el otro pueden desatar la lengua. ¿Se
de un árbol derribado, porque duerme hablan? Prueban á hablar, el uno con
pesado sueño; tierra de los b a m b ú e s , pen tristeza, el otro con delicia; el niño vive
sad que con nosotros viven un Jorge y alegremente, aunque la fiera temible
está en pié frente á él, porque se vé
una Juana y cread mónstruos.
a c o m p a ñ a d o de su madre ó de su nodri-
za; no tiene miedo y se rie.
E l recien nacido que sale de la sombra
y del misterio no estaría contento si no ¿De q u é oscuridad salen esos dos bos-
hubiese animales en el mundo; constitu- quejos? Uno sale del azur, el otro de las
ye la infancia la irresistible necesidad liviandades y de las cópulas del enano
del asombro, y meditando sobre esto, y del gigante, del repugnante beso que
aplaudo en t í , naturaleza, los gigantes dá el abismo á la nada y que se llama
que produces; las miradas puras de los caos. Sí; la cava inmunda, que tiene pá-
inocentes desean contemplar brutos enor lido respiradero debajo del mundo; el
mes; dioses espantosos, trabajad; sed i l i - caos, sus desconocidos choques, las cor-
mitados y fecundos, que nos gustan rientes de huracanes, los elementos su-
vuestras deformidades, tanto como á vos blevados que llegan á ser brigantes y
otros los perfumes, tanto como á vos- en la cloaca inmensa se convierten
otros los bálsamos; porque creemos que en calamidade3, el ardor universal ca-
los desiertos que recorren los hipopóta sándose con la demencia, la fecunda-
mos, los rinocerontes y los elefantes se ción de Todo produciendo Nada, la ab-
crearon exprofeso para los niños. sorción de lo verdadero, de lo bello y
del bien, que Orfeo llama Hades, que
VIL Homero llama Erebo, y que d á fatales
miradas á las esfinges de Tebas, todo
Me causa una e x t r a ñ a emoción ver un esto constituye la loca acción que del
niño de p a ñ a l e s en brazos de una m u tenebroso caos sacó la creación; es el
jer, flor que ignora lo que es el invierno ataque de la sombra al sol invencible,
á n g e l que no conoce á S a t a n á s , agitan es la convulsión del abismo miserable,
do un objeto ante L e v i a t á n , y acercarse que trata de oponer lo iní jrme á lo ideal;
E L A R T E DE S E R A B U E L O . 593
es Tisiphone ofreciendo el vientre á Be- la naturaleza se incorpora y medita, lo
lial, es el conjunto oscuro de las fuerzas mismo la flor que la espina; todo está
escapadas, en las que se enrabian los atento, todo se extremece; agita u n tem-
rayos y matan, en las que perecieron blor el aire, l a ola, la rama y el mator-
Jano, la edad de oro y Rhea, y que si ral, y en los claros oscuros y en los cre-
hemos de dar crédito á los magos pro- púsculos, en la sombra en l a que en los
creó al animal; y en medio de la noche tiempos antiguos c o m b a t í a n los Hércu-
esta espantosa orgía vomitó á la fiera. les y en los que los Belerofontes volaban,
De ella nacieron los mónstruos que nos en los que se cernia Amós exclamando:
inquietan. —^"Nace un nuevo mundo!;;, se siente no
sé q u é emoción sagrada, que es para la
naturaleza, en la que crea el Dios eter-
E l niño inocente, soñador, tranquilo y no, es para sus misterios u n enterneci-
contento, es el otro enigma. Sale de la miento; el enternecimiento de ver los ra-
oscuridad azul. Todos los pajarillos son yos puros de la aurora aparecer detrás de
hermanos suyos, y mientras los peque- los altos promontorios, cuando el alma
ñuelos de los bosques sienten plumarse blanca viene á hablar á las almas ne-
las alas, el niño siente crecer el alma.
gras.
Azures embalsamados de m i r r a y de ci-
namomo, entrecruzamientos de flores y
VIII.
de rayos, deslumbramientos sagrados
que nos sorprenden en nuestros profun- E l rostro de la fiera es terrible; en él
dos sueños, cuando somos justos, confu- se refleja lo ignorado, el eterno proble-
sión de los augustos ramajes en los que ma deslumbrador y tenebroso que el
los ángeles de divino vuelo son pájaros, hombre llama Naturaleza. Tenemos ante
claridad semejante al limpio reflejo de nosotros la sombra informe, la aventura
las aguas del estanque á la luz de la y el yugo, la esclavitud y la rebelión,
luna, azucenas vivas, cielo sonriente, cuando vemos la temible cara del león;
cánticos que mecen; h é a q u í lo que el el mónstruo ronco y desenfrenado no es
niño deja detrás de él. Se despierta en libre, conserva el e x t r a ñ o equilibrio cons-
el mundo vagamente deslumhrado, por- tituido por el esplendor y por el horror;
que acaba de ver el edén y á Dios; nada el universo, en el que reina J e h o v á , cuyo
le asusta, no cree en el mal; n i el lobo, n i reverso es S a t a n á s ; en el que los astros,
la oxifraga, n i el tigre, n i l a zorra le bandada luminosa y lívida que huye por
hacen temblar; no tiene miedo y canta, el vacío, fueron lanzados á la ventura
y es sorprendente para el hombre la con- como se lanzan los dados, y que, á pesar
fianza que tiene el n i ñ o en el paraíso, de arrastrar cadenas, se evade siempre.
que le obliga hasta sonreír al entrar por ¿Qué es esta maravilla, divina y espan-
las puertas del infierno del mundo. ¡El tosa al mismo tiempo, en la que el edén
n i ñ o es un á n g e l ! E l sombrío mar del que se vé es el infierno que se adivina,
mal, las hidras que los viles avernos en la que se eclipsa el infinito de los so-
hacen rodar en sus olas, las garras, las les en el infinito de las noches, en la que
fauces, los gritos, los aullidos, los rugi- Dios desaparece y se borra en el bruto?
dos, las roncas visiones, el salvaje horror Cuando tienen a l mónstruo frente á fren-
de los bosques, S a t a n á s y su feroz poder, te los magos, los soñadores que viven
todo esto, todo se desvanece en el fondo contemplando la naturaleza, los pálidos
azul de la inocencia! ¡Es magnífico ver profetas á quienes ésta habla, sienten
á Caliban y continuar siendo A r i e l ! algo enorme en la fiera; para ellos la
amarga expresión de la fisonomía es el
abismo, que se inquieta cuando se le
Y me quedo meditando, y creo oir un contempla; es el secreto eterno que de-
diálogo entro la tragedia y la égloga, en sea no revelarse y que no deja penetrar
el que aquella siembra el espanto y ésta en sus misterios á la curiosidad de los
el amor, pero que una y otra solo están solitarios; y esos hombres, á los que la
aun bosquejadas; el niño parece que sombra hace confesiones, sienten que en
quiera explicar lo que piensa, y la fiera estos casos la esfinge se irrita y sus ca-
rugiendo, se inclina hácia l a rosa y es- bellos se erizan, y la sangre se coagula
cucha... ¿Quién podrá comprender lo que en sus venas ante el fruncimiento de ce-
el balbuceamiento dice al rugido? jas del prodigio.

Cualquiera que sea el secreto, todo en


TOMO V, 75
OBRAS D E VICTOR HUGO.

vino; el oso, el mono, esas caras con-


IX. vulsivas, esos rostros insensatos, esos es-
túpidos instintos que nos amenazan,
Toda clase de niños, á los que acuden unos llenos del horror nocturno de los
celestiales sueños, cuando por las noches Dosques, otros de aspecto fugitivo que
cierran los ojos, están allí agrupados, ante flotan y desaparecen por el mar; esas lar-
las jaulas de las fieras, fijando la vista vas, esos t r a n s e ú n t e s de los bosques, esos
en ellas. simulacros, esos vivos sorbidos por la
:umba animal, esos fantasmas que tie-
nen por leyes los apetitos; si fuese verdad
E s t á n contemplando la retorcida ser- que son seres que expían los delitos, que
piente, el espantoso d r a g ó n , el inepto son los condenados que sufren el castigo
onagro, la pantera, el chacal, el gorilla, por los crímenes que cometió el hombre,
que es fantasma y tigre, los lobos, que que disfrutaron una vida anterior y
son bandidos, y los grandes linces, á los siempre tienen presente el terror de su
que en otros tiempos tuteaban los sagra- pecaminoso pasado, y vienen, balbu-
dos profetas, apoyándose de codos en las ceando de espanto y de ódio, á pronun-
Biblias, y mientras que esos innumera- ciar entre nosotros palabras del infier-
bles y terribles prisioneros g r u ñ e n , ¿qué no, y tratan en vano de expresar sus
hace el grupo infantil? Se sonríe. E l tormentos, á nuestro verbo, que no com-
abismo g r u ñ e y los niños se rien. prende sus rugidos; si fuera verdad que
viviesen desnudos y sujetos á ese cruel
destino, pensando siempre en el infierno
Los niños los admiran. Mientras sue eterno; si esos sombríos vencidos de la na-
nan las espantosas voces de los anima turaleza creyesen que ésta nunca t e n d r í a
les, el enjambre de séres inocentes, el en clemencia para ellos; si viesen los soles
jambre casi alado, nos conmueve como apagarse por grados y continuasen vien-
si viéramos desplegarse el alba en una do interminable su desesperación en la
geórgica; mientras que esos niños cantan, postración sin fondo, cuando todo mue-
el rugido trágico que hacen lanzar la re- re, cuando todo se v á ó huye, ¡cómo
belión y la cólera v á desde el calabozo sorprendería á esos séres perversos oir
de los buitres hasta la cárcel de los leo- de repente que les hablan las voces de
nes, y los niños continúan sonriendo c á n los niños!
didamente.

Quedamos asombrados ante la a l e g r í a A l g u n o está allí! Quién es? ¡Habla,


i n g é n u a , candorosa y obstinada de los incomprensible problema! Por encima
niños, y estupefacto el espíritu, s u e ñ a del muro se vé surgir una claridad y se
como en los tiempos primitivos de Orfeo bambolea la oscura y silenciosa visión.
y de Jafet, y sentimos que nos desliza E l L e v i a t á n vé que acude el alción! ¡El
mos por la espiral oscura del vértigo en diluvio vé llegar á la paloma! L a clari-
el que cayeron Job, Thales y Epicuro, y dad de las cunas se infiltra al través de
buscamos á tientas á alguno en el tene- la tumba y penetra en ella un rayo de
broso pozo, en el que el alma dice:—• luz que alumbra á los condenados. Los
"Responde!,,, y en el que Dios contesta; recien nacidos no odian á los espectros.
—"No puedo!,, L a a r a ñ a inmensa abre sus espesas te-
las. No hay estrella que brille como la
mirada de un niño. ¿Vá á terminar, pues,
Si las antiguas conjeturas tuvieran el castigo? Viene á hablarnos el azur? E l
fundamento, si la utopia de los magos cielo es m á s puro en las pupilas infan-
de Caldea, si las hipótesis de P i t á g o r a s tiles; cuando Dios, para bajar hasta la
y de Hermes, si esa soñada y terrible tierra desde las bóvedas eternas, pasa al
creencia fuera una realidad, si los ani- través del niño, es Dios m á s perfecto.
males viniesen al mundo á sufrir el su- ¿En la aérea techumbre se h a b r á abierto
plicio de T á n t a l o , si fuera cierta esa idea a l g ú n boquete y se verá aparecer en él
fatal, los lobos, los boas y los mahamuts la imposible esperanza? ¿Será posible no
serian m á s c a r a s sombrías que ocultarían morder ya n i rechinar los dientes? ¿Nos
á invisibles demonios. Esos séres espan- representamos las ideas que deben cru-
tosos que tienen la sombra por guari- zar por los temerosos cerebros de los
da, los cráneos chatos del tigre y de brutos formidables? ¿ B a ñ a r á la luz los
la vívora, aplastados por el talón di- insondables abismos? ¿ H a b r á n apacigua-
E L ARTE DE S E R ABUELO. 595
do de repente la torsión del m a l en los.
ardientes barrancos del infierno las ino-1
centes miradas de los niños, puras como
el rocío? ¿Se ven brillar ojos y se oyen vi.
pasos?... ¿Sabemos acaso si se r e ú n e n á Edad provecta y edad infantil
pensar, cuando apareca la noche, esos'
mónstruos, que se quedan estupefactos
confundidas.
al ver el alba inesperada que se levanta
en su oscuro horizonte? ¿ T i e m b l a n espe-
rando el perdón; parece que sientan que I.
se les sueltan las cadenas, y enternecidos
los ojos de esos cautivos, creen ver á la Soy de t a l naturaleza, que j a m á s la
pura semi-claridad de un lejano cielo re- idea n i el hombre, cualesquiera que
flejar un templo su inmensa sombra en hayan sido, consiguieron intimidarme;
los umbrales de sus guaridas? ¿Termi- m i corazón, que no se rige por l a Biblia
n a r á su infierno? ¿ L a sombra escuchará n i por el Koran, desdeñó siempre al so-
á la razón? ¿Llegará hasta ellos la celes- fista y desafió al tirano; nada me espan-
tial clemencia? ¿Leen esa promesa en la ta, porque nunca conocí lo que era la
sonrisa de los niños?... concupiscencia; el miedo no me sobre-
salta, solo el honor me atiza; participo
de la anquilosis altiva y pesada de las
rocas, y nadie consigue hacerme cami-
v. nar s e g ú n sus deseos hácia adelante, n i
por temor hácia átrás; resisto á la fuerza
Juana dormida. y cedo á la súplica, pero los bienes del
mundo no consiguen fascinarme, y de-
claro, amigos mios, que estoy satisfecho,
Juana duerme; m a ñ a n a abrirá sus que está amodorrada m i ambición su-
hermosos ojos; se d u r m i ó t e n i é n d o m e prema, que reconozco que he sido ya
cogido un dedo que le llena l a mano; recompensado en la vida, que los dioses
entre tanto, cuidando de que nada la clementes han colmado mis deseos, por-
despierte, leo periódicos religiosos, que que en el mundo, en el que no deseo que
todos ellos me insultan; unos aconsejan se me levante n i zócalo olímpico, n i arco
que encierren en Charenton á todo el triunfal, no me privan nunca de la son-
que lea mis versos; otros incitan á que risa de Juana.
quemen en una hoguera mis obras per-
versas; éstos, casi llorando, invitan á los II.
t r a n s e ú n t e s á que me apedreen, porque
mis escritos constituyen un amontona- Canto de la cuna.
miento l ú g u b r e y venenoso, en el que
los dragones del mal se retuercen; aque- Te estoy velando; nada temas. Espero
llos creen en el infierno y me declaran que te duermas. Los ángeles en t u fren-
su apóstol; éste me llama el Antecristo; te v e n d r á n á posar sus labios, y de ese
ese me llama S a t a n á s , y aquel dice que modo los sueños que te arrullen no ad-
tendría miedo de encontrarse conmigo en quirirán formas terribles.
la espesura de un bosque; uno me presen-
ta la copa llena de cicuta, y otro me dice:
—"Bebe!,, He demolido el Louvre y he Deseo que al verte aquí, apretando m i
mandado matar á las personas cogidas mano la tuya, cambie el viento su rumor
como rehenes; hice que esperara el pue- tempestuoso en tierno sonido de lira, y
blo la repartición de los bienes; soy un que la noche siniestra dé su sonrisa á
incendiario, un asesino y un avaro, y tus sueños.
hubiera sido menos siniestro y menos
criminal si el emperador me hubiera
nombrado miuistro; soy u n envenenador E l poeta se inclina hácia las temblo-
público: todo eso dice de m í la calum- rosas cunas, las habla, las dice en voz
nia, y entre tanto, la n i ñ a duerme y baja cariñosas frases, está enamorado de
parece que me diga soñando:—"Vive ellas, y las canciones que las dirige son
tranquilo y sé clemente», y su pequeña frescas como las rosas.
mano aprieta cariñosamense la mia.
Es m á s puro que el A b r i l cuando em-
596 OBRAS D E VICTOR HUGO.

balsama el musgo, m á s puro que el Ma- —"Hagamos paces; rindo las armas,
yo cuando el pajarillo pica en la verdura Juana, con la condición de que me has
de su cesta, y su voz es u n temblor del de sonreír.;; Entonces la n i ñ a se lanzó en
alma capaz de dar celos á las abejas. mis brazos y me dijo con aire indulgente
y cariñoso:—-"Ya no volveré á hacerme
d a ñ o , porque te quiero mucho,,.—Y en
E l poeta adora esos nidos de sedas y nuestro cariñoso abandono nos queda-
de encajes; su corazón tiene alegría en mos los dos contentos, ella de m i clemen-
ese fresco asilo, que le hace reir de t a l cia y yo de su perdón.
modo y con t a l dulzura, que llegan á
asomar l á g r i m a s á sus p á r p a d o s .
IV.
Un sopapo.
E l poeta es el franco sembrador de las
inocentes alegrías, que le hacen sonreír;
pero si los reyes y sus innumerables cria- De su p e q u e ñ a mano salió un gran
dos se aparecen allí, si vó brillar en la bofetón.—Abuelo, reñidla! ¡No debéis
sombra pupilas siniestras, consentir que os pegue! E n vez de mirar-
la con m á s cariño, debéis reñirla.^—El
abuelo contestó:—No puedo reñirla! ¿Qué
Si vó del Vaticano, de Berlín ó de queréis? para ella solo tengo sonrisas.
Yiena salir una emboscada, una horda, Cuando se ha visto la traición de Judas,
una Biblia, se levanta erguido y no nece- cuando se ha visto proscribir á Nerón,
sita m á s para adquirir aspecto terrible. vencer á S a t a n á s y reinar á los bellacos
tenebrosos; cuando se ha gastado el co-
razón contra ellos, cuando hemos agotado
Si vó el basilisco de Roma, ó la a r a ñ a en él la cólera siniestra, cuando ante los
Ignacio, ó el buitre Bismarck, que de- crímenes que la Iglesia tolera, que el pul-
sean apoderarse de todo, g r u ñ e y siente pito saluda y que el sacerdote admite,
que sube el abismo hasta sus estrofas hemos tronado, de pié en lo alto de áspe-
indignadas. ra cumbre; cuando contra la invasión
monstruosa de los parthos, cuando contra
el juramento prostituido por Bonaparte,
Todo ha terminado entonces para ól; cuando contra el asesinato de las leyes y
ya no canta. E l porvenir le reclama; los de las virtudes, cuando contra P a r í s sin
pueblos y sus derechos, los reyes y sus Barbés, contra Roma sin Bruto, contra el
bravatas, son como el torbellino tempes- tirano que flota y en pró del Estado que
tuoso que le arrastran. zozobra hemos echado al vuelo nuestras
sombrías estrofas; cuando desde las re-
giones altas hemos hecho caer las i m -
Acude. Vuelve, Francia, á tener t u an- precaciones, los rayos y los silbidos; cuan-
tigua altivez; vuelve á emanciparte. Y do en días semejantes á noches hemos
el poeta se levanta teniendo á Dios en el removido todas las voces del abismo
corazón y r e l u m b r á n d o l e los ojos como y los gritos y los lloros en favor de l a
una espada. Francia vendida; cuando hemos castiga-
do hasta en sus tumbas á los muertos,
cuando hemos castigado al á g u i l a por
Y su pensamiento, que hasta enton- defender á las palomas, cuando hemos
ces vagaba perezoso por los espacios, se abofeteado á Nemrod, á César y á Napo-
convierte en el ligero carro de la aurora león; cuando hemos tratado de hacer
que vuela veloz con aladas ruedas. justicia á todos en el mundo y de limpiar
de miasmas fétidos el horizonte, no ex-
III. trañéis que vuelva cansado á casa, no
La cicatriz.
extrañéis que no me incomoden las mos-
cas de la familia, n i los picotazos que
dan los pajarillos en la pajarera, n i l a
Quedó á Juana una corteza m u y fea risa burlona de los melodiosos nidos que
en la cicatriz, y por capricho se la arran lanzan los pequeños demonios y los pe-
có y empezó á salirle sangre; vino á queños dioses que se llaman niños, y
buscarme y me enseñó un dedo tan per que me fascinan, y que hasta cuando
dido, que daba lástima verlo.—"Me he muerden me parece que cantan. Siem-
arrancado la piel;;, me dijo. L a reñí; lio pre les perdono. Debo ser Dante ó Catón
ró, y al ver sus lágrimas, me acobardó.
? QUIEN HA HECHO ESTO ? - HE SIDO YO ABUELITO.
ARTE DE ABUELO. 597
para los seres poderosos, pero no para si te castigan, yo iré á llevarte un tarro
los séres débiles. ¿Voy á incomodarme de dulce;,.
porque oigo un fresco murmullo? ¿Voy á
ceñirme armadura para defenderme de VII.
los gorriones?...
Canción para hacer bailar en corro á los niños pequeños.

V.
Hay gran baile á la sombra de los ta-
M i Juana, á quien tanto idolatro, como marindos; allí se baila al són del tambo-
es mujer, comprende que es reina; el A ril; allí hablan en voz baja Mathurin á
B C de las mujeres consiste en tener los Mathurine y Mathurine á Mathurin.
brazos blancos, en ser lindas, en hacer
inclinar con una mirada las frentes m á s E s t á deliciosa l a tarde; cantemos con
altivas; en saber, con m u y poca cosa, todos nuestros pulmones, que vale m á s
con ramilletep, con cintajos, con una cantar en el baile que en el facistol. Allí
sonrisa deslumhrar el corazón m á s i n - hablan en voz baja M a t h u r i n á Mathu-
sensible; en estar triste y taciturna al rine y Mathurine á Mathurin.
lado del hombre ingrato, y m á s tiernas
que el azur, m á s sonrosadas que la rosa.
Juana lo sabe ya; tiene tres años, llegó Como si lo recortase un buril, el árbol,
ya á la edad madura, es ya una mujer en las orillas de las aguas del mar, se vé
completa; m i contemplación, m i embria- negro sobre un cielo claro. Allí hablan
guez y mis versos la adoran, y ella lo sa- en voz baja M a t h u r i n á Mathurine y
be; y se adorna con u n elegante sombre- Mathurine á M a t h u r i n .
ro y con u n traje pintoresco; es una
mujer que v á e n s e ñ a n d o sus cintas
azules ó verdes, su fresca toilette, y al Masticando la yerba brizna á brizna, á
través de ella el alma; es por derecho la famélica liebre la asalta el deseo de co-
celeste y por deber hermosa, y el princi- mer romero. A l l í hablan en voz baja
pio de su reinado es el principio de m i Mathurin á Mathurine y Mathurine á
locura. Mathurin.

VI. A la sombra de los olmos el peregrino


pide á la peregrina u n beso por una re-
Juana estaba castigada en un gabine-
dondilla. Allí hablan en voz baja Ma-
te oscuro á comer solo pan seco por un
t h u r i n á Mathurine y Mathurine á Ma-
crimen que habia cometido; y yo, faltan-
thurin.
do á m i deber, f u i á ver á la proscripta y
le llevé u n tarro de dulce, procediendo de
este modo contra las leyes. Todos los D e t r á s de u n declive del terreno oimos
que en l a casa gobiernan la sociedad fa- el esquilón del caballo de un alquilador
miliar se indignaron con m i acción, y de coches. Allí hablan en voz baja Ma-*
Juana me dijo con cariño:—^"Ya no me t h u r i n á Mathurine y Mathurine á Ma-
meteré más el dedo en la nariz,,. Sus t h u r i n .
padres, indignados, exclamaron:—>'Esta
n i ñ a os conoce y sabe muy bien lo débil
que sois con ella, porque vé que cuando VIII.
nosotros nos incomodamos, siempre os El jarrón roto.
reís. A s i no es posible darla educación.
Por m á s que el poder se defiende, como Cielos! ¡Toda l a China está en el suelo
á cada momento t u r b á i s el órden, no es á pedazos! Ese j a r r ó n , hermoso y suave
posible seguir así. L a n i ñ a se atreve á como u n reflejo de luz en el agua, lleno
todo, y vos sois su cómplice.,, I n c l i n é la de pájaros, de flores y de frutas, de ese
cabeza y contesté:—"Nada tengo que re vago ideal que sale de la diafanidad de
plicar á eso, es verdad. Los hombres i n los sueños; ese vaso único, extraño, que
dulgentes como yo conducen siempre parece que conserve l a luz de l a luna en
los pueblos á su perdición: que me casti- pleno medio dia, que parecía vivir y ser
guen poniéndome á pan seco.,,—"Lo mónstruo y tener alma, Marieta, al arre-
merecéis, y os castigaremos.,, Juana, que glar el cuarto, por negligencia, d á n d o l e
estaba en un rincón, al oir esto se acercó un codazo, lo rompió. L a redondez de ese
á m í y me dijo en voz baja:—^"Pues bien, hermoso j a r r ó n estaba llena de muchos
598' OBRAS D E VICTOR HUGO.

caprichos; en ella pacían bueyes de oro cederemos hasta encontrar al verdadero


en prados de porcelana. L e profesaba es- Dios, que es distinto del Dios vengador;
pecial cariño; lo habia comprado en el retrocederemos á la inocencia p r i m i t i v a
muelle, y muchas veces explicaba á los y sublime, retrocederemos hasta la razón
niños todo lo que contenia. Cuando y hasta la luz de la verdad.—Entonces,
abuelo, estáis loco.—Consiento en ello.
l l e g u é al gabinete y v i que el j a r r ó n es-
taba hecho pedazos, me puse furioso y Vosotros que sois los fuertes y los pode-
gritó con voz r o n c a : — ¿ Q u i é n ha hecho rosos, desconfiad de m í , porque nunca
esto?,, Viendo entonces Juana que M a - me vengo. Qué soy yo? U n cualquiera,
rieta estaba temblando, comprendiendo un sér indulgente, que prefiérela juven-
m i cólera y su sobresalto, dirigiendo á tud del alba al invierno lluvioso; hombre
m í sus hermosos ojos, me contestó:—"¡He que ha dictado leyes, pero que es viejo y
sido yo, abuelito!,, está arrepentido; que vitupera algunas
veces, pero que nunca condena; soy una
IX. autoridad que huellan los diminutos
piés de Juana, que no está segura de sa-
berlo todo, que duda muchas veces, que
Juana, después, dijo á Marieta:—"Ya siente impulsos con frecuencia de ofrecer
sabia que respondiendo que yo habia á los hombres que no tienen casa n i ho-
roto el j a r r ó n , no me reñirla. No le tengo gar un rincón en l a suya, u n sitio a l
miedo, porque es m i abuelo y me quiere lado de la chimenea; que es menos seve-
mucho. No tiene tiempo de encolerizarse, ro para los pecados que infaman que
no está nunca muy incomodado, porque para los delitos que se reverencian. Soy
se entretiene mucho contemplando las capaz de cometer toda clase de acciones
flores, y cuando hace mucho calor nos caprichosas; t e n d r é compasión de las ro-
dice: "No vayáis al sol con la cabeza sas, de las mujeres, de los débiles y de
descubierta; cuidad de que no os pique los vencidos; t e n d r é una regadera bas-
a l g ú n bicho; corred, pero no deis tirones tante vasta para hacer que con ella naz-
al collar del perro; subid con cuidado can millones de flores en muchos si-
por la escalera grande, para no daros tios; ocultaré el ciervo á los perros que
a l g ú n golpe contra el m á r m o l saliente; olfatean su pista; aunque un tirano qui-
jugad.,, Después se v á á pasear por entre siera ser m i amanuense, yo no lo admiti-
los árboles.,. rla; mis milagros consistirían en esto:—•
"En hacer que los hombres se amasen; en
X. conseguir que no hubiera ya guerras, n i
calamidades, n i diluvios; en que fuera
creyente el sacerdote y justo el juez.,.
Perdonarlo todo es demasiado; darlo Me ocultaría tras de la niebla, si fuera
todo es mucho: pues bien, yo se lo doy y Dios, porque esto es conveniente; pero
se lo perdono todo á los niños, y vuestros no me incomodaría, n i tronaría al través
ojos severos me miran y me dicen:— de las nubes, porque u n niño pequeño no
"Ser tan clemente es dar un m a l ejem- tuviera juicio: cuando os ofreciera el cie-
plo; amnistiar en el seno de la familia es lo á vos, hijo de Jafet, se vería que yo sé
peligroso. Absolver los delitos que co- cómo el cielo está constituido; no anun-
meten ojos azules y dedos puros y son- ciaría que los nocturnos velos dejarían
rosados es una cosa temible. ¡Si esto un dia caer en tropel á las estrellas, por-
llegara á ser contagioso! Es preciso pen- que t e n d r í a miedo de ver que Newton
sar en dar buena educación. L a feroci- tocaba con el dedo á Spinosa; h a r í a á
dad sienta bien á la paternidad; el cetro Veuillot la mala partida de invitar á
debe tener la horca por compañera; el Jesucristo y á Voltaire á m i mesa, y de
ideal es u n Louvre que se apoya en un que escancíase m i mejor vino el amigo
presidio; el bien debe practicarse con de L á z a r o al amigo de Calás; diría á los
mano de hierro. Si f uéseis Dios, ¿no ten- monarcas:—"Reyes, representáis los abu-
dríais infierno? ¿Y creéis que yo estarla sos; desapareced,,. I r í a , g u i ñ a n d o el ojo, á
m u y contento de ver cocer mis hijos en devolver á los pobres su dinero sin decír-
un horno? Pues no. No entono el mea selo á San Pedro, y agujerearía silencio-
culpa, y antes que ser Sabaoth, quiero samente su cesto, en el que tanto oro se
ser abuelo. No será posible la religión amontona. L e diría al abate Dupanloup:
como vosotros me decís; no será posible —"No t e n g á i s tanto celo; es demasiado
la sociedad; retrocederemos hasta los tro- acumular el pretender que la Virgen sea
gloditas, hasta los salvajes que cubren doncella, señor obispo,,. Seria un J e h o v á ,
sus carnes con pieles de lobos. No; retro-
EL A R T E DE S E R A B U E L O . 599
para quien el pueblo arrodillado no equi- de ángeles que aparecen en nuestra no-
valdría al hombre que está de pié y que che, solo son el hormiguero monstruoso
conserva la cabeza erguida. Perdonarla de la falta, y nacen en el pecado los re-
las faltas, diciendo á los mortales:— cien nacidos.
"Tratad de permanecer siendo inocen-
tes,,. Exigirla á los sacerdotes, no incien-
so, sino virtud. T e n d r í a razón. E n una Son fúnebres en medio de la vasta
palabra, si yo fuera el buen Dios, seria aurora, y detrás de ellos viene la infor-
un hombre sin tacha. me caida de las tinieblas. E n los plie-
gues de su dogma ocultan l a sombría
noche. L a pareja comete una falta; su
fruto es v i l y su germen nocivo. N i u n
Vil. solo himeneo, n i u n solo altar es puro.
¡Mujeres, hacen nacer en vosotras es-
I^a Inmaculada Concepción. pantosas dudas! Coronar á una es ultra-
j a r á las d e m á s . Lanzan el anatema
contra los ojos que dicen: ¡Nosotros ve-
Hay niños en todas partes. Se ven en mos!, y contra los corazones que dicen:
las Tullerías muchos Jorges, muchas Nosotros amamos!, y sobre el goce del
Juanas y muchas Marías; un niño de alma, y sobre el árbol en flor, y sobre la
pechos que mama; otro que duerme; otro claridad de l a aurora, y sobre la alegría
mayorcillo que quisiera i r al teatro eterna de Dios, que exclama: ¡Soy el pa-
Q-uignol; una n i ñ a que prueba á comer- dre!, y que sin velos y sin límites siem-
se una manzana: allí está reunida toda bra los niños en el mundo y en el cielo
la deliciosa m a ñ a n a del hombre; allí los las estrellas!
niños corren, rien y charlan, hablan con
sus m u ñ e c a s , comen pasteles, saltan con
cuerdas, me piden una moneda de cobre
Vil!.
para u n mendigo, y yo les doy un fran-
co, me dan las gracias y se vuelven Los garrapatos del estudiante.
á jugar; y bailan, cantan y brincan. Su
interminable alegría d á calor á la frial-
dad de la vejez; es delicioso el espectá-
Cárlos traza dibujos en el libro que d á
culo que ofrecen á los ojos del abuelo!
en clase. E l tema es fastidioso, hasta el
¡Pero todo eso es horrible, todo eso es punto de que estando muy cansada la
pecado! pluma del n i ñ o , solo ha podido descan-
sar haciendo ese enorme trabajo; impro-
Leed nuestros misales, leed la Biblia, visando en el libro por todas partes, arri-
al abate Pinche, á San Pablo, anotado ba y abajo, frescos como se ven en las
por Trublet, á Veuillot, á todos los que paredes de las moriscas alhambras,
ejercen autoridad en nuestro pais. Solo haciendo manchas de tinta, con preten-
hay una Concepción Inmaculada; todas siones de dibujar animales que devoran
las cunas son negras, escepto la del es- la frase y que roen las palabras, y que,
tablo, que es luminosa. A lo que el hom- comiéndose el texto, llegan hasta morder
bre llama Amor, el cielo llama Pecado; el m á r g e n . Entre esas manchas se vé
todo tiene manchas, y el que lo niega es flotar la nariz del maestro. Recortando
un ateo. Toda mujer significa vergüen- el claro oscuro del antiguo l a t i n toscano,
za, esceptuando una sola. en la gran sátira en que Roma tiene
puesta la argolla sobre César, sobre Bru-
to, sobre esos grandes recuerdos históri-
De modo que esa colección de niños cos, Carlos ha esparcido sus embolismos.
es una colección de delitos. P á j a r o que E l cabritillo del capricho ha trepado
fabricas t u nido, estás fabricando el mal. sobre los versos. E l libro es el anverso y
De este modo sonrio malignamente la el estudiante es el reverso. Su buen
sombra mirando á l a pollada. De este humor se vé en él confundido con los
modo Dios g u i ñ a los ojos al diablo y le estigmas del vengador que queria huir
dice: Toma todo eso!, y de u n crimen al pais de los S á r m a t a s . Sus pintarrajos
mió nace un inocente. Así ese torbellino son extraños, crudos y monstruosos; unos
de alegría y de luz que se llama infan- caen sobre Codrus y otros sobre Nerón;
cia, ese enjambre de almas que nos envía algunos a r a ñ a n u n dáctilo. U n pato
el amor misterioso, esas constelaciones hace el nido en las ramas del estilo, un
600 OBRAS DE VICTOR HUGO.

asno rebuzna y acaba por ser buho en lado, medita ante el libro que ennegre-
una oscura selva; se vuelca en él el tin- cen sus crímenes. Cree oir confusamen-
tero, le inunda la cabeza esta lluvia ne- te reñir las rimas contra un Boileau, que
gra, y tiene clavada la pata en u n es- se entreabre y bosteza á su lado; todos
pondeo. E n todas partes la mano del los versos del libraco le parece que están
capricho traza el dibujo, y con gran pla- irritados contra el, pero sin embargo no
cer del estudiante, el enjambre de los le remuerde la conciencia. Conserva la
garrapatos, horda que es hostil á las be- frente alta, y como no se a v e r g ü e n z a ,
llas letras, vuela por entre los exáme- no cree haber cometido ninguna falta.—
tros. E n ese juego, un no sé q u é infantil, Estoy, pues, preso? ¿Qué delito he come-
enlazándose al poema, le d á inefable tido?—Con tristeza vé pasar la hora del
acento, comenta la obra magistral, y se recreo. E s t á solo. Todos le abandonan.
siente en ella la a r m o n í a de la candidez Llora y mira desconsolado la hoja de pa-
que completa al genio; es u n gigante pel en la que ha de copiar m i l versos.^—•
que lleva en hombros un mono. Vamos! No hay m á s remedio! ¡Es preciso
copiar!—'Con rabia coge la pluma y em-
pieza á escribir.
De este modo Cárlos trabajó en l a
dura y antigua obra magistral y en el
bronce olvidado, embutió la hiedra y De repente del antiguo libro sale una
desarregló la m á s c a r a enorme, haciéndo- sombra, un alma, un hombre, y le dice:
la adquirir loca expresión. Así se divir- •—'"Nada temas, hijo m i ó . Me llamo Ju-
tió. F u é una felicidad para el estu- venal. Soy bueno. Solo asusto á los gran-
diante tratar á un genio altivo como á des,,.—Cárlos levantó los llorosos ojos
un m ó n s t r u o familiar; tratar a l león para mirarle y le contestó:—"¡No tengo
como si fuera u n perro faldero. Cárlos se miedo!,,'—El hombre marmóreo, mien-
quedó muy satisfecho de su obra, que él tras se oia á lo lejos la a l g a r a b í a de los
mismo a d m i r ó . estudiantes que jugaban á la sombra de
los árboles, prosiguió hablando así:—•
"En otro tiempo fui desterrado como t ú
Sobrevino entonces un vigilante: en por haber llenado de garrapatos las figu-
ras de los pedantes, como has hecho t ú ,
sus ojos e m p a ñ a d o s se t r a s l u c í a que era
el encargado de castigar á los estudian y yo incomodé á los augures. Veamos
tes; en el pliegue que formaban sus lo que has hecho en el libro.,,—Dijo, y
labios caídos, se adivinaba que represen fijándose en u n dibujo, que no tenia de-
taba á la ley y el augusto furor de los tex masiada cola n i mucha cabeza, pregun-
tos ultrajados. L a infancia desea flores tó:—^Quó es esto?,,—"Es u n animal.,,'—
y le dan rocas. E l aparecido era el cen " A h ! pones animales en mis versos.
sor del colegio. Se aproximó al n i ñ o , Después de todo, esto no tiene nada de
lanzó a l libro una mirada funesta y dijo e x t r a ñ o , porque Dios los pone en los
con altivez:—^"Muy bien! Copiareis m i l grandes bosques y en los sagrados ma-
versos esta m a ñ a n a , por falta de respe res.,, Volvió después una página, y fiján-
to á los libros de estudio.,,—Dicho esto dose en ella exclamó:—"Veo que creas.
se fué el carcelero. Precisamente el niño Qué es esto? Tiene buen aspecto, pero está
estaba castigado y tenia que sufrir el torcido.„—"Es u n buen hombre.,,—'"¿Un
castigo en las horas de recreo. Ver j u g a r buen hombre?... Precisamente eso es lo
á otros, cuando se tiene nueve años, es que a h í falta; m i libro está lleno de
sufrir el tormento de T á n t a l o , de Encó perversos, y me complace ver que entre
lado y de I x i o n . Es hacer pesar sobre el ellos vive un buen hombre. Gracias,
niño el espantoso monte de m i l versos. hijo mio.„—Y con sus manos soberanas,
Cárlos, sollozando, exclamó:—"¡No me de- hojeando el libro, pasa á Nisard, el asno,
j a n jugar! Me hacen copiar latin! ¡Estoy la nariz del maestro, la veleta, los
dragones, las patas de t i n t a aladas que
entre bárbaros!,,—El medio diaes la ho
recortan los profundos versos, y excla-
ra de sentarse en el campo sobre la yer-
ma:—"Está m u y relleno!,.
ba, la hora santa en la que se debe sal-
tar á la pata-coja; cuando el aire es
caliente, los bosques verdean y la curru
ca se lava, teniendo por cubeta el ma De este modo, la grande y la p e q u e ñ a
nantial; la cigarra canta entre los trigos hermana, las almas de Juvenal y del
y el n i ñ o tiene derecho á pasear y á estudiante, charlaron allí, y el censor,
jugar por los campos. Cárlos, desconso- oscuro como la media no^he y frió como
E L ARTE DE SER ABUELO. 601
Diciembre, se hubiera asombrado si hu- llevaba u n collar de á m b a r , y en su bal-
biese entrado en el gabinete en aquellos cón florecía u n rosal.
momentos, al ver cómo el viejo poeta se
reia con el inocente niño.
Todos los dias, llorando, u n viejo iba á
pedirla limosna, y á la misma hora se
aparecía a l l í un oñcial de dragones, que
IX. salia no sé de dónde.
Las calaveradas del abuelo cuando
era niño. Su caballo piafaba en el patio, mien-
tras que la voz temblona del viejo implo-
(1811.) raba la caridad de Pepita.

PEPITA. Y l a hermosa del collar de á m b a r ,


inclinándose en el balcón sobre el ro-
Como llevaba redecilla, titubeó la sal, socorría al pobre para socorrer a l
rima, porque le pareció que debia ser oficial.
I n é s , y era Pepita.
Uno orgulloso y otro contento se iban
Pepita, que tenia diez y seis años... los dos, llevándose el pobre una moneda
bien me acuerdo... Todo el pasado en y el oficial una mirada.
tropel como una marea vuelve á m i co-
razón.
Y o estaba cerca del balcón, temblan-
do, siendo demasiado pequeño para com-
T u flujo, mar, vuelve á traernos los prender lo que allí sucedía y estando
sargazos y tus yerbas secas. M i pa- enamorado sin conocerlo.
dre tenia escolta; h a b i t á b a m o s en un pa-
lacio; Pepita me decia cariñosamente:—"Ca-
sémonos!,,, eligiendo para amante al dra-
Vivíamos en E s p a ñ a , pais que nunca ó n y para marido al inocente.
g
olvido; conocí en una primavera á Pepi-
ta, cuando yo tenia ocho años. Cuando yo decia alguna tontería, Pepa
me i n t e r r u m p í a , diciéndome:—"¡Habla
Esa jóven me decia que se llamaba m á s bajo!,,, y yo era tan necio que ca-
Pepa y que su padre era m a r q u é s . Y o llaba.
creia ser ya un hombre, porque estaba
en pais conquistado. Los soldados apuraban copas y juga-
ban al dominó en las grandes cuadras
E n su redecilla de seda, Pepa escon- del palacio Masserano.
dia los doblones, cuyo oro brillaba me-
nos que sus cabellos blondos.
X.
E n ella, la chaquetilla de moiré, el Niños, pájaros y flores.
traje de toreador, el terciopelo azul, el
encaje negro tenian mucho brillo y mu-
cho atractivo. I.

Era casi una mujer Pepita, á la que P l á c e m e ver u n grupo de niños riendo
dedicaba yo m i amor; Pepita, la hermo- y charlando; he notado que casi todos
sa española que se habia apoderado de son blondos, como si el sol Levante les
m i alma. hubiera dorado la cabellera. Cuando
Rolando era n i ñ o , después de aprender
la esgrima, jugaba en el campo con sus
Temblaba yo en su gabinete como un compañeros Raymond y Juan de Pau.
nido de paj arillos que ve cerca el halcón; U n dia en que alegres estaban jugando
TOMO V. 76
602 OBRAS D E VÍCTOR H U G O .

los tres, pasó por allí u n monjo, que era tempestuoso se serena y refleja su clari-
el abad de aquella comarca, y les pre- dad en los niños que están jugando. Lle-
guntó:—^'Niños, ¿qué os complacería gan los hermosos dias de la primavera;
m á s destrozar?,,—^Un buey,,, respondió :odo reverdece, el bosque está brillante; el
Juan de Pau.—"Un libro,,, contestó icrizonte cambia como una decoración
Raymond. — Rolando replicó: — " U n a de ópera; dad el nombre que os plazca á
bandera,,. Floreal, al delicioso mes de Mayo, que es
el mes del himeneo augusto del nido y
II. del azur, de l a brizna de yerba y del
cielo; es la época en la que todo se cree
Soy el huésped fiel de los bosques, el eterno; época de deslumbramiento, de es-
jardinero de los plantíos. Cuando llega peranza y de embriaguez. L a planta me
el otoño, la golondrina me dice en voz parece una mujer y mis versos la acari-
baja:—"Mudemos de domicilio,,. cian; es, gracias á las frescas e s p a d a ñ a s
y á las puras campanillas, la venganza
que los poetas tomamos del feo y horrible
Después de Frimaire (1), después de Enero; es la revancha que A b r i l toma
Nivoso, voy á ver si los vastagos tiernos contra el invierno. ¡Cielo azul, c a l i é n t a -
me necesitan, y voy á ver si falta algo nos, resplandece! E l alba pasa sembran-
en el bosque. do rosas por todas partes; por todas par-
tes hay luz y sombra; todo es misterioso
y todo es radiante. ¿Qué busca el alción
Digo á las zarzas: Creced, vírgenes! en las tempestades? E l amor: gozando
Digo al aroma: Embalsama! Digo á las de las mismas caricias el antro y el nido,
flores que bordan los vergeles: ¡Haced no sé por q u é el hombre se a v e r g ü e n z a
con cuidado vuestro dobladillo! de lo que complace á los leones, del
amor, del himeneo sagrado, de la natu-
raleza. Todo calabozo conduce á la mis-
V i g i l o , entreabriendo l a puerta, a l ma salida, á la existencia, y toda cadena
viento que sopla desde las alturas, por empieza por ser de hierro y acaba por
que e n g a ñ a r n o s acerca de lo que nos ser de flores. Por eso al principio nos
trae es la costumbre de ese mentiroso. inflaman el ódio, la guerra, los tormen-
tos, las calamidades y después la mujer;
Voy a l campo desde que empieza el porque la noche tiene por objeto traernos
dia, para ver si no han sido inútiles las el dia. Dios hizo el firmamento para
urgentes medidas que toma A b r i l con crear el amor. Siempre, como el poeta
tra Enero. ama, como el sábio se sacrifica por la
verdad, he dejado que el supremo atrac-
tivo de la belleza me venciese y que haga
Todo concluye, pero todo vuelve a de m í lo que le plazca. No he ocultado
empezar, y me intereso en el procedí j a m á s ante ninguna mujer mis transpor-
miento por el que todo se rejuvenece tes, como no los he ocultado ante la es-
y que en vano quiere eludir la sombra. trella que brilla, ante las nubes n i ante
el blanco cisne que se destaca en el agua.
Siempre en los aires los pájaros entonan
Disfruto viendo las malezas, la hiedra el mismo canto, y este canto constituye
el liquen y todos esos peinados que su vida. Si eres poderoso, te compadez-
sol inventa para adornar las ruinas. co; si eres amado, te envidio.

Cuando el floreciente Mayo coloca pe-


IV.
nachos sobre los tristes torreones, les
digo á esos viejos descontentadizos:— El que agua la fiesta.
"Dejad obrar á la primavera!,,
Las hermosas doncellas huyen y no
m. saben dónde esconderse. L a morena y la
En el jardin. rubia, la alta y la bajita, bailaban cerca
del campanario.
Juana y Jorge están allí. E l cielo
(1) F i r m a i r e : tercer mes del calendario republicano de
Francia, que empieza el 21 de Noviembre y termina el 20 de Di- U n a de ellas cantaba llevando el com-
ciembre.—(N. delT.) pás del baile, y los jóvenes y robustos
EL A R T E DÉ S E R ABUELO. 603
solteros a c u d í a n al oir la a l g a r a b í a del claridad sobre los que pasan por la orilla
baile, poniéndose ñores en los som- del rio.
breros.
E l señor cura pasa y cierra su brevia-
A l regresar de la fuente bailaban al- rio; hay ya poca luz para leer; la escasa
rededor del campanario. Y o amo á Pe- claridad del dia que resta aconseja el
tra, decia la encina; yo amo á leabel, de- rezo al que carece de amor. A m a r y
cía la roca. rezar forman el alba y la tarde del
alma.
Pero el campanero, desde el hueco de
las campanas, con voz ronca las gritó:— E n el fondo son la misma cosa; amar
"Lejos de aquí, feas!,, Y al oir esa voz á la mujer es rezar á Dios; para ella
siniestra se desparramaron todas las j ó - nos arrodillamos t a m b i é n . Cuando lle-
venes. gues á ser hombre leerás esto que escribo
ahora; mientras, me escuchas asombrado
cuando te hablo.
Se acabó la danza; huyeron los ojos
negros y los ojos azules, como huye cuan-
do empieza á llover una bandada de Te hablo, Jorge, como si hablase á
asustadizos pájaros. Carlos. Cuando muere el ala rosada,
le toca el turno al ala azul. L a ple-
garia tiene la misma audacia que el
"Qué le ha dado á ese hombre?,,, excla- amor, y el amor sobresalta como la ple-
man las jóvenes.—Cesó el canto, porque garia.
el campanero hizo huir lejos de allí á las
doncellas y á las canciones.
Todavía hay alguna luz en los claros
del bosque. E l Angelus se oye á lo lejos,
en el brumoso horizonte. ¡Oh cielo su-
"Qué le ha dado á ese hombre?,,—-"Lo blime! Edificio sombrío ó infinito! ¡Mura-
ignoro,,, respondió el alegre gorrión, dis- lla oscura y relumbrante!
gustado porque hizo huir á las donce-
llas. Pero u n myosotis dijo á las j ó -
venes: Es imposible penetrar en la región
tenante; ante ella el jóven se queda pen-
sativo y el viejo turbado; ante lo des*
"Os voy á explicar por q u é obra así. conocido, que i l u m i n a n las estrellas, el
Carecéis de atractivos para él, porque si dia que muere se parece al alba que
las mariposas aman á las rosas, los buhos nace.
las aborrecen.,,

V. L a oración es l a puerta y el amor es l a


llave.
Ora, ama.

VL
A lo largo de los vergeles corre la per-
diz con piés veloces. Sé libre!

Cuando pasó el rudo invierno, quedó


Como para arrastrarla en sus celestes un solo pájaro en l a pajarera donde an-
columpios, las nubes han puesto á la tes se oian cantar muchísimos. Entonces
luna en medio de ellas. Jorge, si quieres estaba v a c í a . U n a tierna paro habia
iremos los dos á j u g a r á la sombra que quedado allí sola, y no carecer de gra-
proyectan las ramas de aquel sauce nos, de bizcocho n i de agua, ver entrar
viejo. algunas veces en su jaula alguna mosca,
constituían toda su felicidad; pero esta
felicidad no la satisfacía. E l triste pá-
L a noche v á llegando; algunos se ba jaro dormía solo, y en cuanto a m a n e c í a ,
ñ a n , y con la hoz á la espalda el segador con el pico se limpiaba la pluma. L l e g ó
vuelve á su domicilio, enjugándose el á convertirse en salvaje. Habia momen-
sudor* E l crepúsculo solo lanza ya vaga tos en que parecía que se habia impues-
604 OBRAS D E VICTOR HUGO.

to l a tarea de saltar de una c a ñ a á todo vibraba, todo estaba palpitante, ex-


otra sin descanso; su vuelo parecía loco; clamé, abriendo la mano:—'"Sé libre!;,
cantaba y luego de repente enmudecía
y se quedaba inmóvil y melancólico, sin
menearse siquiera. A l ver cómo se hin- E l pájaro h u y ó , posándose en las flo-
chaba, al ver que plegaba y escondía la tantes ramas y e n t r e g á n d o s e á la i n -
cabeza debajo del ala al medio día, se mensidad espléndida de la primavera; y
comprendía su aflicción, se comprendía yo le v i desaparecer á lo lejos, en l a
su fastidio y que echaba de menos el vasta atmósfera, por entre los innume-
canto alegre de sus compañeros perdi- rables árboles, volando hácia el vago
dos. Esta m a ñ a n a abrí la puerta de la llamamiento de los amores y de los n i -
pajarera y entré. dos, cerniéndose hácia otras alas blan-
cas, no sabiendo q u é palacio elegir,
corriendo desde las ramas á las flores,
Una- floresta y una g r u t a se encerra- desde las flores á las olas, deseando
ban en esa cárcel, en la que saltaba el locamente volver á entrar en el paraíso.
agua de una fuente; cárcel que se cubría
en el invierno con una gran cortina.
XI.
E l pobre pájaro, al verme entrar, voló Juana apedreada.
á lo m á s alto de la pajarera, después á
lo m á s bajo, como buscando dónde es (Bruselas.—Noehe del 27 de Mayo.)
conderse con ansiedad inexpresable; el
sobresalto que siente el débil está lleno
de impotente furor, y el pobre volaba á Estaba observándolo y v i , asomado á
m i alrededor espantado. Para poder co- la ventana, que el que h a b í a arrojado la
gerle me subí sobre una roca inmediata piedra era j ó ven, casi u n n i ñ o , y ya era
á la fuente, y entonces, aterrado, venci- asesino. ' -
do, lanzando gritos, fué á caer en un
rincón, y yo le cogí. ¿Contra el mónstruo
q u é puede el átomo? ¿ P a r a q u é resistir ¡Jóven. Dios te protegió, porque po-
cuando se vé cautivo, frágil y desarma- días haber muerto á m í pobre n i ñ a !
do? Estaba inerte entre mis dedos, con
los ojos cerrados, con el pico abierto,
¡Con q u é facilidad desaparecen los
dejando colgar su débil cuello, con las
sentimientos humanos en los corazones
alas muertas, mudo, inmóvil, y yo sen-
que el sacerdote fanatiza, y con q u é fa-
t í a cómo le temblaba el corazón.
cilidad u n imbécil llega á ser feroz!
Loyola sabe convertir á Jocrisse en
Schinderhannes, porque el asno puede
A b r i l es un hermano de la aurora que llegar á ser tigre. Pero Dios no permi-
se le parece mucho; es deslumbrador, así tió, desgraciado jóven, que cometieras
como ella es suave; tiene el aspecto del un asesinato católico y romano, y erras-
que se ríe y se despierta. Estamos en el te el golpe. ¡Huye, espectro, y conviér-
mes de A b r i l , y mis céspedes, m i j a r d í n
tete en sombra! ¡Huye, que yo pienso en
y los jardines inmediatos, el horizonte y
t u madre!
todo, desde el cielo hasta l a tierra, se
llena de esa alegría que en la flor em
balsama y que en el astro llamea; las E l cielo me inspira la clemencia; mu-
aliagas están de fiesta y doran los bar- jer, madre, quienquiera que t ú seas,
rancos, en los que las abejas susurran; quienquiera que sea t u hijo, ¡yo te ben-
el acre invierno se disuelve, la naturale digo! No eres responsable y no debes ser
za parece contenta y rejuvenecida y castigada; yo le perdono en nombre de
lanza perfumes, cantos y rayos. este inocente á n g e l . Ese jóven fué en
otro tiempo el sér que te trajo al mundo
el paraíso, y cuando nació, vibraste de
Salí de la pajarera llevando siempre a l e g r í a y de cariño. Dormiría sobre t u
el pajarillo en la mano; me acerqué á seno, como Juana duerme en mis bra-
una espesura del bosque, que c u b r í a la zos; era en t u morada el huésped miste-
hiedra, formando un delicioso retiro, y rioso; era un á n g e l entonces, y no es culpa
al ver que á los rayos ardientes del sol tuya n i suya que sea ahora un bandido.
EL ARTE DE S E R ABUELO. 605
E l sacerdote, á quien confiamos la edu- j ver que esa fresca aurora desea confan-
cacion y la enseñanza, llenó su imagina- dirse con su s o m b r í a noche.
ción de imposturas. E l ciego vació en su
corazón la ceguedad. A l preceptor incle-
mente y al extraviado discípulo les per- No la despertéis! Duerme; está fresca
dono; el mal tiende innumerables lazos, y como una rosa. Juana, entregada á su
yo les compadezco. Pobre madre, t u hijo sueño, sin duda está conversando con
no supo lo que se hacia, porque cuando los ángeles en las celestes esferas. Qui-
Dios germinaba en ól, el sacerdote lo zás de azucena en azucena, de ilusión en
ahogó. Y hoy vedle ya internado en la ilusión, fabrica su miel; quizás trabaja
Selva-Negra del dogma. Ignacio man- en el transcurso del sueño, como las abe-
da y su discípulo está dispuesto á beber jas trabajan en las flores.
lo íalso, lo verdadero, el bien, el mal, el
error y la sangre; todo. L e dicen: ''Hiere,,,
y obedece; "Asesina,,, y consiente. ¿Cómo
queréis que sea con ól severo? L a cumbre XIII.
que perdona al abismo es la del Calva- I^a epopeya del león.
rio. Sombríos verdugos, confiáis en nues-
tros martirios, y nosotros, los dilapidados
y los crucificados, absolviendo á los gui- I.
jarros viles y á los estúpidos clavos, os
perdonamos. Es justo. Madre, t u hijo El paladín.
me apedrea y yo te bendigo; cumplo con
m i deber. Cuando mueras, mujer, ojalá U n león cogió á u n niño con la boca,
puedas verle darse golpes de pecho, ar- y sin hacerle d a ñ o se lo llevó al bos-
rodillado ante t u fosa. Ojalá consigas ver que. Se apoderó de ól como cogemos
extinguirse en él la falsa claridad y que una flor en el mes de Mayo, sin saber
su corazón se encienda en el verdadero por quó; se apoderó de ól, pero sin mor-
fuego; ¡ojalá crea menos en el sacerdote derle, ó por menosprecio ó por perdón
y crea m á s en Dios! generoso, que los leones son sombríos y
nobles. E l niño, que era un príncipe, se
conceptuaba m u y desgraciado en aquel
antro, en el que resonaba la voz bronca
XII. de la fiera; sepultado en ól, temblando,
alimentándose de carne cruda, v i v i a
Juana dormida. casi agonizando de horror. E l niño era
hijo de un rey de aquellas cercanías,
niño que apenas habia cumplido diez
años; el rey solo tenia una n i ñ a que ape-
Juana duerme y deja el pobre á n g e l
nas habia cumplido veinticuatro meses,
desterrado vagar su alma inocente por
y l a desgracia que le sucedía con su hijo
el infinito, sin mirar hácia el mundo, le producia t a l pesadumbre, que le hacia
probando, antes de beber las copas de envejecer prematuramente. Veia que su
hiél de la tierra, á ver si puede conversar heredero estaba en poder del mónstruo,
otra vez con el cielo. Duerme con sagra- y la provincia, que temia m á s al león
da tranquilidad; su apacible respiración, que á su príncipe, estaba aterrada.
sus gestos incomprensibles, su calma,
son exquisitos. Su abuelo, feliz esclavo,
pais conquistado, la contempla. U n héroe, que llegó de paso por aquel
pais, se detuvo allí y preguntó:—"¿Por
qué estáis tan aterrados?,, Entonces le
E l niño es en el mundo el sór m á s i n - refirieron lo que sucedía en el pais, y el
significante y el m á s grandioso; se vó desconocido se dirigió hácia el antro.
brotar en sus labios vaga y pura risa,
que no se sabe de dónde nace. ¡Quó her-
mosa está! L a aspiramos como se aspira U n vasto hueco situado en u n barran-
el perfume del g a m ó n ; tiene á su lado co, al que apenas llegaba la luz del sol,
una m u ñ e c a de asombrados ojos, y á servia de antro al león. E l bosque que al
cada momento la estrecha contra su co barranco rodeaba dejaba caer en la som-
razón. E l alma de la n i ñ a , no deslucida bra de un terreno encharcado espesos
aun, parece derramar la claridad de le- ramajes; era un bosque digno del rey de
jano empíreo, y enternece á los ancianos las selvas; parecido á los bosques de Bre-
606 OBRAS D E VICTOR HUGO,

t a ñ a , tenia por límite u n abrupto mon- sangre tibia correrá humeante,,. E l león,
te, una de esas cimas de piedra en las pensativo, respondió:—"No lo creo,,.
que termina el horizonte; la caverna
estaba tallada en granito; la circunda-
ban grandes y copudas encinas, que pa- Dicho esto avanzó furioso el caballero,
recia que murmuraban:—'"Hespetad al y blandiendo la espada, exclamó:—"¡De-
león!,. :iéndete!„ Entonces se dibujó en la faz
del león espantosa sonrisa. No h a g á i s
nunca sonreír al león. L a lucha cruel se
E l héroe penetró en ese palacio salva- ;rabó ferozmente entre aquellos dos g i -
je: el antro tenia el aspecto de ruina y gantes; el hombre a l a r g ó la espada y la
de homicidio, que sienta bien en l a mo- ;iera las u ñ a s . Se cogieron cuerpo á cuer-
rada de los poderosos; la sombra reinaba po, y lanzando espuma el mónstruo, ma-
lejaba al hombre de un modo formida-
en él y el sobresalto que causaba era
dle: el uno era valiente y el otro era
t a m b i é n propio del alcázar de un rey;
voraz; el león apretaba la carne bajo de
los huesos que habia esparcidos por el
'a coraza y salvajemente, y con sus ar-
suelo indicaban que el habitante del dientes garras, amasando el hierro y el
antro no carecía de nada; u n agujero, acero, hizo saltar la sangre del aplata-
abierto en el techo por a l g ú n rayo, hacia miento de la armadura; después, arran-
penetrar escasa claridad en la caverna, cando de ella los pedazos, quitando el
la claridad que basta á u n conquistador casco y los brazales, descubrió los hue-
que era altivo y orgulloso; pero que se sos y se vió que el caballero no era ya
comprendía que, á pesar de ser altivo, m á s que una especie de barro y de limo
se acostaba en u n lecho de retama y que c u b r í a la coraza, y el león se comió
que bebia sangre como si bebiese agua al héroe. Después dobló la cabeza sobre
pura. E l caballero, armado de pies á una roca y se quedó dormido.
cabeza, penetró allí.
II.
E n seguida vió en aquella guarida uno El ermitaño.
de los mayores animales que la melena
corona; al león, que estaba pensativo: su Entonces llegó un ermitaño. A v a n z ó
mirada era profunda, lo que hace creer hácia el antro, grave, pero temblando,
que esos mónstruos sean los pontífices con la cruz en la mano, llevando la t ú -
de los bosques; sostenido el león por sus nica sujeta por una cuerda, y entró. E l
anchas garras, presentaba aspecto si héroe yacía allí informe y medio dormi-
niestro; era difícil de inmutar: el héroe do, y el león, despertándose, bostezó. E l
a v a n z ó , sin aproximarse mucho; sus pa mónstruo abrió los ojos, oyó cerca de él
sos resonaban en la caverna; llevaba en una respiración, y viendo ante sí un há-
el casco pluma roja. Nada se conmovió bito de lana y un c a p u c h ó n negro, que
en el augusto antro. L a fiera estaba en- ocultaban á un hombre, acabó de boste-
tregada á sus reflexiones. Theseo, al zar enseñando todos los dientes; después
entrar en el abismo, donde se encuentran gravemente, dirigiéndose al recien apa-
I x i o n y Sísifo desnudos, en el que flotan recido, le preguntó:—^"Qué quieres?,,—
las olas del averno, vió poco m á s ó me- ^Quiero á m i rey.,,—"Qué rey?,,^—"A m i
nos una caverna semejante. E l p a l a d í n príncipe.,,'—^" Quién es t u príncipe?,,—"El
que el deber conducía allí, sacó la espa- niño que tienes en t u poder.,,—"¡A ese
da. Entonces el león levantó suavemente niño llamas rey!;, E l e r m i t a ñ o saludó al
la cabeza, en la que se marcaba expre- león. "¿Por q u é te has apoderado de ese
sión terrible. niño?,,1—"Porque me fastidiaba estando
solo, y él me hace c o m p a ñ í a los días que
llueve. „^—"Devuélvemelo,,.—"No; quiero
E l caballero exclamó:—"¡Salud, rey conservarlo.,, — "Para q u é lo quieres?
de las selvas! Tienes oculto un niño en quieres comértelo?,,'—^"Pardiez! ¡si tuvie-
los escondrijos de t u antro, y por m á s ra hambre!...,,—"Piensa que has sumido
que registro con la vista todos los rinco á su padre en inconsolable aflicción.^—•
nes de t u guarida no le veo, y yo vengo "Los hombres me mataron á la leona,
á buscarlo. Seremos buenos amigos si que era m i madre. „^—"Su padre es rey
me lo entregas; sino, yo t a m b i é n soy como tú; como t ú es señor.,,—"No es tan-
león y t ú morirás; el padre estrechará a" to como yo.„—"Si perdiera á ese hijo...,,
hijo en sus brazos, mientras que aquí t u ^-"Le queda la hija.,y—^Una hija vale
E L ARTE DE S E R ABUELO. 607
muy poco para un rey.,,—"La única fami- tes. E l león oia el temible alboroto, por-
lia que yo tengo se reduce á ia áspera que había abierto sus trágicas pupilas,
roca, á salvaje selva, y me contento con sero tenia aun la cabeza recostada sobre
ella;,.—"Ten clemencia con un rey.,,— a roca y solo movia la enorme cola.
"No soy clemente, porque estoy muy tris-
te.,,—"¿Quieres conseguir el paraiso? Te
lo ofrezco en nombre de Dios.,,'—"¡Vete, Alrededor del antro inmenso y mudo
viejo imbécil!,, E l e r m i t a ñ o se fué. voceaba la m u l t i t u d indignada; como un
enjambre susurra alrededor de una ara-
m. ñ a , toda la legión de los cazadores se
extremecia; toda la legión se alineó en
La caza y ia noche. órden de batalla. S a b í a n que el móns-
iruo era de los m á s feroces; que se co-
E l león solitario, entregándose al o l - mía un héroe como u n mono se come
vido en que se sumen los monstruos en una nuez; que era m á s cazurro y m á s
el mundo, se volvió á dormir, dejando altivo que un tigre; que sus miradas
que poco á poco apareciese la noche. L a lacian bajar la vista á las á g u i l a s , y
luna salió en el horizonte y convirtió en por eso le honraban sitiándolo en regla.
un espectro el menhir (1), el estanque en L a tropa á hachazos derribaba las ma-
sudario, el sendero en e n g a ñ o y el oscuro "ezas; los soldados avanzaban estrechán-
paisaje en inexplicable sueño; y nada se dose unos á otros y los arqueros t e n d í a n
movió ya en la gruta, y mientras en la las flechas en la cuerda. Q-uardaban si-
bóveda celeste iban apareciendo las es- lencio con el objeto de que en las hojas
trellas y la yerba abrigaba al topo y á la secas se oyese el ruido de los pasos del
cigarra, la respiración del león, igual y león, si salía, dirigiéndose hácia ellos, y
serena, tranquilizaba á todos los anima- los perros, que conocen c u á n d o es el
les del bosque. momento oportuno de callar, iban de-
lante de los soldados con la boca abierta,
pero sin mover er m á s leve ruido. L a
De repente oyóse l a a l g a r a b í a que luz d é l a s antorchas iluminaba el bosque,
mueven los cuernos de caza y los la- y prolongándose hácia adelante, i l u m i -
dridos, las j a u r í a s y los hombres, que naba el caos de árboles, que hacía tem-
hace parecer que los bosques se embria- blar el soplo del viento; de este modo
guen bruscamente, alboroto que las nin- se dirige una caza hábil. Se vé al través
fas oyen temblando en sus lechos. E l de las ramas de una caverna, especie de
estruendo de espantosa cacería llenó en masa informe situada en el fondo de
toda su extensión lago, m o n t a ñ a , bosque espeso bosque, abierto, pero mudo, como
y prado, turbando su silencio solemne. ignorante de lo que está sucediendo, u n
L a selva se iluminó con una claridad hogar encendido del que sale el humo;
sembrada de gritos tempestuosos. A u l l a - de una villa sitiada se oye t a m b i é n el
ban los perros buscando presas, y som- tocar á rebato de las campanas; pero
bras vagas se veian correr por entre los a q u í no se veía n i una cosa n i otra;
árboles. P a r e c í a que aquel extrépito lo a q u í con vago temor observaban todos,
movia un ejército, y efectivamente lo con el arco y con la pica preparados, la
producían los soldados que enviaba el tranquilidad sombría del antro épico;
rey padre para libertar al príncipe, para los dogos cuchicheaban entre ellos; el
apoderarse del antro y para sacar de él horror que en la oscura sombra se está
la piel sangrienta del león. ¿Quién pro quedo, inquieta m á s que el fragor de l a
voca las rebeliones, la fiera ó el hombre? tempestad. Sin embargo, como fueron á
Dios solo lo sabe; todo lo del mundo es apoderarse de la fiera, avanzaban con los
un número, él es solo la suma. ojos fijos en el bosque, y preocupados
por lo que deseaban conseguir, los ojea-
dores acechaban; levantando la linterna,
Los soldados h a b í a n comido opípara contemplaban la entrada abierta de la
mente, estaban en buen estado, armados caverna; los árboles se extremecian; los
con arcos y con venablos; eran muchísi cazadores caminaban con gran discipli-
mos y los dirigía un bravo capitán. A l na; eran m á s de m i l . . . De repente apare-
gunos acababan de regresar de lejana ció la cabeza formidable.
guerra y todos eran veteranos y vallen

(1) Menhir: bloque de piedra céltico de considerable al-


tura, que se eleva en forma de columna.—(N. del T.) Apareció el león. E n seguida creyeron
OBRAS D E VICTOR HUGO.

los cazadores que los bosques eran m á s modo v i l ! Hasta ahora no he hecho nin-
grandiosos y temblaron hasta los m á s g ú n mal á t u hijo; pero te anuncio que
valientes; pero este temblor duró poco: entraré en t u ciudad m a ñ a n a en cuanto
los bravos arqueros tiraron y las flechas amanezca, que llevaré á ella t u niño vivo
se dirigieron hácia el león. Le acribilló aun, que invito á que me vean entrar á
un torbellino de dardos. E l león sacudió :odos tus vasallos y que me comeré á t u
el pelo, y gravemente sacudió t a m b i é n hijo en t u propio palacio.;;
la mayor parte de las flechas, que ca-
yeron al suelo; pero otras se hundieron
en las carnes y la sangre rayó sus espal- P a s ó la noche, dejando correr los arro-
das; esto no obstante, casi impasible, yuelos por entre las yerbas y vagar las
miró fijamente á l o s soldados, y aquellos nubes por el firmamento.
hombres, turbados, a l verse en semejan
te lugar, dudaron si la fiera era un
A l dia siguiente, en cuanto rayó el
m ó n s t r u o ó era un dios. E l feroz león,
alba, entró en la ciudad el mónstruo; los
en medio de aquel silencio, lanzó al tra-
habitantes, huyendo, pedían socorro, y el
vés de los grandes bosques y de los pan-
león caminaba por las calles.
tanos dormidos uno de esos rugidos
monstruosos, que consiguen semi-des-
pertar a l trueno y que exclame en las IV.
alturas:—"Quién truena allá abajo?,, La aurora.

Asustado el pueblo, estaba disperso y


Entonces todo terminó: l a fuga arras- escondido; para q u é h a b í a de resistir? N i
tró á los combatientes, como el viento un solo hombre defendía las murallas;
arrastra las brumas; disolvió todo el las puertas de l a ciudad estaban abiertas
ejército, que se dispersó al oir el horrible de par en par. Esos mónstruos semi-dí-
rugido. Los jefes y los soldados, creyen vinos causan t a l espanto, su antro es tan
do estar en sitios sobrehumanos, en los temible palacio, que es poco prudente,
que estalla la cólera enorme de la natu que es casi impío, cuando les place salir
raleza, desaparecieron temblando de es- de él, oponerse á su paso. H á c i a el alcá-
panto. E l mónstruo exclamó:—'"¡Montes zar, que sustentaba una c ú p u l a de oro
y selvas, sabed que un león libre vale macizo, el león, pensativo, se dirigía
m á s que m i l hombres esclavos!,. lentamente, t o d a v í a erizado de flechas;
la corteza de la encina sufre los golpes
Las fieras poseen el rugido, como los del hacha, pero el árbol no muere; sin
volcanes tienen la lava, y esta erupción encontrar u n solo arquero continuaba
que llega hasta el firmamento, basta or grave el león su camino, y temblando el
binariamente para apaciguarlos; los leo pueblo le dejaba pasar. L a fiera llevaba
nes quizás son m á s serenos que los dio dentro de la boca a l niño desmayado.
ses: en otros tiempos, cuando dominaba á
la tierra el Olimpo, los H é r c u l e s decian
—"Debíamos extrangular de una vez E l tierno cautivo, lívido entre aquellos
para siempre á los leones,,, y los leones garfios fúnebres, colgaba de las dos par-
contestaban:—"¡Perdonemos á los H é r tes de la boca de la fiera, pero no habia
cules!,, sufrido aun n i una dentellada; la presa
que sujetaba el león era como una mor-
daza en su boca, que le impedía rugir, lo
Sin embargo, este león se quedó som que le molestaba, y su calma era feroz;
brío y contrariado; era tardo y difícil de su silencio aumentaba la llama que lan-
calmar, porque su cólera era feroz. Que zaban sus ojos; n i una sola flecha le
ria dormir en cuanto se ponia el sol; le apuntaba; sin duda t e m í a n los soldados
disgustaba tener que luchar con perros que a l g ú n dardo m a l dirigido, en vez de
acababa de ser víctima de una celada; matar al león, matase al niño.
presenció que venían á insultar al bos
que, y ascendiendo á la m o n t a ñ a , se
e n c u m b r ó en la cima, tomó la palabra Como prometió en la cumbre de la
y como el sembrador que lanza la si m o n t a ñ a , despreciando á todos los habi-
miente lejos, prolongó el sonido de sus tantes de la ciudad, se fué recto al pala-
palabras, para que el rey le oyera desde cio, cansado de ver que todos temblaban
su ciudad:—"¡Rey, me has atacado de un y esperando encontrar allí alguno con
EL ARTE DE S E R ABUELO. 609
quien hablar. Vió abiertas las puertas y
entró, pero no encontró á nadie.
XIV.
Llorando por su hijo, el rey habia
t a m b i é n huido, escondiéndose como to- Seres desaparecidos.
dos, deseando vivir y creyendo que era
necesaria su vida para hacer feliz al
pueblo. E l animal feroz es u n ser since' Las almas que estás llamando siem-
ro y le repugna que le tengan miedo, y 3re, corazón mió, no vuelven. ¿Por q u é
el león se avergonzó de verse t a n noble se obstinan en permanecer a l l á arriba?
y de ver a l hombre tan indigno, y ex-
clamó:— "Pues bien; ya que el padre es
E n las esferas brillantes, de las que
tan cobarde, me comeré á su hijo,,. D i -
ciendo esto, después del patio entró en 3roviene la luz, ¿están acaso m á s con-
el corredor, pasó á las c á m a r a s , llegó al centos que con nosotros, que las adora-
trono y le encontró vacío; todas las ha- mos?
bitaciones estaban desiertas, y buscó de
sala en sala un sitio cómodo para co- T e n í a m o s rodeada de parras y de ár-
mer; tenia hambre. Pero de repente se boles una casita cerca de Saint-Leu; ¡qué
paró. olorosas eran allí las flores! ¡qué azul
era allí el firmamento!
E n una alcoba, que tenia vistas á u n
florido parque, u n pobre sér, que olvida- Caminando sobre hojas caidas nos
ron en su fuga, se despertaba, i n u n d á n - dirigimos á la espesura del bosque, y á
" dolé la luz del sol que penetraba por la la luz del sol buscábamos escarabajos en
ventana. Era una n i ñ a , la hija del rey, los derruidos paredones.
que, sola y desnuda, estaba cantando; que
el niño canta cuando todo guarda si-
lencio. Reíamos con esa franca risa que no
se ha oido nunca en n i n g ú n edén, y te-
níamos que decirnos siempre lo que ya
Una voz inefable, m á s tierna que el nos h a b í a m o s dicho muchas veces.
sonido de una lira; una boca p e q u e ñ a
rosada y sonriente, u n á n g e l sobre un
m o n t ó n de juguetes, una cuna, pesebre Refería yo allí cuentos de viejas: ¡Dios
para un J e s ú s ó nido para un pájaro; dos sabe q u é dichosos éramos! L a n z á b a m o s
ojos azules, que vertían pura claridad; gritos de alegría cuando veíamos pasar
u n astro en el azur, u n rayo de luz en el un pájaro.
A b r i l ; todo eso era esa hermosa niña: el
león acababa de verla. E n t r ó en la alco-
ba y el piso tembló. XY.
Por encima de los juguetes, que llena- Lans pnero.
ban una mesa, el león levantó la cabeza,
y la majestad de m ó n s t r u o y de empe
rador aumentaba en él el horror de verle 1.
llevar la presa en la boca. L a n i ñ a , al Los ninfos mimados.
conocer al niño, gritó:—'"¡Es m i herma-
no! ¡Es m i h e r m a n o ! „ , é incorporándose Cuando me ven tan débil con los n i -
en la cuna, contempló al gigante de los ños, los hombres graves fruncen el en-
bosques, cuya mirada hacia retroceder á trecejo. Soy u n abuelo que traspasa los
los Thiphones y á los Briareos. L a n i ñ a límites de lo creíble; infinito en m i pa-
a m e n a z ó al m ó n s t r u o con su p e q u e ñ a ternidad, solo soy u n buen viejo que
mano, y entonces cerca de la cuna el tercamente se sonríe. ¡Pobres p e q u e ñ u e -
león dejó al niño al lado de la niña, los! Soy el antepasado de mis infantiles
como hubiera hecho una madre, y la sucesores, y algunas veces dirijo miradas
dijo:—"Aquí lo tienes! ¡No te incomo rencorosas á la luna, porque quisiera
des!,, poderla coger para ellos, y hasta para
mi; en una palabra, soy poco razonable
TOMO V . 77
010 OBRAS DE VICTOU HUGO.

y esto es terrible. Grobierno mal, porque


no quiero que m i pueblo me tema, y m i II.
pueblo lo constituyen Juana y Jorge;
El Syllabus.
soy u n abuelo sin freno, que siento el
frenesí de ser bueno, que les dejo faltar
á todas las leyes y que cometan todos A l comer con ese aspecto azorado las
los atentados que quieran; l a populari- naranjas, me parece que ahora tembláis
dad nociva me seduce, pero debe perdo- ante mí, me parece que me teméis; ¿por
narse al viejo que esté enamorado de la ué? Y a sabéis que siempre soy bonda-
gracia y de l a sonrisa de la inocencia. doso y que el abuelo debe ser tierno,
Respecto á los niños, que no han come- como el cielo debe ser azul.
tido aun n i n g ú n delito, el abuelo puede
ser anárquico, hasta el punto de señalar- No t e n g á i s miedo. Verdad es que estoy
les con el dedo la alacena que encierra incomodado y que g r u ñ o , pero no es
los tarros de dulce. Pues esto he hecho contra vosotros. Hijos mios, en este mun-
yo algunas veces; he permitido que se do v i l el sacerdote ódia y e n g a ñ a , y oigo
violasen los vasos sagrados, y esto es que llega hasta estos solitarios asilos
criminal. Me subo encima de la silla si donde nos refugiamos el estruendo de
veo en a l g ú n rincón un plato de fresas actos imbéciles que se ejecutan en estos
reservado para los postres de toda la momentos.
familia, y les digo:—'"Niños, este plato
es para vosotros si salís de casa y bus
cais á los pequeñuelos pobres que están Pretenden sumirnos en la ignorancia,
debajo de la ventana y que tienen y yo quiero sustraerme de ella. L a lla-
hambre. Haced que suban y partid con nura resplandece; ven, Juana, con t u her-
ellos las fresas,,. mano Jorge; los primeros rayos del sol
brillan en el lago, y lo que asciende de
toda la naturaleza hacia Dios es la luz,
Pues bien; voy á quitarme la m á s c a r a y lo que baja de ellos es la oscuridad.
y á decir que tengo por preocupaciones
y por errores estúpidos las m á x i m a s que
tratan de prohibir las cimas á las á g u i Adoro vuestra pequeñez, niños, y de-
las, amar á los blancos senos y la ale testo la suya; ódio su balbuceamiento y
g r í a á los niños; las encuentro inoportu adoro el vuestro, y cuando me habláis,
ñ a s y ridiculas. Me hace reir el hombre me inclino hácia vosotros para oir lo que
cuando se inflama en cólera para impe os dicta el alma pura, y creo entrever en
dir que el niño coja una manzana, cuan ella un vago boquete de los estrellados
do nos permitimos que los reyes j u r e n en cielos,
falso: ciudadano, defiende menos tus
manzanas y defiende mejor tus derechos
Cuando el oprobio es la marea alta de Porque erais ayer los interlocutores de
mar; cuando veo que la clase media vota los astros y de los ángeles, porque en
un sí vergonzoso; cuando Scapin es obis vosotros todo es puro; y traéis hasta m í ,
po y Basilio es banquero; cuando así que vivo envuelto en espesa nube, no sé
como se menea un peón en u n tablero qué rayo de l a desconocida aurora; vos-
de ajedrez, un aventurero pone u n crí otros venís y yo me voy.
men en l a Francia y se lo juega i m
pasible y sombrío, arriesgándose á ser
presidiario si pierde y emperador si gana; L o que vosotros decís os lo inspira el
cuando se le deja hacer lo que quiera; austero firmamento; algo superior al
cuando se vé sin disgusto que reina la hombre y al mundo brilla en vuestros
traición embrutecida en la orgía, enton inocentes ojos, y vuestro acento, en el
ees me refugio yo en las cunas, me voy que nada insulta, en el que nada vitupe-
con los niños y prefiero ese enjambre de ra, en el que nada muerde, se confunde
inocentes, que hacen todo lo que les con el vasto epitalamio de los misterio-
ocurre, á la muchedumbre, que acepta e' sos bosques.
crimen y lo glorifica, á todo el bajo i m
perio infame de Paris; prefiero los niños
mimados á los padres corrompidos. Vuestro balbuceamiento me place, y
lo prefiero á todo, porque en él siento el
ideal; parece que yo no haga nada en los
silvestres bosques, y sin embargo. Dios
E L ARTE DE S E R ABUELO, 6il
sabe que todo el día escucho cómo cae el
agua gota á gota desde lo alto de las ro- IV.
cas hasta el fondo de los antros.
A propósito de la ley llamada de libertad de enseñanza.

L o que se llama muerte y lo que se Sacerdotes, os habéis conjurado para


llama vida hablan el mismo lenguaje á salvarnos con la ayuda de las tinieblas,
las almas despiertas; en l a tierra nos que son el verdadero remedio contra la
ahogamos, pero entregarse á l a imagina- luz del dia; queréis que el hombre sea
ción es cernerse en las apoteósis, es com- libre arrastrando una cadena; habéis des-
prender; y los nidos y las tumbas nos cubierto que el ódio es una v i r t u d y el
dicen lo mismo. amor u n crimen.

Los sacerdotes van gritando:—"¡Ana- Vosotros sois lo innumerable que ata-


tema! Anatema!,,, pero la naturaleza dice ca á lo sublime; el colosal espíritu h u -
en todas partes:—"Amor! Amor!,, Ve- mano tiene por cabeza l a cima de las
nid, niños; la luz del cielo brilla en to- supremas verdades, y esa cabeza, que fa-
das partes, y el infinito tiene tanto azur talmente se yergue en la sombra, atrae
como el alma tiene amor. hacia su claridad el hormigueo sombrío
de los dogmas irritados.

Es verdad que he g r u ñ i d o contra esos


ciegos pigmeos, pero no me temáis; las E n vano el poderoso león ruge, g r u ñ e
flores vierten sus aromas, los bosques se y extermina; el insecto v i l se encarniza
llenan de ramas verdes; venid conmigo contra él, que siempre las sabandijas ha-
á gozar de la fiesta de la primavera; al- cen todo el d a ñ o que pueden; desprecia-
gunas veces he asustado á los hombres mos el inmundo enjambre que zumba; os
pequeños, pero nunca á los pequeños dejamos hacer ruido y que insurreccio-
niños. néis al L i l l i p u t contra Babilonia.

III. Así como no puede el asalto de las cu-


carachas y el esfuerzo de los aradores
Versos que envolvieron una moneda en una cuestación
que hizo Juana. hacer caer á Tebas con sus cien puertas,
n i á Nínive con sus cien torres; así como
¿Quién desea estar alegre, amigos no puede hacer desaparecer el P i n d ó , n i
mios? T ú , yo y todos. Pues bien; demos el Olimpo, n i el H i m a l a y a una bandada
todos limosna á los pobres; démosela de de buitres.
noche para que no nos vean.
No conseguiréis tampoco demoler con
E l pobre que llora por los caminos, el batimiento de vuestras alas las fuertes
que yace en miserable lecho, temblando, cindadelas de Voltaire y de Diderot, n i
hambriento ó incurable, es el ensayador á P l a t ó n que a m ó Horacio, n i al viejo
del corazón humano. Dante abierto en el fondo del cielo, que
él dora sobre el pasado oscuro, como
puerta luminosa en sombría eminencia.
E l que le rechaza siente como un re-
mordimiento; el que le asiste se queda
satisfecho; el pobre puede hacer que para Esa roca, ese granito, ese monte, esa
nosotros descienda la alegría desde las pirámide que está de pié desafiando al
alturas del paraíso. h u r a c á n sobre la arena n ú m i d a , que con
frecuencia visitan los espíritus, ¿se aper-
cibe acaso de que es áspero geroglífico,
Estáis triste? Pues dad, rico, que en
que la fenta insulta ó que raya la garra
cámbio de la limosna. Dios os llenará de del murciélago?
alegría el corazón: Dios te ofrece una es-
trella del cielo en la mano que tiende el
que mendiga. No; el porvenir no puede morir de
vuestras mordeduras. Las flechas de la
m a ñ a n a son divinas y certeras: nosotros
venceremos: errores, la verdad os mata;
61S OBRAS D E VICTOR HüOO.

noche, el dia te apunta, y no tememos tar, pienso, y me digo á m í mismo que


que la aurora agote j a m á s su carcaj de no prestan atención, embebidos en sus
rayos. infantiles camorras, a l rumor sombrío
que mueven al volverse las p á g i n a s del
misterioso libro de la suerte, y que están
Seréis menospreciados al llegar á la ejos del sacerdote y cerca de Jesucristo.
bóveda eterna. E l ideal no t e n d r á me-
nos luz en sus pupilas porque vosotros
viváis. L a realidad se rie y perdona las VII.
imposturas. E n cuanto á m í , viviré Casada y madre.
siempre satisfecho
Llegar á ver una hija de Juana es m i
Mientras que Juana sea m i guia en el sueño de oro. Existe en la santa sombra
mundo; mientras que Dios permita que un cielo virginal en el que brilla, para
yo consiga misteriosamente, al recorrer no sé q u é ojos, no sé q u é sol; las almas
m i áspero camino, las dos felicidades que que han de venir al mundo están allí;
encierran todo el ideal posible: que brille "as mece el azur diáfano, y esperando la
en m i alma u n astro y que estreche m i vida, Dios las custodia; que para el alma
tranquila mano una mano infantil. sujeta á los destinos desconocidos de la
existencia hay dos horizontes de espera,
uno que está antes y otro que está des-
V.
pués del paso de la vida: la cuna oculta
Los niños pobres. uno de ellos y la tumba oculta el otro.
I m a g i n ó m e esa i n c ó g n i t a esfera, en l a
Tened mucho cuidado de ese pequeño que, como confusa y alegre bandada, vue-
sér, que es tan grandioso que encierra á lan m u l t i t u d de almas, abriendo vaga-
Dios. Los niños eran antes de nacer luces mente los ojos; después contemplo á
en la celeste esfera. Juana, y me imagino t a m b i é n ver sus
pequeñuelos jugando debajo de m i ven-
tana, toda la alegría de esa edad que no
L a liberalidad de Dios nos los ofrece, conoce el dolor, todos esos amores em-
y como presente suyo vienen al mundo; pollados aun, todos esos esposos en flor,
en su sonrisa pone la inocencia y en sus y me quedo meditando; y Juana entra y
besos el perdón. sale, corre, llama y juega, salta y char-
la, llenando de júbilo la casa; y transporto
m i pensamiento y le lanzo á veinte
Su tierna claridad nos rejuvenece;
años m á s adelante, y me imagino lo que
tienen derecho á la felicidad. Si padecen
entonces ha de suceder.
hambre, el paraíso llora; si tienen frió,
el cielo tiembla.
L l e g a r á un dia cualquiera en el que
L a miseria de la inocencia es una una fresca y deslumbradora m a ñ a n a se
acusación para el hombre vicioso. E l u n i r á con lazo indisoluble á esa pálida
hombre tiene el ángel en su poder, pero aurora; y a l g ú n alma, que en estos mo-
muchas veces desprecia sus alas. mentos vaga errante, se aprovechará
para nacer en el mundo del beso que
esas dos auroras se den l a una á l a otra.
VI.
Tierno pájaro del bosque que cantas en el
A los campos. nido, voz que se pierde entre los árboles
palpitantes, entonando l a canción sono-
Enternecido, medito contemplando los ra de la primavera, curruca ó tórtola,
bosques y las aguas; paróceme que t á m ¡amad y celebrad el casto himeneo de la
bien soy abuelo de las flores y de los p á naturaleza! Juana encontrará entonces
jaros; siento la piedad sagrada y profun con quien compartir la vida, el ser en
da de las cosas; impido que los niños quien nuestra suerte se acrece y se inter-
m a l t r á t e n l a s flores, y les digo:—^"No ator rumpe; será la madre jóven y pensativa,
mentéis á las plantas n i á los animales el alma tierna y severa, y le tocará el
reid sin asustarlos; j u g a d sin hacerles turno de velar con inquieto cariño á
daño,,. Juana y Jorge brillan en medio otros seres en su frágil cuna. Juana se
de las abiertas flores, y yo vago por todo c o n t e m p l a r á en su hija, evitará que llore
ese paraíso sin perturbarle; los oigo can y que dé gritos, la j u n t a r á las manos y
EL A R T E D E S E R ABUELO 613
la enseñará á rezar, sintiendo confundir- para los padres. Este es m i modo de
se su vida en la vida del sér querido. amar á los hombres: quiero que piensen
Cuando el pequeñuelo empiece á andar, en la pátria, arrastrada por los cabellos
irá con él para que juegue en el j a r d i n y por los piés alrededor del campamento
de las Tullerías, donde se j u n t a r á con de los vándalos; cuando en Roma y en
otros niños, que irán con otras madres, 3 e r l i n la fiera feudal renace y abre sus
que, como Juana, se c o n c e p t u a r á n d i -
dos fauces, me indigno. Me agita el su-
chosas, viendo cómo se divierten sus rimiento supremo de ver la d i m i n u c i ó n
tiernos retoños. Entonces quizás yo no trágica de la Francia, y entonces el alba
viviré. aparece á m i vista como un reproche,
todo se eclipsa ante mí, y envidio á los
VIII. que mueren. Silenciosamente recuerdo
o que han hecho nuestros abuelos; pien-
Qué queréis que os diga? Gimo bajo el so en el Océano cuando sitia los acanti-
poder de los niños y he concluido por no ados, en las vastas ruinas que siguen á
amar m á s que á la inocencia. Adoro á as Marsellesas; recuerdo la feroz bravu-
Astyanax y riño á Héctor. M i cielo es ra con que retorcían á la Europa con
diáfano, pero truena á cada momento. sus puños de hierro los soldados del Nilo
L a bondad y el furor son m i flujo y m i y del Rhin, esos vengadores, á los que
reflujo, y no me contengo, n i cuando quisiera que se imitase. Os repito que
sonrío n i cuando g r u ñ o . M i corazón no soy un abuelo que no conozco la mode-
reconoce fronteras, y no encuentro nin- ración n i los límites; que después del
g ú n sitio en el que terminen para m í el ángel, deseo ver el a r c á n g e l en el firma-
amor á los pequeños, el derecho de los mento; abuelo indulgente, pero antepa-
débiles, n i el apoyo que se debe prestar á sado inclemente, t a n cariñoso por una
los desvalidos; si esto es un m a l , es en m í 3arte como severo por la otra; amo la
un mal incurable. Desconozco la mode sublimidad de la gloria y quiero que
ración cuando se trata de l a verdad; soy nos revolquemos en ella, cuando la glo-
viejo; vosotros pasáis, y yo, triste ó con- ria es santa y salva á la p á t r i a . No quie-
tento, me quedo, sintiendo l a paternidad ro que llegue u n dia en que sean nuestras
del siglo sobre el instante efímero. Cual- ciudades como Herculano y Pompeya:
quier acto, por extremo que sea, como no sé por q u é las almas han de ser viles,
corresponda á m i misión de antepasado, no sé por q u é no hemos de tener la auda-
ya sea vituperar á los unos, ya sea so cia, el esfuerzo y la esperanza que para
correr á los otros, le llevo á cabo sin afrontar la muerte tuvieron los hombres
vacilar. U n dia me tocó ser de los vence- de Jena, de U l m y de las Pirámides: ¿es
dores, y esto me tenia inquieto, porque posible que los hombres bravos hayan
comprendí hasta q u é punto es implaca- engendrado seres tímidos? No, vosotros
ble el vencedor; entonces t o m é l a fuga. tenéis su sangre en las venas; nuestros
Una playa arenisca y un m o n t ó n de abuelos fueron héroes que el antiguo ó
rocas me acogieron. L a Muerte vino á infame mundo calumnió; ocupad el sitio
hablarme.—^'Proscripto, me dijo, salud.,, que ellos dejaron vacío en el porvenir.
Y me sonrió en m i interior algo que late Sed pueblo y no populacho; sed gigantes
en m í , la conciencia. Y a m é á los niños, como ellos. No hay motivo para que no
encontrando que en el mundo solo l a nos cernamos en los mismos horizontes,
niñez valia m á s que yo. E l niño es e para que las mismas naciones no vuel-
amor, es la buena fé, es el único sér que van á emanciparse; no hay motivo para
en la vida es pequeño con grandiosidad
que no alcancen la misma grandeza sin
por eso amo á los niños.
tacha nuestros niños vivos, que alcanza-
ron nuestros antepasados muertos.

Sin embargo, deseo que esos peque


ñuelos lleguen á ser héroes. Espero
Francia, que sabrán cumplir con sus
deberes. Cuando los niños llegan á ser
hombres, adquieren para m í responsabi
lidad; ceso de sonreirles y pienso que es
preciso que se encarnicen en una inmen
sa batalla contra el p a t í b u l o , contra e
trono, contra el cetro y contra la espada
Soy cariñoso para los niños, pero rudo
6U OBRAS D E VICTOR HUGOé

Golpead, estudiantes, sobre sus escudos


con vuestras espadas.
XVI.
Desearon, lucharon y consiguieron la
Dos cauciones. emancipación; fueron titanes y nosotros
somos hormigas; comprendían que la
G-alia procrearía á la Francia; t e n í a n
I. esta confianza porque poseían valor á
toda prueba y épica grandeza. Golpead,
La canción del abuelo.
estudiantes, sobre sus escudos con vues-
tras espadas.
Danzad, niñas, todas en corro, que los
árboles del bosque se sonreirán cuando
os vean tan lindas. Cuando se ligaban los príncipes alián-
dose contra los pueblos, sentían que el
rubor les encendía las frentes, y entonces
Bailad, n i ñ a s bellas, todas en corro. su jefe les gritaba: " E n seguida!,, Acu-
Los amantes bajo los fresnos se abra- dían todos y los reyes huian ante ellos.
zarán. Golpead, estudiantes, sobre sus escudos
con vuestras espadas.
Danzad, lindas locas, todas en corro.
Los maulas en las escuelas refunfuñarán Arrancaron la corona al crimen, des-
entre dientes. truyeron los altares y los dioses falsos;
por eso yo, que soy anciano y estoy a l
borde del abismo, los declaro beneméri-
Danzad, bellas princesas, todas en cor tos, que nada hay tan sublime como el
ro. Los pájaros moviendo las alas os Océano tempestuoso, si no es la epopeya
aplaudirán. del hombre. Golpead, estudiantes, sobre
sus escudos con vuestras espadas.
Danzad, ligeras hadas, todas en corro.
Danzad como movibles y brillantes flores. Levantad al cielo las frentes y con-
templad la pura cumbre de la gloria, que
ellos ocuparon; contemplad l a cima del
Danzad, lindas p e q u e ñ u e l a s , todas en honor, que ellos llenaron también; con-
corro. Los galanes y las damas h a b l a r á n templad el alto promontorio de la liber-
en voz baja entre tanto. tad, que ellos muriendo libres conquista-
ron; es indispensable, pues, que trepéis
II. por las escarpadas pendientes para lle-
gar adonde llegaron vuestros antepasa-
Canción del antepasado.
dos. Golpead, estudiantes, sobre sus es-
cudos con vuestras espadas.
Hablemos de nuestros antepasados sen-
tados en el musgo del bosque. Hablemos
de nuestros padres. Rompieron sus ca
denas, fueron vencedores, y hoy están xvn.
mohosas sus armaduras. Como sale e
agua de una esponja mojada, salia en la Juana dormida.
oscuridad de sus almas brillante clari
dad, como si las hubieran templado con
el fuego de los rayos. Golpead, estudian Allí está pura y sonrosada, durmien-
tes, sobre sus escudos con vuestras es- do en la temblante cuna, como en su
padas. nido el alción, con los ojos suavemente
cerrados, sin notar que la claridad del
dia se refleja en su rostro. ¡Oh suprema
Temian al vino y temian á las bacán beldad del inocente n i ñ o ! Mientras yo
tes; se indignaban esos dignos descen- medito, ella sueña, y pasan por su ima-
dientes de Breno de ver pasar á los reyes ginación, como visiones serenas y entre-
orgullosos por debajo de los pórticos, lazadas, fantásticas mujeres con aspecto
llevando por cortejo sacerdotes, soldados de reinas, ángeles, leones con expresión
himnos, incensarios y cabezas cortadas. benigna, gigantes candorosos protegidos
o

o
o

O
H

i—<

<
EL ARTE DE S E R ABUELO. 615
Dor enanos, ñores brillando luminosas en do cae en los bordes del sepulcro, con-
os bosques, trofeos de árboles celestes serva la frente luminosa. Quisiera saber
leños de ideales claridades, nubes tras o que á esto me contestarían. Cuando
as que se distingue el edén; todas estas el progreso cojea, cuando Dios decrece
imaginaciones pasan por l a fantasía del en la apariencia, cuando el hombre es
niño dormido. L a cuna de los niños es un esquife cuyo t i m ó n dirige S a t a n á s , el
el palacio de los sueños; Dios se compla- alma humana gime en el calabozo y
ce en amontonar en éstos m á g i c a s i l u - algo se desarregla en las regiones altas;
siones. Por eso reina en los niños tan Dor eso pido la palabra á la sombra. No
profunda paz y tan benévola sonrisa; Dertenezco á los que pierden la dignidad
quizás alguno de ellos m á s tarde podrá ni á los que, porque ven que gobiernan
decir que Dios le e n g a ñ a b a . Pero Dios rufianes y miserables, desconfian de su
le responderá desde las alturas:—"No; derecho; me lavo las sandalias y prosigo
t ú soñabas en el cielo y yo te he conce- m i camino: nadie j a m á s pudo hacerme
dido la tierra, pero el cielo lo obtendrás perder la conciencia de m i deber; no me
m á s adelante. Espera llegar á la otra anonada que el destino v i l nos arroje
cuna, espera llegar á l a tumba.,, en sus reflujos u n Rosbach más; la der-
rota me hace pensar en la victoria; tengo
la obstinación que dan los nobles recuer-
dos, y cuando leo Waterlóo, pronuncio
XVIII. Austerlitz. E l sufrimiento me hace ser
más altivo; pero esto no basta: se nece-
Poesías que los niños leerán cuando sita que haya honradez en los que nos
sean hombres. gobiernan, y deseo ver cómo obran los
destinos encerrados en el bosque espeso
del misterio, porque el d a ñ o que allí
I. maquinen lo hemos de sufrir nosotros.
Pátría.
Pretendo mirar frente á frente a l abis-
mo, porque sé que la sombra debe dar
Oh Francia! T u desgracia me i n d i g - cuenta á los espíritus. Deseo saber por
na y es sagrada para m í . L o dije y no q u é se han apoderado de nuestras ciu-
me cansaré nunca de repetir, que este dades, de nuestro ejército y de nuestras
es el crimen que se me achaca. E l que fuerzas útiles, y por q u é se e n g a ñ a y
hace daño á m i madre es un infame. por q u é se m u t i l a al pueblo. Quiero
E n cualquier sitio que se esconda, todos penetrar en el fondo de nuestras cala-
mis deseos le amenazan, y esté muy bajo midades, ver el interior de l a miserable
ó esté m u y alto, le aborrezco siempre suerte y conocer los rincones en los que
Si es César, le ataco; si es destino, lo sa- la luz no penetra. Quiero saber por q u é
cudo. Pregunto á la sombra y escarbo en asesina el Mediodía al Norte, por q u é
el barro; el emperador, ese bandido, la Paris vive vencido, por q u é Berlín vive
casualidad, esa aventurera, despiertan m i muerto, por q u é se condena al presidio
cólera, y mis estrofas maldicen con llo- al á n g e l y el esqueleto al trono; ¡oh
ros sangrientos, con gritos fúnebres á la Francia! pretendo que se sienten en el
suerte, y recuerdo su deber á la noche banquillo l a guerra, los combates, nues-
al abismo, al cielo negro y á los aconte tras afrentas y nuestras desgracias, y
cimientos feroces. No admito que sea haré que vacíen las faltriqueras esos
lícito, á las sombrías causas que confun ladrones, pues juzgar a l acaso es el
den los derechos verdaderos con la ce derecho del profeta. Afirmo que no se
guedad de los sucesos, que hagan retro creó la ley moral para que se la sople y
ceder á la razón en su camino, y protesto se la haga desaparecer en las alturas,
de un revés que nace de una traición y afirmo t a m b i é n que un acontecimien-
interpelo á los hechos tortuosos y ram- to puede ser u n malhechor. A d v e r t í á lo
pantes, á la victoria, al invierno, á la desconocido que voy perdiendo la pa-
sombra y á sus emboscadas, y digo á esos ciencia, y la grandiosidad de la concien-
t r a n s e ú n t e s que atraviesan el abismo, cia humana consiste en que, estando sola
que yo les veo, que traman cometer un y triste, teniendo por único apoyo l a
crimen, que no somos débiles mujeres, que cuna y la inocencia, es, sin embargo, ter-
reflexionamos, que se guarden de nos- rible, porque dispone del derecho de los
otros, que no debe tratarse de este modo débiles, que se concentra en esta sola
á la Francia, que hasta cuando cae en palabra: Justicia. Requiere á Dios mis-
el precipicio del sufrimiento, hasta cuan- mo en nombre del género humano, es
616 OBRAS D E VICTOR HUGO.

la verdad, pálida, blanca é inmortal; la desheredados, la proscripción, el ódio


fuerza es impotente ante ella; las leyes universal y todo lo que se amontona en
que no se ven se inclinan hacia su lado; el fondo de las almas? L a cólera y el fu-
el poder y la belleza de l a conciencia ror reinan en todas partes; el cielo está
consiste en que no comprende que el negro y relampaguea!—Nada p o d r á n
atentado que se premedita le pueda co- contra nosotros ese furor n i esa cólera; la
meter n i n g ú n hombre justo. venganza q u e d a r á sorprendida de los
frutos que produce. Dios nos transforma;
II. Dios convertirá nuestra noche en aurora.
Perseverancia.
Dios nos a r r e b a t a r á de nuestro cora-
Continuemos nuestro camino sin des- zón el ódio y lo devorará; arrojándose
animarnos j a m á s . Las puertas, cuando desde las inmensidades de la luz, todo
el hombre tiene la llave, no permanecen nos lo a r r a n c a r á del alma menos el
mucho tiempo cerradas. Quizás la mis- amor; la conciencia, con su pico de acero,
ma noche, abriendo sus lívidas pupilas, p e n e t r a r á hasta en nuestro pensamiento
cansada del mal, solo desee encontrar al y hasta en nuestros sueños; nos registra-
que sepa convencerla. E l deber del obs- r á el pecho hasta encontrar en él nues-
táculo consiste en dejarse vencer. tras pasiones; se a p o d e r a r á de nuestros
malos instintos, nos l i b r a r á de lo que nos
atormenta y de lo que nos mancha, y
L a oscuridad nos teme y retrocede cuando llegue á ver que somos ya bue-
g r u ñ e n d o . Reflexionemos y veremos nos y puros, h u i r á de nosotros y volverá
cómo los pensadores de la edad prece- á entrar en el infinito. Cuando la con-
dente, los héroes, los gigantes que u n ciencia nos visita, el alma queda m á s
mismo pensamiento anima y cuyo tra- grandiosa, conoce que ya no aborrece, la
bajo interrumpe la muerte, pasan con los dá las gracias y pregunta:—^"¿Qué garras
pies llenos de polvo y con la frente ra- son las que me han cogido?,, E l á g u i l a
diante: saludémosles y sigamos cami- que se apoderó de ella es Dios.
nando. Nosotros t a m b i é n tenemos nues-
tra etapa que recorrer. Oimos ya el
rumor del porvenir que está en lonta- III.
nanza; prosigamos el camino emprendi- Progreso.
do; aumentemos la espesor de la sombra
del pasado; dejemos detrás de nosotros y Adelante la peregrinación humana!
lo m á s lejos posible todo el antiguo hor- Pueblo, c á m b i a de región; larva, con-
ror, que es menos visible cada dia. Entre viértete en fenómeno; rebaño, conviértete
sus brumas brilló el precursor; desde en legión. Corre, á g u i l a , adonde veas
ellas vino P l a t ó n ; desde ellas vino Lute- que brilla el alba. L a aceptación de la
ro; grandes faros anuncian su paso, y aurora solo está prohibida á los buhos.
la sombra está llena por todas partes de E n el sol se adivina u n Dios; el rayo tie-
los reflejos de su luz. Contemplad el ne alma divina y el alma humana tiene
profundo barranco al que se asomó Pas dos objetos.
cal, exclamando:—-"Abismo!,, Rousseau
caminó por donde yo camino, y por allí,
volando á las altas esferas, al sentirse Viene de uno y vuela hácia el otro; es
sublime Voltaire, perdió de vista la tier- pensamiento, como es claridad; allá ar-
ra, exclamando:—^ Veo!,, como un profeta riba arcángel, a q u í bajo apóstol; allá ar-
deslumhrado. Luchemos como ellos; l u riba llama, a q u í bajo libertad. Crea á
chemos adelantando en el camino. Des Horacio lo mismo que al Dante; dora la
cifremos de los tiempos nuevos l a nueva rosa que agita el viento y al caos en el
ley; el corazón nunca es sordo, el espíri que bogamos; con l a misma esmeralda
t u j a m á s se cansa, y siempre tiene abier toca la pluma fina del pájaro mosca que
to el camino el apostolado tenaz. la áspera escama de los dragones.

Caminad, creed y v i v i d tranquilos.— Tomad los caminos rectos, tomad los


¿Pero no estallará de repente el grito caminos iluminados. E s p í r i t u s sembra-
ronco de las discordias civiles, no se nos dores, almas espigadoras, seguid vuestra
opondrán los siglos de dolores y de ad- marcha, caminad, caminad. Hombres
versidades, todos los que sufren, todos los que ayer érais esclavos, libres ya de pre-
EL ARTE DE S E R ABUELO. 617
sidios y de Sodomas, caminad, que la arrastraba á Bouflers hacia las drago-
gloria se encuentra en el sitio adonde nadas .
arribareis y el oprobio en el sitio de don-
de salís.
No os figuréis que cuando Dios acu-
de, el antiguo furor no sigue envalento-
Hombre, atraviesa los mares y sacude n á n d o s e , y retrocede ante la luz celeste.
en su espuma todo el pasado; en la proa Con el viento m á s puro que sople de las
de t u buque enciende como estopa el cá- alturas confunde él su peste, mezcla su
ñ a m o de las cuerdas del patíbulo. Estre- rabia con los m á s tiernos cánticos de
lla todos los antiguos mónstruos en el amor, huye con la noche, pero vuelve á
l é g a m o del mar; aseméjate á los anti- aparecer con el dia. E l progreso verda-
guos Apolos; camina, que cuando la es- dero, sabio y justo, tiene que sufrir su
pada es justa, es pura, y engrandece al paso monstruoso. E l alba no consigue
hombre ver á sus piés derramada l a san- desvanecer ese importuno espectro. Crom-
gre de las hidras. well acaba con el tirano Carlos; pero
deja otro tirano: el mismo Cromwell. E l
atroz muere, pero la atrocidad subsiste.
IV. E l buen sentido, que es severo, pero son-
Fraternidad.
riente exorcista, ataca á ese vampiro,
pero no tiene razón. Como sombría
abuela que habita en la casa solariega,
Deseo que reine la equidad, la verdad, la barbarie hizo su guarida en nuestros
el amor que acaricia, la esperanza que corazones, y se apodera de los hijos, des-
brilla, la fó que funde y que se ilustre al pués de haberse apoderado de los padres.
pueblo mejor que se le castigue. Deseo Nace un dia el ideal en el antiguo conti-
que reine el afecto, la bondad, la pie- nente, y todo u n pueblo se levanta
dad y el perdón. Por eso vivo en la so- deslumhrado; el 14 de J u l i o derriba l a
ledad. Bastilla; las revoluciones ¡oh libertad!
que son tus hijas, se dirigen á los montes
y á los Océanos, y ganan la enorme y
L a antigua barbarie humana acostum- gigantesca batalla; el mundo entero pre-
bra á absolverse y á creer que lo que sencia la fuga inaudita del pasado, de l a
quieren los jueces y los sacerdotes tienen noche, de la sombra desvanecida; la inep-
derecho á ejecutarlo. Suprime la equi- ta barbarie espera coronarse t a m b i é n de
dad celeste y en su lugar pone lo que la laureles, y pierde á Torquemada, pero
place; borrando lo que se le debe á los se encuentra con Carrier. L a vasta col-
séres débiles, á la mujer y al niño, cam- mena humana, despertándose y susur-
biando los números cambia t a m b i é n la rando, vuela hácia el azur y trabaja para
suma, y del derecho s e g ú n lo prescribe conseguir dias mejores, y elabora miel
Dios, forma la ley s e g ú n l a practica el con toda clase de ñores; la antigua alma
hombre. De esto nacieron los hombres- del viejo Caín, la antigua envidia per-
dioses y los reyes-soles; por esto han cor- manece aun en el mundo; contempla
rido sobre las baldosas tantos arroyos de nuestro edén y le compara con su infier-
sangre; de esto han nacido los Laffemás, no; no quiere interrumpirse y no quiere
los Vouglans, los Bavilles; de esto ha terminar; vuelve á atar el pasado v i l con
nacido el sobresalto de los campos y el el porvenir brillante, y reemplaza, si le
terror de las ciudades, las lapidaciones, falta a l g ú n eslabón á su cadena, al padre
los sufrimientos y las crueldades. Letellier con el padre Duchesne; de modo
que S a t a n á s puede burlarse con sus re-
probos de nuestro defectuoso ensayo de
Apareció Jesús, y el primero que qui paraíso. Pero yo me digo á m í mismo:
so condenarle á muerte fué el sacerdo No estás loco, corazón, por desear que el
te. Siempre, en todos los paises y en hombre sea afectuoso, bueno y clemen-
todas épocas, las óuménides se encuen- te, n i porque t u voz se enronquezca ha-
tran en las religiones: Mejera es católi- blando así al mundo en alta voz y sin
ca; Alecton es cristiana; Clotho, monja cesar.
sangrienta, a c o m p a ñ a b a la antífona de
Arbuez y se oia su voz en la iglesia; las
criminales bacantes envalentonaban á No estás loco por desear m á s luz para
Louvois, y en los montes resonaban los los cisnes y menos noche para los mo-
gritos de esas furias, cuando Bossuet chuelos; no estás furioso por sufrir por
TOMC 78
618 OBRAS DE VICTOR HUGO.

todos los oprimidos; no es loco el que


dice á todos los hombres:—"Amad!,, No
es cometer u n error, no es hacerse ilusio- V.
nes creer que el hombre no nace con el
alma negra, que lo bueno está latente El alma persiguiendo lo verdadero.
en lo malo y que en el fondo pocas fal-
tas pueden achacarse á los que las come-
ten. E l hombre es al m a l lo que es el
barómetro para el aire; marca los grados
del frió, con justicia, sin a ñ a d i r nada, y Volaré, volaré en los aéreos carros de
si el barómetro sube ó baja, la culpa hay los sueños y de la visión; por la oscura
que atribuírsela al viento. E l hombre es ciudad de las sombras pasaré como pasa
la ligera bandera de u n edificio sinies- un rayo, oiré sus lejanos gritos; apare-
tro; sufre los soplos de todos los vientos y ceré desmelenado entre las nubes; si
debe perdonarse á ese andrajo vivo que miro á tierra se a p o d e r a r á de m í el v é r -
ñ o t a inconscientemente á la merced del tigo, y mis miradas serán prodigiosas
aire, por lo que los hombres deben per- como el meteoro y como el r e l á m p a g o .
donar. Hermanos mios, vivís en un abis-
mo oscuro, en el que os azotan los vien-
tos y las tempestades; perdonaos unos á Regresaré á m i morada y viviré en el
otros. Los corazones lloran sangre, la mundo ilimitado. Lanzando á la eterni-
vida es corta; socórreos mutuamente. Sí, dad la hora y l a tierra á la inmensidad,
hasta cuando he obrado m a l , hasta cuan- rechazando con el pié nuestras miserias,
do tropiezo y caigo, siendo la causa de cogeré la verdad entre mis garras y me
ello la noche que crea el error ó el infier- transfiguraré, y apenas se verá un resto
no que produce el frió, tengo derecho á de fulgor humano temblar bajo m i en-
ser absuelto, perdonado y querido. trecejo sagrado.

U n dia v i pasar una mujer desconoci- Seré ya m á s que u n hombre, seré el


da. Me pareció que esa mujer descendia espíritu deslumhrado al que el sepulcro
de las nubes; de l a espalda le brotaban llama y al que el enigma responde; en
dos alas, y manaba miel de su boca en- la sombra apareceré terrible, como Elias
treabierta; brillaba la luz del cielo en á Q-ethsemaní, como el viejo Thales de
sus radiantes ojos. A los viajeros cansa- Grecia, ante la formidable alegría del
dos, á los innumerables peregrinos, les abismo y del infinito.
señalaba con el dedo un sendero, que no
dejaba ver bien la oscuridad, y al mis-
mo tiempo parecia decirles:—"Os podéis P r e g u n t a r é al abismo por el secreto
equivocar de camino,,. Sus miradas pa- universal, y al volcán, urna de azufre,
recia que perdonaban á todo el género y al Océano, urna de sal; á todas las
humano, porque eran radiantes y cari- profundidades, á todas las tormentas, lo
ñosas; detrás de ella venian mónstruos sondearé todo; iré vagando, hasta que en
enternecidos besándole las alas, leones las tinieblas choquen mis alas fúnebres
perdonados, tigres arrepentidos, Nemrod con a l g ú n sér desmesurado.
indultado, Nerón llorando; y habia mo-
mentos en los que, por ser tan buena,
parecia que estaba loca. Caí de rodillas A veces volando b á s t a l a s eminencias,
ante ella, sin pronunciar una palabra, y á veces cayendo con todo m i peso, llega-
la adoró, creyendo adivinar q u i é n era. r á n hasta mis oidos todos los gritos que
Pero ella—que en vano el hombre calla lanza la sombra á la vez, todos los pája-
ante el ángel—comprendió lo que yo ros negros del abismo, el h u r a c á n , el
pensaba, y me dijo:—"Te diré quién rayo, todos los horrores que confundidos
soy; crees que soy la compasión, pero te revolotean, batiendo las alas en el preci-
equivocas; soy la justicia. picio de los cielos.

L a noche pálida, inmenso fantasma


que llena el espacio insondable, desde
lo alto de su terrible c ú p u l a se inclina-
r á h á c i a m í por todas partes; la veré lú-
gubre y vana, como la vió Antísthenes
E L ARTE DE SER ABUELO. 619
cuando p r e g u n t ó á los vientos:—"¿Por L a bruma cubre el Olimpo; la noche
qué?,,; como la vió Epicuro, haciendo oscurece al Sinaí; en ninguna parte bri-
ñ o t a r á m i alrededor los pliegues de su l l a el astro, en ninguna parte tiene cla-
negro manto. ridad la sombra. Debe el hombre satis-
facerse de vivir y permanecer siendo
hombre, y no intentar penetrar n i en la
—"Hombre, te arrastra la locura,,, me oscuridad n i en el éter, ya que su llama
dirá la nube irritada.—'"¿Crees que la v á unida á su barro: el hombre es u n gé-
noche es una puerta?,,, m u r m u r a r á la os- nio para el cielo, mas para la tierra es
curidad. E l espacio me preguntará:—• un gusano.
"Quién te extravía? Bardo, ¿pretendes
pasar de donde P í n d a r o y David no pa-
saron?,,—Aquí fué donde Hesiodo dijo: E l hombre es Dante, Shakespeare,
"Me paro,,; a q u í fué donde Ezequiel dijo: Homero; sus artes son una trípode hu-
"Basta!,, me g r i t a r á la tempestad. meante; ¿pero pretende acaso iluminar
con ellas el firmamento? ¿Se hace acaso
las primitivas ilusiones de los caldeos,
Pero todos los esfuerzos de las tinie- que desea rejuvenecer en los modernos
blas serán inútiles para evitar m i vuelo tiempos? Espíritu humano, ¿porque b r i -
y no conseguirán cansar mis vértebras llas en t u esfera crees que vas á extender
n i que palidezca m i frente; á la esfinge, t u reflejo hasta el zenit?
al prodigio, al problema me apareceré
como un monstruo, como u n sér que
; participa de dos destinos, que tiene en Como en la época de Sócrates y del
a, celeste esfera demasiada parte de Pórtico, sin darte cuenta de ello alimen-
nombre para resistir la luz, y demasiada tas aun la antigua quimera, que para la
parte de á n g e l para vivir en la oscuri India y para Roma era un dios; como el
dad. Eson de la fábula, renuevas en lo abso-
luto y en lo infinito al A m m o n de Egip-
to ó de Grecia, lo que antes que t ú mal-
dijo Lucrecia, lo que antes que t ú bendijo
L a sombra dice al poeta:—"Imita á los Job.
que contiene divino sobresalto; no que-
brantes el e x t r a ñ o límite que ninguno
viola en vano; no traspases la oscura Das á luz un sér imaginario, como lo
playa, donde la noche, la tumba y la creó la antigua humanidad, y le dotas
ilusión confunden sus desconocidos so de luminosa aureola y de vida eterna.
píos, donde el abismo sin fondo y sin L o creas y lo renuevas; después, temblo-
forma arrastra en su enorme oleaje á los roso cuando se te revela, te extremeces
desvanecidos profetas.,, ante él, y prestándole vida, sabiduría,
bondad y providencia, te calientas con
el fuego de ese hijo de t u imaginación.
Todas las tentativas que hagas serán
inútiles é ineficaces. Dedícate á un cul-
to; escoge, que no por eso se c u m p l i r á n Cualquier mito que personifique, so-
tus deseos; nunca descifrarás el misterio; ñador, no existe nunca n i n g ú n Baal que
la inmensa tranquilidad llena a l que en sí no contenga el g é r m e n de a l g ú n
ante Dios huye y al que ante Dios se di- ideal deslumbrador, como no hay nin-
rige; con la misma igualdad de silencio guna espina, como no hay n i n g ú n árbol
la misma igualdad de la noche. muerto, como no hay n i n g ú n cardo i m -
puro que cuando el rayo le hiera no se
inflame y no lance chispas.
Asciende al Olimpo, en el que Stesí-
coro, buscando á J ú p i t e r , le encontró; as-
ciende al Horeb, que humea aun desde Mira los matorrales de los bosques, que
que por él pasó J e h o v á : soñador, esas son la casualidad cultiva, cómo se extreme-
las cimas de los grandes objetos, de las cen cuando se deslizan por ellos los la*
carreras sublimes, de las que se descien- gartos frios; pues arroja en esos mator-
de, avergonzados y desesperados, hasta rales un carbón encendido y verás cómo
el fondo de la oscuridad, por haber creí- brillan con m á s esplendor que la púr*
do, por haber adorado. pura de los reyes.
620 OBRAS DE VICTOR HUGO.

Como el niño que se maravilla de sa- ¿Terminaría acaso todo siguiendo á la


car jugando brilladora llama del v i l sar- arva el espectro? ¿Este seria nuestro
miento que arroja al suelo, t ú concentras destino? ¿Tendría yo un deber en la vida
toda la llama de lo que t u imaginación si no tuviera u n derecho en la muerte?
puede soñar en el primer dios aparecido, ¿Qué significaría entonces, desde la pie-
y después te asombras de ver salir tanta dra hasta el á n g e l , la confusión de los
luz de ese Irmensul monstruoso. séres en el oscuro torbellino de la exis-
tencia? ¿La aurora es sincera ó nos en-
g a ñ a ? Nacer es vivir? ¿ E n q u é la fosa se
Con la vaga claridad que sacas de un diferencia del surco?
dios perverso crees hacer revivir á la
naturaleza y dar m á s calor a l universo,
y se imagina t u orgullo haber encontra- —"Come pan, que yo me como al hom-
do el origen que todos a d o r a r á n en ade- bre „, decía Tiberio. T e n d r í a acaso razón?
lante, que v á á terminar la oscuridad del ¿Sería S a t a n á s l a hembra y Eva la
mundo, y exclamas:—¿íLa claridad de la manzana? serian acaso la misma cosecha?
tierra v á á flamear desde las cumbres;,. Nemrod sopla como el cierzo; Q-engis y
Cambyses, con una legión de hombres
feroces, matan, oprimen y exterminan;
Crees que l a luz de inconmensurable ¿y no cometerían crímenes, como no los
alba vá á extenderse por el firmamento, cometen las rocas que caen de lo alto de
porque t u i m a g i n a c i ó n i l u m i n a u n dios las m o n t a ñ a s ?
que solo brilla un instante. Pero todo
queda frió y sumido en el horror; el tem
pío es de hielo, triste en Belfos, sombrío No, no; la m á q u i n a incomprensible de
en Bethel. T u espíritu frivolo consigue la vida, entre el género humano pertur-
apenas, incendiando el bosque del ídolo, bado, pasa siniestra ó inexplicable, como
que quede tibia la piedra de su altar. un espía que se esconde; desaparecen de
ella, s e g ú n los designios del cíelo, los
grandes y los pequeños, los locos y los
sábios, y la tumba es la boca de bronce
Oigo esas tristes palabras y las dejo que se traga á todos los que desapa-
pasar sin que me conmuevan, como deja recen.
que tiemblen las ramas de los árboles el
que está sentado sobre escombros; m i vo
luntad es terca y persiste, y aunque i n - •—^"Pero niego á ese Dios, porque, Cán-
comode al traidor enigma, he de ser dido creyente, hubiera creado su propia
siempre la faz cuyos ojos tratan de tras- calumnia al crear u n mundo tan cruel.,,
pasar las brumas espesas de los crepús Asi habla tranquilamente la duda, apo-
culos. yándose en el álgebra; y yo, que al oiría
me extremezco, yo que observo desde los
p a ñ a l e s hasta las mortajas, medito ante
Abismo de la vida y de la muerte! ¿Es los osarios y medito ante las cunas.
un lazo la flor que se abre y se marchita,
el átomo que se disgrega, l a nada que se
petrifica? Nada camina! Nada avanza! L a muerte y la vida son enigmas i n -
Nadie sobrevive! No hay porvenir! ¿Son comprensibles; debajo de ellos existe la
falsos todos los sueños de la imagina realidad; ellos hicieron titubear á K a n t ,
cion? á Voltaire y á Euclides. Pues bien; yo
que los contemplo, los perseguiré hasta
el momento en que, penetrando en la do-
¿Encerrará la naturaleza, para destinar ble muralla del templo y del dogma, m i
los á bastardos abortos, el elemento, e espíritu pueda descubrir, detrás de J ú -
átomo, el germen, en el inmenso círculo piter, la estrella; detrás de J e h o v á , el
de las transfiguraciones? ¿Qué seria de azur.
este mundo inmenso si no tuviese l a
conciencia como guia y como atributo?
Negra y espantosa escala de renaci- Que es preciso que al fin se encuentre
mientos que no dejarían memoria de una la indestructible verdad y que se nos apa-
ascensión sin objeto» rezca la faz esplendorosa que densas nu-
bes nos ocultan. L a envidiosa noche tra-
EL ARTE DE SER ABUELO. 621
ta de ahogar el germen de la vida, del rehusar algo al que doma a l tiempo y
poder eterno y de la luz; pero yo, que al número, al que tiene la audacia de
soy sincero creyente, á fuerza de cariñoatreverse á todo, al poeta que arrastra el
y de entusiasmo conseguiré ver la faz dealma tras sí, que combate el culto infa-
Dios. me de los paganos y de los hebreos, y que
loco sumerge la cabeza en el mar de luz
¿Creéis acaso que l a oscuridad puede hasta encontrar al Dios que se oculta?

^IN D E í ¡ t A R T E D E ? E R ABUEÍ-O.
EL AÑO TERRIBLE.
A P A E J S ,5
CAPITAL DE LAS NACIONES,

V. H,

TtMO V.
P R O L O G O .

LOS 7.500.000 VOTOS.


(PUBLICADO EN MAYO D 1870.)

AMÁs h a l a g a r é á la mu- enigma fausto ó infausto. E l h u r a c á n no


chedumbre. E l pueblo es- se enternece de los conmovidos colosos,
t á arriba, el populacho n i los incensarios sacan partido de l a
está abajo. L a m u l t i t u d esfinge. L a verdad es el único incienso
es el bosquejo al lado del austero que se debe á esa masa en la que
escombro, es el guarismo, palpita un misterio, y que lleva en su
es el grano de polvo del n ú m e r o , es el seno pesado el derecho justo, confundido
vago perfil que proyectan las sombras con el injusto apetito.
en la oscuridad. L a m u l t i t u d pasa, gri-
ta, llama, llora y huye; derramemos sobre E l género humano es dia y noche; es
sus dolores nuestra compasión fraternal. un caos de almas! De las masas pue-
Pero cuando la m u l t i t u d se levanta con den salir augustas claridades; pero si
toda su fuerza, debemos á su grande- sopla una ráfaga, se vé descender de re-
za, a l peligro que arrostra, á su dere- pente á las multitudes desde lo alto del
cho y á su triunfo, v i r i l lenguaje, y ya honor hasta lo m á s hondo de la cloaca,
que llega á ser señora, debemos recor- y esa Juana de Arco se transforma en
darla las leyes supremas que el alma de- Mesalina. Cuando Graco se yergue en
letrea en lo alto de los cielos, los princi- la flamíjera t r i b u n a , cuando muerde
pios absolutos y sagrados; solo debemos Cinegires las fugitivas naves, cuando en
inclinarnos á besar sus piés cuando los c o m p a ñ í a de los Trescientos, hombres
tiene desnudos, frios y ensangrentados, probados, Leónidas cae sobre las T e r m ó -
que para adularla no vivimos meditando pilas; cuando surge Botzaris, cuando el
en la soledad. E l soñador y la m u l t i t u d confederado Schwitz destroza al Austria
tienen rudos encuentros. Con la frente con su fuerte y ferrado bastón, cuando
lívida por la cólera, Ezequiel gritaba el altivo Winkelvied, abriendo sus épi-
á los esqueletos:—"Levantaos!,,; Moisés cos brazos, muere rodeado de m i l picas;
bajó del monte con rostro severo, trayen- cuando combate Washington, cuando
do las tablas de la ley; Dante r e g a ñ a b a . se aparece Bolívar, cuando Pelayo ruge
E l espíritu de esos temibles pensadores, en el fondo de su selva, cuando Manin,
grave y tempestuoso, semejante al viento despertando los muertos, galvaniza a l
misterioso que hizo soplar el cielo en el león de Venecia; cuando el gran campe-
movedizo desierto, que se t r a g ó á Te- sino expulsa á p u n t a p i é s á Lantrec de
bas, como se traga el mar un navio; ese L o m b a r d í a y de Francia á Talbot; cuan-
espíritu tiene que ocuparse de algo m á s do Garibaldi, rudo para el v i l é hipócrita
que de acariciar en la oscuridad de la sacerdote, obra como uno de los héroes
noche al gran m ó n s t r u o de piedra acur- de Homero en los montes de Teócrito, y
rucado, que medita, encerrando en él el s ú b i t a m e n t e hace brillar ¡oh santa L i *
628 OBRAS D E VICTOR HUGO.

bertad! t u cráter al lado del Etna; cuan- E l derecho está por encima de todos,
do la Convención impasible hace frente y no hay viento contrario que consiga
á treinta reyes envueltos en una misma derribarle, y nadie puede distraer n i
tempestad, cuando coligada y terrible alienar el porvenir c o m ú n . E l pueblo es
y volviendo á traer las sombras de la soberano de sí mismo, y cada uno es
noche, toda la Europa corre presurosa, su propio monarca; de a q u í dimana el
muge y desaparece como la espumosa derecho, derecho que nada cercena. No
ola al pió del dique, á presencia de los es posible que el primer advenedizo se
pensativos granaderos de Lambre y apodere de mis derechos por medio de
Meuse, el pueblo es el que obra así. ¡Sal- una falsa votación y pueda prostituir y
ve, oh pueblo soberano! Mas cuando el vender m i propia libertad. Puede u n dia
lazzaroni ó el transteverino de a l g ú n invadir un principio la muchedumbre,
Sixto V besa de hinojos el báculo; cuan- pero cuando la oleada baja y se retira,
do la inepta, insensata y feroz b a r a ú n - vuelve á dejar descubierto el derecho.
da ahoga bajo sus olas, conmovidas por ¿Quién ha creído, pues, que un cualquiera
salvaje aquilón, la honra de Coligny y pudiera tener u n derecho superior á m i
la razón de Kamus; cuando aparece en- derecho y que yo me sometiera á él, avi-
tre horrorosa sombra monstruosa mano niéndome á tomar su bajeza por yugo y
sosteniendo por los cabellos la cabeza de por regla su capricho? ¿Quién ha creído,
Carlota, p á l i d a del hachazo y roja del pues, que yo tengo que verme obligado
bofetón que recibiera, el populacho es el á ser eslabón, porque les plugo á todos
que así obra; obra así el n ú m e r o , la som- convertirse en cadena?...
bría libertad, la fuerza inconsciente. Si
de esa turba nace m a ñ a n a la órden de E l primer advenedizo es de la clase
admitir u n señor y de cubrirnos de i g - media ó campesino, y uno es egoísta y
nominia, ¿creéis que esto nos preocupa- el otro es ciego. Las revoluciones dura-
rla? Es indudable que veneramos á Es- deras, aunque no se quiera así, mues-
parta, á Atenas, á Paris, á todos los tran h á c i a ese desconocido, que arroja á
grandes foros donde ha dominado la de- la superficie de ellas ya honra, ya infa-
mocracia, pero colocamos sobre ellos á mia, el desprecio que las paredes tienen
la conciencia augusta. Todo un mundo al estucador. Ese advenedizo de Carta-
que obra m a l no pesa tanto como u n go, de Atenas ó de Roma, como el agua
hombre justo; el Océano loco combate que de las fuentes cae al suelo, se dirige
i n ú t i l m e n t e á un corazón m a g n á n i m o . hácia el fatal arroyo y se convierte en
L a m u l t i t u d desconocida y fácil á hu- fango después de haber sido cristal. Ese
millarse ante el vencedor, se encenaga hombre asombra, en medio de las rudas
con frecuencia en el instinto bestial, pero jornadas, por lo indiferente que aparece
nosotros sabemos resistirla. Nosotros, h i - en el fondo de las concupiscencias, á los
íos de Dan ton y nietos de Hampden, n i mismos que a l principio sus virtudes
queremos el tirano que se llama Todos deslumhraron; es Falstaff después de ha-
n i el déspota que se llama Uno solo. E l ber sido Bruto; entra en l a orgía al salir
pueblo muere combatiendo heróicamen- de la gloria: preguntadle si conoce su
te por el progreso; la muchedumbre propia historia, si sabe lo que fué Was-
trafica con él, comiéndose su derecho de hington ó lo que hizo Barra: su corazón
primogenitura en el plato de lentejas, marchito ya no late al oír los nombres
que Roma lava y enjuga con su "¡Así célebres que ayer le entusiasmaron. Hace
sea!;,; el pueblo se apodera de la Bastilla poco restauraba los antiguos cultos, los
y todo lo muda de sitio, mientras prosi- bustos derribados de los héroes sus ante-
gue adelantando en su camino; el popu- pasados, el cadáver de Focion, el de L i -
lacho espera que pasen Arístides, J e s ú s , curgo y el de Riego, ¡y ahora los olvida!
Zenon, Bruno, Colon y Juana de Arco F u é puro y ahora se lava las manos; fué
para escupirles en el rostro; el pueblo santo y lo ignora; n i siquiera se aperci-
pasa con su esposa, que es la idea, y el be de que su proceder de hoy deshonra
populacho con su manceba, que es l a su conducta de ayer; llega á ser cobarde
guillotina. Pues bien, yo elijo el ideal. y v i l el que era altivo y digno, y sin que
E l pueblo, transformando el A b r i l en Fio- nada dentro de sí mismo proteste, emba-
real, se convierte en República, reina y durna inmunda taberna con el resto de
la cal que le sobra de haber blanqueado
delibera; el populacho se entrega ciega-
un sepulcro. F u é grande y se burla de
mente en manos de Tiberio. Y o quiero
su pasada grandeza; su ironía le insulta;
la R e p ú b l i c a y expulso á César.
tan esclavo es en la actualidad, que has-
EL ANO T E R R I B L E . 629
ta reniega de su pasado y hasta le causa no, cerrando los párpados para no ver
miedo su antigua bravura. esas iniquidades; esos gloriosos mártires
consagraron el deber y después se ten-
dieron en el fúnebre lecho, dando en él á
¿Pero debe reprocharse al mar que las la v i r t u d u n beso feroz.
ondas se estrellen y á la m u l t i t u d que
tenga un millón de cabezas? ¿Qué se
saca de reprochar los errores al camino ¡Caricia sublime y santa que hicieron
que siga ó sus retrocesos al inmenso en el sepulcro á lo grande, á lo puro, á
torbellino de los vivos, que es tan inca- lo bueno, á lo ideal y á lo bello! A pre-
paz de ser inocente como de ser culpa- sencia de los que dicen que nadie es jus-
ble? Aunque es vago, oscuro y sin punto to en el mundo, ante Locusto, ante Pa-
de apoyo, es útil, y su misión, lo mismo llas, ante Carrier, ante Sánchez, ante
en P a r í s que en Lóndres, consiste en pro- esos torpes apetitos inclinados hácia l a
curar el progreso, del que otros responde- duda, esos grandes suicidas fueron una
r á n . L a República inglesa espira, se noble afirmación! Cuando todo aparece
disuelve, desaparece, dejando en pió de- muerto en el mundo vivo, cuando no se
trás de ella á M i l t o n ; desapareció la sabe si es conveniente i r m á s adelante,
muchedumbre, pero se queda el pensa- cuando no sale n i una exclamación del
dor, y esto basta para que todo germine fondo de las masas, cuando imperan l a
y para que nada muera. No debe des- duda y el silencio, el que en el recinto
confiarse de las caldas del derecho. ¿Qué de las fosas vaya á buscar á alguno de
importa que el perverso sea feliz, alta- esos ilustres muertos y pegando el oído
nero y venerado? Sucumbe Roma y la al suelo les pregunte:—"Debemos creer?
libertad se vá á v i v i r en las catacumbas; Debemos marchar hácia adelante?,,, oirá
los dioses se ponen de parte del vence- un ronco acento que, saliendo del fondo
dor y Catón está de parte de los venci- de la tumba, le contestará:—"Sí!„
dos. Kosciusko surge de los huesos de
Galgacus. L a obra de Juan Huss queda
interrumpida, pero viene Lutero y la ¿Qué es lo que en la oscuridad está ca-
continúa. L a antorcha de la civilización yendo sobre nosotros? ¡Cuántos copos de
siempre encuentra una mano que la lle- nieve! No los podéis contar, porque caen
ve. H a b r á mártires que pierdan la vida millones de millones. L a noche es oscu-
por l a fó; pero voluntaria y sencillamen- ra, pero se vó que los leones entran á
te saldrá una cohorte de justos de la ava- ocultarse en las madrigueras; parece que
sallada muchedumbre, que se dirigirá en retroceda la vida eterna; la nieve, á l a
derechura al sepulcro, y á l a que inspi- semi-oscuridad crepuscular, parece que
r a r á n m á s aversión los hombres que los rebaje siniestramente el nivel de las
gusanos. ¡Con q u é castidad abandona- m o n t a ñ a s . Si nos quedamos dormidos,
ron el indigno mundo esos grandes Ró- parece que nos vayamos á morir. L a
mulos. A r r i a , Porcia, esas heroínas, esas nieve cubre los campos y las ciudades;
almas firmes, Cartins, A d a m L u x , Thra- blanquea el a l b a ñ a l tapando sus viles
seas, Gondorcet y Chamíort!... Así h u - bocas; la l ú g u b r e avalancha llena el cie-
yen las palomas, así se ciernen los cis- lo e m p a ñ a d o . V á el mundo á terminar?
nes, así las á g u i l a s huyen de los pantanos Y a no se distinguen caminos n i sende-
que habitan las serpientes. Legando á to- ros. ¿Qué q u e d a r á m a ñ a n a de toda esa
dos el ejemplo, á los que se arrastran, á nieve, de todo ese sudario blanco que
los perversos, á los cobardes, al egoísmo amortaja á la tierra una hora después
y al crimen, se entregaron a l sueño eter- de salir el sol?...
EL A Ñ O TERRIBLE.

Pretendo narrar la historia de un año midad termina, pero otra empieza; no


espantoso, pero al mismo tiempo titubeo, importa; me impongo la tarea de desar-
apoyado de codos en la mesa-escritorio. rollar este añictivo trabajo. L a historia
Debo realizar lo que me propongo?... lo necesita. E l siglo está sentado en el
Oh Francia! A l ver que en el cielo banquillo de los acusados y yo soy su
desaparece un astro, siento que la ver- testigo.
g ü e n z a se apodera de m í ! U n a cala-
EL AÑO T E R R I B L E .

tengo m i batalla de Austerlitz, pero ten-


A a o s x o . go m i Brumario. E l tiene á Maquiave-
lo y dispone de Homero, y los dos están
ISTO. atentos y mirando todo lo que él hace;
á m í me basta con Maquiavelo; G-alifet
me pertenece; antes conté con Morny, y
ahora cuento con Rouher y con Devien-
^edan. ne. No me he apoderado todavía de Ma-
drid, de Lisboa, de Viena, de Ñápeles, de
Dantzig, de Munich n i de Dresde, pero
L me apoderaré. E n los mares h u m i l l a r é
la cruz de San A n d r é s y esclavizaré á l a
Tolón no le satisfacía, necesitaba Se- vieja A l b i o n . E l l a d r ó n vegeta si no es
dan. E l hombre trágico, sujeto por el rey de reyes. Y o seré grande. Soy for-
destino, que es lógico, á la cautividad de vante, pero me servirán de lacayos Mas-
su crimen, se entregó con los ojos venda- tai con su mitra, A b d u l con su turbante
dos á fatales acontecimientos, que se lo y el Czar con su piel de oso y su gorra de
jugaron á cara ó cruz y fué á estrellarse piel de marta; ya que he aterrado a l bou-
en el abismo insondable del oprobio. E l levard Montmartre, t a m b i é n puedo ven-
ojo eterno, que reluce en lontananza en cer á la Prusia, que t a n difícil es sitiar á
las formidables alturas, que siempre mira Tortoni como sitiar á Berlín; el que se ha
al crimen, estaba fijo en é l . Dios lanzó á apoderado del Banco t a m b i é n puede
ese tirano, que hoy es larva y espectro, apoderarse de Maguncia. San Peters-
en sitios oscuros y desconocidos de la burgo y Stambul son dos perros de por-
historia, en sitios que nadie habia aun celana; el papa P í o y el rey Galantuomo
visitado, y en ellos le perdió. están en guerra abierta; la Inglaterra y
la Irlanda se combaten ruidosamente;
E s p a ñ a lanza una granizada de balas
Aquel hombre pensó un dia:—"Em sobre Cuba; se cogen por los cabellos
p u ñ o las riendas del gobierno de un J o s é ^seudo-César y W í l h e l m , parodia
pueblo; éste me desprecia y yo quiero de Atila; los p o n d r é en paz, y yo, que
antiguamente era u n descamisado, me
que me tema. Quiero a d e m á s ser dueño
i m p o n d r é á todos los cetros, seré el árbi-
del mundo, porque valgo tanto como
tro y a l c a n z a r é la gloria de ser todopo-
m i tio, y como él quiero aterrar. No
TOMO V.
80
634 OBRAS D E VJCTOR HUGO.

deroso en el mundo. ¡Es magnífico sien-


do un Napoleón falso pasar por un II.
Garlo-Magno verdadero! ¿Qué se requie-
re para esto? Suplicar á Magne que ade- Plinio explora el Vesubio y Empedo-
lante algunas cantidades á Leboeuf, y cles el Etna; motivo asiste para obrar
elegir l a hora en que todos duerman y así á esos grandes curiosos, porque en
en que estén desiertas las calles y dar su cráter irradia un crepúsculo; un bra-
entonces un golpe magistral. No cabe m i n v á á Benares y deja que se lo coma
duda que se puede pasar el R h i n después 'a miseria, lo cual se comprende, ya que
de haber pasado el Rubicon. Pietri me de t a l suerte gana el paraíso; á través de
cubrirá de flores desde los balcones de su "as purpurinas lavas de L i p a r í boga u n
casa. Maguan ya no existe, pero Fros- 3escador en su coralina, débil tabla que
sard vale tanto como ól; no puedo dispo- ame y muerde el pérfido mar desde los
ner de Saint-Arnaud, pero puedo dispo- cabos de Córcega hasta las tempestuosas
ner de Bazaine. Bismarck me parece u n rocas de Corfú; á Sócrates se le apellida
saltimbanqui, y yo me creo ser tan buen diestro y loco á Jesucristo, siendo así
cómico como él. Hasta ahora he vencido que el primero es razonable y sublime
al acaso, y le he domado hasta el punto el segundo; el poeta de piel negra pro-
de convertirle en m i cómplice, y el frau- testa alrededor de Solima, hasta que le
de es un elemento. Aunque soy cobarde matan los golpes de las jabalinas; Q-reen
he vencido y aunque soy infame he con- se entrega á los vientos y Lapeyrouse á
seguido brillar. Adelante, pues; si Paris 'as olas; Alejandro invade la Persia y
es m i ó , he sujetado al género humano. Trajano la Dacia; todos esos hombres
Sonrióndome todo^ ¿por q u é me he de saben lo que hacen y lo que quieren; los
parar á l a mitad del camino? Solo me impulsa una idea y los arrastra un ob-
falta ya ganar el quinterno; continué jeto; pero j a m á s los siglos n i la historia
mos jugando, ya que la suerte es una presenciaron un espectáculo tan insen-
bribona. Será mió el universo, porque esa sato como el vértigo, como el delirio del
es m i voluntad, que el globo estrellado hombre, que descendiendo por su propia
cabe dentro de m i cubilete. E s c a m o t e é voluntad de su victoriosa y suprema
la Francia, y ahora me falta escamotear cumbre, se toma el trabajo de abrir su
la Europa. Diciembre es mi manto y fosa, y colocando el cuello bajo la hor-
me embozo con su sombra: huyeron del rorosa cuchilla del misterio, se corta
mundo las á g u i l a s y solo me quedan los la cabeza, con la idea de afirmar en ella
halcones; pero no importa; como es de la corona.
noche, me aprovecharé de l a oscuridad
y atacaré.
III.

Decia esto en dia claro y luminoso Cuando el cometa cae en el pozo de


así en Lóndres y en Roma como en la noche, al menos cuando se extingue,
Viena, y todos tenían abiertos los ojos tiene los soles por testigos; precipitado
menos ese hombre; y Berlín se sonreía S a t a n á s , conserva su grandeza; su ano-
y le acechaba disimuladamente. Co nadamiento tiene l a majestad de una
mo estaba ciego, creyó que era de no apoteósis. Bonaparte cayó á su vez, y
che, y veia sombras donde los d e m á s su inmenso crimen no deshonró al
veían l a luz. Sin calcular la época, e abismo; Dios le precipitó, pero sobrenadó
sitio n i el n ú m e r o , á tientas en el vacío en él un reflejo extenso y digno; su lado
sin apoyo, sin otra seguridad que sus luminoso no dejó ver su lado sombrío;
propias tinieblas, ese suicida se apoderó de t a l modo fué así, que la gloria se
de nuestros bravos soldados, del renom- enamoró de aquel hombre, y la concien-
brado ejército de la Francia, y sin caño cia humana dudaba si perjudicaban ó no
nes, sin provisiones, sin jefes y sin gene al mundo los colosos. Es perjudicial que
rales, condujo aquellos valientes hasta se levante un altar al crimen, y Dios vió
el fondo del abismo; los empujó á caer que esto no era justo.
en la red que se les tendía.—"¿Dónde
vas?,, le p r e g u n t ó la tumba. Aquel hom
bre respondió:—"Acaso lo sé?„ Cuando un t i t á n l a d r ó n logra trepar
á la cúspide, todos los ladrones desean
imitarle; era, pues, preciso que en ade-
lante S b r i g a n í no pudiera imitar á Pro-
meteo. Es hora ya de que el mundo
E L ANO T E R R I B L E . 635
espantado sepa hasta q u é punto el pe- cabeza al oir aquel extrépito. Las sen-
queño puede sobrepujar al grande y tencias de muerte que dictan los reyes
que un arroyo v i l es peor que u n tor- las ejecuta el hombre contra otro hom-
rente, y el estupor que estos hechos cau- bre, que se adorna con el laurel de haber
san al mundo hasta después de Water- matado á su hermano. Cuando terminan
loo y Santa Elena. Dios quiere impedir las batallas de Farsalia, de Hastings ó
que brillen cometas infaustos. Siendo de Jena, un ejército se proclama vence-
útil y justo terminar ese Brumario y ese dor y el otro llora sobre sus ruinas. ¡Oh
Diciembre, velados todavía; siendo con- guerra! L a casualidad pasa sobre t í en
veniente poner en el platillo de la ba- su sombrío carro arrastrado por espan-
lanza el ú l t i m o peso, el que lo pesa todo tosos é invisibles caballos.
quiso enseñar al mundo, después del
gran ñ n a l , el execrable derrumbamiento,
para que el género humano recibiese F u é la lucha feroz: lanzaban fuego
Una lección, para que menospreciara al las pupilas de los combatientes en el
que le hizo temblar, para que á la epo- fragor de la desenfrenada matanza; el
peya siguiese la parodia, y para que vié- fusil Chassepot desafiaba al fusil Drey-
semos el horror y la inutilidad que puede se; en el horizonte aullaban medusas, re-
encerrar una tragedia, cuando en ella chinando los dientes en una nube oscu-
el enano quiere imitar la caida del g i - ra, que salpicaban de sangre culebrinas
gante. de acero, bombardas y ametralladoras;
en lontananza los cuervos se fijaban en
esas medusas, pensando en que á ellas
Como ese hombre personificaba el y á ellos la carnicería les ofrecería es-
crimen, era preciso que sobre él cayera pléndido banquete. L a rabia llenaba l a
el baldón, que nadie le tuviera lástima oscuridad, á la que contaminaba, como
n i piedad; era preciso que el fin de ese si la naturaleza tomase parte en la ba-
perjudicial fullero, que por una embos- talla; el campamento fatal parecía que
cada se apoderó del imperio, fuese tan estaba furioso. Mientras un ejército era
degradante que avergonzara a l cieno, rechazado, el otro se replegaba: allí esta-
y que al caer causase n á u s e a s á la ban la Alemania y la Francia, y una y
cloaca. otra abrigaban la t r á g i c a esperanza de
morir ó la repugnante dicha de matar,
IV. y n i un solo hombre quedó que no estu-
viera embriagado por el acre olor de l a
A n t e Sedan es glorioso Azincourt; sangre, n i que cejara en aquellos mo-
Uamillies y Trafalgar casi nos halagan; mentos supremos. Llovía la metralla en
el tenebroso campamento, respiraban
Poitiers ya no es una p á g i n a de luto, n i
los heridos penosamente, los pisoteaban
Blenheim es una afrenta; Crecy ya no
al pasar, y los cañones bramaban lan-
es un campo que nos a v e r g ü e n z a , Ros-
zando sobre las masas densa humareda*
bach ya no es una derrota; porque la que dispersaba el viento. E n aquella l u -
p á g i n a m á s repugnante de la historia cha feroz todos recordaban el deber, el
de Francia es Sedan. Ese nombre fúne- honor, la a b n e g a c i ó n y la pátria. De re-
bre eclipsa todas nuestras derrotas, y pente, entre aquella bruma, entre aquel
debemos escupirle para no pronunciar- extrépito de truenos, en aquel caos de
le j a m á s . choques épicos, entre el ruido de la sal-
vaje hecatombe, al sonido siniestro de
V. los clarines, mientras nuestros soldados
luchaban como héroes, tratando de emu-
L ú g u b r e llanura, que serviste de punto lar á sus antepasados, mientras se resig-
de cita, allí estaban ellos y nosotros naban todos á los decretos fatales del
t a m b i é n . Dos bosques vivos, compues- destino, se oyó este grito monstruoso:—-
tos de cabezas humanas, de brazos y de "Quiero vivir!,,—Estupefacto calló el ca-
piés, de voces, de sables y de furor, ñ ó n , se i n t e r r u m p i ó la embriaguez de
marchan el uno contra el otro y se cho- la pelea... el abismo habia pronunciado
can y se confunden. ¡Horrendo espectá- su palabra. E l á g u i l a negra, abriendo las
culo! Mortífero y descomunal estruendo! garras, esperó.
¿Lo producen los cañones ó las catapul-
tas? ¡A eso llamamos en el mundo altos
hechos, h a z a ñ a s ! Todo huye, todo se
derrumba, y los gusanos levantan la
636 OBRAS D E VICTOR HUGO.

visto los pueblos, fecunda guerrera, re-


VI. belde al doble yugo que pesaba sobre el
mundo, resistir con puños de hierro,
^Entonces la G-alia, la Francia, esto es, l e r m a n n á César y Lutero á Pedro. D u -
la gloria, y Brennus, esto es, la audacia, rante mucho tiempo fuiste la protectora
y Clodoveo, esto es, la victoria; entonces (.el antiguo derecho de los vencidos.
el antiguo t i t á n céltico de larga cabe- Como se entremezclan la plata y el plo-
llera, entonces el grupo altivo de las ba- mo en el bronce, supiste fundir en u n
tallas, esto es, Chalons, Tolbiac, Arezzo, mueblo único y soberano veinte tribus;
Bovines, Marignan, B e a u g ó , Mons-en- al huno, al dacio y al sicambro. E l R h i n
Puelle, Tours, Rávena, Agnadel, Forno- te prodigó el oro y el Báltico el ámbar;
ne, I v r y , Contras, Cerisolles, Rocroi, respiras en t u atmósfera la música, y ella
Denain y Fontenoy , todas las batallas lace alternar en tus poderosos himnos el
inmortales, confundiendo el brillo de su grito del á g u i l a con el canto de la alon-
frente con el llameamiento de sus alas, ara; se cree ver aun sobre tus desmoro-
Jemmape. Hohenlinden, Lodi, Wagram, nados burgos la silueta de la hidra y del
Eylau, los hombres del ú l t i m o cuadro guerrero, que se vislumbran vagamente
de Waterlóo, y los guerreros Heristal, en la m o n t a ñ a y á la luz de los relám-
Carlo-Magno, Carlos Martel, Turena, pagos. Nada hay tan fresco y delicioso
Conde, Villars, Kleber, Desaix y Napo- oomo tus verdes llanuras; los rayos de la
león, por las manos cobardes de u n 'uz penetran abriendo brechas en la bru-
bandido tuvieron que rendir sus es- ma, y los caseríos se duermen agrupa-
padas. dos debajo de las alas de los palacios
eudales. Apoyándose l a doncella rubia
en el brocal de las cisternas al anochecer,
:iene grata semejanza con los ángeles.
SETIEMBRE. Domo templo sostenido por e x t r a ñ o s p i -
'ares, l a Alemania se mantiene en pió
al través de veinte siglos repugnantes, y
dimana de ellos el esplendor que sale de
su sombra. Cuenta m á s héroes que ci-
mas el monte Athos. Aparece la Teute-
Elección entre las dos naciones. nia cerca de las nubes, cerca de las es-
trellas y de los rayos; de noche sus picas
se asemejan á u n bosque. Por encima
Á ALEMANIA.
de ella el clarin victorioso prolonga sus
sonidos; su leyenda iguala á su historia.
E n la Turingia, donde Thor mantiene su
No hay nación m á s grande que t ú lanza en ristre, vagaba errante Ganna,
cuando en otro tiempo era el mundo pa la druida desmelenada; en los rios, cuyas
lenque de eternos combates, entre los olas resplandecían, cantaban las sirenas,
pueblos fuertes fuiste el pueblo justo esos mónstruos con pechos de mujer; y
S o m b r í a tiara ciñe t u frente augusta, y el Harz, que Velleda frecuentaba, el
sin embargo, como l a I n d i a con su fabu Taunos, donde Spillyre se secaba en l a
loso aspecto, t ú brillas, pais de los hom- yerba los desnudos piés, todavía no han
bres de ojos azules. A l t i v a claridad, que perdido la tristeza áspera y divina que
relumbraba en el fondo tenebroso de l a en los espesos bosques deja la profetisa.
Europa, te envuelve en una gloria infor De noche la Selva-Negra es u n siniestro
me, pero inmensa; tu faro resplandece en edén; en las orillas del Neckar la clari-
el monte de los gigantes; como el á g u i l a dad de la luna aviva y d á sonoridad á
m a r í t i m a que cambia de mar, pasaste los árboles poblados de hadas. ¡Oh teu-
sucesivamente de una grandeza á otra tones! vuestros sepulcros parecen trofeos
al sábio Huss siguió el apóstol Crescen de victorias, porque vuestros antepasa-
tino; Barbaroja no impidió que naciera dos sembraron laureles por todas partes.
Schiller; el emperador, á pesar de ser ab Alemanes, debéis estar orgullosos, por-
soluto, teme al genio. N i n g u n a nación que solo piés titánicos pueden calzarse
te eclipsa en el mundo, Alemania. T vuestras sandalias. L a gloria feudal dora
V i t i k i n d hace frente á nuestro Cario vuestros cascos y blasona vuestros es-
Magno, y hasta Carlo-Magno puede de cudos, y así como Roma puede estar
cirse que te pertenece como guerrero orgullosa de Cocles, vosotros podéis
H a y instantes en t u historia en los qu enorgulleceros de G-algacus, y tenéis u n
parece que u n astro te guia, y te han
EL ANO T E R R I B L E

Beethoven que oponer á Homero. Ale- Inés. Creíamos que esa guerra seria como
mania es poderosa y magnífica. las de Arbelle, A c t i u m , Trasimene y
A FRANCIA. Zara, horrible pero grandiosa; que se-
ria u n abismo con su pendiente, en el que
Francia es m i madre. el universo llegarla hasta los bordes,
como en Lepante, en Tolbiac, en Tyro y
en Poitiers. I m a g i n á b a m o s que la cólera,
la fuerza y la noche abrirían ante nos-
II. otros vastas sepulturas, en las que se
A principe, principe y medio. enterrarían el Sur ó el Norte. Y pensa-
tivos, creyendo que íbamos á conseguir
la gloria en encuentros triunfales, como
los que presenciaron el Loire, Wagram,
E l emperador mueve la guerra al rey. Leipzig, Cyrus, Senacherib, César, Fede-
Nos decíamos á nosotros mismos:—"Las rico I I y Nemrod, t e m b l á b a m o s a l ver
guerras son el preludio de las revolucio- de cerca esos horribles encuentros.
nes.,, A l mismo tiempo pensábamos:—
^Tendremos guerra, pero una guerra
grandiosa. E l infierno desea coronarse
de laureles, la guerra quiere que se le Pero de repente sentimos que una
rindan ofrendas, y esos dos reyes van á mano se introduce en nuestros bolsillos,
hacer que corra la sangre roja del m u n - y comprendemos que solo se trata de
do, y s e g a r á n á los hombres como en los apoderarse de nuestro dinero. Con exac-
campos se siega la yerba; los vencedores t i t u d decía la voz pública que cuando
serán infames, pero magníficos.,, Y nos- Bonaparte se vió en la indigencia fué
otros, que deseamos la paz para el hom- un estafador, y que ahora abrigaba los
bres y que queremos entregar la tierra deseos y la esperanza de robar la A l e -
al arado y no al cañón, tristes, pero con mania, después de haber robado la Fran-
altivez, exclamábamos:—"Dejemos obrar cia: escamoteó el trono, es v i l y fullero,
á los reyes de Francia y de Prusia.,, Y esto nadie lo niega; pero nos hicimos la
soñábamos en el choque de Vichnu con ilusión de que iba á tropezar con u n rey
tra Indra, en u n avatar empollado por viejo, orgulloso de su alcurnia, con u n
un apocalipsis, en el resplandor aguje rey que tenia á Dios por corona y al ho-
reando por todas partes el eclipse, en nor por coraza, encontrándose frente á
enormes combates nocturnos, en esos frente con uno de esos paladines de los
caos de cólera y de extrópito, en los que antiguos torneos, valientes y caballeres-
el h u r a c á n se ensaya con el Océano, en cos. Q u é chasco nos llevamos! ¡Quécám-
los que el ángel, sujeto por el gigante, bio de decoración tan inesperado! Era u n
lucha y confunde su sangre celestial con silbato lo que oíamos, no una trompa
la sangre negra del titán; en Apolo con- guerrera.
tra L e v i a t á n ; en que iban á chocar en el
horror de una inmensa lucha Rosbach
contra Jena, Roma contra Alarico, el Es de noche. A n t e nuestra a t ó n i t a
gran Federico contra Napoleón el Gran- vista aparecen vastas y salvajes malezas,
de; creíamos que vendrían hácia nosotros, entre las que hormiguean los sables y
de prisa, de un solo vuelo, las victorias los cañones de los fusiles. Se oye en la
volando como golondrinas, y como el pá- oscuridad inmensa gritería. Aquello es
jaro corre á buscar su nido, se dirigirían una sorpresa, una emboscada. Deteneos!
rectamente á Francia á buscar el pro- Todo se ilumina; el bosque ofrece por
greso, la justicia y el derecho; creíamos todas partes siniestra y roja claridad.
que íbamos á presenciar el choque fatal Nadie se mueva! ¡Aplastaremos la cabeza
de los tronos, el siniestro fin de las anti- al que se menee! ¡Boca abajo todo el
guas Babilonias y á ver el espectáculo mundo! Ahora entregadnos el dinero.
del continente triturado y muerto, que Nada importa que estéis arrodillados en
después resucitaría en el cielo de la el fango; os registran, poniéndoos la ba-
libertad; creíamos que después de pre- yoneta al pecho. Son diez contra uno y
senciar monstruosos desastres, veríamos van armados hasta los dientes; seria una
nacer el nuevo mundo al través del cata imprudencia resistir. Obedeced! Entre-
clismo de los astros. gan todos l a bolsa y se echan en el suelo.
Durante esta operación piensan los sor-
prendidos en aquellos pueblos que ayer
Estas eran nuestras sonrientes ilusio- se llamaban Polonia, Francfort, Hesse
638 OBRAS DE VICTOR HUGO.

y Hannover. T e r m i n ó la operación; po-


déis levantaros. Y a sois pobres en medio
de la Selva-Negra, y reconocemos nos-
otros que no estamos iniciados en esas IV.
horribles traiciones, y que somos pro- Parts bloqueado.
fanos al arte de gobernar, que Cartouche
hizo la guerra á Schinderhannes.
Oh ciudad! ¡La historia se arrodillará
ante tí! Desangrarte te d á belleza, morir
te d á la victoria; pero no, t ú no puedes
morir. Se derrama t u sangre, pero cuan-
Digno es el uno del otro. tos contemplaban á César sonriendo en
tus brazos, se asombran; salvas la lla-
ma expiatoria con la admiración de los
Fijaos bien y veréis que es así. A una pueblos, con la gloria, y adquieres, Paris,
parte está el servidor del crimen; á la mucho m á s de lo que pierdes, porque
otra, servilmente obedecido por todos conquistas á los que te sitian. L a humi-
cuantos él oprime, está el ogro de dere- llante y falsa prosperidad es la que pro-
cho divino, devoto, correcto, moral, que duce la muerte lenta, y t ú caiste alegre
nació para ser emperador, pero que no y loca, pero te levantas sangrienta y
pasa de cabo de escuadra. A una parte el grandiosa. Te habia amodorrado el de-
Bohemio y á la otra el Sicambro; el de- gradante imperio y te despiertas arre-
gollador luchando con el dos de Diciem- pentida de t u repugnante felicidad. Te
bre. A una parte la liebre y á la otra el despiertas siendo diosa y lanzando a l sá-
chacal; el barranco Ollioule y la casa tiro de tus bosques; te conviertes en
Bancal parece que hayan proporcionado guerrera al ver que eres mártir, y para el
semejantes reyes; la Calabria no cuenta honor, para lo bello y para lo verdadero
con seres tan repugnantes como esos dos renaces por una parte, cuando mueres
que arrastran sables; su arte de guerra por l a otra.
consiste en la extorsión y en el saqueo;
es el arte que conocian Poulailler y
Folard. v.
A Juana.
Bonaparte es v i l , pero G-uillermo es
atroz, y fué una imbecilidad que el ino-
cente ratero arrojase el guante al vete-
N i ñ a querida, ayer cumpliste u n a ñ o .
rano bandido. Aquel ataca sin medios, y Contenta y balbuceando estás, como en
éste, aceptando el reto, lanza bruscamen- la enramada en el fondo de u n caliente
te de su mano u n haz de rayos. Aquel nido abriendo apenas los ojos gorgean
rey tomó por su juguete á nuestro empe- los pajarillos recien nacidos, alegres por
rador, y burlándose de él, le decia:—"¡Ven ver que empiezan á salirles las plumas.
a q u í , chiquillo!,, E l chiquillo fué trope Rosada es t u boca, Juana, y en los libros
zando y cayó en la emboscada que le cuyas estampas tanto te regocijan, y que
habia preparado el bandido. E l cortejo por complacerte dejo que arrugues las
de la traición fué una horrible matanza: p á g i n a s , se encuentran preciosos versos,
el pensador, al reflexionar en esos i n - pero no hay en ellos una sola poesía que
numerables atentados, es víctima de valga tanto como t ú . Los autores m á s
sombrío deslumbramiento. ¡Cuántos crí famosos nada han escrito que equivalga
menes. Dios mió! ¡Qué horroroso desen al pensamiento que se entreabre en t u
lace! Pobre Francia! ¡ U n a ráfaga de i m a g i n a c i ó n y que aparece en tus ojos,
viento disipó en un instante la sombra que contemplan al hombre con la igno-
de t u César y la sombra de t u ejército! rancia del á n g e l . ¡ J u a n a , Dios no debe
E n esa guerra, uno de los reyes fué la estar lejos de t í !
llama y el otro el humo.

Has cumplido ya un año, y hay ins-


tantes en que te veo grave, pero arroba-
da; atraviesas el celestial momento de la
vida en el que el hombre no vé sombras
E L ANO T E R R I B L E . 639
en ella, en el que cuando el niño estrecha te m i corazón y tus alas crecerán un
á sus padres en sus brazos, le parece que palmo,,.
abraza el universo entero: t u alma jóven
vive, sueña, rie, llora, y todo lo espera de
tu madre Alice y de t u padre Carlos; to- Cuando Jesucristo espiró, cuando mu-
do el horizonte que recorre t u espíritu se rió el gran Pan, Juan y Lucas en Judea
extiende, desde ella que te mece hasta él y Epicuro en la India oyeron un grito
que te sonrio; esos dos seres constituyen horrible y siniestro. Cuando el Olimpo
para tí en los primeros años de la vida se d e r r u m b ó desde Ofir á Canaan y desde
todos los deseos y todas las caricias; ellos A z u r á Laba, como al desprenderse el
solos, Juana; comprendo que esto es jus- zócalo se cae la columna, todo el Orien-
to. Soy t u abuelo, llegas cuando yo me te se conmovió cuando cayó Babilonia;
voy; te adoro, y hay momentos en que pues el mismo horror sagrado se apode-
tengo celos: pero t ú y t u hermano Jorge ra hoy de los hombres, al conocer que se
llenáis por completo m i alma, y gozo mueve el edificio, al faltarle el punto de
cuando os veo entregados á los juegos apoyo: todos tiemblan por Paris, al que
infantiles. oprime siniestra mano, porque compren-
den que se matarla al universo matando
esa ciudad; m á s que á un pueblo, tratan
Inocente Juana, singular hora escogis- los reyes de clavar un mundo moribundo
te para nacer, hora que te ha familiariza- en la cruz, para que sufra horroroso su-
do con el terror: te sonríes ante u n m u n - plicio el género humano.
do próximo á perecer; zumbas como la
abeja en los prados, y confundes t u deli-
cioso murmurio con el extrópito que hace Luchemos, pues. Como Troya, como
Paris agitando su inmensa armadura. T y r o y como Numancia, Paris sitiado
Cuando te oigo cantar, cuando me hablas debe ofrecer digno ejemplo á la historia.
con t u suave y dulce voz, cuando veo tus Seamos grandiosos y afrontemos á los
manos extendidas sobre nuestras cabe- bandidos que nos trajeron los tiranos.
zas, me parece que la oscuridad donde Vuelven á invadirnos los hunos como
está g r u ñ e n d o la tempestad tiembla y en tiempo de Fredegario; dejemos que
se aleja lanzando sordos rugidos, y que nos apunten las m á q u i n a s de guerra;
Dios bendice por medio de la interven- resistámoslas sin cejar; aceptemos nos-
ción de una n i ñ a la ciudad de cien cam- otros solos, vendidos y ensangrentados,
panarios, que está desamparada, como la ruda tarea de salvar á la pátria. Caer
u n navio que v á á estrellarse en un es- sin temblar equivale á vencer. Con-
collo. seguir que todo el que vaya en pos de lo
verdadero, de lo grande y de lo bello
se incline con respeto ante una tumba,
es tan honroso para un pueblo como
OCTUBRE. para u n hombre. Catón es demasiado
grande si sobrepuja á Roma, por lo que
Roma, para igualarse con él, debe
imitarle; Roma, pues, debe combatir y
Paris debe luchar. Combate, Paris; os-
tenta, pueblo magnífico, en t u escudo
acribillado de flechas, pero sin mancha,
Era yo el viejo y salvaje vagabun el ilustre encarnizamiento de no ser ven-
do de los mares, el espectro que iba cido.
errando por las playas; escribí un libro
en u n áspero invierno, azotado por los
vientos y por los huracanes que á las ór
denes del desterrado iban volviendo las ii.
hojas á medida que yo las terminaba; lo
habia perdido todo menos el honor: re-
gresé á Paris y v i que la gran ciudad H a n llegado para nosotros los di as
estaba hambrienta; puse m i libro al a l - trágicos. A l ver que aparecen tantos sig-
cance de sus dientes; diciendo al pueblo nos desconocidos, hay motivo para creer
altivo, ardiente, indignado, sin miedo; al que empieza otra egira para las na-
pueblo que no sufre n i n g ú n yugo, á Pa- ciones.
rís, lo que el Klephte al águila:—"Cóme-
640 OBRAS DE VICTOR HUGO.

P á l i d o Dante y t ú , hermano de Cine- brilla sobre las simas entreabiertas; por-


gire (1), severos y justicieros testigos, que es u n brazo de gigante que se ha
inclinados, uno sobre Florencia y otro apoderado de u n haz de rayos, que no
sobre Argos, espíritus que el á g u i l a i l u m i n a otro punto de Europa; castigan
cobija bajo sus alas, vosotros que escri- á Paris por ser la p á t r i a de la libertad,
bisteis esos temibles libros en los que se por ser la ciudad donde Danton ruge,
siente algo de lo que ruge y algo de lo donde brilla Moliére, donde se rie V o l -
que brilla detrás del horizonte, libros taire; castigan á Paris por ser el alma
que lee temblando el g é n e r o humano, del mundo; porque cada dia rebosa m á s
soñadores que podéis exclamar dentro vida y es la colosal antorcha que n i n g ú n
de vuestras tumbas:—"¡Somos dioses por- viento apaga, la ardiente idea que se
que hacemos temblar misteriosamente á abre paso al través de todas las oscuri-
los hombres!„, Esquilo y Dante, contem- dades; castigan á Paris porque denun-
plad lo que ahora pasa en el mundo y cia el error, porque advierte y explora,
oidme. porque tras su triunfo les enseña un ce-
menterio; porque suprime el cadalso, el
trono y las fronteras; porque representa
A esos reyes les viene ancha la corona el porvenir y ellos representan el pasado.
que se ciñen, y vosotros los desdeñaríais,
porque no poseen la estatura de los que
atormentásteis con vuestros formidables No es suya l a culpa: solo son las fuer-
versos; no tienen la talla del jefe argivo zas negras que siguen en la oscuridad á
n i del barón pisano; pero convenid con- las glorias sombrías; á Cain, á Nemrod,
migo en que, esto no obstante, son mons- á R h a m s é s , á Cyro, á Oengis y á T i -
truosos. Tienen el aspecto vulgar de mour. Combaten el derecho, la civiliza-
reyes adocenados, pero disponen de gran- ción y el amor; desean ser grandes y solo
des legiones. Arrastran sobre Paris á son deformes. No quieren que el mundo
los siete pueblos sajones, para saciar en tranquilo y feliz se duerma en brazos de
ól su sed de sangre. Cada uno de dichos la sagrada paz, n i que la claridad divina
reyes tiene por emblema una especie de ilumine al espíritu humano. Impulsan á
animal salvaje, y hace brillar en su los hermanos á devorarse unos á otros, á
morrión la quimera en forma de tétrico que el pueblo asesine a l pueblo, y su
aguilucho ó de d r a g ó n impuro agitando desgracia consiste en ser omnipotentes,
la melena; el gran jefe enarbola en lo y que todos sus instintos, que el infierno
alto de su estandarte un á g u i l a e x t r a ñ a , enciende, los apague el cielo. ¡Reyes re-
que es blanca de noche y negra de dia. pugnantes! Es m á s fácil que el pájaro
Vienen con ellos, produciendo gran olvide el camino de su nido, que el tigre
estruendo, krupps, bombardas, cañones, se enamore del cisne, que la abeja distrai-
enormes ametralladoras; arrastran j u n t o da abandone su colmena, que renuncien
á las murallas enemigas el bronce, ese ellos á las matanzas, á la ley del sable, á
mudo, ese esclavo adormecido que aulla la inicua guerra, a l sonido de los cla-
de repente en cuanto se le quita el bozal, rines y al relincho de los caballos de ba-
y que se apodera de él no sé q u é espan- talla.
toso celo que le hace destruir sin freno
una ciudad, como si se tratase de ven
garse en las torres y en los campanarios
de que le emplee el hombre para fundir
infames estátuas y como si para vindi-
carse quisiera decir:—^"¡Pueblo, m í r a m e
bien; yo soy el mónstruo que con mu- Siete; la cifra del mal, el n ú m e r o del
cha ligereza conviertes en rey!,, que Dios hace que dimanen todas las
faltas humanas. Echaron la red fatal á
Paris siete principes; los de Wurtemberg,
Todo tiembla, y los siete jefes están l i Mecklemburgo, Nassau, Sajonia, Badén,
gados por un ódio c o m ú n . A h í están Baviera y Prusia. E n la oscuridad de l a
amenazando á Paris. L e castigan. ¿Por noche levantaron sus tiendas sepulcrales;
qué? Porque representa la Francia y l a en ellas aparecen en e m p a ñ a d a s espira-
Francia representa el universo; porque les los círculos del infierno, el ódio, el
invierno, la guerra, el luto, la peste, el
(1) Cinegire: fué hermano del poeta Esquilo; fué un hambre y el fastidio. Sujetan á Paris los
ateniense célebre por su valor heroico.—(N. del T.) siete nudos de las tinieblas, y como Te-
EL ANO T E R R I B L E . 64i
bas, tiene siete jefes ante sus muros. Es él! Vivo, entusiasta, condena á la noche
espectáculo inaudito ver el astro sitiado á quedar deslumbrada para siempre, y
por el Erebo; ver la noche dando el asal- recobrando su prístina belleza, la cubre
to á la luz: el astro perdido lanza un con inmensa espuma de luz. ¿Ha sido
grito y lanada serie. L a ceguedad com- vencido el caos? No; la oscuridad se hace
bate á la luz; la taciturna envidia ataca m á s densa; aparece otra vez el reflujo
al cráter augusto de la existencia, a l del abismo invasor; parece que Dios se
gran foco central, al astro encadenado, desalienta. Buscamos otra vez al astro
á los otros astros. Todos los ojos que es- en la tempestuosa noche. D ó n d e está?
t á n abiertos en el infinito se asombran Es esto una emboscada? Todo queda en
y se preguntan:—^"Quó es lo que sucede? suspenso; nada continúa; presiente la
Se anubla la claridad?,, Y u n calofrío creación que está presenciando un c r i -
de horror se comunica de estrella en es- men, y estupefacto el universo contem-
trella. Salva t u obra, oh Dios! T ú , que pla el abismo que, sin descanso, hasta lo
con u n soplo conmueves a l L e v i a t á n , re- alto del firmamento vomita bocanadas
tuerce esos brazos venenosos. Pero ya de sombra que cubren el sol.
no hay remedio; empezó l a infame ba-
talla.
NOVIEMBRE.
Así como en los tiempos antiguos u n
faro brillaba en la puerta Scea (1), así
t a m b i é n viva claridad se desprende del
astro, advirtiendo al cielo que el infierno I.
sube y que la noche baja. E l abismo se
oculta en una espesa m u r a l l a de humo, Al anochecer, desde las murallas
en la que hormiguea no sé q u é ejército de Parts.
indómito, entre cuyas nubes brillan las
armas y en donde se confunden ruidos
infernales con ruidos subterráneos y don- Blanqueaba el Occidente; el Oriente
de aullan los truenos como si fueran fie- estaba oscuro, como si a l g ú n brazo sali-
ras encadenadas. Sube una informe ma- do de los osarios erigiese u n catafalco á
rea en la que g r u ñ e n los tiphones, crece las columnas de la noche y desplegara
y rueda lanzando gritos horribles, y ese dos sudarios en el firmamento.
caos parece que se e m p e ñ e en destruir
esta esfera; él hiere con las llamas, ella
con l a luz; el abismo cuenta con el re- L a noche era oscura como u n calabo-
l á m p a g o y el astro con el rayo. L a oscu- zo. Confundía el ave sus quejidos con
ridad con sus olas, con sus brumas, con los murmullos de las plantas; iba yo ca-
su h u r a c á n y con su torbellino, cae so- minando, cuando levantó los ojos hasta
bre el astro, tratando de derramarse por el horizonte y la puesta del sol parecía
completo en su luminoso pozo. ¿Quién un oleaje sangriento.
vencerá á quién? Nos extremecemos de
temor y de esperanza. H a y momentos en
que l a esplendidez del astro se borra en Esto me hizo imaginar que se verifi-
el espesor de las tinieblas, y cada vez caba un gran duelo entre un mónstruo y
m á s pálido llega á desaparecer. ¿Puede un Dios, ambos de la misma talla, y que
acaso sentenciarse á una estrella? ¿Quién la espada del cielo enrojecida caía á l a
puede tanto? ¿Quién tiene derecho á ro- tierra después del combate.
bar al mundo la sagrada claridad? Pare-
ce que el infierno, abriendo sus fauces,
quiera tragarse a l astro. ¿Será verdad
que ha muerto?...
París difamado en Berlín.
De repente u n rayo de luz sale de las
nubes, y sacudida por los vientos apare- L a siniestra noche desprecia á la au-
ce una melena de fuego. A q u í está! ¡Es rora y el ateniense afrenta al v á n d a l o .
P a r í s , al mismo tiempo que te ata-
(1) Scea: puerta de la ciudad de Troya, en la que estaba can, quisieran que la emboscada que te
la tumba de Laomedon y donde tuvieron la célebre entrevista
Andrómaca y Héctor.—(N. del T.) tendieron tuviera el aire providencial de
TOMO V .
OBRAS DE VICTOR HUGO.

una sentencia; el galopín ayuda al raitre, vuestra oscura marcha, al través de las
ó hicieron la apuesta de ver quién des- malezas, falsas h a z a ñ a s , que hubieran i n -
honraba m á s la ciudad heróica, y las dignado en la época caballeresca á la
injurias llueven sobre ella, mezcladas magnanimidad de la espada.
con los disparos del obús durante el
bombardeo; los soldadotes y los retóricos
te calumnian, d e n u n c i á n d o t e ante las Príncipes, la guerra no es digna de la
buenas costumbres y en nombre del cul- epopeya cuando se forja en el espionaje
to; te insultan para poderte pasar á cu- y la traición, cuando cubre el robo con
chillo; sus calumnias tienen por objeto la escarapela y el fraude con el plumero.
el asesinato. Ciudad, cuyos habitantes Gruillermo es emperador, pero Bismarck
tienen la grandeza de u n Senado, lucha, es trabucaire, y Carlo-Magno sienta á
desenvaina el acero; ciudad que supiste su derecha á Roberto Macaire, y entre-
fundar los talleres y que sabes defender ga á los mamelucos, á los panduros, á
las c a b a ñ a s , deja que aulle á t u alrede- los strelitz, á los raitres y á los huíanos
dor esa cohorte de hombres hipócritas y la Francia de Austerlitz, como botin,
gazmoños, que se l l a m a n á sí mismos como presa y como prebenda. E l ejército
salvadores del altar y del trono, pero que vencedor se trueca en una cuadrilla de
en todas las épocas han proscrito al bandidos.
progreso, han puesto una valla entre los
dioses y los espíritus, y cuyos gritos, se-
mejantes á lejanos ladridos de obscena Ebrios se dirigen h á c i a el profundo
j a u r í a , se oyeron en Roma, en Tebas, antro que les espera: así el oso, siguien-
en Delfos, en Menfis y en Micenas. do la corriente del agua en el flotante
ventisquero, no conoce que éste se derri-
te y que hunde bajo sus piés el banco de
hielo.

A todos aquellos principes. Y a que así lo deseáis, príncipes, h á g a -


se vuestra voluntad. Revolcaos en el ter-
ritorio de la conquistada Francia, de la
Reyes teutones, no sabéis imitar á espirante Alsacia, de la ensangrentada
vuestros padres. Vuestros padres sallan Lorena, de la vendida Metz, de la t e m -
precipitados de sus madrigueras, empu blorosa Strasburgo, de la que no apaga-
ñ a n d o la espada, tratando siempre de reis la t r á g i c a aureola. Solo obtendréis
sobrepujarse unos á otros en valor, pero de esta nación lo que se consigue de las
no de vencer por medio del n ú m e r o . Vos mujeres violadas: el lecho, la desnudez
otros guerreáis de otro modo. y el ódio eterno. Solo el cuerpo man-
chado, frió y siniestro, desde que se ven
forzadas, se obtiene de las vírgenes y de
Os deslizáis sigilosamente, aprove- las ciudades.
chándoos de la oscuridad de la noche,
tratando de que sea la casualidad vues
tro cómplice, hasta el pais inmediato, con Segad vivos como espigas maduras
gran cautela, á manera de ladrones ó de en un campo; cercad á Paris ó incen-
enamorados, hablando en voz baja, i n - diadle; llenad de desesperación el alma
clinando l a cabeza, ocultando la autor sollozante de las madres; lanzad esta
cha que os sirve de guia, haciéndoos órden horrorosa: "Exterminemos!,, A g i -
invisibles entre los bosques por donde os tad vuestras banderas, haced rodar
deslizáis; después, gritando bruscamen vuestros cañones, que á ese extrépito
te: V i v a ! Hurra!, desenvaináis un millón triunfal siempre le faltará algo. Perma-
de sables, os arrojáis sobre el vecino sor nece cerrada l a luminosa puerta de los
prendido, y herís á diestro y siniestro á cielos, y en la enlutada tierra no fecun-
un ejército que carece de todo y cuyo ge da la savia n i u n solo laurel entre esas
neral es un cero. Vuestros antepasados oleadas sangrientas. E n las alturas, la
hubieran desdeñado una victoria conse altiva Fama, inmóvil, indignada, con
guida por esos medios, porque podia en las alas cerradas, os vuelve las espaldas;
ellos m á s el pudor guerrero que la sed no quiere ver lo que sucede, y en el
de conquista y preferían ser grandes á fondo del firmamento se vé que sus cla-
vencer. Pero, príncipes, vosotros, desde rines no suenan.
Sedan á Versalles, vais sembrando en
EL ANO T E R R I B L E . 643
N i u n solo nombre ilustre ha salido blica, que para los extranjeros se viste,
de vuestra victoria. ¿Cómo se llaman los se pinta y se embellece; Paris nos a b r i r á
héroes que vencieron? Esos altivos con- sus brazos...;; Y el Sena el lecho mor-
quistadores, esos invasores sangrientos, tuorio.
no pueden desprenderse del anónimo?
¡Ese es el colmo de l a afrenta que nos
deshonra! ¡Consiguió gigantesca victo-
vi.
ria pigmeo vencedor!

Predicar la guerra después de haber


IV. litigado para conseguir la paz, es una
discreción que ha e n g a ñ a d o á los sábios.
¿Qué se hicieron aquellas promesas de
¿Qué importa todo lo sucedido á la clemencia? E s t á s ciego ó te desmientes?
m a g n á n i m a Francia? Todo lo ve con Y la fraternidad que nos prometías?
trágico desden; existe, sin saber lo que ¿Por q u é exterminas á Cain, por q u é
de ella piensan un m o n t ó n de descono- fulminas tus rayos contra Atila?^—No te
cidos, en los palacios y en los tugurios; he e n g a ñ a d o , me contesta la discreción.
porque esos pordioseros y esos ministros Todo empieza por una negativa y ter-
carecen de la majestad siniestra del mina por una liberalidad; el invierno
mal, y zumban i n ú t i l m e n t e alrededor conduce á l a primavera y el ódio a l
de la eternidad. Insultan á la Francia, amor. Creemos estar trabajando en con-
pero ella, n i en sus duelos n i en sus tra de una idea y trabajamos en p r ó .
alegrías, se apercibe de vuestra sombría Las verdades, sobreponiéndose sin me-
oscuridad. Si queréis que os vea, adqui- dida y sin n ú m e r o , amontonan á veces
r i d antes personalidad; sed Tiberio ó sed tanta sombra, que su oscuridad inquieta
Q-engiskan, el hombre azote ó el hombre al hombre; la Providencia es incompren-
volcán, y entonces veremos si merecéis sible por su propia grandeza, y la noche
que os desprecie; adquirid a l g ú n título siniestra fabrica sus velos de tinieblas
al ódio, y entonces lo examinaremos. con capas de estrellas.
Si no, marchaos. U n pigmeo, además de
ser pequeño, puede ser venenoso, pero
por eso no deja de ser enano; ¿y q u é nos
importa u n átomo? ¿Qué nos importan Vil.
esos ceros que pasan y desaparecen? Sin
menear la enorme cabeza en el desierto
por donde vaga el lince feroz, el ester- Quizá apareceré e x t r a ñ o á los que
coracio puede familiarizarse con el colo- opinan que ante la desgraciada suerte
so que está siempre inmóvil. de Sedan hay que encender un cirio á
Santa Grenoveva; á los que creen que
obtendríamos eficaz auxilio volviendo á
retocar á N ó t r e - D a m e d' Auray, y que
v. detendríamos, rezando una oración bre-
tona, los disparos de los obuses y de l a
Al ver flotar en el Sena algunos metralla; quizás pareceré salvaje, y hasta
cadáveres de prusianos. escéptico, á las gentes que rezan en a l -
g ú n rincón Ave-Marías, en voz baja,
mientras corre á rios la sangre de los
Llegásteis hasta a q u í , y ahora os veo franceses, á los que contra un c a ñ ó n
ya acostados y transportados por la lige- asestan una novena; pero afirmo que ha
ra almohada de la blanda agua; os veo llegado ya la hora de obrar, de pensar
envueltos en las sábanas írias y mojadas en el levantamiento en masa, en el
del oleaje. Sois los hijos del Norte, que abismo, en el peligro, cuyo círculo vá
yacéis tendidos y desnudos en la cor- estrechándose á nuestro alrededor, y que
riente del rio, sois los que hace poco tiene el mérito de ser sincero, aunque es
tiempo pensábais al salir de la Alema- repugnante, de ser francamente salvaje,
nia:—"Vamos á casa de esa prostituta; y ofrecer á l a Francia la ocasión subli-
vamos á buscar á Babilonia, que está me de morir. Afirmo que se aproxima
acostumbrada á las caricias de todo el el monstruoso campamento de los bár-
mundo; en ella viviremos entre placeres; baros, que los osos han roto los hierros
vamos á Francia; Paris es la ciudad pú- de las jaulas que los encerraban; afirmo
644 OBRAS D E VICTOR HUGO.

que los pueblos están horrorizados, que Mediodía, tenemos necesidad de presen-
pasó ya la hora oportuna de entonar tar un hombre audaz, y cuando se trata
oremus, que las hordas se acercan, que de expulsar de a q u í á los vándalos, de
Paris les sirve de blanco, y que debemos rechazar el oleaje de las cuadrillas feu-
todos lanzar este terrible grito:—"¡Ciu- dales, de libertar á Europa libertando á
dadanos, á las armas! ¡Campesinos, em- Paris y de rechazar á los que inicua-
p u ñ a d las horcas! ¡Q-eneral, arroja lejos mente nos han sorprendido, no nos hace
de t í el libro de los salmos de David, falta el rosario, sino la espada.
y vamos á abrir u n boquete en las filas
prusianas!,, T o d a v í a no está ronca l a
Marsellesa, n i fatigado el caballo que
montaba Kleber; no nos hemos bebido VIII.
aun todo el vino que produce la auda-
cia; nos ha dejado bastante aun Dan ton
en el fondo del vaso para dar una seve- No conviene v i v i r engañados: nunca
ra carga á la Prusia y para atemorizar oculté que me preocupa siempre el enig-
al mundo antiguo, que agoniza viendo ma eterno; sé que cuando reflexionamos
cómo recibimos á los reyes. Si nos toca en el equilibrio de la tierra y de los cie-
sucumbir, moriremos como héroes. Cuan- los, sentimos que nuestra alma es m á s
do veo que manda en la ciudad un hom- libre; sé que cuando nos apoyamos en lo
bre que es excesivamente cristiano, cuan- desconocido, sentimos descender hasta
do creo que se tiene miedo, cuando veo nosotros algo inmenso y bueno; com-
que aun se espera, ¿qué queréis que os prendemos la insignificancia de los re-
diga? no estoy satisfecho. Ese jefe fija yes, y resistimos y luchamos teniendo
demasiado los ojos h ú m e d o s en su padre el corazón menos triste; sé que á los alti-
espiritual; me parece que es soldado bra vos profetas halaga y tienta el peligro,
vo, pero general t í m i d o . Estamos en y que el hábito augusto de meditar, de
Paris, que es un volcán, que encierra amar, de creer y de postrarse ante Dios,
cerca de dos millones de hombres, de nos pone de p i é ante el hombre y nos
niños y de mujeres, y n i uno solo de hace inclinar la frente ante el infinito.
ellos piensa en cejar, y deseamos todos Pero el cielo no obra como los hombres:
m á s rapidez en la cólera y discursos cada uno tiene su deber y cada uno
menos largos. De este modo me expre- cumple su misión. Cuando el destino es
saría m a ñ a n a en el Hotel de V i l l e si no cobarde, debemos rudamente oponerle
me espantase el fantasma de la guerra obstáculos, sin hacer intervenir para ello
civil, si no temiera a ñ a d i r tan espantosa á los r e l á m p a g o s del firmamento; para
cuerda á las ligaduras de la p á t r i a y vencer a l destino hay que contar m á s
verla arrastrada por el fango y por los con el rayo humano que con el gran fe-
charcos de sangre, primero por sus ven- nómeno de los truenos divinos.
cedores y después por sus hijos. Los
bravos parisienses desafían todas las ca-
lamidades; no puede domarlos el frió n i
el hambre, pero no saben resistir á l a IX.
ignominia; á falta de pan moreno comen
pan negro, pero no se dejan coger como Al obispo que me llama ateo.
ovejas.

Ateo? Ministro del Señor, e n t e n d á m o -


nos de una vez para siempre. No te to-
Y a que hemos llegado á este caso ex mes el trabajo inútil de expiarme, de
tremo, declaro que el corazón del hom- acechar m i alma, de mirar por el ojo de
bre es ilimitado para obrar bien; que la llave el fondo de m i espíritu, de inda-
debemos imitar á Esparta y á Roma, y gar hasta dónde llegan mis dudas, de
que á un pueblo solo le l i m i t a su propia preguntarme sobre el infierno para sa-
cobardía. Necesitamos en esta hora su ber lo que creo ó lo que niego; no te to-
prema algo superior á los antiguos ca mes este trabajo inútil. M i fe es sencilla
balleros, que perdían mucho tiempo oran- y la proclamo en alta voz. Me gusta la
do en las capillas; porque Francia nos claridad y la franqueza.
pide socorro, y será hijo bastardo suyo el
que no acuda en seguida á socorrerla, ya
que se trata de arriesgar el todo por el Si se trata de u n hombre bondadoso, de
todo. A n t e el feroz Norte que ataca al blanca y larga barba, de una especie de
EL ANO T E R R I B L E . 645
papa ó de emperador, sentado en el tro- siente la augusta ambición de i r , á tra-
no, rodeado de nubes, que tiene un pá- vés de la infame sombra que abomina,
jaro sobre la cabeza, á l a derecha u n en busca de la aurora; si se trata de u n
a r c á n g e l , á la izquierda un profeta y en sér profundo que las religiones no crean
los brazos á su hijo, pálido y desgarrado n i destruyen, que adivinamos que es
por los clavos; que es uno y triple, que Dueño y que presentimos que es sábio,
oye los armoniosos sonidos de las arpas; que carece de semblante y de contorno,
que es Dios celoso y vengador, que es- pero no de hijos, ya que su paternidad, ya
cribe en un registro Q-arass, que anota el que su amor son infinitos; si se trata del
abate Pinche en la Sorbona y que aprue- vasto desconocido, que no nombra, expli-
ba Nonotte; si se trata de ese Dios que ca n i comenta n i n g ú n Deuteronomio;
corrobora Trublet, Dios que pisotea á que n i n g ú n Calmet puede leer en n i n g ú n
cuantos derriba Moisés; que consagra á Esdras, que el n i ñ o en su cuna y los
los reales bandidos en sus madrigueras, muertos en su mortaja distinguen vaga-
que castiga en los hijos las faltas de los mente allá arriba; si se trata de u n Altí-
padres, que para el sol cuando llega la simo que no es comible en n i n g ú n pan
noche, arriesgándose á que se rompa el ázimo, que no se incomoda porque se
gran resorte; si se trata de ese Dios que amen dos corazones y que v é la natura-
es m a l geógrafo y m a l astronómo, i n - leza donde t ú ves el pecado; si se trata
mensamente p e q u e ñ a falsificación del de ese Todo vertiginoso de los seres que
hombre, que continuamente se enciende habla con l a voz de los elementos, sin
en cólera y amenaza al género humano, necesitar sacerdotes n i Biblias, que no
e m p u ñ a n d o un sable como si fuera el es carnal y no es de ordenanza, que tiene
padre Duchene; Dios, que casi siempre el abismo por libro y el cielo por tem-
condena y que perdona raras veces; Dios, plo, que es ley, vida, alma, invisible por
que en las alturas del cielo se impone el ser tan inmenso, impalpable hasta el
deber de imitar nuestros defectos y se punto de que fuera de las formas de las
permite el lujo de hacer llover sobre nos cosas, que u n soplo de aire disipa, se le
otros calamidades, que perturba el ór- percibe en todo sin poderle asir en nada;
den, que lanza contra nosotros á Nem si se trata del Inmutable Supremo, que
rod, á Ciro, á Cambises y á A t i l a , m i es solsticio de la razón, del derecho, del
nistro del Señor, soy ateo de semejante bien, de la justicia, que está en equili-
Dios. brio con el infinito, ahora, ayer, m a ñ a n a
y siempre, dando ]a duración á los hom-
bres y la paciencia al corazón, que es
Pero si se trata del sér absoluto que claridad fuera de nosotros y en nuestro
condensa en la altas esferas el ideal en interior conciencia; si se trata de ese
toda su evidencia, por medio del que Dios que b r i l l a en la aurora y en l a
manifestando la unidad de la ley, el uni- tumba, que es lo que empieza y lo que
verso y el hombre pueden decir: Yo; si se vuelve á empezar; si se trata del Prínci-
trata del sér cuya alma siento en el fon- pe eterno, inmenso y sencillo, que pien-
do de m i alma, del ser que me habla en sa, puesto que vive, que llena todos los
voz baja y que sin cesar aboga por todo sitios y que á falta de otro nombre le
lo verdadero y ataca todo lo falso entre llamo Dios; entonces, todo c á m b i a en
los instintos, cuyas olas casi nos sumer- nosotros, entonces nuestros espíritus se
gen; si se trata del testigo que unas ve- encaminan, el tuyo hácia la noche, sima
ces acaricia m i oscuro pensamiento 3 y cloaca en la que moran las risas, las
otras lo punza, según que en m í , remon puerilidades, la siniestra aparición, y m i
t á n d o m e hácia el bien ó recayendo en espíritu se dirige hácia el dia, hácia la
el mal, siento engrandecerse el espíritu ó santa afirmación que deslumhra m i alma
crecer el instinto animal; si se trata de' arrobada, y yo soy el creyente, ministro
prodigio inmanente que sentimos, que del Señor, y t ú eres el ateo.
vive m á s que nosotros y del que se em-
briaga nuestra alma cada vez que es su
blime, cada vez que vuela hasta donde
voló Sócrates ó hasta donde voló Je x.
sús, persiguiendo lo justo, lo verdade A la niña enferma durante el sitia.
ro, lo bello, yendo directa hácia el mar
tirio cada vez que al abismo la atrae
a l g ú n gran deber, cada vez que es al- Si en esta atmósfera que nos ahoga
ción en las tempestades, cada vez que continúa t u palidez; si veo que te enea-
646 OBRAS D E VICTOR HUGO.

minas hacia m i sombra fatal siendo yo


anciano y t ú niña; si veo que se entre-
mezcla l a cadena de nuestros dias cuan-
do te tengo sentada en mis rodillas con-
t e m p l á n d o t e y deseando que la muerte
se me acerque y que se aleje mucho de
tí; si tus manos c o n t i n ú a n siendo frági- Horrible visión! ¡Un pueblo asesina á
les y diáfanas; si temblando en la cuna otro! ¡Y nuestro origen es el vuestro,
parece que esperes que te salgan alas sajones! ¡hemos nacido ambos del mismo
como los paj arillos que están en los n i - seno! L a Grermania se confunde con la
dos; si no debes arraigar mucho tiempo Q-alia en la antigua Europa, en la que
en la tierra y á los misterios que nos ro- empieza á bosquejarse la historia; du-
dean lanzas tus descontentas miradas; rante mucho tiempo nos enorgullecimos
si no te veo ya alegre, sonrosada y de crecer juntos, a y u d á n d o n o s los dos
fuerte; si te asaltan sueños tristes; si no pueblos á vencer, como si fuéramos una
cierras, después de pasar, la puerta por pareja de héroes, y el pequeño Caín
donde entraste; si no te veo como hermo- amaba al niño Abel. Constituíamos un
sa mujer andar, reir y gozar de esa luz; gran pueblo semejante al pueblo escita,
si imagino que deseas abandonarnos para y de los germanos y de nosotros decia
siempre, creeré que al mundo, en el que Tácito:—"Son bravos y altivos; poderoso
muchas veces los pañales van á confinar Dios los sostiene; en esos pueblos la mu-
con las mortajas, has venido para aban- jer llora y el hombre no olvida,,. Si
donarlo en seguida y que eres el ángel Roma se aventuraba á arriesgar sus
encargado de sacarme de él. á g u i l a s en nuestras laudas, los celtas
contestaban al grito de guerra de los
vendas, derrotaban al pretor, expulsa-
ban al cónsul, y Tentates acudia á so-
DICIEMBRE. correr á Irmensul; se prestaban mutua-
mente el apoyo fiel y glorioso de la
espada, y el mismo e x t r a ñ o altar de
piedra veia arrodillados sobre la yerba
en la espesura de los bosques á los teu-
tones de Colonia y á los bretones de
Nantes; y cuando la alada y temblorosa
No, no debemos consentirlo! Despiór Walkyrie atravesaba la sombra, vuestro
tate y l e v á n t a t e , Francia, con la cólera Hermann y nuestro Brennus veian bri-
en el corazón y con l a espada en la llar la misma estrella.
mano; a p o d é r a t e de u n palo, de una
horquilla, de las piedras de tus caminos,
l e v á n t a t e en masa! Q u é guerra es esa? Alemanes, levantad los ojos y fijadlos
Nos negamos á recibir á Mandrin, y en el firmamento, mientras encarnizados
Dios nos debia traer á A t i l a . Siempre con las conquistas venís, vosotros que
que le plugo á la suerte abatir a l g ú n sois germanos, á dar de p u ñ a l a d a s á
gran imperio ó a l g ú n noble pueblo, que nosotros, que somos galos; mientras que
sirvió de guia al género humano, lláme pisoteáis todas las leyes, que en vez de
se B-oma ó Tebas, lanzó contra él á al mejorar m a n c h á i s con traidores t r i u n -
g u n m ó n s t r u o augusto y salvaje del fos, fijad los ojos en el firmamento y
desierto. ¿Por q u é la suerte quiere afren veréis cómo vuestros abuelos saludan á
tarnos? Francia, no te resignes á ella. nuestros antepasados.
Indudablemente somos dignos d© ser
devorados, pero no comidos'. ¿ E r a de-
masiado acaso imaginar que seríamos
degollados, como Atenas y como Menfis,
como Troya y como Solima, en el en
carnizamiento de una lucha sublime?... £1 mensaje de Orant.
Creíamos tener que luchar con leones, y
por desgracia vemos que nos combaten
gusanos. Pueblo, que te complaces en hacer
esfuerzos prodigiosos; p á t r i a de Penn, de
F u l t o n y de F r a n k l i n , aurora viva del
mundo, vasta República, ¡en nombre tuyo
se d á u n paso oblicuo hácia la sombra!
E L ANO T E R R I B L E . 647
¡Es una traición pretender que Berlin des- América, que besa los piés del César.
truya á Paris! ¡Es una traición, en nom- Todo esto conmueve y agita en el fondo
bre de la luz, envalentonar á la noche! de las tumbas los huesos de los altivos
¡Es una traición convertir en renegada á vencedores y de los poderosos vencidos.
la libertad! ¿ P a r a eso fué hasta vosotros Temblando Kosciusko despierta á Spar-
Lafayette y dió la mano á Rocham- tacus; Madison yergue la frente y Jeffer-
beau?... ¡ A p a g a r la antorcha cuando la son se levanta; Jackson no puede dar
oscuridad lo invade todo! ¡Proclamar crédito á tan repugnante sueño; ¡Deshon-
que no hay m á s verdad que la fuerza y ra! grita Adams; asombrado Lincoln, se
que la espada es el deslumbramiento desangra, y hoy le asesinan.
supremo! Doblad las frentes, porque ha
cometido u n error el trabajo de veinte
siglos. E l progreso es una serpiente v i l I n d í g n a t e , pueblo francés! Y a sabes
que se retuerce en el fango, y el pueblo que te amo con filial ternura, América,
ideal es el pueblo egoista. No existe y por eso en este instante lloro. Hasta
nada definitivo n i absoluto. E l señor hoy coronaba la A m é r i c a una aureola;
omnipotente representa la justicia y la su estandarte sideral deslumhraba á la
verdad, y deben desvanecerse la liber- historia. Washington, galopando en su
tad, el derecho y el deber, el porvenir glorioso corcel, habia salpicado de chis-
brillante, la razón que nos guia, la sa- pas los pliegues de su estandarte, testigo
b i d u r í a divina y humana, el dogma y de que cumplió sus deberes, y para que
el libro, Voltaire y J e s ú s , ya que todo disipara de él la oscuridad lo sembró
lo pisotea el raitre a l e m á n . magníficamente de estrellas. Esa bande-
ra ha quedado hoy e m p a ñ a d a , y al ver
su afrenta, lloro. ¡Maldito seas, infortu-
¡John Brown, t ú , cuya horca proyecta nado mortal, que en el altivo pabellón,
inmensa sombra en el mundo que nace que celestial brisa agitaba, echaste una
lo mismo que en el mundo que muere; mancha de lodo.
t ú que diste á los pueblos el ejemplo de
otro Gólgota en otro horizonte, deshaz
el nudo que oprime t u garganta; ven, IV.
hombre justo, y azota á ese hombre con
t u augusta cuerda! Por él u n dia excla-
m a r á la afligida historia:—^'Francia so- Al cañón Víctor Hugo.
corrió á la A m é r i c a , sacó por ella la
espada, hizo toda clase de sacrificios para
emanciparla, y en cambio la América E s c ú c h a m e mientras llega la hora de
asesina á la Francia á puñaladas,,. que te escuche yo, c a ñ ó n que has de tro-
nar, colérico d r a g ó n por cuya boca sal-
d r á n rugidos y llamas; pesado coloso,
Compréndese que el salvaje que nace que al relampaguear dispersarás en el
para acechar y para arrastrarse, armado aire la ciega mortandad, yo te bendigo!
con el cuchillo para arrancar la piel del Cañón, vas á defender la ciudad, pero sé
cráneo, contemple y aplauda al jefe san- mudo en la guerra civil, vigilando al ex-
griento que se llama rey de Prusia; com- tranjero. Ayer saliste de la fundición al-
préndese que le admire, porque está tivo y espantoso y te seguían muchas
predispuesto al bandolerismo: es salvaje mujeres, exclamando:—^"¡Quó hermoso
y atroz y deben simpatizar; pero no se es!„ Los cimbrios están á nuestras puer-
comprende que el hombre que represen- tas. Consiguieron una victoria que aver-
ta el derecho ante la Europa, el hombre g ü e n z a , y Paris, desde lejos, hace una
que hizo renacer u n mundo heróico, en- señal á los príncipes, indicándoles que
corve la nariz ante el horroroso cetro de toman los pueblos por testigos. Vamos á
hierro de las edades antiguas y fúnebres; luchar: ven, e x t r a ñ o hijo mió; mancomu-
no se comprende que dé á Paris el bofe- némonos y redoblemos nuestro valor;
tón de las tinieblas, que entregue su hagamos un cambio; infiltra en m i cora-
p á t r i a augusta al emperador, que la en zón t u bronce; yo h a r é pasar m i alma á
t r e g ü e á los tiranos, á los horrores y á la t u metal.
matanza; que la sumerja en ese triunfo
horrible, que acueste á esa virgen en u n
lecho de oprobio, que haga ver al uni- Pronto te colocarán en l a muralla.
verso, sumida en inmundo carro, á la Con el arcon repleto de metralla, sal-
648 OBRAS D E VICTOR HUGO.

tando por el empedrado, arrastrado por tras esperan tomar posesión de la Alsa-
ocho caballos, entre entusiasmada mu- cia y de la Lorena, descuelgan u n reloj
chedumbre, correrás altivo á ocupar t u de la relojería; conceptúan que es una
puesto en las grandes troneras, que ocu- montería romper un espejo y que vale
Dará Paris indignado y con el sable en m á s llevárselo; indudablemente prefieren
a, mano. Y a que yo soy el hombre que el honor á todo, pero como los hombres
.ie probado en el mundo á curar por necesitan fumar, roban tabaco. A través
medio de la indulgencia; ya que soy, así de Reichshoffen y de Forbach, á través
en el Forum como en el destierro, el que de esta guerra, en la que tuvieron la
intenta sembrar la paz en el género hu- suerte de que Napoleón el P e q u e ñ o les
mano; ya que continuamente señaló m i entregara la magnífica Francia; en esos
dedo la dirección del camino adonde campamentos en los que faltaron gene-
Dios nos lleva; ya que el amor es m i rales como Marcean, Hoche y Conde; á
Evangelio y la u n i ó n m i Biblia, deseo :ravós de Metz rendida y de Strasburgo
que tú, que llevas m i nombre, seas un bombardeado, entre los ayes de los heri-
m ó n s t r u o terrible, ya que el amor se dos, entre los muertos por el fuego de la
convierte en ódio en presencia del m a l , metralla, esos avaros conquistadores
ya que Francia no puede soportar la piensan en alhajar sus casas, en amue-
barbarie, pues su ideal sublime es la blar las habitaciones de sus mujeres que-
gran patria; nunca tuvimos tanto deber ridas á costa de los vencidos; su ideal
de oponernos al salvaje y desbordado consiste en ofrecer un reloj á alguna
torrente, y de colocar á Paris y á los pue- ninfa blonda, y Belona, d e s g r e ñ a d a ó i n -
blos de Europa que él transforma al dómita, desciende de las nubes, de las que
abrigo de desesperada defensa; porque salen los r e l á m p a g o s , en las que llueve
si ese rey t e u t ó n no recibiera el castigo sangre, y pasa el tiempo clavando cajo-
que merece, h u i r í a n de la tierra la es- nes de embalaje, pone contribución en
peranza, el progreso, la compasión y la una comarca á todos los pueblos, em-
iraternidad. César es el tigre, el pueblo pleando el terror y la bribonería. Derri-
es su víctima, y el que combate á la ban u n imperio y sangran los bolsillos.
Francia ataca al porvenir, y debe levan- César, de pié en su carro de triunfo, ex-
tarse inabordable muro alrededor del clama:—^Pagadme el viaje,,. Asesinan
alma humana, cuando se oye relinchar á un pais, y cuando la sangre aun está
el caballo de A t i l a en la encarnizada tibia, presentan la cuenta con el total de
lucha, y Roma, para salvar al universo gastos, poniendo tarifa al asesinato y co-
de su total destrucción, tiene que ser dio- tizando el hambre. Sus altivos antepasa-
sa y Paris gigante. dos, que fueron héroes y que son mudos
testigos que presencian estos aconteci-
mientos, se asombran de que á las haza-
ñ a s vayan unidos los derechos de peaje;
Por lo tanto, los cañones que deben la
pero los alemanes actuales no hacen caso
vida á l a lira han de apuntar sin tregua
de esos fantasmas, porque creen que con
sus bocas abiertas contra el enemigo;
cinco m i l millones pueden hacerse abrir
por lo tanto, temblando el pensador, se
las puertas del Walhalla. Son piratas
vé obligado á emplear su ciencia en
que han tomado al abordaje un Banco;
objetos mortíferos, y ante los reyes, ante
en materia de r a p i ñ a , de fraude y de
sus ministros, ante la necesidad inexora
bandolerismo, i m i t a n á los beduinos de
ble de salvación, sabe que debe pelear
miradas torcidas y á los chatos baskirs,
después de haber soñado.
y para ellos Schinderhannes se disfraza
de dios Marte. Saquean, despojan, arra-
san y vendimian.
v.
Proezas borugas.
vi.
L o s fuertes.
L a conquista, abonando á su hermana
la estafa, progresa. E n vano la concien-
cia protesta; l a explotación completa la
h a z a ñ a . E l vecino pobre tiene derecho a' Son los perros guardianes de Paris.
oro del vecino rico. Cargan con una al Como podemos ser sorprendidos á cada
forja las espaldas de la victoria; mien instante, como las hordas acampan á
E L ANO T E R R I B L E .

pocos pasos de nosotros^ como las em- Rancroft te ultraja. A q u í u n apóstol,


boscadas viles llegan algunas veces has- a h í u n soldado, allí u n juez, allá u n
ta el recinto de la ciudad, tenemos diez tribuno, m á s allá un sacerdote, á todos
y nueve perros desparramados por los les satisface ver que viertes la sangre á
montes, que durante la noche, inquietos rios, y todos, al verte clavada en la cruz,
y amenazadores, acechando en el hori- te escupen en el rostro. ¿Qué hiciste á
zonte y dándose el alerta desde el ano- las naciones para que te traten de ese
checer, alargan el cuello alrededor de modo? Consolaste á las que viste lloran-
la inmensa muralla y están vigilando, do con estas divinas palabras:—^'¡Frater-
mientras nosotros dormimos. A veces las nidad y paz! Sé poderosa, A m é r i c a , y tú,
colinas, alumbradas bruscamente, lan- Grecia, sé libre; Italia, eres grande, pero
zan en la oscuridad u n r e l á m p a g o hasta deseo que lo seas más,,.—A una le faci-
los valles; el pesado crepúsculo se cierne litaste tus caudales, á otra l a ofreciste
sobre nosotros, velando con su silencio t u sangre y á todas la civilización. De-
y con su tranquilidad una emboscada y fendiste el derecho del hombre y te sa-
un campamento; pero en vano el enemi- crificaste por todos los deberes y por
go serpentea á nuestro alrededor, que todas las abnegaciones. Son ingratas
ellos bastan para contener la m u l t i t u d contigo, y la i n g r a t i t u d prueba peque-
de monstruosos cañones. Paris sepulcro, ñ e z . No importa! Ninguna nación de
Paris vivac, Paris prisión, de pió, solita- esas te conoce. Te silban en la hora su-
rio ante el universo, hace centinela, prema en que se derrumba t u grandeza,
hasta que al fin, rendido de cansancio, se y se rien á cada martillazo que cae sobre
amodorra; y todo calla en él, hombres, tus espaldas, viéndote desnuda y ensan-
mujeres, niños: los sollozos, las alegres grentada y atada á la picota, y se com-
risotadas, los pasos, los carros, el mue- padecen de tus hijos, á los que condena
lle, las calles, las plazas, las habitacio- la adversa suerte á la vergüenza de pro-
nes de las que sale el m u r m u l l o de los clamarte madre suya. Pero lo que les
sueños, la esperanza que dice "yo creo,,, apesadumbra es que t ú no puedes morir.
el hambre que dice "yo muero,,, todo Hundes en la oscuridad la frente que
guarda silencio... y ellos permanecen en ayer lanzaba rayos, y el á g u i l a te está
sus puestos, despiertos y vigilando. royendo las e n t r a ñ a s ; todos reniegan de
la vencida, y el regocijo con que ven t u
martirio los reyes encanta á la Europa
De repente nos levantamos sobresalta- y agrada a l universo. Quisiera no ser
dos, jadeantes, poniéndonos á escuchar, francés para confesar que eres m i pais
y oimos u n profundo y ronco aullido en predilecto y que, roida por el buitre,
una m o n t a ñ a . Toda la ciudad lo oye y te proclamo m i pátria, m i gloria, m i úni-
todos los campesinos se despiertan; al co amor!
primer g r u ñ i d o responde otro sordo, fe-
roz y bravio, y en l a oscuridad se oye
gran extrópito, y los ecos repiten cien
voces terribles; ellos son los que las lan-
zan. H a n visto agruparse siniestras cu-
r e ñ a s en el fondo confuso del espacio, Nuestros muertos.
han distinguido la silueta de los cañones;
en a l g ú n bosque acaban de entrever en
lontananza el hormigueo de los batallo- Yacen en terrible y solitario campo;
nes en marcha, y entre los jarales han su sangre forma espantoso lago, y ban-
visto relumbrar ojos traidores. Es mag- dadas de buitres se lanzan sobre ellos.
nífico espectáculo cirios ladrar para dar- Sus cuerpos frios, desparramados por la
nos u n aviso. verde pradera, rígidos y negros, parecen
muertos por el fuego de los rayos; mo-
dela la nieve con su blanco sudario sus
cráneos; les falta la palabra y la mirada;
pasan las noches en la inmovilidad de
A la Francia. su eterno sueño; soportaron m á s choques
y ostentan m á s llagas que los reos anti-
guos condenados á la tortura; sobre ellos
Ninguna nación te defiende; en esto se arrastran los gusanos, las larvas y las
están acordes. Giadstone d á las gracias j hormigas; están ya medio sepultados en
á tus verdugos, Grrant te desdeña y I la tierra, como en las aguas del mar el
TOMO V .
82
650 OBRAS D E VICTOR HUGO.

navio que se hunde; sus pálidas osamen- os dogmas falsos; pero cuando pasa
tas, llenas de podredumbre, son como los ante él una voz que lo desengaña, ó u n
huesos que apostrofó Ezequiel; sus ina- ejemplo que lo convence, todos esos blo-
nimados cuerpos ostentan los estragos ques ediñcan un templo en su alma.
de la metralla, los cortes del sable y los
agujeros de la lanza; glacial viento sopla
en aquella soledad y en aquel silencio. Alemanes, os desafiamos á que os des-
¡Hombres que moristeis defendiendo á la embaracéis de Pascal, de Danton y de
patria, os envidio! Vol taire. Teutones, os desafiamos á que
os libréis del atrayente misterio del pro-
greso, que sin cesar camina hácia ade-
ante; de la creación, que es señora de la
IX. verdad y que instruye á la salvaje igno-
D e q u i é n s e r á l a v i c t o r i a d e f i n i t i v a ? rancia, y de la luz, que al fin llega á pe-
netrar en todas las almas y las esclaviza.
Es soberbia esclavitud la obediencia al
Sabedlo, teutones, ya que es preciso derecho, que hace derrumbar a l error y
decíroslo; no os apoderareis de la Alsacia que i l u m i n a á la r a z ó n . Libraos si po-
n i de l a Lorena, y nosotros nos apode- déis de las m o n t a ñ a s que os ofrecen sus
raremos de Alemania. Oidme. Pasar cumbres, de las desconocidas y sublimes
nuestras fronteras, entrar en nuestras alas, que todos tenemos, sin verlas; del
ciudades, ver cómo el genio alza su ignorado mundo que empieza, del deber,
vuelo, leer nuestros libros, respirar l a del agua, de la tierra y del aire, de nues-
atmósfera que respiran nuestros pensa tro Corneille y de vuestro Schiller; ¡li-
dores, equivale á entregar la espada al braos si podéis del Altísimo! Pensad que
progreso sin querer; equivale á beber en os encontráis en Francia, que detesta la
nuestra copa, á aceptar nuestros pesares, barbarie, y que e m p u ñ a n d o el acero y
nuestras aflicciones, nuestros deseos y que con vuestras huestes, semejantes al
nuestras esperanzas; equivale á derramar ardiente limo que vomitan los volca-
las mismas l á g r i m a s que nosotros, nes, rodáis hasta Paris fuera de vuestro
desear el h u r a c á n de las revoluciones, cráter. ¡Venís á nuestra p á t r i a á robar-
á comprender lo que sabe el alción, esto nos algunos palmos de tierra!; pues bien,
es, que el h u r a c á n alegra al oleaje, nosotros os robaremos el corazón!
que nosotros caminamos hácia nuestro
objeto aun en medio de la tempestad
dejando que ésta destroce nuestros m á s M a ñ a n a , m a ñ a n a mismo, la aspira-
tiles y nuestros aparejos. ción francesa será la aspiración de toda
la humanidad y vosotros correréis á su
encuentro. Vosotros, pueblo grande y
Los reyes abonan los campos con los sombrío, aspirareis al motin, á la lucha,
cadáveres de los pueblos, y á las matan á l a gloria, al sacrificio, á los grandes
zas dan el nombre de victorias, y arrojan choques, á las sublimes desgracias, á las
á la historia Austerlitz ó Rosbach, ere revoluciones. A y ! estáis matando á los
yendo que todo está ya terminado. Deje que deberéis l a vida. ¿Qué importan las
mos que transcurra el tiempo. Reyes, lo músicas militares, el furioso estruendo y
que creéis que ha terminado v á á em- esta guerra? Parecéis nuestros vencedo-
pezar. H a n muerto los pueblos, pero el res y sois nuestros vencidos. Como el
pueblo v á á nacer. A pesar de los reyes, Océano se filtra en el fondo de las ma-
l l e g a r á hasta nosotros el alba luminosa dre poras, nuestro pensamiento se filtra
é invencible de la justicia y de la liber- por todos nuestros poros; m a ñ a n a mal-
tad. E l conquistador será conquistado; deciréis lo que nosotros detestamos, y no
el domador, asombrándose de verse do- podréis abandonar este pais sin dejar de
mado, verá ascender hasta su corazón, sentir ódio contra Pedro y contra César,
lleno de vaga vergüenza, misteriosa contra la oscuridad y contra la cadena;
construcción; verá que le sonríe el ideal, porque nuestras miradas coléricas, pa-
t e m b l a r á al verle, y no pudiéndole sando por encima de vosotros, hieren al
matar, le adorará. E l ventisquero funde rey. Vosotros, que durante mucho tiem-
su nieve con los rayos del sol que le po fuisteis ciega m u l t i t u d , adquiriréis de
doran. E l hombre contiene en su espíritu nosotros altiva voluntad para existir, el
los informes bloques de las preocupa- deseo de ser como nosotros iguales y l i -
ciones, de los vicios, de los errores, de bres, la intención de derribar todos los
EL ANO T E R R I B L E .

tronos, de tender la mano á las demás


naciones, de no aceptar m á s dueño que
el derecho n i m á s jefe que el deber. ElNTEFtO.
1871.
E l mayor y mas doloroso motivo que
puede existir en el mundo para procla-
mar la razón, es haber sido su contrario;
nos ponemos al servicio del derecho con
m á s ardor, cuanto mayor es el arrepenti-
miento que se apodera de nosotros por 1.° de E n e r o .
haberle combatido. L a Alemania, car-
gada con el peso de tanto despotismo,
l l e g a r á á ser la prisionera augusta de la
idea, y será su cautiva, ella que fué su Algunos años m á s tarde os d i r á n ,
opresora; la Alemania no p o d r á escapar- hijos mios, que vuestro abuelo os adora-
se de ser alumbrada por la luz de la ba, que obró siempre bien en el mundo,
civilización que la trasmitiremos, y se que pasó pocas horas alegres y que tuvo
reconocerá que es francesa, y se extreme- muchos envidiosos; que cuando empezá-
cerá a l ver que besa nuestros pies, ella bais á vivir terminaba su v i t a l carrera;
que bebia nuestra sangre. que no era de genio áspero n i melan-
cólico, que era u n hombre bueno y
clemente, que m u r i ó con tranquilidad;
No, no os apoderareis de la Alsacia y que en el invierno del famoso bombardeo
de la Lorena, os lo vuelvo á repetir, ale- atravesaba Paris, que estaba en pió de
manes; al contrario, seréis cautivos de guerra, para traeros m u ñ e c a s y toda
Francia. Os cautivaremos, lo mismo que clase de juguetes, y estoy seguro que
el i m á n atrae al hierro, como la aurora pensativos oiréis todo esto y llorareis
se apodera de las sombras de la noche. Dor mí.
Cuando nuestra claridad haya penetrado
en vosotros; cuando, pensativos, hayáis
sufrido primero y saboreado después la
atmósfera de Francia que se respira ii.
fácilmente, en la que se siente flotar la
Carta á una señora.
Marsellesa; cuando estéis arrepentidos de
haber entregado vuestros bienes, vues- (Trasmitida en globo el 10 de Enero.)
tros derechos, vuestro honor y vuestros
hijos para que los devoren los reyes;
cuando veáis que César invade vuestras P a r í s , terrible, pero alegre, combate*
provincias; cuando hayáis contemplado Buenos dias, señora. Somos un verdadero
á vuestros príncipes bajo dos aspectos y pueblo, somos u n mundo, somos un al-
os digáis:—^Estos tiranos de la humani- ma. Todos se sacrifican por los d e m á s
dad son una carga pesada para nuestros y nadie piensa en sí mismo. Estamos
hombros y son ligeros para nuestras ma privados de la luz del sol y de todo apo-
nos,,; cuando, pasado todo esto, veáis los yo; sin embargo, no tenemos miedo. To-
horribles huecos que en vosotros y en do se conseguirá si no nos dormimos»
nosotros han dejado las batallas, de Schmitz redacta insulsos boletines rela-
repente, u n dia, ante el degradante tivos á la enorme guerra; es Esquilo
cetro absoluto, ante los reyes, ante las traducido por el padre Brumoy¿ Cuatro
antiguas Sodomas, vosotros, que sois un huevos me han costado quince francos;
bosque de hombres, sentiréis en el alma pero no los compró para mí, sino para
la cólera furiosa que produce el incendio Jorge y para Juana. Comemos carne de
y os abriréis como un abismo ante el caballo, de rata, de oso, de asno. Paris
h u r a c á n de Dios, y l a claridad que des- está t a m b i é n sitiado, y tan oprimido, que
pida el Norte será la aurora boreal de nuestro a b d ó m e n es el arca de Noé; nos
los pueblos que ilumine á la civilizada sirven de pasto toda clase de animales;
Europa. Entonces se verá un inmenso lo mismo comemos perro que gato; lo
resplandor en el horizonte; entonces se mismo comemos carne de r a t ó n que de
reis nuestros hermanos y nos devolve- elefante. Nos hemos quedado sin árboles;
reis nuestra llama engrandecida; nos- casi todos los derribamos y los serramos
otros somos la antorcha, pero vosotros para encender las chimeneas parisienses.
seréis el incendio. Solo gastamos el fuego, para no morir-
652 OBRAS D E VICTOR HUGO,

nos de frió, pero no para secar la ropa cados pies el andar sobre la escarcha, n i
en los lavaderos, de modo que ya nadie las nocturnas centinelas en el umbral
se muda la camisa. Por las noches se de las puertas de las carnicerías, n i la
r e ú n e n m u l t i t u d de gentes en las esqui- nieve, n i el h u r a c á n que azota sus ros-
nas de las calles, moviendo gran murmu- tros, n i el hambre, n i los horrores de la
llo; se oyen ásperos gritos y canciones guerra. Todo lo sufren por la p á t r i a y
bélicas. E l Sena arrastra lentamente por cumplir su deber: Juvenal las aplau-
masas enormes de hielo, por las que cor- de desde su tumba. E l bombardeo hace
ren las cañoneras. Apenas comemos, y, g r u ñ i r á nuestras cindadelas; desde que
esto no obstante, estamos satisfechos. E n amanece, el tambor habla con el lejano
nuestras mesas sin manteles, que preside clarín, la diana despierta con el gran
el hambre, es reina una patata y las ce- fresco de la m a ñ a n a á la grandiosa ciu-
bollas son dioses, como en Egipto. Care- dad, que se levanta envuelta entre som-
cemos de carbón, pero en cambio come- bras. Todos fraternizan en ella; todos
mos pan negro. No podemos encender el s u e ñ a n en conseguir éxito victorioso;
alumbrado de gas; P a r í s duerme bajo un abrimos nuestros corazones á la esperan-
gran apagaluces, y á las seis de la tarde za y ofrecemos nuestros cuerpos á las
llegan para nosotros las tinieblas. Tem- balas enemigas. L a ciudad predilecta
pestades de bombas rugen sobre nuestras de la gloria y de la desgracia vé llegar
cabezas. U n casco de granada me sirve dias terribles y está dispuesta á afron-
de tintero. E s t á n asesinando á P a r í s , pe- tarlos. Espera que tras la noche r a y a r á
ro éste n i siquiera se digna quejarse. L a la aurora; espera que con sus heróicos
clase media y el pueblo defienden las esfuerzos, antes de u n mes, h a r á huir á
murallas. Los padres, los maridos y los los prusianos. E n cuanto esto suceda,
hermanos, que sirven de blanco á la me- mis dos hijos y yo iremos á vivir al
tralla alemana, cubren la cabeza con u n campo, con vos, señora, si queréis acom-
kepis y el cuerpo con u n capote; e s t á n p a ñ a r n o s ; iremos á invitaros en Marzo,
en acecho, y les sirve de cama u n banco si no nos matan en Febrero.
de madera. Moltke nos c a ñ o n e a y Bis-
marck nos hace morir de hambre; P a r í s
es u n héroe, P a r í s es una mujer; á u n
mismo tiempo es bravo y seductor; de su MI.
frivolidad ha nacido su indomable valor. Necedad de l a guerra.
Estoy firme en m i puesto y satisfecho
al ver que nada n i nadie ceja; continua-
mente les escito á que se amen unos á Eres ¡oh guerra! una Penélope imbé-
otros, á que no se conserven rencor, á cil, que meces el caos en el que oscila la
que guarden todo su ódio para el ene nada, que te ocupas en hacer chocar
migo c o m ú n , y exclamo: "He olvidado los escuadrones; eres bebedora de sangre,
m i nombre: ahora solo me llamo Pátria!;; feroz y repugnante; inspiras á los hom-
Podéis estar segura, señora, de que en bres esa borrachera; eres el n u b a r r ó n en
estos momentos las mujeres de P a r í s son el que el destino se deforma, del que
sublimes, m á s que sublimes. Constituyó huye Dios, en el que flota una oscuridad
la belleza de las antiguas romanas la m á s negra que la de la noche. Eres una
modestia de sus humildes habitaciones, loca armada de huracanes y de rayos.
sus virtudes domésticas, la aspereza de ¿ P a r a q u é sirves, si con lo que t ú desmo-
sus dedos, que ennegrecía la lana; lo ronas se reconstruye el m a l , si en la
poco que dormían, su tranquilidad, tener oscuridad donde por casualidad te re-
á A n í b a l cerca de las murallas y á sus vuelcas solo destruyes u n emperador
maridos vigilando la puerta Colina. Esos para fabricar otro?
tiempos se han reproducido. L a gigan-
tesca felina, la Prusia, tiene en jaque á
P a r í s , y como una tigre rodeada de sus
cachorros, muerde el corazón palpitante IV.
del mundo semi-muerto. Pues bien, en
esta situación extrema, el hombre es un
verdadero francés y la mujer es verda ¿Habría de ser suficiente ese rey de
deramente romana; las mujeres de P a r í s Prusia para destruir á P a r í s , que es el
aceptan todos los infortunios y no se des sagrario, que es la ciudad que habitan
animan por ver apagados sus hogares, n i las libertadoras ideas, que enseña la cien-
por los dolores que ocasiona á sus deli cia á los sábios, que alumbra á todos los
E L ANO T E R R I B L E . 653
pueblos? ¿Podrían destruir á P a r í s los dejad que sacuda su ardiente melena y
cañonazos alemanes? ¿ L a idea que tienes que los abrase con sus furiosos rayos!
de t í mismo, P a r í s , seria un sueño? ¡No,
imposible!
No podéis comprender su ódio sagra-
do. Esta hora es l ú g u b r e ; se trata en ella
P a r í s es la madre del progreso. Nada de salvar el empíreo, que inmundo y
importa que el Norte l a amenace con Triste n u b a r r ó n acaba de cubrir; se trata
hundirla en su negro Cocito y que le de d e s e m p a ñ a r el azul lejano del porve-
sumerja pasaiero oleaje en la actualidad; nir y de hacer guerra implacable al
si el momento presente está contra ella, abismo. Presenciáis temblando la subli-
los siglos están en su favor; no pere- midad de P a r í s , y como espíritu miope y
cerá. 'imitado, os ciega la claridad inmensa
que lanza la demagogia. Dejad que
Francia, que es ahora una especie de i n -
cendio, cuyas llamas acrece el viento,
Cuando ruge la tempestad es cuando
ruja, acribille á r e l á m p a g o s á la bruma
siento que m i fó es m á s profunda; en la
fugitiva, y haga que los príncipes de la
oscuridad de su horizonte veo relampa-
noche se arrepientan de haber venido á
guear el deber; el creciente peligro solo
lanzar sobre el volcán solar su fango y
es para m í un motivo para tener m á s
de haber encendido l a cólera de la luz.
valor, que con los sufrimientos, la causa
Para esos reyes viles y deformes, para
que defendemos se embellece y el derecho
esos reyes manchados de sangre, es es-
se afirma, y cuanto m á s grandes somos
pantosa la pura aparición del alba; ¡dejad
creemos ser m á s justos. No puedo com-
que en las altas esferas aparezcan sus
prender nunca que el hombre, mientras
rayos! Dejad que obre por sí misma l a
pueda defenderse, tenga motivo alguno
nación que no consiente freno alguno y
para rendirse; no comprendo que pueda
no la sirváis de estorbo. Dejad que l a
desesperarse: se necesita para retroceder,
Marsellesa sea el cántico bélico de nues-
para temblar, para ser cobardes, para
tros soldados, que con entusiasmo repiten
renunciar al honor, hacer u n sacrificio
el estribillo. E l pueblo digno, cuando se
que es superior á mis fuerzas.
le ultraja, debe manifestar una cólera
que cause a d m i r a c i ó n . Dejad que l a
Francia sola llegue hasta los bordes del
v. abismo; dejad que se levante, que lleve
su luz hasta las cimas y en ellas resplan-
Intimación. dezca, y lanzando en todos los sentidos,
desde el zenit hasta el nadir, su salvador
deslumbramiento, libre al cielo de su os*
curidad, haciendo irradiar en él la au-
Dejad que obre como le plazca la rora.
Francia inmortal y no la dirijáis. No ne-
cesita que la sirva de guia u n soldado
valiente como vos, pero que propende á
encargar á los santos que la libren de" vi.
peligro. Sois demasiado bondadoso, de
masiado devoto, y tenéis mucha pacien-
cia para estar al frente de P a r í s , cuya Una bomba en las Fuldenseü.
corona relumbra al t r a v é s de la impura
nube que la cerca; para este mundo que
peligra, para este pueblo que enfurece Te atreves, miserable, á caer de las l u -
la cólera, nada sirven vuestras virtudes minosas regiones; t ú , que eres plomo, fue-
¿Os creéis con bastante fuerza para re go y muerte, reptil de la guerra, que
molcar la esfera, que, soberbia é imposi caminas tortuosamente, cínico y mons-
ble de mantener cautiva, sale de la truoso asesino, que los príncipes arro-
oscuridad sobre el siniestro horizonte? j a n contra los hombres, ¡te atreves á en-
Dejad que la Francia, que es enorme s a ñ a r t e contra nosotros! Hierro inflamado
estrella, disipe la confusión de los repug- y fundido que caes, flor de bronce que es-
nantes huracanes y que gigantesca com- tallas en pétalos de llama, v i l rayo hu-
bata, frente á frente, á los reyes manco- mano que engrandeces á los bandidos y
munados; dejad que vacíe su carcaj de que divinizas á los tiranos, esclavo de
oro contra todos esos Schinderhannes; crímenes reales, ¿por q u é prodigio brotas
654 OBRAS DÉ VICTOR HUGO.

de las nubes? ¿Por q u é caes del cielo, t ú te se socorren. E l á t o m o v á en la oscuri-


que sales del infierno? dad á ayudar al coloso. L a paloma, ino-
cente y luchadora, vuela al través de
esa red de nubes y de viento que flota
E l hombre que acaba de pasar por por el espacio. Vuela con un objeto,
donde t ú habias estallado sentábase en busca, pasa, indaga, y reconociendo des-
aquellos instantes en el umbral de una de su altura los árboles y las malezas,
casucha casi arruinada, y recorriendo sigue el camino que se propone para
con la vista todo lo que sus ojos podian cumplir su mensaje.
descubrir en la oscuridad, recordaba que
j u g ó en aquel sitio siendo n i ñ o , y se le
presentaba á la i m a g i n a c i ó n su desva- Vuela pensando en su hembra, en su
necido pasado; allí estuvieron las F u l - cria, en su nido, en el tierno arrullo del
denses. E n aquel sitio delicioso, que para mes de Mayo, y sin embargo, por lo alto
m í fué u n paraíso, ¡cuánto gocé, c u á n t o de las nubes arrastra á su pesar nuestra
reia, c u á n t o corrí!... Verdeaba u n jar- miseria humana; y mientras que su ins-
din donde hoy han edificado una calle. tinto le atrae hácia el nido y hácia sus
Cuántos árboles habia aquí! ¡Qué am- amores, el tierno pájaro no puede dejar
biente tan puro se infiltraba al través de de oir los tambores, los clarines, el ex-
las temblorosas ramas! ¡Tenia entonces trépito de la horrorosa lucha entablada
los cabellos rubios y ahora los tengo entre Alemania y Francia; y quizás el
blancos; entonces era una esperanza y fatal porvenir que espera á la Europa, y
ahora soy u n fantasma! ¡Qué jóven era que depende de la suerte de Paris, lo
cuando me sentaba á la sombra de l a lleva en sus alas esa frágil paloma.
vieja cúpula! Ahora soy tan viejo como
ella. Me acuerdo de aquel fugitivo sue-
ño. Desde este sitio se voló su alma can- ¿Por q u é el desconocido hace crecer el
tando; en este sitio á sus vagas miradas g é r m e n entre las rocas? ¿Por q u é mane-
aparecieron las flores como si fueran jando los vientos, las olas y los truenos,
eternas. Por a q u í caminaba, por la enra- produce la vida por medio de lo que ya
mada que espesaba el mes de A b r i l , su no existe? ¿Por q u é el dueño del infinito,
madre, á la que yo seguía, cogiéndome que dispone de todo lo supérfluo y que
con la mano de su vestido. ¡Tristes re- permite á veces lo injusto, la miseria y
cuerdos, velozmente desaparecidos! ¡Mis el mal, parece en algunas ocasiones que
ojos han visto nacer el dia en ese celaje carezca de lo necesario? ¿Por q u é edifica
donde ahora relampaguean las llamas de una torrecilla para la golondrina y para
las bombas! crear u n lirio, hinchar un botón ó hacer
brotar una hoja en la corteza del árbol,
prodiga el misterioso Océano de las
fuerzas? ¿Por q u é hace que dependan
VIL todas las cosas de u n punto de apoyo
La paloma mensajera.
que tiembla, de un soplo, de una casua-
lidad? ¿Por q u é se vale de un pigmeo
mejor que de u n t i t á n ? ¿Por q u é mal-
gasta en humo l a cólera del Vesubio, del
Á mis piés se abre negro antro, tan Etna y del Chimborazo? ¿Por q u é carga
oscuro como si en él se hubiera derra- un mundo en las alas endebles de u n
mado l a noche: se asemeja á u n oscuro pájaro?
lago, á un lago e x t r a ñ o . No se ven en él
olas, pero sí innumerables techos, puen-
tes como en Menfis, torres como en Sion,
cabezas, miradas, voces... ¡qué espantosa VIII.
visión! Esa estancación de las tinieblas
murmura, ese lago está vivo, le amura- L a salida.
l l a u n recinto, y sobre él se cree ver el
horroroso sello del abismo.
Aparece la luz pálida de l a aurora.
E l sombrío lago es la ciudad y el Ordenada m u l t i t u d desfila por las calles,
punto negro que se distingue en el hori- y yo la sigo, atraído por el animado bu-
zonte es u n ave; aquel sér alado vuela llicio que producen los pasos humanos
h á c i a el pueblo fantasma, y m ú t u a m e n - cuando caminan. Son ciudadanos que
ÉL ANO T E R R I B L E . 655
marchan para entrar en batalla; en sus
filas se ven niños, m á s pequeños en esta-
tura, pero tan grandes en corazón como
los hombres; los llevan sus padres de la IX.
mano y marchan á su lado las mujeres, É n el circo.
llevando al hombro los fusiles de los
maridos. Es tradicional en las mujeres
de la Gfalia ayudar á llevar las armadu-
E l león del Mediodía ve que avanza
ras á los hombres y estar al lado de hácia él el oso polar. E l oso corre recto
ellos, ya se trate de insultar á César, ya hácia el león, rechina los dientes, y co-
de desafiar á A t i l a . A dónde van? E l lérico, le ataca furioso como el ábrego.
niño rie y la mujer no llora. Paris sufre Entonces el león exclama:—^"Imbécil!
una infame guerra, y los parisienses es- ¿Estando los dos en el circo me haces
t á n todos de acuerdo en que solo la la guerra? ¿Ves allá abajo aquel hombre
vergüenza puede e m p a ñ a r la gloria de de rostro vulgar? Se llama Nerón, es em-
un pueblo, y que, suceda lo que suceda, perador de Roma, y t ú combates porque
sus antepasados e s t a r á n satisfechos de él quiere. Mientras derramas t u sangre,
ellos, porque Paris s a b r á morir para que él se rie y aplaude. No nos i n c o m o d á b a -
la Francia viva; conservaremos siempre mos nunca uno á otro cuando vivíamos
el honor; lo d e m á s lo ofreceremos en ho- en libertad en las m o n t a ñ a s . ¿Por q u é
locausto. E l ejército ciudadano sigue quiere que nos destrocemos ese tirano?
caminando; en sus miradas de indigna- Vive feliz, mientras nosotros morimos
ción, en sus frentes p á l i d a s se leen estas por órden suya y se rie cuando nosotros
tres palabras: " E é , Valor, Hambre,,. nos destrozamos. Manda que nos dego-
Atraviesan calles y plazas con las cabe- llemos el uno al otro, y mientras que mis
zas erguidas, agitando sus banderas, y zarpas esperan tus dentelladas, él, tran-
la familia vá confundida con aquel ba- quilo, está sentado en el trono, viendo
tallón, y no se despide de él hasta que cómo nos hacemos pedazos. L e divierten
llega á los arrabales. Aquellos hombres nuestros tormentos; es un ser de distinta
tiernos y aquellas mujeres guerreras van esfera. Ven, pues, á atacarme, Cándido
cantando. Paris es el defensor de los de animal. Te espero con las garras prepa-
rechos del género humano. Se aproxima radas; pero á pesar de eso, no puedo
la hora de la salida; los tambores tocan dejar de decirte que somos unos bes-
marcha en los antiguos arrabales; los tias al obrar como obramos, y que se-
ciudadanos apresuran el paso. ¡Desdicha- ríamos mucho m á s cuerdos si nos co-
dos los que nos sitian! No temen las miéramos al emperador.,,
emboscadas, porque las emboscadas que
los valientes encuentran á su paso dan
bravura al vencido y v e r g ü e n z a al ven-
cedor. Llegan á las murallas y allí se x.
confunden con el ejército. De repente se
eleva en la atmósfera una nube de humo. D e s p u é s d e l a s v i c t o r i a s d e B a p a n i n e . ,
A l t o ! Es que suena el primer cañonazo. de D i j o n y de Villersexel.
H a llegado el momento de abrir las
puertas. Tocad, clarines! A l l á abajo se
extienden las llanuras con sus arboledas Ponerse de parte de los hombres, con-
donde se oculta el invisible enemigo; el vengo en que es tomar el mejor partido;
horizonte está tranquilo é inmóvil, y sin esto no obstante, me fijé hace poco, para
embargo, le cruzan rayos y llamas. Oye- aprovecharme de ellas, en las sábias lec-
se el "adiós!,, de despedida de las fami- ciones que el león daba al oso: poco m á s
lias.—'^Mujeres, dadnos los fusiles.,, Es- ó menos le decia lo siguiente:—'"Oso, es
tas, con la frente serena y el corazón poco moral que, con la esperanza de que
desgarrado, les entregan los fusiles des- te hagan cabo, vengas á atacarme á mí,
pués de besarlos. que soy t u hermano y estoy provisto de
temibles garras. Vives en l a nieve y yo
en las malezas; vienes del Norte y yo
soy del Mediodía. Ese tirano, que se
llama Nerón, es u n hombre repugnante,
que suena en las bocas de los clarines.
Se ha apoderado de un pedazo de la
Europa; cien heraldos, p r o c l a m á n d o l e
656 OBRAS D E VICTOR HUGO.

c u a n d o v á á pasar, p r e c e d e r á ese asesi-1 m e n t e te v a s t r a n s f i g u r a n d o y e l t i e m p o


n o q u e v e n c i ó p o r c a s u a l i d a d ; C é s a r f u é v á c o n f u n d i e n d o l a J u a n a de a y e r c o n
u n c o c o d r i l o , p e r o N e r ó n es u n l a g a r t o ; l a J u a n a d e h o y . A m e d i d a q u e v á
a q u e l e s g r a n d e , é s t e es p e q u e ñ o . D e s - d a n d o pasos e l n i ñ o v á d e j a n d o tras
p r e c i é m o s l o s , h e r m a n o m i ó . ¿ P o r q u é n o s sí v a r i o s y p e q u e ñ o s f a n t a s m a s d e é l
h e m o s d e b a t i r ? V u e l v o á r e p e t i r t e q u e I m i s m o ,
seria m á s j u s t o q u e f u é s e m o s á b u s c a r á
N e r ó n , á p e s a r de s u g u a r d i a e t í o p e y d e
s u
m o s
g u a r d i a
d e él. M e
s i c a m b r a ,
c o m p l a c e r l a
y n o s
e n
a p o d e r á s e -
e x t r e m o XII.
d e s n u d a r á N e r ó n d e s u p i e l de C é s a r ;
m e g u s t a r l a d a r u n a c o z á s u carro; es-
¿ P r e g u n t o o t r a v e z q u i é n h a c o n f i a d o
t a r l a m u y e n s u l u g a r q u e u n a g a r r a
á ese h o m b r e P a r i s , P a r i s , q u e c o n t i e n e
eficaz se i n t r o d u j e r a h a s t a e l e s q u e l e t o
á E s p a r t a y á R o m a ? ¿ D ó n d e h a n i d o á
d e u n a m a j e s t a d , y a l d e s t r o z a r á ese
b u s c a r ese g u i a ? ¿ Q u i é n l o u n i ó á n u e s -
v e n c e d o r , t ú v e r l a s q u e n o t i e n e sesos
t r o t e r r i b l e destino? C u a n d o se t r a t a d e
y y o q u e n o t i e n e c o r a z ó n . D e b e ser
m u y g r a t o m o r d e r á u n t i r a n o , y si se e v i t a r e l a b i s m o , de salir d e l caos, d e d i -

h i c i e r a de m o d a , h a b r i a m u c h í s i m o s q u e s i p a r l a n o c h e y de d e r r a m a r l a l u z , n o

le m o r d e r í a n . E s a i n f i n i d a d d e a n i m a - n o s fiamos y a d e estos c u a t r o g e n i o s q u e

les apaleados, q u e se a r r a s t r a n y g r u ñ e n , se l l a m a n A u d a c i a , H u m a n i d a d , V o l u n -

se v e n g a r í a n d e los p a l o s d á n d o l e d e n t e t a d y L i b e r t a d , q u e a r r a s t r a n e n e l cielo

l i a d a s . E s o seria u n h e r m o s o e s p e c t á c u l o ! el c a r r o l u m i n o s o y q u e t ú h a c e s q u e se

N o s o t r o s d e b e m o s p r o f e s a r n o s afecto, y e n c a b r i t e n , F r a n c i a , c u a n d o r i g e s sus
riendas... T o m a m o s p o r g u i a y p o r a u -
m i o p i n i ó n es, y a q u e se tuitii-a,
r a t a ue
d e d a r i
ucu. -i- „ A „ „ ^_ ^ - ^
e j e m p l o , d a r l o b u e n o y n o m a l o . R e s p e c f ^ í ^ ^ 1 ? ^ Z ^ * ^
tí á ese t i r a n o , c o m o
h a m ^ t e n g o f P r e m 0 , m s -
c
p ee n
n ss aa b
o aa ss aa cc ii aa rr íl aa ee n
ii m n eé li . m
m pn o N i n n o
o ss
o rr tU a | tt fi tna t; on (. leoS fil
P e r pms an na ep i. -c ne r ^ i n m f óá vp i ^l p, a y vq u^ e t na hn _-
t e a n d o e l espacio, s i n t á c t i c a y s i n ob-
q u e sea C e s a r m q u e sea N e r ó n . Y a l e
j e t o , s i n c ó l e r a y s i n a r t e , e s p e r a d e l o
a f e e n m a n c h a s , y a le c o r o n e n l a u r e l e s ,
d e s c o n o c i d o l a l i m o s n a d e u n a c a s u a l i -
e n m í d e s p i e r t a e l m i s m o a p e t i t o ; si es
d a d . H a l l e g a d o e l m o m e n t o d e h a c e r
g r a n d e l o d e v o r o , si es p e q u e ñ o m e l o i h • t i n i e b l a s v dfi a b r i r la r m p r t a
c o m o , , , C o m o e l oso n o c o m p r e n d i ó estas u a la5 U I ? i e D A a s / ?e a b r i r l a P u e r t a
v: .,, w ^ c 0u w H « a l t a n e r a d e l a v i c t o r i a ; n o n o s c r e e n a -
discretas p a l a b r a s , e l l e ó n le d i ó u n zar- • j • -J
n a z o e n l a c a r a v l o d e i ó t u e r t o a u e - m o s ^ u i a d o s Y d i r i g i d o s , n o n o s c r e e n a -

Sa a
á nn da oo ss ee ee i r oo s so ^ c co on / mma L
s vv ee r Lg üü ee nn z za a y^ c o n m O^ S e 1 s c aH
P ah
r nd ae l«oi s « Sc ÍhA o V
( lmu m
e sí i' ¿di eo l ons a m
í uí rro^r ne .s
y d e l a s s i l b a s , s i ese h u m i l d e c a m i n a n -
u n o j o m e n o s .
te, t a c i t u r n o y a d o r m e c i d o c o m o u n t o p o
y ú t i l c o m o e l asno, n o c o m p l e t a r a e l
e n o r m e t r e n d e c o m b a t e . E n e l m o m e n -

XI. to en
n i e n d o
q u e
q u e
l a F r a n c i a
s a c a r
e s t á
f u e r a
e n
d e
p e l i g r o ,
las olas
t e -
l a
e s p a n t o s a c u a d r i g a , los c u a t r o e s p í r i t u s
E n t r e dos bombardeos. g i g a n t e s q u e n o s d e s t r o z a n t o d a s las
velas, m ó n s t r u o s c u y a s c r i n e s se e n r e d a n
, e n las estrellas, á los q u e s i g u e n los
D e s d e q u e d i s t e e n l a c u n a e l p r i m e r ü o n e 8 jadeanteS; e n e l m o m e n t o e n
v a g i d o escitaste, J u a n a m i a d m i r a c i ó n q ^ e n e c e s i t a m o s u n r e f u e r z o , a l v e r d e
y m i p i e d a d ; a c a b a b a s d e nacer; d i s p o - c e r c a e i i n m e n s o p r e c i p i c i o , a l c o m p r e n -
m a s d e ese i r r e s i s t i b l e p o d e r q u e se l i a - d e r l a s o m b r a ^ h a y q u e s a l v a r , ¿ e s t a n
m a g r a c i a . R á p i d a m e n t e f u e r o n p a s a n d o a b s u r d a n u e s t r a d e m e n c i a q u e a ñ a d i -

p a r a t í los dias; te c r e c i ó e l c a b e l l o , t e
m o s u n p e r r o d e c i e g o a l t i r o d e los c u a -
s a l i ó u n d i e n t e , y y a casi eres u n a per-
t r o c a b a l l o s d e l sol?
s o n a m a y o r ; solo s o b r e n a d a e n t í u n a
p a r t e d e l r e c i e n n a c i d o ; q u i e r e s a n d a r , y
esto es p e l i g r o s o , p o r q u e n o te g u s t a n
los a n d a d o r e s n i las m a n t i l l a s . T u h e r -
m a n o m a y o r t i e n e y a dos a ñ o s , c a n t a
l a M a r s e l l e s a , y t ú e m p i e z a s á e n c a r a -
m a r t e p o r las sillas; deseas j u g u e t e s q u e
h a b l e n á t u i m a g i n a c i ó n y d e p o s i t a r t u
afecto e n u n h e r m o s o g a t o ; i n c e s a n t e -
EL ANO T E R R I B L E .

la l l e g a r á el buitre y después del buitre


la oxifraga.
X .
Capitulación.
Se d e s m e m b r a r á n dos provincias del
territorio; p o n d r á n á Estrasburgo en la
cruz, á Metz en la mazmorra; Sedan,
desertor de la batalla, m a r c a r á el rostro
¡Así zozobran las naciones m á s pode- de la Francia con un hierro candente.
rosas! ¡Pueblo, todos tus trabajos abor-
taron! Con razón exclamas: ¡ P a r a acabar
con una capitulación pasamos toda la E n todas partes, cautivas las almas,
noche vigilando en la muralla! ¡ P a r a r e e m p l a z a r á en ellas al orgullo la ab-
capitular fuimos bravos é invencibles, y yecta paz de una felicidad v i l .
nos convertimos en el blanco de esa fle-
cha que se llama Prusia! ¿ P a r a eso fui-
mos héroes y mártires? ¿ P a r a eso pelea- Desaparece nuestro antiguo esplendor
mos como Tyro, como Sagunto, como cae el oprobio sobre nuestras grandes
Bizancio y como Corinto? ¿ P a r a eso su- batallas, y l a p á t r i a , no acostumbrada á
frimos cinco meses de sitio de los teuto- inclinar la frente, se queda sorprendida
nes? ¿ P a r a esto se ha abierto la tumba y asombrada.
á innumerables cadáveres? Después de
tantos sacrificios, después de los heróicos
esfuerzos que hizo Paris, herido y t r i t u -
E l enemigo ocupa nuestras cindade-
rado, pero satisfecho; después de acari-
las; en nuestras torres se destaca la som-
ciar augusta esperanza, después de ha-
bra de A t i l a ; cuando pasan por ellas ex-
ber soñado con la victoria; cuando crecia
claman:—"Francia no existe y a „ .
en l a ciudad la v i r t u d al multiplicarse
los dolores, cuando voluntariamente iban
á hacer una salida de Paris trescientos
m i l hombres, los jefes militares entregan L a Fama apenas puede volar; tiene ro-
la ciudad. Su cobardía hace horrible tas las alas, y ensucia con su nociva baba
contraste con t u desinterés, con t u ab- la boca de su clarín, llena de cardenillo.
negación y con t u dignidad, ¡oh pueblo!
y conseguirán que se extremezca la his-
E l que lucha, lucha contra un herma-
toria cuando vea que tanta gloria haya no; se olvidaron ya las acciones de Ba-
podido hundirse en tanta ignominia! yardo. Los hombres se convierten en
Paris 27 Enero. asesinos para hacer olvidar que volvie-
ron la espalda al enemigo.

FEBRERO. Profunda oscuridad nos envuelve; nin-


g ú n espíritu se atreve á volar, y el cielo
corrobora nuestra v e r g ü e n z a no encen-
diendo sus estrellas.

Antes de l a c o n c l u s i ó n del tratado. Reinan tan profundas tinieblas entre


los pueblos, que no se pueden amar unos
á otros; la Francia y l a Prusia se aborre-
Si t e r m i n á r a m o s esta guerra como cen; nuestro eclipse es su aurora, y de-
desea Prusia, Francia seria como el vaso sean encerrarnos en la tumba.
que se pone en la mesa de un bodegón
que lo vacían y después lo rompen. L a Naufragó nuestro valor heróico! Sofo-
dignidad desaparece de nuestra p á t r i a y caron nuestras grandiosas ideas: dicen
escita el desprecio lo que ayer escitaba que nuestras banderas son cobardes y
la admiración. que nuestros cañones tienen miedo.

Negro dia siguiente! E n él hemos de Perdida nuestra dignidad, debemos


apurar todas las heces; después del á g u i dar un adiós eterno á la esperanza. ¡Dios
TOMO V.
83
658 OBRAS D E VICTOR HUGO.

mió, no permitas que caiga la Francia en bres que queramos en las papeletas elec-
el abismo de esa vergonzosa paz! torales. ¡Ay del que trate de falsificar la
Burdeos 14 Febrero. votación!

ni.
II.
Filosofía de las consagraciones y de
A los que s u e ñ a n con l a monarquía.
los coronamientos.

Soy republicano y no tengo m á s rey Ese hombre que es feo, viejo y estúpi-
que m i voluntad. No se puede poner á do, ¿queréis que ciña sus sienes con una
votación este derecho supremo, y es me- corona? No una, sino tres: la de los
nester que sepáis que no se puede esca- emperadores y la de los reyes; queremos
motear l a Francia por sorpresa. Nos- que sostenga el laurel de César, la cruz
otros, los hijos de Paris, somos primos de de Carlo-Magno, una parte de la F r a n -
los griegos de Atenas, somos burlones, cia y gran parte de Alemania. E l peso
pero sabemos vencer; por nuestras venas de todas esas cargas hizo vacilar en
no corre la sangre de los fellahs n i de los otros tiempos á Cárlos V . L a paz del
esclavones, sino pura sangre gala y fran- mundo depende de que todos esos pesos
cesa. Fueron nuestros padres los vetera- conserven el equilibrio sobre una cabeza
nos del imperio, y provenimos de nues- augusta. Verdaderamente ese buen hom-
tros antepasados los francos. Recordad bre seria mucho m á s feliz si le dejaran
que siempre hemos sido señores de nos- libre, y nosotros g a n a r í a m o s t a m b i é n
otros mismos. Nunca invocó en vano mucho de que lo fuese. Si digiere mal,
nuestro auxilio la libertad. Recordad se oscurece la atmósfera; su menor bor-
t a m b i é n que si nuestras manos supieron borigmo causa áspera sacudida; si escu-
derribar reyes, t a m b i é n s a b r á n concluir
pe, todos se conmueven; si tose, el mundo
con los fulleros. Nombraos unos á otros se derrumba; su ignorancia cubre la
prefectos, embajadores y ministros; daos tierra de bruma. ¿Por q u é no se deja
las gracias m ú t u a m e n t e ; atracaos bien,
tranquilo á ese anciano? Si no le obede-
sin tener m á s cuidado que endurecer el ciesen soldados, duques n i condestables,
corazón y hacer que crezca el abdómen; con mucho gusto le a d m i t i r í a m o s en
hartaos de orgullo, de vanidad y de nuestra mesa y chocaríamos con él nues-
dinero, ya que l a ocasión se os presenta, tras copas, al aire libre, á la luz del sol,
que nosotros os despreciaremos volvión bajo los p á m p a n o s de una parra. Pero
doos las espaldas, para no presenciar lo llenan de paja a l ídolo, le petrifican bajo
que hacéis, ya que el hombre no puede ha el peso del casco, le ponen un para-rayos,
cer que llegue pronto la hora que Dios re- y el pueblo le adora. L e engalanan con
tarda. Obrad como queráis, pero no aten un manto, le transforman en tirano y
teis al derecho sagrado del pueblo; que domina a l pueblo, porque le place al
ese derecho, que existe en lo m á s prof un hombre hacer doblar las rodillas á los
do de todos los corazones, libre, altanero d e m á s . Aunque esté enfermo, aunque
é indomable, acecha todos vuestros pa sea m u y anciano, no por eso domina
sos, os juzga, os desafía y os espera. menos á la nación, sigue siendo siempre
el César; hasta cuando está moribundo,
la terca majestad se apodera de él;
Reyes ladrones, vuestros bolsillos son siempre le hace grandioso; y la esplén-
bastante grandes para meter en ellos dida p ú r p u r a le sirve de mortaja cuan-
todo el oro del pais, las ofrendas de los do, abandonando el cetro y el trono, pasa
pobres, el presupuesto, todos nuestros á la tumba á servir de pasto á los gusa-
millones; pero nunca podréis embolsaros nos. Cuando está agonizando reina to-
nuestros derechos y nuestro honor, nun- davía; al verle espirar temen aun que
ca podréis embolsaros la gran Repúbli- lance un trueno en su ú l t i m o suspiro;
ca. ¿Qué significa vuestro derecho divino encorvada la multitud, le coloca en u n
ante vuestro derecho humano? Votamos templo tan alto, que desde abajo le con-
hoy y votaremos m a ñ a n a , porque en nos- templa y le mira temblando cuando pe-
otros radica la soberanía, y todos juntos netra en el abierto sepulcro, creyendo
queremos reinar como nos plazca, elegir que es dios aun, cuando solo es ya un
lo que nos parezca bien y poner los nom- p u ñ a d o de polvo.
ANO T E R R I B L E . 659
un antro, sin que todos los partos no
tengan que desgarrar el vientre, sin que
IV. en este mundo las ideas, lo mismo que la
carne, se desangren; sin que sea preciso
A los que nos v u e l v e n á h a b l a r de
que la espiga madura salga en flor de la
fraternidad.
'laga que se l l a m a surco?

Terribles contradicciones! Por una par-


E l dia que lleguemos á vencer cum- :e se vé que la ley de paz, de bondad y
pliremos nuestros deberes. Hasta enton- de vida, brilla prodigiosamente en el i n -
ces demostrémosles el desden que exigen t u i t o , y por otra parte se oye una voz
nuestros sentimientos. Inclinar la vista priste, que exclama:—"Pensadores, re-
al suelo deben los vencidos. Cuando formadores, luchadores, alcanzareis el
g o z á b a m o s de libertad éramos apóstoles; ideal, pero a l precio de la sangre, del
ahora que somo esclavos, seremos pro- sufrimiento, de la esclavitud, de las he-
fetas. ¡Nos han agarrotado; ya no son catombes. L a r u t a del progreso es el ca-
hermanas las naciones! Profetizo que mino de los sepulcros,,.
caerán en el abismo nuestros invasores;
la dignidad de los que hemos sido enca-
denados consistirá desde hoy en adelante E l género humano, oprimido en estos
en refugiarnos en el ódio. Solo debemos momentos por las fuerzas ciegas del
querer á los alemanes cuando el derecho globo, debe vencer á la materia, y el pro-
de la victoria nos traiga el derecho de blema consiste en encadenarla para con-
amar. Nunca es franca la declaración de seguir él su libertad. E l hombre poco á
la paz por parte de los que han sido poco se apodera de la naturaleza, pero
aniquilados y no han podido tomar la ésta le opone tanta resistencia, que ani-
revancha; primero humillémosles, que quila al m á s fuerte. L a noche se para-
después ya les tenderemos las manos. peta detrás de lo desconocido; el mundo
Mientras que la Francia llore, m a n a r á entero solo es una vasta emboscada; todo
sangre de mis heridas; no me habléis, en él es un lazo: l a esfinge, antes de ser
pues, de concordia en estos momentos. domada, clava sus u ñ a s en las e n t r a ñ a s
L a fraternidad que se propone demasia- del hombre aterrado; por momentos le
do pronto hace que el enemigo se encoja sonrio y le hace traidoras ofertas, y los sá-
de hombros, y la oferta de olvidar los bios, los soñadores, los que son sus sacer-
rencores, que m a ñ a n a seria digna, hoy dotes, ceden á sus llamamientos fúnebres
pareceria un acto de cobardía. y burlones; el enigma invita, abraza y
destroza á sus vencedores; los elementos
tienen atractivos temibles para el hom-
v. bre; la tierra tienta á Empedocles y el
agua á Jason, á Diaz, á Gama, á Marco
JLej d e f o r m a c i ó n d e l p r o g r e s o . Polo y á Colon, que desde el fondo de
las sonoras ondas dirige el dedo del si-
niestro caballero de las Azores: el fuego
tienta á Fulton, el aire á Montgolfier; el
Se hace indispensable, desgraciada-
hombre, nacido para vencerlo todo, se
mente, engolfarse en la ú l t i m a guerra
atreve á desafiar cualquier obstáculo.
¿Por q u é misterio son condiciones preci
Ahora fijaos en los cadáveres. L a suma
sas para el progreso todos los horrores
de todos los combatientes que el progre-
de la guerra? ¿Por q u é esa e x t r a ñ a ley
so consume es tan inmensa que asombra
del desarrollo intelectual del hombre por
al sepulcro. Innumerables son los que
medio del infierno, de los dolores y de
se ahogaron haciendo esfuerzos heróicos
los tormentos? ¿Por q u é objeto final, que
sin poder llegar á nuevas y fecundas
no alcanzamos á comprender, el Sér Su-
playas. Los descubrimientos son jóvenes
premo ha decretado en la esfera sin 11
terribles, que en su trágico lecho aho-
mites de la sublimidad que el hombre
gan á sus amantes. Funesta ley! Las
no pueda adelantar u n paso sin que sus
tumbas tienen i m á n ; los grandes cora-
pies titubeen, sin que su flanco se desan
zones sienten el amor l ú g u b r e de los
gre, sin que el dolor sea la moneda con
mártires, y la irradiación del precipicio
que todo se pague en la tierra, sin que
atrae.
compre la dicha con rudos combates, sin
que todas las Romas no empiecen por
660 OBRAS D E VICTOR HUGO.

E l desarrollo humano, en el que con- carnicero. Ciro exclama:—"Adelante!,,


fiáis, se desenvuelve y sube cubriendo Y todos los grandes jefes de ejército,
nuestras deformidades. Todo sirve para abriendo al través del género humano
esto, hasta la ignominia; la prostitución inflamados caminos, llevan un signo l u -
tiene su deformidad, y la fatalidad mu- minoso en la frente, rechazan las tinie-
chas veces emplea al crimen. E n estado 3 l a s del mundo y las nieblas de los erro-
de corrupción un germen puede desar- res, que esos conquistadores son terribles
rollarse. L o que se ama nace muchas misioneros. Sesostris vivifica matando,
veces de lo que se desprecia, pero lo que G-engiskan es la lava fecunda del vol-
se vé claro es que sufrimos. Por qué? cán, Alejandro siembra, A t i l a fertiliza.
Entramos en lo mejor lanzando gritos E n la tierra que civiliza el doloroso
de espanto, y salimos casi con pesadum- esfuerzo, en la creación en la que el alba
bre de lo peor, á lo que estábamos acos- "lora y brilla, donde nada se reproduce
tumbrados. E l género humano trepa por sin haber sido destruido, en la que las
una escala que d á vueltas y se sumerge cópulas resultan de los divorcios, en la
en la noche queriendo entrar en el dia, que parece que el caos feroz haya sumer-
perdiendo de vista el bien y el m a l su- gido á Dios, donde el capullo brota del
cesivamente. E n momentos dados, así nudo que le ahogaba, trabaja el m a l ,
en T y r o como en Sion, lo que se toma jero trabaja fabricando el bien.
como crimen es un castigo, castigo útil
y fecundo, en el que sobrenada no sé q u é
vida repugnante. Las losas de la histo- Pero, ¡ c u á n t a sombra, q u é oleadas de
ria, con sus espantosos amontonamien- humo y de espuma, q u é ilusiones ópti-
tos de traiciones, de robos, de i n m u n d i - cas produce esa niebla! ¿Es u n liberta-
cias, de atentados, con sus montones de dor ese tigre que salta? ¿Ese jefe es un
barro, que aplastan las ruedas de los héroe ó es u n bandido? Adivinadlo.
carros de todos los Césares, solo serian Quién es capaz de comprenderlo? E n
la infame caballería de Anglas, la letri esas profundidades, en las que se con-
na y la cloaca de la suerte, sin la leva- funden los crímenes y las virtudes, en las
dura de sangre que á cada momento que se e n g a ñ a n nuestros ojos y nuestros
hace Dios en aquel empedrado. Roma y oidos, ¿cómo es posible volver á encon-
Venecia florecieron entre arroyos de san- trar el astro que flota entre tantos horro-
gre, y en la historia se oye esta exclama res? Por eso en otros tiempos todo parecía
cion:—"Los gusanos llegan á adquirir vano y perturbado, noche que ascendía
alas; la oruga engendra á l a mariposa; la siendo cada vez m á s espesa; el vasto
edad que se cierne en el cielo es hija del derrumbamiento de hechos tumultuosos,
siglo que se revuelca en el fango.,,—Re- los combates, los asaltos á traición, los
verdece el mundo entre el sufrimiento y Cartagos, los Tyros, los Bizancios y las
los horrores; el mundo es el sombrío cam Romas, las catástrofes, las espantosas
po que rudamente trabaja Nemrod. caídas de los hombres, creían que eran
estériles tormentos, y sucediéndose unos
á otros, parecían no desprender de ellos
Las flores nacen del estiércol, y la na m á s que una sola ley; la ley de que todo
turaleza empieza por comerse su propia en el mundo es efímero. Las naciones,
podredumbre; la razón no tiene razón inclinando la cabeza, no poseían otra
hasta después de haberse equivocado filosofía sobre ese flujo y reflujo que la
para adelantar un paso el género huma que fundaban en la rapidez de los carros
no, tiene antes que andar torcido; cada que las aplastaban; no c o m p r e n d í a n
evolución que éste opera en medio de la nada m á s , y Horacio exclamaba:—"Pues-
tempestad, se asemeja á una Apocalipsis to que todo huye, amemos y vivamos
en la que siempre hay alguno que se contemplando cómo se disipa la sombra
lamenta. Produce obra luminosa el t e ñ e de los montes; reíd, cantad; cogeré raci-
broso obrero. E n cuanto anda el carro mos de las parras para colgarlos ¡oh Lyde!
empieza á rechinar. en tus orejas; lo d e m á s vale poco. Juro
por Baco que he de preguntar á Caren-
te c u á n t o pesan los héroes, las grande-
L a esclavitud es un paso dado en el zas, los reyes y l a gloría.,,
camino de l a antropofagia; la roja g u i -
llotina es un paso dado hácia adelante
sobre el gancho, l a estaca y la hoguera; P a s ó el tiempo y hemos podido descí*
la guerra es á u n mismo tiempo pastor frar algo del misterio. Las multitudes
EL ANO T E R R I B L E . 661
poco á pocó han perdido su aspecto de E l bien y el m a l están en el mundo
caos, y van dejando ver algunos puntos confundidos: si el bien es un sudario, al
luminosos. Los vagos ruidos que se oyen mismo tiempo es u n pañal; si el m a l es
en lontananza los producen los martillos sepulcro, t a m b i é n es cuna; nacen el uno
que caen sobre la fragua del progreso, y del otro y ambos llevan el sello de la
causan los extremecimientos y las con- vida. Los filósofos que temen ó que es-
mociones que el sonoro y feroz choque peran, meditan, y no hay entre ellos otra
de los aceros d á al naciente derecho y al diferencia al revelar el edén y al probar
pueblo que se levanta. su existencia, que la de verlo detrás ó
verlo delante. Los sábios del pasado di-
cen que el hombre retrocede, que sale de
A l mismo tiempo el infinito, que cono- la luz y entra en el crepúsculo, que par-
ce el t é r m i n o adonde desemboca cada te del todo para naufragar en la nada;
causa, siendo como es inconmensurable y dicen bien y mal, como nosotros decimos
suprema conciencia, producto de la paz mal y bien.
de su inmensidad, como sabe el fin, elige
el medio, y deja con frecuencia que el
mal produzca el bien. T a l es la profun- Es exacta esta frase m a l y bien? ¿Es
didad del órden, incomprensible y supre- la cifra única? Es el dogma? ¿Es la últi-
mo, que corroboran hasta sus mismos ma túnica de Isis? ¿El mal y el bien en-
mentís. No se comprende de otro modo cierran toda la ley? ¿Quién conoce esa
que de Marco Aurelio naciera u n bandi ley? ¿Hay alguno que entre nosotros,
do; no se comprende de otro modo que dentro de sí mismo y en el exterior, en-
consintiera el cielo que en l a tierra Je- tre el m o n t ó n de hechos, de épocas y de
sucristo, escudado con l a ley del santo edades, haya penetrado en su abismo y
y con la muerte del justo, pronunciara le haya podido sondear? ¿Hay á l g u i e n
estas admirables palabras:—"Dad de co- que desembrolle el g é r m e n original?
mer al hambriento. A m a á t u prógimo ¿Hay á l g u i e n que pueda ver el punto
como á tí mismo. No desees á otro lo que extremo del túnel? ¿Hay á l g u i e n que vea
no quieras para tí.,, Con esa pura 3 al mismo tiempo la base y el techo? ¿He-
sublime moral, con esos dogmas celestia mos comprendido siquiera á la natura-
les edificó Loyola monstruosa celada leza? ¿Sabemos acaso q u é es la luz y q u é
siendo sombría a r a ñ a á la que Dios, es el imán? ¿Sabemos q u é es el cerebro,
para tejer su tela, dió hilos de aurora y de q u é se forma el movimiento, por q u é
claridades de estrella. carecen de calor los rayos de la luna?
Sabemos acaso si el alma es u n astro?
¿El perfume es acaso el alma errante del
Si elevamos la vista á las alturas, ¿qué pistilo? Padecen las flores? ¿ P i e n s a n
mortal podrá decir:—"Soy u n astro y he las rocas? Q u é es una ola? ¿Distingui-
brillado siempre; n i faltó n i p e q u é j a m á s ; mos acaso la cosa del sér? Q u é es morir?
vivo sin mancha y he vencido todas las Qué es nacer? ¿ P r e g u n t á i s si es toda l a
tentaciones?,, ¿Hay a l g ú n justo tan au- ley á un hecho cualquiera? T ú que me
daz que se atreva á afirmar que lo es ante hablas, contéstame: q u é eres? ¿ T r a t a s de
la pureza del cielo? Por impasible que sondear el abismo? ¿Te sientes con fuer-
sea el hombre, tiene que ceder á su pro- za bastante para escudriñar cómo ó b r a l a
pia naturaleza: la mujer le conmueve savia bajo la corteza, para acechar al
cuando le mira con cariño, bebe, come, través de la oscuridad de las vetas sub-
duerme, siente frió y calor; algunas ve- terráneas el himeneo del agua terrestre
ces el hombre m a g n á n i m o sucumbe con las olas del mar y la formación de
vencido por bajos apetitos, y el espíritu los metales, para perseguir en sus antros
mendiga las inmundas satisfacciones del al plomo, al azogue y al cobre, hasta el
cuerpo. " L a puerta es abyecta y sin em- extremo de poderte decir: H é a q u í cómo
bargo la salvo,,, dice Catón en voz alta se fabrica el oro debajo de tierra y la au-
y Rousseau en voz baja. L a L i v i a canta rora en el firmamento?... ¿Eres capaz de
el Evohe á V i r g i l i o ; Sócrates ama á As- todo esto? Habla. No. Pues bien; econo-
pasia; Horacio se arrodilla ante Cloe; miza tus axiomas respecto á Dios y tus
los hombres son víctimas de los apetitos sentencias respecto al hombre, y no pro-
carnales. N i n g ú n sábio pudo curarse de nuncies fallos sobre el infinito. Y á to-
las heridas que le producen la naturale- do hombre, cualquiera que sea, que se
za y la humanidad. atreva á decir que conoce la fuerza, el
alma, el espíritu, la materia, añadiendo
OBRAS D E VICTOR HUSO.

que conoce la ley completa, encerradle muerte del Mediodía, y Berlin dice á la
y pasadle los cerrojos; tened miedo de Europa que se ria de que la Francia no
que se os escape. E l sabio en su labora- existe ya. Gfénero humano, á pesar de
torio, el sacerdote bajo su capa pluvial, tantas edades de revoluciones, la anti-
¿quién es capaz de enseñarnos la suerte gua ley del ódio permanece siendo en tí
por sus dos lados? ¿Quién puede pasear- la m á s fuerte; para t í el Evangelio es la
se en las eternidades como se paseaba gran claridad muerta; el dia se apaga, la
Lenotre por los jardines de Versalles? paz se desangra, el amor está proscripto,
¿Quién es capaz de medir de un extremo y todavía no han desclavado á Jesucristo
á otro l a vida y la muerte, esos espacios de la cruz.
desconocidos, en los que el m o n t ó n de
los dias muere debajo del m o n t ó n de las
noches, en los que se deslizan en las t i -
nieblas vagos r e l á m p a g o s , en los que MA-FtZO.
se desvanecen las extremidades de las
leyes?

Que sea verdadera ó falsa, absurda ó


loca; que esté demostrada esa oscura ley
del progreso; que, como d r a g ó n del edén, No importa! Tengamos fé. Todo se
custodie la entrada ó solo sea informe agita como los delirios de u n horroroso
espejismo, lo cierto es que ante el enig- sueño, todo camina y corre, y el hombre
ma y ante el destino, los m á s fuertes se abandona las antiguas riberas. Pasamos
quedan sorprendidos y cejan. Apenas de l a noche á la aurora, del triste sepul-
blanquean algunas simas en medio de cro al alegre nido, de las hidras á los
la oscuridad de la noche, cuando la bru- alciones. Los sábios son temerarios y
ma ya ha envuelto otras cúspides; gran- sondean los abismos de las revoluciones.
des montes, que parecían rodeados de
eterna luz y libres de la sombra, se yer-
guen, pero negros y lentamente borra- Profetas que enflaqueció el ayuno,
dos desaparecen. M o m e n t á n e a m e n t e apa- poetas que voláis en alas de la fama, lo
recen todas las verdades, pero en seguida mismo los antiguos que los modernos, lo
se cubren con espeso velo: el dia, si así mismo Isaías que Byron, indicáis siem-
puede llamarse tan t é n u e claridad, pa- pre al género humano su fin supremo,
rece que solo se levanta para contemplar que siempre es el mismo y es nuevo cada
la sombra; pronto dejamos de ver el faro, dia, lanzando a l viento, que se l a lleva,
y no sabemos ya el camino en que nos la misma eterna palabra al mismo eter-
encontramos; ¿acabamos de retroceder ó no peregrino.
de avanzar? ¡Qué lenta es l a ascensión
humana y cómo se siente en ella el peso
de la vida! ¡Cómo destrozan sus espal- Vuestra voz t r á g i c a y magnifica se
das contra los ángulos del progreso los hunde en las profundidades y se remon-
que llevan sobre sí la carga de los inte- ta á las alturas; pedís el verbo á Dios y
reses comunes! ¡Cómo se deshace todo y dais á la esfinge la palabra. E l itinera-
vuelve á caer! No hemos adquirido n i un rio que sigue el hombre, después que
verdadero principio n i una conquista se- a b a n d o n ó á Sion y fué m á s allá de
gura; cuando imaginamos haber termi- Roma, dejando a t r á s al sacerdote, que
nado el edificio, se derrumba y aplasta á titubea ó huye, parece u n descenso hácia
su arquitecto. E l siglo m á s notable pue el abismo, y se oye vuestra voz sublime
de tener sus horas inmundas; algunas que nos lo advierte en la oscuridad.
veces surge una calamidad en todos los
puntos del globo, y el hombre siente un
acceso de furor. E l europeo, que es el L a n z á i s el toque de a g o n í a para el
hermano mayor, se iguala entonces con traidor y de rebato para el valiente; se
el caribe y con el malabar; el civilizado ven aparecer y desaparecer vuestros
inglés sobrepuja al indio bárbaro; el ob- himnos, como enjambres tempestuosos;
jeto humano se eclipsa en infame olvido; vuestros versos sibilíticos van y vienen,
reina l a noche desde el Danubio hasta el sosteniendo en su ruda peregrinación a l
Nilo, desde el G-anges hasta el Ebro. pueblo que camina; vuestros cánticos y
Con fiestas en el Norte se celebra l a vuestros pensamientos parecen urnas
EL AÑO T E R R I B L E . 663
volcadas, de las que se derraman acera-
dos ritmos.

M u y pronto el dia, montado en su


Luto.
cuadriga, descorrerá las cortinas de la
sombra; todo y todos se dirigen hácia la
aurora, hasta los que le vuelven las
espaldas; uno adelanta hácia allá y el Carlos, hijo mió! T ú t a m b i é n ! ¡ T ú
otro retrocede; el crepúsculo del porve- t a m b i é n me has abandonado! ¡Todo
nir levanta su e x t r a ñ a torre, oscura, pero huye, nada es duradero! ¡Te has desva-
estrellada, y vuestras estrofas tocan á necido en la eterna claridad, que para
vuelo en su negro campanario. nosotros es oscura!

Cárlos, m i poniente ha visto perecer


ii. t u oriente. C u á n t o nos a m á b a m o s ! I n -
sensato el hombre, cree y sueña, y son-
La lucha. riendo liga su corazón á otros corazones.

L a ignorancia se encoleriza. Debemos Cree que será eterna esa lazada y


compadecer á los ciegos que no ven la prosigue su camino; empieza á descen-
verdad. Por otra parte, esto nada debe der, vive y sufre, y de pronto vé que
importarnos, amigo m i ó , ya que, si nos solo abarca en el hueco de l a mano un
vamos, el honor nos a c o m p a ñ a . Compa- p u ñ a d o de ceniza.
dece á esos insultadores que aceptan de
rodillas la horrible paz, que sujeta y Ayer estuve proscripto, y en los veinte
amordaza la Francia, y dejemos impresa años de m i cautiverio v a g u é errante
su ingratitud imbécil en la historia, po- con el alma destrozada. L a suerte nos
niéndola el sello de t u desprecio y del hiere, ella sabe por q u é . ¡Dios me privó
mió. ¡Esos hombres t r a t a r í a n á J e s ú s de la p á t r i a !
como á u n bohemio, y San Pablo les pa-
recería repugnante d e m ó c r a t a y Sócra-
tes u n juglar! Sus ojos miopes huyen de De mis queridos séres solo ya me
la luz. Si son así, no es culpa suya. E n quedan un hijo y una hija; ya casi solo
Ñápeles, en Roma, a q u í y en todas voy caminando hácia la eterna noche.
partes, se comprende que te envidien Dios me arrebató la familia!
los soldados y te maldigan los sacerdo-
tes, cuando aquellos son vencidos y
cuando éstos están desenmascarados. No me abandonéis, únicos séres que-
Los canelones de hielo que he visto ridos que me restan en la tierra; vuestra
este invierno en nuestros muelles, que madre os bendice desde la m a n s i ó n de
nos helaban, pero que se fundían con los muertos y yo os bendigo desde este
rapidez, no eran t a n vanos n i tan va- valle de l á g r i m a s .
nidosos como esos hombres. T ú , que
semejante á los combatientes divinos,
presentándote solo, sin ejército, emanci- T e r m i n a r é m i lucha en l a existencia,
pabas á los pueblos, t ú no debes temer tomando por modelo al m á r t i r de Sion, y
que aullen contra tí esos clamores viles. continuaré en m i ascensión ruda, que se
Nada debe importarte! Cogidos de las parece á una calda.
manos, ven y salgamos juntos, t ú que
eres un antiguo romano y yo que soy
un viejo francés. E n este sitio h u m i l l a n B á s t a m e seguir á la verdad; sin per-
te estamos mal. V á m o n o s á buscar las der nunca de vista el objeto sublime
rocas y las playas m a r í t i m a s ; si nos han proseguiré m i camino; afligido, pero al-
de silbar, que nos silbe el mar; vamos á tivo y cumpliendo m i deber, iré recto
buscar el insulto del r e l á m p a g o , el fu- hasta el abismo.
ror que j a m á s conoció la bajeza, el furor
del abismo, y que nos salpique la espuma,
pero no la baba.
664 OBRAS D E VICTOR HUGO.

ber, y que la prosiga allí. E l derecho no


es solo derecho en el mundo; los muertos
IV. son séres vivos que participan de nues-
tros combates, y en algunas ocasiones
E l entierro. oimos silbar sus invisibles flechas. I m a -
ginamos que están ausentes y están pre-
sentes; salimos del mundo, pero no po-
E l tambor toca á generala y la ban- demos salir del destino; la tumba es una
dera se inclina; al pió del silencioso co- prolongación sublime. Ascendemos á
llado de la Bastilla, donde los pasados ella asombrados de haber creído que en
siglos duermen bajo los cipreses, que ella caíamos. A s í como la emigrante
agita el viento, el pueblo triste y pensa- golondrina se hunde cada vez m á s en el
tiv9 está con el arma a l brazo, forman- azur del firmamento, el hombre v á pe-
do grandes batallones, alineados en lar- netrando m á s en u n deber superior, y
gas hileras. vé entonces lo útil paralelo á lo justo,
vé menos sombra, y adquiere alas. Ido-
latrado hijo, sirve á la Francia en ese
Pasan el c a d á v e r del hijo y el padre centro luminoso del amor que llamamos
moribundo; aquel ayer t o d a v í a robusto, Dios; no morimos para dormir, sino para
j ó ven y bravo; éste viejo y b a ñ a d o el practicar superiormente en las alturas
rostro en l á g r i m a s , y cada una de aque lo que p r a c t i c á b a m o s en nuestra baja
lias legiones los saluda al verlos pasar. esfera. Nosotros solo poseemos el objeto,
pero el cielo tiene el medio. L a muerte
es u n t r á n s i t o en el que todo cambia para
Pueblo, ¡majestuosa es t u ternura! engrandecerse; el que fué atleta en la
Paris, ciudad que no logró vencer el i n tierra, es a r c á n g e l en las altas regiones:
vasor, á pesar de haberte casi desangra en el mundo todo es limitado; todo está
do; tú, para quien l l e g a r á el dia de surgir proscripto; pero allá arriba crecemos sin
de la oscuridad que te rodea, con la fren molestar al infinito; el alma puede des-
te resplandeciente, llevas la magnanimi- plegar allí todas sus alas; al desprender-
dad hasta t a l punto, que te dignas fijar se del cuerpo vuelve á adquirir su for-
t u atención en el dolor que aflige á un ma. Hijo mío, que ya eres espíritu, que
hombre. Es admirable que sean sensibles ya eres antorcha, irradia, cerniéndote
Esparta y Roma; es admirable que Paris sobre la Francia. Sírvela, ya que Dios
haya domado al universo por la fuerza la envuelve en u n misterio, ya que t ú
siendo tan bondadoso; este pueblo, ade- sabes ahora lo que ignora el mundo, ya
m á s de ser héroe, es justo; a d e m á s de ven que l a verdad se vé clara cuando la
cer, sabe amar. alumbra la eternidad, ya que t ú ves la
luz y nosotros solo vemos la sombra.
Paris 18 Marzo.
Ciudad augusta! A q u e l dia todo se
agitaba; bramaban las revoluciones, y
entre sus brumas, al través de los rayos,
veias ante t í aparecer la horrorosa som- V.
bra que en ciertos momentos envuelve
á los grandes pueblos; el hombre que se-
g u í a el a t a ú d de su hijo te admiraba al G-olpe tras golpe, duelo tras duelo; el
verte en t u infortunio tan heróica, al sacrificio cada dia se hace m á s doloroso,
reflexionar que hiciste prosperar á la pero lo acepto imperturbable. Conviene
humanidad, y ese hombre, al mismo tiem- ciertamente que á algunos nos traten
po que padre, creia ser t u hijo: padre, así. Cuando rudos combatientes, magos,
cuando pensaba en él; hijo, pensando soldados, tribunos ó apóstoles, sacrifican
en tí. su vida por ideales justos, no hay do-
lor, no hay sacrificio que los abata.
T ú lo sabes, Q-uernesey; t ú lo sabess, Ca-
Que ese jóven é ilustre luchador lleno prera.
de fé, desaparecido del mundo, ¡oh pue-
blo!, retenga siempre t u gran alma. T ú
se la difundiste al darle el supremo Nada es capaz de desviar su concien-
adiós. Que en la espléndida libertad del cia, que está fija en el deber; en vano so-
cielo azul asista, ahora que e m p u ñ a plan contra ella los vientos, que los
desconocidas armas, á la lucha del de- principios que sigue permanecen en ella
EL ANO T E R R I B L E . 665
inmóviles, y su tranquilo resplandor les hace escudriñar el precipicio y la no-
b r ñ l a en el infinito; el siniestro h u r a c á n , che. Cada descubrimiento es una sima,
que se encarniza contra la noche, puede ^ada les importa morir, n i sufrir, si pe-
sacudir en las alturas los velos de la netran en el abismo; vivir i n ú t i l m e n t e
sombra, pero no puede mover de su sitio es parece largo y enojoso.
las estrellas.
Sondean los mares y registran los cie-
os; cada uno de esos séres que van bus-
cando á Dios recorre u n infinito; F u l t o n
el verde, Herschell el azul; Magallanes
jarte, Fourrier vuela; la m u l t i t u d iróni-
ca y frivola ignora lo que estos seres han
i. imaginado, los v é naufragar en l a i n -
mensidad y exclama: —^¡ Es u n alma
Los precursores. perdida!,, ¡Necia m u l t i t u d , es u n mundo
encontrado!
Afligido el hombre en todas las épo-
cas, reflexionando sobre el ser y sobre
las criaturas, p r e g u n t ó siempre á l a na ii.
turaleza: "Por q u é he nacido?,, Unas ve-
ces creyentes, otras veces ateos; á los L a m a d r e que defiende á s u hijo.
Prometeos a ñ a d i m o s los Euclides y los
Keplers; nuestras dudas son nubes fúne
bres que ascienden a l cielo tenebrosas y E n lo espeso de los bosques, donde
descienden resplandecientes. habitan los mochuelos, donde cuchichea
en voz baja el inquieto follaje, y á la
sombra de los jarales, ¡qué salvaje se
A l borde de la sima de los cielos, ¡cuán presenta el amor de la mujer de las sel-
tas imaginaciones brillantes hay asoma vas! A r r u l l a al tierno recien nacido, que
das! ¡Cuántas miradas misteriosas hay t i r i t a acostado en su seno, y despavorida
allí fijas! ¡Allí los contemplan las claras huye de allí con el niño en cuanto vé
pupilas de Milton, de Gralileo y de Dan que, como sombría marea, van extendién-
te, de esos espíritus dignos de v i v i r entre dose por el bosque las sombras de la
los astros! noche.

Todo estriba en aventurarse á subir T a l es Paris; t a l es la ciudad á l a que


en aventurarse á bajar; en investigar, en Europa disputa el derecho, la gloria y el
atreverse, en ver. Cuando el que inquie arte, ese triple pezón que amamanta a l
re vacila todavía, fijando las miradas en niño disputado que se llama Porvenir.
la noche y en l a aurora, retrocediendo Alrededor de su sublime cuna relinchan
ante el secreto, temblando ante el gero los caballos de la aurora. Esa ciudad,
glífico, bruscamente entonces se le apa que es madre de l a realidad, que empie-
rece la voluntad, que es un veloz hipó za por ser quimera, que es la nodriza de
grifo. los augustos sueños de los pensadores;
esa ciudad, que es hermana de Atenas y
de Roma, aparece como m a n s i ó n de
Montado en ese corcel formidable amor, de vida y de alegría en medio de
génio humano, cuando quiso abordó lo la ardiente primavera y del rojizo cielo,
inabordable, sin m á s armas que la antor y mece cantando a l pequeño y poderoso
cha y el l a ú d . Cuando emprende su car- dios. Muestra gozosa y altiva ese ensue-
rera, el astro A m o r y el sol Pensamien- ño que m a ñ a n a será una realidad; ese
to brillan en la azulada esfera, que la tembloroso embrión del nuevo género
noche cubre con sus velos; pero Dios humano; ese gigante que ahora es pig-
concedió esas dos estrellas para que sir- meo y que se llama M a ñ a n a , para el que
vieran de espuelas a l génio. se abre el surco de las futuras edades. E n
su frente tranquila, en sus tiernos labios,
en sus miradas puras, que no creen en el
Los privilegiados séres que se l l a m a n mal, brilla la Cándida sonrisa del ideal, y
génios poseen la sagrada curiosidad que se presiente al verla que ella es la ciudad
TOMO V . 84
666 OBRAS D E VICTOR HUGO,

donde habita la esperanza, se presiente te contra Francia! Deteneos! Duelo solo


que ama y que bendice. Pero si de re- producen vuestras victorias. Cada caño-
pente llega un eclipse á oscurecerlo todo nazo que u n francés dispara contra otro
y á extremecer á los pueblos, si a l g ú n Druduce primero la muerte, después l a
m ó n s t r u o vaga por el horizonte, si lo deshonra. ¡Confundir, después de haber
que serpentea lanza espuma, se arrastra pasado Setiembre y Febrero, la sangre
ó mira siniestramente, amenaza á la del campesino con la sangre del traba-
criatura divina, su madre adquiere de jador! ¡Luchar los latinos contra Roma
pronto expresión feroz, se yergue indó- y los griegos contra Atenas! ¿Quién ha
mita, brotan de su pecho gritos terribles, decretado tan l ú g u b r e matanza? ¡Haber
llega á ser el Paris furioso, brama y ruge, sido héroes, para terminar siendo fratri-
y la ciudad que antes encantaba al u n i - cidas! Q u é abominación!
verso, entonces lo llena de espanto.
¡Contemplad cómo desde el cielo hasta
vuestras frentes flotan la bajeza, el
ni. oprobio y la afrenta! ¡Ved allá arriba
la bandera de l a muerte, negra como la
mortaja, blanca como el sudario! Es la
Horribles tiempos! E n el siniestro es- bandera de la Prusia que acecha todos
pacio, en el que surge lo imprevisto, en vuestros actos: no la veis, pero os está
el que pasa lo inesperado, m i pensamien- contemplando; la tenéis en vuestra pro-
to es una llanura que pisotea errante pia casa, donde reina. ¡ L a guerra c i v i l ,
m u l t i t u d . Sucódense unos á otros los he- que es triste después de la victoria de
chos desventurados. Escribo este libro dia Austerlitz, es v i l después de la derrota
á dia, dictándomelo la hora terrible que de Sedan!
huye despavorida; las semanas del AÑO
TERRIBLE son otras tantas hidras que el
infierno creó y que el abismo espera; el Ciegos é insensatos han resuelto j u -
acontecimiento huye con los ojos infla- garse la p á t r i a y el porvenir á cara ó
mados, después de posar en m í sus gar- cruz. ¿No hay nada m á s urgente que
ras, dejando en mis tristes y magullados levantar vuestras tiendas de c a m p a ñ a
versos l a huella que deja el paso de un alrededor de las murallas? ¡Paris, león
m ó n s t r u o . E l que pudiera penetrar en herido, vuelves á empezar la guerra, te-
m i espíritu le vería lleno de las huellas niendo aun clavado en el cuerpo el mor-
que en él dejaron esos dias de horrores y tífero venablo! ¡Vas á abrirte otra llaga
de cólera, como si hubieran pasado por antes de cerrarte la primera! Fijaos, i n -
él bravios leones. sensatos, en que el pais al que asestáis
p u ñ a l a d a s es el vuestro, y la que se de-
sangra es vuestra madre. Pensad que nos
arrojáis á la miseria, que el trabajador
IV. se q u e d a r á sin pan, la mujer y el niño
Un grito de angustia. sin apoyo; pensad en los funestos proble-
mas que hay que resolver, y no os encar-
nicéis unos contra otros.
Cómo t e r m i n a r á esto? ¿No conocen
que el pais se derrumba á cada paso que ¡Ensancháis el abismo, en vez de encen-
dan ellos sobre él? ¿Quieren castigar á der u n faro que lo alumbre! Los dos
Paris? Paris desea ser libre. E l equili bandos mueven tumultuosamente la
brio del mundo consiste en poner á éste misma execrable a l g a r a b í a ; los dos gri-
en u n platillo de la balanza y á Paris tan: "Muerte y guerra!,,^—^"A quién?,,,
en el otro. Paris es el abismo que está responde Oain. ¿Qué significan esos sol-
empollando el porvenir. No se le puede dados que b l a n d ó n la espada, que se
castigar, como no se puede castigar al humillaron á l a Prusia y se manifiestan
Océano, porque en su profundidad, y altivos contra la Francia? Conservad
al través de su transparencia, se vé la vuestra sangre para el dia de la emanci-
inmensa Europa que por corazón tiene pación. ¡No os remuerde la conciencia y
la Francia. ¿Qué os proponéis, comba os entregáis á la desesperación! ¿Pero
tientes? Sois un incendio que devora las quiénes son esos que se complacen en
mieses, y estáis matando al honor, á la nuestra ignominia? ¡Caiga el oprobio
razón y á la esperanza. ¡Francia comba sobre los que se asocian para sentarse en
E L ANO T E R R I B L E . 667
ese pavés que levanta el asesinato, sobre Droyectil; me parecía infame y ahora me
esos que de la pública desgracia forman carece útil; me sirvo de él para herir, ya
su pedestal, que escitan al pueblo indig- que con él se me hirió,,. Nadie t e n d r á el
nado á ese duelo fatal; caiga el oprobio gusto de ver que me rebajo. Nunca seré
sobre el servil raitre y sobre los dos tizo- sofista después de haber sido profeta. M i
nes de la guerra civil que aprisionan á la triunfo no me h a r á renegar de m i derro-
ciudad eterna y reedifican en su horizon- ta; p e r m a n e c e r é siempre el mismo, y
te una muralla de ódio eterno, pensando aunque viva mucho, en m i el vencedor
en no sé q u é victoria infame, en matar á será siempre fiel al vencido. No reconoz-
Paris, en apagar el astro! co dos justicias, como no comprendo que
pueda haber dos soles. Allí están nues-
tros enemigos vencidos; su libertad y la
nuestra despide ¡oh vencedores! la mis-
v. ma claridad. A l apagar nuestros dere-
chos apagamos nuestros astros. Si des-
No t o m é i s represalias. pués de tantos desastres no puedo hacer
el bien, quiero al menos no nacer el m a l .
Dejemos las quimeras á los reyes y que-
No acostumbro á humillar á las pala- démonos los pueblos con el ideal.
bras que me inspiran fé; no acostumbro
á humillar á la r a z ó n , al progreso, al ho-
nor, á la lealtad, á los deberes n i á los ¿Por q u é desterrar á éstos y encerrar
derechos. No se puede llegar á la verdad á los otros en las cárceles? ¿Por q u é de-
por el camino oblicuo. Solo siendo justos clarar que l a prisión, las cadenas, los
se puede servir á la República; el deber carceleros y el destierro, que hemos
para con ella es la equidad para con todos. condenado para nosotros, sean conve-
De nada sirve la cólera; el que es justo nientes para ellos? No quiero privar á
está siempre sereno. Soberana es la re- nadie de la pátria; aun extremece el
volución; el pueblo es un luchador pro- soplo del h u r a c á n al antiguo proscripto
digioso que arrastra el pasado hácia el y le impele á no traspasar el círculo de
abismo y lo empuja dentro con el pió. lo honrado y de lo justo; p a g ó el antiguo
Pero entre las sombras que me envuel- proscripto con veinte años de destierro
ven no reconozco otra majestad que la el derecho austero de oponer á los furo-
de m i conciencia. Tengo fé. M i candor res su refugio solitario y á cerrar su
dimana de m i esperiencia. A los que alma á las cóleras ciegas. Cuando veo
derribé al suelo no los destrocó. M i cír que las cadenas y los calabozos amena-
culo es m i derecho, y el derecho de los zan á m i enemigo, le amo; y daría asilo
otros es m i compás; deseo que todo se hasta á m i propio proscriptor, y acor-
equilibre entre mis enemigos y yo, d á n d o m e siempre de que estuve dester-
cuando los veo atados creo que no soy rado, salvaría á Judas si fuese yo Jesu-
libre; me cansarla de pedir perdón si yo cristo.
me portara con ellos como ellos se han
portado conmigo. Nunca diré:—"Ciuda
danos, el príncipe que se levanta en fa- J a m á s t o m a r é parte en ninguna ven-
vor nuestro agota sus fuerzas contra ganza. Los castigos excesivos nos con-
nosotros; honremos su rectitud despidién- ducen á ser demasiado indulgentes, y
dole; la probidad se ajusta m u y bien é llegaría á tener compasión de Caín sí
este expediente,,. Por temor á las con viese que le torturaban. Nunca oprimiré
secuencias, tampoco iré á recoger la lógi á nadie, nunca cometeré ninguna infa-
ca que salga de los labios de los jesuitas; mia; nunca verás ¡oh Libertad! que ante
nunca diré:—"Violemos la verdad,,; n i t i ejecute ninguna acción indigna. Pue-
que ese traidor merece por su perversidad blo, para servirte r e n u n c i a r é á todo, a l
que yo sea inicuo; me contagio con su suelo natal, á la casa donde transcurrió
lepra, pues me comunica su enfermedad; m i niñez, al cielo azul de la Francia, al
nunca t o m a r é como á v i r t u d hoy lo campo sublime de Paris, del que fui se-
que en él ayer constituía una maldad. gador; á la pátria, al hogar paterno y á
Porque fué m i tirano no ha de ser m i la felicidad; p e r m a n e c e r é siempre siendo
víctima. L a pena del Talion no es legí- puro y sin tacha y j a m á s abdicaré m i
tima, y lo que f u i ayer quiero serlo ma- derecho á ser justo.
ñ a n a . Nunca cogeré un crimen con m i
mano, diciéndome:—"Este crimen era su
668 OBRAS D E VICTOR HUGO.

el bandolerismo con su brigandaje, de t a l


manera que la historia pueda exclamar
VI. un dia: "¡Esparcieron por todas partes la
sombra y la muerte!,, ¿Quién tenia razón
L a pena del Talion.
y quién se equivocaba? Los principios,
ue son las cumbres del alma, se borran;
¿y cómo podremos ya en lo sucesivo
lablar de progreso, de equidad y de
Porque V i n o y , porque Billioray pro- ' usticia? E l naufragio de esas tres noble-
cedan e r r ó n e a m e n t e , ¿debemos vivir to- zas basta para que perezca el mundo;
dos en el error? ¿Debemos matar á icrir de muerte á las verdades, es herir
D u v a l porque mataron á LecomjDte? En- á esos tres inmortales.
contráis irrefutable ese razonamiento y,
s e g ú n vosotros, debemos t a m b i é n matar
á Bonjean porque mataron á D u v a l . L a
menospreciada ley del Talion os parece
justa; ¿era v i l en la época de Moisés y
es l e g í t i m a en la época de Rigault? Con- E l pensador se entristece cuando en
sagráis culto al asesinato, no haciendo a soledad medita, y ya no es el t r a n -
caso de lo que debe glorificarse, de la quilo espíritu de actitud grave; sus ojos
ley n i de la libertad; predicáis un nuevo despiden r e l á m p a g o s de indignación; ya
dogma, y os hacéis neófitos de los aten no es libre; le esclavizan la cólera y el
tados repugnantes que os dan provecho. ódio. E l hermano que apaciguaba a l
Aplicáis la pena del Talion, al pueblo lombre que se enfurecía, el que consola-
aquí, a l rey allá. Arrestáis á Chandey, Da c a r i ñ o s a m e n t e al que atormentaban
yo debo aprisionar á Lockroy; porque os dolores, ahora maldice. E l que creyó
sois inepto, yo debo ser estúpido; porque no tener que soportar otros sufrimientos
negáis el derecho, yo debo apedrearlo. que los que son anejos al género huma-
no, sufre ahora viendo cómo la Francia
se desgarra; reconoce que exise en el
Porque F e r r é , porque Gralifet derra- mundo u n rincón sagrado que se llama
man sangre humana, ¿debo yo cometer pátria, que es caro para todos los cora-
u n crimen? Incendian un puente, yo debo zones; reconoce que la amargura se apo-
quemar una biblioteca; matan á un coro- dera alguna vez del alma del sábio, y
nel, yo debo matar á un arzobispo; matan le transforma en hijo al ver que la ma-
á un arzobispo, yo m a t a r é á los que dre se desangra.
pueda. Cuando u n villano haga fusilar
á u n hombre, yo h a r é que arcabuceen á
trescientos, y lo que en él es un homici L a situación de ésta no será siempre
dio, en m i será una buena acción. Diente desesperada; a l g ú n dia sus ojos recobra-
por diente. A la maldad debe contestarse r á n gradualmente las miradas radiantes
con la maldad. Herís á la pátria; pues yo que ahora están eclipsadas: sin duda al-
debo acabar de asesinarla. Sois E r ó s t r a guna, después del infame Apocalipsis,
to; pues bien, yo seré Omar. verá el hijo de esa madre reaparecer en
él lentamente los resplandores que en la
oscuridad Dios hace brillar en l a frente
¡Monstruosa justa, espantosa esgrima de los investigadores, al mismo tiempo
batirse con los malhechores para ver que envia al hombre que vive en la os-
quién comete m á s delitos! Porque ellos curidad profunda la luz del astro que
han dado sablazos, nosotros debemos sa sale por detrás de las m o n t a ñ a s . Rena-
quear y sembrar su infamia en nuestros cerá la paz y los pueblos se a m a r á n
propios surcos, y nuestra obra y la suya unos á otros.
deben germinar confundidas. Debemos
ser tan abyectos que debemos comer e
mismo oprobio en la misma artesa. De Esperando ese dia, medita y ruge;
este modo, ellos y nosotros, con horrible para él la afrenta es una nueva majes-
y espesa niebla, e m p a ñ a r e m o s el celaj tad. E l génio posee resplandores de i n -
de la pátria; pero nuestros atentados ten finito furor y amenaza salvajemente.
d r á n l a suficiente transparencia para Tras sus predicciones llegan la unión, l a
que de nuestros principios abjurados se alegría y el amor. L a paz se debe al cis-
vea la clemencia abajo y el asesinato ar ne y la guerra al buitre.
riba. Permutaremos con esos miserables
EL ANO T E R R I B L E . 669
Lanza á los vientos sus estrofas irrita-1 E n otro tiempo, en épocas perturba
das, y sus ojos sombríos miran en lonta- das como la actual, el poeta solo vivia
nanza; parece que haga huir ante él á entre los hombres para desarmarlos y
los mónstruos cuando sacude su enorme para infundirles la ternura de su cora
melena; tiene el aspecto de un espectro zon; amaba al vencido sin odiar al ven-
errante que carece de guarida; sus plan- cedor, y suplicaba al ejército y suplica-
tas huellan inquietas el suelo poco firme, ba al pueblo. A los que vivian ciegos y
E l cielo está oscuro y en él no brillan entregados á l a guerra civil les enseña-
las estrellas; Europa está encadenada, ba la claridad de lo verdadero, de lo
Francia parece u n cadáver; la nada ven- grande y de lo bello, por estar m á s ave-
ció á la luz; el porvenir se desdice, la |zado que ellos á la meditación, y en
gloria se desmiente á sí misma; se per- aquel mundo inexorable era el mensaje-
dió el honor y la fé; solo quedan la baje- ro de la anhelada paz. Exclamaba:^—
za, el olvido y el oprobio. Siente que le "Hemos sufrido ya bastante; estamos tan
punza el a g u i j ó n de la ignominia, y he- cansados, que debemos ser buenos,,. L a
rido por la espina que se ha clavado en misión de esa voz pasajera era proclamar
el pié, ese león cojea. en todas partes la paz, la indulgencia y
el perdón. Los deberes del poeta son aná-
logos en la actualidad: el poeta, apoyán-
dose en su propio corazón, desea que el
hombre viva, desea que el hombre crea.
L a sagrada mansión del cielo prueba
por medio de su belleza la eterna ternu-
¡Quienquiera que seáis, que os empe ra, y la radiante poesía debe ser herma-
ñais en ser tiranos, os compadezco! ¡Viles na de la clemencia, siendo hermana de
y feroces pereceréis á manos de ios que la armonía; debe afirmar lo verdadero,
creéis dominar! E l presente es el yunque que la cólera niega, y lo verdadero es l a
donde se forja el porvenir. Llega un mo esperanza, lo verdadero es l a bondad, y
m e n t ó en que la a r a ñ a se queda presa la fraternidad es el rayo m á s luminoso
en sus propias redes. Si corriéseis los ve- del arte. ¿Por q u é el aborrecimiento ha
los que ocultan los temibles acontecí de empeorar vuestra suerte? Si el hom-
mientes, reconoceríais temblando, des- bre pudiese entender la lengua del infier-
nudos y puestos en cruz, en vuestros no, de esas terribles profundidades en
verdugos vuestras pasadas faltas; detrás las que se oyen chocar las cadenas, de
de ellos el asesinato, la embriaguez, el esa mansión de horrorosos destinos, de
éxito y la gloria, lanzan los vómitos, que todos los dolientes corazones, de todas
un dia será preciso beber,
instantes en quecos oCpUecerelfdel^? bocas condenadas oiría salir estas pa-
vosotros mismos. E l gasto de sangre labras sombrías para ellos:—"¡Amémo-
inocente os hace contraer una deuda; la nos unos á otros!,,
huella del esfuerzo violento que tuvis-
teis que hacer para consolidar vuestra
E l h u r a c á n , el Océano, l a tempestad,
posición de reyes y de dioses, se os apare
el abismo y el pueblo tienen por ley
cerá cuando caigáis; vuestro propio f u -
la paz sublime, y cuando llega la hora
ror recaerá sobre vosotros y os castigará;
de realizar este enlace, furioso el antro
el rayo que os hiera lo soltó vuestra
dá un beso á la tierra. Nada hay en ella
mano de t a l modo, que l a suerte d á á la
arrebatado, convulsivo, desenfrenado y
misma acción dos nombres; primero la libre que no sea así m á s que por con-
llama crimen y m á s tarde la llama cas- servar el equilibrio; se necesita que todo
tigo. ceda al compás; l a indignación de las
olas es efímera; l a espuma está furiosa
leves instantes; el aquilón m á s i n d ó m i -
IX. to termina
termina por plegar las alas; tras tras de
la noche aparece el alba, tras ésta el sol;
Mientras que el mar muge, mientras I t e m p e s t a d concluye por disiparse y
se encrespan las olas, mientras el hori-1 volver á dejar el cielo puro y azul,
zonte aparece tempestuoso, el poeta, que
es u n vigilante, sube á su observatorio.
Su único deseo consiste en que la con-1
cordia acabe por reinar.
670 OBRAS D E VICTOR HUGO.

trasmitan su ardor, que necesitamos para


castigar, fijando nuestras miradas me-
MA.YO. lancólicas en el metal y en el m á r m o l
que representan á los indómitos vetera-
nos del Imperio y á los nobles hijos de
la República. L a hora de la caída debe
ser la hora del orgullo, y á los ojos
humillados del pueblo l a derrota debe
L o s dos trofeos. aumentar el resplandor bravio de esos
trofeos, haciendo que el á n i m o recobre
el calor perdido. E l ejemplo de los gran-
des debe alentar á los pequeños. Debe-
Pueblo, este siglo ha presenciado tus
mos eternizar esos monumentos, que
extraordinarios actos. Vió cómo volviste
edificaron los que ya no existen, pero
á amansar la Europa con tus manos.
que les sobreviven. Los que les sirvieron
Hiciste ver la insignificancia de los ce-
de modelo pasaron por el mundo en
tros y de las coronas, con l a facilidad
otro tiempo lanzando truenos, y aun
con que fabricaste y derribaste tronos;
llegan hasta nosotros sus r e l á m p a g o s
cada uno de tus pasos ha marcado u n
gloriosos; los que actualmente viven
progreso; adelantando en el camino, has
son menos brillantes que ellos, están
ido sembrando en el despavorido mundo
m á s muertos ya.
formidables ideas; eran tus legiones las
desbordadas olas del progreso que cada
vez iban subiendo á mayor altura. Te Oís los golpes del azadón? ¿Oís el ex-
guiaba la Revolución, y difundiste á trépito de las bombas? ¿Quién ordena el
Dan ton en Alemania y á Voltaire en bombardeo? ¿Quién manda la demoli-
E s p a ñ a . Llevaba t u gloria por compa- ción? Vosotros.
ñ e r a á l a civilización, que aparecía allí
donde t ú sentabas las plantas; lo que
antiguamente fueron los griegos han E l pensador se extremece, como el an-
sido en este siglo los franceses. Des- ciano rey Lear, cuando habla á la tem-
t r u í a s , pueblo, el mal, el error y el vicio; pestad y la objeta. Se ven espantosas
en unas partes la Edad Media y en otras señales que indican que se acercan días
la Inquisición; luchabas contra todo lo horrorosos. Pero ¿puede ahogarse al por-
perjudicial; t u claridad disipaba todas venir? ¿Puede acaso morir un siglo an-
las sombras, asombrabas a l mundo con tes que nazca el otro? ¿De q u é vértigo
tus resplandores, y mientras seguías t u es v í c t i m a París? U n poder le m u t i l a y
triunfal carrera, te admiraban los hom otro poder fulmina sus rayos contra él.
bres hasta en sus reveses; algunas veces Así dos huracanes luchan en 'el desierto
volando te cernías; y el universo, duran de Sahara, e m u l á n d o s e el uno al otro
te veinte años, desde el Tajo hasta el en la destrucción. Pueblo, obran m a l
Elba y desde el Nilo hasta el Adije, esos dos caos; vitupero yo lo mismo al
quedó deslumhrado al contemplar tanto firmamento que truena que á l a tierra
prodigio; ante t í , pueblo t i t á n , todo des que tiembla.
aparecía, hasta t u gigantesco jefe.
De esos dos poderes, cuyo frenesí v á
Por eso se han erigido dos monumen- creciendo, uno tiene la ley en su favor,
tos á t u gloria, la Columna y el Arco; el otro tiene el derecho; Versalles posee
los dos te representan, pueblo soberano; la parroquia y P a r í s la Gommune, pero so-
el uno es de granito y el otro es de bre los dos descuella la Francia única:
bronce. por otra parte, cuando entrambos pode-
res debían llorar, ¿es momento á propósito
para que se devoren el uno al otro? ¿está
Es conveniente no olvidar que en bien escogida l a hora de l a lucha? ¡Hor-
otros tiempos fuimos vencedores. Debe- rible fratricidio! A q u í el frenesí de los
mos siempre custodiar esos dos monu cañones, de los morteros y de la metra-
mentes, que teme la Europa hostil, y lla; allí el vandalismo: a q u í Caribdis y
vigilarlos dia y noche con cariño. Esos a l l á Scila. A l triturar los esplendores
testigos de las edades pasadas casi son del pueblo, cada uno de ellos arranca
vengadores; invocaremos á los dos aho- de su gloria uno de los dos trofeos: viví-
ra que se nos ultraja y haremos que nos ] mos en días siniestros y nuevos, y de
EL ANO T E R R I B L E . 671
esos dos poderes e x t r a ñ a m e n t e rivales, á conservar á Forbach suprimís á Jena.
los que golpea el martillo y ametralla el ^Íac-Mahon hace desde lejos caer una
obús, uno se apodera del Arco triunfal y ' l u v i a de fuego, de hierro y de plomo
el otro de l a Columna. sobre el Arco de triunfo, y para nuestra
ignominia la bandera tudesca se agita
sobre nosotros y contemplo cómo Sedan
Pero se trata de l a Francia, y los abofetea á Austerlitz. ¿Dónde están ¡oh
franceses no deben derribar los monu- Francia! los Charentons y los Bicetres?
mentos de su gloria. A n t e la nación, ¿Se l e v a n t a r á n acaso los antepasados,
qué significa Bonaparte? Cuando nos "os vencedores de Brunswick, de Co-
ocupamos de Esparta, ¿pensamos acaso burgo, de Bouillé, sacudiendo terrible-
en alguno de sus reyes? Si dejais á un mente el enmohecido sable, buscando en
lado á Napoleón, el pueblo reaparece; el cielo la desaparecida aurora? ¿No es
derribad el árbol, pero respetad el bos- suceso inaudito que sean lanzados vio-
que. Todos los heróicos combatientes que lentamente d é l a historia los que se prodi-
se ven en esas espirales, poblando los gaban sin cansarse nunca, los que cau-
campamentos, las torres y los navios, tivaron al Papa y á los reyes y todo el
salvando murallas, puentes y fosos, rios pasado, los que bloquearon el antiguo
y pantanos, representan á la Francia mundo, nuestros padres vencedores, por
tomando el progreso por asalto. Si que- nosotros sus hijos, que fuimos vencidos?
réis hacer justicia, suprimid á César y
poned en su sitio á Roma. Colocad en
la cima del monumento á u n pueblo y Solo faltaba á nuestros desastres su-
no á un hombre; condensad en una es- frir este último golpe, después de tantos
tatua la m u l t i t u d que vive en este pais infortunios, después de la vergonzosa
caballeresco, bravo y vencedor; fabricad paz, después de los inútiles combates de
esa e s t á t u a de brillante metal; encarnad A v r o n , de Bourget y de Hay, después
en ella á la m u l t i t u d , y que ese pueblo del incendio de Estrasburgo, después de
gigante y ese gran estilita del lejano la traición de Paris. ¡No estaba aun l a
ideal iluminen el camino, sustentando Francia bastante triturada!
una estrella en la frente y una espada en
la mano.
Si la Prusia, acostumbrada á su salva-
je orgullo, al ver que el viento hincha
A d e m á s , nada igualaba la talla de sus banderas, al tenernos en su poder, nos
nuestros soldados; la revolución mugia hubiera dicho:—'"Franceses, quiero bor-
en el fondo de sus innumerables comba- rar todas vuestras glorias; conserváis dos
tes; la Marsellesa, que causaba espanto que yo envidio, el Arco y l a Columna;
al mundo antiguo y derruido, se ha con- quiero que desaparezcan: demoledlas,
vertido en piedra y en bronce en esos ametralladlas; yo os lo mando,,, nos-
dos monumentos, y ambos exclaman:— otros, humillados y enfurecidos, hubiéra-
"Emancipación!;, mos dicho en voz baja:—"No hay m á s
remedio que sufrir; pero este insulto nos
ultraja demasiado, sobrepuja á las de-
¿Es posible que con nuestras propias más afrentas, hubiera sido preferible mo-
manos destruyamos á la Francia? ¿Co r i r . , , — Y vosotros, que sois franceses,
metemos nosotros semejante atentado? ¡obráis como no se atrevieron á obrar los
¿Nos lanzamos sobre los dos monumen prusianos!
tos que nos envidian los teutones, empu
ñ a n d o la antorcha y la maza, todos en
tropel, para derribarlos? ¿ D e r r u m b a m o s
nosotros mismos nuestra propia gloria? II.
L a destrozamos por todas partes, y te
niendo á la Prusia por testigo. ¡ P a t r i a
desatinada! A h í están aquellos á los que Los siglos pertenecen al pueblo; ellos
fué vendida y entregada t u invencible solo cuentan con un momento, pero lo
espada, los que hicieron caer al prisio- utilizan. ¡ E x t r a ñ a lucha y e x t r a ñ o en-
nero de Ham; y ante Reichshoffen bor- carnizamiento! Cada uno corta con ex-
ráis á W a g r a m , t a c h á i s á Marengo y trépito una rama del árbol. Saltan partí-
solo dejais á W a t e r l ó o . L a p á g i n a fu culas del bronce y partículas del m á r m o l
nesta borra la p á g i n a gloriosa, lo que y derriban la columna romana y el arco
humilla sobrevive á lo que honra, y por francés. ¿Qué se diria de t í , Venecia, si
67 2 OBRAS D E VICTOR HUGO.

destruyeras t u león de San Marcos? Acu- me y estúpido á un mismo tiempo; sabe-


chillan á la historia y la gloria agoniza. mos lo que hizo, pero no sabemos si él lo
Cualquiera que sea la opinión de la comprendió; hubiera sido u n héroe si
Francia que se tenga de ayer, de su rudo m b i e r a tenido genio. Descuellan en la
ejército y de su pueblo altivo, todo lo cúspide de los siglos cuatro llamas som-
que este siglo en su tercer lustro soñó, brías. E n la primera brilla altivo el rey
intentó y realizó, era ilustre. ¿Por q u é v i l de las infames glorias, el asesino de
se pretende que todo eso desaparezca? Sieso tocando el clarin; en la segunda
¿Han inventado por otra parte algo que se yergue Ornar; en la tercera canta Ne-
favorezca á los desheredados y á los tra- rón; Rostopchin es la cuarta llama que
bajadores? Se han cerrado presidios? ¿Se orilla en la historia, y de las cuatro la
han abierto escuelas? Si han destruido á suya es la menos negra; pero vosotros,
Marengo, á L o d i , á W a g r a m y á Arcóle, q u é es lo que pretendéis copiar?
¿han establecido en cambio el derecho
universal? ¿ H a conseguido el pobre te-
ner pan y sal, hogar y fuego? ¿Han pro- Apoderándoos de Paris, queréis encen-
tegido á las c a b a ñ a s y á los talleres? der en él la quinta hoguera. ¿Por ventura
¿Han ennoblecido la guerra renunciando está destinada esa ciudad á derretirse
á la loca y siniestra efusión de s a n g r é como la nieve? ¡Tan ciegos estáis que con-
¿Han refundido el Código para que sea fundís la ciudad perjudicial con la ciudad
m á s justo? ¿Han erigido u n altar á l a útil! Moscou fué la Babel siniestra del
clemencia? ¿Han dotado al niño, han desierto, el antro donde cojeaba la ra-
emancipado á la mujer? ¿ H a n abierto a l zón, donde la verdad era bizca, la cinda-
progreso m á s anchos horizontes? No, no dela del monje y del boyardo tan indó-
han conseguido m á s que cubrirlo todo mita, que n i n g ú n progreso pudo habitar
de ruinas. Son pequeños para obrar en ella; fué el nido de gavilanes, del que
grandes para demoler. se m a r c h ó el buitre Pedro. Moscou re-
presentaba al Asia y Paris representa á
la Europa. ¿Cómo, pues, queréis envol-
ver en la misma mortaja y sepultar en
III. la misma tumba á Moscou, que es la re-
presentación del pasado, y á Paris, que es
Paria incendiado. la representación del porvenir? Nada i m -
porta que Moscou no exista; pero si se su-
prime á Paris, el mundo q u e d a r á sumido
¿Hasta q u é extremo l l e g a r á n sus hor en la oscuridad. Se perderá la brújula y
ribles atentados? E l que ahora cometen n a u f r a g a r á el navio; el progreso, estupe-
es monstruoso é imbécil. Porque hubo facto, no s a b r á á dónde ir. Si arrancáis
quien suprimió la Agora, el F o r u m , e al género humano ese ojo enorme, deja-
Pecilo, la ciudad eterna que r e s u m í a reis ciego a l ciclope, que c a m i n a r á á
Atenas, á Roma y á Tyro; porque hubo tientas, lanzando horribles gritos.
quien convirtió u n pueblo en inmenso
m á r t i r , el dia en noche, la Europa en
China, porque ardió Moscou, ¿debe arder Sin Paris, el porvenir nacerá reptil y
Paris?... Porque la Rusia adoró el des desnudo. Paris cubre las ideas con man-
potismo, porque quiso, barriendo las ce to luminoso. Cuando fija sus miradas en
nizas de su ciudad, expulsar á Napoleón los errores, tiemblan s ú b i t a m e n t e y se
para conservar á Alejandro; porque esto derrumban, deslumhrados por las mira-
a g r a d ó al czar, porque teniendo los ojos das irresistibles de sus ojos. A s i como
fijos en l a cruz de oro de Ivan, un b á r b a bajo el templo se encuentra la cripta, y
ro salvó á su pais cometiendo un crimen bajo la Grecia el Egipto, y bajo el Egip-
¿se debe arrojar á la Francia en el abis to la India, y bajo la India la noche, a l
mo?... Vosotros, que hacéis traición á los cavar bajo Paris se encuentra toda la
derechos del pueblo, cometéis el crimen historia antigua. L a conquista de Paris
pero a d e m á s perdéis á l a p á t r i a . Rostop fué una victoria para el hombre; arreba-
chin es grande, pero con grandeza sal- társela ahora equivale á reducirlo á la
vaje; tiene toda la estatura que puede servidumbre y robarle la gloria alcanza-
alcanzar la esclavitud, y e m p u ñ a n d o da. ¿ P a r a q u é le servida haber luchado
una antorcha, entra en su p á t r i a y sale si tenia que desaparecer? Tebas, Ello-
del género humano; es el negro y viejo rah, Menfis, Cartago, á la que ha susti-
escita, es el antiguo gépido, feroz, subli- tuido Lóndres, todos los pueblos, unidos
E L ANO T E R R I B L E . 673
por fraternales lazos, han creado el alfa- es m á s grande. De esto nace la dignidad
beto de la razón y del deber humano, de P a r í s , de esto nace que sufra por los
P a r í s compuso el libro. P a r í s reina, y hombres y que fraternice con ellos. L e
existiendo, emancipa. Mientras se man- temen los tiranos en sus campamentos
tenga en pié, el mundo vive tranquilo. y los buhos en sus madrigueras, porque
al desear l a paz, desea la civilización.
F i j a un sentido á la tendencia humana,
Tiene por emblema una embarcación que es todavía oscura y vaga; conoce
que extiende su b a u p r é s como un cetro; las vertientes de lo justo y de lo injusto,
hace la gran travesía, que parte desde y la empuja hácia las primeras. Ciertos
la ignorancia y que llega hasta el pen- problemas son frutos de oro cubiertos de
samiento. Sabe el itinerario, vó el fin, v á ceniza; el fondo de unos es todo, el fondo
m á s lejos de lo que nos habíamos ima- de otros es nada: buscando el bien con
ginado, sube m á s de lo que se creia, demasiado ahínco puede encontrarse el
pero siempre llega; busca, crea y funda, mal; P a r í s lo sabe, y escoge siempre lo
y lo que P a r í s se encuentra, aprovecha que debe v i v i r . Algunas veces el dere-
al mundo entero. Las evoluciones del cho es u n vino que embriaga; P a r í s , que
globo toman á P a r í s por eje, fundan en despertó todas las pasiones, puede cal-
él su astillero y solo son universales marlas, porque su gran ley combatir
cuando son francesas. L ó n d r e s tiene su tiene por principio amar; P a r í s admite
Carlos I , P a r í s su Luis X V I ; Lóndres la á g a p a , pero no la saturnal, y repenti-
m a t ó al rey y P a r í s la monarquía; allí namente adivina la clave de í a palabra
el hachazo se limitó al hombre; a q u í celeste á la esfinge desconcertada.
decapitó á la m o n a r q u í a absoluta y de-
crépita, y con ella á todo el pasado. L a
palabra que pronuncia P a r í s equivale á Centro brillante y sonoro, en el que
u n embajador. P a r í s siembra las leyes apuntan todas las auroras del porvenir;
en las mayores profundidades. Incesan- reunión sagrada de todos los m a ñ a n a s ,
temente, al través de la sombra y de la punto de intersección de la marcha del
bruma nociva, sale de sus fraguas, llama progreso; P a r í s , t ú hablas, t ú redactas,
parlante, que llena con sus lenguas de t ú decretas, t ú impones t u voluntad. E n
fuego el azulado éter. A cada momento tí se mancomunan todos los prodigios;
se vó una bandada de sublimes ensueños sí te conmueves, todo tiembla, desde el
que, e m p u ñ a n d o la antorcha ó la espa- p á r i a de la I n d i a hasta el negro del
da, salen de P a r í s y se desparraman por Darfour. E n t u nido el espíritu humano
el universo. E l Dante vá á P a r í s á escri- muda las plumas, el género humano
bir sus primeros versos; en él Montes- gravita alrededor de t u imán; has abolí-
quieu establece las leyes, Pascal las re- do las vetustas y serviles costumbres, y
glas; desde esa ciudad levantan el vuelo no podrán reemplazarte las d e m á s na-
todas las á g u i l a s . ciones si t ú mueres, n i consolar al uni-
verso de la orfandad. ¡Y ese trabajo
inmenso que viene practicando P a r í s ,
durante m i l años industriosos y lentos,
P a r í s desea que todo ascienda hasta y la ciudad heróica, profética y mara-
su último grado; para apoyar el progre- villosa, q u e d a r í a aniquilado en una
so y todas las ideas emplea razones de hora de locura!
cien codos de altura, y tiene por cima
y por refugio la majestad de los princi-
pios; la elevada cumbre de lo verdadero A ñ o sombrío, eres una epopeya divi-
es su acrópolis; extrae á Mirabeau del dida en tres horribles libros. J a m á s pre-
siglo de Walpole; P a r í s , que se sacrifica senciaron los hombres nada semejante.
por todos, es á,veces Sibaris, pero nunca Primero vino A t i l a , luego Caín y ahora
Lillíput, pues la perversidad nace de Eróstrato.
donde no hay grandeza, y por la bajeza
se llega á la pequeñez; P a r í s j a m á s es
pequeño; permanece siendo gigante, aun- Antorcha miserable, abyecta y ciega,
que se sepulte en el polvo y se anonade. ¿vas á dispersar á todos los vientos l a
Nunca es malo el fondo de su furor; j a - ciudad única? ¿Vas á arrojar P a r í s al
m á s el ódio embaraza y perturba su fuego, como el pastor arroja leña seca en
augusta cólera; el corazón se enternece la hoguera? Hombres insensatos, ¿para
con m á s facilidad cuando el espíritu le quién trabajáis? ¿Hasta dónde vá á lle-
comprende, y siempre es mejor el que gar vuestra demencia? E n el mundo se
TOMO V . 85
674 OBRAS D E VICTOR HUGO.

están contemplando dos fases, el dia y Quién arrojó ese tizón al fuego? ¿Qué
la noche, el ódio y el amor; constituyen mano, atreviéndose á matar hoy el ma-
dos principios, el bien y el mal, que se ñ a n a , intentó ese crimen, ese delirio de
abofetean; y dos ciudades, que son dos abolir l a ciudad astro, que era el alma
misterios, reflejan el choque de los dos del mundo, que era el centro en el que
r e l á m p a g o s ante nuestra asombrada vis- respiraba todo lo que se iba á ahogar?
ta. Roma es el altar mayor, en el que Pueblo, no eres t ú el autor de ese aten-
humean los viejos dogmas, y en la cum- tado. Los hombres alucinados y ciegos
bre de Paris, con luminosas olas espu- no son culpables; m u l t i t u d de causas im-
mean en plena erupción todas las verda- palpables, antiguos hechos invisibles os
des; l a justicia, lanzando indignados han trastornado l a razón; el t á b a n o os
rayos, l a libertad y el derecho, esas gran- perseguía picándoos; resplandor rojo flo-
des y virgíneas claridades; y enfrente de taba ante vuestros ojos, y obrásteis como
Homa, en la que los cirios tiemblan, se toros furiosos.
abre el volcán de las revoluciones de
Paris. A q u í está el Hotel dé Y i l l e y allí
el Vaticano. E n provecho de uno se su- Culpo de vuestros actos á la miseria,
primirla el otro. Roma ódia l a razón y y llevo al banquillo de los acusados al
Paris es su apóstol. ¡Desgraciados, vues- ciego, al sordo, a l bárbaro pasado; de-
tra cólera inconsciente os v á á arrastrar, nuncio á la m o n a r q u í a con sus antiguas
á apagar el Etna y á conservar una pá- leyes, que produjeron las antiguas cala-
lida l á m p a r a que solo despide t é n u e midades. Leyes que pesan sobre nosotros
claridad! ¡Vais á inmolar el alma en fa- en este siglo con todo el peso de la hor-
vor de l a mortaja, l a palabra en beneficio rible ignorancia de los hombres; que nos
de la mordaza; vais á inmolar la verdad hacen á todos enemigos, que producen
que salva á la mentira que hiere, y el el mal, y que han puesto l a ciega antor-
Paris del pueblo á l a Roma del Papa! cha en manos de desheredados implaca-
¿Puede acaso decapitarse a l género hu- bles. Leyes que forjan fuertes nudos,
mano?... espantosos cables, los dogmas y los
errores con los que quieren atarlo todo;
que empequeñecen las escuelas y cierran
¿Creéis que puede d e s v a n e c é r s e l a ciu- los talleres; que abren m a l el surco y
dad suprema que fué la palabra, el oido, perfectamente l a fosa; que no saben en-
la vida y el alma de las naciones? I m a - señar n i tranquilizar; que tienen oro para
ginaos los pueblos buscándola cuando pagar el beso de Judas, pero que no lo
no vean su fanal, cuando no oigan su tienen para costear el viaje de Colon;
canto. E r a nuestro teatro y nuestro san que entregan el débil á los fuertes; que
tuario, y con su cincel modelaba al hom niegan el alma á las mujeres. No acuso
bre futuro; cuando el universo l a veia de nada al presente n i á nadie, no; el
trabajar estaba en espectacion y creia grito que yo lanzo y el toque fúnebre
que iba á ser eterna. ¿Qué horrible m i - que hago sonar es contra el pasado fan-
lagro ha acontecido que desapareció? tasma que t o d a v í a está en pié en las le-
Dónde está ahora? ¿Qué es este lienzo de yes, en las costumbres, en los ódios, en
pared que queda en pió? Es el P a n t e ó n todo. Acuso, en esta hora solemne, á la
Esos pedazos de bronce desparramados antigua sociedad, á la antigua criminal
formaban parte de la Columna; ese pan que hizo todo lo que ahora presencia-
taño, en el que revolotea una bandada mos, que posó sus manos inmundas so-
de cuervos, era la Bastilla; en aquel r i n bre todas las almas, sobre todos los ra-
con de escombros se erguia Nuestra Se- yos y sobre todos los vuelos; que puso
ñora de Paris. Los caracoles y los gusa- en competencia entrambos mundos, que
nos manchan con su baba las piedras los eclipsó; que descarriando á los hom-
que servían de cimientos á augustos pa- bres, hasta en Francia, creó la ceguera
lacios; no queda n i un solo techo de las de la ignorancia, les cerró todas las
casas que reflejaban las estaciones del puertas de l a ciencia y fué madrastra,
progreso humano, n i una de esas torres que a l oscurecer los espíritus cubrió de
de soberbia silueta, n i puentes, n i mue- tinieblas los corazones. L a acuso y pido
lles; el rio se ha extravasado en la oscu- que se la condene. Producto suyo es este
ridad, es informe y se dirige á un bosque año horroroso. E n algunas ocasiones ex-
desconocido. ¿Comprendéis el efecto que travía al pueblo hasta el punto de encen-
producirla el cadáver de esa ciudad? der en él espantosos deseos, creando l a
sombría é inconsciente muchedumbre,
EL ANO T E R R I B L E . 675
haciendo que la olvidada cuchilla del abismo, exclamando:—"¡Hermoso espec-
rencor vuelva á aparecer y que el ódio táculo!,, Cisneros dijo:—"¡Esta es la pira
equivalga á una deuda. Esta sociedad, del hombre!,, S á n c h e z vociferó:—"Mira,
producto de los tiempos pasados, reina .^oma, cómo se abre el abismo; mira
desde hace dos m i l años; usurpa nues- cómo han dejado de existir el derecho,
tro bienestar, nuestros derechos, y todo 'a república, la razón y la libertad.,, To-
nos lo arrebata, y d á al pueblo parásitos dos los verdugos, desde Nerón hasta
que le devoren. Sus productos son la Zoilo, con gran alegría, arrojaron su t i -
guerra y el p a t í b u l o . Acuso, pues, al pa- zón á la hoguera de la ciudad, y Borgia
sado, que embruteció al pueblo, triun- 'a bendijo. Los czares, los sultanes. Es-
fó y creó la siniestra indigencia que cobar, Rufino, Trimalcion, todos los apa-
se desangra y se venga á ciegas, convir- sionados de las antiguas tiranías, excla-
tiendo en aborrecimiento su desespera- maron admirados:—"Todo ha terminado
ción. ya; Francia no existe: lo que así termi-
na no vuelve á empezar,,. E n ese momen-
to, en el que el cielo estaba espantoso, el
Quienquiera que seáis, vosotros á grupo monstruoso de los hombres negros,
quienes sirvo y amo, desheredados, que recobrando la esperanza, al ver nuestra
la mano del crimen lanza al campo del desesperación, viendo que sobre P a r í s l a
mal, siempre os compadecí, siempre os muerte a b r í a sus alas, creyó que el
aconsejó, siempre os defendí. Hermanos mundo iba á sumirse en noche eterna.
mios, rechazad sin contemplaciones al
que os explota; seguid al espíritu que se
cierne y no al que se arrastra; ascended
hacia el porvenir, no retrocedáis hácia el IV.
pasado. Resistid, llámese como se llame,
á todo el que os dé u n consejo inhuma-
no; resistid á los sufrimientos, resistid al Es de dia ó de noche? Reina el horror
hambre. crepuscular. Impera en todas partes la
cólera. Cruzan rayos; óyense ruidos sor-
dos que asombrados escuchamos. E l su-
Terrible es el aplauso de los espectros! plicio hiere y mata á tientas. No hay
Pueblo, cuando en la ciudad de P a r í s , n i n g ú n resplandor celeste. Nada huma-
lo mismo que en los tiempos bíblicos, se no sobrenada. E l acaso vaga errante por
propagó el incendio; cuando, como N i entre la carnicería y ametralla un reba-
n i ve, víctima de J e h o v á , agonizó Lute- ño de vencidos, sin saber si cometen un
cia, ciudad de la ilustración; cuando crimen ó si cumplen u n deber. L a som-
ardió el Louvre como techo de b á l a g o en bra se traga á Babel hasta los últimos
1830 y en el 93; cuando la corriente del pisos; algunos bandidos han dado muer-
Sena corría rojiza bajo el Puente Nuevo; te á sesenta y cuatro rehenes, y toman
cuando el palacio de la Justicia, des- la revancha de esto matando seis m i l
prendiéndose s ú b i t a m e n t e de la Santa prisioneros. E l viento horrible que sopla
Capilla, cayó como u n harapo que una casi apaga la l á m p r a que se llama con-
mujer descose; cuando la destrucción ilu- ciencia. Oscura y peligrosa noche! Se
m i n ó de repente la c ú p u l a del templo cree todavía que los exterminadores son
donde dormían Voltaire y Rousseau, y benignos; aplauden su furor; son sospe-
todo aquel m o n t ó n de arcos triunfales chosos los que quieren perdonar. A una
circos, frontis, pavimentos, que escita parte está el ejército y á la otra parte
ban la admiración de los pueblos; cuan- está el pueblo; l a Francia está desan-
do se creyó durante un instante ver la grándose y la ignorancia degüella á la
ciudad de la gloria y de la esperanza ignorancia. E l derecho cae. Nada está
incendiada, disiparse en horrorosa huma en pié, esceptuando Cain. L a atmósfera
reda, resplandor tan horrible despertó del crimen flota por todas partes; hasta
á los muertos en las tumbas y se llenó el inocente parece negro; ¡tan densa es
el horizonte de fantasmas, que iban g r i esa atmósfera! Los que incendian el
tando-.'—"¡Compañeros, acudid a q u í y Louvre no saben siquiera q u é es un pa-
veréis cómo muere el Oriente!,,—Reian lacio; hay algunos que fusilan por fusi-
las medusas enseñando los horribles dien lar. Qué se han hecho las leyes? Como
tes, el firmamento tuvo miedo, la infame hay tinieblas en P a r í s , las hay en los
alegría de las tinieblas estalló, la sombra corazones y en la conciencia. Matan sin
insultó á la luz; Torquemada salió de su motivo; mueren sin saber por q u é , con*
676 OBRAS D E VICTOR HUGO.

fundidos el niño blondo con el repugnan- £nuera!„ Habia momentos en que aquella
te presidiario; los padres, los hijos, los gavilla de furiosos cesaba en el ataque
jóvenes, los ancianos, el demonio con el para tomar aliento, quizá meditando en
á n g e l , el pensador con el criminal, fene- otro asalto; en esa tregua reinaba sinies-
cen al mismo tiempo precipitados en no tro silencio entre los que fraguaban aque-
sé q u é abismo. L a muerte sorda, ciega á l l a violación. E n lontananza oía yo can-
la m u l t i t u d . tar un ruiseñor.
Bruselas 29 de Mayo.

V.
vi.
lina noche en Bruselas.
Expulsado de Bélgica.

Hemos de acostumbrarnos á los inci-


dentes insignificantes: ayer vinieron á "De parte del rey se ordena á Víctor
m i casa para matarme. Cometí el error Hugo que salga de esta nación y de su
de creer que este pais era un asilo. U n territorio.,, P a r t i r é . ¿Por q u é se me ex-
m o n t ó n de imbéciles se lanzó de nocñe pulsa? Por una razón m u y sencilla. Por-
contra m i domicilio, haciendo extreme- que soy un hombre que compadezco á
cer los árboles de la plaza en que vivo, y los delincuentes y á los alucinados; por-
sin que se moviera n i uno solo de sus mo- que cuando la arrebatada muchedumbre
radores. E l intentado asalto fué bastante sigue la corriente de l a venganza, me
largo. Juana estaba enferma. Confieso permito oponerme á ese torrente; porque
que t e m í por ella. Mis dos nietos, cuatro ódio la ley del Talion; porque censuro las
mujeres y yo constituíamos la guarni- matanzas en gran escala; porque no cal-
ción de aquella fortaleza. Nadie vino á mo m i sed bebiendo sangre; porque ódio
socorrer la casa atacada. L a policía estu- los torneos feroces; porque tengo la fran-
vo sorda; sin duda estaba ocupada en queza y el valor de arrojar á l a misma
otra parte. U n guijarro, duro y cortante, cloaca a l granuja descamisado y al gra-
llegó á rozar la mejilla de Juana, que nuja que v á en coche, aunque sea p r í n -
p r o r u m p i ó en llanto. Aquello fué un cipe. Escuso y escusaré siempre al igno-
ataque de bandidos en plena Selva-Ne- rante, y no vacilo en decir que la miseria
gra; bandidos que vociferaban:—"¡Ven- explica los accesos de delirio, porque
ga una escala! Venga una viga! ¡Vamos empuja á los hombres á la desesperación;
á conseguir la victoria!;; Entre ese e x t r é que si el dictador comete un horrible
pito se perdían nuestras voces que pedían atentado, no es responsable de él el hom-
auxilio. Desde el barrio Pacheco dos bre del pueblo, como el.grano de arena
hombres t r a í a n una viga, que sin duda no es responsable de la r á f a g a del vien-
quitaron de a l g ú n andamio. E l día, que to que, arrebatada ésta por el aquilón,
despuntaba, era un contratiempo para forma parte del horrible simoun; parece
ellos; les hacia cejar en el abordaje unos viva, arde y mata; produce la catástrofe,
momentos, pero en seguida volvían á i n porque el viento es el déspota. Si hay
sistir. Aullaban como e n e r g ú m e n o s . Por que herir á alguno en esos indescifrables
fortuna la viga no llegó á tiempo. Una combates, herid arriba, pero no abajo;
voz me insultó diciéndome:—^'¡Asesino, porque Rigault sea chacal, no hemos de
queremos que mueras! Bandido!,, Esta es ser nosotros hienas. Por eso no hay que
cena duró dos horas. Jorge tranquilizó encerrar en Cayena todo un arrabal de
á Juana t o m á n d o l a de la mano. Entre Paris, n i convertir en presidiarios á
aquel t u m u l t o las voces que r u g í a n no tantos hombres alucinados. Convengo
parecían humanas. Infundía yo valor á con vosotros en que Johannard es cruel
las mujeres, que oraban mientras caía y Serisier infame: pero debéis compren-
una granizada de piedras sobre nuestras der q u é ignorancia tan terrible, q u é
ventanas. Solo faltó en aquella escena malestar tan inquieto se apoderan del
que aclamasen al emperador. Aunque pobre trabajador que en verano carece
atacaron la puerta con mucha fúria, la de pan, en invierno de fuego, que sufre
puerta resistió. Cincuenta hombres arma- el hambre, que solo vé que se le oprime,
dos fueron los héroes de esa jornada, y y que cree que destruir un palacio vale
repetían m i nombre muchas veces y con tanto como destruir un tirano. Debéis
rabia:—"A la horca! Que muera! ¡Que comprender que llegan momentos en
EL ANO T E R R I B L E . 677
que pierde la paciencia y e x t r a v í a el j u i - poderosos que herimos debemos curar-
cio la cólera y la desesperación. os cuando estén abatidos; me arrastra
a compasión hácia el abismo del sufri-
miento, y para m í es reina la que para
Cuando oigo gritar:—"Herid, matad, 'os demás es sirvienta; quiero que se
acuchillad,,, me dice la conciencia que ::orme proceso antes que se castigue á
matar al acaso es una injusticia; y me nadie, y me desagrada que una descarga
asombra que el siglo en que vivimos, y resuelva u n problema. ¿A q u é conduce
en Paris, puedan apoderarse de una do- usilar á u n muchacho? Es preferible
cena de hombres y decir: "Estos perte- ue viva y que vaya á la escuela. Mis
necen al cuartel incendiado; ametrallad- ionradas opiniones hacen extremecer á
los en seguida en masa y arrojadlos os hombres que no las pueden tolerar.
vivos ó muertos en el charco de cal viva, Cierta noche, una horda, lanzando au-
en la que yacen amontonados hombres, lidos atroces, se dirige contra m i mora-
mujeres y niños,,. Allí culpables, igno- da; despierta á dos niños y á cuatro
rantes ó inocentes yacen confundidos. H ó mujeres una granizada de piedras, gri-
aquí por q u é yo, vencido y proscripto, tos que piden m i muerte, el susto y el
ofrezco refugio á los vencidos, á los pros- espanto. Quién es entonces el bandido?
criptos asilo, m i casa á todos. Pertenezco ndudablemente soy yo.
al partido peligroso de los que perdonan,
y m a ñ a n a abriré las puertas de m i casa
á los que ahora son vencedores si les veo A l dia siguiente, una m u l t i t u d de
vencidos. Profeso afecto á Cicerón, pero guante blanco se presenta t a m b i é n ante
t a m b i é n se lo profeso á Q-raco; cualquier m i domicilio y empieza á gritar, prosi-
mano suplicante obtiene m i indulgencia, guiendo la broma:—"¡Es poco que se le
y aunque soy débil, me atrevo á arrojar expulse! Deben arrasar su casa.,, L a
el guante á los fuertes. Porque pido m u l t i t u d tiene razón; es justo que maten
compasión para los vencidos, dicen que al que no quiere que se mate á nadie.
soy u n bandido. 51 órden así lo exige. Y a que desean
quemar m i casa, será porque yo incen-
dié el Louvre, porque fui la llama que
Dicen además:—¡"Fuera de a q u í ese
devoró á Paris, mientras yo estaba tran-
mónstruo! E s t á en nuestra casa y tiene quilo viviendo en Bruselas. ¡ V i v a M o u -
la audacia de creerse en la suya, de ha- ravief! V i v a G-aliífet! Me apedrean y me
bitar en esa plaza, de j)agar las contri- destierran. Hacen bien.
buciones y de querer v i v i r a q u í tranqui-
lamente: además, si no se marcha de
aquí, peligra la tranquilidad del Estado.
Que salga pronto de Bélgica!,, B r i l l a la aurora y contemplo l a ma-
estad del sol, mientras Gribelino pelea
contra Grüelfo, Y o r k contra Lancaster,
Soy, pues, un malvado. Cuando todo Oapuleto contra Montesco. Nada me
el mundo está loco, invocar la razón es importa, nada de esto me preocupa mien-
ser traidores. Soy, pues, un malhechor tas contemplo la claridad celeste. ¡Alma,
porque soy capaz de salvar el cordero aun hay sitio para tí en las regiones
que veo entre los dientes del lobo. Creo eternas! Puede faltar la tierra á nuestros
en el derecho de asilo, en el pueblo, en pies, pero no faltará el éter á nuestras
la clemencia de Dios, y el clero se es alas. E l déspota es siempre en el mundo
pan ta y el Senado tiembla. Es u n horror atroz y repugnante, pero el alba es
que yo profese l a ley de no degollar á pura, el aire es fresco, el abismo es libre,
nadie, que sea u n hombre que aborrezca la inmensa equidad sale del equilibrio
la venganza, que no sienta por nadie inmenso; ¡volemos hácia arriba y viva-
cólera n i ódio. Confieso que la acusación mos! E l soñador se sume en el casto
que contra m í entablan es verdadera resplandor que emana de los cielos y se
Quisiera siempre separar la cizaña de refugia en el pudor sagrado de la som-
grano de trigo; prefiero l a claridad de bra. Dios creó el banquete y el hombre
cielo á los rayos; creo que las llagas no lo transformó en orgía. E l pensador ódia
pueden curarse con hiél, y que la írater el repugnante festín de los tiranos. V ó
nidad es la gran justicia. Todos se em á Dios sereno en el fondo transparente
p e ñ a n en destruir; yo me enpeño en de la inmensidad, y tras innumerables
edificar. Para m í l a caridad equivale á sacrificios avanza hácia él, esperando
todas las demás virtudes; creo que á los ser bien recibido. H á c i a allí dirige su
678 OBRAS D E VÍCTOR HUflO.

conciencia, y es infalible esa brújula, Paris, á todo u n pueblo, á todo un m u n -


que tiene por i m á n el ideal; se cierne en do. Exclamó:—'"Haced justicia, pero te-
el espacio, no encontrando ya obstácu- ned compasión,,.—Entonces fui el objeto
los, fronteras n i l í m i t e s . E n vano la del ódio público. L a Iglesia lanzó contra
siniestra fatalidad le tiende las redes en m í el anatema bíblico; me expulsaron
los puntos donde se entrecruzan las re- 'os reyes; los t r a n s e ú n t e s me arrojaron
pugnantes mallas de los dolores, de los ::ango y piedras; los perros y los lobos
ódios y de los destierros; en vano, porque me ladraron y me aullaron; la m u l t i t u d
él no se queja. A l t i v o ante la inmunda me silbó, como si fuera un tirano derri-
muchedumbre, se sonrie, porque al per- Dado; me amenazaron con los p u ñ o s co-
der un mundo se le brinda con u n cielo, "éneamente en la calle, y m á s de un ami-
y cuenta con esa hospitalidad para do- go antiguo se a p a r t ó de m í despavorido
mar la suerte y para desafiar el mal; al encontrarme. Los déspotas, los hom-
cuando le expulsen los hombres volará Dres vividores, los improvisadores de
hácia la mansión de las estrellas. descargas, los Haynau, los Tavanne, el
juez Lynch, el rey Bomba, el sacerdote
Mingrat me gritaron:—"Asesino!,, y Ju-
das me llamó:—"Traidor!,,
JUIsTIO.

V i v i r profesando la fraternidad es
vivir de quimeras. Desear que sea libre
U n dia v i correr la sangre por todas la Europa como la A m é r i c a , querer que
partes; en la oscuridad se e x t e n d í a una reine la equidad, el e x á m e n y la razón,
inmensa matanza. ¿Por q u é se cometían es hacerse ilusiones! Presenciar u n t r i u n -
tantos crímenes? Mataban por matar. A l fo inmenso, pero duro; no participar de
ver aquel siniestro espectáculo creí que él, tratar de impedir que sea peor y dul-
era necesario que alguno levantase la cificarlo, no abrumar á los desgraciados,
voz, y h a b l ó . Dije que Montrevel y Ba ofrecer asilo á los que persiguen de
ville y H a r l a y no pertenecían á este muerte, no ensañarse con el ciego y con
siglo, y que en días perturbados por la el débil y perdonarles, es querer lo i m -
maldad de todos la oscuridad se hacia posible! Decir que la ley debe ser justa
m á s negra; afirmó que debe pensarse y el derecho c o m ú n para los salteadores
mucho antes de apuntar y de mandar y para los bandidos, es ser uno de ellos.
hacer fuego, porque es justo y prudente No importa que opinen así. L u c h a r é , ya
perdonar á los locos y á los temerarios que ésta es para m í la hora de luchar,
y hacer ver á los vencidos que somos aunque haya luchado toda m i vida,
hermanos suyos; que era preciso enten- aunque sea anciano, aunque renieguen
derse y estar unidos; les recordó que Dios de m í otra vez, aunque me crean loco,
nos está mirando, que el porvenir será aunque me maldigan y me escarnez-
desastroso si nos aborrecemos, y será fe can, aunque me proscriban y me ape-
liz si nos amamos, que la desgracia cre- dreen. Más tarde ya me h a r á n justicia.
ce para el que la siembra; declaró que
podría obtenerse la calma gradualmen
te; que los asesinatos no se reparan co
metiendo otros crímenes; que no se ven-
ga u n homicidio ametrallando á u n
m o n t ó n de mujeres y de niños; que tro-
car en verdugos á los soldados que t r i u n Festejan con una serenata m i clemen-
fan, es cubrirlos de v e r g ü e n z a y de igno cia! Muera! Muera! es el estribillo de la
minia. Esto dije, oponiéndome á las canción que me cantan. Los periódicos
matanzas. Quedóme triste, pero desapro clericales mueven contra m í gran albo-
bando semejantes atentados, protestan roto, diciendo poco m á s ó menos estas
do y haciendo ver que solo debe casti- palabras:—"¡Ese hombre se atreve á de-
garse al culpable, que los crímenes de fender al enemigo que huye! ¡Qué auda-
unos pocos no deben hacer responsables cia! Nos cree honrados y nos desafía!,,
á todos, y que porque haya unos cuan E s t á furiosa esa trailla de sacristanes y
tos criminales no debe castigarse á todo con los incensarios rompen los cristales
EL ANO T E R R I B L E . 679
de mis ventanas; sobre m í cae el agua plen contra m í vientos adversos; parto
bendita de todos los hisopos y de todas rectamente á cumplir con m i deber; por
las plegarias convertida en granizada de esto, hermanos mios, según la opinión
piedras, y me exorcisan al mismo tiempo del obispo de G-ante, si yo no estuviera
que quieren matarme; en una palabra, loco, seria un bandido.
me expulsan por la gracia de Dios.—
"Vete de aquí!;; Lanzan sobre m i casa
una lluvia de proyectiles y pronuncian
v.
m i nombre como si tocaran á rebato.
Después de haberme llamado asesino y Al salir de Bruselas.
después de terminada aquella singular
batalla, se quedan ellos blancos como el
cuervo y yo negro como el cisne. No es fácil seguir la via estrecha, ha-
cer ver á la m u l t i t u d que se equivoca, y
siendo justos proteger la eterna equidad
IV. que hoy se menosprecia. Cuando el pros-
cripto lo intenta, vuelven á condenar á
éste á la mayor cantidad de destierro de
que pueden disponer.
No poseo en la ciudad palacio episco
pal, n i prebenda, n i consto en la lista
civil; n i n g ú n templo ofrece un trono á Sin embargo, él que quiere no destier-
m i humildad; no brilla á m i lado n i n g ú n ra. Es cosa inexplicable, terrible y santa
suizo vestido de coronel; no me presento el destierro. Desde lejanos climas echar
bajo pálio deslumhrando á cuatro boba- de menos nuestra morada; pensar, siendo
licones; la Francia, hasta hundida en el ya anciano, viviendo melancólico en la
abismo, es para m í el gran pueblo tra aflicción, en las flores que cogimos siendo
bajador que impone la ley; siento que se niños y en el solitario rincón de la calle;
la amordace y que se la blasone con flores recordar pasados tiempos y antiguas
de lis: cuando voy al templo á orar á auroras, pájaros m á s cantadores revolo-
Dios, no pregunto si el cuadro que lo teando en m á s hermosos campos; ver el
representa lo pintó Van-Dyck; no tengo cielo de otro color que antes, pensar en
mayordomo, n i pertiguero, n i síndico, n i los séres queridos que han fallecido y
g u a r d i á n , n i clérigo, n i vicario; tampoco no poder hablarles en sus tumbas; esto es
guardo n i n g ú n santo relicario, n i he em el destierro.
botellado bajo llave n i n g ú n milagro; no
voy lleno de diamantes; no recibo n i n g ú n
salario por rezar; no soy cortesano; no E l destierro es la gota de agua que
me admira ninguna dama noble cuando cae, horadando con lentitud y castigan-
hago la cuestación; no doy m i mano á do cobardemente a l corazón que el de-
besar á las buenas mujeres; venero a ber convirtió en granito; es la pena i m -
cielo, pero sin venderlo á las almas; no puesta al inocente, al justo, y de la que
me llamo monseñor; me complace vivir muere ese sentenciado, lo mismo en la
en el campo, pero no llevo medias de co- época de Tarquino, en la de Augusto
lor de violeta; las faltas que cometo son que en la de Bonaparte. E l destierro es
faltas sinceras, porque soy adversario el sitio que entristece la nostalgia; en el
declarado de la hipocresía; creo lo que que para el desterrado son motivos de
digo y obro s e g ú n lo que creo; cerca alarma un canto que oye, l a sombría ar-
de Sócrates aherrojado coloco á Jesu- boleda, el arrecife, la brisa, cualquier
cristo en la cruz; cuando encuentro á un ruido. Oh, sí! l a patria existe. L a p á t r i a
hombre que le persiguen y le acosan nos aprisiona por medio de invisible
como si fuese una fiera, le salvo si pue- hilo; aparece deslumbradora al que la
do, aunque sea m i enemigo; desprecio á pierde, y hace que se convierta el mundo
Basilio y desdeño á Scapin; parto m i pan en un desierto para el que está ausente
con el niño pobre; por defender lo verda- de ella; no tienen l a forma que los demás
dero, lo bueno y lo honrado, he gemido sus campos, sus árboles y sus playas. E l
veinte años en el destierro, y lo volveria extranjero puede expulsar, pero no pue-
á sufrir otra vez por defender lo que de desterrar.
creo justo. Cuando m i conciencia dice:—
"Marcha!,,, obedezco, sin que nada sea
capaz de detenerme, y parto aunque so-
680 OBRAS D E VICTOR HUGO.

de coces, n i siquiera un bofetón; ¡esto es


ofensivo! Soy u n proscripto que caigo
VI. algunas veces, pero que nunca descien-
do; que dejo á m i alrededor que el ódio
rechine los dientes y continúo permane-
A Ufad. Paul Meurice.
ciendo tranquilo. Debéis, pues, enfurece-
ros. Y o no puedo irritarme, porque com-
prendo que nunca he de llegar á saber
Obró bien, y porque obró bien me han quién sois. Los que llevamos muchos
castigado. Vos que durante el horroroso años de destierro constituimos una espe-
sitio os mostrásteis intrépida, tranquila cie de raza e x t r a ñ a ; antes de incomodar-
y cariñosa, desafiando los furores de esa nos porque se nos insulta, tenemos la
odiosa guerra; vos cuyo bello espíritu es costumbre de fijarnos en la talla que
hermano de un espíritu supremo; vos que tiene el insultador.
sois la mujer digna del digno pensador
que me tuvo por huésped; vos que su-
pisteis luchar, socorrer y sonreír siempre
á los que sufríamos, ya veis lo que acaba VIII.
de acontecerme, que después de todo
Quién tiene la culpa?
para m í nada significa. Habéis visto que
después de coronarme la apoteósis me ha
expulsado la execración, y todo esto me
sucedió en menos de u n año. Roma, Acabas de incendiar la Biblioteca?—
Atenas y Sion obraban así, y Paris tiene Sí, he hecho arder el edificio.—¡Eso es
los mismos derechos que esas ciudades; un crimen inaudito! crimen que has co-
otras, que son m á s insignificantes, q u i - metido contra t í mismo. Acabas de apa-
zás sean menos nerviosas. Dobleguómo gar el rayo que alumbraba t u alma. L o
nos al fallo del destino. Soy un malhechor que t u rabia i m p í a y loca se atrevió á
y un estúpido. Ayer me aclamaron y quemar constituía t u tesoro, t u patrimo-
hoy me insultan; me elevaron a l pinácu nio, t u herencia. E l libro, que era hostil
lo para derribarme después. ¿No es ver- para t u señor, te servia de escudo; el
dad que el segundo triunfo equivale al libro siempre defendió t u causa. U n a
primero? Invoco el testimonio de vues- biblioteca es u n acto de fé de las genera-
tro corazón y el de todos los antiguos ciones poco conocidas aun, que sirve
proscriptos, cuyo juicio no se ha oscure- para estudiarlas. ¿Cómo te has atrevido,
cido j a m á s . ¿No es verdad que no me miserable, á lanzar la antorcha encendi-
compadecéis? He defendido a l pueblo y da entre esa venerable colección de ver-
he combatido al sacerdote. ¿No es verdad dades, entre esas magistrales obras, en
que hay caldas que ennoblecen y que es ese sepulcro, que es el repertorio de los
una honra que nos calumnien como á tiempos y de los siglos pasados, que es
Barbes y como á Garibaldi y que pre- la historia del hombre antiguo, que de-
ferís que me apedreen á que me aplau- letrea el porvenir, en ese divino m o n t ó n
dan? del que forman parte Esquilo, Homero,
Job, Moliére, Voltaire y Kant? ¿Cómo
te has atrevido á convertir en humo el
espíritu humano? ¿Te olvidaste de que
VII. el libro es t u libertador? E l resplandor
que emana del libro suprime el cadalso,
la guerra y el hambre; en cuanto habla
Os sorprende que no me encolerice. desaparecen el esclavo y el pária. Lee á
Toséis y creéis que estáis tronando, y P l a t ó n , á M i l t o n , á Beccaria, á esos pro-
bramáis lanzando sobre m í el h u r a c á n ; fetas que se llaman Dante, Sakespeare
pero vuestro r e l á m p a g o insignificante ó Corneille, que ellos con su gran alma,
me produce el efecto de u n mordisco. d e s l u m h r á n d o t e , despertarán la tuya y
Comprendéis que no os hago caso, com- te conceptuarás á su altura; estudiándo-
prendéis que os perdono, y esto os d á los te quedarás grave y pensativo, blan-
poco gusto. Verdaderamente es un cas- do como la cera; en t u espíritu adquiri-
tigo pretender hacer d a ñ o y solo conse- rán formas colosales esos grandes hom-
guir causar l á s t i m a . No podéis com- bres, y á medida que sus rayos penetren
prender cómo, reuniéndoos para comba- m á s en t u corazón, te sentirás m á s tran-
t i r á un hombre, intentando el asalto de quilo y animoso; si eres bueno, llegarás
su casa, no recibís de éste siquiera un par á ser mejor; se derretirán como la nieve
E L ANO T E R R I B L E . 681
al contacto del fuego t u orgullo, t u f u - lindas, encantadoras, brillantes flores de
ror, el mal, las preocupaciones, los reyes la primavera, cogidas del brazo de al-
y los emperadores. E l hombre adquiere g ú n amante. Se apoderan de ella con
primero la ciencia y después la libertad. gran alegría, y con el esculpido mango
¡Pues toda esa ilustración te complacis- de sus sombrillas de seda, frescos y r i -
te en apagar! Todos los fines que deseas sueños verdugos de aquella mujer mons-
conseguir los alcanza el libro, que pene- truosa, registran la herida con rabia y
tra en t u pensamiento y deshace en él con alegría al mismo tiempo. Compa-
las ligaduras que el error ata á la ver- dezco á la miserable y repruebo la con-
dad, pues toda conciencia es un nudo ducta de las otras mujeres. Causan
gordiano. E l libro es t u médico, t u guia horror las perras cuando muerden á la
y t u guardián; cura t u ódio y te libra de loba.
los extravíos. ¡Hó a q u í lo que por t u cul-
pa vas á perder! E l libro es t u riqueza,
es la ciencia, el derecho, la verdad, la
v i r t u d , el deber, el progreso y la razón. x.
Y t ú has destruido todo eso!—No sé leer.
Una mujer me dijo lo siguiente:—
" E c h é á correr. L a n i ñ a de pechos que
IX. cobijaba en m i seno lanzaba gritos, y
tuve miedo de que la oyeran. Figuraos
que m i hija solo tenia dos meses. Besán-
L a prisionera pasa; está herida, y lle- dola procuraba acallar su llanto, pero
va en la frente no sé q u é sello marcado. no lo conseguia. L a pobre q u e r í a tetar,
Ved cómo la insultan. Tiene el aspecto y yo ya no tenia leche. Así pasamos una
de una bestia de carga. Todos la con- noche. Oculta yo detrás de una puerta,
templan a l través de una nube de ódio. estaba llorando y veia brillar los fusiles;
Qué ha hecho? Tratad de comprenderlo iban buscando á m i marido para fusi-
en l a oscuridad que la envuelve, tratad larle. De repente, á la madrugada, antes
de averiguarlo en la horrorosa humare- de dejar aquel horrible acechadero, la
da de Paris, porque nadie lo sabe. ¿Lo n i ñ a dejó de llorar. Habia muerto! P a l -
sabe acaso ella misma? L o que para el pé sus miembros y estaban rígidos y
hombre es crimen, para el espíritu es frios. Desde entonces nada me importa-
problema. E l hambre, u n consejo crimi- ba ya que me matasen: salí de m i escon-
nal, un bandido monstruoso á quien ama drijo desatinada y loca, llevando á m i
y á quien obedece, bastan para que un hija en brazos, corriendo a l acaso; los
ser ignorante se desnaturalice. E l origen t r a n s e ú n t e s me dirigían la palabra, pero
del m a l dimana casi siempre del negro yo iba huyendo siempre, sin saber á
plano inclinado que se llama la aven- dónde. Con mis propias manos a b r í una
tura, de la pendiente de los instintos fosa en el campo, al pié de u n árbol, en
salvajes, del viento fatal de la desgracia u n sitio solitario y cercado, y allí colo-
que se deprava en la cólera, de pensar q u é á m i á n g e l , que dormía el ú l t i m o
en una gran ciudad, que otros lo poseen sueño. ¡Es terrible tener que enterrar a l
todo, y él, que es desheredado, no posee hijo que hemos amamantado! Su padre
nada; de v i v i r en la miseria y de j)asar se me apareció de repente y empezó á
hambre. No se necesita m á s que v i v i r en llorar.,.
la indigencia para llegar á la desespera-
ción. Aquella mujer que pasa por entre
las escitadas muchedumbres, cuando
éstas han triunfado, cuando éstas han XI.
castigado, q u é tienen ante la vista? L a
victoria que ciega. Mientras todo Versa-
Ues está de gala, ella, ensangrentada, E n una barricada, entre los adoquines
guarda silencio. B ú r l a n s e de ella los manchados con sangre culpable y lava-
transeúntes; la persigue una nube de chi- dos con sangre inocente, prendieron á
cueles llenándola de improperios; amargo un niño de doce años y á algunos hom-
silencio espumea en las dos extremidades bres con los que se a c o m p a ñ a b a . — " ¿ I b a s
de su boca, pero nada hace extremecer con esos hombres?,,, le preguntaron. E l
su feroz sordera. Parece que la luz del niño contestó afirmativamente.—"Pues
sol l a incomoda; en sus miradas se vé bien, añadió el oficial, te vamos á fusilar
feroz espanto; llegan hasta ella mujeres cuando te toque el turno.;; E l niño vió
TOMO V .
86
682 OBRAS D E VICTOR HUGO.

brillar varios r e l á m p a g o s y vió que acabar con los descontentos!,,—Hoy A l -


caian muertos sus compañeros al pié de cestes fusila á Filante. Haced lo que os
la pared. E l muchacho dijo al oficial:—• cuadre. Matan por todas partes y nadie
" ¿ M e permitiréis que vaya á casa á se queja. E l pueblo es el trigo que siega
entregar este reloj á m i madre?,,^—^¿Pre- el destino antes de que madure.
tendes escaparte?,,—"Volveré.,,—'"¿Dón-
de vives?„^—^"A cuatro pasos de aquí,
cerca de la fuente. Os prometo que Colocan pegados á las paredes de las
volveré, señor capitán,,,—^"Vete, pues!,, murallas á los que han tenido la desgra-
E l niño parte. Creian que se escusaba de cia de ser vencidos. E l que vá á morir
este modo para escaparse, y los soldados dice al soldado, que le apunta con el
y el oficial se reian, confundiendo sus fusil:—"Adiós, hermano!,, L a mujer ex-
risotadas con el estertor de los moribun- clama:—"Han muerto á m i marido; i g -
dos. Pero de repente cesaron las risas, noro si es culpable ó no; lo único que sé
porque de improviso reapareció brusca- es que hemos sufrido juntos la desgracia,
mente el pálido muchacho, se apoyó que fué m i compañero de cadena, y si
contra l a pared y dijo:—^"Aquí estoy!,, me arrebatan á ese hombre, ya no ne-
E l oficial le perdonó. cesito vivir. Murió y yo quiero morir
también.,,—Y los cadáveres se amonto-
nan en las encrucijadas. Ved pasar re-
unidas veinte muchachas alegres y can-
No só, niño, en medio de l a tempestad tando; sus gracias y su inocente tran-
que nos arrastra, confundiéndolo todo, quilidad inquietan á la despavorida
el bien y el mal, los héroes y los bandi- muchedumbre. U n t r a n s e ú n t e tiembla.
dos, q u é es lo que te impelió á combatir;
pero de todos modos digo que t u alma -^Dónde vais? pregunta á la m á s boni-
ignorante es u n alma sublime. Bueno y ta. Hablad.,,—^"Creo que van á fusilar-
bravo, das en el fondo del abismo dos nos,,, contesta la interpelada. L ú g u b r e
pasos, el uno hácia t u madre y el otro ruido resuena en el cuartel Loban; lo
hácia l a muerte. E l niño posee el can- producen las descargas que abren y cier-
dor y el hombre el remordimiento, y ran el sepulcro: allí ametrallan mon-
aquel no es responsable de lo que le tones de hombres; ninguno llora; parece
obligaron á hacer; pero es magnífico y que la muerte apenas los desflora y que
valiente el n i ñ o que prefiere á la fuga se apresuran á huir de u n mundo triste,
y á la vida la pared donde fusilaron á áspero é incompleto, y que les agrada
sus amigos. ¡Tierno jóven, la gloria te libertarse de él. Alinean en la misma
besa en la frente! E n la antigua Grrecia, pared al nieto con el abuelo: éste se
Estesicoro te hubiera encargado la de- chancea y el n i ñ o , sonriendo, grita:—
fensa de una de las puertas de Argos y "Fuego!,,
Oinegires te hubiera dicho:^—'"¡Somos
iguales !„^—Te hubieran elegido entre los Esas sonrisas, ese trágico desden equi-
puros efebos, Tirteo en Mosene y Esqui- valen á una confesión. Se conoce que no
lo en Tebas. G r a b a r í a n t u nombre en dis tienen apego á la vida y que lo mismo
eos de bronce, y te c o n t a r í a n entre aque les dá vivir que morir. Estamos en el
líos que, cuando pasan cerca del pozo que mes de Mayo, cuando todo brota en l a
sombrea el sauce, consiguen que la don- naturaleza: las jóvenes debian dedicarse
cella que lleva en hombros la urna que á coger rosas, los niños á jugar, el ancia-
ha de apagar la sed de los búfalos se no á calentarse al sol; sus almas debieran
vuelva á mirarlos y se quede pensativa ser como canastillas llenas de los mur-
durante mucho tiempo. mullos de las abejas, de los cantos de los
pájaros, de los perfumes de las flores;
solo debieran abrigar cariño y amor, y
sin embargo, en l a primavera se levanta
XII. bruscamente l a muerte, esa sombra cie-
ga ó implacable. Todos ellos debian
Fusilamientos. temblar y sollozar, llamando en su auxi-
lio á toda la ciudad, á toda la Francia y
á nosotros, que detestamos la matanza
Tácito desea la guerra y Homero l a ciega y la guerra á tientas; todos ellos
rechaza. L a victoria termina siempre debian i r llorando, con las manos cris-
con matanzas; los que están satisfechos padas, á suplicar á los cañones, á las es-
están furiosos; oigo decir:—"¡Es preciso padas y á los fusiles, á agarrarse á las
i 1 1

fe
H
W

I
- >—<

W
O

W
<<
<:

o
o

g
E L ANO T E R R I B L E . 683
paredes, escaparse cuando pudiesen y
decir atemorizados:—"¡Nos quieren ma-
tar! Socorro! Perdón!,,—Es inútil pedir- XIII.
lo; esos hombres son impasibles á todo
cuanto sucede; solo ven la muerte que A los que se Ten pisoteados.
v á á arrebatarlos, á l a que se entregan
sin dolor.
Estoy con vosotros; me atraen siempre
Todos esos seres, que debian desear la los perseguidos y los aniquilados; soy su
vida, desean la muerte. Oh revelación! hermano; defiendo á los caldos que com-
¿Qué les hemos hecho para que quieran batí cuando triunfaban en el poder; o l v i -
abandonar el mundo sin lanzar una ex- do sus injurias y sus persecuciones cuan-
clamación, sin indignarse n i derramar do los veo en el infortunio. Cuando son
una l á g r i m a ? ¡Nosotros lloraremos por desgraciados dejan de ser mis enemigos.
ellos! Su corazón estaba predispuesto Pero defiendo, sobre todo, al pueblo que
para el suplicio y de nada les servirá depende de su salario, que por ser digno
nuestra t a r d í a conmiseración. ¿Hicimos muchas veces se hace impopular; defien-
acaso algo por ellos? ¿Protegimos á sus do al extraviado, a l débil y á la m u l t i -
esposas? ¿Sentamos en nuestras rodillas tud, que sin n i n g ú n apoyo se derrumba
á sus desnudos y temblorosos niños? ¿Sa- y cae en el fondo de horribles aconteci-
ben unos trabajar, saben otros leer? L a mientos. Estos, como son ignorantes, son
ignorancia concluye por llegar hasta el inclementes, y me asombra cómo no
delirio. ¿Les hemos instruido, protegido y comprendéis que debíais guiarlos y con-
guiado? ¿Les preservamos del írio y del cederles su parte de ciudadanía; me
hambre? Por eso incendiaron las Talle- asombra que no comprendáis que vues-
rías. Declaro, en nombre de esos seres tra ceguedad produce su ceguera. De la
extraviados, que por eso han muerto sin opresora tutela en que los retenéis esas
pesadumbre, sin quejarse, sonriendo ó son las consecuencias, y el m a l que les
con indiferencia. Esos sentenciados, que hicisteis os lo devuelven ahora. No los
hoy hirió el rayo, no conocieron la deses- habéis guiado n i conducido por la manoj
peración, porque tampoco conocieron la no les habéis enseñado el camino que
alegría. L a suerte c o m ú n se liga á su debian elegir en l a oscuridad de su exis-^
suerte. Si no tenemos felicidad a q u í tencia, y se han perdido en su laberinto»
bajo, tendremos desgracia a l l á arriba. Si os temen y al mismo tiempo os cau-
Procuremos que tengan apego á la vida san espanto, es porque no les habéis
los miserables: si no lo tienen, se turba- tratado como hermanos» Viven vagando
r á el equilibrio del mundo. Si hacéis que en oscura noche, en l a que no divisan n i
el pobre llegue á v i v i r contento, obten- un faro; van á tientas, no saben por dón-
dréis en la tierra el verdadero órden, le- de caminan, y se embriagan dando vuel*
yes duraderas, sólidas costumbres, tran- tas en u n círculo horrible. Por eso hablo
quilidad v i r i l . L a noche es u n enigma siempre en su favor.
que tiene por clave la estrella. Si se ras-
ga el velo que cubre el corazón de los
que sufren, la esfinge enseña su desnu- N i el c a ñ ó n del terrible Vendimia-
dez. E l negro problema, que es tenebroso rio (1), n i las balas de Junio, n i las bom-
por un lado y claro por el otro, entrea- bas de Mayo apagan los ódios n i cierran
bre l a ventana, por la que penetra el las úlceras. Para ayudar al pueblo á re-
resplandor del abismo. Meditemos, ya solver u n problema me pongo de parte
que sobre ellos se arroja esa mortaja, y suya y empiezo por tenerle cariño. Sí, es-
comprenderemos lo que nos conviene. toy con vosotros; me obstino ferozmente
Afirmo que la sociedad no se encuentra en ser cariñoso con los vencidos y ódio
bien mientras tenga á su vista esos fan- las represalias; m i corazón nunca palpita
tasmas, cuya risa es el m á s temible de con tanta fuerza como cuando vé llorar
todos los síntomas, y que debemos tem- á los hombres, y siempre vibra por las
blar mientras no consigamos curar la si- madres que llevan en brazos á sus hijos,
niestra facilidad de morir.
¡Cuántos seres humanos sufren en eg¿

(1) V e n d i m i a r i o : primer mes del calendario republicanch


Empieza el 21 de Setiembre v concluye el 21 de Octubre.—
(Ni del T.)
684 OBRAS D E VICTOR HUGO.

tos momentos, en el mar que solloza, en veo el espanto, la sangre, el horror, el


el cielo lluvioso, en la escarpadura horri- mar, la metralla y las fosas, y os censu-
ble de lo desconocido, lanzados á los hor- ro. Dios mió, ¿nos encaminamos hácia
ribles pontones, para ser un n ú m e r o el mal? ¿Por q u é hemos de desencadenar
cualquiera entre la m u l t i t u d , para con- tan rudos aquilones sobre tanta ceguera
fundirse con los d e m á s , para i r no se y sobre tanta indigencia? Todas esas
sabe dónde! ¡Ver que todo desaparece venganzas solo sirven para envenenar el
ante nosotros, decir adiós á los amores porvenir. Trabajar para que éste sea
y á todas las afecciones, pensar que el peor y para que no terminen nunca las
mundo entero se olvidará de nosotros, revoluciones, no se llama sabiduría, sino
convertirse para uno mismo en una espe- demencia. Flujo y reflujo. E l sufrimien-
cie de sueño!... Exclamar:—'"Ya no vol- to y el ódio son hermanos. Llega un dia
veré á ver este cielo; me han robado la en que los oprimidos se convierten en
pátria. Devolvedme m i hogar, mis cam- opresores.
pos, m i industria, m i mujer y mis hijos.
¿Qué delito he cometido para que se me
haga vivir lejos de a q u í y para que se Aunque tuviese que abrirse para m í
me arrebate el derecho que tengo á m i el destierro durante los dias que me res-
madre l a Francia?...,, tan de vida, siempre m i voz amiga de-
fenderá vuestra causa, ya que el derecho
muere, ya que la esperanza se derrumba,
Cuando tratamos de sondear el oscuro ya que la prudencia está loca. No se dirá
pozo social que se abre en el fondo de los nunca que no he protestado ante tan
corazones; cuando tratamos de estudiar horroroso eclipse. Soy el compañero de
el m a l para encontrar el remedio; cuan- los que sufren calamidades, soy el hom-
do tratamos de buscar en alguna parte bre que nunca obró m a l y que padeció
la palanca de A r q u í m e d e s , después de siempre, el defensor de los oprimidos y
tantos combates, de tanto trabajo, de de los abandonados, é involuntariamen-
tantos ensayos y de tantos esfuerzos, solo te me introduzco en vuestro infierno. Y a
encontramos la solución de hacer nau- dije á la historia que vuestros jefes os
fragar en las tinieblas á una infinidad extraviaban; indudablemente no hubiera
de hombres desgraciados. ¡Qué triste so- compartido la victoria con vosotros, pero
lución para hombres de Estado! ¿Creéis al veros caldos os acompaño, y solitario
que para que desaparezcan los agravios, y grave me adelanto, no hácia vuestra
las catástrofes, los problemas, las ago- bandera, sino hácia vuestra mortaja,
nías y las convulsiones, basta que nos- para encerrarme en vuestra tumba.
otros las expulsemos? ¿Creéis que basta
abrir de par en par la puerta del abis-
mo, empujar hácia él al acaso á la ino Y ahora encarnizaos contra mí: re-
cencía y al crimen, al bien y al mal, chiflas, calumnias, ódios y sarcasmos,
castigando á ciegas, cerrar después el lanzados por Nonotte y Mampertuis á
Océano y decir: "Todo se acabó?,, ¿Creéis Voltaire, p u ñ o s cerrados y amenazado-
que basta ser hombres frios é impasibles, res que en otros tiempos expulsásteis á
cuya justicia nunca se enternece, y llevar Rousseau de Bienne, ironía idiota, ana-
la imparcialidad hasta el punto de cas temas feroces, resto de la saliva que es-
tigarlo todo? ¿Es acaso una solución cor cupieron en la frente pálida de Jesucris-
tar el miembro entero para curarlo y to, piedras eternamente arrojadas á todos
adoptar como expediente la prof undidad los proscriptos, ¡encarnizaos contra m í !
del mar? ¿Creéis que es una solución, Para obteneros, nosotros, los combatien-
en vez de hacerlos servir de base funda- tes del pueblo, os sufrimos; la afrenta es
mental del órden, arrojar en el precipi- siempre la c o m p a ñ e r a de las glorias su-
cio, amontonados, hechos, cuestiones, la periores.
verdad, el error, á los hombres temera-
rios, á las mujeres que seguían á sus ma-
ridos ó á sus hermanos, al niño que des- XIV.
adoquinó una calle, y hacer luego una
seña al viento y que se lleven los navios
á montones á los desgraciados? A Yianden.

S u e ñ a . E s t á sentado, pensativo á la
Pues no tenéis razón, Qigo los gritos, sombra de un arce. ¿Oye los murmullos
E L ANO T E R R I B L E . 685
del bosque? Contempla las ñores? ¿Se que lucha, ama, consuela, piensa y per-
fija en la esfera azul? S u e ñ a . L a natu- dona, el que sufre por todos, recibe en
raleza, misteriosamente, hace cuanto recompensa el ódio, el reflujo y la som-
puede para apaciguar á los hombres. bra; no o b t e n d r á nada m á s de los hom-
Las moscas revolotean desde el collado bres. Esto es lo que ha sucedido siempre,
cubierto de viñedos hasta el vergel lleno desde que la luz indigna á las oxifragas,
de manzanos; los paj arillos proyectan la desde los tiempos de Sócrates y de
p e q u e ñ a sombra de su cuerpo en el cris- Esquilo, desde que la enlutada Esparta
t a l de las aguas; el molino se apodera de hace reir á los sodomitas, desde que los
la corriente y la detiene en su carrera; el hombres vieron sobre una horca y sobre
estanque es un espejo en el que el pai- un pedestal aparecer á un tiempo dos co-
saje se copia del revés, y aparece como ronas, que cada una de ellas representa
vaga visión; no hay en la naturaleza n i un lado de nuestra alma; la una es de
un átomo que no tenga que desempeñar laurel de oro, la otra de infamantes es-
su papel; todo se mueve: el grano en el íinas, y ciñen dos frentes, de las que no
surco y el animal en su madriguera; la se pueden arrancar. Una b r i l l a en Ca-
materia obedece al imán; hay un hormi- brea y la otra en el G-ólgota.
gueo en la yerba; en todas partes se vé
incesante movimiento; en lo que nace, en
lo que crece, en lo que sube, en lo que
baja, en el nido, en el perro que vigila
los rebaños, en los astros. Por todas par-
XVI.
tes la superficie está en vasto reposo; por
debajo todo está activo, por encima todo
dormita. ¡Qué deslumbramiento causa la No pretendo condenar á nadie en la
naturaleza á los ojos de los que la con- historia; sé que siempre arrastra al ven-
templan! Por todas partes del valle, del cedor el triunfo m á s allá de su objeto y
prado, del monte, del bosque y del fir- de su voluntad. E n la guerra c i v i l , que
mamento sale la sombra de la paz y el es guerra de desolación, el que vence,
rayo de la alegría. Mientras por las ca- ébrio del vencimiento, pierde el pié y se
ñ a d a s y al través de los barrancos una hunde en las aguas negras que llaman
n i ñ a de ojos divinos y de piés breves y éxito, no atreviéndose á llamarlas glo-
desnudos azota con una vara de sar- ria. Por eso compadezco á los mártires y
miento á su cabrita, h é a q u í lo que pasa á los verdugos. ¡Desgraciados de aque-
en el alma del desterrado: llos que producen la orfandad! ¡Desgra-
ciados los que dejan tantas mujeres
viudas! ¡Harta desgracia es que la horro-
rosa matanza enrojezca el agua de los
Nada se ha conseguido; nada se ha ríos, cuando, manchando su lecho con
resuelto aun con haber abierto una fosa torrencial oleada, se derrama la sangre
en medio de la calle, con que un jefe i n del hombre en el sitio en que cae el
dique una tapia donde alinean á unos agua del cielo! Me espanta ver el cadá-
cuantos infelices que fusilan los solda- ver de un hombre, y me inspira tanta
dos; no se ha resuelto aun la cuestión v i - compasión el matador como el muerto.
tal, ejecutando al acaso y á tientas, ame
trallando al padre y á la madre, al
loco, al bandido y al enfermo, y hacien
do luego que consuma l a cal viva á hom Del arco que está tendido en las a l t u -
bres ensangrentados y á niños palpitan- ras somos el blanco todos; su flecha
tes todavía. sucesivamente nos apunta; el vencedor la
siente en el espíritu antes que le llegue
al corazón; teme el acontecimiento que
él sirve; presiente en lontananza surgir
xv. una hora siniestra; pero presiente tam-
bién que, aunque apresure su paso, no
podrá huir de su propia victoria. Otro
Siempre se repite el mismo hecho. E dia, enredado á su vez en la red de los
trono abyecto se apoya en el cadalso acontecimientos, temiendo el resultado
ilustre; el á g u i l a les parece inútil á las de las causas que él produjo, t e n d r á que
grullas; Coligny es arrastrado por las huir, buscando un refugio y u n apoyo,
calles; Dante está loco; Roma expulsa á y entonces sus amigos de hoy no se lo
Catón; R o h á n d á de palos á Voltaire. E l concederán. Por eso tengo yo abiertas
686 OBRAS D E VICTOR H U 6 0 .

las puertas de m i casa á todos los ven- en el que nos azota, aunque soy clemen-
cidos. te para lo desconocido, tengo que con-
fesar que acuso a l elemento, que es el
rudo motor que nada desconcierta.
Meditando el pensador, llega á descu-
brir que nadie es culpable. T a n negro
desenlace deja entrever el elemento en Por eso debemos temer al porvenir?
el fondo del abismo. E l siglo futuro Temerle no, pero sí estudiarle y com-
g r u ñ e y se hincha en ásperas cubas, prenderle. No olvidéis que l a cortina del
como la lava espumea en l a boca de los destino, que el enigma hace m á s tupida;
volcanes. Quién trabaja en ese caos? L o no olvidéis que el disforme Océano don-
ignoro. Los rayos rugieron, las á g u i l a s de flota el alma humana, l a vasta oscu-
pasaron; todo lo que vemos se preparó ridad de todo el fenómeno, todos estos
entre las garras de calamidades descono- horrores constituyen una esperanza. E l
cidas y necesarias, que se lanzaron como frió glacial de la madrugada consterna
bandadas de aves de rapiña; y l a sangre al horizonte, y luego le dan calor los
del corazón, la m é d u l a de los huesos, rayos del sol; así t a m b i é n la vida co-
todo se ha extremecido en el hombre, mienza por el sufrimiento.
cuando vino el sombrío enjambre de
hechos nuevos hendiendo las nubes; y
al azotar en lo inesperado con sus alas Las olas de lo desconocido tienen lívida
nuestras frentes, hemos reconocido el transparencia, en las que la claridad apa-
m a l que nos aqueja; entonces los apeti- rece gradualmente. L a dilatación de la
tos de las temibles muchedumbres em- forma y del n ú m e r o asombra, y divisa-
pezaron á m u g i r en el fondo de sus mos hoy entre sombras lo que solo de-
cavernas, y llegamos á comprender que bemos ver bien m a ñ a n a . L o que t o d a v í a
el apetito se equivoca cuando nace de no es g é r m e n , lo que m a ñ a n a será el
l a envidia y que tiene r a z ó n cuando encanto de los hijos, infunde miedo á los
nace del hambre. Quedamos á oscuras padres; el azur está escondido tras la
durante algunos momentos. ¿Qué signi- noche que nos espanta, y tras ella están
ficaban esos momentos nunca vistos? brillando los rayos de luz. Esa l ú g u b r e
Hubo en ellos choques furiosos y vene- larva adquirirá alas m á s tarde. Espectro
nos sutiles. ¿Por q u é soplaron semejan- visible en el fondo de las sombras eter-
tes vientos? De dónde vinieron? ¿Por q u é nas, el m a ñ a n a parece hoy confuso em-
esos picos de fuego que acaban con las brión, que se arrastra esperando l a hora
empolladuras? ¿Por q u é surgieron á la de cernerse, y que es á nuestra vista
superficie bruscamente desde las profun- informe, ciego y horroroso; m á s tarde
didades? Cométense delitos de los que la luz le metamorfosea. E l porvenir es
los autores son inocentes. Las revolucio- m ó n s t r u o antes de ser a r c á n g e l .
nes derraman l a sangre, y cuando su
voluntad de vencer se desencadena, su
formidable amor se parece a l ódio. Man-
tengamos los principios sagrados; pero XVII.
cuando los aquilones e x t r a v í a n á los
Todos los ánimos exageraban no
hombres, soplando contra ellos como si poco el valor, las facultades, la i m -
soplasen contra cenizas, hay que saber portancia de la Guardia nacional...
descender hasta el fondo del oscuro pro- Visteis el kepis deM. Víctor Hugo que
simbolizaba esta situación.
blema; el hombre sufre, el abismo obra, (EL G E N E R A L TROCHU ante la
y los huracanes son los únicos malvados. Asamblea nacional, 14 Junio 1871.)
Enviad, pues, á Cayena á la tromba y á
l a tempestad. Es imposible que de re-
pente nos hayamos convertido en hienas Participio pasado del verbo T r o p -
y en salteadores; no acuso a l hombre choir (1), hombre que posees todas las
débil, porque comprendo que el furor virtudes que no tienen nombre, cuya
del viento fatal que nos arrastra puede suma es cero; intrépido soldado, pero de-
arrancar el áncora á la conciencia hu- voto y nulo; buen c a ñ ó n , pero con de-
mana. E l hombre que se vió sacudido masiado retroceso; caballero y cristiano,
por los embates del mar furioso, ¿puede eres capaz de servir á t u pais y de ayudar
ser responsable de las olas que le hicie- á misa; ya ves que soy justo contigo.
ron su juguete? ¿ P u e d e ser al mismo
tiempo buitre y presa? Aunque confio (1) Tropehoir^ de T r o c h u , que significa caer dema-
siado (N. del T.)
EL ANO T E R R I B L E .

Qué pretendes de mí? Te ocupas de m i nes flota el resplandor de no sé q u é fies-


persona, usando un estilo obtuso, pero tas, que dora el reflejo de lejano paraí-
punzante, y haciéndome un cargo ofen- so. E l corazón de los niños es como la
sivo que mejor merecia la Prusia. D u - claridad del alba; su inocencia es alegre
rante el sitio de los alemanes, en lo m á s y cándida, y les inquietan tan poco nues-
crudo del invierno, convengo contigo en tros actos y nuestros sucesos, como al
que solo era yo un anciano desarmado, pájaro que canta en el árbol ó como al
satisfecho de verme encerrado en Paris astro que b r i l l a en la esfera; gozan úni-
con mis compatriotas, aprovechándome camente de la hermosura de la natura-
alguna vez de la oscuridad de la noche leza; solo piden á Dios sol, y están con-
para subir á la muralla para hacerme tentos si un rayo ardiente calienta los
presente, pero no para combatir; pero á dedos de su diáfana mano; Juana se cree
pesar de no ser útil para nada, no hubie- feliz cuando vé el cielo claro y azul.
ra capitulado. E n t u mano los laureles
se truecan en ortigas. Haces ahora sali-
das contra mí, cuando tan pocas hicis-
te durante el sitio, sin duda porque me
JULIO.
las reservabas. ¡Tú, que no has pasado
de l a Marne, t ú me atacas! No sé por
qué. ¿Por q u é te desagrada mi^tocado de
p a ñ o azul? ¿ E n q u é perjudica m i kepis
á t u rosario?
lias dos voces.

No estás satisfecho de nosotros toda- LA VOZ DISCRETA,


vía, cuando durante cinco largos meses
sufrimos el hambre, el frió, el asalto con L a política debe reducirse á la con-
todas sus consecuencias, sin molestarte, veniencia. G u á r d a t e mucho de negar,
unidos y confiados. Consiento en que te de repudiar ó de vituperar toda acción
figures ser u n gran general; mas cuando que se salga de los principios. Te estás
es preciso correr hácia el abismo, condu-gastando en esfuerzos vanos y nulos;
cir un ejército ante el enemigo á paso deyo soy la mejor guia del hombre; tengo
carga, prefiero á t í u n tambor como por nombre R a z ó n y por apellido Inte-
Barra. A c u é r d a t e cómo obró Garibaldi
rés; soy la Discreción. Sigue mis conse-
cuando fué á Caprera; acuérdate de Klé- jos, amigo. C a t ó n no quiso creerme y
ber en el Cairo, de M a n i n en Venecia,bastante caro le costó. Poeta, que vas
y t r a n q u i l í z a t e . E l formidable Paris
buscando siempre lo mejor, pierdes el
agoniza porque te faltó, no valor, sino bienestar, que se escapa de tus manos.
fé. Imparcial la historia, h a b l a r á de tí
L o haces frustrar todo en cambio de
en estos t é r m i n o s : — G r a c i a s á él la
nada. Deja que sucumba lo que deba
Francia solo azotó con un ala: en aque- sucumbir. T u inclinación te arrastra
llos grandiosos dias, durante la solemne siempre hácia los que caen, por lo que
agonía, aquel altivo pais, ensangrentado nunca conseguirás la victoria. No tiene
y herido, pero j a m á s descorazonado, lemucho ingenio el que tiene demasiado
hizo andar G-ambetta y le hizo cojear corazón. Las verdades que t ú sueñas
Trochu casi son mentiras. Buscando el ideal se
encuentran las ilusiones, y llega á ser
soñador el que piensa demasiado. E l que
es discreto no quiere ser injusto, y por no
XVIII. aparecer que lo es demasiado, busca u n
término medio; el primer escollo con que
IÍOS i n o c e n t e s . tropieza es lo falso; el segundo es lo
verdadero. E l derecho, en sucio y consi-
derado como bloque, es el mineral; la
A q u í están los niños. ¿Comprende la ley es el oro. Es preciso saber extraerla
suerte lo que ellos murmuran? E l n i - del derecho. Algunas veces se aparenta
ño se sonríe; cuando la oración le vé hacer lo contrario de lo que se debiera
reir, habla á alguno que viene detrás? hacer, y en esto consiste el gran arte.
¿El leve cuchicheo del sér infantil en- T ú no llegas nunca y yo llego tarde;
ternece los oidos del destino? Los dos pero vale m á s llegar tarde que no llegar.
niños cantan, y en sus dos imaginacio- E n una palabra, t ú haces del hombrQ
688 OBRAS D E VICTOR HUGO.

u n dios y yo de u n dios hago un hom- la habito, ya que lo sublime es inhabi-


bre: esta es la diferencia que existe entre table. ¿Quién vá á morar en la cumbre
nosotros. T ú desafías al caos y yo temo del monte Blanco? E l hombre mediocre
al desórden. ¿Estás seguro de no sacar es siempre ligero ó aparenta serlo. Re-
de t u creación un ser imbécil y doliente? cuerda que en Bruselas te apedrearon.
¿Orees que podrás rehacer completamen- os periódicos de campanillas las agita-
te al hombre y triplicar sus sentidos? ron contra tí; la "Graceta,, de los fondos
Pues si no estás seguro, toma á los vivien- secretos del emperador dice de t í horro-
tes como son. L o mismo ciega demasiada res, como por ejemplo: que cuentas las
luz que demasiada oscuridad; solo de- palabras que entran en u n telegrama,
bemos, pues, entreabrir la puerta. Na- que se bebe en t u casa vino de mala
die desea la guerra y muchísimos abor- calidad, que para t u mesa siempre es
recen el cadalso en teoría, pero en la Cuaresma, y que B . no te h a r á ya el ho-
práctica se sirven de ambas cosas. E l nor de a c o m p a ñ a r t e á comer. Te has
que es discreto muestra su moderación atraído, pues, esas malevolencias. E l se-
en todo. Viviendo tranquilo en m i r i n - ñor Veuillot te llama calabaza con mu-
cón, vitupero a l infinito, que v á dema- cho ingenio, y te atribuyen una porción
siado lejos. Los espíritus rectos tienen de delitos, como la embriaguez, el robo
mucho que criticar, y debo decir entre y la avaricia, y el llevar el kepis sin n ú -
nosotros que el esceso es el defecto de mero. De todo eso t ú tienes la culpa.
este mundo y de la creación, cuya esfera Por q u é no eres razonable? Renuncia á
es demasiado extensa; magnífico es el sol combatir el mal; sé egoísta. Indudable-
y agradable la primavera, pero tiene el mente es justo combatir el m a l , pero no
uno demasiados rayos y la otra dema- es conveniente que u n hombre solo le
siadas rosas. Dios no está exento de exa- combata. Eres demasiado viejo, para
geración. Imitarle es dirigirse hacia la avanzar cuando t u siglo retrocede y es
perfección, lo que ofrece u n gran peligro; ridículo combatir estando solo y tenien-
porque todo marcha mejor cuando se do la cabeza cana; el hombre valiente
amolda á u n p a t r ó n m á s p e q u e ñ o . E l se crece cuando usa de la prudencia;
que es discreto no es nunca altivo. Tra- Néstor jóven, es Ajax; A j a x viejo, es
baja m á s una hormiga rutinariamente Néstor. Piensa como t u época y enseña
y con su buen sentido, que el trueno con á tener prudencia á los pueblos. L a ver-
toda la batahola que mueve. E l hombre dad demasiado desnuda es una salvaje;
n i es perverso n i es bueno; n i es blanco maltratar al éxito es propio de hombres
como la nieve, n i es negro como el car poco cautos; todos los vencedores tienen
bon. Es blanco y negro, gris, atigrado, razón, todo lo que brilla es oro; Bonapar-
dudoso y escóptico. Todo hombre me te cayó, y por eso le insulto. ¿Tengo yo
diocre es u n hombre político. Para esto la culpa de que la suerte se desmienta?
no hay que buscar la grandeza, sino Comprendo y concedo que hoy lo somos
la proporción: obrar como Arístides y todo, pero de u n modo oblicuo, y para
como Focion, es ser heróicos y épicos esto sirve la R e p ú b l i c a . Van á salvar,
pero es poco político. E l sábio prefiere la suprimiendo el enemigo á cañonazos y
confortable y caliente madriguera del á medias, el órden y la m o n a r q u í a , ¿y t ú
castor á las ruinas del Parthenon; visita rehusas entrar en ese plan? ¡Eso es ab-
á Rotschild y huye de Adamastor. E l surdo! Si se indignan contra tí, tienen
verdadero t i t á n es hoy el millonario. E l razón. Por otra parte, los jóvenes y los
hombre de Estado no busca nada esce- viejos, los grandes y los pequeños, los
sivo; venera el voto universal, pero traba peores y los mejores, todos profesan esta
j a el escrutinio; suprime el esclavo, pero misma ley; la de rendirse á la evidencia.
conserva al polichinela; es decir, rompe Siempre se condensa alguna p e q u e ñ a
la cadena y guarda el hilo. Los hombres dósis de derecho en el hecho; el m a l en-
son pequeños y su conciencia es enana cierra a l g ú n átomo de bien, que es pre-
el hombre de Estado los mide antes de ciso buscar. Si reina Torquemada, nos
atreverse á obrar; se suprime alguna calentaremos en las hogueras. L a políti-
v i r t u d que pueda sobrepujarlos, y los ca es el arte de fabricar con lodo la hiél,
asombra,*pero sin rayos y sin vértigos de trocar la bajeza en modestia, de con-
porque obra prodigios proporcionados á seguir el rebajamiento de los grandes, la
las dimensiones de los mortales. L a insolencia de los enanos, de preparar un
mediocridad es m u y útil; n i es buena, n i brevaje que pueda beberse el hombre
bonita, n i fea, n i alta, n i baja, n i callen honrado. De poco sirven en ella los
te, n i fría, y yo que represento á la razón principios; si irradian, bien; Morus se
E L AÑO T E R R I B L E . 689
sujetó á ellos; saludémoslo. Se quedan que se vendia y se compraba, hasta que
los principios en las alturas; ¿por q u é ser- apareció allí el astro llamado Wilber-
virnos de ellos en el mundo? Dejémoslos ::orce. L a verdadera irradiación del hom--
allá arriba y adoptemos para nuestros ore consiste en ser justo, aunque obten-
debates, en los que tanto nos gastamos, ga por premio el martirio; consiste en
una claridad que esté m á s á nuestro al- que haga vislumbrar la justicia en todos
cance; usemos el expediente. Y o busco sus actos. E n cualquier sitio que se co-
la realidad y t ú lo verdadero; con la meta u n acto inicuo, en cualquier mo-
realidad se vive, en lo verdadero se es- mento que se realice el mal, se necesita
trella el hombre. Reconoce, pues, t u que se levante una voz, se necesita que
error. E n vez de lo relativo no elijas lo en medio de la noche aparezca repenti-
absoluto. T ú eres el hombre que que- no resplandor. Son dos necesidades; en
riendo ver claro, para descender á un el cielo la diosa de la Verdad y en la
sótano, registra a l g ú n m o n t ó n de ceni- tierra el sacerdote de lo Justo. Hay que
za, y para orientarse de noche perdido en oponerse á los vientos y resistir á las
un bosque, levanta la mano hasta el fir- corrientes. ¿Quién habita en la cúspide
mamento y coge una estrella para que le del monte Blanco? E l á g u i l a .
sirva de bujía.

L A VOZ A L T I V A .
II.
No la escuches. Permanece siendo lo
que eres; no oscurezcas t u corazón. Soy Flujo y reflujo.
virgen, soy la Conciencia, y la voz que
te habló es la razón de Estado; es una
ramera, que embrolla l a verdad, expli T e r m i n ó en una nación y empieza en
cando lo falso. Es la hermana bastarda y otra; la demencia se contagia de pueblo
ambigua del buen sentido. Admito que á pueblo: lo que ayer hizo Francia hoy
ese bajo concepto tenga partidarios, que lo hacen los teutones. E n la fragua don-
esa débil claridad sea excelente y útil de antes triunfara Forbach, la obrera
para evitar u n choque, para parar u n Alemania forja u n tirano que compone
proyectil, para caminar sin tropiezo por con los fragmentos de u n déspota. ¿Es
oscuras encrucijadas y para orientarse que ha de haber siempre en el mundo
de los pequeños deberes: los publícanos emperadores? A l traidor César le expul-
la hacen servir de l á m p a r a en sus chiri sa otro César colérico, y nada ganamos
bitiles; la tienen á su favor los hábiles, con que uno se vaya si viene otro, si te-
los útiles, los prudentes, los discretos y nemos á Q-uillermo en vez de Bonapar-
todos los miopes que solo pueden ver los te, si el ave de r a p i ñ a llega cuando des-
objetos de cerca; pero es preciso que al aparece el ave nocturna. L a tempestad
guno vague por las regiones altas y l u vuelve á renovarse con m á s inclemencia
miñosas; es preciso que haya partidarios y los acontecimientos son m á s monstruo-
de la fraternidad, de la clemencia, del sos cada dia. L a invasión se v á , pero
honor, del derecho, de la libertad y de la prosigue el fratricidio. L a victoria huye
verdad. Las constelaciones son sublimes ante la conciencia y se esconde por mie-
en las tinieblas y brillan como flores del do de que el cielo l a vea. E n vez de son-
verano eterno; pero necesitan en su casta dear el enigma, fulminamos rayos con-
serenidad que el universo bien guiado tra él; pero, ¿qué queréis que suceda, q u é
les rinda testimonio, y que u n hombre podéis esperar del porvenir, si solo lo
que se renueva en la tierra de edad en demostráis ódio y le recibís á bayoneta-
edad, tranquilizando á sus hermanos zos? E n t r e g á i s l a autopsia á la ley mar-
condenados á la semi-oscuridad, excla- cial. No ofrecéis á nuestra vista m á s que
me a l través de la noche:—^'¡Astros, ir- la pobreza, la ignorancia feroz é idiota,
radiáis!,, Seria injusto que el crimen, la la miseria de los miserables, l a oscuridad
virtud, el rayo y la sombra fuesen igua- de los espíritus, de donde nace la de los
les en el abismo, y seria acusación justa corazones, y para resolver esos proble-
contra el Altísimo achacarle la p é r d i d a mas recurrís al apaciguamiento de ellos
la difusión de claridad sin órden n i con por medio de la muerte. Los hombres
cierto en el fondo de los cielos. Por eso que m a t á i s mataron á su vez, y la suerte
la justicia es buena y el astro t a m b i é n . les devuelve golpe por golpe, hasta que
E n paises horribles, en Sudan, en Dar- los priva de la vida. Pero ¿se remedia el
íur, en Graben, el hombre era u n esclavo crimen por medio del crimen? Pretende-
TOMO V . 87
690 OBRAS D E VICTOR HUGO.

mos i r hacia el augusto ideal, que i l u m i - que carecía de arte; éstos eran sus favori-
nan los rayos de la aurora; pretendemos tos: arrastra al osario todas nuestras es-
que nos lleven hacia la felicidad, hacia el peranzas, marchita nuestras primaveras,
edén, ¡y tomamos por guia á Medusa, que Disotea nuestros designios, representa el
blando la espada, que tiene ira en los ódio, y por eso la aborrezco; pero confio
ojos, que vá con el seno desnudo! E l ce- en t í , caminante que te acercas desde
menterio es un pozo desconocido; lo que ejos; á pesar de las tinieblas, confio en
se arroja en él cae en sombrías cavida- tí, porvenir.
des; lanzáis en él esqueletos confundidos
con escombros, y de esa siembra fatal
renacerá la muerte. Cuestiones que na- Nuestro trabajo es una e x t r a ñ a álge-
die puede descifrar t o d a v í a hostigan por bra; en el vago y triste laberinto que
todas partes nuestra l ú g u b r e esfera y no recorremos sobresaltados, en el que cae-
encontraremos su solución ensanchando mos en lazos y en descuidos, conserva-
t r á g i c a m e n t e la tumba. mos siempre, sin embargo, el hilo oscuro
en las manos. A pesar de que e s t á n
siempre en lucha Atreo y Tiesto, á pesar
N i el rico n i el pobre alcanzan l a feli- de que L e v i a t á n combate á Behemoth,
cidad, y sobre todos se cierne indigna amo y creo. A l fin el enigma dirá lo que
sombra. E l amor no se alberga en nin- tiene que decir. L a oscuridad a l g ú n dia
g ú n corazón; en todas partes hay extre- se disipará para el hombre; que el des-
mecimientos, cólera, infierno y calabo- tino de la humanidad no puede ser el de
zos, y mayores son las tinieblas cuanto quedarse siempre sentada é inmóvil en
de m á s alto bajan; en ellas parece que el frió dintel de l a tumba, como J e r ó n i -
sienta el espíritu la incubación de un mo en Ombos ó como Electra en Argos.
misterio enorme. Ese fatal y oscuro t r a -
bajo i r á blanqueando gradualmente.
Nos encontramos con el obstáculo desco- U n dia me dirigí al sitio donde des-
nocido. Vemos uno tras otro todos los cansa el león de W a t e r l ó o . Cruzando
escollos, pues los sucesos t a m b i é n tienen barrancos llegué á la sombría llanura;
sus cabos de las Tormentas, detrás de era la hora en que desaparecía en el cielo
los que se vé la claridad. Ese flujo y ese el crepúsculo matutino, y yo c a m i n é di-
rectamente hasta subir al montículo.
reflujo, esos combates quizás sean preci
L l e g u é á él indignado, porque me extre-
sos. A pesar del ódio inmenso, hay al-
mece la gloria que nace de la sangre, de
guno que ama. No perdamos la fe. Por
la espada y de la muerte. E l león se
a l g ú n fin supremo, sin cesar, en el antro destacaba en la llanura silenciosa, y
donde piensan los sondeadores, á través desde abajo contemplé su gran silueta,
de la oscuridad, prodigioso viento, que que con su inmovilidad desafiaba á lo
sale de las profundidades, empuja y infinito; parecía que aquella fiera, des-
arrastra hácia el divino escollo el mar terrada allí, orgullosa con su soledad,
de la humanidad. sobrellevaba sin fatiga un doloroso re-
cuerdo, y estaba allí feroz ese testigo
de una afrenta. F u i subiendo, y su som-
III. bra empezaba á invadirme'; trepando
hasta la áspera plataforma, decíame en
E l porvenir. mis adentros: " E s t á esperando que el
mundo se duerma, pero es implacable;
momentos hay durante la noche en que
Polinice, Eteocles, Abel, Caín, ¡oh her- ese bronce debe lanzar sordo rugido, y
manos! A n t i g u a disputa humana! ¡Ca- esquivando los hombres acercarse á él,
dalsos! leyes agrarias! batallas! ¡oh es- d u d a r á n si ese rugido lo produce el
tandartes, oh sudarios! negros girones! mónstruo ó el trueno. A l estar muy cer-
¡ A b e r t u r a prematura y sombría de los ca de él oí algo parecido al ruido de u n
sepulcros! Dios todopoderoso! ¿cuándo rayo y algo semejante á la a r m o n í a de
t e r m i n a r á la guerra? ¿Cuándo l l e g a r á la una canción.
santa paz?
Una voz suave salía de aquella boca
L a guerra es la ramera, es la infame enorme. U n pitirrojo h a b í a fabricado su
concubina del acaso; son sus amantes nido en aquel antro; el pajarillo habia
A t i l a , que carecía de génio, y T a m e r l á n , ^instalado su prole entre los bronceados
E L ANO T E R R I B L E . 691
dientes del mónstruo y gorjeaba dentro de harapos bailan durante l a kermesse^ y
del león. E l montículo trágico estaba de ninguno de ellos tiene siquiera los pocos
pió, como un arrecife sobre la llanura, céntimos que se necesitan para pagar
tinta en sangre en otros tiempos, y m i una misa. Dejé el cadáver de esa iglesia
i m a g i n a c i ó n y m i oido á l a par soñaron y proseguí m i camino hácia la cúspide
que aquel cántico que oia significaba la del monte. L l e g u é por fin al pié del i n -
esperanza que remontaba el vuelo desde dómito castillo, sobre el que hasta en
aquella desesperación, y que la paz ben- pleno medio dia se cierne horrorosa som*
dita salia de la horrible boca de la bra. E n el boquete, que sirve de puerta,
guerra. v i al pié de dos gruesas torres, que altivo
blasón corona, u n hombre pensativo; era
el conde.
IV.
Estaba sentado; al verme llegar vol-
Los crucificados
vió hácia m í lentamente la cabeza, pero
sin levantarse. A su lado estaba u n son-
rosado niño, que era su hijo. S a l u d é a l
E l vulgo tiene por verdadero todo lo conde, dicióndole:—"En otros tiempos
que inventa el ódio. E n todos los gran fuisteis opulento y ahora sois pobre; por
des hombres lanzan su venenosa baba eso vengo á visitaros: confiadme á vues-
los gusanos de la mentira y de la calum tro hijo y yo lo llevaré á la ciudad. L a
nia. Todas las frentes coronadas sienten vida agreste es buena para el anciano,
la punzada de las espinas; los labios de pero es perjudicial para los niños; el alba
los dioses tienen que beber la hiél. E l teme á la niebla y la rosa muere en l a
ódio inventó que Fidias traficaba con oscuridad, que agrada al mochuelo. Es
mujeres; que Sócrates tenia u n vicio indudable que es grato contemplar la
que le degradaba; que Horacio, amigo sombra de estas torres, pero vale m á s
de los machos cabrios, hacia temblar á habitar en el siglo que vivimos. Vuestro
Vesta; que Catón m a n t e n í a con esclavos hijo se irá agostando aquí; el m ó n s t r u o
á las lampreas; que Miguel A n g e l , ena- en nuestra época está al lado del prodi-
morado del oro, ave de r a p i ñ a , vivia gio, pero el prodigio tiene l a seguridad
bajo la férula de los papas, y dejaba de vencer. Entregadme al niño hermoso
que éstos le dieran de palos; el ódio y salvaje para que vaya conmigo á Pa-
inventó que el Dante era concupiscente rís, como se iba en otros tiempos á
que Moliére era el marido de su hija Roma; para que, no pudiendo ser conde,
que Voltaire fué avaro y Diderot venal sea siquiera hombre, y para que su glo-
ante el tempestuoso t r i b u n a l del género rioso nombre pueda añadirlo á una suer-
humano han sido sentenciados todos los te brillante. Cuando salimos debemos
hombres de genio; á todos los clavó en dejar que entren los d e m á s . E l á g u i l a
l a cruz alguna calumnia en el ensan- deja volar al aguilucho y el roble no
grentado Gólgota de la gloria: unos cru debe ahogar a l arbusto.,,
cificados por Caifas y otros por Zoilo.

Sonriéndose el anciano me contestón


—"Las ruinas se enamoran de l a sole-
dad. Si en otros tiempos f u i grande^
Falkenfels. ahora me place ocultarlo. L a m u l t i t u d
tiene curiosidad de ver al hombre caído;
habéis querido verme, os lo agradezco.
Ifalkenfels, que se vé en lontananza No me gusta gastar palabras supérfluasi
entre la niebla, es un burgo derruido de No conozco ya á nadie, he dejado de
un viejo conde arruinado. Quise ver el existir; marchaos de aquí.,,—"Este niño
burgo y a l hombre. T r e p ó á la m o n t a ñ a no ha nacido para permanecer envuelto
al través del bosque en u n día de vera- en la oscuridad de eterna noche, le re-
no. Hacia la mitad de ella existe en una pliqué. Privar al niño de su porvenir
c a ñ a d a una vetusta capilla, por la que debe remorder la conciencia del padre.jj
corren los escarabajos. N i n g ú n sacerdo- —^Yo, que he muerto, me contestó, he
te iba á rezar allí; nadie la cuidaba y se oido decir cosas horribles de los vivos;
arruinó, porque son m u y pobres los ha- me han dicho que entre vosotros el t r i u n -
bitantes de ese rudo pais, que cubiertos fo corresponde á los inexorables; que
OBRAS D E VICTOR HUGO.

castigáis todavía con la pena del Talion; Es indudable que de hoy en adelante
que los hombres encuentran el zorro su- el hombre-rey y el hombre-dios solo ya
perior a l león; que ametrallan á ciegas, y serán fantasmas; fantasmas que se bor-
que constituye u n crimen ofrecer asilo á ran; los aparecidos guerreros y las lar-
los proscriptos. Temo que eso sea ver- vas papales desaparecen ya, y vosotros
dad; quisiera que fuese falso. Pero de- os indignáis en los tribunales. Es lásti-
jadme en paz, que vivo tranquilo en m i ma que hayan terminado las fiestas de
retiro; m i hijo beberá la misma agua la noche voraz, que agonice el mundo
pura que yo bebo; me ofrecéis v i v i r en l a tenebroso, que aparezca el dia claro,
ciudad, y yo prefiero v i v i r en los bos- que el m u r c i é l a g o esté ciego, que la gar-
ques, porque me parece que las peñas d u ñ a vague lanzando gemidos, que el
tienen m á s corazón que los hombres ac- zorro llore, que los animales que de no-
tuales, y que las bestias van perdiendo che cazaban pajarillos estén lanzando
su ferocidad.,. las ú l t i m a s boqueadas. Si esto c o n t i n ú a
así, si la luz persiste en consternar al
quebrantahuesos y al cuervo, el vampi-
ro morirá de hambre j u n t o á las t u m -
vi. bas y la claridad diurna a c a b a r á con las
Los que indultan. tinieblas.

Con t a l que verdee el ramaje que se


levanta por encima del pantano, consti-
tuyendo la c ú p u l a movediza de los bos- A Enrique V.
ques, ¿qué le importa á l a encina que le
moje los piés el agua encharcada? I n -
sectos repugnantes se arrastran por el
polvo debajo del inmóvil bloque cubier- Cuando yo era adolescente, vos erais
to de malezas; pero al gigante de már- niño; estando aun en vuestra cuna frá-
mol mutilado y augusto, á la esfinge de g i l y gloriosa entoné m i primer canto, y
granito, ¿qué le importa lo que debajo el viento de los abismos nos ha arrojado
de él pueda pensar l a corredera? E n l a á cada uno de nosotros sobre diferente
oscuridad de l a noche, cuando se extre- cumbre; pues la desgracia, sitio sombrío
mece convulsiva la palmera, el coloso, hácia donde nos arrastra la suerte, cons-
con las manos sobre las rodillas, tran- tituye una cúspide. Media u n abismo
quilo y pensativo, espera que llegue el entre nosotros, como entre los dos polos.
momento de poder hablar con la aurora; Ostentáis en los hombros el manto real
si la limaza babea su base, él lo ignora; y e m p u ñ á i s el cetro, que deslumhraba en
ese dios nunca llegó á saber que u n sapo otros tiempos; yo, que peino canas, me
se mueve; mientras por él se desliza un atrevo á deciros:—"Es v i r i l y fuerte el
gusano, conserva mudo su misterio de hombre que se atreve á trocar su triste
sombría sonoridad, y el hormigueo de fin en altivo suicidio, que renuncia á
los innumerables mil-piés no es suficien- todo, escepto á l a honra; que busca l a
te para ahogar de Memnon la voz for- oscuridad, como Hamlet la buscaba en
midable con que contesta a l sol. Elseneur, y que conociéndose grandioso
como fantasma, no vende su bandera n i
al precio de u n reino. E l lirio siempre
será blanco. Es digno mantenerse siendo
VIL Capoto el que lleva el apellido de Bor-
bon; tenéis ese motivo para permanecer
Proceso á la revolución. siendo honrado. L a historia es una re-
gión en la que se tropieza y en la que se
triunfa, en la que unos se arrastran y en
Os encolerizáis, jueces, cuando hacéis la que muchos se ahogan; vale m á s salir
comparecer á l a barra, ante vosotros, á de ella siendo príncipe, que penetrar en
la revolución, que fué dura, b á r b a r a y ella de u n modo indigno.
feroz, hasta eí extremo de expulsar á los
buhos; que molestó sin respeto á todos
los fakirs, derviches y marabuts, hacien-
do huir, al dirigirles miradas iracundas,
al sacerdote y al jesuíta.
EL AÑO T E R R I B L E .

Engrandecerse equivale á kumentar


nuestros sufrimientos. M i cumbre es u n
blanco. Cuantas m á s ramas tengo, pro-
IX. I yecto m á s terrible sombra.

Cárlos querido, me parece que siem-1 De esto naoe m i desoonsUeio} mientras


pre te tengo á m i lado. Tierno m á r t i r , que vosotros vivís alegres y satisfechos,
en la tierra, adonde el hombre v á a porqae vuestra alma en flor 8e abre
parar, te busco, y veo el alba p á l i d a que deslumbrada por la luz de la natura.
sale por las rendijas de t u sepulcro. | ieza<

E n las cunas, que t a n inmediatas es- j o r g e es el arbusto que crece en m i


t á n á l o s ataúdes, los muertos se apa- camp0 lúgubre; j u a n a oculta en su
recen atrayentes y mientras que arrodi- rola u n eSpíritu que tiembla a l ruido
liado derramo abundantes lagrimas, en que producimos y que desea hablar,
el umbral de m i gabinete cantan ale-
gres dos niños.
Niños, á los que esperan las desgracias,
.dejad que en vosotros, que sois tiernas
Jorge, Juana, cantad; cantad en vues- plantaS) balbuceen vuestros instintos y
tra sublime ignorancia; reflejad en el que en vuestras frescas flores zumben lag
mundo a vuestro padre, sombreados por abejagí
su confusa oscuridad •y dorados por su
vaga luz.
U n dia comprendereis que todo se
.eclipsa en l a tierra, que el rayo ruge en
¿Que sabríamos en el mundo si no su- cuanto se pretende aliviar la carga del
piáramos que la muerte vive? U n paral- pUebl0j de ese inmenso Atlas que sopor-
so, en el que el á n g e l se j u n t a con l a | ta un mundo,
estrella, sonrio entre el espanto que nos
causa. Ese paraíso terrenal es el niño.
Huérfanos, os queda Dios. Dios, que del Comprendereis entonces que, depon-
í a nube oscura de m i sufrimiento aparta I diendo la suerte del azar, el hombre, que
vuestro resplandor celeste. I es u n ignorante augusto, debe vivir de
modo que sus sueños se ajusten todo lo
posible á la verdad.
Gozad, vivid alegres, mientras yo vivo
afligido, que á cada cual le liega el
turno. Viví yo casi un siglo, y á m i edad A l g ú n dia, cuando muera, conoceré m i
el hombre ha sufrido ya mucho. destino, que ahora no conozco, y me i n -
clinaré hácia vosotros, completamente
penetrado de ese misterio que desconoce-
¿ E n esa larga carrera acaso estamos mos durante l a vida.
seguros de haber hecho todo el bien que
pudimos hacer, de haber ahogado el
S a b r é el por q u é del secreto del des-
ódio y de haber sido hermano de nues-
tierro á que se condena vuestra niñez;
tros enemigos?
sabré por q u é la justicia y el afecto de
uno solo parece una ofensa á todos los
Hasta el que obró mejor se equivocó d e m á s .
muchas veces. Remordimientos siguen
á nuestras alegrías. Si alguna vez triun-
fó de m í mismo, fué en medio de mis S a b r é por qué, mientras vosotros can-
derrotas. tabais en mis fúnebres ramas, yo, que soy
compasivo para todas las desgracias,
me v i envuelto en tantas tinieblas.
Cuando me v i vencido, me v i mas
grande. E l dolor nos tranquiliza. Siem-
pre, á herir á los d e m á s , preferí herirme S a b r é por q u é me envuelve la impla-
yo mismo. cable sombra, por q u é presenció tantas
hecatombes, por q u é me envuelve invier-
694 OBRAS D E VICTOR HUGO.

no eterno, por q u é á m i rededor he visto


cavar tantas tumbas; II.

¿Presenciamos el derrumbamiento de
Por q u é me hizo sufrir el destino tan- un mundo? No; presenciamos un Q-óne-
tos combates, tantas pesadumbres y tan- sis. ¿Qué te importa, Paris, t u pasajera
tas aflicciones; por q u é quiso Dios que niebla, n i el h u r a c á n terrible que te azo-
yo fuese ciprés, cuando vosotros sois ta? E n la sangrienta justa, ¿qué te i m -
rosas. porta u n combate m á s ó menos? ¿Puede
acaso saciarte, inextinguible volcán, las
explosiones, las sacudidas que conmue-
ven toda la tierra, los metales que se
X. alean, los hombres que sirven de pasto á
t u fuego? ¿ P u e d e apagarte acaso el háli-
to divino? No. T u fuego vuelve á encen-
I. derse y á hervir incesantemente. Como
al mar, á Paris ú n i c a m e n t e Dios puede
decirle:—"Basta!,, Solo Dios y t ú cono-
Del oscuro abismo, de la suerte fatal, céis t u ruda misión. Muchas veces, incli-
de los ódios, de los furores, de las tum- nándose el hombre hácia t u terrible foco,
bas, de todo esto, pueblo, lo que sale es toma por reflejo del infierno el tinte
la claridad y la certidumbre. L a soledad rojizo de la aurora. T ú sabes lo que de-
afirma el progreso, la fraternidad y l a fé, bes construir ó transformar. E l que te
y l a muchedumbre lo confirma elevan- irrita solo consigue hacerte lanzar espu-
do la voz; la alegre aldea se lo comunica ma. Si te arrojan una piedra en el abis-
á P a r í s y el emocionado Louvre á la ca- mo por donde corres, te hacen escupir
b a ñ a . L a ú l t i m a hora es tan clara como un p u ñ a d o de centellas. Los reyes te
la primera fué sombría, y se oye en el hieren, y así como el hierro que forjan
fondo del cielo oscuro el rumor que pro- los martillos lanza r e l á m p a g o s á los cí-
ducen los que nacen. Suena en la oscu- clopes, t ú respondes á sus golpes cubrién-
ridad batimiento de alas. dolos de estrellas.

Si en estas indómitas hojas, si en estas Oh destino! ¡ D e s g a r r a d u r a admirable


enlutadas p á g i n a s un clamor de angus- de telas que teje la a r a ñ a y de lazos que
t i a exhalo contra m i voluntad, si dejo tiende la sombra, sepulcro de la brillan-
escapar la palabra sufrimiento ó la ne- te m a ñ a n a ! Abyecto es el lazo, misera-
gación de la esperanza, ahogo m i sollo- ble l a tela, insuficientes para contener l a
zo, tacho la palabra y deseo que se ten- llegada del porvenir.
ga por no dicha.
III.

Ño debo dudar, yo que soy sereno Envidiable es t u suerte, Paris! T u


navegante que no teme los embates de magnanimidad te coloca en medio del
las olas; no debo admitir que una horri género humano y en su cúspide. Nadie
ble mano mantenga corrido sobre el por podrá acercarse á tí sin oir salir de t u su-
venir el cerrojo del pasado. Es imposible plicio augusto una voz cariñosa, pues t ú
que el crimen se apodere de la justicia, sufres y te desangras por todos. A n t e t í
que eterna sombra oscurezca al astro, los pueblos se a r r o d i l l a r á n formando cír-
que los reyes arrojen lejos de sí á latiga- culo. L a aureola del E t n a no teme á
zos á la conciencia ciega y al progreso Eolo, y n i n g ú n viento a p a g a r á l a tuya,
vencido; que el espíritu humano, el dere- pues t u fuego terrible a b r a s a r á todo lo
cho, el honor, la v i r t u d , l a razón, no ten que no sea vida, honor, trabajo, talento,
gan m á s remedio que callar; que este deber, derecho, b á l s a m o ó perfume; por-
siglo desaparezca sin pagar sus deudas, que t u fuego puro, que es brasa y es flor,
que el mundo se vuelque como bajel que confunde con su inmenso amor el dolor
zozobra y que se pierdan los pensadores universal. Gracias á tí crece el hombre
en siniestro abismo. No, Francia; t ú v o l - y el progreso nace viable. Digno es de
verás á ser la primera. Es imposible apa envidia t u trágico destino, y t u muerte
gar la luz para siempre. dejaría huérfano al universo. E n t u llaga
brilla u n astro^ y Cartago ó Berlín cede*
EL AÑO T E R R I B L E . 695
rian todas sus r a p i ñ a s y todas sus vic- tro gran deseo es llegar á cegar el alma.
torias por conseguir t u corona de espi- Para nosotros el sudario está lleno de
nas. J a m á s yunque alguno lanzó tantas agujeros que despiden llamas. ¿Qué nos
chispas como tú. E s t á s destinada á refor- importa que esté oscuro el zenit, si vemos
mar la Europa. Por eso sufres tantos levantarse las constelaciones, resplande-
tormentos, pero constituye t u gloria el cer los rayos de la luz, metamorfosearse
martirio, la deuda que todos te pagan; la majestad de los soles, y lo verdadero,
acéptala, sé grandiosa. Manifiesta que lo bello, lo grande y lo justo, lanzando
eres un pueblo de héroes. Deja que des- á la vida en todas partes sus aureolas de
pués de-los tiranos te opriman los verdu- oro? Entre tanto vosotros contempláis
gos, y no pierdas nunca la tranquilidad. sombras, siempre sombras; vosotros veis
E n tus manos la espada se convierte las tinieblas cubiertas por u n triple velo,
lentamente en palma. y nosotros miramos el fulgor de las es-
trellas; buscamos lo útil y vosotros lo
IV. perjudicial; cada cual tiene su modo de
contemplar la noche.
Los hombres del pasado se figuran que
aun gobiernan, se imaginan que viven,
y todo su trabajo y todos sus esfuerzos XI.
no son m á s que u n afortunado hormi-
gueo de gusanos; l a losa muda del se-
pulcro está suspendida sobre ellos. Pero Tierra y cielo, si reinase el mal, si
en P a r í s nada está muerto; su a g o n í a nuestro rudo trabajo fuera inútil, si t u -
produce y su derrota crea. L o que ella viese que volver el pasado, si la negra
quiere será. E l dia que nació acabó lo noche volviese á encapotar el firmamen-
imposible. Los que debieran estar hartos to, la naturaleza solo seria una cobarde
de tus dolores te insultan, pero t ú vives, y l ú g u b r e impostura é i n ú t i l m e n t e bri-
París; en t u arteria, en la que la sangre llarían las constelaciones. No se puede
de todos los hombres y de todo el mundo llegar á creer que el empíreo albergue á
corre sin cesar, se siente latir el pulso un sér divino que nos e n g a ñ e , n i que
profundo del porvenir. Temen por t í , detrás del estrellado velo se oculte para
ciudad de la futura Europa; creen que premeditar u n crimen, n i que el hombre,
eres una ruina y que t u aspecto de fére- prodigándolo todo, sus dias, su llanto y
tro tiene semejanza con el duelo eterno. su sangre, esté creado para servirle de
E l m á s impávido se extremece, lloran, juguete. No v a l d r í a l a pena de que los
tiemblan y dudan; mas si inclinándonos vientos removiesen el tempestuoso olea-
hácia t í fijamos el oido en la amuralla je de los vivos, n i que la aurora saliese
da sombra donde ninguna antorcha b r i del mar, sembrando con l l u v i a de dia-
lia, en esa oscuridad de abismo y de mantes las flores entreabiertas, n i que
tumba, oimos vagamente y en lontanan cantase el pajarillo, n i que existiese el
za u n canto delicioso. L o entona el nue universo, si el destino no fuera m á s que
vo siglo que v á saliendo de la bruma. un cazador que está acechando, si todos
los esfuerzos del hombre solo llegaran
á producir quimeras, si remase de dia y
Convengo con vosotros, hombres del
de noche para obtener al fin de su peno-
pasado, que es verdad que l a vida, á pe
so viaje el honroso t é r m i n o de l a nada.
sar de nuestros trabajos y á pesar de
Seria el cero el factor de todo! D a r í a la
nuestros deseos, es terrenal y no puede
humanidad por cuna á Caribdis y por
llegar á ser divina, antes que el hombre
tumba á Scila. Es imposible! ¡es impo-
suba al cielo á buscar a l gran viviente.
sible! P a r í s , t ú que eres el gran atleta;
L a muerte será siempre la suprema
tú, Francia, que eres el centinela avan-
e m a n c i p a c i ó n . L a dicha se goza en el
zado, cumpliendo con vuestro deber
cielo, en el mundo se goza la esperanza
p a g á i s lo que debéis á Dios. ¡Levantaos
y nada más; pero la esperanza creciente,
y á luchar!
que borra los pesares y abre nuestros
ojos, es lo que se llama progreso. T a l ó
cual átomo es u n astro, y brilla. Vemos Parece que el S é r Supremo esté per-
que se v á extendiendo el mayor bien plejo cuando se contempla al través del
estar posible; vemos la miseria m á s re- tragaluz del destino. Muchas veces ha
ducida cada dia, y eso es lo que vosotros hecho brotar la duda en el pensamiento
no veis. Os apasiona la oscuridad y vues de los antiguos sábios; sé que el descono-
696 OBRAS D E VICTOR HUGO.

cido no responde al llamamiento del L a realidad es una sublime paga; yo


cálculo tardo n i al del escalpelo, pero yo soy el acreedor tranquilo, que sin impa-
tengo íó. L a íó es la suprema luz. M i ciencia la espero. No creo vacía la som-
conciencia tiene á Dios por huésped. 3ra donde brilla el astro. De donde bro-
Puedo en u n falso círculo ó con u n falso :a la m a ñ a n a b r o t a r á el porvenir. L a
compás colocarle fuera del cielo, pero no naturaleza se compromete con el desti-
puedo colocarle fuera de m í . Es el timón no, y el alba es la palabra e m p e ñ a d a
que me guia durante las tempestades de eternamente. E n las alturas, las tinie-
l a existencia. L e siento en m i corazón. 3las eclipsan á los rayos. Solos, durante
E n el fondo de m i espíritu somos dos, él la noche, vagando pensativos, creemos;
y yo; él es m i única esperanza y m i úni- el cielo está turbio, oscuro y misterioso,
co amor. Si por casualidad pienso en pero no importa; nada justo llamó nunca
cometer una falta que me halaga, sien en vano á sus puertas. Las quejas son
to imperceptible rumor dentro de m í exclamaciones inútiles, el m a l es una
mismo, y maquinalmente pregunto:- palabra hueca; c u m p l í m i deber y estoy
"Quién está ahí? Quién me habla?;, Y m i satisfecho de sufrir, porque la justicia
alma, temblando, me responde:—"Dios,,. está de m i parte, á pesar de que no soy
m á s que un grano de arena. Digo á to-
dos los que aman y piensan: ¡Tened
Es imposible negar el progreso al que esperanza!; y afirmo que el Sér descono-
está adherido el vasto movimiento del cido que prodiga los esplendores, las
mundo solidario. Si Dios me e n g a ñ a r a y flores y los universos, como si vaciara
me hiciese abrigar la esperanza como un de sacos nunca cerrados los astros, las
cebo para traerme hácia el lazo y apre- estaciones y los vientos; afirmo que el
sarme en él; si viviese siendo humilde Ser desconocido que hace que las nu-
átomo, entre el presente que es un sueño bes se disipen sobre los montes y que
y el porvenir que es u n fantasma; si no los mares roan los diques sin cesar, que
tuviese m á s objeto el hombre que servir hace brillar la luz del dia y la del re-
le de burla; si me ofreciese la b r ú j u l a pa l á m p a g o , que esparce un raudal de vida
ra producirme el naufragio, yo, que solo y de amor en el espacio; afirmo que el
soy miserable sombra en el horizonte Sér desconocido que no muere n i pasa,
me trocarla en su sombrío acusador; to- que creó el mundo, libro que el sacerdo-
marla por testigos á los innumerables te ha leido m a l , que dió la belleza como
mundos, se pondría el infinito de m i par forma á lo absoluto, que es real, á pesar
te, creo que hasta los abismos h a r í a n de la duda y de la fábula, afirmo que no
causa c o m ú n conmigo, echándole la cul es insolvente.
pa de todas nuestras desventuras; yo se
ría el inocente y él seria el culpable.

EFILOG-O.
Si solo el m a l debiera permanecer en
pió, si el fondo de todo fuese una inmen
sa mentira, todo se revolucionaría. Y a E n t r e s o m b r a s .
no seria un templo el cielo para los ojos
del hombre que le contemplan; l a i n
comprensible creación, encerrando hu
milde secreto, tampoco sería u n pedes EL ANTIGUO MUNDO.
t a l de gloria. De los campos, de las
arboledas, de los montes, de las envene Marea, desciende ahora, ya que es pre-
nadas flores, del furioso y loco caos de los ciso. J a m á s t u flujo subió tan alto. Pero
destinos, de todo cuanto aparece, desapa ¿por q u é estás t a n sombría y eres t a n
rece y vuelve á aparecer, partirla l ú g u - feroz? ¿Por q u é t u abismo g r i t a como
bre acusación; la realidad r e z u m a r í a por una boca? ¿Por q u é esa áspera l l u v i a ,
horrorosas hendiduras; el aire exclama esa sombra, esos rumores y esos huraca-
ría:—"Me entrega á los lluviosos soplos!,, nes soplan en t u nocturno clarín? Tus
E l gusano diría al astro:—"¡Te envidia olas suben con prodigioso rumor; a q u í
y para humillarte nos hace brillar á los tienes t u límite. Te digo que te pares.
dos!,, E l escollo diría:—"¡Me manda que No atontes á las antiguas leyes, á los
perjudique!,, E l mar exclamaría:—^"¡Con obstáculos y á los frenos antiguos, á la
fieso que él me hace cruel. „ Todo el u n i ignorancia, á la miseria n i á la autori-
verso serviría de picota a l Altísimo. dad del hombre sobre la mujer, n i al
gran banquete que rodean los deshere-
EL ANO T E R R I B L E . 697
dados, n i á las supersticiones n i á las grados. Detente, que es el juez! ¡Deten-
fatalidades; no atentos á ninguna de esas te, que es el sacerdote! Dios te ha dicho:
cosas sagradas. Desciende y cállate: edi- •—"Marea, no vayas m á s allá,,, pero t ú
fiqué estos recintos alrededor del géne- no haces caso y quieres tragarme. ¡ Dios
ro humano y l e v a n t é esas torres. ¡Pero mió! ¡El mar te desobedece, el mar i n -
sigues rugiendo y ascendiendo siempre! vade m i casa!...
T u frenético choque todo lo hace des-
aparecer en tropel; a q u í el viejo misal,
a l l á el código antiguo; arrastras en tus L A MAREA.
olas el cadalso; no toques al rey. ¡Cie-
los! yace derribado en el suelo. Veo Crees que soy la marea y soy el di-
t a m b i é n desaparecer á los hombres sa- luvio.

flN D E t TOMO Y.

TOMO V .
imtm

ÍNDICE
ODA-S Y BALADAS.
LIBRO Q U I N T 0 . - I 8 1 9 - I 8 2 8 .
Oda primera.—El primer suspiro 68
Páginas 68
Oda segunda.—Pesar
5 Oda tercera.—En el valle de Cherizy 69
Prefacio. Oda cuarta.—A tí 70
1853.. 7
Oda quinta.—El murciélago 71
Oda sexta.—La nube 71
ODAS: 1818-1822. Oda séptima.—La pesadilla 72
LIBRO P R I M E R O . Oda octava.—La mañana 72
Oda novena.—Mi infancia 72
Oda primera.—El poeta en las revoluciones 9 Oda décima.—A G... Y 74
Oda segunda.—La Vendée 10 Oda undécima.—Paisaje 74
Oda tercera.^—Las vírgenes de Verdun 12 Oda duodécima.—Otra vez á tí 75
Oda cuarta.—Quiberon 13 Oda décima-tercera.—Su nombre 75
Oda quinta.—Luis XVII 15 Oda décima-cuarta.—Acción de gracias 76
Ocla sexta.—Al restablecimiento de la estatua de Enri- Oda décima-quinta.—A mis amigos 76
que IV. . 16 Oda décima-sexta.—A la memoria de un niño. . . . 77
Oda séptima.—La muerte del duque de Berry. . . . 18 Oda décima-séptima.—A una niña 77
Oda octava.—El nacimiento del duque de Burdeos. . . 20 Oda décima-octava.—A lás ruinas de Montfort L' Amaury. 77
Oda novena.—El bautismo del duque de Burdeos. . . 21 Oda décima-novena.—El viaje 78
Oda décima. —Vision 23 Oda vigésima.—Paseo 79
Oda undécima.—Bonaparte 24 Oda vigésima-primera.—A Ramón, duque de Benau. . 80
Oda vigésima-segunda.^—El retrato de una niña. . . . 81
LIBRO S E G U N D O — 1 8 2 2 - 1 8 2 3 . Oda vigésima-tercera.—A la condesa A. H 81
Oda primera.—A mis odas 26 Oda vigésima-cuarta.—Lluvia de estío 82
Oda segunda.—La Historia 27 Oda vigésima-quinta.—Sueños 82
Oda tercera.—El partido destructor 28
Oda cuarta.—A mi padre 29 BAILADAS: 1833-1828.
Oda quinta.—A los reyes de Europa.—La comida libre. 31 Balada primera.—Una hada
Oda sexta.—La libertad 31 Balada segunda.—El silfo 86
Oda séptima.—La guerra de España 33 Halada tercera.—La abuela 87
Oda octava.— Al Arco de triunfo de la Estrella. . . . 35 Balada cuarta.—A Trilby, el duende de Argai!. . . . 88
Oda novena.—A la muerte de Mlle. de Sombreuil. . . 35 Balada quinta.—El gigante 89
Oda décima.—El último canto 36 Balada sexta.—La prometida del timbalero 89
Balada séptima.—La refriega 91
LIBRO T E R C E R O — 1 8 2 4 - 1 8 2 8 . Balada octava.—Los dos arqueros.—A Luis Boulanger. 92
Oda primera.—A Alfonso de Lamartine 37 Balada novena.—Escúchame, Magdalena 93
Oda segunda.—A Chateaubriand 40 Balada décima.—A un transeúnte 93
Oda tercera.—Los funerales de Luis XVII]. . . . 40 Balada undécima.—La caza del burgrave 94
Oda cuarta.—La consagración de Carlos X. . . . 42 Balada duodécima,—El paso de armas del rey Juan. 95
Oda quinta.—Al coronel G. H. Gustaffson. . . . 44 Balada décima-tercera.—La leyenda de la monja. . . 96
Oda sexta.—Las dos islas 46 Balada décima-cuarta.—La ronda del sábado. . . . 97
Oda séptima.—A la Columna de la plaza de Vendóme. 48 Balada décima-quinta.—La Hada y la Peri 99
Oda octava.—Fin 50

LIBRO C U A R T O — 1 8 1 9 - 1 8 2 7 . LAS ORIENTALES.


Oda primera.—El poeta 51
Oda segunda.—La lira y el arpa.—A Lamartine.. . 52 Prefacio iOo
Oda tercera.—Moisés en el Nilo 53 L—El fuego del cielo 109
Oda cuarta.—El sacrificio 54 I I . —Canaris. 112
Oda qu'nta.—A la Academia de los Juegos Florales. 56 III. —Las cabezas del serrallo 113
Oda sexta.—El génio.—A Chateaubriand 56 IV. —Entusiasmo 116
Oda séptima.—La hija de Otaiti 58 V. —Navarino 117
Oda octava.—El hombre feliz..—A Ulrich Guttinguer. 58 V I . —Grito de guerra del Mufti 119
Oda novena.—El alma 59 VIL—El dolor^del pachá 120
Oda décima.—Los juegos olímpicos 61 VIII. —Canción de los piratas 121
Oda undécima.—El canto del Circo 61 IX. —La cautiva . 121
Oda duodécima.—El canto del torneo, . . . . . 62 X. —A la luz de la luna 122
Oda décima-tercera.—El Antecrislo. . . . . . 63 XI. - E l velo 122
Oda décima-cuarta.—Epitafio 65 XII. —La sultana favorita 123
Oda décima-quinta.—El canto de Nerón 65 XIII. —El derviche 123
Oda décima-sexta.—La Demoiselle. . . . . . . . . 66 XIV. —El csstillo 124
Oda décima-séptima.—A mi amigo S. B 67 XV—Marcha turca. . • • . 123
Oda décima-octava.—Jeliová 67 XVI.—La batalla perdida. 126
700 INDICE D E L TOMO V .
Páginas Páginas

XVII. —El niño 127 Vil 201


XVIII. —Sara en el baño i27 VIII.—A Canaris. , 202
XIX. —Espera 128 IX . 202
XX. —Lázzara 128 X.—Al hombre que vende á una mujer. 203
XXI. —Deseo 129 SI. . 204
XXII. —La ciudad tomadu 129 XII. - A Canaris . 204
XXIII. —El adiós de la huéspeda árabe 130 XIII. . . . . 205
XXIV. —Maldición 130 XIV. . . . . 206
XXV. —Los pedazos de la serpiente 131 XV. —Consejo. . 206
XXVL—Nourmahal la roja 131 XVI. . . . . 208
XXVII.—Los Djinns 132 XVII. —A Alfonso Rabie . 209
XXVÍIL—El sultán Achmet 132 XVIII. —Al enviarlas «Mojas de otoño» amadame . 210
XXIX. —Romance morisco 132 XIX . 210
XXX. —Granada 133 XX . 210
XXXI. —Las florecillas. . . . \ 135 XXI . 211
XXXII. —Fantasmas. . 136 XXII. —Canción nueva sobre un aire antiguo. . 212
XXXllL—Wazeppa 138 X X I I I . —Otra canción . 212
XXXIV. —El Danubio encolerizado 139 XXIV 212
XXXV. —Desvarío 141 XXV '. 213
XXXVL—Éxtasis 141 XXVL—A madaraoiselle J. . . 213
XXXVII.—El poeta al califa . . . . . . . . . 141 XXVIL—La flor y la mariposa. . 215
XXXVIIL—Bounaberdi .142 XXVIII. —A la orilla del mar. . 215
XXXIX.—Él 142 XXIX. . . 216
XL.—Noviembre 143 XXX.—Esperanza en Dios . 217
XXXi. . 217
XXXII. —A Luís B*. '. '. 217
HOJAS DE OTOÑO. XXXIII. —En la iglesia de ^ . . _ . 219
XXXIV. —Escritos en la primera página de un ejemplar
del Petrarca 222
Prefacio 147 XXXV 222
I 151 XXXVI.. 223
l í . - A M. Luis B ' 152 XXXVIÍ.—Á Luisa B. '. '. '. '. 224
[II.—Sueño de un transeúnte á propósito de un rey. . 153 XXXVIIL—La duda.—A Luisa B 225
IV 154 XXXIX.—Date lilla 225
V. —Lo que se oye en lo alto de la montaña 155
VI. —A un viajero 156
Vil.—Ante un ventisquero del Ródano. . . . . .
VIII. —A M. David, escultor
157
157 VOCES INTERIORES.
IX. —A M. de Lamartine 158
X 160
XI. —Desprecio 161 Prefacio, 231
XII 162 í.. . 233
XIII. 162 i.—Sunt lacryme rerum. 234
XIV. 162 III 238
XV. 163 IV. —El Arco de Triunfo.. 238
XVL . . . . . . . . . . . . . . . 164 V. —Dios está siempre allí. 243
XVII. 164 Vi 246
XVIII. . . 165 VIL—A Virgilio 247
XIX. 166 VIII 247
XX 166 IX. —Mientras la ventana estaba abierta. 248
XXÍ 167 X. —A Alberto Durero 248
XXII.—A una mujer 167 XI. 249
XXIII. 167 XII.—A OI 249
XXIV. . 168 XIII Ü49
XXV. 168 XIV. —Abril.—A Luis B. 250
XXVI. 169 XV. —La vaca.. . . 250
XXVII.—A mis amigos L. B. y S, B 169 XVI. —Pasado.. . . 251
XXVIIL—A mis amigos S. B. y L. B 170 XVIL—En el mar. . 251
XXIX. —La pendiente de la imaginación 171 XVIII 253
XXX. —Recuerdo de la infancia.—A José, conde de S. . 172 XIX. —A un rico. . . 253
XXXI. — A madame María M 174 XX 255
XXXII. —Para los pobres 174 XXI 255
XXXIli.—A..., trapista en la Meilleraye 175 XXII. —A los pájaros escapados. 255
XXXIV. —Bievre.—A M. Luisa B 17 XXIII. 257
XXXV. —Puestas de sol 176 XXIV. —Tentanda vía est. . . 257
XXXVI 178 XXV 258
XXXYII.—La oración pira lodos 178 XXVL—Después de una lectura del Dante. 238
XXXVIIL—Pau 182 XXVIL—Pensar, dudar.—A Luisa B . . . 258
XXXIX 183 XXVIII. —A Eugenio, vizconde H. . . . 260
XL. 184 XXIX. —A Olimpio 262
XXX. —La tumba y la rosa.. . . . , 266
CANTOS DEL CREPÚSCULO. XXXI ' . , , 266

Prefacio 187
RAYOS Y SOMBRAS.
Preludio 189
I . —Versos escritos después de Julio de 1830. . . . 191 Prefacio 269
I I . —A la Columna '. 194 I . —Función del poeta 273
I I I . —Himno 197 I I . —El 7 de Agosto de 1829 .275
IV. —Bodas y festines 197 I I I . —Al rey Luis Felipe 277
V. —Napoleón I I 198 IV. —La boardilla 277
VI. —A propósito del baile del Hotel de Ville 201 V 281
ÍNDICE D E L TOMO V . 701
Pág;n is Faginas

. . 281 IX 342
VI. 342
VH.—El mundo y el siglo X
282 XI 342
VIII. —Al señor duque de 343
IX. —A Fanny de P 283 XII. —A propósito de la ley Faider
X 283 XI L—En la orilla del mar ". 343
XI. —Fiat voluntas 284 XIV.—No 344
X I I . —A Laura, duquesa de A 284 LIBRO CUARTO.—Ha glorificado á la religión.
XIII 28á
XIV.—En el cementerio de 286 I . —Sacer esto 344
XV 287 I I . —Lo que el poeta se decía en 1848 . 345
XVI. 287 I I I . —Las comisiones mixtas.. - 345
XVII. —Espectáculo tranquilizador 287 IV. —A los periodistas de ropa corta 345
XVIII. —Lo que sucedía en las Fuldenses hacia 1813 288 V. —Alguno ^46
XIX. —El escultor David 290 VI. —Escrito el 17 de Julio de 1851 al bajar de la tri-
XX. —A un poeta 293 buna 346
XXL—Lo que cantaba una guitarra -93 VIL—Un periodista 347
XXil. 294 VIH.—El ya nombrado 347
X X I I I . —Al pasar por la plaza de Luis XV un día de fies- IX 348
ta pública 294 .—Alba 348
XXIV. —Mil caminos-y un solo objeto 295 XI • - 349
XXV 296 XII. —A cuatro prisioneros 349
XXVI. —A una joven 296 XIII. —Se hospeda de noche 349
XXVII. - A Luis B 296 LIBRO QUINTO. —La autoridad es sagrada.
XXVIII 296
XXIX. —Encuentro 297 I.—La consagración 350
XXX • 297 IL—Canción 351
XXXÍ.—La sombra. '. '. . 298 III. —El manto imperial 351
XXXII.—Tristeza de Olimpio 298 IV. —Todo se vá 352
XXXUI.—La música data del siglo diez y sei>. . . . 300 352
XXXIV. - L a estátua 303 VI 353
XXXV 304 VII. —Las grandes corporaciones del Estado 353
XXXVI. —Versos escritos en la tumba de un niño en la VIH 354
orilla del mar 304 IX. —Canción de los que se van por el mar 354
XXXVIL—A. L 304 X. —No te desprenderás de él 354
XXXVIIL—Ceruleura mare 305 X I . —Paulina Roland 356
XXXIX 306 XII 357
XL.—Los náufragos 307 X I I I . —La expiación. . ., 357
XLI.—Noches de Junio 307 LIBRO SEXTO.—La estabilidad está asegurada.
XLII.—Sabiduría.—A Luisa B 307
I . —Napoleón III 361
I I . —Las mártires 362
LOS CASTIGOS. ID.—Himno de los transportados 362
IV.—Canción 363
—Deslumbramientos. . . '. 363
Prólogo de la primera edición 313 VI. —A los que duermen 364
En el momento de regresar á Francia 315 VII. —Luz 365
Nox . . . . . . . . . 317 VIÍL—A las mujeres 365
LIBRO PRIMERO.-La sociedad se ha salvado. IX. —Al pueblo 366
I 321 X 366
X I . —El partido del crimen 366
I I . —Tolón 322 XII 367
III " 323 XIII. —A Juvenal 367
IV. —A los muertos del 4 de Diciembre 323 XIV. —Floreal 370
V. —Aquella noche 323
XV. —Stella 370
VI. —El Te-Deum del 1.° de Enero de 1852 324
XVI. —Los tres caballos 371
VIL—Ad majorem Dei gloriam 325
XVII. —Aplauso 371
VIII. —A un mártir 326
IX. —El arte y el pueblo 326 LIBRO SÉPTIMO—Los salvadores serán vencidos.
X. —Canción 327 I 372
XI. . • • 327 I I . —El retroceso 373
XII. —Mapa "de Europa. 328 III. —El cazador negro 374
XIII. —Canción . . 3 2 8 IV. —La cloaca de Roma 374
XIV 329 V 376
XV. —Confrontaciones 32 V I . —Canción 376
LIBRO SEGUNDO—Se ha restablecido el orden. VII. —Pátria 376
VIH.—La caravana 377
I . —Idilios 329 IX 378
I I . —Al pueblo 330 X 379
III. —Recuerdo de la noche del dia 4 331 XÍ 379
IV 331 X I I . —Palabras de un conservador á propósito de un per-
V 331 turbador 379
VI. —El otro presidente. . 332 X I I I . —Fuerza de las cosas 382
VIL—A la obediencia pasiva 332 XIV. —Canción 380
LIBRO TERCERO.—Se ha restaurado la familia. XV 383
XVI. —Ultima palabra 383
I . —Apoteosis 335 Lux 384
I I . —El hombre se rie 336 El Fin 387
III. —Fábula ó historia 336
IV ' 337
V. —El buen propietario en su casa..
VI. —Esplendores
338
338
LAS CONTEMPLACIONES.
VIL—Regalada vida 339
YIIL—El emperador se divierte 341 Prefacio. 391
702 INDICE D E L TOMO
Pásinss
XIX. —Barracones de la feria 434
393 XX. —Insomnio 434
Introducción X X I . —Versos escritos en el plinto de un antiguo bajo-re-
LIBRO PRIMERO.—Aurora. lieve. 435
395 XXII 435
I.—A mi hija. . . X X I I I . —El aparecido 436
II 396
396 XXIV. —A los árboles 437
IIÍ.—Mis dos hijas. XXV 438
IV. . . . . . 396
397 X X V I . —El poeta 438
V. —A Andrés Chenier. . . . . . X X V I I . —La naturaleza 439
VI. —La vida en el campo. . . . . 397
398 X X V I I I . —Magnitudo parvi 439
VII. —Respuesta á un auto de acusación.
VIH.—Continuación 400
IX • 402
402 LIBRO CUARTO.—Rauca Mee.
X. —A madame D. G. de G
X I . —Lise 402 I 447
X I I . —Veré novo. . . . . . . . 403 I I . —15 de Febrero de 1843 447
XIII. —A propósito de Horacio. . . . 403 I I I . —Tres años después 447
XIV. —La sansanita. . . . • . . • 405 IV. 449
XV. —Hácic 1820 405 V. 449
XVL—A. M. Froment-Meurice.. . . 405 VI. . . . . . 449
XVII,—Los pájaros 406 VIL 450
XVIIL—Antigua canción de la juventud. 406 VIII. 450
XIX. —El poeta ciego 407 IX. 450
XX 407 X. 451
XXL—La fiesta en casa de Teresa. 407 XI. 451
XXII.—La infancia. . . . . 408 X I I . - -En qué pensaban los dos caballeros en el bosque. 451
XXIII 408 X I I I . —Veni, vidi, vici 452
XXIV.'—Unidad. ". ". *. . ". ! 408 XIV. 452
XXV. —A los que me combaten. 409 XV. —En Villequier 453
XXVI 411 X V I . —La muerte 455
XXVII 411 X V I I . —Cárlos Vacquerie 455
XXVIII.—Alto en la marcha. . 411
LIBRO QUINTO.—En marcha.
LIBRO SEGUNDO.—El alma en flor. I . —A Augusto Vacquerie 456
I.-—Primer dia de Mayo. . . . 412 I I . —Al hijo de un poeta 457
II 413 I I I . —Versos escritos en 1846 457
Xii.—El torno de hilar de Omfala. 413 I V . —Post-scriptura en 1855 462
I V . —Canción 413 V. - A Luisa B 462
V. —Al anochecer 413 V I . —A vosotros los desterrados 463
VI. . • 414 VII 464
VII 414 V I I L — A Julio J 464
VIIL—Oyendo á los pájaros. 414 IX —El mendigo 4SS
IX.—Abrazo. . . . . . 415 X. —En las Fuldenses 465
415 X I . —Ponto 466
X I . —Egloga. 415 X I I . —Dolofosae 466
XII. . . . 415 XIII 467
XIII. 416 XIV. —Clara P 467
X I V . —Palabras dichas en la oscuridad. 416 XV. —A Alejandro Dumas 468
XV. 416 X V I . —Mugitusque boum 468
XVL—Bajo las árboles 416 X V I I . —Aparición . . ._. . 469
XVII 417 X V I I L — A l poeta que me envia una pluma de águila. . 469
XVIIL—No envidiemos nada. . . 417 XIX. —Cerlgo 469
XIX.—Hace frió 418 XX. —A Paul M . 470
XX 418 XXI 470
XXI 418 X X I I . —Pastores y rebaños 471
XXII.—Después del invierno. . . . . 419 XXIII 471
XXIII 420 XXIV. —Los desgraciados 471
XXIV 420
LIBRO SEXTO.—Al borde del infinito.
XXV. —Crepúsculo 421
X X V I . —El nido en la portada de ia iglesia. 421 I . —El puente. . 475
X X V I I . —Una tarde que miraba al cielo. . 421 I I . —Ibo 476
III 476
LIBRO TERCERO.—Luchas y fantasías. I V . —Se debe creer, pero no en nosotros 477
I . —Versos escritos en un ejemplar de la «Divina Co- V. —En el cementerio de San Juan 477
media».. 422 VI. . . . 484
I I . —Melancolía 423 VIL—Clara 484
I I I . —Saturno 426 VIH.—Asomado á la ventana durante la noche. . . . 487
I V . —Versos escritos debajo de un crucifijo 427 I X . —Claridad 488
V. —Quia pulvis es 427 X. —A los ángeles que nos ven 488
V I . —El manantial 428 X I . —Cadáver 488
VIL—La estátua 428 X I I . —A la que cubre un velo 489
VIII 428 X I I I . —Horror 490
IX. 429 XIV. —Dolor 492
X. —Amor 429 XV. —Viaje de noche 493
X I . —? 430 XVL—Religio ' 494
X I I . —Explicación 430 XVII.—Spes 494
X I I I . —El mochuelo • . •£" 430 XVIIL—Lo que es la muerte . 495
XIV. — \ la madre que se le murió un niño. 431 XIX. —Los magos 493
XV. —Epitafio 432 XX. —Llamando á una puerta 501
X V I . —El maestro de escuela 432 X X I . —Nomen, Numen, Lumen. 502
X V I I . —Lo que vi un dia de primavera. . 433 X X I I . —Lo que me dice la boca de la sombra. . . . 502
XVIIL—Interior . 434 X X I I I . —A la que se quedó en Francia. . . . . . 509
INDICE D E L TOMO V . 703
Páginas Páginas

IL—La verdad en el vino 562


LAS CANCHES DE U S CALLES Y DE LOS BOSftUES. IIL—Celebración del 14 de Julio en el bosque. .
I V . —Recuerdo de las antiguas guerras
. . 563
564
V. —La ascensión humana 565
Prefacio 515 VL—El gran siglo 569
El caballo 517 VIL—Igualdad 569
VIII.—La siesta del león 570
LIBRO PRIMERO.—En la juventud.

I 571
I . —Orden del dia de Floreal 519 I I . —Durante una enfermedad 571
II 519 I I L — A un amigo 572
III 520 IV.—Clausura 572
IV. —El poeta se ilusiona con los campos.. . . . . 520
V. —Interrupción de una lectura de Platón 522 Al caballo.
VI 522
Al caballo 575
VIL—Genio Libri 522
ZX.—Co3=n.plxca.cl03aes d.el xcLeetl.
I . —Paulo Minora Canamus 523
EL AUTE DE SER ABUELO.
I I . -Realidad 524
I I I . —Al salir del colegio 525
I V . —Paupertas 525 I.—A Ouemesey.
V. —Himeneo 526 I . —El desterrado satisfecho 581
V I . —Hilaritas 526 II 582
VIL—Meudon 527 IIL—Sale Juana 582
V I I I . — A l oido del lector. 528 I V . —Víctor sed victus 582
IX. —Sénior est júnior 528 V. —El otro niño 582
XII.—FaMa, 3"•u.a.n.a.. V I . —Jorge y Juana 583
I. 531 V I I 583
IL 531 VIH.—LiEticia rerum. 584
I I I . —Desafío en el mes de Junio 532 IX 584
IV 533 —Primavera 585
V. —A Juana 533 X I . —Ventanas abiertas 585
VL—Meteoros ígneos 533 X I I . —Uno menos 585
Fscra. otras. I I . —Juana dormida.
L . 535 La siesta 586
IL 536
IIL 536 I I I . —La luna.
IV. —Chelles 536 L. 587
V. —Decenario de mujeres. . 537 II. 587
VI 538 IIL 587
VII 538 IV. 588
VIII. 538
IV.—El poema del jardín de las Plan-
I.—La encina del parque destruido 539
I . . 588
IL—Escrito en 1827 543 II. . . . . . 589
"VX.—Xja etersa-a, 3a.o-vela. I I L — A Jorge. . . 589
L—El dedo de la mujer 545 IV.—Otra vez á Dios, pero con restricciones. . . 590
I L — A l poeta Merante 545 V.—A Juana 591
IIL—Cuidado! 546 VI. 591
IV. —A doña Rosita Rosa 548 VIL 532
V. —A Rosita 548 VIH. 593
V I . —Por eso ella callaba 548 IX. 594
V I L — A la bella imperiosa 549 V. —Juana dormida 595
V I I I . —Notificación irrespetuosa 549
IX. —Confianza 550 VI. —Edad provecta y edad infantil
X. —El nido 551 confundidas.
XL—A propósito de doña Rosa 551 I 595
XII.—Las buenas intenciones de Rosa 552 II.—Canto de la cuna 595
XIIL—En las ruinas de una abadía 552 IIL—La cicatriz 596
XIV. —Los demasiado felices 553 I V . —Un sopapo 596
XV. —A un visitador parisiense 553 V 597
X V I . —Denuncia del espíritu de los bosques 554 V I 597
X V I I . —Contestación al espíritu de los bosques. . . . 554 VIL—Canción para hacer bailar en corro á los niños
XVIIL—Carta 555 pequeños 597
XIX.—El olvido 556 V I I I . — E l jarrón roto 597
LIBRO SEGUNDO—En la edad madura. IX. 598
X.—^xa.Su, cree. 598
I,—Desde la mujer al cielo 557 VII. —Ea Inmaculada Concepción. . 599
IL—La iglesia . 557
IIL—Estación de la siembra 559
VIII. —Eos garrapatos del estudiante. 599
'aoa.ros y ra-xn-os. IX. — Eas calaveradas del abuelo
I. 559 cuando era niño 601
IL—Una alcoba al sol levante 560 X. —Síiños, pájaros y flores.
IIL—Comedia entre las hojas 560
IV 561 I 601
II 602
XXX.—Xj5.Toerta,cL, Xg-u-aia-ad., X^rateraa-ia-acL. I I I — E n el jardín 602
161 IV.—El que agua la fiesta 602
704 1MDICE D E L TOMO V .
Páginas Páginas

V. —Ora, ama 603 EXTENSO


603 I . —I.0 de Enero . 651
V I . —Sé libre . 651
I I . —Carta á una señora. . . .
XI. —Juana apedreada.. . . 604 . 652
I I I . —Necedad de la guerra.. .
605 IV. . . . 652
XII. —Juana dormida. . . . . 653
V. —Intimación
XIII. —I<a epopeya del león. V I . —Una bomba en las Fuldenses . 653
605 VIL—La paloma mensajera . 654
I . —El paladín
606 V I I I . —La salida • 654
I I . —El ermitaño. . 655
607 I X . —En el circo
III—La caza y la noche
608 X. —Después de las victorias de Bapaume, de Dijon y de
IV.—La aurora 655
Villersexel
XIV. —Séres desaparecidos. 609
X I . —Entre dos bombardeos 656
XV. —ILaus puero. XII 656
XIII.—Capitulación 657
I . —Los niños mimados. 609
I I . —El Syllabus. . 610
I I I . —Versos que envolvieron una moneda en una cues- I . —Antes de la conclusión del tratado 657
tación que hizo Juana 611 I I . —A los que sueñan con la monarquía 658
I V . —A propósito de la ley llamada de libertad de ense- I I I . —Filosofía de las consagraciones y de los corona-
ñanza 611 mientos 658
V. —Los niños pobres 612 IV. —A los que nos vuelven á hablar de fraternidad. . 659
V I . —A los campos 612 V. —Ley de formación del progreso 659
VIL—Casada y madre 612
VIII.. 613 662
I
XVI. —Dos canciones. I I . —La lucha 663
I I I . —Luto 663
I . —La canción del abuelo 614 664
IV. —Rl entierro
I I . —Canción del antepasado 614 664
V
XVII —Juana dormida 614
XVIII. - Poesías que los niños lee- I . —Los precursores 665
rán cuando sean hombres. I I . —La madre que defiende á su hijo. 665
III. 666
I . —Pátria ^ . 615 I V . —Un grito de angustia. 666
I I . —Perseverancia 616 V. —No toméis represalias. 667
I I I . —Progreso 616 V I . —La pena del Talion. 668
I V . —Fraternidad 617 668
VII
V. —El alma persiguiendo lo verdadero 618 669
VIII..
IX 669
EL A.NO TERRIBLE.
I.—Los dos trofeos. . 670
Prólogo.—Los 7.500.000 votos 627 II 671
III.—Paris incendiado. 672
E l año terrible 631 675
IV
-A.G-OSI'O ±370. V. —Una noche en Bruselas,. -. . 676
Sedan 633 V I . —Expulsado de Bélgíci. . . . 676

I . —Elección entre las dos naciones. 636 I. . 678


I I . —A príncipe, príncipe y medio. . 637 II. 678
I I I . —Digno es el uno del otro. . . 638 III. 678
I V . —Paris bloqueado 638 IV. 679
V. —A Juana 638 V. —Al salir de Bruselas. . 679
V I . —A madame Paul Meurice. 680
VII 680
I.. 639 VIII.—Quién tiene la culpa? 680
II. 639 681
IX
III. 640 X. 681
XI 681
641 X I I . —Fusilamientos 682
I . —A.1 anochecer desde las murallas de Paris.
641 X I I I . —A los que se ven pisoteados. 683
I I . —Paris difamado en Berlín 684
642 XIV. —A Vianden. . . . .
I I I . —A todos aquellos príncipes. . . . . XV. 685
IV. 643
XVI. . . . . . . . . 685
V.—Al ver flotar en el Sena algunos cadáveres de pru-
643 XVII 686
sianos 687
643 XVIII.—Los inocentes. . . .
VI
VIL 643
VIII 644 I . —Las dos voces 687
I X . —Al obispo que me llama ateo.. . 644 I I . —Flujo y reflujo 689
X. —A la niña enferma durante el sitio. 645 I I I . —El porvenir 690
IV. —Los crucificados. . . . . 691
V. —Falkenfels 691
I. . . 646 692
646 V I . —Los que insultan
II. . . . . . . . . . . . . VIL—Proceso á la revolución. , . 692
I I I . —El mensaje de Grant 646 692
647 V I I I . — A Enrique V
I V . —Al cañón Víctor Hugo. . . . . IX 693
V. —Proezas borusas 648 694
648 X
V I . —Los fuertes XI 695
V I L — A la Francia 649
VIH.—Nuestros muertos 649
IX.—De quién será la victoria definitiva? . 650 Entre sombras 696
Biblioteca Pública de Soria

71644472 DR 10014 (V.5)


10014

You might also like