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Alianza Universidad Peter Burke, Robert Darnton, Ivan Gaskell, Giovanni Levi, Roy Porter, Gwyn Prins, Joan Scott, Jim Sharpe, Richard Tuck y Henk Wesselings Formas de hacer Historia Version espatiols de José Luis Gil Arista . Alianza | Editorial | 4993 U6 Gwin Pins Capitulo 7 HISTORIA DE LA LECTURA su humanidad, su $9) Robert Darnton smo sobre el quehacer ico, se encuentta mejor preparada para estos components vita tares del historiador: la tradicidn y el recuerdo, el pasado y 4 in acceso a estos recursos, los histotiadores en las mo dernas sociedades indussraies de sliabetizacién tasiva, es decir, la mayoria de los historiadores profesionales, languidecerin encetrado. en su propia cultura, como amantes abandonados, de pie bao la par pedeante luz de un farol, en una oscura calle barvida pot el viento, Ovidio da consejos sobre como leer una carta de amor: «Unas palabras escritas en tablillas de abero sondearan el vado; que u vienta de confianza escriba el mensaje. Léelo con atenciéa y, », averigua por sus términos si mieme © si te corteja de corazén y enamorado.» Resulta extraordinario. El poeta romano podria ser uno de nosotros. Habla de un problema que podria darse en cualquier épocs, que parece exist fuera del tiempo. Al leer sobre la Lectura en El ane de amar nos parece oit una voz que nos habla directamente a una distancia de dos mil afios Pero si escuchamos més adelante, la voz suena extraiia, Ovidio contintia recomendando técnicas para comunicarse con un amante a espaldas del macide - {abras bajo su pie ca compliceoftezca su espalda a tus escrito " Ovidio, Ars Amatora libro Il, versos 469-72 v 613-26 y sin duda, la posit | i 18 ‘Robert Darnton Se espera del amante que desnude « la sitvienta y lea su cuerpo lo cual no es exactamente el tipo de comunicacién que asociamos hoy a la correspondencia epistolar—. A pesar de su aire de fascinante contemporaneidad, El arte de amar nos catapulta a un mundo que ape- nas somos capaces de imaginar. Para comprender su mensaje debemos conocer algo sobre mitologia romana, técnicas de escritura y vida do- méstica. Deberfamos poder imaginarnos @ nosotros mismos como |a esposa o el patticio romano y apreciar el contraste entre motalidad formal y comportamientos de un mundo entregedo a la exquisitezy a cinismo en un momento en que se predicaba el Sermén de la Monta fia en una lengua barbara, muy lejos del slcance de los oidos romanos. ‘Leer a Ovidio es enfrentarse al misterio de la lectura misma. Se trata de una actividad a la vez familiar y extraiia que compartimos con nuestros antepasados, aunque nunca sea la misma que ellos experi mentaron. Podemos disfrutar de la ilusion de salir fuera del tiempo para establecer contacto con autores que vivieron hace siglos. Per aunque sus textos hayan llegado hasta nosotros inalterados —cosa vir twalmente imposible, habida cuenta de la evolucién de su redaccién material y de los libros en cuanto objetos , nuestra relaci con ellos no puede ser la misma que la de los lectores del pasado, L lectura tiene su historia, Pero, zcémo podemos recuperatla? ™ Podriamos comenzar investigando la lista de lectores, Carlo burg encontr6 a uno, un humilde molinero friulano, del siglo 101, en los papeles de la Inquisicién. En el interrogatorio por sospe- chas de herejia, el inquisidor pregunsd a su victima sobre sus lectu ras. Menocchio respondid con una tirada de situlos y comentarios de- tallados sobre cada uno de ellos. Al comparar los textos y los comentarios, Ginzburg descubrié que Menacchio habia leido una gran cantidad de relatos biblicos, erdnicas y libros de viaje del tipo de los que existian en muchas bibliotecas patricias. Menocchio no se itaba a recibir los mensajes transmitidos a través del orden social ia con beligerancia, transformando los contenidos del material que tenia a su disposicion en una visién del mundo radicalmente no cris- tiana. Se discute si esta visién puede remontarse, como pretende Ginzburg, a una antigua tradicién popular, pero Ginzburg demuest: idad de estudiar la lectura como una actividad practicada por la gente comiin hace cuatro siglos ® ~ * Carlo Ginzburg, El queso los gusanos (Barcelona, 1981) Historia del eee 19 En mi investigacion sobre el siglo xvi en Francia tropecé con un sélido lector de clase media. Se trataba de un comerciante de La Ro- chelle llamado Jean Ranson, un sousseauniano apasionado, Ranson no solo leia a Rousseau y Iloraba, sino que incorporé las ideas de Rousseau al edificio de su vida cuando monté un negocio, se enamo- 15, se cas6 y educé a sus hijos. Lectura y vida corrian paralelas, como imozivos centrales, en una abundante serie de cartas eserites por Ran- son entre 1774 y 1785 que muestran cémo el rousseaunismo fue ab- sorbido por las formas de vida de la burguesia provincial bajo el An- tiguo Régimen. Tras la publicacidn de La Nowelle Héloise, Rousseau habia recibido un torrente de cartas de lectores.como Ranson. Fue, en mi opinidn, la primera merea de correspondencia de admiradores cen la historia de Ia literatura, aunque Richardson hubiera levantado ya algunas olas considerables en Inglaterra, El correo revela que los Jeccores respondian por toda Francia como lo hacia Ranson y que, ademds, sus respuestas se ajustaban a las solicitadas por Rousseau en los dos prélogos a su novela, Habia ensefiado a sus lectores cémo leerlo. Les habia asignado funciones y les habia oftecido una estrate gia para entender su novela, La nueva manera de leer funciond tan bien que La Nauzelle Heloie se convirtié en el mayor éxito de ventas, del siglo, la fuente individual més impactante de [a sensibilidad ro- méntica. Actualmente esta sensibilidad estd agotada. Ningin lector moderno es capaz de llorar sin consuelo a lo largo de los seis voli menes de La Nouvelle Heloise como lo hicieron sus antecesores dos siglos atras. Pero en su tiempo, Rousseau cautivé a toda una genera- cion de lectores revolucionando la lecxura misma ? Los ejemplos de Menocchio y Ranson nos hacen pensar que leer / yy wivit, crear textos y dar sentido a la vida estaban mucho mas rela- cionados en la Edad Moderna que lo que lo estan en la actualidad.; Pero antes de saltar a las conclusiones, necesitamos revisar més archi- ‘vos, comparat los informes de las experiencias de los lectores con las relaciones de lecturas que aparecen en sus libros y, cuando sea posi ble, con su conducta, Se cree que Las penas del joven Werther provoca- on una oleada de suicidios eri Alemania. zNo seria la Wertherfeber un fruzo maduro para el andlisis? Los prereafaelistas de Inglaterra oftecen ejemplos similares de la imitacion del arte por la vida, un te bert Daraton, «Readers Respond co Rousseau: the Fabrication of Romantic ig en: Darnton, The Gregt Cat Massacre and other Episodes of French Cultural ‘Nueva York, 1984), pigs 215558 180 ‘ma cuyas huellas pueden seguirse desde Don Quijote hasta M. Bovary y Miss Lonelybearts. En cualquiera de esos casos la Gecisn po- dria cobrar vida y ser comparada con documentos —suicidios reales, Giarios y cartas al editor. La corresponde: documentas.de.los editores son fuentes de informacisn ideales acer- cf de los lectores reales. Existen docenas de cartas en la correspon- Gencia publicada de Voltaire y Rousseau y centenares en los papeles no publicados de Balzac y Zala + En resumen, seria posible desarrollar.una historia y una teoria de la respuesta del lector. Po: I lectores en plena activ do sus mentes 4 los textos, y los documentos son tambi tos que requieren asi mismo interpretacién. Pocos de-ellos son lo suficiencemente ricos como para proporcionarnos incluso acceso in- directo a los elementos cognitivos y afectivos de la lectura’y algunos casos excepcionales no pueden ser suficientes para reconstruir los as- hhan sacado ya a la luz una gran cantidad de informacién sobre no sei son capaces de dar respuesta a muchas de las cuestiones sobre el «quign», el «qué>, el eddnde» y el ecudndo» que pueden sex de gran ayuda para atacar los mas Los estudios dedicados a saber mentos son de dos tipos, macrosnaliticos y microan croanilisis ha florecido, sobre todo, et Francia, donde se nutre de la n vigorosa de la histaria social cuantitativa, Henrijesn Mar- Francois Furet, Robert Estivals y Frédéric Barbier han seguido el del dépdt Legal, registros de privilegios de libros y la publicacién anual de la Bibliographie de la France. En las curvas de sus graficos pueden observarse muchos fenémenos enigméticos come la decadencia del in, el auge de la novela, la fascinacion general gor el mundo iame- diato de la naturaleza y los remoros de paises exdticos-que se prope- * Como ejemplos de es temas, ver Kuct Rothmann, Evlncoroger utd Dobe stente Joba Wolont Goethe Die iden de angen Wether, Sugar 1974 James Sm ory and the Novel: Memalaé in Modern Popular Fiction», Hiory and Theory 22 (1989, as. 233.52 discos de I lecraea pron por el pliblico cultivado entre la época de Descartes y la de Bouganville. Los slemanes hac construido una serie estadistica ain sas amplia, gracias a una fuente de especial riquezi: los cavdlogos de igs ferias de libros de Frincfort y Leipzig, que se extienden desde SEUGASTART glo vt fasca mediados del sax. (El catdlogo de Frinc- fort se publicd sin interrupcion desde 1564 hasta 1749 y el de Leip- via, que data del 1594, puede ser suplementado para el periodo pos- ecior @ 1797 por los Henrichsche Verzeichnisse) Aunque los catélogos tienen sus inconvenientes, ofrecen en términos generalés un indice {ge la leeeura en Alemania desde el Renacimiento; y, ademés, han sido explocados por una serie de histariadores del libro alemanes a partic de la publicacién por Johsna Goldfriedrich de su monumental Gei- thichte des deuischen Buchbandels en 1908 y 1909. El mundo de la lec- tora en Inglaterra no dispone de una fuente comparable; pero, pare a periodo posterior a 1537, cuando Londres comenzé a dominar la induseria de [a impresién, los documentos de la London Stationers’ Company ban proporcionado a H.S. Bennett, W. W. Greg y otros abundance material que les permite rastrear la evolucién de! mercado de! ign britinica de la bibliografia no fa- wrorece la creaci6n de estadisticas, existe una gran masa de informs tidn cuantiaciva en [os catélogos de citulos abreviados que arrancan de 1475. Giles Barber ha tsazado cesas 2 partir de los informes de amas Tanselle ban calculado las ci cas de Norteamérica reelsborando la enorme American Bibliography de Charles Evans (18.000 entradas para el periodo de 1638-1783, que jneluye, por desgracia, una poblacisn indecerminada de «fantasmas», citados en la bibliografia pero nunca publicados) *. ‘ome ejemplos de esta literatura, demasiado HlenrsJean Martin, Livre, ponwotrs et ects, 1969) 2 vols: Robert Estivals, Le Statutique ibliogaphique de le France “au XVILP ied (Pais v La Hays, 1963) Frédéric Barbier, . Sus lectu- ras estaban constiruidas por codo tipo de material, en especial publicaciones periédicas y noticiosas, las lefan una sola vez y cortian al siguiente objeto. Engelsing no presenta muchas pruebas de su hi poresis. De hecho, la mayor parte de su estudio se cefiere slo a unos pocos ejemplos de ciudadanos de Bremen. Pero posee la atrayente simplicidad de un antes y un después y oftece una fSrmula man! ble para contrastar modes de Lectura en {a historia europea muy t prana y muy tardia. Su principal inconveniente, creo yo, es su cat ter lineal. La lecrura no evolucions en una direccién: la gxtensi sin que asumnid muchas formas diferentes entre los distinéos grupos sociales en épocas diversas. Los hombres y las mujeres han leido pa salvar sus almas, mejorar sus modales, arreglar sus maquinas, seduci sus amados y amadas, tener noticia de sucesos de actualidad y, plemente, para divertirse. En muchos casos, sobre todo’ entye blico de Richardson, Rousseau y Goethe, la lectura se hizo més tensiva, no menos. Pero los illtimos afos del siglo xvin parecen representar un momento critico, un tiempa en.que se puso a dispo! cion de un pablico mas amplio mis material de lectura, si'se observa 189 aparicién de una masa de lectores que alcanzaria proporciones gi- ranescas en el siglo xix con el desarrollo de la produccién mecénica el papel, de las prensas a vapor, la linotipias y la ercadicacién casi general del anslfabetismo, Todos estos cambios abrieron nuevas po- lidades no disminuyendo la intensidad sino aumentando la va- ‘edad 0. Por tanto, debo confesar cierto escepticismo sobre la «cevolucién en la lectura». Sin embargo, un historiador norteamericano del libro, David Hall, ha descrito una sransformacién en los habitos de lecrura de los habitantes de Nueva Inglaterra entre 1600 y 1850 en términos fast exactamente iguales a los utilizados por Engelsing. Antes de wueva Inglaterra se lefa un pequeio corpus de venerables ‘articulos estables» —la Biblia, almanaques, el New England Primer, Rise and Progress of Religion de Philip Doddridge, Call o the Unconver- tad de Richard Bexter— y su lectura se repetia una y orra vez, en vor alta, en grupos y con excepcional intensidad. A partir de 1800 se vie Ton tnandados por nuevis clases de libros —novelas, periddicos, va- edades recientes y entretenidas de literatura para nifios— y los ha- bitanres de Nueva Inglaterra las leian con voracidad, dejando a un lado un objeto en cuanto lograban encontrar otro. Aunque Hall y Engelsing nunca habian tenido noticia mutua, descubrieron un mo- delo similar en dos areas muy diferentes del mundo occidental, Qui- wa, a Gnales del siglo XVI, se dio un cambio de rumbo fundamental fen la naturaleza de la lectura. Tal vez no fuera una revolucién, pero tnareé el final del Antiguo Régimen, el reino de Tomis de Kempis, johann Amdt y John Bunyam ¥. ; Jona andes dela lectura es mis importanre de fo que podeia creerse, pues la situacidn del lector en su escenario puede darnos in ddicios sobre la naturaleza de su experiencia, En la universidad de Leyden cuelga un impreso de la bibliotece de le universidad fechado en 1610. Muesera los libros, pesados infolios, encadenados a altos es- tantes que sobresalen de las paredes en tuna serie determinada por las epigrafes de la bibliografia clisica: Jurticonsult, Medici Historc, etc, “Die Petioden der Lesergeichiclre in des Neuzet. Das sisi oi Pease esc ds Lace, ec for Gace beng, Der Burger ls Lser Lesegxht= ce usm und de Bch: 10 15 E oe Ge Pe Cues of Lacy 0 New England, 1600185, en: Pritig nd Sot Eat Aten ag 190 Robert Darnton, Los estudiantes aparecen desperdigados por la sala leyendo los libros fen mostradores construidos a la altura de los hombros debaio de las estanterias. Leen de pie, protegidos del frio por gruesas capas y sombreros, con un pie posado sobre un apayo para aliviar la resin del cuerpo. En la época del humanismo clisico, la lecture no debis de haber sido una actividad contactable. En. los cuadtos pintados wn siglo y medio mas tarde, La Lecture y La liseuse de Fragonacd, por jemplo, es personas lecroras aparecen reclinadas en tumbonas 0 llones bien acolchados con las piernas apoyadas en escabeles. A me sud som mujeres que llevan faldas amplias conocidas en sa epocs como liseuses. Suelen sostener entre sus dedos un delicado volumen ‘en doceavo y sus ojos muestran una mirada sofadora. De Fragonard a Monet, quien también pintd una Liseuse la leccura se traslada de ocador afuera del domicilio. El lector ransporta los libros al campo ya as cimas de las montatias, donde, como Rousseau y Heine, puede entrar en comunion con {a nacuraleza. Algunas genetaciones més tar- de, en las crincheras de la Primera Guerra Mundial, donde los jove. nes tenientes de Gotinga v Oxford encontrabsn como podian un es pacio para unos pocos delgados tomos de poesia, la naturaleza debi6 de parecer haberse dislocado. Uno de los libros més preciosos de mi Pequeaa coleccidn particular es una edicién de los Hyvanen an die Ideale Menschheit de Hlderlia, con el nombre de sAdolf Noelle, Ja uer 1916, notd-Frankreich> —un regalo de un amigo aleman que intentaba explicar Alemania—. Atin no estoy seguro de haber enten- dido, pero creo que la comprensién general de la lectura habria avanzado si pensiramos més intensamente sobre su iconografia y sus requisites, incluidos el mobiliario y la vestimenca El elemento humano del escenario debié de haber influido en la comprensién de los textos. No hay duda de que Greuze dio un to que sentimental al cardcter colectivo de la lectura en su cuadro Un pre de famille qué lt la Bible d ses enfants, Rest de la Breronne hid probablemente lo mismo con las lecturas de la Biblia en familia des critas en La wie de mon pére. «Je ne sauurais me rappeler, sans arrendris- sement, avec quelle attention cet lecture était écoutée; comme elle comuniquait & tome fa nombreuse famille un con de bonhomie et de fraternité (dans la famille je comprend les domestiquesl. Man pére ‘Girone simi sb ecard a eer nope hairy ioche, «Les pratiques urbaines de limprimés, en: Hitoive de (Bastion franca vol Th, pags. 403.29, Hisoria de a lecnara io commengait toujours par ces mots: ‘Recueillons-nous, mes enfants; est lEsprit Saint qui va parler"» Pero, « pesat de todo su sentimen talismo, estas descripciones nacian de una suposicién generalizada para la gente comin de la Europa modemma, la lectura era una activi dad social. Tenia lugar en tallétes, establos y tabernas. Casi siempre eXTOTAT, pero no necesariamente edificante. Es el cato del campesino de la taberna de pueblo descrito por Christian Schubart en 1786 con ciertos tintes de calor cosa: Und riche die Abendaeic herein, So critk ich hale mein Sehdople Wein, Da lest der Hee Schulmeiser mi ‘Was Neues aus der Zeirung fi La insticucién mas importante de la lectura popular en el Anti- uo Régimen era una reunién en torno al hogar, conocida en Francia como [a veillée y en Alemania como la Spinnstube, Mientras los nifios igaban, las mujeres cosian y los hombres reparaban las herramien- a5, uno del grupo capaz de descifrar un cexto regalaria sus ofdos con las aventuras de Les quatre fils Aymnon, Till Eulenspiegel 0 alguna otra obra favorita del repercorio comuin de libros beratos y populares. Al- gunos de estos primitivos libros en rustica indicaban que estaban concebidos para ser captados por_los oidos, mediante el recurso de comenzar con frases como «L.o que ahora vais a oit.». En el siglo xix ciertos grupos de artesanos, sobre todo cigarreros y sastres, se turna- ban en la lecture o conteataban 2 un lector para entretenerse mien teas trabajaban. Atin hoy, muchas personas se enteran de las noticias oyéndolas leer a un locutor de televisidn, La televisidn es quiz une raptura con el pasado menor de lo que generalmente se supone. En. cualquier caso, para fa mayoria de las personas a {o largo de la mayor parce de la historia, los libros han tenido més oyentes que lectores. ‘Mas que verse, se ofan ™ Reif dela Bretonne La i de mon png One 999, pigs 216: de Schoburt se cia tn Sehendn Voll ohne Buch pag 463 920 tad Gland sa ee bb iconlover ace een ‘a /sluna novedad del penigdice : Soe icra deel ani pn en Francie Chars Ne ste, Hed lies poplaieo deL true dn clporse ari 1854, 1 vl, Rober Mandou, De le culture populavre an tele la bibliotheque Ble de Troe Pat, 964), ots elemplon de extudiosaademion mis resents en la sere fheque Bleue, edtada por Diiel Rocke» pubiada por Eaiuons Mons 12 Robere Dar La lecrura era més bien una experiencia privada de la minoria de’ personas instruidas que podian permitirse comprar libros. Pero mu- chos de ellos se hacian socios de clubs de lectura, cabinets littéaives 0 Lesegesellschaften, donde podian leer casi todo cuanto deseaban en un ambiente de compafifa, por una pequefia cuota mensual. Francoise Parent-Lardeur ha seguido las huellas de la proliferacion de estos clubes en Paris bajo la Restauracién ', pero se remontan hasta muy & atrés en el siglo xvin. Los libreros de provincias solian convertit sus existencias en biblioteca y cobraban por el derecho a frecuentarla. | Buena luz, algunas sillas cémodas, unos pocos cuadros colgando de las paredes y susctipciones a media docena de periodicos basta para convertir casi cualquier libresia en un club. ‘éraire anunciado por P. J. Bernard, un pequetio librero de Lunéville «Une maison commode, grande, bien éclairée et chauffée, qui sera ouverte tous les jours, depuis neuf heures du matin jusqu’a midi et depuis une heure jusqu’a dix, offriraic dés cet instant eux amateurs deux mille volumes qui seraint augmentés de quatre cents par an- née» En noviembre de 1779, el club contaba con 200 miembros, mayoria de ellos oficiales de la gendarmerie local. Por la modesta suma de tres libras por afio, tenian acceso a 5.000 libros, trece revi tas y habitaciones especiales para conversat y escribir (ver apéndice) Seguin Oxo Dann, los clubs de lectura alemanes suministearon Jas bases sociales de una variada cultura burguesa en el siglo xv cuando se desarrollaron a un ritmo sorprendente, sobre todo en las ciudades del norte, Martin Welke calcula que quizd uno de cada 500 alemanes adultos pertenecia a una Lesegesllichaft en 1860. Marlies Priisener ha conseguido identificar mis de 400 -clubs y hacerse una idea de sus materias de lectura. Todos ellos contaban con una pr sion basica de publicaciones periédicas complementadas por una se re desigual de libros, habitualmente de temas de gran peso, como la historia y la politica. Al parecer eran més bien una versién seria de a mejor exposicién sobre literatura popular en Alemania sigue siendo la de Schen. da, Volk one Buch, aunque su iacerpretacon haya sido puesta en duda por algunas ‘bas recientes, sobre code lade Reinhart Siegert, ufkirung und Volllebeure exerpla. risch dargestelly an Rudsiph Zachanas Becker um seinem ‘Noth undtiulibichlern (Francfore, 1978). Ur ejemplo de lecrura en publico entre trabajsdores, en Sarmuel Gompers. Seventy Years of Life and Labor An Autobiography (Nueva York, 1925), pags 30-1 Historia de la leerura 193 los-cafés, que a su vez fueron también instituciones importantes para la lectura, extendidas por toda Alemania desde finales del siglo xv. En 1760, Viena tenfa al menos sesenta cafés que suministraban perié- dicos, revistas e infinitas ocasiones de debate politico, tal como ocu- rria en Londres y Amsterdam desde hacia mas de un siglo Sabemos ya bastante sobre las bases insticucionales de la lectura. Disponemos de algunas respuestas para las cuestiones sobre el equién», equér, «dinder y scuindo». Pero se nos escapan los «por- qués> y los «@dmos». Auin 20 féttios vislumbrado una.estrategia part entender Tos procesos intemos por los que los lectores dan sentido a las"palabras, Ni siquiéea comiprendemos la’ manera como nosotros mismos leemos, a pesar de los esfuerzos de psicdlogos y neurdlogos par seguir los movimientos de los ojos y carvografiar los hemisferios cerebrales. Es diferente el proceso cognitivo en los chinos, que leen pictogramas, y en Jos occidentales, que analizan lineas? Las obvervciones de Heinamann se ctan en Helmut Kiewsry, «Gefichge Lesesuci Bemerengen 2 tin diseminadas 4 ‘contiene ambien algunas etlexio cos ers porcada y pig 302, Hisroria de le leevura 195 nas, leer seguia siendo una actividad sagrada, Colocaba al lector en presencia de la Palabra j Tesolvie thistetios satitos. Como hipétesis de abajo, parece vilido afirmar que cuanto més nos remontamos en el tiempo, mas nos alejamos de la lectura instrumental. El libro «me ual de uso» no sélo es mas escaso y el religioso més comtin, sino que la misma lectura es diferente. En la época de Lutero y ¢ Ignacio de Loyola daba acceso a la verdad absoluta. En un plano mucho mas trivial, se puede seguir el rastro de las ideas sobre la lectura a través de los. anuncios y prospectas.de libros, Asi sucede, por ejemplo, con algunas observaciones tipicas de un prospecto del siglo xvi tomado al azar de la rica coleccién de la bi- blioteca de Newberry: un librero ofrece una edicién en cuarto de los Commensaires sur la coutume d’Angoumois, una obra excelente, asever, tanto por su tipografia como por su contenido: «El texto de la Cowtu- ime esti impreso en 270s-romaim, los resimenes que preceden a los co- mentatios estén impresos en cicéro y los comentarios mismos en Satnt-Augustin. Toda la obra esta realizada en un papel muy hermoso fabricado en Angouléme.» 2! Accualmente ningiin editor sofaria con mencionar ef papel y el tipo de letra al anunciar un libro juridico. En el siglo xvut, los anunciantes daban por supuesto que sus clientes se preocupaban por la calidad fisica de los libros. Compradores y ven, dedores compartian por igual una conciencia tipografica-a@nialmente! casi extinguida ‘TafiBién pueden ser reveladores los informes de los censores, al menos en ! caso de los libros franceses en la Edad Moderna, cuan: do la censura estaba altamente desarrollada, aunque no fuera dema. siado eficaz. Un libro de viajes tipico, Nowweaw voyage aux isles de VAmerique (Paris, 1722), de J-B. Labat, contiene cuatro «aprobacio- nes» impresas en codo su texto al lado del privilegio Un censor ex: plica que el manuscrito le picé ls curiosidad: «Es dificil comenzar a leerlo sin sencir esa curiosidad benigna pero avida que nos impulsa a seguir leyendo». Oto recomienda el libro por su «estilo simple y conciso», ademés de por su vrilidad: «En mi opinién, nada es tan ti para los viajeros, los habitantes de ese pais, los comerciantes y quie- nes estudian historia natural» Y un tercero encontraba, simplemente, buena su leccura: «Senti un gran placer (eyéndolo, Contiene una mul- titud de cosas curiosas» Los censores no se limitaban a acosar here. 8 Newer Library, caia Wing Z 45.18 sera, 0°31. 196 Robert Darnton! jes y revolucionarios, como tendemos a suponer al echat una micada rexrospectiva a la Inquisicién y la llustracién. Daban el cuito de apro- bacidn real a una obra y, al hacerlo, suministraban al lector claves para su lectura. Sus valores consticuian una pauts oficial por la que sé Rade medi la lectura normal, Pero, es la palabra clave en esta frase, Al 1 198 Rober Darnton! leer los pocos manuales y las atin mds escasas memorias de esta épo. ca que han sobrevivido no podemos ic mds allé de conjerurar la natu raleza de la primitiva pedagogia. No sabemos lo que realmente ocu. ria en el aula. Y fuera lo que fuese, los lectores-oyentes campesinos pudieron haberse construido su propio catecismo, ast como sus h torias de aventuras, de una manera que se nos escapa por com. pleto ». i Ia experiencia de la gran masa de lecrores queda fuera del al cance dele investigacién_histirica, los historiadores deberian ser capaces, en cambio, de captar algo de lo que significaba la ecrura para las. pocas personas que dejaron algiin informe sobre ello. Un rer cet enfoque podria comenzat con los relatos autobiograficos mejor conocidos —los de san Agustin, santa Terese de Avila, Montaigne, Rousseau y Stendhal, por ejemplo— y avanzar hacia fuentes menos conocidas. J-M, Goulemot se ha servido de la autobiografia de Jame. rey-Duval para mostrarnos cémo un campesino podia leer y escribir su modo en el Antiguo Régimen, y Daniel Roche descubri a un vir driero del siglo xt, Jacques-Louis Ménétra, que (efa mientras reco- ria de forma caracteristica toda Francia. Aunque no transportaba muchos {ibros en el saco que colgaba a sus espaldas, Ménetra inter cambiaba continuamente correspondencia con sus compaferos de viaje y sas amances, derrochabs unos pocos céatimas en pliegos de cotdel en las gjecuciones piblicas y hasta llegs a componer ripios para ceremonies y farsas que cepresenté con otcos trabajadores. Cuando conté la historia de su vida, dispuso su narracién en forma picaresca, combinando Ja tradicién oral (cuentos populares y fanfa rronadas estilizadas propias de las charlas entre hombres) con géne: 103 de la Jireratura popular (las novelillas de la biliothégue blew. A di ferencia de otros autores plebeyos —Restif, Mercier, Rousse Diderot y Marmontel— Ménétra nunca ruvo un lugar en la Repai ca de las Letras, Pero mosteé que éstas tenian un lugar en la cultura del hombre comin *. . is se basa en las investiaciones de Dominigue julien esp on ives de classe et usiges pedagonques» ew: Powe ce WoL I, piga 486.97. Ver cambien Jean Habra. «Didactaue ce la lecre et : histoire des pedagogies de a lecturer en: Le tees dt Aled Binet Lat f(a 3 (1983), pags. 50 Jean-Marie Goulemot (ed, Vl on peta au XV istora de la leceura 99 Este lugar podia ser marginal, pero los mismos margenes suminis- tran claves para comprender la experiencia de los lectores corrientes. En ef Siglo Xt fas notas marginales aparecian impresas en forma de slosas que guiaban al lector a través de los textos de los humanistas. En ef xvmtt las glosas dieron paso a fas notas a pie de pagina. Como seguia el lector el juego entre texto y paratexto debajo 0 a un lado de ia pagina? Gibbon cred un distanciemienco icénico deserrollaado ma- gistalmente notas al pie de pagina Un estudio cuidadoso de los ejemplaces anotados del siglo sot de The Decline and Fall of the Ro- man Empire podria revelarnos la manera como los contemporineos de Gibbon percibian ese distanciamiento, John Adams cubri6 sus li- bros de garabatos. Siguiéndolo a través de su ejemplar del Discurso sobre el origen de la desigualdad, de Rousseau, puede apreciarse qué opinaba de la filosofia radical de la Ilustracién un revolucionario reti- rado en la qustera atmosfera de Quincy, Massachusserts. En el texto de Rousseau leemos: «En este estado [el estado de nacuraleza] no ha bia ningin tipo de relacién moral entre los hombres; no podian ser ni buenos ni mafos y no tenjan ni vicios ni vitrudes. Por tanto, con- viene suspender el juicio sobre su situacion... hasta que hayamos exa- mminado si entre los hombres civilizados hay ais virrudes 0 vicios», ¥ [Adams escribe al margen: «Sorpresa sobre sotpresa. Paradoja sobre peradoje. (Qué segacided can esombrose tiene Mr. Rousseau! Sin em- bargo, este petimerre elocuente, con su afectacisn de singularidad, ha provocedo el disgusto de los hombres contra Ja supersticién y'la iranian Christiane Berkvens-Stevelinck ha encontrado un lugar excelente para cartografiar la Republica de las Letras en las acoraciones margi- rales de Prosper Marchand, el biblidfilo de Leyden en el siglo xv Orros eseudiosos han perfilado las corrientes de la historia de las teas intentando celeer grandes libros tal como los leyeron grandes es- critores, utilzando las anotaciones en objetos de coleccionista, como el ejemplar de Dideror de la Encyclopédie 0 el de los ensayos de Emerson propiedad de Melville. Pero fa investigacién no tenia por imitarse a los grandes libros; ni siquiera a los libros. Peter Burke estudia actualmente (os graffiti de [a Ttalig renacentista. Cuando apa. recen garabateados en la puerta de un enemigo, suelen funcionar como insultos rituales que delimitaban las iineas de contliews social que dividian vecindarios y clanes. Si se colgaban de la famosa estarua de Pasquino, en Roms, escos garabacos pablicos deban el cono de 200 ‘Rober: Darnton! una culture politica callejera rica ¢ ineensa. Una historia de la lectura deberia poder avanzar a grandes pasos desde la pasquinada y Commedia dell'Arte hasta Moliére, de Moliére a Rousseau y de Rousseau a Robespieere 2, Mi cuarta sugerencia se_refiere a la teoria literaria, Estoy acuerdo en que puede parecer desalentadora, especialmente pars no iniciado. Se presente arropads en eriquetas imponentes —estrt turalismo, deconsteuccion, hermenéutica, semistica, fenomenologi ¥ se va tan pronto como ha venido, pues las modas se desplazan una otra con une tapidez desconcertante, Pero todas ellas estén recotti- colaboracién entre. la critica literavia y la historia del libro: el interés por_lalectura. Tanto cuando desentieccan esteuccures “piofundas como cuando descomponen sistemas de signos, los criticos han trat do le literatura de forma creciente como una actividad més que el punto clave en torno al cual gita el and En Alemania este planteamienta ha conducide a vn renacimiento de la historia literaria como Rezeptionsisthetit bajo la direccion de Hans Robert Jauss y Wolfgang fser. En Francia ha adquirido un rumbo filosdlico en la obra de Roland Baxthes, Paul Ricoeur, Tzv tan Todoroy y Georges Poulet. En los EE UU se encuentra alin en estadio Ge formacién, ‘Wayne Booth, Paul de Man, Jonathan C Geoffrey Hartmann, J. Hillis Miller y Stanley Fish han suministrado los ingredientes para tna ceavia general, pero de sus debates no ha surgido acuerdo alguno. No obstante, toda esta actividad critica apunta hacia una nueva tex igs 54-62 Sobre ls pansion de Posper Marchand Yet los des tan. BedveneStevelnck, sL'Appor, de Brose, Mechand 90 Marland “an user” ee aucune Historia de la leonora 21 Consideremos, por ejemplo, el andlisis que hace Walter Ong de las primera frases de Adios las armas: 2Qué afio? Qué ri0?, pregunta Ong. Hemingway no lo dice. Al emplear el articulo definido de forma heterodoxa —el rio», en vez de aun cio» ¥ no menudear los adjetivos, da a entender que el lec- tor no necesita una descripcién detallada de la escena. Bastard con tuna alusion, pues se considera que el lector ya he estado alli, El autor como si fuera un confidente y un compatiero de viaje a Iealia de la Primera Guerra Mundial. Si el leesor pone alguna of cin —y podemos imaginar muchas respuestas como wsoy une abuela de sesenta afios y no sé nada sobre rios italianos»— no podré «cep: tam» el libro. Pero si acepra el papel que le impone la setsrica, su vo de ficcién logrard alcanzar las dimensiones del héroe de Hemingway y serd capaz de avanzar a través del relato como su compatiero de armas ® La antigua re:érica funcionaba habitualmente de la manera con- aria, Suponia que el lector no sabia nada acerca del celato y necesi taba ser orientado por pasajes abundantemente descriptivos u obser: vaciones introductorias. Asi, por ejemplo, el comienz0 de Pride and Prejudice Es una verdad universalmente reconocida que us soltero poseedor de wna buena foreuna deberd buscar mujer Por muy poco que se conozcat los sentimientos u opiniones de un hombre ast cuando entra a formar pare de un vecindaro, esta verdad esti can bien fij2da en las mentes de la familias que lo rodean que s¢ le considera propiedad legitima de alga a de sus bias. ead Repont Cito fom Fora to Pos-Sractarai alimore, 1980) Una ag ob is layentes tede ext comme Se een eran et Soliang be pled Read Pater of Commarea in Pre Ft fom Baya Bet a "5 Audience {5 Always 4 Fictions, PMLA 90 (1975), 202 ride Ma, Benne lio «eu esos cierto dia, ht oo un inquilino en Netherfield Park?» ms rh Go gus poe Bn Este tipo de narracién progresa de lo general a lo particular. Si ria al principio el articulo indefinido y ayuda al lector a orientarse gradualmente. Pero siempre lo mantiene a distancia, pues se supone que entra en la historia como un exttatio y que lee para su instru cidn, su diversién o algiin propésito elevado, Como sucede con novela de Hemingway, para que la retérica funcione habré de desem: pefiar su papel; pero el papel es completamence diferente. Los escrisores han ideado muchos otros modos de iniciar a los lectores en sus relatos. Una vasta distancia separa «Call me Ishm de Melville, de la oracién de Milton para ayudar a ejustificar la a cidn de Dios en los hombres». Pero cualquier narcacién presupone un lector y toda lectura comienza a partir de un protocolo inscrito & el texto. i texto uses “eporanse asi mismo y él lector actuaf; qu contra el cardcter de la obra o extraer sentidos nuevos de palabr: comunes: de ahi las infinitas posibilidades de inverpretacién ee tas por los deconstructivistas y las originales lecturas que han cont gurado la historia de la culeura —-como, por ejemplo, la lecrura que hacia Rousseau de E! Mixintropo, o la de Kierkegaard del Genz sis, 22 Pero, al margen de lo que cada cual haga de ella, la lectura hha seaparecido como el hecho central de la literatura. eed Siendo asi, ha llegado el momento de que confluyan raria_y la historia de los libros. La teoria puede revelar los limies de las posibles respuestas a un texto —es decit, a las limitaciones eexér cas que dirigen la lectura sin determinarla—. La historia puede mos tear qué lecturas se dieron de hecho —es decir, dentro de los de un cuerpo de pruebas imperfecto—. Al prestar atencidn a la hi ria, el ecitico literario podria evitar eh peligro de! anaceanismay a v ces, en efecto, da por sentado que los ingleses del siglo xxv leian a Mikon y Bunyan como si fueran compafieros suyos en la docenci universitaria, Al tener en cuenta la retdrica, los historiadores podrin encontrar claves de conducta que, en cas0 conteatio, tesultarian qt z4 incomprensibles, como por ejemplo las pasiones suscitadas pt obras que van de Clarissa a La Nouvelle Héloise y de Werther a Ren Quisiera, por tanto, defender una doble estrategia que’combinat sis textual con la investigacién empirica, De este modo seria po- sible compara a los lectores implicitos de los textos con los lectores, teoria 2» reales del pasado y, fundandonos en estas comparaciones, desarrollar tina historia, ademés de una teoria, de la respuesta del lector. } tipo de historia se reforzaria por medio de un quinto modo s basado en la bibliografia analitica, Al estudiar los libros Como objetos fisicos, los Giblidgrafos han demostrado que Ie disposi- ion spogedfica de un texto puede determinar en buena medida st seanido-¥ la forma en que eta leido. En un estudio nowble dé Con- greve, D. F. McKenzie ha “mostrado que el procaz dramaturgo neoisa- Bolino, conocido por nosotros por las ediciones en cuarto de finales del siglo vt, experiment6 un renacimiento tpogrdfico en su vejez y feapareci6 como el autor digno y neoclésico de las Obras competas en free volimenes en octavo publicadas en 1710, Fueron escasos los Sambios de palabras de una a otra edicién, pero una modificacién en el disefio de los libros dio a sus ‘obras teatrales un aire totalmente nii@v0, Afadiendo divisiones escéniess, agrupando los personajes, frastocando algunas lineas y presentando liaisons des scénes, Congreve {fused sus viejos textos al nuevo modelo clisico derivado del reasro frances, El paso de vollimenes en cuarto a libros en octavo supone trasladarse de la Inglarercaisabelina a le georgiana ™ Roger Chartier ha encontrado consecuencias més sociologicas en la metamorfosis de un clisico espafiol, la Historia de la vida del Buscdn de Francisco de Quevedo. La novela iba dirigida originalmente a un publico selecto, tanto es Bspafia, donde aparecid por primera vez en 1626, como en Francia, donde se publicd en una traduccién elegance en 1633, Pero a mediados del siglo x01t los editores Oudot y Garnier de Troyes comenzaron a publicar una serie de ediciones baratas en wistica que hicieron de ella ducaate doscientos afos el principal pro- ducto de la literatura popular conocida como la bibliathéque blewe ‘Aguellos editores populares no dudaron en remendar el texto pero, Sobre todo, se centraron en el disefo del libro, lo que Chartier lama Ta umise en livees. Fractarican el relato ext unidades simples, abre viands fasessubdividiendo pétrafos y multiplicando el nimero de capitulos, La aueva estructura tipogrfica supuso una nueva forma de leer y un nuevo péblico: la gente sencilla, que carecis de posi des y Giempo para abaccas grandes tiradas de la narracién, Los episo- lo fue necesario unirlos pot me dios cortos adquirieron auronom BP MeKenvie, Typography and Meaning. The Case of Wiliam Congreve, oe i Ei ee ee reds, Buch und Bucbbndel Europe am ache {Ba felobance amsoras, 181, pes 81-126 204 Robert Darnton dio de complejos temas secundarios y desarrollo de personajes, pues ofrecian el material preciso para llenar una willée. Asi el libro mismo asd 2 ser una coleccién de fragmentos més que un relato continuo y pudo ser recampuesto por cada lector-oyente a su manera. Con todo, sigue siendo un misterio la manera como se produjo esta «apropia- cidn», pues Chartier limita su andlisis al libro en cuanto objeto fisico. ‘Muestra, sin embargo, la forma en.que la tipograffa se abre.a la socio: logia, cdmo el lector implicito del autor se transforma en el lector im plicito del editor, descendiendo en [a escala social del Antiguo Régi ‘men y penetrando en el mundo que en el siglo xix se reconoceria como «le grand public» Algunos aventurados biblidgrafos e historiadores del libro han comenzado a especular sobre las tendencias a largo plazo en su evo lucién, Mantienen que los lecrores responden mas directamente @ la organizacién fisica de los textos que a las circunstancias sociales del | entorno. Asi, practicando una especie de arqueologia textual, podria quiza aprenderse algo sobre le historia remota de la leceura. Aungu: 1no nos es posible saber con precision como lefan los romanos a Ovi dio, podemos suponer que, como muchas inscripciones romanas, el verso no tenia puntuacién, parrafos o espacios entre palabras. Las unidades de sonido y sentido se acercaban probablemente més « los ritmos del habla que a las unidades tipogrificas —ciceros, palabras y lineas— de la pigina impresa. La pagina misma en cuanto unidad del libro no se remonta mas alld del siglo ut o tv. Anteriormente, para leer un libro habia que desenrollarlo. Sélo cuando las pagina tunidas (el codex) sustituyeron al rollo (volumen) pudieron los lectores trasladarse atrds y adelante con facilidad a lo largo del libro y los tex. tos se dividieron en segmentos que podian ser marcados € indexa dos, Sin embargo, todavia mucho después de que los libros hubieran adquirido su forma moderna, la lecuura siguié siendo una experien: oral realizada en piiblico. En un momento no precisada, quizi en al gunos monasterios del siglo vit y, sin duda, en las universidades del XII, se comenzé a leer en silencio y a solas. La tendencia hacia la lec- tura silenciosa supuso, quiag, una adapracién intelectual mayor que > Roger Charis, Figures de la gue Pars, 1982. Ver arbi nerales de Chaser ent ensyos aUne five alr: ques hypotheses, plied ini, octubre 1982, Historia del lecrara 205 fa del paso al texto impreso, pues hizo de la lecrura una experiencia individual e interior *. ; ae imprenta supuso, desde luego, una diferencia, pero fue probe blemente menos revolucionaria de lo que habitual mente sce A os tenian portadas, indices de concenidos v4 Hibeticos, Be én y editores que producian copias multiples en sus . Beate gab eco ampli antes ce a invencin de fos pes m6 Giles, En el primer medio siglo de su existencia el libro impreso st guid siendo una imitacidn del manuscrto y, sin duda, era leido por € Mtismo piblico y de manera idéntica. Pero a partir del 1500 elo impreso, el panéito, el pliego de corde, el mapa y el cart! Hegsron tiuevos tipos de lectores y estimularon formas de leceura disinnss nuevo libro, cada vez mas normalizado en su disefio, més barsto precio y ampliamence distribuido, eransformé el mundo, No so si nistraba mas informacién, sino que proporcionaba un modo de et tender, una metdfora basica para dar sentido alavide, | ‘hei durante el siglo xv el hombre toms posesién de Ia Ealabrs Durante e siglo xm comenzé a decodificar el libro de Ia natorale: dan. ¥en el Xvi aprendi6 a leerse a si mismo. Gracias a les [bts Locke y Condillac estudiaron Ia mente como tabula rasa y Frankclis escribié un epitafio para su tumba: * El cuerpo de in, Impresor, ‘den Libro vieo, Cons se { despado de Toserpsiones y Dorado we Alimento de Gusanos. Wn Senges ais con Bere ints i Rte Sew Wading, tr he pig 36d Pode encom Pr monn de eos ae ANDO Be Pe cue Seago at t cde la lectura y la hist iva del libro, en Henri-fean Martin, fo tan de etsy toe da kre ui 8 | eel azo de la idea del mundo como libro de leceura, ver Soe a isto a ants, 1980, El ep de Franklin an Bare and ee Pomme eer FO APE ee ede impresor joven, cuando eta un agudo interlocutor lut Sa ea eos ese ocd Lab eh ew Hes Je Te Peo ern igermente en cn m0 tos autdgrafos tir de iene Readingy Visor 1 1982, “ Robert Darnton evo la Obra no se perder: Pues, al come el eveyd, Volveri a aparecer En una Edicidn nueva y més elegante Corregida y mejorada Por el Autor No quisiera excederme en la metéfora, pues ya Franklin la for26 hasta la muerte, sino volver més bien a un punto tan simple que po. dia pasérsenos por alto. La lectura tiene una historia. No fue sien bre y en todas partes la misma, Podemos pensar en elle como un pro. ceso lineal consistente en extraer informacion de una pagina; pero, si ‘0 examinamos més en detalle, etaremos de acuerdo en que la infor mmacion puede cribatse, clasificarse e interprerarse. Los esquemas in. terpretativos pertenecen a las configuraciones culturales, que han se ido enormes cambios com el paso del tiempo, Dado que nuestros ancepasados vivian en mundos intelectuales diferentes, debieron de | haber leida de manera distinta y la historia de la lectura podria ser \_ ran compfeia como la historia del pensamiento. Tan compleja, de he cho, que los cinco pasos propuestos aqui podrian llevarnos en dicee, ciones dispares o hacetnos dar vueltas indefinidamente en torno al broblema sin penetrar en su nticleo. No hay ruras ditectas ni arjos, ues la lectura no es algo diferenciado, como una constitucion oun orden social, que pueda rastrearse a staves del tiempo. Se teats de tina activided que implica una relacin peculiat —por una parte, e lector; por otra, el texto-—, Aunque lectores y textos han varado se ‘tin las citcunstancias sociales y tecnoldgicas, la historia de la lectu a no deberia reducirse a una cronologia de cales vatiaciones, Ha: bria de ir mds allé y abordar el elemento relacional en el mismo corazén del asunto: gedmo constrayen los lectores cambiantes tex «0s mudables? La cuestidn parece absteusa, pero es mucho lo que de ella depen- de. Pensemos cusncas veces ef (eer ha cambiado el curso de la histo. ia: Lutero y su lectura de Pablo; Marx y su lectura de Hegel; Mao y su lectura de Marx. Estos puntos destacan en un proceso mas pro- fundo y amplio: el esfuerzo interminable del hombre por eacgptrar sentido en el mundo ciscundante e interior. Si pudiéramos enteader J" edme ha leido, podriamos aproximarnos a la comptensién de como 4 daba sentido a la vida, Y de esa manera, una manera histories ser mos capaces de satisfacer algo de nuestro propio anhelo de sentido, Historia de a leerca oor ‘Apéndice: un Cabinet littéraire de provincias en 1779 te circular nos oftece una visién poco frecuente de un cones ttre cobde otra de Banc cere ae Role, ci, Fue enviads por PJ Beard ibero de Luni, os ola ies de a gendarme loci en sepembe de 1778, Berard desebs convencer a los gendarmes de que se hicieran miembros de su cabinet, por lo que insistia en su utilidad para Jos oficiales militares, Sin em bargo, es probable que se pareciera a otros establecimientos simil ses esparcidos por coda la Francia de provincias. La circulat proviene del expediente de Bemnard conservado en los documentos de la Société ypographique de Neuchatel, en la Bibliotheque publique et universi- taire de Neuchatel, Suiza, No hemos modernizado ni corregido su orcogratia A Messtevrs uss Genoanas Messieurs, ‘Le Se. Beroaed, propti par Monsieur le Marquis d utfage de ses abonnés, i le. roudeoit quiau moyen d’ Gendarmes couvassent ches Une maison commode, grande, jours, depuis neuf Reures du ma fii, dés cet instang, aux amateurs, de oa ce pr ade, Les es it ui cependanc ne pourront les sorts de la le Le Sr, Bernard sengage i se precurer par cheque ordical Mesures pesvent deier Qui sero ower cous le jatgt midi de depuis une here jag di, of ed volumes qui seroit augmentés de Deux Gazenes de France Deux Gazerees de Leyde Deux Gazeres de La Haye Deux Gazeces de Bruxelles Deux Courress du Bas Rhin Deux Courrers de Deux-Poncs Deux Bulleins Deux Journaux de Linguet Deux Mercures Amerique & de Anglacerre Deux Esprits des journaux Deux Courriers de rruments de mathématiques, les cares Auxquels secont joints les ouvrages & inst hema aéographiques, les ordonnances militaees, & et tout ee qu coacerne un offi 208 Robert Dato Le Sr. Bernard aussi sensible au borners pour chaque abonnement trot Volt quel sea ordre de sa maison: Un salle au rais de chaussée seca destinge pour la conversation, sinsi qu'ane chambre au premier étage; & [es autres seront abandonnées aux lecteurs des gazetes, des ouveages de lrérarue, ete Ine sera question d'aucun jeu queleonque, sous tel prétexte que ce La reconnaissance que le Sr. Bernard a vouée a la Gesdarmets tous les moyens de [ui éce agéable, tee utile qu’ son intérée paiclie, se res par en fait saisie © flate que Messcurs les Gendatmes voudront bien jeer sur son projet un coup dil favorable & le mezre & portée dajouter aux obligations quil leur a dela 'hommage d'une éreelle ceconnaissance. N.B Le Sr. Bernard prie ceux de ces Messieurs les Gendarmes g vorables de vouloir bien lui accorder leur signacare seront fa Capitulo 8 HISTORIA DE LAS IMAGENES Ivan Gaskell Material visual ‘Aunque el material de fuentes utilizado por los historiadores es de muchos tipos, su preparacisn les lleva, por lo general, a sentitse mucho mas comodos con los documentos escritos. En consecuencia, saelen estar mal adaptados para tcatar el material visual y muchos de ellos utilizan las imagenes de forma meramente ilusteativa, pudiendo parecer ingenuos, triviales © ignorantes a los profesionales que se ocupan de cuestiones visuales. Naturalmente, no siempre es asi, Al zgunos historiadores han hecho aportaciones valiosas a nuestra idea del pasado —y al lugar que ocupa en ella el material visual— uxili- zando imagenes de forma sucil y especificamente histérica. No obs- tante, el punto de vista del historiador apenas se tiene en cuenta cuando se analizan imagenes en un contexto més amplio. Esto no tie. ne por qué seguir asi si se pone a los historiadores al corriente de at- gunos de los intereses que igen el pensamiento y la prictica de quie nes manejan material visual. Es lo que espero hacer en el presente capitulo analizando una seleccién de obras recientes dedicadas a un campo de investigacién tremendamente amp! Antes de seguir adelante, y para evitar posibles malentendidos, definiré cémo empleo los términos, Por historia entiendo el discurso claborado por los historiadores y no «el pasado». Por arte, aquellos 209

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