You are on page 1of 297
promones CONTENIDO Pagina ‘INTRODUCCTON L Para qué la Historia? 1 Hacia una concepcién estructutalista de las Ciencias Sociales. 1 LA SETUACION DE ESPANA 15 LAS COLONTAS AMERICANA S 36 Encomienda, Latifundio y Servidumbre 88 ORIGENES Y SEGNIFICADO DE LAS GUERRRAS CIVILES DE COLOMBIA EN EL SIGLO XIX 152 BL Mayorazgo 169 EL Cengo 170 El Derecho de Patronato 174 Las Capellanfas 17s La Institucién del Resguardo 7 El aumento de la poblacién 193 EL incremento del cultivo del tabaco 194 #1 desarrollo de otros cultivos agricolas 201 La Intensificacién de las actividades ganaderas 202 Algunas mejoras en las vias de commicacién 204 EL PROBLEMA AGRARLO EN COLOMBIA DE 1920 A 1960 215 EL PROBLEMA AGRARIO 267 ANOTACIONES SOBRE EL METODO. I PARA QUE LA HISTORIA? INTRODUCCION La influencia de 1a técnica no es siempre benéfica. La revolucién que se lleva a cabo en nuestra capacidad de comprender, controler y modificar la naturaleza es tan impresionante que parece querer absorber todas las ‘amas del pensemiento y de la accién e imponerles sus métodos y sus cri- terios. El hombre de la técnica se enfrenta al mundo como a un objeto in~ mediatamente dado para su cuantificecién, clasificacién y manipulacién . cuando se trata de realidades social y econénicas pretende conservar la nisna actitud y produce una sociologia y una econowfa en las cuales le des eripeiéa horizontal y la cuantificacién han ree plazado las exigencias de couprender y explicar, y con el orgulloso pretexto de haber canbiado las vagas especulaciones filosSficas por la estadistica, se abandona en reali dad 1a critica y la historia en la consideracién de los hechos humanos BL criterio tecnicista tiende a desconocer 1a dimensién histérica de los fe~ némenos porque en el canpo de su inspiraciéa, y donde ha probado su extra ordinaria eficacia, esta dimensién eo verdaderamente secundaria: no tiene importancia, en efecto, conocer 1a méquina de Watt para inventax w operar wna ternoeléctrica moderna, ni es necesario haber estudiado las précticas de la medicina en el siglo XVIII para hacer un tratamiento de acuerdo con las conqu: tas actuales de 1a ciencia. Si bien es cierto que 1o nuevo no habria podido existir sin las etapas anteriores, una vez establecido se de fine por la légica interna de su funcionamiento; su verdad y su eficacia son independientes de los errores y los aciertos de los procedimientos qe 2 viene a sustituir. Ademis, e} perfeccionamiento continuo conduce a una deavalorizacién del pasado que no es en este terreno- més que lo eupera do. Cuando esta actitud, justificada dentro de su campo especffico de o- peracién, trata de convertirse en modelo de toda objetividad y condicién de toda eficacia y se adopta indiscriminadamente ante cualquier objeto de investigacién, resulta que los hechos sociales son despojados de su dimen ein histérica, lo cual significa una tergiversaciéa fundamental de su na turaleza. Porque si se piensa estudiar un grupo humano, por ejemplo la clase obrera de un pais, no es suficiente conocer los ingresos y descri- bix el modo de vida y de trabajo. Hace falta igualmente averiguar el pa- sado, si proviene del canpesinado minifundista o de la liquidacién del artesanado por la competencia industrial, 0 tiene varias generaciones o- breras tras de sf. La misma "situaci#n objetiva" cambia de sentido segin el pasado y son otras las relaciones del grupo con otros grupos sociales. Ningfin balance exhaustive de los datos actuales puede reemplazar aqui el conocimiento histécico, Lo mismo ocurre cuando estudiamos un fendmeno econdmico, como es la agricultura colombiana. Se puede ciertamente describir el estado ac- tual del sector rural, 1a distribueién de 1a propiedad, 1a utilizaciéa de la tierra, los sistemas de explotacién, los costos y los mercados,etc. Para qué entonces estudiar lo que fué antes, para qué la historia?. fm realidad, si el objeto de 1a investigacién se considera como un conjunto de procesos interrelacionados y dependientes de 1a evolucién global de 1s sociedad, ya no se trata simplemente de saber cémo és, sino que es pre~ 3 ciso comprender la légica de sus modificaciones, las tendencias,las fuer, zas que 1o impulsan y lo frenan, las posibilidades que encierra. En la medida en que se toma el objeto, no cono algo dado, sino como un proce- 80 en marcha, es necesario aceptar que alo puede ser comprendido en el tiempo, es decir en una perspectiva histérica. £1 interés por 1a histo~ ria no surge de una curiosidad por descifrar cl pasado: nace de una con- cepciéa del presente cono movimiento y de la preocupaciéa por encontrar las leyes y el sentido de ese movimiento, para determinar en qué condi- ciones puede ser eficaz una intervencién conciente, una accién destina~ da a cenbiar 1a evoluciéa espontiinea de los fenémenos analizados. Toda sociologia digna de ese nombre ~dice Mille- es "sociologfa his- térica"(1). ¥ el autor sefiala enseguida que esto es vélido incluso cuan- do se trata solamente de problemas actuales; porque la historia como mé- todo y perspectiva de la investigacién, es ante todo una manera de com- prender el presente, wna manera active e interrogativa que no se conten— ta con saber que " es ast", sino que trata de averiguar cdmo ha llegado a ser lo que es y para dinde va. En esta tarea resulta evidentemente indis pensable consultar el pasado, pero no para caer en las anodinas "expli- caciones histéricas" que se reducen a indicar lo que sobrevive hoy de épo cas anteriores, como 51 Ja simple permanencia de los hechos y las institu clones constituyeran una explicacin de su existencia y no fuera precis. mente necesario explicar por qué han permanecido y cémo hen cambiado sus funciones a través de las diversas estructuras en que han estado sucesi (1) La Imaginacién Socioldgica, pag. 160. vanente inser i tos. Toreulenos coneretamente 1a misms pregunta referida esta vex al es tudic del sector rural colombiano, del que nos veupemos a todo lo largo de este trabajo: Para que la Historia? Tel come lo hemos indicado, la respuesta depende esencialmente del +x que se proponga la investigaciGn. Para nada, en efecto, si se trata solamente de realizar un balance de lo existente, una pura deseripcién - ge los hechos. AL contratio, si se intenta comprender la districucién - actual de 1a propiedad rural, es decir, determinar el sentido de sus mo- dificaciones, y su relacién con las formas de explotaci6n, les téenicas los sistenss de trabajo, ete., es necesario inclufrla dentro de la estrue tura econ6mica del pafs, considerarla en su totalidad y seguir la histo ~ ria de su transformacién 2 partir de los cambios que ha sufrido esa estruc tora. TI HACIA UNA CONCEPCION ESTRUGTURALISTA DE LAS CIENCIAS SOCIALES, Tilegamos asf a un tema estrictamente vinculado con el problena de la historia en la ciencias socialés. las tendencias empiristas y técnocré— ticas que predominan en Norteamérica se proclamen ohist6ricistas y consi, Geran esta caracterfstica cono un mérito propio (1), al mismo tiempo que redueen de esta manera el émbito temporal de su investigacion; delimitan a1 wSxino el objeto estudiado y lo aislan de la totalidad a que pertene— ce. Una vez gue se Meva a cabo la descripcién, la clasificacién segin (1) Pex ejem? tazrsfelé "Se concede mayor inortencia a los aconteci identos contempurdneos que @ los histéricos" (Gitedo por Mills, Op. cit., pag. 79. 5 pautas homogénas previamente establecidas y la tabulacién y cuantificacifn en las que suelen consistir estos trabajos; se pasa ciertamente 4 una e- tapa comparative, que no reintegra la realidad obeervada el conjunto del cual se 1a habfa extraféo, sino que procura fijar las correlaciones cons, tantes por medios estadisticos, sin otro criterio que el niimero de veces registradas para determinar el cardcter contingente o necesario de esas correlaciones. Esa actitud de la ciencie social Norteamericana, certera~ mente denominada por Wills "El empirismo abstracto", ha sido criticada por los ads destacedos investigadores de diversas tendencies: Karl Mann~ heim(1), reprocha a estos sicélogos el haber abandonado toda perspectiva de conjunto sobre la sociedad; "Si se tratan los problenas aisladamente, en tanto que se descuida la totalidad de los problemas sociales, si el in vestigador que examina los detalles uo aspira a una visidn amplia de la realidad social o rchuye las hipétesis generaiizadoras, por mera cautela © por ascetisno metSdico, 1a més excelente obra de detalle est@ condenada a quedar en un vacio”. ‘Ya Lukdes, en su fanosa obra de juventud (2) bab’ mente cudles son las premisas de semejante empirisno. Tras la superobje~ tividad del socidmetra que se atiene a lox "hechos" tomando como modelo para su trabajo el métods de Las ciencias naturales, hay una actitud de a probacién bésica de su propia sociedad, a la que se considera come natu~ ral. Y los famosos “hechos" al no encontrar su sitio en el seno de la to, talidad a que pertenecen, resultan pricticamente inaprovechables, ya que () Ensayo sobre Sociologia y Psicologia sociales. pag. 205 y ss. (2) Histoireet concience de classe. Lo que a la ciencia social le interesa en ellos son las relaciones que Ligan al conjunto de 1a estructura. En el mismo aeatido historicista y estructuralista que inspira las anteriores criticas se desarrollan los nds interesantes aportes a la economia y a la sociologia. La notable o- bra técnica de J.P. Sartre, "Critica de 1a Razén Dialéctica", contiene u na profunda y detallada exposicién metodoldgica en la que se formula esta doble exigencia de las ciencias humanas con todo el rigor deseable. Abordar lo social como una estructura significa ante todo plantear Ja interdependencia de las partes como su caracterfstica fundamental. Una sociedad no es 1a suma de hombres, témicas, instituciones, creencias, ete., que la componen, sino el sistena de relaciones que todos esos ele, mentos tienen entre sf. Ninguna coleccién de datos aislados, cualquiera que sea su auplitud y su exactitud, puede conducir a la comprensign de un pais, si se olvida estudiar el sistema de relaciones del que depende e1 sentido de todos los datos recogidos. Naturalmente, el hecho de re~ conocer 1a interdependencia de las partes cono la caracteristica no sig- ni.ica que todes los fendmenos considerados tengan un mismo grado de im- portancia ni influyan de 1e misma manera sobre el conjunto. Existe un or den de prioridades entre los elementos que componen un todo en cuanto u- nos son codicionantes y otros condicionades y la investigacién debe pasar de los primeros a los segundos. El problema de saber hasta dénde es necesario remontarse en al tien- Po para comprender una determinada realidad actual, tiene también una e- norme importancia metodolégica. Esto depende del grado de continuidad histérica que presente e1 fendmeno estudiado, es decir, de la influen~ cia que tenga su configuracién original sobre su existencia y su funcio~ naniento en el presente, Si se trata por ejemplo de estudiar 1a agricul~ tura moderna del Norte de EE.UU., es relativamente secundario conocer las condiciones de la primitiva colonizacién holandesa; pero es verdaderamen— te importante tomar en consideracién las catacteristicas de 1a coloniza~ cién espaiola, para explicar 1a situacién de La agricultura en el Perd. Ee 1a magnicud de las transformaciones y de los canbios cualitativos lo que permite decidir si algo es més o menos rezoto en 1a historia. En questo propio tera, le estructura del sector rural de la ec2no~ mfa colombiana y de las tendencias que rigen hoy en 1, no parece posi- ble obtener una aproximacién adecuada de los hechos, si no se parte dela organizacién inicial de la propiedad de 1a tierra y su forma de explota~ cia y no se siguen las etapas de su modificaciéa y el cambio de funcién econémica de los elementos que han quedado aparentemente estaticos. Por- que el asunto no est en mostrar que cierta distribucién de la propiedad se ha conservado en tal o cual regién, sino mostrar lo que signtficS en 1a econonfa colonial y lo que significa ahora. Intentarenos men over continuamente a 1a vista los grandes condicio- nantes del problema est: @iedo, El mercado mundial y 1a situacidn respec- tiva de Espaiia y sus colonies. Si se compara 1a evolucién histérica de EEUU. y Latinoamérica, no cabe duda de que Espaiia, por lo que era y por la politica que practicaba debe ser tenida como 1a clave para expli- car las caracterfsticas de nuestro desarrollo, por un perfodo que va nds alld de 1a independencia politica y que determina gran parte de lo que o~ currié después. La historia colombiana no resulta comprensible si nos a~ ‘enemos exelusivanente 2 los aontecimientos internos. Y este hecho no es solamente valado pera el period colonial: sigue siendo cierto hoy, aunque menos aparente, Es particularmente claro en lo que respecta a la agriculcura, el cardcter determinante del mercado mundial sobre toda una serie de progresos y fracasos que influyeron seriamente, 1a distribucién de la propiedad y de la poblacién, el sistema de transportes y la for- nacién del mercado interior: mas tarde, cuando el comienzo de la indus trializacién y el crecimiento de las ciudades crearon una nueva demanda para los productos agropecuarios, la dependencia de los factores exter- nos se vid moditicada, pero no disminufda. En sua, las grandes trans~ formaciones de la economia mundial, han decidido en una amplia medida de la nuestra y ningGn andlisis que no los tenga en cuenta, podré ser ver daderamente comprensivo. Taupoco es posible mantener separado el tena especffico de nuestro trabajo de la totalidad en que est inscrito. La relacién entre la ciu- dad v <1 campo es un caso tipico de condicionamiento reciproco. Como la antlvencia de Ja primera es cade vez mAs decisiva a medida que la impor- tancia del sector industrial crece respecto al agropecuario y se opera en el mismo sentidy la redistribucién de 1a poblaciéa, el andlisis de- berd dedicar nds atencién @ los mecanismos del conjunto econémico y con siderar el sector rural como una parte de Satos, cuya suerte depende es. tricramente de la evoluciGn del sistema econdmico tomado como una ex- tructura. De este mode, mientras més se incrementa el peso econémico y demogrGfize del sector urbano, menos auténonos son los problemas de la agricultura, tanto si se los enfoca desde el punto de vista de la pro- piedad como si se los analiza desde el punto de vista de 1a inversién, el wercado y las caracterfsticas de 1a explotaciém. La mayor parte de Jas grandes tendencias que surgen ahora en nuestra agricultura y que la impulsan o 1a frenan no se generan en su propio seno, ei no tienen su origen en el movimiento de la denanda interior y exterior, del cré- dito, de las posibilidades de inversién, etc., condiciones estas cuyas perspectivas no pueden ser estudiadas en el dmbito del sector rural, el cual no es por lo tanto un objeto de estudio aislable. los dos grandes factores determianantes de la conformacién inicial de 1a propiedad raiz y de los sistemas de explotacién que le correspon- fa, fueron le estructura econémica de Espaiia en el sigho XVI y las ca~ racteristicas de la poblacién aborigen y de las condiciones naturales de las colonias. El campo hunano y natural sobre el cual se van a ejer cer las exigenc: propias de la sociedad espafiola, se van a desplegar sus posibilidades y se van a manifestar sus limitaciones, es, también decisivo para el resultado final de 1a empresa colonizadora. La situaciGn de 1a poblacién indigena, su importancia numérica, su tipo de organizacién y su desarrollo técnico, constituyen el elemento principal de 1a dominacién espafiola, elemento que tiene una enorme in~ fluencia sobre 1a distribucién del asentamiento ibérico y sus modalida~ des econémicas. La tendencia a implentar en el suelo americano una so~ ciedad de tipo seforial o feudal, no seria mas que una tendencia, si los colonizadores no hubieran encontrado civilizaciones agrarias que puedie ran utilizar como mano de obra servil. 10 El cardcter determinante de la politica espafiola es innegable, pero tiene que acomodarse a Jas circunstancias del nuevo mundo y esto es an- to todo valido para 1a agricultura. Porque si 1a agricultura de las pri neras colonias inglesas de Norteanérica fué un transplante de las me~ jores técnicas holandesas, alemanas e inglesas, 1a agricultura de las encomiendas hispanoanericanas siguié eiendo por mucho tiempo fundanen~ talmente indigena en sus técnicas y también en la mayor parte de ous cultivos. 1 tipo de dominacién sefiorial no se presta en efecto para la implantacién de nuevos métodos de cultivo, y més bien los “sefiores" se vieron obligados 2 modificar su dieta con los productos de sus encomen- dados. Las minas y las plantaciones tropicales de frutos de exportaciéa, cu ya explotacién era imprescindible para la netrépoli y constitufa el prin cipal incentive de la colonizacién, no pudieron ser aprovechadas con el trabajo de 1a mano de obra existente y los intentos que se hicieron en este sentido produjeron tales desastres en la poblaciéa aborig que llegaron a poner en cuestidn las bases mismas de 1a colonizacién: la mano de obra nativa. Otra forma de dominacién de los nuevos territorios, que actuara co- mo la inglesa por medio de asentamientos familiares y de tramitaciones, habrfa podide prescindix de la explotacién de le mano de obra indigena, y no habfa necesitado aplicar una politica proteccionista destineda a conservarla. Pero la tendencia feudal de la dominacién espafiola necesi taba esa base como condicién de su existencia. u Este ejemplo mestra de qué manera estan ubicados e interrelaciona~ dos de manera indiscernible los dos problemas que abordanos en primer lugar: La estructura econdmica de Espaia y el anbiente humano y natural de América. Max Weber consideraba que existian doe modelos fundamentales de ex plotacién de las colonias: "El feudal en las colonias espaiiolas y por- tuguesas; y el capitalista en las holandes (1). Esta de~ © ingles: limitaciéa nos parece demasiado simple, pero el principio que 1a inspi- ra, de imponer una visién comparativa de los primeros establecimientos a nericanos y de su destino posterior, a partir de la economfa de las me- trdpolis, no puede ser ns fecunda y metodolégicamente resulta irreempla zable. El autor considera como razgo tipico de le modalidad feudal el sistema de 1a encomienda, y de la modalidad capitalista, el sistema de 1a plantaciéa esclavista, Si bien esto corresponde en general a las ten dencias predominantes en cada una de las economfas coloniales, las "“ex- cepciones" son demasiado importantes de ambos lados. Ante todo debe te- herse en cuenta que no se trata principalmente de una politica econémica diferente, sino de una diferencia de hecho en le estructura econémica de las potencias imperiaies que conduce muchas veces una misma polfti- ca @ resultados opuestos. La "politica" seguida por los holandeses pa- ra la explotacién de sus dominios en el Valle de Hudson, tiene una pauta tipicamente feudal: concesiéa de grandes patronatos que debian ser po- blados por colonos ligados al patrén por una serie de obligaciones ser- viles. Pero esta politica en manos de un imperio comercial e industrial- (D) Historia Econéaica General, pég. 254 F.C.E, mente avanzado, no tuvo éxit: alguno. Espafia, en cambio, intent desa- vrolla: a1 maximo 1a gran plantacién esclavista en las llanuras cAlidas del nuevo continente, sin lograr el éxito ae Inglaterra. Eotas anotaciones permiten comprender que el estudio de 1a época co- Jonial no puede reducirse @ tomar en cuenta le politica oficial de la netrdpoli, sino que tiene que determinar la operancia y las consecuen- clas de esa politica a partir de la situacién econémica y social de la potencia que treta de imponerla. Por eso dedicaremos gran cuidado en la primere parte de este trabajo al estudio de la evolucién econémica de Es, paia y su influencia sobre nuestro destino histérico. Ex cierto modo, nosotros fuimos colonia de un pais subdesarrollado politica y militarmente predominante, pero econdmicanente atrasado, en relacida a les otros grandes imperios europeos; importador de manufactu ras y oxportador de materias primas, intermediario comercial y fiscal on tre I+ industria capitalista de Europa y los meteles preciosos y frutos ‘ picales de América. Este hecho marca definitivamente nuestro desa~ rrolle socio-econémico y serd necesario tenerlo continuanente en cuenta en el andlisis histSrico de 1a agricuitura colombiana y de la propiedad de la tierra. Todo lo que henos discutido hasta aqui, explica sucesivanente a nues feo juicio el que hayamos adaptado una vasta perspectiva histérica que se renonta a lov origenes del problema estudiado. Trataremos de enfocar les procesos que significaron una transforma- 13 cin profunde en 1a estructura de la propiedad rural, de la produccidn agropecuaria y de 1a distribucién denogréfica. Al hacerlo veremos la justificaciGn de los principios metodolégicos sumariemente expuestos a- qui. EL peligro de exagerar las posibilidades de una polftica conciente- mente adoptada y adjudicarle la responsabilidad de los fracasos y el nérito de los triunfos, desconociende el peso y la importancia de los procesos histéricos y econmicos que no controlan los gastores de una politica, ese peligro esta siempre presente en la labor investigativa y conduce @ una actitud apologética o recriminatoria. Los fendmenoe que han uodificado ms profundamente Ja estructura de ja propiedad rural después de la independencia, como 1a subdivisién de los resguardos, las grandes colonizaciones de vertiente, 1a introduc- eign de 1a agricultura de tipo capitalista y la descomposicién del mi- nifundio; no pueden ser comprendidos como el resultado de una politica oficial acertada o errénea, etn condicionados por un conjunto de fac~ tores econémicos, denogréficos y sociales. Esto no significa que toda po Aitica agraria esté destinada irrenediablemente a ser letra muerta y que 1a sociedad evolucione por leyes rigidas e inmodificables que escapan por definicién a 1a accidn humana. Pero ia accién conciente, coordinada y dirigida, al logro de propésitos definidos, est obligada a tener en cuenta las tendencias objetivas de 1a realided que procura modificar, sin Jo cual, las medidas mejor intencionadas pueden ser completamente inefi caces, o producir consecuencias imprevistas y contrarias a los propésitos que persegefan. “4 Ie interveneién ecléctic: del estado, técnicamente efecutada en el detalle, pero caétics en el conjunto, suele borrar ecn una msno lo que intenta construfr con la otra. Esto ocurre por ejemplo, cuando a una ~ politica de creacién de nuevos propietarios rurales, se yuxtapone otra~ de importaciones agricolas y control de precios que perjudique serianen te @ los agricultores peor situados y genere en ellos una fuerte corrien +e migratoria hacia Ie ciudad. El método estructural, que analiza la in terdependeneia de les partes en el conjunto econdmico y el mecanismo de~ su Sincionamiento, ne se justifica solamente desde el punto de vista tée, “ico, come requeriitiento para la adecusda comprension del objeto estudi; so, sino también, y sobre todo desde el punto de vista préctico, cono — una premisa indispensable pata la eficacia y 1a coherencia de las medi- das adoptadas. Nuestro trabajo seré investigaciGn sobre los procesos econémicos, denograficos y sociales ~esponténeos 0 promovides- que sirven de marco 5 ia reforma agraria, y una determinaci6n tan clara como sea posible ce manera como influyen en 6sta y condicionan su ritmo, su direccién y sus resultados. 15 I, LA SITUAGION DE ESPANA, A finales del siglo XV y principios del XVI, ocurrieron profundas tras, formaciones en la sociedad europea occidental, que iban a marcar por siglos el curso de 1a historia. La época de las civdades-estados daba paso a le Zpoca de los imperios supranacionales; se produjeron los grandes descubri- mientos, la conquista y explotacién de continentes enteros; se formé cl mer, cado mundial, adquiriendo asi el desarrollo de las distintas civilizacio- nes un grado de interdependencia que nunca habia tenido antes; se increnen, t6 poderosanente la esclavitud como forma de producciéa y tréfico comer- cial; y la riqueza acumulada en Europa, transformS profundamente las rela- ciones econdmicas existentes. Aunque estos hechos afectaron de diferentem. do 2 los paises que se encontraron en el centro de los acontecimientos, y tuvieron en ellos consecuencias diversas y a veces contrarias, si se les toma en conjunto, es indudable que constituyeron un impulse decisivo para la formacién del capitalismo. Bs diffcil saber en qué medida 1a sociedad capitalista requerfa pare su despegue inicial una extraordinaria combinacién de circunstancias y en qué medida Sstas vinieron apenas 2 acelerar un proceso que de todos modos se estaba generando por su dindmica interna. No se debe pensar que las s0- ciedades, Ulegadas a cierta etapa de su evolucién econémica, estén fatal- mente obligadas a pasar a la etapa capitalista, como sina rigurosa ley na tural, determinara asf el camino de la historia. No se puede concebir tam- poco 1a serie de transfornaciones a que nos referimos independientenente del capitalisno comercial, que se vid favorecido e impulsado por ellos, pe, yo fué tambign, en gran medida su causa. 16 Los grandes estados que e+ formaron a comienzos del siglo XVI, no su- primicron ciertanente todas les barreras feudales que estorbaban el inte: cambio comercial en el interior de sus dominios, pero éstas fueron seria~ mente reducidas y el poder centralizado impulsaba en todas partes el comer cio exterior com dice Karkland, “A las naciones europeas animaba un nacio nalismo econémico agresivo (.,.) consideraban 1a ganencia de una cono h ne cesaria pérdida de otra, y el comercio exterior no era, en el fondo, més que une forma cortés de guerra".(1) Guerra, pirateria, contrabando, caza y trata de esclavos, fanatismo re Ligioso, especulaciém y otra vez guerra, es el signo de los tiempos. Una & poca diffcil de comprender como pocas: Casi nunca, en efecto, encontramos u na distancia tan grande entre los principios y los hechos;los aitereses més sérdidos y las masacres mas inhumanas se cubren con el ropaje de la nas e- laborada teologia. mn esa época comenzé a definirse el destino histérico & Jos pueblos americanos y su influencia pesa todavia sobre nuestro presente Veanos sus caracterfsticas principales. La decadencia de los estados urbanos no corresponde todavia, en el si glo XVI a un debilitamiento demogréfico o industrial. Al contrario, las du, dades tuvieron un gran crecimiento. Segiin Hamilton (2), las ciudades @ Bur g08, Segovia y Toledo, duplicaron su poblacién entre 1530 y 1594. in otras el incremento es todavia més répido: Madrid, por ejemplo, pasa en las mis— mas fechas de 4,060 a 37.500 habitantes (3), Braudel por su parte nos da (1) Pag, 12 (Historia Econémica de los E.E.U.U.) Q) Pag. (3) Vicent Vives, T.IIL, pag. 15. uv las cifras correspondientes ¢ las ciudades italianas, que si bien no resul tan tan impresionantes, nuestran un crecimiento demogr&fico bastante alto. Oe Pero el desarrollo de la industria, del comercio y de la guerra,hacta de estas ciudades, afin en crecimiento, unidades demasiado pequefias para re. sistir el empuje de 1os grandes imperios, y esto se manifiesta desde fines del siglo KV, La toma de Constantinopla, 1a cafda de Barcelona y 1a recon- quista de Granada son ejemplos de este cambio de relacién de fuerzas. Ocu- tre con frecuencia en la historia que el lugar o los lugares donde ha lle- gado @ su méxino florecimiento una determinada forma de organizacién econ, mica y social, se encuentran peor situados para pasar a la siguiente cuan- do 1a que florecié en ellos ha entrado en decedencia. Los viejos éxitos y las glorias pasadas Ilevan entonces a los pueblos a adherirse a lo que no tiene vigencia hist6rica. Asf ccurrié con la Italia del siglo XVI. La uni- ficacién nacional, lo Gnico que le habfa permitido desempefiar un papel his. térico a 1a altura de su desarrollo econémico, téenico y cultural y de su importancia demogrSfica, no se llevé a cabo. El poderfo de sus ciudades e~ ra suficiente en muchos casos para permitirles continuer en la forma de or ganizacién independiente que se habfen dado; pero no estaba a la altura de las grandes empresas guerreras y colonizadoras que caracterizaron la época de los imperios, "Si los estados urbanos o sefioriales se derrumban unos tras otros, es porque sus finenzas no alcanzen para hacer frente a las ne~ cesidades de la guerra"(2), @) Vicent Vives, T.IIT,pag.15 (2) BRAUDEL, T.1. pag, 582 Esta también el problema i: los abastecimientos agricolas, que pone a Jas ciudades en situacién de dependencia con reapecto a los inperios terri toriales, Pero sobre todo se ve amenazada 1a base misma de su existencia y de su desarrollo: el conercio. Los grandes descubrimientos espaioles y por tugueses quitaron al Mediterréneo el papel de intersediari obligado en el comercio con Oriente y colaboraron al auge de las potencias comerciales en Jos paises del Atléntico: Portugal, Espafia, Holanda, Francia e Inglaterra. Adends, las nuevas condiciones del conercio, distancias, peligros naturaks y militares, guerra abierta o no declarada, exigieron répidanente que s pu Giera disponer de verdaderas flotas arnadas, para mantener un contacto per manente con Las regiones descubiertas o con las indias, por las rutas mari, timas, y en la mayoria de Los casos era necesario igualmente disponer & si tios fortificados, Por todas las razones anotadas, los grandes imperios territoriales a cabaron por predominar, Entre ellos, el caso us complejo y para nosotros el més interesante es el imperio espafiol. Los pueblos peninsulares que constitufan el centro de este imperio con taban a finales del siglo XVI con 9'450.000 habitantes, de los cuales el reino de castilla representaba el 73.8%. Si no se tiene en cuenta a Portu- gal, 1a poblecién espaiiola serfa de unos 8'235,000, Si se piensa en las grandes empresas militares y colonizadoras que Llev6 a cabo Espaila en esta Spoce, y en la influencia que tuvo sobre los destinos del mundo, su pobla~ ciGm es muy escasa incluso de acuerdo con 1a medida de los tiempos. im el misno periodo, Francia tenfa casi el doble de habitantes, Italia se acerca ba a los 13'000,000, mientras que el Islam, cuyos datos son muy inseguros, podria llegar hasta 20'000.000 de habitantes. Naturalmente estos datos, co 19 no casi todas las cifras que se refieren a la época, tienen un margen de © rror bastante grande y difieren a veces mucho de un autor a otro. Nos he- mos basado en los estinativos de Braudel(1), Vicens Vives(2), y Hamilton (3), que adends de estar casi siempre de acuerdo, poseen una elevada con- ciencia critica. Por lo tanto, si no podemos hacernos ilusiones sobre su exactitud estamos convencidos de que representan un cuadro aproximado de 1a @istribucién denogréfica en el siglo XVI. En este terreno, le significa~ cidn de las cifras varia enormenente con la historia, de manera que un de- terminado espacio geografico que albergue hoy 2 20 millones de habitantes podria estar superpoblado entonces con cinco; por la diferencia en 1a téc~ nica y la productividad. Pero ya ers cierto que el simple némero no era de cisivo pata la importancia politica, militar y econdmica. Las nuevas formas de guerra y del comercio y el tipo de organizacién que se iba adoptando en 1a produccién de mercancias hacia que fueran més importantes las disponibilidades de capital que las de trabajo. Pero, pre cisamente, lo asombroso del caso espaiiol est en que la peninsula tanbiéa desde el punto de vista econémico se encontraba considerablenente retrasa~ 4a, con relacién a las principales naciones europeas. La répida unificacién de Espafia bajo los reyes catélicos y su expan~ sign vertiginosa en Europa y en el Nuevo Mundo, correspondfa sin dudaa las necesidades de 1a época cuyo gran imperative fué la concentracién del po~ der politico y militar, pero no correspondfa en cambio al desarrollo econ mico de la peninaula, y este desequilibrio pesaré fatalmente sobre toda 1a (i) Op. eit. Tet., pag. 376 y passin, (2) Op. cit. TILL. Cap. I Pag. 124 y passim. (3) op. eit. ey evclucién del imperio espaiiol. Las relaciones econémicas de Espaiia con las naciones europeas mis adelantadas, se parecian bastante en esa época a las que predominan hoy entre los paises industrializados y el mundo eubdesarro Iiado. Un contador de Carlos V se quejaba anargamente del hecho de que Es~ pafia exportara naterias primas e importara manufacturas: "El hierro y el a cero de lo que @ los extranjeros les cuesta un ducado, hacen frenos, tena~ zas, nartillos, escopetas, espadas, dagas y otras armas y cosas de poco va jor, de que sacan mas de 20 ducados y a veces ads de 100" (1). Metales,pro ductss agrfcohs y de origen animal es generalmente lo que sale, contra mer cancfas manufacturadas en los paises bajos, Francia, Inglaterra e Italia . Pero 1o fundamental de las exportaciones sera el oro y la plata. Son innu~ merables las leyes y las medidas destinadas a nodificar esta situacién, a fomentar 1a produceién industrial (2) y a impedir la fuga de los netales preciosos, hasta el punto de que la insistencia en ellas y su repetida pro mulgacién son prueba de su inoperancia. Ni las medidas més drdstices, como la pena de muerte, lograban evitar 1a tendencia, ya que el estado era el primero en realizar grandes gastos en el extranjero, necesarios para mante ner su posicién polftica y militar. Lo més grave es que las nuevas conquistas y las inmensas riquezas ob- tenidas en ellas, lejos de modificar esta situacidn tenian que agravarla. El monopolio del comercio con las Indias Occidentales no podfa en verdad significar gran cosa ya que Espaiia estaba reducida en lo fundamental al pa pel de intermediario entre las manufacturas europeas y las riquezas ameri~ ‘Cy Gitado por Vicens Vives, op-cit. pag. 172. (2) “Antes de 1a terminacién del reinado de Carlos V ya se habian prohibi do las exportaciones de lino, céfiemo, picles, cuero, seda en bruto, hierro y sus minerales" Hamilton, Op. cit. pag. 195. 2 canas, En ese papel de intermediario obtenfa sin duda grandes ganancias qe le permitieron sostener por mucho tiempo su poderfo politico y militar, pe r9, lejos de impulsar con ello el crecimiento de le economia se cred una a tuacién cada vex més desfavorable para éste. El enorme tesoro americano qe fvé a parar a las arcas espaiiolas, result6 ser un factor decisivo en le de cadencia de Espaiia y una traba inagotable para el desarrollo de su produe~ ccién. Todos los estados imperialistas de 1a época practicaban la economia mercantilista y aceptaban hasta su formulacién nfs vulger que toma la acu- mulaciéa de metales preciosos como base del enriquecimiento de las sacio~ nes, todos buscaban afanosamente minas de oro y plata, ponfan restriccio~ nes a la salida de estos metales y procuraban tener una balanza comercial favorable, es decir, que les dejara un excedente acumulable. Pero si el resultado inmediato es aparentemente el mismo, 1a signifi- cacaén del fendmeno es completamente distinto si el stock acumulado provie ne de 1a extraccién directa de metales preciosos en el territorio nacional 2 en sus posesiones, o si proviene de una balanza comercial sistendticanen, te favorable. En el primer caso, el aumento de los metales preciosos no co. rresponde necesarianents a una ventaja en las relaciones de intercembio, y en el segundo, se derive de esa ventaja y le consolida. Los mercantilistas ingleses eran ms realistas en este sentido: "Cuando se descubrié que el comercio inglés con 1a India daba cono resultado 1a exportacién de metli- co a Oriente, los apologistas de 1 Compaiifa de las Indias Orientales pu~ dieron hacer valer 1a interpretacién de que 1a reexportacién por Inglate- tra de las mercancias importadas de la India, hacfen fluir a las Islas una 2 corriente mucho mayor de meta?ss preciosos de los paises extranjeros"( 1). ‘Tomas Mann decia(2) que la causa de que Espaiia perdiera su tesoro estaba en que, adends de la guerra, importaba mucho del extanjero. Es claro tam~ biéa que los mercantilistas espaiioles comprendieron la relacién existente entre la pérdida de los metales preciosos y 1a desfavorable balanza de pa~ gos, y 1a Corona traté muchas veces, bajo su consejo, de tomar medidas que corrigieran esta situacién, prohibiendo por ejemplo, la exportacién de ma~ terias primes, para procurar su elaboracién interna y limitando las impor- taciones de mercancfas acabadas. De todos modos, confizban demasiado en la importancia del tesoro. "Diffcilnente pod{a ser igualada por ninguna otra nacién, le identificacién de dinero y riqueza que establecieron los mercan tilistas y estadistas espafioles de los siglos xVt y XV1I"(3). No hay que buscar sin embargo el secreto de las dificultades de Espa~ fia en las deficiencias tedricas de sus economistas, sino, mas bien ver en Gstas el resultado de una situac Gn objetiva. Una situacién verdaderamente mala, puesto que el dinero era indispensable para mantener el imperio y su ingreso agravaba inevitablemente las desventajas de Espafia con celacién a las otras naciones europeas. Ya no cabe duda de que el oro y la plata de América fueron la ruina de Espafia. Ninguno de loe factores que contribuyeron a la decadencia del impe rio tuvo una influencia tan poderosa ni repercutié de manera tan adverea sobre 1a economia, como este alud de metales preciosos que cayé sobre 1a peninsula desde las primeras décadas del siglo XVI. Ci) Krikiand, Hist. Econom. de HE.UU., pig. 11-12. (2) Citado por Eric Roll. Hist. de las doctrinas econdmicas, pag. 73. (3) Hamilton, Op-cit. pag. 197. 23 Por muchas razones el descubrimiento y la conquista del Nuevo. Mundo iban a traer cono resultado el desarrollo de la forma capitalista de pro- duccidn: se abria en primer lugar un nuevo y vastisimo campo de accién . al tal comercial y ia magnitud de las operaciones comerciales que. exigia ase nuevo campo, no s6lo implicaban una nueva fuente de acumulaciéa, sino que inpuleaban 1a concentraciéa y 1a asociacién de capitales en grandescon paiifas de accionistas, En segundo lugar, los requerimientos de la navega- ciga y las nuevas formas de la guerra acentuaban la tendencia a le otgani- zacién de la produceién y, dadas las condiciones del transporte, las ganan cias fabulosas slo podfan ser obtenidas por quienes dispusieran de capita, les que les permitieran esperar durante meses y meses la obtencién de los beneficioe, Se increnent6 extraoréinariamente el er€dito. Pero 1o ms im portante de todo fué tal ved el hecho de que los metales preciosos 1lega- ron a Europa en un momento en que loe precios se hallaben muy bajos, debi- do a la expansién anterior de 1a industria y el comercio que no estuvo a~ compafiada, hasta este Epoca por un aunento similar de la produccién de oro y plata, La cafda de los precios tuvo un efecto depresive sobre ios benefi cios, fundamentalmente en los sectores de mis r&pida expansidn y tendfa par Jo tante a frenar el desarrollo de la industria y del comercio que se ha- cia mfs riesgoso. Se creaba tanbién un incentivo para el atesoramiento de rigueza en metdlico, que valorizaba con el tiempo, mis bien que para su in versién, Todos estos obstéculos que entrabaron le economfa europea durante el siglo XV, serian levantados por 1a Ilegada del oro y 1a plata.de Anéri~ ca, que multiplicd por ocho o diez veces el tesoro de 1a Europa Medioeval. a). (i) "La economfa europea no encontré alivio contra los precios en baja,has ta que se descubrieron los Eldorados del Nuevo Mundo", Hamilton,Op.cit. pag.10. 24 Se produjo entonces 1a llemada "revolucién de los precios", cuyas e- mormes consecuencias sobre la eccnomfa europea son todavia motivo de di cusi6n entre los investigadores de la materia. Las consecuencias de la re- volucién de los precios, no fueron sin enbargo las nismes para el capitals mo europeo, considerado en general, y pard el espafiol en particular, fue- ron és bien contrarias. El ascenso de los precios se impuso obviamente porque 1a suna de dine, xo disponible crecia mucho mas répidamente que 1a produccién de bienes. Si el encareciniento hubiera sido el misno para todos los bienes, el fenéueno no habrfa significado més que una caida en el precio de los metales precio. Sos, que no tenia por qué generar profundas transfornaciones econémicas ya que sélo beneficiaba a los deudores a expensas de los acreedores. Esto no imprimiria uecesarianente un inpulso al desarrollo capitalista. No fué és~ to, naturalmente lo que ocurrié. No todos los bienes y servicios elevaron sus precios en 1a misma proporcién y la inflaciéa, significaba por lo tan- to una redistribucién favorable a uos sectores y perjudicial a otros, Les rentas de la tierra, contratadas 2 largo plazo y a veces en forma vitali- cia, no podfan ajustazse al alza general, a no ser que fueren cobradas en especie. De mayor importancia para el tema que nos ocupa, fué el desequilibrio entre el aumento de los precios y el de los salarios, Hamilton ha probado, de manera incontrovertible que la carrera inflacionaria, dejé sistenftica- mente retrasados @ los salarios. En Inglaterra, por ejemplo, si tomanos co. mo indice el promedio del perfodo 1451-1500 = 100, tenenos que en 1501-1510 los precios son de 95 y los salarios igualmente de 95, pero en 1593- 1602, Jos precios han subido a 243 y los salarios a 124; es decir, que a partir 25 de una situscién igual, los prineros Llegan casi a duplicar a los segurdos El mismo fendmeno se observa en Francia, con caracterfsticas todavia nds acusadas, Tonand: los mismos {indices empleados antes, los precios eu~ bi n durante el siglo XVI de 113 a 246 y los salarios, en el misno perio do, de 92 a 113, Las alzas respectivas, en el mismo lapso de tiempo, van en Alsacia,de 99 a 205 para los precios y de 89 a 103 para los salarios (1). Este hecho, v@lide tembién para Holanda y, en menores proporciones pa ra Italia, significé un extraordinario aumento de los beneficios para el sector capitalista de 12 produccién -el que pagaba salarios~ a costa de ke ingresos reales de los trabajadores: "En Francia, en 1550-1552, un albafiil ¥ un carpintero devengaban un salario de 60 centavos diarios, y en 1575- 1600, este salario se habia elevado en el 50 por ciento. Pero en el primer perfodo. 60 centavos era el precio de catorce litros de trigoymientras que en el iltimo perfedc <2: 60 centavos solamente se podia comprer cuatro Li- tres de trigo" (2). Come ia parte correspondient= al trabajo en los costes de producciéa, era tan alta en esa éf. los ber -ficics de la industrie se elevaron de manera extraordinaria, S2g’n los clculos de Hamilton, pudieron pasar del 25% al 100% para muchos capitalistas ingleses. asi, las ganancias del co- nercio con Oriente y con el Nuevo Mundo y de las que se obtenfan de la in~ (2) Op.cat. Pag. 15, 17 y 25. (2) Federico Brito Figueroa. Estructura EconSmica de Venezuela Colonial. Ed. Universidad CEntral de Venezuela, Caracas, 1963. Pag. 224. 26 dustria, Llegaron en el momentc en que existia un gran incentivo para la creacién de empresas capitalietas. El acontecimiento histdrico que tanto impulse dié al desarrollo de 1a produccién industrial -la apropiacién por Europa del tesoro americano- no produjo sin embargo los mismos afectos en el pals més directamente compro~ uetido, y, a primera vista, més beneficiado. El atraso relative de la eco- nomfa espafiola se vié por el contraric seriamente agravado. Cono fué allt donde primero Llegaron los metales preciosos de América, el ascenso de los precios fué también muy superior. "Podenos suponer con seguridad que al i- niciarse el siglo XVI el nivel de precios de Andalucia, prisera regién i- nuadada por el oro y 1a plata anericanos, y los de Francia e Inglaterra,es taban aproximadamente en equilibrio. Como los precios andaluces se eleva~ ron en el siglo XVI mucho més rapido que los ingleses y franceses -de he- cho se elevaron en ese solo siglo casi el doble de 1o que ios ingleses y franceses-, tuvo que salir met@lico para compensar ¢l saldo comercial des- favorable" (1). En consecuencia, las mercancYas espaiiclas quedaron en la posicién nas desventajosa dentro del mercado mundial, y le competencia extranjera de in dustrias ms avanzadas y precios inferiores, resultaba ruinosa a la larga aGn dentro de la misma Espaiia, a pesar de las rigidas barreras aduaneras « Hasta en las colonias americanas, s6lidamente controladas desde e1 punto de vista politico y en cuales se aplicaba el més riguroso monopolio co mercial, 1legaron a predominar ampliamente los productos de procedencia di, (1) Earl J. Hamilton, American Treasure and Andalucian Prices, 1503-1660" Journal of Economic an Business History, Novieubre 1928, Pag. 31-33.

You might also like