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CATEQUESIS SOBRE

LA EUCARISTÍA

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PRESENTACIÓN
A modo de catequesis presentamos este material sobre la Eucaristía.
Esperando que sea de gran ayuda para cada uno de ustedes y sus
familias, y sobre todo que les ayude a vivir la Eucaristía con más amor y
celebrarla de una forma participativa y consciente. La Eucaristía es la
fuente y cima de toda la vida de Iglesia (SC 10) De ahí la importancia para
cada uno de nosotros; sin la Eucaristía ningún sentido tiene nuestra vida.

La Eucaristía es un sacramento que se ha de creer, celebrar y vivir. Un


sacramento que el mismo Jesús nos dejó el su última cena reunido con su
apóstoles y discípulos; dejándonos su cuerpo (persona) y su sangre (vida)
hasta el final de los tiempos; es un signo de caridad de Jesús que se
entrega a sí mismo; que bueno sería celebrar la misa con “la misma
emoción que debió llenar el corazón de los discípulos con sus palabras y
sus gestos” (Benedicto XVI)

A continuación veremos las partes de la santa misa:

I. Ritos iniciales.

II. Liturgia de la Palabra.

III. Liturgia de la Eucaristía.

IV. Ritos conclusivos.

Punto de partida: la disposición


Cuando vengamos a misa es necesario siempre preguntarnos: ¿A dónde voy? Y ¿A
qué?. Nos ayuda para orientar nuestro corazón para el encuentro con Dios y el
encuentro con los hermanos. Disponer también el cuerpo; es el que nos sirve para
alabar a Dios, para escuchar su palabra, para responder a la oración; pues
recordemos que toda la Eucaristía es una oración, un diálogo de salvación con Dios.

Siempre que entremos en un Templo o en el lugar donde se vaya a celebrar la misa,


sería bueno guardar un momento de silencio en lugar de ir saludando a toda la
gente conocida como si fuera una plaza o el mercado.

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I. RITOS INICIALES.
Siempre nos reunimos en el Templo o en un lugar propio
para la celebración; el hecho mismo de reunirnos es un
acto de Dios: pues es Dios mismo el que nos convoca, el
que nos llama, el que nos reúne; en el Antiguo Testamento
se denominaba como Asamblea de Dios. Entra en juego
una serie de actitudes, de palabras, de gestos que nos
ayudarán a celebrar más y mejor la Misa.

De pie: Siempre iniciamos la celebración de pie, es un signo de reconocer delante


de quién vamos a estar; es un signo mismo de reverencia, algo tan humano: como
cuando llega alguien a nuestra casa, por lo general no se nos ocurriría recibirlo
acostados, sino de pie.

Canto de entrada: Es una alabanza donde unimos todos juntos nuestras voces a
Dios. Decía san Agustín: “el que canta, ora dos veces”. Cuando hay alegría siempre
por automático nos sale una canción; mucho más en la Eucaristía necesitamos
cantar.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:


Todas nuestras celebraciones inician en la señal de la
Trinidad; es el centro y fundamento de nuestra fe cristina.
Toda la Eucaristía tiene su fin en Dios Padre, toda va
dirigida a Dios, es quien nos habla en su Palabra. El Hijo, es
quien nos nutrirá con su cuerpo y sangre. El Espíritu Santo
es el que alienta nuestros corazones y voces para celebrar
la Eucaristía. Podemos decir que la Eucaristía es obra de la Trinidad. Bien lo
proclamamos en la misa: ¡Este es el misterio de nuestra fe!

Acto penitencial. Reconocemos nuestros pecados. No estamos en un lugar


cualquiera, sino delante de Dios; es necesario entrar con Él
purificados; reconocer que pecamos, reconocer nuestras
faltas de amor a Dios y al prójimo. ¡Hay mucho de que pedir
perdón!

Señor, ten piedad: Es un canto unido a lo anterior. En griego


se le conoce como KYRIE ELEISON, Señor, ten piedad. Es
un canto que mueve el corazón

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Gloria: Cantar la Gloria de Dios es también canto de alabanza a la Trinidad, al Dios
único y verdadero de toda la obra de la salvación. De ahí que cantamos: ¡Te
alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos!

Oración colecta: El sacerdote dice: OREMOS. En ese momento es


cuando nosotros en un momento rápido elevemos nuestra
intención de la misa que tengamos en nuestro corazón. Y el
sacerdote con sus manos elevadas, signo de intercesión, une todas
las voces de los fieles en una única oración.

II. LITURGIA DE LA PALABRA.


Aquí nos podemos sentar, para una mejor comodidad y disposión para escuchar la
palabra de Dios; no son simples escritos de miles de años, sino una actualidad de la
Palabra de Dios para cada uno de nosotros hoy, Que bueno sería que cada vez que
nos sentemos y antes de las lecturas digámosle a Dios: ¡HABLA, SEÑOR, QUE TU
SIERVO ESCUHA!

Las lecturas: En una celebración que no sea en domingo hay


una primera lectura, un salmo y un evangelio. En domingo se
suma una segunda lectura. La importancia de poner atención a
las lecturas es porque el mismo Dios nos habla, de ahí la
importancia de quien vaya a ser lector prepare muy bien la
lectura; será un instrumento para hacer llegar esa palabra a
los hermanos.

El Evangelio: Es proclamado por el diácono o el sacerdote, éste saluda a


los fieles: ¡El Señor esté con ustedes! Y todos respondemos: Y con tu
Espíritu. Recordamos aquella escena de Lc 4, 16-30: cuando Jesús decía:
El Espíritu del Señor está sobre mí. Ahora es Cristo quien nos
habla.

La homilía: El sacerdote hace una reflexión sobre las lecturas


escuchadas en la celebración; pronunciará algunas palabras
para iluminar la vida de los fieles, para hacer crecer a la comunidad
cristiana,; es actualiza también la palabra de Dios.

El Credo: Es la profesión de fe en la Santísima Trinidad, cada domingo


o solemnidad de Jesucristo o fiesta de algún Apóstol, es necesario recitarlo.
Recordemos que todo lo que creemos está sintetizado en este Credo.

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La Oración universal: Es elevar a Dios todas nuestras
necesidades, tanto personales, familiares, eclesiales y
comunitarias. El mismo Cristo dijo: pidan y se les dará, o todo
aquello que pidan en mi nombre se los concederé. Que nunca falte
pedir por: el papa, los obispos, los sacerdotes, los misioneros,
las familias, la paz, la justicia, los enfermos y los fieles difuntos.

III. LITURGIA DE LA EUCARISTÍA


Presentación de las ofrendas: El pan y el vino se
presentan al sacerdote para que los ofrezca a Dios; los
cuales serán convertidos en el Cuerpo y Sangre de Cristo.
Es importante reconocer que dichas ofrendas se ofrecen a
Dios, pero los destinaros últimos somos nosotros. Que nos
alimentaremos del cuerpo y sangre de su Hijo.

El pan y el vino somos también cada uno de nosotros,


nuestros esfuerzos, sufrimientos, etc. Ellos serán también
serán transformados, como se transformarán nuestros corazones.

Qué bien sería que conforme el sacerdote presente a Dios las ofrendas le digamos a
Dios: ¡en este pan y en este vino, voy yo señor, con todo lo que soy y tengo!

Oración sobre las ofrendas: Todas las oraciones están dirigidas a Dios, aquí se le
pide que las acepte y que las
transforme en su Hijo y que
nos transforme a nosotros.

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PLEGARIA EUCARISTICA:

1. Prefacio: Para
introducir la plegaria eucarística se hace un diálogo entre el sacerdote y el Pueblo. El
sacerdote dice: El Señor, esté con ustedes. Algo importante porque esta Asamblea
de Dios que se reúne no es por un hecho simplemente humano, sino que Dios está
en medio de nosotros. Como Cristo mismo lo ha prometido: yo estoy con ustedes
hasta el fin del mundo. El pueblo de Dios responde: y con tu espíritu. También
reconocen la autoridad y el poder que tiene el sacerdote; reconoce que el Espíritu
Santo es el que obrará en él para beneficio de todos.

Continúa el sacerdote: levantemos el corazón y respondemos: lo tenemos


levantado hacia el Señor. Aquí se nos juega la vida, una pregunta nos puede
ayudar: En la misa que asistimos ¿nuestro corazón está levantado hacia Dios o
hacia dónde está orientado?

Es justo y necesario. En verdad es justo y necesario: Todo lo que nosotros podemos


dar a Dios es poco comparado con lo mucho que derrama su bendición y gracia
sobre cada uno de nosotros. De ahí que nuestra oración es necesaria que sea
elevada a Dios, no porque a él le haga falta, sino para nosotros mismos.

Después, el sacerdote continúa contando la historia de la salvación obrada en Cristo


Jesús. Terminando cantamos el Santo.

2. Santo: En el Antiguo Testamento ya se invocaba a Dios como Santo: Ez 3, 12;


Sal 117, 25-26; y también en el Nuevo Testamento en la entrada de Jesús a
Jerusalén: Mt 21,9. Es hermoso tributar a Dios esta
alabanza: gozarnos de que Dios es Dios. Un egoísta no lo
entiende: y así podemos estar nosotros si venimos a misa
obligados o por “cumplir”; pues hay gente que no goza de
la grandeza de Dios. El canto nos ayuda a expresar con
corazón grande este gozo en alabar a Dios nuestro Padre.

3. Transición: Es después del santo y de la epíclesis


(invocación al Espíritu Santo) Por ejemplo: Santo eres en
verdad, Señor, fuente de toda santidad. En algunas transiciones se narra la
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historia de la salvación: creación, caída del pecado, pueblo de Israel, promesas de
la salvación, Encarnación, vida pública de Jesús, Pasión, Muerte, Resurrección,
Asención al cielo y venida gloriosa de Cristo.

4. Epíclesis: Es la invocación al Espíritu Santo sobre las ofrendas. Es el momento


cumbre de la Pasión—Resurrección de Cristo; este mismo Espíritu Santo que
descendió sobre María es el mismo que desciende
sobre las ofrendas. Aquí es importante afirmar que no
es la palabra del ministro la que tiene la fuerza para
cambiar el pan y el vino. Sino la fuerza de Dios, el
Espíritu Santo, quien realiza la llamada
transubstanciación.

Las palabras van acompañadas del gesto de extender


las manos sobre las ofrendas

5. Relato de la Institución de la Eucaristía: Es actualizar las palabras de Cristo


en la Última Cena; imitar sus sentimientos de alabanza al Padre de los Cielos.
Únicamente el sacerdote dice las palabras:

Y, mientras cenaba con sus discípulos, tomó pan, te bendijo, lo partió y se lo dio,
diciendo:

TOMEN Y COMAN TODOS DE ÉL, PORQUE ESTO ES MI CUERPO, QUE SERÁ


ENTREGADO POR USTEDES.

Del mismo modo, tomó el cáliz lleno del fruto de


la vid, te dio gracias y se lo pasó a sus discípulos,
diciendo:

TOMAN Y BEBAN TODOS DE ÉL, PORQUE ÉSTE ES


EL CÁLIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE LA
ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERÁ
DERRAMADA POR USTEDES Y POR MUCHOS PARA
EL PERDÓN DE LOS PECADOS. HACED ESTO EN
CONMEMORACIÓN MÍA.

6. Aclamación después de la Consagración: Este es el sacramento de nuestra


fe. Anunciamos tu muerte, Señor, proclamamos tu Resurrección. ¡Ven, Señor,
Jesús!

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La Iglesia peregrina se alegra de tener tan cerca el
misterio de Dios en medio de ella. A la vez, esperamos
anhelantes su llegada gloriosa.

7. Anamnesis: Es hacer memoria, un memorial


sacramental, es decir, un acontecimiento del pasado pero
que se actualiza o que se hace presente. Se hace
memoria de los principales misterios de Cristo: “Al
celebrar ahora el memorial de nuestra redención,
recordamos la muerte de Cristo y de su descenso al lugar
de los muertos, proclamamos su resurrección y ascensión
a tu derecha; y mientras esperamos su venida gloriosa”

8. Ofrecimiento del sacrificio: El sacerdote continua


diciendo: “Te ofrecemos, Padre, el pan de vida y el cáliz de salvación, y te damos
gracias, porque nos haces dignos de estar en tu presencia celebrando esta liturgia”.
Esto es el fruto del acontecimiento que ha hecho Cristo en su persona; así como
Jesús se ofreció al Padre nosotros estamos llamados a entregarnos a Dios:
“Concédenos que seamos, en Cristo, víctima pura para tu alabanza”.

9. Epíclesis y comunión: Aquí se pide que obtengamos los frutos que son
naturales a la recepción del Cuerpo de Cristo: que tengamos parte en la plenitud
de tu Reino… que el Espíritu Santo nos congregue en la unidad… que formemos un
solo cuerpo y un solo espíritu.

10. Intercesiones y conmemoración


de los santos: Y ahora, Señor acuérdate
de aquellos que… Se hace una mención del
Papa, de los Obispos, de los presbíteros, de
los presentes, de los ausentes y de los
difuntos.

Todos tienen cabida en el corazón de Dios.


No nos cansemos de interceder por todos. Y
se manifiesta en el sentido que todos estamos unidos a Cristo.

“Con María, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad, a través de los tiempos,
merezcamos por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas”.
Nos quedaríamos muy cortos si pensamos que nuestra Asamblea solo se concentra
con los que nos reunimos en los templos o aquí en la tierra; pues está la Iglesia
celestial, los santos que ya gozan el estar junto a Dios en el cielo; hacia allá vamos

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caminando; ellos, lo santos nos dan ejemplo de que han vivido lo que han
celebrado, de que se han tomado en serio a Dios en sus vidas.

11. Doxología: Por Cristo, con Él y en ÉL. A ti Dios Padre


en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria,
por los siglos de los siglos. Así concluye la Plegaría
Eucarística, es una alabanza también a la Trinidad. Aquí se
eleva el Cuerpo y la Sangre de Cristo en gesto de
ofrecimiento y de glorificación.

El amén del pueblo es la ratificación de toda la plegaría


eucarística, es decir: es verdad todo lo que hemos visto y
oído. Una adhesión a todo lo realizado.

Rito de la comunión:

Padre nuestro: Intensifica nuestros sentimientos:


humildad, confianza, amor fraterno. Al llamar a Dios
padre nuestro nos confesamos: “Es la oración íntima y
entrañable de la gran familia de los hijos de Dios,
reunidos en Cristo por el Espíritu Santo” (A. Rey)

Embolismo: Líbranos de todos los males y concédenos la paz.

Rito de la paz: Mt 5, 23-33. Supone reconciliación y expresión de caridad. La


enemistad no es compatible con a vida en Cristo. Al dar la paz al hermano
hemos de querer expresar nuestro deseo de paz, de fraternidad, de amor, a
todos los hombres.

Rito de la fracción del pan: La Eucaristía también es llamada: Fracción del Pan,
bíblicamente tiene su sentido (1 Cor 10, 17), para las primeras comunidades
cristianas este signo de fraccionar el pan tiene su sentido domestico: el padre
o la madre de familia parten para sus hijos el pan que han ganado, es el
sustento, condensado en un pan.

Aquí se canta el Cordero de Dios.

Comunión: A este punto hemos mirado desde la presentación de las ofrendas. Se


cumple lo del salmista: Vengan y vean que bueno es el Señor (Sal 33). El
ponernos de pies y caminar hacia la comunión es un signo de humildad, de ir al
encuentro con Dios a un modo singular y especial como el participar de su vida,
de su cuerpo y de su sangre. Es muy bueno que acompañemos la comunión con
un canto. Y al terminar, en un momento de silencio dar gracias a Dios.

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IV. RITOS CONCLUSIVOS.
Oración después de la comunión: Es una acción de gracias ante el favor que nos
ha hecho Cristo. Invita a penetrar con fe profunda el misterio celebrado, sentir
hambre de Cristo, pan vivo y verdadero, que se acreciente en nosotros el fruto de la
salvación.

Bendición: El sacerdote pronuncia sobre la asamblea una bendición, que es una


súplica a Dios para que permanezcamos en su amor. También es un envío de cada
uno de nosotros que hemos participado y celebrado la misa; incluye el deseo de que
llevemos a la vida el misterio que hemos celebrado. Viene a ser como una misión
apostólica.

Nuestra respuesta es hermosa: Demos gracias a Dios.

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