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Este iro conforma un auténtico «ensayo por enttegas» dedicado ala Pee eee een ee Re Next, dedicado a la globalizacion, el autor afronta con inusual perspicacia eee ere tree eee) urguesa occidental, que, summida en una honda crisis de valores, se desintegra Pe Se ee coe ee ed eee eee ere eae Se eee eed ake ioc ee ee eee eee Cee Be ens CRU Nae ear Pree te eee sues barbaros), 6! autor se detiene en Google. un avance tecnolégico que, mas que ere a eres er oe ee ed et Renin ere ae ea ue aca busqueda de espectacularidad... En cambio, ol alma burguosa, tan bien representada por la obra de Ingres o Beethoven (pero tambien por las Pree ee sat te Cerin tao CP ee ee earn te cere Cee a er eat reece pee a oe ce este ee es Perr see ce en eg haber llegado desde ninguna lejana frontera, sino porque son una mutacion en fer terest Un ensayo que ne dejaré a nadie indiferente: nos obliga a cuestionarnos qué Pecan et teeter ete Pete ea eee Be ue pra er ee directamente a su pablico lector, sobresale en la dispositio, dispone de manera peer te on et ree ics ord Pee ee ee or Breet caret ot scrote Matted pee teers describiendo» (Mateo Belpolt, La Stampa). See ee ee eee ees Nee cee eco aes ee eee ee ewes Nee ere a ei ceed etd rou ee ener ec) Sere ee ese ay Pee oe te ae ee ee sostiene (le mutacion sociologica en acto en Occidente) es cierto de entrada, Poe ce es ice a ee eas Alessandro Baricco (Turin, 1958) es autor de las novelas Tienas de cristal, ‘Océano mar, Esta historia, Sin sangre, Seda y City, que se han publicado Perera ME et aca acme) Jn) ee ey SOADGADG SOT ODILIVE Alessandro Baricco Los barbaros Ensayo sobre la mutacion feces etc Thule el eicén origin ‘achat Fandango Libs Roa, £006 isi db oberon: ula View yEaio A Ica Nah eigen? ny Image lusracones des pgs 138 y 137 Inge, eae Big ([7R0-1857): Rete de Leia Bein ls Lunes © Faw Sel Flea, 1990 Ingres Jean guste Domingue (7801857): Reras de Manco Rie. Pass inne Ran Seal, Horeca, 1980 Primers iii: mare 2008 ‘Siena mye 2009 (© Dela auc, Xavier Gonztles Rove, 2008 © Alesano Bacco, 2006 (© PDITORIAL. ANAGRAMA, 5. 2008 Palid de Creu, 58 0808 Harcelona ISBN: 978.84 939.6273.7 Dpto Lega 8, 20559- Pringd in Spin Ligediples, $1. Ux. BY 2249, km 7. (08791 Sane Lacan Poligono Torteniondo EPIGRAFES 1 El segundo epigrafe de este libro viene de lejos. Siete de mayo de 1824. Beethoven presenta, en Viena, la Nove- na sinfonia. Lo que de verdad vcurrié ese dia es una hisco- ria que antes o después me gustaria relacar. No aqui, no es éste el lugar apropiado. Pero as digo que tarde o temprano lo haré, porque comprender es algo importance, «Cudntas cosas nacen © rucren en un instantes es una frase de Ro- xana, en el Cyrano, pero que también resulta apropiada para la noche en que por primera veu escuchaton los seres humanos el Hino a la alegréa (pocos seres humanos, por- que muchos, aburridos, a mitad de concierto salieron pi tando). Mendes momentos. Anes o después sera necesa- rio decidirse a relatarlo, la verdad, Pero no ahora, de todas formas. No ahora, pero hay algo que quisiera decir, porque creo que esti relacionada oon los barbaros, y se trata de que Beethoven esa noche fue al teatro vestido con an frae verde, no rena ninguno de un color mas decente, mis res- petable, de manera que cuvo que vestirse con aquel frac verde, y en cierto modo, mientras salfa de casa, éa era su mayor preocupacién, qué iban a decir de su frac trdgica- 19 no tener alma? ;Qué sentido tiene decirle nada? Pensé mucho en ello. Pero él no era nada comparado con lo que estaba por venir» (C. McCarthy). Ya esti hecho. Ahora el libro ya puede comenzar de verdad. El primer capftulo se ticulard Saqueos. Saqueos 34 VINO 1 Los barbaros llegan de codas partes. Y esto es algo que nos confunde un poco, porque no podemos aprehender la tunidad del asunto, una imagen coherente de la invasién en su globalidad. Uno se pone a discutir acerca de las, grandes librerias, de los fast food, de los reality show, de la politica en televisién, de los chicos que no leen y de un montén de cosas de este tipo, pero lo que no conseguimos hacer es mirar desde arriba y caprar la figura que ks innu- merables aldeas saqueadas dibujan sobre la superficie del mundo, Vemos los saqueos, pero no conseguimos ver la in, Ni, en consecuencia, comprenderla. Creedme: desde arriba es desde donde tendriaros que mirar. Desde arriba es desde donde, tal vez, pueda reconocer- se la mutacién genética, es decir, los movimientos profun- dos que més rarde, en la superficie, crean los desperfectos que conocemos. Voy a intentar hacerlo tratando de aislar algunos de los movimientos que me parece que sor comu- nes a muchos de los actos barbaros que observamas en es- tos tiempos. Movimientos que aluden a una légica precisa, por dificil que sea descubrirla, y a una estrategia clara, por invasi 37 inédita que sea. Me gustaria estudiar los saqueos no tanto para explicar eémo han ocuttido y qué se puede hacer para retirarse de pie, sino para llegar a leer dentro de ellos el modo de pensar de los barbaros. Y me gustaria estudiar a los murantes con branquias para ver, reflejada en ellos, el agua con la que suefian y que estén buscando. Empecemos partiendo de una impresién, bastante d fundida, que tal ver sea hasta superficial, pero legitima: existen hoy en dia muchos gestos, pertenecientes a las cos- tumbres mas elevadas de Ia humanidad, que, lejos de ago- nizar, se multiplican con sorprendente vitalidad: el proble- ma es que en este fértil regenerarse parecen ir perdiendo el rasgo més profundo que tenian, la riqueza a la que habjan Ilegado en el pasado, tal vex incluso su mds {ntima razén de ser. Se dirfa que viven prescindiendo de su sentido: que tenfan, y bien definido, pero que parece haberse con- vertido en algo indtil. Una pérdida de sentido. No tienen alma los mutantes. No la tienen los bérba- ros. Es lo que se dice. Es lo que declara el sheriff'de Cor- mac McCarthy, pensando en su killer. «Qué le dices a un hombre que reconoce no tener alma? {Os aperece estudiar el asunto mas de cerca? He clegi do tres Ambitos especificos en los que este fenémeno pare- ce haberse manifestado en los tiltimos afios: el vino, el fi bol y los libros. Me doy cuenta de que, sobre todo en los dos primeros casos, no nos encontramos frente a gestos neurilgicos de nuestra civilizacién: pero es esto precisa- mente lo que me atrae: estudiar a los barbaros en el sa- queo de aldeas periféricas, no en su asalto a la capital. Es posible que ahi, donde la batalla es més simple, circunscri- ta, sea mas fécil discernir la estrategia de la invasién, y los movimientos fundacionales de la mutacién. 38 Comencemos, pues, con el vino. Ya sé que quien sabe de-vines (no quiero decir quien apesta a vino) va a encon- tar aquf cosas que ya conoce y que, por el contrario, quien no bebe se preguntars por qué tendrfa que intere- sarse por algo que no le importa lo mas minim. Pero, de todas formas, os pido que escuchéis. Esta es la historia. Durante afios el vino ha sido un hé- bito de algunos paises, de pocos: era una bebida con la que uno saciaba su sed y con la que se alimentaba. Tenfa un uso extendidisimo y unas estadfsticas de consumo im- presionantes. Producian rios de vinito de mesa y también, por pasidn y por cultura, se dedicaban al arte verdadero y auténtico: era entonces cuando se hacian los grandes vi- nos, Lo hacian, casi exclusivamente, franceses e italianos. En el resto del mundo, hay que recordarlo, se bebian otras cosas: cerveza, bebidas de alta graduacién e incluso cosas is raras. Del vino no sabjan nada. Esto es lo que sucedié después de la Segunda Guerra Mundial: los americanos que regresaron desde los campos de batalla franceses e italianos se Ilevaron para casa (aparte de un montén de cosas més) el placer y el recuerdo del vino, Era algo que les habia impresionado. Nosotros em- pezamos a mascar chicle y ellos empezaron a tomar vino. Mejor dicho, les habria gustado beberlo. Pero zdénde iban a encontrarlo? Dicho y hecho. A algiin americano loco se le ocurtié intentar hacerlo. Y aqui empieza la parte interesante de la historia, Si quergis una fecha, un nombre y un lugar, aqui estén: 1966, Oakville, California. El sefior Mondavi deci- de hacer vino para los americanos. En su mundo, ere un genio. Empez6 con la idea de copiar los mejores vinos franceses. Pero tampoco se le escapaba la idea de que te- 39 nian que adaptarse al puiblico americano: por esos pagos el artista y el encargado de marketing son una misma perso- na. Era un pionero, no tenfa cuatto generaciones de arti tas del vino a sus espaldas, y producia vino donde a nadie se le habia pasado por la cabeza hacer otra cosa que no fueran melocotones y fresas. En resumen, no tenia tables. E hizo, con cierta maestrfa, lo que queria hacer. Sabfa que el ptiblico americano era (en lo referente a los vinos) profundamente ignorante. Eran aspirantes a lec- tores que no habfan abierto nunca un libro. Sabia también que eran gente que comia a menudo de forma muy rudi- mentaria, y que no tendrfa la necesidad imperiosa de ha- llar el bouquet apropiado para combinarlo con un confit de canard.* Se los imaginé con su cheeseburger y una bote- lla de barbaresco y se dio cuenta de que aquello no podia funcionar. Se dio cuenta de que si querfan tener vino era para beberlo antes de las comidas, como un drink: y tam- bin se dio cuenta de que si la alternativa era una bebida de alta graduacién, el vino no deberia decepcionarlos; y que si la alternativa era una cerveza, el vino no deberia amedrentarlos. Era un americano y por tanto sabia, con cl mismo instinto con que otros habjan hecho prosperar Hollywood, que ese vino tenfa que ser simple y espectacu- lar. Una emocién para cualquiera. Sabia todas estas cosas y, evidentemente, tenfa cierto talento: querfa ese vino, y lo hizo. Le fue tan bien que esa idea suya de vino se convirti6 en un modelo, No tiene nombre, de manera que, para entendernos, le voy a dar uno. Vino hollywoodiense. 's- tas son algunas de sus caracterfsticas: color hermosisimo, graduacién bastante subida (si uno viene de las bebidas de alta graduacién, con un vino dulce no sabe qué ha- cer), sabor rotundo, muy simple, sin asperezas (sin mo- 40 lestos taninos, ni acider dificil de domar); en ef primer sorbo ya esté todo: da una sensacién de riqueza inme- diata, de plenitud de sabor y de aroma; cuando te lo has bebido el retrogusto dura poco, los efectos se apagan; in- terfiere poco con la comida, y se puede apreciar por completo aunque tno estimule sus papilas gustativas sélo con algiin escipido snack de bar; esté hecho en su mayor parte con uvas que se pueden cultivar en casi todas par- tes: chardonnay, merlot, cabernet sauvignon. Dado que ¢s manipulado sin excesivos temores reverenciales, tiene una personalidad mas hien constante, respecto a la cual las diferencias entre cosechas se vuelven casi irrelevantes. Voila. Con esta idea de vino, el sefior Mondavi y sus segui- dores obtuvieron un resultado sorprendente: los Estados Unidos hoy consumen mas vino que Europa. En treinta afios han quintuplicado su consumo de vino (es de esperar que se haya reducido el de whisky). Pero esto no es nad: el hecho es que el vino hollywoodiense no sélo es un fené: meno americano sino que, como Hollywood, se ha con- yertido en tin fenémeno planetario: nunca se les habria pasado por la cabeza, pero ahora también beben vino, pongamos, en Camboya, Egipto, México, Yemen, y en lu- gares todavia més absurdos. :Qué vino beben? El holly- woodiense. Ni siquiera Francia e Italia, las dos patrias del vino, han salido indemnes: no s6lo beben en grandes can- tidades vino hollywoodiense, sino que se han puesto a producirlo, Se han adaptado, han corregido dos o tres co- sas, y lo han logrado. ¥ lo han hecho muy bien, hay que decirlo. Ahora en las enotecas de una ciudad italiana es fi- cil encontrarse a un italiano que, antes de cenar, comien- do unas patatitas y unos canapés picantes, se bebe su vino hollywoodiense hecho en Sicilia. Y gracias si no se lo bebe 41 directamente de la borella, viendo en la cele el tiltimo par sido de béisbol. iLos bérbaros! Si vais a ver a un viejo artesano del vino, uno de esos franceses o italianos que erecieron en familias en las que no ponfan agua en la mesa, y que viven en la misma colina en la que desde hace tres generaciones su familia se va a dor- mir con el olor del mosto, y que conoce su tierra y sus uvas mejor que el contenido de sus calzoncillos; si vais a ver a un maestro en quien conviven una sabidurfa secular y una intimidad absoluta con cl gesto de hacer el vi verle y le dais un vaso de vino hollywoodiense (quiza pro- ducido por él mismo) para que se lo bebe y le preguntiis qué opina, ésta seri su respuesta: bah, A veces dicen algo més, pero, en fin, es necesario interpretarlo un poco. Yo Jo interpreto asi: no le interesa, se trata de algo di- vertido, pero sin ninguna imporeancia; admiran el inge- nio, pero mueven Ia cabeza pansando en los que se lo van a beber, y que no saben lo que se estin perdiendo, Des- pués se van a otra parte para enjuagarse Ix boca con un ba rolo reserva. Es como si hicieras subir a Schumacher en un. ari, como hacerle escuchar Ler /t Be a Glenn Gould, co- mo preguntarle a De Gasperi* su opinién sobre la UDC, como preguntarle a Luciano Berio" qué le parece Philip Glass. A Jo mejor no te lo dicen, pete lo piensan: qué sim- paticos son estas barbaros. Podria pensarse que se trata de la habicual arrogancia de los viejos poderosos, un fiiil sindrome de aprés moi le déluge Pero el vino es algo relativamente simple, no es la miisica o ka literatura, de manera que podéis hacer la pruc ba, poddis beber y comprobarla, si es que estéis algo fa miliarizados con exe gesto. Coged un barbaresco de alta gama y bebedlo: con facilidad notaréis una serie de sens 105 si vais a a2 ciones que si no son desagradables, por lo menos son pe- sadas. Con facilidad os apereceré buscar el apoyo de algo para comer que atcniie esas sensaciones. En el siguiente ago todo habré cambiado ya (habéis puesto de por me- dio, no sé, pongamos que un asado). Y simultineamente cl primer trago sigue trabajando y entonces os daréis cuen- ca.de que saborcar el vino es un asunto que no tiene tanto que ver con el primer trago, 0 con los inscantes en que os Jo bebéis, como con todo el tiempo de después, con la his- toria que el vino os cuenta después, Durante toda la cena haceis un viaje entre sensaciones que cambian y que os implican, de algin modo, y que os recompensan, pero con mesuta y con un extrafio y sofisticado sadismo. Cuan- do os levantéis, os explican que se trataba de un barbares co de determinada cosecha y de determinada bodega: es sna de las muchas posibilidades. ¥ las otras posibilidades son otros mundos, otros descubrimientos, otros viajes. Es algo como para que uno se vea atrapado y se despierte, tiempo después, con veinte kilos de mas y una insidiosa propensidn a las vacaciones enogastronémicas. Si luego volvcis al vino hollywoodiense, escogéis uno (a lo mejor exageto, pero son tan parecidos que poddis es- coger casi al azar) y tranquilamente vais tomando un vaso, sentados delante de una agradable enoteca, entenderéis muchas cosas. Os gustari, os senticéis felices por estar ahi y. si no sois bebedores exquisitos y cultos, incluso tendréis la sensacién de que habeis encontrado el vino que habiais estado buscando desde siempre. Pero resulta indudable que se trata de otra cosa. De un hart, no sé si entendéis lo que quiero decir. ¥ esto os lo dice alguien que, en vez de disfeutar de unas vacaciones enogastronémicas, se traga unas vacaciones en un complejo turistico de las Canarias (bueno, exagero: no seria capar de ello realmente...) 43 Vino sin alma. Fn su pequeta escala, el microcosmos del vino describe la llegada, a nivel planetario, de una pra- xis que, salvando las distancias, parece (he dicho parece) disipar el sentido, I2 profundidad, la complejidad. Ia ri- queza original, la nobleza, incluso hasta la historia. Una mutacién muy parecida a las que estabamos buscando. {No nos gustarfa intentar estudiarla un poco més a fondo? Se aprenden muchas cosas, si uno tiene Ia paciencia de ha- cerlo. VINO 2 Cierto es que «barbaros» es una palabra un poco fuerte para definir a los consumidores de vino hollywoodiense, pero, como deciamos, en su eleccién, hay cierta degrada- cién del vino: y el hecho de que se multiplique en progre- sién geométrica hace pensar que estamos ante un expolio real de una cultura exquisita y compleja. La llegada de una forma de (clegante) barbarie. Ahora bien. Lo que me gusta del saqueo de esta aldea petiférica reside en que es bastante pequefia y, por tanto, es més facil estudiar cémo han ocurtido, fehacientemente, las cosas. Asi se descubre, por ejemplo, que una determi- nada pérdida del alma es, aqui, el resultado de una serie de pequiefios pero significativos movimientos de tropas, por dccitlo de alguna manera. Es una especie de aconteci- miento que se compone de innumerables subaconteci- mientos simulténeos. Voy a intentar deseribir los que yo soy capaz de descifrar. El primero es quiz el mas ficil de ver. La disminu- cién de Ia calidad ha coincidido con un aumento de la cantidad. Desde que circula un vino simple y espectacular hay muchas mas personas que beben vino. En este caso, 45 como en muchos otros, la pérdida del alma parece ser el precio que hay que pagar por la expansién ce un negocio que, de otra forma, tendria dificultades. Es sencillo: co- mercializacién en auge igual a pérdida del zlma. Se trata de un aspecto importante: ahi se encuentra la base de uno de los grandes tépicos que anidan desde siempre bajo la superficie del miedo a los birbaros: la idea de que ellos son la avider contrapuesta a la cultura; la certeza de que se mueven por una hipertréfica, una casi inmoral, sed de ga- nnancias, de ventas, de beneficios. (Quiz4 valga la pena re- cordar que éste fue uno de los aspectos de los que, desde una perspectiva hist6rica, broté el odio racial europeo por los judios: se imaginaban una guerra subterrénea en la que una cultura elevada y noble se vefa obligada 2 luchar con- tra el cinismo dvido de un pueblo al que le irreresaba tini camente el acopio de dinero.) Es un aspect importante también por otra razén: de aqui nace una deduccién légi- ca e infundada, pero comprensible y muy difundida: si algo se vende mucho, es que vale poco. La adhesién itra- cional a un principio de esta clase es con probabilidad uno de los pecados capitales de toda gran civilizacién en su propia fase de decadencia. Volveremos sobre esto, porque es un tema interesante, por lo que tiene de delicado. Peto de momento quedémonos con este indicio sugerido por la historia del vino: el aba se pierde cuando se dirige hacia una comercializacién en auge. Otro movimiento: la innovacién tecnolégica. Os pa- recerd absurdo, pero probablemente nada ce cuanto he explicado habrfa sucedido sin la invencién del aire acon- dicionado. Me explico. :Por qué ahora hacen vino (holly- ‘woodiense) en Chile, Australia, California y lugares incluso més absurdos, mientras que antafio lo hacian sélo franceses ¢ italianos? A menudo se suele pensar que la tierra que po- 46 seian franceses ¢ italianos era la tinica apta para cultivar los vitiedos apropiados: lo dems eran conocimientos artesa- rales acumulados con el tiempo. De aqui nace la idea de una aristocracia del vino, bien asentada sobre el privilegio de sus valiosisimas tierras. Pero esto, en gran parte, es un mito. En tealidad, tierra para cultivar chardonnay, cabernet sauvignon o merlot la hay a espuertas y en muchas regiones cl planeta. Pues, entonces, gqué los detenia? En parte, la sumisién al mito, sin lugar a dudas. La misma razén por la que parece imposible criar biifalas en otro lugar que no sea la Campania y, en consecuencia, ni se oye hablar de mozzarella hollywoodiense. Pero en parte también cra, por cl contrario, una cuestién técnica. El aspecto més delicado de la fabricacién del vino es el de la fermentacién. La uva puede madurar bien incluso a temperaturas muy elevadas, pero la fermentacién, si uno intenta hacerla con un calor bestial, © con una temperatura que sube y baja, se vuelve verdaderamente complicada. Y elaborar un vino como es debido se convierte en algo imposible. Ahora bien, si uno tiene aire acondicionado? Entonces si puede elaborar- Jo. A eso se le llama fermentacién controlada. La tempera- tua In decide uno mismo: zqué carajo importa encontrarse en medio del desierto? De manera que lo que parecia ser un arte reservado a una aristocracia agricola de antiguo linaje cuuropeo se convierte en una prictica al alcance de mucha gente: en tierras mucho menos caras: con artistas que no provienen de generaciones de maestros: con creadores que no tienen tabties. Bs ficil que te salga un vino hollywoo- diense. Volviendo al microacontecimiento: hay una revolu- cién reenoldgica que rompe de repente con los privilegios de la casta que ostentaba la primacia del arte, Memorizadlo y guardadlo. Otro acontecimiento. El éxito del vino hollywoodien- 47 se nace también de una revolucién lingtfstica. Hasta hace veinte afios quienes hablaban de vino, lo juzgaban, eran ingleses en su mayoria, 0 en codo caso europeos. Eran po- quisimos, tenjan una gran autoridad, y escribjan de una forma tan exquisita y can sabia que eran pocos los que de verdad los entendian, Una casta de eriticos sublimes. Des- pues lleyé Robert M. Parker. Parker és un americano que se puso a escribir sobre vinos con un lenguaje sencillo y directa, Entre otras cosas empezd a decir abiertamente luna cost que, a escondidas, pensaba mucha gente, y es que muchos vinos franceses que eran idolacrados, en reali- dad no habia quien los bebicr, 0 poco mis o menos. Demasiado complejos, artificiosos, inaccesibles. Mas cul- tos que buenos, digamos. Cuestién de gustos, podria de- cirse: pero él oficializaba un tipo de gusto que no era ex- clusivamente suyo, era comtin a millones de personas en el mundo, sobre todo las que no tenian una gran culeura enoldgica: los americanos a la cabeza. Lo importante, de todas formas, es que las cosas que debfa decir las dijo con otra lengua, que tenfa muy poco que ver con la de los su- blimes criticos europeos. Su pequefia tevolucién se sinteti za en este’ sacrilegio: empez6 a poner notas a los vinos. Ahora ka cosa os parecer normal, pero cuando empezé a hacerlo no lo eta en modo alguno: ;creeriais a un critica literario que pusiera notas a los grandes clisicas de la li ratura? Flaubert, un 8; Céline, un 9,5; Proust, un 6 (d masiado largo). {No tiene cierto regusto a barbaric? Y exo debié de parecerle a la aristocracia europea del vino. Pero el hecho es que de esa forma 2 gente por fin empezala a comprender. Se orientaba. El ponia (pone) notas del 50 al 100. Hay personas que todavia hoy entran en una enoteca y piden oun 95, por favors. Nada menos. Era una nueva lengua: en cierto modo, era degradante, pero funcionaba 48 Con esa lengua Parker contribuyé de manera significativa 1 imponer a escala planetaria el amor por el vino holly- woodiense: no lo hacfa con mala fe, realmente le gustaba, y lo dijo: de una forma que la gente pudiera comprender. lin cierto sentido, el propio vino kollywoodiense se alines con esta simplificaci6n lingiistica, al darse cuenta de que shi habia una puerta abierta que habia que traspasar. Por lo, por ejemplo, los vinos hollywoodienses tienen un nombre ficilmente memorizable, y no requieren, por la forma en la que estan producidos, una atencién particular 1 la cosecha. Os pareceré poco, pero ances de Parker te jue entrar en una enoteca y pedir un barolo, especificar el hombre de las bodegas, agregar el nombre de una finca en conereto, y terminar con una fiigrana especificando el aio; era algo que uno tenia que prepararse en casa, antes dle salir. Después de Parker, si uno no es tan grosero co- mo para pedir un 95, lo tinico que ha de hacer es decir un nombre, La Segreta, por favor (es un ejemplo, no un anuncio). No hay més que afiadir. No sedis tan esnobs como para no comprender que se trata de una pequefia pero enorme revolucién: si los libros se pudieran pedir de «sa forma, jcuintas personas més entrarfan en las librerfas y comprarfan libros? (de hecho, si se trata sélo de decir El cidigo Da Vinci, ¢s lo que hacen). Por tanto, un nucvo in- Adicio: los bérbaros usilizan una nueva lengua. Naturalmente ‘és simple. Llamémosla moderna. Otto indicio. El vino hollywoodiense es simple y es- pectacular, Algunos criticos lo liquidan con una palabra horrible pero eficaz: resultén. Casi siempre se destaca que se trata de un vino culpablemente facil. A menudo se alude de manera contundente a la manipulacién que debe de haber sufrido: que es un vino «trarado», dicen. Intento ex- plicarlo de un modo més elegance: lo que disgusta de ese 49 vino es el hecho de que busque el camino mis corto y mis rapido para el placer, incluso a costa de perder por el ca- mino elementos importantes del gesto de beber. Utilizan- do términos roménticos, y por tanto plenamente nuestros: es como si la idea de helleza fuera sustiruida por la de es- pectacularidad; es como si se privilegiara la técnica frente a la inspiracién, el efecto frente a la verdad. El asunto es de importancia precisamente por el tipo de demostracign que adquiere en una cultura como la nuestra, todavia fuerternente roméntica: ese vino niega uno de los princi- pios de la estética que nos ¢s propia: la idea de que para al- canzar Ja alta nobleza del valor auténtico hay que pasar por un rortuoso camino si no de suftimiento, al menos de paciencia y de aprendizaje. Los bérbaros no tienen esta idea. A su escala, por tanto, el caso del vino hollywoodien- se nos permite ver otro microacontecimiento que no tiene nada de insignificante: dz espectacularidad se convierte en un valor. El valor. Yodavia me quedan un par de acontecimientos, Resis- tid, El imperialismo. Podria hablarse de globalizacién, pero en este caso me parece mis preciso «imperialismo». El vino hollywoodiense se ha impuesto en ¢l mundo tam- bién por la obvia razén de que es de matriz americana. Uno puede inventarse todas las razones refinadas que quicra, pero al final, si lo que uno pretende es comprender por qué motivo hoy en Yemen beben vino hollywoodien- se, y en Sudafrica producen vino hollywoodiense, y hasta cn las Langs lo hacen, Ix respuesta mds simple cs éstaz porque la cultura estadounidense ¢s ta cultura del Impe- tiv. Y¥ el Imperio esté en todas partes, incluso en las Lan- gis. Puede parecer un cslogan inracional, pero resulta muy prictico si uno pienst en todas las cadenas americanas de hoteles. y en cada uno de sus restaurantes, en cualquier 50 parte del mundo, y ve su carta de vinos, y al abrirla uno se encuentra casi en exclusiva vino hollywoodiense. Es asi, sin maldad pero con medios formidables, como se puede incluso Hegar a sugerir (:a imponer?) un determinado gus- roa todo el mundo. Si las olivas ascolanas las hubieran in- ventado en Nebraska, seguramente hoy las comerfan tam- bién en Yemen. Por tanto, no infravaloremos tampoco este indicio: en las consignas de los barbaros se escucha el suave dikcat del Imperio. Uno mis y ya esti, Pensad en ef productor de vino francés, riquisimo, con un nombre celebérrimo, anclado en el orden perfecto de sus valiosisimas tierras, sentado so- bre una mina de oro, fortalecide por una aristocracia que le ha sido conferida por un minimo de cuatro generacio- nes de artistas formidables. Y ahora fijaos en el productor de vino hollywoodiense, con su nombre cualquiera, s do sobre su tierra chilena, una cualquiera; hijo, en el me- jor de los casos, de un importador de vinos y nieto de al- guicn que se dedicaba a cualquier otra cosa distinta; en consecuencia, privado de titules de nobleza. Poned al uno frente al otro: zno notdis ese querido y viejo tufilla a revo- lucién? Si luego mirgis con atencién las cifras de consumo ¢ intentdis traducitlas a personas de verdad, a seres huma- rnos reales que beben, lo que veréis sera esto: de una parte, una aristocracia del vino que més 0 menos ha permanec do intacta, que sigue Henando barricas con caldos refina- disimos y que los comenta con una jerga de iniciados, orientindose en la jungla de las cosechas con un paso se- guro y fascinante; y, a su lado, una masa de homines now que probablemente nunca habjan bebido vino y que ahora lo hacen, No son capaces de llenar las barricas sin sentirse ridfculos, comentando el vino con las mismas palabras que utilizan para hablar de una pelicula o de coches, y tie- SL nen en la nevera muchas menos cerveras que antes. Me explico: se trata también de una cuestidn de lucha de cla- ses, como se decfa antaito, pero como ya no es antafio, yo dirfa: es una competicién entre un poder consolidado y unos outsiders ambiciosos. Pensad en ese parvenu america- no que intenta comprar la colina del Bordelés,* templo del vino valioso, y verdis clarisimamente la imagen de un asalto al palacio. ¥ he aqui el silrimo microacontecimiento que, por debajo de la superficie de una aparente pérdida del alma, el mundo del vino nos sugiere que constaremos Jo que est succdiendo por ahi debajo es también que wna determinada masa de gente invade un territorio al que, hasta ahora, no tenka acceso: y cuando toman posiciones no se contentan con las tltimas filas: es mds, a menudo cambian la pelicula y ponen la que a ellos les gusta, Ya esti. F's el momento de recoger y de subir las redes de nuestra pequefia pesca. Estudiando la restringida inva- sién barbara que ha sacudido a la aldea del vino, uno puc- de llegar a dibujar el mapa de la bavalla, y es este: con da complicidad de una determinada innovacisn tecnuligica, wn grupo humano esencialmente alinendo can el modelo cultsral del Imperio accede a un gesto que le estaba vedado, to lleva de forma instintiva a una espectacularidad mds inmedicita y a un universo lingiistico moderno, 9 consigue ast darle un éxito comercial acombroso. De todo esto, 10 que los asalra- dos percihen es sobre todo el rasgo que emerge a la super- ficie y que, a sus ojos, ¢5 el més evidence para constatar: tun apatente declive del valor integral de ese gesto. Una pérdida de alma. Y, por tanto, un asomo de barharie. Ya lo he dicho, es sélo una hipétesis. Y, lo que es més importante: no es una hipétesis que nos ayude a compren- der a los bérbaros, sino tinicamente a entender su técnica de invasién: cémo se mueven, no quines son ni por qué 52 son asf (que es, ésta sf, la pregunta fascinante). A mi me parece, de todas formas, un paso necesario para llegar, tar- de @ vemprano, a comprender: una estacién intermedia, Uno entiende cémo combaten y a lo mejor comprende quignes son. Si os apetece, podéis jugar un poco con esta hhipétesis, Intentad pensar en un ejemplo de mutacién, de invasi6n barbara que més os inquiete, y buscad en su sence cl mapa de la batalla. A lo mejor encontraréis todos los in- dicios que he apuntado. U otros, tal vez. No lo sé. Pero de todas formas tengo motivos para pensar que sera un mode dle formular mejor el problema, y de ir un poco mis alld dle la queja esnob 0 de la charla de bar. Yo, por mi parte tengo la intencién de hacer este jueguecito con otras dos aldcas saqueadas que me gustan: el fiitbol y los libros. Pero en las préximas entregas.

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