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Alexandro Sahia
(*)El artículo es una respuesta a otro anterior publicado en la Revista "Facla" titulado
"¿Por qué escribís?"
"Los escritores son y seguirán siendo los defensores de la humanidad entera, y de ellos
se espera, en primer lugar, iluminar el camino hacia formas de vida en las cuales la
explotación no exista, las diferencias de clase sean eliminadas y el odio entre razas sea
extirpado".
Sahia fue miembro del Partido Comunista Rumano, y uno de los creadores de la
Asociación de Amigos de la Unión Soviética (ARLUS), creada en 1932, que perseguía el
establecimiento de relaciones diplomáticas con Moscú, inexistentes desde 1917, y el
alejamiento de la política agresiva de Occidente contra el país socialista, además del
rechazo al creciente fascismo europeo, mediante la organización de grupos de
intelectuales antifascistas. El grupo incluía a muchos antiguos y futuros activistas del
Partido Comunista Rumano, y primeras figuras de la literatura y la cultura rumana.
Alexandru Sahia murió con solo 29 años por una tuberculosis mal tratada. En 1946,
tras la llegada al gobierno tras las primeras elecciones democráticas celebradas en
Rumania de la coalición democrática dirigida por el Partido Comunista, se le nombró
Héroe de la clase trabajadora.
"No escribo, por supuesto, para distraerme. Sería una acción criminal en este caso. Mis
escritos son una contribución a los esfuerzos de las masas trabajadoras. Su ideal es mi
ideal (...) Los escritores de mi generación tienen que convencerse de que en los
momentos actuales no pueden hacer más que arte comprometido y que otro tipo de
arte no es posible".
Y es que, como bien sabia Alexandro Sahia, (en este sentido, podríamos considerarle
una especie de Bertolt Brecht rumano), la democracia burguesa y el fascismo son dos
caras de la misma peste, la barbarie capitalista, y para que la especie humana se libre
de esta enfermedad criminal solo hay una medicina: el Socialismo
Nuestra generación, es decir aquellos que hemos superado los 25 años, ha vivido, y
sigue haciéndolo, una época verdaderamente trágica. Los años crudos de la infancia
se han enganchado uno a otro bajo un signo, el de la guerra, plena de sangre.
Muchos de nuestros padres terminaron sus días pudriéndose en los campos, como
simples cadáveres coronados de gloria... Ahora ni siquiera son eso. Otros regresaron
mutilados, ciegos o enloquecidos.
Estos naufragios decorativos, símbolos de aquel mundo, son nuestros familiares, al
lado de los cuales dormimos, comemos, deshacemos la existencia momento a
momento.
Desde entonces todos los esfuerzos de las cabezas, así llamadas, "pensantes", para
controlar el mecanismo de las leyes económicas se han mostrado, día a día, una y
otra vez, simples tentativas. Nuestro sufrimiento ha crecido, rondando sin parar
hacia el hambre y la miseria. Los años de instituto, de universidad, son parte de una
vida falta del romanticismo de otros tiempos, grandes agujeros en los cuales
continuamente hemos divisado su profunda negrura, y el temor de la falta de pan
nos ha seguido siempre.
!Han pasado ya veinte años desde la matanza que fue la Primera Guerra Mundial!
!Veinte años! ¿Acaso la existencia de las masas, en las cuales nosotros también nos
englobamos, ha cambiado algo? Al contrario, todo va a peor.
De las estadísticas oficiales en 50 estados resulta que en el año 1934 han perdido la
vida, debido a una alimentación insuficiente, aproximadamente 2.400.000 hombres.
Por otra parte, 1.200.000 se han suicidado por los efectos de la crisis económica.
Pero, como culminación de los tiempos trágicos que vivimos, de las estadísticas
publicadas resulta que, en el curso del mismo año, 1.000.000 de vagones de trigo,
267.000 vagones de café, 258.000.000 kg de azúcar, 26.000.000 kg de arroz y
25.000.000 kg de carne se destruyeron para que no se produjera una caída de los
precios.
Un escritor tiene que ser un luchador social. Debe estar estrechamente unido a la
situación social en la que vive. El escritor no puede ser extraño a los fenómenos
económicos, políticos, que afectan a las masas. La vida de nuestros días busca ser
modelada de otra forma, mucho más dura. La época del romanticismo lánguido, del
éxtasis místico, está arrodillada y golpeada por otra realidad que busca
adelantarnos. Algo más; los escritores de mi generación tienen que convencerse de
que en los momentos actuales no pueden hacer más que arte comprometido y que
otro tipo de arte no es posible. En esta tendencia política, por supuesto, tiene que
introducirse la mayor calidad artística posible, porque sólo así nuestras obras serán
visibles.