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EUROPAR BATASUNEKO ZUZENBIDEA I.

PRINTZIPIOAK. TESTUAK

1º) Sentencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas de 5 de febrero


de 1963, asunto Van Gend & Loos, 26/62:

«que, por esas razones, ha de llegarse a la conclusión de que la Comunidad


constituye un nuevo ordenamiento jurídico de Derecho internacional, a favor del cual los
Estados miembros han limitado su soberanía, si bien en un ámbito restringido, y cuyos
sujetos son, no sólo los Estados miembros, sino también sus nacionales;
que, en consecuencia, el Derecho comunitario, autónomo respecto a la legislación
de los Estados miembros, al igual que crea obligaciones a cargo de los particulares, está
también destinado a generar derechos que se incorporan a su patrimonio jurídico;
que esos derechos nacen, no sólo cuando el Tratado los atribuye de un modo
explícito, sino también en razón de obligaciones que el Tratado impone de manera
perfectamente definida tanto a los particulares como a los Estados miembros y a las
Instituciones comunitarias».

2º) Sentencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas de 15 de julio


de 1964, asunto Flaminio Costa, 6/64:

«Considerando que del conjunto de estos elementos se desprende que al Derecho


creado por el Tratado, nacido de un fuente autónoma, no se puede oponer, en razón de
su específica naturaleza original, una norma interna, cualquiera que sea ésta, ante los
órganos jurisdiccionales, sin que al mismo tiempo aquél pierda su carácter comunitario y
se ponga en tela de juicio la base jurídica misma de la Comunidad;
que la transferencia realizada por los Estados, de su ordenamiento jurídico interno
en favor del comunitario, de los derechos y obligaciones correspondientes a las
disposiciones del Tratado, entraña por tanto una limitación definitiva de su soberanía,
contra la que no puede prevalecer un acto unilateral ulterior incompatible con el concepto
de Comunidad».

3º) Dictamen del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas de 28 de marzo


de 1994, asunto CEDH:

«Así, en el ámbito de las relaciones internacionales de la Comunidad, que es el


que se examina en la presente solicitud de dictamen, es jurisprudencia reiterada que la
competencia de la Comunidad para contraer obligaciones internacionales puede resultar
no sólo de disposiciones explícitas del Tratado, sino que también puede derivarse de
manera implícita de dichas disposiciones. El Tribunal de Justicia declaró, en particular,
que, siempre que el Derecho comunitario hubiera atribuido a las Instituciones de la
Comunidad competencias en el ámbito interno con el fin de alcanzar un objetivo
determinado, la Comunidad estaba facultada para contraer las obligaciones
internacionales necesarias para la consecución de este objetivo, aun cuando no existiera
una disposición al respecto (véase el Dictamen 2/91, de 19 de marzo de 1993).
Procede señalar que ninguna disposición del Tratado confiere a las Instituciones
comunitarias, con carácter general, la facultad de adoptar normas en materia de derechos
humanos o de celebrar convenios internacionales en este ámbito».

4º) Sentencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas de 13 de mayo


de 197, asunto Alemania v. Parlamento Europeo y Consejo, C-233/94:

«25. Por lo que se refiere a la obligación de motivar los actos establecida por el
artículo [253] de Tratado, procede recordar que dicha obligación impone que todos los
actos a que se refiere contengan una exposición de los motivos que han conducido a la
Institución a adoptarlos, de tal modo que el Tribunal de Justicia pueda ejercer su control y
que tanto los Estados miembros como los interesados conozcan las circunstancias en las
que las Instituciones comunitarias han aplicado el Tratado (véase, en particular, la
Sentencia de 17 de mayo de 1994, Francia/Comisión, C-41/93).
26. En el presente caso, procede señalar que, en el segundo considerando de la
Directiva el Parlamento y el Consejo estimaron que convenía “considerar la situación a
que podría dar lugar la indisponibilidad de los depósitos de una entidad de crédito con
sucursales en otros Estados miembros” y que era “imprescindible (asegurar) un nivel
mínimo armonizado de garantía de depósitos, independientemente del lugar de la
Comunidad en que estén éstos ubicados”. Estas consideraciones demuestran que el
legislador comunitario estimaba que, debido a la dimensión de la acción contemplada, el
objetivo de ésta podía lograrse mejor a nivel comunitario. El mismo razonamiento se
reitera en el tercer considerando, del que se deduce que la decisión sobre el sistema de
garantía competente en caso de insolvencia de una sucursal situada en un Estado
miembro que no sea el del domicilio social de la entidad de crédito produce efectos que
se sufren más allá de las fronteras de cada Estado miembro.
27. (...).
28. De estas consideraciones resulta que, en cualquier caso, el Parlamento y el
Consejo precisaron las razones por las que estimaban que su acción era conforme con el
principio de subsidiariedad y, por tanto, respetaron la obligación de motivar los actos, tal
como ésta se recoge en el artículo [253] del Tratado. A este respecto, no puede exigirse
una mención expresa de dicho principio».

5º) Sentencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas de 7 de febrero


de 1973, asunto Comisión v. Italia, 39/72:

«14. (...).
que, para lo demás, según ha declarado el Tribunal de Justicia (...), los
Reglamentos números 1975/69 y 2195/69 conferían a los agricultores el derecho al cobro
de la prima a partir del momento en que se reuniesen todos los requisitos previstos por
los reglamentos;
que, por consiguiente, el retraso de la República Italiana en cumplir las
obligaciones que para ella derivaban de la instauración del régimen de las primas por
animal sacrificado constituye por sí mismo un incumplimiento de las obligaciones que le
incumben;
(...);
(...), la Orden ministerial de 22 de marzo de 1972 prevé, en su artículo 1, que se
considerará que las disposiciones de los Reglamentos “están incorporadas en la presente
Orden ministerial”;
que sustancialmente esa misma Orden ministerial, al margen de algunas
disposiciones de aplicación de carácter nacional, se limita a reproducir las disposiciones
de los reglamentos comunitarios;
17. que, al utilizar semejante procedimiento, el Gobierno italiano ha creado un
equívoco, tanto en lo relativo a la naturaleza jurídica de las disposiciones aplicables como
al momento de su entrada en vigor;
(...);
que, por consiguiente, resultan contrarias al Tratado todas la modalidades de
ejecución que puedan tener como consecuencia obstaculizar el efecto directo de los
Reglamentos comunitarios y comprometer, de ese modo, su aplicación simultánea y
uniforme en el conjunto de la Comunidad».

6º) Sentencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas de 11 de


agosto de 1995, asunto Comisión v. Italia, C-433/93:

«24. (...). En efecto, del párrafo tercero del artículo [249] del Tratado resulta que la
ejecución de las Directivas comunitarias debe efectuarse mediante la adopción por los
Estados miembros de disposiciones de aplicación adecuadas. Sólo en circunstancias
concretas, en particular en el caso de que un Estado miembro haya dejado de adoptar
disposiciones de ejecución requeridas o adoptado disposiciones no conformes con una
Directiva, ha reconocido este Tribunal de Justicia a los justiciables el derecho de invocar
en un proceso una Directiva frente al Estado miembro que la hubiera incumplido. Al
derivar esta garantía mínima del carácter imperativo de la obligación impuesta a los
Estados miembros por el efecto de las Directivas en virtud del párrafo tercero del artículo
[249], no puede servir de justificación a un Estado miembro para eximirse de adoptar a su
debido tiempo disposiciones de ejecución adecuadas al objeto de cada Directiva (véase,
en particular, la Sentencia de 6 de mayo de 1980, Comisión /Bélgica, 102/79)».

7.º) Sentencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas de 14 de julio


de 1994, asunto Faccini Dori, C-91/92:

«22. Baste con señalar a este respecto que según se desprende de la citada
Sentencia Marshall, de 26 de febrero de 1986 (apartados 48 y 49), la jurisprudencia sobre
la invocabilidad de las directivas contra las entidades estatales se funda en el carácter
obligatorio que el artículo [249] reconoce a la Directiva, que sólo existe respecto a "todo
Estado miembro destinatario". Dicha jurisprudencia tiene por objeto evitar que "un Estado
pueda sacar ventaja de haber infringido el Derecho comunitario".
23. Sería inaceptable, en efecto, que el Estado al que el legislador comunitario
exige que adopte determinadas normas destinadas a regular sus relaciones —o las de los
organismos estatales— con los particulares y a conferir a éstos el beneficio de
determinados derechos, pudiera invocar el incumplimiento de sus obligaciones con objeto
de privar a los particulares del beneficio de dichos derechos. De ahí que el Tribunal de
Justicia haya reconocido la invocabilidad frente al Estado (o las entidades estatales) de
determinadas disposiciones de las Directivas sobre la celebración de contratos públicos
(véase la Sentencia de 22 de junio de 1989, Fratelli Costanzo, 103/88) y de las Directivas
sobre la armonización de los impuestos sobre el volumen de negocios (véase la sentencia
de 19 de enero de 1982, Becker, 8/81).
24. Ampliar dicha jurisprudencia al ámbito de las relaciones entre los particulares
equivaldría a reconocer a la Comunidad la facultad de establecer con efectos inmediatos
obligaciones a cargo de los particulares, cuando sólo tiene dicha competencia en aquellos
supuestos en que se le atribuye la facultad de adoptar Reglamentos.»

8.º) Parte dispositiva o fallo de la Sentencia del Tribunal de Justicia de las


Comunidades Europeas de 26 de septiembre de 1996, asunto Luciano Arcaro, C-168/95:

«1. El artículo 3 de la Directiva 76/464/CEE del Consejo, de 4 de mayo de 1976,


relativa a la contaminación causada por determinadas sustancias peligrosas vertidas en el
medio acuático de la Comunidad, debe interpretarse en el sentido de que supedita todo
vertido de cadmio, con independencia de la fecha de puesta en funcionamiento de la
instalación de la que proceda, a la expedición de una autorización previa.
2. A falta de una adaptación completa por parte de un Estado miembro, dentro del
plazo señalado, del Derecho interno a la Directiva 76/464, y por tanto a su artículo 3, y a
la Directiva 85/513/CEE del Consejo, de 26 de septiembre de 1983, relativa a los valores
y límites y a los objetivos de calidad para los vertidos de cadmio, una autoridad pública de
dicho Estado no puede invocar el referido artículo 3 frente a un particular.
3. El Derecho comunitario no contiene un mecanismo que permita al órgano
jurisdiccional nacional eliminar las disposiciones internas contrarias a una disposición de
una Directiva a la que no se haya adaptado el Derecho nacional, cuando esta última
disposición no puede ser invocada ante el órgano jurisdiccional nacional.»

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