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DE OCA A OCA cado, emblema de la vida, con sus vueltas y sus decepciones, camino que debe recorrer el hombre hasta su muerte. Aquél que encuentra «el camino correcto» sufte menos las miserias mundanas y alcanza rapidamente el cono- cimiento. Un buen ejemplo lo tiene el lector en el cbdice de Moralia in Job (afio 945), obra de Florencio de Valerdnica, uno de los mejores miniatu- ristas hispanos que ha dejado en las paginas de este cédice un laberinto de rombos con 260 letras y signos. Llegamos al laberinto, palabra magica y simbolo universal representado en todas las partes del mundo. El ms popular estuvo en Creta, pero hay otros perdidos en las ruinas mayas, aztecas, incas, en las cordilleras del Hima- laya, en el Yucatén, en la isla de Gotland (Suecia) y, como no, en el legen- dario y mégico Egipto. Alli seguimos los pasos de Osiris en el lago El Fayum, el antiguo Moeris, donde existié el laberinto més grande del mundo, el templo de Amenemhat III. Un gran juego de la Oca que guardaba el saber de la humanidad. Del nombre egipcio de este monumento, Lapi-ro-hunt «templo a la entrada del lago», deriva el nombre griego de labyrinthos. El palacio del Labrys cretense o palacio de Cnosos, y el templo de Amenem- hat III quedan hermanados por una misma simbologia, el laberinto, pieza clave en el juego de la Oca. Hemos mencionado a Creta, con su laberinto del palacio de Cnosos, alli donde Teseo dio muerte al Minotauro y escapé gracias al hilo de Ariad- na. Convendré citar también que en el Museo Arqueolégico de Heraklion, la antigua Candia, se conserva el denominado «disco de Festos», piedra cir- cular con inscripciones en espiral. No resulta descabellado pensar que esta espiral, hasta ahora indesciftada, puede representar las constelaciones con sus principales estrellas. De estar en lo cierto este disco dejarfa testimonio de un conocimiento astronémico milenario cargado de simbolismo, el mis- mo simbolismo que recogié mds tarde el juego de la Oca. Aunque invertida, en comparacién con el juego de la Oca, la espiral del disco de Festos» podria ser el origen del juego. La espiral estd seccionada por casillas de diversa importancia, segiin su extensién, que sefialan varios signos, hoy por hoy, indescifrables. El numero de casillas suma 31, Tales casillas delimitan signos geométricos semejantes a las letras del alfabeto. Si esta teoria fuese cierta demostrarfa que nuestras letras derivan de observa ciones astronémicas porque el disco es, en resumen, un mapa del firma- 33 DE OCA A OCA Posiblemente los ntimeros indican que nada nacié de la nada y por eso el cero no adquiere valor en alquimia y cabalistica. De nuevo tenemos que mencionar las teorfas del Big Bang, la gran espiral cdsmica, que aseguran que hubo un nticleo originario del cual surgié el universo, y ese nticleo no es forzosamente Dios, aunque as{ quieran verlo algunos, sino el principio activo de la naturaleza que las religiones han asociado con Dios. El tablero de la Oca, como se ha dicho, tiene 63 casillas y 14 ocas 0 cis- nes. Su disposicién es la habitual en la cosmogonja rosacruciana: siete seg- mentos consecutivos y centripetos, cada uno formando nueve celdas y rema- tado por un ave solar, la oca. Ambas cifras, siete y nueve, desempefian profundos conocimientos en la numerologfa cabalistica. «De oca a oca» se suceden los arcanos: puente, posada, pozo, cArcel, dados, laberinto, etc. La desviacién entre los nuimeros sobre las dos espirales es de 31 y el pozo, en el que puede caer el jugador, est en la casilla 31 para simbolizar que apar- tarse o desviarse del camino conduce a los abismos. EI néimero 58 ~cuyos digitos suman 13, nimero de mal fario en la tra- dicién cristiana— corresponde a la parca. Si el jugador cae en ella, es decir, si muere, las reglas del juego le obligan a volver atrés para empezar de nue- vo, para emprender una nueva vida donde no cometa los errores de la extin- guida. En vocabulario inicidtico, a reencarnarse. En Ja ultima casilla la recompensa es un jardin, representacién del parafso o nirvana que reciben quienes alcanzan la sabidurfa y una existencia de perfeccién. El juego de la Oca, ademis, es la representacién del huevo, semilla de la generacién y origen de la vida para muchos pueblos.’ Los antiguos le lla- maron «huevo cosmolégico», el anginum dru{dico amasado con baba de serpiente, simbolo del universo. Conseguir el anginum era motivo de impor- tantes ceremonias mégicas de las que guarda recuerdo el pueblo gallego. Para ello se requerfa una determinada fase lunar y coger al vuelo con un trapo blanco la saliva del basilisco!7, Variante del basilisco es el gallo que al cumplir siete afios pone un huevo del cual nace una culebra. Otra vez el numero siete, la cdbala, el hermetismo. El huevo estuvo asimilado a la cebo- lla por sus siete capas que la unfan a los siete planetas, los siete dias de la semana, etc., y por eso las cebollas adoptaron poderes mégicos en la far- macologta medieval. Atin hoy, los vegetarianos atribuyen infinidad de pro- piedades a la cebolla, y sin duda las tiene. 35 DE OCA A OCA el paraiso; en resumen, el huevo césmico, el conocimiento que le har eter- no al poseer la piedra filosofal que permite elaborar el elixir de la vida, la amrta’? de la tradicién mitica hindu. Los juegos infantiles, como los cuentos, guardan memoria del simbo- lismo bésico para la formacién intelectual y espiritual del nifio. Lamenta- blemente, los juegos tradicionales han dado paso a los juegos de ordena- dor, mas atractivos, mds sofisticados, pero mucho menos instructivos. Los juegos electrénicos incitan a la violencia, al caos subconsciente, a la frus- tracién ante la incapacidad de vencer a la mdquina. Esta frustracién incons- ciente Ileva a los nifios al desarraigo familiar, al despego de los valores tra- dicionales porque no encuentran sentido a su existencia, a su vida, a sus juegos. Juegos como el parchis, la rayuela, la oca, el ajedrez, las cunitas de gato, etc., propician, junto con los cuentos, todo un mundo de experien- cias misticas subconscientes que forman y ayudan al nifio a vencer sus temo- res ante la existencia, porque sientan las bases de una espiritualidad nece- saria para vivir, amar y evolucionar intelectualmente. 37

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