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con el ledn, una de las ¢ habfan puesto como nombre Matias y er jante en estos lugares no es estrellas del zool6gico. La vida de un ele divertida. La raz6n por la cual la existencia elefantina carece de diversion es porque a menudo estos grandes animales son visitados por mucha gente que siempre dice lo mismo: —Mira, hijito, ese es el elefante, qué grande, mira qué trompa, mira qué orejas. Dale man. Y el nino saca de una bolsa un mani y otro mani y otro mant hasta extraer cincuenta manies y —como los elefantes son educados por naturaleza— siempre reciben lo que les dan. Hay dias en que ingresan quinientos nifios, y la mayorfa de ellos lleva manf y se lo da de a poquitos, y Mat que los nifios le ofrecen y lanzar ello al hocico, Termina por las noches con un dolor de trompa horrible, s tiene que recibir con la trompa miles de veces lo Hay chicos que en vez de mani llevan hojuelas de papa, de camote, caramelos y, algunos ca mnallitas, hasta chicles que previamente han masticado. También hay comentarios ofens ‘os de los muchachitos, que Matias tiene que soportar: —Tremendo animal y mira esos ojitos de rat6n. Alo que algunos padres aftaden: a varias toneladas y tiene un cerebrito ridiculo Pero no todo es feo, a decir verdad, EI dia que el zooldgico esté cerrado y llega su cuidador a darle un duchazo mas prolongado, a limpiarle la cabeza y ofrecerle algunos mimos, Matias es feliz. Le dan su dieta habitual y la de mani, Toda la jornada se echa a descansar, Un buen dia te dieron una gran sorpre: a nuestro querido elefante. Cerca de su corral s estacion6 el camién del zool6gico y, tras abrirse sus dos puertas vio a otro elefante, Era casi de su edad y se dejaba conducir de la trompa con gran docilidad. traser: —Hey, étti quien eres? le pregunté toscamente Matias al recién llegado. —En primer lugar, buenos di —respondi6 el otro paquidermo, muy serio y con la trompa doblada y pegada a la cabeza, como haciéndose el interesante. —éDé donde vienes? —Humm, veo que no tienes buenos modales —le volvié a recriminar el nuevo clefante—. Te responderé solo por cortesia y para calmar tu curiosidad. Matias pens6: “Qué elefante tan bien hablado, casi me hace sonrojar, debe ser un animal importado, aunque por la traza que tiene parece un ejemplar muy descuidado y maltratado” —Soy un elefante de circo, un profesional. —Profe... équé? —Olvidalo. Solo quiero decir que sé muchas cosas, entre ellas educadamente. ludar Matfas se dio cuenta de que se estaba comportando como un patén. —Buenos dias, amigo. Bienvenido. —Humm, eso est mejor. En realidad este era un paquidermo presumido. Ni bien llegé s parté a un rine6n, como alejandose de su compafiero, Matias, conservando algo de orgullo, no le hizo mas conversacién, lo que al parecer afecté después de unas horas al nuevo inquilino del zoolégico. Este empez6 a querer llar iar la atencién haciendo toda clase de suertes circens Se paré en dos patas, se echd y luego ensené las cuatro extremidades, movié la cola como si dirigiera una orquesta sinfénica y, por dltimo, se empez6 a balancear de modo muy ritmico: estaba bailando M fas pens6: “Qué sujeto tan gracioso, resultard divertido tenerlo de compaiiero, aunque hay que bajarle un poco los humos”’ Ya no fue de la misma idea cuando, durante el primer dia de apertura del zooldgico, el nuevo elefante, al que bautizaron como Zacarias, se robé el show. Entretuvo a grandes y chicos, y los hizo revolcarse de risa con sus payasad sto nadie se acercé a darle Ya nadie miraba a Matias, y por supue: mani. El colmo no solo fue que le dieron a Zacarias todos los ino que ademas ilo aplaudieron! alimentos que llevaban los nifios Zacarias flexionaba una pata delantera y bajaba la cabeza para saludar al generoso ptiblico. iEra insoportable! De més esta decir que Matias se olvidé de criticar a los nifios y al abominable mani; como nunca dese6 que le prestaran atencién, pero solo logré que alguien dijera: —Y ese elefantito, cestara enfermo? Pas6 mucho tiempo para que Matfas se recuperara del tremendo trauma de tener que compartir casa con una celebridad de circo. rias era un vanidoso terrible: i ¢ hartaba de los aplausos ni de los nifos ni de los manies. Y lo peor de todo era que Z nui Constantemente estaba innovando su repertorio de payasadas. i Como nunca habia gran cantidad de visitantes en el zool6gico, Un enorme gentio aplaudia las gracias de Zacarfas, Matias se acereé al ptiblico y empezé a llorar muy quedamente. —Miren, miren, este elefante esta llorando. Todos los ojos se posaron sobre la novedad. éCudndo se habia visto aun elefante llorar? Al constatar el efecto que surtieron sus timidas lagrimas, ni corto ni perezoso Matias lanz6 un sollozo desgarrador, como si hubiera muerto su abuelita. A estas alturas ya nadie prestaba atencién a Zacarfas, que se esforzaba cada vez mas por hacer maromas, hasta que en una de esas se cay6 pesadamente y no pudo levantarse una semana. Fue llevado al t6pico para elefantes e hipopétamos. hizo de todo un poco, divirtiendo a los visitantes. Al allorar con {al sentimiento que arrancaba l4grimas Durante este tiempo Matia final de cada s sidn se ponta a todo el mundo. recupers quiso volver a lo suyo, pero a los dos dias legs Cuando Zacari: o llev. Los duefios del circo ganaron el juicio nuevamente el camién al zoolégico y recuperaron a su estrella. Ambos elefantes se despidieron sin resentimiento. =— Desde entonces Matias hace sus gracias y Hora un 4 poquito, no mucho, porque lo cierto es que nunca ha sido * un elefante hipécrita y no tiene motivo para soltar muchas légrimas de verdad. f

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