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Extranos comienzos No sabemos cémo empezé el arte, igual que ignoramos cual fue el comienzo del lenguaje. Si tomamos la palabra arte para signifi- car actividades como construir templos y casas, realizar pinturas y esculturas o trazar esquemas, no hay pueblo en el mundo que carezca de arte. Si, por otra parte, entendemos por arte una espe- ce de lujosa belleza, algo que puede gozarse en los museos y exposiciones, 0 uma cosa especial que sirva como preciada deco- racién en la sala de mayor realce, tendremos que advertir que este empleo de la palabra corresponde a una evolucién muy reciente y que muchos de los mayores arquitectos, pintores y escultores del pasado jams pensaron en ello. Podemos comprender mejor esta diferencia si nos fijamos en la arquitectura. Todos sabemos que existen hermosos edificios y que algunos de ellos son verda- deras obras de arte; pero rara es, en todo el mundo, la construc- ‘in que no ha sido erigida con un fin determinado. Quienes emplean e305 edificios como lugares de culto, esparcimiento 0 vivienda, los juzgan ante todo segtin un criterio de utilidad Pero, aparte de esto, puede gustarles o no el disefio, la propor- cin de su estructura, y apreciar los esfxerzos del buen arqui- tecto para construirlos, no sélo de manera prictica, sino correcta En el pasado, la actitud respecto a los cuadros y las estatuas fue, con frecuencia, anéloga, No se concebian como simples obras de arte, sino como objetos con una funcin definida, Estaria pobrement= dotado para juzgar la arquitectura quien ignorara los requerimientos a que obedecia su construccién. Asimismo, no somos aptos para comprender el arte de otro tiempo si ignora- mos los fines a que sirvi6. Cuanto mis retrocedemios en la histo- ria, mas deiinidos, pero también més extranos, son esos fines a Jos que se suponia que el arte tenia que servir-Y lo mismo sucede hoy si dejamos las villas y ciudades y nos dirigimos al campo, o, mejor atin, si abandonamos nuestros paises civilizados para viajar por aquelles otros cuyos modos de vida conservan atin seme- janaa con las condiciones en las cuales vivieron nuestros remotos 38 Ext comieas antepasados. Llamamos primitivos a esos pueblos, no porque sean. mis simples que nosotros —los procesos de su pensamiento son a menudo més complejos—, sino porque estin mucho mis proximos al estado del cual emergié un dia la humanidad. Entre ¢s0s primitivos no existe diferencia entre construccién itil y creacion de imagen, en cuanto a la necesidad concierne. Sus chovas estin alli para resguardarlos de la lluvia, el viento, el sol, Y también de los espiritus que los producen; ls imgenes estén hhechas para protegerlos de otras fuerzis que son, en su con- cepto, tan reales como las de la naturaleza, Pinturas y estatuas —en otra palabras— son empleadas con fines mégicos. No podemos esperar comprender esos extrafios comien- 20s del arte a sin tratar de introducimnos en elespirita de los pue- blos primitivos y descubrir qué clase de experiencia es la que Jes hizo imaginar las pinturas, no como algo agradable de con- templar, sino como objetos de poderoso emples. No creo que sea ‘an dificil asimilar ese modo de sentir. Lo tinico que se requiere ¢s la vohuntad de ser honrados con nosotros mismos y pregun- ‘amos si no seguimos conservando también algo de primitivos ‘en nuestra existencia. En lugar de comenzar por la época glaciar, empecemos por nosotros mismos. Supongamos que tomamos un retrato de nuestro jugador de fitbol o estrella de cine fivori- ‘os, publicado en un periédico. ;Disfrutariamos pinchindoles Jos ojos con una aguja?, znos sentiriamos tan indiferentes como si hiciéramos un agujero en otro lugar cualquiera del papel? Creo que no. Aun teniendo plena conciencia de que lo que les hhagamos a sus retratos no perjudicaré en nada alos represen- tados, experimentamos un vago reparo en herir su imagen. De alguna manera sigue existiendo en mi el absurdo sentimiento de que lo que se hace en un retrato se le hace también ala per- sona que representa. Ahora bien, si no estoy equivocado, siesta eextrafia ¢ irrazonable idea sobreviene incluso entre nosotros, cn la era atémica, es bastante menos sorprendente que nociones acl pebitricsy primiies;Anésce antigua semejantes existan en casi todos los pueblos lamados primitives. En todas partes del mundo los médicos o hechiceros han tratado de operar migicamente en anélogo sentido; han hecho pequefias imagenes de un ser odiado y les han punzado el corazén, o lo han quemado, esperando hacer padecer al enemigo. Incluso el guy quemado el dia de Guy Fawkes es un residuo de semejante supersticién. En ocasiones, los pueblos primitivos atin dudan acerca de lo que es real y lo que es una pintura. En una ocasién, al dibujar sus animales un artista europeo, los nativos se alarmaron: «Si usted se los leva, ;cémo viviremos nosotros?». ‘Todas estas extrafias ideas son importantes porque pueden ayudarnos a comprender las més antiguas pinturas que han Megado haste nosotros, Son tan viejas como cualquier otro rastro de obra humana. ¥, sin embargo, al ser descubiertas en las pare- des de cuevas y rocas en Espafia (ilustuciin 19) y el sur de Francia (ilustrcién 20) en el siglo XIX, los arquedlogos no podian creer «que aquellas representaciones de animales tan vividas y naturales hubieran sido hechas por hombres del periodo glaciar. Poco poco, las rudas herramientas de piedra y hueso que se hallaron, cen esas regicnes fueron dejando en claro que aquellas pinturas de bisontes, mamuts y renos si habian sido pintadas por hombres que cazaban esos animales y que por eso los conocian tan bien. Es una experiencia extrafia descender a esas cuevas, ppasando a veces por pasadizos bajos y estrechos, siendo necesa- rio adentrarse en la oscuridad de la montaila, para ver de pronto la linterna trica del guia iluminar la pintura de un toro. Una ‘cosa esti clara: nadie se arrastraria hasta las pavorosas profundi- dades de la montaia slo para decorar un lugar tan inaccesible. Mis atin, pocas de esas pinturas se distribuyen con claridad por los techos o as paredes de la cueva excepto algunas pinturas de Ja cueva de Lascaux (ilustecin 21), Por el contrario, estin coloca- das ali confusamente, una encima de la otra y sin orden o desig- nio aparente Es verosimil que sean vestigios de aquella creencia 40 Extaios comms Universal en el poder de la creacién de imagenes; en otras pala- bras, esos cazadores primitivos creian que con sélo pintar a sus pPresas —haciéndolo tal vez con sus lanzas o sus hachas de pie- ddra— los animales verdaderos sucumbirian también a su poder. Natutalusente, esto es una mera conjetura, pero encuentra su mejor apoyo en el empleo del arte entre los pueblos primiti- ‘vos de nuestros dias que conservan ain sus antiguas costumbres. Bien es verdad que no encontramos minguno ahora —~al menos en lo que a mi se me alcanza— que trate de operar exactamente segiin esta clase de magia; pero la mayor parte de su arte est ligada a ideas andlogas acerca del poder de las imigenes. Adin existen pueblos primitivos que no utilizan mis que herramientas de piedra y que graban representaciones de animales en las rocas con fines migicos. Existen otras tribus que celebran festivales en los que se disfrazan de animales ¢ imitan sus movimientos en danzas solemnes. Flos también creen que esto ha de darles, de algtin modo, poder sobre sus presas; a veces imaginan que cier- ‘os animales estén emparentados con ellos de manera semejante a la de los cuentos de hadas, y que toda la tribu es una tribu de lobos, cuervos o ranas. Parece bastante extrafio, pero no tenemos que olvidar que esas ideas no han desaparecido del todo de nuestra propia época, como pudiera creerse. Los romanos crefan que Romulo y Remo habian sido amamantados por una loba, y poseian una imagen de bronce representindola, en el Capitolio de Roma, Aiin en nuestros dias, bajo Mussolini, tuvieron siempre una loba viva dentro de una jaula cerca de las escalinatas del Capitolio. No se conservan leones vivos en Trafalgar Square, pero el len briténico todavia se muestra lleno de vida en las paginas de Punch. Naturalmente, existe una gran diferencia entre esta clase de simbolos herdldicos y caricaturescos y la profunda serie dad con que los salvajes observan sus relaciones con el totem —como ellos denominan a sus animales familiares, pues pare- ce que, en ocasiones, viven en una especie de mundo imaginario Publ pics y primis: América angus cen el que pueden ser hombres y bestias al propio tiempo. Muchas tribus celebren ceremonias en las cuales llevan méscaras con rasgos de esos animales; nada mas ponérselas, sienten que se han. transformado, que se han convertido en cuervos 0 en 0s0s. ES algo semejante a cuando los nanos juegan a ser piratas 0 detecti- ves, llegando un momento en que no saben cuindo termina cl juego y comienza la realidad, Pero junto a los nifios siempre se halla el mundo de los adultos, el de las personas que dicen: «No hay que hacer tanto ruido», o «Es hora de acostarse». Para el salvaje no existe ese otro mundo que le arrebate la ilusion, porque todos los miembros de la tribu toman parte en los ritos y danzas ceremoniales con sus fantisticos juegos de ficcién, Han aprendido su significado desde muy antiguas generaciones, + estin tan atsorbidos por ellos que apenas tienen posibilidades de situarse fuera y contemplar criticamente su conducta. Todos tenemos creencias que presuponemos ciertas, tanto como los primitivos las suyas, hasta tal punto que no lo advertimos sino cuando nos encontramos con gentes que las cuestionan. ‘Todo esto parece tener poco que ver con ¢l arte, pero el hecho es que lo condiciona en varios aspectos. Muchas obras artisticas se han propuesto intervenir en estas extraiias costum- bres: de To que se trata, entonces, no es de sila pintura 0 a escul- tura es bella para nuestro criterio, sino de si opera, es decir, si puede ejecutar la magia requerida Ademis, el artista trabaja para gentes de su propia tribu, que conocen exactamente lo que cada forma y cada color se proponen significar. No se espera de ellos que inventen 0 cambien elementos de su medio, sino tan sélo que apliquen toda su destreza y su saber a la ejecucién de sus obras, Por o:za parte, no hace falta ir tan lejos para establecer paralelismos. El objeto de una bandera nacional no consiste en ser un trozo de tela coloreada que cualquier fabricante pueda alterar segiin su fantasia. El objeto de un anillo de boda no reside ‘en constituir un adorno que pueda emplearse o fabricarse segin 42 Beaabe cae nuestro antojo. Pero, aun dentro de lo que prescriben los ritos y costumbres de nuestras vidas, sigue habiendo un elemento de eleccién y de campo libre para que se manifiesten et gusto y la hhabilidad personales. Pensemos en el érbol de Navidad. Sus acce- sorios principales han sido moldeados por la costumbre. Cada familia tiene sus tradiciones y predilecciones, sin las cuales el ‘bol careceria de objeto. Pero, cuando llega el momento de ador- narlo, queda mucho por decidir. Puede recibir esta rama una vvelita? ;Hay bastante oropel en lo alto? sNo es demasiado pesada esta estrella, 0 este lado se sobrecarga en exceso? A un forastero, el conjunto del adomo quizé le result extrafio. Puede pensar que los arboles son més bonitos sin oropel. Pero para nosotros, ‘que conocemos su significado, se convierte en asunto de gran importancia decorar el érbol de acuerdo con nuestro plan. Hl arte primitivo se realiza de conformidad con semejan tes lineas preestablecidas, y, con todo, deja al artista campo de acci6n para mostrar su ingenio. La maestria écnica de algunos artesanos nativos es sorprendente. No debemos olvidar que, al hablar de arte primitivo, el término no implica que los artistas, sélo posean un conocimiento primitivo de su arte, Por el contra- rio, muchas tribus han desarrollado una habilidad asombrosa en 1a tall os trabajos de cesteria, la preparacién de cuero o la forja de metales, Si comprobamos la simplicidad de los utensilios con que han sido realizadas esas obras, no podremos sino maravillar- nos de la paciencia y la seguridad de toque adquiridos por esos artesanos primitivos a través de siglos de especializacién. Los ‘maories de Nueva Zelanda, por ejemplo, han aprendido a realizar ‘maravillas eft sus tllas de madera (ilusticiin 22). Claro es que el hecho de que una cosa haya sido dificil de hacer no prueba, necesariamente, que sea una obra de arte. Si fuera asi, a quienes construyen maquetas de barcos de vela dentro de botellas habria que situarlos entre los més grandes artistas, Pero esa prueba de estreza nativa debiera prevenirnos contra la creencia de que sus 45° Paclo rites y primis; Amica entigue ‘obras parecen extraordinarias porque no han podido hacer nada mejor. No’es su criterio de ejecuciém artistica el que se aparta de Jos nuestros, ino la suma de sus ideas, Cabe advertir esto desde el principio, porque toda la historia del arte no es una historia del progreso de los perfeccionamieutus tecnicos, sino una histo- ria del cambio de ideas y exigencias, Existe una evidencia cada vez mayor de que, bajo ciertas condiciones, los artistas primitivos pueden producir unas obras tan correctas en su interpretacion de Ja naturaleza como las mejores de un maestro occidental. Hasta mediado este siglo no se habia descubierto en Nigeria un grupo de cabezas de bronce que son las més convincentes representa- ciones que imaginar se pueda (ilustacién 23). Parecen datar de hace muchos siglos, no existiendo ninguna raz6n para creer que los artistas nativos aprendieran su arte de algiin extrafio, {Cuil puede ser, pues, la razén de que tan gran porcién_ del arte primitivo parezca de todo extrafia? Tal vez debamos ‘volvernos hacia nosotros mismos e intentar unos experimentos. ‘Tomemos un trozo de papel y garabateemos en él una cara.Tan s6lo un circulo para la cabeza, un palote para la nariz, ot para la boca. Hecho esto, miremos el monigote ciego. No parecer lastimoso? La pobre criatura no puede ver. Sentimos que debe- ‘mos darle ojos, jy qué descanso cuando ponemos los dos puntos yal fin, puede mirarnos! Para nosotros esto es un juego, pero para el primitivo, no. Un trozo de madera, con esas pocas formas esenciales, constituye algo nuevo y distinto para él. Toma los signos que realiza como indicio de su migico poder. No necesita hacer nada mds realista, toda vez que la imagen tiene ojos para iar La ilusracién 24 muestra la imagen de un dios de la guerra polinesio llamado Oro. Los polinesios son tallistas excelentes, pero no consideran que lo esencial sea darle a esa figura la imagen correcta de un hombre. Todo lo que podemos ver en ella sun trozo de madera cubierto de fibras entretejidas, S6lo los ojos y los brazos estin someramente indicados por un cordoncillo de 44 Bats comienos fibra; pero, al fijarnos en ellos, nos damos cuenta de que bastan para conferirle un aspecto de misterioso poder. No nos hallamos todavia enteramente en el reino del arte, pero nuestro experi- ‘mento del monigote puede ain ensefiarnos algo mis. Cambie- ‘mos la forma del rostro que hemos garabateado. Variemos la forma de los ojos de puntos a cruces, 0 a otro trazo cualquiera sin la més remota semejanza con los ojos. Hagamos de la nariz un circulo y de la boca una espiral. Dificilmente cambiaré, en tanto que su relativa posicién contimtie siendo mas o menos la ‘misma. Ahora bien, para el artista nativo este descubrimiento sig- nificaré mucho, pues le ensefiaré a extraer sus figuras o rostros de aquellas formas que més le gusten, y que mejor se adapten su especial habilidad. El resultado quizé no sea realista, pero conservari cierta unidad y armonia de disefio, que es lo que, con toda probabilidad, le faltaba a nuestro monigote. La ilustrcién 25 ‘muestra una mascara de Nueva Guinea Tal vez no sea bella, pero no €s eso lo que se propone; esté destinada a una ceremonia en Ja que los jévenes del poblado se disfrazan de espfritus y asustan a mujeres y nifios, Pese a lo fantéstica o repulsiva que pueda parecernos, hay algo convincente en el modo en que el artista ha sabido obtener este rostro a partir de unas formas geométricas. En algunas partes del mundo, los artistas primitivos han sabido desarrollar elaborados sistemas para representar las diver- sas figuras y totems de sus mitos, Entre los indios de América del Norte, por ejemplo, los artistas combinan uma observacién aguda de las formas naturales con un absoluto desdén por lo que llama- ‘mos «la apariencia real de las cosas». Como cazadores, conocen, Ja verdadera'forma del pico del éguila, o de las orejas del castor, mucho mejor que nosotros, Pero ellos consideran esos rasgos, suficientes. Una mascara con un pico de Aguila es un aguila. a lustracién 26 es un modelo de casa de un cauaillo entre la tribu haida de los pieles rojas, con tres de los llamados mistiles totémicos en su fachada, Nosotros sélo podemos apreciar 45° Pues pisos y primitives, América enigua ‘un revoltijo de horribles miscaras, pero para el nativo el mast central ilustra una antigua leyenda de su tribu, La leyenda misma, para nosotros, es casi tan extraiiae incoherente como su representacién, pero no debe sorprendernos mucho que las ideas de los primitivos difieran de las nuestras. Hela aqui: ‘Hubo una ver un mozo en la ciudad de Gwais Kun que soli holgo- zanear, tumbado todo el dia en le cama, hasta que su suegra lo censurd;Al se sintié avergonzado,y se fue decidido a matar a un zmonstrao que habitaba en un logo y se alimentabe de hombres y alleras. Con ayuda de un péjaro sobrenatural,construyé un cepo con el tonco de un drbol ysuspendié de él a dos nis para que sirviera de cebo, EI mozo capturé el monstruo y se disfazé con su piel pom pesca peces, ue depostaba en los ecalones de la puerta de a casa desu suegra Ella se sintié tan halagada por los ines- perados dones, que leg crerse hechicera. Cuando el mozo al fin, Ja desiasons, se snti tan avergonzeda que mui ‘Todos los participantes en esta tagedia estin representados en el méstil central, La miscara de debajo de la entrada es una de las, ballenas que se comia el monstruo. La gran méscara de encima de la puerta «el monstruo; encima, la forma humana de la suegra. La méscara que tiene el pico puesto sobre esta tltima es €l pijaro que ayudé al héroe, que aparece mis artiba disfrazado con la piel del monstruo y con los peces que ha pescado. Las figuras humanas son los nifios que el héroe utiliz6 como cebo. ‘Tal obra nos parece producto de una extravagante fantasia, pero para los que la hicieron constituia una empresa solemne, A os nativos les lev6 afios labrar esos grandes mistiles con las herramientas de que disponian; toda la poblacién masculina cola- bord en la tarea a fin de sefialar y honrar la casa de un caudillo. Sin una explicacién no nos es posible comprender el objeto de esas creaciones en las que se puso tanto amor y trabajo. 46 Ext omiemos Asi suele suceder con obras de arte primitivo. Una mascara como la de la ilustracion 28 puede parecernos graciosa, pero su signifi- cado no lo es. Representa a un demonio devorador de hombres con la cara manchada de sangre. Pero, aunque no Jo entendamos, podemos apreciar la fidelidad con que las formas naturales han sido traducidas a una composicién coherente. Existen muchas grandes obras de esta clase que datan de los comienzos del arte; su exacta explicacién se ha perdido para siempre, pero podemos admirarlas. Todo lo que nos queda de las grandes civilizaciones de la América antigua es su carte, Las comillas no se deben a que a esas misteriosas construcciones ¢ imégenes les falte belleza las hay fascinantes—, sino a que no debemos acercarnos a ellas, con la idea de que fueron realizadas con fines Kidicos. La talla de ‘una cabeza de la muerte, de un altar de las ruinas de Copan, en la actual Honduras (ilusracién 27), recuerda los sacrificios humanos que exigian las religiones de esos pueblos. Pese a lo poco que puede saberse acerca del sentido exacto de esas tallas, los esfuer 208 de los especalistas que han redescubierto esas obras y han. tratado de penetrar en sus secretos nos han ensefiado lo bastante para compararlas con otras de las culturas primitivas. Claro esti {que esos pueblos no eran primitivos en el sentido usual del tér~ mino. Cuando legaron los conquistadores espatioles y portugue- ses del siglo XVI, los aztecas en México y los incas en Per y Bolivia regian poderosos imperios. Sabemos también que, en tempranos siglos, los mayas de América Central construyeron, grandes ciudades y desarrollaron un sistema de escritura y de ileulo del calendario que es todo menos primitive. Como los negros de Nigeria, los americanos precolombinos eran capaces de representar un rostro humano con aspecto natural. Los antiguos peruanos modelaban unas vasijas en forma de cabezas humanas de sorprendente realismo (justrecién 29). Sila mayoria de las obras de esas civilizaciones nos parecen fantisticas y poco naturales, la razén reside en las ideas que se proponian transmit. 47 Paco prises y primis Amis antique La dusiacién 30 reproduce una estatua mexicana que se cree data del periodo azteca, el tltimo antes de la conquista. Los investigadores creen que representa al dios de la Ihivia, Tléloc. En esas zonas tropicales la Iluvia es cuestién de vida o muerte, pues sin ella ls cosechas pueden fallar. Se comprende que el dios de la Ihuvia y las tormentas asuma en e! espiritu la forma de un demonio de terrorifico poder. El rayo, en el cielo, aparece en la imaginacién como una gran serpiente, y muchos pueblos ameri- anos consideraron la serpiente de cascabel como un ser sagrado y poderoso, $i observamos bien la figura deTlloc vemos, en efecto, que su boca esté formada por dos cabezas de esos ofidios, frente a frente, con sus grandes colmillos venenosos sobresa- liendo de sus mandibulas, y que su nariz, asimismo, parece plasmada con el cuerpo retorcido de una serpiente. al vez hasta sus ojos puedin ser vistos como dos culebras enroscadas. Yemos asi cudn lejos de muestro criterio acerca de la escultura puede lle- var la idea de construir un rostro extrayéndolo de formas dadas. ‘También podemos vislumbrar las razones que han conducido, veces, a este método, Sin duda era adecuado formar la imagen del dios de la Itavia con los cuerpos de las serpientes sagradas que simbolizan la fuerza del rayo. Si consideramos la extraiia mentalidad que cre6 esos terribles idolos, podemos comprender ‘cémo la realizacién de imagenes en esas civilizaciones primiti- vas no se hallaba relacionada sélo con la magia y la religién, sino «que también era la primera forma de escritura. La serpiente sagrada en el arte antiguo de México no fue sélo la reproduccién de la serpients de cascabel; Hegaria a evolucionar hasta constituir un siguo para expresar el rayo y, de este niodu, Crear un varéuter por medio de cual pudiera ser registrada, o tal vez conjurada, tuna tormenta, Sabemos muy poco acerca de esos misteriosos origenes, pero si queremos comprender la historia del arte hare- ‘mos bien en recordar, siquiera por un momento, que las artes y las letras constituyen, verdaderamente, una misma familia. cy ” seu, h, 15000-10000 .C Bails bi. 15000-10000 2.C Dine de aca de un jee Imani, incios del siglo XIX us Caer de un nyo represema obsblemente «un mandatario fon) dee, Niger, iglos XU-x1V 6 Modelo de la case de un de emer, audio baie siglo X0, Fy lr de picta maya iodo dele eta nore 28 , Mascara de dant aut Ae Aas, b 1880 Woe co to forme de un hombre ui, lod xe vale e HEhiwnd, Pri, b. 250-550 » llc, dis ee del li un Pride ce Give, siglos X1V-XV Whig-asses 0c

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