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LOS ConT ; 7 ROLE DE LA TOXICOMANIA Robert Castel yAnne Coppel Joppe, Regulaciones legales y regulaciones societarias Una reflexién sobre los control F ; -quiérase o no— en el marco de Bae ena ee Seeapreciondeluso delasdrogas. Sinembarcn ne acme directamente partido en este debate. Por un lado nrone guestion en Ultima instancia politica y porque no tenemos auton. dad politica alguna para tratarla; pero también, y jabReoneae porque es una cuestién sobredeterminada, construida de un a émocional sobre la base de una dicotom{a entre libertad y repre- sion, intereses de la persona y coerciones de orden social. _ “Querriamos evitar esta posicion ideolégica proponiendoelemen- tos de reflexi6n para reformular, para salir de esta oposicion que supone que, en materia de toxicomania, no exista mediacion entre el jesorden del sujetoy elo: orden de la ley. Nuestra propuestaes que én exclusiva del control de la no se puede hablar como una opcion, prdctica toxicomaniaca (ni tampoco de su “liberalizacién”) porque ya hay, de hecho, controles , modos e instancias de regulacién en fancionamiento en varios niveles. Hay que desplegar estas modalidades, en lugar de reducirlas ala dicotomia dellaissez-faire o del ordenamiento, pues ya hay érdenes y desordenes. 3 squematizando mucho, avanzaremos en el presente estudio tres tipos de regulaciones de la actividad toxicomaniaca _ sue 7 ~ el aracterizar y listinguir estas 4 ién articularlas. Si hubierauna implicaciGe: Dee al respecto, seria sugerir que una politica de la deberia apoyarse en esta heterogeneidad de los modos de regula. cién, en lugar de encerrarse en la oposicién del todo 0 nada, del laxismo o la represi6n. La toxicomania como fractura En consecuencia se trata de desplegar esta configuracién diver. sificada de los controles de la toxicomania, pero después de una primera observaci6n para precisar el contexto hist6ricoy antropolé gico en el cual tiene lugar este discurso. La cuestion del 0 de los controles de la toxicomania no es, efectivamente, una cuestion en si. Nose plantea sino después de que se han quebrado las formas espontaneas de su resolucién. Nos conformaremos aqui con una mencion, pero para insistir en ella con vigor: no siempre fue igual, slo desde hace poco tiempo hay usos salvajes de las drogas. En toda sociedad, el uso de productos es ordinariamente mante- nido por fuertes regulaciones. En otros términos, hay una casi suficiencia de lo que se da en llamar los controles societarios. Entendamos bien “casi suficiencia”, pues el peso de las regulacio- nes societarias no excluye deslizamientos al margen. Pero excluye las fracturas del orden normativo que hacen del usuario de la droga un toxicémano y lo sittian fuera del régimen comun. El caso de China proporciona un contraejemplo. Pudieron existir abusos del consumo del opioen la China tradicional. Hubo problemas sociales respecto de la toxicomania con el opio s6lo cuando un producto controlado por la tradicién y la costumbre ha regresado desde afuera a la sociedad china, en este caso de la mano de la politica comercial inglesa. Para las sociedades occidentales, sdlo a partir del siglo x1x la toxicomania plantea un problema social. Momento que se puede formalizar de la siguiente manera: cuando una sociedad no puede ya conformarse con movilizar sus regulaciones tradicionales para enmarcar el consumo de los_productos. Este momento no es simplemente pensarse en la légica del abuso o del exceso, sino en la de la ruptura. Entonces el consumo empieza a representar a la vez un peligro y una fascinacion: peligro, porque esta desregulado, porque ya no esta inscripto en los rituales colectivos ni gobernado Por los objetivos que la sociedad reconoce como expresando sus Propios valores; fascinacién porque se abre a un modo de vida alternativa or, i fuera, al lado y a menudo contra los valores sociales cominmente aceptados. eee fa por ejemplo, el momento de De Quincey en Inglaterrs retomado en Francia por Baudelaire. SATO NESeruE TO TAT aaaE wetacterizarlo en su especificidad historica, y menos aun tratarde Geoglosar sus “causas” sociales. Algunos hablan del advenimiento Sshindividuo y del individualismo, pero es un tanto vago. Digamos simplemente que marca un quiebre de las regulaciones eaiecteas en favor del cual individuos o grupos pueden construir representa- SBnes y conductas atipicas, desfasadas respecto de los sistemas giones ¥ tes, a la vez sintomas del derrumbe de éstos ¢ inductores bles de su desestabilizacion mas acentuada. Por tanto, sin explorar por si mismo este background histérico extraeremos tres implicaciones que conducen al encuadramiento Setual de las conductas toxicomaniacas: posil 1. Este momento de relajamiento del lazo social vivido en el riesgo de su ruptura, evidentemente no es unico. Su aparicion a aie een zos del siglo XIX coincide sin duda con la emergencia de una coniiornidad que se desgaja de los sistemas anteriores de regula- oa cin haber impuesto atin los suyos. Pero este advenimiento puede relanzarse y reproducirse en contextos mas especificos. Asi. Fee ogee Ge nosotros, en los! anos ‘60, el surgimiento de una tuestion propia de la juventud (o de una parte de la juventud), Geuiisde(2n clmareo de la contracultura, propone wn nuevo episodio. ieee; individuos o los grupos portadores de esta fragilidad (endeblez) del 1azo social ya no estén dados de una vez para piempne! bor ejemplo, losiestetas de mediados del siglo xrs 0 638 parte de la juventud de los anos 60 en busqueda de alternativas Pilturales, ha Ievado la cuestién de la ruptura respecto de las herencias. Una de las caracteristicas de la problematica actual de ladrogasedebeala dificultaddeimputarle un soporte privilegiado en un grupo social definido. Por ejemplo, el consume anémico en los suburbios desheredados es. totalmente diferente, pero coincide con el consumo en los medios de onda mundano-mediatica.** drogas se consumen en medios fue “desviados”, se elige y se reviste un. , como el LSD para el “viaj se torna anémico, se desarrolla un productos: cualquier cosa puede 3 ili -oducto es una dimensién importante, pero no See eR reblaraatica de la toxicomania. Entendemos ‘eneias de ruptura-recomposicién del lazo social se temente en productos cuyo estatuto simboliza ya la ruptura y la heterogeneidad respecto de los usos, de la cultura y de la ley comunes: productos exoticos y productos ilegales. Pero no es imposible promover usos desviados (y no slo “abusivos”) de productos integrados en la cultura como el alcohol... 0 el pegamen- to. Elcénsul de Bajoel volcan es indiscutiblemente un “toxicomano”,; el periodista de onda que funciona a base de cocaina no lo es necesariamente.*= Sin negar la importancia del producto, se percibe asi que la toxicomania no es solamente una cuestién de producto, de cantidad consumida, ni sin duda de caracter legal o ilegal del producto. Es también una cuestion de regulaciones y de relacién con las regulaciones. Estas no son todas legales. determin d que tales experi: apoyan preferen Los heterocontroles El establecimiento de este paisaje sociohistérico sobre el cual se recorta la cuestién de la toxicomania era indispensable para captar la significacion de los diferentes tipos de controles que coexisten hoy en dia. Si bien es cierto que la droga como problema social se plantea a partir del momento en que se desarrollan desregulaciones que amenazan las regulaciones dominantes, la toma de conciencia de este peligro exige la movilizacién de medios especificos para combatir el riesgo de su propagacion. Dicho de otro modo, los heterocontroles se vuelven necesarios. Incluso son doble- mente necesarios: desde un punto de vista de la defensa social o de la salud publica, si es cierto que estos usuarios de la droga se perciben como una amenaza respecto de los valores colectivos, pero también desde el punto de vista del individuo toxicé6mano. No se ha subrayado suficientemente este hecho: el toxicémano = La significacién de un mismo producto también puede cambiar completa- mente cuando se transplanta fuera de su contexto cultural de origen. Asi, el alcohol, que ha funcionado como una verdadera droga para los indigenas y menos frecuentemente noesun “simple” consumidor de drogas, E administra o ya no administra ronnaDa, ee wusumidor queno recorrido en que ya no enfrenta una multi gam Punto de su insolubles que le plantean su cuerpo, su cate? problemas recursos para comprar los productos, etectera Bye et, falta de mismo se halla en situacién de fractura, pidicnde oy o,tante él respecto de lo que puede movilizar él mistho vate n Sucedaéneo lo que su entorno puede movilizar de una mance y¥ de alrededor de él —controles societarios. Es alpaien sao anormal control. . iguien que pide hetero- La toxicomania remite tambié eerie ty create accor aacear a xeapecto sector limite del consumo de las drogas donde ésta cele wane forma completamente anémica. Por definicion, no se “trate” sing lo que constituye un pesado problema; sélo se intenta regular ; regular aquello que aparece completamente desregulado. Pero estas expe. riencias no son representativas del conjunto de practicas en las cuales el consumo de las drogas esta implicado. Los heterocontroles.se enfrentan con situaciones limite, y sélo con ellas. Son “politicas” en el sentido de que constituyen el efecto de una construccién voluntaria para combatir un “flagelo social”. También son “artificiales” en el sentido de que construyen con todas las piezas aparatos que se superponen a las regulaciones espontaneas 0 tradicionales: instituciones, profesionales, saberes y reglamentaciones especializadas. Con la aparicion de los heterocontroles, la cuestion de la droga se torna la cuestién de la toxicomania, cuestion de la responsabilidad (tratamiento y/o re- presién) de un problema especial por parte de agentes especializados. En nuestras sociedades, dos instancias especializadas se en- cuentran en una situacioén de rivalidad-colaboracion para el heterocontrol de la toxicomania: la justicia y la medicina.*#* En Francia, las leyes de 1916 y de 1970 organizan las dos etapas 24 Simplificamos aqui la argumentaci6n, pues cada una de estas instancias forma un conjunto complejo. esencial ala vezen la difusi6n yen las te ya no es solamente la medicina somatica que productos. Hoy en dia hay que agregi en Francia, el sector psicolégico d sin , de heterocontroles, i sobre la base de un dispensadas en instituciones es} La medicina en particular, que hajugado un rol tan ntativas de regulacién de la toxicomania, prescribia o prohibia el uso de los La prime P sha conocido esta rivalidad-colaboracién prineipalesqueha conviinto opera un Feparto entre ierime Tiyatimos) que tienen que ver con la medicina y los unos criminge lizados relacionados con La loy de 1970 instaura ung remisién mas sutil y mas © una instancia a la otra. pa la paradoja de la exhortacién terapé be por medio de la cual o} 1A Rio eseapa a la sancion penal plegdndose a la preseripeion leyiy de atenderse. Pero en ambos casos, se trata de una delegaci6n aa poder hecha a dos grupos de especialistas para tratar la toxicoms. fia, entendida como un problema social especifico sobre ¢ (pero también habida cuenta de las diferencias debidas a ia, caracteristicas propias de la toxicomanfa) de otros “problemas Sociales”, tales como los que plantea la enfermedad mental, la po. preza extrema, las enfermedades de transmisi6n sexual, etcéter,, Los limites de los heterocontroles La cuesti6én planteada por estos heterocontroles no es, por tanto, la de su existencia o de su legitirnidad, sino la de la estrechez desu jurisdiccién y de los limites de su eficacia. Contrariamente a una jdeologia antirrepresiva ingenua, hay que admitir que los hetero- controles son necesarios —salvo renuncia de la voluntad publica, pero lo mismo podria decirse de la pobreza o de las enfermedades de transmision sexual—a partir del momento en que la toxicoma- nia ha sido definida histéricamente como un problema social, es decir cuestionador de la naturaleza del lazo social. Esta amenaza s6lo puede hacer intervenir el poder publico. Ciertamente seria legitimo discutir el dificil dosaje de las prerrogativas de los dos aparatos que se “inventaron” para el control de estas situaciones —pero éste no es el lugar. Por el contrario, es menester interrogarse sobre los limites intrinsecos de este tipo de regulaciones que se deben a su naturaleza misma. Ni la medicina ni la justicia consiguieron “codificar” de una manera satisfactoria la experiencia toxicomaniaca: la toxicomania no eS “realmente” ni una enfermedad ni un delito ni la adicién de ambos.A diferencia iqui ha legado a hacer paulatinamenti rar- —luego de escorias—,n de poder toxicomani 226 ( La existencia de al menos do a Wiel reiag 10 ‘. aus nadie ex capas de imnpenane eaten cepecializadon senalaya juegan es mas un signo de debilidad que de fucrnal pa net FBS zacion, la medicacion de la toxicomaniaoauadicion dee que un residuo periférico respecto de la experiencia toninn ee? y de su tipo de consistencia social. Todo el mundo, oo aniaca acuerdo en la actualidad en que, considerando la impornanns ae los medios desplegados, y sin cuestionar la compete nei de la buena voluntad de’ ios intervinientes, la bheacn we eee heterocontroles sigue siendo muy parcial.” eston gPuede acaso ser de otro modo? Sin mejorar las intervenciones juridico cas. Pero seria una ilusi6n creer que sea tendenciosamente, controlar el toxicomaniaca, porque los heterocontroles son por naturaleza o més bien por construccién, parciales y abstractos. Ver la toxicoma. nia bajoel angulo de la peligrosidad social o del riesgo de desequilibrio psiquico 0 somatico que puede comportar no es intrinsecamente falso, pero es indiscutiblemente unilateral. Hay que reconocer que hoy en dia ninguna aproximacién al fenémeno —ni siquiera la que se arraiga en la problematica del sujeto— puede pretender dosni- narlo completamente. En consecuencia, las practicas, las acciones, las politicas go- bernadas por estas definiciones parciales son ellas mismas parciales, y por ende menos parcialmente ineficaces. Para decirlo de otro modo: la experiencia toxicomaniaca —y a fortiori el conjunto de las. practicas de consumo de drogas— desborda ampliamente lo que pueden dominar los heterocontroles. Y ello porque la toxicomania es una practica social multidimensional, y no solo una practica que concierne a la delincuencia 0 a la patologia. P ‘Que la toxicomania sea una practica social multidimensional significa que —salvo en los casos extremos de desocializacién completa, relativamente infrecuentes en la gama de conjunto de las conductas de consumo de drogas~ el toxicémano sigue siendo un individuo social que tiene vinculos con sus vecinos, con una familia, con un 0 unos partenaires afectivos 0 sexuales, a menudo con colegas de trabajo, con grupos de pertenencia tales como un club deportivo, con un circulo de amigos para diversionesy salidas, con un sindicato, etcétera. Asi, la experiencia de es' extrana —no es idén D ivid n duda siempre se puede -policiales 0 médico-psicologi- éstas podrian, aunque mas no conjunto de la problematica ue constituye la vida ordinaria de un individuo ordinari auc clotamente quebrada sino en los casos limites, aU coats setive problematica, conflictiva, amenazada. ‘uando se Re paible extracr dos implicaciones de estas observ propias del sentido comtn. Primero, el toxicémano, como cualguie: POP di onducirse, on el sentido de tener un comportamientode oexpuesta a esas situaciones. No puede hacer cualquier cos: onde inal que mal, al menos durante cierto tiempo, adminis Foca practica toxicomaniaca en funcién de sus relaciones ive Phede consumir de cualquier manera: es incluso una eee Binail que exige mucha vigilancia y movilizacin de energia ein vez para procurarse el producto y para consumirlo s: sae atrapar. Dicho de otro modo, hay una dimension de aut ee MELE ie Brtdorcildd rondo enconeralsydel taxicsree, en particular. El toxicémano no vive en otro planeta Cantsieee ee eee str querprcblenéticamontes wn tudividus cece, que contintia por un lado apoyandose en I eo ined : é ose en los cddigos ordinario: la vida comuin, y sobre quien no dejan de pesar las coerci ae prosaicas. ‘oerciones mas En segundo lugar, este toxicé iach) eres a conducta es eval juzga sinterlocutores. Bete ctieccsas taluada, Juzgada—a menudo mal. También es o orno. Denominemos control: i i estas regulaciones que se podria llamar inf oS See epee ot ofscionalizad a informales, en todo casono a ere ee nocncuenc as, a diferencia de la portera, la pees icaeie TS Reese enarsera eee Pate pel eeicferinecioscontrsladaeris( Sates tonne ne Bin Geonae aise aro) as as del padre descargadas sobre menos facilmente ena | estar menos formalizados, por ser importantes: tanto que, a Pris controles de este tipo son menos heterocontroles, que eoneme tar ei pee es ejercen de una manera perma: Se go co. Duntuales ake La oposicinde los heterocontenins no tanto la del ee erate controles societarios es dispensados por aparatos aia el profano; sanciones y soportes Estado y por aquel lirecta o indirectamente ligados al Una politica de | i civil. Usos de drogas y procesos de autocontrol “Los poderes que nos lleva: sotiearsie® proposicién sani snusoligions in outoomenns pa pretauouioetanen El toxic6mano es, para el médico, precisamente aigatines igen panied es dueno de su consumo. Figura de la anomia, desde un punto de vista sociolégico, es arrojado fuera del campo social tanto por los eee ee ane eae Geslizamiento entre toxicémano 0 farmacodependiente y usuario de drogas ilicitas que funda el consenso esta aprobado por el dispositivo juridico que no hace, segun parece, sino sancionar la Joca ambicién de escapar a la sociedad de los hombres. Haciendo ae oe toxicmanos atestiguan a su vez: la ilusién de la i jos ha perdido mil veces. P: A1usiG ee ero la ilusion se nutre a su vez Pues las drogas ilicitas, inclusive aquellas que, como los opié- ceos, engendran una fuerte dependencia, no escapan a la regla comtin: como los psicotrépicos culturalmente integrados, estan en gran parte controladas, y en diferentes niveles, desde la abstinen- Gia hasta, e inclusive, los consumos dependientes. Hay querecordar “hecho social masivo y misteriosamente ignorado— que aquellos que experimentan las drogas —alrededor de un 25% de los jévenes de entre 20 y 24 amos de la region parisina— abandonan su use las ms de las veces. Para una gran mayoria, la droga no tiene nada de irresistible. Los mismos que la usan ocasionalmente no se yuelven por ello toxicémanos. Los seis millones de cocainémanos Ge los Estados Unidos estan lejos de ser todos dependientes del producto. Lo mismo sucede con los opidceos: existen muchos usuarios ocasionales y aun regulares de opidceos cuya existencia Ja cada generacion de especialistas, desde los alienistas del siglo xix hasta el doctor Olievenstein. No tiene nada de sorprendente que las descripciones clinicas estén dedicadas a aquellos que no controlan su consumo: los médicos responden a las solicitudes de sus pacientes. Vista desde elconsultorio médico, laenfermedad se desarrolla inexorablemen- te, desde la luna de miel hasta la Ultima decadencia en que el isi de la droga reconoce a la vez su mal y su impotencia. La médica es tan pregnante oe en la earn la cotidiana del usuario en primer Bee: a en el mundo de la - tas eantidades: drogarse 8, ante todo, aprondg comienza por las enn ton la crest exige una fact 4 dosificar, Tambien el mercado de la droga es asuntode content 5 diseipling, Teja, depende del usuario-traficante y desu capne em Sy propio consumo, evaluado cotidianamente att de controleites como por sus proveedores. ¥ esta informacior nie Por sy mercado de la droga, circula como el arribo de los product tele elidades, los precios. La pérdida del control es sancionade? jascMalusion de los circuitos de reventa. Puede implicas ae la exelu: delincuencia, ya que los ladrones yf enla trada mas temprana 1 malvivientes son aquellos que a menudo no consiguen impongre> Iimites. Los toxicomanos pueden asimismo preferir recurrir 4 Ine drogas legales, entrar en tratamiento, o aun cesar de intoxicars ya sea definitivamente, ya sea para retomar un nivel de consums mejor controlado. ‘ 5 Los toxicémanos cuyas trayectorias han sido estudiadas en los paises anglosajones, a veces durante veinte anos, alternan as periodos de consumo extremo, periodos de estabilidad, y periodes de abstinencia voluntaria e involuntaria, siendo la distincion veces confusa, como cuando la prision es casi buscada y vividacoma un alivio. Asi, existen varios modos de consumo, que comprenden las frecuencias y cantidades, pero también el tipo de compromiso en el mundo de la droga definido por un sistema de relaciones, con sus rituales y sus sanciones organizadas alrededor de la toma del producto. O mas precisamente, en los mundos de la droga: el drogadicto de la calle, el galerista de las ciudades, el junky de los bajos fondos, el que hace destellar la noche en la escena de Nueva York, o de Berlin on the wild side, el empleado, el golden boy o el drogadicto “médico” pueden a veces entrar en comunicacién, aunque vivan en universos sociales diferentes que no ofrecen las mismas posibilidades de control y de salidas.””° Porque lo determi- nante no es el producto, sino la relacién con el producto y el modo de vida en el que se inscribe, y, segtin los contextos, seran mas 0 menos numerosos los usuarios de drogas que Nurco bautiza como competents 0 sucessful addicts, y que consiguen, aunque sca qV *° Sobre diferentes aproximaciones antro i de drogas , n polégicas a los consumos de segtin las comunidades de pertenencia y mieOeoicaiories recientes, ee Hanson y eee ab) aye with Heroin, Lexington Books, DC Heath Cs , Lexington (Mass.), Toronto, : ie Loar Pane dglahoraina nos bntages Uitaes ree Pe Rasat Beecaee, oe Bata, ewucase E,W. iol Abuse, 19 oe momentadneamente, gracias alo adaptacion loorna ae ieee a0 due ol doctor Olievenstein califiea buscaban: goce, sosiego, rieste ove or educto”, obtener lo que libertad. BO O evasion, sin pagar el precio de la La apuesta es dificil de m son antener. E11 toxi de cuidados es el perdedor de un juego denne crane de los servicios puede ser fatal. Zinberg, quien ha catudinds qe tne ot Paso en falso de opidceos, cita algunos ejemplos de consumn ce mieo8 controlados toda una vida. Pero casi la mitad de los que serine wyecesen See Mensano han cesta gnitad de los que reivindican el control cuales necesitaron poner un término.™" Loe ueae ee usive en los han escogido proseguir su consumo de heroine nes te i eere manos pueden también renunci he ae unciar a tod Hegado el caso, es lo que hace la mayoria. mn ¥? 5m duda, Hasta fines de los anos 1960, la gran r fi consideraban la toxicomania como una enfermedad sean Experiencia clinica y circunstancias epidemiolennee ee consolidar este pesimismo. Mas del90% delos tose maton hen eileen Elena feateyacrs dS loci principales cantros hoaseeainemane Sipe fe loins doneypectadiados\decdatioogs1ose eens ee tt petotios, nan conocidomonitiwee toate Seal eel Bee pero pele i GaNcanoasdaicdesticta oe eee necesario esperar el retorno de los GI's de Siete pied be epee seie eielat et eitdolconstmorde iierotia;incluanepere diente, fuera indiscutible. Mientras que el 35% aprosiitndamenee de los GI’s habian utilizado heroina y el 54% de entre ellos se habia vuelto dependiente, las autoridades militares temian lo peor: el mal amenazaba a toda Norteamérica. No obstante, de regreso al pais, la mayorfa —el 91% al cabo de tres afios segiin el estudio de in— renuncian a ella, las mas de las veces sin tratamiento: favorables condi i i han le iciones afectivas y sociales se han revelado sufi- cientes. La toma de heroina, coyuntural, ha cesado con el cambio de situacion. Los estudios de las trayectorias de los toxicémanos encarcelados, los de Nurco, Cesin y Balter sobre un periodo de 25 afios, como el de Maddux y Desmond, o aun los seguimientos de los toxicémanos inscriptos en el registro del Home Office en Gran © Norman E. Zonberg, Drug, Set and Setting, the Basis for Controlled Intoxicant Use, Yale University Press, New Londres, 1984; véase también el numero especial del Journal i Uses of Dependency-producting Drugs texts”, primavera de 1980. Bretana, evaluan que un 25% tarda cinco afios yun 40% tarda qi afios en dejar la droga- orca 2 fez ‘Sin embargo, los mitos resisten vo coe alos hechos, Once addict, always addict Sev? er credo comin de |e! Qnce oanos y de la opinion publica. Las creencias tienen toxicgn, protegen a la mayoria de la tentacién. Los toxicomance a quienes confortan en sus habitos y su entorno, son sin embag® aanSctimas. Salir de la droga, ser “como todo el mundo”, &° $rimero romper con los estereotipos que condenan al toxicéma, Prjeguir siéndolo durante el resto de su vida. Terapeutas © pacientes se encuentran asi confrontados con un dilema, Tesuelto ton Narcotics Anonymes por ejemplo, mediante el concepto dl “foxicémano abstinente”. Gracias a esta teoria, en lugar deenfro,, tarae solitariamente con las representaciones colectivas °] toxieomano admite su peso; se reconoce irremediablementevenc. do por la potencia del producto. Desculpabilizado, conserva a] fecnerdo de la eternidad, aprende a vivir con el estigma y sino producto. el Hay asimismo salidas mas radicales de la droga en el sentido d que el usuario rechaza la marca indeleble y atribuye a los coneu. mos de droga el sentido de un pasajeo de una errancia momentanea, iniciacién al mundo adulto, aventura o periodo de depresion. Estas salidas, que sin duda son las mas frecuentes, escapan tanto al clinico como al investigador: son tanto mas eficaces cuanto que el sujeto se distancia del mundo de la droga en el presente, pero también a veces en el pasado; el consumo de drogas no esta ya investido de significaciones culturales. Retrospectivamente. na ee ce pee wands ha sido toxicémano”. é eiaaeeieereco, one = ‘i sere se sistema de doble coercién que etna do.d ipotencia dela droga y controlar sus popes csiaibaxicon la droga condenaria a término al usuario de a ee transformaci6n de una experiencia, aun peceeaiins den ee ae ae empresa mortifera de dependencia 2 » de la que Deleuze se pregunta si es Gees iabloe - mevitable”.* De hecho, y éstaes-una de las ensefanzas de 7 Sobre los 5 : D. Waldorf, aoe dle trayectorias en los Estados Unidos, véase por ejemplo Bretania, Gerry V_ » Dope, Englewood Cliffs, NJ., Prentice Hall, 1973; en Gran SeaGatrot in Peae a Oppenheimer, Heroin Addiction, Tear ia . Chatelet, G. York, 1982. 1978. Zinberg, todos aquellos que reivindica: Tecortarse explicitamente del mundo de la droga. Algunos limitan De las regulaciones societarias @ una politica de control de las toxicomantas Estas estrategias de distanciaci6n 0 descompromiso son al princi- pio respuestas individuales. Pueden también cristalizarse en comportamientos colectivos que signen el fin de las epidemias de drogas. Pues las epidemias de drogas también son mortales. Entre 1970-1971 y 1975-1976, Harlem conocié una tregua que permane- cié casi invisible. En cinco afos, la cantidad de consumidores ocasionales o permanentes de heroina pas6 del 24% para los nacidos en 1952 al 3% para los nacidos en 1957;y ello mientras que el producto era ampliamente accesible, de excelente calidad y mas barato que en cualquier otra ciudad norteamericana. Mientras que en las mentes la heroina sigui6 siendo el drag6n invencible al que nadie podia resistirse, los habitantes de Harlem se desprendie- ron del producto, y los heroinémanos, en su gran mayoria, dejaron de intoxicarse; con excepcién de la heroina, la marihuana y la cocaina se consumian cada vez mas, preparando de hecho el terreno para la llegada del crack. 29 James K. Hilliker, Stanley E. Grupp, Raymond L. Schmitt, “Adult Use and Becker's Social Controls”, The Intern. J. of the Add., 1981, én estas oleadas sucesivas, E] , ocié también est: : “1 Opio jug, Francia conoct vs, para Baudelaire que lo traduce, co iUsto > Quincey eS, P ie say Junto | tbat, ysutilde De Qumeniado a su loca _ambicion Junto a los ent del gemiees de Asia, Segalen, Loti, Farére, ven en 61 “el olvigg™ quistadore® “en del presente y la indiferencia del futuro”, acm ntal que abre por otra parte, al exotisma, ata + ¥ a dest pasado, el de on otra oie. al descubrimiento de s{ mismo. Unos veinta” eae al I'descul 3 través del otro, 8: de Artaud no es mas que “un me fog tard je Artau “ ,,an_medicam, mas Ge wieeadidos del-inficrno”. En esto, Artaud misericordiose Pimiento de los surrealistas. Objeto de faseinagat Serturbador desde los romanticos, el opio ha cambiado de sigag” Pern nocial, se volvié sinénimo de muerte y los surrealistay cacion rea del suicidio, no de la droga. Rompiendocon Creve} Bee hrtand, einclusocon Daumaly Gilbert-Lecomte, “aquelly é ota del lado de la vida” se comprometen en la lucha politicn, Por unos cuarenta afos, artistas eintelectuales se desinteresan a, la cuestién, que ha sido zanjada sin haber sido debatida. El cannabis acaba de sufrir ante nuestros ojos un ciclo andlogo que va de la fascinacion a la indiferencia, 0, para retomas término consagrado, a la banalizacion. En los albores de ce difusi6n en los paises occidentales, la marihuana exige una inicn, cién: “Para convertirse en usuario de la marihuana” —obsen, Becker— hay que ser “iniciado”, es decir cambiar totalmente de marco de percepcién y de marco de interpretaci6n.?® Fumar.es por ejemplo aprender a Situarse fuera del tiempo, aqui y ahora en la eternidad del momento. Es rechazar las normas que regulan la sociedad industrial, y el joint acompana, en los paises anglosaio. nes, la protesta de los anos 1960. Atacados, los paises occidentales se arman contra el enemigo que enloquece: asi lo atestiguan los casos clinicos. Curiosamente, es precisamente en el momento en que se acre- cienta la cantidad de consumidores, a lo largo de los afos 1970, cuando la amenaza cesa de tomarse en serio. En 1976, Monique Pelletier anuncia oficialmente el fin de las hostilidades. El consu- mo sigue siendo una transgresién pero la circular de 1978 faiemienda evitar la penalizacién del consumo. Prevalece la tolerancia, indiferente © divertida, al menos en las mentes mas fuertes. A comienzos de los afios 1980, el cannabis se ha “banal i tsiders, Studies = Outsi tien Jock zado”, dicen, pero paradojicamente dicha banalizac ; Rida, sewn parece de una Folate aalizncign va compa. Aun cuando los consumos de cannabis perduron, ne hag ee aura. [Los jévenes pueden experimentarlo: condceg perdido su j : e : conocen sus venta Ben econ canientust alcannablsseacomodnmen, las obligaciones de la vida ciudadana, y hoy en da han at oF rapido, eficaz y organizado.W.os mismos que habian predicedo oun, virtudes a menudo lo han abandonado casi espontanenonne como lo observa Aud, quien ha estudiado el cambio de lnc many caciones sociales del cannabis en el curso de los anos 1970 eine gusto mucho fumar; ahora ya casi ni pienso en ello; a mi sleededoe, nadie fuma y yo tengo poco tiempo”, dice, por ejemplo, uno de las ex consumidores.*"? Triunfo total del pragmatismo, Para Aude participa de lo que él nombra los social controls de los productos psicotrépicos, que convendria traducir como controles scietannne en la medida en que se trata de controles informales que por Io demas no son vividos como tales, sino mas bien como la clesekon da una desinvestidura. Cuando Zinberg y Harris agrupan, para el Drug Council en 1973, y luego para el NIDA (National Institute of Drug Abuse) alos antrop6logos*™ capaces de describir los usos sociales delasdrogas, su proceso es operacional. La comprobacion inicial es la de un fracaso de las politicas de erradicacién. Mal que mal, las drogas ilicitas se han introducido en nuestra sociedad y, de hecho, necesi_ tamos aprender a abordarlas sin necesariamente poder erradicarlas completamente. Tal es la apuesta de las politicas preventivas. Estas estrategias hoy son adoptadas en el nivel de las campanas nacionales en el dominio de los psicotr6picos licitos. Las elecciones efectuadas —abstinencia o moderaci6én— se basan en estudios de opinion, confrontados con un conocimiento de los diferentes compor- tamientos frente al producto. Asi, en la lucha antitabaquica, el rechazo del tabaco triunfa y los no fumadores han sido identifica- dos como recursos movilizables. En cuanto al alcohol, la posicién adoptada es la de la moderacién. — #2 John Aud, Marijuana Use and Social Control, Academic Press, Londres, Nueva York, Toronto, Sudney, San Francisco, 1981. 8 N. E. Zinberg y W. M. Harding, Control over Intoxicant Use; Pharmacolo- gical, Psychological and Social Consideration, Ed. New York, 1982, y pepalaments el articulo Social Controls .E. Zinberg, The Si Publication, N° SS-5, ndizada de los controles existe c e entes Gabe permitir acercar los disposith desu camp, neidn de las practicas efectivas de thos VIM oatree ‘dida de lo posible, por la multi consumidore, fectos indeseables.*" Plicidad de 1." reflexién profu aplicacion, que tegias de interve y limitar en la me Aproximaciones, Sus e

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