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Parroquia San Juan Bautista

PAZ Y BIEN
BOLETÍN PARROQUIAL
AÑO XXIX MARZO 2024 - NRO. 326

RECHAZAR
EXCUSAS
(pág. 2)

SE CURO EL
MONSTRUO
(pág. 4)

NO PODEMOS ESTAR
SIN LA EUCARISTÍA
(pág. 5)

AGENDA
(pág. 8)

MANERAS DE
HACER
MORTIFICACIÓN
(pág. 11)

Pte. Juan D. Perón 2998. Valentín Alsina. 4208-8234


https://parroquiasjuanbautista.blogspot.com.ar/ psanjuanbautista1
Secretaría Parroquial: Martes y Viernes de 17 a 18:30 hs.
Rechazar excusas
El cardenal Mindszenty era obispo en Hungría cuando este país fue tomado
por los comunistas. Enseguida lo metieron en la cárcel, donde pasó muchos años,
años que fueron un verdadero martirio. Salió de la cárcel cuando Hungría se in-
dependizó de la Rusia comunista; era ya muy mayor, y murió al poco tiempo.
Durante los muchos años que pasó encarcelado fue un ejemplo como cris-
tiano por su fortaleza y fidelidad a Dios y a la Iglesia. Una muestra es, por
ejemplo, su firmeza en vivir la abstinencia. La abstinencia es el mandamiento de
la Iglesia para los cristianos mayores de 14 años, que nos pide que vivamos la
mortificación de no comer carne los viernes de todo el año. Como sabes, la abs-
tinencia de carne se puede sustituir por otro acto penitencial (oración, mortifi-
cación o limosna).
Todos los viernes, y sólo los viernes, el menú era el mismo: carne para co-
mer y carne para cenar. El cardenal sabía perfectamente que en sus circunstan-
cias no le obligaba ese mandamiento de la Iglesia, pero jamás tomaba carne.
Quería libremente vivir aquella mortificación.
En sus Memorias escribe este diálogo. Un día, el comandante de la prisión
no aguantó más su comportamiento, y enfadado le dijo:
—¿Cree usted que son los presos quienes dictan el reglamento en la cárcel?
—No; no creo semejante cosa.
—Pues entonces coma lo que se le da.
—Los viernes no como carne.
—No le daré otra cosa.
—Tampoco le pido que me dé otra comida. Pero si me da carne no la comeré los
viernes.
—En tal caso, le castigaré.
—Estoy dispuesto a aceptar cualquier castigo.
Aquel día la comida volvió a quedarse sobre la mesa. La escena se repetía un
viernes y otro, hasta que acabaron por dársela los domingos.

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Con la abstinencia, la iglesia quiere ayudarnos a prescindir de cosas. Nos
anima durante estos 40 días a
la mortificación, también re-
cordando los 40 días que Jesús
se retira al desierto. «¿No nos
debe hacer reflexionar el he-
cho de que Jesucristo se pre-
para en el desierto, siguiendo
las huellas de los profetas,
ayunando, para su ministerio
como predicador de la palabra? ¿No significa esto que algo de “desierto”, de
recogimiento en la soledad y asimismo algo de negación corporal es necesario
cuando un hombre debe encontrarse con Dios? ¿Y no debería esta palabra del
ayuno plantearnos de nuevo sus exigencias a nosotros, hombres de una civiliza-
ción sobresaturada y enferma precisamente por su saturación?»
Puedes decirle ahora a Dios lo que sigue, pero dándote cuenta de que le
estás hablando y Él te está escuchando.

Señor, cuántas veces yo tengo compasión de mí mismo, y me busco excu-


sas para no mortificarme, o no obedecer a la Iglesia que, como Madre que es,
quiere llevarnos por el camino que nos conviene. A veces, por el deporte o por
el estudio, soy capaz de esforzarme y sufrir, y sin embargo cuando lo tengo
que hacer por ti y por el bien de mi alma, me echo para atrás. Si te amase más,
sería más generoso y fuerte. Te amo, Señor, pero quiero amarte más. La pró-
xima vez que ante una mortificación me venga a la cabeza una excusa, la re-
chazaré «porque te quiero». Y, en concreto, seré generoso en la abstinencia
de comer carne… porque te quiero y porque sé que para quererte más necesito
prescindir de cosas, estar más suelto y libre de todo lo material.

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Se curó el monstruo
Lo escribía J. Urteaga: «Ocurrió en un pueblo español. Intervienen como
protagonistas: un muchacho enfermo, su familia, una ermita dedicada a Santa María
y muchas súplicas.
El chico tiene 14 años, era alegre, dinámico, dicharachero, incapaz de estarse
quieto un instante, deportista…; en muy poco tiempo el muchacho ha sufrido un
cambio espectacular. Una parálisis progresiva le tiene inmovilizado en un sillón de
ruedas. Toda aquella alegría contagiosa se ha transformado en un infierno, especial-
mente para la familia; en lo humano es inútil, en lo espiritual un pequeño monstruo
egoísta. Todos deben servirle, cuidarle, atenderle, desvivirse por él. Todo es poco.
Una luz se ha encendido en el alma de su madre. Le llevarán a la ermita. Rezarán a la
Virgen. Le pedirán su curación. Se hará el milagro.
Llegó el día. Ante la reja hay una madre que habla en voz alta con la Virgen,
sin que le importe ni poco ni mucho que haya gente en su entorno.
—¡María, tienes que cuidar a mi hija! ¡Es mi pequeña! Cúrala, María. Que fallen los
diagnósticos. ¡Que no sea cáncer! Esta niña es todo lo que tengo en mi vida. ¡Cómo te
la vas a llevar! ¡María, que no sea cáncer! Ella también te lo pide. Me ha dicho que
venga a rezarte a la ermita. ¡Anda, María, que no sea cáncer!
Poco después, aquella madre angustiada, santiguándose, abandonó la reja de la
ermita.
Es ahora cuando la otra madre, la de nuestro muchacho, se acerca para decir-
le, al tiempo, con miedo y con dulzura:
—¡Hijo!, ¿ya has pedido a la Virgen…?
Y se realiza el portento.
—Sí, mamá. He pedido la curación… He pedido a la Virgen que no sea cáncer.»
Señor, a veces yo también soy un auténtico monstruo por el egoísmo. Si ser
cristiano es parecerse a Ti… me tienes que cambiar. ¡Que piense en los demás! ¡Que
haga más por los demás que por mí! ¡Que ayude, que haga favores, que me dé cuenta
de lo que necesitan o de lo que podría alegrarles! ¡Cúrame, Madre mía, y dame mi
corazón generoso! Gracias

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«No podemos estar sin la eucaristía»
A media tarde, Jorge entra en la cocina como un huracán y le dice a su
mujer: «— Hola, cariño… Voy a cambiarme. Felipe y yo vamos a jugar un parti-
do de tenis antes de que se haga de noche.» «—¡Pero, Jorge! —objeta su mu-
jer— es muy tarde y tenía preparada una excelente cena: carne a la borgoñe-
sa, y verduras, y una tarta de limón.»
«—Lo siento, cariño —responde Jorge— tomaré un bocadillo en un bar.
Tómatelo tú…»
A los cinco minutos, Jorge ya está en camino. Su mujer no puede repri-
mir el llanto.
«No me quiere», solloza, contemplando la excelente cena que le había
preparado a su marido.
Cualquier mujer que lea esto simpatizará con la esposa de Jorge y hasta
muchos hombres le darán la razón, sin pensar que casi todos somos culpables
de una falta de consideración semejante, y en mayor grado.
Esta imagen que emplea Leo J. Trese puede servirnos para considerar
nuestra falta de consideración con Jesús, nuestro desprecio al amor que ha
derrochado con nosotros, la indiferencia ante el Gran Banquete —la Eucaris-
tía, la Comunión— al que nos invita.
Dice la sabiduría popular
que no hay mayor desprecio que
no hacer aprecio.
Fíjate cómo la apreciaban
los primeros cristianos. «Era el
año 304, durante la persecución
de Diocleciano, cuando funcio-
narios romanos sorprendieron a

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unos cincuenta cristianos celebrando la eucaristía dominical en el norte de
África, y los arrestaron. Se ha conservado el protocolo del proceso. El pro-
cónsul dijo al presbítero Saturnino: “Has actuado contra la orden de los em-
peradores y césares al congregar aquí a toda esta gente.” El redactor cris-
tiano añade que la respuesta del presbítero vino de la inspiración del Espíritu
Santo. Fue ésta: “Hemos celebrado con toda seguridad lo que es del Señor.”
“Lo que es del Señor”: así ha vertido la palabra latina “dominicus” [de la
que viene domingo]. (…) Volvamos al protocolo: el procónsul insiste en pedir
explicaciones; sigue la respuesta serena y magnífica del sacerdote: “Lo hemos
hecho porque no podemos omitir lo que es del Señor.”» Aquí se expresa
inequívocamente la conciencia de que el Señor [Dios] está por encima del se-
ñor [el emperador]. Tal con-
ciencia dio a este sacerdote la
“seguridad” (como dice él mis-
mo), cuando era evidente la to-
tal inseguridad y desamparo
exterior de la pequeña comuni-
dad cristiana.
Casi más impresionantes
aún son las respuestas que dio
el dueño de la casa, Emérito, en
cuyas dependencias tuvo lugar la celebración dominical de la eucaristía. A la
pregunta de por qué permitió la reunión prohibida en su casa, contestó que los
reunidos eran hermanos a los que no podía cerrar la puerta. El procónsul in-
siste de nuevo. Y entonces queda claro, en la segunda respuesta, el verdadero
sujeto y motor. «Debías haberles negado la entrada», había dicho el procón-
sul. «No podía hacerlo» —contesta Emérito—: porque no podemos estar sin el
día del Señor, sin el misterio del Señor. A la voluntad de los césares se con-

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trapone el claro y decidido «no podemos» de la conciencia cristiana. Enlaza con
el «no podemos callar», con el deber del anuncio cristiano que habían alegado
Pedro y Juan para incumplir la orden de silencio impuesta por el sanedrín
(Hechos 4, 20).
«No podemos estar sin el día del Señor.» No es una obediencia penosa a
una orden externa de la Iglesia; es expresión de un deber y un querer íntimo.
Es un indicador de lo que se ha convertido en centro de la propia existencia,
del ser entero. Indica algo tan importante que era preciso realizar aun con
riesgo de la vida, desde una gran seguridad y libertad interior. A los que así
hablaban les parecería absurdo comprar la supervivencia y la paz externa con
la renuncia a este fundamento vital. Ellos no pensaron en una casuística que,
ponderando la opción entre el deber dominicano y el deber ciudadano, entre el
precepto de la Iglesia y la amenaza de la condena a muerte, pudiera dispensar
del culto como urgencia menor. No se trataba de elegir entre un precepto y
otro, sino entre el sentido de la vida y una vida sin sentido. ¿Cómo podríamos
vivir sin él?
¿Vas a Misa siempre que puedes? La Misa del domingo, ¿la vives como una
obediencia penosa a una orden externa de la Iglesia, o como expresión de un
deber y un querer íntimo? ¿Adelantas el estudio o el trabajo para poder ir a
estar con tu Amigo
acompañándole en la
Pasión, que eso es la
Misa? Qué buen pro-
pósito: durante la
Cuaresma ir a Misa
siempre que pueda,
todos los días que me
sea posible.

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MARZO 2024
01.03 1º Viernes de mes, dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. 18,30 hs. Vía Crucis
02.03 1º Sábado de mes, dedicado al Inmaculado Corazón de María
03.03 Recordamos a la Virgen del Rocío. 11 hs. Misa.
07.03 Santa Mama Antula
08.03 18,30 hs. Vìa Crucis
15.03 18,30 hs. Vía Crucis
16.03 San Gabriel del Rosario Brochero
19.03 San José, esposo de la Virgen María
22.03 18,30 hs. Vía Crucis
24.03 Domingo de Ramos 10,30 hs. Solemne Bendición de Ramos, en la plaza
11,00 y 19,00 hs. Misa c/bendición de ramos.
25 y 26.03 Lunes y Martes Santo 18,30 hs. Confesiones. Misa
27.03 Miércoles Santo. 20 hs. Misa Crismal en Catedral Avellaneda-Lanús
28.03 Jueves Santo. 19,00 hs. Misa de la Cena del Señor. Lavatorio de pies.
Adoración Continúa hasta las 23 hs.
29.03 Viernes Santo (Día de ayuno y abstinencia) 8,00 hs. Continúa la Adoración.
16,00 hs. Celebración de la Pasión de Ntro. Sr. Jesucristo. Adoración de la Cruz.
19,00 hs. Vìa Crucis por las calles del barrio.
30.03 Sábado de Gloria. 21 hs. Bendición del Fuego Nuevo. Misa
31.03 Domingo de Pascua de Resurrección. 11,00 y 19,00 hs. Misa

Todos los meses...


Los días 7: Recordamos a San Cayetano. Rezamos por el pan y el trabajo.
Los días 8: Recordamos a Ntra. Sra. que Desata los Nudos.
De 8.30 a 18.30 hs. Rosario c/hora. 19.00 hs. Misa.
Los días 11: Recordamos a Nuestra Señora de Lourdes.
18.30 hs. Rosario en la Gruta. Procesión hacia el Templo.
19.00 hs. Misa.
Los días 19: Recordamos a San Expedito.
Los días 24: Recordamos a San Juan Bautista.
Los días 26: Recordamos a Jesús Misericordioso.
Horarios de Misa: lunes a sábado 19hs; domingo: 11 y 19hs; Rezo del Santo Rosario: todos los días 18:30hs
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MANERAS DE HACER MORTIFICACIÓN

En este tiempo de Cuaresma la Iglesia nos pide que tengamos una


vida austera, de limosna y ayuno, para que así podamos encontrar-
nos con Cristo durante estos 40 días por medio de la mortificación

El Catecismo de la Iglesia Católica, nos permite reconocer que todo aquel que
quiera llegar a la meta, que es el cielo, necesita pasar por la cruz. En el número 2015
prosigue explicando que «no hay santidad sin renuncia y combate espiritual. El pro-
greso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vi-
vir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas».
Mortificarse es hacerle entender al cuerpo que no manda sobre nosotros, sino
que nuestro espíritu es más fuerte. De tal manera que cuando llegue el pecado, sepa-
mos responder con un rotundo ¡No! Porque, con la ascesis y la mortificación, habre-
mos ejercitado nuestra voluntad.
Siendo esta la clave para alcanzar la santidad, la mortificación no solo se practica
durante la Cuaresma, sino que se debe realizar cotidianamente. Ahí, en lo ordinario,
es en donde se encuentra la oportunidad de fortalecer nuestro espíritu.

¿Cómo sé qué mortificación es la adecuada para mí?

1.- REVISA TU DÍA


Dedica unos minutos a analizar tus actividades cotidianas, desde que te levan-
tas hasta que anochece.
Hacer un análisis de tu día te ayudará a saber qué áreas son importantes en tu
vida y detectarás los lugares o personas que constantemente frecuentas.
Antiguamente, el desierto y la montaña eran puntos de encuentro con Dios,
pues ahí se iba a hacer oración, ya que eran lugares alejados de todo lo demás. Hoy
ve al desierto de tu habitación y dedica el tiempo para ver en qué puedes mejorar.

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2.- EN LO ORDINARIO ESTÁ LA MORTIFICACIÓN
A veces realizamos penitencias excesivas dañando nuestro cuerpo y alma; o por
el contrario, ofrecemos a Dios cosas que en realidad no nos cuesta trabajo porque
casi no las frecuentamos, por ello la importancia de mortificarnos en lo ordinario.
Puede ser algo simple, como el modo en que empiezas tu día. Quizá te cuesta
trabajo levantarte a tiempo; en este caso, puedes ofrecer levantarte 10 minutos an-
tes de lo que normalmente te levantas.

3.- EN EL TRABAJO
¿Cuántas veces te ha costado concentrarte en el
trabajo y hacerlo con entusiasmo? Ante la flojera o el
desgano del trabajo, ofrece como mortificación el ha-
cer tu trabajo «intenso, constante y ordenado; sabien-
do que el mejor espíritu de sacrificio es la perseveran-
cia en acabar con perfección la labor comenzada».

4.- LLENA TU DÍA DE MINUTOS HEROICOS


Cada minuto del día es una oportunidad para hacer el bien y acercarnos más a la
mejor versión de nosotros mismos.
«En el cuidado de las cosas, que tenemos y usamos; en el afán de servicio, que
nos hace cumplir con exactitud los deberes más pequeños; y en los detalles de cari-
dad, para hacer amable a todos el camino de santidad en el mundo: una sonrisa puede
ser, a veces, la mejor muestra de nuestro espíritu de penitencia».
Recuerda también aquel pasaje en el que Jesús nos invita a levantar el rostro y
perfumarnos el cabello.

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5.- ALÉJATE DE LO QUE NO TE HACE BIEN
Ofrece una mortificación alejándote de aquella amistad que sabes que no es be-
neficiosa para ti, que en lugar de llevarte al Cielo, te lleva por el camino equivocado.
Retírate de igual forma de aquellos lugares que no te llevan al bien, sino que te
estancan y te invitan a ceder ante las tentaciones de pecar.
Recuerda que si ejercitas tu voluntad con pequeños actos de mortificación po-
drás cortar de raíz aquel o aquellos pecados que te generan vicios.

¡Ojo! Esto no es mortificación

No caer en trampas o en aspectos que no fomentan una buena mortificación:


«En cambio, hijos míos, no es espíritu de penitencia el de aquel que hace
unos días grandes sacrificios, y deja de mortificarse los siguientes. Tiene espíri-
tu de penitencia el que sabe vencerse todos los días, ofreciendo al Señor, sin
espectáculo, mil cosas pequeñas. Ese es el amor sacrificado, que espera Dios de
nosotros».

Todos los Viernes de Cuaresma


te invitamos a participar a las
18.30 hs. del VÍA CRUCIS,
Finalizamos con la Misa.

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PARROQUIA SAN JUAN BAUTISTA
INSCRIPCIÓN CATEQUESIS DE INICIACIÓN
Niños, Jóvenes y Adultos
BAUTISMO - COMUNIÓN - CONFIRMACIÓN

Del Martes 5 al Viernes 8 y


del Martes12 al Viernes15 de Marzo
de 17,00 a 18,00 hs. en
Secretaría Parroquial
(Paso de Burgos 780
Valentín Alsina)

Traer DNI del niño, joven o adulto


y Comprobante de Bautismo

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