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Para la liberación de las masas

Alexandro Sahia

Publicado en la Revista Facla, XV, nr. 1.416, 17 de octubre de 1935

Publicado en internet en el blog Un vallekano en Rumanía

(*)El artículo es una respuesta a otro anterior publicado en la Revista "Facla" titulado
"¿Por qué escribís?"

"Los escritores son y seguirán siendo los defensores de la humanidad entera, y de ellos
se espera, en primer lugar, iluminar el camino hacia formas de vida en las cuales la
explotación no exista, las diferencias de clase sean eliminadas y el odio entre razas sea
extirpado".

Alexandru Sahia nació el 9 de octubre de 1908 en Manastire, en la provincia de


Calarasi, y murió en 1937 en Bucarest. Fue un importante periodista del periodo
interbélico, publicando sus artículos en los principales diarios de la época: Rampa,
Facla, Dimineața, Azi, Cuvântul liber, Adevărul y Era nouă.

Fue un activo admirador y partidario de la Unión Soviética y del comunismo, y escribió


el primer diario de viaje a la Unión Soviética escrito por un rumano, en los que
describía las increíbles conquistas de la clase trabajadora en aquel país, en 1935: "La
URSS hoy".

Alexandru Sahia es la demostración clara de que la versión oficial de la Rumania


capitalista que, en otro habitual intento de manipulación histórica, difunde que
durante el periodo interbélico el movimiento y la importancia del comunismo en
Rumania fue mínima, es simplemente eso: pura propaganda. Por supuesto que hoy
Sahia es un escritor olvidado y censurado en Rumania, y pocos jóvenes conocen su
papel protagonista en la lucha antifascista de su compatriota.

Sahia fue miembro del Partido Comunista Rumano, y uno de los creadores de la
Asociación de Amigos de la Unión Soviética (ARLUS), creada en 1932, que perseguía el
establecimiento de relaciones diplomáticas con Moscú, inexistentes desde 1917, y el
alejamiento de la política agresiva de Occidente contra el país socialista, además del
rechazo al creciente fascismo europeo, mediante la organización de grupos de
intelectuales antifascistas. El grupo incluía a muchos antiguos y futuros activistas del
Partido Comunista Rumano, y primeras figuras de la literatura y la cultura rumana.

Aparte de los fundadores, Constantinescu-Iaşi, Ion Niculi e Iorgu Iordan, fueron


miembros también muchos intelectuales de la Rumania interbélica, como Scarlat
Callimachi, N. D. Cocea, el propio Alexandru Sahia, Stephan Roll, Mihai Beniuc, Petre
Pandrea, Teodor Bugnariu y Mihai Popilian, además de que otros muchos destacados
representantes de la cultura rumana se encontraban entre sus simpatizantes (Mac
Constantinescu, Demostene Botez, Haig Acterian, Zaharia Stancu, el compositor
George Enescu, Marcel Janco, Camil Petrescu, y otros tantos).

Alexandru Sahia murió con solo 29 años por una tuberculosis mal tratada. En 1946,
tras la llegada al gobierno tras las primeras elecciones democráticas celebradas en
Rumania de la coalición democrática dirigida por el Partido Comunista, se le nombró
Héroe de la clase trabajadora.

Escribió muchos artículos criticando a los gobiernos liberales y profascistas, además de


al régimen criminal capitalista, y fue autor de diferentes cuentos donde los
protagonistas generalmente eran miembros de la empobrecida y maltratada clase
trabajadora o campesina rumana.

En el siguiente artículo, "Para la liberación de las masas", Sahia responde a otro


anterior que había sido publicado en la Revista Flaca en el que se preguntaba a los
escritores por qué se escribe. En el artículo Alexandru Sahia habla de la obligación
moral del intelectual de luchar contra el fascismo y de apoyar la lucha de los
trabajadores por su emancipación de la esclavitud a la que son sometidos por la clase
capitalista:

"No escribo, por supuesto, para distraerme. Sería una acción criminal en este caso. Mis
escritos son una contribución a los esfuerzos de las masas trabajadoras. Su ideal es mi
ideal (...) Los escritores de mi generación tienen que convencerse de que en los
momentos actuales no pueden hacer más que arte comprometido y que otro tipo de
arte no es posible".

Y es que, como bien sabia Alexandro Sahia, (en este sentido, podríamos considerarle
una especie de Bertolt Brecht rumano), la democracia burguesa y el fascismo son dos
caras de la misma peste, la barbarie capitalista, y para que la especie humana se libre
de esta enfermedad criminal solo hay una medicina: el Socialismo

•Para la liberación de las masas, de Alexandru Sahia

Nuestra generación, es decir aquellos que hemos superado los 25 años, ha vivido, y
sigue haciéndolo, una época verdaderamente trágica. Los años crudos de la infancia
se han enganchado uno a otro bajo un signo, el de la guerra, plena de sangre.
Muchos de nuestros padres terminaron sus días pudriéndose en los campos, como
simples cadáveres coronados de gloria... Ahora ni siquiera son eso. Otros regresaron
mutilados, ciegos o enloquecidos.
Estos naufragios decorativos, símbolos de aquel mundo, son nuestros familiares, al
lado de los cuales dormimos, comemos, deshacemos la existencia momento a
momento.

¿No os hace pensar?... Dicen que la guerra se terminó....

Llegaron, sin embargo, después las consecuencias económicas de la guerra, y la


forma de dirigir el estado vierte sobre la nación, sobre todas las naciones, como
sobre nuestra adolescencia, una nueva epidemia: la crisis.

Desde entonces todos los esfuerzos de las cabezas, así llamadas, "pensantes", para
controlar el mecanismo de las leyes económicas se han mostrado, día a día, una y
otra vez, simples tentativas. Nuestro sufrimiento ha crecido, rondando sin parar
hacia el hambre y la miseria. Los años de instituto, de universidad, son parte de una
vida falta del romanticismo de otros tiempos, grandes agujeros en los cuales
continuamente hemos divisado su profunda negrura, y el temor de la falta de pan
nos ha seguido siempre.

!Han pasado ya veinte años desde la matanza que fue la Primera Guerra Mundial!
!Veinte años! ¿Acaso la existencia de las masas, en las cuales nosotros también nos
englobamos, ha cambiado algo? Al contrario, todo va a peor.

De las estadísticas oficiales en 50 estados resulta que en el año 1934 han perdido la
vida, debido a una alimentación insuficiente, aproximadamente 2.400.000 hombres.
Por otra parte, 1.200.000 se han suicidado por los efectos de la crisis económica.
Pero, como culminación de los tiempos trágicos que vivimos, de las estadísticas
publicadas resulta que, en el curso del mismo año, 1.000.000 de vagones de trigo,
267.000 vagones de café, 258.000.000 kg de azúcar, 26.000.000 kg de arroz y
25.000.000 kg de carne se destruyeron para que no se produjera una caída de los
precios.

El cuadro es espantoso e ilustra de forma clara la evidencia de la inmoralidad de la


economía burguesa que nos somete. Se destruyen cantidades enormes de
mercancías, producidas por la clase trabajadora a través de indignas formas de
explotación, para que, finalmente, muchos de los explotados acaben muertos. Son
los imperativos categóricos de las leyes del capitalismo.

Una civilización de milenios se desintegra como si quisiera volver a las formas


bárbaras de lucha por la existencia.

De nuevo, la guerra amenaza. Los gobernantes de los estados de hoy no están


preocupados nada más que, en primer lugar, de armarse lo máximo posible. El odio
racial crece, adquiriendo formato oficial, como en el caso de la Alemania fascista.
Mientras tanto, las grandes masas, explotadas salvajemente, sufren,
empobreciéndose, alcanzando el desempleo cotas impensables. Falta muy poco para
que, otra vez, la mayoría sea empujada hacia una nueva matanza por una interesada
minoría.

Entonces, ¿todavía seguís preguntándome por qué escribo?(*) No escribo, por


supuesto, para distraerme. Sería una acción criminal en este caso. Mis escritos son
una contribución a los esfuerzos de las masas trabajadoras. Su ideal es mi ideal.

En el Congreso de Escritores Revolucionarios, celebrado el año pasado en Moscú,


Máximo Gorki, en un discurso magistral, afirmó que "Nosotros los escritores estamos
comprometidos con una obra mundial y tenemos que ser dignos de formar parte de
ella. Hemos entrado en una época de tragedia y debemos aprender a expresar este
drama en formas actuales, así como supimos ser la voz de las antiguas".

Un escritor tiene que ser un luchador social. Debe estar estrechamente unido a la
situación social en la que vive. El escritor no puede ser extraño a los fenómenos
económicos, políticos, que afectan a las masas. La vida de nuestros días busca ser
modelada de otra forma, mucho más dura. La época del romanticismo lánguido, del
éxtasis místico, está arrodillada y golpeada por otra realidad que busca
adelantarnos. Algo más; los escritores de mi generación tienen que convencerse de
que en los momentos actuales no pueden hacer más que arte comprometido y que
otro tipo de arte no es posible. En esta tendencia política, por supuesto, tiene que
introducirse la mayor calidad artística posible, porque sólo así nuestras obras serán
visibles.

Los escritores son y seguirán siendo los defensores de la humanidad entera, y de


ellos se espera, en primer lugar, iluminar el camino hacia formas de vida en las cuales
la explotación no exista, las diferencias de clase sean eliminadas, y el odio entre
razas sea extirpado.

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