You are on page 1of 23

“dichosos los que

escuchan la palabra”

exégesis bíblica y lectio divina

editores

Andrés García Serrano


Luis Sánchez Navarro

Madrid 2012
contenido

SIGLAS Y ABREVIATURAS ......................................................................................9

PRESENTACIÓN ...................................................................................................13

EXÉGESIS CIENTÍFICA Y LECTIO DIVINA:


DOS REALIDADES INSEPARABLES (U. Vanni) ........................................................15

LA “ALIANZA”: CLAVE PARA UNA LECTURA ORANTE


DE LA HISTORIA DE ISRAEL EN LOS SALMOS (C. Granados).................................33

LA “LECTIO” DE JESÚS. EL TESTIMONIO DE SAN LUCAS


(A. García Serrano) ..............................................................................................53

JESUCRISTO SEGÚN ISAÍAS: UNA LECTIO RENOVADORA (HCH 8,26-40)


(L. Sánchez Navarro) ............................................................................................75

LECTIO DIVINA Y ACCIÓN DEL CRISTIANO


(J. J. Pérez-Soba)..................................................................................................89

LECTIO DIVINA. CONSIDERACIONES A PARTIR DE LA CARTA DE ORÍGENES


A GREGORIO TAUMATURGO (A. M. Martín Fernández-Gallardo).......................119

ÍNDICE GENERAL ...............................................................................................135


LA “LECTIO” DE JESÚS.
EL TESTIMONIO
DE san LUCAS

Andrés García Serrano*

1 . Introdu cción

La lectio divina es, sobre todo, la obra del Espíritu en nosotros


que habla al hombre por medio de la Palabra de Dios para mostrarle la
voluntad del Padre. De este modo, la lectio divina permite mostrar la
esencia más íntima del hombre facilitándole conocer el plan de Dios
sobre él y, por tanto, conocerse a sí mismo.
Mi intervención pretende describir cómo se dio este proceso en
Jesús ; así podremos aprender de él que la lectura de las Escrituras ilu-
1

mina nuestra vida como sucedió con Jesús. Nos basaremos para ello

* Profesor de Nuevo Testamento (Universidad San Dámaso, Madrid).


1 Hablar estrictamente de “lectio” de Jesús es un anacronismo. Por eso prefiero poner
esta palabra entre comillas cuando se refiere a Jesús. La lectio divina en el sentido
moderno de la expresión se refiere a las distintas etapas del proceso: lectio, medita-
tio, oratio, contemplatio; como estos aspectos no aparecen como tales en los evan-
gelios, no entraremos en ellos. Sin embargo, las disposiciones y la esencia propia de
la lectio divina sí se dieron en Jesús; estas disposiciones serán el objeto principal de
esta exposición.
54 en un texto del NT que muestra cómo Jesús descubrió su propia voca-
ción guiado por el Espíritu Santo por medio de la Palabra de Dios: la
S E R R A N O

predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,16-30). Después


veremos que el resto de la obra lucana muestra que Jesús realizó lo
contemplado en aquella “lectio” cumpliendo su propia vocación a lo
G A R C Í A

largo de su vida2.
El texto de Lucas afirma que el Espíritu del Señor (está) sobre Je-
sús (Lc 4,18)3. La frase original griega, πνεῦμα κυρίου ἐπ’ ἐμέ, es una
.
A

frase nominal en la que la ausencia del verbo muestra la presencia con-


tinuada del Espíritu en Jesús; es decir, se trata de una sentencia atem-
poral que subraya que el Espíritu ha estado, está y estará sobre Jesús4.
Aplicando estas palabras a él mismo, Jesús mira de nuevo a su bautismo;
pero mira también a su ministerio, porque el Espíritu Santo le guiará
siempre a lo largo de su vida pública. El contexto inmediatamente an-
terior nos ayuda a entender la relación entre Jesús y el Espíritu. Jesús
inicia su ministerio siendo bautizado, momento en que el Espíritu Santo
baja sobre él en forma corporal de una paloma (Lc 3,22). Esta idea es

2 Siguiendo a la mayoría de estudiosos, de los que el primero fue H. J. CADBURY, The


Making of Luke-Acts (New York 1927) 8-11, considero la obra lucana compuesta por
dos partes distintas, el evangelio de Lucas y los Hechos de los Apóstoles. M. C. PAR-
SONS – R. I. PERVO, Rethinking the Unity of Luke and Acts (Minneapolis, MN 1993), han
cuestionado esta hipótesis. Sin embargo, las reacciones a su estudio han llevado a
una argumentación aún más sólida a favor de la unidad de Lucas-Hechos. Como
I. H. MARSHALL, “«Israel» and the Story of Salvation: One Theme in Two Parts”, en:
D. P. MOESSNER (ed.), Jesus and the Heritage of Israel. Luke’s Narrative Claim upon Is-
rael’s Legacy (LIntI 1; Harrisburg, PA 1999) 340-357, ha mostrado, Lucas entendió los
Hechos como una continuación de su evangelio con unas claras relaciones entre
ambas partes de la única obra lucana.
3 Lucas no utiliza sólo la expresión “Espíritu del Señor” cuando cita literalmente a Isaías
(Lc 4,18), sino también cuando libremente compone Hechos; el “Espíritu del Señor”
guía a Felipe (Hch 8,39).
4 Sobre las frases nominales en las que no aparece el verbo εἰμί, véase F. W. BLASS –
A. DEBRUNNER – F. REHKOPF, Grammatik des neutestamentlichen Griechisch (Göttingen
14
1975) § 127.
subrayada de nuevo cuando Jesús vuelve del Jordán “lleno del Espíritu 55
Santo” y es conducido por el Espíritu al desierto (Lc 4,1), donde será

J E S Ú S
tentado. Al final de dicha tentación, Lucas presenta a Jesús volviendo
del desierto a Galilea “por la fuerza del Espíritu” (Lc 4,14). El Espíritu

D E
Santo, desde la recepción del bautismo, está sobre Jesús y en todo mo-


L E C T I O
mento orienta y dirige a Jesús, que vive bajo su acción poderosa. Pero
este Espíritu no sólo dirige a Jesús5, sino que también le permite conocer


la voluntad del Padre. Así, en otro texto donde aparece el Espíritu Santo

L A
en relación con Jesús, éste “lleno de gozo en el Espíritu Santo dice:
«Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado
estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a ingenuos. Sí,
Padre, pues tal ha sido tu beneplácito»” (Lc 10,21)6.
Además, esta relación entre Jesús y el Espíritu es una relación
personal en la obra lucana. Cuando el AT habla del Espíritu, normal-
mente es un modo de expresar la presencia dinámica de Dios en el
mundo creado o en su pueblo elegido: un aliento o viento huracanado
que muestra la actividad de la presencia divina (Gn 1,2; Sal 139,7); una
actividad divina normalmente descrita como impersonal. Lucas, sin em-
bargo, personifica el Espíritu7. Aparte de su comprensión del Espíritu

5 Llama la atención que aunque los milagros son importantes para Lucas, nunca son
atribuidos al Espíritu Santo (E. SCHWEIZER, “πνεῦμα, πνευματικός”, en: ThDNT VI,
407). Parece que el Espíritu insinúa a Jesús qué decisiones tomar, dónde ir, y cómo
discernir la voluntad del Padre.
6 La ausencia del Espíritu Santo en la pasión, muerte y resurrección de Jesús puede de-
berse a que Lucas, en esta parte de su composición, depende más de sus fuentes, el
evangelio de Marcos y la hipotética fuente Q. Sin embargo, en otras partes como los
primeros capítulos de su evangelio y el libro de los Hechos, Lucas, aunque probable-
mente utilizara algunas fuentes menores para su composición, se vio más libre para
introducir la actividad del Espíritu con más frecuencia en estas partes de su
macro-composición.
7 F. F. BRUCE, “The Holy Spirit in the Acts of the Apostles”: Int 27 (1973) 173, ha mos-
trado que esta característica de los escritos lucanos no sólo los distingue del AT, sino
también de la literatura de Qumrán, en la que el Espíritu Santo no tenía característi-
cas personales.
56 como la presencia dinámica de Dios en medio de su pueblo o en el
mundo creado8, Lucas concibe una personificación del πνεῦμα9. En la
S E R R A N O

obra lucana, por ejemplo, se habla del Espíritu como sujeto de ciertas
acciones que implican una persona: el Espíritu activamente se revela a
Simeón (Lc 2,26: χρηματίζω), habla a Felipe, Pedro y Ágabo (Hch 8,29;
G A R C Í A

10,19; 11,12; 21,11: λέγω), predice a los primeros cristianos (Hch 1,16:
προλέγω), habla a través de Isaías (Hch 28,25: λαλέω), da testimonio de
Pablo (Hch 20,23: διαμαρτύρέω), enseña a los seguidores de Jesús
.
A

(Lc 12,12; Hch 2,4b: διδάσκω), guía a Jesús (Lc 4,1: ἄγω), arrebata a
Felipe (Hch 8,39: ἀρπάζω), envía a Pablo y Bernabé (Hch 13,4: έκπέμπω),
instituye presbíteros (Hch 20,28: τίθημι), incluso impide actuar a Pablo
y Silas (Hch 16,6: κωλύω)10.
Esta relación personal entre Jesús y el Espíritu Santo, que ilumina
el pensar, hablar y actuar de Jesús, es la clave fundamental para entender
la “lectio” de Jesús y cómo el Espíritu Santo estaba sobre Jesús.

8 Esta concepción no personal del Espíritu incluiría expresiones como “lleno del Espíri-
tu”, o el Espíritu “viniendo sobre”, o “descendiendo”, o “siendo derramado”, o “re-
cibiendo el Espíritu”, donde πνεῦμα es entendido simbólicamente en su sentido eti-
mológico de “aliento, viento”.
9 Lucas utiliza πνεῦμα 36 veces en su evangelio y 70 veces en Hechos. Estas recurren-
cias constituyen el 28% de las veces que aparece esa palabra en todo el NT (R. MOR-
GENTHALER, Statistik des neutestamentlichen Wortschatzes [Zürich 1958] 133). Sobre
el papel del Espíritu a lo largo de Lc-Hch, véase J. A. FITZMYER, “The Role of the Spirit
in Luke-Acts”, en: J. VERHEYDEN (ed.), The Unity of Luke-Acts (BEThL 142; Leuven
1999) 165-183.
10 Además, Lucas hace del Espíritu el objeto de distintos verbos que también implican
cierta personificación: mentir al Espíritu (Hch 5,3: ψεύδομαι), tentar al Espíritu
(Hch 5,9: πειράζω), resistir al Espíritu (Hch 7,51: ἀντιπίπτω), o blasfemar contra el
Espíritu (Lc 12,10: βλασφημέω). En el ejemplo de Hch 5,3, el Espíritu no sólo es per-
sonificado, sino que es puesto al mismo nivel de Dios, porque, una vez que se ha afir-
mado que Ananías y Safira han mentido al Espíritu Santo (Hch 5,3), se afirma que no
han mentido “a hombres sino a Dios” (Hch 5,4).
2. E l te xto : Lc 4,1 6-30 57

La perícopa de la sinagoga de Nazaret describe la lectura que

J E S Ú S
Jesús hace de un texto de la Escritura y la interpretación que él mismo

D E
realiza de ella11.


L E C T I O
a. “E ntró, s egú n su costumbre, en l a s i nagoga”


L A
El pasaje comienza afirmando que Jesús tenía por costumbre
entrar en la sinagoga el día de sábado (Lc 4,16). Como el culto sinagogal
estaba centrado en la lectura de la Escritura, podemos inferir que Jesús
tenía por costumbre leer la Escritura e hizo de la Palabra del Señor su
gozo, su meditación día y noche y su alimento. “Al participar en las ce-
lebraciones de la sinagoga”, afirma Juan Pablo II, “donde se leían y co-
mentaban los textos del Antiguo Testamento, Jesús aprendía a conocer
esos textos, con los que alimentaba su espíritu y su corazón, utilizándolos
después en la oración e inspirando en ellos su comportamiento”12.
De hecho, “cuando [Jesús] comenzó a predicar y enseñar, recurrió
abundantemente al tesoro de las Escrituras, enriqueciéndolo con nuevas
inspiraciones e iniciativas inesperadas”13. Es decir, Jesús recurre con

11 No entraré en la discutida cuestión sobre la tradición y redacción lucana de este pa-


saje. Creo que esta cuestión aporta poco al estudio de la “lectio” de Jesús en esta
perícopa. Acerca de la dependencia de la perícopa de Mc 6,1-6a, opción mayoritaria
entre los estudiosos, y la redacción lucana, véase B. I. REICKE, “Jesus in Nazareth”, en:
H. BALZ – S. SCHULZ (eds.), Das Wort un die Wörter. FS. G. Friedrich (Stuttgart 1973)
47-55, especialmente 47-48, donde llega a considerar que Lucas conoció a Marcos
en Cesarea. Sobre el status quaestionis de la perícopa y las discusiones más recientes,
véase C. J. SCHRECK, “The Nazareth Pericope: Luke 4:16-30 in Recent Study”, en:
F. NEIRYNCK (ed.), L’Évangile de Luc - The Gospel of Luke (BEThL 32; Leuven 1989)
399-471; y A. FALCETTA, The Call of Nazareth. Form and Exegesis of Luke 4:16-30
(CRB 53; Paris 2003).
12 JUAN PABLO II, Discurso a la Asamblea Plenaria de la Pontificia Comisión Bíblica (Viernes
11 de abril de 1997), § 3.
13 Ibid.
58 frecuencia a las Escrituras porque las conoce bien; y las conoce bien
porque las medita y estudia con frecuencia. Además, Jesús añade a esa
S E R R A N O

meditación su propia “originalidad”, llevando así la Escritura meditada


a su perfecto cumplimiento y actualización.
Además, la lectura de la Escritura en la sinagoga era una lectura
G A R C Í A

litúrgica. Es en la liturgia donde la Palabra del Señor puede hablar con


más fuerza; la liturgia es el lugar más apropiado para que la proclama-
.

ción de la Palabra se convierta en una auténtica lectio divina.


A

b. “S e le vantó par a hacer l a le ctu r a”

Todo israelita varón tenía el derecho de realizar la lectura. Como


señal de que quería hacer uso de tal derecho, se levantaba de su
asiento. Así, el texto dice: “Jesús se puso en pie para hacer la lectura”
(Lc 4,16).
Que este pasaje de Isaías leído por Jesús fuera el pasaje desig-
nado para ese día es bastante inverosímil. Ni siquiera sabemos si había
un ciclo de lecturas proféticas en ese tiempo, ni si era vinculante un su-
puesto ciclo. El ciclo de lecturas actual es muy posterior. Además, la
lectura de los profetas se dejaría siempre a la libre elección, para dar
prioridad a la lectura de la Ley, los cinco libros de Moisés.
Tampoco hay prueba alguna de que Jesús leyera la lectura que
se encontró al abrir el rollo; de hecho, el verbo εὑρίσκω con frecuencia
significa exactamente lo opuesto, es decir, que Jesús intencionadamente
encontró un pasaje que él había seleccionado previamente. Esta inter-
pretación implicaría que Jesús, conociendo bien la Escritura14, ya había
identificado este pasaje con su propio destino y vocación.

14 También se ve esta familiaridad con la Escritura en la segunda referencia a ella de


nuestro pasaje, cuando Jesús recuerda el hambre que había durado tres años y seis
meses y los milagros tanto de Elías como de Eliseo. Jesús apela aquí a su conocimien-
to de memoria de 1 R 17 y de 2 R 5.
c. L a ci ta de I saí a s 59

Se trata de una cita de Is 61,1-215, en la que el profeta pone en

J E S Ú S
los labios del siervo de Yhwh un mensaje de gracia. Mediante un lla-

D E
mativo asíndeton se afirman distintas características del siervo de Yhwh,


que en el contexto de nuestra perícopa se identifica con Jesús.

L E C T I O
En primer lugar, se afirma que el Espíritu del Señor ha ungido


(ἔχρισέν) a Jesús, por lo que Jesús se descubre a sí mismo como el

L A
Cristo (Χριστός), el Ungido, el Mesías16. El Cristo fue ungido Mesías
con el Espíritu, como los profetas y sacerdotes eran ungidos con aceite17.
En segundo lugar, aparecen una serie de infinitivos en paralelo
que muestran la finalidad de dicha unción: “Para anunciar a los pobres
la Buena Nueva, para proclamar la liberación a los cautivos, para anun-
ciar la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos, para pro-
clamar un año de gracia del Señor”.

d . “Hoy s e ha cumpli do es ta Escri tu r a”

Todo israelita varón que había realizado la lectura de la Escritura


podía añadir también una exposición, unas palabras de exhortación. La
palabra de Dios leída por Jesús es actualizada inmediatamente por él
mismo. Así, a la lectura de la Escritura sigue la instrucción18. Precisa-

15 No es una cita directa de Is 61,1-2 porque se ha cambiado una línea: “para poner en
libertad a los oprimidos” (Is 58,6) está en lugar de “para sanar a los de corazón que-
brantado” (Is 61,1). Este salto puede provenir del evangelista, que probablemente
cita de memoria o de su fuente particular.
16 El único del que se dice en Lucas-Hechos que es “ungido por el Espíritu” es Jesús.
Aparte de esta recurrencia, Hch 10,38 afirma que “Dios ungió a Jesús de Nazaret con
el Espíritu Santo y con poder” y en Hch 4,27 se habla de Jesús como “tu santo Siervo,
a quien has ungido”. Sobre la unción de Jesús por el Espíritu Santo, véase W. RUSSELL,
“The Anointing of the Holy Spirit in Luke-Acts”: TJ 7 (1986) 47-63.
17 La relación entre el Espíritu Santo y el Mesías ha sido estudiada por R. FABRIS, “Lo Spi-
rito Santo sul Messia (Lc 3,21-22; 4,1.14.16-20)”: PSV 4 (1981) 99-113.
18 Algo similar encontramos en otros pasajes de la obra lucana, como Hch 13,15.
60 mente en este momento la narración se para; el tiempo parece dete-
nerse. Todos contemplan a Jesús. El ἤρξατο (“comenzó”) con el que
S E R R A N O

inicia la exhortación no es pleonástico, sino que muestra la solemnidad


del momento cuando sus palabras rompen el silencio de la expectación.
La instrucción de Jesús se reduce a una frase lapidaria de gran fuerza y
G A R C Í A

énfasis: “Hoy se ha cumplido esta Escritura” (Lc 4,21)19. Jesús es plena-


mente consciente de que la Escritura habla de él, se realiza en él; Jesús
.

se encuentra y reconoce en la Escritura20.


A

Al comienzo de la frase, en una posición claramente enfática,


se encuentra el “hoy”, al que habían mirado los profetas con la espe-
ranza de la realización de los grandes anhelos. Este “hoy” enfático
desempeña una función a lo largo de la obra lucana: siempre actualiza
la salvación; exactamente lo mismo que hace la lectio divina en nosotros.
La lectio, al ponernos delante de la Palabra, renueva ese “hoy” trayén-
donos la salvación al momento presente.
De hecho, a lo largo del evangelio de Lucas, este “hoy” se rela-
ciona siempre con la salvación actualizada en el momento presente21.

19 Acerca del cumplimiento de la cita de Isaías en Jesús ese día preciso, puede verse W.
J. HOUSTON, “«Today, in Your Very Hearing». Some Comments on the Christological
Use of the Old Testament”, en: L. D. HURST – N. T. WRIGHT (eds.), The Glory of Christ in
the New Testament. Studies in Christology. Memorial G. B. Caird (Oxford 1987) 37-47.
20 Más adelante Jesús explica a los discípulos de Emaús todo lo que había sobre él en
las Escrituras (Lc 24,27). Además, al final del evangelio vuelve a afirmar que era ne-
cesario que se cumpliera todo lo que las Escrituras decían sobre él (Lc 24,44).
21 De todas las recurrencias de verbos relacionados con la “salvación” a lo largo de la
obra lucana, sólo dos veces el verbo se expresa en tiempo futuro lejano en el que se
realizará la salvación (Lc 9,24; Hch 2,21). El resto de recurrencias están en tiempo ao-
risto (expresando una salvación ya realizada, 22 veces: Lc 6,9; 7,3; 8,12.36; 9,24;
18,26; 19,10; 23,35; 23,37; 23,39; Hch 2,40; 4,12; 14,9; 15,1; 15,11; 16,30; 23,24;
27,31.43.44; 28,1.4), en tiempo perfecto (expresando una salvación ya realizada
cuyas consecuencias duran hasta el momento presente, 5 veces: Lc 7,50; 8,48;
17,19; 18,42; Hch 4,9), en tiempo presente (3 veces: Lc 13,23; Hch 2,47; 27,20), y
en tiempo futuro (expresando un futuro próximo que va a suceder inmediatamente,
3 veces: Lc 8,50; Hch 11,14; 16,31). El uso más frecuente de Lucas del lenguaje re-
ferente a la “salvación” designa una realidad presente.
El adverbio σήμερον es uno de los favoritos de Lucas, apareciendo en 61
momentos claves de la macro-narración. De modo especial, cuatro

J E S Ú S
veces este adverbio expresa el valor presente de la salvación en ese día
preciso22. Los cuatros pasajes son propios de Lucas, no se encuentran

D E
en los otros evangelios sinópticos, proviniendo probablemente de su


L E C T I O
fuente particular23. Inmediatamente después del nacimiento de Jesús,
el ángel dice a los pastores: “Hoy os ha nacido un salvador” (Lc 2,11).


En segundo lugar, en la perícopa que estamos estudiando, Jesús co-

L A
mienza su ministerio público diciendo: “Hoy se ha cumplido este pasaje
de la Escritura” (Lc 4,21)24. En tercer lugar, de modo aún más llamativo,
en la historia de Zaqueo en Jericó, la última parada de Jesús antes de
su pasión y muerte en Jerusalén, Jesús interrumpe su viaje para decir a
Zaqueo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (Lc 19,10). Y en
cuarto lugar, en la crucifixión de Jesús, cuando el ladrón arrepentido
pide a Jesús que se acuerde de él al llegar a su reino, Jesús le responde:
“Hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23,43)25.

22 Mientras que Mateo y Marcos utilizan el adverbio temporal σήμερον poco y con un
simple significado temporal (Mt, 8 veces; Mc 1 vez), Lucas lo utiliza con más frecuen-
cia y añade a ese significado temporal uno teológico para subrayar la salvación pre-
sente (Lc, 12 veces; Hch, 9 veces). J. NOLLAND, Luke 18:35-24:53 (WBC 35C; Dallas,
TX 1993) 1153, dice: “En cada «hoy» en el que Jesús se encuentra con alguien du-
rante su ministerio, el encuentro trae la salvación”.
23 Otro texto que subraya este σήμερον es Lc 5,26, que pertenece a la triple tradición
(Mt 9,1-8; Mc 2,1-12; y Lc 5,17-26), pero sólo Lucas termina el pasaje afirmando:
“Hoy hemos visto cosas increíbles”. Estas cosas increíbles se refieren a la salvación
ofrecida al paralítico mediante el perdón de sus pecados y su curación.
24 En este texto, σήμερον se relaciona con la “salvación”, aunque ninguno de los tér-
minos específicos relativos a la salvación aparecen. Sin embargo, las expresiones
“buena nueva”, “liberación”, “vista”, “libertad”, y “año de gracia” son distintas
imágenes para expresar la salvación (Lc 4,18-19).
25 En esta frase tampoco aparece ninguno de los términos relacionados con la salva-
ción. Sin embargo, el sustantivo “paraíso” habla de esa salvación. Además, la peti-
ción del ladrón no arrepentido, “¡sálvate a ti y a nosotros!” (Lc 23:39) muestra la pe-
tición a Jesús de su salvación a lo largo de toda la perícopa. Acerca del contenido de
estos versículos en relación con el lenguaje de salvación, se puede ver G. A. RUIZ FREI-
62 e. E l u ni v ersali smo de su mi si ón

Después de la lectura del pasaje de Isaías y su consiguiente in-


S E R R A N O

terpretación, Jesús trae dos referencias a otros dos profetas, Elías y


Eliseo. La cita del profeta Isaías subrayaba la salvación ofrecida a dife-
G A R C Í A

rentes grupos de gente, los afligidos, los cautivos, los ciegos, los opri-
midos y los pobres. Estos distintos grupos de personas anticipan que la
.

salvación ha de llegar a todos los hombres. Además, estos distintos


A

grupos son explicados por dos ejemplos universalísticos sobre la salva-


ción ofrecida a los no judíos, incluso a los enemigos como Fenicia y
Siria: Elías, enviado a una viuda en Sión, y Eliseo, limpiando la lepra del
leproso Naamán el Sirio (Lc 4,25-27; cf. 1 R 17,9; 2 R 5,14). Estas refe-
rencias son aún más llamativas por dos motivos.
En primer lugar, el universalismo no es muy prominente en la
descripción bíblica de Elias y Eliseo cuyos ciclos presentan numerosas
guerras contra los no judíos (Elías: 1 R 17–2 R 1; Eliseo: 2 R 2–13). Por
ejemplo, Elías degüella a todos los profetas de Baal en el monte Carmelo
(1 R 18,40). Es decir, Jesús seleccionó los pasajes en los que Elías y
Eliseo realizaron signos fuera de Israel. De este modo vemos que Jesús
discernió una característica propia de su ministerio, una característica
que ha encontrado en pasajes específicos de la Escritura.
En segundo lugar, la construcción adversativa, “había muchos
en Israel […] pero a ninguno de ellos” (Lc 4,26.27b), subraya aún más
que Dios no envió a Elías y Eliseo a judíos, sino a extranjeros. La refe-
rencia a estos profetas, que son prototipos narrativos de Jesús, prototi-
pos que benefician a gentiles26, muestra la dimensión universal de

TES, El carácter salvífico de la muerte de Jesús en la narración de san Lucas. Estudio


exegético de Lc 23,33-49 desde la perspectiva soteriológica lucana (Roma 2010)
205-240.
26 Acerca del valor tipológico de estos profetas, véase J.-N. ALETTI, “Jésus à Nazareth
(Lc 4,16-30). Prophétie, Écriture et typologie”, en: J. DUPONT (ed.), À cause de l’Évan-
gile: études sur les synoptiques et les Actes offertes au P. Jacques Dupont, O.S.B. à
l’occasion de son 7Oe anniversaire (LD 123; Paris 1985) 431-451.
Jesús; la referencia a paganos indica un grupo más amplio hacia el que 63
la misión cristiana se dirige27.

J E S Ú S
f. El rechazo de su mi si ón

D E

L E C T I O
En este primer episodio de la vida pública, Jesús experimenta, por
primera vez, aceptación y rechazo28. En primer lugar, se afirma la acepta-


ción mayoritaria de la sinagoga: “en la sinagoga todos los ojos estaban

L A
fijos en él (…) y todos estaban admirados de las palabras llenas de gracia
que salían de su boca” (Lc 4,20-22). Sin embargo, después de que Jesús
utilice los ejemplos de Elías y Eliseo (Lc 4,25-27), encuentra el rechazo:
“Se llenaron de ira y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad y le
llevaron a una altura escarpada del monte para despeñarle” (Lc 4,28-29)29.
La asamblea reacciona a las palabras de Jesús, que aluden a su futura ac-

27 C. A. EVANS, “Luke’s Use of the Elijah/Elisha Narratives and the Ethic of Election”: JBL
106 (1987) 75-83, ha tratado brillantemente la relación entre la elección universal y
las figuras de Elías y Eliseo. Ya en 1973, S. G. Wilson demostró la posición mayoritaria
en la exégesis moderna, en la que se interpreta las referencias a Elías y Eliseo en
Lc 4,25-27 como una alusión a la misión gentil (S. G. WILSON, The Gentiles and the
Gentile Mission in Luke-Acts [SNTSMS 23; Cambridge, MA 1973] 40-41). Esta opi-
nión ha sido seguida por muchos estudiosos como J. DUPONT, “La conclusion des
Actes et son rapport à l’ensemble de l’ouvrage de Luc”, en: J. KREMER (ed.), Les Actes
des Apôtres. Traditions, rédaction, théologie (BEThL 48; Gembloux – Leuven 1979)
400; J. A. FITZMYER, The Gospel According to Luke I-IX. Introduction, Translation, and
Notes I (AB 28; Garden City, NY 1981) 189-190; C. K. BARRETT, “Luke/Acts”, en:
D. A. CARSON – H. G. M. WILLIAMSON (eds.), It is Written: Scripture Citing Scripture.
FS B. Lindars (Cambridge 1988) 236.
28 Sobre la unidad interna de la perícopa, puesta en entredicho por las distintas reaccio-
nes de aceptación y rechazo del auditorio, véase G. MUHLACK, Die Parallelen von
Lukas-Evangelium und Apostelgeschichte (ThW 8; Bern – Frankfurt 1979) 117-125,
especialmente 123, donde realiza un resumen acerca de esta cuestión; véase tam-
bién R. TANNEHILL, “The Mission of Jesus According to Luke 4:16-30”, en: R. TANNEHILL
(ed.), The Shape of Luke’s Story. Essays on Luke-Acts (Eugene, OR 2005) 3-30, que
justifica la unidad de la perícopa.
29 Al proclamar el año de gracia del Señor, Jesús encuentra una aprobación mayoritaria
de la multitud; pero cuando Jesús especifica que dicha gracia se realizará también
64 tividad entre los paganos y comparan a los oyentes con los que persi-
guieron a los profetas desde antiguo (Lc 4,24). La reacción llega a su
S E R R A N O

clímax con el intento de arrojar a Jesús desde el precipicio (4,29)30.


“A la luz del Antiguo Testamento, que le revelaba el destino re-
servado a los profetas, Jesús comprendió la oposición cada vez más
G A R C Í A

fuerte que debió afrontar hasta el Calvario”31; y “atravesando por


medio de ellos, se fue” (Lc 4,30).
.
A

g. L a re v el aci ón s obre l a mi si ón de J esú s

El análisis narrativo de la perícopa muestra que se trata de una


trama de revelación32. Jesús se pone en pie para leer (Lc 4,16) y todos
los ojos de la sinagoga estaban fijos en él (Lc 4,20), esperando la reve-
lación de sus palabras. Jesús se revela a sí mismo afirmando el cumpli-
miento de la profecía de Isaías en sí mismo. Después de esta primera
revelación de Jesús, la asamblea sigue preguntando quién es ése
(Lc 4,22). Esta búsqueda del auditorio justifica la nueva intervención de

fuera de Israel, Jesús recibe el enfado y el rechazo de los oyentes. Lucas sugiere que
el rechazo en Israel estará relacionado con la concesión de dones a los gentiles.
30 Otra posible razón del rechazo que sufre Jesús es que quien se presenta como pro-
feta debe acreditarse con signos y milagros, como afirma Dt 13,2-3. Jesús no se acre-
dita así porque no hace ningún milagro en Nazaret. Por esto los nazarenos se creen
obligados a condenarlo y a lapidarlo como a blasfemo. El castigo por blasfemia se ini-
ciaba de esta manera: el culpable era empujado por la espalda desde una altura por
el primer testigo.
31 JUAN PABLO II, Discurso (11 de abril de 1997), § 3
32 La trama de un pasaje particular puede ser de “revelación” o de “resolución”. La
trama de revelación presenta a un personaje e introduce sus principales característi-
cas mejor que la trama de resolución. La trama de revelación no pone el acento en el
orden del hacer, como la trama de resolución, sino en el orden del conocer. La trama
de revelación culmina en un mayor conocimiento. Para estos tipos de trama sigo la
terminología propuesta por J. L. SKA, “Our Fathers Have Told Us”. Introduction to the
Analysis of Hebrew Narratives (SubBi 13; Roma 2000) 18; y D. MARGUERAT – Y. BOUR-
QUIN, Pour lire les récits bibliques. Initiation à l’analyse narrative (Paris – Genève –
Montréal 1998) 72.
Jesús, intervención con la que sigue revelándose a sí mismo, ahora por 65
medio de los ejemplos de los profetas Elías y Eliseo. El uso de esta

J E S Ú S
fuerte tipología del AT por medio de una cita directa (Lc 4,18-19) y una
clara alusión a Elías y Eliseo (Lc 4,25-27), para revelar diferentes matices

D E
de la identidad de Jesús, es indicativo de una trama de revelación. Ade-


L E C T I O
más, esta revelación de Jesús se transforma en su propia encomienda.
La cita de Is 61,1-2 se convierte en la descripción de la misión de Jesús:


él ha sido ungido para anunciar a los pobres la buena nueva, para pro-

L A
clamar la liberación a los cautivos, para dar la libertad a los oprimidos y
para proclamar un año de gracia del Señor (Lc 4,18-19).
Con las distintas citas del AT Jesús revela la propia comprensión
de su misterio. La identidad humana de Jesús se descubre y define a
partir de la Escritura; Juan Pablo II la llamaba utilidad ad intra33. Pero se
da también otra utilidad, que podemos llamar ad extra, puesto que la
conciencia de la propia identidad determina la naturaleza de las rela-
ciones con las demás personas. Es decir, Jesús descubrió su propia na-
turaleza y la naturaleza de las relaciones con los demás, su misión uni-
versal y su misión rechazada, mediante la oración con los textos de la
Sagrada Escritura.

3. El cumplimien to de l a mis ión de Je sús

El pasaje de la predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret es


colocado por Lucas en una especial posición, inmediatamente al comienzo
de la vida pública de Jesús. De hecho, mientras los tres evangelios sinóp-
ticos narran esta predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret, sólo
Lucas la adelanta y la coloca al comienzo de la vida pública de Jesús
(Mt 13,53-58; Mc 6,1-6)34. La razón de esta especial posición en la com-

33 JUAN PABLO II, Discurso (11 de abril de 1997), § 1.


34 El hecho de que más adelante, en Lc 8,4–9,16, Lucas siga a Mc 4,1–6,45 y omita
Mc 6,1-6, indica que el autor considera Lc 4,16-30 el mismo episodio que Mc 6,1-6.
66 posición lucana pudo ser que el tercer evangelista percibió que este
pasaje tenía un valor programático, al realizarse plenamente en la vida
S E R R A N O

de Jesús35. El pasaje en la sinagoga de Nazaret resume la misión de Jesús


porque éste reconoció en el texto proclamado en aquella sinagoga su
“programa”, que anticipaba los temas principales de su vida. Jesús no
G A R C Í A

ha escogido este programa, sino que le ha sido prefijado por Dios, y le


ha sido revelado en la Palabra de Dios. Jesús no obra por propia decisión,
.

sino conforme a la disposición de Dios que lo ha enviado.


A

La oración de Jesús y su interpretación de la Escritura iluminando


su propia existencia se convierten en la obertura de la acción de Jesús
porque ahí encontramos los distintos motivos, que luego se desarrollan
en su vida y, por tanto, en el resto del Evangelio. Esto muestra que
Jesús ciertamente descubrió aspectos de sí mismo en el estudio y la
oración con la Escritura y quiso realizarlos después conforme a lo que
había descubierto en ella36.

a. L a ci ta de I saí a s

El texto del profeta Isaías se cumple a lo largo del ministerio de


Jesús , cuando Jesús libera a los cautivos, da vista a los ciegos, da li-
37

35 F. NEIRYNCK, “The Argument from Order and St. Luke’s Transpositions”: EThL 49
(1973) 784-815, defiende este valor programático y sugiere que la vida, muerte y re-
surrección de Jesús, tomadas como una totalidad, son significativamente interpreta-
das por esta escena en Nazaret.
36 Además, otros textos del NT muestran también que Jesús vivió cumpliendo todo lo
que había descubierto en las Escrituras. Por ejemplo, san Pablo afirma que Cristo
“murió por nuestros pecados, según las Escrituras […] y resucitó, […] según las Es-
crituras” (1 Co 15,3-4). Y el mismo Jesús, a punto de morir clavado en la cruz afirma:
“Todo está cumplido” (Jn 19,30). Se trata de una expresión que, si bien directamente
no hace referencia a las Escrituras, indirectamente muestra que Jesús al final de su
vida podía afirmar que había cumplido todo lo que había encontrado en las Escrituras
de sí mismo, incluso el sufrimiento de su sed, que, según el cuarto evangelista, ma-
nifestó “para que se cumpliera la Escritura” (Jn 19,28).
37 Según TANNEHILL, “The Mission of Jesus”, 28-30, la cita de Isaías se realiza en momen-
tos claves de la narración lucana.
bertad a los oprimidos y anuncia a los pobres la Buena Nueva38. Una 67
prueba del cumplimiento de la cita de Is 61,1-2 en la vida de Jesús, es

J E S Ú S
la conocida embajada del Bautista, que envía a sus discípulos a preguntar
a Jesús si es él el que había de venir o deben esperar a otro (Lc 7,21).

D E
Jesús les responde: “Contad a Juan lo que habéis visto y oído: los


L E C T I O
ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos
oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva”


(Lc 7,22)39. Aparte del vocabulario común entre Lc 4,18-19 y Lc 7,22,

L A
llama la atención que ambos se presentan con una clara disposición
asindética que relaciona aún más ambos textos.
El año de gracia, con el que termina la lectura de la Escritura en la
sinagoga de Nazaret, parece resumir todo el ministerio público de Jesús. El
año de gracia no tiene por qué ser comprendido como un año cronológico40,

38 Sobre el anuncio de Jesús a los pobres, véase J. DUPONT, “Jésus annonce la bonne
nouvelle aux pauvres”, en: J. DUPONT (ed.), Études sur les évangiles synoptiques
(BEThL 70; Leuven 1985) 23-85; y C. MARTINI, “Evangelizare pauperibus”: RassTeol 17
(1976) 537-542.
39 La teología de la liberación ha empleado la perícopa de Lc 4,16-30 y especialmente las
palabras proféticas de Jesús sobre la Buena Nueva anunciada a los pobres y su procla-
mación de la liberación a los cautivos y oprimidos (M. ABRAHAM, “Good News to the
Poor in Luke’s Gospel”: BiBh 14 [1988] 65-77, especialmente 70-73). Sin embargo,
Lc 7,22-23 da la clave de cómo se debe entender ese anuncio a los pobres a lo largo
de la obra lucana. De hecho, en Lc 7,23 Jesús afirma que “se anuncia a los pobres la
Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!” ¿Acaso hay escándalo
porque a los pobres se les anuncie la Buena Nueva? El escándalo se produjo cuando
la Buena Nueva, especialmente el perdón de los pecados, era anunciada a los pecado-
res (Lc 15,1-2), cuando Jesús comió con ellos. De hecho, cuando Jesús se hospeda en
Jericó en casa del publicano Zaqueo, algunos murmuran porque ha entrado en casa
de un pecador (Lc 19,7). Zaqueo, por tanto, es un “pobre” que recibe una Buena
Nueva y esta acción de Jesús resulta altamente escandalosa provocando murmuracio-
nes. Es decir, el escándalo se relaciona con el perdón a los pecadores-pobres, que de
este modo reciben el evangelio de la salvación. La expresión “anunciar a los pobres la
Buena Nueva” no se refiere exclusivamente a los pobres materiales.
40 Contra las interpretaciones de Orígenes, Clemente, y los Valentinianos, que vieron en
Lc 4,19 una indicación literal de la duración de un año del ministerio público de
Jesús.
68 sino como la presencia del Cristo, el Mesías, que abre los tiempos me-
siánicos del cumplimiento41.
S E R R A N O

b. El u ni v ers alismo de su mi si ón
G A R C Í A

Elías y Eliseo son modelos escriturísticos para el ministerio sanador


de Jesús, que a lo largo de su vida pública incluirá también a extranjeros:
.

el siervo de un oficial extranjero en Lc 7,1-1042, se asemeja a la curación


A

de Naamán, el siervo del rey de Aram, al que se refiere Lc 4,27; y la re-


surrección del hijo de la viuda en Lc 7,11-17, exclusivo del evangelio de
Lucas, se asemeja a la resurrección del hijo de la viuda de Sidón, al que
se refiere Lc 4,25-2643. Así la profecía de Lc 4,25-27 se realiza en
Lc 7,11-17, mostrando que Jesús quiso cumplir y de hecho cumplió
cuanto de él había descubierto en la Escritura. Otros relatos que mues-
tran el ministerio de Jesús con extranjeros en el evangelio de Lucas son:
la gran multitud de gente de Tiro y Sidón que sigue a Jesús para oírle
(Lc 6,17-19); las palabras de Jesús que predicen un futuro de gracia y
misericordia para ciudades paganas como Tiro y Sidón (Lc 10,13-14); la
curación del endemoniado de Gerasa (Lc 8,26-39) donde la presencia
de una manada de cerdos y el hecho de que tiene lugar al noreste de
Galilea, en la Decápolis, hablan de un poseído gentil; y el signo de

41 Esta interpretación mesiánica del año de gracia del Señor se encuentra en R. TANNE-
HILL, The Narrative Unity of Luke-Acts I (Philadelphia, PA 1986) 68; J. L. NOLLAND,
“Words of Grace (Luke 4,22)”: Bib 65 (1984) 44-60. Además, como muy bien ha
probado B. J. KOET, “«Today this Scripture Has Been Fulfilled in Your Ears». Jesus’ Ex-
planation of Scripture in Luke 4,16-30”, en: B. J. KOET (ed.), Five Studies on Interpre-
tation of Scripture in Luke-Acts (Leuven 1989) 24-55, este año de gracia mesiánico
ha sido claramente universalizado.
42 Otro pasaje similar es la curación de un leproso samaritano en Lc 17,11-19.
43 Encontramos una estructura quíastica entre las referencias de Jesús a la Escritura y la
realización de las mismas en la vida de Jesús: A, el hijo de la viuda de Sión
(Lc 4,25-26); B, Naamán, siervo del rey de Aram (Lc 4,27); B’, siervo de un oficial ex-
tranjero (Lc 7,1-10); y A’, hijo de la viuda de Naín (Lc 7,11-17).
Jonás en el que los no judíos, ninivitas, son descritos como más recep- 69
tivos de Jesús que los propios judíos (Lc 11,29-32).

J E S Ú S
c. El rechazo de s u mis i ón

D E

L E C T I O
El intento de despeñar a Jesús al final de su predicación en la si-
nagoga de Nazaret ha llamado la atención a los estudiosos. El auditorio


de aquella sinagoga, después de la primera reacción de admiración

L A
hacia Jesús, cambia repentinamente de actitud, se llena de ira y levan-
tándose le arroja fuera de la ciudad a una altura escarpada del monte
sobre el cual estaba edificada la ciudad para despeñarle (Lc 4,28-29).
En este intento de matarlo se da un anticipo de la pasión de Je-
sús . Fitzmyer dice: “Esta historia de rechazo simboliza la oposición
44

que el ministerio de Jesús provocará entre los suyos. El rechazo a Jesús


por parte de la gente de su propio pueblo es una miniatura del rechazo
a Jesús por parte de la gente de su propia patria en un sentido más
amplio”45. Nazaret, el primer lugar que acepta y rechaza a Jesús, es
una imagen de todo Israel; Lucas anticipa el drama de toda su obra li-
teraria46.
De hecho, a lo largo del evangelio de Lucas encontramos tres
respuestas divididas, incluyendo el rechazo, al comenzar la narración

44 ¿Por tan poco intentan matarle? Lc 4,29 describe una situación geográfica que no
corresponde con el Nazaret real. Quizás, Lucas trata de unir Nazaret con Jerusalén, el
primero y el último intento de matar a Jesús: ambas narraciones suceden fuera de la
ciudad y en un monte (4,29; 23,26.33).
45 FITZMYER, The Gospel According to Luke I-IX. Introduction, Translation, and Notes (AB
28; Garden City, NY 1981) 529.
46 Por ejemplo, la frase “le arrojaron (ἐκβάλλω) fuera de la ciudad” (Lc 4,29) anuncia si-
tuaciones posteriores. Anticipando su propia muerte, Jesús habla del trato que los vi-
ñadores dan al hijo del viñador, que “lo arrojaron (ἐκβάλλω) fuera de la viña y lo ma-
taron” (Lc 20,15). La información acerca de la muerte de Esteban es similar: “Lo
arrojaron (ἐκβάλλω) fuera de la ciudad y lo mataron” (Hch 7,58). Pablo y Bernabé
son arrojados (ἐκβάλλω) fuera del territorio de Pisidia (Hch 13,50). Finalmente, Pablo
es arrojado fuera de la ciudad de Listra y apedreado (Hch 14,19).
70 en tres áreas geográficas distintas: Nazaret, que comienza el ministerio
de Jesús en Galilea (4,14–9,50); Samaria, donde inicia el viaje a Jerusalén
S E R R A N O

(9,51–19,44); y Jerusalén, donde Jesús empieza su último ministerio


(19,45–20,18). Los primeros episodios en estas respectivas áreas pre-
sentan un rechazo (los asistentes a la sinagoga en Nazaret: Lc 4,28-29;
G A R C Í A

los samaritanos en Samaría: Lc 9,53; y los sumos sacerdotes, los escribas


y los notables del pueblo en Jerusalén: Lc 19,47).
.
A

4 . Conclu sió n: ¿Y nu es tra le ctio?

La lectio divina, entendida como un modo de rezar con la Escri-


tura, mediante la lectura asidua de la misma, gustando su contenido, y
aplicándola al “hoy” de la vida presente, se remonta a la primera era
cristiana, e incluso al judaísmo de la era precristiana y, por tanto, al
mismo Jesús. De aquí que la lectio divina del cristiano deba asemejarse
a aquella de Cristo que hemos descrito en los apartados anteriores. La
“lectio” realizada por Jesús conlleva las siguientes consecuencias para
la lectio realizada por el cristiano.
En primer lugar, los versículos de Lc 4,17-20 muestran el cuidado
y respeto con el que tanto el ministro que ayudaba a Jesús como éste
mismo tratan la Escritura. Ésta contiene la Palabra de Dios; por eso me-
rece respeto y se debe tratar santamente. Encontramos aquí una indi-
cación de cómo debemos tratar la Escritura, no sólo en el cuidado ex-
terno, tanto en la liturgia como fuera de ella, sino también en lo más
importante, el cuidado interno expresado por nuestra total obediencia
y sumisión a la misma. El mejor “cuidado” que podemos dar a la
Palabra es nuestro trato frecuente con ella, imitando a Jesús que así lo
hacía “según su costumbre”.
En segundo lugar, así como Jesús se descubrió a sí mismo y su
propia vocación en la Escritura, y posteriormente conformó su exis-
tencia a lo que había descubierto en su oración, también nosotros es-
tamos llamados a descubrirnos en la lectura orante de las Escrituras y
a realizarlo a lo largo de nuestra vida. Como Jesús, en las Escrituras 71
también adquirimos la correcta comprensión de nosotros mismos y

J E S Ú S
reconocemos la llamada de Dios a descubrir nuestra identidad en las
Escrituras, que nos hablan de Cristo. Además, al descubrir nuestra

D E
propia identidad, vislumbramos nuestra realización y, por tanto, la


L E C T I O
plena felicidad.
En tercer lugar, nuestra lectio debe estar iluminada por la Palabra


y, como aquellos en la sinagoga de Nazaret, centrada en Cristo. Los

L A
testigos presenciales en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. El que se
acerca a las Escrituras exento de prejuicios y ansiando la salvación tam-
bién experimenta la salvación y permanece con los ojos fijos en él, ad-
mirado de las palabras llenas de gracia que salen de la boca de aquel
que cumple las Escrituras. Conviene notar que el tiempo verbal, el im-
perfecto, “estaban todos los ojos fijos en él […] todos daban testimonio
y estaban admirados de sus palabras llenas de gracia”, marca la conti-
nuidad de la acción. Es decir, es necesario poner los ojos en el Señor
durante un tiempo, durante una continuidad (Lc 4,20). Entonces,
cuando el hombre pone los ojos en el Señor, Jesús comienza a hablar
(Lc 4,21). Y la palabra que el Señor dirige a aquel que pone sus ojos en
él siempre es una palabra de gracia47. Esta gracia operante por su
Palabra provoca en quien la acoge el testimonio auténtico, la acción de
gracias y la alabanza (Lc 4,22).
Y en cuarto y último lugar, nuestra lectio también debe comenzar
por la invocación del Espíritu para que esté totalmente guiada por
éste48, que no es otro que el Espíritu de Jesús. De hecho, Hch 16,7

47 La expresión griega de Lc 4,22 es λογοί τῆς χάριτος; consiste en un genitivo caracte-


rizador o un genitivo de cualidad. No se trata simplemente de un recurso para evitar
la pobreza de adjetivos en las lenguas semitas, sino que muestra una vivacidad de la
fraseología para expresar una palabra que en sí misma porta la gracia.
48 Llama la atención un matiz particular de la tradición de Lucas; se trata de la forma lu-
cana del dicho de Jesús sobre la oración de petición, que en la versión lucana termina
diciendo: “Si, pues, vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas (ἀγαθά) a
vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo (πνεῦμα ἅγιον) a
72 habla del “Espíritu de Jesús” y muestra que dicho Espíritu guía las ac-
ciones de los cristianos. El cristiano ha recibido el Espíritu de Jesús,
S E R R A N O

como dice san Lucas: “Dios resucitó a Jesús […], así pues exaltado por
la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo
ha derramado” (Hch 2,33)49. Del mismo modo que el Espíritu guió a
G A R C Í A

Jesús en la lectura de las Escrituras, le ayudó a discernir su propia


misión y vocación por medio de ellas, y le asistió para que pudiera rea-
.

lizar plenamente dicha misión, así también el Espíritu de Jesús quiere


A

guiar nuestro propio discernimiento y llevar a plenitud el plan de Dios


en nosotros. Así sucedió en los primeros cristianos, tal y como narra el
libro de los Hechos de los Apóstoles50. El Espíritu de Jesús quiere hacer

los que se lo pidan!” (Lc 11,13). Se trata de una versión distinta de Mt 7,11, donde
al final del mismo repite las cosas buenas, ἀγαθά, en vez de πνεῦμα ἅγιον. El con-
texto inmediatamente anterior donde se hace referencia a las cosas buenas, ἀγαθά,
hace pensar que Lucas ha entendido el Espíritu Santo como “esas cosas buenas” que
el Padre del cielo da a los que se las piden. Si nosotros pedimos el don del Espíritu
Santo, el Padre nos lo dará.
49 Este versículo ha sido llamado por O. MAINVILLE, L’esprit dans l’oeuvre de Luc (HP 45;
Québec 1991) 15, “la clave de interpretación de la pneumatología lucana”. Véase
también P. BUIS, “Joël annonce l’effusion de l’Esprit”: Spiritus 2 (1961) 145-152.
50 En la narración de Hechos el Resucitado “da instrucciones por medio del Espíritu
Santo” (Hch 1,2) y el versículo programático de los Hechos, que según muchos estu-
diosos delinea al comienzo toda la narración, habla de la fuerza que los discípulos re-
cibirán cuando el Espíritu Santo venga sobre ellos y de este modo sean sus testigos
(Hch 1,8). Además, Hechos 2 muestra que los primeros cristianos “fueron llenos del
Espíritu Santo” y así pudieron hablar y enfrentarse a los judíos. Pablo y Bernabé ac-
túan desplazándose de un lado a otro “enviados por el Espíritu Santo” (Hch 13,4) y
hablan “llenos del Espíritu Santo” (Hch 13,9). Es más, todas las decisiones, especial-
mente las importantes como el concilio de Jerusalén, son tomadas “con el Espíritu
Santo” (Hch 15,28). Finalmente, Pablo, cuando aún no está atado a ninguna cadena,
llega a afirmar: “Ahora yo, encadenado en el Espíritu” (Hch 20,22); es decir, Pablo se
considera prisionero del Espíritu Santo porque hace, dice y toma las decisiones en
función de las insinuaciones del Espíritu. Es decir, la autoridad del Espíritu ayuda al
discípulo a actuar, a hablar y a tomar sus decisiones. El Espíritu ayuda al cristiano que
se deja guiar por él.
en nosotros lo mismo que hizo en Jesús. A semejanza de lo que hizo 73
con Cristo, El Espíritu de Jesús realiza en cada cristiano, que se alimenta

J E S Ú S
de las Escrituras, el designio de salvación que guardan en su interior
para cada uno de nosotros.

D E

L E C T I O

L A

You might also like