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JORGE AMADO EL PAis DEL CARNAVAL Boma aes EDITORIAL LOSADA, S.A. BUENOS AIRES I Entre el azul del cielo y el verde del mar, el navio amontona el verde-amarillo patio. Tres de la tarde. Aire quieto. Calor. En el combés, entre franceses, in- gleses, argentinos y yankees, estd todo el Brasil (jEvoé, Carnavall). Fazendeiras * ricos de vuelta de Europa, donde re- cortieron iglesias y museos. Diplomaticos que pare- cen maniquies de'una casa de modas masculinas... Politicos imbéciles y gordos, sus flacas e imbéciles hijas y sus imbéciles hijos doctores. All en el fondo, enamorando el misterio de las aguas, una francesa linda como las cosas, aventurera viajada, de la cual se decia que conocfa todos los paises y todas las razas, lo que equivale a decir que conocfa toda especie de hombres, tolera, con una sonrisa condescendiente, el galanteo juliodantesco de una docena de hijos de familia bien, brasilefios y ar- gentinos: —La sefiorita es muy linda... * Fazendeiros: sefiores duefos de tierras y plantaciones. —Mi vida por su vida... —jHaga una sefial y me tiraré al agua! —Querrfa que el barco naufragase para probarle cuanto la amo... ‘Todo esto era dicho en mal francés, en un mal fran- cés que le causaria envidia a los jovencitos que len a Dekobra y sienten una enorme pasién patriética' por Tiradentes. Toda esa gentesuda mucho debajo dela elegancia de sus calientes ropas, confeccionadas en Londres y Paris, a elevados precios. ‘Todos, menos la francesa que viste una ropa sim- ple demuselina blanca. En verdad, es bella. Ojos ver- des como el mar y piel blanca, No lama la atencién que esos brasilefios y argentinos tropicales gasten en ella su retérica, tan preciosa para Ia Patria. Adelante, un senador, un fazendeiro, mn obispo, un diplomatico y la sefiora del senador conversan en la buena paz burguesa de los que tienen el reino de la tierra y la seguridad de comprar el del Cielo. —Si —dice el fazendeiro— la zafra fue regular. Pero los precios... —Bueno, corenel, ? gme lo viene a decir a mi? Incluso con el precio de ahora, el café sigue siendo un negocio fabuloso... Bs la riqueza de San Pablo y del Brasil. —iPorque el Brasil es San Pablo!— dice la sefiora del senador, tan localista que irritaba. —iOh, sefiora! Perdéneme, pero no estoy de acuerdo con ustéd... * Coronel: titulo que se aplica a los fazendeiros ricos y poderosos. 10 Hablaba el diplomatico. Era primer secretario de la Embajada en Paris y atin estaba inédito su primer servicio a la Patria. Habia nacido en Bahia y traiaenla sangre y enel pelo la marca dela lujuriade los abuelos portugueses con las abuelas africanas. —...hay otros Estados... Fijese en Bahia, sefiora mia. Bahia produce de todo.... Cacao. Tabaco. Poroto. Y produce hombres, querida seftora, grandes ge- ios... Rui Barbosa era bahiano... —Pero hoy en dia, doctor. —iOh, sefiora mia, no me diga!... Atin hoy hay grandes talentos... Y el obispo, conciliador: —El doctor es una prueba... —~Amabilidad del sefior obispo... La Iglesia siem- pre caritativa... El senador, con el prestigio que le daba su posi: cién, resumié lo conversado: —iBs el pafs de més futuro en el mundo! —iPerfecto!— dijo un muchacho que acababa de llegar. —Usted acaba de definir al Brasil. (EI senador sonrié, babedndose). El Brasil es el pafs verde por excelencia. Futurista, esperanzado... Nunca pasé de eso. Ustedes, los brasilefios viejos que ya fueron los jovenes que son la esperanza de la Patria, suefian el futuro... “Dentro de cien afios, el Brasil serd el primer pais del mundo”. Garantizo que aquel detestable cronista, Pero Vaz de Caminha, dijo esa misma frase cuando Cabral, por casualidad, encontré el pais que habfa venido expresamente a descubrir. —jNo!— protesté el diplomatico, elevando, con ademén oratorio, la mano hasta el pecho. —Actual- mente, todo extranjero conoce, gracias a nuestro cuer- 1 po diplomatico, sin modestia, al grande, jal portento- so Brasil! —Mientras tanto, esa francesita que conoce el mundo entero, que ya tuvo casa de rendez-vous en Pekin, que fue amante de negros en la Colonia del Cabo y gan6 dinero en Montecarlo, cree que viaja hacia un pais llamado Buenos Aires, cttya capital es el Brasil, una ciudad donde toda la poblacién viste tanga. Y puedo afirmarle, sefior obispo, que ella va hasta alla para poder andar de tanga, pues es primiti- vista... —Ella es inmoral, es0 es lo que es. —iSe va a decepcionar, pobrecital —Pero, doctor Rigger, por lo menos desde el punto de vista religioso, el Brasil ha progresado mucho. Actualmente... —Actualmente domina la supersticién. En el Norte, sefior obispo, la religién es una mezcla de fetichismo, espiritismo y catolicismo. Por lo demds, yo no creo que Cristo haya predicado religiones. Cristo no fue mas que un roméntico judio rebelde. Los que hicieron la religi6n fueron los curas y los Papas... Pero si usted cree que esa religién predomina en el Brasil, est4 equivocado. Hay una falsificacién africana de esa religién... La macumba, en el Norte, ha susti- tuido a la Iglesia, que, en el Sur, es sustituida por las sectas espiritistas. En el Brasil, la cuestién de la reli- gidn es una cuestién de temores. La sefiora del senador, escandalizada, se persig- naba. El diplomatico sonrefa, vanidoso... El obispo, que era inteligente, quiso protestar. Mas no tavo tiempo. Un muchacho dea bordo agitaba una campa- nilla enorme Hamando al lunch. hat Y.todos obedecieron a Su Majestad, el Estomago. En el combés, Paulo Rigger se abandoné a sus pensamientos. Volvfa al Brasil después de siete afios de ausencia. Siendo estudiante del bachillerato se le habfa muerto el padre, riquisimo fazendeiro de cacao enel sur del Estado de Bahia. La ultima voluntad del viejo Rigger fue que mandasen a sw muchacho a gra- duarsea Europa. Y terminado el bachillerato, Paulo se marché a Paris en busca de consagracién. El viejo Rigger queria a su hijo titulado. Y ya era muy banal el titulo otorgado en el Brasil. Sélo podia tener éxito un doctor de Europa. En Paris, Paulo Rigger, como es natural, hizo de todo menos estudiar derecho. Era un blasé, contami- nado por toda la literatura de preguerra, un consumi- dor espiritual, que tenia amigos entre los intelectuales y frecuentaba las ruedas periodisticas, haciendo fra- ses, discutiendo, siempre como opositor. Suactitud siempre era la actitud opuesta. Tan fran- cés como era, no habia construido una base para su vida. No tenia ideas filos6ficas y hacia blagues sobre el espiritu de seriedad de la generacién que surgia. Decia que el hombre de talento no precisaba de la filosofia. A los veintiséis afios, era un tipo cerebral, casi indiferente, espectador de la vida, hacia tiempo habia perdido el sentido de Dios y no habia hallado el sentido de Patria. Frio, nada lo emocionaba. Tenia diferentes place- res: le encantaba ser el contra de las ideas de sus vecinos de mesa y le gustaba estudiar almas. Habia recorrido todo Paris, desde los salones mAs aristocrdticos a los cabarets més sérdidos, con volun- 13 tad de pasar el escalpelo por las almas y poner al descubierto sus sentimientos, estudiandoias... Pensaba que el dia en que apareciera “un caso” en su vida estaria preparado para enfrentarlo, estudiar- lo, disecarlo. Usaba monéculo porque decian que el monéculo habia pasado de moda. En Paris habia aprendido a vestirse con mucha elegancia y a satisfa- cer todos sus deseos. Sibarita, tenia casi admiraci6n por sus instintos. Conocia todos sus vicios. En su mirada cansada, muy triste, parecia vivir la tragedia del hombre que agot6 todos los placeres y no se satisfizo. Ensus labios finos bailoteaba siempre una sonrisa mala, de escarnio, que irritaba. No crefa en la felicidad. Mientras tanto, en el fondo, Paulo Rigger sentia que era un insatisfecho. Comprendia que a su vida le faltaba algo. Qué? No Jo sabia. Eso lo torturaba. Y dedicaba toda su existen- cia a la busqueda de una meta. “Si, murmuraba en el combés, mirando Jas olas, porque toda vida debe tener una meta... Cul?” El mar, indiferente, no le respondia. El sol que moria dibujaba en el horizonte paisajes vociferantes. El sol fue el primer cubista del mundo... Durante la comida, la francesita le sonrié. En su sonrisa habfa una promesa enloquecedora de volup- tuosidades incretbles. Y Paulo Rigger la pens6 desnu- da. Debfa ser linda... Esa mujer, tan joven y tan conocedora de la vida, debfa ser una exquisita. Y jur6 conocerla. En el combés, ella sonrefa, ingenua, ante el inge- nuo jugueteo de las olas. 14 Paulo Rigger se le acerc6. —Mademoiselle... —Mademoiselle no, Julie... ‘Ah, Julie, usted es adorable! —jEso me tiene que decir? Eso mismo me dijeron todos esos muchachos que me estaban galanteando hace un rato. Yo pensé que usted me iba a decir otra cosa... —Si, le voy a decir otra cosa. Quiero decirle que sus ojos prometen cosas absurdas, pero yo conozco todas las cosas absurdas y dudo mucho de que usted pueda darme algo nuevo. —iVaya! De aqui a una hora, La puerta de mi camarote estar abierta. Lo espero ahi. En su camarote, Paulo Rigger pensaba si debfa ir al encuentro de Julie. Un gran cansancio leinvadia los miembros. Pensé en Julie. ¥ tuvo miedo de sus ojos. No,noirfa. Esa mujer era capaz deagarrarsea élcomo una peste en el Brasil. Ademas, no pasaba de ser una ramera conocida. Una mujer que amaba por dinero, sin amor. {Qué podria darle de nuevo? Placer, ya conocia demasiado. Came... Pero el amor quizé no era solamente carne... Quizé era algo més... Ese algo més nolo conocia. Esa mujer no existia. Existiese ono, la francesita no le podria darnada. Sélo ledaria sexo... Y del mismo modo de siempre. ;Carajo! No iria... Y Julie esperé toda la noche, desnuda, sofiando voluptuosidades increibles. Después lor6 de rabia, mordiendo la almohada... al fin, lo insultaba, era un animal. No sabia bien lo que ella le tenia reservado a 41, caricias que nunca habia vendido a nadie... jImbé- cil! Y Paulo Rigger sofiaba que tenia una novia 15 roméntica que lefaa Henti Ardel y tocaba valses muy sentimentales al piano. Al dia siguiente, el grito del descubrimiento: —iierra! jTierra! Alllé lejos, el Pais del Carnaval. IL Paulo Rigger, asomado a la ventana del hotel, lee los diarios de la majiana. Estaba en Rio de Janeiro. Sin embargo, sentia que la Capital de la Repuiblica no era Brasil. Se parecia mucho a las grandes ciudades el ‘universo, Y esas ciudades son ciudades del mundo, no ciudades de paises. Paris, Londres, Nueva York, Tokio y Rio de Janeiro pertenecen a todos los paises y a todas las razas. Y Paulo Rigger tenia ganas de irse bien al interior, hacia Para, hacia Mato-Grosso, para sentir de cerca el alma de ese pueblo que, al final, era su pueblo. Su pueblo... No, éseno erasu pueblo. Toda su formacién francesa le gritaba que su pueblo estaba en Europa: Recordaba que, en Paris, los brasilefios hablaban mal de su tierra. Muy mal. Por contradic- cién, él siempre hablaba bien. A bordo, los pasajeros nostdlgicos elogiaban al Brasil. Y él hablaba mal. Ahora queria tener una idea del Brasil. A veces, en Europa, su mascara de cerebral caia y pensaba en su vuelta a la Patria. En meterse en la politica. Fundaria un diario. Elevaria el nombre del Brasil... Se refan sus amigos de él y de su patriotismo repentino. Se disculpaba diciendo que todo eso era egoismo. Queria elevar el nombre de Ja Patria para elevarse él, Paulo Rigger. Un medio... En el fondo, el egofsmo predominaba... 16. Los amigos éstaban de acuerdo. La Patria, con seguridad, no era la meta... Los diarios s6lo hablaban de la campafia politica queagitaba al Pais. Deun lado, el entonces Presidente de la Repiiblica, que, apoyado por cierto mimero de Estados, queria imponer un candidato de su confian- za para quelo sucediera en el Poder. Del otro lado, los Estados opositores querfan elegir un Presidente de ellos. Paulo Rigger leyé en un diario: “Atin existen brasilefios que saben morir por la libertad”, Esas palabras sobresalfan en grandes caracteres. Era un fragmento del discurso de un diputado de la oposi- cién. Rigger se ri6: —Qué muerte estipida morir Inchando por la libertad de la Patria... El empleado del hotel que entraba con el café, murmur6: ; —Ese tipo es prestista... Y al servirle (sonaba en sus ofdos el murmullo de los billetes de la propina), elogié, para asombro de Rigger, las virtudes del Dr. Julio Prestes. Paulo Rigger caminaba por las calles al azar. Se sentfa un extrafio en su Patria. Encontraba todo dife- rente... Si eso le pasaba en Rio zqué no sucederia en Bahia adonde iba a residir en compafiia de su vieja madre? :Podria, lograria vivir? Tenia una gran nostal- gia de Paris... Tendria que vivir burguesamente... No tendria més camaradas intelectuales... Su espiritu quedaria obtuso... Tal vez se casaria... Tal vez se iria a vivir a 7 la fazenda...* Qué final para él, degenerado, vicioso, enfermo de civilizaci6n... En fin... Paulo Rigger se detuvo ante una casa de discs. Una marcha bien cantada Henaba el espacio de una miisica extrafia, nostdlgica, llena de un sentimienio que Paulo no comprendia. La marcha rugia: —Eso debe ser misica brasilefia— pens6 Rigger. La gran musica del Brasil. Y sequedi escuchando, encantado porla barbarie del ritmo. Bl alma del pueblo debfa estar ahi... Y qué diferente era dela suya... Elno golpearia nuncaaura mujer. La misica insistia: Dé nela... Dé nela... Y sigui6. Mas adelante se encontré con el di- plomético: —iOh, doctor Rigger! ;Paseando? —Asi es, conociendo Rio... Nunca habia estado en la Metrépoli, doctor? No. Cuando fuia Europa embarqué en Bahfa. Y ahora volvi por aqui a propésito, para conocer Rio.... —ZY le gusta? Naturalmente que sf. Calculo. La naturaleza, ¢eh, doctor? Naturaleza maravillosa... La cosa més hermosa del mundo. > Fazenda: Propiedad rural agraria y ganadera. * "Esa mujer hace rato me provoca Pégaie Pégale” 18 —A mime parece que lanaturaleza le hace mucho mal al Brasil. El hombre de aqui parece perezoso, indolente... Eso se debe a la naturaleza... Tanta ma- jestuosidad hace mal. Vence, lastima. —Ah, puede ser... Pero nosotros hemos tenido grandes hombres, doctor. Rui Barbosa... Paulo Rigger habia leido a Rui Barbosa. No le habia gustado. Horriblemente ret6rico... No com- prendia cémo se podia adorar a ese hombre... Y, ademés, no tenia ideas... Era de un patriotismo fran- camente idiota... Y cansador. No, él no iba con ese tal Rui Barbosa. EI diplomatico, José Augusto da Silva Reis, se encandaliz6. Rui era genial... genial... genialisimo... En Francia también lo adoraban. jn Francia? Puede ser... LY el Derecho? Rui sabfa Derecho como pocos. 2Y el papel que desemperié en La Haya? —No se requiere talento para saber Derecho. Basta la memoria. : Encontraron un bahiano. Diputado por el Sur del Estado. Su pequefia cabeza y sus grandes orejas demostraban que era un tarado. * José Augusto hizo las presentaciones: —Dr. Antonio Ramos, diputado por Bahia. Dr. Paulo Rigger, que acaba de llegar de Francia. Es hijo del viejo Godofredo... —Mucho gusto en conocerlo... Somos patricios... —Somos tres patricios...— dijo José Augusto. Entraron a un bar para tomar un aperitivo. En honor de Bahia hizo un brindis el diputado. La con- versaci6n gir6 sobre la campafia de la sucesi6n presi- dencial. El diputado era prestista. 19 —iAh, los gauchos quieren el poder!... Sélo el poder... No tienen Patria ni nada... iene raz6n, doctor, tiene toda la razén apoyé José Augusto. Después preguntd bajito al d putado: —zY los negocios, doctor? Siempre alguna coimita eh? —A veces... Ahora las cosas andan mal, ni valela pena ser diputado... Pero en estos momentos todas mis fuerzas estan puestas en la Patria. Voy a hacer un discurso en contra de los opositores. Deben ir... Seré un discurso notable. —Y, despidiéndose: —Dr. Rig- get, no desaparezca. Quiero presentarle a mi esposa. Ella adora Paris, le gustaré conocerlo. Una santa mi esposa... Paulo Rigger se quedé mirando al diputado, enla calle, saludando a todas partes, en pose de duefio del mundo y de la felicidad. José Augusto explicaba: —Es un imbécil... Hace politica porque se casé con la hija de un tipo de gran influencia. No es més que el yerno del sr. Fulano. En pago de eso, deja que la mujer haga lo que se le antoje... Yellano valenada. Una falta de vergiienza... —{Todos los diputados son asi? ——Todos. Una ralea. Unos ladrones... No tienen verdadero patriotismo. Es un venga para mf horrible. Lo que el Brasil necesita es una revolucién. Yo siem- pre fui revolucionario. La revolucién le cortaria la cabeza a una cantidad de politicos, pagaria la deuda externa y el Pais entraria en el camino de la Prosperi- dad... —Pero, a mi me parece que los politicos de la oposicién son iguales a éstos. —iPss! jSon iguales! Pero yo sé quién serd el 20 Ministro de Relaciones Exteriores, un viejo amigo mfo... Y, con seguridad, me daré una Embajada. ;Ah, si! Revolucién. Revolucién... {Ley6 el discurso del leader opositor en los diarios de hoy? “Atin hay brasi- lefios que saben morir por la libertad de la Patria’. Hasta parece de Rui... Yo soy uno de esos brasi- lefios... —A mi me parece tonto morir por Ja libertad... Tontisimo... —Esqueusted noes patriota... Morir porla patria y por la... embajada. Rié cinicamente. Paulo Rigger también se 1i6 murmurando: —Egoismo, dios del mundo, dios del mundo... Pasaban muchachitos pregonando los diarios de latarde: ~’A Noite, O Globo, Diario...” “Diario, Noite, Globo”. “El discursv del dipulado Francisco Ribeiro. La campafia presidencial. El Carnaval que llega... El Carnaval... Noite...” : En la calle, la multitud se codeaba con enorme alegria. Llenaba los comercios comprando telas y adornos. Se acercaba el Carnaval. Rigger dijo: —jBrasil es el Pais del Carnaval! José Augusto agregé: ~Y de los grandes hombres. Y de los grandes hombres... Sonrio patridticamente, pagé la consumicion y se despidié para ir a presentar sus felicitaciones por el “motable discurso” al diputado Francisco Ribeiro que pasaba por ahi. —Pais de los grandes hombres... de los grandes hombres... y del Carnaval... 24 En el hall del hotel, Paulo Rigger tuvo una sorpre- sa. Estaba alli Julie, leyendo una revista. Quiso pasar répidamente sin saludarla, pero ella lo vio. Lo lamé —Estoy muy enojada con usted. —Estuve enfermo. Pasé una mala noche... No fui por eso. Discilpeme. —Lodisculpo, pero leaviso que nolecteo. Ahora, cenaremos juntos. Cenaron juntos. Mas que eso, durmieron juntos. Y Paulo Rigger quedé atado a Julie. Esa mujer, todo sexo, todo deseo, lo aprisiond. Se dijo a sf mismo queria conocerla bien, estudiarle el alma. Y se quedé a vivir en la blancura de sus brazos, con loca pasién. ‘Ambos hacfan grandes esfuerzos para darse uno al otro alguna cosa nueva. L.os dos viciosos seamaban fariosamente. Combinaron que ella se iria con él a Bahia, donde vivirian su amor. —jMe amas?— le pregunté un dia. —Teamo... —jCémo a todos los otros, no? —jTienes celos? ;Qué gracioso! No. No tenia celos, pero la queria s6lo para él. Que no se entregase mas a nadie. Sélo de él... Por comple- to. —Sélo de ti... Completamente. Ella puso en la vitrola un disco que le gustaba mucho. ¥ la vitrola canté: ..-numa casa de cabico, un é pouco, dois € bao, trés é demais...* * ...en casa del pobre negrofuno es pacoldos es bueno, tres es mucko.... 22 Le explicé qué queria decir esa musica brasilefia. —{No crees en mi? —No— sonrié él, triste —no creo en mi... ‘Una noche que habia salido para admirar la ciu- dad, un ruido ensordecedor lo asombré. Entonces advirtié que las calles estaban Ienas de gente. Pasa- ban automéviles cargando muchachas vestidas de fantasia. La Jocura general... Paulo Rigger comprendié que era sabado de Carnaval. Tomé un auto. ¥ comenzé a rodar detras de otro, cargado de muchachas. Eran las virtuosas hijas de un moralista exaltado. Rigger arrojé a la mas bonita de ellas un poco de lanzaperfumes. El seno mojado parecia querer saltar fuera de la blusa. Ella se rid, histérica. Después fueron’a bailar. Y los apretujones del salén y del baile que los juntaba, la hacia desfallecer. La bes6 mucho. La tocé mucho. Y advirtié que todos se besaban y todos se tocaban. Era el Carnaval... Victoria del instinto, reino de laCarne... Paulo Rigger grit: —iViva el Carnaval! Y el salon entero: — Viva el Carnaval! Y Ia virtuosa sefiorita se apret6 més a él. Cuando Paulo Rigger salié, un grupo de mulatas sambaba en la calle. Color canela, senos casi al aire, se requebraban voluptuosamente, en un delirio. Paulo vio alli todo el sentimiento dela raza. Se vio integrado a su pueblo. Cayé en el samba, vociferando: Dé nela... Dé nela... Una mulata gorda se metié con él. Se agarraron, bailando, en el paseo. Hasta los tipos que tocaban la guitarra sambaban con una alegria enloquecida de quien sélo tiene tres dias de libertad. Los labios de la mulata entraron en los labios de Paulo Rigger. El tenia ganas de gritar: —;Viva el Brasil! Viva el Brasil! Se sentia integrado con el alma del pueblo y no pensaba que eso apenas era el Carnaval, cuando todos, como habia hecho él durante su vida entera,se entregaban a sus instintos y hacian dela Carne el dios de la humanidad... Cuando Llegé al hotel clareaba el dia. Toda la naturaleza despertaba, como quien no ha estado de farra a la noche. No encontré a Julie en el cuarto. Naturalmente, habia salido. Habia ido al Carnaval. Traté de refrse. Bueno, déjala... Al final, no era més que una mujer con quien habia andado. Déjala... Pero, diablos, cémo le dolia. Le dolia pensar que Julie estarfa con otro, en la cama. No. No podia ser... Se rebelaba contra sf mismo. gPor qué no podia ser? Era. Ella estaba con otto... Con otro, en la cama... :Y a élquéleimportaba?... No la queria... {No la queria? No, pensaba, sélo la deseaba... Pero el amor era la posesién... si él la deseaba es que la amaba... Si, amaba a esa mujer viciosa que tenia gustos perverti- dos. Y ahora, ella debia estar con otro, quiza... Quizé durmiendo. Naturalmente, ella no lo queria. Sin ella el cuarto le parecia vacio... Lacama,sinsu blanco cuerpo, le parecia insoportable... José Augusto le presenté dias después a un escri- tor catélico. Era el leader del catolicismo ensu tierra.Su conversacién revelaba una sinceridad queadmirabaa 24 Paulo. Le pidié a Rigger una colaboracién para su revista. Queria una impresiOn de Rigger sobre la raza. Paulo se la prometi6. Y dias después le entregaba el Poema de la mulata desconhecida: Eu canto a mulata dos freges de Sio Sebastido do Rio de Janeiro... A mulaia cér de canela, que tem tradiches, que tem vaidade, que tem bondade, (essa bondade que faz com que ela abra 4s suas coxas morenas, fortes, serenas, para a satisfacin das instintos insatisfeitos dos poetas pobres e dos estudantes vagabundos). E’entre as coxas sadias’ que repousa o futuro da Patria. Dat sairé uma raga forte, triste, burra, indomével, mas profundamente grande, porque é grandemente natural, toda da sensualidade. Por isso, cheirosa mulata do meu Brasil africano (0 Brasil é um pedago d’ Africa que imigrou para a América), nunca deixes de abrir as coxas 25 «a0 instinto insatisfeito dos poetas pobres dos estudantes vagabundos, nessas noites normas do Brasil, quando hd muitas estrelas no céu e muito desejo na terra. * Elescritor dijo que estaba muy bien, muy sincero. Pero el poema no fue publicado. Ofenderia la moral brasilefia... i A la mesa del bar, algunos muchachos conversa- ban. La luz de las lamparas eléctricas, en la calle, azotaba la oscuridad envolvente. En las esquinas negras gordas vendian acarajé* y mingau? Y en las * Yo canto a 1a mulata de los boliches/de San Sebastin de Rio de Je- neiro.../La mulata color eanela,] que tiene tradiciones,/que tiene orgu- Wo, que tiene bondad, esa bondad que le hace abrir las piernas more- as, fuerte fserenas,fpara satsfacer los iustintos insatisfechos/de os ppoetas pobresly los estudiantes oagabundos),/Entre esos muslos saaos) ‘eposa el futuro de la Patria JDe abt saldré una raza fuerte, ftristeJou- 11a findomable, mas profurdamente grande Jporque es enormemente natural toda sensualidad. Por e30, mulata olorosajde mi Brasil africano|(el Brasil es un pedlazo de Africalque emigré para América), nunca dejes de abrir ls pierras| en el instinto insatsfecholde los poetas pobres|y de los estudiantes oa- gabundos.Jen esas tibias noches del Brasiljewando hay mauchas estre- las en et cielofy mucho deseo en la terra “ Acarajé: designaci6n vulgar brasilefia de varias especies de pe- ces ciclfdeos. ° Mingau: bolitas de harina de trigo, tapioca o matz. 26 sombras de la noche, Bahia parecia la gran ruina de una civilizacién que apenas habia comenzadoa flore- cer. Ricardo Brds se puso el sombrero e invité: —Gente, nos vamos? —No, tenemos que esperar a.Ticiano— protest6 Jer6nimo Soares. —Pero yason lasnueve. A lo mejor, Pedro Ticiano no viene. Andaré cansado... —iMas todavia se puede hacer-un sacrificio, ami- gos!— resoné la voz detrés de Ricardo. —iOh, Ticiano!... Vienes s6lo para desmentirme. Jerénimo golped la mesa llamando a la camarera: —Tres cafés, mi amor. --Y agua. Un vaso de agua...— pidié Gomes, director de una revista de avisos y notas pagadas. Pedro Ticiano tomé un libro que tenia Jerénimo. —iEh, viejo! Ahora estds leyendo a José de Alen- car? —Releyendo, Ticiano. Me gusta mucho Alen- car... —Es buen poeta... Buen poeta... —zPoeta?... —Si, poeta. Iracema es un poema de gran sonori- dad. Pero Alencar es un mal novelista... Ricardo Brés no estuvo de acuerdo. Creia que Alencar tenfa calidad. Tal vez:no era un gran novelis- ta, pero se podia leer. —Novelista para chicos de escuela e imbéciles que se enorgullecen de tener sangre indigena... En ese momento entré José Lopes, acompafiado por dos hombres. —Ticiano, quiero presentarte al Dr. José Augusto, 28 primer secretario de la Embajada en Paris. Este es Pedro Ticiano. —Mucho gusto... —Lo conocfa de nombre. —Gracias... Ticiano detestaba las presentaciones. No queria- saber nada con las hipocresfas. El doctor Rigger, abogado. —Pedro Ticiano, periodista al margeh de la pren- Dejé su fama en Rio... sa... Se dieron las manos. Por entonces, Pedro Ticiano tenia sesenta y cuatro aiios. Viejo trabajador de prensa, en esta tiltima fase de su vida estaba alejado del periodismo, donde se habia hecho un nombre. Toda su existencia se resumfa en hacer frases ingeniosas y disgustar al buen sentido. En Rio de Janeiro se habfa hecho conocido por sus epigrafes y por su espfritu sarcdstico. Panfletario rapido, habia llegado a tener un lugar importante en el periodismo de la Metropol. Un dia le dieron un buen empleo en la provincia. En Bahfa, que en otros tiempos fuera llamada Atenas Brasilefia, por esa época florecfa la mas com- pleta estupidez. Pedro Ticiano resolvié hacer, en esa buena tierra, la campaia pro inteligencia. Comenzé aatacar el mula- tismo. Sin temer a nadie se convirtié en el terror de los estudiantes que se creian poetas y de los camelots que escribian los articulos de fondo de los diarios bahia- nos. (Porque en Bahia, hermosa ciudad de Todos los Santos y, en particular, del Senhor do Bonfim, todo el 29 mundo es intelectual. Bl bachiller, por fuerza es escri- tor, al médico que escribe un trabajo sobre la sifilis se o llama poeta y los jueces dan valiosas opiniones lite- rarias, con las cuales nadie osa discordar.) Pedro Ticiano decia que en Bahia todo tonto se hacia poeta. El més serio de los hombres conspicuos de Bahja, si no publicaba malos versos en revistas elegantes, con seguridad, tenia algunas trovas gara- bateadas en el fondo de un cajén del escriterio. Comenzarona odiara Ticiano. Dea pocole fueron cerrando la prensa. La vez que escribié un violento articulo contra un mulato politico puesto en eviden- cia, lo dejaron cesante del empleo. Ya no pocfa volver a Rio. Entonces se quedé en Bahia, pobre, teniendo como premio de una gran vida el odio de todos los mestizos bahianos que escribfan. Lorodeaban algunos amigos, pocos, los iltimos y, at lus tinicos verdaderos que habia tenido en la vida. Su gran satisfaccién era saberse temido. Sus ene- migos no tenfan el coraje deatacarlo y estaban obliga- dos a reconocer que el espiritu de Pedro Ticiano estaba cada dia mas joven. Casi siempre destacaban la extrafia paradojadesu nombre: Pedro Ticiano. Un nombre requeteburgués y ‘un nombre de artista. Y élexplicaba. Su padre habia sido un comercian- te que se habia pasado toda la vida sin poder reunir una fortuna para dejar a su familia. Cuando todos lo consideraban muy rico, quebré. Murié de disgusto. Se encapriché con que su hijo se llamase Pedro. La madre, una mujer muy sensible (escribia a sus herma- nas cartas en verso y tenfa en su cuarto un retrato de 30 Victor Hugo), consideraba el nombre de Pedro horri- ble y para suavizarlo le agregé el de Ticiano. Fue bautizado Pedro Ticiano Tavares. Al crecer, Ticiano se sacé el Tavares. El padre lo perseguia siempre por sus aficiones periodisticas. El viejo detestaba a los literatos. Solia decir que los versos no alimentaban a nadie. Y Ticiano, que por aquellos afios tenia sus veleidades, se sacé el Tavares para que su familia no gozara de su gloria. Quedé Pedro Ticiano. Hoy, pien- sa que el viejo tenia mucha raz6n. Los versos no dan de comer a nadie... Ni los versos, ni la prensa... ‘Aquella amistad habia Hegado a ser un consuelo para sus vidas. Se sentian apoyados unos en los otros. Se comprendfan y juntos trataban de encontrar el sentido de sus existencias. Después de haber aprendi- do con Pedro Ticiano todas las actitudes escépticas, ellos comenzaron a combatir contra Ja duda. Querian alcanzar la meta. Si, decian, una meta de la vida. Pedro Ticiano se reia: —Si, hay una meta. La meta es la muerte... Se reunjan alrededor de Pedro Ticiano cuyo espi- ritu los encantaba. Se convirtieron en una fuerza. Temidos, tenfan el coraje de decir todas las verdades. Diferentes unos de los otros, tenian, sin embargo, grandes afinidades que los unian. Ricardo Brés habia nacido en Piaui. Demuy joven- cito tuvo que emigrar para ganarse la vida decente- mente en Bah{a. Habia entrado en la Escuela Agricola que abandoné luego por falta de recursos. Al final, habia conseguido un empleo piiblico y estudiabaen la Facultad de Derecho. Era poeta y habia publicado un libro de versos. Y como los versos habian tenido éxito, comenzé a odiarlos. Necesitado de carifio, era un 31 peregrino del sentimiento. Tenia una enorme sed de amor. Y cuando pensaba en la finalidad de la vida, idealizaba siempre a una muchacha de grandes ojos tristes que era su tipo de esposa ideal. Gomes. Gomes, director de la revista Bahfa Nova, como decian sus tarjetas, posefa una inteligencia agu- disima al servicio del mas completo analfabetismo. Habia intentado vivir de unas cincuenta profesio- nes. Desde empleado de tienda a cobradorde cuentas consideradas incobrables. Finalmente, habia decidido ser periodista. Se habia metido campo adentro en busca de coroneles y alcaldes de municipios para que le pagaran articulos sobre sus ciudades. Le daban fotografias y dinero. Larevista habfa salido. Y, cosa considerada hasta entonces imposible en Bahia, ya estaba en el néimero veinticinco (de los cuales s6lo habian aparecido cator- ce) y Gomes, por consejo de su nueva posicién, no soltaba su cigarro ni su portafolios. Ricardo solia decir: —Gomes es un canalla, pero siempre gana. Tiene alma de chantajista. Carece de moral... Gomes protestaba, colorado. Ticiano ponfa calma: —Eso de la moral es una estupidez. El hombre de talento no tiene moral. Y Gomes tiene talento. Y con eso basta, Sélo un defecto es imperdonable en el hombre: ser burro. Gomes sonreia, feliz. Y cuando la charla giraba sobre la insatisfaccién y Ja finalidad de la vida, se repantigaba en Ja silla y se quedaba mirando en el humo desu cigarro, un palacete, autos caros, mujeres 32 y coroneles, muchos coroneles que cargaban bolsas de dinero... El més apagado de ellos se lamaba Jeronimo Soares. Mulato claro, buen muchacho, ingenuo, sin pretensiones, sin vanidad, lugar comviin humano, que Ticiano trataba de hacer a su imagen y semejanza. Pedro Ticiano tenia esas maldades, a veces. Antes de conocerlo, Jeronimo vivia tranquild, sin proble- mas, en la paz de los que no piensan ni se esfuerzan por pensar. Pero Ticiano (que se crefa un dios) le sacaba la calma. Jernimo hoy se habia convertido en tun insatisfecho, Ueno de dudas, sin encontrar su camino en la vida. Ticiano le sacé la idea de Dios y se burlaba de su patriotismo. Jerénimo legé a ser un juguete en sus manos. Y todavia segufa jugando con él, moldedndolo a su voluntad. ¥-sonreia al imaginar que la felicidad o la infelici- dad de ese hombre dependian de él. Elms extrafio de todos estos muchachos era José Lopes. Graduado hacia poco tiempo, se'lo considera- ba un gran talento. Al contrario de Ricardo Brés, no hacia literatura de frases ingeniosas y paradojas. Esta- ba totalmente entregadi a un espiritu serio de genera- clén que se avecina. Discutia mucho con Ricardo, quien decia que la cultura perjudica. Nadie debfa leer para hacer cultura. —Yo —se engafiaba— leo por placer espiritual. Leo hoy una obra de Anatole France porque me gusta. Maiiana puedo elegir entre dos obras, una de Anatole yotradeUnamuno. Leeréa Anatole porque sé queme dara placer. —Yo leeria a Unamuno —contestaba José Lopes. —iY Ticiano? 33 —Yo ahora sdlo leo humorismo... Es el género més tragico de la literatura. Como sélo voy al cine cuando dan alguna de Carlitos, Son los tinicos que me conmueven José Lopes, a veces, se irritaba con las blagues de sus amigos. Pensaba que habia que combatir la litera- tura de las frases que endiosaban el escepticismo. Hacer obra seria. Realizar cualquier cosa. Encontrar un camino en Ia vida. —Se necesita una filosofia... —decfa a Gomes, caminando por las calles de la Ciudad. Ricardo Bras, a quien el sufrimiento habia hecho materialista, ironizaba: —{Por qué no adhieres al tomismo? —Puede ser. Yo soy un ateo mistico... Un disocia- do, un insatisfecho. José Lopes sentia queno realizaria nada. Terrible- mente sentimental, no podia apartarsé de sus amigos, que habian sustituido a su familia, No lograba la liberacién necesaria para buscar la felicidad. —Eres el tipo justo del buen esposo —le decia Ricardo. —Puede ser. Pero no me casaré. Si me cas tengo la seguridad de que mi mujer me engafaria. Naci para esposo cornudo.... Yenlacomisuradelos labios apretaba una sonrisa lena de amargura. Paulo Rigger se habia unido a ellos. Ahora apare- cfa todas las noches para conversar. El “diario oral” como decfa Ticiano. Se interesaba por el movimiento literario de la ciudad. Consideraba sus enemigos alos enemigos de Ticiano y sus amigos a los amigos de éste. 34 José Augusto habia dejado de ir al bar. ¥ los dias que habia pasado en Bahia no habia dejado de hablar mal de Pedro Ticiano. Por un simple motivo. Conver- saban animadamente cuando José Augusto, segiin su costumbre, comenzé Ia apologia de Rui Barbosa. Ticiano dijo sonriendo: —En Bahia s6lo existen dos Santos:-el Senhor do Bonfim y Rui Barbosa. El otro lo abrazé, entusiasmado. Y Ticiano, maldito, concluy6: Yo no admiro ni adoro a ninguno... —jBueno! {Muy bueno! —grité Paulo Rigger, riendo delante de la cara de asombro de José Augusto. Y eldiplomatico no aparecié mas. Tampoco nadie se acordé de él. En Bahia, Paulo Rigger se admiraba de todo. La ciudad de Tomé de Souza lo impresionaba como una ciudad decadente, donde todo muere de a poco, con ‘una tristeza enorme de dejar la vida. Habia Iegado a Bahia un dia:de gran animacion. Enel mismo barco que él viajaban algunos opositores que iban en una caravana de propaganda electoral por el Norte haciendo discursos. Al tomar el autom6- vil con Julie, los oradores ya segufan por la ciudad. Losacompafiaba una gran masa popular. Esque, enla caravana, venia un diputado considerado el mas grande orador del Pais. Y los brasilefios dan la vida por algunos tropos retéricos. Elauto en que viajaba tuvo que encolumnarsecon elcortejo. Imposible romper lo compacto de la multi- tud. El no se molesté mucho. Le interesaba todo eso, lo encontraba novedoso y gozaba con el entusiasmo popular. ‘Cada cinco minuto el cortejo se detenia. 35. Alguien del piblico, exaltado, hacia un discurso, De- cfan que “iban a poner el voto blanco en la urna negra”. Como Rigger se rié dé esa frase, casi lo egre- den. Arriba dea Ladeira da Montanha, la multitud se detuvo por sexta vez. Un borracho decia un discurso, esforzandose por mantener el equilibrio. (Pero, qué sacrificio no haria por la Patria?) Y gritaba: —Yo soy el orador de los miserables de las calles. El orador de los mendigos, de los ciegos que pden limosna, de los invalidos (Io sostuvieron para que no secayera), del barro de las zanjas, de las prostitutas... Por mi boca, ilustres camaradas de comitiva, os salu- dan los prostfbulos, los hospitales, la podredumbre de los callejones... El orador mds grande del Pais agradecié, emociona- do, el saludo de los ciegos, de los invalidos, de las rameras y del barro de las calles... El cortejo siguié su camino con vivas y mueras. Paulo Rigger le dijo a Julie: —Querida, jéste es el Pais del Carnaval! Y se sintié extrafto, muy extrafio antesu pueblo. Y comenzé a pensar que, a lo mejor, fracasaria en el Brasil... Después de dejara Julie en un hotel (porque Julie habfa venidocon él, agarrada, enuna furiade placeres y de sensaciones que lo enloquecian), fuea su casa. Su madre vivia en Garcia, en una chacra. No lo espera- ban. Queria darles una sorpresa y no habia avisado. Golpeé a la puerta. Una criada atin joven lo atendié. Ella miraba de arriba abajo, sonriendo. El corazén le 36 golpeaba el pecho. Después de siete afios de ausencia, ibaa verasu vieja madre, quelo adoraba. Estaba emo- cionado. Miraba a Ja criada sonriendo, perturbado. Bra el hijo prédigo que volvia a la casa paterna ¢Ahora iba a vivir? Paris nunca le habia mostrado el sentido de la vida. Sélo le habia saciado la carne. Y é1 dudaba dequeel instinto fuiese el tmnico motivodeuna existencia. En la puerta, sonriendo a la muchacha, pensaba que, en la serenidad de su casa podria encon- trarla felicidad. Pensé en Julie. Julie representaba una atadura con Paris... Iba a abandonarla. —{Qué desea, sefior? Paulo Rigger despert6, —iLa viuda del Sr. Godofredo Rigger vive aqui? —Si, sefior. Paulo aparté ala sirvienta. Entr6. Atravesé la casa entera seguido por la criada asombrada. En el fondo, su madre le daba mafz a una gallina amarilla. (Rigger pens6 que haba que criar gallinas.) Lamadre lo mir6. Lo reconocié: : —jHijo mio! —iMamé! Alatardecer, después decontar detalladamente la vida en Paris, a su madre y a algunas amigas que aparecieron de visita, ya sentia nostalgias de Julie. Iv La came lo arrastraba, vencedora, hacia Julie. La carne, s6lo la carne. Porque Julie s6lo sabfa ser instin- to. No se trataba de otra cosa. No miraba ‘més all. Bastaba con satisfacer al cuerpo. bora Y Paulo Rigger comprendia perfectamente qué pasaba. A pesar de eso, no se apartaba de Julie. An més, le daba la razén. Si ella lo deseaba, era sefial de que lo amaba. El amor no era mas que satisfaccién de los deseos... S610 un caso fisiol6gico. Obligacion ée la naturaleza. jNada de sentimentalismos! Puro adarno de hombres que asi tratan de encubrir y volver més codiciado al amor. Pero a veces le venfan pensamientos extrafios. Es asi como entonces vislumbraba verdades en las afir- maciones de Ricardo Brés. Quiz4 habia en el amor algo que no era la carne. El amor no era solamente el acto de echarse en la cama, pegados, cuerpoa cuerpo, en una confusién de brazos y de sentimientos. Re- mendar una media, hacer cosquillas a un gato negro (muy aristocratico, que s6lo durmiese sobre almoha- das y no comiese porotos), decir cosas lindas, tener celos de sonrisas consumidas en los piropos de los transetintes, pelear por el nombre del primer hijo, también era amor, decia, a los gritos, Ricardo, en- rojecido, los anteojos balancedndose en lo alto de la nariz. Y seguia enardecido: —jTambién no! Ese es elamor verdadero, el tinico amor... La Felicidad... La satisfaccién de la carne no le da felicidad a nadie. —iCarajo! —discutia Rigger, que no queria estar de acuerdo con su amigo para no tener que dudar del amor de Julie. —Entonces nacemos para ese amor... 2¥ esa es la finalidad de nuestra vida? —Asi es. El sentido de la-vida, la finalidad, est en elamor. Pero en ese amor que yo digo: amor-sentimizn- to. 38 José Lopes, arbitro de todas las cuestiones, no discordaba ni concordaba. Término medio... El amor debia ser una mezcla de corazén y de sexo. No estaba de acuerdo en decir que el amor fuese la finalidad de la vida. entonces cudl es? —se sofocaba Ricardo defendiendo su punto de vista. —iYo qué sé! —Tal vez la religion... Dios... —arriesgaba Jer6- nimo. ¥ Ticiano, enojado como quien acaba de oir una barbaridad: —iQué religion, muchacho? ¢Entonces tu meta, la meta del hombre inteligente es la misma que la de todos los imbéciles? —Pero, el tomismo... —tomaba coraje el otro. —El tomismo es un rejuvenecimiento muy voro- noffiano del catolicismo. Por fin los escritores tomis- tas y los curas cultos terminaran en tina lucha cuerpo a cuerpo con las viejas beatas. . Jeronimo se encogia abatido en su silla. Bebia su café queriendo esconder la cara. José Lopes salia en defensa de Jerénimo. —{Quién sabe? ;Puede ser...! Las religiones son un rejunte de fabulas, de mentiras... —No es verdad que dé la Felicidad. El hombre tiene la obligacin de legar a la Felicidad por el camino més corto. Y la religin podré traer la paz, la alegria... Pedro Ticiano hacia frases: —La felicidad reside en la propia infelicidad, enla insatisfaccién. Esa insatisfaccién, esa duda, el escepti- 39 cismo, es lo que debe ser la filosofia del hombre de talento. Pensar siempre. Negar cuando afirman, afir- mar cuando niegan. La meta de no tener metas. —Todo eso es muy viejo, Ticiano. Hoy ya no convence... Hoy se quieren cosas serias, obra titi. ZY esa seriedad es nueva? Sécrates ya queria ser serio. Serios fueron Aristételes y Santo Tomas. Hom- bres increibles... La meta del artista es la vida, solo eso... Vivir por vivir, por obligacién, porque naci6... José Lopes reflexionaba... Reflexionaba mucho. ¢Tendria raz6n Pedro Ticiano? Buscaba liberarse de su influencia, Murmuraba: —jBlagues! En el fondo, Jernimo Soares, embelesado, con- templaba a Pedro Ticiano que parecia un demonio, muy agitado, los pocos pelos blancos escapandose de Ja carcel del sombrero, queriendo volar, con veleida- des de cabellera de poeta... Rigger, camino a su casa, recordaba la primera pelea con Julie. Habia sido en aquel Carnaval, en Rio de Janeiro. EI habia salido y se habia quedado en la calle hasta altas horas de la madrugada. Cuando volvié no la encontré... Recordaba cémo habia corri- do (no habia corrido, no, habfa sido lenta...) aquella horrible noche. El lecho vacio, las s4banas blancas, tal vez por contraste, le parecian un lecho funerario. El 6mnibus se detuvo. Los pensamientos de Paulo también se detuvieron. Se quedé mirando el

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