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VICTIMA, VICTIMARIO Y HOMBRES DE HONOR.

Campesino.

Era un día lluvioso, con tantas cantidades de agua que parece como si Dios hubiese recompensado
los meses anteriores de sequía. ¡Gracias Dios! fue la primera palabra que se me vino a la mente
luego de ver tan furiosa tormenta llena de nutrientes para mi cosecha, cosecha que hace algunos
días había dado por perdida. Mi nombre es: Juan Alfonso, pero de cariño me llaman “poncho” soy
agricultor y ganadero en una pequeña vereda del municipio de San juan del Cesar (guajira). Como
es de costumbre voy a llevar a mis hijos al colegio. Muy puntual, a más tardar 6:30 a.m. dos horas
antes de ir a llevar a los niños al colegio, despierto de mi cama y me levanto a tomar una taza de
café para iniciar mi día, para después comenzar con el ordeño de las vacas, por cierto, me encanta
madrugar, soy de esas personas que creen que levantarse temprano traerá un día mucho más
próspero y como dice ese antiguo refrán: “el que madruga Dios lo ayuda”.

Contare una pequeña historia que tal vez cuando la termine, empatizarán mas a su alrededor y se
darán cuenta que no todo es color de rosas. Un día común y corriente, me levante, como es de
costumbre siendo las 4:30 de la mañana, ordeñaba las 15 vaquitas de mi propiedad y que claro,
estas son mi sustento económico, una vez terminado el ordeño, me quite la ropa, me bañe y me
arregle para llevar a mis hijos al colegio, mientras iba camino al colegio no dejaba de dar vueltas en
mi mente los recibos de las facturas domiciliarias ya que había tenido unas malas cosechas
anteriormente donde invertí parte mi dinero y por cosas del destino perdí todo lo invertido. Lo que
no sabia es que el destino estaba a punto de darme la vuelta, pero no para cambiar mi racha de mala
suerte sino para empeorarla, si, así como han escuchado, empeorarla.

Cuando regresaba a mi finquita, vi la trilla de unos carros que sin autorización entraron
arbitrariamente a esta, acelere mi camioneta y llegue lo más rápido posible pero antes de llegar a mi
finca me sorprendieron 6 hombres fuertemente armados, todos con pasamontañas, cubriéndole el
rostro y vestidos de un color muy peculiar, como si pertenecieran al ejercito nacional, pero
claramente no era así, estos me pidieron que bajara de mi camioneta mientras me apuntaban con un
fusil.

- ¡Quieto, manos al piso y arre cuéstese!

Estos me ataron, me pusieron una bolsa en la cabeza y me montaron en mi camioneta

- ¡vaya suerte la mía!

Guerrillero.
- ¡vamos a impartir nuestras ideologías, sea por las buenas o por las malas!

La orden era clara y concisa, lo único que gobernaba en mi mente era esas últimas palabras que
había resaltado mi comando. Soy un soldado raso revolucionario, fiel creyente de las ideologías
de mis altos mandos, creo que Colombia necesita un cambio y ese cambio tan radical va en la
forma de ejercer los políticos corruptos su voluntad, desde niño pertenezco a las fuerzas
armadas revolucionarias de Colombia FARC, placer que no cualquiera podría entender.
Básicamente nosotros -hacemos lo que se nos venga en gana-

Como es de costumbre nos trasladábamos por la selva buscando refugio y nuevos horizontes
donde podamos ejercer nuestra ley, haciéndole ver al gobierno que no jugamos y hablamos
enserio. Suena mi teléfono, era la llamada estaba esperando todo el día, efectivamente me
habían dado luz verde para aplicar una orden que seria vital para nuestro movimiento. Tal orden
era de reunir a todos los campesinos en un diámetro de 5 kilómetros a la redonda, con el fin de
lucrarnos y generar caos y pavor en las personas que habitaban los municipios aledaños

La primera victima se aproximaba a gran velocidad en una camioneta de platón, todos


recubrimos nuestros rostros, nos camuflamos con el triste color de la naturaleza y esperamos
cierta distancia para atacarlo.

- ¡Quieto, manos al piso y arre cuéstese!

Fueron mis palabras al expropiar al sujeto de su camioneta, para mi era una gran satisfacción
recoger a toda esta gente, ya que, entre más gente, mas dinero. Además, el gremio agricultor y
ganadero son las personas mas solidarias con esta causa, pero ante todo las más vulnerables
ante ataques, ya que se exponen a estar en un lugar remoto donde grupos como nosotros
podemos acceder fácilmente, como dicen un famoso dicho: “papaya puesta papaya partida”.

A veces trato de ponerme en los zapatos de estas personas, pero solo digo y pienso en mi mente:
¡vaia suerte la de estos individuos!

Soldado.

El viaje no fue para nada placentero. Fue de duro entrenamiento. Después de pocos días en el
batallón nos llevaron de inmediato a los campos donde se combatía. Como siempre, me preguntaba
antes de ir a cada batalla ¿será que podre volver a ver mi familia? Esta es la pregunta que cada
soldado nos hacemos antes de ir a la guerra.
Estábamos siendo atacados por el frente 54 de las FARC, guerra que aparentemente tenía un
desequilibrio de hombres, en donde la desventaja corría por nuestra parte, me encontraba un poco
desconcertado, y en mi gallardía por dar de baja a estos rebeldes, hacia lo que tenía que hacer.
Pienso que esas personas le han hecho mucho daño al país y es hora de hacer justicia. Aquí afuera
en la guerra la vida no vale nada, simplemente es un solo vaivén donde nos sabes si serás carne
fresca para el depredador.

De repente una fuerte detonación hizo que palpitaran mis oídos. Uno de los nuestros queda
destrozado y uno de los brazos es arrancado por la articulación del hombro. Del cráneo sale un
líquido blanquecino como gachas. Ya no grita, solo balbucea, se le ve el blanco de los ojos. Las
manos comienzan a sacudirse extrañamente, sangre, orina y saliva se escapan de su cuerpo. Es uno
de los caídos y tiene una muerte desgraciada, miserable y solitaria. Mis ojos al ver tal acto de
crueldad se entrecerraron y con una sola mano tome mi rifle disparando a discreción.

Aturdido por el impacto de la bomba, logre escabullirme lentamente girando mi cuerpo unos 360
grados hasta que me golpee con algo muy peculiar, no quería ver lo que obstruía mi paso, pero en
mi afán de salir del fuego cruzado abrí los ojos y me sorprendió la cara de un colega, quien también
habría perdido la vida en campo, junto a él ,habían decenas de cuerpos de soldados que convivían
su día a día conmigo y que por culpa de una mala jugada los habían emboscado. Esto no retuvo mi
lucha por salir ileso del lugar, entonces literalmente, camine sobre los cuerpos de mis compañeros y
unte un poco de su sangre sobre mí, esto con el fin de parecer uno más que ellos, camuflarme y
esperar a que llegaran los refuerzos a “salvarme”. Solo corría por mi mente una sola frase.

- ¿Cuándo va a pasar todo esto?

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