Professional Documents
Culture Documents
2-Material Psicologia II Unidad 1 Clase 1
2-Material Psicologia II Unidad 1 Clase 1
Herder
Introducción
En las sociedades industriales, el niño nace, por lo general, en el seno de una
organización: maternidad, clínica u hospital. La vida entera del individuo se ve luego
jalonada por encuentros más o menos prolongados y más o menos felices con otras
organizaciones: grupos escolares – parvulario y enseñanza primaria -, instituto,
universidad, cuartel, administración, fábrica, oficina, sindicato, banco, seguridad
social, agencia de viajes, residencia de jubilados..., hasta el momento en que una
empresa de pompas fúnebres lo lleva al cementerio.
Cada uno de nosotros puede calcular el tiempo que pasa como miembro o usuario
de las organizaciones y medir así la amplitud del hecho organizativo en nuestra
civilización. Cuando procedemos a dicho inventario, surgen en nuestra memoria
lugares precisos – aulas, oficinas, talleres, etc- y en estos lugares, rostros,
conversaciones e incidentes. Dentro de la rígida implantación y asentamiento pleno
de la organización en el espacio, hallamos una vida social efervescente en que se
mezclan y se enfrentan las ideas, los sentimientos, los intereses y las aspiraciones
más contradictorias.
La organización, en la persona de sus responsables, se esfuerza por canalizar y
orientar esa efervescencia llena de imprevistos en el sentido de su objetivo central:
producir bienes o servicios. Para ello, se apoya en teorías que expresan distintas
concepciones ideológicas del hombre y de la organización; podemos clasificarlas
esquemáticamente según tres ejes:
1. Las teorías clásicas o racionalistas nacidas a fines del siglo XIX y principios del
XX, cuya expresión más conocida y completa es la organización científica del
trabajo (O.C.T.) de Taylor. Según este autor, todo problema de organización puede
encontrar una solución óptima; es el famoso principio del one best way.
Concretamente, en la organización, la solución óptima consiste:
a) en dividir a los trabajadores en dos clases, los que conciben dicha solución y los
que la ejecutan;
b) en parcelar las funciones lo más elementales posibles;
c) en racionalizar las tareas con estudios de tiempos y de movimientos;
d) en seleccionar a los trabajadores más aptos para ejecutarlas;
e) en formar rápidamente a los mismos de cara a una ejecución literal de las
consignas;
f) finalmente, en motivar a los trabajadores con primas o un salario según
rendimiento.
Para Taylor ésta era la ―única y mejor forma‖ de organizar el trabajo, puesto que,
según él, los trabajadores rebajaban deliberada el nivel de producción requerido por
la dirección. Esta forma de comportarse era lógica por parte de los trabajadores,
pero irracional para la dirección y sus representantes, como Taylor. Así pues, la
―dirección científica‖ se ―inició‖ con el propósito de sacarle a la capacidad de la
mano de obra, o a la mano de obra el potencial, una mayor producción. El modo de
intensificar el proceso de producción consistía en cambiar la organización del
trabajo. Taylor señalaba que los trabajadores controlaban el proceso de trabajo.
Por tal motivo se necesitó cambiar la estructura del trabajo; Taylor dice: “la dirección
debe asumir y desarrollar gran parte del trabajo que en la actualidad está
encomendado a los trabajadores; prácticamente cada uno de los actos de los
trabajadores debe estar precedido por uno o varios actos preparatorios de la
dirección”
La dirección científica defiende los puntos de vista de la dirección. No se preocupa
de las razones que favorecen el desarrollo de unas relaciones sociales de trabajo.
Su cometido es estructurar y dar forma a la mano de obra, de manera que se adecue
a las necesidades del capital. Como Braverman
(1974) señala, no se trata tanto de una ciencia de la dirección en el sentido que
normalmente se le da, sino de ―una ciencia de la dirección del trabajo de otros bajo
condiciones capitalistas‖
Para Braverman, son tres los principios capitales del Taylorismo:
―La disociación entre el proceso de producción y las capacidades de los
trabajadores...Se trata de no depender de la cualificación de los trabajadores, sino
totalmente de las pautas de la dirección‖
―la separación entre concepción y ejecución, más que los términos usuales de
separación entre trabajo manual y trabajo mental... el desarrollo de (la) ―ciencia de
la dirección‖ nunca debe estar en manos del trabajador, siempre en manos de la
dirección‖.
―Si el primer principio es el acopio y el desarrollo de conocimientos sobre el
proceso de producción, y el segundo es la concentración de dichos conocimientos
exclusivamente en manos de la dirección - y por oposición, la ausencia de dichos
conocimientos en los trabajadores - el tercer principio es consecuentemente: el
uso de este monopolio sobre el conocimiento para controlar cada una de las
etapas del proceso de producción y la forma en que éste se ejecuta”
El Taylorismo hoy
El Taylorismo no sólo tiene una importancia histórica, sino que sin él no se pueden
entender ni la forma en que en la actualidad está organizada la
industria ni sus razones. Sin embargo, los administradores del sector público
pretenden emular a sus homónimos de la industria privada, y los modelos de las
relaciones sociales de control del sector público básicamente se miran en el espejo
de las relaciones sociales de la producción capitalista que se dan en la industria
privada.
La vigencia de los principios del taylorismo es todavía muy fuerte y poderosa en la
administración de las organizaciones, tanto en el sector público como en el privado.
La fragmentación y la descualificación de los puestos de trabajo van en aumento no
sólo en la empresa privada sino en la administración pública y también en el sistema
educativo.
Las investigaciones de Davis (1972) ponen de manifiesto que la forma de
estructurar, organizar y dirigir la mayor parte de los miembros de muchas
organizaciones se decide todavía en base a los principios de la dirección científica.
Este autor, junto a otros, descubrieron que:
“En el diseño de los puestos de trabajo de la industria influye extraordinariamente el
criterio de reducir al mínimo el costo inmediato de producción. El indicador más
usual del nivel de éxito es la unidad mínima de tiempo de cada operación de trabajo.
Para los encargados de diseñar los puestos de trabajo es posible ajustarse a ese
criterio, mediante la adopción de los siguientes principios:
a) El contenido de los puestos de trabajo individuales se especifica de forma
que:
1) se logre una especialización
2) se reduzcan al mínimo las necesidades de cualificación
3) se reduzcan al mínimo el tiempo necesario para el aprendizaje o la formación de
los operarios
b) Las tareas individuales se combinan con los puestos de trabajo específicos, de
forma que:
1) la especialización, donde es posible, se consigue limitando el número de tareas
inherentes a un puesto de trabajo y limitando la variedad de las mismas que se
pueden dar dentro de él.
2) el contenido de un puesto de trabajo debe ser lo más repetitivo posible
3) se reduzca al mínimo el tiempo de formación
CONCLUSIÓN
Los esquemas de las relaciones humanas y sus manifestaciones más recientes
solamente actúan como un barniz superficial con el que se cubren las relaciones
sociales de producción.
Las estructuras de poder permanecen inalteradas y la participación y el
enriquecimiento se limitan a legitimar el reparto establecido del poder y el statu quo.
El dominio de la dirección sobre la toma de decisiones no se ve amenazada, ni se
cuestiona su derecho a la toma de decisiones de envergadura. Así pues, mediante
la combinación de operaciones fragmentadas en un proceso de producción
complejo, el capital logra no sólo la ventaja ideológica de poder presumir de haber
―ampliado‖ los puestos de trabajo, sino también un beneficio económico real, fruto
del incremento de los resultados que obtiene del potencial productivo de los
trabajadores.