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UNIVERSIDAD POPULAR AUTÓNOMA DE VERACRUZ

LICENCIATURA EN CRIMINOLOGÍA Y CRIMINALÍSTICA


SEDE PEROTE
ASIGNATURA PSICOLOGÍA CRIMINAL l

La teoría psicoanalítica contribuyó a tender un puente entre psiquiatría y psicología,


merced a su sofisticado entramado teórico que, a partir de su visión del crimen como
comportamiento funcional y simbólico reflejo de hondos conflictos psíquicos de
desequilibrios de la personalidad, es capaz de explicar el comportamiento delictivo en
términos parecidos a las enfermedades mentales. Sus postulados más importantes
desde el punto de vista criminológico son los siguientes:

● El pansexualismo o concesión de importancia capital al instinto sexual como


auténtico motor del comportamiento humano.

● Conflicto mental-represión (neurosis) y delito como respuesta simbólica o


comportamiento sustitutivo: el conflicto mental que surge entre la líbido del
individuo y los requerimientos a los convencionalismos morales sociales, reprime
en el inconsciente impulsos y complejos del individuo, que tratan de aflorar al
mundo consciente de modo que todos los actos (incluidos los delictivos) son
respuestas sustitutivas o comportamientos simbólicos que directa o
indirectamente expresan la realidad del inconsciente, las ideas, tendencias y
sentimientos reprimidos.

● El complejo de Edipo. La no superación de éste genera un complejo de


culpabilidad cuyo componente autopunitivo explica la comisión de muchos
delitos. El individuo delinque para ser castigado y aliviar el complejo de
culpabilidad que le atormenta, Así, éste no subsigue al crimen, sino que le
precede y motiva.

● La importancia atribuida también al inconsciente dentro de su famosa “división


topográfica del psiquismo” (preconsciente, consciente e inconsciente) que
sustenta la tesis criminológica de que todo delito tiene alguna motivación
profunda, oculta para el propio autor, inconsciente; y que permite resolver el
problema de los crímenes absurdos, sin motivo e irracionales.

Freud intentará explicar el crimen situando en su epicentro al neurótico, que emplea la


agresión y el robo como medio para expresar una angustia traumática inconsciente
dominada por un super-yo irreductible. La teoría psicoanalítica de la delincuencia
resalta asimismo la relación paterno-filial como origen de los conflictos que llevan al
crimen, a causa de las disfunciones que una mala socialización provocan entre los
diferentes sistemas psicológicos, dando lugar así a distintos tipos de delincuentes,
como son:

● El delincuente neurótico, que opta por el delito como salida a un conflicto


psíquico que tiene lugar entre las tendencias sociales y antisociales de su
personalidad.

● El delincuente normal se identifica con modelos criminales por motivos


sociales, pedagógicos, educacionales.

● El delincuente enfermo padece un condicionamiento orgánico, patológico.

Resulta también interesante mencionar otros postulados del sector de la doctrina


psicoanalítica que atribuyen el crimen a distintas causas:

● Al resultado de deseos frustrados y de privaciones causantes de una profunda


insatisfacción en el niño.
● Como resultado de la experiencia infantil de separación de la madre.
● Como resultado de un mecanismo compensatorio del complejo de inferioridad.

A pesar de sus muchas críticas y defectos, el psicoanálisis aporta una idea muy
interesante: que la psicología permite al profesional conocer las manifestaciones
antisociales como resultado de la interacción de fuerzas psíquicas, para descubrir los
motivos inconscientes de tales conductas y encontrar modos de redirigir la conducta
delictiva hacia la conformidad social.

Es llegado a este punto cuando la Psicología, entendida como ciencia que estudia el
comportamiento humano, cobra verdadero valor como instrumento útil para analizar el
comportamiento criminal buscando explicar el proceso de adquisición de ciertos
modelos o patrones de conducta. Ya en nuestro siglo, y tras un paréntesis en el cual las
concepciones psiquiátricas de la conducta y el hecho delictivo tienen su mayor auge,
Criminología y Psicología se unen en el estudio del enigma criminal, surgiendo una
corriente criminológica denominada “orientación psicológica” que toma identidad propia
dando lugar a diversas explicaciones del comportamiento criminal, basadas en
diferentes modelos, principalmente los siguientes:

Biológico-conductuales: Se trata de un conjunto de construcciones teóricas que


explican no cómo se aprende el comportamiento criminal, sino por qué ciertas personas
(los delincuentes) fracasan en la inhibición eficaz de las conductas socialmente
prohibidas cuando el resto de los ciudadanos han aprendido a evitarlas.
Destacaremos únicamente la surgida a mediados del siglo XX, cuando renace la
psicología criminológica científica de la mano de Hans Eysenck y su teoría de la
personalidad delincuente, fundamentada en el hecho de que las personas pueden ser
condicionadas en diferentes grados. Aquellas que presentan peor condicionabilidad
aprenden más lentamente a inhibir su comportamiento antisocial y por tanto tienen
mayores posibilidades de cometer delitos. Considera importantes tres dimensiones
psicológicas en la personalidad que influyen en la condicionabilidad: una baja
activación cortical manifestada a través de la extraversión (caracterizada por
impulsividad, actividad y amor por el riesgo), el neuroticismo (reflejado en una gran
inquietud y desajuste emocional), y el psicoticismo (que se corresponde con el
concepto actual de psicopatía caracterizado por acciones crueles, insensibilidad social,
falta de emociones auténticas, búsqueda de emociones y peligros y desprecio hacia los
demás).

Para Eysenck, estas tres dimensiones tienen una importante base biológica de carácter
hereditario, y en consecuencia, la mejor manera de intervenir sobre las personas para
prevenir su conducta antisocial o agresiva en general, es actuar sobre el medio
ambiente, dotando a este tipo de personas de habilidades inhibitorias de su conducta
mediante procesos intensivos de entrenamiento.

Socioconductuales o de aprendizaje social: Intentan explicar cómo se aprende el


comportamiento criminal insistiendo en la importancia de la observación y la imitación
de modelos. Estas teorías dan gran importancia al mecanismo del aprendizaje vicario.

Su premisa es que la adquisición de pautas y modelos criminales se lleva a cabo a


través de un proceso de aprendizaje evolutivo que descansa en la observación y la
imitación del comportamiento criminal de otros (aprendizaje vicario, observacional
o proceso de modelado). Este modelo es frecuentemente utilizado para explicar el
crimen violento, que sería aprendido por el individuo y representa una respuesta normal
a las situaciones y experiencias vitales del mismo. Se aprende a ser violento durante la
interacción con los demás a lo largo de la vida, cobrando decisiva importancia el
impacto de ciertos ejemplos observados durante la niñez de personas especialmente
significativas. Para este modelo explicativo del crimen, cuyo máximo representante es
Bandura, son dos los mecanismos por los que se llega al mismo: la experiencia
directa y la observación, aunque no niega la importancia de factores biológicos en el
proceso por su afectación al desarrollo físico y por ende a las potencialidades de la
conducta.

Otro teórico, Feldman, afirma en su teoría del aprendizaje que se puede aprender a
delinquir (por el efecto directo del refuerzo diferencial, modelamiento social e
inducciones situacionales) y a no delinquir (gracias a la socialización temprana, cuyo
poder restrictivo es mantenido por consecuencias positivas derivadas del cumplimiento
de las normas, y por refuerzos negativos que proceden de su ruptura). Feldman integra
en el proceso de aprendizaje factores genéticos, situacionales y conductuales.

También en los años sesenta del pasado siglo surge la llamada teoría de la
asociación diferencial y el refuerzo, importante aportación del conductismo
inicialmente desarrollada por Sutherland y perfeccionada por Akers, quien a través de
las proposiciones de aquel llega a estas conclusiones: que la parte principal del
aprendizaje de la conducta delictiva ocurre en aquellos grupos que contienen la mayor
fuente de refuerzos para el individuo, y que la conducta delictiva es una función de las
normas que son discriminatorias para la conducta delictiva, cuyo aprendizaje se lleva a
cabo cuando tal conducta es reforzada más intensamente que la conducta no delictiva.

Factorialistas de rasgos o variables de la personalidad: Abandonada la hipótesis de


la “personalidad criminal”, este modelo trata de identificar rasgos de la personalidad
relacionados con el comportamiento criminal dotados de poder predictivo, valiéndose
para ello de la psicometría.

Teoría del desarrollo moral y del proceso cognitivo: Atribuyen el comportamiento


criminal a determinados procesos cognitivos, tales como la propia percepción del
mundo, el propio contexto subjetivo del delincuente, su grado de desarrollo y evolución
moral, sus valores y normas, y otros.

Para este modelo, el comportamiento humano es mucho más complejo, pues el


hombre no es una máquina de reflejos y hábitos, ni su conducta puede explicarse sin
más como una concatenación de estímulos y respuestas. Otorga gran importancia a los
procesos cognitivos (la propia percepción del mundo, de los propios valores y
normas, el desarrollo moral, etc.) como determinantes internos de la conducta.

De este modo, explica que los sujetos que obedecen la ley sólo para evitar el castigo o
que piensan exclusivamente en sus propios intereses (razonamiento moral de bajo
nivel) son más proclives al delito que aquellos otros que ven en la ley un instrumento
positivo para toda la sociedad y que simpatizan con los derechos de los demás.

Sugiere, entre otras, ideas tales como que:

● Los delincuentes más peligrosos participan de una “orientación moral” distinta a


la de los ciudadanos respetuosos de las leyes, menos evolucionada.
● El origen o explicación última del comportamiento criminal reside en el anómalo
estancamiento o interrupción de dicho proceso evolutivo.
● La mejor terapia preventiva contra el delito es inmunizar al sujeto con un elevado
razonamiento moral.

Psicología criminológica multifactorial: Aporta una visión moderna e integradora en


la que la delincuencia atiende a la relación entre las funciones biológicas y las
facultades cognitivas por un lado, y éstas y el medio, por otro lado. Así, debe buscarse
el nexo de unión entre las funciones mentales y la interacción entre la persona y su
medio.

A partir de los años cincuenta, la investigación empírica acerca de la etiología del


comportamiento criminal cobra un gran impulso, y se suceden los estudios y teorías de
todo tipo y orientación.

LA CRIMINOLOGÍA BIOSOCIAL

Hay varias perspectivas biológicas sobre el crimen y la delincuencia, entre las que
destacan principalmente tres, la evolucionista, la genética del comportamiento y la
psicología neurofisiológica.

En la psicología evolucionista, se parte del supuesto de que las conductas criminales


perviven en la actualidad porque en sus ambientes evolutivos eran conductas que
favorecen la adaptación, es decir, la supervivencia y reproducción genética de los
organismos que las manifiestan.

La genética conductual formula interesantes cuestiones, tales como la existencia de


una base hereditaria de la delincuencia (hipótesis sustentada en los resultados de
estudios de adopción y gemelos que concluyen con una prueba sustancial que apoya el
papel de los factores genéticos en la etiología de la conducta antisocial), pero no del
crimen violento (la revisión de los estudios realizados ha mostrado que el peso de la
herencia se ha demostrado para los delitos contra la propiedad y no para los delitos
violentos, tal como intuitivamente podría parecer), y la interacción entre herencia y
ambiente, postura actualmente dominante.

La neurobiología (entendida como el estudio del cerebro y las respuestas del sistema
nervioso autónomo) se encuentra, gracias a los avances tecnológicos, en el centro de
la investigación psicológica criminológica actual, y ha proporcionado interesantes
hallazgos que sugieren la existencia de un funcionamiento anómalo de la zona
prefrontal del lóbulo frontal, que es la responsable del comportamiento ejecutivo, que
incluye integración de información, toma de decisiones y puesta en práctica de las
conductas. Pero además de esta función ejecutiva que guía, coordina y mantiene el
comportamiento flexible para amoldarse a las circunstancias, también es muy relevante
para la vida emocional de la persona los sentimientos que acompañan nuestras
experiencias y conductas, imprescindibles para que éstas adquieran su significado.

Siguiendo esta línea de investigación, destaca el estudio de la variable de personalidad


conocida como “búsqueda de sensaciones” que señala una tendencia a actuar,
entendida como una estrategia de respuesta que cuenta con una estructura de
activación corporal que es fácilmente puesta en acción en determinadas situaciones.
Es decir, que el individuo tenderá a elegir actos que suponen riesgo y novedad cuando,
en su vivencia de una situación, se sienta aburrido o frustrado. En estos casos su
cerebro dará las órdenes precisas, mediante los neurotransmisores y el sistema
hormonal, para que ciertas conductas se desinhiban (como la agresión) y otras queden
inhibidas (la huida o el control).

La inhibición/desinhibición son procesos fisiológicos que responden, por consiguiente, a


procesos de activación antagónicos de ciertas áreas cerebrales. Puede concluirse que
lo que se hereda no es ningún “gen del crimen” sino tendencias a interpretar el mundo
y estrategias preferidas de actuar en él. Algunas de estas estrategias son contrarias a
la ética y las leyes de una sociedad, y a eso le llamamos delincuencia.

LA TEORÍA DEL CONTROL SOCIAL/AUTOCONTROL

El concepto clave en esta teoría desarrollada por el sociólogo Hirschi, es el autocontrol,


puesto que su ausencia es causa suficiente y necesaria de la criminalidad, siempre y
cuando exista la oportunidad (la posibilidad física, las condiciones materiales) para que
el delito pueda realizarse. El autocontrol se entiende como el grado en el que las
personas son vulnerables ante las tentaciones del momento. Si el ser humano busca la
gratificación de sus intereses egoístas, la falta de autocontrol no es lo que le motiva a
delinquir, sino lo que permite una transgresión que está motivada por la propia
naturaleza humana. Para los teóricos del autocontrol, las personas que se convierten
en delincuentes tienen un perfil específico, caracterizado por impulsividad, baja
activación nerviosa, impaciencia, egocentrismo e insensibilidad.

El autocontrol se origina por la educación de los padres: cuando éstos actúan con
negligencia (falta de apego y supervisión, métodos de crianza deficientes) sus hijos no
aprenderán a inhibir sus deseos egocéntricos y se comportarán de modo abusivo y
antisocial. Es el aprendizaje del autocontrol lo que inhibe el deseo egoísta de imponer
nuestros deseos por encima de la necesidad ajena y de las leyes.
Como vemos, en este constructo psicológico todo el peso case sobre las prácticas
educativas de los padres, algo injusto sabiendo que existe una correlación
gen/ambiente que también influye.

LA CRIMINOLOGÍA DEL DESARROLLO

Alude al estudio de las carreras delictivas ya mencionado, y de las relaciones entre los
eventos de la vida y las conductas delictivas (“teorías del curso de la vida”).

Dentro de esta corriente, destaca la teoría del desarrollo de Moffitt, según la cual la
delincuencia tiene múltiples raíces, incluyendo condiciones biológicas, padres
deficientes en la crianza y educación de los hijos, fracaso escolar, etc. Las
personas están influidas por diferentes factores a medida que maduran. Por
consiguiente, un factor que puede ser muy relevante en una etapa de la vida (como el
grupo de amigos en la adolescencia) puede quedar en un segundo plano cuando se
llega a la edad adulta y se adquieren responsabilidades familiares. Y en la medida en
que tales factores cambian con el tiempo, también lo hace la implicación de un sujeto
en el delito. Si las relaciones sociales se modifican debido a las transiciones y cambios
que realizan los individuos, la conducta se ve claramente influida, y así es como la
delincuencia puede alterarse: desde iniciarse hasta agotarse o interrumpirse, o bien
hacerse más intensa, rápida o esporádica, etc.

Resulta interesante desde el punto de pista policial detenerse en algunas de las


conclusiones de esta investigadora, que aborda la delincuencia juvenil distinguiendo
dos patrones de desarrollo: la mayoría de los chicos que delinquen (alrededor del 65%
según los estudios de autoinforme) lo hacen al comienzo de la adolescencia, y luego la
delincuencia disminuye hasta finalizar con el término de ésta. Pero un pequeño grupo
combina disfunciones neurológicas graves con muchos problemas familiares. Las
disfunciones pueden provenir del abuso de drogas de la madre, de lesiones cerebrales
por un parto difícil o por una mala nutrición; pero en todo caso son las responsables del
inicio temprano de su conducta antisocial.

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