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Augé, M. y Collyn, J.-P. ¿Qué es la antropología?

Palabras preliminares

El siguiente texto de los antropólogos Marc Augé y Jean-Paul Collyn es una


introducción a la antropología en tanto disciplina científica. Esta disciplina nació, junto
con otras ciencias sociales como la sociología y la psiquiatría, en el siglo XIX, en el
contexto de la consolidación del capitalismo en Europa y su inmediata expansión
colonial. Esto último supuso la conquista, gobierno y explotación de todo el mundo
no-europeo, ubicando a Occidente como el centro y la posición absolutamente
dominante. Respecto al siglo XIX, comenta el pensador palestino-estadunidense,
Edward Said:

“Este siglo presenció «el apogeo de Occidente»: el poder occidental permitió a


los centros imperiales metropolitanos adquirir y acumular territorios y sujetos
en una escala verdaderamente asombrosa. Hay que considerar que en 1800 los
poderes occidentales afirmaban poseer el 55 por ciento -aunque en realidad
controlaban aproximadamente el 35 por ciento- de la superficie de la tierra,
mientras que en 1878 la proporción era del 67 por ciento, con un tasa de
crecimiento de 83.000 millas cuadradas por año. Hacia 1914, esa tasa anual
había crecido hasta la impresionante cantidad de 240.000 millas cuadradas, y
Europa poseía una cantidad total de casi el 85 por ciento de la tierra en forma
de colonias, protectorados, dependencias, dominios y «commonwealths».”
(Said, 2004, p. 41)

La antropología nace en este contexto de dominio y expansión. En primer lugar, esto


quiere decir que, como toda disciplina científica, se encuentra condicionada por su
presente, es decir, no puede escapar al sesgo que el contexto le imprime. Lo que no
quiere decir, por otra parte, que sus conocimiento por ello sean “falsos” o “erróneos”,
en todo caso, diremos que están «condicionados» y «sesgados».
El colonialismo es, de esta forma, la “tierra” donde “crece” esta nueva disciplina. A ella
le tomará mucho tiempo -habrá que esperar hasta mediados del siglo XX para ello-
desprenderse de esa complicidad con la intolerancia que caracterizó a Europa. Según el
antropólogo francés, Balandier, la situación colonial se define por una

“dominación impuesta por una minoría extranjera, racial y culturalmente


diferente, en nombre de una superioridad racial (o étnica) y cultural
dogmáticamente afirmada, a una mayoría autóctona materialmente inferior; la
puesta en contacto de civilizaciones heterogéneas; una civilización de tipo
maquinista, con poderosa economía, de ritmo rápido y de origen cristiano
imponiéndose a civilizaciones carentes de técnicas complejas, con economía
retardada, de ritmo lento y radicalmente no-cristianas; el carácter antagónico de
las relaciones entre ambas sociedades, explicable por el papel de instrumento al
que se condena a la sociedad dominada; necesidad, para mantener el dominio,
de recurrir no sólo a la "fuerza” sino también a un conjunto de pseudo
justificaciones y comportamientos estereotipados, etc.” (El concepto de situación
colonial, 1970, p. 47-48)

Además, una empresa colonial estaba definida por tres aspectos: 1- el material, que
consistía en la explotación y extracción de los recursos materiales, el control de la tierra
y la integración de los pueblos a la economía capitalista desde una posición de
sometimiento; 2- el político-administrativo, que implicaba el gobierno de esos pueblos,
el control de las autoridades, la imposición de nuevos sistemas jurídicos; 3- el
ideológico, que suponía un cambio en los sistemas de creencias, valores e ideas (por
ejemplo, con la evangelización o la introducción de valores burgueses).

Ante este panorama surge la antropología como el estudio de ese «otro exterior» que
habitaba las colonias. De esta forma, voluntaria o involuntariamente, se convirtió en un
instrumento para el conocimiento, control y transformación de los «otros culturales».
La característica más notoria de esta primera etapa de la disciplina fue su mirada
eurocéntrica, es decir, el modo de evaluar a la diferencia cultural a partir de la posición
europea tomada como medida universal.

Lo propio de este enfoque es comprender y valorar a la diferencia en tanto «falta». Si


Europa se ponía a sí misma como la civilización «mayor de edad» y «plena», las
culturas no europeas, esto es, diferentes, eran vistas entonces como «menores de
edad» y en «falta»: les faltaba racionalidad, progreso, desarrollo tecnológico, etc.

La antropología, sin embargo, estudiando la enorme diversidad cultural, no dejaba de


producir conocimiento sobre el ser humano en tanto animal cultural: de a poco se
empezaban a comprender los distintos sistemas de parentesco, las religiones y sus
complejos ritos, los saberes no occidentales que habían tenido enorme relevancia para
esos pueblos. A través del estudio del otro, la antropología se adentraba, cada vez más,
en el fenómeno humano.

Cuando en el siglo XX los pueblos alcanzaron su independencia, el mundo entró en su


etapa «post-colonial». Progresivamente, «el otro cultural» iba perdiendo su extrañeza y
su capacidad de inquietar al observador europeo, y la antropología pasó, al menos, por
dos grandes cambios: en primer lugar, se centró en los «otros internos», minorías o
colectivos que representaban todavía algún grado de alteridad respecto a las
identidades dominantes del mundo: comunidades indígenas viviendo en los nuevos
Estados-Nación, inmigrantes fuertemente racializados, pobres que perpetúan prácticas
y costumbres rechazadas por las clases dominantes, minorías sexuales que finalmente
logran afirmar sus identidades disidentes, etc.; y, en segundo lugar, surgió una
antropología que incorporaba a su perspectiva los saberes y puntos de vistas de los
pueblos no-europeos, recreando la disciplina y descentrándola de su eurocentrismo. La
antropología empezó a revisar sus supuestos eurocéntricos y a abandonar la
perspectiva que “sellaba” la «diferencia» a la «falta».

Bibliografía mencionada.
Balandier G.(1970) El concepto de situación colonial,Madrid. Ed.José de Pineda Ibarra.
Said E.(2004) Cultura e imperialismo. Bs. As.Anagrama.

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