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Comentario al tema del Lavatorio de los pies, de Benedicto XVI

Me parece en extremo profunda la reflexión del papa, cuando nos habla en “la hora de
Jesús” del gesto de Jesús de ponerse a lavar los pies de los discípulos, como una acción de
esclavos y nos explica que Jesús al hacerse hombre se rebajó de su condición anterior, se
arrodilla, se humilla para elevarnos a nosotros, tomando un cuerpo humano y así nos ha
levantado mejorando nuestra condición, redimido nuestra propia humanidad y todo lo hizo
por obediencia al Padre. Manifiesta estar profundamente enamorado de nosotros.
Entonces podemos ver que la Palabra de Dios es la que transforma nuestro pensamiento,
nuestra voluntad y limpia nuestros ojos para que veamos con el corazón. Este es el sentido
de la “Oración sacerdotal” santifícalos en la verdad, tu palabra es la verdad. Yo agregaría
de mi propia experiencia que la Palabra de Dios es en sí misma sanadora, abre nuestros ojos
para ver nuestras heridas que nos llevan a cometer algunos pecados y nos da luz para
entender que solo con la gracia de Dios podemos sanar y a suplicar por los méritos de
Cristo el ser liberados para amar.
También me parece muy acertada la explicación que nos da el papa, de que el paso de Jesús
de este mundo al Padre, es obra de la completa entrega de amor que realiza Jesús, una
entrega total hasta dar la vida, que quiere decir darlo todo. A partir de esta explicación del
papa he entendido que lo que logrará la transformación y resurrección de cada uno de
nosotros, es que nos convirtamos en otros Cristos, que quiere decir que amemos y
entreguemos nuestra vida como Jesús y así el Padre verá en nosotros a su hijo Jesús e igual
que a Jesucristo nos resucitará. Comprendo que Jesús se sentía seguro del amor del Padre y
quería llevarnos a Dios con él, entregando su vida por salvarnos, aunque tuviera que
rebajarse hasta tomar una carne como la nuestra, padecer y morir.
Y entiendo que al igual que Jesús, nosotros también lograremos pasar de este mundo a los
brazos del Padre si amamos y entregamos nuestra vida como lo hizo Jesús, solo que
nosotros no podemos hacerlo por nosotros solos, sino que necesitamos la ayuda de Dios.
Esta ayuda nos la da Dios Padre a través de su hijo Jesucristo, como lo hace: por obra de su
Espíritu Jesús, después de su pasión y resurrección nos envía el Espíritu Santo que es el
amor y obra en nosotros para que realicemos las obras de caridad, que transforman nuestra
vida. Este Espíritu es la nueva ley. Nosotros nos disponemos para secundar la acción del
Espíritu.
El misterio del traidor. Judas con sus malas acciones ha dado lugar a que sus pasiones y
también el demonio tenga un cierto dominio sobre él, y aunque se quiso arrepentir de haber
traicionado a Jesús y haberle vendido, no tuvo un verdadero arrepentimiento porque no
confió en el Perdón. Ahora vemos también el caso del apóstol Pedro, que negó a Jesús, pero
si tuvo un verdadero arrepentimiento. La enseñanza que podemos tomar de Judas y de
Pedro, es no confiar en nuestras propias fuerzas, sino en el poder de Dios y a no esperar que
nuestra vida y acciones sean reconocidas por los demás, sino entender que el verdadero
discípulo de Jesús debe seguirle tomando la cruz con Cristo, buscar y dar su vida por la
salvación de los demás. Para esto he entendido que lo que ayuda mucho es que Jesús sea
para nosotros una persona viva, cultivando una relación de amistad con él; solo así, si el
llena nuestra vida y corazón, lograremos desprendernos de nosotros mismos, y de los
deseos normales de ser reconocidos, de sentirnos triunfadores y demás. Y solo así
pegándonos a Jesucristo, rogándole nos conceda ser liberados de nuestro egoísmo
podremos amar como Él, padecer con Él y ser resucitados junto con Él.

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