You are on page 1of 347

COMO COPOS DE NIEVE EN UN

ÁRBOL DE NAVIDAD
LORENA CONCEPCIÓN
© Como copos de nieve en un árbol de Navidad
Primera edición formato digital: diciembre de 2023
© 2023 Lorena Concepción
Todos los derechos reservados. Queda terminantemente Prohibida la
reproducción total o parcial de esta obra en cualquier soporte, salvo
autorización expresa de la autora.
Diseño e ilustración de cubierta:
Lorena Claramunt
Maquetación y corrección:
Lorena Concepción
ISBN: 979-88-70534-88-6
Amazon Independently published
Esta es una obra de ficción. Los nombres, los personajes, los lugares y eventos
son producto de la imaginación de la autora o son utilizados de manera ficticia.
Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, establecimientos
comerciales, eventos o lugares es una coincidencia.
«Vivir es la cosa más rara
del mundo. La mayoría de las
personas solo existen.» —Oscar Wilde.
CAPÍTULO 1
Emily
No puedo creer que lo esté haciendo, que me haya atrevido. Pero es algo que
necesitaba. Estoy en este preciso momento, en este lugar, para sentir el dolor
de algo que he logrado, que llevo mucho tiempo esperando.
—Oh Dios, cómo duele… —me quejo a la vez que me cae una lágrima de
los ojos mientras estoy tumbada en la camilla.
—Te recuerdo que fue idea tuya desde el principio —me avisa mi amiga
Valerie con una cara peor que la mía, parece a punto de desmayarse. Aun así
me sujeta con fuerza la mano.
Aunque quizá es más por ella que por mí.
—Listo —anuncia la tatuadora después de dar el último pinchazo sobre mi
piel.
—Necesito vomitar —dice Val abanicándose la cara con la mano libre—.
No pienso hacerme una atrocidad así jamás.
La tatuadora suelta una risita y yo pongo los ojos en blanco, en realidad no
ha sido para tanto… Bueno, vale, ha dolido mucho.
—Ha quedado genial —dice la artista, y me lo enseña acercándome un
espejo.
—Vivir es la cosa más rara del mundo —lee Valerie. Es la frase que me
acabo de tatuar en el costado, más o menos por debajo del pecho derecho—.
Vale, lo admito, queda genial.
Suelto una risilla sin atreverme a moverme mucho, el dolor es un poco
intenso.
—Oscar Wilde siempre tiene las palabras correctas, su modo de ver la
vida, el arte y la literatura… Es fascinante —le digo.
—No empieces a darme la tabarra con ese señor, por favor te lo pido —me
ruega mi amiga poniendo los ojos en blanco, llevándose una mano a la frente y
suspirando.
Contengo una sonrisa.
—No es ese señor, es ÉL SEÑOR —le contesto seria.
—Lo que tú digas. —Hace un ademán con la mano para restarle
importancia —. De verdad pensé que no lo harías, Em —dice mirando el tatuaje
que la chica está curando y tapando.
—Yo también tenía mis dudas, pero creo que es el momento adecuado, no
sé, lo sentí así.
—Estoy segura de que nos traerá buena suerte, empezando por esta noche
que tenemos… ¡Fiestaaa! —exclama claramente emocionada, muchísimo más
que yo. Su cara tiene mejor color ahora que ya no puede ver la sangre
mezclada con la tinta.
Pongo los ojos en blanco. Me he comprometido con Val a acompañarla a
una fiesta de la empresa de su familia, la cual dirige su primo Alan. Sí, es tan
muermo como suena. Además no hace falta decir que Alan es un auténtico
capullo, creído y sí, muy rico, pero con pocos modales. Siempre encuentra la
manera de fastidiarme y hacerme quedar por debajo, como si él y su familia
fuesen superiores por su riqueza y estatus.
Capullo.
Tengo entre menos veinte y cero ganas de ir.
Cuando salimos del salón de tatuajes nos dirigimos al coche de Val. Paseamos
por las calles de adoquines y casas antiguas con estética de cuento típicas de
Colmar, la verdad es que vivimos en una ciudad preciosa y, a pesar de ser
mediados de noviembre, todo luce muy navideño ya. No puedo evitar que se me
venga a la mente la canción de Michael Bublé It's Beginning To Look A Lot Like
Christmas.
Aún no puedo creer que me haya tatuado… La razón de hacerme un
tatuaje ahora y no antes, se debe a que he encontrado un nuevo trabajo como
recepcionista, en uno de los hoteles más encantadores y lujosos de la ciudad,
después de una época de vacío y sin sentido en mi vida. La falta de empleo me
ha llevado a sentirme muy mal conmigo misma a pesar de tener unos buenos
estudios en turismo y lenguas, pero por fin me han llamado para darme la
noticia de que el puesto es mío. En la entrevista me dijeron que había
posibilidades de alargar el contrato y hacerme indefinida, así que estoy muy
feliz. ¿Se puede catalogar como un milagro navideño si aún estamos en
noviembre? Sonrío al pensarlo.
Es por eso que, en un acto de emoción, decidí hacerme un tatuaje, pero no
uno cualquiera, sino uno con una frase de mi escritor favorito, que simboliza
este momento negativo que he dejado atrás. La vida es rara, vivir lo es, y no
podemos huir de los planes que la vida tiene para nosotros.
Y quiero cambiar eso. No es que piense que haciéndome un tatuaje o
acudiendo al evento de la familia de Val, vaya a hacer que gane la lotería o que
me caiga un coche del cielo, pero bueno, tampoco me quejaría si eso sucediese.
Es más que nada por obligarme a hacer cosas que la antigua Emily no hubiese
hecho, y vivir en vez de solo existir. No sé si tiene sentido, pero para mí, de
alguna manera, lo tiene.
Además, hay comida gratis en el evento, eso siempre es un plus.
—¿Te han dicho cuando empiezas en el hotel? —me pregunta Val.
Entrelaza su brazo con el mío y me saca de mis pensamientos.
—Sí, el lunes. En verdad estoy un poco nerviosa, ya sabes lo directa que
soy…
—¿Directa? Eres una borde, pero tus ojos azules y esa carita de niña
buena, suavizan el golpe. —Ríe y yo suelto una risita negando con la cabeza—.
Les vas a encantar, además te han contratado porque saben que lo harás bien,
no le des más vueltas.
No es nada nuevo lo que dice Val. Suelen decirme que mi físico no pega
para nada con mi personalidad, que soy una borde, aunque yo lo llamo ser
sincera y directa. Además, tener aspecto de inocente y de niña buena me ha
sacado de más de un aprieto. Mi hermano Jack siempre me reprocha que de
pequeños, me escapaba de todas las broncas, y mi madre dice que con esta
carita de ángel, nadie puede enfadarse conmigo.
—¿Sabes qué te vas a poner para esta noche? —me pregunta Val abriendo
la puerta del conductor de su carísimo coche.
—Mmm, tengo ese vestido negro largo, de tirante ancho y con bastante
escote…
—¡Ah, sí! Ese te queda espectacular, seguro que dejas impresionado a más
de uno —comenta alzando las cejas en modo sugerente.
—No busco impresionar a nadie. —Y lo digo en serio, no quiero ir a una
fiesta de etiqueta donde todo el mundo hablará de Bodegas Lefebvre. Y mucho
menos busco la aprobación de esos ricachones.
—Yo me pondré el vestido negro brillante con un escote enorme que me
compré el fin de semana pasado en París, ¿te acuerdas que te envié una foto?
—dice cambiando de tema.
Val parece una princesa remilgada y estirada, con su pelo super liso del
color del chocolate y esos ojos enormes a conjunto, su ropa y coches carísimos.
Sí, coches en plural. Es delicada y muy femenina, pero también tiene ese toque
de locura y es muy buena persona, es la amiga perfecta, nunca nos aburrimos
la una con la otra y, aunque venimos de ambientes completamente diferentes,
es la mejor amiga que he podido encontrar.
—Sí, te quedaba muy bien.
Val me deja en casa, en Logelbach, distrito ubicado en las afueras de Colmar.
De momento vivo con mis padres, ya que he esperado a tener un trabajo más
estable para irme de casa. Es un asco, pero no hay muchas facilidades para que
los jóvenes se independicen.
Me despido de Val y quedamos para vernos de nuevo a las ocho.
Entro y me encuentro en el salón a Jack, mi hermano pequeño, aunque
solo nos llevamos tres años. Él también vive aquí, su empresa de diseño web
está empezando, por lo que quedarse en casa es la mejor opción por el
momento. Nos parecemos mucho físicamente, pero mi hermano es mucho más
alto y grande que yo. Y eso que yo no soy precisamente baja con mi casi metro
setenta.
—¡Eh! —me saluda desde el sofá mientras teclea algo a toda prisa en su
ordenador portátil—. ¿Te has hecho el tatuaje ya?
—Sí, mira. —Me acerco y me levanto la camiseta, me retiro un poco el
vendaje y se lo enseño.
—Puff, tú y tus cosas raras… —Se ríe—. Pero mola, me gusta la letra tan
fina.
—Gracias enano. —Y le revuelvo el pelo porque sé que le da mucha rabia
que le destroce el tupé.
—¡Pero serás…! Aquí la enana eres tú —dice dejando el portátil en la mesa
de café y levantándose del sofá para empujarme y atraparme debajo de él y
hacerme cosquillas.
—¡Para, para! —Rio sin poder evitarlo, odio que sea más fuerte que yo,
hace unos años esto no sucedía—. Cuidado con el tatuaje idiota, para. —Le doy
un puñetazo en el hombro cuando logro zafarme de un brazo.
—¿De verdad? Parece que volváis a ser dos niños pequeños —dice mi
madre bajando las escaleras del piso de arriba—. Jack, deja a tu hermana.
—¡Ha empezado ella! Siempre igual —se queja y yo aguanto las ganas de
reír.
—Cualquiera diría que tienes veintisiete años, sigues siendo un chivato —
me burlo.
—Cállate —me espeta sentándose en el sofá de nuevo.
Y en ese momento pienso que por mucho que crezcamos, la relación con
mi hermano nunca va a cambiar, cuando nos juntamos parece que volvamos a
tener cinco y ocho años.
—¿Al final has ido con Val a hacerte el tatuaje? —pregunta mi madre un
poco disgustada, poniéndose un mechón rubio tras la oreja que se ha soltado
del moño.
Noel Fenn, mi madre, es una mujer amable y dulce, todo lo contrario a mí,
y aunque no es muy fan de los tatuajes, no se ha opuesto a que me lo haga, a
ver, soy adulta y puedo hacer lo que quiera, pero la aprobación de mis padres
siempre ha sido muy importante para mí.
—Sí, pero mamá, queda genial. —Se lo enseño justo cuando aparece mi
padre, que sale de su despacho.
—Mira papá, te va a encantar el tatuaje que me he hecho —digo con
seguridad, sabiendo que él lo va a aprobar.
—¡Está muy cerca del pecho! ¿No es perjudicial eso? —pregunta mamá
alarmada.
—No es perjudicial… —Pongo los ojos en blanco y uso un tono un poco
brusco, mi familia ya está acostumbrada a mis borderías.
—Me gusta la frase, ¿Wilde? —pregunta orgulloso mi padre. Jason Fenn es
el mayor fan de Oscar Wilde, y el gusto por la literatura me lo ha inculcado él,
como buen profesor de literatura que es.
Mis dos padres son profesores, solo que mi padre es profesor de literatura
en el instituto y mi madre de lengua en la universidad Upper Alsace.
Sonrío y vuelvo a ponerme la camiseta en su sitio.
—Sí. —Mi padre asiente conforme y un mechón ondulado cobrizo le cae
por la frente, mamá se lo retira sonriente. Se miran como si ni mi hermano ni
yo estuviéramos aquí, y se dicen lo mucho que se quieren, son unos pastelosos.
—Me voy a preparar, en dos horas viene Val a recogerme. —Luego me giro
hacia mi hermano para preguntarle —: ¿Quieres venir con nosotras? Vamos a
una de esas fiestas elegantes —le propongo, aunque ya sé que él odia este tipo
de fiestas tanto como yo.
—No, yo he quedado también.
Asiento y me voy hacia arriba para darme un baño.
Agradezco la ducha reparadora y calentita, pues estaba helada hasta los
huesos. Y me dispongo a ponerme el vestido negro que le he dicho a Val. Es el
único que tengo que puede ir bien para este tipo de eventos, espero no parecer
la pobretona de turno.
Me maquillo lo mejor que sé, la verdad, no soy muy amiga de los
cosméticos, no es que no me gusten, pero tengo zero arte para maquillarme.
También me ondulo el cabello cobrizo y me miro al espejo, siempre me dicen
que me parezco más a mi padre, con los ojos azules oscuros y el cabello ni
rubio ni pelirrojo, sin embargo, Jack se parece más a mamá, rubio y con ojos
marrones.
Luego me calzo con unos zapatos de tacón negro, que rara vez me pongo,
y cojo un bolso de mano de mi madre de color negro también, me miro al
espejo.
—Bueno, tengo que admitir que no está mal. —Hago una mueca riéndome
de mí misma.
CAPÍTULO 2
Emily
—Ay Dios mío ¡Estás impresionante Em! —grita Val desde
el coche.
—Shh, te va a oír todo el vecindario —le digo
metiéndome en el coche y cerrando la puerta.
Valerie se ríe con ganas.
Tardamos unos veinte minutos en llegar a las afueras de
Eguisheim, donde está situada una de las bodegas de vino
de la empresa de Alan Lefebvre, el primo de Val. Aunque la
empresa no es suya, es de su familia, y es donde tendrá
lugar la fiesta de esta noche. Eguisheim no es muy distinto
a Colmar, con sus casas típicas de cuento y sus
monumentos medievales, y como no puede ser de otra
manera, Eguisheim pertenece a la famosa ruta de los vinos,
que atraviesa las principales zonas vitícolas de la región de
Alsacia. Y también es muy famosa por su mercadillo
navideño.
Las bodegas Lefebvre son una de las empresas más
fructíferas de vinos, ya que en esta zona es muy importante
la cultura vitícola, y la familia de Valerie es de las más
antiguas y con más renombre.
Cuando Valerie aparca, empiezo a sentirme un poco
nerviosa, estoy segura de que habrá mucha gente
importante, clientes destacados de las bodegas, socios,
personas influyentes… ¿Qué voy a hacer yo en esta fiesta?
No es la primera vez que Val me invita a un evento de su
familia, pero sí es la primera vez que asisto.
—Creo que no debería de haber venido Val…
—No digas tonterías, estas fiestas son un muermo y me
alegro de que por fin me acompañes a una. Además, hay
muchos hombres guapos solteros, se rumorea que Alistair
Digory, de Digory Hotels, está a punto de cerrar un trato
con mi primo, y lo más seguro es que esté en la fiesta, me
muero por conocerlo y ver si es tan guapo en persona —
dice emocionada, y yo pongo mala cara. Val sabe que para
nada estoy interesada en buscar un hombre, ni para
relación ni para pasarlo bien, no con el dolor de la traición
de Théo aún tan presente, no puedo ni decir su nombre
mentalmente, se me revuelven las tripas, odio a los
hombres —. Y hay comida gratis, eso nos gusta. —Sigue
diciendo dándome un golpecito en el brazo y evitando que
mi mente se enfoque en el odio que siento por Théo.
—Sí, eso nos encanta. —Sonreímos—. Pero no sé Val, tu
primo es un idiota, solo lo he visto un par de veces y en
ambas me ha hecho sentir demasiado incómoda…
—Sí, Alan es un imbécil, pero es inofensivo, y no nos
cruzaremos con él más de una o dos veces en toda la
noche, créeme.
Suelto un bufido, no me lo creo para nada pero...
—Bueno, la verdad es que ya estamos aquí, así que…
Vamos allá.
—¡Esa es mi chica! —exclama Val saliendo del coche. El
frío inunda el vehículo y me pongo el abrigo corriendo para
seguir a mi amiga.
—¡Qué frío! —se queja Valerie dando saltitos y
abrazándose a su abrigo. Con esos tacones kilométricos de
aguja plateados no sé ni cómo se sostiene en pie, mucho
menos me imagino cómo puede estar dando saltitos.
Ambas vamos a paso ligero hacia la entrada del lugar,
parece una antigua masía típica de la zona, con sus tejados
triangulares y las vigas de madera por toda la fachada. Hay
un montón de coches y gente vestida muy elegante, hablan
animadamente mientras entran poco a poco. Cuando nos
acercamos a la muchedumbre, todo el mundo parece
conocer a Val, y hacen un corrillo alrededor de ella para
saludarla.
Mi amiga es muy popular, desde que la conocí en la
universidad lo ha sido, además es como una celebridad y, a
diferencia de mí, Val es encantadora y sonríe a todo el
mundo, y bueno, también es un evento de su familia, por lo
que todos quieren pasar un rato con ella. Me quedo un
poco desplazada mientras los presentes halagan el trabajo
de los Lefebvre, no me siento mal por ser ignorada, la
verdad es que lo prefiero. Aunque ella me agarra del brazo
y no me suelta, como si supiese que estoy planeando
escaparme en cuanto pueda.
Cuando llegamos a la entrada, un hombre y una mujer
de seguridad nos piden las acreditaciones y los nombres.
—Lo siento mucho señorita Lefebvre, pero es el
protocolo —dice el hombre disculpándose con Val.
—No se preocupe, lo entiendo perfectamente. —Le
sonríe Val meciéndose el cabello liso hacia atrás. No lo
puedo ver bien por la oscuridad, pero creo ver que el
hombre que casi mide dos metros y parece un armario de
lo grande que es, se ha sonrojado.
Por fin entramos al calor del interior, y mientras
dejamos los abrigos en el guardarropas, miro a mi
alrededor. Esperaba encontrarme un lugar lúgubre y
oscuro, pero para nada es así, cuando bajamos unas
escaleras y llegamos a una gran sala, puedo ver que parece
más una galería de arte que una bodega. Hay barricas y
botelleros, pero todo es muy elegante y sofisticado, aunque
con un toque rústico típico de Alsacia.
Es una sala enorme y suena una música ambiente de
jazz de fondo mientras la gente bebe vino y sonríe mientras
conversan. Por lo que me ha dicho Val, no es una fiesta
conmemorativa ni nada, simplemente es un evento que
ofrecen todos los años para los clientes más destacados de
Bodegas Lefebvre, una estrategia de marketing para
mantenerlos contentos y hacerlos sentir especiales.
—Ay Dios, si que está aquí —dice Val emocionada
cogiéndome del brazo con entusiasmo, un poco más y me
caigo de bruces.
—¿Quién? —pregunto mirando hacia donde lo está
haciendo ella.
—¡Digory! Es guapísimo, mira allí, donde están todas
esas chicas… —Señala con la cabeza un poco menos
animada, al parecer está muy interesada en el tal Digory, y
este seguramente sea otro de los muchos amigos ricos e
idiotas de Alan.
—No lo veo, pero ni ganas de ver a un tío rico que se
cree el rey del mundo —suelto con desgana, Val me da un
pellizco en el brazo—. ¡Ay! —me quejo mirándola con
enfado y acariciándome el lugar donde me ha lastimado.
—No seas borde —suspira.
—Soy la simpatía en persona. —Mi tono irónico lo dice
todo, pero por si hay dudas, alzo los brazos en señal de
rendición.
Val se ríe.
—Mira, allí está mi primo, tengo que ir a saludarle,
¿vienes? —me pregunta esperanzada. Sé que quiere que la
acompañe, pero no tengo ganas de cruzar ni una palabra
con Alan, no obstante, la mirada de Val me hace aceptar.
—¡Joder! Vale…—suspiro.
—¡Bien! —Da una palmadita feliz.
—Prima —la llama Alan interrumpiendo la conversación
que estaba manteniendo con una pareja de unos cuarenta
años, cuando estamos a unos pasos—. Has venido
acompañada… que sorpresa Emily. —Ya empezamos,
pronuncia mi nombre con un tono desagradable, como si
dijera «cucaracha».
—Sí, esta vez he podido convencerla de que me
acompañe, ¿no es genial? —Sonríe Val ajena al tono
despectivo de su primo. Después saluda a la pareja y a Alan
con dos besos, parece que ella ya los conoce y me presenta.
Sin embargo, yo me quedo en un segundo plano sin
acercarme mucho, como si tuvieran la peste.
—¿Te ha comido la lengua el gato, Emily? —se burla
Alan. Como odio que diga mi nombre…
—No, es que si la abro solo se me ocurren palabras
desagradables así que… —suelto mordaz. No lo soporto,
Alan tiene esa clase de mirada perturbadora, que te dice
que no es trigo limpio y es un capullo.
No, no lo soporto y se me da muy mal fingir.
Val me mira con los ojos como platos, no sé de qué se
sorprende. Pero en cambio, Alan sonríe, aunque es una
sonrisa de venganza.
—Es una buena amiga, siempre estamos de broma —
dice disculpándose con la pareja sin quitarme la mirada de
encima, y todos ríen. Yo intento hacerlo por Val, pero estoy
segura que me ha salido una mueca de disgusto.
—Si me disculpan… —digo sintiendo que necesito salir
de aquí y alejarme de esta gente. Me marcho. No sé por
qué demonios he aceptado venir, ha sido un error, nadie me
quiere aquí y siendo Alan quien dirige la empresa… No sé
en qué estaba pensando. Bueno, sí lo sé, quería empezar a
hacer cosas que nunca hago para cambiar el estúpido
destino o yo que sé, simplemente salir de la rutina.
Estoy tan pendiente de mis pensamientos que sin
darme cuenta choco con alguien, y del golpe me impulso
hacia atrás. Por suerte, antes de caer al suelo, ese alguien
me sujeta unos segundos por el brazo y evita que mi culo
gordo se estampe contra el suelo. Inmediatamente miro al
frente para encontrarme una chaqueta y camisa de traje
completamente negras.
—Lo siento —me apresuro a decir avergonzada, pero
solo recibo un gruñido por contestación. Subo mi mirada y
casi me quedo sin aliento. Me encuentro con la mirada más
penetrante e hipnotizadora que he visto jamás, esos ojos
azules tormenta parecen tener vida propia, como si hubiese
vida dentro de ellos. Pero no solo los ojos son
espectaculares, el hombre que los tiene en su cara es
guapísimo, a decir verdad esa palabra se queda corta, es…
parece… sacado de mis mejores sueños, y ya sabéis a qué
tipo de sueños me refiero.
Es alto, con músculos de acero, por lo que he podido
comprobar cuando me he chocado contra su pecho hace un
segundo. Su mandíbula fuerte y marcada se contrae y no
puedo evitar mirar esos labios delirantemente perfectos, su
piel bronceada contrasta con el azul profundo de sus ojos, y
va a juego con su cabello oscuro y ligeramente ondulado.
—¿Te gusta lo que ves? —Suelta con una voz profunda
que me pone la piel de gallina, es muy placentero
escucharlo, siento cosquillitas. No hay ni rastro de broma
en su tono de voz ni en su cara, tiene el ceño fruncido.
Tardo unos segundos en reaccionar, me he quedado
embobada con semejante hombre, pero por fin proceso lo
que me ha dicho y el tono que ha utilizado el muy capullo.
—¿Perdona? —logro pronunciar con un tono de voz
bastante decente.
—Lo que oyes, Dios, no puedo estar ni un segundo sin
que se me tire alguna encima —dice exasperado
meciéndose el pelo negro y corto hacia atrás.
¿Cómo? ¿Habla en serio?
—No sé si reírme de tu alto ego o elogiarte por ello.
¿Eres así de idiota y engreído siempre? —le espeto
cabreada por sus palabras. El muy capullo está insinuando
que me he tirado encima de él, no, insinuando no, lo está
dando por hecho.
—¿Perdona? —pregunta él ahora mirándome con esos
vívidos ojos de tormenta con sorpresa.
—Estás perdonado, capullo. —Y salgo del evento hacia
la fría noche. Ya lo que me faltaba por ver, que un estúpido
ricachón se crea el ombligo del mundo y que yo giro
entorno a él.
—¡Em! —Me alcanza Val antes de que salga fuera y se
pone frente a mi para cortarme el paso. A juzgar por su
respiración acelerada ha venido casi corriendo.
—Val… Lo siento mucho, es que tu primo me saca de
mis casillas, no debía de haber venido.
—Eso me da igual. ¡Estabas hablando con Alistair
Digory! ¿Qué te ha dicho? —me pregunta emocionada.
Vaya, al parecer que deje en ridículo a su primo delante de
sus clientes le da bastante igual, eso me hace sonreír.
Hasta que recuerdo el capullo con el que me acabo de
chocar.
—¿Quién?
—Sí, te he visto… Lo has dejado con la boca abierta.
¿Qué demonios le has dicho? —Ríe.
—Ah, ¿el capullo? Pues nada, se pensaba que me había
tirado encima suyo a propósito para ligar con él o algo…
Hay que ser estúpido y creído.
—¿En serio? —Se ríe aún más.
—No te rías, ha sido muy vergonzoso, sobre todo
porque antes de que abriera la bocaza le he babeado un
poco el traje.
—Está bueno, ¿eh? ¡Te lo dije! —Sonríe con
autosuficiencia.
—Sí, pero lo que tiene de físico lo pierde en cuanto abre
la boca… ¿Qué pasa? —le pregunto al ver que su cara de
diversión se pone tensa.
—Viene hacia aquí y no parece muy contento.
CAPÍTULO 3
Emily
—Tú, la pelirroja, ven, ahora. —Me coge por el codo y me
lleva hasta una sala contigua cerrando la puerta con fuerza.
No he tenido más remedio que seguirlo para no caerme, me
ha pillado completamente por sorpresa. Pero en cuanto
entramos, me suelto de su agarre y le doy un empujón. No
es que sea muy efectivo, pues los músculos de acero de
este hombre son impresionantes y no se ha movido ni un
centímetro.
—¿Pero a ti qué te pasa? ¿Estás loco o qué? —le grito
cabreada.
—¿Quién coño eres? —¿Está mal si me siento un poco
excitada al escucharle decir esa palabra? Dios, que voz…
¡Concéntrate Em!
—¿Yo? ¿Y tú? Eres tú quien me ha arrastrado como un
loco escupiendo bilis hasta aquí.
—Me has insultado, lo ha oído toda la gente de
alrededor, gente con la que tengo negocios. ¿Quién eres? —
Vuelve a preguntar mientras se apoya en el escritorio del
fondo, poniendo distancia entre nosotros y cruzando los
brazos sobre su ancho pecho. Su pose es de un capullo
arrogante, uno muy atractivo… Madre mía, ¿practica esas
poses para dejar aturdidas a las mujeres o qué?
Pero conmigo no va a funcionar.
—¿Que yo te he insultado? Me has tachado de
acosadora en mi cara.
—No he hecho tal cosa. —Frunce el ceño y Dios, quiero
acariciar esas arruguitas de su frente. Y también darle un
puñetazo a la vez.
—¿No? —Carraspeo y me preparo para hacer la mejor
imitación que puedo de él—. “No puedo estar ni un
segundo sin que se me tire alguna encima”.
Por un segundo ambos nos quedamos en silencio
mirándonos el uno al otro y entonces, él empieza a reír a
carcajadas. ¿Qué le pasa a este tío?
—Vale, sí, he sonado como un capullo, pero no iba con
segundas. —¿Eso es una especie de disculpa? Bueno, da
igual, lo voy a tomar como tal.
—Acepto tus disculpas, y ahora me largo.
—¡No era una disculpa, Dios! —Se pinza el puente de la
nariz—. Tú eres quien se tiene que disculpar.
—¡Si hombre! Ahora mismo. ¿Algo más quiere el señor?
—pregunto irónica.
—Pues sí, que dejes de ser tan sarcástica estaría bien.
Pongo los ojos en blanco y suelto un bufido a la vez que
me doy la vuelta dispuesta a marcharme, esta vez de
verdad.
—¿Cómo te llamas? —me vuelve a preguntar con ese
tono de voz que hace que me flaqueen las rodillas.
—No es de tu incumbencia, además, espero no ver tu
cara de engreído nunca más, así que no necesitas saberlo.
—Ya lo veremos, muñeca —dice él a mi espalda al
tiempo que yo cierro la puerta de un portazo. No puedo
verlo, pero estoy segura que en su rostro hay una sonrisa
de plena seguridad.
—Idiota… ¿Quién llama «muñeca» a una persona que no
conoce? —refunfuño de camino a la sala en busca de Val.
Con todo este lío, desde que he llegado no he probado
bocado y estoy hambrienta, pero solo quiero encontrar a
Val y decirle que me marcho. No me cuesta mucho dar con
ella, está hablando muy animadamente con un chico, ya veo
lo preocupada que está por mí… En cuanto me ve se
disculpa con el chico y corre hacia mí.
—¿Qué ha pasado? —me pregunta con ansias.
—Ya veo lo preocupada que estabas después de que un
loco desalmado rapte a tu amiga, gracias —le espeto
exagerando un poco. Val sonríe.
—Si que lo estaba, por eso he hablado con Derek, es
amigo de Alistair, me ha dicho que es inofensivo.
—Inofensivo… ya, es la última palabra que usaría con
ese tipo.
—¿Qué ha pasado? Estaba muy cabreado. —No sé por
qué, pero me da la sensación de que Val está disfrutando de
lo lindo con toda esta situación.
—Nada, hemos discutido sobre quien debería
disculparse con quien y al final… Supongo que ninguno lo
hemos hecho.
—Uy, quién se pelea se desea —canturrea Val.
—No seas tonta e infantil —le reprocho con un bufido y
luego reímos.
—Ven, hay unos bocaditos de foie que están para
morirse. —Entrelaza su brazo con el mío y me lleva hacia la
mesa de catering.
—Val…
—Un ratito más y nos vamos, estoy intentando ligarme
a Derek, es monísimo, y como tú me has quitado a Digory,
como buena amiga lo mejor que puedes hacer es hacerme
compañía un ratito más.
—¡Todo tuyo si lo quieres! Ese tipo es un grano en el
culo —digo un poco más alto de lo que debería y, una mujer
mayor, se gira para echarnos una mirada de desaprobación.
Ambas nos miramos y dejamos escapar una carcajada
mientras nos alejamos de la mujer.
—¿Qué le has hecho? No te quita la mirada de encima y
¡Qué mirada! O te odia a muerte o está loquito de deseo
por ti —dice Val una hora después. Me está arrastrando de
un lado para otro, presentándome a gente que me importa
bien poco.
—Más bien creo que es lo primero, seguramente he
sido la primera en decirle las cosas claras y he herido su
orgullo. —Val ríe—. ¿Nos podemos ir ya? —Insisto de
nuevo.
—No, un ratito más, le he prometido a Giselle que
charlaría con ella después —dice girándose para coger
otras dos copas de vino.
—Bueno pues yo me voy ya Val, de verdad... —Doy un
paso hacia atrás y la voz de Alan me detiene y me pongo
rígida de golpe.
—Estáis aquí, Valerie, quería presentarte a uno de mis
nuevos clientes —anuncia, y, sin duda alguna, sé de quién
se trata, puedo sentir su mirada asesina en mi nuca.
—Oh, por supuesto, nos hemos cruzado antes. —Le
sonríe cómplice mi amiga, y yo me giro poco a poco con mi
expresión facial menos amable.
No tengo suficiente con el primo de Val, que ahora se
presenta delante de mí el mismísimo grano en el culo de la
fiesta.
—Valerie, él es Alistair Digory, de Digory Hotels, y en
adelante será un cliente muy importante para Bodegas
Lefebvre, o eso esperamos —explica Alan sonriendo, me da
escalofríos.
—Es una noticia fantástica señor Digory, estamos
encantados de que así sea. —Valerie es encantadora pero…
Él no la está ni mirando, sus ojos están clavados en mí con
una mirada inescrutable y poco amable.
La mía va a la par, no me voy a dejar intimidar.
Val carraspea y Alistair rompe el contacto, le estrecha
la mano a mi amiga y una parte de mí quiere sentirla
también. Me doy un puñetazo mentalmente por desear eso.
—Es un placer señorita Lefebvre —dice con esa voz que
me hace sentir cosquillas donde no debería.
—Igualmente. Y ya conoce a mi amiga Emily, ¿no es
cierto? —El muy capullo sonríe satisfecho, pues antes no he
querido darle mi nombre.
La cara de Alan es un poema.
—No oficialmente —dice con una sonrisa mordaz
mirándome directamente. Siento sus ojos recorrerme y, un
calor que quiero ignorar, me inunda todo el cuerpo.
—Y no hace falta, yo ya me iba.
—Emily, ¿podemos hablar un minuto en privado? —me
pregunta Alan sorprendiéndome, tanto como a Valerie, que
abre los ojos mientras nos mira a los dos.
—Claro. —¿Qué otra cosa puedo hacer? Con tal de salir
de debajo del escrutinio de don "estoy más bueno que el
pan y soy un idiota sin remedio”.
Val me coge de la mano y me la estrecha mirándome
con arrepentimiento y culpa. Intento tranquilizarla con una
sonrisa, no sé si lo consigo.
No es que esté pendiente de Alistair ni nada, pero creo
ver que pone peor cara cuando acepto ir con Alan.
Aunque no me da tiempo a comprobarlo.
—Seguid charlando, ahora volvemos —les dice Alan a
Val y a Alistair, y después comienza a caminar, yo le sigo
intrigada.
Alan no es mucho mayor que nosotras, pero parece que
ha vivido tres vidas, debe tener unos treinta y dos años o
así pero aparenta cuarenta, y no muy bien llevados. Su pelo
castaño tiene algunas canas y se le nota que tiene poco
pelo, es muy alto pero también muy delgado y parece
desgarbado.
Cuando llegamos a un pasillo que conduce a los baños,
él se detiene y se gira a mirarme.
—No te acerques a mis clientes, ¿queda claro? —me
espeta sin más, lo miro incrédula alzando las cejas.
—¿Qué?
—No te hagas la loca, me refiero a Digory, he visto
como os miráis, no quiero problemas, ¿entiendes?
—Uno, no me interesa nadie de esta fiesta. Dos, si lo
hiciera, no te importa una mierda. Y tres, métete en tus
asuntos —le contesto dispuesta a terminar la conversación
e irme.
—Estos son mis asuntos —me dice agarrándome del
codo y me gira hacia él con brusquedad.
—No me toques. —Me libero de su agarre con un tirón
y siento unas imperiosas ganas de darle una severa patada
en sus partes.
—¿Todo bien por aquí? —Aparece Alistair.
—Dios, el que faltaba —murmuro poniendo los ojos en
blanco.
—Todo perfecto, señor Digory —habla Alan con un tono
zalamero ¡Que asco!
Aprovecho para salir de aquí antes de que ninguno de
los dos pueda retenerme más en esta situación tan
surrealista e incómoda. Cada vez me arrepiento más de
haber acudido a esta maldita fiesta.
Encuentro a Val muy cerca hablando con su abuela, y
en cuanto me ve se disculpa con ella y viene a mi
encuentro.
—Lo siento mucho, me ha parado mi abuela. ¿Qué te ha
dicho? —pregunta preocupada.
—Que me aleje de Digory, ¿se puede ser más idiota? Y
por si fuera poco va el otro y aparece por arte de magia.
—¿Ha ido a buscarte? Me ha dicho que salía a tomar el
aire. —Sonríe como si tuviera un plan maquiavélico en su
mente.
—Val, para, no ha venido a buscarme, quizá solo quería
ir al baño primero.
—Ya, claro. Anda, ignora a Alan, está muy estresado. —
Enlaza su brazo con el mío—. Vamos a comer algo y a
tomar una copa de vino blanco.
Suspiro, parece misión imposible salir de esta mierda
de fiesta.
—Siempre me distraes con comida y vino… —Mi amiga
se ríe con ganas.
CAPÍTULO 4
Emily
Al final no vuelvo a ver a Alan, o al menos no de cerca, es
de agradecer, ese tipo me da bastante grima. A quien no
paro de ver o de chocarme con él sin querer es con el
maldito Alistair Digory. Quien al parecer tampoco puede
quitar su mirada de encima de mí, a pesar de estar rodeado
de chicas guapísimas todo el rato.
—En serio Em, creo que le interesas —dice Val
bebiendo de su copa de vino blanco junto a su amiga
Giselle.
—Sí, ya lo creo que le interesas —corrobora su amiga.
No la conozco mucho, Val me ha hablado de ella, pero
nunca la he conocido en persona y me cae bien, pero si
sigue diciendo estas tonterías dejará de hacerlo.
—¿Podéis dejarlo ya? Sois muy pesadas.
—Deberías aprovechar, dicen que es muy bueno en…,
ya sabes —dice Giselle moviendo su coleta alta y rubia
hacia un lado como si nada y poniendo cara de
complicidad.
—¡No! Es un capullo, además no estoy interesada en
eso.
—Yo ya sabes que no me lo pensaría —bromea Val, o no,
subiéndose al carro de Giselle, menudas dos se han
juntado.
Sin darme cuenta, mis ojos se desvían hacia el otro lado
de la sala, donde hay una columna y Digory está apoyado
en esta charlando con una morena bajita muy mona.
Nuestros ojos se conectan y siento calor en el cuerpo, no
puedo apartar la vista de esos ojos azules tan intensos. Él
levanta su copa hacia mí con una sonrisa petulante.
—Gilipollas —murmuro. Y como si él me hubiese
escuchado, sonríe aún más.
—En dos minutos va a estar aquí, lo veo en su mirada —
dice Val emocionada. Me giro hacia ellas para no tener la
tentación de volver a mirar.
—Pues ya me contaréis qué pasa porque yo me marcho
ya… —Doy un paso hacia atrás y me choco con un muro de
ladrillos…, que está muy calentito.
—Creo que ha sido menos —le susurra Val a Giselle
mientras chocan el puño sonriendo.
Malditas traidoras.
—No está bien que me des la espalda, muñeca, aunque
viendo el culo que te hace este vestido, no puedo quejarme
—me susurra al oído, mi espalda sigue pegada a su torso y
no soy capaz de alejarme.
Nunca antes me han dicho una cosa que suena tan…
errónea y halagadora a la vez. Si soy sincera conmigo
misma, sentir su calor, su voz en mi oído y su aroma a
tomillo y a algo oscuro, me excita tanto como me cabrea.
Mi corazón se acelera.
Abro los ojos de par en par ante mis pensamientos y me
despego de él como si quemara, lo enfrento.
—¿Pero a ti qué coño te pasa? —Intento no chillar
demasiado para que nadie se fije en nosotros, pero, ¡oh,
sorpresa! Casi toda la sala nos está mirando, sobre todo la
chica que ha dejado plantada para venir hasta aquí.
Él tiene en la cara una expresión de pura diversión, se
está burlando de mí el muy cretino.
—Nada, solo comprobaba una cosa.
—¿Qué? ¿Que eres un loco perturvado? —le contesto
confundida y cada vez más cabreada por sentirme excitada
cuando sonríe de esa forma de medio lado, me dan ganas
de besarlo y darle un puñetazo al mismo tiempo.
—No, que te excito y eso te enfada —dice sin ningún
tipo de pudor.
Mis mejillas se vuelven fuego.
—¿Eres idiota? ¿Te falta un tornillo? ¿De pequeño te
diste muchos golpes?
—No, no y creo que no —me contesta impasible con una
media sonrisa que tiene todas las papeletas para hacerme
mojar bragas, a mí y a la mitad de la sala.
—Pues haztelo mirar, y no vuelvas a acercarte a mí —le
espeto cabreada conmigo misma por sentirme atraída por
este idiota y que sea tan obvio. Después me giro hacia mis
amigas —. Chicas, me marcho ya.
—¡Emily! —Val suelta mi nombre preocupada haciendo
un puchero con los labios, esta vez no voy a ceder.
—Emily…, llevo pensando toda la noche que no te pega
nada un nombre tan dulce.
—Oh, ¿tan aburrida ha sido tu noche que has estado
todo el rato pensando en mí? Además, ¿alguien te ha
preguntado tu maldita opinión de mierda? —No le doy
tiempo a que conteste, salgo de aquí cómo puedo sin
tropezar con los tacones y el vestido. Soy muy consciente
de todas las miradas y me muero de vergüenza.
Oigo al tipo engreído decirle a Val que él me llevará a
casa y que no se preocupe. ¡Ni en sus mejores sueños me
voy a ir con él! ¿De qué va?
Pido mi abrigo al chico que se encarga del guardarropa
y salgo al frío, estamos bastante lejos de la carretera
principal, por lo que voy a llamar a un taxi. Busco mi móvil
y, ¡sorpresa! No tengo cobertura.
—Genial, simplemente genial —murmuro. Me estoy
congelando, he salido tan deprisa que ni siquiera me he
puesto el abrigo, estoy temblando.
De repente siento algo calentito caerme por los
hombros y me giro. Es él, me ha puesto su abrigo negro por
encima.
—Por el amor de Dios, ¿otra vez tú? No necesito tu
ayuda ni tu caballerosidad fingida.
—Madre mía, que peleona eres. —Se lleva la mano a la
frente y se la frota. En sus perfectos labios hay una sonrisa
—. Anda, vamos, mi coche está ahí —dice señalando un
coche negro muy elegante de una marca demasiado cara.
Miro su espalda atónita. No sé qué pensar, ¿de verdad
cree que me voy a ir con él? Es admirable su confianza. O
más bien su estupidez.
Sin saber qué hacer, me quedo de pie con su chaqueta
sobre los hombros, con su olor a tomillo impregnando mis
fosas nasales y mirándolo mientras él abre la puerta del
copiloto.
—No tengo toda la noche, muñeca. —Sonríe el muy
engreído.
—¿De verdad piensas que me voy a subir a ese coche
contigo? ¿Crees que soy tonta?
Él se mece el cabello negro hacia atrás en un gesto
exasperado y camina hacia mí.
—¿Piensas que voy a secuestrarte o algo así? No soy un
asesino ni tampoco un pervertido, y a pesar de mi
comportamiento contigo, te puedo asegurar que soy un
buen tío.
—Eso es exactamente lo que diría un pervertido o un
asesino. Y de momento deja que discrepe en lo de ser un
buen tío. —No se lo voy a poner fácil, aunque no me inspira
desconfianza, no creo que sea buena idea irme con él.
—Mira, no te caigo bien, lo pillo, pero hace un frío de
cojones, así que entra en el maldito coche o espera dentro
a que tu amiga te pueda llevar a casa, no quiero que andes
por ahí sola de noche.
—No me conoces.
—¿Y?
—Que no tienes derecho a preocuparte por mí.
Él emite una risotada demasiado sexy y murmura algo
que no logro escuchar.
—Además, ¿qué haces aquí fuera discutiendo conmigo?
¿No tenías a un séquito de chicas babeando por ti ahí
dentro? ¿Por qué no vas con ellas y me dejas en paz?
—¿Celosa? —Sonríe satisfecho—. Además, tú me
pareces más interesante —dice serio y con esa voz rasposa
que me deja sin aliento y con mil ganas de lanzarme a su
cuello, y no para estrangularlo precisamente. Bueno, un
poquito sí.
—¿Soy interesante porque te he dicho que eres un
idiota arrogante con complejo de grano en el culo?
—¿Soy un grano en el culo? Vaya, esto sí que es nuevo.
—Se ríe.
—Me alegro que te diviertas.
—Mucho. Entra al coche, te llevo a casa Emily. —¿Está
mal si quiero provocarlo para que vuelva a decir mi
nombre? Quiero suspirar… ¿Por qué me excita tanto? Me
hierve la sangre.
—No.
—¿No? Muy bien. —Se agacha frente a mí y, sin ningún
esfuerzo, me coge de las piernas tirándome al hombro
como un estúpido hombre de las cabernas.
—¿Pero qué cojones haces? ¡Suéltame capullo!
—Por cierto, soy Alistair Digory, encantado. —Sonríe
con suficiencia mientras el muy capullo me da una
palmadita en el trasero.
CAPÍTULO 5
Alistair
¿Qué coño me estaba pasando por la mente cuando he
cogido a la pelirroja en brazos y la he metido en mi coche?
O, ¿cuando la he perseguido durante toda la noche con la
mirada o intentando llamar su atención con estúpidos
roces? O, ¿cuando la he provocado para que se cabree aún
más? No tengo ni la más remota idea, solo sé que me gusta
provocarla y que suelte esas perlas por la boca. Me pone.
Cuando ha chocado conmigo la primera vez no me he
fijado en ella, solo estaba molesto porque las tías no
paraban de llamar mi atención, estaba agobiado y lo he
pagado con ella, pero cuando me ha insultado… Dios, me
ha herido el orgullo. ¿Eso me convierte en un capullo?
Definitivamente sí. Pero al verla en el despacho y
escucharla hablar… Me ha llamado la atención, es preciosa
y se nota que le gusta pasar desapercibida, aunque no lo
consigue, y menos con esa boca.
Sonrío.
Emily…, la miro sentada en el asiento del copiloto, está
muy guapa con los labios llenos de ese color rojo intenso
haciendo un puchero, los brazos cruzados bajo su pecho…
Aún lleva mi chaqueta encima y eso, no sé porqué, me
provoca una sacudida en mi duro miembro. Estoy así desde
que ella ha salido por la puerta de ese maldito despacho.
—¿Vas a indicarme hacia dónde tengo que ir o voy a
estar dando vueltas toda la noche? —le pregunto después
de diez minutos en silencio.
—Ah, no lo sé, como aquí tomas tú las decisiones sin
que yo pueda hacer o decir nada, pensé que también
sabrías donde vivo, porque al parecer lo sabes todo.
—Has dicho mucho, muñeca, créeme.
—No me llames así.
No puedo más que reír.
—En el fondo te gusta.
—Me encanta, por favor, llámame por más motes que no
están nada vistos… —dice irónica con un bufido.
Y una parte de mí quiere reír, pero otra no sabe qué
hacer para lidiar con ella, así que detengo el coche en el
arcén.
—Yo seré un grano en el culo pero tu eres una maldita
tocapelotas.
—Muy bien, una vez definidos nuestros papeles, todo
está solucionado. —Se quita el cinturón y sale escopeteada
del coche. Estamos en medio de la nada, lo más cercano es
un campo de viñedos.
—¡Joder! —Doy un golpe al volante cabreado conmigo
mismo y salgo tras ella antes de que le pase algo—. ¿Qué
haces?
—Llamar a un taxi y a la policía.
—Dios… Emily, deja de ser tan infantil un segundo. —
Me está exasperando pero, mentiría si dijese que no lo
estoy disfrutando, soy masoquista.
—¿Que yo estoy siendo infantil? ¡Perdóname, oh mi
secuestrador! —exclama alzando los brazos y abriendo los
ojos azules iluminados tan solo por los focos de mi coche.
—¡Maldita sea, solo quiero llevarte a casa! —grito.
—¡Pues podrías haberme preguntado amablemente
para empezar! —me grita ella más fuerte.
—No hubieras aceptado.
—¡Claro que no! —Vuelve a chillar Emily moviendo los
brazos y soltando un gran bufido.
—Vale, no hemos empezado con buen pie, lo admito. —
Ella suelta una risotada de incredulidad—. Y que meterte
en mi coche a la fuerza puede parecer algo de un
perturvado…
—¡Bien, gracias por admitirlo!
—Aunque tampoco te he atado, podrías haber salido
antes de arrancar. Y, además, ha sido tu culpa, no paras de
desafiarme, así que ¡Sube al maldito coche y deja que te
lleve a casa! —Ella me dedica una mirada de odio—. ¡Por
favor! —suelto rindiéndome.
—Eso está mejor —dice más calmada—. Pero voy a
necesitar que seas un poco más amable, ya que me has
secuestrado.
—Yo no… —Ella me mira de nuevo con esa mirada, y
Dios, me muero por besarla y hacer que se calle de una
vez. No lo haré, algo me dice que eso solo va a hacer que
me odie todavía más, además no estaría bien—. Emily, por
favor, ¿me harías el honor de subir a mi maldito coche para
que pueda llevarte a casa y no morirnos de puto frío?
—Conduzco yo —dice moviéndose hacia la puerta del
conductor.
—Ni de coña.
—Me lo debes. —La verdad es que no sé porqué, pero
no puedo negarme.
—¡Joder! No me creo que vaya a dejarte conducir mi
coche… —Me rindo yendo hacia la puerta del copiloto, ella
ya se está abrochando el cinturón con una gran sonrisa—.
Tendrás carné al menos, ¿no? —pregunto al sentarme.
—No —dice arrancando el coche y dando un acelerón.
En la radio empieza a sonar All I Want For Christmas is You
de Mariah Carey.
—¡Joder! ¿Estas de coña? —Ella empieza a reír y bueno,
eso hace que se me pase un poco el cabreo, aunque me
cojo fuerte de la manilla lateral, y me ha puesto más duro.
—Claro que estoy de coña.
No parece estarlo por la forma en la que conduce.
Llegamos a las afueras de Eguisheim, donde no es muy
fácil encontrar aparcamiento. Aunque estamos a mediados
de Noviembre, los turistas ya llegan para ver las
decoraciones navideñas de los pueblos con encanto de
Alsacia, y Eguisheim, es muy famoso, al igual que Colmar.
—¿Vives por aquí? —le pregunto.
—No.
—¿Y qué estamos haciendo aquí entonces? —No sé qué
pretende, solo que me gusta que eso implique pasar más
tiempo con ella.
Por fin encuentra un sitio para aparcar.
—Me vas a invitar a un crep —dice convencida.
Emito una risotada.
—¿Sí? Es la una de la madrugada, creo que no hay nada
abierto.
—Oh, tienes razón… Mierda, me apetecía mucho. —Se
la ve realmente decepcionada.
—Espera —digo sin vacilar cogiendo el móvil.
—¿Que vas a…? —La hago callar con un dedo en sus
labios y marco un número de teléfono. Puede que le haya
acariciado un poco más de la cuenta esos preciosos labios
rojos.
Una media hora más tarde un amigo y chef de uno de los
mejores restaurantes de París, quien conoce a los mejores
pasteleros de la zona de Alsacia, nos ha conseguido que el
dueño de una crepería de Eguisheim abra solo para
nosotros, pagando un montón de dinero, claro.
—¡Está buenísimo! —gime Emily, y eso hace que tenga
unas imperiosas ganas de levantarme de mi asiento y
subirla a mi regazo para besarla.
—Me alegro de que te guste —digo con una sonrisa
mientras la miro comer, deseando que esa boca esté en
otro sitio.
—¿Seguro que no quieres? —me pregunta ella.
—Seguro muñeca, come lo que quieras.
—Tú te lo pierdes. —Se encoge de hombros—. ¿De
verdad que no molestamos? El hombre tiene una cara de
sueño que no se la puede ni aguantar —susurra bajito.
—Créeme, el ingreso que le he hecho a la cuenta, bien
paga que estemos toda la noche pidiendo crepes.
¿La chica que me ha insultado hasta decir basta se está
sonrojando? Es preciosa.
—¿Entonces de verdad eres rico? —pregunta con
inocencia y tengo que reír.
—Se podría decir que un poco más que rico.
—Oh.
—¿Quieres otro?
—Uf no, no puedo más, estaba buenísimo. Mola ser rico
y poder hacer que te hagan un crep a la una de la mañana
—comenta—. Por cierto, gracias.
—Me las puedes dar luego, en mi cama —le guiño un
ojo, claramente estoy de broma, aunque la deseo y no me
opondría, sé que Emily no es ese tipo de chica. La chispa de
enfado vuelve a estar ahí, aunque también veo cómo las
pupilas de esos ojos azul oscuro se agrandan, ella también
lo siente, la química que hay entre nosotros.
—Si crees que por esto me voy a acostar contigo es que
eres un maldito engreído —me suelta.
—Calma muñeca, guarda algo para después —la
molesto burlándome de ella, a cambio Emily me da una
patada en el tobillo por debajo de la mesa—. ¡Joder! —
profiero frotándome la zona afectada—. ¿Así tratas a la
gente que consigue hacer realidad tus caprichos a la una
de la mañana?
—No, así trato al tipo que me ha secuestrado y que no
deja de sacarme de mis casillas.
—¿Me lo vas a recordar toda la vida?
—No, solo el tiempo que estemos juntos, que espero
que sea este rato y que no se repita nunca más.
—En el fondo te mueres por pasar más tiempo conmigo.
Ella pone los ojos en blanco y emite ese bufido que ya
me es demasiado familiar, me encanta como lo hace.
—Creo que es hora de irnos, este señor se querrá
acostar —dice poniéndose en pie.
—Vale, ahora sí que te llevo a casa.
—Ah no, te llevo yo a ti a mi casa. —Su comentario me
hace mirarla con una de mis sonrisas de medio lado, ella se
sonroja—. Es decir, que conduzco yo hasta mi casa, no que
te lleve a ti, vivo con mis padres y no...
—Vale, lo pillo, lo pillo, nada de sexo con padres en
casa. —Rio por lo nerviosa que se ha puesto.
—¡No te rías de mi, capullo! —me espeta dándome un
puñetazo en el brazo y me río más.
—No me lo pongas tan fácil.
Después de darle las gracias a Luc, nos marchamos
dando un paseo por las calles de cuento. Normalmente está
atestada de turistas, pero a estas horas de la noche no hay
ni un alma.
—Así que vives con tus padres… ¿Cuántos años tienes?
—pregunto con curiosidad.
—Veintiocho, pero es que he preferido ahorrar, y hasta
no tener un trabajo más fijo era una tontería irse de casa.
¿Tú? Bueno, obviamente no vives con tus padres… —Me
río.
—No, desde hace mucho que no. Tengo treinta y un
años y dirijo mi propia empresa de hoteles, estamos en más
de veinte países.
—Wow, es admirable, seguro que has tenido que
trabajar mucho.
—Bueno, empecé con un pequeño hotel en París, a los
veinte y… Me fue bien.
—Te ha ido muy bien, tan bien que te puedes permitir
abrir una crepería solo para tí a la una de la mañana. —
Sonríe. Es preciosa, no sé qué me gusta más de ella, si su
cara de enfado o su sonrisa.
—Sí, supongo que me ha ido muy bien, entonces. —
Reímos—. ¿En qué trabajas tú?
—Sector turismo, en realidad lo que salga, el lunes
empiezo de recepcionista en un hotel.
—Genial, entonces somos colegas del sector.
—Bueno colegas… Creo que estamos en ligas muy
diferentes —dice ella.
CAPÍTULO 6
Emily
Sorprendentemente me lo he pasado bien, a decir verdad,
no quiero llegar a casa. A pesar de las cosas que Alistair
dice para picarme y molestarme, es un hombre muy
interesante y divertido. No se le ve mal tipo, aunque me
haya secuestrado y me irriten sus comentarios. Y tengo que
aceptar que es muy, muy atractivo.
Aparco frente a mi casa.
—Bueno, no diré que gracias porque…
—Sí, lo sé, te he secuestrado… —dice él antes de que
acabe la frase y ambos nos miramos y sonreímos.
—¿Sabes? No eres tan capullo como creía.
—Vaya, gracias, viniendo de ti es todo un cumplido. —
Me dedica esa sonrisa de medio lado que hace que mi
corazón se acelere.
—De nada.
Quiero besarlo, en verdad me muero de ganas. Me ha
gustado mucho que se haya esforzado en conseguir los
crepes, y estoy segura que ha pagado mucho dinero por ese
favor. Realmente ha sido un detalle muy bonito, sobre todo
teniendo en cuenta que lo acabo de conocer y no es que
hayamos empezado con muy buen pie.
—Bueno, buenas noches don grano en el culo. —Sonrío
y salgo del coche, él hace lo mismo para dirigirse al lado
del conductor. Nos encontramos en frente del coche.
—Buenas noches muñeca. —Y sin esperarlo, él me da
un suave beso en la mejilla, no puedo evitar sonrojarme.
Alistair es un hombre muy atractivo y lo siento en cada
fibra de mi ser—. Espero volver a verte Emily, me lo he
pasado muy bien —me susurra al oído dejándome sin
aliento y con el corazón latiendo desbocado.
Y sin más, sube al coche y se marcha sin pedirme el
número de móvil ni ningún tipo de medio de contacto.
Lo más seguro es que no vuelva a verlo.
A la mañana siguiente me despierto, como no puede ser de
otra manera, pensando en él. Y me odio a mí misma por no
poder quitarme a ese hombre de la cabeza. Revivo como
nos cruzamos la primera vez y lo insultada que me sentí, o
cuando me arrastró al despacho para reprocharme que lo
había insultado y como me excitó. Me tengo que centrar en
lo mucho que lo odio y en lo idiota que es Alistair Digory, o
mejor no pensar en él nunca más, sí, eso es lo mejor.
Mi móvil empieza a vibrar en la mesita de noche y tonta
de mí, mi corazón se acelera cuando es totalmente un
disparate que sea él. Veo el nombre de Valerie en la
pantalla, tengo cinco llamadas perdidas suyas. Se lo cojo.
—¿Qué pasa? —pregunto algo preocupada por las
llamadas.
—¡Por fin! ¿Has tenido una noche de sexo salvaje? —
grita mi amiga y me incorporo de golpe en la cama.
—¿Pero qué dices? ¿Estás loca? Estoy en casa… ¡Por
supuesto que no!
—Oh, qué pena ¡Yo sí! —dice emocionada y no puedo
evitar sonreír.
—Me alegro por ti. ¿El tal Derek?
—Sí, no ha sido para tanto, bueno ha estado genial,
pero creo que no es para mi… —Val siempre hace lo mismo,
se encapricha de un chico, se lo tira y después, aunque el
chico quiera más, ella lo desecha.
Aunque suele decir que busca a su alma gemela, la
verdad es que parece estar asustada del compromiso, pues
nunca deja que ningún hombre la conozca lo suficiente. Yo
no puedo culparla, después de todo, yo no soy un buen
ejemplo tampoco. Después de seis años de relación con
Théo me enteré de que me había estado engañando casi
desde el principio, y claro, pues eso no favorece a que le
diga a mi amiga que no tiene porqué tener miedo a
comprometerse, que no le van a hacer daño, porque a mí
me lo han hecho, y se suponía que él me amaba…
—Qué mal…
—Bueno háblame de ti ¡Te fuiste con él!
—Uf, no me lo recuerdes… El muy capullo me metió a la
fuerza en su coche, y estuvimos todo el rato discutiendo,
después le obligué a que me dejara conducir su coche, lo
llevé a comer crepes, estaba cerrado y pagó un montón de
dinero para que abrieran una crepería a la una de la
mañana, y luego por fin llegué a casa.
—¿Qué? ¿Hizo abrir una crepería por ti? —suelta
emocionada y gritando, tengo que apartar el teléfono del
oído para que no me lo destroce.
—Sí, pero no te emociones, creo que solo buscaba… ya
sabes, y obviamente yo no estaba interesada así que…
Tampoco voy a volver a verlo.
—¿¡Pero serás tonta!? ¡A mi me hace eso de abrir una
crepería solo para mi en mitad de la noche y me lo tiro allí
mismo! ¡Tendrías que haberlo hecho Em! ¿Desde cuándo no
follas? ¿Es que te chupó todo el lívido el cabrón de Théo?
—¡Oye! Que se supone que la amiga borde soy yo… Y
ese no me quitó nada, solo que… Yo no soy así, ya lo sabes.
Val suspira.
—Sí, lo sé, lo siento, pero es que tienes que volver al
mercado Em, y no quiero poner sal a la herida pero el
innombrable se ha comprometido, está haciendo su vida, tú
te mereces ser más feliz que él, solo quiero… que lo pases
bien.
—Y lo paso bien, no necesito a un hombre para ser feliz.
—Estoy de acuerdo, pero sí para pasarlo bien en el
sentido que te digo. —Ríe Val —. Y vi como os mirábais en
la fiesta, y cuando él se te pegó a la espalda un poco más y
tienes un orgasmo allí mismo, no sé que te dijo pero lo vi en
tu cara. —Se ríe más fuerte y me sonrojo al recordar ese
momento.
—¡Cállate, no tienes ni idea! Voy a colgarte.
—¡No! —Sigue riendo Val—. Entonces nada de deseo.
—No, nada.
—Vale y… ¿Habéis quedado en veros otra vez?
—¿Qué? ¿Pero tú me oyes cuando hablo? No pienso
verlo nunca más.
—Ajá, vale.
—Parece que no me crees. —Suelto cabreada
—Bueno, creo que lo que dices quieres creértelo tú,
pero pienso que te mueres de ganas de verlo otra vez —
dice muy segura.
—¿Sabes qué? Te voy a colgar porque solo estás
diciendo tonterías. Adiós. —Val suelta una carcajada.
—¡Espera, Em! Mucha suerte mañana en el trabajo,
llámame cuando termines y me cuentas.
—Vale, muchas gracias. —En el fondo tengo que
quererla.
Me quedo pensando en la conversación con Val.
Seguramente he perdido la oportunidad de acostarme con
un hombre como Alistair Digory, no es que ahora me esté
arrepintiendo, para nada. Lo que menos deseo es
convertirme en una de las muchas chicas que se han
acostado con él, pues está claro que chicas de ese tipo no le
faltan. Pero Val tiene parte de razón, a veces pienso
demasiado y eso me impide disfrutar de la vida, si no
hubiese ido a la fiesta, cosa que no pensé al detalle, no
hubiese conocido a Alistair. Vale que nuestro encuentro
fue…, odio a primera vista, pero después acabé
pasándomelo bien y comiendo crepes en Eguisheim, uno de
los pueblos más bonitos de Alsacia, a la una de la mañana
con un tipo rico y atractivo en un local solo para nosotros.
Desde luego ese no fue mi plan, pero lo acabé disfrutando.
Así que sí, como diría Wilde: “A veces podemos
pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto, toda
nuestra vida se concentra en un solo instante.” Y ese
instante fue esa noche, la atesoraré como un buen recuerdo
de una noche que me dejé llevar, más o menos, y punto.
No es que de ahora en adelante vaya a tirarme al
primer desconocido atractivo que conozca, tampoco es que
salgan oportunidades como esta cada dos por tres, pero
podría aprender a estar más abierta a las experiencias que
me da la vida.
CAPÍTULO 7
Emily
El lunes llego a las puertas del hotel Belle Nuit justo
cuando están sacando la placa antigua del cartel. A lo
mejor van a limpiarla o poner una nueva, a mí me gusta la
que hay, parece un cartel medieval pero con un toque
moderno con el hierro y la madera.
Estoy muy nerviosa y quiero hacerlo bien, empezar
cosas nuevas siempre me da esa sensación de agobio. Así
que para calmarme pienso en todas las veces que cruzaré
estas puertas en el futuro y, que llegará un momento que
me parecerá algo normal y monótono.
En la recepción me está esperando Rosie, la chica que
me enseñará un poco como va a ser mi día a día. Tiene una
sonrisa muy bonita y amable, seguramente tendrá unos
cinco años más que yo, con la piel blanca y su cabello rubio
recogido en una coleta alta que hace una especie de rizo.
—Buenos días compañera ¿preparada para tu primer
día? —me pregunta sin perder la sonrisa, intento
devolvérsela. Espero hacerlo bien porque quiero quedarme
en este trabajo.
—Sí.
—Así me gusta, ven, te enseñaré todo esto y te pondré
al día.
Rosie me enseña el hotel, que contrasta mucho con las
fachadas típicas de cuento, ya que el interior es todo muy
moderno y con la última tecnología, cambios que aún se
están implementando en algunas de las habitaciones.
También me ha presentado a mis nuevos compañeros.
Después volvemos a la recepción y me instruye sobre
algunos programas que usan para el chek-in y el chek-out,
cómo debo registrar las reservas que recibimos por la web
y todo lo necesario.
—Por cierto, no sé si te lo dijeron en la entrevista, pero
estamos cambiando de dueño, por eso aún hay habitaciones
a medio renovar, pero no te preocupes, ya casi están todos
los cambios hechos. El nuevo jefe es súper eficiente, es una
gran corporación, pero todos sus proyectos los lleva a cabo
de forma muy personal, estará por aquí en unos minutos.
—No me comentaron nada de un cambio de dueños.
—Sí, el gran… Ah, mira allí está —dice mirando hacia
un punto tras de mí—. Un segundo, voy a buscarlo para que
te conozca.
Asiento sin más.
—Eh, tú eres Emily, la nueva, ¿no? —me pregunta un
chico que si no recuerdo mal, trabaja en el restaurante del
hotel. Me giro hacia él, tiene una bonita sonrisa.
—Sí, soy la nueva —digo intentando ser amable.
—Soy Adrien, encantado. Oye, ¿haces algo después? —
Me quedo un poco descolocada, no es que ningún chico se
haya interesado en mí antes, pero este es mi lugar de
trabajo y no quiero que se malinterpreten las cosas.
—Adrien, creo que te buscan en la cocina —le indican
desde mi espalda al chico. De repente me pongo en tensión
y me recorre un escalofrío, reconocería esa voz profunda
en cualquier parte, mi piel se eriza.
—Sí, señor Digory, ahora mismo voy —dice el chico y
sale de ahí más rápido que un rayo.
—Señor Digory, ella es la señorita Fenn, nuestra nueva
recepcionista —dice Rosie cuando aún estoy de espaldas,
me he quedado paralizada.
—Es una grata sorpresa volver a verla, señorita Fenn —
dice el muy capullo con una sonrisa en los labios que
claramente es para enmascarar su falsa cortesía.
—No, tu… —murmuro dándome la vuelta muy
lentamente sin poder creer que tenga tan mala suerte.
Alistair está guapísimo con su chaqueta de traje y el resto a
conjunto, esos ojos… Dios, qué profundos son. Mi corazón
se acelera y se salta algunos latidos a la vez. Este hombre
es demasiado para mis sentidos.
—¿Se conocen? —pregunta Rosie sorprendida.
—Sí —dice él.
—No —digo yo a la par.
—¿No? —Alistair sonríe maliciosamente.
Capullo. ¿Lo sabía desde el sábado? ¿Se está riendo de
mi el muy estúpido?
—Bueno, no nos conocemos, simplemente coincidimos
el sábado —aclaro antes de que él diga nada más, no quiero
que los demás piensen que tengo algo raro con el jefe,
aunque puede que lo tenga.
—Creo que fue algo más que simplemente coincidir —
suelta con esa estúpida y sexy sonrisa de medio lado que
me calienta la sangre.
Abro los ojos como platos.
Cálmate Emily, estás en el trabajo, no puedes gritarle ni
insultarle… ¡Es tu maldito jefe!
Con toda mi fuerza de voluntad, cojo aire y me calmo. O
al menos lo intento.
—Yo no lo creo.
Idiota, capullo, grano en el culo…, lo insulto
mentalmente, y como si él pudiese leerme la mente, me
guiña un ojo.
—Señorita Durand, puede volver a su puesto, yo me
ocuparé de darle a la señorita Fenn la bienvenida —dice
apartando la mirada de mí y posándola en Rosie. Ella me
mira un segundo a los ojos y le suplico que no me deje sola
con este tipo, pero no me hace caso.
—Claro señor Digory, y bienvenida de nuevo Emily, nos
vemos luego. —Me sonríe y se marcha.
Gracias compañera, suelto irónicamente en mi mente.
—Emily. —Me llama por mi nombre y siento un
escalofrío de placer.
—Señorita Fenn —le advierto.
—Déjate de estupideces, ven conmigo. —Empieza a
andar hacia una puerta que hay detrás de la recepción y
me debato entre si seguirlo o salir corriendo pero…,
necesito el maldito trabajo.
Así que lo sigo.
—¿Esta va ser nuestra dinámica? ¿Discutimos y nos
reunimos en un maldito despacho? —pregunto cabreada
por toda esta situación.
—Si en ese despacho van a ocurrir cosas interesantes
no veo porqué no puede serlo —se burla y yo suelto un
bufido, también me muerdo la lengua para no insultarlo.
—¿Lo sabías desde el sábado? —le suelto enfadada.
—Por supuesto que no, nunca hubiera hecho lo que hice
si supiera que ibas a ser mi empleada.
—No soy tu empleada, trabajo para el hotel.
—Que es mío.
—Sí, pero no soy nada tuyo.
—Pago tus facturas.
—Técnicamente no tengo facturas que pagar, así que...
—Rebato y el muy maldito se ríe.
—Está bien, tú ganas muñeca.
—¡No me llames así aquí! —Se me corta la respiración
al oírlo llamarme de ese modo y miro a todas partes como
si alguien nos hubiera escuchado, y a lo mejor así es, la
recepción no está muy lejos, aunque tengamos la puerta
cerrada.
—Vale, no lo haré aquí —dice enfatizando la última
palabra. ¿Pero por qué es un hombre tan exasperante?
Suelto otro bufido.
—¿Sabes qué? Me despido, no puedo hacerlo —digo al
fin.
—No, espera Emily, no quiero que te quedes sin trabajo,
te prometo que no interferiré.
—¿No lo harás? ¡Eres el maldito jefe y no nos
soportamos!
—Podemos ser civilizados, somos mayorcitos.
—¿Podemos? ¿Y qué ha sido eso de ahí fuera con Rosie?
¡Has insinuado que nos hemos acostado! —Me altero.
—No he hecho tal cosa.
—«Creo que fue algo más que simplemente coincidir».—
Lo imito de nuevo provocando que Alistair suelte una
carcajada—. A mi no me hace ni puñetera gracia, Alistair —
le espeto dejándome caer en la silla enfrente de él y
cruzándome de brazos. Ya me da igual que sea mi jefe.
—Emily, en menos de dos meses, cuando el hotel esté
listo para funcionar sin mí, volveré a Bruselas y no
volveremos a vernos.
—¿Te marchas? —No sé cómo sentirme al respecto,
desde luego no es alivio lo que siento, muy a mi pesar.
—Sí, vivo allí, he venido solo a cerrar negocios. ¿Estás
triste? —se burla.
—¡Por supuesto que no! Eso son grandes noticias, no
veo la hora en que te marches de aquí —digo levantándome
de la silla y yéndome hacia la puerta.
—Bien —dice serio y con sus preciosos ojos grises y
azules que parecen dos bolas de navidad, clavados en mí.
—Bien.
Y salgo de ese despacho.
Suelto un suspiro y me apoyo en la puerta.
—¿Va todo bien? —me pregunta Rosie acercándose
desde la recepción.
—¿Qué? Ah, sí, todo perfecto.
—No te cae muy bien el señor Digory, ¿no? —Sonríe
cómplice.
—No, bueno, no es eso, es que… No me dijo que él era
el dueño de este hotel.
No sé qué tanto decirle a Rosie sobre mi situación con
Alistair, me da la sensación de que puedo confiar en ella,
pero no estoy segura.
—Es un buen jefe, y está muy bueno, no siempre está
de buen humor y se lo tiene algo creído, pero es buena
persona —me susurra esto último—. Aquí estamos todas
locas por él. —Reímos y eso alivia parte de la tensión que
siento en el cuerpo.
—Sí que se lo tiene creído, sí, pero motivos no le faltan.
—Rosie sonríe más.
—Ven, tú y yo vamos a ser muy buenas amigas.
CAPÍTULO 8
Emily
Alistair ha cumplido y no lo he visto durante el resto de mi
jornada laboral, y eso me hace sentir un poco
decepcionada. No entiendo qué me pasa con este hombre,
lo odio, pero lo deseo, lo aborrezco, pero me lo paso bien
con él… Y para complicarlo todo todavía más, ahora es mi
maldito jefe…
—¿Te vas ya? —me pregunta Adrien mientras recojo mis
cosas en el cuarto de los empleados.
—Sí.
—¿Qué tal ha ido tu primer día? —me pregunta de
camino al vestíbulo.
—Bien, ha habido un momento que parecía que los
clientes se multiplicaban por segundos, pero bien en
general.
Él sonríe, debe tener mi edad más o menos y no es es
feo, tiene el cabello rubio y los ojos verdes, parece un buen
chico.
—Por cierto, que antes no me has contestado con la
aparición del señor Digory, ¿te apetece ir a tomar algo?
—Señorita Fenn, ¿me acompaña un segundo antes de
irse? —Aparece Alistair por la puerta del hotel. ¿Tiene un
radar para interrumpirme cuando estoy con Adrien o qué?
Asiento sin saber muy bien qué quiere de mí ahora,
pero me giro hacia Adrien para disculparme. Noto los ojos
de Alistair en mi nuca, se ha quedado un poco alejado para
darme privacidad, o eso es lo que creo.
—Que pesado… —susurra Adrien poniendo los ojos en
blanco, y yo emito una risita.
—Lo siento, en otra ocasión.
—Claro, nos vemos mañana.
Y este se marcha. Unos segundos después me giro para
ver a Alistair, está guapísimo, siempre lo está y tiene esa
pose arrogante y atractiva que me vuelve loca. Todas las
veces que lo he visto ha sido con traje y me pregunto cómo
estará solo con unos tejanos y una camiseta, estoy segura
que estaría igual de sexy.
Él me está mirando detenidamente, esperándome y
parece… ¿Molesto?
—Veo que ya has hecho amigos —me dice cuando llego
a su altura.
—¿Qué? ¿Estás celoso? —bromeo con una sonrisa
malévola.
—Puede —dice sin más y comienza a caminar hacia el
ascensor. Me quedo quieta y con los ojos muy abiertos.
¿Qué? Está de broma, ¿no? Mi corazón se salta un latido—.
¿Vienes? —me pregunta con una sonrisa de triunfo desde
dentro de esa máquina infernal.
Lo sabía, me está tomando el pelo, capullo.
—No pienso subirme ahí —digo.
—¿En serio? ¿Quieres que repita lo del sábado y te
meta a la fuerza? —dice serio, pero en sus ojos veo un deje
de diversión.
—No, ni se te ocurra, señor Digory. —Remarco su
apellido para hacerle entender que no es apropiado que me
hable así delante de cualquiera que pueda estar poniendo
la oreja—. ¿Qué piso?
—El quinto.
—Nos vemos allí. —Me doy la vuelta y me dirijo a las
escaleras.
De repente siento una presencia detrás de mí, no puedo
evitar girarme. Es él.
—¿Qué haces? —lo encaro. Subida en un par de
escalones, estoy casi a su misma altura, aunque él sigue
siendo unos centímetros más alto.
—Subir contigo.
—¿Por qué? —Él emite una risita.
—Porque es mi hotel y hago lo que quiero, muñeca, y
ahora sube —me indica con la mano.
—No me llames así y no me des órdenes —le dirijo una
mirada asesina y me doy la vuelta para seguir caminando,
lo escucho reír a mi espalda.
Unos minutos después, llegamos a la quinta y última
planta, estoy agotada aunque estoy haciendo un esfuerzo
sobrehumano por no parecerlo. Mientras, él sigue
caminando con su impecable elegancia y no parece ni la
mitad de agotado que yo.
—Has sido tú la que ha querido subir por las escaleras.
—Se ríe.
—¡Cállate! ¿No puedes ser un poco amable por una vez
y dejar de reírte de mí?
—No sería yo.
—Pues estaría bien que dejaras de ser tú unos minutos,
podrías probar.
—Entonces no me encontrarías tan irresistible.
—Ya, irresistible, seguro. —Bufo, me pone de los
nervios, pero al mismo tiempo siento un cosquilleo en el
estómago.
Me guía hasta una de las habitaciones del fondo del
pasillo y Alistair saca una tarjeta magnética para abrirla.
La puerta hace un click y él se hace a un lado para que
entre yo primero.
—¿Por qué me has traído aquí? —le pregunto curiosa
asomándome a la habitación, por lo que puedo ver es una
suite bastante completa.
—Aquí podremos hablar más tranquilamente —dice sin
más aguantándome la puerta.
Entro y me quedo impresionada con esta habitación, no
es muy diferente a las que Rosie me ha enseñado, no
obstante esta puede parecer un piso de lujo sin cocina. La
decoración es como la de las demás, de tonos grises y
azules con un toque de amarillo. Pero por la americana
sobre la silla y los objetos como el portátil y algunas notas
que hay sobre el escritorio, sé que esta habitación es de
alguien. Y posiblemente es la de Alistair ¡Me ha traído a su
habitación! ¿En qué está pensando?
—¿Es la habitación que estás ocupando hasta que te
marches? —le pregunto alterada.
—Sí —dice quitándose la americana y dejándola sobre
la gran y esponjosa cama, la corbata va después, y se
remanga las mangas de la camisa blanca dejando a la vista
unos antebrazos venosos y fuertes que hacen que se me
corte la respiración y pierda el hilo de mis pensamientos
momentáneamente.
Mis hormonas se despiertan de golpe, pero me obligo a
centrarme otra vez.
—No… ¡No puedes traerme aquí! O, ¿es que traes aquí
a todos tus empleados? —le grito, pues esta situación no es
nada profesional y no quiero que haya rumores sobre
nosotros el primer día de trabajo, es bochornoso.
Alistair sonríe y se sienta en la cama. Dios, que sexy…
Basta Emily, céntrate.
—¿Te gustaría que dijera que sí que traigo aquí a todos
mis empleados? —Suelta con una sonrisa petulante
estirando los brazos hacia atrás para apoyarse sobre sus
manos.
—Dios mío… Eres de lo que no hay. ¿Sabes qué van a
pensar? ¡Claro que lo sabes! Pero a ti te da igual —exclamo
dando vueltas por la habitación cada vez más cabreada.
—Emily relájate, nadie va a decir nada de ti, no lo
permitiré —me dice cogiéndome de las manos y haciendo
que me detenga y lo mire. Ni siquiera me he dado cuenta
de cuándo se ha movido.
—¿No lo permitirás? —Emito una risa incrédula.
—Confía en mí, Emily, nadie va a decir nada malo de ti
—me repite y me coge de las mejillas para mirarme
directamente a los ojos. Por un segundo me dejo llevar por
sus cálidas manos y el tono seguro de su voz. Pero recupero
la compostura y me aparto.
—Me marcho.
—Tenemos que aclarar algunas cosas.
—Pues lo haremos delante de todos en el horario de
jornada laboral, señor Digory. Hasta mañana —me despido
dándome la vuelta para ir a la puerta.
—Emily. —Su tono de voz ronco y con un deje de
advertencia me hace detenerme—. Solo quiero empezar de
cero contigo, no soy el idiota que conociste en la fiesta,
bueno, no lo soy todo el tiempo —bromea.
Cierro los ojos y suspiro. Yo también quiero empezar de
cero, no sé porqué él saca lo peor de mi carácter, ya soy
gruñona de por sí, pero con él me sale serlo el doble. Pero
eso también me sirve de escudo para no sentirme tan
atraída por él.
—Sé que no eres tan idiota todo el tiempo —admito
girándome hacia él—. Pero esto… Es raro. —Nos señalo a
ambos—. Lo que hay entre nosotros, tiene que acabar. De
ahora en adelante nos trataremos como jefe y empleada. Ni
motes, ni discusiones, ni charlas a escondidas, soy una
empleada más, ¿trato? —le pregunto tendiéndole la mano
para sellarlo. Me toca ser la voz de la razón.
—Y, ¿qué vamos a hacer con esto? —me susurra tirando
de mi mano hacia él, de forma que caigo sobre su pecho.
Alistair me alza el rostro por la barbilla quedando sus
labios a un suspiro de los míos. La tensión y el magnetismo
se hacen hueco en mí, todo mi cuerpo se altera y mi
corazón empieza a latir desbocado. Mis piernas flaquean,
por lo que me tengo que agarrar a su camisa.
No puedo apartar mis ojos de los de él, su mirada azul y
gris como un día de tormenta se oscurece cuando me
muerdo el labio, y después miro los suyos, es innegable que
me muero por besarlo, pero Alistair Digory es mi jefe, un
idiota creído que solo tiene que chasquear los dedos para
tener a un séquito de chicas dispuestas a acostarse con él.
Definitivamente no es el tipo de hombre que busco o quiero
en mi vida.
—¿Y qué es esto? —pregunto con una voz queda, su
cercanía me afecta al cerebro y no puedo decir lo que
realmente estoy pensando.
—Nuestra química, las ganas que nos tenemos —me
susurra él rozando mis labios con los suyos. Siento un
escalofrío de puro placer y quiero hundirme en sus brazos,
que me bese sin reservas, que me muestre lo mucho que
me desea. Me muerdo los labios con fuerza ahogando un
gemido al imaginarme besándolo.
—No… —logro susurrar no muy decidida. Él emite una
risita que hace que mi pecho vibre.
—¿No? Sabes que no tolero muy bien esa palabra,
muñeca —me acaricia la mejilla con el pulgar, los labios y
después baja hasta mi cuello abarcándolo con su gran y
fuerte mano, mi piel se pone de gallina y siento como la
humedad crece en mi sexo ante ese gesto tan posesivo.
Alistair Digory es muy peligroso. Muy, pero que muy
peligroso.
—No me llames así y deja de jugar conmigo. —
Encuentro la fuerza suficiente como para apartarme antes
de que sea demasiado tarde.
Alistair
Cuando ella se aparta siento como si me hubiesen dado un
puñetazo en el estómago, repetidas veces. Y el portazo que
da Emily al salir, es como el remate.
—No estoy jugando —susurro sin que Emily pueda
escucharlo ya. Me sorprendo a mí mismo al ver que lo digo
en serio. Emily me interesa de verdad. Aunque me gusta
tomarle el pelo y hacerla cabrear para ver como sus
preciosas y pecosas mejillas se ponen del color de su pelo,
eso me pone duro, hay algo diferente en ella —. ¡Joder! —
maldigo dando un puñetazo a la puerta.
Por una vez en la vida me arrepiento de haber sido un
capullo, Emily no se fía de mí, y bien que hace porque ni yo
mismo me aclaro con mis ideas. Lo mejor es dejarla en paz,
buscar una mujer que esté disponible y olvidarme de la
pelirroja.
Pero una parte de mí no quiere dejarla, en menos de
dos meses volveré a casa, bueno, si a mi piso en el centro
de Bruselas puede llamarse así, paso más tiempo en mis
oficinas que en el piso.
De repente mi teléfono vibra, es Alan Lefebvre. Desde
que me reuní con él vi algo en su forma de ser y de trabajar
que no me gusta, pero el trato que me ofrece me interesa
mucho. Cuando en la fiesta vi que se llevaba a Emily a
parte, me hirvió la sangre al pensar que podrían tener algo,
pero después de escucharla decir que no la tocara… No
pude contenerme e intervine.
Ahora me cae peor el tipo este y sé que no es de fiar.
Descuelgo el teléfono.
CAPÍTULO 9
Emily
Lo primero que hago al llegar a casa es llamar a Valerie y
contarle toda esta locura de día. Mis padres y mi hermano
aún no han llegado a casa, por lo que podré expresarme
con total libertad hablando con Val, obviamente a ellos no
voy a contarles nada sobre Alistair Digory.
—¡Es el destino! —grita Valerie a través del teléfono
después de ponerla al corriente de todo.
—¡No es el destino, es la mala suerte! Después de estos
meses de búsqueda de trabajo y no encontrar nada, cuando
encuentro algo que me gusta, el maldito tipo que me
secuestró el sábado y que me pone de los nervios es mi
estúpido jefe —suspiro disgustada tumbándome en la cama.
—Eres una dramática. ¡Tu jefe está cañón! Es como una
de esas novelas románticas que me gustan, me encanta,
quiero ser tú ahora mismo. —Ríe Val.
—Pues nos cambiamos cuando quieras. Además, aquí
no hay nada romántico.
—Eso lo dices tú, pero yo vi como te miraba y, ¿lo de los
crepes? Eso es de primero de manual de novela romántica.
—Solo dices tonterías. —Tengo que reírme porque
nunca he visto a Val tan entusiasmada por mi vida amorosa.
Bueno, a decir verdad, después de Théo, ha sido inexistente
mi vida amorosa, y Val no era una firme defensora de Théo
así que…
—No son tonterías, bueno quizá no estemos delante del
hombre de tu vida, pero tienes que aprovechar y tirártelo
antes de que se vaya a Bruselas.
—¡No pienso hacerlo!
—Madre mía… ¿Qué tengo que hacer para que lo
hagas? Como amiga tuya necesito que te des ese capricho
—suplica Val, seguramente está haciendo hasta morritos.
—Estás loca, lo sabes, ¿no?
—No lo estoy, soy la más lógica de las dos. Mira, hace
meses de lo de Théo, tienes veintiocho preciosos años que
no van a durar eternamente ¡Tienes que disfrutarlos! ¿Y
qué mejor que con un hombre como Alistair Digory?
—No vamos en ese plan, y es mi jefe… —digo
intentando disuadir a mi amiga de esta locura de idea.
—¡Pues más morbo!
Y ambas nos echamos a reír.
—Estás fatal.
—Pero no has dicho que no… —dice con voz insinuante.
—A ver, no te voy a negar que está muy bueno y es muy
atractivo, además, a veces, puede ser divertido cuando no
está siendo un grano en el culo pero… Es imposible Val, no
pienso decirle que se acueste conmigo.
—No tienes que decírselo, solo déjalo caer, no podrá
resistirse, lo sé.
—Yo no sé hacer esas cosas… No, no me metas cosas
raras en la cabeza, no funcionará. —Mi amiga resopla y
estoy segura de que ha puesto los ojos en blanco también
—. Además, no nos llevamos bien, estamos siempre
discutiendo.
—¡Pero no en la cama! Ahí seguro que vuestro fuego lo
enfocáis a otras cosas. —Ríe.
—Cállate ya anda… No tienes remedio —digo negando
con la cabeza y un poco sonrojada al imaginarme en esa
tesitura con Alistair. No puedo decir que no me sienta
atraída por él, es alto, con un cuerpo grande y atlético, un
rostro marcado y muy varonil, y sus ojos… Dios, son los
ojos con más vida que he visto jamás. Y aunque me saque
de mis casillas, tengo que admitir que es un hombre muy
inteligente y me divierto con él. Y él también está
interesado en mí, o al menos eso parece.
Después de hablar un rato más, me despido de Val.
Oigo que mi hermano llega a casa, y unos minutos más
tarde me reúno con él en la cocina.
—¡Hey! ¿Qué tal tu primer día? ¿Han sido majos
contigo? —me pregunta acomodándose el pelo rubio.
—Bien… Sí, Rosie es fantástica. —Me limito a decir, no
voy a comentar nada de Alistair, de todas formas ni lo
conoce, no importa.
—Me alegro.
—¿Tú qué tal?
—Bien, he conseguido un nuevo cliente, esto marcha —
dice con una gran sonrisa.
—Me alegro mucho, enano —digo dándole una
palmadita en la cabeza. Solo puedo hacerlo porque mi
hermano está sentado en la silla de la cocina, sino, no
llegaría a su cabeza ni de coña.
—Enana tú. —Me da un golpecito en el hombro
empujándome lejos—. Oye, ¿y has conocido al jefe o jefa?
Podrías hablarle de mi empresa, por si necesitan una
renovación de la web.
—Ah, sí… lo he conocido —afirmo algo nerviosa—. No
sé, están cambiando las cosas en el hotel así que puede que
le interese, ya le preguntaré.
—¿Quién es? Dijiste que era un hotel de lujo, ¿no?
—Sí, lo ha comprado recientemente… Alistair Digory, de
Digory hotels.
—¡Joder! Pues si que has pillado un buen curro, ¿sabes
los millones de dinero que tiene que tener ese tipo en el
banco? Ya te puede pagar bien.
—Sí, a ver, el sueldo de recepcionista es bastante alto.
—Pues a ver si me invitas a una cena o algo —bromea.
—¡Sí hombre!
Al final salimos a Colmar a por un chocolate caliente, es
lo único que va a sacarme Jack, y así aprovechamos para
coger ideas de regalos de Navidad para nuestros padres.
—Dios, la gente se vuelve loca con la Navidad ¡Aún
faltan semanas y ya parece que va a ser mañana! —se
queja mi hermano, no soporta las aglomeraciones, tampoco
es que sean mi cosa favorita, la verdad.
—A mi me gusta este ambiente, pero si hubiera menos
gente… estaría mejor.
Paseamos por las calles adoquinadas de la ciudad,
quedan unos días para Diciembre, pero en los pueblos
turísticos de Alsacia, la Navidad empieza pronto. Las
tiendas ya tienen todo tipo de decoraciones navideñas, y las
luces se encenderán muy pronto. Hay árboles de navidad
de todos los tipos en casi cada rincón del pueblo, con su
nieve artificial y sus bolas rojas, doradas y plateadas. Las
casas típicas con las vigas sobre la fachada también lucen
guirnaldas verdes con decoraciones, está todo precioso,
parece de cuento. Adoro esta época del año, las
decoraciones navideñas, el frío, llevar una bufanda y un
abrigo, la nieve, el chocolate caliente… Todo me resulta
mágico, para mí es la mejor época del año y mi familia la
disfruta mucho.
No tardamos en llegar a la Place des Dominicains,
donde se sitúa el mercadillo navideño más famoso de
Colmar. Está todo precioso con las paraditas y una pequeña
feria de Navidad, se puede respirar en el ambiente el olor
de los dulces, el frío y la Navidad. Cojemos unos chocolates
calientes en una de las casetas y damos una vuelta por el
lugar, que cada vez está más atestado de gente esperando
que enciendan las luces, lo cual sucederá en unos minutos.
Jack contesta a un mensaje de nuestra madre que nos
pregunta dónde estamos por el chat de la familia.
—Hacía tiempo que no salíamos los dos —le digo a mi
hermano.
—Sí, es que no te soporto —bromea abrazándome.
—¡Que me vas a tirar el chocolate, idiota! —le grito.
—Pensaba que solo yo era objeto de tus insultos —dice
una voz grave y masculina tras nosotros.
El corazón me deja de latir un segundo, una voz así solo
puede provenir de una persona, es esa voz que consigue
ponerme la piel de gallina y encender todo mi cuerpo. Me
giro deshaciéndome del abrazo de mi hermano.
—Pues ya ves, no eres el centro del universo —
contraataco sin poder quedarme callada. Aunque Alistair
tiene una sonrisa en los labios, esta no se refleja en sus
ojos.
Él emite una breve carcajada que me dan ganas de
suspirar, pero me contengo.
—Alistair Digory. —Se presenta tendiéndole una mano a
mi hermano en forma de saludo.
Tengo unas imperiosas ganas de alejar a Jack de aquí,
cuanto menos sepa mi familia sobre Alistair, mejor.
Jack le estrecha la mano y asiente serio, después me da
un golpecito con el codo entusiasmado.
—Jack, un placer —dice sin más.
—Genial, ya os habéis presentado, nosotros nos vamos
—digo apresuradamente. Alistair me dedica una mirada
que no sé cómo interpretar y luego observa detenidamente
como enredo mi brazo al de mi hermano.
—Eres su jefe, ¿no? —pregunta Jack, y yo lo miro con
cara de advertencia.
—Así es —corrobora Alistair.
—Sí, es mi jefe, pero ya se va.
—La verdad es que no, hace una tarde preciosa para
pasear —comenta este con una sonrisa diabólica. Me
aguanto con todas mis ganas el bufido que quiere salir de
mis labios.
—Y, ¿deja que Emily lo insulte? —pregunta Jack
extrañado, Alistair sonríe.
—¿Qué? No es lo que tu piensas, Alistair… digo el señor
Digory es un bromista, le gusta mucho gastar bromas.
—Sí, exacto, nos gusta gastarnos bromas —dice para
ponerme en un aprieto.
—Mi hermana, ¿gastando bromas? No le puedo creer
señor Digory. —Se muere de la risa el tonto de Jack.
—Eres su hermano… —susurra más para sí que para
nosotros, y su postura cambia radicalmente. No quiero
pensar mucho en ello, ya que es totalmente imposible que
estuviera celoso al pensar que Jack era mi pareja.
—Puedo ser muy divertida, idiota. —Le doy un puñetazo
en el brazo. Dios, que fuerte está mi hermano, ¿cuándo ha
pasado?
—Lo es, me divierto mucho con ella.
—Dirás a mi costa —le rectifico.
—Yo no lo diría así —me contesta Alistair mientras mi
hermano nos mira atónito.
Ahora sí que resoplo.
—En fin, vámonos Jack. Que pase buena tarde, señor
Digory —suelto con condescendencia tirando de mi
hermano para alejarnos de él lo antes posible.
—Jack —lo llama, y ambos nos quedamos quietos.
—¿Sí?
—¿Te importa si te robo a tu hermana el resto de la
tarde? Necesito que me de un consejo sobre compras
navideñas.
—¿Hola? ¡Estoy aquí, mi hermano no es mi dueño! —me
quejo alzando la mano.
—Claro, toda suya, señor. —Sonríe de oreja a oreja.
—¡Oye! —Le doy un golpe en el pecho, ni se inmuta.
—Nos vemos en casa, hermanita. Señor Digory, un
placer.
—Igualmente, no te preocupes, la cuidaré.
—No necesito que me cuide nadie ¡Dios, sois dos
capullos! —grito exasperada llamando la atención de todas
las personas que hay alrededor.
Y el estúpido de Jack se está marchando dejándome
sola con el maldito Alistair Digory, quien sonríe de oreja a
oreja como si estuviéramos en la mañana de Navidad y
fuese el niño que más regalos ha recibido bajo el árbol.
CAPÍTULO 10
Alistair
—¿Estás contento? —me pregunta Emily cabreada, lo que
hace que mi sonrisa aumente. Me encanta verla
enfurruñada, hace que desee todavía más que ella se rinda
a lo que siente por mí.
—Mucho.
—Dios… —suelta un bufido, a los que ya me he
acostumbrado. Me encanta ver como coge aire y sus
mejillas llenas de pecas se ensanchan y saca los labios, que
labios… quiero besarlos, devorarlos, hacer que se pongan
aún más rojos—. No pienso ir a ningún sitio contigo. —
Cruza los brazos sobre su pecho.
—¿Ah no? —La provoco—. Creo que hace mucho frío
como para quedarse aquí quietos, pero como quieras.
Me pongo a su lado dispuesto a no moverme hasta que
ella lo haga.
—Eres insoportable… —se queja Emily, y después
comienza a caminar entre la muchedumbre.
La sigo con una sonrisa en la boca. Estar con ella nunca
es aburrido, aunque quizá debería ser menos capullo si
quiero que baje la guardia conmigo.
—Emily. —La cojo de la mano y ella se para—. Por favor,
pasa la tarde conmigo —le pido serio.
—Alistair —suspira y veo en sus ojos el momento en el
que se rinde—. Eres mi jefe, no podemos hacer esto…, sea
lo que sea.
—Entonces admites que también quieres pasar tiempo
conmigo. —Sonrío triunfante.
—Yo no he dicho eso…
—¿Podemos ser sinceros el uno con el otro? —le
pregunto ahora con seriedad.
—¿Tiene que ser aquí? —pregunta ella a cambio
mirando a su alrededor.
—Ven conmigo, un paseo y un crep, nada más.
—Sacar los crepes como artillería pesada es juego
sucio. Pero igualmente no podemos, ¿y si nos ven? No
quiero ser la chica que tiene el favor del jefe, aunque no
sea así, ni quiero… No quiero que pienses que nosotros…
que tú y yo vamos…
—¿Que vamos a follar? —digo directo.
—Shhh. —Ella se sonroja, alza los brazos y me tapa la
boca con sus pequeñas y frías manos. Yo sonrío divertido
—. No digas eso.
Las retira enseguida y quiero cogérselas y besarle la
palma, calentarle las manos entre las mías… ¿Qué me pasa
con esta chica? Nunca he ido detrás de nadie, y no es que
quiera nada serio con Emily, me voy después de las fiestas
y ella tiene su vida aquí… Es mi empleada, me odia, más o
menos, pero sé que me desea, igual que yo a ella ¿Por qué
no dejarse llevar? Sí, están todas esas mierdas morales de
no mezclar trabajo con placer pero, ¿a quién le importa? A
mí, antes de conocerla.
—¿Tú puedes insultarme y decir palabrotas y yo no
puedo decir que vamos a follar? —Suelto de nuevo para
provocarla. Emily se sonroja aún más, está preciosa.
—Eso es diferente ¡Para! —Me da un golpe en el
hombro —. No vamos a hacer eso.
—Follar.
—¡No! —grita y empieza a marcharse de mi lado.
—Vale, vale, ya paro —digo riendo mientras la cojo de la
mano y la acerco a mí. La gente nos mira como si
estuviéramos locos, pero me da igual ser el centro de
atención, siempre lo soy, por una cosa u otra.
—No vamos a hacerlo Alistair —susurra de nuevo
enfadada alzando su rostro para mirarme, sus ojos azul
oscuro son los más bonitos que he visto jamás, me encanta
mirarla de cerca y ver sus pequeñas pecas alrededor de su
nariz. Quiero bajar el rostro y besarla, hay una fuerza que
me empuja a hacerlo. Me está costando toda mi fuerza de
voluntad resistirme.
—Vale —le susurro muy cerca de los labios, no me he
dado cuenta de cuando me he acercado tanto.
Sus ojos arden por el deseo, los dos nos tenemos ganas,
y estoy seguro de que somos muy compatibles en la cama.
Lo siento en cada fibra de mi cuerpo.
Alguien choca con Emily y se hunde más en mí posando
sus manos sobre mi pecho, aprovecho para cogerla de las
caderas y atraerla a mi cuerpo, encaja a la perfección.
—Per...perdona... —dice ella apoyando su mejilla contra
mi pecho, mi corazón está latiendo como loco, nunca la
cercanía de una mujer me ha alterado así, por solo un
abrazo.
—Estás helada —susurro en su cabello, huele de
maravilla, como a plátano y caramelo, quiero comérmela.
—¿Y de quién es la culpa? —suelta mordaz pero con un
tono más apaciguado. A mi se me escapa una carcajada.
—Vamos, quejica.
Comienzo a caminar con Emily de la mano antes de que
pueda hacer algún comentario o se rehúse a seguirme.
Emily
Vamos caminando hasta otro de los mercados navideños, no
tardamos más de cinco minutos, hubiéramos tardado
menos si no fuese porque está lleno de gente. Este
mercadillo es igual de precioso, está en la Place de la
Cathédrale, y durante todo el trayecto Alistair me ha
llevado de la mano, y no me he resistido. A los ojos de la
gente podemos pasar por una pareja normal que está
paseando un día de invierno.
Aún sigo pensando en cómo ese gesto lo he sentido
como algo normal, como si lo hubiéramos hecho muchas
veces. Su mano es grande y cálida, y me hace desear que
me acaricie por todo el cuerpo ¿Cómo me sentiría estando
bajo su gran cuerpo? Oh, Dios mío ¿Qué estoy pensando?
¡El maldito frío me está congelando los sesos!
—Así que tienes un hermano… Es menor que tú, ¿no? —
pregunta Alistair mientras hacemos cola en uno de los
puestos de crepes.
—Eh, Jack, sí, es menor, aunque como es tan alto no lo
parece —digo con una media sonrisa—. ¿Tú tienes
hermanos?
—No, tengo una hermanastra pero no tengo mucha
relación.
—¿Y eso? —pregunto intrigada y sin pensar antes de
darme cuenta que igual me estoy pasando de entrometida.
—La vida, supongo —contesta escueto.
—Claro.
—Os lleváis bien —dice más como una afirmación que
como una pregunta.
—Sí, a ver, es mi hermano pequeño, a veces no lo
aguanto, como antes cuando me ha dejado tirada, pero en
general, sí, nos llevamos bien.
Alistair asiente pensativo, esta es una nueva faceta de
él, no es el capullo ni el bromista, está serio y callado, algo
raro en él. ¿Echa de menos a su familia? ¿Se llevará bien
con ella? ¿Va a pasar las navidades aquí solo? Esta última
pregunta me hace querer que no sea así, nadie debería
pasar unas fechas tan señaladas solo.
—Me encanta la navidad —digo para intentar animarlo,
y funciona.
—¿Sí? ¿A ti? No te pega nada con lo borde que eres —
bromea.
—Idiota… —le doy un golpe en el hombro y él ríe más.
Me estoy volviendo adicta a estas sonrisas de Alistair. Mi
corazón da un vuelco y me obligo a mirar hacia otra parte,
este hombre despierta en mí muchos deseos que no quiero
sacar a la luz, y menos por alguien que es mi jefe, sin dejar
de mencionar que después de navidades no lo volveré a ver.
—¿Qué te gusta de la Navidad? —me pregunta y vuelvo
a mirarlo sin poder evitarlo.
—Pues esto —digo alargando los brazos y mirando
alrededor—. La magia que se respira en el ambiente, la
decoración, la nieve, las risas, la alegría, las canciones
inspiradas en Navidad…
—El chocolate y los crepes... —añade él con una
sonrisa.
—Sí, realmente eso es lo más importante. —Rio.
Después de pedir unas crepes de crema de cacao, una
para cada uno, salimos de la plaza para alejarnos de la
muchedumbre.
—¿Te gusta el dulce? —le pregunto asombrada de que
se haya pedido una, ya que la primera noche que nos
conocimos ni las probó. A lo lejos escucho sonar la canción
It's the Most Wonderful Time of the Year de Andy Williams.
—No es mi cosa favorita. —Se encoge de hombros.
—¿Te lo has cogido para no dejarme sola comiendo? —
le pregunto alzando las cejas e intuyendo que realmente no
la está disfrutando, porque yo ya le he pegado un par de
bocados grandes y él apenas la ha mordisqueado.
—Eso no sería propio de mí, muñeca. —Me da un toque
en la nariz usando ese estúpido mote otra vez.
Pongo los ojos en blanco pero se me forma una sonrisa,
sí que lo ha hecho para no dejarme sola comiendo.
CAPÍTULO 11
Emily
Hace rato que ya ha oscurecido, aún así, con todas las
luces navideñas por todas partes no está para nada oscuro
y es… un ambiente muy romántico. A pesar del frío que
hace, la verdad es que ni lo noto, Alistair me lleva de la
mano como si lo hubiésemos hecho toda la vida. Al
principio he estado preocupada por si alguien nos veía,
pero realmente me gusta que su pulgar me acaricie
suavemente el dorso y me caliente la mano, es un gesto
muy dulce.
Hablamos sobre la decoración navideña del hotel, pues
Alistair ni lo ha pensado, y por lo que ha comentado, no es
muy fan de la Navidad.
—Déjamelo a mi, me encanta la decoración navideña
y… bueno, claro, no soy profesional, será mejor que
contrates a alguien.
—No, si crees que puedes hacerlo y no es mucho
trabajo, me encantaría que lo hicieses tú. Por supuesto te
pagaría por las horas extras —me comenta él.
—¿De verdad? —le pregunto emocionada, la decoración
es más un hobbie para mí, pero siempre he querido hacerlo
de forma profesional.
—De verdad, muñeca —me guiña un ojo y me da un
bote al corazón—. Pásate mañana por mi habitación y te
entregaré una tarjeta de la empresa para que puedas
comprar todo lo necesario.
—Muchas gracias, te prometo que no te arrepentirás,
tengo un montón de ideas para el vestíbulo y el
restaurante, quedará precioso. Ah y en el exterior, como
somos los únicos que no tenemos nada, podríamos poner
un par de abetos en la entrada, nada ostentoso para poder
seguir la línea del hotel pero… —Alistair suelta una risita y
me siento una tonta.
—Lo siento, pero es que nunca te hubiera imaginado así
de ilusionada con esto… Estás preciosa. —Y sin previo aviso
me da un beso en la frente. Mi corazón se detiene, ¿de
verdad este hombre me ve preciosa? A ver, no es que no me
haya dejado claro ya lo mucho que quiere acostarse
conmigo, pero que me diga eso… hace que mi corazón lata
desbocado y unas mariposas se instalen en mi estómago, no
puedo evitar sonrojarme.
—Será mejor que me lleves a casa ya, va a empezar a
llover en nada —digo volviendo a ser la Emily seria de
siempre y apartando la mirada de él.
Alistair detiene el coche delante de mi casa.
—Me lo he pasado muy bien, Emily —me dice con esa
voz tan potente y sexy que se mete muy dentro de mi piel y
me hace desear tirarme encima suyo y besarlo.
—Yo… aunque me duela admitirlo —bromeo para aliviar
un poco la tensión que siento en mi cuerpo —. También me
lo he pasado bien.
—Pensé que nunca lo dirías —me sigue la broma
Alistair y ambos reímos.
—Lo de antes… ¿Iba en serio? —pregunto un poco
tímida frotándome el brazo después de quitarme el
cinturón. ¿Desde cuándo soy tímida? Este hombre me hace
sentir de mil formas que nunca hubiese imaginado.
—¿Lo de acostarnos? Sí, definitivamente. —Sonríe
ampliamente.
—¡No! Lo de decorar el hotel —le grito avergonzada—.
Dios, eres insoportable. —Pongo los ojos en blanco y suelto
mi típico bufido y él se me queda mirando intensamente,
recorriendo cada tramo de mi cara—. ¿Qué? ¿Tengo algo en
la cara? —pregunto llevándome una mano a mi mejilla.
—No, solo… —Alza su mano y me acaricia el puente de
la nariz con su pulgar, está cálido y siento la caricia,
también tengo unas imperiosas ganas de restregarme
contra su mano, lo que me haría parecer una auténtica loca
—. Me encantan tus pecas y el bufido este que me dedicas
—suelta concentrado en su tarea de acariciarme las pecas.
Cierro los ojos presa de un maremoto de emociones,
Alistair posa su mano sobre mi mejilla y luego la desliza por
mi nunca retirando mi cabello, que está metido por dentro
del abrigo. Siento un escalofrío recorrerme y mi cuerpo se
calienta al instante.
—Emily, me vuelves loco —me susurra en el oído.
¿Cuándo se ha acercado tanto? Me da un beso en el cuello
que me provoca un gemido que no puedo retener. Estoy
ardiendo.
—Alistair no…
—Lo sé, no podemos. —Se retira de golpe dejándome
completamente fría—. Pero no puedo evitarlo. —Me mira a
los ojos tan intensamente que no sé qué decir. Que él no
pueda contenerse al tocarme… me excita, al igual que estar
en su coche y aspirar su olor a tomillo y a algo oscuro,
como a madera, no lo sé, pero me hace sentir mareada y mi
cuerpo reacciona a él.
—Será mejor que me marche… —comento no muy
convencida.
—Nos vemos mañana, mi duendecillo de la navidad —
bromea rompiendo la tensión que se ha instalado en el
coche.
No puedo más que esbozar una sonrisa, prefiero que
me llame «duendecillo de la navidad» que «muñeca», es…
mucho más personal.
—Buenas noches, señor Digory.
Al entrar en casa veo a mi hermano Jack en el sofá,
comiéndose un bocadillo que es igual de largo que su
brazo. No sé cómo puede comer tanto, no entiendo dónde
lo mete, supongo que en los músculos que ha ganado
últimamente, aunque también hace más ejercicio que yo.
—¿Dónde están papá y mamá? —pregunto.
—En la cocina. Pero oye, ¿que es ese rollo que te llevas
con tu jefe? —Sonríe de una forma que no augura nada
bueno.
—No empieces Jack, no es nada, lo conocí en la fiesta
en la que fui con Val y… bueno, no nos caímos demasiado
bien. Luego empezamos a trabajar juntos y tratamos de ser
cordiales —le explico de forma sencilla para que me deje en
paz, pero por la mirada de mi hermano, sé que no se lo está
tragando.
—Si le cayeras mal no aceptaría que lo insultaras o
querría tener una cita contigo —dice dándole un bocado
enorme a su cena y alzando las cejas.
—¡No ha sido una cita! —grito más de lo que pretendía.
—¿Una cita? —Sale sonriendo mi madre de la cocina
seguida de mi padre.
Dios, lo que faltaba…, me quejo mentalmente y suelto
un bufido.
—No hay ninguna cita.
—Emily se ve con su nuevo jefe —suelta el capullo de
mi hermano con una gran sonrisa, quiero darle un
puñetazo.
—¡Cállate idiota, no es cierto!
—¿Es guapo? —pregunta mi madre sin perder la
sonrisa.
—No, es mi jefe, no hay nada.
—¿Vendrá a cenar en Navidad? —bromea mi padre. O
eso espero.
—Ay Dios ¿Queréis dejar de decir tonterías? Ni siquiera
nos llevamos bien.
—Se la ha llevado de cita esta tarde —dice Jack
ignorando mi comentario y mirando a nuestros padres.
—¡Jack! No era una cita. Olvidadlo, me voy a mi cuarto.
—Suelto cabreada.
—No, cariño, cuéntamelo, quiero saber más de él —dice
mi madre realmente interesada, pero no voy a contarle
absolutamente nada porque no hay nada que contar.
—¿Pero que sea su jefe no implica conflicto de
intereses? —pregunta mi padre.
—Mientras se olvide del idiota de Théo y no le haga
daño, no veo el problema, además eso es sexy… —Escucho
a mi madre reír animada cuando llego a lo alto de la
escalera.
—Puaj, que asco mamá —repone Jack.
Después cierro la puerta para no oír nada más. Dios, mi
familia es una metomentodo, nunca podemos guardar un
maldito secreto, no entre nosotros, a ver, para algunas
cosas está bien pero, definitivamente, no para esto. Somos
unos malditos bocachancla.
—Pues ya ves lo que ha durado el secreto… —me quejo
en voz alta.
CAPÍTULO 12
Emily
Durante la semana consigo adaptarme bien a mi nuevo
puesto de trabajo y, cada día me siento más agusto entre
mis compañeros. Rosie se ha convertido en una amiga con
la que contar, en cuanto tengo alguna duda, ahí está ella
para ayudarme. A Alistair no lo veo mucho, ni siquiera lo vi
al día siguiente de nuestra no cita. En cuanto entré por la
puerta, una chica que no había visto nunca, vestida como
una ejecutiva, rubia, con gafas, alta y de complexión fuerte,
se presentó como Amy, la asistente del señor Digory, y me
dejó la tarjeta de la empresa con algunas instrucciones
para su uso.
Si soy sincera conmigo misma me sentí decepcionada
de no poder ir a la habitación de Alistair y hablar con él en
persona, pero quizá es mejor así. Ese hombre ha invadido
mis pensamientos y mis sueños en muy poco tiempo, y me
siento demasiado expuesta cuando estoy con él. Alistair es
muy atractivo, seguro de sí mismo y muy abierto ante lo
que siente por mí, es halagador a la vez que es demasiado
para mis sentidos. No estoy acostumbrada a que un
hombre, y menos uno como él, me preste este tipo de
atención. No obstante, él es mi jefe y ni siquiera nos
soportamos más de dos minutos, así que…
—¿Qué piensas? —me pregunta Rosie sentándose frente
a mí a la hora de la comida el viernes. Tenemos una hora
para comer y contamos con un gran descuento en el
restaurante del hotel, casi nos sale gratis, así que lo he
estado usando toda la semana.
—¿Qué? En nada en concreto —digo desviando mi
mirada hacia el plato de carne asada con patatas.
—Oye, ¿cuándo llega la decoración que pediste?
—El lunes, he estado toda la semana mirando qué
necesitamos y diseñando las diferentes zonas, va a quedar
precioso.
—¡Genial, llegará justo para diciembre! Y no tengo
dudas de que quedará maravilloso, he visto tus diseños y
me encantan. —Me sonríe.
—Sí, me hubiera gustado enseñárselos antes a Al… al
señor Digory, pero al parecer no le importa demasiado.
—O confía plenamente en ti.
—Mmm, se los di a Amy para que se los enseñara, pero
me dijo ella que no hacía falta, que tenía el visto bueno del
señor Digory, no creo que sea porque confía en mí, sino
porque no le importa.
—Tonterías, estará muy ocupado y por eso te ha dejado
a ti encargada, confía en ti, créeme. Y cambiando de tema,
mañana hemos quedado algunos compañeros para ir a
tomar algo, ¿vendrás?
—Mmm, tengo planes con una amiga, pero si le apetece
ir, te escribo.
—Perfecto.
Después de la comida volvemos al trabajo, ya que esta
tarde esperamos a un empresario muy importante del
sector de la robótica, todo tiene que ser perfecto y estamos
bastante nerviosos.
Es entonces cuando veo a Alistair por primera vez esta
semana. En cuanto entra, todas las miradas van hacia él y
su amigo empresario, pues parece que se tratan con
familiaridad a pesar de que el hombre rubio, que se llama
Connor Saint James, tiene un semblante serio, menos
cuando mira a la preciosa chica que hay a su lado. Se nota
que están muy enamorados. Mi mirada inexplicablemente
se desplaza hasta Alistair, pero la aparto enseguida. No sé
por qué he hecho eso.
Alistair los trae hasta la recepción y después se despide
de los nuevos huéspedes diciéndoles que contacten con él
para lo que sea, que están en su casa. A mí ni siquiera me
mira, y eso me cabrea.
Cuando acaba mi turno me despido de Rosie y Adrien,
con quien últimamente hablo mucho, la verdad es que es
un chico muy majo e interesante.
Antes de irme me quedo mirando las escaleras que
suben a las habitaciones, y pienso en irrumpir en la
habitación de Alistair para pedirle una explicación de este
vacío. Pero la verdad es que él no me debe ninguna, ni
siquiera somos amigos, solo es mi maldito jefe y sería
tremendamente inapropiado que yo subiera a su
habitación/despacho.
—Sube —me dice Rosie apareciendo de golpe.
—¿Qué? Yo no…
—Quieres ir a verle, no me lo niegues. —Durante esta
semana Rosie me ha pillado varias veces suspirando y
mirando hacia la puerta esperando verle, no voy a admitirlo
ni loca, pero inexplicablemente le he echado de menos. Así
que al final le acabé contando mi historia con Alistair,
bueno, no es ninguna historia, simplemente han sucedido
algunas cosas que nos han hecho coincidir, pero estoy
confundida y enfadada porque él haya desaparecido así de
golpe, y necesitaba soltarlo.
—Pero no sería apropiado…
—A la mierda lo apropiado, te debe una explicación —
me guiña un ojo y se marcha.
Una explicación…, yo he pensado lo mismo, pero no me
la debe, no realmente.
—Vaya… Mira a quién tenemos aquí… —dice una voz
que odio con todo mi ser—. Eres como una maldita
cucaracha, Emily.
Lo miro despectivamente y con ganas de asesinarlo,
odio a Alan, es el tipo más despreciable que puedes
encontrarte. Aprieto los puños con fuerza para intentar no
caer en su juego e insultarlo.
—¿Me estás siguiendo? —le pregunto enfadada, él
suelta una risotada muy desagradable.
—¡Qué más quisieras, cazafortunas! —Da un paso hacia
mí y quiero retroceder, pero soy consciente de las miradas
de algunos de mis compañeros a mi espalda y no quiero
que piensen que algo va mal. Aunque lo que realmente
quiero hacer es salir huyendo.
Alan me coge de la muñeca y aprieta con fuerza.
—Más te vale desaparecer y dejar de hacer lo que se
supone que estés haciendo, si no, te vas a arrepentir —me
susurra bajito muy cerca del oído, tengo ganas de vomitar.
—¿Y qué demonios se supone que estoy haciendo? —
contraataco intentando no gritar mientras me zafo de su
agarre de un tirón—. No eres el centro del universo, tú y
tus mierdas me importan bien poco, capullo.
Se lo digo mirándolo a los ojos, retándolo, para hacerle
saber que no me dan miedo sus estúpidas amenazas.
—¿Todo bien por aquí? ¿Puedo ayudarle señor? —
Interrumpe Adrien, y no puedo sentirme más aliviada.
Alan retrocede un paso y puedo respirar.
—Todo bien. —Se apresura a decir Alan con una sonrisa
que me pone los pelos de punta—. Tengo una reunión con
el señor Digory.
—En recepción lo ayudarán —suelta Adrien con un tono
que jamás le he escuchado, siempre es muy alegre.
Alan asiente y se marcha hacia la recepción, no sin
antes dedicarme una mirada que dice que esto no se ha
terminado.
Adrien me mira, no sé qué ve en mis ojos, pero me coge
de la mano y me lleva hacia un recoveco detrás del
ascensor.
—¿Estás bien? ¿Le conoces? —me pregunta volviendo a
un tono más amable.
—Eh… Más o menos, es el primo de mi mejor amiga, es
un capullo.
—¡Malditos ricos que se creen con el derecho de hacer
lo que quieren! —suelta Adrien.
Después me coge del brazo cuidadosamente y me
examina la muñeca que me ha cogido Alan, no me duele
pero la tengo colorada.
—Dios… Qué asco de tío. ¿Seguro que vas a estar bien?
¿Quieres que te acompañe a casa? Mi turno termina en
media hora, pero puedes esperarme en el comedor, hay
mucha gente y estaré allí. —Se ofrece.
—No te preocupes, de verdad, no es nada… —Aunque sí
que lo es, Alan es un capullo y se le ha metido entre ceja y
ceja que yo estoy aquí para arruinar sus negocios, los
cuales no pueden importarme menos. Pero no quiero que
mi amigo se preocupe.
Adrien me mira sin creerme alzando una ceja rubia.
—Emily… Te ha hecho daño, esto…
—¿Quién? —pregunta Alistair apareciendo de golpe por
el pequeño hueco, ambos damos un respingo pero su voz
masculina y grave hace que mi corazón lata como loco, está
enfadado—. ¿Quién te ha hecho daño Emily?
Solo me mira a mí, como si Adrien no existiera, aún me
está sosteniendo la mano y Alistair se fija en eso.
—Puedes irte Adrien, yo me ocupo —le dice a mi amigo.
—No… —Intento decir, no quiero estar con él a solas,
no después de haberme ignorado toda la semana. Tampoco
quiero que se entere y que haga una montaña de un granito
de arena.
—Ahora no, Emily —me pide que no discuta con él.
Adrien nos mira de hito en hito a ambos, y luego su
mirada se concentra en mí esperando que le de mi
confirmación. Asiento.
—Estaré bien con él —le digo a mi amigo en un susurro,
porque eso no es del todo cierto, Alistair despierta en mí
toda clase de sentimientos que no debería.
Adiren se va, no sin antes echarnos un último vistazo.
En cuanto desaparece quiero huir de ahí, pero el hueco es
estrecho y tengo que pasar por su lado. Pero aun así lo
intento igualmente, tengo que salir.
—¿En serio vas a salir corriendo Emily? —me dice
Alistair tapando todo el espacio con sus grandes hombros,
por poco me choco contra él—. Díme que te ha pasado, por
favor —dice cruzándose de brazos como si le estuviese
costando mantener la calma.
—Nada que te incumba.
Él suelta un suspiro y se lleva una mano al puente de la
nariz.
—¡Joder Emily! ¿Por qué todo lo tienes que poner tan
difícil? —explota.
—¿Yo? ¡Yo no soy la que ha desaparecido toda la
semana y cuando me ha visto ni siquiera me ha saludado!
—le reprendo.
De repente él se me queda mirando con esos ojos que
parecen dos pozos llenos de agua con perlas al fondo, son
preciosos.
—Me has echado de menos. —Y como si nada se le
dibuja una sonrisa en esos estúpidos y perfectos labios.
—¿Qué? ¡Estás loco! Solo me confundes y te odio ¡Eres
un grano en el culo! —le suelto sintiéndome demasiado
expuesta a él, eso no es lo que yo quería, no deseaba
mostrar mis sentimientos a ningún hombre, todos son unos
interesados, asquerosos y mentirosos.
—Un grano en el culo que no te puedes quitar de la
cabeza, admítelo. Además, tú tampoco eres ningún encanto
a primera vista —se burla de mí.
—¡Pues déjame en paz!
—No puedo, ojalá pudiera sacarte de mi maldita
cabeza, lo he intentado, créeme que lo he intentado, Emily.
—¿Por qué tiene que decir mi nombre de esa forma y con
ese tono? Solo consigue excitarme.
Él alza su mano y la posa en mi mejilla, después desliza
sus dedos sobre mis labios muy suavemente, el calor invade
mi cuerpo y siento como me sonrojo. Alistair no aparta la
mirada de mis ojos, y yo tampoco puedo. Él se inclina hacia
mí para susurrarme algo al oído, es cuando inspiro su
aroma y las piernas me flaquean, me agarro a sus hombros.
Él pasea su mano por mi cuello como si fuese suyo, como si
tuviese total derecho a tocarme.
Y la verdad es que lo tiene.
—Tienes que ser mia, Emily. —Su voz está más rasposa
que de costumbre y me da un beso en el cuello que me
desarma completamente.
No sé qué contestar a eso, mi cuerpo está muy de
acuerdo con sus palabras, quiero intimar con él, desde la
primera vez que lo vi sentí la atracción que hay entre
nosotros, a pesar de nuestras discusiones y su forma de
actuar que me desquicia. Pero mi cabeza no piensa igual,
Alistair es un mujeriego, es rico y puede tener a la chica
que quiera, él mismo lo ha dicho y yo lo he visto con mis
propios ojos. Si acepto tener algo con él sería solo cosa de
una vez, nada más, y yo no estoy preparada para eso, no
quiero sentirme usada, no voy a permitir que ningún
hombre me pisotee nunca más.
—Basta, basta, basta —profiero cada vez más fuerte,
Alistair da un paso atrás —. No, estoy harta de este juego
que te traes conmigo, no soy como las demás chicas con las
que haces estas cosas, no soy así, no vas a conseguir que
me acueste contigo, por favor déjame en paz. —Le pido casi
con lágrimas a punto de caerme por las mejillas.
Alistair abre los ojos de par en par.
—Emily no…
—No me engañes, no me digas cosas que no vas a
cumplir solo para echar un polvo, tienes a miles de chicas,
solo…
—¡Emily! —Suelta de golpe y alzo el rostro para mirarlo
a la cara—. En ningún momento he dicho que seas como
esas chicas que van detrás de mí por mi dinero o mi fama,
en ninguno, Emily. ¿Es que no te lo he dejado lo
suficientemente claro? No te he prometido una relación ni
lo voy a hacer, me gustas, solo quiero pasar tiempo contigo
y obviamente que te deseo, pero eso no es lo único.
Me quedo en silencio unos segundos, o puede que
minutos, mirándolo a los ojos sin saber qué decir a eso ¿Lo
creo? Estoy hecha un lío.
—Tienes una reunión, vas a llegar tarde. —Mi voz suena
casi sin fuerza, no sé qué más decirle ante lo que me ha
confesado.
Alistair suspira.
—Ahora mismo me importa una mierda la reunión.
—No quiero interferir en tus cosas, debes irte, y yo
también. —No quiero ni pensar en volver a cruzarme con
Alan—. Nos vemos, señor Digory —digo sin mirarlo a la
cara y pasando por su lado, tiemblo cuando su manga se
roza con la mía, pero no me detengo.
Él tampoco lo hace.
CAPÍTULO 13
Emily
Valerie está a punto de llegar a mi casa, le he dicho de
cambiar los planes y quedarnos a ver una película o serie
en Netflix. Al principio se ha negado, pues pasar un sábado
por la noche en casa para Val es una noche perdida, pero
no tengo ganas de salir. Además, sé que no es posible
porque ni siquiera he besado a Alistair, pero parece que
estoy pasando por una especie de ruptura, solo tengo ganas
de comer chocolate y ver pelis románticas de Navidad.
No le he comentado nada de Alistair a Val, y mucho
menos lo que me pasó el viernes con su primo, pero sé que
Valerie lo entendió cuando le dije que no he tenido la mejor
de las semanas, por eso ha accedido a que nos quedemos
en casa.
Mientras me pongo una sudadera limpia después de la
ducha, oigo que tocan al timbre, tiene que ser ella.
—¡Jack abre, me estoy terminando de vestir! —grito
desde arriba a mi hermano que está en el sofá, nuestros
padres han salido a disfrutar de una noche en pareja.
Unos minutos después, mientras me peino en el cuarto
de baño, escucho como Valerie sube las escaleras, sé que
es ella por la forma de repiquetear con sus carísimos
tacones sobre la madera.
—¡Pero si estás viva! —grita en cuanto me ve tirándose
sobre mi espalda para abrazarme. Suelto una carcajada.
—¡Quita de encima, me vas a tirar! —digo apoyándome
sobre la encimera del baño intentando poner mala cara.
Valerie me da un beso en la mejilla y se separa.
—Tienes muy mala cara, amiga… Vamos, menos mal
que he traído nuestro vino favorito. —Me coge de la mano y
me lleva a mi habitación donde cierra la puerta.
—No tengo mala cara… —le rebato llevándome las
manos a las mejillas. La verdad es que seguramente sí que
la tengo, no he dormido mucho y mi familia me lo ha dicho
también.
—¿Me vas a contar ya qué ha pasado con Alistair? —me
pregunta resignada sentándose en mi cama.
¿Qué? ¿Cómo lo sabe? ¿Le habrá contado algo Jack?
—No me mires así, tu hermano me ha dicho que estas
depre por un chico. —Sonríe y yo pongo los ojos en blanco.
—Este niño es idiota, no estoy depre por ningun chico,
pero sí, tengo que contarte algo.
—¡Genial! —Se quita los tacones y se tumba en la cama
dando palmadas a su lado para que me tumbe con ella.
No puedo más que sonreír y negar con la cabeza
mientras lo hago. Ambas nos cubrimos con la manta.
—Es el dueño, Val —susurro.
—¿El dueño de tu corazón? Vaya, sí que ha sido intensa
la semana —bromea mi amiga.
—Calla tonta, es el dueño del hotel y es… demasiado.
—¿Demasiado qué? —pregunta incorporándose un poco
para mirarme —. Emily, ya te lo dije, es el destino.
—¡No lo es!
—Sí, ay ¡Es super sexy, es tu jefe! ¿Cómo ha ido la
semana? ¿Os habéis tirado el uno encima del otro en los
rincones más oscuros del hotel? —Sonríe alzando las cejas.
—No es sexy, es un coñazo, y deja de hacer eso. —Le
doy un golpe en el brazo —. No hemos parado de discutir
en toda la semana, al menos las veces que nos hemos visto,
y le he dejado claro que esto nuestro se tiene que terminar.
—No te creo, a ver explícamelo TO-DO —me pide Val, y
así lo hago, aunque obvio la parte en la que me enfrenté a
Alan.
Val me escucha sin hacer ni un comentario al respecto,
pero la conozco lo suficiente como para saber que se lo
está guardando para el final.
—En resumen, te gusta mucho mucho y estás asustada
de cojones. —Acaba Val por mí.
—No me gusta mucho y no estoy asustada, es solo que
no quiero sufrir a lo tonto.
—Ay Em, pero es super mono de su parte que te haya
dicho que no solo quiere sexo contigo.
—Pero tampoco una relación.
—¡Al cuerno las relaciones, eso es cosa del pasado! —
Ríe Val.
—Pues para mí, no.
—Ya, ya… Pero yo no sé como te puedes controlar tanto,
yo tengo a ese hombre frente a frente diciéndome que no
solo me quiere para el sexo y me tiro a sus brazos, Em.
—Yo también quiero hacerlo, una parte de mi al menos.
Pero…
—Te gusta mucho y te asusta enamorarte, lo sé —me
dice poniéndome un mechón de cabello rojizo tras la oreja
—. ¿Y qué harás cuando lo veas el lunes?
—Nada, seguramente volverá a ignorarme y sino, lo
haré yo. Tendría que marcharme del hotel… —suspiro
derrotada.
—No, él se irá después de Navidad, no hay razón para
que no sigas en el trabajo, y él te dijo que no lo permitiría
así que… No creo que haga falta que renuncies.
—Pero es muy incómodo Val… Nos odiamos pero nos
deseamos y él es mi jefe… Todo es un lío.
—Ya, bueno mi consejo ya sabes cual es… —dice
alzando las cejas de forma sugerente.
—¡Basta ya! —le digo tirándole un cojín a la cara—. Oye
y tú con Derek ¿qué?
—Uf no, eso ya es agua pasada. —Ríe Val.
—Así que estás como yo, con miedo de enamorarte.
—No, como tu no, yo follo. —Me saca la lengua y las dos
empezamos a reír.
—Eres una marrana. —Sonrío.
Al final Val consigue animarme y, después de tomarnos
una copa de vino, decidimos ir con Rosie y los demás, ya
que me ha llamado y Val ha escuchado la conversación, no
me ha quedado más remedio que aceptar. Jack también nos
acompaña. Hemos quedado en un pequeño bar en Colmar,
muy cerca del hotel.
—¿No había otro lugar? —me quejo.
—¿Es ese el hotel en el que trabajas? —me pregunta mi
hermano.
—Sí, aquel que está al lado del edificio amarillo.
—¡Igual Alistair está en su habitación y decide hacernos
una visita! —Val da una palmada entusiasmada.
—¡No!
—Pues a mi me cayó muy bien —dice Jack mientras nos
sostiene la puerta para que entremos.
—Ya, claro que sí —le reprocho poniendo los ojos en
blanco.
—¡Emily! —grita Rosie en cuanto nos ve entrar, no es
un lugar muy grande y está bastante concurrido, pero justo
mis compañeros se encuentran en la barra, cerca de la
entrada.
—Hola —la saludo.
—Me alegro que hayas podido venir —dice dándome un
abrazo rápido—. Hola, soy Rosie, encantada —se presenta a
Val y a Jack.
—Ellos son mi hermano Jack y mi amiga Val.
—Encantada —responde Valerie, y Jack asiente
sonriendo.
—Venid, estamos aquí, a Adrien le va a encantar que
hayas venido —me guiña un ojo Rosie.
Intentamos hablar por encima del disco de Navidad de
Michael Bublé de fondo, parece que lo tienen en bucle.
Somos siete personas: Rosie, Adrien, nosotros tres y dos
compañeros más con los que no he hablado mucho: Manon
y Clément. En un momento dado, mientras está sonando
Holly Jolly Christmas, Adrien me dice de ir a hablar fuera y
yo asiento, sé que le debo una explicación por lo sucedido
con Alan.
—¿Estás bien? —Es lo primero que me pregunta.
—Sí, siento haberte preocupado —le respondo mientras
me llevo las manos a los bolsillos, hace mucho frío y
seguramente nevará de un momento a otro. Me arrebujo
dentro de mi bufanda de colores otoñales.
—El jefe y tú… ¿Hay algo entre vosotros? —No puedo
decir que me sorprenda la pregunta, no después de cómo
reaccionó Alistair el otro día.
Suelto un suspiro y siento el frío en las mejillas. Todo lo
que no he querido que la gente de mi trabajo piense sobre
que tengo un trato especial o, que saquen conclusiones
erróneas, se está cumpliendo.
—No. —Miento de pena.
—No lo parecía. —Ríe sin creerme—. No te voy a juzgar,
está buenísimo, pero es un poco creído.
—¿Está buenísimo? —repito abriendo los ojos de par en
par.
—Sí, a ver, es rico, tiene esa mirada que te penetra el
alma y seguro que tiene unos abdominales de acero bajo
esos trajes. —Sonríe Adrien retirándose un mechón rubio
de la frente.
—No te lo niego pero… tu… yo pensé que…
—No me van las etiquetas. —Se encoge de hombros—.
Tú también me pareces preciosa. —Me guiña un ojo.
Vaya.
Sonrío.
—Gracias, tú no estás mal tampoco.
—Mentirosa… no te he llamado la atención ni un
poquito. —Sonreímos.
—Eso no es cierto, me pareces muy amable y guapo,
solo que no eres mi tipo.
—Claro, tu tipo es Alistair Digory. —Se mete conmigo y
no puedo negarlo, me sonrojo.
—Es complicado.
—Siempre lo es, ¿no es eso un cliché del amor?
—Tiene pinta, aunque esto no es amor, ni siquiera lo
conozco tanto —digo con un gran suspiro, luego reímos.
—Entonces lo del tipo ese…
—No te preocupes, de verdad, no creo que vuelva a
verlo, al menos en un tiempo.
—Bueno, cuando necesites ayuda ya sabes donde
encontrarme, Em.
Después de agradecerle y de que Adrien se queje del
frío que hace, él entra dentro. Yo le digo que lo haré
enseguida, pero que me apetece mirar un rato más las
calles iluminadas de luces navideñas y la poca gente que se
atreve a salir a la calle a pasear.

CAPÍTULO 14
Emily
Camino calle arriba hipnotizada por las luces de colores,
tengo que admitir que vivimos en un lugar privilegiado, es
precioso. Sobre todo el lado que da a la pequeña Venecia,
es tarde pero aún está lleno de turistas y lugareños
paseando y haciéndose fotos. Me acerco a la barandilla y
me quedo mirando el agua oscura donde se reflejan las
luces, suspiro. No sé qué hacer con Alistair, quiero dejarme
llevar, pero sé que eso no va conmigo, y menos siendo él mi
jefe, de todas formas se marcha en un par de meses a lo
sumo y no volveré a verlo ¿Debería aprovechar?
¿Mantenerme en mis trece? ¿Me arrepentiré de hacerlo? y,
¿de no hacerlo? ¿Realmente él piensa lo que me dijo el
viernes? No, él es un mujeriego, ve a las chicas como nada
más que un trozo de carne, me lo dejó bien claro en la
fiesta con aquel comentario de capullo cuando lo conocí.
Pero una parte de mí quiere creerlo, quiero tener más de él
y eso me asusta, hace mucho tiempo que no sentía nada así
por nadie y cuando pienso en que puede acabar igual que
lo que me sucedió con Théo… se me revuelven las tripas.
Mi cabeza no para de dar vueltas a todo eso, me estoy
volviendo loca ¿Por qué tiene que ser todo tan complicado?
De repente mi teléfono comienza a vibrar en mi bolsillo,
no llevo nada más conmigo. Es Val, le cuelgo y le envío un
mensaje para decirle que en cinco minutos estaré ahí. No
sé cómo, pero de un momento a otro me encuentro frente
al hotel, miro hacia arriba, aunque la habitación de Alistair
está al otro lado, y suspiro.
Ya casi no hay nadie por la calle y hace muchísimo frío,
comienzo a caminar de nuevo hacia el bar y me detengo de
golpe. Subiendo por la calle viene una mujer sonriendo
colgada del brazo de un hombre, un hombre que conozco
muy bien porque está día y noche en mi mente: Alistair. Si
ya tenía frío, ahora lo siento por todo el cuerpo, mi sangre
se hiela y quiero correr para huir de aquí, pero no hay sitio
en el que poder hacerlo.
—Este pueblito es encantador Alistair, me encanta —
dice la mujer sonriendo.
Me quedo como una estatua en medio de la calle, y sin
quererlo me vienen todos los malos recuerdos de cuando
me enteré que Théo me era infiel: el asco, la vergüenza, el
dolor, mi corazón partiéndose en mil pedazos… Pues esta
vez es peor y no sé porqué, ni siquiera he besado a Alistair,
no somos nada, pero la traición que siento duele como mil
puñaladas.
—¿Emily? —pregunta Alistair al verme iluminada por
las luces de Navidad. Está sorprendido.
—Eh… hola —digo torpemente, no quiero que vea que
me está afectando verlo con otra, pero realmente quiero
gritarle y escupirle sus palabras del viernes a la cara. No
ha tardado ni un día en demostrarme que no me
equivocaba con él.
Normalmente no soy muy dada a llorar, de verdad que
no, pero mis lágrimas ya están al borde de salir por mis
ojos, y no entiendo porqué, Alistair no es nada mío, puede
hacer lo que quiera con quien le dé la gana, igual que yo.
—Me tengo que ir… —susurro y comienzo a caminar
rápido hacia el bar pasando por al lado de la pareja.
—¡Emily! —me llama, pero no me detengo. Veo el cartel
del bar, si me apresuro puedo llegar y decirle a mi hermano
y a Val de irnos a casa ya, solo quiero meterme bajo las
sábanas y dormir para no despertarme hasta el año que
viene—. ¡Emily, para! —Alistair me alcanza y me coge de la
mano, me detengo pero me suelto de un tirón.
—¡No me toques! ¿Qué quieres de mí, eh? —Me doy la
vuelta y le grito, sin poder contenerme lo empujo, pero
Alistair no se mueve ni un maldito centímetro. La mujer ha
desaparecido, seguramente lo está esperando en su
habitación.
—¿Qué estabas haciendo en la puerta del hotel a estas
horas? —me pregunta serio.
—¿Qué te importa? No vayas a hacer esperar a tu cita
¡Vete! —Lucho para que no se me caigan las lágrimas, de
veras que lo intento.
—¿De qué estás hablando? Estás helada ¿Por qué no
entras al hotel y lo hablamos?
—¿Qué? —Rio sin ganas, no puedo creer que me diga
que vaya a su habitación cuando ya tiene a una mujer
esperándolo—. Ni de coña voy a ser tu sujetavelas, capullo.
—Emily, para de decir tonterías ¡Joder! —Se mece el
pelo oscuro hacia atrás y mira al cielo, como si estuviera
conteniéndose.
Están cayendo algunos copos de nieve.
Y sin previo aviso Alistair me coge de las mejillas y me
besa, al principio no soy consciente, hacía mucho tiempo
que nadie me besaba, y mucho menos me han besado de
esta forma: con desesperación y deseo, incluso con un poco
de dureza, eso me excita. Alistair lame mis labios y me
insta para abrirlos, no puedo negarme y me rindo a él. Todo
mi cuerpo lo hace, ya no tengo frío, me siento rodeada de
llamas, de un calor que proviene de Alistair. Me aferro a
sus brazos porque mis piernas empiezan a flaquear y suelto
un gemido. Alistair intensifica el beso con un gruñido y
siento como me humedezco por este hombre.
Sus labios están arrasando los míos y yo le correspondo
sin poder evitarlo, lo he deseado tanto...
Poco a poco Alistair detiene el beso y se separa
jadeante lentamente, juntando nuestras frentes sin soltar
mis mejillas ruborizadas. Y me siento como si me
estuvieran robando el aire, quiero más de sus besos.
—Me moría de ganas por probar estos labios que no
paran de soltar insultos hacia mi persona. —Sonríe.
—Porque te los mereces —le respondo mordaz, él ríe.
—No llores Emily, me mata que llores por mi. —Me
limpia los restos de lágrimas, no he sido consciente de que
estaba llorando.
Casi cedo ante este dulce gesto.
—Pues no me vuelvas loca, y no lloro por ti. —Me
aparto.
—Creo que he sido suficientemente claro contigo desde
el principio. —Frunce el ceño y… está muy atractivo
cuando lo hace.
—Sí, muy claro, te da igual una que otra, si soy yo o la
mujer que traías hace cinco minutos del brazo.
—¿Qué? Dios, no, Emily, ella es Loana, mi madrastra. —
Suelta con una sonrisa iluminando su rostro, se está riendo
de mí, y con razón—. ¿Estabas celosa de mi madrastra?
—Es… muy joven. —Me intento defender mientras me
sube el calor de la vergüenza por el rostro.
—Lo es, pero… —No acaba la frase, empieza a reírse a
carcajadas.
—¿Eres idiota? ¡Deja de reírte! —le reprocho con una
media sonrisa.
—Le va a encantar que la hayas confundido con una
mujer de mi edad.
—¡Está muy oscuro y es muy joven! —Vuelvo a decir en
mi defensa dándole un golpe en el hombro—. ¡Ni se te
ocurra decírselo! Y, ¡para de reírte!
—Pararé si me besas otra vez —me dice cogiéndome de
la cintura y me acerca a su cuerpo, lo siento caliente y
quiero deshacerme sobre él. Pongo mis manos en su pecho.
—No.
—¿No? Sabes qué consecuencias tienen esas palabras,
¿verdad muñeca? —Su mirada me está retando y, aunque
me muero de ganas por volver a besarlo, no voy a darle esa
satisfacción.
—¡Emily! —Me llama Val de repente. Los vecinos no van
a estar muy contentos esta noche, estamos haciendo
demasiado ruido para las horas que son.
Me separo un poco de Alistair pero él no me suelta la
cintura mientras mi hermano y mi amiga se acercan.
—¡Alistair, cuanto tiempo! Me preguntaba por qué
Emily tardaba tanto —dice Val guiñandome un ojo.
—Valerie, ¿no? La prima de Alan. —Le tiende una mano
Alistair y Val se la estrecha, después hace lo mismo con mi
hermano.
—Señor Digory, un placer volver a verlo —dice Jack
educadamente. Cuando quiere puede parecer un buen niño
y todo.
—Llámame Alistair, por favor, me haces sentir viejo.
—E...estábamos hablando —digo rápidamente
avergonzada antes de que saquen conclusiones que no son,
aunque sí que lo serían porque nos estábamos besando
pero… eso no viene al caso —. Ya podemos irnos si queréis.
—Claro, claro, hablando. ¿Qué otra cosa podrías estar
haciendo con tu jefe? —Sonríe Val, y me entran unos
grandes instintos asesinos.
—Tenemos que irnos antes de que empiece a apretar la
nieve —dice Jack.
—Sí, eso, la nieve, vámonos —corroboro soltándome del
agarre de Alistair y cogiendo a Val del brazo para tirar de
ella hacia donde hemos aparcado el coche.
—Chicos, ¿nos dais un minuto? —dice Alistair
dirigiéndose a mi hermano y a Val.
—Claro, te esperamos en el coche, Em —contesta mi
amiga con una sonrisita. Definitivamente voy a matarla—.
Buenas noches, Alistair. Vamos Jack, me estoy helando. —
Coge a mi hermano del brazo y ambos empiezan a caminar
calle abajo hacia el parking que está fuera del centro
histórico del pueblo.
—¿Estabas intentando huir otra vez? —me pregunta
Alistair cogiéndome de la mano. Esta vez no me aparto,
estoy helada.
—No, es que la nieve…
—Emily, dime qué quieres que haga —me pide, pero
realmente no sé a qué se refiere.
—Yo… Alistair esto es… te marchas en unos meses, no
quieres nada serio, lo entiendo, pero yo necesito
compromiso, mi última relación… él me engañó, durante
mucho tiempo, no quiero sentirme usada nunca más —le
confieso finalmente sin poder mirarlo a los ojos, aún me da
vergüenza pensar que fui tan tonta de creerme todas las
malditas mentiras que me contaba Théo.
—Lo entiendo. No voy a engañarte, las relaciones no
son lo mío y como sabes, me marcho después de las fiestas,
pero ahora estoy aquí y quiero pasar tiempo contigo. —
Puedo creerlo, realmente no dudo de que Alistair quiera
pasar tiempo conmigo, pero no estoy preparada para
ilusionarme y después nada.
—¿Pero qué sentido tiene empezar algo con fecha de
caducidad? No quiero ser tu rollo de las navidades.
—¿Rollo? Emily, creo recordar que ya he dejado claro
que tu no eres como las demás, sería algo exclusivo,
mientras esté aquí, eso si te lo puedo prometer.
—Mira, hace frío y es muy tarde —digo cansada, no
quiero darle una respuesta, pero igualmente eso está fuera
de lugar porque sigue siendo mi jefe—. Hablamos otro día.
—¿Cuándo?
—Eres mi jefe Alistair… No está bien.
—¡Joder mujer! ¿Por qué eres tan cabezota? ¿Qué más
da que yo sea tu jefe? En ningún momento me has visto
como tal, eso es una maldita excusa, Emily.
—¡Pues será una excusa pero a mi me vale para
proteger mi corazón, maldita sea! —grito e inmediatamente
me tapo la boca—. Me marcho, buenas noches Alistair.
Me giro para irme pero él me coge del brazo, me atrae
hacia él, pega nuestros cuerpos y me alza el mentón para
besarme con pasión, mi corazón se pone como loco. Me
agarro con fuerza al cuello de su chaqueta, me cabreo pero
también estoy excitada, este hombre hace de mí un
auténtico desastre y no me gusta sentirme así, que no
tengo el control, de nuevo.
Jamás he deseado tanto a alguien, Alistair es perfecto
en todos los sentidos menos en el que yo más necesito: la
confianza y el compromiso.
—No vas a poder resistirte a mi mucho más, mi
duendecillo de la navidad, te lo aseguro. —Me da un último
beso en la frente y me suelta dejándome ahí sin aliento y
deseando otro beso.
CAPÍTULO 15
Emily
El lunes paso toda la mañana decorando el hotel y, por
suerte, no me encuentro con Alistair. Una parte de mi
pensaba que me estaría esperando a las ocho de la mañana
en la puerta para insistirme sobre su estúpido plan de ser
su rollo de Navidad. Al parecer tiene cosas más
importantes que hacer, como es normal, y seguramente
también tenga planeado pasar tiempo con su madrastra. Lo
que me sorprende es que ella esté aquí y su padre no. Me
dijo que tenía una hermanastra con la que no tenía
relación. ¿Quizá es la hija de su madrastra? Pero parece
que se lleva bien con ella, ¿por qué no con su hija?
En fin, a mí no me incumbe ni me importa lo más
mínimo.
—Emily, ya he colocado todo lo del comedor como me
has dicho, la gente está encantada con todos los adornos
que has elegido —dice Rosie mientras acabo de decorar el
gran árbol de Navidad del vestíbulo a ritmo de Brenda Lee,
con su canción Rockin' Around The Christmas Tree de
fondo.
—Me alegro mucho, está quedando genial. —La verdad
es que estoy sorprendida de mí misma, es la primera vez
que hago algo así de grande y estoy muy contenta con el
resultado, me siento orgullosa—. ¿Y ese arbolito? —Rosie
sostiene uno de los abetos en miniatura de Navidad que he
pedido.
—No sé donde más ponerlo, he colocado uno en el
pasillo y en el comedor, Manon ya ha puesto uno en cada
pasillo de las habitaciones, pero este ya no sabemos dónde
dejarlo.
—Vale, pues déjamelo a mí, luego pienso donde
colocarlo. Muchas gracias.
—Genial, no es nada. Vuelvo a la recepción.
Asiento y lo primero que pienso es en ponerlo en la
habitación a Alistair, ya que va a pasar las navidades aquí y
seguramente solo… Al menos se merece tener un bonito
detalle. Lo malo es que no quiero verlo y, mucho menos
quedarme a solas con él en su habitación. El recuerdo de
nuestro beso vuelve a mi mente y no puedo evitar sentir
unas inmensas ganas de tener sus labios sobre los míos.
—Oh Dios mío, si solo hemos estado fuera unas cuantas
horas en la mañana ¡Qué preciosidad! —Escucho decir
desde la puerta a una mujer, me giro con una sonrisa, la
cual flaquea cuando veo a Alistair y a su madrastra
colgando de su brazo. A la luz del día sí que puedo ver que
es una mujer de cincuenta y dos años más o menos, es
joven pero no tanto como pensé la otra noche. Me
avergüenzo de mí misma por haber reaccionado de aquella
manera...
En cuanto la mujer posa su mirada en los adornos que
tengo en las manos para decorar el gran árbol, se suelta de
Alistair y se dirige hacia mí con la elegancia de una reina.
Viste una chaqueta blanca y unas botas de tacón nada
aptas para las calles de piedra de Colmar, y mucho menos
para la nieve.
—¿Lo has decorado tú? —me pregunta con una sonrisa.
—Sí —contesto amable—. He tenido ayuda pero sí.
—Sabía que podía confiar en ti —dice Alistair orgulloso
acercándose a nosotras.
—Está precioso, has hecho muy bien en contratarla,
Alistair —le dice la mujer sonriendo—. No pensé que
decorarías el hotel, no te suelen gustar estas fiestas —
comenta algo comedida.
—A los clientes les gusta —dice encogiéndose de
hombros y su madrastra asiente.
—Por cierto, eres Emily, ¿no? —me pregunta con una
gran sonrisa, la miro sorprendida de que sepa quién soy y
avergonzada, una vez más, por mi comportamiento del
sábado.
—Sí, encantada. —Le tiendo una mano y ella la
desestima, me da dos besos en las mejillas.
—Soy Loana, la madrastra de Alistair, bueno, madrastra
suena fatal pero en fin, etiquetas. —Hace un gesto con la
mano para quitarle importancia—. Mi Alistair me ha
hablado mucho de ti, estoy encantada de que no vaya a
pasar todas las navidades completamente solo y te tenga,
como amiga, claro. —Me guiña un ojo y me ruborizo.
—Loana… —La avisa Alistair con tono serio.
—¿Qué? Es verdad, siempre estás trabajando para estas
fechas y lo creas o no, a tu padre y a mi nos encantaría que
pasaras las navidades con nosotros. —Puedo percibir como
Alistair se tensa al mencionar a su padre—. En fin, tengo
que ir a preparar las maletas, mi vuelo sale esta noche.
Emily, un placer, espero que cuides de mi niño, te lo
encargo. —Me da un apretón cariñoso en el hombro con
una gran sonrisa.
Me cae muy bien Loana, pero no voy a hacer tal cosa.
Alistair pone los ojos en blanco.
—No tengo cinco años —se queja el aludido.
—A veces parece que sí —suelto sin poder evitarlo.
—¿Lo ves? Ya sabía yo que me caería bien. —Ríe Loana,
Alistair me mira con una media sonrisa, divertido. Las
ganas de suspirar como una tonta enamoradita de su crush
me invaden, pero me mantengo firme—. En fin, me marcho,
nos vemos luego para comer. Emily, deberías venir con
nosotros.
—Yo no… es que tengo trabajo y…
—Tonterías, mi hijo es el jefe, así que automáticamente
mando yo, y yo digo que vengas, no se hable más, nos
vemos a la una.
Y se marcha como si tal cosa antes de que pueda
replicar. Me quedo anonadada mirando como se sube al
ascensor. Alistair suelta una carcajada y me vuelvo hacia él.
—Sí, siempre es así —responde a la pregunta que no he
hecho en voz alta—. ¿Vendrás?
—¿Tengo alguna alternativa?
—No, supongo que no. —Ríe—. Por cierto, has hecho un
gran trabajo con la decoración en muy poco tiempo, sabía
que por algo te llamaba mi duendecillo de la navidad. —Me
guiña un ojo y me ruborizo.
—Que mote tan ridículo…—me quejo con la boca
pequeña, pero la verdad no me disgusta del todo—. He
pensado que podríamos añadir a la carta un chocolate
caliente especial, con nata y nubes…
—Vale.
—¿Vale? —pregunto sorprendida mirándolo.
—Quiero hacerte feliz, y si quieres chocolate, lo
añadiré. —Me sonríe y por poco me desmayo aquí mismo.
¿Cómo puede ser alguien tan malditamente atractivo? Sus
facciones masculinas y marcadas, sobre todo esa
mandíbula cuadrada, hacen que quiera mordisquearlo y
lamerlo.
—Gra… gracias.
—No hay de qué, Emily. —Da un paso hacia mí y
susurra mi nombre con esa voz ronca y oscura que sabe
perfectamente que provoca en mí un placentero escalofrío,
lo veo en su mirada. Es malditamente consciente de lo que
me hace.
—Tengo… que volver al trabajo. Ah, espera, toma. —Le
tiendo el arbolito que me ha traído Rosie antes.
—¿Qué es esto?
—He pensado que quizá lo querías poner en tu
habitación. Es una tontería, supongo, da igual, ya le
buscaré otro sitio… —Ha sido una tontería. ¿En qué estaba
pensando?
—Me encanta, gracias. —Me corta—. Pero, ¿podrías
ponerlo tú? Tengo que hacer una llamada urgente. —Me
tiende la tarjeta de su habitación.
—¿Seguro? Puedo guardarlo en la recepción y cuando
acabes vienes a por él.
—No, sube y búscale un sitio, seguro que tú sabes
ponerlo en el lugar adecuado. —Me pone la tarjeta en la
mano y se va hacia fuera con el móvil ya en la oreja.
Miro la tarjeta y el arbolito. ¿Es una táctica para estar
solos? Seguramente, ¿Se cree que soy estúpida o qué? No
pienso ir a su habitación y quedarme a solas con él, ni de
coña. No me fío de mí misma y mucho menos de él, así que
vuelvo a mis quehaceres con el árbol gigantesco. Dejo el
pequeño arbolito en el suelo junto con la tarjeta de la
habitación de Alistair, y me subo a la escalera portátil que
he colocado para poner algunos adornos en la parte de
arriba.
Diez minutos después, Alistair vuelve a entrar a ritmo
de Last Christmas de Wham! Y, en unos segundos, noto su
presencia bajo las escaleras.
—¿Alguna vez vas a hacer caso a lo que te digo? —me
pregunta con una sonrisa.
—Cuando lo crea oportuno —le contesto sin mirarlo.
—Emily, baja, lo haré yo —dice sujetándome la escalera.
Estoy intentando poner la estrella plateada sobre el
árbol pero, no consigo llegar ni con la escalera, no he
podido encontrar una más alta. No obstante, no voy a dejar
que lo haga Alistair Digory, y menos cuando toda la
recepción y el portero nos están mirando.
—Puedo yo solita, gracias.
Alistair suspira y juraría que oigo como dice “cabezota”,
pero estoy totalmente concentrada en mi tarea. Me pongo
un poco más de puntillas y doy un pequeño salto, me
tropiezo con uno de los adornos que tengo en el escalón
más alto para colocarlo y pierdo el equilibrio. Mi corazón
bombea con fuerza y pienso que me voy a romper el cuello,
la adrenalina corre por mis venas como un torrente de
fuego mientras intento sostenerme a cualquier cosa, pero
no lo logro. Cierro los ojos con fuerza esperando la caída,
pero no es como esperaba.
Alistair me coge en volandas antes de que mi culo se
estampe contra el suelo, como si él fuese un maldito
príncipe de cuento navideño que ha venido a rescatarme,
aunque su expresión es de puro cabreo.
Ups.
—Te tengo —dice—. Esto te pasa por cabezota. ¿Y si no
llego a estar aquí? ¡Maldita sea Emily! ¿Por qué tienes que
ser tan orgullosa?
—¡Ha sido por tu culpa! —No puedo contenerme a
replicarle y echarle la culpa—. ¡Suéltame! Estoy bien, por
cierto.
Me deja en el suelo y seguimos discutiendo frente a
frente.
—Claro que lo estás. ¡Porque yo te he cogido a tiempo!
De nada.
—¡Encima querrás una medalla! Si no me hubieses
puesto nerviosa, hubiera llegado tranquilamente a poner la
maldita estrella, que por cierto… —Está rota en el suelo—.
¡No!
—Te compraré otra.
—¡No quedaban más!
—¡Pues elige otra puñetera estrella, Emily!
—¡No me grites, capullo!
—¡Joder! —Me coge del codo y me arrastra hacia el
pequeño despacho que hay al lado de la recepción, como el
primer día.
Enrojezco y me callo de golpe consciente de que hemos
estado discutiendo delante de todos mis compañeros y de
algunos huéspedes que se han acercado al ver que me caía.
Y no solo he discutido con él, le he gritado y llamado
“capullo”, va a despedirme, y si no lo hace él, me despediré
yo, esto es bochornoso, jamás me ha pasado algo así en un
trabajo.
Alistair cierra la puerta con fuerza tras de mí y me
encojo de hombros.
Ahora viene cuando me despide…
Alistair se acerca a mí y me coge del mentón para que
lo mire, su mirada es de puro fuego. Y cogiéndome
totalmente por sorpresa, me besa con intensidad. Su boca
devora la mía y Dios… este beso me está llevando al cielo.
Me aferro a él y subo mis manos por su cuello, tiro de su
cabello para saborear cada segundo de este beso y
presionar mi cuerpo contra el suyo, ambos gemimos.
—Esto es una maldita locura, discutir contigo me pone
a cien —dice Alistair besándome por la mandíbula y
descendiendo hacia mi cuello. Siento como su tacto me
enciende, como su lengua y sus labios se pasean por mi
piel, saboreándome, mordisqueándome y haciendo que
pierda la cabeza.
—Alistair… —No puedo evitar gemir y aferrarme a sus
cabellos negros.
—Te quiero arrancar toda esta maldita ropa. —Me saca
la camisa de la cinturilla e introduce una mano por debajo.
Cuando sus manos tocan mi cintura siento como mi piel se
eriza. Su mano es grande y cálida y me está abrasando.
Alistair me posiciona sobre el escritorio y me siento, en
un segundo se acomoda entre mis piernas y puedo sentir lo
mucho que me desea.

CAPÍTULO 16
Alistair
Emily me vuelve loco, solo deseo tenerla para mí, besarla
por todo el cuerpo y hacerla cabrear para que explote
conmigo, es de locos. Mi miembro reacciona al ruidito que
hace cuando presiono mis caderas en su sexo, su olor a
caramelo me envuelve por completo, la deseo, la deseo más
que a ninguna otra mujer.
Quiero volver a escuchar mi nombre de entre estos
labios del color de las fresas, así que le saco la camisa por
completo y la dejo en sujetador, me muero por besar sus
pechos, por saborearla. La miro a los ojos y sé que ella
también lo desea, eso provoca que mi miembro se apriete
más contra los pantalones. Ella se sonroja y parece tímida.
¿Mi Emily? ¿Tímida? Me encantan todas sus facetas,
incluso la que me llama grano en el culo o capullo delante
de todo el mundo.
—Eres preciosa, no puedo dejar de pensar en ti, en
tenerte, Emily —le susurro en el oído porque sé cómo le
afecta que le diga estas cosas con la voz más grave. Ella se
estremece entre mis brazos y pienso que es la cosa más
bonita que he visto jamás, y quiero más, todo.
Le dejo un reguero de besos por el cuerpo hasta llegar
a sus pechos, ella gime y se aferra a mis cabellos. Eso me
enciende aún más.
Lleva un bonito sujetador de encaje azul oscuro, le doy
un último beso largo entre medio de los pechos saboreando
el momento, luego la miro a esos preciosos ojos azules
oscuros.
Y entonces lo veo, Emily va a echarse atrás otra vez.
—Esto ha sido un error —dice a la vez que me aparta y
se cubre los pechos.
—Emily… —Se baja del escritorio y busca su camisa.
—No, estoy trabajando, esto no está bien.
—¡Maldita sea! —gruño mientras la veo colocarse la
camisa de nuevo—. ¿Hasta cuándo vas a huir de mí?
—Hasta que deje de sentir esto… —dice llevándose las
manos al pecho sin mirarme.
—Emily yo…
—¡Lo sé! Te marchas, no quieres nada serio y bla bla
bla ¡Solo déjame en paz! Por favor… —Esas últimas
palabras se me clavan en el corazón, parece que está a
punto de llorar y no lo soporto, no quiero hacerle daño,
jamás. Sé que lo ha pasado mal con su exnovio y puedo
entender que ella quiera algo serio y real, pero, ¿cómo va a
sentir algo más que no sea deseo por mí? Eso no tiene
sentido para mí.
—Emily, no quiero hacerte daño, pensé… que
podríamos pasarlo bien, es decir… ¡Mierda! Eso suena
fatal, no quiero que pienses que quiero usarte o algo así,
me gustas de verdad, ya te lo dije, quiero pasar tiempo
contigo, y sí, me marcho y no quiero nada serio, pero,
¡Joder! tampoco sé cómo hacer esto. Nunca me he sentido
así por nadie… —Intento ser lo más sincero que puedo,
pero para mí también es difícil expresarlo. Nunca me he
sentido así, para mi las mujeres siempre han sido un
divertimento, un juego, ninguna me ha querido lo suficiente
como para conocerme de verdad, y yo he actuado como se
esperaba de mí, todas son falsas, solo quieren mi dinero y
mi polla, luego me dejan tirado.
Pero siento que con Emily es diferente, ella lo es, no
actúa de una forma premeditada conmigo para conseguir
algo y eso me gusta, pero yo no sé ser de otra forma.
—Yo tampoco quiero interferir en tu vida ni cambiar tus
planes, así que es mejor que solo seamos amigos —dice ella
mirándome con esos preciosos ojos y poniéndose un
mechón ondulado y pelirrojo tras la oreja. Es la mujer más
bonita que he conocido jamás y me duele el pecho cuando
la miro y sé que no puedo tenerla.
—Yo no he dicho que no quiera que lo hagas —le
contesto muy serio y ella abre los ojos de par en par—.
Interfiere, enséñame que quieres de mí —le pido dando un
paso hacia ella.
—No quiero nada, Alistair, solo… seamos amigos,
¿vale?
—Amigos. —Rio sin ganas, no puedo ser su amigo, la
deseo, quiero hacerle el amor a todas horas… ¿El amor?
Jamás he querido hacérselo a nadie, pero sé que con Emily
sería así, no se trata de solo sexo, y estoy seguro de que
con una vez no tendré suficiente, no me bastará para
saciarme de esta preciosa mujer y todo ese fuego que tiene
en su interior. Y ella quiere que seamos amigos…—. No
confías en mí.
Duele, pero lo entiendo, mi reputación me precede.
—No es eso… —dice desviando la mirada y abrazándose
a sí misma. Sí que lo es, no confía en mis palabras—.
Alistair, me han hecho daño y creo que a ti también, sé que
me dices la verdad cuando me miras así y me dices que me
deseas, pero yo necesito confiar en alguien para… —Coge
aire—. No quiero follar, quiero que me hagan el amor, que
me quieran… Necesito sentir el corazón en un lugar
seguro, ¿entiendes? Te deseo, me gustas mucho y por eso
mismo no podemos hacerlo, porque sé que si damos un
paso más, me quedaré destrozada cuando te marches, o si
te veo con otra… No lo soportaré.
Alzo una mano y se la poso en la mejilla, la entiendo
perfectamente. Una lágrima desciende de sus ojos y la
recojo. La beso en la frente, un beso largo y sentido. Quiero
calmar su corazón, decirle que conmigo estará a salvo, que
no voy a hacerle daño, pero la realidad es que voy a
marcharme y no puedo quedarme para cuidar de su
precioso corazón como ella necesita, tampoco sabría como
hacerlo, seguramente acabaría pisoteándolo sin querer.
Ojalá fuese diferente.
—Me duele dejarte marchar, Emily —le susurro y ella se
hunde en mi pecho sorprendiéndome, la abrazo con fuerza.
¿Cómo puede ser que alguien que conozco de tan poco
tiempo me haga sentir esta necesidad y estas ganas de no
querer soltarla jamás?
Emily es importante para mí, no sé cuándo ni cómo,
pero es la mujer que más me ha importado en la vida, y eso
es algo que no he visto venir. Ella inspira y se separa,
esboza una sonrisa que no llega a sus ojos.
—Nos vemos luego para comer, amigo. —Me la quedo
mirando, no quiero soltarla pero me obligo a hacerlo. Emily
sale del despacho dejándome abatido. Es demasiado irreal
y una maldita locura pero, parece que acabo de romper con
mi novia de toda la vida, me siento vacío.
Emily
No sé qué me ha sucedido, no debería haber permitido que
Alistair me besara ni me acariciara como lo ha hecho. Y lo
peor de todo es que siento que debo volver ahí dentro y
dejarme llevar por el fuego que me hace sentir. “Amigos”,
nunca una palabra me ha sonado tan fría para describir lo
que siento por alguien. Mi relación con Alistair ha
empezado mal, muy mal, pero entre discusiones e insultos,
hemos tenido momentos de conectar que nunca he vivido
con nadie, se ha vuelto alguien especial para mí. Tiene algo
que me hace querer estar con él, conocerlo como sospecho
que nunca ha dejado hacer a nadie. Empiezo a ver que
detrás de esa actitud arrogante, bromista y de capullo a
veces, hay un hombre herido. Y eso solo hace que me
interese más.
Vuelvo a la recepción bajo las atentas miradas de mis
compañeros, y sobre todo la mirada de preocupación de
Rosie.
—¿Todo bien? —me susurra.
—Sí. —Intento que parezca que no estoy mintiendo ni
que tengo el corazón roto porque el hombre que me gusta
no quiere nada serio conmigo. Y aunque Alistair me ha
pedido que le enseñe lo que yo quiero de él… Se va a
marchar, no tiene sentido.
Lo veo salir del despacho con el teléfono en la oreja
hablando sobre unos papeles que debe revisar.
La vida sigue.
Loana me está esperando en uno de los sillones de la
recepción mientras acabo de hacer el check-in de unos
nuevos huéspedes. Cuando termino, cojo el abrigo y mi
mochila y me acerco a ella un poco tímida, la comida va a
ser algo incómoda con todo lo que ha pasado con Alistair, al
cual no veo por ningún lado.
—¿Lista? —me pregunta Loana.
—Sí. ¿Dónde está Alistair? —pregunto.
—Me ha dicho que vendrá más tarde, menos mal que
estás tú porque sino me hubiera tenido que ir sola —dice
sonriendo. Se pone en pie y me coge del brazo. Se nota que
Loana es una mujer cariñosa y de trato fácil, yo soy un poco
torpe con las personas que no conozco, pero con ella me
siento agusto. Ambas nos dirigimos a la puerta como si
fuésemos amigas de toda la vida—. ¿Sabes? Me alegro de
pasar un rato a solas contigo, Alistair me ha hablado mucho
de ti en el poco tiempo que llevo aquí, y eso es muy raro,
nunca me habla de las chicas… con las que sale, ya me
entiendes, no suele salir con nadie.
Enrojezco al instante, Loana piensa que soy diferente a
las demás chicas con las que Alistair ha estado, pero la
verdad es que ni siquiera estamos juntos.
—Nosotros no… no estamos juntos —le digo queriendo
sacarla de su error—. Es mi jefe y la verdad no nos
llevamos muy bien…
—¡No me lo creo! Emily querida, conozco a mi hijo, le
gustas.
No puedo evitar fijarme que ella lo llama “hijo”, aunque
él no la llama “mamá”.
—Lo sé… Pero es complicado.
—Ay el amor y la juventud… —suspira la mujer
sonriendo.
Cogemos mesa en uno de los restaurantes cercanos al
hotel, podríamos haber comido en el Belle nuit, pero Loana
quería visitar otros sitios, así que Alistair ha reservado
aquí.
El camarero nos guía a una mesa redonda con sillones y
al lado de la ventana, el mejor sitio.
—¿Y lo obligaste a que te dejara su coche? —pregunta
riendo a carcajadas después de que le cuente cómo fue
nuestro primer encuentro.
—Sí. ¡Me había secuestrado! —me defiendo con una
sonrisa.
—Me alegro veros tan animadas, veo que no me
necesitáis —dice Alistair apareciendo tras nosotras.
Loana se levanta a darle un beso en la mejilla y yo me
quedo sentada sin saber qué hacer. Mi corazón da un
vuelco. ¿Siempre va a ser así? ¿Su presencia me va a
alterar de esta forma?
—Emily me estaba contando cómo os conocisteis. ¡No
me habías dicho que la secuestraste! ¿Así te he educado
yo? —le pregunta en broma mientras se sientan, Alistar en
una silla frente a mí.
—No me dejó otra opción, es muy cabezota.
—¡Mira quién fue a hablar! —le respondo sonriendo.
—Al menos te lo compensé con crepes, eso anula lo otro
—dice con una preciosa sonrisa de engreído. Ay… me
muero de ganas por besar esos labios de nuevo y lamer esa
mandíbula tan perfecta.
Carraspeo después de darme cuenta de que me he
quedado embobada mirándolo.
—No estoy tan segura de eso… —digo al fin, y Loana
ríe.
—¡Me encanta! —exclama feliz la mujer—. Sois
adorables. —Y ambos nos giramos a mirarla—. ¿Pedimos?
—pregunta ignorando nuestras miradas.
CAPÍTULO 17
Emily
—Lo dicho Emily, me encantaría que vinieras a visitarnos a
Brujas, es un lugar precioso —dice Loana cogiéndome de
las manos para despedirse. Acabamos de llegar a la
recepción del hotel después de la comida, ya que entro a
trabajar a las tres otra vez.
—Seguro que sí, muchas gracias Loana.
—Tienes que traerla Alistair.
—Claro, cuando ella quiera —dice él.
Pero sé que eso no va a pasar.
Durante la comida he conocido mucho sobre Alistair,
aunque más por Loana que por él. Al parecer su madre
murió cuando él tenía cinco años y Loana y su padre,
Román, se conocieron un par de años después,
prácticamente lo ha criado ella. Se nota que Loana y
Alistair se quieren mucho pero, con su padre tiene una
relación un poco tensa, no me han contado mucho y yo
tampoco he preguntado por no parecer una entrometida.
También he podido deducir que la medio hermana que
comentó Alistair no es hija de Loana.
—Estoy muy feliz de que no estés solo en Navidad, por
favor Emily, intenta que no trabaje ese día —me pide
dándome un abrazo, yo le correspondo.
—Yo… —Miro a Alistair de reojo, está serio mientras
mira a Loana —. Haré lo que pueda.
—Genial, bueno me voy a acabar de recoger las cosas y
después me iré al aeropuerto.
—¿Seguro que no quieres que te lleve? —le pregunta
Alistair.
—No te preocupes cariño, sé que estás muy ocupado. —
Le da un golpecito en la mejilla y luego se abrazan.
—Que tengas un buen vuelo, Loana, me alegro de
haberte conocido. —Me despido.
—Ay cariño, yo también. —Me da un beso en la mejilla y
después se va a su habitación.
—Le gustas —dice Alistair en cuanto Loana llega al
ascensor.
—Ella también me gusta, es una mujer fantástica.
—Lo es, no se la merece… —susurra en voz baja, pero
sé que se refiere a su padre.
—¿Estás bien? —le pregunto.
—Sí, ¿tú? —me responde sorprendido.
—Bien, me lo he pasado genial con vosotros.
—Nosotros también contigo.
—Se nos da bien esto de ser amigos… ¿No? —Intento
sonreír pero estoy un poco tensa ahora que Loana no está
en medio.
—Supongo, no hemos discutido ni nos hemos insultado,
eso tiene que ser una buena señal.
Ambos sonreímos torpemente.
—Tengo que volver a mi puesto —digo nerviosa.
—Claro.
—Nos vemos por aquí.
Él asiente y yo me voy a la recepción con la mirada de
Alistair clavada en mi espalda.
Cuando termina mi jornada y me dirijo a la salida, me doy
cuenta de que el arbolito al final sigue en el suelo, al pie
del árbol gigantesco. Me detengo y pienso en subírselo,
pero no quiero interrumpirlo, seguramente está ocupado
pero…, una parte de mí quiere verlo una vez más antes de
irme a casa. ¿Está mal? Sí, porque no puedo sentirme así y
menos después de insistirle para ser “amigos”, y porque no
estoy segura de poder ser solo su amiga. No obstante, ya
no puedo echarme atrás.
Decido ponérmelo difícil a mí misma y subir, solo le
daré el arbolito y me marcharé, ni siquiera entraré a su
habitación. Además, subir las escaleras me va bien para
hacer glúteos y piernas, eso es un plus.
Mentalmente me reprendo por pensar tonterías para ir
a verlo, soy patética.
Cojo aire y subo por las escaleras, no voy a mentir,
estoy nerviosa. Durante la comida hemos estado bien
porque Loana ha actuado de pantalla, pero al quedarnos
solos en la recepción ha sido un poco incómodo, y, tengo
miedo que vaya a ser siempre así entre nosotros.
Cuando llego a la puerta de su habitación, llamo con el
puño y no recibo contestación. Lo primero que pienso es
que quizá no está en su habitación.
—No tendría que haber subido, estará ocupado… —me
digo en voz baja mientras me giro para irme.
Es entonces cuando escucho que alguien se acerca a la
puerta y esta se abre. Me quedo sin aliento, Alistair
sostiene el teléfono en la oreja mientras habla con alguien,
pero eso no es todo, no, va sin camiseta, con el cabello
oscuro húmedo cayéndole perfectamente por la frente.
Inmediatamente quiero hundir mis dedos en ellos. Mi
mirada desciende a su pantalón de chándal gris, lo único
que lleva, y no puedo apartar la mirada de su torso
musculoso y marcado… Está buenísimo, ya lo había notado
e intuido, pero verlo… Es muy diferente, completamente
diferente.
Va a ser imposible sacarlo de mi mente, deja sin aire a
cualquiera. Su piel bronceada y con esas ondulaciones me
hacen fantasear con lamerlo y besarlo, con tenerlo sobre
mí, piel contra piel. Estoy húmeda, y, ¡Ni siquiera me ha
tocado!
Soy patética.
—Perfecto, no volveré hasta después de Navidad,
podemos hablar de ese proyecto entonces —habla con su
interlocutor, eso hace que vuelva a la realidad y lo mire a la
cara avergonzada, él tiene una sonrisa de suficiencia y
burlona. Capullo, es bien consciente de lo bueno que está y
el efecto que tiene en mí.
Me hace un gesto con la cabeza para indicarme que
pase y él se dirige a la mesita que le sirve de despacho. Lo
sigo con el arbolito entre las manos sintiéndome una
estúpida. ¿No he dicho que no iba a entrar? La puerta se
cierra tras de mí.
—Genial, te tengo que dejar, tengo una reunión. Sí.
Perfecto, nos vemos. —Y cuelga.
—No quiero entretenerte mucho, solo he venido a
traerte el arbolito —digo apresuradamente e intentando
concentrarme en la ventana de la pared de enfrente, en
vez de en su cuerpo desnudo que parece el de un modelo
de ropa interior.
—No me entretienes, puedo hacer un descanso —dice
Alistair aún divertido—. ¿Vas a mirarme a la cara o
prefieres seguir pretendiendo que te interesa mucho la
ventana? —me pregunta apoyando una mano en el
escritorio.
—Son unas ventanas muy bonitas… —susurro en un
intento estúpido por disimular.
No puedo evitar mirarlo cuando suelta una carcajada.
Le intento hacer ver que no me intimida para nada verlo
semidesnudo, pero cometo el error de fijarme en su
poderoso brazo, se le marcan las venas y eso hace que mi
sexo lata. Es la primera vez que lo veo tan informal y es
muy íntimo.
—¿Hubieras abierto así a cualquiera? —le reprocho
cambiando de tema.
—No, he visto por la mirilla que eras tú, y como somos
amigos… —Se está burlando de mí.
Suelto un bufido, no voy a dejar que se salga con la
suya. Dejo el arbolito en la mesa del escritorio.
—Sí, lo somos, por mi como si estás completamente
desnudo, no me importa en absoluto —miento.
—Tomo nota. —Ríe sabiendo que es una burda mentira.
—Te he traído el arbolito, ya me marcho.
—Gracias Emily —me dice serio cuando ya estoy de
espaldas caminando hacia la puerta.
Me detengo.
—No hay de qué, es lo que hacen los amigos —digo, e
inmediatamente comienzo a caminar y me tropiezo con mis
propios pies de lo nerviosa que me pone. Un segundo
después, Alistair me está sosteniendo contra su pecho
firme y caliente.
—¿Te ha gustado que antes te salvara de caerte y
vuelves a ponerme a prueba, mi duendecillo de la Navidad?
—Ríe Alistair en mi oído, su torso se pega más a mi espalda
y ahogo un suspiro ante el calor que emana, me muero de
ganas de girarme y tocarlo. Mi cuerpo arde y siento por
completo como sus manos están alrededor de mis caderas y
vientre, se instala un cosquilleo por todo mi cuerpo que me
insta a hundirme más en él.
Me mantengo firme.
—Muy gracioso, es por tu culpa… —le reprendo, él me
hace sentir mareada y temblorosa, necesitada de él.
—¿Mi culpa de nuevo? Soy el peor amigo entonces…
—Sí, lo eres —digo dando un paso hacia adelante
deshaciéndome de su contacto electrizante y me giro para
encararlo.
Él emite una carcajada de esas que me hacen querer
lamerlo de arriba abajo, de querer abrazarlo y escuchar
cómo salen de su torso y rebotan en mí. Nuestros ojos se
encuentran y desaparece su mirada bromista para
sustituirla por una más intensa, ardiente y que promete
mucho placer.
Mis ojos se desvían hacia sus labios sin poder evitarlo y
me sonrojo al recordar los besos tan sumamente ardientes
que nos hemos dado antes. Alistair acorta la distancia
dando el paso que nos separa, no puedo moverme, no
quiero hacerlo. Aspiro su aroma a tomillo y algo excitante,
oscuro y atrayente.
—No podemos ser amigos, Emily —me susurra con voz
ronca, hace que se clave en mi sexo.
—Debemos serlo, sino… Me alejaré de ti —contesto
sumida en la preciosa e hipnotizante mirada azul grisácea
de Alistair.
—No lo permitiré —promete poniendo sus manos en mis
caderas y atrayéndome hacia él. Mi corazón late con fuerza
y siento el calor apoderarse de mí, poso mis manos en sus
pectorales sin poder evitarlo. Emana calor.
—Solo un último beso. —Cedo, eso puedo hacerlo, un
beso de despedida y convertir nuestra relación en una de
amistad totalmente, o de jefe/empleada.
—Donde yo quiera y el tiempo que yo quiera —contesta
Alistair con una mirada salvaje, sé que trama algo y frunzo
el ceño extrañada. Y un poco excitada, para qué
engañarnos.
Me quedo sin palabras. ¿Dónde quiere besarme si no es
en los labios? ¿Va a besarme la mejilla o la frente? ¿He
malinterpretado las cosas?
—Vale… —accedo intentando no parecer desilusionada.
Él sonríe de una forma que no sé cómo interpretar.
—No puedes echarte atrás ahora Emily, me lo has
prometido.
CAPÍTULO 18
Emily
¿Qué está planeando Alistair? ¿Me va a salir caro lo de
haber accedido a un último beso? Alistair me mira
intensamente mientras estoy pegada a su cuerpo, siento
como me excito aún más, tiene que hacerlo ya o no lo
soportaré y acabaré pidiéndole mucho más.
—¿Lista? —me pregunta Alistair.
Asiento sin saber muy bien en qué está pensando.
—Túmbate en la cama —me ordena.
¿Como dice?
—¿Qué? —pregunto en voz alta, quizá me ha salido
hasta un gallo. Carraspeo un poco.
—Puedo hacerlo estando tú de pie, pero creo que será
más cómodo si estás tumbada. —Me dedica una sonrisa de
medio lado que hace que mi sexo palpite, aprieto los
muslos. No puede estar insinuando lo que creo que está
insinuando—. ¿Me vas a negar mi beso, muñeca? —me
pregunta poniéndome un mechón de cabello tras la oreja.
Me pongo colorada de pies a cabeza.
—¿Estás pensando lo que creo que estás pensando? —
Casi no me sale la voz, trago saliva y un destello de lo que
está proponiendo se me viene a la mente.
—¿Qué estás pensando tú? —me pregunta divertido.
—No lo sé, dímelo tú —le respondo avergonzada, de
ninguna manera voy a decirlo en voz alta para que se ría de
mí.
Él sonríe, se acerca a mi oído y me susurra:
—Voy a besarte el coño Emily, te va a gustar y me vas a
pedir más. —Sus labios rozan mi oreja mientras habla y mi
piel se eriza, me hace sentir necesitada, mi sexo lo espera
impacientemente.
No puedo creerlo ¿Lo dice en serio? ¿De verdad me
acaba de susurrar eso al oído? Sí, es Alistair Digory. El
hombre más atractivo y seguro de sí mismo que he
conocido jamás. El hombre que ocupa todos mis malditos
pensamientos, que me cabrea y me excita a partes iguales,
este hombre, mi perdición.
—Túmbate en la cama, Emily.
—No —le respondo más por inercia que por otra cosa,
me encanta llevarle la contraria y, aunque me muero de
ganas de que cumpla lo que promete, estoy asustada.
Tengo miedo de no poder detener lo que mi corazón
empieza a sentir. He aceptado un beso en los labios, como
despedida pero esto…, esto es demasiado íntimo, es dar un
paso gigantesco hacia adelante.
—¿No? ¿Te tengo que volver a recordar qué pasa
cuando me dices que no? —me reta.
—Alistair no…
—Dame esto Emily, si no puedo tenerte, dame esto,
quiero darte placer, necesito probarte —me pide
acariciándome la mejilla. Sus caricias son adictivas,
cálidas, y no puedo negar que me siento muy bien entre sus
brazos. Y si me lo pide así… No puedo negarme, estoy muy
excitada y me muero de ganas de que él me toque.
—Solo eso, no vamos a hacerlo. —Acepto a
regañadientes. No puedo creer que estemos hablando de
esto.
—Solo eso, mi duendecillo de la Navidad.
No lo voy a pensar, voy a actuar como siempre me ha
pedido Val que haga. Así que antes de que pueda echarme
atrás y pensar en las consequiencias que tendrá esto, me
pongo de puntillas, cojo a Alistair por la nuca y lo beso,
necesito hacerlo para tranquilizar mi corazón, no quiero
que sea simplemente sexo, necesito que signifique algo.
Alistair me coge de los glúteos y me alza besándome
con pasión y desenfreno, yo envuelvo mis piernas en su
cadera y pego mi pecho al suyo. Ya no hay vuelta atrás,
estoy perdida, no quiero parar.
Alistair me lleva a la cama y me tumba delicadamente,
nuestros ojos se encuentran unos segundos y es como si él
quisiera confirmar que no voy a arrepentirme de esto, ni
ahora ni más tarde. También lo espero, pues estoy
aceptando todo lo que dije que no haría, me estoy dejando
llevar por el deseo ardiente que siento por este hombre que
ni siquiera está enamorado de mí.
—¿Quieres poner alguna regla más? —me pregunta
Alistair apoyando sus fuertes y venosos brazos alrededor de
mi cabeza, el cabello negro corto y húmedo le cae desde
arriba y alzo mis manos para tocarlo.
Niego con la cabeza.
—Solo no vamos a llegar al final —le digo sonrojada.
—Hecho. —Acepta mientras se acomoda entre mis
piernas y baja el rostro para besarme de nuevo.
Esta vez Alistair me besa lento, saboreándome. Lame
mis labios y no puedo evitar gemir, me aferro a sus
hombros y después desciendo por su musculosa y ancha
espalda, acariciando su piel suave y dura, cálida.
—Necesitamos deshacernos de esto —dice separándose
y llevando sus manos a los botones de mi camisa azul de
manga larga, quita los primeros botones y después me la
saca por la cabeza. Por suerte esta mañana he elegido un
sujetador bonito, uno azul oscuro de encaje, aunque en
estos momentos no recuerdo qué braguitas he escogido,
espero que no sean una de las viejas.
—Eres la mujer más hermosa que he visto jamás —me
besa en el cuello y después desciende hasta mis pechos.
Desliza los tirantes del sujetador hacia abajo y me da un
tierno beso en el hombro.
—No lo dices en serio. —Se me escapa.
Alistair levanta la mirada y lleva sus dedos a mi mentón
para alzar mi mirada hacia él. Sus ojos me atraviesan.
—Lo digo muy en serio Emily, jamás dudes de lo
preciosa, lista y divertida que me pareces, no hay otra
como tú.
Me sonrojo todavía más y asiento sin saber qué decir
ante sus palabras. Realmente me hace sentir bien conmigo
misma.
—¿No soy una borde y una cabezota? —bromeo.
—Sí, eso también. —Alistair sonríe y vuelve a besarme
apasionadamente, llevando sus grandes manos a mi cuello,
ese gesto posesivo hace que me arda el sexo—. Te quiero
completamente desnuda, ahora.
No me opongo, necesito sentirlo en cada centímetro de
mi piel. Me deshago de las botas y los pantalones, después
Alistair se encarga de quitarme el sujetador. Estoy un poco
avergonzada, hace mucho tiempo que un hombre no me ve
desnuda y menos un hombre como Alistair Digory, que
seguramente ha visto millones de mujeres desnudas que
me superan en físico.
Él me retira el cabello hacia atrás y vuelve a ponerse
entre mis piernas, después me insta a tumbarme de nuevo.
Instintivamente me llevo las manos a los pechos, sé que no
son gran cosa y no es que me avergüence de mi cuerpo,
pero la presencia de Alistair es demasiado abrumadora.
—No te escondas de mí, Emily. —Coge mis brazos, me
da un beso en cada uno y los envuelve alrededor de su
cuello—. No voy a hacerte daño.
«Tarde», pienso, pero no digo nada. Mi corazón bombea
a toda velocidad y me muero de ganas de pegar mi cuerpo
al suyo, sentir su calor, necesito sentir que al menos por
una vez Alistair es mío.
Él me da un suave beso en los labios y después empieza
a descender hasta mis pechos, que se yerguen erizados
esperando su contacto.
—Son preciosos, tal y como los he imaginado —susurra
sobre mi pezón izquierdo provocando mil y una sensaciones
placenteras. No puedo contenerme y suelto un gemido a la
vez que balanceo las caderas, no puedo aguantar la
necesidad que palpita entre mis piernas.
—Alistair… —suplico.
Él profiere un gruñido y se lanza a lamerme el pezón,
creo que voy a correrme en este instante. Sus labios, su
lengua, sus dientes…, se mueven de una forma perfecta
que me lleva a sentirme cada vez más sumida en un estado
de placer que jamás he experimentado.
—Por favor… —suplico de nuevo. Alistair me da un
último lametón y me besa entre medio de los pechos.
—Puedo oler lo excitada que estás por mí desde aquí, y
no sabes lo duro que me pone eso. Me muero por descubrir
tu sabor y hacerte gritar para que te corras en mi boca,
muñeca —me estimula mientras desciende sus labios por
mi cuerpo y me baja las braguitas que están demasiado
húmedas.
Alistair me abre completamente de piernas y puedo
notar como mi excitación desciende por mis muslos,
debería sentirme avergonzada, pero no es así. La mirada de
puro deleite en Alistair me dice lo mucho que eso le gusta y
no puedo más que sentirme sexy y deseada.
—Perfecta, preciosa —susurra, y entonces me besa ahí
donde más lo necesito. Emito un grito de satisfacción
cuando Alistair lame todo mi sexo y después pone énfasis
en mi clítoris, lamiendo con desesperación y dureza. Jamás
he estado así de excitada, jamás he sentido esta necesidad
por nadie, ni por Théo.
—Alistair no voy… ah… no puedo aguantar mucho más.
—Es vergonzoso, pero estoy al límite ya de lo mucho que
me aviva este hombre tan sexy. Me agarro con fuerza a sus
cabellos negros.
—Córrete muñeca, te lo haré las veces que necesites —
me promete añadiendo un dedo en mi interior que es mi
perdición.
Me dejo llevar por todas estas sensaciones, por sus
labios en mi sexo, por su olor envolviéndome, su calor, sus
palabras… «Alistair, Alistair…», no puedo pensar en otra
cosa que no sea él.
—¡Joder! Ha sido precioso, Emily, me vuelves loco.
Y sin poder asumir del todo el primer orgasmo, Alistair
vuelve a llevarme al cielo, esta vez de una forma más
pausada y profunda, saboreándome y volviéndome un
completo y absoluto manojo de temblores. Sus dedos se
mueven dentro y fuera de mí con la misma precisión que su
lengua me provoca cálidas sensaciones que se acumulan
esperando para estallar.
Al tercer orgasmo pienso que voy a desmayarme. Mi
cuerpo está como envuelto en algodón calentito y sumido
en un estado de puro placer, no estoy segura de poder
soportarlo una vez más, pues lo que verdaderamente
anhelo es tenerlo dentro de mí.
—Alistair… tenemos que parar, no lo soporto… —Le
sostengo la cara con mis manos temblorosas para
despegarlo de mi sexo.
Alistair me da un último beso en mi centro y me
estremezco de placer, después se yergue sobre mí y se
acomoda entre mis piernas, alzándolas sobre sus hombros,
y entonces noto lo duro que está por mí, incluso a través
del pantalón de chándal.
—No he estado más duro en mi vida, Emily —susurra
con esa voz tan masculina y rasposa. Empieza un
movimiento con sus caderas que me hace gemir su nombre
y agarrarme a sus antebrazos—. Me encanta como suena
mi nombre en esos malditos labios que me quitan el sueño.
Me besa en el cuello y desciende a mis pechos, su
barba incipiente me marca por todo el cuerpo y no puedo
más que arquearme contra su boca, desesperada por sus
movimientos que me están llevando a un nivel mayor de
necesidad de él.
—¿Puedes notar lo duro que estoy? ¿Cómo tu humedad
me empapa? Me muero por estar dentro de ti.
Si soy sincera conmigo misma… yo también, en estos
momentos siento que es una estupidez privarnos de lo que
ambos necesitamos, pero una parte de mí sigue pensando
que si no lo hacemos por completo, podremos tener una
relación de amistad. Aunque eso es una abasoluta tontería,
después del placer que me está dando jamás podré volver a
mirarlo a la cara sin sentir su boca por todo mi cuerpo, o su
mimebro presionándose duro y caliente contra mi sexo…,
estoy absolutamente perdida.
Debo parar esta locura.
—¡Joder! —gruñe Alistair, se sienta sobre sus rodillas,
se saca su miembro de los pantalones y comienza a
acariciarse a sí mismo con dureza. No puedo apartar la
mirada de su movimiento, de su enorme miembro duro y
erguido, de su gran mano moviéndose rápido sobre este…
Está así por mí, eso me lleva a un nuevo estado de
excitación—. Emily… —gruñe él sumido en su propio placer
y se corre sobre mi estómago. Siento su excitación sobre mí
y un calor abrasador se expande por todo mi cuerpo, me
tiene fascinada—. Joder… lo siento… —dice recuperando el
aire y apoyando su frente sobre mi hombro.
—No… no pasa nada —susurro con el rubor
cubriéndome la cara, deseo tocarlo y darle placer como él
ha hecho conmigo, y ver de nuevo su expresión cuando
llega, pero no me muevo ni digo nada al respecto.
Alistair se queda mirando fijamente su semen sobre mí
y puedo notar como eso lo excita, más a juzgar por cómo se
agita su miembro.
—Déjame hacer esto —murmura con voz ronca, y
entonces lleva su mano grande y fuerte a mi estómago
llenándose de su propio fluido, después desciende hasta
llegar a mi sexo. Contengo el aliento con el corazón a punto
de explotarme y Alistair me acaricia furiosamente sobre mi
clítoris. Me corro en unos segundos y Alistair bebe mi grito
de placer con un beso.
CAPÍTULO 19
Emily
Acabo de ducharme y me estoy vistiendo en el baño de
Alistair, me ha ofrecido ser la primera en ducharme en vez
de insistir en ducharnos juntos, como pensaba que haría.
En estos momentos me muero de vergüenza por tener que
verlo de nuevo cuando salga del baño. Lo que hemos
compartido ha sido lo más excitante que he vivido en mi
vida y, aunque no lo queramos, para mí lo ha cambiado todo
entre nosotros.
Me deshago el moño que me he hecho para ducharme y
me hago una coleta alta, me suelto algunos mechones y me
miro al espejo. Mis ojos de color azul oscuro están
brillantes y mi rostro ligeramente sonrojado, lo cual hace
más visibles mis pecas.
Suspiro.
¿Qué puñetas he hecho? ¿Cómo hemos llegado a este
punto? Ni yo misma me lo creo, me he acostado con Alistair
Digory… Vale, no hemos llegado al final pero, ¿importa? El
hecho de que me haya visto desnuda, que me haya besado
por todas partes y me corriera en su boca es igual o más
intimo que si hubiéramos llegado al final.
Me doy unos golpecitos en las mejillas y me obligo a
coger aire y salir del baño. No sé como actuar delante de él
ahora… ¿Haremos como si no hubiese ocurrido? ¿Podré
hacerlo a pesar de que ha sido la experiencia sexual más
alucinante de mi vida? Seguramente Alistair está
acostumbrado a esto pero yo…, no sé qué hacer. Y lo peor
de todo es que quiero que se vuelva a repetir.
Pero no, eso no va a suceder, jamás. Me tapo la cara
con las manos.
—¡Joder! —suspiro flojito.
Cuando salgo a la habitación, Alistair está de espaldas,
mirando la ventana y hablando por teléfono. Está muy sexy,
tiene una espalda muy ancha y musculosa y quiero
acercarme, darle un abrazo por detrás y… No, lo que tengo
que hacer es huir ahora que no me ve… La puerta del baño
no quiere cooperar en mi huida y se cierra con fuerza,
Alistair se gira y posa su preciosa mirada azul grisácea en
mí.
Mierda.
—Tengo que colgar. Sí, perfecto. —Y cuelga sin
quitarme los ojos de encima. En su entrepierna aún puedo
vislumbrar la mancha que le he dejado con mi excitación y
me muero de la vergüenza. Él parece darse cuenta donde
estoy mirando porque percibo que se pone duro de nuevo.
—Eh… me voy ya —digo nerviosa—. Siento haber
interrumpido tus…
—¿Estás bien Emily? —me interrumpe acercándose
lentamente, como si supiera que el más mínimo movimiento
brusco hará que corra hacia la puerta.
—Eh… Sí, bien, gracias… —Suelto sin saber muy bien
donde mirar o qué hacer con mis malditas manos.
—Emily —me llama y me coge del mentón para alzar mi
rostro y que lo mire.
—Lo siento no sé…, cómo actuar, ¿se supone que ahora
tenemos que olvidar lo que ha pasado? Oscar Wilde dijo
una vez: “Si nunca se habla de una cosa, es como si no
hubiese sucedido.” Podríamos hacerlo, pero yo…
Y entonces Alistair ríe cortando mi monólogo antes de
que me ponga más en ridículo.
—Ya decía yo que la frase de tu tatuaje me sonaba, es
de Wilde también, ¿no? —me pregunta.
—Sí —contesto asombrada de que lo haya adivinado.
—¿Qué? ¿No pensabas que fuera un hombre de
literatura? Me encanta leer, sobre todo los clásicos. Mi
favorito es El curioso caso de Benjamin Button de…
—Scott Fitzgerald —decimos al unísono.
Y ambos sonreímos.
—Es apenas un relato, pero creo que es una de sus
mejores obras, en tan poco dice mucho sobre la sociedad
en la que vivía, lo frenética que llegaba a ser esa época,
tanto que la gente olvidaba cuanto sabía en un segundo, lo
efímero de la vida… Una crítica maravillosa a través de un
relato fascinante.
—Sí, exacto —digo quedándome sin palabras—. Mi
padre me hizo leerlo a los quince años y no entendí nada,
así que lo volví a leer hace poco y fue mucho más claro que
entonces. —Sonrío.
—¿Tu padre te lo hizo leer? —me pregunta.
—Sí, es profesor de literatura, adora los clásicos, y
Wilde es nuestro favorito.
—Me encantaría conocerlo y charlar con él, seguro que
es muy interesante —señala Alistair.
Y eso hace que ambos volvamos a la realidad y a lo que
acaba de pasar entre nosotros. ¿Puedo presentarle a mis
padres? ¿Sería raro? ¿Debería hacerlo si se da la
casualidad? ¿Cómo lo presentaría? ¿Como si fuese mi jefe,
mi amigo…? Obviamente no voy a decirles nada de lo que
ha pasado entre nosotros, estoy muy unida a mis padres,
pero esto me lo voy a guardar para mí sola.
—Seguro que le caerías bien —digo un poco cohibida.
Él asiente sin más.
—Emily, lo que ha pasado…
—Podemos olvidarlo, es lo que sueles hacer, ¿no? —digo
nerviosa y Alistair alza una ceja interrogante—. Sí, con las
chicas, te acuestas con ellas y después si te he visto no me
acuerdo.
—Emily, no quiero olvidar lo que ha pasado. —Suelta
muy serio dando un paso más hacia mí. Tengo que alzar el
rostro para seguir mirándolo a los ojos. Mi corazón se
acelera por su cercanía y no puedo evitar desear volver
estar bajo su merced.
—Bien…, pues yo sí. —Obviamente es mentira, no
podría hacerlo ni aunque quisiera realmente.
—¿Lo dices en serio? —Ahora parece dolido.
No sé qué decir, no quiero mentirle, pero tampoco
puedo decirle la verdad, Alistair se va a marchar en unos
meses y yo no quiero volver a sufrir…
—Me marcho ya —anuncio después de unos segundos,
me doy la vuelta para salir de aquí antes de que cometa
una u otra estupidez.
—¡Joder Emily! —Lo oigo maldecir a mi espalda, pero
me deja marchar.
¿Estoy siendo estúpida por no aceptar lo que deseo?
¿Lo que ambos deseamos? No, no puedo exponer mi
corazón con una relación pasajera, sé que si durante estas
semanas disfruto de la compañía de Alistair, hay una
posibilidad de acabar enamorándome de él y deseando algo
que jamás va a darme. No soy tonta ni ilusa, sé que a
Alistair no le van las relaciones y que conmigo no va a ser
distinto.
Esto ha sido un error, no lo debería de haber permitido.
Quedan justo dos semanas para el día de Navidad, las cosas
entre Alistair y yo han estado un poco raras e intensas,
cada vez que lo veo no puedo evitar pensar en el placer que
me dió, en sus manos recorriendo mi cuerpo, en su
miembro duro y excitado por mí… Es una maldita tortura
porque lo deseo cada vez más, lo necesito en mi interior y
mi estúpido cuerpo me lo recuerda cada vez que nos
cruzamos. Y él quiere lo mismo a juzgar por esas miradas
que me atraviesan y parece que pueden verme a través de
la ropa, seguramente así sea, pues ya me ha visto
completamente desnuda.
Pero no ha hecho ningún intento de acercarse a mí, es
como si fuese una empleada más y eso, aunque es lo que
quería, me molesta y me entran ganas de gritarle y tirarme
encima de él al mismo tiempo, suplicarle que me toque.
Algo impropio de mí, nunca he sentido este deseo tan
intenso por nadie, Alistair ha removido todo mi mundo y
mis convicciones.
—Rosie. —Su voz retumba en mis oídos cuando llama a
mi compañera en vez de a mí, eso me fastidia más de lo que
debería, pero no levanto la mirada del ordenador de la
recepción, no le voy a dar esa satisfacción.
—¿Si, señor Digory? —pregunta Rosie mirándome de
reojo. Genial, lo que faltaba… Doy pena.
—Necesito que cuando llegue este fin de semana Amber
Falls la envíes a mi habitación inmediatamente.
¿Qué? ¿Es una maldita broma? Tiene una cita y lo dice
así sin más, ¿delante de mí? No levantes la cabeza Emily,
no levantes la cabeza…, me repito cabreada. ¿Como es tan
idiota? ¿Es que no tiene ni la mínima decencia? ¿No le
importo ni lo más mínimo? ¡Maldito Alistair Digory,
capullo…, y en mi mente sigo insultándolo.
—Claro, pero…, ¿necesitará una habitación la señorita
Falls? —pregunta Rosie un poco afligida por la situación
conmigo.
—No, no hará falta.
—Vale.
—Gracias. —Y se marcha de aquí saliendo por la puerta
del hotel sin tan siquiera dirigirme una mirada.
—Es un capullo —dice Rosie quitándome las palabras
de la boca.
He pasado del enfado a la decepción y de esta, a estar a
punto de gritar de rabia y dolor. Me siento traicionada pero
no debería, nosotros no tenemos nada, yo lo he querido así.
Pero una parte de mí le hubiese gustado que él hubiera
luchado, que me demostrara que de verdad no soy como las
demás. Pero estoy esperando un imposible, desde el
principio él me ha dejado claro lo que hay y yo debería
estar feliz porque al fin me trate como es debido: como una
simple empleada más.
—¿Estás bien? —me pregunta al ver que no digo nada.
Cojo aire y me trago esta sensación de decepción.
—Sí, claro, ¿por qué no iba a estarlo? —le suelto más
brusca de lo que mi amiga se merece.
Rosie me echa una mirada de incredulidad, pero no le
da tiempo a decir nada más porque llaman por teléfono.
CAPÍTULO 20
Alistair
Salgo del hotel con la mandíbula apretada, he tenido unas
imperiosas ganas de coger a Emily, sacarla de la recepción,
y llevármela a mi habitación para gritarle y hacerle el amor
a la vez. Estoy desquiciado, ella ha conseguido volverme
loco, y ver durante esta semana cómo me miraba de reojo
pidiéndome que le arrancara la ropa y la hiciera mía, me
mata y me excita, también me cabrea por ser tan
malditamente cabezota. Pero no voy a ir tras ella, esta vez
no, ella ha dejado claro muchas veces que no quiere nada
esporádico y a mí me parece bien… ¡Y una mierda! No me
parece nada bien, pero tampoco puedo prometerle una
relación ni que voy a quererla para siempre, aunque eso es
lo que se merece, que alguien la quiera y la ame.
Sé que le han hecho daño y no quiero hacérselo, pero la
necesito ¡Joder! No puedo pensar en otra cosa y menos
después de haberla probado y de haber visto lo bonita que
estaba cuando se corría, me muero de ganas por penetrarla
y llevarla al placer más ensordecedor con mi polla. Solo con
pensarlo ya me pongo duro, es una puta locura.
Tengo que centrarme, mi ayudante Amy me ha
comentado que un importante fabricante de chocolate de la
zona está interesado en reunirse conmigo, y allí es donde
me dirijo en estos momentos. Aunque no hable con Emily,
quiero mantener mi promesa y he estado buscando los
mejores proveedores de chocolate de la zona para
incorporarlo en mi restaurante, incluso he tenido la idea de
contratar a un maestro chocolatero para hacer nuestras
propias chocolatinas del hotel, por eso me reuniré con
Amber Fall, una importante maestra chocolatera. La mujer
me ha dicho que solo tenía el sábado por la mañana para
reunirse conmigo, que por la tarde tenía un vuelo a París,
por eso he optado por llevar a cabo la reunión en mi
habitación.
Una vez de vuelta al hotel, con un montón de muestras de
chocolate, más de las que podré o quiero comer, he cerrado
el acuerdo con la empresa familiar. Estoy convencido que
de todas las empresas con las que me he reunido estos
días, Les chocolats de Faure, son el mejor proveedor. Su
tradición los avala, y me ha gustado mucho su historia y sus
valores, es lo que quiero para asociarlo con Digory Hotels.
En cuanto entro por la puerta del hotel, mis ojos se van
directamente en busca de Emily, pero no está. He pensado
que, aunque hayamos decidido ir por caminos separados,
puedo regalarle las muestras como agradecimiento a la
idea que me dió. Aún no es su hora de plegar así que me
dirijo a la recepción, Rosie me mira con una sonrisa, pero
sus ojos me dicen que en estos momentos no le caigo muy
bien. He visto que son muy amigas y posiblemente sepa
ciertas cosas sobre nosotros. Debería molestarme, pero la
verdad es que prefiero que Emily tenga alguien que la
cuide, aunque no lo necesite, y sé que Rosie es de fiar.
—Rosie, ¿dónde está Emily? —Ni siquiera la saludo,
estoy impaciente por saber el paradero de Emily, no sé
porqué, pero tengo un mal presentimiento.
—Ha venido el señor Alan Lefebvre, ha pedido verla en
privado no se…
—¿Dónde están? —pregunto inmediatamente
cortándola, no me gusta nada que Emily esté a solas con
Alan, y mucho menos después de ver cómo se comportó con
ella en la fiesta en la que la conocí.
—En el despacho…
Ni dos segundos tardo en tirar la bolsa de chocolates al
suelo y dirigirme allí, cuando llego veo que la puerta está
un poco abierta.
—Te dije que te alejaras de él, deja el trabajo —le dice
Alan a Emily, está cabreado.
—¿Qué mosca te ha picado? ¿Eres idiota? ¿Te crees que
me importan tus negocios o algo que tenga que ver
contigo?
—Sí, desde que te hiciste amiga de Valerie no has hecho
otra cosa que ponerla en mi contra e interferir, eres una
cazafortunas que te estás aprovechando de la buena fe de
la tonta de mi prima.
—Pero, ¿qué dices? ¡Estás loco! —Alza la voz Emily
alejándose de él y caminando hacia la puerta.
—¿Entonces por qué Digory no ha cerrado ya el trato
conmigo? ¡Lo estás manipulando! —le grita cogiéndola de
la muñeca con fuerza y tirando de ella hacia él, Emily
suelta un gemido de dolor.
Ya tengo suficiente.
Abro la puerta de golpe y los dos se giran a mirarme.
—Suéltala, ya —digo amenazante, estoy muy cabreado.
—Señor Digory…, solo estábamos hablando —me
contesta Alan con una voz repulsiva y suave mientras
suelta la mano de Emily.
—¡Basta! No permito que le hablen así a mis
empleados, y mucho menos que los agredan, fuera
Lefebvre, se acabó, no pienso hacer negocios contigo.
—Pero…
—¡Largo! —grito, me estoy conteniendo para no darle
un maldito puñetazo por haber lastimado a Emily.
El tipo me mira una vez largo y tendido, con cara de no
haber roto un plato en su vida, pero drásticamente cambia
su semblante y me mira con odio.
—¡Os vais a arrepentir de esto! —Nos grita como un
loco enfurecido y se marcha de aquí, espero no tener que
verlo más porque si vuelvo a verlo cerca de Emily, no
respondo de mí mismo.
Aprieto los puños con fuerza.
—Gracias —dice ella de repente con la voz rota, quiero
abrazarla y consolarla, pero no lo hago, necesito saber qué
pasa aquí.
—¿Estás bien? —Me acerco a ella y Emily retrocede un
paso cogiéndose la mano que el maldito Alan le ha estirado,
se me parte el alma.
—Sí.
—No, Emily, está claro que no lo estás. ¿Qué coño pasa
aquí? Es la segunda vez que os pillo en esta situación —
digo exasperado y sin entender nada.
—Ojalá lo supiera, está loco… Yo no… de verdad que no
sé de qué habla, adoro a Val, es mi mejor amiga, nunca
haría nada que le hiciera daño, ni a ella ni a su familia...
Por muy mal que me caiga Alan no me inmiscuiría en sus
negocios ni nada parecido, no soy así… —La creo, claro que
lo hago, y verla así de rota me está matando.
Ha tenido cientos de ocasiones para hablarme mal de
Alan, para decirme que no hiciera negocios con él, pero no
lo ha hecho ni una vez, y sé que adora a Val, de eso no
tengo dudas.
Me acerco a ella y la abrazo sin importarme que eso no
sea lo que ella quiere, pero Emily no se resiste, sino todo lo
contrario, se aferra a mí como si fuese su roca. Emily es
una chica fuerte y peleona y verla así…, hace que me ardan
las entrañas.
—No sabía qué hacer, pensé que podría hablar con él y
solucionarlo, pero no atiende a razones, se le ha metido
entre ceja y ceja que quiero estropear su acuerdo contigo...
gracias por aparecer —dice entre sollozos.
—No acababa de fiarme de él, por eso no había firmado
aún, tengo mis sospechas de que Alan no está llevando la
empresa como debe, y esto solo me lo confirma. No
permitiré que se te acerque nunca más, te lo prometo.
Entonces ella se aparta bruscamente.
—No puedes decir eso, no me lo puedes prometer y no
es asunto tuyo.
—¡Maldita sea, claro que lo es Emily, deja de
apartarme! —le grito cabreado y harto de que sea tan
cabezota.
—¡Pero te vas a ir! —me grita ella.
—¡Ya lo sé! Y créeme cuando te digo que lo último que
quiero es alejarme de ti… —le confieso.
Nuestras miradas se encuentran y ella la aparta con
rapidez.
—Me voy a casa ya —dice muy bajito.
—Te llevo —digo inmediatamente.
—No, Alistair…
—Emily, no voy a dejarte sola con Alan todavía por aquí,
te llevo. —La cojo de la mano y la saco de aquí antes de que
pueda rebatirme.
—Alistair… —me llama, pero no le hago caso y salgo a
la recepción con ella de la mano, sin importarme que todo
el mundo nos vea.
—Señor Digory. —Rosie se acerca con una sonrisa —.
Su bolsa… —dice refiriéndose a la bolsa de chocolates que
había traído y tirado al suelo. Rosie mira nuestras manos
entrelazadas y sonríe aún más.
—Gracias. —Cojo la bolsa.
—Tengo que ir a por mis cosas —dice Emily.
Asiento y la suelto a regañadientes.
—Te espero fuera.
Emily
Camino hacia el área de trabajadores con Rosie pisándome
los talones. La mitad de la gente que ha estado en la
recepción ha sido testigo de cómo salía de ese despacho de
la mano de Alistair Digory, ya no hay vuelta atrás, si antes
ya sospechaban que había algo entre nosotros, ahora los
cotilleos serán más infundados.
Rosie cierra la puerta tras nosotras.
—¿Se ha puesto celoso o algo así? El señor Lefebvre ha
salido echando humo por las orejas.
—No, nada de eso… —digo sin mirarla mientras cojo mi
bolso y mi abrigo.
—¿Entonces?
—Digamos que el señor Lefebvre se estaba
comportando inapropiadamente y Alistair ha intervenido.
—¿Te ha hecho daño? —pregunta preocupada.
—No, bueno, no. No te preocupes, estoy bien. —La
tranquilizo mirándola a los ojos, Rosie es muy buena
persona.
—¿Seguro? ¿Te lleva a casa el señor Digory entonces?
—Sí, seguro y sí, ha insistido… —Pongo los ojos en
blanco al ver su enorme sonrisa.
—Está loquito por ti, no tenía ganas ni de soltar tu
mano. —Está encantada con todo esto.
—Qué va… somos amigos… o algo así. —No me lo creo
ni yo, y después de la semana que hemos pasado y lo que
sabe Rosie de nosotros, no va a colar.
—Ya claro, a otro con ese cuento, amiga —me guiña un
ojo pasándose su melena rubia hacia atrás.
—Eres una cotilla. —Rio y salimos fuera.
—Lo sé, pero soy team Aliem, así que… —Ríe con fuerza
al decir esa estupidez y yo me sonrojo. ¿Nos ha puesto
apodo de pareja?
—Dios, ni se te ocurra decir eso por ahí…
—Pues puede que ya haya alguna que otra apuesta
sobre vosotros y que tenga ese nombre… —dice haciéndose
la loca.
Me detengo de golpe y Rosie choca contra mí.
—¡No lo dices en serio! —Me muero de vergüenza. ¿De
verdad hay tanta gente al tanto de lo que pasa entre
nosotros?
—Eh no, claro, es una broma… —Mentira.
—¡Rosie!
—Lo siento, yo no he dicho ni una palabra, es solo
que…, no es que os escondáis realmente.
Resoplo con ganas y pongo los ojos en blanco ¡Maldita
sea!
Reanudo la marcha y me despido de Rosie.
CAPÍTULO 21
Emily
Alistair me está esperando en frente con el teléfono pegado
a la oreja, como casi siempre, aunque cuando está conmigo
nunca lo coge ni le suena ¿Lo pone en silencio? Eso es un
detalle por su parte.
—Sí, vale, si no podéis solucionarlo me llamas. Nos
vemos —dice colgando mientras me mira—. ¿Lista?
Asiento e inmediatamente Alistair me coge de la mano
como si fuese algo de lo más normal, y comenzamos a
caminar hacia el parking situado lejos de las calles
peatonales. Realmente parece que lo hemos hecho miles de
veces, que es algo habitual en nosotros. Sus manos grandes
y calentitas encajan a la perfección con las mías, mucho
más pequeñas. Me quedo mirando nuestros dedos
entrelazados y siento cómo mi corazón se calienta. Cuando
Alistair me sostiene me siento segura, me siento excitada,
una parte de mí quiere gritar de euforia por poder tocarlo y
estar con él…, pero luego está la realidad, una en la que él
se marchará en unas semanas y no volveré a verlo jamás, o
al menos no lo veré en mucho tiempo.
El destino, universo o como maldita sea que lo quieras
llamar, se está riendo de mí, desde que lo dejé con Théo
ningún otro hombre me ha llamado la atención, ni siquiera
estaba buscando sentirme atraída por nadie, y entonces
llega él, Alistair, con su prepotencia y sus ojos azules como
perlas en el fondo del mar, y que me hace sentir mil cosas a
la vez, cosas que nunca he sentido por nadie, e incluso algo
que me prometí a mí misma no volver a sentir…
—Estás muy callada —señala Alistair dándome un dulce
apretón en la mano.
—Solo… pensaba.
—¿En mí? —bromea, bueno, o no, porque se trata de
Alistair Digory.
—Sí, en ti, porque soy incapaz de pensar en otra cosa —
digo irónica, aunque no se aleja mucho de la verdad.
—Ya lo sabía. —Ríe y le pego en el hombro en broma—.
De verdad que no te tienes que preocupar por Lefebvre, ya
he contactado con un par de conocidos que me mantendrán
al tanto de todos sus movimientos, no se va a acercar a ti —
dice poniéndose serio.
—Vaya, señor Digory… —digo asombrada.
Alistair se detiene de golpe, se gira hacia mí y coge mis
mejillas entre sus manos.
—Eres importante para mí, Emily, no voy a arriesgar tu
seguridad. —Su voz está llena de convicción y su tono es
vehemente, siento la intensidad de sus palabras.
—Gra… gracias. —No se me ocurre otra cosa qué decir,
me ha sorprendido.
—Ni me las des, mi duendecillo de la Navidad, esto es
por mi culpa…
—No, no lo es, ya se comportaba extraño conmigo
desde antes de conocerte, no te eches la culpa, por favor. —
Pongo mis manos sobre las suyas que siguen en mis
mejillas.
Mi corazón se acelera y siento unas imperiosas ganas
de ponerme de puntillas y besarlo. Que se preocupe así por
mí solo hace que mis sentimientos hacia él crezcan más,
tanto que duele no poder tenerlo.
—¡Maldita sea! —maldice Alistair, y luego me besa la
frente—. Vamos.
Cuando llegamos a su coche, Alistair me llama.
—Eh, muñeca, hoy conduces tú —me guiña un ojo y
después me lanza las llaves, las cojo al vuelo.
—¡Qué haces! Se me podrían haber caído —me quejo.
—Confiaba en que no. —Ríe Alistair.
—Estás loco. —Sonrío negando con la cabeza, pero no
rechazo la oferta de conducir su coche de nuevo.
—Seguramente, loco por ti —me dice cuando entramos
en el coche con una sonrisa demasiado peligrosa, mi
estómago se llena de mariposas.
Cuando llevamos diez minutos en el coche de camino a mi
casa, el teléfono de Alistair, que está conectado al bluetooth
del coche, empieza a sonar, en el ordenador puedo ver que
se trata de Loana. Alistar le da al botón para contestar.
—Somos Emily y Alistair —contesta él, y eso me hace
sentir… feliz, nuestros nombres juntos, contestando al
teléfono, como si fuésemos una pareja... Basta Emily, no lo
sois, no sois nada.
—Oh, no me lo puedo creer, que adorables contestando
los dos, ¿lo habéis hecho oficial ya? —pregunta Loana a
través de los altavoces, puedo imaginarla con una gran
sonrisa en sus labios por su entusiasmo.
—Loana… —le avisa Alistair, yo me quedo callada con el
rostro rojo.
—Hola Loana, encantada de volver a hablar contigo. —
Me obligo a decir.
—Ay Emily, cariño, yo también. ¿Sabéis? Esto es mejor
de lo que pensaba. Llamaba a Alistair porque ya sé que
estás muy ocupado y después de irte de Colmar ibas a
regresar a Bruselas, pero he pensado que podríais venir los
dos en Enero a Brujas, después de año nuevo, un par de
días.
Miro de reojo a Alistair, parece no estar muy feliz con
eso por su mandíbula tensa.
—No estoy seguro de…
—Tu padre quiere verte Alistair, hace mucho que no lo
ves —dice Loana con seriedad—. Y Emily se muere por ver
la ciudad de Brujas.
Supongo que eso es algún tipo de chantaje para hacer
que Alistair vaya a visitarlos, aunque realmente quiero ver
la ciudad, pero no sé si es una buena opción ir de viaje con
Alistair a ver a su familia en Navidad, eso suena como…, si
estuviéramos juntos.
—¿Tú qué dices? —me pregunta Alistair mirándome
después de unos segundos.
—Yo no sé… pero tú deberías ir, seguro que ellos se
mueren por pasar tiempo contigo.
—¿Quieres ver la ciudad? —me pregunta de nuevo
ignorando mi comentario.
—Sí, claro, pero nosotros no…
—Iremos —dice Alistair sin dejarme terminar.
—¡Eso es fantástico! Tu padre estará muy contento y yo
más, os prepararé las mejores comidas y Emily, sé que
adoras el chocolate, tranquila, te voy a traer de los
mejores.
—Muchas gracias Loana pero de verdad que no quiero
ser una molestia.
—¡No lo vas a ser! Tengo muchas ganas de conocerte
mejor. Bueno, os dejo tranquilos, parejita. Hijo, ya me
avisaras con los detalles de vuestra llegada, te quiero, un
beso a los dos.
Y cuelga sin darnos ninguna oportunidad de
responderle a nada.
—Alistair no puedo ir…, Loana cree que...
—Que estamos saliendo, sí, y deberíamos hacerlo.
—No somos compatibles.
—¿No? Yo creo que el otro día demostramos que sí que
lo somos. —Sonríe con esa maldita sonrisa de engreído,
prepotente y sexy que me deshace.
—¡Oh por Dios! Eres desesperante, sabes que no me
refiero a eso. Tú no buscas una relación y yo no estoy
preparada para ser una del montón, no quiero serlo. —Cada
vez que recuerdo el dolor y la rabia que sentí al enterarme
de que Théo, me había estado engañando en mi cara todo
el tiempo que mantuvimos una relación…, me hierve la
sangre.
—Emily, ¿cuántas veces te tengo que decir que desde el
minuto uno en el que te conocí no has sido como ninguna
de las mujeres con las que he estado? ¿Piensas que llevo a
todas las chicas a conocer a mi familia?
En el fondo quiero ser especial para él, pero no puedo
hacerme ilusiones, los hombres como Alistair no pueden
mantener la bragueta cerrada, y si alguien tan banal como
Théo me engañó… ¿Cómo no iba a hacerlo este hombre
sexy, rico e inteligente al que le llueven ofertas por
doquier?
—¿Qué pasa con tu padre? —decido cambiar de tema,
no sé si Alistair va a querer hablar del tema conmigo, pero
tengo que intentarlo. Parece ser algo que le hace daño y
quiero estar preparada para la situación, no es que haya
aceptado ir todavía pero…, estoy preocupada por él.
Alistair tarda unos minutos en contestar, tanto que
pienso que no lo hará.
—El rollo de siempre, supongo, es un capullo.
—¿Qué pasó?
—Engañó a Loana cuando empezaban a salir, fue
cuando tuvo a mi hermana, ¿te acuerdas que te hablé de
ella? —me pregunta, asiento.
—Y, ¿tú no le has perdonado? Porque ella parece que sí.
—No, hizo lo mismo con mi madre, es un capullo, no
sabe valorar lo que tiene. Por su culpa tengo una medio
hermana que es casi una extraña para mí, su madre no
quiere saber nada de él y eso me jode.
Puedo entender cómo se siente, tiene una medio
hermana y ni siquiera puede verla cuando le apetece, es
duro y está claro que su padre tiene toda la culpa, pero no
puedo ni imaginarme como sería llevarme mal con mi
padre, por muchos errores que cometiera… Aunque claro,
no es lo mismo, mi padre es el mejor, mi héroe, nunca me
ha fallado, ni a mí ni a nuestra familia.
—Lo siento mucho —digo entrando ya por mi calle, no
sé qué más decir para consolarlo.
—Es una putada, pero es lo que hay. —Se encoge de
hombros como si no le importara, pero sé que sí que le
afecta, tanto las decepciones que se ha llevado con su
padre, como el no poder pasar tiempo con su hermana,
estoy segura. No puedo imaginarme estando lejos de mi
hermano, a veces lo odio porque es un tocapelotas, pero lo
adoro y lo quiero con todo mi corazón.
—¿Sabes algo de ella?
—Sí, tiene veintitrés años y es muy lista y guapa,
estudia astronomía. Se llama Mckenzie —dice muy
orgulloso.
—¿Hablas con ella?
—Alguna vez, como su madre no quiere que tenga
contacto con nosotros…, se siente mal y por eso no nos
vemos más que una vez al año o así, tampoco es que yo
vaya mucho por casa.
—Vaya…
—Estoy seguro de que seríais buenas amigas. —Me
mira sonriendo y se me derrite el corazón al verlo así,
Alistair es mucho más de lo que parece, tiene sus miedos y
sus problemas, y aun así es un hombre exitoso, divertido y
puede parecer superficial, pero no lo es para nada.
—Estoy segura de que sí. —Le cojo de la mano y él me
la aprieta con cariño.
—Nunca he hablado con nadie de esto —me confiesa y
después se lleva mi mano a sus labios, para depositar un
beso en mis nudillos. Siento mi corazón estremecerse, este
hombre…, puede hacerme mucho daño, se ha convertido en
alguien importante para mí en muy poco tiempo, y eso me
asusta.
—Me alegro de que me lo hayas contado.
CAPÍTULO 22
Emily
En el mismo momento en el que salimos del coche, la
puerta de mi casa se abre y mis padres aparecen por esta,
seguramente van a hacer la compra. La mirada de mi
madre es la primera en posarse en mí y en el coche del que
salgo del lado del piloto, sus ojos se abren como platos y
tengo que aguantar una sonrisa. Le da un codazo a mi
padre que va distraído caminando hacia su coche y le
señala con la cabeza hacia mi dirección, tarda unos
segundos en reaccionar y en mirarme sorprendido.
Luego caigo en la cuenta de que Alistair también está
saliendo del coche y que mis padres caminan hacia
nosotros.
Mierda.
—¡Emily! —me llama mi madre. Alistair se gira hacia
ella, pues no se ha dado cuenta de las miradas de asombro
de mis padres.
—Hola —saludo caminando hasta acercarme a ellos y a
Alistair, quien se ha quedado al otro lado del coche.
—Señor y señora Fenn, soy Alistair Digory, encantado —
le tiende la mano a mi padre y este se la estrecha sin decir
nada, simplemente asiente sin palabras. Mi madre sin
embargo está examinando a Alistair con demasiada
intensidad.
—Me suena tu nombre… —dice mi padre al fin.
—Es mi jefe. —Me apresuro a decir—. El señor Digory
es dueño de Digory Hotels.
—Ah sí, lo vi en las noticias, es precioso el hotel del
centro, y muchas gracias por contratar a nuestra Emily —
dice mamá sonriendo un poco más.
—Muchas gracias, me alegro de que le guste. Emily es
fantástica —dice Alistair y no puedo evitar sonrojarme—. Y
señor Fenn, soy un gran admirador de su trabajo, desde
que Emily me dijo que era profesor de literatura he estado
leyendo su libro comentando la obra de Shakespeare, y he
de decir que son sublimes sus teorías sobre la autoría de
algunas de sus obras —comenta Alistair a mi padre
sorprendiéndome a mí también, no me ha dicho nada.
—Oh, muchísimas gracias, es un honor, cuando quieras
podemos debatirlas.
—El honor es mío, me encantaría.
Papá está visiblemente feliz por tener un fan, y yo estoy
encantada de que a mi padre le agrade Alistair, aunque no
debería importarme.
—Y, ¿de donde es señor Digory? —pregunta mi madre.
—Vivo en Bruselas, pero me crié en Brujas, y por favor,
llámenme Alistair.
—Claro. Ay, Brujas es una ciudad preciosa, ¿verdad
cariño?—dice mi madre mirando a papá —. Estuvimos
cuando éramos jóvenes —explica mamá, y mis padres
comparten una sonrisa.
—Sí que lo es.
—¿Entonces tu familia está allí? ¿Irás a visitarlos por
Navidad? —Se interesa mi madre, está siendo demasiado
cotilla.
Le envío una mirada de advertencia que ella ignora
deliberadamente, esto parece un interrogatorio y
seguramente lo es, mi madre es muy amable pero muy
perspicaz también, y se ha dado cuenta de que Alistair no
es simplemente mi jefe.
—Luego, después de las fiestas seguramente —contesta
Alistair con una sonrisa sin entrar en el pequeño detalle de
que yo probablemente viajaré con él.
—¡No puede ser! ¿Vas a pasar las navidades aquí solo?
—exclama mi madre alarmada, como si eso fuese la peor de
las desgracias. Aunque sí que es algo triste y yo también lo
he pensado, incluso Loana me pidió que no lo dejara solo,
pero no he caído hasta ahora que Alistair habrá pasado
muchas navidades sin nadie —. De ninguna manera, en
nuestra mesa hay sitio de sobra, siéntete en casa.
—No se preocupe señora Fenn, siempre estoy
trabajando así que…
—Ah no, en Navidad no se trabaja, ya está decidido, te
esperamos para la cena de Nochebuena.
—Mamá… —la aviso, pues tampoco quiero obligar a
Alistair a pasar las navidades con mi familia, por no hablar
de lo raro que sería, tan raro como que yo vaya a visitar la
suya.
—¿Qué? Si tiene la confianza como para dejarte
conducir su coche, también para venir a comer a casa —
dice mi madre como si nada y dejando el tema zanjado.
Ahí tiene razón.
—Me encantará cenar con ustedes, si a Emily le parece
bien —dice Alistair mirándome.
—Claro que le parece bien, no se hable más. —Sonríe
satisfecha mi madre. Y yo no tengo más que decir, no me
dejaría.
Después de despedirnos de mis padres, se marchan a la
compra y Alistair y yo volvemos a quedarnos solos.
—No tienes que venir si no quieres… mi madre se ha
entusiasmado demasiado —digo algo avergonzada.
—¿Tú no quieres que vaya?
—¿Qué? No es eso, osea, a ver, somos amigos, claro que
puedes venir, además Loana me dio la misión de hacer que
no trabajaras tanto así que…
—Claro, lo hacemos por ella. —Ríe Alistair, se está
burlando de mí porque en realidad sabe que quiero pasar
tiempo con él.
—Eres idiota —le digo con una una medio sonrisa.
—Así es como más te gusto —me guiña un ojo.
—Es imposible —acepto y suelto un bufido.
Una vez Alistair se ha marchado, voy directa a mi
habitación para cambiarme de ropa, ponerme algo cómodo
y seguir viendo mis series navideñas en Netflix, y sobre
todo, a comerme los chocolates que me ha regalado
Alistair. Aunque no puedo concentrarme demasiado porque
él acude a mi mente todo el rato. Realmente es una locura,
él va a pasar las navidades con mi familia y yo iré de visita
a pasar unos días con la suya… No sé ni cómo hemos
llegado a esta situación. Y menos puedo imaginarlo en la
cena de Nochebuena con mis abuelos y tíos, aguantando los
chistes malos de tío Gerard y las historias que siempre
cuenta mi abuelo Mathéo de su juventud, o a mi prima
Rébecca hablando de sus perros, en serio, tiene como diez,
y sus conversaciones se centran exclusivamente en ellos,
digas lo que digas, siempre saca una historia de sus perros.
Es un disparate imaginar a Alistair en medio de todos ellos.
Más tarde llamo a Val para contárselo y decidimos salir
a cenar, en mitad de la cena recibo una llamada de Rosie.
Descuelgo.
—¿Rosie? Dime.
—Hola Em, siento llamarte a estas horas pero necesito
un favor —dice con una voz un poco ronca.
—No pasa nada, ¿qué es?
—Sé que mañana es tu día libre y que es sábado pero…,
necesito que me cubras en el hotel, es el día más ajetreado
y no me encuentro muy bien.
—¿Y eso?
—No lo sé, de repente me he empezado a encontrar mal
y me duele la cabeza y tengo fiebre. —Tose—. No creo que
me encuentre mejor mañana.
—Vale, no te preocupes, yo haré tu turno.
—Ay, muchísimas gracias, te prometo que te lo
compensaré.
—No tienes porqué, así consigo dinero extra, no te
preocupes, de verdad, tú mejórate.
—Muchas gracias. —Tose de nuevo—. Con suerte nos
vemos el lunes.
—Genial.
Y después de despedirnos, colgamos.
—¿Qué pasa? —pregunta Val.
—Tendremos que aplazar las compras navideñas a la
tarde, tengo que ir a trabajar por la mañana. —Pongo mala
cara, la verdad es que no me apetece nada, pero no puedo
dejar que Rosie vaya a atender a los clientes en este
estado.
—Por mi no hay problema. ¿Qué le pasa a Rosie?
—Se encuentra mal, dice que le duele la cabeza y tiene
fiebre.
—Uf, qué mal, en esta época no es nada extraño.
Asiento y sin querer recuerdo que Alistair tiene una cita
con una mujer este finde, y que dijo que la enviaran
directamente a su habitación… ¿Tendré que ver como
queda con una mujer con mis propios ojos? Se supone que
él va a asistir a la fiesta de Navidad de mi familia en
calidad de amigo, pero aun así…, que se vaya a ver con otra
chica frente a mis narices no me parece nada bien si una
semana después, va venir a mi casa. Estoy celosa, no lo
admitiré en voz alta, pero lo estoy, y muy cabreada.
—¿Qué te pasa? ¿Qué estás pensando que tienes esa
cara de querer asesinar a alguien? —pregunta mi amiga
con una sonrisa en la cara.
—Eh, ah, nada.
—¿Tiene que ver con Alistair? —Alza las cejas
burlándose de mí.
Bufo y pongo los ojos en blanco.
—Odio que me conozcas tan bien. Sí, es que… dijo que
este fin de semana llegaría una mujer y que la enviáramos
directamente a su habitación…
—Y te mueres de celos, lo entiendo.
—¡No me muero de celos! —me quejo.
—Si que lo haces… —canturrea con una sonrisita
odiosa.
—Dios… que tonta eres a veces… —Suelto sin poder
evitar sonreír.
—Menos mal que solo es a veces… —Reímos —. Pero en
serio, a lo mejor no es nadie, solo una reunión.
—No creo, sus reuniones no las hace en su habitación.
«Al menos las que no son conmigo», pienso.
—Pues pregúntale, en vez de comerte la cabeza —dice
apoyando los codos sobre la mesa y aguantando su cabeza
con las manos, como si fuese la cosa más simple
preguntarle eso.
—Es muy fácil decirlo.
—Y hacerlo. Tenéis una relación extraña, si después de
hacerlo en su habitación y de haberte regalado semejantes
orgasmos, y de que tu madre lo invite por Navidad, y tu
vayas a ver su familia, queda con otra… Es un gilipollas y te
ayudaré a cortarle las pelotas.
—Solo somos amigos…
—¡A la mierda con eso, Em! No los sois y lo sabes bien,
pregúntale sobre esa chica —me exige.
—No sé Val…, ya veré mañana si coincidimos. ¿Podemos
cambiar de tema? ¿Tú qué tal en la empresa de tu familia?
—le pregunto realmente curiosa, ya que no me fio nada de
Alan, y después de que Alistair me dijera que sospechaba
que no llevaba su empresa como debería…, tengo miedo de
que eso salpique a Val, aunque ella solo se dedica al
marketing y los eventos.
—Ay Dios, no me hagas hablar, ya conoces a mi primo,
es un idiota, y estresa a todo el mundo con sus tonterías en
vez de centrarse en lo que importa. Por cierto, no habrá
trato con Digory Hotels, ¿lo sabías? Era un acuerdo que nos
iba a salvar el culo porque las cosas no están yendo muy
bien desde que mi tío se marchó y se lo dejó todo a él… —
dice triste y preocupada—. Después de todas las
generaciones que han habido de Bodegas Lefevbre, tienen
que dejar al mando a mi primo que no sabe hacer su
trabajo, y nos está llevando a la bancarrota…. —lamenta.
—Siento mucho oír eso Val, me sabe mal por tí.
Deberías haberla heredado tú, a ti siempre te ha gustado la
idea de llevar la empresa, te has formado para ello y se te
da genial, eres increíble en eso —le digo sincera, realmente
lo pienso.
—Ya, pero mi abuela está chapada a la antigua y quería
que fuese un hombre quien gestione la empresa y bla bla
bla… No digo que Alan no se lo merezca, pero creo que
debería ser yo quien dirigiera Bodegas Lefebvre.
—Pues yo sí que lo digo, es un inútil y ha perdido el
trato con Alistair por ser un capullo y hacer lo que no debe
—le digo cabreada, sin darme cuenta de que le estoy dando
más información de la que debería.
—¿Por qué? ¿Sabes qué ha pasado para que Alistair se
retire?
—Eh… más o menos, Alistair no se fía de tu primo, Val,
tienes que tener cuidado, cree que Alan podría estar
haciendo mal las cosas, ya sabes. —Bajo la voz en mis
últimas palabras.
—Mal en plan… ¿Cosas ilegales?
—No lo sé, pero creo que sí.
—No creo que mi primo sea tan estúpido como para
arriesgar el sustento de toda la familia… —dice más para sí
misma que para mí, no se la ve muy convencida—. De todas
formas estaré atenta, gracias.
—Ni me las des, ya sabes que a mí, Alan, nunca me ha
dado buena espina, sé que es tu familia pero…
—Ya, bueno, cambiemos de tema.
Nos ponemos a hablar de cosas más banales, de series
y películas que tenemos ganas de ver juntas, sobre todo
ahora que estamos en el mood navideño y son un
imprescindible para nosotras, como The Holidays o
Anastasia.
CAPÍTULO 23
Emily
Al día siguiente llego al hotel Belle Nuit cuando el sol está
por salir, hace muchísimo frío y ha nevado durante la noche
y parte de las calles, coches y tejados, están blancos. Sería
precioso si no fuese por el frío que hace. Entro rápido al
calorcito del hall del hotel, sigo maravillada con la
decoración navideña que he llevado a cabo casi yo sola por
completo. Me siento en un cuento de navidad con todas
esas decoraciones, el reno, el buzón de Santa Claus en el
que algunos niños se han acercado a dejar sus cartas, la
nieve artificial de alrededor del árbol, las luces... El árbol
gigantesco es una pasada con todos esos adornos en
dorado y madera que contrastan con los tonos madera
claro y el mármol blanco de la recepción. Además pude
conseguir una estrella igual a la que se nos rompió, y
Alistair le pidió a Bonnie, la chica de mantenimiento que la
pusiera.
Dan ganas de sentarse en los sillones de color verde
esmeralda y tomarse una taza de chocolate caliente a
admirar el paisaje.
Pero no tengo tiempo para eso, voy directamente a la
sala de empleados para dejar mis cosas.
—Buenos días —saludo a mis compañeros al entrar.
—Eh, Emily —me llama Adrien—. ¿Un sábado aquí? —
pregunta con una sonrisa.
—Sí, Rosie se ha puesto enferma y he venido a
reemplazarla —explico mientras me quito el abrigo y me
acerco a mi taquilla para colgarlo.
—Ostras, no lo sabía, espero que se recupere pronto.
Asiento en contestación.
—¿Quieres tomar un café antes de empezar el turno?
Hemos quedado unos cuantos.
Miro mi reloj, he llegado diez minutos antes, así que
acepto la invitación.
Ambos vamos a la cafetería del hotel, donde en una
mesa grande están sentados Manon, Clément y un par de
chicos más, por la vestimenta creo que son chefs o
miembros de la cocina, pero no los recuerdo.
—Buenos días —anuncia nuestra llegada Adrien—. ¿Os
acordáis de Emily? —Manon me dedica una sonrisa y
Clément asiente con la cabeza en mi dirección.
—Ven Emily —dice Manon haciéndome sitio a su lado.
Cojo una silla y me siento donde me ha indicado.
—Ellos son Gabriel y Maxime —los presenta Adrien
sentándose al lado del tal Maxime, que está presidiendo la
mesa y parece el más mayor, y, aunque está sentado se nota
que es muy alto y delgado, tendrá unos treinta y ocho años.
—¿Tú eres la que está liada con el jefe? —pregunta
Gabriel sin tapujos, y abro los ojos como platos y me
ruborizo completamente.
Ay Dios mío… ¿En serio ha dicho eso?
Gabriel parece que tenga uno o dos años menos que mi
hermano, y al parecer es un bocazas.
Clément le da una colleja mirándolo reprobatoriamente
y yo se lo agradezco mentalmente. Los demás se han
quedado callados observándome.
—¡Ay! ¿Qué? —se queja Gabriel mirando a Clément.
—Eres idiota —le responde este.
—No le hagas caso —dice Manon mirándome con cara
de disculpa—. Es un niño y un bocazas.
—No pasa nada, y no, no estoy liada con el jefe y
aunque lo estuviera no es de tu incumbencia —le espeto
cabreada.
—Tienes razón Emily —dice Maxime—. ¿Qué te traigo?
—pregunta levantándose de la silla.
—Ya voy yo Chef —dice Gabriel —. Lo siento Emily, a
veces suelto lo primero que se me viene a la mente, no
quería hacerte sentir incómoda —se disculpa el chico —.
¿Qué quieres?
—Un capuccino, gracias.
—Marchando.
—Por cierto has dejado el hotel precioso, ya
pensábamos que el jefe no iba a decorarlo para Navidad —
habla Manon.
—Muchas gracias.
—Sí, a todos los clientes les encanta el árbol de la
entrada —afirma Adrien, y todos asienten.
Me alegro que haya cambiado de tema, y parece que lo
dicen de verdad que les gusta como he dejado el hotel.
—Aquí tienes —dice Gabriel volviendo de la barra con
mi Capuccino.
—Gracias.
—He añadido una galleta para que me perdones. —Me
sonríe, tiene una sonrisa amplia muy bonita y sincera, como
la de un niño pequeño. No es muy alto y el pelo lo tiene
muy cortito y de color castaño.
No puedo evitar sonreírle de vuelta, una pequeña
sonrisa solo.
—Estás perdonado.
—Aunque no soy el único que se lo pregunta, porque no
sé si sabrás que hay una apuesta sobre vosotros —me dice
sentándose en su silla de nuevo.
—¡Gabriel! ¿Puedes callarte ya? —le pide Manon
avergonzada porque los haya descubierto, y este se encoge
de hombros—. No le hagas caso…
—Ya me lo dijo Rosie… Pero de verdad, entre el señor
Digory y yo no hay nada.
Adrien emite una risita y yo lo fulmino con la mirada.
—Permítenos que lo dudemos, todos hemos visto cómo
te mira —dice Clément, normalmente es un chico callado y
silencioso, va rapado casi al cero y sus ojos son
penetrantes, de color casi gris.
—Sí, de la misma manera que tú miras a Rosie —dice
Gabriel riendo, se lleva otra colleja y no puedo evitar darme
cuenta de como Manon pierde la sonrisa unos instantes.
Ella es morena y con unos ojos azules casi
transparentes, es bajita y muy guapa. ¿Le gusta Clément?
Por suerte la charla se lleva a temas más banales y
pronto me despido de ellos para ir a mi puesto de trabajo.
Cuando llego a la recepción, no puedo evitar mirar hacia
las escaleras y pensar en Alistair, quien está a tan solo unas
habitaciones de distancia. ¿Debería subir a saludarlo? Pero
entonces recuerdo que está esperando a una chica, y los
celos y el enfado vuelven a aparecer. ¿De verdad va a verse
con una chica después de lo que hicimos? Suspiro
intentando no pensar demasiado en eso, somos amigos, eso
fue un momento de debilidad, nada más.
Al ser sábado por la mañana hay muchos huéspedes
para registrarse y entradas, así que estoy bastante ocupada
y no puedo pensar demasiado en Alistair, cosa que
agradezco. Pero cuando llegan las diez y veinte de la
mañana y aparece una chica muy guapa, vestida
completamente de negro con una chaqueta larga y unos
tacones, con un vestido ajustado de color negro debajo, sé
que es ella. Es una mujer elegante y sofisticada que es
perfecta para él y su mundo. Su cabello ondulado, largo y
de un intenso color chocolate se mueve perfectamente
sobre sus hombros.
—Buenos días, soy Amber Falls, he quedado con el
señor Digory —dice cuando llega al mostrador con prisa.
Me quedo unos segundos observándola y siento un
pinchazo en el corazón, la mujer me mira impaciente, debe
de pensar que soy tonta o sorda.
—He quedado con el señor Digory —repite.
—Sí, vale, ahora le aviso.
Maldita sea, no soy su maldita secretaria. ¡Joder! Si
quiere quedar con su amante que se las apañen. Maldito
seas Alistair Digory.
A pesar de mis pensamientos me giro hacia el teléfono y
llamo a la suite de Alistair, espero que no reconozca mi voz,
por alguna razón no quiero que él se entere de que estoy
aquí.
—¿Si? —contesta al teléfono con esa voz tan profunda
que me provoca mil sensaciones.
—Señor Digory, Amber Falls está aquí —digo con un
tono muy profesional.
—¿Emily? —pregunta él en cambio.
—¿Si? —respondo.
¡Mierda!
—¿Qué haces aquí un sábado? Hoy no trabajas.
—Rosie está enferma —contesto sin más.
—Oh, vale, dile a la señorita Falls que suba a mi
habitación.
—¿En serio? —se me escapa, estoy cabreada y no he
podido aguantarme —. Mierda —suelto y cuelgo sin saber
cómo arreglarlo. No debería haber dicho nada. Nosotros no
somos nada. No paro de repetírmelo a mí misma, pero mi
estúpido corazón no lo entiende.
—Suba, quinto piso, suite belle nuit —le digo sin
siquiera mirarla a la cara. Seguramente ha escuchado
nuestra conversación.
—Gracias —dice la tal Amber y se marcha hacia los
ascensores.
—Soy idiota, él es idiota… —murmuro para mí misma.
Alistair
Emily está cabreada, pero no entiendo porqué ¿Le molesta
que me reúna con la señorita Falls en mi habitación? ¿Está
celosa? No confía en mí, esa es la respuesta, lo sé
perfectamente y eso, aunque no debería, me duele. Si soy
sincero no he pensado que desde fuera pueda interpretarse
mal, desde que estoy aquí no me he reunido con nadie en
mi habitación a parte de Emily, he hecho una excepción con
la señorita Falls ya que me pidió total discreción. Después
bajaré a explicárselo en persona, aunque dudo mucho que
me deje explicarme. Parece que no paro de cagarla con
Emily, pero es que ella no me lo pone nada fácil.
Unos minutos después llaman a mi puerta, y voy a
abrirla sabiendo quién es.
—Buenos días, señor Digory —me saluda Amber.
—Buenos días. —Me hago a un lado para que entre.
—Siento no tener mucho tiempo para reunirme con
usted, créame que me hubiese gustado tener más tiempo,
me han hablado mucho de usted —dice con un tono
insinuador.
—No se crea ni la mitad —bromeo intentando ignorar
cómo se está quitando el abrigo exhibiendo su escote.
En otro momento le hubiese seguido la corriente y en
cinco minutos la tendría desnuda en mi cama, es atractiva,
pero desde que conozco a Emily ninguna chica está a la
altura, ya no me vale cualquiera.
—Oh, créame, son todo cosas buenas. —Sonríe
seductoramente.
—¿Empezamos? —le pregunto señalándole la mesa. Ella
abre los ojos de par en par por mi rechazo, pero no vuelve a
decir nada más.
Al final firmamos el acuerdo, es muy buena en su
trabajo y tiene una gran trayectoria como maestra
chocolatera, eso ya lo sabía cuando me puse en contacto
con ella. En este acuerdo yo pondré el chocolate de calidad
de Les chocolats de Faure y ella su talento para crear las
chocolatinas que van a ser un habitual en el hotel, primero
en Colmar y después, si tienen éxito, en el resto de mis
hoteles.
CAPÍTULO 24
Emily
Llevan media hora en la habitación, la señorita Falls aún no
se ha ido, la hubiese visto pasar. No voy a mentir, estoy
nerviosa y cabreada, y no me entiendo ni yo misma.
Claramente se trata de algún asunto de negocios, pues uno
no queda a estas horas para… ya sabéis. Pero sigo sin
entender porqué la ha citado en su habitación y no en el
despacho o en una cafetería o restaurante. ¿Él quiere estar
a solas con ella? No debería importarme en absoluto, pero
lo hace, y eso me cabrea.
La curiosidad me come por dentro y entonces se me
ocurre hacer algo que sé que no está bien… La busco en
google.
Amber Falls es una maestra chocolatera galardonada y
elogiada en toda Europa, y ha ganado premios en Japón
también, es increíble todo lo que ha conseguido a sus
treinta y siete años. Miro su Instagram, tiene más de cien
mil seguidores y una chocolatería en París muy famosa.
La mujer es increíble y si es una maestra chocolatera…
¿Quiere decir eso que trabajaría para el hotel? Quizá por
eso ha elegido reunirse en privado, para que la prensa no
hable antes de tiempo ni haya rumores.
—¿Qué tan interesante es lo que lees? —me pregunta
Adrien desde detrás del mostrador de la recepción
asustándome, doy un pequeño bote en la silla y cierro todas
las páginas en un impulso.
—¡Joder, que susto! —me quejo volviendo a sentarme
bien en la silla y con la mano en el corazón.
Adrien se ríe y apoya los codos en el mostrador para
mirarme de cerca.
—¿Estabas viendo porno o algo así? —se burla.
—¡Claro que no! —Y tengo que reír.
—No voy a juzgarte —promete en broma.
—Anda, cállate. ¿Quieres algo? O, ¿solo vienes a
molestar?
—Jo, qué borde, yo nunca te molesto y lo sabes —me
guiña un ojo—. Venía a saludar, y te he visto tan
concentrada… —Ríe.
—¿No trabajas nunca? —le pregunto en broma, aunque
con cara seria.
—A veces, es que ahora hay poca gente y me estoy
aburriendo. —Se encoge de hombros y sonrío. En ese
momento escucho la voz chillona de Amber desde el
ascensor, ella y Alistair están yendo hacia la puerta y, él nos
está mirando a Adrien y a mí con el ceño fruncido mientras
Amber habla, ni siquiera se ha dado cuenta de que él no le
está haciendo ni caso.
—Uy, esas miraditas…, creo que quiere asesinarme —
dice Adrien en un susurro. Es entonces cuando rompo el
contacto con sus ojos azules y miro de nuevo a mi amigo.
—Que va…
—¿Quién es ella?
—Una maestra chocolatera muy famosa —digo
removiendo algunos papeles que no necesito cambiar de
lado, pero lo hago igualmente, necesito concentrarme en
algo y no mirar hacia Alistair.
—Aaaah, ya sé que está pasando aquí… —dice Adrien
con una sonrisa—. Estabas celosa y la has buscado por
internet.
—¿Qué? ¡No!
—No me mientas, te has puesto roja. —Se ríe de mí y yo
le tiro un boli que le da en la cabeza y exploto en una
carcajada—. ¡Joder, que agresiva!
—Te lo mereces por tocapelotas. —Rio sin poder parar.
—Emily. —Me llama Alistair por detrás de Adrien.
¿Cuándo ha llegado hasta nosotros? Ambos nos ponemos
serios de golpe y nos erguimos—. Esto no es un patio de
recreo, hay huéspedes esperando —me dice serio.
¿Pero de qué va? No hay nadie esperando para ser
atendido, y en el hall solo hay una señora mayor sentada en
una de las butacas leyendo una revista, y un hombre joven
y trajeado mirando su teléfono.
—No hay nadie —le contesto mordaz.
—Creo que me llaman de la cocina —murmura Adrien y
se esfuma.
Maldito cobarde.
—¿Te parece profesional estar ligando con un
compañero así delante de los clientes? —Está cabreado y
celoso el muy estúpido, pues que tome de su propia
medicina.
Pero no puedo estar callada.
—¿Eres idiota? No estaba ligando, ¿ni siquiera puedo
reírme? ¿Es esto una especie de cárcel o una dictadura?
Perdóneme, oh, su majestad, la próxima vez le pediré
permiso para reirme —le espeto irónica y cabreada
cruzándome de brazos. Soy consciente de la mirada de
Alistair hacia mis pechos.
Empiezo a sentirme excitada.
—Emily, al despacho, ya.
—No, estoy trabajando y tengo clientes que atender —le
suelto irónica sin moverme.
—No lo diré dos veces.
—Perfecto entonces, que pase un buen día señor Digory
—digo apartando la mirada de él y posándola en el
ordenador, como si allí estuviese la cosa más interesante
del mundo.
—¡Maldita sea! —Siento cómo da la vuelta al mostrador
y se acerca a mí. Sin previo aviso, mueve mi silla del
escritorio para tenerme de frente, me dedica una sonrisa
lobuna, me rodea la cintura con sus brazos y me coge para
echarme al hombro, como si fuese un maldito saco de
patatas, antes de que pueda huir ni decir nada.
Mi primera intención es gritar y patalear, pero no
quiero llamar la atención de las pocas personas que hay
aquí.
—Te voy a matar —le susurro cerca del oído, no le veo
la cara pero sé que está sonriendo el muy idiota—. Bájame.
—No —dice él—. ¿Qué tal sienta? —me responde
llevándome hasta el despacho.
—¡Te odio, eres un inmmaduro, un idiota y un grano en
el culo! —le espeto cuando entramos en el despacho y
cierra la puerta.
—Por favor, no me halagues más, me vas a poner rojo —
se mofa Alistair.
Suelto un gruñido de exasperación y empiezo a patalear
al aire y a moverme para que me suelte.
—Emily, para, nos vas a tirar.
—¡Pues suéltame! —le grito sin parar de moverme.
—Espera… —De repente estamos en el suelo, Alistair se
golpea la espalda con el suelo duro y yo caigo sobre él—.
Joder, qué daño… —se queja cerrando los ojos y
sujetándome por las caderas. Podría haberme hecho mucho
daño si Alistair no hubiera maniobrado para que cayera
sobre él.
—Oh Dios mío. ¿Estás bien? —le pregunto preocupada y
con el corazón acelerado por la inminente caída.
—No… —se queja, y entonces no puedo evitar reírme a
carcajadas al imaginarme cómo hemos caído, pero a
cámara lenta.
—Eso te pasa por idiota. —Río más fuerte.
—Me alegro de que te resulte gracioso que tu jefe se
haya roto la espalda.
—¡Qué exagerado! —Sigo riendo.
Y en un momento Alistair me tiene debajo de él, mi risa
se esfuma y nuestras miradas se conectan, siento ese calor
en el cuerpo que solo él me provoca. Tiene una media
sonrisa en los labios por mi sorpresa.
—Estás preciosa riéndote a carcajadas, si tengo que
partirme la espalda más a menudo para verlo, lo haré
encantado —me dice, y yo pongo los ojos en blanco, pero
mi sonrisa de tonta no desaparece.
—Está claro que no te has partido nada, te has movido
muy ágilmente.
—Y puedo ser más ágil todavía —me dice acercando su
rostro al mío, va a besarme, y no lo voy a detener, no quiero
hacerlo. Nuestras miradas se conectan y la química que
hay entre nosotros explota, ansío a este hombre, a su calor,
a su tacto...
Nos besamos apasionadamente, lo he echado mucho de
menos, sus labios, su sabor, la forma que tiene de
apoderarse de mis labios, de mí, de mi cuerpo… Alistair es
el hombre más excitante que jamás he conocido, no puedo
mantenerme alejada de él. Envuelvo con mis brazos su
cuello y me arqueo hacia él, necesito sentirlo. Entonces
Alistair me abre las piernas alzando mi falda ajustada y
negra sin dejar de besarme. Su lengua se roza
deliciosamente con la mía y presiona su duro miembro
contra mi sexo, no puedo contenerme y suelto un gemido,
Alistair se lo traga envistiendo una y otra vez. Lo necesito,
tanto como él a mí, quiero sentirlo dentro de mi cuerpo.
—Eres preciosa —me susurra dándome pequeños besos
por la mandíbula y mi cuello—. Esto tiene que ir fuera —
dice refiriéndose a mi camisa.
No tarda ni dos segundos en deshacerse de ella y
dejarme en sujetador para volver a besarme con
desesperación, eso hace que me sienta aún más mojada.
Comienza a acariciarme los pechos y el estómago
creándome mariposas y escalofríos de placer, entonces soy
yo quien se deshace de mi sujetador, necesito mi piel
contra la suya.
—Esto también tiene que ir fuera —le informo
sacándole la camisa del pantalón. Y Alistair, con una
sonrisa endiabladamente sexy, se quita los primeros
botones de la camisa y luego se lleva la mano al cuello de
esta y se la saca.
Es lo más sexy que he visto jamás.
—Tus deseos son órdenes para mí, muñeca —me
susurra en los labios frotando sus definidos pectorales
contra mis pezones erguidos.
Gimo y me arqueo hacia él presa de la necesidad de
sentirlo en mi punto más sensible en este preciso momento.
—Alistair…
—Lo sé muñeca, también quiero sentirte. —Me besa
unos segundos en los labios y después va descendiendo
hacia mis pechos, me estremezco cuando se introduce mi
pezón en la boca, lamiéndolo y succionando. Me aferro a su
cabello negro y miro hipnotizada como me debora.
Alistair se yergue y se pone de rodillas entre mis
piernas, siento el peso de su mirada sobre mí y como eso
provoca que una bola de fuego explote en mi centro.
—Necesito verte completamente desnuda, ahora. —Y
entonces él lleva sus grandes manos a cada lado de mi
falda y me la desliza muy lentamente por las piernas, tanto
la falda como el tanga que llevo y las medias. Me acaricia
volviéndome loca, alargando el momento. Gimo
enloquecida por sentirlo.
—¿Qué quieres Emily? ¿Mi polla? ¿Mis manos? ¿Mi
boca? —me pregunta con esa voz ronca que se me clava en
el pecho.
Siento todo mi cuerpo chisporrotear cuando Alistair
comienza a acariciar mi vientre, descendiendo muy
lentamente.
—Todo —digo casi sin aliento.
—Así me gusta. —Sonríe satisfecho y me acaricia toda
la humedad, me abre con sus pulgares y grito de placer.
Me estremezco cuando lo siento introducir uno de sus
dedos en mi interior y mover en círculos su pulgar sobre mi
clítoris, me está volviendo loca, voy a deshacerme en
segundos.
—Me gusta sentir lo húmeda que estas por mi, y me
gusta ver como te corres para mí. —Su voz ronca y sexy no
hace otra cosa que alimentar todas las sensaciones
devastadoras en mi interior, siento como un torrente
eléctrico se acumula entre mis piernas dispuesto a explotar
—. Eso es, muñeca. —Me alienta acariciándome un punto
muy sensible en mi interior, acelera el toque en mi clítoris y
de repente siento su boca allí donde antes estaba su pulgar,
bebiéndose mi orgasmo e intensificándolo.
Me llevo las manos a la boca en un afán de no gritar
demasiado, consciente de que estamos en el despacho de la
recepción mientras mi cuerpo se convulsiona de placer.
Alistair no baja el ritmo de sus lamidas y sus embestidas,
sino todo lo contrario, acelera el movimiento de sus dedos
en mi interior, rozándome puntos que no sabía ni que
existían, pero que me están convirtiendo en un volcán,
provocando un segundo orgasmo demasiado intenso.
—Me vuelves loco Emily ¡Joder! Solo quiero ver como
te corres una y otra vez. —Se incorpora sobre mí y me
besa profundamente en los labios con desesperación y
pasión desatada.
—Alistair… —Lo llamo cuando se separa.
—Debemos parar antes de que te haga el amor en este
suelo, no quiero hacerlo contigo así, quiero que sea
especial —dice él acariciándome la mejilla, después me da
un suave beso en la frente.
Me sonrojo, mi corazón late desbocado, pero no por lo
que acabamos de hacer, que también, sino por sus
palabras, me encanta que quiera que sea algo especial
entre nosotros. La verdad es que lo necesito en este preciso
momento, aquí, me da igual que sea en este suelo, pero no
seré yo quien lo inicie.
—Ven aquí. —Alistair me ayuda a incorporarme y
después me coge en volandas para sentarme en la mesa.
Luego me ayuda a vestirme mientras me da ligeros besos
sobre la piel. Estoy a punto de deshacerme de amor aquí
mismo.
—Lista y preciosa —dice él cuando acabo de ponerme
bien la camisa dentro de la falda. Ha sido… demasiado
íntimo, y mi corazón sigue latiendo como loco por este
hombre —. ¿Estás bien, mi duendecillo de la Navidad? —me
pregunta. No me he dado cuenta de que me he quedado
como una tonta mirándolo.
—Sí, gracias… —digo apartando la mirada. Me estoy
enamorando de Alistair, y realmente…, da miedo sentirme
así.
Él suelta una risotada.
—Ha sido un placer —contesta con una sonrisa de
medio lado que da a entender que se está refiriendo a los
orgasmos que me ha dado.
—¡No me refería a eso, idiota! —suelto dándole un
golpecito en el hombro descubierto, él ríe más fuerte y se
me escapa una sonrisilla —. Será mejor que te vistas tú
también —digo apartándome de él para coger su camisa,
pero también para separarme un poco de Alistair, no quiero
sentirme así, no con un hombre como él, que no va a
quedarse a mi lado.
Le tiendo la camisa y luego le ayudo a abrochársela,
aunque lo que quiero hacer es lamer esos abdominales de
puro acero.
—Eh, oye —me llama cogiéndome del mentón para que
lo mire a los ojos, quiero hundirme en él, en su aroma a
tomillo y a hombre —. Me asustas cuando estás tan callada.
¿Te arrepientes? —me pregunta y en sus preciosos ojos
azules, que brillan como si hubiese perlas al fondo, están
llenos de preocupación por mí.
—No, no me arrepiento, pero tenemos que dejar de
discutir si vamos a acabar…, así —digo avergonzada. Él
suelta una carcajada.
—Creo que estoy enfermo, pero discutir contigo me
pone a mil —me guiña un ojo y me da un suave beso en los
labios, yo sonrío.
—Sí que lo estás.
CAPÍTULO 25
24 de diciembre, Nochebuena en casa
de los Fenn.

Emily
El día veinticuatro mi casa es un caos, mi madre pasa el día
cocinando platos de comida y postres de todo tipo, y todos
nosotros estamos a sus órdenes para dejarlo todo perfecto.
Para mi madre, que venga la familia a la cena de
Nochebuena es algo muy importante y una tradición que
nos vuelve locos por todo el trabajo que conlleva cocinar
tanto, limpiar y decorar la casa para la cena, pero cuando
ya estamos con la familia, comiendo y disfrutando, todo el
trabajo merece la pena. Y este año estoy especialmente
nerviosa, pues por primera vez voy a traer a alguien y no a
alguien cualquiera, sino a Alistair Digory. Vale que fue mi
madre quien lo invitó, pero de alguna manera viene por mí,
como si fuese mi acompañante, y espero que mi familia no
haga preguntas incómodas… Bueno, ¿a quién pretendo
engañar? Claro que las van a hacer, sobre todo mi tía Chloé
que no puede estar callada.
Theó nunca quiso acudir ni involucrarse, y es la primera
Navidad sin él, la verdad es que no le echo nada de menos.
Ahora veo claramente que nunca lo quise realmente, o es
que el daño que me hizo ha anulado todo lo bueno que
pasamos, pero de todas formas estoy bien, he pasado
páginas y tengo que admitir que Alistair tiene mucho que
ver. Aunque no quiero darle muchas vueltas a ese
pensamiento.
Cuando ya tenemos la mesa y las decoraciones listas
del comedor, me voy a mi cuarto a arreglarme. No puedo
evitar sentirme nerviosa cada vez que miro el reloj y veo
que se acerca la hora en la que llegarán todos. ¿Qué va a
pensar mi familia de Alistair? ¿Qué va a pensar él de mi
familia? ¿Realmente vendrá? Ayer me dijo que tenía
muchas ganas de cenar con nosotros. Desde que pasó
aquello en el despacho la semana pasada no hemos vuelto a
coincidir demasiado, y estoy deseosa de pasar un rato con
él, aunque que esté mi familia presente no es el mejor de
los escenarios.
Me pongo un vestido rojo ajustado con tirantes anchos
y mis zapatillas de estar por casa, que no son otra cosa que
unas con forma de conejitos, peluditas y muy calentitas, es
la ventaja de celebrar la Navidad en casa. Me ondulo el
cabello rojizo casi rubio y me maquillo un poco los ojos y
las pestañas, después me pongo brillo en los labios de un
tono rosa.
—Mamá, ¿estoy bien? —Voy a la habitación de mis
padres para pedirle opinión a mi madre.
—Oh Dios mío cariño, estás guapísima —dice mamá
asomándose desde el baño que tienen en su habitación,
está a medio maquillar.
—¿Si? —Me miro en el espejo de su habitación—. La
verdad es que me hace buen culo. —Reímos—. ¿Qué te has
puesto tú? —le pregunto.
Ella lleva unos pantalones de campana negros y una
camisa de color verde, está muy guapa también.
Luego la ayudo a peinarse, le hago un recogido con un
moño bajo y unos mechones cayéndole por la frente.
—Listas. —Sonreímos a nuestros reflejos en el espejo.
—Gracias cariño. Oye, te quería preguntar por el señor
Digory… Ya sabes que tu tía Chloé se mete en todo y va a
preguntar, así que quiero saberlo primero, ¿hay algo entre
vosotros?
Pongo los ojos en blanco y suelto un bufido, sabía que
antes o después tendría que responder a esa pregunta,
pero no estoy preparada porque no hay gran cosa que
decir.
—Mamá… es complicado.
—¿Y qué más? —me pregunta perspicaz.
—Es… un hombre exasperante, me saca de mis casillas
y no paramos de discutir…
—¿Pero?
—Pero también es… buena persona, considerado, y se
preocupa por su familia, bueno, por Loana, su madrastra, y
su hermana. Y tiene esa sonrisa que te deja suspirando y
es… —Paro en cuanto me doy cuenta de que parezco una
chica enamorada.
—¿Atractivo? ¿guapo? ¿Está cañón? —Sugiere mi madre
por mí.
—¡Mamá! —La increpo avergonzada de que diga algo
así.
—¿Qué? Yo también tengo ojos. —Reímos.
—Sí, pero es mi jefe y se marchará a Bruselas y no lo
volveré a ver.
—Bueno, ¿en qué punto estáis?
—Estamos en uno en el que al parecer viene a cenar en
Nochebuena porque mi madre no puede evitar ser una
buena persona y una metomentodo. —Le lanzo una mirada
de reproche y ella ríe.
—Quería darte un empujón, me parece que a él le
gustas mucho hija, una madre sabe estas cosas.
—Oh por Dios, mamá. —Pongo los ojos en blanco otra
vez.
—Tienes que pasar página, Théo fue un, y perdóname
por lo que voy a decir, pero fue un capullo contigo, nunca
me cayó bien —me confiesa, abro los ojos de par en par
porque mi madre nunca me ha dicho algo semejante.
—¿Por qué no me lo dijiste nunca?
—Porque estabas muy enamorada y luego, cuando pasó
eso, pues no quise hurgar en tu herida, pero cariño, tienes
que abrirte al amor de nuevo —me dice cogiéndome de las
manos—. Quiero verte feliz. Alistair parece un buen
hombre, no un chiquillo que todavía no sabe lo que quiere.
—Pero Alistair no…
—Pues disfruta simplemente, y lo demás ya se verá —
me guiña un ojo.
—Pero me da miedo, creo que me estoy enamorando
mamá —me sincero esperando que me dé algún consejo.
—Oh, mi niña, pues haz caso a tu corazón, si tiene que
ser será. No todos los hombres son tan rastreros como
Théo, mira tu padre. —Me acaricia una mejilla con una
sonrisa cálida —. Y no puedes culpar a Alistair por los
errores de otros, ¿verdad?
Y en ese preciso instante tocan al timbre, la fiesta va a
empezar.
—Ves a abrir tu, serán tus abuelos.
Mi madre tiene razón, no puedo culpar a Alistair por los
errores de otro. Es verdad que estoy alejándome de él por
miedo a que me haga lo mismo que Théo, pero él no es
Théo, ni siquiera yo soy como solía ser con él. Con Alistair
es todo diferente, emocionante y muy excitante, me hace
sentir deseada, cuidada y protegida, con mi ex nunca me
sentí de esa manera. Pero aun así, eso no cambia que él se
va a marchar, y que seguramente sus sentimientos por mí
desaparecerán cuando se presente delante de él una de
esas modelos con las que se rodea, y yo quedaré
destrozada y sola, una vez más.
No quiero sentirme así nunca más.
—¡Emily! —exclama mi abuela en cuanto abro la puerta,
y nos abrazamos—. Estás guapísima, cariño. —Me sonríe
apartándome por los hombros para verme bien.
—Muchas gracias, abu Sylvie, tú también.
—Bueno, hago lo que puedo, a una ya se le cae todo. —
Reímos y yo niego con la cabeza.
—¿Para mí no hay abrazo? —pregunta mi abuelo
Mathéo.
Nos saludamos todos y no tardan en llegar mis tíos,
Chloé y Jerom, con sus hijos mellizos de siete años: Daphné
y Dominique, mi prima Rébecca y mi tío Gerard con su hija
Elodie, que es una niña preciosa de tres años.
—¿Dónde está tu amigo, Emily? —me pregunta mi tía
Chloé, y yo controlo el impulso de poner los ojos en blanco
—. Tu madre nos dijo que ibas a traer a alguien.
Miro a mi madre reprobatoriamente y ella me dedica
una mirada diciéndome que ya me lo ha advertido.
—Deja a la niña que traiga a quien quiera, Chloé, no te
metas en todo. —Sale en mi defensa mi abuela.
Es la mejor.
—Si yo no digo nada, solo tengo curiosidad, nunca ha
traído a su otro novio y ahora ¿se trae a un amigo? Tengo
curiosidad, nada más Sylvie —dice dándose la vuelta para
ir a la cocina y dejar los dulces que ha traído.
Mi abuela me hace un gesto para decirme que mi tía
está loca y que pase de ella, y las dos empezamos a reír.
Adoro a mi abuela, de mayor quiero ser como ella. Es
una mujer super fuerte y muy sincera, demasiado a veces.
Tiene el cabello rizado y corto, de un color rubio platino
muy bonito y siempre va perfectamente maquillada y
vestida, con sus camisas y sus pantalones.
—¿Tienes muchos novios prima Emily? —me pregunta
mi pequeña prima Daphné tirando de mi mano para llamar
mi atención.
—No, no tengo ningún novio.
—Pero tu si que puedes tener todos los que quieras,
cariño, o novias —le dice mi abuela acariciándole la
cabecita.
Y la niña sonríe como si tuviera un secreto con mi
abuela.
Cuando llaman a la puerta el corazón me da un vuelco,
ya solo queda una persona por llegar y mis nervios me
invaden por completo, tengo muchas ganas de ver a
Alistair, pero en esta situación…, no sé si estoy preparada.
CAPÍTULO 26
Emily
Cojo aire y mi abuela lleva a Daphné hacia el comedor,
dejándome sola, se lo agradezco. Abro la puerta y ahí está
el hombre que me quita el sueño, el que me ha robado el
corazón con tanta facilidad como tiene para cabrearme y
excitarme. Está guapísimo, lleva una chqueta negra larga,
por debajo se intuye un jersey de color azul marino que
resalta sus precisos ojos azules iluminados como si fuesen
una batalla entre el cielo y las nubes. Y se ha puesto unos
pantalones tejanos de color negro y unos botines del mismo
color.
—Has venido… —suelto como una tonta sin poder
evitarlo. Alistair emite una risotada de esas que se me
clavan en el pecho y bajan como una bola de fuego hacia mi
sexo.
—Yo también me alegro de verte, mi duendecillo de la
Navidad —me dice dándome un beso en la mejilla, muy
cerca de la comisura de los labios—. Y estás preciosa Emily
—me susurra al oído provocando un escalofrío placentero
por todo mi cuerpo, me encanta que un hombre como él me
vea preciosa y me lo diga sin tapujos, es muy sexy.
—Tu… tampoco estás mal —digo algo cohibida—. Pasa,
por favor, y gracias por venir.
—No seas tan formal.
—Perdón es que… esto es raro. —Sonrío avergonzada.
—También es la primera vez para mí —me guiña un ojo
y ambos sonreímos.
—Sabes que vamos a ser la comidilla de mi familia, ¿no?
—Él sonríe más, no se le ve para nada preocupado por ser
el centro de atención de una gente que no conoce y, que no
debería importarle lo más mínimo.
—Sé manejarme, además, no creo que tu familia sea tan
mala —dice mientras se quita el abrigo.
—Oh… —se me escapa una sonrisa maliciosa—, te vas a
arrepentir de haber dicho eso. —Rio—. Dame, te guardo el
abrigo.
Él me sonríe confiado.
—He traído esto. —Me tiende una botella de
Champagne Dom Perignon con un estuche negro, no sé
mucho de champagns, pero sí que sé que este es caro, la
botella ronda los trescientos euros.
—No tendrías que haberte molestado, Alistair esto es…
—Un regalo para tu familia. —Me corta.
Asiento y le doy las gracias, pero esto es demasiado, no
es como si estuviéramos saliendo y tenga que caerle bien a
mi familia...
—¿Preparado? —le pregunto.
Entonces Alistair me coge del brazo y me atrae hacia él,
me da un beso en los labios. Fugaz, rápido y que me deja
con mil ganas de más. Por poco tiro la botella del carísimo
champagne, pero la sujeto con fuerza.
—Ahora sí —dice él separándose de mis labios.
—¡Alistair, por poco se me cae la botella! ¿Sabes lo caro
que es? —exclamo alterada, aunque más bien es por el beso
y no por la botella en sí.
Él me dedica una sonrisa de medio lado que hace que
me ardan las entrañas, claro que sabe cuánto vale la
botella, la ha comprado él.
—Así me gustas más. Y sí, lo sé, muñeca. —Quiero
pegarle una bofetada y besarlo a partes iguales, hasta que
mis pulmones y mis manos digan basta.
—Eres imposible —digo exasperada, pero me doy la
vuelta para que no vea mi sonrisa.
—Por cierto me encantan tus zapatillas —se burla.
—¡Cállate! Son muy cómodas para estar por casa.
—Sí, eso parece, quiero unas iguales —bromea.
—Oh por Dios, ¿vas a dejar de decir tonterías alguna
vez? —le pregunto girándome para mirarlo.
—Nunca, ya sabes que es mi sello personal. —Ríe.
—Emily, cariño… —Sale mi madre del pasillo que lleva
al comedor—. Alistair… qué alegría verte de nuevo, es un
honor que hayas podido venir.
—Mamá, pero si casi lo obligaste a venir, ahora no
disimules… —bromeo.
—¿Qué? Yo nunca obligaría a nadie a hacer nada —dice
aparentando estar ofendida.
—Muchas gracias por invitarme señora Fenn, el honor
es mío por poder pasar la Nochebuena con su familia —dice
Alistair encantador.
—¿Ves cariño? Es un honor para él —bromea, y los dos
ríen mientras yo suelto un bufido.
—Toma, ha traído champagne —le digo a mi madre.
—Ay, tu abuelo estará encantado de por fin tener un
buen champagne y no el que tenemos todos los años —dice
mamá entusiasmada—. Muchas gracias Alistair. —Le sonríe
—. Id pasando, yo voy a la cocina, siéntete en tu casa —le
dice y se marcha.
—Tienes a mi madre loquita, que lo sepas.
—¿Estás celosa? —se burla recordando cuando pensé
que Loana era una de sus “amigas”.
—Por el amor de Dios, ¿no lo vas a olvidar nunca? —
Pongo los ojos en blanco.
—Nunca, por cierto, Loana me ha dicho que la
llamemos cuando podamos para felicitarnos la Navidad.
—Oh, vale, es fantástica.
—Sí, lo es —contesta Alistair sin añadir nada más.
—Bueno, toma aliento porque a partir de ahora te van a
atosigar a preguntas y no te van a dejar en paz —le aviso
antes de abrir la puerta del comedor. Él ríe como si
estuviera de broma, no tiene ni idea.
—No creo que sea para tanto.
—Luego me lo cuentas —le contesto con una sonrisa de
«pobrecito, no sabe lo que le espera».

Alistair
Me he enfrentado a los mayores negociadores de diferentes
países, a multitud de contratiempos, a todo tipo de
personas, y nunca he sentido ni una pizca de nervios o
miedo a no conseguir lo que me propongo, pero aquí
estoy…, delante de la familia de la chica más increíble que
he conocido y nervioso como un chaval de doce años ante
su primer día de instituto. ¿Qué demonios me pasa? Quiero
caerles bien a estas personas, que me acepten, como si
fuese a quedarme al lado de Emily…
—Alistair, ¿no? —me pregunta la abuela de Emily.
—Sí, señora.
—Oh no, llámame Sylvie —me dice seria —. Espero que
le estés dando a mi nieta lo que necesita, bien sabemos que
el novio ese que tenía era un picha floja.
Por poco me ahogo con el trago que acabo de dar a mi
copa y empiezo a toser y a reír a la vez.
Después de las presentaciones me he quedado
charlando con Jack, pero el chico ha ido con sus primos a
jugar y Emily a ayudar a su madre y a su tía, es entonces
cuando la abuela de Emily se ha acercado. Parece una
mujer dulce con su estatura bajita y su pelo canoso, corto y
rizado, la he prejuzgado.
—¿Qué le has dicho mamá? —pregunta Jerom
sonriendo, el tío de Em. Él y Gerard, su otro tío, están
hablando en el sofá, junto a ellos está su padre, Jason, y su
abuelo.
—Nada, ale ya está, ya está. —La mujer me da unos
golpecitos en la espalda mientras toso.
—Perdona a mi mujer muchacho, pero se preocupa por
su nieta —dice Mathéo con una sonrisa, al parecer aquí
todos están acostumbrados a la sinceridad de la mujer. Me
cae bien.
—¿Os dejo unos segundos solos con él y ya se está
ahogando? —pregunta Emily enfadada apareciendo por la
puerta, está muy guapa cuando se acerca a mí como si
quisiera protegerme de su familia—. Abuela… —La mira
detenidamente.
—¿Qué? Solo le he preguntado lo que una abuela tiene
que preguntarle al amigo de su nieta —responde la mujer
alzando los brazos con inocencia.
Emily pone los ojos en blanco, abraza a su abuela y le
da un beso en la mejilla.
—Miedo me das, abu.
Y las dos se ríen. Siento como mi corazón se calienta,
esta escena es lo más bonito que he visto jamás. Los padres
de mi madre renunciaron a mí y los de mi padre son tan
egoístas como mi padre, así que nunca he tenido unos
abuelos, y menos una abuela como Sylvie. Me hace muy
feliz que Emily tenga una familia así.
—Anda, vete tranquila, yo cuidaré de tu jefe buenorro
—dice su abuela separándose de Emily y empujándola
ligeramente hacia la cocina.
—¡Abuela! —le reprende Emily sonrojada, casi se me
escapa un pulmón por la boca de la carcajada que suelto.
No puedo creer que haya dicho eso, esta mujer me va a
matar.
—¿Qué he dicho? —pregunta Sylvie sin inmutarse
siquiera.
Emily le manda una mirada asesina a su abuela y
después me mira a mí con una interrogación en sus
preciosos ojos azules. No puedo más que sonreírle
diciéndole con la mirada que no se preocupe.
—Vamos niña, márchate, que no me lo voy a comer, no
creo que yo sea su tipo —le insiste su abuela.
—Abuela por favor… —Emily suelta su característico
bufido, está avergonzada y yo no puedo dejar de sonreír.
Emily me dedica una última mirada y se marcha a
regañadientes.
—Mi nieta lo ha pasado mal por culpa del capullo ese,
espero que tu no quieras joderla también, bueno, ya sabes
a qué me refiero.
—Sylvie, es usted una mujer como pocas —le digo
sincero—. Y no se preocupe, sé bien que Emily no lo ha
pasado bien con el pichafloja ese como dice usted, no
quiero hacerle daño, ambos sabemos dónde nos metemos,
nunca he sido tan sincero con nadie en mi vida como lo he
sido con Emily.
—Bien, así me gusta, nada de gilipolleces, Alistair
Digory, que sé donde encontrarte.
—Ninguna gilipollez Sylvie, se lo prometo. —Le sonrío a
la mujer y esta me devuelve el gesto.
—Me caes bien.
—¡Oye chico, el champagne está buenísimo! —dice
Mathéo—. Por fin tenemos uno de calidad y no la mierda
esa que trae Jerom del super. —Ríen.
—Alistair, tenemos un debate pendiente —me dice
Jason, el padre de Emily.
—Pero eso será otro día, Jason, hoy es Nochebuena, id a
traer las cosas de la cocina, la cena está lista —anuncia
Noel.
CAPÍTULO 27
Emily
Entre todos preparamos la mesa y nos sentamos a disfrutar
del gran festín mientras suena de fondo música navideña
antigua como Santa Baby de Eartha Kitt, la favorita de mis
abuelos. Incluso mi padre ha encendido la chimenea y el
ambiente no puede ser más navideño y acogedor, me
encanta.
De reojo miro a Alistair, que habla animadamente con
mi hermano sobre alguna cosa friki de ordenadores que a
mí poco me interesa. Mi abuela se me ha acercado antes de
sentarnos en la mesa para decirme que, y cito
textualmente: “No puedes dejar escapar a este Dios del
Olimpo, tiene pinta de ser un buen empotrador”. Mi abuela
nunca ha tenido filtro, pero esto es pasarse ya. Todos
parecen encantados con Alistair, incluso mi tía Chloé, está
impresionada con él y no nos ha acribillado a preguntas
incómodas.
—¿Entonces él no es tu novio, prima Emily? —pregunta
Daphné de nuevo.
—Claro que sí lo son, tonta —dice Dominique, su
hermano—. ¿No ves que se miran igual que Ana y
Christoph? —añade mi primo refiriéndose a la película de
Frozen.
—No puedo creer que haya hecho esa comparación. —
Ríe su madre, y toda la familia la sigue, todos saben de la
obsesión que tienen los dos pequeños por esa película.
Enrojezco cuando soy consciente de que todos nos miran.
Malditos niños.
—Pero no se han besado —puntualiza la niña.
—¿Sabéis que siempre me dicen que mi perro Lans se
parece al reno de Frozen? Yo no le veo parecido pero… —
dejo de escuchar a mi prima Rébecca en cuanto siento que
Alistair me coge de la mano por debajo de la mesa y lo
miro. Él sonríe mientras me mira. ¿Sabe acaso quiénes son
Ana y Christoph?
—Me encanta tu familia —me susurra acercándose a mi
oído y haciendo que mi corazón se acelere más, todos los
ojos están sobre nosotros, pero yo no puedo apartar la
mirada de nuestras manos entrelazadas, de sentir su cálido
aliento en mi mejilla, de sentir sus ojos en mí.
—Alistair, ¡Tienes que ver la película con nosotros! —
chillan los niños sacándonos de nuestra burbuja.
Alistair mira a los niños sonriente.
—¿Otra vez? Si la vimos ayer, niños —se queja mi tía
Chloé.
—Pero él no la ha visto mamá —dice Daphné—. ¿A que
no?
—Lo cierto es que no, me encantará verla con vosotros.
Los niños gritan eufóricos y no puedo evitar sonreír, me
encanta que esté siendo tan amable y fantástico con mi
familia, está encajando a la perfección… No, no encaja, no
puede encajar… Me levanto de repente, todos se me
quedan mirando con interrogación en sus ojos y me
sonrojo.
—Voy… a recoger —digo bajando la mirada y
llevándome algunos platos a la cocina.
Cuando estoy sola, suelto un suspiro dejando los platos
en la encimera. Esto está siendo demasiado, me está
gustando mucho que él esté aquí con mi familia, charlando
y queriendo ver películas de dibujos con mis primos…, pero
duele porque sé que esto es cosa de una vez, el año que
viene ya no estará aquí, es más, en unos meses se habrá ido
para siempre.
Escucho la puerta de la cocina abrirse.
—Mamá no… —me callo en cuanto me doy la vuelta.
—Soy yo —dice Alistair con algunos platos en las
manos, se acerca a mí y yo me apoyo en la encimera—.
¿Los dejo aquí? —pregunta.
—Sí, ahora los meto en el lavavajillas.
—Te ayudo.
—No… —La mirada de Alistair me hace callar la réplica
que iba a salir de mis labios—. Vale, tu enjuaga y yo los
meto.
—Perfecto.
Estamos haciendo eso unos segundos en silencio, pero
Alistair lo rompe rápido.
—¿Qué pasa, Emily? Y no me digas que no es nada.
Me detengo.
—Es que… No sé como sentirme ante la idea de que
estés aquí y encajes tan bien con mi familia… —decido ser
sincera.
—¿Quieres que me vaya? —me pregunta serio.
—¡No, claro que no! Y menos ahora que les has
prometido a los mellizos que vas a ver Frozen con ellos.
—Al principio creí que era esa peli sacada de unos
libros eróticos, por los nombres, pero luego pensé que no
podía ser eso. —Reímos.
—Definitivamente no es esa peli, no —digo riendo.
—Estás preciosa cuando te ríes, personalmente te
prefiero cuando me insultas, sabes que eso me pone
mucho, pero así también estás preciosa. —Me acaricia la
sonrisa y siento mi cuerpo arder.
—Eres idiota —le digo intentando esconder mi sonrisa.
Él suelta una carcajada.
—Ven aquí. —Me coge de la nuca y me besa, pega sus
labios a los míos de una forma tan lenta que parece una
tortura, una que quiero disfrutar siempre.
Instintivamente pego mi cuerpo al suyo y suelto un
gemido, este hombre es adictivo para mí. Mi cuerpo
tiembla ante sus ardientes manos agarrándome por la
cintura para sostenerme cerca de él. Profundizamos el
beso, Alistair me insta a abrir los labios y nuestras lenguas
chocan con determinación y necesidad.
—Me muero por hacerte el amor con este vestido
puesto —susurra Alistair en mis labios y mirándome a los
ojos. Por mi cuerpo recorre un cálido estremecimiento al
pensar en tener a Alistair en mi interior—. Ven a dormir
conmigo esta noche Emily, déjame tenerte. —«Sí» grito
internamente en un primer instante, necesito a este
hombre, no me basta solo con caricias y algunos besos,
quiero tenerlo todo de él, pero sé que si doy el paso voy a
sufrir, si doy rienda suelta a mis sentimientos para después
separarme de él, va a ser más complicado.
—Alistair…
Entonces alguien entra en la cocina y yo me separo
instintivamente de él.
—Vamos a sacar el postre —dice mi madre sonriendo—.
No tardéis. —Coge el bizcocho, algunos dulces y sale otra
vez.
Estoy colorada y seguramente mi madre sabe qué
hemos estado haciendo, me siento mortificada.
—Será mejor que salgamos —digo dando un paso hacia
la puerta alejándome de la intensidad de Alistair.
—Emily, lo he dicho en serio —suelta con esa voz ronca
y sexy que envía bolas de fuego a mi sexo—. Solo dormir,
no hace falta que hagamos nada, aunque me muera de
ganas.
—Sabes que si voy a tu habitación lo último que
haremos será dormir —confieso con el corazón
martilleándome en el pecho.
Él suelta una carcajada.
—¿Tan malo sería? —Se acerca a mí y me abraza por la
espalda, envolviendo sus brazos en mi cintura, no puedo
evitar apoyarme en su duro pecho. Alistair me da un dulce
beso en el cuello que me desarma—. Me he vuelto adicto a
ti, mi duendecillo de la Navidad.
—Yo también a ti, y eso es lo que más me preocupa —
susurro muy flojito.
Alistair
Acabamos los cuatro viendo Frozen en el comedor y
sentados en el sofá, Daphné se sienta a mi lado y al otro
tengo a Emily, su primo Dominque a su lado. Los demás se
han quedado alrededor de la mesa charlando.
Los niños caen dormidos enseguida y Emily dormita
sobre mi hombro, no sé cómo sentirme ante una escena tan
familiar. Abrazo a Emily y la atraigo hacia mi pecho, ella
protesta un poco pero se abraza a mí y se acomoda para
quedarse dormida, me encanta sentirla tan relajada y
cómoda conmigo. ¿Así sería mi vida con Emily si
estuviéramos juntos y con hijos? ¿Pero qué estoy pensando?
Ni siquiera estamos saliendo… ¿Hijos? Desde luego eso no
entra en mis planes, no quiero fastidiar la infancia de
ningún niño como han hecho conmigo. Aunque tengo que
admitir que me gusta la idea de ver a una preciosa niña con
mis ojos y el pelo pelirrojo casi rubio de Emily.
Me la quedo mirando. No sé cómo romper este muro
que ha levantado contra mí, entiendo que esté asustada de
volver a sentir ese dolor, de que la traicionen, pero si de
una cosa estoy seguro es de que nunca voy a ser como mi
padre y hacerle daño a Emily. A estas alturas ya no puedo
negar que ambos nos estamos enamorando el uno del otro,
aunque no sé ni cómo ha ocurrido. El amor nunca ha
entrado en mis planes, no lo quería, no necesitaba una
relación como la que tuvieron mis padres, ni como la que
tuvo mi padre con Loana al principio, o con la madre de mi
hermana. Pero Emily…, esta pelirroja preciosa ha cambiado
toda mi vida en un segundo. ¿Quién me iba a decir que
estas navidades las estaría pasando con la chica que me
gusta y su familia? Me hubiera burlado de cualquiera que
hubiese insinuado algo así.
Pero aquí estoy, teniendo una de las mejores Navidades
de mi vida, y todo gracias a ella, sí que he elegido bien su
mote, es mi duendecillo de la Navidad. Me la ha devuelto a
mi vida.
Desde que murió mi madre no he querido celebrar las
fiestas, ni árbol, ni regalos, ni adornos, y a mi padre ya le
había ido bien. Después, al vivir solo, ni siquiera pensaba
en estos días como festivos, para mí son días normales.
Loana ha intentado devolverme un poco el espíritu
navideño pero no lo ha conseguido, hasta ahora, con la
ayuda de Emily.
Daphné se remueve y se acurruca a mi otro lado y no
puedo evitar sonreír, es adorable, ha salido a su tía Noel,
tiene el cabello rubio pero con los ojos de Emily. La tapo
mejor con la manta con motivos navideños que nos cubre.
—Me los llevo ya —dice el tío de Emily, Jerom, cuando
acaba la película que ya solo estoy viendo yo, al parecer—.
Gracias por aguantarlos. —Me sonríe.
Primero coge a la pequeña y luego al niño, es un
hombre grande, por lo que no le supone ningún problema
cargar a ambos.
—Son geniales.
—No dirías eso si pasaras más de una hora entera con
ellos sin película de por medio. La mayor te la dejo a ti —
dice refiriéndose a Emily, y ambos reímos—. Feliz Navidad,
espero verte en la próxima.
—Feliz Navidad, me encantaría.
No tardan en marcharse todos y pienso que debería
hacer lo mismo, aunque no quiero alejarme de Emily.
CAPÍTULO 28
Emily
Me despierto justo a tiempo para despedirme de mis
abuelos. Mi abuela me ha despertado mientras estaba
acurrucada contra Alistair y, mentiría si dijera que no
quería quedarme entre sus brazos toda la noche. Después
de que Alistair se despida de mis abuelos, los acompaño
hasta la puerta.
—Me gusta —dice mi abuela mirando por detrás de mi
hombro, observando como Alistair habla con mi padre.
—Abuela…
—No diré nada, solo que deberías darle una
oportunidad.
—No vamos de ese plan, él… se marchará.
—¿Se lo has preguntado?
—¿El qué? —pregunto sin saber a qué se refiere mi
abuela.
—¿Qué va a ser? Si quiere marcharse.
—Esa no es la cuestión —digo cruzando los brazos, ya
que el frío se está empezando a colar por la puerta de la
entrada, mi abuelo ya está en el coche.
—Bueno, me lo cuentas en unas semanas —me guiña un
ojo mientras se ríe y se marcha. Mi abuela es de lo que no
hay, pero…, realmente quiero que tenga razón y que
Alistair no quiera irse.
—Me marcho también —dice Alistair a mi espalda. No
he notado su presencia, me giro para mirarlo—. Pero
antes… Quería darte esto —dice tendiéndome una cajita
que saca del bolsillo de su abrigo—. Feliz Navidad, mi
duendecillo de la Navidad. —Sonríe.
Oh Dios, ¿Cómo pude ser tan guapo y sonreír de esa
manera que hace que mi corazón se vuelva tan loco?
—¿Para mí? —pregunto anonadada.
—Claro. —Ríe.
—Pero yo no… no deberías…
—Cógelo Emily.
Le hago caso y deshago el lazo rojo que envuelve la
cajita de color blanco, la abro y dentro hay una preciosa
gargantilla, un pequeño árbol de navidad en plata y dos
esmeraldas pequeñas y redondas a cada lado, es precioso.
—Alistair… ¡Me encanta! —exclamo ilusionada y feliz
mientras lo saco de la caja y lo miro —. Ayúdame —le pido
para que me la ponga, no me lo voy a quitar jamás.
Me doy la vuelta y me aparto el pelo, Alistair me pone
el collar acariciando mi cuello, un placentero escalofrío me
recorre el cuerpo poniéndome la piel de gallina.
—Te queda perfecto —me susurra al oído y me da un
dulce beso en la mejilla.
Contengo el aliento.
—Es precioso. —Me giro hacia él—. Muchísimas gracias
de verdad, yo no te he comprado nada pero…
—Esta noche ha sido suficiente regalo para mí, me ha
encantado pasar tiempo contigo y tu familia.
—Para, deja de ser tan perfecto y vuelve a ser el idiota
engreído de siempre —le recrimino en broma y él suelta
una carcajada.
—Ven aquí. —Me envuelve entre sus brazos y apoyo la
mejilla en su pecho, está calentito y siento el latido de su
corazón, su olor a tomillo y a un olor que solo es suyo me
envuelve, quiero bañarme en este olor—. Aún no me he ido
y ya me estoy arrepintiendo de no llevarte conmigo.
Siento mi corazón bombear rápidamente por sus
palabras. No sé qué contestar a eso, realmente quiero irme
con él, pasar la noche entre sus brazos, bajo su cuerpo,
sintiendo sus caricias y su boca por todas partes. Pero si
me voy con él va a ser demasiado real, y no sé si podré
soportar dejarlo marchar después.
Estoy asustada de lo que siento, lo admito.
—Debes irte, es tarde y hace mucho frío —digo
apartándome de sus brazos haciendo un sobre esfuerzo.
Alistair me mira unos segundos, va a decir algo pero sé
que se lo calla.
—Nos vemos pronto Emily. —Me da un beso en la frente
y se marcha dejándome helada, y no es por el frío.
Cuando lo veo alejarse con el coche, me meto dentro y
cierro la puerta apoyando la frente en esta, suspiro.
—Te gusta mucho, ¿no? —me pregunta Jack
sobresaltándome. Me giro hacia él.
—¿Qué? ¡No! —Niego inmediatamente, demasiado
deprisa.
Jack se carcajea.
—No estoy ciego, ni yo ni nadie de esta familia
hermanita, lo hemos visto todos. —Sonríe.
—No habéis visto nada porque no hay nada que ver. —
Parece que soy incapaz de esconder lo que siento si hasta
mi hermano se ha dado cuenta.
—Ya, claro. Mira, no me quiero meter ni nada, pero le
gustas y está claro que le importas, sé que Théo fue un
capullo contigo, pero Alistair parece un buen tío, me cae
bien.
—Cállate mocoso —le digo dándole un golpe en el
hombro y revolviéndole el pelo—. No te pega nada ponerte
tan serio.
—Qué tonta, puedo ser serio cuando la situación lo
requiere —bromea.
—Gracias por preocuparte por mi. —Le doy un abrazo
—. Pero se va a marchar, no quiero hacerme ilusiones
tontas —le confieso.
Mi hermano me abraza de vuelta.
—Igual hay alguna solución.
—No hay que buscar una solución porque no hay nada
—digo apartándome—. Buenas noches, enano.
Es martes y quedan dos días para terminar el año, si miro
hacia atrás… No puedo imaginar cómo era mi vida antes de
que Alistair entrara en ella, es raro. Este año lo empecé
super ilusionada y enamorada de un hombre que ha
resultado ser un mentiroso y un capullo, y lo acabo soltera
y a punto de enamorarme de un hombre que es el soltero
más codiciado del mundo y con el que nunca llegaré a
poder tener una relación. Las cosas cambian en un segundo
sin darnos cuenta, y el tiempo pasa demasiado rápido. A
veces da miedo lo efímeros que somos.
—¿Qué vas a hacer el día de fin de año por la noche? —
me pregunta Rosie mientras estamos en la recepción del
hotel.
—Cena con mi familia y después iré a tomar algo con
Val, está invitada a un montón de fiestas así que elegiremos
una.
—¿No pasarás tiempo con tú ya sabes quien? —dice
susurrando, lo cual ya es una tontería porque casi todos
aquí, ya están al tanto del rumor de que entre Alistair y yo
hay algo.
La verdad es que después de la cena de Navidad no
hemos vuelto a pasar tiempo juntos a solas, lo he visto por
el hotel y hemos hablado brevemente, pero no ha salido el
tema de fin de año. De todas formas, no somos una pareja,
igual él ha hecho sus planes y no tiene porqué comentarme
nada.
—No hemos hablado del tema. —Me llevo la mano
instintivamente a la gargantilla que él me regaló por
Navidad.
—Pero fue a cenar a tu casa por Navidad, ¿no?
—Sí, ¿y qué? Solo somos amigos.
Rosie se ríe en mi cara y yo pongo los ojos en blanco.
Al día siguiente no trabajo así que es mi última oportunidad
de hablar con él antes de que termine el año. No sé si aún
sigue en pie el plan de ir a ver a su padre y Loana, y si es
así, en ese caso quiero comprarle algún regalo a su
madrastra por haber sido tan amable conmigo. Además
deberíamos mirar los vuelos y organizar el viaje. Aún tengo
dudas sobre si ir o no, pero Loana ha sido muy amable y no
quiero parecer una borde al rechazar su invitación, aunque
eso signifique que piense que estamos juntos, pero ya lo
aclararemos.
No sé si Alistair está reunido o si ha salido, y aun así
mis pasos me guían hasta su habitación.
Cojo aire y llamo a la puerta. Dentro se oyen unos
gritos, Alistair está cabreado, supongo que está hablando
con alguien por teléfono. Sé que no debería hacerlo pero…,
pongo la oreja en la puerta para escuchar qué dice, pero no
llego a entender nada.
—Mierda, estas puertas son buenas… —me quejo.
En ese instante se abre la puerta bruscamente y pierdo
el equilibrio cayendo hacia adelante. Alistair me coge y
choco contra su musculoso torso.
—Soluciónalo, ya. —Y cuelga la llamada.
—¿Escuchando tras las puertas, muñeca? —Su tono
enfadado desaparece por uno cargado de diversión.
—Yo… yo no… —Me separo sonrojada—. No eres el
centro del universo, no estaba escuchando nada. —Miento
haciéndome la indignada.
Alistair suelta una carcajada.
—Te he echado de menos —dice acariciándome la
mejilla. Mi corazón se salta un latido—. Ven.
Atrapa mi mano y me lleva dentro de la habitación
cerrando la puerta a mi espalda.
—No…, no quiero interrumpirte, si es mal momento…
—Nunca es mal momento para ti, muñeca —me guiña
un ojo y después se dirige hacia la mesa, donde tiene el
portátil abierto con muchas páginas y unos cuantos papeles
esparcidos por la mesa.
—¿Ha pasado algo? —pregunto sin poder evitarlo.
—Negocios, no te preocupes. —Pero lo hago, porque lo
he escuchado gritar.
—Puedes contarme lo que te preocupa, igual no sé
mucho sobre inversiones, contabilidad de grandes
empresas y esas cosas, pero puedo escucharte.
Alistair me observa con una mirada que nunca he visto
en él, como si por fin alguien estuviera ahí para él y no se
lo creyera. Me enamoro un poco más de este hombre que
en realidad está más solo de lo que aparenta. Está claro
que Alistair no ha tenido a muchas personas de confianza
en su vida, de hecho solo conozco a su amigo Derek, de la
fiesta, y no parecen muy cercanos. La vida que ha escogido
es la de estar rodeado de un montón de gente pero nadie
importante de verdad.
—¿Lo dices en serio? —pregunta incrédulo.
—Claro, si hay algo que te preocupa puedes
contármelo, somos amigos. —Me siento en la cama para
mirarlo a él, que está apoyado en la mesa del escritorio.
—Amigos, claro. Bueno, tan solo unos problemas con
algunos proveedores, han cancelado nuestro acuerdo así,
de repente, no sabemos qué ha sucedido —dice pasándose
la mano por el cabello corto y negro.
—¿En serio? Lo siento mucho… —Y entonces se me
ocurre algo—. No sé si es una locura lo que voy a decir
pero…, ¿podría estar detrás de esto Alan?
Alistair se queda pensativo y se pasa la mano por la
incipiente barba, está muy guapo. Lleva un jersey gris y
unos tejanos que parecen desgastados.
—Ahora que lo dices…, son proveedores que también
tienen contacto con Bodegas Lefebvre. Dame un segundo.
Hace una llamada y manda a alguien a investigar sobre
eso.
—Listo, si ese maldito está detrás de esto, lo
averiguaré.
Asiento pero estoy preocupada, pues si Alan actúa en
nombre de la empresa de la familia y pasa algo malo,
recaerá también en Val, y no quiero que a ella le salpique
nada de esto.
—¿Qué piensas muñeca? —me pregunta sentándose a
mi lado.
—Estoy preocupada por Val, ella es buena persona y la
mejor opción para llevar las bodegas, el maldito Alan los
está llevando a la ruina y no quiero que le salpique a ella.
—No te preocupes, si él está detrás de esto me
aseguraré que sea el único que pague —me garantiza
Alistair.
Y sé que puedo confiar en él.
CAPÍTULO 29
Emily
Hablamos sobre las posibles tretas que puede estar usando
Alan para llevar a cabo todo este plan contra Alistair y su
empresa, si es que se trata de él, aunque no tengo duda
alguna de que el idiota y malvado primo de Val está detrás
de todo esto, tengo una corazonada. Lo que me extraña es
que aún no haya movido ficha contra mí, pues su objetivo
desde el principio he sido yo.
—Me alegro habértelo contado, sin ti ni siquiera me
hubiera planteado que el idiota de Alan se hubiera atrevido
a ir contra mí.
—Solo es una conjetura… —Le quiero tranquilizar,
aunque no dudo de que Alan está tras esto.
Alistair asiente.
—Por cierto, ¿venías a decirme algo? No me quejo, pero
normalmente no vienes a mi habitación por las buenas —
pregunta Alistair con una sonrisa.
—Ah sí, solo quería saber si… Sigue en pie el plan de ir
a ver a Loana y a tu padre. —Con toda esta historia de Alan
me he olvidado de para qué había venido a su habitación.
—Si no quieres ir no pasa nada Emily, no te sientas
obligada.
—No, no es eso, me apetece ir, Loana me cae muy bien
y quiero ver el sitio donde te criaste, tiene que ser
precioso.
—No es para tanto… —dice levantándose y yendo hacia
la ventana, su tono es frío y cortante. Está claro que no
guarda buenos recuerdos de allí, puedo entender cómo se
sintió siendo un niño y perder a su madre cuando era tan
pequeño, y después descubrir que su padre es un
mentiroso.
—¿Tu quieres ir? —le pregunto poniéndome en pie y
acercándome a su espalda.
Alistair está unos segundos en silencio, finalmente
suspira y responde.
—No lo sé. Loana nunca me ha insistido tanto para ir a
verlos y…, tengo un mal presentimiento —me confiesa y se
gira para mirmame—. Pero igual es solo porque quiere
conocerte más, es la primera vez que le presento a
alguien…, bueno, a una chica, y ya sabes qué piensa de
nosotros —me dedica una media sonrisa.
—Sí, por eso también estaba reticente a ir, no quiero
avivar los rumores de que estamos juntos.
—Podríamos estarlo. —Su voz es seria y demasiado
convincente.
—Alistair, ya lo hemos hablado…
—Emily, ¿tanto te cuesta confiar en mí? —Cuando
pronuncia mi nombre así me deshago por este hombre.
—No es eso, es que te vas a marchar… ¿Qué sentido
tendría empezar algo?
—Ya ha empezado.
Me mira con esos ojos azules como perlas y mi corazón
se vuelve loco, quiero eso, estar con él, salir con Alistair.
Pero no soy tonta ni ilusa, y si estamos juntos estas
vacaciones, después será peor al despedirse. Claramente,
mi cuerpo no piensa igual, siento su calor cuando él da un
paso hacia mí, acortando la distancia, y ese magnetismo
que me impulsa a acercarme a él crepita entre nosotros,
me incita a hundirme en su cuerpo. Lo deseo, nunca he sido
consciente de que pudiera desear tanto a un hombre hasta
que ha llegado él.
—No puedes negármelo, mi duendecillo de la Navidad
—susurra en mi oído a la par que me retira el cabello hacia
atrás, siento como mi piel se eriza y como mis piernas
empiezan a flaquear—. Nos morimos el uno por el otro.
Ahogo un gemido cuando Alistair me besa el cuello,
siento como me excito, como mi temperatura sube y como
mi respiración se acelera. Cierro los ojos con fuerza y alzo
una mano para sostenerme de su jersey.
—Yo no —susurro pegándome a él, más cerca. Alistair
suelta una carcajada que siento en todo el cuerpo, me
encanta. Me agarra de la nuca suavemente.
—¿Hasta esto me lo vas a discutir? —Ríe en mis labios y
me alza el mentón con sus elegantes dedos para fundirnos
en un ferviente beso que me hace enloquecer.
Alistair lame mis labios y me muerde suavemente el
labio inferior para después hundirse en mi boca y arrasar
con ella. Suelto un gemido y me aferro a su cuello
acercándome lo máximo posible. Su aroma a tomillo y a él
me embriaga y me siento en el paraíso, este hombre besa
como los mismísimos dioses. No es que haya besado a
ninguno, pero me imagino que si un beso puede
catalogarse como celestial, sería este.
Alistair pega sus caderas a las mías haciéndome notar
lo mucho que lo excito, eso envía una bola de fuego a mi
sexo y que sienta que de un momento a otro mis propias
piernas me van a traicionar dejándome caer, pero Alistair
no lo permite. Me separo unos segundos para instarlo a
deshacerse de su jersey, y poder acariciar sus musculosos
brazos y ver esos malditos abdominales que parecen una
tableta del mejor chocolate navideño.
Después vuelvo a besarlo con fervor acariciando su
cuerpo, Alistair me coge en volandas y envuelvo mis
piernas en sus caderas. Me lleva a la cama y me tiende
lentamente sin dejar de besarme. Siento su peso
ligeramente sobre mí y quiero sentir su piel contra la mía.
No tengo que esperar, pues Alistair mete sus manos bajo mi
camisa y me acaricia con su cálida y gran mano,
provocándome un hormigueo placentero ahí por donde
pasa. Gimo en su boca.
—Eres preciosa Emily, me vuelves loco —me susurra
abandonando mis labios y besándome el cuello.
Se deshace de mi camisa y me deja un ardiente beso
entre mis pechos y baja por mi estómago. Estoy ardiendo,
me arqueo hacia él sin poder evitarlo.
—Alistair… —suspiro.
Él se yergue y se pone de rodillas entre mis piernas con
los venosos y musculados brazos a cada lado de mis
caderas.
—¿Reglas? —me pregunta.
Niego con la cabeza, estoy harta de negarme lo que
más deseo, si esta es mi única oportunidad de estar con
Alistair, la aprovecharé.
—Ninguna. —Alzo los brazos y tiro de su cuello para
besarlo, él emite un gruñido excitado que se clava en mi
sexo y presiona su miembro en mi parte más sensible.
Aun con la ropa lo siento duro, grande y caliente.
Me deshago como mantequilla derretida y entonces la
mano de Alistair me acaricia alrededor del pecho, no tarda
ni dos segundos en deshacerse de mi sujetador y bajar su
boca hambrienta a mis pezones erizados por el placer, los
lame y succiona volviéndome loca de deseo por él. Su
lengua envia pequeñas descargas a mi sexo, me siento
húmeda y tengo la imperiosa necesidad de quitarnos toda
la ropa que llevamos.
—Me encantan tus pechos, son perfectos, preciosos,
como tú.
—Alistair, te necesito —gimo arqueando las caderas en
busca de alivio.
—¡Joder! Me pone a mil que me digas eso, muñeca, yo
también te necesito, no sabes cuanto —me da un suave
beso en los labios y después vuelve a ponerse de rodillas
entre mis piernas para desatarme los pantalones y
despojarme de mi ropa interior.
En unos segundos estoy completamente desnuda ante
la mirada hambrienta de Alistair, me siento sexy y
poderosa, segura y amada.
Es mi turno de desnudarlo, y mentiría si no dijese que
me muero de ganas por verlo completamente desnudo. Me
pongo de rodillas frente a él y lo beso con desesperación, la
misma que siento por que me haga el amor. Después
deslizo mis manos por su torso musculado hasta llegar al
botón y la cremallera de sus pantalones abultados. Lo
acaricio por encima y Alistair gruñe cogiéndome la mano.
Ambos nos miramos y noto como mi corazón bombea con
fuerza.
—Quítamelo todo, Emily —me ordena.
Alistair se pone en pie y yo asiento, me acerco al borde
de la cama y me deshago de sus pantalones muy
lentamente, Alistair sisea cuando poso mis manos en sus
boxers y los deslizo liberando su gran erección.
Es bonita, a ver, no es que haya visto muchas y no es
que el miembro masculino sea una maravilla de la
anatomía, pero la suya es bonita, erecta, dura, ancha,
suave, perfecta. Me muero por tocarla y lamerla.
—Si sigues mirándola fijamente así, creo que me voy a
correr —bromea llevándose una venosa mano a su miembro
y acariciándolo. Ese gesto tan íntimo es sumamente
erótico, me excita sobremanera observarlo—. ¿Quieres
probar?
—Sí, por favor —digo tragando saliva.
—Buena chica —me dice mientras me la acerca como si
me la ofreciese.
La tomo entre mis manos y comienzo a acariciarla.
Alistair emite un gruñido y me coge por el cabello, eso crea
más humedad entre mis piernas y me incita a lamerla,
primero de abajo a arriba y después pongo énfasis en su
glande.
—¡Joder! —maldice Alistair instándome a seguir—. Sí,
así. ¡Dios, Emily! —Sigo lamiendo y succionando, llevándolo
al máximo placer—. Emily, voy a correrme, para…
Pero no me detengo, darle placer es tan adictivo como
comer galletas de Navidad, quiero más, deseo ver su
expresión cuando llegue al orgasmo, necesito sentir sus
manos aferrando mi cabello mientras me empuja hacia su
miembro, quiero volverlo loco.
—Quiero que acabes —le digo.
—¿Segura? —me pregunta mirándome a los ojos, en los
suyos veo lo mucho que desea acabar en mi boca, pero
quiere asegurarse de que estoy bien con eso. Noto a mi
corazón enamorarse un poco más de él.
Como respuesta vuelvo a introducir su miembro en mi
boca y succiono profundamente, después lamo el glande,
agrego presión, eso lo deshace por completo. Emite un
profundo gruñido que envía bolas de fuego a mi sexo,
haciendo que mi clítoris palpite de necesidad mientras
trago toda su esencia. Es la primera vez que hago algo así
de excitante. Con Théo el sexo siempre era algo rápido, y
ahora me doy cuenta de que tampoco era nada
emocionante.
—¡Oh, joder! —gime saliendo de mi boca, se inclina
hacia mí y me besa con desenfreno y deseo, saboreándose a
sí mismo—. Has estado maravillosa, ven aquí.
Se tumba en la cama y me hace subirme a horcajadas
sobre él, estoy muy húmeda, pero no siento vergüenza
porque él lo note, me siento sobre los abdominales de su
estómago y su semi erección presiona mis glúteos, gimo.
—La mejor vista —dice Alistair con una sonrisa llevando
sus manos a mis caderas.
Se yergue y me besa los pechos, acariciándome con las
manos el cuello, los brazos, el estómago…, hasta llegar a
mi clítoris. Me aferro a sus hombros y gimo al sentir su
lengua presionar en mis pechos y sus dedos acariciarme
con ímpetu en mi brote más sensible, dejándome sin aire.
Me lleva al borde y después se detiene.
—No… —Emito un ruidito en protesta.
—Ahora viene lo mejor, mi duendecillo de la Navidad —
me susurra en el oído. Entonces alarga una mano hacia el
cajón de la mesilla y saca un condón, en unos segundos lo
tiene puesto y está listo para penetrarme lentamente,
sujetándome por los glúteos me hace descender sobre su
erección.
—Alistair… —gimo hundiendo mi cara en el cuello
masculino, inspirando su olor y sintiendo el dolor-placer
que me proporciona, pues hacía mucho tiempo que no tenía
relaciones sexuales.
—Te sostengo, no te preocupes.
Poco a poco voy sintiéndolo más profundo, estoy en un
estado de placer en el que jamás me he encontrado, todo
mi cuerpo es consciente de Alistair, cada trozo de piel, cada
recoveco de su cuerpo, cada hueso, cada fibra… Lo siento
en todas partes.
Ambos empezamos un movimiento adictivo que nos
lleva al mayor de los placeres, siento que me quedo sin
respiración y que mi corazón ya no es mío.
Los dos gritamos de placer en la boca del otro.
CAPÍTULO 30
Alistair
Ya está, ahora sí que estoy perdido, estar dentro de Emily
ha sido como un maldito sueño, mejor, como estar en el
cielo, es indescriptible. La miro mientras duerme
plácidamente sobre mi pecho; estoy loco por esta mujer.
Quizá es una locura, la conozco desde hace menos de dos
meses, pero ninguna mujer me ha hecho sentir como lo
hace Emily. Ninguna mujer me ha hecho querer lo que
necesito con ella.
Acaricio suavemente con mi pulgar su tatuaje debajo de
su pecho derecho.
—Vivir es la cosa más rara del mundo —leo en un
susurro.
No le falta razón, la casualidad ha querido que
encuentre a la única mujer que me ha hecho cambiar
drásticamente todo lo que había planeado para mí. Está
claro que nunca sabes cuando va a cambiar tu suerte, ni
siquiera aunque lo tengas todo planeado al milímetro, no
puedes asegurar qué pasará, dejas la vida correr y de
repente, en un segundo, todo se altera.
Ella es mi alteración y estoy decidido a no dejarla
marchar.
Emily se despierta poco a poco, son las siete de la tarde
pero podría quedarme lo que queda de día y toda la noche
con ella entre mis brazos, en esta habitación, los dos solos
sin que nadie nos moleste.
—Buenos días, muñeca. —Le sonrío quitándole un
mechón de fuego de la cara y le acaricio la mejilla.
—Siento haberme quedado dormida —dice apurada y
sonrojada, me encanta verla así.
—No importa, me gusta cuando te duermes sobre mí y
en sueños murmuras lo guapo que soy y lo mucho que me
deseas —bromeo.
—Más quisieras tú, engreído —me reprocha con una
sonrisa y no puedo evitar abrazarla con más fuerza contra
mí mientras suelto una carcajada.
No quiero dejarla ir.
—¿Quieres que cenemos juntos? —le pregunto tentando
a la suerte, con Emily nunca se sabe.
—Quiero ir a comprarle un regalo a Loana, podemos ir
y cenar —acepta.
—No hace falta que le compres nada —le digo
acariciando su brazo, Emily se acurruca más y siento cómo
su piel se pone de gallina por mis caricias.
—Quiero hacerlo, ha sido muy amable conmigo. —Su
voz me acaricia el pecho y es la sensación más agradable
que jamás he sentido.
—Vale, lo que tú quieras. —Le doy un suave beso en la
frente y después la beso en los labios. No puedo negarle
nada cuando la siento desnuda contra mi piel.
Jamás he estado así con ninguna mujer antes, las
charlas posteriores siempre son incómodas y cortas, más
bien han sido para echar a la chica o era yo quien se
marchaba antes de que pudieran decir nada.
Pero estar así con Emily es algo íntimo, de pareja… Y
me gusta, me gusta mucho más de lo que hubiese
imaginado nunca.
El beso se intensifica y no puedo evitar hacer que se
corra en mi mano antes de irnos a la ducha y hacerle el
amor allí otra vez.
Emily
Después de que Alistair me deje muy satisfecha, vamos al
centro de Colmar a mirar un regalo para Loana. Pasar esta
tarde con él está siendo genial y muy divertido, me hace
sentir muy bien, me ha hecho el amor como nunca antes
me lo han hecho y después no ha sido incómodo ni nada,
sino que Alistair se ha ocupado de dejarme más necesitada
de él.
Está siendo todo perfecto, y eso sé que va a tener
consecuencias en mis sentimientos por él, pero no quiero
pensarlo, al menos no por ahora.
Al final elegimos un pañuelo de color gris con una
textura suave, es un detalle para agradecerle a Loana que
me haya invitado.
—¿Crees que le gustará el detalle? —le pregunto a
Alistair mientras nos sirven la cena en un restaurante cerca
de the Roesselmann Fountain, en Colmar.
—Estoy seguro de que sí. —Me sonríe desde el otro lado
de la mesa con esa maldita sonrisa que hace saltar mi
corazón. Es realmente atractivo.
No puedo evitar pensar que nos comportamos como
una pareja, hemos paseado de la mano toda la tarde, hemos
reído, nos hemos besado… Y esto no es bueno para mi
corazón.
—¿En qué piensas muñeca? —me pregunta Alistair
poniendo su mano grande y calentita sobre la mía para
llamar mi atención.
—No te voy a mentir, estoy asustada de lo que me haces
sentir…
—¿Te cuento un secreto? Yo también tengo miedo de no
estar a la altura —me confiesa —. Pero quiero esto —dice
mirándome a los ojos y dándome un pequeño apretón en la
mano—. Y lo quiero contigo, con nadie más, Emily.
Mi corazón muere y resucita, Alistair es perfecto para
mí, jamás lo hubiese pensado al juzgar por cómo nos
conocimos y por cómo discutimos, pero él me hace feliz de
muchas maneras, me hace sentir segura y preciosa.
Siempre me saca una sonrisa o una mirada furiosa, pero
mentiría si dijese que no disfruto de cada segundo que paso
con él. Y en lo físico…, ha quedado más que claro que
somos muy compatibles.
Confío en él, y eso es lo más difícil para mí.
—Yo también lo quiero contigo Alistair, pero tenemos
que ser realistas… Cuando te marches…
—Ahora estamos aquí, mi duendecillo de la Navidad. —
Me corta y se lleva mi mano a los labios para darme un
dulce beso en los nudillos.
Me derrito por dentro.
—No puedo evitar pensar que nuestra relación es como
un copo de nieve en un árbol de Navidad, es algo fugaz,
precioso y, trae felicidad, pero al fin y al cabo perecedero —
confieso.
—Pero siempre vuelve a caer nieve y los árboles de
Navidad se convierten en simples abetos o pinos, no tiene
porqué ser siempre bonito, pero sí perduran.
Me lo quedo mirando con los ojos abiertos por su
contestación, con el corazón alterado. ¿Está insinuando que
quiere algo a largo plazo conmigo? ¿Que esto que tenemos
va a perdurar? ¿Está hablando siquiera de una relación? No
puede ser, ¿no?
—Me estoy enamorando de ti Emily —confiesa—. Sé
que te parecerá una locura porque nos conocemos desde
hace poco, pero nunca he conocido a nadie como tú, que
me haga sentir como tu lo haces, me importas más que
nada en el mundo y haría cualquier cosa por ti, ya sea abrir
una crepería a la una de la madrugada o buscar el mejor
chocolate de la zona para hacerte feliz. Haría cualquier
cosa que me pidieras.
Me quedo sin palabras. ¿Se está enamorando de mí?
¿Lo estoy haciendo yo también? Sí, es una locura. Mi pecho
se llena de calor y la felicidad que siento en este momento
va a hacerme llorar. Estoy asustada, pero feliz, es una
sensación abrumadora.
—No hace falta que digas nada, sé lo que piensas de lo
nuestro, solo quería que lo supieras —dice Alistair al ver
que no hablo.
—Lo siento, es que yo…, creo que también me estoy
enamorando de ti —le confieso en un susurro—. Pero no
quiero…, esto…, no va a ir a ninguna parte. Creo que ha
sido un error todo esto. —Me pongo en pie con las lágrimas
en los ojos y el corazón presionando contra mi pecho.
Mi mente me grita que salga huyendo de aquí.
Alistair también se pone en pie.
—Emily…
—Tengo que irme —digo deprisa y sin aliento, y sin
esperar a que él pueda hacer o decir nada, salgo huyendo
como una cobarde, pues eso es lo que soy.
CAPÍTULO 31
Emily
No puedo creer que haya sido tan cobarde como para salir
corriendo del restaurante. No quiero ir a casa, así que me
quedo dando tumbos por el pueblo sin saber donde ir ni
qué hacer.
Una parte de mí sabía que iba a pasar, que me iba a
enamorar de él, pero nunca pensé que Alistair iba a
sentirse igual, y mucho menos que me lo confesara.
Imaginaba que para él yo solo era un capricho, una chica
que no le bailaba el agua como las demás, que le atraigo y
que quiere conocerme, eso no lo he dudado pero, ¿amor?
Esa es una palabra muy grande e importante. No puede
sentirse así por mí, y yo no quiero sentirme así por él, esto
empeora las cosas y me asusta.
Mi teléfono móvil vuelve a sonar por millonésima vez,
es Alistair. Lo pongo en silencio y camino hacia la zona de
la pequeña Venecia, donde me apoyo en la barandilla del
puente a coger aire. Miro el agua iluminada por las luces
de Navidad y respiro hondo. El frío se cuela por mis fosas
nasales congelándome.
No puedo creer que le haya confesado que me estoy
enamorando de él. Estoy helada, pero realmente no siento
el frío, no hasta que pasan unos minutos y realmente me
doy cuenta de que he salido tan rápido de allí, que ni
siquiera he cogido la maldita chaqueta ni la bufanda.
Empiezo a no sentir las manos y me abrazo a mí misma
sin apartar la mirada del río iluminado por las luces, está
precioso y me siento estúpida aquí rodeada de turistas y de
gente paseando, mientras las mejillas se me congelan por
las lágrimas. Me las limpio y vuelvo a sentir la vibración del
móvil en mis pantalones.
Estoy siendo ridícula, me siento así. ¿Cómo voy a volver
a mirarlo a la cara después de haber salido huyendo como
alma que lleva al diablo? Pero es que he sentido una
opresión demasiado grande en el pecho al confesarle mis
sentimientos. Después de lo de Théo me prometí no volver
a caer en la estupidez de enamorarme, y como una tonta he
caído de lleno, y encima con un hombre que ni siquiera se
va a quedar, por mucho que diga que siente algo por mí…
No va a quedarse, eso no lo ha dicho en ningún momento.
—¡Emily! —Lo escucho gritar.
Alzo la cabeza con un movimiento brusco hacia donde
viene la voz de Alistair. Está al otro lado del puente,
mirándome con la respiración acelerada y mi chaqueta en
su brazo, seguramente ha estado buscándome sin parar.
Eso hace cosas raras en mi corazón, no quiero pensarlo.
Mi primer pensamiento es el de salir corriendo una vez
más, pero eso no sería nada maduro y tendría que
enfrentarme a él tarde o temprano, al fin y al cabo es mi
jefe.
—¡Emily, no te atrevas a moverte de ahí! —me grita
acercándose a zancadas. La gente de alrededor nos mira y
cuchichean, pero yo solo puedo tener ojos para Alistair. Mi
corazón late en mis oídos y siento el rubor cubrir mis
mejillas—. ¿Qué coño te pasa? ¿Cómo se te ocurre salir así
sin abrigo y sin nada, hace un jodido frío de cojones. —Está
cabreado pero aun así me cubre con mi chaqueta y después
me abraza con fuerza.
No me muevo ni digo nada, simplemente me aferro a él
y las lágrimas empiezan a caer de nuevo. En el calor y la
seguridad de su cuerpo me siento mucho mejor, pero aún
tengo esa opresión en el pecho.
—No vuelvas a huir de mí así, por favor, creía que me
moría cuando te he visto salir corriendo, lo siento mucho
Emily, no quería hacerte sentir mal —me susurra
abrazándome más fuerte y dándome un suave beso en la
cabeza.
—Lo siento… —le contesto bajito y entre sollozos. No
quiero hacerle sentir que es su culpa por haberme
confesado lo que siente, Alistair no es de esos hombres que
se abren al amor y yo se lo estoy poniendo más complicado
aún.
No se merece mi desprecio.
—No lo sientas, solo habla conmigo, si tanto te asusta la
idea de estar conmigo no sacaré más el tema, lo juro, pero
por favor no huyas de mí así. —Se me parte el corazón, yo
he provocado que Alistair se sienta mal por quererme. Lo
he hecho preocuparse, incluso asustarlo al verme salir
corriendo del restaurante, estoy siendo patética.
—Lo siento mucho yo no quería… —sollozo y Alistair se
aparta un poco para alzarme la cara y mirarme a los ojos.
—Shh… ¿Estas mejor? —Me corta y me limpia las
lágrimas. Todo mi cuerpo se debilita ante esa caricia tan
suave.
—Sí, perdona…
—No pasa nada, mi duendecillo de la Navidad. —Vuelve
a abrazarme, tan fuerte que puedo sentir atravesarme su
amor, su preocupación y angustia.
Le devuelvo el abrazo con fuerza, inspirando su olor a
tomillo y a algo que solo es de Alistair. Me gusta mucho, me
duele el corazón solo con pensarlo, pero es la verdad y
estoy asustada, me he acorazado en que para él, yo solo
estaba siendo una diversión, pero está claro que no es así y
eso me ha hecho entrar en pánico, tengo que entender que
no es malo que me quiera, que puedo volver a confiar en
alguien.
Un copo de nieve me cae en la frente y ambos miramos
al cielo, está empezando a nevar de nuevo.
—Necesito que entres en calor, estás helada ¿Quieres
venir conmigo? —me pregunta con mucho cuidado, y eso
me hace sentir fatal porque mi Alistair hubiese bromeado
con secuestrarme o alguna tontería así.
No quiero que vaya con pies de plomo conmigo, como si
fuese a salir huyendo a cada instante, como acabo de hacer.
—Claro que quiero ir contigo, perdona, no sé que me ha
pasado, bueno sí lo sé pero…
—Emily, luego. —Sin decir nada más se da la vuelta, se
arrodilla de espaldas a mí y estira los brazos—. Sube —me
dice.
—¿Qué? No hace falta, estoy bien, puedo caminar y no
voy a huir, te lo prometo.
—Pues hazlo por mí, así te sentiré y podrás entrar en
calor, la alternativa no te va a gustar —dice sacando su
Alistair bromista.
—¿En serio? —Pongo los ojos en blanco pero tiene
razón, estoy helada y aunque sería raro que me llevara a
caballito, más raro sería que me cogiera en bolandas por
toda la ciudad.
—Sabes que soy capaz de llevarte como un saco de
patatas, así que sube ahora mismo, señorita Fenn.
—Ag, eres de lo que no hay… —suspiro pero subo a su
espalda.
Sin decir nada más me abrazo a él, Alistair se pone en
pie y comienza a caminar, me lleva hasta el hotel Belle nuit.
Espero que ninguno de mis compañeros me vea aparecer
subida a caballito del jefe, sería una anécdota que no
dejarían de recordarme.
Por suerte, al ser tan tarde, nadie nos ve, y al llegar al
vestíbulo Alistair me baja y subimos las escaleras que nos
llevan a su habitación cogidos de la mano.
—¿Tienes hambre? Al final no has cenado —dice Alistair
al entrar a su habitación y cerrando la puerta.
Niego con la cabeza.
—Estoy bien, gracias.
Alistair asiente.
—¿Tienes frío? ¿Te preparo un baño caliente? —Vuelve
a preguntar e intento ocultar una sonrisa, está adorable
cuando se preocupa por mí.
—Estoy bien, no tengo frío, tu espalda es muy calentita.
—Sonrío.
—Entonces… ¿Quieres hablar de lo que ha pasado?
—¿Puedo pedirte un favor? —pregunto seria.
—Lo que quieras, ya lo sabes.
—¿Puedo dormir contigo esta noche y mañana lo
hablamos? Quiero estar contigo.
—¡Joder, claro que puedes! —exclama acercándose a
mí, pero se queda a un metro, como si no quisiera
asustarme, entonces soy yo quien acorto la distancia.
—No voy a salir huyendo, te lo prometo Alistair —le
digo, y va muy en serio. Aunque me da un miedo atroz
entregarme a lo que siento, más miedo me causa
provocarle a él cualquier tipo de daño o preocupación. Alzo
mi mano y la poso en su áspera mejilla y acaricio sus
gruesos labios con el pulgar, esos labios que me muero por
besar—. Gracias por ser sincero conmigo, por preocuparte
por mí, por estar para mí.
—Siempre —lo dice como si se tratase de una promesa,
y así lo siento, mi cuerpo tiembla con la certeza de que él lo
dice de verdad.
CAPÍTULO 32
Alistair
Emily por fin se duerme entre mis brazos, después de
disculparse otra vez por haber salido huyendo. Cuando la vi
en el restaurante levantándose de la mesa, con esa mirada
de pánico en los ojos, se me paró el corazón. Sé de su
retincencia a salir conmigo, pero no sabía cuánto le asusta
que le hagan daño de nuevo, maldije al idiota y capullo que
le hizo perder la fe en el amor a mi preciosa pelirroja. No
es que yo haya tenido mejores experiencias en ese campo, y
desde luego siempre he sido un escéptico, pero conocerla a
ella ha hecho que desee tener una relación, querer a una
persona y que esa persona me quiera a mí por como soy y
no por quien represento ser. Compartir bromas, charlas
sobre cualquier tontería, discutir y reconciliarnos con
sexo… Y solo lo quiero con ella, con mi duendecillo de la
Navidad.
Su rechazo me ha dolido, pero entiendo que la haya
pillado por sorpresa mi confesión, a mi también, ni siquiera
había planeado decirle que me estaba enamorando de ella,
y mucho menos que Emily me dijese lo mismo. En el
momento en que la vi salir corriendo pensé que la iba a
perder para siempre, que no volvería a verla, pero ahora
está aquí, durmiendo entre mis brazos, esto tiene que
significar que quiere intentarlo, ¿no? Quizá esté asustada
de sus sentimientos, pero el deseo de querer estar conmigo
es mayor.
Tengo que hablar con ella y averiguar qué necesita de
mí, estoy dispuesto a darle cualquier cosa para probarle
que conmigo su corazón está a salvo. Por primera vez en la
vida voy a luchar por una chica, y no me voy a rendir.
Emily
Me despierto algo confusa, pues estas no son las sábanas
de mi cuarto, abro los ojos poco a poco y recuerdo que
estoy en el hotel, en la habitación de Alistair. Me quedé
dormida sobre su pecho, escuchando el latido de su
corazón. Pero él ya no está en la cama.
Me yergo tapándome con el edredón y me abrazo las
rodillas. No se escucha ningún ruido. ¿Me ha dejado sola?
En cierta manera lo agradezco para tener unos minutos y
poner mis pensamientos y sentimientos en orden, pero por
otro lado me hubiese gustado encontrarlo conmigo al
despertar.
De repente se abre la puerta de la habitación y aparece
Alistair con una bandeja en las manos.
—¿Ya estás despierta? —Deja la bandeja en la mesa y va
a retirar las cortinas para que entre más luz, aunque está
bastante oscuro por el mal tiempo—. No quería que te
levantaras sola, pero como ayer no cenaste pensé que
tendrías hambre.
No se equivoca, estoy hambrienta y le quiero un poco
más por ser tan atento conmigo, es muy mono de su parte.
—Muchas gracias, sí que lo estoy —digo sonriendo.
Entonces Alistair coge la bandeja y se sienta en la
cama, dejándola entre los dos. Hay chocolate recién hecho,
tostadas, cruasanes y fruta, todo puesto con esmero, da
pena comérselo.
Mi estómago ruge, bueno quizá no da tanta pena.
Alistair me ofrece una taza de chocolate con una
sonrisa en los labios, esos preciosos y gruesos labios que
me muero por besar.
—¿No tenemos servicio de habitaciones? —pregunto
con una sonrisa cogiendo la taza con las dos manos,
nuestros dedos se acarician y me invaden unas imperiosas
ganas de sentirlas por todo mi cuerpo.
—Sí, pero me apetecía ir yo mismo.
—Pues muchas gracias. —Doy un sorbo al chocolate y
casi me muero del gusto—. Oh Dios mío, este chocolate
está buenísimo, Alistair.
Él sonríe con orgullo.
—Lo sé, es de una fábrica tradicional, igual los conoces;
Les chocolats de Faure.
—Los conozco, me encanta ese chocolate, es super
navideño, no sé cómo lo hacen pero cuando pienso en
chocolate y Navidad, su marca es la primera en la que
pienso. Voy a necesitar una taza de estas todas las
mañanas. —Rio.
—Pues la tendrás, mi duendecillo de la Navidad. —Me
da un suave beso en la mejilla y me sonrojo.
Después de desayunar, Alistair retira la bandeja y se
estira junto a mí en la cama, tengo la imperiosa necesidad
de tumbarme sobre él y devorarlo, de acariciarle el cabello
oscuro y suave. ¿Cómo he podido siquiera plantearme
alejarme de él si es un imán para mí?
—Gracias por el desayuno.
—De gracias nada, luego te pasaré la factura —bromea
Alistair cogiéndome del brazo y tumbándome sobre él como
si hubiese leído mis pensamientos.
He dormido con tan solo una camiseta suya y las
braguitas, y eso es lo que llevo, por lo que mi culo queda al
descubierto. Él se ha cambiado y se ha puesto sus
pantalones de chándal grises y una camiseta negra que se
le ajusta perfectamente a su musculoso cuerpo, me encanta
verlo así.
—¿Has dormido bien? —me pregunta quitándome un
mechón de pelo de la cara y poniéndomelo tras la oreja con
una dulzura que me hace querer suspirar de amor.
—Sí, gracias, ¿tú?
—Yo he tenido una losa sobre mi toda la noche que
roncaba como un rinoceronte, pero por lo demás, bien. —
Reímos y le doy una palmadita en el hombro, siento su risa
por todo mi cuerpo y eso me excita.
Me contoneo un poco sobre él y siento como el
miembro de Alistair crece.
—Realmente me he pasado toda la noche duro por ti —
me susurra cogiéndome por los glúteos y moviéndome
sobre él, ambos gemimos ante la fricción.
No lo puedo soportar más y lo beso enredando mis
manos en su pelo, ambos nos entregamos al maravilloso
roce y al sabor de nuestros labios, los suyos saben a
chocolate.
En un movimiento, Alistair me tiene debajo de él sin
dejar de besarme.
—Me distraes, mi duendecillo de la Navidad, tenemos
que hablar —me dice en un suspiro, y vuelve a atacar mis
labios sin dejar de embestir contra mi sexo.
Me siento arder, estoy húmeda y tengo la enorme
necesidad de tener a este hombre en mi interior, ya.
—Luego…, te necesito dentro de mí, ahora —le digo
metiendo mis manos por dentro de su camiseta y
acariciando su espalda.
—¡Joder! Vas a matarme, Emily. —Alistair se aparta
para deshacerse de la camiseta y de sus pantalones,
aparentemente no lleva nada más y eso provoca que mi
sexo palpite, Dios, este hombre es demasiado sexy para mis
sentidos.
Me deshago a toda prisa de mi ropa mientras Alistair
busca un condón en la mesilla y se lo coloca. Ambos
estamos desesperados por sentirnos después de haber
pasado toda la noche abrazados.
Cuando lo tiene vuelve a posicionarse sobre mí y se
abalanza sobre mis labios, abriéndolos para él,
dominándome.
—Eres tan bonita y estas tan húmeda para mi… —gruñe
al acariciar mi sexo con dos dedos y sentirlo húmedo—. Me
vuelves loco, Emily.
Me acaricia suavemente el clítoris y gimo aferrándome
a él.
—Eso es, mírame mientras te toco. ¿Te gusta, verdad,
Emily? —me pregunta avivando mi excitación.
Gimo y me arqueo en contestación sin poder apartar la
mirada de esos ojos perlados tan azules.
—Por favor… —suplico deseando tenerlo en mi interior.
—Quieres mi polla dentro de ti, ¿verdad muñeca?
Dímelo.
—Sí, la quiero.
—Tómame, es tuya —gruñe introduciéndose en mí de
una sola estocada que me hace soltar un grito de puro
placer. Estoy muy húmeda, Alistair me excita de una forma
que jamás he sentido.
Me aferro a su cuello y abro más las piernas para él, el
roce es demencial. Alistair me besa el cuello y baja a mis
pechos sin dejar de embestirme con dureza, con
desesperación, la misma que siento yo en cada fibra de mi
ser.
Entonces desliza una mano entre nosotros y me acaricia
el clítoris sin dejar de introducirse en mi interior con un
ritmo enloquecedor. Mi respiración se corta y se agita
todavía más, sus dedos acariciándome furiosamente junto
con sus embestidas me llevan cada vez más alto. Me arqueo
para no perder ni un segundo de este maravilloso contacto
y grito de placer cuando me siento tan cerca.
—Eso es muñeca, estás ahí, ¿verdad? Quieres correrte
con mi polla dentro. —Su voz rasposa y susurrada me lleva
al límite.
No puedo contener las sensaciones que se arremolinan
en mi cuerpo y me deshago bajo su calor y sus palabras.
Alistair me sigue, sucumbiendo al placer.
CAPÍTULO 33
Emily
Cuando recuperamos el aliento después de varios asaltos
más, Alistair me arrastra sobre él y me abraza por la
espalda, es cerca del mediodía. Me da un suave beso en el
hombro y me siento más satisfecha que nunca, Alistair es
perfecto, y sé que tenemos que hablar de lo que ocurrió
ayer, pero tengo miedo. Estoy siendo egoísta porque
aunque le he repetido que no quiero tener nada con él,
estoy aquí, en su cama, lo beso y lo toco, y es que en lo más
interno de mi ser sé que no puedo evitarlo, como sé que
Alistair también siente algo por mí. No quiero perder esto
que tenemos, pero la realidad siempre está ahí, acechando,
él se marchará.
—¿Emily? —me susurra abrazándome más fuerte contra
él.
—¿Si?
—Dime que tú también lo sientes. —Me pide dándome
un suave beso en la mejilla. Sé perfectamente a qué se
refiere, nuestros corazones laten al mismo compás, como
dos copos de nieve que caen al mismo tiempo en el mismo
árbol de Navidad.
En este preciso instante tengo la certeza de que me
estoy enamorando sin remedio de Alistair Digory y que
jamás he sentido nada parecido por nadie.
—También lo siento —susurro perdiéndome en su
mirada y con el corazón martilleándome a toda prisa, al
compás de una mezcla entre amor y miedo.
Una vez salimos de la cama, nos duchamos juntos en
silencio, pero no es un silencio incómodo, sino uno en el
que nos limitamos a sentirnos el uno al otro y en el que no
hacen falta palabras, pues nuestras miradas, las caricias y
los besos hablan por nosotros.
—¿Te he dicho ya lo preciosa que estás con ese
albornoz? —me dice Alistair tirando de las cuerdas del
albornoz hacia su pecho desnudo, solo se ha puesto unos
pantalones de chándal tipo tartán después de secarse.
Estoy muy a favor de eso.
Apoyo las manos en sus pectorales duros y sonrío.
—No me lo has dicho, no. —Me pongo de puntillas para
darle un dulce beso en los labios.
—Pues lo reafirmo, estás preciosa. —Vuelve a besarme
y me retira un mechón de pelo húmedo tras la oreja.
—Tu tampoco estas nada mal, así ¿Te he dicho lo mucho
que me gusta el estampado de tartán rojo y verde? Es muy
navideño —Llevo mis manos al inicio de los pantalones.
—Me encantaría ver lo mucho que te gusta que los lleve
—me susurra en los labios y después me besa con pasión.
—Ahora no, tienes trabajo —digo sonriendo.
—¡Que le den al trabajo! —Suelta cogiéndome por los
glúteos y haciendo que enrosque las piernas en su cintura y
gira conmigo entre sus brazos.
Rio abrazándome a él y cuando para de girar, ambos
nos fundimos en un intenso beso.
—Eres idiota —le digo con una sonrisa.
—Soy tu idiota.
Me gusta como suena eso.
—¿Qué vas a hacer para fin de año? —le pregunto sin
pensar.
—Derek quiere ir a una fiesta en un club, pero me
apetece más estar contigo.
—Yo he quedado con Val para ir a una fiesta, pero
también me apetece quedarme contigo —le confieso.
—Pues hazlo.
—No puedo dejar tirada a Val. —Pongo cara de pena.
—Entonces nos veremos al día siguiente para viajar a
Brujas.
—¿Tan pronto? ¿Cómo? No hemos reservado… —La
sonrisa petulante de Alistair me hace callar—. No me digas,
un avión privado o alguna mierda de esas, ¿no?
—Sí, una mierda de esas. —Rie.
—A veces se me olvida que eres un tío asquerosamente
rico. —Pongo los ojos en blanco y Alistair suelta una
carcajada.
—Supongo que es una especie de cumplido viniendo de
ti.
—No estoy muy segura —bromeo, entrecierro sus
mejillas entre mis pequeñas manos y lo beso.
La noche de fin de año la paso con mi familia, y después de
la cena me arreglo para salir con Val. Hemos elegido una
de las fiestas que se celebra en un local exclusivo en
Turckheim, con música en directo. Me pongo un vestido de
lentejuelas doradas que me llega por las rodillas, de media
manga sin escote y con la espalda descubierta, lo
acompaño con unos tacones negros y un bolso a conjunto.
Me ondulo el cabello pelirrojo casi rubio y me lo dejo
suelto, después me maquillo intensamente los ojos para
destacar mi color azul y un color suave brillante y rosado
para los labios.
La verdad es que lo que más deseo es pasar el cambio
de año con Alistair, y no verlo esta noche, tengo que
admitir, que me disgusta un poco. Por no mencionar que
estará en un club con muchas chicas que seguramente
buscarán su atención, no es que no me fíe de él pero…, es
difícil para mí, aunque lo que tengamos no sea serio. Al
final no hablamos de lo que sucedió en el restaurante,
parece que hemos decidido seguir fluyendo.
Mi móvil suena cuando Val me envía un mensaje para
avisarme de que ya está en la puerta, así que me pongo mi
perfume y bajo a despedirme de mis padres.
—¿Entonces mañana te vas de viaje con Alistair? —me
pregunta mi madre.
—Sí, nos vamos después de comer.
—Pues venid a comer a casa.
—Le preguntaré. Me voy ya, que me espera Val. —Beso
a mamá en la mejilla y después me acerco a papá.
—Tened cuidado —me dice dándome un beso en la
frente.
—Siempre ¡Feliz año! —grito mientras corro hacia el
coche de mi amiga, hace un frío helador.
No tardamos en llegar al local donde hemos quedado
también con Giselle, la amiga de Val. Lo más complicado es
encontrar aparcamiento, y las dos gritamos como locas
cuando encontramos uno. Nos ponemos los abrigos y
salimos del coche para dirigirnos al local.
—Lo vuestro es muy fuerte —dice Val, sonriendo y
cogiéndome del brazo después de que la haya puesto al
corriente de todo lo que ha sucedido con Alistair.
—Es de locos, yo tampoco me explico cómo hemos
llegado a este punto —le confieso.
—Desde que te arrastró a aquel despacho en la fiesta yo
ya supe que entre vosotros iban a saltar chispas, y desde
luego ha habido chispas y fuego por lo que veo.
—¿Qué ibas a saber tú? —Reímos.
—Soy tu mejor amiga, sé estas cosas —dice convencida
—. Deberías haberle dicho que viniera.
—Ha quedado con Derek…
—Ah, bueno, es agua pasada, solo hemos follado una
vez… Ni siquiera he vuelto a pensar en él y seguro que él
tampoco en mi.
Pero por el tono que usa Val, sospecho que no me está
diciendo la verdad ¿Podría ser que Derek le gusta más de lo
que quiere admitir? Pero no comento nada, pues sé que Val
no tolera muy bien hablar de sus sentimientos.
En cuanto entramos buscamos a Giselle, la cual está en
la barra pidiéndose un mojito.
—¡Por fin llegáis! Un poco más y os perdéis la cuenta
atrás! —exclama abrazándonos a las dos.
Todo está medio oscuro, iluminado por las luces de
colores del escenario donde hay un grupo de música que no
conozco, tocando la versión de Let It Snow! Let It Snow!
Let It Snow! de Dean Martin. El lugar está decorado con
globos de fin de año y serpentinas doradas y plateadas, la
pista de baile está atestada de gente joven bailando y
divirtiéndose.
—Por cierto, tu primo está por aquí —dice Giselle
mirando a Valerie. Sin quererlo me tenso al oírla, lo último
que quiero es compartir aire con ese capullo.
—No lo sabía —dice Val mirándome con una disculpa en
los ojos.
—¿Va todo bien en la empresa? Porque me han llegado
rumores de que tu primo os está llevando a la ruina —le
pregunta Giselle. Realmente se la ve preocupada, no la
conozco tan bien como para juzgarla, pero Valerie confía en
ella, así que yo también.
—Sí, va todo bien, aún se está adaptando —contesta Val
sin entrar en detalles—. Pero es noche vieja ¡Olvidémonos
del trabajo y disfrutemos de la noche!
—¡Esoo! —grita eufórica Giselle dando un sorbo a su
mojito.
CAPÍTULO 34
Emily
Aunque trato por todos los medios evitar al indeseable de
Alan, es totalmente inútil cuando se acerca a nosotras con
una sonrisa delirante en los labios que queda terrorífica en
su rostro.
—¿Disfrutando de la fiesta, chicas? —suelta
acercándose y mirándome tan solo a mí, me recorre un
escalofrío del asco que le tengo.
—Me voy al baño —digo inmediatamente, no quiero ni
verlo.
—No seas borde, Emily, acabo de llegar —dice Alan
cortándome el paso y diciendo mi nombre como una
serpiente.
—Aparta.
—¿O sino que? —me susurra más cerca.
—Alan, por favor… —le suplica Val acercándose a su
primo.
No quiero que Val se meta y acabe herida, así que doy
un paso atrás chocando con alguien que envuelve sus
manos en mi cintura atrayéndome más a su cálido cuerpo,
es entonces cuando huelo a tomillo y a algo que solo es de
él. Mi corazón se acelera.
—O sino lo haré yo —dice Alistair a mi espalda, me giro
sorprendida y agradecida hacia él, Alistair me acaricia el
abdomen para tranquilizarme mientras le dirige una
mirada asesina a Alan sin apartar su mirada.
—Oh, el que faltaba…, el exitoso hombre del negocio
hotelero —escupe con sarcasmo—. ¿Has cerrado muchos
tratos últimamente? —Su sonrisa sardónica nos lo dice
todo, Alan anda tras el boicot que ha sufrido Alistair con los
proveedores.
Siento como Alistair se tensa y como aprieta su
cincelada mandíbula.
—Lárgate ahora mismo y no te vuelvas a acercar a mi
novia —gruñe Alistair. Y siento como mi corazón se para y
mis ojos se abren de par en par por la palabra que ha usado
para referirse a mí.
—Vamos Alan, por favor… —Interviene Val otra vez.
Alan nos mira con odio, en su mirada se ven las ganas de
venganza.
—Vamos tío, no montes una escena. —Derek aparece
tras Alistair cogiendo a Alan del hombro como si fuese un
gesto amistoso. Es entonces cuando Alan mira a éste y a su
prima y se ve acorralado, resopla y refunfuña algo y se da
media vuelta con Derek y Val pisándole los talones.
Val me mira con una cara culpable y yo le sonrío para
tranquilizarla antes de que se vaya con Derek. Cuando
desaparecen de mi vista, Alistair me gira entre sus brazos
para que lo mire.
—¿Estás bien? ¿Te ha tocado? —me pregunta
preocupado.
—Estoy… bien —contesto aún en shock.
—¿Seguro? Juro que si lo vuelvo a ver amenazándote
así le parto la cara.
—Puedo cuidarme yo solita. —No quiero que Alistair
tenga más problemas con Alan, y menos por mi culpa.
—No lo dudo, mi duendecillo de la Navidad, pero me
hierve la sangre al pensar que ese asqueroso tipo podría
ponerte las manos encima.
—No lo hará, no quiero que te metas en problemas por
mi culpa, todo el mundo nos está mirando.
Y es cierto, hemos armado un buen revuelo, y no es que
Alan haya moderado su tono de voz.
—¡Joder Emily! Me da igual meterme en problemas, si
tengo que partirle la cara a ese capullo para dejarle claro
que no se acerque a ti, lo haré.
—No, no lo harás, no soy una maldita doncella en
apuros, sé cuidar de mi misma, así que deja de comportarte
como un troglodita. —Lo aparto y quiero salir en dirección
contraria, pero Alistair me coge de la mano y me atraer
hacia él de nuevo.
—Admite que te has puesto cachonda cuando te he
defendido —me susurra al oído con una sonrisa petulante.
—No. —Pero sí, tiene razón, aunque no voy a admitirlo
ni loca.
Él suelta una carcajada y con una mano me coge de la
nuca para besarme con fervor.
—Te conozco, Emily Fenn, tu cuerpo no es un secreto
para mi, y ahora mismo estás tan cachonda que podría
penetrarte con mi polla tan duro, que haría que te corrieras
en segundos.
Ahogo un gemido ante sus palabras, sí, estoy húmeda y
mi cuerpo está caliente por este hombre y esa voz rasposa
que me vuelve loca. Siento como la electricidad que hay
entre nosotros crepita, y mi cuerpo instintivamente se
acerca más al suyo, deseo que me toque.
—Alistair no… —Estamos rodeados por un montón de
gente, la mayoría no nos hace caso ahora que Alan ya no
está, pero hay gente que aún nos mira con curiosidad, me
sonrojo.
—Estás preciosa. —Me besa el cuello y sube su gran
mano por mi espalda desnuda, acariciándola y
provocándome placenteros escalofríos—. Me vuelves loco,
Emily. Solo tengo ganas de sacarte de aquí y tenerte para
mí solo.
—Yo también —le contesto alzando mis manos por su
traje y acariciándole su cuello, enrosco mis brazos a su
alrededor. Está guapísimo, como siempre.
Alistair funde nuestras bocas y abro los labios para
darle paso a su lengua, lo deseo, no entiendo cómo, pero
Alistair es como una adicción para mí, no tengo suficiente
de este hombre y nunca lo tendré.
—Así que esto va en serio… —dice Val apareciendo a
nuestro lado con una sonrisa.
Me separo un poco de Alistair y vuelvo a la realidad, no
estamos solos.
—Muy en serio —responde Alistair sin soltarme de la
cintura con una sonrisa que me hace flaquear.
—Vamos con calma. —Siento la necesidad de aclararlo,
aunque no sé por qué.
—¡Me alegro mucho por vosotros! —grita emocionada
mi amiga sin hacer caso de mi comentario. Alistair sonríe—.
Podría decirse que yo os junté. —Ríe.
—Tu mejor trabajo sin duda. —Le sigue la broma
Alistair.
—Bueno, el trabajo duro lo has hecho tú, porque estoy
segura de que nuestra Emily no te lo ha puesto fácil.
—Aún me lo está poniendo difícil, pero ya la tengo
medio enamorada. —Ríe y después me mira con esa
maldita y seductora sonrisa y me da un beso en la sien.
Pongo los ojos en blanco pero no puedo evitar que se me
escape una sonrisa y me sienta realmente bien entre sus
brazos.
—¡Mírate, estás coladita por él! —Me señala Val.
—Sois unos pesados, me voy a ir… —Los amenazo
medio en broma.
En ese momento vuelve a aparecer Derek.
—Se ha ido —dice serio, es tan alto como Alistair y un
poco menos corpulento, pero parece en forma también,
tiene unos ojos marrones del color de la miel y el cabello lo
lleva casi rapado y rubio, la verdad es que es muy atractivo.
No sé mucho de él, que es amigo de Alistair y poco más,
seguramente también tendrá negocios importantes, ya le
preguntaré a Alistair.
—Bien, gracias —le agradece Alistair a su amigo.
—Sí, gracias, y siento mucho lo que ha pasado con mi
primo, no voy a excusarlo, es un capullo —suelta Val
enfadada.
—No te preocupes, no es tu culpa —le cojo de la mano
para que sepa que ella no tiene culpa de que su primo esté
loco.
—Deberías ir con cuidado, tu primo no es trigo limpio —
le dice Derek a Val. Ella asiente avergonzada.
—Bueno, ¿no ibas a traerme un cóctel mortal? —le
pregunto a mi amiga para que se olvide del tema.
—¡Sí, tienes que probarlo antes de medianoche! —Mi
técnica de distracción funciona y sonrío.
—Nos vemos a medianoche, muñeca. —Me sonríe
Alistair y me besa en los labios antes de que Val tire de mí
hacia la barra donde está Giselle, que inteligentemente se
ha alejado de nosotros en cuanto ha visto a Alan acercarse.
Chica lista.
Cuando tenemos nuestras bebidas vamos a la pista a bailar
entre la gente, quedan diez minutos para la medianoche y
todos ya están celebrando el año nuevo como si no hubiera
un mañana. Pero yo no puedo ser consciente de otra cosa
que no sean los ojos de Alistair sobre mí y sus palabras
diciendo que soy su novia.
—Esto me recuerda a cuando os conocisteis, te sigue
mirando igual de encandilado. —Ríe Val en mi oído.
—Estoy cagada Val, me gusta muchísimo, y creo que
estoy medio enamorada de él —le confieso.
—¡Lo sé! Es precioso lo que te está pasando, tienes que
disfrutar —me dice cogiéndome de la mano y dándome una
vuelta.
—Habló, ¿y tú qué?
—¿Yo?
—Sí, Derek no te quita los ojos de encima tampoco, y te
ha ayudado con lo de Alan, creo que de verdad está
preocupado por ti.
—Bueno, supongo que podríamos llevarnos bien. Y,
¿qué le pasa a mi primo con vosotros? Estaba muy
cabreado.
Suspiro ante el cambio de tema, sé que lo hace aposta,
pero no comento nada.
—Ni idea, nunca nos hemos llevado bien, pero desde
esa fiesta…, se piensa que le he arruinado el trato con
Alistair y se ha propuesto vengarse de nosotros. Nunca lo
hubiera hecho, ni siquiera hablaba de eso con Alistair, en
ningún momento, él mismo buscó que Alistair no quisiera
hacer negocios con él.
—¿Qué pasó?
—Apareció en el hotel echando pestes, pero Alistair ya
intuía que Alan no trabaja de la forma en que debería… —
digo un poco con pies de plomo.
Val parece avergonzada.
—Últimamente bebe mucho y se junta con gente…, un
poco indeseable, o eso he escuchado en la familia —me
explica preocupada.
—Mantente todo lo alejada que puedas de él, ¿vale? No
quiero que te arrastre, debemos buscar una solución y que
te quedes con la empresa antes de que sea demasiado
tarde para Bodegas Lefebvre.
—No creo que eso sea posible…
En ese preciso instante la gente empieza a contar la
cuenta atrás para dar la bienvenida al año nuevo, y aparece
Alistair a mi espalda.
—¿Te la puedo robar? —le pregunta a Valerie.
—Toda tuya —le guiña un ojo y Derek se acerca a ella,
no puedo escuchar de qué hablan porque me centro en
Alistair.
—Hola —me saluda al oído mientras me coge de las
caderas y me acerca a él.
—Hola —le contesto con una sonrisa.
—¿Te he dicho ya lo preciosa que estas? —Sus ojos
azules en mitad de la oscuridad parecen una tormenta de
deseo y promesas de placer.
—Eres todo un halagador, señor Digory —me burlo.
—Es mi encanto personal. —Ríe y de repente caen
globos y serpentinas del techo, por los altavoces sale la voz
del cantante felicitando el año a todos—. Feliz año, mi
duendecillo de la Navidad, no sabes lo feliz que estoy por
estar aquí contigo.
—Feliz año, yo también me alegro mucho Alistair. —Y
ambos nos fundimos en un beso.
—Di mi nombre otra vez —me susurra en los labios
provocando que mi corazón se acelere y mi cuerpo vibre.
—Alistair…
CAPÍTULO 35
Emily
Lo tengo todo preparado para el viaje de fin de semana en
casa de los padres de Alistair, y debo admitir que estoy
nerviosa porque no sé cómo actuar después de la noche
que hemos pasado, primero en la fiesta y luego con el sexo
salvaje que hemos tenido en el hotel. ¿Somos novios? ¿Es
oficial? ¿Debo preguntárselo? ¿Es lo que realmente quiero?
¿Y si solo me ha llamado “novia” para disuadir a Alan? Que
nos hayamos acostado no es novedad, pero sí que me llame
“novia” cuando en la última conversación que tuvimos salí
corriendo en cuanto nos dijimos lo que sentíamos. Lo que
está claro es que ya no me sirve algo a medias.
He salido pronto del hotel para acabar de preparar
algunas cosas y ayudar a mi madre con la comida, Alistair
debe estar al caer.
—Así que una escapada a Brujas… —suelta mi madre
con una sonrisa mientras pela las verduras y yo las corto.
—No es una escapada romántica ni nada de eso,
mamá… —le contesto con un bufido.
—Ya, ya… —Sonríe sin afectarle mi contestación borde
—. Me parece un hombre realmente encantador, y se nota
que le gustas.
—Ya lo sé.
—Ay hija, no se puede mantener una conversación
contigo —se frustra y se desplaza hasta los fogones para
mover la carne en la sartén.
—Tu lo que quieres que te diga es que estamos
enamorados y que vamos a salir juntos y a vivir felices y bla
bla bla, pues lo siento mamá pero esa no es la realidad, ni
siquiera yo sé lo que somos.
—Lo que sois es un par de cabezotas, porque cualquiera
con un par de ojos vería que estais enamorados.
—Por el momento solo estamos…, viendo qué pasa
hasta que él se tenga que marchar, no quiero hacerme
ilusiones.
Mi madre suspira.
—Bueno, ya cruzaréis ese puente cuando lleguéis a él.
—Y en ese preciso instante llaman a la puerta.
Me da un vuelco el corazón, solo puede ser Alistair.
Cuando salgo de la cocina me lo encuentro en la
entrada hablando con mi padre animadamente sobre libros.
En cuanto me ven, los dos se giran hacia mí y los ojos de
Alistair se iluminan, me encanta cómo me mira, como si
fuese la única persona capaz de hacerlo feliz y volverlo loco
al mismo tiempo.
Me acerco a ellos y el saludo es un poco raro porque no
voy a darle un beso ni nada, pero Alistair sí se acerca para
darme uno en la mejilla cuando yo me acerco para darle un
abrazo y acaba dándome un beso en los labios, delante de
mi padre y… Dios, es muy embarazoso.
Me separo bruscamente sonrojada.
—Creo que Noel me llama en la cocina —dice mi padre
sin saber dónde meterse, se marcha volando con esa
excusa.
Alistair me mira y ambos empezamos a reír.
—¡Joder! Creo que ha sido el momento más incómodo
de mi vida —dice él—. Lo siento mucho, no quería besarte
delante de tu padre.
—No importa, ya lo sé, ha sido mi culpa por girarme en
ese momento, Dios… ¡Qué vergüenza! —Reímos.
—Una anécdota más para contársela a nuestros hijos —
bromea Alistair, o eso pienso, pero me gusta como suena.
Le dedico una media sonrisa.
—La comida estará enseguida.
—¿Crees que perderé algunos puntos con tu padre por
esto? —bromea mientras vamos al salón.
—No creo, mi padre es muy moderno, y seguramente
intentará olvidarlo, ha sido incómodo para todos. —Río.
—Eso espero.
Lo primero que hace mi padre es sacar el incómodo
momento de antes mientras comemos. Típico de él.
—¡Papá! —Le recrimino mientras él se ríe.
—¿Qué? Hay que reírse de estas cosas, no pasa nada,
soy un padre guay —bromea, o bueno, no, porque lo triste
es que él se cree guay.
—Lo que hubiese dado por haberlo visto… —Se ríe mi
madre.
—Mamá, por favor… Sois de lo que no hay —susurro
colorada como un tomate, mi hermano suelta una carcajada
al igual que Alistair, se lo están pasando en grande a mi
costa.
—Y bueno Alistair ¿Tienes ganas de ver a tu familia? —
pregunta mamá y yo me tenso por la pregunta, sé que a
Alistair no le gusta mucho hablar de su padre.
Pero para mi sorpresa él sonríe a mi madre y contesta:
—Tengo ganas de ver a mi madrastra, suena un poco
mal llamarla así pero es lo mejor que le ha podido pasar a
mi padre.
—Y, perdona que te pregunte, pero, ¿tu madre?
—Mamá, basta… —le pido, no quiero que se sienta
obligado a contestar.
—No, está bien Emily, no pasa nada —me dedica una
sonrisa y luego mira a mi madre, este hombre es perfecto
—. Mi madre murió cuando era un niño, después mi padre
se casó con Loana y prácticamente ella ha sido una madre
para mí.
Se nota que quiere mucho a Loana, siempre habla con
cariño cuando se trata de ella, y eso me gusta. Me alegro
de que al menos su infancia no haya estado tan marcada
por la muerte de su madre y un padre casi ausente que
engañaba a su mujer.
—Emily me ha comentado que ha sido ella quien la ha
invitado, no la conozco, pero por lo que me ha contado mi
hija seguro que es una gran mujer.
—Sí que lo es, la mejor. —Sonríe Alistair orgulloso—.
Estoy seguro de que se llevarían bien.
—Sí, yo también lo creo —comento con una sonrisa.
Después la conversación deriva a temas de literatura y
a cuestiones de empresas, ya que Jack está empezando con
la suya y Alistair le da algunos consejos. Da un poco de
miedo lo normal que parece todo, una comida en familia,
con mis padres, mi hermano y…, mi novio, me gusta mucho
cómo suena, pero esta no es la realidad.
Después de comer y de pasar un rato más con mis padres
nos despedimos, montamos las maletas en el coche de
Alistair y nos vamos hacia el aeropuerto, donde según él,
nos está esperando su avión privado. Son en ocasiones
como esta en las que pienso en lo muy diferentes que
somos, no porque él tenga más dinero, sino por la vida que
llevamos. Yo soy una simple recepcionista de hotel, me
gusta mi trabajo y está muy bien pagado, pero no es
comparable con ser el dueño de una cadena hotelera de
lujo, situada en más países de los que yo nunca he visitado.
—Estás muy callada, mi duendecillo de la Navidad —me
dice Alistair una vez entramos en el avión privado, después
de dejar el coche en medio de la pista de aterrizaje, el cual
alguien se encargará de llevarlo de vuelta al hotel.
Es una puta pasada ser rico.
—Es solo que… Madre mía ¡Es un avión de verdad! —
exclamo alucinada mientras miro el interior de la cabina, es
enorme, y solo para nosotros dos.
El azafato que está con nosotros intenta esconder la
sonrisa ante mi comentario, pero Alistair ni siquiera lo
intenta, se ríe a carcajada limpia.
—Sí, es de verdad, creo que vuela y todo —responde
con sorna acercándose a mí y me coge de las caderas para
atraerme hacia él.
Me molesta un poco que se ría de mí.
—Eres idiota. —Intento zafarme de sus brazos aunque
no lo intento con demasiado ímpetu.
—Me gusta cuando me dices esas cosas —se burla
dándome un beso en la mejilla—. Estás muy sexy
alucinando con mi avión, si lo sé te hubiera traído antes —
me susurra en el oído provocando que me excite. Cuando él
está cerca no soy dueña de mi cuerpo.
—Antes no hubiera accedido a venir.
—No estés tan segura. —Me alza el mentón y me besa
en los labios con esa intensidad que hace que mis piernas
flaqueen. Sus besos son entregados y ardientes, nunca me
han besado como lo hace él, ni me han hecho sentir como
lo hacen sus besos: necesitada de más y anhelante de él—.
No puedo esperar a tenerte otra vez, en saborear cada
parte de tu cuerpo, estoy loco por tí, Emily —me susurra
muy bajito con esa voz rasposa y grave que provoca que mi
pulso se acelere.
—Despegamos en unos minutos, señor Digory —dice de
repente una voz por el interfono. Supongo que es el piloto
del avión que he conocido antes.
—Ven, vamos a sentarnos, muñeca. —Me coge de la
mano y me lleva hasta las enormes butacas de cuero
marrón que hay en el avión.
No es como un vuelo comercial, sino que hay dos
butacas enormes y una mesa entre medio, en frente otras
dos, pero son espaciosas y parecen los asientos más
cómodos que he visto en mi vida.
Alistair me indica que me siente en el que está al lado
de la ventana y él se acomoda a mi lado, luego se inclina
hacia mí y me da un ligero beso en los labios mientras me
pone el cinturón de seguridad.
—Puedo hacerlo yo —digo un poco sonrojada.
—Lo sé —me responde sin más, luego me da otro beso y
se ata a él mismo.
CAPÍTULO 36
Emily
Caigo dormida nada más despegar, el trayecto no es muy
largo pero no he dormido mucho, por no decir nada, y estoy
agotada. Dos horas y media después llegamos al
aeropuerto de Ostende, cerca de Brujas, allí nos espera
otro coche en el que están cargando nuestras maletas.
—Esto sí que es un buen servicio… —murmuro
alucinando—. Sin colas, sin esperas…
—Lo mejor para mi duendecillo de la Navidad. —Sonríe
Alistair cogiéndome de la mano.
Subimos al coche y Alistair me explica que la casa de su
padre está en las afueras de Damme, a diez minutos de
Brujas. Mientras me habla sobre la casa, lo último que me
imagino es que se trata de una maldita mansión del siglo
XVII, que parece sacada de una película. Solo conserva la
fachada, ya que por dentro se ha reformado completamente
según me dice Alistair, pero aun así, es imponente.
Llegamos por un camino de gravilla y con un precioso
jardín alrededor, hay un río con un precioso puente, no
puedo dejar de mirar hacia todos lados, esta finca es
preciosa. Lo que más me gusta es la increíble fachada
típica de ladrillos formando escaleras, con chimenea y tres
ventanas grandes y una más pequeña arriba en el centro.
La puerta está coronada con un friso de madera en forma
de triángulo a la que se accede mediante unas escaleras.
—Alistair…, esto es precioso. —Estoy encantada y
alucinando mirándolo todo mientras salgo del coche.
—Me alegro que te guste —contesta sin más. Está claro
que él no guarda muy buenos recuerdos aquí y me sabe un
poco mal estar tan entusiasmada con el lugar.
De repente la puerta se abre y una Loana sonriente y
que destila felicidad, sale a recibirnos, va impecablemente
vestida, como siempre, y me siento un poco tonta con mis
tejanos, mi jersey de cuello alto de color marrón y mis
botas de montaña.
—¡Ya estáis aquí! Como me alegro. —Se dirige hacia mí
primero y me abraza—. Emily querida, cómo me alegro que
hayas venido.
—Muchas gracias por invitarme, esto es precioso
Loana.
—Sí que lo es, yo me enamoré nada más verlo y ya no
me pudieron echar —bromea.
Alistair baja nuestras cosas del coche y se acerca a
nosotras para abrazar a Loana con mucho cariño.
—¿Cómo estás? —le pregunta Alistair.
No puedo evitar pensar en que Loana y yo somos de la
misma estatura. ¿Tan alto y grande se ve Alistair cuando
me abraza a mí? No sé porqué, eso me hace sonreír.
—Muy bien, os he echado de menos, vamos, pasad, que
ya está oscureciendo y hace un frío que pela. —Se frota las
manos y va hacia dentro.
Nosotros seguimos cargando nuestras maletas, o más
bien, Alistair es quien carga con ellas.
—¿Dónde está mi padre? —pregunta Alistair con un
deje de tensión en la fuerte mandíbula.
—En su despacho, ahora voy a buscarlo, poneros
cómodos. Hay pastas, chocolate y café en la cocina, servíos.
—Y desaparece por un pasillo con la elegancia de una
reina.
La casa es muy diferente a su exterior, es rústica pero a
la vez moderna con tonos suaves y maderas, muy
sofisticada, y huele de maravilla, a chocolate y galletas de
navidad, me muero por probar una, o unas cuantas. Todo
está decorado muy hogareño, sofisticado y con un toque
navideño que me encanta. Es precioso.
—Ven, te enseño esto —dice Alistair dejando nuestras
cosas en una banqueta que hay en el recibidor. Me coge de
la mano y me lleva por el amplio pasillo hacia una sala de
estar enorme con sofás, una chimenea decorada con una
guirnalda navideña alrededor, una televisión enorme en la
pared con altavoces y estanterías a los lados repleta de
libros y alguna que otra fotografía. También hay sitio para
una mesa de madera clara enorme junto a un árbol de
navidad precioso al lado de unos ventanales, desde donde
se ve el jardín con el río y el puente, son unas vistas de
ensueño. Al fondo de la estancia se puede ver la cocina, con
encimeras de granito blanco y elementos de madera que le
dan un toque precioso.
—Madre mía, esto es precioso Alistair… —Estoy sin
palabras.
—Sí, ha cambiado mucho desde la última vez que vine.
—También está observando todo como si fuese nuevo para
él y creo atisbar un deje de nostalgia en sus ojos—. ¿Tienes
hambre? Las galletas de navidad de Loana son de lo mejor.
—Me sonríe tendiéndome el plato que está en la encimera.
—Huelen super bien. —Cojo una y la muerdo, es como
tener la navidad en la boca—. Están buenísimas.
—Me alegro que te gusten —dice Loana apareciendo
por otra puerta, detrás de ella hay un hombre que es la viva
imagen de Alistair, pero con un poco más de peso, más
mayor y con pelo blanco.
—Estoy harto de decirle a mi mujer que debería abrir
una pastelería. —Sonríe el hombre en cuestión. Luego se
acerca a Alistair—. Hijo, me alegro de verte.
Alistair se tensa y asiente, ni un abrazo ni ninguna
muestra de afecto de ningún tipo, el aire se pone un poco
denso, pero Loana se encarga de suavizarlo.
—Mira cielo, ella es Emily. —Me presenta.
—Román, encantado. Loana me ha hablado mucho de tí.
—Me sonríe, la verdad es que parece un hombre muy
amable, sus ojos azules me transmiten simpatía.
—Igualmente. —Nos damos dos besos a modo de
saludo.
—Emily está deseando ver Brujas, así que eso será lo
primero que haremos mañana. —Se ve que Loana está
encantada con todo esto.
—Seguro que os lo pasáis en grande —dice Román.
—¿Tu no vendrás? —pregunta Alistair serio, sin ningún
tipo de expresión en su perfecto rostro.
—No, tengo trabajo.
—Estás jubilado.
—Son cosas que no entenderías. —Hace un gesto con la
mano para desestimarlo, su voz denota un poco de
cansancio.
Alistair no comenta nada más, pero sé que esa
contestación le ha herido.
—¡Bien! Estoy segura de que querréis descansar un
poco antes de la cena. ¿Por qué no le enseñas las
habitaciones a Emily, cariño? —le dice Loana a Alistair.
—Claro.
Mientras nos marchamos al piso de arriba veo como
Loana inmediatamente le ofrece una silla a Román y como
le susurra algo preocupada, pero no intento escuchar lo
que le dice, no me quiero entrometer.
Subimos las escaleras a la segunda planta y Alistair
está muy callado, llegamos a una de las puertas y se
detiene haciendo que casi choque con él. Se gira y me mira
con una expresión indescifrable.
—¿Duermes conmigo? —Parece más una petición
desesperada que una pregunta, así que aunque me da un
poco de corte, por estar en casa de sus padres, asiento y
ambos entramos.
—¿Esta era tu habitación? —pregunto curiosa mirando
a todas partes. Es una habitación muy espaciosa a pesar de
los tonos oscuros, con un rincón para la lectura con
grandes estanterías y un sillón de color negro.
—Sí, aunque obviamente cuando era adolescente no
estaba tan ordenada como ahora. —Sonríe volviendo a ser
el de antes.
Inmediatamente me acerco a sus estanterías a
inspeccionar los libros, no lo puedo evitar.
—Madre mía, ¿eras un friki de los cómics? —pregunto
con una sonrisa y Alistair se acerca y pasa su gran mano
por sus viejos cómics.
—Cómics, novelas gráficas, clásicos, me gustaba leer de
todo.
—Eres una caja de sorpresas.
—Ya ves, soy perfecto. —Me abraza por detrás y me da
un dulce beso en la mejilla.
—Lo que eres es un creído. —Reímos.
Estamos unos segundos así, abrazados, sintiendo el
calor y los latidos del otro. Siento sus brazos a mi alrededor
y sus fuertes y grandes manos acarician mi abdomen
distraídamente.
Quiero quedarme de esta manera para siempre.
—Me gusta tenerte así Emily, que estemos aquí juntos.
Nunca traje a ninguna chica a mi habitación. —Ríe.
—¡No me lo creo!
—De adolescente no era tan popular como ahora, te lo
creas o no.
Me giro entre sus brazos y le sonrío.
—No me creo nada, Alistair Digory. —Me pongo de
puntillas y él se inclina hacia mí para darme un beso en los
labios.
—Créetelo, Emily Fenn, eres la primera chica en pisar
esta habitación, y espero que seas la única.
Vuelve a besarme y sus palabras me conmueven, que él
quiera que sea la primera y la última en estar aquí me
gusta mucho, parece que lo nuestro es real y no un
espejismo que acabará en unos días. Aunque sea solo eso,
un espejismo.
CAPÍTULO 37
Alistair
Veo como Emily se desviste lentamente, yo la observo sin
perder detalle, sentado en el sillón de mi cuarto. Me está
provocando, no puedo creer que esté en mi antigua
habitación con ella. De alguna forma, hacerle el amor aquí
va a ser algo íntimo y personal. Este ha sido mi refugio
durante muchos años y nunca lo he compartido con nadie,
ni siquiera mis amigos del colegio o el instituto subieron a
mi habitación alguna vez.
Emily es preciosa, una diosa de curvas voluptuosas y a
la vez atlética, me tiene loco y no quiero soltarla, mi pulso
late feroz en todas partes por ella.
—Ven aquí —le ordeno porque no puedo aguantar ni un
segundo más esta tortura mientras ella se desnuda.
—No, ven a buscarme —me reta como siempre hace,
pero eso solo me pone más.
Emito un gruñido y desnudo como estoy me levanto y
me acerco a ella, la cojo en volandas y la deslizo
suavemente sobre la cama de sábanas negras, ella ríe y mi
miembro reacciona a ese sonido, todo lo que proviene de
ella me excita.
—¿Seguro que no se van a enterar? —me pregunta
Emily con sus brazos enroscados en mi cuello, refiriéndose
a mi padre y a Loana.
—Está totalmente insonorizada. —La beso porque estos
malditos labios solo hacen que pedir que los devore con
ansia.
Emily gime en mi boca y poco a poco me acomodo entre
sus piernas, rozo mi pene contra su sexo, está húmeda y
caliente por mí y eso me vuelve loco. Siento una descarga
en mi miembro, podría correrme con tan solo este roce
celestial.
—¡Joder! Siempre estás preparada para mí, eso me
vuelve loco. —Le beso la clavícula y los pechos, Dios, estos
pechos son preciosos, ni muy grandes ni muy pequeños,
simplemente perfectos.
—Alistair… —gime presa del placer, suplicando por
tenerme dentro.
Llevo una de mis manos hacia su sexo mientras me
dedico a lamerle los pezones rosados y erguidos, son tan
dulces como el chocolate navideño que a ella tanto le gusta.
Emily abre más las piernas para mí, entregándose a mis
caricias, y eso consigue que mi sangre me recorra como un
torrente y explote en mi miembro, me muero de ganas por
penetrarla.
Mis dedos se mueven rápidos sobre su clítoris, quiero
llevarla al extremo para después deslizarme por sus
resbaladizas paredes y hacer que grite mi nombre, es tan
dulce, tan hermosa… Mi Emily, mi duendecillo de Navidad.
Los gemidos y sus uñas clavándose en mi espalda me
dicen que está más que preparada para mí. Levanto la
cabeza de sus pechos y me deslizo hasta sus carnosos
labios abiertos, la beso y ella me responde con lujuria
desatada. Llevo mi erección hacia su sexo y todo mi cuerpo
se tensa al sentir sus ardientes fluidos empapándome,
consumiéndome.
—Me muero por sentirte alrededor de mi polla, es una
puta agonía tenerte así y no poder hacerte el amor.
—Pues házmelo, ya —implora ella moviendo las caderas
incitándome a penetrarla.
No tiene que decirlo dos veces, y gruñendo como un
animal la penetro hasta el fondo, duro y sin
contemplaciones. Emily responde con un grito de placer y
sorpresa, sus ojos azules parecen casi negros por la
excitación.
—¿Más? —le pregunto.
—Mucho más, por favor… —Y eso es suficiente para
marcar un ritmo furioso y duro que nos lleva a ambos a un
placer descomunal. Meto un brazo por debajo de su
espalda y la atraigo hacia mi pecho, Emily vuelve a gritar
de placer ante la nueva posición y se rinde a mis
atenciones.
La devoro, mientras nuestros cuerpos se rozan en todas
las partes correctas devoro sus labios sin piedad, preso del
placer que me está consumiendo. Estar dentro de ella es
abrasador como el maldito fuego, y placentero como nada
que haya sentido jamás.
Emily llega al orgasmo gritando en mi boca,
aferrándose a mí como si fuese su aliciente de vida, yo la
sigo en el placer y desde este maldito momento, sé que
jamás podré hacer esto con nadie más que no sea ella.
Emily sigue durmiendo entre mis brazos cuando Loana
llama a la puerta para decirnos que en veinte minutos
podemos bajar a cenar.
—Muñeca, despierta —la llamo con un tono suave.
Ella se revuelve y se acurruca más entre mis brazos, la
beso con una sonrisa en los labios y se me ocurre algo
mejor. Deslizo mi mano por su cuerpo hasta llegar entre sus
piernas, las abro y empiezo a acariciarle lentamente el
clítoris, Emily abre los ojos con un gemido.
—Buenos días, dormilona. —Río sin dejar de acariciarla,
ella gime en respuesta y se aferra a mí abriendo más las
piernas—. Tenemos que bajar a cenar.
—¿No nos lo podemos saltar? —pregunta ella
acomodándose en la cama con la respiración entrecortada.
Me pongo sobre ella para deslizarme hacia abajo y
hundirme en su sexo, la lamo e introduzco un par de dedos
y me la como, aún sabe a sexo y a algo dulce.
Emily
Después de la ducha rápida, bajamos a cenar, me siento
como en una nube y no puedo evitar pensar que cada vez
estoy más enamorada de este hombre tan apuesto, alto y
fuerte que está a mi lado y hace que todo mi mundo gire.
Alistair me coge de la mano mientras bajamos las
escaleras, y me sonríe de esa manera tan canalla suya.
Quiero volver a la habitación para no dejarlo salir en horas
de allí.
Loana está yendo de aquí para allá, de la cocina al
salón llevando platos y preparando la mesa.
—Siento no haber bajado a ayudarte —le digo ahora un
poco avergonzada por haber estado haciendo guarrerías
con Alistair, en vez de ayudar a su madrastra.
—No te preocupes cariño, eres nuestra invitada —me
contesta con una sonrisa, esta mujer es puro encanto—. He
hecho comida ligerita, espero que os guste.
—Seguro que sí, Loana, no tendrías que haberte
molestado. —Alistair le quita de las manos un plato de
verduras a la plancha y lo lleva hasta la mesa.
—No es molestia, hijo, estoy muy feliz de que estés
aquí, que estéis los dos. —Nos guiña un ojo.
Román aparece por la puerta y se acerca a su esposa, la
abraza y le da un suave beso susurrándole algo al oído, ella
ríe. Me parece una escena muy bonita, se les ve muy
enamorados. Pensaba que, por lo que me ha dicho Alistair
de su padre, este sería diferente, un hombre egoísta, frío y
vanidoso, pero no lo parece, aunque lo poco que ha
interactuado con Alistair sí que se ha comportado un poco
frío.
Nos sentamos todos en la mesa, Román y Alistair en
lados contrarios de esta. Loana ha preparado puré de
verduras, pollo a la plancha y más verduras, está todo muy
bueno.
—¿Cómo va el negocio, hijo? —le pregunta Román a
Alistair, él inmediatamente se tensa.
—Bien —responde escuetamente.
—Emily y Alistair trabajan juntos en el hotel de Colmar,
es precioso querido, tenemos que ir alguna vez, ¿verdad
Emily? —dice Loana, como siempre intentando mediar
entre padre e hijo.
—Sí, es precioso, yo he empezado hace poco como
recepcionista y Alistair es muy buen jefe. —Sonrío hacia él
y Alistair me guiña un ojo divertido, al menos ya no tiene el
ceño fruncido.
—Me alegro, he leído la prensa y veo que te va muy
bien, estoy orgulloso. —Se nota que dice la verdad, pero
Alistair simplemente asiente, se le ve tenso y con el ceño
fruncido, parece estar conteniéndose para no decir algo.
—Tu madre me ha explicado que fue muy gracioso
cómo os conocisteis… —Alistair se levanta de golpe.
—No es mi madre y deja de fingir que te importa nada
de lo que tenga que ver conmigo, eres un maldito hipócrita
—le espeta cabreado y se marcha hecho una furia. A lo
lejos se escucha un fuerte portazo.
Veo como la mirada de Loana se entristece y Román le
coge de la mano, ella lo mira y le sonríe triste.
—Lo siento mucho —dice Román mirándonos a ambas.
—No te preocupes, poco a poco. —Loana aprieta su
mano.
No sé qué hacer o qué decir.
—Lo sentimos mucho Emily, ha sido nuestra culpa —se
disculpa Loana.
—No, no se preocupen, creo que será mejor que vaya a
buscarle.
—Al menos ha aguantado hasta casi el final de la cena,
sin ti ni siquiera se hubiera sentado en la misma mesa que
yo, o bueno, ni siquiera hubiera aceptado venir —me
explica Román, realmente se le ve afligido y preocupado.
—Hablaré con él —digo, aunque no sé qué puedo hacer,
pero al menos no estará solo.
CAPÍTULO 38
Emily
Salgo hacia la fría noche sin abrigo y sin nada más que mi
jersey de cuello alto y mi falda, llevo medias calentitas de
color negro, pero aun así me estoy muriendo de frío. Las
pocas luces de la casa me iluminan el camino, no sé donde
puede haber ido Alistair, igual hasta ha salido de la finca.
Me abrazo a mí misma y empiezo a caminar por la gravilla,
mis piernas me llevan hacia el río, donde está el puente.
Allí distingo una sombra de pie mirando el agua negra.
—¡Joder, que frío! —me quejo mientras me acerco, la
sombra se gira hacia mí y su rostro se ilumina un poco con
las luces que provienen de la casa.
—¿Emily? —me llama Alistair.
—Sí, me estoy congelando. ¿Cómo se te ocurre salir así
de la casa? —le espeto cabreada.
Alistair se acerca a mí y me envuelve entre sus brazos.
—No deberías de haber venido —me dice él.
—Sí, como si fuese a dejar que pasaras tú solo esta
rabieta.
—No ha sido una rabieta.
—¿No? Pues tenía todas las letras. ¿Qué ha pasado? —
le pregunto hundiéndome en su calor.
—Me pone de los nervios, es tan falso… —escupe con
rabia, no digo nada, simplemente lo abrazo—. ¿Cómo puede
fingir que le importa Loana o yo cuando toda su vida lo
único que ha hecho es usarnos y mentirnos?
—Loana lo ha perdonado, se quieren —comento cauta,
él ríe incrédulo.
—No creo que ese ser pueda querer a nadie más que a
él mismo.
—Alistair. —Me separo un poco y alzo mis manos para
posarlas en sus mejillas y hacer que me mire—. Estás
siendo muy duro, has hecho daño a Loana y ella te quiere
mucho, no sé todo lo que te hizo tu padre, pero, ¿no se
merece que le des una oportunidad? Las personas cambian.
—No lo creo.
—Pues yo antes no te soportaba.
Él suelta una carcajada.
—¿Eso quiere decir que ahora sí? —me pregunta
divertido.
—¿No es evidente? —le espeto señalándonos a ambos.
—No es lo mismo, Emily. —Su rostro se vuelve serio una
vez más.
Si ya de normal me parece el hombre más atractivo del
mundo, aquí, iluminado por la luna y por las pocas luces,
parece un dios. Su mandíbula fuerte y cuadrada, esas
pequeñas marcas que le salen en las mejillas cuando
sonríe, sus ojos de un azul perlado tan increíble… Su voz, la
manera de llamarme duendecillo de la Navidad, como me
saca de quicio pero, a la vez me hace reír como nadie…
Todo él, todo Alistair Digory me tiene enamorada, más que
eso, no quiero separarme nunca más de este hombre.
—¿Por qué me miras así? —pregunta él sonriendo de
nuevo.
—Porque creo que estoy enamorada de ti hasta los
intestinos —confieso sin pensar.
Él sonríe ampliamente y me besa sin medida, hunde sus
dulces labios en los míos y siento una descarga por todo mi
cuerpo. Ya me ha besado antes, pero este beso significa
mucho más. Nunca creí que volvería a decir nada parecido.
—Yo también estoy enamorado de ti Emily Fenn,
enamorado y loco por ti —me susurra en los labios y
volvemos a hundirnos en un ardiente beso hasta que ambos
nos quedamos sin aliento—. Deberíamos entrar, nos vamos
a congelar aquí fuera —dice Alistair justo cuando empieza a
caer nieve.
—Solo entraré si me prometes que intentarás no tener
más rabietas de estas —le pido seria.
—¿Y sino que?
—Se acabó el sexo.
—¿Ese sexo tan bueno que hay entre nosotros? —Se
acerca a mí como probando que nuestros cuerpos se
entienden a la perfección.
—Sí, ese.
—Vale, lo intentaré. —Ríe y pongo los ojos en blanco.
—Hombres… —murmuro empezando a caminar hacia la
casa.
Alistair me alcanza con dos zancadas y me coge de la
mano, me acerca a él y me besa una vez más. Después,
sonriendo como dos locos bajo la nieve, entramos en el
calor de la casa.
Lo primero que hacemos es buscar a Loana, quien se ha
quedado esperándonos en el salón leyendo un libro.
—Pensé que os ibais a quedar haciendo algunos
muñecos de nieve y a tontear ahí fuera hasta que uno de
los dos cogiera una hipotermia —bromea ella dejando el
libro sobre su regazo.
—Loana —la llama Alistair acercándose al sillón donde
está sentada, se arrodilla ante ella y pone las manos sobre
las suyas—. Lo siento mucho, sabes que eres como mi
madre, no debería haber dicho eso.
—No te preocupes, tu siempre serás mi hijo, digas o
hagas lo que hagas, te quiero Alistair. —Le sonríe con la
calidez y el amor de una madre. Suelta una de sus manos y
le acaricia la mejilla. Alistair la envuelve en un abrazo y no
puedo evitar sonreír—. Estás helado, y seguramente Emily
también, así que a la cama todo el mundo.
—Sí, mamá —dice Alistair, y le da un beso en la mejilla.
Los ojos de Loana se humedecen y sé que es de las pocas
veces que él la ha llamado así.
—Venga, a dormir —dice con la voz casi rota—. Y
Alistair. —Lo llama—. Deberías intentar perdonar a tu
padre, por mi, no me gusta veros así.
Él se la queda mirando unos segundos y luego asiente.
Durante el camino a la habitación, Alistair no dice nada
y lo dejo solo con sus pensamientos.
En cuanto cerramos la puerta y empezamos a quitarnos
la ropa mojada para ponernos el pijama, Alistair murmura:
—Realmente Loana lo ha perdonado… —Se sienta en la
cama con tan solo los pantalones. Lo he visto varias veces
desnudo y semidesnudo, pero todavía me siento
impresionada por su escultural, fuerte y definido cuerpo.
No sé si está hablando para sí mismo, pero aun así
quiero consolarlo, voy hasta su lado y me arrodillo frente a
él.
—Es lo que intentaba decirte, ella lo ama y lo ha
perdonado.
Alistair me mira a los ojos.
—Pero yo no puedo hacerlo, no después de como se ha
comportado… —Se lleva las manos a la cabeza.
—Lo entiendo. —Me siento a su lado y le froto la
espalda con suavidad.
—Supongo que podría intentar no echárselo en cara
cada vez que lo vea, en especial si está Loana en frente, no
quiero hacerla sufrir.
—Eso es un comienzo.
—Y lo único que ese hombre obtendrá de mi parte.
A la mañana siguiente nos levantamos temprano para ir de
excursión a Brujas, estoy muy emocionada, pero a la vez
siento un nudo en el estómago por Alistair, se nota que todo
este tema con su padre no le ha dejado dormir, y mucho
menos está de humor para salir a dar una vuelta, pero aquí
está, conduciendo el coche de camino a Brujas por mí.
Casi no ha desayunado y no quiero preguntar, pero
Román no ha aparecido siquiera.
—Es un lugar precioso, y ahora que ha estado toda la
noche nevando…, estará todo como de cuento —dice Loana
desde los asientos traseros. Le he insistido para que fuese
ella de copiloto, pero se ha negado en rotundo—. ¿Te
acuerdas de aquella vez que fuimos los tres juntos a aquella
inauguración de una chocolatería cuando tenías quince
años? Podríamos volver a ver cómo está todo, era un sitio
muy bonito.
Alistair
Lo recuerdo perfectamente, pero no como Loana, para mí
no fue un día feliz, pues esa misma noche descubrí que
tenía una medio hermana. Esa noche, después de pasar el
día en Brujas, pillé a mi padre hablando por teléfono en
susurros, diciéndole al interlocutor que se merecía conocer
a su hija, me quedé en shock al escuchar aquello y fue
Loana quien me vio escuchando a escondidas. Ella ya lo
sabía por aquél entonces y aun así me sonrió y me explicó
que tenía que escuchar las dos versiones de la historia
antes de decir o hacer nada. Pero no quise escuchar nada
más, lo odié con todas mis fuerzas, e incluso al principio
también me enfadé con ella por no habérmelo contado y
haber perdonado a mi padre. Tiempo después la perdoné,
pero a mi padre nunca. Primero por no haber querido a mi
madre lo suficiente y permitir que muriera sola, aunque era
muy pequeño cuando sucedió, recordaba muy bien todas
las discusiones de mis padres. Y después por engañar a
Loana con otra mujer hasta el punto de tener una hija, y el
muy capullo no tuvo el valor de contarme que tenía una
hermana.
Aprieto con fuerza el volante, odio a mi padre, es un
mentiroso compulsivo y un adúltero que no sabe tener la
bragueta cerrada, y la mujer que hay en los asientos
traseros no se merece nada de esto, ni mi madre tampoco
se lo merecía.
—¿Alistair? —me llama Emily tocándome suavemente el
brazo.
—Eh, sí, claro, podemos ir a esa chocolatería —
respondo un poco más borde de lo que pretendía.
Aparcamos a las afueras del centro histórico y nos
dirigimos hacia el centro andando, Emily y Loana van
charlando animadamente y yo me concentro en la sonrisa
de Emily, no puedo estar de mal humor todo el día.
CAPÍTULO 39
Emily
En cuanto nos acercamos al centro caminando por una de
las calles adoquinadas de la ciudad, un olor a chocolate
invade mis fosas nasales. Brujas es como Colmar, parece
una ciudad de cuento pero, con otro estilo. Aquí las casas
tradicionales tienen esas fachadas triangulares y
escalonadas que le dan ese aire pintoresco y precioso, y el
toque que le da la nieve hace que me haya quedado
enamorada completamente.
No se me ha pasado desapercibido el mal humor de
Alistair, y pienso que podría haber sido por el recuerdo que
ha comentado Loana junto con lo que pasó ayer. A medida
que va pasando el día, Alistair se va animando y volviendo a
ser el hombre bromista y seductor de siempre, me ha
cogido de la mano e incluso me ha besado, nos hemos
hecho fotos junto al río en el puente de piedra, en la Plaza
Mayor y comiendo chocolate.
Está siendo un día fantástico.
En la plaza Simon Stevinplein, en la calle Eiermarkt, me
explica Alistair, hay una chocolatería muy famosa creada
por Stephan Dumon. Se trata de un edificio pequeño de
ladrillo viejo y embutido entre dos edificios más grandes, la
Chocolatería Dumon. Cuando la veo con mis propios ojos
me quedo enamorada de ella. Parece estar fuera de lugar
pero, a la vez, encaja a la perfección. Tenemos que hacer
mucha cola pero vale la pena, el chocolate que venden aquí
es artesanal y de muy buena calidad, está buenísimo.
—No me quiero ir nunca de esta ciudad —digo
sonriendo de camino al coche.
—Podemos volver cuando quieras, mi duendecillo de la
Navidad. —Me sonríe Alistair dándome un apretón suave
en la mano.
Le sonrío de vuelta, pero sé que eso solo son palabras
vacías, por mucho que me cueste recordarlo.
Cuando llegamos a casa de los Digory, Román está en el
salón viendo la televisión, se pone en pie en cuanto
entramos y se dirige a Loana para darle un beso.
—¿Os lo habéis pasado bien? —nos pregunta
mirándonos a nosotras dos.
—Mucho, Emily se ha enamorado de la ciudad, así que
puede que pronto vuelvan a visitarnos.
—Eso sería genial, esta ya es tu casa Emily —dice el
hombre completamente en serio, o esa es la sensación que
me da al mirarlo a esos ojos tan parecidos a los de su hijo.
A mi lado, Alistair se tensa y endurece la mirada, pero
no dice nada.
—Muchas gracias señor Digory —le contesto
agradecida.
—Oh no, por favor, Román, nada de señor Digory. —
Hace un gesto con la mano como para restarle importancia.
—Vale. —Le sonrío.
—Voy a ducharme —dice Alistair de repente.
—Espera hijo, quiero hablar contigo —lo detiene
Román.
Alistair se para pero no se gira cuando dice:
—¿Para qué?
—¿Necesito una razón? Soy tu padre.
Alistair suelta una risotada amarga.
—Para lo que te interesa —escupe con amargura.
—Alistair por favor… —le pide Loana.
—Cinco minutos. —Alistair mira a Loana y luego se gira
hacia mí—. Ves a ponerte cómoda, enseguida voy. —Y me
da un suave beso en los labios.
—Vale, no te preocupes, ahora nos vemos.
—Yo iré a preparar la cena —anuncia Loana.
—Me ducho y bajo a ayudarte —me ofrezco.
—Genial, haré lo mismo.
Me marcho al cuarto de Alistair preocupada por él, sé
que tiene cosas de las que hablar con su padre, tiene que
perdonarle muchas otras e intentar ver que realmente ha
cambiado. No conozco a Román pero, lo poco que he visto y
lo que me ha contado Loana de ellos durante el día, se nota
que están profundamente enamorados, y si ellos dos están
bien es porque Román ha hecho todo lo posible porque
Loana lo perdone, estoy segura de que ella no se lo ha
puesto fácil.
Me meto en la ducha, siento los pies doloridos y el agua
caliente calma mi cuerpo frío.
Después de una ducha reparadora, oigo entrar a
Alistair por la puerta de su cuarto, a penas han pasado diez
minutos. Salgo del baño con tan solo la toalla, le veo
nervioso y cabreado.
—¿Qué ha pasado? —le pregunto preocupada.
—Lo mismo de siempre… Ahora quiere darme
explicaciones. ¡Pues ya es demasiado tarde, maldito
capullo! —grita fuera de sí.
—Eh, oye, escúchame. —Me acerco y le pongo las
manos sobre el pecho para que me mire y se calme.
—Lo siento Emily, nunca quise que me vieras así, no
deberíamos de haber venido ¡Joder! —maldice meciéndose
el cabello negro.
—No digas eso, tienes que relajarte, ven. —Lo obligo a
sentarse en la cama y me subo a horcajadas suyas, muy
consciente de que bajo la toalla azul, estoy completamente
desnuda, pero lo abrazo. Su corazón está acelerado y poco
a poco él me envuelve con sus brazos hasta que se va
calmando, hundo mi rostro en su cuello e inspiro
profundamente.
—Gracias por estar aquí, por apoyarme en esto, sin ti
no hubiera sido capaz de poner un pie en esta casa —me
confiesa.
—No me agradezcas nada. —Me separo un poco para
mirarlo a los ojos y le acaricio ese rostro tan masculino y
perfecto que tiene.
Siento como Alistair inspira mi olor en mi cabello
húmedo y roza su nariz en mi cuello, mi piel se eriza y él
me besa ahí con un gruñido.
—Hueles tan bien… —susurra.
—Alistair…, no podemos, tu madre me espera para
ayudarla…
—No le importará —dice cogiéndome en volandas y
tumbándome en la cama, la toalla no se cae de milagro. Me
río enroscando mis brazos en su cuello.
—Lo digo en serio…
—Y yo. —Y no me deja replicar, se hunde en mis labios
mientras con una mano me acaricia el brazo y luego baja a
mis piernas desnudas.
Mete sus manos por debajo de la toalla acariciando mi
muslo y cada vez más arriba, provocando un cosquilleo
ardiente por todo mi cuerpo.
—Alistair…, de verdad, debemos parar. —Intento
detenerlo sin mucha convicción.
—Mmm —murmura él besándome el cuello, la clavícula
y deshaciéndose por completo de la toalla, dejando
expuesto todo mi cuerpo.
Alistair se lanza a lamer mis pezones ya erguidos y un
torrente de fuego cubre mis venas, gimo y me arqueo hacia
ese toque que me vuelve loca.
—Me encanta cuando te entregas así a mí, eres
perfecta —murmura lamiéndome los pezones, después
mordiéndolos suavemente provocando que mi sexo se
inflame, necesitando la misma atención.
Luego desciende dándome dulces besos por mi
estómago y lamiéndome. Que él esté completamente
vestido y yo desnuda del todo, me provoca una nueva
oleada de excitación y, cuando Alistair se posiciona entre
mis piernas y me mira directamente a los ojos con ese azul
perlado…, puedo sentir como mis fluidos caen de mi sexo.
Es tan malditamente masculino y atractivo que me afecta
de tantas maneras que es abrumador. Verlo entre mis
piernas deseando devorarme, me enciende como nada.
—Dime qué estás pensando, Emily. —Me pide como si
pudiera leer mi mente y quisiera escucharlo de mis labios..
—En que me muero por sentir tu boca —gimo
aferrándome a sus poderosos hombros y arqueándome
hacia él, impaciente por sentirlo.
—Eso es lo que pensaba. —Me dedica una sonrisa de
autosuficiencia el muy maldito y una parte de mí quiere
discutir con él, pero en cuanto pone su lengua sobre mi
sexo, no puedo más que gemir y agarrarme a sus cabellos
negros.
Alistair lame sin piedad, como si estuviera hambriento
de mí y puedo sentir cómo mi cuerpo cada vez se encuentra
rozando el borde del placer más intenso. Él me abre más de
piernas y hunde su lengua en mi sexo, después mordisquea
mi clítoris y succiona, me hace gritar de placer, y me
deshago en deliciosos temblores.
Cuando mi orgasmo remite, Alistair deja de lamerme y
se incorpora sobre mí para besarme en los labios, me
pruebo a mí misma junto a su sabor y eso hace que vuelva a
sentirme necesitada de él.
Nunca tengo suficiente, y eso me asusta.
CAPÍTULO 40
Emily
Loana y yo estamos acabando de preparar la cena cuando
Alistair baja después de ducharse. No puedo evitar
sonrojarme al recordar lo que hemos hecho hace tan solo
veinte minutos.
—¿Necesitáis ayuda? —Sonríe abrazándome por detrás
y dándome un suave beso en el cuello, pues lo tengo
descubierto gracias a la coleta alta que llevo. Los utensilios
de aliñar la ensalada casi se me caen cuando me tenso.
—¿Ya estás de mejor humor? —dice Loana con una
sonrisa.
—Eso parece —contesta él.
—Pues haz algo de provecho y lleva esto a la mesa —le
ordeno para evitar mirarlo a la cara y, así, que no vea lo
sonrojada que estoy. Me trata con tanta cercanía y
naturalidad delante de sus padres…, como si estuviéramos
en una relación de muchos años, y eso me hace sentir
demasiado bien.
—Mandona —bromea Alistair, pero coge el bol y lo lleva
al otro lado de la sala, donde está la mesa grande del
comedor.
—Gracias —me dice Loana. Yo la miro extrañada y me
doy cuenta de que me he quedado como una tonta mirando
la espalda de Alistair.
—¿Qué? —pregunto, y Loana sonríe aún más.
—Por hacerle feliz, nunca lo había visto sonreír tanto en
esta casa.
—No…, yo no he hecho nada.
—Oh, claro que sí. —Sonríe y luego se pone seria—.
Román lo está intentando, quiere…, arreglar su relación,
pero sé que Alistair no lo perdonará fácilmente.
Asiento, lo sé.
—Es un buen hombre, ha tomado malas decisiones en
su vida, sobre todo con respecto a Alistair, y se atormenta
por ello, no puede evitar sentir que el tiempo se le escapa
—continúa hablando.
Noto como Loana lo dice con pena y preocupación, no
sé a qué se refiere con lo de «se le escapa el tiempo», pero
puedo entender que Román quiera hacer las paces con
Alistair antes de que sea demasiado mayor.
Durante la cena las cosas están un poco tensas, pues tanto
Loana como yo sabemos de la discusión que han tenido
Alistair y Román. Loana, para rellenar los espacios, está
hablando de cómo hemos pasado el día.
—Mi foto favorita de hoy es la que os he hecho en la
chocolatería, mientras Alistair te miraba ensimismado y tu
comiéndote ese bombón, me encanta. —Ríe Loana—. Se os
ve tan enamorados… ¿Te acuerdas, mi vida, cuando
empezamos a salir? —dice Loana mirando a Román con
ilusión.
Me sonrojo y quiero negarlo, pero la verdad es que así
me siento, me estoy enamorando de Alistair. Es evidente
que hay algo entre nosotros, aunque no nos va a llevar a
nada más que dolor. Por debajo de la mesa Alistair me
aprieta el muslo y luego nos miramos, sus ojos lo hacen con
determinación.
—Claro que me acuerdo, eras la mujer más sonriente
que jamás había conocido, no pude resistirme a esa sonrisa
—le contesta Román y se besan.
Alistair los mira y se tensa.
—¿Eso piensas de mi madre? ¿Que era una persona
triste? —pregunta apretando la mandíbula.
—Alistair… —lo llamo intentando que deje de ver lo
negativo.
—No he dicho eso, pero tu madre y yo no éramos felices
y…
—¡Basta! No quiero escuchar ni una palabra de ella en
tu boca.
—No, basta tú. ¿Por qué no lo superas de una vez? He
intentado hablar contigo, sé que hice mal las cosas pero
soy tu padre, y ¡Joder! Te quiero y nunca quise hacerte
daño, ni a ti ni a tu madre y mucho menos a Loana —grita a
la vez que se pone en pie dando un golpe en la mesa—.
Siento que tu madre muriera sola, que la engañara con
Loana, que engañara a Loana después, lo de tu hermana…,
sí, he sido un capullo, lo sé, maldita sea, pero solo quiero...
—Román…, tienes que relajarte… —le pide preocupada
Loana. Y en ese instante el hombre se lleva la mano al
pecho y su semblante rojo empieza a tornarse blanco de
golpe—. ¡Román! —grita preocupada Loana. Román se
sienta en la silla desgarbadamente y todos nos levantamos
preocupados. Parece que el hombre no puede respirar y se
me hiela la sangre.
—Papá… ¿Qué pasa? —pregunta Alistair acercándose a
él.
—Llama a emergencias —le pide alterada Loana con
lágrimas en los ojos.
—Estoy llamando —dice Alistair con el teléfono ya en la
oreja.
Todo ocurre muy deprisa, Loana se marcha en la
ambulancia y Alistair y yo vamos en su coche tras ellos.
Llevamos aquí dos horas de angustia y espera, Alistair no
para de dar vueltas por la sala de espera y Loana y yo
estamos sentadas en unas butacas. La pierna de Loana no
para de moverse de preocupación y de vez en cuando le
caen lágrimas de los ojos, yo la sujeto de la mano.
—Siento no habértelo dicho antes, pero tu padre no
quería decírtelo… —se explica Loana en voz baja y entre
sollozos.
—¡Joder, pues debería haberlo echo! —suelta
exasperado Alistair.
Al parecer su padre está débil del corazón, es la
segunda vez que tiene un ataque, y ahora lo están
operando de urgencias por una obstrucción del tronco de la
arteria coronaria izquierda, tienen que hacerle un bypass
con todos los riesgos que eso comporta.
—Lo siento.
—No te disculpes, es culpa mía ¡Joder!
—No lo es —le digo levantándome de la silla y
cogiéndole de la mano para que me mire—. No lo es, no lo
sabías.
Alistair me mira como si fuese consciente por primera
vez de que yo estoy aquí.
—Deberías irte —susurra con una voz ronca.
—Quiero quedarme contigo.
—No, deberías irte a casa, a tu casa —me dice con tono
frío y cortante, soltándome la mano de inmediato y dando
un paso atrás.
—Alistair… —lo avisa Loana.
—No, esto ha ido demasiado lejos, ya no es divertido —
suelta.
¿Divertido? Claro que no lo es, no sé qué puñetas está
pasando por la cabeza de Alistair.
—¿Qué estás diciendo? —pregunto con el corazón
encogido, tengo un mal presentimiento, además de la
angustia por la situación.
—Estoy diciendo que esto era divertido, estar contigo,
pero se acabó, esto es cosa de familia, tienes que irte.
Abro los ojos como platos. Sus palabras caen sobre mí
como una jarro de agua fría, con jarrón incluido. Mi
corazón se rompe en mil pedazos y, por fin, lo entiendo
todo. Me está confirmando lo que yo pensé desde el
principio, que Alistair no buscaba nada serio, que iba tras
de mí solo por diversión, que mis sentimientos no le
importan, que todo lo que hemos vivido es una mentira.
Mi corazón se detiene, siento como si me estuviese
ahogando y las lágrimas se amontonan en mis ojos. Me
siento morir.
—No… —susurro con la voz rota—. No hablas en serio.
Alistair suelta una risotada amarga.
—Muy en serio muñeca, es hora de que te largues, voy
a llamar a un coche para que vayas a por tus cosas y que te
lleve al avión —dice dándose la vuelta con el teléfono ya en
la mano.
Me quedo parada, sin poder moverme. Me ha utilizado,
me ha mentido en mi maldita cara, todo este tiempo… Y yo
me lo he tragado todo como una idiota.
—Eres un capullo —le suelto cabreada y rota de dolor
cuando cuelga el teléfono—. Confié en ti…
—No debiste hacerlo —me contesta aún de espaldas
con esa voz fría y distante, no parece él.
La vergüenza, el dolor, la traición…, todo vuelve a mí,
como cuando Théo me confesó que me había engañado
durante tantos meses. Y otra vez vuelve a repetirse, pero el
dolor que siento en estos momentos no se puede comprar
con nada. Estoy temblando y aprieto con fuerza los puños
de las manos, consciente de que estoy en un hospital, que
Loana nos está mirando… Me siento tan estúpida…
—No, no debí hacerlo, sabía desde el principio quién
eras, un mujeriego caprichoso con aires de grandeza, fui
una estúpida. ¿Pero sabes que? Que te den, no eres nadie
para mí Alistair Digory. —Decir su nombre y esas palabras
hirientes duele más que tragar fuego, pero no voy a
enseñarle el daño que me ha hecho, lo idiota e
insignificante que me siento, lo estúpida que he sido al
creer que de verdad él se estaba enamorado de mí—. No
quiero volver a verte en la vida.
Dicho esto me encamino hacia la puerta pasando por su
lado sin mirarlo, me estoy ahogando, me tiembla todo el
cuerpo y no puedo respirar, necesito aire.
—Emily… —me llama Loana.
Pero no me detengo, lo siento por ella, Loana no tiene
culpa de nada, pero no quiero estar con nadie.
Cuando salgo fuera está nevando, hace mucho frío pero
no lo siento, quiero coger el primer avión de vuelta a casa,
pero desde aquí no hay vuelos comerciales directos a
Colmar y ni siquiera he cogido mi bolso.
—¿Señorita Fenn? —me pregunta un hombre vestido de
traje—. La llevaré a por sus cosas.
Perfecto.
Una hora después estoy de camino a casa en el avión
privado de Alistair, me ha jodido, así que voy a
aprovecharme de él hasta el último momento. Mientras
estuve recogiendo mis cosas en casa de Alistair he llorado y
me he permitido estar rota unos minutos, eso sí, he cogido
algunas de sus cosas como; un reloj que había sobre la
mesita, algunos de sus libros, la lámpara, y algunas cosas
más y las he roto, destrozado. Como él ha hecho con mi
corazón, mi confianza y la posibilidad de que pueda volver
a ser feliz algún día.
«Que te den Alistair Digory, capullo mentiroso e
insensible».
También estoy acabando con toda la existencia de
comida y bebida que hay en este maldito avión de ricos,
aunque no tengo hambre, simplemente lo abro y lo
desecho, tengo ganas de vomitar. Es la una de la mañana y
solo quiero llegar a mi casa y meterme en mi cama para no
salir nunca jamás de ahí.
CAPÍTULO 41
Alistair
La operación de mi padre ha salido bien, está descansando
y estoy en parte aliviado, pero en general me siento como
una mierda. Los ojos de dolor de Emily me persiguen sin
parar, no puedo quitarme de la cabeza todo el daño que le
he hecho. Miro el reloj, ya son las diez de la mañana y mi
chófer ya me ha informado de que Emily ha llegado a su
casa. Me odiará para siempre, igual que yo a mí mismo,
pero tuve que hacerlo, ver a mi padre en ese estado, como
ha enfermado por mi culpa… Me asusté, mi madre también
enfermó por mi culpa, no por la de mi padre, por la mía. Y
no puedo permitir que a Emily le pase lo mismo, en ese
momento lo vi claro, tenía que alejarla de mí antes de que
fuese tarde, aunque eso signifique no volver a ver a la
única mujer que he amado.
Loana sale de la habitación en la que está descansando
mi padre.
—Deberías descansar, pensar, comer algo e ir a por ella,
te ama, te perdonará y lo entenderá —me dice por
millonésima vez.
—No, he tomado mi decisión.
—No es culpa tuya lo que le ha pasado a tu padre, y
mucho menos de ninguna manera vas a provocar lo mismo
en Emily, es una tontería Alistair.
—Es mejor así, no merezco que alguien como ella esté a
mi lado, casi mato a mi padre.
—No, no…, mi niño, no es así. Esto que le ha pasado a
tu padre no es culpa tuya, de ninguna manera. —Se acerca
a mí con lágrimas en los ojos y me abraza entre sus
pequeños brazos. Pero no siento nada, desde que se ha ido
Emily solo soy un recipiente, me siento vacío.
—Voy a volver a Bruselas un tiempo. Cuando se
despierte me despediré de él y me iré —digo alejándome de
Loana, no merezco su compasión.
—Como quieras, es tu decisión, pero no me parece nada
bien que huyas —me recrimina cabreada.
—No estoy huyendo, solo… No quiero que muera, y sin
mi estará más tranquilo, de todas maneras no puedo
perdonarlo… Así que lo mejor es marcharme.
—Tu padre no quiere eso, Alistair.
Es inútil lo que me diga Loana, no voy a cambiar de
opinión.
Emily
Han pasado dos días desde que volví de Brujas y todavía
me siento como si me hubiesen martilleado el corazón. Le
he escrito a Rosie para decirle que no me encuentro bien y
ella me ha llamado inmediatamente, ya que sabía que he
estado el fin de semana con Alistair, he ignorado las
llamadas. No puedo ni imaginarme cruzando las puertas
del hotel sin pensar en todo lo que ha sucedido entre
nosotros, me ha engañado a base de bien.
¿Por qué he sido tan tonta?
Miro hacia la mesita de noche donde he dejado el collar
del árbol que Alistair me regaló por Navidad, no me lo
había quitado hasta ahora y lo odio mucho porque el collar
realmente me gusta y me recuerda a esa noche, lo bien que
había encajado con mi familia, lo mucho que mi abuela me
insistió para que le diera una oportunidad…
Idiota, estúpido mentiroso..., lo insulto mentalmente
por enésima vez y reprimo las lágrimas.
De repente oigo a mi madre que me llama desde la
planta de abajo para que vaya a comer algo, y como las
otras veces que lo ha intentado, le digo que no tengo
hambre. Pero al parecer mi madre ya está harta de esa
contestación, porque entra de todas maneras a mi
habitación.
—Emily Fenn, se acabó, vas a ducharte y a bajar a
comer con tu familia —me dice quitándome las mantas de
encima con voz seria.
Quizá estoy exagerando mucho las cosas, ni siquiera
hemos estado saliendo, pero el corazón y el alma me duelen
igual o más que cuando me enteré de la traición de Théo.
—Mamá, no tengo hambre.
—Pues come aunque sea muy poco, no puedo verte así,
otra vez no. —Su voz es la de una madre preocupada y me
siento fatal por ella, no quiero hacerla sufrir con mi propio
sufrimiento.
—Estoy bien —miento.
—¡Claro que no lo estás! Vamos. —Me coge del pie y
tira de mí.
¿En serio? No puedo evitar soltar una carcajada.
—Mamá, por favor… —No consigue moverme pero me
hace gracia que lo intente con tanta fuerza—. Vale, vale, me
levanto.
—Así me gusta —dice mi madre acalorada por el
esfuerzo, y me levanto para darle un beso en la mejilla—.
Ve a la ducha, apestas hija —se burla.
Pongo los ojos en blanco, aun así le hago caso.
—¿Vas a quedarte ahí mirándome todo el rato? —le espeto
a mi madre mientras me visto con una sudadera y unas
mallas negras cuando salgo de la ducha—. Porque es raro.
—No me pienso ir hasta que me cuentes que ha pasado
—dice ella cruzándose de brazos mientras me dirijo al
espejo para peinarme el cabello húmedo—. Te he dado dos
días.
—No ha pasado nada, él no me quería ahí cuando las
cosas se pusieron serias, nada de lo que había entre
nosotros era real.
—¿Por qué dices eso? Parecía muy enamorado de ti.
—Mamá, no lo sé, es un psicópata que nos hizo creer lo
que queríamos, yo que sé —le suelto más borde de lo que
mi madre se merece, ella no tiene la culpa de nada.
—¿Y entonces?
—¿Entonces que? Se acabó, no pienso verlo nunca más.
—¿Pero no trabajáis en el mismo sitio?
Si soy sincera no espero que Alistair vuelva al hotel, y si
lo hace no tenemos porqué vernos, aunque si me lo
encuentro…, le arrancaré las pelotas.
—No creo que se le ocurra volver por ahí, de todas
formas voy a renunciar, no pienso trabajar para un
asqueroso mentiroso. —Nunca me he peinado tantas veces
el pelo en una sola vez como esta.
Oh, qué insultos más maduros, Emily…, me reprocho a
mí misma. Pero hacen que me sienta un poquito mejor.
—¿Otra vez vas a estar meses buscando trabajo? —me
pregunta mi madre preocupada, más por mí que por volver
a empezar.
—Sí, a ver, no es lo que me gustaría. —Me giro hacia
ella y me apoyo en el mueble del baño—. Pero, ¿qué otra
cosa puedo hacer? No quiero encontrármelo ni trabajar
para él.
—Bueno, si es lo que crees mejor, adelante. —Yo asiento
—. Lo siento mucho cariño, pensé que era bueno para tí…
—No, mamá, no es tu culpa, fui una estúpida, pensé que
él era diferente, pero supongo que se me da mal elegir —le
dedico una sonrisa triste y una lágrima se me cae por la
mejilla, mi madre me la limpia.
—Vales oro, mi niña, y si ese tonto de Alistair Digory no
lo ha visto es porque no te merece.
Las dos nos abrazamos y no puedo evitar llorar
envuelta en el cálido abrazo de mi madre. Duele porque lo
empezaba a amar a pesar del poco tiempo que hace que
nos conocemos. Alistair ha entrado con fuerza en mi
corazón y no estaba preparada para una traición así. No lo
vi venir, parecía todo tan perfecto entre nosotros… Pero
solo se trataba de diversión para él, desde el principio.
¿Cómo ha sido capaz de engañarme así a la cara? Y no solo
a mí, sino a mi familia, a la suya… No tiene sentido. Y, todo,
¿para qué? ¿Para echar unos cuantos polvos?
Pero la verdad es que no es la primera vez que alguien
me miente en la cara, que me traiciona y se ríe de mí a mis
espaldas… No entiendo como puede haber personas tan
cínicas y malvadas.
Al día siguiente Valerie se presenta en casa, me he dicho a
mí misma que el miércoles volveré al trabajo para llevar la
carta de renuncia y avisar con tiempo de que me marcho.
Solo de pensar en ir al hotel me entra ardor en el
estómago, me siento avergonzada cuando no he hecho nada
malo.
—Espero que no te enfades, pero como no contestabas
a mis mensajes le escribí a tu hermano, lo siento
muchísimo, Em —dice nada más entrar a mi cuarto
mientras estoy intentando ver Sobrenatural, pero si soy del
todo sincera, no he podido prestarles la atención necesaria
a los hermanos Winchester.
Val se acerca a mi cama y detengo el episodio que estoy
viendo en mi portátil mientras mi amiga se mete en la cama
conmigo.
—Estoy bien… —le contesto cansada de que cada dos
por tres se asome alguien a la puerta para verme.
—A otro con ese cuento, amiga —me reprocha Val—.
Cuéntame qué ha pasado.
Resoplo cansada y pongo los ojos en blanco, pero
finalmente le cuento todo lo que ha ocurrido, no es como si
pudiera huir de ella.
—Vale, sé que quieres que diga «uff, menudo capullo»,
y no me mal interpretes, lo es, porque fue a donde más te
dolía, pero... ¿Puede ser que se sintiera mal por lo de su
padre y que no quisiera, de alguna manera, que tu lo vieras
así? ¿Que quisiera alejarte de él y te hirió exactamente
donde sabía que tu no cederías? No sé.
—¿Sabes? En algún momento se me ha pasado por la
cabeza, pero yo ya no sé qué creer Val, me hizo daño, sea
como sea no debería de haberme hablado así, es que su
tono de voz era tan frío, su desprecio… Si yo le importaba
algo, no hubiese tirado por tierra lo que sentíamos el uno
por el otro.
—Igual fue lo único que se le ocurrió en ese momento.
Las dos nos quedamos en silencio durante unos
minutos.
—Le echo de menos, es…, me duele, siento un gran
vacío que no tiene lógica ninguna, le odio por haberme
hecho que me enamorara de él y luego dejarme tirada
como un trapo, le dije que era lo que más me asustaba, le
dije que me estaba enamorando de él…, y me ha herido —
sollozo.
Val me abraza pero no me permito derramar ninguna
lágrima más, no vale la pena.
CAPÍTULO 42
Emily
El miércoles ya me obligo a ir a trabajar, al menos tengo
que dar la cara y presentar mi renuncia a Rosie. Sé que
intentará disuadirme, que me dirá que Alistair no va a
volver por el hotel y bla bla bla, pero no solo se trata de
verlo o no verlo, es mi orgullo, lo admito, pero no voy a
trabajar para el hombre que me ha destrozado el corazón.
Cuando llego al hotel mi móvil vibra con un mensaje, se
me acelera el corazón, siempre espero que sea él, pero
nunca lo es. Aunque ver quien me ha escrito me sorprende
de igual manera, es Loana:
Cielo, sé que seré la última persona con la que quieras
hablar, pero tienes que llamarme, es importante.
Mi mente inmediatamente piensa en que al padre de
Alistair se le ha complicado la operación, también lo he
tenido en mente y espero de todo corazón que se recupere.
Me quedo parada en medio de la calle mirando fijamente la
pantalla del móvil con el corazón en un puño, los turistas y
personas que pasean por las calles adoquinadas me
esquivan.
Escribo con dedos temblorosos:
Hola Loana, ¿todo bien?
Recibo contestación casi al instante:
Sí, no te preocupes, pero quiero hablar contigo cuando
puedas.
Vale, cuando salga del trabajo te llamo.
Podría llamarla ahora, voy bien de tiempo, pero lo
retraso y no sé porqué, bueno, sí que lo sé, tengo miedo de
lo que pueda decirme Loana. Alistair ha dejado bien claro
que no le importo y espero que ella no quiera que nos
reconciliemos o algo así, porque no va a conseguirlo.
Loana me responde conforme y empiezo a caminar de
nuevo hacia el hotel.
—Menudas vacaciones, ¿no? —me saluda un sonriente
Adrien cuando entro al vestíbulo.
—He estado enferma —contesto un poco borde.
—Ahora que lo dices, no tienes buena cara. —Y su
expresión cambia a un estado de preocupación—. ¿Todo
bien?
—Sí, sí, estoy bien, un simple dolor de cabeza. —Quiero
parecer casual, pero Adrien me mira con el ceño fruncido.
—Vale, pues me alegro que estés mejor, nos vemos
luego.
—Claro.
Nos despedimos y voy directamente a la recepción, ni
siquiera doy un pequeño vistazo hacia las escaleras que
llevan a las habitaciones de los huéspedes, a su habitación.
Espero que aún esté en Brujas con sus padres, después de
la operación y todo, yo es lo que hubiese hecho.
Pero aun así estoy nerviosa.
—¡Emily! Me alegro que estés mejor —dice Rosie a
modo de saludo en cuanto llego a la recepción.
—Gracias. ¿Podemos hablar un segundo? —le contesto
directa, no quiero perder más tiempo, cuanto antes le diga
que quiero irme, mejor.
—Claro —me responde ella preocupada. Y ambas nos
dirigimos al pequeño despacho que hay tras la recepción.
Este despacho… Siento que se me escapa el aire en un
suspiro lastimero, aún puedo notar como Alistair me afecta,
como sus ojos azules perlados se clavan en mí llenos de
pasión y, lo que yo había creído que era cariño y amor. Aún
puedo escuchar el eco de nuestras discusiones en este
despacho, nuestros besos compartidos, las caricias.
Se me encoge el corazón.
—Dime —me insta a hablar Rosie.
Cojo aire e intento calmarme.
—Quería decirte que…, renuncio, sé que me debo
quedar unos días hasta que encontréis a alguien, así que no
te preocupes. Siento…
—No puedes renunciar Emily, ¿qué ha pasado? —Me
corta inmediatamente haciendo que olvide todo el discurso
que he preparado.
A Rosie no la puedo engañar, aunque sea mi superior,
hemos tenido muy buena relación desde el principio y me
ha ayudado en todo.
—No salió bien —le confieso sin más, y veo en los ojos
de Rosie que ella entiende perfectamente a qué me refiero.
—Pero…, él no ha vuelto, quizá no lo haga en un tiempo
y…
—Eso no importa, no quiero trabajar para él, solo
quiero olvidarme y pasar página.
—Oh Emily, cuánto lo siento, de verdad que no sé qué
os ha pasado, se os veía tan bien juntos…
Aguanto las ganas de decirle que Alistair solo es un
capullo sin corazón, que me ha utilizado, pero no quiero
causar problemas. Vuelvo a inspirar profundamente.
—Sabes que se lo tengo que notificar a Amy, ¿no? Él lo
va a saber.
—Sí, ya lo supongo, no creo que le importe, seguro que
es lo que más desea, apartarme de su vista, como yo quiero
hacer.
—Entonces…, ¿no hay vuelta atrás? —Se la ve
realmente preocupada y afectada por mi marcha, y me
siento fatal—. Es que en cierta manera siento que es mi
culpa, yo te animé a…, bueno, ya sabes.
Niego con la cabeza.
—Ni lo pienses, no es tu culpa para nada. Yo solita me
metí en la boca del lobo.
—Vale, bueno, ya veo que estás decidida, así que por mi
parte hoy hablaré con Amy y tramitaremos las cosas.
—Gracias.
Rosie me dedica una sonrisa triste.
Cuando acabo mi jornada me dirijo a mi coche para irme a
casa. Sé que debo llamar a Loana y lo haré, pero no he
podido quitarme de la cabeza en todo el día de qué quiere
hablar que no pueda hacerlo por mensaje, y, a pesar de la
curiosidad, el miedo a que pueda decirme algo de Alistair,
me frena.
Al llegar a casa voy a la cocina, necesito algo de
chocolate para sobrellevar esta llamada que tengo que
hacer. Mi hermano está sentado en la barra americana
tomándose un café, con su ordenador y su cabello rubio
revuelto, seguramente de estar concentrado en su trabajo.
Cuando entro él alza la mirada.
—¿Ya estás aquí? ¿Qué tal el día? ¿Ha… aparecido? —
me pregunta un poco cauto. No es que sea un secreto, en la
familia Fenn no hay de eso, somos demasiado bocachancla.
Pero aun así, siento un poco de vergüenza de que mi
hermano pequeño sea testigo de lo tonta que he sido al
caer en la trampa de otro idiota.
—No, y mejor así.
—¿Entonces ya has dejado el trabajo?
—Sí, pero no necesito que me des una charla de eso, ya
me la dio mamá. —Le advierto, Jack levanta las manos a
modo de rendición.
—Que sepas que me parece un puto capullo, me caía
bien y no sé que ha pasado entre vosotros, pero no te
merece hermanita —me dedica una mirada de apoyo que
agradezco. Mi familia es la mejor.
—Ya, bueno, supongo que ahora sí que sí he aprendido
la lección. —Lo miro con una mirada triste y Jack se
levanta, y sin mediar palabra me abraza con fuerza. No
quiero llorar pero…, no puedo evitarlo.
CAPÍTULO 43
Emily
Una vez en mi cuarto con una taza de chocolate caliente y
un cruasán y, después de haberle prometido a Jack que no
lloraría más, me siento en la silla de mi escritorio y suspiro
mirando al teléfono con el número de Loana en pantalla.
No quiero oír excusas de su parte para hacer quedar mejor
a Alistair, ha sido un capullo conmigo, no sé qué espera
conseguir Loana porque, quien me echó fue él y no tiene
sentido que ella se quiera disculpar en su nombre o algo
así.
Le doy al botón de llamada antes de arrepentirme.
Estoy nerviosa por hablar con ella, en verdad es un poco
raro hacerlo después de como me fui del hospital,
humillada por Alistair.
—Emily, cielo, ¿cómo estás? —pregunta con voz dulce al
descolgar.
—Hola Loana, bien —miento—. ¿Cómo está Román?
—Bien, bien, se está recuperando de la operación, poco
a poco… —me explica, se nota en su voz que está cansada.
—Me alegro.
Hay unos segundos de silencio entre nosotras.
—Siento lo que te dijo Alistair… —Pongo los ojos en
blanco y en mi mente resuenan las palabras: «ya
empezamos».
—No quiero parecer borde, pero si querías llamarme
para convencerme de que Alistair se arrepiente o algo así…
No quiero oírlo Loana, de verdad.
—Lo sé, no tiene excusa lo que te hizo, pero estoy
preocupada Emily, sé que te quiere, lo vi. Nunca se ha
comportado así con nadie, pero está asustado.
Mentiría si dijese que eso no me afecta, el corazón me
da un vuelco, pero no puedo creerlo, no después de como
me habló hiriéndome donde más me duele.
—Eso no le da derecho a hacerme daño ni a decirme lo
que me dijo, lo siento pero no voy a darle más satisfacción,
quiero pasar página.
—Oh Emily… Lo entiendo, te hizo daño, pero solo
quiero que sepas que se ha marchado de vuelta a
Bruselas… Va a encerrarse de nuevo en sí mismo y tengo
miedo de que no tenga otra oportunidad de estar con su
padre, sé que es muy egoísta pedirte esto y que estás
enfadada, pero solo si pudieras… Hablar con él, a tí te
escuchará.
No sé qué piensa Loana o quien cree que soy para
Alistair, pero se equivoca del todo. Ella misma pudo oír el
desprecio de su voz cuando me echó del hospital y sus
palabras crueles. Entiendo que esté preocupada por la
relación de Alistair con su padre, pero yo no puedo hacer
nada.
—Lo oíste tan bien como yo Loana, yo solo he sido una
diversión para él, no significo nada.
—¿De verdad lo crees? —me pregunta seria. Siento que
mi corazón late desbocado al pensarlo, claro que no quiero
creerlo, pero no soy tonta ni ilusa. Ya lo fui una vez y me
salió muy mal, no quiero volver a ser la idiota a la que
engañan una y otra vez.
—Aunque no fuese así, él me ha apartado. Sabía qué es
lo que más daño me haría.
—Porque está asustado, y estoy preocupada por él, no
me contesta a las llamadas y… —La mujer suspira—. Vale,
lo entiendo, es injusto que te pida esto, lo siento mucho
Emily.
Lo entiendo de veras y me sabe muy mal por ella, mi
madre hubiese hecho lo mismo si se tratara de mí. Está
desesperada porque sabe que Román está enfermo y no
saben cuándo podría darse otro ataque o si la operación ha
salido del todo bien. De verdad que lo entiendo, pero ya no
es asunto mío, si Alistair ha decidido apartarse de todo el
mundo… ¿Qué puedo hacer yo?
—Te entiendo, de verdad que sí, pero yo no… No puedo.
Lo siento.
—Claro, yo también lo entiendo, mi hijo fue un idiota
contigo, y creeme que ya le eché la bronca, por eso sé que
le importas, se culpa por lo que le ha pasado a Román y
cree que estará mejor solo —suspira derrotada—.
Perdóname si me he excedido con tu confianza.
—No pasa nada.
Pero sí pasa, ahora no sé qué pensar. ¿De verdad
Alistair tiene miedo y por eso me ha apartado? Pero,
¿miedo de qué? Comprendo que se eche la culpa por lo de
su padre, aunque él no la tenga, no obstante, no tiene
sentido que me aleje a mí también y me dijese todas esas
cosas, ahora una parte de mí está preocupada por él.
—¿Se ha marchado a Bruselas? ¿No se ha quedado con
vosotros unos días? —le pregunto al recordar lo que me ha
dicho antes.
—No, se marchó en cuanto Román despertó y desde
entonces no sé nada de él, he llamado a sus oficinas en
Bruselas y no saben nada de Alistair.
Me llevo una mano al pecho, siento que mi corazón se
encoge por el miedo, imaginarse a un hombre como
Alistair, tan grande, tan seguro de sí mismo, tan fuerte,
tanto en personalidad como en físico, en un estado de culpa
y tristeza me parte el corazón, por mucho daño que me
haya ocasionado, no quiero verlo mal.
Pero soy la que menos sabe de él.
—Siento no poder ser más de ayuda, si aparece por
aquí…, te avisaré.
—Gracias Emily.
Después nos despedimos de una forma torpe, me quedo
preocupada, no puedo imaginarme cómo de mal lo tiene
que estar pasando Alistair culpándose de todo lo que le ha
sucedido a su padre. Sin embargo, no puedo dejar de
pensar en las palabras hirientes que me dijo y en que ha
estado jugando conmigo. Por mucho que su intención
hubiese sido alejarme de él o protegerme de sí mismo, no
puedo simplemente perdonarlo. Tampoco es como si fuese
a verlo otra vez, y si no contesta a las llamadas de Loana,
de ninguna manera lo hará a las mías.
Quedan tres días para que mi tiempo en el hotel Belle nuit
termine, y realmente no quiero irme. Sigo sintiendo que
Alistair me ha traicionado, pero no he podido dejar de
pensar en lo que me dijo Loana y se me está haciendo
insoportable echarle de menos. No dejo de preguntarme si
habrá contestado a las llamadas de Loana, si ha decidido
perdonarse a sí mismo… Todavía me duele el corazón al
pensar en ese momento en el hospital, pero una parte de
mí, cada vez está más convencida de que lo que me dijo
Loana es verdad, pero ya es tarde, no hay nada que pueda
hacer. No volveré a verlo.
Por la tarde-noche estoy sola en la recepción, los
martes no suele haber casi nadie en el vestíbulo ni solemos
tener mucho trabajo. Me giro para coger el libro que estoy
leyendo de fantasía, sobre una medio humana medio hada y
un ángel esclavo que me tiene demasiado enganchada,
pero de repente la puerta se abre y me obligo a dejar el
pesado libro de nuevo. Me volteo con mi mejor sonrisa
hasta que veo quien entra por la puerta. Siento ganas de
vomitar.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto a Alan, quien sonríe
con malicia. Por los pasos torpes que da y el aspecto
desaliñado adivino que está muy borracho.
Joder...
—Emily, Emily, Emily… —Canturrea poniéndome los
pelos de punta—. La preciosa y astuta Emily… —dice
mientras se acerca al mostrador.
—Alan, será mejor que te marches, si no, llamaré a la
policía.
—¿Y qué les vas a decir? —Ríe como el estúpido que es.
—Mi compañero va a volver en un minuto —miento, no
hay nadie aquí, y los pocos trabajadores que hay están en
el comedor o en la cocina preparando la hora de la cena.
Busco mi móvil a tientas debajo del mostrador para
enviarle un mensaje a Adrian, pero entonces me acuerdo de
que me lo he dejado en la sala de empleados.
Mierda.
Alan se deja caer en el mostrador apoyando los codos
en este.
—Me importa una mierda… —Emite un hipo, está muy
borracho.
—Alan, por favor, estás borracho, vete a casa.
—No, me has jodido pero bien, zorra. Tenía el trato con
Alistair y lo jodiste todo. ¿Sabes como me mira ahora mi
familia? Como si fuera un fracasado, y ¡Todo es culpa tuya!
—me grita y alza la mano para agarrarme, pero doy un
salto atrás, menos mal que está tan borracho que sus
movimientos son muy torpes.
Entonces empieza a reír como un loco.
—Yo no hice nada, fuiste tú con tus chanchullos,
deberías echarte la culpa a ti mismo y solo a ti —le espeto
cabreada y cansada de este asunto.
Y entonces él me mira y del bolsillo de su chaqueta saca
un arma, una pistola pequeña, abro los ojos como platos y
siento como mis niveles de ansiedad aumentan.
—Baja eso —le digo despacio mientras él me apunta a
la cabeza. Intento mantener la calma y ahogo un grito, mi
corazón se ha vuelto loco.
—Eso quieres, ¿eh? Pues habértelo pensado antes de
joderme la vida.
—No hagas nada de lo que te puedas arrepentir, Alan —
le aviso, espero que mi voz no tiemble como lo hace el resto
de mi cuerpo. Aun así intento llegar al teléfono de la
recepción y marcar a la policía, tengo que entretenerlo—.
¿Crees que así vas a conseguir solucionar algo? ¿No has
decepcionado bastante a tu familia ya?
—¡No hables de mi familia, zorra! —me grita
acercándome más el arma a la cabeza, no me aparto, pero
siento como mi pulso va a mil por hora, necesito llegar al
teléfono.
En silencio imploro para que no entre nadie más.
—Suplica por tu vida, puta —me pide con un brillo
malvado y lleno de locura en sus ojos cansados y rojos.
—No pienso hacerlo —le digo tajante, sé que llevarle la
contraria a este capullo me puede costar la vida, pero no
voy a doblegarme.
Por fin llego al teléfono y marco el número de teléfono
sin mirar y rezo por haberlo hecho bien, lo dejo descolgado.
—No, ¿eh? Pues que sepas que la primera en sufrir tus
acciones será tu querida amiga Valerie, así que suplica si
no quieres que la mate también —escupe con rabia.
—Es tu prima.
—Es una maldita sanguijuela, siempre dispuesta a
señalar mis fallos y a reírse de mí a mis espaldas ¡Que le
jodan a la maldita perra esa, la voy a matar! —gruñe, y
hace un movimiento torpe con la mano que sostiene la
pistola, dispara. Me muevo tan rápido como el miedo me
deja y me tiro al suelo a tiempo, aunque me golpeo la
rodilla con el mueble. Ahogo un gemido de dolor.
Al menos el disparo alertará a alguien, o eso espero.
Aunque no sé si llegarán a tiempo.
—Lefevbre, suelta esa pistola antes de que hagas daño
a alguien —le suelta mordaz una voz que conozco bien.
Ahora el corazón se me dispara del pecho con una
sensación muy diferente al miedo. Al estar en el suelo, el
escritorio de la recepción me cubre y no puedo ver nada—.
No, fuera de aquí todo el mundo. —Escucho que dice,
seguramente la gente habrá acudido al sonido del disparo.
—Mira a quién tenemos aquí… El caballero de brillante
armadura —canturrea Alan, y no me hace falta ver para
saber que ahora la pistola le apunta a Alistair en vez de a
mí. Un miedo atroz me cubre el pecho. Puedo vivir con que
me haga daño a mí, pero no que alguien muera por mi
culpa, y menos Alistair.
¿Qué demonios hace él aquí? ¿Por qué ha venido justo
en el peor momento?
—¿Estás bien Emily?—pregunta con urgencia, pero sin
vacilación en su voz.
—Sí —contesto con voz temblorosa. Estoy nerviosa, con
la adrenalina corriendo por mis venas y sintiendo como si
mi rodilla estuviese siendo sometida a un fuego abrasador.
Pero no voy a dejar que el capullo de Alan lo sepa.
—No por mucho tiempo —escupe Alan con una risita
que me hace querer patearle el maldito culo blanco y
flácido que seguramente tiene.
—Esto ha ido demasiado lejos Alan —le espeta cabreado
Alistair.
—Haberlo pensado antes de retirar tu oferta, la zorra
esta te convenció con ese culito respingón y esa mirada
desafiante y seductora, ¿verdad?
Me siento asqueada ante las palabras que escupe llenas
de veneno el muy capullo.
—Ya te dijo que ella no tuvo nada que ver en mi
decisión, fuiste tú solito el que ocasionó que me retirara —
le explica Alistair intentando ganar tiempo, su voz suena
cada vez más cerca.
—¡Ni un paso más! —grita enloquecido Alan—. Todo
esto es por vuestra culpa, vosotros me habéis llevado a la
ruina… —murmura como un loco, parece que la borrachera
no le afecta en el habla, pero sí en la forma de pensar y
actuar.
CAPÍTULO 44
Emily
Necesito ponerme en pie e interponerme entre Alistair y
Alan, no puedo dejar que el loco del primo de Val cargue
contra Alistair cuando me la tiene jurada a mí. Intento
ponerme en pie pero la rodilla me falla y hago un ruido
sordo contra el suelo al caer, un segundo después, escucho
como suena un disparo en mi dirección, grito del susto.
—¡Joder! —Maldice Alistair.
Estoy temblando.
Y de repente escucho un fuerte portazo y todo son
gritos e instrucciones. Oigo fuertes pisadas, el sonido de
armas y como mucha gente entra en el vestíbulo, se crea
un caos impresionante, la policía está aquí y en cierta
manera siento alivio. No puedo moverme.
Unos segundos más tarde, Alistair está a mi lado y se
arrodilla junto a mí.
—Emily —me llama con urgencia.
—¿Alistair? —pregunto con el corazón en un puño y la
voz temblorosa.
—Está todo bien, muñeca —me dice mirándome
detenidamente como si buscara alguna herida o rasguño.
Se me remueve todo por dentro al escucharlo llamarme así,
quiero llorar y gritar al mismo tiempo.
—Estoy bien. —Una parte de mí quiere tranquilizarlo—.
Me he hecho daño en la rodilla, solo un golpe.
—Ven —me pasa un brazo por debajo de las rodillas y
me sujeta por la espalda con el otro para alzarme y
pegarme a su cuerpo. Me abraza con fuerza y su
preocupación por mí es palpable, eso hace que me cree
ilusiones. Sigo cabreada con él, pero lo que acaba de pasar
aún me tiene alterada y no sé qué ha ocurrido.
Me sujeto a su cuello y deseo hundirme en él, en su olor
a tomillo y a algo masculino que solo es suyo, pero me
contengo.
—Señor Digory, ¿están bien? —nos pregunta un policía,
veo que el vestíbulo está lleno de agentes e intuyo que han
detenido a Alan, no lo veo por ninguna parte.
—Sí, solo un golpe en la rodilla, la llevaré al hospital.
—No hace falta…
—Deberán presentar una denuncia contra el señor
Lefebvre y contarnos qué ha sucedido. —Nos avisa.
—Mis abogados se encargarán.
El hombre asiente y nos deja, un grupo de policías
desalojan el hotel de la gente curiosa que se ha acercado e
interrogan a los huéspedes y los pocos trabajadores que
hay. Parece que nadie ha sufrido daño alguno.
—¡Emily! —me llama Adrian acercándose a toda prisa
cuando la policía lo deja pasar—. ¿Estás bien? ¡Joder! No
nos hemos enterado de nada hasta que no ha sonado el
primer disparo, hemos llamado a la policía inmediatamente.
Espero que esta sea la última vez que te acorrala… ¡Que
hijo de puta! Ya es la tercera vez que lo consigue. —Está
realmente enfadado y preocupado por mí y se lo agradezco.
—¿La tercera? —pregunta Alistair.
—Sí, una de las veces que te reuniste con él…, vino a
amenazarme, pero Adrien estaba allí así que…
—El día que os encontré detrás de la escalera —
murmura recordándolo, asiento—. ¡Joder! ¿Por qué no me
lo dijiste?
—Porque no era de tu incumbencia, como ahora,
déjame en el suelo —le pido cabreada, recordando que para
él todo lo que hemos vivido ha sido una maldita farsa. Ni
siquiera entiendo qué hace aquí, y se cree con el derecho
de estar preocupado por mí.
—Emily, no discutas conmigo ahora, nos vamos al
hospital.
—Puede llevarme Adrien. —Observo a mi amigo con
una mirada suplicante pero Alistair también lo hace,
aunque su mirada está cargada de amenaza.
—Yo…es... —balbucea el rubio—. Tengo cosas que hacer
y…, me alegro que no te haya disparado, nos vemos —dice
alejándose.
¡Será capullo!
Alistair sonríe triunfante conmigo aún en brazos.
—Chico listo.
—Eres un idiota. —Me remuevo entre sus brazos para
que me deje en el suelo—. Llamaré a mi hermano.
—Emily. —Usa ese tono de voz profunda y seria que
siento en todo mi cuerpo, me excita y quiero besarlo, darle
una bofetada y obedecer y no hacerlo, todo al mismo
tiempo.
—No puedo… —murmuro sintiendo que todo el peso de
la adrenalina se está disipando, que todos los recuerdos
junto a él se arremolinan en mi mente y me hacen
estremecerme por tenerlo tan cerca y a la vez tan lejos—.
Solo quiero que me dejes en paz.
—Emily, lo siento de veras, no quise decir todo
aquello… Sé que fui un capullo insensible, pero me
importas de verdad.
—Me da igual lo que me digas ahora, me heriste donde
sabías que más me dolería, déjame Alistair. —Hasta
pronunciar su nombre es doloroso.
Él me deja sobre el mostrador y se coloca entre mis
piernas, se lo permito porque… ¿Qué otra cosa puedo
hacer? Cuando se trata de él hay algo en mí que no me deja
rechazarlo por más que me resista.
—Mi duendecillo de la Navidad, por favor, escúchame...
—me susurra para que solo lo oiga yo. Me niego a mirarlo a
esos ojos hipnotizadores.
—Me dijiste que no me harías daño… —sollozo, no
quiero llorar, de verdad que no…
—Lo sé, y créeme cuando te digo que me odio por
haberte dicho todo lo que te dije, no lo pienso de verdad,
estaba asustado. —Me acaricia la mejilla y luego me
levanta el mentón para que lo mire—. Tenía miedo de
hacerte daño, como se lo hice a mi padre.
—No fue tu culpa —lo defiendo inmediatamente. Loana
tenía razón, se culpa por lo de su padre y de alguna manera
piensa que puede herirme a mí también, pero alejándome
me ha hecho todavía más daño.
—Sí que lo ha sido, siento haberte herido, me importas
y por eso creo que es mejor que dejemos de vernos. Sé que
lo que te dije no estuvo bien, pero fue lo único que se me
ocurrió para alejarte de mí en ese momento.
Mi corazón ya roto se vuelve a destruir.
—No puedes decirme eso… No tienes derecho a decidir
qué es lo mejor para mí —lo encaro mirándolo a los ojos y
sujetándolo con fuerza del cuello de la chaqueta de traje.
Se nota que tiene los ojos cansados y la barba parece que
no se la ha afeitado en unos días, está sexy, salvaje…
Suspiro—. No te lo permito.
—¡Joder Emily, me estas matando! —Y me planta un
beso con dureza, lo acepto todo de él porque estoy
enamorada de este hombre que me saca de mis casillas y
me vuelve loca de mil maneras distintas.
Nuestras bocas se amoldan y su lengua me saborea
como si hubiese necesitado de mi aliento para vivir. Mi
corazón se vuelve loco y siento como mi cuerpo reacciona a
él, siempre lo hace.
Gimo en sus labios y Alistair me coge de las caderas y
puedo sentir su calor, su cuerpo duro contra el mío blando.
Lo he echado mucho de menos.
—Joder, joder, joder…. —murmura como si estuviera
luchando contra sí mismo—. No quiero hacerte daño, de
verdad que no… —suplica besándome la frente.
—No me lo harás si te quedas conmigo, si eres sincero,
no más mentiras, no más palabras hirientes —le pido
desesperada abrazándolo—. Te necesito a mi lado Alistair.
Ya no me importa decir lo que siento, es ahora o nunca.
—Yo también te necesito, mi duendecillo de la Navidad.
—Se yergue y me mira a los ojos—. Estos días sin ti,
contigo tan lejos…, han sido un puto infierno, nunca pensé
que necesitaría a alguien tanto como quiero estar contigo,
cuando pensé que te iba a disparar…, joder, creía que me
moría, te quiero Emily.
Mi corazón se detiene, sabía que Alistair sentía algo por
mí, en el fondo lo sabía. Las lágrimas se arremolinan en mis
ojos.
Él me acaricia las mejillas tan delicadamente, como si
me adorara, como si fuese lo más preciado para él en el
mundo, mi corazón se encoge.
—¿Me quieres? —pregunto en un sollozo casi sin voz.
—Más que a mi vida Emily, no sé cómo hemos llegado a
esto, pero necesito que me creas —me suplica pegando su
frente a la mía.
—Te creo. Yo…, me siento igual, te amo Alistair. —
Sonrío cuando una lágrima se desliza por mi mejilla, él la
atrapa con sus labios y después me da un suave beso en los
míos.
—Debemos estar locos —bromea él y ambos reímos.
—Seguramente lo estemos.
No existe nada más a nuestro alrededor que nosotros
dos.
EPÍLOGO
Emily

Unos meses después


Me acomodo en el sofá de color gris del apartamento de
Alistair en Bruselas, bueno, ahora es el apartamento de los
dos, y descuelgo la videollamada.
—¿Cómo va la vida de la prometida del hombre más
deseado de Europa? —pregunta Val nada más aparecer en
la pantalla con una sonrisa, pongo los ojos en blanco y
resoplo.
—Que pesadita… Va genial, como puedes ver. —Enfoco
un poco el apartamento y las preciosas vistas a la ciudad—.
Estoy deseando que vengas a vernos —le digo.
—En un par de semanas me tenéis ahí, lo prometo, pero
es que hay tanto trabajo en Bodegas Lefevbre… —suspira
—. Quien tu ya sabes nos llevó al borde de la quiebra,
menos mal que tu mejor amiga es la mejor del mundo y cae
bien a gente influyente, que sino… —me explica. La veo
cansada, pero feliz de poder estar haciendo lo que ella ha
querido desde siempre, ser la CEO de Bodegas Lefebvre y
devolver el honor al nombre de la familia.
Ahora Alan está en la cárcel y pronunciar su nombre es
como decir el de Voldemort, es el innombrable. A su abuela
le costó aceptarla como la mejor opción para dirigir la
empresa, pero por suerte, acabó cediendo al ver que no
tenía a nadie más a quien dejar la herencia.
—Lo estás haciendo genial Val, me alegro mucho por tí.
—Muchas gracias, te echo de menos… —Hace un
puchero—. ¿Dónde está tu futuro marido cañón? —
pregunta con una sonrisa.
—Y yo, y mi futuro marido está trabajando, pero me ha
dicho que saldrá pronto para comer conmigo. Todavía me
parece super raro que vaya a casarme. —Las dos reímos.
—Aún queda un poco hasta Navidad, tienes tiempo para
hacerte a la idea. —Sonríe feliz por mí.
Alistair me pidió que me casara con él unos días
después de que Alan se volviera loco y apareciera en el
hotel con una pistola. La pedida fue en el lugar donde nos
conocimos. Alistair me llevó engañada con la excusa de
ayudar a Val con algunas cosas a la bodega. Cuando
llegamos, todo estaba decorado con adornos navideños, e
incluso había nieve artificial dentro. Alistair me dijo que
somos como dos copos de nieve, que habíamos caído en el
mismo árbol, que nos derretiríamos al mismo tiempo
porque no puede imaginarse una vida sin mí, y yo desde
luego no quiero una vida sin él. Fue perfecto.
Mi corazón bombea con fuerza al recordar lo romántico
que fue y lo mucho que lo amo.
—Sí, hay tiempo.
—¿Qué tal el nuevo trabajo? No te has enamorado de tu
jefe ¿no? —bromea la muy tonta.
—Ja, ja, ja, me parto contigo —le contesto irónica—.
Todo bien, mi nuevo jefe es una mujer muy simpática que
está muy contenta conmigo.
He encontrado trabajo en Bruselas de recepcionista en
un hotel, y aunque echo de menos a Rosie y Adrien, aquí
estoy muy cómoda y muy feliz con mi nueva vida. Fue difícil
mudarse y dejar toda mi vida y mi familia en Colmar, echo
muchísimo de menos a mis padres, a mi hermano y a Val,
pero ahora tengo a Alistair y estoy enamorada de él hasta
decir basta. No cambiaría ni un segundo de la vida que
tengo ahora junto a él.
Sin embargo las cosas con el padre de Alistair están un
poco igual, Loana está encantada de vernos juntos y felices,
y seguimos intentando que padre e hijo se lleven bien.
Espero que para nuestra boda se hayan perdonado
mutuamente.
Escucho el sonido de las llaves en la puerta y sé que
Alistair ya está aquí, me muero de ganas de verlo.
—Me alegro que te vaya todo genial.
—Yo también me alegro por ti.
—¿Muñeca? Ya estoy en casa —grita Alistair al entrar.
—Bueno, te dejo que parece que alguien ha venido a
comer… —suelta Val con tono sugerente.
—Dios…, eres de lo peor —suspiro con una sonrisita.
Val se carcajea.
—¡Estoy aquí! —le contesto.
—Espero que estés desnuda porque… —Alistair se calla
de golpe al ver que estoy en una video llamada.
—Porque… ¿Qué? No te cortes por mí. —Ríe Val.
—Porque tengo poco tiempo y pienso hacer que mi
futura mujer se corra tantas veces como pueda antes de
irme —le contesta sin vergüenza alguna, se quita la
chaqueta del traje y se remanga la camisa. Dios, es que es
demasiado atractivo...
Valerie suelta una carcajada.
—Adiós tortolitos, que disfrutes de tus orgasmos,
amiga.
—Vaya dos —me quejo poniendo los ojos en blanco y
cuelgo mientras Val aún se está descojonando.
Alistair da la vuelta al sofá sonriente y se inclina para
darme un beso en los labios.
—Te he echado de menos —me dice y toda mi piel se
eriza.
—Nos hemos visto esta mañana antes de que te
marcharas.
—Demasiado tiempo. —Él me tiende las manos y se las
cojo para que Alistair tire de mí y me levante del sofá para
pegarme a su musculoso cuerpo—. Mucho mejor.
No puedo evitar sonreír de felicidad.
—¿Vas a darme esos orgasmos que has prometido o
qué? —lo desafío mirándolo a los ojos.
—Ahora mismo, mi señora. —Me sonríe de medio lado y
contengo el aliento. ¿Cómo puede ser tan atractivo? ¿Y tan
mío?
Me coge en volandas y me lleva a nuestra habitación
entre risas y besos apasionados.
Alistair me tumba en la cama y me besa
fervientemente.
—Me ha llamado la agente inmobiliaria esta mañana —
le comento entre besos.
—¿Si?
—Sí —gimo cuando Alistair me levanta el jersey y me da
un beso en la tripa, muy cerca de mi sexo.
Después se deshace de mis mayas y mi ropa interior.
—¿Y? —pregunta él regalándome un sin fin de besos
allá por donde hay piel descubierta. Me está distrayendo.
—El sábado iremos a visitar una casa en las afueras, me
ha enviado fotos y me gusta mucho.
—Pues si a ti te gusta a mi también —dice él alzándose
sobre mí y mirándome a los ojos, envuelvo mis brazos en su
cuello y le sonrío.
—Eres todo un adulador, señor Digory.
—Solo quiero lo mejor para mi futura esposa.
Sonrío negando con la cabeza.
—Ven aquí, futuro marido.
Ambos nos hundimos en la boca del otro sintiéndonos
afortunados de habernos encontrado el uno al otro, de
haber superado nuestros miedos y por fin haber aceptado
lo que sentíamos. Porque, a veces, vivir es la cosa más rara
del mundo, nunca sabes con qué te va a sorprender la vida,
y yo, no puedo estar más feliz porque pusiera a este
hombre en mi camino. Ahora, tengo la seguridad de que
hay un futuro magnífico esperándonos.
FIN
Agradecimientos
Primero de todo, si estás leyendo esto en Navidad… ¡Feliz
Navidad!
La gente que me conoce sabe lo mucho que me gusta la
Navidad, es por eso que no podía dejar pasar la
oportunidad de escribir una novela ambientada en esta
época tan mágica. Así que lo que empezó siendo una novela
de verano, pasó a una de invierno. Y el lugar que elegí es
uno de los lugares que más ilusión me hace visitar (Colmar)
y que cuando terminé de escribir esta novela en febrero de
2021, no podía imaginar que el mismo mes en el que se
publicaría la novela, iría a visitar esta ciudad, así que estoy
muy agradecida por esto.
Simplemente agradecerte, a ti lectora, que hayas
escogido este libro navideño para leerlo, que le hayas dado
una oportunidad a Emily y a Alistair y, sobre todo, a mí,
muchísimas gracias, deseo de corazón que hayas disfrutado
de esta historia. Si te animas, compartir tu opinión en
Amazon, Goodreads, Instagram, etc., me ayudará a seguir
creciendo.
Y, por último, muchas gracias a mi familia y amigos, que
siempre me apoyan, es un honor contar con vosotros. Sobre
todo a Lorena Claramunt, la artista de la portada y una
amiga excepcional. Muchas gracias por todo, vivir este
viaje contigo de la mano de Alistair y Emily va a ser genial.
Otros libros de la autora
Cuando te salve
Bajo la lluvia de Londres
El día que nos enamoramos
Sobre la autora
Lorena Concepción (1993, Barcelona) es graduada en
historia del arte (UAB), técnica en marketing y publicidad,
y recientemente, en el máster de Edición (UAB).
Autora de Cuando te salve (2018), con la que quedó
finalista del Primer premio Chic de novela romántica
adulta. Y, Bajo la lluvia de Londres (2022) con la editorial
Eterciopelo.
Siempre está escribiendo o ideando nuevas historias
de romántica y, cuando no, la encontraréis en su
bookstagram hablando de sus libros favoritos, series o
películas y, por supuesto, presumiendo de sus gatos: Tizón
y Yako.
Su novela best seller El día que nos enamoramos ya
está disponible en formato papel en Amazon.
¡Sígueme en redes sociales!
Instagram: @lorenasbooks / @lorena0_08
TikTok: @lorena0_08
Goodreads: Lorena Concepción

You might also like