You are on page 1of 13
6. De un imposible «tratamiento de la toxicomaniay a la elaboracion de la trasferencia No seran los montajes de toxicomanias unas for- maciones que neutralizan el aguijén del sufrimiento ¥ que, simultaneamente, alejan a los sujetos de la pers pectiva de una.demanda de cura analitica? Para que se establezca una destinacién que engendre una su posicion de saber en un Otro que no sea alquimista, no hara falta que semejante montaje se encuentre des falleciente? Bs justamente lo que la clinica muestra: toxicomanos recurren a un terapeuta o a un analis- 4a cuando la operacién del farmakon ya no garantiza anestesia o cuando la «prétesis» ha dejado de ser ade- _euada. 2Y por qué dejara de serlo de repente? No es ‘necesarlo invocar el esquema de alguna sluna de miet+ Segulda inevitablemente de un sdescenso a los infier- nos: para comprender que clertas toxicomanias estan condenadas al fracaso. Este ultimo, en efecto, no pue- de entenderse tinicamente por referencia a unos prin- cipios de «acostumbramiento: fisolégico. ¥ la repre: sentacion de un destino obligado, de una irreductible seadueidad: o de una fatalidad de la destruceién me parece que mas bien enmascara las verdaderas coyun turas que, para cada quien, dependen de una configu- racion precisa de la impasse, Hemos visto que existen montajes muy diferentes, para los cuales tn desfallecimiento de la operacién del farmakon no tiene ni el mismo sentido ni el mismo al- ‘eance. Y aclaro que este desfallecimiento no por fuer za implica que se detenga el consumo de droga. Por Io demas, existen muchos toxicémanos que mantienen un dispositive de autoconservactén para- dojico, que no augura un destino més tragico que otras, alienaciones o sacrificios que permiten al sujeto pagar fantasmaticamente su tributo a la vez que preservan a7 tuna forma de goce. Por eso. el desfallecimiento de cler tos montajes de toxicomania no puede ser referido, en mi opinion, a una pretendida «ley de la droga. A lo ‘sumo podremos ofr, para cada sujeto que destina una demanda, el eco de los decires 0 de los acontecimien tos singulares que han hecho vacilar el montaje en el {que se perdia para conservarse. Las mas de las veces, esen el momento en que la posicién de un otro paren- tal resulta modificada cuando se desplazan las coyun- tras relativas a este consumo de droga, en la medida en que el montaje como tal deja de recibir las mismas determinaciones. Si ese montaje parece desestabilizado cuando ¢s- tos sujetos recurren verdaderamente a un terapeuta, mi propia Investigacion sufre un efecto de bascula des- dde que me sitio en la perspectiva de un encuentro en- tre un montaje de toxicomania y un dispositive de cu ra. Diré que este encuentro inventa un campo nuevo. que seria, precisamente, el de una clinica psicoanali- {lca de las toxicomanias, Las elaboraciones precedentes me encaminan ha- cla esta interrogacion: gqué hacen de la cura psicote- apéutica o psicoanalitica las toxicomanias, y, en sen- tido inverso, cémo trabaja aquella los montajes de to- xlcomania? Toda cura que se inicta puede prestar una configu: raci6n nueva a los sintomas y precipitar un nuevo es: tatuto subjetivo: es lo propio de la trasferencia, que si tia al sujeto en el corazin de una nueva dialéctica, Pero su efecto resulta duplicado cuando un individuo se presenta revestido con un montaje de toxicomania due parece chocar. por su constitucién misma, con el dispositive de la cura. Y si un montaje de toxicomania no puede mante- nerse intacto cuando se entrenta con el dispositivo del andlisis, este se encuentra igualmente constrenido a Inventar mas que nunea su propio lugar. Se trata en efecto de un encuentro insélito que los autores, en la bibliografia psicoanalitica, han considerado con fre- cuencia bajo la forma de una vimpasser, como si el (6 xico y el inconciente no hicleran decididamente buenas migas! 14a Es preciso entonces que interroguemos el destino del toxico en las curas, empenandonos en diferenciar progresivamente el t6xico de la droga en el interior de ‘ese cuadro. Opino, en efecto. que en esa falta de dis criminacion descansan casi siempre las comprobacio- nies apresuradas sobre la cualidad de una «impasse. ‘Aunque una operacién del farmakon ya no cur pla perfectamente su funcién, un montaje de toxico- mania puede empero subsistir en el marco de la cura. Pero encuentra ahi inscripciones nuevas. sobre todo temporales. ¥ es la manera particular en que ese mon- taje pueda anudarse en el lugar de la cura lo determt nante para la posibilidad de constitucion de una tras ferencla analitica. Me dedicaré muy exactamente a la ‘cuestion de ese anudamiento, que con toda evidencia {nteresa ala posicion del analista y. en un primer tiem. po, a su capacidad de renunciar al estereotipo de sla droga- para pensar los lugares singulares de irrupetén_ del téxico en la palabra, Las diferentes reflexiones producidas por analistas permiten examinar los términos de un debate referido ala posicion del téxico en las curas. A mi julcio. esta cuestién no se puede abordar con independencia de la consideracion del puesto y del deseo del analista {No sera que la figura del toxico interroga muy en par- ticular ese puesto y ese deseo? Al menos, con esta re~ ferenela al campo de la trasferencia situaré en lo que sigue la figura del toxico. A. El terapeuta y el alquimista Articulos que expongan la especificidad y la dif cultad de estas curas son por el momento relativamen te raros en la bibliografia psicoanalitica, sobre todo en Francia, 'Bsas contribuciones me serviran empero de punto de apoyo para elaborar una reflexion sobre el tema de ‘una eventual especificidad de las condiciones de esas ccuras. Si esta reflexin se impone aqui, es en no me: nor medida porque encontramos formuladas algunas 149 consideraciones sobre los sacondicionamientos: en las, curas de estos pacientes. Bien se entiende, empero, que en esta materia la prudencia es de rigor: ¢se trata, una vez mas, de cons- lituir una categoria aparte, 0 de privilegiar el pensa- ‘miento normative de ciertos «acondicionamientos: en, el interior mismo de las practicas analiticas, para e808, sujetos que decididamente no dejan de ser objeto de ‘medidas particulares? Me parece en todo caso necesa- ro poner a prueba la pertinencia y los fundamentos. de esas medidas, no para extraer de ello clertas criti cas faciles sino, mas bien, para rellexionar sobre la in- {eligencia interna de configuraciones elinicas que as- piran a la normalizacion de una préctica. 1. De la utilizacion de Ja droga en lugar del toxico En 1898, en su articulo sobre sLa sexualidad en la etiologia de las neurosis, Freud considera que la cura de toda toxicomania «como cualquier otra deshabitua- cidn, parece solucionable sélo en un sanatorio y bajo permanente vigilancia del médico. Librado a si mis- ‘mo, el masturbador suele recaer, a cada contingencia desazonadora, en la satisfaccién que le resulta cémo- da, (. ..) Porlo demas, una puntualizacién enteramen- te andloga vale para todas las otras curas de abstinen- cia, que tendrén un éxito sélo aparente si el médica se conforma con sustraer al enfermo la sustancia nar- cética, sin culdarse de la fuente de la cual brota la tu perativa necesidad de aquella. “Habituacién” es un ‘mero giro verbal sin valor de esclarecimientox.! Sin entrar en un comentario detallado de estos dt chos, llamaré Ia atencién sobre la ambigtiedad que se desprende aqui en torne de la cuestion de la abstinen- cla. Freud atribuye a la institueién y al médico la mi- sin de imponer una privacién, y, simultaneamente, ‘inaugura un cuestionamiento sobre esa practica mé dica, "Freud, La senualiad en a etologin de las neurosis, (0c, vol. 1981, pay. 268 150 ‘Sabemos que Freud se mostraria despues atin mas reservado sobre este asunto, y que dejo a sus diseipu los el culdado de argumentar sobre sus propias prac cas. No obstante, estas proposiciones formuladas en. 1898 me interesan muy en particular en la medida en. {que presentan un equivoco que no cesara de producir cfectos en el pensamiento psicoanalitico hasta nues- tros dias: en materia de abstinencia en las curas de pacientes toxledmanos, parece subsistir una vacilacién, ‘entre una posicion médiea y una posicién analitica. En ‘cuanto a la cuestion de la oportunidad de aceplar a festos pacientes fuera de una instituelén. del mismo ‘modo se ha convertido en asunto privilegiado de con: troversias. ‘Continuando las relexiones de O. Fentchel,? H. Ro- senfeld propone un comentario sobre las dificultades con que se tropieza en estas curas, que parece entera ‘mente representativo de una corriente de pensamien- to clasica y dominante: dada desde un punto de vista dindmico en el interior de la cura, la interdiceion de utilizar productos tOx!: cos parece por completo fuera de lugar. ‘Todas estas proposiciones de Glover. formuladas en 1932, son a mi juicio muy pertinentes. en particu- lar las que esbozan una reflexién sobre el nexo de los discursos con las sustancias toxicas. Sin embargo. te. nnen que ser precisadas y ampliadas. En 1954, R. Savitt considera también el tema de la abstinencia, El argumento de su articulo concierne precisamente a la posibilidad de emprender un anali sis, fuera de institueién, con pacientes toxicémanos. 2 Glover, op et. pag. 912 2 wi. pag 320. 2 E'Giovercaliiea como peigroas: eta Interdhectin promt ‘iad por el analiata. En cambio. propeallo del cao elinico que ‘expone. mencionaa intervention de un medio exter ques ocpa ‘els pacientes arn onganisar una deshabtuacin, se pra pees ribirie fertos medicamentos ilar que los tome. Pero los doa Featzos parecenIndepenienes ‘is proposiciones de Gros y de lover ecuerdan las de Ferenc sqien. en ss articulo de 1911 sobre-E1 alcool y las neuron tet Due al oxic solo un papel seeundare. Se pregunta mas bien por el entido de exe fervor de los paridaries enearnizados de la abst ‘nein en Oeuvres completes, Pars: Payot, 1982 (pag. 169.93), pi 183. Para este autor, el analista no debe formular deman- ‘da alguna de suspensién de la adiceién. Aclara que pa- rece importante establecer desde el comienzo una -at- mésfera analitica tolerante y permisiva..!0 A un pa lente que le pregunta si debe interrumpir la droga, R. Savitt le responde que lo podra decidir por si mis. mo cuando el tratamiento esté mas avanzado.!! El autor sefiala que se trataba de una spregunta trampav: ‘su paciente le replicé que de haberle respondido por laafirmativa a su pregunta, habria puesto fin al anal. sis. Segin R. Savitt, lainterrupcion de la droga se pue- de considerar progresiva, relacionada con los insight dentro de la cura." Pero debemos apuntar que ciertas intuiciones ha- brian ganado si se las hublera precisado mas, porque tuna ratmésfera analitica tolerante y permisivay no de- Ja de ser una nocién totalmente equivoca. ¥ el autor rho analiza el valor ni la ubicacion de aquella «pregun: ta trampar dentro del marco de la trasferencia, ‘Ademas, la interrogaeién sobre las modalidades de la admision en tratamiento, sea en institucién o ven, privador, tiene que ser resituada, Para todo individuo, Ia oportunidad de emprender una cura analitica no de pende de la cualidad del sintoma o del montaje que exhiba, sino, mucho mas, del estilo de la demanda que él dirija y sostenga. Me parece harto curiosa entonces tuna contraindicacién de andlisis dictada a priori para ‘sujetos toxicdmanos, segun se la suele presentar en Ja bibliografia analitica, Una cura no se puede empren: der con sujetos que vengan s6lo a quejarse de su toxi ‘comania, pero esto no presenta diferencia fundamen tal con cualquier otra demanda que no solieite mas que © Savi, Extramural psycheanalyie treatment ofa case of narcotic scion. Journal of American Pychaanalyic Asso ation. tt, 1954 (pags. 496-502), pag. 497 Sp. pg. 498, 12 En orasfn de oro arilo, en 1069, R. Sastre un aepecto econtmico dela toms de droga en el uaa de a cura: coas ‘ers los momentos de consume de hereina como posblidades de febaja de las tensiones 0 como periods de regresion aun estado {nderenciaco UPryehoansiyte sdies on addiction eo structure Imnarcotc adatom, Pryehoanaly ie Quarry. 1068, pe 48°37) 187 tun remedio milagroso para combatir una vanomaliav. Si un sujeto formula una demanda de cura analitica © psicoterapéutica, ello no puede ser s6lo en nombre de sla toxicomaniae, es decir, del concepto que otros hhan ereado para él y que se presenta bajo la forma de tun saber sobre la droga. Es sin duda en el momento de las primeras entrevistas con el analista cuando se puede disponer o elaborar el lugar propio de la deman- dda, lo que constituye el tiempo necesario para la re- apropiacion y la subjetivacién de esta ultima. Pero volvamos mas precisamente a la cuestiOn del estatuto acordado a la droga por algunos analistas en elmarco de la cura. Los trabajos de los primeros disc pullos de Freud parecen haber caido en un cierto olvi- do. y los analistas siguen muy divididos sobre este as- pecto de la técnica psicoanaliticas. De este modo, en el Congreso de Madrid de agosto de 1983 de la Asociacién Psicoanalitica Internacional, M, D. Van Spruiell se ex: presd en estos términos en ocasion de relatar una cu: ra con un paciente consumidor de marlhuana: ‘Terminé por decirle que no lo rectbiria mas salvo si estaba de acuerdo en abandonar por completo el uso de la droga.) M. D. Van Spruiell explica que el psicoanalisis ne cesita de una spsicologia interaccionals, y que esta tl lima le parece util sobre todo en el caso de »pacientes: dlificiles». Este paciente en particular no era un «buen analizando», y esta interdiccién dictada por el analista tuvo por especial finalidad, segan el autor, «llamar al paciente a la realidads. M.'D. Van Sprujell denuncia tn efecto la discordancia que subsistia en la cura en- tre sdos realidades diferentes: la del paciente intoxi- ‘cado y Ia del analista, Este sltimo queda entonces ex puesto a una wserle de manipulaciones: que valen por otros tantos desafios. En cuanto a la interdiccién que recae sobre el uso de drogas, result6 neutralizada en "9 M4 D. Van Spruell ‘The rules and frames of the psycho. analyte stations Payehoaraytic Qartery tI val I 1988 (pgs 139) pg 20 158 parte porque el paciente podia producir a voluntad -es tados de somnolencia y ensofiaciones.. Seguin el autor. esto paralizaba el trabajo analitico, en la medida en que el paciente podia sdrogarse sin droga. Este alti ‘mo episodio, aunque sugerente. no aparta al analista de su creencia en la objetividad de una intoxieacién que, desde el exterior. pasa a modificar la realidad. Y elandlisis de trasferencia se reduce aqui a los comen tarios motivados por los beneficios del restablecimlento de una comunicacion interactiva regulada segiin una scontratrasferencia» 2. eQué abstinencia? Estas diferentes contribuctones me mueven a se- falar algunos puntos. En primer lugar, no es anodino que una cuestién como la interdiccién de productos {Gxicos en la cura pueda ser considerada en el campo de la practica psicoanalitica, Por otra parte, ella no deja de evocar lo que S. Ferenczi designa como sagente trai mtico: en la cura, cuando el analista se coloca en po sicién de promover la representacién de un ideal para 1 paciente,!# puesto que la abstinencia misma pue- de quedar referida, de manera implicita 0 explicita, a un ideal A. Gross y E. Glover habian abierto el camino a una reflexion dinamica sobre este tema, pero fuerza es com probar que esta apertura quedé rapidamente neutral zada tan pronto como un abordaje medicalizado pudo generar un interés por el producto mismo. Esta cuestién de la posicién de los analistas frente al consumo de drogas en la cura permite aprehender Ja naturaleza de clertas confusiones. Asi, toda consa: sgracion de la figura auténoma de la droga, en los dis- cursos de los profesionales, parece situarse en eco fren- tea lo que se afirma sobre sla impotencia del terapeu- ‘ws. Tengo que desplazar un poco este cuestionamiento sobre la abstinencia, entonces,a fin de apreciar las ra "5, Ferenc, Confusion de langue entre les adultes et Ven: Jano. en Oeuvres completes. 4, Pars: Payot, 1982, page 1255, 159 miificaciones que ella despliega en el campo de la tras ferencia. ‘Como lo precisa P. Fédida,1® la cuestion de la abs- Unencia en los textos freudianos se manifesté ante to- do a propésito del problema de la trasferencia y de lo ‘exigible por la stéenica psicoanaliticas. En su articulo de 1915 sobre «El amor de trasferencia», Freud senala {que el psicoanalista rompe la regla de abstinencia si se cree el destinatarios de ese amor o aporta una sa- lisfaccién a 1a demanda del paciente.1® Esta aparente digresion respecto de mi asunto me permite invertir las perspectivas e interrogar la rela ion del analista con esta fuente de satisfaccion que constituiria la droga, A. Limentanl, entre otros, se expresa en estos ter: minos: “Tambien es facil olvidar que en el tratamiento de su- Jetos firmaco-dependientes negociamos desde el co- mienzo en una posicién de debilidad. El psicoanalista hhabil no puede rivalizar con el poder de la marihuana para aliviar la angustia, con el mismo nivel de cons- tancia, aun si ello es temporarios.17 Otros analistas retoman este cuestionamiento: ‘¢Hace falta comentar la tmpotencia del psicoanalista cuando se ve comparado con una ampolla de heroi na? Ni la mejor interpretacion del mundo proporcio- nara el reposo narcisista eterno que la droga falsamen- te promete.8 "© En su comuntcacon al cologulo de Malvau sobre La abst "e's. Freud, sPuntuslizaclones sobre el amor de traserenclae 11915) en OC. vol Xl 1980, pag. 168. "7 A" Limentanl, On drug dependance: clinical appraisals of the predcaments of Habituation snd addition to drug. Inter ‘national Journal of Pychaanalyis, so. 49, 1968 (page. 578.90), pig 378 18, Letarte Le toxlcomane, sa droge et son paychothére peutes en Le payehanalate a 'ecoute ds foicomane, Pars: Di od. 1961 (pags 122-32), pag. 126, 160 © tambien: ‘Me parece muy importante que el terapeuta 0 el ana- lista tengan presente este aspecto trasferencial de Ia relacién del drogado con su proveedor, y el hecho de {que esta relacion, asi como el uso directo de la droga, ‘oponen una rivalidad masiva con la relacién terapéu- tia negativa, La escucha analitica, asi como la regu- laridad de las sesiones, favorecen en primer lugar la trasferencia en la cura, Pero el toxicémano, sobre to- do si se entrega a la heroina, ya conoce el contacto re- gular con su proveedors,!® Se habla mucho aqui de impotencia y de rivalidad, como si tambien el analista tuviera diffcultades para ‘abstenerse: en un contexto asi. Su pensamiento se pre- Senta a veces enteramente socupado: por la droga, y 1 analista parece determinar su propia posicion con, relacion a esta altima, en un afan de srivalizary 0 de intervenir directamente2° En tanto el consumo de droga parece representar un pumo de disputa funda: mental en la cura, el analista es solicitado para consti tuirse como el sdestinatario: de este acto. y él restable- ce. en consecuencia, una relacién dual imaginaria, Co- ‘mo lo sugieren las afirmaciones que hemos trascrito, Le psychanalyse & Fécoute du toxicomane. op. cit (pags. 99-48), 2 PAa yoo sentido, J, Gulaumin seals ung diulad de etas curs.» respond parcsimente a Inecitadasaemacones Peron lero el drogado co precio admit que la raerva 8 fror. {hela menos nee, sn ae. hast fmpo ible Cabe eoperar una tnterplacon smu erie, que sleet SErlratrferenea sea en el senda dela impacteela pai, sen Enel dee cmipotencia reparadora().Gullaurn,stvesamours ‘hee roguc et colons adv cher len adaescents inaas. 47821, pag OF Sb ‘A propio derivaldad spuntemos ademas que wept cin en uatamtento de pacientes foxicomanos. en nstuciones © fre de la, conttaye uno 8 fon terrenoe ms propos para fos manestacones de Fvalidad entre lo scuradores como en ‘is ceaion esturicran mas que nunca ivestidos de una msion Se asvadoren 161 cabe preguntarse silos analistas no se encuentran aqui provocados en el nivel de su tentacién de aportar una, satisfaccidn a su paciente, en la medida en que esta pudiera remplazar la satisfacci6n otorgada por el pro: ducto. Esto. si bien en no todos los casos es asimilable a.una problematica de la demanda de amor, no deja de ser una manera de colocar al analista frente a la ccuestién de su propia -abstinencias, desde el punto de vista de la trasfereneia, Por mi, parte, considero que hace falta siempre sirrealizar2! el uso de droga en el marco de la cura para que esta tenga alguna posibilidad de no revestir: se de una diversidad de determinaciones imaginarias, slrrealizarlos de manera que aquella no termine por cristalizar sobre todo esa lucha imaginaria ent el ana Uzando, el analista y el alquimistas. Segin F, Perrier, ‘el analizando y el analista pueden verse sometidos los dos al fantasma de ese «Otro tercero». y, en virtud de cllo, a la creencia en una omhipotencia del alquimis- ta.22 Psto es sin duda lo que indirectamente atesti- ‘quan los tiltimos textos citados: bajo la forma del -pro- veedor» 0 del poder de un filtro, puede preocupar all analista un tercero que lo pondria en jaque. ¥ si en lo sucesivo existe un tercero por exclulr para fundar un pacto de alianza entre el analizando y el analista semejante Juramento de fidelidad inaugura una se: euencia escénica de la que ya no se podra salir: tral: clones, decepciones, desatios o sometimiento serian las obligadas peripecias de una intriga cuya sinopsis ya esta escrita. En efecto, gcomo podria seguir el ana 2 para etomar i expresin de J. Lacan y M. Cena conntins rein clerine:padeshmaen a n latin ots ara mie 7-29), pag. 10), Fi a Peer an terapeta, evento de xe it debe ener no a rec. ancl de que ln pri or se ope no ong {rire don on raeon son producto un famaton, un tec soe Sura apesta cove, cnoe elec ye enero: eon eco a Sli agel canon pdes perme an epee ane ‘alge chau Arn, ae Une ete Ea Soom 1070 ag 40) 162 lista desplazandose dentro de la trasferencia desde el ‘momento en que, para vencer sal alquimistas, hace las veces de benefactor? En cuanto al paciente, zn0 seria para él una magnifica oportunidad poder ofrecer su ‘cuerpo como terreno de lucha a combatientes tan no: bles? Esto representaria, en fin, para clertas toxicoma nas, una de las figuras del destino del farmakon em la cura: un montaje de toxicomania resulta efectiva: mente trasformado por este dispositive de cura desde el momento en que tales lances imaginarios pasan a conferir un sentido nuevo a la adiecion. Pero no es se- guro que semejante refundicién del montaje sea me- hos allenante que su primera forma: podria incluso le- gitimar y enquistar més una posieién de objeto en la {que el paciente puede desaparecer, ‘Si el analista cree en este «Otro terceros que ame. nazaria al paciente y a la vez lo amenazaria a él mis- ‘mo, anula sin saberio la potencia del tinico tercero en. ‘que podria fundarse Ia cura: un Otro simbélico cuyo puesto él indica con su propia . Mis reflexiones sobre la operacisn del farmakon y sobre las formaciones nar- cisistas ya me han apartado de toda tentacion de asi ilar simplemente la droga sal objeto. con lo cual, opi no, esta no podria verse interpretada, historizada 0 ex: plicitada del lado del Edipo o de la fase oral, nl tampoco ssenalada por una interdiecién en nombre del propio nalisis. Diré mas bien que el uso continuo de drogas persistird casi siempre en la cura hasta que unos obje- tos pulsionales no hayan sido elaborados suficiente- mente, Por Io tanto, habria que invertir la perspectt- va: no es la droga como sobjeto: la que impide que se {instaure una relacién trasferencial —salvo sel analis- tala percibe como scompetidora-—, sino que una ope- raciOn del farmakon sigue siendo requerida, casi siem: 29 Pere, Les corps malades dy signifiant, Le conpore et enalyiqu. seminario de 1971-1072, Pars: Inter Editions, 1984, ag. 200 168 pre, porque subsiste el miedo de una captactin des- fructiva en esta relacion, [Noe trata en consecuencia de empecinarse en so- meter a una -deshabituaci6n fisicas al paciente, por {que en tal caso habria confusion de registros. Mas bien ‘se trata de trabajar sobre el puesto de la droga dentro ‘dela Felacién con el analista, En las instituciones asis- tenelales, no es raro que toxicOmanos a quienes se de- claré -curadoss porque habfan obedecido a un prin! plo de abstinencia durante un periodo muy prolonga- 0, mueran de pronto en un -accidente: o se suiciden. La interdiccién dietada por un terapeuta, sobre todo cuando se trata de sujetos psledticos, puede ser enten- dda como la existencia de un sacrificio que induce al paciente a pasar al acto. Un sometimicnto a las ext iencias de tun sencuadres psicoterapéutico no revela fentonces mas que una forma de saspiracién+ en una captacién de tipo materno y no opera remisién alguna, a una ley simbélica. ‘Asi, me mantengo atenta a la postbilidad de tras- formacién de un montaje de toxicomania en el marco de entrevistas preliminares que, por lo demas, tal vez no engendren una verdadera demanda de anilisis. Ese es, en mi opinién, el primer tiempo de una relacion, trasferencial en vias de posible constitucién, que no confiere a la droga el estatuto de competidora, sino que invita a considerar el puesto de un st6xicos en la pala bra, Abordaré ahora las implicaciones clinicas de esta consideracién. Pero ya, en un primer nivel. el pacien tees conducido a situar temporalmente su acto, 0 sea fen un antes: 0 un «despues: de la sesion, y aun, de ‘manera mas especifica, durante las vacaciones del ana lista. Como veremos, sila operacion del farmakon re vela un tipo particular de ereacién, las mas de las ve ces el sujeto debe recrear en la cura un montaje que {ineluya al analista en el interior de una destinacion, aun antes de que la demanda pueda presentar su de- sanudamiento sin el soporte de una formacion aluci- natoria. La cuestién de la trasferencia, entonces, no podria ser resuelta @ priori en el caso de pacientes to- xicémanos. Ademas de que estos presentan cstructu ras diferentes, y consuman una suplencia o la forma: 169 clon de un suplemento, la constitucion de una rela ‘i6n trasferencial sigue siendo el primer objetivo anali- {ico que no se realiza efectivamente sin un verdadero trabajo de claboracién, tanto por parte del analista co- ‘mo del paciente, Hechas estas precisiones, consideraré en lo que st- gue, de manera més directa, los problemas suscitados por la constitucién de una relacion traslerencial de ti Po analitico con estos pacientes, B. Instaurar una »escenar Las que provisionalmente podemos llamar trasfe- renela imaginaria y trasferencia simboliea represen- tan dos formas necesarias de alienaciones que se ar- ticulan entre si para ligar sobre la escenas analitica las determinaciones del sufrimiento. Con la primera, el analista ocupa transitoriamente el lugar de un objeto Imaginario que despierta el odio, el amor, la fascina- clon o la angustia; en tanto que la segunda se consti- {ye tan pronto como se establece una destinacion ha- cia cl analista y un sujeto atestigua su suftimiento en Ja palabra, - ~ En tanto habla, el analizando crea la ficcion de un interlocutor Otro supuesto saber, flecién necesaria para la emergencia de las manifestaciones del inconciente a fin de que entren en perspectiva una sinedgnitar 0 lun enigma. Con esto suseita el enigma del desco det Otzo, donde encuentra el anclaje necesarto para el re lanzamiento de su propio deseo. — Dicho de otro modo, en el encuentro con el analis- ta se debe claborar wotra escenae sobre la cual el cuer- o recomponga sus trayectos pulsionales. Cuando el analizando enuncia sus decires, plerde algo del cuer- po. ¥ cuando actualiza sucesivas pérdidas, engendra Jas metaforas del cuerpo en la palabra, Por el trabajo de sustitucion entre los significantes, y merced al re- lanzamiento de los decires que no fijan significaciones, ~ el cuerpo se clabora en el Otro. ¥ lo que vuelve posible este proceso es sin duda la instauracién de una rela- 170 cién con -la auseneiar, que permite al paciente seguir ejerciendo su deseo, ‘Desde luego que estas proposiclones tienen que ser todavia precisadas y ampliadas, pero por ahora me per- titen introducir mi cuestionamiento: en lo que sigue de mi investigacién encontraran diferentes ecos. He situado la operacién del farmakon del lado de Jas formaciones narcisistas afines a la lesion de dria no, que implican un tipo diferente de alicnacién por cl recurso a lo real. Estas formaciones narcisistas rea lizan una generacion y una «masa- narcisista que sus- traen artificialmente al sujeto de otras formas de alie- nacion. Ademas, detienen el movimiento del desco, {que recorta las pérdidas del cuerpo, para fijar una pos- ura. un srepliegue nareisistas. Por ello. la especifict- Gad del tratamiento de muchos pacientes toxicéma: hos consistira en la dificultad para establecer una tras- ferenela analitica "Elanalista incita el advenimiento de los decires que hacen aparecer al sujeto, pero en este caso son sactua- res: los que mas a menudo se presentan en la vescenar ‘analitica. El hecho mismo de que un espacio se desig: nne como tiempo de palabra engendra una forma de pa rhico en muchos de estos pacientes, y susctta tenta vvas de desafiar ese encuadre, de quebrar sus bordes y de neutralizar la -regla fundamental. Llamadas te Tefonicas, retrasos, ausencias 0 tentativas de incursion cen la vida privada del analista figuran a veces un des- borde de la sescena» y un intento de poner a prucba ‘sus limites. Por lo comiin se excluyen del campo de las sesto- nes precisamente clertos actuares para que la palabra pueda ser escuchada sobre -otra escenze. Esto es lo que parece propio det setting exigible para la cura’ Pero las mas de las veces ese lugar de la cura no se presen- ta constituido desde el comlenzo en estos casos, como si el cuerpo atin no pudiera situarse porque no supie- ra -ausentarse: para elaborarse en la palabra y el si: lencio, Si la trasferencia, como el suenio, actualiza la expresion de deseos inconcientes,®® ciertos actuares © Desde 1900, con la Taumdeutung ye caso Dora es sn du 4a el modelo del ano et queofece a Freud el prottipo dea Was im

You might also like