Professional Documents
Culture Documents
Resumen Metafisica I Primer Semestre
Resumen Metafisica I Primer Semestre
Metafísica
Resumen
Primer Cuatrimestre
Jesús Morote, Rafel Rosselló, Javier Jurado
ÍNDICE
TEMA 1. CONCEPTO Y MÉTODO DE LA METAFÍSICA (JAVIER) 5
1.1. PUESTA EN CUESTIÓN DE LA METAFÍSICA ..................................................... 7
1.2. LA METAFÍSICA COMO SABER PROBLEMÁTICO ............................................ 7
1.3. LA METAFÍSICA ENTRE LA CIENCIA Y LA POESÍA ........................................ 8
1.4. DIVISIÓN DE LA METAFÍSICA: ONTOLOGÍA Y TEODICEA ....................... 9
1.5. TÓPICOS METAFÍSICOS ............................................................................................10
1.6. EL MÉTODO EN EL PENSAR METAFÍSICO ......................................................10
TEMA 8. LA CUESTIÓN DE LAS CATEGORÍAS (JESÚS) 12
8.1. LAS CATEGORÍAS EN ARISTÓTELES ..................................................................12
8.2. LA TEORÍA KANTIANA DE LAS CATEGORÍAS ...............................................13
8.3. LAS CATEGORÍAS EN LA FILOSOFÍA ANALÍTICA ........................................13
8.4. OTRAS TEORÍAS CATEGORIALES: HARTMANN, WHITEHEAD Y BLOCH
15
TEMA 9. REALIDAD, POSIBILIDAD Y NECESIDAD (JESÚS) 17
9.1. PLANTEAMIENTO DE LA MODALIDAD EN ARISTÓTELES Y LOS
ESTOICOS: POSIBILIDAD, NECESIDAD Y CONTINGENCIA .................................17
9.2. LAS CATEGORÍAS MODALES EN KANT Y EL NEOKANTISMO ..............18
9.3. POSIBILIDAD Y REALIDAD EN HEGEL ............................................................19
9.4. LA POSIBILIDAD EN LEIBNIZ ...............................................................................20
9.5. LA CATEGORÍA DE NECESIDAD Y LA CUESTIÓN DEL DETERMINISMO
21
TEMA 10. ESENCIA Y APARIENCIA (JAVIER) 23
10.1. ESENCIA Y APARIENCIA EN KANT Y EL IDEALISMO ................................24
10.2. ESENCIA Y APARIENCIA EN EL PENSAMIENTO DE MARX .....................24
10.3. LA HERMENÉUTICA DE LA SOSPECHA EN FREUD Y NIETZSCHE ......25
10.4. LA PROLIFERACIÓN DE LOS SIMULACROS EN LA FILOSOFÍA
POSTMODERNA ........................................................................................................................26
TEMA 11. SER Y DEVENIR (JAVIER) 28
11.1. LA REALIDAD COMO MOTILIDAD EN HEGEL .............................................29
11.2. DEVENIR Y EVOLUCIÓN .........................................................................................29
HISTÓRICO DE EXÁMENES
2007-1
2007-2
2007-3
2007-4
2008-1
2008-2
2008-3
2008-4
2009-1
2009-2
2009-3
2009-4
2010-1
2010-2
2010-3
2010-4
2011-1
2011-2
2011-3
2011-4
Tema 1 6 X X X X X X
Tema 2 1 X
Tema 3 1 X
Tema 4 1 X
Tema 5 1 X
Tema 6 3 X X X
Tema 7 0
Tema 8 3 X X X
Tema 9 4 X X X X
Tema 10 1 X
Tema 11 4 X X X X
Tema 12 2 X X
Tema 13 3 X X X
Tema 14 3 X X X
Tema 15 2 X X
Tema 16 1 X
Tema 17 2 X X
Tema 18 2 X X
40
2007-1
2007-2
2007-3
2007-4
2008-1
2008-2
2008-3
2008-4
2009-1
2009-2
2009-3
2009-4
2010-1
2010-2
2010-3
2010-4
2011-1
2011-2
2011-3
2011-4
Tema 1 6 X X X X X X
Tema 9 4 X X X X
Tema 11 4 X X X X
Tema 8 3 X X X
Tema 13 3 X X X
Tema 14 3 X X X
Tema 12 2 X X
Tema 15 2 X X
Tema 17 2 X X
Tema 18 2 X X
Tema 10 1 X
Tema 16 1 X
33
2007-1
2007-2
2007-3
2007-4
2008-1
2008-2
2008-3
2008-4
2009-1
2009-2
2009-3
2009-4
2010-1
2010-2
2010-3
2010-4
2011-1
2011-2
2011-3
2011-4
Tema 1 6 X X X X X X
Tema 9 4 X X X X
Tema 11 4 X X X X
Tema 8 3 X X X
Tema 13 3 X X X
Tema 14 3 X X X
Tema 12 2 X X
Tema 15 2 X X
Tema 17 2 X X
Tema 18 2 X X
Tema 10 1 X
Tema 16 1 X
33
2007-1
2007-3
2008-1
2008-3
2009-1
2009-3
2010-1
2010-3
2011-1
2011-3
Tema 1 5 X X X X X
Tema 9 4 X X X X
Tema 11 2 X X
Tema 13 2 X X
Tema 14 2 X X
Tema 12 1 X
Tema 15 1 X
Tema 18 1 X
Tema 10 0
Tema 16 0
18
Se halla así la Metafísica más próxima a la poesía que a la ciencia, como lo han recordado
Unamuno, Heidegger y María Zambrano entre otros. Así, el vasco concibe un pensamiento
metafísico producto de la fantasía de la que brota la razón, pero que procede del sentimiento
trágico de la vida más que de la ciencia. El alemán, a propósito de Hölderlin, relaciona la poesía
y la Metafísica cuya superación sólo se da en el Recuerdo (Andenken) para remediar el olvido del
Ser, poetizando más que calculando, del mismo modo que la poesía en su arroyo retrocede hasta
el manantial. La discípula de Ortega elaborará su razón poética de impronta metafísica para
plantear las cuestiones últimas que, como Marcel, tomará como misterios.
religioso y místico a ellos. Con ello, genera una ética inmanente, consciente de su inserción
histórica en la época post-bélica marcada por los horrores de Auschwitz e Hiroshima. Para
Adorno el primero paralizó la Metafísica al hacer irreconciliable la especulación con la
experiencia, y obliga a ésta a limitarse a ser una dialéctica negativa si no quiere ser cómplice. El
segundo desemboca en la teoría de las catástrofes por cuanto la posibilidad de una guerra
nuclear que pone en peligro la existencia misma del ser modifica la perspectiva de la ontología
con un horizonte final de aniquilación: C. París hablará de ontología nuclear, y E. Trías de la
necesidad de una política ontológica radical.
preguntas tienen respuestas, y considerando que el fundamento es más abismo que suelo como
recuerda Heidegger y que el sujeto, pendant exigido por el método, se nos presenta como
residuo de estructuras que lo superan y dominan.
La ventaja actual es la disponibilidad de información sobre múltiples tradiciones propias y
culturales en la historia con las que contrastar ideas y significados, con el que poder elaborar un
texto plural polimorfo, más un fieltro que un tejido, pues no se origina por entrecruzamiento
ordenado sino por embrollo de fibras, sin centro, ni haz ni envés, y como espacio riemanniano
de curvatura distinta en cada punto.
La metafísica actual postmoderna de los Deleuze, Derrida, Heidegger, Vattimo,… mantiene
una relación irónica de asunción-superación-perversión como método hermenéutico
interpretando textos y mezclándolos desde diferentes fuentes a modo de collage. Y aun
extrayendo conclusiones por inducción y deducción de las ciencias, su proceder es analógico y
metafórico. Como dice Peñalver, analítico y sintético a la vez de forma progresiva y regresiva.
En definitiva, se trata de un método estructural pues define un orden que explica mediante una
estructura construida sobre la estructura real empírica e inteligible a nivel subyacente. Esta
estructura resulta inconsciente e inobservable, soporte de los hechos y sus transformaciones de
forma no unívoca pues de todas sus posibles formas sólo se habrán dado realmente algunas.
Este análisis establece una relación de analogía entre la estructura y la realidad, y a aquélla se
llega por aproximaciones sucesivas rigurosas aunque anexactas, al estilo del método de Jericó de
Ortega.
Este método se caracteriza porque discurre localmente (sin referencias métricas), por ser catastrófico
(porque explica el surgimiento de discontinuidades) y porque pertenece a los supervivientes (más
que a los herederos de una modernidad en ruinas), porque hemos perdido las raíces de nuestra
cultura en la crisis de nuestra actual “civilización nuclear”, con la pretensión de lúdica y
lúcidamente experimentar con cautela, suponiendo que no todo está perdido y que es posible
contribuir dentro de nuestras posibilidades a la apertura de una débil esperanza.
acontecimientos más que esencias. Las categorías de Deleuze se adaptan a las necesidades de
cada momento y son ejemplos de un pensamiento ontológico cuya noción de Ser ha
abandonado las características fuertes de la noción clásica de Ser y que, más que representar un
Ser previamente dado, constituye en cada momento los acontecimientos que precisa.
subsisten, como un cuasi-ser general que va más allá de lo efectivamente existente propiamente
dicho.
En relación con el polo subjetivo, o teoría de la realidad trascendental del sujeto, tanto Apel
como Habermas, sostienen que este sujeto no puede ser individual, es decir, no coincide con el
sujeto empírico concreto, y además que dicho sujeto está mediado por el lenguaje. La
subjetividad trascendental es pues intersubjetiva y lingüística y, así, es real aquello que puede ser
objeto de un consenso libre de coerción y no persuasivo por parte de una comunidad ilimitada
de comunicación. La noción de realidad por su polo subjetivo exige una noción dialógica de la
racionalidad, y, por su polo objetivo, un objeto captable a la larga por la comunidad humana
intersubjetiva.
Evitando tanto la “katianización” como la “hegelianización” del marxismo, cabe destacar que el
teleologismo de Marx que es comedido y finito – frente a todo utopismo abstracto, ideal moral
o idea regulativa – y que propone una posibilidad objetiva derivada de la acción revolucionaria
de las masas. El polo hegeliano (necesidad – optimismo histórico) y el kantiano (ideal moral –
deontologismo abstracto) se equilibran en el marxismo. Entre ambos polos se han manejado los
marxistas, pues en cada instante cabe mitigar el optimismo de cualquier período, que siempre es
superable, y aunque el avance resulte momentáneamente imposible, el motivo ético constituye
una raíz suficiente para estimular la acción emancipatoria.
Marcuse reconoce en Marx tres significados de la dualidad esencia-apariencia:
Esencia es la totalidad del proceso social.
Esencia es el nivel económico transformado en otros niveles en sus manifestaciones
(Erscheinungsform).
Esencia es la ciencia que se opone a la ideología.
Frente a la concepción epistemológica estática entre esencia y hecho, surge así una relación
crítica y dinámica entre esencia y apariencia en la historia, y concluye sosteniendo que todos los
conceptos materialistas contienen una acusación y un imperativo.
interpretación, un mundo de simulacros. Este mundo ha roto con el nomoteísmo1 que escindía
radical y jerárquicamente realidad y apariencia y, con la muerte de Dios, da lugar a un politeísmo
radical que fisura la identidad de personas y de cosas. Ambas interpretaciones, sin embargo, no
son tan divergentes, pues ambas se conducen a replantear el fundamento de lo real de forma
inmanente, secularizando la jerarquía ontológica y estableciendo relaciones horizontales entre los
entes; y siendo unos simulacros indicios de otros, se renueva cierta jerarquía aunque siempre
provisional y transitoria, nómada.
Heidegger, no obstante, se opone a esta concepción con su distinción entre:
El fenómeno (Phänomenon), lo que se muestra en sí mismo.
El aparecer (Schein), lo que tiene aspecto de algo con lo que no coincide realmente.
Las puras apariencias (Blosse Erscheinung), anuncio de algo que permanece no revelable.
En Klossowski la mera apariencia deja de ser tal porque absorbe todo “en sí mismo”. El
movimiento hacia lo que es propio, presente en Heidegger (y Vattimo) está completamente
ausente en Klossowski (y Deleuze). A la fenomenología hermenéutica le sustituye una
semiótica pulsional, que privilegia el momento de lo real identificado con el simulacro, que no se
da como engaño sino como tal.
Opuesta a esta visión está la de Baudrillard, que reflexiona sobre los efectos de hiperrealidad de
los simulacros, que intentan rellenar el “desierto de lo real mismo” en plena era de la
simulación y la liquidación de todos los referentes. La simulación alude a un cierto engaño,
pero los simulacros no sustituyen a lo real sino que lo constituyen. Al privilegiar lo imaginario
sobre lo real, Baudrillard cae en cierto idealismo. Los simulacros son la realidad misma en su
despliegue afirmativo y gozoso.
1 ¿monoteísmo?
disminuir activamente la opacidad en lo posible, rasgar velos ideológicos aunque nunca estemos
seguros de estar ya contemplando la realidad en sí misma. Ésta es la vía de un esencialismo
mitigado y autocrítico, estratégicamente más verosímil para la emancipación que un fideísmo en
la posibilidad de alcanzar la verdad absoluta y mucho más que una renuncia a iniciar si quiera el
camino de las apariencias a la realidad. La relación de la metafísica a su otro no puede ser de
oposición, decía Derrida, y por tanto acaso oponerse a la estructura esencia-apariencia
frontalmente no sea el camino. Quizá lo mejor sea jugar irónicamente, oponiendo a las
apariencias actuales esencias construidas cuyas nuevas apariencias deban ser sometidas a otro
contraste, y así sucesivamente.
homo faber creador y productor que interrumpe el devenir, revelado como algo esencialmente
calculable y previsible que la ciencia pretende someter.
destrucción, originan estructuras estables, que consumen energía. Lejos del equilibrio, se puede
producir una bifurcación en la que el sistema pueda seguir evoluciones diferentes, a partir de
fluctuaciones que pueden ser de gran magnitud. En estas condiciones, la materia, según
Prigogine, adquiere cualidades nuevas como la capacidad de:
Enviar información a distancias macroscópicas comportándose como un todo al
“conocer” la situación de sus partes.
“Percibir” los efectos debidos a las fluctuaciones y responder en las bifurcaciones.
Adquirir “memoria” como tiempo interno a la evolución del sistema al margen del
tiempo externo.
Estas estructuras disipativas suponen la ruptura del sistemático aumento de la entropía tal y
como predice el segundo principio de la termodinámica: los sistemas complejos y en especial los
seres vivos crean organización a partir de la desorganización reduciendo la entropía a costa de
consumir energía y aumentar el desorden en su ambiente, lo que mantiene el principio a nivel
global intacto. Por eso, estas estructuras se encuentran tan ligadas al surgimiento y
mantenimiento de la vida, combinando el azar y la necesidad de forma creadora. A la
irreversibilidad marcada por la flecha del tiempo de la entropía, estas estructuras se oponen
transitoriamente.
Completa este panorama de la complejidad en torno al devenir la teoría de las catástrofes de
R. Thom según la cual todas las formas estables estructuralmente pueden relacionarse con un
dinamismo subyacente peculiar discontinuo que explica su propio surgimiento. Ésta es la
morfogénesis que supone la existencia de dinamismos microscópicos cuyas discontinuidades
(catástrofes) originan una forma estable a nivel macroscópico. Esta teoría analiza las condiciones
de posibilidad de estas discontinuidades y las cataloga, reduciendo al caso de nuestro espacio-
tiempo y con carácter potencial, a siete posibilidades, perfectamente determinadas
geométricamente. Esta morfología aborda desde los seres vivos y las estructuras sociales hasta
las formas lingüísticas, abstrayéndose del substrato considerado, lo que permite establecer
analogías para explicar dinamismos desconocidos a partir de otros conocidos, lo que fortalece el
papel del paradigma de la complejidad.
Cada estrato sirve de substrato a otro y a su vez cada estrato consta de:
Una capa central, constituida por:
o Sus materiales externos que toma de estrato.
o Sus elementos sustanciales interiores.
o Sus relaciones o rasgos formales.
Un medio intermedio, que constituye su epistrato.
Un medio asociado, que constituye su parastrato.
De manera que el estrato no existe más que abierto en dirección a los medios que le rodean y
que constituyen sus epistratos y paraestratos. Este movimiento de apertura, de
desterritorialización, conecta esta visión estratificada con la visión del plano de consistencia en
un doble movimiento, correspondiente cada uno a dos tipos de máquina abstracta:
El Ecúmeno, que permanece englobada en cada estrato.
El Planómeno, que se desarrolla por sí misma en el plano de consistencia.
A la vez que cada estrato se desborda sobre los otros, en un viaje hacia la desestratificación
completa del plano de consistencia, también se repliega sobre sí mismo en una
reterritorialización que fija los materiales y las energías procedentes del exterior y que dota al
estrato de su individualidad.
La relación entre los diversos estratos se lleva a cabo mediante dispositivos maquínicos
denominados interestratos, que relacionan también los contenidos y las expresiones en cada
estrato. También hay dispositivos maquínicos que abren el estrato hacia el plano de consistencia
y realizan la máquina abstracta, denominados metaestratos.
condición necesaria, pero no suficiente, para dar cuenta de las peculiaridades de los organismos.
Tal emergencia despliega grados diversos, dependiendo de los grados de complejidad de los
tipos de organismos considerados.
Para Atlan, la materia orgánica no es distinta de la inorgánica, pero está estructurada de otra
manera y obedece a otras leyes. En el ámbito orgánico se invierte localmente el aumento de
entropía y surge orden a partir del desorden, o “complejidad debida al ruido”. Los sistemas
biológicos son sistemas autoorganizativos en los que se produce una interacción entre diferentes
niveles de integración. Atlan pone el énfasis en la capacidad que muestran esos sistemas para
producir más información sobre la base de interacciones azarosas con su entorno, para crear
una mayor complejidad y un aumento de la diversidad.
Según Monod, la emergencia de la vida a partir de elementos físico-químicos es un fenómeno
imprevisible que aporta una novedad real respecto al sustrato inorgánico. La vida es un proceso
de morfogénesis espontáneo y autónomo que reposa en las propiedades de reconocimiento de
las proteínas, que dan lugar a una aparición de orden, de diferenciación estructural, a partir de
una mezcla desordenada de moléculas individualmente desprovistas de toda actividad.
máquina abstracta que ignora los estratos, las distinciones entre contenidos y expresiones, entre
formas y substancias y se muestra como un único plano de consistencia que desestratifica
produciendo un continuo de intensidades, una emisión de partículas materiales y de partículas-
signo y una conjunción de flujos desterritorializados. Frente a esto, los dispositivos maquínicos
adaptan el contenido y la expresión de cada estrato; asegurando las relaciones entre los
segmentos del contenido y la expresión; dividen el estrato en paraestratos y epiestratos;
relacionan un estrato con otro y por último actualizan la máquina abstracta en un estrato
determinado o abriendo dicho estrato hacia el plano de consistencia.
En el estrato social y cultural, la noosfera, nos encontramos con el enigma de la hominización,
que es el resultado y a la vez algo distinto del proceso evolutivo biológico. La sociogénesis de
homínidos con cerebros cada vez más grandes es el soporte del desarrollo de la cultura que, a
su vez, permite el desarrollo del cerebro y del lenguaje. Estos rasgos específicos de la
hominización (sociedad, cultura, cerebralización), son aspectos diversos de un proceso de
complejidad creciente
La biología ha dotado al ser humano de muchas posibilidades, precisamente porque no ha
desarrollado su especialización y su adaptación a un medio determinado. El hombre es un ser
inacabado biológicamente y por tanto en su acción no puede basarse en el instinto como los
demás animales, ya que ha sufrido una reducción del mismo. Su complejidad se lleva a cabo
gracias a la cultura, a la técnica, que le permiten adaptarse a todos los ambientes. Lo humano
surge mediante una emergencia creciente a partir de lo que se puede denominar
“prehominización animal”, pero, por otra parte, lo animal se agota y en un momento crítico
produce la explosión de lo humano. El hombre es un ser eminentemente proyectivo, que se
forma una opinión, toma posiciones y luego interviene en las cosas. Aprovecha su
indiferenciación configuracional y sus caracteres neoténicos (persistencia en la edad adulta de
características propias de los cachorros animales, como la curiosidad, el jugueteo, la indefinición
instructiva, etc.) para crearse un mundo propio (Welt) que no se puede reducir al mero
ambiente (Umwelt) al que están adaptados perfectamente los animales.
Vivimos siempre en un mundo cultural, en cuya creación es fundamental la acción y el lenguaje,
que suponen la creación de un mundo perceptivo y muy complejo. El lenguaje y el pensamiento
permiten un comportamiento teórico sobre las cosas que se sitúa como fase intermedia entre la
percepción de la realidad y la acción sobre la misma. La capacidad práxica del hombre se basa en
la posibilidad que tienen las pasiones humanas de ser frenadas e incluso invertidas, de manera
que se pongan al servicio de fines extraños en principio a su satisfacción directa. El hombre
dispone de un “superávit pulsional” que puede dirigir, al menos en parte, hacia la creación
cultural y la transformación de la realidad.
que sólo se puede captar plenamente mediante la categoría de proceso. El dinamismo esencial de
la naturaleza presenta también un carácter formal o estructural que se opone al aumento de
desorden que expresa el segundo principio de la termodinámica. La naturaleza muestra procesos
de ordenación (los seres vivos) que parecen invertir el proceso de muerte térmica que expresa el
segundo principio. La aparición de diversos tipos de formalización o estructuración en la
naturaleza nos lleva a la concepción estratificada de la misma.
Según C. París, la materialidad no es una unidad monótona sino una “pluralidad de
actualizaciones y potencialidades, abiertas y orientadas hacia nuevos desarrollos estructurales” a
la que denomina “pluralismo hílico”. Dicho pluralismo reconoce que las distintas
formalizaciones de la materia no son simplemente epifenómenos, sino que tienen entidad
propia, lo que impide el reduccionismo de un nivel de la realidad a otro, lo cual no excluye la
relación entre dichos niveles. La pluridimensionalidad de la realidad define un complejo sistema
de relaciones entre los diversos constituyentes de la misma.
5. Dentro de los productos culturales figuran métodos que aspiran a servir de criterios para
determinar la racionalidad y, en último extremo, la universalidad de la conducta y del
conocimiento.
El materialismo de Ferrater es emergentista, evolucionista, continuista, realista, crítico desde el
punto de vista epistemológico, empirista y racionalista a la vez, relativista, integracionista y
sistémico. Es un pensamiento pluralista que estratifica la realidad en cuatro niveles: físico,
orgánico, social y cultural entre los que se establecen relaciones de continuidad.
Bunge desarrolla una ontología de carácter materialista y monista (sólo hay una sustancia, pero
una pluralidad de propiedades) que integra en su seno:
Una concepción materialista de la vida.
Una teoría materialista de la mente.
Una concepción materialista de la cultura.
Para Bunge, el materialismo no es una filosofía única, sino una familia de ontologías que tienen
en común la tesis de que “cuanto existe realmente es material”, o la tesis inversa de que “los
objetos inmateriales tales como las ideas carecen de existencia independiente de las cosas
materiales tales como los cerebros”. Un objeto material es aquel que puede estar por lo menos
en dos estados, de modo que puede saltar de uno a otro y su idea de materia coincide con el
conjunto de todos los objetos materiales o entes. Dado que la materia es un conjunto, un objeto
abstracto, no existe de la manera que existen los objetos materiales y no es material a su vez.
Para Bunge la realidad es idéntica con la materia; es decir, los únicos objetos reales son los
materiales.
Este materialismo bungiano es emergentista y distingue varios niveles de entes: físico, químico,
biológico, social y técnico.
Esta ontología materialista se caracteriza por ser:
Exacta (todo concepto es exacto o “exactificable”).
Sistemática (toda hipótesis pertenece a un sistema hipotético-deductivo).
Científica (toda hipótesis es compatible con la ciencia contemporánea).
Dinamicista (todo ente es cambiable).
Sistémica (todo ente es un sistema o un componente de algún sistema).
Emergentista (todo sistema posee propiedades que no tienen sus componentes).
Evolucionista (toda emergencia original es una etapa de algún proceso evolutivo).
Con ella, Bunge pretende:
Superar los defectos de las teorías materialistas vigentes hasta ahora, que son inexactas,
metafóricas, asistemáticas, dogmáticas, anticuadas, fisicistas o reduccionistas.
Intenta armonizar el materialismo con el racionalismo en contra de filósofos como
Popper que mantienen actitudes espiritualistas en problemas como el de la mente. Según
Popper el materialismo reduciría los Mundos 2 (el psiquismo) y 3 (la cultura) al Mundo 1
(los objetos físicos) y con esto se opondría al evolucionismo emergentista que admite la
independencia relativa de los Mundos 2 y 3 respecto al 1.
Quintanilla analiza el desplazamiento y los cambios que se producen en el racionalismo crítico
al pasar de basarse en una ontología como la de Popper a basarse en una ontología materialista
como la de Bunge:
a) Se pasa de una concepción normativa a una concepción descriptiva de la racionalidad.
b) Se cambia el adversario contra el que se dirige la concepción de la racionalidad: que en el
caso de Popper es el escéptico, el dogmático y el irracionalista; mientras que en Bunge es
el filósofo no materialista.
c) Mientras que la teoría de Popper es gnoseológica o metodológica, la concepción
racionalista de Bunge es una teoría ontológica de la razón.
d) En relación con el problema de la justificación de la crítica racional, para Popper la
adhesión a la razón es el resultado de una fe irracional en la propia razón; mientras que
para Bunge y Quintanilla de lo que se trata no es tanto de la justificación racional de la
racionalidad como de la explicación del hecho en qué consiste el pensamiento racional, y
en última instancia, la adhesión a la crítica racional se basa en una concepción de la
materia como dinámica, cambiante y creativa.
algunos subsistemas del mismo que surge de manera emergente en algunos animales dotados de
sistemas nerviosos de gran complejidad.
Una postura parecida defiende Ferrater, al aceptar el emergentismo de propiedades-funciones
mentales en relación con las propiedades-funciones orgánicas, a pesar de que son los procesos
neurobiológicos de los organismos los que se pueden considerar como mentales. Puede haber
cierta diferencia intencional entre lo mental y lo neuronal, pero ambos términos tienen el mismo
referente: la actividad cerebral. Consecuencia de lo anterior es que no hay un alma o un yo como
sujeto de los actos mentales.
2º.- La posibilidad de una teoría materialista de la cultura → posibilidad que comienza a
desarrollarse basándose en el trabajo de antropólogos como Marvin Harris, padre del
materialismo cultural y de antropólogos marxistas como Godelier, Meillasoux, etc., defensores
del materialismo histórico/dialéctico.
Según la teoría materialista de la cultura de Bunge las culturas constituyen un conjunto de
relaciones sociales centradas en la producción material, la producción cultural y la
administración política, que ponen en funcionamiento el trabajo material, el trabajo cultural y el
trabajo administrativo. El sistema cultural es como una caja negra cuyas entradas son: trabajo,
artefactos y energía, que están sometidos a controles de tipo económico, político y cultural, y
que produce tres tipos de salidas: artefactos culturales, acciones y productos de desecho.
Esta concepción de la cultura es materialista porque considera a ésta como una cosa concreta y
no una pauta de conducta, una colección de creencias, o un cuerpo de significados y valores. Al
contrario, una cultura está constituida por personas vivas que interactúan entre sí y por
artefactos y componentes naturales. Los productos culturales como las teorías científicas, las
doctrinas filosóficas o los poemas no son objetos materiales, y no tienen existencia autónoma
separada de sus creadores y usuarios. Esta concepción de Bunge se separa de Popper y Bueno
para quienes los productos culturales tienen una existencia independiente de los usuarios y de
los actos concretos en que se actualizan en sus mentes.
El materialismo es la base de una ética humanista y emancipatoria entendida como la técnica de
despliegue máximo de las potencialidades contenidas en nuestro cuerpo y en nuestra mente en
dirección a una conjunción creativa y solidaria con los demás hombres en la creación de
“cuerpos políticos” capaces de autoliberación y autodespliegue enriquecedor de las propias
potencialidades. Spinoza y Nietzsche son la base de este materialismo ontológico.
En el “Teeteto” y en el “Sofista”, el logos sirve para dar a conocer la propia opinión a través de la
voz utilizando verbos y nombres, pero dicho logos no llega hasta los elementos últimos que son
alógicos, por carecer de composición y ser completamente simples:
En primer lugar, el logos nos permite a través de las palabras (verbos y nombres) hacer
sensible el pensamiento, de manera que se graba en la palabra que sale de la boca.
En segundo lugar, el logos determina el todo por sus elementos.
Por último, el logos es el poder de diferenciar las cosas unas de otras y atender sólo a
aquello que se nos presenta en cada momento.
En el “Fedón” también se plantea que dada la imposibilidad de alcanzar la verdad del ser de
manera inmediata, nos refugiamos en los logoi, es decir, en razonamientos sobre las cosas que
son tomándolas como hipótesis y afirmando como verdaderas las cosas que concuerdan con
dichos logoi.
En la “Carta VII”, Platón considera que hay tres cosas que permiten alcanzar el conocimiento de
las cosas: el nombre (onoma), el logos, entendido como una definición formada de nombres y
verbos y la imagen (eidolon). A estos tres elementos se une el conocimiento mismo que parece ir
más allá de ellos y la cosa en sí cognoscible y real (ousía).
A partir de la traducción latina de los términos griegos, el lenguaje filosófico queda convertido
en una terminología seca y abstracta que se glosa a sí misma, perdiendo la vivacidad original de
los términos griegos, que pertenecían al lenguaje natural, y en ese sentido constituían el
patrimonio de toda la comunidad y no sólo de los filósofos. Así, la traducción de logos por ratio
operada por Cicerón no hace justicia al término griego. A partir de Cicerón el pensar aparece
como lo racional. Ratio viene del verbo reor que Heidegger traduce como tomar algo por algo, lo
que se aproxima al significado de noein, pero se aleja del legein en tanto que exposición de algo
como algo.
Al traducir la definición que Aristóteles da del hombre como zoon logon exon por animal
racional, salimos de la órbita semántica del vocablo griego, en la que el logos implicaba una
relación imprescindible con el pensamiento expresado, con la palabra. Al traducir logos por ratio
se pierde la dimensión expresiva, comunicativa esencial. En el ámbito griego pensar es legein,
logos en el sentido del enunciado, del juicio, pero en el ámbito conceptual latino, ligado al
concepto de ratio, se pierde esta dimensión del pensar que queda reducido al ámbito de lo que
luego se llamará lógica.
Por tanto, la dimensión ontológica de la razón, presente en el concepto griego de logos, se va
perdiendo paulatinamente y aparece la razón instrumental, desprovista de todo alcance
ontológico.
La razón moderna considera a la verdad como la certeza del representar y a lo existente como lo
objetivado en dicha representación. Lo existente es lo representado por un sujeto como un
objeto exterior al propio sujeto y que se enfrenta con él.
El logos griego común a todas las cosas ha sido sustituido por la razón como representación en
la que lo representado aparece como lo opuesto al sujeto que lo conoce. Estos procesos son
paralelos: las cosas del mundo se constituyen como objetos del conocimiento representativo, a
través del mismo proceso que constituye al hombre como sujeto de dicho conocimiento
representativo.
Las causas de las diferencias entre el logos griego y la ratio manipuladora moderna están en que
la civilización griega era una civilización de la palabra centrada en las relaciones entre los
hombres, mientras que la civilización moderna es una civilización de la técnica volcada a la
transformación de la naturaleza más que al establecimiento de relaciones armónicas entre los
hombres. Para los griegos la relación con la naturaleza estaba mediada por las relaciones entre
los hombres, mientras que para la modernidad las relaciones entre los hombres están
mediatizadas por el proceso de dominación y control de la naturaleza.
Estas diferencias se traducen en diferencias entre los conceptos de razón manejados:
En un caso, un concepto de razón como logos dotado de una gran densidad ontológica.
En otro caso, un concepto de razón como ratio, como mero cálculo y representación,
que se limita a ser un instrumento de la teoría del conocimiento y transformación de la
naturaleza que constituye la ciencia y la técnica modernas.
Al análisis del Entendimiento, como facultad de las reglas, sucede la Dialéctica de la Razón o
Vernunft como la facultad de los principios, es decir la facultad de la unidad de las reglas del
entendimiento según principios. Por lo tanto, la razón acepta los conceptos y los juicios del
entendimiento e intenta unificarlos a la luz de un principio superior.
Mientras que la forma de los juicios da lugar a las categorías como elementos posibilitadores del
uso empírico del entendimiento, la forma de los raciocinios da origen a los conceptos puros de
la razón o ideas trascendentales, que determinan por principios el uso del entendimiento en
relación con la totalidad de la experiencia. Las ideas de la razón unifican los resultados del
entendimiento, pero su uso es trascendente al contrario que el uso de las categorías del
entendimiento que es siempre inmanente. Las ideas rebasan los límites de toda experiencia y por
ello no se refieren nunca a un objeto de dicha experiencia. Las ideas de la razón abandonan lo
condicionado y ascienden por la serie de las condiciones hasta lo incondicionado.
Las tres ideas de la razón son las de alma, como sujeto sustancial permanente, la de mundo,
como totalidad de los fenómenos causalmente relacionados y la de Dios, como perfección
absoluta. Estas tres ideas aparecen como los incondicionados que posibilitan las distintas series
de condiciones de los fenómenos.
Los objetos mentados en las ideas de la razón no pueden ser conocidos porque no se dan en la
experiencia. Se obtienen mediante raciocinios dialécticos que son de tres clases:
En el primero, el paralogismo trascendental, se pasa del concepto trascendental de
sujeto a la absoluta unidad del sujeto mismo.
En el segundo tipo se desemboca en las antinomias de la razón, debidas a que al
considerar la totalidad absoluta de la serie de condiciones de un fenómeno, y dado que
siempre tengo un concepto contradictorio de la absoluta unidad sintética de la serie en
una parte, infiero la exactitud de la unidad opuesta.
El tercer tipo lleva al ideal de la razón pura entendida como el ser de todos los seres,
como la absoluta unidad sintética de todas las condiciones de la posibilidad de las cosas.
Resumiendo en Kant el dominio del entendimiento constituye el ámbito en el que podemos
llevar a cabo la construcción de las ciencias del mundo físico, mediante la síntesis de las
representaciones de la sensibilidad por medio de las categorías, mientras que el dominio de la
razón es aquel en el que pretendemos conseguir la unidad absoluta de la experiencia a través de
las ideas del yo, el mundo y Dios, que a diferencia de las categorías, no tienen un uso
constitutivo sino sólo regulativo del conocimiento; unifican el conocimiento empírico sin ser
ellas mismas conocimiento. Los límites del conocimiento son los límites que separan el
entendimiento de la razón.
Estos tres modelos se hermanan en el pensamiento de Marx de una manera compleja, en el que
la metodología dialéctica hegeliana opera sobre las categorías económicas proporcionadas por la
economía política inglesa, con un objetivo fundamentalmente crítico y revolucionario no sólo a
nivel teórico sino también práctico de la realidad analizada y criticada. La dimensión sintética y
totalizadora de la obra de Marx, debida a la influencia de la dialéctica hegeliana, sitúa su
pensamiento en un ámbito que no se puede reducir al propio de las ciencias positivas, el del
entendimiento, sino que se acerca al de la filosofía, es decir, al propio de la razón.
M. Sacristán ha destacado la supervivencia de la oposición entendimiento-razón en pensadores
marxistas contemporáneos como Luckács. Pero en el análisis de Sacristán esta distinción no
implica facultades psicológicas distintas, sino dos tipos de afirmaciones sobre el mundo: “el
entendimiento abarca el ámbito de las proposiciones demostrables dentro de una teoría en
sentido estricto y la razón o discurso dialéctico es el ámbito de las proposiciones no susceptibles de
demostración en sentido fuerte”. Por tanto, la distinción entre entendimiento y razón no sería
psicológica ni ontológica, sino epistemológica y metodológica.
Frente a la solución hegeliana, superviviente aún en el marxismo de Luckács, y a las soluciones
irracionalistas propias de las filosofías de la vida de corte schellingiano, Sacristán supone que la
mente humana utiliza distintos tipos de estrategia según el problema considerado y el nivel de
los conocimientos de que se dispone en cada momento para el abordaje del mismo. Es decir,
hay una única razón que tiene diferentes usos y diferentes niveles según los campos a los que se
aplique. El análisis de la realidad y su totalización sintética son los cometidos imprescindibles y
complementarios de la razón que actúa a la vez como entendimiento analítico-científico y como
razón sintético-dialéctica filosófica.
sociedad: la racionalidad extrema de los medios coexiste y refuerza a una irracionalidad global
cada vez más preocupante.
la elección de los medios, son compatibles con la mayor irracionalidad de los fines, que no se
pueden discutir de forma racional.
Frente a esta situación, Adorno y Horkheimer defienden una teoría crítica que se opone a la
teoría tradicional a través de una hermenéutica que no se satisface con los hechos tal como se
dan y contiene una aspiración a la emancipación humana, estando ligada con una praxis
transformadora de la realidad.
Estos pensadores se insertan en la tradición marxista, pero desvinculándola totalmente de una
práctica política revolucionaria reduciéndola a una mera crítica intelectual. Mientras para
Horkeheimer la dialéctica marxista se resuelve en la referencia a la totalidad del proceso
cognoscitivo con conciencia de la no separabilidad de los momentos positivos y negativos,
progresivos y regresivos, de la historia humana. Adorno desarrolla una dialéctica negativa, sin
síntesis, expresión de una actitud antiintelectualista que rechaza la capacidad de la ratio por sí
sola para erigirse en criterio interpretativo de la realidad, criticando la insuficiencia de la lógica
formal y la presunción de dicha lógica de ser independiente respecto a la realidad social. El
carácter necesario de las leyes lógicas derivaría, para Adorno, de su relación con el carácter
constrictivo de la autoconservación y con el carácter no libre de la sociedad burguesa sometida a
una división cosificadora y alienante del trabajo (Sobre la metacrítica de la teoría del conocimiento).
Frente a esto la dialéctica es un pensamiento que no se deja reglamentar y que trae a la memoria
todo lo que está fuera de ella: es un saber negativo. Por eso la dialéctica se conserva como
esperanza: al impedir que la verdad sea el reconocimiento y aceptación de la existencia actual,
hace de la esperanza «la única categoría en la que se manifiesta la verdad» (Minima moralia).
cabo en las condiciones de de una comunidad ideal de diálogo, comunidad que no es un mero
concepto regulador, ni algo empírico, sino más bien una condición trascendental del discurso.
En ese sentido, la verdad está ligada a la posibilidad de obtener un consenso racional mediante
un diálogo simétrico, libre de coacción y sin distorsiones.
La distinción entre racionalidad estratégica y racionalidad comunicativa es lo que posibilita
una ética racional, ya que mientras que a través de la acción estratégica me limito a influir sobre
la conducta del otro para que actúe según mis intereses, en la acción comunicativa parto del
reconocimiento del otro e intento llegar a acuerdos con él con el objetivo de llevar a cabo una
acción unitaria.
La distinción de dos ámbitos de racionalidad, lo racional y lo razonable por parte del último
Rawls, también tiene por objetivo el abrir un espacio a una ética racional, ya que mientras una
acción meramente racional es aquella que emplea los medios oportunos para la satisfacción de
los deseos y los fines del agente, una acción razonable supone que en la realización de mis
propios fines tengo que tener en cuenta los fines moralmente justificados de los otros.
Nietzsche culmina el proceso de subjetivación del ser del ente que abrió con Descartes la
metafísica moderna, la cual concibe el ser de lo existente a partir de la voluntad. En este sentido,
la concepción del ser de los entes como valor, como producto de la voluntad de poder,
pertenece todavía al espacio conceptual propio de la metafísica occidental.
sintetizan individuo y grupo, y de razón dialéctica que se funda a sí misma. A pesar de ello,
Sartre no logra romper con la razón clásica y sus categorías fundamentales.
A estas reelaboraciones de la dialéctica se suman otras propuestas post-estructuralistas,
hermenéuticas y frankfurtianas, algunas de las cuales se caracterizan por un irracionalismo que
rechaza el principio de razón suficiente, inherente por ejemplo al historicismo al que criticó el
existencialismo posterior a la Segunda Guerra Mundial especialmente en Italia, y sobre el que
volvieron a recaer las críticas tras la crisis del historicismo marxista de los años setenta y
ochenta, dando lugar al llamado mito del otro que coloca en el centro de la historia lo que había
estado marginado y reprimido (la mujer, el primitivo, el niño, el loco,…). Este recurso es
mitológico como superación de la crisis de la razón clásica al encomendar a estos “otros” el
cometido de fundamentar un nuevo orden, tal y como predicaría el operaísmo de T. Negri, que
exagera la autonomía del proletariado como radical alteridad respecto al orden teórico y político
dominante.
Este irracionalismo mítico es posible aplicarlo a Lacan y sus seguidores, pero no a Deleuze,
Foucault o Lyotard que plantean la alteridad siempre irónica y experimentalmente, y no
creando ghettos que oponen una razón que acaba convirtiéndose en especular de la dominante.
Éstos juegan con lo marginal en el sentido de indiferente y no resistente frente al sistema,
elementos que crean líneas de fuga del sistema, en espacios lisos y abiertos a una novedad cuyo
éxito no está asegurado, frente a las fugas esquizofrénicas (revolucionarias) que fácilmente
devienen en fugas paranoicas (fascistas). Ninguna línea de fuga será decisiva, sino que sólo una
experimentación cautelosa en los márgenes del sistema puede agrietarlo y en resonancia diversa
puede dar lugar a cambios macroscópicos, sin haber encontrado en los márgenes o simulacros
ningún nuevo fundamento en el que regodearse, pues la experiencia crítica y revolucionaria no
tiene fin, ni se basa en una filosofía de la historia de leyes inexorables. Esta crítica de la razón es
consciente de ser siempre minoritaria y marginal, y aunque no niega la capacidad de crecer en la
resistencia al sistema, lo considera improbable en las actuales circunstancias: se trata de un
pesimismo lúcido, pero que no se resigna y se moviliza con cualquier posibilidad de lucha
molecular, pues de las microrrevoluciones pueden estructurarse luchas molares por la paz, la
ecología, la cultura, etc.
Estas tendencias neonietzscheanas o filosofías del deseo propugnan una ética y política
postmodernas basadas en la invención y la disensión frente a la jerarquía y la sujeción,
legitimadas en el paralogismo y la paradoja, frente al positivismo y dialéctica modernos. La teoría
del deseo y del cuerpo late en su fondo, inspiradas por los principios de la producción, la
voluntad de poder y el inconsciente maquínico de Marx, Nietzsche y Freud.