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Il El secreto del sintoma La diltima vez puse en fila tres esquemas que marcan escansiones en el desarrollo de la enseRianza de Lacan: la cruz, las paralelas y la intersecci6n. Dije que ser lacaniano era tomar como referencia en la experiencia analitica una antinomia, de la cual tenemos aqui tres ver- siones que reflejan la oposici6n entre la palabra y Ia libido. JACQUES-ALAIN MILLER 3 A Los tres esquemas El primer esquema es una simplificaci6n de la configuracion que Lacan aporté al comienzo de su ensefianza como esquema L, y que instituye el eje libidinal, pensado como imaginario, en oposicién al eje simbdlico. Se lo puede encontrar en los Escritos designado como es- quema L. El segundo esquema que escribf es una simplificacién del gran grafo de Lacan. Esta vez, los dos ejes estn puestos en paralelo entre si. Y en tercer lugar, simplifiqué de esta manera lo que Lacan presen- ta en sus Escritos, sin esquema -hay que referirse al Seminario 11 para encontrar una representacién esquematica-, como la articulacién de la alienacién y la separacién modelada segiin las operaciones de uni6n y de interseccién de la teorfa de los conjuntos. Con esta simplificacién, alineé estas ilustraciones, que son diferen- tes, para mostrar que cada vez se repite y se intenta una coordinacién, una articulacién, entre palabra y libido. Indiqué que ese era el proble- ma singular, el problema tinico de la ensefianza de Lacan, y que ser Jacaniano era abordar la experiencia analitica a partir de esta antino- mia, buscando diversas soluciones que llevaron a Lacan, al final de su ensefianza, a intentar la articulacién borromea, esta vez de tres, para resumirla. EL SECRETO DEL SINTOMA Lo que permanece constante y diferencia el intento de Lacan del de otros posfreudianos ~es decir, aquellos que tuvieron que vérselas con Ia obra de Freud, con las modificaciones que Freud aport6 al debate con su propio descubrimiento- es que toma como referencia la pareja analista-analizante y organiza la experiencia, y su zeflexién sobre ella, a partir de esta pareja. En esto se diferencia especialmente de la tenta- tiva Mleiniana, que consisti6 en hacer recaer la experiencia analitica en otra pareja, la de la madre y el lactante. Por el solo hecho de tomar como referencia la pareja analista-anali- zante, la palabra y la interpretacidn pasaron al primer plano de la teo- ria analitica, Es un esfuerzo por pensar todo lo que es del orden metapsicolégico a partir de la practica. EI primer esquema ya pone en evidencia una forma de simetria bajo el aspecto de una oposicién, de una separacién, entre dos regis- tros que podemos llamar simétricos, porque son susceptibles de estar en oposicin uno con respecto al otro. Al mismo tiempo, esta simetrfa resulta de una disimetria entre estos dos ejes, que podemos llamar funcional. En efecto, el primero, el eje simbélico, supuestamente representa lo que es el motor de la experiencia, lo que anima su dindmica, lo que produce efectos; si se quiere, es el eje causal. EI segundo, en cambio, llamado imaginario, aisla lo que se opone a esta dinémica, lo que est4 tomado en el paréntesis de lo imaginario, que es el que obstaculiza la dindmica simbélica imaginario simbélico Ya que utilicé el término dindmica en relacién con el eje simbélico, no hay que sorprenderse si hablo de inercia a propésito del eje imagi- nario. Por lo tanto, en la practica misma, en la escucha misma del paciente, hay una division. Esto implica que hay todo un registro en lo que dice el paciente que tiene que ver con esta inercia y, por lo tanto, 55 JACQUES-ALAIN MILLER hace que la atencién del analista se dirija hacia lo que puede contra- riar esta inercia, y que es susceptible de producir efectos, que es del orden simbélico, que esté ordenado de tal modo que pueden distin- guirse escansiones, franqueamientos, puntos de basta. La idea misma de atravesamiento del fantasma obedece a esta construccién simbélica en el andlisis. El atravesamiento del fantasma implica suponer que se pueden aplicar categorias propias del orden simbélico, como la del punto de basta, o la de franqueamiento, a lo que tiene que ver con la inercia de lo imaginario. Esta division dirige la escucha analitica, y de una manera muy dife- rente de la escucha kleiniana. La escucha kleiniana, de la que propuse otro esquema, circular, envolvente ~démosle aqui este simbolismo, esta significacién- supone que todo lo que dice el paciente tiene un correlato inconsciente y, por lo tanto, el analista se interesa por todo, su escucha es totalitaria. En cada momento, él debe traducir, interpre- tar lo que dice el paciente, darle su valor en el inconsciente. Eso deter- mina una préctica de la interpretacién que podemos decir constante, permanente, que redobla en cada momento el dicho del paciente. (Nota: a cada trazo en uno de los circulos fe corresponde un trazo en el otro, ilustrando con esta imagen la correlacién.) En la practica kleiniana se observa que la forma princeps es el dig- logo, que el analista dice tanto o mas que el paciente. El valor del esquema en cruz, lacaniano, ya implica en cambio que 56 ELSECRETO DEL SINTOMA la interpretacién es poco frecuente. Este esquema lleva a descartar de la interpretacion analftica una cantidad de dichos, e implica que una cantidad de dichos no serén interpretados porque son muestras de fenémenos de espejo entre el yo y el Otro, o el yo y el mundo, y no hacen sino retomar y comentar el estancamiento del sujeto. El esquema mismo vuelve rara la interpretacién. No todo debe interpretarse y la atencion se focaliza en lo que es del orden del motor de la experiencia. Entonces, en la préctica analitica que se refiere a Lacan, hay en efecto algo que se puede llamar “parte perdida”. Es la idea de que hay una parte perdida, una parte que no es operatoria en los dichos del sujeto. Esto inicia el movimiento que Ilevaré a Lacan a la famosa sesién corta de la cual podemos decir que su objetivo es reducir el dicho del paciente a lo operatorio. Esta es la diferencia lacaniana en psicoandlisis: es una diferencia cuantitativa sobre la que uno se regu- la, el tiempo cronometrado. Esta diferencia tiene su fundamento, al comienzo, en este esquema en cruz que opone una zona del comentario de lo imaginario al resor- te simbélico de la transformacién subjetiva. La sesién corta traduce esta focalizacién en el eje simbélico. imaginario simbolico © En este primer esquema, pese a la presentacién simétrica de los dos ejes, lo imaginario est4 pensado de hecho como una estructura diferente del eje simbélico. En lo imaginario hay en efecto reversion, proyeccién mutua, igualdad, al mismo tiempo que continuidad, y los elementos, en tanto tales, no se distinguen por fronteras marcadas. El eje simbélico, en cambio, est estructurado en términos elementales cuya referencia est4 dada por la lingiifstica: el significante, y estos dos polos, que aparecen como diferentes, el polo A, disimétrico con res- 57 JACQUES-ALAIN MILLER pecto al polo que escribo $, que contrasta con el primero por su vacio y su cardcter de efecto variable. $ El segundo esquema muestra un progreso en la reflexién, y una vez que fue despojado de todo su aparato, traduce también un esfuer- zo por hacer homélogos el eje simbélico y el eje imaginario, por atri- buirles una estructura comparable. ® Este paralelo, que es la matriz misma del grafo de Lacan, indica la tentativa de estructurar lo que era el eje imaginario segtin los mismos cénones que el eje simbélico. Supone, sin duda, separar lo imaginario, este antiguo imaginario, entre pulsién y deseo, y estructurar precisa- mente la pulsién como una cadena significante, y el deseo como el sig- nificado de esta cadena significante. Con este grafo, Lacan logré fijar la nocién de una sola estructura en la experiencia analitica. Implica que al mismo tiempo que se des- pliega la cadena significante hablada, el dicho del paciente, de mane- ra simulténea se despliega la cadena pulsional, que también conileva un lugar del Otro, un tesoro de significantes de la pulsin, que la pul- sién es también una cadena significante, solo que muda, funcionando 58 EL SECRETO DEL SINTOMA en paralelo con la cadena explicita y que también es susceptible de tener su punto de basta del mismo modo que también tiene un signi- ficado que es el deseo. El tercer esquema establece lo que es en cierto modo un paso més alld del paralelo, una articulacién que lo simbélico requiere como complementaria: la inferencia, la presencia, la instancia de la libido. El sentido mismo, en tanto efecto de la conexiGn entre los significantes, requiere para fijarse, la inferencia -si podemos decir- de la pulsion. $ A ® De este modo, en el orden significante, $1- $2, no bastan los efectos de verdad en los que el sujeto busca alojarse, sino que ademas solo se produce un bucle con la condicién de que la pulsién se inscriba ahf, y lo haga bajo la forma del retorno del objeto perdido, que se escribe a mindscula. Si se las mira radiografiadas de este modo, son tres maneras de ubicar la palabra con respecto a lo que Freud Ilamé libido. En estos esquemas Lacan sittia el problema que planteé y traté de resolver en su ensefianza desde el momento en que para abordar la metapsicolo- gia de la practica analitica partié de la pareja analista-analizante. Podemos deciz, tomandolo esta vez como punto de partida, que el resumen de este esfuerzo, el cuarto, es su escritura del discurso del 59 JACQUES-ALAIN MILLER inconsciente. Parte de la articulacién significante y su efecto de verdad, pero le agrega el resultado de lo que lamaba, en el punto tres, la sepa- racion, el producto de goce. yee Si S2 ® 3 a Este esquema supone que la articulacién significante no tiene sola- mente efectos de verdad sino que tiene ademas una produccién que marca su presencia en el cuerpo viviente: a minuscula. El sintoma analitico, desarrollado tal como nos interesa este afio, responde a esta férmula, responde al matema del discurso del incons- ciente. Al menos en un primer andlisis, podriamos decir que este es el matema del sintoma analitico segtin Lacan. Lo que es real en el sintoma ~decfa la tiltima vez~ es que ese fun- cionamiento esté al servicio del goce del cuerpo viviente. El hecho que eso hable, que sea un mensaje, que esté articulado, que tenga efectos de verdad, no es del mismo nivel que la produccién de goce. Para que sea un mensaje, es necesario ademas creerle. Lacan lo llamé “sujeto- supuesto-saber”. Si Sp $ a El sujeto-supuesto-seber es el “sintoma-supuesto-palabra” y la prdctica analitica consiste en verificar la palabra del sintoma. Evidentemente, introducir la creencia en el sintoma es un postula- do practico. Es introducir sentido en el sufrimiento, transformar el sin- toma que se padece en una entidad que habla, con la inquietud reno- vada en la tiltima ensefianza de Lacan de que tal vez esto no sea més que imaginario. El heche de que el sintoma hable, :quizés no sea sino imaginario? :Puede ser que la parte simbélica del sintoma, es decir, la articulacin de los significantes Si-Sz, y su efecto de verdad, no sea mas que imaginaria, ficticia? 60 ELSECRETO DEL SINTOMA Eso es lo que distingue ya al sintoma de otras formaciones del inconsciente: el suefio, el acto fallido, el lapsus. Lo pone aparte en la medida en que, en el sintoma, la voluntad de decir no es evidente. Esto basta para cuestionar la conexién que el psicoandlisis explota entre el sentido y lo real. La tiltima ensefanza de Lacan gira alrededor de la antinomia entre el sentido y lo real. Gira en torno a una nocién de un real en tanto diferente del sentido. Es lo que los esquemas (1), (2) y @) intentan ya resolver a su manera. La tiltima ensefianza de Lacan cuestiona la posibilidad misma del psicoandlisis, al instituir otro horizonte, un real que excluirfa el senti- do. Eso que habitualmente presentamos de una manera mitigada, edulcorada, cuando hablamos de los limites del psicoandlisis. Los Kimites del psicoandlisis serfan estos: habria para el sujeto un real en donde el sentido no tendria presencia. Lacan dio sentido a este real al hablar de goce, pero este término de goce toma su valor exacto en tanto opuesto al deseo. Porque si la tiltima palabra es la palabra deseo, no hay problema. El deseo es sensible a la interpretacién, incluso es idéntico a la interpretaci6n. El deseo designa aquello del sentido que desborda siempre al significante, y por esto es un concepto hecho a medida pera la interpretacién. El goce, en cambio, no, y esto ya habia surgido en la obra de Freud: la idea de una pulsion a la vez sorda y muda. De ah la pregunta: ghasta qué punto el sentido es susceptible de introducirse en el goce? Es decir; zhasta qué punto el desciframien- to del sentido es susceptible de modificar el modo de goce? Por eso las tentativas de Lacan de elaborar la nocién de un sentido-gozado que seria la clave del goce. Es como un esfuerzo por instalar sentido en lo real. Esta diticultad se percibe muy bien en la orientacién actual del psi- coanilisis y en el acento que se pone en lo ficticio, en el semblante. Los analistas, incluso aquellos que intentan saltearse la ensefianza de Lacan pero no dejan por ello de recibir su influencia, como se dice -y esta influencia es impulsada por el movimiento de conjunto de lo que se llama cultura-, estan enceguecidos, cautivados, por la instancia de la ficcién. Solo perciben la experiencia analitica bajo la forma de una narratologia. Es decir, la conciben, finalmente, como la construccién de una ficcién que tiene efectos de verdad, y postulan que estos efec- tos de verdad son los que satisfacen al paciente. 61 JACQUES-ALAIN MILLER Esta orientacién tiende a separar hoy al psicoandlisis de la ciencia, al mismo tiempo que lo acerca al arte. Se ve de este modo un esteti- cismo psicoanalitico que esté en la cumbre de la elaboracién, allf donde Lacan no es més que una referencia entre otras. Un esteticismo que se apoya en un relativismo en cuanto alo real, es decir, descono- ce lo real y se apoya en la experiencia analitica para decir: de lo que nos tenemos que ocupar en el paciente es de la construccién de rela- tos de su existencia, con nuestra ayuda. La experiencia analitica con- cluye cuando el relato parece satisfactorio. En todo esto, lo real se desvanece. En este punto tal vez debamos bajar a tierra, es decir, recordar lo que nosotros podemos aislar como real en la experiencia analitica. Por eso nos desplazamos con Lacan del inconsciente al sintoma, lo que supone, si seguimos el esquema (4), una articulacién entre los efectos de verdad, ficticios sin duda, y la marca, la repeticién de lo real. Mads alld del desciframiento Me proponfa por esto ~me parece indispensable- proceder a una relectura minuciosa de la obra de Freud “Inhibici6n, sintoma y angus- tia”. A decir verdad, ya lo hice répidamente el afio pasado en otro lugar, en Madrid, y ademas fue publicado hace poco. Un breve co- mentario que no pude repetir aqui, dado el estilo y el objetivo del se- minario del afio pasado, dictado con Eric Laurent. Pero a comienzos de afio, voy a proceder a esta lectura como base de nuestra reflexién. Los invito a remitirse directamente a “Inhibicién, sintoma y angus- tia”. Yo lo tomo desde este aspecto, a saber, un texto de Freud que apun- ta al real de la experiencia. No nos dejemos arrastrar por la triparticién que figura en el titulo y releamos este texto como el testimonio de un enfoque de la experiencia analitica que apunta a lo real de la experiencia. A modo de introduccién, tal vez debamos comenzar procediendo a determinar su posicién en la obra de Freud. Porque, en efecto, la refle- xién de Freud, asf como la de Lacan, tiene sus tiempos. No llega de un solo tirén, de golpe, y por cierto hay que fijar su posicidn. Para deter- minar esta posicién, voy a comenzar oponiendo dos series de tres tex- tos de Lacan. 62 EL SECRETO DEL SINTOMA ‘Tenemos entonces, por un lado, “Inhibicién, sintoma y angustia” Luego, en la primera serie: “La interpretacién de los suefos”, “Psicopatologfa de la vida cotidiana” y “El chiste en su relacion con lo inconsciente”. Segundo ternario: “Mas allé del principio de placer”, la psicologfa de las masas y anilisis del yo, la Massenpsychologie, y "El yo yelello”. Inhibicién, sfntoma y angustia (1925) - La interpretacién de los sueitos | - Ms alld del principio de placer (1920) - Psicopatologta de la vida cotidiana | - Massenpsychologie (1921) - El chiste - El yoy eb ello (1923) = caro efecto de verdad Si So Lo que propongo es que “Inhibici6n, sfntoma y angustia” cobra sentido en relacién con este doble ternario. El primero es el ternario del descubrimiento freudiano, el ternario del desciframiento, en el que Freud precisamente defini el sintoma tomo lo que nos ocupa~a partir de la articulacién $1 -S2 $, como efec- to de verdad. Es decir, constituyé un campo a partir de fendmenos —no directa- mente el sintoma, hay que ver bien— como el suefio en “La interpreta- cién de los suefios”, el acto fallido en “Psicopatologia de la vida coti- diana”, el lapsus e igualmente una estructura comparable al lapsus, el chiste. Freud mostré, en este campo que él constituy6, que esos fendme- nos eran interpretables, que tenfan un sentido. Por eso Lacan califieé este campo de “seméntica psicoanalitica” y efectivamente esto extien- de sus margenes hasta hacer interpretables fenémenos de 1a asocia- cién mental o fenémenos de la rememoracién. Podemos decir que, a partir de este Ambito, Freud crey6 poder re- velar lo que Lacan llama “el secreto del sintoma”. Concibié el secreto 63 JACQUES-ALAIN MILLER del sintoma sobre la base de este modelo, a saber, que se trata de un fen6meno articulado en el significante y que tiene un sentido. Freud insert6 el sintoma en la serie del suefio, el acto fallido, el lapsus y pen- s6 por esta via librar su secreto. Pues bien, yo planteo que en relacién con este ternario, que es el ternario de referencia del retorno a Freud de Lacan -el retorno a Freud de Lacan fue tomar como direcci6n ese ternario, el del desciframien- to-en relacion con este ternario del desciframiento, “Inhibicién, sinto- may angustia” est del otro lado Recordemos que a partir de este ternario Freud pensé el sfntoma, al punto de que Lacan, en un principio, afiadi el sfntoma al suefo, al acto fallido, al lapsus y al chiste. Lacan al comienzo agreg6 lisa y lana~ mente el sintoma a estos fenémenos como formacién del inconsciente. Pero cuando se lee “Inhibicién, sintoma y angustia”, uno se dice que no se trata para nada de esto. Lo més importante que se puede dife- renciar en esta obra es que no aparece como primordial, incluso no aparece pata nada, que el sintoma pueda descifrarse. “Inhibicién, sin- toma y angustia” es la obra que hace una teorfa del sintoma en la que el desciframiento no esté en absoluto en primer plano. Incluso, si relee- mos el texto buscando qué ensefia sobre el desciframiento del sintoma, nos damos cuenta de que cada vez que Freud habla de eso es para minimizar su incidencia. Se trata verdaderamente de otro Freud que el del descubrimiento del inconsciente. El valor del titulo mismo, “Inhi- bici6n, sfntoma y angustia”, justamente, es que el sintoma est inserto en una serie diferente de la del suefio, el acto fallido y el lapsus. Hubiera sido esperable, siguiendo el hilo del descubrimiento freu- diano, que no fuera “Inhibicién, s{ntoma y angustia”, sino “suefo, Japsus, sintoma”. Tendrfamos que sobresaltarnos al ver al sintoma inserto en una serie muy diferente, acompafiado por inhibicién y an- gustia Qué viene a hacer el sintoma entre inhibicién y angustia? Pues en “nhibicién, sintoma y angustia’, el sfntoma es considerado como un modo de satisfaccién. No es considerado como un modo de expresi6n, o bien solo lo es secundariamente. Es abordado como un modo de satisfaccién, y un modo de satisfaccién que escapa —incluso esta es su definicién- al principio de placer ya que se manifiesta como displacer. No esté referido a un inconsciente que querria decir y que dice de 64 EL SECRETO DEL SINTOMA modo encubierto. Esté referido a la pulsién en tanto ella quiere gozar y logra gozar de manera desviada. Vemos bien la divergencia. El punto de vista del inconsciente fue introducido por Freud a partir de la nocién de que lo que dice el suje- to quiere decir otra cosa que lo que él cree y, por lo tanto, el incons- ciente aparece siempre como otro texto. Aqui, en cambio, lo esencial de la investigacién se centra en lo que aparece como displacer, como sufrimiento, y que revela ser una satis- faccién. Por lo tanto, se distingue la diferencia, no es del orden del desciframiento de otro texto, es del orden de la revelacién de que lo que es displacer en el fondo es una satisfaccién, y Freud se dedicé a dar cuenta de esta diferencia. Dicho de otro modo, el primer ternario incluye en efecto el sintoma en una problematica del sentido, mientras que “Inhibicién, sintoma y angustia” lo incluye en una problematica del goce. ¢Por qué hay una problematica del goce? Esto es lo que Freud abrié: se goza en otra parte que allf donde hay placer. Sin duda se sigue hablando de inconsciente, pero aqui “inconsciente” califica a la satisfacci6n que no es sentida como tal, la satisfaccién que se experi- menta como sufrimiento. El otro ternario, en cambio, es muy diferente, porque designa obras de los afios veinte, creo que es de 1920 -hay que verificarlo- de 1921, de 1923 y bajo reserva de verificacién, “Inhibicién, sintoma y angus- tia” es de 1925. Podemos decir que el segundo ternario enumera las obras de Freud que preceden a “Inhibicion, sintoma y angustia’”. Son Jas obras de lo que se lamé, en la historia del psicoandlisis, el viraje de los aftos veinte y que fue experimentado como tal en aquella época, en el nivel de la técnica analitica. El viraje de los afios veinte califica un giro de la técnica analitica en el que se comenzé a pensar precisa~ mente que las obras del primer ternario finalmente no eran muy tiles en la prdctica. Que en todo caso no lograban resolver la cuestién del sintoma. Todo era muy bonito en lo que respecta a los suefios, los actos fallidos, los lapsus. Tenfa un sentido, pero el viraje de los afios veinte fue confrontarse al sintoma en tanto resiste al desciframiento de la operacién significante. Y de golpe —para retomar el término de Lacan- el descrédito alcanz6, en la técnica, al primer material freudia- no. Incluso -es la idea de Lacan— el término “material” mismo traduce 65 JACQUES-ALAIN MILLER ya ese descrédito. El término material mismo indica que no es més que una materia primia que no nos da la clave de aquello de lo que se trata en la experiencia analitica. Con respecto a estos textos princeps de los afios veinte -a decir verdad el texto princeps es “El yo y elello”, a partir de este texto se fij6 verdaderamente una’ ortodoxia freudiana, yesaLacana quien debemos haber restituido “Mas all del principio de placer” como inaugurando este nuevo enfoque, ete: con respecto a este ternario, para tomarlo como tal, “Inhibicién, sintoma y angustia” aparece simplemente como un complemento que concierne a la angustia. Da testimonio de esto la jntroduccién del traductor inglés de Freud, Strachey, que constata la amplitud del terreno cubierto por "Inhibicién, sintoma y angustia”, ve alli un indice de la dificultad de Freud para unificar su trabajo y plantea lo que ademas fue admitido en esa 6poca y desde entonces- que el problema de la angustia es el tema principal de “Inhibicién, sintoma y angustia”. Por lo tanto, “Inhibicién, sintoma y angustia” aparece como on complemento de la segunda topica freudiana en To que concierne a la angustia, precisamente incluyendo Ja instancia del yo en el fenémeno de la angustia. Por ende, como un paso mas hacia la extensién del Ambito del yo ala angustia. En efecto, podemos decir ~como dice Strachey- que, antes de “Inhi- bicién, sintoma y angustia”, Freud daba cuenta de la angustia consi- derando que habia una transformacién directa de la libido en angustia “digamos incluso- de manera automética. Lo que serfa la innovacién propia de “Inhibicién, sintoma y angustia” es mostrar que e! yo esté implicado en la produccion de angustia. Si se quiere, esto no es falso, pero Ja lectura que proponge esta sin embargo en desfase con respecto a esto. Yo considero, al contrario, que mphibicién, sintoma y angustia” es el punto de basta de la segunda topica, Es a partir de “Inhibicidu, sintoma y angustia” que se debe releer lo que Freud intent6 en la segunda t6pica, y lo que intent6 pre- tisamente en mi opinin- fue definir el inconsciente a partir de la Ibido, de definirlo no a partir del eje simbético ~para decirlo en térmi> nos lacanianos- sino precisamente a partir dela libido. Y entonces nos propone otra definicién del sintoma, no a partir del sentido sino a par- tir de la satisfaccin. Como se pudo decir, una definicién econémica del sintoma. 66 EL SECRETO DELSINTOMA El stntoma y el yo Relef muchas veces “Inhibicién, sfntoma y angustia” antes de aven- turarme a comentar este libro. Precisamente porque no se sabe de qué habla exactamente, hay que tomar partido. Acabo de indicar cuél tomo yo, que me parece que es la linea principal: es la nueva defini- cién del sintoma. Una definicién que esté fuera de todo lo que tiene que ver con el desciframiento del sintoma, y que es entonces muy rea- lista si se considera aquello con lo que nos enfrentamos. Hay que decir que Freud tard6 cierto tiempo antes de confrontarse con esta dimen- sin, porque lo que a él le interesaba tanto al principio era la pequefia articulacién S;-S;, era el desciframiento. Cuando habia descifrado aquello de lo que se trataba, los echaba a la calle. Se glorifica la sesién de cincuenta y cinco minutos cinco veces por semana, de acuerdo, pero después de todo, Freud no tenfa tanta paciencia. Para construir el psicoandlisis tenia un tiempo limitado. Por eso hay que decir que al principio, cuando habia descifrado el sintoma, despedia al paciente, y este debfa arreglarselas con lo que podfa quedarle de eso. Luego, cuando amplié su experiencia se dio cuenta en efecto de que, mas alld del desciframiento del sintoma, quedaba algo. No ces6 de inventar conceptos para dar cuenta de lo que quedaba: la reaccién terapéutica negativa, el masoquismo primordial, la pulsion de muerte. Esto se volvié cada vez mas impresionante, cada vez mas wagneriano, si puede decirse. Pero en “Inhibicién, sintoma y angus- tia” constata precisamente —digdmoslo simplemente- lo que persiste, Jo que insiste del sintoma, més alld del desciframiento. He aqui en todo caso el punto de vista al que llegué, como para organizar “Inhibicién, sintoma y angustia”. Son diez capftulos. ;Cémo organizarlos? ¢Cémo organizar estos diez capitulos? Una primera manera es seftalar que los seis primeros estan centrados en el sintoma y los cuatro tltimos, en la angustia. Esta es una primera divisién y me voy a ocupar hoy de estos seis primeros capitulos. Ninguno tiene titulo y me voy a esforzar por darles uno. Me parece que podemos distinguir en esta obra una primera par- le, que trata sobre el sintoma y el yo, que son los tres primeros capi- tu-los. Hay una segunda, que nos presenta una clinica diferencial del sintoma segtin se trate de la fobia, la histeria o la neurosis ob-sesiva. 67 JACQUES-ALAIN MILLER Me voy a dedicar aqui a esta primera parte en la que parect 3 efecto, que se trata de una extension de la segunda topica al problema de la angustia. El primer capitulo de esta obra esté claramente Co! grado a la inhibicién, Podemos decir incluso que es el tinico que dife- aovcia Ia inhibicién, es0 no quiere decir que debamos dejarlo de lado porque, por el contrario, indica la perspectiva del conjunto de la obra. La perspectiva de esta obra se refiere a lo que Freud llama las funcio- nes del yo, pero después de todo gde qué se trata? Ge trata de la nocién de que hay una instancia al servicio de la cual funcionan los 6rganos; los Srganos y hasta el conjunto de la existencia. Lo que esto pone en primer plano es el funcionamiento. A saber, asf como podemos caminar, tenemos piernas, son para caminar 0 para smantenerse de pie, ademés son también para sentarse, pero sin em- bpargo pone en primer plano la funcién de la locomocién. Esté la fun- dion sexual, es para, etc. Y luego, en el rango de las funciones del yo, Freud pone también el trabajo profesional, que aqui evidentemente no esté ligado de manera directa a un drgano del cuerpo. De est modo, Jo que se desprende, lo que se instala en medio de esta obra como dinedn, es la nocién de funcionamiento, que eso ande, aquello que Lacan Iamaba el discurso del amo. Y entonces eso organiza, con rela- clon a este funcionamiento, todo lo que pone trabas a este funciona- miento. Vemos as{ cOmo se constituye la serie inhibicién, s{ntoma, angustia: es una serie de las trabas del funcionamiento. No es para na- da el punto de vista del suefio, del acto fallido, del lapsus, 0 del chiste, porque ninguno de esos fendmenos puede ser calificado como una traba para el funcionamiento. En tiltima instancia, el acto fallido po- dria serlo, pero en general no esté muy lejos del lapsus o del chiste. Dicho de otro modo, en la primera serie, en la serie del descubri- miento del inconsciente, Freud no esté para nada orientado por la nocién de funcionamiento, mientras que aqui, es la que incluso presi- de la constituci6n de este nuevo campo que no es para nada el de una seméntica psicoanalitica, sino mas bien el de una economia psicoan- Iitica. {Qué obstaculiza el funcionamiento? Dice incluso inhibicién o sin- toma, la diferencia no es muy convincente, es ademas su primera frase, Llama inhibicién, de una manera general, a todo lo que e& del cede de un no funcionamiento, de la traba al funcionamiento. El sin- 68 ELSECRETO DEL SINTOMA. toma aparece como una subdivisién de la inhibicién cuando el no fun- cionamiento es patolégico. Cuando se lee el capitulo uno, se ve que distingue cuatro funciones en donde ubica inhibiciones: la funcién sexual, la funci6n nutricia, la locomocién y el trabajo profesional. Es una lista que en sf misma requerirfa ser fundamentada, pero tomemos solamente esto para empezar. Con qué estan relacionadas estas inhibiciones? Porque esto define un punto de vista de conjunto. Son inhibiciones que no tienen que ver con trabas ffsicas 0 fisiolégicas y las relaciona de entrada con un solo factor que es la libido, segiin si la libido se dirije hacia esas acciones 0 se separa de elas. Ademds, nunca lo hace bien: ya sea por- que se aleja o porque las inviste demasiado, de todos modos perturba. Instala de entrada la funcién perturbadora de Ia libido. Por ejemplo, cuando se trata de la funcién sexual constata, Ilegado el caso, la falta de apetencia del sujeto, que la libido se aparta. Dice incluso que cuan- do la libido se aparta, es la inhibicin pura, es Abwendung. Por el con trario, en otras inhibiciones, es por el incremento del investimiento libi- dinal de la accién por lo que se produce una inhibicién. De este modo, en todos los casos somos remitidos a una libido que ya sea por exceso 0 por demasiado poco, dificulta el funcionamiento. La funcién nutricia es perturbada por la retirada de la libido; la funcién locomotriz, por la aversién que se pueda tener por la marcha; la funci6n “laboriosa” —si puedo Hamarla asi-, por la disminucién del placer de trabajar. Por lo tanto, en todos los casos, y de una manera casi tautolégica, Freud afsla lo que conduce al yo a renunciar a una funcién de la que podria disponer, y esta renuncia a una funcién se debe a un investi- miento mal situado de la libido. ‘Trata de ordenarlo de tres maneras. O bien aquello de lo que se trata esta excesivamente libidinizado y ~como él se expresa- hay un incremento de la significacién sexual, de la Sexualbedeutung, o de la Bedeutung simbélica ~hay que decir que esto es lo que condujo a Lacan a confundir precisamente la libido con la significacién, que esto lo Ile- varé a hablar de deseo, a hablar de falo en términos de significacién, y eso ya esta presente aqui- y en este caso Freud distingue: si la activi- dad esta demasiado sexualizada, el yo evita un conflicto con el ello que inviste esta funcién, o bien, la inhibicién esté al servicio del auto- castigo, el yo evita ~dice él- un conflicto con el supery6. Finalmente, 69 JACQUES-ALAIN MILLER en tercer lugar, en los casos de inhibiciones globales como seve en los duelos, el yo renuncia‘a esas funciones pordvie no tiene la libido dis- ponible para investirlas porque su libido estA puesta en el trabajo de duelo y por lo tanto se empobrece, pierde-energia y es —segtin l- el principio de la depresi6n, de Ja melancolfa, etcétera. Dicho de otro modo, el primer capitulo de este libro confronta direc- tamente el funcionamiento y la libido y nos presenta el espec-taculo de todo lo que conduce a la impotencia del yo. Incluso es asf como yo titu- Tarfa este primer capitulo: "La inhibicion y Ja impotencia del yo”. Pone en escena un yo que es sin duda el amo de las funciones, pero que se pasa el tiempo evitando el conflicto con las otras instancias. Evita el conflicto con el ello, evita el conflicto con el supery6, y cuan- do recibe un golpe duro, se vacia de libido, He aquf una confrontacién directa entre la libido y el funcionamiento, y que sucede directamente, que tiene lugar entre Ja funcion y el yo como reserva de libido. Entonces, sin duda es aqui donde afsla, distingue, el sintoma de la inhibicién; el sintoma no pone simplemente en funci6n, en cuestion al yo. Sobre esto termina el capitulo, pero debemos precisar que no se puede dar cuenta del sintoma sin poner en funcién la pulsi6n. Pero lo que es extraordinario, cuando se lee el capitulo dos, saliendo del capt tulo uno, donde tenemos un yo completamente desinflado, un yo que pierde libido por todos lados, que hnuye del conflicto con el ello, que huye del conflicto con el supery6, que cuando tiene un duelo est completamente abatido y ya no puede cumplir sus funciones, cuando llegamos al capitulo dos, por el contrario, tenemos de alguna manera un “yo superman”. Hay que leerlo asi, tratando de animar un poco esta escenografia, por eso Hamaré, intitularé al capitulo dos: “El sintoma y la potencia del yo”. ‘Nos damos cuenta aqui, por el contrario, de que se pone en funcién la pulsi6n, nos damos cuenta de un recuts® del yo, capaz de inhibir las pulsiones. Esta capacidad del yo para inhibir las pulsiones es el nuevo valor que Freud da al término represion. Es un cambio mayor. La repre- sién, tal como interviene en “Inhibicidn, sintoma ¥ angustia”, no es la represion que hace que ya no s€ pueda comprender un texto manifies- to sin recurrir a un texto inconsciente. Lo que 6| lama represion es una modificacién de la satisfaccion, es precisamente la capacidad de trans- 70 ELSECRETO DEL SINTOMA formar el placer esperado de la satisfaccién de la pulsion en displacer. No es una modificacién del texto, es una modificacién de la satisfac- ci6n. Lo expresa en estos términos: “Por obra del proceso represivo, el placer de satisfaccién que serfa esperable se convierte en displacer”. Es aqui donde el yo aparece dotado de un poder propio, Macht, un poder que se apoya en el principio de placer, que tiene la capacidad de orien- tar todo el curso de la actividad psiquica en su sentido. Le hace falta a Freud dar cuenta en detalle -Io voy a decir la proxi- ma vez~ de la manera en que el yo dispone de este poder, pero lo que destaca es la capacidad del yo para triunfar sobre la pulsién y esta potencia que se expresa en la represién y que da nacimiento a un pro- ceso sustitutivo y, si se quiere, metaférico. Este proceso sustitutivo de la satisfacciGn de la pulsion es el que da nacimiento al sintoma. Es decir, en lugar de proceder a una accién que transforme el mundo, o la locomocién y la motricidad, se produce una modificacién sintomética del propio cuerpo. De este modo, lo que esté allf en primer plano es una metafora, podemos decir, la metéfora sin- tomitica. En lugar de una satisfaccién directa de la pulsién, en razén de la oposicién del yo, el curso normal de la satisfaccién se encuentra en alguna medida degradado y sustituido en sintoma. Por consiguien- te, es el sintoma el que tiene de alguna manera el valor metaférico de satisfaccién de la pulsién y en cierto modo encarna y eterniza la ins- tancia de la pulsién, su exigencia de satisfaccién. Anuncio ya el capitulo tres que cierra esta primera parte y que da raz6n de esta potencia del yo: el yo del que se trata no es més que una parte del ello. Este yo que aparece en el primer capitulo como el amo de las funciones, aparece en el tercero como una parte diferenciada del campo de las pulsiones y, por lo tanto, en el fondo, idéntico al ello, una parte diferenciada del ello. En la medida en que esté ligado al ello, que esté ligado a la pulsién, puede volver contra la pulsién una parte de su fuerza. ‘Tenemos entonces estas dos caras del yo: su impotencia en Ia inhi- biciGn, pero la revelacién de su verdadera potencia cuando uno se da cuenta de que el yo mismo es una instancia pulsional. Bien, voy a continuar esta lectura la proxima vez. 3 de diciembre 1997 oa

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