You are on page 1of 18

Las obligaciones 'quérables' (requeribles) o de recogida (categoría obligacional poco

profundizada, pero de importancia práctica)

López Mesa, Marcelo J.

Publicado en: LA LEY 12/06/2013 , 1

Sumario: I. El lugar de cumplimiento de las obligaciones. II. Las “obligaciones quérables” o de


recogida. III. La mora en las obligaciones quérables.

Las obligaciones portables exigen del deudor que sea quien lleve a cabo el transporte o el
desplazamiento de la prestación, cargue con los costos y los riesgos de ello y la cumpla en el
domicilio del acreedor. Las obligaciones “quérables” son aquellas que cargan al acreedor con la
necesidad de buscar él mismo la prestación, es decir, de presentarse a cobrar en un domicilio
distinto del suyo. La obligación es “quérable”, cuando el acreedor debe “buscar su pago”.

I. El lugar de cumplimiento de las obligaciones

De los varios requisitos del pago o cumplimiento de la obligación (identidad, integridad,


puntualidad y localización), (1) este último suele ser el requisito al que menos atención se le
presta.

Se trata, en general, de un requisito no esencial, pero la localización de la obligación es, en


ciertos casos, una determinación que porta importantes consecuencias en la vida, desarrollo y
fenecimiento del vínculo obligacional.

El lugar de cumplimiento de la obligación es normalmente definido como una circunstancia de


ella; sin embargo, no es cualquier circunstancia ya que constituye una pauta importante para
dar solución a diversos problemas prácticos:

1) La determinación del régimen jurídico aplicable; según el lugar de cumplimiento, donde


puede entrar en juego en uno u otro derecho, si la cuestión es captada por el Derecho
Internacional Privado y resulta de aplicación el standard de la lex loci solutionis (la ley del lugar
de cumplimiento de la prestación). (2)

2) La determinación de la jurisdicción en que deba resolverse alguna disputa que surgiera con
relación al cumplimiento defectuoso de la obligación. El lugar de cumplimiento de la obligación
puede operar como factor de determinación de la competencia del juez al que se sometan las
disputas entre los sujetos obligacionales. (3)
3) La determinación del lugar de ejecución, al señalar el lugar en que deben cumplirse las
prestaciones y quien carga con los costos y los riesgos de la entrega de la cosa o el
cumplimiento de la prestación.

El lugar de cumplimiento de la obligación, también llamado locus solutionis, o "lugar de la


prestación" es el sitio "en el cual el deudor debe desplegar aquella conducta o aquel
comportamiento configurado en el negocio de constitución de la relación obligatoria.

El lugar de prestación tiene una evidente importancia en el orden práctico y desde un punto de
vista económico.

Para el acreedor determina un mayor o menor grado de utilidad de la prestación. Si la


prestación es ejecutada en el lugar preciso en que al acreedor le interesa, el acreedor obtiene
con ello la utilidad máxima.

Si, por el contrario, es ejecutada en un lugar diferente, su utilidad disminuirá en la medida en


que el acreedor tendrá que llevar a cabo él mismo una actividad adicional o en su caso
costearla para trasladar la prestación o sus resultados a su centro de interés... El lugar de
prestación determina para el deudor un grado mayor o menor de onerosidad de la obligación.
Una ejecución de la prestación en el mismo centro de interés y de actividad del deudor es para
él menos onerosa que otra que le imponga la realización de una actividad adicional o un
desplazamiento de la prestación". (4)

El lugar de cumplimiento de la prestación constituye una circunstancia -en muchas ocasiones


intrascendente, pero muy importante en otras- de la relación obligatoria, sirviendo de marco a
la prestación.

En principio, solamente la prestación cumplida en el lugar determinado por las partes al


efecto, constituye el cumplimiento exacto de la prestación y libera plenamente al deudor.

En caso de pretender el deudor cumplirla en otro lugar, distinto del señalado para el
cumplimiento, el acreedor puede rehusarse a recibirla, si ello le causa perjuicio y, en tal caso,
el deudor no podrá pretender haber quedado liberado con un cumplimiento fuera del lugar
designado.

Claro que para ello deberá alegar el acreedor un perjuicio derivado del cambio, pues si le es
intrascendente el mismo, configuraría un exceso y hasta un abuso una alegación tal y es sabido
que, en esta como en cualquier otra cuestión, el abuso del derecho se encuentra vedado por el
ordenamiento vigente (art. 1071 seg. párr. CC).

II. Las "obligaciones quérables" o de recogida

Respecto del lugar de cumplimiento de una obligación, la doctrina francesa clásica alumbró
una célebre distinción, (5) cuyos efectos perduran hasta nosotros. Se trata de la clásica
distinción entre las obligaciones quérables y las obligaciones portables, que diferencia los
vínculos obligacionales según el lugar en que las prestaciones deben ser cumplidas o
satisfechas.
Las obligaciones portables exigen del deudor que sea quien lleve a cabo el transporte o el
desplazamiento de la prestación, cargue con los costos y los riesgos de ello y la cumpla en el
domicilio del acreedor.

Las obligaciones "quérables" son aquellas que cargan al acreedor con la necesidad de buscar
él mismo la prestación, es decir, de presentarse a cobrar en un domicilio distinto del suyo. La
obligación es "quérable", cuando el acreedor debe "buscar su pago". La voz quérable deriva
del latín quaero que significa buscar. (6)

El vocablo francés quérable puede ser traducido como requerible. Es así que las obligaciones
quérables son obligaciones requeribles, siendo la palabra "quérable" un adjetivo calificativo de
una deuda, que por así disponerlo una cláusula contractual o una disposición legal, su
cumplimiento debe ser requerido por el acreedor en el domicilio del deudor o en el de
cumplimiento determinado, debiendo en ellas el requirente presentarse a tal domicilio, bien
para obtener el pago, bien para constituirlo en mora, en caso de no haberlo obtenido.

Agudamente han aseverado dos juristas peruanos de nota que la obligación quérable "afecta
al acreedor en la medida en que le impone la carga de ir a cobrar y, por ese mismo motivo, le
acarrea dificultades para pactar la mora automática". (7)

La "querabilidad" (quérabilité) de una obligación puede surgir bien normativamente o bien


por contrato. Por contrato, cuando las partes determinan de consuno que el domicilio de
cumplimiento de la obligación es el domicilio del deudor; normativamente cuando, a falta de
estipulación de las partes del lugar de cumplimiento, la ley (art. 747 in fine Cód. Civil)
determina supletoriamente que el domicilio de cumplimiento es el del deudor, si no se ha
expresado lo contrario en la fuente de la obligación o en actos bilaterales posteriores.

En el derecho argentino, la doctrina y jurisprudencia ha interpretado la cuestión, en general,


con excesivo simplismo; se ha identificado a la obligación quérable con aquella que se cumple
en el domicilio del deudor, al que debe concurrir el acreedor a buscar el cumplimiento de la
prestación. Es la más común de estas obligaciones, pero no es la única.

El problema de la simplificación excesiva es que suele llevar al error. En rigor, tan quérable es
la deuda cuando el lugar de cumplimiento es el domicilio del deudor, como cuando no hubiese
lugar designado para el pago y se tratase de un cuerpo cierto y determinado, y el acreedor
debiera concurrir al sitio donde éste existía al tiempo de contraerse la obligación. (8)

Ello, porque en esencia la deuda quérable es aquella caracterizada porque el acreedor debe
efectuar un requerimiento de pago o cumplimiento en un sitio predeterminado, esto es, que el
acreedor debe concurrir a un lugar para obtener el cumplimiento de la prestación, no
afectando ese carácter de la deuda, que ella deba cumplirse no en el domicilio del deudor, sino
en el de un tercero designado por éste, donde, por ejemplo se halla la cosa que debe
entregarse al acreedor. (9)

Sin embargo, de hecho, en Argentina "obligación quérable" es sinónimo de aquella que debe
cumplirse en el domicilio del deudor. Habiendo efectuado ya la aclaración de que se trata de
una simplificación excesiva, conservaremos el equívoco, por razones de mejor entendimiento y
sobre la base de la regla de uso común del lenguaje, para no tener que hacer aclaraciones cada
dos párrafos.

De tal modo, en lo que a nuestro país concierne, se denominan obligaciones quérables,


solamente a aquellas que deben cumplirse en el domicilio del deudor, sea por haberlo así
convenido las partes o por haber omitido éstas establecer el lugar de pago o cumplimiento.

A este último supuesto resulta aplicable el principio de que ante la falta de determinación del
lugar de pago, éste debe ser realizado en el domicilio del deudor (arts. 618 in fine y 747 in fine
del Código Civil). (10)

Pareciera un tema abstracto, pero no lo es. Estas obligaciones están presentes en nuestra
práctica cotidiana mucho más frecuentemente de lo que el común de las gentes cree; sólo que
no las ven.

Bien ha concluido Jérôme François que la deuda es quérable porque el acreedor debe
desplazarse para obtener su pago; pero este tipo de deudas lo obliga a algo más: a tomar la
iniciativa para percibir lo que se le adeuda. (11)

En esta línea, dice el maestro Alain Bénabent, que "la distinción entre obligaciones portables y
quérables traduce una oposición en cuanto a la iniciativa de las operaciones de pago; las
deudas son... quérables cuando la iniciativa está a cargo del acreedor y, por ende, el deudor no
debe intereses moratorios más que a partir del día en que ha sido colocado en mora" (12) por
el acreedor a través del requerimiento personal de cumplimiento.

Cabe agregar a tan exacta definición que la Casación francesa ha establecido la regla, en
materia de obligaciones de recogida, de que el acreedor no puede válidamente colocar en
estado de mora al deudor, más que después de haber vanamente reclamado el pago de la
deuda en el domicilio de éste. (13)

Agudamente observa el maestro François que "con el desarrollo de los medios modernos de
pago (por oposición al pago en especie) esta clasificación de las obligaciones ha cambiado de
significación", (14) en el derecho europeo al menos.

De los tres posibles lugares de cumplimiento que brinda el art. 747 de nuestro Código Civil en
el primer caso, la regla general, establece que el lugar de cumplimiento de la obligación es el
lugar designado por las partes. Luego la norma prevé que si no hubiese lugar designado, y se
tratase de un cuerpo cierto y determinado deberá hacerse donde éste existía al tiempo de
contraerse la obligación.

Finalmente, luego de todo ello, aparecen las obligaciones en las que el lugar de cumplimiento
es el domicilio del deudor.

Así, las obligaciones requeribles o de recogida son la excepción y no la regla en materia de


obligaciones; la regla es que el lugar de cumplimiento de la obligación es el lugar designado
por las partes y no es lo más corriente que las partes designen el domicilio del deudor como
lugar de cumplimiento. (15)

La determinación del lugar de cumplimiento de la prestación por las partes puede hacerse en
forma expresa o de una manera implícita. La manifestación tácita puede inferirse de las
circunstancias particulares de cada caso. (16)

Nuestro Código sienta el principio inverso al del derecho francés, donde la regla es que la
obligación es quérable y la excepción es que sea portable, (17) lo cual se relaciona con el
sistema de constitución en mora adoptado por el ordenamiento galo y la vigencia efectiva allí
del principio favor debitoris.

Y, además de una excepción, las obligaciones requeribles o de recogida constituyen un


supuesto de tipo supletorio, es decir, que sólo entra en juego, por lo general, ante la falta de
precisión por las partes del lugar de cumplimiento de la obligación. (18)

La doctrina argentina ha afirmado, siguiendo a Llambías, que la naturaleza quérable de la


obligación constituye un principio general supletorio. No nos parece una buena idea, ya que de
entenderlo así habría dos principios generales en la materia, si no tres. Creemos que una
norma supletoria no puede verse de esta manera; pero admitimos que, en el fondo, se trata de
una sutileza, de las que últimamente son tan escasas en nuestros foros y en nuestra doctrina,
en donde abundan los trazos gruesos y los sobreentendidos, no siempre precisos, pero no
abundan las finas distinciones.

El caso es que el art. 747 de nuestro Código Civil lo establece con claridad: 1) Regla general: El
pago debe ser hecho en el lugar designado en la obligación.

2) Regla alternativa: Si no hubiese lugar designado, y se tratase de un cuerpo cierto y


determinado deberá hacerse donde éste existía al tiempo de contraerse la obligación.

3) Excepción: En cualquier otro caso, el lugar de pago será el del domicilio del deudor al tiempo
del cumplimiento de la obligación.

Así, la obligación es quérable -en lo que se conoce en Argentina por tal- , solamente si no
existe lugar de cumplimiento designado y no se trata de un cuerpo cierto y determinado que
se halle fuera del domicilio del deudor. La "generalidad" de tal regla es, cuando menos,
dudosa; ello, salvo que se la denomine tal con un alcance no corriente de lo que significa una
regla general.

Normalmente la obligación del deudor constituye una obligación de recogida, cuando no se


estipula en el contrato su lugar de cumplimiento lo que, a tenor de los arts. 747 in fine y 618 in
fine del Código Civil, convierte al domicilio del deudor en el lugar de pago legalmente
establecido, a falta de estipulación de las partes. (19)

Es mucho menos frecuente que las partes pacten expresamente que el lugar de cumplimiento
sea el domicilio del deudor, a menos que de allí deban retirarse efectos de alguna complejidad
de movilización, o que estén allí resguardados o estibados y deba el acreedor ir a recogerlos.
La regla práctica es que cuando se entregan cosas fungibles o de escaso valor o nula
complejidad de traslado, el domicilio pactado suele ser el del acreedor. (20)

Es que la naturaleza quérable de la obligación traslada los riesgos del pago, así como los costos
del mismo al acreedor, (21) quien suele siempre pretender evitarlos y, por ende, no suele de
buen grado aceptar tales obligaciones, salvo que especiales circunstancias así lo ameriten o la
cuestión sea olvidada por las partes y, entonces, la ley sea la que, en el in fine del art. 747 Cód.
Civil, encuadre la cuestión -supletoria o subsidiariamente- en el anaquel de las obligaciones de
recogida por antonomasia, esto es, aquellas cuyo lugar de cumplimiento es el domicilio del
deudor.

Como se viera supra, la determinación del lugar de cumplimiento en uno u otro domicilio (del
deudor o del acreedor) puede implicar o una jurisdicción diferente o, en ocasiones, hasta
determinaciones de una diferente ley aplicable, si se tratase de cuestiones captadas por el
Derecho Internacional Privado. (22)

Por ende, "lejos de ser indiferente, el lugar de cumplimiento importa, en la práctica,


trascendentes consecuencias". (23)

Como bien apunta el Prof. Castillo Freyre, "por lo general y a fin de facilitar el cobro, se suele
elegir el domicilio del acreedor". (24)

También la deuda suele ser de las que venimos estudiando, cuando se trata de la entrega de
un cuerpo cierto, normalmente de alguna dimensión o de alguna complejidad para su
movilización y la cosa a entregar se halla en el domicilio del deudor; en estos casos suele
establecerse que el lugar de cumplimiento es el domicilio del deudor, sencillamente, porque
en él se halla la cosa transmitida. (25)

La distinción que analizamos ha quedado perfectamente esclarecida merced a los aportes de la


doctrina y jurisprudencia francesa, en especial, y europea, en general. (26) La diferenciación es
sencilla de trazar: las deudas portables son aquellas en que el lugar de pago es el domicilio del
acreedor, por lo que el deudor debe "portar" los medios de pago hasta allí hasta entregarlos,
con lo que él carga con los riesgos y gastos del pago. (27) La obligación es "quérable", en
cambio cuando quien debe desplazarse para obtener el pago y llevar la iniciativa al efecto de
verse satisfecho es el acreedor, el que debe concurrir -normalmente- al domicilio del deudor a
requerirle el cumplimiento.

Las precisiones anteriores deben ser tomadas en cuenta, pues no debe caerse en este tema en
un tratamiento superficial y adocenado, simplificando excesivamente la temática, cuando no
adoptando posiciones equivocadas, como ha ocurrido en algunos casos en materia de mora en
las obligaciones requeribles.

No cabe soslayar, aunque se lo ha hecho en algunos casos, que en las obligaciones de recogida
se enfatiza el deber de colaboración del acreedor para ver satisfecha su acreencia; esto no
puede ser un dato neutro al momento de analizar la entrada en mora, como desarrollaremos
en el acápite siguiente.
Hemos tenido ocasión de fallar tres casos de obligaciones quérables y consideramos que las
mismas, si fueran más y mejor conocidas, podrían aplicarse a muchos más supuestos de los
que se las ve aplicadas en nuestros foros hoy día.

A nuestro juicio, uno de los supuestos arquetípicos de obligaciones quérables es el consistente


en la obligación del empleador de entregar el certificado de trabajo que exige el art. 80 LCT.
(28)

En un caso tal, sostuvimos que la obligación de pagar al trabajador despedido la indemnización


correspondiente, así como la obligación de entregarle a éste el certificado de trabajo post
cese, constituyen obligaciones cuyo lugar de cumplimiento no puede ser sino el domicilio del
deudor. (29)

Agregamos allí que en Derecho del Trabajo, la enorme mayoría de las obligaciones de los
empleadores son obligaciones de este tipo, pues a tenor de lo dispuesto en el art. 129 L.C.T.
primer párrafo, "el pago de las remuneraciones deberá hacerse en días hábiles, en el lugar de
trabajo y durante las horas de prestación de servicios...". Si es así respecto de las
remuneraciones, con igual o aun mayor razón ello ocurre con las indemnizaciones, las que no
tienen norma especial que las sustraiga de este principio general de requisito de localidad del
pago en esta temática. (30)

Adujimos seguidamente que tratándose de una obligación de recogida ante el incumplimiento


del acreedor de concurrir a cobrar no puede sostenerse que pesa sobre el deudor una
obligación implícita de diligencia consistente en interpelar al acreedor para que concurra a
cobrar; en efecto, dado que el débito del deudor se agota en aguardar la concurrencia del
acreedor para efectuar el pago, la circunstancia de no haber cursado la referida interpelación
no le es imputable como base de una atribución de mora. (31)

Finalmente dejamos sentado que dado que la mora de una de las partes, en supuestos de
obligaciones no bilaterales o sinalagmáticas, excluye la de su contraria, pues un principio lógico
implica que a una obligación corresponde sólo una mora y nunca pueden existir respecto de
una única obligación dos morosos incompatibles o contrapuestos, en estos supuestos de
obligaciones quérables la mora del acreedor o mora accipiendi excluye la del deudor, la que
nunca llegó a configurarse si el acreedor no demostró haber concurrido a su domicilio a
requerirle el pago. (32)

Pero recientemente nos tocó fallar otro caso, verdaderamente mucho más interesante y
novedoso, donde también se hallaba en juego una variante de una obligación quérable. (33)

Se trataba del caso de un obrero que laboraba como fileteador de pescado y labores conexas,
para una empresa empacadora de pescado, en el puerto de Rawson. El operario no cumplía un
horario fijo, sino variable y podía trabajar cuatro horas por día como catorce o más,
dependiendo de la existencia de buena pesca ese día. Tampoco trabajaba todos los días, sino
que era convocado, al igual que sus compañeros, por el patrón por mensaje de texto a su
celular o por teléfono y era pasado a buscar, lo mismo que sus compañeros, en un camión de
la patronal por la casa de cada uno o puntos prefijados de espera. Por circunstancias que no
vienen al caso, el patrón despide al operario argumentando que no había ido a trabajar un día
y que esta falta se sumaba a otras anteriores, para conformar una causal hábil de despido. El
caso es que la prueba ofrecida por el patrono era escasa y plagada de generalidades, no
habiendo acreditado que ese día concreto en que dispuso el despido hubiera convocado al
operario o ido a buscarlo.

En nuestro voto dijimos que en el caso que nos ocupaba, la modalidad de la prestación laboral,
al igual que la forma de traslado y convocatoria del personal de la demandada, aproximan el
tema a la obligación quérable, en la cual el requerimiento de cumplimiento debe cumplirse en
el domicilio del deudor -en este caso el operario- que es el deudor de una obligación de puesta
a disposición, la de su fuerza y capacitación laboral en beneficio del patrono.

Agregamos que si bien en ese caso no se trataba de una deuda de dinero, sino de un débito
laboral, el hecho de que el principal convoque al operario ciertos días y no todos y lo pase a
buscar por su casa un vehículo suyo, aproxima notoriamente esta obligación a las de recogida,
con lo que rige similar régimen al de ellas en tal obligación, no corriendo por ejemplo la mora
automática, sino que la mora es por constitución, necesariamente. (34)

Sostuvimos luego que en tal situación, la acreditación de que el patrono notificó por teléfono o
por mensaje de texto el día concreto en que se produjo el hecho que se adujo como motivo del
despido y la prueba de la concurrencia del vehículo del patrón a la casa del operario ese día
constituyen extremos de hecho de necesaria acreditación, para posibilitar un despido con
causa. Pues bien, esa prueba no se produjo allí.

De todo ello concluimos que en ese caso, no se habían probado extremos de hecho que
viabilizaran la procedencia de la configuración de la causal de despido invocada, por lo que
siendo carga del empleador que despide la prueba de la causal de distracto (art. 243 LCT) y no
habiéndose probados tales extremos de hecho, lógica consecuencia es que el despido debe
juzgarse incausado y disponerse el pago de una indemnización por despido al actor. (35)

III. La mora en las obligaciones quérables

Agudamente han precisado dos juristas peruanos, en relación con la obligación quérable, que
ella "afecta al acreedor en la medida en que le impone la carga de ir a cobrar y, por ese mismo
motivo, le acarrea dificultades para pactar la mora automática. Si el lugar de pago es el
domicilio del deudor, de poco serviría que se pactara la mora automática, pues
necesariamente el acreedor tendría que ir a cobrar para constituir en mora a su deudor". (36)

No cabría agregar una coma a tan atinado comentario. Sin embargo, en nuestro país los
desconceptos han primado y hasta existen acuerdos plenarios de dos Cámaras de Apelación
capitalinas, bien que de comienzos de la década de 1980, cuyas mayorías cayeron en el error
de admitir en estas obligaciones la mora automática, lo que constituye un desvarío, producido
por la extralimitación del influjo de los textos por sobre la realidad efectiva.
Es una afrenta a la razonabilidad de toda obligación, requisito sin el cual la obligación misma se
vuelve ilegítima e inconstitucional, la exigencia de que un deudor pruebe un no hecho, máxime
un no hecho que pudo ocurrir durante un largo período, como que el acreedor no ha ido a
cobrarle a su casa. (37)

O como dijo nuestra Sala en un fallo, en determinados casos ocurrentes corresponde moderar
el peso de la carga de la prueba. Es que en ocasiones la obtención de una probanza directa se
muestra en la práctica seriamente dificultosa y a raíz de ello se han formulado pautas de
flexibilización del "onus probandi", tales como a mayor dificultad, menor exigencia probatoria
o el límite de toda carga es la posibilidad cumplirla (confr.: Zavala de González, "La prueba en
los procesos de daños y perjuicios", en la obra colectiva "Procedimiento probatorio",
Panamericana 1998, p. 333).

Ya antaño el maestro Couture indicaba que "para el caso de prueba muy difícil (diffilioris
probationis) los jueces deben atemperar el rigorismo del Derecho a fin de que no se hagan
ilusorios los intereses legítimos" ("Fundamentos de derecho procesal civil", 3ª ed., reimp.
Depalma 1997, p. 247, n° 157) y hogaño, en idéntico orden de ideas, nuestra Corte Suprema
Nacional ha declarado que "las reglas atinentes a la carga de la prueba deben ser apreciadas
en función de la índole y características del asunto sometido a la decisión del órgano
jurisdiccional, a los efectos de dar primacía, por sobre la interpretación de normas procesales,
a la verdad jurídica objetiva, de modo que el esclarecimiento no se vea perturbado por un
excesivo rigor formal" (La Ley, 2001-C, 959). (38)

Cuando vemos propuestas ilusorias o extremadamente ritualistas, quienes hemos sido activos
abogados litigantes primero, luego funcionarios del Estado, después funcionarios judiciales y
luego magistrados, vemos con horror cómo pueden perderse algunos en laberintos
conceptuales, para desatender las exigencias de la realidad.

Es verdaderamente una exigencia irreal que alguien pueda probar un hecho negativo, máxime
cuando él consiste en la ausencia de requerimiento de pago; con una tesitura como la que
combatimos, en verdad, se está eligiendo a quien perjudicar, bajo argumentos presuntamente
legales.

Como bien dijera el maestro Boffi Boggero, "la normatividad no puede desentenderse de la
realidad natural". (39) Y agregamos nosotros, la interpretación de las normas, menos aún,
puede llegar por interpretaciones conjeturales o sesgadas de los textos a negar la realidad
evidente.

El requerimiento de una prueba negativa así, violenta toda razonabilidad y contraviene el


principio favor debitoris, que tanto se menea en otros aspectos, tornando ilusorio el
tratamiento de todo el tema.

Un autor ha concluido, luego de brindar diversos argumentos, lo siguiente: "1. Es correcta la


doctrina del plenario en cuanto interpreta que en las obligaciones a plazo pagaderos en el
domicilio del deudor, es éste quien debe probar que el acreedor no concurrió a recibir el pago,
si pretende liberarse de las responsabilidades derivadas de la mora (art. 509 in fine, Cód. Civil).
2. El art. 747 no se encuentra en pugna con el dispositivo del 509. En las obligaciones a plazo la
mora se produce por el solo vencimiento, cualquiera que sea el lugar de pago, salvo que el
deudor demuestre no tener culpa. 3. La cooperación del acreedor es siempre necesaria,
trátese de deudas "quérables" o "portables". La prueba de la no cooperación incumbe al
deudor en todos los casos. 4. Que la prueba impuesta al deudor sea de difícil producción no
constituye un argumento decisivo para condenar la doctrina legal impuesta". (40) A partir de
ello ha sostenido la aplicación, sin cortapisa o límite alguno, de la mora automática a las
obligaciones quérables.

Nos parece un desatino. Tal solución es ilusoria e implica, a nuestro juicio, una hermenéutica
no lograda de los textos en juego, sobre la base de la aplicación lineal del art. 509 Cód. Civil y
sin advertir cómo interactúan con él otras normas y principios. (41)

Los arts. 747, 542, 953 y 1198 del Código Civil, y fundamentalmente los principios que ellos
consagran, también deben ser llamados a intervenir en la formación del ensamble normativo
que brinde una solución equitativa para esta compleja categoría que aquí analizamos.

Es que, sin ellos tal ensamble estaría incompleto y no conformaría la "norma total" que según
la mejor doctrina alemana debe siempre buscarse para zanjar casos delicados y cuestiones
dudosas, que no son captadas clara e incuestionablemente por una sola norma, directamente
aplicable a ellos.

El principio que surge del art. 542 Cód. Civil es aplicable al caso, pues si no son admisibles las
condiciones potestativas puras, que son aquellas que dejan librada a la voluntad de una sola
persona, el acaecimiento o no del hecho condicionante, tampoco puede admitirse que un
acreedor por su sola voluntad, por el recurso de no presentarse a cobrar su deuda, convierta
en moroso al deudor por el solo paso del tiempo.

Sería verdaderamente escandaloso y antisocial admitir una solución así, pues en ese caso no
habría motivo, directamente, para determinar el lugar de cumplimiento de la prestación en el
domicilio del deudor, visto que pondría al deudor en peor condición que si cumpliese en otro
lado, ya que se le obligaría a probar un hecho negativo, peor aún, uno que es imposible de
probar regularmente.

También son de aplicación los principios que surgen de los arts. 953 y 1198 CC, el primero
porque vulnera la moral y buenas costumbres que una persona sea colocada en mora, si el
acreedor que tenía el deber de colaborar para el cumplimiento no ha hecho esa contribución y
su mera inacción o inercia coloca al deudor en mora.

Y la última norma señalada, porque vulnera el principio general de la buena fe que un deudor
sea colocado en una situación tan desventajosa por el acto de malicia de su contrario, de sacar
ventaja de una situación no clara y no concurrir a cobrar, sin probar haber ido a hacerlo a su
domicilio.

Finalmente, el entendimiento que combatimos vulnera el principio favor debitoris, que se


transformaría en una mascarada, si se perjudicase de un modo tan terminante e injustificado
al deudor, obligándosele a probar un hecho negativo -la ausencia de requerimiento de pago-
prácticamente imposible de acreditar, lo que resulta o bien gravoso o bien requiere la
presentación de pruebas inverosímiles o poco convincentes.

Qué otro calificativo cabe poner a una prueba por la cual pretenda probarse un hecho que
pudo suceder o no durante un determinado período de tiempo -por ejemplo, que el acreedor
no se presentó a cobrar en el domicilio del deudor, del 1 de febrero de 2013 hasta el 3 de
marzo del mismo período-.

Si se pretendiese acreditar un extremo de hecho así por medio de testigos, la sombra del falso
testimonio cubriría toda la declaración del deponente, cuya razón de sus dichos sería para
comentar largo rato, pero nada convincente, con toda seguridad.

Imagínese un testigo que pretenda afirmar que ha estado en el domicilio del deudor, todo el
tiempo en que pudo presentarse el acreedor durante ese período, para afirmar que el mismo
no concurrió a cobrar; ello implica afirmar implícitamente, que esta persona no se ausentó de
ese lugar un solo instante, nunca se distrajo, no satisfizo sus necesidades fisiológicas básicas,
estuvo atento todo el tiempo a la posible presencia de esta persona en la puerta del inmueble,
etc.

Máxime pensando que no podría ser un testigo incluido en alguna causal de inhabilidad, como
un pariente, el cónyuge del deudor, etc. ¿cuál sería la razón de los dichos de un testigo así que
diera algún poder convictivo al testimonio?

Creemos que la exigencia de prueba de un no hecho -el no requerimiento del pago, durante
un largo período- resulta o bien imposible o, al menos, supererogatoria para el deudor, al no
tratarse de un hecho negativo que pueda probarse por hechos positivos contrarios.

En consecuencia, es un hecho negativo que no puede probarse válidamente, ya que cualquier


prueba que se presentase, automáticamente removería los pensamientos más negativos del
juez sobre ella, por lo inverosímil de la situación del testigo en la posición a probar. Y los jueces
no pueden, no deben, ser cándidos.

Por ende, coincidimos acabadamente con el precedente de la Excma. CNCom., Sala B sobre
que "cuando el lugar de pago es el domicilio del propio deudor, no se produce la mora
automática por el mero transcurso del plazo cierto, ya que en tal circunstancia el mismo
deudor estaría obligado a probar el hecho negativo de la inconcurrencia del acreedor a su
domicilio al tiempo previsto para el pago. Tal prueba negativa es prácticamente imposible, por
lo que nadie puede estar sometido a una probanza de esa naturaleza". (42)

Y en otro caso se resolvió que la prueba de un hecho negativo, en principio, se encuentra


vedada en nuestro orden jurídico, no sólo por contraponerse a lo establecido por el art. 377
CPCCN., sino por la dificultad -por no decir imposibilidad- práctica de comprobar la no
ocurrencia de un determinado hecho (ei incumbit probatio qui dicit, non qui negat). (43)
También compartimos el criterio de que tratándose de un pagaré a la vista, con cláusula sin
protesto", es insuficiente a los efectos de tener por constituido en mora al demandado el
requerimiento por telegrama colacionado, en tanto el mismo no puede reemplazar la
ineludible presentación del documento, atento a su naturaleza de título "quérable". (44)

En similar sentido, se dijo agudamente que aun tratándose de pagarés librados "a la vista", ello
y la dispensa del protesto no excluyen la carga de presentación. En efecto, la deuda
instrumentada en aquéllos en "quérable", esto es, aquella cuyo lugar de cumplimiento es el
domicilio del deudor (o el domicilio indicado en el título), por lo que el ejecutante debe
presentarse en aquél para requerir hacerla efectiva porque el mero requerimiento de pago sin
exhibición de los títulos que induzca "contemplatio leteris" no importa -salvo los casos de
expresa admisión del obligado-, presentación, concebida como carga específicamente
cambiaria cuya noción comprende la actividad descripta. (45)

Adherimos al criterio tradicional de que cuando el domicilio de pago es el del deudor se


requiere la efectiva colaboración del acreedor para que se pueda efectivizar la obligación; caso
en que la mora del art. 509 del Código Civil no se produce de pleno derecho, pues es necesario
que el acreedor demuestre que ha concurrido al domicilio de pago con intención de recibirlo y
así dar por cumplida con la obligación que emergía del contrato. (46)

Y coincidimos absolutamente con el criterio de la Suprema Corte bonaerense de que cuando


el domicilio de pago es el del deudor se requiere la efectiva colaboración del acreedor para
que se pueda efectivizar la obligación; caso en que la mora del art. 509 del Código Civil no se
produce de pleno derecho, pues es necesario que el acreedor demuestre que ha concurrido al
domicilio de pago con intención de recibirlo y así dar por cumplida con la obligación que
emergía del contrato. (47)

Nos ha tocado intervenir como Juez de Cámara en varios casos donde se debatían
obligaciones quérables. En ellos, dejamos sentado que cuando las obligaciones del deudor
encuadran dentro de tal categoría, la mora se produce por constitución, sin que sea
conceptualmente aplicable en este campo la mora automática. (48)

Dijimos allí que en las obligaciones "de recogida" o "quérables", para que se configure la mora
del deudor, es menester una prestación accesoria del acreedor del dinero, consistente en
presentarse para cobrar en la sede del deudor. (49)

Y expresamos luego en el mismo fallo que tratándose de una obligación de recogida o


quérable, ante el incumplimiento del acreedor de concurrir a cobrar no puede sostenerse que
pesa sobre el primero una obligación implícita de diligencia consistente en interpelar al
acreedor para que concurra a cobrar; en efecto, dado que el débito del deudor se agota en
aguardar la concurrencia del acreedor para efectuar el pago, la circunstancia de no haber
cursado la referida interpelación no le es imputable como base de una atribución de mora. (50)
Y que en este tipo de obligaciones designadas en francés como "dettes querábles" y
castellanizadas como "obligaciones de recogida", es esencial la colaboración del acreedor para
que el deudor se libere, motivo por el cual la mora automática no juega, al requerirse para la
extinción de las mismas una colaboración del acreedor consistente en presentarse a cobrar en
el domicilio del deudor. (51)

Como bien dicen los maestros Terré, Simler y Lequette: "cuando el pago debe hacerse en el
domicilio del deudor..., las deudas son quérables (dettes querábles); ellas obligan al acreedor a
buscar su deuda ante el deudor... En la práctica, esta regla significa en estos días que el
acreedor no puede válidamente perseguir a su deudor o colocarlo en mora si él no le ha
reclamado el pago, por ejemplo por correo dirigido a su domicilio". (52)

Coincidimos con Mariano Gagliardo, sobre que "...la mora automática no funcionaría mientras
el acreedor no realice la actividad a su cargo, consistente en la concurrencia al domicilio del
deudor en busca de la prestación que le es debida". (53)

Continúa diciendo el Dr. Gagliardo que "...entendemos que el art. 747 del Código Civil no ha
sido derogado ni expresa ni tácitamente, lo cual se infiere claramente del articulado de la ley
17711. Con carácter previo, debe recordarse que son innumerables las situaciones en las que
el deudor tiene plazo y lugar para efectivizar su pago. Por el contrario, en ausencia de estas
pautas, el lugar de pago al vencimiento de la obligación, será su domicilio. Resulta claro que el
vencimiento del plazo se produce temporalmente tanto en el domicilio del acreedor como en
el del deudor. Sin embargo, en este último supuesto, existe una discriminación entre su
exigibilidad y la mora, mientras que en el primero, promedia una coincidencia, por lo que la
mora, salvo acuerdo en contrario, será automática". (54)

Sus desarrollos prosiguen expresando que "La exigibilidad es presupuesto del estado de mora,
pero para que se produzca ésta, será necesaria la concurrencia del acreedor o quien lo
represente al domicilio del deudor a recibir el pago. El distingo del domicilio del acreedor y
deudor, como el lugar de pago, recepta en cierta medida, la distinción de la doctrina francesa
entre dettes quérables -cuyo pago debe ser buscado por el estipulante-, a diferencia de las
dettes portables, que deben ser entregadas por el promitente. La solución debe enfocarse
desde el ángulo de la actividad probatoria que constituye un imperativo del propio interés.
Todo deber implica una restricción a la libertad jurídica o bien un sacrificio y no puede por ello
trasladarse al deudor la prueba de un hecho negativo -extremadamente difícil-, pues no sería
equitativo exigir que el deudor estuviera aguardando las 24 horas del día del vencimiento a su
acreedor, o bien que debiera probar que así lo hizo, o que aquél no compareció. En
consecuencia, parece más razonable -acorde con los principios de buena fe-probidad-, la
concurrencia al domicilio del deudor a percibir su crédito, adecuándose a la directiva procesal
que impone a cada parte la carga de la prueba respecto de los hechos a los que atribuye la
producción del efecto jurídico que pretende". (55)

En similar sentido, valiosa jurisprudencia ha dejado sentado que "el principio de la mora
automática no es absoluto. Tratándose de obligaciones que deban cumplirse en el domicilio
del deudor (o deuda quérable), -que representa la regla supletoria aplicable en defecto de
estipulación contraria (arts. 747 y 748, Cód. Civil)-, no bastará el simple vencimiento del
término fijado, sino que será necesaria la constitución en mora del obligado mediante la
interpelación correspondiente a los efectos de que el acreedor acredite la negativa del pago,
pues, de lo contrario, le bastaría a éste no concurrir al domicilio del deudor para hacerle
incurrir en mora. Lo mismo, en todos los demás casos en que el cumplimiento de la obligación
requiera la cooperación del acreedor. Esta doctrina también regía antes de la reforma al
Código Civil, cuando era indispensable para la constitución en mora el requerimiento del
acreedor". (56)

Y en pareja senda se ha declarado que la existencia de cláusula expresa pactando la mora


automática para el supuesto de incumplimiento, no libera al acreedor, cuya colaboración es
necesaria, de demostrar su oportuna presencia en el domicilio del deudor, en los supuestos en
que el lugar de pago de la obligación es el domicilio de éste, para integrar el presupuesto de
producción de la mora. (57)

La doctrina favorable a la postura del deudor en las obligaciones quérables, también ha


sostenido la inaplicabilidad de la mora automática en estos casos, posición en la que nos
encolumnamos, y que sostienen autores de prestigio. (58)

Se requiere al efecto de la constitución en mora del deudor la actuación del acreedor,


consistente en concurrir al domicilio del deudor a reclamar su prestación. Esa es la regla
general, que debe cumplirse siempre que el deudor de un modo verificable no haya anticipado
su intención de incumplir la prestación; es que, en tal caso, la concurrencia del acreedor sería
un requisito estéril.

Y, como dijimos en un voto nuestro, el derecho no impone formalismos inútiles ni exige nunca
la realización de actos estériles, es decir actos que no tienen un contenido real, que no tienen
una finalidad concreta. (59)

Los recaudos se conceden para dar al obligado una oportunidad de cumplir determinada
obligación. Cuando el beneficiado por el recaudo -como el requerimiento de pago- abdica de
su derecho a gozarlo, declarando previamente -por ejemplo- que no tiene la voluntad de
cumplir el acto que se le intima, el requisito formal de la interpelación deja de tener sentido,
ante la manifestación recepticia de quien ya ha manifestado su voluntad.

El derecho no impone ni exige actos estériles, como lo ha puesto de resalto la jurisprudencia


nacional reiteradamente y como puede verse en el excelente voto del maestro Roberto
Ernesto Greco. (60)

Pero ¿qué son actos estériles? Son aquellos actos sin un contenido real, que han quedado
privados de consecuencias prácticas o virtualidad, por el vaciamiento de su ámbito real de
significación.

Por ende, si tal fuera el caso, el requerimiento de pago personal en su domicilio habría
quedado vacío de sustancia y perdería sentido. En todos los demás supuestos, él debe
practicarse necesariamente para constituir en mora al deudor.
Especial para La Ley. Derechos reservados (Ley 11.723).

(1) Como dijimos en un voto nuestro el pago es uno de los medios de extinción de las obligaciones; es un medio satisfactivo o de
extinción por cumplimiento de la obligación. Pero no cualquier pago posee efecto liberatorio. De tal modo, para gozar de ese
efecto el pago debe cumplir cuatro requisitos: a) Identidad: debe ser idéntico al objeto debido; b) Integridad: debe él ser íntegro y
no parcial; c) Puntualidad: debe ser puntual, es decir, respetar el tiempo acordado para ser efectuado; y d) Localización: debe
efectuarse en el lugar designado al efecto. Un pago que cumpla estos cuatro requisitos tiene efectos cancelatorios plenos (cfr.
Cám. Apels. Trelew, sala A, 11/3/2013, "López, Miguel Esteban c. Iturralde, Juan Ignacio y/o q´rte. titular de Avícola Granja Sur
s/dif. de hab. e Indem. de Ley" (Expte. 10 - año 2013 CAT), en La Ley online, voto Dr. López Mesa).Un pago que no cumpla alguno
de estos requisitos podrá no tener efecto cancelatorio o tenerlo menguado, según la índole del incumplimiento, las circunstancias
del caso y el requisito que se haya visto afectado.

(2) Cfr. fallo de la Corte Constitucional de Colombia, 16/03/2004, "Sierra Porto, Humberto A. c. República de Colombia", RDM
2005-I, 62 y La Ley Online registro AR/JUR/4293/2004.

(3) El art. 5 inc. 3 CPCC establece un criterio general de atribución de competencia que está dado por el lugar de cumplimiento de
la obligación, y dos criterios subsidiarios -el domicilio del demandado o lugar del contrato-, que sólo serán de aplicación cuando no
se pueda determinar cuál es el lugar de cumplimiento de la obligación, pero dichos criterios subsidiarios no facultan al actor a
soslayar el criterio primario de atribución de la competencia (Cám. Apels. en lo Civil y Com. de Azul, sala I, 26/06/2012, "Ocampo,
Martín María c. Agco Argentina S.A. y otro/a", LLBA, 2012 (octubre), clave AR/JUR/32302/2012.

(4) DÍEZ PICAZO, Luis, "Fundamentos del derecho civil patrimonial", 5ª ed., Cívitas, Madrid, 1996, Vol. 2, p. 340.

(5) Esta distinción ya se encuentra en autores como Demante y Colmet de Santerre (DEMANTE, Antoine Marie - COLMET DE
SANTERRE, E., "Cours analytique de Code Civil", 2ª ed. rev. y puesta al día, Plon, Paris, 1881, Nro. 205 bis).

(6) MALAURIE, Philippe - AYNÉS, Laurent - STOFFEL-MUNCK, Philippe, "Les obligations", 4ª ed., Defrénois, Paris, 2009, p. 601, Nro.
1087.

(7) OSTERLING PARODI, Felipe - CASTILLO FREYRE, Mario, "Compendio de Derecho de las Obligaciones", Palestra editores, Lima,
2008, p. 505.

(8) BRUSORIO-AILLAUD, Marjorie, "Droit des obligations", Paradigme, Orléans, 2011, p. 334, Nro., 594, últ. Párrafo.

(9) BRUSORIO-AILLAUD, Marjorie, "Droit des obligations", cit, p. 334, Nro., 594, últ. párr.

(10) CNCiv., sala C, 1/4/86, "Crespi, Francisco M. c. Rojas Ortiz, Filomena", JA, 1987-IV, síntesis.

(11) FRANÇOIS, Jérôme, "Les obligations. Régime général", 2ª ed., cit., p. 19, Nro. 18.

(12) BÉNABENT, Alain, "Droit civil. Les obligations", 11ª ed., Montchrestien, París, 2007, p. 573, Nro. 800.

(13) Corte de Casación francesa, 3ª sala civ., 23/10/1979, en Bulletin civile, III, Nro. 183.

(14) FRANÇOIS, Jérôme, "Les obligations. Régime géneral", 2ª ed., en "Traité de Droit Civil", sous la direction de Christian
Larroumet, vol. 4, Ed. Economica, París, 2011, p. 19, Nro. 18.

(15) PORCHY-SIMON, Stéphanie, "Droit civil. Les obligations", Dalloz, 5ª ed., Paris, 2008, p. 492, Nro. 1058.

(16) LAFAILLE, Héctor, "Derecho Civil. Tratado de las obligaciones", 2ª ed. actualizada y ampliada por Alberto J. Bueres y Jorge A.
Mayo, La Ley - Ediar, t. I, p. 587.

(17) FRANÇOIS, Jérôme, "Les obligations. Régime général", 2ª ed., cit, p. 19, Nro. 18; CABRILLAC, Rémy, "Droit des obligations", 9ª
ed., Dalloz, Paris, 2010, p. 335, Nro. 444; DELEBECQUE, Philippe - PANSIER, Frédéric-Jérôme, "Droit des obligations. Régimen
général", 5ª ed., Litec - Lexis Nexis, Paris, 2009, p. 270, Nro. 424; FAGES, Bertrand, "Droit des obligations", L.G.D.J., Paris, 2007, p.
472, Nº 657.

(18) FRANÇOIS, Jérôme, "Les obligations. Régime général", 2ª edic., en "Traite de Droit Civil", sous la direction de Christian
Larroumet, vol. 4, Economica, Paris, 2011, p. 19, Nro. 18; FLOUR, Jacques - AUBERT, Jean-Luc - SAVAUX, Éric, "Droit civil. Les
obligations", 3. Le Rapport d’ Obligation ", 6ª ed., Dalloz-Sirey, Paris, 2009, p. 107, Nro. 136.

(19) Cám. Apels. Trelew, sala A, 20/08/2008, "Artero de Redondo, Amelia c. Polacco, Ricardo César s/Sumario" (Expte. Nº 22.728 -
año: 2008), en La Ley Online, cita Online: AR/JUR/34003/2008, voto del Dr. López Mesa.

(20) MAISTRE DU CHAMBON, Patrick, "Droit des obligations. Régime général", Edic. Presses Universitaires de Grenoble, Grenoble,
2005, p. 117.
(21) MALINVAUD, Philippe, "Droit des obligations", 10ª ed., Litec - Lexis Nexis, París, 2007, p. 591, Nº 815.

(22) MAISTRE DU CHAMBON, Patrick, "Droit des obligations. Régime général", Presses Universitaires de Grenoble, Grenoble, 2005,
p. 117.

(23) MAISTRE DU CHAMBON, Patrick, "Droit des obligations. Régime général", cit., p. 117.

(24) OSTERLING PARODI, Felipe - CASTILLO FREYRE, Mario, "Compendio de Derecho de las Obligaciones", Palestra editores, Lima,
2008, p. 505.

(25) BRUSORIO-AILLAUD, Marjorie, "Droit des obligations", Edic. Paradigme, Orléans, 2011, p. 334, Nro. 594.

(26) Cfr. MALINVAUD, Philippe, "Droit des obligations", 10ª ed., Litec - Lexis Nexis, Paris, 2007, p. 591, Nº 815; DERRIDA, Fernand,
"Résolution d’un plan de continuation, sans réclamation préalable, pour non paiement d’impôts portables et non querábles", en
Dalloz, t. 1995, sec. Somm. Comentes, p. 5; MALAURIE, Philippe - AYNÉS, Laurent - STOFFEL-MUNCK, Philippe, "Les obligations", 4ª
ed., Defrénois, Paris, 2009, pp. 600/601, Nro. 1087; DADOUCHE, Joseph, "A propos de la non quérabilité des créances fiscales et
de l’inexécution du plan de redressement", en "Petites affiches", 1993, número del 4 de diciembre, comentario al fallo de la Corte
de Casación francesa, Sala Com., 2/2/93; DELEBECQUE, Philippe - PANSIER, Frédéric-Jérôme, "Droit des obligations. Régimen
général", 5ª ed., Litec - Lexis Nexis, París, 2009, pp. 269/270, Nro. 423; DROZ, Georges A. L. "Delendum est forum contractus?, en
Dalloz, t. 1997, sec. Chroniques, p. 351; BÉNABENT, Alain, "Droit civil. Les obligations", 11ª ed., Montchrestien, Paris, 2007, pp.
573/574, Nro. 800. Y sentencias de la Corte de Casación francesa, Sala Soc., 17/1/95, en Dalloz, sec. Inf. Rapidez, p. 45; ídem, Sala
Com., 2/2/93, en Dalloz, t. 1995, sec. Somm. Comentés, p. 5; Corte de Apelaciones de París, 4ª Sala B. 16/5/91, en Dalloz, t. 1992,
sec. Somm. Comentés, p. 167; DÍEZ PICAZO, Luis, "Fundamentos del Derecho Civil patrimonial", 5ª ed., volumen 2º, p. 343.

(27) DELEBECQUE, Philippe - PANSIER, Frédéric-Jérôme, "Droit des obligations. Régimen général", 5ª ed., Litec - Lexis Nexis, Paris,
2009, p. 270, Nro. 423.

(28) Sobre el tema, vid ÁVILA CARVAJAL, Guillermo, "Los certificados del art. 80 LCT", LLNOA 2012 (febrero), p. 1; MADDALONI,
Osvaldo A., "La entrega de los certificados de trabajo", DT 2011 (septiembre), p. 2360; ETALA (h.), Juan José, "La entrega del
certificado de trabajo", DT, 2012 (diciembre), p. 3258.

(29) Cám. Apels. Trelew, Sala A, 08/07/2009, "Lara, Osvaldo José c. Agropecuaria del Sur S.A. y/o q´ rlte. resp. s/ Indemnización"
(Expte. 314 - Año 2009 CANE), en La Ley Online, cita AR/JUR/76506/2009, voto Dr. López Mesa.

(30) Cám. Apels. Trelew, sala A, 08/07/2009, "Lara, Osvaldo José c. Agropecuaria del Sur S.A. y/o q´ rlte. resp. s/ Indemnización",
cit, voto Dr. López Mesa.

(31) CNCom., sala D, 29/8/95, "Berenstein, Adolfo c. Omega Coop. de Seguros Ltda. y otros", LA LEY, 1996-A, 596 y DJ, 1996-1-666;
Cám. Apels. Trelew, sala A, 08/07/2009, "Lara, Osvaldo José c. Agropecuaria del Sur S.A. y/o q´ rlte. resp. s/Indemnización", en La
Ley online, cita AR/JUR/76506/2009, voto Dr. López Mesa; ídem, 20/8/08, "Artero de Redondo, Amelia c. Polacco, Ricardo César
s/Sumario", en La Ley Online, cit supra.

(32) Cám. Apels. Trelew, sala A, 08/07/2009, "Lara, Osvaldo José c. Agropecuaria del Sur S.A. y/o q´ rlte. resp. s/ Indemnización",
cit, en La Ley Online, voto Dr. López Mesa.

(33) Cám. Apels. Trelew, sala A, 12/04/2013, "Velarde, Jorge Antonio c. Continental Armadores de Pesca S.A. y c. Javier DA SILVA
y/o quien resulte responsable y/o Propietario de "Dipemar" s/Cobro de haberes e Indemnización de Ley" (Expte. Nº 02 - año 2013
CAT.), en La Ley Online, voto Dr. López Mesa.

(34) Cám. Apels. Trelew, sala A, 12/04/2013, "Velarde, Jorge Antonio c. Continental... "(Expte. 2 - Año 2013), en eldial.com y La Ley
Online, voto Dr. López Mesa.

(35) Cám. Apels. Trelew, sala A, 12/04/2013, "Velarde, Jorge Antonio c. Continental... ", cit, en eldial.com y La Ley online, voto Dr.
López Mesa.

(36) OSTERLING PARODI, Felipe - CASTILLO FREYRE, Mario, "Compendio de Derecho de las Obligaciones", Palestra editores, Lima,
2008, p. 505.

(37) Como dijimos en un voto reciente, siendo la razonabilidad y la proporción verdaderos paradigmas que los padres de nuestra
Constitución -Juan Bautista Alberti y José Benjamín Gorostiaga- exigieron para toda restricción de derechos, la irrazonabilidad o la
desproporción deben verse como un atentado a la Constitución Nacional y a su augusta majestad. Ergo, constitucionalidad es
razonabilidad y proporción. En palabras llanas, que desproporción o irrazonabilidad, equivalen a inconstitucionalidad,
sencillamente, porque toda limitación irrazonable o desproporcionada de un derecho es inconstitucional (cfr. Cám. Apels. Trelew,
Sala A, 18/4/2013, "Navarro Jorge Ruben c. Barrancas Blancas S.R.L. y/o quien resulte propietario, armador, locatario y/o
responsable del Buque Pesquero SAN IGNACIO s/Cobro de haberes e Indemnización de Ley" (Expte. 451 - Año 2012 CAT)", en sist.
Eureka, voto Dr. López Mesa).
(38) Cfr. Cám. Apels. Trelew, sala A, 30/6/2009, "Bay, Luis Oscar c. Moreira, Juan Carlos s/indem. accidente de trabajo" (Expte. 202
- Año 2009 CANE), en La Ley Online y eldial.com, voto Dr. Carlos Velázquez, al que adhirió el suscripto.

(39) BOFFI BOGGERO, Luis María, "Tratado de las obligaciones", Astrea, Buenos Aires, 1977, t. 4, p. 93.

(40) WAYAR, Ernesto, "La mora del deudor cuando su domicilio es lugar de pago", LA LEY, 1980-C, 1129.

(41) Respecto de los principios rectores del Derecho Civil argentino y de las pautas para realizar hermenéuticas logradas, vid.
LÓPEZ MESA, Marcelo J., "Acerca de los principios rectores de nuestro derecho civil (Un tema huérfano de aportes conceptuales
en nuestra doctrina)", en eldial.com, clave DC1A41.

(42) CNCom., sala B, 09/04/1981, "Frigorífico Pilaro SA c. Rodríguez, Norberto", en AP online.

(43) CNCom., sala A, 12/12/2006, "Stjepovich, María c. Empresa de Transportes Pedro de Mendoza C.I.S.A. s/sumario", en
AbeledoPerrot Online

(44) CNCom., sala E, 14/07/1982, "Banco General de Negocios S.A. c. Elizaga, Gustavo R.", JA, 1982-IV, síntesis e ídem, 31/08/1984,
"Cía. Financiera del Plata SA c. Zolezzi, Pablo", en AbeledoPerrot online; en similar sentido, CNCom., sala C, 27/02/1985, "Carro,
Héctor c. Joseph, Luis", en AP online).

(45) C. Civ. y Com. Junín, 18/03/1983, "Cangialosi, Mateo c. Gavilán, Juan C. y otros", JA 1984-I-266; ídem, 12/08/1983,
"Muracciole, Pedro A. c. Gallese, Juan C.", JA, 1984-II-280, voto de la mayoría.

(46) SCBA, Ac. 29.284, causa "Prados", "Acuerdos y Sentencias" 1980-III-24.

(47) SCBA, 31/3/1998, "Zajsek, María Marta c. Pollaroli, Ethel Angela s/Cumplimiento de contrato", en Juba sum. B24453; en igual
sentido, C. Civ. y Com. Quilmes, sala 1ª, 15/03/2004, "Lopez José c. Municipalidad de Fcio. Varela s/Cobro de Alquileres", en Juba
sum. B2901911.

(48) Cám. Apels. Trelew, sala A, 20/08/2008, "Artero de Redondo, Amelia c. Polacco, Ricardo César s/Sumario", en La Ley Online,
cit supra; ídem, 12/04/2013, "Velarde, Jorge Antonio c. Continental... "(Expte. 2 - Año 2013), en La Ley online, voto Dr. López
Mesa.

(49) Con cita del fallo de la CNCom., sala D, 29/8/95, "Berenstein, Adolfo c. Omega Coop. de Seguros Ltda. y otros", LA LEY, 1996-A,
596 y DJ, 1996-1-666.

(50) CNCom., sala D, 29/8/95, "Berenstein, Adolfo c. Omega Coop. de Seguros Ltda. y otros", LA LEY, 1996-A, 596 y DJ, 1996-1-
666.

(51) Cám. Apels. Trelew, sala A, 20/08/2008, "Artero de Redondo, Amelia c. Polacco, Ricardo César s/Sumario", en La Ley online,
cit supra; ídem, 12/04/2013, "Velarde, Jorge Antonio c. Continental.... ", en eldial.com y La Ley Online, voto Dr. López Mesa.

(52) TERRÉ, François - SIMLER, Philippe - LEQUETTE, Yves, "Droit civil. Les obligations", 6ª edición, Dalloz, Paris, 1996, p. 1002, Nº
1247.

(53) GAGLIARDO, Mariano, "La mora en el derecho civil y comercial. Su estructura y alcances", Edit. Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
1979, p. 63.

(54) GAGLIARDO, Mariano, "La mora en el derecho civil y comercial. Su estructura y alcances", cit., p. 64.

(55) GAGLIARDO, Mariano, "La mora en el derecho civil y comercial...", cit., p. 64.

(56) Cám. Civ. Com. Córdoba, 3ª Nom., 15/7/77, "Ortíz, Pedro c. Bechara, Antonio", en "Comercio y Justicia", XXVIII-J-152.

(57) Cám. Civ. Com. Santa Fe, sala I, 19/8/81, "Campagnoli, Armando F. c. Faimberg. S. A. Zacarías", JA, 1982-I-608; ídem, 29/8/80,
"Kinsel, J. D. y otros c. Moreyra, R. M.", Zeus 981-22-155.

(58) Cfr. GRECO, Roberto E., "La mora del deudor en la reforma de 1968", Revista del Notariado, p. 716, núm. 716; LLAMBIAS,
Jorge J., "Tratado de derecho civil. Obligaciones", Perrot, Buenos Aires, 1970, t. II, p. 829; MOISSET de ESPANES, Luis, "La mora y la
reforma...", JA, 1968-V, p. 794; RAFFO BENEGAS-SASSOT, "Mora". Art. 509 del Cód. Civ.", JA, Doct.-1970, p. 763; ALTERINI, Atilio A.,
"El derecho de las obligaciones en el IV Congreso...", JA, Doc.-1970, p. 210; RAMELLA, Anteo, "La mora...", LA LEY, 140-1027;
PIANTONI, Mario A., "La mora...", Lerner, Córdoba, p. 115; PIZARRO, Ramón Daniel - MOISSET de ESPANES; Luis, "Reflexiones en
torno a la mora del deudor y el lugar de cumplimiento...", Boletín de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de
Córdoba, 1976-1977, p. 256; CAZEAUX, Pedro N., "La mora en el cumplimiento...", p. 171; GAGLIARDO, Mariano, "La mora...", cit.,
p. 65; CAZEAUX, Pedro N. y TRIGO REPRESAS, Félix A., "Derecho de obligaciones", La Ley, Buenos Aires, 2011, t. I, pp. 231 y ss.,
Nro. 185; TRIGO REPRESAS, F. A., "Los requisitos de la mora del deudor en las Segundas Jornadas Provinciales de Derecho Civil de
Mercedes", LA LEY, 1983-D, 1112; BELLUSCIO, Augusto C. - ZANNONI, Eduardo A., "Código Civil", Astrea, Buenos Aires, 1979, t. 2,
p. 602; RACCIATTI, Hernán, "Mora en las obligaciones a plazo que deben cumplirse en el domicilio del deudor", JA, 1978-IV, p. 635.

(59) Cfr. Cám. Apels. Trelew, sala A, 15/12/2009, "Bertini, Yolanda Laura c. Podestá, Juan Manuel y/o q´ rlte. prop. y/o resp. de La
Botica Natural s/ Diferencia de haberes e indemn. de ley" (Expte. 689 - Año 2009 CANE), en La Ley Online, voto Dr. López Mesa.

(60) CNCiv., sala G, 30/9/87, "Amarillo, Eduardo c. Gubergrit, Manuel", ED, 131-377.

You might also like