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CHRIS WICKHAM

EL LEGADO DE ROMA
Una historia de Europa de 400 a 1000

Presentación de
EDUARDO MANZANO

Traducción de
CECILIA B E L Z A y G O N Z A L O GARCÍA

PASADO & PRESENTE


BARCELONA
PASADO & PRESENTE
PASADO Í E

Primera edición en t a p a d u r a : mareo de 2 0 1 3


P r i m e r a edición en rústica: octubre de 2 0 1 4

E l título original de esta obra de C h r i s W i c k h a m es: The Infieñtanse of Home. A IJiícory of


Europe from 400 to 100a

S u primera edición en lengua inglesa h i t publicada por Penguin B o o k s L r d . en 2009

L o a derechos originales de esta obra pertenecen a:

© 2009: C h r i s "Wickham

L 0 5 derechos exclusivos de publicación en lengua castellana pertenecen a:

© E d i c i o n e s de Pasado y P r é s e m e , 5 . L . , 201 j
Pau C l a r i s , 1 4 7 , 4 . ° , i . % o 8 o i o Barcelona
ediciones@pasadopresente.eom

Esta edición de El legado de Roma ha sido compuesta en tipos F o u r n i e r . G ó m a l o Pontón ha


realizado la corrección de pruebas y A t o n a V í c t o r Igual S . L . ha coordinado la realización d é l a
obra. Se ha impreso sobre papel offset n e u n o de 80 g y encuadernado en. rústica por N o v o -
prírit. E l 3 0 de octubre de 2 0 1 4 fue puesta a la venta a través de la distribuidora U D L .

ISBN: 978-84-9+1590-1-9
D e p ó s i t o legal: B. 2 2 . 2 S 7 - 2 0 1 4
Para los estudiantes de Historia Antigua
y Medieval Je la Universidad de BirmingAamt

LSJ6-2QQ5) que ya han oído y debatido


buena parte de esto
PRESENTACIÓN

Más de trescientos anos separan lafecha en quefue depuesto el último empe-


rador romano de Occidente} Rómulo Augústulo (476), ¿el día de Navidad
delaño Soo en el que el rey de losfrancos? Carlomagno, fue coronado por el
Papa corno Imperator Romanorum. Durante todo ese tiempo el formida-
ble legado de la Antigüedad clásica sufrió pérdidas, transformaciones o re-
interpretaciones, perojamásfue relegado al olvido. De hecho? es posible que
en ciertos momentos algunos llegaran a pensar que lo que estaban viviendo
era una peculiar continuación o? alo sumo, un largo paréntesis en la historia
de un imperio romano, siempre definido por esa idea de aetemitas procla-
mada por poetas como Virgilio. Junto a la presencia siempre distante, pero
nunca ignorada^ del imperio romano de Oriente con capital en Constantino-
pla, el legado de Roma todavía podía percibirse por doquier. Sin ir más
lejos, en las imponentes construcciones que aun se mantenían en pie por to-
das partes: aunqueya los sacerdotes no oficiaran ritospaganos, ni los actores
declamaran tragedias en los teatros, o los acueductos mantuvieran secos sus
cauces, a lo largo de ese período resultó muy difícil obviar unos restos que,
más o menos incólumes, todavía ayudaban a reconocer y a recordar el formi-
dable paisaje cultural que había dejado tras de sí el mundo clásico.

Fue sobre todo la acción humana la que se encargó de transformar ese


paisaje hasta hacerlo casi irreconocible. También en esto lo ocurrido con las
antiguas construcciones es revelador: si muchas de ellas acabaron desmoro-
nándose no fue solo por elpaso del tiempo, sino también, y sobre todo, por-
que sus materiales fueron reutili^ados en obras queya nada tenían que ver
con los monumentos clásicos. Los sillares de templos antiguos reempleados
en murallas, los capiteles y columnas reanimados en iglesias y mezquitas o,
en fin, los frisos y pavimentos marmóreos machacados para producir una
cal con la que luego se levantaban humildes covachas, permiten ilustrar el
complejo destino de un legado clásico que logró mantener en pane su voca-
ción de eternidad, aunque bien es cierto que de una forma muy distinta a ¿a
ÍO EL LEGADO D E ROMA

que habían imaginado sus creadores. Trasládese esta misma imagen al de-
recho, la literatura 0, incluso, a la propia legitimidad política, y podrán
entenderse las cláusulas de leyes romanas emboladas en códigos germáni-
cos, los devaneos clásicos de piadosos eclesiásticos, o el por qué algunos re-
yes bárbaros gustaban darse a si mismos el apelativo de Flavius, cual si
fueran majestuosos emperadores.
Un período tan complejo no es, desde luego, apto para quienes gustan
de encasillar la Historia en compartimentos estancos* O para quienes se
empeñan en mantener sus pequeños huertos académicos defendiendo desfa-
sadas divisiones disciplinares. Tampoco para los amantes de las tajantes
disyuntivas que engendran esos debates blanquinegros a los que tan afi-
cionados somos a veces los historiadores —esos en ¿os que ¿as interpretacio-
nes necesariamente deben ser de un color o de otro, dando así lugar a inter-
minables y algo inútiles querellas—. Ante un sepulcro romano convenido
en altar cristiano habrá quienes piensen que se trata de un elemento cuyo
uso demuestra la larga influencia de la Antigüedad a lo largo de los siglos^
mientras que no faltarán, en cambio, quienes prefieran ver en él tan solo
sacramentos y liturgias omnipresentes tras la muerte del paganismo. En
realidad, ninguna de ambas perspectivas es la correcta: más que encasillar
los procesos históricos en categoríasrígidasy arbitrarias? lo que realmente
se necesita para abordar una época tan contradictoria es comprender los
múltiples factores que confluyen en el momento en que, por ejemplo, al-
guien tiene la interesante idea de convertir un sepulcro pagano en un taber-
náculo para las ofrendas litúrgicas destinadas al Dios verdadero.

Demasiado bárbaro para los historiadores de la Antigüedad y dema-


siado antiguo para los medievalistas tradicionales, elperíodo posterior al
fin del imperio romano en Occidente es una mina infinita repleta de tales
momentos. Lafragmentacióndel mundo clásico vino acompañada de cam-
bios tan trascendentales como la aparición de monarquías territoriales en
toda Europa, la consolidación institucional del cristianismo, la aparición
del islam, la expansión árabe, el fin del imperio sasánida o el surgimiento
de los imperios carolingioy otónida, por citar tan solo algunos hitos muy
característicos. Curiosamente^ todo ello no ka impedido que estos siglos ha-
yan sido tradicionaimente considerados como una etapa largamente transí-
toria que por no tener, nisiquiera tiene un nombre umversalmente acepta-
}

do o una periodi^ación claramente establecida. A comienzos de los años j?o


del siglo pasado Peter Brown la denominó Late Antiquity —los alemanes
venían denominándola Spátantike desde mucho tiempo atrás—y este con-
cepto ha venido compitiendo con otros como E a r l y Middle A g e s o incluso
PRESENTACIÓN II

Dark A g e s . Estos titubeos terminológicos también.se reflejan en el diferen-


te matii introducido por quienes pretenden hundir las raices de la Antigüe-
dad Tardía en plena época romana, frente a los historiadores de la A l t a
Edad Media, siempre más proclives a dar por pinjado el antiguo imperio^
iniciando su relato con las realeras yjefaturas que vinieron a ocupar el lugar
dejado por los emperadores. Del mismo modo, los historiadores de la tar-
doantigüedad suelen fijar como límite final del periodo los inicios de la
centuria del jo o en los que, por unos motivos u otros, desaparecieron tanto
muchos epígonos de los antiguos emperadores, como los restos de las anti-
guas redes de intercambio que todavía cruzaban el Mediterráneo; los rae-
dievalistas tempranos, en cambio, suelen inclinarse por dotarle de conti-
nuidad hasta los albores del año mil, lo que a su ve\genera otras discusiones
sobre la característica configuración de las sociedadesfeudales que se adivi-
naría a partir de tan redondeada fecha.

Esta ausencia de una terminología y de una cronología reconocibles es


reflejo de la tradicional orfandad historiográfica de un período, que cubre
nada menos que medio milenio. Fuera de las preocupaciones de los historia-
dores del mundo clásico o medieval, durante mucho tiempo los siglos oscu-
ros solo concitaban ¿a atención de quienes se interesaban por los inicios del
cristianismo como religión hegemónica o por los orígenes de las naciones
europeas. Concilios ecuménicos y mitosfundacionales se daban asila mano
contribuyendo a la proliferación de páginas de historia escritas muchas ve-
ces por clérigos (y) exaltados, siempre capaces de suplir con abundantes
dosis de imaginación o de apasionamiento la escase^ de fuentes escritas
contemporáneas y, sobre todo, la falta de un marco de referencia para un
período que no acaba de encajar ni en ¿ospatrones de la antigüedad clásica,
ni en los que hacen más claramente reconocible la Edad Medía* No es de
extrañar, por lo tanto, que una cierta historiografía se haya hartado de pro-
ducir disquisiciones sobre supuestos orígenes acontecidos entre las brumas
de esta época, acompañados de innumerables estudios eruditos y beatos,
apasionadas defensas de naciones primigenias, y relatos épicos trenzados
con evidencias mínimas, cuando no directamente imaginadas.

Afortunadamente, en las últimas décadas este panorama ha cambiado


radicalmente y, de hecho, Chrís Wickkam ha sido uno de los historiadores
que más decisivamente ha contribuido a ello. Su monumental Fraraing the
Early Middle Ages publicada en 2oo5* constituyó todo un hito kistorio-
3

* Hay traducción española, Una hisroria nueva de la Alta Edad Media. Europa y
el mundo mediterráneo, 400-800, Barcelona, 200S.
E L LEGADO DE ROMA

gráfico cuyo objetivo era, tal y corno su título originalproponía, dotar de un


marco de interpretación histórica a los complejos procesos sociales que tu-
vieron lugar en £uropa el Norte de África y el Próximo Oriente durante
t

todo este período. Combinando detallados análisis regionales con una vi-
sión comparativa, Wickham ofrecía un impresionantefrescode los siglos
oscuros a través de un examen exhaustivo de los registros escritos y mate-
riales, así'como de la bibliografía secundaria^ El resultado era una obra que
dejaba atrás la marca de margínalidady transitoriedad que tradicional-
mente había ostentado elperíodo posterioralfin delimperio romano, confi-
riéndole así una definitiva centralidad historiográfica-
Ellibroque el lector tiene entre sus manos es, en cierto sentido, loque
en el mundo anglosajón se denomina un companion, un trabajo que com-
plementa al anterior, ofreciendo una narración más sistemáúcay cronoló-
gica, y con un mayor énfasis en los aspectos políticos y culturales, puestos
en estrecha relación con las grandes transformaciones sociales que habían
sido ya descritas en el anterior estudio. El ámbito geográfico de esta obra es
igualmente ambicioso, abarcando los mismos escenarios mediterráneos,
europeos y próximo-orientales por los que transcurría su predecesora, aun-
que en este caso los nombres de los reyes, califas y emperadores ostenten
un papel central en el desarrollo del relato. Ynoes, ciertamente, casualque
en el gran díptico que conforman ambos libros, Wickham se haya mostrado
ambivalente en los títulos, dando prioridad a la Alta Edad Medía en la
descripción de las transformaciones sociales, que son el argumento central
de Frarniíig the Early Middle A g e s , mientras que el legado de Roma es
d/leitmotiv que articula en este libro la identificación de los procesos políti-
cos y culturales que atraviesan esta época y que tienen en la pervivencia del
concepto de arena pública —claramente de raigambre romana— su más
clara expresión. El resultado es un panorama complejo, alejado de las vi-
siones de manualy enormemente estimulante para cualquier lector, sea o no
especialista.

Si Chris Wickham ha sido capar de iluminar siglos y sociedades con tal


clarividencia ello se debe, sin duda alguna, a sus singulares dotes como
historiador. Navegar entre pitarras visigodas, polípticos carolingios, actas
conciliares, papiros coptos, crónicas bizantinas o restos cerámicos de las
más vanadas procedencias sin naufragar en el intento, no es desde luego
una tarea nada fácil. Para ello es preciso saber formular las preguntas rele-
vantes, conocer quéfuentes y referencias son las apropiadas para responder-
las y, sobre todo, ser capaz de encontrar tanto las regularidades como las
singularidades que ayudan a explicar unos procesos extensos e intensos en
PRESENTACIÓN

el tiempo y en el espacio. Wickkam desarrolla todas estas tareas de una


forma magistral: espiga como nadie unas fuentes difíciles y diseminadas,
hace hablar a datos dispersosy de muy distinta naturaleza contrastándolos
entre sí y, sobre todo, sabe cómo establecer las relaciones que ayudan a ex-
plicar deforma dinámica procesos aparentemente inconexos.
La gran aportación que ha realizado Chris Wichham al conocimiento
de la Antigüedad Tardía/Alta Edad Media no se explica, sin embargo,
señalando solo su inmenso talento y conocimientos* Conviene recordar, hoy
quila más que nunca, que tiene también mucho que ver con su inequívoca
adscripción a las corrientes más innovadoras del materialismo histórico an-
glosajón. Tales corrientes han estado siempre especialmente interesadas en
los procesos de transición —no es casual que Wickkam coincidiera durante
muchos anos en la Universidadde Birmingham con Rodney Hilton (i$i6-
2.002), uno de los grandes estudiosos de la transición de feudalismo a capi-
talismo—y han generado las herramientas conceptuales más elaboradas
de las que disponemos para comprender el cambio histórico. Aunque la ano-
rexia teórica que hoy en día padecen ¿os estudios históricos haga renegar a
muchos de lo que en los anos setenta y ochenta del siglo pasadofueron salu-
dables aportaciones y debates —acompañados también, cómo no, de algu-
nas indigestas divagacionesy de ciertas discusiones algo tediosas-—-, lo cier-
to es que si en la actualidad somos capaces de entender cada ve\ mejor
épocas tan complejas y paradójicas como la que encarnan los llamados «si-
glos oscuros» ello es, en parte, debido a que contamos con sólidos cimientos
conceptuales proporcionados por autores como M~ Dobb, G*A. Cohén, J.
Haldon —otro antiguo profesor de la Universidad de Birmingham— o el
propio Chris Wickkam, por poner solo algunos destacados ejemplos. Sin
esos cimientos teóricos —ciertamente algo grisáceos y pétreos, como ocurre
con todos los fundamentos— no habría sido posible levantar las brillantes
interpretaciones históricas que ofrecen obras como la que aquí se presenta*
Las páginas que siguen no contienen, desde luego, espacio alguno para la
teoría histórica, pero muchos de los problemas que en ellas se suscitany
muchas de las respuestas que también se proponen serían inconcebibles sin
la existencia de unas preocupaciones teóricas alimentadas por la larga tra-
dición de estudios generada por el materialismo histórico.

De hecho, creo que una de las grandes aportaciones que ha realizado


Chris WÍckham,ycon él muchos de los historiadores de su generación, ha
sido clarificar laformacióny el desarrollo de aquellas relaciones sociales
que están marcadas históricamente por la presencia de una clase dominante
que extrae el excedente producido por las clases dominadas a través de me-
EL LEGADO DE ROMA
14

dios extra-económicos esto es, medios completamente alejados de las es-


trictas leyes que, supuestamente, gobiernan las relaciones sociales capita-
listas- Hoy en día esté más que demostrado que ese tipo de relaciones —a
las que por conveniencia denominamos «feudales», de la misma forma que
los físicos utilizan el término «átomo» pese a ser a todas luces inapropia-
¿ 0 dan sido extraordinariamente comunes a lo largo de las épocas, lo
que no quiere decir que hayan dado lugar a formaciones sociales idénticas,
pese a que todas estas formaciones tienen en común que en ellas se practica
la coerción extra-económica como modo principal de apropiación del exce-
dente, lasformas que adopta esta apropiación han sido siempre muy diver-
sas, y ello explica la enorme variabilidad deformaciones sociales que en-
contramos en distintos momentos y lugares: a veces, en efecto, ese
excedente puede capturarse a través de lo que conocemos como «tributo», o
a veces a través de lo que denominamos «renta»,- a veces se capta en nombre
de la costumbre, a veces mediante la simple y llana violencia; a veces esa
forma de apropiación está presente, pero no es del todo kegeménica ya que
predominan otras relaciones sociales de tipo esclavista o capitalistas y, en
todos los casos, enfin, está más que demostrado que no existe ningún dtter-
minismo ideológico que implique la necesaria progresión histórica a través
de diversos estadios en las relaciones sociales deproducción, taly como pro-
clamaban con absurda convicción darwinista muchos teóricos marxistas del
siglo pasado.

No existe, por lo tanto, una cadena histórica firmada por eslabones


necesarios. La disolución de una formación social esclavista, como era la
romana, no entrañó de una forma mecánica la aparición por doquier de
relaciones feudales, como se ha venido sugiriendo a veces; en realidad, el
fin del esclavismo alumbró un período complejo y contradictorio en el que
el fin de la maquinaria estatal del imperio propició la aparición de socie-
dades más fragmentadas y cuyas clases dominantes ostentaban menor ca-
pacidad coercitiva, una situación que fue aprovechada por amplias capas
de la población —y muy especialmente por campesinos ypueblos situados
en {Onas marginales—para incrementar su independencia frente a la ex-
plotación o el dominio. Es en este contexto general de desestructuración
—pero también de reconfiguración a escala muy local— donde deben en-
tenderse los grandesjalones históricos que marcan los llamados siglos os-
curos. La tendencia reestructuradora, cuyo triunfo se adivina alfinal del
período que cubre este libro, encuentra en lo que Wickham denomina «en-
jaulamiento del campesinados su más clara expresión del inicio de una
nueva era^
PRESENTACIÓN 15

Estos más que evidentes progresas en el conocimiento histórico (it\ el


conocimiento histórico progresa de la mismaforma en que lo hace el conoci-
miento en biología molecular o en física de panículas) han sido también
posibles gracias a otro aspecto no menos importante y que merece una men-
ción muy especial: ¿a creciente internacionali^ación e interconexión de los
estudios tardoantiguos y medievales producida en las últimas décadas.
Para ello fue decisivo un extraordinario programa movdi^ador que promovió
elEuropean Research Council entre ts>93y 1998y que llevaba el título T h e
Transformación of the Román World. En un momento en el que no son
pocos los burócratas ypolíticos que consideran que la Unión Europea no debe-
ría financiar proyectos de investigación en Humanidades (reservando los
fondos exclusivamente para disciplinas como la biología molecular o la física
de partículas) conviene recordar que este gran proyecto permitió que más de
¿So especialistas participaran en diversos coloquios y reuniones que dieron
lugar a una docena de volúmenes, muchos de los cuales pasaron a convertir-
se en referencia obligadapara el conocimiento de un período hasta entonces
mal caracterizado en su globalidad.

Una de las grandes virtudes de este proyecto fue que permitió poner los
cimientos para una visión histórica menos anclada en los orígenes naciona-
les, y másproclive a compararprocesos históricos diversos. Mientras que por
esa misma época algunos intentaban, con muy escaso éxito, proponer una
historia europea común intentando remontarla nada menos que a Carlo-
magno, siguiendo las ocurrencias de los políticosy eurócratas de turno, T h e
Transformation of the Román World ki^ogala de un cosmopolitismo in-
terdisciplinar que no solo ayudaba a crear vínculos transnacionales, sino
que, lo que es más importante, contribuía a crear una base de conocimiento
común. Ampliamente reconocido en el ámbito académico —no tengo tan
claro que ¡o Juera en elpolítico—ñique decir tiene que Chris Wickkam fue
un activo participante en ese magno proyecto y ñique decir tiene que muchas
de sus ideas e interpretaciones deben mucho al trabajo desarrollado en ese
marco, tal y como él mismo ha reconocido en diversas ocasiones.

Obra de un historiador de extraordinario talento, anclado en sólidos


fundamentos teóricos, no por invisibles menos patentes, y deudor, enfin, de
la creciente intemacionali^ación de la disciplina, este libro finalmente des"
cansa sobre una cuarta pata que es igualmente crucial reconocer también: el
inusitado auge que han vivido en las últimas décadas los estudios sobre este
período en todas y cada una de las regiones que abarca su contenido. Taly
como demuestran ¿as referencias a la bibliografía secundaria que se citan al
final de la obra, durante este tiempo han sido innumerables los estudios
EL LEGADO DE ROMA
i6

históricos que han investigado aspectos relativos al fin del mundo antiguo
desde las Islas Británicas hasta los confines arábigos y desde Escandinavia
hasta ios límites saharianas* La cantidady calidad de esta bibliografía es
realmente impresionante y abarca nuevas ediciones de fuentes primarias,
estudios sobre temas hasta ahora poco conocidos y, sobre todo, un inusitado
auge de la investigación arqueológica, que ha irrumpido con una fuerza
arrolladora sacando a la lu{ unos estratos que también en este caso habían
venido siendo sistemáticamente ignorados por los arqueólogos clásicos de-
seosos de llegar a los niveles del esplendor clásico. La incorporación de da-
tos con procedencias tan diversas y su compleja armonización con el registro
escrito es, sin duda, otra de las grandes aportaciones realizadas por Chris
Wickham a la reciente historiografía.
Todo este conjunto de elementos hacen de E l Legado de Roma un libro
excepcional. Chris Wickham ha trabado en él una interpretación histórica
novedosa del largo período que abarca desde el fin del imperio romano has-
ta los albores del ano iooo, aunando los resultados de las investigaciones
más recientes en un formato claro y accesible. Quienes se hayan sentido
desconcertadosy, en buena medida, intimidados por ¿a complejidad'yfrag-
mentación de una época repleta de emperadores, califas, reyes, caudillos,
papas, obispos, monjes, ulemas, aristócratas, guerreros, cortesanos y jefe-
cilios diversos, encontrarán en las páginas de esta obra una excelente expo-
sición capaz? entre otras cosas, de enhebrar un hilo conductor cosido con
mano maestray que permite ahormar la experiencia histórica de sociedades
muy diversas. Riguroso y brillante, repleto de ideas y estimulante como
pocos, este libro ostenta tantas lecturas como públicos a los que está dirigi-
do. Desde el historiador más exigente hasta el lector interesado en conocer
un período oscuro y difícil, a buen seguro su contenido no defraudará a na-
die. Se trata, simplemente, de lo mejor de lo mejor que la historiografía
actualpuede ofrecer.

EDUARDO MANZANO
Centro de Ciencias Humanas y Sociales
CSIC
AGRADECIMIENTOS

Numerosos amigos leyeron para mí capítulos de este libro; sus críticas


y sus comentarios me han ahorrado una gran diversidad de errores.
Por mencionarlos en el orden de los capítulos que leyeron, fueron L e s -
lie Brubaker, Conrad L e y s e r , Kate Cooper, Walter Pohl, lan W o o d ,
J u l i a Smithj Paul M a g d a l i n o , H u g h K e n n e d y J i n t y Nelson, P a t
>

Geary, Pauline Stafíbrd y W e n d y Davies. Igualmente esenciales, por


haber compartido conmigo ideas y trabajos inéditos, han sido Teresa
Bernheimer, Leslie Brubaker, Leslie Dossey, Caroline Goodson, J o h n
Haldon, G u y Halsall, Sarah Halton, Anne-Marie Helvétius, Mayke de
J o n g , Christina Póssel, Carine van Rhijn, Petra Sijpesteijn y Mark
Whittow. Sue Bowen tuvo el heroísmo de mecanografiar todo el texto
y Harry Buglass dibujó los mapas; el índice se debe a Alicia Correa.
L e s estoy muy agradecido a todos ellos. N o ha sido posible incorporar
publicaciones que han visto la luz con posterioridad a mayo de 2007; al
menos, no sistemáticamente.

Birmingham, mayo de 20oy


" — F r o n t e r a s aproximadas del imperio romano, 400

NUMIDIA Algunos territorios y provincias romanas

Francos Algunos grupos «bárbaros» en la frontera romana


Este y norte de Europa h. 1000

Fronteras orientales de Francia e Italia


antes de fa revuelta de los liutizos en 983
§ s * Staraya Ladoga

0 100 200 300 millas


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Gran Bretaña e Irlanda en la Alta Edad Media
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Océano
Atlántico

9 50 100 150 millas


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Italia en la Alta Edad Media

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• Cruda d
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o Asentamiento 50 100 150 200 millas

100 200 300 km


Hispania en la Alta Edad Media
Toulousse *
+ Narbona

VA ** **.
# / ?
e /
• Pamplona

Mar
Mediterráneo

Nombre de las áreas


Monasterio
Ciudad
Otro
Limite septentrional aproximado
de la Hispania visigoda en el siglo vn
Limite septentrional aproximado de
Al-Ándalus, 1000

50 100 150 millas

100 200 km
ARMEN1AKÓN Themata del siglo vn
I

INTRODUCCIÓN

L a Europa de la Alta Edad Media ha sido objeto de constantes errores


de interpretación. Ha sido víctima, sobre todo, de dos grandes narrati-
vas. Las dos han sido muy influyentes en la historia y la escritura histó-
rica de los dos últimos siglos, y han sido asimismo responsables de
proyectar una imagen falsa de este período: son la narrativa del nacio-
nalismo y la de la modernidad. Antes de abordar un enfoque distinto,
debemos analizarlas, de forma breve pero crítica, para descubrir sus
errores respectivos; pues en su mayoría, los lectores de este libro que
no hayan estudiado antes este período tendrán una u otra narrativa
como imagen guía de su pensamiento-
L a Alta Edad Media se considera el origen, y a sea verdadero o ima-
ginario, de tantos estados nacionales europeos que ha adquirido una
importancia mítica para historiadores de todas las generaciones, desde
que el nacionalismo se convirtió en una poderosa imagen política a
principios del siglo x i x (y a menudo, incluso antes). L a gente escribe
libros titulados El nacimiento de Francia^ o más en general, El desarrollo
de Europa, en la medida en que buscan los gérmenes de una futura iden-
tidad nacional o europea que, si uno busca con el suficiente empeño,
cabe afirmar que existía para el año iooo en Francia, Alemania, Ingla-
terra, Dinamarca, Polonia, Rusia y una gran cantidad de naciones dis-
tintas. D e este modo, la historia de la Alta Edad Media pasa a formar
parte de una teleología: la lectura de la historia atendiendo a sus conse-
cuencias (posiblemente, inevitables), hacia cualquier cosa que se su-
ponga que indique «por qué somos los mejores» —«nosotros»: los in-
gleses, o los franceses, o los europeos (occidentales)— o , al menos,
para comunidades menos pagadas de sí mismas, «por qué somos distin-
tos». D e esta manera, el conjunto de la historia altornedíeval inglesa
puede contemplarse desde la perspectiva de los orígenes del estado na-
ción; el conjunto de la Alta Edad Media de los Países Bajos, desde la
3* EL LEGADO DE ROMA

perspectiva de los orígenes del dinamismo comercial de la futura Bélgi-


ca u Holanda. L a carestía de pruebas para nuestro período ayuda a que
estas lecturas nacionalistas sean comunes, aun hoy en día. Con todo,
siguen siendo lecturas falsas; incluso en los casos empíricamente co-
rrectos—los ingleses tenían un verdadero estado unitario en iooo, tan
cierto como que la producción y el intercambio comercial, en lo que
con el tiempo sería Bélgica, tenían una actividad fuera de lo c o m ú n — ,
nos inducen a error a la hora de comprender el pasado. Esto es historia
mal hecha; en la historia no se encuentran este tipo de teleologías.
Europa no nació en la Alta Edad Media. Ninguna identidad común
vinculaba a España con Rusia en el ano 1000, ni a Irlanda con el impe-
rio Bizantino (en lo que ahora son los Balcanes, Grecia y Turquía),
más allá de un sentimiento de comunidad — m u y d é b i l — que enlazaba
a los sistemas de gobierno cristianos. N o existía una cultura común
europea y, desde luego, no había ninguna economía que abarcase E u -
ropa en toda su extensión. N o había ninguna señal en absoluto de que
Europa se acabaría desarrollando a nivel económico y militar, en un
futuro aún bastante lejano, hasta ser capaz de dominar el mundo. Cual-
quier persona que, en iooo, buscase la futura industrialización habría
apostado por la economía de Egipto, no por la de Renania o los Países
Bajos; y la economía del Lancashire le habría parecido una broma. En
términos político-militares, los extremos sureste y suroeste europeos
—Bizancio y A l - Á n d a l u s — ofrecían los estados dominantes del con-
tinente, mientras que en la Europa occidental, el experimento carolin-
gio (véanse los capítulos IÓ y 17) había terminado con el desmembra-
miento de F r a n c i a (la Francia m o d e r n a , Bélgica y la A l e m a n i a
Occidental), el sistema de gobierno hegernónico durante los anteriores
cuatrocientos años. El estado occidental más cohesionado en 1000, la
Inglaterra meridional, era diminuto. E n realidad, al final de nuestro
período la mayor parte del continente estaba dominada por sistemas
políticos débiles; y los sistemas políticos activos y agresivos de más
adelante en la Edad Media apenas eran visibles.

L a s identidades nacionales tampoco destacaban de forma general


en 1000, incluso si rechazarnos la asociación entre nacionalismo y m o -
dernidad que realizan buena parte de los estudios contemporáneos. 1

Hemos de reconocer que algunas identidades de este estilo sí existían.


A este respecto, no es difícil defender que ocurría así en Inglaterra (los
terribles años de la conquista danesa, a principios del siglo x i , produje-
ron un buen número de textos que apelan a una versión de ral idenri-
INTRODUCCIÓN 39

dad). También los italianos desarrollaron un sentimiento de identidad


común, aunque apenas se extendió más al sur-de R o m a (lo cual, p o r
descontado, aún sucede en gran medida en nuestros días) y no les llevó
a desear una unidad política. L a separación geográfica — c o m o la que
proporcionaban el Canal de la Mancha y ios A l p e s — fueron de ayuda
en ambos casos, igual que para los irlandeses, capaces de reconocer
una forma de comunidad irlandesa, por más fragmentada que estuvie-
ra Irlanda en realidad. E n un caso paralelo como el de Bizancio, sus
habitantes obtuvieron una identidad a través, simplemente, de la cohe-
sión de su sistema político, muy superior a la de cualquier otra zona de
la Europa de su tiempo; la «identidad nacional» bizantina no ha atraído
mucho la atención de los historiadores, porque aquel imperio no fue
predecesor de ningún estado nacional moderno; pero probablemente
era la más desarrollada de Europa a finales de nuestro período. P o r el
contrario, Francia, Alemania y España (ya fuera cristiana o musulma-
na) no contaban con ninguna imaginería equivalente. Quizá los dane-
ses dispusieron de ella, pero en el conjunto de Escandinavia solo con-
tamos con pruebas de su existencia en Islandia. Las tierras eslavas se
hallaban todavía en un estado demasiado embrionario para haber de-
sarrollado ninguna versión de identidad que no estuviera vinculada
específicamente al destino de las dinastías en el poder. Y , tai como re-
marcaremos con frecuencia en este libro, que hubiera una lengua en
común tuvo muy poco que ver con absolutamente ninguna forma de
solidaridad cultural o política. L a imagen del «nacimiento de Europa»,
y del «nacimiento» del grueso de las posteriores naciones europeas, es
por lo tanto en nuestro período no solo teleológica, sino que roza el
terreno de lo fantástico. E l hecho de que haya vínculos genealógicos
con el futuro en tantos sistemas de gobierno del siglo x es un hecho
interesante, pero no sirve de nada a la hora de comprender la Alta
Edad Media.

A ú n menos útiles son los otros argumentos, aún más antiguos, que
sitúan la Alta Edad Media en la grandilocuente narración de la moder-
nidad en sí, con sus numerosas variaciones. Esta es la narrativa que,
tradicionalmente, relegaba toda la historia medieval en su conjunto al
mero hecho de estar «en medio», entre la solidez política y legal del im-
perio romano (o bien la excelencia de la cultura clásica) por un lado y ,
por otro lado, su supuesto redescubrimiento durante el Renacimiento.
Fueron los propios eruditos renacentistas quienes inventaron esta ima-
gen; desde entonces, el argumento ha sufrido principalmente dos tipos
4o EL LEGADO DE BOMA

de cambios. En primer lugar, las generaciones posteriores — l o s cientí-


ficos de finales del siglo x v n , los pensadores ilustrados y revoluciona-
rios del x v í n , los industrialistas y los socialistas de los siglos x i x y
x x — han reclamado la «auténtica» modernidad para sí mismos, im-
pugnando en el proceso la idea de que los años alrededor de 1500 hu-
bieran supuesto una cúspide. Por el contrario, en la historia científica
del último siglo, los medievalistas han intentado salvar al menos las fa-
ses central y tardía de la Edad Media del oprobio de, «en realidad», no
ser historia en ningún modo; y asi se ha buscado el origen de los proce-
sos históricos europeos comunes a largo plazo en la reforma papal, el
«Renacimiento del siglo x n » , los orígenes de las universidades y las pri-
meras formaciones estatales de reyes como Enrique II de Inglaterra y
Felipe II de Francia; estoes, en el período aproximado de 1050 a 1200.
El resultado de estos dos cambios es que todo un milenio en la his-
toria de Europa, desde finales del siglo x i en adelante, puede contem-
plarse como una sucesión ininterrumpida de mareas, que se adentran
cada día más en la playa del Progreso; pero, en esta imaginería, el pe-
ríodo anterior queda aún sin reconstruir- L o s logros alcanzados en el
mundo antiguo, son aún muchos los que los contemplan como baña-
dos por una luz brillante en la otra orilla del oscuro mar de la barbarie
que, supuestamente, caracterizó la Alta Edad Media; y la caída de «el»
imperio romano en el siglo v (haciendo caso omiso de su larga super-
vivencia en Oriente) se contempla como un fracaso primigenio, cuya
corrección supuso un proceso largo y penoso, aunque fundamento ne-
cesario de todo aspecto del mundo moderno que el observador quiera
destacar especialmente: el racionalismo, la productividad, un mercado
global, el conocimiento, la democracia, la igualdad, la paz mundial o la
liberación frente a la explotación.

Personalmente, estoy a favor de la mayoría de estos objetivos últi-


mos; pero en mi calidad de historiador, el argumento me sigue pare-
ciendo ridículo, porque cada período de la historia tiene su propia
identidad y legitimidad, que no debe contemplarse condicionada por
el presente. El largo período de tiempo que media entre 400 y 1000
tiene su propia validez como campo de estudio, en modo alguno deter-
minada por lo que lo precedió o lo siguió. Atribuirle valores a este pe-
ríodo (o a algunas partes de este, como sucede con los que, con la ima-
gen del «Renacimiento carolíngio», quieren adjuntar el siglo i x y tal
vez el x a la grandilocuente narrativa de la historia «genuina», a expen-
sas, parece ser, de los siglos vi a v m ) es una operación absurda. Y a mí,
INTRODUCCIÓN 4*

como historiador de la Alta Edad Media, el «convertir en otro» este


período me parece que, simplemente, carece de toda utilidad. L a abun-
dancia de estudios recientes sobre el período desmiente en su conjunto
toda esta forma de concebir la historia; y el presente libro habrá fraca-
sado si pareciera apoyarla en algo.
Esto sucede porque ahora podemos escribir un tipo de historia
muy distinto acerca de la época altomedieval. Hasta los años setenta
del siglo x x , la falta de datos y pruebas desalentaba a los investigado-
res; y una historiografía moralizante que partía de la línea argumental
del fracaso contemplaba la época comprendida entre 400-500 y 1000
como un tiempo inferior. Sean cuales sean las explicaciones que se
aporten sobre la caída del imperio romano de Occidente en el siglo v
(debilidad interna, ataques externos o un poco de ambas cosas), parece
obvio que fue un Hecho Negativo y que las sociedades europeas y me-
diterráneas tardaron siglos en recuperarse; quizá hasta la época de
Carlomagno (7Ó8-S14), quizá no hasta la expansión económica y el
reformismo religioso del siglo x i . L a supervivencia del Imperio de
Oriente como Bízancio apenas ha sido destacada. L o s mitos naciona-
listas sobre el origen eran todo lo que el período podía ofrecer; de he-
cho, sobrevivieron más incluso que la imagen de la Alta Edad Media
como fracaso.

Afortunadamente, ahora la mayoría de todo esto ha cambiado; la


Alta Edad Media y a no es el período «Cenicienta». Para empezar, ha
aumentado el número de investigadores sóbrela época. E n Gran Bre-
taña, hacia 1970, la presencia de Peter Brown y Michael Wallace-Ha-
drill en Oxford, como la de Walter Ullmann en Cambridge, permitió
la formación de un nutrido grupo de estudiantes de licenciatura espe-
cializados en la historia medieval temprana (además de tardoantigua),
que aún hallaron empleo en el resto del país (justo antes de que las pla-
zas de profesores universitarios cayeran en picado por los recortes g u -
bernamentales de 1980); han enseñado a sus propios licenciados en to-
das partes, dado que la formación de investigadores en el terreno de la
historia ha dejado de estar dominada por Oxbridge, y ahora se pone en
marcha otra generación. L o s estudios bizantinos también se desarro-
llaron con rapidez. Más o menos en el mismo período, la arqueología
de la Alta Edad Media se liberó de la obcecación por los cementerios y
el trabajo de los metales y se abrió a la «nueva arqueología" de las rela-
ciones espaciales y económicas, o de los sistemas de culturas materia-
les; ello tuvo implicaciones mucho más generales y permitió que sur-
4* EL LEGADO DE ROMA

giera una dialéctica más rica con la historia documental (al menos,
cuando los participantes así lo deseaban). Fuera de Gran Bretaña, gru-
pos similares de historiadores intentaban librarse asimismo de las o b -
sesiones del pasado con el «declive» cultural o político y la historia de
las instituciones legales o de la iglesia; solo en algunos países, ante
todo en los Estados Unidos, el numero de medievalistas de la época
temprana ha aumentado tanto como en Gran Bretaña (en Alemania y
en Italia siempre habían sido más numerosos), pero en todos los países
la sutileza del enfoque histórico ha aumentado de un modo espectacu-
lar en las últimas tres décadas. En buena parte de la Europa continen-
tal, de hecho, la arqueología de la Alta Edad Media ya ha sido inventa-
da virtualmente en este mismo espacio de tiempo; en 1970, apenas
existía fuera de algunos países (Gran Bretaña, Alemania Oriental y
Occidental, Holanda, Dinamarca y Polonia), pero ahora casi todos los
países de la Unión Europea se caracterizan por una arqueología com-
pleja y actualizada de este período.

L a investigación también se ha vuelto más internacional. Entre


1993 y 1998, el proyecto de la Fundación Europea de la Ciencia ( E S F ,
en sus siglas inglesas) sobre la transformación del mundo romano reu-
nió a docenas de investigadores de casi todos los países europeos (y
aun otros continentes) y durante una semana los alojó en hoteles, des-
de Estocolmo hasta Estambul, para una «tormenta de ideas» tendiente
a desarrollar enfoques comunes. D e allí no surgió una historiografía
2

«europea común», por motivos tanto positivos como negativos (a me-


nudo, los principios y prejuicios nacionales estaban demasiado arrai-
gados; por otro lado, un enfoque de la materia demasiado internacio-
nal habría corrido el riesgo de resultar anodino); pero sí fructificó en la
medida en que los participantes llegaron a comprenderse mejor entre
ellos y surgieron más amistades personales internacionales. Durante la
década siguiente han seguido floreciendo proyectos y ahora el trabajo
internacional sobre temas comunes resulta normal y , cuando se lleva a
cabo, es también más orgánico. A grandes rasgos, los trabajos histo-
riográíicos recientes más innovadores se han desarrollado con fre-
cuencia en el campo de la historia cultural, en particular sobre la políti-
ca de alto nivel y las élites políticas y sociales; pero el enfoque más
económico intrínseco a la mayor parte de la arqueología, aunque los
historiadores documentales no siempre lo han integrado en Su labor,
sin embargo permite desarrollos muy importantes también en la histo-
ria socioeconómica. L o s expertos en la Alta Edad Media también se
INTRODUCCIÓN 43

han contado entre los primeros en tomar en serio algunas de las impli-
caciones del cambio lingüístico, al comprender<jue todos nuestros tes-
timonios escritos del pasado están sujetos a convenciones narrativas
que debemos entender adecuadamente antes de poderlos usar en la es-
critura histórica; en consecuencia, en las últimas dos décadas casi todas
las fuentes de la Alta Edad Media han sido reconsideradas desde un
punto de vista crítico, en lo que respecta a sus estrategias narrativas. E l
panorama de los estudios altomedievales resulta, por tanto, más inter-
nacional y más crítico, y abarca un espectro mucho más amplio de lo
que solía analizar.
Esta imagen positiva también oculta deficiencias, claro. U n a de
ellas es que esta comunidad de investigadores recientemente incre-
mentada se ha mostrado, hasta la fecha, reticente a ofrecer nuevos pa-
radigmas de interpretación del período. En un libro reciente, Framing
the Early Middle Ages (Oxford, 2005),* critiqué esta situación en el
contexto específico de la historia socioeconómica y ofrecí algunos pa-
rámetros que tal vez podrían funcionar en este campo. En el ámbito de
la historia cultural y política, hay razones para pensar que está apare-
ciendo un nuevo paradigma, pero todavía es más implícito que explíci-
to. Este paradigma contempla numerosos aspectos de la Antigüedad
Tardía (también reconsiderada; el imperio romano de época tardía se
contempla en la actualidad, en muchas ocasiones, como el momento
culminante de R o m a , no como una copia inferior y totalitaria de lapax
romana del siglo 11) que, sin interrupción, continúan y entran en la Alta
Edad Media. Dicho más concretamente: la violencia de los invasores
bárbaros del imperio es un tropo literario; pocos aspectos de la socie-
dad y la cultura posromanas (si es que hubo alguno) carecían de ante-
cedentes romanos; en Occidente, el siglo v n , aun siendo la centuria
medieval que menos pruebas históricas nos ha legado, produjo más
obras escritas preservadas que ningún otro siglo romano (a excepción
del iv y el v i ) , lo cual demuestra que la cultura letrada no había desapa-
recido en modo alguno en algunas regiones; en suma: podemos seguir
estudiando la Alta Edad Media, occidental u oriental, como si se trata-
se de la Roma tardía. Esta postura se hace explícita en buena parte de
los trabajos recientes acerca de las invasiones del siglo v , pero, por vías
mucho más indirectas, afecta igualmente al estudio de los siglos poste-

* Una historia nueva de la Alta Edad Media. Eurapay el mundo mediterráneo,


400-800, Crítica, Barcelona, 2 0 0 8 . (N. de los t.)
44 EL LEGADO DE ROMA

riores, entrado el siglo I X y aun más adelante. Es poco frecuente en-


contrar historiadores que escriban de verdad que Carlomagno, por p o -
ner un ejemplo, actuaba en lo esencial en el marco político y cultural de
la R o m a tardía, aun cuando lo estén diciendo de forma implícita me-
diante las formas en que lo presentan. N o obstante, esto supone un
problema; porque, creamos o no que Carlomagno se movía en verdad
en un marco semejante, la cuestión no puede abordarse ni debatirse
adecuadamente hasta que no sale a la luz. Y a ello podemos añadir,
además, que en general los historiadores han sido mucho más cons-
cientes de que la catástrofe es un cliché literario de la Alta Edad Media,
pero no canto de que la continuidad — a d a p t a c i ó n — también lo es.
Un segundo problema es que, cuanto más adscrito se encuentra un
historiador a la continuidad (o a la «transformación"), más que a un
cambio brusco, tanto más diverge de los arqueólogos. L o s arqueólo-
gos ven simplificaciones muy substanciales en la cultura material pos-
romana de los siglos v al v i l (las fechas exactas varían según la región),
lo cual, en ciertos casos — G r a n Bretaña es un ejemplo, junto con los
B a l c a n e s — es radical; solo unas pocas provincias romanas, Siria, Pa-
lestina y Egipto no lo experimentaron. Bryan Ward-Perkins ha publi-
cado recientemente una breve y útil réplica a la historia cultural conti-
nuista, The FallofRorne and the EndofCivili^atton* que hacía hincapié
en fa fuerza de estas simplificaciones arqueológicas. P o r mi parte, es-
5

pero que el presente libro suscite el debate y , de este modo, contribuya


a establecer un terreno común entre las dos tradiciones; mientras lo
escribo, es pronto para decirlo. Pero necesitamos, de verdad, desarro-
llar interpretaciones históricas capaces de abarcar la diversidad de
nuestras pruebas, tanto literarias como arqueológicas. Tanto un texto
literario muy romanizado — l a s Etimologías de Isidoro de Sevilla (m.
6 3 o ) — como una excavación que a todas luces muestra edificios esca-
samente sólidos y menor número de habitantes que en el período ro-
mano (igual que muchos yacimientos urbanos excavados en décadas
recientes desde Tarragona a Milán o Tours) constituyen pruebas del
pasado, y ninguna de ellas puede omitirse. Cuando las reunimos am-
bas, en realidad, la desintegración del imperio romano — e n particular
en O c c i d e n t e — destaca de inmediato como un gran cambio. C o m o
veremos en capítulos posteriores, por más continuidad que hubiera en
los valores o las prácticas políticas al entrar en el período de la Alta

* La caída de Roma Y elfin de la civilización Espasa, Madrid, 2007. (N. délos 1.)
t
INTRODUCCIÓN 45

Edad Media — y ciertamente, la h u b o — , los actores políticos vieron


disminuir sus recursos de forma considerable y las estructuras en las
que debían actuar se simplificaron, con frecuencia de modo radical. E n
consecuencia, en la Alta Edad Media el panorama de la política, la s o -
ciedad y la economía tiene un aspecto muy distinto. Contemplar el pe-
ríodo en sus propios términos conlleva reconocer las diferencias con
respecto al pasado romano, tanto como las continuidades.
Un resultado de la naturaleza implícita de los trabajos históricos
recientes es que tenemos relativamente pocas perspectivas generales
de la Alta Edad Media en su conjunto. E l último estudio publicado en
inglés que cubría todo el período hasta 1000, o b r a d e R o g e r Collins, se
remonta a 1991 y se centra en gran medida en cuestiones políticas. Las
recientes historias sociales de gran calidad, escritas en francés por R é -
gine L e J a n , Jean-Pierre D e v r o e y y Philippe Depreux solo llegan has-
ta 900, y no incluyen los mundos árabe o bizantino. L a importante sín-
tesis cultural de Julia Smith, Europe afterRome^ que está más cerca que
ningún otro libro de ofrecernos nuevos paradigmas para su campo, se
limita de forma parecida a la Europa latina; lo mismo sucede con la re-
ciente Introducüonto Early Medieval Western Europe, 300-900, de Ma-
thew Inne. ( D e todos estos, el último es quizá el más parecido al pre-
sente libro en cuanto af enfoque, pero no apareció hasta el verano de
2007, cuando y o había terminado ya mi borrador, por lo que no he in-
corporado su perspectiva.) Por supuesto, son muchos los trabajos que
4

abordan lapsos de tiempo más cortos y algunos períodos, en especial el


siglo v (sobre todo en Occidente) y el siglo carolingio, se han estudia-
do muy extensamente; también disponemos de muchas síntesis regio-
nales y nacionales, algunas de las cuales cubren todo el período de la
Alta Edad Media. Pero queda sitio para un nuevo estudio que confron-
te las transformaciones sociopolíticas, socioeconómicas y político-cul-
turales del período de 400 a 1000 en su conjunto: el período del fin de
la unidad romana y la formación de un gran número de sistemas políti-
cos menores, a lo largo y ancho de toda Europa y el Mediterráneo, in-
cluyendo por igual las tierras que fueron romanas y las que no lo fue-
ron, al norte de Roma. Esta es la intención del presente libro.

Framing the Early Middle Ages ofrecía algunas interpretaciones ti-


rando a bruscas sobre cómo puede entenderse el cambio social y eco-
nómico de forma comparativa, región por región: Inglaterra con res-
pecto a Dinamarca o Francia, Francia con respecto a Italia o Egipto,
Italia con respecto a España o Siria. Obviamente, retomaré estas ínter-
4 6 EL LEGADO DE BOMA

precaciones en algunos capítulos de este libro, en especial en los capí-


tulos t> y 15, y están en la base de buena parte del resto del libro. Pero
aquí el propósito es otro. En primer lugar, se ofrece una narración po-
lítica del período, que incluye, en la medida de lo posible, los avances
recientes en la historia cultural. E l entorno social y cultural (incluido el
religioso) en el que hombres y mujeres tomaban sus decisiones políti-
cas ha constituido un foco importante en cada uno de Los capítulos del
libro. Este tiene la pretensión de ser comprensible para las personas
que no tienen conocimientos previos acerca de este período, en el que
hay unos cuantos nombres conocidos por el público en general; por lo
tanto, da poco por sentado- He querido, sin embargo, no solo presen-
tar a Carlomagno — o a Etdredo II en Inglaterra, o a Chindasvinto en
España, o Brunilda en la Francia austrásica, o al emperador bizantino
Nicéíbros II Focas, o al califa A l - M a m ú n — , sino también explicar el
mundo político-cultural dentro del cual actuaba cada uno de ellos. Este
interés refleja la historiografía reciente, por supuesto. Esto también
significa que de la mayoría campesina se haba menos de lo que se po-
dría haber hablado, aunque los campesinos no están nada ausentes. Al
contrario — y este es el segundo objetivo—, pretendo que estos análi-
sis se comprendan dentro de un contexto económico, derivado por
igual tanto de la arqueología como de la historia de los documentos.
Para comprender mínimamente las elecciones políticas es crucial tener
en cuenta que algunos gobernantes eran más ricos que otros, y algunas
aristocracias, más ricas que otras; y esto posibilitó que aparecieran sis-
temas políticos más complejos. Algunas historias políticas tradiciona-
les presentan al mismo nivel las acciones de los reyes de Irlanda, Ingla-
terra y F r a n c i a , los e m p e r a d o r e s b i z a n t i n o s , l o s califas y l o s
emperadores romanos; pero no lo estaban. Había una jerarquía de ri-
queza y el último de la lista recién mencionada se hallaba en un extre-
mo opuesto al primero, en cuanto a los recursos y la complejidad de las
estructuras estatales en las que se movía. Estas diferencias subyacen
incluso en las cuestiones más netamente político-culturales, como la
persecución visigoda de los judíos, la controversia iconoclasta o el pa-
pel de los intelectuales en la Francia del siglo i x .

El tercer objetivo ha sido analizar el período de 400 a 1000 (y to-


dos ios subperíodos de esta amplia franja temporal) en sus propios tér-
minos, sin entrar a considerar demasiado sus relaciones con lo que
hubo antes o después, con la intención de esquivar las grandilocuentes
narrativas que criticábamos más arriba. Empezamos con un imperio
INTRODUCCIÓN 47

romano aún floreciente, pero solo para presentar los bloques con los
que los sistemas políticos posromanos tuvieron que construir, de for-
ma inevitable, sus entornos: sin duda, no para lamentar un fracaso, ni
para presentar un modelo del que los estados que le sucedieron no con-
siguieron ponerse a la par. Aquí, como en todas las sociedades analiza-
das, he intentado no examinar las decisiones políticas con la perspectiva
deformada a posteriori. Algunas figuras políticas adoptaron decisiones
políticas realmente terribles (como cuando Aecio permitió que los
vándalos tomasen Cartago en 439, o cuando los sucesores de Alman-
zor en España hicieron estallar la guerra civil en la década de 1010, o
tal vez cuando, en la Francia de 830, Luis el Piadoso se enfrentó con
sus hijos; véanse los caps, 4 , 1 4 y I Ó ) , que tuvieron consecuencias ne-
gativas para las estrategias políticas que intentaban promover. Pero en
todos los casos, lo hicieron en un marco sociocultural que, para ellos,
había tenido sentido, y esto es lo que y o he intentado rescatar, al me-
nos pasajeramente, en el espacio de que dispongo.

Sobre todo, he intentado evitar la teleología. T o d a lectura del im-


perio romano en el siglo v , si se reduce a los factores que llevaron a su
desintegración; o de la Francia merovingia, si se limita a las cuestiones
de qué condujo al poder y las ambiciones de Carlomagno; o de la acti-
vidad papal del siglo x , solo en lo tocante a lo que derivó en la «refor-
ma gregoriana»; o del dinamismo económico del mundo árabe, redu-
ciéndolo a que (supuestamente) su lugar pasó a ser ocupado por los
mercaderes y productores italianos y luego del norte de Europa, todo
ello son lecturas falsas del pasado. Solo si nos esforzamos por mirar
directamente el pasado en los términos de su propia realidad social p o -
dremos salir de esta trampa.

Tomando estos principios como fundamento, analizo por orden el im-


perio romano y su caída en Occidente (Parte I ) ; los sistemas políticos
inmediatamente posteriores en la Gaíia, Hispania, Italia, Gran Bretaña
e Irlanda (Parte I I ) ; la historia de Bizancio tras la crisis que vivió en el
siglo v i l el imperio romano de Oriente, el califato árabe y los estados
sucesores de finales del siglo x , incluido Al-Ándalus, la Hispania mu-
sulmana (Parte I I I ) ; y luego, volviendo ai Occidente latino, me ocupa-
ré del imperio carolingio, los estados que lo sucedieron y su principal
imitador, Inglaterra, así como la diversidad de sistemas políticos sep-
tentrionales, de Rusia a Escocia, que cristalizaron en el último siglo de
4 8 EL LEGADO DE ROMA

nuestro período, incluida una mirada a sus aristocracias y campesina-


dos (Parte I V ) . T o d o ello se analiza comparativamente, a la luz de lo
que hicieron otras sociedades con recursos ¡guales o similares; pero
sobre todo en términos de su propia realidad, que debe ser el punto de
inicio de todo nuestro trabajo. Disponemos de muchas menos pruebas
para la época de la Alta Edad Media que para períodos posteriores; en
ocasiones son tan escasas que apenas podemos reconstruir una socie-
dad como tal (la de Escocia es un ejemplo); los motivos de ello son en
sí mismos un interesante objeto de estudio, pero, de todos modos, una
cuidadosa crítica de las fuentes puede permitirnos decir bastante, en la
mayoría de los casos; las páginas que siguen a continuación no son más
que un resumen bastante sumario de lo que cabría llegar a decir.
Escribir historia altomedieval supone estar en lucha constante con
las pocas fuentes disponibles, puesto que los historiadores tratamos
— c o n frecuencia, una y otra vez—- de extraer a partir de ellas relatos
históricos matizados. Este es el motivo de que pocas cosas (y, desde
luego, pocas de gran interés) se acepten de forma generalizada sin dis-
cusión previa. Más que en algunos otros períodos, en este se ve muy
claramente la recreación de sus historiadores; y en las notas que se ha-
llarán al final del texto, he mostrado mi respeto a esta recreación colec-
tiva, en la medida del espacio disponible. (El libro no contiene notas al
pie para no interrumpir el texto.) L a política editorial de la colección
que acogió este libro en origen ha querido que estas referencias sean
mayoritariamente en inglés, sin embargo; las autoridades no inglesas
solamente se citan cuando era absolutamente indispensable. D e un
modo similar, todas las fuentes se citan según su traducción, cuando
esta existe. L a historiografía en lengua inglesa es más importante en
este campo de lo que era en 1970, pero no es dominante por completo;
de todos modos, las autoridades en otras lenguas pueden encontrarse
en profusión en las bibliografías de las obras citadas*

Ahora bien, por las razones esbozadas más arriba, leer las fuentes
de este período (como de todos los demás) no es un proceso en absolu-
to directo ni automático. Cada capítulo del presente libro empieza con
una estampa, a modo de introducción al ambiente general de la socie-
dad o sociedades que serán objeto de estudio; y estas a su vez guiarán
al lector hacia algunas de las cuestiones planteadas por las fuentes.
Pero, sobre todo, debemos reconocer desde el principio que rio es sen-
sato tomar ninguna fuente, de ningún tipo, demasiado al pie de la letra.
Quizá el ejemplo más claro sea el de la narración de acontecimientos,
INTRODUCCIÓN 49

en las historias, las cartas, las vidas de santos o los testimonios judicia-
les, que son en su totalidad fruto del trabajo de autores individuales
con intereses manifiestos y una gran cantidad de prejuicios moralizan-
tes que tienden a dejar bien claros al lector. El más prolífico de los pri-
meros cronistas medievales, el obispo Gregorio de T o u r s (m. 594),
que escribió una larga historia, casi toda sobre su propio siglo en la
Galia de los francos, así como numerosas vidas de santos, tuvo una
vida activa como agente político con claras preferencias y aversiones
enere sus contemporáneos de la realeza (véase más adelante, el capítulo
5). Era asimismo un aristócrata de posición elevada, muy dado al esno-
bismo, además de ser — e n tanto que o b i s p o — un moralista profesio-
nal, con la responsabilidad de alimentar el coraje, engatusar o asustar a
sus coetáneos para que evitasen el pecado. Siempre que leamos a G r e -
gorio, debemos tener todo esto en mente: son elementos que él mismo
no esconde, aunque muchos historiadores sí lo hagan. L o s trabajos re-
cientes, sin embargo, también han puesto de relieve la pericia literaria
de Gregorio en sus textos, que emplea modelos escondidos bajo la in-
genua apariencia de sus anécdotas; estas obras han analizado asimismo
los límites que, percibidos en forma menos consciente, el género en el
que escribe imponía sobre la materia de referencia o el modo en que
podía describir las cosas- Además, por supuesto, en la mayoría de c o -
sas que nos cuenta Gregorio, él no es testigo de primera mano; por lo
tanto, también tenemos que hacer conjeturas acerca de las estrategias
narrativas y la Habilidad de sus informantes. Todos los «hechos» que
podemos extraer de Gregorio deben contemplarse en este conjunto de
contextos-*

Cabría concluir, a la luz de estos comentarios, que no podemos


creer una palabra de lo que Gregorio afirma. Y , en realidad, nos resul-
taría imposible refutar una conclusión de este calibre: entre otras cosas
porque, en este caso, la ausencia de pruebas de este período significa
que Gregorio es la única fuente para la inmensa mayoría de sus afirma-
ciones acerca de la Galia del siglo v i . D e todos modos, tenemos que
reconocer que, aun cuando todas las afirmaciones de Gregorio fuesen
ficticias — y fuesen ficciones elaboradas con propósitos moralizan-
tes^—, aún así él escribía en vena realista. Dicho de otro modo: cuanto
más quería moralizar con respecto a su sociedad, dirigiéndose a u n pú-
blico al que tenía que convencer de que su moralismo les resultaba ne-
cesario (aunque se tratase de un público futuro, puesto que la obra
principal de Gregorio, sus Húcorias no circuló en vida del autor), tan-
7
EL LEGADO DE ROMA

:o más cenia que anclarlo en experiencias reconocibles. P o r lo tanto, es


posible que aquel rey o aquella otra reina ejecutase o no a su enemigo
de esa forma tan ingeniosa; tal otro obispo podría, o no, haber compra-
do su cargo y aterrorizado a su clero; pero son el tipo de cosas que la
gente creía que sus gobernantes y obispos podrían haber realizado en
su sociedad. Las historias de Gregorio — y todas aquellas que provie-
nen de fuentes semejantes, desde Irlanda hasta I r a q — se usan aquí de
este modo; como una orientación de la clase de cosas que podrían pa-
sar; al menos, atendiendo a la visión del mundo que tenían sus autores.
En los próximos capítulos, pasaré por alto con frecuencia los detalles
de este razonamiento; se hace imposible plantear todos los condiciona-
les y peros cada vez que aparece una fuente sin convertir la lectura en
un imposible. Pero es algo que debemos tener presente con respecto a
todas las historias citadas en este libro. En este contexto, esto también
significa que podemos usar igualmente las fuentes netamente litera-
rias, como por ejemplo los poemas épicos sobre héroes; así el Beowulf
anglosajón es una de nuestras mejores fuentes para conocer los valores
aristocráticos de Inglaterra. L o s problemas que ofrece el manejo de
estas fuentes no son distintos, en su clase, de los que suele implicar el
uso de Gregorio de Tours; y , de hecho, los historiadores que las usan
suelen olvidar menos la necesidad de tener presentes tales dificultades.
L a legislación plantea problemas parecidos. Podría parecemos ob-
vio que la ley no describe el modo en que la gente se comporta (pense-
mos en las leyes que regulan la velocidad), pero los medievalistas de la
época temprana tienen que vérselas con una historiografía afianzada
que supone exactamente esto_ L o s textos hístoriográficos modernos
provienen de una tradición histórico-legal y , hasta bien entrado el si-
glo x x , se ha escrito historia social, en particular, dando por sentado
que si una ley promulgaba algo, la gran mayoría de la población lo
acataba. Sin embargo, si esto no es cierto en nuestra sociedad contem-
poránea, pese a todo el poder coercitivo de que dispone nuestro siste-
ma legal, tanto menos cierto era en la Alta Edad Media, cuando los es-
tados eran débiles (con frecuencia, muy débiles) y , en la mayoría de
lugares, el mero hecho de que la población fuera conocedora de la ley
promulgada por un gobernante ya era improbable. Incluso si un legis-
lador solo quería describir una costumbre vigente — l o cual en ocasio-
nes podría decirse que fue el caso, en Occidente, en los siglos^vi y v n
(aunque fue menos habitual en períodos posteriores y aún menos en
los mundos bizantino y á r a b e ) — , el problema sería que la costumbre
INTRODUCCIÓN 5*

era muy distinta según los lugares, y un rey sito en Toledo o en Pavía
— l a s que por entonces eran capitales de Hispanía y el norte de Italia—
solo estaría al cabo de las tradiciones de su zona, y ni siquiera todas. D e
hecho, la mejor forma de concebir la legislación es como guía para
acercarse a las mentes de los legisladores, igual que los textos de G r e -
gorio de T o u r s nos hablan, en primer lugar, de lo que pensaba el pro-
pio G r e g o r i o . L a s leyes interactúan con la realidad, se alimentan de
ella, igual que las historias de Gregorio; no es que no podamos usarlas,
sino que no son guías desinteresadas sobre el verdadero comporta-
miento social
En su mayoría, las otras categorías de textos de la Alta Edad Medía
pueden analizarse y criticarse del mismo modo, pero debemos dete-
nernos en una categoría importante: los documentos legales, relativos
a regalos, ventas o arrendamientos de tierras, en su mayoría, o bien
destinados al registro de disputas formales, que normalmente se de-
bían asimismo a las tierras. La.mayoría de estos documentos, si no to-
dos ellos, eran contratos con validez legal; los casos que han sobrevivi-
do les concedían mucha importancia, siempre que había documentos
disponibles. Si se acepta la autenticidad de estos documentos (pues no
todos son verdaderos: suelen conservarse solo en colecciones tardías,
no como originales, y muchos de ellos fueron falsificados), podemos
considerar que, quizá más que cualquier otra fuente, describían suce-
sos reales. Ahora bien, esta calificación no está libre de problemas; in-
cluso un documento auténtico es un texto de estilo, estructurado aten-
diendo a un lenguaje artificial, como siguen siendo h o y en día los
documentos legales; y esto limita lo que podemos decir en ellos. A u n
cuando los autores quisieran describir con detalle lo que estaban ha-
ciendo (cosa que no todos pretendían; algunas «ventas» eran en reali-
dad préstamos ocultos, con la tierra como garantía, por ejemplo), se
veían restringidos por la jerga legal que su notario estaba acostumbra-
do a usar; y esto quizá guardara poca relación con las complejidades de
las prácticas sociales de la localidad. Pero cabe suponer, al menos
— l o s tribunales posteriores lo supondrían— que este trozo de tierra,
situado en el pueblo A , con estas lindes, arrendada por un agricultor
llamado B, que la trabajaba, fue vendida por C a D por un precio de E
denariide plata.

Por mi parte aceptaré, aunque con cautela, esta singular isla de cer-
tidumbre. L a cuestión es qué hacemos con ella. L o s documentos aisla-
dos nos dicen poco. Necesitamos colecciones de textos, que, una vez
£L LEGADO DE ROMA
5*

reunidos, puedan constituir una guía sobre cuántas personas poseían


tierras en A , sobre las dificultades financieras de C (o la clase de perso-
nas a la que C pertenecía), sobre el tamaño y la distrihución geográfica
de Jas propiedades de D y sobre las diferencias en la estructura social o
el precio de la tierra entre el pueblo A y los pueblos F , G y H. Estas son
cuestiones que vale la pena estudiar, si disponemos de material sufi-
ciente para hacerlo (y ocasionalmente, incluso en la Alta Edad Media,
se da este caso). D e todos modos, solamente contamos con rayos de
luz débiles. Tenemos que zambullirnos en discusiones muy delicadas
antes de poder dar por supuesto que A , o D , son típicos de la región y
del período que estamos estudiando. Además, los documentos de este
período (la situación solo varía en el siglo x m ) nos hablan de forma
abrumadora de la tierra. Salvo en Egipto, donde las condiciones del
desierto ayudaron a conservar todo tipo de textos, solo a los documen-
tos sobre la tierra se les atribuía la suficiente importancia en un futuro a
largo plazo, como para que valiera la pena conservarlos, salvo acci-
dentes; la acción social que transcurría hiera del ámbito de las transac-
ciones de tierras sigue siendo oscura. Por otra parte, y de nuevo con la
salvedad de Egipto, solo las iglesias y los monasterios han vivido unas
historias lo suficientemente estables como para conservar algunos de
sus archivos desde la Alta Edad Media hasta el momento en que, ya en
época moderna (desde 1650 en adelante, más o menos), los historiado-
res empezaron a interesarse por publicarlos. Es decir, que solo sabe-
mos de aquellas tierras que fueron a parar a manos de la iglesia, y a
fuera en la fecha de las escrituras que poseemos, o como consecuencia
de donaciones posteriores de propiedades que se acompañaron de sus
respectivas escrituras, para demostrar la titularidad- Este tipo de limi-
taciones son distintas a las relativas a las que ofrecen las estrategias
narrativas de los escritores, pero siguen siendo restricciones y también
debemos ser conscientes de ellas. Qué podemos hacer con estas res-
tricciones en concreto lo abordaremos con más detalle en el capítulo 9,
Las pruebas arqueológicas y materiales, al menos, sí están libres de
las restricciones derivadas del carácter narrativo de los textos. D e he-
cho, en ocasiones los arqueólogos han quitado valor a las fuentes escri-
tas (esta tendencia estuvo en boga sobre todo en los años ochenta), que
solo preservan la posición de las personas cultas y , por lo tanto, de unas
élites limitadas, mientras que las excavaciones e investigaciones ar-
queológicas sacan a la luz la vida real, con frecuencia la de los campesi-
nos, a quienes los textos han prestado poca atención. No obstante, hay
INTRODUCCIÓN 53

cuestiones en las que las excavaciones son como los documentos referi-
dos a la tierra: permiten extraer datos fiables sobre cómo vivían perso-
nas a nivel individual, pero necesitamos muchos yacimientos para estar
seguros de que se trata de un fenómeno típico, de cuestiones generaliza-
das o de modelos. Por otra parte, la arqueología también tiene sus pro-
pios puntos ciegos: podemos hablar del tipo de casas en las que vivía la
gente, de lo que comían, a qué tecnologías tenían acceso, cómo funcio-
naban las distribuciones espaciales, de dónde les llegaban Los bienes que
poseían; pero no dan pie a hablar de quién era el dueño de Ja tierra o de
las rentas que se pagaban por ella. Esto, al menos, crea un equilibrio con
la historia documental. En general, la arqueología nos cuenta más sobre
las relaciones funcionales, mientras que la historia nos habla más de la
causalidad; idealmente, las necesitamos a las dos. Y cuando podemos
usarlas juntas, debemos recordar que la cultura material también pro-
yecta un significado. Un entierro ritual es un acto público y lo que uno
sepulta en la tierra indica algo a ios demás; de un modo parecido, la pla-
nificación urbanística, la arquitectura y la pintura mural, junto con los
diseños en piezas de metal y cerámica, todo ello transmite un significa-
do, casi siempre intencionadamente, que debe ser descodificado y eva-
luado con el mismo cuidado que ponemos en las lecturas de Gregorio
de T o u r s . L a arqueología (como la historia del arte) está libre de las
restricciones narrativas, pero no de las restricciones de la comunica-
ción. Nos ocuparemos de este asunto en el capítulo 10.

El tipo de pruebas de las que disponemos para las distintas regio-


nes de Europa en los diversos períodos actúa como limitación añadida
a lo que podemos afirmar sobre cada una de estas zonas. Así, la Ingla-
terra del siglo v i l está documentada sobre todo a través de los textos
eclesiásticos, con un puñado de leyes y documentos sobre tierras, fren-
te a una amplia arqueología de los cementerios, más limitada en cuanto
a los yacimientos; podemos afirmar bastantes cosas sobre los valores
eclesiásticos y la dinámica política, además de sobre la tecnología y la
estratificación social, pero mucho menos sobre los valores aristocráti-
cos y las estructuras políticas. Tras la década de 730, en Inglaterra se
interrumpen casi por completo, durante más de un siglo, las historias y
las leyes; pero entonces contamos con muchos más documentos, así
como excavaciones urbanas; así, podemos decir muchas más cosas so-
bre el estado y las relaciones económicas más amplias, pero mucho
menos sobre cómo los reyes manipulaban su entorno político para in-
crementar su poder o, por el contrario, fracasaban en el intento; cues-
EL LEGADO DE ROMA
54

tiones históricas de gran importancia — c o m o que Mercia no lograra


mantener su dominio secular sobre la Inglaterra central y meridional
en la década de 8 1 0 y más adelante (véase el capítulo 1 9 ) — siguen
siendo, por tanto, un misterio. En general, los clérigos mantuvieron
una producción constante de textos de distintos tipos, según las locali-
dades, a lo largo de la Alta Edad Media, de modo que podemos hablar
de lo que pensaban los eclesiásticos (en especial, los rigoristas); pero
solo en algunos períodos y lugares hubo aristócratas entregados a la
escritura — a finales del imperio romano, en la Francia carolingia, en
el Bizancío del siglo ¿ , en el Iraq de los siglos J X y x — , de modo que
solo entonces podemos llevar a cabo investigaciones directas y ahon-
dar en el modo de pensar de las éÜEes políticas seculares. E incluso en
unidades políticas individuales podemos tropezamos con diferentes
concentraciones de material. L o s emperadores otónidas de finales del
siglo x tenían dos bases de poder: la Sajonia y el norte de Italia; la pri-
mera está documentada de forma casi exclusiva mediante los textos, y
el segundo, de forma casi exclusiva en las escrituras de tierras. Por lo
tanto, podemos hablar sobre los matices de la intriga aristocrática y el
ritual político en la Sajonia, y sobre el alcance de la riqueza aristocráti-
ca y sus relaciones con el patrocinio real en el norte de Italia- L o s otó-
nidas tuvieron que participar tanto en el patrocinio ritual como en el de
la tierra, pero no podemos ver cómo.

Nuestro período presenta constantemente este tipo de limitaciones,


igual que sucedía en el mundo antiguo. Es raro encontrar nuevos tex-
tos; solo la arqueología se expandirá en las próximas décadas y alterará
sin cesar la balanza hacia lo que podemos afirmar a partir del registro
material. Siempre estamos limitados en lo que podemos decir, incluso
acerca de las élites, que al menos están relativamente mejor documenta-
das en nuestras fuentes trabajadas; no digamos ya sobre la gran mayoría
campesina, cuyo punto de vista resulta visible solo en raras ocasiones
(para algo de lo que se puede decir al respecto, véanse los capítulos 9 y
22). D e ahí que un libro de estas características abarque seis siglos, no
uno o dos, como sucede en otros títulos de la colección en que se en-
marcó originalmente. D e todos modos, estamos al cabo de datos sufi-
cientes como para tener que aplicar una selección, en ocasiones, bastan-
te despiadada. L o que sigue a continuación es solo una pequeña parte de
lo que sabemos sobre la Alta Edad Medía. Sin embargo, aquí consta al
menos lo que, a mi juicio, resulta esencial conocer.
PARTE I

EL IMPERIO ROMANO
Y SU DESMEMBRAMIENTO, 400-
2

EL PESO D E L IMPERIO

Hacen entrar al ladrón culpable y se lo interroga como merece; se lo tor-


tura, el torturador lo golpea, se le causan heridas en el pecho, lo cuelgan
le atizan con palos, lo azotan, sufre toda la serie de torturas y niega
haberlo hecho. Lo van a castigar; lo llevan a la espada. Luego hacen en-
trar a otro, inocente, que viene con una extensa red de padrinos; a su lado
hay hombres de expresión educada. Este tiene suerte: lo absuelven.

L a cita anterior es un extracto de un manual de griego y latín para ni-


ños, probablemente de principios del siglo i v . A través de su misma
J

simplicidad, expresa algunos de los supuestos incuestionables de fina-


les del imperio romano. L a violencia judicial era normal, e incluso me-
recida (de hecho, incluso a los testigos se los torturaba por cosrurnbre,
si no pertenecían a las élites); y los ricos se libraban de ella. El mundo
romano estaba acostumbrado a la violencia y la injusticia. L o s espectá-
culos de gladiadores de principios de la época imperial seguían cele-
brándose en el imperio occidental del siglo iv, pese a que Constantino
los había prohibido en 32o, por influencia cristiana. E n la década de
380, Alipio (Alypius), futuro obispo asceta en África, acudió en contra
de su voluntad a los juegos de R o m a , empujado por unos amigos.
Mantuvo los ojos cerrados, pero el rugido de la multitud cuando un
gladiador cayó herido lo hizo abrirlos y entonces quedó atrapado por
la sangre, «uno más entre la multitud», como dijo comprensivamente
su amigo, el gran teólogo Agustín de Hipona (m, 430). Agustín, un
hombre inflexible pero no ingenuo, daba por sentado que aquellas an-
sias de sangre eran normales, por más que, bajo una mirada cristiana,
resultaran pecaminosas. En realidad, todas las sociedades posromanas
2

— p a g a n a s , cristianas o musulmanas por i g u a l — estaban acostumbra-


das a la violencia, en especial la que se originaba en los poderosos; pero
en época del imperio romano gozaba de legitimidad pública, como ele-
EL LEGADO DE ROMA

mentó de espectáculo semanal, por encima incluso de la cultura de la


ejecución pública en la Europa del siglo x v n i . E n el poder romano ha-
bía un componente de visceralidad; aun después de que finalizaran los
espectáculos de gladiadores, a principios del siglo v , matar animales
salvajes en público todavía fue habitual durante otro siglo, si no más.
En cuanto a la salvación de los ricos: no era automática, en modo,
alguno, como bien sabían las víctimas senatoriales de los juicios ama-
ñados, so acusación de magia, en la Roma de 3 6 8 - 3 7 1 . Pero los pode-
3

rosos sí que contaban con sólidas redes de clientelismo y abusaban de


ellas con mucha facilidad, Sinesio (Synesios), obispo de Ptolemaida,
en la Círenaica (la zona oriental de la Libia moderna), de 431 a 4 1 3 , se
enfrentó a un gobernador bruta!, Andrónico, al inaugurar su obispado.
Andrónico — s e quejaba Sinesio en sus c a r t a s — era especialmente
violento con los concejales urbanos locales y causó la muerte de uno de
ellos por supuestos delitos relacionados con los impuestos/ Sinesio lo
destituyó, lo que demuestra que solo un obispo resuelto y con buenos
contactos en Constantinopla podía hacer frente de forma adecuada al
abuso de poder; o, por el contrario, que un funcionario local, ya fuese
bueno o malo, quizá no sobreviviría a un ataque frontal por parte de un
contrincante político decidido y provisto de su propia red de padrinos,
eclesiástica y del gobierno central. Pero el patrocinio era fundamental
y la mayoría de nuestras fuentes imperiales tardorromanas (de hecho,
igual que en las fuentes de la R o m a temprana) hizo mucho énfasis en
él. No se podía alcanzar el éxito sin mecenas. E l mundo romano adole-
cía de mucha corrupción, además de violencia. Sin embargo, lo que a
nosotros nos parece corrupción, a los romanos no siempre se lo pare-
cía, al menos a los que formaban parte de la élite: tenía sus propias re-
glas, justificaciones y etiqueta. Pero la corrupción y sus análogos pri-
vilegiaban a los privilegiados, de hecho, mientras q u e , con los más
pobres, era a lo sumo ambigua; cualquier escritor tenía a su disposición
toda una retórica sobre ilegales abusos de poder.

Empiezo con estas notas simplemente para distanciarnos un poco


del poder político de Roma. El estado romano no era particularmente
«ilustrado». N o obstante, hacia 400 tampoco era un estado claramente
condenado a desmoronarse. L a violencia (pública o privada), la co-
rrupción y la injusticia formaban parte de una estructura muy estable,
que había perdurado siglos y que, por supuesto, tenía varias deficien-
cias internas. Medio imperio, el de Occidente, cayó en el siglo v , como
consecuencia de ciertos acontecimientos imprevistos y mal gestiona-
EL PESO DEL IMPERIO 59

dos; sin embargo, en Oriente el imperio sobrevivió sin dificultades y


podríamos decir, razonablemente, que a k a n z ó s u cúspide allí a princi-
pios del siglo v i . Veremos cómo se desarrollaron estos acontecimien-
tos en el capítulo 4, que incluye una narración política del período
comprendido entre 400 y 550. En el presente capítulo, veremos cómo
funcionaba esa estructura estableantes de que el imperio occidental se_
desmoronase, y , en el capítulo siguiente, nos centraremos en las actitu-
des religiosa y de otra índole cultural del mundo tardorromano. En
ambos capítulos recurriremos a pruebas del siglo iv y principios del
siglo v en Occidente, una época aún de relativa estabilidad, y amplía-
bles hasta los primeros años del siglo vi en Oriente, puesto que allí el
estado no experimentó ningún cambio radical basta después de 600.
El imperio romano tenía su centro en el Mediterráneo, el mare rws-
tntm, «nuestro mar», como lo llamaban los romanos; es la única poten-
cía de la historia que ha dominado todas sus costas. L a estructura del
imperio dependía realmente del mar interior, puesto que el transporte
marítimo fácil y relativamente barato estableció un vinculo entre todas
las provincias: para Sinesio, era bastante fácil trasladarse déla Cirenai-
ca a Constantinopla y volver otra vez; o, en el caso de Alipio, despla-
zarse de Tagaste (hoy Souk A h r a s , en la parte oriental de Argelia) a
Roma y volver. Hacia 300 se reconoció que el imperio no podía gober-
narse fácilmente desde una sola sede y , a partir de 324, hubo dos capi-
tales fijas: Roma y la ciudad recién fundada por Constanlmo "Constan-
tinopla. En adelante, el imperio tuvo, casi siempre, dos mitades: una
oriental (grecoparlante en su mayoría) y otra occidental (de lengua la-
tina, ante todo), ambas con su propio emperador y su propio gobierno.
Pero hubo una estrecha conexión entre ambas partes y> en Oriente, el
latín siguió siendo la lengua oficial para cuestiones legales y militares
hasta bien entrado el siglo v i .

Roma era una ciudad enorme^ con una población de un millón de


habitantes en su momento álgido, a principios del imperio; aún eran
medio millón en 400, cuando la ciudad y a no era la capital administra-
tiva del imperio occidental (lo fueron, en el siglo i v , Tréveris, en el \
norte de la Galia; y a partir de 402, R á v e n a , en el norte de Italia). J
Constantinopla empezó siendo una urbe mucho más pequeña, pero
creció rápidamente y quizá alcanzara el medio millón de habitantes
—-más que la R o m a de la época—. a finales del siglo v. En el mundo
antiguo o el medieval, las ciudades de ese tamaño se mantenían así de
pobladas por obra de los gobiernos, a quienes, por motivos ideológi-
6o E L LEGADO DE ROMA

eos, les interesaba contar con grandes ciudades en el núcleo político o


simbólico. Tanto Roma como Consrantinopla tenían pobres de ¡a ciu-
dad, mantenidos gracias a las donaciones estatales fijas de cereales y
aceite de oliva, procedentes del norte de África (en el Túnez actual) en
el caso de R o m a , de Egipto y probablemente de Siria en el caso de
Constantinopla, y a que África y Egipto eran las mayores regiones ex-
portadoras de todo el imperio. Estos suministros alimentarios gratui-
tos fia annona^ en latín) suponían un gasto importante en el régimen
fiscal del imperio: representaban una cuarta parte de todo el presu-
puesto, sí no más.* A l estado tenía que importarle mucho conservar así
de nutridas, de forma artificial, sus grandes ciudades y así de felices a
sus ciudadanos, mediante el «pan y circo», según rezaba la expresión.
Aunque en realidad el circo (incluidos los juegos del anfiteatro roma-
no) casi siempre corría a cuenta de las fortunas privadas. Estas ciuda-
6

des eran tan importantes, a nivel simbólico, que cuando los visigodos
saquearon Roma en 4 i o , la conmoción se extendió por todo el impe-
rio, como veremos en el capítulo 4.

Esta ínquierud por las capitales era solo el rasgo más obvio del pro-
longado compromiso de Roma con la vida urbana. T o d o el mundo de
la cultura estaba estrechamente vinculado a la fiWat/-anía, la ciuilitas
latina, de la que provienen palabras como «civilizado» o «civilización»
y que para los romanos implicaba exactamente «vivir en la ciudad». En
cierto sentido, el imperio era la unión de todas sus ciudades (en núme-
ro de varios millares), cada una de ellas con su propio ayuntamiento
{curia en latín, boule en g r i e g o ) , tradicionalmente autónomo. Cada
ciudad, además, contaba con su propia serie de edificios urbanos ¡m-
presionantes, sorprendentemente similares en todas partes: un foro,
con edificios municipales y templos a su alrededor, un teatro, un anfi-
teatro (solo en Occidente), baños monumentales y , a partir del siglo
tv, una catedral y otras iglesiascrue sustituyeron a los templos; en algu-
nas zonas del imperio también teman murallas. T o d o esto eran señales
de la cíudad-anía; sín estos elementos, era imposible reclamar la cate-
goría de ciudad. Y las imágenes y los edificios urbanos funcionaron
como hilo conductor de la cultura romana en su conjunto. E l poeta
galo Ausonio (m. h. 395) escribió en la década de 35c una colección de
poemas, titulada Ordo urbium nobilium («De las ciudades ilustres»), en
la que describía diecinueve ciudades en total: desde R o m a , en lo más
alto, hasta Burdeos, su ciudad natal, como última de todas (en los poe-
mas utiliza la palabra patria para referirse tanto a R o m a como a Bur-
E L PESO DEL IMPERTO 6l

déos); enumera las ciudades atendiendo a sus^ediiicios y , al hacerlo,


estaba dibujando al mismo tiempo el propio imperio. 7

L a sociedad política se centraba en las ciudades. Su autonomía tra-


dicional había significado, en las primeras épocas del imperio, que ser
concejal de la ciudad (curialis en latín, bouleutés en griego) era el sum-
mum de la aspiración local. N o obstante, en el siglo iv y a no lo era
tanto, una v e z establecida la centralización gubernamental que, para
las ciudades» se tradujo en que cada vez se tomaban más decisiones
desde un nivel superior y ajeno; la expansión del j e n a d o y de la admi-
nistración central también significó ^ q u e j o ^ i u ^ d ^ y_de
mayor éxito podían pasar por encima de las jerarquías locales, de modo
que la curia pasaba a ser la segunda mejor opción. L o s consejeros mu-
8

nicipales se convirtieron, sobre todo, en responsables de recaudar y


garantizar los impuestos, un asunto bien remunerado, pero de riesgo-
L a s estructuras formales de estos municipios se fueron debilitando de
forma progresiva, en especial en el siglo v , y en el v i incluso la recau-
dación de los impuestos había pasado a ser una atribución de los fun-
cionarios del gobierno central. Estos procesos a menudo se han con-
templado bajo una luz apocalíptica, pues los códigos legislativos
imperiales evidencian que los curiales se quejaban con frecuencia de la
carga de los impuestos y que algunos (los más pobres, sin duda) trata-
ban de esquivar el cargo, maniobra que los emperadores, en respuesta,
declararon ilegal. Si a esto añadimos el goteo de documentación litera-
ria sobre el hecho de que, en Occidente, las élites locales preferían v i -
vir en el campo; e igualmente los hallazgos arqueológicos que, desde
400 aproximadamente, cada vez muestran simplificaciones materiales
más radicales en los yacimientos urbanos, se colige que la carga fiscal
impuesta a los concejales urbanos empieza a parecer una causa verosíj
miLdel abandono de las ciudades, erunarcada tal vez dentro del pano-
rama general de la caída despropio imperio, v-^

No obstante, esta interpretación es exageradamente negativa. En


primer lugar, no encaja en Oriente. Allí, los concejales estaban margi-
nados de verdad y , a partir de 450, cada vez se documentan menos ca-
sos de esta posición (salvo en la legislación imperial, cada vez más ínti-
midatoria); pero es obvio que las élites políticas siguieron teniendo su
sede principal en las ciudades. L o que sucedió fue que el gobierno de la
ciudad era cada vez más informal: se basaba en las fortunas de la locali-
dad, como grupo, pero sin instituciones específicas. L o s senadores que
vivían en la zona, el obispo local y los concejales más ricos fueron
62 EL LEGADO DE ROMA

creando cada vez más un grupo de élite ad koc^ babitualmente conoci-


do como próteuonteSy «los dirigentes». Estos hombres patrocinaban las
iglesias de la ciudad, tomaban decisiones acerca de la reparación de los
edificios y los festejos, y en caso necesario organizaban las defensas
locales; para ello no necesitaban ningún papel formal. T a m p o c o se
perdieron las ciudades por esta causa; los siglos V y v i fueron testigo de
la construcción de los mayores edificios jamás erigidos en muchas ciu-
dades orientales. Después de contemplar esta estabilidad poscurial en
Oriente, es más fácil verla también en Occidente. Sidonio Apolinar
(que vivió h. 430-48'}), del cual conservamos una colección de poemas
y cartas, perteneció a la familia más rica de Clermont, en la Galia; era
hijo y nieto de prefectos del pretorio y yerno del emperador Eparquio
Avito (455-456). Él no tuvo que ser un cuñali&y se dedicó mayorita-
riarnente a su carrera en el gobierno central. Pero terminó siendo obis-
po de Clermont, prestando su apoyo con gran entusiasmo, en sus car-
cas, a las lealtades locales, incluidas las que vivían en la ciudad. Y su
0

cuñado, Ecdicio, hijo de Avito, defendió la ciudad con un ejército pri-


vado. P o r tanto, este tipo de compromiso con las políticas de la ciudad
no dependía de la estructura tradicional de los consejos municipales.
En esencia, funcionó mientras sobreviviéronlos valores romanos; des-
pués cambió, aunque en muchas partes del imperio se mantuvo mucho
tiempo después de la caída del propio imperio. Bastaba con los puntos
de partida que suponía la ciuilitas. En Occidente, las élites urbanas
también tenían villas rurales, fastuosasresidenciaste campoen las que
pasaban los meses de verano (en Oriente había pocas, o más bien se
concentraban en zonas de extrarradio, como Dafne, en las colinas que,
en los alrededores de Antioquía, ofrecía mayor frescura); pero las ciu-
dades seguían siendo elfoco de losnego_cios> la política., el mecenazgo
y la cultura J P o c a s personas de influencia se podían arriesgar a perma-
necer alejadas de ellas. Y donde iban los ricos, otros les seguían: los
sirvientes y séquitos, pero también comerciantes y artesanos que les
querían vender productos, y los pobres que tenían esperanzas de reci-
bir su caridad; en suma, el personal básico de la vida urbana.

Cabe contemplar la red de ciudades como el elemento más desta-


cado de la sociedad romana, más importante aún que el gobierno cen-
tral del imperio. Para lo habitual hoy en día, el imperio se gobernaba
con medios ligeros: un máximo de unos 30.000 funcionarios^civiles del
gobierno central, concentrados en las capitales imperiales y provincia-
les (aunque aquí no se cuentan los asalariados de rango inferior, como
EL PESO DEL IMPERIO ó 3

los soldados de la guardia, simples adniinistracivos, mensajeros o con-


ductores de los bueyes del correo público, que quizá fueron diez veces
más n u m e r o s o s ) . ' Cuando a esto le añadimos todas las pruebas que
0

tenemos de la ineficacia y el escaso registro de datos del gobierno r o -


mano, además del tiempo requerido para llegar hasta las provincias pe-
riféricas de un imperio tan grande (viajar de Roma al norte de la Galia
suponía al menos tres semanas; un ejército tardaría mucho más), surge
la pregunta de cómo el mundo romano consiguió mantenerse unido- 11

pero así fue; un complejo entramado de puntos de partida y estructu-


ras solapadas creó un sistema político cohesionado. Analicemos en su-
cesión algunos de sus elementos: la administración civil, el senado, el
sisrema legal, el ejército y el sistema jjscal que lo fundamentaba todo.
L o s rituales y los valores compartidos por la élite política romana se-
rán objeto de estudio en el capítulo 3, junto con la creciente importan-
cia de una nueva estructura política: la jerarquía eclesiástica.

L a administración de cada una de las mitades del imperio estaba


bajo el control del emperador, la figura política central de lo que, en
principio, era una autocracia inflexible. D e hecho, algunos emperado-
res se impusieron en el terreno político: en el siglo i v , Constantino
(306-337) y Valentiniano I (364-375, en Occidente) son los ejemplos
más claros, a los que deberíamos añadir el caso de Juliano (360-363),
cuyo intento radical y fallido por deshacer la cristianización puesta en
marcha por Constantino ha fascinado a los historiadores desde enton-
ces; los emperadores del siglo v fueron menos impresionantes, pero
Justiniano en el v i ( 5 2 7 - 5 6 5 , en Oriente) fue tan dominante como
cualquiera de sus predecesores, como veremos en el capítulo 4. Pero
no todos los emperadores querían gobernar tanto; también podían de-
dicarse, sencillamente, a vivir la vida como personificación del cere-
monial público, como hicieron, por ejemplo, los emperadores de la
primera mitad del siglo v. Aunque se mostrasen activos, intentaran de-
sarrollar una política intervencionista y eligieran a sus subordinados
principales, una información deficiente y las complejas reglas de la je-
rarquía podían erigirse en obstáculos que les dificultaran ejercer un
impacto real (los emperadores más activos solían tener formación mi-
litar, sin experiencia directa en el gobierno civil). Tampoco es que la
mayoría de los funcionarios imperiales más notahles fuesen burócratas
a tiempo completo; hasta los polítipos más diligentes estaban solo de
forma intermitente en sus despachos. E l imperio, en cierta forma, lo
llevaban aficionados. Pero el grupo de aficionados, al menos, compar-
EL LEGADO DE ROMA

tía valores y , en muchos casos, también experiencia familiar, sobre


todo en Occidente, donde había más familias senatoriales antiguas y
acaudaladas, que durante los siglos iv y v participaron de modo fre-
cuente y activo en la política. Y sus subordinados eran auténticos fun-
cionarios de carrera que se dedicaban a la administración de por vida.
Esta es la red de titulares de cargos que confirió coherencia al gobier-
no. Esto, y la estabilidad de los propios cargos. L o s cuatro prefectos
del pretorio, cada uno responsable de una cuarta parte del imperio (y
situados por encima de una jerarquía de gobernadores provinciales),
los seis grandes departamentos del gobierno central y las prefecturas
urbanas de R o m a y Constantinopla, todo ello tenía sus propias tradi-
ciones y lealtades que, en ocasiones, se remontaban a siglos de anti-
güedad. Juan Lido (Lydos), autor de una descripción del gobierno en
la década de 550, describió la prefectura pretoriana de Occidente en la
que había prestado servicio remontándose — d e un modo imposible—
hasta Rómulo, el fundador de Roma; profesó una gran lealtad hacia su
departamento, pese a toda su inadecuación y falta de coherencia, y re-
pasó toda la historia imperial a través de sus buenos y malos momen-
t o s * Había que hacer un gran esfuerzo para cambiar los rituales y
11

prácticas arraigados en burocracias como estas, y no fueron muchos


quienes lo intentaron; uno de ellos fue la mano derecha de Justiniano,
el prefecto del pretorio Juan de Capadocia ( 5 3 1 - 5 4 1 ) , que, por ello, se
convirtió en la bestia negra de Juan Lido.

C o m o ejemplo de un destacado político de carrera podemos citar a


Petronio Máximo (396-45 5), de la poderosa familia senatorial de los
Petronio. Al parecer, ingresó en el senado de Roma con el cargo cere-
monial de pretor (praeior) en 4 1 1 , con unos juegos pretorianos particu-
larmente generosos; en 4 1 5 era tribuno y comes sacrarum largitionum
de Occidente, uno de los principales cargos financieros del imperio,
entre 4 1 6 y 419; es decir, se habría estrenado como a los veinte años,
una edad temprana, dada la importancia del puesto. F u e prefecto de la
ciudad de Roma en 420-421 y de nuevo en algún momento de las dos
décadas siguientes (la mayoría de fechas son aproximadas); entre 439
y 441 fue prefecto del pretorio de Italia, probablemente por segunda
vez. Fue cónsul en dos ocasiones, un gran honor, pero no exento de
deberes formales; y en 445 tenía el codiciado tirulo depatricius. D e
manera excepcional para la carrera de un administrador, ocupó el tro-
no imperial por un breve espacio de dos meses, en 45 5, antes de morir
asesinado. * En una carta fechada unos diez años más tarde, Sidonio
1
EL PESO DEL IMPERTO

Apolinar conjetura acerca de cuánto tuvo que haber lamentado Máxi-


mo los rituales regulados en toda hora y las responsabilidades del car-
go imperial, si las comparaba con el otium propio del senador. A pri-
mera vista puede sorprendernos, pero el concepto de «ocio» es, en
parte, solo una forma de hablar: Máximo llevaba mucho tiempo como
destacado mediador político, con una clientela muy amplia (según se-
ñala el propio Sidonío) y ambiciones imperiales. N o obstante, debe-
mos reconocer que en las cuatro décadas de su carrera política solo
parece haber ostentado cargos formales durante unos diez años; así,
también le quedaba mucho tiempo para el otium, que ciertamente los
autores contemporáneos describen, una vez tras otra, como uno de los
rasgos distintivos de las élites senatoriales.' 4

El senado tenía su propia identidad, separada en parte de la b u r o -


cracia imperial; de hecho, en Occidente la separación era incluso mate-
rial, puesto que el gobierno había dejado de estar en R o m a . Teórica-
mente, era el cuerpo gubernamental del imperio, como lo fuera siglos
antes, en época de la república romana; y aunque el senado ya no era
una realidad, seguía representando la mayor de las aspiraciones de cual-
quier ciudadano. Traía aparejados muchos beneficios fiscales y políti-
cos, aunque el ingreso era oneroso, así como la vida una vez dentro,
puesto que los senadores debían costear los juegos y otras ceremonias.
Carecía de función gubernamental formal, pero los funcionarios de
alto rango pasaban a ser senadores por derecho; además, a principios
del siglo v , solo los pertenecientes al grado más alto de los tres posibles
en el senado, los ¿Ilustres, eran considerados miembros de pleno de-
recho de la institución; y este título de illustris solo podían recibirlo
funcionarios y protegidos inmediatos del emperador. D e este modo, el
senado mantenía una estrecha conexión con el gobierno y en el siglo i v
se expandió al mismo ritmo que la administración; pero, pese a todo,
seguían separados, cada uno con sus propios rituales y jerarquías. R e -
presentaba la riqueza, los privilegios y la superioridad aristocráticos y ,
aunque técnicamente ser miembro del grupo no era cuestión de heren-
cia, en la práctica siempre fueron las mismas familias las que domina-
ron el senado, al menos en R o m a , durante los siglos iv y v . T o d o s los
herederos varones de un illustris eran, como mínimo, clarüsimi, el gra-
do senatorial inferior, que les otorgaba cuando menos algunos privile-
gios incluso después de que se redujera su pleno acceso a la institución.
Y según parece, todos los grados eran considerados nobilis^ «aristocrá-
ticos», en la jerga tardorromana. Esta relación estrecha, a la vez que
66 EL LEGADO DE ROMA

indirecta, con el gobierno tiene algunos paralelos con la C á m a r a de los


L o r e s de la G r a n Bretaña actual, antes y después de la reforma de 1999.
L a existencia de esta aristocracia hereditaria de facto fue un rasgo
clave del imperio. N o porque dominase el g o b i e r n o ; la m a y o r í a d e
funcionarios importantes n o tuvieron un origen senatorial, aunque
luego se convirtieran en senadores (en este sentido, Máximo fue u n a
figura arípica), sino más bien porque dominaba la tonalidad del gobier-
n o . E l imperio romano fue inusual en la. historia antigua y medieval
porque su clase gobernante estaba dominada por civiles, no (o no solo)
por personajes militares. Solo el mandarinato de China puede presen-
tarse c o m o un paralelo auténtico. L o s senadores se tenían en gran esti-
ma a sí mismos, c o m o «la mejor parte de la raza humana», según reza la
famosa cita del orador Símaco ( S y m m a c h u s , m. 402); los criterios que
explican esta autocomplacencia no se basan en la pericia militar o físi-
ca, sino en la cuna, la riqueza y una cultura compartida- * E l nacimien-
1

to era importante ( S i d o n í o p u d o despreciar a un p o d e r o s o rival,


PeonJo, prefecto del pretorio de la Galia, porque era «de origen muni-
cipal», es decir, provenía de una familia curial, no senatorial), aunque
la antigüedad del linaje no era tan imprescindible; incluso los A n i c i o
— c o n mucho la familia más destacada de R o m a en los siglos i v y v —
se remontaban solo hasta finales del siglo n . * Huelga decir que eran
1

ricos: nadie podía sobresalir políticamente en el mundo romano ( d e -


jando aparte a unos p o c o s obispos altruistas) sin ser rico. Hacía falta
riqueza para llegar a alguna parte dentro de la administración civil, y a
que tanto los sobornos para el nombramiento c o m o la red de mecenaz-
g o sostenido costaban dinero; pero una v e z se había alcanzado cierta
importancia, las ventajas del cargo (las legales y las ilegales) eran in-
gentes. También en el ejército, aunque estuviera más abierto al mérito,
todos los generales de éxito terminaban siendo ricos. Y las familias del
senado de R o m a ricas y a por sí mismas, los A n i c i o , Petronio, Ceonio y
media docena más, poseían haciendas por todo el sur de Italia, Sicilia,
el norte de África y muchas otras zonas, «diseminadas p o r casi todo el
mundo romano», según dijo el historiador A m i a n o Marcelino con r e -
ferencia al destacado político Petronio Probo en la década de 370: es-
tos quizá fueran los terratenientes p r i v a d o s m á s ricos d e todos los
dempos. Cuando dos aristócratas romanos, Melania y Piniano, se c o n -
virtieron hacia 405 y vendieron todas sus tierras, que les reportaban
una renta anual de 1 zo.000 sólidos {solidi\ unas 900 libras de o r o ) , el
mercado de la propiedad se desmoronó, según la Vida de santa Mela-
EL PESO DEL IMPERIO 6 7

n i a . ' Sin e m b a r g o , los superricos del senado..solamente estaban en


7

R o m a ; los senadores de Costantinopla provenían de las élites p r o v i n -


ciales de Oriente y actuaban a menor escala. D e hecho, por el imperio
había élites provinciales c u y o s dirigentes contaban con la condición
senatorial y hacían cola para conseguir un cargo público; a nivel local,
eran poderosos, pero no podían igualar a los A n i c i o . Sidonio era un
ejemplo y , de hecho, las élites de la Galia parecen haber sido un grupo
particularmente coherente.
Quizá una cultura compartida, basada en una educación literaria,
caracterizó especialmente a los aristócratas senatoriales y provinciales.
T o d o s los nobles de Occidente tenían que saberse de memoria a V i r g i -
lio y muchos otros autores clásicos latinos, y debían ser capaces de e s -
cribir poesía y convertir en prosa una frase refinada; en Oriente, era
H o m e r o . E n esa época, las dos tradiciones, la latina y la g r i e g a , n o
ejercían gran influencia mutua, pero eran m u y densas y se las tenía en
\ g r a n estima. Había una jerarquía basada en la amplitud de este capital
cultural- A m i a n o noticia con desdén que los senadores de R o m a — l a
supuesta créme de la créme-—leían solamente a Juvenal, un poeta satíri-
co y algo subido de tono y , por consiguiente, no leían los textos difíci-
les; fuese verdad o no, suponía un auténtico insulto. A la inversa, los
18

expertos literarios, c o m o A u s o n i o en Occidente y Libanio (m. h. 393)


en Oriente, podían ascender con rapidez y conseguir el mecenazgo i m -
perial y un cargo gracias tan solo a su escritura — e n el caso de L i b a -
nio, fue todo tan deprisa que lo acusaron de m a g i a — ; aunque, en reali-
dad, ambos y a eran como mínimo terratenientes de mediana fortuna.' 9

E l emperador Juliano, cuando se esforzó por dar marcha atrás a la cris-


tianización, intentó obligar a los intelectuales cristianos a que enseña-
sen solo los textos bíblicos, no los clásicos paganos, con la intención de
dejarlos encerrados en un gueto de prosa de calidad inferior. 30
Fraca-
só, pero lo que esta ley presupone muestra, claramente, la estrecha r e -
lación entre la cultura tradicional y la condición social. A l g u n o s cris-
tianos, partidarios de la línea dura, rechazaron a Virgilio en respuesta,
pero también fracasaron: en el siglo v la aristocracia conocía tanto a
Virgilio (u H o m e r o ) c o m o los textos de la Biblia, y quizá a esto se p u e -
dan añadir también algunos de los nuevos teólogos cristianos, c o m o
Agustín en Occidente o Basilio de Cesárea en Oriente, ambos autores
de buen estilo. 21

Esta cultura es lo que hace que el imperio romano tardío, o al m e -


nos sus élites, nos resulten inusualmente accesibles, porque han sobre-
68 EL LEGADO DE ROMA

v i v i d o los escritos de muchos de estos aristócratas: cartas o discursos


elegantes, en su mayoría, pero también poesía, teología o, en el caso de
Paladio, senador del siglo v , un manual sobre la administración de fin-
c a s . L a cultura literaria romana solía contemplarse c o m o la cima de la
22

civilización; esta convicción, heredada del Renacimiento, tal v e z al-


canzó su momento de máxima difusión en la tradición de las escuelas
privadas inglesas de finales del siglo x i x y los primeros años del x x , en
las que Virgilio ( y J u v e n a l , que ahora se leía c o m o autor más compli-
cado) era concebido c o m o un aprendizaje básico incluso para el g o -
bierno de la India, ya no digamos para una carrera académica- H o y ,
esta creencia se ha debilitado m u c h o ; fuera de Italia, p o c o s eruditos
saben h o y suficiente latín c o m o para leer a Virgilio, y aún menos polí-
ticos. P o r tanto, no es difícil que h o y día v e a m o s la cultura literaria
romana c o m o un atributo del poder, más que de la virtud; los políticos
romanos fueron, al menos, tan cínicos y rapaces como sus sucesores y
nada índica que fueran mejores en el ejercicio del gobierno. P e r o es
importante reconocer su capacidad para invadirlo todo; en todas las
ciudades del imperio, incluso los cargos locales estaban vinculados a,
por lo menos, alguna versión de esta educación. L o s valores y el saber
compartido que inculcaba fue uno de los elementos que mantuvieron
unido el imperio y, de hecho, le otorgaron una notable homogeneidad,
c o m o demuestra no solo su literatura, sino también la arquitectura y la
cultura material que han pervividohastanuestrQsjías.JPor último,
hay que decir que, aunque el mundo romano dejó un denso legado de
instituciones y presupuestos a sus herederos altomedievales, la educa-
ción literaria no formaba parte de él, salvo en la estructura de la carrera
eclesiástica, cada v e z más independiente. E n efecto, la cultura de las
aristocracias posromanas se volvió militar y pasó a basarse en el uso de
las armas y los caballos; en consecuencia, sabemos mucho menos de
ella desde dentro.

E l derecho romano era otro sistema intelectual que, en principio,


era el mismo en todas partes y actuó c o m o fuerza unificadora. Consta-
ba de una legislación imperial, m u y amplia en el período de los siglos
iv a v i , y una red de tratados de juristas romanos anteriores, que eran
un destilado de los precedentes de jurisprudencia y una elaboración de
los principios legales. Para dominar todo esto se requería una forma-
ción especial en las escuelas jurídicas de R o m a , Beirut o (después de
425) Constantinopla, aunque toda la educación implicaba asimismo un
elemento retórico, esencial para la defensa judicial. Alipío pasó cier-
13
EL PESO DEL IMPERIO 69

to tiempo formándose en la escuela de derecho- de R o m a , a principios


de la década de 3 8o, antes de viajar con Agustín para trabajar en Milán
(donde ambos se convirtieron a u n cristianismo más riguroso y e n c a -
minaron sus carreras hacia la i g l e s i a ) ; Agustín, por el contrario, aun-
14

que contaba con formación retórica, deja bien claro en sus textos que
no se consideraba u n experto en temas legales p o r no haber cursado
una suficiente educación específica. N o debía de ser en absoluto senci-
llo dominar el terreno jurídico antes de que T e o d o s í o II ordenara r e -
unir las leyes imperiales en el Código Teodosiano, en 429-438. Justinia-
no revisó y amplió el códice (en d o s ocasiones) entre 528 y 534 y
además, entre 530 y 5 3 3 , hizo seleccionar y sistematizar la literatura
jurídica de los siglos 11 y 111 en el Digesto. E l Código Teodosiano siguió
siendo un punto de referencia en el Occidente posromano, aunque las
leyes de los reinos posromanos fuesen distintas; el corpus d e Justinia-
no sobrevivió como la ley de Bizancio y , por separado, resucitó en O c -
cidente en el siglo x n . N o obstante, debemos mostrarnos cautelosos
con respecto a qué significa una tal dedicación a las leyes. L a compleji-
dad d e este sistema legal era tan grande que hacían falta expertos (los
iurkonsulü) en todos los tribunales, y en ocasiones solo tenían que r e -
dactar documentos; pero no siempre estaban disponibles, o si lo esta-
ban, eran plenamente fiables. A u n cuando se pudiera contar con esta
ayuda legal, los tribunales no necesariamente dictaminaban con justi-
cia, y los ricos se beneficiaban muchas veces de la corrupción judicial y
del patrocinio, tal c o m o v i m o s al principio d e este capítulo y confir-
man numerosas fuentes. E n E g i p t o , hay papiros que dan testimonio de
la resolución de disputas civiles entre los siglos rv y v i , y nos muestran
una marcada tendencia a esquivar los tribunales en general, dados los
elevados costes y peligros de este medio, y a recurrir directamente al
arbitraje p r i v a d o . *
1

Resultaría tentador reducir el derecho a la dimensión penal, con su


recurso a la tortura, y concluir que el sistema legal era, en la práctica,
un mero instrumento d e inepta coacción estatal, la obra de un p o d e r
público que se basaba en el terror porque carecía del personal necesa-
rio para controlar la vida cotidiana en todos sus detalles. L a tentación
estaría justificada a grandes rasgos, pero aún así, el derecho era i m p o r -
tante. T a l v e z los arbitrajes privados esquivaran los tribunales, p e r o
hacen referencias constantes a la legislación y a la terminología legal.
Agustín no era un experto jurista, pero procuraba conocer el tema, e s -
cribiendo por ejemplo al jurisconsulto Eustoquio para solicitarle u n a
7° EL LEGADO DE ROMA

r e s o l u c i ó n / S e nos ha conservado una interesante carta de África, fe-


6

chada hacia 400, en la que un terrateniente c u y o nombre desconoce-


mos reprende a un v e c i n o y antiguo a m i g o , S a l v i o , p o r tiranizar a los
arrendatarios del primero: «¿Existe una ley para los abogados y otra
para los ex togados? ¿ H a y una equidad para R o m a y otra para Mata-
r o ? » S a l v i o , al que suponemos a b o g a d o de Mataro, probablemente
pensase que sí y sus ilegalidades eran normales. P e r o su corresponsal
también había sido abogado; Salvio le había enseñado la ley de arren-
damientos, y esta, junto con la ley de herencia y posesión, se invoca en
detalle en la carta, antes de ofrecer un t r a t o . L a ley y su imaginería
17

eran omnipresentes en el imperio y , de hecho, podemos suponer que


todos los testimonios de ¿enuncia de corrupción judicial en nuestras
fuentes demostraban al menos grandes esperanzas.

E l ejército romano era m u c h o más^numeroso que la administra-


ción civil y supuso siempre el m a y o r gasto del imperio: en 400 había
cerca de medio millón de soldados (cien mil hombres arriba o abajo).
L a mayoría estaban emplazados en las fronteras septentrionales del
R i n y el D a n u b i o , y en la frontera oriental con Petsia (la extensa fron-
tera meridional lindaba con el Sahara y era menos vulnerable), pero
había destacamentos en todas las provincias, c o m o acuartelamientos y
policía ad hoc. F u e , p o r descontado, su existencia la que permitió que
las élites provinciales siguieran siendo civiles; los ejércitos privados
eran casos m u y aislados, antes de que el imperio se desmoronase. P o r
el contrario, los ejércitos eran capaces de imponer sus propios candida-
tos para el trono imperial, y ello con gran facilidad, sobre todo porque
tenían en sus manos la mayoría de las armas. F u e algo habitual durante
el siglo n i , pero menos en el iv; en Occidente se recuperó la tendencia
en los últimos años del imperio, en el siglo v , pero en Oriente no hubo
golpes de estado exitosos hasta 602. A u n sin golpes contra el empera-
dor, sin embargo, los jefes militares seguían siendo importantes en la
política, y varios emperadores débiles ( c o m o p o r ejemplo H o n o r i o ,
emperador de Occidente entre 395 y 423) dispusieron de dictadores
militares que gobernaron para ellos y podían sucederse unos a otros
p o r la vía de la violencia. E n cierto sentido, el cargo de emperador era
más militar que la burocracia civil que lo rodeaba, y los emperadores
estaban más cerca de la jerarquía militar que de la civil. E r a más proba-
ble ascender desde la nada en el caso de un general que en el de un
funcionario importante, sobre todo cuando los generales provenían de
los puestos fronterizos, algo muy habitual; la frontera del Rin y la bal-
E L PESO DEL IMPERIO 7 1

canica, en concreto, constituían sociedades muy. militarizadas, con una


distancia social cada v e z menor entre las vertientes romana y «bárba-
ra» de ia frontera, c o m o veremos más adelante en este mismo capítulo.
fEsto no los hacía tan distintos de las élites civiles: en la medida en que
alcanzaban el éxito, podían conseguir un puesto en el senado, clientes
(civiles y una formación literaria para sus hijos. Pero los líderes milita-
res se mostraban menos dispuestos a gastar su dinero en costosas edifi-
caciones de prestigio o en el patrocinio de los juegos, y los senadores
solían menospreciarlos por su falta d e cultura. L o s soldados también se
movían más que los civiles. E l historiador A m i a n o (m. h. 3 9 5 ) , un g r e -
coparlante que escribía en latín, la lengua del ejército, era un antiguo
soldado q u e había servido tanto en la frontera persa c o m o en la del
Rin, además d e pasar mucho tiempo en R o m a .

Las dimensiones del ejército, unida a su presencia en todas partes y


la necesidad d e mantenerlo adecuadamente provisto y equipado, lo
convirtieron en la gran preocupación del estado r o m a n o . E l estado
contaba con un complejo sistema de fortificaciones fronterizas y sus
propias vías de abastecimiento: la distribución de las ánforas de aceite
por el bajo D a n u b i o , p o r ejemplo, indica que el ejército de la zona e s -
tuvo recibiendo suministros desde el E g e o hasta los últimos años del
siglo v i . í 8
Contaba también con sus propias fábricas d e equipamiento
militar; la Nodda Dignitatum, un informe sobre la estructura militar
imperial fechado a finales del siglo rv, contabiliza 3 5 de estas fábricas,
distribuidas por todo el i m p e r i o . 19
T a l vez la mitad de todo el presu-
puesto imperial se iba en pagar y alimentar al ejército, y la logística d e
los suministros militares era el elemento más importante que mantenía
conectadas todas las provincias del imperio, junto c o n la necesidad
constante de alimentar las capitales imperiales.

T o d a s estas estructuras se sostenían y existían gracias al sistema


tributario imperial, fundamentado en los impuestos sobre la tierra, que
se calculaban atendiendo a la s u p e r f i c i e ^ reforzado p o r otras tasas,
mucho menos gravosas, impuestas a los artesanos y comerciantes, así
c o m o por los ingresos derivados de las tierras imperialesy otra serie de
cobros m e n o r e s . 30
E n los últimos años, algunos historiadores han r e -
accionado en contra de la imagen precedente del estado de finales de la
época imperial c o m o un «estado coercitivo», que gravaba tanto las tie-
rras que terminaron abandonadas y la economía empezó a hundirse; la
revisión es correcta pero, a m i juicio, se ha llegado demasiado lejos con
los argumentos. A l parecer, las cargas fiscales eran en efecto m u y g r a -
EL LEGADO DE ROMA
7*

vosas, en general: en el siglo v i , unas pocas fuentes, sobre todo de E g i p -


to, coinciden en indicar que una cuarta parte del rendimiento de las tie-
rras podía ir a parar a los impuestos, y todavía más en épocas de tributos
adicionales (superindictiones)^ que se c o b r a b a n además d e la c a r g a
fiscal principal. E s u n a cifra m u y elevada para una sociedad precapi-
talista y agraria, c o n una tecnología relativamente simple. P e r o estas
tasas elevadas eran necesarias para pagar los sueldos de aquellos solda-
dos, funcionarios y mensajeros, y para alimentar las capitales; tenían
que financiar la enorme cantidad de edificios públicos romanos y el
erario estatal. T a m b i é n servían como conexión física entre las distintas
/ partes del imperio, puesto que los cereales se transportaban hacia el
/ norte desde África, Sicilia y Egipto, y el aceite de oliva circulaba desde
/ África, el E g e o y Siria, en barcos requisados por el estado (los propie-
* tarios de las naves llevaban ¡os productos para el estado c o m o parte de
|j sus obligaciones fiscales). Este traslado de bienes se desarrollaba fun-
•; damentalmente en la zona del Mediterráneo, y a que el transporte al
|¡ m a y o r era mucho más sencillo y barato por la vía marítima que por la
f
terrestre; la Galia; la Renania y el territorio británico formaban una
; red menor y separada, y la Hispania interior, alejada tanto del mar
\ c o m o d e las fronteras, parece que fue u n espacio marginal. E l núcleo
', del imperio siguió siendo mediterráneo y estaba unificado — o , al m e -
\ nos, lo estaban sus dos m i t a d e s — gracias a la circulación fiscal de p r o -
1
ductos.

U n impuesto sobre la tierra no puede funcionar adecuadamente,


sobre todo si es elevado, a menos que el cálculo se h a y a realizado de
forma meticulosa y la recaudación sea sistemática. Esto exige un traba-
jo. E l estado tiene que actualizar los registros d e propiedad de las tie-
rras; no es tacil conseguirlos de forma sistemática (ni resulta más fácil
mantenerlos ordenados para que la referencia sea rápida), y estable-
cerlos requería una cantidad de personal notable, además d e tener que
formular preguntas intrusivas. P o r esta razón, en la última época del
imperio las ventas de terrenos debían registrarse públicamente, y estos
registros pueden encontrarse, a veces, en las poco comunes coleccio-
nes de documentos privados tardoimperiales; por lo general, en papi-
ros egipcios, aunque de hecho también han sobrevivido unos pocos
textos en otros lugares. Y , lo más importante, a partir del siglo i v , el
gobierno dictó leyes para atar al campesinado — e l que d e verdad p a -
gaba los i m p u e s t o s — a su lugar de origen, de m o d o que no se pudie-
ran trasladar o abandonar la tierra y , con ello, dificultar la recaudación
ÉL PESO DEL IMPERIO 73

de impuestos. Estas leyes formaban parte de un conjunto legislativo


general que pretendía asegurarse de que las personas fundamentales
para el estado no cambiasen de profesión, y tampoco sus h e r e d e r o s . 31

L o s curíales estaban atados a sus cargos, como y a hemos visto antes; lo


mismo ocurría con los soldados y los trabajadores de las fábricas esta-
tales; e igualmente con los armadores y los panaderos y carniceros de
R o m a , esenciales para la annona de la capital. A u n si esta serie de ieyes
se observaba con regularidad — c o s a d u d o s a — , constituye una g r a n
parte de los códigos imperiales y fue consecuencia de la necesidad de
estabilizar la infraestructura tributaria imperial. A ñ a d a m o s ahora la
verdadera recaudación de impuestos — q u e podía suponer un m o m e n -
to tenso y violento y , sin duda, la llevaban a cabo hombres a r m a d o s —
y hallaremos que el impacto del sistema fiscal del imperio era constan-
te, capilar y potencialmente coercitivo para prácticamente cualquier
persona del imperio.

Éste carácter intrusivo se agravaba con los actos ilegales. L o s ricos


podían comprar la inmunidad por vías corruptas; los asesores y recau-
dadores se hacían ricos, sin duda, p o r métodos corruptos. L a s víctimas
eran, casi siempre, los pobres. S u respuesta pasaba p o r huir de las tie-
rras (de ahí las leyes que los ataban a ellas) o buscar la protección de los
poderosos para no tener que pagar impuestos al estado. T a m b i é n hay
leyes en contra de este patrocinio, pero y a hemos visto que el mecenaz-
g o también era un componente sólido del sistema político romano. E s
cierto que, probablemente, la mayoría de impuestos se pagaban de for-
ma legal y con regularidad; es sorprendente que el archivo de papiros
egipcios de la familia A p i ó n , del siglo v i — p o r aquella época, una de
las más ricas del Oriente g r i e g o , y con un dominio abrumador de su
ciudad natal, Oxirrinco ( h o y Bahnasa)—-, describa el pago de sus i m -
puestos c o m o una cuestión rutinaria. Pero dado el peso de las cargas
31

y la injusticia endémica que caracterizó al sistema romano, no ha de


extrañarnos que la corrupción se centrara en este asunto. L a s invecti-
vas de los críticos sociales, más numerosos a medida que el imperio se
cristianizaba y un sector radical de moralistas se dejaba oír cada v e z
más, hacen m u c h o hincapié en la opresión fiscal; solo la corrupción
judicial y las conductas sexuales se equiparaban a ella en importancia.
Esta situación se prolongaría hasta el final del imperio.

D e este m o d o , las cargas fiscales sustentaban la propia unidad im-


perial, puesto que, por sí solas, eran el elemento estatal de impacto más
eyjdente sobre el conjunto de la sociedad, además del puntal del ejércj-
EL LEGADO DE ROMA
74

to, la administración, el sistema legal y el transpone de productosjjor


el Mediterráneo y otros lugares; todos los componentes que conecta-
ban una zona de terreno tan extensa. Si el sistema tributario rallaba, el
imperio se disolvería. A la postre, sin embargo, el imperio se derrum-
b ó por otros motivos, c o m o veremos en el capítulo 4. Posteriormente,
en Occidente los impuestos cayeron; en Oriente, por el contrario, s o -
brevivieron. N o se debe subestimar este contraste, que además susten-
ta muchos de los sucesos descritos en secciones posteriores de este li-
bro. E n cualquier caso, la quiebra fiscal aún no era predecible en 400,
ni siquiera en 500, dependiendo de las zonas. E n 400, la estabilidad y
relativa homogeneidad del sistema imperial no parecían peligrar, a
ojos de nadie.

Hasta ahora, nos hemos centrado en el estado y en el sistema político


imperial en g e n e r a l Hemos quitado importancia a las diferencias loca-
les y hemos visto las cosas de arriba abajo, contemplándolas desde el
punto de vista d é l o s administradores y los ricos. Fijémonos ahora en
el resto de la población y en algunas de las diferencias regionales que
podemos determinar para la época tardorroroana del imperio.
L o primero que debemos constatar es que la población del imperio
estaba formada, en su inmensa m a y o r í a , p o r campesinos: familias de
cultivadores, que trabajaban su propia tierra o terrenos arrendados y
que vivían de su propia producción agrícola, además de entregar los
excedentes al terrateniente (si lo había) c o m o p a g o del arriendo, y al
estado c o m o p a g o de los impuestos. Muchos de ellos eran serui perso-
s

nas privadas de libertad sin derechos legales, sobre todo en algunas


zonas de Occidente; no obstante, las plantaciones con esclavos de la
primera época de la Italia imperial y de Grecia habían desaparecido casi
por completo afínales del imperio, y t antojos campesmos Ubres como
los que no lo eran desarrollaban sus v i d a s oV un modc> parecido. ( E n
este libro no usaré el término «esclavos» para referirme a los campesi-
nos sin libertad, puesto que puede inducir a error; el término solo hará
referencia a los sirvientes domésticos sin libertad, alimentados y man-
tenidos por su señor igual que había sucedido en las plantaciones de
e s c l a v o s , ) A principios de la Edad Media, los campesinos representa-
33

ban el 90 por cien, o más, de la población; la proporción tuvo que dis-


minuir a finales del imperio, puesto que había más gente en las ciuda-
des — e n el caso de E g i p t o , de forma excepcional, suponía una tercera
EL PESO DEL IMPERIO 75

parte de la población t o t a l — , pero podría haber llegado a ser de u n


u

80 por cien, una proporción aún extremadamente elevada.


Probablemente, los campesinos, en su mayoría, eran arrendatarios
de terratenientes. A s í lo entendían los legisladores, desde luego, p u e s -
to que sus leyes para vincular a los campesinos a la tierra estaban diri-
gidas a los colora, la palabra latina más corriente para referirse a los
arrendatarios d e tierras, * L a s extensas fincas del emperador y los s e -
3

nadores romanos, y la aún m a y o r riqueza territorial colectiva de todas


las élites provinciales y curiales, hace pensar también en la existencia
de millones d e arrendatarios dependientes que también pagaban ren-
tas. A menudo, el proceso lo llevaban a cabo intermediarios, los con-
ductores^ que arrendaban fincas enteras d e los grandes terratenientes;
pero algunos de estos últimos prestaban mucha atención a dirigir sus
propias fincas de m o d o que generasen beneficio, como sucedía con los
A p i ó n en el E g i p t o del siglo v i , y c o n Paladio, el autor del y a citado
manual sobre la administración de fincas, en la Italia del siglo v . P o r
desgracia, no disponemos de pruebas suficientemente buenas c o m o
para saber con qué frecuencia, y en qué lugares, 3os campesinos eran
dueños de sus tierras.* L o s papiros egipcios muestran que algunos te-
ú

rritorios de la ciudad estaban dominados p o r los dueños de grandes


fincas, pero otros tenían un considerable campesinado propietario, con
mucha más autonomía. U n buen ejemplo es el territorio del enorme
pueblo de Afrodito (la moderna K o m Ishqaw), del que han sobrevivi-
do muchos documentos del siglo v i , como veremos en b r e v e . L o s anti-
g u o s pueblos tardorromanos que a ú n se mantienen en pie en Siria y
otras partes del Mediterráneo oriental muestran, en los casos m e j o r
conservados ( c o m o en el Macizo C a l c á r e o del norte d e Siria; v é a s e
más adelante, el capítulo 1 0 ) , una ambición arquitectónica y h o m o g e -
neidad en el tipo d e casas que cuesta cuadrar con la situación de depen-
dencia del arrendatario; en particular, se v e n pocos centros estatales.
D e ahí que suela pensarse que estos pueblos pertenecían, principal-
mente, a propietarios independientes. 37

E n general^ p a r e c e q u e había m á s propietarios g ^ ^ P g s m o s ^ e n


Oriente que en Occidente, lo cual encaja con el hecho de que se c o n o z -
can menos terratenientes extrarricos en Oriente. E n Occidente, p o r el
contrario, buena parte d e Italia y de Á f r i c a en particular, además de
algunas partes de la Galia, estaban dominadas probablemente por t e -
rratenientes, y tenemos noticia de más fincas que incluían grandes e x -
tensiones de terreno; una d e las haciendas de Melania y Piniano en
EL LEGADO DE ROMA

África era «mayor que la propia ciudad», esto es, que el territorio urba-
no de la ciudad más cercana: T a g a s t e . ( E n África, donde no todas las
diócesis tenían su sede en las ciudades, algunas fincas eran tan impor-
tantes que contaban con obispos p r o p i o s . ) ,a
Pero tanto en Occidente
c o m o en Oriente, incluso las grandes fincas estaban, p o r lo general,
m u y fragmentadas y diseminadas, y muchas consistían en cientos o
miles de parcelas separadas; entre ellas había m u c h o espacio para que
vivieran campesinos propietarios y élites rurales. A l g u n o s arrendata-
rios también poseían tierras, y las leyes relativas al pago de impuestos
distinguían entre los coloni que poseían algo de tierra, los cuales paga-
ban impuestos directamente a los recaudadores, y los coloni que no p o -
seían ninguna tierra (los llamados adscnpáái), los cuales pagaban las
tasas a través de sus terratenientes. Estos últimos eran mucho más d e -
pendientes, más parecidos a los arrendatarios sin libertad (que no p a -
gaban impuestos; los pagaban directamente sus señores); de h e c h o ,
Justiniano, en una de sus leyes, se preguntaba cuál era la diferencia real
entre los serui y los adscripñcii^ Probablemente, la respuesta variaba
según las regiones: sin lugar a dudas, la tenencia era m á s flexible en
E g i p t o , donde los arriendos eran más breves, más campesinos poseían
tierras, había más trabajo por jornales y la falta de libertad era m u y
rara, en las zonas r u r a l e s ; en Italia, por el contrario, había haciendas
40

enteras que solo tenían arrendatarios privados de libertad y , probable-


mente, el sometimiento rural era m a y o r en general.

U n a diferencia real entre Oriente y Occidente fue que, en Oriente,


era mucho más habitual que los campesinos vivieran en pueblos. A l g u -
nos de estos pueblos existen todavía, c o m o acabamos d e señalar, al
menos en las zonas marginales donde la tierra quedó, desde entonces,
abandonada a merced de los pastos o el desierto. P e r o tanto los docu-
mentos c o m o la arqueología demuestran que los pueblos {komai o
ckoria) eran normales en la mayoría del mundo d e lengua griega, y que
podían contar con una organización rigurosa, con sus propios c a c i -
ques, c o m o ocurría en especial en Egipto. Propietarios y arrendatarios
vivían pared c o n pared, en estos pueblos, y la sociedad agrícola era,
por esta sencilla razón, relativamente coherente y autónoma (la aristo-
cracia rural de Oriente, tal c o m o hemos visto, solía vivir en las ciuda-
des), además de ser lugares porencialmeme más tensos, puesto que los
bandos de los pueblos discutirían por los pastos y los derechos de agua,
o por la jerarquía, que había en todos los pueblos, entre ¡os hombres de
éxito y los fracasados. Sabemos muchas cosas sobre la población egip-
EL PESO DEL IMPERIO 77

cía de Afrodito porque se ha conservado el archivo papiráceo de D i o s -


coro, hijo de cierto A p o l o (h. 5 1 0 - 5 8 5 ) , un acaudalado notable d é l a
localidad: en ocasiones fue el hombre fuerte del pueblo, como antes lo
juera su padre. D i o s c o r o había recibido una educación literaria y jurí-
dica, probablemente en Alejandría, y al v o l v e r a su pueblo se convirtió
en el notario; además — y esto es menos f r e c u e n t e — era poeta y escri-
bió elogios a los duques locales y otros funcionarios. E s interesante
por varias razones. E s el habitante rural mejor documentado de todo el
imperio tardío; pero en las fuentes también nos encontramos con datos
relativos a su carácter personal. A u n q u e sin duda pertenecía a la élite
local, se sentía amenazado p o r todas partes: por el gobernador de la
ciudad más cercana, Antayópolis, celoso de la autonomía de Afrodito;
y por los vecinos, los arrendatarios, los pastores y los acreedores de su
propio pueblo. D i s p o n e m o s de algunos de sus pleitos; sus poemas,
también, solían terminar con súplicas de ayuda; eran transacciones en
su extensa red de patronos y clientes. Afrodito no era un pueblo tran-
quilo. T e n e m o s incluso la investigación de un caso de doble asesinato
por parte de un oficial militar de alto rango, en el que el aristócrata s e -
natorial Sarapamón y su socio, el soldado M e n a s , se defendieron y
acusaron a los habitantes del pueblo del crimen. Está cfaro, sin embar-
g o , que nadie podía controlarlo y relajar sus tensiones en solitario.
Afrodito solo se unía cuando se enfrentaba a los habitantes de otros
pueblos o recibía amenazas de Antayópolis. Estas sociedades difíciles,
de gobernar eran típicas de Oriente. ' 4

Occidente era distinto. A q u í , los pueblos eran más escasos, salvo


en algunas zonas de montaña; por el contrario, tal c o m o demuestra
buena parte del trabajo arqueológico, en e l ^ m p o abundaban las g r a n -
jas aisladas y las reddencjasjuxales o núcleos de las haciendas de los
grandes terratenientes. Incluso el concepto del territorio de un pueblo
apenas estaba presente en la m a y o r í a de lugares; la tierra quedaba
identificada p o r su d u e ñ o , sin más, y casi todas las fincas tenían sus
nombres. A este respecto no disponemos del mismo grado de d o c u -
mentación que en E g i p t o y , p o r lo tanto, es difícil determinar c ó m o
funcionaban las sociedades rurales; pero lo más probable es que estu-
vieran menos cohesionadas que en Oriente, porque había menos ele-
mentos para mantenerlas unidas. Probablemente, los arrendatarios de
haciendas únicas tenían algún vínculo entre ellos, c o m o la experiencia
común de pagar las rentas al terrateniente o conductor^ no provocaba la
misma cohesión que la vida en un pueblo, pero podía incrementar las
EL LEGADO DE ROMA

tensiones locales. D e hecho, la brecha entre los poderosos y los pobres


era, en general, más ancha en buena parte de Occidente, y en ocasiones
podemos observar las consecuencias.
U n ejemplo lo encontramos en el África de Agustín. C o m o obispo
de Hípona, Agustín nombró a su monje Antonino, en la década de 4 1 0 ,
obispo de una diócesis subordinada en Fusala, uno d e los relativamen-
te escasos pueblos de África, en las colinas de lo que h o y es la A r g e l i a
oriental. Resultó que Antonino era una mala persona — e r a un hombre
' joven, de familia pobre, y había ascendido demasiado d e p r i s a — y ate-
rrorizó a su pueblo, "exigiéndoles dinero, ropas, productos y materiales
de construcción; lo acusaron asimismo de agresión sexual. Agustín lo
sacó de allí, pero no lo destituyó, sino que intentó traspasarlo a la finca
vecina d e T o g o n e t o ( T h o g o n o e t u m ) . Allí, los arrendatarios dijeron a
Agustín y al propietario de la tierra que se marcharían si él venía. A n -
tonino generó un sinfín de problemas, hasta el punto de haberse apela-
do al P a p a en R o m a (en este contexto, Agustín escribió las dos cartas
sobre esta persona que han sobrevivido, en 4 2 2 - 4 2 3 ) . Agustín estaba
en una posición m u y incómoda, tal c o m o de hecho correspondía ( « N o
me atrevo a mirar a los ojos a las gentes de Fusala»). Sin embargo, es
interesante observar lo asustados q u e estaban los campesinos: en sus
testimonios coléricos y duros, aun después de la destitución de A n t o -
nino, no quisieron dar sus nombres. Entre la gente d e F u s a l a había
arrendatarios (a quienes interrogaron en ausencia d e sus conductores,
para intentar que se relajasen un p o c o ) , pero probablemente no todos
eran dependientes; es interesante, p o r el contrario, que l o s coloni de
T o g o n e t o estuvieran más preparados para resistirse a A n t o n i n o que
los habitantes del pueblo; aunque lo hicieron recurriendo a la ilegali-
dad, p o r supuesto, y a que ellos estaban atados a la tierra por l e y . 4 1
En
cualquier caso, el protagonismo de los campesinos en este ámbito p a -
rece ser bastante negativo, caracterizado por la amargura, el miedo y el
rechazo. E n esta parte de Á f r i c a , los campesinos y los terratenientes
estaban demasiado separados, lo que derivó en una m a y o r hostilidad
mutua; no había un D i o s c o r o para mediar entre agricultores y autori-
dades. N o es de extrañar que el principal temor de Agustín fuera que
los campesinos se convirtieran a la iglesia donatista (véase el capítulo
j ) y abandonaran en bloque la cristiandad católica.

O t r o elemento q u e era m u y distinto de un l u g a r a o t r o e r a n las_


pautas de intercambio comercial y producción artesanaL T r e s décadas
de investigación arqueológica nos han llevado a una evaluación n o v e -
EL PESO DEL IMPERIO 79

dosa del comercio tardorromano, que hasta la década de 1970 se consi-


deraba marginal, en cuanto al conjunto de la economía. E n los y a c i -
mientos arqueológicos, la cantidad de ánforas recuperadas (sobre todo
para transportar vino, aceite y salsa de pescado; esto es, productos ali-
mentarios) y piezas de cerámica fina (orientación para otros productos
artesanos a g r a n escala, c o m o la ropa y la metalistería) nos permite
determinar las principales zonas exportadoras del imperio y los desti-
nos habituales para sus p r o d u c t o s . 43
P o r toda la zona mediterránea se
han encontrado piezas tardorromanas de engobe rojo, originarias del
norte de Á f r i c a ; la cerámica similar de F o c e a , hallada en la costa turca
del E g e o y en Chipre, se comporta del mismo modo para la zona orien-
tal del Mediterráneo. Sin duda, hicieron el viaje por mar, pero p o d e -
mos encontrar restos en zonas bastante interiores de Italia, además de
en Siria y Palestina. E n el norte de la Galia, en territorio británico y en
la Hispania interior no estaba disponible más que en cantidades m e n o -
res, pero en su lugar descubrimos una producción local a gran escala;
esta es la razón que nos permite afirmar con más certeza que aquellas
zonas, aunque eran activas, estaban separadas de la gran red económi-
ca mediterránea. L a s telas, que siempre fueron el principal producto
artesanal, no son fáciles de identificar en arqueología, pero las fuentes
literarias (incluidas las detalladas listas del Edicto imperial sobre los
precios, de 301) nos indican que Italia, la Galia, E g i p t o y Siria estaban
entre los principales exportadores. L a s ánforas nos permiten añadir el
aceite africano, sirio y egeo y el vino del sur de Italia, de Palestinay del
E g e o , Se trataba de redes de distribución a gran escala y las mercancías
afectadas se producían, sin duda alguna, también a gran escala. D e h e -
c h o , es probable que la prosperidad de las economías africana (es d e -
cir, la de T ú n e z , sobre todo) y de la costa sirio-palestina dependiera
mucho de las exportaciones. A nivel interno, también, la complejidad
económica del sur de Italia, el E g e o , Egipto y Palestina, en particular,
parecen apuntar a una densa red de intercambios entre ciudades y e n -
tre las ciudades y el campo.

Y a hemos visto que algunas zonas del imperio enviaban, c o m o i m -


puestos, buena parte de sus excedentes a otras zonas; África, E g i p t o y ,
en menor medida, Siria, Palestina y el E g e o . Estas provincias, p r o b a -
blemente, tenían la agricultura más rica del imperio (el clima era m u y
parecido al de hoy, si dejamos aparte el calentamiento global); y tam-
bién destacan sobremanera en estas redes comerciales. Sería un error,
sin duda, contemplar estas distribuciones arqueológicas c o m o m e r o
g o E L LEGADO DE ROMA

indicador de la red tributaria; llegaron a demasiados lugares insignifi-


cantes para que fuera así, c o m o p o r ejemplo pequeños asentamientos
de la Italia central o la Palestina oriental. Sin embargo, es probable que
el intercambio comercial se apoyara en la red tributaria. C a t a otoño
zarpaban de África, rumbo a Italia, barcos cargados de cereales y acei-
te del estado, para su distribución en R o m a c o m o annona; sin duda,
también transportaban productos comerciales, c o m o cerámica y más
aceite, de m o d o que el coste de su traslado corría a costa del estado y
podían venderse al otro lado del Mediterráneo a un precio más c o m p e -
titivo, y a fuera en el puerto de R o m a o en cualquier otro. Las exporta-
d o n e s comerciales de Egipto no se conocen tan bien, pero probable-
m e n t e consistían sobre t o d o en telas y p a p i r o s , elementos q u e la
arqueología no recupera (a finales del imperio, la producción egipcia
de vino era m u y cuantiosa, pero de escasa calidad, y quedaba solo para
el consumo i n t e r i o r ) . L a red tributaria facilitaba el comercio y c o n -
44

tribuía, además, a conceder m a y o r importancia comercial a algunas


regiones. C u a n d o en Occidente el imperio empezó a perder la h o m o -
geneidad fiscal — c o s a que sucedió cuando los vándalos tomaron el
núcleo norteafricano en 439, quebrantando así la columna tributaria
que iba de C a r t a g o a R o m a — , el comercio mediterráneo occidental
inició dos siglos de retroceso constante; pero Oriente se mantuvo fuer-
te, a nivel político y fiscal, y el comercio mediterráneo oriental seguía
tan activo en 600 c o m o en 400.

E l mundo tardorromano siempre mantuvo dos carago la local y la


imperial. E l latín y el griego no eran, ni de lejos, las dos únicas lenguas.
E n G r a n Bretaña se hablaba protogalés, v a s c o en partes de Híspanla,
beréber en Á f r i c a , copto en E g i p t o , hebreo, árabe y s i r i o / a r a m e o en
Oriente P r ó x i m o , isaurioy armenio en Anatolia, y sin duda varias len-
guas más. E l copto, el hebreo, el sirio y el armenio tenían literaturas
propias. L a s sociedades locales eran al menos tan diferentes entonces
c o m o lo son h o y , en el abanico de realidades que se extiende desde j a s
montañas gajesas ha¿ta e í ^ s i e r t o e ^

necesidades de adaptación a las g f ^ t ^ ^ d e f e r e n c i a s e n j a j g o l p g í a l o -


c a l C o m o ta rabien a j : o n s e c u e n d a de jos c o n t r a s t e s ^
lu

yorjTjeclida deja^acciónhumana., de los que hemqsjiablado enjasjílti-


rn_as_págínas. P o r otra parte, el mundo_ r o m a n o no solo se m a n t u v o
unido sino que, con el tiempo, fue incrementando muchos aspectos de
su capacidad de cohesión. L a cristianización barrió muchas de las tra-
diciones religiosas locales, como veremos en el próximo capítulo. L a s
EL PESO DEL IMPERIO Si

ciudades tenían un parecido sorprendente, en sus edificios públicos y


en su diseño, en diversas partes del imperio.. L a administración y el
ejército tenían en todas partes la misma estructura general y el sistema
tributario afectaba a todo el mundo. A l g u n a s diferencias culturales se
iban reduciendo: la Galia, por ejemplo, perdió su lengua local, el galo,
hacia el siglo v . Egipto, en particular, en lo que respecta a la sociedad y
la cultura, fue un lugar m u c h o menos atípico en los siglos iv y v de lo
que lo fuera en el i y ii; había dejado de usar sus grandes complejos de
templos y había abandonado también el estilo arquitectónico de los f a -
raones, e incluso renunció a la cerveza c o m o bebida tradicional, a f a -
v o r del v i n o . 4 1
L a gente se sentía parte integrante de un mundo r o m a -
no ú n i c o , una conciencia q u e se extendió no s o l o entre las élites
urbanas, sino también en los pueblos, motivo por el cual Antonino de
Fusala pudo solicitar el apoyo del papa de R o m a en contra de Agustín,
y los habitantes d e Afrodito apelaron a la emperatriz T e o d o r a buscan-
do el respaldo de esta contra el gobernador de A n t a y ó p o l i s . 46

/ Esta conciencia de pertenecer a una comunidad m a y o r está v i n c u -


lada en nuestras fuentes, una y otra v e z , con el patrocinio. L a relación
de padrino y cliente ha existido en todas las sociedades (el lazo entre
señor y vasallo de la fase central de la Edad Media, p o r ejemplo), pero
V la cultura romana hizo gran hincapié en ella. Buscar la ayuda del p r o -
tector, paralelamente a la de los canales oficíales, era algo normal. S e
podía estigmatizar c o m o corrupción, pero por lo general solo lo hacían
los moralistas extremos, o bien las víctimas; sin e m b a r g o , la mayoría
de gente aceptaba la lógica diaria. E n realidad, incluso los canales ofi-
ciales se expresaban muchas veces en términos de patrono-cliente, en
la forma de súplicas individuales o colectivas dirigidas al emperador,
que eran habituales, o en la de los eternos — y l e g a l e s — pagos perso-
nales {sportulae) que esperaban los burócratas de nivel medio o bajo
con posibilidades de facilitar u obstruir el registro de impuestos o una
causa judicial. L a c l a v e de l o s sistemas d e patrocinio d e este tipo es
que, al final, acaban implicando a todo el m u n d o , y entonces todo el
mundo tiene la sensación de q u e , en cierto m o d o , el sistema social le
incumbe. A menudo no ganarán nada con ello, c o m o sucede c o n los
campesinos corrientes, pero tienen la sensación de que pueden obtener
cierta protección de los patronos; si no de inmediato, quizá en otro
m o m e n t o . T o d o el m u n d o , salvo el emperador y sus subordinados
más poderosos, necesitaba a un patrón y , en ocasiones, v a r i o s . 47
Llega-
ban a fanfarronear sobre ello, c o m o cuando J u a n L i d o fue contratado
EL LEGADO DE ROMA
82

p o r la vía rápida c o m o administrador en prácticas p o r el prefecto del


pretorio Zotico, que venía de la misma provincia que él, y ni siquiera
t u v o que comprar su nombramiento. 43
D e un m o d o parecido, todo el
que contaba con algo de poder local, p o r p o c o que mera (del nivel de
D i o s c o r o hacia arriba), tenía clientes. A b i n a y o , un soldado de rango
medio destacado en el sur de E g i p t o en la década de 340, c u y o archivo
también ha pervivido, conserva peticiones de favores especiales de sus
subordinados, p e r o también de a m i g o s y clientes con c a r g o s c o m o
consejeros municipales, sacerdotes, artesanos o campesinos; le solici-
taban que arbitrase en disputas y que apresara a ladrones.* D e todo 9

esto, había p o c o entre sus competencias oficiales, pero el recurso era


completamente normal. Libanio, el intelectual de Antioquía, se escan-
dalizó en la década de 390 cuando sus arrendatarios buscaron a un p a -
trón militar que los protegiera para no tener que pagarle renta; sostuvo
que su primer patrón debería ser el propietario de sus tierras, pero en-
tre el público todo el mundo habría sabido que era una falacia.' G r a n 0

parte de las elegantes misivas que las élites cultas se enviaban mutua-
mente constaban de (o al menos incluían) recomendaciones para clien-
tes o solicitudes de ayuda. T a m b i é n ocurría así con la poesía de D i o s -
c o r o , c o m o h e m o s v i s t o . D e s d e l u e g o , en R o m a la « c o r r u p c i ó n »
distaba mucho de ser un factor de debilidad; al contrario, esta extensa
red de favores era uno de los elementos principales del funcionamiento
sostenido del imperio- E n el momento en que el patrocinio c a y ó , e m -
pezaron los problemas. L o s campesinos d e África que pensaron que la
protección de la iglesia católica quedaba fuera de su alcance, se convir-
tieron al donatismo. C u a n d o los campesinos de E g i p t o que, en épocas
de dificultades, habían usado a sus protectores para librarse de una
parte de las cargas fiscales notaban que aquello había dejado de funcio-
nar, solían huir; y cuando, a partir de 640, el nuevo gobierno árabe
e x c l u y ó a los padrinos rurales tradicionales del círculo de influencia
política, estos se sublevaron, en ocasiones (como veremos más adelan-
te, en el capítulo 1 2 ) . Quizá lo más importante sea que cuando, en el
Occidente del siglo v , las élites locales dejaron de creer que sus mece-
nas tradicionales en el gobierno central y provincial eran capaces de
ayudarlos, a veces se pasaron al bando de los nuevos líderes militares
de las tribus «bárbaras» de sus localidades, y esto resultó en un gran
c a m b i o político. O b s e r v a r e m o s las causas y las consecuencias de este
cambio en el capítulo 4.
EL PESO DEL IMPERTO 83

El mundo romano estaba rodeado por «otros» a.quienes los propios r o -


manos contemplaban con diversos grados de desprecio e incompren-
sión, pero que ínteractuaban con ellos de formas bastante complejas.
Hacia el este, siempre estuvo, Persia, el gran imperio hermano de la E u -
rasia centrooccidental, gobernado entre las décadas de 220 y 640 por la
dinastía sasánida. Persia suponía una amenaza constante, pero estable:
durante unos doscientos cincuenta años — l o s que median entre 3Ó3,
fecha en que Jusriniano emprendió una desastrosa invasión de lo que
hoy es Iraq (por entonces, el núcleo de la economía y la política persa),
y la conquista temporal del Oriente romano por los persas, entre 6 1 4 y
628, que culminó con el sitio de Constantinopla en 626— solo implicó
guerras fronterizas que, c o m o máximo, llegaban hasta Siria. E l estado \
persa era casi tan extenso como el imperio romano; hacia el este alcan-
zaba las tierras centrales de A s i a y lo que h o y conocemos como A f g a -
nistán; este imperio está mucho menos documentado que el romano,
j>ero también se mantuvo unido gracias a un complejo sistema1 tributa-
rio, aunque a diferencia de R o n ^ ^ o n t a b a también con una poderosa
aristocracia militar. L a militarización de la cultura persa se extendió por
el oeste hasta Armenia, que fue motivo de enfrentamíentos entre r o m a -
nos y persas, pero se manruvo en parte independiente en lo político y en
lo cultural. L o s armenios se convirtieron al cristianismo en el siglo j y ,
distanciándose así aún más de los persas, que en su mayoría seguían a
Zoroastro (aunque había también unas minorías considerables de j u -
díos y cristianos, así c o m o d e religiones locales). E l zoroastrismo, sin
duda, contribuyó al efecto de «extrañeza» de los persas, a ojos de los
romanos; por ejemplo, sus sacerdotes, llamados magoi en griego o magi
en latín, dieron su nombre a la ¿¿magia» en ambas lenguas, aunque la
religión de Zoroastro fuese partidaria de una teología abstracta y de los
rituales públicos, igual que el cristianismo. Pero cabe sostener que la
cultura militar persa, junto c o n el gran respeto que sentían por la anti-
gua tradición dinástica, era lo que la señalaba como algo culturalmente
muy distinto de R o m a , puesto que la concepción romana del parentesco
podía unir a primos lejanos y primos políticos en redes de patrocinio,
pero hasta las familias «antiguas» raramente contaban con más de un
siglo o dos de importancia. E l elemento dinástico a y u d ó a las tradicio-
nes persas a sobrevivir más que las romanas cuando ambas fueron b a -
rridas, desde Cartago a Samarcanda, por los árabes en el siglo v i l . 5 1

L a s o t r a s fronteras, R o m a J a s compartía con grupos mucho menos


organizados, a nivel político; todos ellos eran conocidos como barbad
EL LEGADO DE ROMA
8 4

p o r los romanos, «bárbaros», un término adecuadamente impreciso


que y o también adoptaré (aunque conservando las comillas^, l i n el sur,
se enfrentaban a tribus nómadas y seminómadas del Sahara y sus már-
genes^ en su mayoría hablantes d e lenguas bereberes; durante m u c h o
t i e m p o , no los percibieron c o m o amenazas militares g r a v e s , p e r o
aquellos grupos fueron acrecentando su cohesión social y militar, en
gran medida c o m o consecuencia de la influencia romana; y una alianza
tribal, la laguatana, se mostró m u y agresiva a principios del siglo v ,
según lamentaba entre otros Sinesio, e n la C i r e n a i c a ; más adelante,
también los vándalos de África tuvieron problemas con los berebe-
r e s ^ L o s pictos y los irlandeses, al norte y oeste de los británicos, tam-
1

bién representaban una,amenaza potencial, aunque solo para las zonas


fronterizas británicas y a militarizadas^ sobre todo en las irrmediariones
de 1 Muro de A d r i a n o (llevaron a cabo una invasión importante en 367-
368)- L a extensa frontera del Rui y del Danubio se enfrentaba a c o m u -
nidades tribales, en su mayoría germanohablant.es, que desde T á c i t o ,
en d^siglo 1, fueron contempladas p o r los historiadores c o m o un con-
i u r ^ ^ — l o s <gg/7yzg/z¿-—, aunque no disponemos de ninguna p^mebaje
que estos pueblcjs r e ^ n p c i e r a n ningún lazo en común. E n el siglo TV,
los grupos principales de lajrontera e j a n j o s francos, en la cuenca baja
del R i n ; los atamanes, en el medio y alto R i n ; y los godos^ en el bajo
Dannbio y la zona nororientaL, entrando en las estepas de lo que h o y es
Ucrania. U n poco más_atrás estaban los frisios, en la z o n a d e los actua-
les Países Bajos; los sajones, en el norte de la moderna Alemania; y los
vándalos y longobardos (o lombardos) al este de ellos. Estos eranTos
principales grupos, pero había muchos más. Quizá valga la pena m e n -
cionar también a los cuados ($uadi) que ocupaban lo que h o y es E s l o -
7

vaquia y Hungría, aunque solo sea porque lucharon en una breve g u e -


rra contra Valentiniano [ en 574-375, se reunieron con el emperador y
alegaron (correctamente, de hecho) que sus propios ataques eran en su
m a y o r parte una respuesta justificada y defensiva a las agresiones r o -
manas; para Valentiniano, la respuesta fue tan insolente que sufrió un
ataque y murió. Después de esto, cabría sentir cierta debilidad p o r los
cuados, pero al p o c o desaparecieron de la historia: tuvieron que ser
absorbidos por el imperio de los hunos a principios del siglo v , empla-
zado en la misma zona; probablemente, sus descendientes en el siglo v
fueran los llamados suevos, y quizá también los r u g i o s . ^

L a transformación de los quaJi es solo un ejemplo entre muchos de


un rasgo crucial de todas estas comunidades tribales: eran m u y c a m -
EL PESO DEL IMPERIO

biantes. Para empezar, ninguna de ellas constituía un grupo étnico uni-


do; estaban formadas por tribus menores, cada una de ellas con su p r o -
pio guía (como sucedía con la media docena de grupos godos, aunque
estos se pueden contar entre los pueblos germánicos con una organiza-
ción más coherente). E s cierto que, en ocasiones, los historiadores han
defendido que algunas tribus germánicas no disponían de un liderazgo
permanente, sino solo en tiempos d e guerra- Este último modelo m e
parece menos probable (aunque solo sea porque la guerra era bastante
habitual); más plausible resulta la posibilidad de que la guerra alentase
el desarrollo temporal de alianzas y confederaciones d e tribus indepen-
dientes m u y pequeñas, todas con sus jefes permanentes, pero que h a -
bían escogido un guía temporal para la confederación. E s t o , al menos,
encaja con la descripción de los alamanos de las décadas de 350 a 3 7 0 ,
según la presenta A m i a n o ; sus siete reyes (reges) se unieron, a las órde-
nes de C n o d o m a r o y su sobrino Serapio, para combatir a juliano en
3 57, pero estos también estaban flanqueados por otros diez líderes de
menor rango, los regales, además de aristócratas «de varias nauones». u

T o d a s estas «naciones» ¿llegaron a considerarse «alamanas», o este


nombre e s , c o m o «germánicos», un término romano que se refiere a
una realidad mucho más embrionaria? N o podemos estar seguros d e
ello; pero, de ser así, se explicaría al menos la frecuencia con la que c a m -
bian las denominaciones de los grandes pueblos descritos por los roma-
nos. 1 5
E l problema es, sin duda, que nuestras únicas fuentes escritas
provienen d e los romanos (la única fuente gótica segura es la traducción
gótica que hizo Ulfila del Nuevo Testamento, aunque la Pasión de Saba,
sobre un mártir de las primeras épocas del cristianismo, muerto en tie-
rras góticas en 3 7 2 , quizá también fuera escrita por un g o d o ) . L a etno-
5 6

grafía romana nunca fue fiable y , por lo general, era m u y moralizante;


sus «bárbaros» eran seres inferiores p o r naturaleza, pero a menudo n o -
bles en su salvajismo, que actuaban como espejo de las deficiencias d e
los propios romanos. E s m u y improbable que ni siquiera A m i a n o , aun-
que estuviera presente en el R i n en 357, tuviera más información que la
que le llegaba d e segunda mano acerca de la sociedad alamana y sus
prácticas; otros observadores se habrían hallado aún más distantes.

Pese a todo, sí podemos decir algunas cosas de los grupos «bárba-


ros», gracias en parte a las fuentes escritas y , en parte, a la a r q u e o l o -
gía." Lo^_y^cmo¿sÍtuadosjjj^
de agricultura m i x j a j s a l y o los nómadas_delSahara^.lamayoría insta-
ladas en poblaciones pequeñas, con unas élites que p o r lo general v i -
S6 E L L E G A D O D E ROMA

vían puerta con puerta con los campesinos. Estaban asentados y cons-
tituían sociedades estables; J I O eran habituales los traslados. S i n
e m b a r g o , en todos los casos parecen estar mejor organizados hacia el
siglo i v que en épocas anteriores del imperio. L a arqueología nos
muestra el lento desarrollo de diferencias en la cultura material entre
las distintas regiones (por desgracia, no tenemos forma de saber si en-
cajaban con las distinciones étnicas entre francos, alamanos, g o d o s ,
etc.; a mi entender, esto es bastante improbable) y , lo más importante,
las crecientes concentraciones de riqueza: en el j p u n d o germánico,-y
podríamos añadir asimismo el mundo beréber, los ricos se fueron ha-
ciendo más ricos. Este fue en gran medida el resultado directo del c o n -
tacto con el imperio romano, que era mucho más rico y poderoso que
cualquier grupo «bárbaro». U n a importante proporción de los artefac-
tos hallados en rumbas lujosas situadas más allá de la frontera, en el si-
g l o i v , son de manufactura romana; y hablamos de emplazamientos
situados tan al norte c o m o D i n a m a r c a . * L o s romanos comerciaron
f

con el otro lado de las fronteras: también contrataron a «bárbaros»


como mercenarios, en todos los siglos. C u a n d o los «bárbaros» mejora-
ron su oj^ganjzaciOTj^mHén se volvieron más peligrosos, y los roma-
nos tuvieron que poner más cuidado en sus propias defensas frente a
ellos. E n los límites del norte del imperio fue creciendo una extensa
región fronteriza, donde la militarización era capilar y afectaba a estra-
tos sociales m u c h o más amplios que en otros lugares: el norte de la
Galia y los Balcanes fueron las regiones fronterizas mas extensas de
esta clase, pero también hubo otras más pequeñas en otras zonas. Pues-
to que los «bárbaros» servían en el ejército y con frecuencia se instala-
ban en el imperio, al mismo tiempo que, bajo la influencia romana, se
desarrollaban jerarquías más allá de las fronteras^ ocurrió que las dos
sociedades de ambos lados de la frontera, poco a p o c o , fueron aseme-
jándose más entre sí: en cierto nivel, quizá en realidad no hubiera dife-
rencias tan grandes entre Valentiniano (que era originario de la fronte-
ra panonia, en la H u n g r í a m o d e r n a ) y los jefes de sus v e c i n o s , los
cuados, c u y a descarada réplica acabó con la vida del emperador.* 9

Este tipo de observaciones han servido a algunos historiadores


m o d e r n o s c o m o base p a r a sostener q u e , en realidad, nada c a m b i ó
cuando los «bárbaros» entraron en eHmperio rcmano, en el siglo v , y
susjítuyeron la mitad occidental con sus propios reinos. Hacía m u c h o
tiempo que los emperadores provenían de familias militares de la fron-
tera; los estados sucesores tuvieron reyes de una clase parecida, solo que
EL PESO DEL IMPERIO 8?

procedían del otro lado d e la frontera. E s t e argumento es mejor q u e


el tradicional, según el cual oleadas migratorias de germanos se fueron
apoderando del ejército y estado r o m a n o s , en estado d e debilidad
(por su cercanía a los bárbaros); p e r o , aun así, también v a demasiado
lejos. Existió una importante diferencia política entre los dos lados d e
la frontera: en u n lado gobernaban los romanos, en el otro, no. J u l i a -
no y Valentiniano pudieron atacar a los alamanos y los cuados, preci-
samente, porque aquellos no estaban bajo la dominación de R o m a , y
estos se veían a sí mismos como distintos de los romanos, desde el p u n -
to de vista estructural, algo que no cambió con la invasión. A l contra-
rio, los soldados de origen «bárbaro» se desarraigaron, en gran m e d i -
da, al unirse al ejército- T o m e m o s el ejemplo de Silvano -—de origen
franco, según A m i a n o — , que fue general del ejército romano en la
década de 3 5 0 , c o m o antes lo fuera su padre. Silvano fue acusado d e
traición, falsamente, en u n a intriga palaciega de 3 5 5, cuando estaba
destinado en Colonia, en la frontera del Rin. N o sabía qué hacer. ¿ D e -
bía huir al territorio de los francos, sus parientes? L o disuadieron, ale-
gando que los francos lo matarían o lo traicionarían; en lugar d e esto,
reclamó para sí el imperio, tal como habían hecho y a antes, en muchas
ocasiones, los dirigentes militares. E l intento falló y el propio A m i a n o
interpretó un papel decisivo en el asesinato de Silvano. A A m i a n o le
habría resultado fácil retratar a Silvano c o m o un intruso sin palabra,
quizá de costumbres salvajes (lo hizo en otras ocasiones, c o m o p o r
ejemplo con F i r m o , un noble beréber romanizado que se volvió «bár-
baro» cuando inició una revuelta en 3 7 3 ) . ^ Pero A m i a n o , al contrario,
empatízó c o n la difícil situación d e S i l v a n o , al que describe c o m o u n
soldado romano, sin más, e independiente -—tanto en lo político c o m o
en lo c u l t u r a l — de los francos del otro lado del R i n ; la formación mili-
tar de Silvano y a se había ocupado de crear esta diferencia. L o s g r a n -
des políticos militares d e extracción «bárbara» que fueron importantes
en la política de finales del siglo rv, c o m o el franco A r b o g a s t o (m. 394)
y el medio vándalo Estilicón ( m . 408), ambos jefes de estado defacto^
eran parecidos: eran soldados profesionales y se movían en u n escena-
rio político totalmente romano. E r a algo normal en la política del siglo
iv. F u e , en c a m b i o , la política del siglo v — c u a n d o algunos líderes
militares «bárbaros» lucharon por R o m a al frente de importantes cuer-
pos de tropas formadas por soldados de sus propias comunidades, que
se denominaban a sí mismos «godos» o «francos», en lugar de « r o m a -
n o s » — la que tendió a ser distinta.
ss EL LEGADO DE ROMA

E n la década de ^70. los hunos aparecieron en el este. S e trataba de


un pueblo nómada del A s i a Central. A m i a n o los retrata con unos tér-
minos m u y hostiles y de un esquematismo imposible: apenas h u m a -
nos, comedores de carne cruda, sin entrar jamás al interior de las casas,
vivían a caballo y sin mandos; en suma, el clásico «otro» incivilizado.
P e r o eran buenos combatientes. Quizá en la década de 370 no fuesen
un grupo político independiente (aunque lo serían, durante una gene-
ración, bajo el mando de Atíla, entre la década de 430 y el año 4 5 4 ) ,
pero destruyeron el gobierno de al menos una de las tribus góticas, los
greutungos de E r m e n r i c o , en %jl o antes, y amenazaron a otras. E n
tanto que nómadas, se sentían tan ajenos a los godos c o m o a los r o m a -
nos. E n consecuencia, la mayoría de otra tribu goda, los tervingos, in-
tentó entrar en el imperio romano en A 7 ^ , V l o mismo hicieron otras
secciones de l o ^ g o d o s , aunque otros se quedaron al norte del D a n u b i o
y fueron asimilando despacio la hegemonía de los h u n o s . 61
L a s tribus"
«bárbaras» habían invadido el imperio y a muchas veces^enlos dos s i -

^_ Q s a n
J^_ ' _
r Q r e s ;
P ..JP g g ^
Qr n r a
^ s a
g u e
j^ ?
> r i
P^ffggj^JSS-^gj^ z o n a s

militarizadas, los Balcanes y el norte de la Galia, y luego eran derrota-


dos y esclavizados, absorbidos o devueltos. L a s solicitudes para entrar
con sumisión eran escasas, y los romanos, incluido el emperador orien-
tal Valenté 64-3 7 8 ) , hermano de Valentiniano, no estaban seguros
decómomajiejarjaj^e^ Aceptaron la solicitud, y los g o d o s , como
inmigrantes en los Balcanes orientales, se convirtieron en las siguien-
tes décadas en los cristianos «arríanos», la variante del cristianismo
propia tanto del antiguo misionero Ulfila c o m o , en menor medida, del
propio Valente. P e r o los romanos seguían sospechando. Privaron a
los godos de suministros y estos iniciaron enseguida un levantamiento,
encabezados por su jefe, Fritigerno; y Valente los subestimó y c a y ó
muerto en Adrianópolis ( h o y Edirne, en la Turquía europea) en 378.
L o s g o d o s no consiguieron aprovechar el momento, porque no eran
suficientes en¿número y su posición estratégica era débil; en 3 82 acep-
t a r o n la paz. E n 394 combatían en el ejército romano oriental contra un
usurpador occidental elegido por A r b o g a s t o . Pero no se convirtieron
en «romanos» y se mantuvieron c o m o g r u p o étnico independiente;
fueron el primer grupo de esta naturaleza dentro del imperio.

Fstp ripn de ppnetrflr.ión interna se fue haciendo cada v e z más ha-


bitual sobre todo después de que un gran número de grupos «bárba-
v

rojj^asaltara d_Ímperio en 405-406, probablemente como resultado del


d esa r r o l l o s o s t ^ ^ los hunos. Esto no tenía que ir en
EL PESO DEL IMPERIO 89

contra de las estructuras de poder romanas, en absoluto, y no sucedió


asi en Oriente; pero los errores políticos cometidos a la hora de m a n e -
jar a los «bárbaros», c o m o el de Valente, siguieron tras su muerte, y
estos sí fueron más problemáticos. E n el capítulo 4 v e r e m o s c ó m o la
inepcia estratégica ante una situación política que no cesaba de c a m -
biar acabó por hundir la mitad occidental del imperio. P e r o la estabili-
dad que hemos visto en este capítulo no es imaginaria, en cualquier
caso; y muchos de los modelos políticos y sociales descritos aquí dura-
ron aún hasta bien entrada la A l t a Edad Media.
3

C U L T U R A Y C R E E N C I A S EN EL M U N D O
CRISTIANO ROMANO

A finales de la década de 460, según le refirió Sidonio Apolinar a un


amigo, los obispos de L y o n y A u t u n tenían la tarea de elegir y consa-
grar un nuevo obispo de C h a l o n - s u r - S a ó n e . Había tres candidatos,
cuyo nombre desconocemos; uno reclamaba el puesto por la antigüe-
dad de su familia, otro había conquistado apoyos en la ciudad al repartir
alimentos entre la gente, y un tercero prometía tierras de la iglesia a sus
partidarios. E n lugar de a cualquiera de estos, los obispos eligieron al
santo clérigo Juan, quien había ascendido lentamente entre la jerarquía
de ía iglesia local, lo que confundió a las facciones locales. E l propio S i -
donio no era aún obispo de Clermont; cuando por fin lo fue, una de sus
primeras tareas consistió en celebrar una elección similar en Bourges,
en 470. A q u í , aunque de nuevo había numerosos candidatos, muchos
de los ciudadanos querían a Simplicio, un notable del lugar, de familia
senatorial. Sidonio, que al principio recelaba de su elección, lo acogió
luego con más simpatía, y preservó el discurso a los ciudadanos sobre
esta cuestión, que decía, en paráfrasis (considerablemente abreviada):
Si elijo a un monje, diréis que es demasiado ajeno a este mundo; si elijo
a un clérigo, muchos creerán que me rijo solo por el lugar que ocupa en
la jerarquía [como había ocurrido en Chalón, de hecho]; si opto p o r un
funcionario laico, diréis que he elegido a alguien semejante a mí. Pero
tengo que elegir; muchos de vosotros quízá seáis episcopales^ dignos de
ser obispos, pero no lo podéis ser todos. A s í pues, elijo a Simplicio, que
es laico, pero en su familia abundan tanto los obispos c o m o los prefec-
tos (e igualmente en la de su mujer) y él ha defendido los intereses de la
ciudad frente a los líderes romanos y frente a los «bárbaros». E n efecto,
pues, en esta segunda elección Sidonio escogió a alguien m u y similar a
él m i s m o , un aristócrata del lugar, secular y casado. E n \a G a l i a , el
1

puesto de obispo estaba convirtiéndose en elemento habitual del desa-


EL LEGADO DE ROMA

rrollo de la carrera laica de los notables de la ciudad, tal c o m o lo había


sido anteriormente el sacerdocio p a g a n o ; la jerarquía tradicional del
mundo romano, de hecho, había absorbido las nuevas estructuras de
poder del cristianismo. Y , sin embargo, no era así en todas partes; que
Sidonio apoyara con entusiasmo la elección de Juan de Chalón, frente a
la oposición de los notables del lugar, muestra que en ocasiones seguía
siendo posible que en la jerarquía de la iglesia se emplearan criterios
distintos a los de ía riqueza y el nacimiento. A s í , aunque el cristianismo
quedó absorbido en buena parte por los valores romanos tradicionales,
nunca ocurrió así por completo.
U n ejemplo ligeramente más combativo de la misma cuestión lo
ofrece Sinesio de C i r e n e , que en 4 1 1 fue recomendado a T e ó f i l o , p a -
triarca de Alejandría, como obispo de la vecina Ptolemaida. Sinesio
era otro de los notables laicos locales, igual que Sidonio y Simplicio;
no solo representó a la Ctrenaica en Constantinopla, donde logró ali-
viar los impuestos de la provincia, sino que organizó asimismo ía de-
fensa local contra los bereberes; era la clase de hombre útil que t a m -
bién sería m u y Valioso c o m o o b i s p o , y desarrolló activamente esa
función en los dos años previos a su muerte, aproximadamente, c o m o
hemos visto en el capítulo 2. Sinesio, sin embargo, también era un e x -
perto filósofo neoplatónico, con numerosas obras a su cargo, tan e m -
papado en la tradición filosófica clásica que hay quien se ha pregunta-
do si en realidad era cristiano (pese a que no cabe duda de que sí lo
era); y en Alejandría no solo recibió lecciones de Hiparía — l a recono-
cida matemática y neoplatónica p a g a n a — , sino que también fue buen
a m i g o personal de esta, según se demuestra en las cartas de S i n e s i o . 2

T e ó f i l o , p o r su parte, era un partidario de la línea dura, que en 391


hizo destruir el más famoso de los templos paganos de Alejandría, el
Serapeo; de hecho, en 4 1 5 , Hipatia fue linchada p o r la muchedumbre
que seguía a Cirilo, su sucesor. N o obstante, antes de ordenarse, Sine-
sio escribió una carta abierta extraordinaria, en la que afirma sus v a l o -
res filosóficos y morales. N o renunciaría a su esposa; y continuarían
durmiendo juntos, con la esperanza de engendrar hijos. « E n cuanto a
la Resurrección, objeto de creencia común, la considero un concepto
sagrado y misterioso, sobre el cual no coincido en absoluto con la pers-
pectiva de la mayoría.» E l mundo tampoco estaba destinado a concluir,
p o r otro lado. Si lo consagraban, la filosofía continuaría siendo su v o -
cación privada, p o r muchas falsedades que dijera en público; y esto era
algo que T e ó f i l o debía saber. A q u í no estamos en el mundo de la G a -
CULTURA Y CREENCIAS EN EL MUNDO CRISTIANO ROMANO 93

lía, con su, en ocasiones, provincianismo intelectual; sino en el p u r o


corazón del debate religioso violento y sin concesiones. A pesar de
todo, Teófilo consagró a Sinesio. E n Alejandría, el apoyo y la condi-
ción de que se gozaba localm^nte contaban tanto como en la Galia cen-
tral; al menos, en todo caso, sí eran poderosos.
E l imperio r o m a n o aún no era enteramente cristiano, en ningún
caso, en 400. E n R o m a seguía habiendo aristócratas paganos, aunque
quizá y a no en 450; en Constantinopla aún había algunos un siglo más
tarde. H u b o maestros paganos en Atenas y Alejandría hasta el siglo v i
(Justiniano clausuró la escuela ateniense en 5 29), y algunas ciudades
menores, particularmente las sirias B a a l b e t y Harran, probablemente
contaban con mayorías paganas- L a s zonas rurales — e s decir, la m a -
yoría de la p o b l a c i ó n — eran en buena parte paganas en casi todas p a r -
ces, salvo en Siria, Palestina, Egipto y África, y había asimismo abun-
dancia de paganos en estas p r o v i n c i a s . L a situación perduró cierto
1

tiempo; Juan de E f e s o nos legó un relato de la misión que desarrolló en


la Anatolia a mediados del siglo v i J T a m b i é n había importantes c o -
munidades judías en Galilea y Samaría, en Palestina; en Siria y el valle
del Eufrates; en la Anatolia occidental; en la Hispania nororiental; en
Alejandría, en R o m a y , en grupos más reducidos, en la mayoría de ciu-
dades del imperio; estos, políticamente, eran marginales, pero en este
período se hallaron menos sometidos a la persecución oficial que más
adelante. P e r o todos los emperadores, s a l v o J u l i a n o durante tres
5

años, habían sido cristianos desde 324 (Constantino se convirtió en


3 1 2 , pero durante más de una década no rigió en todo el imperio). A lo
largo del siglo í v , el p a g a n i s m o fue separándose cada v e z más de la
vida pública; en 3 9 1 - 3 9 2 , T e o d o s i o I había prohibido los puntales de
buena p a n e del paganismo tradicional: el sacrificio público y la d e v o -
ción privada de imágenes. Esta legislación coercitiva se reforzó aún
más en el siglo v y Justiniano le añadió los toques finales, al prohibir
los cultos paganos e imponer el bautismo so pena de confiscación y , en
ocasiones, ejecución. A l igual que las leyes relativas a la herejía cristia-
na (véase más abajo), estas nunca pasaron de ser parcialmente eficaces;
hubo festivales paganos que continuaban celebrándose incluso en ciu-
dades principales del cristianismo, c o m o Edesa, a finales del siglo v .
Sin embargo, en este momento, el paganismo ya había quedado c o m -
pletamente excluido del mundo romano oficial. 6

E l vocabulario, las imágenes y la práctica pública del cristianismo,


p o r lo tanto, adquirieron predominancia política en el imperio hacia
E L LEGADO DE ROMA
94

400, un dominio que en adelante solo haría que incrementarse; y en las


ciudades, que eran el foco de casi toda la actividad política, los cristia-
nos también dominaban numéricamente, p o r lo general. P e r o tenemos
que preguntar qué clase de cristianismo era, qué contenido efectivo
poseía: hasta qué punto absorbió valores de la tradición romana (e in-
cluso prácticas religiosas), hasta qué punto las cambió, y cuáles eran
sus propias fisuras (pues había muchas). L a primera parte de este capí-
tulo se ocupará de estos temas, principalmente de la práctica y las
creencias religiosas; la segunda parte ampliará más el marco y se fijará
en otros rituales d é l a esfera pública y en valores más asentados, inclui-
do lo que se daba p o r sentado con respecto a los roles de género.

E l cristianismo, hacia 400, estaba definido con sencillez, en cierto


nivel, c o m o la religión del N u e v o Testamento; si uno creía en la divina
Trinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y si uno creía que J e s u -
cristo, crucificado hacia 33 d. C , era el Hijo de D i o s , y que no existían
otros dioses, entonces uno era cristiano. Estas creencias, p o r lo g e n e -
ral, se acompañaban de una exaltación de la pobreza — p u e s el buen
cristiano debía darlo todo a los p o b r e s — y la suposición de que este
mundo era solo un breve campo de pruebas previo a los eternos gozos
del cielo o las eternas torturas del infierno; lo que implicaba que el pla-
cer era arriesgado y que el ascetismo (y, a veces, la propia mortifica-
ción) se consideraba cada v e z más c o m o una actitud virtuosa. P e r o
nunca se ha dado que los cristianos, en su mayoría, interpretaran la se-
gunda de las frases precedentes con la seriedad con que se tomaban la
primera; y esto nos presenta un problema. C u a n d o analizamos la cues-
tión de con qué clase de cristianismo estamos tratando, y a sea en este
período o más adelante, se plantea de inmediato la cuestión del mate-
rial de fuente. L a enorme producción de escritos cristianos, desde
aproximadamente 3 50, es m u y superior en cantidad a la obra de las
élites seculares tardorromanas (aunque entre los siglos i v y v i , esta
pervive con bastante generosidad), pero fue casi p o r entero redactada
por hombres mucho más rigoristas que sus vecinos. E l grado de rigor
variaba, desde el relativo pragmatismo de un A g u s t í n , pasando por las
denuncias más intransigentes de un Jerónimo o un Salviano, hasta el
purismo extremo, ajeno a la posibilidad de una emulación normal, que
implican los relatos hagiográficos de los santos ascéticos, tales c o m o
A n t o n i o o Simón el Estilita- T o d o s ellos, sin embargo, eran sumamen-
te críticos con el mundo que los rodeaba, cristiano, pero poco severo; y
la meta de todos estos autores era reformar mediante la crítica, no p r e -
CULTURA Y CREENCIAS EN EL MUNDO CRISTIANO ROMANO f) 5

sentar una descripción precisa. E n consecuencia, no siempre es fácil


determinar si la gente en efecto hacía las cosas que se les criticaba, p o r
no hablar del grado de habitualidad de tales acciones o , menos aún, de
qué sentido adquirían esas acciones para quienes las realizaban. Entre
la cómoda asimilación de los valores y las jerarquías tradicionales en el
cristianismo, por p a n e de una aristocracia de ánimo laico, como el de
Sidonio, y el rigorismo de una minoría de autores más comprometidos
— q u e , por otro lado, tampoco fueron siempre una minoría popular o
influyente—, había todo un océano de distintas variedades de práctica
religiosa, desarrolladas p o r todos los demás, c u y o sentido debe adivi-
narse a través de los relatos de observadores hostiles.

V e a m o s p o r ejemplo los festivales. E n la religión grecorromana


tradicional, el año estaba repleto de festejos religiosos de primer or-
den, a los cuales, como es natural, los cristianos se oponían. U n a fiesta
importante era la del U n o de E n e r o , celebración de tres días de dura-
ción que señalaba el cambio de a ñ o . L o s sacrificios tradicionales a s o -
7

ciados con este se prohibieron, pero ¿convertía esto a la fiesta, también


para los cristianos, en a l g o religiosamente neutral, que simplemente
celebraba el placer y la solidaridad civil? Parece claro que, en su m a y o -
ría, la gente pensaba que sí; pero una corriente de escritores cristianos,
incluidos los autores de los sermones que se predicaban en público, se
oponía a ello con violencia; en gran medida, porque esa fiesta competía
con la N a v i d a d (que a su v e z , irónicamente, era el sustituto directo de
un festejo pagano, el del solsticio de invierno), pero también porque, a
su modo de v e r , la fiesta estaba irresolublemente contaminada de p a -
ganismo. E l U n o de Enero s o b r e v i v i ó c o m o festejo hasta entrado el
siglo v i i i , y más adelante; pero no sabemos si la gente corriente la per-
cibía c o m o cristiana, laica o pagana, ni el cuándo ni el c ó m o de esas
percepciones. L o s obispos se enfrentaban a las fiestas de esta clase, s o -
bre todo, organizando festejos propios, lo que dio origen al calendario
religioso cristiano, centrado en la N a v i d a d , luego C u a r e s m a , y luego
la Pascua y Pentecostés; los meses más importantes eran de diciembre
a m a y o , y el calendario se extendía al resto del año con las celebracio-
nes de los santos locales. E s t o , a la postre, reemplazó de hecho al calen-
dario pagano; el tiempo cristiano sustituyó al tiempo pagano. U n feroz
hincapié en el d o m i n g o c o m o inquebrantable día de descanso, que en
8

el siglo vi contaba con vigilancia milagrera (según G r e g o r i o de T o u r s


[m. 594], quienes trabajaban los campos en domingo quedaban tulli-
dos, y nacían ya tullidos los hijos de relaciones sexuales dominicales),
9 6 EL LEGADO DE ROMA

también señaló la definitiva cristianización del tiempo, P e r o había


gente que seguía manteniendo actitudes «equivocadas»: trataban los
nuevos días santos cristianos en forma similar a c o m o habían tratado
las viejas festividades paganas, es decir, c o m o oportunidades de e m b o -
rracharse y pasarlo bien, según lamentaba A g u s t í n al respecto de la
conmemoración de un mártir local. Esta forma de comprender el ca-
9

lendario cristiano, a través del placer público, más que (según p r o p o -


nía Agustín) mediante el canto de salmos en la iglesia, era considerada
pagana p o r la m a y o r í a de nuestras fuentes, p e r o sin duda era plena-
mente cristiana a ojos de los celebrantes; y esta doble concepción per-
duró mucho tiempo.
A l g o muy similar cabe decir de la cristianización del espacio g e o -
gráfico- L o s cultos paganos habían tachonado el paisaje del imperio
r o m a n o , con una p r i m a v e r a sagrada aquí, un templo en lo alto de
aquella colina, y cada uno quizá con su propio dios; de hecho, todo el
paisaje contenía elementos potencialmente sagrados. A medida que es-
tos iban siendo lentamente destruidos o prohibidos, y que se erigían
n u e v o s espacios de culto cristiano, de preferencia alrededor de las
tumbas de mártires o santos rurales, se corría el riesgo de que lo nuevo,
simplemente, diera un nuevo tinte religioso a las tradiciones más anti-
guas, como ocurrió con el notable lugar de culto rural de Saint-Julien
de Brioude, en la Galia central, situado sin lugar a dudas en la tumba
de un mártir, pero también en un espacio conocido de antiguo por un
importante santuario de Marte y M e r c u r i o ; el relevo parece haberse
producido a mediados del siglo v . 1 0
L a gente también se emborrachaba
en las tumbas de los mártires, después de todo; quién sabe qué estaban
celebrando en realidad, si al mártir o el lugar de culto tradicional. Q u i -
zá hubo momentos en que los rituales, e incluso las festividades, se in-
virtieron de un m o d o tan claro que los peregrinos que acudían al lugar
de culto antiguo se daban cuenta de que se habían producido cambios
de calado, tal c o m o pretendió el papa G r e g o r i o M a g n o , cuando, en
óo i , propuso a los misioneros que iban a la Inglaterra anglosajona que
asumieran el control de los templos paganos, pero obligaran a los visi-
tantes devotos a comerse los animales que habían traído para el sacrifi-
cio ritual. O quizá n o ; una topografía cristiana podía asemejarse sospe-
chosamente a una p a g a n a . 11

P e r o , incluso en este caso, aún era posible que hubiera cambios.


Para empezar, mientras que para el ojo pagano un paisaje entero podía
ser numinoso, a ojos de un cristiano solo había numen en los sitios de
CULTURA Y CREENCIAS EN EL MUNDO CRISTIANO ROMANO 97

culto específicos, que eran puntos de luz en un espacio general laico.


Estos siempre eran (o pronto lo fueron) iglesias, que resultaban m u y
visibles. F u e r o n pocas las iglesias levantadas directamente sobre t e m -
plos, o dentro de ellos, y de las pocas salvedades, casi todas eran u r b a -
nas. E n las ciudades, de hecho, las topografías cristianas eran en g e n e -
ral bastante más distintas de las paganas. L a religión pública tradicional
se había centrado en los edificios ceremoniales situados alrededor del
foro, en el centro de la ciudad; pero las iglesias de la devoción cristiana
estaban a menudo en los límites de la ciudad, o en el exterior, en las
zonas de entierro. L a actividad religiosa urbana, en consecuencia, se
descentralizó m u c h o ; incluso hubo ciudades con fragmentación espa-
cial, en algunas partes del imperio (sobre todo, en la G a l i a ) , con p o -
cos núcleos de asentamiento en torno de iglesias dispersas; y , en a l g u -
nos casos, un centro urbano tradicional que se dejaba en ruinas. E s t o
ocurría así, a veces, porque los centros urbanos se antojaban demasia-
do paganos o demasiado laicos; en R o m a , p o r m u c h o que se c o n v i r -
tiera en importante capital cristiana, no se construyó ninguna iglesia
en la zona general del foro hasta 5 2 o . E l hecho también se relaciona-
11

ba con algunos cambios reales en las ideas de lo sagrado, y de lo que


podía causar corrupción espiritual. L a religión tradicional g r e c o r r o -
mana consideraba a los muertos c o m o seres m u y peligrosos y conta-
minantes; no se podía enterrar a ningún adulto dentro de las murallas
de la ciudad ni en áreas habitadas, y todos los cementerios estaban
fuera de los límites de los asentamientos. Sin e m b a r g o , los cristianos
tenían otra concepción de los mártires y otros santos: no eran fuentes
de polución, sino, m u y al contrario, personas que venerar (en algunos
casos, de hecho, c o m o si en verdad no hubieran muerto). Y a en fecha
temprana, c o m o el siglo rv, empezaron a asociarse reliquias de santos
con iglesias principales; estas iglesias fueron pasando al interior de los
límites de la ciudad. Y el p o d e r positivo asociado con estos cuerpos
significaba que la gente ansiaba, cada v e z más, que la enterraran al
lado de aquellos. L o s primeros enterramientos de no santos en el inte-
rior de las ciudades se remontan a finales del siglo v o principios del
v i , en la m a y o r parte del imperio; p r i m e r o , obispos y nobles locales,
más adelante, ciudadanos corrientes.' E n el siglo v n , los cementerios
3

urbanos eran cada v e z más comunes. L o s muertos seguían inquietan-


d o , p o r su cualidad de seres «liminares», a v e c e s poderosos — y n o
han perdido este c a r á c t e r — ; pero se perdió el miedo visceral a su c a -
pacidad contaminante.
EL LEGADO DE ROMA

El mundo de lo oculto también había cambiado. Para la mayoría de


paganos, el aire estaba lleno de poderosos seres espirituales —daimo-
nes en g r i e g o — , que a veces eran bondadosos, pero otras no; a veces,
7

controlables mediante la magia; pero, sobre todo, netamente neutrales a


la raza humana. P a r a m u c h o s cristianos — i n c l u i d o s los autores de
nuestras fuentes, desde luego, pero también la gente corriente que apa-
rece en las narraciones de las vidas de s a n t o s — , este mundo oculto pasó
a ser concebido como claramente dividido en dos: los ángeles, buenos,
y los demonios, malos (aún se usaba el término daimones);* el cristia-
4

nismo heredó este carácter dual del judaismo, que a su vez quizá recibie-
ra la influencia de creencias paralelas del zoroastrismo. También pasa-
mos a oír muchas más referencias a los demonios: intervenían más en la
vida diaria. A s í , la cristianización desarrolló la sensación de que este
mundo oculto estaba m á s plagado de peligros de lo que había estado
previamente (esto afectaba igualmente a la otra vida, puesto que el in-
fierno cristiano esperaba recibir muchos más pecadores que el Tártaro
pagano o la Gehenna judía), A juicio de los cristianos, los demonios
causaban ceguera, mala suerte y efectos perniciosos de toda clase; y las
alteraciones mentales se atribuían habitualmente a la posesión demonía-
ca. Entre otros lugares, los demonios vivían en los altares e ídolos paga-
nos, en áreas no cultivables, tales como desiertos, y también en tumbas
(esta última creencia, en parte, era heredera de las creencias tradiciona-
les sobre el poder contaminante de los muertos). Podían ser derrotados
por el exorcismo clerical y muchos ascetas cristianos adquirieron una
reputación notable como desendemoníadores. T e o d o r o de Siqueón (m.
61 3) fue un ejemplo particularmente activo, que realizó exorcismos a lo
largo y ancho de la Anatolia central, donde los demonios perturbaban la
armonía de las aldeas o poseían a los débiles y enfermos, en algunos ca-
sos a consecuencia de conjuros, a veces porque el incauto había profa-
nado tumbas, tal v e z a la caza de tesoros. E l cristianismo innovó, des-
15

de el punto de vista religioso, al conceder más espacio a la intervención


de los seres humanos en los asuntos sobrenaturales, si gozaban de auto-
ridad de la iglesia o eran en sí mismos particularmente santos. A u n q u e
todos estos hombres y mujeres habrían dicho que se limitaban a canali-
zar el divina poder de D i o s y de los santos, muchos cristianos menos
excepcionales los trataban como si estos poderes espirituales fueran ple-
namente de ellos, producto del carisraa personal.

A menudo se ha dado a entender que la religión pagana y la cristia-


na actuaban en niveles distintos, de forma que el paganismo prestaría
CULTURA Y CREENCIAS EN EL MUNDO CRISTIANO ROMANO 99

raás atención a los ritos públicos ( c o m o p o r ejemplo el sacrificio),


mientras el cristianismo prestaba más atención a las creencias. Esto r e -
sultaría exagerado, si se expresa con demasiada crudeza, pues las dos
comunidades religiosas practicaban lo uno y lo otro; pero en cualquier
caso, contiene en sí un elemento de verdad. E l cristianismo también se
preocupó de establecer límites espirituales — e n t r e lo sacro y lo secu-
lar, o entre demonios buenos y m a l o s — que eran más matizados (o
borrosos) que la mayoría de los paganos; e, inicialmente, también esta-
ba menos entregado a la actividad pública y colectiva (aunque esto
cambiaría pronto), A este respecto, hay algunos paralelos con el desa-
fío de la R e f o r m a protestante al cristianismo católico, en el siglo x v i
(paralelos que los protestantes intentaron reforzar, de forma no p o c o
deliberada)- T a m b i é n los hay en el siglo x i x , en la crítica «modernista»
del mundo público del antiguo régimen, según la caracteriza Michel
F o u c a u l t . E s decir, existe una tensión entre promover el ritual colec-
10

tivo, que aporta solidaridad social y moral, e intentar cambiar la m e n -


talidad de la gente; es una tensión que ha existido desde hace mucho en
la historia humana y , en algunas sociedades, un extremo cobra ascen-
dencia sobre el otro, durante un tiempo. E n el contexto tardorromano,
probablemente sería mejor afirmar que la tensión existía no solo entre
lo pagano y lo cristiano, sino dentro del mismo cristianismo; pues las
actitudes cristianas hacia lo público cambiaron rápidamente y el entu-
siasmo religioso que implicaban los festejos y peregrinajes, y desde
luego el acudir a la iglesia, no era en ningún caso idéntico a la gracia
divina o la disciplina mental (o ambas) que los rigoristas consideraban
necesarias para lograr la salvación individual. E s t o es algo de lo que
eran m u y conscientes los escritores cristianos que eran obispos y , p o r
ello, debían abarcar las dos. Precisamente esta tensión es la q u e , en
buena medida, explica que nuestros autores sean interesantes.

Cambiar la mentalidad de la gente era más difícil, sin embargo, y ,


en el nivel de los valores y la moral cotidianos, la cristianización trans-
formó m u c h o menos. P o r ejemplo, aparte de puntuales críticas rigoris-
tas, c o m o las de G r e g o r i o de Nisa (m. h. 3 9 5 ) , no hay ninguna señal de
que la mayoría de los cristianos juzgaran negativa la falta de libertad
legal, pese a que el cristianismo era explícitamente igualitario;' y , en 7

cualquier caso, la liberación de esclavos (manumisión) c o m o acto de


piedad a la hora de la muerte, común en la Antigüedad Tardía y la A l t a
E d a d Media, tenía unos impecables antecedentes paganos. L a oposi-
ción a las jerarquías sociales basadas en la riqueza, o a la tortura judi-
IOO EL LEGADO DE ROMA

cial solo la desarrollaron con alguna extensión los movimientos heré-


ticos. T o d o s y cada uno de los autores cristianos arremetieron contra
la mala conducta sexual (algunos atacaron toda actividad sexual, i n v o -
cando la primacía de la virginidad sobre el matrimonio, c o m o hizo J e -
rónimo [m. 4 1 9 ] ) ; pero no está claro que esto tuviera ningún efecto
sobre las acciones cotidianas. L o s cristianos también hicieron campa-
13

ña contra el divorcio, no obstante, que fue resultando cada v e z más di-


fícil en el derecho y , al menos en Occidente, terminó siendo imposible
más adelante, y a en la A l t a Edad Media; era más probable que cambia-
ran las prácticas qué estaban al alcance de la legislación, de aquí que se
abolieran también los juegos de los anfiteatros.^ L o que se daba p o r
sentado en el nivel familiar, en cambio, incluidas las ideas sobre los
roles de g é n e r o , no c a m b i ó mucho, c o m o v e r e m o s más adelante en
este mismo capítulo; tampoco los valores cívicos de la vida pública r o -
mana: U n a excepción importante fue la caridad con los pobres, que
había sido un pilar de las actividades de la comunidad cristiana desde
sus años iniciales c o m o minoría perseguida. Siguió siendo una respon-
sabilidad de primer orden para los buenos cristianos, más de lo que lo
había sido para los p a g a n o s , y también fue una función importante
para las iglesias ( y para los obispos que dirigían las iglesias principales
de cada ciudad) a medida que acrecentaban su riqueza; y también p r o -
porcionaba una justificación a esta riqueza, dado que los evangelios
cristianos hacían tanto hincapié en la pobreza. E s t e énfasis en la cari-
dad fue heredado asimismo, más tarde, p o r el Islam.

Estas modificaciones de las prácticas de culto y de la cultura reli-


giosa vinieron acompañadas p o r otras tres innovaciones relevantes,
aportadas por el cristianismo al mundo romano: la iglesia en tanto ins-
titución; la importancia política de la creencia correcta; y nuevos espa-
cios sociales para los ascetas y los rigoristas religiosos. Véamoslas una
poruña.
L a religión pagana no dependía de ninguna estructura institucio-
nal m u y compleja, y los cultos de cada ciudad se organizaban todos
ellos localmente; el judaismo rabínico también estaba m u y descentrali-
zado (aunque los judíos tuvieron un patriarca único hasta aproximada-
mente 425, no está claro cuan amplios eran sus p o d e r e s ) . 20
E l cristia-
nismo, en cambio, tenía una jerarquía compleja, que en parte coincidía
con la del estado. E n 400 había cuatro patriarcas: en R o m a , en C o n s -
tantinopla (desde 3 8 1 ) , Antioquía y Alejandría (más un quinto, en J e -
rusalén, añadido en 4 5 1 ) , que supervisaban a los obispos de cada ciu-
CULTURA Y CREENCIAS EN E L MUNDO CRISTIANO ROMANO IOI

dad- A l patriarca de R o m a y a se lo denominaba con el título honorífico


depop*-, p e r o s
°l° c r a s e
^ siglo VIII se limitó esta referencia al papa de
R o m a . L o s obispos no tardaron en quedar organizados en dos niveles,
con los obispos metropolitanps (arzobispos, según se los denominó en
siglos posteriores) en un nivel intermedio, como supervisores y consa-
gradores de los obispos de cada provincia secular. Dentro de las dióce-
sis de cada obispo, que normalmente cubrían el territorio secular de su
ciudad, los obispos tenían autoridad sobre los clérigos de otras iglesias
públicas (aunque los monasterios y las iglesias de fundación privada
eran a menudo autónomos, situación esta que produjo incontables dis-
putas y rivalidades durante el milenio siguiente). E n los siglos rv y v , la
iglesia se convirtió en una estructura compleja, con quizá unos cien mil
clérigos de diversas clases (lo que superaba el número de empleados de
la administración civil) y un incremento constante de la riqueza, c o m o
resultado de donaciones piadosas. N o formaba parte del estado, pero
su riqueza y su cohesión panímperial la convertían en asociada inevita-
ble de los emperadores y prefectos, y le otorgaban una fuerte e influ-
yente autoridad informal en las ciudades; hacia 500, la iglesia catedral
era a menudo el propietario local más importante (y, por ende, t a m -
bién el patrón) y , a diferencia del caso de la riqueza familiar privada, su
estabilidad estaba garantizada: los obispos no tenían permiso para ena-
jenar propiedades de la iglesia. L a riqueza eclesiástica y el status local
llevó al episcopado a convertirse en parte de las estructuras de carrera
de la élite, en la Galia, en el siglo v ; este mismo proceso se desarrolló
21

más tarde en Italia y algunas de las provincias orientales, pero hacia


5 50, o así, era algo normal en todas partes. Incluso en un contexto de
iglesia, los obispos, por lo general, se identificaban primero con su dió-
cesis; y solo secundariamente con las instituciones eclesiásticas. P e r o
aun así, estaban vinculados con la jerarquía eclesiástica más general:
los metropolitanos podían llamarlos al orden y despedirlos, e igual-
mente los concilios episcopales, cada vez más frecuentes, tanto en el
ámbito imperial (los concilios «ecuménicos») como en el regional, en
Hispania, Galia o África. E l hecho de que esta estructura institucional
no dependiera del imperio y , sobre todo, recibiera fondos de otra fuen-
te implicó que pudiera sobrevivir a la fragmentación política del siglo
v; de hecho, la iglesia fue la institución romana que pervivió con m e -
nos cambios hasta la A l t a E d a d Media; los lazos entre las regiones se
debilitaron, pero el resto permaneció intacto. D e s d e entonces, en los
sistemas de gobierno cristianos ha existido siempre el problema de la
EL LEGADO P E EOMA
102

relación entre la iglesia c o m o institución y el poder político secular,


que a menudo ha causado conflictos considerables, como ocurrió y a en
el siglo v y ocurriría de nuevo en el siglo j a , en la Reforma y , después
de la Ilustración, en los estados de los siglos x i x y x x .
L a praxis política pagana valoraba la conformidad religiosa, pero
no tenía divisiones profundas al respecto de la diversidad de las creen-
cias religiosas. E n esto, el cristianismo era m u y distinto. Desde fechas
tempranas de su historia, sus adeptos disputaron sobre cuestiones teo-
lógicas y se acusaron mutuamente de «herejía», o desviaciones de la fe;
en el siglo iv, esto "se convirtió en asunto de estado. L o que más s o r -
prendiera a Constantino en su conversión al cristianismo, tal v e z , fue
el conflicto interno de la religión que había escogido, y la importancia
que sus miembros daban a imponerse sin cesión ninguna. Constantino
se tomó en serio la tarea de lograr la unidad cristiana, pero no logró su
meta (esto quizá le sorprendiera también). Para sus sucesores, y con-
tando con el bienestar del imperio como colectividad, la unidad en tor-
no de una única concepción correcta adquirió cada v e z más importan-
cia; a finales del s i g l o i v , en consecuencia, la desviación religiosa se
consideró políticamente peligrosa, c o m o algo que debía extirparse por
ley. L a s leyes contra los paganos se pulieron primero contra los herejes
cristianos, es decir, los que integraban los bandos perdedores en las
grandes batallas teóricas; y siempre se usaron de un m o d o mucho más
sistemático contra la herejía. A s í , la herejía fue cada v e z más peligrosa,
y cada vez más habitual, en el imperio tardío. E n siglos posteriores
también se la consideró un problema (en particular, en Occidente en el
siglo x m ) , pero solo en la Reforma se vivieron disputas religiosas con
la misma intensidad del período 300-600.

L a primera disputa a la que se enfrentó Constantino encaró a los


donatistas y los cecilíanistas, en Á f r i c a , al respecto de si los obispos
que habían cedido en materia de fe, durante las recientes persecuciones
de cristianos, podían continuar consagrando obispos en adelante. E r a
un tema característico de la iglesia previa a Constantino, pero esta p o -
lémica africana fue, con mucho, el ejemplo más g r a v e . L o s donatistas
sostenían que el obispo Ceciliano de C a r t a g o , el metropolitano local,
había sido consagrado por un apóstata y , en consecuencia, no podía ni
ser obispo ni consagrar a otros. Constantino dictaminó en contra de
los donatistas en 3 1 3 , pero estos no se sometieron. T é c n i c a m e n t e , se
trató de un cisma, no de una herejía, pues no afectaba a discrepancias
de fe; pero se convirtió de inmediato en una disputa de gravedad e s -
CULTURA Y CREENCIAS EN EL MUNDO CRISTIANO ROMANO 10}

tructural, pues c o m o los donatistas no aceptaron ningún obispo africa-


no consagrado por Ceciliano, crearon su propia jerarquía rival, y hacia
33 5 había 2 7 0 obispos donatistas. E s t e cisma se limitó a África, pero se
arrastró durante un siglo, con violencia por las dos partes, e igualmen-
te una feroz polémica p o r escrito (debida en parte a A g u s t í n ) , hasta
que una persecución sistemática de los donatistas, con posterioridad a
un debate formal en C a r t a g o , en 4 1 1 (véase el capítulo 4 ) , los debilitó
sustancialmente.

El donatismo fue la única división interior que perturbo seriamen-


te el Occidente tardorromano. Señaló en efecto una inquietud que p r e -
ocupaba más a la iglesia latina que a la griega: la pureza personal de los
hombres que consagraban a otros y presidían la eucaristía, la c e r e m o -
nia central de la devoción cristiana. L a siguiente herejía occidental, el
12

«pelagianisrno» — d e c l a r a d o herético p o r el emperador H o n o r i o en


418 y (con notable reticencia) por el patriarca occidental, el papa Z ó s i -
mo de R o m a , ese mismo año, de resultas de la presión que ejercieron
sobre él Agustín y A l i p i o — también se relacionaba con temas de p u r e -
za personal. Pelagio defendía que un cristiano comprometido podía
evitar el pecado por medio del libre albedrío otorgado p o r D i o s , idea
que Agustín tenía p o r imposible. L o s pelagianistas nunca pasaron de
ser una minoría, sin embargo, y el efecto más duradero de esta división
fue el hecho de que Agustín desarrollara su teoría de la predestinación
a la salvación p o r medio de la gracia de D i o s , que no dejó de ser c o n -
trovertida ( y se entendió mal, especialmente en la Galia e Italia), pero
no resultó en nuevas declaraciones de h e r e j í a . 53
Quizá sea relevante
anotar aquí que 3a cuestión de la pureza de los clérigos siguió siendo
importante en Occidente. E n Occidente — p e r o no en O r i e n t e — , se
pedía a los clérigos que se abstuvieran de la actividad sexual, de acuer-
do con concilios m u y tempranos, y a en 400 (en Oriente, esto solo se
aplicaba a los obispos y solo con posterioridad 3 4 5 1 ) . N o es que todos
los clérigos occidentales respetaran esta teoría — y en muchas regiones
occidentales hubo clérigos casados hasta finales del siglo X J — , pero el
principio de que los curas deberían tener un carácter sagrado distinto
al de sus congregaciones se estableció en fecha t e m p r a n a . 14

E n Oriente, la cuestión que más división p r o v o c ó fue muy distinta:


la naturaleza de C r i s t o / * Constantino también halló que, entre el p a -
triarca Alejandro de Alejandría y su sacerdote A r i o s , había disensión
al respecto de si el Hijo era idéntico en sustancia, o igual, al Padre de la
Trinidad. Alejandro sostenía que era así, y A r i o s , que no- Constanti-
EL LEGADO DE ROMA
104

n o , que n o daba particular importancia a la cuestión, organizó un c o n -


cilio episcopal en Nicea, en 3 2 5 , el primer concilio ecuménico que, lla-
mativamente (fue el único concilio ecuménico que lo consiguió) l o -
g r ó que las dos partes se pusieran de acuerdo en una formulación, el
credo niceno, que en esencia apoyaba las ideas de A l e j a n d r o . Sin e m -
b a r g o , algunos partidarios extremistas de Alejandro — e n particular,
Atanasio ( m . 3 7 3 ) , su s u c e s o r — , se negaron a mantener la comunión
con A r i o s , aun a pesar de que este había suscrito el credo niceno; y la
disputa estalló de nuevo. E n muchas partes de Oriente, había v e r s i o -
nes de la fe cristiana más próximas a aquellas que Atanasio denomina-
ba « a m a n a s » ; sobre todo, en Constantinopla, incluso entre los empe-
radores de mediados de siglo, Constancio I I y Valente; desde l u e g o ,
no todo el mundo tenía claro que todos los miembros de la Trinidad
fueran iguales. Atanasio también fue impopular, en lo personal, por su
estilo violento, y solo en Occidente gozaba de un apoyo amplio. Pero
una nueva generación de partidarios del credo niceno adquirió fuerza
en la década de 3 7 0 , gracias en particular a Basilio, obispo de Cesárea, en
la Anatolia ( m , 3 7 9 ) , y sus socios. A la muerte de V a l e n t e , acaecida
en Adrianópolis en 378, un aliado occidental de Basilio subió al trono
imperial de Oriente, T e o d o s i o l ; y el concilio ecuménico que este cele-
bró en Constantinopla en 381 declaró al fin el credo niceno c o m o orto-
doxia. Paradójicamente (aunque no sea u n caso único entre las here-
jías) esto hizo que el «arrianismo» cristalizara p o r v e z primera c o m o tal
y c o m o un sistema religioso elaborado. S e a c o m o fuere, perdió el p a -
trocinio imperial y , c o n ello, en adelante, también el apoyo más gene-
ral (aunque, en la capital oriental, hubo que esperar hasta los vigorosos
sermones del patriarca J u a n Crisóstomo, en 398-404), salvo entre los
godos y , por extensión, otros grupos d e «bárbaros» del n o r t e . 16

L a victoria nicena significaba que a Cristo, aunque humano y c a -


paz de sufrir, también se lo consideraba plenamente d i v i n o ; pero
¿cómo había que combinar el carácter humano y el divino? Este fue el
foco principal de las disputas del siglo v , que, en muchos sentidos, fue-
ron luchas de poder entre Alejandría y Antioquía, en las que Constan-
tinopla solía ponerse del lado de Antioquía. E l patriarca Cirilo de A l e -
jandría ( 4 1 2 - 4 4 4 ) sostenía que los elementos d i v i n o y humano de la
naturaleza de Cristo no se podían separar; mientras antioquenos como
Nestorio, patriarca de Constantinopla ( 4 1 8 - 4 3 1 ) , afirmaban que eran
distintos. L a posición de Cirilo, que denominamos «ímonofisita», se
arriesgaba a que Cristo perdiera todo atisbo de humanidad; la d e N e s -
CULTURA Y CREENCIAS EN E L MUNDO CRISTIANO ROMANO lOf

torio, a que se convirtiera en dos personas. N i n g u n o d e estos dos ries-


gos se había realizado aún, pero los dos bandos, opuestos entre sí,
creían que sí había pasado. E l tercer concilio ecuménico, celebrado en
Éfeso en 4 3 1 , fue un teatro dirigido c o n notable cinismo p o r C i r i l o ,
que condenó y depuso a Nestorio. Éfeso también legitimó el culto a la
V i r g e n María c o m o Tkeotokosj «madre d e D i o s » , u n a formulación a
la que se oponía en particular N e s t o r i o , pero que desde entonces h a
dominado la mayoría de las iglesias cristianas; los grandes concilios,
en su conjunto, no solo debatían sobre cristología. Pero el intento ale-
jandrino de ir contra todos los antioquenos, uno por uno (como el caso
notorio de T e o d o r e t o , obispo de C i r r o , que fue brevemente depuesto
en 449)? rebotó en su contra, en gran parte debido a la oposición occi-
dental, centrada en las acciones y los escritos del papa L e ó n I (440-
4Ó1); y también porque los alejandrinos se habían distanciado d e la
emperatriz Pulquería, su apoyo en É f e s o . U n cuarto concilio, celebra-
do en Calcedonia en 4 5 1 , rechazó la posición monofisíta de Alejandría
(aun manteniendo el rechazo a N e s t o r i o ) , e impuso la norma de que
Cristo, sin dejar de ser una única persona, existía «en dos naturalezas»,
divina y humana.

E s t o estableció una ortodoxia que, desde entonces, dominó para


siempre en Occidente y el centro bizantino. Pero no puso fin a las dis-
putas, porque el monofisismo gozaba d e u n apoyo popular del que c a -
recían las interpretaciones derrotadas previamente, en particular en la
mayoría de E g i p t o , cada v e z más en Siria y Palestina, y también en
Armenia. L o s emperadores, que, personalmente, algunas veces g u a r -
daban simpatía al monofisismo ( c o m o ocurrió con Anastasio, y t a m -
bién con la emperatriz T e o d o r a , la poderosa esposa d e Justiniano),
vieron la escisión monofisita de Calcedonia c o m o una cuestión m á s
política que teológica; en consecuencia intentaron, en varias ocasio-
nes, promover posiciones intermedias: el Henotikon de Z e n ó n en 4 8 2 ,
el quinto concilio de Justiniano, celebrado en Constantinopla en 5 5 3; o
\a£kthesis^ el pronunciamiento ^monotélico» de Heraclio, en 638. E s -
tas no funcionaron porque cada v e z había menos terreno compartido
entre los dos bandos (aun cuando las cuestiones en juego se tornaron
cada v e z más arcanas); a finales del siglo v i , de hecho, las provincias
monofisitas estaban estableciendo toda una jerarquía episcopal parale-
la, en oposición a la calcedonia. L o s emperadores se vieron excomul-
g a d o s p o r los dos b a n d o s , y también se enfrentaron a u n cisma c o n
Occidente, que era netamente calcedonio, (Cuando se acosó a los p a -
i o 6 E L L E G A D O D E ROMA

pas de R o m a para que aceptaran el concilio de Constantínopla, en 5 54,


estos también se enfrentaron a la oposición de buena parte de Occiden-
te, en el cisma denominado «de los T r e s Capítulos», que necesitaron
ciento cincuenta años para c e r r a r . ) 27
E l arrianismo siguió siendo el
cristianismo de los grupos «bárbaros» —particularmente de los godos,
vándalos y , a la postre, l o m b a r d o s — hasta el siglo VTI. E l «nestorianis-
mo» también pervivió — y en formas más extremas que las propuestas
nunca p o r N e s t o r i o — , pero en su mayoría fuera del imperio, en Persia
y más al este, incluso en China. Pero l o que dividió a los cristianos r o -
manos más radical "y completamente fue el monofisismo, y la división
nunca se curó.

E s imposible caracterizar de manera adecuada estos conflictos en


pocas palabras, p o r q u e se trata de una teología asombrosamente i n -
trincada, basada en definiciones precisas y desarrollos filosófico-pla-
tónicós de conceptos que, para ser expuestos en nuestra lengua, reque-
rirían de muchas páginas (además, se trataba de una polémica que solo
tenía pleno sentido en g r i e g o , incluso entonces; L e ó n I fue el último
larinoparlante que realmente lo comprendió e hizo aportaciones al d e -
bate). Esas caracterizaciones tan detalladas no han lugar aquí. Pero es
importante hacer hincapié en que tenían mucha importancia. Para los
observadores paganos, estas disputas eran ridiculas, e incluso demen-
ciales, además de desarrollarse con comportamientos pasmosamente
negativos; pero para los cristianos, entre 300 y 550, cada vez resultaba
más importante contar con una definición exacta y umversalmente
aprobada de D i o s , porque el poder político de los obispos no hacía más
q u e i n c r e m e n t a r s e . E s relevante que tuviera m á s i m p o r t a n c i a en
Oriente, donde la disputa filosófica técnica hundía raíces más antiguas
en la vida intelectual; pero con las conquistas «bárbaras», las cuestio-
nes cristológicas también llegaron a O c c i d e n t e , y las disputas entre
arríanos y católicos también fueron intensas aquí; c o m o fuera, la p r o -
blemática agustiniana, que dominó la teología en Occidente y se cen-
traba en la predestinación y la gracia, n o resultaba menos compleja,
p o r m u c h o que eludiera las polémicas cristológicas. P o r descontado,
es imposible determinar cuánta gente comprendía adecuadamente las
cuestiones debatidas en, pongamos, Calcedonia: quizá solo unos pocos
cientos, aunque no se debe subestimar el refinamiento teológico de los
ciudadanos de las grandes ciudades, que a fin de cuentas estaban e x -
puestos a los sermones de algunos pensadores de altos vuelos. Pero el
problema de la divinidad real de un dios humano — q u e incluso había
CULTURA Y CREENCIAS EN EL MUNDO CRISTIANO ROMANO IOJ

muerto, en la C r u c i f i x i ó n — era una cuestión que habría renido sentido


al menos en el mundo tardorromano, donde aún se recordaba el culto a
los emperadores c o m o dioses (de hecho, algunos aún lo practicaban) y
el ser divino, por lo menos en el siglo v , no se hallaba tan distante de la
humanidad c o m o lo estaría en algunas versiones del cristianismo.
Estas divisiones también son importantes porque movilizaban a la
gente en gran número. E l cristianismo, en el siglo v , era una religión
de masas, cada v e z con más alcance entre los campesinos. Sus practi-
cantes eran m u y leales a sus obispos y otros jefes religiosos locales, y
podían movilizarse en su a p o y o , una ciudad contra otra o una provin-
cia contra otra. L a s luchas de las facciones políticas también se podían
expresar con conceptos religiosos y los jefes laicos del lugar podían
verse enredados en disputas eclesiásticas durante toda su vida política.
E n las ciudades, las turbas y muchedumbres se enfrentaban p o r resol-
verlo; en Alejandría, donde los disturbios tenían una larga tradición,
Cirilo era bien conocido p o r el m o d o que los manipulaba/* L o s dona-
tistas tenían un brazo armado, los circumcellioneSj campesinos ascéticos
o jornaleros estacionales. T a m b i é n se usaba a monjes rurales c o m o
tropas de choque, sobre todo en el bando monofisita; Jerusalén era un
lugar peligroso debido al gran número de monasterios que lo r o d e a -
ban, y a los que se podía movilizar con rapidez, como cuando Juvenal,
patriarca jerosolimitano, ^ fue expulsado p o r los monjes durante un
2

año, en 452, por haber aceptado Calcedonia; para restaurarlo se n e c e -


sitó al ejército. A los monjes no se les daba una educación normal,
pero, sin duda, eran fervorosos. L a brusquedad de su protagonismo
político quebrantaba las normas del decoro de la élite tardorromana, e
inquietaba a los observadores más cautos, c o m o hace con algunos his-
toriadores modernos. Son monjes de apariencia excesivamente fimda-
mentalista, demasiado fanática, y en efecto eran así; pero eran al menos
un signo de que el cristianismo había penetrado en las zonas rurales y
que sus divisiones implicaban a más personas que las élites reducidas.

E s t o nos lleva hasta una última innovación cristiana: el desarrollo


de nuevas esferas de conducta social. E n general, comprometerse con
el cristianismo implicaba un estilo de vida personal piadoso, lo cual, de
hecho, importaba mucho más que las disputas teológicas a la mayoría
de los adeptos de esta religión; pero los rigoristas podían ir mucho más
allá de la piedad, y en efecto lo hacían. E n el cristianismo, desde tiem-
pos m u y antiguos, privarse a uno mismo de aumentos y comodidades,
causarse daño a uno mismo y evitar la sociedad humana se concebían,
io8 EL LEGADO DE ROMA

por parte de algunas personas, como formas de acercarse más a D i o s .


Estas formas de ascetismo fueron popularizadas p o r la enormemente
influyente Vida de Antonio^ de A t a n a s i o , escrita a la muerte de A n t o -
nio, ermitaño del desierto egipcio, en 3 5 7 , y traducida del griego al la-
tín casi de inmediato. ^ E l «desierto», que para Antonio era una ubica-
3

ción material, se convirtió en imagen general de todo el ascetismo, y


los hombres y mujeres podían crear sus propios desiertos locales por ía
vía de encerrarse en u n lugar apartado, o permanecer en lo alto de c o -
lumnas, a menudo durante décadas, c o m o hicieron algunos estilitas a
partir de Simón e l ' V i e j o ( m . 4 5 9 ) ; resultaban inaccesibles (salvo p o r
escalera), pero seguían siendo claramente visibles y , p o r ello, adqui-
rían interés público. U n influyente estilita, Daniel ( m . 4 9 3 ) , tenía su
columna junto a u n o de los grandes transbordadores del B o s f o r o , al
este de Constantinopla. Daniel, sin duda, estaba en el o j o del público
(alguien incluso le preguntó cómo defecaba: m u y seco, c o m o una o v e -
ja, replicó); pero también Simón, que tenía su columna en el medio de
las ricas colinas olivareras del norte de Siria, donde muchedumbres lo
contemplaban tocarse repetidamente los dedos d e los pies con la cabe-
za (llegando a contar hasta 1.244 movimientos tales, en una ocasión,
según refirió T e o d o r e t o de C i r r o ) . ' T e o d o r e t o escribió una relación
5

sistemática de las hazañas — l l a m a t i v a s y , c o n frecuencia, a su m o d o


de v e r , a b s u r d a s — que realizaban los santos sirios, que también hacía
hincapié en el respeto que merecían al propio Teodoreto, su obispo. A
v e c e s , el ascetismo causaba resentimiento en la jerarquía eclesiástica
corriente, dado que sus poderes espirituales (consejos acertados, ora-
ciones especialmente efectivas y , a veces, milagros) eran fruto de su
propio esfuerzo, y n o de u n a concesión episcopal. Pero la m a y o r í a
contaban con el patrocinio y el apoyo episcopal, y alguno de los asce-
tas (como T e o d o r o de Siqueón) incluso llegaron a ser obispos.

L a influencia de estos ascetas quebrantaba todas las normas socia-


les romanas: pocos eran aristócratas, pocos habían recibido educación,
pero aun así, la gente buscaba su consejo de manera persistente. C o n -
servamos las respuestas que Barsanufio y J u a n , dos ancianos ermita-
ños que vivían justo a las afueras de G a z a a principios del siglo v i , die-
r o n a unas 850 p r e g u n t a s de todas c l a s e s , formuladas p o r l a i c o s ,
clérigos y monjes (podríamos entenderlo c o m o u n equivalente, en el
siglo v r , a la moderna columna de consultas y consejos Dear Ábby). Si
quiero dar cereales y vino a los pobres, ¿debo dárselo de la mejor cali-
dad? ( N o es preciso,) C o m o es ilícito matar, ¿debo mentir para permi-
CULTURA Y CREENCIAS E N E L MUNDO CRISTIANO ROMANO 109

tir que un asesino escape a la pena de muerte? ,(Tal v e z , siempre que


riendas a mentir en otras circunstancias.) E n el mercado, ¿puedo c o m -
prar a vendedores paganos? (Sí.) ¿Puedo comer con un pagano? ( N o . )
¿ Y sí es un personaje importante? ( T a m p o c o ; y se ofrece una excusa
cortés.) ¿ D e veras debo dar mi capa a cualquier pobre, e ir desnudo?
( N o - ) Y la consulta quizá más débil de todas: N o l o g r o decidirme,
¿qué debería hacer? ( Y una respuesta quizá exasperada: R e z a a D i o s o ,
si no, vuelve a preguntarnos.) Está claro, en todo esto, que se confiaba
en el saber de los ascetas; habrían recibido educación o no, pero tenían
acceso a la verdad espiritual/ 3

L o s santos hombres y mujeres del ascetismo cristiano poseen h o y


un nicho bien establecido en los estudios históricos modernos, y es i m -
portante no dejarse seducir p o r T e o d o r e t o y otros y no pensar que e s -
taban en todas partes; en realidad, según ha escrito Peter E r o w n en f e -
cha reciente, ocupaban «una fracción escasa del espacio público de la
sociedad tardorromana», incluso en Oriente, y en Occidente nunca
fueron una figura tan h a b i t u a l / P e r o crearon un estilo de mortifica-
3

ción propia que los santos en potencia se esforzarían por copiar, siste-
máticamente, en el futuro, con sus ásperos sayales, cinturones apreta-
dos hasta corroer la carne, cadenas y demás. Sus actos menos extremos
podían ser copiados p o r todo el m u n d o , c o m o hicieron las piadosas
aristócratas romanas Paula y Melania, que eligieron caminar p o r la
R o m a del siglo i v harapientas, sucias y hediondas; Jerónimo las ensal-
zó con palabras tan relamidas que resultan inquietantes/ Y el m o n a s -
4

ticismo los regularizó y generalizó. E s t o n o significa que los monjes,


en su mayoría, imitaran el ascetismo más extremo; pero el desarrollo
de grupos de célibes, que vivían aislados (en «el desierto»), recibió la
influencia de A n t o n i o , y en gran escala arraigó primero en E g i p t o ; de
hecho, los mismos ascetas encontraron que, a la postre, se formaba en
tomo de ellos una comunidad monástica, o incluso la buscaban ellos a
propósito. L a ascesis de los monjes, en su mayoría, se traducía en la
obediencia absoluta a las reglas del abad, en una rutina cotidiana esta-
blecida, y estas reglas se fueron poniendo por escrito desde fecha tem-
prana: en el siglo i v lo hizo P a c o m i o en E g i p t o (o se hizo para él) y
Basilio en la Anatolia; en el siglo v , lo hizo Shenoute en Egipto y J u a n
Casiano en la Galia; y en el v i , Benito de Nursia (la moderna N o r c i a ) ,
en Italia. * E n Occidente, la regla benedictina terminó convirtiéndose
3

en el patrón o r o ; en Oriente, fue la de Basilio. L a regla benedictina,


más humana que muchas, es llamativa p o r la insistencia en que todos
IIO EL LEGADO DE ROMA -7

los monjes merecen el mismo trato, independientemente de condición


social; también por su moderado ascetismo (cómase solo verdura, sal-
v o en caso de enfermedad; vístanse solo ropas ligeras, salvo en invier-
n o ) : el igualitarismo era tan difícil en el mundo jerárquico d e la Anti^
güedad Tardía, como la privación personal. 30
P o r otro lado, no todos
los monasterios eran igualitarios, en absoluto; muchos se asemejaban a
lugares de c ó m o d o retiro y festejo para hombres y mujeres de la aristo-
cracia. Pero la imagen de igualdad (o sometimiento) era inherente a la
regulación monástica y , a este respecto, aunque en otros lugares quizá
no era factible, en la R o m a tardía sí era posible, teóricamente, lograr la
igualdad; incluso se había creado un espacio social para ello.

U n resultado simple de este proceso es que los autores cristianos


nos dicen más cosas de la mayoría campesina de lo que hicieron jamás
los autores paganos. L o s campesinos podían c o n v e n i r s e en santos, si
eran excepcionales; también eran testigos d e los actos notables de los
santos y las santas rurales, que vivían lejos d e las élites urbanas, con lo
cual las vidas d e santos nos aportan retratos de la sociedad rural que
faltan casi por completo en la literatura anterior. A fin d e cuentas, los
pobres podían ir al cielo con la misma facilidad que los ricos ( y en la
teoría cristiana, más fácilmente que ellos) e incluso los obispos más
aristocráticos y afectados — c o m o G r e g o r i o de T o u r s , en la Galia del
siglo v i , por e j e m p l o — les predicaban regularmente y , en ocasiones,
hasta les prestaban oídos. E n décadas recientes, los historiadores han
abandonado la vieja cautela hacia las narraciones de milagros; y ha
sido un acierto, puesto que tales narraciones nos dicen, sobre la socie-
dad no aristocrática y los valores religiosos y culturales, más de lo que
podemos saber p o r las demás fuentes. N o suponen una ventana abierta
a l a sociedad campesina, claro; ningún texto es así y estos, además, casi
nunca fueron escritos p o r campesinos (aunque uno o dos sí lo fueron,
c o m o la Vida de Teodoro de Siqueón). Pero son la mejor guía que tene-
mos y , por m u y sometidos al estudio que h a y a n sido, aún siguen te-
niendo más cosas que contarnos.

S i el ascetismo ocupó solo una fracción menor del espacio público r o -


mano, ello se debió, en parte, a que este espacio era inmenso. Incluso si
nos alejamos de u n foco específicamente religioso, debemos reconocer
que los romanos vivían una gran parte de sus vidas políticas en el ámbi-
to público. E n las ciudades, el año estaba repleto de procesiones; de h e -
CULTURA Y CREENCIAS EN E L MUNDO CRISTIANO ROMANO 111

cho, la propia planificación urbana se veía afectada p o r ello, pues las


amplias y rectas calles de las ciudades romanas, (én Oriente, adornadas
además con columnatas) se construían así deliberadamente, y se mante-
nían libres de obstáculos, para permitir el paso d e los desfiles (cuando,
después de que los árabes conquistaran Oriente, cesaron allí los desfi-
les, las calles quedaron colmadas c o n notable rapidez; véase más a d e -
lante, el capítulo i o ) / E l poder político se estructuraba en torno d é l a s
7

versiones más formales de estos desfiles, c o m o p o r ejemplo los ritos


para la llegada y entrada de u n emperador a una ciudad (adventus), si-
milares a las posteriores entradas ceremoniales, tan elaboradas, del R e -
nacimiento- U n caso famoso — l a llegada de Constancio I I a R o m a en
3 57, descrita c o n detalle p o r A m i a n o — muestra al emperador en u n
coche enjoyado, con un vasto séquito militar; Constancio no volvió la
cabeza ni los ojos, ni movió las manos — n i siquiera e s c u p i ó — durante
toda la procesión hasta el f o r o / Se trataba de un desfile triunfal (inme-
3

recido, a juicio de A m i a n o , que odiaba a Constancio), que tenía tras d e


sí una larga tradición, al igual que un prolongado futuro por delante, al
menos en Oriente, puesto que en las principales calles constantinopoli-
tanas con orientación este-oeste se vieron regularmente desfiles de esta
especie hasta el final mismo del período cubierto por este libro, y más
allá; el Libro de ceremonias, del siglo x , compuesto a instancias del p r o -
pio emperador de la época, Constantino V I I ( 9 1 3 - 9 5 9 ) , las describe con
gran detalle, estadio a estadio (véase el capítulo 1 3 ) , y está lejos de ser la
única fuente al respecto. Pero toda la diversidad de grandes momentos
políticos y religiosos se celebraba con desfiles en las ciudades- A q u í ,
simplemente, el cristianismo se apropió de la práctica y los obispos d e -
sarrollaron procesiones formales entre las iglesias urbanas como parte
de la exhibición de su poder local; a menudo, adquirían funciones peni-
tentes o protectoras, y se convirtió en hecho común que los obispos
desfilaran en torno de las murallas de la ciudad con reliquias o símbolos
para proteger la urbe durante los asedios, c o m o durante el sitio de C l e r -
mont, hacia 52 5, o el sitio de Constantinopla, en 626 ( y , según nuestras
fuentes hagiográficas, siempre con é x i t o ) . L o s peregrinajes a las t u m -
39

bas de los santos locales, que por lo común también fueron orquestados
por obispos — c o m o hizo Gregorio de T o u r s con la rumba de San M a r -
tín en ese l u g a r — compartían en parte la misma formalidad pública, al
menos, en las festividades principales de cada s a n t o / 0

L a esfera pública no se limitaba a las procesiones. Constancio, tras


haber realizado su entrada en 3 5 7 , organizó juegos; en 500 lo hizo t a m -
112 EL LEGADO DE ROMA

bien T e o d o r i c o el Ostrogodo, en su visita formal a R o m a , * ' El C i r c o


Máximo, el m a y o r de los estadios de carreras de carros en R o m a , se
hallaba justo debajo del palacio imperial, sito en el monte Palatino,
desde donde el soberano podía contemplarlo; también en Constanti-
nopla, el Hipódromo estaba al lado del palacio, con un acceso poste-
rior directo al palco imperial. Esta era la ubicación (sobre todo en
Constantinopla, pues los emperadores vivían realmente allí) de un diá-
l o g o estructurado entre el pueblo y el emperador. P o r lo general, los
emperadores lo controlaban; pero al menos permitía cierto grado de
respuesta popular-mediante los jefes de los dos grandes «bandos» del
circo, los Verdes y los Azules (según el color de los equipos), y a fuera
mediante el diálogo verbal o mediante la algarada. E n alguna ocasión,
la situación se desbordaba, como en los disturbios de N i k á , que en-
frentaron a los dos bandos constantfnopolitanos en 532; supusieron el
saqueo de buena parte de la ciudad y estuvieron a punto de derrocar a
Justiniano. E n las ciudades principales, sin e m b a r g o , los disturbios del
circo tendían a funcionar más c o m o una válvula de seguridad, una a d -
vertencia de descontento a la que los emperadores prestaron atención,
en ocasiones; y también, quizá como rasgo más normal, eran tan solo
un factor de diversión.

E n la toma de decisiones políticas, lo público también tenía un peso


notable. Había debates públicos (en particular, sobre religión o filo-
sofía); en el foro se realizaban discursos; y cuando Sidonio eligió al
obispo de B o u r g e s , una multitud acudió a escucharlo. L a comunidad
política significaba la élite, p o r descontado, y en los procedimientos
políticos romanos no había nada ni remotamente democrático; pero
sus resultados se comunicaban verbalmente, en público, y a menudo
con bastante rapidez, al menos en las ciudades. L a s leyes imperiales
también se proclamaban; cuando Anastasio abolió el impopular i m -
puesto sobre los artesanos y comerciantes, en 498, el decreto se leyó en
voz alta en E d e s a — u n centro comercial de importancia, pero distante
de Constantinopla— en aquel mismo año y ocasionó un festejo espon-
táneo. 41

E l emperador mantenía una relación ambigua con el mundo públi-


c o . E l del imperio tardorromano fue un período en el que las ceremo-
nias imperiales se fueron complicando y refinando, en parte para dis-
tanciar al emperador de otras personas «encarceladas entre los límites
de palacio», según expresión de S i d o n i o / Dentro del palacio, la eti-
1

queta también era muy elaborada. C o m e r con el e m p e r a d o r — u n gran


CULTURA Y C R E E N C I A S ' E N E L MUNDO CRISTIANO ROMANO IT 3

h o n o r — era un acto cuidadosamente controlado, y Sidonio narra una


comida tal con Mayoriano, en A r l e s , en 4 6 1 , en la que el emperador
conversó por rumos con cada uno de los siete invitados, de quienes se
esperaba que respondieran con brillantez, y se les aplaudía si en efecto
lo hacían así- ( U n a característica persa que a los romanos se les antoja-
ba muy extraña era que sus ritos religiosos les impedían hablar en las
comidas.)* Pero esta formalidad se equilibraba con el hecho de que se
4

esperaba que el emperador fuera accesible. En efecto, la práctica de


preseniax ruegos al emperador, c o m o auxilio o contra una injusticia,
era muy antigua en el mundo romano y no se debilitó lo más míriimo
en el imperio tardío; de hecho, las leyes de los códigos imperiales son a
menudo respuestas explícitas a peticiones. L o s rogadores no solían r e -
unirse con el emperador en persona y , claro está, quien realmente r e -
solvía sus peticiones ( o las desatendía) era la burocracia; pero seguía
preservándose el principio de la respuesta directa. 45
E n 475, Daniel el
Estilita dejó brevemente su columna para protestar contra el hecho de
que Basilisco, usurpador del trono, hubiera dado apoyo al monofisis-
mo; envió cartas críticas a Basilisco y a la postre logró que el empera-
dor se retractara públicamente en la propia catedral de Constajitino-
pla; en su hagiografía, la imagen del diálogo tiene que haber sido
plausible, incluso si se inventaron los detalles. ** Y esta clase de imáge-
4

nes funcionó. L a autoridad imperial continuó siendo popular y dándo-


se por sentado. L o s enviados romanos a la corte de Atila, en 449, ofen-
dieron sobremanera a los hunos al afirmar que, mientras Atila era un
hombre, T e o d o s i o II era un dios; esta era una afirmación evidente, a
juicio de los romanos, incluso cuando los legados, sin duda, eran en su
gran mayoría cristianos. A s í , los dioses habían desaparecido, pero la
47

condición imperial permanecía inalterada: iivinus siguió siendo un


concepto técnico, con el sentido de «imperial». L a posición del empe-
rador era tanto más central por el hecho de que el imperio romano se lo
consideraba, por definición, siempre victorioso, creencia que sobrevi-
vió incluso a los desastres del siglo v . D e hecho, la cristianización lo
reforzó: si el imperio caía — p e n s a b a n m u c h o s — , sería por el fin del
mundo. N o se puede decir que a los romanos les faltaba seguridad en sí
mismos.

L o s romanos trazaron una línea clara entre lo público y lo privado.


L a política, en su sentido formal, se desarrollaba fuera de la vivienda
privada, que se consideraba en parte separada de la actividad pública. 43

A los palacios senatoriales podía entrar casi todo el mundo, y al!í se


Ii4 EL LEGADO DE ROMA

negociaban muchas cuestiones políticas; pero contenían espacios cui-


dadosamente calibrados, más comunes o más personalizados, para la
recepción de clientes y posibles clientes; y salvo en el caso de delitos
extremos, la conducta de los miembros de la familia en el interior de
una casa era responsabilidad delpaterfamilias, el jefe masculino de una
casa, y quedaba fuera de la competencia del derecho público. L a casa
era la unidad básica; en latín se denominaba domas cuando se hacía
hincapié en su ubicación material y familia cuando se aludía a las per-
sonas. S e centraba en una familia nuclear compuesta por marido, espo-
sa e hijos; los demás parientes, por lo general, eran más distantes, parte
de las alianzas políticas, más que de la estructura familiar, aun cuando
los padres, si seguían con vida, seguían ejerciendo una gran influencia.
L o s esclavos también formaban parte de la familia, no obstante, al
igual que los sirvientes domésticos que no eran libres; y eran omnipre-
sentes entre las familias que podían ahorrar un mínimo de recursos. L a
familia era m u y jerárquica; del paterfamilias se esperaba que golpeara
habitualmente a los esclavos y niños. E l modo en que Agustín describe
a su violento padre, Patricio, en las autobiográficas Confesiones — u n a
fuente i m p o r t a n t e — muestra que consideraba asimismo común que
los maridos apalearan a sus esposas; aunque golpear a la esposa solo
parece haberse concebido con normalidad en el Occidente latino,
mientras que en el Oriente griego se lo juzgaba con más hostilidad; en
las peticiones de divorcio egipcias que hemos conservado, es raro que
se aluda a la violencia. * E n el derecho, la autoridad del paterfamilias
4

no se extendía en realidad a las esposas, que seguían sujetas a sus p r o -


pios padres (mientras siguieran c o n vida); pero está claro que, en la
práctica, el mando era de los maridos. Agustín, de nuevo, nos cuenta
que su madre, Ménica (que no tenía reparo en intentar dominar a su
hijo), reprendía a sus vecinas de T a g a s t e por quejarse de sus esposos y
afirmaba que los contratos de matrimonio «las obligaban a servir a sus
maridos».* Y esto no era simple retórica: en los contratos egipcios de
0

matrimonio se insta sistemáticamente a los esposos a proteger, y a las


mujeres, a servir. Agustín criticó a cierta Ecdícia por no mantener rela-
ciones sexuales, vestir ropas de viuda y dar su propiedad a los pobres
en vida de su marido y sin permiso de este: esta falta de sumisión anu-
laba la virtud que ella procuraba obtener así. L o estatal quizá terminara
ante las paredes de la casa, pero los valores romanos, no;-y en ambos
casos, la jerarquía se daba por sentada. A este respecto, el cristianismo
tampoco hizo ningún cambio significativo.
CULTURA Y CREENCIAS EN EL MUNDO CRISTIANO ROMANO I1]

N o sería complejo sostener que la vida familiar del período tardo-


rromano era tensa y carente de amor. L o s matrimonios casi siempre se
debían a acuerdos entre los padres, con la intención principal, a fin de
cuentas, de proteger y ampliar la propiedad; los maridos solían tener
unos diez años más que las esposas. L o s esclavos domésticos podían
minar la estabilidad de la familia de su dueño mediante chismes mali-
ciosos y se creía (quizá con razón) que eran profundamente hostiles a
sus amos, en general: en el Querolus, una comedia de principios del si-
glo v, se hace decir a un esclavo: « E s obvio y sabido en general que
todos l o s a m o s son malos».* E n las narraciones tardorromanas, los h i -
r

jos suelen aparecer molestos y contrarios a las restricciones paternas


(sobre todo en aquellos relatos en los que padres y esposos obligan a
las jóvenes de espíritu virginal a casarse y tener hijos). D e s d e l u e g o ,
Agustín sentía disgusto por su padre; y , aunque reverenciaba a su m a -
dre, tuvo que recurrir al engaño para huir de ella cuando dejó C a r t a g o
para ir a R o m a , a la edad de veintiocho a n o s - ,a
E n cualquier caso, en
Roma, c o m o en cualquier lugar, las familias felices dan a los autores
menos motivo de escribir que las infelices. A s í , podría ser que la c o n -
cordia y el amor idílico que celebran los aristócratas romanos paganos
pretextato (m. 3S4) y P a u l i n a — e n poemas que se supone se escribían
entre sí y se grabaron en una estela tras la muerte de P r e t é x t a l o — no
sea del todo formularia o atípíca: «Me siento feliz porque soy tuya, fui
tuya y pronto — t r a s mi m u e r t e — seré t u y a » . L o s «lazos decorosos y
n

amistosos» del matrimonio tendían a ser desiguales, por lo general,


pero no necesariamente fracasaban por esta causa.

Legalmente, las mujeres estaban sometidas a sus padres; de hecho,


a sus m a r i d o s . 74
Sin embargo, contaban con el pleno derecho a heredar
las propiedades paternas y maternas, en igualdad con sus hermanos;
y en el matrimonio controlaban legalmente sus propias propiedades.
A u n q u e en asuntos públicos tales como los juicios, se esperaba de los
maridos que actuaran en nombre de sus esposas, sin embargo las m u j e -
res tenían el pleno derecho legal a actuar por su cuenta, si lo elegían.
Hasta finales del siglo i v , las viudas no podían ser guardianas legales de
niños, y sus poderes estaban circunscritos; pero en la práctica, cumplían
esa función a menudo. (Sin duda, tras la muerte de Patricio, acaecida en
372, el dinero de un Agustín y a casi adulto lo controlaba M ó n i c a . ) " A
las mujeres no se las consideraba parte de la esfera pública y no podían
desempeñar cargos en ella. Pero hay al menos un ejemplo de una g o -
bernadora de una ciudad (Patricia, en la egipcia Anreópolis, en 5 5 3 ) ; 1 ú
e
EL LEGADO DE ROMA

Hipada de Alejandría, como intelectual más notable de la ciudad, tenía


un papel formal en los rituales públicos y recibía visitas ceremoniales de
funcionarios. 57
D e hecho, en el imperio tardío, las emperatrices p o d e -
rosas fueron algo común (particularmente en Oriente, en los siglos v y
v i ; véase el capítulo 4 ) , y no está claro que tal poder se recibiera con
contrariedad, a pesar de la retórica de los oponentes políticos y algunos
extremistas cristianos. C o m o esfera propia de las mujeres, en el período
tardorromano, se entendía siempre la casa: ellas dirigían la economía
familiar- Pero no tenían prohibido ser agentes económicos. L o s regis-
tros egipcios hablan de viudas, al menos, que compraban y vendían
propiedades sin el consentimiento o la aprobación de ningún varón ( y
al parecer, las mujeres poseían entre el 15 y el 25 por 100 de la tierra, en
el Egipto del siglo rv, lo cual no es una cifra baladí), y también alquila-
ban propiedades a arrendatarios, prestaban dinero o actuaban con inde-
pendencia, c o m o artesanas y propietarias de c o m e r c i o s . D e las muje-
,B

res (salvo las prostitutas y las bailarinas), se esperaba que vistieran de


forma recatada, aunque no llevaban velo en la vida cotidiana ordinaria;
podían lucir ropas caras, para exhibir o reclamar una condición social, y
no parecen haber sufrido aislamiento. El doble rasero de la conducta
sexual era lo normal, y contaba con la sanción legislativa (era habitual
que los hombres tuvieran concubinas, pero de las novias se esperaba que
fueran vírgenes y el adulterio femenino se consideraba indefendible);
pero la emperatriz T e o d o r a quizá hubiera sido actriz, lo que la situaba
automáticamente en una categoría legal semejante a la prostitución
— a u n cuando el escabroso relato de sus acciones, en Procopio, es cla-
ramente r e t ó r i c o — , sin que ello limitara su autoridad posteriora Se
9

tenía a las mujeres p o r seres débiles e ignorantes, pero, incluso descon-


tando a Hipada, hay abundantes pruebas de cierta instrucción y dedica-
ción literaria femenina, particularmente, aunque no solo, entre la aris-
tocracia.

¿ C ó m o evaluamos esta red de contradicciones? C o n los datos de


los que disponemos, resulta imposible determinar qué era típico en la
práctica de cada caso, sí las restricciones o la autonomía femenina. Sin
duda, como en numerosas sociedades, cabría esperar la autonomía de
unas pocas mujeres de éxito, que, sin embargo, se verían sometidas a
un escrutinio más severo que el de los hombres, así como a cierta c o n -
dena moral, sobre todo si sus esposos seguían con vida; y quizá la m a -
yoría estaba más sometida y era más pasiva, y a fuera voluntariamente
(como Mónica) o no. Este panorama general bien podría ser válido
CULTURA Y C R E E N C I A S E N E L MUNDO CRISTIANO ROMANO 117

para todos los niveles de la jerarquía social, puesto que el material


egipcio se extiende a los campesinos y artesanos, en ocasiones. Y el
espacio que el cristianismo daba a los ascetas permitió a un número
reducido, pero visible, de mujeres escapar p o r completo de las presio-
nes famliares, siempre que mantuvieran el celibato y una conducta dis-
ciplinada, de preferencia en interiores y en grupos." 30
N o obstante, la
mera cantidad de estos derechos y limitaciones, contradictorios entre
sí, era mayor que en muchas sociedades: así, el Occidente medieval
temprano impuso a menudo, sobre la acción de las mujeres, restriccio-
nes legales y sociales mucho menos permisivas, como veremos en el
capítulo 8. D e n t r o de las contradicciones en que vivían las mujeres tar-
dorromanas, había espacio para que construyeran su propia imagen s o -
cial, si lo deseaban y tenían suerte. 61
Pero lo hacían en un mundo lleno
de una imaginería genéricamente marcada, y negativa en lo referente a
las mujeres, propagada p o r igual por el mundo laico público y por la
iglesia: la masculinidad y las virtudes masculinas se veían como la n o r -
ma (yirtus significa tanto «virilidad» como «virtud») y la feminidad se
asociaba con la debilidad e incluso el peligro, en particular entre los
ascetas varones, para los cuales, c o m o es lógico, la sexualidad femeni-
na representaba una de las mayores amenazas. 62

L o s hombres también se enfrentaban a señales contradictorias del


mundo en el que vivían. L a sociedad tardorromana era muy jerárquica
y la movilidad social en muchos casos estaba limitada p o r la ley, c o m o
hemos visto, pese a que también era razonablemente común; la mezcla
de los supuestos de desigualdad, similares a las castas, y la presencia de
«hombres nuevos» siempre crea tensiones. L o s hombres romanos eran
muy dados a considerarse ofendidos cuando los advenedizos y los f o -
rasteros incumplían la etiqueta; se enfadaban con suma facilidad y , en
estos casos, podían llegar a la violencia. * Fausto, obispo de Riez (m. h.
6

490), comentaba agriamente en un sermón que si un hombre poderoso


nos hiere o maltrata con furia, lo sufrimos en silencio, para evitar d a -
ños mayores; pero si una persona inferior nos maltrata, nos encoleriza-
mos y buscamos v e n g a n z a . 64
L a violencia de la práctica judicial y polí-
tica tardorromana significaba que esas amenazas podían ser peligrosas.
Pero a las élites instruidas también se las educaba en la conducta for-
mal decorosa y cortés; formaba parte de la formación de la élite, de
hecho, e incluía no perder nunca los nervios y esforzarse por c o n v e n -
cer — o h u m i l l a r — mediante la pericia retórica, más que por las a m e -
nazas. ¿ C ó m o podía uno hacer las dos cosas? E r a imposible, por des-
! !3 EL LEGADO DE ROMA

contado. L o s hombres instruidos del período tardorromano sentían


horror por los monjes que se tomaban la jcsücia p o r la mano, o la turba
de Alejandría, o los poderosos con formación militar (como Valenti-
niano 1), a los que reprochaban su violencia y falta de autocontrol.* 1

E n una escala menor, Sidonio se alegró cuando, al comer con Mayoría-


no, su enemigo Peonio quedó visiblemente molesto por un pequeño
desaire frente al emperador, una reprobable falta de etiqueta; el empe-
rador se rió, con decoro, pero divertido p o r la situación, y esto fue
bastante para Sidonio, que se refirió a ello c o m o «venganza». Pero el
decoro era tanto más importante porque se reconocía que los hombres
eran apasionados. Y la cólera también se podía usar políticamente,
quebrantando las barreras del decoro, para incidir en algo, para d e -
mostrar que uno iba en serio, y con tanta más eficacia debido a la for-
malidad de la conducta política «normal». E n el Occidente posroma-
no, la política perdió en parte este carácter tan formalizado, pero la
fuerza política de la cólera siguió siendo un arma poderosa para reyes y
príncipes.

Este capítulo, y el último, presentan un mundo tardorromano estable;


esto no quiere decir inalterado, en ningún caso (pues se trató de un
período de notable innovación religiosa), ni, p o r descontado, exento
de conflictos; pero aun así, en ningún caso estaba condenado a la diso-
lución. E n el próximo capítulo veremos c ó m o el poder político r o m a -
no sí se vino abajo en el Occidente del siglo v , aun a pesar de su estabi-
lidad interna. P e r o también v a l e la pena preguntarse en este estadio
qué elementos, de entre los m o d e l o s culturales, sociales y políticos
descritos hasta aquí, sobrevivieron para formar la herencia de R o m a a
los siglos futuros. Esto es más fácil de responder para el presente capí-
tulo: los modelos descritos aquí han sobrevivido en su mayoría. L a s
estructuras de la iglesia fueron la institución que cambió menos cuan-
do el Occidente romano se descompuso, y solo terminaron siendo p o -
líticamente marginales en el Mediterráneo suroriental y meridional,
con las conquistas musulmanas del siglo vir. L a importancia de la fe
correcta pervivió en Bizancio y en partes de Occidente, c o m o veremos
en posteriores capítulos. E l compromiso religioso de los ascetas, c o m o
las críticas de la sociedad secular desde una base religiosa^ nunca per-
dieron su fuerza en los siglos posteriores, y las v e r e m o s reaparecer
constantemente. T o d o ello son legados de carácter específicamente
CULTURA Y CREENCIAS EN E L MUNDO CRISTIANO ROMANO I 19

cris c a n o - r o m a n o para los tiempos fulcros. A d e m á s , las instituciones


icas del imperio romano sobrevivieron c o m o la plantilla política
fundamental tanto de Bizancio como del califato árabe, que aún se b a -
saron en un sistema continuado de impuestos agrícolas. P o r el contra-
rio, en el Occidente posromano la imposición se fue disolviendo, cada
vez más, y las instituciones políticas se simplificaron enormemente-
Sea c o m o fuere, el marco político e institucional del imperio r o m a n o
era tan complejo, que estas versiones nuevas y más simples aún pudie-
ron proporcionar un sistema gubernamental básico, de estilo romano,
para los reinos «romano-germánicos»; en particular, para los francos
en la G a l i a , los v i s i g o d o s en Hispania y los lombardos en Italia, los
sistemas de gobierno principales de los dos siglos posteriores a 5 50. Y
esto se acompañó de un sentido de poder público, y de un sentido de
espacio público para la práctica política, que era en gran medida heren-
cia de R o m a . Esta política pública duró, en Occidente, hasta después
de que concluyera el período carolingio, p o r lo menos hasta el siglo x ,
y a menudo más adelante; su hundimiento, cuando se produjo (en su
caso más notable, en Francia), fue histórico. D e hecho, ese momento
marcará el final de este libro, puesto que en Occidente, al menos, r e -
presenta el fin de la A l t a Edad Media.

A l empezar la Edad Media, muchas cosas sí cambiaron. L a s conti-


nuidades religiosas y culturales no pueden ocultar la importancia del
hundimiento de las estructuras estatales; la economía de intercambio
también se v o l v i ó m u c h o más localizada tanto en Oriente como en O c -
cidente, as! c o m o técnicamente menos compleja, al menos en O c c i -
dente- L a sociedad aristocrática se militarizó más, y la educación lite-
raria secular perdió mucha importancia, sobre todo en Occidente; en
nuestras fuentes escritas, en consecuencia, abundan mucho más las re-
ligiosas, tanto en Oriente como en Occidente. L a identidad aristocráti-
ca también se transformó en todas partes, con los cambios políticos de
Occidente en el siglo v y Oriente en el siglo v i l ; la riqueza aristocrática
conjunta se redujo, en la mayoría de lugares, y la élite senatorial de
R o m a , sumamente rica, se desvaneció. N o se debe exagerar esta r e -
ducción, porque los nobles con ancestros romanos siguieron siendo
actores de primer orden; pero, dados los cambios culturales a los que
acabo de referirme, su ascendencia romana resulta mucho más difícil
de ver. A medida que menguaba laposesión de tierras por parte de los
nobles, en su conjunto, y que el poder estatal disminuía, en Occidente,
los campesinos cobraron más autonomía; en cambio, podría decirse
IZO EL LEGADO DE ROMA

que aumentaron los límites impuestos a las mujeres. Y , por encima de


todo, cada una de las regiones del imperio romano tuvo en adelante un
desarrollo cultural, económico, social y político propio y separado.
A n t e s de 550, Oriente y Occidente se tratan unitariamente, en este li-
b r o ; pero en adelante se los debe analizar separadamente; y las histo-
rias de las tierras francas, Hispania, Italia, Britania, Bizancío y el m u n -
do árabe recibirán cada una un trato individual, al igual que las tierras
no romanas del norte. E s t a localización y simplificación general carac-
teriza la A l t a Edad M e d í a p o r encima de todo lo demás. Pero como base
de todos los sistemas políticos que veremos en el resto del libro, al m e -
nos fuera del lejano norte, estaba el peso del pasado romano que, por
m u y fragmentado que estuviera, creó los bloques con los que, en los
siglos posteriores, se construyó la práctica cultural, social y política de
todas las sociedades posromanas.
4

CRISIS Y C O N T I N U I D A D , 400-550

El 25 de febrero de 484, H i m e n e o , rey de los vándalos y alanos, y s o -


berano de las antiguas provincias romanas del norte de Á f r i c a , p r o -
mulgó un decreto contra la herejía «homusiana» (nosotros diríamos
«católica») de la población romana de su reino. L o s vándalos eran cris-
tianos arríanos y consideraban que las creencias de la mayoría romana
eran tan incorrectas que debían eliminarse. Hunerico, en consecuen-
cia, adoptó la ley que el emperador Honorio emitiera en 4 1 2 contra los
donatistas africanos — l e y que había sido una importante arma política
en los tiempos de A g u s t í n — y la empleó contra los propios católicos.
Hunerico fue explícito al respecto:

Es bien sabido que devolver Jos malos consejos a quien los da es un rasgo
de triunfante majestad y poderío regio ... Es necesario y muy justo apli-
car contra ellos lo que se muestra contienen aquellas mismas leyes que
coincide han sido promulgadas por los emperadores de varias épocas
que, con ellas, se han visto llevados al error.'

E l m o d o empleado p o r Hunerico en este decreto, y en la persecu-


ción que desató ( y que parece haberse calmado tras la muerte del rey,
en diciembre de aquel mismo a n o ) , fue netamente juguetón: vosotros
lo hicisteis; en consecuencia, es justo que ahora se os haga lo mismo a
vosotros. D e hecho, toda la preparación del asunto se hacía eco delibe-
rado de lo ocurrido en la década de 4 1 0 . E n 4 1 0 , Honorio había c o n v o -
cado una colado, una disputa formal, entre obispos donatistas y católi-
cos, que se celebró en C a r t a g o en junio de 4 1 1 ; las actas sobreviven, en
su mayoría, y nos muestran una llamativa mezcla de juegos de poder
ceremoniales, insultos y debates, seguidas de un juicio contra los d o -
natistas y luego, un ano más tarde, la represión. Sin duda, los donatis-
tas sabían que probablemente les estaban tendiendo una trampa; y
EL LEGADO DE ROMA

cuando, en m a y o de 4 8 3 , Hunerico pidió a los obispos católicos que


acudieran a Carrago en febrero del año siguiente, para un debate simi-
lar, no es menos o b v i o que estos sabían lo que se les avecinaba. T a n t o
los donatistas en 4 1 1 c o m o los católicos en 484 intentaron refluir el
debate con la presentación d e un manifiesto; pero Hunerico — s i d a -
mos crédito al relato de su ferviente opositor Víctor de V í t a — y a h a -
bía preparado su decreto, abreviando así el debate. £ i esto es c i e n o , fue
el único punto en el que Hunerico se desvió del m o d e l o en la nueva
representación del drama d e Honorio, Hunerico disfrutaba de ser u n
emperador romano en m o d o persecutorio, acto tras acto; y los católi-
cos sabían m u y bien qué estaba haciendo.

L o s vándalos d e Á f r i c a representan una paradoja que este relato


ejemplifica a la perfección. El uso moderno de su nombre muestra la
1

mala reputación que y a tenían, expresada sobre todo en el polémico


relato que hizo V í c t o r d e su crueldad y opresión. L a mayoría d e las
descripciones contemporáneas de los vándalos eran en efecto negati-
v a s , desde su violenta llegada a Á f r i c a en 429, narrada p o r un testigo,
Posidio, al historiador romano-oriental Procopio, que criticó su lujoso
estilo de vida en el momento de la reconquista romana, en 5 3 3 - 5 3 4 ,
Bajo el gobierno de su rey más exitoso, Geiserico, el padre de Huneri-
c o ( 4 2 8 - 4 7 7 ) , que los llevó de Hispania a Numidia y l u e g o , en 4 3 9 , a
C a r t a g o y el centro cerealístico de Á f r i c a , sus barcos (antiguos trans-
portes de cereales, sin duda) asaltaron Sicilia, conquistaron Cerdeña y
saquearon R o m a en 45 5. Hunerico no fue el único rey que persiguió a
los católicos; T r a s a m u n d o ( 4 9 6 - 5 2 3 ) hizo lo mismo en la década de
510- Sin embargo, y a la inversa de lo que pudiera parecer, hay pruebas
que demuestran que los vándalos creían estar siendo m u y romanos.
Entre los vándalos de los que tenemos noticia, todos hablaban latín.
Hunerico se casó c o n la sobrina nieta de H o n o r i o y había pasado u n
tiempo en Italia. L a administración vándala parece haber sido idéntica,
o casi, a la administración romana de la provincia de África, con perso-
nal africano ( c o m o m u c h o , quizá adoptaran el c ó d i g o de vestuario
vándalo); la moneda era una adaptación creativa d e los modelos roma-
nos; los reyes establecían impuestos c o m o los romanos y , de resultas
de ello, las élites vándalas acumularon gran riqueza, que gastaron a la
romana, en lujosas residencias urbanas e iglesias, según n o s indican
tanto las fuentes escritas c o m o las arqueológicas. L a arqueología, de
hecho, nos dice que a lo largo del siglo vándalo hubo pocos cambios en
la mayoría d e aspectos de la cultura material africana. Y , por desconta-
CRISIS Y CONTINUIDAD, 400-^0

¿o su persecución religiosa era plenamente romana. O t r o s pueblos


germánicos conquistadores también eran arrianos, en particular los
godos, como hemos vísto; pero en su mayoría, veían su religión c o m o
algo que señalaba su propia identidad frente a sus nuevos subditos r o -
manos, que podían seguir siendo católicos. S o l o los vándalos dieron
por sentado que su versión del cristianismo debía ser la universal, y era
necesario exterminar las otras, c o m o habían hecho los propios r o m a -
nos: de aquí nace el tono negativo de los relatos contemporáneos, to-
dos ellos escritos p o r católicos.

A s í , es posible concebir a los vándalos c o m o una versión de los


propios romanos. Podríamos verlos, en efecto, c o m o un ejército p e r -
dido que se hizo con el poder en una provincia romana y la dirigió en
una manera romana; aunque en sí mismos, los vándalos nunca fueron
tropas federadas imperiales, se parecían m u c h o a ellas, y resultaría
muy difícil identificar elementos de su práctica social o política que no
tuvieran raíces romanas. P e r o nos equivocaríamos si, p o r ello, pensá-
ramos que nada cambió cuando Geiserico tomó C a r t a g o . H u b o dos
grandes diferencias. P r i m e r o , los vándalos gobernaron África c o m o
una aristocracia terrateniente y militar, que continuó viéndose a sí
misma c o m o de etnia distinta. L o s ejércitos romanos que tomaron el
poder de una provincia antes del siglo v se contentaron con crear su
propio emperador y retirarse a los cuarteles con ricos regalos; pero los
vándalos se convirtieron en una élite política que ocupó el lugar de la
aristocracia senatorial, en gran medida ausente, y se apropió de sus p o -
sesiones ( y también de las de algunos propietarios romanos que vivían
en África, aunque estos, en su mayoría, sobrevivieron). E n segundo lu-
gar, los vándalos rompieron la infraestructura mediterránea del impe-
rio tardío; se apoderaron de la principal provincia occidental de e x p o r -
tación de aceite y cereales, fuente de la m a y o r í a de los alimentos de
Roma. E n buena parte, los alimentos se habían proporcionado gratis,
en impuestos; pero los vándalos eran autónomos y se quedaron la p r o -
ducción africana para sí, aunque estaban preparados para venderla.
Esto supuso el fin de la columna dorsal de los impuestos, la de Carta*
g o - R o m a . L a población de la ciudad de R o m a c o m e n z ó a disminuir
vertiginosamente pasada la mitad del siglo v ; en el siglo posterior, p r o -
bablemente c a y ó más del 8o por ciento. Y apareció un agujero enorme
3

en el sistema fiscal, cuidadosamente equilibrado, del imperio occiden*


tal; los romanos &e enfrentaron a una crisis fiscal precisamente cuando
necesitaban gastar en sus tropas tanto c o m o pudieran reunir. N o haber
E L L E G A D O D E ROMA
124

previsto que Geiserico tomaría C a r t a g o , pese al tratado acordado en


43 5, es probablemente el principal error estratégico del gobierno im-
perial en el siglo V : el momento en el que surgió por primera vez, como
posibilidad seria, la desintegración política del imperio occidental. D e
aquí el e m p e ñ o , d e m o r a d o pero intenso, d e reconquistar Á f r i c a en
4 4 1 , 4 6 0 y , sobre todo, con la gran movilización de 468, que supuso un
fracaso desastroso aun cuando la capacidad militar de los vándalos, en
la medida en que la conocemos, no era inusualmente grande. Á l fina],
la reconquista fue fácil, en 5 3 3-5 34; pero por entonces, el imperio occi-
dental y a había desaparecido. A s í , p o r m u y romanizados que estuvie-
ran los vándalos, fueron agentes de cambios m u y importantes.

Esta es la característica crucial de los acontecimientos del siglo v , al


menos en el imperio occidental. U n a y otra v e z , los ejércitos «bárba-
ros» ocuparon provincias romanas, que dirigieron en maneras roma-
nas, con lo que nada cambiaba... solo que todo cambió. E n 400, el im-
perio r o m a n o occidental y el oriental eran g e m e l o s , dirigidos p o r
hermanos (Honorio y Arcadio, los dos hijos de Teodo s i o I , que gober-
naron de 395 a 4^3 y de 395 a 40S, respectivamente), con escasas dife-
rencias estructurales entre ellos y , como vimos en el capítulo ^, ningu-
na debilidad interna fundamental. E n t o o , O r i e n t e apenas había
cambiado (de hecho, estaba experimentando un auge económico), pero
Occidente se había dividido en media docena d e grandes secciones:
África vándala, Hispania y sudoeste de la Galia visigodas» sudeste de la
Galia burgundia, norte de la Galia franca, Italia ostrogoda (incluida la
región alpina) y_una gran cantidad.de unidades autónomas menores en
la_Britania y zonas más marginales de aquí y allá. L o s sistemas de g o -
bierno m a y o r e s se regían todos según la tradición romana, pero con
más militarización, estructuras fiscales más débiles, menos interrelacio-
nes económicas y economías i n t e r n a s ^ menudo, más simples. Se había
producido un c a m b i o decisivo, sin que nadie lo hubiera buscado en
particular. El propósito de este capítulo es investigar c ó m o se produjo;
pero no desde el conocimiento posterior. L o s acontecimientos del siglo
v no eran inevitables y no fueron percibidos c o m o tales por la gente
que los vivió. E n este período, nadie v i o que el imperio occidental estu-
viera «cayendo»; el primer autor que dio una fecha específica p a r a j u
final (476) fue u n cronista establecido en Constantinopla, Marcelino
comts que escribió hacia 5 1 3 . Examinaremos esos acontecimientos en
r
4

cuatro tramos cronológicos: hasta 4 2 5 , hasta 4^ j hasta 500 y hasta


T

Sí o, con la intención de anotarlos que fueron los cambios principales,


CRISIS Y CONTINUIDAD, 4OO-5 fO

pero también las estabilidades, de cada tramo. L u e g o nos ocuparemos


de la cuestión de qué significaron esos cambióse
N i Honorio ni A r c a d i o tuvieron especial protagonismo político,
igual que ocurrió con quienes.les sucedieron en el cargo; no fue hasta la
década de 470 que hubo verdaderos soberanos que ocuparan de nuevo
una posición política suprema. E r a n otros los que gobernaban por m e -
dio de ellos. E n Occidente, el hombre tuerte, e n e l principio del siglo v ,
era Estilicón, comandante militar (magister militum pmesentalis) d é l o s
ejércitos occidentales desde 394: un pQ_dgroso negociador, como le exi-
gía su posición. Durante toda su preeminencia, se enfrentó con A l a r i -
co* rey de los godos (h. 391 - 4 1 0 ) , quien pretendía dar a su pueblo una
ubicación estable. L o s g r u p o s g o d o s entraron p o r v e z primera en el
imperio en 376 (como vimos en el capítulo 2 ) ; tras vencer en A d r i a n ó -
polis en 3 7 8 , en la década siguiente los dejaron tranquilos en Iliria y
Tracia (los modernos Balcanes). A l a r i c o fue el primer jefe g o d o que I
sirvió, con sus_propÍos hombres, en un ejército romano: lo hizo al ser-
vicio de T e o d o s i o , en 394. E s t e acuerdo militar se deshizo en 396, sin
embargo^ y los g o d o s d e A l a r i c o (a los que denominamos visigodos,
para evitar la confusión con otros grupos godos, aunque ellos no usa-
ban ese nombre para sí) pasaron dos décadas intentando reconquistar,
por la fuerza, una posición reconocida en el imperio. Atacaron Grecia,
luego se desplazaron al norte y entraron en e) norte d e Italia en 4 0 1 .
Estilicen los derrotó y les obligó a^regresar a Iliria en 402, pero regre-
saron en 408. E n ese momento, tampoco eran los únicos «bárbaros» del
imperio; otros grupos, probablemente impulsados a probar suerte más
allá de la frontera p o r el desarrollo del poder huno, entraron durante la
misma década. E n 4 9 5 J R g d a g a i s ^ e n c a b e z ó un ejército formado, d e
?

nuevo, en su mayoría por godos, que cruzó l o s A l p e s g entró en Italia


desde el norte; Estilicón los derrotó y destruyó cerca de Florencia, en
406. Para todo esto, Estilicón necesitaba un ejército m a y o r del que p o -
seía Italia, especialmente cuando él mismo también quería tomar Iliria
y convertirla en parte del imperio occidental, no del oriental; y para
esta función desvió tropas de la frontera del Rin. Esto, probablemente,
fue un error j>uesto que una invasión de tribus centroeuropeas, enca-
T

bezadas por los vándalos, cruzó el R i n el último día del año 406; luego
irrumpieron en la Galia occidental; y posteriormente (en 409), pasaron
a Hispania, sin hallar apenas resistencia. V también en 407 se produjo
otra invasión de la Galia, en esta ocasión por un usurpador, Constanti-
no III ( 4 0 6 - 4 1 1 ) , a la cabeza del ejército d e la Britania romana. A n t e
IZÓ EL LEGADO DE ROMA

esta multiplicidad de crisis, Estificón fue objeto d e toda una campaña


de murmuraciones en su contra y , tras un motín, fue ejecutado en 408.
A Estilicón lo derribaron problemas que no había creado él solo;
después de su muerte, los jefes occidentales solo cometieron errores.
Estilicón, por origen, era medio vándalo, por lo que algunos conside-
raban que su disposición era demasiado favorable a los «bárbaros»; los
que estaban en su ejército italiano, o bien fueron masacrados o bien
huyeron y se unieron a A l a r i c o . A l a r i c o era la figura do'minante en
Italia, entre 408 y 4 1 0 , pero los romanos se negaron a firmar una paa
perdurable con él, pese a que habían bloqueado R o m a en tres ocasio-
nes. A la p o s t r e , A l a r i c o saqueó R o m a en 4 1 0 , un acontecimiento
que c o n m o á o n ó al mundo romano tanto c o m o el 1 1 de septiembre de
2001 conmocionó a Estados Unidos, pues supuso un enorme y pertur-
bador golpe simbólico a la confianza de ese mundo en sí mismo; pero
no tuvo más repercusiones y fue solo un paso más en el largo camino
del asentamiento de los v i s i g o d o s . L o s g o d o s intentaron ir al s u r , j i
África, pero luego se dirigierqnj^norte,_a la Galia^ tej_o_su_mievojíder
A t a ú l f o ( 4 1 0 5 - 4 1 j ) ; ¡ allí^encontraron una confusión aún m a y o r ^ u e
?

contribuyeron a aumentar^pues en 4 1 1 hubo nada menos que_cuatro


emperadores rivales, en su m a y o r í a protegidos d e diversos g r u p o s
«bárbaros». P o c o a p o c o , los ejércitos leginmistas de R o m a se reagru-
paron bajo un nuevo magUtermilimm Constancio ( 4 1 1 - 4 2 1 ) , que fue
>

liquidando a los usurpadores uno p o r uno y obligó a los grupos «bár-


baros» a entenderse. L o s visigodos de Ataúlfo, al igual que los ejérci-
6

tos romanos, dependían de los cereales del Mediterráneo, p o r lo que


los romanos los sometieron mediante bloqueos, en 4 1 4 - 4 1 7 ; y termi-
naron luchando en nombre de R o m a , en Hispania, contra los v á n d a -
los, que resultaron parcialmente destruidos en 4 1 7 - 4 1 8 , hasta q u e ,
en 4 1 8 , se asentaron finalmente e n torno a T o u l o u s e . C o n s t a n c i o
contrajo matrimonio con la hermana de H o n o r i o , G a l a Placidia, que
anteriormente había estado casada c o n A t a ú l f o , y se c o n v i r t i ó en
c o e m p e r a d o r p o c o antes de morir en 4 2 1 . L a s rivalidades militares
continuaron, pero la crisis se estaba calmando. E n 4 2 5 , tras una suce-
sión disputada, Valentiníano I I I (sobrino de Honorio e hijo menor de
Constancio y Placidia), fue emperador occidental ( 4 2 5 - 4 5 5 ) con su
madre como regente.

E n e s t e período^Oriente v i v i ó menos traumas. L o s Balcanes eran


un distrito militar que siempre fue la parte más invadida del imperio
oriental; también recibió ataques de los hunos, tanto antes c o m o des-
CRISIS Y CONTINUIDAD, 400-550 127

pues de que los g o d o s se marcharan. Pero Constan tinopla, en el límite


con los Balcanes, estaba bien defendida, y la riqueza de Oriente estaba
en el Levante del Mediterráneo y en E g i p t o , m u y lejos de la frontera
septentrional. P o r encima de, todo, la Persia sasánida, enemigo tradi-
cional de R o m a por el este, estuvo en paz con el imperio durante casi
todo el siglo v , probablemente porque se enfrentaba a sus propias ame-
nazas en otras zonas, lo que concedía al imperio oriental una m a y o r
seguridad estratégica. L a política oriental fue a menudo tensa, a veces
violentamente, c o m o ocurrió con la histeria anti^bárbaros» que e x p e -
rimentó la capital y^destruyó al mcgister militum G a i n a s y , p r o n t o ,
también a su rival Fravita, en un anticipo de lo que le ocurriría a Estili-
con algo más tarde en esa misma década. Pero a partir de este m o m e n -
to, la mayoría de los jefes p olí ticos de O ri^te fueronj^yiles, en lugar
de soldados, que gobernaron para A r c a d i o y para su hijo, igualmente
inactivo, T e o d o s i o II (408-450); y , de hecho, en Constantinopla las
emperatrices ocuparon u n lugar especialmente destacado; en este p e -
ríodo, la esposa d e A r c a d i o , E u d o x i a , en 400-404, y la hermana d e
T e o d o s i o , Pulquería, en l o s años 4 1 0 y 4 2 0 . A m b a s mujeres, entre
otras acciones, derrocaron a patriarcas constantínopolítanos caracteri-
zados p o r su ambición e intolerancia: a J u a n Crisóstomo, en 404, y a
Nestorio, en 4 3 1 , respectivamente. Esto, por sí solo, y a demuestra que
el imperio oriental estaba desarrollando un estilo político distinto del
jiccidenraj: el patriarca de_Constantinopla, q u e n o se creó hasta 3 8 1 , y a
era un protagonista de la política laica, un papel que el papa de R o m a
no interpretó hasta pasado un siglo más- E l hecho d e que el imperio
occidental se dirigiera desde R á v e n a , y no R o m a , significaba que la
política de la ciudad de R o m a desempeñaba una función menos crucial
pata el imperio; la importancia de los concilios eclesiásticos y el debate
doctrinal, c o m o foco de unidad y disensión, también era m a y o r en
Oriente, donde los obispos gozaban de más v o z política que la alcanza-
da por entonces en Occidente. E n el futuro, las relaciones iglesia-estado
también continuarían siendo m u c h o más próximas en Oriente, hasta
mucho m á s tarde, cuando Occidente entró en el período carolingio,
como veremos en el capítulo 1 7 .

E n 4 2 5 , Oriente era estable y había iniciado la larga reactivación


económica que continuaría hasta finales del siglo v i o principios del
vil. Pero Occidente, tras una década de agitación, también había l o -
grado una notable estabilidad. A s í , las fronteras, en su mayoría.; s e -
guían controladas por tropas romanas- Había grupos «bárbaros» asen-
12É EL LEGADO DE ROMA

rados en el i m p e r i o , e s c i e n o , y s e p a r a d o s de la j e r a r q u í a m i l i t a r
r o m a n a : los visigodos entre Burdeos y T o u l o u s e , los restos de la con-
federación vándala en la Hispania occidental, los suevos en el norte y
los vándalos asdingos en el sur; p e r o t o d o s ellos habían sido derrota-
d o s y los v i s i g o d o s , al m e n o s , habían establecido u n a alianza federal
7
formal con R o m a . Solo en las provincias septentrionales del oeste>jil
norte del Loira, lajümación permanecía inestable. E n la última fronte-
ra septentrional d é l a Galia crecían los asentamientos de francos, veni-
d o ^ justo de la otra orilla del R i n ; en el n o r o e s t e había revueltas c a n >
p e s i n a s i n t e r m i t e n t e s , d e g r u p o s d e n o m i n a d o s . Bagaudae^ q u e
e m p e z a r o n e n la confusión d e los a ñ o s 4 1 0 y c o n t i n u a r o n hasta los
440, cabe s u p o n e r q u e c o m o reacción exasperada ante la lluvia de i m -
8
puestos de u n a época de fracaso militar; y Btitania había sido a b a n d o -
nada p o r la administración r o m a n a después de 4 1 0 . N o obstante, estas
áreas resultaban todavía m á s marginales para Occidente de lo q u e eran
los Balcanes para O r i e n t e . O r o s i o , u n apologista cristiano q u e escribía
en Hispania en 4 1 7 , y a p o d í a r e c u r r i r al tópico d e q u e «los b á r b a r o s ,
con odio a sus espadas, se volvieron hacia los arados y ahora saludan a
los r o m a n o c o m o socios y amigos», y esto n o pareció ser n i n g u n a vi-
sión falsa, en la década p o s t e r i o r a En este m i s m o p e r i o d o — e n t r e 4 1 3
y 427, para ser e x a c t o s — , Agustín escribió su m o n u m e n t a l La ciudad
de Dios, nacida c o m o respuesta al saco de R o m a ; n o era ni u n t r a t a d o
triunfante sobre la victoria de la R o m a cristiana ( c o m o el texto de O r o -
sio) ni u n a polémica s o b r e los peligros a los q u e se enfrentaba R o m a
p o r sus errores. A g u s t í n , de h e c h o , se esmeró en n o conceder demasia-
da importancia n i longevidad al e x p e r i m e n t o imperial r o m a n o , pues la
ciudad divina está separada de las formas políticas terrenales. Sin e m -
b a r g o , su libro a ú n exhibe u n a notable confianza en el futuro imperial.
El m u n d o bien p o d r í a terminarse, p o r d e s c o n t a d o , y , según la c o n v i c -
ción agustina, no tardaría m u c h o en hacerlo; p e r o en la obra n o se per-
ciben indicios de q u e nadie previera o temiera el final del imperio.

Las cosas c a m b i a r o n e n la s i g u i e n t e g e n e r a c i ó n , h a s t a 4 5 5 . E n
O r i e n t e , la política c o n t i n u ó tranquila, s j v o e n l o q u e respgcca a los
a t a q u e s ^ r e g u l a r e s j e J o s . h u n o s en los Balcanes. E s t e p e r í o d o e s t u v o
m a r c a d o p o r la ambiciosa compilación de las leyes vigentes en el i m p e -
^9^SPj^S^^ 49 Í^ñ°7
0 s c
? í ! ^ ? 9 ?n 4 ^ 8 ; se trataba de leyes tan-
! m t Q ,ú

t o o r i e n t a l e s c o m o o c c i d e n t a l e s ( m u c h a s , al parecer,' r e c o g i d a s en
África), p e r o compiladas en Constantinopla y bajo el n o m b r e del e m -
perador oriental. T a m b i é n estuvo m a r c a d o p o r d o s concilios eclesias-
CRISIS Y CONTINUIDAD, 400-5 50 129

ricos de peso en sus definiciones: el de Éfeso, en. 4 3 1 , y el de C a l c e d o -


nia, en 4 5 1 , c o m o v i m o s en el capítulo 3; a u n q u e sus definiciones se
alcanzaron a expensas de a p a r t a r a g r a n d e s sectores de la c o m u n i d a d
cristiana del O r i e n t e P r ó x i m o y E g i p t o , q u e se hallaron estigmatiza-
dos como herejes monofisitas. P u l q u e r í a fue u n a agente m u y destaca-
da tras los bastidores de u n o y o t r o concilio. E n t r e ellos, su papel en la
corte fue relativamente m e n o r , sobre t o d o en la década de 440; p e r o a
ia muerte de T e o d o s i o I I n o m b r ó a su sucesor, Marciano (450-457), al
casarse con él, y fue de n u e v o influyente hasta su propia m u e r t e , o c u -
rrida en 453- Calcedonia, en particular, fue un m o m e n t o divisor; p e r o
el hecho d e q u e la política d e O r i e n t e g i r a r a s o b r e estas g r a n d e s r e -
uniones eclesiásticas, y n o sobre la g u e r r a , es revelador p o r sí mismo.
En Occidente se vivieron m á s p r o b l e m a s . L o s jefes militares c o m -
batieron p o r el jov^n Vdenrimar^Oj y A e c i o , con base e n l a j j a l i a , se
i m p u s o e n j i j j . Aecio^gobernó Q g d d g n t e c o m o magistermilitum hasta
454, p e r o m a n t u v o sus intereses en j a G a l i a . " Así, a él cabe a t r i b u i r l a
responsabilidad principal d e permitir q u e los vándalos se trasladaran a
Cartago; Aecio reaccionó, pero sin las debidas celeridad ni eficacia. L a
inquietud fundamental de A e c i o e r a n los v i s i g o d o s , a los q u e , al m e -
nos, dejó pacificados t e m p o r a l m e n t e e n 439. T a m b i é n se convenció a
otros g r u p o s «bárbaros» de la G a l i a de q u e a c e p t a r a n la h e g e m o n í a
militar r o m a n a , incluidos los alanos y b u r g u n d i o s , q u e el p r o p i o Aecio
asentó, respectivamente, e n el bajo valle del Loira y el alto R ó d a n o , e n
442-443. D e resultas de las iniciativas de A e c i o , la Galia p e r m a n e c i ó
^stable bajo la h e g e m o n í a r o m a n a , a u n q u e es evidente q u e , a la m u e r t e
de Aecio, se habían establecido allí m á s g r u p o s a u t ó n o m o s de los q u e
había antes. T a m b i é n Italia, el c o r a z ó n de O c c i d e n t e . vJviajieJigxhQ
menos a m e n a z a s d e j n v a s i ó n q u e ^ ^ n l ó s a n o s anteriores del siglo. P e r o
África se h a b í a p e r d i d o , y también Hispania, después de q u e los v á n -
dalos la a b a n d o n a r a n e n 429, q u e d ó en b u e n a parte bajo control s u e v o ,
en la década de 440; a h o r a bien, c o m o y a h e m o s visto, Hispania resul-
taba m u c h o m e n o s esencial p a r a la infraestructura del i m p e r i o . E s en
los años 4 4 0 c u a n d o t e n e m o s , en la legislación occidental, los p r i m e r o s
indicios de q u e los impuestos eran insuficientes para p a g a r a las t r o p a s
imperiales, lo q u e anunciaba^subidas^físcales. 12
Losbagaudae r e a p a r e -
cjeron en el n o r t e de la Galia, y a h o r a también en el noreste de H i s p a -
nia, la zona d e la península ibérica q u e continuaba bajo control r o m a -
n o . E n l o s a ñ o s 440, S a l v i a n o de M a r s e l l a e s c r i b i ó u n l a r g o e
incendiario s e r m ó n d e n o m i n a d o Sobre el gobierno de Dios, d o n d e a t r i -
EL LEGADO DE ROMA

buía los fracasos de los romanos contra u n o s «bárbaros» (a todas luces


inferiores) a sus propios pecados: principalmente, a u n o s impuestos in-
j u s t o s y e x c e s i v o s , al e n t r e t e n i m i e n t o p ú b l i c o y a la l i c e n c i o s i d a d
3
sexual.' Es la clase de cosas q u e afirmaban (y a ú n afirman) los p r e d i -
cadores cristianos m á s extremistas, p o r lo q u e n o p o d e m o s t o m a r n o s
e n serio los detalles; no p o d e m o s concluir, p o r ejemplo, q u e en verdad
las provincias occidentales estuvieran a h o g á n d o s e p o r el exceso de i m -
puestos; sería preferible ver el escrito d e Salviano c o m o u n a prueba de
la eficacia sostenida del sistema fiscal. P e r o sin duda es cierto que, a h o -
r a , el m o d o en q u e Salviano ve O c c i d e n t e y a incluye a los «bárbaros»
c o m o actores políticos estables, alternativos al g o b i e r n o r o m a n o , y lo
m i s m o cabe afirmar de los bagaudae ( a u n q u e , e n realidad, estos últi-
m o s eran m e n o s estables y desaparecen de nuestras fuentes hacia 450;
Aecio y sus aliados «bárbaros» l o s habían d e r r o t a d o ) . Salviano creía
q u e los r o m a n o s elegían a m e n u d o ser g o b e r n a d o s p o r los «bárbaros»
para así escapar a la injusticia estatal de R o m a . E s t o , p r o b a b l e m e n t e ,
n o era c o m ú n en los a ñ o s 440, p e r o y a resultaba posible i n v o c a r tal
concepción; e n O r i e n t e , el historiador Prisco, c u a n d o habla de los h u -
nos, hizo lo m i s m o en este m i s m o p e r í o d o .

A e c i o , en sus campañas contra los visigodos y otros, dependió m u -


4
c h o del a p o y o militar d e los h u n o s . ' Estos ú l t i m o s , c o m o m u y tarde
en la década d e 420, se habían asentado en b u e n a parte justo a las afue-
ras del imperio, en la llanura media del D a n u b i o (lo q u e h o y es la H u n -
gría oriental), u n b u e n p u n t o estratégico para atacar tanto los Balcanes
c o m o Occidente. P e r o n o supusieron u n v e r d a d e r o peligro a gran es-
cala hasta q u e Atila (h, 435-453) y su h e r m a n o Bleda, p o r u n l a d o , los
unificaron, y p o r o t r o , reforzaron su h e g e m o n í a m i l i t a r s o b r e o t r o s
g r u p o s «bárbaros», especialmente los gépidos y el sector de los g o d o s
q u e d e n o m i n a m o s o s t r o g o d o s , hacia 440. A lo l a r g o de los a ñ o s 440
ios h u n o s e m p r e n d i e r o n ataques importantes en todas las direcciones,
q u e culminaron en las grandes invasiones de la Galia, en 4 5 1 , e Italia,
en 452. Sin e m b a r g o , los h u n o s fueron d e r r o t a d o s e n la Galia (Aecio
u s ó a los visigodos c o n t r a ellos, igual q u e había e m p l e a d o antes a los
h u n o s c o n t r a los g o d o s ) y , p o r razones m e n o s claras, se retiraron de
Italia; en 453, Atila m u r i ó , de forma inesperada, y en 454-455 el c o n -
flicto entre sus hijos y los pueblos sometidos condujo a u n a rápida d i -
solución de la hegemonía huna. L o s h u n o s eran u n pueblo terrorífico,
p o r q u e resultaban desconocidos, p e r o en c u a n t o a m e n a z a militar d i -
recta contra los r o m a n o s , no fueron más q u e flor de u n día. L o m i s m o
CRISIS Y CONTINUIDAD, 400-550 131

cabe decir del intento de Atila de construir u n foco político alternativo


a las capitales del imperio, q u e en su m o m e n t o pareció impresionante,
pero no d u r ó m u c h o m á s de quince anos. T a m b i é n deberíamos recor-
dar que los h u n o s a y u d a r o n , a los r o m a n o s n o solo al c o m b a t i r p a r a
Aecio, sino también c o m o fuerza de estabilidad al o t r o lado de la fron-
tera (lo q u e limitó los movimientos demográficos). P e r o esto tampoco
perduró m á s allá de 454.
El imperio h u n o se h u n d i ó , p e r o Aecio ya había m u e r t o : lo había
asesinado e n persona, en 454, Valentiniano I I I , quien halló ía m u e r t e a
su vez un a ñ o más t a r d e , c o m o fruto directo de la acción anterior. C o n
el tiempo, m u c h o s v i e r o n en Aecio a (por decirlo en palabras de M a r -
celino comes) «el principal salvador del imperio occidental», en buena
parte p o r q u e fue el ú l t i m o c o m a n d a n t e q u e dío u n a impresión de p o -
derío militar d u r a n t e u n p e r í o d o de t i e m p o p r o l o n g a d o . Sus e r r o r e s ,
sobre t o d o e n África, p o d r í a n c o n c e b i r s e c o m o i g u a l m e n t e fatales.
Pero en los años 450 aún se vivió cierta estabilidad en Occidente. A h o -
ra constaba de media d o c e n a de sistemas de gobierno «bárbaros», con
los q u e tendría q u e lidiar t o d o guía r o m a n o , a u n q u e todavía desde una
posición d e fuerza: todos esos gobiernos se regían de acuerdo con n o r -
mas romanas y se p r e o c u p a b a n lo suficiente p o r el imperio c o m o para
intentar influir en su elección de soberanos. Esto se p u s o de manifiesto
en la crisis p o s t e r i o r a la m u e r t e de V a l e n t i n i a n o , c u a n d o G e i s e r i c o
saqueó R o m a : el v i s i g o d o T e o d o r i c o II (453-466) convenció a E p a r -
quio A v i t o — s e n a d o r de la A u v e r n i a , en la Galia central, y a n t i g u o
general de A e c i o , en aquel m o m e n t o en misión diplomática ante T e o -
d o r i c o — d e q u e reclamara el cargo imperial en 455. A h o r a bien, Avito
15
no era u n simple títere. N o d u r ó m u c h o , p e r o aún habría habido es-
pacio para q u e u n s o b e r a n o e n é r g i c o m a n t u v i e r a , al m e n o s , la h e g e -
monía de Aecio en O c c i d e n t e ; y quizá incluso para q u e hubiera r e c u -
perado la h e g e m o n í a d e Constancio, d e haber p o d i d o o b t e n e r el a p o y o
logísticD de O r i e n t e (disponible en ocasiones) y h a b e r tenido m u c h a
suerte.

Sin e m b a r g o , la suerte imperial n o p e r d u r ó . Las d o s décadas s i -


guientes, e n t r a n d o en la n u e v a generación, son el período en C[ue O c -
6
cidente se deshizo en pedazos d e f i n i t i v a m e n t e . ' A v i t o , q u e era clara-
mente un candidato imperial galo, había sido d e r r o t a d o p o r el ejército
italiano dirigido por M a y o r i a n o y R i c i m e r o , y el p r i m e r o devino e m -
p e r a d o r ( 4 5 7 - 4 6 1 ) . M a y o r i a n o se esforzó p o r o b t e n e r t a n t o el r e c o -
nocimiento d e O r i e n t e c o m o el a p o y o de la clientela gala de A v i t o ; y
E L LEGADO D E ROMA
I 2
3

también p r o m u l g ó leyes q u e muestran aspiraciones reformistas. P e r o ,


si fue e n é r g i c o , sin d u d a n o fue a f o r t u n a d o , puesto q u e R i c i m e r o , su
magíster militum organizó u n g o l p e de estado e hizo q u e lo m a t a r a n .
7

R i c i m e r o g o b e r n ó l u e g o hasta su m u e r t e , en 4 7 2 , p o r m e d i o de u n a
s u c e s i ó n d e e m p e r a d o r e s , e n su m a y o r í a t í t e r e s , a u n q u e A n t e m i o
(467-472), figura militar de O r i e n t e , t u v o cierta presencia y a u t o n o -
mía hasta q u e R i c i m e r o se peleó con él. F u e A n t e m i o quien organizó,
junto con el general oriental Basilisco (cuñado del emperadorx>riental
León 1) el g r a n ataque contra los v á n d a l o s en 468, q u e n o solo r e p r e -
s e n t ó u n fracaso,'sino q u e a d e m á s resultó e x t r e m a d a m e n t e o n e r o s o .
D e s p u é s de esto, Ricimero se centró en Italia, q u e defendió con efica-
cia, y confió a su suerte al resto del imperio» o p o c o más, a u n q u e m a n -
t u v o lazos con la Galia sudoriental p o r m e d i o d e su y e r n o , el príncipe
b u r g u n d i o G u n d e b a l d o , q u e sucedió a R i c i m e r o b r e v e m e n t e , c o m o
h o m b r e fuerte del imperio, antes de partir de Italia para convertirse en
rey de los b u r g u n d i o s (474-516). R i c i m e r o es u n a figura difícil de va-
lorar, p o r q u e las fuentes son tan hostiles c o m o v a g a s , p e r o no hay sig-
n o s de que tuviera intereses o ambiciones políticas q u e fueran m á s allá
de Italia; es u n indicio claro, p o r lo tanto, de q u e los horizontes i m p e -
riales se estaban reduciendo. T r a s otros d o s golpes de estado, de corta
vida^ O d o a c r o . el siguiente jefe militar d e h e c h o en Italia
n o se molestó en n o m b r a r n i n g ú n e m p e r a d o r de O c c i d e n t e , sino q u e
hizo q u e el s e n a d o d e R o m a solicitara q u e n o hubiera.más e m p e r a d o r
q u e Z e n ó n , el de O r i e n t e ; así, O d o a c r o g o b e r n ó Italia en n o m b r e de
Z e n ó n con el título ázpatricius (patricio) q u e y a habían u s a d o tanto
5

Aecio c o m o R i c i m e r o , a u n q u e en el.interior de Italia O d o a c r o s e d e -


n o m i n a b a a sí m i s m o rex ( r e y ) . '7

El a ñ o 476 es la fecha tradicional del fin del i m p e r i o occidental,


c u a n d o fue d e r r o c a d o en Italia el último e m p e r a d o r , R ó m u l o A u g ú s -
tulo; p e r o también podría hablarse de 480, fecha hasta la q u e resistió en
13
D a l m a c i a el p r e d e c e s o r de R ó m u l o , Julio N e p o t e . P e r o en realidad
I t a l i a j u e j a región del imperio occidental. o^e v i v i ó m e n o s c a m b i q s e n
la década de 470, puesto q u e O d o a c r o g o b e r n a b a de u n m o d o muy^si-
milar a R i c i m e r o a la cabeza de u n ejército r e g u l a r . Italia n o . experi^
3

m e n t ó una invasión y conquista hasta 489-493, con la llegada de T e o -


d o rico el á m a l o y . s u s ostrpgpdpsj^y Teodoricp_{4_8_9-52Ó) t a m b i é n
g o b e r n ó de u n a m a n e r a tan r o m a n a c o m o le fue posible. D o n d e el final
del imperio se_vivió más directamente fue en la Galia. El rey visigodo
Euricó (460-484) jh^elj>^rimer g r a n s o b e r ano de un sistema de gobier-
CRISIS Y CONTINUIDAD, 400-) 133

no «bárbaro»»en U j ^ l j a — y el s e g u n d o del imperio, después de G e i -


s e r i c o — q u e practicó la política con plena autonomía, sinj a influencia
de ningún residuo de l e a l t a d j ^ m a n a . ' E n t r e 471 y 476, amplió su p o -
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der al este, hasta el R ó d a n o (y m á s allá, hasta incluir la P r o v e n z a ) , al


norte, hasta el Loira, y al sur, hasta e n t r a r en Hispania. L o s g o d o s y a
habían estado l u c h a n d o en Hispania desde finales de la década de 450
(en un principio, en n o m b r e del e m p e r a d o r A v i t o ) , p e r o Eurico o r g a -
nizó allí u n a conquista g e n u i n a , q u e n o está bien d o c u m e n t a d a , p e r o
parece haberse c o m p l e t a d o (salvo u n enclave s u e v o , en el noroeste) e n
el m o m e n t o de su m u e r t e . E n t r e las conquistas de E u r i c o , la mejor d o -
cumentada, con m u c h o , a u n q u e n o la m á s importante, fue la de la A u -
vemia, e n 4 7 1 - 4 7 5 , p o r q u e el obispo de su ciudad principal, C l e r m o n t ,
10
era el s e n a d o r r o m a n o Sidonio A p o l i n a r . Sidonio, q u e era y e r n o de
Avito y había sido u n funcionario laico de primer orden tanto para M a -
yoriano c o m o p a r a A n t e m i o , t e r m i n ó su carrera política sitiado e n el
interior de su ciudad natal; a través de sus ojos p o d e m o s o b s e r v a r t o -
dos los cambios políticos de los treinta años posteriores a 450. P a r t i d a -
rio de la alianza c o n los v i s i g o d o s en los años 450, p o c o antes de 470
Sidonio cada vez era m á s consciente de los riesgos que implicaba y m á s
hostil a los funcionarios r o m a n o s q u e a ú n trataban c o n ellos; e n los
años 470 le v e m o s p e r d e r la esperanza de q u e C l e r m o n t reciba m á s
ayuda y despreciar a los enviados italianos q u e sacrificaron la A u v e r -
nia para m a n t e n e r la P r o v e n z a bajo control r o m a n o . Hacia ^So^jhce
Sidonio: «ahora q u e los viejos r a n g o s de la jerarquía oficial se d e s v a -
necen en adelante n o h a b r á otra p r u e b a de nobleza q u e el c o n o c i -
miento d e las letras»; la jerarquía oficial había d e s a p a r e c i d o , ya solo
sobrevivíaja cultura tradicional de R o m a .

C o m o epitafio del i m p e r i o occidental, resulta a l g o a p a g a d o . N o


está n a d a c l a r o q u e S i d o n i o c r e y e r a q u e R o m a había a c a b a d o p a r a
siempre; y c u a n d o afirma q u e las j e r a r q u í a s tradicionales habían d e -
saparecido, sin d u d a exagera. P e r o aun así, era cierto q u e en la Galía
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estaban produciéndose m u c h o s c a m b i o s . A las conquistas de E u r i c o
replicaron enseguida las b u r g u n d i a s , a las órdenes de G u n d e b a l d o , en
el valle del R ó d a n o ; en las décadas posteriores a 490, la P r o v e n z a se
convirtió en c a m p o de batalla entre estos dos pueblos y los o s t r o g o d o s .
En el n o r t e , a ú n había ejércitos q u e miraban hacia R o m a : el de E g i d i o ,
cerca de Soissons; el de A r b o g a s t o , en t o r n o a T r é v e r i s ; y el de R i o t a -
rno, u n caudillo b r i t a n o , en el Loira; p e r o Egidio no había reconocido
n i n g ú n e m p e r a d o r desde M a y o r i a n o , p o r lo q u e cabe considerar q u e
ÉL L E G A D O D E ROMA
*34

estos sistemas de g o b i e r n o eran en efecto i n d e p e n d i e n t e s ; p r o b a b l e -


m e n t e usaban m e n o s tradiciones romanas q u e los g o d o s y b u r g u n d i o s .
L o s reyes francos del n o r t e se aliaron y compitieron con ellos, y e r m a s
exitoso de estos, C l o d o v e o de T o u m a i (481-5 n ) , empezó a apoderar-"
se p o r igual de_reinos francos rivales y de tierras de caudillos r o m a n o s .
El n o r t e de la Galia llevaba tiempo siendo la parte m á s militarizada
de la región, d o n d e el ejército estructuraba los intercambios, J a e x h i b i -
ción social y losjnodelos_de propiedad de la tierra; y e s t o se acentuó a lo
l a r g o del siglo v . " La cultura de las villae terminó aquí hacia 450, p o r
ejemplo, al igual q u é en la Britania, que se estaba desromanizando con
rapjdezj^pero n o fue a s í e n e l resto d e Occidente, d o n d e las residencias
r u r a | e £ j n á s j i c ^ s ^ £ ^ d u r a r o n hasta bien entrado el siglo v i ; esto r e p r e -
senta el t e m p r a n o final a V u n o de tos indicadores clásicos de la cultura
d e la élite civil. Sidonio, q u e conocía a t o d o s los g r a n d e s aristócratas
civiles de la Galia, n o escribió casi nunca a nadie s i m a d o al n o r t e del
Loira ( u n o era A r b o g a s t o de T r é v e r i s , al q u e elogia p o r m a n t e n e r las
tradiciones culturales romanas; sin d u d a , Sidonio pensaba q u e esto r e -
sultaba difícil en el n o r t e ) . El resto de lo q u e sabemos del norte apunta
hacia p r o c e d i m i e n t o s políticos m u y ad hoc, c o m o los viajes q u e hizo
santa G e n o v e v a a P a r í s , en busca de alimentos, quizá en la década de
470; o c o m o los obispos q u e trataban directamente con C l o d o v e o en los
480. E j s u r d e la Galia estaba m u c h o mejor organizado: los reyes visi-
g o d o s y b u r g u n d i o s legislaban, recaudaban impuestos, enviaban cerea-
les a varias^jsonas,jüsaban a los funcionarios civiles r o m a n o s y c r e a r o n
ejércitos .integrados, d e r o m a n o s y «bárbaros»., q u e incluían generales
r o m a n o s . P e r o , en toda la Galia las últimas d o s décadas del siglo v fue-
?

r ^ d e c i d i d a m e n t e postimperiales, en el sentido de q u e media docena""


d e soberanos se enfrentaban entre sí sin mediación y sin volver la vista a
n i n g u n a hegemonía distante, con base en R o m a o R á y e n a . A finales del
siglo v, la Galia es la parte mejor d o c u m e n t a d a d e Occidente, p o r lo q u e
aquí lo v e m o s con más claridad; aunque también debe tenerse en cuenta
q u e es la región d o n d e los cambios fueron m a y o r e s : m á s q u e en Italia,
desde luego, p e r o más incluso q u e en África, también, d o n d e el gobier-
n o vándalo, popular o no, era sólido y relativamente tradicional. T o d a s
estas regiones, sin e m b a r g o , también eran posromanas; la identidad y la
unidad imperial, en 500, solo eran propiedad de Oriente.

T a m b i é n se debe reconocer, c u a n d o se estudian estos reinos p o s r o -


m a n o s , que el alejamiento con respecto al g o b i e r n o r o m a n o fue, a m e -
n u d o , bastante m e n o s organizado, o rápido, de lo q u e implican los reía-
CRISIS Y CONTINUIDAD, 4OO-550 Í 35

tos de fa c o n q u i s t a . La Vida de Severino, de E u g i p i o , n o s ofrece u n


ejemplo. S e v e r i n o ( m , 482) fue u n santo de la N ó r i c a ( m o d e r n a A u s -
tria)» en la década de los 470, c u a n d o la frontera del D a n u b i o se estaba
disolviendo, p e r o el principal g r u p o «bárbaro» de la zona, los rugios, se
mantenía resueltamente en la otra orilla y se limitaba a hacer incursio-
13
nes, cobrar tributos, y también negociar con los r o m a n o s , Severino se
ganó el respeto del rey Feleteo y p u d o mediar en varias ocasiones entre
los romanos y los rugios. La vida en la Nórica, sin duda, era difícil, a d e -
más de gélida (Eugipio, q u e hace hincapié una y otra vez en las imáge-
nes inveníales, era u n c o n t e m p o r á n e o de Severino, a u n q u e más joven;
se había m a r c h a d o a Italia y escribía treinta años después desde m u c h o
más al sur, en Ñapóles). E n aquella provincia, los romanos se concentra-
ban en las ciudades y fortificaciones y varios grupos «bárbaros» erraban
por las áreas rurales. El ejército r o m a n o aún existía c o m o tal, p e r o n o
había ninguna guía política, al m e n o s a juicio de Eugipio, salvando solo
la función mediadora de Severino- Esta especie de «tierra de nadie» q u i -
zá caracterizara también otras z o n a s : partes de la Galia septentrional,
partes de la Hispania central, la mayoría de fa Britania- El hundimiento
social q u e se viviera en estas regiones habría sido m a y o r q u e en cual-
quier área de conquista rápida, p o r violenta que fuera esta. P e r o O c c i -
dente, en su mayoría, estaba controlado p o r sistemas de gobierno más
estables (y m á s r o m a n o s ) , ya fueran g o d o s , burgundios o vándalos,

Oriente, a finales del siglo v, fue u n lugar menos tranquilo q u e d u -


rante el r é g i m e n de T e o d o s i o y Pulquería. P ara e m p e z a ^ ^ h o r a.tenía
soberanos m u c h o m á s militarizados: u n o fue Aspar, magister militum
de 457 a 4 7 1 , h o m b r e fuerte p a r a su p r o t e g i d o , el e m p e r a d o r L e ó n I
(457-474), hasta q u e L e ó n lo hizo matar; y o t r o su sucesor, Zenón, q u e
se convirtió en e m p e r a d o r de p l e n o d e r e c h o (474-491)- E n s e g u n d o
lugar, Zenón t u v o constantes problemas con sus rivales. La base prin-
cipal del ejército de O r i e n t e habían seguido siendo los Balcanes, p e r o
esta región militar era m e n o s estable, de p o r sí, tras el final del p o d e r
huno; y los g r u p o s «bárbaros», en su mayoría g o d o s , empezaban a en-
trar en el i m p e r i o o t r a vez: d o s de sus jefes, T e o d o r i c o E s t r a b ó n y
T e o d o r i c o el á m a l o , a m b o s con experiencia militar r o m a n a , intenta-,
ron — d u r a n t e los g o b i e r n o s d e L e ó n y Zenón-—• t a n t o a u m e n t a r su
poder en C o n s t a n t i n o p l a c o m o a s e n t a r a sus respectivos p u e b l o s e n
una zona favorecida d e los Balcanes. E l p r o p i o Z e n ó n era de Isauria,
una r e m o t a r e g i ó n m o n t a ñ o s a en lo q u e h o y es el s u r de T u r q u í a , y
fuente tradicional de s o l d a d o s (y t a m b i é n b a n d i d o s ) q u e hasta cierto
136 É L L E G A D O D E ROMA

p u n t o p o d r í a considerarse en c o m p e t e n c i a c o n los Balcanes; Z e n ó n


también tenía rivales en Isauria; así, las tensiones con el ejército se in-
c r e m e n t a r o n cuando accedió al t r o n o . D e h e c h o , durante u n a n o (475-
47o) e s t u v o fuera del c a r g o , expulsado p o r el general Basilisco, e in-
cluso después de ello se enfrentó a varias revueltas. Solo m u y entrada
la década de 480, p o c o antes de su m u e r t e , consiguió aplastar a sus ri-
vales y c o n v e n c e r al principal caudillo s u p e r v i v i e n t e , T e o d o r i c o el
ámalo, de q u e se m a r c h a r a con su ejército g o d o a ocupar Italia, en 489.
Estos problemas supusieron q u e Z e n ó n n o tuviera esperanza de inter-
venir él m i s m o en Occidente, incluso c u a n d o los dedos de Oriente no
se habían q u e m a d o e n el costoso fracaso de la g u e r r a vándala, en 4Ó8/ 4

Sin e m b a r g o , A n a s t a s i o I ( 4 9 1 - 5 1 8 ) p u d o r e s t a u r a r u n a estabilidad
significativa- E r a u n burócrata anciano, p e r o capaz, q u e vivió hasta los
ochenta y ocho años y t u v o tiempo tanto d e aplacar las revueltas isau-
rias, c o m o d e sacar decididamente las finanzas imperiales de los n ú m e -
ros rojos. El h e c h o de q u e Anastasio pudiera conseguir tal cosa, y a d e -
m á s sin u n a b a s e militar, tiene q u e indicar p o r fuerza q u e el sistema
político oriental era esencialmente sólido.

N o s hallamos ahora en 500, y O r i e n t e , pese a haber vivido algún as


dificultades bajo el g o b i e r n o de Zenón., seguía en situación d e e s t a b ü i -
dad. C o m o h e m o s v i s t o , O c c i d e n t e había c a m b i a d o m u c h o , p e r o allí
también había elementos de estabilidad. T e o d o r i c o dirigía Italia desde
Rávena, la capital r o m a n a occidental, con u n a administración r o m a n a
tradicional, combinación de jefes senatoriales de la ciudad de R o m a y
funcionarios d e carrera; m o s t r a b a r e s p e t o (al igual q u e había h e c h o
O d o a c r o ) al Senado r o m a n o , e hizo u n a visita ceremonial a la ciudad
en 500, con visitas formales a San P e d r o , el edificio del Senado y, lue-
g o , el palacio imperial del Palatino, d o n d e presidió u n o s juegos, c o m o
cualquier e m p e r a d o r . El modus operandi conjunto de T e o d o r i c o era en
b u e n a parte i m p e r i a l ^ _ m u c h o s autores lo veían c o m o un restaurador
de las tradiciones j m p e r i a l e s . ^ Este era, sin d u d a , el p u n t o d e vista de
C a s í o d o r o S e n a d o r (que vivió h . 485-580), administrador de los asun-
tos de T e o d o r i c o d e s d e 507, quien escribió u n a extensa colección d e
cartas oficiales p a r a este e m p e r a d o r y sus sucesores i n m e d i a t o s , q u e
d e n o m i n ó Vañae-, C a s i o d o r o p r e s e n t ó d e l i b e r a d a m e n t e a T e o d o r i c o
c o m o u n defensor de los valores r o m a n o s , pero le resultaba fácil hacer-
lo así: .eLsis¿e_ma fiscal y a d m i n i s t r a t i v o había c a m b i a d o p o c o ; y los
mismos terratenientes tradicionales d o m i n a b a n la política, junto a u n a
n u e v a (pero romanizada en parte) élite militar g o d a u o s t r o g o d a .
CRISIS Y CONTINUIDAD, 400-550 137

T e o d o r i c o t a m b i é n m i r a b a más allá de Italia; G o b e r n ó la D a l m a -


cia y la frontera del D a n u b i o ; y era m u y consciente d e sus v í n c u l o s
culturales con la s e g u n d a potencia r o m a n o - g e r m á n i c a de O c c i d e n t e ,
el reino visigodo de Alarico II (484-507) en la Galia meridional e H i s -
pania. O r o s i o había afirmado q u e Ataúlfo el visigodo dijo en 4 1 4 q u e
había sopesado c a m b i a r Romanía p o r Gotkia, p e r o había decidido n o
hacerlo p o r q u e los g o d o s eran d e m a s i a d o bárbaros e incapaces d e o b e -

decer las l e y e s . Si esta historia es cierta (lo cual es i m p r o b a b l e ) , se
invirtió a finales del siglo. T a n t o T e o d o r i c o en Italia c o m o Eurico y
Alarico en la Galia legislaron para sus subditos, g o d o s y r o m a n o s . L o s
godos eran figuras militares, es cierto, a diferencia del estrato senato-
rial (o de la m a y o r í a de sus m i e m b r o s ) , y además eran cristianos arria-
nos, y no católicos; p e r o e n todos los demás aspectos, estaban a c o m o -
dándose con rapidez a los valores r o m a n o s . E n esto les siguieron los
vándalos y los b u r g u n d i o s ; hacia el a ñ o 500, a m b o s estaban m u y i n -
fluidos p o r los r e i n o s g ó t i c o s m a y o r e s . E n cierto s e n t i d o , era cierto
q u e la Gatkia h a b í a sustituido a la Romanía, p e r o lo había h e c h o e n
buena medida i m i t a n d o a los r o m a n o s . E n el Mediterráneo occidental
— d e hecho, en t o d o O c c i d e n t e , al sur del Loira y de los A l p e s — s o -
brevivió una cultura política común.

P e r o el m u n d o estaba c a m b i a n d o . El fin de la u n i d a d política n o


fue una transformación trivial: c o m o r e s u l t a d o , tenia q u e cambiar la
estructura e n t e r a d e la p o l í t i c a . J - ^ ^ ^ g p f e ^ Q ^ ^
0 3 3 1 5 a s
^ p^°y^V*
d a s seguían siendo todas ( e n s u m a y o r í a ) r o m a n a s , p e r o las d i v e r g e n -
cias crecían con r a p i d e z ^ O r i e n t e también se estaba alejando de O c c i -
dente. P a r a empezar, cada vez era m á s g r i e g o , en lo q u e respectaba a
su cultura oficiaL L e ó n I fue el primer e m p e r a d o r q u e legisló en g r i e -
go; m e n o s de u n siglo d e s p u é s , es posible q u e J u s t í n i a n o ( 5 1 7 - 5 ^ 5 )
fuera el último e m p e r a d o r de O r i e n t e que manejaba el latín c o m o p r i -
mera l e n g u a . P e r o es s o b r e t o d o en O c c i d e n t e d o n d e h a l l a m o s u n a
prjjvindajizaciónj:recieflte a finales del siglo v, consecuencia, e igual-
mente cansa, del h u n d i m i e n t o del g o b i e r n o central. A g u s t í n pensaba
contando con el imperio e n su conjunto; Salviano t o m ó sus i m á g e n e s
morales, c o m o m í n i m o , del conjunto de O c c i d e n t e ( a u n q u e en reali-
dad solo conocía la Galia). P e r o Sidonio era, definitivamente, un g a l o .
Ahora resultaba raro q u e las élites galas viajaran a Italia; aunque Sido-
nio fue prefecto u r b a n o de R o m a en 468, fue el primer galo que o c u p ó
esta posición desde quizá 4 i 4 y fue asimismo el último. Sus c o m p a ñ e -
?

ros se centraron todavía más en la política gala, c o m o su amigo A r v a n -


i S E L LEGADO D E ROMA
3

d o , prefecto del p r e t o r i o en la Galia en 464-468; y su enemigo Serona-


t o , a d m i n i s t r a d o r d e la Galia central en 469 y p o s t e r i o r m e n t e ; t a n t o
A r v a n d o c o m o S e r o n a t o u n i e r o n su suerte a las ambiciones políticas
27
de Eurico y fueron destituidos p o r e l l o ; d e Victorio y Vincentio, g e -
nerales r o m a n o s de E u r i c o , cabe pensar q u e fueron variantes m á s exi-
tosas del m i s m o tipo: h o m b r e s de provincias q u e , sencillamente, veían
m á s relevante abrirse paso en ía corte visigoda q u e seguir la jerarquía
de la_c_arrera t r a d i c i o n a l , centrada e M a distante R á y e n a . E s t o s eran
cambios políticos q u e tenían m u c h o sentido para los actores locales,
\ pero resultaban f a t a l e s p a r a c u a n t o quedaba del imperio. El propio Si-
d o n i o d e j ó la j e r a r q u í a i m p e r i a l c u a n d o fue n o m b r a d o o b i s p o en
469/470, y la creciente tendencia de los aristócratas locales a buscar la
carrera episcopal ( c o m o h e m o s visto arriba, en el capítulo 3) expresa
con m u c h a claridad este foco local. E n la siguiente generación, los h o -
rizontes se estrecharon de n u e v o : Ruricio de L i m o g e s ( m . 5 1 9 ) y A v i -
to de Viena (o V i e n n e ; m . 5 1 8 ) , obispos respectivamente de los reinos
visigodo y b u r g u n d i o , legaron a m b o s colecciones de cartas, dirigidas
en su g r a n m a y o r í a a receptores situados d e n t r o de sus respectivos rei-
n o s (con la salvedad notable de Apolinar, hijo de Sidonio, con el q u e
estaban relacionados los dos, y q u e residía en C l e r m o n t ) .

Esta provincialización t a m p o c o se limitaba a la Galia. Hidacio de


C h a v e s (m, h. 470) escribió u n a crónica q u e habla casi exclusivamente
2
de Hispania, y en particular del noroeste, d o n d e él residía. " Víctor de
Vita, en el África de Hunerico, vio a los v á n d a l o s exclusivamente des-
de la perspectiva de los afiicani; en su texto no aparece nunca el i m p e -
rio r o m a n o , e incluso en lo que atañe a los mmani solo hace referenciay

a ellos c u a n d o está siendo m u y genérico. Q u i z á sobreviviera u n a cul-


tura política c o m ú n , p e r o en toda provincia o región antiguamente r o -
manas, los p u n t o s de referencia eran cada vez m á s locales, y sus pecu-
Uarídades no t a r d a r o n en e m p e z a r a divergir. L a c ó m o d a u n i d a d q u e
había llevado a u n erudito bíblico c o m o J e r ó n i m o , a finales SefÜgTo
i v , de la D a l m a c i a a T r é v e r i s , l u e g o a A n t i o q u í a , C o n s t a n t i n o p l a ,
R o m a y finalmente Palestina, desde d o n d e , d u r a n t e treinta anos, escri-
bió cartas a sus clientes ascéticos, repartidos p o r t o d o el m u n d o , había
desaparecido. En el p r ó x i m o capítulo volveré s o b r e la cuestión desde
19
u n p u n t o de vista m á s g e n e r a l ,

El p u n t o culminante del Mediterráneo occidental g o d o se sitúa h a -


riajoo. F u e d e s t r u i d o p o r d o s h o m b r e s : C l o d o v e o , el_rey franco, y
Tustiniano, el e m p e r a d o r oriental. V e á m o s l o s p o r s e p a r a d o . D u r a n t e
CRISIS Y CONTINUIDAD, 400-550 139

cu reinado^ C l o d o v e o logró reunir la Galia septentrional, incluidos al-


j r u n o s territorios n o r o m a n o s . En 507 atacó a los visigodos, d e r r o t ó y
mató a Alarico II e n la batalla de Vouillé y prácticamente los expulsó
de la Galia (solo r e t u v i e r o n e l L a n g u e d o c , en la costa m e d i t e r r á n e a ) .
r

Los b u r g u n d i o s resistieron d u r a n t e u n t i e m p o , p e r o en la d é c a d a de \
j a o los hijos de C l o d o v e o también les atacaron, y se a p o d e r a r o n de su \
reino en 534- T e o d o r i c o reaccionó con la ocupación de la Hispania v i - ;
sigoda Vi n o m i n a l m e n t e , fue r e g e n t e del_hjio_de A l a r i c o , Amajaricp ;
( 5 1 1 - 5 3 1 ) , p e r o el sistema político de Hispania entró e n crisis durante /
dos generaciones. Es difícil creer q u e la extensión hispánica de T e o d o -
rico fuera m á s q u e u n refuerzo temporal de la costa mediterránea c o n -
tra la amenaza de los francos; e n 5 1 1 , la h e g e m o n í a d e los g o d o s en
Occidente ya se había desvanecido en buena p a r t e , salvo en Italia. La
dinastía m e r o vingia de C l o d o v e o dominaría la política p o s r o m a n a d u -
rante los d o s siglos siguientes. E x a m i n a r e m o s su historia en el p r ó x i -
mo capítulo. P o r a h o r a , bastará c o n hacer hincapié en una importante
consecuencia geopolítica del éxito d e C l o d o v e o : la Galia s e p t e n t r i o -
nal, que d u r a n t e m u c h o tiempo fue una zona fronteriza y multar, b a s -
tante marginal p a r a el m u n d o r o m a n o (salvo a m e d i a d o s del siglo i v ,
cuando T r é v e r i s fue la capital occidental) se convirtió en u n territorio
central, u n foco de p o d e r político y de gran riqueza terrateniente. I n i -
cialmente, este foco solo afectaba a la p r o p i a Galia; p e r o a lo largo d e
los siglos posteriores, pasó a serlo para toda la E u r o p a occidental.

Justiniano, el s e g u n d o sucesor de Anastasio, t o m ó e) gran superá-


vit presupuestario de Anastasio y dedicó la m a y o r parte de sus c u a r e n -
ta años de reinado a la renovación imperial. E n su acceso al t r o n o , e n
517, h u b o un salto que n o se había p o d i d o observar en n i n g ú n e m p e r a -
dor desde los tiempos d e J u l i a n o . C o m o v i m o s e n el capítulo 2 , a partir
de 528 hizo revisar el código legislativo de T e o d o s i o II en tan solo u n
año, y en 533 los escritos de los juristas r o m a n o s q u e d a r o n codificados
en el Dtgestój q u e sigue siendo, h o y día, la fuente principal del D e r e -
cho r o m a n o . A d e m á s , una serie de nuevas leyes (las Novelas) supervi-
só y revisóla administración del imperio en la década de 530. justinia-
no también acrecentó la severidad de las leyes relativas a la desviación
sexual y la herejía, incluida la herejía judía, lo q u e p r o v o c ó revueltas
entre los samaritanos y una g r a v e represión en el norte de Palestina, en
529 y 555. Justiniano n o era nada liberal, y, desde su tiempo, se percibe
en Oriente u n creciente m a l h u m o r e intolerancia frente a la diferencia
religiosa; ello no obstante, fue un innovador^ y las quejas q u e los tradi-
140 E L L E G A D O D E ROMA

cionalistas expresaron d u r a n t e su reinado, al respecto de los radicales


incultos de su administración, indican q u e sus cambios organizativos
t u v i e r o n cierto efecto, J u s t i n i a n o también fue u n c o n s t r u c t o r , en lo
q u e siempre había sido u n a p a r t e i m p o r t a n t e de la exhibición política
3
en la t r a d i c i ó n r o m a n a . * A tal r e s p e c t o , n o se q u e d ó s o l o : Z e n ó n ,
A n a s t a s i o y p r o b a b l e m e n t e también T e o d o r i c o el o s t r o g o d o fueron
particularmente activos. P e r o la escala de la construcción justiniana no
t u v o p a r a n g ó n con los a m e c h a d o s , c o m o d e m u e s t r a n las e n o r m e s
iglesias q u e erigió en Constantinopla ( c o m o p o r ejemplo Santa Sofía;
véase más adelante, el capítulo 1 0 ) , Éfeso y Jerusalén. Estas campañas
constructivas están bien d o c u m e n t a d a s en u n a o b r a panegírica, el So-
bre los edificios de P r o c o p i o ; ' de resultas, los arqueólogos h a n tendido
3

a datar casi todos los grandes edificios t a r d o r r o m a n o s de O r i e n t e en el


s e g u n d o cuarto del siglo v i , y se han r e q u e r i d o cuidadosas redatacio-
nes para descubrir otros modelos, tanto anteriores c o m o posteriores a
Justiniano. Sea c o m o fuere, había d i n e r o y determinación para hacer
mucho.

D a d a la confianza en u n o m i s m o q u e revelan estas iniciativas, no


es de extrañar q u e Justiniano también tuviera interés en la g u e r r a . E m -
prendió guerras contra los persas, los primeros conflictos graves desde
hacía b a s t a n t e m á s de u n siglo, en ^if-^iy 5 4 0 - 5 4 5 ^ , de m a n e r a
i n t e r m i t e n t e , d e s d e esta fecha hasta 5 62. P e r s i a fue s i e m p r e el frente
principa] del imperio oriental (los Balcanes también recibieron ataques
d u r a n t e su reinado, pero esto no era nada n u e v o y, p o r o t r o lado, se Jo
consideraba m e n o s crucial). Resultaban costosas, tanto por los recur-
sos empleados c o m o p o r la reconstrucción posbélica, y m u c h o s e m p e -
r a d o r e s h a b r í a n l i m i t a d o su atención a defenderse c o n t r a los persas.
P e r o Justiniano también u s ó el período de paz oriental entre 532 y 540
para atacar O c c i d e n t e . Su general Belisario t o m ó el África vándala con
rapidez, en 533-534, y pasó directamente a l a Italia ostrogoda; en 540
la había conquistado casi p o r completo. E n los últimos anos de T e o d o -
rico también habían aparecido tensiones con las figuras tradicionalis-
tas, y el aristocrático filósofo Boecio, entre o t r o s , fue ejecutado en 52o
p o r la traición de establecer comunicación con O r i e n t e ; las luchas i n -
testinas d e los h e r e d e r o s de T e o d o r i c o , en 526-536, causaron q u e al-
g u n o s m i e m b r o s d e la élite aristocrática se distanciaran aún m á s del
régimen o s t r o g o d o ; m u c h o s de ellos terminaron sus d í a s e n C o n s t a n t i -
nopla. P e r o si la conquista de África fue, en g r a n parte, un éxito, la de
Italia no lo fue. E n t r e los italianos q u e n o eran g o d o s , la mayoría reci-
CRISIS'Y C O N T I N U I D A D , 400-550 141

bió al ejército de Justiniano, a lo s u m o , con neutralidad; y después de


540, los g o d o s se reagruparon a las órdenes de Totila ( 5 4 1 - 5 5 2 ) , c u a n -
do la reanudación de las guerras persas hizo retirar tropas r o m a n a s de
la península. E n la década de,540, Italia q u e d ó devastada, mientras los
ejércitos r o m a n o y g o d o iban c o n q u i s t a n d o y reconquistando seccio-
nes de la península; y c u a n d o la g u e r r a se d e t u v o en b u e n a p a r t e , e n
5 54, Italia — a h o r a r o m a n a de n u e v o — tenía u n sistema fiscal en r u i -
nas, una economía fragmentada y una aristocracia eminentemente dis-
persa. F u e u n asunto q u e , e n ese m o m e n t o , n o se g e s t i o n ó bien. Ello
no obstante, Justiniano había l o g r a d o integrar de n u e v o en el imperio
el M e d i t e r r á n e o c e n t r a l ; y c u a n d o s u s ejércitos o c u p a r o n a s i m i s m o
parte de la costa hispánica, en 552, casi t o d o el m a r M e d i t e r r á n e o se
convirtió de n u e v o en u n lago r o m a n o .

Justiniano fue, y sigue s i e n d o , u n a figura c o n t r o v e r t i d a . M u c h o s


lo odiaban, sobre codo aquellos con los q u e discrepó, y a los q u e persi-
guió, p o r razones religiosas, q u e fueron cada vez m á s n u m e r o s o s a m e -
dida q u e su r e i n a d o a v a n z a b a . E s t o siguió a su creciente hostilidad
contra el monofisismo, especialmente a partir de 54S, tras la m u e r t e d e
su influyente esposa T e o d o r a ( q u e era monofisita); y l u e g o a su i n t e n -
to, igualmente c o n t r o v e r t i d o , d e d a r u n p a s o en dirección al m o n o f i -
sismo en el quinto concilio ecuménico de Constantinopla, en 5 53, q u e
distanció, a b u e n a parte de O c c i d e n t e . M e n o s seria es u n a obra q u e h a
ejercido demasiada influencia, con m u c h o , sobre los estudiosos m o -
dernos: la Historia secreta, convencional antipanegírico de P r o c o p i o ,
que muestra a Justiniano y T e o d o r a c o m o genios m a l v a d o s , en t é r m i -
nos m u y parciales y sexualizados, y caracteriza a J u s t i n i a n o c o m o u n
32
d e m o n i o . E n la actualidad, se acusa a Justiniano, s o b r e t o d o , de h a -
ber a r r u i n a d o las finanzas del i m p e r i o , d e b i d o a sus anacrónicas g u e -
rras en O c c i d e n t e ; después de su m u e r t e , a m e n u d o se v e el i m p e r i o
oriental c o m o u n a fuerza debilitada, t a n t o militar c o m o e c o n ó m i c a -
m e n t e , en u n a situación q u e d e s e m b o c a r í a e n los desastres políticos
posteriores a 6 1 0 . N o s o c u p a r e m o s de la crisis del siglo v n en el capí-
tulo 1 1 , p e r o , a mi m o d o de ver, g u a r d a poca relación con Justiniano.
Las guerras occidentales n o fueron anacrónicas, p o r q u e el imperio r o -
mano todavía era u n c o n c e p t o significativo, incluso en O c c i d e n t e ; y
tampoco fueron especialmente onerosas; África se conquistó con m u y
poco dinero y siguió en m a n o s r o m a n a s durante m á s de u n siglo; y la
guerra italiana habría resultado m e n o s caótica si Justiniano hubiera i n -
vertido m á s d i n e r o en ella, y n o m e n o s . L o s sucesores de J u s t i n i a n o ,
T 2
4
E L L E G A D O D E ROMA

en particular T i b e r i o II (578-582) y Mauricio (5 82-602) m a n t u v i e r o n


a distancia a los persas, sus adversarios principales, con la misma efica-
3i
cia q u e J u s t i n i a n o , T a m b i é n repelieron a los avaros, los n u e v o s «bár-
baros» h e g e m ó n i c o s en la zona media del D a n u b i o , q u e desde los años
5Ó0 c o n v i r t i e r o n a los invasores m á s recientes de los Balcanes (en su
m a y o r í a de l e n g u a eslava, p e r o t a m b i é n t u r c o - y g e r m a n o h a b l a n t e s )
en la m a y o r amenaza militar de la zona, desde los h u n o s . A b a n d o n a r o n
la m a y o r í a de Italia a u n n u e v o p u e b l o , los l o m b a r d o s , p e r o d a d o el
estado de Italia, esto n o necesariamente representó u n fracaso estraté-
gico. A d e m á s , en la década de 570 Tiberio dispuso del dinero suficien-
te (pero n o así Mauricio) c o m o para q u e llamara la atención la extrava-
gancia de sus gastos. El r e m a d o de Justiniano n o parece haber supuesto
u n p u n t o de inflexión n e g a t i v o para el i m p e r i o . Sin e m b a r g o , la c o n -
troversia sobre ello, c o m o m í n i m o , i m p o n e respeto: Justiniano puso su
sello propio a u n a generación, en t o d o el Mediterráneo, y, a diferencia
de la m a y o r í a de g o b e r n a n t e s , los sucesos d e su reinado parecen haber
sido resultado de sus propias decisiones. Su p r o t a g o n i s m o desmiente
la concepción según la cual el h u n d i m i e n t o de O c c i d e n t e en el siglo v
marca p o r sí solo el fracaso del p r o y e c t o imperial r o m a n o .

Las páginas precedentes ofrecen u n escueto s u m a r i o de los aconteci-


mientos de u n siglo y m e d i o ; ahora d e b e m o s considerar q u é significan.
Me centraré m á s en Occidente, p o r q u e fue allí d o n d e se produjeron los
cambios m a y o r e s , a u n q u e la estabilidad y prosperidad de Oriente debe
actuar c o m o r e c o r d a t o r i o p e r m a n e n t e de q u e el i m p e r i o r o m a n o en
n i n g ú n caso estaba c o n d e n a d o a hundirse. E n las últimas décadas, esta
concepción, analizada ya e n el capítulo 2, h a a d q u i r i d o d e hecho una
posición de p r e d o m i n i o entre los historiadores. Esto significa q u e las
invasiones y ocupaciones de las provincias occidentales deben figurar
en el n ú c l e o de n u e s t r a s explicaciones del p e r í o d o . P e r o en décadas
recientes también nos h e m o s alejado de las concepciones catastrofistas
de los «bárbaros», resumidas en las famosas frases con las q u e A n d r é
Piganiol c o n c l u y ó su libro sobre el imperio t a r d í o , escrito (lo cual es
significativo) justo después de la s e g u n d a g u e r r a m u n d i a l : «La civili-
34
zación r o m a n a no murió de m u e r t e natural. F u e asesinada». Estudios
recientes, de h e c h o , h a n retratado a los n u e v o s g r u p o s étnicos con tér-
minos que son m u y r o m a n o s , en u n a perspectiva q u e c o m p a r t o plena-
mente y desarrollaré más e n b r e v e . E s t o n o atenúa el h e c h o de que, en
CRISIS Y CONTINUIDAD, 400-550 143

Occidente, el i m p e r i o r o m a n o fue sustituido p o r u n a serie de r e i n o s


independientes q u e no aspiraron a la legitimidad imperial; p e r o sí n o s
obliga a p r e g u n t a r n o s p o r q u é cada u n o de estos reinos no podría, sin
más, haber r e p r o d u c i d o el estado r o m a n o e n miniatura, m a n t e n i e n d o
continuidades estructurales que, en principio, podrían haberse r e u n i d o
de n u e v o m á s adelante, p o r ejemplo a través de TustJniano, D e h e c h o ,
la mayoría n o lo hicieron así. U n p u n t o q u e la arqueología evidencia
con claridad, c o m o v e r e m o s , es la drástica simplificación e c o n ó m i c a
de la m a y o r í a d e O c c i d e n t e : es a l g o perceptible al n o r t e del L o i r a a
principios del siglo v, y en las tierras del Mediterráneo septentrional,
durante el siglo v i . L a construcción resultaba m u c h o m e n o s a m b i c i o -
s
j*> la p r o d u c c i ó n arte_sanal_perdió profesionalidad, l o s i n t e r c a m b i o s
pasaron a ser más locales. El sistema fiscal, el sistema judicial, la densi-
dad de la actividad administrativa r o m a n a en general, t o d o ello t a m -
bién empezó a simplificarse. Se trata de cambios reales, q u e n o p o d e -
mos descartar con a r g u m e n t o s que m u e s t r e n , p o r m u y
justificadamente q u e lo h a g a n , q u e los «bárbaros» simplemente o c u p a -
ron nichos r o m a n o s . Se a c o m p a ñ a n de cambios en las i m á g e n e s , los
valores y el estilo cultural, p o r j o s cuales el siglo v n , e n Occidente, r e -
sulta claramente distinto, en la impresión q u e causa, del siglo i v o i n -
cluso del v; en este m o m e n t o , h e m o s a b a n d o n a d o el m u n d o t a r d o r r o -
mano y entrado en la Alta Edad Media. ¿ P o r q u é ocurrió así, c u a n d o la
mayoría de los nuevos g r u p o s étnicos carecía de ansias de innovación?
Es la cuestión q u e d e b e m o s abordar.

Para empezar, en el siglo v existe u n a continuidad evidente e n t r e la


jefatura del i m p e r i o o c c i d e n t a l ( y , de h e c h o , el oriental)_y_ los r e y e s
«bárbaros». L o s e m p e r a d o r e s del siglo v eran en su m a y o r í a títeres,
controlados p o r destacadas figuras militares c o m o Estilicón, C o n s t a n -
cio, Aecio, Rícimero, A s p a r , Z e n ó n , G u n d e b a l d o u Orestes (padre d e
R ó m u l o A u g u s t u l o ) . O b s e r v e m o s q u e n i n g u n o d e ellos intentó a p o -
derarse del t r o n o p o r la fuerza, a diferencia d e lo q u e las figuras milita-
res hicieron regularmente e n el siglo n i ; y solo d o s (Constancio y Z e -
nón) llegaron a ser e m p e r a d o r e s p o r medios más regulares. U n a de las
razones q u e suele aducirse para ello es q u e , c o m o «bárbaros» p o r etnia,
n o podían aspirar al cargo imperial; p e r o , aun dejando de lado q u e n o
todos ellos e r a n d e s c e n d i e n t e s de p e r s o n a s n o r o m a n a s , n o existe l a
más mínima base c o n t e m p o r á n e a p a r a u n a exclusión de esta clase. Ba-
silisco, q u e fue b r e v e m e n t e e m p e r a d o r oriental en 475-476, quizá fue-
ra de h e c h o el tío d e O d o a c r o , y p o r t a n t o u n esciro, m i e m b r o de u n
E L L E G A D O DE ROMA
144

5
pueblo subordinado a los h u n o s de Aula;* Silvano, u s u r p a d o r q u e fra-
casó e n su i n t e n t o , e n 3 5 5, era sin d u d a franco. Asíj es m á s p r o b a b l e
q u e r e n u n c i a r a n a asaltar el p o d e r p o r q u e tendía a pensarse, cada vez
m á s , q u e la legitimidad imperial d e p e n d í a de la g e n e a l o g í a , c o n c e p -
ción c u y o origen se r e m o n t a hasta la familia d e C o n s t a n t i n o , mediado
el siglo ív. L e s habría p a r e c i d o m á s s e g u r o controlar a u n e m p e r a d o r
(o a toda u n a serie de emperadores, c o m o hizo Ricimero) q u e usurpar
el t r o n o ; y p r o b a b l e m e n t e era así, p u e s t o q u e estos h o m b r e s fuertes
g o z a r o n de períodos d e autoridad m u c h o m á s p r o l o n g a d o s que la m a -
yoría de e m p e r a d o r e s del siglo m . U n elemento i m p o r t a n t e , en la legi-
timidad genealógica t a r d o r r o m a n a , era el m a t r i m o n i o ; e n consecuen-
cia, t o d o s los h o m b r e s f u e r t e s se c a s a r o n sin salir d e las familias
imperiales, con la esperanza de situar a sus hijos en el t r o n o ; y así lo
c o n s i g u i e r o n t a n t o C o n s t a n c i o c o m o Z e n ó n . (El p r o p i o Z e n ó n t a m -
bién o c u p ó el t r o n o , p o r d e s c o n t a d o , p e r o solo c o m o h e r e d e r o de su
hijo, q u e m u r i ó siendo u n n i ñ o . ) P e r o esto es igualmente cierto de las
familias reales « b a r b a r ^ » ^ g u e en su . m a y o r í a t e n í a n , o establecieron
p r o n t o , j a z o s m a t r i m o n i a l e s con l o s ^ o m a n o s ; y a m e n u d o , sin d u d a ,
con la misma m e t a . Esta red genealógica priva d e sentido a l a d i f e r e n -
cia cultural, al m e n o s en los^niveles imperial o regio. T a m b i é n lo hace
el hecho de q u e prácticamente t o d o s los emperadores de O r i e n t e , d e s -
de 450 y d u r a n t e m á s de u n siglo ( y con u n a sola salvedad: Z e n ó n ) ,
p r o c e d i e r a n del crisol de los Balcanes, d o n d e n o cejaban de formarse
nuevas identidades; y así ocurría igualmente con u n elevado porcenta-
je tanto d e los h o m b r e s fuertes del imperio c o m o de los jefes «bárba-
36
r o s » . Y también h u b o m o v i m i e n t o s personales de cruce: tanto G u n -
d e b a l d o el b u r g u n d i o c o m o T e o d o r i c o el o s t r o g o d o d e s a r r o l l a r o n
carreras en la corte imperial, y en t o r n o de ella, antes de convertirse en
reyes de antiguas provincias r o m a n a s , ahora independientes.

La importancia del m a t r i m o n i o c n d o g á m i c o c o m o criterio para la


sucesión t a m b i é n i m p u s o m u c h a p r e s i ó n s o b r e las mujeres i m p e r i a -
37
l e s . Y a h e m o s visto q u e Gala Placidia, y en particular Pulquería, fue-
ron p o d e r o s a s a principios del siglo v, y ambas d i e r o n legitimidad a sus
esposos imperiales. L o m i s m o hizo A r i a d n a , hija de L e ó n I y esposa,
s u c e s i v a m e n t e , d e Z e n ó n y A n a s t a s i o . Verina, esposa d e L e ó n , era
h e r m a n a de Basilisco. T e o d o r a , en sí u n a p o d e r o s a agente en la políti-
ca, pese al d o m i n i o de su esposo Justiniano, también parece haber fa-
v o r e c i d o a su familia, a u n q u e m u r i ó tantos a ñ o s antes q u e su m a r i d o
q u e al final todos sus parientes cayeron de los puestos de sucesión. N o
C R I S I S Y C O N T I N U I D A D , 4OO-55O

hay duda de q u e Sofía, viuda de Justino II (565-578), eligió a su suce-


3
sor, T i b e r i o I I ; y quizá t a m b i é n a Mauricio, * A q u í había u n espacio
para la acción política femenina, q u e se a p r o v e c h ó en muchas ocasio-
nes. Así, n o es de extrañar q u e Anicia Juliana — u n a rica ciudadana de
Constantinopla ( m . 5 2 7 / 5 28), ajena en principio a la familia imperial
pero descendiente de Valentiniano III y toda una serie de emperatrices
(y también esposa de u n descendiente de A s p a r ) , q u e lucía el título d e
patricia en 5 0 7 — h u b i e r a de causar u n g r a n impacto a J u s t i n i a n o : la
iglesia de San Polieucto, q u e ella c o n s t r u y ó e n el centro de C o n s t a n t i -
nopla hacia 525, fue la m á s g r a n d e de la ciudad hasta q u e J u s t i n i a n o
erigió Santa Sofía u n a década m á s tarde y, p r o b a b l e m e n t e , c o m o r e s -
!9
p u e s t a . Este espacio p a r a el p o d e r femenino, p o r a m b i g u o q u e fuera
(pues siempre lo fue), fue s i e m p r e u n a característica m á s p r o p i a d e
Oriente q u e de O c c i d e n t e ; las crisis militares de Occidente favorecie-
r o n u n j i d e r a z g o m i l i t a r m á s masculino. E n Occidente, las niujeres ca-
paces de d o m i n a r u n a política militarizada a p a r e c i e r o n m á s adelante
— c o n los l o m b a r d o s , después de 590, y con los francos m e r o v m g i o s ,
después de 5 7 5 — , pero su p r e d o m i n i o se debía a otras razones.

P o r r e g r e s a r a los jefes y los p u e b l o s « b á r b a r o s » : ¿ q u e t e m a n ,


exactamente^jjue los definiera c o m o no ^ ^ ^ ^ J ^ Á ^ I ^ ' ^ ^ - S ^ S ? - "
nicos? E n el m o m e n t o actual h a y u n gran debate sobre la cuestión, con
una interminable diversidad d e posiciones incluso e n t r e los que a c e p -
tan que los n u e v o s g r u p o s étnicos intentaron acomodarse a las n o r m a s
romanas t a n t o c o m o p u d i e r o n : d e s d e sostener q u e .el e l e m e n t o d o m i -
nante en t o d o s los g r u p o s q u e invadieron territorio imperial, o se asen-
taron en é l , j b a a s o r i a d o con u n núcleo sustancial ^ ^ a l o r ^ s y ^ t r a d i c i o -
nes ajenas a lo r o m a n o , q u e a veces s o b r e v i v i ó d u r a n t e siglos, h a s t a
sostenerque.los m a r c a d o r e s étrn\:ps_germ.ánicos^
^ e n t i d a d müitar^de los soldados r o m a n o s y q u e en ellos n o había a b s o -
lutamente nada de tradicional. E n lo q u e atañe a esta s e g u n d a posición
hay q u e reconocer, al m e n o s , q u e en el imperio del siglo v la m a y o r í a
de los n u e v o s g r u p o s « b á r b a r o s » tenía u n a historia de e m p l e o en el
ejército r o m a n o ; de ellos, los soldados más exitosos, c o m o p o r ejemplo
los visigodos, eran de h e c h o indistinguibles de u n destacamento m i l i -
tar r o m a n o ( a u n q u e los ejércitos «bárbaros», pese a q u e teóricamente
era ilegal, solían viajar con sus familias y personas dependientes, sería
poco razonable s u p o n e r de entrada que, en la práctica, los ejércitos r o -
m a n o s n o lo hacían así). Sin e m b a r g o , e n n u e s t r a s fuentes p o d e m o s
ver u n a clara distinción entre las fuerzas militares r e g u l a r e s , q u e , y a
146 EL LEGADO D E ROMA

fueran de origen «bárbaro» o r o m a n o ( c o m o h e m o s visto en el capítulo


2, en las fronteras, lugar de procedencia habitual de los soldados, había
escasas diferencias entre ellos), formaban parte de u n a jerarquía mili-
tar y una estructura de carrera típicas, y, p o r o t r o l a d o , los partidarios
del r e y Z u t a n o o el jefe M e n g a n o , q u e se identificaban c o n su guía,
p o r lo general tenían u n n o m b r e étnico distintivo y eran aceptados en
40
el ejército r o m a n o c o m o g r u p o e s p e c í f i c o . Esto es lo q u e distingue
a O d o a c r o de T e o d o r i c o , p o r ejemplo, soberanos sucesivos de Italia.
O d o a c r o era el c a n d i d a t o del ejército r o m a n o de Italia, q u e entonces
n o constaba más q u e de soldados de e m i a hérula, escira y torcilinga: el
p r o p i o O d o a c r o era p o r lo m e n o s medio esciro, p e r o tenía formación
militar r o m a n a y nunca se lo llama jefe de los esciros ní de n i n g ú n o t r o
g r u p o de Italia. Llegó a rey, formalmente a u t ó n o m o , p e r o reconoció a
Z e n ó n y n o h a b r í a costado apenas describirlo de m o d o q u e formara
p a r t e del i m p e r i o r o m a n o . T e o d o r i c o , en c a m b i o , fue u n r e y d e los
g o d o s , y su pueblo lo a c o m p a ñ ó desde el principio, p o r m u c h o s títulos
imperiales q u e p u d i e r a llegar a añadir. Este p u e b l o era tan h e t e r o g é -
n e o c o m o l o s p a r t i d a r i o s de O d o a c r o ; sin d u d a , c o n s t a b a d e r u g i o s
(quienes, desde q u e T e o d o r i c o conquistó Italia, m a n t u v i e r o n durante
cincuenta a ñ o s u n a identidad m e d i a n t e m a t r i m o n i o s e n d o g á m i c o s ) ,
g é p i d o s , h u n o s y, p o r d e s c o n t a d o , t a m b i é n h o m b r e s de ascendencia
r o m a n a ; y, tras la conquista de T e o d o r i c o , también absorbería a todos
o la g r a n m a y o r í a d e los s e g u i d o r e s de O d o a c r o . P e r o era u n p u e b l o
adscrito a u n jefe, y d o t a d o de u n n o m b r e p r o p i o , el de «godos» (ostro-
g o d o s , en n u e s t r a t e r m i n o l o g í a ) ; este n o m b r e caracterizaba al pueblo
en su conjunto, independientemente de su origen, y también la realeza
de T e o d o r i c o . Esta clase d e p u e b l o s — h e t e r o g é n e o s , p e r o , c o m o ras-
go esencial, u n i d o s entre sí p o r u n jefe único— fue la q u e se a p o d e r ó
de las provincias occidentales; y, de h e c h o , rebautizó esas provincias,
c o m o regnum FrancoTum en l u g a r de o a d e m á s de la Galia, regnum
Vandalorum en lugar de o además de África. C u a n d o p e r m a n e c i e r o n al
m a n d o de sus tierras u n período de tiempo lo suficientemente p r o l o n -
g a d o — c o m o hicieron los francos y los visigodos, a diferencia d e los
vándalos y o s t r o g o d o s — , tendieron a olvidar sus orígenes desparejos
y a «tornarse» francos o g o d o s ; y también, h e c h o crucial, dejar de ser
romanos.

41
Es u n p r o c e s o q u e ha sido d e n o m i n a d o «etnogénesís» p o r H e r -
w i g W o l f r a m y su escuela: se reconoce q u e las identidades étnicas eran
flexibles, maleables, «constructos simacionales»;iosjnÍsmos_flbárba-
CRISIS Y CONTINUIDAD, 400-550 147

eos**, en la Italia del siglo v i , p o d í a n ser r u g j q s o s t r o g o d o s e incluso


3

(aunque solo d e s p u é s de la r e c o n q u i s t a r o m a n o - o r i e n t a l ) r o m a n o s .
Tales pueblos habrían elegido diferentes identidades de forma sucesi-
va (o contemporánea) y estas habrían c o m p o r t a d o distintos m o d o s de
actuar y distintas lealtades, e incluso, con el t i e m p o , distintos recuer-
dos. Según palabras recientes de W a l t e r P o h l , el «núcleo de tradicio-
nes» q u e hacía de alguien u n o s t r o g o d o o u n visigodo era, p r o b a b l e -
mente, una red de creencias contradictorias y cambiantes; no
necesariamente p e r v i v i ó u n conjunto estable d e tradiciones en t o d o s
los g r u p o s , cuando cruzaron la frontera para prestar servicio disconti-
nuo en el ejército r o m a n o y luego asentarse en u n a provincia r o m a n a ,
para 650, t o d o s los r e i n o s «bárbaros» tenían sus p r o p i a s tradiciones;
algunos afirmaban q u e tales tradiciones tenían siglos d e historia, y es-
tos, sin duda, eran e n t o n c e s los elementos nucleares en los mitos fun-
dacionales de m u c h o s de sus habitantes; aun así, los mitos fundacióna-
leTno tienen p o r q u é ser ciertos, y no solo esto: n o tienen p o r q u é ser
antiguos. C a d a u n o d e los reinos «romano-germánicos» había c r e a d o
una h e t e r o g e n e i d a d d e c r e e n c i a s e i d e n t i d a d e s , de raíces m u y v a r i a -
bles; y estas, p o r decirlo u n a vez más,j o d i a n modificarse y reconfigu-
rarse en cada n u e v a g e n e r a c i ó n p a r a satisfacer n u e v a s necesidades-
Los historiadores tienden a prestar más atención al relato según el cual
el abuelo de C l o d o v e o era hijo de un m o n s t r u o m a r i n o , u n quinotaurusj
que a la narración que afirma q u e los francos descienden de los t r ó v a -
nos, q u e se antoja m á s «literaria», m e n o s «auténtica»; p e r o el p r i m e r
registro de ambas tradiciones aparece en la misma fuente del siglo v i l ,
y sería difícil sostener q u e a una se le daba m á s crédito q u e a la otra, o
41
era más a n t i g u a .

A partir d e t o d o esto, debemos concluir q u e las identidades posrr>


manas eran u n a combinación compleja, derivada de u n a diversidad d e
orígenes: r o m a n o , «bárbaro», bíblico; y también tanto oral c o m o lite-
rario. L a función que debían cumplir n o era tanto situar a u n g r u p o é t -
nico en el p a s a d o c o m o distinguirlo de sus vecinos c o n t e m p o r á n e o s .
Esto s u p o n e q u e p r e g u n t a r s e q u é había de no r o m a n o o de «bárbaro»
en los n u e v o s g r u p o s étnicos es, en p a r t e , u n a p r e g u n t a e r r ó n e a ; el
arrianismo, p o r ejemplo, era una herejía n e t a m e n t e r o m a n a , p e r o hacia
500, para la mayoría, se había convertido en u n m a r c a d o r étnico de los
godos o los v á n d a l o s . L a p r o p i a lengua gótica, hacia 500, era en g r a n
medida una tradición litúrgica, asociada precisamente c o n ese arrianis-
mo ex r o m a n o , antes q u e con ninguna «goticidad» en u n sentido étni-
148 E L LEGADO D É ROMA -|

c o ; m u c h o s g o d o s solo hablaban latín, sin q u e su goricidad se viera }


afectada ni positiva ni negativamente. D e h e c h o , d u r a n t e nuestro p e -
ríodo histórico, y a diferencia de lo q u e v e m o s en los siglos x x y x x i , la
a no era, hasta d o n d e j j o d e m o s saber, u n marcador étnico fuerte.
E n óoo, p o n g a m o s , eran m u c h o s los francos q u e aún hablaban la len- [
gua de ese n o m b r e (versión d e lo q u e ahora llamamos antiguo alto ale- j
m a n ) , p e r o es probable q u e n o todos lo hicieran y m u c h o s , sin lugar a 5
dudas, eran p l e n a m e n t e bilingües. G r e g o r i o de T o u r s , el escritor más ¡
prolífico de la Galia del siglo v i , monóglota del latín, nunca aporta ni el í
m e n o r indicio de q u e tuviera problemas para comunicarse con nadie en •
los reinos francos. Ni él ni ninguna otra persona en el m u n d o franco, y
de hecho hasta el siglo i x , da ninguna importancia a dificultades d e c o -
municación e n t r e los hablantes p r i m a r i o s de latín y franco; t u v o q u e
43
ocurrir, pero no por n i n g ú n p r o b l e m a de «franquidad».

Esto n o significa, en cualquier caso, q u e los g r u p o s «bárbaros» n o \


a p o r t a r a n n a d a de sus culturas p r e c e d e n t e s al i m p e r i o . H a y toda u n a i
historiografía q u e estudia la g e r m a n i d a d de las antiguas prácticas s o - |
cíales medíales; c o m o los grandes grupos de parentesco, las enemista-
des, los seguidores personales, la ingesta de carne, determinados con-
c e p t o s d e la p r o p i e d a d o c i e r t a s clases d e b r o c h e o d e hebilla d e
cínturón. Casi todo esto resulta falso si se considera c o m o un signo de
identidad innata, c o m o si los francos de 700 fueran exactamente igua-
les a los de 350. E n parte también resulta impreciso: la legislación m e -
dieval de la p r o p i e d a d , en su m a y o r í a , tenía u n o s antecedentes r o m a -
n o s impecables o, p o r lo m e n o s , paralelos r o m a n o s claros; de m o d o
similar, la metalistería «germánica» tiene en ocasiones antecedentes
r o m a n o s e, incluso c u a n d o n o , no p o r ello n o s p r o p o r c i o n a n i n g u n a
guía sobre las identidades étnicas de quienes vestían sus piezas. P e r o
t a m p o c o serviría de nada cancelar t o d o esto p o r arte de magia y descri-
bir a los nuevos grupos étnicos c o m o simples variantes de la sociedad
r o m a n a en sí. El hincapié en la ingesta de comida entre los aristócratas,
p o r ejemplo, parece ser en efecto una innovación de, e n t r e o t r o s , los
francos; no formaba parte de la cocina romana, d o n d e la condición ele-
v a d a se transmitía mediante la complejidad y el coste de los ingredien-
tes, y aparece p o r p r i m e r a vez en u n tratado alimentario escrito para el
rey franco T e o d o r i c o I ( 5 1 1 - 5 3 3 ) Po r u n
médico de origen g r i e g o , lla-
44
m a d o A n t í m o ; y c o n t i n u ó a lo largo de la E d a d Media. "*

U n a jnnoyacjón particularmente importante fue la asamblea públi-


ca — c o m o r e u n i ó n formal d e los v a r o n e s a d u l t o s d e una c o m u n i d a d
C R I S I S Y C O N T I N U I D A D , 400- JfO 149

política— para deliberar y decidir sobre las acciones políticas y la g u e -


45
rra y, cada^ez^rnás, para dictar leyes y juzgar dispujas. L o s r o m a n o s
T

tenían a b u n d a n t e s c e r e m o n i a s publicas, c o m o v i m o s e n el capítulo 3 ,


pero en los reinos p o s r o m a n o s , las asambleas adquirieron una i m p o r -
tancia m a y o r , p u e s representaban el principio de q u e el r e y mantenía
una relación directa con todos los francos (o l o m b a r d o s , o b u r g u n d i o s )
libres; estas d e r i v a b a n de los valores d e las c o m u n i d a d e s tribales del
periodo imperial, p e r o c o n t i n u a r o n en el m u n d o p o s r o m a n o , m u y dis-
tinto- Así, p o d e m o s seguir la pista de u n a c o n t i n u i d a d de la práctica
política q u e enlaza a los francos y los l o m b a r d o s , n o con R o m a , en este
caso, sino con p u e b l o s m e n o s r o m a n i z a d o s (o n o r o m a n i z a d o s ) del
norte altomedieval; la asamblea franca o l o m b a r d a (elplacímm), o el
conventus b u r g u n d i o , tiene paralelos c o n el gemot anglosajón, el tking
escandinavo o el óenack irlandés. R e a l m e n t e , no eran asambleas p a r a
/ t o d o s los h o m b r e s libres, el tradicional «reino en armas» de la m i t o l o -
gía romántica; pese a t o d o , p o d í a n ser congregaciones m u y n u m e r o -
sas, y derivaban su capacidad de legitimar la actuación judicial y políti-
ca precisamente del h e c h o de q u e eran m u c h o s los r u s e n t e s " D e 500 a
1000, y e n ocasiones m á s adelante, la política pública en O c c i d e n t e se
sostuvo sobre la participación directa de amplias secciones de la socie-
dad libre y masculina- Le a c o m p a ñ ó el d a r por s e n t a d o q u e a m p l i a s
secciones de los h o m b r e s libres tenían obligaciones militares, lo q u e
era en gran medida un p r o d u c t o de las condiciones p o s r o m a n a s , c o m o
veremos con más detalle p o s t e r i o r m e n t e . P e r o el vínculo entre el c o m -
promiso militar y la política d e la asamblea y a t u v o q u e tener sentido
para los ejércitos étnicos del siglo v; el m e r o hecho de la generalización
de las imágenes asamblearias en todos los reinos r o m a n o - g e r m á n i c o s
(incluso en u n estado tan romanizado c o m o el visigodo) ya n o s p e r m i -
te colegirlo así.

Aun a pesar de estas nuevas características, los jefes «bárbaros» e n -


cajaron en u n m u n d o r o m a n o , cada vez más, a m e d i d a q u e avanzaba el
siglo v, y a m e d i d a q u e las élites romanas se ajustaban a las nuevas si-
tuaciones políticas. Es llamativo lo r o m a n o q u e estas p o d í a n presentar
a sus nuevos soberanos en sus escritos; prácticamente t o d o g J ^ j n i e y Q s
grupos étnicos en ei p o d e r contaron c o n su p r o p i o apologjsta^dispues-
to a describí r a l o s reyes «b á rbaros»_con términos en los q u e R o m a re -
sonaba m u c h o ; es el caso del famoso panegírico en prosa q u e Sidonio
compuso sobre el rey visigodo T e o d o r i c o II, h a c i e n d o hincapié en su
seriedad, su accesibilidad a los embajadores y peticionarios (y sus j u e -
E L L E G A D O D E ROMA

g o s de mesa) y, al m i s m o tiempo, q u i t a n d o importancia a su arrianis-


4 6
m o . N o h u b o , en n i n g u n a provincia, n ú m e r o s ingentes de invasores
«bárbaros»; todas las cifras sin pulir son meras conjeturas, p e r o los his-
toriadores suelen p r o p o n e r hasta 100.000 personas para los g r u p o s d o -
minantes principales ( c o m o los o s t r o g o d o s y los vándalos), y en t o r n o
a 20.000-25.000 para los v a r o n e s adultos q u e integraban sus ejércitos;
t e n g a m o s en c u e n t a , a este respecto, q u e la población nativa de estas
provincias ascendía a millones de habitantes. Si j u n t a m o s la flexibili-
dad étnica de tantos actores del p e r í o d o , las imágenes r o m a n i z a d o r a s
de tantos de nuestros textos y el pequeño impacto demográfico de los in-
vasores — ¿ u n o de cada diez?, ¿de cada veinte?, ¿de cada c i n c u e n t a ? — ,
es fácil imaginar q u e n o surtieron absolutamente n i n g ú n efecto sobre
las prácticas sociales de cada p r o v i n c i a . P e r o si s e g u i m o s este a r g u -
m e n t o demasiado esquemáticamente, n o s arriesgamos a acabar p o r no
encontrar ninguna explicación a los cambios. Y n o cabe ninguna duda
de que, en el siglo v , se produjo u n cambio real.

Este cambio n o procedía principalmente de las diferencias cultura-


les, sin e m b a r g o . Las regiones q u e experimentaban la clase de mísera
inseguridad descrita m á s arriba para la N ó r i c a h a b r í a n vivido u n i m -
portante h u n d i m i e n t o social incluso si nunca se hubieran asentado allí
los «bárbaros». P e r o en las provincias conquistadas — l a mayoría, en
O c c i d e n t e — , el cambio procedía sobre todo de la posición estructural
de cada g r u p o «bárbaro». C o m o se ha indicado m á s atrás, los ejércitos
«bárbaros» q u e t o m a r o n el p o d e r en las provincias tenían metas distin-
tas a las q u e albergaban los ejércitos r o m a n o s q u e se hacían con el p o -
d e r , para sus g e n e r a l e s , en siglos p r e c e d e n t e s . Q u e r í a n asentarse de
n u e v o en la tierra, c o m o habían h e c h o sus antepasados, antes de la g e -
neración ( a p r o x i m a d a m e n t e ) de intermitente m o v i m i e n t o y c o n q u i s -
ta. Sus jefes, y p r o b a b l e m e n t e también u n a b u e n a p a r t e de los g o d o s ,
vándalos o francos de nivel intermedio, querían ser asimismo una clase
dirigente, al igual q u e los ricos aristócratas r o m a n o s de cada u n a de las
p r o v i n c i a s o c u p a d a s . P a r a c m n p l i r este o b j e t i v o — e n sí, u n a m e t a
m u y r o m a n a — , necesitaban estados; y, c o m o conquistadores, estaban
en b u e n a p o s i c i ó n p a r a o b t e n e r l o s . A u n q u e los detalles exactos del
asentamiento de cada g r u p o «bárbaro» sobre el terreno son oscuros, y
h a y gran polémica al respecto (sin d u d a , tuvieron q u e ser m u y varia-
bles), hacia 500 o as! es evidente q u e los aristócratas g o d o s y de otros
grupos «bárbaros» poseían muchas tierras y tenían ansias de continuar
a m p l i a n d o su p r o p i e d a d ; las Varias de C a s i o d o r o incluyen d i v e r s o s
C R I S I S Y C O N T I N U I D A D , 4OO-550

casos de o s t r o g o d o s q u e abusaban de su autoridad política y militar y ,


por ejemplo, expropiaban tierras ajenas. A partir del s i g l o v , fue j i c e n j t

ruándose la tendencia de n o apoyar los ejércitos mediante los i m p u e s -


tos públicos, sino p o r las rentas q u e derivaban de la terratenencia p r i -
vada, que era, en lo esencial, el fruto de este deseo de tierras e n t r e las
élites conquistadoras. E n 476, según P r o c o p i o , incluso el ejército r o -
mano de Italia quería q u e se le concedieran tierras, y lo consiguió d a n -
do su apoyo a O d o a c r o . P r o c o p i o quizá exagerara; el estado o s t r o g o -
do de Italia, sin d u d a , s e g u í a u s a n d o l o s i m p u e s t o s p a r a c o s t e a r el
ejército, al m e n o s en p a r t e , y p r o b a b l e m e n t e m á s de lo q u e n i n g u n a
otra entidad política p o s r o m a n a hacía a principios del siglo vi. E n g e -
neral» no o b s t a n t e , el p a s o de los i m p u e s t o s ala^tierra era p e r m a n e n -
í?
i e - T r a s el fin de la Italia o s t r o g o d a , en Occidente n o hay referencias
T ñ i n g u n a soldada militar, salvo las raciones para los d e s t a c a m e n t o s ,
hasta q u e los árabes la reintrodujeron en Hispania desde m e d i a d o s del
siglo v i n ; en los o t r o s reinos occidentales, solo esporádicos d e s t a c a -
mentos mercenarios recibieron paga hasta bastante m á s allá del p e r í o -
4
do histórico cubierto p o r este libro. * P a r t e de las tierras mencionadas
quizá fueran fiscales — e s t o es, propiedad p ú b l i c a — y distribuidas p o r
los reyes; otra parte quizá se integrase en u n a colonización r e g u l a d a ,
por la cual p r o p o r c i o n e s fijas de la p r o p i e d a d d e los terratenientes r o -
manos se cediera a los «bárbaros», probablemente e n lugar de i m p u e s -
tos; y otra parte, p o r ú l t i m o , c o m o en el África vándala, quizá simple-
mente se obtuviera p o r la fuerza. Sea c o m o íiiere, el p a s o a u n ejército
con tierras, y" en consecuencia a u n a política de tierras, e m p e z ó a q u í ;
también lo hizo el m o v i m i e n t o hacía u n a identidad étnica «bárbara»
por parte de los terratenientes, fueran cuales fueran sus orígenes.

L o s principales reinos p o s r o m a n o s seguían c o b r a n d o i m p u e s t o s


entrado el siglo v n . P e r o si el ejército tenía tierras, el m a y o r factor de
gasto del presupuesto r o m a n o había desaparecido. L a ciudad de R o m a ,
o n o factor i m p o r t a n t e , solo recibió abastecimiento de Italia con p o s t e -
rioridad a 439 y perdió población con rapidez, c o m o h e m o s visto, A la
administración central y local de los estados r o m a n o s quizá se le p a g ó
durante m á s tiempo, p e r o en la m a y o r í a de los casos, la adininistracíón
no tardó en reducirse y abaratarse. L a carga impositiva aún enriquecía
a los reyes y su generosidad incrementaba el p o d e r de atracción de las
cortes reales. P e r o en * so, o así, n o servía para m á s . L,os i m p u e s t o s
nunca son p o p u l a r e ^ y hay^qjje^sforzarse para cobrarlos: si n o resulta
esencial, esta labor tiende a descuidarse. Así, n o es de extrañar q u e h u -
E L L E G A D O DE ROMA

biera signos crecientes de q u e los impuestos n o se recaudaban con asi-


duidad. En el África antes vándala, después de 534, los reconquistado-
res r o m a n o s t u v i e r o n q u e r e o r g a n i z a r la a d m i n i s t r a c i ó n fiscal p a r a
devolverle su eficacia, lo q u e les valió u n a gran i m p o p u l a r i d a d local;
en la Galia franca d é l a década de 580, los archivos de tasación y a n o se
actualizaban de forma sistemática y la carga impositiva debía de supo^
n e r tal vez solo u n tercio de lo n o r m a l bajo el i m p e r i o . Es decir: los
i m p u e s t o s habían dejado de ser la base del estado. Para los r e y e s , así
c o m o para los ejércitos, la p r o p i e d a d de tierras fue desde entonces la
frienteprincipalde la riqueza.
Esto supuso u n cambio crucial. L o s estados q u e recaudan i m p u e s -
tos son m u c h o m á s ricos q u e la mayoría de los basados en la propiedad
de tierras, d a d o q u e los impuestos a la propiedad suelen cobrarse a m u -
chas m á s personas de las q u e pagan u n a renta a su soberano p o r su tie-
rra pública. P r o b a b l e m e n t e , solo los reyes francos, en los m o m e n t o s
c u l m i n a n t e s d e su p o d e r — e l siglo p o s t e r i o r a 54a y ei p o s t e r i o r a
7 7 a — , p u d i e r o n alcanzar u n a riqueza similar a la de los estados del
Mediterráneo oriental, el imperio bizantino y el califato árabe, que aún
mantenían las c o s t u m b r e s impositivas r o m a n a s . Y los estados con r e -
caudación de impuestos tienen u n control general sobre sus territorios
m u y superior, en parte p o r la presencia constante d e tasadores y recau-
d a d o r e s , en p a r t e p o r q u e j m i e n e s d e p e n d e n del estado (tanto funcio-
narios c o m o sol d a d o s) re g i b e n s a l arios- L o s g o b e r n a n t e s n o p u e d e n
dejar de pagar ios salarios y , de resultas, tienen m á s control sobre su
personal. P e r o si los ejércitos se basan en laterratenencia, es más difícil
controlarlos. Los generales p u e d e n ser desleales, salvo q u e se les con-
cedan más tierras, lo q u e reduce la cantidad de tierras poseídas p o r el
g o b e r n a n t e ; y , si en efecto son desleales, s i g u e n d i s p o n i e n d o de sus
tierras salvo q u e se les expulse de ellas p o r la fuerza, lo q u e a m e n u d o
es dificultoso. L o s estados basados en la tierra se arriesgan a romperse,
de h e c h o p o r q u e les resulta difícil d o m i n a r aplenitud los territorios de
?

la periferia, q u e p u e d e n optar p o r (a secesión. Esto no fue c o m ú n , en


Occidente, hasta finales del siglo rx o más adelante. A n t e s de eso, son
muchas las cosas q u e tendrían q u e cambiar, c o m o v e r e m o s en los capí-
tulos siguientes. P e r o a la postre sí ocurrió así, sobre t o d o en las exten-
sas tierras regidas p o r losfr ancos._

Q u e O c c i d e n t e pasara d e la recaudación de impuestos a la terrate-


nencia, c o m o base del estado, fue el signo m á s claro de q u e los reinos
p o s r o m a n o s n o serían capaces de recrear el imperio r o m a n o en minia-
C R I S I S Y C O N T I N U I D A D , 4CO-550 153

cura, p o r m u c h o q u e lo h u b i e r a n p o d i d o desear sus g o b e r n a n t e s . En


general, a d e m á s , e s t o s r e i n o s t a m p o c o i g u a l a b a n al i m p e r i o e n su
corDplej» e c o n ó m i c a . L a a r q u e o l o g í a n o s m u e s t r a q u e , hacia 5 50
aaa

a p r o x i m a d a m e n t e , se p r o d u j o en la m a y o r p a r t e de O c c i d e n t e u n a
.;™plíficación c o n s t a n t e de la estructura económica *9 P o r e n t o n c e s ,
r

era habitual q u e las residencias rurales y urbanas de m á s riqueza (las


villae) se h u b i e r a n o bien a b a n d o n a d o o bien subdividido en casas m e -
nores; h producción artesana solía ser a m e n o r escala y , en ocasiones,
menos habilidosa (eso resulta p a r t i c u l a r m e n t e claro e n el caso de la
producción cerámica, q u e siempre es n u e s t r o mejor indicador a r q u e o -
lógico de la profesionalización artesanal); se intercambiaban m u c h o s
menos bienes entre las provincias del antiguo imperio, y dentro de es-
tas provincias — l o s n u e v o s r e i n o s — , el ámbito de distribución de los
productos artesanos tendió a ser m u c h o m á s reducido. El ritmo de e s -
tos cambios v a r i ó m u c h o de u n lugar a o t r o , y n o t o d o s se desarrolla-
ron en todas partes. E n la Galia septentrional, las ciudades redujeron \
su tamaño y las villae q u e d a r o n a b a n d o n a d a s y a en 450, p e r o los m o -
delos de d i s t r i b u c i ó n se h u n d i e r o n m u c h o m e n o s (la e c o n o m í a del
norte de la Galia llevaba m u c h o tiempo separada de la m e d i t e r r á n e a )
y en el siglo vi se había estabilizado. En Hispania, el interior vivió u n a
simplificación d e los m o d e l o s de distribución y u n a b a n d o n o parcial
de las villae desde finales del siglo v, mientras q u e la costa mediterrá-
nea, hasta a p a r t i r de 550, vivió m e n o s c a m b i o s . En Italia y ]a Galia
meridional, la época de c a m b i o s m á s intensos t u v o l u g a r a m e d i a d o s
del siglo vi, p e r o la p r o d u c c i ó n artesanal a p e q u e ñ a escala sobrevivió^
al igual q u e las c i u d a d e s . E n África, la g r a n zona de e x p o r t a c i ó n del
Occidente t a r d o r r o m a n o , se p e r c i b e n p o c o s c a m b i o s i n t e r n o s hasta
500, a p r o x i m a d a m e n t e , y c a b e r a s t r e a r la s u p e r v i v e n c i a de los ele-
mentos principales de la estructura económica r o m a n a hasta después
de 600, pese a q u e h a y u n a reducción constante de las e x p o r t a c i o n e s
africanas q u e se h a n hallado en el resto del Mediterráneo, q u e empieza
temprano, y a en 450.

Estas diferencjas regionales — q u e se podrían multiplicar, p o r q u e


cada vez v a m o s disponiendo de u n a información m á s detallada, a m e -
dida que la excavación arqueológica científica resulta m á s frecuente en
cada p a í s — son m a r c a d o r e s del diverso impacto q u e las invasiones y
desplazamientos del p e r í o d o 400- f 70 tuvieron sobre cada zona del i m -
perio. F u e un impacto m a y o r de lo que u n o habría esperado en la H i s -
E L L E G A D O D E ROMA
f 54

ca, y e n e l África vándala. Estas diferencias también p o n e n de relieve


q u e las aristocracias de los reinos recién creados n o igualaron la rique-
za de sus predecesores o antecesores, en parte precisamente p o r q u e r e -
sultaba más difícil poseer estados extensos ahora q u e el imperio se h a -
bía d i v i d i d o (en particular, dejó de existir la hiperrica élite senatorial
d e R o m a ) , p e r o este e m p o b r e c i m i e n t o t a m b i é n fue m u y variable, en
t é r m i n o s regionales. Vistos globalmente, sin e m b a r g o , estos cambios
m u e l a n q u e los reinos p o s r o m a n o s d e O c c i d e n t e fue ron incapaces de
igualar la intensidad d e circulación y escala de^.p^odj^cjónjleXmperio
r o m a n o t a r d í a Oriente fue m u y distinto, a^ este respecto; a principios^ :

del siglo v i , las ciudades, las industrias y el intercambio de bienes esta-_


b a alcanzando su cima, y continuó en ese nivel hasta principios del si-
g l o v i l . P e r o en O r i e n t e , el i m p e r i o s o b r e v i v i ó . Esta c o r r e l a c i ó n es
exacta: la complejidad económica dependía_de_la u n i d a d imperial, tan-
to en el imperio oriental c o m o en el de O c c i d e n t e . L o q u e estos c a m -
bios implicaron para las sociedades locales de O c c i d e n t e será tema de
análisis en el capítulo 9.

L a existencia de élites «bárbaras» en t o d o s los reinos p o s r o m a n o s ^


t u v o también u n efecto sobre la cultura de la élite r o m a n a ; n o p o r q u e
los q u e v e n í a n d e fuera tuvieran una cultura distinta — c o m o h e m o s
visto, en m u c h o s sentidos no era a s í — , sino p o r q u e eran militares. L o s
e s t r a t o s aristocráticos del imperio r o m a n o h a b í a n sido civiles, e n su
mayoría, c o m o v i m o s en el capítulo 2. Esto ya era m e n o s habitual en el
m u n d o de Aecio; E p a r q u i o A v i t o , p o r ejemplo, p r o c e d e n t e d e u n a i m -
portante familia senatorial gala, había sido u n o de los generales de A e -
cio antes d e a s c e n d e r al t r o n o del i m p e r i o , y su y e r n o Sidonio p u d o
í0
describirlo con conceptos m u y m a r c i a l e s . P e r o en los reinos p o s r o -
m a n o s , la estructura de carrera secular se fue militarizando cada vez
más; y cada vez fueron más los r o m a n o s ambiciosos q u e hallaron p u e s -
tos en los séquitos y ejércitos regios, al lado de las propias élites «bár-
baras», y no en la administración civil, q u e tendía a la simplificación.
El propio Sídonío nunca lo hizo, p e r o su hijo A p o l i n a r l u c h ó para los
visigodos en Vouillé, y el hijo de Apolinar, A r c a d í o , a p o y ó al franco
Childeberto I . D o n d e los valores aristocráticos civiles pervivieron p o r
más tiempo fue en la propia R o m a , p o r q u e la jerarquía senatorial de ta
ciudad estaba parcialmente separada del servicio civil; pero.incluso en
Italia, h u b o senadores q u e o p t a r o n p o r el ejército^ Cipriano, el e n e m i -
go J e Boecio, q u e tenía una carrera en parte militar, educó a sus hijos
para que fueran soldados e incluso hablaran g o d o .
CRISIS Y CONTINUIDAD, 4 0 0 - ^ 0

Estas tendencias persistieron; todas las jerarquías aristocráticas lai-


cas se c o n v i r t i e r o n en militares- L a única a l t e r n a t i v a e r a la iglesia.
"Como ya h e m o s indicado, los nobles alcanzaron el obispado, p r i m e r o ,
en la Galia, a m e d i a d o s del siglo v ; en Italia, esto fue m e n o s c o m ú n
hasta la g u e r r a G ó t i c a , p e r o m á s adelante fue n o r m a l . Esta elección
eclesiástica p o n e de manifiesto la creciente riqueza de la iglesia, de for-
ma q u e , a u n a familia de la élite, le c o m p e n s a b a i n t e n t a r d o m i n a r el
oficio episcopal y, con ello, las tierras de la iglesia en una diócesis dada.
También p o n e de relieve la creciente localización de la acción política,
porque el p o d e r político se enfocaba sobre t o d o hacia el interior de la
diócesis, salvo para los obispos m á s ricos e influyentes; la i g l e s i a s e f u e
descentralizando aún m á s en el Occidente posimperial. Ser obispo era,
a v e c e S j T M ^ j ^ i ó n d e r e t i r p ( c o m o ocurrió con Sidonio, e igualmente
con su hijo Apolinar, en C l e r m o n t ) , p e r o cada vez m á s se convirtió en
una elección d e carrera, con u n a formación clerical específica: a veces,
1
páralos hijos menores, p e r o a veces para familias enteras.* La familia
extensa de G r e g o r i o de T o u r s , en la Galia central del siglo vi, incluyó
a siete obispos en cuatro generaciones y una única figura militar, el dux
Gundulfo.

El resultado principal de estas tendencias fue q u e la cultura d e la


élite laica del i m p e r i o r o m a n o p e r d i ó su^función c o m o i n d i c a d o r d e
status. P r o b a b l e m e n t e , esto eKplica p o r q u é se a b a n d o n a r o n las g r a n :

des residencias rurales: c o m o signo de d e s a h o g o y lujo, eran elementos


anticuados en u n a sociedad m á s militarizada. La^ingesta de c a r n e se
introdujo en este m i s m o c o n t e x t o . La forma de vestir d e la élite^tam-
bién c a m b i ó : los p r i m e r o s aristócratas y reyes medievales se vestían
como los generales tardorro-manos, no en la m á s antigua tradición se-
2
natorial de la toga.* P e r o , s o b r e t o d o , saberse de m e m o r i a a Virgilio y
los otros clásicos seculares, c o m o ser capaz de escribir poesía y p r o s a
compleja, características q u e Sidonio aún tenía p o r esenciales, dejaron
de ser importantes; el manejo de la espada, o la Biblia, se convirtieron
en fuentes de capital cultural m u c h o m á s relevantes. N u e s t r a s fuentes
escritas cambian radicalmente, de resultas de ello, y pasan a centrarse
mucho más en los temas cristianos, c o m o la hagiografía, los sermones
o la liturgia (proceso q u e también se daría en Bizancio)- Esto no quiere
decir que terminaran todas las formas de instrucción literaria; incluso
en Occidente, la nobleza sabía leer, p o r lo general, hasta finales del si-
glo i x . P e r o sea c o m o fuere, d e b e r í a m o s p e r m a n e c e r neutrales a n t e
estos cambios. En el capítulo 2 ya h e m o s hecho hincapié en q u e es m á s
15* É L L E G A D O D E ROMA

i m p o r t a n t e r e c o n o c e r q u e la educación compleja había existido, ante


todo, para marcar a las élites r o m a n a s c o m o especiales; y ahora q u e la
identidad de la élite estaba modificándose, y a no se la necesitaba.
P o r lo general, estos cambios se p r o d u j e r o n despacio; ciento cin-
cuenta años es m u c h o tiempo, a fin de cuentas. (Solo en Italia los c a m -
b i o s fueron r e a l m e n t e r á p i d o s , c o m o r e s u l t a d o de la catástrofe de la
g u e r r a Gótica, sobre t o d o en la década de 540.) Habirualmente, la g e n -
te n o era consciente de las rransformacione_s_y^se iba a d a p t a n d o sin
problemas a cada cambio menor. N o está nada claro hasta q u é p u n t o la
m a y o r í a de los escritores occidentales consideraron q u e el m u n d o r o -
m a n o había c o n c l u i d o en el p e r í o d o q u e iba hasta 5 50, o incluso m á s
tarde. Era r a r o q u e los autores mostraran m u c h a nostalgia p o r el pasa-
d o y, a u n q u e sin d u d a eran capaces d e l a m e n t a r s e p o r la espantosa
condición moral de sus coetáneos, este es u n rasgo propio de los con-
servadores de cualquier generación. E n cualquier caso, c o m o la escri-
tura se t o m ó m á s eclesiástica, también a u m e n t ó su crítica social y su
c o m p o n e n t e moralízador; pero esto era u n fruto del g é n e r o , y n o nece-
s a r i a m e n t e del c a m b i o social, y a fuera p e r c i b i d o o real. D e s p u é s de
t o d o , las aristocracias romanas tradicionales, de d o n d e p r o v i e n e n los
a u t o r e s de la m a y o r í a de n u e s t r a s fuentes, m a n t e n í a n su lugar en la
m a y o r parte de Occidente; existían junto a familias nuevas, q u e ascen-
dían en la iglesia o el ejército, y p o r descontado junto a las nuevas élites
«bárbaras»; p e r o estos últimos g r u p o s todavía estaban copiando la cul-
tura aristocrática. N o obstante, esta_culrura_e_ñ sí estaba c a m b i a n d o . Y
los nobles ocupaban espacios cada vez más locales y se_iban distancian-
do u n o s de o t r o s . Al final — p a r a 650, en t o d o s los reinos p o s r o m a -
n o s ^ 3 dejarían de p e n s a r e n sí m i s m o s c o m o r o m a n o s y pasarían a
?

considerarse francos» visigodos o l o m b a r d o s . P o r entonces, lo «roma-


no» había q u e d a d o restringido al imperio oriental, a las zonas n o Lom-
ba rd as_dg Italia (sobre t o d o , la p r o p i a R o m a ) y a la Aquitania, la parte
de Galia q u e había sido visigoda y d o n d e los francos se habían asenta-
d o m e n o s . P o r e n t o n c e s , a d e m á s , a los r o m a n o s se los c o n s i d e r a b a
cosa del pasado; p e r o hizo falta q u e pasara todo este tiempo para q u e la
g e n t e r e c o n o c i e r a q u e el i m p e r i o d e O c c i d e n t e , de h e c h o , había d e -
5 J
saparecido.

P o r q u é el i m p e r i o r o m a n o se d e s v a n e c i ó e n O c c i d e n t e y no en
O r i e n t e es u n p r o b l e m a q u e h a causado perplejidad a varios siglos de
estudiosos, y continuará causándola. A mi entender, esta diferencia no
parece ser reflejo d e diferencias sociales entre O c c i d e n t e y O r i e n t e , ni
CEISIS Y CONTINUIDAD, 400-550 *57

¿e la división del i m p e r i o . Es m á s probable que derivara en p a n e de la


mayor exposición de las zonas nucleares de Occidente (Italia y , espe-
cialmente, la Galia central y m e r i d i o n a l ) a la invasión fronteriza; era
raro q u e los ataques contra los Balcanes, en O r i e n t e , pasaran de C o n s -
ranrinopla y se a d e n t r a r a n en el resto del i m p e r i o , p e r o a los ataques
contra las r e p o n e s militares occidentales^cprno la Galia septentrional
y las provincias d el^ D a n u b ^ J e s r e s u U más fácil llegar m á s
Jejos. Aceptar en el imperio occidental a los g r u p o s invasores y hacer
que se asentaran c o m o federados fue u n a respuesta perfectamente r a -
zonable a la situación, siempre que las zonas federadas n o se t o r n a r a n
tan rebeldes q u e fuera preciso r e t e n e r atrás a los ejércitos r o m a n o s
para que lucharan c o n t r a ellos, o tan g r a n d e s que amenazaran la b a s e
fiscal del imperio y , con ello, los recursos para los propios ejércitos r e -
gulares. P o r desgracia para O c c i d e n t e , sin e m b a r g o , o c u r r i ó así. E n
418, los visigodos p o d í a n representar u n a p o y o para el imperio; p e r o
cincuenta a n o s después, eran hostiles. C o m o se h a expuesto a n t e s , j a
conquista del corazón cerealístico de África — q u e dirigieron los v á n -
dalos en 439 y los r o m a n o s cometieron el e r r o r de n o prever ni resistir-
se a ella— es_a mi e n t e n d e r el p u n t o de inflexión: el m o m e n t o a partir
del cual lo q u e en potencia eran ayudas podía convertirse en peligros.
Los recursos j^el ejército m e n g u a r o n j l e m ^ s j ^ d o d^ esa c o n -

V quista, y el equilibrio de p o d e r cambió. Para 4 7 o , quizá incluso el ejér-


cito r o m a n o en Italia hubiera e m p e z a d o a pensar q u e era deseable p o -
seer tierras. Y , n o m e n o s i m p o r t a n t e , las élites locales e m p e z a r o n a
tratar con los jefes «bárbaros»_antes gue^con el j j o b i e r n q i m p e r i a l j ^ u e
ahora les resultaba d e m a s i a d o distante y cada vez m e n o s relevante; la
provincialización de la política tañó el toque de difuntos para el i m p e -
^rio oce¿dental. Én O r i e n t e , e n este p e r í o d o , nunca h u b o peligro d e q u e
el imperio dejara de controlar el o t r o gran vivero de cereales -—el valle
del Nilo, en E g i p t o — y la estructura logística del imperio se p r e s e r v ó
intacta, en consecuencia. C o n posterioridad a Ó18, cuando los persas, y
luego los árabes, p r i v a r o n a los r o m a n o s del control de Egipto (y t a m -
bién del Oriente próximo), O r i e n t e también se enfrentaría a u n a crisis ^
enorme y rápida- El imperio r o m a n o oriental (al que, desde este p u n t o , ¡
denominaremos imperio bizantino) sobrevivió, pero estuvo a p u n t o de I
4
sucumbir; y, de resultas, el imperio oriental cambió considerablemente. * j
' PARTE II

EL OCCIDENTE POSROMANO, 550-750


5

LA G A L I A M E R O V I N G I A Y LA GERMÁN LA,
500-751

En 589, u n g r u p o formado p o r los principales aristócratas del rei-


no del m o n a r c a franco Childeberto II (575-59Ó), a las órdenes del d u -
que R a u c h i n g o , t r a m ó el asesinato de C h i l d e b e r t o / Llevaban t i e m p o
enfrentados c o n la reina Brunilda ( m . Ó 1 3 ) , la m a d r e del m o n a r c a , y
con sus partidarios; y a u n q u e para entonces Childeberto y a era adulto
(pues contaría 19 a ñ o s ) , Brunilda seguía c o n s o l i d a n d o su a u t o r i d a d .
Pero la intriga se descubrió. R a u c h i n g o , que tal vez albergaba a m b i -
ciones regias, m u r i ó de inmediato p o r o r d e n de Childeberto, en el p a -
lacio del rey ( p r o b a b l e m e n t e , en fteims), y le fue confiscada toda su
fortuna. Sus partidarios m á s p r ó x i m o s , Ursión y Bertefrido ( B e r t h e -
fried), y a habían movilizado u n ejército, y h u y e r o n a u n a iglesia situa-
da en lo alto de u n a colina en la boscosa región de W o e v r e , p o r encima
de Verdún, desde d o n d e se divisaba la hacienda central de Ursión, an-
tigua fortificación de la época p r e r r o m a n a . El ejército del r e y sitió la
iglesia y Ursión p e r d i ó la vida; Bertefrido escapó a la catedral de V e r -
dún, en busca de p r o t e c c i ó n , p e r o siguió la suerte d e su c o m p a n e r o ,
motivo de g r a n aflicción para el obispo local.

Esta historia, c o m o la m a y o r í a de d a t o s que c o n o c e m o s s o b r e la


Galia del siglo v i , n o s h a llegado gracias a los extensos textos del o b i s -
po Gregorio de T o u r s . G r e g o r i o , u n obispo activo en la política y con
experiencia e n el s e n a d o r o m a n o , h a b í a s i d o n o m b r a d o e n 573 p o r
Brunilda y su esposo Segisberto r(SÍgibert; 561-^75); y no cabe d u d a
1
de que estaba en el b a n d o de los partidarios de la r e i n a . Detestaba a
Rauchingo p o r su sadismo y n a r r a con energía la m u e r t e de los conspi-
radores: R a u c h i n g o tropezó en la puerta d e los aposentos privados del
rey y unas espadas le causaron heridas en la cabeza; su c u e r p o fue a r r o -
jado d e s n u d o p o r la v e n t a n a . U r s i ó n fue aplastado p o r sus e n e m i g o s
frente a la iglesia, y a Bertefrido le cayó encima parte del tejado de la
TÓ2 EL LEGADO D E ROMA

catedral, q u e estaba d a ñ a d o . El partidismo de G r e g o r i o , u n i d o a su ta-


lento c o m o escritor, lo convierte en u n o de los autores m á s interesan-
tes y esclarecedores de este l i b r o , p e r o n o s v e m o s o b l i g a d o s a v e r la
Galia del siglo v i , en gran medida, a través d e sus ojos. Pecaríamos de
o p t i m i s t a s si c r e y é s e m o s sus historias a pies juntillas y , d e s d e hace
a p r o x i m a d a m e n t e u n a década, está c o m u n m e n t e aceptado el hecho de
q u e los textos g r e g o r i a n o s r e s p o n d e n a u n a cuidadosa estructuración
literaria. P e r o , tal c o m o v i m o s en el capítulo i , a u n q u e no d e m o s cré-
dito a t o d o lo q u e diga, la d e n s i d a d de sus descripciones n o s permite
obtener información a partir de las ideas q u e da p o r sentadas. Indepen-
dientemente del g r a d o de exactitud de su relato sobre la conspiración,
p o d e m o s concluir, al m e n o s , q u e algunas i m á g e n e s son verosímiles:
q u e una corte real podía estar dividida en facciones; q u e las reinas ma-
dres p o d í a n ostentar u n p o d e r político considerable (téngase en cuenta
q u e G r e g o r i o n o le atribuye n i n g ú n p r o t a g o n i s m o político a Faileuba,
la esposa de Childeberto); q u e los grandes aristócratas p o d í a n ser m u y
ricos y disponer del equivalente a u n ejército p r i v a d o , p e r o q u e su a m -
b i c i ó n política se c o n c e n t r a b a en las cortes reales; q u e esta clase de
h o m b r e s no tenía su sede central en fortificaciones privadas, a diferen-
cia del m u n d o d e castillos de la fase central de la E d a d Media, p o r q u e la
resistencia final de U r s i ó n en el relato de G r e g o r i o era, sin d u d a , algo
i m p r o v i s a d o ; y q u e la g e n t e podía esperar cierto respeto hacía el san-
1
t u a r i o , a u n q u e n o s i e m p r e sucediera así. T o d a s estas conclusiones
q u e d a n ampliamente confirmadas u n poco más t a r d e , gracias a fuentes
de la Francia del siglo v i l ; integraban algunos de los p a r á m e t r o s bási-
cos de la práctica política merovíngia. E n esta conspiración, los histo-
riadores h a n leído tradicionalmente u n intento deliberado de limitar el
poder del rey; no h a y pruebas de q u e así sea. P e r o la i m a g e n del m u n -
do político m e r o v i n g i o c o m o u n m u n d o en el q u e los reyes se enfren-
taban sistemáticamente a individuos demasiado p o d e r o s o s , dotados a
la vez de carácter y recursos, n o sería falsa. E n este capítulo n o s ocupa-
r e m o s de estas cuestiones. P r i m e r o ofreceré u n a narración política y
l u e g o e x p o n d r é algunas de las estructuras y los m o d e l o s básicos de la
acción política e n el conjunto del p e r í o d o m e r o v i n g i o .

I L a dinastía m e r o v í n g i a g o b e r n ó a los francos d u r a n t e doscientos


cincuenta aíios, hasta 7 5 1 ; su h e g e m o n í a se d e b i ó a C l o d o v e o ( 4 8 1 -
5 1 1 ) . C l o d o v e o , hijo de Childerico I — c a u d i l l o bélico tardorromano y
rey franco asentado en T o u r n a i — , sojuzgó a los reyes francos rivales
^ q u e habían ocupado distintas regiones en el norte de la Galia y a los ca-
L A G A L Í A M E R O V I N G I A Y L A G E R M A N I A , 5OO-751 T63

cíques n o francos q u e h a b í a n sobrevivido en el p o r t e ; también i m p u s o


su hegemonía sobre los alamanos en el valle del alto R i n y, c o m o v i m o s
en el capítulo 4, e n 507 c o n q u i s t ó también la Aquitania visigoda. D e
este m o d o , Clodoveo unificó ores cuartas partes d e la Galia tras las con-
fusiones del siglo v. X^mbién se c.gnyirrió^aLcato)idsmo. E n t r e los r e -
yes «bárbaros» m á s destacados, fue el primero en hacerlo^tal vez atra-
vesó u n p r i m e r p e r í o d o , b r e v e , c o m o a r r i a n o ) y su ejemplo, visto e l
éxito militar cosechado, marcaría en el futuro las decisiones d e o t r o s
reinos r o m a n o - g e r m á n i c o s . Hacia 55o,_el_dpminio francpejtaba^ple^
4

ñámente establecido en el reino de_BurgTindÍa y_eiitKÍa£Jxjhu5^


nicas del sur, q u e estaban cristalizando c o m o b á v a r o s ; en el n o r t e d e
Italia se reconocía también u n a hegemonía franca, p e r o algo más laxa,
igual que en la G e r m a n i a central, el este d e la Turingia, en la Bretaña (la
única p a r t e d e la Galia q u e los francos n o l l e g a r o n a conquistar p o r
completo), y quizá llegasen incluso hasta Kent. E l núcleo principal del
territorio franco siempre estuvo en el norte d e la Galia, y los principales
centros reales se extendían desde París^y Qrleans, pasando p o r Reims y
Metz, hasta Colonia: n o eran exactamente capitales, en el sentido a d m i -
nistrativo, sino lugares q u e los m o n a r c a s frecuentaban a s i d u a m e n t e ,
por los cuales se m o v í a n sus cortes y sus administradores, d e u n palacio
a otro, a lo largo del valle del P i s e , cerca d e París, o el^Mosela, cerca d e
8
Meta» Raras eran las ocasiones en q u e el monarca se trasladaba al sur d e
la Galia; d e s d e estos «paisajes reales» del n o r t e , se g o b e r n a b a el s u r
— m á s rico y m á s r o m a n o — p o r m e d i o d e u n e n t r a m a d o d e d u q u e s ,
condes y obispos. La h e g e m o n í a franca al este del R i n está peor d o c u -
mentada y , sin d u d a , fue m e n o s estricta: los duques d e B aviera y T u r i n -
gia solían disponer de bastante libertad d e acción. Pese a t o d o , sin e m -
bargo, la h e g e m o n í a existía; y durante u n siglo, los reyes v i e r o n c ó m o
sus fronteras orientales oscilaban en la franja que h o y se extiende entre,
aproximadamente, Alemania y la República Checa. L o s francos m e r q -
vingios fueron, p o r t a n t o , el pueblo q u e dio origen, p o r primera vez, a
la centralidad política de la región comprendida entre Patís,.y..Colonja,
centralidad q u e n o ha desaparecido desde entonces; y también los p r i -
meros en g o b e r n a r las d o s orillas d e la frontera renana del imperio r o -
mano. Al este del Rin, la sociedad e r a m á s sencilla y carecía d e la infra-
estructura r o m a n a básica d e c a r r e t e r a s y ciudades, y d e l latín c o m o
lengua; p e r o entre 500 y 800, d e forma progresiva, algunos d e los c o n -
trastes entre la Galía y la Germania fueron limándose y , d e forma b r e -
ve, durante el período carolingio, tuvieron u n a historia parecida.
i<>4 E L L E G A D O D E ROMA

C l o d o v e o col o c ó a j u p ropia familia — l l a m a d a , desde 640 c o m o


m á x i m o , «merovíngia» p o r el o s c u r o abuelo Meroveo—- en una sólida
posición en el c e n t r o de lajpolítica; d e s p u é s d e J3.o,jio_se d o o i m e n t a
n i n g u n a reclamación del t r o n o franco q u e n o aportase también u n pa-
rentesco con los m e r o v i n g i o s , hasta el golpe carolingio de 751 . Mere- s

ce la pena llamar la atención sobre lo inusual de esta circunstancia: los


r e i n o s g ó t i c o y l o m b a r d o jamás c o n t a r o n con dinastías q u e d u r a s e n
m á s de tres o cuatro generaciones ( y , p o r lo general, d u r a b a n m e n o s ) ;
solo los r e i n o s anglosajones y, fuera del m u n d o g e r m á n i c o , Gales e
Irlanda se a t u v i e r o n en el m i s m o g r a d o a la legitimidad de las dinastías
g o b e r n a n t e s únicas; p e r o estos eran sistemas de g o b i e r n o m u y p e q u e -
ñ o s . Al p o c o t i e m p o , los m e r o v i n g i o s asociaron la realeza con la cos-
t u m b r e de dejarse crecer el p e l o ; se convirtió en u n privilegio familiar
y el corte de pelo fue, al menos d u r a n t e u n tiempo, el ritual p r o p i o de la
d e s t i t u c i ó n . L o s m e r o v i n g i o s t a m b i é n c o n t e m p l a b a n el g o b i e r n o
c o m o u n a c u e s t i ó n lo s u f i c i e n t e m e n t e familiar c o m o p a r a q u e , a la
m u e r t e del m o n a r c a j fuese c o s t u m b r e h a b i t u a l d i v i d i r l a s tierras fran-
cas e n t r e sus hijos; el p r i m e r reparto t u v o l u g a r al fallecer'Clodoveo,
en 5 1 1 , y luego otra vez a la m u e r t e de su último hijo v i v o , Clotario I,
en 561, y u n a vez m á s a l a m u e r t e de D a g o b e r t o I en Ó39, c u y o padre,
Clotario I I , había reunificado los reinos p o r la fuerza en 6 1 3 . E n t r e í 1 1
3 Ü Í 7 2 J ? tptal^ tarreólo h u b o veintidós años de u n i d a d franca, cuando
e

la familia, bastante debilitada p a r a entonces, se vio reducida a u n a sola


r a m a . L a historia política del p e r í o d o p u e d e reducirse fácilmente a las
rivalidades y g u e r r a s c o n s t a n t e s e n t r e los m e r o v i n g i o s rivales. P e r o
esto nos llevaría a u n a lectura insípida; a continuación n o s centraremos
en algunos de los personajes principales.

L o s c i n c u e n t a a ñ o s posteriores a C l o d o v e o se caracterizaron p o r
las luchas entre hermanos^ p e r o también p o r las conquistas en el exte-
rior; fue e n este p e r í o d o c u a n d o los francos a d q u i r í re-
n o m b r e internacional, reconocido sobre todo en el i m p e r i o r o m a n o de
O r i e n t e , p o r p r i m e r a vez; y tuvo que ser también la época en la q u e los
habitantes de la Galia y la G e r m a n i a t o m a r o n conciencia de q u e el g o -
b i e r n o m e r o v i n g i o había l l e g a d o p a r a q u e d a r s e . El rey q u e m e j o r lo
r e s u m e es T e o d e b e r t o I (533-54^)5 m o n a r c a del reino franco del n o -
roeste, asentado en la Renania, q u e desplegó desde allí su p o d e r h e g e -
7
m ó n i c o sobre la G e r m a n i a central y m e r i d i o n a l . F u e p r o b a b l e m e n t e
él quien n o m b r ó c o m o duques de Baviera a la p o d e r o s a familia franco-
b u r g u n d i a de los Agilolfingo, para q u e actuasen a la vez c o m o núcleo
L A G A L I A M E R O V I N G I A Y L A G E R M A N I A , 5OO-751

de la embrionaria identidad bávara y c o m o símbolo d u r a d e r o de la h e -


gemonía de los francos; y sin d u d a fue T e o d e b e r t o quien se a p r o v e c h ó
de la g u e r r a g ó t i c a en Italia e i n t e r v i n o allí de forma sistemática p o r
primera vez ( a u n q u e n o p o r ú l t i m a ) . En la década de 560, el historia-
dor constannnopolitano Agatías afirmó q u e T e o d e b e r t o había llegado
a planear el asalto de la capital oriental; esto es, q u e formaba p a r t e d e
una cadena de invasores «bárbaros» q u e se remontaba hasta Alarico y
Atila. Las pretensiones internacionales de T e o d e b e r t o también q u e -
dan manifiestas en las m o n e d a s d e o r o a c u ñ a d a s c o n su n o m b r e y su
efigie: se trata del p r i m e r caso de m o n e d a «bárbara» q u e hace uso de
esta prerrogativa imperial, y los r o m a n o s de O r i e n t e lo vivieron c o m o
una grave ofensa. E s interesante el h e c h o de q u e , por m á s q u e T e o d e -
berto gobernase en aquel sector territorial franco d o n d e las tradiciones
civiles romanas eran más débiles, sin e m b a r g o los conceptos de su g o -
bierno se expresaron m u y a m e n u d o con términos r o m a n o s ; las histo-
rias que G r e g o r i o refiere s o b r e él suelen usar términos propios d e sus
políticas fiscales: u n a remisión tributaria para Clermont, u n a decisión
impopular de g r a v a r a los p r o p i o s francos, u n sustancioso p r é s t a m o
para V e r d ú n destinado a activar el comercio u r b a n o tras una época d e
problemas. P e r o los francos estuvieron abiertos desde el principio a la
influencia y el imaginario de R o m a ; los obispos escribieron cartas a d -
monitorias a los reyes d e s d e el pjrmcipio del reinado d e C l o d q y e o j j
partir de ^ 1 1 , en el n o r t e de la Galia se celebraron concilios episcopa-
E

les con regularidad; y los reyes dieron la bienvenida a la corte, en 566^


al poeta italiano Venancio F o r t u n a t o , para q u e les compusiera impeca-
blespoemas laudatorios al estilo r o m a n o , cometido q u e este d e s e m p e -
ñ ó p a r a reyes, reinas, aristócratas y ohíspos ( G r e g o r i o de T o u r s , entre
ellos) durante tres décadas.

La siguiente generación d e m o n a r c a s merovingios es la mejor d o -


cumentada de todas, puesto q u e su g o b i e r n o representa el núcleo de la
obra de G r e g o r i o . Estos reyes — C h i l p e r i c o (561-584) y su hijo, el in-
fante C l o t a r i o I I (584-Ó29) en el noroeste; Segisberto I y su hijo C h i l -
deberto IT en el noreste (el antiguo reino de T e o d e b e r t o ) ; y en la B o r -
goña, G o n t r á n (o G u n t r a m , 561-593) — integran u n conjunto
agonístico; C h i l p e r i c o aparecía c o m o el peor de los tres m o n a r c a s y
Gontrán, c o m o el mejor (Segisberto y Childeberto, aun siendo los m e -
cenas más directos de G r e g o r i o , están caracterizados d e u n m o d o m á s
h
general). G r e g o r i o sentía aversión p o r Chilperico p o r q u e lo veía c o m o
a u n tirano, hostil ante la iglesia e instigador de guerras civiles; C h i l p e -
1ÓÓ E L L E G A D O D E ROMA

rico tenía el m e n o r d e los reinos, con las fronteras exteriores más pe-
quenas, y esto explicaría, en parte, el hecho de q u e luchara c o n t r a sus
hermanos, conquistase T o u r s y prestase su a p o y o a los rivales locales
de G r e g o r i o . Al contrario, a partir de ^ 8 4 , G r e g o r i o hace especial hin-
capié en las virtudes de Gontránj^este e r a ^ n t o n ^ s ^ uruco rey m e r o -
vingio adulto con vida, y actuaba c o m o p a t r ó n de sus dosj ó v e n e s so-
b r i n o s ( l a s g u e r r a s e n t r e ellos se c a l m a r o n n o t a b l e m e n t e u n a vez
suscrito el tratado de 5 8 7 ) , j u n t o con sus madres regentes, Brunilda en
el caso de Childeberto y F r e d e g u n d a , la otra gran enemiga de G r e g o -
rio, para C l o t a r i o . G r e g o r i o conocía bien a los d o s reyes; los relatos de
sus reuniones con G o n t r á n son afectuosos, p e r o se mostraba m u y for-
mal y cauteloso con Chiiperico, quien lo a m e n a z ó (y G r e g o r i o a él).*
P e r o lo m á s llamativo de estos reyes es el p a r e c i d o e n t r e ellos:: todos
tenían t e n d e n c i a a u n a c ó l e r a v i o l e n t a ( q u e g e n e r a b a injusticias y
crueldades) y u n arrepentimiento no m e n o s v i o l e n t o ; discutían cons-
t a n t e m e n t e , a p o d e r á n d o s e de l o s t e r r i t o r i o s u r b a n o s ajenos c o m o
quien c a p t u r a piezas de ajedrez. T a m b i é n c o o p e r a b a n entre ellos en
caso de necesidad; esto incluye la ocasión en q u e apareció u n p r e t e n -
diente al t r o n o , G u n o v a l d o , q u e afirmaba ser h e r m a n o de G o n t r á n y
c o n s i g u i ó bastantes a p o y o s e n t r e ios aristócratas perjudicados en las
luchas de las facciones palaciegas, entre 5 8 3 y 5 8 5 .

El torbellino de guerras y bandos enfrentados tiene su ejemplo más


claro en la conspiración de R a u c h i n g o de 589, con la q u e h e m o s empe-
zado este capítulo, y n o s permite o b s e r v a r l a importancia del detalle en
las políticas de la corte. Hasta aquí, el lector tendrá claro q u e las cortes
m o n á r q u i c a s , y sus reyes y reinas en activo, atraían las rivalidades de
los aristócratas p o d e r o s o s e m p e ñ a d o s sin d e s c a n s o en c o n s e g u i r un
\ cargo, ya fuera en la corte misma o c o m o duques (jefes del ejército con
^competencias regionales) de cada r e i n o . En la edad adulta, los reyes
lograron s o m e t e r estos b a n d o s , no mostraban escrúpulos a la hora de
matar al p e r d e d o r y, con frecuencia, escogían m é t o d o s desagradables.
Las reinas regentes de niños menores de edad solían tenerlo más difí-
cil; tanto B r u n i l d a c o m o F r e d e g u n d a v i v i e r o n b a s t a n t e al m a r g e n ,
10
mientras sus hijos fueron p e q u e ñ o s . N o gozaban del m i s m o respeto
q u e los reyes y, c u a n d o recurrían a la violencia para reforzar su volun-
tad, solían despertar m á s resentimiento q u e t e m o r ; p o r cada reina p o -
derosa, existía al m e n o s un cronista hostil; para empezar, los reyes m e -
rovingios solían tener varias esposas y concubinas al mismo tiempo, y
todas ellas maquinaban para conseguir q u e la sucesión recayera en sus
LA GALIA MEROVÍNGIA Y LA GERMANIA, 500-75 T 167

liijos. En aquel m o m e n t o , sin e m b a r g o , la importancia de la legitimi-


dad merovíngia era tal q u e las madres soberanas disponían de u n espa-
cio político considerable, también d u r a n t e la edad adulta de sus hijos;
no importaban sus orígenes sociales (Brunilda fue princesa, p e r o visi-
goda; F r e d e g u n d a n o era de n o b l e c u n a ) . Brunilda lo a p r o v e c h ó con
posterioridad al p u n t o final de las Mistónos de G r e g o r i o , q u e c o n c l u -
yen en 5 9 I 5 y a q u e c o n s e r v ó su influencia mientras vivió Childeberto
y después, tras morir este en 59o, fue regente de sus d o s hijos m e n o r e s ,
sobre todo de T e o d o r i c o II en Burgundía e incluso, b r e v e m e n t e , de su
bisnieto en 6 1 3 . Si G o n t r á n d o m i n ó la política entre 584 y 593, Brunil-
da lo hizo entre 593 y 6 1 3 : con m a y o r o m e n o r control, p e r o con p e r í o -
dos de auténtico d o m i n i o sobre prácticamente t o d o el m u n d o franco.
i En 6 1 3 , a sus setenta años, Brunilda se había granjeado demasiadas
enemistades, sobre t o d o en el reino nororiental, ahora conocido c o m o
Austrasia, q u e acababa de recuperar p o r la fuerza. Clotario II, q u e h a s -
ta entonces había p e r m a n e c i d o confinado a u n o s territorios u r b a n o s
relativamente escasos en Neustria, en el noroeste, formó u n a coalición
Me aristócratas y d e r r o c ó a Brunilda. H i z o q u e u n caballo la despedaza-
se en público, en u n acto q u e a todas luces pretendía señalar u n n u e v o
comienzo, y j u n t o a su hijo D a g o b e r t o I (623-639) g o b e r n ó sobre u n
reino m á s o m e n o s u n i t a r i o d u r a n t e u n a g e n e r a c i ó n . Sin e m b a r g o ,
Clotario decidió m a n t e n e r las tres cortes del p e r í o d o anterior, c o m o
centros para las políticas aristocráticas, en especial las cortes de N e u s -
tria y Austrasia (Burgundia tendía a coincidir con Neustria). Estas cor-
tes disponían, en o c a s i o n e s d e virreyes_(el caso de D a g o b e r t o en A u s -
v

trasia e n t r e 623 y 629, antes d e la m u e r t e d e su p a d r e ) ^ p e r o a h o r a


además c o n t a b a n con u n ú n i c o jefe p r o c e d e n t e de la aristocracia, u n
maior do mus u n «principal de la casa»^ el « m a y o r d o m o (de palacio)», ,
y

en su traducción habitual. L a s rivalidades e n t r e aristócratas e m p e z a -


ron a centrarse en conseguir el puesto de maior o bien usar este p u e s t o
para derrocar a los rivales, c o m o sucedió en el enfrentamiento entre el
maior F l a o c a t o (o F l a o c h a d ) de B u r g u n d i a y el patricio W i l l i b a d en
643, una guerra m e n o r e n la q u e a m b o s perdieron la vida; los sucesos
fueron registrados en clave dramática p o r el continuador de G r e g o r i o ,
a quien l o s h i s t o r i a d o r e s m o d e r n o s d e n o m i n a n F r e d e g a r d o , h a c i a
66o. A q u e l l a s rivalidades se a g u d i z a r o n después d e 639, c u a n d o a
11

Dagoberto lo sucedieron d o s niños: Segisberto III (632-Ó56) e n A u s -


trasia y C l o d o v e o II (639-657) en Neustria; que, a su vez, también fue-
ron sucedidos p o r niños. E n estas circunstancias, el cargo de maior c o -
168 E L L E G A D O D E ROMA j;

j>ró aún más importancia y los enfrentamientos entre el m a y o r d o m o y ^


la-reina regente — q u e en este período ostentaba aún bastante p o d e r —
se c o n v i r t i e r o n e n algo habitual. El ejemplo clásico es el p u l s o entre
Baltilde, regente entre 657 y 66 5 de los hijos tenidos con C l o d o v e o I I ,
y el maior neustrio E b r u i n o (o E b r o i n ; 659-680, d e forma intermiten-
te); d i s p o n e m o s de a b u n d a n t e d o c u m e n t a c i ó n s o b r e este suceso ante
t o d o p o r q u e Baltilde fue confinada en u n monasterio en Chelles, cerca
de París, en Ó64-6Ó5, y luego se escribió u n a hagiografía sobre ella. En
este m o m e n t o , lo cierto es que las vidas de santo se convierten en n u e s -
tra principal fuente de datos acerca de la alta política, y a q u e m u c h o s
santos pertenecían a la nobleza (véase, m á s adelante, el capítulo 8 ) ; 1 2

esto también significa que la continua violencia de la política, en la que


y a hacían hincapié los textos de G r e g o r i o , q u e d a a ú n m á s de relieve en
los escritores con objetivos moralistas.
El siglo vil representó u n p u n t o de inflexión para el p o d e r m o n á r -
quico de los m e r o v i n g i o s : a principios del siglo v n i , la autoridad real
estaba e n m a n o s de los m a y o r d o m o s , que a partir de 687 p r o v e n í a n ,
casi t o d o s de u n a única familia austrásica, los arnulfingos-pipínidas,
descendientes de d o s de los g r a n d e s p a r t i d a r i o s austrásicos de Clotario
\h. A m u l f q ^ o b i s p o d e . M e j z ^ ^ i p i n o ( I ) d e L a u d e n . ' P o r ello, los
3

historiadores h a n p r e s t a d o m u c h a atención a fijarTa"fecha en q u e los


m e r o v i n g i o s e m p e z a r o n a p e r d e r el dominio: ¿fue en 639, con la m u e r -
te de D a g o b e r t o ? ¿ Q u i z á antes? ¿ P o d r í a haber sido m á s tarde? U n a
anterior generación de historiadores pensó que Clotario I I había seña-
l a d o el m o m e n t o del cambio; sostenían que había cedido demasiado a
cambio del a p o y o d e los aristócratas; p o r lo q u e parece, limitó notable-
m e n t e sus p r o p i a s c o m p e t e n c i a s fiscales, tal c o m o v e r e m o s , a u n q u e
ahora ya n o se cree que también concediera el p o d e r judicial local a la
aristocracia, P e r o en la actualidad, pocas veces se p o n e en d u d a la cen-
tralidad de C l o t a r i o y D a g o b e r t o , e h i s t o r i a d o r e s m á s recientes han
avanzado en el sentido inverso: sostienen que incluso a finales del siglo
v i l , reyes c o m o Childeríco I I (662-675) y C h i l d e b e r t o I I I ( 6 9 4 - 7 1 1 )
acumularon buenas dosis de p o d e r , al m e n o s en su etapa adulta, y afir-
m a n que las cortes reales jamás perdieron la importancia q u e , u n siglo
14
antes, sin duda habían tenido p a r a la política a r i s t o c r á t i c a . P u d i e r a
ser, e n efecto, q u e las cosas h u b i e r a n s u c e d i d o r e a l m e n t e así, sobre
t o d o en el caso d e Childeríco II, P e r o la h e g e m o n í a real n o era tan au-
tomática c o m o antes. F r e d e g a r d o refiere, n o sin entusiasmo, que hacia
el a ñ o 626, Clotario I I m a t ó a G o d i n o , hijo del maior b u r g u n d i o W a r -
LA GALIA MEROVINGIA Y L A GERMANIA, 500-751

nachar, incluso d e s p u é s d e h a b e r c o n v e n c i d o a este d e a c o m e t e r u n


peregrinaje p o r los lugares sagrados de la Galia para jurar lealtad; y el
jJberBistoriae Francorum muestra u n g r a n interés p o r contar la m u e r t e
bajo t o r t u r a d e l m a y o r d o m o G r í m o a l d o , hijo d e P i p i n o d e L a n d e n ,
obedeciendo ó r d e n e s d e Clotario I I e n 657.'* P e r o c u a n d o Childeríco
amarró y azotó a u n aristócrata l l a m a d o Bodilón en 674 — u n a m i n u -
cia, para u n r e y d e los d e a n t e s — , su c o m p o r t a m i e n t o se c o n s i d e r ó
ilegal y , según parece, el p r o p i o Bodilón asesinó al r e y y a la reina en
67;, lo cual desencadenó u n a crisis terrible.
Desde m i p u n t o d e vista, los úJtimos anos del siglo v u están carac-
terizados p o r una, considerable reducción d e la centralidad específica-
mente m o n á r q u i c a . Q u i z á el m o m e n t o decisivo n o fuera tanto la m u e r -
te de D a g o b e r t o c o m o la d e s u s hijos, p u e s t o q u e el d o m i n i o d e l o s
motores sobre las cortes se impuso c o m o u n a costumbre q u e a todas l u -
ces se conservaría durante otra generación,_y el p r o t agonism o renoya-
do de la m o n a r q u í a c o n Childerico I I despertaría más enfado. E n cual-
quier caso, la m u e r t e d e los hijos d e D a g o b e r t o señaló el m o m e n t o en
que, p o r p r i m e r a vez., los m a y o r d o m o s n o tan solo c o n t r o l a b a n a l o s
reyes; sino q u e j ^ p b i é r i j o s escogían. G r i m o a l d o , c o m o maior de A u s -
trasia (641-657), m a n d ó a Segisberto I I I , el hijo de D a g o b e r t o , al exilio
en Irlanda, y en su lugar hizo ascender al t r o n o a su propio hijo C h i l d e -
berto (656-^662?); Childeberto era hijo adoptivo d e Segisberto, c o n lo

cual se p r e s e r v a b a la p a t e r n i d a d m e r o v i n g i a , al m e n o s en la t e o r í a .
Este suceso, extraño y p o c o d o c u m e n t a d o , t u v o u n desenlace fatal p a r a
Grimoaldo, q u e c o m o resultado directo m u r i ó asesinado, aunque p a r e -
ce que, d e a l g ú n m o d o , C h i l d e b e r t o a ú n a g u a n t ó a l g u n o s a ñ o s . M á s
tarde, a l a m u e r t e d e C h i l d e r i c o I I , E b r u i n o hizo l o m i s m o : i n v e n t ó
temporalmente a u n r e y en Austrasia para seguir t e n i e n d o influencia
durante aquella crisis política, antes d e cambiar de b a n d o y ponerse del
lado del n u e v o r e y n e u s t r i o T e o d o r i c o I I I ( o al m e n o s , eso es lo q u e
cuenta la vida d e s a n t o d e su v í c t i m a y p e o r e n e m i g o , L e o d e g a r i o ,
7
obispo de A u t u n ) . ' Visto desde esta perspectiva, la política de Childe-
rico I I parece a ú n m á s atípica, en este p u n t o . L o s reyes seguían r e p r e -
sentando el p u n t o d e convergencia de las facciones aristocráticas, y sus
cortes s e g u í m s j g n d o fundamentales para las aspiraciones políticas d e
i

la aristocracia, p e r o los mazares y j o s ^ b | s p ^ T ^ l í a c j í a _ s e J i a b í a n . c o n -


vertido en los g r a n d e s p r o t a r o n ¡stas. F h m i n n d o m i n ó su época, p e r o
siempre fue u n personaje c o n t r o v e r t i d o y n o instauró u n régimen esta-
ble por sí m i s m o . Pipino I I , en Austrasia, fue más astuto; era sobrino d e
I'JO E L LEGADO D E BOMA

G r i m o a l d o y su familia estuvo apartada del p o d e r durante d o s décadas,


p e r o seguía p o s e y e n d o u n a e n o r m e fortuna y m u c h a influencia en la
zona de Líeja, en el Mosa, y a finales de la década de 670 volvía a ocu-
par el cargo de m a y o r d o m o en Austrasia, En 687, los austrasios d e r r o -
taron a los n e u s t r i o s en la batalla de T e r t r y y P i p i n o se c o n v i r t i ó en
maíorde todas las tierras francas, P i p i n o II vivió hasta 7 1 4 y a u n q u e L

los disturbios civiles de los treinta años posteriores a 65 6 terminaron en


T e r t r y , Neustria y Austrasia siguieron separadas. Esta situación no va-
rió hasta la b r e v e g u e r r a civil de 7 1 5 - 7 1 9 , q u e lanzó a Carlos Martel,
hijo ( p r o b a b l e m e n t e ilegítimo) de P i p i n o , contra su viuda Píectrudis,
con los antipipínidos c o m o tercera fuerza en disputa. Carlos los derro-^
tó a t o d o s y se i m p u s o c o m o n ^ o r ^ o m o ú n i c o ( 7 1 4 - 7 4 1 ) , con u n a
b a s e de p o d e r n e t a m e n t e austrásica. La corte neustria q u e d ó abolida;
Carlos M a r t e l s e convirtió erija única, fuente de p o d e r y sus herederos,
los carolingios^ conservarían tal condición d u r a n t e m u c h o t i e m p o . La
victoria de Carlos en 7 1 9 cambió, p o r lo t a n t o , ^ e s c e n a r i o político de
u n m o d o m u c h o m á s absoluto q u e el efectuado p o r Pipino II en 687, y
quizá t a m b i é n m á s completamente q u e Clotario I I e n 613.

O t r a cuestión en la q u e los últimos años del siglo v n p u d i e r o n con-


templar una v e r d a d e r a involución de la autoridad merovíngia fue en la
extensión geográfica. La amplia h e g e m o n í a de los m o n a r c a s del siglo
vi se m a n t u v o todavía con D a g o b e r t o I , q u e libró en 631-Ó34 una g u e -
r r a c o n t r a S a m ó n , u n r e y q u e había unificado t e m p o r a l m e n t e a los
v e n d o s , las tribus esclavenas (véase el capítulo 20) sitas e n lo q u e a h o -
18
ra es la República Checa, o en sus a l r e d e d o r e s . D a g o b e r t o llamó a los
turingios, b á v a r o s e incluso a los l o m b a r d o s de Italia para q u e comba-
tiesen p o r él; legisló i g u a l m e n t e p a r a los p u e b l o s s i t u a d o s al este del
R i n y t a m b i é n n o m b r ó obispos e n aquella z o n a . P e r o a su m u e r t e , el
d u q u e Radulfo de T u r i n g i a se sublevó y estableció u n a autonomía; y
durante la p r ó x i m a generación, tanto Bavíera c o m o la Alamania pasa-
r o n a liberarse de u n g e n u i n o control franco. Más s o r p r e n d e n t e aún
fue el caso de la Aquitania: formaba parte del núcleo central del terri-
torio franco y, en el siglo vi, q u e d ó repartida entre los reyes del norte;
p e r o D a g o b e r t o , en 629, n o m b r ó p o r un b r e v e espacio de tiempo a su
h e r m a n a s t r o Cariberto I I (629-Ó32) rey d e parte de la Aquitania, y en
la d é c a d a d e 650 tenía u n d u c a d o aparte. E n la crisis política de Ó75,
parece ser q u e el d u q u e L u p o había r e c l a m a d o la condición de r e y , y
en el siglo v m , el d u q u e É u d ó n ( m . 73 5) era claramente u n aliado in-
dependiente de Carlos M a r t e l ; e n la década de 760 hizo falta comba-
LA GALIA MEROVÍNGIA Y LA GERMANIA, 5OO-751 171

cjr con t o d o s los m e d i o s p a r a d e v o l v e r al rediLfranco aquella r e g i ó n


extensa y rica. D e h e c h o , p a r a restablecer el control carolingio sobre
toda el á r e a de h e g e m o n í a t r a d i c i o n a l m e n t e franca en_gj_sjgjo_yin se
necesitó la g u e r r a , sin d u d a ; los principados periféricos mostraban p r e -
ferencia p o r la legitimidad m e r o v i n g i a , frente a la n u e v a e s t r u c t u r a p o -
lítica de C a r l o s , y C a r l o s se e n c o n t r ó c o n v a r i o s príncipes casi i n d e -
pendientes en sus tierras n u c l e a r e s , a los q u e t u v o q u e r e d u r i r p o r la
fuerza; igualmente, m á s al sur, en la P r o v e n z a , t o p ó c o n e l p a t r i d g ^ n - -
t e n o r y con M a u r o n c i o , a la sazón dux contra quien C a r l o s c o m b a t i ó
y

en la década de 7 1 Q - C a r l o s c o n t a b a con un extenso territorio central


en Neustria, Austrasia y el n o r t e de B u r g u n d i a , q u e aún dependía d e la
la corte, y al q u e p u d o recurrir p a r a las constantes g u e r r a s fronterizas
que caracterizaron su m a n d a t o y el d e sus sucesores; p e r o hasta q u e sus
hijos t o m a r o n la Alamania, en 7 4 o , y j u e g o la Aquitania, y hasta q u e su
nieto C a r l o m a g n o se a p o d e r ó de Baviera en 7 8 8 - 7 9 4 , n o se restableció
la hegemonía d e D a g o b e r t o , a h o r a d e u n m o d o m á s estable y s ó l i d o .
Esta retirada geográfica es indicadora de q u e la inestabilidad de las g e -
neraciones posteriores a D a g o b e r t o g e n e r ó v e r d a d e r o s perjuicios a la
autoridad de los francos. L o s últimos años del siglo v i l también fueron
testigos d e u n a retirada e n la a c t i v i d a d i n t e r i o r de los g o b e r n a n t e s ,
como v e r e m o s al final de este capítulo.

I La perdurable i m p o r t a n c i a d e las c o r t e s reales m e r o v i n g i a s se d e b i ó ,


I en gran m e d i d a , a la cuantiosa riqueza de q u e p o d í a n disponer los r e -
V yes o los matares* L o s reyes poseían g r a n d e s e x t e n s i o n e s d e t e r r e n o ;
tenían acceso a peajes comerciales y m u l t a s judiciales. D u r a n t e m u c h o
tiempo t a m b i é n f u e r o n l o s c o n t r o l a d o r e s de los e l e m e n t o s q u e a ú n
10
pervivían del sistema r o m a n o de tributación p o r las t i e r r a s . Gregorio
de T o u r s los d e s c r i b e ( y se queja de ellos) y , s e g ú n p a r e c e , e s t a b a n
firmemente arraigados en el suroeste, el valle del Loira y la Aquitania.
En época de G r e g o r i o , incluso, tal c o m o se ha señalado en el capítulo
4, el sistema tributario n o tenía u n m a n t e n i m i e n t o sistemático: los r e -
gistros p o d í a n pasar una generación sin actualizarse, el nivel d e los i m -
puestos era m u y inferior al de é p o c a r o m a n a y estaban e m p e z a n d o a
producirse concesiones regias de exención tributaria a territorios u r b a -
nos e n t e r o s . D e h e c h o , en la m e d i d a en q u e los reyes se p a s a b a n las
ciudades e n t r e ellos con tanta facilidad, n u n c a p o d r í a h a b e r existido
una estructura fiscal integrada, c o m o la r o m a n a . A m e d i a d o s del siglo
E L L E G A D O D E ROMA

v i l , los impuestos a p a g a r parecían haberse convertido en tributos fijos


y se obtenían de áreas cada vez más pequeñas. E n el norte, el proceso
podría haber comenzado antes, y Clotario I I renunció formalmente al
derecho a imponer nuevas tasas en ó 14; en 6 2 6 - 6 2 7 , concilio ecle-
u n

siástico celebrado en Clichy, cerca de París, consideró a los contribu-


yentes como una categoría inferior, a la que se debía expulsar de las fi-
las del c l e r o . E s probable que el sistema tributario y a hubiera
experimentado tal decadencia que a Clotario pudiera parecerle que no
valía la pena sostenerlo, por su efecto político; después de esto, solo se
mantuvo a nivel regional (en el valle del Loira está documentado como
mínimo hasta la década de 7 2 0 ) . N o obstante, esto no parece haber
perjudicado a Clotario; en el período carolingío se mantenían los re-
cursos de las extensas tierras merovíngias. L a consecuencia inmediata
más importante podría haber sido, solamente, la reducción de oro en
las monedas merovingias, que empieza a observarse hacia 6 4 o . Los 31

merovingios podían permitirse la caída de los impuestos porque no pa-


gaban a su ^^gEQjffiffjhpF - j fijndamentabaen las obligaciones mi-
3 s

litares de los hombres libres: estaba constituido principalmente por los


aristócratas y sus séquitos, además de los contingentes de las zonas ur-
banas capitaneados por condes locales. D e este m o d o , sus ingresos
eran muy superiores a sus gastos estructurales, incluso después del rei-
nado de Clotario, ya no digamos antes. El thesaurus (tesoro) de cada
monarca era enorme y funcionaba, sobre todo, como recurso para ob-
sequiar a los cortesanos. Las cortes de reyes, reinas y mayordomos
2J

poderosos eran un lugar en el que ambicionaba estar todo aristócrata


que ansiaba conseguir un ascenso y tierras; pero aunque los reyes fue-
sen pobres a nivel personal, la atracción del tesoro mantenía a las cor-
tes en el centro de la vida política. E n el siglo v n , en todos los relatos
sobre golpes de estado perpetrados contra un rey o alzamientos de ri-
vales, consta que esperan apoderarse de un tesoro: era el fundamento
esencial con el cual conseguir apoyo de la aristocracia. Carlos Martel
aún lo hizo así en la guerra civil de 7 1 5 - 7 1 9 ; los parámetros de la polí-
tica, a este respecto, no habían cambiado en absoluto.

El gobierno merovingio era bastante complejo; preparaba con re-


gularidad registros escritos de las órdenes reales y los archivaba (los
obispos y las ciudades, quizá también los aristócratas, disponían tam-
bién de archivos), aparte del mantenimiento más típico de la contabili-
dad fiscal,{hasta finales del siglo v n , al menos) y_lQS_registrpfl jndicia-.
les.* E l formulario de Marculfo, de finales del siglo v n , es una
3
LA GALIA MEHOVINGIA Y LA GERMANIA, 500-75 T 173

colección de plantillas p a r a d o c u m e n t o s q u e i n c l u y e , para la c o p i a ,


14
cuarenta muestras de d o c u m e n t o s r e a l e s . Entre otras cuestiones, tra-
tan sobre el n o m b r a m i e n t o de obispos y condes, la alimentación de los
mensajeros reales, la confirmación de u n a c u e r d o de m a t r i m o n i o , la
división d e u n a propiedad privada, la d e m a n d a para la recuperación d e
una propiedad confiscada, u n a citación p a r a u n p r e s u n t o l a d r ó n y la
exigencia d e q u e todos los «francos y romanos» juren fidelidad al h e r e -
dero del rey. C u a n d o e m p i e z a n a s o b r e v i v i r d o c u m e n t o s , y a sea e n
forma original o e n cartularios posteriores (sobre t o d o a partir del rei-
nado de Clotario I I ) , sabemos q u e los reyes también hacían la mayoría
de estas cosas: a d e m á s de las cesiones d e terreno y los registros d e la
corte, que son los q u e prevalecen en todas las colecciones de d o c u m e n -
tos de la Alta E d a d Media, C l o t a r i o II confirmó el t e s t a m e n t o d e u n
comerciante parisino llamado J u a n ; D a g o b e r t o , en 626, envió a u n o d e
sus cortesanos p a r a q u e dividiera las tierras lemosinas de u n a d e las
principales familias aristocráticas de la época; Segisberto I I I , e n 644,
escribió formalmente a sus obispos del sur para q u e cancelasen un c o n -
cilio eclesiástico p o r q u e él n o había sido informado al respecto; T e o -
dorico III, en 077, expulsó p o r infidelidad al obispo de E m b r u n (en los
Alpes), a u n q u e le p e r m i t i ó conservar la propiedad; y o t r o s m u c h o s c a -
sos similares- T o d o esto m u e s t r a la existencia de u n amplio conjunto
de relaciones e n t r e los r e y e s y sus n o t a b l e s seculares y eclesiásticos
(raramente otras p e r s o n a s ) , además del h e c h o de q u e estas relaciones
quedaban registradas de forma sistemática.

Las cortes reales tenían, entre otros funcionarios^ a los refirendarít,


que supervisaban la p r o d u c c i ó n de d o c u m e n t o s ; a l o s domestica q u e
hacían el j r a b a j o de u n a d m i n i s t r a d o r de la casa, con distintas a t r i b u -
ciones; a los thtsaurarii, q u e eran funcionarios financieros; y es de su-
poner q u e t o d o s ellos d e b í a n r e s p o n d e r d e u n m o d o u o t r o a n t e el
mahrdomus^ Estos cargos traían consigo el acceso al g o b e r n a n t e , y
quienes los ostentaban eran, además, destacados mediadores políticos;
en efecto, también las r e d e s de patrocinio del imperio r o m a n o c o n t a -
ban con v e r s i o n e s a n á l o g a s m u y p a r e c i d a s en los r e i n o s francos. Ser
conviva regís, q u e implicaba el derecho a comer con el rey, era de h e c h o
un título formal, con privilegios asociados. Los historiadores alemanes
han d e n o m i n a d o este acceso al m o n a r c a c o m o Konigsnáke, «proximi-
dad al rey», un concepto útil e importante tanto en este período c o m o
más tarde. H e m o s de c o n t e m p l a r las cortes reales c o m o u n h e r v i d e r o
perpetuo: los m á s destacados aristócratas prentendían la Kbnigsnahe y
E L L E G A D O DE ROMA
i?4

el cargo, las élites locales perseguían favores, los abades y obispos, en-
t r e o t r o s , b u s c a b a n justicia en las d i s p u t a s legales, y t o d o el m u n d o
q u e r í a o b t e n e r d o t a c i o n e s d e t i e r r a y d i n e r o . El o b i s p o P r e y e c t o
(Praejectus) de C l e r m o n t t u v o q u e acudir a la corte austrásica de Chil-
d e r i c o l l , e n Ó75, p a r a defender u n a disputa territorial c o n t r a Héctor,
16
patricio d e la P r o v e n z a . Este H é c t o r , u n g r a n p o t e n t a d o , había con-
seguido el a p o y o de L e o d e g a r i o , obispo de A u r u n , q u e era u n o de los
principales consejeros del rey; en consecuencia, P r e y e c t o b u s c ó la p r o -
tección del c o n t r i n c a n t e de L e o d e g a r i o , C h i m n e c h i l d a , s u e g r a de
Childerico y a su vez viuda de Segisberto III, tío d e este. Pese a la astu-
ta m a n i o b r a , P r e y e c t o era un personaje aparentemente p o c o práctico;
se n e g ó a presentar la defensa p o r q u e era Sábado de Gloria, y si g a n ó
su caso fue solo p o r q u e la política de palacio obligó a H é c t o r y L e o d e -
gario a a b a n d o n a r la corte a toda prisa. ( H é c t o r m u r i ó asesinado, L e o -
degario fue al exilio; a P r e y e c t o t a m b i é n lo m a t a r o n u n a ñ o después,
en el m a r c o de la crisis posterior a la m u e r t e de Childerico, probable-
m e n t e los aliados de H é c t o r . ) P e r o las cortes abrían sus puertas a los
q u e carecían de sentido práctico, tanto c o m o a los q u e n o , además de a
los embajadores extranjeros, los p r e d i c a d o r e s ( c o m o C o l u m b a n o , el
asceta irlandés y fundador de m o n a s t e r i o s , fallecido en ó i 5, q u e tuvo
q u e h u i r de la corte de T e o d o r i c o 11 en 609 p o r q u e lo habían denuncia-
d o p o r i n m o r a l i d a d ) y l o s m e n d i g o s . P a r a los típicos n o t a b l e s de la
zona, q u e p o d í a n participar en la política de la ciudad sobre el n o m b r a -
miento del p r ó x i m o obispo, la corte real tenía q u e representar u n a ten-
tación del m i s m o nivel q u e Las V e g a s para u n j u g a d o r de p ó q u e r : en
este caso, u n a riqueza y u n poder casi míinitos para los g a n a d o r e s , una
m u e r t e ingeniosa para los p e r d e d o r e s .

A los reyes, p o r otro lado, se los veía m á s de lo q u e esto p u e d e dar


a entender. Al parecer, en primavera se celebraba u n a asamblea anual
27
c o n el r e y y su p u e b l o a r m a d o franco; las leyes de Childeberto II de
la década de 590, p o r ejemplo, j e p r o m u l g a r o n u n 1 de m a r z o . En estas
asambleas era d o n d e se aprobaba la decisión de e m p r e n d e r u n a g u e r r a ^
q u e n o dependía p o r completo d e l ^ o n t r o l r e a h a s í , en y ó, los francos
de la Kenania obligaron a C l o t a r i o I a aceptar, c o n t r a su voluntad, un
enfrentamiento con los sajones, según G r e g o r i o (y p e r d i ó la g u e r r a ) .
N o es fácil d e t e r m i n a r quién acudía, e x a c t a m e n t e , a estas asambleas;
m i e m b r o s del séquito a r m a d o del r e y , p o r d e s c o n t a d o (los llamados
leudes o antrustiones\ que pertenecían principalmente a la élite; duques
y condes y también los séquitos de estos. T a m p o c o es fácil saber si h a -
LA GALIA MEROVINGIA Y LA GERMANIA, 500-751 175

bía una participación m á s amplia de francos libres o personas de c o n d i -


ciones inferiores; t e n g o la impresión de q u e esta característica fue m á s
propia del siglo vi q u e del v n . E n cualquier caso, era frecuente q u e las
secciones políticamente activas de la sociedad se r e u n i e r a n en a s a m -
bleas multitudinarias. R e c o n o c í a n el acceso de los monarcas al t r o n o ;
como en 673 E b r u i n o n o c o n v o c ó u n a asamblea de aristócratas p a r a
reconocer la ascensión al t r o n o de Neustria de T e o d o r i c o I I I , esto los
llevó a concluir q u e E b r u i n o pretendía g o b e r n a r sin consentimiento y ,
por lo tanto, reconocieron en su lugar a Childerico II de Austrasia. Y
las disputas legales se resolvían a n t e las asambleas, placita^ en t o d a s
28
partes; legitimaban todas las decisiones d e esta n a t u r a l e z a . Estas r e -
uniones r e p r e s e n t a b a n u n vínculo e n t r e los reyes y su, pueblo, franco,
que iba m u c h o m á s allá d e j o s visitantes habituales a los palacios y las
cortes reales, a u n q u e no mcluyera_amuchoscampesAnos. D e b e m o s r e -
cordar q u e la p a l a b r a «franco» e n s e g u i d a dejó de t e n e r u n a c o n n o t a -
ción exclusivamente étnica. Según p a r e c e , t o d o habitante al n o r t e del
Loira era considerado franco a mitad del siglo v i l ; a partir de entonces,
los romani fueron, esencialmente, los habitantes de la Aquitanía.

La actitud de los francos c o n respecto a la legislación n o era tan


marcada. La fundamental L e y Sálica de C l o d o v e o , el Pactas Legis Sa-
iicae así llamada p o r los francos «salios» (noroccidentales), es única
t

entre los c ó d i g o s legislativos «bárbaros» p o r q u e n o m e n c i o n a r e a l -


mente al rey, sino a u n g r u p o de cuatro míticos dictaminadores de sen-
29
tencias; y k j d e a d e u n a legislación de b a s e p o p u l a r persistió e n los
rackineburgii ( c o m u n i d a d e s locales), a los q u e se les p e d í a q u e j ^ p r o -
nunciasen la L e y Sálica» en épocas de conflicto; de he_cho s_e_ha_señala- %

d o q u e las disposiciones de la «Ley Sálica» citadas en.los_documentos


no aparecen, en la m a y o r í a de casos, e n el Pactus. L o s sucesores d e
Clodoveo legislaron, p e r o n o m u c h o , y la compilación de leyes del p e -
ríodo de 5 1 1 a 6 1 4 (después se suspendieron) solo ocupa veintitrés p á -
ginas de una edición estándar. Así, la Francia de este período hizo p o c o
suyo este aspecto de la política tradicional t a r d o r r o m a n a ( y de la r o -
m a n o - g e r m á n i c a ) . E n g e n e r a l , p a r e c e ser quejos. r e y e s j n e r o y i n g i o s
prefirieron u n a presencia ideológica relativamente discreta. Se c e l e -
braban concilios eclesiásticos ( d e n u e v o , con más frecuencia en el siglo
vi que en el v n ) , p e r o los r e g i s t r o s q u e h a n l l e g a d o hasta n o s o t r o s
abordan, en su m a y o r í a , cuestiones internas d e la iglesia, salvo bajo
Clotario II y sus sucesores inmediatos. L a moralidad regia estaba e s -
trechamente l i g a d a a la aplicación de justicia en público, sin d u d a (es
i 6
7
E L L E G A D O DE ROMA

u n a imagen recurrente en el caso de reyes c o m o D a g o b e r t o , igual que


G r e g o r i o de T o u r s vincula la injusticia c o n C h i l p e r i c o ) , p e r o no con
u n cambio d e c o m p o r t a m i e n t o de los i n d i v i d u o s . C a r e c e m o s de u n a
i m a g e n del m o n a r c a c o m o un reformista sistemático de la política y la
moral, rasgos m u y característicos de la Hispania visigoda y la Francia
30
del período carolingio, c o m o v e r e m o s en capítulos p o s t e r i o r e s .
Los reyes estaban r o d e a d o s de aristócratas q u e albergaban la espe-
ranza de sacar p r o v e c h o de la cercanía; p e r o los p r o p i o s n o b l e s eran
3
a s o m b r o s a m e n t e ricos, ' L o s t e s t a m e n t o s p r i v a d o s c o n s e r v a d o s de
'' é p o c a m e r o v í n g i a n o s m u e s t r a n a d i v e r s a s p e r s o n a s e n p o s e s i ó n de
más de setenta y cinco fincas; fuera d e Francia, en la Alta Edad Media
n o se conocen sumas de propiedades equivalentes, y a aquellos propie-
tarios — c o m o el obispo Bertrán de Le Mans ( m . después de 6 1 6 ) , el
/
obispo D e s i d e r i o de C a h o r s ( m . Ó50) o el patricio A b ó n de Provenza
II
( m . h . 7 5 0 ) — solo los superaban los m á s acaudalados senadores de la
/i 3
R o m a t a r d í a . ' N o cabe duda d e q u e los pipínidos también reunieron
posesiones a u n a escala parecida, si no superior; y lo m i s m o debió de
33
suceder con los agilolfingos, el clan aristocrático m á s p o d e r o s o y de
influencia m á s extensa de principios del siglo v n : poseían tierras y fun-
d a r o n monasterios e n los alrededores de Meux, al este de París (el p o -
d e r o s o obispo A u d o e n o de R o u e n , m . 6 8 o , estaba v i n c u l a d o a ellos),
p e r o también c o n t a b a n c o n propiedades en la Renania, g o b e r n a b a n en
Baviera e incluso p r o p o r c i o n a r o n a Italia el linaje m á s d u r a d e r o de los
reyes l o m b a r d o s , q u e g o b e r n ó entre 653 y 7 2 2 . La r e g i ó n de París, en
c o n c r e t o , s e g ú n p o d e m o s o b s e r v a r a partir de los estatutos de Saint-
D e n i s en el siglo v n , estaba llena de p r o p i e d a d e s en posesión n o solo
del rey neustrio, asentado en aquella zona, sino también d e sus aristó-
cratas principales; las rivalidades q u e ello g e n e r ó p u e d e n explicarse
p o r algunas d e las tensiones políticas de Neustria, sobre t o d o en época
de E b r u i n o , y quizá también si n o s r e m o n t a m o s a Chilperico, u n siglo
antes. P e r o en Francia, el .simple h e c h o de q u e tos grandes aristócratas
p u d i e r a n ser tan i n m e n s a m e n t e ricos implicaba q u e la política podía
resultar m á s violenta, puesto q u e , en aquella época, toda la identidad
aristocrática secular era m i l i t a r — s e consideraba q u e incluso los a d m i -
nistradores profesionales d e la corte tenían obligación de combatir, y
se vestían al estilo militar, con u n complejo c i n t u r ó n q u e reflejaba su
posición en la j e r a r q u í a — y la riqueza territorial podía comprar, más
o y e nada, u n séquito a r m a d o q u e dejara aún m á s clara la propia ambi-
34
c i ó n - F u e la existencia de estos séquitos la q u e s o s t u v o la lucha de
L A G A L I A MER0V1NGIA Y L A G E R M A N I A , Í O O - 7 5 1 177

facciones q u e se v i v i ó , en particular, a finales ílel siglo v n , p e r o q u e se


remontaba hasta R a u c h i n g o y U r s i ó n e incluso un p o c o antes. Esta ri-
oijeza de la aristocracia se trasmite claramente en los textos de G r e g o -
rio y los d o c u m e n t o s del siglo V I L Al sur de la Galia, contaba con ante-
cedentes q u e se r e m o n t a b a n hasta finales del i m p e r i o , y p o d e m o s
seguir la pista de algunas de las g r a n d e s familias r o m a n a s del ú l t i m o
período hasta llegar al siglo v n ; en algún caso (el de los descendientes
del e m p e r a d o r A v i t o y de S i d o n i o A p o l i n a r ) , hasta el a ñ o 700 y m á s
allá- En el n o r t e , los vestigios son m e n o s claros, pero las probabilida-
des tienden a indicar q u e al m e n o s varias grandes familias, n o se sabe si
francas o romanas (en el n o r t e , las diferencias nunca fueron m u y g r a n -
des), sobrevivieron a la confusión del período anterior a C l o d o v e o y a
los asesinatos de rivales q u e a c o m p a ñ a r o n la creación del reino unifi-
cado de C l o d o v e o , hasta llegar al m u n d o descrito p o r G r e g o r i o .

Examinaremos con m á s detalle la forma de vida de la aristocracia


en el capítulo 8, pero la tempestuosa política de facciones apreciable e n
las fuentes merovingias tiene otras implicaciones. En primer lugar, a n -
teriormente, la ambición política se consideraba u n a p r e r r o g a t i v a d e
los aristócratas. D e h e c h o , G r e g o r i o a ú n se enfrentó a algunos condes
de baja cuna, c o m o Leudasto de T o u r s ( m . 5S3), u n partidario de C h i l -
3
perico y contrincante de aquel; * p e r o a mitad del siglo v n y a n o se v e a
ninguno. Incluso los obispos, entre los cuales se encontraban a ú n a l g u -
nas gentes d e n a c i m i e n t o r e l a t i v a m e n t e m o d e s t o — c o m o Eligió d e
Noyon ( m . óóo) o P r e y e c t o de C l e r m o n t — , eran aristócratas en su
inmensa m a y o r í a ; de h e c h o , cada vez era m á s frecuente q u e llevaran
un estilo de vida p u r a m e n t e militar, incluida, en algunos casos, a u t o r i -
dad sobre el ejército.

Otra cuestión es q u e la práctica político-religiosa, en lo tocante a la


aristocracia, c a m b i ó a l g o d u r a n t e el siglo V I L C o l u m b a n o fue el p r i -
mer fiindador i m p o r t a n t e de m o n a c a t o ^ e n j a zona n u c l e a r del n o r t ^
meroyingio y , tras la reuní fie ación de Clotario, t a n t o reyes c o m o rei-
nas y aristócratas fundaron m o n a s t e r i o s , p o r lo general siguiendo las
tradiciones del principal m o n a s t e r i o columbánico en B u r g u n d i a : L u -
6
x e n i D El santuario de Saint-Denis, a las afueras de París, también ex-
perimentó u n intenso patrocinio de D a g o b e r t o , q u e fue enterrado allí,
como la m a y o r í a d e sus s u c e s o r e s ; S a i n t - D e n i s y los o t r o s g r a n d e s
centros de culto de la Galia pasaron a ser monasterios por iniciativa d e
Baltilde, hacia ó ó o . L o s m o n a s t e r i o s m a n t e n í a n u n e s t r e c h o v í n c u l o
con sus fundadores y sus familias, y n o dependíanJante^de los obispos
i 8
7
E L L E G A D O D E ROMA

de la diócesis a la q u e pertenecían; señalaron u n a práctica política y


religiosa vinculada de u n m o d o m á s claro c o n las identidades aristo-
cráticas y m o n á r q u i c a s , así c o m o con las estrategias familiares, lo cual
trascendía los límites diocesanos. L a iglesia del siglo v i l , p o r t a n t o , ori-
g i n ó m á s rivalidades entre facciones, y de paso c o n t r i b u y ó a nuestro
c o n o c i m i e n t o s o b r e estas, p u e s t o q u e la m a y o r í a de los d o c u m e n t o s
merovingios q u e p o s e e m o s , junto con las vidas de santos, son fruto de
los archivos monásticos y d e la c o n m e m o r a c i ó n religiosa. El patroci-
n i o m o n á s t i c o t a m b i é n a y u d ó a i n c r e m e n t a r la i m p r e s i ó n de q u e la
aristocracia era especial, de algún m o d o , en lo tocante a la religión; en
muchas de las hagiografías q u e conservamos, incluso la santidad a d o p -
tó u n dejo aristocrático. Esto encaja asimismo con la absorción c o n s -
tante de los cargos episcopales p o r p a r t e de la aristocracia, a u n q u e los_
conflictos entre los obispos y los monasterios fueron frecuentes.
U n a última cuestión crucial es q u e los aristócratas estaban, casi t o -
d o s , c o m p r o m e t i d o s con el sistema político m e r o v i n g i o . E n su m a y o -
ría disponían de residencias e n el c a m p o , además de los centros religio-
sos monásticos, también rurales; p e r o estos n o eran auténticos centros
de p o d e r , tal y c o m o los deseaba la aristocracia c o n el fin de intentar
controlar sus áreas locales al m i s m o tiempo que, defacto, a los gober-
nantes locales. E n realidad, a u n q u e los testamentos preservados m u e s -
tran, en la mayoría de casos, concentraciones en la propiedad de fincas
— p o r ejemplo, Desiderio de Cahors poseía tierras en los alrededores de
su población natal y en la v e d n a A l b i — , también compartían sus terri-
torios locales con o t r o s , y la m a y o r í a de grandes terratenientes dispo-
nía asimismo de propiedades q u e distaban, a veces, cientos de kilóme-
t r o s . E r a m u y d i s t i n t o a la aristocracia local a s e n t a d a en u n castillo,
p r o p i a del siglo x e n adelante (véase m á s adelante, capítulo 2 1 ) , y la
v e r d a d es q u e , según v i m o s antes, el c e n t r o del q u e d e p e n d í a U r s i ó n
ni siquiera e s t a b a fortificado. P o r d e s g r a c i a , se h a n e x c a v a d o m u y
pocas residencias de élite, si es q u e h a y alguna, de este p e r í o d o ; p e r o el
r e s t o d e n u e s t r a d o c u m e n t a c i ó n escrita c o n f i r m a este p a n o r a m a . El
J^oder n q era local y n o había q u e dejenderlo con murallas; gozaba de
la misma consideración q u e el m o n á r q u i e o ^ E s t o es: venía o bien d e u n
c a r g o o bien d e la Konigsnáke preferiblemente d e a m b o s . T o d o s los
7

g r a n d e s terrateniejites b u s c a b a n esta m e t a , o lo equival e n t e p a r a la


iglesia; sus riquezas y los h o m b r e s armados se centraban en esto, no en
la autonomía y la dominación local. Lo m á x i m o q u e p o d e m o s afirmar
es q u e algunos titulares de u n cargo, a finales del siglo v n , seguían un
L A G A L I A M E R O V Í N G I A Y L A G E R M A N I A , 500-7^ 1

camino propio en el p e r í o d o de la involución monárquica. Los duques


periféricos y patricios de la P r o v e n z a fueron ejemplos indicadores de
una fragmentación geográfica general, c o m o y a h e m o s señalado; en el
centro de las tierras francas, p o d r í a m o s añadir a los duques de Alsacia,
puesto q u e los d o c u m e n t o s de principios del siglo v i n relativos a este
territorio, s o r p r e n d e n t e m e n t e , n o mencionan a los reyes, hasta q u e la
familia ducal fue a p a r t a d a o m u r i ó hacia 740. T a m b i é n los o b i s p o s ,
cuyas competencias se limitaban fundamentalmente a las diócesis, d e -
sarrollaron a veces algunas a u t o n o m í a s locales («repúblicas episcopa-
1 7
les», en los t é r m i n o s de E u g e n E w i g ) , con las q u e t u v o q u e enfren-
tarse Carlos Martel, c o m o en el caso de E u q u e r i o de O r l e a n s ( m , 738)-
'Pero estos casos representaban una m i n o r í a , al m e n o s en el núcleo de
las tierras francas; en é p o c a d e E b r u i n o , P i p i n o I I y C a r l o s Marte!
como había sucedido antes, casi todos los aristócratas seguían c e n t r á n -
dose en la política de la c o r t e , y definiéndose p o r ella.

N o es q u e la gol jrica local careciera p o r completo de relevancia. E n


las ciudades descritas p o r G r e g o r i o de T o u r s y algunas vidas d e santos
del siglo v n , en especial en c u a n t o al s u r d e la Galia, p a r e c e ser q u e
hubo una política actiya^de^nfrentamientos e n t r e b a n d o s , c e n t r a d o s
en conseguir el cargo de obispo o el de conde. El caso de C l e r m o n t e s
i 8
de los mejor d o c u m e n t a d o s . L o s condes eran designados p o r el rey, \
pero tendían a ser h o m b r e s locales; dirigían los ejércitos y los tribuna- |
les de justicia de los territorios de la ciudad. L o s obispos eran aún m á s l|
de origen local, y podían encontrarse con problemas en caso contrario,
como le sucedió a G r e g o r i o en T o u r s ; a u n q u e su antecesor había sido
su p r o p i o tío, él creció en C l e r m o n t y m u c h a g e n t e le veía c o m o u n
hombre d e allí. L o s n o m b r a m i e n t o s episcopales, p o r lo general, esta-
ban a cargo de las élites locales y los obispos circundantes, c o m o en la
época de Sidonio; p e r o e n los t i e m p o s d e G r e g o r i o y m á s adelante, el t
monarca tenía la última palabra y p o d í a , c o m o s u c e d i ó con el p r o p i o '
G r e g o r i o , seleccionar a su c a n d i d a t o : los obispos t e n í a n la misión d e
representar políticamente a sus ciudades y p o r eso era importante para
los reyes q u i é n o c u p a s e el c a r g o . N o obstante, en ciertoi_s_entido, los
condes se m o s t r a b a n m á s receptivos a los reyes, y los obispos p r e s t a -
ban más atención a s ^ d i ó c e s i s . Los obispos q u e dedicaban u n exceso
de atención a la política del g o b i e r n o central p o d í a n t e r m i n a r siendo
impopulares; a A r n u l f o de Metz, sus feligreses casi le retiran el c a r g o
por pasar d e m a s i a d o tiempo en palacio, y c u a n d o L e o d e g a r i o de A u -
tun fue definitivamente destruido por Ebruino en G7G-Ó7S, es i n d u d a -
i8o E L LEGADO D E ROMA

ble q u e contó con pocos apoyos desde la p r o p i a A u t u n . ™ A u n así, estas


comunidades locales estaban conectadas c o n la política cortesana a tra-
vés de u n sinfín de canales: el parentesco, el m a t r i m o n i o y el patrocinio
los unían a otras comunidades y a las ambiciones de los m á s p o d e r o s o s ,
y todos los obispos y condes debían acudir a las cortes reales y tratar,
de forma regular, con la política de la corte. Las «repúblicas episcopa-
les» eran m u c h o m á s débiles por el hecho de estar aisladas de esta red.
U n ejemplo especialmente b u e n o de este equilibrio e n t r e la políti-
ca central y local es el de D e s i d e r i o de C a h o r s , p o r q u e no solo dispo-
n e m o s d e u n a vida de santo, sino también de u n epistolario; sus expe-
40
riencias r e s u m e n buena parte de lo a n t e r i o r . D e s i d e r i o era m i e m b r o
d e u n d e s t a c a d o g r u p o de a d m i n i s t r a d o r e s f o r m a d o s e n la c o r t e de
Clotario I I y D a g o b e r t o I , junto con, entre otros, A u d o e n o de Rouen
( q u e fuera el referendarius de D a g o b e r t o antes d e convertirse en obispo
en 6 4 1 ) y Eligió d e N o y o n , n o m b r a d o o b i s p o ese m i s m o a n o y q u e
había sido el principal funcionario financiero de D a g o b e r t o (aún con-
s e r v a m o s algunas de sus m o n e d a s ) . D e s i d e r i o , algo m a y o r , había sido
thesaurarius de Clotario y más adelante patricius de P r o v e n z a , antes de
regresar a C a h o r s c o m o obispo en 630. Estos h o m b r e s de talento eran
a m i g o s entre sí y, c o m o se trasluce e n las cartas d e D e s i d e r i o , siguie-
r o n siéndolo. A u d o e n o y Eligió fueron obispos en sedes próximas a los
palacios reales de Neustria; no así D e s i d e r i o , y a partir d e las cartas es
fácil hacerse u n a idea de la nostalgia q u e sentía p o r haberse visto apar-
tado del bullicio de la política, puesto q u e C a h o r s está u n o s ó o o kiló-
m e t r o s al s u r de París y Metz. Sin e m b a r g o , Desiderio t a m p o c o estaba
m u y aislado; t e n e m o s r e c o m e n d a c i o n e s de p a t r o c i n i o fechadas en la
década de Ó40 y dirigidas al maíórde Austrasia, G r i m o a l d o , y ai hijo de
Arnulfo de M e t s , y u n a epístola de Segisberto III e n la q u e se muestra
de acuerdo con algunas de las peticiones de D e s i d e r i o . El h e c h o es q u e
todos estos n o m b r a m i e n t o s episcopales, especialmente bien d o c u m e n -
tados en este p e r í o d o p e r o con muchísimos paralelos antes y después,
difundieron u n a conciencia y una cultura cortesanas p o r t o d a la Galia
franca, c o m o sin d u d a sabía D a g o b e r t o . D e s i d e r i o recibía cartas en las
q u e sus informantes le c o n t a b a n e x a c t a m e n t e d ó n d e estaba el rey: se
trasladó de V e r d ú n a R e i m s , luego iría a Laon y de n u e v o a la Renania;
a h o r a está en M a g u n c i a ; y es q u e , p a r a m a n t e n e r s e al día, el obispo
necesitaba este flujo constante de información, q u e recorría cientos de
kilómetros para llegar a él. Y era así por m á s q u e Desiderio proviniera
de una de las principales familias de C a h o r s (sucedió a su h e r m a n o en
LA G A L I A MEROV1NG1A Y LA GERMAtf IA, i

el o b i s p a d o ) , con u n a extensa f o r t u n a local, y e n t r e g a s e su vida a la


ciudad, r e p a r a n d o los suministros d e agua, e r i g i e n d o e n o r m e s edifi-
cios de piedra, d e f e n d i e n d o las tierras del e p i s c o p a d o frente a o t r o s
obispos locales y c o l a b o r a n d o con sus c i u d a d a n o s , igual q u e con la
r t e del rey. D e s i d e r i o fue m u y eficiente en su c a r g o episcopal p o r -
c o

que su corazón aún seguía en la corte, y m u y eficiente asimismo c o m o


embajador del centralismo real p o r q u e sus riquezas y su cargo estaban
¿ji el sur. Tales eran las n o r m a s merovingias, y m a n t u v i e r o n a los r e i -
nos unidos.
L o s p r o b l e m a s de finales del siglo v n sacudieron este m o d e l o g l o -
| j ¿ l ^ i n ^ ya^hemos dej^er^los merovingios perdieron
5u centralidad c o m o actores políticos entre.655 y 67 ? y, a u n q u e s u s
cortes sjguieron siendo núcleos i m p o r t a n t e s j a r a la acción política, los
principados de la periferiaconsiguieron autonomía a nivel práctico^ y
algunos o t r o s d u q u e s y obispos v o l v i e r o n m e n o s la vista hacia el p a -
00
trocinio m e r o v i n g j o o g J J * ™ * El p e r í o d o de inestabilidad t e r m i n ó
con T e r t r y , en 687; p e r o quizá la época de Pipino I I fue la q u e c o n t e m -
pló el m e n o r nivel de p r o t a g o n i s m o real o, p o r entonces, de los mato-
res. Es llamativo q u e la documentación sobre las acciones monárquicas
capilares, c o m o las q u e describe el formulario de Marculfo, se extinga
a finales de la década de 670; los d o c u m e n t o s maiorales o m o n á r q u i c o s
posteriores se limitan a la confirmación de derechos y aplacita judicia-
les. Así m i s m o , t a m p o c o se han p r e s e r v a d o actas de n i n g ú n concilio
eclesiástico celebrado entre 675 y 742- Según parece, a nivel organiza-
tivo el régimen de Pipino era m e n o s ambicioso q u e el de sus p r e d e c e -
sores, incluidos E b r u i n o y Childerico II, Quizá esto haya contribuido
también a q u e algunos dirigentes políticos tomasen la decisión d e fa-
vorecer la actuación en los ámbitos locales, antes q u e en la política de
la corte, aun en el período de las guerras civiles. P e r o esta localización
no había a v a n z a d o m u c h o t e r r e n o e n la época de la reunificación d e
Carlos Martel. Carlos n o invirtió la relativa inacción del g o b i e r n o c e n -
tral, q u e a c a b a m o s de describir — e s o quedaría para la próxima g e n e -
ración carolingía—, p e r o al derrocar a tantos m i e m b r o s de u n régimen
antiguo y, s o b r e t o d o , gracias a la r e u n i ó n anual de aristócratas q u e
participaron e n sus guerras — q u e supuso la movilización militar m á s
intensa y sistemática vista en Francia desde el siglo v t — , echaba atrás
cualquier tentación de localismo. E n cualquier caso, t a m p o c o había r e -
sultado tan d u r o ; el sistema político franco, a u n q u e d e s t a r t a l a d o en
ocasiones, aún no se hallaba en mala condición.
LOS R E I N O S M E D I T E R R Á N E O S
OCCIDENTALES: HISPANIA E ITALIA,
550-750

En octubre de 680, W a m b a , r e y visigodo de Hispania (672-680) c a y ó


gravemente enfermo y creyó q u e iba a morir. C o m o algunos otros r e -
yes, hizo penitencia y fue t o n s u r a d o e n presencia d e los notables del
reino; n o m b r ó p o r escrito a s u sucesor E r v i g i o (680-687) y > » er o t r o

documento, pidió q u e fuese u n g i d o lo antes posible (hasta d o n d e sabe-


mos, el u n g i m i e n t o del rey suponía, d e h e c h o , u n a n o v e d a d , i n t r o d u c i -
da por el p r o p i o W a m b a en Ó 7 Z ) . W a m b a n o m u r i ó ; p e r o ahora estaba
tonsurado y el sexto concilio eclesiástico de T o l e d o (638) había p r o h i -
1
bido que toda p e r s o n a t o n s u r a d a ocupase el t r o n o real. E r v i g i o c o n -
vocó de inmediato el d u o d é c i m o concilio de T o l e d o , q u e se reunió en
enero de 6 8 1 , c u a n d o a ú n n o se h a b í a n c u m p l i d o los cuatro meses d e
reinado, e n pleno invierno; y la p r i m e r a acción de los obispos del reino
fue ratificar su sucesión y toda la documentación asociada ( q u e , d e h e -
cho, es nuestra única fuente sobre toda esta situación), así c o m o cance-
lar el j u r a m e n t o de lealtad q u e los hispánicos habían j u r a d o a W a m b a .
C o m o s e g u n d a acción, d e b a t i e r o n q u é sucedería e n caso d e q u e a l -
guien recibiera la penitencia y la tonsura en estado de inconsciencia y ,
al recuperarse, desease rechazarlas y regresar a su carrera secular: d e -
cidieron q u e debían prevalecer la penitencia y la tonsura. C o m o la m a -
yoría de comentaristas, interpreto esta cuestión c o m o u n a respuesta a
la protesta d e W a m b a p o r h a b e r sido d e p u e s t o sin su consentimiento;
pero el cuidadoso m a r c o legal o t o r g a d o a este genuino golpe de estado
es, sin e m b a r g o , impresionante.

La comunidad política de la Hispania del siglo v n n o siempre m o s -


tró tanto respeto p o r las fórmulas legales. Las leyes sobre la sucesión
legítima dictadas p o r el cuarto concilio d e T o l e d o en 63 3, p o r ejemplo,
casi nunca se cumplieron. P e r o los textos legales, tanto seculares c o m o
J B4 E L L E G A D O DE R O M A

canónicos, eran m o n e d a corriente en la práctica política hispánica. La


gente (al m e n o s cuando se trataba de obispos o aristócratas) sabía de su
existencia; e incluso los reyes, si n o disponían d e a p o y o s lo bastante
fuertes, c o m o probablemente era el caso en <58o, p o d í a n verse atrapa-
d o s p o r ellos. E s t o indica u n a diferencia con r e s p e c t o al estilo de la
política franca: en la Hispania visigoda, c o m o también e n m e n o r m e d i -
d a en la Italia l o m b a r d a , los principios legales r e p r e s e n t a b a n impor-
tantes puntos de referencia; lo m i s m o había o c u r r i d o e n el imperio tar-
d o r r o m a n o , u n i m p e r i o del cual, e n cierros a s p e c t o s , v i s i g o d o s y
l o m b a r d o s distaban m e n o s q u e de los francos. En el caso c o n c r e t o de
los visigodos hispánicos, es cierto q u e los tiistoriadores h a n p r e s t a d o
demasiada atención a la ley, p o r q u e d i s p o n e m o s de pocas narraciones
y d o c u m e n t o s de este período a la vez q u e a b u n d a m u c h o la legislación
secular y eclesiástica. E n consecuencia, la historia hispánica resulta a
m e n u d o b a s t a n t e árida. P e r o n o s o t r o s n o p o d e m o s , ni d e b e r í a m o s ,
optar p o r hacer caso omiso de esas leyes; su misma cantidad ya n o s re-
vela algo s o b r e los valores de la clase d i r i g e n t e hispánica. E m p e z a r é
p o r Hispania^ luego pasaré a Italia y después c o m p a r a r é a m b o s casos;
entonces v e r e m o s mejor q u é g r a d o de evolución frente a las prácticas
r o m a n a s resultaba posible en el O c c i d e n t e p o s r o m a n o .

H i s p a n i a (esto es: la península Ibérica, i n c l u y e n d o lo q u e h o y es


P o r t u g a l ) fue conquistada, en p a r t e , p o r los v á n d a l o s después de 409;
más adelante, en 439, q u e d ó e n b u e n a medida en m a n o s de los suevos.
E n 45o, los visigodos invadieron y d e s t r u y e r o n r á p i d a m e n t e el poder
s u e v o , al q u e confinaron al extremo noroeste. A q u í empieza el oscuro
proceso de la conquista visigoda, q u e , tras acelerarse en la d é c a d a de
470, p r o b a b l e m e n t e terminó en 483, c u a n d o el rey E u r i c o h u b o repa-
r a d o el p u e n t e principal de Mérida, la capital r o m a n a de Hispania, tal
c o m o atestigua u n a inscripción- Sin e m b a r g o , los v i s i g o d o s seguían
teniendo s ú b a s e en la Galia; incluso después de sufrir u n a gran derrota
ante C l o d o v e o en 507, c o n t i n u a r o n teniendo la capital en N a r b o n a , en
la estrecha franja de la Galia m e d i t e r r á n e a ( h o y , el L a n g u e d o c ) q u e
c o n s e r v a b a n e n su p o d e r . A partir de 5 1 1 , T e o d o r i c o el O s t r o g o d o
estableció u n a regencia para u n r e y n i ñ o , el visigodo Amalarico ( 5 1 1 -
531), y hasta la m u e r t e de T e o d o r i c o , en 5 26, la Hispania fue g o b e r n a -
da de hecho desde Italia. En los cuarenta a n o s posteriores, el t r o n o es-
t u v o o c u p a d o p o r r e y e s d é b i l e s , q u e se d e r r o c a b a n u n o a otro
mediante golpes de estado. A t a n a g ü d o (f f i - j ó 8 ) , asentado según pa-
rece en Sevilla, se alzó contra Agila ( 5 4 9 - 5 54) y combatió en una g u e -
HISPANIA E ITALIA, 550-750

rr a civil c o n t r a él; p a r a ello p i d i ó la a y u d a d e J u s t i n i a n o y, de este


modo, los r o m a n o s de O r i e n t e tuvieron la excusa p a r a fijaren 552 u n a
cabeza de p u e n t e en H i s p a n i a , e n la franja c o s t e r a del s u r e s t e , q u e
mantuvieron hasta 628, Atanagildo m u r i ó en su lecho, a diferencia de
sus antecesores del siglo v i ; a este lo sucedió Liuva I (568-573), q u e d e
nuevo tenía su sede en N a r b o n a , p e r o q u e n o tardó en repartirse el r e i -
no con su h e r m a n o Leovigildo (5Ó9-586), a quien entregó toda Hispa-
nia, para quedarse él c o n la Galia visigoda.
En Hispania, el p e r í o d o q u e va de 409 a 569 estuvo caracterizado
por la inestabilidad- Q u i z á e n t r e 483 y 507 hubiera u n p e r í o d o de paz
relativa, y p r o b a b l e m e n t e también entre 5 1 1 y 526; p e r o en a m b o s p e -
ríodos la península fue g o b e r n a d a desde el extranjero, p r i m e r o la Galia
y después Italia. N o hacía tanto q u e el imperio — c u a n d o el Mediterrá-
neo occidental era u n a u n i d a d — había desaparecido, p e r o en nuestras
escasas fuentes para este p e r í o d o , parece q u e Hispania fuera u n apén-
dice, casi e n sentido colonial, y q u e en gran medida estaba a b a n d o n a d a
a sus propios recursos. T a l c o m o v i m o s e n el capítulo 4, la arqueología
de finales del siglo v, en particular para la Meseta, muestra u n debilita-
miento de los núcleos de las haciendas rurales y residencias de c a m p o ,
y una fuerte c o n t r a c c i ó n en la escala d e la p r o d u c c i ó n cerámica, q u e
pasó a ser m á s local y se simplificó.- El primero de estos cambios, q u e
se agudizó en el siglo v i , p o d r í a ser solo reflejo de t r a n s f o r m a c i o n e s
culturales, c o m o sucedió en el militarizado n o r t e de la Galia de finales
del siglo iv; p e r o el s e g u n d o cambio habla de u n a simplificación de la
economía en su c o n j u n t o , lo cual implica u n decrecimiento en la d e -
manda aristocrática. L a inseguridad del siglo v y de g r a n p a r t e del vi
en algunas zonas de la península Ibérica parece haber atacado c o n d u -
reza buena p a r t e de las e s t r u c t u r a s básicas de la e c o n o m í a h e r e d a d a s
del m u n d o r o m a n o .

El otro efecto de esta inestabilidad fue la fragmentación de la socie-


dad de la península. Esta ocupa u n terreno m o n t a ñ o s o , d o n d e las c o m u -
nicaciones entre las grandes llanuras y las vegas ribereñas más i m p o r -
tantes son m u y pobres y existen enormes diferencias ecológicas entre el
clima h ú m e d o del noroeste ( q u e a u n inglés le haría pensar en C o r n u a -
lles) y las zonas desérticas del sureste. T o d o esto puede propiciar que se
disgregue en experiencias m u y distintas, c o m o , según parece, sucedió
en esta época. En algunas partes del n o r t e , hallamos referencias a c o m u -
nidades s e m i a u t ó n o m a s , g o b e r n a d a s p o r caciques locales c o m o el sé-
3

nior Aspidio ( 5 7 5 ) , en la zona de O r e n s e ; o también, con m a y o r fre-


i8ó E L L E G A D O DE ROMA

cuencia, c o n u n f u n c i o n a m i e n t o en apariencia c o l e c t i v o , corno los


«sapos» (Sappi) d e Sabana, tal vez próxima a Z a m o r a (573); o los gru-
pos tribales apenas romanizados de algunas partes de la costa n o r t e , lla-
mados p o r lo general vascones, y muchos de ellos hablantes de vascuen-
ce. Sin e m b a r g o , aquellas comunidades podían tener m á s características
r o m a n a s , c o m o sucedía en C a n t a b r i a ( 5 7 4 ) , el valle del río E b r o por
encima de Zaragoza, gobernada p o r «senadores» (los principales terra-
tenientes de la zona) y u n senado. E n el sur, h u b o ciudades q u e estable-
cieron una autonomía, c o m o C ó r d o b a (5 50-572)- Algunas ciudades del
sur p u d i e r o n seguir siendo m u y prósperas, en una tradición completa-
4
m e n t e r o m a n a , c o m o sucedió en el caso de Mérida, u n centro q u e no
era completamente a u t ó n o m o p e r o q u e durante m u c h o tiempo apenas
atendía a los reyes; sus obispos conservaron una riqueza notable (atesti-
guada en las vidas de santos que fueron obispos de la ciudad) y se con-
servan varias iglesias urbanas y rurales de época visigoda, e incluso al-
g u n a villa. Es decir, en este p e r í o d o t u v i e r o n l u g a r d o s p r o c e s o s de
fragmentación. U n o fue q u e la autoridad central de Hispania perdió el
control de n u m e r o s a s secciones, hasta una tercera p a n e de la península.
El o t r o fue el desarrollo o la recuperación de prácticas políticas q u e di-
ferían de las romanas, m á s colectivas, incluso tribales, en algunas zonas
peninsulares, sobre t o d o en el norte.* D e b e m o s recalcar, de todos m o -
dos, q u e buena parte de Hispania seguía siendo m u y romana, obedecie-
ra o n o a reyes visigodos, en especial a lo largo de la costa mediterránea
y en el rico valle del Guadalquivir, q u e se extendía tierra adentro hacia
Mérida. U n a de las Variae de C a s i o d o r o , de hacia 724, m u e s t r a a los
o s t r o g o d o s r e c a u d a n d o los impuestos sobre las tierras; y cierto docu-
m e n t o preservado de 594, sobre Barcelona y ciudades próximas, mues-
tra que los impuestos (en la zona gobernada p o r condes y obispos) p o -

dían ser m u y elevados, al m e n o s localmente.

A esta doble fragmentación se enfrentó Leovigildo, quien recurrió


a la acción militar para resolverla. L a s fechas q u e aparecían entre pa-
réntesis en el párrafo anterior corresponden a las conquistas de Leovi-
gildo, sistemáticas en la década de 570; culminaron al sofocar los cinco
a n o s de alzamiento sevillano, capitaneado p o r su hijo Hermenegildo^
en Í 84, y con la anexión del reino suevo en 5 8 5. A la m u e r t e d e L e o v i -
gildo, en 580", s o l ó l a s franjas costeras controladas p o r los r o m a n o s en
el sur y l o s v a s c o s en el n o r t e q u e d a r o n fuera d e la-autoridad real.
C o m o había s u c e d i d o con Carlos Martel en la Francia de las décadas
de 720 a 7 3 0 , la b a s e del p o d e r v i s i g o d o no p o d í a ser tan r e d u c i d a , o
HISPANIA E ITALIA, 550-750 187

Leovigildo no p o d r í a h a b e r l o g r a d o su m e t a en n i n g ú n m o d o , p o r
f

mucho que su determinación fuese m u y superior a la d e sus anteceso-


res. A partir de las vidas de los santos emeritenses, sabemos q u e él q u e -
ría qne su poder también se notara en el interior de las tierras que c o n -
7
trolaba. Leovigildo n o m b r ó a u n obispo arriano, Suna ( S u n n a ) , para
que se opusiera al influyente y acaudalado obispo católico de Mérida,
Masona ( q u e e r a g o d o ) y , finalmente, m a n d ó llamar a Masona a su
corte toledana y lo exilió d u r a n t e tres años. T a m b i é n exilió y expropió
a aristócratas laicos; y o r d e n ó u n a profunda revisión del código legal,
lo cual n o fue m e n o s importante. Leovigildo n o era u n m e r o soldado;
era un unificador. En época de A t a n a g i l d o , T o l e d o ya se había c o n v e r -
tido en ¡a sede monárquica principal, p e r o con Leovigildo pasó a ser el
8
centro de la actividad política y religiosa, u n a capital de v e r d a d . L a
elección de T o l e d o , q u e hasta e n t o n c e s n o había sido u n gran c e n t r o ,
fue significativa p o r q u e esta localidad se hallaba en el centro de la p e -
nínsula: era una señal de la ambición del rey. Leovigildo también fun-
dó su propia ciudad, Recópolis, al este de T o l e d o , c o m o otra señal m á s
de prestigio; p e r o R e c ó p o l i s n u n c a llegó a ser m u y g r a n d e , s e g ú n
muestran las excavaciones.

Leovigildo también se enfrentó al p r o b l e m a de la desunión religio-


sa. Los godos de Hispania seguían siendo arríanos; en u n concilio ecle-
siástico celebrado en T o l e d o en 580, L e o v i g i l d o t r a t ó de suavizar la
doctrina a r r i a n a para q u e resultara m á s aceptable a los católicos, al
mismo tiempo q u e perseguía a, por lo m e n o s , algunos activistas católi-
cos. Esta situación tiene u n paralelo con los procedimientos de los v á n -
dalos en África, u n siglo a n t e s ; p e r o , tal c o m o h e m o s visto a n t e r i o r -
m e n t e , los i n t e n t o s p o r d a r c o n u n c a m i n o d o c t r i n a l i n t e r m e d i o
recuerdan más a las políticas de los e m p e r a d o r e s orientales ( c o m o j u s -
tiniano) con respecto al monofisismo. N o obstante, el arriantsmo era,
en esencia, una práctica d e m a s i a d o minoritaria en aquella é p o c a ; los
godos representaban solo una proporción m e n o r d e la población h i s -
pánica, un escaso tanto p o r ciento a lo sumo; y no t o d o s eran arrianos,
tal c o m o d e m u e s t r a el c a s o de M a s o n a . T a m b i é n H e r m e n e g i l d o se
convirtió al catolicismo e n el transcurso de su revuelta. Una vez q u e se
considerara deseable la u n i d a d religiosa, lo más probable era q u e esta
tendiera al catolicismo. D e h e c h o , el s e g u n d o hijo de Leovigildo, R e -
caredo, q u e lo sucedió ( 5 8 6 - 6 0 1 ) , se c o n v i r t i ó al catolicismo casi i n -
mediatamente después de subir al t r o n o , en 587; y en el tercer concilio
de T o l e d o , en 589, el arrianismo fue declarado ilegal, de u n m o d o m u -
iSS E L L E G A D O D E ROMA

c h o m e n o s c o m p r o m e t e d o r q u e c u a n d o L e o v i g i l d o había t r a t a d o de
o p o n e r s e al catolicismo. C o m o consecuencia, R e c a r e d o se enfrencó a
u n a serie de r e v u e l t a s y c o n s p i r a c i o n e s , hasta al m e n o s 590 ( y quizá
m á s adelante). P e r o el arrianismo y a tenía q u e ser débil, eft aquel m o -
m e n t o , p o r q u e e n la r e n o v a d a inestabilidad q u e siguió a la m u e r t e de
R e c a r e d o n o reapareció c o m o llamada de concentración.
El hijo de R e c a r e d o , L í u v a l l , n o d u r ó m u c h o (601-603), y enrre
ó o i y Ó42 h u b o n u e v e reyes, de los cuales solo u n o (Suintila, 6 2 1 - 6 3 1 )
llegó a c u m p l i r u n decenio en el t r o n o ; tres eran hijos de sus p r e d e c e -
s o r e s , p e r o fueron d e r r o c a d o s c o n especial rapidez. F r e d e g a r d o , en
Francia, d e n o m i n a b a esta serie de golpes constantes, n o sin cierta p e -
tulancia, c o m o «la e n f e r m e d a d de los g o d o s » ; p a r a u n franco, claro
9
está, u n a m o n a r q u í a n o dinástica equivalía al m i s m í s i m o c a o s . P e r o
esta g e n e r a c i ó n n o fue testigo de n i n g ú n r e t o r n o a la fragmentación
política del p e r í o d o anterior a L e o v i g i l d o . L o s reyes libraron guerras
de frontera contra los vascos, los francos y los r o m a n o s del este (en su
franja costera), y finalmente Suintila conquistó esta región hacia 618.
A nivel interno, la secuencia de golpes muestra, p o r lo m e n o s , q u e los
d u q u e s y los g o b e r n a d o r e s provinciales del reino se interesaban p o r la
m o n a r q u í a central, m á s q u e p o r la a u t o n o m í a . L o s p r o p i o s reyes, in-
cluido Suintila, n o dejaron m u c h a huella; Sisebuto ( 6 1 2 - 6 2 1 ) fue autor
de poesía, de cartas y de u n a vida d e santo, el único g o b e r n a n t e occi-
dental citado en este libro — e x c e p t o Alfredo de I n g l a t e r r a — q u e ad-
q u i r i ó r e p u t a c i ó n c o m o escritor; a d e m á s , fue el p r i m e r p e r s e g u i d o r
serio de la p o b l a c i ó n judía e n H i s p a n i a , pero p o r lo d e m á s n o parece
tener rasgos distintivos. L a única innovación importante de este perío-
d o fue la inauguración, con el cuarto concilio toledano, en 633, d e una
serie constante de concilios episcopales plenarios, convocados p o r ios
r e y e s en T o l e d o — t r e c e , entre 633 y 7 0 2 — q u e l l e g a r o n a ser una
>

parte tan crucial de la a g r e g a c i ó n política del reino q u e las épocas sin


concilios regulares plenarios, s o b r e t o d o entre 656 y 68i, fueron dura-
m e n t e criticadas por la iglesia, a u n q u e se hubieran celebrado concilios
1 0
provinciales entre m e d i o . El p a p e l c o l e c t i v o de l o s o b i s p o s e n la
agregación política del reino visigodo del siglo v n fue u n rasgo carac-
terístico de Hispania; ni Francia ni la Italia lombarda dieron tanto peso
a los concilios eclesiásticos. Su legislación era secular, además de ecle-
siástica, y el r e y los p r e s i d í a , c o n frecuencia l e y e n d o e n v o z alta al
p r i n c i p i o u n a d e c l a r a c i ó n de i n t e n c i o n e s . C o n t r i b u y e r o n m u c h o a
conferir importancia ceremonial a la capital.
HISPANIA E ITALIA, 550-750 I89

El ciclo golpista se r o m p i ó con C h i n d a s v i n t o ( 6 4 2 - 6 5 ) ) , q u e a s -


cendió al t r o n o con casi o c h e n t a a n o s y puso-freno a la aristocracia
ejecutando a setecientos nobles (según afirma F r e d e g a r d o ) y p r i v a n d o
a [os demás de sus d e r e c h o s civiles, además de p r o m u l g a r una ley d r a -
coniana s o b r e la t r a i c i ó n . ' ' C h i n d a s v i n t o fue o d i a d o p o r eso incluso
por algunos d e sus p r o t e g i d o s , c o m o el obispo E u g e n i o II de T o l e d o
(m. 657), T l escribió u n epitafio insultante. Ef sentir se m a n t u v o lo
1 6 e

suficientemente fuerte c o m o para q u e , c u a n d o ascendió al trono un rey


en una posición débil — E r v i g i o , en 6 8 o — el d e c i m o t e r c e r concilio
celebrado en 683 restauró la condición de nobleza y los derechos civi-
les de todos aquellos q u e los habían perdido a partir de 639: la solidari-
dad aristocrática (y episcopal) había m a n t e n i d o la cuestión viva d u -
rante c u a r e n t a a n o s . P e r o , p o r o t r o l a d o , los g o l p e s t e r m i n a r o n o,
quizá mejor, se limitaron al á m b i t o provincial y no volvieron a t e n e r
éxito a nivel nacional; por t a n t o , Recesvinto (649-672) derrotó a F r o -
ya en 65 3 ; W a m b a a P a b l o e n 673; Égica (687-701) d e r r o t ó a Sisberto
en 693. La sucesión real se convirtió en algo pacífico, incluso c u a n d o
fue c o n t r o v e r t i d a : R e c e s v i n t o era hijo de C h i n d a s v i n t o ; W a m b a fue
nombrado <n el lecho de muerte de Recesvinto; la sucesión de Ervigio,
al menos, n o fue i m p u g n a d a ; su sucesor, Égica, era su y e r n o y W i t i z a
(649-710) era hijo d e É g i c a . Solo en 7 1 0 h u b o una elección disputa-
11

da, y quizá u n golpe de estado, cuando los funcionarios de la corte i m -


pusieron a R o d r i g o ( 7 1 0 - 7 1 1 ) . Esta tendencia general a apartarse de la
violencia política n o atenúa las pruebas evidentes de q u e la m a y o r í a de
estos reyes se opusieron a sus antecesores. U n ejemplo lo t e n e m o s en
¡a comparación entre E r v i g i o y W a m b a ; el caso de Égica con respecto
a Ervigio es aún m á s claro, p o r q u e e n su ascenso al t r o n o solicitó q u e
el decimoquinto concilio le permitiera desposeer a la familia de E r v i -
gio (el concilio se lo n e g ó ) . T a n t o Ervigio c o m o Égica disfrutaron r e -
vocando, al m e n o s en p a r t e , leyes de sus predecesores. Según parece,
Witiza canceló también las expropiaciones de su padre, y luego se c r e -
yó que R o d r i g o había c o n t a d o con la oposición de la familia de Witiza.
Seguía h a b i e n d o tensiones, sin d u d a , y p o d í a n ser feroces (sobre t o d o
en tiempos de É g i c a ) , p e r o se m o d e l a b a n en u n c o n t e x t o de c e r e m o -
nias de legislación y solidaridad pública, n o de guerra.

La última mitad del siglo v n señala el p u n t o culminante de la acti-


vidad pública en el reino v i s i g o d o . T a n t o R e c e s v i n t o c o m o E r v i g i o
revisaron el código legal de Leovigildo y, en buena medida, legislaron
también ellos m i s m o s ; se conservan leyes de todos los m o n a r c a s r e s -
190 E L LEGADO DE ROMA

tantes, excepto R o d r i g o . Los concilios eclesiásticos también eran m o -


m e n t o s clave e n los procesos legislativos. Y las leyes eran cada vez más
complejas y m á s altisonantes. E n todos los códigos aparecían c o m o le-
yes «godas», válidas para todas las personas del reino (tal c o m o proba-
blemente había sido, de h e c h o , a partir del siglo v ) , incluso cuando se
p o d í a n establecer diferencias e n t r e la población gótica y la r o m a n a ,
algo q u e mediado el siglo v n había desaparecido. P e r o los anteceden-
tes de b u e n a p a r t e de esta ley «goda» radicaban en el c ó d i g o imperial
de T e o d o s i o II, m u c h o m á s q u e e n otros reinos p o s r o m a n o s , y la cre-
ciente retórica de la legislación también buscaba sus modelos en Roma,
Está bastante claro q u e los v i s i g o d o s de finales del siglo v n también
tenían c o m o p u n t o de referencia el imperio bizantino contemporáneo,
al m e n o s e n c u a n t o m o d e l o ceremonial y p a r a la estrecha identifica-
3
ción entre el episcopado y el r e y . ' La importancia de la conformidad
religiosa, implícita desde el tercer concilio (589), también se fue ha-
ciendo cada vez m á s visible. L o s principales legisladores del período
— R e c e s v i n t o , E r v í g i o y É g i c a — fueron e x t r e m a d a m e n t e hostiles al
4
principal g r u p o n o católico de la península; los j u d í o s . ' Recuperaron
y ampliaron e n o r m e m e n t e las leyes de Sisebuto, v e t a n d o toda práctica
judía en Hispania, restringiendo los d e r e c h o s civiles judíos y, en 694,
sometiendo a t o d o s los judíos a la esclavitud. E n Bizancio, Italia, e in-
cluso en Francia, q u e p o r lo general se m o s t r a b a tolerante, el siglo v n
fue testigo d e persecuciones esporádicas c o n t r a los judíos; pero en su
violencia antisemita — i n c l u i d a la violencia e x p r e s i v a — , estas leyes
visigodas no t u v i e r o n v e r d a d e r o p a r a n g ó n hasta la Baja Edad Media.
H o y día cuesta leerlas sin hostilidad y alarma. Pese a t o d o , son bastan-
te similares a las leyes romanas sobre la herejía y representan u n a línea
legislativa q u e , a este respecto, acentúa con toda claridad la ambición
romanizadora de los reyes.

E n este p u n t o , sin e m b a r g o , es d o n d e afloran las p r e g u n t a s . En


T o l e d o , la complejidad del ceremonial es m u y evidente hacia 6 ; o , y
t a m p o c o cabe d u d a de la regularidad con q u e obispos y aristócratas
acudían alli. Las rebuscadas humillaciones públicas a las q u e se enfren-
taron en la capital los fracasados políticos — e n 590, A r g i m u n d o fue
o b l i g a d o a pasearse p o r las calles a l o m o s de u n b u r r o con u n a m a n o
a m p u t a d a ; P a b l o e n t r ó descalzo, sobre un camello, en 6 7 3 — eran un
reflejo directo de las ceremonias de triunfo del imperio r o m a n o . Los
reyes eran, c o m o en Francia, ricos, en buena parte por las confiscacio-
n e s de C h i n d a s v í n t o (y también c o n s e r v a r o n e l e m e n t o s del impuesto
HISPANIA E ITALIA, 550-750

sobre las tierras, hasta finales del siglo v i l , al menos) y, p o r lo t a n t o , es


de suponer q u e u n interés semejante p o r la capital sería c o n s i d e r a d o
beneficioso p o r p a r t e d e los actores políticos- L a a d m i n i s t r a c i ó n , el
q0¡ciurnpalatinum, era al m e n o s tan compleja c o m o en F r a n c i a — a u n -
que mucho m e n o s q u e en el m u n d o r o m a n o — y estaba plagada de p r i -
5
vilegios legales;' incluía desde funcionarios del g o b i e r n o central a r e -
presentantes tales c o m o d u q u e s , y parece ser q u e t u v o cierta identidad
corporativa, centrada p r o b a b l e m e n t e en el rey, c o m o venía a suceder
con el episcopado. D e h e c h o , Dietrich C í a u d e ha sostenido de forma
plausible q u e la aristocracia estaba, en general, cada vez m á s implicada
en la política palaciega; sin lugar a d u d a s , los reyes p o d í a n a r r u i n a r a
aristócratas, a nivel individual, si esta era su v o l u n t a d . P e r o n u e s t r a s
fuentes se interesan d e u n m o d o a b r u m a d o r p o r las aspiraciones reales
y episcopales, y n o s cuentan tan p o c o de lo que en v e r d a d sucedía fuera
de T o l e d o , q u e es legítimo — y h a b i t u a l — p r e g u n t a r n o s cuánta parte
de esta legislación era p u r o teatro de s o m b r a s . A los judíos se los erra-
dicaba con frecuencia, y l u e g o se los v o l v í a a e r r a d i c a r . La ley q u e
Wamba aprobó en Ó73 sobre el servicio militar era t a n severa — a f i r -
mó Ervigio c u a n d o la revisó, u n decenio d e s p u é s — q u e «casi la mitad
de la población» había p e r d i d o sus d e r e c h o s civiles: ¿nos lo creemos?
Égica, en 702, e n u n a ley contra los fugitivos sostuvo q u e «apenas exis-
te una ciudad, u n a fortificación, u n p u e b l o , una finca o u n a vivienda»
16
en la que no se estuvieran e s c o n d i e n d o - Se trata de u n a ley q u e , l a -
mentablemente, con frecuencia se h a entendido al pie de la letra; p e r o
al menos muestra tanto la tendencia de los reyes a dejarse llevar p o r la
retórica c o m o su plena conciencia d e q u e , sobre el t e r r e n o , las cosas
podrían ser m u y distintas.

C u a n d o l o g r a m o s echar u n vistazo a las realidades locales, p o r lo


genera] también presentan u n p a n o r a m a h e t e r o g é n e o , igual q u e antes
de Leovigildo. L a s tendencias a r q u e o l ó g i c a s del siglo v y principios
7
del vi no se invirtieron pasado este p e r í o d o ; ' si acaso, se acentuaron y,
así, en el siglo v n , la Meseta m u e s t r a u n conjunto de e c o n o m í a s cada
vez más localistas, en el valle del Guadalquivir caen las importaciones
y buena p a r t e de la costa m e d i t e r r á n e a m u e s t r a una fuerte simplifica-
ción e c o n ó m i c a ; la costa sureste r o m a n a y a n o se abasteció d e s d e el
norte de África, después de la conquista de Suintila, y al parecer e n t r ó
en crisis. El u r b a n i s m o s o b r e v i v i ó m e j o r e n algunas ciudades del sur
—Mérida, C ó r d o b a , sin d u d a Sevilla— e incluso en T o l e d o , en el cen-
tro (no obstante, estas d o s últimas no h a n sido excavadas); en la m a y o r
EL L E G A D O D E ROMA

p a r t e de la zona n o r t e e m p e o r ó , y en la costa mediterránea, solo en al-


g u n a s ocasiones (Valencia y Barcelona s o n candidatas). E n términos
económicos, los reyes del siglo v n presidieron, p o r t a m o , u n conjunto
d e realidades e c o n ó m i c a s separadas, con historias d i v e r g e n t e s y una
i n t e r c o n e x i ó n a la baja. L o s d o c u m e n t o s s o b r e pizarra del siglo v n ,
hallados e n las m o n t a ñ a s centrales al sur de Salamanca ( u n a zona de
roca pizarrosa, m u y fácil de utilizar para la escritura; los textos suelen
ser d o c u m e n t o s bastante efímeros sobre las fincas, c o m o listas de b e -
neficios o b t e n i d o s a partir del q u e s o y los a n i m a l e s ) , parecen reflejar
u n a e c o n o m í a también m u y local: se citan m u y p o c o s n o m b r e s de lu-
8
gares, salvo, e n u n a ocasión, T o l e d o /
Las crecientes divergencias locales también podrían explicar algia-
ñas d e las incoherencias q u e p o d e m o s observar en las tendencias socia-
les. L a aristocracia estaba tan militarizada c o m o en Francia y empeza-
b a a desarrollarse u n m o d e l o de relaciones privadas; las leyes militares
de finales del siglo v n indican q u e el ejército estaba formado, en su gran
m a y o r í a , p o r dependientes personales de los señores, y la legislación
de los concilios eclesiásticos señala q u e la imagen de ia subordinación
19
personal empezaba a estructurar también las jerarquías eclesiásticas.
D e h e c h o , el r e y era c o n s i d e r a d o el s e ñ o r de t o d o el m u n d o ; t o d o
h o m b r e libre formulaba u n j u r a m e n t o personal de lealtad al r e y , urja
práctica q u e m á s tarde l o m a r o n prestada los francos y los anglosajo-
M
nes. P o r el c o n t r a r i o , también p o d e m o s encontrar instituciones y ac-
titudes culturales q u e apenas h a b í a n e x p e r i m e n t a d o cambios desde el
imperio r o m a n o . L a obsesión con la ley y con la delimitación legal (en-
tre aristócratas, konesriores, y n o aristócratas, p o r ejemplo) es probable
q u e sea u n vestigio r o m a n o , a u n q u e una parte de la retórica monárqui-
ca, c o m o sucede con Ervigio y Égica, podría considerarse m á s bien un
r e s u r g i m i e n t o . Y, p o r encima de t o d o , la densa cultura r o m a n a de los
g r a n d e s intelectuales políticos — c o m o el o b i s p o I s i d o r o d e Sevilla
(599-636), autor de textos d e teología e historia, y de las Etimologías,
una enciclopedia de gran influencia a u n q u e m u y extraña, a d e m á s de
impulsor del c u a r t o concilio de T o l e d o — debe servir para demostrar
q u e en algunas d e las g r a n d e s ciudades hispánicas s o b r e v i v i ó intacta
11
u n a estructura educativa tradicional. Las cartas de Braulio — o b i s p o
de Zaragoza ( 6 3 1 - ó f i ) y discípulo d e I s i d o r o — , q u e son desacostum-
b r a d a m e n t e atractivas y h u m a n a s , muestran q u e este esrilo cultural ro-
m a n o existía también en otros lugares de Hispania; y las cartas del con-
de Búlgaro, q u e conservamos a partir de la década de 6 1 0 , n o s indican
HISPANIA E ITALIA, 550-750

que en ocasiones se extendía tarnbién a la aristocracia secular, tal c o m o


demuestran m á s a d e l a n t e los textos del r e y S i s é b u t o . E n c u a l q u i e r
caso, Isidoro y Braulio estaban p r o f u n d a m e n t e implicados en la políti-
ca secular; p e r t e n e c í a n a m b o s a familias episcopales aristocráticas y
estaban m u y cerca de los reyes. Su práctica política « t a r d o - t a r d o r r o -
mana», q u e c o n s e r v a r o n sus sucesores hasta 700 al m e n o s , t u v o q u e
ser reconocible para una p a n e importante de la clase política dirigente
y, sin duda, los legisladores recurrieron a ella; el p r o p i o Braulio parece
haber contribuido en la revisión del código legislativo d e Recesvinto.
Los reyes visigodos del siglo v i l , p o r t a n t o , g o b e r n a r o n sobre lu-
gares y g r u p o s sociales en los q u e las cosas n o habían c a m b i a d o tanto
desde los tiempos de A g u s t í n ; lugares y g r u p o s sociales caracterizados
por el mismo tipo d e sociedad militarizada — y raralizada— q u e e n el
norte de la Francia coetánea. T a m b i é n g o b e r n a r o n sobre otras socie-
dades m á s simples, m á s colectivas, q u e s o b r e v i v i e r o n e n especial e n
zonas del n o r t e y algunas áreas de desintegración económica de la c o s -
ta mediterránea. R e s p o n d í a n a esta diversidad con la ambición de los
emperadores r o m a n o s , p e r o con u n a estructura administrativa m u c h o
menos compleja, lo q u e dificultaba m u c h o intervenir c o n detalle. N o
es de extrañar q u e sus leyes fueran, e n ocasiones, m á s bien estridentes.
Era imposible a b a r c a r tal diversidad con los m e d i o s de la Alta E d a d
Media occidental; los r e y e s lo sabían y, a diferencia de lo q u e sucedía
en Francia, les molestaba. P e r o n o s e q u i v o c a r í a m o s si aceptásemos la
perspectiva de algunos historiadores m o d e r n o s , q u e concluyen q u e los
últimos años del siglo v n fueron u n p e r í o d o de crisis g e n e r a l para el
reino. N a d a m á s lejos; en aquel p e r í o d o , el estado visigodo era el m á s
21
fuerte de O c c i d e n t e .

Una d e las razones p o r las q u e se ha u s a d o el imaginario de la crisis


es que, e n 7 1 1 , el reino visigodo fue d e r r o c a d o p o r u n ejército árabe y
beréber, u n ejército invasor venido del n o r t e de África; c o m o resulta-
do, casi t o d o el territorio hispánico se convirtió en p a r t e de una c o m u -
nidad política m u s u l m a n a orientada hacia D a m a s c o , Bagdad y El C a i -
ro durante los siguientes cinco siglos, y a u n algo m á s (véase el capítulo
14). C u a n d o los reinos caen p r o n t o , los historiadores suelen i n t e n t a r
culparlos d e su p r o p i a d e r r o t a ; p e r o las respuestas p u e d e n hallarse,
igual de fácilmente, en el azar de u n a sola batalla, c o m o sucedió e n el
caso del reino anglosajón de Inglaterra, q u e se vino abajo en i o ó ó , e n
la batalla de Hastings. Es cierto, sin d u d a alguna, q u e Hispania se hizo
pedazos en 7 1 1 . D u r a n t e m u c h o t i e m p o , los árabes solo fueron p o d e -
2 3
194 E L L E G A D O D E ROMA

rosos e n el sur. El noreste m a n t u v o u n rey visigodo durante u n a déca-


da; el sureste fue testigo de c ó m o su g o b e r n a d o r visigodo, Teodorniro
( m . 744) cerraba u n trato independiente con los árabes a cambio de la
a u t o n o m í a ; el n o r t e r e c u p e r ó sus tradiciones c o m u n i t a r i a s y , en oca-
siones, tribales, además de escoger a u n rey cristiano independiente en
Asturias: P e l a y o , n o m b r a d o alrededor d e 720, el primero de una larga
serie de reyes independientes en el n o r t e (véase el capítulo 20). Estas
elecciones distintas reflejan sín duda la diversidad socioeconómica que
ya h e m o s m e n c i o n a d o . P e r o para convertirla en u n a realidad política
hizo falta u n a conquista violenta; hasta 7 1 1 no hay señales de q u e las
regiones m á s alejadas fueran separándose, c o m o sí sucedía en la Fran-
cia de finales del siglo V I L Hasta e n t o n c e s , s e g ú n n u e s t r o s d a t o s , los
reyes visigodos conservaron u n a hegemonía firme sobre todas ellas.

E n el siglo v i , Italia tenía aún más tradiciones r o m a n a s q u e Hipania a


las q u e r e c u r r i r , p e r o las manejó de otra forma. L a g u e r r a gótica de
536-5 54 causó enormes d a ñ o s en la infraestructura de la península Itá-
lica, q u e n o se había calmado en m o d o a l g u n o c u a n d o una federación
encabezada p o r los l o m b a r d o s invadió la P a n o n i a a las órdenes de Al-
borno (560-572) e n 568-569. N o obstante, esta invasión l o m b a r d a fue
u n a de las acciones m á s desorganizadas q u e c o n o c e m o s . E n 574, tras el
asesinato d e d o s reyes, los l o m b a r d o s a b a n d o n a r o n la realeza durante
t o d o u n decenio y funcionaron c o m o u n a federación laxa de ducados.
Es probable q u e lo hicieran así de resultas de los s o b o r n o s del soberano
r o m a n o oriental, Tiberio II, y en efecto Tiberio y sus sucesores tuvie-
r o n éxito a la h o r a de c o n s e g u i r q u e m u c h o s d u q u e s luchasen en el
b a n d o r o m a n o en las guerras del resto del siglo. Tiberio también invi-
tó a los francos a v o l v e r a Italia p a r a atacar a los l o m b a r d o s . Estos,
frente a u n a situación semejante, volvieron a elegir reyes: p r i m e r o A u -
tario (584-590) y l u e g o , pese a la m á s i m p o r t a n t e de las invasiones
francas, Agilulfo (590-616), antiguo d u q u e de T u r í n . Agilulfo resistió
los principales ataques de 590 y contraatacó en persona; firmó la paz
con el e m p e r a d o r Focas en 605, p a g ó tributo a los francos y p u d o recu-
perar cierta estabilidad- P e r o aquella paz desveló u n a Italia alarmante-
m e n t e dividida. L o s l o m b a r d o s n o habían conseguido conquistar más
q u e secciones aisladas de la península: el valle i n t e r i o r del P o , en el
n o r t e de Italia; la T o s c a n a , conectada con el n o r t e exclusivamente a
través de u n paso m o n t a ñ o s o ; y los ducados de Spoleto y Benevento,
HISPANIA E ITALIA, 550-750 195

en los A p e n i n o s centrales y del sur. Estos d o s ú l t i m o s fueron, de he*


cho, d u c a d o s a u t ó n o m o s , con p o c o s v í n c u l o s con el reino del n o r t e
jjasia el siglo v n i - L o s r o m a n o s se aferraban a la zona de los alrededo-
res de Rávena, en el n o r t e , extendiéndose p o r la costa adriática en a m -
bas direcciones, la costa occidental en t o m o de G e n o v a y Pisa, el área
circundante a R o m a , Ñapóles y la Apulia y el sur, con Sicilia y C e r d e -
ña. Italia no v o l v e r í a a estar g o b e r n a d a p o r u n solo mandatario hasta
¡ 8 7 j . En este mosaico, los antiguos centros del poder político r o m a n o ,
Roma y Rávena, y t o d o s los grandes p u e r t o s , escaparon al p o d e r de los
lombardos; estos se q u e d a r o n fundamentalmente con las tierras del in-
terior, q u e desde la g u e r r a gótica ya estaban separadas estructuralmen-
3,1
ce del m u n d o m e d i t e r r á n e o .
Esta división p o d r í a haber p e r m i t i d o q u e las zonas romanas de Ita-
lia-—la Italia bizantina, c o m o la llamamos h o y — m a n t u v i e r a n las tra-
diciones imperiales sin m á s p r o b l e m a s , mientras las tierras lombardas
quedaban e n u n aislamiento relativo. P e r o n o sucedió así. L o s l o m b a r -
dos tendieron a proseguir con la ofensiva y t o m a r o n G e n o v a en la d é -
cada de 640 y la Apulia en la década de 670; en 68o, una nueva paz es-
tabilizó u n p o c o las cosas, p e r o e n t r e 72o y 7 5 1 t o m a r o n la zona d e
Rávena en una serie de batallas. El aislamiento l o m b a r d o c o n respecto
a l a costa iba m e n g u a n d o y , a partir de 7 5 1 , el p o d e r bizantino en el
continente en la zona peninsular se limitaba a Venecia, R o m a , Ñapóles
y los extremos m e r i d i o n a l e s d e Italia: la p u n t a y el t a c ó n d e la b o t a .
Esto significa q u e los bizantinos tenían q u e mantener u n a fuerte mili-
Z]
tarización para defenderse, y así lo h i c i e r o n , El g o b e r n a d o r de la Ita-
lia bizantina, el exarca, con sede en Rávena, ostentaha u n cargo mili-
tar, y la aristocracia se r e f o r m ó sin tardanza en u n a jerarquía militar
que esperaba su guía; a los m i s m o s habitantes de las ciudades bizanti-
nas se los d e n o m i n a en ocasiones miliits^ soldados, o numerus, ejército.
En realidad, cada vez se asemejaban m á s a u n a sociedad « r o m a n o - g e r -
mánica», y a fuera lombarda o franca. A diferencia de lo q u e sucedía e n
el resto del i m p e r i o b i z a n t i n o , e n b u e n a parte de la península llegó a
debilitarse incluso el sistema t r i b u t a r i o , al igual q u e en Francia o en
Hispania. Y de forma progresiva se fueron desarrollando vínculos con
las zonas l o m b a r d a s , con guerras de p o r m e d i o o sin ellas. L o s lombar-
dos del n o r t e tenían q u e atravesar el territorio bizantino sí querían lle-
gar a Spoleto o a Benevento, y en ocasiones las fuentes hablan de visi-
tas a R á v e n a ; b e n e v e n t a n o s y n a p o l i t a n o s l l e g a r o n a c o m p a r t i r la
propiedad de tierras públicas en la rica llanura de Capua, e n la frontera
E L LEGADO D E ROMA

c o m ú n . E n cuanto a la sociedad, las distintas secciones de la península


se desarrollaron, casi todas, de forma paralela, y no o b s e r v a m o s en Ita-
lia las divergencias apreciables en Hispania. N o obstante, echaremos
u n vistazo a las diferencias q u e sí existieron.
L o s reyes l o m b a r d o s , c o m o los visigodos, jamás establecieron una
dinastía; incluso los agílolfingos, q u e g o b e r n a r o n desde 65 3 hasta 7 1 2 ,
tuvieron q u e hacer frente a golpes internos y, en 662-672, a dos reyes
de u n a familia rival. P e r o a lo largo del siglo v n , admitieron algunos
criterios genealógicos rudimentarios para la sucesión, si n o en la línea
1
agilolfinga, al m e n o s a t r a v é s d e las reinas- * L a v i u d a de A u t a r i o ,
T e o d e l i n d a ( m . h. 620) se casó con Agilulfo e n 590, y la tradición pos-
terior dice q u e fue ella quien lo escogió a él; n o cabe d u d a de q u e era
u n a persona influyente en el reino de Agilulfo, encargada de negociar
en R o m a con el papa G r e g o r i o el G r a n d e (590-604). Su hija G u n d i -
perga se casó, de u n m o d o parecido, con d o s reyes, u n o detrás d e otro:
A r i o a l d o (626-636) y Rotario (636-652); A r i p e r t o I (65 3-661) era su
p r i m o ; y G r i m o a l d o ( 6 6 2 - 6 7 1 ) , c u a n d o d e r r o c ó al hijo de A r i p e r t o ,
Perctarito (661-662 y 672-Ó88), se casó con la h e r m a n a de este último.
Sin e m b a r g o , esto n o c o m p o r t ó n i n g ú n g r a n p r o t a g o n i s m o femenino
en la política; T e o d e l i n d a sigue siendo la excepción, quizá p o r q u e era
franca, hija del d u q u e agilolfingo de Baviera, en u n a época de conside-
rable influencia franca.

El siglo v n está p o c o d o c u m e n t a d o en la Italia l o m b a r d a , y a que


carecemos tanto de d o c u m e n t o s c o m o de narraciones detalladas, por-
q u e la historia l o m b a r d a de Pablo D i á c o n o , escrita en la década de 790,
es breve y tardía; p e r o Agilulfo y R o t a r i o sobresalen. Agilulfo estabili-
zó las fronteras y estableció igualmente una h e g e m o n í a de hecho sobre
27
los d u q u e s de las c i u d a d e s del n o r t e . Las incoherencias políticas de
los p r i m e r o s treinta años de la Italia lombarda terminaron con él. Utili-
zó el i m a g i n a r i o ceremonial r o m a n o , c o m o c u a n d o presentó a su hijo
A d a l o a l d o (616-626) c o m o r e y en 604, en el circo de Milán; y tenía
administradores y consejeros r o m a n o s . Su esposa y su hijo eran católi-
cos, p e r o n o él. E n cualquier caso, es significativo q u e nuestras fuentes
2B
no n o s permitan determinar si era p a g a n o o a r r i a n o ; entre los lombar-
d o s había seguidores de los tres credos y nada n o s indica que, a partir
de Agilulfo, la filiación religiosa personal tuviera trascendencia políti-
ca, a diferencia de lo q u e sucedía en Hispania. D e R o t a r i o , d u q u e de
Brescía antes de su ascenso, n o cabe d u d a de q u e era arriano, p e r o más
importante aún es q u e se consideraba a sí mismo u n legitimista lombar-
HISPANIA E ITALIA, 550-750

e
do, q u l i b r e a guerras contra los bizantinos y p r o m u l g ó el primer c ó -
digo legislativo l o m b a r d o , el Edicto, en 643^2 Este texto enumera a sus
diecisiete predecesores e n el t r o n o l o m b a r d o , r e m o n t á n d o s e a los m i -
tos, y añade también los once .antepasados masculinos del propio R o t a -
d o ; y a l g u n o s m a n u s c r i t o s d e la ley i n c l u y e n u n a b r e v e historia de
Lombardía, q u e quizá, en alguna forma, estuviera ahí desde el princi-
pio. El Edicto de R o t a r i o es el c ó d i g o altomedieval m á s extenso, d e s -
pués del d e los visigodos, pero con muchísimas m e n o s influencias d e la
ley romana, a u n q u e el retrato d e la autoridad real q u e allí se contiene es
bastante r o m a n o . F u e R o t a r i o , sin d u d a , quien creó u n imaginario e s -
pecífico l o m b a r d o p a r a la m o n a r q u í a y la sociedad de Italia, y p o c a
identidad «étnica» se p u e d e rastrear luego en Lombardía q u e se r e m o n -
te a fechas previas a 643. Sin e m b a r g o , es i m p o r t a n t e r e c o n o c e r q u e ,
como en Hispania, esta identidad se erigió sobre la base de u n a a d m i -
nistración con influencia r o m a n a , asentada desde la época de R o t a r i o
(como m u y tarde) e n u n a capital estable en P a v í a , a imitación d e los
centros romano-bizantinos c o m o R á v e n a ( y , tal vez, también el de T o -
ledo), además de sobre u n a red de d u q u e s y gastaldos (equivalentes a
los condes francos) q u e gobernaban en todos y cada u n o de los t e r r i t o -
rios tradicionales de las ciudades romanas del norte de Italia.

Los sucesores de R o t a r i o r e c u r r i e r o n al imaginario l o m b a r d o , y a


la ley l o m b a r d a , p e r o t a m b i é n u s a r o n la infraestructura r o m a n a q u e
tales elementos contenían. E n el m i s m o sentido, hicieron p o c o u s o d e
la iglesia; los obispos eran importantes p a r a la política de la ciudad, y
en ocasiones se referían a ellos c o m o consejeros reales (en especial d u -
rante el reinado de Agilulfo), p e r o n i n g u n o de ellos era u n represen-
tante político d e s t a c a d o , a diferencia del caso de Francia, y los conci-
lios episcopales no interpretaban n i n g ú n papel político o ceremonial, a
diferencia de lo sucedido en Hispania o e n el imperio bizantino. A p a r -
tir de 653, no hay certeza de más reyes arríanos, p e r o el a b a n d o n o d e
esta religión recibió poca atención p o r parte de nuestras fuentes. Quizá
algo más i m p o r t a n t e fuese el a b a n d o n o formal, en el sínodo de P a v í a ,
en 098, del cisma de los T r e s C a p í t u l o s , q u e desde la d é c a d a de 550
había separado a los católicos del n o r t e de Italia de los r o m a n o s ; lo pa-
trocinó el rey C u n i p e r t o (679-700), pero esto tampoco supuso n i n g ú n
aumento del imaginario de la unidad religiosa en el reino l o m b a r d o .

Liutprando ( 7 1 2 - 7 4 4 ) fue el rey l o m b a r d o más p o d e r o s o . Hijo del


tutor del hijo de C u n i p e r t o , podía p r e s u m i r de u n vínculo con la políti-
ca de familias del siglo v n , p e r o no estaba u n i d o genealógicamente con
198 E L L E G A D O t»E R O M A

sus antecesores y su reinado d a ía impresión de u n n u e v o comienzo.


Legisló exhaustivamente para engrosar y actualizar el Edicto de Rota-
rio, en sesiones anuales ( q u e se celebraban el 1 de m a r z o , c o m o en la
Francia del siglo v i ) ; no cabe duda de q u e también ejercía la judicatura
con regularidad, puesto q u e m u c h a s de sus leyes son generalizaciones
de juicios c o n c r e t o s s o b r e c u e s t i o n e s legislativas b a s t a n t e oscuras
( c o m o p o r ejemplo a quién cabe pedir responsabilidades si u n hombre
m u e r e c u a n d o el contrapeso de u n pozo le cae e n la cabeza mientras se
está extrayendo agua, o la cuantía de la multa q u e debería p a g a r aquel
q u e robase las ropas de una mujer mientras ella toma u n b a ñ o ) . U n a de
sus primeras leyes, en 7 1 3 , realizó donaciones piadosas al cuerpo legal
eclesiástico, y la d o c u m e n t a c i ó n relativa a estas d o n a c i o n e s y otras
cuestiones empieza más o m e n o s en este m o m e n t o , lo cual convierte el
siglo V I I I , en la Italia l o m b a r d a , en u n t o d o m u c h o m á s visible q u e el
v n . Y L i u t p r a n d o libró g u e r r a s , casi con tanta r e g u l a r i d a d c o m o su
c o n t e m p o r á n e o y aliado Carlos Martel, c o n t r a los bizantinos y tam-
bién c o n t r a los d u q u e s del s u r de L o m b a r d í a . E n la d é c a d a d e 740,
30

Spoleto q u e d ó integrada, d e forma p e r m a n e n t e , en la estructura de po-


d e r p o l í t i c o del r e i n o . B e n e v e n t o , m á s alejada y t a m b i é n m á s rica,
siempre había sido la m á s independiente d e las dos (salvo en la década
de 660, c u a n d o su d u q u e , G r i m o a l d o , o c u p ó el t r o n o del reino) y con-
tinuó siéndolo, p e r o Liutprando y sus sucesores, c o m o m í n i m o , esco-
g i e r o n a sus d u q u e s en distintas ocasiones. A la m u e r t e de Liutprando,
el rey l o m b a r d o ostentaba la hegemonía sobre toda la península y, por
p r i m e r a vez desde 568, se p u d o pensar en q u e tal vez Italia se convertí-
ría de n u e v o en u n a única unidad política.

L o s sucesores d e L i u t p r a n d o fueron los h e r m a n o s Racfiis (o Rat-


chis; 744-779) y Astolfo (749-756), duques d e Friuli, en el noreste ita-
liano. A m b o s reyes legislaron y Astolfo, e n particular, c o n t i n u ó con
las políticas territoriales de L i u t p r a n d o . F u e Astolfo quien o c u p ó , al
fin, R á v e n a en 7 5 1 ; y en 7 5 2 , reclamó u n tributo a R o m a . P e r o la situa-
ción geopolítica había c a m b i a d o p a r a entonces. F u e en 751 c u a n d o el
carolingio P i p i n o III reivindicó el t r o n o de Francia y b u s c ó la ratifica-
ción de d o s papas (véase m á s adelante, capitulo 1 6 ) ; la deuda q u e esto
r e p r e s e n t a b a c o n el p a p a d o fue satisfecha al p o c o t i e m p o , c u a n d o el
papa Esteban II solicitó la ayuda de P i p i n o contra Astolfo. Pipino in-
v a d i ó Italia p o r d o s veces, entre 754 y 756; obligó a Astolfo a a b a n d o -
n a r R o m a en solitario y entregar R á v e n a al papa. El siguiente m o n a r -
c a , D e s i d e r i o ( 7 5 7 - 7 7 4 ) , h e r e d ó p o r i g u a l las a s p i r a c i o n e s y las
H I S P A N I A E I T A L I A , 55O-750 199

restricciones d e su antecesor; interfirió en la política r o m a n a y en la de


genevento, a c u y o d u q u e eligió — A r i q u i s 1J (o A n c h i s ; 7 5 8 - 7 8 7 ) — ;
pero la amenaza franca se m a n t u v o vigente. Al final, D e s i d e r i o atacó
piorna otra vez en 7 7 2 , y el hijo de P i p i n o , C a r l o m a g n o , invadió Italia
e s t a v e z
en 7 7 3 - 7 7 4 » > d e r r o c ó al rey l o m b a r d o y se q u e d ó con toda la
Italia l o m b a r d a , s a l v o B e n e v e n t o , d o n d e A r i q u i s se a u t o p r o c l a m ó
príncipe independiente en 774-
Los reyes de m e d i a d o s del siglo v m estaban atrapados entre la n e -
cesidad q u e sentían de absorber Roma — l a llave del s u r — y la certeza
Je las represalias francas, a u n q u e a esto haya q u e añadirle q u e , siendo
Italia accesible a t r a v é s de los pasos alpinos, p r o b a b l e m e n t e G a r l o -
magno habría a c a b a d o a t a c a n d o d e t o d o s m o d o s . L o s francos n u n c a
fueron v e c i n o s s e g u r o s , y su historial d e incursiones en Italia se r e -
monta a T e o d e b e r t o ; a p a r t i r de la época de R a c h í s , en especial, los
francos recibieron con entusiasmo a los exiliados italianos, al igual q u e
hacían los b á v a r o s . P r o b a b l e m e n t e , la actividad militar de L o m b a r d í a
siempre fue a m e n o r escala q u e la franca. D i s p o n e m o s de varios testa-
mentos de terratenientes a p u n t o de ir a la guerra; n o s d a n a e n t e n d e r
que en aquellos tiempos ya n o era costumbre participar v e r d a d e r a m e n -
te en el combate, ni siquiera entre los grandes propietarios, aun a pesar
de todo el i m a g i n a r i o q u e la aristocracia l o m b a r d a , al igual q u e s u s
vecinos, contemplaba por entonces c o m o de rigor; p o r n o hablar de los
no tan libres que, pese a t o d o , e n la legislación recibían el n o m b r e d e
«hombres del ejército».*' P e r o en lo tocante a otras cuestiones, en el
sistema político l o m b a r d o n o h a y señales de debilidad política o e s -
rructural. C o m o los v i s i g o d o s en 7 1 1 , perdieron a n t e u n ejército q u e
los superaba, e n este caso frente al ejército m á s fuerte de la E u r o p a o c -
cidental. L a práctica política l o m b a r d a , de h e c h o , influyó en la de los
francos de las generaciones posteriores, c o m o veremos m á s adelante.

La documentación de q u e d i s p o n e m o s para el siglo v n i n o s m u e s -


tra un estado l o m b a r d o q u e intervenía en la sociedad local p o r vías ca-
pilares. L o s r e y e s y los d u q u e s o g a s t a l d o s d e las c i u d a d e s s e g u í a n
siendo jueces habituales p a r a los casos d e p r i m e r a instancia y e n las
apelaciones, y los reyes se a s e g u r a b a n , mediante instrucciones escri-
32
tas, de q u e s u s criterios se r e s p e t a b a n ; se h a p r e s e r v a d o u n caso de
Lucca, en 7 7 1 , en el q u e el obispo local celebró una nueva vista para u n
caso de d i s p u t a d e n t r o de la iglesia p o r q u e el rey le había m a n d a d o
instrucciones según las cuales su p r i m e r a sentencia era incorrecta. E n
los casos c o m p l i c a d o s , el rey m a n d a b a missi—emisarios de la corte
E L L E G A D O D E ROMA
zoo

r e a l — para q u e investigasen sobre el terreno, c o m o en las disputas en-


tre P a r m a y Piacenza sobre los límites territoriales de las ciudades, que
se resolvieron tras u n a investigación realizada p o r Perctarito en 674; o
en la disputa paralela sobre los límites diocesanos de Siena y Arezzo,
en 7 1 4 - 7 1 5 , resuelta después de q u e L i u t p r a n d o investigara p o r dos
veces. Era habitual q u e la gente n o r m a l y corriente acudiera a Pavía en
busca de justicia, o a Spoleto o a B e n e v e n t o , d o n d e d i s p o n e m o s de in-
vestigaciones y sentencias parecidas. Los habitantes de las tierras lom-
b a r d a s también estaban bien i n f o r m a d o s con respecto a la legislación
regia, q u e se cita en los d o c u m e n t o s , incluso en el ducado de Beneven-
t o , a diferencia de lo q u e ocurría en Francia. L a escritura era u n a he-
JJ
rramienta fundamental en el g o b i e r n o . Sin e m b a r g o , d i s p o n e m o s de
relativamente p o c a s pruebas de q u e en la capital de la Italia lombarda
se celebrara u n ceremonial a g r a n escala c o m o el evidente e n el caso
hispánico. Al parecer, la centralidad de Pavía se v i o facilitada p o r dos
rasgos cruciales de la sociedad lombarda. E n p r i m e r lugar, las élites del
reino habitaban, en su gran mayoría, dentro de las ciudades. Vivían en
u n solo lugar, competían p o r quién conseguiría ser obispo o d u q u e (o
g a s t a l d o ) , a c u d í a n de forma r e g u l a r a los d o s tribunales; de h e c h o ,
eran leales a sus ciudades, tal c o m o demuestran las disputas fronterizas
34
q u e h e m o s citado m á s a r r i b a . Incluso las fundaciones monásticas,
q u e e m p e z a r o n a principios del siglo v i n , fueron u r b a n a s , salvo unas
pocas excepciones notables. Mientras q u e los historiadores francos se-
guían la política d e facciones de los principales representantes, como
Leodegario de A u t u n , c u a n d o P a b l o D i á c o n o describió la g u e r r a civil
q u e siguió al g o l p e d e Alahis, d u q u e de T r e n t o , contra C u n i p e r t o (h.
Ó88-Ó90), la relacionó con las decisiones políticas a d o p t a d a s p o r los
ciudadanos de Brescia, Pavía, Vicenza y T r e v i s o . T o d o esto significa
q u e las élites locales eran accesibles sin dificultad, p o r q u e toda la prác-
tica política se desarrollaba d e n t r o de las ciudades, o casi toda.

El s e g u n d o r a s g o principal es q u e la m a y o r í a de los aristócratas


lombardos contaba con u n a fortuna bastante limitada. Casi n i n g ú n d o -
cumento de los q u e disponemos n o s muestra a ninguno de ellos con más
de e n t r e cinco y diez fincas, lo q u e se acerca bastante al m í n i m o de la
aristocracia franca. El rey y los duques gobernantes del sur eran dueños
de vastas extensiones de t e r r e n o , p o r supuesto, y u n a s p o c a s familias
ducales poderosas, especialmente e n el noreste, eran ricas; p e r o el grue-
so de la élite solo poseía u n p u ñ a d o de propiedades, p o r lo general den-
t r o del m i s m o territorio u r b a n o en q u e vivían, quizá con algo más de
HISPANIA E ITALIA, Í5O-75O 201

terreno en la vecindad inmediata y, bastante a-menudo, una casa q u e


solía estar en Pavía. Esto significaba q u e no se p o d í a n permitir u n s é -
quito armado privado c o m o los q u e respaldaban la política de facciones
e n Francia; n o es casualidad, q u e casi t o d o s los u s u r p a d o r e s de Italia,
vencedores o vencidos, fuesen duques, q u e tenían derecho a controlar
ejércitos locales. E s t o también significa q u e quedarían satisfechos con
regalos más o m e n o s modestos del rey y, de hecho, en la medida en q u e
podemos afirmar algo al respecto, e n el período l o m b a r d o la generosi-
dad monárquica fue m á s bien limitada, a u n q u e el t e s o r o real italiano
fuese asimismo imponente, c o m o en Francia, La identidad aristocrática
también estaba ligada a la titularidad de los cargos, incluida en las d o n a -
ciones del monarca; los ducados no formaban parte del patrimonio fa-
3
miliar, salvo (a veces) en los casos de Spoleto o Benevento. * L o s reyes
lombardos no recaudaban impuestos, al m e n o s tras las dos primeras g e -
neraciones de gobierno. Actuaban sin salir del marco de la práctica p o -
lítica basada en la tierra. P e r o d e n t r o de este m a r c o , disponían de u n a
hegemonía m u y amplia, a d e m á s de desacostumbradamente p o r m e n o -
rizada: p o d r í a m o s decir q u e su p o d e r capilar llegaba m á s lejos, en las
capas más modestas de la sociedad, de lo q u e jamás habían conseguido
36
los monarcas francos o v i s i g o d o s .

E n las cuestiones materiales, las ciudades del reino l o m b a r d o , a u n


a pesar de su relevancia política y social, no llamaban m u c h o la aten-
ción. En 7 7 4 estaban llenas de iglesias, casi todas fundaciones recien-
37

tes, debidas a los notables de la ciudad —-Lucca, la ciudad mejor d o c u -


mentada d e Italia, tenía al m e n o s v e i n t i c i n c o — , p e r o las v i v i e n d a s
urbanas n o están descritas a nivel material y , si dejamos a u n l a d o los
productos de lujo, el intercambio comercial era, en el mejor de los ca-
sos, local. Sabemos m e n o s cosas de los ducados de Spoleto y B e n e v e n -
to; que el núcleo de Spoleto fuera m o n t a ñ o s o implicaba q u e sus ciuda-
des eran m á s bien m o d e s t a s y sus aristocracias tendían m á s a lo rural;
pero B e n e v e n t o tenía algunas zonas de tierras bajas ricas y la capital
parece haber sido el núcleo de u n a aristocracia poseedora de t e r r e n o s
más extensos q u e en n i n g u n a otra parte en Italia; a nivel político, B e -
nevento p o d r í a h a b e r sido bastante rico y c o h e s i o n a d o . P e r o p r o b a -
blemente, las c i u d a d e s b i z a n t i n a s d e Italia — a l m e n o s las g r a n d e s ,
como R o m a , R á v e n a o Ñ a p ó l e s — fueron las más activas en cuanto a
la economía. Las excavaciones arqueológicas en ciudades c o m o Ñapó-
les son, sin lugar a dudas, m á s significativas (o tal vez, no tan insignifi-
cantes) q u e las de ciudades l o m b a r d a s c o m o Brescia, V e r o n a o Milán.
E L L E G A D O D E ROMA
202

H a s t a las últimas décadas del r e i n o l o m b a r d o , ni siquiera las iglesias


— q u e , entre los edificios c o n s e r v a d o s de la Alta E d a d Media, suelen
ser los únicos que muestran aspiraciones m o n u m e n t a l e s — empiezan a ser
ambiciosas d e s d e el p u n t o de vista arquitectónico, c o m o sucede con el
m o n a s t e r i o d e p r e s t i g i o de D e s i d e r i o , San S a l v a t o r e ( m á s adelante
iS
Santa Giulia), en Bresria. P o r el contrario, Ñapóles y R á v e n a , y s o -
b r e t o d o R o m a , p u d i e r o n m a n t e n e r esta a m b i c i ó n a lo l a r g o d e los
tiempos; y e n tierras bizantinas afectaba incluso a las viviendas priva-
das, tal c o m o muestran los d o c u m e n t o s del Rímini del siglo VITI y las
excavaciones arqueológicas m á s recientes d e R o m a .
L a sociedad bizantina de Italia se había desarrollado paralelamente
a la lombarda, p e r o contaba con ciertos rasgos particulares. E r a , en g e -
neral, m á s rica y m á s compleja, c o m o ya se supone p o r lo d i c h o ante-
riormente. E n la Italia bizantina, la iglesia t u v o también m a y o r prota-
gonismo político: m u y obvio en el caso del papa en R o m a , p e r o también
en R á v e n a y Ñapóles, d o n d e los obispos eran personajes importantes.
O t r a diferencia se muestra en que, en Italia, las diversas provincias bi-
zantinas avanzaron hacia u n a independencia real d u r a n t e el siglo v n i ,
justo en el m o m e n t o en q u e las tierras lombardas conseguían cierta c o -
h e s i ó n política. El d u q u e de Ñ a p ó l e s Esteban II (75 5-800) p a s ó a ser
completamente independiente de Constantinopla (es interesante notar
q u e p r i m e r o g o b e r n ó Ñ a p ó l e s c o m o d u q u e y l u e g o , a partir de 767,
c o m o obispo). E n la década de 740, los duques de las islas de la pequeña
laguna q u e estaban cristalizando c o m o Venecia también eran verdade-
ramente a u t ó n o m o s ; y esa década fue, probablemente, el m o m e n t o cla-
v e del g i r o hacia la independencia q u e aconteció en la R o m a papal en
aquel siglo y había terminado ya en la década de 770. P u d o quedar cier-
ta nostalgia hacia el g o b i e r n o bizantino; se n o t ó m u c h o en lstria, arre-
batada p o r los francos al control bizantino-veneciano a finales del siglo
V I I I , tal c o m o n o s muestra u n juicio de 804 contra el g o b e r n a d o r franco

(véase m á s adelante, el capítulo i ó ) . P e r o Italia se alejaba cada vez más


del dominio bizantino. La única excepción destacable fue el caso de Si-
cilia, estable en m a n o s imperiales hasta la década d e S20,

R o m a se m a n t u v o c o m o la ciudad m e n o s típica de Italia. A u n q u e


era b a s t a n t e m á s p e q u e ñ a q u e e n época i m p e r i a l , seguía siendo con
m u c h o la m a y o r u r b e d e O c c i d e n t e , q u i z á el d o b l e q u e R á v e n a o
Ñ a p ó l e s , y cinco veces superior a Brescia o Lucca ( a u n q u e estas cifras
se basan e n conjeturas). El territorio de R o m a — q u e se c o r r e s p o n d e
a p r o x i m a d a m e n t e con la m o d e r n a zona del L a c i o — también era m u -
HISPANIA E ITALIA, 550-750 203

cho más g r a n d e que el de otras ciudades-estado c o m o Ñapóles o V e n e -


cía. L o s papas siempre habían tenido u n p a p e i d e p r i m e r orden en las
cuestiones religiosas, y n o lo p e r d i e r o n ; p e r o durante bastante tiempo,
sus intereses político-religiosos siguieron centrados en O r i e n t e y casi
no tuvieron influencia e n la Francia merovíngia y la Hispania v i s i g o -
da- Pero c u a n d o el senado de la ciudad desapareció, a finales del siglo
vi, los papas aparecieron en el escenario c o m o la autoridad más p r e p a -
rada para g o b e r n a r R o m a , c o m o p o d e m o s apreciaren la extensa colec-
ción epistolar del papa G r e g o r i o el G r a n d e en la década de 590. El e m -
perador d e O r i e n t e aún t u v o p o d e r para destituir a u n rebelde religioso,
Martín 1, en 653 (véase el capítulo n ) , pero ya n o p u d o hacer lo m i s m o
con Sergio V en 687 (se cuenta q u e el enviado imperial ruvo que o c u l -
9

tarse bajo la cama del papa para escapar d e la multitud r o m a n a ) , y a lo


largo del siglo v m toda la infraestructura imperial de R o m a se fue c o n -
virtiendo en papal. P e r o la riqueza de R o m a , y la de los propios santos
padres, s u p u s o q u e esta i n f r a e s t r u c t u r a (y el c e r e m o n i a l a s o c i a d o )
continuara siendo n o t a b l e m e n t e compleja, con docenas de funciona-
rios en jerarquías distintas: m u c h o m á s compleja q u e el g o b i e r n o d e
cualquiera de los reinos r o m a n o - g e r m á n i c o s y, de h e c h o , a imitación
del de C o n s t a n r i n o p l a . E n el siglo v m , papas c o m o G r e g o r i o II ( 7 1 5 -
40

731) y Zacarías ( 7 4 1 - 7 5 2 ) consolidaron el poder pontificio d e n t r o del


Lacio; E s t e b a n II ( 7 5 2 - 7 7 7 ) y A d r i a n o I ( 7 7 1 - 7 9 5 ) a c t u a r o n c o m o
protagonistas políticos, h a c i e n d o u n llamado a los francos c o n t r a l o s
lombardos y, en el caso d e A d r i a n o , a c t u a n d o c o m o representante r e -
gional, a quien C a r l o m a g n o trataba (casi) c o m o u n igual. D u r a n t e al-
gunos siglos, el p a p a d o aún siguió resultando bastante marginal para la
política e u r o p e a occidental, p e r o sus o c u p a n t e s m á s resueltos c o n s i -
guieron a l g u n o s r e s u l t a d o s n o t a b l e s , c o m o sucedería con Nicolás I
(858-867) en los asuntos francos y b ú l g a r o s . E n la política italiana, el
tamaño de R o m a también garantizaba q u e los papas siguieran c o m p i -
tiendo en u n a categoría s u p e r i o r a la de su peso efectivo; y los p a p a s
actuaron c o m o elemento legitimador d e los gobernantes carolingios y
postcarolingios, c o m o v e r e m o s m á s adelante.

La Hispania visigoda y la Italia l o m b a r d a nos muestran dos formas c o -


herentes, y alternativas a la vía franca, de alejarse del imperio r o m a n o
y adentrarse en la Alta E d a d Media. H a c í a 700, de h e c h o , H i s p a n i a
parecía tener m á s éxito q u e Francia, a u n q u e , a partir de la década d e
E L LEGADO D E ROMA
204

7 1 0 , la conquista árabe del territorio hispánico y ia reunificación de las


tierras francas p o r Carlos Martel h a n h e c h o q u e , con frecuencia, los
historiadores m o d e r n o s lleguen a una conclusión distinta. T a m b i é n el
g o b i e r n o d e Italia fue lo suficientemente efectivo c o m o p a r a servir de
m o d e l o a los francos a partir d e 774. E n estos tres estados se observan
marcadas diferencias en cuanto al estilo político, la fuerza del ceremo-
nial m o n á r q u i c o (siendo el d e Hispania el m á s fuerte), la importancia
de la legitimidad dinástica y la riqueza de las aristocracias locales (en
este caso, sobresale F r a n c i a ) , la complejidad de los vínculos e n t r e el
g o b i e r n o central y las sociedades provinciales ( c a b r í a decir q u e los
m á s sólidos fueron los de Italia). Las aspiraciones de los reyes también
eran diferentes: solo los reyes francos perseguían la h e g e m o n í a políti-
ca s o b r e o t r o s p u e b l o s ; solo los r e y e s v i s i g o d o s q u e r í a n g o b e r n a r al
estilo de los e m p e r a d o r e s r o m a n o s . P e r o hay otros aspectos en los q u e
se desarrollaron d e formas m á s parecidas. T o d o s ellos avanzaron hacia
unas jerarquías sociales y políticas d o m i n a d a s p o r la identidad militar;
las aristocracias civiles d e s a p a r e c i e r o n . ( E s t o t a m b i é n sucedió en el
imperio de O r i e n t e ; primero e n Italia, p e r o al final también e n el cora-
z ó n b i z a n t i n o . ) D e forma sostenida, a u n q u e a distintas velocidades,
p e r d i e r o n el control d e la recaudación fiscal y p a s a r o n a ser sistemas
políticos de base fundamentalmente territorial, a u n q u e los tres consi-
g u i e r o n m a n t e n e r la práctica política aristocrática e incluso la identi-
dad m u y concentrada en las cortes reales. E n realidad, a u n q u e los tres
atravesaron p e r í o d o s de fragmentación política y debilidad m o n á r q u i -
ca, los gobernantes de m a y o r éxito p u d i e r o n centrar de n u e v o a la aris-
tocracia sobre ellos mismos; Leovigildo, a partir de 569, Agilulfo, des-
d e 590, C a r l o s Martel, desde 7 1 9 . L o s tres t a m b i é n c o n t e m p l a r o n su
identidad política en t é r m i n o s étnicos — c o m o francos, g o d o s y l o m -
b a r d o s — , p e r o la identidad étnica p r o n t o p e r d i ó i m p o r t a n c i a , en la
práctica: para 700, la mayoría de los «francos» tenían antepasados que
habían sido r o m a n o s , y lo m i s m o sucedía en Hispania e Italia. D e h e -
c h o , si dejamos de lado q u e las asambleas conservaron su importancia
(véase m á s arriba, el capítulo 4) y q u e se daba p o r sentado q u e rodos
los h o m b r e s libres debían prestar servicio militar (al m e n o s , en teoría;
n u n c a e n la p r á c t i c a ) , e n l o s reinos « r o m a n o - g e r m á n i c o s » n o había
g r a n cosa especialmente germánica. L a política, la sociedad y la cultu-
ra se habían alejado del imperio r o m a n o , pero lo más útil es entender-
las c o m o el fruto d e u n a evolución q u e t u v o c o m o p u n t o d e partida
u n o s precursores r o m a n o s .
R E Y E S SIN E S T A D O S :
G R A N B R E T A Ñ A E I R L A N D A , 400-800

La Vida bretona d e Sansón de D o l , del siglo v n , analiza con cierto deta-


lle la carrera inicial de este santo en la isla de Gran Bretaña, en el siglo
1
vi. Se supone q u e Sansón provenía de una familia aristocrática de t u t o -
res reales con c a r g o h e r e d i t a r i o en D y f e d ( h o y , s u r o e s t e de G a l e s ) ,
pero se dedicó al sacerdocio y lo m a n d a r o n a estudiar c o n el docto 111-
tud, probablemente en Llantwit, en G l a m o r g a n . D e s d e allí viajó p o r el
sur de Gales, el valle del Severn y Cornualles, buscando monasterios d e
mayor rigor; t e r m i n ó c o m o e r m i t a ñ o en u n a fortificación sobre el r í o
Severn. Allí, el obispo local lo reconoció y lo ascendió; m á s adelante,
fue abad de un m o n a s t e r i o f u n d a d o p o r su m a d r e y , p o r ú l t i m o , fue
obispo antes de partir hacia la Bretaña y Francia. Esta clase de líneas
arguméntales a b u n d a en las hagiografías de la época. M e n o s c o m u n e s
son sus oponentes, y a q u e combatía constantemente con serpientes v e -
nenosas, a las q u e destruía (o domesticaba); e incluso, en una ocasión,
tuvo q u e vérselas con u n a hechicera con tridente. U n a característica
particularmente importante de este texto es que, entre su nacimiento d e
noble cuna y sus posteriores reuniones con el rey Childeberto 1 ( 5 1 1 -
5 58) en F r a n c i a ( q u e el autor d e n o m i n a R o m a n í a ) , n o se menciona a
ningún o t r o monarca y apenas h a y otras personas laicas, a excepción d e
la familia. En territorio británico, parece ser q u e Sansón actuaba en u n
mundo casí totalmente eclesiástico, pese a los constantes traslados y a s -
censos, tan sistemáticos; los sistemas políticos más amplios apenas t e -
nían efecto allí, a u n q u e e n sus viajes p o r tierras b r e t o n a s y francas, de
pronto, sí se los m e n c i o n a . Se trata de un texto b r e t ó n , no b r i t á n i c o ,
pero ambas zonas culturales estaban estrechamente vinculadas; y en la
práctica, en aquella época el b r e t ó n y el gales fueron u n a misma lengua,
gracias a los emigrantes q u e pasaron de las tierras británicas a las b r e t o -
nas. Para u n autor bretón, resultaba c u a n d o m e n o s innecesario i m a g i -
206 E L L E G A D O D E ROMA

n a r q u e su m a t e r i a se hubiera o c u p a d o de los reyes de G r a n Bretaña,


aunque fuese para conseguir tierras y patrocinios para sus monasterios.
Esto hace q u e Sansón resulte casi ú n i c o en el m u n d o de la hagiografía
altomedieval, p e r o también podría aportar cierta información sobre la
evanescencia de la realeza británica, ya fuera del siglo vi o del V I L
A principios del siglo v , tras la retirada de los ejércitos r o m a n o s y el
fin de la administración provincial r o m a n a , q u e se p r o d u j o hacia 4 1 0 ,
2
G r a n Bretaña se enfrentaba a u n a debacle e c o n ó m i c a , N o p o d e m o s
afirmar con seguridad si los romanos tenían intención de regresar des-
pués de haber t e r m i n a d o con las guerras civiles q u e libraban en la Galia
durante el m i s m o período, p e r o fuera c o m o fuese, n o lo hicieron, Gran
Bretaña (la Britania) desapareció, de h e c h o , del mapa r o m a n o . E n tér-
m i n o s a r q u e o l ó g i c o s , las c o n s e c u e n c i a s fueron e x t r e m a s : hacia 450
c o m o m á x i m o , las residencias rurales quedaron abandonadas, el u r b a -
nismo había desaparecido casi del t o d o , el campo se a b a n d o n ó parcial-
m e n t e e n t o r n o al viejo foco militar del M u r o de A d r i a n o ( a u n q u e no
en el resto de lugares, probablemente) y dejó de existir toda la p r o d u c -
ción artesanala gran escala. E n ninguna otra parte del imperio se vivió
una simplificación económica tan abrupta y total, q u e además h u b o de
ser el reflejo de u n a aguda crisis social. N u e s t r a s primeras fuentes es-
critas son fragmentarias (unas pocas inscripciones, algunos textos de
Patricio, el misionero británico del siglo v enviado a Irlanda, y un ser-
m ó n de m e d i a d o s del siglo v i sobre el infierno, obra de Gildas), p e r o
según parece n o s indican q u e , en 500, la G r a n Bretaña occidental, al
m e n o s , había q u e d a d o dividida e n t r e u n p u ñ a d o de gobernantes a p e -
q u e ñ a escala, e n o c a s i o n e s d e s i g n a d o s c o m o r e y e s (reges), a veces
c o m o tiranos (tyranni: e n Gildas es u n t é r m i n o n e g a t i v o , p e r o quizá
esté e m p a r e n t a d o con el úgernos britano, q u e significa «gobernante»).
U n mosaico de p e q u e ñ o s sistemas de g o b i e r n o había sustituido al esta-
do romano.* E n aquella época, en la G r a n Bretaña oriental, se d e s a r r o -
lló u n sistema p a r e c i d o de microrreinos g o b e r n a d o s p o r inmigrantes
anglosajones; a finales del siglo v , estos se habían expandido hacia o c -
cidente, p e r o los c o n t r a a t a q u e s b r i t á n i c o s , capitaneados de u n m o d o
p o c o claro p o r u n caudillo llamado A m b r o s i o A u r e l i a n o , los hicieron
retroceder hasta ei límite de la cuenca del río S e v e m . Enseguida v o l v e -
remos con los anglosajones, p e r o ahora debemos señalar q u e las p r u e -
bas de q u e disponemos en relación con la reducida escala de los reinos
británicos y las relativas a los anglosajones se confirman m u t u a m e n t e ,
p o r q u e , de o t r o m o d o , u n o de ellos se habría i m p u e s t o sobre el o t r o .
REYES SIN ESTADOS: GRAN BRETAÑA E IRLANDA, 400-S00 207

El desarrollo y la evolución de los sistemas de g o b i e r n o británicos


han sido objeto de conjeturas interminables, debido a la m a g n i t u d d e
¡os cambios y a q u e las p r u e b a s son exiguas y c o n t r o v e r t i d a s . ( A q u í
4
solo mencionaré a A r t u r o para dejarlo a u n lado, pues todas las fuen-
tes q u e lo citan c o m o sucesor, en cierta m e d i d a , de A m b r o s i o en la
Gran Bretaña occidental o del n o r t e a principios del siglo v i son t a r -
días; así, en el siglo i x se lo reconocía c o m o héroe, p e r o eso es t o d o lo
que p o d e m o s averiguar sobre él.) N o obstante, h a y algunas cosas q u e
sí podemos afirmar; e n primer lugar, sobre el lenguaje. El latín seguía
siendo la lengua literaria habitual en las inscripciones, e n las q u e apa-
recen títulos r o m a n o s c o m o ciuis ( c i u d a d a n o ) , igual q u e sucede t a m -
bién en Patricio y Gildas; p e r o la m a y o r í a de gente hablaba en realidad
hritano, el antecesor del gales. La élite romano-británica también h a -
blaba, sin duda alguna, latín (el gales c u e n t a con u n g r a n n ú m e r o d e
préstamos l a t i n o s ) , p e r o n o así el c a m p e s i n a d o , ni siquiera en las t i e -
rras bajas b r i t á n i c a s , p o r lo q u e p o d e m o s saber; y el latín h a b l a d o
pronto dejó de ser habitual, y u n a vez más, a diferencia d e lo q u e s u c e -
día en la m a y o r í a del t e r r i t o r i o occidental. P o r otra p a r t e , las tierras
bajas de G r a n Bretaña tenían u n a e c o n o m í a y una cultura m u y r o m a n i -
zadas, p e r o no así las zonas del n o r t e y el oeste. La ocupación r o m a n a
era allí de u n carácter m á s militar (sobre t o d o en las inmediaciones del
Muro de A d r i a n o , pero también en casi t o d o Gales), había m e n o s ciu-
dades y las estructuras sociales tradicionales eran m á s fuertes. S e g ú n
parece, en la G r a n B r e t a ñ a p o s r o m a n a los r e i n o s m a y o r e s f u e r o n
Dyfed y, en el noroeste de Gales, G w y n e d d , a m b o s e n zonas relativa-
mente p o c o romanizadas. E s t o no significa que fuesen simples suceso-
res de alguna tradición política p r e r r o m a n a ; G w y n e d d (Fenedoria, e n
latín) era u n n o m b r e territorial n u e v o , y la tradición posterior r e i v i n -
dicaba q u e sus gobernantes habían llegado en el siglo v , desde el n o r t e
del Muro; Dyfed era, c o m o m í n i m o , u n n o m b r e antiguo (los démetas
eran el p u e b l o británico m á s antiguo d e la zona), p e r o en esta época el
reino recibió mucha inmigración irlandesa, y su g o b e r n a n t e Vortipor,
censurado p o r Gildas, nos h a l e g a d o u n m o n u m e n t o epigráfico bilin-
güe, en latín e irlandés, en C a s t e l l d w y r a n ( P e m b r o k e s h i r e ) . Sin e m -
bargo, pese a la complicada historia de estos dos reinos, parece en efec-
to q u e c r i s t a l i z a r o n c o n m á s facilidad d e b i d o a q u e d i s p o n í a n d e
estructuras sociales independientes del estado r o m a n o : vínculos firmes
de parentesco y dependencia personal, u n amplio sentido de la lealtad
colectiva y, con respecto a la autoridad local, un estilo militar antiguo
io8 E L L E G A D O D E ROMA

q u e p o d r í a llamarse «tribal». Estas comunidades tribales se extendían


hacia el sur, hasta Cornualles y D e v o n , y también hacia el n o r t e , pasa-
d o el M u r o , en tierras del sur de Escocia, d o n d e en fuentes algo poste-
riores está t e s t i m o n i a d a la presencia d e los reinos británicos de R h e -
g e d , Strathclyde y G o d o d d i n . P a r e c e ser q u e poseían u n cristianismo
estable, tal c o m o se colige t a m b i é n d e las d e n u n c i a s de Gildas; p e r o
aquí terminaban las influencias obviamente r o m a n a s . U n o de sus líde-
res p o d r í a h a b e r sido el «orgulloso tirano» — a n ó n i m o en Gildas, pero
d e n o m i n a d o V o r t i g e r n en el siglo v i n — a quien se reprochaba el h a -
b e r invitado a los anglosajones en algún m o m e n t o del siglo v ; V o r t i -
g e r n ( G w r t h e y r n , en gales) fue reivindicado c o m o antepasado p o r los
reyes de P o w y s y G w r t h e y m i o n , en la Gales oriental, en el siglo i x .
P r o b a b l e m e n t e , los británicos p o s r o m a n o s de las tierras bajas a c -
t u a b a n a u n a escala aún m e n o r . E n aquellos territorios, las únicas p o -
tencias a las q u e p o d e m o s seguir la pista con cierto detalle son los r e i -
n o s d e E r g y n g , G w e n t , la r e g i ó n de Cardiff y G o w e r , t o d o s en las
tierras bajas del sureste de Gales, d o n d e sobreviven algunos d o c u m e n -
t o s — d a c i o n e s de tierra a i g l e s i a s — q u e datan de fines del siglo v i :
estos m o n a r c a s m a n d a b a n cada u n o de ellos el e q u i v a l e n t e , quizá, a
s
u n tercio d e u n c o n d a d o m o d e r n o , y a veces incluso m e n o s . Esta era
la sección romanizada de Gales, y este tipo de extensión podría haber
sido n o r m a l en el conjunto de las tierras bajas de G r a n Bretaña, P r o -
b a b l e m e n t e d e r i v a b a de las p r i m e r a s g e n e r a c i o n e s p o s t e r i o r e s al fin
del g o b i e r n o r o m a n o , en las q u e los t e r r a t e n i e n t e s locales t u v i e r o n
q u e p r o c u r a r s e s u s p r o p i a s defensas, e incluso los t e r r i t o r i o s de las
ciudades r o m a n a s — l a s u n i d a d e s tradicionales de g o b i e r n o e n las t i e -
rras bajas británicas, c o m o en todas p a r t e s — , p r o n t o se fragmentaron
defacto en u n i d a d e s bastante m e n o r e s . A l h a c e r l o , p o d í a n r e c u r r i r a
v e c e s al i m a g i n a r i o r o m a n o , c o m o s u c e d í a c o n la t e r m i n o l o g í a del
ciuis antes m e n c i o n a d a , y también a la imitación del estilo de vida r o -
m a n o q u e se d e d u c e a partir d e los restos diseminados de ánforas m e -
diterráneas de v i n o y aceite y de la alfarería fina descubierta en algu-
n o s yacimientos de p o b l a d o s fortificados del siglo v i , p r o b a b l e m e n t e
6
centros políticos, en especial en el sur y el n o r t e del Canal de Bristol.
U n a vez más, eran i n d u d a b l e m e n t e cristianos, tal c o m o m u e s t r a n las
daciones a la iglesia y c o m o se d e d u c e de la Vida de Sansón: a u n q u e
fuesen d e m a s i a d o p e q u e ñ a s p a r a q u e este a u t o r las m e n c i o n a s e si-
quiera, al m e n o s su autor daba p o r s e n t a d o q u e en las tierras bajas d e
ía G r a n B r e t a ñ a o c c i d e n t a l se d a b a u n e n t o r n o c r i s t i a n o u n i f o r m e .
REYES SIN ESTADOS: GRAN BRETAÑA E IRLANDA, 400-800 2Q$

pero es probable q u e también recurriesen a modelos d e los reinos b r i -


tánicos occidentales, en el i m a g i n a r i o d e la i d e n t i d a d tribal y de l o s
valores de la actividad militar a pequeña escala: la lealtad, el valor y los
banquetes, t o d o lo cual era n o v e d o s o en las zonas de las tierras bajas,
antes civiles.
£ n los d o s párrafos anteriores, se repiten m u c h o s conceptos c o m o
aparece», «podría ser», «quizá» y «probablemente»: es u n reflejo fiel d e
la documentación q u e n o s ha llegado. T o d o son conjeturas. Si s e g u í -
mos a los británicos ( a h o r a p o d e m o s llamarlos galeses) durante los si-
glos v n y v m , los modelos se van perfilando con algo m á s de claridad
y, al m e n o s , n o se c o n t r a d i c e n con lo q u e a c a b a m o s de afirmar. E n
700, los anglosajones h a b í a n t o m a d o Somerset, el valle del S e v e r n y
Lancashire, con lo cual dejaban a los galeses confinados en tres áreas
inconexas, casi todas en las tierras altas, en lo q u e h o y es el suroeste d e
Inglaterra, Gales y el suroeste de Escocia. E n estas zonas, sin e m b a r g o ,
habían seguido cristalizando reinos, y las minúsculas m o n a r q u í a s del
sureste de Gales se habían i n t e g r a d o en u n a m a y o r , el reino de G l y w y -
sing, q u e j u n t o con los d e G w y n e d d , Dyfed y P o w y s constituyen los
cuatro mayores sistemas políticos de Gales en este p e r í o d o . P r o b a b l e -
mente, G w y n e d d fue siempre el m á s fuerte; Gildas ya lo creía a mitad
del siglo v i , c u a n d o llamó a su r e y M a e l g w n el «dragón de la isla», y
Cad"wal]on de G w y n e d d ( m . Ó34) realizó incursiones hasta bien a d e n -
tro de las tierras anglosajonas, hasta la misma N o r t u m b r i a (o N o r t h -
7
umbria) s e p t e n t r i o n a l , s e g ú n c u e n t a B e d a . E n el siglo i x , sus reyes
8
tendrían hegemonía sobre Gales. L o s p r i m e r o s textos p o é t i c o s e n g a -
les están fechados entre los siglos v n y i x ; incluyen u n a serie de p l a n -
tos f ú n e b r e s d e d i c a d o s a l o s m o n a r c a s , c o m o el p o e m a Marwnad
Cynddyian^ el m á s antiguo, dedicado al rey C y n d d y l a n , q u e , asentado
en la actual Shropshire (o e n los alrededores), m u r i ó a mitad del siglo
v n ; y el Gododdin, el m á s l a r g o , p a r a el rey M y n y d d o g de G o d o d d i n ,
quien se s u p o n e q u e , hacía 600, llevó al ejército d e s d e su capital, en
E d i m b u r g o , hasta C a t r a e t h (quizá la actual C a t t e r i c k ) , d o n d e t o d o s
hallaron la m u e r t e . Estos p o e m a s n o s muestran u n conjunto h o m o g é -
neo de valores «heroicos» que, sin d u d a , se corresponderían con los d e
la aristocracia galesa de ( c o m o m u y tarde) 800: «El g u e r r e r o . . . alzaba
la lanza c o m o si fuese v i n o e s p u m o s o en centelleante copa. Su a g u a -
miel estaba c o n t e n i d a e n p l a t a , m a s él m e r e c í a o r o » . O b i e n : « L o s
hombres fueron a Catraeth, veloz era su hueste. Pálida aguamiel fue su
banquete y su v e n e n o fue». N o es irrazonable suponer que estos v a l o -
210 E L L E G A D O DE BOMA

res ya eran compartidos en el siglo v i . C u a n d o fuera q u e se desarrolla-


r o n , sin e m b a r g o , se hallaban a u n m u n d o de distancia de los valores
r o m a n o s . Se trata de u n dato importante en t a n t o q u e reflejo de la crisis
política c o n la q u e h e m o s e m p e z a d o , puesto q u e estas élites militares
eran descendientes directas de los r o m a n o s británicos, invictos ante los
invasores; e n cualquier caso, p o r entonces todos sus p u n t o s de referen-
cia h a b í a n c a m b i a d o . Sin e m b a r g o , eran bastante similares a las refe-
rencias de los anglosajones.
N o es fácil determinar q u é hicieron los reyes galeses. Sin duda li-
b r a r o n m u c h a s batallas y su séquito militar es u n a de sus características
mejor documentadas. Eran generosos y hospitalarios con quienes esta-
b a n a su c a r g o y a cambio (al m e n o s en la literatura) se les ofrecía leal-
tad hasta la m u e r t e , a u n q u e n o está tan claro de d o n d e o b t e n í a n sus
recursos. I m p o n í a n tributos a los subditos y los g o b e r n a n t e s d e r r o t a -
d o s y t a m b i é n t r i b u t o s o rentas a su p r o p i o p u e b l o ; p e r o lo p o c o q u e
sabemos al respecto nos hace s u p o n e r q u e la población campesina solo
debía a sus señores cantidades m u y pequeñas; la copa, el o r o y la plata
d e M y n y d d o g eran t a m b i é n u n a i m a g e n literaria. I m p a r t í a n justicia,
j u n t o con los clérigos y los aristócratas — e s t o es, en p ú b l i c o — ; p e r o
carecemos prácticamente de referencias en las q u e aparezcan dictando
leyes antes del siglo x , c o m o m u y p r o n t o . P a t r o c i n a b a n a la iglesia,
p e r o esa misma iglesia actuaba de u n m o d o bastante informal a través
d e familias de casas religiosas, t o d a s las cuales aseguraban h a b e r sido
iniciadas p o r u n o de los carismáticos fundadores monásticos del siglo
v i : Illtud e n G l a m o r g a n , P a d a r n en el c e n t r o - o e s t e , etc. E n g e n e r a l ,
actuaban en el m a r c o del cara a cara, del señorío personal, sin n i n g u n a
a d m i n i s t r a c i ó n institucionalizada. C o m o v e r e m o s en el capítulo 20,
esta situación apenas experimentaría cambios hasta bastante después
de la época de la q u e n o s o c u p a m o s en este libro.

L a simplicidad institucional a la q u e acabamos de aludir fue una de


las razones p o r las q u e los reinos b r i t á n i c o s / g a l e s e s siguieron siendo
p e q u e ñ o s ; el p o d e r m o n á r q u i c o l l e g a b a hasta u n c a m p e s i n a d o n o
siempre m u y s o m e t i d o , a las élites q u e disfrutaban de los festines con
el rey (y obtenían regalos del mismo m o n a r c a ) , a las gentes q u e acaba-
ban d e sufrir la derrota en la batalla, y poco más. E n ocasiones, conse-
guían h e g e m o n í a s de m a y o r alcance, p e r o hasta pasado 8 j o solo fue-
r o n t e m p o r a l e s . Sin e m b a r g o , si n o s t r a s l a d a m o s h a c i a el n o r t e ,
e n c o n t r a r e m o s u n reino q u e a veces actuaba a m a y o r escala: el de los
9
p i c t o s , en el t e r r i t o r i o q u e h o y o c u p a la E s c o c i a central y del e s t e .
R E Y E S SIN ESTADOS! GRAN B R E T A Ñ A E IRLANDA, 4OO-800 211

Estaban m u y al n o r ( e d e c u a l q u i e r área d e influencia r o m a n a , p e r o


compartían algunos rasgos culturales con los británicos/galeses y h a -
blaban u n a lengua q u e había evolucionado, c o m o el gales, a partir del
britano. L o s p i d o s siguen sumidos en la oscuridad, incluso en c o m p a -
ración con los p u e b l o s británicos e incluso después d e q u e se fueran
convirtiendo al cristianismo a finales del siglo vi y d u r a n t e el v n . A
diferencia del resto de sociedades europeas, parece ser q u e eran matri-
lineales, lo q u e significa q u e las hijas del rey p i c t o , al casarse, p o d í a n
introducir en la sucesión legítima a m i e m b r o s de familias rivales, c o m o
ocurrió con T a l o r c a n (h, 6 5 3 - 6 5 7 ) , hijo del rey Eanfrith de Bemicia;
pero nadie c o n o c e a ciencia cierta el funcionamiento de este sistema.
No siempre estuvieron unidos (la tradición dice q u e tenían siete p r o -
vinciaSj de Fife a Caithness), p e r o su rey principal, el de Fortriu, solía
ostentar la h e g e m o n í a de t o d o el territorio picto y podía combatir a los
enemigos con cierta cantidad de efectivos, c o m o sucedió c u a n d o Bri-
dei, hijo de Beli (h. 672-693), el rey m á s conocido del siglo v u , d e r r o t ó
al rey n o r t u m b r i o Ecgfrith, demasiado ambicioso, y con él cayó la h e -
gemonía política n o r t u m b r i a , e n N e c h t a n s m e r e , en 685. E n el m o m e n -
to culminante del p o d e r picto, durante el siglo v r n , O n u í s t , hijo d e U r -
guist ( h . 7 2 9 - 7 6 1 ) , d e r r o t ó a s u s e n e m i g o s en t o d a s las tierras de la
Escocia m o d e r n a e i m p u s o u n a h e g e m o n í a regional q u e p e r d u r ó , con
idas y venidas, hasta la década de 830. C ó m o consiguieron hacer esto
los píctos sin u n a infraestructura evidente, en una de las tierras m e n o s
prometedoras de E u r o p a , sigue siendo u n misterio; p e r o , al m e n o s , d e -
mostraron q u e sí es posible.

Dados los bruscos cambios culturales y sociales q u e tuvieron lugar e n


las zonas n o conquistadas de G r a n Bretaña, n o es sorprendente q u e los
primeros anglosajones n o sufriesen u n a fuerte influencia p o r p a r t e d e
las tradiciones r o m a n a s . N u e s t r a información escrita acerca d e ellos
nos centra e n u n período posterior: la Historia eclesiástica de Beda, e s -
crita en la década de 7 3 0 , q u e en realidad comienza con la conversión
de los anglosajones al cristianismo a partir de 597; y la Crónica anglo-
sajona, u n texto de finales del siglo i x , q u e empieza a ser verosímil h a -
cia la misma época. A n t e s de finales del siglo v i , t e n e m o s q u e funda-
mentar n u e s t r o c o n o c i m i e n t o en la a r q u e o l o g í a , f u n d a m e n t a l m e n t e .
Pero, al m e n o s , se da el caso d e q u e los asentamientos anglosajones se
concentraban e n las tierras bajas de Bretaña — s i e m p r e las zonas mejor
E L LEGADO D E ROMA
212

d o c u m e n t a d a s de la isla, desde el p u n t o de vista a r q u e o l ó g i c o — y las


investigaciones realizadas e n estas áreas h a n sido, en muchas ocasio-
nes, intensas para lo habitual en E u r o p a , de m o d o q u e p o d e m o s cons-
truir u n retrato relativamente coherente de ellos.
Los anglosajones llegaron a G r a n Bretaña p o r m a r , en su mayoría
desde Sajonia (en el n o r t e de la Alemania actual), incluida la pequeña
región conocida c o m o Angeln; hablaban variantes de las lenguas ger-
mánicas de Sajonia y la costa frisia. Las incursiones en G r a n Bretaña
habían c o m e n z a d o ya en el siglo n i (los r o m a n o s edificaron fortifica-
ciones costeras para rechazarlos), p e r o no d i s p o n e m o s de p r u e b a s de
q u e iniciasen asentamientos permanentes antes del s e g u n d o cuarto del
siglo v . N o p o d e m o s saber si alguno de estos estuvo vinculado con in-
vitaciones c o m o la q u e luego se atribuyó a Vortigern. Este tipo de his-
torias es frecuente después de las invasiones, y h a y p o c o s indicios de
q u e las unidades políticas posromanas de la G r a n Bretaña oriental p u -
dieran ser lo b a s t a n t e fuertes c o m o p a r a realizar n i n g u n a invitación;
p e r o sería estúpido no m o s t r a r cierto agnosticismo con respecto a los
relatos q u e n o p u e d e n rebatirse (igual q u e sucede con la existencia de
A r t u r o ) . L o q u e sí p o d e m o s afirmar c o n s e g u r i d a d , sin e m b a r g o , es
q u e el asentamiento anglosajón estaba m u y fragmentado, m á s incluso
q u e el de los francos e n el n o r t e de la Galia anterior a C l o d o v e o ; y así
siguieron. Incluso a finales del siglo v i , tras un período de recomposi-
ción política, e n c o n t r a m o s al fin n u e v e reinos d o c u m e n t a d o s en la mi-
tad oriental d e lo q u e ahora p o d e m o s llamar Inglaterra, desde Bernicia
en el n o r t e hasta W e s s e x en el sur; y p r o b a b l e m e n t e existieron algunos
m á s . Casi todos eran del tamaño de u n o o d o s c o n d a d o s m o d e r n o s , el
equivalente al territorio de las ciudades romanas: eran menores q u e la
m á s p e q u e ñ a u n i d a d p o s r o m a n a q u e p o d a m o s e n c o n t r a r en el conti-
n e n t e bajo c o n t r o l g e r m á n i c o . P e r o lo q u e está cada vez m á s claro,
d e s d e h a c e u n o s pocos años, es q u e la m a y o r í a d e estos reinos — a u n
t e n i e n d o u n t a m a ñ o tan l i m i t a d o — estaban constituidos p o r b l o q u e s
a ú n m e n o r e s , a veces d e n o m i n a d o s regiones p o r los historiadores m o -
d e r n o s (la palabra ya se encuentra en algunos textos del siglo v m ) . P o r
lo g e n e r a l , estas regiones o c u p a b a n u n o s 100 k i l ó m e t r o s c u a d r a d o s ,
a u n q u e si a v e c e s era más, otras veces era aún m e n o s (100 kilómetros
c u a d r a d o s son u n p o c o m á s q u e la cuarta parte de la Isla de W i g h t y
q u e la cuadragésima parte de K.ent).'°Los reinos galeses c o m o E r g y n g
eran algo m a y o r e s hacia <3oo, p e r o en general las magnitudes son c o m -
parables. D e t o d o s estos b l o q u e s m e n o r e s , los m e j o r d o c u m e n t a d o s
r
REYES SIN ESTADOS: GRAN BRETAÑA E IRLANDA, 400-800 213

estaban en las F e n l a n d s y en las zonas de los Mídlands simadas justo al


oeste y al s u r de estas, q u e incluso a finales del siglo v n todavía n o se
habían integrado en u n único reino m a y o r , a diferencia de sus vecinos
del este y el o e s t e , East A n g l i a y Mercia, respectivamente. Esta z o n a
intermedia ( q u e Beda llamó, con cierta indefinición, «anglos del m e -
¿io»), aparecía c o m o g r u p o de unidades específico en u n a lista tributa-
ria la TribalHidage, q u e p r o b a b l e m e n t e data de finales del siglo v n :
las zonas n o r t e y sur d e G y r w a en el área de P e t e r b o r o u g h , la Sweord
Ora de parte de H u n t i n g d o n s h i r e , etc. A este tipo de unidades también
se hace referencia de m o d o informal e n d o c u m e n t o s p o s t e r i o r e s ; s o -
brevivieron c o m o u n i d a d e s identificables e n m u c h o s reinos m á s e x -
tensos y las investigaciones topográficas han identificado muchas m á s .
Este m o d e l o , q u e en t é r m i n o s generales considero válido para los
asentamientos anglosajones, admite q u e los invasores se establecieron
en grupos m u y p e q u e ñ o s y q u e , en u n principio, o c u p a b a n en su m a -
yoría un p u ñ a d o de c o m u n i d a d e s locales que, c o m o e n el caso de G a -
les, p o d r í a m o s d e n o m i n a r tribales. El liderazgo político se habría d e -
sarrollado d e u n m o d o sencillo e i n f o r m a l , a u n q u e p o r d e s c o n t a d o
tuvo que necesitar la presencia militar, p u e s p o r más q u e la conquista
fuera f r a g m e n t a d a , seguía s i e n d o u n a c o n q u i s t a . E s t e r e t r a t o encaja
más con la arqueología de los p r i m e r o s asentamientos anglosajones y
sus cementerios, q u e muestran u n a cultura material m u y sencilla, m u -
cho más simple en t o d o s los aspectos q u e la descubierta en cualquier
otra parte a n t a ñ o r o m a n a del continente (fuera del territorio balcáni-
c o ) / La cerámica era toda artesanal y hasta 700 n o se recurría ni s i -
1

quiera al uso de los n o m o s ; la herrería se producía a u n a escala sufi-


cientemente p e q u e ñ a c o m o para q u e t o d o fuese local; las creaciones de
vidrio y orfebrería m á s complejas fueron m u y escasas hasta 5 50 e, in-
cluso entonces, en su m a y o r í a estaban restringidas a la zona de K e n t ,
un reino q u e en el t e r r e n o cultural recibió influencia de los francos y,
tal vez, fue g o b e r n a d o o c a s i o n a l m e n t e p o r ellos; incluso los tipos d e
casas eran m u c h o m á s simples y las estructuras u r b a n a s estaban m á s
fragmentadas q u e en Sajonia. T o d o esto n o s indica q u e la clase g o b e r -
nante era m u y modesta y existía u n a jerarquía social subdesarrollada.
Y, c o m o señalábamos antes, los sistema de g o b i e r n o británico-orien-
tales a los q u e estas p e q u e ñ a s u n i d a d e s sustituían, sin d u d a , n o eran
mayores. Pese a t o d o , el m o d o en q u e los británicos de las tierras bajas
pudieron adaptarse a estas unidades sigue q u e d a n d o para la conjetura.
Los anglosajones se instalaron en u n paisaje r o m a n o todavía en u s o ,
E L L E G A D O D E ROMA
2 I 4

p o r lo q u e p o d e m o s o b s e r v a r , p e r o casi n u n c a e n a n t i g u o s emplaza-
m i e n t o s r o m a n o s ; difícilmente h e r e d a r o n n a d a de la cultura material
romano-británica (lo cual contribuye a atestiguar la crisis sistémica en
la G r a n Bretaña p o s r o m a n a ) , y en el inglés a n t i g u o p r á c t i c a m e n t e n o
se introdujeron préstamos lingüísticos del b r i t a n o . La mayoría británi-
ca, q u e h u b o de ser a b r u m a d o r a , se adaptó sin d u d a a la cultura anglo-
sajona, m á s q u e a la inversa. Según parece, este fue el caso incluso de
enclaves q u e permanecieron bajo control británico hasta cerca de óoo,
c o m o los m o n t e s Chiltern, al oeste de L o n d r e s , y la región de Leeds,
P a r e c e ser q u e finales del siglo v i y principios del v n fue la época
en q u e estas p e q u e ñ a s u n i d a d e s — q u e mientras tanto se habían expan-
d i d o , sin d u d a — empezaron a cristalizar en reinos del t a m a ñ o de u n o o
d o s c o n d a d o s ; estos aparecieron p o r entonces en los registros escritos,
p e r o t a m b i é n la arqueología m u e s t r a los r u d i m e n t o s de u n a jerarquía
interna en los asentamientos rurales, junto con ciertos centros reales de
1
prestigio, c o m o Yeavering, * en N o r t u m b r i a ( q u e disponía incluso de
u n a s gradas, a la m a n e r a de u n teatro de influencia r o m a n a ; véase más
adelante, el capítulo 1 0 ) , y la n o t a b l e fortuna de las t u m b a s regias en
Sutton H o o (Suffolk) y Prittlewell (Essex). P o s i b l e m e n t e , los reinos
q u e cristalizaron p r i m e r o fueron K e n t , East Anglia, D e i r a (aproxima-
d a m e n t e en la zona del actual Y o r k s h i r e ) , Bemicia (en la costa de N o r -
tumbria) y W e s s e x (en los actuales Oxfordshire y H a m p s h i r e ) ; de los
principales reinos anglosajones, Mercia parece haber sido el último en
aparecer. Las últimas décadas del siglo v i , p r o b a b l e m e n t e c o m o conse-
cuencia de esta cristalización, fueron t a m b i é n u n p e r í o d o en q u e los
anglosajones c o m e n z a r o n a expandirse de n u e v o a expensas de los rei-
n o s galeses t r a s el e n f r e n t a m i e n t o militar de p r i n c i p i o s d e l siglo v i ,
Etelfrido d e Bernicia ( ^ t h e l f r i t h ; h . 593-Ó16) está d o c u m e n t a d o tanto
en las fuentes inglesas c o m o en las galesas en calidad de g u e r r e r o : ata-
có hacia el oeste, a Chester, y p r o b a b l e m e n t e también t o m ó G o d o d d i n
y subió hasta llegar a E d i m b u r g o ; Ceawlin de W e s s e x (m. h . 5 9 3 ) qui-
zá fuera el responsable de la conquista de la parte meridional del valle
del Severn y los Chiltern, a u n q u e las p r u e b a s al respecto son tardías-
«Probablemente» y «al parecer» v u e l v e n a ser expresiones recurrentes,
d a d o el nivel de incertidumbre de nuestras fuentes. L o q u e sí sabemos,
n o o b s t a n t e , e s q u e e n t r e los líderes d e estos reinos m á s cohesiones
h u b o u n p r o t a g o n i s m o militar m u c h o m á s acentuado. Luchaban entre
ellos, en efecto, m á s q u e contra los galeses. A l g u n o s reclamaron tem-
p o r a l m e n t e la h e g e m o n í a sobre sus reinos vecinos, c o m o sucedió con
REVÉS SIN ESTADOS; ORAN BRETAÑA E IRLANDA, 400-80O 215

Etelfrido sobre D e i r a , E t e l b e r t o de Kent ( ^ t h e l b e r h t ; m . 6 1 6 ) s o b r e


sus vecinos i n m e d i a t o s , y el rey de D e i r a n , E d u i n o (o E d w i n ; 616-
Ó33) sobre Bemicia y otros reinos de) sur.
El siglo v n estuvo d o m i n a d o , en cuanto a la política se refiere, p o r
dos reinos: N o r t u m b r i a y Mercia. N o r t u m b r i a era el r e s u l t a d o d e la
ynificacióndeBerniciay D e i r a , definitiva a partir de 651- T a n t o E d u i -
no c o m o , m á s t a r d e , los hijos de Etelfrido — O s v a l d o (Ó34-641) y
O s w i u ( 6 4 1 / 6 5 1 - 6 7 0 ) — y el hijo d e O s w i u — E c f r i d o (Ecgfrirh; 670-
, todos ellos reclamaron la h e g e m o n í a en el sur en distintos m o -
mentos; también expandieron e) g o b i e r n o directo o la soberanía s e ñ o -
rial hasta e n t r a r e n los t e r r i t o r i o s b r i t á n i c o y p i c t o , y Ecfrido a t a c ó
incluso tierra irlandesa en u n a ocasión, en 684. Estas h e g e m o n í a s n o
dejaron de ser intermitentes, p e r o s u p o n e m o s q u e la frecuencia d e p e n -
día de la extensión de u n reino q u e entonces era el m a y o r de Inglaterra.
Mercia empezó siendo m u c h o m á s p e q u e ñ o , y no estamos siquiera s e -
guros de q u e existiera c o m o r e i n o i n d e p e n d i e n t e a n t e s de su p r i m e r
monarca fuerte, P e n d a (h. 6z6~6 5 5 ) . Estaba centrada en una zona d e
1J

interior, en los alrededores de T a m w o r t h y Lichfield (Stafíbrdshire),


cerca de la frontera de los p r i m e r o s asentamientos anglosajones, y es
probable q u e cuando cristalizó pasara a incluir asimismo unidades m e -
nores gobernadas p o r los británicos. P e n d a también era aliado de C a d -
wallon de G w y n e d d , con cuya ayuda d e s t r u y ó a E d u i n o en Ó33; p r o -
bablemente, esta victoria ( y la propia muerte de C a d w a l l o n al cabo d e
un año) le concedió las condiciones para asumir o adquirir la h e g e m o -
nía sobre m á s tierras vecinas, y t a m b i é n m a t ó a O s v a l d o , esta vez en
una guerra defensiva, en 642. Os-wiu lo d e r r o t ó a su vez en 6 ; í, p e r o el
hijo de P e n d a , Vulfero ( W u l f h e r e ; Ó5S-675), p u d o restituir la h e g e -
monía regional. D e a q u í e n adelante, Mercia fue casi siempre el caci-
que político de los reinos vecinos, c o m o Hwicce (norte de Gloucester-
shire y W o r c e s t e r s h i r e ) , Lindsey (norte d e Lincolnshire) y la m a y o r í a
de los d i m i n u t o s g o b i e r n o s d e Fenland: se había establecido e n p l e n o
centro del sur de la G r a n Bretaña, una buena posición estratégica. E n
consecuencia, la influencia de N o r t u m b r i a hacia el sur q u e d ó b l o q u e a -
da y, al p o c o t i e m p o , la m u e r t e de Ecfrido a manos de los pictos redujo
su influencia t a m b i é n hacia lo a l t o , e n las tierras del n o r t e . E n 700
aproximadamente, el p o d e r político en tierras anglosajonas lo c o m p a r -
tían los c u a t r o reinos principales: N o r t u m b r i a , Mercia, W e s s e x ( q u e
para e n t o n c e s a m p l i a b a su p o d e r hacia el suroeste británico) y E a s t
Anglia, con u n a mención especial p a r a K e n t , p e q u e ñ o p e r o desacos-
21Ó E L L E G A D O DE ROMA

rurnbradamente rico gracias a sus vínculos con los francos. D e todos


ellos, Mercia era sin d u d a el m á s p o d e r o s o . Salvo en el caso de Kent,
estos reinos sobrevivirían hasta finales del siglo ix.
Estos c u a t r o reinos ya e r a n m a y o r e s q u e los galeses de la época,
p e r o aun así también compartían con ellos muchas similitudes. Los va-
lores del militarismo a pequeña escala se observan p o r igual en las fuen-
tes e s c r i t a s . Beowulf, el texto poético m á s extenso d e los escritos en
14

inglés antiguo, hace hincapié en la lealtad y el heroísmo, así c o m o en la


hospitalidad del rey y en los obsequios, tanto c o m o el Y Gcdoddin. Hay
controversia en cuanto a la datación del Beowuifi, pues se barajan los si-
glos v m , i x y x ; p e r o su imaginario encaja c o m p l e t a m e n t e con otros
textos tempranos. U n ejemplo puede ser la Vida de Félix, de G u d a g o
( G u t h l a c ) , u n a hagiografía de la década de 730, que retrata una fase de
la juventud del santo aristócrata mercio: e n la década de 690, encabezó
u n a banda d e g u e r r e r o s y, « r e m e m o r a n d o las valerosas hazañas de los
héroes de antaño», arrasó alegremente asentamientos e n e m i g o s y acu-
m u l ó botines inmensos antes de cambiar de vida y convertirse en m o n -
je. Así, parece ser q u e en fecha tan tardía c o m o la década de 690 (o de
730) se podía ser u n saqueador independiente a pequeña escala y obte-
ner cierto reconocimiento p o r ello, según lo q u e Félix nos cuenta no sin
cierto e n t u s i a s m o . P e r o los reyes, en persona, aún n o actuaban a tan
g r a n escala. La Crónica anglosajona, en un pasaje que deriva, probable-
m e n t e , de o t r o texto anterior, nos narra la muerte del rey Cinewulfo de
W e s s e x ( C y n e w u l f ) e n 78o: fue s o r p r e n d i d o en la casa de su amante
p o r su rival C i n e h a r d o ( C y n e h e a r d ) , h e r m a n o de su antecesor, q u e lo
asesinó antes d e q u e la guardia pudiera hacer acto de presencia; enton-
ces la guardia luchó hasta la muerte a su alrededor, aunque les ofrecie-
r o n perdonarles la vida; al día siguiente, en respuesta, el ejército de Ci-
newulfo sitió a C i n e h a r d o , y tras ei fracaso de la negociación, Cinehardo
y los ochenta y cuatro hombres q u e lo acompañaban fueron asesinados;
una vez más, los h o m b r e s no abandonarían al señor, y los vengadores
de Cinewulfo jamás «servirían a su asesino». El texto p o n e énfasis, so-
b r e t o d o , en el imaginario de la lealtad, pero también es importante se-
ñalar q u e u n ejército de menos de un centenar de h o m b r e s , q u e cabía en
una sola empalizada, estaba determinando el destino de t o d o un reino
entrados ya en la década de 780.

A este h e c h o se vincula una serie limitada de recursos regios. Los


reyes tenían derecho a recibir tributos, en forma de comida, de sus te-
rritorios, p e r o las p r u e b a s d e q u e d i s p o n e m o s relativas a este tributo
B E Y E S SIN ESTADOS: GRAN B R E T A Ñ A E I R L A N D A , 4OO-800 217

indican que, c o m o sucedía en Gales, la ofrenda era m u y pequeña y , tal


vez solo se reclamaba cuando el rey o su séquito aparecían para comér-
sela. Incluso en 700, es difícil decir q u e los reyes anglosajones dispu-
sieran de abundantes recursos: tenían suficiente o r o y joyas para dejar
enterramientos i m p r e s i o n a n t e s c o m o e n el caso de S u t t o n H o o ; p e r o
no necesariamente bastaban para r e c o m p e n s a r m á s q u e a un p e q u e ñ o
séquito o ejército, salvo e n los años afortunados en los q u e saqueaban
al e n e m i g o . C o n t r o l a b a n t a m b i é n las tierras, y Beda deja bien c l a r o
que, en la d é c a d a de 7 3 0 , se valían de este c o n t r o l p a r a p r e m i a r a la
aristocracia militar, p e r o t a m b i é n se daban los riesgos habituales p r o -
pios de la Alta Edad Media; Beda también afirma q u e si un rey se q u e -
1
daba sin tierras, sus aristócratas más jóvenes abandonarían el reino. *
L o m á s p r o b a b l e es q u e e s t o s m o d e l o s m a n t u v i e r a n la m o n a r -
quía c o m o a l g o simple: u n a a d m i n i s t r a c i ó n regia básica y reinos p e -
queños, c o m o en Gales- P e r o en otras cuestiones, los reinos anglosajo-
nes estaban e m p e z a n d o a desarrollarse. P a r a e m p e z a r , o c u p a r o n las
zonas de las tierras bajas de G r a n Bretaña, que, al ser más ricas, desde el
punto de vista agrícola, podían sustentar a una población m a y o r . T a m -
bién se encuentran m á s próximas al continente; la arqueología nos mues-
tra que, a finales del siglo v n y principios del v m , se vivió un notable in-
cremento de las transacciones entre Inglaterra y el continente, centradas
en una serie d e puertos comerciales que p r o n t o estuvieron bajo el c o n -
trol de los monarcas: H a m w i c (hoy Southampton) e n Wessex, Londres
en Mercia (los reyes mercios avanzaron sus conquistas hasta la cuenca
baja del T á m e s i s , probablemente en la década de óóo, y los muelles del
Strand en Londres se han datado en la década de Ó70), Ipswich en East
Anglia, Y o r k en N o r t u m b r i a (véase m á s adelante, el capítulo 9)."* E s -
tos puertos p r o n t o desarrollaron u n a artesanía local propia y p o d e m o s
referirnos a ellos simplemente c o m o ciudades: los primeros centros u r -
banos de la Inglaterra anglosajona; p e r o siguieron m u y vinculados a los
reyes, q u e eran receptores privilegiados de sus p r o d u c t o s y les c o b r a -
ban cuotas. D e estos pagos disfrutaban los reyes de toda E u r o p a , p e r o
en Inglaterra, d o n d e las monarquías eran tan a pequeña escala, supusie-
ron un incremento importante para los recursos de la realeza-

En s e g u n d o lugar, los reyes contaban con el fuerte respaldo de sus


aristocracias. Quizá no deberíamos conceder demasiado peso al imagi-
nario de la lealtad q u e aparece en el B&owulfo la historia de C i n e h a r d o
(después de t o d o , los h o m b r e s q u e m u r i e r o n con C i n e h a r d o h a b í a n
sido desleales al rey C i n e w u l f o ) , p e r o al m e n o s p o d r í a m o s decir q u e
2lS EL LEGADO D E ROMA

los aristócratas adultos q u e n o querían, o n o podían, seguir siendo fie-


les a los reyes pasaron u n a época d u r a , p o r q u e muchas veces acababan
17
«exiliados» — s e g ú n se los llama en los t e x t o s — , sin patrocinio evi-
d e n t e , en l u g a r de ser s i m p l e m e n t e bien recibidos en u n a corte rival.
Reyes y aristócratas estaban vinculados también p o r u n lento desarro^
lio del p o d e r sobre las tierras. Las primeras u n i d a d e s territoriales'* an-
glosajonas n o parecen haber sido fincas rurales de u n solo d u e ñ o , con
sus arrendatarios dependientes ( h o m b r e s o mujeres), sino m á s bien te-
rritorios de los q u e los m o n a r c a s y quizá también los aristócratas p o -
dían obtener u n tributo, q u e c o m o h e m o s visto antes podía ser peque-
ñ o ; a u n q u e t a m b i é n es p r o b a b l e q u e l o s s u b o r d i n a d o s p r i v a d o s de
libertad pagasen a ú n más en estas fincas. Entre finales del siglo v n y el
siglo x , estos territorios se convirtieron en fincas, c o n arriendos y ser-
vicios m u c h o más elevados, lo cual beneficiaba a los reyes y los aristó-
cratas por igual, c o m o v e r e m o s en el capítulo 19. T a m b i é n p o d r í a ser
q u e la política de donación d e tierras q u e describe Beda n o fuese m u y
antigua en la década de 730, sino q u e constituyera u n o de los primeros
signos de este cambio p r o g r e s i v o . P e r o la evolución d e los títulos de
propiedad sobre la tierra solo se regularizaría con u n sistema político
fuerte y u n o s reyes p o d e r o s o s . Así p u e s , a las aristocracias les interesa-
b a aceptar el a u m e n t o del p o d e r real, a medida q u e se iba produciendo.

U n tercer cambio fue q u e los reinos anglosajones se convirtieron


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al c r i s t i a n i s m o . C o n o c e m o s bien esta cuestión p o r q u e era el t e m a
central de la historia de Beda, Beda ( q u e v i v i ó e n t r e Ó73 y 73 5) fue
monje en los monasterios h e r m a n a d o s de W e a r m o u t h y J a r r o w , en la
parte n o r t e de N o r t u m b r i a ; había recibido una esmerada formación in-
telectual y n o está claro q u e fuese u n m e d i a d o r político ( a u n q u e c o n o -
cía a reyes y obispos). H a c e u n retrato de la conversión c o m o u n relato
épico. E m p e z ó con la misión r o m a n a de G r e g o r i o el G r a n d e en Kent,
en 597, y se expandió a varios reinos, N o r t u m b r i a entre ellos, durante
la siguiente generación, p e r o se replegó tras la m u e r t e de E d u i n o ; más
adelante resucitó en u n a misión irlandesa, de l o n a a N o r t u m b r i a , p o s -
terior a 634. T r a s la m u e r t e del p a g a n o P e n d a en Ó55, se aceptó el cris-
tianismo, al m e n o s p o r p a n e de reyes y sus séquitos inmediatos, casi en
todas partes. L u e g o se consolidó gracias a dos sucesos clave: en Ó44, el
sínodo d e W h i t b y hizo q u e en N o r t u m b r i a ( y resto de zonas) se acep-
tara la fecha r o m a n a para la P a s c u a y, m á s en general, 4as estructuras
institucionales r o m a n a s ( m á s q u e irlandesas) de la iglesia; y en 669,
tras una epidemia q u e había acabado con casi t o d o s los obispos de I n -
REYES S I N E S T A D O S : G R A N BRETAÑA E I R L A N D A , 400-800 219

g l a t e m , T e o d o r o de T a r s o llegó de R o m a c o m o arzobispo de C a n t e r -
bury (668-690) y r e e s t r u c t u r ó el episcopado c o m o u n a jerarquía c o -
lectiva que abarcaba todos los reinos anglosajones. E n Ó72 empezaron
a celebrarse concilios eclesiásticos según el modelo continental y cada
vez era más evidente q u e la iglesia anglosajona se estaba convirtiendo
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en un cuerpo o r g a n i z a d o .
Beda contemplaba estos cambios c o m o u n bien manifiesto y o r d e -
nado por la divinidad. El proceso de conversión fue, sin duda, m á s p o -
lítico y m á s a m b i g u o q u e t o d o esto; p e r o su descripción de una iglesia
victoriosa en la década de 670 resulta convincente y cuenta con el r e s -
de otras pruebas. T a n t o los obispos c o m o la red de monasterios
(cada vez más extensa) experimentaron u n p r ó s p e r o desarrollo gracias
a las donaciones reales, cuya d o c u m e n t a c i ó n c o m e n z ó a sobrevivir a
partir de la década de 670; p o d r í a m o s decir que la iglesia fue el p r i m e r
beneficiario d e la nueva política d e tierras, quizá por delante incluso de
la aristocracia. A principios del siglo V I I I , si algún aspecto de la socie-
dad anglosajona tenía su paralelo en la continental era precisamente la
iglesia. Esta jerarquía era m u c h o más fuerte q u e la del m u n d o gales, o,
como v e r e m o s , q u e el irlandés; e r a , en esencia, una i m p o r t a c i ó n del
continente, q u e buscaba la inspiración en Francia y especialmente e n
Roma. Y, p o r p r i m e r a vez, vinculaba a t o d o s los reinos. D e h e c h o ,
Beda veía la conversión c o m o si de u n único pueblo se tratara, el de los
anglos, palabra q u e él solía entender de un m o d o genérico, c o m o refe-
rida a los «ingleses», m á s q u e a los «anglos» p r o p i a m e n t e dichos. N o
sabemos con seguridad si m u c h a s m á s p e r s o n a s compartieron esta v i -
sión de la identidad c o m ú n inglesa hasta la época de Alfredo, a finales
del siglo ix.. P e r o la red d e obispos — e n t r e u n o y tres p o r cada r e i n o —
se había d e s p l e g a d o p o r t o d o s los g o b i e r n o s anglosajones y las áreas
exentas del d o m i n i o gales y , al seguir d e forma sistemática a u n s o l o
arzobispo, el de C a n t e r b u r y , representaba c o m o m í n i m o u n a p o y o p o -
tencial para l o s reyes q u e deseaban extender su h e g e m o n í a fuera de los
límites de su p r o p i o r e i n o . E s t e a p o y o era tanto m á s útil, p o t e n c i a l -
mente, p o r el hecho de q u e en Inglaterra los obispos raras veces p a r t i -
cipaban en actividades políticas con independencia de sus reyes; con la
salvedad de Wilfrido (m. 709), e d u c a d o entre los francos y obispo d e
Rípon y Y o r k en épocas distintas, q u e fue expulsado de N o r t u m b r i a
por Ecfrido y su sucesor Aldefrido(Aldfrith; 685-704). N o aportaron
a los sistemas d e g o b i e r n o anglosajones n i n g u n o de los ceremoniales
políticos seculares d e los reinos continentales; el g o b i e r n o m o n á r q u i c o
220 E L L E G A D O D E ROMA

siguió siendo sencillo, con u n a base probablemente asarnblearia, basta


finales del siglo v m . Sin e m b a r g o , los reyes anglosajones empezaron a
legislar: p r i m e r o en Kent, c o n las leyes de E t e l b e r t o , el primer rey en
convertirse, hacia 602; en ese m i s m o siglo, tres sucesores continuaron
su labor; y l u e g o en Wessex, con las leyes de I n e (688-726) hacia Ó90. 11

Las posibilidades de ampliar la autoridad real q u e representan es-


tos cambios fueron aprovechadas, e n p r i m e r lugar, p o r los reyes mer-
cios, q u e g o b e r n a r o n sin apenas interrupciones d u r a n t e m á s de u n si-
glo: Etelbaldo ( 7 1 6 - 7 5 7 ) , Offa (757-796) y Cenwuffo (796-821). No
g u a r d a b a n relación estrecha entre sí, y sus sucesiones no fueron senci-
llas, p e r o se consolidaron a p o y á n d o s e de forma sistemática en la base
d e p o d e r del o t r o . Para empezar, se dedicaron a la conquista; durante
la m a y o r p a r t e d e sus r e i n a d o s , t o d o s los r e i n o s anglosajones salvo
N o r t u m b r i a (y W e s s e x a partir de 802) r e c o n o c i e r o n su h e g e m o n í a .
En segundo lugar, y de un m o d o m á s sistemático q u e nunca antes, lo-
m a r o n m e d i d a s para a b s o r b e r a la m a y o r í a de estos reinos d e n t r o de
M e r c i a . E n 709, el rey de Hwicce y a recibía en algunos d o c u m e n t o s
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el n o m b r e ဠsubregulus («fsubrey»), q u e d u r a n t e m á s de d o s g e n e r a -
ciones alterna t a n t o con regulus c o m o c o n mintster («ministro»), y a
partir de 789 se estabiliza c o m o mimster o dux. El rey de Essex recorrió
u n a trayectoria similar entre 8 1 2 y aproximadamente 835. Kent fue ab-
sorbido con m á s violencia, puesto q u e se quitó de encima el gobierno
mercio en 776; p e r o en 785, Offa regresó a Kent y actuó directamente
c o m o su r e y , sin intermediarios, salvo entre 79o y 798, después de la
m u e r t e de Offa, c u a n d o la dinastía local r e c u p e r ó b r e v e m e n t e el p o -
der. Cenwulfo colocó a su h e r m a n o en el t r o n o y K e n t no recuperó ja-
m á s su i n d e p e n d e n c i a . Mercia se extendía, p o r t a n t o , de forma c o n s -
tante; C a r l o m a g n o , c o n t e m p o r á n e o de Offa, lo c o n s i d e r a b a el único
rey v e r d a d e r o del sur de Inglaterra.

Esta expansión material c o r r i ó pareja a p r u e b a s m u c h o m á s evi-


dentes de cierta clase de infraestructura administrativa. L o s privilegios
reales concedidos a las iglesias a partir de mitad del siglo v m empeza-
ron a excluir de las cesiones tres «cargas comunes»; el servicio militar,
la construcción de puentes y la construcción de fortalezas, q u e seguían
3
siendo d e b e r e s del rey;* a u n q u e sin d u d a el servicio militar era una
cuestión tradicional, las otras d o s cargas parecen n u e v a s , y h u b o q u e
organizarías. E n el siglo i x , la lista de funcionarios reales q u e ya no
tenían q u e ser recibidos p o r l o s beneficiarios de estas cesiones se en-
grosó considerablemente; el rey tenía u n equipo bastante nutrido, para
R E Y E S SIN ESTADOS: G R A N BRETAÑA E I R L A N D A , 4OO-80O 221

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entonces. La asociación tradicional de la muralla de Oria* — e l terra-
plén de t o o kilómetros q u e delimita las fronteras de Gales-— con el rey
Offa parece cierta, y esta c o n s t r u c c i ó n , al atravesar a m e n u d o z o n a s
relativamente remotas, habría r e q u e r i d o u n a organización considera-
ble. Offa reformó el sistema m o n e t a r i o y fue u n o de los p r i m e r o s reyes
2
anglosajones al sur del H u m b e r en p o n e r su n o m b r e en las monedas. *
Mercia no era, ni con m u c h o , la zona m á s rica de Inglaterra; el primer
puesto seguía o c u p a d o por la costa este, d o n d e estaban los puertos y se
fue desarrollando u n a e c o n o m í a de intercambio en el siglo v i n ; p e r o
ahora Offa tenía el control d e la costa y empezaría a sacar de ello, de
forma sistemática, cierto p r o v e c h o e c o n ó m i c o , Y ahora los reyes u s a -
ban los concilios eclesiásticos, siguiendo el ejemplo franco (véase m á s
adelante el capítulo 1 6 ) ; t e n e m o s d o c u m e n t a d a una serie de concilios,
presidida p o r los reyes, entre 747 y 836, y buena parte de las decisiones
allí tomadas eran seculares. En u n o de ellos, celebrado en 78o, acogie-
ron a una legación papal y hablaron de cuestiones notablemente varia-
das. Esta red de m e d i d a s y p r o c e d i m i e n t o s nos indica la existencia d e
una estructura de p o d e r real q u e , e n la época de Offa y Cenwulfo, ca-
bría denominar y a estatal.

Esta concentración del p o d e r real n o era inexorable. P a r a empezar,


aunque d e s p u é s d e T e o d o r o de T a r s o la iglesia vinculó j e r á r q u i c a -
mente a todos los reinos anglosajones, esta situación se modificó c u a n -
do N o r t u m b r i a , en 73 5, consiguió u n arzobispado p r o p i o para Y o r k ,
quizá para p r o t e g e r s e de la influencia mercia; y también c u a n d o M e r -
cia consiguió el s u y o , e n Lichfield, e n 787. En este c a s o , Offa había
tenido p r o b l e m a s con C a n t e r b u r y , q u e mantenía u n vínculo demasia-
do estrecho con la a u t o n o m í a de Kent; de m o d o q u e c o n s i d e r ó m á s
seguro crear u n a archidiócesis controlada p o r él m i s m o , al m e n o s d u -
rante un tiempo (en 803, el sur fue reunificado bajo el control de C a n -

t e r b u r y ) . E n s e g u n d o l u g a r , el siglo v i n fue u n p e r í o d o de g u e r r a s
entre ramas rivales d e las familias regias, q u e combatieron por igual p o r
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los tronos de W e s s e x , Mercia y N o r t u m b r i a . En Mercia, t o d o esto n o
tuvo n i n g ú n impacto estructural hasta 8 2 1 , pero en a d e l á n t e l a s luchas
intestinas s o c a v a r o n la h e g e m o n í a de Mercia. L a gran estabilidad d e
las últimas tres generaciones se había perdido y ningún r e y la recuperó
hasta Alfredo, ya en circunstancias m u y distintas (véase m á s adelante,
el capítulo 1 9 ) . C a r l o m a g n o podía reconocer a Offa c o m o su igual (al
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menos, en las formalidades d i p l o m á t i c a s ) , p e r o la m o n a r q u í a a n g l o -
sajona aún era m e n o s estable y de una escala m e n o r . T a m b i é n se basa-
222 E L L E G A D O D E ROMA

ba en u n a s raíces ciertamente m u y distintas, sin ninguna infraestructu-


ra r o m a n a q u e a p r o v e c h a r , a diferencia d e F r a n c i a . P e r o , p o r o t r o
l a d o , al m e n o s estaba avanzando hacia las estructuras políticas francas.
P r o b a b l e m e n t e , los reyes mercíos eran del t o d o conscientes de lo que
hacían; Francia era m u y p o d e r o s a , luego estas actuaciones habrían te-
n i d o t o d o el sentido del m u n d o . Alfredo y sus sucesores t a m b i é n se-
guirían el ejemplo de Offa.

Irlanda, q u e n o estuvo jamás bajo el control de R o m a , mantenía cier-


tos paralelos con Gales e I n g l a t e r r a e n c u a n t o a la fragmentación de
sus estructuras políticas; p e r o aquí la descentralización política era aún
m á s intensa- N a d i e sabe c u á n t o s reyes tenía I r l a n d a en u n m o m e n t o
d a d o , p e r o está c o m ú n m e n t e a c e p t a d o q u e p o d r í a n ser e n t r e r o o y
150, C a d a u n o gobernaba u n a túath o plebs^ los términos irlandés y la-
tino para designar al «pueblo» de cada rey; en el latín continentalplebs
significaba « c o m u n i d a d locab», p e r o aquí t a m b i é n p o d r í a traducirse
p o r «reino». Estos «reinos» o «pueblos» variaban m u c h o en tamaño e
importancia, p e r o todos estaban estrechamente vinculados con un rey,
y habitualmente recibían el n o m b r e a partir d e la familia del rey: Cenél
C o n a i l l («familia d e C o n a l l » ) o Uí D u n l a i n g e ( « d e s c e n d i e n t e s de
D u n l a n g » ) . Si u s a m o s la caracterización establecida y a para el contex-
to gales, p o d í a n considerarse tribus, sin d u d a alguna. T o d a s ellas con-
taban c o n u n a esrructura social b a s t a n t e sencilla, incluso los reinos
grandes (los p e q u e ñ o s quizá solo disponían de u n o s pocos g r u p o s fa-
miliares cada u n o ) : una red de g r u p o s de parentesco, libres, debía una
cuota d e clienteiismo a u n a r e d de señores q u e , a su vez, d e b í a n sus
propias cuotas al rey ( e m p a r e n t a d o con buena parte de sus señores, si
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no con casi t o d o s ) . Estas cuotas solían pagarse en g a n a d o y se basa-
b a n en relaciones temporales de p a t r o n o y cliente, entre terratenientes
independientes. Solamente quienes carecían de libertad seguían siendo
dependientes. L a s fuentes irlandesas son raras, p o r q u e en su mayoría
son t r a t a d o s legales ( m a n u a l e s p r i v a d o s de los a b o g a d o s ) ; son sor-
p r e n d e n t e m e n t e detallistas, hasta extremos imposibles, con respecto a
diferencias m e n o r e s del estatus, las obligaciones y la categoría legal:
s u p u e s t a m e n t e , e n la sociedad libre existían hasta catorce r a n g o s dis-
tintos, p o r ejemplo. P o r lo general, es imposible determinar c ó m o fun-
cionaban en la realidad estas relaciones tan m i n u c i o s a m e n t e diferen-
ciadas. Sin d u d a , estaban reguladas de u n m o d o m u y simple; la mayoría
HEVES SIN ESTADOS: G R A N BRETAÑA E I R L A N D A , 400-800 2*3

de los reyes debía de tener u n administrador, q u e recaudara las cuotas,


un grupo militar para hacerse valer y u n a asamblea anual de los túath
para deliberar, y eso era t o d o . P e r o la abogacía era u n a de las profesio-
nes q u e se estudiaban en toda la isla, j u n t o con el oficio de poeta y d e
sacerdote p a g a n o (tras la cristianización, estos fueron r e e m p l a z a d o s
por los c l é r i g o s ) , c o n u n a j e r a r q u í a i n d e p e n d i e n t e y u n a f o r m a c i ó n
profesional. Así, la redacción de textos de derecho para los a b o g a d o s
podía ir m u y p o i delante de su aplicabilidad, a u n q u e , p o r o t r o l a d o , era
bastante m á s fácil acceder a la pericia d e los especialistas judiciales q u e
en la mayoría de sociedades tan simples c o m o aquellas.
L o s r e i n o s irlandeses se o r g a n i z a r o n , p o r sí solos, en j e r a r q u í a s ,
con reyes inferiores q u e debían prestar a p o y o militar y ofrecer sus t r i -
butos a los reyes superiores; en ocasiones había tres o cuatro g r a d o s de
realeza. E n los niveles inferiores de estas jerarquías había, p r o b a b l e -
mente, más estabilidad, p u e s t o q u e los túatka m á s reducidos no tenían
perspectivas de avanzar en solitario c o n éxito, y u n a relación de clíen-
telismo p e r m a n e n t e c o n u n túath m á s g r a n d e era la forma de actuar
más segura. Sin e m b a r g o , estos «pueblos clientelares básicos» {aithe-
ckthúatha e n irlandés) raras veces fueron absorbidos en agrupaciones
mayores; o c u r r í a en o c a s i o n e s , p o r q u e a l g u n o s r e i n o s se e x p a n d í a n ,
pero la m a y o r í a de p u e b l o s p e q u e ñ o s s o b r e v i v i ó d u r a n t e t o d o el p e -
30
ríodo del q u e n o s o c u p a m o s ( p o r lo q u e p o d e m o s s a b e r ) . Esta estabi-
lidad se ha considerado e n ocasiones fruto del arcaísmo d e la sociedad
irlandesa; los tratados de d e r e c h o eran m u y gráficos con respecto a los
rituales y las n o r m a s q u e imperaban en el reino. El Crítk Gablach^ el
i m p o r t a n t e t r a t a d o del siglo VIIT s o b r e la c o n d i c i ó n social, afirma:
fiHay también, u n a c o s t u m b r e semanal p á r a l o s deberes del rey: el d o -
?

mingo es p a r a b e b e r cerveza el lunes es para juzgar, para r e g u l a r


los túatha; el m a r t e s es p a r a j u g a r al fidckell [un j u e g o de m e s a ] ; el
miércoles es para ver c ó m o cazan los lebreles; el jueves es para tener
relaciones sexuales; el viernes es para las carreras de caballos; el sába-
do, para los juicios». Sin d u d a , el conjunto es imposible, p e r o es p r o -
bable q u e e s t e m o s a n t e u n a descripción r a z o n a b l e m e n t e precisa del
grueso de las tareas del rey. L o s m o n a r c a s también tenían sus tabúes o
gessa: u n p o e m a del siglo XJ ofrece una lista para las cinco provincias
de Irlanda: Ulster, C o n n a c h t , Mearh, Leinster y Munster, y nos infor-
ma de q u e , p o r ejemplo, el rey d e T a r a no podía interrumpir u n viaje
32
en Mag B r e g en miércoles, o entrar en el n o r t e de T e t h b a en m a r t e s .
Sin e m b a r g o , pese a q u e los arcanos de la realeza irlandesa — s i e m p r e
E L L E G A D O D E ROMA
2 i 4

fascinantes— n o s dicen muchas cosas sobre la fuerza ritual de los vín-


culos tribales c o m u n e s , no n o s explican p o r q u é u n rey superior ambi-
cioso n o p o d í a erradicarlos. A este r e s p e c t o , la mejor explicación es
q u e los reyes irlandeses a ú n no disponían de la infraestructura necesa-
ria para g o b e r n a r directamente más q u e u n a zona pequeña; p o r lo tan-
to, había q u e permitir q u e la estructura celular de los pueblos m á s pe-
q u e ñ o s funcionase p o r su c u e n t a . L o s vínculos patrono-cliente entre
r e y e s t a m b i é n eran m e n o s estables e n las esferas s u p e r i o r e s ; n i n g ú n
rey podía c o n s e g u i r h e g e m o n í a sobre t o d o el Ulster o s o b r e Leinster
m á s q u e d u r a n t e espacios de t i e m p o m u y b r e v e s , y a q u e enseguida
estallaría u n a r e v o l u c i ó n y las coaliciones se d e s m o r o n a r í a n . L o s r e -
y e s e r a n g u e r r e r o s ( u n a tarea q u e , c u r i o s a m e n t e , o m i t e la lista del
Criih Gablack), y p o c o m á s .
Las d o s g r a n d e s dinastías de r e y e s irlandeses c o n t e n í a n , ambas,
varios reinos independientes, rivales entre sí: los U í Néill, q u e d o m i -
naban en Meath y en la parte occidental del Ulster, y eran los más p o -
d e r o s o s de los d o s ; y los É o g a n a c h t a , d o m i n a n t e s en Munster. Cada
una d e estas dinastías tenía u n centro ritual principal — T a r a y Cashel,
r e s p e c t i v a m e n t e — en el q u e en realidad n o vivían ( T a r a era un anti-
g u o p o b l a d o fortificado, ahora vacío; Cashel era m á s reciente y d e s -
pués c o n s t r u y e r o n allí una iglesia); el rey m á s destacado de la dinastía,
en cualquier m o m e n t o d a d o , era el de T a r a o Cashel. Al parecer, los
Uí Néill y los Éoganachta habían establecido su dominio en el siglo v,
3 1
a u n q u e s e g u i m o s sin saber exactamente c ó m o ; Níall Noígíallach, el
antecesor de los U í Néill, es una figura en b u e n a parte legendaria. A n -
tes de q u e aparecieran, Emain Macha (ahora N a v a n F o r t , cerca de Ar-
m a g h ) había sido u n centro importante. Este fue el foco de atención de
t o d o el ciclo legendario de la saga de Cúchulainn, el h é r o e q u e comba-
tía para el rey C o n c h o b a r del Ulaid, la tribu nuclear de los orígenes del
Ulster, cuyos reyes fueron expulsados p o r los U í Néill hacia el este, a
tierras de los actuales A n t r i m y D o w n ; en el siglo vi habían instituido
allí cuatro reinos. E n buena medida, Leinster quedaba fuera del domi-
n i o de las d o s dinastías, y también Connacht, la provincia m á s p o b r e ,
aunque"según p a r e c e los Uí Néill p r o v e n í a n o r i g i n a l m e n t e de allí y
reclamaron su parentesco con las dinastías m á s importantes de la zona.
Pese a t o d o , los reyes Uí Néill m á s exitosos p u d i e r o n i m p o n e r una h e -
gemonía temporal sobre los reinos de cualquiera de las provincias, sal-
vo e n M u n s t e r (los É o g a n a c h t a , p o r el c o n t r a r i o , p e r m a n e c i e r o n en
Munster hasta el siglo v m ) .
R E Y E S S I N E S T A D O S : G R A N B R E T A Ñ A E I R L A N D A , 4OO-80O 225

Entre los centenares de reyes irlandeses apenas d o c u m e n t a d o s e n


las colecciones de anales enfrentadas^ destacan u n o s pocos. Es r a z o n a -
ble afirmar q u e con Diarmait m a c Cerbhaill (m, 565) los Uí Néill pasa-
ron de la leyenda a la historia ( a u n q u e m u c h o s relatos tradicionales
también se vinculan con él); fue el antepasado de las principales d i n a s -
tías de los U í Néill en Meath y, a partir de su época, c o m o máximo, hay
pocas dudas con respecto a la dominación q u e la familia impuso sobre
las tierras centrales y del n o r t e de la isla. Báetán mac Cairill(m. 581) del
reino uhdd de Dál Fiatach trató de establecer su hegemonía sobre la Isla
de Man y Dál Ríata, en la Escocia occidental, c o m o centro de p o d e r al-
ternativo a los U í Néill. F r a c a s ó e n el e m p e ñ o , q u e sin e m b a r g o d e -
muestra q u e la organización política del siglo v n o era i n m u t a b l e . L a
política del siglo v n fue m á s estable, con reyes de ramas rivales d e las
dinastías principales q u e se fueron s u c e d i e n d o u n o s a o t r o s de forma
regular en todas las provincias. E n el siglo V I I I empezamos a encontrar
34
de n u e v o m á s a m b i c i ó n . U n e j e m p l o es Cathal m a c F i n g u i n e ( m .
742)5 de los E o g a n a c h t Glendamnach, e n el n o r t e del actual C o r k , q u e
empezó a establecer v í n c u l o s con los reyes d e Leinster, p o r p r i m e r a
vez, y a lanzar ataques sobre Meath hasta q u e Aed Alian (m, 743) d é l o s
5

Cénel nÉogain (los Uí Néill del norte de T y r o n e ) lo frenaron en M u n s -


ter en 737-738.^ O t r o caso es e l d e D o n n c h a d M i d i m a c D o m n a i l l ( m .
797) de los Clann C h o l m á i n de los Uí Néill de Meath, q u e a partir de la
década de 770 t u v o u n a e n o r m e importancia en Leinster y ardía en d e -
seos de entrar en combate también con los reyes de Munster. Sus suce-
sores, Feidlimid m a c Crimthainn (m. 841) de los E o g a n a c h t de Cashel
— c o n m u c h o el más agresivo de los reyes de Munster hasta finales del
siglo x — y los Uí Néill con los q u e se enfrentó serán el tema del capítu-
lo 20; el siglo i x fue m á s claramente u n período de agregación política,
cuando los gobiernos tradicionales se vieron afectados p o r el ataque d e
los vikingos y cada vez m á s desarticulados, igualmente, por g o b e r n a n -
tes nativos. Sin e m b a r g o , seguía existiendo una continuidad con respec-
to al siglo viii; aquello sucedió c u a n d o reyes m á s ambiciosos q u e b r a n -
taron p o r primera vez los antiguos límites entre los Éoganachta y los U í
Néill. N o obstante, el estilo de la realeza de D o n n c h a d Midi n o se dife-
renciaba claramente del de su antepasado D i a r m a i t m a c Cerbhaill; los
irlandeses se t o m a r o n con m u c h a calma la clase de cambios que estaba
viviendo la infraestructura política de Inglaterra.

Irlanda empezó a convertirse al cristianismo en el siglo v, gracias en


gran m e d i d a a la m i s i ó n del b r i t a n o Patricio; se preservan sus textos,
22Ó E L L E G A D O DE ROMA

p e r o la carrera q u e desarrolló (e incluso las fechas en q u e lo hizo) queda


en b u e n a m e d i d a en un terreno oscuro, A finales del siglo v i , cuando
e m p e z a m o s a tener fuentes escritas de o r i g e n irlandés, el paganismo
formal parece n o ser m á s q u e u n recuerdo, al m e n o s entre ias élites, y en
adelante el clero encajó bien en las profesiones letradas, P e r o el cristia-
n i s m o irlandés era distinto. T e n í a u n a red episcopal adjunta a los rei-
nos, p e r o también disponía de una red de familias monásticas cada vez
más rica y poderosa cuyos contactos se movían en más direcciones que
36
las de las jerarquías política y episcopal. A r m a g h reclamó la primacía
episcopal a partir del siglo v i l , b a s á n d o s e en u n a asociación, en gran
medida espuria, con Patricio, L o rechazó Kildare, en Leínster, y desde
casi todas las iglesias sometidas al m o n a s t e r i o de l o n a , en el oeste de
Escocia se hizo caso omiso de su pretensión; lona era el principal sitio
>

de culto de Dál Ríata, p e r o — c u r i o s a m e n t e — estaba c o n t r o l a d o por


u n a dinastía Uí Néill de la época e n q u e C o l u m Cille ( C o l u m b a , m.
5 9 7 ) 1 ° fundó, en 5Ó3, El monasterio de C l o n m a c n o i s , en el centro de
Irlanda, reclamó m e n o s la primacía p e r o consiguió una fortuna consi-
derable al hacerse con tierras y m o n a s t e r i o s m e n o r e s en u n a zona de
reinos relativamente débiles (sus abades, en general, procedían de los
aitkechtküathd) y, mediado el siglo v m , llevaba a cabo su propia política
secular mediante la fuerza de las armas. Los puntos de vista de las igle-
sias episcopales y monásticas con respecto a la acumulación de riquezas
mediante la tierra (por oposición al g a n a d o ) eran más firmes que los de
la mayoría de reyes y aristócratas y, en el siglo v m , sus guías eran, p r o -
b a b l e m e n t e , m á s ricos q u e los m o n a r c a s , salvo en contadas excepcio-
nes; aquí radica u n a futura rúente de p o d e r político ( q u e , en el siglo i x ,
fue t a m b i é n objeto de saqueos p o r p a r t e de rivales de la realeza). La
iglesia irlandesa tenía cierto sentido de identidad asociada c o n toda Ir-
landa, igual q u e sucedía c o n la profesión jurídica. Y a en la década de
560 comenzaron a celebrarse concilios eclesiásticos, y también en esta
época debió de comenzar la instrucción en latín; y en el siglo v n se p r o -
dujo u n florecimiento de la literatura eclesiástica —hagiografías, textos
penitenciales, poesía, g r a m á t i c a — paralelo al de la legislación secular.
L o s clérigos e intelectuales irlandeses t u v i e r o n cierta influencia en
Francia, desde C o l u m b a n o (nu 615) hasta Juan Escoto E r í g e n a ( m . h.
S 7 7 ) , el m a y o r teólogo del siglo i x en Occidente. P e r o aquella identi-
dad, a diferencia de lo q u e acabaría sucediendo en Inglaterra, n o era en
sí misma u n apoyo para la ambición secular; la iglesia irlandesa estaba, a
su manera, tan fragmentada c o m o la autoridad secular.
REYES SIN ESTADOS: GRAN BRETAÑA E IRLANDA, 400-800 227

El reducido reino de D á l Ríata, en el n o r t e ,de A n t r i m , parece h a -


berse expandido hacia las tierras del oeste de Escocia a partir del siglo
V ocupando lo q u e ahora es Argyll y parte de las islas Hébridas. Su rey
Áedán m a c G a b r á i n ( m . h, 609), m e c e n a s de C o l u m b a , t u v o treinta
años de p r o t a g o n i s m o militar en el n o r t e de G r a n Bretaña ( c o m b a t i ó
contra Etelfrido en Ó03, siendo d e r r o t a d o ) , igual q u e ocurrió con algu-
nos de sus sucesores, al m e n o s hasta la década de 640; desde entonces,
el poder d e D á l Ríata en Escocia se fragmentó en dos o tres linajes e n -
frentados con distintas sedes de p o d e r , u n proceso habitual también en
Irlanda. N o obstante, Argyll era u n centro político sólido; p o r t a m a ñ o ,
aunque p r o b a b l e m e n t e n o p o r sus recursos, y a era m a y o r q u e c u a l -
quier reino de Irlanda. A este respecto, la apuesta colonial de Dál Ríata
en el siglo v i mereció la pena. E n el siglo v m , empezando con Onuist,
hijo de Urguist, pasó m á s tiempo sometida a la h e g e m o n í a de los píe-
los que libre de ella; en el siglo i x se vivió la misma situación, a u n q u e
para entonces los matrimonios e n d o g á m i c o s entre las d o s familias g o -
bernantes (facilitados p o r las reglas matrilineales de los pictos, a u n q u e
en el siglo i x c o m e n z ó a haber sucesiones patrilineales incluso e n este
grupo) significaron q u e u n m i s m o r e y podía reclamar la herencia p o r
37
ambas p a r t e s . Esta fue la base para lo q u e parece haber sido u n golpe
doble p o r parte de C í n a e d ( K e n n e t h ) m a c Ailpín ( m . 8 5 8), u n príncipe
de Dál Ríata; p r i m e r o , hacia 840, c u a n d o t o m ó Dál Ríata; y algo m á s
tarde, hacia 842, en la tierra m i s m a de los p i c t o s . K e n n e t h transfirió
38

su sede política a Perthshire, el núcleo de los pictos del sur; esto refleja
su dominio general sobre las tierras pictas, p e r o p r o b a b l e m e n t e t a m -
bién se había h e c h o necesario a consecuencia de los ataques v i k i n g o s
contra A r g y l l . Al parecer, g o b e r n ó en verdad c o m o rey picto, p e r o el
reino de Alba (o Escocia) q u e g o b e r n a r o n sus descendientes, desde fi-
nales del siglo i x , estaba a ú n m á s c l a r a m e n t e d o m i n a d o p o r los D á l
Riatan, esto es: aristócratas irlandeses, ley irlandesa, cultura eclesiásti-
ca de I r l a n d a y, finalmente, l e n g u a irlandesa. L a unificación fue u n
proceso lento e intermitente, p e r o hacia 900 Alba ya era, pese a t o d o ,
más g r a n d e y estable q u e cualquier reino o s u p e r r e i n o d e Irlanda, y
esto tiene q u e reflejar el h e c h o de q u e , p o r entonces, su zona nuclear
era lo q u e antes fueran las provincias de ios pictos. Así, Dál Ríata, tan
pequeño en Irlanda, fue en t é r m i n o s p u r a m e n t e políticos el r e i n o de
mayor éxito de la historia irlandesa. Y en su base estuvo la infraestruc-
tura política de los pictos, fuera esta cual fuese.
8

A C T I T U D E S POSROMANAS:
CULTURA, CREENCIAS
Y E T I Q U E T A P O L Í T I C A , 550-750

Valerio del Bierzo fue u n eremita ascético q u e v i v i ó en las m o n t a ñ a s


del noroeste hispánico a finales del siglo v n ; a diferencia de la m a y o r í a
de e r m i t a ñ o s , era de o r i g e n aristocrático y escribió relatos s o b r e su
1
propia vida. T u v o u n a existencia bastante triste. Se sentía c o n s t a n t e -
mente a t o r m e n t a d o p o r el diablo, q u e m o v i ó a u n obispo y u n aristó-
crata local a intentar convertirlo en sacerdote, regularizando así su p o -
sición ( a f o r t u n a d a m e n t e , a m b o s m u r i e r o n ) ; y t a m b i é n v o l v i ó en su
contra a sacerdotes y obispos (del monasterio al q u e estaba vinculado,
sin excesivo rigor). Valerio rechazó a sus discípulos, o los disuadió u n a
meteorología terrible, o m u r i e r o n asesinados p o r bandoleros; u n o d e
ellos, S a t u r n i n o , l e v a n t ó u n a iglesia cerca de la e r m i t a de Valerio y
empezó a realizar milagros, p e r o entonces, tentado también p o r el d e -
monio, se enorgulleció de ello y creyó q u e conseguiría una veneración
mayor si disponía de su p r o p i a ermita, así q u e se m a r c h ó , n o sin antes
robar los libros d e Valerio. Solo después de cuarenta y d o s a ñ o s , V a l e -
rio consiguió u n patrocinio regio exento d e condiciones. A g r i o , c o n -
vencido de su superioridad moral, desagradecido y paranoico, además
de obstinado en el camino elegido, Valerio quizá represente la voz m á s
auténtica del e r m i t a ñ o de la Alta E d a d Media. El terrible carácter m o -
ral que se aprecia en los textos del berciano es, con t o d a probabilidad,
un reflejo de su p r o p i a mentalidad, n o el de ninguna realidad local c o n -
creta. La solidez d e la infraestructura cristiana en esta r e g i ó n relativa-
mente aislada, aun a pesar de los b a n d o l e r o s , es igualmente llamativa.

U n aspecto de la degradación m o r a l q u e , al parecer, n o existía en el


Bierzo era la supervivencia de prácticas «paganas». Esto p u e d e llamar-
nos la atención; el obispo Martín de Braga ( m , 5 7 9 ) , emplazado a l g o 1

más al oeste, había p r e d i c a d o largo y tendido en su c o n t r a antes de m o -


E L L E G A D O D E ROMA

rir, quejándose d e la g e n t e q u e o b s e r v a b a una extensa variedad de lo


que él consideraba rituales no cristianos: las velas encendidas detrás de
las rocas y los árboles, el pan q u e se tiraba a las fuentes, el veto a viajar
en días n o p r o p i c i o s o las salmodias sobre hierbas, Y estas prácticas
t a m p o c o t e r m i n a r o n con Martín. U n texto de finales del siglo i x , de
Asturias, algo m á s al n o r t e , conserva un encantamiento contra el gra-
nizo, en n o m b r e de todos los arcángeles y de san Cristóbal, q u e implo-
ra a Satán q u e n o cause problemas en el pueblo del monje Auriolo y su
familia y vecinos; es, en efecto, un texto mágico completamente tradi-
cional, a u n q u e Formulado en t é r m i n o s cristianos. Q u i z á la Hispania
del noroeste era tan diversa según las regiones q u e prácticas c o m o esta
n o se d a b a n e n el Bierzo; p e r o quizá V a l e r i o , c o m o A u r i o l o , n o las
consideraba tan erróneas c o m o Martín, Al fin y al c a b o , lo q u e cabría
describir c o m o «magia meteorológica»* era u n a práctica compartida
p o r los s a n t o s , c o m o c u a n d o C e s á r e o de A r l e s ( m . 542) c o n t u v o el
granizo con una cruz hecha a partir de su p r o p i o bastón, o cuando G r e -
g o r i o d e T o u r s hizo o t r o t a n t o c o l o c a n d o en u n árbol u n a vela de la
tumba de san Martín de T o u r s . T e n e m o s q u e reconocer desde u n prin-
cipio la diversidad q u e afectaba a ía Cristiandad de la Alta Edad Media
occidental, tanto en lo q u e atañe a las creencias cometa las prácticas. Y
aquí es d o n d e llegamos a o t r o p u n t o interesante: G r e g o r i o también r e -
verenciaba a M a r t í n de Braga, p o r distintos q u e fueran sus p u n t o s de
vista con respecto a las velas. N o es habitual encontrar, ni siquiera en-
tre los intransigentes ( q u e eran n u m e r o s o s en la iglesia altomedieval:
Valerio es solo u n a v e r s i ó n e x t r e m a de u n tipo), la ferocidad del d e -
sacuerdo religioso propia de la R o m a tardía. La resolución de proble-
m a s y los desafíos espirituales esbozados en este párrafo se habrían p o -
dido reconocer e n el m u n d o r o m a n o , p e r o el contexto había cambiado.
T e n e m o s q u e examinar de q u é forma.

La jerarquía episcopal de finales del imperio s o b r e v i v i ó sin q u e -


brarse hasta la Alta Edad Media, en la mayoría de lugares. C o m o v e r e -
m o s , la tradición monástica establecida por Juan Casiano y Benito de
Nursia también pervivió, y en el norte de E u r o p a t o m ó aun más fuerza.
El marco organizativo de la Cristiandad romana, sobre el que ya hemos
hablado antes, funcionaba aún plenamente. N o obstante, u n a diferencia
i m p o r t a n t e era q u e estaba m e n o s u n i d o . P a r a investigarlo, p o d e m o s
examinar la autoridad de los papas. N o m i n a l m e n t e , al papa — e l obispo
de m a y o r rango en la iglesia latina—, las gentes de Francia, Hispania e
incluso el n o r t e de Italia le prestaron escasa atención entre 5 50 y 750.
ACTITUDES POSROMANAS, 550-750 231

En términos religiosos y políticos, los papas se centraban más en O r i e n -


te, en los patriarcas del i m p e r i o b i z a n t i n o y ( a partir d e la d é c a d a de
630) en el califato, sus iguales; y discunan acerca de cuestiones teológi-
cas surgidas en O r i e n t e . C o m o líderes institucionales, se les tenía en
cuenta, sobre t o d o , en las partes bizantinas de Italia, p e r o incluso allí
tenían rivales m u y activos en los arzobispos de Rávena. Se ha preserva-
do el archivo de las cartas de G r e g o r i o el G r a n d e (590-604), que, entre
los papas altomedievales, fue el teólogo m á s señero; las más de 8 5 o m i -
sivas que contiene están dirigidas, en una proporción abrumadora, a la
Italia central y meridional, sobre todo a Ñapóles y Sicilia, y también a
4
Rávena y Constantinopla. Menos de treinta son para destinatarios g a -
los, si excluimos la P r o v e n z a , d o n d e el papa poseía terrenos; y poco m á s
de diez fueron a Hispania. L o s papas solo tuvieron verdadera influencia
en Inglaterra, gracias a la iniciativa de G regorio de m a n d a r una primera
misión a Kent en 579, con Agustín de Canrerbury. A u n q u e aquella m i -
sión no convirtió a la mayoría de los anglosajones (los irlandeses fueron
los misioneros de m a y o r éxito en Inglaterra), la conexión con R o m a se
hizo permanente cuando T e o d o r o de T a r s o reorganizó la iglesia ingle-
sa a partir de ÓÓ9. La mayoría de arzobispos medievales de Canterbury,
en adelante, recibieron u n p a l í i u m enviado desde R o m a — e l palio, una
foja de tela que representaba su c a r g o — ; y esto también o t o r g ó al papa-
do una considerable influencia en Inglaterra, Sin e m b a r g o , si dejamos a
un lado el caso de Inglaterra, en Occidente la unidad institucional de la
iglesia siguió siendo durante bastante tiempo u n a cuestión m e r a m e n t e
nominal. Se reconocía u n a identidad común, desde l u e g o , p e r o las litur-
gias eran distintas y las tradiciones monásticas también registraban n u -
merosas variaciones. L o s carolingtos recuperaron el vínculo r o m a n o y,
lo que es m á s i m p o r t a n t e , también centralizaron las prácticas eclesiásti-
cas de acuerdo con criterios francos, y las prácticas monásticas, según
los criterios benedictinos; pese a t o d o , la iglesia occidental, en c u a n t o
entidad verdaderamente estructurada y con su centro en R o m a , n o exis-
tió hasta u n m o m e n t o posterior a la época abarcada en este libro. V i s i -
godos y francos celebraron n u m e r o s o s concilios eclesiásticos, p e r o se
trataba de r e u n i o n e s e n t r e los obispos de u n r e i n o , y n o tenían lugar
más allá de los límites de Hispania y Francia, respectivamente. En esen-
cia, la fragmentación política del imperio occidental t a m b i é n había
fragmentado a la iglesia.

Una consecuencia de t o d o esto es q u e la iglesia de O c c i d e n t e n o


experimentó graves problemas con las herejías, en esta época. La d i v i -

a.
E L LEGADO D E ROMA

sión e n t r e a r r í a n o s y católicos p e r d u r ó en Hispania hasta 5 8 9 , c o m o


vimos en el capítulo ó, y fue violenta en t o d o su desarrollo; c o n t e m p o -
ráneos bien informados c o m o G r e g o r i o de T o u r s y G r e g o r i o el G r a n -
de se alegraron de la victoria católica en el tercer concilio de T o l e d o J
D e h e c h o , G r e g o r i o de T o u r s tenía u n a obsesión personal con los d e -
m o n i o s del arrianismo, q u e aparece en n u m e r o s a s ocasiones d e n t r o de
sus Historias. Sin e m b a r g o , t o d o a p u n t a a q u e sus c o n t e m p o r á n e o s en
la Francia de la época eran m á s neutrales e n esta materia, quizá p o r q u e
consideraban q u e los discursos que, en la mesa, solía dedicar G r e g o r i o
al arrianismo (para m a y o r padecimiento de los desafortunados legados
godos) estaban fuera de lugar. E n Hispania, la ortodoxia religiosa se-
guía siendo i m p o r t a n t e , según d e m u e s t r a las persecuciones antisemi-
tas d e finales del siglo v n . D e h e c h o , los obispos hispanos persiguieron
6
incluso a los priscilianistas, u n a secta bastante m a r g i n a l ; el simple v e -
g e t a r i a n i s m o -—rasgo habitual d e los a s c e t a s — era y a u n indicio de
sospecha, puesto q u e los priscilianos rechazaban la carne; y en el con-
cilio celebrado en Braga en 561 se exigió que los clérigos vegetarianos
admitiesen al m e n o s cocer sus v e r d u r a s e n caldo de carne, para d e m o s -
trar así su ortodoxia. P e r o ni siquiera en Hispania aparecerían nuevas
herejías hasta finales del siglo V I I I ; y en Francia, y más tarde en Ingla-
terra, la controversia religiosa d e esta época apenas se o c u p ó de cues-
tiones de doctrina. T a n solo la P a s c u a despertaba ciertos p r o b l e m a s , y
p o r e n t o n c e s s o l a m e n t e e n las iglesias irlandesas y galesas, d o n d e en
los siglos v n y V I I I se hizo evidente q u e las n o r m a s locales para calcu-
lar la P a s c u a divergían de las de R o m a . L o q u e suscitaba controversia
era el c o m p o r t a m i e n t o de los clérigos y si sus relaciones sexuales, for-
ma de vestir o regalos q u e pudieran haber e n t r e g a d o para conseguir su
puesto (el p e c a d o de simonía) debilitaban su sacralidad. J a m á s h u b o
una época sin rigoristas encolerizados p o r las debilidades de obispos y
sacerdotes a estos respectos.

C o m o señalamos en el capítulo 3 , incluso en plena época imperial,


la pureza del clero quizá importara m á s en O c c i d e n t e q u e en Oriente; y
sus creencias exactas acerca de la T r i n i d a d , u n p o c o m e n o s . P e r o la
ausencia de u n debate teológico intenso en esta época p r o b a b l e m e n t e
también n o s indica q u e la presencia de un g r u p o de eclesiásticos erudi-
tos y críticos fue m e n o r . L o s d o s siglos posteriores a 550 no fueron tan
mal m o m e n t o para la literatura funcional, incluida la literatura laica,
7
c o m o se llegó a creer, El g o b i e r n o se basó en la letra escrita, en todas
partes del continente e u r o p e o , hasta u n a vez pasado el período carolin-
ACTITUDES POSROMANAS, 550-750 2J3

gío; era normal q u e los reyes y la aristocracia seglar supieran leer y, en


ocasiones, redactar textos latinos d e cierta complejidad, c o m o sucedía
en U corte de Childeberto II, en la década de 5 80, o e n la de Sisebuto, en
(a de 6 ro. (La escritura p o r sí misma, c o m o habilidad técnica específi-
ca, p r o b a b l e m e n t e estaba m e n o s e x t e n d i d a , y lo habitual era dictar a
los copistas.) L a formación literaria m á s perfeccionada solía q u e d a r
restringida a los eclesiásticos, en estas fechas, y se centraba más en las
obras eclesiásticas q u e d o s siglos antes; G r e g o r i o de T o u r s cita m á s a
S i d o n i o y a P r u d e n c i o q u e a S a l u s t i o o Virgilio.* E n aquella época, aún
se podía vivir bien i n f o r m a d o , sin d u d a ; las bibliotecas podían seguir
siendo t a n e n o r m e s c o m o la d e I s i d o r o d e Sevilla, y p o d í a n c r e a r -
se desde c e r o , c o m o había s u c e d i d o con la i m p o r t a n t e biblioteca del
Jarrow de Beda, en la que, según parece, t o d o fue c o m p r a d o p o r B e n e -
dicto Biscop, el fundador del m o n a s t e r i o , en las décadas de 650 a 680,
9
durante sus visitas a R o m a . Beda era una v e r d a d e r o ejemplo de i n t e -
lectual q u e había leído extensamente, al m e n o s la literatura cristiana.
En cualquier caso, fue el ú n i c o d e su época en N o r t u m b r i a ; no tenía
nadie con quien discutir. L o intentó; algunos de los textos de Beda (en
especial los q u e t r a t a n del c ó m p u t o cronológico) son bastante g r o s e -
ros. P e r o esto dista m u c h o de la concentración de teólogos p r e p a r a d o s
y ambiciosos de las g r a n d e s ciudades orientales, Alejandría y A n t í o -
quía, que habían suscitado el arrianismo o el nestorianismo. Esto no se
repetiría en los reinos r o m a n o - g e r m á n i c o s hasta q u e C a r l o m a g n o y
Luis el P i a d o s o fijasen u n a cultura eclesiástica de c o r t e en las tres g e -
neraciones posteriores a la década de 780 (véase m á s adelante, el c a p í -
tulo 1 7 ) . En los a ñ o s i n t e r m e d i o s , tan solo R o m a h a b r í a sido lo sufi-
cientemente g r a n d e para g e n e r a r un d e b a t e d e semejante m a g n i t u d .
Que esto n o sucediera quizá Índica m e r a m e n t e que R o m a también es-
taba d e m a s i a d o f r a g m e n t a d a cultural y espacialmente. Es p r o b a b l e ,
asimismo, q u e el éxito profesional en la jerarquía eclesiástica r o m a n a
no dependiera m u c h o de las capacidades teológicas; G r e g o r i o el G r a n -
de fue la única excepción, y hay pruebas de q u e gozaba de pocas sim-
10
patías.

La fragmentación política de la iglesia occidental y la ausencia de


herejías estaban vinculadas c o m o se ha d a d o a entender: sencillamente,
las personas carecían de u n a información r e g u l a r s o b r e lo q u e estaba
sucediendo fuera de sus circuitos locales y regionales. C o n s e r v a m o s
una carta fechada en 6 1 3 , enviada p o r C o l u m b a n o , el fundador m o -
11

nástico irlandés, al papa Bonifacio I V ; c o r r e s p o n d e al m o m e n t o de la


234 E L L E G A D O DE ROMA

carrera de Columbario en el que este había llegado a la Italia lombarda


para fundar el m o n a s t e r i o de B o b b i o , después de m á s de d o s décadas
en F r a n c i a y A l e m a n i a . Manifestó u n a e n o r m e s o r p r e s a al enterarse
(ahora q u e estaba en Italia) q u e Bonifacio se adhería a la línea de C o n s -
tantinopla c o n r e s p e c t o al cisma de los T r e s C a p í t u l o s , y lo censura
severamente p o r ello. P e r o la posición del p a p a d o en esta cuestión no
había cambiado desde la década de 5 50 y, al m e n o s en el n o r t e de Italia,
provocaba cierta controversia. Así, o en los territorios situados al nor-
te de los Alpes n o se sabía nada d e n i n g u n a controversia teológica mí-
n i m a m e n t e profunda o, p o r lo m e n o s , C o l u m b a n o p u d o afirmar que
así era. C o n tal ausencia de contacto personal, las creencias p o c o o r t o -
d o x a s n o se d e b i e r o n de e x p a n d i r con facilidad o quizá ni siquiera se
llegó a saber de ellas. En aquellas circunstancias, sin i m p u g n a c i ó n por
n i n g u n a p a r t e , podía desarrollarse t o d o tipo de versiones locales de la
Cristiandad. Este m u n d o localizado es el q u e P e t e r B r o w n ha d e n o m i -
1
n a d o «microcristiandadesw, * u n a expresión q u e h a g o z a d o d e buena
fortuna en los últimos anos: u n m u n d o de divergencias constantes en
los rituales, las n o r m a s y las tradiciones, así c o m o en las estructuras
políticas y las prácticas socioculturales de la sociedad secular.

N o obstante, se trata de un localismo q u e n o d e b e r í a m o s exagerar.


L a g e n t e se m o v í a ; el p r o p i o C o l u m b a n o p u e d e ser u n e j e m p l o . P o r
encima de t o d o estaban los peregrinos q u e iban a R o m a , situación que
t e n e m o s bien testimoniada a finales del siglo v i y q u e se fue d e s a r r o -
llando sustancialmente en los siglos v n y v m . L o s anglosajones desta-
can particularmente entre nuestra d o c u m e n t a c i ó n ; Benedicto Biscop y
Wilfrído p e r e g r i n a r o n en varias ocasiones. L a s rutas se hicieron bien
conocidas, con el resultado de q u e , c o m o dijo Bonifacio de Maguncia
en 747, en m u c h a s ciudades de Italia y de la Galia todas las prostitutas
eran inglesas.'* Y también estaban los francos; varias vidas d e santos
de los siglos VTI y v i n — c o m o la de A m a n d o de Maastricht ( m . 676),
B o n i t o de C l e r m o n t ( m . h. 705) o el b á v a r o C o r b i n í a n o de Frisinga
( m . h . 7 2 5 ) — incluyen destacados peregrinajes a R o m a ; a l g u n o s , en
más de u n a ocasión. L o s l o m b a r d o s instituyeron u n sistema de pasa-
portes en la década de 740 para los p e r e g r i n o s q u e iban a R o m a a tra-
vés de la frontera alpina; les entregaban u n d o c u m e n t o sellado q u e es-
p e r a b a n r e c u p e r a r en el viaje de regreso- H a y toda u n a literatura de
guías sobre las iglesias y t u m b a s romanas q u e e m p i e z a e n el siglo v n , y
e n t r e el V a t i c a n o y el T í b e r se c o n s t r u y e r o n hostales de p e r e g r i n o s
para diferentes g r u p o s étnicos, c o m o francos, frisios y anglosajones.
ACTITUDES POSROMANAS, » ÍO-7JÜ 13 5

También fuera de R o m a había c e n t r o s de p e r e g r i n a j e q u e , c o m o la


tumba de San Martín en T o u r s , atraían visitantes de toda la Galia sep-
tentrional y central. Esto tal vez parezca m e n o s sorprendente, d a d o el
alcance del desplazamiento de las élites a raíz de los negocios secula-
res, así c o m o de la comunicación secular p o r carta, p o r t o d o el t e r r i t o -
rio de los francos, según v i m o s en el capítulo 5 en el caso de D e s i d e r i o
J e C a h o r s ; p e r o , a u n así, en l o s p e r e g r i n a j e s p a r t i c i p a b a n t a m b i é n
campesinos, c o m o evidencia la colección de G r e g o r i o de T o u r s sobre
los milagros vividos p o r los p e r e g r i n o s a San Martín. L a s sociedades
locales de O c c i d e n t e n o e s t a b a n h e r m é t i c a m e n t e selladas, ni m u c h o
menos. P e r o este m o v i m i e n t o siguió siendo ad hoc y p o r entonces t o -
davía no d i s m i n u y ó la variedad de tendencias culturales en el p e r í o d o
posromano. Esto t a m b i é n encaja con la localización estable de inter-
cambios e c o n ó m i c o s , q u e en la m a y o r parte de O c c i d e n t e alcanzó su
momento culminante d u r a n t e el siglo v i n , c o m o v e r e m o s en el capítu-
lo siguiente.

La cultura cristiana de principios de la E d a d Media, p o r desunida q u e


estuviera, no se hallaba bajo amenaza. Las tierras bajas de Gran Breta-
ña perdieron casi t o d o el carácter cristiano ( a u n q u e , p r o b a b l e m e n t e ,
no todo) c u a n d o los anglosajones se hicieron con el p o d e r , p e r o , d e -
jando a u n l a d o este descenso, la tendencia se invirtió en el siglo v n ,
momento en q u e los m i s i o n e r o s cristianos avanzaron de forma s o s t e -
nida hacia el n o r t e : hacia Irlanda e n el siglo v, la tierra de los pictos e n
el vi y luego hacia Frisia, a principios del siglo v i n , y laSajonia en é p o -
ca de C a r l o m a g n o . Sin d u d a , es m u y complicado reconstruir el p a g a -
nismo g e r m á n i c o occidental, q u e de cualquier m o d o habría sido b a s -
tante variable. A diferencia del p a g a n i s m o g r e c o r r o m a n o , n o estaba
alfabetizado y tampoco sobrevivió c o m o fuente para u n imaginario li-
terario posterior, c o m o sucedió con los dioses clásicos; o con los irlan-
deses, gracias a la coherencia y el tradicionalismo d e las profesiones
cultas d e Irlanda, entre las cuales se integró la iglesia. N o s h e m o s q u e -
dado tan solo con descripciones hostiles y a m e n u d o estereotipadas d e
4
los rímales paganos o lugares d e culto, c o m o el I r m i n s u l , ' el ídolo sa-
grado de los sajones, d e s t r u i d o p o r C a r l o m a g n o en 7 7 2 . P e r o n o dis-
ponemos de razones para pensar q u e las creencias cristianas cambiasen
mucho c o m o consecuencia del contacto con una nueva frontera p a g a -
na emplazada más allá de los antiguos límites del imperio r o m a n o , con
E L L E G A D O DE ROMA

la salvedad de ciertas excepciones t e r m i n o l ó g i c a s , c o m o sucede p o r


ejemplo con la diosa anglosajona Eostre,** c u y o festival de primavera
se celebra en la t e m p o r a d a de P a s c u a y c u y o n o m b r e se t o m ó prestado
de los cristianos anglosajones.
Sin e m b a r g o , los rigoristas de la iglesia altomedieval sí tuvieron
q u e hacer frente al h e c h o de q u e en t o d a s partes s o b r e v i v í a n rituales
tradicionales de distintos orígenes, integrados en el seno de las prácti-
cas cristianas. L o s clérigos del imperio tardío se habían opuesto a ellas
con frecuencia, c o m o y a h e m o s visto, p e r o n o las desarraigaron; y pa-
rece q u e los clérigos altomedievales, en u n a era en la q u e las institucio-
nes eran más débiles, p o d í a n hacerlo m e n o s todavía. N u e s t r o s autores
suelen expresarlo en términos d e supervivencia o resurgimiento paga-
n o s , c o m o sucede en el caso de Martín de Braga. Se trata d e u n estilo
retórico m á s c o m ú n en las proximidades d e las viejas fronteras r o m a -
n a s , s u p o n e m o s q u e p o r q u e allí los v e r d a d e r o s p a g a n o s se hallaban
más cerca; p o r eso la Vida de E l i g i ó , ' obispo de N o y o n ( m . 666) pasa
6

sin p r o b l e m a s de los s e r m o n e s de Eligió c o n t r a las prácticas paganas


( q u e p o r e n t o n c e s se h a b í a n c o n v e r t i d o en u n conjunto bastante for-
mulaico) a los discursos contra «los juegos demoníacos y brincos per-
versos» q u e se realizaban el día de San P e d r o en N o y o n . N o obstante,
los participantes en la fiesta se sintieron bastante molestos p o r q u e a su
juicio se trataba de «costumbres legítimas»; y a u n q u e el texto da a en-
tender q u e estos elementos tienen q u e ver con el p a g a n i s m o , ello pier-
de aún más fuerza p o r el h e c h o de q u e implicaba a los seguidores de un
importante aristócrata franco, el maior domus neustrio E r q u i n o a l d o ; y
estos eran cristianos: se trataba solo d e q u e llevaban a cabo rituales que
a Eligió (o a su biógrafo) n o les gustaban o q u e d a b a n fuera de su con-
trol. C u a n d o los misioneros anglosajones de la Inglaterra ahora con-
v e r t i d a r e g r e s a r o n al c o n t i n e n t e y se d i s e m i n a r o n p o r él, c o n W i l l i -
b r o r d ( m . 7 3 9 ) y l u e g o B o n i f a c i o (rn- 7 5 4 ) , t a m b i é n u s a r o n el
imaginario p a g a n o de forma exhaustiva. E n el caso d e W i l l i b r o r d , se
hallaba realmente en territorio p a g a n o , e n Frisia; p e r o Bonifacio tra-
bajó sobre t o d o en la Alemania central, clara parte integrante del m u n -
d o franco, a u n q u e desorganizada a nivel eclesiástico; y probablemente
las prácticas «paganas» q u e describe estaban m á s cerca de las costum-
b r e s cristianas, c o m o pasaba en N o y o n . ( D e h e c h o , Bonifacio, e n carta
enviada al papa Zacarías en 742, se quejaba de q u e se d a b a n prácticas
«paganas» incluso en las calles de R o m a , en las celebraciones del U n o
de E n e r o , q u e seguían siendo m u y populares; Zacarías admitió que era
ACTITUDES POSROMANAS, 550-750 2
37

cierto.) Igual q u e en el p e r í o d o t a r d o r r o m a n o , era improbable q u e las


simples p r é d i c a s d e los rigoristas c o n t r a estas c o s t u m b r e s t u v i e r a n
gran efecto, precisamente p o r q u e ya se las contemplaba c o m o cristia-
nas. El c o m e t i d o d e la iglesia sería, o bien absorberlas y legitimarlas,
como sucediera quizá c o n la diosa E o s t r e , o bien o p o n e r el estableci-
miento de rituales religiosos m á s « o r t o d o x o s » . L a s procesiones reli-
giosas en los días de los santos principales o hacia los lugares de culto
más destacados, p o r ejemplo, fueron a u m e n t a n d o su presencia p o r t o -
dos lados, c o m o parte de u n a agregación ritual cristiana dirigida de u n
modo m á s claro p o r los obispos y otros m i e m b r o s de la jerarquía ecle-
siástica.
Esto no significa q u e «la iglesia» ( q u e , de todos m o d o s , era u n c o n -
cepto q u e nadie usaba en aquella época) actuase c o m o unidad c o h e r e n -
te. Nada más lejos: los autores de nuestras fuentes muestran desacuer-
d o — e n t r e ellos y c o n s u s c o n t e m p o r á n e o s , y a m e n u d o de f o r m a
bastante n o t o r i a — con respecto a q u é prácticas religiosas eran legíti-
mas y cuáles n o ; y también, desde u n a perspectiva m á s general, discre-
paban sobre d e q u é constaba el auténtico p o d e r sobrenatural (en u n a
época en q u e se c o n s i d e r a b a q u e la i n t e r v e n c i ó n d i v i n a directa e n l a
sociedad h u m a n a era n o r m a l ) . A n a l i c e m o s cuatro aspectos relaciona-
dos con esta cuestión: la santidad de los v i v o s ; los lugares de culto y
milagrosos; los actos sobrenaturales, b u e n o s y malos; y la cuestión g e -
neral de la causalidad sobrenatural.
En O c c i d e n t e n o había t a n t o s ascetas aislados c o m o en O r i e n t e .
Valerio del Bierzo era atípico a este r e s p e c t o . Sin d u d a , existieron al-
gunos; G r e g o r i o d e T o u r s n o s habla de u n o s cuantos, c o m o p o r ejem-
plo de Hospicio, q u e en la década de 570 vivió en u n a t o r r e a las afue-
ras de N i z a , e n v u e l t o en c a d e n a s , y era capaz de o b r a r m i l a g r o s ; o
también del caso de Vulfolaico, que pasó un tiempo c o m o estilita s o b r e
una columna en la frontera de las A r d e n a s ; G r e g o r i o lo conoció en 585
y le causó u n a p r o f u n d a i m p r e s i ó n . P e r o su relato s o b r e Vulfolaico
manifiesta u n a ambivalencia considerable: los obispos se habían a c e r -
cado al estilita y le habían o r d e n a d o a b a n d o n a r la columna, afirmando
que las Ardenas n o ofrecían el clima a d e c u a d o para ello, a diferencia de
Siria, y le d i e r o n instrucciones de fundar u n m o n a s t e r i o . «Bien, d e s -
obedecer a l o s obispos se considera pecado?>, dijo Vulfolaico ( s e g ú n
Gregorio), y en consecuencia hizo lo q u e le o r d e n a b a n y los obispos
17
derribaron la c o l u m n a ; G r e g o r i o lo conoció en el monasterio, d o n d e
había p e r m a n e c i d o desde entonces. El p u n t o de vista d e G r e g o r i o n o
2 8
3
E L LEGADO DE ROMA

deja d u d a s : p r o b a b l e m e n t e , los obispos se equivocaron, p e r o desobe-


decerlos habría sido peor. D e h e c h o , cuando los ascetas desobedecían
a los obispos, G r e g o r i o los c o n t e m p l a b a c o m o seres d e m o n í a c o s , sin
lugar a d u d a s ; lo m i s m o pensaba de los q u e obraban milagros sin auto-
rización, q u e aparecieron en T o u r s en d o s ocasiones y atrajeron a mul-
titudes a su alrededor, p e r o fueron groseros y a G r e g o r i o le faltaron al
respeto. Este, p o r descontado, nos ofrece el p u n t o de vista d e u n obis-
p o , y sin d u d a u n a s personas tan carismátícas podían atraer a bastantes
seguidores. P e r o G r e g o r i o tampoco estaba siendo hipócrita. L o s obis-
pos, al m e n o s , tenían u n a organización eclesiástica q u e los legitimaba
y los formaba. El problema con los santos individuales era que, mien-
tras estaban con vida, costaba saber si sus milagros eran obra de D i o s o
del d i a b l o . L o s ascetas p o d í a n acabar b a s t a n t e m a l , c o m o el b r e t ó n
W i n n o c h , q u e se vestía solo con pieles; G r e g o r i o le prestó su a p o y o ,
p e r o bebía demasiado vino del q u e le traían sus seguidores^y m u r i ó de
alcoholismo. ¿ Q u é valor tenían, pues, sus milagros? P o r el contrario,
los m i l a g r o s de los santos m u e r t o s eran m u c h o más seguros, «mucho
más merecedores de elogios», tal c o m o afirma G r e g o r i o e n o t r o s luga-
res, p o r q u e v e n í a n de vidas terminadas y p e r s o n a s cuya santidad esta-
b a y a probada; los cadáveres de santos n o se c o r r o m p í a n y olían a r o -
sas, de m o d o q u e p o d í a o b s e r v a r s e q u e n o se t r a t á b a n l e p e c a d o r e s
n o r m a l e s y c o r r i e n t e s . A d e m á s , los santos m u e r t o s eran m u c h o más
fáciles de controlar. L o s obispos p o d í a n asegurarse de q u e los enterra-
ban en catedrales, o en iglesias controladas desde el episcopado como
en el caso de Saint-Martín en T o u r s , y p o d í a n organizar el culto y sa-
carle beneficio. El culto a las reliquias de santo se convirtió en u n rasgo
distintivo de la iglesia medieval, tanto en Occidente c o m o en Oriente,
p e r o en O c c i d e n t e , d u r a n t e el p e r í o d o del q u e n o s o c u p a m o s en este
libro, tuvo p o c o s rivales.

N o t o d o el m u n d o e x p e r i m e n t a b a la m i s m a i n t r a n q u i l i d a d q u e
3
G r e g o r i o de T o u r s a n t e los santos v i v o s . G r e g o r i o el G r a n d e , ' q u e
había sido m o n j e a n t e s q u e p a p a y l a m e n t a b a a b i e r t a m e n t e haberse
visto o b l i g a d o a enfrentarse d e n u e v o a los p e l i g r o s espirituales del
m u n d o secular, tenía u n p u n t o de vista romántico c o n respecto al asce-
tismo; c u a n d o habla de ello, p o n e especial énfasis — más de lo q u e ja-
m á s hiciera su t o c a y o de T o u r s — en la i n c o m p r e n s i ó n q u e muestran
los obispos d e m a s i a d o m u n d a n o s . L o s santos q u e formaban p a r t e de
las jerarquías n o r m a l e s de la iglesia, c o m o los obispos y abades, o que
aceptaban la autoridad de estas jerarquías, tampoco representaban nin-
ACTITUDES POSROMANAS, 239

gún p r o b l e m a p a r a la m a y o r í a d e a u t o r e s , y d i s p o n e m o s d e m u c h a s
hagiografías q u e hablan de ellos. Y, sin d u d a , también h u b o u n espacio
para aquellos santos carismáticos, aislados, q u e se encontraban e n u n a
nñsión; así o c u r r e con la evangelización de san Patricio en Irlanda en
el siglo v (la ferocidad de las maldiciones q u e lanzaba contra los incré-
dulos fue descrita con e n o r m e entusiasmo en la Vida de Muirchu, del
, y 30
siglo v n ) o con los milagros de C u t b e r t o ( C u t h b e r t ) y el h e c h o d e
que se acompañara de ángeles, en las décadas de 650 a 680, en los t e r r i -
torios a m e d i o convertir de lo q u e h o y es N o r t u m b r i a , transcritos p o r
dos autores del siglo V I I I ( u n o de ellos, B e d a ) . P a t r i c i o era t a m b i é n
obispo, y C u t b e r t o alcanzó el p u e s t o m á s adelante; no se oponían a las
jerarquías. P e r o el espacio para este tipo de carismas fue d i s m i n u y e n d o
de forma p r o g r e s i v a , a m e d i d a q u e pasaba el tiempo- A l d e b e r t o fue
obispo en la Francia central u oriental en la década de 740,^ y rival d e
Bonifacio en la reorganización q u e este llevó a cabo en la iglesia de los
francos. T e n í a consigo reliquias de santos, consagraba iglesias y c r u -
ces, sabía los pecados d e los suplicantes antes de q u e estos confesasen,
se veneraban sus cabellos y u n a s , t o d o ello señales n o r m a l e s de santi-
dad: y p o r ello lo c o n d e n a r o n , oficialmente, y lo a p a r t a r o n del sacer-
docio en u n concilio p r e s i d i d o en R o m a p o r el papa Zacarías en 745.
Quizá había e x a g e r a d o , ya q u e al parecer fue él m i s m o quien se o c u p ó
de distribuir su p r o p i o cabello; exageraba, sin d u d a , c u a n d o e m p u ñ ó
una carta escrita p o r Jesús q u e tras caer desde los cielos sobre J e r u s a -
lén fue recogida p o r el arcángel san Miguel (Zacarías c o n c l u y ó q u e
estaba l o c o ) , y al hacer u n a lista fuera de lo c o m ú n , y quizá p o r e s o
demoníaca, de ángeles a los q u e rezar. P e r o en una iglesia cada vez m á s
ordenada, había q u e d a d o fuera de lugar, y cometió el error de enfren-
tarse también a Bonifacio: t u v o q u e marcharse.

Estos relatos n o s m u e s t r a n c l a r a m e n t e q u e los milagros eran u n a


parte n o r m a l del m u n d o a l t o m e d i e v a l ; las d i s p u t a s se referían a v e r
quién tendría el control sobre ellos. Piensen lo q u e piensen los r a c i o -
nalistas m o d e r n o s sobre la posibilidad de q u e se p r o d u z c a n milagros,
debemos r e c o n o c e r q u e e n la A l t a E d a d Media, c o m o e n el p e r í o d o
t a r d o r r o m a n o , se tenían m u y p o c a s d u d a s a r r e s p e c t o . N o se trata d e
que los milagros fuesen algo natural: el p o d e r q u e representaban ( v i -
niese de D i o s o de los santos) derivaba, precisamente, del h e c h o de su
naturaleza j£*¿renarural, una infracción del orden natural. L o s e s c r i t o -
res reconocían q u e se corría el peligro de q u e n o les creyesen, y solían
mostrarse m á s c u i d a d o s o s d e lo habitual a la h o r a d e p r e s e n t a r t o d a
240 EL LEGADO D E ROMA

u n a serie de fuentes, remontándose a testigos presenciales autorizados;


11
p e r o a los incrédulos se los tachaba, sistemáticamente, de «rústicos»,
d e m a s i a d o zafios p a r a darse c u e n t a de c ó m o o b r a b a la d i v i n a p r o v i -
dencía. Es decir: el rasgo q u e identificaba la inferioridad de los campe-
sinos en esta época, a juicio de las élites literarias, era la incredulidad,
n o (o no solo) u n a credulidad excesiva.
Las peregrinaciones a las tumbas de santos se caracterizaban espe-
cialmente p o r los sucesos milagrosos. Esto q u e d a particularmente pa-
23
tente e n el libro de milagros relacionados con san M a r t í n , escrito por
G r e g o r i o d e T o u r s y basado en gran m e d i d a e n los d o c u m e n t o s prepa-
rados p o r sus sacerdotes en el santuario de Martín, q u e se había con-
vertido en u n g r a n complejo de edificios a las afueras d e la d u d a d , cen-
t r a d o e n la recepción de visitantes. P o r t o d o O c c i d e n t e había u n a red
de grandes sitios de culto de esta índole. E n la Galia, q u e está relativa-
m e n t e bien d o c u m e n t a d a , seis de ellos parecen h a b e r sido particular-
m e n t e i m p o r t a n t e s en el siglo v n : las iglesias de S a i n t - D e n i s y Saint-
G e r m a i n , en P a r í s , Saint-Medard, en Soissons, Saint-Pierre, en Sens,
S a i n t - A í g n a n , en O r l e a n s y Saint-Martin, en T o u r s , t o d a s ellas con-
vertidas e n monasterios p o r la reina Baltilde hacia 66o* El culto de san 1A

Martín, c o m o h e m o s visto, fue anunciado con g r a n entusiasmo p o r los


obispos de T o u r s . Los d o s o tres p r i m e r o s n o m b r e s d e í s t a lista de seis,
sin e m b a r g o , e r a n cultos c o n u n r e s p a l d o bastante m á s m e r o v i n g i o :
fundaciones reales, en esencia. E n el más i m p o r t a n t e , S a i n t - D e n i s , se
enterró habitualmente a los reyes m e r o v i n g i o s , a partir de D a g o b e r t o ,
e n 6 3 9 . El a p o y o q u e los reyes prestaban a Saint-Denis (y a Saint-Ger-
main, o t r o lugar de entierros reales, y probablemente también a Saint-
M e d a r d ) n o s m u e s t r a q u e el deseo de controlar los lugares de culto y
convertirlos en capitales políticas n o era solo u n anhelo del episcopa-
d o . E n la topografía cristiana del O c c i d e n t e altomedieval, los focos de
ebullición, los p u n t o s m á s p o d e r o s o s , e r a n s i e m p r e lugares c o n reli-
quias de santos; y es comprensible q u e la gente quisiera hacer política
c o n ellos. D e h e c h o , esto podía suceder de forma m u y directa: a través
del r o b o . R o m a , q u e debía el ser u n centro de peregrinación tan desta-
c a d o al g r a n n ú m e r o de "santos enterrados allí (gracias a q u e las perse-
cuciones y ejecuciones de cristianos previas a C o n s t a n t i n o , g e n e r a d o -
r a s d e m á r t i r e s , fueron s i e m p r e e s p e c i a l m e n t e activas d e n t r o d e la
capital imperial), quizá tuviera m á s santos de los necesarios, y sin duda
m á s de los q u e podía vigilar. El r o b o de santos se volvió especialmente
c o m ú n allí d u r a n t e el siglo i x , c o m o v e r e m o s e n el capítulo 1 7 . P e r o
ACTITUDES POSROMANAS, JJ0*7>O 241

las peleas p o r los cuerpos de los santos eran aún m á s antiguas; G r e g o -


rio de T o u r s está orgulloso de contar c ó m o los h o m b r e s de T o u r s r o -
baron de Poitiers el c u e r p o de Martín, al p o c o de m o r i r este, en 397-**
Todos aquellos hurtos estaban justificados, pues, d e n o ser así, el santo
los habría detenido; milagrosamente, claro.
N o toda la actividad sobrenatural se c o n t e m p l a b a c o m o positiva.
En las vidas de santos y los s e r m o n e s a b u n d a n los milagreros alternari-
,fi
v o s , las b r u j a s , los m a g o s y a d i v i n o s q u e p o d í a n realizar e n c a n t a -
mientos, sanaciones, alterar el tiempo y predecir el futuro. Se trataba
de malas personas, a ojos de los escritores, p e r o de lo q u e n o cabe d u d a
es de <pz e r a n
n u m e r o s o s . E n t r e el pueblo existía desacuerdo sobre si
se trataba de personas fraudulentas o bien estaban dotadas d e auténti-
cos poderes ( d e m o n í a c o s ) . Enere los legisladores seculares, R o t a r i o
(en Italia, en 6 4 3 ) pensaba q u e n o se debía matar a las brujas, p o r q u e
ano parece q u e las m e n t e s cristianas p u e d a n admitir la posibilidad d e
que u n a m u j e r se coma desde d e n t r o a u n h o m b r e vivo»; p e r o Liurpran-
do, en 7 2 7 , p r o h i b i ó los a d i v i n o s , tanto masculinos c o m o femeninos
(se los esclavizaría); de u n m o d o parecido, los legisladores sálicos, e n
Francia, r e c o m e n d a r o n la imposición de fuertes multas a quien formu-
lara e n c a n t a m i e n t o s para m a t a r a a l g u i e n o dejar esréril a una mujer-
Entre los escritores eclesiásticos, h a y u n a tendencia bastante m a r c a d a
a asumir q u e los d e m o n i o s estaban detrás de su actividad (así pensa-
2 7
ban, p o r ejemplo C e s á r e o d e A r i e s , G r e g o r i o de T o u r s , I s i d o r o d e
Sevilla y el carolingio H i n c m a r o de R e i m s ) , a u n q u e u n a corriente c a -
rolingia alternativa ( R á b a n o M a u r o , A g o b a r d o de L y o n ) , c o m o R o t a -
rio, negaba q u e sus hechizos pudieran funcionar. En realidad, G r e g o -
rio n a v e g ó e n t r e a m b a s a g u a s , en a l g u n a o c a s i ó n . A s í , refiere la
historia de d o s n i ñ o s , siervos suyos, afectados por la peste bubónica; a
uno de ellos lo trató u n adivino con amuletos (esto es: la magia n o fun-
cionó), m i e n t r a s q u e el o t r o b e b i ó p o l v o d e la t u m b a de san M a r t í n
mezclada con agua y se r e c u p e r ó . E s t o enlaza con el tópico hagiográfi-
co clásico de la batalla mágica en la q u e el m a g o / b r u j o / s a c e r d o t e p a -
gano fracasa y el santo tiene éxito, a u n q u e en este caso G r e g o r i o se
presenta él m i s m o c o m o testigo presencial. Sin e m b a r g o , m u c h o s de
sus adivinos p o d í a n predecir el futuro de v e r d a d , gracias a los d e m o -
nios. U n relato bastante famoso de 577 n o s presenta al príncipe M e r o -
veo y al d u q u e G o n t r á n B o s ó n , refugiados a m b o s del rey Chilperico
en Saint-Martin de T o u r s , y p o r t a n t o inquilinos t e m p o r a l e s y forza-
dos (y en el caso de M e r o v e o , desagradable) de G r e g o r i o . A m b o s in-
2 2
4
E L L E G A D O DE ROMA

tentaron anticipar su destino. G o n t r á n Bosón acudió a u n adivino, que


le dijo q u e M e r o v e o se convertiría en r e y y G o n t r á n en su general, y
después en o b i s p o ; para G r e g o r i o , era o b v i o q u e el diablo le estaba
mintiendo, sin m á s . M e r o v e o , p o r el contrario, u s ó las sortes u n meca^ 7

nismo de adivinación completamente cristiano, q u e se basaba e n abrir


la Biblia p o r cualquier sitio y leer frases (para m a y o r efectividad, puso
el texto sobre la tumba de san Martín); p o r desgracia para él, y con ma-
y o r fidelidad, estas decían q u e m o r i r í a . G r e g o r i o , a m p a r a d o p o r una
visión a n g é l i c a , utilizó t a m b i é n las sortss q u e le d i j e r o n lo m i s m o .
y

A q u í o b s e r v a m o s hasta q u é p u n t o este uso personalizado d e lo sobre-


natural podía ser al mismo tiempo complementario y factor de compe-
tencia. T o d a s las partes daban p o r sentado, sin e m b a r g o , q u e el m u n d o
sobrenatural podía manipularse, ya fuera para bien o para mal.
Este control p r i v a d o de lo sobrenatural o «mágico» persistió, sin
q u e importase lo m u c h o q u e los rigoristas lo injuriasen. Sería razona-
ble i m a g i n a r q u e , a lo l a r g o de n u e s t r o p e r í o d o , la m a y o r í a de gente
tenía acceso a o b r a d o r e s de milagros de alguna clase, ya fuesen las mu-
jeres sabias del pueblo o incluso, en algunas ocasiones, el sacerdote lo-
cal. Los m a n u s c r i t o s del siglo x q u e c o n t i e n e n libros sobre medicina
de la I n g l a t e r r a a n g l o s a j o n a , c o m o el Lacnunga ( « R e m e d i o s » ) y el
Bald's Leeckbook («Libro de medicina de Bald»), q u e están llenos de
hechizos sanadores, provenían a fin de cuentas de las escuelas de copis-
18
tas monacales o catedralicias. Y , aquí c o m o en todas partes, h a y que
hacer hincapié en el h e c h o de q u e también las «sabias» de los pueblos
h a b r í a n p e n s a d o de sí m i s m a s q u e d e s a r r o l l a b a n s u s p o d e r e s en un
contexto tan cristiano c o m o su clientela. El m u n d o sobrenatural estaba
p o r todas partes, era accesible. La virtud de los santos (vivos o m u e r -
tos) podía canalizarlo y obrar milagros; aún m á s inquietante, los con-
juros y las sones p o d í a n d o m i n a r l o . Al fin y al c a b o , tal c o m o repiten
todos nuestros historiadores, la justicia de D i o s intervenía directamen-
te e n las cuestiones h u m a n a s , haciendo q u e los malos murieran jóvenes
y los b u e n o s prosperasen, asegurándose de q u e los reyes virtuosos ga-
nasen sus batallas y los malvados las perdieran (o quizá, ya q u e las co-
sas n o siempre ocurrían de este m o d o , permitía prosperar a los malva-
d o s para castigar los pecados de o t r o s ) . Cualquiera q u e creyese en este
tipo de causalidad d i v i n a i n m e d i a t a tendría p o c o s p r o b l e m a s en dar
crédito a los milagros, quizá incluso al terreno de lo mágico; en el cris-
tianismo había m u c h í s i m o espacio para ejercer el p o d e r sobrenatural.

Había tantas posibilidades de aceptar la causalidad divina q u e m u -


ACTITUDES POSROMANAS, 550-750 *43

cha g e n t e r e c h a z a b a q u e h u b i e r a o t r a s causalidades- G r e g o r i o d e
Tours reflexionó m u c h o sobre este asunto: ios reyes deben saber q u e
¡a voluntad de D i o s está detrás de todas las cosas. La enfermedad lle-
gaba a través d e los d e m o n i o s o p o r q u e D i o s castigaba los pecados, y
la sanación venía c o n el arrepentimiento o el p o d e r de san Martín; los
1
médicos * no representaban u n a alternativa aceptable a ojos d e G r e g o -
rio, sino q u e eran rivales, igual q u e quienes obraban milagros. ( D i c h o
esto, G r e g o r i o n e v a b a consigo u n m é d i c o , A r m e n t a r i o , c u a n d o llegó
al obispado en 5 7 3 ; p e r o A r m e n t a r i o n o p u d o curarlo de la disentería,
a diferencia del p o l v o de san Martín.) P e r o G r e g o r i o quizá fuera u n
extremista, a este respecto; sin d u d a , Cesáreo de Arles veía a los m é d i -
cos c o m o algo positivo y, e n sí, c o m o rivales de los o b r a d o r e s d e mila-
gros. T o d o s los reyes m e r o v i n g i o s confiaban lo suficiente en los m é d i -
cos como para llevarlos a su lado siempre; y u n médico g r i e g o , P a b l o ,
llegó a convertirse en obispo de Mérida y en santo a principios del siglo
vf; el aborto q u e practicó con g r a n pericia a u n feto m u e r t o para salvar
la vida de su m a d r e , una aristócrata t r e m e n d a m e n t e rica, fue m e n c i o -
nado en su vida de santo c o m o el o r i g e n d e la posterior riqueza d e la
sede episcopal. T a n t o e n la medicina c o m o en la vida pública, la g e n t e
era esencialmente ecléctica. U n o podía creer en las c u r a s milagrosas
pero, si era lo suficientemente rico, seguía teniendo médicos a su a l r e -
dedor; y o t r o podía c r e e r — t o d o el m u n d o lo c r e í a — q u e D i o s decidía
las batallas, p e r o p o c o s g e n e r a l e s c o n s i d e r a b a n q u e esto significase
que no necesitaran tropas e n t r e n a d a s (si es q u e p o d í a n conseguirlas).
La gente necesitaba a m b a s cosas. Y, en su m a y o r í a , n o lo percibían
como algo contradictorio.

En este capítulo h e m o s p r e s t a d o especial atención a los obispos, p o r -


que representan un papel m u y destacado e n nuestras fuentes. C i e r t a -
mente, e r a n m u y i m p o r t a n t e s , a u n q u e solo fuera p o r q u e la jerarquía
eclesiástica a ú n era bastante simple. E n el campo, no es q u e n o h u b i e r a
iglesias rurales, p e r o a ú n escaseaban bastante. En Italia, una tierra de
larga tradición cristiana, e n el siglo x se c o n t a b a n en la diócesis d e
Lucca sesenta iglesias b a u t i s m a l e s rurales {plebes); p r o b a b l e m e n t e ,
casi todas habían sido fundadas a lo largo del siglo v i ; quizá pueda s o -
nar como u n n ú m e r o elevado, p e r o todas ellas eran la iglesia principal
de muchos asentamientos distintos. Solo en el siglo v n t e m p e z a r o n a
fundarse otras iglesias, tendencia q u e se m a n t u v o (con algunos b a j o -
244 E L L E G A D O D É ROMA

nes) hasta e n t r a d o el siglo X I I ; para entonces, Lucca tenía m á s de seis-


30
cientas p a r r o q u i a s r u r a l e s , u n m o d e l o bastante distinto. T a m b i é n en
Francia, las iglesias rurales c o n derecho a celebrar bautismos crecieron
en n ú m e r o solo a partir de 700; y en Inglaterra, d o n d e la n o r m a eran
las grandes «parroquias catedralicias», este proceso n o se inició de ver-
dad hasta 900. E n consecuencia, m u c h o s pueblos y asentamientos ru-
rales aún n o disponían de iglesia propia; el clero de la diócesis se con-
centraba, sobre t o d o , en el p r o p i o séquito del obispo ( y en las iglesias
u r b a n a s , si las ciudades eran lo bastante g r a n d e s ) ; así, la actividad ri-
tual de cada diócesis se centraba, en m u c h a m a y o r medida q u e a partir
31
del siglo x , e n el o b i s p o . El obispo D a n i e l de W i n c h e s t e r — p o r lo
d e m á s , u n o b i s p o e j e m p l a r — q u e d ó ciego antes de su m u e r t e , q u e se
p r o d u j o en 744, c i r c u n s t a n c i a q u e p a r e c e h a b e r l e i m p e d i d o oficiar
los bautizos; c o m o nadie o c u p ó su lugar, m u c h o s niños m u r i e r o n sin
estar b a u t i z a d o s d u r a n t e su ú l t i m a época e n la diócesis. E s t e fue un
caso e x t r e m o , q u e no p o d r í a haberse d a d o en Italia, d o n d e había más
iglesias bautismales, p e r o n o s muestra lo i m p o r t a n t e que la persona del
obispo resultaba para la celebración d e los ritos. C o n t r o l a b a todos los
rituales religiosos d e la diócesis, incluidas las procesiones y los feste-
jos, y buscaba el m o d o de controlar aún m á s .

Las procesiones organizadas p o r los obispos p o d í a n m a n t e n e r ale-


jada a la p e s t e , p r o v o c a r lluvias, sofocar i n c e n d i o s y confundir a los
ejércitos e n e m i g o s , si d a m o s crédito a las hagiografías escritas sobre
3 1
ellos. E n u n caso bastante espectacular, s u c e d i d o en R á v e n a hacia
700 (según la historia episcopal de A g n e l o , en la década de 840), el ar-
zobispo D a m i á n organizó u n a procesión de penitencia oficial en la que
s e p a r ó a h o m b r e s y mujeres, clérigos y laicos, p a r a descubrir (mila-
g r o s a m e n t e ) la v e r d a d , después d e q u e u n a de las facciones u r b a n a s
hubiera asesinado en secreto a los hombres del b a n d o rival. L o s obis-
p o s representaban a sus ciudades y diócesis desde el p u n t o de vista p o -
lítico, p e r o también espiritual. Es llamativa la cantidad de veces q u e los
milagros episcopales afectaban a la liberación de prisioneros retenidos
p o r c o n d e s y o t r o s c a r g o s seculares, o s a l v a b a n a los c o n d e n a d o s a
33
m u e r t e , en m u c h o s casos sin apenas tener en cuenta su culpabilidad.
Esto se c o r r e s p o n d e con el rescate de presos de carácter m á s secular,
q u e los obispos protagonizaban constantemente, así c o m o con las sú-
plicas episcopales q u e solicitaban u n a rebaja de los impuestos debidos
p o r sus diócesis a los reyes: los obispos eran p r o t e c t o r e s de sus reba-
34 n
ñ o s , en t o d o s l o s s e n t i d o s . El obispo Fidel de M é r i d a , m e d i a d o el
A C T I T U D E S P O S R O M A N A S , 550-750

siglo v i , c a m i n ó p o r las iglesias u r b a n a s y periféricas en s e c r e t o , de


noche, tras u n g l o b o a r d i e n d o , r o d e a d o p o r u n a m u l t i t u d de s a n t o s ;
quienes lo v i e r o n tuvieron q u e jurar q u e mantendrían el secreto y , si lo
revelaban, m o r i r í a n . N o s o r p r e n d e q u e c u a n d o el o b i s p o M a s o n a d e
Metida fue exiliado p o r L e o v i g i l d o a principios de la d é c a d a de 580
_^igual q u e c u a n d o Brunilda exilió al obispo Desiderio de Vienne e n -
tre 603 y 6 0 7 — , la ciudad pasó u n a h a m b r u n a , sufrió la peste y c a y e -
ron tormentas sobre ella hasta q u e regresó su pastor.
Los obispos, p o r lo tanto, importaban m u c h o . E n consecuencia, n o
es raro que tendieran a ser de origen aristocrático, u n rasgo q u e ya h e -
mos o b s e r v a d o en distintos países a lo largo de capítulos a n t e r i o r e s .
Hubo casos en los q u e n o eran de noble cuna y ascendieron en la jerar-
quía eclesiástica p o r q u e eran b u e n o s a d m i n i s t r a d o r e s o p e r s o n a s d e
virtud, p e r o p r o b a b l e m e n t e se t r a t ó de casos relativamente r a r o s e n
cualquier p a r t e . Ser aristócrata implicaba p o d e r a p o y a r s e en u n a r e d
política secular ( y eclesiástica) q u e facilitaría la vida de cualquier obis-
po. Preyecto de C l e r m o n t ( m . 6j6)^ q u e n o era noble por nacimien-
6

to, no parece haber sido u n político astuto, c o m o veíamos antes, y fue


asesinado p o r rivales de la aristocracia. P o r o t r o lado, su segundo su-
cesor, Bonito -—de familia noble y «romana», según la vida del santo
(en efecto, es probable q u e fuera descendiente del e m p e r a d o r A v i t o y
de Sidonio A p o l i n a r ) — era u n alto funcionario en la c o r t e de Segis-
berto III y se c o n v i r t i ó en prefecto d e Marsella antes de suceder a su
hermano A v i t o II c o m o o b i s p o de su ciudad natal, en 690, gracias al
patrocinio de P i p i n o II; en consecuencia, podía m o v e r s e c o m o r e p r e -
sentante de Pipino y persuadir a los rebeldes de L y o n de q u e volvieran
a la lealtad. C u a n d o se retiró, p o c o después de 700, y viajó a R o m a , le
resultó n o r m a l q u e lo recibiera el rey l o m b a r d o A r i p e r t o I I , para quien
(por descontado) había o b r a d o milagros. T a m b i é n h e m o s visto a o t r o s
obispos similares m o v e r s e e n el círculo d e D e s i d e r i o d e C a h o r s , u n a
generación atrás, y u n b u e n n ú m e r o d e vidas de santo merovingias los
atestigua especialmente bien en Francia, p e r o h u b o casos paralelos en
Italia, Hispania, Inglaterra e Irlanda.

Ser de n o b l e c u n a y, p o s i b l e m e n t e , a n t i g u o funcionario secular


también significaba, sin e m b a r g o , q u e el estilo de vida aristocrático r e -
sultaba m u y familiar para estos obispos. Vivían bien (las vidas de s a n -
tos destacan m e n o s este aspecto, p e r o q u e d a bastante claro en textos
como, p o r ejemplo, las Historias de G r e g o r i o de T o u r s ) ; cada vez más,
fueron a s u m i e n d o papeles seculares aun siendo obispos. Participaron
24Ó E L LEGADO D E ROMA

en la alta política, q u e en ocasiones les causó la m u e r t e , c o m o sucedió


con L e o d e g a r i o de A u t u n en 678; también capitaneaban cada vez más
37
a los ejércitos e n la g u e r r a . E n el siglo v i , esto aún era r a r o en Fran-
cia, p e r o en los siglos v m y i x y a se había hecho m á s habitual. T a l fue
el caso de Savarico de A u x e r r e (m. h . 7 2 5 ) , q u e invadió cinco obispa-
d o s vecinos y m u r i ó en camino de atacar el sexto; su sucesor, Hainma-
r o , combatió a los asaltantes árabes q u e v e n í a n de Hispania. Los obi&r
p o s de T r é v e r i s y Maguncia, a principios del siglo v m , son ejemplos
m u y conocidos. Müón de T r é v e r i s ( m . h. 757) fue hijo y sobrino nieto
de a n t i g u o s obispos de T r é v e r i s , aliado de Carlos Martel y objeto de
aversión de Bonifacio; fuentes hostiles retratan su vida c o m o la del clá-
sico aristócrata laico. Gewilibo d e Maguncia ( m . h. 759) sucedió a su
p a d r e G e r o l d o , q u e había caído e n la batalla contra los sajones; Gewi-
libo regresó en la siguiente g u e r r a sajona y m a t ó al asesino de su padre.
Bonifacio lo d e p u s o p o r ello en 74 5, y lo sucedió en su sede, aunque
Gewilibo siguió viviendo y g o z a n d o de cierto respeto local- D e todos
m o d o s , Bonifacio n o consiguió introducir n i n g ú n cambio en el estilo
de vida episcopal; los obispos marciales siguieron siendo habituales en
época carolingia. T o d o esto n o se d e b e contemplar corno u n a «secula-
rización» de la iglesia ( a u n q u e Bonifacio lo creyera, sin d u d a alguna);
Milón y su p a d r e L e u d e v i n o ( L i u t w i n ) e r a n entusiastas mecenas m o -
násticos y, de h e c h o , L e u d e v i n o acabó siendo c a n o n i z a d o . P e r o eran
aristócratas; e s o era lo q u e hacían los aristócratas. T a m b i é n en Italia,
parece ser q u e el obispo W a l p r a n d o d e Lucca, hijo del d u q u e Walper-
to de la misma ciudad, o t r o respetado prelado de la iglesia, m u r i ó en la
guerra c o n t r a Pipino I I I , en 754.

El reverso de la m o n e d a era q u e m u c h o s consideraban q u e nacer


aristócrata era algo v i r t u o s o en sí m i s m o . U n a y otra vez, las vidas de
santos resaltan la n o b l e c u n a c o m o u n e l e m e n t o positivo en la futura
santidad del canonizado; solo u n o s pocos escritores (entre ellos, Beda,
q u e no había nacido en u n a familia noble) le quitaban importancia. La
rápida expansión del m o n a c a d o en Francia, Inglaterra e I r l a n d a en el
siglo v n , e Italia en el v i n , está claramente vinculada con este tipo de
virtud aristocrática intrínseca, m á s aún q u e la iglesia episcopal. P o r su-
puesto, y para empezar, los aristócratas tenían la fortuna necesaria para
dotar de fondos a los monasterios; p e r o escogían abades y abadesas de
sus propias familias, en caso de n o ostentar ellos mismos el cargo prin-
cipal en el monasterio. A C o l u m b a de l o n a ( m . 5 9 7 ) , siendo sobrino
18

y p r i m o de reyes, lo sucedieron los m i e m b r o s de una familia de la rama


ACTITUDES POSROMANAS, 550-7^0 *47

paterna, con una sola interrupción, ya en el siglo siguiente, según rela-


ta o r g u " ° s o su séptimo sucesor, y biógrafo, A d o m n á n ( m . 704)- G r a n -
des abadesas y fundadoras de monasterios, c o m o Hilda de W h i t b y ( m .
680) o Gertrudis de Nivelles,(m. 6 5 3 ) , también pertenecían a las capas
más altas; Hilda era bisnieta del rey E d u i n o y G e r t r u d i s era la hija de
pjpjno 1; ambas fueron santas y a las dos las sucedieron familiares.
La fundación de u n m o n a s t e r i o , de h e c h o , servía a dos propósitos.
Uno era el de h o n r a r a D i o s y escoger a u n g r u p o de especialistas d e -
votos entregados a esa l a b o r d e h o n r a , acto v i r t u o s o q u e facilitaría el
propio acceso al cielo, con el a p o y o de las oraciones de monjas y frai-
les; aún m á s en el caso d e q u e el f u n d a d o r se c o n v i r t i e r a e n fraile o
monja y se entregara al ascetismo en el m a r c o de la regla monástica. El
otro objetivo era q u e funcionase c o m o p o l o de organización de la fa-
milia del fundador: la m a y o r í a de los m o n a s t e r i o s seguía e s t a n d o , de
facto, bajo el control familiar (y, d e n t r o de lo posible, fuera del control
del obispo local), c o n abades y abadesas q u e escogían a sus sucesores
entre los familiares directos o los clientes de la familia; y las tierras e n -
tregadas por los parientes al m o n a s t e r i o no a b a n d o n a b a n realmente a
la familia, a menos q u e esta perdiera el control sobre la fundación. E s -
tos dos p r o p ó s i t o s n o e n t r a b a n , en a b s o l u t o , en contradicción el u n o
con el otro; de h e c h o , cuanto m á s brillaba el monasterio c o m o faro e s -
piritual, m á s tierras le donarían también otras personas, mejor c o n d i -
ción alcanzaría la familia fundadora y m á s oraciones rezarían p o r ellos.
Había que tener cuidado e n hacerlo del m o d o correcto. Beda ardía d e
furia contra u n o s monasterios nortumbrios falsos, en u n a carta de 7 3 4 ,
39

y Fructuoso de Braga ya había dicho lo m i s m o sobre el norte de Hispa-


nía hacia 6601 a m b o s v i e r o n fundaciones familiares de lo m á s c o n v e -
nientes, q u e no b u s c a b a n el c o m p r o m i s o religioso, sino eran estafas
que solo pretendían huir de las obligaciones laicas. Aquellos m o n a s t e -
rios tuvieron q u e ser frecuentes, en realidad, y p r o b a b l e m e n t e la m a -
yoría los c o n s i d e r a b a n o r m a l e s , incluso v i r t u o s o s . P e r o las g r a n d e s
fundaciones tenían u n g r a d o de implicación espiritual m á s elevado, sin
abandonar en la m a y o r í a de casos los lazos familiares; eso n o llegaría
hasta m u c h o m á s larde, a partir de I Ü O O en la mayoría d e casos.

Ligado a estas fundaciones monásticas, p e r o no limitado a ellas, se


40
produjo u n g r a n i n c r e m e n t o d e las tierras de la i g l e s i a . Los r e y e s ,
obispos, aristócratas y , d e h e c h o , terratenientes m e n o r e s e n t r e g a r o n
tierras a las catedrales, los monasterios y las iglesias locales de toda E u -
ropa: desde el siglo vi e n Hispania. Gales y la Italia bizantina, a partir
E L L E G A D O D E ROMA

de finales del v n , probablemente, en la Galia franca e Irlanda, y desde


el V I I I en la Italia lombarda y la G e r m a n i a al este del Rin (las fechas se
corresponden con nuestras primeras referencias a donaciones extensas;
p e r o quizá la d e la Galia sea demasiado tardía). El siglo V I I I parece ha-
ber m a r c a d o u n p u n t o t e m p o r a l culminante para estas donaciones; se
hicieron m e n o s frecuentes, en esas zonas, a principios del siglo ix. D a -
vid H e r l i h y h a calculado, sin e m b a r g o , q u e p o r entonces casi u n a ter-
cera parte del área territorial de Francia e Italia estaba probablemente
en m a n o s de la iglesia. P o r supuesto, la motivación de todas estas d o -
naciones era religiosa; el imaginario del intercambio d e presentes, un
regalo físico e n t r e g a d o a la iglesia a cambio d e oraciones, de enterrar a
alguien en la iglesia, o incluso a cambio de la v i d a celestial, se repite
con frecuencia en los d o c u m e n t o s preservados, p o r q u e estos obsequios
son la base p r i m e r a de la m a y o r í a de archivos d o c u m e n t a l e s q u e han
llegado a nuestros días, de este período en adelante. P e r o también eran
parte de estrategias familiares; las oraciones solían ser para las familias
y , p o r ejemplo en Italia, era habitual q u e u n donante con tres hijos en-
tregase a la iglesia una cuarta parte de su propiedad: la q u e correspon-
dería a un cuarto hijo. T a m b i é n era habitual entregar donaciones a las
fundaciones familiares, o a las fundaciones d e p a t r o n o s seculares o
eclesiásticos a quienes quizá convenía impresionar.

La aparición de donaciones de tierras de este tipo suele estar estre-


chamente vinculada con el fin de u n a práctica, c o m ú n en el siglo vi y
principios del v n en los reinos r o m a n o - g e r m á n i c o s , q u e consistía en
e n t e r r a r b i e n e s de valor en la tierra c o m o p a r t e del a r r e g l o y equipo
41
ínnebre d e los difuntos de una familia. D e s p r e n d e r s e de las propieda-
des c o m o p r e p a r a c i ó n para la m u e r t e , o c o m o parte de u n ritual fúne-
b r e , era u n acto público con resonancia para la p r o p i a condición social,
tanto para los paganos c o m o para los cristianos. ( N o se trataba de que
los enterramientos así equipados implicasen paganismo p o r sí mismos,
c o m o se creyó en una época. A b u n d a n los ejemplos cristianos norma-
les, incluido el m i s m o san C u t b e r t o . P e r o c o m e n z a r o n en el período
p a g a n o , en Inglaterra p o r ejemplo, y tienen los m i s m o s rasgos en las
dos regiones, la cristiana y la pagana.) T a m b i é n se ha sostenido q u e el
e n t i e r r o d e b i e n e s es una m a r c a d e élites q u e t o d a v í a están relativa-
mente p o c o seguras de su status local, y p r o c u r a n negociar esta condi-
ción deshaciéndose de la propiedad de forma competitiva; esto fue re-
s u l t a n d o m e n o s necesario u n a vez q u e las aristocracias adquirieron
más estabilidad y riqueza. Esta teoría tiene una fuerza especial en la
ACTITUDES POSROMANAS, 550-750

Inglaterra anglosajona. P o r q u é tas c e r e m o n i a s d e e n t i e r r o de bienes


materiales dieron paso a una donación a la iglesia de tierras (y también
Je bienes m u e b l e s ) es a l g o q u e a ú n n o h e m o s d e s c u b i e r t o ; p e r o las
iglesias preferían, c o n m u c h o , esta ú l t i m a opción, p o r d e s c o n t a d o , y
cuando a c r e c e n t a r o n su influencia sin d u d a e s t o t u v o q u e tener su
peso. Y u n o de los resultados del p a s o a la donación de tierras fue q u e
las diversas iglesias y m o n a s t e r i o s p u d i e r o n hacerse con u n a f o r t u n a
considerable, lo q u e las situó, c o m o instituciones, al nivel d e las fami-
lias aristocráticas, en lo relativo a los recursos. A esto se añadía el d e -
seo de los aristócratas p o r controlar tales instituciones; a partir de ahí,
los monasterios m á s ricos se convirtieron en p o d e r o s o s agentes políti-
cos, c o m o vimos en el caso de Clonmacnois en Irlanda, y c o m o p r o n t o
sucedería con Fulda y St. Gallen e n A l e m a n i a , N o n a n t o l a , Farfa, San
Vincenzo al V o l t u r n o y M o n t e c a s s i n o en Italia, S a i n r - D e n i s , Saint-
Germain y Saint-Berrín en la Francia m o d e r n a ; d e b e m o s añadir, d u -
rante el siglo x , C l u n y en Francia y Ely y R a m s e y en Inglaterra. Y a e n
la década de 66o, la reina Baltilde, * e s t a n d o retirada, c o m e n t ó a las
4

religiosas q u e la a c o m p a ñ a b a n en el m o n a s t e r i o de Chelles q u e d e b e -
rían tomar parte en el j u e g o de la política, visitando a los reyes, reinas y
aristócratas, y e n t r e g á n d o l e s ofrendas, « c o m o era costumbre, de m o d o
que la casa de D i o s n o p e r d i e r a la b u e n a reputación con la q u e h a b í a
comenzado»; en el siglo i x y m á s adelante, esto sería característico d e
una política monástica reconocible.

El rey moral se preocupaba p o r su pueblo, tenía éxito en la guerra, era


justo y g e n e r o s o y escuchaba a los o b i s p o s . A s í se d a b a p o r s e n t a d o ,
internacíonalmente, en la Alta E d a d Media; y eran p u n t o s de p a r t i d a
de gran importancia. E n Irlanda, de h e c h o , se creía explícitamente q u e
un rey injusto o fracasado traería consigo un desastre meteorológico, y
otros pueblos también lo creían así (cf m á s adelante el capítulo 1 7 , en
el caso de los francos). La g u e r r a era inevitable; incluso los reyes m á s
religiosos t e n í a n q u e c o m b a t i r o p o n d r í a n a sus r e i n o s en p e l i g r o . El
rey Segisberto (Sigebehrt) de East Anglta se retiró a u n monasterio e n
la década de 630, pero su pueblo lo reclamó de n u e v o cuando atacó P e n -
da de Mercia, para q u e les diera coraje; no funcionó, p o r desgracia, y él
murió en la batalla (Beda, nuestra fuente para este caso, refiere la h i s -
toria de u n a forma bastante sosa; quizá pensase q u e las decisiones n o
4
militares de Segisberto eran un error). * Impartir justicia era, junto con
E L L E G A D O D E ROMA

la guerra, ei atributo básico del g o b i e r n o altomedieval y todos los re-


yes recibían el asesoramiento d e observadores para ser justos a la hora
de juzgar y accesibles a los d e m a n d a n t e s ; la auténtica redacción de le-
yes n o fue tan i m p o r t a n t e antes d e 7 5 0 , salvo tal vez en Hispania. La
generosidad era u n a característica necesaria a t o d o rey, g r a n d e o pe-
q u e ñ o , q u e quisiera tener o formar u n séquito leal; haet, «generoso»,
fue u n epíteto corriente p a r a los reyes triunfantes de Gales, p o r ejem-
plo, y en el capítulo 5 h e m o s visto la importancia política q u e tenía el
tesoro para los reyes francos; p o r o t r o l a d o , una escena del Beowulf nos
retrata al rey danés H e r e m o d c o m o u n d e m e n t e c u a n d o , no contento
con m a t a r a m i e m b r o s de su p r o p i o s é q u i t o , «no e n t r e g ó los tesoros
daneses p a r a conseguir m a y o r estima»; sus h o m b r e s lo abandonaron.
El a c t o de escuchar a los obispos es u n a t r i b u t o q u e , m u y p r o b a b l e -
m e n t e , resalten o t r a s fuentes, casi todas eclesiásticas. SÍ G r e g o r i o de
T o u r s elogiaba a G o n t r á n p o r encima d e sus c o n t e m p o r á n e o s , quizá
fuera p o r esta razón m á s q u e p o r n i n g u n a otra; y en la década de 640,
Braulio de Zaragoza p u d o ofrecer consejos q u e n o se le habían pedido
incluso a C h i n d a s v i n t o , controvertido y despiadado c o m o este era; sin
e m b a r g o , los obispos eran e n sí mismos actores políticos, y se los res-
p e t a b a p o r m e r a p r u d e n c i a . T o d o s los r e y e s cristianos de éxito en
n u e s t r o p e r í o d o p r a c t i c a r o n la política eclesiástica, y a l g u n o s , sobre
t o d o en la Hispania del siglo v n , lo hicieron con asiduidad.

Nuestras fuentes, aun siendo en su m a y o r í a m u y clericales, n o res-


petan p o c o los valores seculares. Solo de forma esporádica se critica en
estas fuentes la poligamia defacto de los reyes m e r o v i n g i o s ; Columba-
n o fue el ú n i c o eclesiástico q u e r e a l m e n t e c o n d e n ó p o r ello al rey,
T e o d o r i c o I I , y a cambio de tal e m p e ñ o fue expulsado del reino. (Los
francos, sin e m b a r g o , quizá c o n c e d i e r a n m á s licencia a sus reyes; en
cambio, a los m o n a r c a s visigodos, lombardos y anglosajones se les re-
p r o c h a r o n , al m e n o s de forma ocasional, sus excesos sexuales.) Y la
violencia, q u e era la consecuencia inevitable d e la guerra, apenas reci-
bía c o n d e n a , al m e n o s c u a n d o se practicaba sobre pueblos ajenos. Es
fundamental q u e r e c o r d e m o s q u e , p o r e n t o n c e s , el conjunto d e la so-
ciedad secular estaba militarizado e n t o d o O c c i d e n t e , y q u e también
los clérigos daban p o r sentadas las virtudes militares. Las obligaciones
militares, al m e n o s en teoría, se extendían ai campesinado (véase el ca-
pítulo 9) y caracterizaban a t o d a la aristocracia, p o r d e f i n i c i ó n ; con
esto llegó la instrucción e n el manejo de las armas y los deportes cuasi-
rnilitares, c o m o la caza. Los reyes edificaron sus palacios junto a regio-
A C T I T U D E S P O S R O M A N A S , 55Ü-750

44
p e sboscosas de fácil acceso para las cacerías; los monarcas francos y
lombardos e m p e z a r o n a c o n t e m p l a r algunas de estas r e g i o n e s c o m o
«reservas» en las q u e solamente los reyes podían cazar. L o s aristócra-
tas no lo hacían a ú n , p e r o s i a d u d a mostraban tanto entusiasmo p o r el
nuevo d e p o r t e c o m o los r e y e s ; C a r l o m a g n o , a finales del siglo v i i i ,
ñivo que r e p r e n d e r a sus condes p o r a c o r t a r las audiencias judiciales
para marcharse a cazar, y la actitud aristocrática de Milón de T r é v e r i s
hacia el cargo episcopal q u e d ó ejemplificada en su forma de morir: lo
mató u n jabalí. El estilo de vida militarizado distinguía a l o s reyes y
aristócratas en t o d o s los aspectos; c o m o h e m o s v i s t o , fue el c a m b i o
principal q u e vivió la cultura de la élite tras el fin del imperio r o m a n o .
Los ropajes de la aristocracia, caracterizados p o r la exhibición p e r s o -
nal de una gran cantidad d e o r o y j o y a s , además de u n c i n t u r ó n m u y
llamativo (para los h o m b r e s ) , igual de enjoyado, provenían de los r o -
pajes militares de época r o m a n a ; t a m b i é n el s i m b o l i s m o del p r o p i o
cinturón, q u e g e n e r a l m e n t e r e p r e s e n t a b a el c a r g o militar o político
(aunque en esta época el cinturón era m á s g r a n d e y más brillante q u e
4
en los tiempos de R o m a ) . Eligió d e N o y o n , * c u a n d o era u n funciona-
rio secular de D a g o b e r t o I en la década d e 630, y a contaba con bastan-
te santidad c o m o para entregar sus ornamenta a los pobres; no obstante,
Dagoberto le regaló o t r o cinturón, q u e n o p u d o dejar de llevar.

Las cortes reales y aristocráticas también tenían una etiqueta d i s -


rinta a las del m u n d o r o m a n o . El ottum de la aristocracia civil r o m a n a
—las fiestas literarias celebradas en residencias rurales bien amuebla-
das y decoradas, y el decorum d e , al m e n o s , algunas cenas festivas i m -
periales (véase m á s arriba, el capítulo 3)—- se sustituyó p o r lo q u e , a
veces, parece una cultura m á s alegre. Se centraban en ingerir g r a n d e s
cantidades de carne y emborracharse a base de v i n o , aguamiel o c e r v e -
za, en c o m p a ñ í a del p r o p i o séquito y, p o r lo g e n e r a l , e n u n salón de
4 3
grandes dimensiones. * E n Italia, las b o r r a c h e r a s posiblemente n o se
veían con b u e n o s ojos, p e r o al n o r t e de los Alpes es u n rasgo q u e apa-
rece en todas las sociedades. H a y una parodia de la ley Sálica, del siglo
V I I I , que convierte sus leyes en un juego de bebida, desarrollado entre

el señor F r e d o n o , su esposa y sus criados. En Irlanda, las fanfarrona-


das competitivas de los héroes en estado de borrachera d o m i n a n la tra-
ma de u n o de los relatos en prosa vernácula, e) Cuento del cerdo de Mace
Da Tkó. Y en Inglaterra y Gales, quienes aceptaban b e b e r el alcohol de
sus señores c o n s i d e r a b a n su p o s t e r i o r lealtad e n la batalla c o m o u n a
obligación, a cambio de aquella hospitalidad. La etiqueta de las c o m i -
E L L E G A D O D E BOMA

das colectivas, sin e m b a r g o , también tenía antecedentes entre los ro-


m a n o s , a u n q u e habían variado los ingredientes y las bebidas; en época
imperial, c o m o más adelante, c o m e r con alguien era una señal de amis-
tad y n e g a r s e a ello implicaba hostilidad. En 384, solo bajo presión,
Martín de T o u r s a d m i t i ó c o m e r c o n el e m p e r a d o r M a g n o Máximo,
con quien m a n t e n í a diferencias religiosas; al cabo de trescientos cin-
cuenta a ñ o s , E u q u e r i o de O r l e a n s s u p o , e n 7 3 2 , q u e C a r l o s Martel se
había c o n v e r t i d o e n su e n e m i g o c u a n d o este «se m a r c h ó de la comida
47
preparada».
D e s d e u n a perspectiva m á s positiva, q u e los reyes estuvieran en la
p r o p i a v e c i n d a d s u p o n í a u n g e s t o d e favor para los d u e ñ o s , aunque
o n e r o s o , si aceptaban la hospitalidad. L o s vínculos de p a t r o c i n i o con
los gobernantes p o d í a n proceder de la hospitalidad brindada incluso a
los h o m b r e s de la m o n a r q u í a , c o m o en el caso de Wilfrido de N o r t u n >
4
bria, * al cual p r e s e n t a r o n a la esposa del rey O s w i u en la década de
6 5 0 p o r recomendación de u n o s aristócratas a los q u e había recibido su
padre. Estos modelos de hospitalidad se calibraban con m u c h o esme-
r o . L o s criados y otras p e r s o n a s d e p e n d i e n t e s «conocían el m o d o de
c o n d u c t a a d e c u a d o a u n a sociedad n o b l e » , en p a l a b r a s del Beowulf m

L o s i n v i t a d o s t r a í a n p r e s e n t e s a los anfitriones, incluidos los reyes,


además d e esperar recibir o t r o s a cambio. A i d a n o de Lindisfarne (ra,
6 5 T), misionero irlandés en N o r t u m b r i a , era famoso p o r no dar dinero
a sus huéspedes c u a n d o eran aristócratas y por regalar a los pobres los
presentes q u e recibía. Era u n riesgo calculado: ¿se recibiría c o m o una
señal de espiritualidad carismática, o quizá de m e z q u i n d a d u hostili-
dad? E n el caso d e A i d a n o , la apuesta c o m p e n s ó , p e r o el riesgo seguía
presente. L a etiqueta política no tenía m e n o s reglas q u e e n época ro-
mana, p o r distintas q u e fueran y p o r m u c h o q u e pudieran llegar a em-
borracharse.

L a s m u j e r e s de la realeza y la aristocracia p a r t i c i p a b a n en este


m u n d o d e festines políticos, c o m o h e m o s visto, y tenían u n papel muy
49
definido p a r a la ocasión; p o r ejemplo, la reina danesa W e a l h t h e o w ,
«una d a m a cuidadosa en las cuestiones de la cortesía formal™, era en el
Beowulflz responsable de pasar p o r la sala real, al principio del ban-
quete, la copa colectiva de aguamiel. N o sabemos con certeza cuántas
mujeres, aparte de la esposa del anfitrión, asistían a estas reuniones, y
el m u n d o público de lo político-militar, c o m o sus valores, tiende a es-
tar caracterizado corno masculino. Las virtudes masculinas clásicas de
la aristocracia incluían el h o n o r , la lealtad y el valor. La combinación
ACTITUDES POSROMANAS, 550-750 2
Í3

¿e las tres p u e d e observarse en la determinación de los séquitos de C i -


flewulfo y C i n e h a r d o de Wessex, q u e combatieron al lado de sus s e ñ ó -
o s hasta la m u e r t e y ya sea juntos o p o r separado, aparecen de n u e v o
T

en una gran cantidad de relatps de acción militar surgidos en todas las


sociedades d e O c c i d e n t e . E n ocasiones, la defensa del h o n o r p u e d e ir
mucho más allá de lo p r u d e n t e . Pablo D i á c o n o refiere una historia de
,c
principios del siglo v i n acerca de A r g a i t , u n c o m a n d a n t e local en el
noreste italiano, q u e perseguía a u n o s forajidos esclavenos en la zona;
los p e r d i ó , y el d u q u e F e r d u l f o de Friuli hizo u n a b r o m a a su costa
aprovechando q u e arga significaba «cobarde» en l o n g o b a r d o . Argait,
furioso, se lanzó contra t o d o el ejército esclaveno, en u n c a m p a m e n t o
situado en la cima de u n a colina, p o r el c a m i n o m á s difícil; Ferdulfo
consideró e n t o n c e s q u e sería d e s h o n r o s o no capitanear al ejército d e
Friuli c o m o u n t o d o tras él, y casi pierde a t o d o s sus h o m b r e s . P a b l o
cuenta la historia y, sin d u d a , la r e t o c a para hacer d e ella u n a historia
moral sobre la estupidez y la desunión; p e r o , c o m o de costumbre, solo
funcionaría si las e m o c i o n e s expresadas eran reconocibles. N o d e b e -
ríamos exagerar la importancia de este imaginario de la lucha a m u e r t e .
Muchísimas batallas terminaron con la huida precipitada de los vencí-
dos, p o r lo general t í a s p o c a s h o r a s de c o m b a t e (las batallas de t o d a
una jornada eran m e n o s habituales, y batallas m á s largas se daban m u y
raramente). P e r o la reñida lucha cuerpo a c u e r p o , q u e era la forma m á s
coraún de c o m b a t e en la Alta E d a d Media, requería de u n m í n i m o de
coraje (y m u c h a fuerza física) para llegar a ser; y es probable q u e los
aristócratas con tendencia al miedo no durasen m u c h o .

La lealtad era m á s cara q u e u n a s copas de v i n o en u n salón. L o s


señores (reyes incluidos) de este período, y también de épocas m e d i e -
vales posteriores, tal vez esperasen alimentar y vestir a t o d o u n séquito
armado durante su juventud, p e r o para casarse y establecerse necesita-
ban d i n e r o . L o s aristócratas se t r a s l a d a b a n a o t r o s l u g a r e s m i e n t r a s
eran jóvenes, e n t r e los reyes de Inglaterra, p o r ejemplo; una vez esta-
blecidos, lo n o r m a l era q u e solo se m a r c h a r a n del lugar en caso de exi-
lio. Pero en cuanto se establecía a un dependiente, se hacía preciso dis-
poner de suficientes r e c u r s o s territoriales p a r a s o s t e n e r l o a él y a su
familia. Se trataba d e u n a exigencia prácticamente universal en n u e s -
tras sociedades; la única excepción fue Irlanda, d o n d e la dependencia
política se expresaba a través de d o n a c i o n e s d e g a n a d o . L o s señores
tenían que contar c o n m u c h a s tierras ( y p o r lo t a n t o , rentas, g e n e r a l -
mente en especie) para alimentar a u n gran séquito a r m a d o , pero a ú n
E L LEGADO DE ROMA

necesitaban m á s si iban a darles estabilidad en el futuro; y corrían el


peligro d e q u e la tierra q u e h a b í a n e n t r e g a d o a estas personas depen-
dientes, al final, pudiera escapárseles de las manos. Esta «política de la
tierra» se m a n t u v o c o m o p r o b l e m a básico p a r a t o d o s los gobernantes
y p o t e n t a d o s altomedievales. R e q u e r í a tal caudal de recursos que, en
el nivel de la aristocracia, solo p o d í a n sufragarla sin p r o b l e m a s los
francos; n o es sorprendente q u e las políticas aristocráticas q u e implica-
ban la presencia de ejércitos p r i v a d o s tan solo estén bien documenta-
das, d u r a n t e este p e r í o d o , en Francia.
P a r a los señores, la mejor solución a largo plazo era q u e las famu
lías de los dependientes se establecieran de forma d u r a d e r a en el lati-
fundio, q u e los hijos acudieran a la corte del señor en su juventud, para
recibir formación, socializarse con el v a l o r de la lealtad y, asimismo,
prestar j u r a m e n t o s de fidelidad (cuestión i m p o r t a n t e en t o d o s los de-
pendientes), antes d e h e r e d a r la tierra d e su p a d r e , casarse y regresar a
ella. Según parece, lo habitual era q u e los señores donasen esas tierras
directamente a los dependientes q u e hubieran jurado lealtad, susfidt~
les. T a m b i é n h a y indicios d e q u e se e x p e r i m e n t ó con cesiones de tie-
rras m e n o s p e r m a n e n t e s , q u e concederían a los señores ciertos poderes
de n e g o c i a c i ó n con b a s e legal si los fideles se m o s t r a b a n m e n o s leales
en el futuro. A lo largo del siglo v m y más adelante, en particular, po-
d e m o s hallar casos de grandes terratenientes eclesiásticos, cuyos docu-
mentos p o s e e m o s , q u e cedían tierras a sus d e p e n d i e n t e s de la aristo-
cracia m e n o r d u r a n t e u n p e r í o d o de tres vidas (una elección popular
en Inglaterra), o c o m o arrendamiento (alternativa p o p u l a r e n Italia) o,
en Francia, mediante tenencias de carácter precario (denominadaspre-
1
caria o beneficium)f lo q u e significaba q u e el señor p o d í a , en princi-
pio, reclamar la propiedad en cualquier m o m e n t o . E n el siglo v m , los
terratenientes de la iglesia estaban a c u m u l a n d o propiedades de tierras
a tal velocidad q u e p o d í a n ceder sin m i e d o bastantes parcelas; de he-
cho, era frecuente q u e el titular de u n a r r e n d a m i e n t o o de u n a s preca-
riae h u b i e r a s i d o antes el d o n a n t e o r i g i n a l de la t i e r r a e n cuestión.
(Efectivamente, el d o n a n t e hacía u n a ofrenda espiritual p o r su alma,
q u e a m e n u d o le costaba tan solo una renta mínima, y a d e m á s entraba a
formar p a n e de la clientela militar y política de la iglesia o el monaste-
rio, lo cual implicaba tanto beneficios c o m o compromisos,) N o pode-
m o s rastrear igualmente la pista de lo q u e eligieron los grandes aristó-
cratas laicos, pero los p o t e n t a d o s de éxito siempre tendían a
incrementar sus tierras, q u e de este m o d o podían concederse fácílmen-
ACTITUDES POSROMANAS, 2
55

te a sus clientes militares. E n esencia, l o s peligros a l a r g o plazo de la


política de la tierra, e n este p e r í o d o c o m o en o t r o s afectaban m á s a
T

quienes habían fracasado en la política, los que n o a u m e n t a b a n sus tie-


^ 5 (o las iban p e r d i e n d o ) , m^s q u e a los vencedores políticos. La leal-
tad a los señores era, p r o b a b l e m e n t e , m á s c o m ú n y a la vez más segura
que la deslealtad.
Los aristócratas, grandes o m o d e s t o s , también tenían contactos fa-
1
miliares directos, c o n h e r m a n o s , p r i m o s e igualmente « f a m i l i a r e s ^ en
el sentido m á s amplio del t é r m i n o , con quienes consideraban q u e t e -
nían obligaciones. Estos g r u p o s d e parentesco se o r g a n i z a r o n d e for-
mas bastante distintas en la E u r o p a occidental. E n ocasiones quedaban
restringidos a u n a relación familiar de línea paterna; e n ocasiones r e s -
petaban también las relaciones de línea femenina, a u n q u e estas tendían
a ser menos importantes. A veces, resultaban bastante formales, c o m o
SJ
Xosgetfine y derífine de I r l a n d a , de tres y cuatro g e n e r a c i o n e s , q u e
tenían ciertas responsabilidades en la agricultura colectiva; sin e m b a r -
go, era m á s n o r m a l q u e h u b i e r a cierta posibilidad de elegir a q u é p a -
rientes se deseaba conservar más cerca y a cuáles se prefería evitar. Se
esperaba de u n o q u e respaldase a sus familiares e n las disputas, prestan-
do juramentos en su a p o y o o, en casos extremos, q u e luchara p o r ellos;
y uno también esperaba prestar a p o y o e n las dificultades económicas o
políticas. En Italia, en 7 1 7 , L i u r p r a n d o daba p o r sentado q u e si m a t a -
ban a un h o m b r e y s u asesino pagaba u n a compensación p o r la m u e r t e
(lo que se conocía c o m o wergild: el valor h o n r o s o de u n h o m b r e , calcu-
lado atendiendo a su condición social), la compensación tendría q u e ir
a manos de los h e r e d e r o s masculinos del difunto; pero n o así a las m u -
jeres, p o r q u e ellas son «incapaces de impulsar u n enfrentamiento (fai-
4
dd)»J La lealtad de los p a r i e n t e s , a u n q u e selectiva, era u n principio
universal en n u e s t r o p e r í o d o . U n a historiografía m á s antigua veía u n a
contradicción entre la lealtad a los parientes y la lealtad a los señores, y
trazó la historia del ascenso de los señores c o m o desarrollada a expen-
sas de los familiares. Es una oposición falsa; la mayoría de gente respe-
taba a los d o s sin dificultad. D o n d e sí había conflicto ( p o r ejemplo, en
el caso de q u e los distintos señores de d o s hermanos combatiesen entre
ellos) podía vivirse u n a tragedia p e r s o n a l ; es buen ejemplo la historia
de Cinewulfb y C i n e h a r d o , en la que los parientes q u e d a r o n en bandos
enfrentados. P e r o no p o d e m o s rastrear la pista de u n movimiento siste-
mático hacia u n lado en perjuicio del otro; p o r lo genera], no había n e -
cesidad de escoger. Al c o n t r a r i o , es p r o b a b l e que, e n t r e los p e r í o d o s
2 6
5
E L L E G A D O D E ROMA

m e r o v i n g i o y carolingio, y quizá un p o c o m á s allá del fin de la época


carolingia, tanto la lealtad familiar c o m o hacia los señores se estrechase
y articulase a ú n m á s , c o m o v e r e m o s en el capítulo 2 1 .
L o s g r u p o s d e p a r e n t e s c o eran o r i g e n de e n f r e n t a m i e n t o s . Los
h o m b r e s (en particular, los aristócratas) eran dados a la cólera y desen-
fundaban con facilidad las a r m a s ( q u e solían llevar c o n ellos), quizá
m á s c u a n d o estaban b o r r a c h o s ; así, se herían o asesinaban u n o s a otros
y sus parientes t o m a b a n venganza. L a s familias podían m a n t e n e r ung -' :

relación de «enemistad» sostenida; en 7 3 1 , L i u t p r a n d o consideró q u , e

c u a n d o se d a b a n estas circunstancias, no deberían p r o d u c i r s e matri-


m o n i o s entre personas de ambas familias; así, hizo q u e la anulación de
u n o s esponsales fuese m á s sencilla si la enemistad se debía al asesinato
de algún pariente. P o d e m o s seguir la pista de algunos enfrentamientos
sistemáticos, c o m o sucedió p o r ejemplo en T o u m a í en í 9 i , c u a n d o u n :

h o m b r e m a t ó al marido de su h e r m a n a p o r adulterio, a su vez fue asesi-


n a d o p o r un pariente del m a r i d o , y el enfrentarmento se fue ampliando
sin cesar hasta incluir otros parientes. (La reina F r e d e g u n d a resolvió el
p r o b l e m a , afirma G r e g o r i o d e T o u r s , m a t a n d o a t o d o s los supervi-
vientes.) Sin e m b a r g o , según parece, la mayoría de enfrentamientos de
este tipo terminaban bastante más rápido, con el p a g o de una compen-
sación, quizá tras u n único acto de venganza. L a s enemistades hereda-
das, c o m o el p r o p i o parentesco, d e b e n considerarse desde el p u n t o de
vista de la estrategia, no de la legalidad. N o era probable q u e la nene-
mistad» persistiera a m e n o s q u e coincidiera con conflictos más graves
(sobre el p o d e r político, d i g a m o s , o sobre las tierras) q u e los derivados
de una explosión d e cólera, tan c o m ú n en n u e s t r o p e r í o d o . D e hecho,
tal vez h u b o q u i e n pensaba q u e era c o n v e n i e n t e evitar, s o b r e t o d o , a
los parientes m á s dados a la pelea- D e todos m o d o s , la idea del enfren-
tamiento era i m p o r t a n t e en sí. Apelaba al corazón m i s m o del h o n o r y
la virilidad. E n el e n f r e n t a m i e n t o m á s famoso y m á s d e b a t i d o de la
Alta E d a d Media, en el q u e e s t u v o i m p l i c a d o Sicharo de Manthelan
(localidad p r ó x i m a a T o u r s ) en 5 8 5 - 5 8 7 , G r e g o r i o de T o u r s dictó
u n a s c o n d i c i o n e s i n t e r m e d i a s , en las q u e Sicharo c o m p e n s a r í a a su
contrincante C r a m n e s i n d o p o r ía m u e r t e de s u s parientes. D e s d e en-
tonces, S i c h a r o y C r a m n e s i n d o fueron b u e n o s a m i g o s , hasta que Si-
c h a r o , en u n a borrachera, se b u r l ó de C r a m n e s i n d o p o r haber sacado
p r o v e c h o e c o n ó m i c o del a c u e r d o . « C r a m n e s i n d o tenía el corazón des-
g a r r a d o . "Si no v e n g o a mis parientes — s e decía a sí m i s m o — , dirán
q u e soy débil c o m o u n a m u j e r , p u e s y a no t e n d r é d e r e c h o a q u e me
ACTITUDES POSítOMANAS, 550-750

1
llamen h o m b r e ' » . D e forma q u e m a t ó a Sicharo^ en ese m i s m o m o -
mento y lugar. G r e g o r i o , cuyas palabras citaba, aplaudió claramente a
Cramnesindo, y lo cierto es q u e este n o había tenido o t r o r e m e d i o ; el
insulto de Sicharo e r a tan g r a v e c o m o p a r a r e a v i v a r la enemistad de
inmediato. Las satisfacciones y los acuerdos eran c o m o u n tejido r e c o -
sido: podían reabrirse c o n d e m a s i a d a facilidad. Y, en ese caso, recha-
zar el enfrentamiento equivalía a n e g a r la propia virilidad.
Sicharo era u n aristócrata, cuya persona dependía d e la reina B r u -
nílda; en todas nuestras sociedades, la hostilidad sostenida y el h o n o r
parecen contemplarse c o m o u n rasgo no solo masculino sino c o m o p a -
trimonio especial de la aristocracia. D e h e c h o , los aristócratas e r a n
más «nobles», en el sentido moral, al m e n o s según su propio m o d o de
verlas cosas; y es p o c o probable q u e G r e g o r i o se hubiera m o s t r a d o ran
comprensivo con u n C r a m n e s i n d o campesino, suponiendo que h u b i e -
ra llegado a molestarse en t o m a r nota de sus acciones. L o s aristócratas
también tenían m á s tendencia a la santidad, c o m o h e m o s visto antes,
hecho que entraba en contradicción, sin d u d a alguna, c o n su relación
con el h o n o r y la violencia. El obispo L a n d i b e r t o de Maastricht^ m u -
rió hacia 7 0 5 , sitiado en su propia casa de Lieja p o r su enemigo m o r -
tal, D o d ó n , domesticus de Pipino II; permaneció espada en m a n o hasta
que la dejó caer para rezar, justo antes de q u e entrasen los h o m b r e s de
Dodón, según afirma su hagiógrafo; esto n o impidió los milagros post
mortem y u n a rápida expansión de su culto en Lieja. Este tipo de i m a -
gen según la cual u n aristócrata era, estructuralmente, distinto del r e s -
to de la población n o significaba q u e hubiera líneas de división jurídi-
camente definidas entre los «nobles» y los m e n o s libres, sobre t o d o en
Francia e Italia; la riqueza, el patrocinio político, el c o m p r o m i s o mili-
tar o el cargo eran cuestiones q u e se p o d í a n obtener de forma indepen-
díente, si había s u e n e , a s c e n d i e n d o despacio en el escalafón social.
Curiosamente, ¡a única sociedad con complejas b a r r e r a s sociales entre
los aristócratas y los m e n o s libres era Irlanda, d o n d e las diferencias de
fortuna eran, p r o b a b l e m e n t e , m e n o s importantes. P e r o la formación,
el lenguaje y el c o m p o r t a m i e n t o , incluido el saber c ó m o estar de pie y
cómo caminar, eran m a r c a d o r e s i m p o r t a n t e s q u e diferenciaron a los
1
aristócratas, p r o b a b l e m e n t e , en todas nuestras sociedades. * U n aristó-
crata de N o r t u m b r i a l l a m a d o I m m a l u c h ó en la batalla d e T r e n t e n
678, q u e su b a n d o p e r d i ó . Beda n o s c u e n t a que c a y ó , p e r m a n e c i ó i n -
consciente y al día siguiente lo apresaron. Fingió ser u n campesino q u e
traía comida p a r a el ejército, para evitar q u e lo matasen, p e r o p r o n t o
2*8 E L LEGADO D E ROMA

q u e d ó claro — « p o r su r o s t r o , vestimenta y forma de h a b l a r » — q n e

era u n auténtico aristócrata y, en consecuencia, lo vendieron c o m o es-


clavo. Las sociedades inglesas n o eran las q u e m á s distinciones sociales
hacían d e n t r o d e E u r o p a , y a pesar de t o d o , I m m a se distinguió- Así,
las observaciones d e estas páginas acerca de la c o n d u c t a y la etiqueta
solo se aplican a los aristócratas; en el p r ó x i m o capítulo n o s ocupare-
m o s del campesinado con m á s detalle.
El h o n o r y la m a s c u l i n i d a d e s t a b a n e s t r e c h a m e n t e vinculados,
c o m o h e m o s visto. El espacio para el h o n o r , la lealtad y el protagonis-
m o político d é l a s mujeres d e la nobleza estaba bastante m á s restringi-
d o . " P e r o existía, pese a t o d o . L a s mujeres q u e g o b e r n a r o n p o r dere-
c h o p r o p i o en este p e r í o d o n o a b u n d a n m á s q u e en cualquier otro; solo
c o n o c e m o s el caso de una, y gracias a u n a fuente vaga y dos siglos pos-
terior: la reina Seaxburh de W e s s e x (672-674), q u e sucedió a su mari-
d o d u r a n t e u n a ñ o . P o r o t r o l a d o , ya h e m o s visto q u e en F r a n c i a las
reinas r e g e n t e s —-como Brunilda, F r e d e g u n d a , Baltilde y Chirrme-
c h i l d a — p o d í a n ser e x t r e m a d a m e n t e p o d e r o s a s , lo cual n o s permite
profundizar m á s en el ejercicio femenino d e la autoridad. La importan-
cia de estas mujeres e s t u v o , al p r i n c i p i o , m u y ligada a la centralidad
dinástica de la línea masculina merovíngia nuclear. E n el m u n d o fran-
co h u b o m u c h a s esposas y c o n c u b i n a s reales; si deseaban v e r d a d e r o
poder, sería c o m o madres de u n rey, así q u e debían asegurarse de que
su hijo sería el sucesor. Así, F r e d e g u n d a t u v o q u e urdir el asesinato de
al m e n o s dos hijastros (al m e n o s , según G r e g o r i o de T o u r s , quien, sin
e m b a r g o , necesitó d e f o r m a r u n p o c o las p r u e b a s p a r a implicarla en
e s t o ) . C u a n d o g o b e r n a b a n c o m o r e g e n t e s , sus ó r d e n e s t a m b i é n se
contestaban m á s q u e cuando se trataba de la autoridad de u n rey m e r o -
vingio. Sin e m b a r g o , su p o d e r era g e n u i n o ; el pueblo las obedecía, de-
sarrollaba c a r r e r a s en t o r n o de ellas, l u c h a b a p a r a ellas. D e h e c h o ,
G r e g o r i o afirmó q u e su p a t r o n a Brunilda actuó uiriliter «a la manera
y

de los h o m b r e s » . Janet Nelson ha sostenido q u e su autoridad también


derivaba de la ubicación de tantas prácticas políticas merovingias en la
corte real: la casa, cuya o r g a n i z a c i ó n estaba e n g r a n m e d i d a bajo el
control de la reina. Es bastante probable q u e así fuera, a u n q u e las rei-
nas m a d r e s del p e r í o d o m e r o v i n g i o g o z a r o n de u n p o d e r fuera de lo
c o m ú n , pese al hecho de q u e las reinas c o n t r o l a b a n la casa familiar en
todas partes. E n la autoridad política de las mujeres merovingias, se ve
u n equilibrio q u e fije característico d e las mujeres políticamente p o d e -
rosas a lo largo de la Edad Media: la acción política femenina, allí don-
ACTITUDES POSROMANAS, 570-750

¿ existió, fue m á s frágil y e s t u v o m á s cuestionada q u e la masculina;


e

pero en ocasiones, pese a t o d o , también t u v o su espacio. T a m p o c o es


razonable d u d a r d e q u e reinas c o m o Brunilda tuvieran h o n o r .
Este papel de las mujeres, estuvo especialmente asociado con el l i -
naje merovingio p o r el h e c h o de q u e las madres reales p o d í a n ser p o -
derosas fuesen cuales fueran sus orígenes sociales. E n t r e la aristocracia
franca del período m e r o v i n g i o , sin e m b a r g o , las mujeres con u n o s a n -
tepasados a d e c u a d a m e n t e nobles t a m b i é n p o d í a n desarrollar m u c h a
actividad. La típica m u j e r de la aristocracia, fuera esposa o m a d r e ,
tiende a aparecer en nuestras fuentes -—es c i e r t o — c o m o u n apéndice
de los actores masculinos; p o r ejemplo, e n t r e g a n d o la tierra a la iglesia
junto con el m a r i d o o el hijo. L a s pocas mujeres del período m e r o v i n -
gio que hicieron testamentos — q u e se hayan c o n s e r v a d o — sin la p a r -
ticipación de u n pariente masculino ( p o r q u e eran viudas o monjas c o n -
sagradas, c o m o E r m i n e t r u d i s o E r m i n t r u d a en P a r í s , hacia óoo, y
Burgundofara en Faremoutiers en 634)** también poseían mucha m e -
nos tierra de lo habitual en la aristocracia; quien actuaba de m a n e r a
independiente, u n a vez m á s , se hallaba en u n a posición relativamente
frágil. Las mujeres aristocráticas p o d í a n , sin e m b a r g o , escoger consa-
grarse a la virginidad y fundar m o n a s t e r i o s , tal c o m o n o s relatan n u -
19
merosas vidas de s a n t o s . Estas vidas solían p o n e r de relieve la oposi-
ción paterna a esta decisión (frente a l a posibilidad de casarlas y o b t e n e r
un beneficio p a r a la familia) e i g u a l m e n t e el r e s p a l d o d e las m a d r e s .
Tal c o m o ha señalado Régine L e J a n , tiene q u e tratarse de u n tópico,
de un cliché literario: en realidad, estos monasterios femeninos estaban
bien integrados en las estrategias familiares; y mujeres c o m o B u r g u n -
dofara de Faremoutiers o G e r t r u d i s de Nivelles, y los monasterios q u e
fundaron, en la práctica p r o s p e r a r o n y se t a m b a l e a r o n a la p a r q u e
prosperaban y se tambaleaban sus familias (los farónidas-agilolfingos
y los pipínidas, respectivamente). N o obstante, la alternativa m o n á s t i -
ca daba a estas mujeres la o p o r t u n i d a d de conseguir p r o t a g o n i s m o en
la política de la familia, y Gertrudis, c o m o Burgundofara, optaron p o r
esta vía y la desarrollaron,

úo
P l e c t r u d i s , v i u d a de P i p i n o I I , ilustra aún m á s estas posibilida-
des. Gozó de gran influencia en vida de su esposo; la v e m o s a su lado
cuando se apoderaban de tierras y c u a n d o las entregaban al monasterio
de Echternach ( p o r ejemplo, en 706), u n monasterio del q u e antes ha-
bía sido m e c e n a s su m a d r e E r m i n a . E s t a influencia e s t u v o , sin d u d a ,
ligada a su p r o p i o origen aristocrático, en la zona de T r é v e r i s , y al h e -
i6o E L L E G A D O D E ROMA

c h o d e q u e , gracias a sus parientes, la influencia de la familia pipúiida


p u d o e x p a n d i r s e hacia el sur. P e r o P i p i n o n o era s o l a m e n t e el noble
m á s rico d e su época; t a m b i é n era sénior maior domus de todas las tie-
rras francas, y su soberano de Jacto. A su m u e r t e , en 7 1 4 , los d o s hijos
q u e había tenido con Plectrudis habían fallecido; en su lecho de muer-
te, P i p i n o d i o su conformidad para q u e su j o v e n nieto T e o d o a l d o lo
sucediera c o m o maior, con Plectrudis en el g o b i e r n o . Es decir, aun sin
n a d a similar a la s e g u r i d a d q u e d i o a los m e r o v i n g i o s la legitimidad
dinástica, los pipínidas adoptaron felizmente la práctica de la reina re-
g e n t e , habitual e n t r e los m e r o v i n g i o s . Plectrudis era, a todas luces, lo
suficientemente dura para el puesto; encarceló de inmediato a su único
rival en el seno d e la familia, su hijastro Carlos Marte!. P e r o al cabo de
u n a ñ o , se p r o d u j o una revuelta en Neustria c o n t r a el g o b i e r n o pipíni-
d a y p o c o d e s p u é s , Carlos escapó y se alzó t a m b i é n en a r m a s . Como
Hemos v i s t o , fue C a r l o s q u i e n g a n ó la g u e r r a civil de 7 1 5 - 7 1 9 y, en
7 1 7 , Plectrudis t u v o q u e entregar a Carlos el tesoro de Pipino (y, por
t a n t o , todas las opciones de alcanzar u n v e r d a d e r o p r o t a g o n i s m o polí-
tico). Fracasó y en parte fue debido a su condición femenina: su poder
fue aún m á s frágil y discutido q u e el de Brunilda. P e r o , al m e n o s , exis-
tía u n espacio político en el q u e p u d o intentarlo, y los historiadores del
período carolingio, q u e escribían a las órdenes de los descendientes de
Carlos, la trataron con u n respeto considerable.
61
L o s p r i m e r o s a n g l o s a j o n e s están b a s t a n t e p e o r d o c u m e n t a d o s ,
p e r o su énfasis en la legitimidad dinástica p u d o t e n e r , en principio,
cierto i m p a c t o sobre las m a d r e s regias; u n a s reglas de sucesión poco
precisas fueron las q u e p e r m i t i e r o n la existencia de varios reyes niño
en Inglaterra antes del siglo x , p e r o , cuando los h u b o , sus m a d r e s fue-
r o n importantes (véase m á s adelante, el capítulo 1 9 ) . L o s p r i m e r o s ca-
sos d e s t a c a d o s de p o d e r o s a s abadesas en varios reinos anglosajones
también h a c e n pensar e n ciertos paralelos c o n la situación merovíngia.
62
V i s i g o d o s y l o m b a r d o s , en c a m b i o , hicieron m e n o s hincapié en la
política femenina. D e n u e v o estamos ante u n p r o b l e m a d e r i v a d o , en
parte, de nuestras fuentes, q u e incluyen pocas narraciones y, además,
tienden a representar la acción política de las mujeres de u n m o d o aún
m á s n e g a t i v o q u e en los reinos septentrionales: son los casos de Gos-
vinta ( m . 589), p o r ejemplo, reina arriana de Hispania y viuda del rey
A t a n a g i l d o (y t a m b i é n m a d r e de Brunilda de F r a n c i a ) , q u e a su vez
conspiró contra Leovigildo y R e c a r e d o y trató d e minar la conversión
de R e c a r e d o al catolicismo, según cuenta Juan de Biclar; o en Italia, la
ACTITUDES POSRCMANAS, Í5O-75O 26l

reina R o s i m u n d a ( m . h . 575) q u e u r d i ó el asesinato de su esposo A l -


boüio en 572* p e r o t u v o u n mal fin, según P a b l o D i á c o n o . D e h e c h o ,
el relato de Pablo es coherente al describir el p r o t a g o n i s m o político de
las mujeres, y a fueran reinas p duquesas, bajo u n a luz m u y negativa, a
excepción de u n solo caso: el de su heroína, Teodeltnda, esposa de d o s
reyes sucesivos, q u e mantenía correspondencia con G r e g o r i o el G r a n -
de y probablemente fue reina regente de su hijo Adaloaldo (616-616).
Su ejemplo muestra, al m e n o s , q u e e n las circunstancias adecuadas una
mujer podía g o z a r de considerable autoridad en Italia. Estas c i r c u n s -
tancias se repitieron en el d u c a d o independiente de B e n e v e n t o , en 7 5 1 -
755, cuando Scauniperga, v i u d a de Gísulfo II, g o b e r n ó con su j o v e n
hijo Liutprando; Scauniperga se hizo llamar dux, al lado de su hijo, y
en los documentos se la menciona p r i m e r o . El g o b i e r n o de Benevento
contaba con una familia estable, q u e sin duda tuvo q u e haber a y u d a d o
a Scauniperga en aquel papel. En otras épocas, sucedían reyes adultos,
generalmente gracias a u n golpe de estado, y la ausencia d e u n princi-
pio dinástico n o a y u d a b a al p r o t a g o n i s m o femenino; p e r o actitudes
como la de P a b l o , si m u c h o s las compartían, habrían reducido aún m á s
su espacio. Sin d u d a , los l o m b a r d o s no apreciaban la clase de acción
política independiente de la q u e , a veces, podían disfrutar las mujeres
de la aristocracia en algunas zonas bizantinas de la península, c o m o e n
el caso de la patricia Clementina en el Ñapóles d e la década d e 590, q u e
aparece en las cartas de G r e g o r i o el G r a n d e c o m o una figura política
napolitana, en o c a s i o n e s c o n t r o v e r t i d a , aliada y e n e m i g a al m i s m o
tiempo de los líderes religiosos locales (sus dependientes n o libres p r o -
tagonizaron u n a p e q u e ñ a revuelta de campesinos c o n t r a u n e n v i a d o
del papa; ella t r a t ó de d e t e n e r la elección del obispo A m a n d o de S o -
rrento p o r q u e quería q u e se quedara en su séquito). D e h e c h o , en t o d o
el Occidente, incluidas las tierras bizantinas, las mediadoras aristócra-
tas como C l e m e n t i n a — p o d e r o s a s gracias a su p r o p i a fortuna y sin
necesidad de u n contexto familiar explícito— miraban hacia atrás, h a -
cia el imperio t a r d í o , m á s q u e hacia d e l a n t e , a la p r i m e r a etapa de la
Edad Media. C o n el p a s o del t i e m p o , los lazos familiares, p o r cuna o
por matrimonio, estarían en todas partes.

Estoy h a c i e n d o hincapié e n la alta política n o p o r q u e el ejercicio


del poder político sea, necesariamente, lo más importante q u e haya h e -
cho una persona, sino ante todo p o r q u e los d o c u m e n t o s preservados se
refieren a este campo. E n el capítulo 3 decíamos q u e los principios q u e
se daban p o r sentados en materia de h o m b r e s y mujeres, aunque en el
2Ó2 E L LEGADO DE ROMA

período t a r d o r r o m a n o fueron umversalmente m á s represivos para las


mujeres q u e para los h o m b r e s (y todas las limitaciones de esta época se
aplicaron t a m b i é n e n la A l t a E d a d M e d i a ) , o t o r g a b a n a las mujeres
más espacio para desarrollar u n a actividad femenina del q u e h u b o para
ellas posteriormente. E n general, el p r o t a g o n i s m o femenino en la épo-
ca altomedieval estaba vinculado con el ciclo vital y las estrategias fa-
miliares m á s claramente q u e en épocas del imperio. T a m b i é n quedaba
m á s limitado p o r las n o r m a s legales. A u n q u e las leyes «bárbaras», me-
nos aún q u e las d e R o m a , no restringían m u c h o en la práctica la acción
social, al m e n o s sí reflejaban el m o d o de pensar d e los legisladores; y
en todas partes partían de ciertas discapacitaciones legales p a r a las mu-
jeres. Así, en la m a y o r í a de n u e s t r a s sociedades se esperaba de ellas
que se colocasen al a m p a r o de la protección masculina: de su p a d r e , sus
h e r m a n o s y, a la p o s t r e , su m a r i d o , hasta q u e enviudasen. E n algunas
sociedades altomedíevales gozaron de independencia legal, p e r o se ha-
llaban en u n a posición débil, y el control de las tierras al q u e por enton-
ces tenían acceso ( c o m o la d o t e de su p a d r e o el «regalo de bodas» de
sus m a r i d o s ; este último podía ascender a m u c h o : una cuarta parte de
la propiedad del varón, en la Italia l o m b a r d a , a veces u n tercio en Fran-
cia) se e n c o n t r a b a a m e n a z a d o p o r sus hijos y p o r t o d o s los parientes
masculinos. H a y m u c h o s datos anecdóticos sobre este tipo de amenaza
úi
a las viudas: en Italia, p o r ejemplo, R o t r u d a de P i s a , cuyos intentos
de fundar u n a hospedería para p e r e g r i n o s según los deseos d e su di-
funto esposo se t o p a r o n con la oposición de su h e r m a n o en 762; o el
caso de T a n e l d i s de C l e m e n z i a n o , en la Sabina, q u e d e s h e r e d ó a los
herederos de su hijo en 768, p o r las «muchas injurias y amargas moles-
tias y daños» q u e le habían c a u s a d o . Al parecer, en la zona central de
4
Italia, las d o n a c i o n e s de tierras c o n m o t i v o de u n a b o d a * también se
v e n d í a n m á s a m e n u d o q u e n i n g u n a o t r a p r o p i e d a d de la familia, lo
cual implica q u e se c o n s i d e r a b a m e n o s esencial c o n s e r v a r las tierras
que las mujeres podían heredar.

E n t r e t o d a s estas s o c i e d a d e s , es en la Italia l o m b a r d a , sin duda,


d o n d e p a r e c e n haberse aplicado más restricciones legales a las muje-
res. Es p r o b a b l e q u e solo se la p u e d a c o m p a r a r con Irlanda. E n Italia,
¡as mujeres p e r m a n e c í a n bajo protección legal — l a de sus hijos v a r o -
6
n e s — a u n q u e fuesen v i u d a s . ' L a legislación lombarda dedica un con-
siderable espacio a especificar las o b l i g a c i o n e s de los h o m b r e s , que
debían ofrecer a las mujeres u n t r a t o a d e c u a d o , lo cual atestigua una
culrura general de la restricción. E n 7 3 1 , L i u t p r a n d o hizo u n a lista de
ACTITUDES POSROMANAS, 550-750

los malos tratos q u e harían p e r d e r a u n h o m b r e sus derechos de p r o t e c -


ción legal sobre u n a mujer: si la dejaba pasar h a m b r e , si n o la vestía de
acuerdo con su p r o p i a r i q u e z a , si m a n t e n í a relaciones sexuales con
ella, sí la casaba con u n esclavo o si la golpeaba (a m e n o s q u e fuera p o r
motivos de «sincera disciplina»). La ley lombarda también estaba tan
segura de q u e las mujeres n o p o r t a b a n armas q u e no tema n i n g u n a dis-
posición para castigar sus actos violentos, c o m o descubrió L i u t p r a n d o
con horror en 7 3 4 ; e n adelante serían humilladas públicamente, y sus
maridos — a quienes se atribuía la auténtica r e s p o n s a b i l i d a d — p a g a -
rían una compensación. E r a u n a ley dirigida a los campesinos, n o a los
aristócratas, p e r o atestigua u n a serie de supuestos relacionados c o n el
«género» q u e son particulares de Lombardía y se reflejan asimismo en
los escritos de P a b l o D i á c o n o . T a m b i é n h a b r í a n r e s u l t a d o r e c o n o c i -
bles al n o r t e de los A l p e s , p e r o se aplicaban de forma m á s sistemática
en Italia.

La Alta E d a d Media se h a c o n t e m p l a d o , tradicionalmente, c o m o m á s


^germánica» q u e la R o m a tardía, el fruto de una invasión, a d e m á s d e
ser el emplazamiento de u n a fusión r o m a n o - g e r m á n i c a q u e e v o l u c i o -
naría y se perfeccionaría c o n los carolingios. T a l c o m o h e d a d o a e n -
tender en l o s c a p í t u l o s a n t e r i o r e s , c r e o q u e no se trata de u n a d e s -
cripción ajustada. P a r a e m p e z a r , las s o c i e d a d e s a l t o m e d i e v a l e s d e
Occidente compartían rasgos, tanto si las habían invadido c o m o si n o :
en algunas cuestiones, la Italia bizantina y Gales eran paralelas a la Ita-
lia lombarda e Inglaterra, r e s p e c t i v a m e n t e . T a m b i é n Irlanda, q u e t e -
nía poco contacto con el m u n d o «germánico», mostraba parecidos con
este (aunque, de todas las sociedades q u e h e m o s o b s e r v a d o , la irlande-
sa era en m u c h o s aspectos la m á s atípica). D e n t r o de las p r o v i n c i a s
exromanas, el v e r d a d e r o contraste n o se establecía entre las sociedades
invadidas o c o n q u i s t a d a s y las r e s t a n t e s , sino e n t r e el c o n t i n e n t e y
Gran Bretaña; en aquel, las estructuras políticas y sociales básicas del
m u n d o r o m a n o s o b r e v i v i e r o n ( a u n q u e e n m u c h o s sitios q u e d a r a n
destartaladas e infradotadas) y, en esta, n o se m a n t u v i e r o n ; las socie-
dades tribales fueron características de las d o s partes de la Gran Breta-
ña posromana, la anglosajona y la galesa. D e h e c h o , en general, d e n t r o
de la cultura política el cambio principal no fue la germanización, sino
la militarización: en los siglos v y vi comenzó una época d e dominio d e
la aristocracia militar q u e se m a n t u v o en todo O c c i d e n t e durante m á s
264 E L L E G A D O D E ROMA

de un milenio. C o m o v e r e m o s e n la tercera p a r t e de este libro, este era


u n rasgo p r o p i o del imperio bizantino y , en m e n o r m e d i d a , también
del califato.
D e todos m o d o s , las identidades sí cambiaron. E n Occidente, cada
vez eran m e n o s los p u e b l o s q u e se llamaban a sí m i s m o s romani; los
o t r o s h a l l a r o n n u e v o s m a r c a d o r e s étnicos: g o d o s , l o m b a r d o s , báva-
ros, a l a m a n o s , francos, distintas clases de anglos y de sajones, brita-
útí
n o s (según se d e n o m i n a b a n a sí m i s m o s los n o anglosajones q u e ha-
bitaban en territorio británico e n 5 50, u n a vez se h u b i e r o n marchado
los romani; el t é r m i n o sería sustituido p r o n t o p o r el gales cymry, «com-
patriota»). Es decir, incluso en u n a p a r t e del a n t i g u o i m p e r i o q u e no
había sido conquistada p o r invasores, los romanos n o eran los propios
butanos^ sino o t r o p u e b l o , u n o s invasores previos q u e habían llegadoy
se habían i d o . Y a u n q u e , por supuesto, la inmensa m a y o r í a d e los ante-
pasados de todos estos pueblos eran h o m b r e s y mujeres q u e se habrían
llamado r o m a n o s en 400, el m u n d o r o m a n o había desaparecido, real-
m e n t e , y se había llevado la r o m a n i d a d consigo.

La Alta E d a d Media fue u n período considerablemente m á s simple


q u e el imperio tardío, y había p o r todas partes edificios y ruinas roma-
nas, q u e p o r lo general eclipsaban construcciones más^ecientes y, en la
m a y o r í a d e casos, también se habían edificado con m á s esmero. ¿Aca-
so los p u e b l o s altomedievales se sentían i n s e g u r o s o nostálgicos con
6 7
respecto al pasado r o m a n o ? H a y m u y p o c o s indicios de ello. G r e g o -
rio de T o u r s , a u n q u e de familia r o m a n a aristocrática, parece n o haber-
se d a d o cuenta de q u e el imperio se había t e r m i n a d o ; su h é r o e funda-
dor era C l o d o v e o , y todas sus lealtades, francas. Pablo Diácono
escribió sobre r o m a n o s y l o m b a r d o s p o r igual y , a u n q u e era conscien-
te de la violencia q u e trajo consigo la invasión l o m b a r d a , la considera-
b a inevitable y se sentía o r g u l l o s o d e sus antecedentes l o m b a r d o s . A
quienes no les entusiasmaba la i m a g e n de Escandinavia c o m o la «ma-
triz de las naciones [germánicas]», tenían en T r o y a o t r o m i t o de origen
n o r o m a n o , además del Israel del A n t i g u o T e s t a m e n t o (los francos, en
particular, e m p e z a r o n a usar este imaginario con m á s frecuencia: véase
el capítulo 1 6 ) . Y si los escritores n o centraban su identidad exclusiva-
m e n t e en los o r í g e n e s étnicos, se identificaban en lugar de ello con su
provincia, c o m o en el caso del elogio q u e Isidoro de Sevilla dedicó a
Hispania en la década de 620: « C o n razón la áurea R o m a , cabeza de
todas las naciones, te deseó desde hace tiempo. Y ... ahora es el pueblo
m á s floreciente entre los g o d o s , q u e a su vez, tras n u m e r o s a s victorias
ACTITUDES POSROMANAS, 550-750

por todo el m u n d o , te han apresado fácilmente y te adoran: te disfrutan


hasta hoy e n m e d i o d e los emblemas reales y una gran riqueza, plena-
68
mente confiados e n la b u e n a fortuna del i m p e r i o » . P a r a I s i d o r o , el
hombre m á s i m b u i d o de u n a c u l t u r a literaria p r e c o n s t a n t í n i a n a de
toda la Alta E d a d Media, esto era el p a s a d o , y el presente era igual d e
glorioso.
D e h e c h o , el « m i t o d e R o m a » era, cada vez m á s , la nueva R o m a
cristiana de las basílicas y las t u m b a s de los m á r t i r e s . L a s guías para
p e r e g r i n o s ^ n o p r e s t a b a n especial atención a los e n o r m e s edificios
preconstantinianos q u e a ú n se m a n t e n í a n en pie en la c i u d a d (y q u e ,
por lo general, transcurridos trece siglos más, siguen en pie); en el m e -
jor de los casos, los consideraban u n telón de fondo m o n u m e n t a l para
los nuevos focos de n u m e n del m u n d o cristiano. Las tumbas eran u n a
70
metonimia de Roma: en I r l a n d a , la palabra ruaim, «Roma», pasó a sig-
nificar en realidad « c e m e n t e r i o m o n á s t i c o » . Esta R o m a p e r d u r ó ; la
imagen imperial de R o m a y su imperio, p o r el c o n t r a r i o , se fue a b a n -
71
donando cada vez m á s . L o s g o b e r n a n t e s c a r o l i n g i o s y su séquito se
interesarían m u c h o m á s p o r el imperio r o m a n o : r e c u p e r a r o n el título
de emperador, utilizaron a Suetonio y A u g u s t o c o m o modelos para las
biografías de C a r l o m a g n o , copiaron los textos clásicos y se r e c o m e n -
daron m u t u a m e n t e historias r o m a n a s ; p e r o lo hacían en un contexto d e
confianza franca/carolingia tan g r a n d e q u e tenían q u e recurrir a todos
los modelos existentes: la R o m a imperial, T r o y a e Israel, los tres j u n -
tos, para p o d e r s u p e r a r l o s a t o d o s . P e s e a t o d o , la R o m a q u e m e j o r
valoraban ellos era asimismo la cristiana: la de las basílicas, las tumbas
y, cada vez más, los papas.

Lo ú l t i m o q u e h a y q u e d e s t a c a r s o b r e esta c u e s t i ó n es q u e las
creencias y las prácticas q u e h e m o s analizado aquí n o cambiaron s u s -
tancialmente después de 750. P o r lo general h e m o s u s a d o a q u í ejem-
plos precarolíngios, p e r o también p o d r í a m o s haber utilizado fácilmen-
te ejemplos de cualquier o t r o siglo p r e v i o a 1 o c o , e incluso posteriores.
Los carolingios (Luis el Piadoso e n particular) unificaron en gran m e -
dida la regulación monástica, y las proporciones de su control político
provocaron q u e eclesiásticos de t o d o O c c i d e n t e tuviesen u n contacto
más habitual. D e s a r r o l l a r o n u n sistema educativo m á s regular, e n e s -
pecial para las élites, q u e cambió radicalmente el aislamiento intelec-
tual de figuras c o m o Beda y p e r m i t i ó la reaparición del debate teológi-
co e incluso la herejía (véase el capítulo 1 7 ) . P e r o los p u n t o s d e p a r t i d a
básicos con r e s p e c t o a las prácticas religiosas q u e h e m o s descrito en
266 E L LEGADO D E ROMA

este capítulo c o n t i n u a r o n sosteniendo el p r o g r a m a reformista de los


carolingios y, de h e c h o , sobrevivieron a su eclipse parcial a finales del
siglo i x . E n c u a n t o a las actitudes aristocráticas, y a los c o n c e p t o s de
diferencia e n t r e g é n e r o s , apenas e x p e r i m e n t a r o n variación alguna en
el período carolingio. L o s cambios culturales y políticos q u e se anali-
z a r á n en la cuarta p a r t e de este libro se a p o y a b a n en los cimientos de
u n o s valores q u e permanecerían estables durante m u c h o tiempo.
r
9

RIQUEZA, INTERCAMBIO
Y SOCIEDAD CAMPESINA

En 7**3 A n s t r u d a de Piacenza, en el norte de Italia, redactó u n d o c u -


mento poco corriente. Vendió su p r o p i a independencia legal a los h e r -
manos S i g í r a d o y A r o q u i s (o A r o c h i s ) , p o r q u e se había casado c o n
una persona q u e dependía de ella y estaba privada de libertad (era u n
servas)* L o s tres a c o r d a r o n q u e sus futuros hijos seguirían siendo d e -
pendientes de los h e r m a n o s , a perpetuidad, p e r o q u e las hijas podrían
comprar su independencia al casarse p o r el m i s m o dinero — t r e s soli-
di-— que la propia A n s t r u d a había recibido. A u n q u e la Italia lombarda
era un país q u e tenía bastante en cuenta el sistema legal ( y Piacenza n o
está m u y lejos de la capital), este d o c u m e n t o quebranta al m e n o s tres
leyes: la ley q u e prohibía los matrimonios entre libres y n o libres; la ley
(o al m e n o s la suposición de p a r t i d a ) de q u e las p e r s o n a s carentes d e
libertad no eran personas jurídicas, de m o d o que a las hijas de A n s t r u -
da no cabía atribuirles futuros derechos legales; y la ley q u e prohibía la
independencia legal de las mujeres. El p a d r e de A n s t r u d a , A u t a r i o ( o
Authari), u n vir honestus o p e q u e ñ o terrateniente, dio su aprobación al
documento, p e r o el d i n e r o de los d e r e c h o s legales d e A n s t r u d a p a s ó
directamente a m a n o s de ella, y ella es la protagonista de toda esta n a -
rración. H a y u n p u n t o de ironía en el hecho de q u e este relato de u n a
joven campesina n o s m u e s t r e q u e ella — c u a n d o e n realidad e s t a b a
vendiendo su p r o p i a l i b e r t a d — p o d í a i m p o n e r sus p r o p i a s reglas y
crear su propio contexto social, incluso en una sociedad que restringía
la independencia femenina tanto c o m o la Italia lombarda. Esto nos p o -
dría desvelar cosas d e A n s t r u d a c o m o persona; p e r o también n o s dice
algo sobre la fluidez de la sociedad campesina en Italia.

Lo m i s m o les sucedió a Sigírado y A r o q u i s , q u e estaban a cierta


distancia de su casa. Eran propietarios de nivel intermedio y , a p e q u e -
ña escala, los jefes d e su p u e b l o , C a m p i o n e , cerca de L u g a n o , en las

L
E L L E G A D O DE ROMA

estribaciones alpinas, 140 kilómetros al n o r t e de Piacenza. Conserva-


ban d o c u m e n t o s relativos a sus dependientes serviles; u n texto parale-
lo de 73 5 los muestra adquiriendo el control sobre una segunda mujer
libre, q u e se casó con u n o de sus dependientes en el p r o p i o Campione;
esta vez — d e u n m o d o m á s o r t o d o x o — lo adquirían de u n h e r m a n o
de ella. C i e r t o T o t ó n , familiar s u y o , reclamó con éxito la propiedad
sobre o t r o dependiente, Lucio d e C a m p i o n e , en u n juicio celebrado en
la década de 720, y pese a la firme oposición de L u c i o ; a T o t ó n lo en-
c o n t r a m o s t a m b i é n en Milán, en 7 2 5 , c o m p r a n d o u n esclavo de la Ga-
lia, llamado Satielano, a cierta E r m e d r u d a . Es decir, los m i e m b r o s de
esta familia se fueron m o v i e n d o con interés p o r hacerse con el control
de d e p e n d i e n t e s , o r e t e n e r l o s , en u n a diversidad de c o n t e x t o s . Eran
d u r o s de trato, según descubrió L u c i o ; quizá a las hijas de A n s t r u d a les
costó escapar a su control en el futuro. P e r o estos negocios y a n o s indi-
can, en sí m i s m o s , cierta fluidez; las relaciones sociales de Campione y
sus alrededores parecen haber sido bastante complejas.
1
Empiezo este capítulo c o n A n s t r u d a y C a m p i o n e c o m o forma de
acercarnos a la c o m p r e n s i ó n de la complejidad de las sociedades cam-
pesinas altomedievales. P e r o hay q u e decir, de entrada, q u e no sabe-
m o s m u c h o de ellas; las prácticas sociales del campesinado estaban d e -
masiado lejos de los intereses de la aristocracia y la iglesia, a los que
r e s p o n d e el g r u e s o de n u e s t r a s fuentes escritas. E n su m a y o r í a , las
pruebas q u e n o s hablan d e los campesinos del Occidente precarolingio
son arqueológicas; el n ú m e r o relativamente r e d u c i d o de poblaciones
occidentales q u e n o s legan los suficientes d o c u m e n t o s c o m o para que
p o d a m o s investigar las acciones reales de los campesinos tiende, salvo
contadas excepciones, a ser del siglo i x , n o anterior; y en consecuencia
este capítulo se a d e n t r a r á en el m i s m o siglo i x . P o r otra p a r t e , a los
c a m p e s i n o s se los c o n t e m p l a c l a r a m e n t e d e s d e el exterior, d e s d e el
p u n t o de vista d e u n legislador o u n hagiógrafo, q u e los m e n c i o n a n
p o r razones cargadas de moralismo y exMben poca simpatía hacia sus
valores. P e r o estos observadores externos y hostiles, en todas nuestras
sociedades, procedían además de grupos sociales bastante m á s p o d e r o -
sos q u e el c a m p e s i n a d o ; y se e n c o n t r a b a n perfectamente dispuestos a
coaccionar a los campesinos si esto les reportaba beneficios. Si quere-
m o s c o m p r e n d e r en su conjunto la sociedad campesina de nuestro p e -
r í o d o , d e b e m o s considerarla d e n t r o de u n m a r c o en el q u e t e n g a m o s
presente cuánta riqueza — y p o r e n d e , cuánto p o d e r — tenían también
o t r o s g r u p o s sociales. P o r esta serie de r a z o n e s , este capítulo enlaza
RIQUEZA, INTERCAMBIO Y SOCIEDAD CAMPESINA

por un lado los p r o b l e m a s g e n e r a l e s d e la estructura económica c o n ,


por otro lado, la sociedad campesina. Primero.debemos c o m p r e n d e r la
cuestión de la distribución de riqueza, para luego p o d e r entender hasta
qué p u n t o la acción social de los campesinos estaba realmente constre-
ñida en las diversas realidades locales de Occidente. P e r o la distribu-
ción de la riqueza también tiene implicaciones para t o d o s los sectores
de la economía, cuestión esta de la q u e n o s o c u p a r e m o s en la s e g u n d a
parte del capítulo.

En los capítulos 5 3 7 v i m o s q u e en las diversas sociedades occidentales


había diferencias claras e n el g r a d o de riqueza de los aristócratas.' E n
la Francia de los m e r o v i n g i o s , había t e r r a t e n i e n t e s r e a l m e n t e ricos,
con docenas de fincas cada u n o , y u n a política de facciones m u y milita-
rizada. Baviera era c o m o Francia, a u n q u e probablemente a m e n o r e s -
cala; solo u n p u ñ a d o de familias (dejando aparte a los d u q u e s g o b e r -
nantes) p a r e c e n h a b e r s i d o p r o p i e t a r i a s i m p o r t a n t e s . E n la Italia
lombarda, p o r el c o n t r a r i o , la riqueza de los estratos aristocráticos era
mucho m á s modesta y el d o m i n i o político de los reyes era a b r u m a d o r .
La H i s p a n i a v i s i g o d a se p a r e c í a m á s a Italia en este a s p e c t o , s e g ú n
creemos a partir de u n o s d a t o s bastante m á s escuetos. Y la riqueza de
los aristócratas en G r a n Bretaña e I r l a n d a fue, hasta d o n d e se p u e d e
observar, m a r c a d a m e n t e inferior; las sociedades locales a l c a n z a r o n
una escala m u c h o m e n o r y las diferencias económicas entre la a r i s t o -
cracia y los campesinos eran m u c h o m e n o s destacables. E n todos estos
casos, además, salvo en el norte de Francia ( y en Irlanda, d o n d e jamás
gobernaron los r o m a n o s ) , los niveles d e la fortuna aristocrática eran
muy inferiores, e n la Alta Edad Media, a lo q u e habían sido en tiempos
del imperio r o m a n o .

Son contrastes i m p o r t a n t e s , y tienen diversas implicaciones. L a s


relativas a las diferencias en la práctica política y a las h e m o s analizado,
y no hace falta v o l v e r sobre ello aquí. H a y también otras implicaciones
que afectan a las sociedades campesinas, tal c o m o a p u n t á b a m o s arriba:
cuanta menos tierra poseía u n a aristocracia, m a y o r cantidad p e r m a n e -
cía en m a n o s del c a m p e s i n a d o y , p o r lo t a n t o , m á s espacio q u e d a b a
para su independencia; si la aristocracia era más rica, s u c e d í a l o c o n t r a -
rio. Así, la fluidez de acción d e algunas de nuestras sociedades rurales
italianas se hizo más viable gracias a q u e la riqueza de las aristocracias
de Italia era relativamente contenida; n o cabría esperar q u e las c o m u -
E L L E G A D O D É ROMA

nidades rurales francas fuesen tan a u t ó n o m a s c o m o estas. Esta idea la


refuerza el h e c h o de que, en Italia, la posesión de tierras solía estar muy
fragmentada; hasta una propiedad aristocrática podía estar dividida en
docenas de parcelas separadas (a veces, incluso centenares). Así, las tie-
rras de propiedad aristocrática, y los arrendatarios (libres o n o ) q u e las
trabajaban, n o formaban parte todos de u n único b l o q u e ; podían ser ve-
cinos d e tierras y casas de p e q u e ñ o s h a c e n d a d o s c a m p e s i n o s , q u e en
Italia están bastante bien documentados. En consecuencia, en los inters-
ticios de las fincas había espacio para unas relaciones sociales bastante
complicadas, a nivel local, aun en el caso de q u e los aristócratas italia-
nos fueran localmente dominantes, lo que n o siempre sucedía.
E n algunas zonas francas, n o s encontramos con el m i s m o g r a d o de
5
fragmentación; la Renania es u n ejemplo. A q u í , los nobles eran muy
poderosos y p o d e m o s identificar, al m e n o s , d o s niveles de aristocracia
en la zona: u n o inferior, con la propiedad de pocas fincas, generalmen-
te distribuidas entre distintos pueblos; y una aristocracia superior, con
gran fortuna de tierras, diseminadas estas p o r u n a región m á s extensa
(esta aristocracia, a finales del siglo v i n , incluía a los grandes monaste-
rios locales c o m o L o r s c h y W i s s e r o b o u r g ) . D e n t r o de este m a r c o , los
campesinos tenían q u e llevar cuidado, puesto q u e los aristócratas esta-
b a n en todas partes y podían hacerles d a ñ o . Los terratenientes campe-
sinos solían unirse a las clientelas aristocráticas para conseguir protec-
ción. P e r o , c o m o v i m o s en el capítulo 5, en el período m e r o v i n g i o los
aristócratas estaban, p o r lo general, más interesados en conseguir for-
tuna y reforzar su condición d e n t r o de las cortes reales, y no tanto en
hacerse con el d o m i n i o local sobre los campesinos. L a sociedad rural
p u d o m a n t e n e r bastante independencia incluso en Francia, al nivel de
los pueblos y aldeas, y p o d e m o s v e r a g r u p o s activos de p e q u e ñ o s p r o -
pietarios q u e dirigían algunos de los pueblos mejor d o c u m e n t a d o s de
la R e n a n i a , c o m o D i e n h e i m (cerca de Maguncia) y Gcersdorf (Alsa-
cia), en el siglo v m .

La principal excepción a t o d o esto parece haber sido Neustria, en


particular la r e g i ó n de P a r í s , bien d o c u m e n t a d a , d o n d e las fincas so-
lían ser g r a n d e s b l o q u e s c o h e s i o n a d o s d e tierra. A q u í había m e n o s
campesinos d u e ñ o s de sus tierras y la autonomía rural habría resultado
bastante difícil. La mayoría de pueblos de los q u e t e n e m o s constancia
en los alrededores de París están d o c u m e n t a d o s , en realidad, c o m o r e -
sultado de ciertos estudios inmobiliarios m o n á s t i c o s , los polípticos,
que son característicos del p e r í o d o carolingío. Las fincas del monaste-
RIQUEZA, INTERCAMBIO Y SOCIEDAD CAMPESINA
271

río de S a i n t - G e r m a i n - d e s - P r é s , a las afueras de.París, solían c o n t e n e r


4
pueblos enteros — c o m o Palaiseau, al sur de k c i u d a d — , q u e de esta
forma dependían p o r completo de su señor. Sabemos el n o m b r e de casi
todos los c a m p e s i n o s , i n c l u i d o s l o s n i ñ o s , q u e t u v i e r o n tierras d e
Saint-Germain en la d é c a d a d e 820, y q u é rentas p a g a b a n , gracias al
politíptico del m o n a s t e r i o ; de l o s r e g i s t r o s d e s o c i e d a d e s r u r a l e s a
nuestro alcance, se c u e n t a e n t r e los m á s c o m p l e t o s . L o s c a m p e s i n o s
allí anotados habrían vivido sus vidas, e n buena parte, según las n o r m a s
de su señor, e incluso los indicadores del status local habrían dependido
en gran m e d i d a de las relaciones q u e cada familia de campesinos t u v i e -
ra con su señor: la extensión de terreno q u e tuviera, la cantidad d e r e n -
ta y servicios q u e pagaba, y la condición de libertad o carencia de liber-
tad de' cada u n o de sus m i e m b r o s .
Estos pueblos parisinos fueron considerados típicos del conjunto de
la E u r o p a occidental p o r los historiadores d e h a c e d o s generaciones.
Sin e m b a r g o , ahora q u e se h a n examinado con m á s detalle otros tipos
de colecciones documentales, en realidad parece lo contrario: eran m u y
raros para la época altomedieval, p o r la intensidad con q u e estos cam-
pesinos d e p e n d í a n d e sus s e ñ o r e s . E n otras partes del c o n t i n e n t e , la
fragmentación de las tierras q u e poseían los aristócratas implicó q u e
muy pocos pueblos tuvieran u n solo señor y, en su mayoría, estos asen-
tamientos contaban con una m e z c k d e habitantes: arrendatarios libres y
no libres; arrendatarios q u e además poseían u n p o c o de tierra; p e q u e -
ños campesinos propietarios q u e poseían t o d a la tierra q u e cultivaban;
propietarios m e d i a n o s c o m o Sigírado y Aroquis de C a m p i o n e , q u e n o
cultivaban su tierra ( y , p o r t a n t o , n o eran campesinos), p e r o t a m p o c o
disponían de la fortuna suficiente para actuar políticamente m u y lejos
de su propio pueblo; y, solo en u n a minoría de casos, alguien m á s rico:
solo en los pueblos en los q u e vivían los propios aristócratas, de h e c h o .
Estos pueblos mixtos estaban d o m i n a d o s por los habitantes más ricos,
que no necesariamente eran c a m p e s i n o s , pero las colectividades de la
aldea podrían haber contado con u n a autoridad práctica considerable, y
los campesinos quizá tuvieran voz allí.

P a r a m o s t r a r c ó m o f u n c i o n ó t o d o esto en la práctica, p r e s t e m o s
atención a u n p a r de ejemplos de p u e b l o s q u e c u e n t a n con bastante
documentación de los siglos v n i y i x . U n o de los ejemplos es Gcers-
dorf,' en Alsacia, ya q u e aparece d o c u m e n t a d o en diecinueve ocasio-
nes en el p e r í o d o de Ó93 a 797. Estos textos sobreviven en una colec-
ción d o c u m e n t a l del v e c i n o m o n a s t e r i o de W i s s e m b o u r g , lo cual
272 E L LEGADO D E ROMA

d e m u e s t r a , p o r sí solo, q u e el m o n a s t e r i o a d q u i r i ó u n a g r a n cantidad
de tierras allí a lo largo del siglo V I I I ; de h e c h o , casi t o d o s los textos son
donaciones o ventas a W i s s e m b o u r g . L o s d u q u e s de Alsacia también
poseían tierras allí, al igual q u e la familia aristocrática de los Sigibaldo,
q u e fueron i m p o r t a n t e s m e d i a d o r e s en la R e n a n i a del siglo v m . P e r o
entre las tierras de estos tres grandes propietarios, vivían también otras
personas. E n Gcersdorf había propietarios medianos, c o m o p o r ejem-
p l o A d a l g i s - A l l o , q u i e n j u n t o con su e s p o s a e hijo v e n d i ó tierras a
W i s s e m b o u r g en Ó95 ( d o s casas de arriendo) y en 7 1 2 (cuatro parcelas
de tierra arable y b o s q u e ) , y q u e aparecen c o m o testigos de otros d o -
nantes y v e n d e d o r e s en 693, Ó96 y 7 1 3 . T a m b i é n había campesinos
que eran p e q u e ñ o s propietarios, c o m o Asulfo, q u e actuó c o m o testigo
j u n t o con Adalgis-Allo e n Ó93 y v e n d i ó todas sus propiedades al m o -
nasterio en un d o c u m e n t o de 696. N o está claro q u é hizo después, aun-
q u e bien p o d r í a haberlas a r r e n d a d o de n u e v o para c o n v e r t i r s e e n u n
arrendatario monástico libre; son procesos q u e están d o c u m e n t a d o s en
todas partes. Sin duda, en Gcersdorf había arrendatarios libres del du-
q u e de Alsacia, p o r q u e en la década de 730 c o n t e m p l a r o n preocupados
c ó m o las rentas q u e ellos le habían debido en razón de las tierras pasa-
ban al monasterio; p r o b a b l e m e n t e , los arrendatarios protestasen p o r el
nivel de aquella renta, p e r o el hecho de q u e lo hicieran en público indi-
ca q u e eran libres. Sin e m b a r g o , lo m á s probable es q u e la m a y o r í a de
arrendatarios del pueblo careciese de libertad; e n los d o c u m e n t o s apa-
recen c o m o mancipía, q u e significa «arrendatarios dependientes». Es
probable q u e en Gcersdorf hubiera u n a clara división e n t r e personas
libres y n o libres. L o s p r i v a d o s de libertad eran todos arrendatarios; de
los restantes, una p a n e arrendaba, otra eran campesinos que labraban
la tierra y u n a tercera p a r t e la formaban propietarios m e d i o s . L o s li-
b r e s e r a n quienes declaraban c o m o testigos a n t e el d u q u e c o m o «los
h o m b r e s q u e viven en Gcersdorf», según se los llama en los textos. Es
probable, también, que se ocupasen de algunos asuntos del p u e b l o : tal
vez u n juicio a p e q u e ñ a escala ( c o n o c i d o c o m o mallus en los códigos
jurídicos francos y en los d o c u m e n t o s sobre disputas) y sin duda cual-
quier decisión colectiva q u e debiera tomarse en relación con las activi-
dades e c o n ó m i c a s de la villa (pueblo) de Gcersdorf. S e g ú n p a r e c e , el
pueblo era u n asentamiento c o m p a c t o r o d e a d o p o r su marca, campos,
p r a d o s y b o s q u e s , todos los cuales habrían sido explotados para el cul-
tivo de viñedos y cereales, la cría de g a n a d o y la tala d e árboles. Gcers-
dorf estaba cerca del límite del g r a n bosque de los V o s g o s , p e r o y a en
RIQUEZA, INTERCAMBIO Y SOCIEDAD CAMPESINA *73

700 era u n paisaje p l e n a m e n t e p o b l a d o , con d i v e r s o s p u e b l o s e n las


inmediaciones; el terreno boscoso p r o p i o y a habría q u e d a d o restringi-
do en su extensión y lo h a b r í a n utilizado c o n notable intensidad p a r a
sus productos- E n la E u r o p a akomedieval había extensiones de tierras
silvestres, s o b r e t o d o en las zonas boscosas de la A l e m a n i a central y
¿el sur, p e r o la m a y o r í a de g e n t e vivía en territorios q u e habían sido
creados y desarrollados p o r el h o m b r e desde hacía siglos, incluso mile-
nios; y Gcersdorf era, sin d u d a , u n o de ellos.
Gcersdorf n o d e p e n d í a d i r e c t a m e n t e de W i s s e m b o u r g (o del d u -
que de Alsacia), p e r o tenía que existir dentro de un m a r c o político d o -
minado p o r estas figuras y, a finales del siglo v m , el monasterio habría
sido más p o d e r o s o que cualquier rival de la zona, lo q u e dejaría m e n o s
espacio para la acción campesina a u t ó n o m a . L o s pueblos q u e t e n e m o s
documentados s o n , en su mayoría, c o m o este, p e r o en ocasiones p o d e -
mos encontrar p r u e b a s de c o m u n i d a d e s m á s a u t ó n o m a s . U n ejemplo
es un g r u p o d e pueblos de la Bretaña oriental, s i m a d o s a l r e d e d o r del
monasterio de R e d o n y d o c u m e n t a d o s en el cartulario de este m o n a s -
6

terio. N o cabe duda de q u e estos p u e b l o s — C a r e n t o i r , Ruffiac, Baíns


y o t r o s — t u v i e r o n a r r e n d a t a r i o s , libres y no libres, p e r o parece q u e
aquí — c u a n d o e m p i e z a n los d o c u m e n t o s de R e d o n , en la d é c a d a d e
S30 (el monasterio se fundó en 8 3 2 ) — los habitantes locales eran e n su
mayoría campesinos propietarios. Solo una minoría de ellos disponían
de más de u n arrendamiento campesino, o de tierras en m á s de u n p u e -
blo; a m e n u d o eran sacerdotes, o bien los notables d e la localidad con
un puesto oficial, c o n o c i d o s c o m o macktierns. C a d a p u e b l o tenía u n
machtiern (sabemos los n o m b r e s de la mayoría de los que t u v o Ruffiac
en el siglo i x , p o r ejemplo); este siempre estaba entre los m á s ricos de
la población q u e en ocasiones también tenían posesiones fuera de ella,
contaban c o n u n a casa p r o p i a y especial, q u e solían d e n o m i n a r lis (cf.
el gales m o d e r n o llys, «corte principesca»; el b r e t ó n es pariente p r ó x i -
mo del gales). P o d r í a m o s decir q u e son aristócratas, p e r o , en c o m p a -
ración con las aristocracias del resto de E u r o p a , los mackñems n o eran
en absoluto ricos y p o d e r o s o s ; n o eran m á s q u e propietarios m e d i a n o s ,
al nivel de S i g i r a d o y A r o q u i s de C a m p i o n e ; y ni siquiera está claro
que estuvieran m u y militarizados. D e h e c h o , n o d o m i n a b a n sus p u e -
blos en m o d o alguno. Solo u n a reducida minoría de terratenientes b r e -
tones e r a n p r o p i e t a r i o s a g r a n escala c o n u n estilo de vida m i l i t a r :
constituían el séquito de los príncipes de Bretaña ( q u e se hicieron lla-
mar reyes, a finales del siglo i x , al m e n o s p o r un b r e v e espacio d e tíem-
EL LEGADO D E ROMA
*74

p o ) . C o m o en la R e n a n i a , si aquellas p e r s o n a s vivían o disponían de


u n a parcela de tierra en cualquier p u e b l o d a d o , e n t o n c e s este pueblo
estaría s o m e t i d o efectivamente a ellos. P e r o no era el caso de la m a y o -
ría de poblaciones; en ellas, las personas m á s p o d e r o s a s de su entorno
eran los mackñerns y los sacerdotes.
L a s aldeas d e la Bretaña oriental se llamaban plebes en los d o c u -
m e n t o s de R e d o n : literalmente, «pueblos» (véase el capítulo 7, para el
caso de I r l a n d a ) . E r a n u n a s c o m u n i d a d e s con una organización y co-
herencia fuera de lo habitual para los p r i m e r o s a ñ o s de la Edad Media.
Dirigían sus propios tribunales locales, presididos p o r los macktiems u
otros funcionarios del m i s m o p u e b l o , en los q u e se resolvían las dispu-
tas; o t r o s asuntos públicos de la aldea t a m b i é n se c o n d u c í a n en estos
tribunales. C u a n d o se estudiaba u n a disputa, eran los propios vecinos
quienes llegaban a u n veredicto; también tomaban j u r a m e n t o a las par-
tes en litigio y actuaban c o m o g a r a n t e s de q u e los p e r d e d o r e s acepta-
rían la d e r r o t a . E n u n notable caso de 8 5 8 en laplebs de T r é a l , Anau
había intentado matar a A n a u h o í a r n , sacerdote del monasterio de R e -
d o n , y en c o m p e n s a c i ó n había e n t r e g a d o u n v i ñ e d o a R e d o n , c o m o
alternativa a p e r d e r su m a n o derecha; aquí se n o m b r ó a seis garantes,
q u e p o d r í a n matarlo e n caso de q u e volviera a intentar semejante acto.
E n esta ocasión, de los seis, d o s eran machtiems, quizá p o r q u e el caso
revestía tal g r a v e d a d , p e r o ía m a y o r í a de agentes judiciales y garantes
eran campesinos; en los pueblos de los alrededores de R e d o n , la policía
eran los propios habitantes.

U n a vez más, t e n e m o s noticia de estos pueblos b r e t o n e s p o r q u e


allí R e d o n consiguió tierras (y d o c u m e n t o s asociados a ellas), desde su
m i s m a fundación, e n u n proceso creciente q u e alcanzó su mejor m o -
m e n t o en la década d e 8óo. El monasterio también había recibido dere-
c h o s políticos en las aldeas de su e n t o r n o , sobre la cabeza de los cam-
p e s i n o s , p o r p a r t e de r e y e s c a r o l i n g i o s y p r í n c i p e s b r e t o n e s ; en la
década de 8óo, c o m o m á x i m o , era ai m e n o s tan d o m i n a n t e c o m o W i s -
s e m b o u r g en Gcersdorf, o quizá m á s aún. A q u í , c o m o en todas partes,
las sociedades campesinas de la Alta Edad Media solo resultan visibles
c o n claridad c u a n d o están a p u n t o de ser tomadas p o r extranjeros p o -
d e r o s o s , la clase de personas susceptible de tener archivos q u e sobre-
vivirían para p e r í o d o s posteriores. P e r o las plebes sobre las q u e se h a -
b í a n e x p a n d i d o l o s t e r r i t o r i o s de R e d o n h a b í a n c o m e n z a d o siendo
i n d e p e n d i e n t e s del p o d e r de los t e r r a t e n i e n t e s , de u n m o d o bastante
llamativo y fuera de lo c o m ú n , y en la década d e 830 su llana jerarquía
RIQUEZA, IFJTERCAMBIO Y SOCIEDAD CAMPESINA

social aún parecía ser r e l a t i v a m e n t e esrabie- D e no haberse f u n d a d o


Redon, ahora no sabríamos nada s o b r e ellos; p e r o , p o r o t r o l a d o , n o
Jiay ninguna razón concreta p o r la q u e debamos pensar que su a u t o n o -
mía local no podría haber d u r a d o m u c h o tiempo.
Las colecciones de d o c u m e n t o s de la Alta Edad Media, p o r lo g e -
neral, n o s i n f o r m a n acerca d e la enajenación de tierras, y p o c o m á s ;
como señalábamos al principio de este libro, esta era la clase de d o c u -
mentos que tendía a preservarse m á s . Es decir, trataban de la tierra q u e
se entregaba o v e n d í a ( h a b i t u a l m e n t e a iglesias y m o n a s t e r i o s ) , o se
presentaba c o m o garantía de p r é s t a m o s o a r r e n d a b a a c a m b i o d e un
alquiler. La lectura de estos textos, en ocasiones, resulta frustrante: sin
duda, ofrecen u n a perspectiva s u m a m e n t e e x t e m a de la sociedad, al
nivel de los p u e b l o s , p u e s e n t r e t o d a s las acciones q u e sus habitantes
podían llevar a c a b o , d o c u m e n t a n las m á s formales — y , a m e n u d o ,
también m á s a b u r r i d a s — . Las causas judiciales, si se han c o n s e r v a d o ,
también suele ser p o r q u e había t i e r r a s de p o r m e d i o (el v i ñ e d o d e
Anau, p o r ejemplo); p e r o c o m o m í n i m o pueden c o n t e n e r detalles de
una interacción m á s «humana»: odio, violencia, mala fe. D e h e c h o , son
tan esclareced oras p o r esto m i s m o . P e r o t a m p o c o debemos subestimar
las transacciones de tierras: eran de crucial importancia, p o r q u e g u a r -
daban relación c o n los r e c u r s o s d e los q u e disponía cada familia d e
campesinos p a r a su supervivencia. U n o escoge a quién cederle la tie-
rra; enajenará o arrendará la propiedad a amigos, p a t r o n o s o clientes,
pero n o a e n e m i g o s (a m e n o s q u e se vea o b l i g a d o p o r u n a situación
extrema, c o m o deudas, penuria o u n desastre meteorológico). E n con-
secuencia, si d i s p o n e m o s d e u n b u e n n ú m e r o de d o c u m e n t o s de u n
mismo pueblo, p o d e m o s esbozar u n retrato d e unas relaciones sociales
que solo están atestiguadas a través de los acuerdos relativos a las tie-
rras, pero q u e tuvieron también resonancias de m a y o r alcance. En este
aspecto, p o r ejemplo, n o s interesa el h e c h o de q u e la d é c a d a de 8<?o,
cuando R e d o n a c u m u l ó el m a y o r n ú m e r o de d o n a c i o n e s d e s u s veci-
nos, sea también el período en q u e hay más juicios entre el monasterio
y sus vecinos. E n la década de 830, R e d o n era una casa local, aún rela-
tivamente p e q u e ñ a , a quien se íe podía entregar la tierra a cambio del
alma sin que hubiera n i n g u n a implicación política. Sin e m b a r g o , en la
década de 860 se había c o n v e r t i d o ya en la m a y o r hacienda de los alre-
dedores y, si alguien le entregaba su tierra, es p o r q u e b u s c a b a u n p a -
trón. Esas d o n a c i o n e s , p o r entonces, solían implicar q u e esas mismas
tierras se cedían de n u e v o al d o n a n t e , en calidad de precaria, en alqui-
26
7
E L L E G A D O D É ROMA

ler; p e r o si alguien temía el p o d e r de R e d o n , m á s q u e buscar su patro-


cinio, podía m o s t r a r su oposición a p o d e r á n d o s e de su tierra, r o b á n d o -
le la producción, discutiendo los límites de su propiedad o reclamando
que u n pariente no tenía derecho a vender nada al monasterio; y de ahí
los juicios. Estas colecciones documentales de la Alta E d a d Media to-
davía t i e n e n u n a difusión escasa, y raras veces d i s p o n e m o s d e una
masa crítica suficiente c o m o para extraer u n a descripción densa de las
realidades locales; p e r o c u a n d o así sucede, c o m o e n el caso de Redon,
p o d e m o s a c e r c a m o s m á s a la sociedad de los campesinos.
Palaiseau, Gcersdorf y Ruffiac p u e d e n servir c o m o ejemplo d e tres
realidades campesinas altomedievales: el pueblo q u e era propiedad de
u n ú n i c o s e ñ o r , quien ejercía p l e n o d o m i n i o s o b r e él; el p u e b l o con
propietarios externos p o d e r o s o s , p e r o también una propiedad inmobi-
liaria fragmentada y u n a presencia i m p o r t a n t e de campesinos terrate-
nientes; y el pueblo en el q u e p r e d o m i n a b a n los p e q u e ñ o s propietarios,
q u e g o b e r n a b a n sus propias vidas de u n a forma m u c h o m á s autónoma.
¿Cuan c o m ú n era cada u n o de ellos? Según h e m o s indicado ya, Palai-
seau fue probablemente el m e n o s típico de los tres, al m e n o s hasta Soo;
había haciendas del t a m a ñ o de t o d o u n pueblo e n toda la E u r o p a occi-
dental, p e r o solo eran habituales en u n a s pocas zonas, c o m o la cuenca
de París. (Las fincas de los reyes también tendían a ser del tipo de Pa-
laiseau.) L a de Gcersdorf fue, p r o b a b l e m e n t e , u n a clase bastante ex-
tendida; a fin de cuentas, había aristócratas de relevancia p o r roda E u -
ropa, y en algún sitio tenían q u e tener sus tierras; de h e c h o , cuanto más
dispersas tenían las tierras, m á s lugares poseían. El m o d e l o de Gcers-
dorf quizá p u e d e considerarse típico de la m a y o r í a de la Francia orien-
tal y meridional, de Italia ( c o m o en el caso de C a m p i o n e ) y — a u n q u e
las p r u e b a s d e q u e d i s p o n e m o s n o s o n de g r a n c a l i d a d — quizá tam-
bién de las zonas no m o n t a ñ o s a s de Hispania. Ruffiac p u e d e represen-
tar las partes de E u r o p a d o n d e los aristócratas eran m á s débiles: la Bre-
taña, p o r supuesto, p e r o también G r a n Bretaña; otras zonas de Europa,
al n o r t e del m u n d o franco; y también zonas m á s marginales del sur de
E u r o p a , c o m o los Pirineos y los A p e n i n o s , P e r o es p r o b a b l e q u e h u -
biera ejemplos de pueblos a u t ó n o m o s a m p l i a m e n t e d i s e m i n a d o s p o r
E u r o p a , al m e n o s en los siglos vi y v n . E n los siglos ix. y x , serían m u -
cho m e n o s n u m e r o s o s , según veremos en el capítulo 22. E n Inglaterra,
en particular, las sociedades q u e a nivel de p u e b l o , exhibían u n grado
7

de autonomía relativamente elevado en 700 — a lo s u m o pagaban tri-


b u t o s de r e c o n o c i m i e n t o al rey o, cada vez m á s , a la i g l e s i a — , hacia
RIQUEZA, INTERCAMBIO Y SOCIEDAD CAMPESINA 277

ÍJOO aproximadamente ya se e n c o n t r a b a n m u c h o m á s sometidas y p a -


gaban rentas m á s elevadas a u n solo señor. Inglaterra, en su conjunto,
pasó de ser u n a colección d e sociedades locales al estilo de Ruffiac a
colección d e sociedades q u e seguían el m o d e l o de Palaiseau; se
o r r a

trata de un cambio social considerable, a u n q u e escasamente d o c u m e n -


tado- En el capítulo 19, intentaremos caracterizar este proceso.
Los pueblos t a m b i é n eran d i v e r s o s p o r otras cuestiones; m u c h a s
7
m á s de las q u e p o d e m o s describir en detalle a q u í . Variaban en t a m a ñ o
y en cohesión espacial, desde grandes asentamientos nucleados (Palai-
seau tenía 1 1 7 parcelas, lo q u e quizá representaba cerca d e 700 h a b i -
tantes), pasando p o r p e q u e ñ o s caseríos y hasta g r u p o s de granjas aisla-
das; más las c o m b i n a c i o n e s de t o d a s estas f o r m a s . D i f e r í a n en la
fortaleza de su organización interna; algunas tenían modelos estructu-
rados para la t o m a de decisiones ( a u n q u e en O c c i d e n t e esto fue p o c o
habitual antes de 1200, t a m p o c o era d e s c o n o c i d o ; los p u e b l o s de R e -
don parecen ser u n ejemplo); a l g u n o s llevaban de forma comunitaria
una economía de p a s t o r e o ( p o r el c o n t r a r i o , las decisiones colectivas
sobre agricultura fueron raras hasta q u e el sistema d e tres c a m p o s se
expandió por t o d o el norte de E u r o p a en la Edad Media central, y antes
de que, entre los siglos i x y x i , l o s árabes difundieran la agricultura d e
regadío en Hispania y Sicilia). A n t e s de 800, en g e n e r a l , los p u e b l o s
tendían a ser m e n o r e s y estar m e n o s estructurados d e lo q u e se vería
más adelante; a l g u n o s h i s t o r i a d o r e s prefieren incluso n o h a b l a r d e
«pueblos» d u r a n t e este p e r í o d o . P e r o la idea q u e consideraba a t o d a s
las personas q u e vivían en u n d e t e r m i n a d o territorio geográfico, c o n
propiedad o a r r i e n d o , c o m o habitantes del mismo lugar — l a villa d e
Palaiseau o de Gcersdorf, la plebs de Ruffiac (se usaban también otros
muchos t é r m i n o s latinos, c o m o vicus locus, e t c . ) — es en sí misma u n
y

elemento i m p o r t a n t e q u e cabe señalar c o m o base de la q u e p o d r í a m o s


llamar «puebledad», el «carácter de pueblo»; y personalmente n o v e o
mayor problema en usar aquí este t é r m i n o . A l g u n o s pueblos eran b a s -
tante débiles o p e q u e ñ o s , otros estaban cohesionados o eran grandes, y
ta cohesión del l u g a r iría i n c r e m e n t á n d o s e l e n t a m e n t e e n t r e 800 y
1000; p e r o en todos los siglos, los pueblos y sus territorios fueron im-
portantes c o m o el escenario básico e n el q u e transcurrieron las vidas
de la m a y o r í a del c a m p e s i n a d o — e l 90 p o r ciento de la población de
Europa, si n o m á s — a lo largo de nuestro p e r í o d o .

L o s pueblos n o fueron c o m u n i d a d e s igualitarias en n i n g ú n p e r í o -


do, aunque no tuvieran señores y a u n si los grandes terratenientes o c u -
i 8 E L L E G A D O DE ROMA
7

paban u n a posición m a r g i n a l o, s i m p l e m e n t e , estaban ausentes. Los


campesinos se dividían e n t r e propietarios y arrendatarios, e n t r e pro-
pietarios m á s ricos y m á s p o b r e s , en u n a jerarquía compleja. La línea
divisoria e n t r e libres y n o libres t a m b i é n era de u n a importancia cru-
cial en la m a y o r í a de pueblos;* separaba a los q u e tenían d e r e c h o s lega-
les — e n los tribunales y en la toma de decisiones locales (y también en
los d e b e r e s , c o m o el servicio m i l i t a r ) — d e los q u e carecían de ellos.
L o s m o n a r c a s usaban la violencia p a r a vigilar esta línea, y los matri-
monios mixtos eran ilegales en todas partes; sin e m b a r g o , en el caso de
A n s t r u d a de Piacenza h e m o s visto q u e e n realidad era u n a práctica fre-
cuente. P r o b a b l e m e n t e también variase m u c h o , según las regiones, la
significación práctica de esta línea divisoria. E r a m á s importante cuan-
do t o d o s los a r r e n d a t a r i o s carecían de libertad p o r l e y , p o r ejemplo,
q u e c u a n d o el arriendo p o r parte de personas n o libres era tan solo otra
versión m á s de la dependencia ( c o m o sucedía en Palaiseau, d o n d e los
arrendatarios libres y n o libres vivían p u e r t a c o n p u e r t a y , de h e c h o , se
casaban e n t r e ellos de forma r e g u l a r ) . P e r o en todas partes indicaba
u n a diferencia i m p o r t a n t e d e c o n d i c i ó n social, d e n t r o del p u e b l o y,
p o r lo t a n t o , abría u n a brecha en la solidaridad local: n o fue frecuente
q u e los colectivos rurales fueran p o d e r o s o s y cohesionados hasta que
la carencia d e libertad se t o r n ó m e n o s c o m ú n , cosa q u e fue, u n a vez
más, u n rasgo de los siglos x y x i , m á s q u e del v i al V I I I .

Las familias campesinas t a m p o c o eran igualitarias. Muchos cam-


pesinos tenían siervos y trabajadores agrícolas p r i v a d o s d e libertad; y
las relaciones de g é n e r o también eran desiguales. D e t e r m i n a d o s traba-
jos estaban m u y distribuidos según el g é n e r o : tejer era u n «trabajo de
9
mujeres»; arar era «de hombres». Y el sometimiento legal de las muje-
res (descrito ya para las capas aristocráticas en el capítulo 8 ) era, como
m í n i m o , igual de absoluto en el e n t o r n o del campesinado, si n o m á s : de
ahí el interés de u n a mujer c o m o A n s t r u d a , que, al m e n o s , podía con-
trolar las condiciones de su sumisión. P o c a s mujeres aparecen c o m o
personajes a u t ó n o m o s en a l g u n o de nuestros d o c u m e n t o s , y aún m e -
10
n o s e n t r e los c a m p e s i n o s . N o r m a l m e n t e , eran los v a r o n e s quienes
actuaban en su n o m b r e , c o m o enajenadores de la tierra o demandantes
en el tribunal; en los o t r o s casos, ellas aparecían al lado de h e r m a n o s o
m a r i d o s . E n términos generales, su espacio no era el m u n d o público de
la ley — e n realidad, sus apariciones en calidad d e actores i n d e p e n -
dientes superan en m u y p o c o a las de los p r i v a d o s de libertad, q u e en
ocasiones a c u d e n a los tribunales al m e n o s para protestar p o r su condi-
RiqUEZA> INTERCAMBIO Y SOCIEDAD CAMPESINA 279

ción—, sino el m u n d o de la casa y la famÍlía«No d i s p o n e m o s de n i n -


gún tipo de relato de las relaciones familiares internas, en el nivel del
campesinado; p e r o es probable q u e las mujeres se ocupasen de avitua-
llar la casa, pues p o d e m o s d e m o s t r a r q u e así lo hacían las campesinas
en siglos p o s t e r i o r e s y t a m b i é n las mujeres de la aristocracia y a en la
Alta Edad Media. U n indicio de t o d o ello es que, en los enterramientos
con ajuar funerario de los siglos vi y v n , es frecuente q u e se sepulte a
las mujeres con llaves, parece q u e en representación de su control s o -
bre el dinero y los suministros del h o g a r . E n el capítulo 3 vimos q u e el
tópico del r e p a r t o estricto de papeles — p ú b l i c o s para los h o m b r e s y
privados para las m u j e r e s — n o describía p o r entero el m u n d o t a r d o -
rromano; incluso en la A l t a E d a d Media es e n g a ñ o s o , a m e n o s q u e se
entienda correctamente, p o r q u e muchas funciones económicas i m p o r -
tantes eran realizadas p o r las mujeres d e n t r o de la casa, tejiendo, sin
duda, y p r o b a b l e m e n t e también mediante otras actividades artesanales
(a ello se ha a t r i h u i d o , p o r ejemplo, la p r o d u c c i ó n de alfarería e n el
ámbito familiar, n o profesional, de la clase habitual e n los p r i m e r o s
tiempos de la Inglaterra anglosajona). A h o r a bien, dicho esto, se cons-
tata que, e n su m a y o r í a , el m u n d o público de la Alta E d a d Media n o
fue m u y accesible a las campesinas en n i n g u n a p a r t e . E s t o s u p u s o u n
auténtico cambio con respecto a R o m a .

T o d o s los reyes de la E u r o p a altomedieval c o n s i d e r a b a n q u e su


legitimidad provenía en parte de sus vínculos con el conjunto del p u e -
blo Hbre (y masculino) de sus reinos, visto desde una perspectiva étni-
ca: l o m b a r d o s , francos y sajones occidentales libres, h o m b r e s de D á l
Ríara, etc. U n a d e las c o n s e c u e n c i a s es q u e los c ó d i g o s jurídicos se
ocuparon del conjunto de la población libre, y c o n frecuencia prestan
mucha atención a la sociedad campesina en el nivel del pueblo, c o m o
hemos visto en las leyes de L i u t p r a n d o en Italia ( q u e datan d e 7 1 3 -
735), de I n e en W e s s e x (hacia 690) o el Pactus Legis Sálicas d e los
francos (h. 5 1 0 ) . N o se trata d e descripciones de estas sociedades; s e -
gún expusimos en el capítulo 1 , la legislación de los reyes apenas n o s
dice nada en este p e r í o d o , salvo lo q u e pensaba el legislador, p o r q u e ,
en los sistemas políticos r e l a t i v a m e n t e simples c o m o estos, la ley e s -
crita solo r a r a m e n t e se aplicaba en sus detalles — o se conocía siquie-
r a — en el nivel de los pueblos. L i u t p r a n d o , al m e n o s , respondió a m e -
nudo a los casos reales q u e se le p r e s e n t a r o n a juicio, p e r o el Pactus
pudiera ser u n a recreación c o m p l e t a m e n t e imaginativa de u n a socie-
dad campesina en la q u e , e n realidad, n a d i e vivía; s e n a e n t o n c e s u n
28o E L LEGADO DE ROMA

ideal franco, c o m o de h e c h o n o s inclina a pensar la p r o p i a naturaleza


mírica de sus legisladores. E n cualquier caso, esta reconstrucción ideal
n o s dice algo, al m e n o s , de las expectativas sobre la actividad campesi-
na. U n a ley i m p o r t a n t e del Pac tus Legis Salicae es la n ú m e r o 4 5 , «so-
b r e los migrantes», q u e prevee q u e cualquier recién llegado a u n pue-
b l o franco (villa) p o d r í a ser v e t a d o p o r cualquier h a b i t a n t e habitual
( v a r ó n y l i b r e ) , s i e m p r e y c u a n d o este ú l t i m o p u d i e r a c o n s e g u i r el
a p o y o j u r a d o de otros diez h o m b r e s libres e n u n a ceremonia de jura-
m e n t o celebrada tres veces en el m i s m o n ú m e r o de semanas: u n a parte
i m p o r t a n t e del pueblo, p o r lo tanto, y n o solo u n a persona, p e r o seguía
s i e n d o u n d e r e c h o de v e t o . A u n q u e n a d a d o c u m e n t a q u e procedi-
mientos similares se hubieran llevado a cabo e n la vida real, ni tenemos
idea de cuantos habitantes de los pueblos francos sabían siquiera de la
existencia d e estos v e t o s , al m e n o s p o d e m o s concluir q u e la cultura
política del r e i n o franco asumía q u e a nivel local la solidaridad era lo
bastante c o h e r e n t e c o m o para p o d e r concebir u n p r o c e s o de estas ca-
racterísticas. E s t o se vincula de n u e v o con la identidad q u e podemos
o b s e r v a r hacia 700 en los p u e b l o s c o m o Gcersdorf; p e r o también
muestra q u e los legisladores reconocían c o m o legítimo al m e n o s cierto
p r o t a g o n i s m o en el nivel de los campesinos.

Este p r o t a g o n i s m o reconocido se asociaba asimismo c o n el deber


de los c a m p e s i n o s v a r o n e s y libres a p r e s e n t a r s e e n los tribunales y
llevar armas- L o m b a r d o s , francos y d e m á s e r a n p u e b l o s armados; el
vínculo de la realeza con los h o m b r e s libres, ligado a las asambleas pú-
blicas a las q u e n o s h e m o s referido en el capítulo 4, se expresaba sobre
t o d o en t é r m i n o s de justicia y servicio militar, los elementos cruciales,
en t o d o m o m e n t o , de cualquier sistema político medieval. L o s tribu-
nales p o d í a n ser locales, c o m o h e m o s visto para los pueblos de Redon;
n o es p r o b a b l e q u e m u c h o s campesinos acudiesen a las vistas realiza-
das a m a y o r escala, ya a nivel de c o n d a d o , q u e eran m á s bien el coto de
las c o m u n i d a d e s políticas d e élite. T a m b i é n p o d e m o s p o n e r en duda sí
realmente m u c h o s campesinos participaban en la guerra; los ejércitos
de este p e r í o d o solían ser p e q u e ñ o s — h a s t a 5.000 h o m b r e s para los
m e r o v i n g i o s y bastantes m e n o s para los a n g l o s a j o n e s — y, p o r lo g e -
neral, los h a b r í a n constituido los aristócratas y sus séquitos, q u e ade-
más, y a diferencia d e los campesinos, estaban entrenados para el com-
b a t e . " E n el capítulo 8 vimos q u e el aristócrata n o r t u m b r i o I m m a , en
la Mercia de 678, salvó la vida p o r afirmar q u e era u n c a m p e s i n o , del
q u e p o r t a n t o se podía s u p o n e r q u e no había participado en la batalla
RIQUEZA, INTERCAMBIO V SOCIEDAD CAMPESINA

que su ejército acababa d e perder. P e r o no deja.de ser llamativo lo sis-


temáticamente q u e l a legislación d a p o r s e n t a d o q u e t o d o el m u n d o ,
campesinos libres incluidos, estaba sujeto al servicio militar; en la H í s -
panla visigoda de las décadas de 670 y 6fio, de h e c h o , se llegaba a in-
cluir algunos de los h o m b r e s p r i v a d o s de libertad. Se trataba, en parte,
de una i m a g e n monárquica: quien era libre podía y debía luchar, a u n -
que en la práctica n o lo hiciera. T a m b i é n era u n m o d o de hacer refe-
rencia a obligaciones públicas m á s amplias. E n época de C a r i o r a a g n o ,
los hombres con m e n o s d e cuatro casas en arriendo tenían q u e unirse y
mandar a u n o de los cuatro al combate, lo q u e significaba que los agri-
cultores del campesinado acudirían m u y raras veces; p o r el c o n t r a r i o ,
quienes n o combatían prestaban o t r o s servicios públicos, construyen-
do carreteras, puentes o fortalezas. Pero la existencia de estos supuestos
también significa q u e si u n campesino quería de verdad servir en el ejér-
cito, y tenía el dinero para c o m p r a r u n caballo y una espada con los q u e
incorporarse a filas, entonces era posible prestar tal servicio. Los p r o -
pietarios medíanos, en particular, bien p o d r í a n h a b e r sido capaces de
luchar siempre q u e h u b i e r a g u e r r a , lo cual en determinadas zonas (la
Francia del siglo v m es el ejemplo clásico) sucedía cada a ñ o .

Esta red de principios relativos a las obligaciones públicas también


suponía q u e n o existían líneas divisorias m u y marcadas entre los distin-
tos estratos sociales de la sociedad libre. Había u n salto legal entre los
libres y los c a r e n t e s d e libertad, p e r o aún n o había n i n g u n a división
entre campesinos libres y aristócratas. L o s líderes d e la sociedad rural,
en caso de unirse al ejército, podían acabar a c t u a n d o c o m o criados de
un p o d e r o s o señor; el patrocinio regular o matrimonios afortunados (o
ambas cosas al m i s m o t i e m p o ) d u r a n t e u n a o dos generaciones p o d í a n
convertirlos en señores, puesto q u e no existía n i n g ú n límite oficializa-
do q u e cruzar. Estos casos t u v i e r o n q u e ser p o c o habituales, p e r o era
posible, y en nuestras fuentes bailamos obispos de nacimiento humilde,
e incluso (aún con m e n o r frecuencia, sin e m b a r g o ) condes, c o m o suce-
dió con L e u d a s t o de T o u r s ( m . 5 8 3 ) , con quien G r e g o r i o de T o u r s se
1 2

mostraba tan despectivo (véase el capítulo 5). «Ser aristócrata» era, p o r


entonces, u n a cuestión bastante informal; estar cerca d e los reyes (Ka-
nigsndhe)^ ostentar un c a r g o , controlar tierras importantes, vivir al e s -
tilo miUtar, todo ello eran elementos necesarios en m a y o r o m e n o r m e -
dida, según el m o m e n t o y el lugar; pero las personas q u e cumplían con
la práctica q u e se esperaba de u n aristócrata parecen haber r e s u l t a d o
más o m e n o s aceptables para el resto de aristócratas (salvo para los
282 E L LEGADO D E ROMA

enemigos, al m e n o s , c o m o G r e g o r i o con respecto a Leudasto) sin que


importase el origen. T o d o esto permanecería sin cambios hasta 1000,
aproximadamente, y cuando empezó a modificarse, la sociedad misma
también lo haría, c o m o v e r e m o s en el capítulo 2 1 .
L o s campesinos altomedievales, aun c u a n d o eran propietarios de
tierras, estaban limitados p o r sus vecinos aristócratas, q u e eran mucho
m á s ricos y p o d e r o s o s q u e ellos; p e r o en el conjunto de los d o s últimos
milenios, el p e r í o d o de 500 a 800 fue, p r o b a b l e m e n t e , la fase menos
totalizadora del p o d e r aristocrático en Occidente, y la de m a y o r auto-
n o m í a local; t e n i e n d o en c u e n t a las diferencias regionales, tal como
h e m o s visto. Este es u n o de los principales rasgos específicos de la Alta
E d a d Media. O t r a característica q u e los historiadores h a n destacado
con frecuencia es u n a d e n s i d a d d e p o b l a c i ó n r e l a t i v a m e n t e baja, así
c o m o u n a relativa falta de control del m u n d o n a t u r a l . A ú n está muy
aceptada, incluso e n t r e los a r q u e ó l o g o s e historiadores profesionales,
la i m a g e n d e u n a Alta Edad Media de g r u p o s p e q u e ñ o s , a p i ñ a d o s en
a s e n t a m i e n t o s r e d u c i d o s y r o d e a d o s ( a m e n a z a d o s ) p o r desiertos y
b o s q u e s no cultivados. Sin e m b a r g o , esta condición tan agreste es sin
d u d a exagerada. L o s b o s q u e s y los pastos n o eran infinitos; el bosque
de los Vosgos n o llegaba hasta Gcersdorf, y en Inglaterra había pocos
13
b o s q u e s e n t o t a l . I n c l u s o e n los t e r r i t o r i o s de la actual A l e m a n i a ,
d o n d e sí h u b o g r a n d e s extensiones de b o s q u e hasta e n t r a d a la época
m o d e r n a , casi s i e m p r e estuvieron explotadas para o b t e n e r m a d e r a y
p a s t o r e o elemental (además de p a r a la caza), y a en la época de la que
n o s o c u p a m o s ; a u n q u e sin l u g a r a d u d a s es cierto q u e el aprovecha-
m i e n t o — y la t a l a — de los b o s q u e s sería m u c h o m á s sistemático en
siglos posteriores, c o m o v e r e m o s en el capítulo 22- Los paisajes alto-
medievales estuvieron sometidos a u n control m e n o s pleno que el que
se d i o c o n posterioridad a 1000, p e r o en n i n g ú n caso eran lugares inex-
p l o r a d o s . T a m b i é n la arqueología n o s muestra q u e los pueblos podían
4
estar o r d e n a d o s . ' E n la a r q u e o l o g í a del n o r t e d e E u r o p a , de la N o r -
t u m b r i a y D i n a m a r c a a Baviera, es frecuente e n c o n t r a r conjuntos re-
gulares de edificaciones de m a d e r a y edificaciones anejas en patios, en
especial desde el siglo v n , p e r o a m e n u d o también antes. Vorbasse en
J u d a n d i a , Kootwijk en los Países Bajos, C o w d e r y ' s D o w n en H a m p s -
hire, Lauchheim en la Alamania y Kirchheim en Baviera son ejemplos
especialmente bien estudiados (véase m á s adelante, el capítulo 1 0 ) . En
el sur de E u r o p a , la organización d e los pueblos variaba m á s entre las
regiones y podía estar m á s fragmentada, p e r o hay aún m e n o s indicios
RIQUEZA, INTERCAMBIO Y SOCIEDAD CAMPESINA

¿e que hubiera territorios vacíos- D e h e c h o , en las escasas ocasiones en


que podemos hacer u n a estimación de la demografía de pueblos espe-
cíficos a partir de las fuentes escritas — c o m o en el políprico de Saint
Germain, o c u a n d o en los d o c u m e n t o s legales se e n u m e r a a colectivos
1
de aldeanos * enfrentados a señores expansionistas (tenemos ejemplos
del siglo i x o principios del x tanto en los A p e n i n o s c o m o en los P i r i -
neos)—, p o d e m o s v e r q u e , en algunos lugares, los niveles de asenta-
miento altomedievales podían equipararse a los de siglos posteriores.
En cualquier caso, sería u n error pasar de una lectura catastrofista
de la economía altomedieval a otra demasiado continuista. Es probable
que hubiera u n descenso de la población entre el imperio r o m a n o y los
1
primeros años de la Edad Media, * q u e n o se corrigió hasta el siglo x o,
en algunos lugares, m á s tarde incluso. L a densidad de los yacimientos
arqueológicos cae en la m a y o r í a de emplazamientos tras el período r o -
mano; tanto en el n o r t e de F r a n c i a c o m o en el este de Inglaterra, las
zonas mesetarias bajas quizá q u e d a r a n abandonadas al pastoreo, mien-
tras que los asentamientos y los campos de labranza tendían a c o n c e n -
trarse en los valles de los ríos. L o s estudios de campo e n otras zonas se
han resentido, a m e n u d o , del hecho de q u e la alfarería de principios d e
la Alta E d a d Media (el i n d i c a d o r e s t á n d a r de a s e n t a m i e n t o , e n la ar-
queología de c a m p o ) o bíen estaba m e n o s a m p l i a m e n t e disponible o
bien se la conoce peor; p e r o ní siquiera la interpretación más generosa
de nuestras p r u e b a s en Italia o Hispania p o d r í a sugerir densidades d e
población iguales a las del imperio r o m a n o . Cualquier cuantíficación
de todo esto sería peligrosa, p e r o , en general, es probable q u e el paisaje
se utilizase d e u n a forma m e n o s intensiva al e m p e z a r la E d a d Media
que en p e r í o d o s anteriores o posteriores, aun c u a n d o fueron pocas las
zonas q u e experimentaron u n a b a n d o n o significativo de las tierras. S e -
guimos sin poder esclarecer los motivos d e este descenso demográfico.
La epidemia altomedieval de la peste b u b ó n i c a , q u e e m p e z ó en el M e -
diterráneo oriental en 541 y está atestiguada en O c c i d e n t e en varias
ocasiones d u r a n t e finales del siglo vi y el siglo v u , se utiliza con fre-
cuencia c o m o u n deus ex machina q u e lo explica, p a r a l e l a m e n t e a lo
que ocurriría c o n la peste n e g r a d e 1 3 4 7 - 1 3 4 9 - Este a r g u m e n t o , sin
17

embargo, se basa en algunas lecturas m u y literales de textos narrativos


que tienden a describir la peste en t é r m i n o s apocalípticos. La epidemia
fue real, sin d u d a , y t a m b i é n m a t ó a m u c h a s p e r s o n a s ; p e r o ní la a r -
queología de Siria ni los d o c u m e n t o s de E g i p t o respaldan q u e la pobla-
ción de O r i e n t e se d e r r u m b a r a mediado el siglo vi. E n cuanto a O c c i -
E L LEGADO D E BOMA

d e n t e , si se p r o d u j o u n a d i s m i n u c i ó n d e m o g r á f i c a en el n o r t e de
Francia y e n I n g l a t e r r a , el p r o c e s o ya había c o m e n z a d o e n el siglo v 3

demasiado p r o n t o para la epidemia. N o obstante, las caídas demográ-


ficas parecen coincidir con p e r í o d o s de crisis políticas y reducción del
p o d e r aristocrático; y es posible q u e , al relajarse el g r a d o de someti-
miento de los campesinos y, a la vez, reducirse la inquietud p o r la ad-
ministración sistemática de la hacienda (cuestión sobre la q u e volvere-
m o s m á s adelante, en este m i s m o c a p í t u l o ) , se a b r i e r a la vía a lentas
reducciones de las poblaciones locales. P o r el contrario, el lento creci-
m i e n t o d e m o g r á f i c o del p e r í o d o carolingio fue de-la m a n o de u n au-
m e n t o en la terratenencia aristocrática y e n la intensidad d e explota-
ción de u n a p o b l a c i ó n d e a r r e n d a t a r i o s . M á s q u e u n a g u í a de los
p r i m e r í s i m o s a ñ o s de la E d a d Media, de h e c h o , el políptíco de Saint
G e r m a i n n o s dice m á s sobre el p e r í o d o de crecimiento. V o l v e r e m o s
sobre el sistema económico de los polípticos en el capítulo 22.

El período altomedieval también se caracterizó p o r u n a intensa locali-


13
zación de los intercambios c o m e r c i a l e s . Y a h e m o s o b s e r v a d o q u e el
siglo v fue testigo del d e b i l i t a m i e n t o de las g r a n d e s r u t a s mediterrá-
neas cuando los vándalos, en 4 3 9 , r o m p i e r o n la columna tributaria que
unía C a r t a g o con R o m a . P e r o estas rutas n o desaparecieron de la n o -
che a la m a ñ a n a . Se siguió e x p o r t a n d o a Italia, al sur de la Gafia y a
Hispania aceite de oliva africano y cerámica fina de e n g o b e r o j o , am-
b o s fácilmente identificables e n la arqueología (el p r i m e r o , p o r q u e se
transportaba en ánforas); a Italia iba m e n o s , p e r o a Hispania más, por
lo m e n o s al p r i n c i p i o . Sin e m b a r g o , a lo l a r g o del siglo vi y v i l , los
p r o d u c t o s africanos son cada vez m e n o s visibles en el n o r t e del Medi-
terráneo: empiezan p o r desaparecer de los yacimientos del interior y,
l u e g o , de los centros costeros m e n o r e s . A finales del siglo v n , solo los
encontramos en grandes yacimientos: R o m a , Ñapóles, Marsella; y ello
t a m p o c o lo c o m p e n s ó el r e s u r g i m i e n t o del c o m e r c i o con O r i e n t e , a
finales del siglo v i , tras la r e c o n q u i s t a de África en 5 3 4 p o r p a r t e del
imperio r o m a n o de Oriente, C u a n d o , hacia 700, las producciones afri-
canas se detuvieron p o r c o m p l e t o , nadie o c u p ó su puesto en el Medite-
rráneo oriental a su misma escala. E n su lugar, en las cada vez m á s n u -
merosas excavaciones mediterráneas, e n c o n t r a m o s p r o d u c t o s locales,
d e calidad y r a d i o de distribución m u y variables. Esta variabilidad es
aún m á s patente si añadimos las producciones de la Francia septentrio-
RIQUEZA, INTERCAMBIO Y SOCIEDAD CAMPESINA

] y Gran Bretaña, q u e e n el imperio tardío habían formado parte de


n a

una red de comercio específica centrada e n el ejército del Rin, E c h a r e -


mos una ojeada rápida a esta variabilidad, p r i m e r o en sus p r o d u c c i o -
nes más simples y, luego, en las m á s complejas y de m a y o r alcance.
La Inglaterra anglosajona temprana es el ejemplo mejor d o c u m e n -
jado de u n sistema de intercambio comercial realmente simple. Su ar-
queología n o s m u e s t r a q u e toda la alfarería inglesa a n t e r i o r ( a p r o x i -
madamente) a 720, se hacía a m a n o y , en su mayoría, con un sistema de
producción m u y local, q u e n o n e c e s a r i a m e n t e se debía a ceramistas
profesionales y ni siquiera e m p l e a b a h o r n o s de c o c c i ó n . L o s a n g l o -
sajones tampoco i m p o r t a b a n del continente m u c h a cerámica de t o m o
(la m a y o r í a se e n c u e n t r a en K e n t ) . La frecuente presencia de h e r r a -
mientas textiles en los complejos de viviendas y en las t u m b a s femeni-
nas n o s indica q u e t a m b i é n la ropa se hacía en el p r o p i o h o g a r . L o s
trabajos de metal quizá n o eran tan locales -—los b r o c h e s hallados e n
los e n t e r r a m i e n t o s p o d í a n h a b e r sido t r a n s p o r t a d o s d e s d e áreas m á s
extensas—; p e r o también p o d r í a n haber sido obra de artesanos viaje-
9
ros que trabajasen p o r e n c a r g o para las comunidades l o c a l e s . ' P o c a s
cosas m á s parecen haber sido objeto de u n comercio q u e traspasara las
fronteras d e lo local: u n p o c o d e á m b a r , cuentas de cristal, los lujos
menores ( y relativamente asequibles) d e u n a sociedad campesina. Solo
los relativamente ricos y p o d e r o s o s tenían acceso a p r o d u c t o s d e lujo
más caros, p o r ejemplo de metales trabajados y esmaltados (incluidos
el oro y la plata), adquiridos a m e n u d o a Francia, p e r o con frecuencia
producidos t a m b i é n p o r a r t e s a n o s d e p e n d i e n t e s en las cortes reales.
Los esclavos también formaban parte d e esta red de lujos; en gran m e -
dida los esclavos s u r g í a n a nivel local, en el c o n t e x t o de las g u e r r a s
entre reinos del p r i m e r p e r í o d o anglosajón ( I m m a fue v e n d i d o c o m o
esclavo en L o n d r e s a u n frisio). P e s e a t o d o , seria difícil afirmar q u e
Inglaterra t u v o u n a economía de m e r c a d o notable antes del siglo v m ;
el grueso de la producción de bienes artesanales se m o v í a en el nivel de
cada p u e b l o p o r s e p a r a d o . Lo dicho para Inglaterra p u e d e valer t a m -
bién para G a l e s , Escocia e I r l a n d a , d o n d e sucedía p r á c t i c a m e n t e lo
10
m i s m o . Estas tierras r a r a m e n t e producían alfarería; en su lugar u s a -
ban m a d e r a , c u e r o y h i e r r o , con p a t r o n e s de p r o d u c c i ó n i g u a l m e n t e
localizados. I m p o r t a b a n algo de alfarería de Francia y , hacia 500, e n
ocasiones también del M e d i t e r r á n e o ; p e r o eran p r o d u c t o s lujosos, de
•na elevada condición social, y e n general disponemos de menos p r u e -
bas todavía para este tipo d e i m p o r t a c i o n e s en la G r a n Bretaña o c c i -
E L L E G A D O D E ROMA

dental y en Irlanda q u e en la Inglaterra oriental. Fuera de G r a n Breta-


ñ a e I r l a n d a , p o d e m o s d a r c o n u n a s i m p l i c i d a d i d é n t i c a en l a

p r o d u c c i ó n artesanal del n o r t e de A l e m a n i a y Escandinavia, fuera de


la frontera r o m a n a . D e n t r o del a n t i g u o i m p e r i o de O c c i d e n t e , solo
partes de la costa mediterránea hispánica muestran, p o r ahora, patro-
nes similares; p e r o es probable q u e aparezcan m á s zonas pequeñas con
modelos d e producción simples, en especial en Hispania, a medida que
los trabajos arqueológicos vayan c o b r a n d o m á s densidad.
E n el Mediterráneo occidental p u e d e n observarse modelos de pro-
ducción y comercio más complejos. A q u í n o s e n c o n t r a m o s con artesa-
n o s m á s profesionales, q u e casi siempre trabajaban con t o r n o s , tanto
en la alfarería fina c o m o en la basta (artículos de cocina); esta clase de
cerámica solía estar disponible p o r t o d o el territorio de u n a ciudad, y
en ocasiones m á s lejos, con redes de distribución que tuvieron q u e es-
tar i m p u l s a d a s p o r el m e r c a d o . P o d e m o s o b s e r v a r p a t r o n e s d e este
tipo en partes del sur de la Galia, L o m b a r d í a y la Italia bizantina, y en
algunas zonas, al m e n o s , de la Hispania visigoda. D e h e c h o , la Galia,
Italia e Hispania y a h a b í a n tenido sistemas p r o d u c t i v o s d e esta clase,
junto c o n las importaciones africanas, d u r a n t e el imperio tardío. En el
p e r í o d o p o s r o m a n o , estos sistemas se volvieron bastante m á s locales,
p e r o sobrevivieron c u a n d o las importaciones africanas dejaron de lle-
gar. A partir de 700, también la p r o p i a África parece haber conservado
sistemas de producción local de este tipo. L a cerámica es nuestra mejor
guía para c o m p r e n d e r la escala de estos sistemas; pero hay algunos in-
dicios de q u e los trabajos con hierro y b r o n c e también se producían a
nivel profesional dentro de este m i s m o contexto local — l a Andalucía
11
occidental y R o m a , con su kinterland, son d o s ejemplos bien estudia-
d o s — y los productos metálicos de este tipo parecen haber estado dis-
ponibles a lo largo de u n a franja geográfica m á s extensa q u e la propia
d e la alfarería. Italia e Hispania t e n í a n redes de e c o n o m í a s relativa-
m e n t e localizadas desde finales del siglo vi al siglo V I I I ; cada área tiene
u n a historia l i g e r a m e n t e distinta y p r o d u c t o s c l a r a m e n t e diferencia-
dos. A l g u n a s d e estas zonas económicas eran de u n a escala m a y o r que
Otras, a d e m á s ; R o m a , " en concreto, parece h a b e r sido el centro, en el
siglo V I I I , de una región m u c h o m á s amplia d e q u e por e n t o n c e s era
normaí en el Mediterráneo occidental, extendiéndose p o r b u e n a parte
del m a r T i r r e n o : i m p o r t a b a vino de Calabria y Ñ a p ó l e s , lámparas de
aceite de Sicilia y, a finales del siglo V I I I , desarrolló u n n u e v o producto
de vidriado fino, h o y d e n o m i n a d o «cerámica del F o r o » (los arqueólo-
RIQUEZA, INTERCAMBIO V SOCIEDAD CAMPESINA

gos lo descubrieron por primera vez en el F o r o j o m a n o ) , que e n el si-


glo i x estaría disponible (en p e q u e ñ a s cantidades, al menos) desde Si-
cilia a P r o v e n z a . Sin e m b a r g o , R o m a e r a una c i u d a d g r a n d e para la
costumbre del siglo V I I I , y durante m u c h o tiempo había sido u n centro
de transportes. El siglo V I I I , en el resto del Mediterráneo occidental, a
excepción del Adriático, rué bastante Tranquilo, sin prácticamente n i n -
guna señal de c o m e r c i o i n t e r r e g i o n a l , salvo ios p r o d u c t o s de lujo.
13
Marsella — e l centro de distribución tradicional, en la d e s e m b o c a d u -
ra del R ó d a n o , para t o d o el tráfico q u e entraba desde el norte del M e -
diterráneo a lo que había pasado a ser el núcleo del territorio f r a n c o -
quedó c o m p l e t a m e n t e eclipsada a principios del siglo v i n y, después
de esto, ni siquiera el comercio de bienes de lujo t u v o m u c h o efecto e n
la zona, p o r un tiempo. L o s sistemas de producción localizada no n e c e -
sitaban de aquellos centros de distribución, y este localismo — c o n u n a
calidad de p r o d u c t o aceptable, i n c l u s o — es el que caracteriza al siglo
vn y, aún más, al V I I I e n el Mediterráneo occidental en su conjunto.

La economía a m a y o r escala del Occidente altomedieval fue la del


núcleo de Las tierras francas. Allí, las redes de producción de cerámica
lardorromana, q u e se basaban en el abastecimiento del ejército del R i n
pero se e x t e n d í a n a lo l a r g o y a n c h o de t o d a ¡a Galia s e p t e n t r i o n a l
—en los b o s q u e s d e A r g o n n e , por encima de V e r d ú n , para la cerámica
de mesa de tena stgillata; en el complejo industrial de h o r n o s de M a -
yen, cerca de T r é v e r i s , para recipientes y vajilla m á s b a s t a — , se m a n -
tuvieron tras la desaparición del ejército, a una escala algo m e n o r , p e r o
aún disponibles en grandes áreas. L a cerámica de A r g o n n e había deja-
do de existir en óoo y los objetos merovingios de alfarería fina carena-
da solían fabricarse a m e n o r escala todavía, p e r o la cerámica de Badorf
— d e los yacimientos de h o r n o s p r ó x i m o s a C o l o n i a — , q u e sustituyó
a los anteriores a partir de 700, fue una nueva producción centralizada
que podía hallarse en toda la cuenca baja y media del R i n , y aún m á s
lejos; y la p r o d u c c i ó n de Mayen siguió disponible en zonas parecidas,
sin i n t e r r u p c i ó n . A este material a r q u e o l ó g i c o p o d e m o s a ñ a d i r t o d a
una serie de d o c u m e n t a c i ó n anecdótica — a partir de las cartas hagio- T

grafías y n a r r a c i o n e s — s o b r e lo que parece haber sido u n comercio a


24
relativa gran escala. E n t r e otros, sabemos de u n obispo de R e i m s q u e
escribió al obispo de V e r d ú n , en la década de 540, para p r e g u n t a r l e p o r
t\ precio de ios cerdos; de G r e g o r i o de T o u r s , q u e n o s cuenta q u e los
mercaderes de V e r d ú n se volvieron a establecer en la década de 5 30,
tras u n p e r í o d o problemático, con u n p r é s t a m o de 7.000 aurei con inte-
288 E L L E G A D O DE ROMA

reses del r e y T e o d e b e r t o ; este n o lo reclamó y, en la década de ^ 8Q T

afirma G r e g o r i o , a l o s m e r c a d e r e s les iba b a s t a n t e b i e n ; de u n rey


( p r o b a b l e m e n t e Segisberto I I I ) q u e intentó impedir que los ciudada-
nos de C a h o r s acudieran, en las décadas de 630 o Ó40, a la feria de Rn-
dez, a 1 1 0 kilómetros de distancia, por m i e d o a u n a epidemia; d e la fe-
ria anual d e S a i n t - D e n i s , de v i n o y o t r o s p r o d u c t o s , q u e se inauguró
en la d é c a d a de 630 y p a s ó a París c o m o u n n e g o c i o en m a r c h a unos
años antes d e 709. Colonia, cuyo centro h a sido excavado, fue u n gran
centro de manufactura del metal durante la Alta Edad Medía; París no
consistía solamente en una feria, sino q u e también disponía de tiendas
en las que se vendían joyas, frente a N o t r e D a m e , en la década de 580;
y bastantes comerciantes residentes q u e aparecen en fuentes documen-
M
tales de distintas c l a s e s . El n o r t e de F r a n c i a t u v o incluso ciudades
n u e v a s , c o m o Maastricht, surgida en el siglo v n , con alfarería, metalis-
tería y trabajos de h u e s o y de crista). U n a r e d d e p r o d u c c i ó n entrelaza-
da se fue extendiendo p o r toda la región del Sena-Rin, en algunas zo-
nas c o n u n a amplia ofrerta, durante el p e r í o d o precarolingio. Esta red
estaba d e s t i n a d a a expandirse aún m á s a partir d e 800, p e r o y a tenía
raíces activas.

El núcleo de las pruebas q u e hemos p r e s e n t a d o a q u í es la produc-


ción y distribución de alfarería, el p r o d u c t o q u e siempre se documenta
mejor en las excavaciones arqueológicas. El metal y el vidrio parecen
haber seguido modelos similares, p o r lo general con redes de distribu-
ción algo m á s extensas q u e las de la c e r á m i c a , a u n q u e se distinguen
con m e n o s claridad (a m e n u d o , a partir de los análisis perrológicos de
los fragmentos cerámicos p o d e m o s determinar su procedencia; el me-
tal y el vidrio se funden demasiadas veces c o m o para utilizar este m é -
toáo y t e n e m o s que servirnos de análisis estilísricos q u e p u e d e n indu-
y >

cir a error, puesto q u e en nuestro p e r í o d o se d i e r o n muchas copias de


estilos q u e habían tenido éxito). La tela, pese a ser la más importante
de entre t o d o s los p r o d u c t o s artesanales, es la gran desconocida, por-
q u e e n los y a c i m i e n t o s se c o n s e r v a tan solo en rarísimas ocasiones;
p e r o sería razonable sostener q u e la escala de su producción solía igua-
lar la de la cerámica, algo q u e parece relativamente claro en el caso de
Inglaterra, al m e n o s . Estos fueron los principales p r o d u c i o s artesana-
les de la Alta Edad Media, y son los marcadores esenciales de su com-
plejidad económica, junto con algunas especializaciones agrícolas más
esporádicas, destinadas a la venta, c o m o los viñedos del n o r t e d e Fran-
cia y también algunas partes de la costa sur italiana. Estas pruebas nos
RIQUEZA, INTERCAMBIO Y SOCIEDAD CAMPESINA

pernütcn considerar con u n a certeza razonable q u e el sistema c o m e r -


cial del n o r t e de Francia fue m u c h o m á s complejo y activo q u e el d e
cu a l q t i i otra parte de O c c i d e n t e hasta 800; q u e las tierras mediterrá-
er

neas estuvieron más fragmentadas, con bolsas de m a y o r complejidad y


mayor simplicidad; y q u e G r a n Bretaña y el resto del N o r t e desarrolla-
ron u n comercio m u c h o m á s simple en su conjunto q u e cualquier o t r o
[erritorio más meridional. La diferencia entre las d o s orillas del C a n a l
de la Mancha era especialmente a g u d a y, sin d u d a , n o se redujo m e -
diante las i m p o r t a c i o n e s a I n g l a t e r r a , q u e a fin d e c u e n t a s t a m p o c o
eran tan abundantes.
Hasta aquí no h e m o s realizado n i n g u n a hipótesis acerca del tipo d e
comercio q u e representan estos m o d e l o s . C o m o v i m o s en el capítulo
2, en el período r o m a n o el traslado de p r o d u c t o s solía ser obra del esta-
do, q u e r e c a u d a b a i m p u e s t o s en c o m i d a y p r o d u c t o s artesanales d e
una a otra provincia, p a r a alimentar las capitales y para vestir y dar d e
comer al ejército. P e r o , incluso en época r o m a n a , esto fue solo u n a
parte del intercambio, y los negocios comerciales llevaron o t r o s bienes
más allá, a ciudades y asentamientos rurales c u y o abastecimiento n o
era en m o d o alguno u n asunto fiscal. El estado fue m u c h o más débil e n
el m u n d o p o s r o m a n o , y no se p o d í a e s p e r a r d e m a s i a d o de u n m o v i -
miento de p r o d u c t o s basado en los impuestos; quizá hubiera un e q u i -
valente en el m o v i m i e n t o de rentas q u e iba del centro de u n a finca o
hacienda a o t r o c e n t r o , p a r a alimentar a los terratenientes y reyes esta-
blecidos e n o t r a p a r t e ; p e r o las p r u e b a s q u e tenemos s o b r e los i n t e r -
cambios, incluso en la etapa r e l a t i v a m e n t e localista d e la Alta E d a d
Media, parece más capilar q u e e s o , en su mayoría. C o n la excepción d e
los productos de lujo en los yacimientos de gran status q u e en algunos y

casos ( n o siempre) eran fruto del trabajo de artesanos s o m e t i d o s , d e -


pendientes de la aristocracia y los reyes, la mayoría d e los p r o d u c t o s d e
origen no local hallados en yacimientos arqueológicos eran, p r o b a b l e -
mente, c o m p r a d o s y p r o d u c i d o s para la v e n t a . E s t o n o significa, sin
embargo, q u e los aristócratas y reyes fuesen irrelevantes para las redes
que h e m o s e s b o z a d o . N a d a m á s lejos: e r a n los c o m p r a d o r e s m á s fia-
bles, p u e s las élites tenían g r a n d e s s é q u i t o s a los q u e era preciso ali-
mentar y vestir. L a triple división de Occidente q u e acabamos de b o s -
quejar tiene u n correlato exacto e n las diferencias q u e se daban en los
niveles de riqueza de la aristocracia ( y de la iglesia y los m o n a r c a s ) ,
descritas en capítulos anteriores y resumidas al principio de este: F r a n -
cia disponía de la clase dirigente m á s rica, de lejos, y las sociedades d e
2t>0 E L LEGADO D E ROMA

Gran Bretaña e Irlanda eran con m u c h o las m e n o s acaudaladas, mien-


tras q u e Hispania e Italia se e n c o n t r a b a n en a l g u n a zona intermedia.
U n a aristocracia rica c o r r í a parejas c o n u n sistema de intercambio
complejo, y viceversa. C u a n d o o b s e r v a m o s los factores en los que se
basó la extensión geográfica y la complejidad del comercio, el más im-
p o r t a n t e fue la m e d i d a de la d e m a n d a aristocrática. D e s d e u n a pers-
pectiva global, también h e m o s visto q u e las aristocracias tenían menos
riqueza en la fase inicial de la Edad Media d e la q u e h a b í a n tenido en
época imperial ( y , c o m o v e r e m o s e n capítulos p o s t e r i o r e s , de la que
tendrían m á s adelante); y en general, el comercio altomedieval fue asi-
m i s m o m á s simple q u e en la época precedente y la posterior. P e r o los
contrastes entre las diversas regiones de O c c i d e n t e eran tan importan-
tes c o m o estas diferencias globales.
Esta versión de las pautas de intercambio en la Alta Edad Media es
distinta de las q u e se encuentra en la m a y o r í a d e libros de los últimos
setenta a ñ o s . T o d o s estos siguieron el ejemplo de u n trabajo d e Henri
P i r e n n e , Mahomay Carbmagno, publicado p o r primera vez en francés,
2<s
en i 9 3 7 - P i r e n n e defendió la supervivencia de u n a e c o n o m í a esen-
cialmente t a r d o r r o m a n a , centrada en el comercio mediterráneo, inclu-
so en la Francia m e r o v i n g i a , hasta las invasiones árabes del siglo v n ,
q u e rompieron la unidad del Mediterráneo y obligaron a las economías
e u r o p e a s a replegarse sobre sí m i s m a s hasta la etapa de recuperación
comercial, en esta ocasión centrada en el m a r del N o r t e , en el siglo xi.
Su teoría era prearqueoíógica y , p o r lo t a n t o , n o p u d o disponer d e las
pruebas q u e p o d e m o s c o m e n t a r aquí; p e r o , aparte de esto, su modelo
adolecía de p o r lo m e n o s d o s defectos graves. El p r i m e r o es q u e hacía
demasiado hincapié en el comercio a larga distancia, entre O r i e n t e (en
ocasiones el Lejano O r i e n t e ) y O c c i d e n t e , q u e siempre fue marginal
con respecto a las principales líneas de comercio; estas se m o v í a n sobre
t o d o p o r el interior de las regiones o entre regiones vecinas, y solo en
m o m e n t o s r e a l m e n t e excepcionales traspasaban estos límites (como
sucedió con la hegemonía africana sobre el Mediterráneo t a r d o r r o m a -
n o , q u e fue, precisamente, el fruto de las necesidades d e u n estado ex-
cepcionalmente p o d e r o s o ) . La segunda deficiencia consiste en q u e los
a r g u m e n t o s de P i r e n n e , en su mayoría, se refieren a los p r o d u c t o s de
lujo: la disponibilidad de o r o , especias, seda y papiro en Occidente (el
papiro n o era n i n g ú n lujo, d e s d e l u e g o , en E g i p t o , sino u n p r o d u c t o
industrial; p e r o posiblemente sí se había convertido en artículo de lujo
1 7
en el O c c i d e n t e del siglo v n ) . Quizá sea p e r d o n a b l e , puesto q u e los
RIQUEZA, INTERCAMBIO Y SOCIEDAD CAMPESINA

productos de lujo s o n casi los ú n i c o s ejemplos de bienes de c o m e r c i o


que se mencionan en las fuentes escritas altornediévales. P e r o los lujos
también son marginales en los sistemas económicos; se definen p o r u n
precio m u y elevado y una oferta reducida, para q u e solo los ricos p u e -
dan hacerse con ellos, y p o r lo tanto representan fortuna, p o d e r y c o n -
dición social. ( S u p o n e m o s q u e las joyerías de París vendían exclusiva-
mente a los r i c o s ; sin d u d a t e n í a n p o r cliente al c o n d e L e u d a s t o , a
quien arrestaron y d e t u v i e r o n para llevarlo a ejecutar mientras estaba
comprando allí, en 5 S 3 . ) L a razón p o r la q u e tienden a ser p r o d u c t o s
que aparecen con m á s frecuencia en las fuentes escritas es q u e n o s h a -
blan de los ricos; p e r o son solo el barniz superficial d e u n sistema e c o -
nómico t o m a d o en su conjunto, cuya complejidad depende de p r o d u c -
tos m u c h o m á s m u n d a n o s : telas, cuchillos, platos. Y los lujos también
existían e n t o d a s las e c o n o m í a s , simples o complejas — e s t a b a n p r e -
sentes p o r igual e n I r l a n d a y F r a n c i a — , así q u e n o tienen gran v a l o r
como d i s c r i m i n a d o r e s . E n fin, P i r e n n e e r r ó del t o d o al decir q u e los
árabes cerraron el Mediterráneo; bastante antes de la llegada de los á r a -
bes, la parte occidental del m a r y a había reducido de fomia m u y notable
su tráfico n a v a l , c o m o h e m o s v i s t o , y en el c o n t e x t o de los lujos los
barcos siguieron enlazando O r i e n t e c o n Occidente incluso después de
las conquistas árabes (en Occidente siempre se p u d o disponer de espe-
cias, contrariamente a la opinión de P i r e n n e ) . P e r o a u n q u e hubiera t e -
nido razón, el c o n t e x t o de lujo en el q u e se basaba continuaba siendo
marginal; los v e r d a d e r o s cambios e c o n ó m i c o s se p r o d u j e r o n d e n t r o
de las regiones.

N o es fácil d e t e r m i n a r quién se benefició de la producción a g r a n


escala en la Alta E d a d Media. La industria ceramista de Mayen tal vez
podría haber tenido u n único d u e ñ o ( n o es m u y probable, a m e n o s q u e
se tratase del rey, p e r o t a m p o c o inimaginable); también p o d r í a h a b e r
sido u n a serie de alfareros y p r o p i e t a r i o s de h o r n o s a u t ó n o m o s , q u e
fabricasen p r o d u c t o s similares d e forma casi competitiva. Este m o d e l o
parece explicar c ó m o funcionó el p r o c e s o en el E g i p t o c o n t e m p o r á -
neo, a juzgar p o r papiros del siglo v i , q u e muestran el alquiler de talle-
res individuales a los alfareros, así c o m o los contratos entre cada cera-
mista y los terratenientes, p a r a el suministro de ánforas de vino; a mi
juicio, también es la hipótesis m á s plausible en Occidente. P e r o no p o -
demos estar realmente seguros, p o r q u e no disponemos de fuentes d o -
cumentales para lugares c o m o Mayen. Es más fácil encontrar quién se
beneficiaba de la distribución, p o r q u e disponemos de abundantes refe-
2$2 E L L E G A D O D E ROMA

28
rencias a ios c o m e r c i a n t e s en las fuentes n a r r a t i v a s . C a s i siempre
eran agentes bastante p e q u e ñ o s , c o m o el mercader sirio C o s m a s , acu~
ciado p o r las deudas, a quien G r e g o r i o el G r a n d e a y u d ó en 594; pero
también p o d í a n ser importantes y de g r a n influencia, c o m o Prisco de
París ( m . 582), u n confidente judío del r e y C h i l p e r i c o , o E u s e b i o e l
Sirio, q u e c o n sus beneficios c o m p r ó el o b i s p a d o de París en 591. El
c o m e r c i a n t e de m á s éxito e n aquel p e r í o d o fue, c o n g r a n diferencia
S a m ó n , u n franco q u e acabó siendo r e y de los v e n d o s en la década de
620, y r e u n i ó a las tribus vecinas contra el rey D a g o b e r t o I; aparente-
m e n t e , alcanzó esta condición a y u d a n d o a los v e n d o s en la guerra, así
q u e aun siendo comerciante t u v o q u e tener cierta notoriedad política
(por desgracia, carecemos de indicios sobre c o n q u é clase d e productos
comerciaba).
E s t o s e r a n e m p r e s a r i o s i n d e p e n d i e n t e s , p e r o los .comerciantes
también p o d í a n actuar en g r u p o . E n c o n t r a m o s algunos ejemplos entre
los comerciantes orientales q u e a c u d i e r o n a Mérida m e d i a d o el siglo
vr, con regalos para el obispo P a b l o ; o, de h e c h o , el consorcio mercan-
til con el q u e e m p e z ó S a m ó n , antes d e e m p r e n d e r el c a m i n o p o r su
cuenta. A m e n u d o también eran e m p l e a d o s de los aristócratas, y co-
merciaban para ellos, p r o b a b l e m e n t e con p r o d u c t o s de las haciendas
de sus s e ñ o r e s ; así o c u r r í a con J a c o b o el J u d í o , q u e v e n d i ó telas en
C a r t a g o e n la década d e Ó30, en n o m b r e de un notable de Constantino-
pla, y t u v o la o p c i ó n de seguir hacia la Galia; o los comerciantes que
trabajaban p a r a el m o n a s t e r i o de S a i n t - D e n i s , q u e c o n s i g u i e r o n un
privilegio real de C a r l o m á n II en 7Ó9, para no tener q u e p a g a r peajes
en los ríos de Francia. P e r o n o es probable q u e la m a y o r í a de comer-
ciantes fuesen empleados de forma regular; todos p u d i e r o n estar con-
tratados en algún m o m e n t o , p e r o los m e r c a d o s y las ferias del n o r t e de
Francia, en c o n c r e t o , parecen haber sido el foco d e interés de u n espec-
tro de gente demasiado amplio para que los representantes de los terra-
tenientes hubieran constituido algo m á s que una p e q u e ñ a parte del t o -
tal. A l g u n o s e r a n «sirios», esto es, del este del M e d i t e r r á n e o , sobre
t o d o en el siglo v i ; otros eran judíos (aunque en m o d o alguno t o d o s los
judíos eran comerciantes); en Francia, c o n c r e t a m e n t e , cada vez hubo
m á s frisios a partir de 800, v e n i d o s del delta del Rin y las islas de los
actuales Países Bajos; p e r o lo cierto es q u e los c o m e r c i a n t e s p o d í a n
llegar de todas partes. P o r desgracia, no p o d e m o s vincular ni el origen
ni la escala económica de los comerciantes con el tipo de p r o d u c t o s que
llevaban. Nuestras fuentes documentales nos hablan sobre t o d o de los
RIQUEZA, INTERCAMBIO Y SOCIEDAD CAMPESINA 2 9 3

productos d e lujo, c o m o ya h e m o s advertido; p e r o n o p u e d e ser q u e la


mayoría de m e r c a d e r e s centrasen su trabajo en este tipo de comercio:
no era suficiente p a r a t o d o s y , d e u n m o d o u o t r o , a l g u i e n t u v o q u e
comprar y v e n d e r el grueso, d e los p r o d u c t o s a los q u e h e m o s h e c h o
referencia e n páginas anteriores. U n libro de milagros de Vandalberto
de P r ü m , fechado en 839, describe u n barco del Rin, cargado con al-
29

farería, y o t r o con v i n o enviado para su venta d e s d e el monasterio d e


San Gereón, en Colonia; el p r i m e r o se h u n d i ó , el s e g u n d o se salvó del
naufragio gracias a los milagrosos p o d e r e s de san G o a r . L o s historia-
dores los h a n t o m a d o c o m o ejemplos de u n m o d e l o de c o m e r c i o m á s
normal q u e el q u e n o s ofrecen la m a y o r í a de fuentes, y con razón. P e r o
siguen siendo anecdóticos (además de tardíos, para lo habitual en este
capítulo); así, para averiguar q u é tipo de p r o d u c t o s circulaban, n u e s t r a
mejor fuente sigue siendo la arqueología.

H e m o s v i s t o q u e el c o m e r c i o del M e d i t e r r á n e o fue p e r d i e n d o
complejidad l e n t a m e n t e , a lo largo de los siglos v i y v n , y q u e las e x -
portaciones d e s d e África c e s a r o n en 700. E n el siglo v m , s o l a m e n t e
está d o c u m e n t a d a u n a ruta i m p o r t a n t e de larga distancia en el Medite-
rráneo, tal c o m o aclara el trabajo de Michael M c C o t m i c k : la ruta q u e
partía d e R o m a , r o d e a b a el sur de Italia y a t r a v e s a b a el E g e o hasta
Constantinopla. Al noroeste de R o m a seguía existiendo u n a conexión
con G e n o v a y Marsella, p e r o p o r ahora n o está bien d o c u m e n t a d a , n i
histórica ni a r q u e o l ó g i c a m e n t e ; y lo m i s m o sucede con la extensión
oriental, d e s d e el E g e o a Siria y Palestina, El p e r e g r i n o a n g l o s a j ó n
30
Willibaldo consiguió ir de Inglaterra a R o m a , luego a Jerusalén y d e
n u e v o a R o m a , e n t r e 7 2 1 y 7 2 9 ; p e r o fue u n a g r a n a v e n t u r a , s o b r e
todo u n a vez s u p e r a d o el E g e o , y ocupa u n a gran parte de la vida q u e
H u g e b u r g o escribió sobre el futuro santo. O t r a s rutas n o aparecieron
en a b s o l u t o hasta 7 5 0 . E n la E u r o p a interior, las principales vías c o -
merciales eran, sin d u d a , los ríos: el Rin, el más importante; el S e n a y el
Mosa, cada vez m á s destacados; el R ó d a n o , cada vez m e n o s . E n el sur,
los ríos de Hispania están m e n o s atestiguados, y para entonces incluso
el P o , al n o r t e de Italia, tenía d o c u m e n t a d o relativamente poco tráfico;
un tratado comercial entre el r e y L i u t p r a n d o y los h o m b r e s de C o m a c -
Jl
c h i o — u n p u e r t o activo bajo control bizantino, e n el delta del P o —
entre 7 1 5 y 7 3 0 , destaca la sal ( d e las salinas del delta) con m á s fre-
cuencia q u e o t r o s p r o d u c t o s . A partir del siglo i x , esta situación iría
variando lentamente- P e r o esta restricción de las rutas comerciales de
larga distancia solo fue u n aspecto marginal de la historia del c o m e r -
E L LEGADO DE ROMA

cío, q u e estaba centrada de un m o d o a b r u m a d o r en la c o m p r a - v e n t a en


el interior de las regiones. El R i n y el Mosa fueron importantes porque
unían distintas zonas de la Francia septentrional, no p o r q u e fuesen el
inicio de rutas m á s largas hacia el m a r del N o r t e . Estas rutas existieron,
sin e m b a r g o , c o m o v e r e m o s al final del capítulo.
Será b u e n o aclarar aún otras d o s cuestiones sobre el comercio. La
33
primera g u a r d a relación con el d i n e r o . T o d a s las sociedades altóme-
di evales documentadas tuvieron estándares de valor, y casi todos estos
se medían en m o n e d a s (a excepción de Irlanda, d o n d e las valoraciones
se realizaban en mujeres esclavas y en vacas). L o s romanos habían acu-
ñ a d o u n a gama de m o n e d a s , en b r o n c e , plata y o r o , para ayudar sobre
todo a la recaudación de impuestos. C o n el sistema fiscal simplificado
del m u n d o p o s r o m a n o , tal vez n o se percibiera ya la necesidad de man-
tener u n conjunto de m o n e d a s complejo, y los estados, sucesores acu-
ñ a r o n , sin duda, menos tipos y a m e n o r escala; al m e n o s , con posterio-
ridad a los vándalos y los o s t r o g o d o s , q u e siguieron modelos romanos.
L o s francos, a partir de 5 50, y los visigodos y los l o m b a r d o s , acuñaron
sobre t o d o m o n e d a s de o r o (junto con monedas de plata e n la Provenza
y en la Italia l o m b a r d a ) . E n Francia, d o n d e la acuñación de moneda
estuvo especialmente descentralizada ( h u b o hasta un millar de cecas),
el porcentaje d e o r o en las m o n e d a s e m p e z ó a caer en las décadas de
630 y 640 y, hacia Ó75, las monedas eran solo de plata. Hacia 760, los
carolingios r e f o r m a r o n el sistema m o n e t a r i o e i m p u s i e r o n d e forma
oficial el denario de plata, c o m o m o n e d a propia; y en 7 8 1 , tras la con-
quista de C a r l o m a g n o , extendieron esta acuñación única hasta la Italia
l o m b a r d a . E n los siglos siguientes, el denario d o m i n ó entre las m o n e -
das de la E u r o p a occidental. E n I n g l a t e r r a , se a c u ñ a b a n m o n e d a s de
o r o rebajadas desde principios del siglo v n , y las de plata desde la déca-
da de Ó70; en los anos 760, estas también fueron sustituidas p o r peni-
ques de plata, paralelos a los de la reforma monetaria carolingia. Estos
cambios muestran, en primer lugar, una restricción del abanico de acu-
ñaciones; y , después, u n paso del o r o a la plata, q u e en la E u r o p a latina
(dejando a u n lado el principado independiente de B e n e v e n t o , q u e si-
g u i ó fiel a las tradiciones bizantinas) se había completado en 800.

E s t o s c a m b i o s son u n a b u e n a guía de la simplificación de las es-


tructuras estatales en Occidente, así c o m o del progresivo descenso de
la disponibilidad del o r o , q u e en este p e r í o d o apenas se extraía en Eu-
ropa. Sin e m b a r g o , no n o s ofrecen m u c h a información acerca del co-
m e r c i o . T r a d i c i o n a l m e n t e , los historiadores h a n d a d o m u c h a impor-

m
RIQUEZA, INTERCAMBIO Y SOCIEDAD CAMPESINA 295

tanda a las cuestiones monetarias, p o r q u e les parecía q u e el comercio


era imposible sin m o n e d a s . P e r o esto n o es cierro, en realidad: c u a l -
quier comerciante de u n a sociedad tradicional puede apañarse perfec-
tamente bien con el t r u e q u e , c o m o parte d e un proceso de negociación,
en la m e d i d a en q u e exista u n estándar de valor c o m ú n ; y solo u n c o -
merciante fracasado saldrá del m e r c a d o con dinero, antes q u e con p r o -
ductos para v e n d e r en el p r ó x i m o m e r c a d o : las m o n e d a s en sí mismas
no tienen p o r q u é participar e n el p r o c e s o . T a m b i é n h a y q u e señalar
que, cuando y a no se p u d o disponer de las p e q u e ñ a s m o n e d a s de c a m -
bio, de b r o n c e o c o b r e , del i m p e r i o r o m a n o , casi t o d a s las emisiones
altomedievales fueron de u n valor bastante alto: u n denario carolingío
valía alrededor de 1 2 libras esterlinas (en dinero de 2007), a juzgar p o r
los precios del pan q u e constan en las actas del sínodo de Francfort, en
794J 31 v u n
tñens o tremissis de o r o m e r o v i n g i o o l o m b a r d o valía, e n
teoría, c u a t r o veces esto: unas 50 libras esterlinas. Solo algunas e m i -
siones n o r t u m b r i a s e italianas p a r e c e n h a b e r valido b a s t a n t e m e n o s .
De este m o d o , en este período las m o n e d a s constituían u n a ayuda p o c o
fluida para el comercio; representaban estándares de valor para los n e -
gociantes y ofrecían vías prácticas para acaparar riqueza, p e r o p o r a h o -
ra todavía n o s u p o n e n la metonimia p o r la actividad comercial en q u e
se c o n v e r t i r á n m á s a d e l a n t e . P o r o t r a p a r t e , c u a n d o aparecen e n las
excavaciones arqueológicas, las m o n e d a s sí n o s ofrecen u n a guía fiable
en cuanto a la escala geográfica de las redes económicas, p o r q u e p o r lo
general en la m o n e d a consta d ó n d e fue acuñada, y se p u e d e n datar con
bastante precisión. Estas redes no se h a n e s t u d i a d o c o n el r i g o r q u e
4
cabría esperar (los m e j o r e s m a p a s de distribución* s o n , h o y d í a , los
que tratan de I n g l a t e r r a ) p e r o , e n líneas g e n e r a l e s , p o r ahora p a r e c e
que respaldan los m o d e l o s , basados en la alfarería, q u e y a h e m o s des-
crito. P e s e a t o d o , aún q u e d a m u c h o p o r hacer en este c a m p o .

El s e g u n d o p u n t o t i e n e q u e v e r c o n el i n t e r c a m b i o de r e g a l o s .
Intercambiar presentes es u n a alternativa al intercambio de p r o d u c t o s
para comercian hace q u e los bienes pasen de una persona a otra, p e r o
el objetivo de esta transmisión es c i m e n t a r las relaciones sociales, n o
solo permitir que cada parte consiga lo q u e realmente necesita, lo cual
puede o b t e n e r s e de un extraño tan fácilmente c o m o de u n a m i g o . D e
hecho, los regalos no tienen p o r q u é ser objetos esenciales, en m o d o
alguno, c o m o demuestran claramente las compras navideñas. L o s i n -
tercambios de regalos (sean objetos o servicios) eran m u y comunes e n
la Alta E d a d Media. E r a habitual q u e las embajadas llevasen regalos
296 E L L E G A D O D E ROMA

consigo, y los reyes p o d í a n mostrarse bastante competitivos en su ge~


nerosidad m u t u a , esforzándose a veces para hacer m é r i t o s con el re-
5
c e p t o r a U n a carta de C a s i o d o r o , sobre u n reloj de agua que Teodori-
co el O s t r o g o d o r e g a l ó hacia 50o al r e y b u r g u n d i o G u n d e b a l d o ,
muestra q u e con el reloj se pretendía hacer gala de la superioridad tec-
nológica itálico-romana; lo m i s m o p o d e m o s p e n s a r q u e se pretendía
con el aparato mecánico q u e el e m p e r a d o r Constantino V regaló a Pi^
pino III de Francia en 757, del q u e los francos h a b l a r o n en sus cróni-
cas. L o s reyes t a m b i é n e n t r e g a b a n p r e s e n t e s a sus d e p e n d i e n t e s , de
m a y o r valor e c o n ó m i c o q u e los q u e sus dependientes les daban a cam-
b i o , y p a r t e del quid pro quo era la lealtad p e r s o n a l ; de h e c h o , en las
donaciones de tierra subyace el mismo supuesto. D e u n m o d o similar,
quienes d o n a b a n tierras a la iglesia esperaban a c a m b i o , c u a n d o m e -
nos, algunas plegarias p o r p a r t e de los clérigos o el m o n a s t e r i o , y so-
lían explicitar q u e albergaban esperanzas de ser recompensados, tras la
m u e r t e , con el acceso al cielo. E n Inglaterra y Gales, ofrecer u n fastuo-
so b a n q u e t e podía significar q u e el anfitrión esperaba de sus invitados
q u e luchasen p o r él, c o m o h e m o s visto en el capítulo 7. T o d a s las rela-
ciones personales se sellaban con regalos. T a m b i é n p o d í a n ser ambi-
g u o s , igual q u e sucede con las relaciones personales, c o m o c u a n d o e]
6
obispo Pretextato de Rouen,* en su juicio p o r traición al rey Chilperi-
co en 577, dijo q u e n o había s o b o r n a d o a nadie para q u e se opusiera a
Chilperico, sino q u e simplemente les había e n t r e g a d o obsequios por-
q u e ellos le habían d a d o a él caballos; los regalos (según Pretextato, al
m e n o s ) tenían u n significado distinto al q u e los o b s e r v a d o r e s habían
i m a g i n a d o desde fuera.

Philip G r i e r s o n , en 1959, y G e o r g e s D u b y , en 1 9 7 3 , sostuvieron


que, en u n a e c o n o m í a altomedieval c u y o c o m e r c i o era relativamente
débil, u n a g r a n p a r t e del m o v i m i e n t o de p r o d u c t o s apreciable en las
fuentes escritas y , sobre t o d o , en la arqueología podía describirse m e -
37
jor en t é r m i n o s d e intercambio de p r e s e n t e s . Es más probable que el
gran plato de argento bizantino hallado en el enterramiento de Sutton
H o o (de aproximadamente 625) hubiera llegado a Suffolk c o m o fruto
de regalos diplomáticos, o de u n a cadena de tales p r e s e n t e s , m á s que
c o m o r e s u l t a d o de n i n g ú n tipo de c o m e r c i o a larga distancia. D e un
m o d o m á s g e n e r a l , b u e n a parte del intercambio de p r o d u c t o s de lujo
bien p u d o haberse desarrollado en forma d e regalos. P e r o n o t o d o se
desarrollaba así, u Occidente n o habría necesitado a sus comerciantes,
ni las joyerías de París; y, p o r encima de t o d o , nada o casi nada del in-
RIQUEZA, INTERCAMBIO Y SOCIEDAD CAMPESINA 297

tercambio al m a y o r descrito a q u í p u e d e haberse limitado a una «eco-


nomía de regalos». P a r t e del c o m e r c i o existente e n el contexto de los
pueblos, en lugares c o m o Inglaterra, p u d o desarrollarse sin duda en el
marco de la e n t r e g a de o b s e q u i o s , y ello e n t r e p e r s o n a s q u e , i n e v i t a -
blemente, se c o n o c í a n m u y bien. ( P o r el c o n t r a r i o , l o s comerciantes
38
eran objeto de s o s p e c h a s , y s o b r e v i v e n leyes t a n t o d e I n g l a t e r r a
como de Italia q u e pretenden p r o t e g e r a los c o m p r a d o r e s de la acusa-
ción de haber c o m p r a d o mercancía r o b a d a a los comerciantes, siempre
que la transacción se realizase en público.) P e r o los regalos, igual q u e
los productos de lujo, p o r cruciales q u e fuesen en las relaciones socia-
les^ eran secundarios e n los sistemas e c o n ó m i c o s t o m a d o s en su c o n -
junto, incluidos los altomedievales.
La p r o d u c c i ó n d e b i e n e s artesanales se simplificó c o n s i d e r a b l e -
mente en casi todas partes, en el Occidente p o s r o m a n o , p o r q u e cayó la
demanda a g r a n escala, pues los aristócratas eran m e n o s ricos y los e s -
tados ya no c o m p r a b a n mercancías a gran escala para los ejércitos (o se
la llevaban c o m o recaudación tributaria). D e ahí que, probablemente,
39
esta fuera también la situación de la producción a g r í c o l a . L o s signos
que tenemos en referencia a la organización de las haciendas a princi-
pios de la Alta E d a d Media, aun fragmentarios, a p o y a n esta teoría. La
gestión de las fincas, en época r o m a n a , fue m u y compleja y variable, y
al menos u n a p a r t e buscaba sin d u d a u n beneficio, c o m o las plantacio-
nes esclavistas en la Italia del siglo i o los dominios egipcios en los que,
entre los siglos n i y v n , se e m p l e a b a a jornaleros. S e g ú n p a r e c e , las
haciendas p o s r o m a n a s , e n t o d o s los d o c u m e n t o s q u e p o s e e m o s , fue-
ron trabajadas fundamentalmente p o r arrendatarios q u e , fuesen libres
o no, debían pagar rentas estables y habituales: era la forma más senci-
lla y menos flexible de sacar beneficio de los agricultores, y la q u e c o n -
cedía m á s a u t o n o m í a a los p r o p i o s c a m p e s i n o s . E s t e tipo de g e s t i ó n
— q u e p o d e m o s observar e n Francia y en Italia, así c o m o en la Hispa-
nia central (en los textos fragmentarios q u e , escritos sobre pizarra, se
han hallado en las p r o v i n c i a s de Salamanca y Á v i l a ) — n o m u e s t r a
ningún interés especial p o r el beneficio o la venta. Las únicas especiali-
zaciones q u e p o d e m o s o b s e r v a r se encuentran en la franja septentrio-
nal de la p r o d u c c i ó n vinícola, d e s d e P a r í s hasta la cuenca media del
Rin, d o n d e en el siglo v n h a y referencias documentales anecdóticas a
viñedos, d i r i g i d o s a veces d i r e c t a m e n t e p o r el p r o p i e t a r i o de las t i e -
rras, con u n viticultor p r i v a d o de libertad: estas b i e n p o d r í a n h a b e r
sido destinadas a la venta, para comerciantes de m á s al n o r t e , que acu-
298 E L LEGADO D É ROMA

dían a ferias c o m o la de Saint-Denis. L a rápida expansión de u n a ges-


tión de las h a c i e n d a s «señoriales» m á s compleja — y e x p l o t a d o r a —
llegaría m á s adelante, fundamentalmente en el p e r í o d o carolingio, en
u n período en q u e el comercio se generalizaría e intensificaría, y a fuese
en regiones c o m o el norte de Francia, d o n d e y a existía a u n a escala re-
lativamente g r a n d e , o en la Italia septentrional, d o n d e aún era m á s lo-
cal. A n a l i z a r e m o s con m á s detalle estas d o s formas de gestión en el
capítulo 22.
D e t o d o s m o d o s , cabe señalar q u e el p r i m e r signo d e este cambio
— a l m e n o s , en el n o r t e — se produjo u n p o c o antes, hacia 700; y con él
terminaré este capítulo. E n el siglo v i l , aparecieron al m e n o s d o s puer-
tos e n la orilla franca del C a n a l de la M a n c h a : Q u e n t o v i c , al sur de
B o u l o g n e , y D o r e s t a d , en el delta del Rin. A m b o s , p e r o sobre todo el
de D o r e s t a d ( q u e h a sido e x c a v a d o ) , se e x p a n d i e r o n considerable-
m e n t e durante el siglo V I I I , y en las décadas d e en t o r n ó a 700 empeza-
r o n a c o n t a r c o n e q u i v a l e n t e s al o t r o l a d o del C a n a l : H a m w i c (hoy
S o u t h a m p t o n ) , en Wessex; L o n d r e s , en Mercia; Ipswich, en East An-
glia; Y o r k , en N o r t u m b r i a , y también Ribe, en D i n a m a r c a , y Birka, en
40
Suecia. Estos empaña según la denominación de los arqueólogos (el
término lo emplean también algunas veces las fuentes altomedievales),
estuvieron c o n e c t a d o s e n t r e ellos, y la c o m p r a y venta a a m b o s lados
del Canal de la Mancha y el m a r del N o r t e se desarrolló d e forma cons-
tante en el siglo V I I I y principios del i x , c u a n d o entraron asimismo en
u s o otros p u e r t o s del estilo, c o m o el de D o m b u r g o , en el delta del Rin,
y el de H e d e b y , en la costa báltica de D i n a m a r c a . D e h e c h o , al menos
en Inglaterra, la m a y o r parte de la actividad económica de estos puer-
tos era obra d e los artesanos locales: la metalistería y el vidrio de Ham-
w i c o la alfarería de Ipswich (la primera cerámica moldeada en torno y
cocida al h o r n o de t o d o el período anglosajón); el comercio regional y
local i m p o r t a b a m á s q u e el tráfico marítimo, incluso allí. P e s e a t o d o ,
sigue siendo significativo q u e estos emporio, se encontrasen en la costa
o e n ríos con acceso fácil desde el litoral; fuesen cuales fueran sus orí-
genes (que eran diversos), es casi seguro q u e fueron desarrollados por
iniciativa de reyes, con el fin de canalizar cualquier c o m e r c i o marítimo
existente. C o n s e r v a m o s u n a carta de C a r l o m a g n o a Offa, d e 79o, en la
q u e h a c e referencia al t a m a ñ o de las capas q u e los anglosajones esta-
4
b a n exportando a F r a n c i a ; ' prácticamente n o tenemos otras cartas di-
plomáticas en las q u e se haga m e n c i ó n del c o m e r c i o , en esta época, y
t u v o q u e ser importante (al m e n o s , c o m o iniciativa política; n o p o d e -
RIQUEZA, INTERCAMBIO Y SOCIEDAD CAMPESINA

rjios decir en q u é escala actuaba). L o s reyes valoraban el c o m e r c i o m a -


rítimo y a y u d a r o n a consolidarlo. Y cuando los carolingíos se hicieron
con el poder en el siglo V I I I y recentralizaron la política franca, p u d i e -
r on dar u n p o d e r o s o impulso a los emporio, comerciales.
Es casi s e g u r o q u e el m a r del N o r t e , en el siglo V I I I , tenía m á s
transportes navales q u e el M e d i t e r r á n e o . C o m a c c h i o , en el delta del
po era u n foco para el c o m e r c i o de t o d o el Adriático, en este p e r í o d o ,
43
además de ciertos intercambios P o arriba, c o m o ya h e m o s v i s t o ; p e r o
e n el Mediterráneo, e n t r e el declive d e Marsella hacia 700 y el s u r g i -
miento de Venecia a partir de 780, no h a y equivalentes para los p u e r -
tos nodales del n o r t e . C o m o v e r e m o s en el capítulo 2 2 , Venecia fue u n
centro de c o m e r c i o de esclavos, q u e canalizaba los esclavos s u r g i d o s
de las guerras carolingías hacia los árabes, q u e los usaban c o m o servi-
cio doméstico; a cambio obtenían especias y otros p r o d u c t o s orientales
de lujo. Venecia era, p o r así decir, u n p u e r t o de entrada q u e basaba su
riqueza en los p r o d u c t o s d e lujo dirigidos a los francos y otros c o m p r a -
dores: probablemente, p o r entonces era aún más marginal para la e c o -
nomía de la Italia del norte q u e D o r e s t a d para la del n o r t e de Francia y
Hamwic para Wessex. P e r o a q u í las cosas estaban cambiando; a lo lar-
go del siglo i x a p a r e c e r í a n m á s p u e r t o s e n Italia y, con el t i e m p o ,
aproximadamente a partir de 950, Venecia también desarrollaría u n a
mayor relación con su zona interior. Al final, en el Mediterráneo había
más m a r g e n para el d e s a r r o l l o c o m e r c i a l q u e en el m a r del N o r t e , a
partir de 800 (véase el capítulo 1 5 ) . El Mediterráneo conectaba varias
economías complejas q u e , t r a s la pausa del siglo V I I I , redescubrirían
las ventajas de cierto nivel de comercio, a u n q u e fuera limitado. El p r o -
blema del m a r del N o r t e era q u e , a u n q u e la economía franca era m u y
activa, no sucedía lo m i s m o con las de sus vecinos. Para los anglosajo-
nes o los daneses era i m p o r t a n t e tener p r o d u c t o s francos, c o m o ele-
mentos de lujo en su m a y o r í a , p e r o sus élites aún n o eran lo bastante
ricas c o m o para p o d e r comprarlos en tanta cantidad. Y las e c o n o m í a s
del norte tampoco estaban m u y diversificadas; los p r o d u c t o s artesana-
les de H a m w i c se parecen a los de Maastricht y D o r e s t a d , dentro de su
gama, y difícilmente p o d r í a n haberse concebido para la venta fuera d e
Wessex. E n siglos p o s t e r i o r e s , la especialización y la diversificación
económicas se irían a c e n t u a n d o lentamente; p e r o el comercio del mar
del N o r t e , en el siglo v n i , fue más u n resultado indirecto de la fortuna
e influencia política carolingias q u e una señal del futuro dominio e c o -
nómico de la E u r o p a noroccídental.
10

EL P O D E R D E LO V I S U A L : LA C U L T U R A
M A T E R I A L Y SU O S T E N T A C I Ó N , DE L A
ROMA IMPERIAL A L O S C A R O L I N G I O S

Sin d u d a , el edificio m á s g r a n d e con u n a cubierta única de t o d o el i m -


perio r o m a n o , y m a y o r q u e c u a l q u i e r edificio p o s t e r i o r e n E u r o p a
hasta la construcción de las catedrales de Sevilla y C o l o n i a en el siglo
x n i , fue la G r a n Iglesia de J u s t i n i a n o e n Constantinopla, dedicada a la
1
Santa Sabiduría (Magia Sopkia, Santa Sofía). Se edificó en m e n o s d e
seis años, después del incendio q u e causó daños en la antigua catedral
de la ciudad d u r a n t e los disturbios d e N i k á , en 532, y fue c o n s a g r a d a
en diciembre de 537: u n a velocidad inaudita, entonces y m á s adelante,
para una edificación tan ambiciosa. E n cualquier caso, fue erigida con
gran esmero y con los mejores materiales, y se ha c o n s e r v a d o sin a p e -
nas alteraciones hasta el día d e h o y ; la modificación m á s i m p o r t a n t e
fue t e m p r a n a , p u e s p a r t e de la cúpula se d e s m o r o n ó a consecuencia d e
un t e r r e m o t o en 557. F u e reconstruida a los p o c o s a ñ o s , algo m á s e l e -
vada, lo cual p e r m i t i ó c o n s a g r a r d e n u e v o la iglesia e n 5Ó2, a ú n e n
vida de Jusriniano. L o s e m p e r a d o r e s posteriores solo retocaron el e d i -
ficio, a ñ a d i e n d o p o r ejemplo u n a p u e r t a ceremonial e n el p o r c h e s u -
doeste (obra de Teófilo, hacia 840) o bien, u n p o c o m á s adelante, i n -
c o r p o r a n d o u n o s contrafuertes e x t e r n o s (obra de A n d r ó n i c o II en la
década de 1 3 1 0 , y de Sinan, en la d é c a d a de 1 5 7 0 , para los o t o m a n o s ;
estos t a m b i é n a ñ a d i e r o n m i n a r e t e s a la m e z q u i t a de A y a Sofía, en la
q u e se había c o n v e r t i d o la i g l e s i a ) . El espacio i n t e r i o r p e r m a n e c i ó
igual, sin e m b a r g o ; el ú n i c o c a m b i o bizantino i m p o r t a n t e fue la a d i -
ción de u n a decoración figurativa en los mosaicos q u e cubrían el techo
y la p a r t e s u p e r i o r de l o s m u r o s , a p a r t i r del siglo i x , p u e s t o q u e el
p r o g r a m a d e c o r a t i v o de Justrniano había consistido, principalmente,
en mosaicos de o r o , a veces interrumpidos p o r m o t i v o s florales o c r u -
ces, y m á r m o l coloreado.
302 E L L E G A D O D E ROMA

Santa Sofía, desde fuera, parece u n a e n o r m e arana agazapada, gra_


cías a los minaretes o t o m a n o s . E n el interior, su espacio central se per-
cibe de inmediato c o m o la gran innovación arquitectónica q u e en efec-
t o r e p r e s e n t ó , c o n su g r a n c ú p u l a de 1 0 0 p i e s de a n c h u r a (pies
r o m a n o - b i z a n t i n o s , equivalentes a 31 m e t r o s ) , sostenida p o r cuatro
arcos de 1 2 0 pies (37 metros) cada u n o , creando u n v o l u m e n único sin
precedentes, diáfano p o r la ausencia de pilares, q u e seguía extendién-
dose hacia el este y el oeste gracias a las medias cúpulas y l u e g o , hacia
el este, p o r u n ábside de media cúpula m e n o r . El conjunto lleva el sello
de J u s t i n i a n o / p u e s son ciertamente m u c h o s los capiteles q u e tienen o
su m o n o g r a m a o el de su esposa, T e o d o r a . Casi todas las columnas y
t o d o s los capiteles fueron tallados especialmente p a r a este edificio,
algo fuera de lo c o m ú n a finales del imperio r o m a n o , d o n d e el reapro-
v e c h a m i e n t o de los materiales era n o r m a l incluso en los g r a n d e s m o -
n u m e n t o s . Justiniano pretendía q u e la construcción fuera innovadora;
así, para la construcción c o n t r a t ó a geómetras académicos — A n t e m i o
de T r a l l e s e I s i d o r o de M i l e t o — , e n lugar de seguir la c o s t u m b r e de
confiar e n l o s m a e s t r o s d e o b r a s , c o m o era h a b i t u a l . Y la g e n t e se
a s o m b r ó , c o m o cabía esperar. En el contexto de la segunda consagra-
ción de la iglesia, Pablo el Silenciario escribió una descripción del edi-
ficio (que, c o m o obra dedicada a una única construcción, resulta infre-
cuente en n u e s t r o p e r í o d o ) ; u n a década antes, el t r a t a d o de Procopio
Sobre los edificios, escrito para elogiar t o d o s los p r o y e c t o s constructi-
v o s de J u s t i n i a n o , se a b r e con o n c e p á g i n a s de elogio a Santa Sofía.
A m b o s escritores recalcaron sus dimensiones, claro, y el efecto del oro
y el m á r m o l (el m á r m o l v e r d e era u n p r a d o con flores, para Procopio;
para P a b l o , vides y verdes colinas), sobre t o d o dada la relación entre el
o r o d e la cubierta y la luz de las v e n t a n a s . « Q u i e n q u i e r a q u e alce los
ojos al bello firmamento de la cubierta, apenas p o d r á m a n t e n e r l o s en
su r e d o n d a extensión, tachonada de estrellas d a n z a n t e s . . . quienquiera
q u e p o n g a el pie en el interior del templo sagrado, jamás querrá aban-
d o n a r la estancia, sino q u e levantará la cabeza y, atraídos los ojos a un
l a d o , a t r a í d o s l u e g o a o t r o , p a s e a r á la vista p o r t o d a s partes», decía
P a b l o . P r o c o p i o también era plenamente consciente de la originalidad
arquitectónica del edificio, puesto q u e dedica d o s páginas a describir el
trabajo de las cúpulas, con considerables detalles técnicos, para termi-
n a r h a c i é n d o s e eco (por a v a n z a d a ) de la o b s e r v a c i ó n de P a b l o — u n
cuché, p e r o q u e sigue siendo cierto en la a c t u a l i d a d — , según la cual es
difícil concentrarse en u n solo detalle, dada la fascinante complejidad
E L P O D E R D E LO VISUAL 303

¿ \ conjunto. Estos textos descriptivos tenían su propia tradición lite-


c

raria (las ¿cfrasis, según se d e n o m i n a en griego á las descripciones ar-


tísticas y arquitectónicas) y fueron, además, encargados p o r el m i s m o
Justiniano, o al m e n o s escritos para él; c o m o m í n i m o n o s transmiten
qué impresión se pretendía causar en el observador del edificio, c ó m o
se esperaba q u e este lo viera. Y el i m p a c t o p e r d u r ó ; Santa Sofía fue
prácticamente la p r i m e r a iglesia r e c t a n g u l a r o r g a n i z a d a e n t o r n o d e
una cúpula central, p e r o casi todas las iglesias posteriores u s a r o n este
modelo (al m e n o s , en una versión m á s simple), y lo m i s m o sucedió con
las mezquitas de Sinan en el Estambul del siglo x v i .
Santa Sofía no era tan solo u n edificio e n o r m e , caro e i n n o v a d o ^
uno de los m u c h o s erigidos p o r Justiniano, tal c o m o n o s cuenta P r o c o -
pio en su dilatada exposición. T a m b i é n se situó e n la cima d e la vida
ceremonial del imperio r o m a n o oriental. E n la p r o p i a R o m a , las n u e -
vas iglesias del imperio cristiano se fueron c o n s t r u y e n d o , durante b a s -
tante tiempo, a las afueras de la ciudad o en sus límites; esto desplazó el
viejo núcleo público d e los edificios de los complejos del foro, con el
palacio imperial sobre ellos, en el Palatino, y la g r a n pista de carreras,
el Circo M á x i m o , al sur de este ú l t i m o . E n C o n s t a n t i n o p l a , fundada
por C o n s t a n t i n o , e s t o s e s p a c i o s p ú b l i c o s p o d í a n estar u n i d o s , y e n
efecto así se h i z o , con los foros alineados a lo l a r g o de anchas calles
columnadas, en dirección a la G r a n Iglesia, y el palacio y el h i p ó d r o m o
justo al sur. La población d e la ciudad se reunía regularmente en el h i -
pódromo y, a u n q u e el acceso a la iglesia solía estar m á s restringido, en
Santa Sofía cabían varios miles de p e r s o n a s . El ceremonial de la vida
del imperio tenía c o m o centro los desplazamientos entre el palacio y la
iglesia, q u e eran c o n t e m p l a d o s p o r el público; a ú n m á s espectadores
acudían a contemplar las procesiones públicas q u e avanzaban n o r m a l -
mente a través de los foros y hacia el palacio y la iglesia. La iglesia an-
terior a 5 52 y a era de grandes dimensiones por estos mismos motivos,
pero el t a m a ñ o y la ambición de la iglesia de Justiniano dejó su huella
en t o d o el espacio p ú b l i c o y c e r e m o n i a l de la c i u d a d m á s g r a n d e d e
Europa, d u r a n t e casi u n milenio. La iglesia de Justiniano sería r e c o r -
dada p o r las g e n e r a c i o n e s p o s t e r i o r e s en la misma categoría q u e sus
códigos legislativos y sus conquistas; y si hay u n hito q u e r e s u m a s u
deseo de ser reconocido c o m o el e m p e r a d o r r o m a n o ideal o arquetípi-
co, bien podría serlo Santa Sofía.

T a l vez parezca q u e es p o n e r demasiado peso en u n solo edificio,


pero los r o m a n o s pretendían q u e sus construcciones se contemplasen
304 E L L E G A D O D E ROMA

c o m o representativas de su p o d e r y su riqueza, y , a juzgar p o r las nu-


merosas reacciones que aparecen en los textos escritos, así sucedió en
realidad. T a m b i é n se podían levantar edificios con referencias inter-
textuales bastante complejas; en el caso de Santa Sofía, pretendía supe-
rar m o d e l o s c o m o la r o t o n d a del P a n t e ó n , en R o m a , o la del palacio de
Galerio, en Tesalónica; también competía con la iglesia privada de san
P o l í e u c t o , de p r o p o r c i o n e s descomunales, erigida en Constantinopla
tan solo u n a década antes p o r la heredera imperial Anicia Juliana, esta
vez con la forma de u n a basílica m á s convencional, a la q u e Santa Sofía
p u d o d e s b a n c a r p o r el simple hecho de ser tan diferente. La fuerza de
la política de la construcción t a m p o c o se limitaba al imperio r o m a n o .
D e h e c h o , t o d a s las sociedades descritas e n este libro la reconocían y
la r e s p e t a b a n ; y las diferencias e n t r e los edificios q u e los p o d e r o s o s
erigían en aquellas sociedades distintas es u n a forma rápida de c o m -
p r e n d e r la diversidad d e aspiraciones, t a n t o en su escala c o m o en su
estética.

Este capítulo central, en consecuencia, pretende ser comparativo.


D i s p o n e sociedades u n a frente a o t r a , a t e n d i e n d o al distinto uso que
cada u n a de ellas h a c e de la cultura material, en especial de la arquitec-
tura, c o n á n i m o d e exhibición. P o c a s veces tenemos una idea tan clara
de las intenciones q u e m o v i e r o n a los p a t r o n o s a edificar c o m o en el
caso de Santa Sofía, gracias a P r o c o p i o y a P a b l o el Silenciario; p e r o sí
conservamos m u c h o s de los edificios mismos o, al m e n o s , sus vestigios
a r q u e o l ó g i c o s , y p o d e m o s r e c o n s t r u i r en parte aquellas intenciones.
E n u n solo capítulo de este libro no p o d r é hacer justicia a todas las so-
ciedades, p o r supuesto, p e r o al m e n o s p u e d o o&ecer u n a muestra del
tipo de análisis comparativo q u e cabe desarrollar. O b s e r v a r e m o s cua-
t r o edificios, p o r o r d e n : Santa Sofía, de la q u e y a h e m o s h a b l a d o ; la
G r a n Mezquita d e D a m a s c o ; el complejo palaciego de Y e a v e r i n g , en
N o r t u m b r i a ; y la iglesia d e Santa P r á x e d e s e n la R o m a del siglo í x .
Son edificios religiosos, en su m a y o r í a , ya q u e la conservación de las
c o n s t r u c c i o n e s s e c u l a r e s es m u c h o m á s d e f i c i e n t e ( d e h e c h o , de
Yeavering solo queda u n conjunto de h o y o s ) , ' p e r o al final del capítu-
lo veremos, b r e v e m e n t e , las diferentes estructuras de los palacios rea-
les, así c o m o — f u e r a del limitado m u n d o de los reyes, e m p e r a d o r e s y
o b i s p o s — los cambiantes m o d e l o s espaciales d e los p u e b l o s , p o r q u e
también estos son una guía del poder, aunque a m e n o r escala.
EL PODER DE LO VISUAL

El califa A l - U a l i d I ( 7 0 5 - 7 1 5 ) hizo construir la G r a n Mezquita en s u


capital, D a m a s c o , desde 705; se acabó en 71o, tras su m u e r t e / N o era
la primera mezquita en el territorio del califato, conquistado en su m a -
yoría p o r los árabes e n t r e 6 3 6 y 651 (hacía e n t r e sesenta y s e t e n t a
años); a h o r a b i e n , j u n t o c o n las c o n s t r u c c i o n e s c o n t e m p o r á n e a s de
Medina y Jerusalén, fue la p r i m e r a mezquita m o n u m e n t a l a g r a n esca-
u n m
la, y fijó ° d e l o q u e se repetiría m u c h o en los siguientes p r o y e c t o s
arquitectónicos, en Fustat (el antiguo El C a i r o ) , Kairuán, C ó r d o b a y
otras m u c h a s ciudades. L a arquitectura de las mezquitas u s ó m u c h o s
elementos del estilo arquitectónico r o m a n o , incluidas las columnas (en
]raq e Irán, se inspiró también e n el estilo sasánida); de hecho, durante
roucho t i e m p o fue típico q u e las c o l u m n a s fueran spolia t o m a d a s de
y

edificios r o m a n o s y r e a p r o v e c h a d a s . La mezquita de D a m a s c o t a m -
bién tenía u n friso m a r m ó r e o , de vides, m u y apreciado p o r los autores
medievales y con claros antecedentes en Constantinopla. P e r o el efec-
to general de una mezquita altomedieval era bastante distinto del p r o -
ducido p o r cualquier edificio r o m a n o . Constaba de u n patio rectangu-
lar a m u r a l l a d o , en p a r t e abierto al cielo y en parte c u b i e r t o , de m o d o
que, bajo el techado, sostenido p o r filas de columnas, quedaba u n espa-
cio profundo. E n ocasiones, el espacio cubierto era bastante p e q u e ñ o ,
en c o m p a r a c i ó n con el p a t i o ; o t r a s veces ( c o m o en D a m a s c o ) tenía
aproximadamente el m i s m o t a m a ñ o , con tres filas de columnas en este
caso. (El famoso b o s q u e de columnas de la posterior mezquita de C ó r -
doba, con treinta y cuatro filas de dieciocho columnas e n su última fase,
es atípico.) E n cualquier caso, provocaba el efecto d e u n espacio relati-
vamente carente de jerarquía, en el q u e el espacio abierto avanza hasta
adentrarse en el área cubierta sin u n a r u p t u r a completa, y solo el mih-
ral, u n nicho q u e señala hacia La Meca, actúa c o m o foco de atención. El
Islam n o es una religión con u n sacerdocio o r g a n i z a d o , y p o n e m u c h o
énfasis en la c o m u n i d a d d e los creyentes. D e n t r o del patio, abierto y
cerrado p o r igual, la comunidad p u e d e encontrarse en la plegaria.

L a mezquita de D a m a s c o también tenía u n simbolismo específico,


político y espacial, q u e en m o d o alguno se dirigía solo a los m u s u l m a -
nes. P a r a e m p e z a r , A l - U a l i d la erigió s o b r e la catedral de la c i u d a d ,
que se hizo demoler; c o m o la ciudad a ú n albergaba a u n a mayoría cris-
tiana, supuso u n a afirmación particularmente expresa de la supremacía
musulmana. Este gesto formaba p a r t e d e la retórica m o n u m e n t a l q u e
h e r e d ó de su p a d r e A b d e l m a l i k ( A b d al-Malík; 6 8 5 - 7 0 5 ) , q u e fue,
J

como v e r e m o s en el capítulo 1 2 , el p r i m e r califa q u e , d e forma m a t e -


E L LEGADO D E ROMA

rial, mediante m o n e d a s y edificios m o n u m e n t a l e s , d i v u l g ó el islam a


g r a n escala; A l - U a l i d , al llevarlo a la capital misma justo al principio
de su reinado, n o hizo m á s q u e dar continuidad a las labores de p r o m o -
ción. C o m o Santa Solía, la G r a n Mezquita es m u y g r a n d e , con u n patio
de 1 5 7 m e t r o s p o r 100, además de ser t r e m e n d a y llamativamente cos-
tosa. P a r a el patio se u s a r o n los m u r o s del recinto del templo pagano
dedicado p o r los r o m a n o s a Júpiter, q u e los cristianos y a habían deja-
do alrededor de su catedral; p e r o ahora este recinto se convirtió en un
espacio m u s u l m á n religioso y político, aislado y reservado p a r a l a nue-
va clase g o b e r n a n t e árabe damascena. E n adelante, el patío amurallado
representó siempre u n elemento típico de las mezquitas. A l - U a l i d co-
l o c ó c u a t r o m i n a r e t e s e n las esquinas, quizá p a r a m o s t r a r a t o d o el
m u n d o q u e el antiguo espacio r o m a n o tenía ahora u n a nueva función;
p e r o este fue el ú n i c o rasgo i m p o r t a n t e de la mezquita q u e no se repi-
tió, puesto q u e la mayoría d e grandes mezquitas posteriores se caracte-
rizan p o r tener u n solo minarete alto.

El efecto de la Gran Mezquita, sin e m b a r g o , no se limitaba a su ta-


m a ñ o y al h e c h o d e haberse a p r o p i a d o de u n a n t i g u o lugar sagrado.
Al-Ualid hizo cubrir las enormes zonas superiores de su espacio cubier-
t o , que miraban al patio despejado, con mosaicos, probablemente obra
de mosaiquistas bizantinos; los mosaicos también cubrieron buena par-
te de las paredes del espacio t e c h a d o y las otras paredes del patio. Se han
conservado algunas secciones; representan árboles y follaje, intercala-
d o s en los m u r o s del patio con edificios y u n río (imágenes del paraíso,
con toda probabilidad); p o s e e n u n a calidad m u y notable, p e r o n o hay
representaciones de seres h u m a n o s o de animales. Se trata de u n nuevo
estilo de p r o g r a m a visual. La decoración mediante mosaicos solía ser
figurativa, e n el m u n d o r o m a n o , t a n t o en edificios públicos c o m o en
iglesias (Santa Sofía era u n caso atípico a este respecto); la vegetación se
utilizaba, a lo s u m o , c o m o fondo o c o m o divisoria entre escenas. Aquí,
el califa estaba recalcando el hecho de q u e la n u e v a religión islámica
empezaba a evitar las representaciones h u m a n a s en los espacios públi-
cos (lo cual encajaba asimismo c o n las nuevas acuñaciones de A b d e l -
malik, q u e a b a n d o n a r o n de forma abrupta los retratos de los califas en
696). E n los d o s capítulos siguientes n o s ocuparemos de la importancia
q u e llegó a tener la representación tanto en el califato c o m o en el impe-
rio bizantino; p e r o la G r a n Mezquita fue una d e las primera señales.

El o t r o rasgo a destacar de la G r a n Mezquita era q u e , c o m o espa-


cio, estaba cerrado al exterior- L a s ciudades romanas estaban estructu-
E L PODER D E LO VISUAL

radas a base de anchas calles q u e llevaban a las 2onas centrales del foro,
adonde se encaminaban las procesiones y d o n d e la participación públi-
ca podía ser considerable, m o d e l o q u e se m a n t u v o d u r a n t e siglos t a m -
1
bién en C o n s t a n t i n o p l a . L o s anfiteatros (en Occidente), los teatros y
los estadios de carreras fueron o t r o s espacios p r o p i o s de la actividad
pública, y el h i p ó d r o m o de C o n s t a n t i n o p l a m a n t u v o esta t r a d i c i ó n
durante m u c h o tiempo. E n el m u n d o islámico, el patio de la mezquita
se apropió de e l e m e n t o s de t o d o s ellos; los g r a n d e s a c o n t e c i m i e n t o s
políticos, c o m o los j u r a m e n t o s colectivos de lealtad, se celebraban allí,
en lugar de u s a r e m p l a z a m i e n t o s seculares. Y los estados árabes n o
usaron las procesiones c o m o parte importante de su legitimación polí-
tica; para ello bastaba la asamblea del patio de la mezquita. La necesi-
dad de amplios b u l e v a r e s se t e r m i n ó ; en el siglo V I I I , las c o l u m n a t a s
preislámicas de Siria y Palestina se l l e n a r o n de tiendas con b a s t a n t e
rapidez; algunas de ellas, e n c a r g a d a s c o m o instalaciones de servicios
públicos p o r los califas. L a s estrechas calles d e las ciudades islámicas
son una herencia directa de esto, p o r q u e los habitantes n o tenían inte-
rés en mantenerlas despejadas de obstrucciones tales c o m o los pueste-
cillos de venta a m b u l a n t e , m á s allá de un m í n i m o (lo suficiente c o m o
para q u e cupieran d o s animales c a r g a d o s , dirían m á s adelante los juris-
tas). Las exhibiciones públicas se centraron en la mezquita y, en segun-
do lugar, en los palacios de los g o b e r n a n t e s y las puertas de la ciudad,
más que en el conjunto del paisaje u r b a n o . El impacto de los mosaicos
de Al-Ualid t u v o q u e ser, p o r lo t a n t o , a ú n m a y o r , si bien se trata de
una evolución posterior, q u e n o se p u s o en m a r c h a hasta el siglo V I I I .
Al organizar la G r a n Mezquita del m o d o en q u e lo hicieron, sin e m b a r -
go, el califa y sus asesores d e s t a c a b a n c o n s c i e n t e m e n t e u n a serie d e
puntos simbólicos y políticos; y la forma e n q u e cambió el espacio p ú -
blico de las c i u d a d e s islámicas, para centrarse tan exclusivamente en
las mezquitas, aun tratándose de un proceso menos consciente les d e - ?

bió de parecer p r o m e t e d o r y adecuado. E n una época en q u e la p o b l a -


ción de Siria seguía siendo cristiana e n su mayoría, y hablaba en griego
o en sirio, aquellos cambios también fueron, p r o b a b l e m e n t e , las seña-
les m á s inmediatas q u e t u v i e r o n c o n respecto al c o n t e n i d o de la reli-
gión m u s u l m a n a de sus n u e v o s g o b e r n a n t e s .

En el otro extremo del antiguo m u n d o r o m a n o , en los montes de C h e -


viot, en Eernicia ( h o y N o r t h u m b e r l a n d ) , justo al sur de la actual í r o n -
3o8 E L LEGADO D E ROMA

tera con Escocía, el rey E d u i n o de N o r t u m b r i a (616-633) t e n a


¡ u n pa-
lacio {villa) q u e , según Beda, se llamaba A d Gefrin. N o cabe duda de
q u e esta villa se encontraba en Yeavering, d o n d e en 1949 la fotografía
aérea permitió d a r con la localización exacta de u n complejo yacimien-
to anglosajón, q u e fue e x c a v a d o e n la d é c a d a de 1 9 5 0 ; el informe se
publicó en 1 9 7 7 / A u n q u e este lugar había perdido los d o s estratos su-
periores del suelo y, con ellos, la m a y o r í a de los hallazgos menores que
u n o e s p e r a r í a d e s c u b r i r n o r m a l m e n t e , h a y q u e s e ñ a l a r q u e el yaci-
miento resultó, aun así, inusualmente p o b r e en hallazgos para u n cen-
t r o d e tanta importancia, lo cual subraya cuan limitados fueron los re-
c u r s o s d e l o s p r i m e r o s r e y e s a n g l o s a j o n e s . P e r o , a c a m b i o , se
identificaron los agujeros de los cimientos d e diversos edificios de ma-
dera, lo cual n o s ofrece u n a imagen de los primeros complejos palacie-
g o s anglosajones m u c h o m á s elaborada de lo previsto p o r los investi-
gadores.

Las imágenes literarias de los palacios reales, e n los textos escritos


en inglés a n t i g u o , se concentran en u n a única sala d e m a d e r a —norrio
e l H e o r o t áe-Beowulf-—donde reyes y criados se reunían, festejaban y
d o r m í a n . Y e a v e r i n g fue m á s q u e t o d o esto, y también m e n o s , A finales
del siglo v i , los anglosajones habían e n c o n t r a d o u n círculo de piedra
más antiguo, u n t ú m u l o de la E d a d del Bronce y u n gran recinto forti-
ficado, parte del cual parece haber servido c o m o lugar de culto británi-
c o . Sufrió u n desarrollo posterior, a m a n o s de anglosajones paganos,
q u e añadieron p e q u e ñ o s edificios q u e podrían haber sido templos. En
m e d i o de aquel emplazamiento, hacia 600 aproximadamente, se erigió
u n edificio sin p a r a n g ó n en la Inglaterra anglosajona, formado p o r un
estrado y bancos de asientos encarados hacia él, c o n 20 m e t r o s de p r o -
fundidad; en c u a n t o a su e s q u e m a ( t o d o lo q u e se ha c o n s e r v a d o ) , el
conjunto se asemeja a u n a sección transversal de u n gajo de naranja.
Esta construcción se parece m u c h o a u n a sección de u n teatro r o m a n o ,
imitado en m a d e r a ; y sus paralelos son, a todas luces, r o m a n o s . E n g e -
neral, y de u n m o d o bastante convincente, se h a interpretado c o m o un
p u n t o de r e u n i ó n para los aristócratas de Bernícia ( y luego N o r t u m -
b r i a ) , cuando acudían j u n t o con el rey al lugar de culto de Yeavering.
Al cabo de u n o s p o c o s años, el lugar se convirtió en u n complejo pala-
ciego de características m á s típicas, con la construcción de u n a serie de
g r a n d e s salones — a l g u n o s , c o n u n a l o n g i t u d de 70 m e t r o s — q u e
apuntaban directamente a la cúspide del «teatro». Este fue el escenario
d o n d e se r e p r e s e n t ó u n a escena p r e p a r a d a de c o n v e r s i ó n y b a u t i s m o
E L PODER DE LO VISUAL

cristiano » en la década de 620, a c a r g o de Paulino, u n o de los primeros


3

misioneros en ir a N o r t u m b r i a , lo cual explica las referencias de Beda a


Gefrin. E n estos salones, q u e estuvieron o c u p a d o s hasta cerca de
¿tfo, E d u i n o difícilmente p u d o llevar el t i p o d e v i d a d e s c r i t o en el
Beowulf y otra literatura similar; p e r o estuvieron r o d e a d o s p o r u n a red
de representaciones arquitectónicas anteriores, q u e también m i r a b a n
en otras direcciones.
Los anglosajones precristianos se asentaron en u n paisaje británi-
co, pero en lo q u e respecta a la cultura material, t o m a r o n relativamen-
te pocas cosas de sus predecesores y vecinos, pese a q u e los británicos
contaban con u n a superioridad n u m é r i c a a b r u m a d o r a , Y e a v e r i n g e s -
taba justo en el límite d e u n asentamiento costero anglosajón relativa-
mente e s t r e c h o , e n t o r n o del c e n t r o real de B a m b u r g h , en Bernacia;
quizá no resulte tan sorprendente hallar allí u n o de los p o c o s ejemplos
documentados de u n yacimiento británico (y de las prácticas religiosas
británicas, quizá t a m b i é n p a g a n a s , en esta área, p o r hallarse al n o r t e
del M u r o d e A d r i a n o ) q u e ejerció u n a influencia cultural s o b r e o t r o
yacimiento anglosajón. P e r o , precisamente p o r esto, el «teatro» es aún
más s o r p r e n d e n t e . N o estamos tan lejos del M u r o y, p o r lo tanto, los
bemicios tenían acceso, al m e n o s físico, a la cultura material r o m a n a ;
pero para los anglosajones q u e vivían al n o r t e de la provincia r o m a n a
de la Britania, el h e c h o d e a d o p t a r deliberadamente una construcción
de influencia r o m a n a — p a r a algo emblemático entre los anglosajones,
como es u n p u n t o d e asamblea p ú b l i c o — arroja u n a considerable luz
sobre las aspiraciones regias; e n especial, p o r q u e parece ser anterior a
la cristianización, lo cual daría a las influencias r o m a n a s u n atractivo
cultural o b v i a m e n t e m a y o r . D e h e c h o , podría explicar de algún m o d o
la prontitud y celeridad c o n las q u e los g o b e r n a n t e s anglosajones se
convirtieron. Y este i m a g i n a r i o r o m a n o , c a b e s u p o n e r , tenía sentido
para un p ú b l i c o aristocrático y, p o s i b l e m e n t e , t a m b i é n p o p u l a r . E n
ocasiones se dice q u e los antiguos anglosajones consideraban el pasa-
do r o m a n o c o m o algo i n c o m p r e n s i b l e m e n t e g r a n d i o s o , según se o b -
serva en el p o e m a en inglés a n t i g u o La ruina, p r o b a b l e m e n t e s o b r e
Bath, q u e hace referencia a los edificios r o m a n o s de u n a ciudad c o m o
5
«obra de u n o s gigantes». A u n q u e pudiera ser así, también podían tra-
tar los elementos del pasado con el mismo tipo de «bricolaje» creativo
y expresivo q u e e n c o n t r a m o s en la Siria árabe. Las simpáticas lecturas
primitivistas de la «barbarie» anglosajona no tienen cabida aquú L o s
primeros anglosajones no tuvieron acceso a una cultura material c o m -
E L L E G A D O D E ROMA
3io

pleja, d e s d e el p u n t o de vista tecnológico; a pesar de ello, sin embargo,


la cultura q u e sí poseían podía m a n i p u l a r s e de formas bastante com-
plejas, c o n i m á g e n e s d e legitimidad t o m a d a s al m i s m o t i e m p o de las
culturas británica no r o m a n a , r o m a n a y anglosajona.

P a r a n u e s t r o p r ó x i m o ejemplo, trasladémonos a la R o m a del período


carolingio, época en la q u e los francos gobernaban la m a y o r parte de la
E u r o p a occidental, i n c l u i d o u n p r o t e c t o r a d o s o b r e la c i u d a d papal.
O b s e r v a r e m o s aquí el p r o g r a m a de c o n s t r u c c i ó n del p a p a Pascual I
(817-824), m u y amplio p a r a l o q u e fue u n reinado n o m u y largo. Pas-
cual fue u n p a p a c o n t r o v e r t i d o , q u e se forjó u n influyente g r u p o de
enemistades aristocráticas. A u n q u e sus enemigos p o d í a n contar con el
a p o y o carolingio, en 813 Pascual hizo ejecutar a varios y defendió con
ferocidad las ejecuciones ante los emisarios carolingios. N o se asusta-
ba de gran cosa, según parece, y su p r o y e c t o de edificación de iglesias
— q u e incluye dos de las tres mayores iglesias edificadas en R o m a en-
tre los siglos vi y xii-— d a fe de su confianza. Me centraré ahora en la
p r i m e r a y la q u e m e j o r se ha c o n s e r v a d o de a m b a s , Santa Práxedes,
erigida hacia 82o. 6

Pascual n o fue el primer papa constructor de finales del siglo v m y


del i x . P r o b a b l e m e n t e n o se p r o d u j e r a n i n g u n a i n t e r r u p c i ó n en las
edificaciones papales d u r a n t e la Alta Edad Media (y sin duda no hubo
ruptura e n la reconstrucción y reparación), p e r o nuestras fuentes, tan-
to escritas c o m o materiales, coinciden en q u e se erigieron m á s iglesias
n u e v a s q u e a n t e s , d e s d e la d e San Silvestre, p o r e n c a r g o de P a b l o I
( 7 5 7 . 7 6 7 ) , y U de los Santos N e r e o y Aquileo, d e A d r i a n o I (772-795)
en adelante, hasta la década de 850 c o m o m í n i m o . T o d a s estas iglesias
se c o n s t r u y e r o n s i g u i e n d o el p l a n o típico de u n a basílica, q u e partía
directamente de la g r a n iglesia de San P e d r o en el Vaticano, fundada
o r i g i n a r i a m e n t e p o r C o n s t a n t i n o ; s u p o n í a n u n a representación de la
continuidad i n i n t e r r u m p i d a de la legitimidad y centralidad del papa-
d o . En tres iglesias — l a s de Santa Práxedes, Santa Cecilia y Santa Ma-
ría m D o m i n i c a , P a s c u a l s i m p l e m e n t e h i z o lo m i s m o a g r a n escala.
Santa P r á x e d e s , de u n o s 50 m e t r o s d e l a r g o sin contar c o n el patio,
tiene u n o s a c a b a d o s i n t e r i o r e s m u y c a r o s , así c o m o u n a s c o l u m n a s
reutilízadas d e g r a n calidad y u n a b u e n a dosis de m á r m o l , p a r t e del
cual aún se conserva in situ; también había u n a considerable cantidad
de enseres de o r o y plata, según refiere la biografía (casi contemporá-
EL P O D E R D E L O V I S U A L

ne a de Pascual) en el Líber PontificaUsJ c o m o p o r ejemplo u n palio de


plata q u e pesaba 91 o libras ( u n o s 41 o k g ) , y u n a imagen de plata de la
propia santa Práxedes en su ataúd d e n t r o de la cripta, q u e pesaba 99 li-
bras (unos 45 k g ) . H o y n o s IJama la atención la espectacular calidad de
los mosaicos del ábside y el arco triunfal, y de la capilla a d y a c e n t e d e
san Z e n ó n , u n a capilla funeraria para la m a d r e de P a s c u a l , T e o d o r a .
Los mosaicos del ábside -—del Cristo resucitado y los santos asociados
(incluida P r á x e d e s ) , con u n retrato q u e representa al p a p a — , copia los
de la iglesia d e Santos C o s m e y D a m i á n , en el foro, edificada p o r Félix
[V (526-530) y son o t r o signo m á s de la inquietud de Pascual p o r m o s -
trarse c o m o parte de una tradición papal ininterrumpida. N o obstante,
vale la pena r e c o r d a r q u e el Líber Pontificalü, a u n q u e m e n c i o n a los
mosaicos, hace m á s hincapié e n los regalos de o r o y plata de Pascual,
así c o m o en la m á s obvia i n n o v a c i ó n del papa en Santa Práxedes: el
traslado de una gran cantidad d e cuerpos de santos desde las c a t a c u m -
bas de R o m a a la iglesia, q u e u n a inscripción de la época afirma haber
contabilizado en u n total de 1.300.

Pascual se dirigía a distintos espectadores — o bien p o d r í a m o s lla-


marlos « b l a n c o s » — con sus actividades en Santa P r á x e d e s . U n o fue-
ron los emperadores bizantinos, q u e en 815 habían a d o p t a d o de n u e v o
la iconoclasia, u n m o v i m i e n t o hostil hacia las i m á g e n e s s a g r a d a s d e
Dios y de los santos (del q u e h a b l a r e m o s m á s en el p r ó x i m o capítulo),
contra el q u e el p a p a m a n t e n í a u n a oposición directa. Pascual e n v i ó
cartas críticas a C o n s t a n t i n o p l a y d i o refugio a m o n j e s iconófilos e n
Roma; de h e c h o , Santa P r á x e d e s estaba d o t a d a d e u n a c o m u n i d a d d e
monjes g r i e g o s , q u e t u v i e r o n q u e participar en la observancia de la
iconofilia. E n el contexto de la cultura material de la iglesia, las n u m e -
rosas figuras de mosaico del ábside de Santa Práxedes eran u n conjun-
to de motivos demasiado tradicionales c o m o para q u e sus detalles r e -
presentaran u n a respuesta concreta a la iconoclasia, p e r o es bastante
probable q u e la costosa i m a g e n d e plata de P r á x e d e s sí lo hubiera sido.
D e b e m o s añadir q u e Pascual quizá vigilara también la iconoclasia de
los francos (véase el capítulo 1 7 ) . Hacía tan solo quince años, T e o d u l -
fo de Orleans (m. h . 82o) había construido su m o n u m e n t o , único e in-
trigante, a las creencias iconoclastas: la capilla privada de G e r m i g n y -
d e s - P r é s , en el L o i r a , c u y o s m o s a i c o s d e l ábside m u e s t r a n a d o s
ángeles (a los que, no siendo h u m a n o s , sí se los p u e d e representar) y el
8
Arca de la Alianza. Estas representaciones fueron u n a respuesta p o l é -
mica a algunos de los a r g u m e n t o s sostenidos p o r los iconófilos bizanti-
E L LEGADO DE ROMA

nos, y tenían u n a relación compleja con la interpretación del Antiguo


T e s t a m e n t o , igual q u e los p r o p i o s textos de T e o d u l f o ; de este modo,
nos muestran c ó m o las posiciones teológicas p u d i e r o n tener un efecto
bastante detallado sobre el imaginario visual de Occidente en este pe-
ríodo. N o es p r o b a b l e q u e Pascual hubiera tenido conocimiento de la
capilla de T e o d u l f o (y p r o b a b l e m e n t e , su público r o m a n o ni siquiera
había o í d o hablar de T e o d u l f o ) , p e r o sabía de la existencia de francos
q u e simpatizaban con la iconoclasia, c o m o Claudio de T u r í n , y se opo-
nía expresamente a ello; Santa P ráxedes podría servir, al m e n o s , como
reafirmación visual de la centralidad de las tradiciones r o m a n a s y pa-
pales y de la s u p e r i o r i d a d de las p o s i c i o n e s del p a p a e n c u a n t o a las
creencias religiosas se refiere. Las edificaciones de Pascual respondían
a u n a red de i m p u g n a c i o n e s de las p o s t u r a s d e los papas recurriendo
sencillamente, p o r decirlo así, a repetir el m i s m o m e n s a j e , p e r o más
alto.

Pascual t u v o o t r o s d o s públicos para sus c a m p a ñ a s arquitectóni-


cas. U n o era la propia corte de los francos, contra c u y o p o d e r en Roma
quizá Pascual se alzó c o m o el más firme o p o n e n t e d u r a n t e el período
carolingio. E n R o m a siempre había francos, en aquella época, ora en
peregrinación ( c o m o v i m o s en el capítulo S), o r a también, en el marco
político, en calidad de emisarios y negociantes; se esperaba q u e obser-
vasen los m o v i m i e n t o s papales e informasen de ellos al n o r t e . Estos
francos h a b r í a n c o n t a d o q u e las iglesias d e Pascual n o solo eran más
g r a n d e s y costosas q u e las de sus p r e d e c e s o r e s , sino q u e eran d e las
mismas dimensiones q u e las carolingios; y q u e desafiaban a m o n u m e n -
tos c o m o la capilla de cúpula octogonal del palacio de Aquisgrán recu-
rriendo, u n a vez más, a su tradicionalismo; a R o m a n o le hacía ninguna
falta el p r o t a g o n i s m o c a r o l i n g i o , i n c l u i d o su p r o g r a m a d e reforma
moral: era c o m o era y podía seguir adelante igual q u e antes.

El o t r o público fueron los p r o p i o s r o m a n o s . Pascual, c o m o Justi-


n i a n o y A l - U a l i d , b u s c a b a i m p r e s i o n a r m e d í a n t e sus g r a n d e s cons-
t r u c c i o n e s a los espectadores locales, ai p u e b l o q u e estaría d e n t r o o
cerca de Santa Práxedes con m á s frecuencia; d e h e c h o , la iglesia estaba
en u n a de las principales rutas procesionales de la ciudad, q u e pasaba
por ia colína del Esquilino hacia la basílica de San L o r e n z o Extramu-
ros. E n realidad, después de Pablo I, todos los grandes papas del siglo
fueron constructores, y p o d r í a m o s decir q u e fue su intervención colec-
tiva, s o b r e t o d o en la edificación de iglesias, la q u e más c o n t r i b u y ó a
hacer de R o m a la «ciudad papal» q u e c o n t i n u ó siendo d u r a n t e el si-
E L PODER D E LO VISUAL

guíenle milenio. Sin e m b a r g o , la posición de Pascual queda caracteri-


zada a q u í de forma m á s clara p o r su a p r o p i a c i ó n de tantas reliquias.
Roma tenía una serie d e sitios de culto bastante dispersos, diseminados
por todo el c a m p o de ruinas en el q u e se había c o n v e r t i d o la ciudad y
hasados en los entierros de n u m e r o s o s mártires y otros cristianos d e s -
tacados del período preconstantiniano; se extendieron, especialmente,
por los cementerios rurales situados ya e x t r a m u r o s de R o m a . L o s pa-
pas tuvieron dificultades para p r o t e g e r l o s , tal c o m o ya reconocía P a -
blo I (tras los ataques l o m b a r d o s , hizo trasladar a v a r i o s santos a las
iglesias papales de i n t r a m u r o s ) ; la cuestión se tornó a ú n m á s urgente a
principios del siglo i x , a ñ o s en los q u e la obsesión de los francos p o r las
reliquias r o m a n a s se a c e n t u ó ; para la d é c a d a de 820, incluía hasta el
robo declarado (véase más adelante, capítulo 1 7 ) , L o s papas también
tuvieron dificultades para controlar estos espacios a nivel político; las
iglesias asociadas a estos cultos dispersos tenían p o r p a t r o n o s a f a m i -
lias aristocráticas y comunidades locales, e n la misma medida en q u e se
encontraban bajo el patrocinio papal. Vaciarlas de los 2.300 santos a
los q u e se quería trasladar a u n a reciente fundación papal de prestigio
íue, p o r lo t a n t o , una decisión n o t a b l e m e n t e autoritaria. Sin d u d a , n o
contribuyó a mejorar la popularidad de Pascual, lo cual, c o m o y a h e -
mos v i s t o , en 823 p r o v o c ó las p r o t e s t a s de algunos aristócratas e m -
pleados en la jerarquía papal; p e r o , sin d u d a , se trataba de una afirma-
ción de su p o d e r ; y , en cualquier caso, Pascual derrotó a sus oponentes
antes de m o r i r inesperadamente, en 824.

Aquisgrán era tan solo el m a y o r de una larga serie de palacios m e r o -


víngios, carolingios y o t ó n i d a s erigidos a lo l a r g o de los siglos en el
mundo franco. La m a y o r í a de los restantes n o sobrevivió, y ni siquiera
han sido excavados (entre las excepciones se cuentan el Malay m e r o -
vingio y el Tílleda otónida, a m b o s bastante p e q u e ñ o s , y algunos c o m -
plejos m a y o r e s , c o m o Ingelheim y C o m p i é g n e , carolingio, y el P a d e r -
9
born o t ó n i d a ) ; p e r o e n ocasiones aparecen descritos en detalle en los
textos escritos.
L o s palacios eran espacios d u r a d e r o s de la retórica real o imperial,
que pretendían impresionar tanto a los subditos reales c o m o a los e m -
bajadores y o t r o s visitantes del extranjero. Incluso en las sociedades
d o n d e los reyes vivían en estancias de m a d e r a ú n i c a s , estos salones
eran considerados extraordinarios — « m a y o r d e cuanto los lujos de los
E L L E G A D O D E ROMA
3*4

h o m b r e s jamás han oído n o m b r a r » , según califica el H e o r o t el poeta de


Beowulf-—, y e r a n u n a m e t o n i m i a del destino del p r o p i o r e i n o , como
sucedió con el salón de C y n d d y l a n , «oscuro esta n o c h e , sin u n fuego,
sin u n a c a m a » , s e g ú n escribía el p o e t a del siglo i x en referencia a un
rey de la Gales oriental q u e había m u e r t o en la batalla. L o s protegían
guardias d e élite q u e solo p e r m i t í a n la entrada a las gentes adecuadas,
c o m o sucedía en el Beowulfcon W u l f g a r (de la corte de H r o t h g a r ) , o
con el g u a r d i á n de la p u e r t a de A r t u r o , G l e w l w y d , en el Culhwck ac
O/wen, u n texto gales del siglo x i ; a esto se añadía el h o n o r q u e impli-
caba acceder a r i n t e r i o r y p o d e r participar en la Konigsndke («proximi-
dad al r e y » ) . Se t r a t a de t e x t o s h e r o i c o s , en los q u e t o d a s las cosas y
10
t o d a s las p e r s o n a s a d q u i e r e n p r o p o r c i o n e s d e s c o m u n a l e s . Prisco,
e m b a j a d o r r o m a n o de O r i e n t e , se sintió m e n o s i m p r e s i o n a d o ante el
complejo palaciego de Atila, m u y similar, en 4 4 9 . 1 1
P e r o lo describe de
forma neutral y con respeto, c o m o u n espléndido salón de m a d e r a pu-
lida, r o d e a d o p o r o t r o s edificios, incluidos salones c o m e d o r e s y c o -
l u m n a t a s , a l g u n a s talladas y b i e n c o n s t r u i d a s , t o d o e n u n r e c i n t o de
m a d e r a con torres, «no tanto p o r seguridad c o m o p o r elegancia». Los
enseres del interior, de lana y lino, en el caso de Atila, junto con los ta-
pices de múltiples colores ( « c o m o los q u e griegos y r o m a n o s preparan
para las bodas») también se habían diseñado p a r a impresionar. Yeave-
r i n g , p r o b a b l e m e n t e , t a m b i é n causaba u n efecto similar — a u n q u e a
m e n o r e s c a l a — y causaría u n a impresión aún m a y o r en los visitantes
q u e llegasen de lugares m á s p e q u e ñ o s q u e Constantinopla.

L o s palacios reales francos — a l m e n o s , los p r i n c i p a l e s — fueron


b a s t a n t e m á s c o m p l i c a d o s . El I n g e l h e i m c a r o l i n g i o estaba f o r m a d o
p o r u n a serie de g r a n d e s habitaciones (incluido el salón real) construi-
d a s en p i e d r a , dispuestas a l r e d e d o r de u n patio considerable, de l o o x
70 m e t r o s d e largo, c o l u m n a d o y en forma de ábside; este patio pervi-
12
ve en p a r t e . Este fue también el caso d e A q u i s g r á n (salvo en la forma
d e á b s i d e ) , d o n d e las d i m e n s i o n e s e r a n m a y o r e s . E s t o a ú n se puede
percibir d e s d e u n a p a r t e , la capilla de palacio, con sus m á r m o l e s inte-
riores, los sustitutos d e c i m o n ó n i c o s de sus ricos m o s a i c o s y u n trono
q u e se alzaba e n la galería. L a g r a n cantidad de habitaciones estos pala-
cios, q u e los visitantes debían atravesar, se habían dispuesto sin duda
b u s c a n d o el m a y o r efecto. L a s fuentes m e r o v i n g i a s ya lo dejan claro,
c o m o c u a n d o en 589 c o n d u j e r o n al d u q u e R a u c h i n g o a los aposentos
p r i v a d o s del r e y C h i l d e b e r t o , p r o b a b l e m e n t e en Maguncia, con el fin
de asesinarlo ( c o m o se describió e n el capítulo 5 ) . Sin e m b a r g o , son las
EL PODER DE LO VISUAL

fuentes carolingias las q u e enfatizan m á s claramente lo intrincado d e


los despliegues reales o imperiales. Ingelheim, en la década de 820, fue
descrito en u n poema c o m o p r o v i s t o de «cien c o l u m n a s , con m u c h o s
tipos d e edificaciones, mil eneradas y salidas y u n millar de habitacio-
nes interiores»» además del complejo p r o g r a m a pictórico de la iglesia,
que representaba pasajes bíblicos, y del a ú n m á s llamativo p r o g r a m a
decorativo de las zonas seculares del palacio, q u e representaba héroes
clásicos y emperadores r o m a n o s y culminaba en u n a s escenas narrati-
vas en las q u e aparecían C a r l o s Martel, P i p i n o III y el p r o p i o C a r l o -
magno. N o t k e r de St. Gallen, en sus Hazañas de Carlomagno, de la d é -
cada de 880, imagina u n a historia fantástica en la q u e u n o s embajadores
bizantinos ante C a r l o m a g n o e n t r a n en palacio ( N o t k e r no dice en cuál
de ellos) y se cruzan c o n g r u p o s de nobles, p o r cuatro veces convenci-
dos de q u e el personaje central h a de ser lo suficientemente g r a n d i o s o
como para ser C a r l o m a g n o — u n o está e n un t r o n o , o t r o en las estan-
cias p r i v a d a s del e m p e r a d o r — h a s t a q u e p o r fin los c o n d u c e n a u n a
habitación aislada, en presencia de C a r l o m a g n o , q u i e n , vestido c o n
3
oro y joyas, brilla c o m o el s o l . ' N o t k e r n o estuvo jamás en la c o r t e ,
pero había hablado largo y tendido con cortesanos de m a y o r edad, y la
imagen q u e tenía d e la complejidad espacial de la corte suena c o n v i n -
cente, teniendo en cuenta lo q u e sabemos h o y d e los g r a n d e s palacios
carolingios. C a b e añadir también q u e la cultura material de ía exhibi-
ción se centraba a q u í tanto en la vestimenta personal c o m o e n los m u -
ros del palacio (Prisco c o m e n t ó esto m i s m o sobre la residencia de A t i -
la); p e r o si I n g e l h e i m era típico en su d e c o r a c i ó n , t o d a s las paredes
transmitían también u n significado.

Los palacios competían entre sí para causar la m a y o r impresión. Los


francos n o p o d í a n igualar el despliegue de Constantinopla, d o n d e en
949, L i u t p r a n d o de C r e m o n a , enviado del rey Berengario II de Italia,
quedó s u m a m e n t e impresionado p o r los pájaros cantores mecánicos y
el elevador mecánico q u e había bajo el trono del palacio d e Magnaura,
que solo era u n o m á s entre los m u c h o s edificios del complejo palacie-
14
go. P e r o dentro de las posibilidades d e la cultura material de la E u r o -
pa latina, visitar la A q u i s g r á n carolingia, o Ingelheim, era de las expe-
riencias m á s complejas y a b r u m a d o r a s q u e p u d i e r a n vivirse. N o t k e r
también afirmó q u e el «siempre vigilante» C a r l o m a g n o podía ver, mi-
rando hacia abajo desde las ventanas.de su habitación, a cualquiera q u e
caminase p o r el palacio e incluso lo q u e ocurría en el interior de las ca-
sas de sus aristócratas; de esta forma podía o b s e r v a r «todo lo que h a -
3i* E L L E G A D O D E ROMA

cían, y sus entradas y salidas». Este precursor del panóptico de Jeremy


B e n t h a m (y d e Michel F o u c a u l t ) , a u n q u e sin d u d a se trataba d e otra
fioritura imaginativa de N o t k e r , muestra hasta q u é p u n t o se esperaba
q u e a q u e l l o s palacios, con t o d a su complejidad, estuvieran también
bajo el control directo de los reyes o emperadores. P u e s esa compleji-
dad en sí misma era la q u e hacía visible el p o d e r m o n á r q u i c o , y por lo
tanto tenía q u e reflejar, al m e n o s en u n m o d o ideal, la actuación con-
creta d e ese p o d e r , e s t o es: el c o n o c i m i e n t o y , en caso n e c e s a r i o , la
coerción basada en ese conocimiento.

Las p r u e b a s d e q u e d i s p o n e m o s para los t r a z a d o s de los p u e b l o s son


enteramente arqueológicas, y del centenar de casos conocidos ( o algo
15
m á s ) , aquí solo p o d r é o c u p a r m e de u n o s p o c o s . N o suele apreciarse
en ellos n i n g u n a planificación consciente, y los c o n s t r u y e r o n los p r o -
pios c a m p e s i n o s , a p a r t i r de las u n i d a d e s agrícolas individuales. Sin
e m b a r g o , la f o r m a en q u e se desarrolló este p r o c e s o de acumulación
varía s e g ú n las r e g i o n e s y las é p o c a s ; p o n e d e relieve c a m b i o s en la
sociabilidad, a veces e n la competitividad entre los p u e b l o s , así como
en sus respectivas jerarquías. E n particular, e n el último tercio de nues-
t r o p e r í o d o , empezaron a materializarse las crecientes jerarquías inter-
nas de la sociedad rural de la E u r o p a occidental.
E n el imperio r o m a n o de Occidente, los pueblos eran relativamen-
6
te e s c a s o s . ' El paisaje rural estaba, sin d u d a , jerarquizado; las residen-
cias (villae) de los terratenientes hacían las veces de centros d e la finca
o hacienda para u n a población d e p e n d i e n t e y , c o n frecuencia, actua-
b a n de h e c h o c o m o complejos monumentales m u y ambiciosos, conce-
bidos para impresionar a los pares de la aristocracia; p e r o en el grueso
de las zonas, la mayoría campesina vivía en casas dispersas p o r t o d o el
paisaje, sin n i n g u n a sociabilidad obvia. H a y q u e trasladarse a Oriente
para e n c o n t r a r complejos rurales con u n núcleo; de h e c h o , aún se con-
servan a l g u n o s m u y llamativos, en especial e n la Anatolia meridional,
en Siria y e n Palestina. E n este g r u p o , los pueblos situados al n o r t e del
Macizo Calcáreo de Siria, rico p o r las exportaciones de aceite y afortu-
nados p o r sus materiales pétreos — d u r a d e r o s y de talla fácil— son los
q u e mejor h a n sobrevivido y h a n sido objeto de estudios m á s sistemá-
ticos. El p u e b l o d e Seryila (Serjilla), p o r ejemplo, es el complejo de
u n a iglesia, u n edificio de la c o m u n i d a d , u n o s b a ñ o s y cerca de veinte
casas, algunas dotadas de u n segundo piso y u n tejado, t o d o s en su p r o -
EL PODER DE LO VISUAL 3*7

pío patio, sin riirigún o r d e n espacial obvio. Las casas varían de t a m a ñ o ;


la mayoría tenían cuatro habitaciones o m e n o s , p e r o algunas tienen ex-
tensiones considerables; la decoración era parecida en todas ellas, c o n
los marcos de las puertas y ventanas p o r lo general tallados ( a u n q u e d e
forma austera), y frontones en los techos, bastante trabajados, a u n q u e
en estos también había m u c h a variación; a b u n d a b a n , p o r ejemplo, los
que tenían columnatas en el interior. El tamaño del edificio podía indi-
car la amplitud de la familia, p e r o t a m b i é n q u é recursos manejaba; u n
proyecto a r q u i t e c t ó n i c o e l a b o r a d o e r a señal de ambición. L o m i s m o
sucede con el complejo de b a ñ o s del lugar -—una instalación relativa-
mente p o c o frecuente para u n p u e b l o — q u e fue erigido en 4 7 3 p o r
Juliano y D o m n a , según reza la inscripción del mosaico. Sin e m b a r g o ,
no h a y indicios de q u e los habitantes de Seryila fuesen algo m á s q u e
campesinos (o canteros); n o h a y n i n g u n a casa q u e se distinga p o r su
apología, c o m o cabría esperar d e las residencias o u n centro de recau-
dación de impuestos para un señor. P e r o c o m o g r u p o tuvieron q u e c o -
nocer u n a prosperidad fuera de lo c o m ú n , algunos de ellos con arren-
datarios propios, sin d u d a (Juliano y D o m n a , p o r ejemplo), y también
competitivos entre ellos, c o n una intensidad considerable, sobre t o d o
en la cima de la producción de aceite sirio, entre los siglos iv y vi. P o r
una vez, la densidad de las casas preservadas en el Macizo Calcáreo n o s
permite seguir, con cierto detalle, la pista de esta competencia m e d i a n -
te la exhibición. C u a n d o disponemos de fuentes escritas de sociedades
rurales orientales, suelen aparecer m u c h a s luchas internas; los edificios
de pueblos c o m o Seryila n o s p e r m i t e n seguir aquella tensión sobre el
terreno. P e r o la ausencia de casas de una élite claramente diferenciada
es aún m á s s o r p r e n d e n t e . D e h e c h o , esto tal ve2 a g r a v a r a m u c h o los
enfrentamientos entre b a n d o s , d a d o q u e la sociedad n o estaba formal-
mente estratificada, y había m á s q u e ganar.

E n el m u n d o g e r m á n i c o , h u b o sociedades de pueblos al n o r t e del


imperio r o m a n o ; y e n los reinos p o s r o m a n o s de O c c i d e n t e t a m b i é n
cristalizaron pueblos parecidos. A veces, sin duda, bajo la influencia de
grupos germánicos entrantes, sobre t o d o en el caso de los anglosajones
en I n g l a t e r r a ; p e r o la forma de p u e b l o apareció asimismo en algunas
zonas del O c c i d e n t e p o s r o m a n o en las q u e había poca entrada de ex-
tranjeros, c o m o p o r e j e m p l o e n el s u r de F r a n c i a o la Italia c e n t r a l .
C u a n d o los p u e b l o s sí aparecían, eran d e m a d e r a , el m e d i o principal
— c o n m u c h o — para la edificación, hasta 1 200, d e viviendas rurales
en Europa, salvo en las zonas de la E u r o p a mediterránea, d o n d e la p i e -
318 E L L E G A D O DE ROMA

dra había llegado u n siglo o d o s antes. N o p o d e m o s seguir la pista de


las relaciones locales con la densidad q u e cabe observar en Seryila, en
parte p o r q u e de las casas solo se han conservado los agujeros de los ci-
m i e n t o s , y en parte p o r q u e t e n d í a n a ser a ú n m á s u n i f o r m e s . En una
zona e s t e n s a , de D i n a m a r c a a los A l p e s , y al o e s t e hasta entrar en la
F r a n c i a central e I n g l a t e r r a , los p u e b l o s se o r g a n i z a b a n en bloques
formados p o r granjas: se estructuraban alrededor d e u n edificio princi-
pal (en D i n a m a r c a , bastante largos, a veces de hasta 40 metros, con lo
q u e se incluían las habitaciones de la vivienda y el establo para los ani-
males; m á s al sur, en Alemania o Inglaterra, eran bastante m á s cortos),
con edificios subsidiarios y cabanas con suelo de semisótano, q u e en su
m a y o r í a parecen haber sido espacios anejos para las actividades artesa-
nales y el almacenamiento; t o d o el conjunto estaba dentro de u n patio,
g e n e r a l m e n t e vallado. L a s plantas de cada complejo de granja solían
generar p a t r o n e s bastante regulares en estos pueblos, colocadas a am-
b o s lados de una vía principal o en u n bloque alrededor de u n cruce de
carreteras, u n a regularidad a ú n m á s reforzada p o r el h e c h o de q u e las
casas largas y otros edificios principales tendían con bastante frecuen-
cia a erigirse e n paralelo entre ellas. Esta regularidad aumentaba aún la
sensación d e uniformidad p r o d u c i d a p o r los planos d e las casas y las
granjas.

Sin e m b a r g o , no todas estas u n i d a d e s o complejos agrícolas eran


iguales e n t r e sí. E n algunos p u e b l o s , sí lo eran; p e r o a m e n u d o había
una casa bastante m a y o r , con frecuencia situada en el límite de] asenta-
miento. Vorbasse, en D i n a m a r c a , es u n buen ejemplo, puesto q u e este
asentamiento — c o m o tantos otros de D i n a m a r c a y de la zona norte de
Alemania y los Países Bajos—cambiaba regularmente su emplazamien-
to dentro del m i s m o territorio agrícola y con ello, n o s facilita la com-
3

paración e n t r e sus varios patrones, de u n siglo para o t r o ; en este caso


concreto ( q u e es p o c o frecuente), desde el siglo 1 a. de C . al x n d, C ,
7
c u a n d o se estableció en su e m p l a z a m i e n t o a c t u a l . ' D e s d e el siglo ni
hasta comienzos del v m , siempre h u b o en Vorbasse u n a granja de di-
mensiones bastante mayores, q u e multiplicaba p o r 1,5 las de sus veci-
n o s , c o n u n edificio principal m a y o r ; y en ella se ha e n c o n t r a d o una
m a y o r a b u n d a n c i a de p r o d u c t o s i m p o r t a d o s . En u n o de los traslados
del p u e b l o , hacia 300, se m o v i ó toda la población salvo la granja prin-
cipal, q u e p e r m a n e c i ó en su sitio, i n d i c a n d o y r e a f i r m a n d o aún más
con ello la estabilidad de la posición social del d u e ñ o . Es evidente que
Vorbasse c o n t a b a con un jefe o u n guía, p o r tanto; p e r o n o s equivoca-
E L PODER D E LO VISUAL

riamos si lo considerásemos (a él o a ella) c o m o u n s e ñ o r de la locali-


dad, y m u c h o m e n o s el cacique del p u e b l o . Su.casa era m á s g r a n d e y
más costosa q u e las de sus vecinos, pero c o m o sucedía en SeryÉla, n o se
diferenciaba de las otras en nada más- Es también interesante que, h a -
cia 700, cuando Vorbasse experimentó una reorganización más i m p o r -
tante de lo habitual en u n n u e v o a s e n t a m i e n t o , la granja m á s g r a n d e
desapareciese. El liderazgo había sido estable durante m u c h o tiempo,
pero n o poseía u n g r a d o d e solidez estructural suficiente c o m o p a r a
evitar q u e d a r a u n l a d o , a u n q u e h o y n o p o d a m o s d a r cuenta e x a c t a -
mente de c ó m o sucedió.
E n L a u c h h e i m — e n la A l a m a n i a , en el valle alto del D a n u b i o —
hubo u n asentamiento desde el siglo vi hasta el x n , y su m o d e l o es m á s
8
j e r á r q u i c o / A q u í h u b o cerca d e díez granjas situadas a l o largo de u n
camino, p e r o u n a ya era m u c h o m a y o r q u e las demás en el siglo vil y,
para el x i , había d o b l a d o el t a m a ñ o n o r m a l . A q u í , la granja principal
era realmente distinta en cuanto a su tipología, puesto q u e disponía de
un n ú m e r o m u y superior de edificaciones anejas, de las q u e se conser-
van los h o y o s de los cimientos; p r o b a b l e m e n t e se u s a b a n c o m o alma-
cén, cabe s u p o n e r q u e de cereales y o t r o s p r o d u c t o s reunidos en el c o -
b r o de las r e n t a s . D i s p u s o t a m b i é n de u n c e m e n t e r i o p r o p i o , d e
pequeñas dimensiones p e r o con enterramientos costosos, a finales del
siglo v n , antes de q u e los enterramientos se trasladasen al camposanto
de la iglesia del siglo v m . Parece razonable considerar q u e esta granja
central de Lauchheim era el núcleo de la hacienda, y aun sin plena cer-
teza, es bastante posible q u e su poseedor fuera (o hubiera pasado a ser)
el señor de t o d o el pueblo.

L a m a y o r í a de los p u e b l o s e x c a v a d o s t e n í a n algún tipo de jerar-


quía identificable, al m e n o s en cuanto a los recursos, lo q u e p r o b a b l e -
mente a p u n t a también a u n Uderazgo d e n t r o del propio p u e b l o ; p e r o
no se trataba de una condición estable (en siglos distintos, las q u e eran
las casas m á s amplias de u n m i s m o p u e b l o p o d í a n v a r i a r ) y, p o r o t r o
lado, la jerarquía t a m p o c o indicaba q u e los habitantes de la casa princi-
pal tuvieran un estilo de vida radicalmente distinto; ni siquiera en Lauch-
heim. A partir del p e r í o d o carolingio, sin e m b a r g o , e m p e z a m o s a o b -
servar señales de diferencias estructurales. La primera innovación fue,
típicamente, la iglesia del pueblo, edificada a m e n u d o en piedra ya d e s -
de el principio; la construcción de iglesias en los pueblos tendió a ini-
ciarse d e s p u é s de 7 0 0 , y el r i t m o a u m e n t a en los siglos p o s t e r i o r e s
(véase m á s arriba, capítulo 8 ) . C u a n d o en u n p u e b l o se erigía u n a
1 9
E L L E G A D O D E ROMA
320

iglesia, el a s e n t a m i e n t o tendía a desarrollar u n a e s t r u c t u r a espacial


m á s estable ( y , en el caso de D i n a m a r c a , dejaba de trasladarse); y J as

iglesias siempre c o n t a b a n con m e c e n a s locales o de la aristocracia, y


p o r lo g e n e r a l , c o n sacerdotes r e s i d e n t e s , c u y a c o n d i c i ó n d e élite se
veía reforzada p o r la considerable inversión q u e la construcción de la
iglesia implicaba. El c a m b i o m á s llamativo, sin e m b a r g o , se produjo
cuando los señores o los líderes locales e m p e z a r o n a fortificar sus resi-
d e n c i a s . E s t a e v o l u c i ó n , q u e cabe r e s u m i r de forma sucinta (si bien
simplista) c o m o «el surgimiento del castillo», fue rara hasta 900 y no se
generalizó ampliamente hasta pasado el a ñ o 1000 (véase más adelante,
el capítulo 2 í ) ; p e r o al final se convirtió en representativa de casi toda
E u r o p a . Sucedió de formas distintas en lugares distintos; en algunas
zonas, a los centros de las haciendas, del tipo de Lauchheim, se les aña-
dieron vallas m á s elevadas, luego diques y luego murallas de piedra; al
final, también las residencias fueron de piedra, quizá sobre colinas arti-
ficiales, q u e se elevaban p o r encima del p u e b l o . En otras zonas (como
en Inglaterra), algunos señores se habían trasladado a residencias cada
vez; m á s fortificadas, q u e no tenían p o r q u é m a n t e n e r conexión alguna
con los asentamientos c a m p e s i n o s , aún fragmentados; quizá ocurrió
hacia 900, m u c h o antes de q u e aparecieran las construcciones de coli-
nas artificiales, a la estela de la conquista n o r m a n d a . E n la Italia central
y del sur, así c o m o en otras partes del sur de E u r o p a , los propios pue-
blos se habían fortificado entre los siglos x y x n (se los conocía como
castra o casulla), y u n a residencia de u n señor iba creciendo c o m o for-
tificación interna (rocca o cassero) dentro del pueblo. E n cada caso, las
relaciones e n t r e el s e ñ o r q u e h a b i t a b a en el castillo y el p u e b l o o los
p u e b l o s de los a l r e d e d o r e s eran distintas, diferencias q u e quedaban
m u y claras sobre el terreno.

U n b u e n ejemplo d e esta evolución en Italia es el caso de Montar-


20
rentí, cerca de Siena, en el sur de la T o s c a n a . Allí tenemos documen-
tado u n p u e b l o , en las laderas y la cima de una colina, desde finales del
siglo v n ; las casas eran pequeñas y de una sola estancia, según es típico
de Italia; p r o b a b l e m e n t e , t o d o el p u e b l o e s t u v i e r a r o d e a d o p o r una
empalizada, y a l r e d e d o r de la cima de la colina había u n a valla inde-
p e n d i e n t e , a u n q u e las casas de allí eran de u n t a m a ñ o m u y parecido.
Y a a principios del siglo i x , la empalizada de la cima de la colina fue
sustituida p o r u ñ a muralla d e p i e d r a q u e circundaba un gran edificio
t

de m a d e r a ( u n g r a n e r o probablemente), u n h o m o de secado de cerea-


les y u n m o l i n o de g r a n o : c o m o en el caso de L a u c h h e i m , p o d e m o s
EL PODER DE LO VISUAL

observar aquí la cristalización del centro de una hacienda. Se incendió


en aquel mismo siglo, algo m á s tarde, p e r o fue reconstruido en el siglo
X i La cima de la colina a ú n conservaba casas de m a d e r a e n el siglo x ,
pero a finales del x i h a b í a n e m p e z a d o a sustituirlas t o r r e s de p i e d r a ,
para crear u n foco claramente señorial. Sin e m b a r g o , el asentamiento
siguió expandiéndose colina abajo (quizá con interrupciones), y p a r a
el siglo x n las partes más bajas de la falda de la colina ya estaban rodea-
das por u n a muralla q u e incluía t o d o el p u e b l o , p o r entonces edificado
casi todo en piedra, si bien el cassero alto seguía siendo el centro s e ñ o -
rial- A t o d o este pueblo en su conjunto se lo d e n o m i n ó castrum desde
finales d e aquel siglo (personalmente diría q u e desde principios del si-
glo xi, a juzgar p o r otros ejemplos italianos, p e r o en el caso de M o n t a r -
renti carecemos de d o c u m e n t o s ) , p e r o disponía de u n a clara jerarquía
de asentamiento, q u e t u v o sus comienzos ya en el siglo i x y quedó fija-
da de m a n e r a p e r m a n e n t e en las torres del siglo xi. Este tipo de jerar-
quía espacial articulada c u e n t a c o n n u m e r o s o s paralelos en los y a c i -
mientos a r q u e o l ó g i c o s de la T o s c a n a y del Lacio ( d o s r e g i o n e s d e
Italia bien estudiadas), y tiene, c o m o v e r e m o s en el capítulo 22, claras
analogías e n nuestra d o c u m e n t a c i ó n sobre las jerarquías sociales cada
vez más militarizadas en los pueblos del siglo x , tanto e n Italia c o m o en
cualquier otra parte. L a jerarquía social, sin e m b a r g o , se dejaba sentir
cada vez m á s , y c o n m a y o r solidez, en la arquitectura de los p u e b l o s .
En el m o m e n t o en q u e las élites se t r a s l a d a r o n a las torres d e p i e d r a ,
estaban manifestando de u n m o d o visual su señorío y su condición s o -
cial, q u e p o d í a n respaldar mediante la fuerza a r m a d a y habían dejado
de ser negociables, a diferencia de lo q u e había sucedido con el lideraz-
go de los pueblos, en tantas ocasiones, en los d o s o tres siglos a n t e r i o -
res. A q u í , la ostentación n o p r e t e n d í a c o m p e t i r con los vecinos, sino
excluirlos.

La exhibición aparejada a la construcción de enormes edificios de p r e s -


tigio c o m o Santa Sofía, en c o m p a r a c i ó n con la c o n s t r u c c i ó n de u n a
casa del p u e b l o o s t e n t o s a , implicaba escalas m u y distintas, p e r o se
compartían m u c h o s objetivos: i m p r e s i o n a r , asentar el status y eí p o -
der, quizá también p r o v o c a r m i e d o y sumisión. ( E n algunas ocasiones,
se vinculaba incluso a m b o s tipos d e exhibición; la d e c o r a c i ó n de la
enorme iglesia con la q u e el e m p e r a d o r Zenón quiso h o n r a r a Simón el
Estilita en la década de 470, en Qalat Siman, en el Macizo Calcáreo, fue
322 E L L E G A D O D E ROMA

copiada p o r los constructores d e iglesias de toda la r e g i ó n e n la genera-


ción siguiente,) Sin e m b a r g o , los m a r c o s de referencia en los q u e se
realizaba esta exhibición variaban e n o r m e m e n t e de u n a región a otra,
así c o m o e n t r e los distintos tipos de edificios; y es precisamente esta
variabilidad lo q u e m á s información aporta sobre las presuposiciones
de cada cultura. J u s t i n i a n o b a s a b a sus referencias arquitectónicas en
los anteriores edificios paganos y las iglesias prácticamente c o n t e m p o -
ráneas, c o n la intención de superarlos a todos. Al-Ualid también b u s -
caba esa superación, pero a la vez perseguía marcar una diferencia fun-
damental frente" a los estilos p r e v i o s de p l a n e a m i e n t o constructivo y
los anteriores mosaicos decorativos, para destacar la n o v e d a d y supe-
rioridad de la religión m u s u l m a n a . E d u i n o y sus predecesores afirma-
ban estar relacionados con u n pasado r o m a n o q u e contaba, evidente-
m e n t e , con u n prestigio local, a u n q u e Y e a v e r i n g quedase al n o r t e del
antiguo territorio imperial t a r d o r r o m a n o . Pascual estaba reafirmando
la centralidad del p a p a d o a través de u n o s lazos i n i n t e r r u m p i d o s con
ios estilos arquitectónicos y decorativos del pasado, d e n t r o de u n m u n -
d o (y al m i s m o t i e m p o , c o n t r a él) p r o v i s t o d e u n a s configuraciones
políticas m u y distintas. C a r l o m a g n o ofrecía a sus visitantes u n a expe-
riencia visual y espacial sin p a r a n g ó n reciente en la E u r o p a del n o r t e y
del oeste, con la intención — l o g r a d a , sin d u d a — de destacarse como
alguien ú n i c o ; al m e n o s , e n t r e quienes n o tenían n i n g u n a experiencia
de Constantinopla. L o s señores d e M o n t a r r e n t i , con las torres d e pie-
dra, n o buscaban solo exhibir su dominio local y su capacidad defensi-
v a , sino q u e t a m b i é n se estaban b a s a n d o en modelos de construcción
u r b a n o s , para con ello transferir el p o d e r y el prestigio cultural urba-
nos a la construcción d e u n señorío rural; y, de u n m o d o más competi-
tivo y m e n o s vertical, también los b a ñ o s de j u l i a n o y D o m n a evoca-
ban cierto prestigio u r b a n o .

La «intervisualidad» del estilo arquitectónico es u n o de los m á s p o -


derosos transmisores de significado y efecto visual. Según señalába-
m o s al principio de este libro, la arqueología, igual q u e el estudio de la
cultura material (en su sentido m á s a m p l i o ) d e n t r o de la historia del
arte y la historia arquitectónica, tienden a ofrecernos u n a clase de in-
formación distinta a la o b t e n i d a a p a r t i r del estudio de textos d o c u -
mentales y narrativos. La cultura material n o s dice m á s acerca del uso
del espacio, de la función de las relaciones espaciales, además de, p o r
d e s c o n t a d o , los cambios tecnológicos y estilísticos; la cultura escrita
n o s habla m á s de las relaciones h u m a n a s , las elecciones, las representa-
EL PODER DE LO VISUAL

ciones conscientes del m u n d o q u e n o s rodea. P e r o la construcción de


un significado visual, y a fuera p o r parte de los e m p e r a d o r e s o de los
campesinos, u n e estos d o s m u n d o s : es la cultura material, n o las pala-
bras, la q u e n o s habla de las decisiones de Al-Ualid, de Pascual, de J u -
liano y D o m n a e n Seryila. Este es el capítulo central de mi libro preci-
samente p o r esta razón: ofrece una forma de c o m p a r a r las estrategias
de cada u n o de los actores de la Alta Edad Media, ricos o pobres; y, p o r
una vez, n o solo de quienes tenían acceso a la palabra escrita, Y el p ú -
blico espectador de estos edificios también era m u c h o más amplio q u e
el de cualquier texto escrito, a excepción d e los pasajes de la Biblia y el
Corán más leídos en las ceremonias religiosas, q u e no solían cambiar
mucho a lo largo del t i e m p o y el espacio. El conjunto de la población
europea p o r lo tanto, participaba en la comunicación analizada en este
capítulo; y podía, si tal era su d e s e o , participar también en calidad de
c o m u n i c a d o r , no solo c o m o e s p e c t a d o r . D e h e c h o , a m e d i d a q u e la
arqueología vaya realizando sus inevitables avances futuros, este será
un sector del conocimiento histórico del que, para variar, cada vez sa-
bremos más.
:¿í.
PARTE III

LOS IMPERIOS DE ORIENTE, 5 50-1000


II

LA S U P E R V I V E N C I A DE B I Z A N C I O , 550-850

1
Las Parastaseis Syntomoi Chronikai («Breves notas históricas») son u n
texto c o n s t a n tino poli ta no a n ó n i m o , d e m e d i a d o s del siglo V I I I . Se
componen de comentarios sobre los m o n u m e n t o s de la ciudad, sobre
todo sus estatuas. E n el texto se afirma, s o b r e una d e t e r m i n a d a s e c -
ción, q u e es u n a colección de notas y cartas escritas en la década d e 7 1 0
por u n g r u p o de a m i g o s , funcionarios del estado, q u e tenían u n a espe-
cie de p r o y e c t o de investigación creado para determinar a quién r e p r e -
sentaban las estatuas y de d ó n d e h a b í a n v e n i d o . Bien se p u e d e tratar
solo de u n a ficción literaria, d a d o q u e las referencias del texto a o t r o s
autores son, e n su mayoría, invenciones claras, y q u e la redacción tiene
cierto t o n o jocoso q u e despierta la desconfianza del lector. P e r o al-
guien hizo el trabajo, fue de una estarna a otra y leyó la inscripción d e
la base o p r e g u n t ó a otras p e r s o n a s q u é creían q u e representaba la figu-
ra. E s t o n o siempre era fácil d e resolver: la mujer sentada e n una silla
de b r o n c e , e n el h i p ó d r o m o , p o d r í a s e r la e m p e r a t r i z V e r i n a ( m . h .
4 8 4 ) , según p e n s a b a el e x p e r t o analista de estatuas H e r o d i a n o ; p e r o
también podría ser la diosa A t e n a , «pues son muchas las personas a las
que he o í d o decirlo ... y así lo creí yo#. T a m b i é n era u n trabajo p e l i -
g r o s o ; H i m e r i o el chartoularios (funcionario financiero de nivel inter-
medio) y su a m i g o T e o d o r o fueron a mirar las estatuas del K y n e g i o n ,
al n o r t e d e Santa Sofía, la g r a n iglesia de Constantinopla; y m i e n t r a s
examinaban u n a de ellas, cayó sobre Himerio y lo m a t ó , y a T e o d o r o ,
q u e h u y ó , le costó bastante librarse de u n a acusación criminal. Al final,
la estatua fue e n t e r r a d a allí m i s m o p o r o r d e n del e m p e r a d o r Filípico
( 7 1 1 - 7 1 3 ) - « T e n e d cuidado cuando miréis las estatuas antiguas, e s p e -
cialmente las paganas», concluye el capítulo; las estatuas paganas son
maléficas y u n o debe estar p r e p a r a d o .

A la inversa, c u a n d o u n experto conocía sus estatuas y era u n intér-


prete suficientemente b u e n o , su conocimiento resultaba m u y útil. N o
}28 EL L E G A D O D E ROMA

solo podía evitar las estatuas maléficas, sino también predecir el futuro
H e r o d i a n o sabía q u e u n a d e las estatuas del h i p ó d r o m o con mujeres
q u e daban a luz a bestias salvajes (Escila y Caribdis, probablemente)
prefiguraba el reino del terror de Justiniano II, en 7 0 ^ - 7 1 1 5 y la otra (la
de la barca) «aún n o se ha realizado, p e r o pervive». Asclepiodoro miró
la inscripción de la estatua d e Heracles en el h i p ó d r o m o y, de inmedia-
t o , p u d o decir q u é cosas negativas ( n o reveladas) iban a pasar, lo que lo
angustió («me habría ido mejor de n o haber leído la inscripción»). Y
también, n a t u r a l m e n t e , podía reconstuir el pasado. L o s autores de las
Parastaseis n o p o d í a n acceder a m u c h o s libros sobre el p a s a d o , pero
tenían m u c h o interés en él y b u s c a r o n , de forma sistemática, situar el
conocimiento estatuario en u n m a r c o histórico. L a estatua d e ValentÑ
niano III, p o r ejemplo, n o había caído d u r a n t e u n t e r r e m o t o ; esto de-
mostraba q u e su m u e r t e p o r asesinato, en 4 5 5 , fue injusta, y n o , como
se había pensado previamente, una justa retribución al hecho de q u e él
hubiera asesinado a Aecio, Constantinopla todavía era una ciudad muy
grande y, o b v i a m e n t e , estaba repleta de estatuas; n o cabe imaginar que
este texto se p u d i e r a h a b e r escrito sobre n i n g u n a otra ciudad medite-
rránea, con la única salvedad d e R o m a ; y en R o m a , ahora, los puntos
de referencia ineludible eran las iglesias y los lugares del culto cristia-
no, a diferencia de lo q u e sucedía, al parecer, en la capital oriental. En
esta última, el p a s a d o imperial todavía importaba y las estatuas expo-
nían la historia de Constantinopla al completo. A h o r a bien, esta histo-
ria se refiere s o b r e t o d o a los siglos iv y v (a m e n u d o mal c o m p r e n d i -
dos), m u c h o m e n o s al vr (es sorprendente c ó m o escasean las alusiones
a Justiniano) y m e n o s aún a los v n y V I I I . Esto es crucial e n el texto:
representaba un genuino interés p o r las antigüedades, en el q u e las es-
tatuas actuaban c o m o teatro de la m e m o r i a , en u n sentido literal; pero
su autor (o autores) m i r a b a los grandes días del imperio r o m a n o cris-
tiano a través de u n a e n o r m e división y, desde l u e g o , sabía m u y poco
sobre lo q u e significaba ese imperio- Esta es la división que explora el
presente capítulo, puesto q u e el imperio bizantino del siglo v m , h e r e -
d e r o directo del imperio r o m a n o oriental, era u n a sociedad m u y distin-
ta, cuyos p u n t o s de referencia, en su mayoría, se habían transformado.

Esta división se debía a una razón simple: los a c o n t e c i m i e n t o s catas-


tróficos q u e , entre 609 y 642, pusieron fin al control del imperio r o m a -
no sobre la m a y o r í a del Mediterráneo o r i e n t a l D e ello resultó u n a ra-
L A S U P E R V I V E N C I A D E BIZANCIO, 550-850 3*9

dícal reducción y reorganización del imperio, la. m a y o r de las fracturas


j e la h i s t o r i a del i m p e r i o de O r i e n t e en t o d o n u e s t r o p e r í o d o ; así,
como es habitual en 3a historiografía, desde ahora d e n o m i n a r é «bizan-
tino» al imperio superviviente. ( L o s bizantinos siempre se llamaron a
sí mismos « r o m a n o s » , romaioi en g r i e g o ; así lo h i c i e r o n t a m b i é n sus
vecinos de m á s al este, mientras q u e los occidentales los d e n o m i n a b a n
«griegos». E n nuestro p e r í o d o , «bizantino» aludía tan solo a los h a b i -
tantes de C o n s t a n t i n o p l a , ciudad q u e e n o t r o tiempo se llamó Bizan-
cio. P e t o a u n q u e inexacto, el n o m b r e resulta conveniente, en cualquier
caso.) E n el capítulo 4, a finales del siglo v i , dejamos al imperio r o m a -
no de Oriente en u n estado de forma razonable. El e m p e r a d o r M a u r i -
cio (582-602) fue u n líder bélico; en 591 concluyó c o n veinte años de
2

guerras fronterizas con Persia, al intervenir en u n a disputa sucesoria


allí y a y u d a r a i n s t a u r a r c o m o sah a C o s r o e s II (590-628). T a m b i é n
hizo frente a amenazas en los Balcanes. A q u í , los g r u p o s que en el siglo
vi sucedieron a los invasores g e r m á n i c o s de finales del iv y v eran e s -
clávenos, c o m u n i d a d e s tribales de escala reducida, cuyas incursiones
están d o c u m e n t a d a s a partir de la década de 540. ( M u c h o s , o quizá la
mayoría, d e estos g r u p o s h a b l a b a n l e n g u a s eslavas, p e r o en n u e s t r a s
fuentes antiguas no se hace hincapié en ello c o m o elemento identifica-
dor de los sklavenoi^ de m o d o q u e evitaré usar a q u í el concepto «esla-
vos»; v o l v e r é s o b r e el t e m a en el capítulo 2 0 ) . L o s a v a r o s , un p u e b l o
n ó m a d a de l e n g u a t ú r q u i c a , p a s a r o n a O c c i d e n t e en 5 58 y para 5Ó7-
56S se habían establecido en la Panonia, al igual q u e habían h e c h o los
3
h u n o s m á s de u n siglo antes; se hicieron con u n a relativa supremacía
sobre las tribus esclavenas al n o r t e del D a n u b i o y r e p r e s e n t a r o n u n a
amenaza militar de m á s importancia, en particular después d e q u e c o n -
quistaran Sirmio, ciudad d e la frontera r o m a n a , en 582. C o n p o s t e r i o -
ridad a 5 9 1 , sin e m b a r g o , Mauricio p u d o dar atención sistemática a la
defensa d e los Balcanes y no solo repelió las incursiones en la ú l t i m a
década del siglo v i , sino q u e a su paso reforzó la frontera del D a n u b i o .
Mauricio m u r i ó d e resultas de este m i s m o éxito, puesto q u e en 602 el
ejército balcánico se rebeló c o n t r a la o r d e n de pasar el invierno al n o r -
te del D a n u b i o y u n o de los generales, F o c a s , m a t ó al e m p e r a d o r y su
familia y u s u r p ó el t r o n o (602-610).

Focas fue el p r i m e r u s u r p a d o r q u e subió con éxito al t r o n o del i m -


perio oriental desde 324; p o r el c o n t r a r i o , entre 602 y 820, solo cinco
de los veintiún e m p e r a d o r e s m u r i e r o n e n su puesto de muerte natural.
E n Oriente siempre había habido u n a cultura golpista, p e r o desde este
E L L E G A D O DÉ ROMA
330

4
m o m e n t o , los golpes fueron cada vez m á s efectivos, C o m o veremos,
esto transformó el papel del ejército e n la política. H u b o intentos cons-
tantes, y exitosos, de establecer dinastías, q u e d u r a r o n c i n c o genera-
ciones con los heraclidas ( 6 1 0 - 7 1 1 ) , cuatro con los isaurios (717-802)
tres con los a m o r i a n o s (820-867) y seis con los macedonios (8Ó7-1056:
véase el capítulo 1 3 ) ; es decir, q u e la n o c i ó n de sucesión hereditaria no
se había p e r d i d o , ni m u c h o m e n o s . P e r o incluso en esta sucesión se in-
tercalaron los golpes. La legitimidad estaba tan ligada al triunfo militar
y la popularidad e n la capital (era m á s difícil que el golpe triunfara si la
ciudad de C o n s í a n t i n o p l a se le o p o n í a ) c o m o al trasfondo familiar; la
i m a g e n de la elección de D i o s , q u e estaba detrás d e las decisiones de
«el p u e b l o , el s e n a d o y el ejército», se usaba incluso c u a n d o los hijos
sucedían a los padres. La ceremonia d e acceso al t r o n o imperial, de re-
sultas, era m u c h o m á s compleja, p u e s se quería establecer esta legiti-
midad del m o d o m á s público posible. El carácter abierto de la suce-
sión, al alcance, e n apariencia, de casi t o d o el q u e t u v i e r a salud (en
Bizancio, cegar o m u t i l a r de o t r o m o d o eran m é t o d o s habituales de
neutralización de los rivales), caracteriza en adelante el m u n d o bizan-
tino; y también la importancia de la i m a g e n del favor divino al empera-
dor, q u e t u v o m á s consecuencias, c o m o v e r e m o s .

A m e n u d o se considera a Focas c o m o el p u n t o de inflexión de estos


cambios, p e r o su reinado se asemeja al de Mauricio en varios detalles
de relieve^ L a frontera de los Balcanes siguió sin problemas y, aunque
C o s r o e s r e a n u d ó la g u e r r a persa en 603, con el p r e t e x t o al m e n o s de
v e n g a r a Mauricio, d u r a n t e v a r i o s a ñ o s la g u e r r a n o p a s ó del típico
conflicto fronterizo. Focas fue siempre i m p o p u l a r , sin e m b a r g o , y no
p u d o resistir u n alzamiento norteafricano, en 608-6 r o, q u e pretendía
6
situar en el t r o n o a Heraclio, el hijo del exarca de África. Esta guerra
civil fue la q u e volteó el imperio hacia u n costado, pues entonces em-
pezó la penetración persa. Heraclio (<5io-Ó4i) y a vio incursiones per-
sas en la Anatolia en 6 1 1 ; m á s relevante aún, los persas t o m a r o n Siria
en 6 1 3 , Palestina en 614 y E g i p t o en en Ó16-Ó17, las incursiones
persas t o c a r o n el Bosforo. P a r a defender la A n a t o l i a , H e r a c l i o retiró
todas las tropas de los Balcanes, lo q u e permitió q u e grupos esclavenos
comenzaran a asentarse allí de forma p e r m a n e n t e ; los avaros consoli-
d a r o n u n a h e g e m o n í a s o b r e e s t o s g r u p o s y, p a r a 6 1 7 , los h a l l a m o s
también realizando incursiones hasta el E g e o . En m e n o s de una déca-
d a , el i m p e r i o p e r d i ó todas las p r o v i n c i a s m á s ricas, y n i n g u n a zona
q u e d ó a salvo de las incursiones, salvo las islas del E g e o y las p r o v i n -
LA SUPERVIVENCIA D E BIZANC1Ü, 550-S5O

¿ a s occidentales de Sicilia y África. La situación e m p e o r ó : en <5n5 u n t

ejército ávaro-esclaveno p o r el oeste, y u n o persa p o r el este, c o n una


relativa coordinación entre sí, sitiaron la capital c u a n d o Heraclio esta-
ba a 800 kilómetros de distancia, l u c h a n d o en A r m e n i a . Las e n o r m e s
fortificaciones de Constantinopla resistieron, n o obstante, y el asedio
avaro fracasó (los persas, al o t r o lado del Bosforo, no lograron cruzar
el estrecho). L a alianza ávaro-esclavena se rompió de forma áspera y,
desde este p u n t o , la h e g e m o n í a avara en los Balcanes empezó a m e n -
guar- T r a s dos años de c a m p a ñ a s arrojadas, Heraclio se situó p o r d e -
trás de los ejércitos persas y atacó el n ú c l e o del p o d e r de C o s r o e s (la
moderna I r a q ) , con la considerable asistencia de u n ejército de n ó m a -
das g o k t u r c o s , v e n i d o s del C á u c a s o ; C o s r o e s m u r i ó e n u n golpe de
estado y los persas firmaron la paz en 628 y r e n u n c i a r o n a t o d a s sus
conquistas. E l g o b i e r n o sasánida e n t r ó en crisis: siete gobernantes si-
guieron a C o s r o e s , en rápida s u c e s i ó n , antes de q u e Y e z d e g e r d III
(Ó32-651) se asentara en el t r o n o en 633-634.

En 628, Heraclio era u n h é r o e . F u e recibido en triunfo en C o n s -


tantinopla en Ó29, y en Jerusalén en Ó30, d o n d e restauró la Vera C r u z ,
que se h a b í a n llevado los persas en 0 1 4 . H e r a c l i o tenía u n a relación
estrecha c o n la C r u z , la reliquia m á s famosa del cristianismo, q u e se
decía había sido hallada p o r Helena, la m a d r e de C o n s t a n t i n o , fuera de
Jerusalén en la década d e 320; e n palabras de J o r g e de P i s i d i a , poeta 7

de la corte de Heraclio, los persas «veneraban el fuego, mientras v o s , o h


soberano, [veneráis] madera». E r a u n a época de renovación religiosa,
con masacres y otras p e r s e c u c i o n e s de judíos, y H e r a c l i o e m p r e n d i ó
asimismo el último intento de concluir el enfrentamiento de las iglesias
calcedonia y monofisita (véase el capítulo 3 ) , en 638, cuando p r o c l a m ó
una doctrina intermedia, d e n o m i n a d a monotelismo, que en adelante fue
la única versión del cristianismo legítima en todo el i m p e r i o . P e r o este
imperio estaba y a devastado, n a t u r a l m e n t e ; su economía estaba en cri-
sis p o r efecto de la d e s t r u c c i ó n y la división política, y sus ejércitos
necesitaban varios anos para recobrarse. Así, a Heraclio le resultó im-
posible resistir con evito los ataques d e u n nuevo e n e m i g o , Arabia. Los
ejércitos árabes d e r r o t a r o n a los bizantino en el río Y a r m u k , cerca del
lago de Tiberíades, e n 636, y el desastre de los años ó i o se repitió: los
árabes t o m a r o n Siria en 036, Palestina en Ó38 y Egipto en 639-642, E n
esta ocasión, los bizantinos n o r e c u p e r a r o n estas posesiones. Así, a p e -
sar de los triunfos de Heraclio en 627-628, la reunificación del imperio
duró una década, o incluso m e n o s . Solo después de la muerte de H e r a -
E L LEGADO DE ROMA
33 1

clío* ocurrida en 6 4 1 , los bizantinos empezaron a c o m p r e n d e r q u e en el


futuro deberían m a n t e n e r s e sin las provincias del sudeste mediterríU
neo; pero e n realidad, el imperio las había perdido en la década de 610.
P o r q u é los atabes tuvieron tanto éxito y q u é ocurrió en las tierras
q u e t o m a r o n son preguntas q u e veremos en el próximo capítulo, peto
es i m p o s i b l e e x a g e r a r la i m p o r t a n c i a q u e t u v i e r o n estas conquistas
para el m u n d o bizantino. Heraclío a ú n goza d e buena prensa, curiosa-
m e n t e , gracias a los hechos d e Ó27-Ó28; p e r o su reinado, si se mira en
su conjunto, fue el m á s desastroso e n u n millar de años de historia ro-
m a n a . E n la d é c a d a d e ó i o , e! i m p e r i o p e r d i ó , s e g ú n el r e s u m e n de
Michael H e n d y , dos tercios de su extensión y tres cuartos de su rique-
za; y en los años 630, esta pérdida se convirtió en p e r m a n e n t e . Perder
8

la riqueza agrícola y p r o d u c t i v a de E g i p t o resultaba particularmente


g r a v e . Bizancio q u e d ó r e d u c i d a a la m e s e t a anatolia de la m o d e r n a
T u r q u í a , el m a r E g e o y las tierras q u e lo rodeaban y , hacia Occidente,
algunas bolsas en la costa adriática, partes de Italia ( R o m a incluida) y
Sicilia, y el n o r t e de África. E n los dos siglos posteriores se reconquis-
taría el sur d é l o s Balcanes, p e r o se perderían la Italia septentrional y
central y África, y luego, tras la década de 820, también Sicilia, aunque
buena parte de la Italia continental meridional seguiría siendo bizanti-
na hasta después de 1050.

El imperio r o m a n o siempre había basado su integración económi-


ca en el tráfico marítimo. El imperio bizantino siguió siendo u n estado
naval, p o r q u e en ese m o m e n t o solo las vías m a r í t i m a s enlazaban sus
p r o v i n c i a s m á s r e m o t a s y unían con la capital la provincia m á s rica,
9
p e r o a su vez la m á s r e m o t a : Sicilia. L a m a r i n a b i z a n t i n a t u v o una
fuerza política m u y inferior a la de las fuerzas t e r r e s t r e s , y sabemos
m e n o s sobre ella, p e r o fue u n elemento crucial en la supervivencia del
imperio, tanto estratégica c o m o tácticamente. Q u e los bizantinos con-
trolaran el estrecho del Bosforo fue esencial p a r a la supervivencia de
Constantinopla en los grandes sitios de 62.6 y 7 1 7 - 7 1 8 . Sea c o m o fue-
re, los bizantinos n o solo habían perdido Egipto, el g r a n e r o tradicional
de la capital, sino también, al m e n o s desde las conquistas árabes, la flo-
ta egipcia con sede en Alejandría. Los árabes se q u e d a r o n con el c o n -
trol de las rutas m a r í t i m a s del sur del M e d i t e r r á n e o y limitaron a los
bizantinos a su orilla s e p t e n t r i o n a l ; y u s a r o n la flota alejandrina con
especial eficacia a finales del siglo v n y principios del v m , en incursio-
nes p o r el E g e o y, e n 7 1 7 - 7 1 8 , incluso p o r el m a r de M á r m a r a . T a l e s
correrías se d e t u v i e r o n , de forma t e m p o r a l , e n el siglo V I T I ; p e r o los
LA SUPERVIVENCIA DE BIZANCIO, 550-8*0
333

bizantinos nunca p u d i e r o n d a r p o r sentado el d o m i n i o del mar, en p a r -


ticular más allá de su núcleo del E g e o . Constantinopla perdió el d e r e -
cho a los cereales g r a t u i t o s en ó i &, p u e s H e r a c l i o n o t a r d ó en t e n e r
claro qué consecuencias se derivaban d e q u e los persas hubieran c o n -
quistado E g i p t o ; y la p o b l a c i ó n se r e d u j o r a d i c a l m e n t e , p a s a n d o de
medio millón d e h a b i t a n t e s a e n t r e 40,000 y 70.000; a u n q u e s e g u í a
siendo la ciudad m á s g r a n d e de E u r o p a , era una décima parte de lo q u e
había s i d o . Esta c o m u n i d a d u r b a n a m á s r e d u c i d a podía abastecerse
con las fuentes del E g e o y el m a r N e g r o , y en adelante t u v o q u e hacer-
lo así, sobre t o d o después de q u e se perdiera Sicilia.
La gente s u p o enseguida q u e las conquistas persiano-árabes s u p o -
nían una catástrofe, p o r d e s c o n t a d o . L a crisis del siglo v n en O r i e n t e
se distinguió de la crisis del siglo v e n O c c i d e n t e en la rapidez con q u e
se desarrolló. La g e n t e n o se p u d o h a b i t u a r c ó m o d a m e n t e al n u e v o
statu quo^ c o m o se hizo en Occidente, en la política cada vez más r e g i o -
nal de los reinos g e r m á n i c o s e n cristalización; e n O r i e n t e , c o m p r e n -
dieron q u e tenían q u e adaptarse con celeridad o, de o t r o m o d o , serían
conquistados. La atmósfera d e crisis se refleja en prácticamente todos
los textos del siglo v n . E n este p e r í o d o , los escritos apocalípticos fue-
10
ron habiruales, tanto entre cristianos c o m o entre j u d í o s . L o s cristia-
nos, claro está, podían v e r en la conquista de la mitad de su m u n d o p o r
parte de z o r o a s t r i a n o s y l u e g o m u s u l m a n e s ( p o r e n t o n c e s , a p e n a s
comprendidos) u n presagio inmediato del fin del m u n d o c o m o tal. L o s
judíos, a u n q u e en los imperios persa y árabe los perseguían m e n o s q u e
en el imperio bizantino del siglo vn^ v i e r o n en el ascenso del islam, u n a
religión rival, también monoteísta y abrahámica, u n a amenaza cultural
directa; p e r o las guerras persas también les parecían y a u n presagio de
los últimos días. Más en general, los desacuerdos políticos de toda cla-
se adquirieron un perfil religioso, c o m o v e r e m o s , puesto q u e parecía
evidente q u e existía u n disfavor divino.

E n u n nivel m e n o s espiritual, la p r i m e r a prioridad tenía q u e ser el


1
ejército.' L o s bizantinos necesitaban u n ejército lo suficientemente
g r a n d e para defenderse c o n t r a los árabes, pero tenían q u e costearlo a
partir de un imperio q u e había perdido sus provincias m á s ricas. Para
que funcionara, fue preciso a u m e n t a r la eficiencia del abastecimiento
militar. Bajo el m a n d o de Heraclio, que pasó la m a y o r parte de su rei-
nado en campañas militares, hay escasos signos de reorganización mi-
litar, p e r o la situación se estabilizó un p o c o en la década de Ó50, cuan-
d o se estableció u n a r e g i ó n fronteriza m á s p e r m a n e n t e , q u e c o r r í a
334 E L LEGADO D E ROMA

aproximadamente a lo largo de los m o n t e s T a u r o , en la Anatolia orien-


tal central; el final de esa década, p o r otro lado, fue u n tiempo de gue-
rra civil entre los árabes. En el período de 669 a 687 tenemos las prime-
ras referencias a los cuatro grandes distritos militares de la Anatolia los
tkematax O p s í k i ó n , T h r a k e s i ó n , A n a t o l i k ó n y A r m e n i a k ó n ; cada the-
m a poseía su p r o p i o ejército, tenía u n abastecimiento local y se centra-
ba en al m e n o s una r e g i ó n relativamente próspera, d e cuya producción
podía vivir el ejército. P r o b a b l e m e n t e , los thémata empezaron a adqui-
rir forma en los años 640-Ó50. Se superpusieron a provincias menores,
de larga trayectoria, q u e manejaban la justicia y el g o b i e r n o civil, así
c o m o la recaudación de impuestos locales; de forma progresiva, la ma-
yoría de estas funciones pasó a ser asumida p o r los militares, p e r o este
proceso fue l a r g o y n o se c o m p l e t ó hasta el siglo i x . Despacio, asimis-
m o , otras p a r t e s del i m p e r i o se o r g a n i z a r o n en tfiemataz T r a c i a y las
islas del E g e o , m á s adelante en aquel siglo; Grecia en los siglos v n i y
principios del i x , cuando fue ocupada de n u e v o ; el sur de Italia a fina-
les del i x c u a n d o h u b o n u e v a s conquistas en la zona. L o s impuestos,
f

en consecuencia, solían gastarse localmente; la integración fiscal del


i m p e r i o se i n t e r r u m p i ó , e n g r a n m e d i d a , salvo q u e el s u m i n i s t r o de
C o n s t a n t í n o p l a implicaba conexiones de m a y o r distancia y q u e la ca-
pital c o n t i n u ó c o n t r o l a n d o los mecanismos de recaudación de impues-
tos y , p o r u n t i e m p o , las administraciones locales. P e r o a los ejércitos
aún se les p a g a b a c o n salarios q u e se financiaban con los impuestos
sobre la tierra, excepto para las tropas relativamente p o c o formadas. A
los s o l d a d o s se los reclutaba localmente y no p e r d í a n su localismo; a
m e n u d o , t a m b i é n eran (o llegaban a ser) propietarios d e tierras en la
zona. P e r o , a diferencia de O c c i d e n t e , su sostén n o llegó a d e p e n d e r
p o r completo de sus propiedades agrícolas. L o q u e ocurrió fue q u e los
impuestos, y el salario militar, dejaron de pagarse e n dinero, en su m a -
y o r p a n e ; hasta el siglo i x , el elemento más importante del sistema fis-
cal fueron los p r o d u c t o s . E s t o redujo la cantidad de m o n e d a q u e fue
preciso acuñar (para el p e r í o d o q u e media entre los años 650 y los 820,
apenas se h a n h a l l a d o m o n e d a s , salvo en C o n s t a n t í n o p l a y Sicilia);
también significó q u e el suministro de equipamiento se t o r n ó m u c h o
m á s p e s a d o , p o r lo q u e t o d o u n d e p a r t a m e n t o g u b e r n a m e n t a l , el ei-
dih>n se desarrolló para garantizar su funcionamiento, con r a m a s l o -
y

cales en cada thema.

Este sistema militar «themático» era, en buena m e d i d a , defensivo;


cada ejército se ocupaba de defender su propia zona. Tenía q u e ser así,
L A S U P E R V I V E N C I A D E B I Z A N C 1 0 , 55O-85O 335

necesariamente: l o s cien a ñ o s p o s t e r i o r e s a 6 5 0 , a u n q u e la frontera


permaneció r e l a t i v a m e n t e estable, fueron d e c o n s t a n t e s incursiones
árabes, d e m o d o q u e en la A n a t o l i a n o había zona s e g u r a . E n c o n s e -
cuencia, la sociedad local se militarizó m u c h o ; el ejército del t h e m a ,
junto con u n a burocracia provincial q u e también se fue militarizando
lentamente, se erigió e n la principal jerarquía social y política de cada
zona. C u a n d o se v u e l v a a d o c u m e n t a r u n a aristocracia terrateniente,
en el siglo i x y ( e s p e c i a l m e n t e ) e n el x , será tan n e t a m e n t e m i l i t a r
como en Occidente, c o m o se verá en el capítulo 1 3 . Sin e m b a r g o , es1 1

llamativo q u e apenas p o d a m o s decir nada sobre las élites terratenien-


tes del i m p e r i o b i z a n t i n o e n t r e 6 5 0 y 8 0 0 / 8 5 0 , i n c l u s o t e n i e n d o en
cuenta q u e la d o c u m e n t a c i ó n del p e r í o d o es relativamente p o b r e . E s
probable q u e los terratenientes se empobrecieran en los años de crisis,
en particular en las zonas de la Anatolia m á s expuestas a las incursiones
repetidas. Las ciudades también se debilitaron m u c h o , en este p e r í o d o ,
y la sociedad u r b a n a desapareció p o r c o m p l e t o e n algunas partes del
imperio (véase más adelante, el capítulo 1 5 ) , lo q u e imposibilitó q u e la
política local siguiera ajustándose a la tradición r o m a n a , q u e se centra-
ba en la ciudad. P e r o lo esencial, ante t o d o , es q u e en adelante la c o n d i -
ción social, en u n imperio q u e se concentró en la supervivencia militar,
dependió de la posición q u e se tuviera e n el ejército o el g o b i e r n o . Sa-
bemos los n o m b r e s de cientos de administradores civiles o militares d e
este p e r í o d o , pues se h a n c o n s e r v a d o en los sellos de p l o m o q u e solían
usarse para autenticar los d o c u m e n t o s y se h a n e n c o n t r a d o en y a c i -
mientos arqueológicos de t o d o el imperio. Simplemente, n o p o d e m o s
decir si poseían terrenos, así c o m o si tenían puestos en la jerarquía i m -
perial, salvo en u n o s p o c o s casos p r ó x i m o s a la capital, c o m o se verá e n
u n m o m e n t o . P e r o n o sabemos sí los poseían o n o ; y esto es i m p o r t a n -
te. En el período 6 5 0 - 8 0 0 / 8 5 0 , los cargos estatales fueron u n objeto d e
aspiración m u c h o m á s codiciado q u e la riqueza en tierras o la r e p u t a -
ción local. Incluso la genealogía pierde temporalmente su importancia
o, p o r lo m e n o s , n u e s t r a s fuentes apenas h a c e n hincapié en ella. P a r a
sobrevivir, la política y la sociedad bizantinas se e n r o s c a r o n en t o r n o
del estado.

C o n s t a n t i n o p l a y su kinterland i n m e d i a t o fueron u n a excepción


parcial a esto. La ciudad siguió siendo g r a n d e , al m e n o s para lo habitual
en el m u n d o p o s r o m a n o , y sin duda sobrevivió en ella cierta economía
monetaria. U n libro de milagros de la década de 6 6 0 , reescrito m á s tar-
de en el m i s m o siglo, narra las curaciones milagrosas (en su m a y o r í a ,
E L L E G A D O D E ROMA

de problemas genitales) realizadas p o r el cuerpo de san A r t e m i o , ente-


3
rrado en la iglesia de san J u a n P r ó d r o m o . ' N o s muestra u n a sociedad
en ebullición, llena de personas venidas de fuera, así c o m o de artesanos
(un v e n d e d o r de plata, u n fundidor de b r o n c e , u n a r m e r o d e arcos, y
también trabajadores en general, q u e habían sufrido hernias al levantar
grandes pesos), sentados en la iglesia con la esperanza de sanar; los su-
plicantes tenían sus propias asociaciones, con u n tesorero q u e custodia-
ba el d i n e r o , y jugaban a los d a d o s para m a t a r el t i e m p o ; y también se
robaban entre sí, algunas veces y, en u n caso, se cometía la imprudencia
de orinar d e n t r o de la p r o p i a iglesia (a quien lo hizo, san Artemio íe dio
la hernia de o t r o , p o r su falta de juicio). En el siglo VEI, Constantinopla
fue una ciudad activa, no hay duda. Sus élites sí poseían tierras, en par-
ticular en t o r n o del m a r de Mármara; entre las vidas de santos de princi-
pios del siglo rx, u n tema frecuente es el retiro de los funcionarios p ú -
blicos a sus haciendas, d o n d e fundaban monasterios. Así lo hizo cierto
Platón (m. 8 1 4 ) , ' ^ u n funcionario de nivel i n t e r m e d i o , de u n a familia
de cargos públicos, q u e se retiró a sus tierras, al sur del m a r d e Márma-
ra, para fundar allí el m o n a s t e r i o de S a k t o u d i o n , en 7 8 3 ; se convirtió
en rigorista monástico, junto con su sobrino, m á s famoso, T e o d o r o (m.
82o), que fue n o m b r a d o abad del monasterio de Stoudios, en la ciudad
imperial, hacia 7 9 8 , P l a t ó n y T e o d o r o i n t e r v i n i e r o n en política sin
transigir, p o r ejemplo al oponerse en 7 9 6 al s e g u n d o m a t r i m o n i o del
emperador Constantino VI ( 7 8 0 - 7 9 7 ) , supuestamente adúltero; se tra-
ta d e los p r i m e r o s casos conocidos de acción política de aristócratas t e -
rratenientes sin cargo público, desde el siglo v i . Esto solo habría resul-
tado posible en el e n t o r n o inmediato de la capital.

P e r o C o n s t a n t i n o p l a , en c u a l q u i e r c a s o , era e n g r a n p a r t e u n a
creación del estado. Estaba d o m i n a d a (incluso e n su p u n t o m á s bajo,
hacia 7 0 0 ) p o r u n a jerarquía burocrática de gran complejidad, q u e d i -
rigía el g o b i e r n o central en sus seis o siete d e p a r t a m e n t o s principales,
el m á s i m p o r t a n t e de los cuales era el genikon, q u e c o n t r o l a b a el i m -
puesto sobre la tierra. La cultura relativamente n o militar d e la ciudad
se explica p o r la fuerza d e esta b u r o c r a c i a , así c o m o la riqueza d e la
ciudad derivaba directamente de su f u n d ó n c o m o centro fiscal del im-
1
perio. * L a jerarquía eclesiástica, asimismo n u m e r o s a , también estaba
estrechamente relacionada con el estado; los patriarcas siempre lo eran
p o r elección directa del e m p e r a d o r y eran d e s p e d i d o s si m o s t r a b a n
d e s a c u e r d o c o n él. Y C o n s t a n t i n o p l a era u n i n m e n s o espacio p ú b l i -
16
c o , con u n a geografía ceremonial compleja, centrada e n la exhibición
L A SUPERVIVENCIA D E BIZANCIO, 550-S50 337

¿ ] poder imperial. E n el h i p ó d r o m o , situado justo delante del palacio,


e

s erealizaban m u c h o s actos públicos d e gran calado, corno la p r o c l a m a -


ción de n u e v o s e m p e r a d o r e s , o la humillación de o p o n e n t e s , c o m o p o r
ejemplo el m a t r i m o n i o b u r l e s c o de m o n j e s y m o n j a s iconófilos, e n
765, que s e s
P u
e n c a r g ó C o n s t a n t i n o V ( 7 4 1 - 7 4 5 ) ; y t a m b i é n se
o n €

realizaban allí diálogos formales entre los e m p e r a d o r e s y representan-


tes de la ciudad. Había también procesiones regulares q u e recorrían las
principales calles de la ciudad, fuera en m o m e n t o s importantes del a ñ o
litúrgico o para c o n m e m o r a r acontecimientos destacados; su o r g a n i -
zación era tan cuidadosa q u e los o b s e r v a d o r e s p o d í a n extraer signifi-
cados precisos según q u é p u e r t a se empleara para e n t r a r o en cuántos
lugares se detuviera. Este aspecto ceremonial de la ciudad recuerda d i -
rectamente a la R o m a tardía; a u n q u e sin d u d a las tradiciones romanas
habían cambiado, aquí lo habían h e c h o m e n o s q u e en la mayoría d e las
otras cuestiones analizadas en este capítulo. E s t o c o n t r i b u y ó a q u e el
paisaje de la c i u d a d m a n t u v i e r a u n a forma r o m a n a : las calles a n c h a s
pervivieron en C o n s t a n t i n o p l a p o r m á s t i e m p o q u e en n i n g u n a o t r a
17
ciudad p o s r o m a n a , de O c c i d e n t e c o m o de O r i e n t e . T a m b i é n a y u d ó
a m a n t e n e r los espacios p ú b l i c o s c a r g a d o s de estatuas, c o m o h e m o s
visto al principio de este capítulo. Y, en cada estadio, representaba el
poderpolítico público del estado.

La política y las ceremonias constantinopolitanas, al igual q u e las


jerarquías militares de las p r o v i n c i a s , tenían su c e n t r o e n el e m p e r a -
dor. P o r m u y inestable q u e p u d i e r a ser su posición personal, el c a r g o
imperial revestía u n a importancia e n o r m e : de h e c h o , la m e r a frecuen-
cia d e los golpes de estado, exitosos o n o , y a demuestra cuántas p e r s o -
nas ansiaban el título imperial. H e h e c h o hincapié en q u e el sistema d e
los tkemata estaba descentralizado, en materia fiscal y militar; p e r o en
todos los o t r o s aspectos, después de Ó50 el imperio b i z a n t i n o e s t a b a
más centralizado, y no m e n o s , p o r q u e la condición social dependía s o -
bremanera del cargo q u e se tuviera en la jerarquía burocrática. El p r e -
dominio de la ciudad imperial también era m u c h o m a y o r , después d e
que otras ciudades se h u n d i e r a n ; en Bizancio —-y c o m o caso ú n i c o en
todo el m u n d o c r i s t i a n o — , era habirual q u e los obispos de las sedes de
todo el imperio pasaran t o d o el tiempo posible en la capital, antes q u e
en su propia diócesis. Quizá quepa añadir q u e el i m p e r i o , p o r e n t o n -
ces, también era culturalmente m á s h o m o g é n e o ; en 500, solo u n a m i -
noría de la población del imperio oriental hablaba g r i e g o , y la l e n g u a
oficial, al m e n o s en la teoría, seguía siendo el latín; p e r o hacia 700, tras
33» E L L E G A D O DE ROMA

la p é r d i d a de las provincias de habla siríaca y copla, prácticamente to-


dos hablaban g r i e g o ; los esclavenos, raros, y los armenios, no tan r a ,
ros, resultaban exóticos. N o h u b o m á s divisiones regionales entre cris-
t i a n o s , c o m o las q u e había h a b i d o e n t r e c a l c e d o n i o s y monofisitas,
p o r q u e se h a b í a n p e r d i d o casi t o d a s las provincias monofisitas: en lo
sucesivo, los desacuerdos religiosos se lidiarían, sobre t o d o , e n la p r o -
pia capital. Las p r i n c i p a l e s e x c e p c i o n e s a esta situación lingüística
— l a s p r o v i n c i a s italianas c o n t i n e n t a l e s , i n c l u i d o s l o s r o m a n o s de
R o m a , de lengua l a t i n a — se distanciaron del g o b i e r n o bizantino pre-
cisamente, en p a r t e , p o r esta r a z ó n . Q u e la c o n t r o v e r s i a religiosa se
concentrara en la capital también significaba q u e se concentraba en las
decisiones y acciones d e los e m p e r a d o r e s , a ios q u e se observaba con
notable atención. A L e ó n III ( 7 1 7 - 7 4 1 ) se le a c u s ó , en u n texto polé-
mico de dos generaciones m á s t a r d e ( q u e pretendía ser u n a carta diri-
gida p o r el papa al e m p e r a d o r ) , de haber afirmado; «Soy emperador y
ja
s a c e r d o t e » . La idea era absurda, p e r o n o ridicula, en relación con los
e m p e r a d o r e s : p o s e í a n u n a i m p o r t a n c i a religiosa a la q u e ni siquiera
Justiniano había aspirado u n siglo antes, a u n q u e los emperadores pre-
cedentes, hasta C o n s t a n t i n o , sí lo hicieron.

D e esta m a n e r a reducida, el estado sobrevivió a las conquistas árabes.


Y en t o d o aquel t i e m p o , p u d o c o n t i n u a r d e f e n d i é n d o s e a sí m i s m o ,
pese a u n a relativa carencia de jefes carismáticos: en los d o s siglos y
m e d i o p o s t e r i o r e s a <3ai, solo los e m p e r a d o r e s ¡saurios d e los años
7 1 0 - 7 7 0 estuvieron de veras encima de t o d o lo q u e ocurría. L o s reyes
francos n o habrían p o d i d o sobrevivir e n circunstancias similares; pero
las infraestructuras de] imperio bizantino conservaron la suficiente so-
lidez para hacerlo posible. V e a m o s c ó m o ocurrió, con más detalle.
A la m u e r t e de Heraclio, en Ó41, h u b o una disputa sucesoria entre
sus dos hijos, e n g e n d r a d o s p o r distintas m a d r e s , regidos bajo ¡os aus-
picios de Martina, la viuda del e m p e r a d o r ( q u e , no sin polémica, tam-
bién era su sobrina). N o obstante, a Martina la derrocaron u n o s pocos
meses después los partidarios de su nieto, el j o v e n C o n s t a n t e II (Ó4r-
66$); fue C o n s t a n t e quien presidió la pérdida definitiva de E g i p t o y la
estabilización de la frontera y el sistema de themata, cuestiones todas
ellas q u e , p r o b a b l e m e n t e , t u v i e r o n p o c o q u e ver con él. A Constante
se lo c o n o c e m á s p o r sus políticas e n relación c o n Italia y la religión.
C o n s t a n t e era partidario del monotelismo y. d u r a n t e t o d o su reinado,
L A S U P E R V I V E N C I A D E BIZANCIO, 5 5O-85O 339

se esforzó p o r imponérselo a todos sus adversarios. L o s papas de R o m a


se c a r a c t e r i z a r o n p o r u n a o p o s i c i ó n p ú b l i c a p a r t i c u l a r m e n t e clara;
C o n s t a n t e hizo a r r e s t a r al papa M a r t í n I (649-653), al q u e se j u z g ó
en Constantinopla y depuso. Constante también se enfrentó a rebeliones
seculares en O c c i d e n t e , p o r p a r t e de G r e g o r i o , exarca de África ( m .
547) y O l i m p i o , exarca de R á v e n a (m. 6 5 1 ) , dos de los principales g o -
bernadores de las provincias occidentales (el tercero era el strategos de
Sicilia). C o n s t a n t e tenía m u c h o interés en sus provincias occidentales,
no obstante; formaban la parte del imperio m e n o s afectada p o r la a m e -
naza árabe- ( D e h e c h o , G r e g o r i o m u r i ó t r a s u n a i n c u r s i ó n á r a b e en
África, p e r o l o s á r a b e s n o r e g r e s a r o n allí hasta la d é c a d a de 670.)
Constante intentó reconquistar las zonas l o m b a r d a s de Italia en la d é -
cada de 66o y , lo q u e es m á s llamativo, intentó trasladar la capital i m -
perial a Siracusa, Esto era reflejo de la riqueza y estabilidad de Sicilia,
pero era u n m o v i m i e n t o d e m a s i a d o e x t r e m o ( q u e , p o t e n c i a l m e n t e ,
podría h a b e r s u p u e s t o el a b a n d o n o d e C o n s t a n t i n o p l a y O r i e n t e ) y
Constante m u r i ó en u n golpe de estado, en 668. Su hijo C o n s t a n t i n o
IV (668-685) r e g r e s ó a C o n s t a n t i n o p l a y a b a n d o n ó a s i m i s m o la fe
monotélica, en el sexto concilio e c u m é n i c o , celebrado en la capital en
680; el debate cristológico y a n o parecía relevante e n u n c o n t e x t o d e
rápido cambio del sistema político, y los t e m a s q u e implicaba apenas
resurgieron en O r i e n t e u n a vez concluido el siglo.

C o n s t a n t i n o , c o m o su p a d r e , vivió a la defensiva. D u r a n t e su r e í -
nado, los árabes atacaron p o r m a r e intentaron bloquear C o n s t a n t i n o -
pla a m e d i a d o s d e la década de 670. E n el m i s m o p e r í o d o iniciaron la
conquista d e África, q u e culminó con la caída de C a r t a g o e n 698. En
los Balcanes, la retirada de los avaros, desde 626, dejó una multitud de
pequeños g r u p o s esclavenos, en efecto independientes e n t r e sí, q u e e n
ocasiones podía atacar las ciudades costeras de Bízancio ( c o m o T e s a -
lónica e n t r e 675 y 677), a u n q u e en cierta m e d i d a reconocía la s u p r e -
macía b i z a n t i n a ; p e r o e n 680 a p a r e c i ó al sur del D a n u b i o u n n u e v o
poder t ú r q u i c o , los b ú l g a r o s , bajo el g r a n k a n A s p a r u k ( m . h . 700),
que en 68i d e r r o t a r o n a u n ejército i m p e r i a l y fueron r e c o n o c i d o s
como soberanos independientes de, d i g a m o s , la mitad septentrional de
la m o d e r n a Bulgaria. E n adelante, los b ú l g a r o s rivalizaron con los b i -
zantinos, d u r a n t e tres siglos, p o r la h e g e m o n í a s o b r e los esclavenos.
En el r e i n a d o de C o n s t a n t i n o , sin e m b a r g o , e m p e z ó a cristalizar u n
estilo de política militar q u e tendría u n largo futuro. Constantino trató
con el ejército en persona, c o m o interlocutor directo. Y a en el m a n d a -

í
EL LEGADO DE ROMA

to de C o n s t a n t e , se acusó tanto a los monotélicos c o m o a los contrarios


a esta doctrina de ser la causa de las derrotas, debido a su error en m a -
teria de fe. El ejército pasó a tomárselo c o m o cuestión propia: el sexto
concilio, de 68o, se realizó a instancias del ejército, s e g ú n afirmó el
p r o p i o C o n s t a n t i n o . E n 6 8 1 , a raíz d e e l l o , los s o l d a d o s del t h e m a
A n a t o l i k ó n exigieron (sin éxito) q u e el e m p e r a d o r d e v o l v i e r a a sus
h e r m a n o s la p o s i c i ó n d e c o e m p e r a d o r e s , d i c i e n d o , s u p u e s t a m e n t e :
« C r e e m o s en la T r i n i d a d . ¡ C o r o n e m o s a los tres!»; n o es fácil imaginar
u n concepto del c a r g o imperial m á s n e t a m e n t e m o d e l a d o sobre el p o -
d e r d i v i n o . J u s t i n i a n o II (685-695), hijo de C o n s t a n t i n o , ratificó el
sexto concilio e n 687, i n c l i n á n d o s e d e n u e v o a las c o n c e p c i o n e s del
ejército. P e r o fue u n e m p e r a d o r intransigente e i m p o p u l a r ; u n golpe
militar lo derrocó en 695 y lo envió al exilio, a C r i m e a , mutilado de la
9
nariz.'

E n las d o s décadas siguientes h u b o seis e m p e r a d o r e s , q u e se suce-


d i e r o n siempre mediante golpes de estado. U n o de ellos fue, de n u e v o ,
J u s t i n i a n o II ( 7 0 5 - 7 1 1 ) , q u e escapó de C r i m e a con ayuda b ú l g a r a y
e m p r e n d i ó u n a venganza terrible contra sus e n e m i g o s . Su sucesor, Fi-
lípico, i n s t a u r ó de n u e v o el m o n o t e l i s m o ; Anastasio II ( 7 1 3 - 7 1 5 ) lo
abolió d e n u e v o . El contexto de t o d o esto era u n creciente protagonis-
m o político d e los distintos tkemata^ e n u n p e r í o d o de r e n o v a d o peli-
g r o árabe. Anastasio, al m e n o s , t u v o la competencia precisa para p r e -
p a r a r la ciudad c o n t r a el asedio árabe de C o n s t a n t i n o p l a , largamente
p l a n e a d o y a n u n c i a d o ; d e c r e t ó q u e solo las p e r s o n a s con provisiones
para tres años p o d í a n p e r m a n e c e r en la ciudad. Sin e m b a r g o , lo d e r r o -
có el thema O p s i k i o n , contra el cual se rebelaron entonces los themata
Anatolikón y A r m e n i a k ó n ; y para 7 1 7 , cuando llegaron la m a r i n a y el
ejército á r a b e s , el e m p e r a d o r e r a el strategos del A r m e n i a k ó n , León
I I I . L e ó n sobrevivió al g r a n asedio de 7 1 7 - 7 1 8 , q u e fue el último gran
intento de destruir el imperio bizantino durante casi m e d i o milenio. Su
éxito r o m p i ó con el ciclo golpista y e n t r e él y su hijo C o n s t a n t i n o V
g o b e r n a r o n d u r a n t e casi sesenta años.

E n 7 1 7 , el imperio difícilmente p o d r í a haberse e n c o n t r a d o en una


situación estratégica peor; p e r o los emperadores isaurios reaccionaron
y usaron la estructura militar y burocrática asentada en la última g e n e -
ración. León se enfrentó a incursiones árabes durante t o d o su reinado,
y d e r r o t ó a algunas; r e o r g a n i z ó en p a r t e la administración; y , al final
de su vida, en 7 4 1 , emitió la p r i m e r a legislación imperial sistemática
d e s d e J u s t i n i a n o , la Ekloga: n o se trata de u n texto extenso, p e r o se
L A S U P E R V I V E N C I A D E BIZANCIO, 550-850 341

compiló expresamente p o r q u e las leyes de Justiniano habían termina-


10
do siendo i n c o m p r e n s i b l e s » . Bajo Constantino V , p o r primera vez,
los bizantinos hicieron incursiones en las tierras árabes con la misma
11
frecuencia con q u e los árabes asaltaban las p r o p i a s . E n g e n e r a l , los
períodos de éxito militar bizantino se debieron a períodos de inestabili-
dad política entre los árabes; y en particular el reinado de Constantino
coincidió con las guerras civiles q u e concluyeron con el d e r r o c a m i e n -
to del califato o m e y a en 750. E s t o creó u n aura de triunfo q u e , p o r sí
sola, hizo de C o n s t a n t i n o una figura de elevada reputación en los cír-
culos m i l i t a r e s , q u e p e r d u r ó hasta la d é c a d a d e 830, c o m o m í n i m o .
T a m b i é n p o r vez primera, C o n s t a n t i n o se esforzó seriamente p o r d e -
volver los Balcanes al control bÍ2antino: atacó a m e n u d o a los búlgaros
en el p e r í o d o de 759 a 775 e hizo cuanto p u d o para r e i n s t a u r a r l a h e g e -
monía imperial sobre los e&clavenos, ante todo sobre los pueblos de lo
que boy es Grecia. C o n s t a n t i n o , p o r o t r o l a d o , tenía m e n o s interés p o r
Occidente. L e ó n se había opuesto al p a p a d o , en u n principio p o r cues-
tiones d e p a g o d e impuestos, y en la década de 730 privó a los papas del
derecho sobre Sicilia y la Italia m e r i d i o n a l P e r o el control b i z a n t i n o
del sur se reafirmó aquí a expensas del n o r t e , y C o n s t a n t i n o no resistió
la conquista l o m b a r d a del exarcado de Rávena, en 7 5 1 . A partir de m e -
diados del siglo v m , los p a p a s comenzaron a v e r s e a sí mismos c o m o
elementos del m u n d o l o m b a r d o y franco, n o del b i z a n t i n o . E n este
m o m e n t o , Bizancio perdió las tierras latinas, hecho del q u e las fuentes
griegas apenas se hacen e c o . C o n s t a n t i n o también intervino, m á s q u e
ninguno de sus predecesores d u r a n t e u n siglo, en la infraestructura im-
perial: r e c o n s t r u y ó el principal a c u e d u c t o de entrada a C o n s t a n t i n o -
pla, en 767; reformó el sistema fiscal; y estableció u n cuerpo de tropas
de c h o q u e profesionales, d e s v i n c u l a d o d e los tkematai los tagmata,
que se convertirían e n la tuerza d e élite del ejército del siglo i x .

Esta renovación del protagonismo militar y político, sin e m b a r g o ,


no es et rasgo m á s c o n o c i d o de L e ó n y C o n s t a n t i n o , q u e han pasado a
la fama c o m o l o s e m p e r a d o r e s iconoclastas, c o n t r a r i o s al d e s a r r o l l o
del culto a las i m á g e n e s sacras. E n el imperio t a r d o r r o m a n o , de O r i e n -
te y Occidente, lo q u e a todas luces poseía u n carácter sagrado eran las
reliquias de los santos ( y d e la divinidad cristiana, c o m o la Vera C r u z ) ;
en cambio, los retratos de Cristo y los santos, así c o m o los cuadros con
narraciones bíblicas, no eran m á s q u e guías, «creadas p a r a la instruc-
ción de los ignorantes, de m o d o q u e p u e d a n c o m p r e n d e r las historias»
de la Escritura, en palabras de G r e g o r i o M a g n o . Así es c o m o se siguió

í
341 E L L E G A D O VE BOMA

p e n s a n d o en Occidente, al m e n o s entre los teóricos; p e r o en Oriente, a


finales del siglo vi se empieza a hacer referencia a imágenes «no com-
puestas p o r m a n o h u m a n a » (es decir, creadas m i l a g r o s a m e n t e ) , y a

u n a de ellas, una i m a g e n de Cristo, se le a t r i b u y ó el mérito (junto con


la acción directa de María) de salvar Constantinopla durante el asedio
de 626. A ú n cabe ver estas i m á g e n e s c o m o equivalentes pictóricos de
las reliquias; p e r o en el ú l t i m o cuarto del siglo v n , el p o d e r de las imá-
g e n e s en su conjunto estaba e m p e z a n d o a expandirse. P a r a 700, cada
vez era m á s habitual considerar todos los retratos de santos c o m o ven-
tanas a lo d i v i n o ; se podía rezar a u n retrato sacro (un «icono», según
diríamos h o y , a u n q u e en griego eikon alude simplemente a toda «ima-
gen») y creer que, mediante tal a c t o , u n o hablaba directamente con el
santo. D e este m o d o , cualquiera podía tener su propio santo a m a n o y,
para acceder a lo d i v i n o , n o se requería acudir a la iglesia. Ya en 6 9 1 -
el concilio Quinisexto justificó las imágenes d e Cristo c o m o con-
secuencias d e su e n c a r n a c i ó n h u m a n a . A u n q u e el concilio n o llegó al
p u n t o de afirmar q u e debía rezarse a las imágenes sacras, su importan-
cia, e n la cultura bizantina, crecía a ojos vistas. C o n t r a esto reacciona-
r o n los iconoclastas en el siglo v n i : rezar a los iconos restaba de un
h o n o r debido únicamente a D i o s y, por lo tanto, solo cabía considerarlo
idolatría. E n realidad — d e c í a Constantino V en su Penséis ( L 7 5 2 ) — ,
las i m á g e n e s d e Cristo s o l o h a c e n hincapié e n la faceta h u m a n a de la
divinidad, o l v i d a n d o la cara divina; a Cristo solo se le representa ade-
c u a d a m e n t e en la eucaristía, así c o m o , d e m a n e r a metafórica, en la
cruz. P e r o este es el único p u n t o e n el cual la c o n t r o v e r s i a de i c o n o -
clastas frente a iconófilos alude a las polémicas cristológicas del pasa-
d o . P o r lo d e m á s , se ocupa esencialmente de si se podía v e n e r a r imáge-
n e s r e l i g i o s a s de c u a l q u i e r í n d o l e y d e si r e z a r a las i m á g e n e s (o
mediante ellas) era u n a forma de devoción correcta o bien idólatra.

Las fuentes íconófilas posteriores veían en la iconoclasia u n desa-


fío imperial a la d e v o c i ó n a las imágenes, q u e h a b r í a c o m e n z a d o con
L e ó n I I I , d e quien se dice q u e , e n la e r u p c i ó n volcánica de la isla de
T e r a , e n 72Ó, vio u n signo d e la cólera de D i o s y, desde entonces, em-
31
p e z ó a destruir i m á g e n e s r e l i g i o s a s - Sin e m b a r g o , todas las fuentes
q u e vinculan a León con las iniciativas iconoclastas son tardías, retra-
san el p r i m e r r e p u d i o de la iconoclasia al s e g u n d o concilio de Ntcea,
en 787, y algunas se interpolaron en textos anteriores. (Las descripcio-
nes del p o d e r espiritual de las i m á g e n e s de los santos, antes de 700, son
en su m a y o r í a interpolaciones de este estilo.) D u r a n t e el reinado de
LA SUPERVIVENCIA DE BIZANCIO, 550-850 343

León, sin e m b a r g o , la concepción iconoclasta arraigó en el imperio, en


apariencia c o m o f e n ó m e n o de b a s e ; en los a ñ o s 7 2 0 y 7 3 0 , ya h u b o
obispos q u e se opusieron a las imágenes, c o m o T o m á s de Claudiópolis
y C o n s t a n t i n o de N a c o l i a (sedes situadas a m b a s en la Anatolia occi-
dental); y T o m á s fue objeto de las críticas del patriarca G e r m a n o de
Constantinopla p o r haberlas eliminado, de h e c h o , de los lugares p ú b l i -
cos. E n t o r n o a 7 5 0 , C o n s t a n t i n o V r e t o m ó la cuestión y c o n v i r t i ó la
iconoclasia en política imperial- Ya hemos aludido a q u e incluso c o m -
puso u n tratado sobre la materia (Peuseis q u e sobrevive p o r q u e se lo
y

antologa y ataca en la Antirrheseis del patriarca Nicéforo, m . S 2 8 ) ; y iJ

en 7 5 4 c o n v o c ó el c o n c i l i o d e H i e r e i a ( u n palacio situado frente a


Constantinopla, al o t r o lado del Bosforo) para p r o h i b i r p o r completo
la veneración de i m á g e n e s . D e s d e este m o m e n t o , el «ilegítimo arte de
14
los p i n t o r e s » se consideró u n a actividad exclusivamente secular. L o s
cuadros d e la cruz todavía eran legítimos, p e r o no así los de los santos
humanos.

L o s autores tardíos insistieron m u c h o en que C o n s t a n t i n o destru-


yó iconos y persiguió a los iconófilos (en particular, monjes), p e r o es-
tas acciones n o p a r e c e n h a b e r sido m u y c o m p l e t a s ni c o h e r e n t e s . Es
obvio q u e C o n s t a n t i n o n o p r o m o v i ó los iconos, y la cruz de mosaico
que aún pervive en el ábside de Santa Irene de Constantinopla, recons-
truida después de 7 5 3 , refleja el patrocinio imperial. P e r o existen p o -
cas pruebas de auténtica destrucción activa. Constantino t a m p o c o ata-
có s i s t e m á t i c a m e n t e a l o s m o n j e s , q u e , a d e m á s , n o t o d o s e t a n
iconófilos; d e h e c h o , p a t r o c i n ó a l g u n o s m o n a s t e r i o s . H u b o a l g u n a s
ejecuciones de p r i m e r nivel, en particular la del m o n j e E s t e b a n el J o -
ven, en 765;*' p e r o fueron aisladas. V a l e la p e n a repetir q u e la i c o n o -
clasia tenía a p o y o en la b a s e p o p u l a r , i n c l u y e n d o el e p i s c o p a d o (en
fecha tan t e m p r a n a c o m o la d é c a d a de 7 1 0 ) , y sin d u d a en el ejército y
la b u r o c r a c i a i m p e r i a l , así c o m o e n la capital. N o fue s o l o u n c u l t o
imperial, c o m o el m o n o t e l í s m o , i m p u e s t o p o r la fuerza a los hostiles e
indiferentes. L a Vida de E s t e b a n el J o v e n — u n o d e los textos q u e
más favorecieron la i m a g e n de la iconoclasia c o m o una rirarda genera-
l i z a d a — afirma q u e los iconófilos t u v i e r o n q u e h u i r a C r i m e a , Italia
(el papa era ferozmente contrario a los iconoclastas) y la costa sur de la
Anatolia, d e resultas de la persecución. Esta Vida es u n texto d e 809,
m u y p o s t e r i o r a los a c o n t e c i m i e n t o s q u e describe y c l a r a m e n t e ten-
dencioso; p e r o la impresión q u e u n o recibe es q u e , e n las tierras c e n -
trales del i m p e r i o , la iconoclasia era n o t a b l e m e n t e sólida. Sea c o m o

í
344 E L L E G A D O D E ROMA

fuere, en los últimos años de su reinado, entre 7 5 5 y 7 5 7 , Constantino


se c o m p o r t ó x o m o si la cuestión iconófila ya estuviera resuelta, en gran
medida; probablemente, o c u p ó su m e n t e m u c h o m á s con sus campanas
militares.
El hijo de C o n s t a n t i n o , L e ó n I V ( 7 7 5 - 7 8 0 ) , n o vivió m u c h o tiem-
p o , y durante la década siguiente su viuda I r e n e rigió en n o m b r e d e su
hijo Constantino V I ( 7 8 0 - 7 9 7 ) , * E n 7 8 5 , Irene, junto con el patriarca
6

T a r a s i o (m. 8 0 6 ) , al q u e acababa de n o m b r a r , explicitó su oposición a


la iconoclasia y, p a r a o c u p a r s e d e la c u e s t i ó n , c o n v o c ó u n concilio
constantinopolitano. Sin e m b a r g o , el ejército y algunos obispos lo r e -
v e n t a r o n al p r i m e r día, y fue preciso c o n v o c a r l o de n u e v o al a ñ o si-
guíente y en o t r o lugar; Nicea, m á s lejos de la capital. Él segundo con-
cilio de Nicea c o n d e n ó sin reservas la iconoclasia, r e b a t i e n d o ( y , con
ello p r e s e r v a n d o ) su teología p u n t o p o r p u n t o . D e h e c h o , el segundo
?

concilio de Nicea fue el q u e inventó la teología de las imágenes, q u e ha


seguido siendo p a r t e e s t r u c t u r a l de la iglesia oriental. Muchas de las
practicas licúrgícas básicas del cristianismo o r t o d o x o se r e m o n t a n a
7 8 7 - D e s d e este p u n t o , y m á s q u e en cualquier m o m e n t o anterior, no
solo era lícito adorar las imágenes, sino q u e debía hacerse así. Y Nicea
n o inventó solo la O r t o d o x i a , sino q u e , en b u e n a medida, inventó tam-
bién la iconoclasia, c o n v i r t i e n d o las medidas de C o n s t a n t i n o V en un
sistema totalizador, a l g o que, p r o b a b l e m e n t e , nunca existió c o m o tal
en su época.

N o está del t o d o claro p o r q u é I r e n e actuó así. Sin duda, la inquie-


taba la r u p t u r a religiosa con el papa, q u e e n ese m o m e n t o estaba más
p r ó x i m o a los reyes francos, y ansiaba reunificar R o m a y Constantino-
pla; el primer anuncio formal de estas intenciones se halla en u n a carta
enviada al papa A d r i a n o I. (Y la empresa t u v o éxito, al menos en el ni-
vel religioso; los propios francos, sin e m b a r g o , eran m á s partidarios de
la iconoclasia y c o n d e n a r o n Nicea formalmente en el sínodo de Franc-
fort, en 7 9 4 ; véase el capítulo 1 7 . P e r o t o d a esta c o n t r o v e r s i a nunca
adquirió en Occidente la misma importancia q u e en O r i e n t e , pues allí
n u n c a se prestó a las imágenes la misma atención espiritual q u e aquí.)
T a m b i é n es m u y p r o b a b l e q u e I r e n e necesitara u n a excusa p a r a r o m -
p e r c o n los partidarios d e C o n s t a n t i n o V, en la iglesia y el estado por
igual, para situar a sus p r o p i o s a d e p t o s . P o d r í a ser también q u e Irene
h u b i e r a sido s i e m p r e u n a iconófila «de a r m a r i o » , a la espera de u n a
oportunidad para revelarse c o m o tal ( a u n q u e , en este caso, m a n t u v o al
respecto u n silencio extremo en los veinte años transcurridos desde su
L A S U P E R V I V E N C I A D E B I Z A N C I O , 550-85O 34)

rnatrimonio c o n L e ó n , m i n u c i o s a m e n t e o r q u e s t a d o c o n las c e r e m o -
nias imperiales en 769). P e r o n o necesariamente debió de ser así. Irene
se ocupaba d e los temas con eficacia y, a veces, u n a firmeza implacable.
Si 787 n o basta c o m o p r u e b a , 797 sí lo hará: en esta fecha, tras varios
años de retiro parcial, Irene organizó u n golpe de estado contra su hijo,
lo depuso y c e g ó , y o c u p ó el t r o n o en su lugar. Si Irene p u d o alcanzar
el trono p o r la fuerza — y es la única mujer de la historia r o m a n a q u e lo
consiguió; e incluso de la historia e u r o p e a , hasta Isabel de Rusia en
1 7 4 1 — , e n t o n c e s también p u d o o r q u e s t a r la invención del cristianis-
mo o r t o d o x o para reforzar su p o d e r . Sea c o m o fuere, sin e m b a r g o , lo
cierto es q u e a partir de este m o m e n t o la base religiosa del p o d e r i m p e -
rial adquirió u n n u e v o r u m b o .
I r e n e n o fue u n a figura m u y activa c o m o g o b e r n a n t e en solitario
(797-802), sin e m b a r g o , y fue depuesta p o r u n o de sus principales a d -
ministradores financieros, Nicéforo I ( 8 0 2 - 8 1 1 ) , con respaldo t a n t o
17
gubernamental c o m o m i l i t a r . C o m o fuere, Irene había logrado forjar
una coalición i m p o r t a n t e en 797, d e n t r o de la burocracia imperial y los
tagmata, y t a m b i é n c o n t ó c o n el a p o y o d e los monjes y clérigos m á s
rigurosos, del e n t o r n o de P l a t ó n de Sacudió y su s o b r i n o T e o d o r o , a
los q u e o t o r g ó el m o n a s t e r i o d e E s t u d i o . Estos e s t a b a n m u y satisfe-
chos con q u e u n a m u j e r los g o b e r n a r a , a diferencia de lo q u e suelen
sentir la m a y o r í a de extremistas, y vale la p e n a p a r a r s e a reflexionar
sobre el p o r q u é - C o m o h e m o s visto en el capítulo 4 , d e s d e el siglo v
h u b o emperatrices influyentes en el imperio oriental, tales c o m o P u l -
quería, Verina, T e o d o r a o Sofía; formaban p a r t e de la jerarquía i m p e -
rial de p r o p i o d e r e c h o , a u n q u e estuvieran subordinadas a los e m p e r a -
dores ( p o r lo g e n e r a l , s u s e s p o s o s ) . A diferencia del sistema político
franco, n o solo adquirieron el p o d e r c o m o regentes de sus hijos m e n o -
res; de h e c h o , P u l q u e r í a y T e o d o r a no tuvieron hijos con sus maridos
( a u n q u e en el caso d e T e o d o r a , se decía q u e había t e n i d o hijos a n t e -
riormente); y p u d i e r o n influir considerablemente sobre los e m p e r a d o -
res incluso c u a n d o estos fueron protagonistas de p r i m e r o r d e n , c o m o
en el caso de Justiniano, el m a r i d o de T e o d o r a ; y g o b e r n a b a n de hecho
en t o d o , salvo oficialmente, c o m o en el caso de T e o d o s i o I I , el h e r m a -
no de Pulquería. E s t o , a todas luces, n o cambió c o n las transformacio-
nes del siglo v n . Martina n o l o g r ó d o m i n a r la política de la capital en
6 4 1 , p e r o a u n así h u b o u n a función institucional y u n espacio m o r a l
para u n a emperatriz resuelta; e I r e n e , q u e fue tanto regente de su hijo
como emperatriz en vida de su m a r i d o , p u d o utilizarlos. T e n í a su p r o -

í
E L L E G A D O D E ROMA

pía casa, distinta de la del e m p e r a d o r ; oficialmente fue cosoberana con


su hijo durante diecisiete años y , en algunos casos, aparece en las m o -
nedas en la posición de soberano principal. E n la R o m a tardía y en Bi-
z a n c i o , h u b o u n e l e m e n t o de p o d e r f e m e n i n o q u e , si n o fue típico,
t a m p o c o fue excepcional; e I r e n e y a contaba con u n a clientela hecha,
q u e , c u a n d o ella asumió al fin el p o d e r en solitario, le debía la carrera
d e s d e 7 8 7 ( y antes), incluso después de la caída d e I r e n e , no solo en
O c c i d e n t e h u b o quien a t r i b u y ó su fracaso al h e c h o de ser mujer, Y a
los rigoristas de la k o n o f i l i a religiosa los convenció, sobre t o d o , el se-
g u n d o concilio de Nicea; el cronista Teófanes (m. 8 1 8 ) , quien admitía
odiar a Nicéforo I, escribió hacia 8 0 2 : «los h o m b r e s q u e vivieron una
vida p i a d o s a y razonable se extrañaron del juicio de D i o s , al haber per-
mitido que u n a mujer q u e sufrió c o m o mártir en defensa de la fe verda-
dera fuera expulsada p o r u n cerdo». La imagen de una mujer piadosa a
la q u e se le permite acceder al p o d e r para corregir u n a creencia errónea
se r e m o n t a a Pulquería, y tenía m u c h o eco-
Si C o n s t a n t i n o V marca u n p u n t o de inflexión en el protagonismo
militar, Nicéforo I hace lo m i s m o para el g o b i e r n o . C o n t i n u ó con las
campanas balcánicas de C o n s t a n t i n o , y también de I r e n e , p e r o p o r pri-
mera vez actuó p a r a estabilizar las conquistas mediante la creación de
nuevos tkemata y , con ello, de u n a infraestructura administrativa, que
incluyó el P e l o p o n e s o en la Grecia meridional y Tesalónica en la sep-
tentrional. T a m b i é n revisó el censo hacia 8 0 9 , u n e l e m e n t o necesario
en cualquier estado q u e recaude impuestos, p e r o q u e n o se sabe que se
h u b i e r a r e v i s a d o d e s d e el r e i n a d o d e L e ó n I I I . T e ó f a n e s se queja
a m a r g a m e n t e s o b r e ello c o m o parte de su asalto n a r r a t i v o c o n t r a las
«vejaciones» de Nicéforo, p o r lo q u e quizá su n o v e d a d sea fruto de la
invención del a u t o r ; p e r o es p r o b a b l e q u e el e m p e r a d o r considerara
prioritaria la reorganización del sistema fiscal. E n su mayoría, las otras
«vejaciones» de Nicéforo se referían en efecto a los impuestos: se can-
celaron remisiones, se c o b r a r o n i m p u e s t o s a algunas haciendas ecle-
siásticas previamente exentas, igual q u e al hallazgo de tesoros, etcéte-
ra. D e s d e este p u n t o , en nuestras fuentes a u m e n t a n las referencias a la
actividad fiscal, y el hecho d e q u e Teófanes aluda a impuestos en dine-
ro quizá pueda implicar q u e Nicéforo amplió los impuestos en metáli-
co frente a los p a g a d o s en especie. L a economía imperial y a podía sos-
tener esto de n u e v o y , a partir de esta fecha, vuelve a incrementarse la
cantidad de m o n e d a s r e c u p e r a d a s en los y a c i m i e n t o s a r q u e o l ó g i c o s
(véase el capítulo 1 5 ) .
LA SUPERVIVENCIA D E BIZANCIO, ^O-S'jO 347

En esta época, corno ya h e m o s v i s t o , los Balcanes estaban ocupa-


dos p o r esclavenos s e m i a u t ó n o m o s , a los q u e se derrotaba u n a y otra
28
vez, p e r o sin q u e se m a r c h a r a n , A h o r a bien, el m o d o exacto en q u e
funcionó la sociedad balcánica en los dos siglos posteriores a Heraclio
resulta e x c e p c i o n a l m e n t e o s c u r o . En o r i g e n , los esclavenos solo p o -
dían r e p r e s e n t a r a u n a p e q u e ñ a m i n o r í a d e la población original, y,
además, s i e m p r e se o r g a n i z a b a n en g r u p o s tribales de d i m e n s i o n e s
muy reducidas. Q u e se establecieran allí con tanta facilidad es u n indi-
cador d e cuan radicalmente se t r a s t o r n ó el sistema político-militar b i -
zantino en el siglo v u . A este r e s p e c t o , los Balcanes se asemejan a la
Inglaterra anglosajona, m á s q u e a n i n g u n a otra zona del antiguo i m p e -
rio r o m a n o ; aquí, también, g r u p o s de dimensiones considerablemente
reducidas l o g r a r o n t o m a r u n a provincia m á s o m e n o s al c o m p l e t o en
los cien a ñ o s p o s t e r i o r e s a 4 5 0 , e incluso, al final, cambiar su lengua,
pese a q u e los descendientes de la lengua británica precedente s u p e r a -
ban en n ú m e r o a los descendientes de los colonizadores, en u n a rela-
ción de quizá diez a u n o . Este último cambio se produjo también en los
Balcanes septentrionales y centrales. El eslavo se había c o n v e r t i d o e n
la lengua de comunicación habitual, a m e d i a d o s del siglo x, según r e -
coge C o n s t a n t i n o Vil Porñvogénete en su Sobre el gobierno del imperio;
todavía se hablaban el griego y el latín (y el latín pervive aún en algu-
nas zonas, e n formas q u e recuerdan al m o d e r n o r u m a n o ) , al igual q u e
lenguas m á s locales c o m o la antecesora del albanés m o d e r n o ; p e r o a la
postre, el eslavo se i m p o n d r í a , p o r lo m e n o s al n o r t e de Albania y la
Grecia m o d e r n a . D e h e c h o , el eslavo se impondría incluso en el g r a n
kanato b ú l g a r o (véase m á s adelante, el capítulo 1 3 ) , cuyos g o b e r n a n -
tes fueron d u r a n t e m u c h o tiempo de lengua túrquica. C o m o fuere, los
búlgaros siempre estuvieron mejor organizados q u e sus vecinos escla-
venos. C o n s t a n t i n o V los hizo regresar a sus zonas nucleares (su capi-
tal, cerca d e Pliska, e n la m o d e r n a Bulgaria), p e r o n o los d e s t r u y ó . E n
el reinado de I r e n e , se r e a g r u p a r o n ; se beneficiaron del h e c h o de q u e
C a r l o m a g n o h u b i e r a acabado definitivamente con los avaros, en 79o
(capítulo i ó ) y se q u e d a r o n con territorios y recursos al n o r t e del D a -
nubio. P a r a la época en q u e Nicéforo I estaba a m p l i a n d o los tkemata
de Grecia p o r el n o r t e , el g r a n k a n K r u m ( h . 800-814) ya había esta-
blecido un ejército eficaz y p u d o contraatacar, Nicéforo saqueó Pliska
en 809 y 8 1 1 , p e r o K r u m lo aisló y le d e s t r u y ó , a él y a su ejército, al
año siguiente. Nicéforo fue el primer e m p e r a d o r q u e m u r i ó en una ba-
talla desde q u e V á l e m e halló la m u e r t e en Adrianópolis en 378.

í
348 E L L E G A D O D E FLOMA

S u fue u n a ñ o d e c o n m o c i ó n p a r a el i m p e r i o , y las g u e r r a s d e
K r u m , e n t r e 8 T j y 8 i 4 en las q u e d e r r o t ó a Miguel I ( 8 1 1 - 8 1 3 ) , captu-
í

ró Adrianópolis y asaltó Constantinopla, a g r a v a r o n m u c h o m á s la si-


tuación. El r e c u e r d o d e C o n s t a n t i n o V , i n c l u y e n d o sus iniciativas en
29
materia d e religión, c o b r a r o n d e p r o n t o m u c h o m á s a t r a c t i v o . U n o s
conspiradores intentaron alzar al t r o n o a los hijos cegados d e Constan-
tino, en 8 1 2 ; u n g r u p o d e soldados abrió el mausoleo imperial e n 8 1 3 y
rezó ante la tumba d e Constantino, i n v o c á n d o l o : «¡Levántate y ayuda
al e s t a d o , q u e está m u r i e n d o ! » , según afirma T e ó f a n e s , c o n t o n o de
h o r r o r . El n u e v o e m p e r a d o r L e ó n V ( 8 1 3 - 8 2 0 ) repelió a K r u m , pero
llegó a las mismas conclusiones: q u e cuando el estado había sido victo-
rioso, reinaba la iconoclasia. E n S 1 5 , la impuso d e n u e v o oficialmente,
y d e p u s o al patriarca N i c é f o r o p o r n e g a r su a p r o b a c i ó n . Hacia 8 1 9 ,
Nicéforo escribió, en t o n o m o l e s t o , q u e si u n o p e n s a b a a d o p t a r una
política religiosa p o r la m e r a razón del éxito militar, bien podríamos
r e m o n t a m o s a AlejandtOj César,*° H e r o d e s y Senaquerib, argumento
q u e , en sí m i s m o , d e m u e s t r a cuánto debió la s e g u n d a iconoclasia a la
reputación d e C o n s t a n t i n o V .

L e ó n c a y ó en o t r o golpe, el q u i n t o desde 797; Miguel II (820-829)


vaciló sobre si m a n t e n e r la iconoclasia, p e r o halló q u e T e o d o r o d e E s -
tudio, exiliado p o r L e ó n , era u n p o r t a v o z tan intolerante d e los iconó-
filos, q u e parecía m á s s e g u r o m a n t e n e r u n a posición iconoclasta. A
partir d e las voluminosas cartas del propio T e o d o r o , está en efecto cla-
ro q u e m u y p o c a s p e r s o n a s se p l a n t a r o n contra la iconoclasia en este
período, y q u e los intentos d e T e o d o r o d e cohesionar la fe cayeron en
1
suelo infértil; p r á c t i c a m e n t e t o d o s los obispos eran i c o n o c l a s t a s ' y >

s o b r e t o d o , fuera cual fuese la c o n c e p c i ó n p e r s o n a l d e cada u n o , al


p u e b l o y a le complacía aceptar la iconoclasia c o m o teología del régi-
m e n . T e ó f i l o (829-842), hijo d e Miguel, m o s t r ó m á s c o n v i c c i ó n en
esta materia religiosa y, desde 8 3 3 , persiguió a los iconófilos públicos
con c i e n o b r í o ; y, l o q u e fue m á s i n n o v a d o r , en 839 hizo tatuar u n tex-
to c o n d e n a t o r i o en los rostros d e d o s monjes palestinos, T e o d o r o y su
h e r m a n o T e ó f a n e s (estos d o s h e r m a n o s graptoi, «grabados», se con-
31
virtieron en héroes iconófilos y, a la p o s t r e , en s a n t o s ) . P e r o en esta
s e g u n d a ocasión, la iconoclasia tenía raíces sociales m u c h o m á s débi-
les; y su justificación militar n o se correspondía con los hechos- Así,
los búlgaros habían firmado la p a z en 8 i ó , pero controlaban áreas m u -
c h o m i s extensas y n o se m a r c h a r o n ; en este período, marcaron los lí-
mites con los bizantinos mediante el e n o r m e terraplén conocido c o m o
L A S U P E R V I V E N C I A D E B I Z A N C I O , J 5 0 - 8 JO

33
Gran Cerca de T r a c i a . P o r su parte, el califato abasí estaba en su p e -
ríodo de m a y o r a u g e y si Teófilo intentó varias veces imponerse en la
frontera o r i e n t a l , ello resultó e n u n a e n o r m e invasión árabe en S 3 8 ,
dirigida p o r el p r o p i o califa A l - M u t a s i m , q u e s a q u e ó la i m p o r t a n t e
ciudad de A m o r i o n . P e o r aún: los árabes norteafrícanos invadieron Si-
cilia en 8 1 7 y e m p e z a r o n una c o n q u i s t a q u e privaría a l o s bizantinos
del control de toda la isla a principios del siglo x; y Creta cayó e n m a -
nos piratas árabes hispanos en 828, lo q u e abrió de n u e v o el E g e o a las
incursiones m a r í t i m a s . A h o r a era la iconoclasia, y n o la o r t o d o x i a , lo
que parecía traer la derrota. A la m u e r t e de Teófilo, su mujer, T e o d o r a
— r e g e n t e de su hijo Miguel III (842-S67), a la sazón u n b e b é — t u m -
bó la iconoclasia en el plazo de u n a n o , junto con sus aliados. El 843 se
restauró la ortodoxia; T e o d o r a afirmó q u e su m a r i d o se había arrepen-
tido en el lecho de m u e r t e . T e o d o r a , u n a segunda Irene, hizo e x h u m a r
y destruir el c u e r p o de C o n s t a n t i n o V y, en lugar de este, situó en el
34
mausoleo imperial el cuerpo de I r e n e . E n esta ocasión, la iconoclasia
se desvaneció c o n n o t a b l e rapidez; y a no h u b o m á s g r a n d e s d e r r o t a s
militares y , en adelante, Bizancio p u d o proseguir con firmeza su r u m -
bo medieval.

Es fácil describir la s e g u n d a iconoclasia c o m o u n a desviación su-


perficial, q u e en esta ocasión — a diferencia de lo o c u r r i d o en el siglo
v m — fue p o c o m á s q u e u n culto imperial, u n a tragedia q u e reapareció
como farsa. E n realidad, n o obstante, tiie m á s interesante q u e esto, p o r
dos razones. U n a fue q u e el s e g u n d o concilio de Nicea — y , más a d e -
lante, T e o d o r o d e E s t u d i o y el patriarca N i c é f o r o — h a b í a n c r e a d o
una iconoclasia organizada c o m o u n a imagen negativa q u e sus adver-
sarios, s i m p l e m e n t e , p o d í a n establecer de nuevo.** Es decir, precisa-
mente p o r los e n e m i g o s de la iconoclasia, L e ó n V y sus consejeros p u -
dieron i n v o c a r t o d o u n s i s t e m a r e l i g i o s o , y n o s o l o el r e c u e r d o de
Constantino V , pese a q u e este último estaba en el núcleo de sus elec-
ciones. La s e g u n d a r a z ó n es q u e , e n ese m o m e n t o , había m á s intelec-
tuales q u e p o d í a n debatir sobre la cuestión; en consecuencia, sabemos
mucho m á s sobre la segunda iconoclasia q u e sobre la primera. La rela-
tiva p r o s p e r i d a d del siglo v m p e r m i t i ó q u e en la capital, d e s d e 7 5 0
aproximadamente, se diera cierto desarrollo de la instrucción en m a t e -
ria de teología, literatura clásica y filosofía, q u e apenas se d o c u m e n t a
en los ciento cincuenta a ñ o s anteriores. En Constantinopla nunca h a -
bían escaseado las g r a n d e s o b r a s de literatura eclesiástica y secular,
pero desde este m o m e n t o , fueron cada vez más accesibles para la élite

\
E L L E G A D O D E ROMA

política. Nicéforo u s ó a Aristóteles para refutar las ideas iconoclastas


e n su Jntírrheseis; T e o d o r o e s t a b a v e r s a d o en Basilio de C e s á r e a y
J u a n C r i s ó s t o m o . Ignacio el D i á c o n o (m. h. 848), sobre cuya carrera
v o l v e r e m o s e n u n m o m e n t o , citaba en sus escritos a m u c h o s autores
clásicos, sobre t o d o H o m e r o , p e r o también H e s í o d o , Eurípides y Aris-
tóteles, y en sus cartas i n v o c ó la «doctrina pitagórica de la amistad».
L o s escritos del m a y o r teórico iconoclasta — J u a n el G r a m á t i c o , que
c o m p i l ó los textos e m p l e a d o s p o r L e ó n V e n 815 y fue patriarca en
8 3 7 - 8 4 3 — n o h a n s o b r e v i v i d o , p e r o su n o m b r e habla p o r sí solo. Su
pariente León el Matemático (m. después d e 869) enseñó a la siguiente
g e n e r a c i ó n de la élite e n las escuelas q u e dirigió d e s d e la d é c a d a de
810, tanto antes c o m o después de 843. F u e r o n h o m b r e s capaces d e en-
tablar u n debate intelectual serio. T a l debate lo b u s c ó , en particular, el
e m p e r a d o r Teófilo, quien t u v o la sorprendente iniciativa de liberar en
838 al iconófiío siciliano Metodio ( m . 847), q u e desde 8zi llevaba en
prisión la m a y o r p a r t e del t i e m p o , y lo m a n t u v o en su palacio para dis-
cutir d e teología. El m i s m o Metodio se convirtió en patriarca en 843,
con la proclamación de la ortodoxia.

La figura de Ignacio el D i á c o n o representa m u y bien la g r a n com-


plejidad d e la cultura política e n este p e r í o d o . N a c i d o en la década de
770, fue u n p r o t e g i d o de T a r a s i o y a m i g o del patriarca Nicéforo en la
p r i m e r a d é c a d a del siglo i x , lo q u e a su vez, a u n q u e él n o lo afirma
m u y explícitamente, lo habría convertido en oponente d e T e o d o r o de
E s t u d i o ; incluso entre los iconófilos, T e o d o r o parecía u n extremista,
hasta q u e la s e g u n d a iconoclasia, en 3 r 5, les hizo cerrar filas, Ignacio,
sin embargOj se orientaba m u c h o m á s q u e ellos según soplara el vien-
t o . Q u i z á (o quizá n o ) fuera el Ignacio q u e c o m p u s o p o e m a s i c o n o -
clastas para los m u r o s del palacio imperial, durante el reinado de León
V ; p e r o sin d u d a fue a r z o b i s p o de Nicea d u r a n t e u n t i e m p o , siendo
e m p e r a d o r o L e ó n o Miguel II; y c o m p u s o p o e m a s públicos p a r a Mi-
guel. La colección d e las c a n a s escritas p o r Ignacio entre 820 y la déca-
d a d e 840 lo m u e s t r a c o m o u n intelectual c u l t o , p e r o b á s i c a m e n t e
c o m o u n a figura del r é g i m e n , d e d i c a d o a las relaciones de patrocinio
c o n o b i s p o s y funcionarios civiles p o r igual- A u n q u e la colección,
c o m p u e s t a c o n p o s t e r i o r i d a d a 843, está e x p u r g a d a del sentimiento
p r o iconoclasta, t a m p o c o contiene m u c h o s e n t i m i e n t o iconófiío. En
carta fechada quizá en la década de 820, escribe a su b u e n amigo el ar-
chivero Nicéforo elogiando la posición q u e este adoptaba, ligeramente
más crítica con la iconoclasia q u e la del propio Ignacio; pero al mismo
LA SUPERVIVENCIA D E B1ZANC1Ü, 550-850
3í"

tiempo, la misiva m u e s t r a con bastante claridad q u e a m b o s eran a m i -


gos de u n i m p o r t a n t e iconoclasta; es del todo obvio q u e las relaciones
de p o d e r importaban más q u e las creencias personales. A esce respecto,
el a ñ o d e 843 m a r c a u n a ruptura; Metodío consideró q u e Ignacio esta-
ba demasiado p r ó x i m o a la s e g u n d a iconoclasia y n o debía salir i n d e m -
ne, p o r lo q u e lo envió al exilio p o r u n tiempo ( d i g a m o s q u e lo envió a
un m o n a s t e r i o c o n vistas a la capital, n o exactamente m u y lejos). Las
cartas q u e escribe p o r e n t o n c e s s o n de pesar: ahora s o y p o b r e ; «pasé,
con furia, al lado contrario». P e r o Ignacio se redimió con notable cele-
ridad, m e d i a n t e biografías claramente iconófilas de sus antiguos a s o -
ciados, los patriarcas T a r a s t o y Nicéforo; y a la h o r a d e su m u e r t e , se
había r e i n c o r p o r a d o al e n t o r n o p a t r i a r c a l : había l o g r a d o r e m a r d e
vuelta a su p u n t o de partida. A principios del siglo i x , es probable q u e
Ignacio representara la n o r m a , m i e n t r a s q u e los iconófilos e iconoclas-
tas netos eran la excepción. E n S 4 3 , Bizancio parece asemejarse a In-
glaterra en I Ó Ó O o la Alemania del Este en 1990, llenas de gente q u e se
esforzaba p o r d e m o s t r a r cuan p o c o se habían c o m p r o m e t i d o con un
sistema político caído con el cual, en realidad, en buena p a r t e habían
sido felices. E n t o d o s estos casos se dio el triunfo de u n régimen políti-
co más a r r a i g a d o , p e r o también bastante m á s conservador y satisfecho
de sí m i s m o , q u e i m p u s o su propia o r t o d o x i a , u n conjunto de p r i n c i -
pios q u e p r o n t o dejó d e p o n e r s e en duda y d e n t r o del cual t u v o q u e
actuar t o d o el m u n d o en adelante.

He dedicado cierto t i e m p o a la iconoclasia p o r q u e resulta desconcer-


tante. Seria fácil escribir u n a historia del p e r í o d o 750-850 h a c i e n d o
rüncapié en factores m u y distintos: el p r o t a g o n i s m o militar de C o n s -
tantino V; las reformas administrativas de Nicéforo I, q u e Miguel II y
Teófilo llevaron a ú n m á s allá (a m e d i a d o s del siglo i x , él ejército esta-
ba mejor p a g a d o y pertrechado y se reforzó c o n u n fuerte conjunto de
tagmata en t o m o de la capital); o la visible dedicación a la construcción
de prestigio, en la capital, durante el reinado de Teófilo: n u e v o s pala-
cios, con dispositivos mecánicos, q u e no p e r v i v e n , y la renovación de
16
las murallas de la ciudad, q u e sí se p r e s e r v a . T o d o ello son indicios
de u n a m a y o r confianza, así c o m o del deseo de i m p r e s i o n a r . Hacia
850, el imperio estaba en u n a forma razonablemente b u e n a , tras haber
capeado las p e o r e s t o r m e n t a s . ¿ C u á n t o i m p o r t a , e n t o n c e s , q u e tanta
retórica imperial y teológica fuera absorbida p o r la cuestión de si se
E L L E G A D O D E ROMA

debía o n o v e n e r a r las pinturas? Son m u c h o s los q u e han afirmado q u e


la iconoclasia, ia p r i m e r a disputa teológica m e d i e v a l , se o c u p a b a de
temas teóricos m e n o s «serios* q u e los g r a n d e s d e b a t e s cristológicos
del pasado. P o r ello, n o es de extrañar q u e m u c h o análisis de la icono-
clasia haya s u p u e s t o , y a sea de m a n e r a explícita o implícita, q u e «en
37
realidad» versaba sobre otros temas. Así lo h a h e c h o P e t e r B r o w n , en
una influyente exposición, en la q u e reconoce claramente q u e el debate
iconoclasta se refería a la ubicación de lo sagrado e n la sociedad (que
no es una cuestión m e n o r ) , p e r o luego hace hincapié en q u e el objetivo
de los e m p e r a d o r e s iconoclastas, frente a ia amenaza á r a b e , era racio-
nalizar el conjunto d e la sociedad y la cultura bizantinas y centrarlo en
u n o s pocos símbolos centrales (la cruz, la eucaristía, la capital, el p r o -
p i o e m p e r a d o r ) con el fin de evitar q u e u n a « h e m o r r a g i a de lo sagra-
do» se perdiera «en u n centenar de cuadritos».

E n cierto sentido, no es p o c o cierto; pero también es cierto que los


bizantinos se habían t e r m i n a d o interesando p o r sí mismas en las cues-
tiones de [a representación y sus reglas. Esto ya p u e d e verse en las Pa-
raptaseis, en u n contenta casi p l e n a m e n t e laico: a la gente le importaba
a quién representaban las estatuas en realidad. T a m b i é n , c o m o es sabi-
d o , era u n a cuestión i m p o r t a n t e para los árabes m u s u l m a n e s , q u e evi-
taban toda representación personal e n su arte público, p o r considerar-
lo idolatría ( a u n q u e el C o r á n n o r e c o g e tal instrucción, c o m o veremos
en el p r ó x i m o capítulo)- Es de s u p o n e r q u e el califa A l - U a t í d I (705-
7 1 5 ) , que probablemente empleó a mosaiquistas bizmúnos para insta-
lar los complejos m o d e l o s foliares de las paredes de la G r a n Mezquita
de D a m a s c o (véase m á s arriba, el capítulo 1 0 ) , habría estado contento
con la idea de q u e llevaran a Constantinopla informes sobre s u estética
religiosa. Y es posible q u e esta estética h a y a influido, en efecto, a los
cristianos palestinos,** q u e vivían bajo g o b i e r n o á r a b e , y q u e a partir
de 720 comenzaron a b o r r a r toda representación de seres vivos (inclu-
so animales y aves) de los p a v i m e n t o s mosaicos d e sus iglesias; es una
obsesión q u e n o encuentra paralelo en Bizancio y bien p o d r í a deberse
a la influencia m u s u l m a n a ; a u n q u e , en realidad, esto también quedaba
fuera de las inquietudes m u s u l m a n a s . D e b e m o s hacer hincapié en que
n o h a y ni el m á s m í n i m o s i g n o d e q u e los iconoclastas bizantinos tu-
vieran influencia árabe. P e r o los árabes, los bizantinos y los cristianos
palestinos, t o d o s ellos, estaban preocupados p o r (a cuestión de la repre-
sentación: q u é elementos eran sagrados, cuáles eran idólatras, cómo y
a <pxién representaban y debían representar las imágenes. Esto supuso
LA SUPERVIVENCIA DE BIZANCIO, 550-850 353

una quiebra con la tradición cristiana t a r d o r r o m a n a , en la q u e las i m á -


genes, incluso las de los s a n t o s , p o s e í a n u n a carga especial relativa-
mente escasa; en O r i e n t e , desde ahora, p o s e y e r o n (al m e n o s , en p o t e n -
cia) u n p o d e r n u m i n o s o , y era preciso tratarlas adecuadamente, de u n
m o d o u o t r o . Y el sistema político en el q u e esto tenía m á s importancia
era el de Bizancio, p o r q u e los e m p e r a d o r e s estaban convirtiéndose en
foco de i n q u i e t u d religiosa, m á s i m p o r t a n t e s de cuanto lo fueron los
emperadores r o m a n o s o, en este p e r í o d o , lo eran los califas. L a i c o n o -
clasia n o e m p e z ó c o n los e m p e r a d o r e s , p e r o c u a n d o alcanzó a C o n s -
tantino V y este a d o p t ó una decisión al respecto, devino de inmediato
una iniciativa imperial, q u e q u e d ó vinculada al e m p e r a d o r m u c h o m á s
de lo q u e ocurrió con el arrianismo y Valente o el monofisismo y A n a s -
tasio I . L a r e p r e s e n t a c i ó n , y la i m p o r t a n c i a de lo visual, q u e d ó p o r
ende v i n c u l a d a c o n la legitimidad imperial. D e s p u é s de 8 4 3 , esto se
convirtió en ortodoxia, y desde entonces, la centralidad religiosa de las
imágenes ha sido u n rasgo característico del cristianismo o r t o d o x o .

í
L A C R I S T A L I Z A C I Ó N DEL P O D E R
P O L Í T I C O Á R A B E , 630-750

E n junio d e 056, U t m á n ibn Affán, c o m a n d a n t e de los creyentes (amir


al-muminin\ lugarteniente de D i o s (jaltfat Allah^ d e d o n d e p r o c e d e
nuestro ténriino «califa»), fue asesinado en la casa q u e tenía en su capi-
tal, M e d i n a , e n la A r a b i a o c c i d e n t a l . ' El a c o n t e c i m i e n t o sacudió el
m u n d o árabe y p r o v o c ó la p r i m e r a G u e r r a Civil (fimo), hasta q u e en
661 se restauró la paz. Hasta aquí, c o n o c e m o s el h e c h o con certeza (fue
d o c u m e n t a d o p o c o después, a u n q u e con escasos detalles, p o r el c r o -
nista a r m e n i o q u e d e n o m i n a m o s Sebeos); sobre el resto h a y , y h u b o ,
una gran polémica- ¿Participó en el asesinato el sucesor de U t m á n , Alí
(656-661), s e g ú n c r e y e r o n m u c h o s en el b a n d o u t m a n í , y de a q u í la
guerra civil? ¿El asesinato lo ejecutaron extremistas b e d u i n o s d e s c o n -
tentos q u e eran favorables a Alí, p e r o actuaron en contra de la v o l u n -
7

tad de este, según afirma u n o de los p r i m e r o s historiadores árabes, Saíf


ibn U m a r ( m . h . 79o)? ¿ O el asesinato fue obra de soldados egipcios,
cansados de los intentos de U t m á n de, p o r u n lado, dirigir el excedente
de cereales de E g i p t o a Medina, y p o r o t r o , sustituir el p o d e r de los
árabes q u e conquistaron las provincias de Egipto a Iraq p o r jefes triba-
les m á s tradicionales — i n c l u i d o s m i e m b r o s de la propia familia direc-
ta d e U t m á n , los o m e y a s — , s e g ú n afirman o t r o s historiadores a n t i -
g u o s , c o m o I b n I s h a q ( m . 767) y s o b r e t o d o A l - a q i d i ( m . 823)? Y ,
antes q u e n a d a , ¿el asesinato fue u n a respuesta justificada a los actos
ilegítimos de U t m á n , lo q u e significaba q u e , en p r o p i e d a d , había deja-
do d e ser el califa, o bien era ilegal, y p o r lo tanto debía vengarse?

Alí quizá creyera en la primera de las d o s últimas alternativas m e n -


cionadas. Sin d u d a , la tradición chií posterior lo creía así; de h e c h o , esa
tradición pensaba q u e U t m á n , y quizá sus dos predecesores, eran u s u r -
p a d o r e s ^ q u e Alí había sido designado sucesor del Profeta p o r el p r o -
pio M a h o m a , a su m u e r t e , en 632. Los utmaníes, desde l u e g o , creían lo

i
E L L E G A D O DE R O M A

s e g u n d o ; entre ellos no destacó p o c o Muawíya ibn Abi Sufian, gober-


n a d o r de Siria y p r i m o s e g u n d o de U t m á n y , p o r e n d e , t a m b i é n un
• m e y a . Muawiya exigió q u e la muerte de U t m á n se castigara y encabe-
zó u n ejército sirio contra el ejército iraquí de Alí, a Siffin, en el Eufra-
tes, en 657, d o n d e los d o s b a n d o s se enfrentaron durante u n tiempo. Al
final, Alí aceptó u n arbitraje s o b r e la cuestión, p e r o c o m o resultado
perdió parte de su ejército, y también su ventaja estratégica; los jariyi-
tas, el g r u p o disidente q u e lo a b a n d o n ó , se sintieron ofendidos p o r la
concesión de Alí, p u e s creían q u e solo D i o s podía juzgar el asunto, y
no los h u m a n o s . U n o de los jariyitas asesinó a Alí en 6 ó i , tras lo cual
Muawiya asumió el m a n d o c o m o califa en solitario (fSói-ó8o).
Así p u e s , ¿quién m a t ó a U t m á n , y con q u é justificación? C a b r í a
hacer esta misma p r e g u n t a al respecto de muchas muertes similares de
la A l t a E d a d Media, c o m o la de Childerico II en Francia, en 675, o la
de E d u a r d o el Mártir en Inglaterra, en 978. La respuesta básica es que
n o lo sabemos con certeza, y en estos últimos dos casos, los historiado-
res apenas se angustian p o r el h e c h o de n o saber más; les resulta b a s -
t a n t e delimitar las distintas interpretaciones en las fuentes, de forma
q u e se identifiquen las alineaciones políticas. P e r o en la tradición islá-
mica, ni era ni es tan sencillo. El desacuerdo religioso entre las c o m u -
nidades musulmanas tiende a no discrepar sobre la naturaleza de D i o s ,
c o m o sí ocurría en el cristianismo t e m p r a n o (pues u n único Alá m o n o -
teísta ofrece m e n o s espacio al debate q u e las incomprensibles comple-
jidades de la T r i n i d a d ) , sino, m u c h o más, al respecto de la legitimidad
política. La distinción básica q u e o b s e r v a m o s en el siglo x x i , entre el
islam s u n í y el chií, se r e m o n t a d i r e c t a m e n t e a 6 5 6 , aun c u a n d o en
aquel m o m e n t o los d o s b a n d o s aún n o se d e n o m i n a r a n así. T a m b i é n
los jariyitas siguen existiendo, e n Zanzíbar y oasis del Sahara, y aún no
han p e r d o n a d o a Alí p o r Sifftn. Incluso ahora sería difícil debatir neu-
tralmente, en el m u n d o árabe, sobre la conducta de U t m á n sin adoptar
u n a posición e n t r e las interpretaciones s u n í y c h i í / j a r i y i t a . E s t o aún
era m á s claro hacia 8oo, c u a n d o empezaron a redactarse n u e s t r o s pri-
m e r o s r e l a t o s d e t a l l a d o s , o hacia 900, c u a n d o se l o s r e c o g i ó en las
g r a n d e s compilaciones históricas de autores c o m o A l - B a l a d h u r i (m.
892) o A l - T a b a r i (m. 9 2 3 ) . I n c l u s o la decisión de no estar s e g u r o de
quién estaba en lo cierto, e n 6 5 6 , t u v o desde el siglo V I I I una implica-
ción doctrinal; estaba asociada con los murjitas o partidarios del «jui-
cio suspendido»). D e h e c h o , en el siglo i x esto se convirtió en terreno
c o m ú n de lo q u e estaba p a s a n d o a ser la tradición s u n í mayoritaria,
LA CRISTALIZACIÓN DEL PODER POLÍTICO ÁRABE, 630-750

pues esta tradición sostenía q u e n o se debía derrocar a los soberanos y


que la u n i d a d comunitaria era m á s i m p o r t a n t e q u e la división sectaria
(por entonces, los suníes aceptaron a U t m á n y Alí, a los d o s , c o m o ca-
lifas l e g í t i m o s ; c o n quien tenían m á s p r o b l e m a s era c o n M u a w i y a ) .
p e r o toda la cuestión siguió t e n i e n d o mucha importancia y todas n u e s -
tras fuentes se estructuran mediante posiciones partidistas de esta clase.
E s c r i b i r s o b r e la historia á r a b e a n t i g u a es, e n m u c h o s aspectos,
más d u r o q u e escribir la historia de o t r o s pueblos o estados en el m i s -
m o p e r í o d o . U n a causa es la i m p o r t a n c i a religiosa d e t o d o s y cada
u n o de los acontecimientos, c o m o se acaba de ver; esto p o d r í a parecer
menos s o r p r e n d e n t e , quizá, c u a n d o se trata de M a h o m a , q u e fue antes
q u e nada u n profeta, y quizá también con respecto a sus sucesores in-
mediatos; p e r o la historia á r a b e , hasta 750, debe verse al m e n o s en par-
te a través de perspectivas salvacionistas. U n a segunda causa es q u e la
mayoría d e n u e s t r a s fuentes n a r r a t i v a s se c o m p u s i e r o n e n fecha tar-
2
día. Esto n o debería de ser tan relevante para el raedievalista t e m p r a -
no — a fin de cuentas, t a m b i é n la historia de Bizancio a m e d i a d o s del
siglo v n solo es accesible, en su mayoría, a través de escritores de p r i n -
cipios del siglo i x , y los bizantinistas se contentan con l a m e n t a r l o — ,
pero la i m p o r t a n c i a religiosa del p e r í o d o , y las irreconciliables p o s i -
ciones sectarias de nuestras fuentes, han afectado m u c h o más a los ara-
bistas; de resultas d e ello, una corriente influyente de la historiografía
reciente niega t o d a posibilidad d e saber n a d a con certeza, al respecto
de la historia árabe m u s u l m a n a , antes de la década de 690, c o m o p r o n -
to. T a m b i é n se d a el caso de q u e , tras la ausencia de fuentes narrativas
árabes e n el siglo v n y principios del v m , en los siglos ix. y x nuestro
material vive u n a explosión de cantidad. El material árabe (principal-
mente de Iraq) q u e ha sobrevivido d e esos dos siglos quizá se equipare
al conjunto del material e u r o p e o para todo nuestro p e r í o d o . La e n o r -
me dimensión de este material de fuente, u n i d o a la naturaleza radical
de críticas recientes al respecto, h a llevado a historiadores del califato
antiguo a discusiones a ú n más cerradas sobre los criterios de su auten-
ticidad; y son llamativamente escasos los análisis recientes de los deta-
lles del p e r í o d o p r e v i o a 750 (o incluso p o s t e r i o r ) e n sí m i s m o . Las
propias fuentes, p o r o t r o l a d o , resultan opacas para los inexpertos; a
menudo constan de relatos m u y p o c o hilvanados {ajbár) cuya veraci- >

dad procede d e u n a cadena de informadores q u e quizá se r e m o n t e a un


par de siglos atrás, pero q u e con frecuencia se c o n t r a p o n e n a otros r e -
latos que afirman exactamente lo contrario. U n o p u e d e sentirse arroja-

t
3Í* E L L E G A D O DE R O M A

do a u n m u n d o cultural nada familiar, lo cual se acentúa aún más p o r la


m a n e r a distinta, en la q u e la m a y o r í a de historiadores escribe h o y al
respecto.
Y , sin e m b a r g o , para n o s o t r o s resulta crucial enfrentarnos al p e -
ríodo árabe t e m p r a n o . A u n q u e el califato n o g o b e r n ó n i n g u n a zona de
E u r o p a a m e s de q u e los árabes bereberes invadieran Hispania, e n 711>
sin e m b a r g o no se lo puede excluir de una historia del continente e u r o -
p e o . P a r a empezar, fueron los árabes los q u e e n el siglo VTI partieron
en d o s la sección superviviente del imperio r o m a n o , lo q u e p u s o fin,
para siempre, al sueño de continuar con la h e g e m o n í a mediterránea, y
obligó al imperio a reinventarse c o m o el estado q u e d e n o m i n a m o s Bi-
zancio, según v i m o s en el capítulo anterior. E n segundo lugar, el p r o -
pio califato se erigió sobre cimientos r o m a n o s (así c o m o persas sasáni-
das). A pesar de la dificultad y escasa familiaridad d e nuestras fuentes
narrativas al respecto, cabe defender q u e p r e s e r v ó los p a r á m e t r o s d e la
sociedad r o m a n a imperial m á s c o m p l e t a m e n t e q u e n i n g u n a otra zona
del m u n d o p o s r o m a n o , al m e n o s en el p e r í o d o q u e se extiende hasta
750; se trata de u n a paradoja q u e resulta esencial explorar. E n tercer
lugar, el califato, s i m p l e m e n t e , era m á s rico y más p o d e r o s o q u e nin-
g ú n o t r o sistema de g o b i e r n o p o s r o m a n o . E n este m o m e n t o , eran los
árabes los q u e d o m i n a b a n el Mediterráneo- C o n posterioridad a 750,
bajo el g o b i e r n o abasí, el centro del califato pasó de la Siria de Muawi-
ya a Iraq, con lo q u e se alejó de las tradiciones r o m a n a s ; fruto d e esto,
m e ocuparé d e los abasíes con m e n o s detalle, ya en el capítulo 1 4 . P e r o
los abasíes, m á s incluso q u e los o m e y a s anteriores a 750, sobrepasaron
p o r m u c h o a sus vecinos en cuestión de riqueza y refinamiento de su
c u l t u r a intelectual, y a esto le d e b e m o s p r e s t a r a t e n c i ó n , t a n t o e n el
capítulo 14 c o m o en el 1 5 , c u a n d o v e a m o s la e c o n o m í a m e d i t e r r á n e a
e n su conjunto. Éste capítulo se ocupará de las conquistas árabes y del
califato o m e y a de Muawiya y sus sucesores. A q u í nos centraremos en
los problemas mterrelacionados de la estabilización del sistema políti-
co árabe (o m u s u l m á n ) y la cuestión del cambio y la continuidad cultu-
rales y sociales, en el p r i m e r o d e los m u c h o s siglos de d o m i n i o árabe
del M e d i t e r r á n e o oriental y m e r i d i o n a l (y, d e h e c h o , de lugares bas-
tante m á s remotos)-

Mahoma* (h. 570-632) fue u n m e r c a d e r de La Meca, en la Arabia


o c c i d e n t a l , q u e hacia Í J I Q e m p e z ó a t e n e r r e v e l a c i o n e s v e r b a l e s de
D i o s ; se convirtió en profeta y b u s c ó seguidores. Los árabes eran poli-
teístas, a u n q u e entre ellos había notables minorías cristianas y judías.
LA CRfSTALIZACIÓN D E L PODER POLÍTICO ÁRABE, 630-7^0 359

M a h o m a , sin d u d a , estaba m á s p r ó x i m o a la tradición judía y, c o m o


estos, era u n monoteísta m u y estricto; p e r o la fuente m u s u l m a n a anti-
gua m á s fiable (la Constitución de Medina, de la d é c a d a de 6 2 o ) deja 4

claro q u e M a h o m a veía a los «creyenres» (el t é r m i n o antiguo más c o -


m ú n para aludir a s u s s e g u i d o r e s ) c o m o u n g r u p o distinto de los j u -
díos. Las revelaciones de M a h o m a se recopilaron luego para formar el
1
Corán; la tradición m u s u l m a n a dice q u e la versión básica del texto se
remonta al califato de U t m á n (644-656). A l g u n o s historiadores o c c i -
dentales, en fecha reciente, han defendido dataciones m u c h o m á s tar-
días: tan tardías c o m o el 800, para J o h n W a n s b r o u g h , o principios del
siglo v m , p a r a P a t r i c i a C r o n e ; p e r o F r e d D o n n e r h a e x p u e s t o u n a
buena defensa de la datación tradicional, basándose en razones de c o n -
tenido y estilo. Sea c o m o fuere en realidad la c u e s t i ó n , es i n n e g a b l e
— e i m p o r t a n t e — q u e a finales del siglo v n y a circulaban e l e m e n t o s
coránicos, c o m o manifiestan los versos coránicos exhibidos d e forma
destacada en la C ú p u l a de la R o c a , en Jerusalén, la primera gran obra
de la a r q u i t e c t u r a islámica, acabada en 691-692, y el hecho q u e m e n -
cionan claramente el islam c o m o una religión distinta y coherente, fun-
dada p o r M a h o m a . L o s detalles exactos d e esta religión, en sus p r i m e -
ras décadas, n o se p u e d e n reconstruir p o r completo, y sin duda h a b r á n
sido interpretados de m a n e r a distinta p o r distintas personas; pero d e s -
de el m i s m o principio se la reconoció c o m o n u e v a y desafiadora. Q u e
los mecanos la percibieron c o m o u n a amenaza lo demuestra el h e c h o
de q u e M a h o m a tuviera q u e huir a Medina, u n a ciudad más acogedora,
en 622; la «emigración» (hégira, hiyra) d e M a h o m a a esta d u d a d señala
el nacimiento oficial del islam, y la datación de los anos de acuerdo con
la hégira aparece e n u n papiro egipcio ya en 643.* M e d i n a y La Meca
lucharon p o r la supremacía d u r a n t e la d é c a d a de 620, p e r o M a h o m a
tomó su ciudad natal e n , p r o b a b l e m e n t e , 630; se convirtió en el centro
religioso deí islam, m i e n t r a s Medina continuaba siendo el centro p o l í -
tico. M a h o m a t a m b i é n e x t e n d i ó su a u t o r i d a d p o r amplias z o n a s de
Arabía, con n o t a b l e rapidez, incluso antes de la caída de La Meca, y
especialmente d e s p u é s . A la m u e r t e de M a h o m a , las tribus á r a b e s ,
fragmentadas y enfrentadas, reconocieron p o r p r i m e r a vez, en su m a -
yoría, u n a autoridad única; y era u n a autoridad de nueva índole, basa-
da en la revelación religiosa.

L o s p r i m e r o s califas — A b u Bakr ( 6 3 2 - 6 3 4 ) , Ornar I (634-644),


Utmán y A l í — fueron elegidos entre los h o m b r e s p r ó x i m o s al propio
Mahoma, y también, c o m o t o d o s los califas p o s t e r i o r e s , de la propia
\
360 E L L E G A D O D E ROMA

tribu d e M a h o m a , los quraísíes; en c u a n t o al título de jalifa^ qaizk


existiera desde al m e n o s los tiempos d e U t m á n . A m b o s sucedieron a
M a h o m a c o m o guías de los creyentes y r e p r e s e n t a n t e s de D i o s en la
tierra. D e s d e el principio, se consideró esencial mantener la u n i d a d de
la comunidad m u s u l m a n a , y el califato de A b ú Bakr se centró en s o m e -
ter Arabia m á s al completo; u n a b u e n a extensión, sobre t o d o al este, se
había s e p a r a d o tras la m u e r t e de M a h o m a (en parte bajo s u s p r o p i o s
profetas; M a h o m a no fue, en n i n g ú n caso, el único profeta del período)
y fue preciso reconquistarla. Sin d u d a , esto se v i o simplificado p o r el
h u n d i m i e n t o de la h e g e m o n í a sasánida en las costas oriental y m e r i -
dional de la península, tras la victoria de Heraclio sobre Persia e n 628
(puesto q u e , p o r d e s c o n t a d o , t o d o s estos a c o n t e c i m i e n t o s de A r a b i a
estaban o c u r r i e n d o justo al t i e m p o q u e terminaba la m t i m a gran g u e -
rra de R o m a c o n t r a Persia, con el a g o t a m i e n t o de a m b o s b a n d o s y la
postración del d e r r o t a d o ) . Ornar envió a ejércitos árabes al n o r t e en la
década de S30; tras la d e r r o t a de los r o m a n o s en el río Y a r m u k , en 636,
toda Siria y Palestina q u e d a r o n francas a la conquista árabe; tras la d e -
rrota de los persas en Qadisiya hacia 637, lo m i s m o ocurrió con lo q u e
m á s adelante se denominaría Iraq. Para 640, t o d o el creciente fértil, al
sur de las m o n t a ñ a s de T u r q u í a , estaba bajo control árabe; e n 639-642
se añadió E g i p t o . E n adelante, Iraq y Egipto fueron siempre los m o t o -
res e c o n ó m i c o s del califato; salvo en el b r e v e p e r í o d o de g o b i e r n o
sasánida, en los años 620, n o habían formado parte del m i s m o sistema
político desde la m u e r t e de Alejandro M a g n o , casi mil a ñ o s antes. En
los anos 640, los árabes c o n q u i s t a r o n t a m b i é n Irán; c u a n d o el último
sah, V e z d e g e r d I I I , halló la m u e r t e e n 6 5 1 , los ejércitos árabes habían
llegado hasta la m o d e r n a frontera de Irán y Afganistán. Las conquis-
8
tas se d e t u v i e r o n a q u í d u r a n t e u n a g e n e r a c i ó n ; p e r o en quince anos,
los árabes habían c o n q u i s t a d o t o d o el imperio sasánida y la mitad del
i m p e r i o r o m a n o oriental. Solo A l e j a n d r o M a g n o y los m o g o l e s han
i g u a l a d o tal v e l o c i d a d d e c o n q u i s t a , y t a n t o el i m p e r i o alejandrino
c o m o el m o g o l se disolvieron p r o n t o d e n u e v o e n sus piezas constitu-
y e n t e s . E n c a m b i o , l o s á r a b e s m a n t u v i e r o n estos t e r r i t o r i o s u n i d o s
d u r a n t e tres siglos y su religión y cultura h a n sido las d o m i n a n t e s allí
desde entonces.

L o s á r a b e s e r a n b u e n o s c o m b a t i e n t e s , a los q u e t a n t o r o m a n o s
c o m o persas habían u s a d o d u r a n t e m u c h o tiempo c o m o mercenarios:
la federación gasánida, con los r o m a n o s , y los lájmidas, con los persas.
D a d o el estado de agotamiento de los imperios en la década de o j o , y
L A C R I S T A L I Z A C I Ó N D E L P O D E R P O L Í T I C O ÁRABE, Ó30-750 361

]a recién hallada u n i d a d religiosa de los árabes, las victorias de estos


últimos no son en sí extraordinarias; y, p o r descontado, después de que
en 636-637 se g a n a r o n las primeras grandes batallas, era probable que
todo árabe con u n camello quisiera participar en las conquistas y en la
riqueza q u e a p o r t a b a n . L o q u e n o era tan esperable era q u e las c o n -
quistas se m a n t u v i e r a n unidas. N u n c a p u e d e h a b e r existido u n n ú m e r o
muy elevado de árabes; el Y e m e n es la única parte relevante de la p e -
nínsula á r a b e q u e p u e d e sostener u n a población q u e v a y a m á s allá de
los grupos b e d u i n o s , diseminados y dedicados ante t o d o al p a s t o r e o ; e
incluso los árabes q u e llevaban m u c h o t i e m p o asentados en la Siria y
Palestina de g o b i e r n o r o m a n o parecen haberse situado también en los
límites con los desiertos, lo q u e c o m p o r t a q u e t a m p o c o serían m u y n u -
merosos. Así, los colonos árabes habrían estado en franca minoría, en
todas partes, y probablemente n o habrían p o d i d o resistir revueltas sos-
tenidas o el c o n t r a a t a q u e r o m a n o si su u n i d a d vacilaba; y también c o -
rrían el riesgo de quedar absorbidos p o r la población local,y perder la
identidad cultural, c o m o les ocurrió a t o d o s los g r u p o s germánicos q u e
dirigieron los distintos sistemas de g o b i e r n o r o m a n o - g e r m á n i c o s , sal-
v o en I n g l a t e r r a y Baviera. La ausencia de r e v u e l t a s t e m p r a n a s fue
afortunada (habrían resultado especialmente peligrosas en Irán, d o n d e
la aristocracia persa era de carácter militar y los p r i m e r o s asentamien-
tos árabes estaban m á s o m e n o s limitados al Jorasán, en el noreste); e n
cuanto a los r o m a n o s bizantinos, los supervivientes carecían del estado
de forma militar preciso para a p r o v e c h a r s e de las guerras civiles ára-
bes. P e r o la razón principal de q u e perviviera el g o b i e r n o árabe, en su
hegemonía n o solo política sino también cultural, n o fue la suerte. Más
bien fue resultado d e la decisión ( q u e la tradición atribuye a Ornar I,
en 640-642, lo q u e resulta verosímil) de asentar los ejércitos árabes n o
como una aristocracia terrateniente, c o m o e n el Occidente g e r m á n i c o ,
sino c o m o d e s t a c a m e n t o s p a g a d o s en c i u d a d e s d e n u e v a fundación
(fl/rw5r), Kufa y Basora en Iraq, Mosul en el límite de las tierras fronte-
rizas conocidas c o m o la Yazira (entre Iraq y Siria), F u s t a t (la futura El
Cairo) en E g i p t o , y otras- L o s i n g r e s o s t r i b u t a r i o s de las p r o v i n c i a s
fueron sobre t o d o a estos destacamentos, q u e , p o r lo tanto, n o recibie-
ron poca r e c o m p e n s a p o r el h e c h o d e aislarse d e la vida sociopolítica
de la p o b l a c i ó n c o n q u i s t a d a ; estar e n el diván local (dlwán)^ d o n d e
constaban los q u e tenían derecho a la soldada, era u n privilegio c o d i -
ciado y defendido en lo posible frente a los recién llegados. L a política
de Ornar fue u n éxito: antes de 7 5 0 , en todas estas provincias centrales
3 Ó2 E L LEGADO DE BOMA

se d o c u m e n t a n relativamente pocas propiedades d e tierras ( a u n q u e la


cifra parece-haber sido m a y o r en el Jorasán, cuyos colonos árabes ter-
minarían p o r asimilarse a l o s p e r s a s , y t a m b i é n en los t e r r i t o r i o s de
10
conquista p o s t e r i o r , e n África e H i s p a n i a ) . E s t o i m p u s o un m o d e l o
de separación estructural e n t r e u n ejército p a g a d o y el resto d e la s o -
ciedad civil, q u e fue m a y o r incluso q u e en el imperio r o m a n o , y marcó
para siempre la m a y o r í a de los sistemas políticos musulmanes.
Esta decisión t u v o varias consecuencias. U n a fue fiscal: el sistema
f i s c a l " del i m p e r i o r o m a n o — y t a m b i é n s a s á n i d a — n o se h u n d i ó
n u n c a , a diferencia de lo q u e o c u r r i ó en O c c i d e n t e , p o r q u e siempre
c o n s e r v ó u n propósito político esencial: p a g a r a u n ejército en activo.
O t r a , c o m o y a h a q u e d a d o implícito, fue q u e los árabes se preservaron
a sí m i s m o s c o m o estrato social aislado y s u p e r i o r . F o r m a r o n m a t r i -
m o n i o s e n d o g á m i c o s c o n familias locales, p e r o sus hijos m a n t u v i e r o n
la identidad, religión, cultura y l e n g u a árabes. Y estaban tan separados
q u e t o d o aquel m i e m b r o d e la m a y o r í a c o n q u i s t a d a q u e b u s c a r a u n a
p r e e m i n e n c i a política debía i n t e n t a r u n i r s e a ellos, t a n t o en cultura
c o m o en religión. E s t o fue m e n o s cierto en lo q u e respecta al siglo v n ,
c u a n d o los á r a b e s p o n í a n freno a la c o n v e r s i ó n al islam y , a d e m á s ,
m a n t u v i e r o n intactos los gobiernos provinciales de las zonas conquis-
tadas, t a n t o r o m a n a s c o m o persas. En las dos generaciones posteriores
a la conquista, fue posible q u e los m i e m b r o s de la administración civil
retuvieran este p o d e r sin modificar lo m á s m í n i m o su cultura o identi-
1
d a d , c o m o ocurrió con la familia M a n s u r , ' p o d e r o s o s administradores
cristiano-griegos de la capital o m e y a , D a m a s c o , hasta entrado el siglo
V I I I , u n o de cuyos m i e m b r o s fue el i m p o r t a n t e t e ó l o g o cristiano Juan

de D a m a s c o ( m . h . 750). P e r o hacia 700, el lenguaje básico del gobier-


no pasó a ser el árabe; desde entonces, los burócratas tuvieron q u e ser
á r a b o h a b l a n t e s y , cada v e z m á s , m u s u l m a n e s . El p r o c e s o de conver-
sión, al m e n o s entre las élites locales, se v i o en efecto c o m o u n proceso
d e arabización; u n o debía convertirse en el cliente o «maula» {mawloy
n
plural mawalí) de la tribu de u n p a t r ó n árabe y , p o r lo general, cam-
biar el p r o p i o n o m b r e p o r u n n o m b r e á r a b e . Estas p e r s o n a s «se con-
vertían» en árabes, con acceso al p o d e r político, y al hacerlo así perpe-
14
tuaban la lengua y la cultura á r a b e s . La conversión de los campesinos
( q u e se dio desde eí principio, p o r q u e los musulmanes pagaban menos
impuestos, al m e n o s en teoría) n o c o m p o r t ó nunca privilegios políti-
cos, p e r o , m u y lentamente, los lazos de! clientelismo m u s u l m á n se ex-
tendieron también al exterior, a los campesinos, y la islamización/ ara-
LA CRISTALIZACIÓN DEL PODER POLÍTICO ÁRABE, 630-750 363

b i s a c i ó n p e r m e ó a s i m i s m o e n las z o n a s r u r a l e s . El p r o c e s o n o se
p r o d u j o a g r a n escala basta el siglo i x , c o m o m u y p r o n t o , p e r o fue
constante desde este p u n t o ; y en el a ñ o i c o o , es probable que, de E g i p -
5
to a Iraq, la m a y o r í a de La población hablara á r a b e / E n las tierras de
conquista, solo Irán mantenía su l e n g u a persa original, a u n q u e en este
período y a se escribía con el alfabeto árabe y estaba repleta de p r i s t a -
mos del árabe.
Esta separación temprana entre las élites árabes y la mayoría c o n -
quistada t a m b i é n s u p u s o q u e la sociedad r o m a n a y la sociedad persa
persistieran, sin grandes cambios, hasta finales del siglo v m y, a m e n u -
do, más adelante. H a y d o c u m e n t o s egipcios q u e m u e s t r a n q u e las ciu-
dades del valle del Nilo siguieron gobernadas p o r sus élites tradiciona-
les hasta p a s a d o el a n o 700; t o d o lo q u e allí supuso la arabización del
gobierno, en u n principio, fue que el griego se usara cada vez menos; la
mayoría de la población continuaba h a b l a n d o y escribiendo en copio.
Este p r o c e s o t a m p o c o fue instantáneo; c o n s e r v a m o s c o m o u n a s d o s -
cientas cartas administrativas — d e tema fiscal, sobre t o d o — enviadas
por el g o b e r n a d o r de Egipto, Q u r r a ibn Sharik (709-715) a Basilio, pa-
garen — g o b e r n a d o r de la c i u d a d — de la pequeña ciudad de Afrodito,
en el Nilo m e d i o , la m o d e r n a ICom Ishqaw; y estas cartas aún están es-
critas, en su mayoría, bien en griego, bien en redacción bilingüe griega
y árabe. D e s d e este m o m e n t o , los pagarcas serían musulmanes y lleva-
rían n o m b r e s árabes; toda familia local q u e quisiera continuar c o n t r o -
lando su ciudad, hacia 730 o así, se t u v o q u e convertir. L a s aldeas se
vieron m e n o s afectadas, sin e m b a r g o ; a lo largo del siglo v m , en n u e s -
tros archivos de aldea p r e d o m i n a de forma a b r u m a d o r a el copeo, y el
árabe n o impera, salvo en los textos del gobierno, hasta el siglo i x . Las
mezquitas t a m p o c o aparecen en nuestros d o c u m e n t o s : la religión rural
fue fundamentalmente la cristiana, a lo largo de este p e r í o d o . E n conse-
cuencia, es posible escribir sobre la historia social egipcia, hasta 8 o o , sin
hacer apenas mención de los árabes, puesto que en buena medida se ha-
llaban m u y aislados en Fustal. Esto sería un error, p e r o es tentador.

Siria y Palestina, las o t r a s g r a n d e s p r o v i n c i a s e x r o m a n a s , m u e s -


1
tran u n a i m a g e n m á s m a t i z a d a , p e r o aun así similar. * Siempre h u b o
más árabes en el O r i e n t e P r ó x i m o , d e s d e m u c h o antes de los tiempos
de M a h o m a ; a l g u n a s de las tribus m á s p o d e r o s a s del p e r í o d o o m e y a
—especialmente, los k a l b í e s — procedían de la frontera siria con el d e -
sierto. P r o b a b l e m e n t e de resultas de esta tradición p r o l o n g a d a , no
hubo amsár importantes en esta región; el ejército árabe de Siria se e s -

t
3Ó 4
EL LEGADO DE ROMA

tabletió en las ciudades y a existentes del imperio r o m a n o , m e n o s aisla-


do de la población nativa q u e en las otras zonas. Y D a m a s c o , desde el
reinado de Muawiya, pasó a ser la capital del califato, en sustitución de
Medina; así, Siria fue la provincia central del g o b i e r n o o m e y a . Cabría
haber esperado una p r o n t a arabización del Oriente P r ó x i m o , de resul-
tas de t o d o s estos factores; p e r o es llamativo cuan p o c o s indicios h a y
de q u e ocurriera así. P r o b a b l e m e n t e , D a m a s c o se fue arabizando des-
p a c i o d e s d e q u e el lenguaje a d m i n i s t r a t i v o p a s ó a ser el á r a b e ( p o r
desgracia, en lo q u e atañe a la capital, las pruebas n o son b u e n a s ) , p e r o
en E d e s s , c o m o m í n i m o , n o h a y d u d a de q u e n o o c u r r i ó así; su rica
tradición escrita cristiana n o s indica q u e h u b o una élite urbana fuerte y
próspera, de lengua siríaca, hasta bien entrado el siglo i x . E n cuanto a
las zonas rurales, en Nessana (o N í t z a n a ) , en el desierto del N é g u e v , se
ha preservado u n archivo d e papiros q u e llega hasta la década del <58o y
apenas contiene d o c u m e n t o s en árabe, pese a q u e u n a parte importante
de su población era de etnia á r a b e y p e s e a q u e u n o de los t e x t o s , en
griego, en realidad parecer ser u n a página de u n archivo del diván- (En
cambio, en Jirbat al-Mird, en la zona desértica al oeste del mar Muerto,
ya se hablaba árabe a finales del siglo v n , según demuestra una colec-
ción de papiros más reducida.) Y la extensa arqueología urbana y rural
tanto de Siria c o m o de Palestina m u e s t r a notables c o n t i n u i d a d e s ; de
h e c h o , en ella apenas se v e n huellas de la conquista árabe. Ciertamen-
te, d u r a n t e el siglo p o s t e r i o r se erigieron n u e v o s edificios árabes, ad-
ministrativos y religiosos, en la región, p e r o el p a n o r a m a u r b a n o cam-
b i ó con l e n t i t u d ; y hasta finales del siglo V I I I , e n lo q u e h o y es la
J o r d a n i a septentrional y m u c h a s o t r a s z o n a s , se siguieron e r i g i e n d o
iglesias tanto en el c a m p o c o m o en las ciudades. E n el capítulo 1 5 nos
o c u p a r e m o s de las consecuencias económicas de esto, p e r o los m o d e -
los culturales d e la v i d a r u r a l y u r b a n a t a r d o r r o m a n a n o se habían
transformado p o r entonces, ni siquiera e n el centro o m e y a . Los ambi-
ciosos m o n u m e n t o s de los p r o p i o s o m e y a s , sobre los q u e v o l v e r e m o s
en b r e v e , n o pasan de revestir la continuidad esencial. A q u í , c o m o en
E g i p t o , el cambio cultural m á s amplio solo empezó después de 7 5 0 , y
quizá incluso más tarde.

El p r o b l e m a d e esta separación cultural entre árabes y población


local fue q u e los lazos de p a t r o c i n i o entre el p o d e r local y el central,
m u y antiguos, q u e d a r o n cortados, e n particular desde q u e la adminis-
tración pasó al árabe. L o s m e d i a d o r e s locales p o d í a n confiar en tratar
con el g o b i e r n o central, en el siglo vtt, p o r q u e este seguía hablando en
LA CRISTALIZACIÓN DEL PODER POLÍTICO ÁRABE, 630-750 }6j

su lengua; u n o de los papiros de Nessana, de la década de 68o, muestra


7
que u n destacado personaje local, el señor (kyrios) S a m u e l , ' organiza-
ba a r e p r e s e n t a n t e s de la aldea p a r a ir a protestar ante el g o b e r n a d o r ,
en Gaza, sobre la carga fiscal de la provincia. (Este g o b e r n a d o r , desde
luego, era árabe, p e r o también escribía principalmente en árabe.) E n el
siglo v m , estos m e d i a d o r e s tuvieron q u e elegir: o seguían siendo cris-
tianos, c o n s u s clientes, y p e r d í a n p r o x i m i d a d con el g o b i e r n o , o se
arabizaban c o m o maulas, se integraban en el gobierno, p e r o se arries-
gaban a p e r d e r los v í n c u l o s locales. E n E g i p t o , esta s e g u n d a o p c i ó n
aún era rara y , e n el siglo v m , las tensiones a u m e n t a r o n . E n E g i p t o
empezó a haber revueltas fiscales en 726, eme c o n t i n u a r o n estallando y
a m a i n a n d o d u r a n t e m á s d e u n siglo, con l e v a n t a m i e n t o s p a r t i c u l a r -
mente g r a v e s en 7 5 0 — e l a ñ o de la caída o m e y a — y 8 1 2 - 8 3 2 . ' * L o s
impuestos árabes n o eran claramente m á s gravosos de lo q u e lo habían
sido los r o m a n o s , p e r o la sociedad civil egipcia estaba demasiado aisla-
da de la élite militar árabe y esto p r o v o c ó u n a resistencia violenta. E n
750, sin e m b a r g o , el p o d e r político árabe estaba d e m a s i a d o atrinchera-
do c o m o para q u e esto pudiera s u p o n e r u n a amenaza estructural; y la
arabización del c a m p o , q u e se había iniciado en 832, significó q u e p u -
dieron e m e r g e r de n u e v o cadenas de patrocinio m á s fuertes.

La separación cultural d e árabes y n o árabes, sin e m b a r g o , fue in-


completa p o r u n a razón crucial: el p r o p i o islam había e m e r g i d o del
m u n d o de la religiosidad t a r d o r r o m a n a (en buena m e d i d a , judía) y te-
nía pocas dificultades para relacionarse con m u c h o s aspectos del paisa-
9
je religioso de las provincias c o n q u i s t a d a s . ' Esto es especialmente cla-
ro en los a s p e c t o s m e n o s f o r m a l i z a d o s d e la r e l i g i ó n , l o s m e n o s
amarrados a la legitimidad y el p o d e r políticos; varias narraciones m u -
sulmanas de fecha t e m p r a n a afirman q u e M a h o m a fue r e c o n o c i d o y
respetado p o r santos cristianos, entre los q u e destaca el e r m i t a ñ o sirio
Bahira, q u e también aparece en algunas fuentes cristianas. L o s m u s u l -
manes t a m b i é n r e s p e t a r o n los santos lugares del cristianismo y el j u -
daismo, e n particular Jerusalén (del q u e intentaron apropiarse), p e r o
también el m o n t e Sinaí, m e t a de p e r e g r i n a c i ó n t a n t o cristiana c o m o
m u s u l m a n a . Q u i z á el mejor ejemplo al r e s p e c t o sea el interés o m e y a
por el lugar de devoción de San Sergio, e n Sergiópolis, en la árabe R u -
safa, en la estepa sirio-oriental, al sur del Eufrates. E n las décadas de
hacia 500, fue ubicación de algunos p r o y e c t o s imperiales, m u y a m b i -
ciosos, de construcción de iglesias para el centro de peregrinación e n
q u e se había c o n v e n i d o S e r g i ó p o l i s ; a d e m á s estaba s i t u a d o en u n a

i
3Ó6 E L L E G A D O D E ROMA

zona á r a b e cristiana y, e n el siglo v i , los gasánidas se v i n c u l a r o n con


San Sergio en general y con Rusafa en particular. P o r ello, es relevante
que, en la d é c a d a d e 730, Rusafa fuera también la residencia rural favo-
rita del califa H i s h a m , H i s h a m c o n s t r u y ó una mezquita justo al lado de
u n a de las principales iglesias de la c i u d a d (de h e c h o , c o m p a r t í a un
patio con ella) y también instaló u n conjunto de comercios en torno del
recinto ( H i s h a m p a t r o c i n ó m o n u m e n t a l e s complejos comerciales en
m u c h a s o t r a s p a r t e s , c o m o se v e r á en el c a p í t u l o 1 5 ) . E l califa, sin
d u d a , estaba r e a c c i o n a n d o a n t e la i m p o r t a n c i a r e l i g i o s a del l u g a r
— m á s a ú n , le m o s t r a b a r e s p e t o — , a u n c u a n d o esta i m p o r t a n c i a era,
esencial y tradicionalmente, cristiana. Rusafa solo fue u n centro políti-
co m u s u l m á n d u r a n t e d o s décadas, a lo s u m o , p e r o Saryis — e s decir,
S e r g i o — se c o n v i r t i ó en los siglos v e n i d e r o s en s a n t o m u s u l m á n , al
m e n o s e n algunas partes del m u n d o árabe. E n lugares c o m o Rusafa,
tanto los conquistadores c o m o los conquistados podían reunirse hasta
cierto p u n t o , en lo q u e respecta a la religión, c o m o iguales.

El r e i n a d o de O r n a r I e s t u v o m a r c a d o p o r la g u e r r a y , d e j a n d o a un
lado el establecimiento del sistema del diván, no fue u n p e r í o d o de for-
m a c i ó n del estado a m a y o r escala. C u a n d o la p r i m e r a oleada de con-
quistas se d e t u v o , hacia 6 5 1 , U t m á n j u z g ó q u e se corría el riesgo de
q u e las nuevas provincias se alejaran al m a n d o de sus nuevas élites mi-
litares árabes. N o está claro si, d u r a n t e el califato de Ornar, las p r o v i n -
cias e n v i a r o n a M e d i n a p a r t e a l g u n a de sus ingresos tributarios; pero
todas las fuentes coinciden en q u e U t m á n reclamó el d e r e c h o a recibir
al m e n o s algunos, en particular de las provincias de Egipto e Iraq, ricas
e n r e n d i m i e n t o agrícola. El h e c h o , n o m e n o s c o n t r o v e r t i d o , d e q u e
U t m á n favoreciera c o m o g o b e r n a d o r e s a los parientes y jefes tribales
— p o r e n c i m a d e los p r i m e r o s m u s u l m a n e s , a m e n u d o sin condición
tribal especial, q u e d o m i n a b a n las ciudades con d e s t a c a m e n t o s — p u e -
de interpretarse c o m o indicio de q u e el califa intentaba asegurar cade-
nas de lealtad hacia él, tales q u e estabilizaran el n u e v o sistema político
árabe. Estas dos medidas contribuían a centralizar el p o d e r y es bastan-
te probable q u e fueran en efecto estas políticas las q u e p r o v o c a r a n su
m u e r t e en ó^ó. P e r o quien venció en la primera g u e r r a civil fue su pa-
20
riente M u a w i y a , y Muawiya, desde luego, les dio continuidad; n o m -
b r ó c o m o g o b e r n a d o r de Iraq e I r á n , p o r ejemplo, a su hijo a d o p t i v o
Zíyad ( m . Ó73), y dentro de Siria se vinculó estrechamente con la con-
L A C R I S T A L I Z A C I Ó N D E L P O D E R P O L Í T I C O Á R A B E , Ó3O-75O 367

federación tribal d o m i n a d a p o r los kalbíes, q u e era el principal g r u p o


árabe de la provincia. ( N o se h a p o d i d o determinar con la misma clari-
dad hasta q u é p u n t o l o g r ó d e s v i a r i n g r e s o s provinciales a Siria, sin
embargo; sus prácticas centralizadoras fueron, antes q u e nada, p e r s o -
nales.) N o cabe d u d a de q u e M u a w i y a p e n s a b a d i n á s t i c a m e n t e y se
aseguró de q u e le sucediera su hijo ( e n g e n d r a d o p o r una m a d r e kalbí)
Yazid I (Ó80-683). A su m u e r t e , esto condujo a u n a repetición, p e r o
mucho m á s g r a v e , de lo sucedido en 656-661: la s e g u n d a g u e r r a civil,
de 680 a 6 9 2 / '
A l - H u s a i n , hijo d e A l í , fue el p r i m e r o en rebelarse contra Yazid,
en 680; m u r i ó en Kerbala, en I r a q , en u n conflicto unilateral q u e desde
entonces h a tenido eco e n la martirología chíu E n Medina, A b d a l á ibn
al-Zubair, hijo d e o t r o jefe de la primera guerra civil, también rechazó
la autoridad de Yazid y se i n d e p e n d i z ó c o m o califa allí y en La Meca
(683-692), c o n u n a a u t o r i d a d b a s t a n t e amplia, d u r a n t e varios a ñ o s .
Ibn al-Zubair no fue u n h o m b r e militarmente m u y activo, p e r o t u v o
un a p o y o c o n s i d e r a b l e t a n t o en I r a q c o m o e n p a r t e s de Siria. A la
muerte de Yazid, también Kufa se sublevó, a las órdenes del jefe alida
Mujtar, y t u v o independencia de h e c h o en 685-Ó87. Y en la propia Si-
ria, las principales tribus árabes se enfrentaron entre sí: a los kalbíes se
o p u s i e r o n los qaisíes, u n a coalición de n u e v o s c o l o n o s del n o r t e d e
Arabia, c o n base e n el n o r t e de Siria y la Yazira, partidarios de Ibn al-
Zubair. L o s kalbíes eligieron c o m o califas a u n a n u e v a r a m a de la fa-
milia o m e y a , p a r a q u e batallaran c o n Ibn a l - Z u b a i r , M a r u á n I (684-
685) y su hijo A b d e l m a l i k ( 6 8 5 - 7 0 5 ) , los p r i m e r o s m a r v á n i d a s ; y
M a r u á n d e r r o t ó a los qaisíes e n la batalla d e M a r y R a h i t , al n o r t e d e
D a m a s c o , en 684. I n c l u s o e n t o n c e s , a ú n se c o r r í a el p e l i g r o de q u e
todo se disolviera; pero Abdelmalik insistió, c o n t i n u ó l u c h a n d o y esta-
bleció de n u e v o la u n i d a d con la reconquista de L a Meca y la m u e r t e d e
Ibn al-Zubair en 692. L o q u e estaba claro, n o obstante, era q u e A b d e l -
malik necesitaba u n sistema político n u e v o y m á s estable, q u e impidie-
ra q u e el caos r e p e t i d o condujera a la extinción del g o b i e r n o árabe.

C o n Abdelmalik, nuestra información histórica empieza a ser b a s -


tante m á s fiable y diversificada, y p o d e m o s t e n e r m á s confianza e n
nuestras r e c o n s t r u c c i o n e s . U n a d e las cosas q u e hizo fue v o l v e r a la
conquista. Al oeste de Egipto, los ejércitos árabes habían entrado en las
zonas meridionales del África bizantina con escaso e n t u s i a s m o , en la
década de 640 y luego en la de 670 (y en el m i s m o a ñ o de 670 fundaron
la ciudad militar de Kairuán); sin e m b a r g o , en la última década del sí-

í
368 E L L E G A D O D E ROMA

g l o v n d e r r o t a r o n a las poderosas tribus bereberes d e la meseta argeli-


n a y t o m a r o n África definitivamente, c o n la conquista de C a r t a g o en
6 9 8 . L o s beréberes se adaptaron con m u c h a rapidez al g o b i e r n o ára-
12

be. E n 7 1 1 , a l a s órdenes de A l - U a l i d I , m j o de Abdelmalik, un ejército


á r a b e y b e r é b e r i n v a d i ó H i s p a n i a y , p o c o antes d e 7 2 0 , controlaba
prácticamente toda la península Ibérica y hacía incursiones en Francia-
Al este, Bujará y Samarcanda c a y e r o n en 7 0 6 - 7 1 2 y los árabes ocupa-
r o n el Asia central y t a m b i é n partes de la India n o r o c c i d e n t a l . T o d o
estaba p r e p a r a d o para la m a y o r de todas las conquistas, la d e C o n s t a n -
tinopla, con el asedio de 7 1 7 - 7 1 8 , e n c a b e z a d o p o r Maslama, hijo de
Abdelmalik, q u e sin e m b a r g o fracasó; resultó q u e el califato había al-
canzado su extensión m á x i m a bajo Al-Ualid y q u e , en adelante, serían
habituales las guerras fronterizas. Estas nuevas conquistas no tuvieron
la importancia económica y política de las de 636-6 5 1 , p e r o mantuvie-
r o n a los g r a n d e s ejércitos provinciales o c u p a d o s y ricos, lo cual era
preferible a la g u e r r a civil.

Abdelmalik también g o b e r n ó las provincias con la m a y o r intensi-


dad posible. Confió E g i p t o a su h e r m a n o AbdelazÍ2 ( m . 704) y, poco
después, al g o b e r n a d o r qaisí Q u r r a , del cual se h a n conservado cartas
q u e m u e s t r a n su g r a n eficacia t a n t o en la r e c a u d a c i ó n d e i m p u e s t o s
c o m o en el c o n t r o l local. A ú n n o p o d e m o s v e r q u e la riqueza egipcia
fuera a Siria, y es p r o b a b l e q u e estos g o b e r n a d o r e s fueran tan ricos
c o m o los propios califas; p e r o n o cabe d u d a de q u e eran leales. Iraq, la
p r o v i n c i a m á s p r o b l e m á t i c a para los p r i m e r o s o m e y a s , se asignó en
694 a u n h o m b r e hiperleal, A l - H a y a y , o t r o qaisí, q u e g o b e r n ó la zona
( y , c o n p o s t e r i o r i d a d a 697, t a m b i é n el J o r a s á n ) hasta su m u e r t e , en
7 1 4 ; A l - H a y a y fue u n g o b e r n a n t e m u y d u r o , p o r n o decir o p r e s i v o ,
q u e p r o v o c ó u n a g u e r r a civil c o n los kufanos en 701 y, después, esta-
bleció u n ejército sirio en la zona; desde entonces, los ejércitos iraquíes
se debilitaron y los impuestos del país fueron a D a m a s c o . E n Siria, A b -
delmalik m a n t u v o u n equilibrio e n t r e las redes de p a t r o c i n i o k a l b í y
qaisí, c o m o y a implican esos g o b e r n a d o r e s qaisíes. A u n así, las d o s re-
des o p u e s t a s a u m e n t a r o n su p o d e r : los kalbíes se u n i e r o n con i n m i -
grantes del Y e m e n , q u e se habían asentado en el Asia central, y en ade-
l a n t e n u e s t r a s f u e n t e s s u e l e n d e n o m i n a r e s t a a l i a n z a c o m o los
«yemeníes»; las d o s r e d e s , q u e t e r m i n a r o n p o r incluir en su s e n o a
prácticamente t o d o s los árabes, lidiaron ferozmente entre sí p o r el p a -
trocinio de los califas y , sobre t o d o , p o r u n a posición m u y lucrativa, la
de g o b e r n a d o r . E r a de esperar q u e u n g o b e r n a d o r y e m e n í o qaisí n o m -
LA CRISTALIZACIÓN D E L PODER POLÍTICO ÁRABE, 630-750 369

brara solo a m i e m b r o s de su p r o p i o g r u p o para los puestos s u b o r d i n a -


dos, p e r o e n cuanto a los propios califas, durante m u c h o tiempo fueron
notablemente neutrales entre las d o s grandes a g r u p a c i o n e s . ^
A i d e l m a l i k estableció u n a n u e v a preeminencia pública tanto para
la cultura á r a b e c o m o para el islam. A r a b i z ó la administración civil,
como h e m o s visto. Este g o b i e r n o fue i n c r e m e n t a n d o cada vez m á s su
coherencia, c o m o se percibe, p o r ejemplo, en las m u y elaboradas car-
tas de estado del i m p o r t a n t e a d m i n i s t r a d o r de la cancillería A b d al-
Hamid (fechadas e n t r e 725 y 7 5 0 ) , q u e prefiguran el refinado estilo
adab de los siglos i x a x i , así c o m o la elaborada práctica literaria del
mismo p e r í o d o e n Bizancio, formas que, e n u n o y o t r o c a s o , v e r e m o s
24
más a d e l a n t e . A d e m á s , y p o r primera vez, Abdelmalik instituyó u n a
acuñación q u e reflejaba el p o d e r político califal. C o n anterioridad, las
monedas árabes h a b í a n imitado m o d e l o s bizantinos y persas, p e r o en
Ó91-692 se introdujeron nuevas m o n e d a s d e p e s o estándar: el diñar de
o r o en las tierras a n t a ñ o r o m a n a s y , en las a n t i g u a s tierras persas, el
dirham de plata, con inscripciones arábigas e islámicas, q u e después de
696 a b a n d o n ó las i m á g e n e s p o r decoraciones p u r a m e n t e verbales. Y a
durante la s e g u n d a g u e r r a civil, el califa t a m b i é n i n a u g u r ó g r a n d e s
edificios de prestigio, e m p e z a n d o con la C ú p u l a de la Roca, en el p u n -
to en q u e se afirma q u e M a h o m a viajó p o r u ñ a n o c h e , milagrosamente,
desde L a M e c a ; se alzaba s o b r e el viejo c e n t r o de c u l t o j u d í o , en el
monte del T e m p l o , en Jerusalén, y se c o m p l e t ó en 691-Ó92; a la C ú p u -
la siguieron, bajo el m a n d a t o de A l - U a l i d , la vecina mezquita de A l -
Aqsa, en Jerusalén ( 7 0 9 - 7 1 5 ) , la G r a n Mezquita de Medina (706-710)
y la d e s c o m u n a l G r a n Mezquita de D a m a s c o ( 7 0 5 - 7 1 6 ) , q u e en g r a n
parte s o b r e v i v e en su forma o r i g i n a l , d e c o r a d a con mosaicos, c o m o
h e m o s visto. Estos y otros p r o y e c t o s fueron, c o n m u c h o , los edificios
de mayores dimensiones de Eurasia, al oeste de C h i n a , e n este p e r í o d o ;
y t o d o s c e l e b r a b a n de m a n e r a expresa u n islam triunfante y r i c o . Y
demuestran — s e g ú n d e b e m o s a ñ a d i r — q u e al m e n o s algo de d i n e r o
15
y a estaba l l e g a n d o a Siria desde las p r o v i n c i a s . L o s o m e y a s también
estaban d a n d o u n a e d u c a c i ó n m u s u l m a n a a sus hijos; u n s i g n o es la
austeridad religiosa de Ornar II ibn A b d al-Aziz ( 7 1 7 - 7 2 0 ) , el único de
entre los califas o m e y a s al q u e las generaciones posteriores calificaron
de g o b e r n a n t e justo. Esta austeridad n o t u v o continuidad en sus suce-
sores, p e r o en estas fechas, la estabilidad del r é g i m e n estaba más ase-
gurada, según p o n e de manifiesto el largo y relativamente pacífico g o -
bierno de Hisham, el último hijo de Abdelmalik (724-743).

í
E L L E G A D O DE ROMA

T r a s la caída de los o m e y a s , en 750, estos califas tuvieron u n a ima-


g e n terrible. Se ios veía c o m o g o b e r n a n t e s dinásticos, antes q u e p o r
consenso (aunque los abasíes n o fueron m e n o s dinásticos q u e los o m e -
yas); y c o m o d e g e n e r a d o s e n t r e g a d o s al lujo, q u e disfrutaban en sus
p a l a c i o s h a c i e n d o c a s o o m i s o de las n e c e s i d a d e s d e g o b i e r n o . Sin
d u d a , c o n s t r u y e r o n palacios lujosos; a l g u n o s han s o b r e v i v i d o , en el
valle del J o r d á n y la franja desértica sirio-jordana; a su manera, son tan
ambiciosos c o m o las mezquitas de Al-Ualid y, en dos casos (los estu-
cos de Jirbat al-Mafyar, fuera de J e r i c ó , y los frescos de los b a ñ o s de
Q u s a i r A m r a , al este de A m a n ) , exhiben u n a profusión de formas h u -
manas (a m e n u d o , femeninas y desnudas) q u e n o aparenta ser m u y «is-
2 3
lámica»- ' Sin e m b a r g o , esto, m á s q u e indicar q u e sus p a t r o n o s omeyas
no habían leído adecuadamente el C o r á n , representa u n a tradición d e -
corativa p r i v a d a q u e tendría u n l a r g o futuro en las sociedades m u s u l -
m a n a s . ( E n realidad, el C o r á n solo se o p o n e a la devoción de ídolos, y
n o a todas las r e p r e s e n t a c i o n e s figurativas del s e r h u m a n o ; p e r o no
cabe d u d a de q u e , c o m o v i m o s e n el capítulo 1 0 , los califas omeyas ya
habían a d o p t a d o cierta cautela sobre el arte representativo público, en
c u a n t o al exterior de los palacios, a m e n u d o tallados e n alto relieve,
c o m o era el caso d e la m e z q u i t a de D a m a s c o . ) Varios de los o m e y a s ,
desde luego, también tuvieron vidas personales m u y imaginativas;
p e r o esto h a sido algo c o m ú n a lo l a r g o de la historia — e incluye, de
n u e v o , a los a b a s í e s — , sin q u e afectara demasiado las concepciones de
g o b i e r n o . Así, estas acusaciones son simplemente u n a damnaúo memo-
riae, c o m o los tardíos a t a q u e s b i z a n t i n o s c o n t r a C o n s t a n t i n o V , y no
s u p o n e n u n a crítica precisa al g o b i e r n o o m e y a .

L a crítica d e los omeyas q u e tuvo m á s resonancia fue q u e eran g o -


b e r n a n t e s árabes, n o musulmanes- Y no se ha apagado desde entonces:
incluso Julius W e l l h a u s e n , el g r a n h i s t o r i a d o r d e c i m o n ó n i c o de los
o m e y a s , d e n o m i n ó su reino «el reino árabe». E s u n a afirmación parti-
cularmente falsa. P a r a empezar, los califas o m e y a s se t o m a r o n m u y en
serio sus responsabilidades religiosas, al m e n o s a partir de Abdelmalik
(MuawJya es u n a figura bastante m á s v a g a ) . Ornar II p r o m u l g ó edic-
tos m u y religiosos y n o fue, desde l u e g o , el único califa q u e lo hizo así.
C o n t a m o s con u n o de Al-Ualid II ( 7 4 3 - 7 4 4 ) , considerado a posteriori
el galán m á s notorio de la dinastía, q u e es firme en cuanto a los deberes
religiosos q u e considera le ha i m p u e s t o D i o s . E n t r e ellos se incluyen
i m p o n e r l a obediencia religiosa, b u s c a r « l o q u e es m á s correcto para él
en particular y para los m u s u l m a n e s en general» y, sobre t o d o , «com-
L A C R I S T A L I Z A C I Ó N D E L P O D E R P O L Í T I C O Á R A B E , ú^Q-J^O 371

pletar el islam*'; con lan solo cambiar u n o s p o c o s s i n t a g m a s , p o d r í a -


m o s estar ante el C a r l o m a g n o m á s moralizador. D e u n m o d o similar,
su p r i m o Yazid 111 (744), q u e lo suplantó, justificó su alzamiento con-
17
tra A l - U a l i d en términos p u r a m e n t e r e l i g i o s o s . Estos califas, de h e -
cho, sintieron su papel religioso con m á s fuerza q u e los ahasíes, al m e -
nos después del fervor d e la p r i m e r a generación abasí, p u e s a finales
del siglo v m , la tarea de interpretar la autoridad religiosa había recaí-
do, en su m a y o r p a n e , sobre u n n u e v o g r u p o social, el de los ulemas o
doctores de k ley ( u/a/rco; véase m á s adelante, el capítulo 1 4 ) .
T a m b i é n se ha p r o p u e s t o q u e el islam o m e y a era más «arábigo» de
lo que sería el islam posterior, más universalista. ¿Mahoma fue u n p r o -
feta s o l o para los árabes o lo fue p a r a t o d o s ? Se ha d e f e n d i d o q u e la
inicial cautela árabe con respecto a la conversión implicaba lo primero,
y q u e solo los abasíes a b r i e r o n de v e r d a d su religión a t o d o s los q u e
vinieran. P e r o esto t a m b i é n es u n a lectura forzada. No cabe d u d a d e
que los árabes creían en su propia superioridad étnica y eran distantes,
si no directamente hostiles, con los no árabes, incluidos los conversos.
j £
En Q u s a i r A m r a también h a y un famoso fresco de seis reyes — d e l
imperio r o m a n o , la Persia sasánida, Etiopía, la Hispania visigoda y dos
países sin i d e n t i f i c a r — q u e p a r e c e n señalar hacia u n fresco a d j u n t o ,
que muestra la victoria de la etnia árabe. P e r o aun así, la conversión se
veía c o m o algo n o r m a l y m u c h o s maulas alcanzaron posiciones desta-
cadas bajo los o m e y a s ; es famoso el caso de Muza (Musa ibn Nusair, m .
7 1 6 ) , u n o de los conquistadores de Hispania, y de varios gobernadores
posteriores de África. A l - H a y a y , partidario emblemático de los o m e -
yas, n o m b r ó en persona a u n n e g r o africano, Said ibn Jubair (m. 7 1 3 )
para el puesto d e cadí {qadt) de Kufa, aun cuando luego t u v o q u e can-
celar el n o m b r a m i e n t o p o r q u e los kufanos p r o t e s t a r o n ante la idea de
15
que u n maula ocupara el p u e s t o . H u b o , p o r descontado, una c o n t r a -
dicción entre la exclusividad árabe y la inclusivídad m u s u l m a n a , p e r o
así lo sentían todos los árabes, desde el califa hasta el soldado de a pie,
hasta q u e la conversión, p o r varias razones, se generalizó en el siglo i x ;
tampoco era solo una cuestión de árabes contra no árabes, sino de ára-
bes sedentarios frente a árabes b e d u i n o s (ambos afirmaban ser los m e -
jores musulmanes) y , naturalmente, de tribu contra tribu. El txibafismo
árabe había p e r d i d o casi t o d a s las características del desierto, cabría
añadir; la inmensa mayoría de los árabes, hacia 700, vivía vidas seden-
tarias y solo c o m p e t í a p o r posiciones civiles y militares. Su deseo de
asegurar q u e tales puestos se reservaban para sí y su familia, y no para
E L L E G A D O D E ROMA

sus rivales, p r o v o c ó acciones de retórica y exclusivismo étnico y tribal,


p e r o esto es propio de cualquier sociedad y n o se acabaría e n 750.
U n ejemplo de esta mezcla de posiciones en una única persona es el
poeta A l - F a r a z d a q ( m . h . 729);'° es posible q u e tuviera o r í g e n e s b e -
duinos, p e r o vivió la m a y o r p a r t e de su larga vida en Basora. Su paleta
poética de camellos, gacelas, tiendas y caballería militar era sobre todo
la retórica habitual d e t o d o poeta á r a b e , m á s q u e obedecer a n i n g u n a
nostalgia del desierto. T a m b i é n sus ataques contra el h o n o r y la moral
sexual de o t r a s p e r s o n a s ( p o r lo g e n e r a l , p o e t a s ) d e tribus rivales, e
i g u a l m e n t e su compleja p o e s í a a m o r o s a . A l - F a r a z d a q e r a á r a b e , de
píes a cabeza; odiaba tener q u e ir a «una tierra odiosa, el país de los ru-
bios griegos de A m a n » . P e r o c u a n d o escribió panegíricos a los califas
(sobrevive una quincena, para todos los califas de Abdelmalik a Hisham)
sus imágenes se t o r n a n m u s u l m a n a s : « C o r r e al islam, la justicia h a r e -
gresado con nosotros, el canalla que desoló Iraq ha m u e r t o , no h a y más
pobres en la tierra, Suleimán [califa de 7 1 5 a 7 1 7 ] es el tesoro del univer-
so». E s t o n o es nada de extrañar, p u e s , de h e c h o , recuerda exactamente
la mezcla de valores q u e se d a b a en t o d o autor cristiano de la Alta Edad
Media, y a fuera occidental u oriental, c o m o cuando G r e g o r i o de T o u r s
glorifica la etnia franca y la superioridad militar de E g i n h a r d o — p e s e
al inclusivismo c r i s t i a n o — , o cuando Sinesio, al principio del siglo v,
se muestra ferozmente hostil a los g o d o s , pese a q u e también eran cris-
tianos. N o es la incoherencia m o r a l y religiosa lo q u e distinguió a los
árabes en nuestro p e r í o d o .

H i s h a m fue el p r i m e r califa q u e se enfrentó a los p r o b l e m a s de u n a


frontera sin nueva expansión. A n t e s al c o n t r a r i o , en la década de 730
jázaros y turcos i n v a d i e r o n d e s d e el n o r t e , y se los repelió c o n cierta
dificultad (en el caso de los jázaros, lo hizo Maruán ibn M u h a m m a d , u n
hábil general de la familia o m e y a , q u e se convirtió en g o b e r n a d o r d e la
31
Y a z i r a ) , T a m b i é n e n el e x t r e m o occidental h u b o u n a g r a n revuelta,
en 740-743, p o r p a r t e de los b e r e b e r e s , q u e c o r t a r o n el acceso d e los
omeyas a Hispania e incluso África. P e r o , e c h a n d o la vista atrás, esto
solo parecen signos del h u n d i m i e n t o o m e y a , y todos se resolvieron an-
tes de la m u e r t e de H i s h a m . Más g r a v e fue su fama de ser u n «agarra-
do», p o r q u e es u n signo de q u e los califas n o h a b í a n resuelto el proble-
m a d e q u e el d i n e r o de los i m p u e s t o s se q u e d a r a e n las p r o v i n c i a s
d o n d e se había r e c a u d a d o . E n estas fechas, también los árabes e g i p -
LA CRISTALIZACIÓN DEL PODER POLÍTICO ÁRABE, 630-750 373

cios, y n o solo los iraquíes, habían perdido su papel militar, y el ejérci-


to o m e y a tardío era a b r u m a d o r a m e n t e sirio, salvo e n las tierras b e r e -
beres del e x t r e m o occidental y e n el J o r a s á n , en el e x t r e m o oriental;
pero esto n o c o m p o r t ó n i n g u n a centralización organizativa adicional,
yazid III, de h e c h o , p r o m e t i ó n o desplazar el dinero de los impuestos
fuera d e las provincias, en el manifiesto de su rebelión, de A la
muerte de H i s h a m , a d e m á s , aparecieron problemas graves, p o r q u e el
ejército sirio se dividió e n d o s facciones, la y e m e n í y la qaisí. A u n q u e
Al-Ualid II n o n e c e s a r i a m e n t e era favorable a los qaisíes, está claro
que la revuelta de Yazid III contaba con u n a p o y o esencialmente y e -
mení; y M a n í a n , e n la Yazira, q u e i n t e n t ó v e n g a r el asesinato de A l -
Ualid, g o b e r n ó la provincia qaisí p o r excelencia y reclutó u n ejército
qaisí. Yazíd m u r i ó de repente, a los pocos meses, y Maruán lo reempla-
zó c o m o Maruán II (744-750), p e r o t u v o q u e pasar dos anos reducien-
do la resistencia y e m e n í en Siria, en la p r i m e r a ocasión e n q u e la p r o -
vincia calífal central sufría u n ataque.

En los años de 744 a 746 se produjo la que se ha d e n o m i n a d o terce-


ra g u e r r a civil; esta vez, a diferencia d e lasfítnas del siglo v n , el g o -
bierno árabe en general estaba m u y bien asentado y n o corría peligro.
Pero el g o b i e r n o o m e y a era ya otra cuestión distinta. E n Iraq, en 744-
748, h u b o t a m b i é n revueltas chiíes e incluso jariyitas, con a p o y o y e -
mení; no fue m u y difícil sofocarlas, p o r q u e Iraq y a n o disponía de ejér-
cito p r o p i o , p e r o su aparición es u n signo de pérdida de confianza e n la
dinastía reinante. Y los acontecimientos del Jorasán, d o n d e estaba e m -
plazado el ejército oriental, eran aún m á s graves. Se constató q u e g r u -
pos chiíes llevaban tres décadas predicando calladamente la revolución
a favor d e los hachemíes, la rama quraisí q u e formaba la familia i n m e -
diata de Mahorna. L o s hachemíes incluían a los descendientes de Alí,
por descontado; pera también a los de A b a s , el tío del Profeta. En 747,
u n o d e los sectarios, A b ú Muslim, instó a la r e v o l u c i ó n directa a (as
afueras de M e r v , en el J o r a s á n oriental, y m u y p r o n t o la revolución
creció c o m o u n a bola de nieve, hasta afectar a casi t o d o el ejército jora-
saní. A b ú M u s l i m y sus socios eligieron c o m o cabeza religiosa a los
abasíes, n o a los alidas; y A b ú al-Abás fue p r o c l a m a d o califa, con el
nombre de Al-Saffah, e n 7 4 9 - L o s jorasaníes se desplazaron hacia el
3i

oeste y d e r r o t a r o n a Maruán en el norte de Iraq, e n 750, y en ese m i s -


mo a ñ o se a p o d e r a r o n de Siria y Egipto, d o n d e M a r u á n m u r i ó . El cali-
fato abasí empieza en este p u n t o ; y a la muerte de Al-Saffah, en 754, su
h e r m a n o A b ú Yafar, A l m a n z o r (Al-Mansur de Bagdad, 7 5 4 - 7 7 5 ) , n o
374 E L L E G A D O D E BOMA

t a r d ó en ejecutar a A b ú Muslim y q u e d a r s e t o d o el p o d e r p a r a sí. El


n u e v o r é g i m e n t e r m i n ó c o n el enfrentamiento entre qaisíes y y e m e -
níes (o, al m e n o s , lo convirtió en m a r g i n a l ) , en parte p o r q u e tenía m e -
n o s i m p o r t a n c i a e n u n ejército j o r a s a n í q u e en b u e n a m e d i d a no era
árabe; a u n q u e n o cabe d u d a de q u e los abasíes sacaron t o d o el p r o v e -
c h o al a p o y o y e m e n í , e n cuanto p u d i e r o n firmaron la paz c o n los q a i -
síes. El h e c h o d e q u e c o n q u i s t a r a n t o d a s las p r o v i n c i a s y , en c o n s e -
cuencia, pudieran e m p e z a r de cero también les permitió p o n e r fin a la
exclusividad tributaria de cada diván provincial. Sin e m b a r g o , n o esta-
blecieron su sede en el J o r a s á n , p e s e a q u e era a q u í d o n d e t e n í a n el
principal a p o y o militar, sino q u e eligieron I r a q , q u e se convirtió en la
nueva provincia califa!. O c u p a b a u n a posición central y , p o r o t r o lado,
era el arquetipo de u n a provincia distinta a Siria. Sir, asolada p o r Ma-
m a n e n 744-746 y d e n u e v o p o r A b ú Muslim en 750 — a s í c o m o p o r
u n fuerte t e r r e m o t o , q u e se p r o d u j o p r o b a b l e m e n t e en 7 4 9 — se c o n -
virtió en una provincia c o m o cualquier o t r a , además de políticamente
sospechosa. B a g d a d , la n u e v a capital d e A l m a n z o r , fundada en 762,
p r o n t o sobrepasó t o d o cuanto D a m a s c o había llegado a ser y eso trajo
cambios decisivos en el estilo del califato.

L o s o m e y a s cayeron, en g r a n medida, p o r q u e el ejército sirio, que


era el d o m i n a n t e , se partió e n d o s , con lo q u e p e r d i e r o n tanto la supe-
rioridad militar c o m o la h e g e m o n í a , la sensación de q u e su g o b i e r n o
era inevitable. E s o p e r m i t i ó q u e la m i s m a clase d e m i l e n a r i s m o chii
q u e había impulsado a Mujtar en Kufa en la década de 680, así c o m o a
r e b e l d e s m e n o r e s en décadas subsiguientes, t u v i e r a m á s a p o y o s q u e
n u n c a en el n ú c l e o del s e g u n d o m a y o r ejército del islam, el J o r a s á n .
(El tercer ejército en importancia, el beréber, iba a la suya.) El p r o p i o
Abú Muslim fue u n maula y e n c o n t r ó u n considerable respaldo de los
persas e n el ejército jorasaní. D e resultas, e n ese m o m e n t o ( y desde
entonces) fue posible v e r el levantamiento de los hachemíes c o m o un
rechazo a un g o b i e r n o árabe particularista por parte de una n u e v a co-
m u n i d a d m u s u l m a n a , basado en un ritmo de conversión al islam q u e
era m á s elevado en el Jorasán q u e en n i n g ú n otro lugar. P e r o los otros
e l e m e n t o s d e la r e v o l u c i ó n e r a n p l e n a m e n t e árabes y o b t u v i e r o n el
a p o y o de la fuente contraria: el r e s e n t i m i e n t o de los s o l d a d o s árabes
yemeníes y de los árabes sedentarios del este q u e se habían visto s o m e -
tidos al g o b i e r n o (y la fiscalidad) local de las élites persas islamizadas.
C o m o m í n i m o , resulta claro q u e el h u n d i m i e n t o del c o n s e n s o omeya
en el J o r a s á n fue resultado de u n a interacción, m u c h o m a y o r q u e en
LA CRISTALIZACIÓN DEL PODER POLÍTICO ÁRABE, Ó30-750 375

ninguna otra p a r t e , y también de g r a n tensión, entre la mayoría indíge-


na y los c o l o n o s árabes. E s t o quizá p o d r í a haber d e g e n e r a d o en una
guerra civil local; p e r o los chiíes consiguieron convertir la tensión en
una u n i d a d q u e , b a s a d a en la salvación, p u s o patas a r r i b a el sistema
político. El s a l v a d o n i s m o era una ilusión^y las revoluciones religiosas
(ahora, todas alidas) salpicaron el califato abasí c o m o habían salpicado
antes el o m e y a . Sin e m b a r g o , la dirección política de u n califato arrai-
gado ahora en Iraq sería m u y distinta.
r
3

R E N A C E R B I Z A N T I N O , 850-1000

En el Libro de ceremonias^ q u e tradicionalraente se atribuye al e m p e r a -


dor C o n s t a n t i n o V i l P o r f i r o g é n e t a ( 9 1 3 - 9 2 0 , 945-959) y p r o b a b l e -
mente se compiló d u r a n t e su s e g u n d o reinado y actualizó más adelan-
te, se e s p e r a d e l e m p e r a d o r q u e p a r t i c i p e e n u n g r a n n ú m e r o d e
procesiones religiosas en C o n s t a n t i n o p l a : una cada día de la s e m a n a
después de P a s c u a , la A s c e n s i ó n , Pentecostés, el 1 de m a y o (fecha de
la consagración d e la N e a Ekblésia, en 880, p o r parte de Basilio 1 , 8 6 7 -
886), los días festivos de Elías, san D e m e t r i o , la Exaltación de la C r u z ,
etcétera, a lo largo de t o d o el a ñ o . L o m i s m o se esperaba d e u n a larga
lista de funcionarios laicos y guías religiosos, decenas ( o , a m e n u d o ,
cientos) de personas, a veces las viudas de los funcionarios, y también
los jefes de los b a n d o s del circo, cuya labor es presentar aclamaciones
formales m i e n t r a s el e m p e r a d o r avanza p o r las diversas salas, capillas
y cámaras del G r a n P a l a c i o , sale p o r la P u e r t a de B r o n c e (Jalkz) del
palacio ( d o n d e lo reciben los jefes de los b a n d o s ) , cruza a Santa Sofía,
la gran iglesia del imperio bizantino y , tras u n servicio eclesiástico, r e -
gresa de n u e v o . El Libro d e t e r m i n a las reglas d e asociación de cada
vestuario con cada festivo, dicta el texto d e las diversas aclamaciones
(algunas de las cuales siguen siendo en latín, cuatro siglos después d e
que se extinguiera c o m o l e n g u a hablada en la ciudad) y las ubicaciones
de las mesas para las comidas posceremoníales. La variabilidad del rito
podía ser compleja. E n Pentecostés, p o r ejemplo, del cual se ofrece u n a
descripción particularmente detallada -—ocupa doce páginas de la edi-
ción m o d e r n a — , los funcionarios no se postran enproskynesis frente al
emperador en la G r a n Iglesia, p o r q u e la fiesta celebra la Resurrección;
y es el servicio de Pentecostés el q u e también ve la aparición de la e m -
peratriz en la iglesia, con u n séquito especialmente complejo de espo-
sas de funcionarios, veintiún cargos distintos q u e entran en siete g r u -
pos separados-
373 E L L E G A D O P E ROMA

¿ P u e d e ser q u e t o d o esto h a y a o c u r r i d o de v e r d a d , en cada fiesta


de cada a ñ o y . c o n todas estas personas? ¿ Q u i é n podría haber retenido
r

en su cabeza t o d a s sus variaciones? C o n s t a n t i n o , desde l u e g o , se lo


t o m a b a m u y en serio; en el prefacio del Libro, q u e p r o b a b l e m e n t e es-
cribió él m i s m o , afirma q u e deseaba restablecer las ceremonias del i m -
p e r i o , c u y o d e s c u i d o había dejado al i m p e r i o b i z a n t i n o «sin refina-
miento y sin belleza»; su celebración, p o r el contrario, sería u n «espejo
claro y perfectamente límpido» del esplendor imperial, lo q u e permiti-
ría «sostener con orden y dignidad las riendas del poden*. Ello eviden-
cia q u e el propio Constantino pensaba q u e las ceremonias habían sido
menos elaboradas, antes de su t i e m p o ; en realidad, muchas de las des-
cripciones que encargó eran la reconstrucción de una actividad perdi-
da hacía m u c h o ; algunas se revivieron con éxito, p e r o otras, p r o b a b l e -
m e n t e , n o . A h o r a bien, C o n s t a n t i n o n o fue el único en mostrar interés
en las ceremonias. C o m o h e m o s visto, la capital se usaba para frecuen-
tes procesiones de varias índoles, p o r ejemplo los triunfos, incluso en
los difíciles siglos previos a 8 50. El ceremonial era u n proceso vivo y
cambiante, e n el q u e se inventaban nuevos e l e m e n t o s sin parar ( c o m o
2
la c o n m e m o r a c i ó n de la N e a Ekklésia por Basilio). Incluso los e m p e -
r a d o r e s m i l i t a r e s p o d í a n , tal v e z , disfrutar de e n t r a d a s triunfales y,
c u a n d o estaban en la ciudad, ellos también respetaban las procesiones
regulares de la iglesia: u n o de los emperadores m á s militares de todos,
Nicéforo II Focas (963-969), interrumpió en 968 u n a audiencia diplo-
mática oficial con el enviado del e m p e r a d o r occidental O t ó n I, el obispo
L i u t p r a n d o de C r e m o n a , para realizar la procesión de Pentecostés. La
embajada d e L i u t p r a n d o salió mal, p o r lo q u e este intentó describirla,
en el informe e n v i a d o a O t ó n , tan negativamente c o m o p u d o : los dig-
natarios llevaban ropas viejas, solo el e m p e r a d o r lucía o r o y joyas, la
m u c h e d u m b r e ciudadana q u e b o r d e a b a el c a m i n o del palacio a Santa
Sofía era u n a c h u s m a descalza, las aclamaciones eran falsas, lo servido
en la cena era u n espanto, i n v o l u n t a r i a m e n t e , sin e m b a r g o , Liutpran-
d o confirma la formalidad del a c o n t e c i m i e n t o y a ñ a d e a l g o al relato
del Libro de las ceremonias, p u e s t o q u e en este se decía poca cosa de
n i n g u n a m u c h e d u m b r e ; es decir, q u e la ceremonia n o solo era asom-
b r o s a m e n t e compleja, sino q u e resultaba i m p o r t a n t e , c o m o m í n i m o
para algunos d e los habitantes de la ciudad en su conjunto. Ellos t a m -
bién respetaban la lógica del « o r d e n y la dignidad» imperiales.

El p u n t o culminante de la prosperidad y el éxito d e Bizancio fue-


ron los doscientos años posteriores a 8 ?o, aproximadamente. En la ca-
RENACER BIZANTINO, SfOMOOO 379

pital, se caracterizan p o r una cultura cortesana m u y elaborada a t o d o s


los niveles. E n el siglo i x se vio u n a generalización de la educación de
la élite; esto ya era perceptible, para algunos, d u r a n t e la s e g u n d a ico-
noclasia (véase m á s arriba, el capítulo 1 1 ) , p e r o a finales del siglo nin-
gún oficial laico d e la capital podía ocuparse fácilmente de las cuestio-
nes p o l í t i c a s sin h a b e r l a r e c i b i d o . L a figura m á s n o t a b l e , a e s t e
respecto, fue F a c i ó (m. h . 893), quien ascendió en la jerarquía oficial
secular d u r a n t e los a ñ o s 840 y 8 5 0 , hasta a l c a n z a r la p o s i c i ó n de
prdtasekretis, e) puesto más i m p o r t a n t e de la cancillería, antes d e q u e ,
de r e p e n t e , lo d e s p l a z a r a n l a t e r a l m e n t e a la jerarquía eclesiástica, al
cargo de patriarca de Constantínopla (3 58-S67 y 877-886). Focio, q u e
ya procedía de una familia de élite (era pariente de T a r a s i o , el patriarca
de Irene), era u n v e r d a d e r o intelectual, autor de varios libros, u n a ex-
tensa colección de cartas y un conjunto de s e r m o n e s de considerable
complejidad c o n c e p t u a l . C a b e v e r l o c o m o el principal c r e a d o r de la
plantilla cultural y los p u n t o s de partida intelectuales de la iglesia o r t o -
doxa posiconoclasta. P e r o también convirtió en n o r m a q u e las princi-
pales figuras laicas y eclesiásticas recibieran u n a educación. Los rigo-
ristas de la iglesia veían el g r a n saber a p r e n d i d o p o r F o c i o c o m o u n
ejemplo d e o r g u l l o espiritual^ y lo criticaban p o r ello; p e r o en adelante
ocuparían u n a posición política aún m á s marginal q u e con I r e n e . Y
había m u c h o q u e aprender: )a obra m á s conocida de Focio es la Biblio-
teca, esbozada inicialmente en (quizá) 8 4 5 , d o n d e analiza 279 libros
escritos en griego p o r autores tanto paganos c o m o cristianos t a r d o r r o -
manos; los analiza separadamente y con notable detalle, citando a m e -
nudo pasajes extensos (algunas de estas obras solo perviven en la a n t o -
logía de F o c i o ) y estudiándolos críticamente. A u n q u e n o era t o d o lo
que leía Focio — p u e s deja fuera la poesía, p o r e j e m p l o — , incluso con
las omisiones muestra la diversidad de libros de la q u e podía disponer
en Constantinopla u n lector rico, resuelto y con p o d e r político. La Bi-
blioteca era p o p u l a r ya en el siglo x , es d e s u p o n e r q u e c o m o enciclope-
dia (una d e las varias q u e circulaban; el Libro de las ceremonias, de h e -
cho, es o t r a ) ; en la siguiente generación, Aretas ( m . después d e 9 3 2 ) ,
arzobispo d e C e s á r e a , la m o d e r n a K a y s e r i , tenía u n a copia y quizá
ayudara a editarla. Aretas, en u n a manera distinta, era u n bibliófilo tan
decidido c o m o F o c i o ; t e n e m o s d o s docenas de m a n u s c r i t o s creados
bajo su supervisión, q u e recogen u n a notable selección de escritos, de
Platón hasta su día, e incluyen anotaciones q u e a m e n u d o son obra del
1
propio Aretas (y con frecuencia están escritas de su propia m a n o ) . Es

k
E L L E G A D O D É ROMA

tina colección de m a n u s c r i t o s ciertamente m u y atípica. P e r o el saber


q u e p o s e í a A r e t a s , y q u e desplegó en otras obras d e estilo m u y refina-
d o , hacia el a n o 900 y a resultaba m u c h o m á s n o r m a l .
H a y m u c h o s signos distintos d e la complejidad de esta cultura de
élite. U n o es q u e incluyó a varios emperadores entre sus autores. Basi-
lio I, un u s u r p a d o r sin apenas formación de letras, se aseguró de q u e su
hijo L e ó n VI (886-91 1) recibiera u n a educación ( p o r p a r t e de Focío,
de h e c h o ) ; L e ó n escribió u n m a n u a l militar (la Táctica), p o e m a s , u n
libro de consejos m o n á s t i c o s , n u m e r o s a s leyes (escritas en u n estilo
reconociblemente personal) y una serie de homilías. Constantino VII,
hijo de León, escribió b u e n a p a r t e de u n a narración detallada (aunque
a m e n u d o inexacta) de los vecinos de Bizancio, a la q u e sus editores
m o d e r n o s h a n d a d o u n título q u e p o c o ayuda, c o m o es Sobre el gobier-
no del imperio*} también encargó él Liéro de las ceremonias y varias obras
m á s . Incluso Nicéforo Focas escribió al m e n o s unas anotaciones sobre
la táctica militar, de las q u e estaba p a r t i c u l a r m e n t e o r g u l l o s o y que,
bajo su supervisión, se e l a b o r a r o n para formar d o s libros, incluido el
tratado Sobre la guerrilla, u n o de los mejores manuales militares del si-
glo x . N o se trata de autores aficionados; para estos h o m b r e s , escribir
4
u n a prosa relacionada era u n e l e m e n t o esencial del arte de g o b e r n a r .

O t r o signo es q u e este saber adquirió p r o n t o u n a dificultad consi-


derable d e p o r sí. C o n s t a n t i n o VII escribió principalmente en un estilo
bastante directo; p e r o la m a y o r í a d e sus c o n t e m p o r á n e o s escribieron
e n formas m á s elaboradas, m á s parecidas a las de Aretas. P o r ejemplo,
L e ó n Joirosfactes ( m . después de 920),* q u e fue a u t o r de varios p o e -
m a s ejemplares sobre acontecimientos del reinado de L e ó n V I , inclui-
do u n p a n e g í r i c o lírico sobre l o s b a ñ o s de u n palacio, reconstruidos
p o r el e m p e r a d o r , o u n l a r g o p o e m a c o n o c i d o c o m o Teología en mil
versos, q u e dispone, en forma versificada, u n a teología erudita y filosó-
ficamente compleja, e s t r u c t u r a d a a su vez mediante u n acróstico con
su propio n o m b r e y tirulos. A r e t a s , a quien se le d a b a b i e n el odio y que
poseía la instrucción precisa para c o m p r e n d e r las alusiones filosóficas,
acusó a L e ó n de p a g a n i s m o ; esto era falso, a todas luces, p e r o el n e o -
platonismo de León le hizo a r g u m e n t a r q u e solo las personas con for-
m a c i ó n (y en particular los e x p e r t o s en astrología, c o m o él mismo)
p o d í a n llegar a e n t e n d e r a D i o s . León Joirosfactes fue u n mystikos, o
secretario p r i v a d o , de Basilio I; y con L e ó n VI fue embajador ante los
búlgaros en 895-904; p o s e e m o s una colección de l a s c a r í a s enviadas y
recibidas del gran kan búlgaro Simeón (893-927), en las q u e se percibe
R E N A C E R B I Z A N T I N O , S^D-IOOO 38l

la misma Iiterariedad, Simeón, q u e se había educado en la capital, p o -


día responder a su altura, lo cual era u n a buena cosa, puesto q u e , e n las
décadas de 9 1 0 y 920, o t r a s figuras q u e actuaban p a r a el e m p e r a d o r ,
c o m o el p a t r i a r c a y a n t i g u o mystikos N i c o l á s I ( m . 9 2 5 ) * y ^ e

pTQtasihñtis T e o d o r o Dafhopates ( m . después d e 961), también inten-


taban i m p r e s i o n a r al s o b e r a n o b ú l g a r o con alusiones a P l a t ó n u H o -
mero. M u c h o m á s adelante, T e o d o r o escribió u n panegírico en prosa,
de s i m b o l i s m o religioso n o t a b l e m e n t e c o m p l e j o , p a r a el e m p e r a d o r
R o m a n o II ( 9 5 9 - 9 6 3 ) ; y a q u í h a y l u g a r p a r a H o m e r o , H e l i o d o r o y
H e r o d o t o . L a s cartas d e L e ó n , o b i s p o de Sínada ( m . h. I O O J ) , citan
aún a m á s autores clásicos, con la adición de P l u t a r c o , H e s í o d o y Sófo-
cles; este L e ó n , al m e n o s , tenía cierto sentido del h u m o r , y en su testa-
mento admitió q u e había leído d e m a s i a d a literatura secular; p e r o su
saber era t a n evidente c o m o el de cualquiera de sus predecesores.

La atracción q u e despertaba la literatura pasada recuerda a la cul-


tura de la élite carolingia, en el siglo i x , c o m o v e r e m o s , e n la densidad
de alusiones y el g o z o p o r la palabra q u e destilan sus autores. ( P a r a los
árabes del siglo i x , véase t a m b i é n el capítulo 14.) P e r o h a y u n a dife-
rencia. L o s reyes carolingios desarrollaron en t o r n o de sí u n a cultura
teológica refinada c o m o p a r t e de u n p r o g r a m a de reforma m o r a l ; así,
resultaba posible q u e u n a persona adquiriera importancia política p o r
el m e r o h e c h o de su capacidad intelectual; en todas las crisis políticas
carolingias h u b o la mediación, y moralización, d e los intelectuales- E n
Bizancio, el sentido de misión religiosa era m e n o s constante y , de las
figuras q u e se acaban d e m e n c i o n a r , solo de Focio sería fácil afirmar
que t u v o u n p r o g r a m a político basado en u n a posición filosófica o t e o -
lógica e l a b o r a d a . L o s d e m á s e r a n m i e m b r o s de u n a élite oficial q u e
veía su e d u c a c i ó n c o m o p a r t e d e su inclusión e n esa élite; u s a b a n la
cultura literaria para acceder al p o d e r político y justificarlo, p e r o n o
como u n a guía d e conducta relativa a este p o d e r . E s t o es cierto incluso
para C o n s t a n t i n o V I I : sus piedras angulares eran «el orden y la digni-
dad», n o la salvación y la reforma moral de estilo carolingio. D u r a n t e
mucho tiempo, t a m p o c o h u b o en el seno del m u n d o político bizantino
ningún desacuerdo teológico i m p o r t a n t e , u n a vez terminó la iconocla-
sia. D e h e c h o , con p o s t e r i o r i d a d a N i c o l á s mystikos incluso los p a -
7

triarcas fueron relativamente marginales d u r a n t e u n siglo o m á s .

E¡ objetivo de la educada élite bizantina del siglo x era otro: quería


restaurar el p a s a d o r o m a n o , q u e les pertenecía a ellos, los auténticos
romanos. E n el siglo iv p e r t e n e c e r a la élite política estaba estrecha-
T

í
E L L E G A D O D É ROMA

m e n t e vinculado con poseer u n a formación literaria, c o m o ocurrió con


Libanio, Sinesio y Basilio de Cesárea (o, en Occidente, con A m o n i o y>
m á s adelante, Sidonio A p o l i n a r ) . Así debía ser otra vez, se pensaba; y
así fue, de h e c h o . La lengua literaria del siglo x se alejó del griego h a -
blado y se m a n t u v o m u y apegada a las formas t a r d o r r o m a n a s . D e n u e -
v o , c o m o e n el i m p e r i o t a r d o r r o m a n o , se e m p i e z a n a e n c o n t r a r c o -
mentarios pedantes s o b r e l a f a l t a de cultura literaria de los emperadores
militares ( C o n s t a n t i n o VII se b u r l ó de R o m a n o I L e c a p e n o , 920-944,
q u é admitía haber u s u r p a d o el t r o n o de aquel, tildándolo de «tipo vul-
7
g a r e iletrado»). Y la b ú s q u e d a d e u n a renovación r o m a n a n o tardó en
8
desembocar en u n renacer del d e r e c h o r o m a n o ; iniciada con Basilio I
y F o c i o , y completada p o r L e ó n V I , la Basüika traduce y racionaliza el
Digesto, el Código y las Novelas de Justiniano. E n adelante, esta debía
ser (y, en la m e d i d a e n q u e p o d e m o s saberlo, lo fue en efecto) la base
de toda la práctica legal del imperio, base q u e no había existido desde
las crisis del siglo V I L La recreación legal era pareja a la literaria y cere-
monial; c o n la r e n o v a d a confianza del p e r í o d o , era posible abolir con-
ceptualmente el espacio de 3 50 años q u e separaba a León y Constanti-
no de Justiniano.

La cultura d e la corte bizantina media se ha considerado a menudo


estática y árida; incluso entre los comentaristas m o d e r n o s se hallan r e -
ferencias en esta línea. L o s autores del siglo x se sentirían complaci-
dos; ese era su objetivo, en realidad. P e r o aun así, esta n o es una califi-
cación acertada. Para e m p e z a r , además de todo este vocabulario
clásico, en t o d o s estos autores había u n a densa cultura clásica q u e no se
d i o en n i n g u n o d e sus p r e c e d e n t e s laicos d e los siglos i v a v i . D e h e -
cho, e n sus obras a b u n d a n m u c h o m á s las alusiones bíblicas que las re-
ferencias a P l a t ó n y H o m e r o , d e u n m o d o q u e h a b r í a h o r r o r i z a d o a
P r o c o p i o , p o r ejemplo. P e r o las cosas también estaban c a m b i a n d o sin
cesar. L a s c e r e m o n i a s siempre se r e n o v a b a n y modificaban, p o r m u y
inmemoriales q u e se afirmara q u e eran. T a m b i é n podían ser objeto de
sabotaje, c o n efectos políticos a veces m u y p o t e n t e s . T r a s el cuarto
matrimonio político de L e ó n V I , en 906, q u e según el derecho canóni-
co era a todas luces ilegal, el patriarca Nicolás le p r o h i b i ó entrar en
9
Santa Sofía- E s t o fue casi m á s trascendental q u e la e x c o m u n i ó n , pues
significaba s e m b r a r la confusión en t o d o el ceremonial cortesano con
el q u e h e m o s e m p e z a d o este capítulo; León t u v o que forzar la renuncia
d e N i c o l á s , u n a ñ o m á s t a r d e , y este n o r e c u p e r ó el c a r g o hasta la
m u e r t e del e m p e r a d o r . El patriarca n o se i m p u s o , en esta ocasión; pero
RENACER BIZANTINO, 8fO-IOOO

un emperador m á s débil habría tenido q u e conceder m u c h o m á s . T r a s


el asesinato de Nicéforo F o c a s en 9Ó9, q u e fue instigado p o r quien lo
sucedió en el t r o n o , su sobrino J u a n 1 Tzimiskes (969-976), c o n la c o -
operación d e la esposa del propio Nicéforo (y a m a n t e de J u a n ) , T e ó f a -
no, J u a n también fue excluido de Santa Sofía p o r el patriarca Polieucto
(m. 970); P o l i e u c t o exigió q u e , antes incluso de que J u a n pudiera en-
trar a la iglesia p a r a la coronación, renunciara a T e ó f a n o , la expulsara
de su ciudad y se arrepintiera de su crimeru y e n esta ocasión, el e m p e -
rador cedió- C u a n t o m á s denso era el sistema ceremonial, más fácil p o -
día usarse para perseguir metas, y a fueran de g r a n calado, c o m o aquí,
o m á s sutilesj en cualquier otro caso. Los políticos bizantinos jugaban
con su sistema y e s t e , c o m o fruto d i r e c t o del j u e g o , fue c a m b i a n d o
constantemente e n t r e sus m a n o s .

La corte bizantina, c o n todas sus procesiones, se había convertido


de hecho e n un escenario e n o r m e m e n t e e l a b o r a d o sobre el cual los a c -
tores rivales podían lidiar sus discrepancias políticas, igualmente c o m -
plejas. La red de cargos y tirulos fue u n a parte cada vez m á s crucial de
una jerarquía centrada directamente sobre el e m p e r a d o r , q u e a d e m á s
apuntalaba el sistema del p r o p i o p o d e r imperial. E n sí, esto se podía
subvertir, en el sentido de que había la posibilidad de apartar o relegar a
los e m p e r a d o r e s ; sin e m b a r g o , el p o d e r del sistema se mantenía. E r a
más sólido q u e n i n g ú n o t r o sistema político e u r o p e o tras el siglo v i , y
de h e c h o , m á s sólido incluso q u e las estructuras paralelas del califato,
salvo en el primer siglo del p o d e r abas! ( c o m o v e r e m o s en el p r ó x i m o
capítulo). D i c h o esto, n o obstante, el de Bizancio n o era u n «estado tea-
tral», un sistema político q u e consiste tan solo en ceremonias, c o m o lo
10
fue el Bali del siglo x i x , según h a sido descrito p o r Clifford G e e r t z .
Las ceremonias costaban d i n e r o ( t a m b i é n e n Bali, p o r d e s c o n t a d o ) , e
igualmente la condición oficial- T a m b i é n costaban dinero ios otros as-
pectos d e la p r o p i a presentación imperial, c o m o el árbol de b r o n c e r e -
pleto d e pájaros cantores mecánicos q u e tanto impresionó a Liutprando
11
de C r e m o n a en su previa, y m á s afortunada, embajada ante C o n s t a n -
tino V I I , en 949 (y era u n a impresión buscada; impresionar a los lega-
dos era u n o de los objetivos principales del ceremonial bizantino). Los
bizantinos p o d í a n ser m u y francos al respecto, c o m o la ceremonia de
pago d e salarios en la s e m a n a previa al d o m i n g o de R a m o s , q u e t a m -
bién p u d o v e r Liutprando en 949: el emperador disttibuía bolsas de m o -
nedas de o r o , que se ponían sobre los h o m b r o s de cada funcionario mi-
b'tar y cortesano destacado, p o r t u r n o s , durante u n período de tres días
E L L E G A D O DE ROMA
3*4

— t a n t o s eran los funcionarios a los que había q u e p a g a r — ; a los fun-


cionarios de menos relevancia les pagaba, la semana siguiente, el cham-
belán. (Liutprando le dijo a Constantino q u e le gustaría aún más si pu_
diera participar y, p o r este á n i m o , recibió una libra de monedas de o r o )
Este p r o c e d i m i e n t o desvela la motivación subyacente de toda la clase
funcionaría!: necesitaban u n cargo r e m u n e r a d o no solo para ejercer el
poder ( u n p o d e r q u e , en realidad, pocos de ellos llegarían a ejercer al-
guna v e z ) , sino también para sostener su prosperidad y estilo de vida.
C o m o en el tiempo de T e o d o s i o o Justiniano, la solidez del estado de-
pendía de la eficacia del sistema tributario- D e s d e principios del siglo
i x , este se había vuelto a organizar cada vez más; solo así fue posible la
existencia del m u n d o ceremonial de C o n s t a n t i n o V I I . L i u t p r a n d o , en
949, sin d u d a lo entendió así; e incluso en 968, a u n q u e con reticencia,
n o lo había o l v i d a d o . L o s soberanos bizantinos, en este p e r í o d o , eran
sencillamente m á s ricos q u e n i n g u n a otra persona de la E u r o p a cristia-
na; p a r a 9 4 9 , de h e c h o , t a m p o c o se equiparaban a ellos los soberanos
musulmanes, en su mayoría. Esto, antes q u e nada, es lo que se pretendía
poner de relieve mediante su formalismo extremo; y así se logró.

El escenario que h e m o s estado contemplando ya fue dispuesto, al me-


nos en este formato, p o r T e o d o r a y sus consejeros, en 843, con el fin de
la iconoclasia y la p r o c l a m a c i ó n de la ortodoxia (el 1 1 d e m a r z o , día
c o n m e m o r a d o en adelante el p r i m e r d o m i n g o de C u a r e s m a p o r otra
procesión formal, q u e recorría toda la ciudad, según n o s indica Á Libro
de las ceremonias). * El hijo de T e o d o r a , Miguel III (842-867) vivió do-
1

minado p o r otros: p o r T e o d o r a ; p o r el hermano de esta, Bardas; y, des-


p u é s de q u e Bardas m u r i e r a asesinado en 866, p o r u n antiguo paje, y
ahora chambelán: Basilio. Basilio culminó su rápido ascenso —inusual
incluso en Bizancio, donde lagenealogía era menos crucial que en Occi-
dente, c o m o veremos en b r e v e — al asesinar también a Miguel, en 867,
y ascender al t r o n o c o m o Basilio I. T r a s la muerte de Miguel, se sometió
a este a una camparía de vilipendio, que lo tachaba de borracho e inepto,
con el fin de justificar la acción de Basilio; aun así, el n u e v o emperador
estableció u n régimen sólido, y su dinastía «macedonia» gozó de la su-
cesión familiar durante casi d o s siglos, hasta 1056: m á s tiempo del que
había d u r a d o n i n g u n a familia en la historia previa del imperio.

L a s c i r c u n s t a n c i a s p o l í t i c o - m i l i t a r e s q u e a g u a r d a b a n a Basilio
eran, en m u c h o s sentidos, favorables. P o r e n c i m a de t o d o , el califato
i. Santa Sofía, construida por el emperador Justiniano como la Gran Iglesia de Cons-
ranrinoplaen 532-537* L ° s
minaretes son del período otomano.

n. Espacio interior de Santa Sofía.


F u e la primera gran iglesia que
tuvo una cúpula a esta escala, imi-
tada a posterior! por muchas igle-
sias y mezquitas. L o s capiteles se
tallaron ex profeso para la iglesia.
3- L a G r a n M e z q u i t a d e D a m a s c o , c o n s t r u i d a e n t r e 705 y 71Ú. E s t a fotografía aérea
m u e s t r a l a e s c a l a de s u g r a n p a t i o , s i t u a d o d e n t r o de l o s m u r o s de u n a n t e r i o r templo
jupiterino.

4 . S e c c i ó n d e l o s m o s a i c o s del p a t í o d e l a m e z q u i t a de D a m a s c o , q u e m u e s t r a n l o s típi-
c o s e d i f i c i o s s i n p e r s o n a s de este c i c l o de m o s a i c o s , c a r a c t e r í s t i c o s d e i a r t e p ú b l i c o i s l á -
m i c o desde el principio.
_ . -* • ~ A 6 A
* \ ^ Z a n j a circula

/ / occjdpfital :

* YEAVEñING tto-ii poif orna nos 1-2


O 2S 50 7Sfiieirtss

D5

: VÉAVf RING fa*K posromanas ¿-3

J . Planta de l o s d o s p e r i o d o s p r i n c i p a l e s d e l p a l a c i o r e a l n o r t u m b r i a de Y e a v e r i n g , EN
los monees C h e v i o t - E l p r i m e r p e r í o d o ( h , ó o o ) y a c u e n t a c o n u n a v e r s i ó n d e u n teatro
r o m a n o , e n m a d e r a , c o m o l u g a r de a s a m b l e a ; p o c o s a ñ o s d e s p u é s , el s e g u n d o p e r í o d o
lo ve r e l a c i o n a r s e c o n u n a SERIE de s a l o n e s de r e c e p c i ó n r e g i a , q u e , s i n l u g a r a d u d a s ,
eran m a g n í f i c o s .

6. L a e m p e r a í r i z A r i a d n a ( m . j i f ) ,
que e l i g i ó a s u s m a r i d o s - e m p e r a d o -
res, r e t r a t a d a a q u í c o n el o r b e y e l
cetro de g o b i e r n o ; e n l a t r a d i c i ó n p o -
Jírica t a r d o r r o m a n a , el p o d e r p o l í t i c o
f e m e n i n o n o se c o n s i d e r a b a a n o r -
mal.
7. L a n a v e d e S a n t a P r á x e d e S j u n a d e l a s g r a n d e s i g l e s i a s de p r e s t i g i o d e l p a p a d o del
siglo i x , construida en S17-S14 p o r el p a p a P a s c u a l I.
3 . Á b s i d e de m o s a i c o de S a n c a P r á x e d e s , c o n C r i s t o e n el río J o r d á n , r o d e a d o
de s a n t o s ; s e trata de u n a i m a g e n t r a d i c i o n a l e n l o s á b s i d e s d e l a i g l e s i a r o m a -
n a , P a s c u a l e s t á e n el e x t r e m o i z q u i e r d o , c o n u n h a l o c u a d r a d o , p a r a i n d i c a r
que está v i v o .

9 , Á b s i d e d e m o s a i c o de S a m t - G e r m i g n y - d e s - P r é s ( c e r c a de O r l e a n s , e n F r a n c i a ) ,
c o n s t r u i d o p o r e l o b i s p o T e o d u l f o d e O r l e a n s h a d a 805. M u e s t r a e l A r c a de l a A l i a n -
z a , s o s t e n i d a p o r á n g e l e s , c o n u n r e c h a z o i c o n o c l a s t a d e la r e p r e s e n t a c i ó n h u m a n a .
CAROLINGIO i
OTÓ NI DA Ü
SIGLOS tt-xM Q

TO. I L U S T R A C I Ó N D E LAS R U I N A S A C T U A L E S DEL P A L A C I O D E C A R L O M A G N O E N I N G E L H E I M (CERCA

D E M A G U N C I A , A L E M A N I A ) . E L « A U L A » D E LA I Z Q U I E R D A E S U N S A L Ó N C E R E M O N I A L - E L PALACIO

T E N Í A U N A CAPILLA, P E R O N O S E H A E N C O N T R A D O ; LA CAPILLA E N AZUL E S DEL S I G L O X .

11, M O N U M E N T A L CAPILLA DEL P A L A C I O D E A Q U I S G R Á N , CONSTRUIDA HACIA S A O . E L EDIFICIO

ORIGINAL E S LA S E C C I Ó N CENTRAL, C O N C Ú P U L A .
12. Seryíla, población siria de los siglos v y vi, una de las poblaciones mejor conserva-
das del mundo romano. Aquí se observan los baños (izquierda) y el «andron» o centro
de reunión comunitaria.

13. La residencia privada mejor preservada de Seryila, probablemente de una familia


campesina enriquecida por la explosión que vivió el aceite de oliva en el Oriente tai-
do rrom ano.
1 4 - RECONSTRUCCIÓN DE UNA «CASA LARGA» DANESA DEL SIGLO X; ESTA, EXCAVADA EN TREUE-
BORG, FORMABA PANE DE UN CAMPAMENTO MILITAR CEGIO, Y ES INUSUALMENTE GRANDE, PERO
ES CARACTERÍSTICA DE! ASPECTO QUE PODÍAN TENER LAS VIVIENDAS ESCANDINAVAS.

1 5 . MONTARRENTI (CERCA DE SIENA, EN ITALIA) EN D SIGLO IX. ESTA RECONSTRUCCIÓN IMAGINA-


TIVA SE AJUSTA A LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DEL LUGAR. LA SECCIÓN AMURALLADA SUPERIOR
FUNCIONABA» PROBABLEMENTE, COMO CENTRO DE LA HACIENDA.
i6. C r i p t a de J o u a r r e ( c e r c a d e P a r í s ) ; l o s s a r c ó f a g o s s o n de u n a f a m i l i a a r i s t o -
crática f r a n c a d e l s i g l o v n . L a c r i p t a s e r e c o n s t r u y ó a p o s t e r i o r i , p e r o los c a p i -
teles s o n t a m b i é n d e l s i g l o v i l

1 7 . M u r a l l a de O f f a , t e r r a p l é n d e f e n s i v o de f i n a l e s d e l s i g l o v m , q u e s e p a r a b a
G a l e s d e l a I n g l a t e r r a c e n t r a l , c o n s t r u i d o p o r o r d e n d e l r e y O f f a de M e r c i a .
1 8 . M u t u l l a s de l a c i u d a d de B a r c e l o n a ; l a s g r a n d e s p i e d r a s c e n t r a l e s s o n u n a s e c c i ó n
r o m a n a de la m u r a l l a , c o n s e r v a d a e n e l p o s t e r i o r a m u r a l l a m i e n t o m e d i e v a l .

i p . C a s a d e l s i g l o r x , e x c a v a d a r e c i e n t e m e n t e e n el F o r o de N e r v a , e n la z o n a del foro
de R o m a (el f o r o c l á s i c o está d e t r á s ) . N ó t e s e e l p a t i o c o l u m n a d o a )a d e r e c h a , y u n a l -
f é i z a r d e v e n t a n a , q u e i n d i c a q u e h a b í a u n s e g u n d o p i s o ( s o b r e el a r c o de la c o l u m n a t a ,
a la izquierda).
lo. Murallas del siglo v n en la cindadela de Ankara (Turquía). L a línea de
círculos, a la derecha de la puerta, la integran columnas clásicas reutilizadas
con función decorativa.

2i- Calle en la ciudad de Escitópolis (moderna Bet She'an, Israel), que muestra los
restos de una columnata que se hundió durante el terremoto de 7 4 9 .
2.2. E l e m p e r a d o r b i z a n t i n o B a s i l i o I I ( m . i o 2 j ) e n u n m a n u s c r i t o c o n t e m p o r á n e o .
B a s i l i o , d e b a j o de D i o s y c o r o n a d o p o r a r c á n g e l e s , d o m i n a a sus s u b d i t o s , p r o s t r a d o s
ante é l .
13- E l e m p e r a d o r f r a n c o L u i s e l P i a d o s o ( m . S40) e n u n m a n u s c r i t o c o n t e m p o r á n e o .
Viste r o p a m i l i t a r r o m a n a y a lo l a r g o d e la i m a g e n se e s c r i b i ó u n p o e m a d e R á b a n o
Mauro- P e r v i v e n varias copias coetáneas.
2 j . L A PIEDRA RÚNICA DE JELLING,

ERIGIDA POR EL R E Y HARALD

^íSjj? « D I E N T E A Z U L » PARA SU PADRE,

" H
' GORRN, A MEDIADOS DEL SIGLO X .

HARALD ERA CRISTIANO, PERO EL

IMAGINARIO D E LA PIEDRA NO LO ES.


26. Sania Sofía, en Kiev, construida por artesanos bizantinos para los príncipes de
Kiev, convertidos poco antes a la fe cristiana, a principios del siglo XI, Es la mejor pre-
servada de las iglesias bizantinas del período, aunque esté situada en Ucrania.

27, Castillo de Canossa, en los Apeninos de la Emilia, en Italia, Fue un centro principal
de la familia Canossa, una de las familias aristocráticas más destacadas de Italia hacia el
año 1000 (y posteriormente).
28, P a l a c i o d e R a m i r o I de
A s t u r i a s ( m . S j o ) , en O v i e -
do- N o tardó e n ser una
i g l e s i a , p e r o a l p a r e c e r se
c o n s t r u y ó c o m o s a l ó n se-
c u l a r , p r o b a b l e m e n t e sepa-
rado del palacio propia-
mente dicho.

B OU IPSIÓ/UIJC*
rfWÍHWASUiWroEAJU- A.SlWC«rATfOWÍTUAftfC|
MUCHO WiDfttEÚf../ quifAafAM(;fLofTuo5frJr im'"AüOLnowirmi%
MAC-HIÍKAIVÍÍÍVÍHE .
. MíWÍÍ*. . .
29, U n c a m p e s i n o l a b r a l a t i e r r a y a u n h o m b r e ( s i n d u d a , u n s e ñ o r ) le s i r v e n c o m i d a a
la m e s a , e n el S a l t e r i o d e U t r e c h t , de p r i n c i p i o s d e l s i g l o i x . L a i m a g e n i l u s t r a e l S a l m o
103, q u e c e l e b r a el m u n d o e n e s t a d o de o r d e n .
RENACER. BIZANTINO, 8íO-IOOO 3*5

abasí vivía inmerso en u n a crisis política desde 8 ó i , lo q u e neutralizaba


a la potencia euroasiática m á s p o d e r o s a y ía a m e n a z a m á s inmediata
contra Bizancio; y a nunca se r e c u p e r ó , salvo durante u n a generación
que c o i n c i d i ó , a g r a n d e s r a s g o s , c o n el r e i n a d o de L e ó n VI. E s t o
como la g u e r r a civil árabe d u r a n t e el reinado de C o n s t a n t i n o V —
¿jo a los bizantinos la posibilidad de erigirse en auténticos protagonis-
tas militares, si sabían estar a la altura. Y a en 863, el emir de Meíitene
(la m o d e r n a Malatya), u n o de los principales caudillos de la frontera,
fue d e r r o t a d o y m u r i ó en u n a i n c u r s i ó n a ía r e g i ó n de A n k a r a ; e n la
década posterior, Basilio p a s ó a la ofensiva y realizó incursiones m á s
allá de los m o n t e s T a u r o , hasta llegar a Cilicía y el valle del Eufrates.
Este p r o t a g o n i s m o n o se a p a g ó . Incluso en la g e n e r a c i ó n del r e n a c e r
abasí, los bizantinos l o g r a r o n , c o m o m í n i m o , m a n t e n e r la frontera, y
además fueron concretando la h e g e m o n í a sobre las tierras fronterizas
sin ley; en la m i s m a d é c a d a de S70, Basilio d e s t r u y ó a los cristianos
paulicianos de los m o n t e s T a u r o ( a u t ó n o m o s y, en apariencia, heréti-
cos), y él y sus sucesores t u v i e r o n cada vez m á s influencia s o b r e los
recién unificados a r m e n i o s , así c o m o s o b r e sus reyes, los b a g r á t i d a s .
En los años 880, Basilio volvió ia vista hacia Occidente, N o t u v o m á s
éxito q u e sus predecesores en frenar la interminable conquista árabe de
Sicilia (su capital, Siracusa, cayó en 878)3 p e r o sí sacó p a r t i d o de la
confusión p r o d u c i d a p o r las i n c u r s i o n e s árabes en el sur de la Italia
continental y conquistó Ía m a y o r parte de la zona él m i s m o ( a u n q u e n o
en persona, en esta ocasión) en 880-888, tras lo cual convirtió en esta-
dos clientes a los principados l o m b a r d o s , a los que había tomado g r a n
parte de su territorio. Esto supuso q u e , a u n q u e se perdió Sicilia, Bizan-
cio m a n t u v o u n a fuerte presencia occidental d u r a n t e o t r o s dos siglos.

El objetivo m á s o b v i o p a r a la expansión bizantina era el gran k a n a -


to búlgaro, q u e había d o m i n a d o los Balcanes centrales y septentriona-
les durante cincuenta años., desde el tiempo de K r u m ; e n consecuencia,
es necesario centrarse u n m o m e n t o en este último y e n sus relaciones
con Bizancio. N o está n a d a claro c ó m o funcionaba exactamente eí sis-
tema político b ú l g a r o . L a excavación arqueológica en sus d o s sucesi-
vas capitales, Pliska y (desde la década de 890) P r e s l a v , muestra u n a
riqueza considerable y, en P r e s l a v , n o t a b l e a m b i c i ó n arquitectónica;
también la G r a n C e r c a q u e limitaba el g o b i e r n o b ú l g a r o p o r ei sur.
Pero es difícil ver q u é clase de infraestructura fiscal tenía el gran k a n ;
exigían tributos a sus subditos, p e r o desconocemos con q u é sistemati-
cidad. P o d í a n ser m u y eficaces en el terreno militar, p e r o dependían de
E L L E G A D O D E ROMA

aristócratas quizá s e m i a u t ó n o m o s , los boilaáes o bolyary para abastecer


a sus ejércitos. Para resistir a los bizantinos, liberados d e las exigencias
defensivas orientales desde los a ñ o s 86o, necesitaban t o m a r prestadas
de ellos técnicas de g o b i e r n o , y con notable rapidez. La p r i m e r a era el
cristianismo y la iglesia cristiana. L o s bizantinos atacaron Bulgaria en
864 y el g r a n k a n B o r i s I (853-889) aceptó ser bautizado acto seguido,
en 8<>f, y p e r m i t i r l a e n t r a d a d e m i s i o n e r o s . ' F u e u n a concesión tan
i

inmediata q u e t u v o q u e h a b e r estado en las cartas cierto tiempo, aun-


q u e distaba d e ser popular: Boris se enfrentó enseguida a u n a rebelión.
Ello n o o b s t a n t e , la m i s i ó n b ú l g a r a c o n t i n u ó , y se c o n v i r t i ó e n u n a
«pelota» política q u e iba y venía entre los p r o y e c t o s misioneros rivales
4
de C o n s t a n t i n o p l a y R o m a , invitadas a m b a s p o r B o r i s . ' Las relacio-
nes entre las d o s iglesias ya eran malaSj p o r q u e el g o b e r n a n t e m o r a v o
Rastislav, q u e dirigía u n a p o d e r o s a e n t i d a d política esclave na en la
frontera franca (véase más abajo, el capítulo 20), había invitado en 863
a misioneros bizantinos, Constantino-Cirilo y Metodio, para q u e bus-
caran prosélitos; los había preferido a las misiones latinas q u e el papa
Nicolás I (858-867) consideraba adecuadas. Nicolás protestó p o r la ri-
validad misionera, p e r o sin efecto. T u v o m á s éxito a la hora de presio-
nar a Basilio I , c o m o u s u r p a d o r a ú n políticamente inseguro, para que
despidiera a Focio del patriarcado en 867, c o n la excusa d e q u e su elec-
ción n o había sido canónica; p e r o Focio n o tardó en firmar la pa2 con
Basilio: fue t u t o r d e L e ó n V I a principios d e la década de 870 y lo vol-
vieron a n o m b r a r patriarca en 877. La competencia entre R o m a y
Constantinopla en cuanto a la conversión d e d o s sistemas políticos en
proceso d e cristianización, el comprensible resentimiento del restaura-
d o F o c i o ante la injerencia papal y las crecientes discrepancias sobre
detalles cristológicos hizo q u e la relación entre las d o s iglesias viviera
su crisis m á s g r a v e desde la iconoclasia.

M o r a v o s y b ú l g a r o s , a la p o s t r e , a c e p t a r o n la lógica geopolítica:
aquellos p a s a r o n a la iglesia latina, y estos a la griega. C u a n d o ocurrió
así, en la década d e SSoj la tensión entre las d o s iglesias se alivió d e n u e -
v o . P e r o Boris, en particular, había o b t e n i d o concesiones importantes
a cambio d e su elección griega: en 870, la iglesia búlgara fue reconoci-
da c o m o a u t ó n o m a fuera d e Constantinopla, c o n su p r o p i o arzobispo.
Con posterioridad a 88 5 Boris acogió en su reino a los misioneros de
?

Metodio, ahora expulsados d e Moravia, y adoptó la liturgia esclavena


q u e C o n s t a n t i n o - C i r i l o había creado específicamente p a r a los m o r a -
vos; es la liturgia q u e a ú n existe c o m o núcleo d e ia ortodoxia eslava. El
RENACER BIZANTINO, S^O-ÍOOO 3*7

alfabeto cirílico se desarrolló igualmente en Preslav, a finales del siglo


I X , y p r o n t o le siguió u n a literatura religiosa eslava. E l eslavo también
se convirtió en la l e n g u a d o m i n a n t e en el gran kanato b ú l g a r o , en gran
medida d e r e s u l t a s de estos a c o n t e c i m i e n t o s . L o s b ú l g a r o s estaban
creando u n estilo de g o b i e r n o cada vez m á s b i z a n t i n o , a la vez q u e le
daban u n a i d e n t i d a d s e p a r a d a de la influencia c o n s t a n t i n o p o l i t a n a .
Esto resultó m u y útil c u a n d o las relaciones búlgaro-bizantinas se en-
friaron d e n u e v o d u r a n t e el m a n d a t o o!e Simeón, con guerras en S94-
897 y 9 1 3 - 9 2 4 , en las q u e los búlgaros tuvieron u n éxito considerable,
hasta el extremo de asaltar los alrededores de la propia Constantinopla,
en 9 1 3 y d e n u e v o 60920-924, c o m o u n eco d e K r u m . Simeón a d o p t ó
el título de basikus, e m p e r a d o r (en eslavo, \ar^ d e r i v a d o de «César»),
en 9 1 3 o p o c o después; y se temía q u e aspirara igualmente al t r o n o de
Bizancio: en 924 se hizo llamar «emperador de los búlgaros y romanos»
(¿y p o r q u é no te llamas t a m b i é n califa?, replicó T e o d o r o D a f h o p a -
15
t e s ) . P e r o las murallas de Constantinopla resistieron y Simeón m u r i ó ;
con su sucesor, P e d r o (927-968), regresó la paz. Esta fue la cima del
poder y la c o n d i c i ó n b ú l g a r a ; e n el m a n d a t o d e P e d r o e n c o n t r a m o s
cada vez m á s sellos de p l o m o , signos d e u n a administración letrada que
se bizantiniza, en particular en Preslav; el arzobispo b ú l g a r o había as-
cendido también al título de patriarca. El estado b ú l g a r o desarrolló in-
cluso su propia herejía p o p u l a r d u r a n t e el reinado de P e d r o : el b o g o -
16
milismo. L o s b o g o m i l o s eran dualistas y creían q u e el m u n d o había
sido creado p o r el diablo; esto les permitió g e n e r a r u n a crítica social de
las crecientes diferenciaciones en el seno d e la sociedad búlgara, c o m o
muestra el ataque q u e dirigió contra ellos C o s m a s el Sacerdote, en esla-
vo, en la década de 960. L o s b o g o m i l o s influyeron directamente en la
herejía catara, q u e tanto eco t u v o en la E u r o p a occidental durante los
siglos xii y x i n ; sus creencias ocupan el s e g u n d o lugar, solo p o r detrás
de la liturgia eslava^ c o m o exportaciones culturales m á s perdurables de
la Bulgaria de Simeón y P e d r o . El estado b ú l g a r o t e r m i n ó p o r caer con
bastante rapidez, c o m o v e r e m o s , p e r o dejó al menos estos legados,

León V I , frenado p o r el resurgir b ú l g a r o , a u n l a d o , y el m á s b r e v e


renacer abasí, p o r el o t r o , n o fue u n a figura militar equiparable a Basi-
lio, p e r o m a n t u v o su terreno, y su Táctica revivió el g é n e r o de los m a -
7
nuales m i l i t a r e s , ' con u n efecto considerable: en Bizancio, d u r a n t e el
siglo siguiente, se c o m p o n d r á n u n a d o c e n a d e m a n u a l e s similares, y
algunos de ellos, c o m o h e m o s visto, esbozados p o r otros emperadores.
León se centró en la reforma administrativa y el d e r e c h o . T a m b i é n se
3S8 E L L E G A D O D E ROMA

o c u p ó de la centralidad y supervivencia de su dinastía (y la de Basilio) s

y la crisis eclesiástica sobre su cuarto m a t r i m o n i o , con Z o é C a r b o n o p -


sina, se d e b i ó a su férrea resolución de p r o t e g e r la legitimidad de su
ú n i c o hijo, C o n s t a n t i n o V I I , e n g e n d r a d o p o r Z o é c u a n d o a ú n era la
a m a n t e de L e ó n . N o o b s t a n t e , C o n s t a n t i n o s o l o c o n t a b a o c h o años
c u a n d o sucedió a su p a d r e c o m o e m p e r a d o r ú n i c o , en 9 1 3 , y varios ri-
vales se enfrentaron sobre quién sería regente, o quizá e m p e r a d o r , du-
rante los siete a ñ o s p o s t e r i o r e s : el patriarca Nicolás ( q u e acababa de
r e g r e s a r al c a r g o ) ; el « d o m é s t i c o d e las escuelas» {domestikos ton
sc&oldn; e n la práctica, jefe del ejército oriental) C o n s t a n t i n o D u c a s ,
q u e intentó u n g o l p e de estado en 9 1 3 ; el zar S i m e ó n , c u y a segunda
g u e r r a se inició ese m i s m o a ñ o ; la p r o p i a Z o é Carbonopsina, q u e tomó
el c o n t r o l del consejo de r e g e n c i a e n 9 1 4 y g o b e r n ó el i m p e r i o hasta
919; y , p o r ú l t i m o , el jefe de la Marina, R o m a n o L e c a p e n o , q u e orga-
nizó con éxito u n golpe e n 919, casó a su hija Helena c o n Constantino
y se c o n v i r t i ó en e m p e r a d o r principal en 920. La dinastía macedonia
había logrado u n a condición demasiado asentada c o m o p a r a ser expul-
sada con facilidad y R o m a n o ( p o r m e d i o de T e o d o r o Dafhopates) es-
cribió a S i m e ó n e n 924 h a c i e n d o i n d i g n a d a s p r o t e s t a s de lealtad a
C o n s t a n t i n o . Sin e m b a r g o , C o n s t a n t i n o , a u n q u e p e r m a n e c i ó en la
corte, pasó a u n a posición m a r g i n a l ; y c u a n d o , en 945, derrocó p o r fin
a los L e c a p e n o y g o b e r n ó directamente, consideró q u e era su segundo
8
reinado, con u n a pausa de u n cuarto d e siglo é n t r e l o s d o s /

R o m a n o I t u v o u n doméstico de las escuelas excepcionalmente leal


y capaz, J u a n C u r c u a s , ' q u e m a n t u v o el puesto de 922 a 944, cuando
9

R o m a n o fue d e r r o c a d o p o r sus hijos u n mes antes del golpe del propio


C o n s t a n t i n o . T r a s la paz b ú l g a r a de 927, J u a n e m p r e n d i ó incursiones
sistemáticas y valientes s o b r e la frontera oriental, d u r a n t e quince años;
l o g r ó el d o m i n i o militar de las tierras fronterizas y los abasíes entraron
en crisis otra vez. C o n v i r t i ó esto en conquista en 934, al t o m a r Melite-
n e ; t u v o u n a influencia c o n s i d e r a b l e en A r m e n i a ; y en 934 obligó al
emir de Edesa n o solo a firmar la paz, sino t a m b i é n a entregar u n a de
las grandes reliquias cristianas, el mandylion con la i m a g e n milagrosa
de C r i s t o , q u e en adelante se g u a r d a r í a en el palacio de Constantino-
pla. C o n s t a n t i n o V I I , c o m o s o b e r a n o ú n i c o , n o m b r ó en 945 a Bardas
F o c a s c o m o d o m é s t i c o de las escuelas y r e g r e s ó con ello a la familia
q u e había g o z a d o d e este título e n la m a y o r p a r t e de los r e i n a d o s de
L e ó n VI y Zoé, c o m o v e r e m o s m á s adelante. Bardas — y luego su hijo
Nicéforo, q u e le sucedió c o m o d o m é s t i c o e n 9 5 5 — siguieron a Juan
RENACER BIZANTINO, SjO-IOÜO 389

Curcuas en el a t a q u e hacia o r i e n t e . N i c é f o r o , en particular, b u s c ó la


conquista: en 958 t o m ó S a m o s a t a , en el Eufrates, y en 962 (bajo R o -
mano I I , hijo d e C o n s t a n t i n o ) c o n t r o l a b a t o d o el valle s u p e r i o r del
Eufrates; en 962-965 t o m ó Cilicia, e n 965, C h i p r e , y e n 969, A n t i o -
guía, ¡a antigua capital r o m a n a de Oriente. N o fue m e n o s i m p o r t a n t e
que en 961 conquistara Creta, la llave estratégica del E g e o meridional,
que los bizantinos habían i n t e n t a d o r e c o b r a r en varias o c a s i o n e s , sin
éxito, desde 827.
Nicéforo F o c a s , el general m á s exitoso en varios siglos, se hallaba
pues en b u e n a p o s i c i ó n p a r a r e p e t i r el g o l p e de R o m a n o L e c a p e n o
cuando R o m a n o II m u r i ó , en 963, siendo sus herederos aún n i ñ o s . Se 10

desplazó r á p i d a m e n t e a la capital, casó con la viuda de R o m a n o , T e ó -


fano, y , c o m o e n 920, r e d u j o a l o s n i ñ o s (Basilio II y C o n s t a n t i n o
VIII) al papel d e c o e m p e r a d o r e s marginales. L u e g o regresó a la g u e -
rra, c o m o p r i m e r e m p e r a d o r q u e dirigía las tropas en p e r s o n a desde
Basilio I. D e s p u é s de 969, también lo hizo así su asesino, Juan T z i m i s -
kes, s o b r i n o d e Basilio I y s o b r i n o nieto de J u a n C u r c u a s ; J u a n atacó
en la frontera del este hasta llegar a u n p u n t o tan meridional c o m o Bei-
rut y , ai final d e su r e i n a d o , e n 97o, t o d o s los g o b e r n a n t e s árabes del
resto de Siria le p a g a b a n t r i b u t o . J u a n , p o r vez p r i m e r a e n este p e r í o -
do, también t u v o éxito en los Balcanes. Sviatoslav, príncipe de la R u s
de Kiev (véase m á s abajo, el capítulo 20), atacó Bulgaria en 967, p r o -
bablemente instigado p o r Nicéforo, y t o m ó Preslav; regresó e n 969 e
invadió el estado b ú l g a r o , amenazando asimismo el territorio bizanti-
no. En 9 7 1 , J u a n expulsó de Bulgaria al príncipe d é l a Rus, en una c a m -
paña rápida, antítesis de las p r o l o n g a d a s e inconcluyentes guerras b ú l -
garas de los d o s siglos anteriores. L l e g ó a la conclusión lógica de q u e
poseía la s u p r e m a c í a militar y d e r r o c ó t a m b i é n al zar Boris II (968-
971), en u n a ceremonia oficial celebrada en el foro de C o n s t a n t i n o , en
C o n s t a n t i n o p l a . El p o d e r b ú l g a r o , t e m i d o d u r a n t e t a n t o t i e m p o , se
hundió de p r o n t o , de este m o d o , y J u a n g o b e r n ó del D a n u b i o al E u -
frates, sobre u n territorio d e n u e v o u n tercio m á s amplio q u e el g o b e r -
nado p o r R o m a n o I tras su acceso al t r o n o .

Estas conquistas, en cierto nivel, no fueron e n o r m e s . Los bizanti-


nos tenían m á s experiencia en la g u e r r a defensiva q u e en la ofensiva y ,
desde l u e g o , eran lo bastante cautos c o m o p a r a extenderse de m á s y
bajar hasta Jerusalén y Bagdad; y quizá estaban en lo cierto, puesto q u e
el único ejemplo de ello en las décadas de 960-970, la conquista de Bul-
garia, n o se p u d o mantener, al m e n o s en un principio. Les preocupaba
E L L E G A D O D E ROMA

más la solidez, y este objetivo sí se consiguió. L o s árabes n o recobra-


ron las tierras orientales; la obra de Nicéforo Focas y Juan Tzimiskes
s o l ó l a desharían los turcos selyúcidas, c u a n d o en los años 1 0 6 0 - 1 0 7 0
conquistaron a u n tiempo el m u n d o árabe y la Bizancio oriental.
E n la historiografía de Bizancio en el siglo xi es recurrente presen-
car el enfrentamiento d e u n b a n d o civil y u n o militar, q u e ascendían o
caían con c a d a r e i n a d o s u c e s i v o . E s t o s u p o n e simplificar de m á s lo
o c u r r i d o en el siglo x i y es aún m e n o s acertado con respecto al siglo x.
P o d r í a p a r e c e r q u e h u b o u n a tradición macedonia legitimista, de ca-
rácter civil, p o r n o decir libresco, q u e fue m a r g i n a d a p o r los empera-
dores soldado, R o m a n o I, Nicéforo II y Juan L Sabemos q u e Nicéforo
se sentía c o a r t a d o p o r las c e r e m o n i a s , a u n q u e parece haber cumplido
11
c o n ellas c u a n d o estaba en la capital; y , sin d u d a , h u b o diferencias
culturales e n t r e todas estas figuras y u n L e ó n VI o C o n s t a n t i n o VIL
P e r o R o m a n o , q u e empezó en la marina, invirtió la m a y o r parte de su
reinado en la capital, igual q u e hicieron L e ó n y C o n s t a n t i n o . En las
c e r e m o n i a s de la c o r t e , los oficiales militares eran tan importantes
c o m o los civiles, salvo q u e estuvieran en c a m p a ñ a . U n a sola carrera
podía incluir cargos tanto militares c o m o civiles, c o m o la de Nicéforo
U r a n o (ra. después de 1 0 0 7 ) , - - q u e e n la d é c a d a de 9 8 0 fue guardián
del tintero imperial, con responsabilidad en la p r o d u c c i ó n de docu-
m e n t o s , p e r o l u e g o se convirtió en general de éxito, contra Bulgaria,
en 9 9 7 - 9 9 9 , y c o m o g o b e r n a d o r de Antioquía después de 9 9 9 ( y tam-
bién escribió un tratado militar, además de p o e m a s y hagiografías)- Un
funcionario civil podía tener u n hijo o u n h e r m a n o militar, c o m o en la
familia de los A r g y r ó s , militar e n su m a y o r parte, q u e e n g e n d r ó a R o -
m a n o A r g y r ó s ( q u i e n sería el e m p e r a d o r R o m a n o I I I , 1 0 2 8 - 1 0 3 4 ) ,
eparca ( g o b e r n a d o r ) de C o n s t a n t i n o p l a , de notable formación litera-
ria, y administrador e c o n ó m i c o de Santa Sofía; y también a sus herma-
n o s Basilio y L e ó n , generales en Italia y en la frontera oriental. N o ha-
bía u n a o p o s i c i ó n política e s t r u c t u r a l e n t r e las d o s t r a d i c i o n e s . Un
b u e n indicador al r e s p e c t o es la carrera d e Basilio L e c a p e n o (m. des-
pués de 9 8 5 ) 1 ^ hijo bastardo de R o m a n o I, a quien su padre convirtió
en e u n u c o . A s c e n d i ó en el g o b i e r n o civil, c o m o era habitual entre los
e u n u c o s ( a u n q u e luchó al m e n o s en u n a c a m p a ñ a , en 9 5 8 ) , y en 9 4 5
apoyó el golpe de Constantino V I I , quien a fin de cuentas era su cuña-
do; o b t u v o el título de parakoiinomenos (guardián de la cámara impe-
rial) y fue, de h e c h o , el jefe del g o b i e r n o civil para todo el período de
9 4 5 3 9 8 5 , salvo en los cuatro años de reinado de R o m a n o II. D i o su
RENACER BIZANTINO, 850-TOOO

respaldo activo al g o b i e r n o sucesivo de C o n s t a n t i n o V I I , Nicéforo


Focas, Juan T z í m i s k e s , y luego de Basilio II ( 9 7 6 - 1 0 2 5 ) en la p r i m e -
14

l 3 y difícil d é c a d a del r e i n a d o en solitario de este, tras la m u e r t e de


juan- C a m b i ó de b a n d o c u a n d o tuvo q u e hacerlo, en particular de N i -
céforo a J u a n (él t a m b i é n fue cómplice del asesinato d e Nicéforo) y
ganó m u c h a riqueza con su c a r g o ; n o necesariamente fue u n h o m b r e
adorable. P e r o representaba u n a continuidad q u e los sucesivos e m p e -
radores no p o d í a n rechazar fácilmente- El g o b i e r n o civil de la capital y
la jefatura del ejército se necesitaban m u n i a m e n t e — a q u e l , para o b t e -
ner los fondos con los que p a g a r a esta; y esta, para defender a a q u e l —
y los d o s lo sabían.
A u n así, Basilio II fue h e r e d e r o de las d o s corrientes políticas: el
legítimo h e r e d e r o m a c e d o n i o , p e r o también u n a figura militar ascéti-
ca, moldeada c o m o Nicéforo Focas (nunca se casó ni t u v o hijos), y sin
interés p o r aprender. E n la década de IOÓO, Miguel Pselos hizo hinca-
pié en cuánto le disgustaba la ostentación, d e n t r o del m a r c o de práctica
ceremonial q u e Basilio también respetaba: «Basilio participaba en sus
procesiones y daba audiencia a sus g o b e r n a d o r e s vestido con ropas de
púrpura; n o la p ú r p u r a m á s brillante, sino la simple p ú r p u r a de t o n o
oscuro, con u n p u ñ a d o de g e m a s c o m o señal de distinción». P a s ó la
mayor p a r t e de su vida en c a m p a ñ a s militares; e n t r e 991 y 995, p o r
ejemplo, n o esruvo n u n c a e n la capital, con el r e s u l t a d o de q u e h u b o
una vacante de cuatro anos e n el p a t r i a r c a d o , d a d o q u e la elección de
todo patriarca exigía la participación imperial. P e r o t a m b i é n p r e s t ó
mucha atención a los impuestos y , al final de su reinado, tan extrema-
damente p r o l o n g a d o , corrieron r u m o r e s de q u e el superávit financiero
era tan d e s c o m u n a l q u e , p a r a albergar el t e s o r o , h u b o q u e c o n s t r u i r
rúñeles bajo el palacio.

Basilio n o asentó su posición fácilmente. E n sus p r i m e r o s años, se


enfrentó a revueltas de generales q u e aspiraban a repetir las carreras de
Nicéforo II y Juan I. P r i m e r o fue Bardas Sclero, dwc de Mesopotamia,
en ía frontera m á s alejada (97Ó-979); en 978, Basilio instaló a Bardas
Focas el j o v e n , sobrino de Nicéforo, d e n u e v o en el cargo familiar de
doméstico de las escuelas, c o n la misión d e expulsar a los rebeldes al
otro lado de la frontera. E n lo personal, Basilio se o c u p ó m á s de Bulga-
ria, donde las revueltas del extremo occidental del antiguo estado b ú l -
garo (en la zona de las m o d e r n a s Serbia y Macedonia), p o c o antes de
980, estaban d a n d o paso a u n intento de subvertir la conquista bizanti-
na. A m e d i a d o s de los 9S0, su jefe era S a m u e l , q u e d e r r o t ó al p r o p i o

i
i*
E L L E G A D O D E ROMA

Basilio en 98o, en lo q u e h o y es la Bulgaria occidental, y q u e por en-


tonces y a controlaba t o d o el antiguo reino de Simeón y P e d r o , con la
excepción del viejo núcleo en t o r n o a Preslav. T r a s la derrota de 986
las revueltas orientales v o l v i e r o n a estallar. Bardas Sclero regresó CQ
987; se envió de n u e v o en su contra a Bardas Focas, p e r o en esta oca-*
sión, este se declaró también e m p e r a d o r , se alió con Sclero y luego lo
encarceló. U n F o c a s rebelde, d a d a la reputación heroica d e Nicéforo
II, entrañaba m u c h o m á s peligro para Basilio. E n cualquier caso, Bar-
das Focas controlaba todos los ejércitos orientales, q u e fueron leales a
él. Basilio, para lidiar con Focas, t u v o q u e buscar la ayuda del RuSj y
en 989 lo d e r r o t ó y le d i o m u e r t e en A b i d o , en los D a r d a n e l o s . Sclero
se rindió u n a ñ o m á s tarde, y recibió u n trato bastante b u e n o p o r parte
de Basilio. Esto era inusual: p o r lo general, Basilio trataba con brutali-i
dad a sus o p o n e n t e s (incluso a los prisioneros de g u e r r a ) . P e r o la revo-
lución de Sclero, al m e n o s en esta s e g u n d a ocasión, resultó tanto rne-
nos peligrosa.

Basilio II g o b e r n ó sin p r o b l e m a s desde 9S9 y m a n t u v o el control


pleno t a n t o de los ejércitos c o m o del palacio (había expulsado a Basilio
L e c a p e n o en 985). N o c o n t i n u ó c e n t r á n d o s e en la frontera árabe,
c o m o en las décadas d e 9Ó0 y 970, en p a r t e p o r q u e el p o d e r árabe en
Siria, con la forma de los farimíes, estaba r e c o b r a n d o su fuerza, como
veremos en el p r ó x i m o capítulo; la mayoría de sus guerras fueron con
Samuel. D u r a r o n m u c h o t i e m p o . Samuel no se q u e d ó a la defensiva, ni
m u c h o m e n o s , sino q u e atacó a d e n t r á n d o s e bien en Grecia desde su
base macedonia, d o n d e se p r o c l a m ó a sí m i s m o zar en 997. Basilio no
p u d o destruir al ejército de Samuel hasta 1014; y solo en 1018 aniquiló
la resistencia. Sin e m b a r g o , Basilio también combatió en el este; aquí,
su interés se centró sobre t o d o en o b t e n e r la hegemonía sobre los prín-
cipes a r m e n i o s y g e o r g i a n o s . Sus triunfos en la z o n a e m p u j a r o n ia
frontera m u y lejos, hasta el m o d e r n o iüruie de Irán y T u r q u í a , más al
este d e lo q u e nunca h a b í a n llegado los r o m a n o s , a u n q u e seguía ha-
b i e n d o reyes armenios independientes en la capital, A n i . El control de
Basilio, e n esta zona, n o era plenamente estable; no era fácil gobernar a
los a r m e n i o s . P e r o c o n la simple cantidad de c a m p a ñ a s q u e e m p r e n -
dió, a ío largo de tantas décadas, creó cierta estabilidad, incluso en las
tierras a r m e n i a s ; y, desde l u e g o , en Bulgaria. F u e fácil a b s o r b e r a ar-
m e n i o s y b ú l g a r o s en los propios ejércitos de Bizancio. La economía
de g u e r r a , durante cincuenta arios (setenta, si se parte de las campañas
de Nicéforo F o c a s ) , se convirtió en estructural para el estado. Basilio
RENACER RIZANTINO, 850-1000
393

quizá tuviera fama de recaudador excesivo, peco, si m u r i ó con la citada


reserva de dinero, las guerras debieron pagarse p o r sí solas, Y ocurrió
así aun a pesar de que empleaba, casi en exclusiva, u n ejército profesio-
nal, bien p a g a d o y equipado, los cagmata, h e r e d e r o s ampliados de los
regimientos de e s p e c i f i s t a s de los siglos VIII y r x , así c o m o mercena-
rios, del o r i g e n q u e fuera. A principios del siglo x i , Bizancio parecía
1
estar en b u e n a condición. * N i n g u n o de los sucesores d e Basilio, d u -
rante cincuenta años, t u v o su carisma (bastante s o m b r í o ) , pero el esta-
rjo no se tambaleó hasta el asalto turco d e la década d e 1070.

A mediados del siglo x , la mayoría de los actores políticos de Bizancio


lemán sobrenombres. E s t o suponía un c a m b i o : es m u c h o m e n o s cierto
en lo q u e respecta al siglo i x , c u a n d o los s o b r e n o m b r e s se h e r e d a b a n
con m e n o r frecuencia. Incluso en el x , los motes no siempre eran esta-
bles, c o m o c o n J u a n T z i m í s k e s («el Bajo»)! d e s c e n d i e n t e p o r línea
masculina de los Curcuas; o no siempre se usaban, c o m o con los Leca-
peno, a quienes se llama así e n los textos del siglo x i , p e r o no en los del
X. A u n q u e p o d e m o s rastrear a u n a s p o c a s familias aristocráticas hasta
el siglo V I I I , la m a y o r í a de las principales familias del siglo x eran b a s -
tante nuevas: los focadas comenzaron con Focas, en apariencia un s o l -
dado corriente, ascendido p o r Basilio 1 a varias gobernaciones p r o v i n -
ciales d e s d e la d é c a d a d e 870; l o s p r i m e r o s C u r c u a s y L e c a p e n o
también f u e r o n c o n t e m p o r á n e o s d e Basilio; los A r g y r ó s y D u c a s se
documentan p o r p r i m e r a vez en los a n o s 840; los Sclero se r e m o n t a n
más atrás, p e r o solo hasta Nicéforo I, a principios del siglo i x . SÍ estas
familias tenían antepasados nobles más antiguos, no sintieron n i n g u n a
necesidad de i n v o c a r l o s ; la i d e n t i d a d familiar p o d í a c o m e n z a r a q u í .
León VI p u d o usar t r a n q u i l a m e n t e la opinión (recogida e n la Táctica^
pero ajena) de q u e los generales n o d e b í a n ser de o r i g e n d i s t i n g u i d o ,
pues ios d e o r i g e n o s c u r o t e n d r í a n q u e d e m o s t r a r m u c h o m á s ; esta
idea, sin d u d a , la habrían c o m p a r t i d o los Focas coetáneos, y hacia 900

quizá n o fuera controvertida, a juicio d e m u c h o s . P e r o incluso Basi-
lio II, u n siglo más t a r d e , c u a n d o en u n a ley de 996 se lamenta de las
fechorías de «los p o d e r o s o s » (dynatoi), p r e v é explícitamente q u e u n
dynaios podía ser «en o r i g e n , u n h o m b r e p o b r e , [al que] más adelante
se le c o n c e d i e r o n títulos y se lo ascendió a u n a a l t u r a de gloria y de
buena fortuna»; su idea de u n a familia vieja era un d o m é s t i c o de las
escuelas c u y o s descendientes fueran «asimismo dynawi, cuyo éxito se
394 EL LEGADO D E ROMA

extienda a lo largo d e setenta o cien años». A u n q u e no deberíamos to-


mar la frase demasiado literalmente, también esta i m a g e n n o s hace re-
m o n t a r tan solo hasta L e ó n . El siglo x , sin d u d a , v i o cristalizar una
aristocracia c o n u n a perceptible conciencia familiar, y e n lo q u e res-
pecta a a l g u n o s elementos de esta conciencia, p o d e m o s ver q u e se re-
m o n t a n al m e n o s al siglo i x ; p e r o el concepto de la naturaleza especial
de los antepasados de alta condición todavía n o era d o m i n a n t e .
P o r o t r o l a d o , n o cabe d u d a de q u e los títulos oficiales figuraban
en la identidad aristocrática. T a m b i é n la tierra. T o d a s estas familias
poseían tierras, sobre t o d o e n la meseta anatólica y la frontera orien-
17
t a l : los Focas y A r g y r ó s , en Capadocia; los Solero, cerca de Melitene.
Es p o c o de extrañar q u e ascendieran en el ejército, en estas circunstan-
cias, a u n q u e los valores casi caballerescos de la gran épica fronteriza y
nostálgica del siglo x n , el Diymis Acritas, no se perciben aún en nues-
tras fuentes. L a familia F o c a s í u e la q u e m o s t r ó u n a a m b i c i ó n más
constante, e n n u e s t r o p e r í o d o , p e r o t a m b i é n es la más documentada,
p o r lo q u e p u e d e servir c o m o ejemplo. El hijo de F o c a s , Nicéforo Fo-
cas el viejo, fue el p r i m e r o q u e o c u p ó un puesto destacado en la políti-
ca; c o m o su p a d r e , fue favorito personal de Basilio I y se convirtió en
doméstico de las escuelas al comenzar el reinado de L e ó n V I , u n cargo
2
q u e m a n t u v o d u r a n t e casi u n a década. * Su hijo L e ó n o c u p ó el mismo
puesto con Z o é , y sufrió u n a g r a v e d e r r o t a ante los b ú l g a r o s , e n 917;
R o m a n o I lo despachó en 9 1 9 y, tras una revuelta, lo cegaron. E[ her-
m a n o de L e ó n , Bardas, fue excluido del poder en el reinado de Roma-
n o , quien a t o d a s luces ( y n o es de extrañar) veía a los Focas c o m o ri-
vales; p e r o , c o m o h e m o s visto, C o n s t a n t i n o VII lo r e c u p e r ó y él y su
hijo N i c é f o r o el j o v e n d i r i g i e r o n los ejércitos del i m p e r i o durante
veinticinco años, p r i m e r o c o m o domestikoi, l u e g o c o m o emperadores,
N i c é f o r o , el h e r m a n o de L e ó n , t a m b i é n fue g e n e r a l , a u n q u e menos
popular, incluido en la capital, d o n d e fue u n destacado funcionario ci-
vil d u r a n t e el reinado de Nicéforo; esto, u n i d o a u n a falta de celeridad
en la reacción, hizo q u e no pudiera contrarrestar el golpe de Juan Tzi-
miskes. T r a s u n a revuelta, en 9 7 1 , éí también fue cegado, sin embargo.
Bardas el j o v e n , p r i m e r o domestikos y l u e g o r e b e l d e , fue su hijo; en
nada llama la atención q u e Basilio II n o favoreciera m u c h o a la familia
desde 989. P e r o Nicéforo, el hijo de Bardas, a ú n p u d o organizar una
revolución desde su base capadocia, en 1 0 2 2 , y su hijo (o sobrino) Bar-
das lo intentó de n u e v o e n 1026. Al p r i m e r o lo mataron, al s e g u n d o lo
cegaron, y no se volvió a saber más de la familia.
R E N A C E R B I Z A N T I N O , S^O-IOQO 395

1
Los Focas * t e r m i n a r o n la historia familiar c o m o rebeldes, y así se
los recordó en adelante, p e r o hasta la conspiración q u e causó la m u e r t e
de Nicéforo II — y , de h e c h o , hasta la revolución d e Bardas el joven,
en 9 8 7 - 9 8 9 — , su consideración fue m u y distinta: era u n a de las f a m i -
lias de jefes militares m á s asentadas del i m p e r i o , pues r e t u v o el m a n d o
supremo del este d u r a n t e c u a r e n t a y cinco de los cien anos p r e v i o s a
esa revolución, p o r n o hablar de u n a serie d e m a n d o s provinciales en el
Anatolikón y la Capadocia, así c o m o cargos civiles ocasionales. F u e r a
del p o d e r en el r e i n a d o de R o m a n o I, sin e m b a r g o n o q u e d a r o n o l v i -
dados; y esto t u v o q u e ser cierto incluso con Basilio II, si el intimo N i -
céforo F o c a s p u d o r e a p a r e c e r en 1022 (al p a r e c e r , c o n v e n c i d o p o r el
gobernador del A n a t o l í k ó n , Nicéforo Xifías, que lo necesitaba c o m o
cabeza visible, m á s p o p u l a r , de su p r o p i o envite p o r el p o d e r ) . La cues-
tión es q u e , a u n q u e tenían u n a base hacendada, a la q u e podían retirar-
se — y a b u n d a n c i a de tierras en m u c h a s otras zonas, incluida la c a p i -
tal—, en realidad solo existieron c o m o actores de p r i m e r nivel c u a n d o
ocuparon c a r g o s públicos. Sin ello, en palabras de u n cronista a r m e -
nio, « v o c i f e r a b a n c o m o l e o n e s e n j a u l a d o s » . L o s F o c a s t e n í a n u n a
identidad familiar, sin d u d a , p e r o solo se p o d í a expresar de v e r d a d a

través de los c a r g o s . La riqueza, la tierra y tres o c u a t r o generaciones
previas n o eran b a s t a n t e p o r sí solas, en n i n g ú n caso. E s t o es aún m á s
cierto de otras familias, q u e apenas aparecen en las fuentes, ni siquiera
mencionadas, c u a n d o ya n o o c u p a n n i n g ú n cargo.

La p r o p i e d a d de tierras e n t r e la aristocracia, a u n así, estaba a u -


m e n t a n d o . U n ejemplo a n t i g u o : el p r i m e r p r o p i e t a r i o p r i v a d o r e a l -
mente acaudalado de q u i e n t e n e m o s d o c u m e n t a c i ó n clara desde el s i -
glo v i fue u n a m u j e r , D a n e l i s ( m . h . 8 9 o ) , 31
u n o de l o s p r i m e r o s
patronos d e Basilio I antes de q u e este recibiera la atención imperial; se
dice q u e p o s e í a m á s de o c h e n t a h a c i e n d a s e n el sur de G r e c i a . B i e n
p u e d e ser q u e la cifra se e x a g e r a r a , p e r o la m a g n i t u d p o d r í a ser u n a
guía p a r a la riqueza aristocrática de O r i e n t e , d o n d e tenían su sede la
mayoría de las familias p o d e r o s a s . Sin d u d a , los e m p e r a d o r e s creían
que los dynatoi estaban haciéndose c o n d e m a s i a d o p o d e r en las zonas
locales. E n t r e R o m a n o I, en 928, y Basilio II, en 996, todos los e m p e -
radores (salvo J u a n Tzimiskes) p r o m u l g a r o n leyes contra la opresión
ejercida p o r «los poderosos», leyes q u e sobreviven c o m o g r u p o y q u e
3
hacen referencia m u t u a . " L o s e m p e r a d o r e s i n t e n t a r o n dificultar q u e
los dynatoi c o m p r a r a n tierras a los c a m p e s i n o s , q u e a veces se v e í a n
obligados a v e n d e r o b i e n de resultas de a l g ú n i n f o r t u n i o ( c o m o la
E L L E G A D O D E ROMA

gran h a m b r u n a de 927-928), o bien s i m p l e m e n t e p o r la intimidación


de los nobles locales. Los vecinos y las c o m u n i d a d e s de las aldeas d e -
bían tener el d e r e c h o a r e c o m p r a r esas tierras; si los campesinos eran
soldados (estOj en los ejércitos de los tkemata^ u n elemento de las fuer-
zas armadas bizantinas al q u e los tagmata relegaron, en este período, a
u n a posición bastante m a r g i n a l ) n o p o d í a n v e n d e r la tierra, c o m o no
fuera a s o l d a d o s m á s p o b r e s . En 934, R o m a n o I afirmó q u e esto era
p o r q u e la acumulación de tierras p o r parte de los dynatoi amenazaba la
r e c a u d a c i ó n de i m p u e s t o s ; en 947-948, C o n s t a n t i n o VII tenía la in-
quietud de q u e los soldados campesinos p u d i e r a n engrosar los ejérci-
tos privados d e «los poderosos»; en 996, Basilio ir refirió anécdotas de
funcionarios del estado q u e expropiaban aldeas enteras y también ha-
bló de q u e los dynatoi tal vez podrían obligar a los comerciantes a des-
plazar sus m e r c a d o s (y p o r e n d e , los peajes respectivos) al interior de
sus tierras. E n cuanto a quiénes eran en realidad los dynatoi^ la legisla-
ción lo define de forma bastante v a g a e i n c o h e r e n t e , p e r o sin duda se
incluía a los funcionarios estatales, y n o cabe d u d a de q u e los Sclero,
Focas, etcétera, formaban parte de ellos. H a sido fácil ver a «los p o d e -
rosos» c o m o u n a amenaza para t o d o y todos: los campesinos propieta-
rios y libres, la organización del ejército, el sistema fiscal y, gracias a
los ejércitos privados y las revueltas regulares, t o d o el estado.

Es u n e r r o r intentar quitar valor a esta legislación, c o m o hacen al-


g u n o s historiadores, en reacción comprensible a las interpretaciones
apocalípticas d e a l g u n o s autores a n t e r i o r e s . L o s q u e d e n o m i n a m o s
«aristócratas» ocupaban, desde luego, posiciones políticas m á s destaca-
das que antes, y p o r lo t a n t o , es de s u p o n e r q u e eran más ricos, tanto a lo
largo del siglo x c o m o también más adelante; esta clase de opresión lo-
cal es justamente lo q u e demuestra que los aristócratas hacen en otros
tiempos y lugares; así, no es razonable negar q u e existiera en el Bizancio
del siglo x, c u a n d o e n realidad disponemos de u n corpus de textos in-
usualmente explícitos al respecto. T a m p o c o sería extraño que los em-
peradores temieran q u e pudiera resultar más difícil recaudar impuestos
de «los poderosos» que de «los pobres» (esto es, todo aquel q u e carecie-
ra de influencia política); siempre lo es, y en el período t a r d o r r o m a n o
hay problemas similares bien atestiguados. P e r o , cuando nos ocupamos
de estos t e x t o s , t a m b i é n a b u n d a n las razones p a r a q u e n o q u e r a m o s
fiarnos d e m a s i a d o de la intensidad de la retórica imperial. En primer
lugar, el sistema fiscal no estaba amenazado, según muestra la acumula-
ción de reservas de Basilio II, pese a la g u e r r a constante. E n segundo
R £ N A C E R B I Z A N T I N O , S 50-1OOO
397

lugar, la opresión local, precisamente p o r q u e «los poderosos» siempre


la ejercen, resultaba m e n o s amenazadora para el estado d e lo q u e afir-
maban los e m p e r a d o r e s . Las c o m u n i d a d e s rurales, sin d u d a , estaban
bien afianzadas, incluidas las materias de derecho y recaudación de i m -
puestos, sobre t o d o en la Anatolia; sería lógico q u e los e m p e r a d o r e s
buscaran su a p o y o . ( Y lo h i c i e r o n d e u n m o d o m u y t a r d o r r o m a n o ,
como corresponde a u n siglo de renacer de lo r o m a n o , c o m o el x ; cuan-
do Nicéforo II afirmó en 996-997 q u e «es nuestro deseo q u e los dynatoi
solo compren a los dynatoi y los soldados y los pobres a las personas q u e
hayan c o n s e g u i d o la m i s m a condición q u e ellos», se estaba h a c i e n d o
eco de las leyes del siglo iv c o n t r a la movilidad social.) P e r o esto n o
33
significa q u e los campesinos vivieran bajo amenaza en todas p a r t e s .
T a m p o c o está tan claro q u e los g r a n d e s terratenientes d o m i n a r a n
3 4
en v e r d a d el c a m p o a finales del siglo x . L o hicieron en partes d e la
Grecia meridional, c o m o implica el caso de Danelis, y lo confirma asi-
mismo el Catastro d e T e b a s , u n b r e v e informe sobre los impuestos l o -
cales, del siglo p o s t e r i o r , el siglo xr, q u e m u e s t r a u n p r e d o m i n i o de
propietarios de terrenos relativamente extensos e n una zona situada al
norte d e A t e n a s ( a u n q u e también h a y u n o s pocos campesinos p r o p i e -
tarios). A p e n a s cabe d u d a d e q u e la situación era la misma en algunas
zonas aristocráticas nucleares d e la A n a t o l i a central y oriental, P e r o
los aristócratas no d o m i n a b a n en el siglo anterior, el x , según los d o c u -
mentos del A t o s , en el n o r t e de Grecia, q u e muestran monasterios ( q u e
en sí también eran actores de la expansión, según lamentaron Nicéforo
II y Basilio II) que se enfrentan a comunidades locales c o m o la d e Y e -
riso, el asentamiento de gran t a m a ñ o m á s próximo al m o n t e Atos; p e r o
la querella n o era unidireccional, sino q u e la c o m u n i d a d t a m b i é n se
enfrentaba al m o n a s t e r i o . A p e s a r d e q u e , después del a ñ o 1000, la
gran tenencia d e tierras fue a u m e n t a n d o sin cesar e n el n o r t e de G r e -
cia, ni siquiera entonces fue este el caso en todas p a n e s ; los campesinos
continuaron p o s e y e n d o tierras en la costa egea de T u r q u í a durante v a -
55
rios siglos. T a m b i é n fue así en el sur d e Italia, bajo control bizantino,
aunque esta era u n a zona q u e interesaba m e n o s a los aristócratas. Sea
c o m o fuere, incluso si a l g u n a s de las g r a n d e s familias eran tan ricas
c o m o D a n e l i s , n o e r a n m u y n u m e r o s a s . D i s t a de estar claro q u e la
aristocracia bizantina h u b i e r a l o g r a d o el d o m i n i o del terreno q u e era
habitual en O c c i d e n t e (véase más adelante, capítulo 2 1 ) , ni siquiera en
el siglo x i ; n o digamos ya en el x, independientemente de lo q u e afir-
maran los e m p e r a d o r e s en sus leyes.
398 EL LEGADO D E ROMA

Las grandes familias de Bizancio, en suma, m e parecen m e n o s d o -


minantes, en el espacio local, de lo que fueron en Occidente; y su pro-
t a g o n i s m o político real también d e p e n d í a m á s de si poseían o no un
cargo público. P r o b a b l e m e n t e , en comparación con Occidente, en Bi-
zancio también h u b o m á s áreas n o dominadas p o r «los poderosos»; pa-
rece u n a conclusión razonable, a u n a pesar de que los datos bizantinos
n o s dicen m u y p o c o sobre la sociedad campesina. Incluso en Occiden-
te, c o m o v e r e m o s en la P a r t e I V , ¡as élites aristocráticas estuvieron es-
t r e c h a m e n t e r e l a c i o n a d a s con el e s t a d o en la F r a n c i a carolingia, la
Francia Oriental de O t ó n (la futura A l e m a n i a ) y la Inglaterra anglo-
sajona tardía; debían su identidad y condición al patrocinio del rey y
no buscaban establecer u n p o d e r local a u t ó n o m o , ni socavar el poder
real, salvo q u e u n a crisis de la monarquía les obligara a actuar en soli-
tario, c o m o e n la Francia Occidental del siglo x (la futura Francia). En
el Bizancio del siglo x , d o n d e el e s t a d o — c o n su g r a n b a s e tributa-
r i a — era m u c h o m á s fuerte, d o n d e poseer u n puesto importante com-
portaba u n salario e n o r m e , d o n d e la posición pública estaba asociada a
m a n d o s del ejército y u n a presencia regular en la capital, el poder autó-
n o m o local n o tenía n i n g u n a posibilidad de éxito. Sobre los procedi-
mientos judiciales provinciales — e n su mayoría, casos de la corte del
A t o s , d o n d e los monasterios pasaban u n tiempo a s o m b r o s a m e n t e lar-
go q u e r e l l á n d o s e e n t r e s í — s o l o t e n e m o s d a t o s f r a g m e n t a r i o s , pero
también m u e s t r a n intervenciones oficiales eficaces y sistemáticas, con
jueces q u e se enviaban r e g u l a r m e n t e desde la capital e interactuaban
asimismo con u n a red de funcionarios locales; esta red del p o d e r públi-
co — q u e , d e n u e v o , n o tiene p a r a l e l o s e n el O c c i d e n t e altomedie-
36
v a l — n o cedería fácilmente ante la autonomía p r i v a d a . E n cualquier
caso, Basilio II, a quien se suele considerar particularmente hostil a los
peligros de las grandes familias, n o las temió hasta el p u n t o de prever
n i n g u n a m e d i d a para la pervivencia d e su p r o p i a dinastía. N o solo no
se casó n u n c a , sino q u e ni siquiera se esforzó p o r convencer a su her-
m a n o , el anodino Constantino VIII (que le sucedió y reinó entre 1025
y 1 0 2 8 ) , de q u e casara a sus d o s hijas mientras aún podían engendrar,
para perpetuar la línea de este m o d o . Basilio sabía q u e otras familias no
tardarían en hacerse con el t r o n o imperial, p e r o esto, a todas luces, no
le inquietaba. Y, d a d o q u e Bizancio continuó siendo poderosa y esta-
ble durante o t r o m e d i o siglo, parece que no se equivocaba.
*4

DE L A B A G D A D A B A S Í
A L A C Ó R D O B A OMEYA, 750-1000

Eí geógrafo árabe Ibn H a u q a l ( m . h . 990) odiaba P a l e r m o y o d i a b a a


1
los sicilianos. L a p r o p i a P a l e r m o , q u e los árabes c o n q u i s t a r o n a ios
bizantinos en 8 3 1 , era rica e i m p r e s i o n a n t e , e Ibn H a u q a l dedica m u -
chas páginas a sus atractivos: la gran mezquita (antigua catedral), q u e
podía c o n t e n e r a 7.000 p e r s o n a s ; m á s de 300 m e z q u i t a s adicionales,
dispuestas con u n a densidad sin paralelos, en ocasiones tocándose u n a
a la o t r a , l i t e r a l m e n t e ; los m u y n u m e r o s o s y v a r i a d o s m e r c a d o s ; la
producción especializada de papiros, la única q u e existía fuera de E g i p -
to; los jardines q u e la r o d e a b a n , ricamente irrigados. P e r o los palermi-
tanos echaban a perder esta última fertilidad, q u e dedicaban a cultivar
cebollas q u e comían crudas; en consecuencia, «en esta ciudad n o se e n -
cuentra a n i n g u n a p e r s o n a inteligente, o habilidosa, o en verdad c o m -
petente en alguna disciplina científica, o animada p o r sentimientos n o -
bles o religiosos»- Allí n a d i e estaba cualificado p a r a ser cadí; n o se
podía confiar e n n i n g u n o . L o s m a e s t r o s de escuela eran m u y n u m e r o -
sos, p e r o todos imbéciles, y solo hacían ese trabajo para huir del servi-
cio militar; aun así, los sicilianos en su conjunto los tenían p o r brillan-
tes. P r o n u n c i a b a n mal el árabe; n o sabían r e t e n e r u n a argumentación
lógica ( I b n H a u q a l r e c o g e ejemplos); n o tenían ni idea de q u é creían
en realidad las escuelas teológica y legal iraquíes «pese a q u e su p o s i -
ción doctrinal es m u y bien conocida». L o s sicilianos tampoco conocían
bien la ley islámica, e n particular en el c a m p o . I b n H a u q a l estaba tan
furioso s o b r e t o d o e s t o , q u e llegó a escribir u n libro entero s o b r e la
idiotez siciliana, q u e p o r desgracia se h a p e r d i d o ; p e r o y a n o s c u e n t a
bastante en su e n o r m e v o l u m e n geográfico Configuración de la Tierra.
T e r m i n a a s o m b r a d o d e q u e los sicilianos p u d i e r a n ser tan p o b r e s , al
menos en aquel t i e m p o (la d é c a d a d e 970), c u a n d o su tierra era tan
rica. Lo único q u e hacían v e r d a d e r a m e n t e bien era el trabajo del lino.
E L L E G A D O D E ROMA 1

N o es fácil determinar q u é habían h e c h o los sicilianos para enfadar


tanto a I b n H a u q a l : los geógrafos criticaban a m e n u d o a los habitantes
de las regiones, p e r o esto es e x t r e m o . P e r o es justo decir q u e sabía de
q u é estaba h a b l a n d o . N a c i ó en Nisibis, e n el alto valle del Tigris, y fue
educado en Bagdad; dejó esta ciudad en 943 y e m p r e n d i ó treinta años
de viajes, ai n o r t e de África, Hispania, A r m e n i a , el Farsistán y el Jora-
san (en lo q u e h o y es I r a q ) , de n u e v o a Mesopotamia y Siria, Egipto y ?

p o r ú l t i m o , Sicilia. Quizá a esas alturas estaba simplemente cansado y


m a l h u m o r a d o , p e r o había atravesado t o d o el m u n d o islámico. Lo veía
2
c o m o u n t o d o y-comparaba sus partes sin cesar; la gran ciudad de Fus-
tat, en E g i p t o , p o r ejemplo, o c u p a b a un tercio de la superficie de Bag-
d a d , m i e n t r a s C ó r d o b a , en H i s p a n i a , tenía casi la mitad; el t u r r ó n de
Manbiy, en el n o r t e de Siria, era el mejor q u e conocía, salvo el de Biija-
rá, e n el Asia central; los comerciantes de Siyilmasa, en el desierto ma-
r r o q u í , eran tan ricos q u e los habitantes de Iraq o el Jorasán casi nunca
daban crédito a las palabras de I b n H a u q a l , c u a n d o les describía su ri-
queza. Sín e m b a r g o , Ibn H a u q a l realizó estos viajes c u a n d o el m u n d o
islámico estaha dividido en entre diez y quince entidades políticas dis-
tintas. Esto apenas le s u p o n e u n p r o b l e m a ; los g o b e r n a n t e s aparecen
de m a n e r a informal en su relato: algunos son b u e n o s , la m a y o r í a son
malos, algunos son amenazadores, t a n t o q u e t u v o q u e partir con rapi-
dez; p e r o todos ellos controlaban, sencillamente, secciones de u n a úni-
ca comunidad m u s u l m a n a . L a geografía de I b n H a u q a l iba m á s allá de
la política; él, y o t r o s geógrafos c o m o él, entendían q u e el m u n d o islá-
m i c o , e n lo esencial, era unitario.

Esta unidad religiosa y cultural la establecieron p o r vez primera las


conquistas militares de los omeyas. Se t o m ó p e r m a n e n t e , sin embargo,
en el siglo y m e d i o del califato abasí, q u e t u v o la h e g e m o n í a política
c o m o estado centralizado e n t r e 750 y 861 y siguió siendo p o d e r o s o
hasta aproximadamente 920; la desunión de los tiempos de I b n Hauqal
(y todas las épocas posteriores) apenas se había iniciado hacía una ge-
neración c u a n d o I b n H a u q a l partió de Bagdad. E n este capítulo, anali-
zaremos el l o g r o abasí, durante las décadas de su m á s efectiva centrali-
zación política, e n la creación de u n a densa cultura escrita, religiosa y
científica, en Bagdad, q u e adquirió la fuerza precisa para sobrevivir a
la fragmentación del siglo x . L u e g o s e g u i r e m o s la historia d e d o s de
los estados q u e le sucedieron, los más próximos al foco europeo de este
l i b r o : los fatimíes del n o r t e de África y E g i p t o y , en p a r t i c u l a r , los
omeyas de Hispania. Bajo el p o d e r abasí, los o m e y a s hispánicos goza-
D E LA BAGDAD ABASÍ'A L A CÓRDOBA OMEYA, 750-IOOO 40I

fon d e a u t o n o m í a y a en los años 750, p e r o ellos t a m b i é n v o l v i e r o n la


vista a Bagdad durante m u c h o tiempo. Bagdad, a u n q u e en n i n g ú n caso
forme parte d e u n a historia d e E u r o p a , n i siquiera del antiguo m u n d o
romano, t u v o en el ú l t i m o tercio d e n u e s t r o p e r í o d o u n a importancia
económica y cultural tal q u e superó la d e cualquier otra parte del m u n -
do; y esto ciertamente t u v o u n efecto s o b r e E u r o p a ; en Hispania, en
Constantinopla, e incluso e n la r e m o t a A q u i s g r á n , d o n d e la c o r t e d e
Carlomagno prestó atención a la d e H a r ú n al-Rashid, p o r m u c h o q u e ,
probablemente, n o pueda decirse lo m i s m o a la inversa.

En el capítulo 1 2 , d e j a m o s a A l m a n z o r , el s e g u n d o califa abasí (754-


775), al m a n d o d e todos los territorios m u s u l m a n e s desde el n o r t e d e
África hasta el actual Pakistán. Este control n o fue resultado, simple-
mente, d e la revolución abasí de 747-750; el sistema político a ú n no e r a
estable en 754 y A l m a n z o r , para sentirse s e g u r o , t u v o q u e d e r r o t a r a
rivales de su p r o p i a familia inmediata, sofocar una g r a v e revuelta alida
en 762-7Ó3 y establecer un equilibrio d e p o d e r entre el ejército jorasaní
que había c o n s e g u i d o la victoria abasí y los b a n d o s iraquí y sirio q u e
este había desplazado. El a c u e r d o político fue u n éxito, sin e m b a r g o ,
fruto de la brillantez c o n la q u e actuó A l m a n z o r , reforzada p o r su fa-
mosa austeridad religiosa y cautela financiera. Cristalizó en la funda-
ción d e u n a n u e v a capital en 7 6 2 , c e n t r a d a en u n a ciudad r e d o n d a y
m o n u m e n t a l ( h o y p e r d i d a ) q u e e r a el c o r a z ó n político y c e r e m o n i a l
del califato: Bagdad sería la sede del ejército jorasaní, los aína*o «hi-
jos», y también d e la élite administrativa, q u e procedía d e todas las zo-
nas del califato, p e r o en particular d e Iraq, el núcleo abasí.

Bagdad, al parecer, se expandió con u n a rapidez extraordinaria: e n -


tiendo que, p a r a el siglo i x , es razonable calcularle d e m e d i o millón d e
5
habitantes para a r r i b a . E s t o fue posible gracias al abastecimiento d e
agua del T i g r i s , q u e cruza la ciudad ( D a m a s c o c u e n t a c o n m u c h a m e -
nos agua y no llegó nunca a alcanzar dimensiones similares), así c o m o
gracias a los grandes recursos agrícolas d e la Yazira, entre Iraq y Siria, y
sobre t o d o del sur d e Iraq, la «tierra negra» d e Sauad, q u e los primeros
abasíes desarrollaron a ú n m á s mediante proyectos d e irrigación q u e po-
sibilitaron superar incluso la riqueza productiva de Egipto. P e r o t a m -
bién fue posible gracias a q u e los abasíes, en su m a y o r parte mediante
conquista, d o m i n a r o n todos y cada u n o d e los rincones del m u n d o islá-
mico, con la excepción d e Hispania; A l m a n z o r partía d e u n a pizarra en
402 E L LEGADO D E ROMA

blanco y, tras ejecutar a su gran general jorasaní, A b ú Muslim, en 75 5


n o le debía n a d a a nadie. E n particular, podía iniciar la reorganización
del sistema fiscal q u e los o m e y a s nunca habían logrado llevar a término.
L o s árabes q u e vivían e n las provincias fueron perdiendo progresiva-
mente el derecho a vivir de la tributación provincial, q u e empezó a fluir
con m á s consistencia hasta el foco político y militar de Bagdad; y esto
era u n recurso seguro para la población d e la ciudad, tanto para los sol-
dados y administrador q u e recibían su salario de esa fuente, c o m o para
la multitud de tenderos, mercaderes y artesanos, y servidores públicos y
privados, q u e trabajaban para ellos y dependían de ellos.
Este p r o c e s o d e centralización fiscal n o se p u d o asentar de la noche
a la m a ñ a n a , c o m o es lógico, dadas las d i m e n s i o n e s y la complejidad
del califato. C o m o v e r e m o s , en las décadas de 780,790 y 830 se dieron
nuevos avances en esta dirección. P e r o empezó con Almanzor, que ya
tenía a su disposición m á s r e c u r s o s q u e n i n g ú n o t r o califa anterior, e
i g u a l m e n t e q u e n i n g ú n e m p e r a d o r r o m a n o d e s d e , p r o b a b l e m e n t e , el
siglo iv. E n consecuencia, cabe v e r a A l m a n z o r en el trance de desarro-
llar u n a red administrativa q u e pudiera llegar a ser capaz de organizar
y distribuir esos recursos. L o s omeyas ya tenían secretarios (kuttab) de
considerable i m p o r t a n c i a administrativa, p e r o solo con los primeros
abasíes e m p e z a m o s a encontrarlos con u n a responsabilidad m á s clara
sobre ramas aisladas del g o b i e r n o o divanes; y es en particular bajo el
reinado de A l m a n z o r c u a n d o v e m o s aparecer u n jefe ejecutivo de todo
4
el sistema a d m i n i s t r a t i v o central, el wa^ir o visir; el p r i m e r o parece
haber sido A b ú A y u b ( m . 7 7 1 ) , q u e dirigió el g o b i e r n o de Almanzor
durante u n o s quince años (h, 75 5-770). L o s poderes del visir continua-
ron ampliándose d u r a n t e el p e r í o d o abasí, a u n q u e nunca fueron com-
p l e t o s ; p o r lo g e n e r a l , los visires n o c o n t r o l a b a n a los gobernadores
provinciales, pues esto era responsabilidad califal ( a u n q u e sí controla-
b a n a los funcionarios tributarios provinciales), y siempre h u b o cargos
a u t ó n o m o s d e n t r o de la p r o p i a Bagdad, c o m o la relevante posición de
chambelán (¡wyib\ q u e dirigía la g r a n casa del califa y a m e n u d o goza-
b a de la confianza de este, p o r lo q u e podía convertirse en serio rival de
cualquier visir. P e r o , p o r vez p r i m e r a , v e m o s u n a estructura clara de
g o b i e r n o e n el m u n d o á r a b e , p r o v i s t a de su p r o p i a política interior
compleja, c o m o v e r e m o s , y c o n u n carácter aún m á s feroz debido a la
descomunal cantidad de dinero q u e debía dirigir.

A l m a n z o r n o albergaba n i n g u n a d u d a sobre la naturaleza dinástica


de su g o b i e r n o y , gracias a q u e eliminó a los rivales, u n a línea conti-
DE LA BAGDAD ABASf A L A CÓRDOBA OMEYA, 750-IOOO

n u a d a de califas, t o d o s ellos descendientes de él, retuvo el cargo hasta


1 5 1 7 . Su hijo A l - M a h d i ( 7 7 5 - 7 8 5 ) y su n i e t o A l - R a s h i d (786-809)
continuaron con sus prácticas políticas en un período de paz y p r o s p e -
ridad g e n e r a l e s , q u e c o n t r i b u y ó a la t e n d e n c i a a la centralización,
típaz» quizá sea un término con demasiada connotación; siempre h u b o
guerras fronterizas con los b i z a n t i n o s , y t a m p o c o fueron d e s c o n o c i -
das, desde l u e g o , las rebeliones provinciales, en particular en Egipto y
el Jorasán oriental, además de u n a revolución campesina en la Yazira,
al oeste de Mosul, en la década de 770. P e r o n i n g u n a de ellas amenazó
la estructura del estado, q u e siguió desarrollándose. Al-Rashid — t a m -
bién c o n o c i d o p o r su n o m b r e personal, H a r ú n (pues todos los califas
abasíes tenían tanto un n o m b r e personal y u n o c o m o m o n a r c a s , a u n -
que los historiadores tienden a usar solo el s e g u n d o ) — es con m u c h o
el mejor c o n o c i d o de los abasíes, y quizá el g o b e r n a n t e m á s conocido
de t o d o el m u n d o m u s u l m á n m e d i e v a l , solo i g u a l a d o p o r Saladino,
gracias a su rol estelar en Las mily una noches ( q u e en su forma actual
son u n a recopilación de relatos en su m a y o r í a t a r d o m e d i e v a l e s ) . E n
vida, sin e m b a r g o , a u n q u e fue u n general activo, e n materia de política
interior fue u n a figura relativamente retirada, q u e se dedicó en g r a n
medida a las ceremonias. E n t r e 786 y 803, el estado estuvo d o m i n a d o
por su visir Y a h y a ibn Jalid ibn Barmak ( m . S 0 5 ) , hijo de u n o de l o s
principales funcionarios de A l m a n z o r y antiguo tutor d e H a r ú n . Y a h -
ya dirigió el g o b i e r n o de m a n e r a conjunta con sus hijos Yafar (el socio
y amigo m á s p r ó x i m o a H a r ú n , tanto e n vida c o m o e n Las mily una
noches) y A l - F a d l , q u e distribuyó la m a y o r í a de las posiciones de esta-
do entre ellos y también u n a sucesión d e gubernaturas provinciales; a
este g r u p o se lo conoce c o m o el de los barmaquíes.* D e s d e entonces,
los b a r m a q u í e s t u v i e r o n fama de ser a d m i n i s t r a d o r e s habilidosos y
h o n r a d o s , y en efecto p a r e c e n h a b e r l o sido; fueron l o s a r q u i t e c t o s
principales del sistema fiscal abasí, e n su etapa de m a d u r e z , p a s a n d o
por e n c i m a de l o s g o b e r n a d o r e s p r o v i n c i a l e s ( e x c e p t o c u a n d o ellos
mismos o c u p a b a n estos c a r g o s ) y d i r i g i e n d o hacia Bagdad u n a c u o t a
cada vez m a y o r de los i n g r e s o s tributarios. Su r e c u e r d o se magnificó
además p o r su caída, m u y abrupta, c u a n d o e n 803, y sin apenas aviso,
Al-Rashid hizo decapitar a Yafar y encarcelar a sus parientes, sin n i n -
guna razón evidente, m á s allá, se s u p o n e , de su creciente resentimiento
hacia el p o d e r a c u m u l a d o p o r la familia. D u r a n t e varios siglos, los a u -
tores árabes han reflexionado sobre la tragedia del administrador ideal,
Yahya, d e r r i b a d o p o r u n califa casi i g u a l m e n t e ideal; en p a r t i c u l a r ,
E L L E G A D O D E ROMA

p o r q u e o c u r r i ó solo u n o s años antes d e q u e la m u e r t e del p r o p i o Al-


6
Rasliid desembocara en u n a g r a v e g u e r r a civil.
L o s g o b e r n a n t e s abasíes a c o s t u m b r a b a n a c o n t r o l a r la sucesión
n o m b r a n d o a u n p r i m e r y u n s e g u n d o heredero; esto a m e n u d o n o sa-
lía bien, pues la alineación política podía variar, p e r o al menos ayuda-
b a a g a r a n t i z a r q u e el h e r e d e r o inicial c o m p l e t a r a la sucesión sin la
oposición d e su futuro h e r e d e r o . Al-Rashid d i o u n p a s o m á s : designó a
u n o d e sus hijos, A l - A m í n , c o m o siguiente califa (809-813), y a otro,
A l - M a m ú n , c o m o sucesor d e este; p e r o también asignó a Al-Mamún
u n infantado, el'Jorasán, en el q u e sería d e h e c h o a u t ó n o m o durante el
reinado d e su h e r m a n o . P r o b a b l e m e n t e , esto se debía a q u e el Jorasán
7
v o l v í a a ser u n a p r o v i n c i a en t e n s i ó n , y a q u e la aristocracia local se
n e g a b a a aceptar el derecho d e Bagdad a llevarse los impuestos (iróni-
camente, para costear el ejército exjorasaní d e los aína\ en la capital y
la frontera bizantina); esto se p a r ó , al m e n o s t e m p o r a l m e n t e , después
de la m u e r t e d e Al-Rashid, y los jorasaníes p u d i e r o n sentir q u e conta-
b a n c o n u n futuro califa q u e protegería sus intereses. Las tensiones no
se detuvieron-con la división d e 809, sin e m b a r g o , y ahora cada bando
tenía u n abasí en cabeza. D e s p u é s d e q u e A l - A m í n intentara minar el
g o b i e r n o d e su h e r m a n o , en 8 1 0 los jorasaníes convencieron a Al-Ma-
m ú n d e q u e declarase la independencia. D e forma inesperada, en 8 1 1
su general T a h i r ibn al-Husain d e r r o t ó a los abna'áú n u m e r o s o ejérci-
to invasor d e A l - A m í n , y A l - M a m ú n , q u e ahora reclamaba el califato
( 8 1 1 - 8 3 3 ) , envió T a h i r c o n t r a Bagdad.
a

T a h i r sitió la capital d u r a n t e u n a ñ o , hasta q u e en 8 1 3 l o g r ó que-


b r a n t a r la resistencia local; A l - A m í n fue apresado y le dieron muerte.
N o obstante, A l - M a m ú n se q u e d ó en el J o r a s á n y convirtió Merv (hoy
en T u r k m e n i s t á n ) en su capital; a d e m á s , en este p e r í o d o m o s t r ó un
a c e r c a m i e n t o a los chííes, s o b r e t o d o m e d i a n t e su decisión única de
convertir a u n alida en s u h e r e d e r o , en 8 1 7 : Alí ibn Musa, cuyo nombre
8
califal sería Al-Rida, «el elegido». Esto garantizábala lealtad d e partes
del Jorasán e Iraq, p e r o distanciaba al resto del califato. Bagdad se su-
blevó otra vez, y eligió a u n h e r m a n o d e Al-Rashid, Ibrahim, como el
califa A l - M u b a r a k ; t a m b i é n E g i p t o , q u e d e s d e 8 \ z h a b í a v i v i d o su
propia g u e r r a civil entre partidarios d e los dos h e r m a n o s enfrentados,
se sumió en el caos en 8 1 9 , c o n la más g r a v e revolución tributaria de la
p o b l a c i ó n cristiana d e s d e 7 5 o . A l - M a m ú n t u v o q u a r e t r o c e d e r : se
9

trasladó a B a g d a d y se alejó definitivamente del i m a g i n a r i o alida, en


8 1 9 , Iraq lo acató d e inmediato e I b r a h i m h u y ó (sobrevivió a esta de-
D E L A BAGDAD ABASÍ A LA CÓRDOBA OMEYA, 750-IOOO

bacle y en 825 se había reconciliado con el poder; m u r i ó en la corte e n


839). E g i p t o , en c a m b i o , t a r d ó m u c h o m á s en-someterse; A l - M a m ú n
tuvo q u e e n c a b e z a r u n ejército e n p e r s o n a , e n 832, p a r a l o g r a r u n a
0
n d i c i ó n a d e c u a d a . ' Solo entonces, justo antes de su m u e r t e , tuvo el
r€

califa control pleno sobre los dominios de su p a d r e , con la salvedad del


norte de África, u n a p r o v i n c i a siempre bastante m a r g i n a l , q u e n u n c a
volvió a estar bajo el d o m i n i o abasí.
Así, la g u e r r a civil de 8 1 1 - 8 1 3 c o m p o r t ó p r o b l e m a s . El r e s e n t i -
miento de las provincias con respecto a los impuestos era permanente;
cuanto m á s se aseguraban los abasíes de q u e la recaudación se enviaba
a Iraq, más fuerte se t o r n a b a la resistencia local. En el p e r í o d o o m e y a ,
esta resistencia podía presentarse en forma de lealtad a la p e r s o n a del
califa (era justo q u e los ejércitos árabes locales t u v i e r a n el derecho a
retener los tributos provinciales); p e r o , si este derecho dejaba de reco-
nocerse, se corría el peligro de q u e la provincia se librara p o r completo
de la a u t o r i d a d califal, c o m o había h e c h o el p r o p i o A l - M a m ú n en el
Jorasán. Este, de h e c h o , acabaría p r o v o c a n d o la disolución del p o d e r
califal. P e r o es necesario hacer hincapié en q u e , por el m o m e n t o , n o
ocurrió así. A l - M a m ú n m a n t u v o la lealtad y la c o o p e r a c i ó n — y los
i m p u e s t o s — del j o r a s á n , en gran m e d i d a , gracias a la familia de su
general, T a h i r , q u e p r o p o r c i o n ó cuatro generaciones de g o b e r n a d o r e s
tahiríes en la zona, de 821 a 873, p e r o q u e al mismo tiempo eran g o b e r -
nantes de la ciudad de Bagdad, q u e dependía d e los ingresos provincia-
les. Egipto, en el o t r o extremo del califato, permaneció al fin en calma
después de 832. El ejército de A l - M a m ú n , q u e ya n o se basaba en los
antiguos abna ' a b a s í e s , era en un principio u n a colección n o p o c o i n -
cierta de reclutamientos de la aristocracia irano-oriental, q u e tuvo difi-
cultades e n t o m a r B a g d a d c o n t r a b a n d a s i r r e g u l a r e s d e c i v i l e s
('ayyárün), pese a q u e el ejército defensor regular se desintegró; p e r o
él, y sobre t o d o su h e r m a n o , AKMutasim, que le sucedió e n el califato
(83 3-842) y poseía u n notable á n i m o militar, formaron u n ejército de
mercenarios, e n particular del Asia central t ú r q u i c a , m u c h o s de los
cuales eran a n t i g u o s esclavos; n u e s t r a s fuentes los suelen mencionar,
genéricamente, c o m o «turcos». Esta era una fuerza de combate eficaz,
no suficientemente islamizada c o m o para poseer un p r o g r a m a político
propio, n o asociada con n i n g u n a provincia del califato e n particular, y
muy leal, al m e n o s a A l - M u t a s i m . F u e r o n el g r u e s o q u e conformó el
úlrimo ataque realmente intenso d e los abasíes contra el imperio bizan-
tino, q u e t o m ó A m o r i o n en 83 8; y cada vez se u s ó más a los jefes turcos
406 E L L E G A D O DE ROMA

c o m o g o b e r n a d o r e s p r o v i n c i a l e s . C o n las p r o v i n c i a s en calma, un
ejército m o d é l i c o y u n a m a q u i n a r i a administrativa y fiscal cada vea
m á s pulida y extensa, las décadas d e 830 y 840, con el califato de Al-
Mutasim y su hijo, de perfil m á s a n o d i n o , A l - U a t h i q (842-847), repre-
sentaron u n a nueva cima del estado centralizado abasí, tal q u e podría
desarrollar u n poder realmente d u r a d e r o ; o, al m e n o s , eso cabría haber
pensado.

L a B a g d a d del'siglo i x — e n o r m e , rica y políticamente c e n t r a l — se


convirtió en u n auténtico foco cultural. Así lo atestigua el n ú m e r o de
obras q u e , escritas e n árabe d u r a n t e los siglos i x y x , h a llegado hasta
nuestros días, q u e resulta a s o m b r o s a m e n t e amplio; en su mayoría (so-
bre t o d o , antes de la década de 930, aproximadamente), se escribieron
11
en la capital y cerca de ella. A d e m á s , son solo u n a parte de lo que en
v e r d a d se escribió, c o m o demuestra el Fihrist o índice de Al-Nadim (m,
h . 990), q u e e n u m e r a m á s d e ó-ooo títulos de libros, casi todos escritos
en los últimos 250 a ñ o s (esto supera c o n m u c h o los 279 libros inclui-
d o s en la Bibliotheke, a u n q u e F o c i o , al m e n o s , los había leído todos);
también n o s lo indica u n a cifra incluida en el m i s m o Fihrist, sobre las
óoo estanterías de libros q u e poseía el historiador A l - U a q i d i ( m . 823),
u n a cifra i m p o s i b l e p a r a u n a fecha tan t e m p r a n a , p e r o significativa
c o m o i m a g e n del siglo x . L a teología, la filosofía, el d e r e c h o , la poesía,
el g o b i e r n o , la historia, la medicina, la ciencia y la geografía: todas es-
tas materias contaban con sus propios expertos, en este m u n d o cultural
hiperactivo.

Estas ramas del conocimiento fueron desarrollando microcultaras


cada vez m á s propias, con juristas que leían sobre t o d o a otros juristas,
historiadores q u e leían a o t r o s historiadores, poetas q u e leían a otros
p o e t a s . A u n así, t a m b i é n e s t a b a n c o n e c t a d a s e n t r e sí p o r d o s redes
principales, u n a religiosa y cultural, otra literaria. L o s estratos intelec-
tuales en su conjunto eran vistos c o m o u n a comunidad de eruditos, los
c 12
ulemas ( u/ama*, de i!m, 'conocimiento r e l i g i o s o ' ) , La comunidad se
definía, en principio y ante t o d o , en términos de saber religioso, pero
p r o n t o p a s ó a ampliarse a las disciplinas m á s especializadas: su identi-
dad resulta m u y visible en los diccionarios biográficos de eruditos, que
ya se estaban escribiendo a principios del siglo i x . F u e esta comuni-
dad, encabezada p o r juristas y expertos del C o r á n , la q u e fue viéndose
cada vez m á s , e n u n a religión sin jerarquía eclesiástica ni sacerdotes
D E L A B A G D A D A B A S Í A L A C Ó R D O B A O M E Y A , 75O-IOOO

oficíales, corno la q u e determinaba q u é era el islam y c ó m o se lo debía


IJ
entender; y , de h e c h o , e n el siglo x x i sigue siendo a s í .
L a c o m u n i d a d , p o r descontado, n o siempre estaba de a c u e r d o . Y a
hemos encontrado la fractura q u e separaba a suníes de chiíes y en el si-
glo rx cristalizó formando d o s sistemas religioso-políticos alternativos.
Cada u n o de estos sistemas, sin e m b a r g o , tenía t a m b i é n sus p r o p i o s
subsistemas, escuelas de pensamiento rivales sobre c ó m o debían d i r i -
girse la religión, la práctica política y el d e r e c h o . D e n t r o de lo q u e se
consideraría la tradición suní, p o r ejemplo, h u b o desde fecha temprana
del siglo VIII u n a importante polémica al respecto de hasta q u é p u n t o la
práctica legal islámica (charia o siarla) debería basarse ora en la legis-
lación (cabe s u p o n e r q u e de los califas), ora en razonamientos d e r i v a -
dos de ios principios éticos básicos extraídos del C o r á n , o r a en los c o m -
plejos conjuntos de la «tradición» {kadtth), obiter dicta a t r i b u i d o s a
Mahoma el Profeta y referidos a casi todas las cuestiones morales o l e -
gales imaginables. (Estas declaraciones, en realidad, daban legitimidad
religiosa a la costumbre local, a u n q u e las costumbres, p o r sí solas, n u n -
ca se consideraron fuente legítima d e derecho.) Q u i e n e s g a n a r o n fue-
ron, en lo esencial, ios «tradicionalistas», p e r o las cuatro grandes escue-
las jurídicas deí islam s u n í m e d i e v a l , q u e m i r a b a n respectivamente a
Ahú Hanifa ( m . 7Ó7), Malik ( m . 7 9 5 ) , Al-Shafi'i ( m . 820) — i n t e l e c -
tualmente,el de m a y o r i n f l u e n c i a — e l b n Hanbal (m. 8 5 5 ) , variaban
mucho e n su c o m p r o m i s o con el hadttk\ los hanifíes eran los más recep-
tivos al razonamiento legal, y los hanbalíes, los m á s rígidamente a d s -
critos a lecturas literales del kadltL Estas escuelas, y otras m e n o s d u r a -
deras, l o g r a r o n ello n o o b s t a n t e u n a t o l e r a n c i a m u t u a , p u e s t o d a s
formaban parte de la opinión de los ulemas suníes; y hacia 900, aproxi-
madamente, habían desarrollado lo q u e se h a d a d o en llamar «cierre de
la p u e r t a del r a z o n a m i e n t o i n d e p e n d i e n t e » : en t e o r í a , y a n o cabría
aceptar n i n g u n a nueva opinión legal o jurídica, ni siquiera las emitidas
por u n califa u o t r o guía político. Así, la ley islámica q u e d ó cada vez
más fijada (aun c u a n d o n o ocurriera lo m i s m o c o n la práctica l e g a l ) .
Esto sirvió a ú n m á s para definir a los ulemas c o m o u n g r u p o cultural,
aunque otras disciplinas c o n t i n u a r o n desarrollándose d u r a n t e siglos,
de un m o d o m u y similar a c ó m o las n o r m a s doctrinales del cristianismo
oriental y occidental delimitaron los m u n d o s del pensamiento que t a m -
bién se estaban desarrollando en E u r o p a a lo largo de la Edad Medía.

El o t r o m o d o de vinculación e n t r e los reinos de la cultura escrita


era p o r m e d i o de la adab q u e cabría traducir aproximadamente c o m o
y
408 E L LEGADO D E BOMA

«etiqueta cortés» o «buena e d u c a c i ó n literaria». " Hacia 800 se había


1

convertido en fundamento de la cultura escrita en árabe, y siguió sién-


d o l o durante t o d o nuestro p e r í o d o y m á s adelante. Vinculaba el apren-
dizaje con la elegancia estilística y exigía q u e quienes la practicaban
tuvieran u n conocimiento general de la mayoría de las disciplinas inte-r
lectuales del p e r í o d o , p e r o sobre t o d o de la lengua, la poesía, el relato,
la práctica de g o b i e r n o y el hadíth. La práctica de g o b i e r n o es la com-
pensación, p u e s la adab se concebía sobre t o d o c o m o cualificación para
la carrera en el g o b i e r n o . Era el equivalente exacto de la educación li-
teraria de los senadores, e n el imperio r o m a n o , y de la instrucción teo-
lógica y clásica q u e n e c e s i t a r o n los a d m i n i s t r a d o r e s de Bizancio con
posterioridad a 900, salvo en q u e el saber r e q u e r i d o era de una cosecha
m u c h o más reciente. Y, e n efecto, el ámbito de la actividad intelectual
en Bagdad y o t r o s centros p u s o de manifiesto el c a m p o de saberes que
se tenían p o r aceptables e n el g o b i e r n o ; así, t u v i e r o n cargos oficiales
intelectuales q u e iban desde el geógrafo Ibn J u r r a d a d h b i h (m, h . 885)
al original y m u y influyente filósofo y médico I b n Sina (Avicena, m.
1 0 3 7 ) . Este ámbito m a r c a u n a de las particularidades de \zadah* Pero
también lo hace la narración de historias. L a cultura literaria ofrecía un
espacio considerable a la narración: las historias abasíes se componen
de miles de breves relatos ejemplares, con abundancia de citas directas,
se s u p o n e q u e tomadas de boca de los califas y sus consejeros. La peri-
cia retórica exigía u n saber notablemente escondido, c o m o parte de es-
tas narraciones; de aquí la existencia de varias enciclopedias de «curio-
s i d a d e s » , c o m o p o r e j e m p l o la d e A l - T h a a l i b i ( m . 1 0 3 8 ) , que
15

contiene i n f o r m a c i o n e s tales c o m o el n o m b r e del p r i m e r visir árabe


q u e vistió sedas oscuras, el primer califa q u e c o n s t r u y ó u n hospital, el
visir con la m á s larga c a d e n a ininterrumpida de antepasados q u e tam-
bién hubieran sido visires, la peregrina más ramosa, los d o s califas que
m a t a r o n a t r e s rivales políticos cada u n o y c u y o s n o m b r e s empiezan
p o r la m i s m a letra, y el h e c h o a l a r m a n t e ( a u n q u e n o cierto) de que
cada califa q u e ocupaba el sexto lugar en la sucesión era depuesto ine-
v i t a b l e m e n t e » . Esta clase de c o n o c i m i e n t o s , restringida e n nuestros
días a los chicos adolescentes, era en este p e r í o d o u n requisito del arte
de g o b e r n a r , j u n t o con saber escribir u n a carta c o r r e c t a m e n t e y me-
morizar el C o r á n .

L o s estratos de a d m i n i s t r a d o r e s profesionales, de visires y otros


secretarios de p r i m e r nivel hasta los empleados de las oficinas tributa-
rias provinciales, eran complejos y generaban sus propias tradiciones
D E LA B A G D A D ABASÍ A L A C Ó R D O B A O M E Y A , 75O-IOOO 409

culturales. H a y colecciones de relatos ejemplares en materia de g o -


bierno, así c o m o los h a y políticos; relatos de c ó m o y por q u é u n a p e r -
sona resultó ascendida o d e g r a d a d a , y de las palabras inteligentes q u e
p r o n u n c i a r o n a n t e los jefes de l o s d i v a n e s o los v i s i r e s . Nishuár ai-
jnuhadara^ o las Conversaciones informales, o t r o t e x t o adab, del j u e z
basorí Al-Tanuji ( m . 994), m u e s t r a cuan densa podía ser esta m e m o -

ria histórica específicamente administrativa, y c ó m o se remontaba sin


interrupción, incluso a finales del siglo x , hasta los califatos de media-
dos del siglo ix e incluso de Al-Rashid y A l - M a h d h E n t r e otras cosas,
llama la atención c ó m o en este m u n d o p o d í a n darse ascensos acciden-
tales, cuando u n funcionario corriente caía bien a u n p o d e r o s o . Al-Fadl
ibn Maruán ( m . h . 84 j ) , auxiliar de cocina de u n aristócrata, y l u e g o
3 7

funcionario m e n o r en tiempos de A l - R a s h i d , g a n ó el suficiente d i n e r o


para adquirir tierras y vivir en el c a m p o d u r a n t e el asedio de Bagdad,
donde se cuenta q u e , sin saberlo, dio hospitalidad al futuro califa A l -
Mutasim; gracias a este azar, fue o c u p a n d o p u e s t o s g u b e r n a m e n t a l e s
cada vez m á s i m p o r t a n t e s , hasta llegar a ser visir c u a n d o su m e c e n a s
accedió al p o d e r , en 8 3 3 ; a u n q u e , a la vez, n o t a r d ó en ser d e s p a c h a d o
(en 83o), y t u v o q u e p a g a r multas m u y elevadas, p o r q u e intentó i m -
pedir q u e el califa gastara d i n e r o p ú b l i c o . L a o c a s i ó n de tal d e s t i n o
estaba vinculada a u n a n o t a b l e c o m p e t e n c i a administrativa; A l - F a d l
fue u n administrador capaz, q u e a p o r t ó ingresos considerables al m e -
nos a d o s califas- T a m b i é n está claro q u e buena parte d e tales ingresos
se q u e d ó en sus p r o p i a s m a n o s , d a d a la riqueza q u e p o s e í a en la d é -
cada de 830. A este respecto, se dedicó m u c h o p a p e l e o a intentar r e -
ducir tales desfalcos, p e r o los relatos de A l - T a n u j i m u e s t r a n q u e era
fácil escapar a tal p r e s i ó n e incluir e n l o s a r c h i v o s d o c u m e n t o s q u e
indujeran a e n g a ñ o , salvo q u e , o hasta q u e , los rivales descubrieran la
mentira.

La imagen q u e o b t e n e m o s es la d e u n a c o m u n i d a d adrnimsrrativa
muy cerrada, pero m u y aplicada, en la q u e una profesión común conta-
ba c o m o un lazo de parentesco (según afirmó Al-Fadl citando a un a d -
ministrativo retirado, al q u e había c o n o c i d o de j o v e n ) , p e r o en la q u e
los ascensos d e p e n d í a n , a m e n u d o , d e la destrucción de otros. C o m o
mínimo, en 8 3 o A l - F a d l p r e s e r v ó la vida; en m u c h o s otros casos, i n -
cluidos en particular los de n u m e r o s o s visires, la perdieron. D e c i r q u e
la política de la corte y el gobierno era feroz supone, de h e c h o , quedarse
corto; los políticos abasíes m á s desafortunados podían morir sufriendo
torturas can inventivas c o m o las de los m e r o v i n g i o s , si n o más, d a d o
E L LEGADO D E BOMA

q u e la rienda abasí estaba más desarrollada; el sucesor de Al-Fadl en el


visirato, I b n ai-Zayat (83Ó-847), m u r i ó e n u n a máquina de tortura dé
18

su propia concepción. P e r o se cree que I b n al-Zayat también había con-


servado su posición c o m o visir al acceder al califato A l - U a t h i q en 842,3
pesar d e q u e el n u e v o califa le odiaba y había j u r a d o m a t a r l o , porque
era el ú n i c o g r a n funcionario q u e sabía c o m p o n e r u n a carta formal á
satisfacción del soberano. Esta mezcla de ambición, codicia, violencia y
g e n u i n o profesionalismo caracterizó a la clase g u b e r n a m e n t a l en su
conjunto, o, p o r l o m e n o s , en sus escalones superiores.
El c o m p l e j o y p e l i g r o s o m u n d o del g o b i e r n o se reflejaba en las
otras dos arenas de la política califal: el ejército y la casa del califa. La
administración civil y el ejército aparecen a m e n u d o c o m o rivales en la
historiografía abasí, de u n m o d o m u y similar a la historiografía del Bi-
zancio m e d i o y , p r o b a b l e m e n t e , de u n m o d o igual d e e r r ó n e o ; como
en Bizancio, la misma persona podía actuar en ambos campos, como con
el b a r m a q u í A l - F a d l y el tahirí A b d a l á ibn T a h i r ( m . 845), e incluso
u n g e n e r a l t u r c o ocasional c o m o p o r ejemplo U t a m i s h ( m . 8Ó3), que
fue visir d u r a n t e u n a ñ o a n t e s de su m u e r t e . E n realidad, los bandos
cruzaban sin dificultad p o r las d o s áreas del g o b i e r n o , incluso cuando
los t u r c o s , d i s t i n t o s y r e c i b i d o s con d i s g u s t o , p a s a r o n a d o m i n a r el
ejército. L o s n u m e r o s o s g r a n d e s palacios abasíes t a m b i é n tenían su
p r o p i o p e r s o n a l , c o m o el i m p o r t a n t e caso de las a m a n t e s esclavas de
los califas, a ú n m á s n u m e r o s a s , cuya jefa era o b i e n u n a reina o, si el
califa n o formalizaba el m a t r i m o n i o — l o n o r m a l , pasados los prime-
ros años del siglo Í X — , u n a reina m a d r e ; los b a n d o s también entraban
en esta arena.

C o m o con los m e r o v i n g i o s , q u e compartían la mentalidad dinásti-


ca y la p o l i g a m i a , la influencia política de las m u j e r e s , en el período
abasí, t e n d i ó a q u e d a r limitada a las m a d r e s de los califas o herederos
designados c o m o futuros califas. L o s ejemplos más famosos fueron los
de J a y z u r a n ( m . 789), la m a d r e de H a r ú n a l - R a s h i d , y Zubaida (m.
8 3 1 ) , esposa de A l - R a s h i d y m a d r e de A l - A m í n . 19
Z u b a i d a mantuvo
parte de su influencia incluso d e s p u é s de q u e A l - M a m ú n derrocara a
A l - A m í n ; y así m e d i ó , p o r ejemplo, e n la reconciliación con el oposi-
tor I b r a h i m , en 825. P e r o es preciso decir q u e la práctica política abasí
dejaba m e n o s m a r g e n para el p r o t a g o n i s m o femenino q u e las tradicio-
nes franca y bizantina. La ceremonia del califato abasí, tan complicada
y en p e r p e t u o desarrollo, q u e t u v o q u e igualar la de Bizancio en el si-
glo x , concedía bastante m e n o s espacio p a r a las mujeres c o m o actores
D E L A B A G D A D A B A S Í A L A C Ó R D O B A O M E Y A , 750-IOOO

públicos; p e r o s o b r e t o d o , lo habitual fue q u e las reglas de sucesión


centradas en la elección de candidatos apropiados para el califato c o m -
portaran q u e los niños califas, en c u y o n o m b r e las m a d r e s podían ac-
tuar c o m o regentes, fueran m e n o s comunes q u e los m o n a r c a s menores
de edad en Bizancio o Francia. N o hallamos el primero hasta A l - M u q -
pdir {908-932), c u y o r e i n a d o e s t u v o en efecto d o m i n a d o p o r su m a -
dre, la formidable exesclava bizantina conocida c o m o Shaghab ( « p r o -
blemática»), o, sencillamente, A l - S a y i d a («la D a m a » ) . S h a g h a b ( m .
p3 3 ) no siempre recibe u n trato hostil por parte de las fuentes, a pesar
aD

de que estas, en general, desconfían del p o d e r femenino, desconfianza


reforzada p o r los desastres del r e i n a d o de su hijo; siguió la estela de
Zubaida e n las exhibiciones públicas de caridad a g r a n escala — u n a
función reconocible y específica de las mujeres a b a s í e s — gracias a su
inmensa riqueza, y esto p e r m i t i ó q u e , al m e n o s , algunos cronistas la
retrataran con neutralidad. Shaghab estableció una jerarquía b u r o c r á -
tica paralela, de secretarios v a r o n e s y administrativas femeninas, q u e
ejerció el p o d e r directo e n estas décadas. Sin e m b a r g o , es i m p o r t a n t e
reconocer q u e estos cargos ya eran n o r m a l e s en las zonas femeninas de
los palacios. Las reinas, las amantes principales y las madres del califa
llevaban t i e m p o siendo ricas, y necesitaban administradores q u e rigie-
ran sus asuntos; si, en ocasiones raras, c o m o en la regencia de Shaghab,
estas se ocupaban también de la política califal, tenían t o d a la cualifica-
ción precisa para hacerlo.

Nuestras fuentes r e t r a t a n a los califas e n formas c o n v e n c i o n a l e s :


Almanzor, c o m o e l o c u e n t e y a s c e t a ; A l - M a h d i , c o m o g e n e r o s o y
amante de la poesía; A l - M u t a s i m , c o m o marcial, y e n este estilo. A l -
Mamún ( q u e , según la c o n v e n c i ó n , tenía sentido del h u m o r y u n d o n
para la poesía) es quizá el q u e estableció mejor su p r o p i a identidad a
21
través de sus a c t o s . U n o de tales e l e m e n t o s definitorios es la a t r a c -
ción que sintió hacia el chíísmo, que n o se terminó c u a n d o dio m a r c h a
atrás con respecto a su h e r e d e r o alida en 8 [8-819. O t r a es el mecenaz-
go de científicos, q u e e m p r e n d i e r o n u n p r o g r a m a d e traducciones de
obras científicas griegas (de T o l o m e o , G a l e n o , Euclides y otros) y , en-
tre otros logros, realizaron u n cálculo preciso de la circunferencia de la
Tierra: esto se desarrolló desde u n a biblioteca y centro científico c o n o -
cida c o m o Bait aí-Hikma, «Casa de la Sabiduría», fundada p o r el califa
en Bagdad en 830. A l - M a m ú n fue asimismo un protagonista doctrinal,
que simpatizaba con u n a escuela islámica racionalista, d e n o m i n a d a
routazilismo. L a función del califa c o m o a u t o r i d a d religiosa, q u e se
É L L E G A D O D E ROMA
412

consideraba n o r m a l en el período o m e y a — y que, al iniciarse el califa^


to abasí, el secretario y consejero persa de A l m a n z o r , Ibn al-Mnqaffa
( m . h. 7 5 7 ) , sugirió a aquel q u e a d o p t a r a — , estaba p e r d i e n d o fuerza
p o r el crecimiento de la autoridad de los ulemas; pero A l - M a m ú n tenía
la confianza suficiente en su misión para situar la doctrina en el corazón
de la política. E n 8 3 3 decidió q u e u n elemento del pensamiento mutazk
lí, la doctrina del carácter creado del C o r á n (es decir, q u e D i o s había
creado el libro en el seno del tiempo, ergo, q u e el libro n o existía antes
q u e el m u n d o ) , tenía tanta i m p o r t a n c i a q u e debería obligarse a todos
los jueces y ulemas a suscribirla; en particular, a los «tradicionalistas^
q u e se o p o n í a n radicalmente a tal idea- Casi en solitario, Ibn Hanbal lo
desafió y fue encarcelado. L a idea del C o r á n creado siguió siendo un
principio d e los d o s califas siguientes, y solo se a b a n d o n ó en 847, con
el acceso al p o d e r de A l - M u t a u a k k i l ( 8 4 7 - 8 6 1 ) , h e r m a n o de AUUa-
thiq. Este p e r í o d o , de la denominada rnikna o «inquisición», es el único
e n el q u e u n a cuestión doctrinal t u v o importancia política en el islam
medieval, e n oposición a las polémicas constantes sobre la legitimidad
de los p r i m e r o s califas. La aparente oscuridad de la cuestión religiosa
en j u e g o es u n e l e m e n t o q u e r e c u e r d a a los cismas cristológicos del
imperio t a r d o r r o m a n o . La impresión q u e transmite u n régimen políti-.
co q u e usa u n a cuestión de esa índole para meter e n vereda a ios extre-
mistas religiosos t a m b i é n n o s r e c u e r d a la s e g u n d a iconoclasia de Bir
zancio, casi contemporánea; y, de hecho, A l - M a m ú n también recuerda
a su coetáneo (algo m á s joven) Teófilo, p o r su interés en el debate filo-
sófico. P o r q u é A l - M a m ú n eligió el C o r á n creado c o m o cuestión sobre
la cual p l a n t a r s e , sin e m b a r g o , está a ú n m e n o s claro q u e las razones
q u e m o v i e r o n la c o n t r o v e r s i a iconoclasta. Quizá cualquier cuestión
habría servido para reforzar la autoridad religiosa de los califas, espe-
c i a l m e n t e frente a los «tradicionalistas». P e r o la mikna fracasó; Ibn
Hanbal regresó; c o n posterioridad a 849, la doctrina era propiedad ex-
clusiva de los ulemas; y los califas — y , m á s aún, quienes en el siglo x
los suplantaron en Iraq e Irán, q u e carecían de su función religiosa ofi-
cial c o m o «comandantes de los c r e y e n t e s » — se convirtieron ante todo
e n p o d e r e s seculares. Serían m e c e n a s de los intelectuales, juristas y
ulemas, p e r o n o serían intelectuales ellos mismos.

El ejército turco de Al-Mutasim se llevaba particularmente mal con los


bagdadíes, q u e eran, a fin de cuentas, los herederos del anterior ejercí-
D E L A B A G D A D A B A S Í Á L A C Ó R D O B A O M E Y A , 75O-IOQO 4I]

[0 pagado, los abridpor ello, el califa c o n s t r u y ó u n a nueva capital en


Samarra, m á s arriba,del T i g r i s , y se desplazó allí, con su ejército, en
&3<5/ Establecer n u e v a s capitales era p a r t e habitual de la t e m p r a n a
2

afirmación política de los abasíes: la propia Bagdad era el ejemplo cla-


ve, peto hay otros, c o m o el p e r í o d o de Al-Rashid en Raqqa (796-808)
y el de A l - M a m ú n en Merv ( 8 1 1 - 8 1 8 ) . D e las fundaciones posteriores
a Bagdad, Samarra fue la m á s seria; y, c o m o era habitual entre los a b a -
síes, se erigió a una escala descomunal; sus ruinas se extienden a lo largo
del Tigris durante 40 kilómetros. E n cualquier caso, c o m o Raqqa ante-
riormente, n o se la concibió c o m o rival de Bagdad e n cuanto centro de
población y, d u r a n t e su p e r í o d o c o m o capital, entre 836 y 892, se m a n -
tuvo c o m o u n centro a n t e t o d o administrativo y militar. El p r o b l e m a
era que, con esto, el califa q u e d a b a aislado junto con su ejército. T a n t o
los omeyas c o m o los p r i m e r o s abasíes u s a r o n a ejércitos pagados g r a -
cias a los impuestos generales, q u e se separaban d e sus áreas de origen:
los primeros colonos árabes en su amsür^ los abna jorasaníes en B a g -
dad. A este respecto, los turcos n o eran inusuales, salvo p o r el hecho de
venir de m á s allá de las fronteras; y en el siglo x , m á s f r a g m e n t a d o ,
tuvieron abundantes sucesores. D e resultas d e este m o d e l o , e n el m u n -
do árabe medieval siempre h u b o cierta tensión entre los militares, con
su soldada, y el resto de la sociedad, q u e pagaba i m p u e s t o s . A d e m á s ,
como las élites provincíaies se c o n v i r t i e r o n al islam, s o b r e todo e n el
siglo i x , y se les u n i e r o n las familias de colonos árabes, con su adquisi-
ción de tierras — a principios del siglo V I I I en el Jorasán, a finales del
VIII en el rápido crecimiento u r b a n o del hinterlandáe Bagdad, a finales
del i x en E g i p t o — , pasaron a existir allí aristocracias provinciales m u -
sulmanas, q u e p o d í a n sentir gran resentimiento hacia el poder político
y el peso financiero del ejército. E s t o era particularmente cierto en el
Jorasán, d o n d e la clase dirigente persa y preislámica se preservaba, en
buena medida, con sus valores m u y aristocráticos y militares, p o r m u -
cho q u e y a se hubiera islamizado. P a r t e de esta clase d i r i g e n t e p e r s a ,
de hecho, se u n i ó a los ejércitos del A l - M a m ú n y Al-Mutasim, c o m o
Al-Afshin de U s h r u s a n a ( m . 8 4 1 ) , u n príncipe m u y p o c o m u s u l m á n
del Asia central, a u n q u e este, significativamente, halló la m u e r t e p o r -
3
que se creyó q u e había conspirado contra los turcos-*

N o obstante, los califas n o p o d í a n dejar, simplemente, los asuntos


militares a las aristocracias locales; de ese m o d o habrían perdido al ins-
tante los ingresos tributarios y el califato se habría disuelto con suma
rapidez. D a d a esta situación, bien p o d í a n pagar igualmente a h o m b r e s
4¡4 E L L E G A D O D E BOMA

d e fuera del califato, q u e carecían d e pretensiones aristocráticas y gj >

m e n o s , eran b u e n o s en su trabajo. P e r o esto t a m b i é n entrañaba pelj,


g r o s . E n u n a anécdota cargada de perspectiva, el historiador Al-Taba-
ri presenta al tahirí Ishaq ibn I b r a h i m díciéndole a AJ-Mutasim: «Tu
h e r m a n o t u v o en consideración las raíces y sus ramas florecieron so-
b r e m a n e r a ; en cambio, el c o m a n d a n t e de los creyentes solo ha utiliza
1
d o r a m a s , q u e n o h a n florecido p o r q u e carecían de raíces». * Lo cual
equivale a decir: A l - M a m ú n usó a los tahiríes, c o m o y o mismo, y oEras
p e r s o n a s a r r a i g a d a s e n la c o m u n i d a d , y funcionó" p e r o tú usas a los
turcos, q u e carecen de tales raíces, y esto es u n problema grave. Se su*
p o n e q u e Al-Mutasim, con tristeza, reconoció la v e r d a d de estas pala*
b r a s . Sea c o m o fuere q u e o c u r r i ó , el d e s a r r a i g o de los turcos dejó de
ser una ventaja c u a n d o Al-Mutauakkil se volvió en contra de ellos en
la década de 8 50 e intentó derribar a sus jefes, p o r q u e no tenían dónde
ir. Al final, respondieron asesinándolo en 861. E s t o desató diez años de
crisis en Samarra, entre 861 y 870, período en el q u e los bandos turcos
instauraron a cinco califas y m a t a r o n a tres de ellos; la crisis se extendió
hasta Bagdad c u a n d o u n o de ellos, Al-Mustain (862-866), h u y ó hacia
la antigua capital y su g o b e r n a d o r tahirí, con u n a sección de los turcos,
y Bagdad fue asediada y capturada d e n u e v o en 865-866. La estabili-
dad n o regresó hasta 870, cuando la familia abasí aportó su propio jefe
militar, A b ú A h m a d al-Muwaffaq ( m . 89 i ) , q u e e n la práctica había
d i r i g i d o el asedio de Bagdad y estaba m u y p r ó x i m o a los jefes turcos
supervivientes; lo p u s o al frente del ejército su h e r m a n o Al-Mutamid,
q u e p o r e n t o n c e s y a era califa (870-892) y dejó a aquel en Samarra,
mientras él m i s m o iba trasladándose, de forma progresiva, a Bagdad,
C u a n d o A l - M u t a d i d , el hijo y h e r e d e r o de Al-Muwaffaq, llegó al cali-
fato (892-902), volvió a establecer oficialmente Bagdad c o m o la capi-
tal y puso fin al interludio samarrí.

L o s años de 861 a 870 n o fueron m u y largos, p e r o , c o m o la guerra


civil de la década de 810, abrieron en el sistema político abasí fracturas
2
q u e n o resultó sencillo cerrar. * El r e n a c i d o p r o t a g o n i s m o abasí de
870-908 (se e x t e n d i ó a Al-Muktafi, hijo d e A l - M u t a d i d , 902-908) se
26
enfrentó a dificultades en n u m e r o s a s z o n a s . E n Irán, u n g r u p o rebel-
d e , los safaríes (sin raíces aristocráticas y próximos a sectas musulma-
nas marginales), había d e r r o t a d o a los tahiríes en el Jorasán enere 867
y 873, y c o n t i n u ó la m a r c h a s o b r e Iraq; fueron d e r r o t a d o s aquí, en
87o, p e r o c o n t i n u a r o n c o n t r o l a n d o b u e n a parte de Irán y solo pagaron
impuestos de forma intermitente. El g o b e r n a d o r turco de Egipto, Ah-
D E LA BAGDAD ABASÍ Á L A CÓRDOBA. OMEYA, 750-IOOO 41 5

juadibn TuJtin ( 8 6 8 - 8 3 4 ) , n o S €
o p u s o frontaimente a los abasíes, p e r o
él tampoco p a g ó muchos impuestos a Iraq y amplió su p o d e r hasta eri-
z a r en Siria y Palestina, q u e de esta forma t a m p o c o p a g a r o n m u c h o ;
solo d e s p u é s de q u e le s u c e d i e r a su hijo J u m a r a w a i h (884-896) u n
ejército abasí logró establecer d e n u e v o u n m a y o r porcentaje de p a g o
¿e impuestos, en las provincias tururúes; y en cuanto al g o b i e r n o direc-
to en Egipto, los abasíes n o lo recobraron hasta 905. En las décadas de
870 y 880, los abasíes solo ejercieron el control fiscal e n I r a q , y aquí,
en el entorno de Basora, en el sur, se enfrentaron a u n a e n o r m e r e v o l u -
ción de los esclavos ^anj^ africanos a los q u e se utilizaba para mantener
el sistema de riego; esta rebelión, q u e d u r ó de 869 a 883, fue, antes de
la revolución haitiana de 1 7 9 1 , el alzamiento de esclavos m á s exitoso
de la historia, q u e fructificó en u n estado chií independiente, q u e solo
se destruyó tras cuatro a n o s de g u e r r a bajo el m a n d o de Al-Muwaffaq,
en 879-883. Los abasíes sufrieron u n a g r a v e escasez d e d i n e r o hasta
mediados de los a ñ o s 880; e incluso después t u v i e r o n q u e luchar sin
descanso, con sus ejércitos q u e aún eran turcos, para seguir controlan-
do los acontecimientos. T u v i e r o n éxito e n sus tierras centrales, con la
excepción de Irán, q u e se fue alejando cada vez m á s bajo el m a n d ó de
dinastías locales. P e r o n o p o d í a n p e r m i t i r s e aliviar la p r e s i ó n . C o n
posterioridad a 908, A l - M u q t a d i r fue un s o b e r a n o m u y d e s a t e n t o , y
Shaghab, su m a d r e , n o tenía el control del ejército. P a r a la década de
9Z0, con luchas i n t e r n a s e n t r e los b u r ó c r a t a s , g e n e r a l e s hostiles e n
Iraq, incursiones de b e d u i n o s del desierto árabe y gobernadores sirios
y egipcios q u e de n u e v o habían dejado de pagar i m p u e s t o s , se p e r d i ó
todo lo g a n a d o en las décadas inmediatamente precedentes; en los años
930, volvió el d e r r o c a m i e n t o d e califas, u n a vez m á s ; y , después de
936, el califa perdió t o d o el p o d e r frente al g o b e r n a d o r militar, el atriír
al-umara'o « e m i r d e los emires». E n 945, A h m a d ibn Buya ( m . 967),
que procedía de la más exitosa de las dinastías en ascenso en Irán, los
buyíes, t o m ó Bagdad y se alzó c o m o amír al-umara'con el n o m b r e de
gobierno de Muizz al-Daula, «fortificador del estado» (un estado que,
nomínalmente, aún seguía s i e n d o a b a s í ) . D e s d e e n t o n c e s y d u r a n t e
más de u n siglo, Iraq fue c o n t r o l a d o desde el Irán occidental.

El h u n d i m i e n t o del califato abasí, que durante u n centenar de anos


fue el estado m á s p o d e r o s o del m u n d o (la China T a n g había sufrido
dificultades en la década de 750 y p o s t e r i o r m e n t e ) , necesitaría, ideal-
mente, u n relato y u n conjunto de explicaciones tan minucioso c o m o el
que requirió el del imperio r o m a n o . Si d i s p o n g o \a secuencia de acón-
4ió EL LEGADO D E ROMA

tecimientos en u n p a r de páginas, es solo p o r q u e en estas fechas, (Jes^


p u e s de los a ñ o s Sóo, su historia casi n u n c a se e x t e n d i ó m á s a])á dé
Iraq, salvo en breves periodos; y queda demasiado alejada de Ja histo-
ria de E u r o p a . El siglo x , en el m u n d o islámico, fue a ú n más fragrnea..
cado, c o m o y a se h a indicado: h u b o samaníes y luego ghaznavíes en el
este de Irán; d o s o tres sistemas políticos buyíes en el Irán occidental é
I r a q ; d o s g o b i e r n o s h a m d a n í e s e n A i e p o y (más b r e v e m e n t e ) en Mo-
sul; u n conjunto de dinastías k u r d a s en las m o n t a ñ a s q u e se alzaban al
n o r t e y al este de estas ciudades; carruatas en el desierto árabe; ijshidíes
y luego farimíes en E g i p t o , y también otras entidades políticas meno?
res; a ñ á d a n s e a ello los g o b i e r n o s del M a g r e b , q u e n o estaban bajo
control abasí desde principios del siglo i x o incluso antes: tos aghlabíea
y luego los fatimíes en l o q u e h o y es T ú n e z y Sicilia; los idrisíes en la
actual Marruecos; y los o m e y a s en el territorio hispánico. A q u í no po-
d e m o s seguir la historia d e t o d o s ellos. P e r o antes de q u e nos ocupe-
m o s de d o s , es del t o d o preciso hacer balance del siglo de unidad abasí
y de su h u n d i m i e n t o .

Una razón simple p o r la cual el califato abasí se v i n o abajo fue que


era d e m a s i a d o g r a n d e . Las sociedades eran d e m a s i a d o distintas; las
comunicaciones siempre eran lentas; el califato era m á s extenso que el
imperio r o m a n o , y en su núcleo n o contaba con u n m a r q u e simplifica-
ra relativamente el transporte al m a y o r . Las conquistas y reconquistas,
con n u e v o s ejércitos al m a n d o y u n a hoja de servicios limpia, ayudó a
las reunificaciones p e r i ó d i c a s : en 0 3 6 - 6 5 1 , 7 4 7 - 7 5 0 , 8 1 1 - 8 1 3 , como
luego con los buyíes y los turcos selyúcidas en la década de 1040 y más
adelante; p e r o las tensiones siempre volvían a e m e r g e r . Esto fue parti-
cularmente cierto en el caso del J o r a s á n , y en Irán e n su conjunto, cuya
clase dirigente preislámica, con algún p r o t a g o n i s m o militar, sobrevi-
v i ó m e j o r q u e en el resto de l u g a r e s ( y c u y o p a s a d o preíslámico aún
era celebrado p o r los m u s u l m a n e s , en la literatura oral y escrita, de un
m o d o q u e n o tiene paralelo m á s al oeste, salvo en Híspanla); y que, por
su m o n t a ñ o s a geografía, era m u c h o más difícil de controlar en profun-
didad; significativamente, el imperio islámico posterior m á s duradero,
el de los o t o m a n o s , n u n c a p o s e y ó Irán. Para los abasíes, los problemas
solían e m p e z a r e n I r á n ; Iraq y E g i p t o eran m u c h o m á s fáciles de go-
bernar, y Siria distó de ser n i n g ú n centro de poder durante los dos si-
glos posteriores a la caída d e los omeyas.

Este a r g u m e n t o geopolírico directo cuenta, en b u e n a medida, con


el respaldo de u n p u n t o crucial, en lo q u e atañe a los estados musulmán
D É L A BAGDAD ABASÍ A L A CÓRDOBA OMEYA, 7^0-1000 4T7

e s e 1 7
nes q u sucedieron en el siglo x : casi t o d o s ellos eran estados con
recaudación de impuestos y u n a burocracia y u n ejército centralizados
y a sueldo, e x a c t a m e n t e c o m o había sido el califato. Solo a l g u n o s de
los estados k u r d o s de la Anatolia meridional y las m o n t a n a s iraníes, a
los que siguieron dinastías b e d u i n a s e n Siria y la Yazira en el siglo x i ,
tenían u n a estructura m á s simple, basada en donaciones de tributos en
bloque a g r u p o s trashumantes a r m a d o s . A diferencia de lo q u e ocurrió
en la última etapa del imperio r o m a n o occidental, n o h u b o disolución
estructural en la m a y o r í a de estos sistemas políticos m e n o r e s . A dife-
rencia de los reinos r o m a n o - g e r m á n i c o s , los nuevos g r u p o s dirigentes
no tuvieron interés en convertirse en u n a aristocracia terrateniente. L a
tierra, de h e c h o , n o aportó p o d e r político e n la m a y o r í a d e las socieda-
des musulmanas medievales; solo la posición en el estado lo traía (o, al
menos, a s i l o veían los actores políticos medievales). T a m b i é n solía ser
más fácil o b t e n e r riqueza a través de las posiciones d e estado; y las fa-
milias antiguas, cuya longevidad estaba asegurada p o r la riqueza per-
sonal — e n tierra, inevitablemente, tanto en el m u n d o m u s u l m á n c o m o
en el c r i s t i a n o — no tuvieron privilegios especiales en n i n g u n a estruc-
tura estatal islámica, ni siquiera en Irán. El m o d e l o político establecido
por Ornar I y d o s siglos d e califas o m e y a s y abasíes, p o r lo tanto, m a n -
tuvo su fuerza. D e h e c h o , se intensificó, a medida q u e la idea de q u e el
poder militar estuviera en m a n o s de antiguos esclavos, sin lazos con las
comunidades locales ni antecedentes familiares — e x p e r i m e n t a d o p o r
vez primera con los turcos d e A l - M u t a s i m — , se convirtió en u n m o d e -
lo cada vez m á s c o m ú n en los siglos p o s t e r i o r e s . La i n d e p e n d e n c i a
frente al califato significaba, de h e c h o , q u e los impuestos permanecían
en la provincia correspondiente y pagaban u n ejército local: este fue u n
objetivo básico de las élites provinciales, del período o m e y a en adelan-
te, que solo anularon p o r c o m p l e t o los m á s fuertes soberanos abasíes;
pero cada vez q u e el control abasí perdía fuerza, c o m o e n las décadas
de 810 y 86o, la situación daba u n paso atrás. D e s d e este p u n t o de v i s -
ta, la disolución del califato p o d r í a verse incluso c o m o no problemáti-
ca; c o m o si, s i m p l e m e n t e , pasara p o r d e v o l v e r la política a su d i m e n -
sión óptima: la provincia.

A grandes rasgos, creo q u e esta interpretación es acertada. P e r o a


cambio centra de m á s la atención en el e s t a d o ; las sociedades p r o v i n -
ciales q u e d a n fuera de la ecuación. L o s guías y jefes sociales locales se
caracterizaban p o r u n a e n o r m e diversidad, q u e iba desde las familias
antiguas de algunas zonas d e Irán a las élites iraquíes, en rápido c a m -
4i8 E L L E G A D O D E ROMA

bio, q u e simplemente tendían a ser herederas de la oleada más reciente


de administradores q u e habían g a n a d o dinero mediante los impuestos
y se habían asentado; sea c o m o fuere, existían e n todas partes. Desde
luego, e n estas fechas y a poseían tierras, y en ocasiones también riquei
za comercial, q u e convertían asimismo e n tierra. E n los grandes cen¿
tros políticos locales, casi todos u r b a n o s — c i u d a d e s importantes corno
A l e p o , Mosul, R a y (la m o d e r n a T e h e r á n ) , Merv y Nishapur, en el JQ4
rasan—- a b u n d a b a n las familias de élites locales, y a fueran de ulernasu
y

otros cargos, q u e buscaban el puesto d e cadí — f o c o destacado del por


der l o c a l — y se peleaban p o r las posiciones provinciales y locales, más
que codiciar las estatales; a q u í sí tenían importancia la tierra, la riqueza
personal y la cuna (ser u n alida resultaba cada vez más atractivo, espé-
cialmente en I r á n ) , igual q u e ocurría en Occidente. Los gobernadores
abasíes s i e m p r e tenían q u e b u s c a r el e n t e n d i m i e n t o c o n las familias
m e d i a d o r a s del p o d e r local, o, de o t r o m o d o , iban a fracasar: serían
incapaces de r e c a u d a r los i m p u e s t o s ( p r o c e s o q u e c o n t r o l a b a n las fi-
g u r a s locales), se enfrentarían a u n a revuelta, o se verían ante los dos
casos a la vez. L o m i s m o tenían q u e hacer los s o b e r a n o s , a escala me-
nor, del siglo x . Y, en efecto, esto p o r sí solo muestra q u e existía una
relación e n t r e las sociedades locales y la «clase estatal». Incluso la fa-
milia militar m á s desarraigada podía echar raíces localmente, al menos
c o m o g o b e r n a n t e s , c o m o hicieron los tuluníes en E g i p t o ; y todos los
gobernantes, burócratas y militares locales tenían q u e negociar con sus
subditos o, p o r lo m e n o s , con los más ricos de entre ellos. T a m b i é n al-
g u n o s sectores de la «clase estatal», en particular de la administración
civil, tenían origen en sociedades locales; estos, al m e n o s , tenían obli-
18
gaciones locales rigurosas.

Sea c o m o fuere, en efecto existía u n a separación entre la «clase es-


tatal» y las sociedades provinciales y locales, y esto suponía u n proble-
ma- P o r lo general, hacer carrera en la ciudad local y hacer carrera en
el e s t a d o eran cuestiones distintas, y n o solo en el califato abasí, que
geográficamente fue de gran escala, sino también e n los sistemas polí-
ticos provinciales del siglo x . Esto significaba q u e las sociedades loca-
les p o d í a n reflexionar sobre el variable destino de sus gobernantes con
cierta ecuanimidad; estos eran ante t o d o figuras externas, ya benevo-
lentes, y a violentas, fiscalmente g e n e r o s a s o quizá d u r a s , con forma-
ción cultural o marcial, p e r o sin conexión estruc rural x o n los estratos
de los g o b e r n a d o s . A m e d i d a q u e el g o b i e r n o se secularizaba, ahora
q u e el destino del islam había pasado a recaer sobre los ulemas, la ima-
D É L A B A G D A D A B A S I A L A C Ó R D O B A O M E Y A , 750-IOOO 419

gínería salvacionista del g o b i e r n o adecuado, q u e c o n tanta eficacia h a -


bían invocado A b ú Muslim y los p r i m e r o s abasíes, dejó de formar p a r -
je de la m a y o r í a de l o s p r o g r a m a s p o l í t i c o s . S o l o l o s fatimíes lo
intentaron, en el siglo x, c o m o v e r e m o s en u n m o m e n t o . C u a n d o u n
gobernante local se enfrentaba al fracaso militar, e n t o n c e s — p o r q u e
un bloqueo en el abastecimiento tributario hacía difícil p a g a r a las t r o -
pas o, sencillamente, p o r la d e r r o t a en el c a m p o de b a t a l l a — , podía ser
sustituido sin q u e la sociedad local se viera implicada d e veras en la
cuestión, siempre q u e el n u e v o s o b e r a n o n o t o m a r a el p o d e r con d e -
masiada violencia. C i e r t a m e n t e , h u b o a l g u n o s ejemplos de p r o t a g o -
nismo lealista entre las élites locales, c o m o c u a n d o , en 989, los ciuda-
danos de Mosul expulsaron a los buyíes y restauraron temporalmente a
19
sus a n t i g u o s g o b e r n a n t e s , los h a m d a n í e s ; p e r o n o a b u n d a r o n . E n
cierto nivel, d e h e c h o , la misma facilidad con la q u e los abasíes perdie-
ron el dominio entre las décadas de 9 1 0 y 940, c u a n d o o c u p a r o n su l u -
gar regímenes que, en su mayoría, se asemejaban a ellos, fue un autén-
tico fallo estructural: p o r m u y s o m b r í o q u e fuera el p e r í o d o , debería
Haber sido posible que alguien resistiera con más energía, q u e hubiera
un p e r d e d o r h e r o i c o e n t r e g a d o a u n a legitimidad m á s a n t i g u a . L o s
abasíes n o legaron historias de esta clase, al igual q u e los buyíes, m á s
adelante. Las historias q u e seguían a t r a y e n d o la atención eran a ú n las
sasánidas; o, de lo c o n t r a r i o , los relatos de la fantástica e i n t e m p o r a l
Bagdad de H a r ú n al-Rashid y Las mily una noches.

Entre los estados m u s u l m a n e s del siglo x , los m á s exitosos, ricos y es-


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tables fueron los f a t i m í e s . P e r d u r a r o n m á s q u e sus rivales principa-
les, los buyíes, p o r más de u n siglo; de h e c h o , lo g o b e r n a r o n t o d o , p r i -
mero en Kairuán (en la Ifriqiya, la m o d e r n a T ú n e z ) y l u e g o (después
de 973) en E g i p t o , c o n q u i s t a d o de n u e v o , d u r a n t e m á s de doscientos
cincuenta años, de 909 3 1 1 7 1 . T a m b i é n representan, c o m o se acaba de
indicar, el ú n i c o intento serio de r e a n i m a c i ó n del salvacionismo, tras
los primeros abasíes; y , en consecuencia, son u n caso particular d e n t r o
del m u n d o islámico del siglo x . Sin e m b a r g o , su salvacionismo era
chíí, n o suní. El p r i m e r fatimí, Ubaid A l l a h a l - M a h d i , era u n chií is-
maelita q u e vivía e n Siria y pertenecía a u n a de las sectas chiíes q u e
sostenían q u e u n imán u o t r o jefe s u p r e m o espiritual, descendiente del
califa A l í , r e g r e s a r í a p a r a r e d i m i r el m u n d o . H a c i a 899, d e c l a r ó
— c r e a n d o u n a polémica d e n t r o del m o v i m i e n t o ismaelita, al que divi-
E L L E G A D O D E ROMA

d i o e n d o s — q u e el imán era él en p e r s o n a . T u v o q u e h u i r a Siria y


terminó entre los bereberes k u t a m a de la m o d e r n a Argelia, lo cual su-
ponía u n g r a n p a s o , d a d o q u e los b e r e b e r e s solían sentir simpatía por
los alidas; u n antiguo exiliado alida, Idris ibn A b d Alian (m. 795)^ ha_
bía fundado el reino idrisí en la zona central de Marruecos, en 789.
b e r e b e r e s t a m b i é n e r a n b u e n o s c o m b a t i e n t e s y fueron el núcleo del
ejército fatimí hasta bastante después d e q u e concluya n u e s t r o perío-
d o . L o s k u t a m a a d o p t a r o n a A l - M a h d i c o m o guía carismático y aco-
gieron con entusiasmo la función q u e él les ofreció, c o m o equivalente
a los jorasaníes'en la «revolución» abasí. Su general, u n iraquí llamado
A b ú A b d Allah, versión fatimí de A b ú Muslim, t o m ó la Ifriqiya a la ya
t a m b a l e a n t e dinastía a g l h a b í en 909; y A l - M a h d i se p r o c l a m ó califa
(910-934) fuera d e Kairuán, u n a ñ o después. C o m o A b ú Muslim, Abú
A b d Allah también fue asesinado p o r su mecenas y protector antes de
u n a ñ o y, en adelante, n i n g ú n rival inquietó a Al-Mahdi.

Al igual q u e abasíes y aghlabíes, Al-Mahdi instauró su propia capi-


tal, en 920; para ello eligió Mahdiya, en la costa tunecina. U s ó las mis-
m a s estructuras g u b e r n a m e n t a l e s q u e los aghlabíes, a u n q u e su mesia-
nismo ismaelita se distanció, c o m o su ejército k u t a m a , de sus subditos
sumes. Este mesianismo, n o obstante, significaba q u e Al-Mahdi no iba
a contentarse con la Ifriqiya; desde el p r i n c i p i o , los fatimíes miraron
hacia el este, c o n incursiones en E g i p t o . Esta estrategia se desvió por
efecto de otra revolución beréber salvacionista, en esta ocasión de jari-
yitas, en 944-947; p e r o la revuelta fue sofocada y , para 960, el bisnieto
de Al-Mahdi, Al-Muizz (95 3-975), gobernaba en t o d o el n o r t e de Áfri-
ca, unificado p o r vez primera desde la década de 730. Esta estabilidad
permitió r e a n u d a r el ataque sobre Egipto, q u e carecía de cabeza tras la
reciente m u e r t e de A b u ' l Misk Kafur, u n n e g r o q u e había sido esclavo,
e u n u c o de fealdad legendaria, q u e había g o b e r n a d o Egipto con pericia
y visión de futuro d u r a n t e veintidós años (946-9Ó8). El general fatimí
Y a w h a r ( m . 976), o t r o liberto, en esta ocasión de origen eslavo, tomó
el país con escasa violencia en 969, y Al-Muizz se trasladó allí cuatro
años m á s tarde. Y a w h a r y generales posteriores intentaron extender la
ambición fatimí a Siria y Palestina, p e r o encallaron en las inmediacio-
nes de D a m a s c o y, c u a n d o la frontera se estabilizó, en la última década
del siglo x , lo hizo entre D a m a s c o y A l e p o . El expansionismo fatimí se
d e t u v o y en Siria emergió un modus vtvendi entre los principales pode-
res regionales: los fatimíes, los b u y í e s y, d e s d e la d é c a d a de 950, los
bizantinos, c o m o vimos en el capítulo anterior. Q u i z a de un m o d o sor-
D E L A B A G D A D A B A S I A L A C Ó R D O B A O M E Y A , 75O-IOOO 4II

préndente, en los años de 990 los califas, ahora situados con estabilidad
en el rico E g i p t o , estaban p r e p a r a d o s para ceder el c o n t r o l s o b r e la
ífriqiy ) <P pasaron a u n a familia de gobernadores hereditarios; d e s -
3 Q

de este m o m e n t o , los fatimíes serían u n p o d e r egipcio y del O r i e n t e


próximo, y seguirían siéndolo d u r a n t e casi d o s siglos m á s .
Es fácil v e r 909-910 c o m o u n a repetición de 749-750 y , e n cierto
nivel, u n a reposición cuyo fervor religioso t u v o u n p o d e r p e r m a n e n t e
mayor, pues los fatimíes empezaron m u y lejos de los antiguos centros
de poder del m u n d o islámico y , para alcanzarlos, t u v i e r o n q u e luchar
durante m á s t i e m p o ; de h e c h o , n u n c a llegaron hasta Bagdad. C o m o
¡manes chiíes, además, los califas fatimíes no tuvieron q u e prestar aten-
ción a los ulemas en n i n g u n o de sus d o m i n i o s , p o r q u e estos eran, p o r
definición, suníes y , en cualquier c a s o , u n i m á n recibía la a u t o r i d a d
directamente de D i o s . P e r o , a ú n m á s q u e e n la Ifriqiya, el g o b i e r n o
fatimí en Egipto fue tan solo una continuación del g o b i e r n o — y a efec-
tivo— de sus predecesores. L o s k u t a m a , en E g i p t o y Siria, eran o t r o
ejército p a g a d o , lejano a su tierra de origen, c o m o los abna * y los t u r -
cos. Al-Muizz y sus sucesores centralizaron de n u e v o la administra-
ción fiscal d e E g i p t o , c o m o ios p r i m e r o s abasíes, a u n q u e e n E g i p t o
nunca había estado m u y descentralizada. U n estado fuerte contribuía
al desarrollo comercial, p e r o en este p e r í o d o , fuera c o m o fuere, E g i p t o
había s u p e r a d o a Iraq c o m o r e g i ó n p r o d u c t i v a . En g r a n m e d i d a , los
fatimíes p e r m i t i e r o n el desarrollo con la m e r a creación de estabilidad;
de resultas de ello, E g i p t o siguió siendo una de las principales p o t e n -
cias islámicas hasta el final m i s m o d e la E d a d Media, con u n p r o t a g o -
nismo político sin igual desde los tiempos de Cleopatra. Su capital ad-
ministrativa, al-Qahira (es decir, El C a i r o ) , fue fundada en 969, justo
más allá de la antigua capital provincial, Fustat, q u e c o n t i n u ó siendo el
centro comercial de E g i p t o ; d u r a n t e m u c h o t i e m p o , Fustat-El C a i r o
fiíe el principal m o t o r e c o n ó m i c o de t o d o el Mediterráneo oriental, su-
perando incluso a Bagdad, c o m o v e r e m o s con más detalle e n el p r ó x i -
3
mo capítulo. '

Así, cabe considerar a los fatimíes, simplemente, c o m o unos g o b e r -


nantes n o r m a l e s del siglo x en adelante, q u e por u n lado tuvieron éxito
en su labor y, p o r o t r o , s u e r t e c o n la r e g i ó n q u e g o b e r n a b a n . C o m o
fuere, esto n o supuso q u e los fatimíes fueran exactamente idénticos a
sus iguales e n el resto del m u n d o islámico. El ismailismo — u n a secta
hermética, con elementos neoplatónicos abstractos y esotéricos, entre
los que figuraba un complejo simbolismo de números y l e t r a s — siguió
E L LEGADO DE ROMA
422

particularizando la corte y el ejército, aislados entre u n m a r de suníes


cristianos c o p t o s y j u d í o s ; y los califas c o n t i n u a r o n t e n i e n d o sueños
mesiánicos: u n caso notable rué el de A l - H a k i m ( 9 9 6 - 1 0 2 1 ) , que ins-
cribió lernas antísuníes en las mezquitas suníes, demolió la iglesia jero-
solimitana del Santo Sepulcro y fue v e n e r a d o (y aún lo es) c o m o divi-
n o p o r los d r u s o s del L í b a n o . A l - H a k i m rué asimismo u n autócrata
caprichoso y violento, p r o p i o de un m o l d e bastante m á s familiar; pero
aun así, su imaginario religioso señala la originalidad de los fatimíes.

T a r i q i b n Z i y a d , jefe b e r é b e r de u n ejército p r i n c i p a l m e n t e beréber,


invadió la Hispania visigoda para los califas omeyas de D a m a s c o y de-
r r o t ó y m a t ó al rey R o d r i g o en 7 1 1 . Bereberes y árabes y a habían t o
m a d o casi toda la península hacia 7 1 8 . L o s ejércitos musulmanes hicie-
r o n incursiones en Francia d u r a n t e otra d é c a d a y m e d i a , p e r o sin un
g e n u i n o afán conquistador; Hispania — l a A l - A n d a l u s á r a b e — ya es-
taba en el límite m i s m o de su m u n d o y es p r o b a b l e q u e , de no haber
caído con tanta facilidad, se hubieran d e t e n i d o en el estrecho de Gi-
b r a l t a r . ^ F u e r a c o m o fuere, la ocupación d e la península fue rápida.
C o n el ejército visigodo d e r r o t a d o , los musulmanes firmaron tratados
separados con varios señores locales, en particular con T e o d o m l r o , en
el sudeste de Hispania, en 7 1 3 . N o asentaron s ú b a s e en la vieja capital
visigoda, T o l e d o , sino en C ó r d o b a , en el rico sur, T o l e d o era más bien
u n a zona de frontera, con una extensa tierra n o controlada, más al nor-
te, e n el valle del D u e r o , entre la m u s u l m a n a A l - A n d a l u s y los siste-
m a s d e g o b i e r n o cristianos del m a r g e n septentrional de la península:
En C ó r d o b a , el p o d e r estuvo en m a n o s de u n a sucesión de gobernador
res elegidos p o r los califas. A l - A n d a l u s se asemejaba a cualquier pro-
vincia n o r m a l del califato, solo q u e r e m o t a . L a g r a n revolución beré-
b e r de 740 la afectó tanto c o m o al n o r t e de África, p e r o el califa Hisham
envió ejércitos sirios a Hispania en 742, q u e r e c u p e r a r o n la península
en 742-743 y se asentaron allí, incrementando con ello el componente
á r a b e del a s e n t a m i e n t o m u s u l m á n . L o s sirios hispánicos replicaron,
sin e m b a r g o , 3a lucha de la Creciente Fértil entre qaisíes y yemeníes, y
durante u n a década, desde 745, h u b o g u e r r a civil entre ellos. Cuando
los o m e y a s fueron d e r r o c a d o s en Siria, en 750, y la familia se extinguió
en gran m e d i d a , u n o de los nietos d e H i s h a m , A b d e r r a m á n (*Abd al-
R a h m a n ibn M u ' a w i y a ) , se refugió con la parentela b e r é b e r d e su ma-
d r e , p r i m e r o en África y l u e g o , en 75 5, en H i s p a n i a . A q u í encontró
D E LA B A G D A D ABASÍ A L A CÓRDOBA OMEYA, 7JO-IOOO

apoyo t a n t o e n t r e Jos linajes b e r e b e r e s c o m o entre los árabes y e m e -


üíes enfrentados al g o b e r n a d o r qaisí, Yusuf al-Fíhri. (Así, los yemeníes
hispánicos eran favorables a los o m e y a s , n o contrarios a ellos, a dife-
rencia de lo q u e ocurría e n 749 en el este.) Antes de u n a ñ o , había d e -
rrotado a Y u s u f y t o m a d o C ó r d o b a . A b d e r r a m á n I g o b e r n ó c o m o
emir d u r a n t e m á s d e treinta a ñ o s , e n t r e 75a y 788, en completa i n d e -
pendencia de sus e n e m i g o s abasíes en Bagdad. T a m b i é n lo hicieron así
sus descendientes, hasta 1031.
Sin e m b a r g o , Hispania n o era igual que las otras provincias califa-
Íes. Estaba m u c h o m á s descentralizada y también, al m e n o s durante u n
siglo, t u v o u n a economía bastante m á s simple q u e la habitual en el ca-
lifato; m á s similar, p o r e n d e , a las e c o n o m í a s del r e s t o de ía E u r o p a
occidental, con una producción artesanal relativamente poco d e s a r r o -
llada y m u c h o m á s local; E g i p t o , Siria o Iraq eran provincias de e c o n o -
y
mía más compleja y m a y o r urbanización. > Incluso las ciudades princi-
pales de H i s p a n i a -—que c o n l o s á r a b e s , c o m o c o n los v i s i g o d o s ,
contaban a C ó r d o b a , Sevilla, Mérida, T o l e d o , Zaragoza y unas pocas
más—fueron durante mucho tiempo comparativamente pequeñas,
frente a las del M e d i t e r r á n e o oriental. O t r o aspecto crucial era q u e
Hispania era t a m b i é n u n a d e las escasas p r o v i n c i a s conquistadas p o r
los árabes q u e poseían tan solo u n sistema fiscal fragmentario. Así, n o
era practicable emplear el p r o c e d i m i e n t o habitual en la ocupación á r a -
be, que se basaba en u n a élite militar situada en u n a ciudad acuartelada
(quizá de nueva creación). E n cualquier caso, es o b v i o q u e los b e r e b e -
res, recién islamizados (si es q u e en realidad llegaban a convertirse) en
U década de 7 1 0 , solo deseaban asentarse en u n a tierra conquistada, y
así lo hicieron. P e r o incluso los sirios, a los q u e se envió allí en los a ñ o s
740 c o m o ejército p a g a d o corriente, t a m b i é n se asentaron al cabo de
poco tiempo — e n u n p r i n c i p i o , c o m o r e c a u d a d o r e s de i m p u e s t o s ;
pronto, c o m o t e r r a t e n i e n t e s — y se limitaron a desarrollar u n servicio
34
militar — p o r el q u e se les pagaba d u r a n t e la c a m p a ñ a — ; establecie-
ron m a t r i m o n i o s con la aristocracia v i s i g o d a y, e n t r a d o el siglo x ,
como v e r e m o s , había familias o r g u l l o s a s p o r igual de s u s a n c e s t r o s
árabes y g o d o s .

Los emires recaudaron todos los impuestos posibles, desde el prin-


cipio, y los cronistas los criticaron seriamente p o r ello también desde el
principio ( c o m o demuestra una fuente cristiana de mediados de siglo,
aún en latín: la Crónica del 764) ^ P e r o n o disponían ni de lejos del
control fiscal q u e tenían los g o b e r n a d o r e s de otras zonas. A diferencia
E L L E G A D O D E ROMA
4*4

del resto del califato, también t u v i e r o n q u e hacer frente, casi desde el


primer día, a una aristocracia terrateniente m u s u l m a n a q u e quÍ2á po-
día resistir a la recaudación de impuestos con m á s eficacia q u e sus veci-
nos, a ú n de religión cristiana. T a m p o c o h u b o , durante cierto tiempo,
n i n g u n a m u e s t r a n u m e r o s a de u n a «clase estatal» p a g a d a , ni civil ni
militar. La existencia de la frontera con los cristianos del n o r t e , tam-
bién condujo a u n a fragmentación político-militar, con medio Al-Án-
y&
dalus dividida en m a r c a s (tkugür\ con sede e n núcleos d e la mitad
n o r t e , c o m o T o l e d o o Zaragoza, o T u d e l a , base del p o d e r de la familia
muladí de los Banu Qasi, sobre la cual los emires omeyas, con base en
el sur, apenas t u v i e r o n control d u r a n t e m á s d e u n siglo. L a península
Ibérica poseía u n a g r a n diversidad regional, con malas comunicados
nes, y la conquista m u s u l m a n a hizo q u e las sociedades locales adopta-
ran m o v i m i e n t o s bruscos en direcciones distintas; estos contrastes sé
exacerbaron a ú n m á s p o r las diferencias de los asentamientos beréber
y árabe. L o s b e r e b e r e s , p o r ejemplo, parecen haberse asentado en gru-
37
p o s p r o p i a m e n t e t r i b a l e s , c u a n d o lo hacían e n las zonas m á s margi-
nales, p e r o se c o n v e r t í a n en terratenientes o r d i n a r i o s (y arabizados)
c u a n d o vivían en ciudades o cerca de ellas. D a d a esta diversidad local;
esta fragmentación política y el hecho de q u e los emires omeyas tuvie-
ron q u e r e c o n o c e r , desde el principio, la importancia de la política de
la tierra, la Hispania m u s u l m a n a fue, de h e c h o , u n a parte de la Europa
occidental tanto c o m o lo era del m e d i o político árabe.

F r e n t e a esta realidad, los o m e y a s t e r m i n a r o n p o r tener u n éxito


n o t a b l e , d u r a n t e u n t i e m p o ; p e r o fue u n p r o c e s o l a r g o y n o precisa-
m e n t e simple. A b d e r r a m á n I, e n lo esencial, estableció la centralidad
de su p r o p i a familia, tarea q u e no se había completado aún en 75o: los
Banu F i h r i , familia p o d e r o s a t a n t o en África c o m o en Híspanla, que
t a n solo en A l - Á n d a l u s había p r o p o r c i o n a d o c u a t r o gobernadores,
aún se estaba sublevando en la década de 780. D e s d e este p u n t o , la su-
cesión de p a d r e a hijo se desarrolló sin pausa hasta entrada la década de
880; y, a u n q u e sin d u d a h u b o disputas sucesorias entre los hijos, y se
produjo la m u e r t e de posibles rivales, en realidad los o m e y a s no tuvie-
r o n q u e regir sobre n i n g ú n desacuerdo p r o l o n g a d o hasta pasado el año
1000, lo cual es u n registro llamativo, q u e contribuyó a la estabilidad a
la vez que se benefició de ella. Hasta los anos 820, sin e m b a r g o , el esta-'
do seguía siendo n o t a b l e m e n t e esquelético- A pesar de q u e AbderraT
m a n I e m p l e ó de h e c h o u n r e d u c i d o ejército p a g a d o , es improbable
q u e su capacidad de r e c a u d a r i m p u e s t o s se extendiera lejos de la rer
D E L A B A G D A D A B A S Í A L A C Ó R D O B A O M E Y A , 75O-IOOO 425

gión de C ó r d o b a y Sevilla, enlazada p o r las fierras bajas del valle del


Guadalquivir; y c u a n d o su nieto A l - H a k a m I (796-822) intentó estabi-
lizar esos i m p u e s t o s , p r o v o c ó una revolución, en 8 1 8 , y n o solo en los
centros de las marcas, c o m o T o l e d o , d o n d e los alzamientos eran relati-
vamente frecuentes, sino también entre la población urbana de la p r o -
pia C ó r d o b a - H u b o q u e a g u a r d a r a A b d e r r a r a á n II ( 8 2 2 - 8 5 2 ) , u n
íS

gobernante m á s sutil, para tener u n sistema administrativo q u e se ase-


mejara al d e los califas en O r i e n t e , con impuestos m á s altos, una clase
burocrática (encabezada aquí p o r el hayib o chambelán, n o p o r el visir;
en Hispania, el cargo de visir era más secundario y solían existir varios
al mismo t i e m p o ) y u n control político más amplio. E n 825, A b d e r r a -
39
mán II c o n s t r u y ó u n a n u e v a ciudad, M u r c i a , en u n sudeste q u e antes
había sido m a r g i n a l , y la p o b l ó con lealistas árabes; se enfrentó a las
tendencias rebeldes de Mérida e r i g i e n d o a q u í u n gran fortín interior,
en 835, y o t r o en T o l e d o , en 837; y desarrolló u n a corte oficial en C ó r -
doba, que ahora se expandía rápidamente c o m o ciudad; el crecimiento
de C ó r d o b a , en lo q u e respectaba a su p o d e r , riqueza y capacidad a d -
quisitiva, significaba q u e e n adelante y a n o sería u n a desventaja p a r a l a
capital q u e el emir se hiciera fuerte allí.

Al-Ándalus, bajo A b d e r r a m a n II y su hijo Mohamed I (852-856),


vista desde la perspectiva del estado, pasó a parecerse cada vez m á s al
centro abasí. H u b o m e c e n a z g o de poetas y eruditos de O r i e n t e , c o m o
el importante poeta y músico iraquí Ziriab ( m . 8 5 7 ) , cuya venida se 40

recompensó c o n u n salario m u y cuantioso. El reinado de A b d e r r a m á n


también estuvo m a r c a d o p o r la cristalización de una clase de u l e m a s ,
netamente adaptada al m o d e l o oriental, q u e , d o m i n a d a p o r la escuela
de derecho malikí, p r o n t o estuvo presente en todas las grandes ciuda-
des y gran n ú m e r o de ciudades m e n o r e s . E n A l - A n d a l u s , con su tradi-
ción legitimista o m e y a , apenas h u b o las polémicas s o b r e el g o b i e r n o
idóneo, tan importantes en el resto de lugares; ni siquiera sobre sus l e -
yes h u b o debate. E n p a r t e , esto es u n indicio de su provincialismo, en
comparación c o n O r i e n t e ; p e r o el c o n t i n u o cultural q u e los enlazaba
no se i n t e r r u m p i ó , y esto c o n t i n u ó s i e n d o cierto en t i e m p o s de I b n
Hauqal, c o m o y a h e m o s visto. D e h e c h o , los historiadores hispánicos,
desde el m o m e n t o en q u e e m p e z ó a escribirse historia en la península
(con Abdelmalik ibn H a b i b , m, 853, u n intelectual con u n amplio radio
de acción), en ocasiones llegaron a ser capaces de escribir con detalle
sobre los hechos de O r i e n t e ; los andalusíes tuvieron información c o n s -
tante sobre lo q u e ocurría en el m u n d o abasí. T a m b i é n la p o b l a c i ó n ,
426 E L L E G A D O DE ROMA

a u n q u e l e n t a m e n t e , se iba c o n v i r t i e n d o al islam; es p r o b a b l e que en


A l - Á n d a l u s n o existiera una mayoría musulmana hasta bien entrado el
siglo x , y cristianos y judíos nunca dejaron de ser influyentes en la cul-
tura andalusí; p e r o a h o r a , los guías políticos y los grandes centros po-
4
líticos ya eran, en su mayoría, m u s u l m a n e s , ' C o m o signo de ello, está
el extraño m o v i m i e n t o minoritario c o n o c i d o c o m o el d e los «mártires
de C ó r d o b a » , extremistas cristianos encabezados p o r Eulogio ( m . 8 59)
y Alvaro, q u e p r o v o c a r o n su m u e r t e en la capital, a p r o p ó s i t o , al i n s u k
tar públicamente al islam en la década de 8 50. E r a n m e n o s de cincuen^
ta y , a t o d a s luces, n o eran representativos de la c o m u n i d a d cristiana
cordobesa, todavía n u m e r o s a , a pesar de la fascinación q u e sus escritos
( c o n v e n i e n t e m e n t e escritos e n latín) han ejercido s o b r e varios estu-
diosos m o d e r n o s ; p e r o q u e su posición fuera tan desesperada implica
q u e , frente al c o n t i n u o a v a n c e d e la h e g e m o n í a m u s u l m a n a , y a solo
concebían c o m o adecuadas las medidas m á s extremas.

Sin e m b a r g o , este p r o c e s o de i n c r e m e n t o del p o d e r de los emires


según los m o d e l o s políticos de O r i e n t e y a se estaba disolviendo a la
m u e r t e de M o h a m e d , y las décadas de entre 880 y 920 fueron u n perío-
4
d o p r o l o n g a d o de disturbios ojitna * g e n e r a f e a d o s . M o h a m e d ya ha-
bía tenido problemas con T o l e d o y Mérida; firmó la paz con la primera
en 873 y s a q u e ó la s e g u n d a en 868, p e r o entonces, la vecina Badajoz,
q u e en los años 870 se estaba convirtiendo en centro político alternati-
vo a Mérida, también se sublevó, dirigida p o r el antiguo jefe emeriten-
se A b d e r r a m á n ibn M a r u á n al-Yilliqi ( m . 892). E n la década de 880,
O r n a r ibn H a f s u n ( m . 8 1 7 ) también se sublevó desde su base de Bobas-
tro, situada al s u r d e la península, p o r encima de Málaga. Bajo Abdalá
(888-912), hijo de M o h a m e d , cada vez más jefes locales establecieron
u n a independencia Je facto^ p e r o el p r o b l e m a era aún m a y o r . La aristo-
cracia terrateniente m u s u l m a n a , m u c h o s de c u y o s m i e m b r o s (inclui-
d o s Al-Yilliqi e Ibn Hafsun) tenían al m e n o s en parte antecesores visi-
g o d o s , c o n t a b a con lealtades locales y bases locales eficaces. Podían
sentirse satisfechos c o n u n estado en expansión, de lo cual se beneficia-
b a n , aun c u a n d o las crecientes exigencias tributarías de ese estado se
opusieran a sus intereses inmediatos; p e r o si el estado se tambaleaba,
volverían la vista a su localidad, no a la persona del emir. Es decir: bajo
el sistema político de C ó r d o b a , de estilo abasí, continuaba existiendo
la práctica política local, y a comentada, de estilo m á s occidental. Irán,
con la supervivencia de las familias aristocráticas sasánidas, n o s ofrece
el paralelo m á s p r ó x i m o , incluida la pervivencia de u n imaginario poli-
D E L A B A G D A D A B A S Í A L A C Ó R D O B A O M E Y A , y^O-JOOO 427

rico preárabe en la m e m o r i a social local; los legitimístas zoroastrianos


que cabe hallar en Irán incluso en techa tan tardía corno el siglo x tie-
nen paralelo en Ornar ibn Hafsun, quien de h e c h o se convirtió al cris-
tianismo en S98. P e r o Irán también tenía otras regiones con p o t e n t e s
ejércitos p a g a d o s y sociedades locales despolitizadas, q u e t e n d í a n a
dominar la política. E n Hispania, el ejército p a g a d o p e r m a n e n t e a ú n
carecía de fortaleza, y el servicio militar estaba controlado en gran m e -
dida, c o m o en otras z o n a s d e O c c i d e n t e , p o r los m i s m o s aristócratas
cuya lealtad estaba ahora en duda. C u a n d o en 899, incluso Sevilla esta-
bleció u n a a u t o n o m í a d e h e c h o bajo I b r a h i m ibn a l - H a y a y ( m . 9 1 1 ) ,
miembro de u n a de las familias de la élite local, al q u e las fuentes d e n o -
minan «rey» {maiií), el estado corría el riesgo de disolverse.
A h d e r r a m á n I I I , n i e t o d e A b d a l á y s u c e s o r e n el c a r g o ( 9 1 2 -
4 3

9a f), fue el g o b e r n a n t e q u e invirtió esta tendencia y, con ello, i n a u g u -


ró tres g e n e r a c i o n e s d e p o d e r central m u y fuerte: el m á s fuerte q u e
conoció H i s p a n i a e n t r e l o s r o m a n o s y el siglo x m . A h d e r r a m á n III
comprendió q u e el ú n i c o c a m i n o para lidiar con la descentralización
era combatir, de forma sistemática e incesante. En solo d o s anos, esta-
bleció de n u e v o el control sobre el valle del Guadalquivir; a continua-
ción siguió adelante, expandiendo su ejército en el proceso, no solo e n
la antigua tierra central de los emires, sino también en las marcas. B o -
bastro cayó en 928; Badajoz, en 930; T o l e d o , en 932. A h d e r r a m á n , e n
buena medida, fue i n c o r p o r a n d o a los señores que desarraigaba o r a e n
su ejército, ora en la clase estatal civil, en C ó r d o b a ; p e r o con un detalle
crucial: q u e d a b a n s e p a r a d o s de sus bases de poder local y se integra-
ban en u n sistema político basado en la recaudación de impuestos, cuya
semejanza con O r i e n t e era m e n o s superficial q u e en el siglo anterior.
Esto q u e d ó aún m á s de manifiesto m e d i a n t e u n g r a n i n c r e m e n t o de
soldados esclavos y exesclavos, q u e eran en su mayoría saqaliba («esla-
vos», a u n q u e el t é r m i n o p a s ó a incluir a o t r o s e u r o p e o s del n o r t e ) .
Desde m u y t e m p r a n o , 916, este ejército ampliado también fue enviado
al norte, a luchar c o n t r a los cristianos, lo q u e c o n t r i b u y ó asimismo a
que Ahderramán (quien, en contra de \o habitual, a m e n u d o dirigía sus
propias t r o p a s ) se impusiera t a m b i é n en las m a r c a s . A l final, llegó a
controlar t o d o A l - Á n d a l u s , salvo la Marca Superior, e n el r e m o t o e x -
tremo noreste, cuyos señores le prestaron servicio militar y tributaron
impuestos, p e r o p r e s e r v a r o n la a u t o n o m í a . Incluso aquí, la principal
familia añeja de o r i g e n visigodo, los Banu Qasi, había perdido su p o -
der en 907; la s u s t i t u y ó u n foco r e g i o n a l , el de ¡os tuyíbíes, familia
4¿8 E L LEGADO D E ROMA

próxima a los o m e y a s , a la q u e se había e n t r e g a d o Zaragoza en una de


las raras intervenciones efectivas del emir Abdalá. Esta hegemonía no
se vio debilitada, salvo d e forma parcial en la Marca Superior, por la
única gran d e r r o t a militar d e A b d e r r a m á n , c o n t r a los cristianos de
L e ó n , en 939 (véase el capítulo 20). Este éxito general, u n i d o al hundi-
miento del p o d e r abasí en el m i s m o período y el hecho de q u e los fati-
míes establecieran u n califato chií rival en 9 1 0 , hizo q u e Abderramán
III se proclamara a sí m i s m o califa, con el n o m b r e de Al-Nasir, en 929.
El siglo x fue el período en el q u e el ceremonial de g o b i e r n o se de-
sarroiló con más plenitud. C ó r d o b a se amplió con una serie de nuevos
barrios exteriores y, con su m o n u m e n t a l m e z q u i t a en el c e n t r o , rnuy
ampliada p o r A i - H a k a m II (961-976), hijo de A b d e r r a m á n , entró en la
liga m e t r o p o l i t a n a de C o n s t a n t i n o p l a y El C a i r o . A b d e r r a m á n tam-
bién fundó, hacia 940, una impresionante nueva corte y centro de go-
44
b i e r n o , la M e d i n a Azahara, justo al noroeste de la c i u d a d . Aquí, los
ritos califales se recogen e n u n a diversidad de textos, desde la Vida de
J u a n d e G o r z e , embajador d e O t ó n I hacia 953-95^ — t e x t o intransi-
gente e n su hostilidad al islam, p e r o q u e sin q u e r e r se m a e s t r a impre-
sionado p o r la complejidad de la c o r t e — , hasta la sección de 971 a 975
de la historia de Isa al-Razi ( m . 989), preservada u n siglo más tarde en
el Muqtabü de I b n H a y a n ( m . 1 0 7 6 ) , q u e n o s p r o p o r c i o n a varias des-
cripciones detalladas de m o m e n t o s concretos d e las ceremonias culmi-
nantes del a ñ o religioso m u s u l m á n . E n la sala de recepción principal
del califa en la Medina A2ahara, todos los funcionarios importantes te-
nían posiciones asignadas, en dos líneas, con el califa en el extremo; se
quería q u e la majestad del p o d e r califal resultara perfectamente evi-
d e n t e , y en efecto lo era.

El siglo x fue asimismo u n p e r í o d o de actividad económica a ma-


y o r escala. E n el p r ó x i m o capítulo v e r e m o s q u e A l - A n d a l u s participó
en los intercambios del Mediterráneo, p o r m e d i o del p u e r t o d e Alme-
ría, f u n d a d o ( o , m e j o r d i c h o , a m p l i a d o y a m u r a l l a d o ) p o r Abderra-
mán IÍI en 9 5 5. Interiormente, también, la arqueología reciente nos ha
p e r m i t i d o v e r el desarrollo de u n a producción artesanal profesional y
centralizada, de cerámica y v i d r i o , i n c l u y e n d o cerámica vidriada en
estilos del Mediterráneo oriental, c o m o los importantes objetos deco-
rados e n « v e r d e y m a n g a n e s o » , q u e aparecen exhaustivamente en los
yacimientos hispánicos de este p e r í o d o y p a r e c e n haberse producido
principalmente e n C ó r d o b a y otros grandes centros.-" Esta última ce-
rámica tiene u n a asociación explícita con los califas, c o m o se ve en la
DE LA BAGDAD A B A s f A LA. CÓRDOBA OMEYA, 750-IOOO 429

frecuente inscripción de la palabra a/-mulh («poder") en los b o r d e s d e


platos y cuencos, especialmente, a u n q u e no solo, en la Medina Azaha-
ra- Pero esta clase de actividad artesana, en sí misma, n o cabe adscri-
birla a A b d e r r a m á n ni a su éxito político. L a producción artesana del
siglo x se b a s a b a en la del sigio anterior, q u e era c o n s i d e r a b l e m e n t e
más profesional q u e la del VIII; d a testimonio del constante desarrollo
de jerarquías de riqueza y demanda de la élite en la mayoría d e las zonas
niusulmanas de la península. ( N o en las zonas cristianas; pero los p r o -
ductos artesanos de factura árabe, especialmente las alfombras, las t e -
lasy el c u e r o , eran sin e m b a r g o valoradas c o m o artículos de lujo.) U n a
cuestión q u e esta creciente complejidad económica p o n e d e relieve es
que las ricas aristocracias del siglo i x n o habían desaparecido, de nin-
gún m o d o ; s i m p l e m e n t e , habían q u e d a d o absorbidas p o r la jerarquía
política califal o, alternativamente, p o r las jerarquías de ulemas d e las
ciudades andalusíes; o bien p o r las d o s , pues Hispania n o era tan exten-
sa y los ejércitos d e s a r r a i g a d o s eslavos ( y , m á s a d e l a n t e , b e r e b e r e s )
solo formaban parte de la «clase estatal». Su identidad y sus principios
los expresa de forma clara el historiador y gramático I b n al-Qutiya (m.
977), hijo d e un jue2 de Sevilla, q u e c o m p u s o u n a historia informal,
repleta de relatos sobre la e n o r m e riqueza terrateniente de sus antece-
6
sores, q u e supuestamente incluían a Sara «la Goda» {al-Qüdya}^ bis-
nieta del r e y Witiza; sin e m b a r g o , Ibn a l - Q u t i y a se c e n t r ó en los h e -
chos de l o s o m e y a s t a n t o c o m o c u a l q u i e r o t r o h i s t o r i a d o r y, a t o d a s
luces, era partidario de los valores de la corte- T o d o lo q u e hizo al res-
pecto A b d e r r a m á n — l o cual n o es p o c o , n o o b s t a n t e — fue crear los
cimientos políticos para q u e las sociedades y las economías locales del
siglo i x se vincularan entre sí en una red única, tal q u e cubría el califato
hispánico en toda su extensión.

A l - H a k a m dio continuidad a las prácticas políticas de su padre; él


también fue m u y r e p u t a d o c o m o mecenas literario. Su expansión mili-
tar, sobre t o d o entre 972 y 975, se dirigió hacia el sur, hacia el interior
de Marruecos, q u e en g r a n parte había q u e d a d o a b a n d o n a d o a sus p r o -
pios medios después de q u e los fatímíes se trasladaran a Egipto. A su
muerte, no o b s t a n t e , su hijo H i s h a m II (97o-1009 y 1 0 1 0 - 1 0 1 3 ) solo
contaba quince años; se hizo con el p o d e r u n o de los jefes militares d e
Al-Hakam en Marruecos, M o h a m e d ibn Abi A m i r , quien, con la ayuda
de un destacamento leal de bereberes, p u d o i m p o n e r u n golpe d e esta-
do contra sus rivales eslavos. Ibn Abi A m i r fue eliminando a todas las
demás figuras poderosas de la corte y, e n 9 8 1 , asumió el poder s u p r e -
43° E L L E G A D O DE BOMA

rao c o m o hayib q u e g o b e r n a b a en lugar de u n califa sin v e r d a d e r a au-


toridad, e incluso a d o p t ó el título de g o b i e r n o de A l m a n z o r (Al-Man-
sur, 9 8 1 - 1 0 0 2 ) . A l m a n z o r amplió m u c h o el c o m p o n e n t e b e r é b e r de su
ejército, p a r a c o n t r a r r e s t a r a los e s l a v o s . L u c h ó en M a r r u e c o s , t a m -
bién; p e r o sobre t o d o , envió a sus ejércitos al norte, contra los reinos y
p r i n c i p a d o s cristianos, a los q u e d e r r o t ó r e p e t i d a m e n t e ; son p a r t i c u -
larmente famosos, p e r o n o exclusivos, el devastador saqueo de Barce-
lona, en 984, y de Santiago de C o m p o s t e l a , en el e x t r e m o norocciden-
t a l , en 997; su hijo A l - M u z a f f a r ( 1 0 0 2 - 1 0 0 8 ) c o n t i n u ó c o n estas
acciones. E n este d o m i n i o militar, u n i d o a u n a considerable estabilidad
interna y u n a continuación d e la función ceremonial central de C ó r d o -
b a — d o n d e A l m a n z o r c o n s t r u y ó u n n u e v o centro administrativo su-
b u r b a n o , la Medina A l z a h i r a — , se diría q u e es d o n d e el califato o m e y a
alcanzó su p u n t o culminante.

Sin e m b a r g o , al igual q u e en la cima del p o d e r abasí, bajo A l - M u -


tasim y A l - U a t h i q , esta h e g e m o n í a n o p e r d u r ó . D e h e c h o , casi i n m e -
diatamente después de la m u e r t e de Al-Muzaffar, A l - Á n d a l u s se desin-
t e g r ó y c a y ó e n u n a g u e r r a civil d e m á s de v e i n t e a ñ o s de d u r a c i ó n
( 1 0 0 9 - 1 0 3 1 ) . L a s r a z o n e s detalladas de ello q u e d a n fuera d e n u e s t r o
p e r í o d o ; en lo esencial, tienen q u e v e r con la impericia política de los
sucesores de Al-Muzaffar y las luchas p o r el p o d e r entre los jefes b e r e -
beres y eslavos. P e r o estameña fue m á s g r a v e q u e su p r e d e c e s o r a , u n
siglo atrás; incluyó u n violento saqueo de la m i s m a C ó r d o b a , en 1 0 1 3 ,
y el total a b a n d o n o d e l n o m b r a m i e n t o d e califas, q u e p o r e n t o n c e s
eran m e r o s figurantes, en 1 0 3 1 . 4 7
E n esa fecha, A l - A n d a l u s estaba d i -
vidida en u n o s treinta reinos, las Taifas ( d e tarifa, « b a n d o » ) , y nunca
recuperó la u n i d a d política de A b d e r r a m á n ni el p r o t a g o n i s m o militar
de A l m a n z o r . El h u n d i m i e n t o fue tan rápido y completo — f u e m u c h o
más rápido q u e el de los abasíes, y g e n e r ó sistemas de g o b i e r n o inde-
pendientes que, en m u c h o s casos, eran solamente el territorio d e una
ciudad, m u c h o m á s r e d u c i d o q u e los estados sucesores de O r i e n t e —
q u e necesita de algún c o m e n t a r i o .

A l g u n o s de los reinos d e Taifas estaban g o b e r n a d o s p o r c o m a n -


dantes regionales de los ejércitos, eslavos o bereberes, q u e simplemen-
te c o n v i r t i e r o n su m a n d o e n u n i d a d e s a u t ó n o m a s , y l u e g o i n d e p e n -
dientes, cuando la autoridad central se vino abajo en la década d e 1 0 1 0 ;
4
c o m o en O r i e n t e . * A l g u n o s , sobre t o d o en el noreste, estaban gober-
nados p o r familias d e larga tradición, cuyo p o d e r local había sido reco-
n o c i d o incluso p o r A b d e r r a m á n I I I : los tuyibíes, en Z a r a g o z a , o los
D E L A B A G D A D A B A S Í A L A C Ó R D O B A O M E Y A , 75O-IOOO 431

dhul-nuníes en la zona de tierras altas de Santaver, q u e en i oí 8 ocupa-


ron T o l e d o . P e r o algunos — i n c l u i d o quizá el m á s rico, Sevilla— q u e -
daron en m a n o s de terratenientes locales q u e poseían cargos civiles, no
estatales: n o necesariamente d e las mismas familias q u e habían d o m i -
n a d o hacia 900, p e r o sí, al m e n o s , del m i s m o estrato social. D e b e m o s
concluir q u e A h d e r r a m á n I I I , a todas luces, no había t e r m i n a d o con la
idea — s i e m p r e más fuerte en A l - A n d a l u s q u e en cualquier o t r o p u n t o
del m u n d o m u s u l m á n — de q u e la p r o p i e d a d de tierras a p o r t a b a un
derecho potencial a la autoridad política. Y, lo q u e fue aún m á s i m p o r -
tante: a pesar de la gran reorganización territorial del período del cali-
fato — c o n g o b e r n a c i o n e s , t a n t o g r a n d e s c o m o p e q u e ñ a s , e s t r e c h a -
m e n t e c o n t r o l a d a s p o r el g o b i e r n o c e n t r a l , y c u a n d o m u c h a s de las
fortificaciones locales de la primera_/zma habían pasado sin más al esta-
d o — , A b d e r r a m á n y sus sucesores n o habían tenido u n éxito pleno a la
hora de socavar aquel otro presupuesto hispánico central: que la políti-
ca práctica era a l g o local. E n estos d o s aspectos, la herencia visigoda
de A l - A n d a l u s e m e r g e en el p e r í o d o de las Taifas. L o s emires y califas
lograron establecer u n estado basado en los impuestos, tal cual no h a -
bía existido en H i s p a n i a d e s d e el i m p e r i o r o m a n o , y e s t o , d e h e c h o ,
p e r d u r ó bajo las Taifas; p e r o no l o g r a r o n trasladar a su población a n -
dalusí los presupuestos q u e i m p e r a b a n en E g i p t o o Iraq, incluso en el
fragmentado siglo x , conforme solo importaba el control del estado y
en cambio la política local, basada en la tierra, era secundaria. C u a n d o
el estado se tambaleó, e n la década de 1010 c o m o en la de 880 y, ante-
riormente, en la de 7 1 0 , las localidades hispánicas s u b i e r o n de i n m e -
diato al centro del escenario. C u a n d o , más adelante, llegó cierto g r a d o
de reunificación — c o n los a l m o r á v i d e s , a finales del siglo x i — , los
cristianos habían t o m a d o T o l e d o y el equilibrio del p o d e r se había al-
terado p o r c o m p l e t o .

i
L
I

I
EL E S T A D O Y L A E C O N O M Í A : R E D E S D E
I N T E R C A M B I O E N EL M E D I T E R R Á N E O
O R I E N T A L , 600-1000

Ser comerciante en C o n s t a n t i n o p l a , hacia 900, n o e r a e n n i n g ú n caso


un proceso i n m e d i a t o . Según el Libro del eparca ( o delprefecto)^ q u e es
un conjunto d e regulaciones oficiales del p e r í o d o , m e r c a d e r e s , t e n d e -
ros y m u c h o s artesanos tenían que ser m i e m b r o s d e u n gremio
(systernd) p a r a p o d e r trabajar, y tenían q u e v e n d e r sus p r o d u c t o s en
lugares específicos: los mercaderes d e o r o y plata, e n la Mese; los v e n -
dedores de seda árabe, en la E m b o l é ; los perfumistas, en el Milion, j u n -
1
co a Santa Sofía; l o s c h a c i n e r o s , en el T a u r o s . S e p r o h i b í a la v e n t a
ambulante; a quien la practicara, se lo azotaría, expulsaría del g r e m i o y
echaría d e la ciudad. L o s v e n d e d o r e s d e seda n o p o d í a n producir t a m -
bién r o p a ; y los d e c u e r o n o p o d í a n ser t a m b i é n c u r t i d o r e s . A l g u n o s
gremios — c o m o los comerciantes d e seda árabe o los d e l i n o — tenían
que hacer u n a c o m p r a colectiva y distribuir los bienes entre los m i e m -
bros del g r e m i o , según la cantidad q u e hubieran a p o r t a d o , para evitar
competiciones en la c o m p r a . L o s carniceros d e o v i n o tenían q u e r e c o -
rrer u n largo camino para c o m p r a r sus ovejas en el interior d e la A n a -
tolia; los chacineros, e n c a m b i o , d e b í a n c o m p r a r los cerdos e n la c i u -
dad, y se los v e t a b a salir a buscar a sus p r o v e e d o r e s ; l o mismo ocurría
con ios p e s c a t e r o s , o b l i g a d o s a c o m p r a r en tierra, n o e n el m a r . E l
eparca, g o b e r n a d o r d e la ciudad, debía ser i n f o r m a d o si l o s sederos
(divididos en cinco g r e m i o s distintos) v e n d í a n a extranjeros, p u e s es-
tos carecían d e a u t o r i z a c i ó n p a r a a d q u i r i r ciertas calidades d e seda.
T a m b i é n d e t e r m i n a b a todos los precios del p a n , a los q u e debían a t e -
nerse los p a n a d e r o s , y el precio al q u e los taberneros vendían el vino; y
decidía asimismo q u é beneficios conseguían m u c h o s proveedores: p o r
ejemplo, a los v e r d u l e r o s se les permitía u n 16 p o r 100 d e beneficios,
pero a los p a n a d e r o s , solo el 4 p o r TOO ( m á s o t r o 16 p o r 100 destinado
434 EL LEGADO DE ROMA

a pagar a sus trabajadores), q u e se sumaba al precio q u e pagaban en el


almacén estatal de cereales.
Las poblaciones occidentales d e la Edad Media tardía tuvieron re-
gulaciones gremiales m u y elaboradas, destinadas a m a n t e n e r m o n o p o -
lios y jerarquías internas de los sectores comerciales. ElLibro del eparca,
en comparación, destaca no solo p o r lo t e m p r a n o de su fecha de redac-
ción, sino p o r el g r a d o de control estatal q u e atestigua. La regulación
del beneficio resultaba especialmente importante, a este respecto, y tam-
bién la regulación de los m o d o s en q u e se autorizaba a los vendedores a
adquirir sus bienes. La seda se controlaba p o r q u e su producción y dis-
tribución tenía reflejo directo en el prestigio imperial (por eso la regula-
ción del lino era m á s laxa). Sobre t o d o , sin e m b a r g o , era vital controlar
el mercado de los alimentos, p o r q u e Constantinopla debía alimentarse
de u n m o d o fiable, a precios q u e los habitantes pudieran costearse. El
pan había dejado de ser gratuito, a diferencia de lo que ocurría en el im-
perio t a r d o r r o m a n o ; la gratuidad se cortó de forma brusca, p o r decreto
imperial, cuando los persas t o m a r o n Egipto en 618 (véase más arriba, el
2
capítulo T i ) . Constantinopla era ahora m u c h o m á s pequeña; ya n o ne-
cesitaba los cereales de Egipto y podía satisfacer su abastecimiento en el
E g e o y el himerland del sur del m a r N e g r o . Sea c o m o fuere, c o m o he-
m o s visto, a ú n era de dimensiones notables: era la ciudad m á s extensa
d e E u r o p a , incluso en su p u n t o m á s bajo, durante los siglos v n y VIIIJ y
ahora estaba creciendo de n u e v o y , hacia el a ñ o 900, había alcanzado
quizá los 100.000 habitantes, ( E s posible q u e C ó r d o b a superara estas
magnitudes en el siglo x , p e r o se encogió en el x i , cediendo de n u e v o el
primer puesto a la capital bizantina.) L o s emperadores y eparcas no po-
dían permitirse los problemas que, sin duda, aparecerían si sus habitan-
tes sufrían escasez de alimentos; y cuando esca se daba, en efecto, La p o -
blación u r b a n a lo consideraba u n fallo de las autoridades públicas. En
Constantinopla, el c o m e r c i o era independiente; p e r o los términos del
comercio sí estaban estrechamente conectados con el estado. P o r des-
contado, p o d e m o s poner en d u d a la eficacia de las normas recogidas en
el Libro del eparca, p e r o en c u a n t o aspiración s o n m u y llamativas y, al
m e n o s , está claro q u e las fuentes narrativas atribuyen regularmente esta
clase de p o d e r a ios funcionarios p ú b l i c o s . L i u t p r a n d o de C r e m o n a
c o m p r ó e n efecto seda p r o h i b i d a en 9Ó8, p e r o se lo descubrió y se le
1
confiscó, p o r m u y furioso q u e ello le hiciera sentir. E n suma: el gobier-
no bizantino tema la infraestructura precisa para hacer que sus leyes se
obedecieran, al m e n o s en ocasiones.
E L E S T A D O Y L A E C O N O M Í A , ÓOO-IOOO 435

Esto n o s presenta u n a característica habitual del comercio canco b i -


zantino c o m o árabe: su estrecha vinculación con el estado. Había d i -
versidad al respecto, desde luego. P r o b a b l e m e n t e , era más estrecha en
Constantinopla q u e en las provincias bizantinas; parece haber sido m a -
yor en E g i p t o q u e e n A l - Á n d a l u s ; y siempre era m á s p r o b a b l e q u e el
4
control estatal se impusiera en la arena del aprovisionamiento u r b a n o
que en la del comercio internacional de artículos de lujo (dejando a u n
lado la seda y o t r o s bienes de interés estatal), p o r q u e este comercio se
basaba m u c h o m á s en la asunción personal de riesgos mercantiles. In-
cluso en el siglo x y principios del X I , las autoridades portuarias árabes
asignaban p o r c o s t u m b r e precios oficiales a los bienes i m p o r t a d o s ,
aunque se trataba tan solo de u n a guia para los precios de m e r c a d o , q u e
variaban según el abastecimiento y la d e m a n d a . P e r o e n C o n s t a n t i n o -
pla, los cereales eran tan solo u n o de los varios p r o d u c t o s q u e se a d q u i -
rían en los almacenes del g o b i e r n o ; también en E g i p t o , el lino ( c o m o
materia para la tela del m i s m o n o m b r e ) , u n o de los principales p r o d u c -
tos de la región, era v e n d i d o a los comerciantes (tanto para la venta in-
terna c o m o para la exportación) en exclusiva p o r despachos públicos; y
algunos de los g r a n d e s centros de tejido d e tela de lino, c o m o T i n n i s
y Darrñetta, eran en gran medida de propiedad pública. Egipto, c o m o ya
se ha d a d o a entender, t u v o en t o d o s los períodos u n sector estatal b a s -
tante m á s d o m i n a n t e q u e el q u e existía en algunas otras regiones; a u n
asi, la existencia de operaciones a esta escala es llamativa. El comercio
en sí quizá podía quedar en m a n o s de mercaderes independientes, p e r o
actuaban en u n m a r c o en el q u e el p o d e r público tenía m u c h o q u e decir-
Y, por encima de t o d o , los estados eran u n a e n o r m e fuente de d e m a n -
da. D o c u m e n t o s egipcios de las décadas próximas a 1 0 0 0 n o s muestran
a mercaderes que, de forma regular ( y , en ocasiones, reticente) venden
al p r o p i o g o b i e r n o ; e incluso c u a n d o n o era este el c a s o , si los c o m e r -
ciantes y artesanos se centraban en los grandes núcleos políticos, c o m o
Constantinopla, Bagdad, Fustat-El Cairo y C ó r d o b a , era porque estas
ciudades tenían n u m e r o s o s c o m p r a d o r e s ricos a los q u e p a g a b a el esta-
do: burócratas, soldados y quienes dependían de ellos.

C o m o h e m o s visto, y v e r e m o s de n u e v o , después de q u e cesara de


existir el imperio r o m a n o en O c c i d e n t e — u n estado fuerte y centrali-
zado, q u e movía a u n l a d o y o t r o grandes cantidades de bienes p o r su
propia c u e n t a — , la intensidad del intercambio comercial, en los reinos
p o s r o m a n o s , dependió de la riqueza de los terratenientes; aristócratas,
iglesias y reyes- C u a n t o más ricos eran los dueños de la tierra, m á s c o -

t
43^ E L L E G A D O D E ROMA

raercio h a b í a y m á s c o m p l e j o s e r a n sus m o d e l o s . E s t o t a m b i é n era


cierto, a grandes rasgos, del Mediterráneo oriental; p e r o aquí pervivía
el p o d e r estatal, basado en la recaudación de impuestos, y el p o d e r ad-
quisitivo estatal se daba, habitualmente, a u n a escala algo m a y o r q u e el
de los t e r r a t e n i e n t e s p r i v a d o s . A d e m á s , la riqueza p e r s o n a l permitía
q u e sus dueños accedieran a u n c a r g o estatal y, con ello, tuvieran acce-
so a los e m o l u m e n t o s m a y o r e s q u e se derivaban de los impuestos. Esto
era así incluso en el m u n d o islámico, d o n d e los terratenientes p r i v a -
d o s , p o r lo g e n e r a l , tenían u n a vinculación m e n o s automática con el
poder político y , en consecuencia, se los podía v e r c o m o fuente de de-
manda alternativa a la de funcionarios y militares. Si lo miramos en su
c o n j u n t o , la riqueza c a m b i a n t e del sector estatal es la guía m á s clara
para la cambiante escala de la d e m a n d a , y c o n ello del comercio, en el
Oriente bizantino y árabe. D o n d e la riqueza derivada de la propiedad
privada de tierras seguía u n a trayectoria distinta a la riqueza del esta-
d o , ello t u v o q u e afectar t a m b i é n a la d e m a n d a ; y su variación local
a ñ a d e u n u l t e r i o r nivel de c o m p l e j i d a d a n u e s t r o s análisis, P e r o , a
g r a n d e s r a s g o s , las d o s se m o v í a n en t á n d e m , en la m a y o r p a r t e de
O r i e n t e ; y el sistema estatal también está m u c h o mejor documentado.
P o r e n d e , en este capítulo h a r é m á s referencia a este último sistema.

El vacío en nuestros d a t o s , en lo q u e atañe a ía aristocracia terrate-


niente, se equipara al importante vacío de nuestros datos para los siglos
v n a X, en lo q u e respecta a la m a y o r í a campesina e n O r i e n t e . Los mi-
llones de d o c u m e n t o s q u e se p r o d u c í a n regularmente para los gobier-
n o s y personas de Bizancio y el califato se h a n perdido casi todos. Solo
en Egipto* tenemos la clase d e documentación local sobre la tierra que
p o d e m o s hallar en Francia e Italia, lo q u e permite, en u n o s pocos casos,
la reconstrucción d e sociedades campesiiías; así sucede p o r ejemplo, en
6
el siglo VIII, con la aldea copta de Y e m e ( T e b a s occidental, Alto Egip-
to); y la desigual publicación de d o c u m e n t o s egipcios en árabe indica
q u e y a n o p o d e m o s hacerlo c o n la misma facilidad en el período poste-
rior a 800. P o r lo g e n e r a l , la a r q u e o l o g í a rural también es m á s pobre
para el período posterior a 650 (aproximadamente) q u e para las fechas
previas, e n casi todas las regiones. E n los capítulos 13 y 14 h e m o s echa-
d o u n vistazo a las aristocracias bizantina y andalusí, y, p o r desconta-
d o , en este capítulo h a r é referencia a algunos aspectos de la sociedad y
la economía campesinas, p u e s inevitablemente afectarán a las cuestio-
nes de creación de riqueza, tomadas en su conjunto: en pocas palabras,
cuanto m á s ricas eran las élites (ya fuese p o r rentas o impuestos) y ma-
E L ESTADO Y L A ECONOMÍA, 600-IOOO 437

y o r e r a la d e m a n d a agregada, m á s explotados estaban los campesinos;


es u n a ecuación q u e d e b e m o s entender q u e subyace a t o d o el presente
capítulo. P e r o antes d e p o d e r analizar los detalles de la mayoría de las
realidades sociales del campesinado oriental, para el p e r í o d o posterior
a 600-650, d e f o r m a q u e puedan compararse con las de Occidente, será
preciso a g u a r d a r a futuras i n v e s t i g a c i o n e s . L a sociedad u r b a n a está
mejor atestiguada, c o m o también se ha visto en los últimos cuatro capí-
rulos. H a y u n a sociedad urbana d o c u m e n t a d a con especial claridad: el
1
sector judío d e la ciudad de Fustat, en E g i p t o , cuya gentío o almacén
de papel usado ( q u e se preservaba p o r q u e los judíos se negaban a d e s -
truir la palabra de D i o s , lo q u e incluía t o d o papel escrito), fundada en
1025, c o n s e r v a miles d e textos, q u e e m p i e z a n a ser n u m e r o s o s hacia
980. E n su mayoría, se remontan al siglo x i o después, y no al siglo x ,
pero aquí u s a r é asimismo algunos textos de la geni^a de principios del
siglo x i , p o r q u e transforman nuestra c o m p r e n s i ó n de c ó m o las socie-
dades urbanas p o d í a n funcionar en el final m i s m o de nuestro período.
Pese a la riqueza del M e d i t e r r á n e o oriental, entonces, la información
preservada s o b r e la historia socioeconómica del p e r í o d o 600- tooo es
aún más fragmentaria q u e en Occidente. A q u í m e centraré, con nece-
saria brevedad, en tres regiones: Bizancio, con sus crisis del siglo v n y
renacer del siglo IX; Siria e I r a q , siempre rivales, c u y o p r o t a g o n i s m o
económico pasó c l a r a m e n t e de la p r i m e r a a la s e g u n d a e n 750; y, p o r
último, E g i p t o , la región d o n d e h u b o m á s continuidad. L u e g o exami-
naremos el c o m e r c i o internacional q u e las enlazaba.

C o m o h e m o s visto en el capítulo 1 1 , los desastres militares de las déca-


das de O J O y 640 hicieron q u e el estado de BÍ2ancio viviera cambios
importantes.* A d o p t ó una estructura tributaria localizada, en su m a y o -
ría d e s m o n e t i z a d a , en p a r a l e l o a u n a e s t r u c t u r a militar localizada y
centrada en la defensa. El e s t a d o ya n o t r a n s p o r t a r í a nunca m á s s u s
propios bienes a lo l a r g o de g r a n d e s distancias, a n i n g u n a escala, a u n
cuando Constantinopla se m a n t u v o c o m o u n centro, con base fiscal, de
la d e m a n d a comercial. T a m b i é n es probable q u e la aristocracia terra-
teniente, q u e nunca fue tan rica c o m o en O c c i d e n t e , perdiera algo de
terreno, d a d o q u e en las fuentes previas a 8 50 (aproximadamente) re-
sulta invisible, y d a d o también q u e las constantes incursiones e n e m i -
gas tuvieron q u e reducir la productividad agrícola en buena parte d e la
Anatolia, hasta q u e la frontera se estabilizó d e n u e v o en el siglo v n i ;

í
438 E L L E G A D O DE ROMA

c o m o se ha indicado e n el capítulo 1 3 , incluso e n el siglo x , cuando to-


d a s n u e s t r a s fuentes están c l a r a m e n t e d e a c u e r d o e n q u e estaba en
m a r c h a u n proceso de afirmación local del p o d e r de los nobles, es difí-
cil defender q u e tuvieran u n a posición d o m i n a n t e en t o d o el imperio,
c o m o era n o r m a l en O c c i d e n t e . Lo p o c o q u e sabemos sobre la socie-
dad campesina, al fin, m u e s t r a q u e en efecto había algunas zonas del
imperio d o n d e los aristócratas, en los siglos vi¡ y VIII, n o tenían el con-
trol p l e n o . A l oeste de A n k a r a , las tierras descritas a principios del si-
glo vil en la Vida del asceta T e o d o r o de Siqueón contaban con comu-
nidades campesinas en gran m e d i d a independientes, ya en los a ñ o s que
p r e c e d i e r o n a las invasiones persas, lo q u e indica q u e los nobles nunca
habían g o z a d o d e plena h e g e m o n í a en partes de la meseta anatólica. Si
la Ley del agricultor, m a n u a l p r i v a d o de d e r e c h o a g r a r i o del período
650-850, p u e d e situarse también e n la Anatolia ( c o m o p o d r í a indicar la
ausencia de referencias al cultivo del olivar), entonces estas comunida-
d e s campesinas siguieron existiendo t a m b i é n después del p e r í o d o de
9
las invasiones. E n a m b o s textos, el estado continúa estando presente,
sin cuestionamiento, c o m o p o d e r judicial y de recaudación de impues-
t o s . T a m b i é n había considerables diferencias e n la riqueza, en u n o y
o t r o , con agricultores m á s ricos q u e d o m i n a b a n la comunidad y arren-
daban tierras a los campesinos m á s pobres. P e r o los terratenientes ex-
t e m o s son relativamente p o c o importantes, en el texto m á s antiguo, y
faltan p o r c o m p l e t o en el posterior. E s t o n o sirve c o m o guía del impe-
rio en su conjunto, y t a m p o c o del conjunto de Anatolia (pues sabemos
q u e los aristócratas eran m u y fuertes en Capadocia, más al este, tanto
entre los siglos iv y v i c o m o entre el i x y x i , lo cual permite suponer
q u e t a m b i é n lo e r a n e n el p e r í o d o i n t e r m e d i o ) ; p e r o el d o m i n i o local
de la nobleza era disparejo, según evidencian con claridad estos textos,
y caben pocas dudas de q u e ello se acentuó en los siglos d e crisis-

E n c o r r e s p o n d e n c i a c o n las dificultades q u e e x p e r i m e n t a r o n la
aristocracia y el estado b i z a n t i n o s , los siglos vil y v m m u e s t r a n , con
particular claridad de /acto, u n a crisis en el u r b a n i s m o . A r q u e ó l o g o s e
historiadores debaten si y a en tierras bizantinas se dio u n descenso en
la vitalidad u r b a n a con p o s t e r i o r i d a d a 5 5 0 ; p e r o y a nadie defiende
10

s e r i a m e n t e q u e n o h u b i e r a u n a crisis sistémica a principios del siglo


v n . L a arqueología urbana deja esto especialmente claro. En la m a y o -
ría d e las c i u d a d e s d o n d e se h a n realizado excavaciones razonables
( a p r o x i m a d a m e n t e una d o c e n a ) , n o se hallan pruebas de q u e la cons-
trucción se mantuviera después de 650; para este p e r í o d o , la mayoría
E L E S T A D O Y L A E C O N O M Í A , ÓDO-TOOO 439

muestran áreas de a b a n d o n o sistemático, c o m o se ve en una calle c o -


mercial p a r t i c u l a r m e n t e bien excavada, en Sardis (en las tierras bajas
de la Anatolia, p r ó x i m a al E g e o ) , cuyas tiendas q u e d a r o n desiertas de
forma a b r u p t a en la década d e 610; oelgymnasiondz A n k a r a , reducido
a cenizas en u n a fecha q u e se p u e d e situar c o n exactitud en el saqueo
persa de 622, p u e s la excavación arqueológica h a e n c o n t r a d o u n a p i e -
dra de anillo persa en el estrato del incendio. N o r m a l m e n t e , soy cauto
ante la extracción de conclusiones demasiado catastróficas a partir d e
ejemplos a n e c d ó t i c o s c o m o este ( t a m b i é n e n las c i u d a d e s p r ó s p e r a s
hay z o n a s a b a n d o n a d a s , y bien se p u e d e n r e c u p e r a r de u n s a q u e o ) ,
pero la a c u m u l a c i ó n de p r u e b a s e n las tierras bizantinas es tal q u e n o
cabe obviarla. Es significativo q u e el mejor de los contraejemplos — e l
de Gortina, en C r e t a — se encuentre en u n a isla, naturalmente m á s se-
gura frente a las incursiones persiano-árabes o ávaro-esclavenas: aquí
Heraclio (610-641) r e c o n s t r u y ó la ciudad después de u n t e r r e m o t o , y
en fecha reciente se ha e x c a v a d o u n barrio de artesanos, de finales del
siglo v n , q u e p r o b a b l e m e n t e p e r d u r ó hasta más a d e l a n t e . " E n el resto
de lugares, a lo s u m o v e m o s nuevas murallas, q u e a veces rodean tan
solo p o r c i o n e s de la ciudad antigua, y a veces se alzan sobre colinas,
por encima de la ciudad vieja.

El estado bizantino p e r d u r ó , c o m o h e m o s visto. Incluso las ciuda-


des p e q u e ñ a s sitas en lo alto de colinas ( q u e ahora, a m e n u d o , se d e n o -
minan kastra) p o d í a n seguir t e n i e n d o u n a función político-militar, y
seguían t e n i e n d o asimismo obispos ( a u n q u e estos, c o m o t a m b i é n h e -
mos visto, a m e n u d o preferían vivir en la capital). H a y algunas p r u e -
bas, a d e m á s , de q u e algunos fortines situados en lo alto de los m o n t e s
eran en realidad ciudadelas para islas de población q u e sobrevivían en
la ciudad antigua, más abajo, c o m o en Eucatia y A m o r i o n , ambas en la
Ji
meseta anatólica; en C o r i n t o , e n l a Grecia central, o en Mira, en la cos-
ta m e r i d i o n a l d e la m o d e r n a T u r q u í a . SÍ esta ocupación diseminada
era lo suficientemente densa y e c o n ó m i c a m e n t e diversificada para q u e
p o d a m o s d e n o m i n a r l a « u r b a n a » , n o p u e d e decirse p o r a h o r a : de los
casos citados, los m á s plausibles s o n los de A m o r i o n y C o r i n t o . E n
general, sin e m b a r g o , tenemos q u e r e c o n o c e r l a existencia de u n a n u e -
va tipología u r b a n a . A l g u n a s c i u d a d e s a n t i g u a s se a b a n d o n a r o n p o r
completo o q u e d a r o n reducidas a p e q u e ñ o s fortines. Algunas desarro-
llaron el m o d e l o de la diseminación, con mayores o m e n o r e s niveles de
organización o u r b a n i z a c i ó n . U n a s p o c a s c o n t i n u a r o n activas c o m o
centros u r b a n o s , a u n q u e en u n a escala c o n s i d e r a b l e m e n t e r e d u c i d a ,

\
440 E L L E G A D O D E ROMA

c o m o Éfeso, Mileto y Atenas, en la costa egea; las n u e v a s murallas de


Éfeso dejarpn.fuera g r a n p a r t e del a n t i g u o c e n t r o u r b a n o , p e r o aun
contenía u n a extensión de u n k i l ó m e t r o cuadrado; según Teófanes, en
la ciudad se celebró una feria i m p o r t a n t e , q u e r e n t ó m u c h o s i m p u e s -
tos, en 795-796. Y es posible q u e u n p u ñ a d o de ciudades vivieran m u -
chos m e n o s cambios, a u n q u e en ellas, la excavación dista de ser buena,
precisamente p o r la continuidad u r b a n a q u e se d i o allí: Tesalónica, Iz-
nik (ía antigua Nicea), Izmir (la antigua E s m i r n a ) , T r e b i s o n d a , todos
ellos i m p o r t a n t e s c e n t r o s p o l í t i c o s . A s í , n o c o n s t a t a m o s u n h u n d i -
m i e n t o u r b a n o total, p e r o incluso con u n a lectura optimista d e los da-
tos, cabría p r o p o n e r que cuatro quintas partes de las ciudades bizanti-
nas p e r d i e r o n t o d a s , o al m e n o s la m a y o r í a , de s u s características
urbanas.

El rasgo significativo q u e tenían e n c o m ú n la m a y o r í a de las ciuda-


des m á s «exitosas» del p r i m e r Bizancio es que eran centros temáticos.
(Éfeso, q u e hacía m u c h o era u n n ú c l e o c o m e r c i a l , es la gran excep-
ción.) Parece c o m o si el estado se hubiera focalizado sobre sus princi-
pales centros administrativos y militares locales; si los nobles terrate-
nientes se u n í a n al ejército y la b u r o c r a c i a civil, es m u y posible que
t a m b i é n hubieran i d o a tales poblaciones. Así, estas ciudades siguieron
siendo centros de u n a d e m a n d a suficientemente intensa c o m o para re-
t e n e r sus características u r b a n a s , tales c o m o m e r c a d o s y quizá cierta
especialización artesanal. P e r o eran m u c h o m e n o s n u m e r o s a s q u e en
óoo. C u a n d o Bizancio fue r e c o b r a n d o u n a m a y o r estabilidad política y
militar, p o c o a p o c o — d e s d e 750 y, m á s visiblemente, d e s d e 8 5 0 — e l
I J
n ú m e r o de ciudades activas t a m p o c o se expandió m u c h o . L a s ciuda-
des sí aumentaron sus propias dimensiones, de n u e v o , p e r o p o r ahora,
a partir d e los d a t o s a r q u e o l ó g i c o s , resulta difícil t e n e r la certeza de
c u á n d o ocurrió así; en el siglo x i se percibe con m á s claridad q u e en el
x , a u n q u e en Sardis, así c o m o en Hierápolis, en el extremo occidental
d e Ja meseta anatólica, ya era visible antes de 1000. P e r o el imperio bi-
zantino nunca volvió a recrear en su territorio la densidad del urbanis-
mo tardorromano.

L o s d a t o s conocidos con respecto al c o m e r c i o fuera de la capital,


q u e en gran m e d i d a también son a r q u e o l ó g i c o s , p o r un lado reflejan
este p a n o r a m a y , p o r o t r o , lo matizan. E n el siglo v n se v i v i ó u n final
abrupto de la gran producción industrial de servicios de mesa, la cerá-
mica fócense de e n g o b e rojo, y sus imitaciones m á s locales; en ocasio-
nes la sustituyeron piezas pintadas de una calidad razonable (por ejem-
E L E S T A D O Y L A E C O N O M Í A , ÓOO-IOOO 441

pío, en C r e t a ) , p e r o su distribución era m u y local y , en algunos lugares


(en particular, en el interior de Grecia), solo se halla cerámica de p r o -
ducción m a n u a l , lo q u e indica el fin d e la p r o d u c c i ó n profesional. L a
producción de ánforas para aceite y vino también se t o r n ó más local y
simple; en l u g a r d e u n ánfora e s t a n d a r i z a d a c o m o la g l o b u l a r e g e a
( L R A 2 ) , se e m p l e ó u n a diversidad de tipos r e l a c i o n a d o s , p e r o m á s
locales. E s t o s c a m b i o s , q u e se a d e n t r a n e n el siglo VIII, s u p o n e n u n
h u n d i m i e n t o en la d e m a n d a d e bienes y, con ello, q u e se debilitó la
concentración de la riqueza, tanto pública c o m o privada. P e r o este n o
es el p a n o r a m a completo. La propia Constantinopla tenía una p r o d u c -
ción cerámica industrial, la cerámica b l a n c a v i d r i a d a ( G W W , en sus
siglas inglesas), q u e e m p e z ó hacia óoo y se m a n t u v o d u r a n t e m u c h o s
siglos. D e forma esporádica, se han hallado piezas de esta índole, p e r -
tenecientes a los d o s siglos siguientes, en u n a gran variedad de lugares
de todo el E g e o , llegando p o r el sur a Creta e incluso C h i p r e ( q u e con-
taban con su p r o p i a p r o d u c c i ó n ) . Estos m u e s t r a n q u e el E g e o n o p e r -
dió cierto g r a d o de intercambio comercial de media distancia. E s t e h e -
cho lo respalda asimismo el Derecho marítimo de Rodas o t r o manual
legal p r i v a d o , q u e analiza las relaciones entre los capitanes de los bar-
cos y los comerciantes navales, y q u e da p o r sentada, c o m o carga habi-
tual, u n a diversidad de bienes q u e los a r q u e ó l o g o s tienen dificultad en
hallar: esclavos, lino, seda, cereales, y también v i n o y aceite, en á n f o -
ras (es de s u p o n e r ) posteriores a la L R A 2. Las hagiografías de los si-
glos VIT a i x t a m b i é n hablan r e g u l a r m e n t e de envíos navales, a m e n u -
do, n o solo d e cereales. Hacia estas fechas, c o m o h e m o s visto, el E g e o
era el hinterlandagrario de C o n s t a n t i n o p l a ; la d e m a n d a de la capital,
a u n q u e n o h u b i e r a o t r a , b a s t a b a p a r a m a n t e n e r b a r c o s e n el m a r . La
cerámica v i d r i a d a b l a n c a , p r o b a b l e m e n t e , era u n o de los p r o d u c t o s
que la capital v e n d í a a cambio.

Así, el imperio bizantino, ni siquiera en su p u n t o m á s bajo, nunca


perdió p o r c o m p l e t o u n a red de intercambio comercial q u e cubriera su
zona central, los m a r e s E g e o y de M á r m a r a y las costas de alrededor.
Esto fue así incluso c u a n d o la m a y o r p a r t e de la p r o d u c c i ó n local se
había simplificado, a veces radicalmente. Ello p a r e c e reflejar el resto
de lo q u e sabemos sobre el imperio: q u e el estado había vuelto m á s l o -
cales sus p r o p i a s e s t r u c t u r a s , p e r o seguía d o m i n a d o p o r u n a capital
poderosa. C a b e defender q u e las diferencias locales d e hacia 700 con
respecto a la profesionalidad productiva son reflejo, sobre el terreno,
de las áreas de m a y o r o m e n o r d o m i n i o aristocrático; p e r o los d a t o s

i
44* E L L E G A D O D E ROMA

aún n o s o n lo b a s t a n t e b u e n o s c o m o para p o d e r desarrollar m á s esta


hipótesis. El.comercio q u e sí v e m o s , en t o d o el E g e o , no era dirigido
p o r el estado; e n el período p r e v i o a 800, nuestras fuentes escritas h a -
cen hincapié en los comerciantes independientes, igual q u e el Libro del
eparca, pese a t o d o su interés regulador, hace e n 900. P e r o la demanda
de origen estatal seguía siendo el principal y más sólido agente de p o -
d e r adquisitivo; y este c o m e r c i o se concentraba, en primer lugar, en la
capital, a u n q u e de forma secundaria se realizara también en otros cen-
tros q u e aún pervivían, tales c o m o Tesalónica, Éfeso o E s m i r n a .
A m e d i d a q u e e n t r a m o s en el siglo i x , se percibe u n c a m b i o : im
incremento en el n ú m e r o de m o n e d a s halladas en los yacimientos. En
las excavaciones, resulta n o r m a l e n c o n t r a r m o n e d a s hasta Constante
I I , hacia 66o, y después n a d a , o casi n a d a , d u r a n t e ciento cincuenta
años; a u n q u e t o d o s los e m p e r a d o r e s seguían a c u n a n d o m o n e d a s , estas
desaparecieron de la circulación; y nunca concluiríamos q u e era fácil
disponer de ellas n o r m a l m e n t e fuera de la capital. Esto cambió a partir
de la década de 820. E n C o r i n t o , se h a n e n c o n t r a d o casi cuatro veces
m á s m o n e d a s de Teófilo (829-842) q u e de todos sus predecesores jun-
tos, con posterioridad a Constante; las de León V I (886-912) casi sex-
tuplican las de Teófilo; las d e su hijo C o n s t a n t i n o VII duplican de n u e -
1
vo las cifras,y estas siguen a u m e n t a n d o en adelante. * Es m u y probable
q u e esto se relacione con el renacer de los impuestos y el p a g o en metá-
lico a los soldados, q u e se suele adscribir a Nicéforo I (S02-8 r 1; véase
arriba, el capítulo 1 1 ) ; este cambio dependía de u n abastecimiento más
fiable de los m e t a l e s , p e r o t a m b i é n p r e s u p o n í a ( y p r o m o v i ó ) un c o -
mercio en los m e r c a d o s , e n cantidad suficiente para q u e las monedas
circularan. E n el siglo i x , a d e m á s , hallamos m a y o r e s cantidades de ce-
16
rámica v i d r i a d a blanca fuera de la c a p i t a l ; p o r ejemplo, en Mesero-
bria, u n p u e r t o bizantino sito e n la m o d e r n a Bulgaria, e incluso, en es-
tudios de c a m p o , e n las zonas rurales p r ó x i m a s a Esparta; en el siglo x,
esto se extiende a T e b a s . T a m b i é n se e m p i e z a n a hallar imitaciones
locales de la cerámica constantinopolitana, tanto en Atenas c o m o , sig-
nificativamente, en Preslav, e n la Bulgaria independiente. En el siglo x
también comenzó la p r o d u c c i ó n cerámica en gran escala de C o r i n t o , al
igual q u e las ánforas de la zona de G a n o s , en el m a r de Mármara, desti-
nadas a la reciente exportación sistemática del vino local. El comercio
vinícola quizá se extendía y a m u y lejos, de h e c h o , si la g r a n remesa de
ánforas para v i n o q u e , m a r c a d a s con los nombres de sus exportadores,
se han hallado al sudoeste d e T u r q u í a en u n pecio fechado hacia 88o>
E L E S T A D O Y L A E C O N O M Í A , ÓOO-IOOQ 443

procedían en verdad de Crimea, según creen los excavadores. La capi-


tal también recibía tela de lino q u e se exportaba desde Bulgaria y el sur
del m a r N e g r o ( y t a m b i é n d e E g i p t o ) , y tanto C o n s t a n t i n o p l a c o m o
Tesalónica p r o d u c í a n vidrio. N o s e m p e z a m o s a adentrar en la comple-
17
ja producción bizantina de la época central de la Edad M e d i a .
E n el siglo i x , y más aún en eí x , el estado d e Bizancio era cada vez
más fuerte y m á s rico. E n el x , ocurría lo mismo con la aristocracia, en
algunas z o n a s ; a m e n u d o , lejos del foco e g e o d e la arqueología, p e r o
incluyendo p u n t o s del sur de Grecia, d o n d e en los años 8 8 o la rica D a -
nelis (véase el capítulo 1 3 ) * ya tenía acceso a sedas y linos refinados, y
1

a los trabajadores textiles en sí, q u e cedió a Basilio I y León V I . U n si-


glo más tarde, Basilio II, en sus quejas contra vlos poderosos», tenía el
temor de q u e l o s nobles p u d i e r a n m o n o p o l i z a r t a m b i é n los m e r c a d o s
rurales- L o q u e v e m o s en toda esta lista de ejemplos es u n conjunto de
producciones agrarias y artesanales cada vez más elaboradas y diversi-
ficadas, con una distribución cada vez m á s amplia y compleja, desde la
capital y hacia ella, sin d u d a , p e r o también enere provincias: Tesalóni-
ca era u n n ú c l e o p a r t i c u l a r m e n t e i m p o r t a n t e . Esto lo posibilitó la d e -
manda de la élite, q u e a todas luces se estaba incrementando de n u e v o ,
y lo favoreció t a m b i é n la implicación directa de la élite en la p r o d u c -
ción y el c o m e r c i o de los p r o d u c t o s de artesanía. Si a l g u n a vez h u b o
una ubicación natural para el c o m e r c i o de media distancia, se trata, sin
duda, del E g e o : p r o t e g i d o , cercado de tierras y repleto de islas. E n tor-
no del a ñ o 900, simplemente se vivió u n retorno a la normalidad, a este
respecto; señalan la anormalidad y la crisis de los d o s siglos posteriores
a las invasiones persas y árabes- P e r o el creciente p o d e r del estado b i -
zantino empujaría aún m á s este comercio en los d o s siglos posteriores.
D e s d e 1000, u n a expansión demográfica, q u e es m u y probable se h u -
biera iniciado y a en nuestro p e r í o d o , empieza a resultar más visible en
nuestra d o c u m e n t a c i ó n , c o m o lo hace una tendencia a reclamar la tie-
rra sin cultivar; la base agraria del imperio, sin duda, se estaba amplian-
do- El siglo x i m u e s t r a t a m b i é n cierta especialización agrícola, p o r
ejemplo en las moreras para la seda, en varias partes del imperio; y es-
tas ya tenían q u e existir antes de 1000, pues no hay duda de que Bizan-
cio y a p r o d u c í a su propia seda en nuestro p e r í o d o . La antigua idea de
que el imperio vivió u n estancamiento económico en los siglos xi y x n
se ha descartado h o y netamente; las raíces de la expansión económica
generalizada de ese período deben buscarse en el n u e s t r o , aun cuando
solo p o d a m o s v e r signos ocasionales de ello. Y esta expansión afectaba

\
444 E L L E G A D O D E ROMA.

también a zonas del exterior del imperio: a principios del siglo x i los s

bizantinos estaban e x p o r t a n d o seda a Egipto. Es u n p u n t o sobre el que


15 3 0
volveremos.

S i r i a / ' en su m a y o r parte, n o vivió la crisis que sufrió el imperio bizan-


tino en el siglo VIL D e s d e 661, fue el centro político del califato omeya,
y este período v i o grandes construcciones m o n u m e n t a l e s en la capital,
D a m a s c o , así c o m o en el c e n t r o religioso regional, Jerusalén. D a m a s -
co nunca fue u n a ciudad descomunal, lo q u e en parte refleja los proble-
m a s del abastecimiento d e a g u a , p e r o e n parte se d e b e t a m b i é n al h e -
c h o de q u e los o m e y a s tenían dificultades en recaudar impuestos de las
provincias del califato. P e r o a Siria llegaba lo suficiente para asegurar
la riqueza de los p r o p i o s califas, y sus palacios rurales y urbanos aún
p e r v i v e n e n l o s paisajes d e Siria y Palestina- La conquista á r a b e , en
cualquier caso, fue lo bastante rápida para q u e las infraestructuras bá-
sicas del país n o sufrieran. E n su mayoría, las n u m e r o s a s excavaciones
realizadas en Siria y Palestina, tanto urbanas c o m o rurales, muestran
continuidades q u e se extienden al m e n o s hasta 7 5 0 , en particular en las
11
zonas de interior. Así, p o r ejemplo, e n la ciudad de M a d a b a y sus al-
r e d e d o r e s (en lo q u e h o y es el n o r t e de J o r d a n i a ) , se fundaron iglesias
cristianas hasta finales del siglo v i n , con suelos de mosaico cuya deco-
ración es impresionante, y q u e n o s hablan p o r igual d e ricos mecenas y
artesanos expertos: en la ciudad, en los monasterios rurales y e n las al-
deas del entorno.

Las ciudades modificaron su estructura. Sus centros m o n u m e n t a -


les, r o m a n o s , tendieron a q u e d a r sin u s o , p o r q u e los árabes tenían un
estilo ceremonial distinto, con m e n o s procesiones religiosas o políticas
y u n hincapié en el espacio público cerrado del patio de la mezquita.
P e r o siguieron siendo centros productivos y demográficos activos; el
lugar de los edificios públicos r o m a n o s lo o c u p a r o n los talleres de arte-
sanía; el de las calles c o l u m n a d a s , las hileras de tiendas, con frecuencia
de construcción m o n u m e n t a l (en particular, c o m o vimos e n el capítulo
1 2 , las del califa H i s h a m , 7 2 4 - 7 4 3 ) . A s í , en G e r a s a ( h o y Y e r a s h ) , al
n o r t e de Madaba, se c o n s t r u y e r o n complejos de h o r n e a d o d e n t r o de
u n teatro y u n templo r o m a n o s , c o m o parte de una red q u e convirtió la
cerámica de Gerasa en u n rasgo principal de la economía de la zona de
Galilea hasta 800, a p r o x i m a d a m e n t e ; en la vecina Escitópolis (la m o -
derna Bet S h e ' a n ) había hacia 700 h o r n o s en el teatro y el anfiteatro,
15
E L ESTADO Y LA ECONOMÍA, 600-IOOO 445

talleres de confección de lino en u n o s b a ñ o s (el lino de Escítópolis y a


era bien c o n o c i d o en tiempos del imperio r o m a n o ) , y u n o de los c o m -
plejos comerciales de Hisham en el emplazamiento de u n a gran sala del
siglo v i . Estos m o d e l o s se repiten, con m a y o r o m e n o r detalle, en otras
veinte ciudades; la producción de vidrio, el teñido (y p o r e n d e , la p r o -
ducción textil), el h i e r r o y el c o b r e se han atestiguado, t o d o s ellos, en
trabajos a r q u e o l ó g i c o s recientes. E n algunas ciudades también se h a n
encontrado notables residencias urbanas de la élite; y, p o r descontado,
el período árabe t u v o sus propios edificios m o n u m e n t a l e s , c o m o m e z -
quitas y palacios de los gobernadores.
Este p a n o r a m a es, a todas luces, m u y distinto del q u e v i m o s e n el
núcleo bizantino, a u n q u e las fuentes — c a s i todas arqueológicas-—son
las mismas* D e h e c h o , apenas h a y fuentes escritas q u e sean de utilidad,
a este respecto, en Siria y Palestina; sin e m b a r g o , las crónicas sirias de
Edesa también dibujan u n a p i n t u r a brillante de la actividad comercial
de esa ciudad y la riqueza de sus élites cristianas: se decía q u e Atanasio
1 4
bar G u m o y e — u n g r a n t e r r a t e n i e n t e y a g e n t e r e c a u d a d o r de i m -
puestos para Abdelmalik, en Egipto, hacia 700-— poseía en Edesa 300
tiendas y n u e v e tabernas. D o s cambios, n o obstante, matizan este p a -
norama de prosperidad rural y continuidad de las élites. El primero es
que la costa de Siria y Palestina, gran zona de exportación de aceite y
vino d u r a n t e el i m p e r i o r o m a n o , se estancó bajo el g o b i e r n o o m e y a ;
las grandes ciudades de la costa, c o m o Antioquía, se debilitaron, y las
tierras m e n o s rentables se a b a n d o n a r o n . L a Siria o m e y a n o tenía u n a
conexión estrecha con el M e d i t e r r á n e o ; de h e c h o , ni siquiera tenía la-
zos económicos con E g i p t o , pese a q u e algunos p r o d u c t o s egipcios t o -
davía e n t r a b a n en la región a partir del principal núcleo comercial q u e
pervivía en la costa, Cesárea, en lo q u e h o y es Israel. P e r o en realidad
— y este es el s e g u n d o c a m b i o — , Siria y Palestina h a b í a n dejado de
formar u n a u n i d a d económica. Las p r o d u c c i o n e s c u y a huella p u e d e n
seguir m e j o r los a r q u e ó l o g o s — d e n u e v o , en su m a y o r í a , la c e r á m i -
c a — siguen siendo de m u y buena calidad en el p e r í o d o o m e y a , dirigi-
das p o r igual a las élites y a q u i e n e s n o formaban p a r t e de ellas; p e r o
eran m u c h o m á s locales q u e en el período r o m a n o - L a cerámica de G e -
rasa solo r a r a m e n t e alcanzaba la costa m e d i t e r r á n e a , o Á q a b a , en el
mar R o j o , o el n o r t e de Siria, p o r ejemplo; incluso J e r u s a l é n , a solo
100 kilómetros de distancia, tenía en buena m e d i d a su propia tradición
cerámica (también de notable calidad). Así, la economía sirio-palesti-
na continuó siendo próspera y compleja bajo el g o b i e r n o o m e y a , p e r o

i
E L L E G A D O D E ROMA

tenía mucha m á s fragmentación interior y estaba m á s desconectada de


sus vecinos. D e h e c h o , la fragmentación interior era aún m a y o r q u e en
u n imperio bizantino paralizado p o r la crisis, según parecen indicar los
datos arqueológicos conocidos hasta ahora.
Esta fragmentación económica subraya, u n a vez más, lo difícil que
resultó a los o m e y a s centralizar el sistema fiscal del estado, incluso en
las tierras q u e f o r m a b a n su p r o p i o c e n t r o político ( a u n q u e , sin duda,
aquí tuvieron m á s éxito q u e en cualquier o t r o lugar). P e r o la compleji-
dad de (casi todas) las distintas secciones de Siria y Palestina también
apunta a la fuerza continuada de la d e m a n d a local, y, con ello, a la ri-
queza continuada de las élites u r b a n a s , lo q u e equivale a decir la aristo-
cracia terrateniente local. A m e n u d o se dice q u e los árabes concedían
m á s respeto a los comerciantes q u e los r o m a n o s , lo cual es cierto; i\ía-
h o m a había sido mercader y en el m u n d o islámico n o h u b o n u n c a nin-
g ú n estigma adscrito a la riqueza derivada «del comercio», a diferencia
de buena parte de Occidente, e incluso de Bizancio. A m e n u d o se dice,
asimismo, q u e este viraje ideológico y a resulta visible en la forma en
que cambiaron las ciudades, con m á s actividad comercial y artesana en
los a n t i g u o s centros públicos; p e r o esto y a parece m e n o s probable.'»
Estos cambios se explican mejor c o m o resultado n o r m a l de u n viraje
en el foco de la c o n s t r u c c i ó n m o n u m e n t a l , q u e p a s ó d e l o s teatros y
calles c o l u m n a d a s , etc., a las mezquitas (véase el capítulo i o ) ; sí una
ciudad mantiene su actividad económica, los edificios sin u s o pasarán a
tener una utilización privada, y así fue c o m o ocurrió aquí. P e r o tampo-
co d e b e m o s exagerar el c o m p o n e n t e mercantil de la actividad de la éli-
te. A t a n a s i o b a r G u m o y e , pese a t o d a s sus tiendas, era a n t e t o d o un
gran terrateniente; de h e c h o , es probable q u e , e n este p e r í o d o , la ma-
yoría de los patricios u r b a n o s ( q u e , a fin de cuentas, en su m a y o r í a aún
eran cristianos) fueran s o b r e t o d o terratenientes y, a lo s u m o , utiliza-
ran los bienes raíces c o m o vía de e n t r a d a en el c o m e r c i o , si así lo d e -
seaban- E s t o ocurriría i g u a l m e n t e , a u n q u e m á s t a r d e , también e n el
Iraq abasí, d o n d e tales élites solían ser musulmanas; y en el Irán posta-
bas!, d o n d e las biografías de los ulemas muestran q u e la base d e la ri-
queza de la élite era tanto la tierra c o m o la actividad mercantil. Incluso
las élites mercantiles de Fustat, en E g i p t o , q u e es posible q u e hubieran
o b t e n i d o toda su riqueza inicial en el sector comercial, compraban tie-
rras o concesiones tributarias con sus beneficios, p o r q u e la tierra se-
guía siendo, en u n porcentaje a b r u m a d o r , la fuente principal de la ri-
queza general. El c o m e r c i o era, y siguió siendo, tan solo un derivado
E L E S T A D O Y L A E C O N O M Í A , ÓOO-tOQO 447

de la riqueza agrícola, incluso en t o m o de las g r a n d e s ciudades de la


segunda mitad de nuestro p e r í o d o ; y aún más, en la Siria omeya.
El a ñ o de 750 marca u n c a m b i o en la e c o n o m í a de Siria y Palesti-
16
n a . C u a n d o los abasíes t o m a r o n el p o d e r , la r e g i ó n pasó a ser políti-
camente marginal; y, con la centralización fiscal del califato, a partir de
]a década de 780, los impuestos sirios se redirigieron con firmeza hacia
Iraq. Las ciudades q u e , e n los siglos i x y x , m a n t u v i e r o n la prosperi-
dad pasada fueron relativamente p o c a s : Ramala (cerca de Jerusalén),
T i b e r í a d e s (en el l a g o del m i s m o n o m b r e ) , C e s á r e a , Á q a b a , A l e p o ,
D a m a s c o , q u e eran c e n t r o s de d i s t r i b u c i ó n o bien c e n t r o s g u b e r n a -
mentales locales de relevancia. El devastador t e r r e m o t o q u e golpeó la
zona de Galilea e n 749 dejó ciudades en ruinas, que, significativamen-
te, a m e n u d o n o se r e c o n s t r u y e r o n ( y e s o ha p e r m i t i d o excavarlas);
Bet She'an ofrece una vista particularmente impresionante, con blan-
cas c o l u m n a s calizas (incluidas las de las tiendas d e H i s h a m ) q u e hoy
siguen caídas sobre las carreteras d e n e g r o basalto. En adelante, Siria
tendió a ser g o b e r n a d a desde otros lugares, y a fuera Bagdad, El Cairo
o (para el n o r t e , a finales del siglo x ) , Constantinopla; solo Alepo fue
independiente, e n ocasiones, al final de nuestro p e r í o d o . Esto, s u m a d o
a las g u e r r a s q u e se lidiaron p o r ella en el siglo x , hizo tambalearse su
prosperidad. P e r o n o se hallaba m" m u c h o m e n o s en crisis económica,
incluso e n t o n c e s , y la centralización abasí trajo c o n s i g o u n a a m p l i a -
ción d e los h o r i z o n t e s e c o n ó m i c o s , con m á s p r u e b a s de intercambios
comerciales con Iraq: u n a n u e v a cerámica v i d r i a d a p o l í c r o m a se ex-
tendió de I r a q a Siria y Palestina a partir de 800, c o m o inicio de u n
n u e v o g u s t o internacional e n la cerámica fina, q u e hacia el a ñ o 1 1 0 0
dominaría t o d o el Mediterráneo, en las zonas musulmanas y cristianas
por igual. P o r esta razón, los centros de distribución comercial p r o s p e -
raron con los abasíes; se estaban e m p e z a n d o a desarrollar de n u e v o las
redes interregionales: al oeste, con Egipto ( p o r vía de Cesárea); al sur,
bajando p o r el m a r R o j o ( p o r vía de Á q a b a ) ; aí este, con Iraq ( p o r vía
de A l e p o ) . Esta red se mantendría incluso después d e q u e se h u n d i e r a
el califato abasí, c o m o v e r e m o s e n u n m o m e n t o .

L o s abasíes, p o r descontado, invirtieron en Iraq. Iraq había sido u n


gran centro económico y político durante milenios; el T i g r i s y el Eufra-
tes c r e a r o n u n a c u e n c a fértil e irrigable c o m p a r a b l e solo al N i l o , en
cuanto a su riqueza agrícola- L o s g o b e r n a n t e s sasánidas solo eran los
más recientes, a la h o r a de desarrollar su riego mediante el gran canal de
Nahrauán, c o n s t r u i d o p r o b a b l e m e n t e en el siglo v i , q u e llevó el agua
448 E L LECADO D E BOMA

del T i g r i s hasta una red de canales secundarios al n o r t e y este de la capU


tal, Ctesifonte, situada j u s t o al sur de lo q u e d e v e n d r í a Bagdad. Un
t e m p r a n o e influyente estudio de campo del área de N a h r a u á n , dirigido
en la década de 1950 p o r R o b e r t A d a r n s , v i o e n efecto el p e r í o d o sasáni-
da c o m o el d e m a y o r prosperidad económica de I r a q ; el califato ante-
rior al siglo x , p o r m u y p r ó s p e r o q u e fuera, no llegó a igualar el nivel
del período sasánida con posterioridad a las crisis de las décadas de 620-
Ó30, en la que se descuidó el manterumiento de los diques de los canales.
La datación de yacimientos en el trabajo de A d a m s , y, con ello, la hipó-
tesis sobre el n ú m e r o de asentamientos v e r d a d e r a m e n t e o c u p a d o s en
cada período, estuvieron sin e m b a r g o m á s influidas p o r su lectura, lite-
ral en demasía, de las fuentes narrativas; m á s de lo que lo estaría un tra-
bajo de campo realizado en la actualidad (si fuera posible hacer un traba-
jo de c a m p o e n el I r a q del siglo x x i ) . En u n estudio de c a m p o más
reciente, las tierras situadas al n o r t e de Raqqa, en la m o d e r n a Siriaorien-
tal — u n a capital abasí d e vida m á s corta, en la orilla del Eufrates—
muestra u n claro auge de los asentamientos durante el período abasí. Los
omeyas, sin embargo, y aún m á s los abasíes, se entregaron con entusias-
m o a la construcción de canales y reclamación de tierras; y los abasíes
fueron particularmente activos en el sur de Iraq, c o m o vimos en el capí-
tulo 14; si i m p o r t a r o n en gran escala bandas de esclavos africanos del
Zanj, fue justamente para construir diques y desalinizar tierras en las zo-
nas de marismas meridionales. C u a n d o los abasíes construyeron la enor-
m e metrópolis de Bagdad, a partir de 7Ó2, se requirió un abastecimiento
sistemático; a t o d o funcionario público q u e h u b i e r a c o m p r a d o tierras
iraquíes con sus beneficios le interesaba desarrollar la tierra, con vistas
17
al m e r c a d o u r b a n o . S a m a r r a , el e x t r e m o septentrional del canal de
18
N a h r a u á n , solo hizo aportación a este mercado a mediados del siglo Di.
9
L o s contratos de aparcería* analizados en las fuentes legales de la Bag-
dad abasí, q u e presumiblemente reflejan mejor el Iraq en el q u e vivían
los legistas, m u e s t r a n inversiones de terratenientes; la inversión estatal
e n la red de irrigación t a m b i é n se d a p o r sentada, e n g r a n m e d i d a a
través de trabajo asalariado; los legistas hablan m e n o s del Zanj. T a m -
bién se utilizó a los jornaleros en la agricultura, lo q u e muestra q u e al-
g u n o s terratenientes estaban cultivando sus fincas directamente, signo
claro de u n a concepción o r i e n t a d a al m e r c a d o . U n r e s u l t a d o d e ello
fue la expansión del cultivo a r r o c e r o en Iraq, f e n ó m e n o del siglo i x .

L o s i n g r e s o s tributarios solo iban a p a r a r a las capitales, p e r o la


e n o r m e d i m e n s i ó n q u e a l c a n z a r o n , p o r sí sola, s u p u s o u n estímulo
E L E S T A D O Y L A E C O N O M Í A , ÓOO-IOOO 449

para la agricultura iraquí y la e c o n o m í a comercial iraquí en su conjun-


to. Bagdad (y, en m e n o r medida, otras ciudades iraquíes) también fue
un c e n t r o artesanal, q u e , d u r a n t e u n siglo, no t u v o igual e n n i n g ú n
otro lugar del m u n d o . Seda, a l g o d ó n , v i d r i o , papel (en B a g d a d y a se
fundaron molinos de papel en 795, con tecnología traída de Samarcan-
da y, a n t e s q u e e s t o , de C h i n a ) , t o d o ello se p r o d u c í a e n la ciudad.
Bagdad era u n foco d e i n t e r c a m b i o comercial en el interior de I r a q ,
pero también núcleo de comercio interregíonal entre las provincias del
califato, q u e p o r entonces estaba m o v i e n d o cerámica y telas en t o d o el
terreno q u e iba de Irán a E g i p t o . D e h e c h o , este comercio fue más allá;
las excavaciones realizadas e n las décadas de 1960 y 1970 en el p u e r t o
iraquí de SiraP° ( q u e , hasta el m o m e n t o , solo se han publicado en p a r -
te) m u e s t r a n q u e el califato, a finales del siglo v i n , se había abierto al
comercio a g r a n escala hasta el océano índico y C h i n a . Los siete viajes
de Simbad^ enLas mily una noches^ simboliza este n u e v o comercio para
la mayoría de n o s o t r o s , p e r o tiene u n igual, probablemente, en la n o t a -
ble colección de historias verosímiles e inverosímiles (algunas de ellas,
experiencias vividas en p r i m e r a p e r s o n a ) realizada p o r u n capitán de
barco iraquí, B u z u r g i b n S h a h r i y a r , en la década de 950, q u e analiza
maravillas, e x t r a ñ a s c o s t u m b r e s , t o r m e n t a s y animales a s o m b r o s o s
hasta llegar al m a r de la China meridional. El comercio establecido en
este p u n t o se m a n t u v o durante el resto de la E d a d Media.

La riqueza de Bagdad, c o m o la d e I r a q , se t a m b a l e ó en el siglo x ,


cuando la r e g i ó n había p e r d i d o su d o m i n i o fiscal y político. El h e c h o
de q u e , p o r razones militares de c o r t o plazo, el canal de N a h r a u á n se
cortara en 937 n o t a r d ó en revertirse, p e r o sentó u n mal precedente; la
ciudad y los canales se r e s t a u r a r o n en varias ocasiones (con especial
interés, p o r p a r t e del b u y í A d u d a l - D a u l a , e n t r e 981 y 983), p e r o la
prosperidad de Iraq y a no volvió a alcanzar los niveles del siglo i x . Sea
como fuere, aquella prosperidad había sido tal q u e Bagdad siguió sien-
do una de las principales ciudades de Eurasia, m a y o r que n i n g u n a ciu-
dad occidental y gran c e n t r o d e distribución comercial hasta, p o r lo
menos, entrado el siglo x n .

51
N i n g u n a d e estas regiones t u v o la estabilidad de E g i p t o . Egipto era,
con m u c h o , la m á s rica de las provincias del i m p e r i o r o m a n o , con la
economía m á s compleja de todas; y siguió siéndolo en el m u n d o p o s r o -
mano hasta e n t r a d o el siglo x i v . E n el califato, también; si Iraq lo s o -

i
E L L E G A D O D E ROMA

b r e p a s ó , fue solo d u r a n t e el siglo abasí, y hacía 9 5 o había recuperado


su p r e d o m i n i o . Egipto fue el m o t o r del sistema de intercambio comer-
cial del M e d i t e r r á n e o , e n t r e los siglos x y x i v , sin q u e lo impulsaran
factores fiscales, c o m o a R o m a o los califas. L a razón principal de ello
fue la relativa fiabilidad de la inundación del N i l o , q u e permitía culti-
var tierras agrícolas sin interrupción y rentaba cosechas d e trigo de en
t o r n o a diez p o r u n o (tres o cuatro p o r u n o , con p e r í o d o s de barbecho,
con las mejores cifras q u e podía alcanzar la agricultura de secano en la
Edad Media). El sistema de canales egipcio también t u v o u n manteni-
miento sin apenas interrupciones; el país casi siempre estuvo goberna-
do p o r una única autoridad política, lo q u e a y u d a , y sin duda fue así a lo
largo de t o d o nuestro período (y a n o s posteriores). L o s grandes rendi-
mientos de la agricultura egipcia, no solo en trigo, sino también en vino
y semillas de lino, permitió q u e el trabajo campesino diera de comer a
toda una jerarquía de personas q u e no cultivaban; n o solo terratenien-
tes, recaudadores de impuestos y soldados, p o r d e s c o n t a d o , sino tam-
bién redes complejas de artesanos, tenderos y mercaderes. Es razona-
b l e defender que, en el imperio t a r d o r r o m a n o , u n tercio de la población
egipcia vivía e n ciudades, cifra q u e n o tiene paralelos en el m u n d o anti-
g u o ni a l t o m e d i e v a l , y n o h a y m u c h a s r a z o n e s para creer q u e luego
cayera; d e hacerlo, esta caída, sin duda, se había corregido hacia el año
1000. Sin duda, la arqueología de las ciudades del p e r í o d o á r a b e , bas-
tante limitada, m u e s t r a v i v i e n d a s p r i v a d a s m u y densas, con edificios
de apartamentos, entre los siglos v n y x : e n Alejandría, Fustat, la veci-
na Saqqara, y también Ajmim, en el Medio E g i p t o .

L a agricultura egipcia se desarrollaba m e d i a n t e u n a jerarquía de


poblaciones rurales importantes, cuyos caciques también manejaban la
recaudación de impuestos, subordinada, a este respecto, a las capitales
provinciales. L o s registros tributarios, q u e s o n b u e n o s para el Egipto
árabe, muestran su carácter sistemático, q u e , h e r e d a d o del período r o -
m a n o , l u e g o t a m p o c o se relajó (según m u e s t r a n las revueltas fiscales
de los siglos v m y i x ) . E n E g i p t o , sin e m b a r g o , la p r o p i e d a d de las
tierras estaba fragmentada; siempre h u b o campesinos propietarios, y
las élites q u e dirigían las p o b l a c i o n e s rurales solían ser simplemente
campesinos ricos. L o s d o c u m e n t o s posteriores a la conquista implican
q u e los grandes terratenientes eran notablemente m e n o s , y m e n o s n u -
merosos, en el período árabe t e m p r a n o q u e en el t a r d o r r o m a n o ; y esto
no c a m b i ó hasta el siglo i x . D e s p u é s de 8 j o , h u b o tres cambios que
52
c o m p o r t a r o n el s u r g i m i e n t o de latifundios m a y o r e s : m á s cristianos
E L E S T A D O Y L A E C O N O M Í A , ÓOO-IOOO

se convirtieron al islam, con lo q u e p o d í a n acceder al m e c e n a z g o esta-


tal, q u e a h o r a , e n ocasiones, se traducía en concesiones o a r r e n d a m i e n -
tos de tierras estatales; más á r a b e s e m p e z a r o n a a d q u i r i r tierras, a su
vez (durante m u c h o tiempo, los inmigrantes árabes se habían q u e d a d o
en F u s t a t y vivían de los sueldos estatales, según v i m o s e n el capítulo
1 2 ) ; y, desde 800, aproximadamente, la administración financiera e m -
pezó a confiar a terceros los derechos de recaudación de los impuestos
locales, que, en d e t e r m i n a d a s circunstancias, p o d í a n convertirse e n la
propiedad efectiva de extensiones m á s amplias. E n E g i p t o , e n c o m p a -
ración con el resto del m u n d o islámico, fue m e n o s frecuente q u e la r e -
caudación de i m p u e s t o s se c o n v i r t i e r a e n p r o p i e d a d plena, p o r q u e el
estado n u n c a relajó su d o m i n i o d e los m e c a n i s m o s t r i b u t a r i o s ; p e r o ,
sin d u d a , esto c o n t r i b u y ó al establecimiento de u n control local. P o r
primera vez en m u c h o s siglos, en Egipto, a finales del siglo i x u n a ha-
cienda (day'a) p o d í a c o n s t a r de t o d a u n a población ( d e h e c h o , en el
siglo x i day'a p o d í a significar, sencillamente, «población»). E s t o n o
era u n i v e r s a l , y la p r o p i e d a d f r a g m e n t a d a p e r v i v i ó e n E g i p t o hasta
más allá del a ñ o 1000, al igual q u e la satisfacción directa de los i m p u e s -
tos; p e r o al final de nuestro p e r í o d o , resulta visible u n cambio claro.

Este debilitamiento y nueva consolidación de la aristocracia terra-


teniente, q u e , c o m o y a h e m o s v i s t o , tiene paralelos en o t r o s lugares
(por ejemplo, en Bizancio), t u v o m e n o s efecto sobre el resto d e la e c o -
nomía egipcia, n o obstante, q u e en otras regiones, precisamente p o r la
fortaleza s o s t e n i d a del sistema fiscal, q u e d e m a n e r a i n d e p e n d i e n t e
aportaba riqueza a las ciudades y , sobre t o d o , a Fustat, Esta fue la base
de una activa red de m t e r c a m b i o q u e , a lo largo de t o d o nuestro p e r í o -
d o , unificó E g i p t o p a r a formar u n único conjunto e c o n ó m i c o . C o m o
resultado, p o d e m o s rastrear p r o d u c t o s artesanales disponibles de n o r -
te a sur. La cerámica fina de A s u á n , en el extremo sur, se p u e d e e n c o n -
trar hasta el M e d i t e r r á n e o , a r.000 k i l ó m e t r o s de distancia, a lo l a r g o
de la Alta E d a d Media; e n n u e s t r o p e r í o d o , es u n l o g r o único p o r esca-
la y c o n t i n u i d a d . L o s h o r n o s d e A s u á n t a m b i é n c o n t i n u a r o n p r o d u -
ciendo c e r á m i c a d e e n g o b e rojo^ en estilo r o m a n o , hasta el final de
nuestro período (y m á s adelante), siglos después de q u e los gustos h u -
bieran c a m b i a d o e n o t r o s lugares; p e r o cada vez era m á s frecuente q u e
se mezclara con o t r o s tipos de cerámica, c o m o de e n g o b e blanco y p i n -
tadas, y, c o n posterioridad a 800, también cerámica vidriada p o l í c r o -
ma, según la m o d a iraquí. Y, a u n q u e la arqueología no p u e d e rastrear-
lo, n o parece irrazonable afirmar q u e debió de suceder lo m i s m o con

i
45* E L L E G A D O D E ROMA

las telas; y a desde los tiempos de R o m a , e n E g i p t o h u b o siempre una


p r o d u c c i ó n i m p o r t a n t e d e l i n o y lana, y n o h a y n i n g ú n p e r í o d o en el
q u e n o haya d o c u m e n t o s q u e den fe de su adquisición- U n depósito de
papiros de finales del siglo i x , hallado o c u l t o en a l - F a y u m (una gran
c u e n c a agrícola al oeste del N i l o , 1 5 0 k i l ó m e t r o s al sur de Fustat), * 1

muestra u n g r u p o de mercaderes de telas, de lengua árabe, con funcio-


narios de esta rama, q u e c o m p r a b a n y vendían rio arriba y abajo, desde
Q u s , en el sur, a Alejandría, en el extremo septentrional. La principal
figura de este conjunto de papiros, A b ú H u r a y r a , vivió en Medina al-
F a y u m , la principal ciudad de la cuenca, en las décadas de 860 y 870,
a u n q u e o t r o s tenían la residencia en F u s t a t , q u e a t o d a s luces era un
n u d o principal de t o d o el p r o c e s o comercial.
E g i p t o n o se termina e n estas amplías r e d e s d e i n t e r c a m b i o , sin
e m b a r g o . T a m b i é n p o d e m o s ver u n a jerarquía comercial en la cerámi-
ca, en q u e los p r o d u c t o s locales (derivados de la arcilla del lugar) enca-
jan c o n la h e g e m o n í a d e A s u á n ; y la p r o d u c c i ó n de telas, sin duda,
también estaba asociada con m u c h o s centros locales (a partir del lino y
las ovejas del lugar), así c o m o con grandes y bien conocidos centros de
artesanía, tales c o m o T i n n i s y Q u s , para la tela d e lino, y Bahnasa, en
el Medio E g i p t o , p a r a la lana. A q u í había diferencias en la condición
social, el precio, el gusto y la conveniencia, c o m o en t o d o sistema co-
mercial complejo, Y el sistema egipcio, para el p e r í o d o c o m p l e t o de
650 a 1000, era c o n m u c h o el m á s complejo y elaborado de toda E u r o -
pa y el Mediterráneo. La d e m a n d a urbana continuada se encargaba de
ello. La d e m a n d a también era, p o r descontado, d e alimentos, así como
también, sin d u d a , de p r o d u c t o s artesanos m á s diversificados q u e las
telas y la cerámica; entre el siglo v i y finales del x p o d e m o s decir poco
al respecto, p o r q u e n u e s t r o s d o c u m e n t o s se o c u p a n de otras cuestio-
nes, p e r o , d a d o el resto, no h a y razón para dudar de ello. U n o de estos
p r o d u c t o s seguía siendo el p a p i r o , cuya producción artesanal tenía su
base en el Delta; solo a finales del siglo rx y en el x fue sustituido p o r e l
papel, subproducto del lino.

L o s d o c u m e n t o s de la gem\a de finales del siglo x en adelante, así,


arrojan luz sobre u n m u n d o q u e llevaba siglos, p o r no decir milenios,
con u n a economía compleja. P e r o en las postrimerías de nuestro perío-
do también h u b o cambios. Ya a finales del siglo i x p o d e m o s ver signos
de u n a inversión a m a y o r escala en la producción artesanal, q u e parece
ser n u e v a . El g o b e r n a d o r A h m a d ibn T u l u n (868-884), qtie dirigió
Egipto de una forma más o m e n o s autónoma, invirtió personalmente en
E L E S T A D O Y L A E C O N O M Í A , ÓOO-IOOO 453

telas d e lino, s e g ú n relatos d e principios del siglo x, e igual hicieron


otros Funcionarios de m e n o r nivel. La industria del lino de Tinnís, diri-
gida en buena m e d i d a p o r el estado, aparece mencionada en esos m i s -
m o s relatos, así c o m o en las cartas de a l - F a y u m , c o m o un i m p o r t a n t e
34
centro textil. Es difícil r e m o n t a r s e con alguna certeza a fechas anterio-
res a 850, p e r o I b n T u l u n actualizó su infraestructura con dinero públi-
co y se preservan algunos p r o d u c t o s textiles d e T i n n i s fechados en la
década de 880. Se trata de objetos de lujo, y las industrias estatales esta-
ban dedicadas, e n gran parte, a la producción de telas para la corte; p e r o
las ciudades lineras del Delta también vendían en el mercado corriente,
y en el siglo x exportaban asimismo sus telas al Mediterráneo ( T i n n i s
está en una isla, y también es u n p u e r t o ) y a Iraq. Aquí, la gran n o v e d a d
15
es la palabra «exportación». D e s d e las conquistas árabes, el c o n s u m o
y la producción de Egipto habían sido, en su mayoría, interiores. Inclu-
so con la centralización fiscal abasí resulta difícil hallar muchas referen-
cias, e n n u e s t r o s datos, a exportaciones e importaciones. L a d e m a n d a
interna de la región era, a todas luces, lo bastante constante c o m o para
que el comercio interregional hiera m e n o s necesario, salvo en el comer-
cio del lujo, que siempre existió. P e r o en el siglo x se incrementan n u e s -
tras pruebas al respecto y, a finales del siglo, Alejandría y otros puertos
estaban llenos d e b a r c o s q u e trasladaban bienes de Egipto a Palestina,
T ú n e z y Sicilia; d e s d e estos d o s destinos, o t r o s b a r c o s z a r p a b a n con
rumbo a A l - Á n d a l u s . Egipto n o solo exportaba la tela de lino, sino t a m -
bién la fibra original, para q u e se tejiera en T ú n e z y Sicilia; el azúcar,
otro p r o d u c t o industrial, también era una especialidad egipcia, P e r o la
variedad d e bienes que, a finales de nuestro período, exportaba e i m p o r -
taba E g i p t o era e n efecto m u y i m p o r t a n t e . L o facilitó el h e c h o de la
conquista fatirní d e 9Ó9, q u e s u p u s o q u e E g i p t o , T ú n e z y Sicilia estu-
vieran, durante u n tiempo, bajo el m i s m o gobierno. P e r o Egipto fue el
m o t o r principal de este c o m e r c i o , gracias a la fuerza continua d e su
mercado interior, c o m o reconocieron e impulsaron los fatimíes.

Y u s u f ibn Y a q u b i b n AukaJ (fi^h. 970-1040; e n h e b r e o , Yosef) * es 3

el p r i m e r m e r c a d e r q u e consta e n los d o c u m e n t o s de la gerit^a c o m o


auténtico c o m e r c i a n t e a g r a n escala. Su familia quizá p r o c e d i e r a de
Irán, en origen, p e r o y a se había a s e n t a d o en F u s t a t en tiempos de su
padre; I b n A u k a l pasó la vida e n F u s t a t y en la n u e v a capital fatimí, El
Cairo, inmediata a aquella. Él y sus hijos dirigieron u n negocio de im-
portación y exportación, q u e daba empleo en sus cuarteles a n u m e r o -
sos secretarios, así c o m o a agentes comerciales tanto en E g i p t o c o m o

i
454 E L LEGADO DE BOMA

en el extranjero, s o b r e t o d o en T ú n e z y Sicilia. E x p o r t a b a n fibra de


lino egipcia, q u e compraban en las pequeñas poblaciones del hinterland
de Bahnasa y a l - F a y u m , y la enviaban Nilo abajo, desde Fustat a Ale-
jandría ( p a s a n d o p o r e n c i m a de las factorías de lino del o t r o lado del
Delta) y luego al oeste. T a m b i é n exportaban tintes, incluida la tintura
de rubia (de producción egipcia) y el añil y el palo brasil (importados);
pimienta y especias, i m p o r t a d a s , y azúcar d e producción egipcia; y ar-
tículos d e lujo más caros, en particular perlas; en total, 8 3 mercancías
distintas. Las importaciones procedían s o b r e t o d o del c o m e r c i o índi-
co; Fustat-El Cairo se estaba convirtiendo en el n o d o comercial princi-
pal entre el o c é a n o Indico y el m a r M e d i t e r r á n e o , y lo siguió siendo
durante siglos, a u n q u e este ú l t i m o r a m o n o estaba entre las especiali-
dades de Ibn Aukal. L a empresa c o m p r a b a a c a m b i o , de sus socios m e -
d i t e r r á n e o s , o r o (el n o r t e de África era el p u n t o d e c o n t a c t o p a r a el
c o m e r c i o c o n el o r o del S a h a r a ) , c o b r e , p l o m o , aceite de oliva (que
aún era u n i m p o r t a n t e p r o d u c t o t u n e c i n o ) , el jabón d e r i v a d o de este,
cera, pieles animales y seda. T o d o esto suena lo bastante sólido, pero el
negocio d e Ibn A u k a l , en realidad, era m á s delicado. L a s cartas de la
gent^a están llenas d e d e s c r i p c i o n e s d e lo difícil q u e r e s u l t a b a a los
agentes v e n d e r exactamente e n el m o m e n t o justo para q u e el beneficio
fuera d e c e n t e ; e I b n A u k a l , c o m o cualquier o t r o c o m e r c i a n t e , tenía
q u e suscribir a c u e r d o s informales con amigos, clientes e incluso riva-
les, q u e se hallaban s o b r e el l u g a r , confiando q u e actuaran a favor de
sus propios intereses. E s t o n o siempre resultaba bien. Se conserva una
larga e indignada carta de S a m h u n ibn D a u d ibn al-Siqili («hijo del si-
ciliano»), de hacia el a ñ o 1 0 0 0 , en la q u e quien p r o b a b l e m e n t e a la sa-
zón ya era u n examigo, o e x d i e n t e , se lamenta entre otras cosas del di-
n e r o q u e ha p e r d i d o c o n el palo brasil de I b n Aukal; de q u e ha tenido
que vender las perlas de I b n A u k a l sin o b t e n e r n i n g ú n beneficio; peor
aún, de q u e este n o ha p a g a d o a los acreedores d e S a m h u n , a pesar de
las promesas y de t o d o lo q u e S a m h u n estaba haciendo p o r él e n detri-
m e n t o de la reputación de aquel; y, en general, de q u e Ibn Aukal había
expresado críticas sin n i n g u n a razón y había actuado con prepotencia
en la negociación. D e h e c h o , n o hay razón para creer q u e el mercader
de Fustat fuera u n personaje especialmente cordial. Ello n o obstante,
la mayoría de las cartas q u e se le enviaban eran m u y corteses y explica-
ban q u e el remitente había cuidado de sus intereses, a m e n u d o en cir-
cunstancias adversas (guerras, d a ñ o s p o r el a g u a , precios bajos), pero
p o r lo general con éxito.
E L E S T A D O Y L A E C O N O M Í A , ÓOO-IOOO 455

I b n Aukal no comerciaba con I r a q , ni m á s al este, ni con Bizancio, y


trataba p o c o incluso con Siria y Palestina; p e r o , en otros aspectos, p u e -
de servir de ejemplo de toda u n a red de comerciantes de Fustat (por lo
general, de m e n o r entidad), sobre t o d o en lo q u e respecta a la diversifi-
cación de sus actividades. T a m b i é n era, cabe añadir, u n pilar de la c o -
munidad judía de Fustat, y representante local d e las importantes yeshi-
vás ( a c a d e m i a s r e l i g i o s a s ) de B a g d a d y J e r u s a l é n ; d e h a b e r s i d o
m u s u l m á n , h a b r í a sido m i e m b r o d e s t a c a d o de los u l e m a s . Es decir,
ocupaba un espacio central en la sociedad, y n o solo en la economía. El
único aspecto q u e p u e d e inducir a confusión, en t o d o el expediente de
Ibn Aukal, es q u e se ocupaba del comercio exterior. L a mayoría del c o -
mercio egipcio seguía limitándose al interior del país. P o r m u y activa
que fuera la red del Mediterráneo, o cualquier otra red comercial exte-
rior, lo q u e dominaba el comercio egipcio era el tráfico del N i l o , entre
las principales ciudades y d e m á s poblaciones, en el a ñ o i ooo tanto c o m o
en el 700. El m u n d o de las cartas de la gení^a p r o d u c e en sus lectores tal
efecto de vida real, q u e p u e d e hacer q u e u n o se olvide de este h e c h o
económico esencial; aun así, era importante, y siguió siéndolo.

La historia económica de cada u n a de estas regiones fue distinta, e n t r e


los siglos v n y X, p e r o a u n así poseía e l e m e n t o s estructurales e n c o -
mún. El carácter sostenido d e la fortaleza del estado, tanto en Bizancio
como en Egipto, c o m p e n s ó , en cuanto m o t o r de intercambio, el debili-
t a m i e n t o t e m p o r a l d e la r i q u e z a d e l o s n o b l e s locales, a u n q u e esta
compensación fue bastante m e n o s p r o n u n c i a d a en Bizancio, d o n d e el
estado v i v i ó dificultades propias en los siglos v n y v m . E n Siria, las
aristocracias c o n t i n u a r o n siendo p r ó s p e r a s hasta 7 5 0 , p e r o el estado
omeya t u v o m e n o s éxito a la h o r a de integrarlas en u n único m e r c a d o
regional, del q u e t u v i e r o n los g o b e r n a d o r e s o m e y a s d e E g i p t o . D e s -
pués de 75O3 se d i o la situación contraria: se perdieron focos d e p r o s p e -
ridad local, al tiempo q u e se desarrollaba u n a integración del c o m e r c i o
regional, m o v i d a p o r la fiscalidad. E n I r a q , p o r ú l t i m o , t a n t o los n o -
bles c o m o ( a b r u m a d o r a m e n t e ) el estado incrementaron su fuerza a fi-
nales del siglo v m , de m o d o q u e la región ascendió a g r a n foco a g r a -
rio, artesanal y c o m e r c i a l d u r a n t e u n siglo y m e d i o , tras lo cual la
región dio u n n u e v o p a s o atrás. A esta galería de ejemplos t a m b i é n
p o d r í a m o s añadir A l - A n d a l u s , e n el extremo occidental, d o n d e siem-
p r e existió u n c o n j u n t o d e aristocracias locales, de riqueza variable;
456 E L L E G A D O D E ROMA

p e r o el estado se consolidó notablemente en el siglo x (véase el capítu-


lo 1 4 ) , lo q u e p e r m i t i ó i n t e g r a r la e c o n o m í a d e t o d a la península y
crear algunas especializaciones en la exportación, tales c o m o la seda, el
7
azafrán y el carmesí (girmi¡T)¿ A l g o m u y parecido cabría afirmar del
c e n t r o t u n e c i n o d e la lfriqiya, a u n q u e aquí y a p o d e m o s observar un
estado efectivo en el siglo i x . E n m u c h o s lugares (salvo quizá en Siria),
el siglo ¡x vio más c o m e r c i o interior q u e el VIII; en el siglo x ocurrió lo
mismo en todas p a n e s (salvo en I r a q ) .
Estas tendencias, descritas a grandes rasgos, se daban en las econo-
mías interiores de estas regiones; p e r o también afectaban al comercio
internacional, sobre t o d o en el Mediterráneo. L a p r i m e r a gran red co-
mercial mediterránea fue la del imperio r o m a n o . C u a n d o el imperio se
fragmentó, el intercambio mediterráneo se redujo; lentamente, en Oc-
cidente, a partir de 450, a l c a n z a n d o niveles bajos hacia 600 y exth>
guiéndose hacia 700, c o m o vimos en detalle en el capítulo 9; en Orien-
te ocurrió, con m á s rapidez, e n el siglo v n , en el contexto de las grandes
guerras de los años 610-640, y la posterior descentralización fiscal tan-
to de Bizancio c o m o del califato. E n el siglo v n i , h u b o m e n o s comercio
de ámbito p a n m e d i t e r r á n e o del q u e había h a b i d o d u r a n t e más de un
milenio. P e r o n o se redujo a cero; siempre existió, a p e q u e ñ a escala,
una red d e b a r c o s q u e iban c o n cautela de p u e r t o a p u e r t o . El E g e o ,
c o m o h e m o s visto, mantenía cierta identidad específica, cerrada, como
foco de u n nivel de intercambio comercial bizantino. L o m i s m o ocurría
con el m a r T i r r e n o , en el triángulo q u e se abre entre R o m a , C a l a b r i a y
Sicilia, potenciado p o r l a fuerza continuada de la ciudad de R o m a como
m e r c a d o , según se ha visto en el capítulo t>- Según se v i o también en ese
capítulo, Michael M c C o r m i c k h a destacado la ruta d e R o m a a C o n s -
tantinopla c o m o la ruta marítima m á s importante que aún seguía abier-
3
ta en el siglo VIII. * N o es casualidad q u e sea la ruta q u e enlazaba estas
d o s redes marítimas m á s locales; t u v o q u e reforzarse m á s p o r el hecho
de q u e , e n a q u e l siglo, Sicilia t o d a v í a era u n a p r o v i n c i a bizantina y,
probablemente, u n a de las más ricas. T a m b i é n debemos reconocer que
en el Mediterráneo existió siempre el comercio de bienes de lujo, como
también en el océano índico, q u e traía seda y especias a Italia y Francia
a cambio de m a d e r a y esclavos. P e r o , c o m o también h e m o s visto, los
artículos d e lujo son marginales, en cuanto al conjunto de la economía.
En el siglo VIII, fuera de zonas restringidas, el c o m e r c i o al m a y o r de
a l i m e n t o s y p r o d u c t o s a r t e s a n o s había d e s a p a r e c i d o , incluso en las
provincias del sur del Mediterráneo, g o b e r n a d a s p o r los árabes, que en
E L E S T A D O Y L A E C O N O M Í A , ÓOO-IOOO 457

nuestro p e r í o d o siempre fueron las m á s ricas. L o s mares tuvieron q u e


permanecer, p o r t a n t o , relativamente tranquilos.
E n el siglo i x , la situación se fiíe invirtíendo, poco a p o c o . El ascen-
so de Venecia y la ruta del Adriático, a partir de 7 5 0 aproximadamente,
es u n p e q u e ñ o signo al respecto: p e q u e ñ o , p o r q u e Venecia se centraba
en los artículos de lujo mencionados antes, a u n q u e este comercio t u v o
'que estar e n a u g e , para q u e la riqueza veneciana se incrementara con la
rapidez q u e a d q u i r i ó en el siglo i x (véase m á s adelante, capítulo 2 2 ) ;
39
V e n e c i a comerciaba con Bizancio y también con Alejandría, de d o n -
de r o b ó el c u e r p o de san Marcos, en adelante santo p a t r ó n de la ciudad,
en la década de S 2 0 . La conquista tunecina de Sicilia, en el siglo i x , p e r -
mitió m á s m o v i m i e n t o , p o r q u e Sicilia estaba m u c h o m á s p r ó x i m a a
T ú n e z q u e a Constantinopla y , p o r e n d e , desde entonces h u b o m u c h o
intercambio e n t r e las dos regiones; las h e m o s visto actuar a la p a r en
sus lazos con E g i p t o , d o s siglos después, y el emparejamiento empezó
4
aquí, c o m o m u y tarde. L o s p u e r t o s del sur de Italia, c o m o Amalfí ° y
Ñapóles, se beneficiaron de las conexiones con los árabes, q u e ahora
estaban m á s c e r c a n o s (de h e c h o , a y u d a r o n en algunos ataques árabes
contra la península itálica), y también u n siglo m á s tarde era habitual
encontrar amalfitanos en E g i p t o y el E g e o . D e n t r o del m u n d o árabe,
hallamos referencias m á s casuales al m o v i m i e n t o a lo largo de la costa
africana, e m p l e a n d o T ú n e z y Sicilia c o m o p u n t o s i n t e r m e d i o s en la
ruta d e Egipto a Hispania; y la centralización abasí, a u n q u e se c o n c e n -
tró en Iraq, a y u d ó a acercar Egipto a Siria, creando u n lazo que p e r d u -
ró, p u e s quienes g o b e r n a r o n E g i p t o de m a n e r a a u t ó n o m a con p o s t e -
rioridad a la década de 8 ó o tendieron a controlar también Siria. T o d o
este m o v i m i e n t o , sin d u d a , a ú n se dirigía s o b r e t o d o al c o m e r c i o de
artículos de lujo, p e r o este era m á s intenso y a d q u i r í a m o d e l o s m á s
complejos; y n o t o d o eran p r o d u c t o s d e lujo, c o m o indican los barcos
mercantes árabes q u e , c a r g a d o s c o n g r a n d e s cantidades de aceite de
oliva, fueron capturados en aguas de Sicilia p o r u n a flota bizantina en
la década de S 8 0 ; es probable q u e el aceite viniera de T ú n e z . 41

E n el siglo x h u b o d o s n u e v o s c a m b i o s . U n o fue la incorporación


adicional d e a l g u n o s sectores del M e d i t e r r á n e o q u e , hasta e n t o n c e s ,
habían p e r m a n e c i d o relativamente aislados de estos sistemas en desa-
rrollo, c o m o el s u r d e Francia; en aguas francesas se han e n c o n t r a d o
varios pecios árabes de m e d i a d o s del siglo x, q u e en apariencia venían
de Hispania y contenían ánforas (¿para aceite?), vajilla, cobre o b r o n -
ce, y v i d r i o . T a m b i é n Bizancio, c u y o p r o t a g o n i s m o había m e n g u a d o
4fS E L L E G A D O D E ROMA

e n el siglo [ X , lo r e t o m ó m á s visiblemente en el x, al vender madera y


sedas de calidad en el mercado egipcio y , m á s adelante, queso, impor-
41
tante fuente de proteínas para los e g i p c i o s ; en el sur de la costa turca,
A n t a l i a se c o n v i r t i ó e n d e s t a c a d o c e n t r o de d i s t r i b u c i ó n comercial
para el intercambio con Siria y Palestina y , al sur, con Alejandría. La
ampliación del p u e r t o de A l m e r í a en 9f e m p r e n d i d a p o r el califa
andahisí A b d e r r a m á n HL, pretendía concentrar y a m p l i a r l a aportación
hispánica a esta red de mtercjambio y, hasta d o n d e p o d e m o s saber, en
efecto lo hizo; Almería aparece con frecuencia en los d o c u m e n t o s de la
genl^a hacia el a ñ o r o o o y m á s t a r d e . A u n q u e ciertas r u t a s ( c o m o la
q u e u n í a A l e j a n d r í a c o n T ú n e z ) e r a n sin d u d a m á s r e l e v a n t e s q u e
otras, u n o se q u e d a con la i m p r e s i ó n de q u e , a finales del siglo x , se
podía n a v e g a r desde casi cualquier p u n t o del Mediterráneo a casi cual-
quier o t r o p u n t o ; no siempre directamente, p e r o sin t o p a r con dema-
siadas dificultades.

El segundo cambio, y a indicado p o r estas referencias al queso y las


ánforas d e aceite, es q u e v o l v i ó a ser m á s n o r m a l transportar bienes al
p o r m a y o r , p a r a u n m e r c a d o q u e alcanzó u n a escala r e l a t i v a m e n t e
g r a n d e . E n el a ñ o 1000, el aceite de oliva t u n e c i n o llegaba t a n t o a
Egipto c o m o a Italia, c o m o había h e c h o en 400; en cambio, los cereales
y a n o v o l v i e r o n a ser u n objeto principal del c o m e r c i o internacional;
esto se había b a s a d o e n las necesidades fiscales del i m p e r i o r o m a n o ,
m á s q u e e n n i n g ú n i n t e r c a m b i o n a t u r a l , d a d o q u e e n t o d a s p a r t e s se
producían cereales. P r o b a b l e m e n t e e n la estela del aceite, a finales del
siglo x t a m b i é n se halla en Italia cerámica vidriada tunecina, c o m o en
40a. Y, sobre t o d o , la asombrosa elección realizada p o r u n sector de
44

mercaderes egipcios, para 1000 c o m o m u y tarde — a l enviar lino cru-


do para q u e se convirtiera en lino tejido en T ú n e z y Sicilia, y n o en las
g r a n d e s ciudades egipcias especializadas en ese t e j i d o — , d a fe de u n
conjunto de relaciones comerciales q u e habían alcanzado carácter de
gran escala y simbiótico, al p a r q u e complejo y competitivo. El comer-
cio al m a y o r aún n o imperaba en todas partes, ni lo hizo siempre; c o m o
fuere, aquí sí p o d e m o s hablar claramente de auténticos sistemas de in-
tercambio i n t e r r e g i o n a l / i n t e r n a c i o n a l , m á s q u e en los débiles lazos de
dos siglos atrás, centrados e n los artículos de lujo. E n el siglo x , el se-
g u n d o gran ciclo de c o m e r c i o m e d i t e r r á n e o había e m p e z a d o a existir
con cuerpo p r o p i o , y así se m a n t u v o hasta la E d a d Media tardía. En el
siglo x i , n u e v o s puertos activos en Italia, los de G e n o v a y Pisa, e m p e -
zarían a conquistar p o r la fuerza el sector occidental d e estas redes m e -
E L ESTADO Y LA ECONOMÍA, t>00- I O O O 459

diterráneas, p a r a dirigirlas hacia el n o r t e , y las C r u z a d a s t u v i e r o n u n


efecto similar en O r i e n t e ; p e r o el ciclo comercial se m a n t u v o , e incluso
incrementó, desde entonces.
Así, el siglo x v i o al c o m e r c i o del M e d i t e r r á n e o alcanzar la c o m -
plejidad q u e el comercio del m a r del N o r t e ya poseía en los siglos v m y
rx (véase el capítulo 9) y , de h e c h o , sobrepasarla. La riqueza agrícola y
la complejidad p r o d u c t i v a de E g i p t o estaba en el c o r a z ó n m i s m o de
t o d o ello. Incluso después de q u e las flotas italianas se apoderaran p a r -
cialmente de la función de intermediarios, incluida la mediación con el
m u n d o árabe, p o r el ano 1 1 0 0 , Egipto seguía siendo el centro de distri-
bución de este c o m e r c i o , además de ser el p u n t o nodal de los artículos
4
de lujo q u e venían del océano f ndico; * cabe defender q u e era el m o t o r
que m o v í a el ciclo comercial medieval entero. L o q u e sucedió en el si-
glo x fue q u e las e c o n o m í a s de otras regiones mediterráneas empeza-
r o n a s e r , al m e n o s en a l g u n o s s e c t o r e s , tan complejas c o m o la de
Egipto, de m o d o q u e las relaciones de dependencia económica m u t u a
se t o r n a r o n m á s fiables, m e n o s arriesgadas, lo b a s t a n t e sólidas c o m o
para c o n s t r u i r s o b r e la base de ellas. Esta fue la base del i n t e r c a m b i o
comercial d e bienes al p o r m a y o r en todos los períodos de la historia.

Sea c o m o fuere, d e b e m o s concluir este relato repitiendo u n a cues-


tión q u e y a he e x p u e s t o antes; en todas partes del M e d i t e r r á n e o , los
sistemas comerciales m á s i m p o r t a n t e s se daban en el interior de las r e -
giones, n o entre ellas. El intercambio entre el c a m p o y la ciudad, y las
especializacíones m i c r o r r e g i o n a l e s en materia de a g r i c u l t u r a y a r t e -
sanía, es l o q u e está en el núcleo de esto; n o los muelles de Venecia o
Almería, T ú n e z o A n t a l i a , P a l e r m o o Alejandría. T a m p o c o m i r a m o s
aquí procesos de comercio autosostenidos; p o r m u y activos q u e fueran
los m e r c a d e r e s d e F u s t a t y V e n e c i a , tales p r o c e s o s t a r d a r o n m u c h o s
siglos en desarrollarse. El desarrollo e c o n ó m i c o interior dependía, en
lo esencial, de la fuerza de la d e m a n d a interna y, con ello, de la riqueza
de las élites, e r g o de la extracción de excedentes p o r m e d i o de los c a m -
pesinos. Estos se i n c r e m e n t a r o n en los siglos i x y x , tanto en el Medi-
terráneo c o m o en el n o r t e de E u r o p a , lo q u e creó u n e n t o r n o m á s c o m -
plejo y variopinto, y algunos p r o d u c t o s artesanales ( c o m o la tela) q u e
podían ser lo bastante baratos c o m o para q u e los adquirieran en las al-
deas; ello n o obstante, se trata de signos de explotación, tanto c o m o de
d i n a m i s m o . V o l v e r e m o s s o b r e esta cuestión en el c o n t e x t o n o r e u r o -
p e o , en el capítulo 2 2 , d o n d e h a y m á s d a t o s sobre el efecto q u e t u v o
sobre la m a y o r í a campesina.
P A R T E IV

EL OCCIDENTE CAROLINGIO
Y POSCAROLINGIO, 750-1000

EL S I G L O C A R O L I N G I O , 7 5 1 - 8 8 7

E n u n a de las pocas cartas n o diplomáticas de C a r l o m a g n o (768-814)


q u e h a s o b r e v i v i d o , el rey escribía a su esposa, la reina F a s t r a d a , e n
791. C a r l o m a g n o cuenta q u e su hijo, Pipino, rey de Italia (781-810) e
hijastro de F a s t r a d a , le ha hablado de u n a victoria contra los avaros de
lo q u e h o y es H u n g r í a , y recuerda a los obispos, d u q u e s , condes y v a -
1
sallos q u e se condujeron particularmente bien en la g u e r r a . (La carta
omite sus n o m b r e s , p o r desgracia; solo sobrevive c o m o m o d e l o para
futuros r e d a c t o r e s . ) El t e x t o r e c o g e e n t o n c e s las letanías religiosas
realizadas p o r C a r l o m a g n o y su corte durante tres días, probablemente
nada m á s saberse la noticia de la victoria; se incluyó la prohibición de
comer carne o b e b e r v i n o , de la cual, sin e m b a r g o , cabía c o m p r a r u n a
exención d e c o s t e relativo a la p r o p i a r i q u e z a . C a r l o m a g n o r u e g a a
Fastrada consulte sobre la realización de letanías similares y concluye
instándola a enviarle noticias m á s regulares.

El t o n o de la m a y o r p a r t e del texto dista de ser íntimo; suena m á s


bien c o m o la c o m u n i c a c i ó n e n t r e u n s o b e r a n o y u n s u b o r d i n a d o de
alto nivel (carácter q u e u n a reina tenía, en efecto). N o h a y razón para
pensar q u e n o s dice m u c h o s o b r e la relación personal entre la pareja.
P e r o en su c o m b i n a c i ó n d e acción militar y rito religioso sí refleja el
resto de lo q u e sabemos sobre el t o n o de la primitiva política carolin-
gia. T a m b i é n d e m u e s t r a q u e C a r l o m a g n o , incluso c u a n d o n o estaba
participando de forma activa e n las c a m p a ñ a s (en 791 contaba, p r o b a -
b l e m e n t e , 4 3 a ñ o s , u n a edad b a s t a n t e a v a n z a d a p a r a las camparías,
1
pese a lo cual aún encabezó ejércitos d u r a n t e u n a década o m á s ) , reci-
bía y esperaba recibir información actualizada y detallada de sus g e n e -
rales; este i n t e r c a m b i o d e información era una p a r t e c o r r i e n t e de las
estructuras políticas del siglo carolingio- L o s m e r o v i n g i o s tenían esta
clase de información, p e r o , en la m e d i d a en q u e p o d e m o s determinar-
lo, d e forma m e n o s sistemática; también es significativo q u e esta carta
E L L E G A D O DE ROMA

haya sobrevivido, p e r o n o cartas m e r o v i n g i a s equivalentes. Ha pervi-


v i d o p o r azar, p e r o , en el contexto de u n vasto incremento de la infor-
mación p r e s e r v a d a en t o r n o del p r o c e s o político en Francia, q u e alcan-
za su cima en las décadas de 830-840. T a m b i é n es improbable q u e los
m e r o v i n g i o s articularan la política p o r medio de u n ritual tan penitente
c o m o esce. C a r l o m a g n o n o era i n u s u a l m e n t e p i a d o s o (era bastante
d a d o a lo terrenal, y a m a b a los chistes, las canciones, el sexo, la caza y
la natación, y los a s a d o s ; n o tanto la b e b i d a , s e g ú n se dice),* p e r o in-
t r o d u j o en la p r á c t i c a política u n m a t i z eclesiástico y m o r a l i z a d o r
que perduró a lo largo de todo el siglo carolingío, y más adelante, y que
t u v o muchas ramificaciones, c o m o v e r e m o s en el presente capítulo y el
próximo.

C u a n d o C a r l o s Martel ( 7 1 7 - 7 4 1 ) se a p o d e r ó p o r la tuerza, en la
4

guerra civil de 7 1 5 - 7 1 9 , del p u e s t o de m a y o r d o m o de los reinos fran-


cos (véase el capítulo 5), estableció de n u e v o la práctica de las campa-
ñas de v e r a n o anuales, q u e en el m e j o r de los casos había sido intermi-
tente d u r a n t e m á s de setenta a ñ o s . E n t r e 720 y 804, p r o b a b l e m e n t e
5

solo h u b o o c h o años sin campaña; y en algunos a ñ o s , h u b o d o s o tres.


Carlos luchó en todas sus fronteras y , en el proceso, reabsorbió la P r o -
venza y b l o q u e ó el avance árabe desde Hispania, t o m ó Frisía y restau-
r ó la h e g e m o n í a franca sobre Alsacia y la Aquitania. Más importante,
sin e m b a r g o , fue la autoridad total q u e estableció en el núcleo territo-
rial franco, gracias a esta agregación militar y a su éxito: Carlos nunca
perdió ni u n a g u e r r a . P o r entonces, los reyes m e r o v i n g i o s ya eran sim-
ples títeres, y t a n t o la aristocracia laica c o m o el episcopado seguían a
C a r l o s , quien d e r r o t ó a t o d o s los rivales potenciales sin escrúpulos ni,
al p a r e c e r , dificultades. E s t o c o n t i n u ó en t i e m p o s de sus hijos Pipino
I I I (741-7ÓS) y C a r l o m á n I ( 7 4 1 - 7 4 7 ) , q u e d i v i d i é r o n l a m a y o r d o m í a
al igual q u e los merovingios habían d i v i d i d o e l reinado, hasta q u e C a r -
l o m á n r e n u n c i ó a su puesto, al parecer de forma voluntaria, y se mar-
c h ó a R o m a y c o n v i r t i ó e n m o n j e del m o n a s t e r i o de M o n t e C a s s i n o .
T a m b i é n c o n t i n u a r o n las campanas anuales, q u e incluyeron someter a
la Alamania en la sangrienta batalla de Canstatt en 746, se extendieron
a Italia en 754-756 y c o n t i n u a r o n con la plena reconquista de ia A q u i -
tania en u n a secuencia de invasiones, entre 759 y 7Ó9.

E n sus ú l t i m o s años, con posterioridad a 7 3 7 , Carlos Martel gober-


n ó sin rey. C u a n d o se enfrentaron a revueltas, Pipino y C a r l o m á n es-
tablecieron de n u e v o a u n o , Childerico I I ] , en 743. Sin e m b a r g o , tras
la retirada de C a r l o m á n , y en el c o n t e x t o de disturbios causados p o r
E L S I G L O C A R O L I N G I O , 75I-887

familias rivales, P i p i n o escribió ai p a p a Zacarías ( 7 4 1 - 7 5 2 ) para p r e -


guntarle (en palabras d e los Reales analesfrancos, anales oficiales escri-
tos u n o s cuarenta años m á s tarde) «si era b u e n o o n o q u e los reyes de
Francia en aquel m o m e n t o carecieran de p o d e r regio». Zacarías repli-
có c o r r e c t a m e n t e q u e «era m e j o r llamar r e y a q u i e n poseía el p o d e r
regio q u e a quien n o lo poseía», y Pipino subió al t r o n o en 7 5 1 , c o m o
primer rey carolingío.
A Childerico lo t o n s u r a r o n — l o p r i v a r o n de su cabello regio m e -
r o v i n g i o — y encarcelaron en u n m o n a s t e r i o . ( E n adelante, los c a r o -
lingios lucieron pelo c o r t o y bigotes.) Las fuentes carolingias posterio-
res, n a t u r a l m e n t e , describen esto c o m o u n a sucesión directa, a p o y a d a
por la c o n c o r d i a y los ceremoniales, i n c l u y e n d o la aprobación de los
p o t e n t a d o s francos y el u n g i m i e n t o oficial de Bonifacio, arzobispo de
Maguncia. P i p i n o , de h e c h o , fue el p r i m e r r e y franco e n ser u n g i d o
c o m o tal; a u n q u e en esto se seguía la práctica visigoda de finales del
siglo v n (y t a m b i é n las tradiciones v e t e r o t e s t a m e n t a r i a s ) , la i n n o v a -
ción muestra, a todas luces, la necesidad de d a r u n carácter especial a
los carolingios p o r m e d i o de u n n u e v o conjunto de ritos eclesiásticos.
P e r o , en realidad, fue u n golpe de estado, y de inmediato presentó p r o -
b l e m a s d e l e g i t i m a c i ó n real. P i p i n o p u d o reforzar los ritos d e 7 5 1
cuando el n u e v o papa Esteban II (752-757) viajó al n o r t e , al valle del
Sena, e n 75 3-754; era la p r i m e r a vez q u e u n papa había viajado al n o r t e
de los A l p e s , y lo hizo para pedir ayuda contra los l o m b a r d o s . Esteban
volvió a u n g i r l o c o m o rey y P i p i n o r e s p o n d i ó i n v a d i e n d o Italia p o r
dos veces. El h e c h o es q u e rey y papa se necesitaban m u t u a m e n t e : el
papa, para o b t e n e r protección c o n t r a los ataques, y el rey, para obtener
una autoridad legítima; p u e s los carolingios, a u n q u e desde la década
de 6 8 o eran, con m u c h o , la m á s poderosa de las familias aristocráticas
de Francia, n o fueron r e y e s hasta q u e d o s papas sucesivos — c o n u n
matiz i m p o r t a n t e : u n p o d e r m o r a l e x t e r n o y n o f r a n c o — afirmaron
que lo eran. L o s d o s procesos fueron al u n í s o n o . Pipino y C a r l o m á n y a
se o c u p a r o n m á s q u e Carlos Martel de la reforma d e la iglesia, y c o n -
v o c a r o n p o r lo m e n o s c u a t r o concilios eclesiásticos e n 742-747, p o r
primera vez desde la década d e Ó70; esto se intensificó a partir de 7 51,
6

bajo los auspicios de C r o d e g a n g o , obispo de Meta (m. 766), u n i m p o r -


tante consejero de P i p i n o . E n 7Ó5, P i p i n o introdujo asimismo diezmos
obligatorios en beneficio de la iglesia, lo q u e incrementó e n o r m e m e n t e
la riqueza de la j e r a r q u í a episcopal e n toda Francia. L a a y u d a q u e la
iglesia dio a Pipino en 751 ya estaba siendo rentable, y m u c h o .

i
466 E L LEGADO DE ROMA

Este fue el m o d e l o q u e C a r l o m a g n o h e r e d ó en 7<í8, junto con su


h e r m a n o C a r l o m á n II ( 7 6 8 - 7 7 1 ) : la relación entre los d o s era mala, y
q u e C a r l o m á n m u r i e r a t e m p r a n o quizá n o fue a l g o casual- Carolus
Magnas, « C a r l o s el G r a n d e » , recibió en p r i n c i p i o este n o m b r e para
distinguirlo de su p r o p i o hijo h o m ó n i m o , p e r o y a en el siglo i x el adje-
tivo e m p e z ó a usarse c o m o indicador de su especial carisma, y es una
de las pocas personas que, a lo largo de la historia, han visto su epíteto
q u e d a r absorbido en su propio n o m b r e , C a r l o m a g n o (Ckarkmagne, en
francés m o d e r n o ) . U n o de ios p r i m e r o s signos de este carisma fue el
h e c h o de q u e d o s g o b e r n a n t e s excepcionalmente enérgicos c o m o C a r -
los Martel y P i p i n o III q u e d a r a n reducidos a predecesores y q u e resul-
t e n difíciles d e o b s e r v a r c o n claridad en n u e s t r a s fuentes posteriores
del siglo VIII, C a r l o m a g n o siguió la senda política de Pipino, p e r o a lo
largo de su reinado la t r a n s f o r m ó y , en el p r o c e s o , modificó los pará-
metros de la política europea para u n p e r í o d o m á s p r o l o n g a d o — d e al
m e n o s tres siglos, p o s i b l e m e n t e — q u e riingun o t r o g o b e r n a n t e medie-
val aislado.

El primer elemento de ello fue, sencillamente, la guerra, lo cual sin


duda continuaba la práctica de las dos generaciones anteriores, pero se
amplió m u c h o . E n las g u e r r a s de C a r l o m a g n o destacan c u a t r o áreas.
La primera es la Sajorna, vecino septentrional de Francia, y espacio de
guerras de frontera d u r a n t e m á s de d o s siglos. Sajonia era pagana; a d e -
m á s , n o era u n a entidad política única, sino m á s bien u n a serie de p e -
q u e ñ o s territorios tribales q u e se reunían en una única asamblea anual
y luchaban en g r u p o s m á s o m e n o s extensos según la voluntad y la n e -
cesidad. A partir de 7 7 1 , C a r l o m a g n o se p r o p u s o conquistarla. D e ma-
n e r a p r o g r a m á t i c a , e m p e z ó s a q u e a n d o el principal í u g a r d e culto de
los sajones, el Irminsul, y se llevó a casa u n i m p o r t a n t e botín; p e r o la
tarea requirió más de treinta a ñ o s ( n o se c o m p l e t ó hasta 804, a u n q u e
también h u b o u n p e r í o d o de paz, cuando C a r l o m a g n o creyó q u e había
g a n a d o , entre 785 y 7 9 3 ) . Sajonia era difícil de conquistar precisamen-
te p o r su d e s u n i ó n , y fue escenario de u n a violencia considerable; por
ejemplo, en 782, tras u n a d e r r o t a franca, se masacró a 4-500 prisione-
r o s sajones. P a r a 780, la c o n q u i s t a estaba vinculada c o n u n proceso
consciente de cristianización; fue u n o d e los pocos procesos de conver-
sión q u e se produjeron abiertamente p o r la fuerza en nuestro período.
L o q u e tal vez fue m á s i m p o r t a n t e es q u e la conquista franca dio pie a
una revolución social, en la q u e se concedió a los m i e m b r o s de la aris-
tocracia sajona, p o r p r i m e r a vez, d e r e c h o s de p r o p i e d a d de las tierras
EL SIGLO CAROLINGIO, 751-887 467

sobre sus vecinos libres, j u n t o c o n i n m i g r a n t e s francos y u n sistema


eclesial sajón d e n u e v a d o t a c i ó n . Sajonia n o dejó d e ser s e c u n d a r i a
para la política carolingia, p e r o la riqueza de esos nobles c o n t i n u ó c r e -
ciendo y se convertiría en la base de l a p r o p i a m o n a r q u í a del siglo x en
la Francia Oriental, c o m o v e r e m o s en el capítulo 1 8 .
La s e g u n d a zona fue la Italia l o m b a r d a , q u e resultó una tarea m á s
sencilla. E n 7 7 3 , el papa A d r i a n o I (772-79 5) pidió a y u d a a C a r l o m a g -
n o , c o m o se había h e c h o con Pipino; en esta ocasión, C a r l o m a g n o r e -
corrió el c a m i n o e n t e r o y se a n e x i o n ó el reino l o m b a r d o en 7 7 3 - 7 7 4 ,
tras u n a inusual g u e r r a de v e r a n o e invierno. Conquistar Italia fue u n a
decisión c o n t r o v e r t i d a (varios consejeros de C a r l o m a g n o , c o m o su
m a d r e Bertrada y su p r i m o A d a l a r d o , estaban en contra), p e r o resultó
fácil avanzar después de q u e cayera la capital lombarda, Pavía, p o r q u e
el reino estaba lo suficientemente centralizado p a r a q u e ía resistencia
cesara casi p o r c o m p l e t o . D e n u e v o , fluyó g r a n riqueza al tesoro de
C a r l o m a g n o . Sin e m b a r g o , Italia n o q u e d ó a b s o r b i d a en las tierras
francas c o m o ocurriría con Sajonia (y había o c u r r i d o y a con la A l a m a -
nia y la A q u i t a n i a ) . C a r l o m a g n o a d o p t ó el título de «rey de los francos
y l o m b a r d o s » , reflejo del h e c h o de q u e Italia seguía concibiéndose de
forma aislada; y Pavía c o n t i n u ó siendo u n centro político separado, el
único del reino d e C a r l o m a g n o ; c o n p o s t e r i o r i d a d a 7 8 1 , regresó a l t a -
lia u n rey s u b o r d i n a d o , P i p i n o , hijo de C a r l o m a g n o . La Italia l o m b a r -
da, no obstante, supondría para Francia u n a fuente n o solo de riqueza,
sino también d e experiencia g u b e r n a m e n t a l . C o m o se h a indicado en
el capítulo (S, solo el d u c a d o de Benevento c o n s e r v ó la independencia;
frente al p o d e r franco, su d u q u e , Ariquis I I , a d o p t ó el título de prínci-
pe en 774.

D e las viejas áreas d e g o b i e r n o m e r o v i n g i o , la última q u e seguía


siendo a u t ó n o m a e r a Bavíera. El d u q u e T a s i l ó n III ( 7 4 8 - 7 8 8 ) ' había
empezado c o m o p r o t e g i d o d e Pipino III, h e r m a n o d e su p a d r e , al q u e
prestó j u r a m e n t o de fidelidad e n 7 5 7 , con la m a y o r í a de edad; p e r o
dejó de participar e n las g u e r r a s de P i p i n o e n 7Ó3 y llevó a c a b o u n a
política i n d e p e n d i e n t e d u r a n t e d o s d é c a d a s ; e s t u v o p a r t i c u l a r m e n t e
p r ó x i m o al ú l t i m o r e y l o m b a r d o , D e s i d e r i o . T r a s 7 8 1 , C a r l o m a g n o
intentó atarlo m á s c o r t o y a m e n a z ó con invadir su r e g i ó n en 787. L a
aristocracia de T a s i l ó n lo convenció de q u e capitulara y se convirtió e n
vasallo de C a r l o m a g n o , al jurar q u e lo seguiría. E s t o n o fue bastante,
sin e m b a r g o , y en 788 fue víctima de u n juicio a m a ñ a d o , acusado de
deslealtad. U n t r i b u n a l d e f r a n c o s , b á v a r o s , l o m b a r d o s y sajones

t
E L LEGADO D E ROMA

— i m a g e n solo r a r a m e n t e i n v o c a d a de c o o p e r a c i ó n m u l t i é t n i c a — lo
c o n d e n ó a m u e r t e . C a r l o m a g n o c o n m u t ó el castigo p o r una penitencia
forzosa y , c o m o Childerico e n 7 5 1 , T a s i l ó n se v i o t o n s u r a d o y confi-
n a d o en un monasterio. El juicio de Tasilón, p o r sí solo, Índica q u e los
carofingios eran distintos de sus p r e d e c e s o r e s . L o s historiadores han
llamado la atención sobre el h e c h o de q u e , m i e n t r a s q u e los m e r o v i n -
gios m a t a b a n a quienes perdían el favor real, a m e n u d o los carolingios
se limitaban a encarcelarlos y confiscar sus tierras. P e r o esto es exage-
rado; fue en efecto frecuente q u e los carolingios m a t a r a n a sus o p o n e n -
tes o, c o m o m í n i m o , los cegaran (siguiendo u n a práctica t a n t o visigo-
da c o m o b i z a n t i n a ; v é a s e a r r i b a , c a p í t u l o 1 1 ) . P e r o el rito d e u n a
c o n d e n a legal a m u e r t e , seguido p o r la sentencia «más leve» a ser cega-
d o o encarcelado, se t o m ó en efecto en algo m á s c o m ú n ; y las muertes
p o r t o r t u r a lenta de los siglos v i y v n p r á c t i c a m e n t e desaparecieron.
La prisión no siempre funcionaba (pues había quien escapaba), y a ello
bien podía seguir la m u e r t e ; p e r o estos cambios muestran sin duda una
convicción creciente de q u e exhibir u n proceso legal y u n rito comple-
j o d e exclusión política eran b u e n a s m a n e r a s d e p r i v a r d e p e s o a los
oponentes, sin q u e matar íuera siempre necesario. Ello encaja bien con
o t r o s c a m b i o s c a r o l i n g i o s , c o m o v e r e m o s . E n c u a n t o a Baviera y la
6
aristocracia b á v a r a (que sobrevivió sin apenas excepción, aparte de la
dinastía g o b e r n a n t e , los Agilolfingos), q u e d a r o n absorbidas directa-
m e n t e e n el sistema político franco.

La absorción de Baviera llevó las fronteras carolingias, p o r el este,


hasta tierras de los a v a r o s , y las g u e r r a s c o n t r a estos e m p e z a r o n en
7 9 1 . El p o d e r a v a r o , p o r entonces, era m u y inferior al q u e t u v i e r o n a
principios del siglo v n , p e r o la riqueza del gran kan avaro seguía sien-
do e n o r m e . E n 79 5-79Ó se enviaron tres ejércitos al este, contra la resi-
dencia real avara, el Anillo, situado en algún p u n t o d e la llanura h ú n -
g a r a . El s a q u e o del A n i l l o p r o d u j o u n b o t í n tan d e s c o m u n a l q u e
enriqueció a los carolingios y sus potentados (incluido el papa) duran-
9
te t o d a u n a g e n e r a c i ó n ; en su Vida de Carlomagno, E g i n h a r d o dijo
q u e «nadie p u e d e recordar n i n g u n a g u e r r a . . . q u e los proveyera de más
riquezas o recursos». A los a v a r o s n o se los conquistó, p e r o no tarda-
ron e n desaparecer; su lugar lo o c u p a r o n sistemas d e g o b i e r n o esclave-
n o s , q u e p e r m a n e c i e r o n en las fronteras franco-bávaras (para el térmi-
n o «esclaveno», véase ei capítulo 20).

E n 804, las tierras g o b e r n a d a s p o r C a r l o m a g n o eran aproximada-


m e n t e u n 50 p o r roo m á s extensas q u e en 768 y más del doble d e e x t e n -
EL SIGLO CAROLINGIO, 751-887 469

sas q u e las regidas p o r Carlos Martel a su m u e r t e . Casi todas las fronte-


ras se hallaban m á s alejadas q u e en 768, incluida la de Hispania, d o n d e
se había t o m a d o a los árabes la zona septentrional d e Cataluña, en 78 5
y 8 0 1 . Sin e m b a r g o , se trataba de u n a franja n o t o r i a m e n t e estrecha, y
el valiente ataque d e C a r l o m a g n o contra Zaragoza, en 778, d e s e m b o -
có e n u n o de los p o c o s reveses militares del reinado, cuando los vascos
atacaron a la retaguardia franca en retirada en R o n c e s valles > en la zona
pirenaica occidental. L o s carolingios contaban ahora con n u e v o s veci-
nos: daneses, árabes, b e n e v e n t a n o s y m e d i o continente de tribus escla-
venas, del Báltico al A d r i á t i c o . P o c o s de ellos p r o m e t í a n g r a n d e s g a -
n a n c i a s y , e n su m a y o r í a , e s t a b a n m u y lejos; e n c o n s e c u e n c i a , la
10
expansión se d e t u v o . E n adelante, y d u r a n t e una generación, la acti-
vidad militar carolingia se c e n t r ó e n c o n t r o l a r y exigir t r i b u t o s a sus
vecinos a ú n i n d e p e n d i e n t e s . Se h a defendido, n o sin lógica, q u e ello
p r o v o c ó consecuencias negativas para los francos, pues ahora su aris-
tocracia debía crecer en el interior, n o en el exterior, de los reinos fran-
cos; de resultas de ellos, los p r o p i o s r e y e s v i v i e r o n m á s dificultades-
P e r o esto distaba a ú n u n a g e n e r a c i ó n en 804 y t a m b i é n tenía, p o r lo
d e m á s , otras raíces. L a última década de C a r l o m a g n o fue de relativa
paz y una prosperidad inaudita para la élite q u e g o b e r n a b a Francia, en
comparación con lo habitual en la Alta E d a d Media.

Vale la p e n a insistir u n p o c o m á s en las raíces de esta prosperidad.


C a r l o m a g n o había conquistado n u e v o s territorios y se había a p o d e r a -
do n o solo de b o t i n e s g e n e r o s o s , sino t a m b i é n del t e s o r o real de d o s
pueblos, los l o m b a r d o s y los avaros: recursos esenciales para la g e n e -
rosidad real, en la donación de regalos a los nobles y los gobernantes ex-
tranjeros, acción esta que los carolingios necesitaban tanto c o m o sus p r e -
decesores. A h o r a t a m b i é n c o n t r o l a b a n la tierra regia de Italia y l o s
ducados de Aquitania y Baviera, y las tierras confiscadas a los rebeldes
en toda la Sajonia y (en m e n o r m e d i d a ) otras zonas; y también u n a red
de n u e v o s cargos, c o n d a d o s , abadías y obispados, q u e añadir a los de
las tierras nucleares francas. ( E n t r e t o d a s las tierras de C a r l o m a g n o ,
sumaban u n o s 600 c o n d a d o s y u n a s 1 , 1 8 0 diócesis.) T o d o s estos car-
g o s se p o d í a n c o n c e d e r a los partidarios en calidad de « h o n o r e s » (en
latín, igualmente, honores), según se d e n o m i n a b a tanto a las posiciones
como a las tierras del rey. L o m i s m o ocurría con las extensas tierras de
iglesias y monasterios, de las q u e todos los carolingios dispusieron sin
11
apenas escrúpulos cuando lo necesitaron. As!, la riqueza real era t a m -
bién la riqueza de los aristócratas, siempre que estos gozaran del favor

i
470 E L L E G A D O D E ROMA

del rey. Las tierras y los cargos eran revocables; C a r l o m a g n o hizo p o -


cas donaciones p e r m a n e n t e s d e tierras, pues prefería distribuir la tierra
regia y eclesial c o m o cesiones t e m p o r a l e s (beneficia^ «beneficios»).
L o s nobles confiaban en p o d e r quedarse con ellas y pasarlas a sus hijos,
p e r o , para lograrlo, debían m a n t e n e r su c o m p r o m i s o c o n el r e y y asis-
tir fielmente a la corte. Y, en estas décadas, había tanta riqueza a dispo-
sición, q u e C a r l o m a g n o p u d o atraer a su corte a quien le apeteció, in-
cluidos poetas e intelectuales de fuera de Francia, a los q u e c o m p e n s ó a
capricho- La confianza en sí misma de la élite franca era ya tan grande
q u e , en la última década d e siglo VIII, los escritores podían describirlos
11
c o m o si de h e c h o fueran el n u e v o pueblo e l e g i d o , sucesor d e los ju-
díos; el imaginario del A n t i g u o T e s t a m e n t o era habitual en los p r o g r a -
m a s políticos carolingios y ios intelectuales d e la c o r t e llamaban con
frecuencia «David» a C a r l o m a g n o . Sea p o r esto o p o r otra razón, cabe
añadir q u e los carolingios se m o s t r a r o n n o t a b l e m e n t e tolerantes con
los judíos; los p r o t e g i ó en particular Luis el Piadoso (814-840), hijo de
C a r l o m a g n o , para g r a n angustia de autores c o m o A g o b a r d o , arzobis-
p o de L y o n ( m . 840), q u e procedía de la Hispania exvisigoda y había
h e r e d a d o el antisemitismo de la cultura política visigoda tardía. C o n
imágenes m e n o s religiosas y a la vez con cierta petulancia, E g i n h a r d o
conservó para n o s o t r o s u n p r o v e r b i o bizantino: «[si] tienes p o r amigo
a u n franco, [entonces] n o es t u vecino», q u e en realidad cita en grie-
13
g o ; los francos estaban orgullosos de su codicia y engrandecimiento,
q u e consideraban p r u e b a de su v i r t u d .

La corte cristalizó de o t r a s d o s m a n e r a s , e n la d é c a d a de 790. L a


primera es q u e , entre 794 y 796, C a r l o m a g n o fundó su p r o p i a capital,
4
en A q u i s g r á n / en el núcleo d e la pipínida Austrasia septentrional, y
durante las décadas posteriores él y su hijo Luis la equiparon con edifi-
cios ambiciosos, u n o d e los cuales, la capilla de palacio, a escala de ca-
tedral, aún pervive. A m e d i d a q u e C a r l o m a g n o envejecía, pasaba cada
vez m á s tiempo a q u í (estaba cerca del b o s q u e de las A r d e n a s , u n a de
las mejores reservas de caza), y la ciudad se convirtió e n u n núcleo p o -
lítico y a d m i n i s t r a t i v o estable, p o r p r i m e r a vez en la historia franca.
Los reyes francos seguían m o v i é n d o s e p o r el territorio, y l l e v a n d o la
corte con ellos, p e r o d o s generaciones de cortesanos llegaron a consi-
derar Aquisgrán u n telón de fondo natural de la política. La segunda es
que, e n 800, C a r l o m a g n o o b t u v o u n n u e v o título, el de emperador, en
u n a ceremonia celebrada en R o m a , en la q u e el papa lo u n g i ó ( d e n u e -
v o ) . N o debe exagerarse la importancia de este título, que era tan solo
E L SIGLO CAROLINGIO, 751-887

honorífico. P e r o C a r l o m a g n o se sentía o r g u l l o s o de ello y se esforzó


p o r lograr q u e los e m p e r a d o r e s bizantinos ( p o r así decir, los «auténti-
cos») lo r e c o n o c i e r a n c o m o tal; lo consiguió en 8 1 2 , tras amenazar el
enclave de Venecia, a la sazón todavía bizantino. El imaginario i m p e -
rial también e m p e z ó a reflejarse e n la legislación carolíngia a partir de
800. L o c i e r t o , sin e m b a r g o , es q u e ya a finales d e la d é c a d a de 780,
gracias a sus éxitos militares, C a r l o m a g n o había l o g r a d o d o m i n a r la
E u r o p a occidental y contaba con el a p o y o casi u n á n i m e de sus s u b d i -
tos; es decir, ocupaba u n a centralidad política q u e nadie había logrado
en esas tierras d e s d e los tiempos del e m p e r a d o r r o m a n o Valentiniano
I. Ni siquiera los m e r o v i n g i o s m á s p o d e r o s o s , c o m o C l o d o v e o o D a -
g o b e r t o , g o b e r n a r o n tan a m p l i a m e n t e o g o z a r o n de u n éxito tan p e r -
durable. L a m á q u i n a militar de C a r l o s Martel, y la b u e n a f o r t u n a de
cuatro generaciones casi i n i n t e r r u m p i d a s de g o b e r n a n t e s en solitario
(porque los hijos de C a r l o m a g n o , entre los cuales este tenía la determi-
nación de dividir sus tierras, m u r i e r o n todos antes q u e él, salvo Luis),
fueron la base d e tal éxito; p e r o el carisma de C a r l o m a g n o lo c o r o n ó .
La cuestión sería, entonces, q u é haría con él.

N o cabe n e g a r q u e C a r l o m a g n o — y sus consejeros, pero animados sin


duda p o r el p r o p i o r e y — contaban con u n p r o y e c t o político conscien-
te y ambicioso. E n su sentido m á s amplio, era u n p r o g r a m a de «refor-
man (renovatio) - — o , d i c h o c o n u n t é r m i n o q u e se usaba m u c h o m á s
h a b i t u a l m e n t e , «corrección» (correctio)—'* t a n t o d e la v i d a i n t e r i o r
c o m o d e los actos e x t e m o s d e los s u b d i t o s laicos y eclesiásticos p o r
igual. Resulta m u y claro en u n o de sus actos legislativos relativamente
más t e m p r a n o s : la Admonición General, de 789. E n este texto, q u e t u v o
una amplia circulación, el r e y a p r o b a b a d e n u e v o cánones de concilios
eclesiásticos para p r o p o r c i o n a r u n m o d e l o sobre la actividad a d e c u a -
da de los clérigos; p e r o también instruía a los laicos en la necesidad de
la concordia y la justicia, de evitar el perjurio y el o d i o y , sobre t o d o ,
en la necesidad de predicar la fe cristiana. Estas fueron tónicas del p r o -
g r a m a de r e f o r m a m o r a l del p e r í o d o carolingio. Se a c o m p a ñ a r o n d e
u n p r o g r a m a e d u c a t i v o sistemático, q u e (al igual q u e la Admonición
General) era obra del intelectual m á s influyente de la p r i m e r a g e n e r a -
ción del p r o y e c t o de r e f o r m a c a r o l i n g i o : el n o r t u m b r i o A l c u i n o ( m .
8 0 4 ) . A l c u i n o e s t u v o en la corte de C a r l o m a g n o d u r a n t e la m a y o r

parte del p e r í o d o 786-796, y e n adelante c o n t i n u ó e n s e ñ a n d o en u n o

i
E L L E G A D O DE BOMA

de los varios monasrerios q u e C a r l o m a g n o le d i o , el de San Martín de


T o u r s , Según dijo el rey en u n a carta abierta de las décadas de 780 o
790 — e s c r i t a p o r el m i s m o A l c u i n o — , era imposible alcanzar la b u e -
n a c o n d u c t a y la c o m p r e n s i ó n espiritual sin u n a f o r m a c i ó n literaria,
p u e s «saber v a antes q u e h a c e r » e incluso la Biblia e s t a b a repleta de
expresiones figuradas q u e era preciso descifrar. L o s carolingios p r o -
m o v i e r o n la alfabetización básica, p e r o esperaban más, sobre t o d o de
los más d e s t a c a d o s nobles y clérigos: q u e c o m p r e n d i e r a n c o r r e c t a -
m e n t e la Biblia y la teología, sin lo cual era imposible abrirse u n cami-
n o idóneo en el m u n d o político carolingio.
L o s éxitos y fracasos de este p r o y e c t o se h a n analizado con suma
intensidad; p e r o q u e h u b o éxitos n o está en cuestión. La élite carolin-
gia, en su conjunto, tenía interés e n la teología o, al m e n o s , t u v o q u e
fingirlo. Y a en 794, u n a asamblea de obispos y p o t e n t a d o s en F r a n c -
fort p u d o dedicar g r a n p a r t e de su tiempo a estudiar herejías, c o m o el
a d o p c i o n i s m o o el r e c h a z o b i z a n t i n o a la iconoclasia (los francos se
sentían m á s p r ó x i m o s a los iconoclastas); durante d o s siglos, en Occi-
dente n o se había vivido n a d a similar. P a r a los arios 830 y 840, todo el
p r o c e s o político en su c o n j u n t o , incluidos golpes de estado y guerras
civiles, p o d í a verse e n t é r m i n o s teológicos. P o r e n t o n c e s , había d o s
d o c e n a s (o m á s ) d e actores políticos q u e t a m b i é n e r a n escritores en
activo y participaban en lo q u e a m e n u d o eran g u e r r a s d e opúsculos
sobre la teología de la práctica política. A l g u n o s eran aristócratas lai-
cos, c o m o D h u o d a ( m . h . 8 4 3 ) — e s p o s a de quien p o r u n tiempo fue
17

chambelán del rey, B e r n a r d o d e Septimania (m. 844)—, q u e escribió


u n manual s o b r e la b u e n a c o n d u c t a para su hijo, repleto de imágenes
bíblicas y t o d o u n despliegue de citas de padres de la iglesia, de los q u e
a todas luces podía disponer e n U z e s , ciudad situada m u y al sur de las
tierras francas. Sobre t o d o ello h a b l a r e m o s en el p r ó x i m o capítulo; es
algo q u e singulariza el p e r í o d o carolingio.

E x a c t a m e n t e p o r q u é se desarrolló este p r o y e c t o es u n a cuestión


bastante m á s difícil de e n t e n d e r . Muchas d e sus raíces son obvias. Los
carolingios tenían q u e identificarse con la iglesia p o r q u e era la iglesia
la q u e les daba legitimidad c o m o familia reinante; el golpe de estado de
7 5 T aún vivía en el r e c u e r d o en la época de la Admonición General. Los
concilios eclesiásticos, q u e h a b í a n vuelto a ser c o m u n e s tras la década
de 740, y continuaron sin pausa en adelante, fueron u n a fuente natural
d e d e c r e t o s moralizadores, m u c h o s de ellos i n t e g r a d o s en la legisla-
ción real ya en tiempos de Pipino I I I . La confianza de los francos en sí
EL SIGLO CAROLINGIO, 751-887 473

mismos condujo a paralelos con el A n t i g u o T e s t a m e n t o , c o m o h e m o s


v i s t o , y t a m b i é n con R o m a , lo q u e a n i m a b a a la g e n t e a m i r a r atrás,
hacia los siglos iv a v i , c u a n d o la creencia correcta e r a u n a cuestión
política c a n d e n t e (véase m á s arriba, capítulo 3 ) . A u n q u e el p e r í o d o
m e r o v i n g i o n o fue u n a época de p r o g r a m a s ideológicos explícitos, en
lo q u e respecta a Francia, la Hispania visigoda del siglo v n sí lo había
sido, lo q u e p u s o d e manifiesto q u e u n a política abiertamente m o r a l i -
zada bien podía a r r a i g a r e n el suelo occidental altomedíeval; y T e o -
dulfo, el obispo de Orleans ( m . h. 82o) y principal teólogo del reinado
de C a r l o m a g n o , tenía orígenes visigodos. ( H a y q u e recordar, sin e m -
b a r g o , q u e los francos t o m a r o n prestados algunos elementos de los v i -
sigodos, p e r o n o el celo gótico p o r la exclusión religiosa, c o m o h e m o s
visto.) U n a vez q u e A l c u i n o , T e o d u l f o , P a b l o D i á c o n o ( d e la Italia
l o m b a r d a ) , los francos A n g i l b e r t o de S a i n t - R i q u i e r y E g i n h a r d o , y
otros, se c o m b i n a r o n en la corte de C a r l o m a g n o en las dos últimas d é -
cadas del siglo v m , se alcanzó u n a masa crítica de debate intelectual y
escritura c o m p e t i t i v a , suficiente p a r a q u e se expandiera y p e r d u r a r a
d u r a n t e otras tres generaciones. P e r o es difícil n o v e r u n plan p o r d e -
trás de esto. F u e C a r l o m a g n o quien invitó a estos intelectuales y les
concedió regalos tan g e n e r o s o s q u e se q u e d a r o n en la corte, o cerca de
ella, d u r a n t e d e c e n i o s . T a m b i é n la legislación p r o g r a m á t i c a — a u n -
q u e , p o r d e s c o n t a d o , n o la r e d a c t a b a él m i s m o — se publicaba e n su
n o m b r e y era n u e v a . L o s éxitos de los a ñ o s 770 (en particular en Italia)
y a p a r e c e n h a b e r c o n v e n c i d o al rey de q u e él era especial y tenía u n a
misión q u e consistía no solo en g o b e r n a r a los francos y sus v e c i n o s ,
sino en salvar sus almas. Quizá se lo educara a tal objeto en el e n t o r n o
político del r e i n a d o de P i p i n o , q u e , a u n q u e de forma incompleta, ya
era m á s eclesiástico. C a r l o m a g n o alcanzaba a apreciar la poesía y la
teología, p e r o nunca a p r e n d i ó a escribir enteramente. A h o r a bien, pa-
rece ser q u e él m i s m o lo eligió así. C o n ello, C a r l o m a g n o se equipara a
Justiniano, en cuanto i n n o v a d o r en la práctica político-moral ( a u n q u e
tenía más sentido del h u m o r q u e Justiniano; no asi su hijo L u i s , famoso
3
p o r n o s o n r e í r ) . ' L a fascinación p o r C a r l o m a g n o — q u e ha resultado
e n u n a historiografía m u y densa, i n i n t e r r u m p i d a a lo largo de los si-
glos, p e r o , e n la medida de lo posible, aún más compleja h o y en d í a -
n o carece p o r entero d e razón de ser.

D u r a n t e el g o b i e r n o de C a r l o m a g n o , t o d a s las clases de legisla-


19
ción fueron m á s c o m u n e s . L a s asambleas reales producían capitularía
(«capítularios» o «colecciones de ordenanzas»). El g r a d o d e formali-

i
474 BL L E G A D O D E ROMA

dad de esras o r d e n a n z a s era variable (algunas eran textos escritos de


carácter oficial; otras parecen haber sobrevivido solo p o r q u e los parti-
cipantes t o m a b a n notas personales de su c o n t e n i d o ) ; también variaban
en cuanto a su objetivo, pues algunas eran instrucciones p á r a l o s repre-
sentantes locales, algunas eran decretos excepcionales, p e r o otras eran
a d i c i o n e s sistemáticas al d e r e c h o y a existente, franco o l o m b a r d o .
P e r o h u b o m u c h a s : la edición capitular de referencia contiene ochenta
y cinco, solo del reinado d e C a r l o m a g n o , m á s algunos decretos preser-
v a d o s en forma m á s fragmentaria- P a r t e del í m p e t u preciso t u v o q u e
venir de Italia, pues empiezan a finales de la década d e 770, y en fecha
anterior solo igualan su frecuencia las leyes l o m b a r d a s de Liutprando;
la legislación d e los concilios eclesiásticos, q u e e n p a r t e se solapa con la
legislación capitular ( c o m o en la Admonición General y el s í n o d o de
Francfort d e 794), era o t r o m o d e l o . C a r l o m a g n o t a m b i é n p r o m u l g ó
de n u e v o laLex Sálica, en u n a nueva edición q u e se copió muchas v e -
ces en el siglo i x , e h i z o leyes p a r a los p u e b l o s recién c o n q u i s t a d o s ,
c o m o los sajones. Vale la pena hacer hincapié en q u e n o de t o d o s los
capitularios se hicieron tantas copias; m u c h o s sobreviven solo en u n
10
ú n i c o m a n u s c r i t o . C u a n d o A n s e g i s o , abad d e S a i n t - W a n d r i l l e del
Sena, se dispuso a buscar capitularios para crear u n a colección q u e r e -
galar a Luis el Piadoso en 827, solo e n c o n t r ó (o empleó) veintinueve;
y solo u n o , la Admonición General^ era anterior a 803. C o m o en el im-
perio r o m a n o antes del Código Teodosiano era difícil tener la certeza de
y

q u é leyes se h a b í a n a p r o b a d o , p e s e a q u e los carolingios, al estilo de


R o m a , n o consideraban excusa el desconocimiento de la ley. P e r o en
algunos casos, se atendió cuidadosamente a su circulación, c o m o el ca-
pitulario q u e c o m p l e t a b a la ley sálica d e 803, q u e s o b r e v i v e e n cin-
c u e n t a y tres manuscritos ( A n s e g i s o también u s ó u n o ) , en u n o d e los
cuales se afirma q u e Esteban, c o n d e de París, hizo q u e se leyera su c o -
pia en u n a asamblea pública allí celebrada y los jefes políticos locales la
suscribieran con su firma. T a l mezcla de publicación oral y signatura
formal, p r o b a b l e m e n t e , e r a a l g o c o m ú n para las leyes principales. El
«hábito» capitular se m a n t u v o en t i e m p o s de L u i s el P i a d o s o , al m e -
n o s hasta 830, y luego en la Francia Occidental y en Italia hasta finales
del siglo i x ; en la Francia Oriental, también, continuó poniéndose por
escrito las actas de los concilios eclesiásticos. E n el siglo i x , las colec-
ciones capitulares informales también c o m e n z a r o n a ser m á s comunes,
en particular en Italia, p e r o n o solo aquí; parecen haberse concebido
para ser usadas en la corte. N i n g u n a de ellas era u n conjunto «comple-
EL SIGLO CAROLINGLQ, 7^1-887

to» (a fin de c u e n t a s , los c a p i t ú l a n o s t e n d í a n a ser repetitivos), p e r o


dan fe d e q u e se reconocía q u e ahora existía toda u n a extensa serie de
nuevas leyes, y q u e resultaba útil tener información sobre ellas.
Estas l e y e s , y las o t r a s fuentes s o b r e el reinado de C a r l o m a g n o ,
tales c o m o los anales y las colecciones de cartas, m u e s t r a n q u e el g o -
bierno d e las tierras carolingias se basaba, en lo esencial, en fundamen-
tos a n t i g u o s , p e r o q u e a estos, en caso de necesidad, se ponía t o d o el
11
cuidado en reformularlos. La red de asambleas públicas, q u e fue cru-
cial para los m e r o v i n g i o s y los l o m b a r d o s , siguió siendo crucial e n el
período carolingio. Las asambleas reales se celebraban justo antes de la
estación de las c a m p a ñ a s , t o d o s los a ñ o s , y eran asimismo los p u n t o s
de referencia para la c o n v o c a t o r i a del ejército; los reyes también p o -
dían c o n v o c a r asambleas m á s tarde e n el m i s m o a ñ o , de m a y o r o m e -
n o r amplitud, para p r e p a r a r directrices para el año siguiente o en caso
de cuestiones u r g e n t e s . Las g r a n d e s figuras políticas, laicas y eclesiás-
ticas, asistían regularmente. Estos encuentros eran el m a r c o de debates
genuinos, y n o solo de instrucciones del monarca; el arzobispo H í n c -
m a r o de Reims (m. 882), en su tratado De la organización del palacio,
de 882 ( q u e se basaba en u n texto perdido de A d a l a r d o d e C o r b i e , de h .
8 1 2 , con el m i s m o título), n o s dice d e h e c h o q u e los reyes n o siempre
acudían a t o d a s las discusiones de la asamblea, sino q u e p e r m a n e c í a n
fuera, d a n d o la bienvenida a los asistentes; e H i n c m a r o fue u n o de los
consejeros principales del rey C a r l o s el C a l v o (840-877), c o m o A d a -
lardo lo había sido para el p r i m o de este, C a r l o m a g n o ; así p u e s , quien
quiera q u e escribiera el tratado, sabía de q u é hablaba. Al p o c o tiempo
de reinar C a r l o s el C a l v o , d u r a n t e la p r e p a r a c i ó n para la g u e r r a civil
de 841-842, u n p r i m o y seguidor de Carlos, N i t a r d o (m- 845), anota en
su historia c o n t e m p o r á n e a q u e e n la asamblea d e C a r l o s en m a y o de
841 se discutió sobre el m o d o en q u e debían m a r c h a r el rey y el ejérci-
to; C a r l o s a d o p t ó el p u n t o d e vista d e la m i n o r í a , n o de la m a y o r í a
— e r r ó n e a m e n t e , de h e c h o , a juicio de N i t a r d o — , p e r o , en cualquier
caso, se benefició de escuchar las v e r d a d e r a s discusiones. Incluso sin
estas, participar en las asambleas y en los ritos n o r m a l e s e n todas ellas
reforzaba p o d e r o s a m e n t e u n a impresión de participación colectiva en
los asuntos públicos.

Estas a s a m b l e a s n a c i o n a l e s t e n í a n su paralelo en cada c o n d a d o ,


mediante las asambleas locales, oplacita^ q u e se reunían d o s o tres v e -
ces p o r a ñ o , bajo la presidencia del c o n d e , p o r las que las élites locales
accedían a la misma red pública; en ellas se escuchaban informes sobre
i
47«5 E L L E G A D O D E ROMA

deliberaciones nacionales (la r e u n i ó n parisina del c o n d e Esteban, en


803, fue una.de,estas) y se decidía s o b r e casos judiciales. L o s carolin-
gios también regularizaron estas asambleas, p o r ejemplo determinan-
2
do q u e los expertos jurídicos locales debían ser d e n o m i n a d o s scaéini*
en todas partes, y en efecto en el siglo ix estaban adquiriendo esta con-
dición p o r d o q u i e r , desde el canal de la Mancha hasta Italia. T a m b i é n
23
eran las asambleas locales las q u e a d m i n i s t r a b a n los j u r a m e n t o s de
lealtad al rey, otra tradición añeja sistematizada en este p e r í o d o . C a r -
l o m a g n o los instituyó en 789, tras u n o s levantamientos regionales, en
Hesse y T u r i n g í a , e n 785-786; e n 793 los hizo repetir tras u n a segunda
rebelión — e m p r e n d i d a u n a ñ o antes p o r su hijo mayor, Pipino, q u e ha-
bía sido d e s h e r e d a d o — , p u e s a l g u n o s de los rebeldes afirmaron q u e
n o h a b í a n j u r a d o n a d a en 789, quizá p o r q u e eran d e m a s i a d o jóvenes
( t a m p o c o es q u e les sirviera de m u c h o , pues C a r l o m a g n o o r d e n ó m a -
tarlos). Estas fueron las únicas revueltas de F r a n c i a en su r e i n a d o , y
parecen h a b e r sido de u n a escala bastante m e n o r , p e r o el rey replicó
d a n d o u n carácter más sistemático a los j u r a m e n t o s . T o d o h o m b r e li-
b r e con m á s de d o c e a ñ o s debía jurar, y su n o m b r e debía ser anotado
p o r los condes y missi; en 802, estas obligaciones se i n c r e m e n t a r o n y
los jurantes debían prestar al e m p e r a d o r u n juramento m u c h o más d e -
tallado. E n este m u n d o , los j u r a m e n t o s tenían importancia: quienes los
quebrantaban eran perjuros y se arriesgaban no solo a los castigos se-
culares — p r i v a c i ó n de bienes, mutilación e incluso m u e r t e , en ocasio-
n e s — , sino también a la c o n d e n a eterna. P o d í a n ser peligrosos: Carlo-
m a g n o p r o h i b i ó los j u r a m e n t o s d e asociación, salvo los suscritos entre
el rey y u n s e ñ o r ; y en 806 d e c r e t ó q u e los h o m b r e s q u e actuaran así
deberían golpearse m u t u a m e n t e y cortar el pelo del o t r o (o, en casos
e x t r e m o s , r e b a n a r s e la n a r i z ) . L o s j u r a m e n t o s al r e y i n c r e m e n t a b a n
todavía m á s la intensidad de los ritos, incluso en la m á s r e m o t a d e las
asambleas, y reforzaban la presencia local de la autoridad regia.

El i m p e r i o carolingio era e n o r m e , m a y o r de lo q u e n u n c a h a sido


e n E u r o p a n i n g ú n e s t a d o p o s t e r i o r , salvo los b r e v e s a ñ o s d e p o d e r
s u m o de N a p o l e ó n y H i d e r ; y también fue extraordinariamente diver-
so, al extenderse desde las tierras de la Sajonia (convertida a medias y
carente de carreteras) a las viejas sociedades urbanas de la Provenza e
Italia. ¿ C ó m o se podía c o n t r o l a r t o d o , sin el complejo sistema a d m i -
24
nistrativo y fiscal del imperio r o m a n o o el califato? Era u n a empresa
casi imposible. La política asamblearia fue u n o de sus c o m p o n e n t e s ;
también la convocatoria del ejército; y el palacio, la corte del rey o em-
EL SIGLO CAROLINGIO, 751-887 477

p e r a d o r , ya m e r a en A q u i s g r á n u o í r o s lugares, también era un imán


para los ambiciosos d e t o d o el p e r í o d o , q u e v e n í a n a buscar justicia,
regalos o ascenso. L o s reyes n o solo daban regalos; también los reci-
1
b í a n , las « d o n a c i o n e s anuales» * d e caballos y s i m i l a r e s , q u e se les
otorgaba en cada asamblea general. Estos dones parecen haber tenido
u n carácter p r ó x i m o a lo militar y, probablemente, se relacionaban con
el h e c h o de q u e los s o l d a d o s d e u n a c a m p a ñ a tenían q u e a p o r t a r una
inversión n o m e n o r : su equipo y tres meses de provisiones. Más q u e u n
sistema p r o t o t r i b u t a r i o , q u e en el período carolingio no se p u e d e iden-
tificar ( a u n q u e los reyes n o carecieron de recursos, incluso sin i m p u e s -
tos, hasta finales del siglo i x ) , este era o t r o e l e m e n t o del intercambio
de regalos d e la participación política. L o s palacios t a m b i é n fueron
foco d e una cantidad p a r t i c u l a r m e n t e g r a n d e de ritos colectivos, cada
vez m á s moralizados, c o m o v e r e m o s más adelante e n el p r ó x i m o capí-
tulo; los o t r o s e l e m e n t o s de la a g r e g a c i ó n política carolingia tenían
raíces claras en el p e r í o d o rnerovingio, p e r o esto era, en gran medida,
nuevo- A h o r a b i e n , los reyes n o se m o v í a n p o r t o d o s sus territorios,
salvo c u a n d o estaban e n c a m p a ñ a ; C a r l o m a g n o , Luis y los hijos de
Luis apenas se a p a r t a r o n de los tres g r a n d e s «paisajes reales»: el valle
del Sena, el valle m e d i o del Rin y, entre ellos, el bloque nuclear d e los
estados reales y expipínidos en t o r n o de A q u i s g r á n . N o todos los jefes
locales iban allí a l g u n a vez; los reyes t a m b i é n tenían q u e llegar hasta
ellos .

U n a forma de hacerlo era situando de manera estratégica a sus aris-


tócratas de m á s confianza. Los condes tendían a p r o c e d e r de élites l o -
cales de larga historia, salvo después de las conquistas, c o m o en la A l a -
mania con posterioridad a Canstatt, o en Italia a principios del siglo i x ;
lo m i s m o hacían los obispos. P e r o junto a estas élites locales, y entrela-
zadas con ellas — t a m b i é n vía m a t r i m o n i o — había asimismo familias
>

3 5
m á s notables, las de la ReichsaristokratU o «aristocracia imperial», *
c o m o las d e n o m i n ó Gerd Teílenbach en 1 9 3 9 . Él y sus sucesores iden-
tificaron a entre cuarenta y cincuenta de estas familias, q u e cabía hallar
en todas las regiones del imperio y cuyos m i e m b r o s podían m o v e r s e de
u n lado a o t r o ( o ser trasladados) con cierta facilidad. E n su m a y o r í a
procedían del antiguo núcleo pípínida de Austrasia, q u e se extendía al
sur hasta adentrarse en el Rin Medio y la Burgundia septentrional, a u n -
q u e también p o d í a n venir de cualquier otra parte, salvo de Italia. M u y
pocas de estas familias (si alguna h u b o ) e r a n de n u e v a creación; p e r o
los caroíingios p o d í a n c o n c e d e r g r a n riqueza y p o d e r a los m i e m b r o s

i
47& E L LEGADO D E ROMA

de ellas a los q u e favorecían, con u n nivel inirnagiriado hasta entonces,


aun a pesar d e q u e los nobles m e r o v i n g i o s ya p o d í a n ser m u y ricos,
c o m o v i m o s en el capítulo 5. U n ejemplo bien c o n o c i d o al respecto es
el de la familia «widónidan o «guidónida» (denominémosla así; todavía
n o existían los apellidos), q u e se originó en los valles del Mosela y Rin
17
M e d i o ; en el siglo v m parece estar relacionada con Milón de Tréveris
(véase el capítulo 8) y una i m p o r t a n t e iglesia de Maguncia. C o n Luis el
Piadoso y sus hijos, se los encuentra de m a n e r a simultánea en el extre-
m o occidental de la Francia m o d e r n a y en el ducado de Spoleto, en los
Apeninos centrales (Italia), dirigiendo las marcas de frontera frente a la
Bretaña y B e n e v e n t o , r e s p e c t i v a m e n t e , a la vez q u e c o n s e r v a b a n los
lazos con la Renania, d o n d e controlaban el g r a n monasterio de H o r n -
b a c h . N o siguieron u n a línea política familiar simple (en la crisis de
83 5-834, q u e enfrentó a Luis el Piadoso con sus hijos, el conde Guido
de Vannes luchó en una batalla a favor d e Luis y contra su propio her-
m a n o L a m b e r t o , marques de la marca bretona que combatía p o r Lota-
>

rio, hijo de Luis, y halló la m u e r t e ) , y p o d í a n no tener escrúpulos a la


hora de asentarse localmente, c o m o en la distante Spoleto, d o n d e lleva-
ban a cabo u n a política principalmente a u t ó n o m a . A h o r a bien, fueron
leales a los ideales carolingios, incluida la unida carolingia: G u i d o III
de Spoleto ( m , 895), después d e q u e en 887 finalizara el p o d e r carolin-
g i o , intentó establecerse c o m o r e y tanto en la Francia Occidental como
en Italia y, de hecho, fue c o r o n a d o e m p e r a d o r en 891 • Sin esa unidad,
el ámbito geográfico de su p o d e r habría dejado de existir y , de hecho,
cesó de existir, p o r q u e la familia ya n o se documenta con posterioridad
a la década de 890 fuera d e la R e n a n i a ( a u n q u e allí siguió siendo i m -
portante: probablemente, la dinastía salia de los reyes germánicos des-
cendía de ellos). L o s reyes se a p o y a b a n m u c h o en esta clase de familias,
p e r o lo contrario también es cierto: en m u c h o s sentidos, el imperio ca-
rolingio era una inmensa oligarquía y, d a d o el a r r a i g a d o p o d e r local de
las aristocracias, tanto grandes c o m o pequeñas, tema q u e serlo. Es una
cuestión q u e analizaremos más adelante.

N o todos los q u e dependían del r e y en las provincias eran de gran-


des familias c o m o esta. L o s carolingios u s a r o n m u c h o a los vasallos
3
reales;* no todos eran ricos, pero todos tenían lazos ceremoniales par-
ticularmente estrechos con los reyes, en ritos de homenaje y juramen-
tos de lealtad personalizados. Podía tratarse de hombres locales, llama-
d o s al palacio y al ejército, o b i e n de aristócratas, t a n t o ricos c o m o
menos ricos, traídos del exterior; del m o d o q u e fuere, en la legislación
E L S I G L O C A R O L I N G I O , 751-887 47V

se los invoca c o m o la clase de h o m b r e s en la q u e los reyes podían a p o -


y a r s e especialmente. ( L o s nobles t a m b i é n c o n t a b a n c o n sus p r o p i o s
vasallos y t a m b i é n se a p o y a b a n en ellos.) El vasallaje fue el h e r e d e r o
lineal de la fidelidad personal del m u n d o m e r o v i n g i o y la Italia lombar-
da; lo que tenía de n o v e d o s o , n u e v a m e n t e , era q u e se podía trasladar a
los vasallos de u n lugar a o t r o . L o que distingue a los p r i m e r o s carolin-
gios de sus predecesores es el m o v i m i e n t o de h o m b r e s y familias.
L o s reyes también, de m a n e r a sistemática, enviaron representantes
19
a las provincias. Estos r e p r e s e n t a n t e s , los missi, eran los ojos y los
oídos de los reyes. T a m b i é n tenían antecesores merovingios y, en par-
ticular, l o m b a r d o s , p e r o C a r l o m a g n o los regularizó y , en 802, el c e n -
tro de las tierras francas estaba dividido e n missatica, territorios en los
q u e parejas d e missi, u n c o n d e y u n o b i s p o , hacían visitas r e g u l a r e s ,
para escuchar recursos contra condes locales y otros. Italia, y la m a y o r
parte de los d e m á s territorios c o n q u i s t a d o s , tenían sus propios missi.
L o s missi n o solían ser extraños a su territorio — e n t r e ios missi p o p u -
lares e s t a b a n los arzobispos, p o r e j e m p l o — , p e r o , de n u e v o , d e b í a n
lealtad y responsabilidad directa al rey, al cual se esperaba q u e infor-
maran r e g u l a r m e n t e , p o r escrito de ser p r e c i s o . T e n e m o s algunos de
los casos penales en los q u e se hizo rendir cuentas a algunos funciona-
ríos locales, c o m o el caso de 804, en Rizana (Istria), en el q u e tres missi
escucharon las quejas de 1 7 2 jefes locales contra el h e c h o de q u e el d u -
q u e J u a n de Istria hubiera pisoteado las costumbres locales; J u a n ofre-
ció sus disculpas y , al p a r e c e r , las c o s t u m b r e s se r e s t a u r a r o n . Sería
e r r ó n e o considerar a los missi y sus territorios c o m o a l g o t o t a l m e n t e
institucionalizado, p e r o n o cabe d u d a d e q u e los reyes los tenían p o r
n o r m a l e s hasta finales del siglo i x , salvo, según p a r e c e , en la Francia
Oriental. Y, desde luego, a u n q u e sea por azar, se han preservado algu-
nas pruebas de comunicación escrita regular entre las provincias y de
vuelta, ya sea p o r p e r s o n a s d e n o m i n a d a s missi u o t r o s funcionarios,
como la instrucción del arzobispo Hetti de T r é v e r i s (en calidad d e mis-
sus) al o b i s p o d e T o u l , en 8 1 7 , d o n d e le indica q u e se movilice, ese
m i s m o día, c o n t r a la rebelión del rey B e r n a r d o d e Italia; o las cartas
que Luis el P i a d o s o envió e n 8 3 2 p a r a d e c i r a d o s vasallos q u e actuaran
c o m o mensajeros en caso de q u e su missus o su c o n d e necesitaran en-
viar u n mensaje al emperador; o la petición enviada p o r Carlos el Cal-
vo a sus clérigos, e n 845, solicitando información sistemática de sus
monasterios, q u e el abad L u p o de Ferriéres se esforzó p o r cumplir; o
las listas de h o m b r e s que juraron fidelidad a Carlos el C a l v o en Reims,

i
48o EL LEGADO DE ROMA

en 8 f4, adjuntas a una c o p í a d e u n c a p i t u l a r i o del arzobispo Hincmaro,


0
q u e era, p r o b a b l e m e n t e , el missus local.* Sin d u d a , h u b o h o m b r e s que
t u v i e r o n q u e m o v e r s e de u n l a d o a o t r o t o d o el t i e m p o , b u s c a n d o al
1
rey o al e m p e r a d o r o,* en ocasiones, a la reina (lo cual n o era directo,
p u e s ellos también se desplazaban), para informarles; d e h e c h o , en su
De la organización del palacio, H i n c m a r o s u p o n e q u e recibirlos era una
de las principales tareas del rey. ( N o b l e s y obispos tenían sus propias
redes de c o m u n i c a c i o n e s para m a n t e n e r s e al c o r r i e n t e de la política,
con lo cual los caminos estarían aún m á s llenos.) Si no s u p o n e m o s que
existió esta comunicación regular y detallada — q u e , e n este caso tam-
bién, no era n o v e d o s a pero estaba m u y e x t e n d i d a — , habría sido i m p o -
sible dirigir el i m p e r i o .

Esta compleja r e d de instrucciones y responsabilidad, ¿funcionó,


en la práctica? H a y d o s p u n t o de vista. U n o afirma q u e la complejidad
y flexibilidad de la a d m i n i s t r a c i ó n carolingia se sostenía a sí misma.
L o s reyes y sus consejeros estaban i n n o v a n d o y r e t o c a n d o de forma
p e r m a n e n t e y sabían m o v e r s e con rapidez; la convocatoria militar de
Luis el P i a d o s o contra B e r n a r d o , en 8 1 7 , p o r ejemplo, fue tan rápida
q u e atrapó al rebelde e n t e r a m e n t e p o r sorpresa. El «sistema» de la le-
gislación capitular o del De la organización del palacio, de H i n c m a r o ,
era en realidad m á s flexible, y esto era u n p u n t o fuerte, pues podía m o -
delarse para r e s p o n d e r a la diversidad de las provincias. Y la centrali-
dad de la corte real ( o , con posterioridad a 840, las cortes) n o disminu-
y ó , pues t o d o s los jefes políticos (o quienes ansiaban serlo) continuaron
reuniéndose en t o m o d e los reyes hasta entrada la década d e 880, em-
p a p á n d o s e e n el proceso del p r o g r a m a elaboradamente moralizador de
la correctio carolingia; h a y b u e n a p r u e b a de ia alfabetización aristocrá-
31
t i c a e incluso la adquisición d e libros, q u e respalda este a r g u m e n t o .
E s t o se a m p l i ó hasta alcanzar las p r o v i n c i a s gracias a la red d e ricos
monasterios reales, desde C o r b i e , e n lo q u e h o y es el norte de Francia,
a S L Gallen y Reichenau, en el m o d e r n o sur d e A l e m a n i a , y así hasta el
interior de Italia; y a la red a ú n m á s densa de c o m u n i d a d e s catedrali-
cias, m u c h a s de las cuales t e n í a n amplias bibliotecas, e intelectuales
instruidos q u e podían discutir s o b r e teología y política, y en efecto lo
hicieron, hasta finales del siglo i x ; y ello t u v o consecuencias sobre la
práctica política, en algunos casos.

Según el otro p u n t o de vista, t o d o esto era u n a farsa. La aristocra-


cia, tanto la secular c o m o la eclesiástica, era corrupta y solo buscaba su
}I
propio bien, de arriba a b a j o , Hacía Soo, T e o d u l f o de O r l e a n s escri-
EL SIGLO CAHOLINGIO, 751-887 481

bió u n p o e m a c o n t r a (entre otras cosas) la corrupción judicial, que h a -


bría r e s u l t a d o i n c o m p r e n s i b l e para las p e r s o n a s d e su missaticum del
sur de F r a n c i a , d a d a la g r a n c a n t i d a d de regalos q u e , al p a r e c e r , le
otorgaban los litigantes; m u c h o s d e los abusos q u e consta que los missi
c o r r e g í a n e r a n , de h e c h o , actos o p r e s i v o s de o t r o s missi; W a l a ( m .
836), h e r m a n o m e n o r de A d a l a r d o de C o r b i e , siendo mhsus e n Italia
en la década de 820, descubrió u n a refinada trama para encubrir la ex-
p r o p i a c i ó n y p o s t e r i o r asesinato de u n a v i u d a , q u e se e x t e n d í a p o r
t o d o el reino d e Italia, de arriba abajo; hacia 827, el c o n d e Matfrido de
Orleans, u n a de las principales figuras de la corte e n los a ñ o s 820, fue
objeto de las críticas de A g o b a r d o de L y o n p o r actuar c o m o «una m u -
ralla» entre el e m p e r a d o r y los criminales, «para p r o t e g e r a estos de la
cometió»^ son m u y a b u n d a n t e s los ejemplos de mala c o n d u c t a aristo-
crática en este p e r í o d o , u n p e r í o d o q u e , de h e c h o , también se caracteri-
zó por u n a notable opresión de los p o b r e s , según n o s indican los p r o -
p i o s c a p i t ú l a n o s . E n c u a n t o al p r o y e c t o i m p e r i a l , y a se e s t a b a
desintegrando en la década de 830 y m á s adelante solo fue m a n t e n i d o
34
en plenitud p o r Carlos el Calvo y su consejero H i n c m a r o ; e n su m a -
yoría, los otros carolingios se p a s a r o n p r o n t o a la m á s d u r a realpolitik
del siglo x . E n cualquier caso, la ambición de la legislación r e f o r m a d o -
ra carolingia revelaba su ingenuidad irremediable y su constante r e p e -
tición ponía de manifiesto su fracaso. ( Q u i z á esto fue positivo, a juicio
de Michael Wallace-Hadrill, q u e escribe u n relato q u e , en lo d e m á s , lo
contempla c o n simpatía: «de h a b e r funcionado bien [el p r o g r a m a d e
H i n c m a r o ] , la sociedad carolingia habría sido u n estado policial».) L o s
carolingios solo eran inusuales en su retórica, y en su éxito militar, q u e
decayó e n el siglo i x y dejó el i m p e r i o abierto a la g u e r r a civil y u n a
defensa desmoralizadora (por cuanto n o aportaba n i n g u n a r e m u n e r a -
ción) contra el ataque externo.

El interés del p e r í o d o carolingio radica en el h e c h o de que los d o s


p u n t o s d e vista r e s u m i d o s antes son a c e r t a d o s , en g r a n m e d i d a . L o s
aristócratas siempre s o n violentos, c o r r a p t o s y codiciosos, p e r o en este
p e r í o d o al m e n o s eran conscientes de la ideología de responsabilidad
pública y es de creer — y en ocasiones, c o m o en el caso de D h u o d a , es
d e m o s t r a b l e — q u e la relacionaban con su deseo de salvación personal
después de la m u e r t e , algo que, sin d u d a , también poseían siempre. El
estado estaba destartalado y era, con m u c h o , d e m a s i a d o extenso para
la tecnología g u b e r n a m e n t a l del p e r í o d o ; y aun así, resulta m u y llama-
tivo cuan a m e n u d o hace sentir su presencia incluso en las colecciones

i
4$2 E L LEGADO D E ROMA

de d o c u m e n t o s n e t a m e n t e locales. A lo largo de t o d o el siglo i x , tene-


m o s ejemplos de c a m p e s i n o s q u e apelaban e n cortes públicas contra
sus señores,** en Italia, F r a n c i a , Septímania ( m o d e r n a L a n g u e d o c ) ,
p o r cuestiones de status p e r s o n a l , niveles de renta o tierras d e las que
los h a b í a n d e s p o s e í d o ; casi siempre p e r d í a n , p e r o el h e c h o de q u e se
molestaran en pleitear, en u n sistema político tan obviamente dirigido
p o r la aristocracia, implica q u e sabían q u e , al m e n o s e n ocasiones, el
sistema p o d í a funcionar c o m o se s u p o n í a q u e debía h a c e r l o ; y m á s
a d e l a n t e , tales casos resultan m u c h o m á s r a r o s . H u b o u n a dialéctica
constante entre el estado, c o n sus i n m e n s o s p o d e r e s de m e c e n a z g o , y
3
las sociedades locales, "' casi en t o d o el conjunto del imperio (el poder
del rey solo m e n g u a b a en los márgenes, c o m o la Baviera oriental, Spo-
leto o Cataluña). L o s p o d e r e s locales debían prestar atención a los r e -
yes y aceptar sus directrices políticas, incluyendo cualesquiera p r o g r a -
m a s ideológicos q u e tuvieran; e n t r e o i r á s razones, p o r u ñ a importante:
q u e los reyes también eran p o d e r o s o s y en n i n g ú n caso cumplían todo
lo q u e s u s p r o p i o s p r o g r a m a s instaban a hacer. E x p l o r a r e m o s estas
contradicciones, y sus ironías, en páginas posteriores de este capítulo y
el siguiente.

C a r l o m a g n o m u r i ó en 8 1 4 , y Luis el P i a d o s o , c o r o n a d o c o m o empera-
d o r p o r s u p a d r e u n a ñ o antes, partió de inmediato desde su subreino
de Aquitania hacia el n o r t e , a A q u i s g r á n , para tomar el p o d e r . Se p r e -
sentó a sí m i s m o c o m o u n n u e v o m a y o r d o m o y expulsó sumariamen-
te a sus h e r m a n a s , e m p e z a n d o p o r Berta, del palacio d o n d e habían es-
t a d o a c t u a n d o c o m o una especie de reina colectiva para su p a d r e , desde
q u e la última esposa de este m u r i e r a , e n 800. El imaginario de los pri-
m e r o s anos de r e i n a d o de L u i s hace hincapié en su m o r a l i s m o , c o m o
contrario a l a licencia sexual del reinado de su padre; C a r l o m a g n o tuvo
37
t o d a u n a serie de a m a n t e s hasta su m u e r t e , y sus h i j a s , a las q u e n o
p e r m i t i ó casarse, t a m b i é n c o n t a r o n c o n sus p r o p i o s a m a n t e s ; el de
Berta era Angilberto, erudito de la corte, con quien e n g e n d r ó al histo-
riador N i t a r d o . L a vida sexual del p r o p i o L u i s , d e s d e q u e alcanzó la
vida adulta, se limitó al lecho m a t r i m o n i a l (hasta d o n d e p o d e m o s sa-
b e r ) , lo q u e lo diferencia de la mayoría de los varones carolingios; pero
su crítica de la inmoralidad sexual del palacio (el centro moral ideal del
sistema de g o b i e r n o , luego m u y vulnerable a tales críticas, según v e r e -
m o s en el p r ó x i m o capítulo) fue u n e l e m e n t o e s t á n d a r de la retórica
E L S I G L O C A K O L 1 N G I O , 7f I - 8 8 7 483

política del siglo i x , y se aplicaría en c o n t r a de la corte del propio L u i s


en la década de 830. Luis se c o m p r o m e t i ó c o n la reforma monástica y
so p r i m e r a iniciativa política de calado fueron d o s concilios reformis-
tas, c e l e b r a d o s e n A q u i s g r á n e n 8 1 6 - 8 1 7 , q u e r e v i s a r o n la Regla d e
Benito d e N u r s i a y la e x t e n d i e r o n a t o d o s los m o n a s t e r i o s del i m p e -
rio* * E n 8 1 7 t a m b i é n d e t e r m i n ó c ó m o se dividiría el i m p e r i o a s u
3

m u e r t e , e n t r e sus t r e s hijos, d e m o d o q u e e x c l u y ó d e la s u c e s i ó n a
B e r n a r d o , hijo de su h e r m a n o P i p i n o , q u e y a era r e y de Italia ( 8 1 2 -
8 1 7 ) ; c o m o e r a d e e s p e r a r , B e r n a r d o se r e b e l ó , c o n el a p o y o d e n o
p o c o s p o t e n t a d o s francos ( c o m o p o r ejemplo T e o d u l f o de O r l e a n s ) ,
p e r o , según h e m o s v i s t o , fracasó. E n 818 fue juzgado y c o n d e n a d o a
m u e r t e , p e r o , d e a c u e r d o c o n el m o d e l o carolingio h a b i t u a l , la s e n -
tencia se c o n m u t ó p o r la de c e g u e r a (en c u y o proceso también halló la
muerte).

C o n posterioridad a 8 1 8 , lógicamente, Luis e n c o n t r ó poca o p o s i -


ción d u r a n t e u n t i e m p o , y la d é c a d a s i g u i e n t e p u e d e v e r s e c o m o el
a p o g e o de la confianza de los carolingios en sí m i s m o s . L a s g u e r r a s
eran a p e q u e ñ a escala, en ese m o m e n t o , y la atención del e m p e r a d o r se
centró e n u n a elaborada y compleja política cortesana en A q u i s g r á n ,
caracterizada p o r embajadas regulares de distintos vecinos, o t r o d e n s o
conjunto de capitularios ( m u c h o s de ellos, recogidos p o r Ansegiso en
827), y u n a r e o r d e n a c i ó n administrativa bajo el archicanciller H e l i -
sachar ( 8 1 4 - 8 3 0 ) , quien había v e n i d o de A q u i t a n i a c o n L u i s , y el a r -
chicapellán H i l d u i n o , abad de Saint-Denis y otros cuatro monasterios
(819-830). El control q u e el e m p e r a d o r tenía sobre el ritual de la corte
se caracterizó sobre t o d o p o r su decisión, adoptada en 822 en la asam-
5 9
blea g e n e r a l d e A t t i g n y , de realizar u n a penitencia pública p o r la
m u e r t e de B e r n a r d o , e n imitación de la penitencia de T e o d o s i o I en
390, según u n o de sus biógrafos. Al m i s m o tiempo, hizo regresar a los
parientes ( v a r o n e s ) a los q u e había exiliado de la corte, en particular
sus primos y posibles rivales, A d a l a r d o y W a l a ; la reconciliación de la
familia carolingia sería completa.

La calma de los años 8 20, sin e m b a r g o , se q u e b r ó de forma abrupta


en 829-830. H a b í a d o s b a n d o s c o r t e s a n o s q u e se e s t a b a n fraguando
alrededor de, p o r u n lado, Lotario, hijo m a y o r de Luis ( 8 1 7 - 8 5 5 ) , q u e
ya era e m p e r a d o r desde 824, a u n q u e sus atribuciones políticas se r e s -
tringían a Italia; y, p o r otro lado, la segunda esposa de Luis, Judit, y la
familia de esta. En 828, el c o n d e H u g o de T o u r s , suegro de Lotario, y
su socio Matfrido de Orleans habían p e r d i d o sus cargos. En 829, Ber-

i
4 8 4
E L L E G A D O D E ROMA

n a r d o de S e p t i m a n i a , c o n d e de B a r c e l o n a , e n t r ó en la c o r t e c o m o
chambelán, cargo tradicionalmente m u y p r ó x i m o a la reina, y durante
varios meses se lo consideró el « s e g u n d o p o r detrás del rey»; sin em-
b a r g o , a u n q u e las razones n o están claras, fue u n a figura m u y c o n t r o -
vertida y e n 830 se lo acusó d e adulterio con Judit. Lotario o b t u v o el
a p o y o d e sus h e r m a n o s P i p i n o , r e y de A q u i t a n i a ( 8 1 7 - 8 3 8 ) , y Luis,
rey d e Baviera ( 8 1 7 - 8 7 6 ) , para iniciar en abril de 830 un golpe de esta-
do discreto, que, significativamente, también contó con el apoyo de la
vieja g u a r d i a de la corte: Helisachar, Hilduino y W a l a . B e r n a r d o h u y ó
y Judit fue exiliada de forma temporal, hasta q u e Luis el Piadoso reco-
b r ó el c o n t r o l e n o c t u b r e y la trajo de vuelta ( n o así a B e r n a r d o ) . En
83 3, la tensión se incrementó de n u e v o y sucedieron hechos m u y pare-
cidos; en esta ocasión, el e m p e r a d o r Luis m a r c h ó con u n ejército para
enfrentarse con Lotario y sus h e r m a n o s , a los q u e se u n i ó el papa G r e -
g o r i o I V , en Alsacia. E n el p u n t o de e n c u e n t r o , m á s t a r d e c o n o c i d o
c o m o ei « C a m p o de las mentiras», el ejército de Luis se deshizo, unién-
d o s e a L o t a r i o , y Luis fue d e p u e s t o en beneficio de este- E n esta oca-
sión, la penitencia pública n o fue v o l u n t a r i a ; t o d o lo q u e p u d o hacer
Luis fue negarse a p r o n u n c i a r los v o t o s monásticos c u a n d o lo confina-
r o n en Saint-Denis. P e r o , c o m o en 830, L o t a r i o y sus h e r m a n o s se p e -
l e a r o n — p u e s L o t a r i o , c o m o su p a d r e , tenía d e m a s i a d o e m p e ñ o en
c o n v e r t i r s e en el c a r o l i n g i o d o m i n a n t e — y L u i s fue r e s t a u r a d o en
834- E n 835, en Metz, se celebró u n a nueva coronación ceremonial, y
Luis se asentó otra vez en el p o d e r ; corifinó de n u e v o a Lotario e n Ita-
lia, p e r o n o se v e n g ó con violencia de n i n g u n o de los partidarios de
este (simplemente, p e r d i e r o n sus tierras y cargos al n o r t e de los Alpes,
a u n q u e a l g u n o s de ellos, c o m o H i l d u i n o , los r e c u p e r a r o n p r o n t o ) .
D e s d e entonces, Luis m a n t u v o el control hasta su m u e r t e , en 840.

L o s h e c h o s d e 830-834 alteraron m u c h o , sin d u d a , los equilibrios


del g o b i e r n o imperial y las redes de m e c e n a z g o de las tierras carolin-
gias. Hasta fecha m u y reciente, también ha sido típico verlos c o m o sig-
no del inminente h u n d i m i e n t o carolingio, quizá espoleado p o r la h o s -
tilidad aristocrática, y t a m b i é n c o m o signo de la debilidad del p r o p i o
Luis «el Piadoso». Sin e m b a r g o , Luis n o era ni maleable ni acomodati-
cio, n o más q u e sus hijos; esto es, de h e c h o , lo que explica q u e el levan-
t a m i e n t o se p r o d u j e r a p o r d u p l i c a d o ; y las reacciones d e los nobles
ante la crisis m u e s t r a n m á s u n estado de a l a r m a q u e la i m p r e s i ó n de
hallarse ante u n a n u e v a oportunidad. E g í n h a r d o ( m . 8 4 o ) , a la sazón40

retirado a su m o n a s t e r i o d e Seligenstadt, cerca de Francfort, a u n q u e


E L S I G L O C A R O L I N G I O , 751-887 485

era p a r t i d a r i o de Luís (en su colección de cartas p r e s e r v ó u n a m u y


agria, escrita a Lotario en 830), t u v o la prudencia de caer enfermo d u -
rante los d o s m o m e n t o s de crisis; p e r o l u e g o sintió la inquietud de si
los reyes lo tomarían p o r lo q u e no era, y escribió a varios amigos en la
corte para pedirles q u e se aseguraran de q u e se reconocía su lealtad,
p o r parte de L u i s el P i a d o s o , p e r o t a m b i é n de Luis de Baviera (cuya
base d e p o d e r estaba próxima a Seligenstadt) e incluso de Lotario; u n a
carta enviada a u n s u b o r d i n a d o en 833 le solicita q u e entregue los «re-
galos de costumbre» a Lotario, q u e vivía su victoria temporal, y luego
le i n f o r m a r a de c ó m o los había r e c i b i d o . Gracias a sus a n t i g u a s c o -
nexiones con palacio, E g í n h a r d o fue u n i m p o r t a n t e intermediario p o -
lítico y p a t r o n o local, y en s u s c a r t a s de a q u e l l o s a ñ o s se evidencia
cuánta mediación se necesitaría en u n p e r í o d o d e bruscos cambios p o -
líticos, puesto q u e los reyes p o d í a n p r i v a r de beneficios a quienes n o
fueran p l e n a m e n t e leales ( y e n efecto lo hacían). Así, a finales de 833,
E g i n h a r d o escribió a un amigo solicitándole q u e intercediera con L o -
tario a favor de cierto F r u m o l d o , a quien C a r l o m a g n o había concedi-
do cierto beneficio cerca de Ginebra, p e r o estaba demasiado enfermo
para viajar hasta la c o r t e y p r e s e n t a r sus respetos al n u e v o s o b e r a n o
(Ginebra estaba a gran distancia de Seligenstadt, p e r o el patrocinio de
E g i n h a r d o llegaba m u y lejos); o, d e n u e v o , hacia la misma fecha, e s -
cribió a o t r o cortesano q u e , según confiaba, tal vez p o d r í a convencer a
Lotario de q u e permitiera a u n noble y su h e r m a n o controlar u n o s b e -
neficios de forma conjunta en los d o s reinos d e L o t a r i o y Luis de Ba-
viera. Q u e E g i n h a r d o conservara estas cartas indica q u e eran n o r m a -
les y t a m b i é n , q u i z á , q u e t u v i e r o n é x i t o en el i n t e n t o : u n c o e t á n e o
s u y o , algo m á s joven, el poeta W a l a f r i d o E s t r a b ó n ( m . 849), escribió
un p r ó l o g o a la Vida de Carlomagno^ d e E g i n h a r d o , d o n d e c o m e n t a n o
sin ironía c o n q u é fortuna el a u t o r había m a n t e n i d o «cierta distancia
considerable, d e inspiración divina» frente a las crisis del r e i n a d o de
Luis. En esto se diferenciaba del propio Walafrido, al que Luis de Ba-
viera exilió d e su monasterio de Reichenau en 839-842; así, Walafrido
es testigo, p o r partida doble, de lo difícil q u e era evitar los p r o b l e m a s
en la década de 830. E s t e n o era u n período de crisis q u e los potentados
buscaran a p r o v e c h a r con facilidad.

P r o b a b l e m e n t e , es mejor v e r las crisis de los a ñ o s 830 c o m o p r o -


ducto de d o s p r o b l e m a s subyacentes: la disputa entre d o s b a n d o s de la
corte y las t e n s i o n e s n o r m a l e s d e t o d o s o b e r a n o carolingio con u n o s
hijos adultos q u e y a ansiaban la sucesión. Esta confluencia se a g r a v ó
4 86 E L L E G A D O DE ROMA

aún m á s p o r las disputas sobre teología y ética política, y el h e c h o más


m u n d a n o d e q u e J u d i t diera a Luis u n c u a r t o hijo, C a r l o s , en 823 al i

q u e de algún m o d o habría q u e hallarle a c o m o d o en el imperio dividido


(se le o t o r g ó la Alamaiúa, u n a zona políticamente tangencial, p e r o en
829, u n a ñ o importante; m á s tarde, N i t a r d o ' consideró que esta fue la
4

excusa para la p r i m e r a rebelión de L o t a r i o ) . Es preciso cuanto menos


mencionar aquí q u e el padre de Luis, C a r l o m a g n o , manejó mejor a sus
hijos; también lo hicieron así los hijos del propio Luis: Lotario, Luis y
C a r l o s c a p e a r o n b i e n las rivalidades de sus hijos a d u l t o s , sin p e r d e r
nunca la iniciativa. Errores de cálculo cometidos en los a ñ o s cruciales
de e n t o r n o a 8 30 parecen haber afectado a la habitual dureza de Luis el
Piadoso, Sin e m b a r g o , tras la m u e r t e de Luis, en 840, n o es difícil ver
c ó m o sus h e r e d e r o s c a y e r o n en la g u e r r a civil. P i p i n o de Aquitania
había m u e r t o e n 838, lo q u e p e r m i t i ó q u e Luis situara en su l u g a r a
Carlos, c o m o h e r e d e r o de la p a r t e occidental del imperio (a expensas
del hijo de Pipino, Pipino el J o v e n ) , y debería haber facilitado las c o -
sas; pero Carlos «el Calvo» y Luis «el G e r m á n i c o » , según pasan a d e -
n o m i n a r l o s los historiadores d e s d e este p u n t o , n o tenían n i n g u n a in-
t e n c i ó n d e p e r m i t i r q u e L o t a r i o a d o p t a r a el p a p e l d o m i n a n t e q u e
consideraba derecho p r o p i o . A ello se debió la g u e r r a civil de 841-842.
Sin e m b a r g o , u n a s a n g r i e n t a , p e r o i n c o n c l u y e n t e , batalla lidiada en
F o n t e n o y en 841 asustó a los p o t e n t a d o s francos — o t r o indicio de que
en n i n g ú n caso estaban p r e p a r a d o s para aprovecharse de la c r i s i s — , y
L o t a r i o , expulsado de A q u i s g r á n en 842, a c o r d ó la paz; el imperio se
dividió de n u e v o , con gran minuciosidad, mediante el T r a t a d o de Ver-
d ú n , d e 843. C a r l o s se q u e d ó c o n la F r a n c i a O c c i d e n t a l (incluida
Aquitania), Luis con la Francia Oriental (incluidas Baviera, la Alama-
nia y Sajonia), L o t a r i o con las tierras p r ó x i m a s a A q u i s g r á n , la Bur-
g u n d i a , la P r o v e n z a e Italia. El c o r a z ó n de las tierras francas, d o n d e
abundaban particularmente las haciendas reales, se dividió claramente
e n t r e los tres; cada u n o de los h e r m a n o s recibió u n o de los «paisajes
reales» y , además, se le asignó el reino exterior en el q u e era m á s fuer-
te. El h e c h o d e q u e la división parezca a b s u r d a s o b r e u n m a p a , c o m o
o c u r r í a a m e n u d o c o n los r e p a r t o s m e r o v i n g i o s , s u b r a y a hasta q u é
p u n t o los tres h e r m a n o s seguían v i e n d o el imperio c o m o u n p r o y e c t o
en c o m ú n ; quizá también m u e s t r a q u e n i n g u n a de ¡as partes pensaba,
en realidad, q u e la división sería p e r m a n e n t e . Y, sin e m b a r g o , lo fue.
La única gran excepción fueron las tierras de alrededor de Aquisgrán,
bautizadas c o m o Lotaringia p o r quien las h e r e d ó : el hijo de L o t a r i o ,
E L S I G L O C A R O L I N G I O , 7^1-887 487

L o t a r i o I I (S55-8Ó9); estas s e r e p a r t i e r o n e n t r e C a r l o s y Luis a la


m u e r t e de Lotario I L ( E n adelante, A q u i s g r á n pasaría a ser marginal,
c o m o tierra d e frontera; e n el siglo x , la Lotaringia q u e d ó absorbida
p o r la Francia Oriental.) N o obstante, n o debe exagerarse la i m p o r t a n -
cia d e V e r d ó n c o m o p u n t o d i v i s o r . N o s o t r o s s a b e m o s q u e , c o n el
t i e m p o , la F r a n c i a O c c i d e n t a l daría o r i g e n a «Francia» y la F r a n c i a
Oriental, a «Alemania»; p e r o los coetáneos n o lo sabían y el imagina-
rio de u n a Francia única g o b e r n a d a p o r distintos soberanos sobrevivió
hasta m á s allá del año 1000, c o m o v e r e m o s en el capítulo i 8 . 4i

La división del imperio supuso regresar a las n o r m a s d e los siglos


vi y v n , y prácticamente t o d o el m u n d o la consideró c o m o inevitable,
e incluso apropiada; a fin de cuentas, Carlos Martel y P i p i n o I I I t a m -
bién habían dividido sus tierras d e forma t e m p o r a l , y C a r l o m a g n o lo
habría h e c h o . T a m b i é n suponía volver a las peleas, y g u e r r a s ocasio-
nales, d e las décadas de hacia 600. El núcleo territorial septentrional d e
Lotario, en t o r n o d e Aquisgrán, parece el más tranquilo; pero esto p o -
dría deberse a q u e los d o s g r a n d e s c o n t i n u a d o r e s d e los Reales anales
fiárteos, los Anales de Saint-Bertin y los Anales de Fulda, se escribieron
43
respectivamente en los reinos d e C a r l o s y Luis. Luis el G e r m á n i c o ,
p o r su parte, parece haber tenido pleno control d e la Francia Oriental,
al m e n o s después d e haber sofocado d e forma sangrienta u n a revuelta
de campesinos, la Stellinga, en Sajonia, en 842. Luis pasó su largo rei-
n a d o ( m u r i ó en 87o) l u c h a n d o en la frontera oriental, en particular
contra los b o h e m i o s y los cada vez m á s p o d e r o s o s soberanos m o r a v o s :
Rastislav (846-870), q u e fue c a p t u r a d o y cegado p o r los francos, y su
s u c e s o r Z w e n t i b a l d ( t a m b i é n l l a m a d o S v a t o p l u k ; 870-894): e s t o s
príncipes h a b í a n a m p l i a d o su p o d e r hasta cubrir el vacío político q u e
siguió al h u n d i m i e n t o d e los a v a r o s . Zwentibald, en particular, c o m -
batió contra los francos d e igual a igual y ejerció u n a influencia consi-
derable sobre los aristócratas d e la Bavíera oriental a m e d i a d o s d e los
anos 880. P e r o la importancia d e la frontera imperial, junto c o n la n a -
turaleza tradicional d e las campanas d e esa zona, permitió a Luis m a n -
tener u n a eficacia militar, centrada en la g u e r r a ofensiva, desconocida
desde los tiempos d e C a r l o m a g n o . D e aquí, sin duda, procede la facili-
dad c o n la q u e sofocó las revueltas sucesivas d e sus tres hijos, en 857-
873. L a F r a n c i a O r i e n t a l c o s t ó m á s d e g o b e r n a r , en cierto s e n t i d o ,
p o r q u e m u y p o c a p a r t e d e ella había e s t a d o i n t e g r a d a e n el i m p e r i o
r o m a n o , p o r l o q u e carecía d e buenas comunicaciones o ciudades, sal-
v o e n sus e x t r e m o s meridional y occidental. Sea c o m o fuere, allí diri-
4$8 EL L E G A D O D E ROMA

gióplacita e hizo justicia, c o m o t o d o s los reyes carolingios, al visitar la


zona, m u y especialmente e n 852; y, a u n q u e no p r o m u l g ó capitúlanos
y, al parecer, t u v o u n a achninistración más simple q u e sus h e r m a n o s ,
sin e m b a r g o sus obispos, encabezados p o r los influyentes arzobispos
de Maguncia, en el Rin — c i u d a d r o m a n a y situada en u n a tierra cen-
tral para los carolingios-—, se p o r t a b a n c o m o cualquier otra c o m u n i -
dad eclesiástica carolingia, celebrando concilios y dictando leyes. ( D e
h e c h o , su primer n o m b r a m i e n t o en Maguncia fiíe el influyente teólogo
y analista bíblico R á b a n o M a u r o , 847-856.) E s t o , m á s los ejércitos de
Luís, c o n v i r t i e r o n al r e i n o de la Francia Orienta] en u n h e r e d e r o aun
en funcionamiento del de C a r l o m a g n o y Luis el Piadoso.
E n Italia, también, el hijo d e Lotario Luis II (840-875), q u e para 44

850 controlaba e n solitario el reino (con el titulo imperial), actuaba sin


dificultad q u e c o n o z c a m o s y p a r e c e h a b e r sido u n g o b e r n a n t e eficaz.
Sin d u d a , ponía en practica la reforma carolingia, y y a e n 850 p r o m u l -
gó capitularlos y legislación conciliar para combatir abusos, c o m o pri-
m e r e l e m e n t o de u n a secuencia q u e , en Italia, no se terminaría hasta
898. Luis ir y su esposa E n g e l b e r g a — u n a reina especialmente influ-
yente ( m . 8 9 1 ) — tuvieron u n control m á s práctico sobre el gobierno
q u e la m a y o r í a d e los carolingios; el rey t u v o la seguridad suficiente
para ascender a aristócratas l o m b a r d o s , p o r p r i m e r a vez e n m e d i o si-
g l o , j u n t o con tres o c u a t r o g r a n d e s familias de la RezcAsaristokrarie
(incluida la familia de su esposa, los «supónidas»). Sin d u d a , era h e r e -
dero de reyes c o m o L i u t p r a n d o , a la vez q u e también se t o m a b a en se-
rio su tirulo i m p e r i a l ; en u n a carta dirigida al e m p e r a d o r b i z a n t i n o ,
afirmaba representar a toda la dinastía carolingia. Luis I I , c o m o excep-
ción entre los soberanos carolingios, p u d o asumir el riesgo de u n largo
p e r í o d o i n i n t e r r u m p i d o (86Ó-872) de campañas en el extranjero, con-
tra los árabes, q u e habían t o m a d o Barí, e n el sur d e la península Itálica;
recuperó Bari, p e r o en 871 fue encarcelado p o r el príncipe Adelquis de
Benevento (853-878), q u e n o tenía razones para dar la bienvenida a u n
p o d e r carolingio q u e se extendiera tan al sur. Esto representó una h u -
millación para Luis, quien, para contrarrestarlo, t u v o q u e ser c o r o n a -
d o de n u e v o ; p e r o en el n o r t e d e Italia a ú n carecía de oposición. Así
p u e s , a q u í t a m b i é n , las n o r m a s del p o d e r c a r o l i n g i o a ú n no estaban
amenazadas.

E n t r e los carolingios de este p e r í o d o , Carlos el C a l v o fue quien se


enfrentó, con diferencia, a los p r o b l e m a s m á s graves. E s t o , unido a la
extensa d o c u m e n t a c i ó n disponible sobre su r e i n a d o , ha supuesto q u e
EL SIGLO CAROLINGIO, 751-887 489

haya sido el carolingio tardío m á s estudiado, pese a q u e también era el


m e n o s típico. P a r a empezar, e n 843 su reinado fue el único q u e conta-
ba con o t r o pretendiente, P i p i n o el J o v e n , q u e disputó Aquitania con
bastante eficacia hasta 848 y l u e g o , d e forma i n t e r m i t e n t e , hasta su
m u e r t e . E n s e g u n d o l u g a r , t u v o q u e h a c e r frente al a t a q u e e x t e r i o r
m á s sistemático: los asaltos v i k i n g o s . E n Francia e Inglaterra, los v i -
kingos p r o c e d í a n sobre t o d o d e D i n a m a r c a (los v i k i n g o s n o r u e g o s se
dirigieron en su m a y o r í a a Escocia e Irlanda). E r a n la típica b a n d a b é -
lica d e tipo a l t o m e d i e v a l , a la escala d e los p r i m e r o s ejércitos a n g l o -
sajones, a u n q u e n u n c a fueron tan n u m e r o s o s c o m o los francos, ni si-
quiera c u a n d o crecieron d e t a m a ñ o , a v a n z a d o el siglo. Eran empresas
privadas, e n el sentido de q u e n o estaban controladas p o r los reyes de
D i n a m a r c a (al m e n o s , es lo q u e a f i r m a r o n estos ú l t i m o s c u a n d o los
francos los reprendieron; y no dejaba de ser plausible, dadas las limita-
ciones del p o d e r real en D i n a m a r c a ; véase el capítulo 2 0 ) . E r a n p a g a -
n o s y, en consecuencia, m á s desinhibidos q u e los cristianos en cuanto
al saqueo d e iglesias, q u e eran g r a n d e s almacenes de riqueza, para el
particular h o r r o r d e los autores eclesiásticos. Y tenían su base en b a r -
cos: esta era la g r a n diferencia c o n respecto a las incursiones fronteri-
zas en otras localidades francas, q u e p o r lo d e m á s eran m u y similares,
ya q u e los v i k i n g o s p o d í a n d a r el g o l p e y h u i r , r e m o n t a n d o los ríos
franceses, antes de q u e llegara n i n g ú n ejército defensivo.

Las g r a n d e s i n c u r s i o n e s v i k i n g a s e m p e z a r o n en 834, con u n ata-


q u e c o n t r a el p u e r t o r e n a n o de D o r e s t a d ; los armadores también eran
comerciantes, y conocían bien D o r e s t a d , además de saber que, e n 834,
el sistema político franco estaba o c u p a d o . A t a c a r o n D o r e s t a d y d e s -
p u é s , m á s en g e n e r a l , la F r i s í a ; y y a en 8 4 1 , D o r e s t a d fue o t o r g a d a
45

c o m o beneficio p o r Lotario a H a r a l d o , m i e m b r o de la familia real d a -


nesa, y luego a su h e r m a n o m e n o r , Rorik. R o r i k controlaba la mayoría
de la Frisia y la defendió para los francos, durante b u e n a parte del p e -
ríodo 845-875, con m á s lealtad q u e deslealtad. Muy probablemente de
resultas de ello, ios v i k i n g o s apenas volvieron a r e m o n t a r el R i n para
inquietar e n los centros territoriales de Lotario y Luis el G e r m á n i c o ,
salvo en las g r a n d e s incursiones d e 881-883. Carlos el C a l v o , sin e m -
b a r g o , t u v o q u e hacer frente — s i n interrupción desde 8 4 1 — a ataques
regulares a lo largo de su extensa costa, y en el curso del Sena, el Loira
y el G a r o n a . C a r l o s n u n c a p u d o librarse de ellos: fueron u n a h e r i d a
permanente en el c o s t a d o . L o s v i k i n g o s n o t a r d a r o n en pasar también
el invierno en las desembocaduras de los ríos. Carlos alternó medidas,

t
E L L E G A D O D E ROMA

ora repelerlos en combate, ora c o m p r a r su paz con tributos (la respues-


ta m e n o s p o p u l a r , p e r o m á s eficaz); a finales d e su r e i n a d o , p o r d o s
46
veces, organizó e n efecto u n i m p u e s t o general para p a g a r l e s . La m e -
dida m á s eficaz, quizá, fue fortificar los puentes del curso del Sena e n
862 y el Loira en 873, para b l o q u e a r el paso. E n los quince años poste-
riores a 865, los v i k i n g o s asaltaron m á s el interior de Inglaterra, lo q u e
alivió algo la presión sobre Francia en los últimos a ñ o s de Carlos. P e r o
los vikingos no llegaron a m a r c h a r s e nunca.
A s í , s o b r e C a r l o s el C a l v o c o l g ó u n aura de fracaso militar, o al
m e n o s de crisis, y esta t u v o q u e ser u n a de las razones principales por
las q u e t u v o m á s diferencias c o n la aristocracia q u e s u s h e r m a n o s y
sobrinos. L a alianza de Carlos con su h e r m a n o Luis y en contra de L o -
tario se d e r r u m b ó en la década de 850 y, e n 854, Luis el J o v e n , hijo de
Luis el G e r m á n i c o , fue a Aquitania a verificar la seriedad de las ofertas
realizadas a su p a d r e p o r p a r t e de los nobles aquitanos. A la sazón r e -
sultó ser escasa, p e r o cuatro años m á s t a r d e la desafección era m u c h o
?

m á s fuerte (era u n p e r í o d o m a l o , e n lo referido a los v i k i n g o s , y en


A q u i t a n i a había a p a r e c i d o de n u e v o P i p i n o el J o v e n ) , y n u m e r o s o s
potentados, laicos y eclesiásticos, estaban dispuestos a favorecer la en-
trada d e Luis el G e r m á n i c o . C a r l o s a ú n contaba con apoyos — a l g u -
n o s d e s t a c a d o s , c o m o el de H i n c m a r o de R e i m s y la m a y o r í a de sus
otros o b i s p o s — y L u i s se r e d r o ; p e r o el episodio p u s o d e relieve las
incertidurobres a las q u e Carlos se enfrentaba. El g r u p o luisisra — q u e
incluía al p o d e r o s o R o b e r t o «el F u e r t e » , c o n d e de A n j o u ( m , 86(5),
q u e procedía de una i m p o r t a n t e familia aristocrática imperial de la R e -
nania, los «rupertinos» (o « r o b e r t i n o s » ) — cedió y m a n t u v o sus hono-
res. Carlos ya no t u v o q u e enfrentarse de n u e v o a u n a revolución como
esta, p e r o en otras ocasiones sí se vio obligado a negociar con nobles
críticos, p o r ejemplo c u a n d o , a finales de su r e i n a d o , o c u p ó Italia (y
asumió el título imperial) tras la m u e r t e sin descendencia d e Luis II, en
875, al m i s m o tiempo q u e , en 876, atacaba a L u i s el J o v e n (876-882),
q u e había sucedido a su p a d r e en la m a y o r parte de la Francia Oriental
(en este caso, Carlos perdió)- Carlos intentaba hacerse con la posición
d o m i n a n t e entre los carolingios, sin haber asegurado su base. H i n c m a -
r o estaba furioso y v a r i o s d e los p o t e n t a d o s de C a r l o s c o n s i d e r a r o n
q u e estaba y e n d o demasiado lejos. P e r o Carlos m u r i ó en S77 y la polí-
4 7
tica normal siguió su c u r s o .

Carlos sí m a n t u v o la h e g e m o n í a sobre su aristocracia. Reforzó las


bases de p o d e r de susfideles m á s útiles, c o m o R o b e r t o de A n j o u , al
E L S I G L O C A R O L I N G I O , 751-887

m e n o s antes d e 858, o el m a r q u é s B e r n a r d o d e Gotia ( n u e v o n o m b r e


para Septimania), q u e fue su bastión d e a p o y o en el e x t r e m o sur c o n
posterioridad a 865. E n particular, p r o t e g i ó a Bosón ( m . 887), h e r m a -
n o d e la segunda esposa d e Carlos, Riquilda, n o m b r a d o chambelán d e
su hijo L u i s «el T a r t a m u d o » e n s u n u e v o s u b r e i n o d e A q u i t a n i a en
872, así c o m o c o n d e d e Bourges y Vienne; y , en 876, v i r r e y d e Carlos
en Italia y esposo d e la única hija d e Luis I I , E r m e n g a r d a . P e r o t a m -
bién p r i v ó d e honores a otros p o t e n t a d o s , según su criterio personal, y
los trasladó d e u n lugar a o t r o ; c u a n d o R o b e r t o m u r i ó l u c h a n d o contra
los vikingos, su hijo O d ó n n o h e r e d ó el Anjou y p e r d i ó o t r o s c o n d a -
d o s d e R o b e r t o en 868; y n o r e c u p e r ó el favor real hasta 882, c u a n d o
d e v i n o c o n d e d e P a r í s . D e forma similar, B e r n a r d o d e G o t i a , q u e se
rebeló en 878 c o n t r a Luis el T a r t a m u d o ( r e y de la Francia Occidental,
877-879), fue privado d e sus tierras y cargos, de m a n e r a sumaria, y n o
los recobró nunca. Carlos era g e n e r o s o con la tierra; concedió muchas
más haciendas en propiedad plena q u e los demás carolingios, y n o solo
48
beneficios; p e r o también los r e c u p e r ó c o n cierta facilidad.

Carlos también se arrojó a las complejidades d e la correado carolin-


4
gia y los ritos carolingios. A m p l i ó su palacio d e C o m p i é g n e ? c o m o
otro A q u i s g r á n , incluidos los edificios; creó alguna ceremonia o r i g i -
nal, c o m o c u a n d o a c o g i ó u n s í n o d o d e u n m e s d e d u r a c i ó n en P o n -
thion, en j u n i o - j u l i o d e 876, d e s p u é s d e su c o r o n a c i ó n i m p e r i a l ; al
principio lucía ropas francas, p e r o terminó con u n traje bizantino y u n a
corona. Y a p o d í a n percibirse ecos imperiales en el m á s sustancioso d e
sus m u c h o s capitularios, el Edicto d e Pitres, d e 87o, q u e parte en b u e -
na medida del Código Teodosiano (así c o m o , explícitamente, d e A n s e -
giso). Carlos estaba tan p r e o c u p a d o p o r el refinamiento administrati-
v o c o m o su p a d r e ; P i t r e s , p o r e j e m p l o , t a m b i é n s u p u s o u n a r e f o r m a
monetaria, q u e , a juzgar p o r los tesoros d e m o n e d a s , se p u s o en prácti-
ca c o n eficacia. Sus missi aún actuaban c o m o en los d í a s d e C a r l o m a g -
n o . Y Carlos t u v o u n a corte casi t a n llena d e intelectuales c o m o la d e
C a r l o m a g n o , incluido H i n c m a r o d e R e i m s , q u e escribió b u e n a p a r t e
de la legislación del r e y y s i e m p r e e s t u v o a m a n o p a r a los consejos
-—buscados o n o — , además d e escribir algunos d e los tratados políti-
cos más extensos d e su generación, así c o m o veinte años d e los Anales
de Sainz-Berdn* E l núcleo del g o b i e r n o d e Carlos n o se v i o socavado,
pese a todas sus dificultades financieras; y su ambición c o m o reformis-
ta e r a m á s compleja q u e la d e n i n g ú n o t r o carolingío posterior a 840,
Incluso C a r l o s el C a l v o , p o r e n d e , pese a los n u m e r o s o s p r o b l e m a s ,

t
E L L E G A D O D E ROMA

t u v o el r e i n o bajo su c o n t r o l e n la m a y o r í a de sentidos, con maneras


distintas a las empleadas p o r Luis el G e r m á n i c o y Luis II de Italia, pero
con u n resultado similar. El p r o y e c t o carolingio aun seguía funcionan-
d o a finales de la década de 870.

P e r o n o d u r ó u n a década m á s . E n 887-888, el i m p e r i o se escindió en


cinco reinos, c o n seis o siete pretendientes, solo u n o d e los cuales era
carolingio p o r vía masculina. E s t o se e n t e n d i ó c o m o u n final, incluso
entre los c o n t e m p o r á n e o s ; los Anales de Fulda hablan del acceso al p o -
50
der de los reguli, «reyezuelos». C o m o es de esperar, los historiadores
han b u s c a d o explicaciones e n el largo plazo, en su m a y o r í a referidas al
«ascenso» y la creciente a u t o n o m í a de grandes familias aristocráticas,
p u e s fueron estas las q u e p r o p o r c i o n a r o n los n u e v o s reyes de 888: el
«robertino» O d ó n de P a r í s , e n la F r a n c i a Occidental; el «widónida»
G u i d o de Spoleto, en la Francia Occidental y luego Italia; Luis, hijo de
Bosón, en la Provenza; el «unróquida» Berengario de Friuli en Italia; y
el «güelfow Rodolfo, de la familia de la reina Judit, en Burgundia. T o -
d a s estas, sin e m b a r g o , eran familias m u y p r ó x i m a s a los carolingios,
enlazadas p o r m a t r i m o n i o en los últimos tres casos (Luis y Berengario
t u v i e r o n m a d r e s carolingias). Solo u n o de ellos, además, tenía u n his-
torial c l a r a m e n t e m a r c a d o p o r la desleaitad: B o s ó n , q u e r o m p i ó con
toda la tradición carolingia en 879 y se declaró a sí m i s m o rey del valle
del R i n (solo d u r ó con tal título hasta 882, pues todos los carolingios se
combinaron en contra de él). E n los otros no se perciben signos de ha-
b e r buscado u n p o d e r independiente hasta la misma crisis de 887-888,
q u e les obligó a subir al centro del escenario.

L o q u e destruyó el p o d e r carolingio fue, sencillamente, la genealo-


gía. Siempre había habido u n n ú m e r o excesivo de carolingios, d a d o el
principio de división política q u e la familia había h e r e d a d o de su pasa-
d o m e r o v i n g i o . L o s g o b e r n a n t e s h a b í a n d e s a r r o l l a d o m é t o d o s para
excluir d e la sucesión a las r a m a s m e n o r e s , y a fuera mediante la fuerza
( c o m o con D r o g ó n , hijo d e C a r l o m á n I, o Bernardo, hijo de Pipino de
Italia), m e d i a n t e a c u e r d o s ( c o m o c o n A d a l a r d o y W a l a , satisfechos
con desempeñar papeles importantes en la corte de su p r i m o , o con el
conde Pipino de Beauvais,*' hijo de B e r n a r d o d e Italia, q u e de h e c h o
se convirtió en u n noble regional: sus herederos fueron los condes m e -
dievales m á s notables de la C h a m p a ñ a ) o mediante el e m p e ñ o crecien-
te de excluir a los hijos ilegítimos. Incluso con tales medidas, había ca-
EL SIGLO CAROLINGIO, 751-SS7 493

rolingios en g r a n n ú m e r o ; e n fecha y a tardía, c o m o 870, había o c h o


varones adultos q u e eran hijos legítimos de los carolingios, todos ellos
reyes o con la ambición de serlo; sin e m b a r g o , en 88 5 solo había u n o .
N i n g u n o de los hijos d e L o t a r i o t u v o h e r e d e r o s v a r o n e s legítimos;
tampoco Luis el G e r m á n i c o ; L u i s , hijo de Carlos el C a l v o , t u v o tres,
pero d o s habían m u e r t o e n 884 y el tercero, Carlos «el Simple», nacido
p o s t u m a m e n t e , solo tenía o c h o a ñ o s en 887. U n o p o r u n o , a m e d i d a
q u e los carolingios iban m u r i e n d o en la década de 880, el ú l t i m o hijo
2
s u p e r v i v i e n t e d e L u i s el G e r m á n i c o , C a r l o s «el G o r d o » , ' rey d e la
Alamania (87Ó-887, e m p e r a d o r en 881), h e r e d ó sus reinos hasta q u e
aglutinó d e n u e v o t o d o el imperio, en 884, p o r primera vez desde 840.
Carlos el G o r d o h a tenido mala prensa. Esto ha estado relaciona-
do, y lo estuvo en su m o m e n t o , con algunas actuaciones excesivamen-
te pragmáticas contra los vikingos, c o m o cuando O d ó n d e París r e p e -
lió m i l i t a r m e n t e u n g r a n asedio en 885-886, m i e n t r a s q u e C a r l o s les
pagó para q u e se marcharan; y, sobre t o d o , está teñida p o r la perspecti-
va posterior, p u e s fue d e r r o c a d o p o r su sobrino ilegítimo Arnulfo en
887, u n a s p o c a s semanas antes de su m u e r t e , e n 888. C a r l o s fue m á s
capaz d e lo q u e t o d o esto d a a entender. P e r o t o d o el m u n d o debía t e -
ner claro q u e era p r o b a b l e q u e el m u n d o c a m b i a r a , d a d o q u e C a r l o s
estaba enfermo y , p o r su parte, solo tenía un hijo, Bernardo, y este era
ilegítimo. ( B o s ó n también t u v o q u e haberlo visto venir en 879, pues la
mayoría de estos p r o b l e m a s genealógicos y a eran predecibles p o r e n -
tonces). Lotario II había pasado la m a y o r parte de su reinado t r a t a n d o
de legitimar a su hijo ilegítimo H u g o , tarea en la q u e fracasó, c o m o
v e r e m o s en el p r ó x i m o capítulo; Carlos el G o r d o n o t u v o rivales, p e r o
ni siquiera así p u d o convertir a B e r n a r d o e n su h e r e d e r o legal. H u g o ,
q u e a t o d a s luces tenía ambiciones reales, fue c a p t u r a d o p o r C a r l o s y
cegado en 885; esto, u n i d o a la sucesión de Arnulfo, significa que Ber-
n a r d o bien h a b r í a p o d i d o i n t e n t a r s u c e d e r i g u a l m e n t e (se r e b e l ó en
efecto contra A r n u l f o , y halló la m u e r t e , e n 891), p e r o Carlos no c a m -
bió las n o r m a s c o n la celeridad necesaria p a r a q u e los hijos ilegítimos
pudieran ser herederos reales n o r m a l e s . E n su lugar, intentó divorciar-
se, en 887, de su esposa Ricarda, c o m o había intentado hacer también
Lotario I I , para así casarse de n u e v o y b u s c a r hijos legítimos; fue e n -
tonces cuando Arnulfo, al q u e anteriormente se había m a n t e n i d o lejos
del p o d e r central, en la frontera carintia de la Baviera oriental, d i o u n
golpe de estado y se hizo con el t r o n o francooriental. Este golpe de es-
tado simplificó las decisiones de los nobles m á s p o d e r o s o s de las otras
494 E L LEGADO D E ROMA

secciones del i m p e r i o ; Arnulfo tenía cierto prestigio en la Francia O c -


cidental, la B u r g u n d i a e Italia, p e r o sus pretensiones genealógicas no
parecieron tan sólidas a la m a y o r í a de los actores políticos situados
fuera del reino oriental, y alguien tenía q u e gobernar. C u a n d o lo hicie-
r o n , fue con diverso g r a d o de eficacia; p e r o n o e m p l e a r o n la mayoría
de las prácticas políticas carolingias examinadas en este capítulo.
U n factor m á s i m p o r t a n t e que el «ascenso» de u n a aristocracia fue
su creciente regíonalización. Esto, paradójicamente, era reflejo del p o -
í3
der r e g i o . L o s reyes podían confiscar beneficios y oficios, honores, y
los nobles lo temían. L o h e m o s visto en las cartas de EginhardOj en la
década de 830; N i t a r d o , e n la década siguiente, es a ú n más claro al res-
pecto, p u e s t o d a la historia de 840-841 fue tan solo una g u e r r a fingida,
en la q u e Lotario y Carlos se r o n d a r o n m u t u a m e n t e intentando tentar
a los s e g u i d o r e s ajenos c o n p r o m e s a s , a m e n a z a s y u n a apariencia de
éxito futuro, q u e fuera lo bastante convincente c o m o para persuadir a
los nobles inquietos de q u e aceptaran p e r d e r honores temporalmente a
c a m b i o de a d q u i r i r m á s en el f u t u r o . El frustrado intento de Luis el
G e r m á n i c o de e n t r a r e n el reino de Carlos en 858 t u v o u n a estructura
similar. C a d a r e y q u e hacía lo m i s m o e s p e r a b a q u e se produjera un
cambio catalítico, tal q u e t o d o s los partidarios del rival acudieran en
tropel a las propias filas, c o m o sucedió en el C a m p o de las Mentiras en
S33; esto solo o c u r r i ó m u y r a r a m e n t e (8S7 es el ú n i c o paralelo), y lo
q u e sucedió en su lugar fue q u e , habitualmente, los partidarios de un
rey p e r d í a n sus honores e n las tierras del o t r o . Era m á s probable que
m a n t u v i e r a n las tierras q u e p o s e í a n en plena p r o p i e d a d , c o m o hizo
Matfrido de O r l e a n s en el caso d e ia tierra q u e su familia tenía en el
n o r t e de F r a n c i a , pese a q u e él siguió a Lotario hasta Italia en 834; e
i g u a l m e n t e u n g r u p o de aristócratas de F r a n c i a O r i e n t a l c u a n d o , en
8 6 1 , Luis el G e r m á n i c o los expulsó a b r u p t a m e n t e del poder. Esta tie-
rra podía estar m u y diseminada, c o m o en el caso del «unróquida" Eve-
rardo, m a r q u é s d e Friuli, e n Italia (padre de Berengario, futuro rey de
Italia, 888-924), c u y o t e s t a m e n t o de 863-864, realizado j u n t o con su
esposa Gisela, distribuye entre sus hijos e hijas una colección de libros
y ricos tesoros, p e r o también haciendas que van desde Italia, pasando
1
p o r la A l a m a n i a , hasta la actual Bélgica.*- T a l g r a d o de extensión fa-
vorecía la existencia de u n sistema político ú n i c o , c o m o se ha indicado
ya con respecto a los «widónidas». P e r o E v e r a r d o y Gisela concedie-
ron, al m e n o s a sus hijos m á s jóvenes, territorios geográficamente más
restringidos; t a m b i é n incluyeron disposiciones explícitas sobre lo que
E L S I G L O C A R O L I N G I O , 751-887
495

tal vez p o d r í a ocurrir si la tensión política obligaba a seguir dividiendo


sus tierras. D e resultas de lo anterior, la familia sé volvió m á s regional;
Rodolfo (m_ 892), h e r m a n o de Berengario, n o desarrolló su carrera en
Italia, sino en A r t o i s y el canal de la M a n c h a . D e m o d o similar, l o s
5
«güelfos», * cuyas tierras estaban tanto en la Alamania c o m o en la Bur-
gundia, en 858 tuvieron q u e elegir entre Carlos y Luis; es posible q u e
los q u e eligieron a Carlos c o n s e r v a r a n algunas de sus propiedades en
la Francia Oriental, p e r o en adelante sus carreras q u e d a r o n p o r c o m -
pleto limitadas a la Burgundia y su historia q u e d ó del t o d o separada de
la de sus h e r m a n o s y p r i m o s q u e p e r m a n e c i e r o n con Luis. Las tensio-
nes entre los carolingios, e n suma, c o n v e n c i e r o n a los aristócratas i m -
periales p r u d e n t e s q u e era m á s razonable tener los honores y las p r o p i e -
dades en u n solo r e i n o , y n o a m p l i a m e n t e diseminadas, c o m o h a b í a n
estado desde los tiempos de C a r l o m a g n o . C u a n d o los reinos redujeron
su t a m a ñ o , esto se acentuó aún más.

Los aristócratas siempre quisieron legar a sus hijos todos sus c e n -


tros de p o d e r : las posesiones de plena p r o p i e d a d , los beneficios, los
derechos sobre los monasterios, los c o n d a d o s . E s t o solo estaba g a r a n -
tizado para sus p o s e s i o n e s , p e r o y a en t i e m p o s d e C a r l o m a g n o , u n
aristócrata leal podía partir de q u e era probable q u e su hijo heredara el
56
condado. Así, p o r ejemplo, es probable q u e el c o n d a d o de P a r í s estu-
viera en m a n o s de u n a única familia entre las décadas d e 750 y 8 50; los
reyes se limitaron a elegir q u é h e r e d e r o sucedía. L o s hijos de Luis el
P i a d o s o , de h e c h o , t r a s l a d a r o n a m á s condes q u e su p a d r e y a b u e l o ;
pero t o d o s los carolingios reconocían q u e los hijos de los condes, p o r
lo general, debían obtener u n c o n d a d o en alguna p a n e ; y a medida q u e
la geografía de la política práctica se contrajo, bien podía haber ocurri-
do q u e esto se diera d e n t r o del c o n d a d o (o los condados) de su p a d r e , o
en las proximidades. A veces, los hijos d e los condes se peleaban con-
tra aquellos a q u i e n e s se les c o n c e d í a n los c o n d a d o s de sus p a d r e s ,
como ocurrió en la frontera oriental de B a v i e r a e n 882-884 (una zona
í7

ciertamente marginal y algo salvaje). T a m b i é n pesaba el recuerdo del


poder anterior: O d ó n de París r e c u p e r ó en 886 algunos de los c o n d a -
dos de su p a d r e en el L o i r a , p a s a d o s algo m á s d e v e i n t e a ñ o s de la
muerte de su padre; y en el m o m e n t o justo, d a d o q u e t o m ó el t r o n o d e
la Francia Occidental en 888. E s t o c o n t r i b u y ó a ú n m á s al proceso d e
regiónalización. R o b e r t o , el p a d r e de O d ó n , se había desplazado sin
diferencia de la Renania al Loira, en la década de 840, cuando los tras-
lados d e carrera a larga distancia aún eran n o r m a l e s ; p e r o en 858, el
6 E L L E G A D O DE ROMA
49

traslado de los «güelfos» a la Burgundia y a resultó más controvertido


y , en adelante, tales desplazamientos fueron raros o, si n o , se recibie-
r o n con reticencia, c o m o irrupciones de extraños. ( Q u i z á solo Bosón
fue u n contraejemplo, p u e s p a s ó de la Lotaringia al valle del Rin e Ita-
lia, p e r o él era h e r m a n o de u n a reina y, en c u a l q u i e r c a s o , también
r o m p i ó moldes en varios otros aspectos.) C u a n d o Carlos el G o r d o he-
r e d ó siete reinos separados, las distintas redes de p o d e r político siguie-
r o n a c t u a n d o visiblemente e n t o d o s ellos, o al m e n o s la mayoría; eri
esas fechas, para unificarlos se habría requerido u n a g u e r r a al estilo de
Carlos Martel, y Carlos el G o r d o n o tenía tiempo para eso. Los cami-
n o s se s e p a r a r o n de n u e v o en 888. Estas fueron las genuinas causas a
largo plazo de la disolución del i m p e r i o . N o hicieron q u e la disolución
fuera m á s p r o b a b l e , p e r o sí la convirtieron en posible, u n a vez que se
extinguieron los carolingios. P o r entonces, el sentido de u n a identidad
panimperíal ya solo estaba adscrito a la familia carolingia (y, para no
subestimarlo, a su convocatoria de ejércitos). P e r o las redes aristocrá-
ticas estaban preparadas para u n a nueva política regionalizada; y resul-
tó m u y o p o r t u n o , pues a eso se enfrentaban ahora.
*7

LOS I N T E L E C T U A L E S Y LA P O L Í T I C A

A u n a hora temprana, en una m a ñ a n a de finales de enero de 828, E g i n -


bardo se reunió con Hilduino de Saint-Denis, sentado frente al d o r m i -
torio de Luis el Piadoso en A q u i s g r á n , a la espera d e q u e el e m p e r a d o r
se levantara. Esta era la tarea de H i l d u i n o ; c o m o archicapellán i m p e -
rial, c o n t r o l a b a oficialmente el acceso a L u i s . P e r o E g i n h a r d o había
venido a v e r al p r o p i o H i l d u i n o . C h a r l a r o n mientras miraban el resto
del palacio p o r la alta ventana; quizá la misma ventana q u e N o t k e r , e n
la década de 880, afirmó q u e había construido C a r l o m a g n o para p o d e r
ver q u é estaba p a s a n d o e n t o d a s partes (véase el capítulo 1 0 ) . P e r o
Eginhardo quería ajustar las cuentas c o n Hilduino.'
En 826, Hilduino había iniciado u n a m o d a de c o m p r a de reliquias
de R o m a , tras hacerse con el c u e r p o de san Sebastián para u n o de sus
monasterios, el de San M e d a r d o , e n Soissons. E n 827, E g i n h a r d o le
había imitado, con la ayuda de u n tratante y ladrón profesional, el diá-
cono r o m a n o D e u s d o n a , y había enviado a su p r o p i o n o t a r i o , Ratíei-
co, a robar los cuerpos de san Marcelino y san P e d r o de su tumba, sita
en la Via Labicana, fuera d e R o m a , c o n el encargo de llevarlos al norte.
Después de q u e Ratleico cruzó los Alpes, ya no tenía q u e esconderlos
más, y , en procesión pública y ante m u c h e d u m b r e s de e s p e c t a d o r e s ,
los llevó a la Alemania central, d o n d e radicaban la mayoría de las p r o -
piedades de E g i n h a r d o . Las llevó a la iglesia de destino, en la residen-
cia a la q u e E g i n h a r d o planeaba retirarse, e n Michelstadt, en el b o s q u e
de O d e n w a l d ; p e r o a los santos n o les g u s t ó el lugar y , e n sueños, p i -
dieron q u e los trasladara a la otra iglesia de E g i n h a r d o e n Seligenstadt,
cerca de Francfort, q u e E g i n h a r d o arregló según correspondía. A p a r -
tir de este m o m e n t o empezaron a producirse milagros sanadores, q u e
habían continuado sin interrupción, y a m e n u d o e n grandes n ú m e r o s ,
hasta q u e E g i n h a r d o escribió su r e l a t o de estos h e c h o s , a finales de
830. P e r o H u n o , sirviente d e Hilduino, q u e había a c o m p a ñ a d o a R a t -
49» E L L E G A D O D E ROMA

leico a R o m a , le había r o b a d o a este u n a p a r t e d e san Marcelino- y


c u a n d o E g i n h a r d o se r e u n i ó con H i l d u i n o , ya se había difundido el
r u m o r de q u e este tenía los d o s cuerpos e n San M e d a r d o . El rumor era
casi m á s g r a v e q u e el h e c h o , p o r la reputación de E g i n h a r d o y de sus
propias reliquias; E g i n h a r d o tenía q u e recuperarlos. A regañadientes
Hilduino admitió q u e tenía a Marcelino (hay q u e tener en cuenta q u e

E g i n h a r d o escribió esta versión después de q u e H i l d u i n o perdiera la


gracia, e n o c t u b r e de 830). Las reliquias se trasladaron de Soissons a
A q u i s g r á n , y E g i n h a r d o las recibió en abril de 828. Allí, ciertamente,
se i n v i r t i e r o n los r u m o r e s , p u e s ahora — e n cierto s e n t i d o , gracias a
H i l d u i n o — las reliquias de E g i n h a r d o estaban e n el centro del impe-
rio; s e g ú n afirma E g i n h a r d o , fueron recibidas p o r m u l t i t u d e s y los
propios reyes, Luis y Judit, las visitaron y les concedieron regalos. Los
milagros se r e a n u d a r o n y c o n t i n u a r o n después de q u e E g i n h a r d o vol-
vió a unir los d o s conjuntos d e reliquias en Seligenstadt, a finales del
ano- E g i n h a r d o le sacó c u a n t o p a r t i d o p u d o ; Marcelino siguió un ca-
m i n o m u y largo hasta reunirse con su c o m p a n e r o de santidad. Al poco
de la P a s c u a , según c o m e n t a felizmente E g i n h a r d o , su a m i g o , el bi-
bliotecario d e palacio G e r u a r d o , se alojaba fuera de la ciudad y le puso
al corriente de las noticias de palacio: «En la actualidad, los cortesanos
h a b l a n s o b r e t o d o de los signos y m i l a g r o s q u e están o c u r r i e n d o en
casa d e E g i n h a r d o p o r mediación de los santos,..». T u v o q u e ser uno
de los m o m e n t o s culminantes de su vida.
1
Este relato hace hincapié en la importancia del palacio, la impor-
tancia del ritual público y la importancia de los intelectuales en el mun-
do político carolingio, p u e s E g i n h a r d o fue el biógrafo de Carlomagno
y había sido u n pilar de la sociedad cortesana durante tres décadas, en
aquel m o m e n t o ; e Hilduino no era n i n g ú n erudito de segunda: en 828
acababa de traducir al latín u n dificultoso texto g r i e g o , las obras de san
D i o n i s i o s (es decir, S a i n t - D e n i s ) , e n v i a d a s a L u i s p o r el emperador
bizantino Miguel I I . E n este capítulo n o s o c u p a r e m o s de las tres cues-
tiones m e n c i o n a d a s , sucesivamente, y luego d e algunas de sus conse-
cuencias.
El palacio real o imperial, y a fuera en Aquisgrán u o t r o lugar, era
el n ú c l e o y c e n t r o político de las tierras carolingias, u n r e m o l i n o de
actividad; y también de r u i d o , según lamenta Pascasio R a d b e r t o en su
VidaAt A d a l a r d o de C o r b i e . T o d o s los q u e tenían un .papel en la polí-
tica tenían q u e acudir allí c u a n d o los l l a m a b a n , lo cual en el caso dé
E g i n h a r d o ocurría a m e n u d o ; toda víctima q u e buscara la justicia real
LOS INTELECTUALES Y LA POLÍTICA 499

debía acudir asimismo allí, para ser i n t e r r o g a d a p o r el archicapellán o


el conde del palacio, quien determinaba si era preciso q u e interviniera
el rey. C o m o de c o s t u m b r e c o n los carolingios, esta era u n a tradición
raerovingia, pero acentuada, al p a r q u e sistematizada. El tratado De la
organización delpalacio, de H i n c m a r o (o A d a l a r d o ) , e n u m e r a los fun-
cionarios de palacio, encabezados p o r el archicapellán (al cargo de las
cuestiones de la iglesia) y el archicanciller (al cargo del d e p a r t a m e n t o
de escritura), p o r o r d e n , hasta llegar a los cazadores y el halconero; y
casi t o d o hace pensar q u e se trataba en efecto de u n a v e r d a d e r a jerar-
quía, a u n q u e siempre se la podía modificar, c o m o c u a n d o B e r n a r d o de
Sepómania, en su calidad de chambelán en 829-830 (jefe d e la cámara
de la reina, y el cuarto en la jerarquía de los funcionarios, según H i n c -
m a r o / A d a l a r d o ) , fue visto c o m o el « s e g u n d o p o r detrás del rey», esto
es, de L u i s . Notker,* a u n q u e nunca fue a la c o r t e , podía imaginar q u e
la jerarquía de palacio se p r e s e r v a b a e n la etiqueta d e las c o m i d a s : a
Carlomagno lo servían duques, a los duques los servían condes y otros
nobles, y así se descendía p o r la escala, pasando p o r los eruditos de la
corte y los diversos grados de funcionarios de palacio. L a corte, desde
luego, t u v o u n a etiqueta de c o n d u c t a , siempre cambiante, q u e n i n g ú n
político con aspiraciones p o d í a arriesgarse a n o c o n o c e r . Y tenía u n a
4
red de patrocinio explícita y organizada. H i n c m a r o / A d a l a r d o incluso
suponía — s i n d u d a , con exceso de e s q u e m a t i s m o — q u e se n o m b r a b a
de forma deliberada a funcionarios d e diversas regiones, de m o d o q u e
todo el m u n d o pudiera u s a r a u n pariente o, al m e n o s , a alguien de su
localidad para facilitar el acceso al palacio. N o t k e r imaginaba que, a la
muerte d e u n obispo, todos los pretendientes al puesto adelantaban sus
nombres p o r m e d i o de las personas m á s próximas al emperador. E g i n -
hardo, a u n q u e no fue nunca ( s e g ú n parece) u n e m p l e a d o de palacio en
un sentido formal, actuó habitualmente c o m o mecenas y, en sus cartas,
aparece a m e n u d o solicitando cuestiones a los reyes, y a fuera p o r vía
directa o mediante los q u e ocupaban cargos concretos en ese m o m e n -
to, p o r ejemplo para a p r o b a r el n o m b r a m i e n t o de u n arzobispo o abad,
o la renovación d e u n beneficio, o simplemente escuchar u n a petición.
Era u n m u n d o de favores, competitivo y a m e n u d o falto de escrúpulos,
estructurado según procedimientos de la corte.

Así, el palacio era u n c e n t r o d e reparto político, de carácter m u n -


dano (y c o r r u p t o , y también vicioso). P e r o también era el centro m o -
ral del i m p e r i o , en p a r t i c u l a r d e s p u é s d e 780, a p r o x i m a d a m e n t e ,
1

cuando C a r l o m a g n o abrazó la tarea de la correctio m o r a l . N o p o r azar,


E L L E G A D O D E ROMA

el principal funcionario d e palacio, con los carolingios, se ocupaba de


¡os asuntos d e la iglesia: e r a n la m a y o r i n q u i e t u d de la c o r t e . Luis el
P i a d o s o fue u n sacerdote, m á s a ú n q u e u n r e y , al m e n o s en el sentido
de q u e p r o m o v i ó el estudio religioso, según u n o de sus biógrafos. Car-
lomagno instituyó el a y u n o penitencial en la corte, c o m o vimos al em-
pezar el anterior capítulo, q u e e x t e n d i ó a t o d o el imperio en 805, con
miras a combatir u n a h a m b r u n a ; Luis hizo lo m i s m o en S23 , para hacer
frente a u n o s augurios negativos. El tratado irlandés del siglo v n Sobre
los doce abusos del mundo circuló m u y ampliamente p o r la E u r o p a caro-
lingia, y el n o v e n o a b u s o , «el r e y injusto», afirmaba q u e cuando los
reyes eran opresivos e injustos, y n o defendían a la iglesia, ello causaba
ú
h a m b r e , invasiones y ruina. U n a serie de escritores del siglo i x com-
pusieron tratados para reyes sobre la materia del g o b i e r n o justo, trata-
dos que culminan en De la persona y ministerio del rey, de Hincmaro; y
la m a y o r í a citan el n o v e n o a b u s o , al par q u e fragmentos extensos del
A n t i g u o T e s t a m e n t o . Sostenían q u e el rey debía empezar p o r contro-
larse a sí m i s m o y su p r o p i a c o n d u c t a , antes de p o d e r g o b e r n a r ade-
c u a d a m e n t e a-otros p o r m e d i o d e la ley y su ejecución práctica. T o d o
el imperio estaba en peligro si n o lo hacía así. El r e y / e m p e r a d o r podía
n o m b r a r a sus obispos (este derecho nunca estuvo en tela de juicio du-
rante el p e r í o d o carolingio), p e r o estos, en cambio, eran los responsa-
bles d e c o n t r o l a r el m u n d o m o r a l , lo q u e incluía las acciones del rey,
tanto privadas c o m o públicas. A m e n u d o , los obispos se t o m a r o n este
papel m u y e n serio, en particular en los a ñ o s críticos de 829-834 y el
p e r í o d o d e g u e r r a civil d e 840-843, c u a n d o era o b v i o q u e el bien pú-
blico estaba siendo a m e n a z a d o .

Las funciones políticas y morales del palacio n o tenían p o r qué es^


tar en contradicción. Lo laico y lo espiritual podían verse c o m o ámbi-
tos q u e funcionaban de u n m o d o m u y similar. E g i n h a r d o consideraba
a san Marcelino y san P e d r o c o m o sus p a t r o n o s espirituales, de igual
m o d o q u e los emperadores eran sus p a t r o n o s seculares; y el sufrimien-
to causado p o r la m u e r t e d e su esposa I n m a en 83o se a g r a v ó aún más
al c o m p r e n d e r q u e sus protectores espirituales le habían fallado, al no
7
responder a sus plegarias. Así, en m o m e n t o s de crisis, el m u n d o caro?
fingió podía q u e d a r abierto al pánico m o r a l . D a d o el elevado perfil po-
lítico de las reinas, la p e r m a n e n t e ambigüedad del poder femenino y el
n u e v o hincapié en la m o r a l i d a d personal, n o es de extrañar q u e mu-
chos de estos casos de pánico se centraran en la sexualidad d e la reina.
Las hijas de C a r l o m a g n o , q u e dirigieron el palacio en los últimos años
LOS INTELECTUALES Y LA POLÍTICA

de vida de este, fueron acusadas de fornicación en 814 (al igual q u e el


propio C a r l o m a g n o ) . Judit fue acusada de cometer adulterio con Ber-
nardo en 830, acusación q u e se repite en todas las narraciones del p e -
ríodo, favorables u hostiles — t u v o q u e ser u n a incriminación m u y
d e s t a c a d a — ; P a s c a s i o R a d b e r t o t e o r i z ó al r e s p e c t o en la d é c a d a d e
afirmando q u e s u p o n í a u n a inversión c o m p l e t a del buen o r d e n
del m u n d o , signo sobre t o d o de q u e Luis el P i a d o s o , incapaz de con-
trolar su palacio, no era apto para g o b e r n a r . Lotario II acusó a su e s p o -
sa T e u t b e r g a de sodomía e incesto (véase m á s abajo); Carlos el G o r -
d o , a su m u j e r R i c a r d a , d e a d u l t e r i o n u e v a m e n t e c o n su p r o p i o
consejero principal, en este caso el obispo L i u m a r d o de Vercelli; t a m -
bién a U o t a , esposa d e Arnulfo, se la acusó d e ser adúltera. Seria e r r ó -
neo v e r estas incriminaciones — t o d a s ellas d u d o s a s , salvo la p r i m e -
r a — c o m o s i g n o s d e q u e la f u n c i ó n p o l í t i c a d e las r e i n a s e s t a b a
amenazada; era precisamente lo d e s t a c a d o de su perfil, y n o su debili-
8
dad, lo q u e las exponía a las críticas. La tradición merovingía, con sus
rosas reinas m a d r e s , n o fue tan manifiesta en el p e r í o d o carolin-
gio, d a d o q u e pocos gobernantes eran niños en el m o m e n t o de acceder
al t r o n o (a finales del siglo x , estos casos serían m á s n u m e r o s o s ) ; p e r o
las reinas carolingias fueron m á s notorias, en vida de sus m a r i d o s , de
lo q u e lo fueron s u s p r e d e c e s o r a s m e r o v i n g i a s , A la i n v e r s a , salvo
cuando los propios reyes intentaban — q u i z á con i m p r u d e n c i a — utili-
zar la i m p u r e z a de la reina c o m o excusa para el d i v o r c i o , en realidad
todas estas acusaciones tenían c o m o blanco principal n o a la reina, sino
al rey o e m p e r a d o r , cuya capacidad c o m o corrector de su p u e b l o q u e d a -
ba así c r u e l m e n t e en evidencia. El c o n t r o l , o la apariencia de control,
era necesario en t o d o m o m e n t o .

T a n t o en la a r m o n í a c o m o en la tensión mediaban ritos complejos,


ya fueran regulares ( c o m o con el ceremonial asociado con asambleas o
celebraciones d e la Pascua) o específicos para la ocasión. E g i n h a r d o ,
en la p r i m e r a ocasión en q u e llevó sus santos a Seligenstadt, p r e p a r ó
«las cosas q u e el ritual estipula para la recepción d e los cuerpos de los
9
santos» y luego ofició d o s misas. C u a n d o recuperó a san Marcelino de
manos de Hilduino, este último organizó un coro p a r a q u e cantara u n a
antífona; l u e g o el g r u p o d e E g i n h a r d o p r o c e d i ó , c a n t a n d o , hacia su
propia capilla, q u e atrajo a una gran m u c h e d u m b r e ; c u a n d o reunió los
cuerpos de n u e v o en Seligenstadt, d i s p u s o de n u e v o el p r o c e s o con
todo cuidado. Según su propia versión, claro está, y el matiz es i m p o r -
tante: p o r q u e el ritual era s i e m p r e u n m e d i o de p r e s e n t a c i ó n p r o p i a
J02 EL LEGADO D E ROMA

( E g i n h a r d o quería asegurarse de q u e nadie podría p o n e r e n duda que


los santos le p e r t e n e c í a n y se les había d a d o el t r a t o a d e c u a d o ) y en 7

esta, distintos o b s e r v a d o r e s p o d í a n extraer lecturas distintas. U n o de


los ritos laicos m á s complejos para expresar la «regiedad» y el orden
10
real era cazar con r e g u l a r i d a d ; es algo q u e aparece con una frecuen-
cia casi obsesiva en los anales del reinado de Luis el Piadoso, p o r ejem-
plo, en particular después de acontecimientos principales; y es signifi-
cativo q u e , s e g ú n E g i n h a r d o , L u i s se fuera a cazar justo después de
haber visto las reliquias de este e n 8 28. Así, es interesante q u e los Ana-
les de Saint-Bertin n o m e n c i o n e n cacerías en los a ñ o s de 830-834; no
p o r q u e Luis n o cazara entonces ( u n o de sus biógrafos afirma, expresa-
m e n t e , q u e en efecto lo hizo en 83 r y S34), sino p o r q u e el analista no
juzgaba a p r o p i a d o m e n c i o n a r u n rito de orden d u r a n t e u n período de
crisis, incluso a pesar de q u e el p r o p i o Luis, es de suponer, intentó pre-
sentar el a n o d e 8 3 1 , p o r ejemplo, c o m o u n tiempo sin especial nove-
dad. L a s d o s penitencias d e L u i s , en 822 y 8 3 3 , e r a n particularmente
propensas a ser leídas de m o d o s d i v e r s o s . " E n 822, en Attigny, realizó
u n a p e n i t e n c i a v o l u n t a r i a cuya o r q u e s t a c i ó n c o n t r o l a b a él mismo,
para cauterizar la h e r i d a causada p o r la m u e r t e de B e r n a r d o de Italia;
p e r o ¿puso e s t o e n v e r d a d fina la cuestión? E n 833, la m u e r t e de Ber-
n a r d o seguía estando tan v i g e n t e c o m o siempre en la acusación p r o -
puesta p o r los obispos d e Lotario; era c o m o si A t t i g n y no hubiera ocu-
r r i d o . P o r su p a r t e , en su Vida d e A d a l a r d o , P a s c a s i o R a d b e r t o no
podía hacer caso o m i s o d e Artigny, pues ello había traído a Adalardo
de regreso a la corte; p e r o sí p u s o en d u d a hasta q u é p u n t o Luis había
controlado el rito: «todos c o n t e m p l a r o n su buena disposición y perci-
b i e r o n su mala disposición». L u i s se había m a r c h a d o a u n limbo en
822, y p r o b a b l e m e n t e con éxito en su m o m e n t o ; pero la hostilidad y la
perspectiva posterior podían concebirlo c o m o u n fracaso que condujo
directamente a la penitencia p o r su d e s t r o n a m i e n t o en 833. Esta últi-
ma, en u n a inversión q u e resulta interesante, fue descrita c o m o volun-
taria p o r los e n e m i g o s de Luis, p e r o c o m o forzada, y p o r e n d e inváli-
da, p o r parte de sus amigos.

T o d o s los grandes acontecimientos del período carolingio, tanto si


implicaban r i t o s c o m o si n o , fueron r e e l a b o r a d o s p o r los escritores
p a r a p o n e r d e manifiesto cuestiones políticas de esta í n d o l e : o bien
a p o y a b a n o bien s u b v e r t í a n el b u e n o r d e n del i m p e r i o . E s t o supone
q u e , c o n n o t a b l e frecuencia, resulta imposible e n t r a r e n detalle en lo
q u e ocurrió «en realidad». E n cambio, existen pruebas abundantes de
LOS INTELECTUALES Y LA POLÍTICA

que el siglo i x fue un período en el q u e el terreno ceremonial — l a esfe-


ra pública, p o d r í a m o s decir (los p r o p i o s carolingios usaban repetida-
mente el términopuhlicus)— era particularmente amplio e i m p o r t a n t e .
Era un terreno q u e d e b í a n reclamar t o d o s los participantes políticos,
aun c u a n d o estos (o estas) n o p u d i e r a n c o n t r o l a r p l e n a m e n t e las p e r -
cepciones de los espectadores de cada acto ritual, d a d o q u e eran los
espectadores los q u e , a la postre, determinarían si el acto había funcio-
nado c o m o debía o n o . Siempre tenía q u e existir u n proceso de n e g o -
1
c i a c i ó n / Así, esta es la r a z ó n , p o r ejemplo, d e q u e C a r l o s el C a l v o ,
terminara los actos del s í n o d o de 87o en P o n t h i o n — d e d i c a d o en
13

buena m e d i d a a casos de la corte eclesiástica— con u n procedimiento


complejo q u e p r e t e n d í a h a c e r real a n t e los francos el h e c h o d e q u e
ahora él era el emperador; vistió c o r o n a y ropa bizantina, c o m o v i m o s
en el capítulo anterior, l u e g o los legados papales fueron a buscar a la
reina Riquilda, con su propia corona, y luego los mismos legados ofi-
ciaron la liturgia de conclusión. ¿Fue eficaz? H i n c m a r o , q u e redactó la
noticia para los Anales de Saint-Benin, se m o s t r ó m u y hostil con la m a -
yoría de las decisiones del s í n o d o , p e r o a todas luces q u e d ó impresio-
nado p o r el ritual: él m i s m o fue a u t o r de complejos rituales de c o r o n a -
ción y p o d í a c o m p r e n d e r la e s t r u c t u r a i n t e r n a y las raíces d e aquel
acto. E n cambio, el cronista de los Anales dt Fulda—que, en cualquier
caso, era contrario a Carlos y, además, escribía desde la Francia O r i e n -
tal, d o n d e se sabía m u c h o m e n o s del imperio b i z a n t i n o — despachó las
«cosnimbres griegas» de C a r l o s en d o s líneas; p e r o el público al q u e
Carlos pretendía llegar estaba formado p o r h o m b r e s c o m o H i n c m a r o ,
no c o m o los francos orientales; y para aquellos, t u v o un éxito conside-
rable.

Esta arena política, extensa y moralizada, también estaba p o b l a d a


por intelectuales, al m e n o s tres generaciones de ellos, desde q u e C a r -
l o m a g n o e m p e z ó a p r o t e g e r l o s e n la d é c a d a de 780. Este g r u p o , for-
mado (casi exclusivamente) p o r h o m b r e s , es lo q u e de verdad caracte-
riza al período carolingio c o m o a l g o distinto de sus. p r e d e c e s o r e s ; e n
otros ámbitos, el m u n d o político-cultural de los siglos vi a principios
del v n seguía siendo plenamente operativo. P a r a la práctica política d e
Occidente en el siglo i x , los intelectuales fueron m á s importantes de lo
que nunca volverían a ser en la E d a d Media ( o , c o m o m í n i m o , iguala-
ron el p u n t o m á s alto de i m p o r t a n c i a ) ; y el siglo i x se e q u i p a r ó a la
Revolución Francesa en c u a n t o foco d e actividad política intelectual
colectiva. Esto n o hizo q u e los participantes políticos se c o m p o r t a r a n
E L L E G A D O D E ROMA

mejor, desde l u e g o , p e r o incrementó m u c h o la diversidad de excusas y


autojustificaciones para la mala conducta, rasgo q u e también caracte-
rizó al p e r í o d o . H a b e r contado con u n a educación ya era bastante, sin
más, para destacar. Ello no quiere decir que los aristócratas n o desde-
4
ñaran a las p e r s o n a s de baja c u n a , ' c o m o ocurre con el arzobispo Ebón
de R e i m s , objeto de neta hostilidad p o r parte de T e g a n o , biógrafo de
Luis el P i a d o s o , que le reprocha haber nacido entre siervos (según T e -
g a n o ) ; o con L i u t u a r d o d e Vercelli, c o m p a r a d o c o n el malvado Aman
de la Biblia p o r u n o de los cronistas de los Anales de Fulda; y los dos
terminaron su carrera política en desgracia, además: E b ó n fue u n o de
los p o c o s q u e t u v o q u e sufrir u n castigo p o r h a b e r a p o y a d o a Lotario
en 833-834. A h o r a bien, n i n g u n o d e ellos era u n autor de primer or-
den. Sin e m b a r g o , la educación y la inteligencia vincularon a Eginhar-
do o el p o e t a y liturgista W a l a f r i d o E s t r a b ó n , de o r í g e n e s relativa-
m e n t e h u m i l d e s , con a u t é n t i c o s aristócratas c o m o R á b a n o Mauro,
H i n c m a r o o el teólogo Godescalco (m. h . 8Ó9: fue a m i g o de Walafri-
d o , p e r o e n e m i g o de R á b a n o e H i n c m a r o ) , así c o m o , p o r descontado,
con recién llegados d e Inglaterra, Irlanda o Hispania, sin raíces en las
tierras francas, desde A l c u i n o y T e o d u l f o al principio del período ca-
rolingio, al teólogo J u a n Escoto Erígena ( m . h . 877), al final.

P a r t e d e este sentimiento de colectividad p r o c e d í a de haber sido


educados j u n t o s , en la propia A q u i s g r á n , o en T o u r s , C o r b i e , St. Ga-
llen o F u l d a ( d o n d e r e c i b i e r o n s u f o r m a c i ó n E g i n h a r d o , Rábano,
Walafrido y Godescalco), o cualquier o t r o de las dos docenas de cen-
M
tros activos a d i c i o n a l e s . P e r o en b u e n a parte se debía a q u e aquellos
autores tenían u n a c o m u n i d a d d e conocimientos, de la Biblia, el dere-
c h o canónico, Virgilio, A g u s t í n , G r e g o r i o M a g n o , I s i d o r o , Beda y el
resto de los padres de la iglesia latina: t o d o s ellos sabían de q u é habla-
b a n los d e m á s . Y podían partir del hecho de q u e sus iguales también lo
sabían; c o m o h e m o s visto, los aristócratas t e n í a n q u e h a b e r recibido
u n a instrucción en letras para p o d e r actuar políticamente en este perío-
d o . H i n c m a r o podía escribir textos m u y eruditos para Carlos el Calvo,
c o n la expectativa de q u e él entendería las alusiones; C a r l o s también
buscó libros p o r p r o p i a iniciativa, c o m o c u a n d o el abad L u p o de Fer-
riéres ( m . 862), u n o d e sus estudiosos m á s leales, le envió u n sermón
de A g u s t í n contra el perjurio. L o s nobles tenían bibliotecas; en el testa-
m e n t o del m a r q u é s E v e r a r d o de Friuli, de 863-864, había Biblias, co-
mentarios bíblicos, v a r i o s libros de D e r e c h o (incluido, probablemen-
te, u n o q u e le había p r o p o r c i o n a d o L u p o ) , obras de Vegecio, Agustín
LOS INTELECTUALES Y LA POLÍTICA

e Isidoro, varias vidas de santos, dos o tres historias y o t r o s varios l i -


1G
bros. E n su mayoría, no eran textos del siglo i x , p e r o d o c u m e n t a n los
mismos intereses q u e es fácil d e m o s t r a r q u e m o v í a n a nuestros autores
del siglo i x . Había u n a c o m u n i d a d intelectual compartida q u e iba m u -
cho más allá de los escritores del tiempo.
Esta c o m u n i d a d podía s o s t e n e r a l g u n a s i n t e r v e n c i o n e s t e ó r i c a s
bastante e l a b o r a d a s . H a c í a finales de 828, L u i s el P i a d o s o c o n v o c ó
cuatro concilios eclesiásticos para el a n o siguiente, en Maguncia, París,
Lyon y T o u l o u s e , para analizar la «cólera de Dios» — a l g ú n desastre
natural n o especificado— y c ó m o se la podría aplacar. Según el Epita-
fio de Arsenio^ c o m p u e s t o p o r P a s c a s i o R a d b e r t o ( u n a biografía d e
Wala, en forma dialogada y a m e n u d o oscura), esto suponía peticiones
específicas de consejo. W a l a r e s p o n d i ó c o m o era de esperar, con u n a
sckedula q u e p r e s e n t ó f o r m a l m e n t e en u n o d e los concilios de 829; al
parecer, esta criticaba elecciones episcopales q u e n o eran canónicas y
el control secular de tierras de la iglesia. Es interesante r e c o r d a r q u e
Eginhardo p r e s e n t ó a L u i s , casi al m i s m o tiempo, u n opúsculo de capi-
tula q u e es m u y probable también respondiera a la misma petición g e -
neral de opiniones. N o lo c o n s e r v a m o s , p e r o sí el sumario de un o p ú s -
culo similar, c o m p u e s t o en el círculo de E g i n h a r d o hacia el m i s m o
tiempo, q u e denuncia la opresión y t o d o el espectro de pecados habi-
tuales, en particular el odio y la desconfianza; es un conjunto genérico
de malas acciones, sin d u d a , y quizá m e n o s útil para L u i s , p e r o sin
17
duda era sincero p o r parte de E g i n h a r d o . E n u n m a r c o extravagante,
Eginhardo atribuye la s e g u n d a crítica al d e m o n i o W i g ó n , q u e habla
por boca de u n a chica poseída; y los capitula a, ni m á s n i m e n o s , el a r -
cángel G a b r i e l , q u e se aparece en u n s u e ñ o (bajo la apariencia d e san
Marcelino) a u n h o m b r e c i e g o , c u r a d o p o c o antes en Seligenstadt. La
decisión de Luis de animar el debate permitió q u e llegaran críticas d e s -
de algunas fuentes inusuales.

N o d e b e m o s exagerar el éxito de esta clase de iniciativas discursi-


vas, sin e m b a r g o , E g i n h a r d o comenta, con pesar, q u e «de todas las c o -
sas q u e este librito le o r d e n ó o instó a hacer, [Luis] se p r e o c u p ó p o r
cumplir m u y pocas». El concilio de 829 en París e n u m e r ó muchas c o -
sas que podían y debían hacer tanto el pueblo franco c o m o el rey, p e r o
lo q u e Luis h i z o en realidad fue n o m b r a r a B e r n a r d o d e Septimania
como c h a m b e l á n , u n r e m e d i o p e o r q u e la e n f e r m e d a d , a juicio d e la
mayoría de observadores. W a l a ( a u n q u e n o E g i n h a r d o ) se pasó al o t r o
bando y, junto c o n Pascasio, estuvo en el lado de Lotario en el C a m p o
E L L E G A D O P E ROMA

de las Mentiras; p e r o el derrocamiento temporal de Luis no tranquilizó


en absoluto a W a l a . L a versión de Pascasio los muestra, a él y a WaJa,
atónitos ante la facilidad con la q u e el ejército de Luis se disolvió: «ha-
bían h u i d o p o r todas partes, c o m o los polluelos bajo el ala ... sin corisea
jo serio ni disposición c u i d a d o s a » , y, lo p e o r d e t o d o , ¡sin seguir las
indicaciones de W a l a ! E s t o equivale a decir q u e los aristócratas no se
lo estaban t o m a n d o con la seriedad debida; q u e simplemente participa-
ban en la política, p e r o sin considerar sus implicaciones morales. Esta
sería también una queja c o m ú n entre los intelectuales en tiempos pos¿
teriores de transformación política. C o m o fuere, los eruditos elabora-
ron los d o s lados de las c e r e m o n i a s clave de 8 3 3 - 8 3 4 ; ' * A g o b a r d o de
L y o n esbozó parte de las acusaciones centrales contra Luis en su penfc
tenria forzosa d e 83 3; tras la restauración de Luis, el emperador hizo
q u e sus obispos y abades pusieran p o r escrito su p r o p i a versión de la
crisis de 8 3 3 - 8 3 4 , y dispuso q u e se leyera formalmente en voz alta en la
asamblea de Thionville, e n 83 5; entre tanto, en 8 3 4 Rábano Mauro ha-
bía escrito u n tratado sobre los deberes de los hijos, que Luis repitió eti
instrucciones enviadas a Lotario, en Italia, en 836- T a n t o si los poteftr
fados se regían sobre t o d o por la realpolitik c o m o si no, sintieron una
necesidad clara de expresar sus decisiones políticas en términos mora-
les, y, de resultas de ello, los escritores intentaron a r g u m e n t a r al re&¿
pecto. P a s a d o u n d e m p o , N i t a r d o , L u p o y más adelante Hincmaro ha¿
rían lo m i s m o para Carlos el Calvo.

La educación d e las élites carolingias, cada vez más compleja, ¿preten-


día ser inclusiva o exclusiva? N o está del todo claro. C u a n t o más refi-
n a d o era el latín empleado p o r los estratos más educados, m á s se aleja-
b a del r o m a n c e hablado p o r la e n o r m e mayoría de la población délas
t o n a s occidental y m e r i d i o n a l del i m p e r i o ; e n su forma m á s antiguáj
fueron p r e c i s a m e n t e los a u t o r e s del p e r í o d o carolingio los que, por
p r i m e r a vez, e m p e z a r o n a v e r el francés c o m o una lengua distinta. Y
un porcentaje elevado de la élite carolingia hablaba alemán; los textos
del siglo í x , p o r primera vez, describen a determinadas personas como
7
b i l i n g ü e s / incluidos C a r l o m a g n o , Luis el Piadoso y W a l a , lo queim?
plica q u e u n g r a n n ú m e r o de otras personas n o poseían tal condición!
( E g i n h a r d o q u e d ó m u y impresionado p o r el hecho de que el demonio
W i g ó n hablara en latín, d a d o q u e la chica a la q u e p o s e y ó solamente
h a b l a b a a l e m á n , ) P o d r í a ser q u e el refinado latín de n u e s t r o s textos
LOS INTELECTUALES Y LA POLÍTICA

fuera tan solo una lengua de la corte y los clérigos, u n «mandarín», q u e


se p r o n u n c i a r í a en u n m o d o cada vez m e n o s afrancesado p o r la i n -
fluencia anglosajona de Alcuino; y, p o r lo t a n t o , deliberadamente o s -
curo para la mayoría, incluida a q u í hasta la m a y o r í a d e los aristócra-
10
t a s . P e r o al m e n o s e n t r e la a r i s t o c r a c i a h a y d a t o s c l a r o s d e u n
conocimiento m á s general del latín. L u p o d e Ferriéres p u d o formarse
durante varios años e n F u l d a , en la década d e 830, sin tener q u e apren-
der nunca alemán; el latín era completamente h e g e m ó n i c o en esta gran
escuela monástica, situada en el m e d i o d e A l e m a n i a , q u e acogía t a m -
bién a estudiantes laicos. L o s libros de E v e r a r d o n o s muestran, quizá,
qué podía leer u n aristócrata, o al m e n o s a q u é podía atender (muchos
leerían m e n o s h o y ) , y es llamativo q u e esperara q u e sus hijas, que h e -
redaron algunos de los v o l ú m e n e s , también lo hicieran: a Judit le d i o
algo de Agustín, algo de A l c u i n o y el c ó d i g o legislativo l o m b a r d o . Y
Dhuoda, abajo en U z é s , sin d u d a n o s m u e s t r a en su Manual a alguien
que ha c o m p r a d o el paquete carolingio al completo: no solo había leí-
do la Biblia, a l g u n o s p a d r e s d e la iglesia y a l g u n a literatura cristiana,
11
sino q u e a d e m á s sabía manejarla c o n r e f i n a m i e n t o . Q u i z á su hijo
Guillermo no le prestara la debida atención (véase el capítulo 2 1 ) , p e r o
su simple pervivencia ya indica q u e él se q u e d ó con el texto. A D h u o d a
se la incluye e n la g r a n Reicksaristokratie p o r q u e en 824 se casó con
Bernardo de Septimania, en A q u i s g r á n , también; p e r o , dada la a s o m -
brosa ausencia de sus propios parientes entre la lista de familiares p o r
los que creía q u e G u i l l e r m o debía o r a r , cabe albergar d u d a s al respec-
to. Sea c o m o fuere, hacia 8 1 0 a p r o x i m a d a m e n t e una mujer laica p u d o
acceder a una densa educación literaria; solo habían pasado veinticinco
años desde q u e se iniciara la escolarización carolíngia, lo cual, d a d o s
los valores patriarcales del p e r í o d o , d e b e significar sin d u d a q u e era
algo normal para los nobles v a r o n e s , y no solo necesariamente para las
tamilías m á s notables d e la aristocracia.

Ahora bien, en su conjunto, t o d o esto era, a b r u m a d o r a m e n t e , u n


asunto de las élites. L o s carolingios e s t u d i a r o n en a l g u n a ocasión la
escolarización general, p e r o n o la desarrollaron en serio. D e forma si-
milar, h u b o algún intento de traducir la Biblia al alemán (aunque desde
luego no al p r o t o f r a n c é s ) ; p e r o estos n o p a s a r o n del Génesis y los
Evangelios, y en su m a y o r p a r t e en v e r s i o n e s p o é t i c a s . D e h e c h o , el
amplio m u n d o de los campesinos apenas figuraba en el c a m p o de v i -
sión de n i n g ú n rey ni n i n g ú n intelectual carolingio, con la salvedad de
22
la predicación (un c o m p r o m i s o g e n u i n o , p e r o q u e solo alcanzaba a
508 E L L E G A D O D E ROMA

u n a m i n o r í a ) o, si n o , c o m o fuente de admiración ante la ignorancia,


c o m o en la exasperación con la q u e A g o b a r d o de L y o n ataca las creen-
cias locales sobre la magia meteorológica. Ello no obstante, no hay que
exagerar la distancia real; A g o b a r d o también lanzó invectivas contra la
idiotez d e la opinión generalizada de q u e u n a plaga del ganado la había
causado u n p o l v o m a l i g n o e n v i a d o p o r el príncipe G r i m o a l d o IV de
31
B e n e v e n t o ; p e r o u n c o m e n t a r i o casual de Pascasio Radberto indica
q u e intelectuales de C o r b i e h a b í a n sentido el m i s m o pánico. Paralela-
m e n t e , la descripción q u e hace E g i n h a r d o de los milagros y las visio-
nes de san Marcelino y san P e d r o , y su recepción popular, no transmi-
t e n la m á s m í n i m a i n t e r r u p c i ó n e n t r e su s e n s i b i l i d a d y la de los
campesinos q u e vivían en el e n t o r n o de Seligenstadt. L a educación no
separaba a nadie de la cultura religiosa q u e los rodeaba, hecho que no
sufrió alteración fundamental entre los siglos vi y x (véase el capítulo
8). P e r o el imaginario de la correctio y la necesidad d e la educación se
limitaron a la aristocracia y los clérigos, es decir, los q u e tenían un pa-
pel en la política. Los sacerdotes locales, c u y o n ú m e r o se incrementó
en este p e r í o d o p o r la fundación de más iglesias rurales, eran el estrato
más bajo de la escala social q u e , e n teoría, abarcaban aquellos. Hay al-
24
g u n o s indicios ( p o r ejemplo, en las firmas de d o c u m e n t o s italianos)
2
de q u e estos sacerdotes * sabían, al m e n o s , escribir; y, desde luego, los
obispos esperaban de ellos q u e recibieran p o r lo m e n o s u n a instrucción
básica, a m e n u d o e n u n a escuela catedralicia. P e r o incluso la suposi-
ción, c o m ú n e n los estatutos de las iglesias, según la cual los sacerdotes
conocerían el Salterio no necesariamente era cierta para la mayoría y,
en la práctica, solo resultaba posible ejercer u n escaso control detalla-
d o de su cultura y actividades diarias; la m a y o r í a de los sacerdotes pro-
cedía de las élites locales y s u s redes sociales los v i n c u l a b a n con sus
localidades, n o con los obispos q u e intentaban dirigirlos. El proyecto
carolingio alcanzó las sociedades locales mediante las estructuras de la
justicia pública, n o mediante las de la reforma m o r a l .

Ello no obstante, el m u n d o político e instruido era denso y contaba


con u n a diversidad de niveles, aun c u a n d o solo incluyera a las élites.
La corte de C a r l o m a g n o , al c o m e n z a r el proceso, v i o redactar legisla-
ción, t e o l o g í a , c o m e n t a r i o bíblico y poesía; con Luis y sus hijos, los
géneros d e la escritura culta se incrementaron aún más, con otras obras
sobre liturgia, historia y teoría política. Estas iban buscadas. Rábano
M a u r o , el gran comentarista bíblico de los años 820-8 50, dedicó sus
2 6

libros ( b a s t a n t e d e s a l e n t a d o r e s ) a las reinas y los r e y e s , incluido un


LOS INTELECTUALES Y LA POLÍTICA

comentario sobre el Libro de Judit, enviado a la.reina h o m ó n i m a e n el


ano clave de 834. El m u n d o carolingio copió asimismo enormes canti-
dades de textos, p o r lo genera] escritos patrísticos, p e r o también obras
latinas precristianas (estas fueron solo u n a p e q u e ñ a proporción de las
copias carolingias, p e r o es justamente esta parte la q u e ha p r e s e r v a d o
mucha de la literatura clásica latina). L o s eruditos se escribían u n o s a
otros, solicitando el favor de textos q u e copiar; una d o c e n a de cartas de
Lupo de Ferriéres de las décadas de 830 y 850 son peticiones de libros,
algunas m u y específicas, c o m o la carta al papa Benedicto 111 (855-858)
pidiendo el comentario de J e r ó n i m o sobre Jeremías «a partir del sépti-
mo libro y hasta el final», p u e s m u c h o s textos e r a n deficientes o c o -
rruptos y los intelectuales b u s c a b a n completarlos y hallar las mejores
17
versiones. L e s a y u d a b a un avance técnico, la escritura minúscula Ca-
rolina, de lectura fácil y rápida, q u e a finales del siglo vi n se impuso a
las antiguas escrituras cursivas y a principios del i x había llegado a ser
uniforme en la m a y o r parte del i m p e r i o . L a s bibliotecas de los laicos
podían llegar a contener cincuenta libros, c o m o ocurrió con la de E v e -
rardo de Friuli, p e r o las bibliotecas monásticas, m á s extensas, p o d í a n
tener varios cientos de v o l ú m e n e s , m u c h o s de ellos con varias obras.
Esto reforzaba la impresión d e u n a c o m u n i d a d cultural, p u e s los escri-
tores de las distintas partes del imperio p o d í a n contar, cada vez m á s ,
con la suposición de tener a disposición los mismos textos.

Este era el c o n t e x t o esencial de la creciente importancia de la dis-


cusión teológica. Esto ya resulta visible en la ú l t i m a década del siglo
viii, p o r q u e p o r entonces los círculos políticos carolingios se inquieta-
ron al descubrir el a d o p c i o n i s m o , la p r i m e r a n u e v a herejía de O c c i -
dente d u r a n t e casi cuatro siglos, asociada con d o s obispos hispánicos,
Elipando de T o l e d o y Félix d e U r g e l (usaba la imagen de la adopción
del Hijo p o r el P a d r e para explicar la h u m a n i d a d de C r i s t o ) . T a m b i é n
reaccionaron m u y negativamente al h e c h o de q u e los bizantinos repu-
diaran la iconoclasia en Nicea, e n 787 (arriba, capítulo r i ) . * Los t e ó - 2

logos carolingios n o tuvieron acceso p l e n o a ia polémica bizantina y n o


comprendían sus principios (el g r i e g o se conocía relativamente p o c o
en la Francia carolingia), p e r o el status sostenido de la teología bizanti-
na aseguraba q u e se prestara atención a la cuestión y T e o d u l f o de O r -
leans, en los Libri Carolini, escribió una detallada c o n d e n a de la v e n e -
ración de imágenes religiosas en 790-793. El sínodo de Francfort, en
794, rechazó formalmente ambas doctrinas, y Alcuino escribió m u c h o
contra el adopcionismo en Soo, para igualar la obra de su rival T e o d u l -
E L L E G A D O D E BOMA

fo. D e b e hacerse hincapié en q u e n o se trataba d e desacuerdos genera-


lizados; sería r a r o sí, e n las tierras carolingias (fuera del extremo sm
de herencia visigoda) había m á s de u n a d o c e n a d e adopcionistas o, eh
lo que a esto respecta, iconoclastas de línea dura. P e r o al estado le im-
p o r t a b a n ; y t a m b i é n a los t e ó r i c o s . T e o d u l f o se m o l e s t o en crear un
p r o g r a m a pictórico iconoclasta para el ábside de su capilla privada en
G erro í g n y - d e s - P res, cerca de O r l e a n s , q u e aún se conserva (véase el
capítulo 1 0 ) , y los teóricos iconoclastas (en su mayoría hispánicos) exr
pusieron su p u n t o de vista hasta e n t r a d a la d é c a d a de 8 1 0 ; el obispo
Claudio d e T ü r í n llegó al extremo de atacar p o r idólatras las peregri-
naciones y la veneración de la cruz y las reliquias; esto fue ir demasía*
do lejos, sin e m b a r g o , y parece haberle r e p o r t a d o u n a condena, en su
momento.
El p e n s a m i e n t o carolingio n u n c a t u v o pretensiones d e novedad-
de h e c h o , c o m o la m a y o r í a del pensamiento t a r d o r r o m a n o , bizantino
y centromedieval, era explícitamente lo contrario: el regreso a la anti-
gua a u t o r i d a d , a m e n u d o citada p o r extenso. P e r o C a r l o m a g n o y Al*
cuino posibilitaron q u e una masa crítica de intelectuales se congregara
en Aquisgrán y debatiera, y esto conllevó q u e el pensamiento teóloga
co y político despegara e n n u e v a s direcciones, tanto si a los escritores
les gustaba (o se daban cuenta de ello) c o m o si n o . L a comunidad «vir-
tual» d e las g r a n d e s escuelas monásticas y catedralicias del siglo ix,
t o d o en comunicación m u t u a , dio continuidad a esta masa crítica. Y la
importancia de la teoría para la élite política m a n t u v o los debates en el
ojo p ú b l i c o , lo q u e sin d u d a los espoleó aún m á s . H u b o quien tomó
1
decisiones m u y particulares, c o m o p o r ejemplo el diácono Bodón, *
erudito de la corre, q u e en 839 se convirtió al judaismo y h u y ó a Hispar
nia, para el h o r r o r d e L u i s el P i a d o s o y sus c o r t e s a n o s . Y, de vez en
c u a n d o , los escritores traspasaban los límites de la polémica y se los
c o n d e n a b a en los concilios eclesiásticos, c o m o A m a l a r l o de Metz en
Quierzy, en 839, por sus puntos de vista sobre la liturgia; o como Gó^
descalco en Maguncia en 848 y en Quierzy en 849, p o r su concepto dé
la predestinación (una c o n d e n a que, es de notar, halló eco tanto en los
Anales de Fulda c o m o en los Anales dé Saint-Bertin). Son cuestiones
3
q u e m e r e c e n cierta atención.

A m a l a r i o de Metz (m. 8 5 o ) , arzobispo sucesivamente de Tréveí


30

ris y L y o n , era el principal experto litúrgico de principios del siglo I X ,


y g o z ó de la p r o t e c c i ó n i n t e r m i t e n t e t a n t o de C a r l o m a g n o como de
Luís, Fuera d e tal puesto en la década de 820, escribió el Uíer offiaofís;
LOS INTELECTUALES Y LA POLÍTICA

0iínucÍosa exégesis de la significación alegórica d e todos los actos de la


liturgia, q u e hizo circular ampliamente y , p o r tres veces durante la d é -
cada p o s t e r i o r ( a p r o x i m a d a m e n t e ) , revisó en respuesta a p r e g u n t a s ,
críticas y n u e v a información de R o m a , E s t o le d e v o l v i ó la atención
regia y episcopal, y c u a n d o A g o b a r d o fue expulsado de L y o n en 83 5
por dar su a p o y o a Lotario, se n o m b r ó sustituto a A m a l a r i o . Esta b u e -
na fortuna representó también mala suerte, pues L y o n parecía ser sóli-
damente favorable a A g o b a r d o y F l o r o d e L y o n , el principal de los
eruditos q u e p e r m a n e c i e r o n en la ciudad, ya era de la o p i n i ó n d e q u e
las alegorías de A m a l a r i o eran ridículos insultos a la inteligencia. Se
suponía q u e la alegoría debía aplicarse solamente a la Biblia, la palabra
de D i o s , no a las prácticas litúrgicas; y algunas de las propuestas q u e
hizo A m a l a r i o , en cuanto significado simbólico, eran claramente ex-
travagantes; y algunas, quizá incluso heréticas. T a n t o A g o b a r d o c o m o
Floro escribieron tratados contra A m a l a r i o en los q u e a p u n t a r o n c r u -
damente sus e r r o r e s . P o r eso lo c o n v o c a r o n e n Q u i e r z y , en 838, para
que r e s p o n d i e r a a las críticas y a p o r t a r a a r g u m e n t o s de a u t o r i d a d .
Amalario replicó q u e «todo cuanto he escrito lo he leído en lo más p r o -
fundo de mi p r o p i o espíritu»; en otras palabras, carecía de autoridad.
Esto resultó fatal: lo condenaron p o r herejía y fue expulsado de L y o n ,
aunque sus obras c o n t i n u a r o n c i r c u l a n d o a m p l i a m e n t e (la liturgia, a
fin de cuentas, seguía necesitando d e explicación).
1
Godescalco* era u n erudito m á s s e r i o ; intentaba dar sentido a la
teología agustina de la p r e d e s t i n a c i ó n , lo cual c i e r t a m e n t e h i z o m e -
diante referencias a la a u t o r i d a d , p e r o ofreciendo u n a interpretación
novedosa: q u e los seres h u m a n o s podían estar predestinados separada-
mente a la salvación y la c o n d e n a , y q u e la crucifixión d e Cristo solo
afectaba a la primera, n o a la s e g u n d a . Incluso después de las condenas
de £48-849, esto causó u n a división en el m u n d o intelectual de las d é -
cadas de 840 y 850. F l o r o , R a t r a m n o de C o r b i e , P r u d e n c i o de T r o y e s
y Lupo de F e r r i é r e s a p o y a b a n a G o d e s c a l c o , al m e n o s h a s t a cierto
punto; H i n c m a r o y R á b a n o se o p u s i e r o n a él con vehemencia. T a m -
bién Escoto E r í g e n a , a u n q u e su t r a t a d o sobre la materia resultó con-
trovertido p o r sí m í s m o . L a polémica creció hasta quedar fuera de con-
trol en la d é c a d a d e 850 y al m e n o s c i n c o c o n c i l i o s eclesiásticos
llegaron a p u n t o s de vista distintos al respecto, hasta q u e entre Carlos
el Calvo y Lotario II la frenaron en 8óo, al rechazar algunas de las p o -
siciones cruciales de G o d e s c a l c o e n el s í n o d o d e T u s e y . C o m o o c u -
rriera con Amalario, u n desacuerdo de apariencia críptica se convirtió
E L L E G A D O D E ROMA

en materia de la alta política; p o r b r e v e tiempo, Francia se transformó


en el imperio r o m a n o oriental de Nicea y Calcedonia, cuando la docl
trina correcta era clave para la estabilidad del estado. ^
La resonancia política de la c o n d e n a d e A m a l a r i o fue simple; a la
vez se benefició y fue víctima de las réplicas del terremoto de 8 3 3 - 8 3 ^
C u a n d o lo expulsaron de L y o n , de h e c h o , hicieron volver a Agobar¿
d o , y n o es difícil pensar q u e A m a l a r i o quizá habría tenido una expe¿
r i e n d a m u y distinta en Q u i e r z y si Luis el Piadoso no hubiera querido
reintegrar a n t i g u o s o p o n e n t e s . P e r o sigue siendo relevante q u e el de-
bate público fuera d e í n d o l e c o m p l e t a m e n t e teórica; F l o r o , sin duda'
expuso sus p u n t o s de vista con sinceridad ( h a b í a p r o t e s t a d o ante la
asamblea de Thionville c o n t r a el n o m b r a m i e n t o inicial de Amalario);
y la defensa elegida por A m a l a r i o , u n a vez se vio obligado a presentar-
la, lo habría h u n d i d o con independencia del contexto político. La polí-
tica «práctica» y el debate t e o l ó g i c o abstracto p o d í a n recorrer líneas
paralelas y reforzarse el u n o al o t r o gracias a la intensidad de los impe-
rativos m o r a l e s de la conseno. L a polémica de Godescalco es un caso
distinto, puesto q u e no t u v o reflejo directo sobre otras rivalidades po-
líticas. A q u í , sin e m b a r g o , la cuestión de la predestinación afectaha a
toda la base intelectual del p r o y e c t o reformista carolingio. L a autori-
dad n o e n t r ó en juego (pues las d o s partes asentaban sus ideas en Agus-
tín); p e r o si la línea dura del concepto de predestinación de Godescal-
co debía imperar, c u a n d o (a diferencia d e m u c h o s de sus partidarios)
prescindía de la necesidad de fe y buenas obras — e s decir, de la acción
h u m a n a — para acceder al cielo, entonces buena parte del proyecto ca-
rolingio era inútil. Esta era u n a de las mayores inquietudes de Hincma-
ro y, a u n q u e sus extensos a r g u m e n t o s n o siempre eran coherentes, fue
esto — u n i d o , sin d u d a , a la influencia personal q u e ejercía sobre Car-
los el C a l v o — lo q u e le v a l i ó la victoria. El p r o y e c t o carolingio no
podía permitirse quedar arruinado — a l e g a b a , de h e c h o , H i n c m a r o —
p o r un a r g u m e n t o intelectual desprovisto d e contexto social. P o r des^
c o n t a d o , m u c h o s e s t u v i e r o n e n d e s a c u e r d o con él; p e r o t o d o s elloSj
incluido el p r o p i o G o d e s c a l c o , habrían tenido al p r o y e c t o p o r sacro^
santo. Su propósito moral estaba en la raíz de sus mismos intereses te&r
lógicos, p o r m u c h o q u e llegaran a conclusiones teológicas diversas.

U n elemento esencial del m u n d o cultural y político carolingio era


R o m a . R o m a n o c o n t r i b u y ó m u c h o a las complejidades intelectuales
q u e a c a b a m o s de v e r , p e r o tenía u n a a u t o r i d a d q u e se remontaba al
principio de la realeza carolingia y los reyes y emperadores la trataron
LOS INTELECTUALES Y LA POLÍTICA 5^3

c o n gran cuidado: en su mayoría, a fin de cuentas, los e m p e r a d o r e s se


coronaban en R o m a . Para empezar, el territorio d e R o m a , el P a t r i m o -
nio de san P e d r o , n o estaba oficialmente i n c o r p o r a d o al i m p e r i o . L o s
carolingios, al igual q u e poderes locales c o m o el m a r q u é s de Spoleto,
se apoyaban en R o m a , p e r o nunca la controlaron del t o d o y (pese a al-
gún intento) casi nunca tuvieron m u c h o q u e decir en la elección de los
papas- R o m a , con su población de entre 20.000 y 25.000 personas, era
una ciudad e n o r m e y rica, para lo habitual en Occidente, con sus p r o -
pios p r o c e d i m i e n t o s políticos, u n a serie de ritos tan elaborados c o m o
los de A q u i s g r á n , una red igualmente compleja de jerarquías oficiales
y también u n a densa política de b a n d o s q u e los carolingios, con fran-
queza, admitían n o c o m p r e n d e r . E n v i a r o n constantemente a represen-
tantes con la m i s i ó n de darle sentido, p e r o , m u y a m e n u d o , según se
dice en los Reales anales francos e n 823, «no lograban determinar exac-
tamente q u é había p a s a d o » . L a i n c e s a n t e s u c e s i ó n de p a p a s ( h u b o
veintiuno en el siglo rx) significó q u e los b a n d o s debían comprenderse
de n u e v o en cada elección. Y los papas resistentes — c o m o A d r i a n o I
(772-795), Pascual I ( 8 1 7 - 8 2 4 ) , L e ó n IV (847-855), Nicolás I (858-
32

867), Juan V I I I ( 8 7 2 - 8 8 2 ) — sostenían posturas políticas impredeci-


33

bles, al m e n o s a juicio d e los francos, A d r i a n o y su sucesor L e ó n III


(795-816) fueron m u y próximos a C a r l o m a g n o y se aprestaron a hacer
cuanto este les pedía a cambio de tener la m a n o libre (y a p o y o a r m a d o ,
cuando fuera preciso) en R o m a y la Italia central. Esta fue u n a p o s i -
ción compartida p o r m u c h o s de sus sucesores; la presencia de G r e g o -
rio IV (S27-844) e n el C a m p o de las Mentiras bien p o d í a h a b e r sido
fruto de su p r o p i a elección, p e r o formaba parte del séquito de Lotario.
En cambio, Pascual I parece haber ejecutado a d o s funcionarios en 823
(el a n o de los Anales citado a n t e r i o r m e n t e ) p o r ser adeptos de Lotario;
Pascual, d e s t a c a d o c o m o c o n s t r u c t o r de iglesias, era c o n t r o v e r t i d o
desde el p u n t o de vista local, p e r o p r o b a b l e m e n t e lo era m e n o s en su
intento de socavar u n p o d e r carolingio que, c o m o m í n i m o en aquellos
años, se antojaba demasiado cercano (arriba, capítulo 1 0 ) . Lotario r e -
cuperó este p o d e r a la m u e r t e de P a s c u a l , p e r o desde e n t o n c e s , e n la
práctica, los carolingios solieron limitarse a intervenir c u a n d o las p e -
leas entre los b a n d o s parecían demasiado descontroladas.

El g r a d o exacto de autoridad de los papas ante los francos fluctuó.


En general, los carolingios n o se p r e o c u p a b a n de lo q u e pensaran los
pontífices, n o m á s q u e los m e r o v i n g i o s , siempre q u e m a n t u v i e r a n su
legitimación del p o d e r carolingio, q u e no e s t u v o en d u d a . La hostilí-
E L L E G A D O D E ROMA

dad papal a la iconoclasia, p o r ejemplo, n o t u v o el m á s m í n i m o efecto


m á s allá de los A l p e s . Y era fácil q u e los francos menospreciaran las
intrigas de R o m a , d a d o q u e n o c o m p r e n d í a n su complejidad. (Y no
cabe d u d a que, en ocasiones, tenían razón, c o m o en los acontecimien-
t o s de aire g ó t i c o d e la N a v i d a d de 896, c u a n d o el c a d á v e r del papa
FormosG [891-896] fue desenterrado p o r su e n e m i g o , y sucesor, Este-
b a n V I , y s o m e t i d o a juicio; p e r o esto también h o r r o r i z ó a los roma-
nos. Esteban n o llegó a vivir o t r o año más. P o r lo general, la violencia
r o m a n a contra los p e r d e d o r e s tenía s u propia lógica de estado.) Pero la
intensidad de los debates teóricos carolingios del s e g u n d o cuarto del
siglo i x , y el constante dictar el ritmo de la política eclesial p o r medio
de convocatorias de concilios episcopales, dieron a los papas una nue-
v a importancia c o m o corte de apelación última de la iglesia latina. Nir
colas I, e n p a r t i c u l a r , v i o c ó m o b u s c a b a n su sentencia, p o r ejemplo
sobre destituciones episcopales, o en casos d e m a t r i m o n i o ( c o m o vere-
m o s d e n t r o de u n m o m e n t o ) , y t a m b i é n s o b r e cuestiones teológicas;
así, G o d e s c a l c o apeló a su p e r s o n a d e s p u é s de T u s e y , p o r ejemplo,
a u n q u e Nicolás m u r i ó antes d e h a b e r e s c u c h a d o el caso. A cambio,
Nicolás, en sus conflictos con los bizantinos — s o b r e la legitimidad del
patriarca F o c i o y la conversión de Bulgaria (arriba, capítulo 1 3 ) , p r o -
blemas internacionales específicos de R o m a , d a d o s sus lazos continua-
dos con los p a t r i a r c a d o s o r i e n t a l e s — , b u s c ó (y o b t u v o ) el apoyo de
H i n c m a r o y o t r o s obispos francos, q u e incluso escribieron tratados
para él. Nicolás utilizó la superioridad legal de la institución pontificia
c o n suma eficacia, en u n m u n d o carolingio a d a p t a d o a estas cuestio-
nes. Sin e m b a r g o , sus sucesores n o lo hicieron, al m e n o s n o con tanta
eficiencia. J u a n V I I I intentó i m p o n e r e m p e r a d o r e s tras la muerte de
Luis II en 875 (habría querido convencerlos de q u e lucharan contra los
árabes en el sur de Italia), p e r o elegirlos, a diferencia de coronarlos,
q u e d a b a fuera de su alcance. C u a n d o el p r o y e c t o carolingio perdió
fuerza a finales de siglo, la posición internacional del p a p a d o se debili-:
tó de n u e v o , p o r m u c h o q u e el papa preservara sus p o d e r e s legales.

T o d a s estas tendencias diferentes convergieron en la gran querelle


sobre el divorcio de Lotario II d e su esposa T e u t b e r g a , en 857-869. 34

T e n d r í a q u e haber sido u n proceso simple. Lotario se había casado con


T e u t b e r g a , de la n o t a b l e familia aristocrática de los «bosónidas», e n .
85 j , p e r o p r o n t o le d i o la espalda y, en 857, intentó volver con su anti-
g u a c o m p a ñ e r a , G u a l d r a d a (o W a l d r a d a ) , c o n la q u e tenía u n hijo:
H u g o . Sin e m b a r g o , en el siglo i x la ley matrimonial se estaba volvíen-
LOS INTELECTUALES Y LA POLÍTICA

Jo m á s estricta; C a r l o m a g n o p u d o librarse de una esposa, p e r o Lotario


debía a p o r t a r razones. P l a n t e ó q u e T e u t b e r g a había m a n t e n i d o sexo
anal c o n su h e r m a n o H u b e r t o , de resultas de lo cual había q u e d a d o
embarazada (lo cual es imposible, p o r descontado; sus adeptos alega-
ban brujería) y luego había a b o r t a d o el feto: incesto, sodomía e infan-
ticidio, t o d o en u n o . T e u t b e r g a d e m o s t r ó su inocencia e n una ordalía,
en 858, p e r o Lotario celebró u n juicio a m a n a d o en A q u i s g r á n , en 860,
donde ella se vio obligada a confesar su culpa y retirarse a u n m o n a s t e -
rio. E s t o fue c u i d a d o s a m e n t e ratificado en u n concilio o r g a n i z a d o en
862, e n el q u e se p r o c l a m ó reina a G u a l d r a d a ; al año siguiente, los l e -
gados papales se m o s t r a r o n de a c u e r d o e n Metz, d o n d e T e u t b e r g a
confesó de n u e v o ; los d o s principales arzobispos de L o t a r i o , G o n t i e r o
de Colonia y T e u t g a u d o d e T r é v e r i s , llevaron l u e g o el caso a R o m a ,
para su ratificación definitiva en 863. P e r o Nicolás 1 se n e g ó a darles su
apoyo; en u n golpe teatral, anuló el sínodo d e Metz, exigió q u e Lotario
se uniera de n u e v o a T e u t b e r g a y destituyó a los d o s arzobispos. L o t a -
rio n o logró nunca disolver su m a t r i m o n i o , y m u r i ó p o r u n a calentura
en 869, en Italia, d o n d e él y su h e r m a n o Luis II de Italia intentaban
«convencer» al sucesor de Nicolás, u n A d r i a n o II (867-872) quizá m á s
maleable, de q u e cambiara la sentencia.

La humillación, tan imaginativa c o m o maligna, q u e Lotario y sus


consejeros o r g a n i z a r o n para T e u t b e r g a fue tan extrema q u e es difícil
no alegrarse de q u e fracasara. P e r o dejando esto a un l a d o , el caso t u v o
implicaciones de importancia. E n p r i m e r lugar, implicaba la reaipoli-
áki si Lotario seguía sin h e r e d e r o legítimo, otros carolingios tomarían
el control de la Lotaringia; y , en efecto, en 869-870, sus tíos Carlos el
Calvo y Luis el G e r m á n i c o hicieron j u s t a m e n t e e s o . C o m o n o es de
extrañar, este último a p o y a b a a T e u t b e r g a ; Carlos la acogió a ella y a
su h e r m a n o , m i e n t r a s H i n c m a r o , c o m o teórico principal, escribió u n
largo tratado a favor de ella; los obispos lotaringios, en cambio, escri-
bían en c o n t r a de T e u t b e r g a . P e r o , de n u e v o , la m a t e r i a afectaba a
cuestiones de principio: la inviolabilidad del m a t r i m o n i o ; la finalidad
de u n a ordalía exitosa ( H i n c m a r o y Nicolás entendían q u e el caso d e -
bería haberse d e t e n i d o a q u í , e n 85S); el desastre q u e p a r a el c u e r p o
político s u p o n í a q u e u n a reina confesara tales atropellos ( A d v e n c i o ,
obispo de Metz y a d e p t o de Lotario, alegaba q u e la mera confesión de
T e u t b e r g a bastaba p a r a inhabilitarla c o m o reina); el desastre para el
cuerpo político si u n rey era tan débil c o m o para hallarse en tales difi-
cultades m a t r i m o n i a l e s ; y l o s d e r e c h o s del papa, c o m o s u m o juez de
;i6 E L L E G A D O D E ROMA

Occidente. Excepto esta última, todas eran cuestiones q u e habían que-


d a d o explícitas o implícitas e n la teorización carolingia d e las décadas
precedentes, y, c o m o en la crisis d e los años 830, o c o m o con Amala-
rio, eran las cuestiones teóricas las q u e estaban en el centro del debate.
Y , en esta ocasión, fue la teoría la q u e salió victoriosa; Nicolás I carecía
de hacha q u e b l a n d i r sobre quienes sucedieran en la Lotaringia, pero
en el e n t o r n o político de la década de 820 resultaba imposible sustraer-
se a su violenta c o n d e n a de Lotario (que? s e g ú n dijo c o n toda razón,
había abusado de d o s mujeres, n o de u n a ) , su sínodo y sus arzobispos.
E n Francia, nadie había esperado algo similar; en v e r d a d Nicolás esta-
ba intentando ejercer una autoridad real sobre al m e n o s los sectores de
la política franca q u e e n t r a b a n e n la jurisdicción eclesiástica y estos
c o m o h e m o s visto, eran m u c h o s . G o n t i e r o de Colonia quedó espeluz-
n a d o y c o n s e r v a m o s el texto de su rechazo a la «abusiva semencia
librada c o n t r a n o s o t r o s [por Nicolás] sin justicia ni razón y en contra
de las leyes canónicas». H i n c m a r o n o sentía simpatía p o r Gontiero,
p e r o c u a n d o Nicolás p r o s i g u i ó con el asunto e n 865, e n v i a n d o cartas
irrespetuosas a C a r l o s y Luis y también, e n un caso separado, cuando
deshizo la destitución d e u n obispo de Soissons p o r parte de destacados
p r e l a d o s francos ( H i n c m a r o i n c l u i d o ) , el t o n o d e su relato también
3
cambió sustancialmente. * P e r o la élite franca estaba demasiado com-
p r o m e t i d a c o n [os p r o c e d i m i e n t o s legales c o r r e c t o s , en estas fechas,
p o r lo cual, c u a n d o u n papa obstinado se aferraba a decisiones legales
q u e los p r o p i o s francos le h a b í a n p e d i d o q u e a d o p t a r a , n o hallaron
otra salida. Al m e n o s , hasta q u e el pontífice m u r i ó , p u e s Nicolás fue
ú n i c o , en este p e r í o d o ; A d r i a n o II fue totalmente incapaz de impedir
q u e Carlos y L u i s t o m a r a n el p o d e r de la Lotaringia y se arredró ante
la apelación d e o t r o o b i s p o d e s t i t u i d o , H i n c m a r o de L a o n , e n 871-
872.^ P e r o entre t a n t o , u n a polémica teórica había causado el eclipse
de u n reino.

Los tres principales sistemas políticos del siglo ix — F r a n c i a , Bizancio


y el c a l i f a t o — t e n í a n t o d o s ellos u n a política intelectualizada, de un
m o d o u o t r o , y vale la pena contemplarlos c o m p a r a t i v a m e n t e p o r un
m o m e n t o . El h e c h o de q u e fueran a p r o x i m a d a m e n t e simultáneos, en
lo q u e a m í r e s p e c t a , m e parece fruto del azar; n a d a vincula el éxito
militar y el sentido de misión eclesiástica de C a r l o m a g n o , la estabiliza-
ción del reducido imperio bizantino en el siglo v i i i q u e permitió el re-
LOS INTELECTUALES Y LA POLÍTICA 517

nacer de la escritura en la capital hacia 800, y la centralización fiscal


que fundó B a g d a d y la e n o r m e c u l t u r a intelectual del p e r í o d o abasí.
Sea c o m o fuere, su c o e t a n e i d a d s u p o n e , c u a n d o m e n o s , q u e resulta
más difícil ver a cada u n o de ellos c o m o algo ú n i c o , según hacen a m e -
n u d o los historiadores. E r a habitual q u e los g o b i e r n o s medievales se
considerasen a sí mismos legitimados p o r su superior m o r a l i s m o reli-
gioso (los g o b i e r n o a ú n lo h a c e n e n la a c t u a l i d a d ) ; y los g o b i e r n o s
fuertes — l o e r a n e n los tres casos m e n c i o n a d o s — p o d í a n desarrollar
una considerable densidad de iniciativas morales e intelectuales. P e r o
no eran en n i n g ú n caso idénticos, a pesar d e ello; de h e c h o , sus diferen-
cias resultan más interesantes q u e sus semejanzas.
En Bizancio, a lo l a r g o d e los siglos i x y x , se fue d e s a r r o l l a n d o
cada vez más u n a clase g o b e r n a n t e culta. Se trataba, en su gran m a y o -
ría, de una élite secular; la educación bizantina, así c o m o cierta refor-
ma institucional del siglo i x ( s o b r e t o d o en el c a m p o del D e r e c h o ) ,
pretendían revivir tradiciones g r e c o r r o m a n a s , q u e incluían eí princi-
pio según el cual los h o m b r e s q u e dirigían el estado debían contar con
una cultura literaria amplia. P e r o esta cultura también se caracterizaba
por un fuerte elemento religioso, en este m o m e n t o ; y esto, a su vez, se
relacionaba con la importancia religiosa del e m p e r a d o r c o m o foco d e
la Ortodoxia y p u n t o central de complejos ritos políticos. Según vimos
en el capítulo 1 3 , los bizantinos carecían de la urgencia moral y política
que cabe percibir en la correado carolingia. Esta urgencia quizá p r o c e -
día en parte de las raíces relativamente recientes del p r o y e c t o carolin-
gio. L o s b i z a n t i n o s sabían q u e tenían tras d e sí u n m i l e n i o de p o d e r
imperial, cristiano d u r a n t e m á s de la mitad del tiempo, y q u e su r e n a -
cer debería ser suficiente, d a d o el éxito d e R o m a en el pasado; p e r o la
autoestima religiosa de los francos era nueva, a finales del siglo v i n , y
muy estrechamente vinculada con el h e c h o de q u e C a r l o m a g n o estu-
viera convencido de ser único y Luis el P i a d o s o se creyera destinado a
una tarea m o r a l personal. El estado bizantino, p o r lo d e m á s , también
era más sólido q u e el franco, y la educación y la cultura literaria se p o -
dían ir formando lentamente a lo largo de varios siglos, a diferencia de
las tres generaciones de historia del experimento carolingio- Sí los bi-
zantinos sentían m e n o s necesidad de urgencia — d a d o q u e , a su m o d o
de ver, se limitaban a estar r e d e s c u b r i e n d o su pasado r o m a n o — , no
necesariamente estaban en un error.

L o s abasíes, a grandes rasgos, estaban tan convencidos de su papel


central en la salvación religiosa de los seres h u m a n o s c o m o cualquiera
fifi E L LEGA-DO D E ROMA

de los o t r o s d o s ; p e r o la forma e n q u e funcionó en el califato fue distin-


ta. La centralidad religiosa del p r o p i o califa se estaba perdiendo con
posterioridad 3 7 5 0 (arriba, capítulo i n s o l o lamihnade 833-847 ^
troducida p o r A l - M a m ú n , p r o c u r ó recuperarla, p e r o sin éxito. La au-
sencia de u n sacerdocio especializado en el islam significaba que los
intérpretes de la religión m u s u l m a n a — q u e e n la práctica, hacia 850
se habían c o n v e r t i d o en sus g u a r d i a n e s ú n i c o s — se definían mucho
más laxamente c o m o una clase instruida, los ulemas. La instrucción lo
formaba a u n o para el arte de bien gobernar, en el califato del siglo TJC
c o m o en el Bizancio del m i s m o siglo, d e n t r o de las cada vez más com-
plejas tradiciones del adab p e r o también, y a m e n u d o al mismo tiem-
y

po, lo formaba a u n o para la autoridad religiosa. P o r otro lado, ningu-


na jerarquía oficial personificaba esta autoridad en el islam; lo que lo
asentaba a u n o c o m o guía religioso era el conocimiento de la religióny
la pericia retórica y filosófica, n o el h e c h o de ser n o m b r a d o empera-
dor, patriarca o papa, obispo o abad. El resultado fue una pluralidad de
voces q u e , en el mejor d e los casos, era s u m a m e n t e estimulante, pero
q u e solo e n raras ocasiones m o v i ó al estado en n i n g u n a dirección en
particular a partir de 847. D e hecho, los califas y otros guías políticos
prescindieron e n gran medida de la política moralizada, desde entoo-
ces salvo en el califato fatimí; de resultas de ello, aunque la educación,
>

incluida la educación religiosa, era u n a instrucción básica tanto para


una c a r r e r a política c o m o para destacar en la religión, n o produjo el
equivalente a los intelectuales políticos de la corte carolingia, simple-
m e n t e p o r q u e asistir a los soberanos e implicarse en sus decisiones no
resultaba tan esencial para los moralistas. Sin d u d a , en el m u n d o islá-
mico h u b o a l g u n o s intelectuales con p o d e r político; p o d e m o s pensar
en Nizam a l - M u l k ( m . 1 0 9 1 ) , visir de los turcos selyúcídase imponan-
te teorizador sobre el g o b i e r n o ; h o m b r e s c o m o A l - M u l k se asemejan a
F o c i o en Bizancio y, p o r d e s c o n t a d o , a Alcuino e H i n c m a r o en Fran-
cia. P e r o el p o d e r político n o era u n elemento ineludible para los inte-
lectuales m u s u l m a n e s ; sencillamente, era la vía m á s lucrativa de hacer
carrera- La reforma m o r a l no se desarrolló p o r medio del estado como y

hizo en Bizancio, dada la centralidad religiosa del e m p e r a d o r , y como


hizo en O c c i d e n t e . El ceremonial político árabe — t a n complejo como
el de C o n s t a n t i n o p l a — tenía m e n o s carga religiosa y no se había tra-
bajado tan sistemáticamente c o m o en Bizancio y Francia,

Así, la solidez de los sistemas políticos árabe y bizantino — e n am-


b o s c a s o s , d e r i v a d a de u n a e s t r u c t u r a fiscal compleja, ausente en el
LOS INTELECTUALES Y LA POLÍTICA
519

oeste, p e t o además reforzada e n el caso árabe por una separación cons-


tante entre el sistema político califal o poscalifal y la cuestión de la sal-
vación r e l i g i o s a — daba a b u n d a n t e espacio a la idea de q u e la cultura y
la educación eran u n pasaporte para la eminencia política; p e r o n o c o n -
dujo a la conclusión de q u e el estado necesitaba, para su propia super-
vivencia, q u e la élite desarrollara u n a instrucción específicamente reli-
giosa; tampoco se c o n c l u y ó q u e la tarea del estado fuera, en gran parte,
]a salvación de la c o m u n i d a d del reino. Esto pone de relieve la origina-
lidad del p r o y e c t o carolingio. D u r a n t e m á s de cien años, el estado ca-
rolingio fue ciertamente m u y exitoso, y tenía tal confianza e n sí m i s m o
que la tarea de la salvación se antojaba en efecto posible. La red de in-
telectuales q u e r o d e ó a t r e s g e n e r a c i o n e s de s o b e r a n o s c a r o l i n g i o s
existió precisamente con este objeto. Lo m i s m o cabe decir del espacio
público del ritual político q u e , a u n q u e m á s simple q u e en O r i e n t e , al
menos estaba igual de cargado de sentido q u e en Bizancio, y era igual
de o b s e r v a d o y analizado; y en m o m e n t o s claves ( c o m o en 833-834,
por r e f e r i r m e solo a u n c a s o e v i d e n t e ) quizá lo fue m á s a ú n . E n la
Francia del siglo i x se teorizó y moralizó sobre t o d o s los grandes m o -
mentos políticos, a m e n u d o con interpretaciones distintas- En Francia
hubo espacio para el intelectual político p u r o : h o m b r e s q u e resultaban
importantes en el e s t a d o , a los q u e se p r e s t a b a o í d o s en los consejos
estatales p o r su saber e inteligencia, a u n c u a n d o n u n c a hubieran inter-
pretado u n p a p e l a d m i n i s t r a t i v o en el g o b i e r n o , c o m o E g i n h a r d o o
Lupo de Ferriéres, de u n m o d o q u e era r a r o , si n o desconocido, en Bi-
zancio o el m u n d o árabe; y h u b o , durante un tiempo, m u c h o s más H i l -
duinos e H i n c m a r o s — h o m b r e s q u e tenían cargos oficiales al p a r q u e
un p r o g r a m a m o r a l o p o l í t i c o — q u e Focios o Nizam al-Mulks.

Si u n o examina el p r o g r a m a reformista carolingio desde el p u n t o


de vista del O c c i d e n t e altomedieval, en ocasiones p u e d e p a r e c e r m a -
jestuoso: c o m o p r o d u c t o del régimen político más exitoso en la E u r o -
pa latina entre 400 y 1200 (a lo m e n o s ) , n o es de extrañar q u e gozara de
tanta confianza en sí m i s m o y u n a actividad cultural tan densa c o m o la
que desarrolló. Sin e m b a r g o , si se contempla ese m i s m o p r o g r a m a des-
de la perspectiva de las Constantinopla o Bagdad contemporáneas, e n -
tonces parece adolecer de u n exceso de ansiedad, hiperactividad, s u -
perficialidad de sus raíces y — p o r s u p u e s t o — - t e m p o r a l i d a d . E n l o
esencial, d a d a la debilidad estructural subyacente e n todos los sistemas
de gobierno medievales de Occidente, esto último es cierto. (El exceso
de ansiedad también resulta p e r d o n a b l e ; t u v o q u e ser d u r o manejarse
520 E L LEGADO D E ROMA

c o n u n D i o s q u e fuera u n espectador tan atento a las propias acciones


c o m o creían los carolingios.) P e r o sigue siendo interesante, incluso
llamativo, q u e los carolingios o b t u v i e r a n tanto fruto. E n la moraliza.,
ción de lapolítica franca, en la educación de al m e n o s d o s generaciones
de aristócratas laicos, e i g u a l m e n t e en la creciente sistematización del
g o b i e r n o , los carolingios t u v i e r o n u n efecto distinto al logrado por bi-
zantinos y árabes, p e r o aun así, t o d o un efecto.

El p r o y e c t o carüfingio perdió el fuelle en la década de 88o, antes inclu-


so d e q u e C a r l o s el C a l v o c a y e r a en 887. H i n c m a r o , q u e falleció en
882, fue el ú l t i m o guía político v e r d a d e r a m e n t e e n t r e g a d o a la teoría,
así c o m o Carlos el C a l v o fue, probablemente, el último r e y en verdad
interesado e n leerla. E s t o ú l t i m o quizá sea el quid de la cuestión. Los
obispos francos del siglo x p r e s i d i e r o n concilios reformistas, pero en
su m a y o r í a fueron locales y estuvieron m e n o s conectados con la políti-
ca regia, salvo, e n algunas ocasiones, en la A l e m a n i a de finales del si-
glo x ; la educación (y la copia de manuscritos) c o n t i n u ó en los monas-
terios y las escuelas catedralicias, p e r o tras la década de 870 ya n o tuvo
efecto sobre las decisiones políticas. Es decir, el m u n d o eclesiástico no
c a m b i ó m u c h o ; p e r o el c o n t e x t o político sí se t r a n s f o r m ó de manera
sustancial. El o p t i m i s m o y la confianza del siglo carolingio, la impre-:
sión de q u e c u a n t o l o s políticos francos decidían era d e importancia
para D i o s , fue lo q u e m a n t u v o en m a r c h a el p r o y e c t o reformista; y el
fracaso de la dinastía e n los años de 877 a 887, seguido p o r una política
m u c h o m e n o s ideológica en los estados q u e sucedieron al m u n d o caro-
lingio, i m p u l s ó la reforma hacia el escenario local de la actividad pas-
toral del episcopado.

Sin e m b a r g o , los sistemas políticos exitosos p u d i e r o n recuperar alr


gunas partes del p r o g r a m a carolingio. A principios del siglo xi en Ale-
mania, y t a m b i é n a finales del siglo x en Inglaterra, se vieron renaceres
parciales del imaginario de la reforma moral c o m o elemento de 3a alta
política. El p r o g r a m a , vale decir, estaba allí esperando a q u e lo utiliza-
ran, incluso si los sistemas d e g o b i e r n o del futuro, de menores dimen-
siones, n o p o d í a n establecer de n u e v o la masa crítica de escritura com-
p e t i t i v a q u e c a r a c t e r i z a las d é c a d a s i n t e r m e d i a s del siglo i x ; para
volver, esto requeriría de u n n u e v o e n t o r n o : las ciudades y la econo-
mía m o n e t a r i a del siglo x n . Y el principio político según el cual los
reyes y los obispos actuaban c o m o socios — p u e s si los reyes elegían a
LOS INTELECTUALES Y LA POLÍTICA 521

]os obispos, estos tenían el d e r e c h o de «corregir» a los r e y e s , t o d o en


ayuda de u n g o b i e r n o t a n t o m o r a l c o m o eficaz y para f a v o r e c e r la
prosperidad t a n t o e n este m u n d o c o m o e n el s i g u i e n t e — c o n t i n u ó
siendo u n axioma en la política occidental, al m e n o s c o m o aspiración,
hasta finales del siglo x i , c o m o m í n i m o , y en m u c h o s aspectos, hasta
bastante m á s tarde. Este principio lo situaron en el centro del escenario
los carolingios y t u v o u n a herencia m u y prolongada.
i8

LOS E S T A D O S S U C E S O R E S D E L SIGLO X

1
Gerberto d e Aurillac, a quien cabe considerar c o m o el intelectual m á s
destacado de O c c i d e n t e en el siglo x , t u v o u n a carrera notable. N a d ó
hacia 940, en el seno, según parece, de u n a familia q u e n o era noble, y se
educó en el monasterio de su ciudad natal, Saint-Géraud de Aurillac, u n
centro de p e r e g r i n a c i ó n r e g i o n a l , p e r o aislado en las m o n t a ñ a s de la
Francia central-meridional. Hacia 967, el c o n d e Borrell de Barcelona
descubrió su talento, y Gerberto siguió formándose durante u n o s años
en Cataluña; a c o m p a ñ ó a Borrell a R o m a hacia 970 y se i n c o r p o r ó al
séquito del papa J u a n X I I I y el e m p e r a d o r O t ó n I (936-973) c o m o
maestro de matemáticas, a s t r o n o m í a , lógica y retórica, c o m p o n e n t e s
básicos del curriculum centromedieval. C o n esta función se desplazó a
Reims en 972, d o n d e durante d o s décadas fue tanto u n maestro reputa-
do c o m o secretario personal del arzobispo A d a l b e r o , Solo h u b o u n a
pausa entre 9S2 y 984, c u a n d o impresionó al e m p e r a d o r O t ó n II (973-
983) con su pericia en el debate y la filosofía — s e g ú n su pupilo, el his-
toriador R i c h e r , n u e s t r a fuente para la m a y o r p a r t e de e s t o — y fue
n o m b r a d o abad de B o b b i o , en Italia; p e r o en Bobbio, G e r b e r t o t o p ó
con intereses creados y t u v o q u e huir de vuelta a Reims, a la muerte de
Otón I I . D e s d e este p u n t o , s e g ú n m u e s t r a n sus c a r t a s , p r e s e r v a d a s
como colección para los años 983-997, fue u n mediador político activo,
tanto en n o m b r e de su p r o t e c t o r A d a l b e r o c o m o con independencia.
Actuó en a p o y o del infante O t ó n III (983-1002) y su m a d r e , la reina
regente T e ó f a n o , e n la F r a n c i a O r i e n t a l e Italia; y t a m b i é n de H u g o
Capeto, d u q u e de los francos occidentales y principal rival del rey de la
Francia Occidental Lotario (954-986). A d a l b e r o y, secundariamente,
Gerberto facilitaron la sucesión — n o h e r e d i t a r i a — de H u g o Capeto
como rey de la Francia Occidental (987-996). T r a s la muerte de A d a l -
bero, en 989, G e r b e r t o quizá habría confiado en h e r e d a r el arzobispa-
do, pero H u g o eligió a Arnulfo, hijo ilegítimo del rey Lotario, en buena
EL LEGADO D É ROMA
524

medida para socavar el a p o y o q u e recibía Carlos, h e r m a n o de Lotario y


d u q u e de la BajaLotaringÍa(m- 9 9 1 ) , q u e estaba peleando por el trono.
Esto fue u n error de cálculo: casi de inmediato, A m u l f o entregó Rehns
a Carlos. C u a n d o apresó a Carlos y A m u l f o en 990, H u g o destituyó a
este último p o r traición, en u n sínodo celebrado en Saint-Basle-de-Ver-
zy, organizado p o r G e r b e r t o , quien entonces le sucedió c o m o arzobis-
po (991-997). P e r o H u g o no había consultado al papa Juan X V , que se
opuso a la destitución. Los obispos francooccidentales alegaron que era
canónica, p e r o a u m e n t ó la presión sobre Gerberto y, tras la muerte de
H u g o , a b a n d o n ó Reims p o r Sajonia y la corte de O t ó n III, A q u í se con-
virtió en tutor del emperador, todavía joven, en 997, y lo ascendieron a
u n p u e s t o a p a r t a d o de R e i m s : el a r z o b i s p a d o d e R á v e n a y luego, en
999, el propio papado. Murió en 1003, c o m o papa Silvestre I I .
La carrera de G e r b e r t o sufrió reveses graves, p e r o el favor de los
grandes lo d e v o l v i ó de n u e v o a u n a b u e n a posición. Si u n o lee sus car-
tas, percibe u n m e d i a d o r s e g u r o de sí, q u e desarrolla u n complejo jue-
g o político p a r a sí y para A d a l b e r o , y, m á s adelante, solo para sí mis-
m o . Es cierto q u e fue constante en su a p o y o al r e y / e m p e r a d o r otónida
(aunque en ese m o m e n t o él estuviera en la Francia Occidental) y tam-
bién, cada vez m á s , a H u g o C a p e t o . Sea c o m o fuere, en sus tratos se
J
m o v i ó tan cerca del peligro q u e u n o habría e s p e r a d o siempre, de n o
saber c ó m o terminó su carrera, q u e tarde o t e m p r a n o lo perdería todo:
un h o m b r e sin b u e n o s antecedentes sociales, q u e d e p e n d í a p o r com-
1
pleto de la protección ajena, j u g a n d o a la alta política en u n período d e
rápidos virajes políticos, y ascendido a arzobispo en circunstancias du-
dosas... U n a situación similar d e s t r u y ó a E b ó n de Reims en la década"
de 830, c o m o v i m o s en el capítulo 1 7 , así q u e G e r b e r t o , q u e no cayó,
t u v o u n a suerte increíble. L o salvó su erudición: siempre le d á b a n l a
2
bienvenida c o m o intelectual de c o r t e . Escribió cartas en las q u e solici-'
taba manuscritos (en particular de obras matemáticas, así c o m o de Ci-
;
c e r ó n ) con el m i s m o carácter sistemático q u e empleara L u p o de F e -
r r i é r e s c i e n t o c i n c u e n t a a ñ o s a n t e s . Su p e r i c i a en e s e c a m p o le
a s e g u r a b a p o d e r viajar c o n t r a n q u i l i d a d , c o m o en efecto hizo, por
cualquier p a r t e del viejo imperio carolingio. G e r b e r t o es u n ejemplo
de q u e m u c h o s aspectos de la práctica política e intelectual del siglo rx,
descritos en el capítulo p r e c e d e n t e , no habían desaparecido, ní de le-
jos, u n siglo m á s tarde.

P e r o h a y diferencias. U n a está en el destino del p r o g r a m a carolin-


gio. Incluso intelectuales de s e g u n d o nivel c o m o L u p o habían sido ca-
LOS ESTADOS SUCESORES D E L SIGLO X

paces d e instruir a los reyes s o b r e sus d e b e r e s morales e n el siglo i x ;


pero c u a n d o O t ó n III escribió para invitar a G e r b e r t o a actuar c o m o su
tutor, este replicó n o con consejos m o r a l e s , sino c o n u n a entusiasta
evocación de las m a t e m á t i c a s q u e le p o d í a e n s e n a r a (El h i s t o r i a d o r
sajón T i e t m a r o , obispo d e M e r s e b u r g o , m . 1 0 1 8 , lo recordaba p o r el
reloj astronómico q u e construyó para O t ó n en M a g d e b u r g o . ) N i n g u -
na de sus cartas amonesta a los g r a n d e s ; dan información, ofrecen su-
gerencias prácticas, solicitan favores. L o s otónidas, a u n q u e en m u c h o s
sentidos eran tan ambiciosos c o m o los carolingios ( T i e t m a r o c o m p a r ó
-
a Otón con Carlomagno), * no h e r e d a r o n la política moralizada, salvo,
solo en p a r t e , con E n r i q u e II después de 1 0 0 2 ; de h e c h o , apenas p r o -
mulgHron leyes. El m a r c o r e t ó r i c o del g o b i e r n o había c a m b i a d o . Y
también se había modificado la escala. E n t r e los agentes políticos aje-
nos a la m o n a r q u í a , A d a l b e r o y G e r b e r t o eran p o r e n t o n c e s r a r o s , en
cuanto se interesaban p o r m á s de u n reino (Retms estaba cerca de u n a
frontera y A d a l b e r o tenía p a r i e n t e s p r ó x i m o s en la L o t a r i n g i a ) . L o s
historiadores, desde l u e g o , n o mostraban ese interés;' F l o d o a r d o y R í -
cher, los historiadores francooccidentales del siglo x , apenas refieren
nada sobre la F r a n c i a Oriental o Italia; y en el este, los historiadores
sajones W l d k u W í d u k i n d o y T i e t m a r o hacen algo similar: solo regis-
tran los asuntos francoorientales, a ñ a d i e n d o Italia, de forma bastante
somera, c u a n d o O t ó n I la c o n q u i s t ó en 962. L a única excepción fue
Líutprando de C r e m o n a ( m . 9 7 2 ) , el historiador de Italia q u e prestó
atención a la política de la Francia Oriental (pero n o de la Occidental)
porque escribía para O t ó n I, exiliado en Francfort.

En definitiva: los futuros países de Italia, Francia y Alemania esta-


ban d i v e r g i e n d o . El p r o c e s o aún no se había c o m p l e t a d o , c o m o d e -
muestra G e r b e r t o . C o m o v e r e m o s , t a m b i é n O t ó n I hizo m á s : no solo
tomó el p o d e r en Italia, sino q u e además intervino en la política franco-
occidental sín q u e pareciera inapropíado. Y los conceptos separados de
6
«Francia» y «Alemania» todavía n o existían; ni siquiera se usaba, salvo
ocasionalmente, la terminología q u e usan h o y los historiadores, de u n a
Francia «occidental» y u n a «oriental»; las d o s eran n o r m a l m e n t e Fran-
cia, o Francia et Saxonia en el caso del reino oriental, para reflejar la
base política y los orígenes sajones de los O t o n e s . (Francia ha preser-
vado su n o m b r e , claro está, c o n leves modificaciones e n el francés e
inglés France\ en cambio, en las tierras germánicas, el núcleo franco era
solo una r e g i ó n e n t r e los viejos territorios étnicos de Sajonia, la A l a -
raania o Baviera, y p o r ello terminó apareciendo un n u e v o n o m b r e ín-
E L L E G A D O DE ROMA

elusivo, el de regnum Teuronicum 7 aunque n o hasta el siglo xi.) p e r o ^


ausencia d e interés de los historiadores es reflejo de una lenta separa'*'
ción cultural. P a r a F l o d o a r d o y R i c h e r , Francia era «en realidad» la*
1
Francia actual (septentrional); los francos orientales eran Transrhenen*
ses, «del o t r o lado d e l Rin», o sí n o , los habitantes de la Germania eí*
viejo t é r m i n o g e o g r á f i c o r o m a n o . P a r a W i d u k i n d o , igualmente ía
Francia Occidental era la Gallia, el protofrancés era la Gaítica tinguay
Francia designaba «en realidad» el este. C u a n d o T i e t m a r o afirma que''
«un g o b i e r n o extranjero es el m a y o r de los castigos», sin duda habría^
incluido en ello a los francos occidentales. La historia política de estas"
tres r e g i o n e s , en consecuencia, d e b e r á analizarse p o r separado. Pero
los procedimientos de la práctica política n o habían divergido demasia-
d o , sin e m b a r g o , y en la ú l t i m a sección del capítulo los expondré para
todas las regiones poscarolingías, vistas c o m o u n conjunto.

7
La Francia O r i e n t a l era, c o n m u c h o , el m á s p o d e r o s o de los estados •
sucesores. Ello n o se debía a su infraestrucrura. Estaba m u y poblada de
b o s q u e s , en p a r t i c u l a r en el c e n t r o y el sur, y sus comunicaciones de-
pendían de los ríos: d u r a n t e siglos, la única ruta practicable de norte a
sur, salvo p a r a viajeros expertos y en solitario, era el pasillo del Rin en
el e x t r e m o occidental del r e i n o , q u e era asimismo la principal región
e x r o m a n a , c o n c a r r e t e r a s y las c i u d a d e s m á s n o t a b l e s de la Francia,
O r i e n t a l , C o l o n i a y M a g u n c i a . Sajonia y Baviera q u e d a b a n a un mes
de viaje específico y tenían p o c o q u e v e r la una con la otra; los gober-
n a n t e s de una tendían a dejar la otra en paz. E n g r a n m e d i d a , n o obs-
tante, el sistema político regional creado p o r Luis el G e r m á n i c o sobre-
v i v i ó a los p r o b l e m a s de las d é c a d a s en t o r n o a 900 y aún p u d o ser
e m p l e a d o p o r los o t o ñ e s y, de h e c h o , t a m b i é n m á s a d e l a n t e , durante
u n siglo o m á s .

A r n u l f o d e Carintia (887-899), q u e arrebató el p o d e r a su tío Car-


los el G o r d o , g o b e r n a b a desde Baviera. F u e , a todas luces, el gober-
nante principal de su t i e m p o en todas las tierras carolíngías; fue señor
del rey R o d o l f o I de B u r g u n d i a ( 8 8 8 - 9 ) Y ^
1 2 e
Berengario I de Italia
( 8 8 8 - 9 2 4 ) , y quizá se le ofreciera incluso el t r o n o de la Francia O c a - ,
d e n t a l e n 888. E n 894-896 t o m ó Italia b r e v e m e n t e y se n o m b r ó a sí
m i s m o e m p e r a d o r . P e r o sufrió u n a apoplejía en 89o y m u r i ó al poco
t i e m p o ; le sucedió su hijo p e q u e ñ o , Luis el N i ñ o (900-911), el último .
carolingio o r i e n t a l , q u e n u n c a dejó g r a n i m p r e s i ó n . E n los años 896-
LOS ESTADOS SUCESORES DEL SIGLO X 5*7

cjii, el reino oriental vivió u n vacío de poder. L o llenaron n u e v o s g o -


bernantes regionales, con el título de d u q u e s : d e Baviera (en particular
el flliutpóldida» Arnulfo, d u q u e entre 907 y 9 3 7 ) , de la Alamania ( q u e
ahora empieza a llamarse, cada vez más, Suabía; ante t o d o , Burcardo I,
in, 9 1 1 ) , de Sajonia (en particular, el «liudólfida» O t ó n , m . 9 1 2 ) , d é l a
Lotaringia (al m e n o s d e s d e 903, bajo el « c o n r a d i n o » G e b h a r d o , rn.
pío), e incluso del núcleo francooriental, q u e parece h a b e r cristalizado
como d u c a d o hacia 906, en tiempos de C o n r a d o , sobrino de G e b h a r -
do. Baviera y la Suabía habían sido reinos carolingios con sus propias
estructuras políticas locales (y u n pasado político a u t ó n o m o ) , y es r e -
lativamente fácil ver, en particular en Baviera, qué hizo posible q u e u n
gobernante local pasara de ser u n d u q u e sito en Baviera a ser el d u q u e
de la región; Arnulfo dirigía ejércitos y asambleas de extensión r e g i o -
nal, n o m b r a b a a sus p r o p i o s obispos e incluso, p o r b r e v e t i e m p o , se
denominó a sí m i s m o rey, en 918. Sajonia era m á s difícil, pues n u n c a
había sido u n a r e g i ó n a u t ó n o m a unificada, y el p a d r e y el h e r m a n o del
duque O t ó n , Liudolfo (m. 866) y Brun ( m . 880), a u n q u e todos tenían
el título de dux, solo tuvieron u n m a n d o de frontera; sin e m b a r g o , este
mando implicaba guerras exitosas contra esclavenos o eslavos, y t a m -
bién u n a maquinaria militar, p o r lo q u e O t ó n , a su m u e r t e , había llega-
8
do a controlar casi del t o d o la Sajonia, q u e traspasó a su hijo E n r i q u e .
En la Lotaringia y el núcleo franco se tardó a ú n m á s , p u e s eran t e r r i t o -
rios centrales del m u n d o carolingio y todavía contenían las principales
concentraciones de tierras regias, e n los a l r e d e d o r e s de A q u i s g r á n y
Maguncia, respectivamente; p e r o el h e c h o de que, a la m u e r t e de Luis
el N i ñ o , tuvieran d u q u e s m á s o m e n o s hegemónicos es o t r o signo del
poder del ducado c o m o c o n c e p t o político. El franco C o n r a d o , g o b e r -
nante del d u c a d o más regio, fue sucesor natural de L u i s , c o m o C o n r a -
do I ( 9 1 1 - 9 1 8 ) , p e r o no s u p o ganarse el respeto q u e confiaba en o b t e -
ner de sus antiguos pares ducales, en particular de E n r i q u e de Sajonia
y Arnulfo de Baviera; también p e r d i ó la Lotaringia, q u e p a s ó al r e y d e
la Francia Occidental, Carlos el Simple (898-923). A la muerte de C o n -
rado, los p o t e n t a d o s d e Francia et Saxonia eligieron a Enrique de Sajo-
nia c o m o n u e v o r e y (Enrique I, 919-93Ó), posiblemente incluso a s u -
9

gerencia de su antecesor, y sin d u d a c o n el a c u e r d o del h e r m a n o d e


Conrado y heredero de este, E b e r h a r d o , d u q u e de los francos (m. 939).
Sin e m b a r g o , faltaron los suabos y b á v a r o s .

E n este p u n t o , habría sido fácil dividir la Francia Oriental en ( c o m o


mínimo) tres partes, c o m o había o c u r r i d o en 876; los dos ducados m e -
5*8 EL L E G A D O D E R O M A

ridionales tenían sus propias tradiciones, a fin de cuentas, y el rey sajón


estaba lejos;y además, n o era franco, p o r lo eme n o era obviamente más
«regio» q u e u n s u a b o o u n b á v a r o , E n r i q u e se manejó con cuidado-
probablemente n o se lo u n g i ó rey para no reclamar demasiada autori-
10
d a d , y estableció pactos de « a m i s t a d » (que casi implicaban igualdad)
con los otros d u q u e s . A h o r a bien, estaban preparados para hacerlos y s

Enrique también a d q u i r i ó m á s impulso al r e c o b r a r la Lotaringia en la


década de 9 2 0 . P o r lo d e m á s , los ejércitos sajones estaban en activo
c o n t r a los eslavos, y s o b r e t o d o c o n t r a los m a g i a r e s o h ú n g a r o s , un
pueblo semínó'mada q u e había d e r r i b a d o el p o d e r m o r a v o en el dece-
nio posterior a 8 9 4 y se había asentado en lo q u e h o y es H u n g r í a . Estos
últimos hacían incursiones m u y eficaces por b u e n a p a r t e de Centroeu-
ropa e Italia, a principios del siglo x , y E n r i q u e logró alcanzar u n status
considerable (en especial en Baviera, situada en la primera línea de sus
ataques) al derrotarlos en 9 3 3 y calmarlos para d o s decenios. La supre-
macía de E n r i q u e , c o m o la de Arnulfo, también se reconoció en la Bur-
g u n d i a ( a u n q u e n o en Italia). C u a n d o le sucedió su hijo O t ó n l en 9 3 6 ,
O t ó n p u d o coreografiar u n a elección y coronación en la propia Aquis-
grán, con u n u n g i m i e n t o m u y formal a cargo del arzobispo de Magun-
cia, y un b a n q u e t e celebrado en su ducado de origen, Sajonia, en el que
los cuatro d u q u e s , más el segundo del rey (a rege secundas), le sirvieron
11
la cena: el signo m á s claro de s o m e t i m i e n t o .

C u a n d o h e r e d ó el t r o n o , O t ó n tenía h e r m a n o s , p o r primera vez en


el reino oriental desde la década de 8 7 0 (y última vez hasta 1 1 9 0 ) 5 En-
rique los había excluido de la sucesión, apartándose con ello delibera-
damente de las n o r m a s carolingias. E n 9 3 9 - 9 4 1 dos de ellos se rebela-
r o n , T a n c m a r o y E n r i q u e ; p o r fortuna para O t ó n , no al m i s m o tiempo;
Hallaron un a p o y o considerable entre los o t r o s duques y en el interior
de la p r o p i a Sajonia; solo E n r i q u e de Suabia ( 9 2 6 - 9 4 8 ) , u n conradino
situado e n tal p u e s t o p o r E n r i q u e I, se m a n t u v o s i e m p r e leal al rey.
P e r o O t ó n venció en las guerras y p u d o d e p o n e r a t o d o s los duques; en
el núcleo de Jas ¿ e r r a s francas, abolió el tirulo después de q u e Eberhar-
d o muriera l u c h a n d o contra él y G e r m a n o , y las g o b e r n ó él en perso-
na. D e s d e este m o m e n t o , O t ó n siempre eligió a sus duques. Casi todos
ellos procedían de las familias ducales q u e ya habían emergido, lo cual
n o le concedía g r a n a m p l i t u d d e elección; los otoñes, a diferencia de
los carolingios, n o p o d í a n crear u n a Reichsaristokrarie, a ninguna esca-
la. P e r o O t ó n eligió a m e n u d o a sus propíos parientes; en Baviera, a su
hermano Enrique ( 9 4 7 - 9 5 5 ) , c o r j e u e
l q s e
había reconciliado; en Sua*
LOS ESTADOS'SUCESORES D E L SIGLO X
529

bia, a su hijo Liudolfo (948-953); y en la Lotaringia, a su h e r m a n o m e -


nor, Brun, arzobispo de Colonia (954-965), antes de v o l v e r a familias
más locales.
Liudolfo también se rebeló, en 953-954. P e r o su revolución, a u n -
que contó con m u c h o a p o y o , fue aplastada p o r la última g r a n invasión
húngara, q u e O t ó n destruyó en la llanura del Lechfeld, cerca de A u g s -
b u r g o , en la frontera suaba, en 9 5 5. D e s p u é s , ya nadie disputó la h e g e -
m o n í a de O t ó n . Se e x t e n d i ó hasta la F r a n c i a O c c i d e n t a l , c o m o d e -
muestra y a el sínodo d e I n g e l h e i m , 11
en 948, en el cual el rey Luis I V
(936-954) expuso los agravios cometidos p o r el d u q u e H u g o el G r a n -
de (m. 95Ó) ante la propia asamblea de O t ó n , para q u e juzgaran al r e s -
pecto el rey francooriental y el legado pontificio. O t ó n también e x t e n -
dió su p o d e r a Italia, p r i m e r o e n 9 5 1 - 9 5 2 , c u a n d o B e r e n g a r i o II
(950-9Ó2) se reconoció s u b d i t o s u y o , y l u e g o en 9 Ó T - 9 6 2 , c u a n d o se
anexionó el reino italiano y fue c o r o n a d o emperador. O t ó n fue lo b a s -
tante fuerte para pasar el resto de su reinado en Italia y fue con m u c h o ,
en los dos últimos decenios de su vida, el g o b e r n a n t e m á s p o d e r o s o d e l
siglo X ; T i e t m a r o n o se e q u i v o c a b a al c o m p a r a r l o c o n C a r l o m a g n o .
La estructura política de O t ó n también fue l o bastante fuerte para s o -
brevivir al reinado de su hijo, el relativamente m e d i o c r e O t ó n II (973-
983), q u e fracasó en sus i n c u r s i o n e s al extranjero: frente a P a r í s , e n
978, y la m u y desastrosa derrota ante los árabes en 982, en el e x t r e m o
meridional de Italia, cerca de C r o t o n a ; e igualmente a ia larga m i n o r í a
de edad de O t ó n I I I , q u e ascendió al t r o n o c o n tres a ñ o s ( 9 8 3 - 1 0 0 2 ) .
Los otoñes m á s jóvenes, sin e m b a r g o , contaban c o n los cuidados de la
madre de O t ó n I I , A d e l a i d a ( m . 999) y la esposa T e ó f a n o ( m . 9 9 1 ) :
reinas regentes de g r a n dureza, s e g ú n el m o l d e m e r o v i n g í o , y p r u e b a
en sí mismas de la centralidad ahora asentada de la familia l í u d o l f m g a /
otoña c o m o reyes de la Francia Oriental. C u a n d o O t ó n III m u r i ó sin
dejar hijos, los potentados del reino oriental vacilaron entre G e r m a n o
II de S u a b i a y E k k e h a r d o , m a r q u é s de la m a r c a s a j o n a de M i s n i a
(Meissen), p e r o , sin m u c h a dificultad, t e r m i n a r o n p o r decidirse p o r
Enrique IV de Baviera ( E n r i q u e I I , 1 0 0 2 - 1 0 2 4 ) , 1 3
q u e era nieto d e l
hermano de O t ó n I y h e r e d e r o p o r línea m a s c u l i n a de O t ó n I I L N o
había d u d a , en n i n g u n o de estos accesos al t r o n o , de q u e la F r a n c i a
Oriental era u n sistema político unitario, q u e p o r entonces incluía t a m -
bién Italia.

C ó m o funcionaba en realidad este sistema, ya es u n a cuestión m á s


problemática. El principio m e r o v i n g i o y carolingio s e g ú n el cual las
E L L E G A D O D E ROMA

asambleas e r a n los m o m e n t o s cruciales de la a g r e g a c i ó n política se


m a n t u v o , desde l u e g o , y de h e c h o se hizo g r a n hincapié al respecto: los
n u e v o s centros reales sajones, M a g d e b u r g o y Q u e d l i m b u r g o , atraje--
r o n a aristócratas y obispos de t o d o el reino para las grandes fiestas de
Pascua. L o s diplomas reales muestran q u e la legitimidad de las conce-
;
siones regias de tierra y derechos tenían importancia p o r t o d o el re¡no
también. P e r o el control local d e los otoñes tenía m á s mediación que el
de sus p r e d e c e s o r e s . L o s r e y e s o e m p e r a d o r e s elegían a los duques,
p e r o los d u q u e s de los d o s ducados meridionales controlaban todas las
tierras antes reales de Suabia y Baviera; de h e c h o , c u a n d o Liudolfo, el
hijo de O t ó n 1, s u c e d i ó a G e r m á n en Suabia, t u v o q u e casarse con
14
I d a , la hija de G e r m á n , para p o d e r h e r e d a r «con t o d o el d u c a d o , toda
su propiedad», según la formulación de W i d u k i n d o ; esto supone que,
de haber tenido G e r m á n hijos, quizá Liudolfo habría sido d u q u e , pero
con poca tierra. D e n t r o de los ducados, tanto las asambleas y la convo-
catoria del ejército c o m o la justicia estaban bajo el control ducal; nunca
había h a b i d o tantos missi reales en la Francia Oriental carolingia y los
capellanes de corte q u e a veces los otoñes enviaban al exterior eran re-
p r e s e n t a n t e s m u y ad koc. L o s r e y e s t a m b i é n elegían a los obispos, a
m e n u d o entre los capellanes de la corte; cierta presencia episcopal en el
séquito real era importante y también podían llevar de vuelta los inte-
reses reales a sus ducados de origen. P e r o también estos tendían a pro-
ceder de familias locales, salvo en los arzobispados clave de Colonia y
Maguncia. L o m e j o r q u e p o d í a n hacer los reyes era socavar el poder
ducal, a veces p o r la vía d e dividir los d u c a d o s (en 976 se privó a Ba-
viera d e la Carintía y a finales de la década de 950 se dividió la Lotarin-
gia en dos: la Alta y la Baja Lotaringia) y, a m e n u d o , p o r la de animar
los intereses a u t ó n o m o s tanto de los obispos c o m o de otros potentados
locales, en particular mediante concesiones de inmunidad judicial. A l a
postre, la práctica política q u e p o r defecto aplicaron los otoñes en los
ducados exteriores, y también en Italia, fue simplemente la de dividiry
g o b e r n a r . E s t o , unido al ceremonial de la asamblea y la frecuente pre-
sencia real — p u e s los otoñes se m o v í a n m u c h o de u n lado a otro, mu-
c h o m á s d e c u a n t o lo hicieron los carolingios, y cabía hallarlos en la
mayoría de lugares, salvo e n B a v i e r a — , constituyó u n a gran parte del
M
g o b i e r n o de los otoñes, al m e n o s fuera de Sajonia.

Sea c o m o fuere, los otoñes también tenían puntos fuertes: en su tie-


rra real, las regiones nucleares de los carolingios, q u e aún pervivían en
t o r n o de A q u i s g r á n y Maguncia-Francfort, a lo q u e añadieron su p r o -
LOS ESTADOS SUCESORES D E L SIGLO X
53 T

pío núcleo familiar en el sur de Sajonia, entre Hildesheim y Mersebur-


go; en sus poderes de patrocinio —beneficios, d u c a d o s , o b i s p a d o s — ,
lo cual, c o m o con los carolingios, convirtió sus cortes en emplazamien-
tos esenciales p a r a la distribución del p o d e r político; en las minas de
p l a t a — p r o v i d e n c i a l m e n t e descubiertas, hacia 970, en su núcleo sajón
de los alrededores de G o s l a r — q u e financiaron a los reyes durante d o s

siglos; y , s o b r e t o d o , en su extenso e j é r c i t o . L a b a s e del ejército era
sajona y se había puesto a p u n t o en las marcas orientales, que, con E n r i -
que I y O t ó n I, se habían convertido en territorios militares m u y o r g a -
7
nizados frente a las agresiones del e s t e . ' L o s eslavos de las tierras del
Elba y O d e r (a grandes rasgos J a Alemania Oriental de 1945-1990) e s -
taban sometidos, en gran medida, y ellos y sus vecinos orientales p a g a -
ban tributos; aunque la aristocracia sajona sacó u n e n o r m e p r o v e c h o de
ello, lo cual contribuyó a la lealtad de la mayoría, sin embargo el r e y /
emperador seguía m a n t e n i e n d o el control de t o d o el proceso. ( L o s d u -
ques de Sajonia emergieron de n u e v o en el siglo x , u n a vez que los liu-
d o l f i n g o s / o t o ñ e s habían llegado a reyes, p e r o e n lo esencial tenían su
base en las marcas orientales y p o r entonces aún n o desplazaron el p o -
der real directo.) C u a n d o los otoñes luchaban en algún lugar, el núcleo
sajón del ejército se veía complementado p o r unidades venidas de todas
las demás zonas del reino francooriental, procedentes sobre todo de las
tierras de la iglesia, c o m o se ve en el Indiculus Lorkatorum^ un raro
documento administrativo del siglo x , lista de oficiales para los refuer-
zos convocados p o r O t ó n II en el sur de Italia en 9 8 1 . L o s otoñes nunca
perdieron el control del servicio militar de t o d o el reino. Ni siquiera la
gran revolución eslava de 983 — q u e , después de que O t ó n fuera d e r r o -
tado en Italia, expulsó a los sajones d e g r a n parte de las tierras de m á s
allá del Elba y c o n t u v o su avance durante u n s i g l o — quebrantó el d o -
minio de los otoñes s o b r e el ejército y s o b r e la frontera sajona. T o d o
esto hizo posible la supremacía otónida, a pesar de la relativa simplici-
dad de las estructuras políticas de b u e n a parte de su reino, y para el a ñ o
T O O O n o mostraba n i n g ú n signo de debilitamiento.

9
El reino de I t a l i a ' — l a periínsula Itálica, del n o r t e hasta R o m a — era
lo opuesto a la Francia Oriental: u n sistema de g o b i e r n o de institucio-
nes cohesionadas cuyos reyes eran débiles. A ú n tenía la capital e n P a -
vía, ubicación d e la c o r t e real y c e n t r o cada vez m á s activo d e saber
judicial. L o s archivos de los tribunales italianos son elaborados y reía-
E L L E G A D O D E ROMA

tivamente h o m o g é n e o s hasta bien entrado el siglo x i , y las apelaciones


a Pavía eran normales. E n su mayoría, estos d o c u m e n t o s proceden de
asambleas judiciales c o n sede en los condados, q u e eran reuniones pú-
blicas, celebradas tres v e c e s al a ñ o y encabezadas p o r condes o müsi
reales ( q u e en Italia n o dejaron de existir, a u n q u e p o r entonces el car-
go era local), p o r lo general organizadas d e n t r o de la fuerte red de ciu-
dades de Italia: esto tenía paralelos c o n la política asamblearia de la
Francia Oriental, p e r o era m u c h o m á s local, m u c h o más regular y tam-
bién explícitamente judicial; estas asambleas estaban llenas d e iudicts
(«jueces») laicos y s e m i e x p e r t o s , h a b i t u a l m e n t e cultos, así como de
n o t a r i o s laicos. L o s i n g r e s o s o b t e n i d o s en Italia a partir d e los dere-
chos d e tránsito y de las tierras reales también eran m á s sistemáticos, y
a m a y o r escala, q u e e n Alemania, al m e n o s lejos de la frontera sajona,
en particular e n los núcleos reales de las regiones q u e h o y se denomi-
nan L o m b a r d í a y Emilia, en t o r n o d e la capital. En 962, valía la pena
conquistar Italia, igual q u e lo había valido en 773-774.

Esta cohesión institucional coincidía con u n a política m u c h o más


regional. La aristocracia del reino l o m b a r d o , en el siglo v m , había sido
local y de riqueza modesta. L o s carolingios introdujeron en la zona a
francos de las g r a n d e s familias aristocráticas septentrionales, de pro-
piedades m á s amplias, c o m o p o r ejemplo los awidónidas» del ducado
meridional d e Spoleto y los «supónidas» (parientes de la reina Engel-
berga, esposa de Luis I I ) , c o m o v i m o s en el capítulo 1 6 . P e r o estas fa-
milias se h u n d i e r o n a principios del siglo x , o se tornaron más locales,
o u n a y otra cosa, c o m o con los condes <*bonÍfacios» de Lucca, una fa-
milia b á v a r a q u e se d o c u m e n t a p o r vez p r i m e r a en Italia en 8 1 2 y
a d o p t ó u n e n f o q u e c o m p l e t a m e n t e r e g i o n a l , c o m o m a r q u e s e s de la
T o s c a n a entre el período d e 84o a 93 r, tras lo cual fueron derrocadosy
se e x t i n g u i e r o n . T r a s u n p e r í o d o c a r o l i n g i o t e m p r a n o , en el q u e los
forasteros m o n o p o l i z a r o n casi t o d o s los cargos seculares, a finales del
siglo i x y en adelante emergieron de n u e v o las familias lombardas, que
l o g r a r o n hacerse c o n tierras y c a r g o s a u n a escala i m p o r t a n t e , como
10
sucedió en el sur de la T o s c a n a , con los A l d o b r a n d e s c h i , protegidos
p o r Lotario I y Luis II, o en la Emilia oriental con los Canossa, favore-
cidos p o r H u g o y O t ó n l (véase el capítulo 2 1 ) ; p e r o t a m b i é n estos,
p o r lo general, tenían tan solo grandes intereses en tres o cuatro conda-
d o s c o n t i g u o s ; y en c u a n t o a la m a y o r í a de los actores aristocráticos
del siglo x , solo tenían intereses en un único c o n d a d o , Italia, fuera del
n ú c l e o real, estaba d i v i d i d a en d u c a d o s o m a r c a s , c o m o la Francia
LOS ESTADOS SUCESORES D E L SIGLO X
533

Oriental: Friuli en el n o r e s t e , Spoleto en el sur, la T o s c a n a en el c e n -


tro, Ivrea y l u e g o T u r í n en el noroeste (los d o s p r i m e r o s , con antece-
dentes l o m b a r d o s ; los o t r o s , carolingios o poscarolingios). C o n t a b a n
con ejércitos y estructuras políticas s e m i a u t ó n o m a s , c o m o sus a n á l o -
gos al n o r t e de los A l p e s . P e r o en Italia había u n r a s g o particular: la
m a y o r í a d e los c o n d a d o s eran sólidos; c o m p a r t í a n el t é r m i n o c o n el
obispado local y se centraban en una ciudad en la q u e vivía la m a y o r í a
de los actores políticos locales, lo cual s u p o n í a q u e las aristocracias
eclesiástica y secular podían concentrarse m u y fácilmente, c o m o p r i n -
cipales p u n t o s d e referencia, en territorios de una sola ciudad, evitan-
do incluso las marcas. E n el siglo X , n o solo Friuli y la T o s c a n a , sino
también sus e l e m e n t o s constituyentes — c o m o V e r o n a , P a d u a o Pisa
y, en el núcleo real, P a r m a , Bérgamo o M i l á n — e m p e z a r o n a tener su
propia historia, p o r s e p a r a d o . I n s r i t u á o n a l m e n t e estaban conectadas
con Pavía, p e r o las rivalidades políticas y las identidades centradas e n
la ciudad i m p o r t a b a n bastante m á s . Estos territorios localizados e r a n
más coherentes q u e en la m a y o r í a de la F r a n c i a Oriental y, en su m a -
y o r p a r t e , e s t a b a n m e n o s d o m i n a d o s p o r familias ú n i c a s q u e e n la
Francia Occidental- E n consecuencia, absorbieron m á s cuota de i n t e -
reses políticos de los poderes locales y los reyes e incluso los m a r q u e -
ses intervinieron en ellos, e n gran medida, desde el exterior. Fuera d e
la red de la ciudad, solo la T o s c a n a sobrevivió c o m o territorio r e g i o -
nal plenamente coherente hasta entrado el siglo X L

Este fue el telón de fondo d e las transformaciones políticas del s i -


11
glo x. El m a r q u é s Berengario de F r i u l i fue el p r i m e r o en n o m b r a r s e a
sí mismo rey, después del derrocamiento de Carlos el G o r d o ; a lo lar-
go de sus treinta y cinco a ñ o s de r e i n a d o , se enfrentó a n o m e n o s de
cinco rivales: G u i d o y L a m b e r t o d e Spoleto (889-895; 891-898); A r -
nulfo, del n o r t e , c o m o h e m o s v i s t o ; y m á s adelante el r e y Luis III d e
Provenza (900-905) y el r e y Rodolfo II de Burgundía (922-92Ó). B e -
rengario I sobrevivió a la m u e r t e t e m p r a n a de los tres primeros y cegó
al cuarto; entre 905 y 922, disfrutó del p o d e r m á s amplio y m e n o s c o n -
testado de t o d o s los reyes de su tiempo- P e r o en realidad n o era m u y
popular fuera de su propia base de poder, en el noreste de Italia (todos
sus rivales, salvo A r n u l f o , tenían a p o y o activo en el noroeste; la T o s -
cana solía permanecer neutral); y t a m p o c o fue n i n g ú n g r a n jefe militar
(perdió batallas ante los h ú n g a r o s y más t a r d e , ante Rodolfo de B u r -
T

gundía). E n la p r i m e r a década del siglo x, inició u n a corriente de e s -


tructuras defensivas locales, c o n c e n t r a d a en las c i u d a d e s 0, si n o , en
534 E L L E G A D O DE ROMA

fortines de propiedad privada, a los q u e a m e n u d o concedía la inmuni-


dad judicial. G u i d o y Luis III, y luego Berengario, también concedie-
ron a obispos derechos condales d e n t r o de las murallas de las ciudades^
lo cual c o n t r i b u y ó a d e s c o m p o n e r aún m á s ia jurisdicción condal. De-
beríamos v e r en ello a u n Berengario q u e ejercía u n protagonismo po^
lírico bien estructurado y en b u e n a medida exitoso, y recompensaba el
a p o y o tanto e n el interior c o m o en el exterior de sus tierras nucleares-
p e r o también reforzaba con ello la y a mencionada tendencia a la locali-
zación. En el reinado d e Berengario I hay pocos signos ni de una polí-
tica p r o g r a m á t i c a de estilo carolingio ni de las asambleas reales cere-
moniales d e los sistemas carolingio y otónida, al norte de los Alpes. Ni
siquiera el panegírico en verso sobre Berengario, de hacia 9 1 5 (un tex-
to atípico, p e r o n o ú n i c o ; t a n t o C a r l o m a g n o c o m o O t ó n 1 los tuvie-
ron) h a c e referencia alguna a tales iniciativas. Berengario t e n n i n ó mal:
sus m e r c e n a r i o s h ú n g a r o s a n i m a r o n u n a n u e v a revolución y la inva-
sión d e R o d o l f o , luego los h ú n g a r o s s a q u e a r o n Pavía y, en 924, Be-
rengario m u r i ó asesinado (lo que n o era habitual en este período).

L o s p o t e n t a d o s italianos seguían b u s c a n d o u n gobernante efectivo


y, en 925, eligieron a H u g o , c o n d e de Arles, q u e m a n d ó enérgicamen-
te durante d o s decenios, entre 926 y 947, H u g o , q u e carecía de base de
poder local, actuaba desde el núcleo real centrado en Pavía y buscó, de
forma sistemática, controlar las marcas p o r la vía de escoger a sus go-
bernantes. A este respecto, actuó exactamente igual q u e O t ó n l , coetá-
n e o s u y o algo m á s j o v e n : d e s p l a z ó a familias ya asentadas (más que
O t ó n , en realidad) y n o m b r ó a su propia parentela, c o m o su hermano
Bosón o H u b e r t o , su hijo i l e g í t i m o , q u e fueron sucesivamente mar-
queses de la T o s c a n a (931-969). T a m b i é n se a p o y ó claramente sobre
una red de obispos, ya fueran parientes suyos o de familias más locales^
que gozaban de p o d e r e s considerables ( c o m o su hijo Bosón, obispo de
Piacenza, q u e también fue archicanciller de Pavía), D e n u e v o , nos fal-
tan m u c h o s datos q u e d o c u m e n t e n una política m á s pública, basada en
las asambleas (salvo en el c a m p o de la ley), a u n q u e cabría esperar que
esto h u b i e r a sido n o r m a l , al m e n o s e n P a v í a . L i u t p r a n d o de Cremo-
n a " q u e es n u e s t r a fuente narrativa principal para H u g o , desdeñó de
3

m a n e r a sistemática los indicadores habituales de legitimidad real cuan-


d o analizó a los reyes italianos, pues no en v a n o era leal a su protector
Orón I; p e r o en nuestras otras fuentes también faltanlos signos claros
de ceremonia real o agregación política en t o r n o de H u g o . U n o se que-
da con la impresión q u e H u g o no dejó de ser u n extraño a las inquietu-
LOS ESTADOS SUCESORES D E L SIGLO X

des políticas locales de los italianos; y él t a m b i é n c a y ó , a la p o s t r e ,


cuando el m a r q u é s Berengario d e Ivrea, q u e había sido exiliado, i n v a -
dió sus tierras con u n ejército francooriental en 9 4 5 , y H u g o se encon-
tró carente d e a p o y o s . B e r e n g a r i o II g o b e r n ó bajo la h e g e m o n í a de
O t ó n l con posterioridad a 9 5 1 y fue fácilmente expulsado e n 9 6 2 .
U n sistema político q u e tiene tanto riqueza c o m o cohesión institu-
cional, p e r o cuyos gobernantes son relativamente marginales, desde el
punto de vista político, y cuentan con p o c o apoyo militar, es tan atrac-
tivo c o m o fácil de conquistar, según c o m p r o b a r o n sucesivamente R o -
dolfo, H u g o , Berengario II y O t ó n I. Es defendible, sin e m b a r g o , q u e
ahora el g o b i e r n o de los o t o ñ e s le iba m u y bien a Italia, O t ó n I y O t ó n
33
I I I pasaron cierto tiempo en I t a l i a — n u e v e y cinco a ñ o s , respectiva-
m e n t e — , p e r o los reyes e s t u v i e r o n p r e s e n t e s en el p r o p i o reino p o r
menos de un tercio de tiempo del p e r í o d o 9 6 2 - 1 0 0 0 ; y en el siglo x i , la
cifra cayó a pico. Los otoñes favorecieron la inmunidad episcopal d o n -
de los condes eran fuertes y n o m b r a r o n y d o t a r o n a condes d o n d e los
fuertes eran los obispos: u n p r o c e d i m i e n t o ad koc d e s t i n a d o a r e d u c i r
las bases de poder locales, c o m o al o t r o lado de los Alpes. N o hicieron
mucho más; n o i m p o r t a r o n nuevas familias. La fortaleza d e sus ejérci-
tos, cuando estuvieron presentes en el país, hizo que la oposición explí-
cita fuera r a r a ; sin e m b a r g o , O t ó n III t u v o b a s t a n t e s p r o b l e m a s en
Roma, q u e intentó convertir en su b a s e política entre 9 9 8 y 1 0 0 1 , en un
intento romántico ( y en b u e n a m e d i d a , retórico) d e renovado del i m p e -
rio r o m a n o . P e r o la m a y o r p a r t e del t i e m p o estuvieron ausentes y la
política local de las aristocracias u r b a n a s y los obispos italianos p u d o
continuar c o n poca interferencia e x t e m a , vinculada entre sí p o r la red
de asambleas judiciales, con centro en Pavía, y también p o r la b ú s q u e -
da regular de diplomas de concesión de tierras y derechos por parte de
los r e y e s / e m p e r a d o r e s transalpinos. Este fue un m o d e l o q u e persisti-
ría hasta q u e las guerras civiles de las d o s últimas décadas del siglo X I
obligaron a las comunidades urbanas de Italia a pensar e n gobernarse a
sí mismas; p o r otra parte, la coherencia de los territorios de las ciuda-
des, pasado el a ñ o 1 0 0 0 , se había visto erosionada p o r la cristalización
de s e ñ o r í o s a ú n m á s p e q u e ñ o s , c o n d e r e c h o s p o l í t i c o s a u t ó n o m o s
(véase m á s adelante, capítulo 2 1 ) .

O t ó n I y III intervinieron directamente en la política romana, y los


14
tres otoñes intentaron asimismo intervenir al sur d e R o m a . Si bien el
principado independiente de B e n e v e n t o había logrado repeler a C a r -
lomagno, en 8 4 9 , tras una g u e r r a civil de diez años, se dividió en d o s .
EL L E G A D O D E ROMA

B e n e v e m o y S a l e m o ; y C a p u a se escindió de Salerno en los anos 86o


D e s d e e n t o n c e s , los tres principados se c o m b i n a r o n entre sí de varios
m o d o s , lucharon entre sí y c o m b a t i e r o n contra las p e q u e ñ a s ciudades-
estado, antaño bizantinas, de la misma zona: Ñapóles, Amalfi y Gaeta,
durante dos siglos. I n t e r n a m e n t e , c o m o sistemas de g o b i e r n o , n o esta-
ban m u y c o h e s i o n a d o s , y y a a m e d i a d o s del siglo x se estaban divi-
diendo e n señoríos m á s r e d u c i d o s , c o n la excepción de S a l e m o . T a m -
bién m i l i t a r m e n t e eran débiles: Luis II y a había intentado dominarlos
en las décadas de 860-870, a u n q u e fracasó; también los bizantinos, de
forma m á s definitiva, se a n e x i o n a r o n las porciones m á s meridionales
de S a l e r n o y , e n p a r t i c u l a r , de B e n e v e n t o en los a ñ o s 880-800. Así,
los principados meridionales parecían posibles nuevas conquistas páralos
otoñes y, si n o t e r m i n a r o n siéndolo, fiíe solo p o r q u e estaban demasia-
d o lejos de sus principales bases de p o d e r , así c o m o p o r q u e la derrota
de O r ó n II en 982 resultó de lo m á s traumática.

E n c a m b i o , en el interior del sur d e Italia, el principado indepen-


diente bajo su propia dinastía g o b e r n a n t e fue u n m o d e l o político esta-
11
ble, n o desafiado. Sin d u d a esta es la razón de q u e R o m a , bajo cuatro
generaciones de la familia de los T e o í i l a c t o s (h. 904-963), se moviera
igualmente en ¡a dirección del m o d e l o dinástico. Era lo suficientemen-
te fuerte p a r a t o l e r a r i n c l u s o la p r e s e n c i a de u n a s o b e r a n a indepen-
diente, Marozia, señarme etpatricia (h. 92 5-932), u n a entre u n pequeño
p u ñ a d o de mujeres q u e g o b e r n a r o n en el siglo x (las otras, q u e vere-
m o s m á s adelante, estuvieron e n Mercia y R u s ) ; la d e r r o c ó su hijo Al-
berico (932-954), q u e se hizo llamar princeps, «príncipe», en clara imi-
tación de los príncipes de m á s al sur. Estos g o b e r n a n t e s eligieron a sus
o b i s p o s — e s decir, e n este c a s o , los p a p a s — igual q u e hicieron los
príncipes de C a p u a - B e n e v e n t o y de Salerno, y t a m b i é n igual que ha-
cían los otoñes, al norte. Alberico se distanció del m o d e l o , sin embar-
g o , c u a n d o n o solo le sucedió su hijo ( 9 5 4 - 9 6 3 / 4 ) , sino q u e persuadió
a la aristocracia r o m a n a de q u e eligiera a este ultimo c o m o papa; y en
efecto recibió ese n o m b r a m i e n t o , c o m o J u a n X I I , en 95o. Las tradi-
ciones r o m a n a s y su b u r o c r a c i a , o r i e n t a d a al p a p a d o , hacían que un
jefe episcopal fuera m á s a p r o p i a d o , a largo plazo, que u n o con el título
de príncipe. P e r o esto trajo consigo una nueva inestabilidad, después de
q u e O t ó n I derrocara a J u a n , pues familias rivales a p o y a r o n a pontífi-
ces rivales a lo largo del resto del siglo. O t ó n 1 y O t ó n III n o hicieron
m á s q u e exacerbarlo con sus p r o p i a s intervenciones temporales, arbir
trarias, violentas. P e r o a u n q u e los r e y e s / e m p e r a d o r e s podían p r e s a n -
L O S ESTADOS SUCESORES D E L SIGLO X
537

dif del sur de Italia, c o m o en efecto hicieron, n o p o d í a n prescindir de


R o m a , p u e s aquí necesitaban coronarse emperadores. O t ó n III intentó
resolver los enfrentamientos e n t r e b a n d o s r o m a n o s eligiendo a papas
no italianos (incluido G e r b e r t o ) p o r vez p r i m e r a desde m e d i a d o s del
síglo V I I I . El intento fracasó, p e r o E n r i q u e I I I lo imitaría en la década
de 1040 y ello tendría efectos futuros impredecibles.

La Francia Occidental íue, sin d u d a , el m e n o s exitoso de todos los rei-


20
nos p o s c a r o l i n g i o s . Incluso el v a g o r e i n o de B u r g u n d i a , en el valle
del Rin, l o g r ó en lo esencial una perdurabilidad (salvo e n el sur, asola-
do p o r los árabes) y continuidad dinástica, entre 888 y su absorción e n
el r e i n o / i m p e r i o francooriental en 1 0 3 2 . L a Francia O c c i d e n t a l , e n 17

cambio, c o m b i n ó la realeza personalizada del este o t ó n i d a con la ines-


tabilidad política de la Italia d e principios del síglo x ; y esta era u n a
combinación fatal. E n la década de 940, los reyes del oeste apenas t e -
nían algo de autoridad, y durante los ciento cincuenta años posteriores
apenas la acrecentaron.
E n 888, el « r o b e r t i n o » O d ó n d e P a r í s se h i z o c o n el t r o n o de la
Francia Occidental (888-898). El ú n i c o carolingio q u e sobrevivía e n
Occidente, C a r l o s el Simple, era u n n i ñ o , y se necesitaba u n a d u l t o
para lidiar con los vikingos- E n 889, O d ó n celebró asambleas n u m e r o -
sas a las q u e asistieron condes y obispos de p u n t o s tan meridionales
como Barcelona y N i m e s ; p e r o su sangre no carolingia n o a y u d ó a su
autoridad al sur del Loira, en Aquitania y demás zonas, y para 893 su falta
de éxito contra los v i k i n g o s permitió q u e el arzobispo Fulco de R e i m s
(m. 900) lograse i m p o n e r a Carlos c o m o rey, en vez de a O d ó n . Ello
provocó u n a g u e r r a civil; O d ó n y Carlos firmaron la paz en 897 y C a r -
los fue reconocido c o m o h e r e d e r o de O d ó n , a cambio de q u e a R o b e r -
to, h e r m a n o de O d ó n , se le r e c o n o c i e r a el c o n t r o l e n solitario de los
monasterios y condados de la familia entre el Sena y el Loira y en los al-
rededores de París, C u a n d o Carlos sucedió c o m o rey (898-923), q u e -
dó con ello p r i v a d o de u n a gran p a r t e d e las tierras tradicionales d e los
reyes en la región de París. T a m b i é n los condes de V e r m a n d o i s , H e r i -
berto I ( m . h. 905) y su hijo H e r i b e r t o II (m. 943) — p o r su parte, c a r o -
lingios d i s t a n t e s , p u e s el p r i m e r o era n i e t o de B e r n a r d o de I t a l i a — ,
habían o c u p a d o la m a y o r í a d e las p r o p i e d a d e s reales en el valle del
Oise, al n o r t e de París. Carlos se q u e d ó con L a o n c o m o base política,
al noreste, q u e amplió hasta R e i m s siempre q u e p u d o . N o es de extra-
E L L E G A D O D E ROMA
53*

fiar q u e pasara la década de 9 i o intentando hacerse con el control efec.


tivo de la Lotaringia, p u e s las propiedades reales de los alrededores dé
Aquisgrán habrían i n c r e m e n t a d o sobremanera su riqueza e influencia
política. P e r o la empresa no tenía el a p o y o sin reservas d e la aristoera.
cía francooccidental, q u e también parece haber recibido mal a sus con-
sejeros lotaringios. E n 920, e n palabras de F l o d o a r d o de R e i m s , se 18

r e b e l a r o n «casi t o d o s l o s c o n d e s d e la F r a n c i a » occidental, y en 9 2 ;
n o m b r a r o n rey a R o b e r t o , frente a Carlos. R o b e r t o m u r i ó en combate
al a ñ o siguiente, p e r o l o s francos se n e g a b a n a aceptar el regreso de
Carlos y eligieron en su lugar al d u q u e Rodolfo de Burgundia, cuñado
de R o b e r t o (923-936). Carlos fue apresado p o r H e r i b e r t o II de Ver-
mandois y m u r i ó e n prisión, en 929.
Carlos, c o m o rey, n o fue e n t e r a m e n t e inútil. Su aventura lotarin-
gia era, al m e n o s , u n a estrategia razonable, a u n q u e en efecto desespe-
rada. T a m b i é n t u v o el b u e n criterio de tratar con los vikingos del Sena
reconociéndolos e instalando a su jefe Rollón c o m o conde de Ruán en
9 1 1 . L o s v i k i n g o s (en latín, Nonmtumi) del Sena respetaron bastante
su p a r t e del a c u e r d o y n o a t a c a r o n d e n u e v o ; se asentaron y pronto
empezaron a c o m p o r t a r s e en formas análogas a las de otros potentados
francos, y « N o r m a n d í a » , a u n q u e proclive a la g u e r r a civil, quedó con
relativa estabilidad en m a n o s de su c o n d e o d u q u e . P e r o Carlos adole-
cía de varios p r o b l e m a s insuperables. U n o era que apenas tenía poder
en la Francia Occidental en su conjunto; en las d o s décadas q u e prece-
dieron a 898, los condes y duques tanto del norte c o m o del sur habían
ocupado la m a y o r parte del territorio para sus propios propósitos, sal-
v o en la zona nuclear d e París, q u e R o b e r t o y H e r i b e r t o se repartieron
con él. El s e g u n d o era q u e él y sus sucesores carecían de t o d o poder
para elegir a los condes y d u q u e s , a diferencia de los reyes d é l a Francia
Oriental y de Italia; en el siglo x , n i n g ú n rey francooccidental tuvo
efecto relevante n i n g u n o sobr* la sucesión d e los grandes condados o
ducados, salvo q u e su s o b e r a n o m u r i e r a sin h e r e d e r o s . Este poder no
se había p e r d i d o hasta fecha reciente, p u e s Carlos el G o r d o lo ejerció
en la década de 880; p e r o ahora había desaparecido, con la consecuen-
cia de q u e el tablero de ajedrez de la política francooccidental resultaba
e s t r a t é g i c a m e n t e i m p o s i b l e d e c o n t r o l a r , salvo mediante la guerra;
solo a l g u n o s obispos y abades del n o r t e , en particular el gran poder
regional de R e i m s , solían quedar a elección del rey_ El tercer problema
fue q u e los p o t e n t a d o s de la F r a n c i a O c c i d e n t a l t a m b i é n se habían
vuelto m á s regionales; ya en 898, R o b e r t o , H e r i b e r t o I, el conde Bal-
LOS ESTADOS SUCESORES D E L SIGLO X
539

duino de F l a n d e s , F u l c o de R e i m s , R i c a r d o el J u s t i c i e r o ( d u q u e de
Burgundia), G u i l l e r m o el P i a d o s o ( d u q u e de la Aquitania oriental) y
el conde O d ó n de T o u l o u s e tenían intereses q u e se limitaban a los c o n -
dados q u e controlaban y sus vecinos inmediatos, p e r o no al reino en su
conjunto. E n esto, la situación se asemejaba m u c h o a la de la Francia
Oriental o Italia, y a Carlos el Simple le correspondió la tarea de asen-
tar la centralidad política de s u s a s a m b l e a s , c o m o haría E n r i q u e d e
Sajonia, P e r o carecía de las tierras necesarias para hacerlo y sus inten-
tos de crearlas carecieron del a p o y o preciso.
El rey Rodolfo, en 923, contaba al m e n o s con u n a nueva base terri-
torial, en el ducado de Burgundia, d o n d e era fuerte. P e r o también p e r -
maneció en esta zona, en gran medida; los Anales de F l o d o a r d o afirman
que se lo «invitaba a acudir» a las tierras centrales de la Francia O c c i -
dental, q u e no estaban tan lejos, tanto p o r parte d e H e r i b e r t o de V e r -
mandois c o m o p o r parte de H u g o el G r a n d e ( m . 956), hijo de R o b e r t o ,
9
cuando se necesitaba que interviniera e n alguna guerra." A su muerte,
en 936, H u g o hizo volver de su exilio en Inglaterra a Luis I V , hijo de
Carlos, p a r a darle el g o b i e r n o . Luis carecía p o r entero de poder y de
tierras, y luchó con d e n u e d o , p e r o sin éxito, para asentarse con i n d e -
pendencia de H u g o , q u e había llegado a ser «duque de ios francos [occi-
dentales]» en 93o. H u g o incluso lo encarceló en 945-946, en una acción
que hizo entrar en escena con m á s firmeza a O t ó n I y que culminó en la
aparición de Luis en Ingelheim, en 948, con la intención de q u e O t ó n
condenara a H u g o . ( H u g o fue excomulgado por ello pasados unos m e -
ses de aquel a ñ o , p e r o n o lo t o m ó en cuenta, aunque en 950 firmó la paz
con Luis.) ° Luis murió e n 954, y dejó c o m o rey a u n hijo de trece años,
3

Lotario (954-986); la m a d r e de Lotario, Gerberga, fue regente durante


varios a ñ o s . P e r o la m u e r t e d e H u g o , en 95o, c o n c e d i ó u n respiro al
rey, d a d o q u e el hijo m a y o r de aquel, H u g o Capeto, solo contaba once
años de edad. G e r b e r g a era h e r m a n a de E d u v i g i s , la m a d r e de H u g o
Capeto; las dos eran asimismo h e r m a n a s de O t ó n I, cuya autoridad en
Occidente estaba en su cúspide, en esos años; la ejercía p o r medio de su
hermano, Brun de Colonia, a quien se halla a m e n u d o en la Francia O c -
cidental en la década siguiente, y q u e orquestó la confirmación del títu-
lo de d u q u e para H u g o C a p e t o en 960. L o t a r i o , al crecer, se enemistó
no solo con H u g o Capeto sino también con O r ó n I y O t ó n II, y guerreó
contra este último en 978-980, c o m o en la de sesenta años antes, en u n
intento de recobrar la Lotaringia. P e r o su m a y o r protagonismo se basa-
ba tan solo e n el p o d e r territorial. C u a n d o su hijo Luis V m u r i ó joven
E L L E G A D O D E ROMA

en 987, el arzobispo A d a l b e r o d e Reims apostó con éxito p o r la sucesión


de H u g o C a p e l o , c o m o h e m o s visto. La h e r i d a abierta de la rivalidad
robertino-carolmgia c o n c l u y ó con la captura de Carlos de Lotarüigia
en 990 y, desde entonces, los «capeadas» p o r línea masculina goberna-
r o n la Francia Occidental (Francia) sin interrupción significativa hasta
1792, en lo q u e supone u n récord sin igual en toda la historia, hasta don-
3
de se me alcanza, con la única salvedad de J a p ó n , '
Este n o fue el final de los p r o b l e m a s reales, sin e m b a r g o . Adalbero
(o G e r b e r t o ) p u d i e r o n escribir y a en 985 u n a «carta anónima y secre-
ta», a d e m á s de b r e v e , dirigida probablemente a la parentela lotaringia
del a r z o b i s p o , q u e afirmaba q u e ftLotarío es r e y de Francia solo de
n o m b r e ; H u g o n o lo es de n o m b r e , cierto, p e r o sí p o r sus hechos»; en
apariencia, se volvía a 7 5 1 . P e r o el tiempo tampoco se había detenido
para los robertinos. La base de p o d e r d e H u g o el G r a n d e era un bloque
de u n o s veinte c o n d a d o s , q u e se extendía de París a Orleans y por el 3

oeste, hasta A n g e r s : un territorio m u y a m p l i o , para lo habitual en la


Francia O c c i d e n t a l del siglo x . P e r o d u r a n t e la m i n o r í a de edad de
H u g o C a p e t o , los c o n d e s de la mitad occidental d e este bloque — e n
particular l o s d e A n g e r s y B l o i s — d e j a r o n atrás su a n t i g u o someti-
m i e n t o , a d q u i r i e r o n la independencia defacto y empezaron a manejar
su p r o p i a política local y regional; fue famosa la insubordinación de
F u l c o N e r r a d e A n j o u (Anjou era el territorio de A n g e r s ; 987-1040)
ante R o b e r t o II ( 9 9 6 - 1 0 3 1 ) , hijo de H u g o C a p e t o ; y O d ó n II de Bloís
( 9 9 5 - 1 0 3 7 ) t a m b i é n se a p o d e r ó de la C h a m p a ñ a hacia 1 0 2 1 , lo cual
supuso encerrar el núcleo c a p e a d a / r o b e r t i n o desde los dos lados a la
vez. La escala geográfica de las operaciones militares y políticas, que
ya era p e q u e ñ a en la descripción q u e hicieron de ella los Anales de Fio-
d o a r d o en la d é c a d a de 920, se e m p e q u e ñ e c i ó a ú n más, si es q u e aún
podía, e n el siglo x i . Las tradiciones reales tales c o m o la asamblea y la
formación del ejército tuvieron q u e tener aún m e n o s fuerza q u e antes;
con p o s t e r i o r i d a d a 1000. Al n o r t e del Loira, la Francia Occidental
contaba con un territorio de la extensión aproximada de la Sajonia que
en 1025 estaba dividido entre seis o siete «principados» independien- 31

tes defacto: Bretaña, A n j o u , N o r m a n d í a , B l o í s - C h a m p a ñ a , Flandes,


con los reyes en m e d i o y los arzobispos de Reims en el m a r g e n . Al sur
del Loira había varios más.

El sistema m e r o v i n g i o - c a r o l i n g i o de los c o n d a d o s era m á s fuerte


en la Francia Occidental q u e en la oriental, y n o había tradiciones fuer-
tes d e diferencia étnica, salvo en la Bretaña ( q u e , a la postre, quedó
LOS ESTADOS SUCESORES DEL SIGLO X

absorbida p o r la política franca en el f r a g m e n t a d o siglo x ) y, en ese


^ o m e n t o , N o r m a n d í a . El m o d e l o oriental del d u c a d o étnico tenía
aquí m e n o s fuerza. Así, cada u n i d a d política m á s extensa q u e u n solo
condado — c o m o los p e q u e ñ o s p r i n c i p a d o s al n o r t e del L o i r a — se
creó con g r a n esfuerzo, territorio a territorio, y corría el peligro de e s -
cindirse de n u e v o en sus partes constituyentes, c o m o para 987 estaban
haciendo las tierras robertinas. E n el sur, también, los c o n d a d o s «gui-
IJerminos» de la A u v e r n i a (véase el capítulo 1 1 ) habían a c u m u l a d o u n a
serie de c o n d a d o s e n la Aquitania oriental y para 900 se h a d a n llamar
«duques de los aquiránicos»; p e r o el oeste de la Aquitania, e n particu-
lar los condes de Poitiers, n o reconocían su autoridad ni había v e r d a -
dera razón para q u e lo hicieran; cuando en 9 1 7 se extinguieron los d u -
ques d e la A u v e r n i a , l o s c o n d e s d e P o i t i e r s a s u m i e r o n el t í t u l o
auvernio, p e r o solo p o d í a n ejercer el p o d e r allí sí t o m a b a n la r e g i ó n
militarmente, etcétera. E n realidad, l o s d u q u e s d e P o i t i e r s t u v i e r o n
bastante éxito en esta labor, y G u i l l e r m o IV (9Ó3-993) y Guillermo V
(993-1030) ejercieron, en ocasiones, más autoridad q u e nadie al n o r -
33

te del Loira en esas techas. L o s concilios eclesiásticos regionales q u e ,


en la Aquitania de la segunda mitad del siglo, predicaban contra la v i o -
lencia aristocrática y a favor de la «Paz de Dios», fueron conquistados
en parte p o r Guillermo V con posterioridad a 994 y volvieron a ser, de
hecho, asambleas a g r a n escala d e estilo carolingio; las únicas q u e s e -
guían existiendo en la Francia Occidental a finales del siglo X . P e r o el
núcleo del poder y los territorios guillerminos seguía siendo Poitou y,
en cualquier otra p a n e , debía ganarse la lealtad de los condes y otros
señores locales, y a fuera p o r la fuerza, el convencimiento o la c e r e m o -
nia. Esta era u n a lealtad q u e a ú n precisaba de refuerzos c o n s t a n t e s ,
como p o d e m o s v e r e n u n a c u e r d o d e hacia 1025 e n t r e G u i l l e r m o y
Hugo de L u s i g n a n (un señor p o d e r o s o d e la p r o p i a P o i t o u ) ; el texto
preservado r e c o g e en gran detalle los enfrentamientos a r m a d o s y si-
tuación de tensión e irritación q u e s e p a r a r o n a las d o s partes antes de
que se alcanzara el a c u e r d o . Así ocurría en todas partes. L o s condes de
Flandes, los c o n d e s / d u q u e s d e N o r m a n d í a , los condes de A n j o u , los
condes de T o u l o u s e , los condes de Barcelona, todas las agregaciones
de c o n d a d o s dominantes, algunas n o p o c o extensas, lograron estable-
cer en efecto u n a hegemonía genuína y p e r d u r a b l e sobre los diferentes
poderes de sus principados. O t r o s , sin e m b a r g o , solo t u v i e r o n h e g e -
monía s o b r e t e r c e r o s d e forma i n t e r m i t e n t e . Y con p o s t e r i o r i d a d a
1000, a p r o x i m a d a m e n t e , se p r o d u j o u n a n u e v a i n v o l u c i ó n en buena
E L L E G A D O D E ROMA
542

parte de la Francia Occidental, c u a n d o los propios condados e m p e z ó


r o n a escindirse en señoríos más reducidos, cada u n o con sus propios
poderes judiciales, militares y políticos locales: t o d o el sistema político
del ingente imperio de C a r l o m a g n o , p e r o r e d u c i d o a la escala de unas
pocas p o b l a c i o n e s . Este p r o c e s o , d e n o m i n a d o «revolución feudal»*
será objeto de análisis m á s adelante. i y

El h e c h o de q u e , a finales del siglo x x , la historiografía francesa


haya d o m i n a d o el estudio de la fase central de la E d a d Media, que para
este propósito se inicia hacia ¿ o o o o u n p o c o antes, ha hecho que laex*
p e r i e n á a francooccidental parezca la evolución típica del m u n d o caro-
lingio. A h o r a bien, c o m o sin d u d a h a b r á n visto los lectores de este cá4
pítulo, n o fue así. Menos típica a ú n , c o m o v e r e m o s , fue la «revolución
feudal», p u e s solo afectó a algunas partes de la p r o p i a Francia Occi?
dental. En todas partes, es cierto, el p o d e r era m u y local y se basaba en
tierras, d e r e c h o s , ejércitos y j u r a m e n t o s d e fidelidad; y en Italia, así
c o m o incluso en p a n e de la Francia Oriental, era m á s local en 1000 qué
e n 900. P e r o en la m a y o r í a de lugares, la identidad y la condición arisf
tocrática a ú n estaban estrechamente relacionadas con la proximidad a
los reyes, o a lo s u m o a grandes poderes regionales tales c o m o el duque
de Baviera, el m a r q u é s de la T o s c a n a o el conde de Flandes, Incluso en
Italia, a u n q u e las identidades p o d í a n estar m u y vinculadas con los te^
rritorios de u n a ciudad, la fuerza institucional del reino se conservaba;
c o m o herencia de los p e r í o d o s l o m b a r d o y carolingio. Y en todas las
tierras poscarolingias, incluso e n el oeste, existieron elementos de una
práctica política c o m ú n , asimismo h e r e d a d o s de los carolingios y mcn
dificados solo en p a r t e después de 900. T e r m i n a r e m o s este capítulo
m i r a n d o c ó m o funcionaban algunos de ellos.

El siglo x concedió m e n o s espacio a la teología política de estilo carcn


lingio. H u b o algunas muestras: A b ó n de F l e u r y ( m . i o o 4 ) , e n p a r u >
54

cular, p u d o elogiar la legislación carolingia ante H u g o Capeto y Ro-


berto II; p e r o e n esta labor parece haber estado bastante aislado. (Hacia
1000, los reyes francooccidentales tampoco eran los receptores ideales
de tales ideas; p e r o A b ó n también contó con protección en Inglaterra;
d o n d e la situación era distinta, c o m o veremos en el próximo capítulo.)
A la inversa, sería e r r ó n e o concluir a partir de esta ausencia que el si-
g l o x se había distanciado del m u n d o d e la escritura. Las tradiciones
educativas del siglo ix. habían continuado en centros carolingios tales
LOS ESTADOS SUCESORES D E L SíGLO X
143

como St. Gallen, C o r v e y y Reims, y, d e h e c h o , ampliaron su geografía


pasta ubicaciones r e m o r a s c o m o la A u r i l l a c de. G e r b e r t o y el n u e v o
núcleo real del sudeste d e Sajonia, en QuecUimburgo, G a n d e r s h e i m y
fáagdeburgo. Algunos d e los resultados literarios fueron llamativos: la
prosa rimada del lotaringío Raterio, obispo d e V e r o n a ( m . 974), el in-
tenso u s o d e Salustio en el h i s t o r i a d o r sajón W i d u k i n d o de C o r v e y
(¡n- después d e 9 7 3 ) , el c o n o c i m i e n t o (y u s o pretencioso) del g r i e g o
por el obispo italiano L i u t p r a n d o de C r e m o n a (m. 972) y la poesía v i r -
giliana y — l o m á s inusual de todo-— el teatro con influencias de T e -
rencio de la sajona Rosvita (o Hrotsvitha) de G a n d e r s h e i m (m. 97 j ) * 3 5

I Rosvita y s u p r o t e c t o r a , la a b a d e s a G e r b e r g a ( s o b r i n a de O t ó n I )
muestran q u e las mujeres de la aristocracia sajona podían llegar a p o -
seer u n a cultura formidable. Y todas las personas mencionadas en este
párrafo, a u n q u e sin duda se habían formado en u n m e d i o eclesiástico,
: teman estrechas v i n c u l a c i o n e s c o n la c o r t e ; p o r lo g e n e r a l , p e r o n o
solo, con los otónidas.
36
E n c u a n t o al u s o de t r a d u c t o r e s , d e s d e l u e g o , en las fuentes del
siglo x se alude m u c h o más a este q u e en las del siglo i x , incluso para
los reyes y d u q u e s . E n ocasiones se ha conjeturado q u e O t ó n 1 no sabía
latín, p o r ejemplo, p o r q u e L i u t p r a n d o t u v o q u e t r a d u c i r p a r a él en
Roma en 9Ó3. Sin e m b a r g o , es m á s p r o b a b l e q u e O t ó n , simplemente,
evitara desvelar q u e no manejaba a la perfección la retórica pública la-
tina, además de resaltar una cuestión política: q u e él, n u e v o s o b e r a n o
de R o m a , hablaba sajón. Rosvita consideró q u e valía la pena dedicarle
su obra e n v e r s o Gesta Qttonis ( y t a m b i é n a su hijo O t ó n I I , q u e sin
37
duda sí era c u l t o ) y sería extraño q u e O t ó n I, sin c o m p r e n d e r l a s en
absoluto, hubiera patrocinado a tantas figuras literarias. A d e m á s , en el
siglo x , escribir (en latín) era u n m e d í o regular de comunicación polí-
tica, además de los mensajes hablados, c o m o había sido en el siglo i x y
anteriormente, incluso fuera d e Italia, c o n su amplia cultura laica. L a
colección d e cartas de G e r b e r t o ( p r o b a b l e m e n t e de trabajo, aunque él
luego la revisara para su publicación) muestra cuan densa podía ser la
correspondencia política en la década de 980. G e r b e r t o y las personas
para las q u e escribía — A d a l b e r o , H u g o C a p e t o , la reina E m m a , espo-
sa de L o t a r i o — enviaban con gran frecuencia mensajes prácticos y es-
cuetos, tanto entre sí c o m o a o t r o s actores políticos destacados; c o m o
cuando en diciembre de 988 H u g o , a la sazón rey, escribe a la e m p e r a -
triz T e ó f a n o , se interesa sobre la salud de ella, le promete paz y p r o p o -
ne un e n c u e n t r o diplomático el m e s siguiente; y t o d o ello, en tan solo
E L L E G A D O D E ROMA
544

33
o c h o l í n e a s . Es bastante probable q u e la m a y o r í a de los nobles ya no
poseyeran u n a educación p l e n a m e n t e culta y, desde luego, no compari
rían el c o m p r o m i s o literario habitual en el siglo i x . Sea c o m o fuere;
esta n o era u n a cultura «oral», según la h a n descrito algunos historia-
d o r e s excesivamente r o m á n t i c o s , salvo en la m e d i d a en q u e todas las
culturas — i n c l u i d a la nuestra y a c t u a l — son esencialmente orales. Y"
tanto si se escribía c o m o si n o , algunos aspectos del gobierno del siglo
x p o d í a n estar (para lo habitual en el O c c i d e n t e altomedieval) estrés
chámente organizados y s u p e r v i s a d o s . ^ El impuesto de capitación con
el q u e B e r e n g a r i o de I v r e a c o m p r ó a los h ú n g a r o s en 9 4 7 es un buen
ejemplo. O t r o e j e m p l o , quizá m á s l l a m a t i v o , es la decisión adoptada
p o r O t ó n III en 9 9 7 : d e f e n d e r u n i m p o r t a n t e castillo de la frontera
sajona, el de A r n e b u r g , con destacamentos cuatrisemanales encabeza-
d o s p o r d e s t a c a d o s n o b l e s locales, q u e d e b í a n r e l e v a r s e en la labor;
c u a n d o u n relevo no llegó a tiempo y los eslavos saquearon el castillo,
el e m p e r a d o r exigió cuentas. Misnia tuvo destacamentos similares en
la década siguiente. Esto representa un g o b i e r n o sistemático, al menos
en la Sajonia, q u e experimentó también la aristocracia laica, y no solo
sus h e r m a n o s y h e r m a n a s de la iglesia.

E n p a r a l e l o a esta c o m u n i c a c i ó n diaria, los sistemas de gobierno


del siglo x m a n t u v i e r o n u n a arena pública de acción política a gran es-
cala, c o m o era propio del m u n d o carolingio. P r o b a b l e m e n t e , las asam-
40
b l e a s fueron m á s reducidas en la Francia Occidental, tanto con fines
políticos c o m o judiciales; de h e c h o , hacia el a ñ o 1 0 0 0 , aproximada-
m e n t e , las asambleas judiciales se extinguieron en buena parte del rei-
no occidental. La asamblea de p o t e n t a d o s q u e , en 9 8 7 , eligió a Hugo
C a p e t o fue d e n o m i n a curia p o r Richer, esto es, «tribunal», un concepto
m u c h o m á s r e s t r i n g i d o q u e placitum, la g r a n asamblea judicial que
p e r v i v í a en Italia, o q u e el uniyersalis populi conventus, «reunión de
t o d o el pueblo», mencionada a m e n u d o p o r W i d u k i n d o con referencia
a las tierras francoorientales. Incluso en la Francia Occidental, sin em-
b a r g o , los concilios de paz de Guillermo V de Aquitania y otros pudie-
ron r e v i v i r en ocasiones la i m a g e n de u n a participación pública más
amplia; y en el resto d e lugares todos los m i e m b r o s d e las comunidades
políticas, ya fueran locales o de t o d o el reino, p o d í a n reunirse y ser es-
p e c t a d o r a s d e acros políticos q u e tenían p o d e r , s i m p l e m e n t e , por la
magnitud de su público.

Estos actos p o d í a n ser m u y elaborados. La coronación de Otón I, a


la q u e y a h e m o s aludido, fue u n o de ellos, provisto de potentes imáge^
LOS ESTADOS SUCESORES D E L SIGLO X
545

nes de supremacía y legitimidad carolingias. Muchas de estas imágenes


se caracterizaban p o r su majestuosidad y s o m e t i m i e n t o a las n o r m a s ,
rasgos q u e G e r d Aithoff ha r e s u m i d o acertadamente con el n o m b r e de
41
Spielregetn «las reglas del juego», reglas q u e toda la c o m u n i d a d c o -
nocía y q u e evitaban q u e la discrepancia se expusiera en público. Esto
era t a n t o m á s n e c e s a r i o c u a n t o q u e la j e r a r q u í a cortesana única del
mundo carolingio, en realidad, había d e s a p a r e c i d o ; a h o r a el n ú m e r o
de actores era m u c h o más elevado y su posición relativa y a n o se podía
establecer desde lo m á s alto. La igualdad e n t r e los reyes se c o r e o g r a -
fiaba cuidadosamente, c o m o cuando, en 948, O t ó n I y Luís IV se sen-
taron juntos en el sínodo de Ingelheim, y lo hicieron en el m i s m o ins-
tante; o c u a n d o l o s r e y e s se e n c o n t r a b a n en los límites e n t r e l o s
42
r e i n o s : C a r l o s el S i m p l e , p o r e j e m p l o , se r e u n i ó c o n E n r i q u e I en
921, a c o m p a ñ a d o cada u n o p o r susfideles, en u n b a r c o en aguas del
Rin, al q u e accedieron a m b o s en sus p r o p i o s barcos separados. E n u n
caso paralelo, R o d o l f o de F r a n c i a O c c i d e n t a l se r e u n i ó con el d u q u e
Guillermo II d e A q u i t a n i a en el río L o i r a , e n 924, c u a n d o R o d o l f o
amenazaba con desatar u n a g u e r r a para q u e G u i l l e r m o se sometiera a
él y lo reconociera c o m o rey. L o s mensajeros cruzaban de día para n e -
gociar, y luego G u i l l e r m o cruzó de n o c h e , bajó de su caballo y , a pie,
se e n c o n t r ó c o n el rey q u e , d e s d e lo alto d e su c a b a l g a d u r a , le d i o el
beso de la paz; este fue el e l e m e n t o crucial q u e e m p e z ó el proceso d e
subordinación, q u e implicaba u n paso del río, de carácter simbólico, y
una posición de inferioridad, p e r o se desarrollaba de n o c h e , p o r lo q u e
no era tan público y visible (las negociaciones tuvieron q u e referirse,
ante t o d o , a esto m i s m o ) . L o s s u b d i t o s solían s a l u d a r a sus s e ñ o r e s
arrodillados, o incluso postrados en el suelo (igual q u e hacían los reyes
al arrodillarse o postrarse ante los altares); en particular, cuando solici-
taban u n favor, p e r o también en saludos normales, c o m o en la historia
que narra R o d o l f o Glaber ( m . 1047) s o b r e el desleal H e r i b e r t o II de
Vermandois, q u e en 923 recibió p o s t r a d o el beso de la paz de Carlos el
Simple. Y c u a n d o los reyes (e incluso, m á s adelante, los condes) llega-
4
ban a las ciudades, se celebraban habitualmente ritos de adventos, * sa-
ludando su venida, en una tradición q u e procedía del imperio r o m a n o
y c o n t i n u ó hasta el p e r í o d o m o d e r n o . R o m a , sin d u d a , tenía los ritos
más elaborados, signo de la p r o p i a condición de la ciudad; p e r o todas
las ciudades tenían los s u y o s , c o m o c u a n d o los aves fortiores («ciuda-
danos principa les») de P a v í a salían a s a l u d a r al r e y H u g o «según la
costumbre», hacia 930, c o n f o r m e afirma L i u t p r a n d o ; o c u a n d o Luis
E L L E G A D O D E BOMA

IV fue r e c i b i d o f o r m a l m e n t e , al acceder al p o d e r e n 93o, en Laon y


c i u d a d e s p r ó x i m a s , s e g ú n R i c h e r . T o d a s estas n a r r a c i o n e s , que son
posteriores, tienen rasgos de reconstrucción literaria; p e r o las imáge-
nes eran reconocibles y p o d e r o s a s . L o s rituales también podían utili-
zarse para humillar. P a r a los q u e confesaban crímenes y solicitaban el
p e r d ó n , la postración era p a r t i c u l a r m e n t e c o m ú n ; y los reyes podían
exigir humillaciones públicas m u y concretas, c o m o los perros q u los e

principales partidarios de E b e r h a r d o , d u q u e de los francos, tuvieron


q u e h a c e r entrar en M a g d e b u r g o , e n 937, tras u n a revuelta menor, ante
la vista de todos. Había para ello antecedentes carolingios (con Luis II
de Italia, habrían sido sillas de m o n t a r ) ; p e r o c o m o signo del derecho
real, y del sometimiento y la penitencia de los culpables, t u v o que re-
44
sultar de lo m á s eficaz.
A la inversa, los sistemas de reglas complejos p u e d e n subvertirse
4
para indicar sentidos especiales. * E n ocasiones esto es labor del escri-
tor, c o m o cuando el cronista n o r m a n d o D u d ó n de San Quintín (m. h.
1020) s u p o n e que, en 9 1 1 , los adeptos de Rollón d e Normandía, cuan-
d o b e s a b a n el pie de C a r l o s el Simple para representar la subordina-
ción formal de l o s v i k i n g o s de R o l l ó n , alzaban el pie en el aire para
besarlo; aquí, D u d ó n solo p r e t e n d e transmitir el igualitarismo y la fal-
ta d e respeto q u e sentían los v i k i n g o s / n o r m a n d o s . Más complejo fue
el caso del d u q u e G e r m á n Bilungo (Billung), d e Sajonia, q u e en 968
decidió c o n v o c a r u n a asamblea e n M a g d e b u r g o , ciudad de O t ó n l ,
d o n d e fue recibido p o r el arzobispo, c e n ó e n la mesa del emperador y
d u r m i ó en su c a m a ; o c u a n d o el m a r q u é s E k k e h a r d o de Misma, en
1002, c u a n d o buscaba el t r o n o tras la m u e r t e de O t ó n I I I , acudió a la
asamblea electoral d e W e r l a y , af c o m p r e n d e r q u e había perdido, se
a p r o p i ó de u n b a n q u e t e q u e se había o r g a n i z a d o en palacio para las
h e r m a n a s de O t ó n III y se lo c o m i ó él m i s m o , c o n sus aliados. Sabe^
m o s de estas historias gracias a T i e t m a r o de M e r s e b u r g o , quien, por
d e s c o n t a d o , tenía sus prioridades; p e r o sus parientes cercanos fueron
testigos ansiosos en a m b o s casos. D e s d e l u e g o , G e r m á n y Ekkehardo
estaban recalcando cuestiones: sobre el h e c h o de q u e cabía ia posibili-
dad de sustituir a los o t ó n i d e s (sin d u d a , en el caso d e E k k e h a r d o ) y
también (en el caso de G e r m á n , a u n q u e es m á s a m b i g u o ) el comenta-
rio crítico de q u e O t ó n I había permanecido demasiado tiempo en Ita-
lia y ía afirmación de que el d u q u e de Sajonia tenía (o debería tener) un
considerable p o d e r oficial- L o s observadores eran conscientes de que
se estaban defendiendo causas c o m o estas; E k k e h a r d o murió por ello,
LOS ESTADOS SUCESORES D E L SIGLO X 547

y a! a r z o b i s p o de M a g d e b u r g o ( a u n q u e n o así, y resulta i n t e r e s a n t e ,
Germán), u n enfurecido O t ó n I le impuso u n a múlra cuantiosa. C o m o
con los carolingios, u n a vez m á s , los actos públicos siempre t u v i e r o n
espectadores a los q u e era preciso c o n v e n c e r de lo expuesto y q u e p o -
dían ser p e r s u a d i d o s m e d í a n t e u n a revisión creativa de los ritos q u e
conocían bien. Esto, a su vez, g e n e r ó n u e v o s rituales y procedimientos
6
públicos, c o m o los concilios de la P a z de Dios;-* los he descrito antes
con referencia a sus antecedentes carolingios, p e r o también se los veía
como respuestas religiosas colectivas y contrapesos a la violencia aris-
tocrática, organizados localmente ( c o m o la violencia), m á s q u e c o m o
el fruto necesario d e las jerarquías políticas tradicionales. A m e d i d a
que el siglo x daba paso al x i , la forma en q u e los actores políticos loca-
les leían los actos públicos podía transformarse m u c h o , al m e n o s e n las
tierras francooccidentales.
R o m a seguía siendo un elemento de legitimación. A ú n era un c e n -
tro de peregrinaje y el e m p l a z a m i e n t o d e la c o r o n a c i ó n imperial, y la
mayoría d e los grandes agentes políticos se hallaban allí en un m o m e n -
to u o t r o . Los papas también preservaban a ú n una parte de su antigua
autoridad carolingia, al m e n o s en el c a m p o de la ley. T a n t o Juan X V
como G r e g o r i o V exigieron q u e se cancelara la destitución de Arnulfo
de R e i m s e n 991 y , a la p o s t r e , se hicieron con la suya (su e n e m i g o
Gerberto, en su calidad de papa Silvestre II, lo confirmó en persona en
999). A n t e r i o r m e n t e , A g a p i t o II había exigido lo m i s m o , en u n princi-
pio, c u a n d o en 947 se destituyó a H u g o , predecesor de Arnulfo; * a u n - - 7

que se lo convenció de q u e cambiara de posición en 949, sus opiniones


importaban y era necesario o b t e n e r su aprobación- E n este período n o
se destituyó a m u c h o s obispos, en realidad, p e r o desde el p u n t o de vis-
ta político eran i m p o r t a n t e s e n t o d o s los r e i n o s y r e s p o n d í a n a n t e
Roma en ciertos aspectos d e t e r m i n a d o s . L o s papas del siglo x , p o r lo
general, t u v i e r o n p o c o p r o t a g o n i s m o ; en el i n t e r i o r de la ciudad de
Roma, la m a y o r í a o c u p ó posiciones d e bastante debilidad y, m á s q u e
actuar, reaccionaron a peticiones, generalmente de acuerdo con I05 in-
tereses d e los p o d e r o s o s . P e r o si tenían q u e a d o p t a r decisiones p r o -
pias, c o n t r a estos intereses — c o m o al respecto de Arnulfo de R e i m s ,
que no tenía a p o y o s significativos e n t r e los l a i c o s — , era difícil o b l i -
garlos a cambiar de opinión y cabía la posibilidad de q u e los p o d e r o s o s
tuvieran q u e dar marcha atrás. Así, la iglesia latina m a n t u v o el esque-
leto de procedimientos y valores «internacionales» q u e habían c o m e n -
zado e n el período carolingio.
5 4 8 E L L E G A D O D E ROMA

U n aspecto en el q u e la práctica política sí cambió fue q u e se volvió


más dinástica. E s t o también es u n a herencia reconociblemente carolin-
gia, pues los propios carolingios tenían u n a intensa conciencia dinásti-
ca; también las familias de la Reicksaristokratie defendían su derecho a
h e r e d a r la tierra, q u e incluía esperar q u e los hijos sucederían a los pa-
dres en el m i s m o puesto u o t r o similar en otro lugar, según vimos en el
capítulo i<5. E n el siglo x , n o obstante, n u e v e d e las grandes familias
aristocráticas carolingias se hicieron con el título real, al m e n o s duran-
te u n t i e m p o , y sin d u d a otras creían q u e p o d r í a n hacer lo mismo; y
m u c h a s otras adquirieron a u t o n o m í a práctica en u n ducado, una mar-
ca o u n a acumulación d e c o n d a d o s , q u e p o d í a n confiar e n transmitir a
sus herederos de forma regular. Se apropiaron de algunos de los ritua-
les públicos descritos m á s arriba; y se apropiaron asimismo de un con-
vencimiento m u c h o m á s firme de tener derecho a la herencia, en com-
paración con los aristócratas del siglo i x . L o s reyes francooccidentales
n o tenían nada q u e decir en los casos de sucesión ducal o condal, según
h e m o s visto anteriormente, e incluso los otónidas n o hicieron tal cosa
salvo con cierto cuidado o en respuesta a u n a rebelión; o, igualmente,
c u a n d o los p o t e n t a d o s m o r í a n sin dejar hijos y p o d í a n manipularlas
alianzas m a t r i m o n i a l e s . C o m o resultado, p o r vez p r i m e r a fue posible
s u p o n e r q u e los d u q u e s o c o n d e s p o d r í a n h e r e d a r siendo niños; esto
también fue cierto para los reyes ( O t ó n III en el este, Lotario en el oes-
t e ) , de u n m o d o desconocido en el siglo i x . Las reinas madres reapare-
cieron c o m o fuerzas políticas reconocidas e importantes, según hemos
visto, y fueron u n p o d e r m e n o s discutido q u e el de algunas de las po-
3
derosas reinas del siglo a n t e r i o r / E n algunos casos, las reinas siguie-
r o n siendo p o d e r o s a s incluso c u a n d o los reyes ya eran adultos: Otón
III utilizó a su tía Matilda de Q u e d l í m b u r g o (m. 999) c o m o regente del
n o r t e c u a n d o él se fue a Italia e n 998. Y, lo cual no deja de ser intere-
sante, también e m p e z a m o s a hallar bastantes m a d r e s d u q u e s a s o ma-
dres m a r q u e s a s c o m o figuras activas; fueron m e d i a d o r a s poderosas
con las familias de los difuntos m a r i d o s , c o m o Berta (m. 92o), regente
de la T o s c a n a para su hijo G u i d o con posterioridad 3 9 1 5 , 0 Eduvigis,
viuda de H u g o el G r a n d e , q u e t u v o actividad política entre 95o y 96b,
o su hija Beatriz, q u e g o b e r n ó la Lotaringia superior durante una déca-
d a , después de q u e su esposo m u r i e r a en 978. E s interesante notar que
la mayoría de nuestras fuentes m u e s t r a n m u y poca hostilidad hacia es-
tas mujeres e n el g o b i e r n o , c u a n d o en n u e s t r o s a u t o r e s a b u n d a n los
tópicos patriarcales sobre la fragilidad femenina. L a única excepción es
LOS ESTADOS SUCESORES D E L SIGLO X
549

Liutprando d e C r e m o n a , u n misógino selectivo q u e a m e n u d o explicó


el p o d e r femenino c o m o fruto d e la licencia sexual; p e r o sus blancos
fueron esencialmente italianos y esto p u e d e estar relacionado c o n su
deseo d e deslegitimar t o d o s los aspectos d e la independencia italiana.
Tal vez el debilitamiento d e la política intensamente moralizada propia
del período carolingio hizo q u e el p o d e r femenino q u e d a r a m e n o s e x -
puesto a la sospecha y la censura, fuera d e las obras d e L i u t p r a n d o .
U n conjunto d e principios políticos m á s dinástico t a m b i é n c o m -
portaba q u e la política estuviera m á s arraigada en el control d e tierras
específicas. L o s nobles aún necesitaban la Konigsnake, «proximidad al
rey», para m a n t e n e r su p o d e r y riqueza e i n c r e m e n t a r l o s ; salvo, cada
vez más, en la Francia Occidental. A u n así, en estas fechas m i r a b a n la
corte real d e s d e u n a base regional definida c o n toda claridad, q u e ya
no alteraría su geografía salvo en casos m u y contados y q u e , d e crecer,
solo r e d u n d a r í a e n u n d o m i n i o a ú n m a y o r d e su p r o p i a r e g i ó n . L o s
efectos q u e ello tendría s o b r e la identidad aristocrática y sobre las e s -
tructuras del p r o p i o dominio local serán objeto d e análisis más detalla-
do en el capítulo 2 Í , q u e se ocupa d e la aristocracia. T a m b i é n tuvieron
efecto en la política a m a y o r escala, sin e m b a r g o . L o s intereses r e g i o -
nales habían p r o v o c a d o el eclipse d e la relevancia d e los reyes franco-
occidentales, c o m o h e m o s visto. T a m b i é n c o n t r i b u y e r o n a q u e los p o -
tentados italianos estuvieran m á s p r e p a r a d o s para lidiar c o n los reyes
ausentes y , en su lugar, se centrasen e n las rivalidades m á s locales. I n -
cluso en la Francia Oriental, los otónidas tuvieron q u e lidiar con cinco
redes políticas separadas — l a b á v a r a , la suabia, la franca, la sajona y
(con u n a cristalización m á s lenta) la l o t a r i n g i a — , c o n s u s p r o p i a s
identidades y lealtades y su (relativa) falta d e interés p o r los asuntos
vecinos. T i e t m a r o cuenta pocas cosas s o b r e Italia o la Francia O c c i -
dental, p e r o t a m p o c o c u e n t a g r a n cosa d e Baviera y Suabia; m u c h o
menos q u e sobre los rivales sajones m á s inmediatos p o r el este, c o m o
los polacos. Si O t ó n I hubiera estado e n Baviera, y n o en Italia, en la
década d e 9Ó0, tal vez G e r m á n BÜungo todavía habría representado su
ceremonia crítica en M a g d e b u r g o , U n resultado a largo plazo d e esta
localización d e la identidad fije q u e , e n todas partes, ya n o era tan i m -
prescindible c o m o e n el pasado acudir a los reyes, o a los d u q u e s , m a r -
queses o condes, para obtener legitimidad y status social c o m o aristó-
crata. D e ser preciso, u n o podía reclamarlo p o r sí solo. E n la Francia
Oriental a ú n n o había comparación: los agentes más relevantes necesi-
taban cargos y Kbnigsnake, o su equivalente ducal, y así sería d u r a n t e
E L L E G A D O D E ROMA

o t r o siglo ( y m á s allá). P e r o p o r entonces ya resultaba posible imagi*.


n a r la decisión, incluso en la Francia Oriental. E n el oeste, en el siglo
x, y a h u b o algunas personas q u e e m p e z a r o n a recorrer ese camino en
solitario, y e n el siglo xi serían m u c h a s m á s . L o s parámetros del poder
político en sí se transformarían, c u a n d o lo hicieran.

El siglo x h a tenido u n p r o b l e m a de doble visión, a ojos de los historia-


d o r e s : ¿ D e b e m o s verlo c o m o un siglo poscarolingio, q u e prolonga las
estructuras y los valores del siglo i x ( a u n q u e , a juicio de algunos, sin
tanta eficacia) o m á s bien c o m o u n preludio a la polémica y la política,
a m e n u d o m u y distintas, de los siglos p o s t e r i o r e s a 1 0 0 0 o 1 0 5 0 ? Es
inevitable q u e u n libro q u e se detiene en el a ñ o 1 0 0 0 , c o m o el presente,
preste m á s atención a lo p r i m e r o ; y así lo he h e c h o . P e r o en cualquier
c a s o , el siglo x m e p a r e c e m á s «carolingio» q u e el x i , incluso en el
m u n d o f r a g m e n t a d o de la F r a n c i a O c c i d e n t a l : incluso u n pequeño
p r i n c i p a d o o c c i d e n t a l , c o m o A n j o u o C a t a l u ñ a , c o n t i n u a b a usando
m u c h o s p r o c e d i m i e n t o s públicos carolingios a finales del siglo x ; y la
T o s c a n a o la Sajonia, o el r e i n o / i m p e r i o o t ó n i d a en su conjunto, los
seguía u s a n d o casi todos. N o p r e t e n d o defender a q u í q u e se diera una
estabilidad simple y sin modificaciones, y, de h e c h o , las páginas más
recientes hablan d e lo contrario. P e r o entiendo q u e — s i u n o tiene que
e l e g i r — los p a r á m e t r o s políticos del m u n d o del siglo x , incluida su
violencia, y en n o poca m e d i d a su cinismo y o p o r t u n i s m o , miran más
hacia atrás q u e hacia delante. P o r encima de t o d o , el hincapié del siglo
x en el m u n d o público de las asambleas y los ritos colectivos a gran
escala se iría a p a g a n d o en el futuro. En las últimas décadas del siglo x
y a había e m p e z a d o a d e s a p a r e c e r en la F r a n c i a O c c i d e n t a l ; en Italia
permanecería d u r a n t e o t r o siglo más, p e r o se desvanecería con notable
rapidez hacia n o o ; en la Francia Oriental persistiría durante bastante
m á s tiempo, e n el nivel del reino, p e r o se desvanecería m u c h o más ace-
leradamente e n algunas de las localidades. La política de asambleas se
fue convirtiendo, p o c o a p o c o , en u n a política de cortes principescas y
reales, g r u p o s seleccionados p o r los g o b e r n a n t e s , m á s q u e formados
p o r representantes de las comunidades políticas (bien que, en la prácti-
ca, m u y aristocráticos). A m e d i d a q u e se desarrollaban estos cambios,
el sentimiento de pertenencia, lealtad y jerarquía se iba t o r n a n d o más
personal; y la relación señor-dependiente iría c o b r a n d o protagonismo
y d o t á n d o s e de u n c e r e m o n i a l y una etiqueta m á s e l a b o r a d o s . Estas
LOS ESTADOS SUCESORES DEL SIGLO X

son características de la etapa centroniedieval, n o de la altomedieval;


y, en el a ñ o i ooo, estaban p o c o más q u e en sus principios.
Un resultado de este cambio es q u e el siglo x i , al m e n o s en la F r a n -
cia Occidental p e r o hasta cierto p u n t o también en Italia, solo r a r a m e n -
4 9
te m i r ó atrás, hacia el siglo x . La escritura historiográfica, en Italia,
con p o s t e r i o r i d a d a i o o o , es m u y local y p r e s t a escasa atención a la
política del reino; el siglo x solo se r e c u e r d a en estampas minúsculas,
como la lujuria de H u g o , o el h e c h o de q u e O t ó n I salvara a su segunda
esposa, Adelaida, d e Berengario 1L En la Francia Occidental, Rodolfo
Glaber, q u e solo escribe u n a generación más t a r d e q u e Richer, m u e s -
tra ai m e n o s cierto interés por los reyes de su propio t i e m p o ; p e r o antes
de la última década del siglo x apenas tiene información y, de n u e v o ,
se expresa e n historias aisladas: c u a n d o H e r i b e r t o II captura a Carlos
el S i m p l e , la g u e r r a d e L o t a r i o c o n t r a O t ó n II o c u a n d o los á r a b e s
apresan al abad Mayólo de C i u n y en 972; su relato de sus propios t i e m -
pos, muy d e t a l l a d o , n o necesita a la historia p r e c e d e n t e p a r a explicar
sus asuntos y quizá, a su juicio, tampoco los habría explicado. Esta r e -
ordenación de la conciencia histórica señala el fracaso, en el oeste y el
sur de las tierras francas, del m u n d o político carolingio y sus m é t o d o s
de legitimación tradicional; eran demasiados los e l e m e n t o s del pasado
1 0
que ya carecían de t o d o significado. Solo C a r l o m a g n o s o b r e v i v i ó ,
como figura cada vez m á s mítica y deshistorizada, flanqueada en algu-
nas zonas de la Francia Occidental p o r Pipino III y C l o d o v e o : s í m b o -
los seguros del p a s a d o r e m o t o , q u e legitiman el p r e s e n t e , p e r o n o lo
explican. Así, el siglo x q u e d ó eclipsado y a ú n n o resulta fácil c o m -
prender a algunos de sus actores principales. P e r o esto no habría esta-
do en la cabeza de nadie en el a ñ o i o o o , c u a n d o , p a r a u n G e r b e r t o o u n
T i e t m a r o , el m u n d o — a u n q u e p e l i g r o s o e i m p r e d e c i b l e — s e g u í a
adelante m u y bien.
"9

LA I N G L A T E R R A « C A R O L I N G I A » , Soo-rooo

En 9 9 0 0 9 9 1 , una terrateniente llamada Wynfla^d presentó u n a súplica


contra Leofwine (posiblemente, su hijastro) ante el rey inglés Etelredo
1
]I ( í E t h e l r e d ) , s o b r e la p r o p i e d a d de d o s h a c i e n d a s e n B e r k s h i r e .
Wynflíed contaba con un conjunto de testigos que eran pesos pesados:
Elfrida (víJfthryth), la poderosa m a d r e del rey (véase m á s abajo); Sige-
rico, arzobispo de C a n t e r b u r y ; y u n obispo y u n ealdotman, equivalente
anglosajón a u n d u q u e o c o n d e continentales. Leofwine insistía en q u e
la cuestión debía examinarse p r i m e r o en u n a asamblea rural (el scirge-
mot o asamblea de u n skire, equivalente anglosajón del placimm de u n
condado en las tierras francas; esto era correcto, según el derecho, p e r o
también era i m p o r t a n t e para Leofwine p o r q u e no era de prever que el
rey, a sus veinticinco anos, juzgara en contra de su m a d r e , incluso en el
período p r e v i o a 993, c u a n d o esta estuvo ausente, de forma temporal,
de la corte del rey. Sin e m b a r g o , el cambio de emplazamiento tampoco
favoreció m u c h o a Leofwine, puesto que, después de que Etelredo en-
comendara formalmente el caso a la asamblea de Berkshire, con su sello
e instrucciones (al p a r e c e r , v e r b a l e s ) , la reina m a d r e y v e i n t i c u a t r o
hombres y mujeres n o m b r a d o s se presentaron y juraron q u e la tierra era
propiedad de Wynflíed. Se indicó a Leofwine que, si el caso llegaba al
m o m e n t o d e p r e s t a r j u r a m e n t o , se arriesgaba a recibir u n a cuantiosa
multa y a que cesara la «amistad» entre las partes (aunque esto, da la i m -
presión de que había terminado hacía m u c h o ) . E n consecuencia, Leofwi-
ne cedió y entregó la tierra a cambio del o r o y la plata de su padre, que
Wynfla?d aún tenía. Esta se m o s t r ó m u y reticente a devolverlo; proba-
blemente, esta fue la chispa q u e p r o v o c ó q u e Leofwine ocupara la tie-
rra. P e r o el d o c u m e n t o q u e refiere el caso (un texto original) termina
aquí y ya no p o d e m o s seguir la pista de las partes.

E r a h a b i t u a l q u e los c a s o s judiciales c o n c l u y e r a n en a c u e r d o ;
Leofwine t u v o suerte al cerrar ese p a c t o , de escaso e n t u s i a s m o , p u e s
554 E L L E G A D O D E ROMA

tenía las apuestas en contra (quizá incluso tenía derecho sobre el diñe
ro, lo q u e dispondría al tribunal a mediar u n arbitraje). P e r o no es me-
n o s i m p o r t a n t e el h e c h o de q u e el a c u e r d o se desarrollara e n público
en asamblea judicial de Berkshire. Hacia el final del siglo x , Inglaterra,
c o m o las tierras carolingías, tenía una red de asambleas públicas cuyo
p r o p ó s i t o principal era escuchar disputas frente a u n g r a n n ú m e r o de
p e r s o n a s con p o d e r local. P o r ley, estas debían incluir al obispo y el
e a l d o r m a n locales, c o m o era habitual en Francia; esta en concreto la
presidieron d o s obispos y u n abad, y también asistió ^Elfgar, alguacil
del rey (con el título de reeve^ es probable q u e fuera el alguacil del con-
d a d o ; a la sazón era el representante directo del r e y en la localidad f
debía rendir cuentas ante el rey de u n m o d o m á s directo q u e el ealdor-
m a n ) . Y , c o n tan solo pensar en los testigos de Wynflasd, es obvio qué
la asamblea era m u y n u m e r o s a . H a b r í a consistido de todos los nota-
bles del B e r k s h i r e q u e p u d i e r a n llegar hasta allí, los «buenos h o m -
bres», según l o s d e n o m i n a el t e x t o ; ello incluía a la aristocracia, los
thegns del c o n d a d o . La asamblea escuchaba disputas locales y también
atendía a asuntos del r e y . El caso era r e g i o , en o r i g e n , y se decidió, á
todas luces, de a c u e r d o con las preferencias del r e y ; p e r o su voluntad
la trasladó la c o m u n i d a d del c o n d a d o en pleno. Este equilibrio entre el
p o d e r real y la validación colectiva es m u y carolingio, p o r su estilo;
también lo es la g r a n penalización p o r perder un j u r a m e n t o . C o m o ve-
r e m o s , es p r o b a b l e q u e a q u í haya intervenido directamente cierta in-
fluencia carolingia. P e r o además, estamos en 990. E n estas fechas, esta
clase de política pública regular, controlada p o r el r e y , se había desva-
necido en la m a y o r í a d e las tierras carolingias, y a fuera p o r q u e los pro-
pios r e y e s e r a n d é b i l e s , c o m o e n la F r a n c i a O c c i d e n t a l , o p o r q u e
( c o m o e n Italia en p a r t i c u l a r , p e r o t a m b i é n e n a l g u n a s zonas de la
Francia O r i e n t a l ) los tribunales y las asambleas locales tenían ahora
una relación m á s bien intermitente c o n los reyes. La imagen de Carlo-
m a g n o d e c ó m o debería funcionar la asamblea judicial local solo llegó
a perpetuarse en Inglaterra, aun a pesar de q u e n i n g u n a parte de Ingla-
terra e s t u v o n u n c a bajo g o b i e r n o carolingio. Esta es la paradoja que
e x a m i n a r e m o s en el presente capítulo; p r i m e r o , m e d i a n t e una narra-
ción sobre la política inglesa de los siglos i x y x ; s e g u n d o , mediante un
anáfisis de las estructuras políticas y la influencia carolingia sobre ellas;
y, p o r último, mediante u n estudio d e la diferencia inglesa. P u e s , aun-
que las prácticas continentales ejercieron m u c h a influencia, las estruc-
turas de la sociedad inglesa siguieron siendo distintas.
L A I N G L A T E R R A « C A R O L I N G I A » , 800-IOOO 555

En el capítulo 7 dejamos la sociedad anglosajona con O f f a ( m . 79o)


y Cenwulfo ( m . 8 2 1 ) de Mercia, q u e d o m i n a b a n al sur del H u m b e r .
Tras la m u e r t e de Cenwulfo, sin e m b a r g o , la h e g e m o n í a mercia se d e -
rrumbó con rapidez, bajo una serie de reyes de corta vida y de familias
enfrentadas. E c g b e r t o de W e s s e x (802-839) derrotó al cuarto de ellos,
Wiglaf (827-840), en 829 y g o b e r n ó e n Mercia directamente d u r a n t e
un año. W i g l a f recuperó el t r o n o en 830 y, en 836, p u d o convocar a su
corte a todos los obispos del sur de Inglaterra, c o m o habían hecho los
reyes mercios en el siglo v i n ; p e r o a partir d e este m o m e n t o , en el sur
hubo d o s grandes poderes: Mercia y Wessex. En 849, la Inglaterra an-
glosajona había vuelto, más o m e n o s , a la situación en q u e se hallaba en
700; d e h e c h o , con cuatro reinos aproximadamente equilibrados, pues
a estos d o s d e b e m o s añadir East A n g l i a (Anglia O r i e n t a l , mal d o c u -
mentado, p e r o con m u c h o , el reino de m a y o r complejidad económica)
y N o r t u m b r i a , q u e a principios del siglo i x , c o n E a r d w u l f o (796-h.
8 i o ) y su hijo E a n r e d (h. 810-840) t u v o un período de relativa paz in-
terna. La supremacía mercia había desarrollado con firmeza las estruc-
turas del poder real y había vinculado con el gobierno, de manera m á s
estrecha, la red episcopal; también había contribuido al eclipse definiti-
vo de los reinos menores: a la postre, Hwicce había q u e d a d o adscrita a
2
Mercia; Essex, Sussex y K e n t se u n i e r o n p r i m e r o a Mercia y l u e g o ,
con posterioridad a 825, fueron g o b e r n a d o s de forma estable p o r los
sajones occidentales (esto es, W e s s e x ) . (Solo Kent m a n t u v o cierta a u -
tonomía, gracias a q u e p r i m e r o la g o b e r n ó C u t h r e d , m . 807, h e r m a n o
de C e n w u l f o , l u e g o e s t u v o bajo el c o n t r o l i n f o r m a l del a r z o b i s p o
W u l f r e d o de C a n t e r b u r y , m . 832, y p o r ú l t i m o , d e s p u é s de 825, fue
gobernado p o r tres hijos de reyes de Wessex.) Sea c o m o fuere, el p o -
der de Mercia en el siglo v m n o había c a m b i a d o la geopolítica de I n -
glaterra, que p u d o regresar fácilmente al viejo m a r c o de los cuatro rei-
nos. A m e d i a d o s de s i g l o , N o r r u m b r i a r e c a y ó en la g u e r r a civil y
Mercia y W e s s e x fueron destacándose cada vez m á s c o m o los dos rei-
nos principales; en ocasiones c o o p e r a r o n de forma estrecha, c o m o fue
el caso de Bertulfo (Berhtwulf, 840-852) y quien probablemente fue su
hijo, Burgred (852-874) de Mercia, y Etelwulfo ( ^ t h e l w u l f , 839-858)
de Wessex, q u e casó a su hija con B u r g r e d y le a y u d ó a luchar contra
los galeses. Etelwulfo también t u v o u n prestigio m á s extendido, pues
más adelante se casó con Judit, hija de Carlos el C a l v o ; p e r o se conten-
tó con centrarse en el control de la Inglaterra meridional. A lo s u m o ,
picoteó en los límites de Mercia, apoderándose del Berkshire en la d é -
E L L E G A D O D E ROMA
Í5¿

cada de 840, aunque se retiró de Londres, q u e dejó, junto con su rique-


za, c o m o elemento aislado del g o b i e r n o mercio.
3
Lo q u e cambió este modelo político fueron los vikingos. Asaltaron
las costas inglesas desde m e d i a d o s de los años 830, igual q u e hicieron
en la Francia Occidental y tantas otras z o n a s ; fueron particularmente
activos en K e n t y en East Anglia, y aceleraron el ritmo de sus ataques
en la década de 850, para cuando ya pasaban el invierno en algunos lu-
gares de Inglaterra. P e r o si en Francia siempre habían tenido que mar-
charse temporalmente c u a n d o al fin hacía su aparición u n ejército real,
la escala d e la política insular — y de sus ejércitos— era m u c h o menor
y los ejércitos anglosajones p o d í a n ser d e r r o t a d o s p o r los vikingos,
c o m o le o c u r r i ó a Bertulfo d e Mercia en 851 y a u n ejército de Kent
en 8 53. A la p o s t r e , los v i k i n g o s c o m p r e n d i e r o n q u e esto les daba la
oportunidad d e obtener beneficios m á s permanentes, pues fue en Ingla-
terra d o n d e los jefes v i k i n g o s daneses se a g r u p a r o n para formar un
«Gran Ejército» (micelhere en el inglés antiguo d e la Crónica anglosajona
y

de El G r a n Ejército contaba c o n varios miles de h o m b r e s — e n


vez de los varios cientos de las incursiones anteriores— y era más nume-
roso q u e n i n g ú n ejército anglosajón; tenía una jefatura colectiva pero
actuó c o m o una fuerza conquistadora eficaz. En 866-867 conquistó Nor-
tumbria y causó la muerte de sus d o s reyes guerreros; en 869 tomó East
Anglia, y de n u e v o m a t ó a su r e y , E d m u n d o , q u e en adelante fue vene-
rado c o m o mártir; en 870-871, los hombres de W e s s e x — c o n Etelredol
( 8 6 5 - 8 7 1 ) y A l f r e d o ( 8 7 1 - 8 9 9 V h i j o s de E t e l w u l f o — , de algún
m o d o , lograron al m e n o s repeler al ejército p o r un tiempo; en 873-877
ocupó media Mercia y dejó a Ceolwulfo II (h. 874-878) con tan solo el
noroeste y el sur. E n 876-878 atacó de n u e v o Wessex y arrinconó a Al-
fredo en las marismas de Somerset (donde se ubica la famosa historia de
«Alfredo y los bizcochos», que, por desgracia, es solo del siglo x i ) , an-
tes de q u e este lograra reunir u n ejército en 878 y derrotar a los vikingos
e n E d i n g t o n (Wiltshire). Esta fue u n a batalla crucial para Wessex. El
jefe danés G u t h r u m se v i o obligado a firmar la paz e incluso aceptó el
b a u t i s m o , antes de retirarse a East Anglia, q u e convirtió en u n reino
vikingo estable. D e s d e entonces, h u b o m á s de u n decenio sin guerras.

Alfredo q u e d ó con el control de todas las tierras de su padre, a las


q u e añadió L o n d r e s en 886. Su reino, p o r lo tanto, fue el único que so-
brevivió entero al asalto v i k i n g o . Y , a su m u e r t e , es probable que tam-
bién fuera el ú n i c o rey anglosajón. A Ceolwulfo lo sucedió Etelredo II
de Mercia (h. 8 7 9 - 9 1 1 ) , hijastro de Alfredo, al que en ocasiones se de-
L A I N G L A T E R R A ^ C A R O L I N G I A » , Soo-IOOO 557

n o m i n ó r e y , p e r o q u e nuestras fuentes suelen m e n c i o n a r c o m o dux o


ealdorman; Mercia estaba cayendo a ta condición de subreino de W e s -
sex, sin d u d a c o m o resultado de la decisión política d e Alfredo. El ú n i -
co o t r o g o b e r n a n t e a u t ó n o m o anglosajón era Eadulfo (o Eadwulf; m .
912) en Bernicia, en el n o r t e de N o r t u m b r i a , d o n d e los v i k i n g o s n o
llegaban; el g o b i e r n o de s u familia s o b r e v i v i ó c o n altibajos hasta la
conquista n o r m a n d a , p e r o es posible q u e n o u s a r a n el título de reyes.
H u b o reyes daneses, p o r descontado, e n East Anglia y en Y o r k (y t a m -
bién, al parecer, jefaturas colectivas d e los C i n c o B u r g o s d e la M e r d a
D a n e s a ) . N o sabemos m u c h o sobre sus infraestructuras políticas. L o s
reyes, d e s d e l u e g o , eran m e n o s p o d e r o s o s en D i n a m a r c a q u e en n i n -
gún lugar de Inglaterra, así q u e no habrían traído consigo tradiciones
de gobierno fuertes; solo los reyes de Y o r k dejan u n a huella significa-
tiva en las fuentes c o n o c i d a s ( e n su m a y o r í a , de W e s s e x ) , y a u n ello
con p o s t e r i o r i d a d a 9 1 9 , p o r R e g n v a l d (o R a g n a l l , m . h . 920) y Sig-
tryg (o Sitrico, m . 9 2 7 ) , a m b o s de u n a familia con la base en D u b l í n .
Una vez q u e el G r a n Ejército pasó de conquistar a g o b e r n a r , de h e c h o ,
quedó en u n a posición estratégica m á s débil. Había tenido q u e dividir-
se; este h e c h o , p o r sí solo, p r o b a b l e m e n t e explica ía supervivencia d e
Alfredo, p u e s G u t h r u m no tenía con él a los v i k i n g o s q u e se estaban
asentando en N o r t u m b r i a ; y los vikingos de Inglaterra n o solo no v o l -
vieron a unirse nunca, sino q u e parecen h a b e r g o b e r n a d o sobre siste-
mas m e n o s estables q u e el reino cada vez m á s cohesionado de W e s s e x
(y Mercia) y la Inglaterra occidental. Alfredo quizá debiera el éxito de
878 a la suerte, p e r o durante las d o s décadas siguientes lo reforzó, s o -
bre t o d o — y n e c e s a r i a m e n t e — en cuanto a los preparativos militares:
parece h a b e r i m p u e s t o e n t r e la p o b l a c i ó n u n reclutamiento militar a
gran escala y, sin lugar a d u d a s , estableció u n a densa red de fortifica-
ciones públicas, los burks, a lo l a r g o de la I n g l a t e r r a meridional; era
obligación pública defenderlos y fueron lo bastante eficaces para r e p e -
ler u n segundo asalto vikingo a g r a n escala en 892-896. Alfredo m u r i ó
como «rey de los anglosajones» o, e n palabras de la Crónica^ «de t o d o el
pueblo inglés salvo la p a r t e q u e estaba bajo g o b i e r n o dánico»; quizá
fuera el p r i m e r rey q u e se v i o a sí m i s m o en t é r m i n o s de «Inglaterra»,
no Wessex o Mercia, c o m o demuestra igualmente su notable habilidad
con respecto a la a u t o n o m í a de E t e í r e d o de Mercia.* P e r o quienes le
posibilitaron tal elección fueron los v i k i n g o s .

El hijo de Alfredo, E d u a r d o «el Viejo» (899-924)** empezó a c o n -


traatacar, p r i m e r o con g u e r r a s de frontera y l u e g o , tras la m u e r t e d e
5*8 E L L E G A D O D E ROMA

Etelredo d e Mercia, de m a n e r a sistemática. E n 9 1 1 , E d u a r d o y su her-


m a n a Etelfleda (/Ethelfléed), S e ñ o r a de los Mercios ( 9 1 1 - 9 1 8 ) como
sucesora d e su esposo Etelredo, se desplazaron al este y, a la muerte de
Etelfleda, habían t o m a d o East Anglia y los Cinco Burgos. E n este pe-
ríodo, W e s s e x y Mercia aún actuaban c o m o u n a alianza de casi iguales*
p e r o en 9 1 9 E d u a r d o se a n e x i o n ó también p o r completo la Mercia in-
glesa, b a r r i e n d o del c a m i n o a la hija de Etelfleda, Elfuina (¿Elftvyn),
A s í , en la d é c a d a de 910 t o m ó su forma el r e i n o inglés, y lo hizo con
finalidad, p u e s a lo l a r g o del siglo posterior la dinastía de Alfredo no
p e r d i ó n u n c a el control de Mercia y la I n g l a t e r r a oriental, salvo una
b r e v e conquista de las M i d l a n d s orientales en 940 p o r p a r t e de Olaf
Guthfrithson, rey de D u b l í n y Y o r k , deshecha en 942. Nornurjbria era
u n a cuestión distinta; los reyes ingleses y d o s familias noruegas se la
disputaron durante casi treinta años, entre 927-954, antes de q u e el úl-
t i m o rey e s c a n d i n a v o d e Y o r k , Erico (o Eirík) « H a c h a Sangrienta»,
halló la m u e r t e en S t a i n m o r e en ese ú l t i m o a n o . P e r o en su mayoría,
durante los d o s siglos posteriores (y, de h e c h o , hasta m u c h o después)
la N o r t u m b r i a fue s i e m p r e u n a p a r t e de I n g l a t e r r a periférica y solo
controlada a m e d i a s ; y cabe pensar q u e estas g u e r r a s solo se lidiaron,
en realidad, p o r d o m i n a r el c e n t r o comercial de la p r o p i a Y o r k , cada
vez m á s r i c o . E n efecto, E t e l s t á n ( ^ t h e l s t a n , 9 2 4 - 9 3 9 ) , el hijo de
7

E d u a r d o , c o m o sus sucesores, parecen haber considerado q u e empren-


der g u e r r a s c o n éxito e i m p o n e r la h e g e m o n í a a los reyes de Gales y
Escocia era t a n i m p o r t a n t e c o m o el g o b i e r n o de N o r t u m b r i a , según
nos d e m u e s t r a n las afirmaciones cada vez más grandilocuentes de sus
documentos- Etelstán fue «rey de toda Bretaña» desde 9 3 1 y «éasileus
de los ingleses y todos los pueblos de alrededor» en 938; y en adelante,
también fue cada vez m á s frecuente el uso del c o n c e p t o imperator. En
g e n e r a l , c o n la s a l v e d a d d e Y o r k , cabría afirmar q u e el cambio más
i m p o r t a n t e del siglo x — l a invención del reino de I n g l a t e r r a — ya se
había c o m p l e t a d o , desde el p u n t o de vista militar, en 919.

L a conquista de las tierras medias y orientales p o r parte de Eduar-


do y Etelfleda fue, sobre t o d o , u n a cuestión de W e s s e x . Implicó a la
aristocracia sajona occidental tanto c o m o a los reyes y, en la siguiente
generación, las familias de ealdormen de East Anglia y también, signifi-
cativamente, de Mercia fueron originarias sobre t o d o de Wessex. Per-
vive u n a afinidad centrada en los mercios, q u e parece ser tan percepti-
b l e c o m o eficaz c u a n d o las sucesiones eran tensas o disputadas entre
h e r m a n o s , c o m o en 924 o 957-959, d o s casos en los q u e ascendió al
L A I N G L A T E R R A « C A R O L I N G I A » , SOO-IOOO

trono real el h e r m a n o a p o y a d o p o r los m e r c i o s ; p e r o los sajones de


Wessex tenían la ventaja estratégica y sus conexiones aristocráticas la
subrayaban aún m á s . Así, la dinastía de W e s s e x creó u n a Reicksaris-
tokrañe, c o m o habían hecho los carolingios, pero n o lograron efectuar
sus coetáneos los otónidas. N i n g u n o de los sucesores de Etelstán — s u s
hermanos E d m u n d o ( 9 3 9 - 9 4 6 ) y E d r e d o ( o Eadred; 946-95 5); los hijos
de E d m u n d o : E d u i n o ( o E a d w i g ; 955-959) y E d g a r d o (957-975); y los
hijos de E d g a r d o : E d u a r d o «el Mártir» y E t e l r e d o II (975-978, 9 7 8 -
1 0 1 6 ) — contaba m á s de dieciocho a ñ o s al subir al t r o n o (salvo E d r e -
do), p e r o , en u n caso prácticamente único en la historia, esto n o c o m -
portó q u e el sistema político se debilitara. La influencia de las reinas
madres, e n p a r t i c u l a r de E d g i v a ( o E a d g i í u ) , m a d r e d e E d m u n d o y
E d r e d o ( m . d e s p u é s de 96o) y de Elfrida, m a d r e d e E t e l r e d o ( m . h .
1000) fue m u y considerable, lo q u e contribuyó a la continuidad del p o -
8
der real, c o m o o c u r r i ó a m e n u d o en F r a n c i a . P e r o la lealtad de los
principales ealdormen era igual de i m p o r t a n t e . C o n E d g i v a (es decir,
E d m u n d o , E d r e d o , E d g a r d o ) , la familia de Etelstán «Medio Rey» (m.
después de 95o), ealdorman d e East Anglia desde 932, pasó a d o m i n a r
en Mercia y East Anglia; el b r e v e reinado de E d u i n o v i o el surgimiento
de u n a familia rival, la de Elfere ( a l f i l e r e ) , ealdorman de Mercia ( m .
983). Estas d o s familias, sajonas de Wessex las dos, compartieron el p o -
der en adelante j u n t o con u n p u ñ a d o d e otros ealdormen ínterrelaciona-
dos. P o d e m o s verlos c o m o u n a oligarquía que g o b e r n a b a mediante u n a
sucesión de jóvenes reyes, e n apariencia, con u n a cohesión notable. Y
esta cohesión era necesaria. Si el sistema político inglés se d e r r u m b a b a ,
no podían confiar en mantener el m i s m o p o d e r , dada la extensión g e o -
gráfica de sus tierras y cargos, q u e e n t o d o s los casos se extendía p o r
buena parte de la Inglaterra meridional, central y oriental, gracias a las
conquistas de E d u a r d o el Viejo y a la generosidad real posterior.

Esta cohesión n o p r e s u p o n e concordia. E d u i n o , en particular, p a -


rece haber q u e r i d o cambiar de alineamiento; su reinado estuvo m a r c a -
do p o r donaciones de regalos reales a u n a escala extraordinaria, lo q u e
hizo s u r g i r n u e v a s familias. E d g i v a y Etelstán « M e d i o R e y » r e s p o n -
dieron situando a E d g a r d o en Mercia, frente a él; sin e m b a r g o , esto n o
pareció desatar n i n g ú n conflicto v i o l e n t o , a diferencia de las disputas
sucesorias de la F r a n c i a c o n t e m p o r á n e a ; los d o s h e r m a n o s r e i n a r o n
juntos d u r a n t e d o s años, hasta la m u e r t e de E d u i n o , y sus protegidos,
los Elfere, se u n i e r o n a E d g a r d o , cabe s u p o n e r q u e p a r a n o p e r d e r su
propia clientela mercia. E d g a r d o y sus adeptos patrocinaron entonces
560 E L LEGADO D E ROMA

u n m o v i m i e n t o de reforma monástica a gran escala, q u e con posterio-


ridad a 964 c o n v i r t i ó incluso iglesias catedrales en monasterios, con
D u n s t a n o de C a n t e r b u r y ( m . 988), Etelvoldo de Winchester (íEthel-
w o l d , m . 984) y O s v a l d o de W o r c e s t e r y Y o r k ( m , 992), todos ellos
9
monjes-obispos; también fundaron y fueron mecenas de monasterios
independientes los reyes y aristócratas, incluidas d o s casas rivales de
Fenland, las d e R a m s e y (968) y Ely (970). La política q u e siguieron
con la p r o p i e d a d de tierras estas casas cada vez m á s ricas resultó con-
trovertida p o r sí sola, y el reinado de E d u a r d o el Mártir en especial vi-
vió el p r o b l e m a de nobles q u e se a p o d e r a b a n de tierras monásticas, o
las r e c u p e r a b a n . E d u a r d o fue a s e s i n a d o en 978, en realidad, en cir-
cunstancias oscuras, lo q u e fue u n mal principio para el reinado de Etel-
redo II y su m a d r e , Elfrida ( q u e n o era m a d r e d e E d u a r d o ) . P e r o nin-
g u n a de estas tensiones p r o v o c ó violencia q u e n o fuera esporádica y la
oligarquía de los ealdornwn sobrevivió hasta la última década del siglo
x . E t e l r e d o II e r a , p o r e n t o n c e s , lo bastante fuerte p a r a ponerle fin.
Elfrico (^Elfríc), q u e p r o b a b l e m e n t e era c u ñ a d o y h e r e d e r o de Elfere
en Mercia, fue expulsado p o r traición en 985; c u a n d o Etelvino (¿Ethel-
w i n e ) , el p o d e r o s o hijo de Etelstán «Medio R e y » , m u r i ó en 992, sus
hijos n o le sucedieron en East Anglia; para 1000", todas las viejas fami-
lias h a b í a n d e s a p a r e c i d o , en su m a y o r í a para siempre. F u e Etelredo
1 0
I I , p u e s , quien r o m p i ó decisivamente con el sistema político de Etels-
tán y E d g i v a en las décadas de 930-940; sus futuros p r o t e g i d o s eran
todos n u e v o s . P o r desgracia, también parecen haber sido menos efica-
ces. E n el reino de E t e l r e d o se v i o también el regreso de las incursiones
vikingas, esporádicas d e s d e 980 y graves desde 990; a partir de 1009,
estos ejércitos invasores fueron aún m á s exitosos y las defensas ingle-
sas t o d a v í a m á s débiles. E n 1 0 1 3 , u n a ñ o antes d e su m u e r t e , el rey
Sven (o Svein) de D i n a m a r c a , q u e había dirigido algunas de las incur-
siones a n t e r i o r e s , e m p r e n d i ó la c o n q u i s t a global de I n g l a t e r r a , que
completó en l o i ó s u h i j o C a n u t o ( 1 0 1 Ó - 1 0 3 5 ) .

Las g u e r r a s e inestabilidad q u e el sur de Inglaterra había logrado


evitar d u r a n t e u n siglo regresaron centuplicadas en la década de 1010.
La s e n s a c i ó n de h u n d i m i e n t o p o l í t i c o q u e es tan perceptible en las
amargas p á g i n a s q u e la Crónica anglosajona dedica a estos años tiene
p o c o s p a r a l e l o s en el c o n j u n t o de la historia inglesa posterior. Pero
C a n u t o , a pesar de t o d o , logró h e r e d a r de Etelredo u n reino rico y es-
table. N o d e b e m o s subestimar las tensiones y los b a n d o s de ese reino,
y quizá las dificultades d e establecer u n a identidad local p e r d u r a r o n
LA INGLATERRA' «CAROLINGIA», SOO-IOOO

frente a las lealtades m á s locales. Sea c o m o fuere, en las generaciones


posteriores a E d u a r d o el Viejo se había logrado u n a cohesión estructu-
ral q u e p u d o sobrevivir tanto a la destrucción de sus élites militares p o r
parte d e E t e l r e d o c o m o a la inepcia militar de sus sucesores. El resto
del presente capítulo examinará c ó m o y p o r q u é ocurrió así.

Las estructuras d e g o b i e r n o n o cambiaron m u c h o a principios del siglo


I X , salvo los séquitos reales, que parecen haberse vuelto m á s complejos
en ese p e r í o d o , con u n n ú m e r o de funcionarios cada vez m a y o r , q u e
viajaban p o r el país y a los q u e era preciso alimentar. L o s cambios m a -
yores parecen haber c o m e n z a d o con Alfredo. N u n c a p o d r e m o s saber
con exactitud c ó m o se desarrollaron. L a s fuentes anglosajonas n u n c a
son generosas, ni siquiera para lo habitual en su tiempo; incluso las de
Alfredo, pese a q u e son más n u m e r o s a s q u e las referidas a los reinos d e
su padre y su hijo, son ante t o d o la r e p r o d u c c i ó n del pensamiento del
p r o p i o Alfredo, q u e n o solo fue m e c e n a s de escritores sino a u t o r de
propio d e r e c h o , m u y consciente de las posibilidades del sesgo político
y ciertamente habilidoso a la h o r a de cubrir los cálculos políticos cíni-
11
cos con u n b a r n i z m o r a l i s t a . L o q u e está claro, n o o b s t a n t e , es q u e
Alfredo estaba m u y influido p o r los valores políticos de la corte c a r o -
lingia. Buscó a intelectuales d e Francia; conservamos una carta del ar-
zobispo Fulco de Reims en la q u e , n o sin reticencia, acepta ceder a A l -
fredo a G r i m b a l d o de Saint-Bertin, en 886. D e la Vida de C a r l o m a g n o ,
de E g i n h a r d o , se podía disponer en Inglaterra, y fue u n o de los m o d e -
los usados p o r el p r o t e g i d o gales de Alfredo, Asser, en su propia Vida
de Alfredo. Este texto, c o m p u e s t o en vida de Alfredo, crea una imagen
de él m u y influida p o r la hagiografía, incluida u n a enfermedad ( h e m o -
rroides) q u e defendió su castidad j u v e n i l , y otra e n f e r m e d a d q u e lo
debilitó e n sus últimos a n o s (es posible q u e las e n f e r m e d a d e s fueran
genuinas, p e r o en el texto de Asser desempeñan u n a función paralela a
la de las o b r a s hagiográficas), así c o m o u n i m p o r t a n t e hincapié en el
compromiso espiritual y de aprendizaje de Alfredo. Alfredo, de h e c h o ,
era i n u s u a l m e n t e culto, incluso en c o m p a r a c i ó n con los carolingios;
consideraba esencial auspiciar traducciones al inglés antiguo d e a l g u -
nas de las o b r a s fundamentales de la p r o d u c c i ó n cristiana latina de la
Alta E d a d Media — c o m o p o r ejemplo la Regla pastoral de G r e g o r i o
M a g n o — , p a r a q u e e s t u v i e r a n al alcance d e las élites anglosajonas;
tres de estas traducciones son obra de su p r o p i a m a n o . L a traducción
EL L E G A D O D E R O M A

u n m o v i m i e n t o d e reforma monástica a gran escala, q u e con posterio-


ridad a 964 c o n v i r t i ó incluso iglesias catedrales en monasterios con
D u n s t a n o d e C a n t e r b u r y (m. 988), E t e l v o l d o d e W i n c h e s t e r ( ^ t h e l -
w o l d , m . 984) y O s v a l d o d e W o r c e s t e r y Y o r k (m. 992), todos ellos
9
monjes-obispos; también fundaron y fueron mecenas d e monasterios
independientes los reyes y aristócratas, incluidas d o s casas rivales de
F e n l a n d , las d e R a m s e y (968) y E l y (970)- La política q u e siguieron
con la p r o p i e d a d d e tierras estas casas cada v e z m á s ricas resultó con-
trovertida p o r sí sola, y el reinado d e E d u a r d o el Mártir en especial vi-
vió el p r o b l e m a d e nobles q u e se a p o d e r a b a n d e tierras monásticas, o
las r e c u p e r a b a n . E d u a r d o fue asesinado e n 978, en realidad, en cir-
cunstancias oscuras, l o q u e fue u n mal principio para el reinado de Etel-
redo I I y su m a d r e , Elfrída ( q u e n o e r a m a d r e d e E d u a r d o ) . Pero nin-
g u n a de estas tensiones p r o v o c ó violencia q u e n o fuera esporádicay la
oligarquía d e los ealdormen sobrevivió hasta la úlrima década del siglo
x . E t e l r e d o II era, p o r e n t o n c e s , l o b a s t a n t e fuerte p a r a p o n e r l e fin.
Eífrico ( i € l f r i c ) , q u e p r o b a b l e m e n t e e r a c u ñ a d o y h e r e d e r o d e Elfcre
en Mercia, fue expulsado p o r traición en 985; cuando Etelvino (¿Ethel-
w i n e ) , el p o d e r o s o hijo d e Etelstán «Medio R e y » , m u r i ó en 99^ sus
hijos n o le sucedieron en East Anglia; para 1006, todas las viejas fami-
lias h a b í a n d e s a p a r e c i d o , en su m a y o r í a para s i e m p r e . F u e Etelredo
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II, pues, quien rompió decisivamente con el sistema político de Etels-
tán y E d g i v a en las d é c a d a s d e 930-940; sus futuros p r o t e g i d o s eran
todos n u e v o s . P o r desgracia, también parecen haber sido m e n o s efica-
ces. E n el reino d e Etelredo se v i o también el r e g r e s o d e las incursiones
vikingas, esporádicas d e s d e 980 y graves desde 990; a partir de 1009,
estos ejércitos invasores fueron a ú n m á s exitosos y las defensas ingle-
sas t o d a v í a m á s débiles. E n 1 0 1 3 , u n a ñ o antes d e su m u e r t e , el rey
Sven ( o Svein) d e D i n a m a r c a , q u e había dirigido algunas d e las incur-
siones a n t e r i o r e s , e m p r e n d i ó la c o n q u i s t a global d e Inglaterra, que
completó en J O I Ó su hijo C a n u t o (101Ó-1035).

Las g u e r r a s e inestabilidad q u e el sur d e I n g l a t e r r a había logrado


evitar d u r a n t e u n siglo r e g r e s a r o n centuplicadas en la década d e 1010.
La s e n s a c i ó n d e h u n d i m i e n t o p o l í t i c o q u e es t a n p e r c e p t i b l e en las
a m a r g a s p á g i n a s q u e la Crónica anglosajona dedica a estos años tiene
p o c o s p a r a l e l o s en el c o n j u n t o d e la historia inglesa posterior. P e r o
C a n u t o , a pesar d e t o d o , l o g r ó heredar de Etelredo u n reino rico y es-
table. N o d e b e m o s subestimar las tensiones y los bandos d e ese reino,
y quizá las dificultades d e establecer u n a identidad local p e r d u r a r o n
LA INGLATERRA «CAROLINGIA», Soo-IOOO J6I

frente a las lealtades m á s locales. Sea c o m o fuere, e n las generaciones


posteriores a E d u a r d o el Viejo se había logrado u n a cohesión estructu-
ral q u e p u d o sobrevivir tanto a la destrucción de sus élites militares p o r
parte de E t e l r e d o c o m o a ía inepcia militar de sus sucesores. El resto
del presente capítulo examinará c ó m o y p o r q u é ocurrió así.

Las estructuras d e g o b i e r n o n o cambiaron m u c h o a principios del siglo


ix, salvo los séquitos reales, que parecen haberse vuelto m á s complejos
en ese p e r í o d o , con u n n ú m e r o de funcionarios cada vez m a y o r , q u e
viajaban p o r el país y a los q u e era preciso alimentar. L o s cambios m a -
yores parecen haber c o m e n z a d o con Alfredo- N u n c a p o d r e m o s saber
con exactitud c ó m o se desarrollaron. L a s fuentes anglosajonas n u n c a
son generosas, ni siquiera para lo habitual en su tiempo; incluso las d e
Alfredo, pese a q u e son más n u m e r o s a s q u e las referidas a los reinos d e
su padre y su hijo, son ante t o d o la r e p r o d u c c i ó n del pensamiento del
propio Alfredo, q u e n o solo fue m e c e n a s de escritores sino a u t o r de
propio derecho, m u y consciente de las posibilidades del sesgo político
y ciertamente habilidoso a la hora de cubrir los cálculos políticos cíni-
1
cos con u n b a r n i z m o r a l i s t a . ' L o q u e está claro, n o o b s t a n t e , es q u e
Alfredo estaba m u y influido p o r los valores políticos de la corte c a r o -
lingia. Buscó a intelectuales d e Francia; conservamos u n a carta del ar-
zobispo Fulco de Reims en la q u e , n o sin reticencia, acepta ceder a A l -
fredo a G r i m b a l d o de Saint-Bertin, e n S8Ó. D e la Vida de C a r l o m a g n o ,
de E g i n h a r d o , se podía disponer en Inglaterra, y fue u n o de los m o d e -
los usados p o r el p r o t e g i d o gales de Alfredo, Asser, e n su propia Vida
de Alfredo. Este texto, c o m p u e s t o en vida de Alfredo, crea una i m a g e n
de él m u y influida p o r la hagiografía, incluida u n a enfermedad ( h e m o -
rroides) q u e defendió su castidad juvenil, y otra e n f e r m e d a d q u e lo
debilitó en sus ú l t i m o s a ñ o s (es posible q u e las enfermedades fueran
genuinas, p e r o en el texto de Asser desempeñan una función paralela a
la de las o b r a s hagiográfícas), así c o m o u n i m p o r t a n t e hincapié en el
compromiso espiritual y de aprendizaje d e Alfredo. Alfredo, de h e c h o ,
era i n u s u a l m e n t e c u l t o , incluso e n c o m p a r a c i ó n con los carolingios;
consideraba esencial auspiciar traducciones al inglés antiguo de algu-
nas de las obras fundamentales de la p r o d u c c i ó n cristiana latina de la
Alta E d a d Media — c o m o p o r ejemplo \z Regla pastoral á& G r e g o r i o
M a g n o — , p a r a q u e e s t u v i e r a n al alcance d e las élites anglosajonas;
tres de estas traducciones son obra de su propia m a n o . L a traducción
ÍÓ2 É L LEGADO DE ROMA

11
q u e hizo él m i s m o de La consolación de la filosofía, de B o e c i o , a m e -
n u d o bastante libre, muestra a u n rey plenamente familiarizado con un
concepto bíblico y teológico de la realeza, pragmático (los reyes nece-
sitan r e c u r s o s ) , p e r o t a m b i é n consciente de sí ( c u a n d o los ricos y p o -
derosos viajan al extranjero y se encuentran con personas q u e no los
conocen, c o m p r e n d e n hasta q u é p u n t o su posición se d e b e «al elogio
de la gente necia»). Alfredo volvió la m i r a d a sistemáticamente a la Bi-
blia; su c ó d i g o legal v a m á s allá incluso q u e el carolingio al insertar
c o m o prefacio, varios extractos de las leyes de Moisés en el É x o d o , que
sin d u d a pretendía q u e tuvieran, c o m o m í n i m o , u n a fuerza metalegal.
Esta clase d e ideología regia literaria no tenía precedentes en Inglate-
rra antes d e la generación de Alfredo, pero h u n d e sus raíces directas en
el m u n d o de las ideas de Luis el Piadoso y Carlos el Calvo.

Así, el p r o g r a m a d e la r e f o r m a carolingia a r r a i g ó en Inglaterra


precisamente d u r a n t e las décadas en las q u e estaba perdiendo el fuelle
en F r a n c i a . P e r o Alfredo t a m b i é n t o m ó prestadas del m u n d o franco
algunas prácticas políticas. U n a de las m á s claras es el juramento colec-
11
tivo de lealtad al r e y , q u e es la primera ley del código de Alfredo y se
remonta directamente a la legislación carolingia (Alfredo afirma, justo
antes de esta ley, q u e «no osaba atreverme a p o n e r p o r escrito, en nin-
g ú n m o d o , m u c h a s d e mis p r o p i a s [leyes]», p e r o esto es típica desin-
formación alfredina); u n o de los desarrollos de esta ley en el siglo x, el
código d e E d m u n d o hacia 943, cita directamente u n capitular de 802.
E n Inglaterra, de h e c h o , esta ley se interpretó con mucha más crudeza
q u e en Francia, p u e s en el siglo posterior hay cierta profusión de casos
de aristócratas q u e p e r d i e r o n todas sus tierras p o r h a b e r quebrantado
el j u r a m e n t o , algo q u e r a r a m e n t e o c u r r i ó e n los m u n d o s carolingio u
otónida. El g r a n hincapié en el j u r a m e n t o q u e iba a prestarse en el caso
de Wynflaíd y Leofwine también parece g u a r d a r relación con esto. El
detalle del g o b i e r n o del p r o p i o A l f r e d o , incluidas sus reformas del
ejército, mira hacia el pasado anglosajón, m á s q u e al o t r o lado del ca-
1
nal de la Mancha, hasta d o n d e p o d e m o s ver, '* P e r o el precedente que
sentó permitió q u e sus sucesores del siglo x , a m e d i d a q u e desarrolla-
b a n el estado inglés meridional, cada vez más cohesionado y seguro de
sí m i s m o , a p r o v e c h a r a n el ejemplo franco cuando fue preciso, además
de ampliar las prácticas n a t i v a s . E d u a r d o el Viejo y sus sucesores di-
fundieron el m o d e l o de los c o n d a d o s (shires) anglosajones p o r toda
Mercia, p o r e n c i m a de las viejas divisiones regionales mercias (en un
acto p a r t i c u l a r m e n t e e x p r e s o , q u e data quizá de la d é c a d a de 920, el
L A I N G L A T E R R A « C A R O L I N G I A » , Soo-IOOO

viejo núcleo real d e T a m w o r t h , en Mercia, q u e d ó partido en d o s p o r


los límites d e W a r w i c k s h i r e y Staffordshire, lo cual c o n d e n ó T a m w o r -
th a la m a r g i n a l i d a d ) ; la r e d d e b u r g o s (huras) d e W e s s e x s e amplió a
Mercia y a en la d é c a d a d e 9 1 0 , a u n q u e cada vez parece m á s p r o b a b l e
que los mercios tuvieran y a u n sistema similar d e centros fortificados.
A la inversa, la n u e v a subdivisión del c o n d a d o , la centena o hundred,
parece haberse i m p o r t a d o d e Francia, n o d e Wessex, y también se es-
tableció e n el siglo x . L a política asamblearia del siglo x (la g r a n a s a m -
blea consultiva del p r o p i o r e y y las asambleas del c o n d a d o y la cente-
na) también tenían raíces anglosajonas — y d e h e c h o , comunes a otros
J
pueblos g e r m á n i c o s — ; * p e r o la actividad judicial d e estos c u e r p o s ,
cada vez m á s visible, y su asociación c o n la dirección real, el sello del
rey y las instrucciones adjuntas, s o n signos d e influencia franca. L o
mismo cabe afirmar d e la legislación real, c o m o y a se h a d a d o a enten-
6
d e r ; ' el h e c h o d e q u e Alfredo la reviviera, p o r sí solo, probablemente
m u e s t r a q u e e r a consciente d e la actividad legislativa d e los carolin-
gios, y los n u m e r o s o s códigos d e e n t r e 920 y 1 0 3 0 se asemejan (a v e -
ees, m u c h o ) a los c a p i t ú l a n o s francos. C o m o hizo E d m u n d o en 9 4 3 ,
c u a n d o e n 1009 E t e l r e d o II d e c r e t ó u n a y u n o d e t r e s días, c o n g r a n
detalle, en su séptimo código, c o m o respuesta a la g r a n invasión vikin-
ga d e ese a ñ o , se estaba h a c i e n d o eco directo de C a r l o m a g n o .

Esta influencia franca n o es d e extrañar. (Más sorprendente resulta


lo p o c o q u e se percibió su existencia antes d e los años setenta del pasa-
do siglo.) L a Francia carolingia e r a m u c h o m á s p o d e r o s a q u e n i n g ú n
reino inglés y sus tecnologías d e g o b i e r n o eran m u c h o más elaboradas;
p o r ello, u n a vez q u e se llegó a la idea d e copiar y t o m a r prestado, e r a
de e s p e r a r q u e ello c o n t i n u a r a p o r m u c h o t i e m p o . A e s t o d e b e m o s
añadir la creciente integración q u e , e n el siglo x , acercó la dinastía d e
W e s s e x a la política c o n t i n e n t a l . E d u a r d o el Viejo fue el p r i m e r r e y
anglosajón q u e se dedicó d e p l e n o a las alianzas m a t r i m o n i a l e s en el
extranjero, y sus hijas terminaron casadas con Carlos el Simple, H u g o
el G r a n d e y O t ó n 1; Etelstán i n t e r v i n o e n la política d e la Francia O c -
cidental, al p r o t e g e r a su sobrino Luis I V en sus años d e exilio, y envió
7
ejércitos p o r dos veces al c o n t i n e n t e . ' L o s reyes ingleses eran consi-
derados p o r los francos, cada v e z m á s , c o m o actores políticos, y el i n -
terés m u t u o se acrecentó: Asser y la Crónica anglosajona incluyen u n a
narración d e la crisis d e sucesión franca en 8 8 7 - 8 8 8 ; a su vez, F l o d o a r -
do y T i e t m a r o r e c o g e n ( u n o s p o c o s ) acontecimientos ingleses en sus
crónicas. Las relaciones culturales también se reforzaron. A veces, cié-
E L LEGADO D E ROMA
04

r i g o s ingleses p a s a b a n cierto t i e m p o en m o n a s t e r i o s continentales


c o m o h i c i e r o n O s v a l d o e n F l e u r y y D u n s t a n o e n G a n t e (también
E t e l v o l d o e n v i ó a u n m o n j e a F l e u r y , a q u e a p r e n d i e r a prácticas del
lugar); y h u b o igualmente intelectuales del continente q u e fueron a In-
glaterra, d e s d e G r i m b a l d o , e n la década de 88o, a A b ó n de Fleury en
9 S 5 - 9 8 7 . El a r z o b i s p o W u l f s t a n o d e Y o r k ( m , 1 0 2 3 ) , q u e escribió
18

varios códigos legislativos para Etelredo II y C a n u t o , y también algu-


nas compilaciones propias, fue asimismo u n v e h e m e n t e crítico político
y social, al estilo de H i n c m a r o , y su o b r a recibe u n a influencia clara del
lenguaje de la vorrectio carolingia. La reforma monástica de Inglaterra,
de hacia finales del siglo x , es p r i m a h e r m a n a de la d e G o r z e o la que
favorecieron los abades de C l u n y (véase más abajo, capítulo 2 1 ) , y la
nueva regla monástica nacional de Inglaterra, la Regularis Concordia,
compuesta p o r Etelvoldo p o c o antes de 970, se basaba explícitamente
en el ejemplo c o n t e m p o r á n e o de G a n t e y Fleury y, al m i s m o tiempo,
debía su g r a n ambición a la unificación de las prácticas monásticas que
puso en práctica Luis el P i a d o s o con posterioridad a 81 ó.

Esta dimensión internacional, tan visible en la Inglaterra del siglo


x , supone sin e m b a r g o una paradoja. En efecto, la Francia del siglo x ,
según se mencionaba al principio de este capítulo, ya n o conservaba las
aspiraciones carolingias. E n el tiempo de Alfredo, los valores de Car-
los el C a l v o e H i n c m a r o seguían con vida, p e r o en esa época eran mu-
cho m á s débiles, en el continente, q u e en los días de Etelstán o Edgar-
d o . L o s valores, ritos e instituciones carolingias llegaron a Inglaterra
no (o n o solo) mediante la observación y emulación de la práctica, sino
mediante los libros. W u l f s t a n o poseía u n a copia de la colección capitu-
9
lar de A n s e g í s o ' y n o es p o c o probable q u e e n Inglaterra y a hubiera
existido una desde los tiempos de Alfredo. N o cabe d u d a de que a Al-
cuino ( q u e él m i s m o era a n g l o s a j ó n , p o r d e s c o n t a d o ) se lo conocía
m u y bien; se podía disponer de Teodulfo y Amalario; y quizá también
de H i n c m a r o , al m e n o s de s e g u n d a m a n o . P e r o a u n así es llamativo
q u e los ingleses se t o m a r a n esta bibliografía tan en serio. Esto podría
haber sido, en parte, la herencia de u n a realeza tan moralizada como la
de Alfredo; también sería u n derivado de la seguridad en sí misma que
caracterizó a la c o m u n i d a d política del siglo x , cuyos m i e m b r o s , por
divididos en b a n d o s q u e estuvieran, sin e m b a r g o crearon y mantuvie-
r o n el sistema d e g o b i e r n o m á s extenso, m á s fuerte y m á s d o t a d o de
estabilidad interna q u e h u b o en la isla de Bretaña desde q u e se marcha-
ron los r o m a n o s ; y bien orgullosos q u e estaban de ello.
L A I N G L A T E R R A « C A R O L I N G I A » , Soo-IOOO 5*5

El g o b i e r n o inglés del siglo x estuvo a la vez más y m e n o s cohesio-


nado q u e el carolingio- A u n q u e la lengua principal de la legislación y
de m u c h a teología era el inglés a n t i g u o , y n o el l a t í n — i n d i c i o de u n
deseo de expansión m á s general p o r el p a í s — , la corte inglesa parece
10
haber utilizado m e n o s la e s c r i t u r a ; así, a lo l a r g o del siglo, las ó r d e -
nes reales p a r e c e n h a b e r sido p r i n c i p a l m e n t e v e r b a l e s ( a u n q u e n o
siempre), y solo está claro q u e hayan sobrevivido m a n d a t o s por escri-
to del reinado de E t e l r e d o IL Pese a t o d o el refinamiento d e la redac-
ción Legislativa del siglo x , nunca se hace alusión explícita a ella en los
casos judiciales conservados, y resulta difícil incluso hallar ecos implí-
citos; a m e n u d o se equipara con la teología política del reinado de C a r -
l o m a g n o , m á s q u e con s u s c a m b i o s institucionales p r á c t i c o s , pese a
que Etelstán y algunos de sus sucesores sí i n n o v a r o n deliberadamente
en sus leyes. La complejidad del g o b i e r n o inglés, exagerada a m e n u d o
en años recientes, d e b e situarse frente a la relativa crudeza de algunas
prácticas «administrativas»: c u a n d o los habitantes d e la isla de T a n e t
robaron a algunos comerciantes de Y o r k en 969, E d g a r d o se limitó a
2
asolar sus tierras; ' Etelredo II también saqueó la diócesis de R o c h e s -
ter en 986, y, m á s adelante, H a r d a c a n u t o ( H a r t h a c n u t , 1040-1042) sa-
queó W o r c e s t e r s h i r e en 1041 p o r q u e en la catedral de W o r c e s t e r h a -
bían m u e r t o d o s recaudadores de impuestos.

E n c a m b i o , h a y indicios claros de la fuerza de l o s reyes. E n este


período, la importancia de los j u r a m e n t o s ante el rey amplió e n o r m e -
m e n t e el alcance de la «traición» y , al parecer, en Inglaterra era m á s
fácil q u e en otros lugares p e r d e r las tierras o la vida p o r haber disgus-
tado al rey. La reforma monástica d e p e n d i ó s o b r e m a n e r a de la autori-
dad real, que, a su vez, se acrecentaba. Y en la última década del siglo x ,
Etelredo I I , para p o d e r costear la paz d e los vikingos, instituyó u n sis-
tema t r i b u t a r i o " q u e , en unos p o c o s a ñ o s , fue capaz de g e n e r a r sumas
cuantiosas; esto fue m u c h o más lejos q u e nada de lo intentado siquiera
p o r los carolingios (Carlos el Calvo había iniciado el m i s m o p r o c e s o ,
pero solo lo intentó en dos ocasiones). ¿ C ó m o l o g r ó cumplir con esta
tarea el estado anglosajón, c u a n d o para q u e funcionara u n m í n i m o se
necesitaban valoraciones detalladas, p e r o (al p a r e c e r ) n o había d e s a -
r r o l l a d o m u c h o n i n g u n a infraestructura administrativa basada en la
escritura; y t o d o ello, en u n período de continua desmoralización y d e -
rrota militar? Es una p r e g u n t a a la q u e n o se le puede d a r respuesta en
la actualidad. P e r o t u v o éxito: la fiscalídad inglesa del siglo xi fue m á s
compleja q u e la q u e n i n g ú n o t r o estado p o s r o m a n o l o g r ó desarrollar
566 EL L E G A D O DE ROMA

en O c c i d e n t e hasta entrado ya el siglo x m ; y, entre otras cosas, gene-


ró el estudio g u b e r n a m e n t a l m á s sistemático realizado antes de la Alta
E d a d Media, el Domesday Book («Libro del registro») de io8ó. La tri-
b u t a c i ó n se organizaba c r u d a m e n t e : quien n o podía pagar los impues-
tos, p e r d í a las tierras e n favor de q u i e n p u d i e r a pagarlas p o r él, y l e

rechazo colectivo a los i m p u e s t o s desataba represalias, c o m o en W o r -


cester en 1 0 4 1 . El estado anglosajón tardío, aquí c o m o en otras partes
era t o r p e y n o especialmente b e n i g n o . P e r o los i m p u e s t o s se mantu-
v i e r o n . I n c r e m e n t a r o n aún m á s ia riqueza real, y con ello el poder de
los reyes, en la época en q u e la conquista d e C a n u t o p e r m i t i ó que el
dinero r e c a u d a d o se q u e d a r a en Inglaterra; y posibilitó la duradera so-
lidez del estado inglés q u e fue conquistado primero p o r Sven y Canuto
en 1 0 1 3 - 1 0 1 Ó , y l u e g o p o r Guillermo I en I O Ó Ó .
El r e i n o i n g l é s , en el siglo x , c o n t a b a c o n u n a aristocracia rica,
c o m o h e m o s visto; u n a q u e veía su identidad y futuro político igual de
vinculada al éxito de la dinastía de W e s s e x . E n W e s s e x , c o m o en la
Mercia inglesa, tenía raíces m á s p r o f u n d a s ; p e r o en b u e n a p a r t e del
país era completamente nueva, puesto q u e la riqueza de la q u e disponía
en East Anglia y la Mercia danesa derivaba d e la conquista de Eduardo
el Viejo, en 9 1 1 - 9 1 8 , y la expropiación parcial de las élites políticas del
lugar, c u y o p o d e r , p r e s u m i b l e m e n t e , había sido igual de n u e v o en la
mayoría de los casos, fruto de la conquista vikinga de 8Ó9-878. Es inte-
resante tener en cuenta, sin e m b a r g o , q u e a pesar de la gran importan-
cia de esta conquista, catalizador de la creación de u n estado en el sur
de Inglaterra, resulta m u y difícil de v e r el efecto que, p o r sí solos, tu-
3
v i e r o n los v i k i n g o s sobre el p a í s / N o está claro q u e los asentamientos
fueran m u y n u m e r o s o s , ni el danés ni (en el noroeste de Inglaterra) el
n o r u e g o ; los t o p ó n i m o s escandinavos a b u n d a n en m u c h a s zonas, en
particular en la Mercia danesa y el Yorkshire, p e r o esto parece indicar,
ante t o d o , q u e los n u e v o s propietarios r e n o m b r a r o n las haciendas, no
q u e se produjera u n a masiva inmigración de campesinos. T a m b i é n en
la arqueología resulta difícil hallar u n a cultura material q u e sea distin-
tivamente escandinava; los colonos parecen haberse convertido al cris-
tianismo con relativa rapidez; incluso la ley danesa — c u y a existencia
queda implícita en el posterior uso del término Danelaw para referirse
al n o r t e y el este de I n g l a t e r r a — parece haber sido, en las raras compi-
laciones q u e la m e n c i o n a n , m u y similar a la ley anglosajona de cual-
quier o t r o lugar. A d e l a n t a d o el siglo x , tuvieron q u e existir en Inglate-
rra algunos g r u p o s d e p e r s o n a s con identidad y cultura danesas, y sin
LA INGLATERRA' «CAROLINGIA». 800-IOOO 567

duda a b u n d a b a n los nobles con ancestros daneses ( c o m o p o r ejemplo


Osvaldo), p e r o , en general, es probable q u e elDanelaw oriental se d i -
ferenciara m e n o s de W e s s e x y la Mercia inglesa de lo q u e la N o r t u m -
bria se diferenciaba de t o d o s ellos. L o q u e los v i k i n g o s dejaron a los
sajones q u e vinieron de W e s s e x fue u n a estructura estatal más c o m p l e -
ja y fragmentada, con m á s espacio para el c a m p e s i n a d o terrateniente
(aunque incluso esto también p u d i e r a h a b e r sido a n t e r i o r a las c o n -
quistas del G r a n Ejército); y, en la p a r t e m á s m e r i d i o n a l de N o r t u m -
bria, el notable c o s m o p o l i t i s m o y la a p e r t u r a a los lazos d e larga d i s -
tancia de la Y o r k del siglo x . E n cuanto al resto, lo q u e p e r m a n e c e más
visible, al m e n o s al sur del Hurnber, es el estrato aristocrático de W e s -
sex, superpuesto al período v i k i n g o .
La cohesión del reino inglés quizá se expresa con especial claridad
en u n o de los testimonios de su d e r r o t a a finales del siglo x , el p o e m a
conocido como La batalla deMaldon. Este texto celebra la lucha a m u e r -
te del ealdorman B y r h t n o t h , d e Essex, y de su s é q u i t o , frente a la r e -
ciente invasión v i k i n g a de M a l d o n , en 9 9 1 . B y r h t n o t h , aliado de la
1 4

familia de Etelstán «Medio R e y » , había sido u n a de las grandes figuras


del r e i n o d e s d e el principio del r e m a d o de E d g a r d o , y u n d e s t a c a d o
mecenas de la abadía d e Ely; su m u e r t e supuso una g r a n conmoción. E)
poema fue redactado en el mejor estilo heroico p o r u n poeta a n ó n i m o ,
probablemente (aunque hay discusión al respecto) p o c o después de la
batalla. L a s tropas de B y r h t n o t h se hallan tan personalmente unidas a
su guía c o m o l a s b a n d a s bélicas heroicas de la poesía anterior, p e r o h a y
diferencias. U n a es q u e lleva consigo u n g r u p o de reclutas del c o n d a d o
de Essex, h e r e d e r o de los reclutamientos defensivos colectivos o r g a n i -
zados por Alfredo, así c o m o un g r u p o central d e dependientes leales a
su persona. O t r a es q u e los h o m b r e s q u e siguen l u c h a n d o , y p r o n u n -
cian discursos de orgullo, en t o r n o de su guía muerto proceden de dis-
tintas partes d e I n g l a t e r r a (un n o b l e m e r c i o , u n r e h é n n o r t u m b r i o y
algunos h o m b r e s de Essex) y t a m b i é n de distintas clases sociales ( u n
simple c a m p e s i n o , u n antiguo criado): con ello se quiere exponer una
muestra representativa de la lealtad y la identidad inglesa, no solo de
Essex; y p o r ello c o m b a t e n no solo p o r B y r h t n o t h , sino p o r «el reino
de Etelredo, el p u e b l o de mi señor y su país». Esta identidad extendida
a t o d o el reino (al m e n o s , s e g ú n el c o n c e p t o del p o e t a d e Maldon) se
disolvió p o r b r e v e tiempo en el caos de los p r i m e r o s a n o s de la década
de 1 0 2 0 , c u a n d o , según afirma con pesar la Crónica anglosajona, «al fi-
nal ningún c o n d a d o ayudará ni siquiera al c o n d a d o vecino»; p e r o des-
E L L E G A D O D E ROMA

pues r e v i v i ó . N o h u b o n i n g ú n h u n d i m i e n t o regional p e r m a n e n t e al
m e n o s en el s u r d e I n g l a t e r r a ; n o h u b o e q u i v a l e n t e a los condados
d u c a d o s y m a r c a s cada vez m á s s e p a r a d o s del c o n t i n e n t e . T a m p o c o
s u r g i e r o n los s e ñ o r í o s particulares; las asambleas d e los condados y
centenas controlaron casi toda la justicia, prácticamente hasta los tiem-
p o s de la conquista n o r m a n d a . P a r a r o ó ó , incluso N o r t u m b r i a estaba
e m p e z a n d o a incorporarse e n el sistema político ( a u n q u e con dificul-
tad). P o r d e s c o n t a d o , h u b o diferencias locales, así c o m o rivalidades y
lealtades locales. P e r o c o m o m u e s t r a el Domesday Book^ la extensa
difusión geográfica de la p r o p i e d a d de tierras e n t r e la élite d e ealdor-
men del siglo x se m a n t u v o a lo largo del siglo x i , y en I O Ó Ó esta difu-
sión resulta i g u a l m e n t e visible para el nivel i n m e d i a t a m e n t e inferior,
el de los thegns, el estrato nobiliario básico del país. Esta propiedad de
tierras, del t o d o paralela a la difusión de tierras de las catedrales y los
monasterios, m a n t u v o u n i d o al país. El recién acuñado sistema tribu-
tario, simplemente, reforzó esta cohesión previa.

Inglaterra quizá h u b i e r a sido carolingia en sus aspiraciones; pero


la solidez p e r d u r a b l e del asentamiento político del reinado de Eduardo
el Viejo tiene t a n p o c o s p a r a l e l o s en el c o n t i n e n t e q u e n o podemos
a t r i b u i r l a p o r e n t e r o a la l e c c i ó n c a r o l i n g i a t a n s i s t e m á t i c a m e n t e
aprendida. D ó n d e h u n d e en v e r d a d sus raíces, queda para la conjetura;
en lo q u e a la Inglaterra anglosajona respecta, carecemos de los datos
necesarios para albergar certezas sobre n i n g ú n a r g u m e n t o de esta cla-
se. A h o r a bien, y o tendería a asociarla con u n a evolución del siglo ix,
del t o d o separada de la conquista vikinga y d e la ideología alfredina: la
formación de derechos de propiedad exclusivos. E n el capítulo 7 vimos
q u e la mejor forma de concebir las p r i m e r a s u n i d a d e s territoriales an-
glosajonas consiste en verlas c o m o t e r r i t o r i o s en los q u e los reyes y
algunos aristócratas ( y , gracias a la d o n a c i ó n real, t a m b i é n iglesias y
monasterios) recaudaban tributos, q u e podían ser m u y poco elevados.
E n tales territorios, q u e a m e n u d o eran extensos (cubrían el terreno de
u n a d o c e n a de poblaciones posteriores, o m á s , en algunos casos), p o -
día vivir toda u n a diversidad de gentes, de aristócratas a campesinos, y
(según p a r e c e ) con toda u n a v a r i e d a d de derechos de propiedad; solo
los q u e no eran libres parecen haber pagado rentas y prestado servicios
o n e r o s o s a sus señores o dueños. Esta era la situación a finales del siglo
V I I I , que es la fecha de n u e s t r o s p r i m e r o s d o c u m e n t o s (todos ellos, en

o r i g e n , d o n a c i o n e s de r e y e s a iglesias). P a r a 900, sin e m b a r g o , una


l ú
lista d e r e n t a s q u e h a p r e s e r v a d o d a t o s de H u r s t b o u r n e P r i o r s
L A I N G L A T E R R A ^ C A R O L I N G I A " , SOO-IOOO 569

( H a m p s h i r e ) m u e s t r a u n a aldea con obligaciones m u c h o m á s serias:


aquí, los ceorlas — c a m p e s i n o s l i b r e s — tenían que pagar rentas e n d i -
nero y p r o d u c t o s , y también realizar trabajos obligatorios, arar y es-
quilar ovejas. Estas exigencias detalladas hablan de un control estricto
y son los p r i m e r o s signos de lo q u e sería la relación entre arrendadores
y arrendatarios habitual en Inglaterra: p u e s los ceorlas de H u r s t b o r n e
son, c l a r a m e n t e , a r r e n d a t a r i o s del o b i s p o d e W i n c h e s t e r , el t i t u l a r
•—digamos ya: p r o p i e t a r i o — d e las tierras- E n t r e finales del siglo x y
principios del x i , esta clase de relación parece asimismo bastante g e n e -
ralizada en las M i d l a n d s occidentales y en Somerset, p u e s a g r a n d e s
rasgos se o r i g i n ó aquí u n t e x t o , d e n o m i n a d o Recütudinss Singularum
Personarum, q u e describe las cuotas típicas para varios estratos de d e -
pendientes con respecto a u n a hacienda i n n o m i n a d a , al parecer c o m o
guía para la b u e n a gestión d é l a s fincas. E n la época de Domesday Book s

en 1086, este modelo de haciendas caracterizaba t o d o el país, en el o e s -


te y el sur, p e r o también en las tierras q u e antes controlaban los vikin-
gos. La riqueza global q u e d e r i v a b a de ¡as r e n t a s y los servicios era
importante, en este m o m e n t o , y además se podía describir en detalle.

Estos cambios representan una revolución en la tenencia de las tie-


rras, en la q u e también los campesinos Ubres, y n o solamente los q u e n o
lo eran, t e r m i n a r o n p a g a n d o tributos a sus señores y g o b e r n a n t e s y ,
además, rentas a los propietarios; estas r e n t a s — y es i m p o r t a n t e — e r a n
asimismo m u c h o m á s onerosas. Q u e falte toda documentación de resis-
tencia a este proceso indica q u e fue lento; sin d u d a empezó p o r los q u e
no eran libres (los había en gran n ú m e r o ) , p e r o probablemente luego se
fue extendiendo sin pausa a distintos grupos de los p o b r e s : p r i m e r o en
el centro de las unidades territoriales, y luego incluyendo los márgenes
y los situados en el exterior, cuyos habitantes p a g a r o n rentas y presta-
ron servicios m e n o r e s hasta e n t r a d a la fase central d e la Edad Media.
P o r el contrario, los habitantes m á s influyentes de los primeros territo-
rios anglosajones, en su mayoría, t e r m i n a r o n no c o m o arrendatarios,
sino c o m o señores. Los territorios se dividían a m e d i d a q u e pasaba el
tiempo; u n a unidad territorial q u e cubría u n a docena de futuras pobla-
ciones quizá podía dar paso a doce unidades menores, que ahora p o d e -
mos llamar haciendas, cada una de la extensión del territorio de una p o -
blación. C u a n d o e s t a b a n e n m a n o s p r i v a d a s , lo típico era q u e estas
haciendas estuvieran en m a n o s d e los thegns, t a n t o sí poseían la tierra
directamente (tal vez c o m o donación del rey, su antiguo señor territo-
rial) o p o r arriendo de u n a iglesia; esta última relación está particular-
570 E L L E G A D O D E ROMA

m e n t e bien d o c u m e n t a d a en las rierras de la catedral de Worcester, que


gozaba de los usufructos y los a n o t ó en d o s cartularios del siglo x i .
N o es fácil datar el período principal de transformación de las unidades
territoriales en haciendas, puesto q u e la terminología de nuestros docu-
m e n t o s , en g r a n medida, p e r m a n e c e inalterada; p e r o la división de las
unidades mayores en bloques del tamaño de poblaciones o aldeas pare-
28
ce, a juzgar p o r los datos documentales, u n rasgo de los siglos ix y x .
Este es también el período de concentración generalizada de los asenta-
mientos e n las Mtdlands y la Inglaterra central y meridional, en las p o -
blaciones situadas en el centro de estos bloques; se trató de u n proceso
m á s l e n t o , p e r o p r o b a b l e m e n t e r e l a c i o n a d o . Así, el d o c u m e n t o de
H u r s t b o u r n e , p o r aislado q u e haya q u e d a d o , estaría señalando un cam-
bio q u e p o r entonces y a estaba m u y difundido, quizá incluso cerca de su
conclusión: la creación de u n paisaje de haciendas, q u e hacía tiempo
q u e era típico de la E u r o p a continental occidental^ p e r o q u e no había
existido en Inglaterra desde que se marcharon los r o m a n o s .

E s t e c a m b i o fue f u n d a m e n t a l , p e r o está mal d o c u m e n t a d o ; por


ende, la caracterización q u e he h e c h o en los dos últimos párrafos debe
considerarse c o m o hipotética. P e r o sus consecuencias son m á s percep-
tibles y , e n v a r i o s c a s o s , s o n d e i m p o r t a n c i a . U n a es q u e la riqueza
disponible se c o n c e n t r ó bruscamente y en m e n o s m a n o s : las de los re-
yes, los g r a n d e s y n o tan grandes aristócratas, y las iglesias. D e resul-
tas de ello, u n a e c o n o m í a de i n t e r c a m b i o , y m o d e l o s de producción
más complejos, son claramente más visibles en el siglo x q u e en el V I I L
En el siglo V H ¡ , los intercambios comerciales todavía se concentraban
en u n p u ñ a d o de p u e r t o s : S o u t h a m p t o n , L o n d r e s , Ipswich, York. En
el x , Y o r k e x p e r i m e n t ó u n a expansión radical, en p a r t e gracias a los
lazos internacionales del m u n d o vikingo (según veremos en el próxi-
m o capítulo); p e r o lo m i s m o ocurrió con una red de centros interiores,
c o m o Lincoln, T h e t f o r d , Staroford, Chester, Winchester y, en menor
medida, u n amplio conjunto de los b u r g o s o burhs de Alfredo, Eduardo
el Viejo y sus rivales daneses; en particular, la red de ciudades conda-
les: L e i c e s t e r , W o r c e s t e r , S h r e w s b u r y , O x f o r d . E s t o p u e d e verse
1
c o m o u n a red u r b a n a capilar; ^ al m e n o s , u n a p o r cada shire y, con fre-
cuencia, m á s . Y , en t é r m i n o s p r o d u c t i v o s , la cerámica de t o m o , con
modelos de distribución relativamente extendidos, empieza a aparecer
en ¡as décadas d e hacia 900, p r i m e r o en las M i d l a n d s — e n Stamford,
T h e t f o r d , St. N e o t s — y luego p o r todas p a n e s ; hacia finales de síglo
comienzan a aparecer también las referencias a la lana, p r o d u c t o básico
L A I N G L A T E R R A « C A R O L I N G I A * * , 800-TOOO
T71

de la exportación centromedieval inglesa. L o s reyes del siglo x incre-


mentaron m u c h o la oferta de d i n e r o y el c o m e r c i o estaba lo bastante
difundido para q u e el sistema tributario de la última d é c a d a del siglo
diera p o r sentado q u e los impuestos se p o d í a n pagar en m o n e d a de pla-
ta. Esta riqueza quizá se desviara a D i n a m a r c a , al m e n o s en principio,
pero aun así seguía siendo riqueza. La infraestructura precisa para ex-
traerla de los campesinos existía p o r entonces, a todas luces, en pleno
d e s a r r o l l o . L a s r a r a s e x c a v a c i o n e s de r e s i d e n c i a s d e thegns^ e n
3 0
R a u n d s (Northamptonshire) y Goltho (Lincolnshire), también
muestran concentraciones de riqueza q u e n o se veían e n el siglo V I T I J I O
mismo ocurre con las iglesias privadas del p e r i o d o anglosajón tardío,
que p o r p r i m e r a vez e m p e z a b a n a ser n u m e r o s a s y q u e , d e s p u é s de
1000, se construyeron cada vez m á s en piedra.
Esta concentración de la riqueza era tanto m a y o r p o r su compleri-
tud geográfica, la segunda consecuencia del proceso d e formación de
haciendas. La mayoría de Inglaterra se dividió en haciendas con la ex-
tensión de poblaciones (o quizá la mitad o un cuarto de esa extensión);
con ello desapareció prácticamente t o d o espaciolibre para el campesi-
nado terrateniente. Este m o d e l o fue m e n o s regular e n zonas del Dañe-
law, en particular las Midlands orientales, d o n d e persistieron a l g u n o s
grupos de campesinos m á s independientes (a m u c h o s de ellos, el Do-
mesday Book los d e n o m i n a sockernanni, en inglés m o d e r n o sokemen^ l o
que índica q u e tenían el derecho a p r o c u r a r justicia c o n , según parece,
cierta a u t o n o m í a de los s e ñ o r e s , a u n c u a n d o eran a r r e n d a t a r i o s ) ; el
Danelaw^ de Y o r k s h i r e a E a s t A n g l i a , t a m b i é n tenía haciendas m á s
fragmentadas, lo q u e p o r sí solo concedía más espacio a la p r o p i e d a d
de tierras p o r parte de los campesinos y , además, permitía u n someti-
3
miento m e n o r de quienes se radicaban fuera de la h a c i e n d a . ' P e r o i n -
cluso allí, el proceso de formación del estado parece haberse d e s a r r o -
llado con la misma clase de escala temporal; e incluso allí, el porcentaje
de campesinos terratenientes era inferior al de la mayoría del continen-
te e u r o p e o . Así, Inglaterra había pasado de ser la provincia p o s r o m a n a
con m e n o s sometimiento de los campesinos, en 700, a la tierra d o n d e la
sumisión campesina era m á s completa y totalizadora, en comparación
con toda E u r o p a ; ya en 900 ocurría así en la m a y o r parte del país, y e n
todo el país, c o m o m u y t a r d e , en el siglo x i . Los señoríos de Francia
basados en la justicia privada no se desarrollaron en Inglaterra, p e r o
apenas había necesidad de ello; los campesinos estaban plenamente s o -
metidos a sus señores, por relaciones de tenencia, y m u c h o s no eran li-
57* E L LEGADO D E ROMA

bres (a diferencia de Francia; véase el capítulo 22) y , en consecuencia,


tampoco tenían n i n g ú n derecho a la justicia pública.
Una tercera consecuencia es q u e la cristalización del poder terrate-
niente, con el sustancial i n c r e m e n t o q u e trajo consigo en las cuotas de
los campesinos, favoreció m u c h o a los reyes. L o s reyes habían tenido
derecho a recaudar impuestos a pequeña escala en la mayoría de las tie-
rras de sus reinos (toda la tierra q u e aún no habían concedido a las igle-
sias). C u a n d o esto se convirtió en alquiler, tanto las iglesias c o m o los
nobles laicos hallaron q u e su p o d e r local ( y su propia riqueza) se afian-
zaba más e n los bloques de aldeas q u e controlaban; p e r o los reyes se-
guían siendo los principales beneficiarios. P a r a el síglo x , los reyes ter-
m i n a r o n con una gran p r o p o r c i ó n d e la tierra bajo su control directo.
A u n q u e esta proporción era más alta en algunas áreas q u e en otras, en
el sur de Inglaterra los r e y e s del siglo x c o n t r o l a b a n , en general, un
porcentaje de tierras de su reino m u y superior al q u e controló Carlo-
m a g n o ; no cabe d u d a de q u e el r e y / e m p e r a d o r franco era m u c h o más
rico q u e ellos, p e r o solo c o m o resultado d e g o b e r n a r sobre tierras diez
veces m á s extensas q u e el reino d e Etelstán. Así, los reyes ingleses go-
zaron de u n a posición m á s favorable q u e en n i n g ú n o t r o lugar de E u -
ropa: p o d í a n ser e n o r m e m e n t e g e n e r o s o s , c r e a n d o una nueva aristo-
cracia o c o n c e d i é n d o l e u n a riqueza hasta e n t o n c e s desconocida, ya
fuera a g r a n escala (Etelstán «Medio R e y » , Elfere de Mercia) o a pe-
queña escala, y aun así m a n t e n e r el dominio general, gracias a la enor-
m e extensión d e tierras q u e seguían p o s e y e n d o . Esto les permitió se-
g u i r t e n i e n d o el d o m i n i o e s t r a t é g i c o , a ú n m á s p r o t e g i d o d e s d e la
entrada de la tributación. El p o d e r real y las cortes reales, c o m o hemos
visto, c o n t i n u a r o n siendo básicas incluso a m e d i a d o s y a finales del si-
g l o x, en c u a n t o se caracterizaba p o r minorías reales y la oligarquía de
la reina y sus aristócratas principales; esta posición central se benefició
m u c h o del d o m i n i o de los reyes sobre la tierra. E n la E u r o p a altome-
díeval, nadie fue tan g e n e r o s o c o m o E d u i n o en sus donaciones docu-
mentadas entre 9 5 Ó - 9 5 9 , p e r o los sucesores de este no q u e d a r o n debi-
litados y Etelredo dio m a r c h a atrás a la marea de generosidad cuando
privó de n u e v o a la élite de ealdormen de cargos y , a m e n u d o , propie-
dades privadas; la conquista de C a n u t o desplazó a más familias aristo-
3
cráticas, y la d e G u i l l e r m o I lo hizo de un m o d o aún más completo. *
Así, en Inglaterra los reyes siguieron siendo cruciales para cualquier
cálculo político, simplemente p o r q u e su poder de patrocinio no se ha-
bía r e d u c i d o . E s t o , s o b r e t o d o , es lo q u e singulariza Inglaterra y dis-
L A I N G L A T E R R A ' « C A R O L Í N GIA «, 800-TOOO
573

cingue su trayectoria de cualquiera de las q u e siguieron los escados q u e


sucedieron al p o d e r carolingio. La «política d e la tierra», aquí, favore-
ció sin duda al p o d e r real y, a la postre, al g o b i e r n o central.
Esto lo reforzó a ú n más otra característica especial de Inglaterra, a
la q u e ya h e m o s aludido: la relación c o n t i n u a d e los reyes del siglo x
con la sociedad libre- U n a consecuencia de que los campesinos queda-
ran excluidos de la p r o p i e d a d d e tierras tal vez fue q u e resultaron ex-
cluidos a s i m i s m o de t o d a relación c o n el m u n d o p ú b l i c o , c o m o e n
efecto ocurrió en la Francia Occidental, y a m e n u d o también en otras
zonas del m u n d o carolingio. E n Inglaterra, c o m o acabamos de ver, h a -
bía u n m a y o r n ú m e r o de ellos q u e eran arrendatarios del rey, en c o m -
paración con eí r e s t o d e l u g a r e s ; quienes d e p e n d í a n del r e y p a r e c e n
haber g o z a d o de m á s d e r e c h o s q u e los o t r o s a r r e n d a t a r i o s (esto a ú n
era así m á s avanzada la Edad Media) y, c o m o m í n i m o , n o estaban tan
sometidos a los señores particulares- P e r o las obligaciones públicas
t r a d i c i o n a l e s de t o d o s los h o m b r e s libres t a m b i é n p e r s i s t i e r o n . L a
emergencia nacional del reinado de Alfredo requirió u n a participación
31
militar m á s amplia d e la q u e se necesitaba p o r e n t o n c e s en el c o n t i -
nente, y a ello se añadió la defensa de los b u r g o s ; estos c o m p r o m i s o s
públicos c o n t i n u a r o n sin interrupción, j u n t o c o n las fuerzas de asalto
militar de la aristocracia, m á s expertas, siempre q u e se requería la d e -
fensa nacional. E n paralelo, incluso las asambleas judiciales de los c o n -
dados tenían espacio para el campesinado libre, y el derecho básico de
las asambleas de la centena daba p o r sentado, de h e c h o , q u e su asisten-
cia era n o r m a l ; esta función pública para los libres c o n t i n u ó sin i n t e -
rrupción en adelante, a diferencia d e lo q u e o c u r r i ó e n la m a y o r í a de
regiones del m u n d o carolingio.

La e v o l u c i ó n de I n g l a t e r r a , p u e s , continúa siendo paradójica. Se


convirtió en el país europeo d o n d e el d o m i n i o de los aristócratas, basa-
do en los derechos de propiedad, era m á s completo; al m i s m o tiempo,
era eí país poscarolingio d o n d e los reyes mantenían m á s plenamente el
control s o b r e las estructuras políticas, t a n t o las tradicionales (asam-
bleas, ejércitos) c o m o las nuevas (juramentos, impuestos). Sin e m b a r -
go, la paradoja me parece explicable: es la consecuencia, p o r u n l a d o ,
del pacto oligárquico q u e permitió q u e los sajones de Wessex conquis-
taran el resto del sur de Inglaterra en los años 9 1 0 ; y, p o r o t r o l a d o , de
la cristalización de los derechos de p r o p i e d a d , q u e se produjo en el si-
glo i x y principios del La historia de Inglaterra c o m o estado m á s
duradero de la E u r o p a medieval c o m e n z ó ahí.
20

LA E U R O P A E X T E R I O R

Anskar fue u n misionero enviado p o r Luis el Piadoso para q u e e v a n -


gelizara a daneses y suecos, tarea q u e fue d e j a n d o y r e t o m a n d o e n t r e
826 y su m u e r t e , acaecida en 865, Su vida de santo, escrita p o r u n con-
temporáneo m á s joven y bien informado, R i m b e r t o , es u n relato extra-
ño acerca de u n proceso de conversión fallido. E n D i n a m a r c a , A n s k a r
tal vez llegara a algo, gracias al patrocinio de los reyes H o r i c (u H o r i k )
I (827-854) y II (854-h. 870), q u e n o e r a n cristianos p e r o t a m p o c o
mostraron hostilidad. Sin e m b a r g o , la m i s i ó n solo e n c o n t r ó p a t r o n o s
(tanto regios c o m o aristocráticos), n o así conversos p o d e r o s o s y c o m -
p r o m e t i d o s , salvo en el caso de algunos m e r c a d e r e s d e H e d e b y ; y e n
los m o m e n t o s d e confusión q u e siguieron a la m u e r t e de H o r i c I I , se
vino abajo. E n Suecia, el intento principal de A n s k a r , p r o b a b l e m e n t e
en la década d e 840, implicó una r e u n i ó n con el rey Olaf en la ciudad
comercial de Birka, d o n d e Olaf dijo q u e él n o podía aceptar la misión
sin antes p r e g u n t a r a sus propios dioses, medíante las suertes, y t a m p o -
co sin p r e g u n t a r a la a s a m b l e a (placizum^ e n el latín de R i m b e r t o ) ,
«porque es la c o s t u m b r e de p o s suecos] q u e cualquier asunto público
dependa m á s de la v o l u n t a d u n á n i m e del pueblo \populus\ q u e [del] p o -
1
der real». L a s suertes fueron n e g a t i v a s , p e r o u n anciano de la asam-
blea sostuvo q u e el dios cristiano tal vez p o d r í a ayudarlos a enfrentarse
a los peligros del m a r y, con ello, el populus acordó aceptar la misión.
Olaf admitió convocar otra asamblea en su reino para aceptar también
la decisión. Esta política de asambleas parece haber sido m á s poderosa
en Suecia q u e en D i n a m a r c a (aunque allí también se celebraban algu-
nas asambleas), p e r o d e b e m o s señalar q u e en a m b o s reinos la discu-
sión versaba solamente acerca d e si aceptar o no u n a misión cristiana,
no sobre una verdadera conversión en masa, q u e tampoco se dio. A u n -
que los reyes fuesen cristianos en el á m b i t o personal — c o m o sucedió
en N o r u e g a con H á k o n (o H a a k o n ) I (h. 9 3 4 - 9 6 1 ) — n o podían pedir
5 7 ó E L L E G A D O D E ROMA

fácilmente la conversión a sus compatriotas, y u n poema que p r o b a b l e


m e n t e era c o n t e m p o r á n e o elogia a H á k o n precisamente p o r n o inten-
2
tar h a c e r l o . El proceso de conversión más general solo comenzó a fi-
nales del siglo x en D i n a m a r c a , y a ú n m á s tarde e n Suecia y Noruega-
en p a r t e , fue consecuencia d e u n reinado m á s fuerte, a u n q u e , para lo
habitual en el continente e u r o p e o , era solo u n p o c o más fuerte.
C u a n d o i n t e n t a m o s c o m p r e n d e r a las sociedades europeas situa-
das fuera d e los reinos e x r o m a n o y carolingio del oeste y el sur (y, a l a
postre, su rama anglosajona), d e b e m o s reconocer de inmediato la de-
bilidad de las estructuras políticas. La política de la realeza no delineó
la historia d e los escandinavos o eslavos de forma m í n i m a m e n t e con-
sistente hasta finales del siglo x . D e h e c h o , n o está c l a r o , pese a las
certezas de textos externos c o m o la Vida de Anskar, q u e los gobernan-
tes tuvieran títulos q u e p u e d a n considerarse m í n i m a m e n t e equipara-
bles a los de «reyes»; los /arlar, o condes, fueron poderes independien-
tes e n el d i s t r i t o n o r t e de T r o n d h e i m ( N o r u e g a ) hasta después de
1000, p o r ejemplo; y los eslavos, según parece, d e n o m i n a b a n a sus g o -
b e r n a n t e s c o n u n a serie m u y ecléctica d e títulos. P u e d e ser que, por
entonces, a ú n n o existiera u n a distinción clara e n t r e los «reyes»» y los
principales «aristócratas», esto es: entre los gobernantes independien-
tes, los q u e e n teoría eran dependientes p e r o actuaban de m o d o autó-
n o m o , y l o s líderes políticos m á s s o m e t i d o s ; p r o b a b l e m e n t e también
los aristócratas fueron d u r a n t e m u c h o t i e m p o guías de partidarios,
más q u e p a t r o n o s d e a r r e n d a t a r i o s . E n G a l e s , Escocia y en Irlanda,
antes d e 800 (tal c o m o v i m o s en el capítulo 7 ) , los g o b e r n a n t e s reci-
bían de forma regular el n o m b r e de «reyes»; p e r o los reges de nuestras
fuentes g o b e r n a b a n reinos m u y p e q u e ñ o s (salvo en Escocia), y su po-
der se asemejó m á s al de los g o b e r n a n t e s a p e q u e ñ a escala y dirigentes
aristócratas de Escandinavia q u e incluso al d e los reyes anglosajones,
p o r n o hablar de los francos. A l g u n a s de estas regiones empezaban a
evolucionar hacia un sistema político m á s centralizado, y c o n gober-
nantes m á s fuertes, justo al final de nuestro período, entre 950 y T O O O :
P o l o n i a , Bohemia, D i n a m a r c a y las tierras centrales de lo q u e hoy es
Rusia. P o r el contrario, este proceso de «construcción del estado» aún
era m u y i n c o m p l e t o en N o r u e g a , Escocia, Gales e Irlanda; e n Suecia
( c o m o en algunas de las c o m u n i d a d e s eslavas m e n o r e s ) apenas había
comenzado.

Se txaraba d e transformaciones lentas y e n m o d o alguno sistemáti-


cas; en D i n a m a r c a , p o r ejemplo, los reyes eran más fuertes en 800 que
LA EUROPA EXTERIOR Í77

en 900. P e r o n o s sirven c o m o tabla d e c o m p a r a c i ó n e n estas regiones


no carolingias. T a m b i é n c o n t r i b u y e n a justificar mi decisión de tratar
de todas estas culturas tan heterogéneas en u n solo b l o q u e . E n parte lo
hago para n o escribir una serie de capítulos fragmentados, todos ellos
breves, p o r q u e las pruebas de las q u e disponemos para cada región son
m u c h o m á s escasas en el p e r í o d o a n t e r i o r a 1000 q u e en los casos d e
Francia, Italia e I n g l a t e r r a . P e r o las tierras de la « E u r o p a exterior»
también c o m p a r t e n ciertos r a s g o s , c o m o v e r e m o s . L o m i s m o s u c e d e
en el n o r t e de la Hispania posvisigoda, con u n o s antecedentes muy dis-
tintos, y a u n así algunos paralelos; a q u í n o s o c u p a r e m o s t a m b i é n d e
esta r e g i ó n . U n o de los rasgos c o m p a r t i d o s fueron los vikingos, q u e
tuvieron u n efecto de gran calado en Rusia y en Escocia, Irlanda y G a -
les (igual q u e en Inglaterra, c o m o y a h e m o s visto). La historia interna
de Escandinavia n o p u e d e reducirse a la etiqueta de los vikingos, p e r o
es innegable q u e , al m e n o s , los v i k i n g o s salieron de allí. E m p e z a r e m o s
con Escandinavia, p o r lanío; después pasaremos a las tierras eslavas o
esclavenas, antes de m o v e r n o s hacia el oeste, a Britania, Irlanda e H i s -
pania.

Dinamarca es con m u c h o , en cuanto a la agricultura, la parte más rica


de Escandinavia; se trata de u n a extensión d e la gran llanura n o r e u r o -
pea, sin la espesura boscosa de Suecía y N o r u e g a , D i n a m a r c a también
fue, t a n t o a nivel e c o n ó m i c o c o m o político, la r e g i ó n del n o r t e m á s
compleja hasta b a s t a n t e d e s p u é s del a ñ o mil. En los siglos v y vi y a
disponía d e a l g u n o s núcleos m u y ricos, según n o s m u e s t r a la a r q u e o -
logía; en particular G u d m e , en la isla central de F y n , d o n d e se han ex-
cavado varias docenas de casas y u n g r a n salón, y se h a recobrado una
fortuna en o r o , en los cementerios y otras partes, hasta ahora sin p a r a -
3
lelo en el n o r t e de E u r o p a . A l g u n o s de los e l e m e n t o s rescatados s o n
de fabricación local; o t r o s llegaban i m p o r t a d o s del i m p e r i o r o m a n o .
Es m u y probable q u e G u d m e fuera u n centro real o principesco: no el
único d e D i n a m a r c a , pero sí u n o q u e exhibe bien la riqueza con la q u e
podían contar y a p o r entonces los g o b e r n a n t e s daneses, al menos en el
período de la crisis romano-occidental.

La concentración de riquezas d i s m i n u y ó otra vez a partir de $ 50 y ,


durante los ciento cincuenta años siguientes, D i n a m a r c a muestra e s -
tructuras de p o d e r m á s apagadas y , probablemente, m á s fragmentadas,
centradas en aldeas y granjas aisladas de «potentados». Hacia 700, n o
573 E L L E G A D O D E ROMA

obstante, p o d e m o s apreciar indicios del desarrollo de u n sistema poli,


tico m a y o r al sur de la península de J u d a n d i a , en la zona occidental de
D i n a m a r c a ; a l g u n a clase d e p o d e r central creó R i b e — u n centro co-
mercial p a r a l e l o a los emporio, de b a s e real d e la I n g l a t e r r a del siglo
v m — e n 7 0 5 - 7 1 0 , y e n 7 3 7 se llevó a cabo u n a reconstrucción impor-
t a n t e del D a n e v i r k e , u n a m u r a l l a defensiva q u e cruzaba el sur de la
península. (Estos datos, inusualmente exactos para lo habitual en ma-
teria arqueológica, se basan en dataciones de anillos arbóreos.) El sur
de J u d a n d i a era la zona política de los reges Danorum, q u e fuentes fran-
cas empiezan a n o m b r a r a partir de la d é c a d a de 770; en la época de
Godofrido (h. 800-810), los reyes parecían contar con u n a hegemonía
q u e se extendía p o r el territorio de la D i n a m a r c a medieval (que tam-
bién incluía el sur de la Suecia m o d e r n a ) , e i g u a l m e n t e hacia el norte
(hasta Vestfold, en los alrededores de O s l o , en la N o r u e g a meridional)
y hacia el sur, en el territorio de los abodritas esclavenos. Godofrido
llegó a enfrentarse incluso a C a r l o m a g n o , que atacó la Frisia franca; y
también fundó su p r o p i a ciudad comercial, en H e d e b y . H o r i c I era su
hijo; necesitó q u i n c e a ñ o s , llenos de inestabilidad y luchas internas
para establecerse, p e r o t o d o s sus o p o n e n t e s , a juzgar p o r sus nombres
eran parientes suyos, lo q u e implica u n a h e g e m o n í a relativamente só-
lida p o r parte d e la familia. T r a s la década de 870, n o obstante, el rei-
4

no danés se v i n o abajo y, durante m á s de m e d i o siglo, apenas conoce-


m o s siquiera los n o m b r e s de reyes rivales. Es de lo m á s probable que la
unidad del siglo anterior se disolviera. G o r m ( m . 9 58) y su hijo Harald
ífDiente Azul» (958-h. 987) t u v i e r o n q u e e m p e z a r de n u e v o ; también
tenían su base en el sur de Jutlandia (en Jelling, d o n d e H a r a l d erigió
para su p a d r e u n a e n o r m e y o s t e n t o s a t u m b a m o n u m e n t a l rúnica),
p e r o probablemente n o pertenecían a la familia de Godofrido y Horic.
D e t o d o s m o d o s , H a r a l d c o n s i g u i ó r e c r e a r el p o d e r de este en toda
D i n a m a r c a y su sistema d e g o b i e r n o estaba, p o r e n t o n c e s , notable-
m e n t e más o r g a n i z a d o . Se h a n conservado campamentos militares d r -
culares, casi idénticos entre sí, en cuatro o cinco yacimientos del reino,
datables hacia 980; m u e s t r a n u n a regularidad en las obligaciones mili-
tares y n a v a l e s q u e , apenas c a b e d u d a , inventaría el p r o p i o Harald.
Harald también reclamó la h e g e m o n í a en N o r u e g a ; y fue él quien, por
u n a parte, se bautizó c o m o cristiano (h. 965) y, p o r otra parte, empezó
a i m p o n e r el cristianismo en t o d o su reino. Su híjo Sven (o Svein; 987-
1 0 1 4 ) fue el c o n q u i s t a d o r de I n g l a t e r r a , en 1 0 1 3 , c o m o v i m o s en el
capítulo anterior, señal i n d u d a b l e de q u e la reorganización militar de
LA EUR0PA EXTERIOR 579

su p a d r e iba m á s allá del m e r o d e s e o ; y su hijo C a n u t o , q u e g o b e r n ó


desde I n g l a t e r r a hasta N o r u e g a , fue d u r a n t e las d é c a d a s de 1020 y
1 0 3 0 u n a gran potencia e u r o p e a occidental, superada tan solo p o r los
emperadores germánicos.
N o r u e g a y Suecia no siguieron el m i s m o c a m i n o ; Suecia, m e n o s
aún. Los reyes suecos de los q u e tenemos noticia tuvieron su base en el
antiguo centro ceremonial y de culto de Uppsala ( n o m u y lejos de la
rica c i u d a d comercial d e Birka, q u e estaba t a m b i é n bajo su c o n t r o l ) ,
p e r o n o p o d e m o s afirmar q u e h u b i e r a n g o b e r n a d o m u c h o fuera de
este área. D e s c o n o c e m o s los n o m b r e s d e la m a y o r í a de ellos hasta el
año 1000, y es probable q u e , incluso e n este área n u c l e a r — p o r n o ha-
blar del resto de las (futuras) regiones s u e c a s — , distintos tipos de g o -
b e r n a n t e s coexistieran c o n la política de b a s e a s a m b l e a r i a q u e halló
Anskar. T a m b i é n este fue el caso de N o r u e g a . N o r u e g a es m u y m o n -
tañosa y las c o m u n i c a c i o n e s entre las pocas tierras fértiles (Vestfold,
los fiordos del sudoeste, la zona de T r o n d h e i m ) se realizaban general-
mente p o r m a r . Parece ser q u e estas áreas tuvieron historias m u y d i s -
tintas d u r a n t e m u c h o t i e m p o , con g o b e r n a n t e s y asambleas indepen-
dientes; a l g u n o s de estos sistemas de g o b i e r n o t u v i e r o n q u e ser m u y
pequeños, según h a c e n pensar tanto los descubrimientos a r q u e o l ó g i -
T
cos c o m o la ecología local. L o s d a n e s e s , q u e t a m b i é n e r a n m a r i n o s
(no en v a n o D i n a m a r c a estaba c o m p u e s t a p r i n c i p a l m e n t e p o r islas),
pudieron establecer con tanta m á s facilidad hegemonías locales en p a r -
tes de N o r u e g a ; entre Godofrido y C a n u t o , se d o c u m e n t a m á s la p r e -
sencia q u e la ausencia de estas h e g e m o n í a s . Solamente en el período de
debilidad danesa, u n rey n o r u e g o , Harald «Cabellera H e r m o s a » ( m . h .
932), intentó hacer lo m i s m o : extender su h e g e m o n í a desde el suroeste
a toda N o r u e g a , s u b i e n d o hasta T r o n d h e i m , y exigir tributos. Es su-
m a m e n t e improbable q u e Harald tuviera tanto p o d e r , y sus hijos y nie-
tos fueron desafiados e incluso expulsados localmente: Eric «el San-
guinario» (h. 932-934) terminó su carrera c o m o rey de Y o r k (948-949,
952-954), y su h e r m a n o H á k o n I m u r i ó asesinado p o r su sobrino, q u e
también p e r d i ó la vida d e forma similar hacia 970- Los siguientes reyes
n o r u e g o s fueron a v e n t u r e r o s : O l a f T r y g g v a s o n (995-1000; m u r i ó
combatiendo contra Sven de D i n a m a r c a ) y su p r i m o O l a f Haraldsson
( 1 0 1 5 - 1 0 3 0 ; m u r i ó l u c h a n d o c o n t r a n o r u e g o s q u e , c o n el a p o y o de
C a n u t o , se o p o n í a n a sus a m b i c i o n e s c e n t r a l i z a d o r a s ) . E s t o s r e y e s
también coexistieron con p o d e r o s o s condes, sobre t o d o los y a mencio-
nados c o n d e s de Hlaóir (en el distrito d e T r o n d h e i m ) , d o m i n a n t e s a
E L L E G A D O D E ROMA

finales del siglo x, m á s satisfechos con ia h e g e m o n í a danesa, que r e -


presentaba u n a alternativa m á s laxa q u e la h e g e m o n í a de los reyes lo-
cales. L o s Olaf llevaron el cristianismo a N o r u e g a , p e r o n o existió una
c o r o n a n o r u e g a estable e incontestada hasta m e d i a d o s del siglo xi o
incluso después.
Es interesante observar la g r a n oposición q u e estos reyes provoca-
ron en N o r u e g a . D e h e c h o , las tradiciones islandesas posteriores atri-
b u y e n sistemáticamente el asentamiento de los n o r u e g o s en la propia
Islandia a fugitivos q u e huían de la tiranía de H a r a l d «Cabellera Her-
6
m o s a » . Desde-el p u n t o de vista cronológico, es imposible, porque este
asentamiento se inició hacía 870, c u a n d o H a r a l d a ú n no podía haber
e m p e z a d o su carrera, dejando a u n lado la improbable realidad de que
contase con t a n t o p o d e r . P e r o al m e n o s es cierto q u e los islandeses
que en su m a y o r í a p r o v e n í a n del oeste de N o r u e g a (o de sus vastagos
en Escocia, q u e traían c o n s i g o a esclavos irlandeses), instituyeron a
principios del siglo x, e n aquella isla recién poblada, u n sistema políti-
co con la clara voluntad de dificultar toda acumulación permanente de
p o d e r . E s t e sistema c o n s t a b a de u n a jerarquía de asambleas legales
—tkingar, en antiguo n o r u e g o — con u n a asamblea anual de toda Is-
landia — e l Altking— en el p u n t o m á s alto d e la j e r a r q u í a . E n cada
asamblea d o m i n a b a n tres o cuatro jefes políticos y religiosos con base
local — g o ó a r — , c u y a posición era hereditaria; sin d u d a , eran las figu-
ras locales m á s p o d e r o s a s y ricas; cada goSi tenía dependientes libres,
tkingmenn, a quienes representaba en la asamblea. P e r o los thingmenn,
p o d í a n a b a n d o n a r a su goái y transferir su lealtad a u n rival, de modo
que los líderes n o pudieran aprovecharse e n demasía d e su influencia.
Narraciones islandesas posteriores dejan claro q u e losgodar poderosos
(como el goái Snorri en el oeste, Hall de Sida en el este y G u á m u n d *el
P o d e r o s o » en el n o r t e , q u e eran p o d e r o s o s hacia 1000, el a n o en que
Islandia aceptó la cristiandad) solo g o z a r o n de h e g e m o n í a s tempora-
les, basadas en su carisma y en sus habilidades políticas, q u e desapare-
cerían a su m u e r t e . El lento desarrollo d e la iglesia cristiana también se
ajustó bastante a este m o d e l o político.

N o r u e g a t u v o u n p o d e r aristocrático m á s estable q u e este, pero


h a y leyes posteriores — l a del G u l a t h i n g , en los fiordos occidentales, y
el Frostathing, en la zona de T r o n d h e i m — q u e m u e s t r a n de nuevo el
carácter central de las asambleas, dispuestas en c o n t r a j e una jerarquía
de patrocinio aristocrático (y regio). Quizá sea mejor pensar q u e la je-
r a r q u í a política era de patrocinio en todas partes, en tierras noruegas
LA EUROPA EXTERIOR

como en Islandia, con p a t r o n o s aristocráticos (conocidos con distintos


n o m b r e s ; jarlar, hersir, hauldar, tkegnar, goáar) y clientes q u e , p o r lo
general, eran campesinos libres con p r o p i e d a d e s i n d e p e n d i e n t e s . N o
se trataba de u n a sociedad igualitaria y los campesinos libres también
7
tenían e n sus granjas a trabajadores esclavos, a d e m á s d e s i r v i e n t e s ;
pero la ambición real se consideraba e x t e r n a y se le o p u s o resistencia
durante m u c h o tiempo. D e h e c h o , es probable q u e esto también expli-
que eí h u n d i m i e n t o temporal del p o d e r real danés a finales del siglo i x
y principios del x . Dinamarca, al menos, t u v o líderes rituales o políticos
locales influyentes, a veces d e n o m i n a d o s godar e n las inscripciones r ú -
nicas, c o m o más al norte. Es probable q u e estuvieran m á s sometidos a
los reyes ( y quizá t e n í a n y a u n m a y o r c o n t r o l p r o p i e t a r i o s o b r e s u s
dependientes) que en Noruega, pero aun así parece que serían capaces de
ir p o r su c u e n t a si e n c o n t r a b a n la o p o r t u n i d a d ; p e r o c o m o p a t r o n o s ,
no aún c o m o señores propietarios o d u e ñ o s de u n «señorío».

La literatura n o r u e g a es tardía (del siglo x m , en su m a y o r í a ) p e r o


en ocasiones c o n s e r v a materiales m á s a n t i g u o s ; a u n q u e no h a y c o n -
senso r e s p e c t o de a c u á n d o se r e m o n t a n . L o s consejos prácticos del
Hávamál—un c o n j u n t o d e p r o v e r b i o s e n v e r s o , p r o b a b l e m e n t e de
N o r u e g a , q u e m u y posiblemente es del siglo x — transmiten algunos
8
de los valores que corren p o r todas nuestras fuentes. «Antes de seguir
caminando, debes mirar, debes examinar todas las entradas; pues n u n -
ca sabes con seguridad si tus e n e m i g o s se h a n s e n t a d o antes en el s a -
lón.» «El necio cree q u e es su a m i g o t o d o aquel q u e ríe con él; p e r o
luego descubre, al llegar a la asamblea, q u e pocos dirán algo en su fa-
vor-» «En c a m i n o abierto, nadie d e b e d a r u n p a s o q u e lo aleje de s u s
armas.» « D e b e m a d r u g a r quien pretenda privar a o t r o d e su vida o su
p r o p i e d a d . » «Así es el a m o r de las mujeres c o n á n i m o e n g a ñ o s o : es
c o m o montar u n caballo (juguetón, de d o s años, mal d o m a d o ) sin h e -
rraduras de púas sobre hielo resbaladizo, c o m o capitanear u n b a r c o sin
timón c o n fuerte v i e n t o , o c o m o intentar cazar u n r e n o en u n a colina
que se deshiela estando t ú cojo.» Esta cultura campesina tan cuidadosa,
desconfiada, machista y pragmática caracterizó a Escandínavia en los
siglos posteriores, y t o d o a p u n t a a q u e así era y a p o r entonces.

P e r o Escandinavia t a m b i é n p r o d u j o a los vikingos; fueron su ex-


p o r t a c i ó n m á s famosa en los siglos i x y x , igual q u e lo son t a m b i é n
— a b r u m a d o r a m e n t e — en la actualidad- Sería u n error considerarlos
m u y distintos a los cautelosos campesinos del Hávamály las posterio-
res fuentes en prosa ( c o m o las sagas familiares islandesas); los c a m p e -
S 82 E L L E G A D O D E ROMA

sinos arrebatarían con frecuencia la propiedad de los indefensos, sobre


t o d o sí eran p r o n t o s a t o m a r las a r m a s , c o m o solía ser el caso de los
escandinavos. Es mejor considerar los asaltos de g r u p o s vikingos, en
los dos siglos posteriores a 800, c o m o el fruto d e diversos factores dis-
tintos, t o d o s ellos p r o p i o s de la sociedad escandinava. Un elemento
crucial fueron las mejoras d e la tecnología naval; daneses, noruegos y
suecos, dependían todos ellos de los barcos para la comunicación bási-
ca e n t r e sus localidades, p e r o las velas y u n a s quillas mejores fueron
haciendo m á s viable la navegación oceánica. L o s noruegos usaron esta
tecnología a principios del siglo fx para colonizar las islas de Escocia
( m u y p o c o pobladas, p o r lo q u e eran incapaces de defenderse) y luego,
a finales del siglo i x y principios del x , las costas de Islandia (práctica-
m e n t e deshabitadas)- D e s d e la base escocesa, el siguiente paso de los
n o r u e g o s , s o b r e t o d o a partir de la década d e 830, fue atacar más allá
de Escocia: Gales, y, en especial, Irlanda, d o n d e también encontraron
u n o s sistemas de g o b i e r n o r e l a t i v a m e n t e débiles, a nivel político, y
m u y vulnerables a los asaltos navales de g o l p e y retirada. Aproxima-
d a m e n t e al m i s m o t i e m p o , a partir d e esa misma d é c a d a de 830, los
barcos piratas daneses (yíkmgr significaba, simplemente, «pirata») si-
g u i e r o n las rutas comerciales d e Ribe y H e d e b y a D o r e s t a d , L o n d r e s y
Y o r k , y empezaron los asaltos sobre Francia e Inglaterra que ya hemos
visto en los capítulos 16 y 19.

Es u n error considerar q u e mercaderes y piratas eran m u y distin-


tos; cualquier asaltante se convertía en m e r c a d e r sí el p u e r t o contaba
con defensas suficientes, y m u c h o s comerciantes (todos armados, p o r
fuerza, para m a n t e n e r a raya a los piratas) atacarían sin pensárselo si
les parecía q u e el p u e r t o , u o t r o asentamiento costero, era débil; más
tarde, venderían el botín en cualquier otra parte. Eí vínculo entre co-
merciantes y piratas p u e d e contemplarse, entonces, c o m o una segunda
causa d é l o s asaltos vikingos, en tanto q u e p o d e m o s explicarlo, en par-
te, c o m o d e r i v a d o del deseo m e r c a n t i l de o b t e n e r u n beneficio; en el
caso de Francia, se inició p o r q u e , debido a las dificultades políticas del
período posterior a 830, la atención de los ejércitos francos estaba cen-
trada en otras partes. T o d o esto encaja, también, con la expansión p o -
lítica de Suecia hacia el interior de Rusia, q u e fue obra de las colonias
comerciantes de los sistemas fluviales del norte de Rusia, que aprove-
c h a r o n sus o c a s i o n e s , c o m o v e r e m o s e n s e g u i d a ; a u n q u e aquí trajo
consigo m e n o s asaltos de tipo v i k i n g o . A d e m á s , los barcos — u n ter-
cer elemento—- p o d í a n llevarse de Escandinavia (y de sus colonias es-
LA EUROPA EXTERIOR íS 3

cocesas e islandesas) a jóvenes ansiosos de gloria y d e botín, antes d e


volver a establecerse c o m o campesinos en las granjas de sus padres; y,
por otra p a r t e , e n el caso c o n c r e t o de D i n a m a r c a , los exiliados — u n
cuarto e l e m e n t o — q u e en la época de los H o r i c salieron p e r d e d o r e s
de las luchas p o r u n p o d e r real i n c r e m e n t a d o , estaban ansiosos p o r
5
probar suerte en el extranjero. La existencia de estos exiliados, funda-
mentalmente aristócratas o príncipes acompañados de sus séquitos, fue
específica de D i n a m a r c a , e n el siglo i x ; quizá c o n t a s e n c o n u n etkos
más v i o l e n t o (o «heroico»), y c o n t r i b u y e r o n a e n g r o s a r los ejércitos
vikingos en F r a n c i a y e n I n g l a t e r r a , m á s n u m e r o s o s (en Irlanda, los
ejércitos v i k i n g o s n o a l c a n z a r o n n u n c a cifras s i m i l a r e s ) ; p e r o solo
acentuaban m á s el deseo de o b t e n e r u n beneficio fácil, q u e bien podía
codiciar cualquier comerciante, o incluso campesino. Sin e m b a r g o , t o -
dos estos elementos tenían n u m e r o s o s paralelos d e n t r o d e la sociedad
franca o anglosajona; el h e c h o de q u e fueran solo barcos (lo q u e p e r -
mitía el ataque sorpresa y la retirada veloz), y quizá la ausencia de u n a
dirección regia, fue lo q u e singularizó a los vikingos. E n esto se basa la
famosa descripción q u e P e t e r Sawyer realizó de los ataques vikingos
c o m o «una extensión de la actividad n o r m a l en la E d a d O s c u r a , c o n -
10
vertida en posible y beneficiosa p o r u n a s circunstancias especiales».
A h o r a bien, las incursiones v i k i n g a s tuvieron efectos m u y distin-
tos en las diversas áreas. E n Irlanda, d o n d e los escandinavos no eran lo
bastante n u m e r o s o s para lanzar u n a conquista territorial a gran escala,
sus ataques terminaron en la formación de u n a red de ciudades c o m e r -
ciales q u e se insertó en las f r a g m e n t a d a s jerarquías de l o s p e q u e ñ o s
reinos y a existentes. P o r el c o n t r a r i o , e n Rusia, d o n d e la falta d e c o h e -
sión de las estructuras políticas locales era a ú n m a y o r , u n n ú m e r o rela-
tivamente escaso de escandinavos c o n s i g u i ó , a la p o s t r e , establecerse
c o m o n u e v a clase g o b e r n a n t e . E n Francia e Inglaterra, en cambio, la
actividad misma del asalto se convirtió en una elección vital para m u -
chos de los líderes vikingos de mitad del siglo i x , y l u e g o , sobre t o d o
en Inglaterra, en u n a conquista genuina, a partir de 865. Y a h e m o s vis-
to q u e esto tampoco requería un g r a n n ú m e r o de s o l d a d o s — m i l l a r e s ,
más q u e decenas de m i l l a r e s — , p e r o supuso sin duda u n avance consi-
derable en la escala, en comparación con los asaltos de las décadas a n -
teriores.

F u e e n este p u n t o c u a n d o los v i k i n g o s dejaron de ser una simple


extensión naval de las relaciones fronterizas m á s «normales» en el p e -
ríodo altomedieval, y se esforzaron p o r conseguir el poder p o r su p r o -
584 EL L E G A D O D E R O M A

pia cuenta. Es significativo que, hacia esta misma época, el reino danés
se hundiera d u r a n t e d o s generaciones; desconocemos las causas en de-
talle, p e r o es del t o d o probable q u e los combatientes de las colonias de
las d e s e m b o c a d u r a s del Sena, Loira o T á m e s i s — a h o r a , profesiona-
l e s — tuvieran u n efecto tan negativo sobre la estabilidad de la monar-
q u í a en su p a t r i a c o m o en la I n g l a t e r r a oriental. Es t a m b i é n en este
contexto d o n d e tenemos noticia de la p r i m e r a familia escandinava que
trató d e hacerse con el p o d e r político exclusivamente en el extranjero:
í v a r ( m . 873) y sus h e r e d e r o s (a quienes se conoció en Irlanda como
los U a h l m a i r ) . Es p r o b a b l e q u e í v a r fuera u n o de los jefes del Gran
Ejército q u e recaló en Inglaterra en la década de 86o, que también g o -
b e r n ó e n D u b l í n , la principal ciudad comercial de fundación noruega
en Irlanda, y a desde la década de 8 5 0 ; sus descendientes mantuvieron
11

el d o m i n i o de D u b l í n hasta 103Ó0 i o í 2 , y c o n t r o l a r o n también York


y el sur de N o r t u m b r i a d u r a n t e buena parte de las primeras décadas del
siglo x . í v a r , c o m o su e m u l a d o r de m a y o r éxito en Occidente — R o -
llón de N o r m a n d í a , a partir de 9 1 1 — f u e r o n figuras novedosas en tan-
to q u e r o m p i e r o n la geopolítica altomedieval p o r la mera fuerza de las
a r m a s , sin u n a b a s e política. T a m b i é n p o d r í a m o s contemplarlos, en
cierto m o d o , c o m o u n r e t o r n o al siglo v, puesto q u e sus verdaderos
equivalentes, c o m o innovadores, bien p o d r í a n ser Geiserico y Clodo-
veo.

Se trataba de u n a contribución g e n u i n a m e n t e nueva al desarrollo


político de este p e r í o d o , P e r o , aun así, tenía sus limitaciones. Más allá
de las zonas d e asentamiento colectivo y absorción cultural, en el norte
de Escocia e Islandia, solo D u b l í n y N o r m a n d í a sobrevivieron como
creaciones políticas vikingas, incorporadas respectivamente a las reali-
dades so ciop olí ticas de Irlanda y la Francia occidental; y p r o n t o , casi
i n d i s t i n g u i b l e s d e ellas, e n lo c u l t u r a l . Es r a z o n a b l e afirmar q u e el
principal l e g a d o político de los v i k i n g o s se desarrolló en realidad en
u n a dirección contraria a ellos mismos: la invención del reino de Ingla-
terra p o r p a r t e de Alfredo y E d u a r d o el Viejo. L a s otras-dos grandes
intervenciones políticas escandinavas — l a conquista danesa de Ingla-
terra, de forma temporal, é n t r e l a s décadas de 1 0 1 0 a 1040, y la forma-
ción d e la R u s , en las actuales Rusia y U c r a n i a — n o fueron operacio-
nes vikingas; la primera supuso q u e u n reino t o m a r a el control de otro,
directamente; y la segunda, la cristalización del p o d e r político de unos
mercaderes aventureros y a partir de modelos túrquicos. Es cierto que,
durante u n t i e m p o , en los siglos x y x i , los escandinavos pudieron vía-
LA EUROPA EXTERIOR
5*5

jar a través de sistemas de g o b i e r n o regidos p o r hablantes de n o r u e g o


(o sus descendientes inmediatos) d e s d e el Círculo Á r t i c o hasta cerca
de Constantinopla; y así lo hicieron de h e c h o en alguna ocasión, c o m o
p o r ejemplo H a r a l d 111 H a r d r á ó i (el epíteto significa « q u e g o b i e r n a
con m a n o dura»), rey de N o r u e g a (1046-1060"), q u e había servido con
el príncipe de la R u s y el e m p e r a d o r b i z a n t i n o , y m u r i ó t r a t a n d o de
2
conquistar I n g l a t e r r a / P e r o este internacionalismo se a p a g ó p r o n t o ;
y a en estas fechas, la política de p o d e r escandinava se centraba, p o r lo
general, solo en Escandinavia, y las hazañas vikingas pasaron a ser u n
simple r e c u e r d o romántico.

Los eslavos presentan u n problema m a y o r q u e el de los escandinavos.


L l e g a r o n a o c u p a r u n a vasta r e g i ó n d e la E u r o p a central y oriental,
p e r o apenas está d o c u m e n t a d o , n i h i s t ó r i c a ni a r q u e o l ó g i c a m e n t e ,
c u á n d o y c ó m o se desarrolló este p r o c e s o . A d e m á s , d u r a n t e el siglo
pasado, su o r i g e n ha sido objeto de peleas ideológicas entre c o m u n i d a -
des nacionales enfrentadas, en la m a y o r í a de las zonas del m á s fervien-
te (y m á s violento) desacuerdo nacionalista en E u r o p a . Aquí, más q u e
15
en cualquier otra p a r t e , t e n e m o s q u e hacer distinciones: entre la dis-
tribución de los pueblos llamados sklavenoi, sctaveni, sclavi (u otras v a -
riantes) p o r a u t o r e s t a n t o g r i e g o s c o m o latinos; la distribución, a r -
q u e o l ó g i c a m e n t e atestiguada, de e l e m e n t o s culturales comunes en la
zona q u e se extiende desde el Elba, en el oeste, hasta el Dniéper, en el
este, y la cuenca baja del D a n u b i o , e n el sur; y la distribución de los
pueblos q u e hablaban versiones antiguas de las lenguas eslavas. Estos
tres e l e m e n t o s no son idénticos e n t r e sí, p o r más q u e en m u c h a s o c a -
siones se hayan e n t r e m e z c l a d o . E n particular, resulta imposible saber
q u é lengua se hablaba en la m a y o r parte de la E u r o p a oriental y central
antes del siglo i x . P e r o la lengua, c o m o y a h e m o s visto en otros luga-
res de este libro, n o es en m o d o alguno u n a guía clara sobre la identi-
dad, en nuestro p e r í o d o ; y es la m e n o s importante de las tres categorías
m e n c i o n a d a s . Es preferible, simplemente, contemplar a los hablantes
de eslavo c o m o u n a única — a u n q u e v a s t a — sección d e u n a serie d e
comunidades de escala m e n o r , formada p o r agricultores asentados en
los a n c h o s territorios q u e van del Báltico al D a n u b i o y bajan hacia el
sur, hasta entrar en los Balcanes bizantinos. L o s g r u p o s vecinos h a -
brían hablado otras lenguas — l e n g u a s germánicas, románicas (en al-
gunas zonas d e R u m a n i a y otros l u g a r e s ) , griego (al sur de los Balea-
586 E L L E G A D O D E ROMA

n e s ) , báltico (en Bielorrusia y m á s al n o r t e ) , finés (en el noroeste de


Rusia) y algunas m á s — s i n q u e p o r ello existieran necesariamente mu-
chas diferencias entre ellos, en términos materiales.
Lo q u e sí p o d e m o s afirmar, p o r o t r o l a d o , es q u e a partir del siglo
vi p o d e m o s hallar en esta extensa r e g i ó n u n conjunto diferenciado de
características a r q u e o l ó g i c a s i n t e r r e l a c i o n a d a s y cada vez m á s fre-
cuentes. Estas características incluían aldeas de u n a s pocas casas, casas
de una sola habitación con suelos parcialmente h u n d i d o s y u n h o m o u
hogar de piedra, cerámica sencilla hecha a m a n o ( q u e sin embargo tie-
ne paralelos efi otras sociedades altomedievales de escala m e n o r ) , fí-
bulas d e arco y tocados de mujer, u n a tendencia a los enterramientos
con incineración y, p o r último, u n a ausencia relativa de signos de dife-
renciación social. Las tierras en las q u e se encuentran estos numerosos
elementos c o m u n e s (con variaciones locales importantes) fueron sien-
do cada vez m á s extensas; e n partes del valle del Elba, p o r ejemplo,
hallamos p o r p r i m e r a vez las aldeas con casas de suelo h u n d i d o a fina-
les del siglo vi o v i l ; en m u c h o s lugares, suceden a asentamientos cu-
y o s cementerios eran m á s parecidos a los de las zonas francas, alama-
nas y sajonas- Es p r o b a b l e q u e las c o m u n i d a d e s q u e vivieron de esta
forma tuvieran u n a s jerarquías políticas y sociales débiles; ello encaja
con la ausencia d e u n a p r o n u n c i a d a diferenciación arqueológica y, al
mismo t i e m p o , con el h e c h o de q u e los escritores bizantinos o romano-
orientales del siglo vi en adelante hicieran m u c h o hincapié en q u e los
esclavenos (sklavenoi) q u e vivían en la frontera balcánica de su área
cultural contaban con u n liderazgo político débil. Sin d u d a , esto signi-
fica q u e a c t u a r o n e n tribus o g r u p o s sociopolíticos m u y p e q u e ñ o s , y
c o n o c e m o s algunos ( a u n q u e solo algunos) de sus variopintas y siem-
p r e c a m b i a n t e s d e n o m i n a c i o n e s . C o m o sucedió en el siglo iv y aun
antes con los germani situados al n o r t e del imperio r o m a n o (véase más
arriba, el capítulo 2 ) , solo los observadores externos, q u e distaban de
estar bien informados, los contemplaban c o m o u n t o d o ; nunca llegó a
existir u n a identidad «eslava» c o m ú n , ni en la Alta E d a d Media ni más
adelante, e n nuestro p e r í o d o , lo q u e los guiaba eran las lealtades triba-
les locales. El n e x o de u n i ó n entre t o d o s ellos es, simplemente, la red
de u n a c u l t u r a material c o m ú n , q u e a c a b a m o s d e describir. P o r otra
p a r t e , y según demuestra su expansión, estos grupos pequeños n o eran
ineficientes a nivel político o militar. E n el oeste, quizá se estuvieran
a d e n t r a n d o en zonas relativamente p o c o pobladas hasta q u e , en el si-
glo v i l , se hallaron en los límites del m u n d o m e r o v i n g i o ; hacia el sur,
LA EUROPA EXTERIOR

sin e m b a r g o , p r i v a r o n al propio estado bizantino de buena parte de los


Balcanes, a partir de óoo, tal c o m o v i m o s en el capítulo n .
La m a y o r í a de estudiosos llama a estos pueblos, simplemente, «es-
lavos». N o obstante, esto m e parece tan p r o b l e m á t i c o c o m o d e n o m i -
nar «alemanes» a los p u e b l o s g e r m a n o h a b l a n t e s ( o , m á s en g e n e r a l ,
«bárbaros») del siglo v: se trata de t é r m i n o s posteriores q u e i n t r o d u -
cen conceptos de lengua e identidad q u e son anacrónicos para este p e -
ríodo. C o m o e n los capítulos precendentes, aquí u s o el término «escla-
veno» para referirme a todas las tierras de la cultura material q u e h e m o s
analizado en el p á r r a f o a n t e r i o r . E s t o refleja el h e c h o de q u e t a n t o
francos c o m o b i z a n t i n o s c o n o c í a n e n efecto a s u s v e c i n o s c o n el
n o m b r e c o l e c t i v o d e sclaveni, a u n q u e n i n g u n a d e las c o m u n i d a d e s
esclavenas, según las h e m o s definido aquí, habría utilizado el t é r m i -
no p o r sí misma. P o r s u p u e s t o , c o n el t i e m p o , las l e n g u a s eslavas se
e x p a n d i e r o n p o r casi t o d a — a u n q u e n u n c a t o d a — esta extensa área
de cultura. Y a a principios del siglo i x , E g i n h a r d o afirmó q u e los p u e -
blos de las fronteras carolingias «hablan casi todos u n a lengua pareci-
1
da», es de s u p o n e r q u e eslava; "* en el siglo x ya p o d e m o s estar más s e -
g u r o s de q u e las l e n g u a s eslavas e r a n u n r a s g o c o m ú n de esta z o n a
cultural y , para este período y m á s adelante, usaré el término «eslavo»
con m a y o r libertad. («Eslavo» se aplicará también al g r u p o lingüístico,
por encima de «eslávico». Las lenguas eslavas, p a r t i c u l a r m e n t e en el
sur y el este, también se d e n o m i n a n a m e n u d o «eslavónícas», p e r o a q u í
reservaré este término para la liturgia introducida p o r los misioneros
desde Bizancio.)

L o s esclavenos c o n t i n u a r o n siendo u n g r u p o extenso de sistemas


de g o b i e r n o p e q u e ñ o s hasta e n t r a d o el siglo V I I I (y, c o n frecuencia,
también m á s adelante). L o s loupaniai de la costa adriática m e n c i o n a -
dos p o r C o n s t a n t i n o V I I a m e d i a d o s del siglo x — a l g u n o s de los cua-
les, a u n q u e no t o d o s , habían cristalizado p o r entonces e n la formación
de C r o a c i a — tenían p o c o m á s de una veintena d e pueblos cada u n o , si
11
no m e n o s . T r i b u s de este tipo f o r m a r o n alianzas temporales para e m -
p r e n d e r ataques militares, c o m o sucedió con los cinco grupos de d i s -
í 6
tinto n o m b r e q u e asediaron T e s a l ó n i c a en la d é c a d a de ó i o , de u n
m o d o bastante p a r e c i d o al e m p l e a d o p o r las tribus g e r m á n i c a s en el
p e r í o d o imperial t a r d o r r o m a n o . S u s g o b e r n a n t e s parecen haber sido
poco m á s q u e cabecillas, quizá simples « h o m b r e s fuertes» o patronos o
líderes locales, c o m o los godar de Islandia, q u e subsistirían con tribu-
tos a p e q u e ñ a escala. Hacia finales del siglo V I I I , sobre t o d o en lo q u e
588 E L L E G A D O D E ROMA

h o y es la Alemania Oriental, Polonia y la Ucrania occidental, empiezan


a aparecer fortalezas en el registro arqueológico, con murallas de tierra
y m a d e r a , indicio d e u n a s j e r a r q u í a s o r g a n i z a t i v a s m á s complejas
7
a u n q u e n o necesariamente a gran escala o con líderes p e r m a n e n t e s . '
Esta e s t r u c t u r a política f r a g m e n t a d a h i z o q u e la sociedad esclavena
fuese v u l n e r a b l e al p o d e r franco, u n a vez q u e este se desarrolló en lo
q u e h o y es la A l e m a n i a central y m e r i d i o n a l , a finales del siglo vi; y
aún m á s c u a n d o P i p i n o I I I y C a r l o m a g n o r e v i v i e r o n la agresividad
franca en el siglo v i n e hicieron avanzar sus fronteras hasta el límite de
la zona cultural esclavena, p o r toda E u r o p a , desde los abodritas, en la
costa del Báltico, hasta l o s c a r a n t a n o s , en el A d r i á t i c o . A u n q u e los
francos carolingios jamás trataron de conseguir u n a conquista perma-
nente d e los g r u p o s esclavenos, los asaltaban sin cesar; fue en el perío-
do carolingio cuando la palabra sclavus pasó a designar al «esclavo» en
el sentido q u e d a m o s h o y a esta p a l a b r a ; y el c o m e r c i o de esclavos,
hacia el m u n d o árabe en particular, se convirtió en u n importante ras-
g o e c o n ó m i c o del siglo i x ; c o m o v e r e m o s en el capítulo 22, fue la
f S

base de la prosperidad del n u e v o g r a n p u e r t o del Adriático: Venecia.


Al m i s m o tiempo q u e ocurría esto, los bizantinos reformaron sus pro-
pias estructuras d e p o d e r y, desde m e d i a d o s del siglo viii, empezaron a
realizar incursiones c o n t r a las c o m u n i d a d e s esclavenas del sur y centro
de los Balcanes. A n t e estas n u e v a s amenazas, si los esclavenos no se
h u b i e r a n o r g a n i z a d o de u n m o d o m á s efectivo, h a b r í a n atravesado
graves p r o b l e m a s . L o hicieron de d o s m o d o s : aceptaron señores exter-
nos y se reorganizaron internamente para conseguir estructuras políti-
cas m á s fuertes, a m e n u d o bajo la influencia de sus vecinos y enemi-
gos, bizantinos y carolingios. V e á m o s l o p o r orden.

E n el m u n d o e s c l a v e n o , siempre había existido la posibilidad de


h e g e m o n í a s m á s amplias, p o r lo general establecidas p o r g r u p o s n ó -
m a d a s q u e hablaban lenguas t ú r q u i c a s , q u e pasaban al oeste desde el
Asia central, e n t r a b a n en las estepas del sur de Rusia o Ucrania y, lue-
g o , en ocasiones, en la cuenca del D a n u b i o ; a u n q u e en períodos bre-
ves, d e s d e el p u n t o de vista m i l i t a r estos g r u p o s p o d í a n llegar a ser
m u y eficaces. C o m o h e m o s visto, los h u n o s fueron los primeros, en el
p e r í o d o q u e c u b r e este l i b r o , en u n a época en la q u e en esta parte de
E u r o p a p r e d o m i n a b a n los g r u p o s tribales g o d o s . E n el siglo vi y prin-
cipios del v n , fue el m o m e n t o de los a v a r o s , q u e dispusieron de un
amplio dominio sobre las tribus esclavenas de los Balcanes y, en alian-
za laxa c o n los p e r s a s , asediaron C o n s t a n t i n o p l a en Ó26". Este poder
LA EUROPA EXTERIOR

avaro fue, c o m o el d e l o s h u n o s , temporal, y y a a m e d i a d o s del siglo


v n q u e d ó limitado al núcleo central del territorio a v a r o , la llanura de la
1 9
P a n o n i a ( h o y , H u n g r í a ) . E n los Balcanes orientales fue sustituido
p o r el más d u r a d e r o d e estos g r u p o s túrquicos: los búlgaros, cuya h e -
g e m o n í a al sur del D a n u b i o c o m e n z ó en 68o y e v o l u c i o n ó hasta d a r
origen a u n estado p e r m a n e n t e en el siglo i x . C o m o v i m o s en los capí-
tulos i i y 1 3 , los b ú l g a r o s t o m a r o n prestadas de los bizantinos el g r u e -
so de sus prácticas políticas; C o n s t a n t i n o p l a estaba m u y próxima, de
m o d o q u e e s t o era r e l a t i v a m e n t e fácil y , e n c a s o d e n o h a c e r l o , sin
duda los bizantinos, al resurgir, terminarían con su poder. Al final su-
cedió en efecto de este m o d o , con la conquista de Basilio II en 1 0 1 4 -
1 0 1 8 ; pero la supervivencia b ú l g a r a hasta e n t o n c e s (y su renacer d o s
siglos después) se debió en g r a n p a r t e a u n a imitación directa de sus
vecinos m á s p o d e r o s o s . C a b e s u p o n e r q u e los subditos esclavenos se
alegraron de q u e los grandes kanes búlgaros (a parrir de h. 9 1 3 , zares)
lo hicieran así; era preferible al ataque exterior, el saqueo y la esclavi-
zación.

T a m b i é n h u b o h e g e m o n í a s no túrquicas. L a p r i m e r a y más b r e v e
fue la de S a m ó n , m e r c a d e r franco q u e — e n el siglo v n y durante u n a
g e n e r a c i ó n — u n i ó algunos g r u p o s esclaveno-occidentales, más o m e -
nos en la zona de la m o d e r n a República Checa, para hacer frente tanto
a los avaros c o m o a D a g o b e r t o I y sus herederos. El p o d e r de Samón
desapareció a su m u e r t e , y ni siquiera s a b e m o s con s e g u r i d a d d ó n d e
estaba su sede central (las fuentes francas d e n o m i n a n « v e n d o s » a su
pueblo, p e r o se trata de u n término casi tan genérico c o m o el de sclave-
nus); sí sabemos, sin e m b a r g o , q u e su h e g e m o n í a surgió ante t o d o en
reacción al peligro franco, y es significativo q u e incluso u n a estructura
política a m a y o r escala ( a u n q u e también temporal) al oeste de las tie-
rras esclavenas fuese la obra de u n extranjero, al m e n o s en este primer
p e r í o d o . H a y q u e r e c o n o c e r también a los h ú n g a r o s , a este respecto,
c o m o el siguiente gran g r u p o n ó m a d a q u e llegó a la Panonia, en la d é -
cada d e 8 9 o , puesto q u e ellos hablaban urálico, no t ú r q u i c o , aunque
10

en muchos aspectos, y d u r a n t e m u c h o t i e m p o , fueron u n a réplica de la


hegemonía avara. N o obstante, supusieron u n a presencia cultural más
duradera q u e los otros g r u p o s g o b e r n a n t e s externos de los q u e h e m o s
hablado aquí, p o r q u e cuando se establecieron, a finales del siglo x y en
el siglo x i , y e m p e z a r o n a organizar u n sistema político basado en el
modelo b o h e m i o - p o l a c o (y, p o r extensión, franco), siguieron hablan-
do urálico, y n o eslavo; y aún lo hacen.
59O E L L E G A D O D E ROMA

La h e g e m o n í a n o túrquica de m a y o r éxito a largo plazo fue con


11
m u c h o , la d e los r u s . E m p e z a r o n siendo g r u p o s mercantiles suecos
establecidos e n los valles fluviales q u e hay detrás de la m o d e r n a San
P e t e r s b u r g o ; sus asentamientos comerciales se han descubierto, sobre
t o d o , en Stáraya L a d o g a (siglo v n i ) y en Gorodishche (siglo i x ; desde
m e d i a d o s del siglo x , sustituido p o r el vecino N o v g o r o d ) , con produc-
tos artesanales parecidos a los de yacimientos c o m o Birka. Estos colo-
nos suecos tienen que haber sido las comunidades a las q u e se hace re-
ferencia, con la d e n o m i n a c i ó n de rkos, en los Anales de Saint-Benin
(8¿o) y en fuentes bizantinas del siglo siguiente; el analista de Saint
Bertin también d e n o m i n ó «suecos» a los rkos, y en estonio — l a lengua
finesa m á s p r ó x i m a — «sueco» es rootsL Se especializaron en el comer-
cío de pieles, a p r o v e c h a n d o la presencia en los bosques rusos de ani-
males con pieles valiosas, y — j u n t o con los asentamientos comerciales
búlgaros del V o l g a — fueron el medio para u n comercio cada vez más
importante en cuestión de pieles y, p r o n t o , de esclavos; para ello utili-
zaron los g r a n d e s ríos q u e discurren de Rusia a Irán y lo q u e h o y es
Uzbekistán, a cambio de m o n e d a s de plata islámicas, q u e podemos ha-
llar en grandes cantidades en Suecia. En 839 tuvieron un chacanus, esto
es, u n kkagan (gran k a n ) , concepto túrquico corriente para u n sobera-
n o ; y, p o r lo t a n t o , cierta organización política local, q u e cabe pensar
q u e ya incluía la h e g e m o n í a s o b r e algunas de las tribus locales (que,
p r o b a b l e m e n t e , en esta área hablaban lenguas finesas). L o s rus eran
ambiciosos; no está claro c u á n d o c o n v i r t i e r o n la c o m p r a de pieles en
tributos de pieles sobre una extensión boscosa cada vez más vasta, pero
p r o b a b l e m e n t e hacía tiempo q u e era así c u a n d o , en 8óo, atacaron por
sorpresa, sin éxito p e r o con un arrojo extremo, la propia Constantino-
pla (lo q u e s u p o n e u n camino m u y l a r g o , desde estos ríos del norte).
T a m b i é n extendieron su h e g e m o n í a hacía el sur, a las tierras de habla
eslava (el este estaba b l o q u e a d o p o r los b ú l g a r o s del V o l g a ) , primero
hacía G n é z d o v o (cerca de la actual S m o l e n s k ) y después, en t o r n o a
900, hacia Kiev, m á s al s u r en el curso del D n i é p e r , en la ruta fluvial
hacia Bfzantio, con la que en el siglo x firmaron tratados comerciales
m u y beneficiosos.

C o m o g o b e r n a n t e s de Kiev, y c o n el n o m b r e de kagani o htya\i


(traducido p o r lo general c o m o «príncipes») de la R u s , empiezan a es-
tar d o c u m e n t a d o s con Habilidad a partir del siglo x , enfuentes contem-
poráneas, bizantinas y francas, así c o m o en la Primera crónica rusa (qui-
zá de finales del siglo x i , y sin duda de principios del x i l ) : í g o r (m. h.
LA EUROPA E X T E R I O R

945), q u e atacó Constantinopla otra vez en 9 4 1 ; su viuda O l g a ( 0 l * g a ) ,


que g o b e r n ó en n o m b r e de su hijo Sviatoslav (h,-945-90" 5); el p r o p i o
Sviatoslav, c o m o gobernante adulto (h. 9Ó5-972); y su hijo mas exitoso,
Vladimiro (h. 9 7 8 - 1 0 1 5 ) . Para entonces, gobernaban desde N o v g o r o d
hasta la frontera con las estepas ucranias, y estaban atacando hacia el
este (a los búlgaros del V o l g a ) , el sur (los jázaros del D o n y los b ú l g a -
ros de los Balcanes) y el oeste (hacia P o l o t s k — d o n d e Vladimiro d e s -
poseyó a u n rival escandinavo, R o g v o l o d — y la zona de la actual P o -
lonia). Vladimiro m u r i ó c o n t r o l a n d o u n área m u y extensa, del t a m a ñ o
aproximado de la Francia oriental de los otónidas, a u n q u e contaba con
una población bastante m á s reducida, puesto q u e la zona era (y es) e n
su mayoría boscosa, con la salvedad de los asentamientos sitos a la ori-
lla de los ríos. Y esta h e g e m o n í a , a diferencia de m u c h a s de las q u e h e -
mos visto, se m a n t u v o estable. L o s n u m e r o s o s herederos de Vladimiro
m a n t u v i e r o n u n d o m i n i o familiar exclusivo sobre este territorio n u -
clear de Rusia, hasta las invasiones m o n g o l a s de 1 2 3 7 - 1 2 4 0 ; p o r m u -
chos principados q u e instituyeran y se disputasen entre sí, entre R o g -
volod y el m o n g o l Batu jamás o c u p ó el p o d e r , en ninguna parte d e las
tierras rusas, nadie q u e n o perteneciera a la familia. D e hecho, la d o m i -
nación de la familia de í g o r se r e m o n t a b a hasta el p e r í o d o m á s antiguo
en q u e la tenemos documentada, puesto q u e el p r o l o n g a d o mandato d e
Olga c o m o btiagina, asociada solo en teoría con su hijo, n o parece q u e
fuese i m p u g n a d o y se desarrolló de u n m o d o efectivo, lo cual indica
una estabilidad dinástica incontestada; de todas las mujeres q u e g o b e r -
naron a lo l a r g o del siglo X en E u r o p a , de todas clases, de Marozia a
11
Teófano y Etelfleda, es posible q u e Olga fuese la más p o d e r o s a .

N o p u d o h a b e r habido m u c h o s escandinavos en la mayoría del t e -


rritorio de la Rus: dejando a un lado las ciudades comerciales del n o r -
te, solamente algunos h o m b r e s del séquito inmediato de los príncipes
del siglo x tenían n o m b r e s escandinavos; y después de I g o r ( I n g v a r ) y
O l g a ( H e l g a ) , los príncipes utilizaron n o m b r e s eslávico-orientales,
1
esto es, del antiguo r u s o / u c r a n i a n o / T o d a s las pruebas de que d i s p o -
n e m o s indican q u e el eslavo oriental era el lenguaje dominante en Kiev
y se extendió de forma sostenida hacía el norte; en la época de nuestros
p r i m e r o s d o c u m e n t o s y cartas en corteza de a b e d u l , descubiertos p o r
los a r q u e ó l o g o s en estratos de excavación q u e empiezan en el siglo x i ,
esta lengua d o m i n a b a incluso e n N o v g o r o d . L o s elementos escandina-
v o s de la R u s , probablemente, consistían tan solo e n el rigor y la a m b i -
ción de la dinastía g o b e r n a n t e , q u e a c t u a r o n c o m o catalizador de u n a
E L L E G A D O D E ROMA

cristalización territorial m á s amplia. L a s principales técnicas de g o -


b i e r n o s o b r e aquel t e r r i t o r i o , e n c a m b i o , p a r e c e n h a b e r p r o v e n i d o
esencialmente de las h e g e m o n í a s túrquicas contemporáneas, los b ú l -
g a r o s del V o l g a y los principales g o b e r n a n t e s de las estepas del sur
e n t r e los siglos v n y x , los jázaros: el título de g r a n k a n lo tomaron
p r e s t a d o bien de los b ú l g a r o s , bien de los jázaros, y la obtención de
tributos — e l m o d e l o básico de g o b i e r n o sobre las tribus dependientes
de habla eslava o finesa— también era u n a tradición túrquica añeja. La
construcción de u n a extensa red de murallas defensivas, de larga dis-
tancia, en la r e g i ó n de Kiev, en época de Vladimiro tiene también para-
lelos búlgaros (además de p o n e r de manifiesto el control que tenía so-
b r e la m a n o d e o b r a l o c a l ) . L a f u n d a c i ó n s i s t e m á t i c a de g r a n d e s
ciudades fortificadas c o m o centros políticos regionales a partir de fina-
les del siglo x — q u e , en algunos textos escandinavos, le valió a la Rus
el n o m b r e de Gardaríki^ la « T i e r r a de las C i u d a d e s » — parece sin em-
b a r g o haber tenido antecedentes esclavenos, tal c o m o sugieren las for-
14
talezas esclavenas occidentales antes m e n c i o n a d a s . L o m i s m o podría
haber sucedido con el dru^hina o séquito militar q u e t o d o príncipe rival
tenía y q u e funcionaba c o m o pilar básico de t o d o p o d e r principesco,
a u n q u e tales séquitos eran u n a característica c o m ú n de todas estas so-
ciedades, y tenían n u m e r o s o s paralelos germánicos y túrquicos. Pero,
p o r supuesto, u n a vez q u e el sistema de g o b i e r n o de la R u s hubo tras-
pasado la simple h e g e m o n í a militar, fue inevitable q u e recurriera más
a las estructuras sociales del cuerpo principal de la población, que era
cada vez m á s c l a r a m e n t e e s l a v o / e s c l a v e n o . E n adelante, esto aún se
acentuaría m á s .

P o r último, p o d e m o s añadir q u e , hacia finales de nuestro período,


aún se i n c o r p o r ó a la principalidad de Kiev o t r o r e c u r s o político: el
cristianismo b i z a n t i n o . L o s rus, tras sus incursiones iniciales hacia el
sur, fueron aceptados m á s p l e n a m e n t e en la red diplomática bizantina.
C o m o vimos en el capítulo 1 3 , es del t o d o probable q u e los ataques de
Sviatoslav sobre Bulgaria, e n 9Ó7, fueran alentados en un principio por
Constantinopla; es más, las tropas de Vladimiro fueron esenciales para
el éxito político de Basilio II e n 989. Esta fue también la base para un
cambio religioso. L o s jázaros tenían gobernantes judíos; con esto, los
r u s ya disponían d e u n m o d e l o para asumir u n a n u e v a fe, p e r o es p r o -
bable q u e sintieran la necesidad de asumir una religión distinta a la de
los jázaros y , en cualquier caso, estaban lo suficientemente próximos a
los bizantinos, desde el p u n t o d e vista político, p a r a q u e la ortodoxia
LA EUROPA EXTERIOR
S93

fuera el siguiente paso lógico. O l g a había e m p r e n d i d o u n a conversión


personal en Constantinopla, hacia 95 y Vladimiro, p o r su p a r t e , aceptó
3

formalmente el cristianismo para t o d o su pueblo hacia 988. El proceso


de conversión t a r d ó en extenderse fuera de la corte, pero este m o m e n -
to de aceptación permitió q u e las instituciones de la iglesia, y u n imagi-
nario cristiano de la legitimidad gubernamental, arraigaran y se fueran
extendiendo progresivamente en la R u s . Las iglesias de Kiev eran i m -
presionantes, y el edificio de Santa Sofía, construido p o r artesanos b i -
zantinos a principios del siglo x i , sigue siendo la iglesia bizantina d e
m a y o r e s dimensiones y d e c o r a c i ó n m á s c o m p l e t a d e a q u e l siglo. L a s
tradiciones administrativas y artesanales también se t o m a r o n de C o n s -
tantinopla y d e s a r r o l l a r o n en Kiev. L a R u s a s u m i ó estas influencias
bizantinas sin correr n i n g u n o de los peligros a los q u e se enfrentaban
[os b ú l g a r o s , puesto que estaban demasiado lejos para q u e C o n s t a n t i -
nopla intentara c o n q u i s t a r l o s y, p o r lo t a n t o , p o d í a n m o s t r a r s e tan
creativos c o m o quisieran. Este p o d e r híbrido — t ú r q u i c o , esclaveno y
bizantino, con un toque de e s c a n d i n a v o — m a n t u v o en adelante la es-
tabilidad, en lo esencial, c o m o el actor político m á s eficaz de la E u r o p a
oriental.

L o s p u e b l o s esclavenos de O c c i d e n t e n o tuvieron estas h e g e m o -


nías externas, p e r o en los siglos i x y x también empezaron a organizar-
se, sobre la base de transformaciones internas, en g r u p o s políticos bas-
tante m a y o r e s q u e los q u e h a b í a n existido hasta entonces. El p r i m e r o
de ellos fue Moravia, el contrincante principal de los francos orientales
en el siglo i x , c o m o v i m o s en el capítulo 16;^ la primera referencia c o -
nocida a los m o r a v o s data de la década de 820, y tres generaciones d e
poderosos gobernantes — M o j m í r (h. 830-846), Rastislav (84Ó-870) y
Zwentibald (también llamado Svatopluk; 8 7 0 - S 9 4 ) — extendieron su
poder ampliamente en lo que h o y son la República Checa, Eslovaquia,
H u n g r í a y aún m á s allá. R e c i e n t e m e n t e , h a sido objeto d e debate el
emplazamiento exacto de su centro político, y algunos autores han p r o -
puesto — b a s á n d o s e en los textos etnográficos de Constantino VII y en
las g u e r r a s descritas en los Anaks de Fulda— q u e el núcleo principal de
Moravia p o d r í a haberse situado m u y al sur, en Sirmio, en el norte de la
20
m o d e r n a S e r b i a . P e r o la c o n c e n t r a c i ó n de g r a n d e s a s e n t a m i e n t o s
fortificados del siglo i x e n la Moravia m o d e r n a (la parte oriental de la
República C h e c a ) , sobre t o d o Staré Mesto y Míkulcice, c o n hallazgos
de o r o y plata, y u n a producción de hierro y alfarería m á s compleja, es
u n signo b a s t a n t e claro de la existencia de u n p o d e r político fuerte y
594 E L L E G A D O D E ROMA

unas jerarquías sociales desarrolladas, de m o d o q u e este emplazamien-


to, el m á s tradicional para la Moravia del siglo i x , sigue siendo el más
plausible. L a base material del p o d e r m o r a v o fue u n a transformación
q u e dejó atrás las sociedades fortificadas y m á s reducidas del siglo an-
terior, con u n a a u t o n o m í a posibilitada a h o r a p o r los estertores d e la
hegemonía avara. D e todos m o d o s , el ímpetu necesario para este grado
de agregación política t u v o q u e ser la amenaza de los francos, que, p r e -
sumiblemente, legitimó u n a s jerarquías políticas m á s estables y ambi-
ciosas. Emular a los francos los llevó también a adoptar el cristianismo
latino desde la década d e 830, dejando a u n lado u n p e q u e ñ o revuelo
experimentado entre 863 y 885 c o n los misioneros bizantinos Cirilo y
Metodio (véase el capítulo 1 3 ) . El principado m o r a v o bien podría ha-
b e r evolucionado hasta convertirse en u n estado organizado según las
costumbres carolingias, p o r m á s hostil q u e fuera c o n respecto a la in-
fluencia política carolingia, igual que, en la órbita bizantina, hacia Bul-
garia. Cada vez es m á s evidente q u e lo m i s m o p u e d e decirse del princi-
p a d o ( o d u c a d o ) c r o a t a , de m e n o r e x t e n s i ó n , q u e se d e s a r r o l l ó
a p r o x i m a d a m e n t e e n la d é c a d a de 820 en la costa dálmata (sur d e la
actual C r o a c i a ) , en esta ocasión bajo el patrocinio directo de los caro-
17
l i n g i o s ; la cultura material croata del siglo i x , considerablemente más
compleja q u e a n t e r i o r m e n t e ( c o m o en M o r a v i a ) , m u e s t r a u n a fuerte
influencia d e las técnicas de metalistería francas y de escultura en pie-
d r a italianas; u n p u ñ a d o de d o c u m e n t o s latinos, que empiezan e n l a d é -
cada de 840, m u e s t r a n influencia italiana incluso sobre los conceptos de
propiedad d e la tierra, y h u b o funcionarios de la corte al estilo carolin-
gio. L o s h ú n g a r o s destruyeron el p o d e r m o r a v o entre 894 y 905, pero
el principado croata c o n t i n u ó , y T o m i s l a v ( h . 910-929) llegó a s e r r é -
conocido c o m o rex («rey») p o r el papa Juan X , en 925.

Bohemia, el núcleo de las tierras checas, estaba m á s cerca de Fran-


cia que Moravia, p e r o la boscosa espesura de sus m o n t a ñ a s occidenta-
les la protegía y le otorgaba identidad geográfica; de h e c h o , y práctica-
m e n t e sin i n t e r r u p c i o n e s , ha sido una frontera política d e s d e el siglo
2 3
v n hasta h o y , Esta región también muestra, en el siglo i x , u n creci-
miento sostenido d e las fortificaciones de cerro, lo q u e implica una es-
tratificación social m á s desarrollada y, después, u n paso hacia la unifi-
cación, bajo el patrocinio m o r a v o , p o r p a r t e de Borivoj I ( m . h . 890).
Este antiguo sistema de g o b i e r n o checo cristalizó alrededor de Praga a
principios del siglo x , y , en u n p r o c e s o vacilante (con varios cambios
d e r u m b o ) , a d o p t ó el c r i s t i a n i s m o l a t i n o , s o b r e t o d o c o n V á c l a v I
LA EUROPA EXTERIOR 595

(921-11.930; a p o d a d o «el Buen R e y Wenceslao») y su h e r m a n o , q u e lo


asesinó, Boleslao I (h. 930-972). El p o d e r de Boleslao se extendió h a s -
ta Moravia y la m o d e r n a P o l o n i a meridional, p e r o se d e s c o m p u s o de
n u e v o en tiempos de sus h e r e d e r o s , debido en gran m e d i d a a la resis-
tencia aristocrática; en este caso, para m a y o r beneficio ( a u n q u e t e m -
poral) de los polacos. Václav se v i o obligado a a c e p t a r l a hegemonía d e
los francos orientales, q u e p r o v o c ó su m u e r t e , m i e n t r a s q u e Boleslao
se resistió. En cualquier caso, sin e m b a r g o , Bohemia se caracterizó p o r
u n a política eclesiástica latina y u n reconocimiento intermitente de la
superioridad otónida-sálica.
El siguiente sistema de g o b i e r n o se formó al n o r t e de Bohemia: el
sistema p o l a c o . El t e r r i t o r i o o c u p a d o p o r la actual P o l o n i a t u v o m u -
chas tribus, c o m o era habitual en las tierras esclavenas ( q u e ahora p o -
d e m o s d e n o m i n a r eslavas); los pueblos de la Polonia central, en t o r n o
de G n i e z n o y Posnania ( P o z n a ñ ) , n o destacaban entre ellos p o r n a d a
especial. P e r o con Miecislao I (Mieszko; h . 962-992) adquirieron r á p i -
d a m e n t e u n d o m i n i o q u e se extendió hasta el Báltico. Se produjo e n -
tonces u n m o v i m i e n t o hacia la agregación política m á s b r u s c o q u e en
Moravia o Bohemia. El a b a n d o n o d e m u c h a s d e las fortificaciones t r i -
bales del siglo i x , en las futuras tierras polacas, a finales del siglo x ,
indica u n m a r c a d o cambio en la estructura del p o d e r político; Miecis-
lao y sus h e r e d e r o s , la dinastía Piast, c o n s t r u y e r o n otras nuevas. Mie-
cislao estaba ansioso p o r aliarse con los o t ó n i d a s y sus d u q u e s y m a r -
queses sajones, q u e suponían u n a amenaza m e n o r q u e en Bohemia, en
t a n t o q u e la b a s e de p o d e r polaca distaba de las z o n a s d e c o n q u i s t a
sajona del siglo X; aceptó el cristianismo en 966, con u n obispo e n P o s -
nania en 9Ó8. Esta alianza se m a n t u v o d u r a n t e la revuelta de los esla-
v o s occidentales contra los sajones, en 983 (y años posteriores); p a r a
entonces, sirvió d e pantalla para continuar con la expansión política de
los Piast y, en época de Boleslao C h r o b r y , «el Bravo» ( 9 9 2 - 1 0 2 5 ) , el
p o d e r Piast se extendió hasta Bohemia, hasta la R u s en dirección este
y, en la década de 1000, se dirigió expresamente en c o n t r a de las m a r -
cas de Sajonia. C o m o en Moravia y en Bohemia, esta hegemonía t a m -
p o c o p e r d u r ó y el sistema de g o b i e r n o Piast atravesaba dificultades y a
en la d é c a d a de 1 0 3 0 , a u n q u e la dinastía de Miecislao c o n t i n u ó hasta
finales del siglo x i v , c u a n d o P o l o n i a era y a u n reino m á s cohesionado
y duradero.

P r o b a b l e m e n t e , los tres — M o r a v i a , Bohemia y la Polonia P i a s t —


se e x p a n d i e r o n d e m a s i a d o rápido p a r a las infraestructuras políticas,
E L L E G A D O D E ROMA

tan simples, q u e poseían, basadas esencialmente en los tributos q u e r e -


cibía el g o b e r n a n t e y su dntqkma. F u e r o n sistemas de g o b i e r n o clara-
m e n t e m e n o s estables q u e el d e la R u s , p o r lo demás parecido a ellos;
es probable q u e los modelos túrquicos q u e siguió la R u s tuvieran m a -
y o r éxito, p e r o también p o d r í a ser q u e las tensiones y los peligros p r o -
pios de la autoridad política fuesen m a y o r e s e n las tierras esclavenas (o
eslavas) occidentales, t e n i e n d o e n c u e n t a q u e allí les afectaba la ame-
naza franca. Sin e m b a r g o , c o n el tiempo, a partir de 1000, se establece-
rían jerarquías eclesiásticas q u e se añadirían a los recursos infraestruc-
t u r a l e s de los q u e p o d í a n d i s p o n e r e s t o s g o b e r n a n t e s ; lo m i s m o
sucedería c o n r e d e s m á s complejas d e d e p e n d e n c i a política, y con el
establecimiento de las fincas de propiedad privada c o m o base de la for-
tuna aristocrática y regia o principesca; y todas estas transformaciones
recibieron la influencia del ejemplo franco ( q u e ahora ya p o d e m o s lla-
m a r «alemán»). Es significativo q u e l o s últimos i n t e n t o s de unifica-
ción, e n el siglo x i tuvieran m á s éxito, tanto en Bohemia c o m o en P o -
lonia ( a u n q u e e n el caso polaco h a y más incertidumbre). Solo entonces,
de h e c h o , p o d e m o s separar del t o d o Bohemia de Polonia: «Polonia»,
en particular, fue u n a invención de los Piast a partir de u n a red de gru-
pos tribales sin límites naturales q u e los separasen de sus vecinos.

La lentitud del desarrollo de unas jerarquías estables fue u n rasgo


c o m ú n en el m u n d o eslavo del a ñ o i o o o , y se hizo extensiva a H u n -
gría, c o n E s t e b a n I (o Isztván; 9 9 7 - 1 0 3 8 ) en el papel de Míecislaoy
Vladimiro c o m o cristianizador y organizador. L o s guías se convirtie-
r o n en s e ñ o r e s ; los caciques, en príncipes o r e y e s ; las fortificaciones,
en ciudades; y los tributos, en rentas. Y a h e m o s visto este proceso en
épocas anteriores, en las tierras germánicas occidentales y en la Ingla-
terra a n g l o s a j o n a ; y en los siglos x y x i se les u n i e r o n D i n a m a r c a y
N o r u e g a , con transformaciones paralelas, a u n q u e m á s lentas. Estas je-
rarquías y sistemas g u b e r n a m e n t a l e s solían recibir la influencia — a
m e n u d o , bastante i n t e n s a — de sus vecinos, ya fueran estos bizantinos,
francos o t ú r q u i c o s . C o n frecuencia, eran la respuesta directa a una
amenaza bizantina o franca, c o m o en Moravia y en Bohemia, en Bul-
garia y también (parcialmente) en D i n a m a r c a ; también p o d e m o s aña-
dir a q u í la B r e t a ñ a de l e n g u a céltica, cuyos reyes independientes de
mediados del siglo i x — s o b r e t o d o , Salomón (8 5 7 - 8 7 4 ) — emplearon
claramente técnicas de g o b i e r n o francas, hasta la caída del reino a con-
19
secuencia de los asaltos v i k i n g o s . Sin e m b a r g o , a m e n u d o eran tam-
bién el fruto de u n a transformación más interna ( a u n q u e muchas veces
LA EUROPA EXTERIOR
597

bastante r e p e n t i n a ) , o b r a d e líderes políticos, ambiciosos q u e , m o n t a -


dos sobre la marea del éxito militar, entraban en territorios con m e n o s
amenazas exteriores y, a continuación, estabilizaban el p o d e r e m p l e a n -
do modelos externos, c o m o en la R u s , en Polonia, y dentro del m u n d o
g e r m á n i c o , en la Mercia y tal vez en N o r u e g a .
P o r ú l t i m o , cabe añadir q u e , en algunos lugares — c o m o B o h e m i a
y Polonia, a d e m á s d e N o r u e g a — , t a m b i é n se o p u s o resistencia a esta
agregación política, al m e n o s c u a n d o la expansión territorial empezó a
atravesar dificultades: y a fuera p o r p a r t e de otras familias dirigentes, o
bien p o r parte d e tribus m e n o r e s reticentes a p e r d e r su propia identi-
dad y tradiciones. E n Polonia, de h e c h o , en la década de 1030, se vivió
u n resurgimiento de la identidad tribal y, en algunas zonas, u n a b a n d o -
no del cristianismo. Este r e n a c e r y a había sido p r e s a g i a d o p o r la r e -
vuelta eslava de la década de 980, en la q u e los liutizos — u n a confede-
r a c i ó n t r i b a l d e la costa b á l t i c a , e n l o s t e r r i t o r i o s p r ó x i m o s a la
d e s e m b o c a d u r a del O d e r — se d e s h i c i e r o n de la r e c a u d a c i ó n de i m -
puestos d e los sajones, la propiedad de tierras p o r parte de la iglesia y
30
todos los e l e m e n t o s de la c r i s t i a n i z a c i ó n . T i e t m a r o de M e r s e b u r g o
relata con i n d i g n a c i ó n a l g u n o s detalles de sus cultos p a g a n o s , y c o -
menta asimismo q u e se basan en la política asamblearia y evitan a los
gobernantes únicos; se trata de u n elemento significativo, en tanto q u e
por e n t o n c e s r e p r e s e n t a b a u n a resistencia no solo al g o b i e r n o sajón,
sino a las jerarquías q u e se estaban desarrollando en las propias tierras
eslavas. Este tipo d e resistencia t u v o paralelos en Islandia, c o m o h e -
m o s visto, p e r o Islandia se hallaba a salvo, en el r e m o t o A d á n t í c o n o r -
te; los liutizos, e n c a m b i o , estaban a m e n a z a d o s p o r los d o s flancos, el
de Sajonia y el de P o l o n i a . E n cualquier c a s o , la costa del Báltico sí-
guió siendo u n a zona de instituciones políticas relativamente débiles,
hasta entrada la etapa central de la Edad Media.

Las tierras escandinavas y eslavo/esclavenas fueron cristianizadas tar-


díamente, y cuanto sabemos de ellas n o s h a llegado a través de fuentes
francas o bizantinas, o bien de la arqueología; la exposición de su caso
tendrá q u e ser u n a construcción bastante externa, formada a partir de
pruebas dispersas. L a s tierras céltico-hablantes d e G r a n Bretaña e I r -
landa eran distintas: el cristianismo se había afirmado sólidamente ya
antes de 800, m o m e n t o q u e t o m a r e m o s aquí c o m o p u n t o de partida de
su historia; y d i s p o n e n d e su p r o p i a d o c u m e n t a c i ó n ( a u n q u e resulta
598 E L L E G A D O D E ROMA

m á s precaria para Escocia). E n cualquier caso, muestran paralelos con


el tipo de transformaciones q u e h e m o s estado e x a m i n a n d o aquí, y en
particular, c o n la Bretaña.
E n el capítulo 7 dejamos a los galeses, en 800, con cuatro grandes
reinos, p e r o estructuras político-administrativas m u y simples, basadas
en g u e r r a s a p e q u e ñ a escala, u n a cultura de b a n q u e t e s q u e establecía
lazos entre los reyes y su séquito, y la recaudación de tributos (proba-
blemente, bastante escasos) de los dependientes y los territorios some-
tidos. D u r a n t e los dos siglos posteriores, se m a n t u v o este patrón bási-
co, pero con cambios q u e avanzaron en dos direcciones opuestas.
L o p r i m e r o son las p r u e b a s disponibles con relación a la agrega-
ción política. Según parece, p o r entonces los galeses se consideraban a
sí m i s m o s u n a u n i d a d conceptual, los cymry, p o r divididos q u e estu-
vieran en el t e r r e n o político. El Armes Prydein Vawr (Granprofecía de
¿a Gran Bretaña), u n texto p r o c e d e n t e del sur de Gales y fechado hacia
93o, 3 1
vaticina con gran entusiasmo la u n i d a d d e los galeses y la expul-
sión de los ingleses: «Los cymry se i m p o n d r á n en la batalla, bien per-
trechados, unánimes, con u n a única voz y una única fe»; y, con la ayu-
da de los irlandeses, los escocesesy los vikingos de Dublín, reunificarán
bajo su g o b i e r n o t o d a la G r a n Bretaña al s u r del M u r o de A d r i a n o .
Este sentimiento de identidad era cultural (tiene paralelos con los An-
gli de Beda y la jerarquía eclesiástica exclusivamente inglesa de T e o -
d o r o de T a r s o ) , p e r o es habitual hallarlo en n u e s t r a s fuentes. Proba-
blemente, los galeses se definieron m á s a consecuencia de la amenaza
inglesa y, de h e c h o , solían considerarse con derecho a t o d o el territo-
rio británico, de b u e n a p a r t e del cual, a su juicio, los habían expulsado
injustamente. La literatura galesa en prosa del siglo x i , p o r m u y fan-
tástica q u e llegue a ser en su forma, se centra por n o r m a en t o r n o a los
reyes de «esta isla», «la isla de la G r a n Bretaña».

Sea p o r esto o p o r otras causas, a partir del siglo i x encontramos


reyes con ambiciones territoriales bastante más considerables q u e a n -
tes. Q u i e n r o m p i ó el m o l d e fue R h o d r i Mawr «el Grande» (844-877):
con sede en G w y n e d d , en el n o r o e s t e — e l reino m á s influyente, con
diferencia—, se a p o d e r ó de P o w y s (en el este) en 855 y de Ceredigion
en 872, c o n lo q u e llegó a g o b e r n a r media Gales; a d e m á s , realizó n u -
merosas incursiones en las tierras del sur. A u n q u e , tras ser derrotado
p o r los vikingos en 877, estuvo exiliado en Irlanda, y m u r i ó asesinado
p o r los ingleses al cabo de u n a n o , sus hijos conservaron la hegemonía,
encabezados p o r A n a r a w d ( m . 91o). El s o b r i n o de A n a r a w d , H y w e l
LA EUROPA E X T E R I O R
J99

«Dda» ap Cadell ( H y w e l «el Bueno»; rn. 950), .entró a formar parte de


la dinastía de D y f e d , en el suroeste, a través del m a t r i m o n i o , y en 904
lo reconocieron c o m o a su r e y ; después combatió c o n t r a sus primos de
G w y n e d d y, entre 942 y 950, se a p o d e r ó d e las tierras de estos, hasta
controlar las tres cuartas partes de Gales. P r o b a b l e m e n t e , su nieto Ma-
redudd ab O w a i n restableció esta h e g e m o n í a en 98Ó-999, y no cabe 32

duda de q u e entre 105 5 y 1063 hizo lo m i s m o u n p o s t e r i o r rey de G w y -


n e d d , Gruffudd ap L l y w e l y n , c u y o p a d r e se había casado con la hija de
Maredudd (en Gales, la legitimidad genealógica aceptaba la línea m a -
t e r n a c o n m a y o r facilidad q u e e n I r l a n d a o I n g l a t e r r a ) . E n 1 0 5 5
Gruffudd sometió también la Gales suroriental, hasta e n t o n c e s i n d e -
pendiente de la dinastía de R h o d r i ; en consecuencia, p o r u n período de
ocho años fue el primer rey gales de toda Gales ( y el ú n i c o de la histo-
ria, aparte de Enrique V I I ) .

A partir de aquí es posible trazar ( c o m o en efecto se ha hecho y a )


u n guión de unificación nacional constante, q u e solo frustraron los i n -
gleses ( H a r o l d G o d w i n e s o n d e s t r u y ó la h e g e m o n í a d e Gruffudd a p
L l y w e l y n en 1 0 6 3 ) y , m á s a d e l a n t e , los n o r m a n d o s . C a b r í a afirmar
q u e este p o d e r r e g i o , cada vez m a y o r , c o n t ó con el refuerzo de la ley;
la legislación galesa, a u n q u e solo se ha c o n s e r v a d o en textos del siglo
X J I I y posteriores, se vincula de forma sistemática a H y w e l D d a en su

papel de legislador, una tradición q u e hasta cierto p u n t o podría ser a u -


téntica ( a u n q u e el c o n t e n i d o de las leyes, i n d u d a b l e m e n t e , es p o s t e -
rior); H y w e l p a s ó u n tiempo en la corte real inglesa, y bien podría h a -
ber tomado algunas ideas de, por ejemplo, Etelstán. Nuestra
documentación eclesiástica también ofrece u n o s p o c o s indicios de que,
a finales del siglo x , el g o b i e r n o estaba más c o h e s i o n a d o : disponía d e
servicio militar local, quizá u n a recaudación de tributos más sistemáti-
ca y derechos judiciales (de los q u e algunas iglesias, tales c o m o el o b i s -
J3
p a d o de Llandaff, e n el sureste, t r a t a r o n d e c o n s e g u i r e x e n c i o n e s ) .
D e este m o d o , tal vez p o d r í a m o s equiparar los galeses con los daneses,
b o h e m i o s y b ú l g a r o s , en tanto q u e p u e b l o s q u e a p r e n d í a n técnicas de
g o b i e r n o del ejemplo de u n o s vecinos m u c h o m á s p o d e r o s o s y peli-
grosos; a u n q u e aquí, p o r descontado, la iglesia cristiana n o fue una de
ellas, puesto que Gales siempre había sido cristiana.

E n cualquier caso, esta m a y o r cohesión no había llegado m u y lejos


en 1 0 0 0 (o 1 0 6 3 ) ; y fue alcanzada p r o n t o p o r tendencias c o n t r a r i a s .
Entre ellas, e¡ hecho d e q u e las h e g e m o n í a s m á s extendidas m e n c i o n a -
das m á s arriba fuesen todas m u y cortas; después de R h o d r i Mawr, n i n -
E L L E G A D O D E ROMA

g u n rey legó sus conquistas a sus h e r e d e r o s , y la mayoría de los gober-


n a n t e s h e g e m ó n i c o s d e d i c ó t o d a su v i d a a l u c h a r p o r c o n s e r v a r el
p o d e r . O t r a d e esas tendencias fue la interferencia de fuerzas exterio-
r e s . P e s e al sentimiento antiinglés del Armes Prydein, los reyes de la
época de su autor estaban sometidos, habitualmente, al rey de Inglate-
rra, y a él le pagaban sus tributos; esta era u n a de las razones de la cóle-
ra del poeta, y también de Ía presencia de H y w e l D d a en la corte ingle-
sa. L o s r e y e s i n g l e s e s , d e s d e A l f r e d o a E d g a r d o ( a u n q u e no así
Etelredo II o C a n u t o ) , lo esperaban así. En ocasiones, también los vi-
kingos c o b r a r o n tributos; a u n q u e la caída de R h o d r i M a w r fue u n su-
ceso casual, se producían regularmente asaltos vikingos contra el lito-
ral, y d i s p o n e m o s de algunas pruebas q u e indican la presencia de una
auténtica h e g e m o n í a de los g o b e r n a n t e s n o r u e g o s de D u b l í n o la Isla
de Man sobre partes de G w y n e d d , a finales del siglo x y principios del
3 4
x i . U n a tercera transformación fue el a u m e n t o de la incoherencia en
los títulos de los gobernantes; a diferencia de lo q u e iba siendo habitual
en los m u n d o s e s c a n d i n a v o y e s l a v o , son p o c o s los g o b e r n a n t e s que
reciben el n o m b r e de rexen las fuentes latinas a partir de 950, aproxi-
m a d a m e n t e ; y a partir de estas fechas, aparece u n a diversidad cada vez
m a y o r d e t é r m i n o s galeses; la tendencia de los g o b e r n a n t e s galeses a
hacerse llamar «príncipes» e n los siglos x n y x m tiene aquí sus oríge-
nes, a u n q u e los principales s o b e r a n o s , c o m o G r u f í u d d ap Llywelyn,
sin d u d a p o d í a n seguir u s a n d o (o recibir) el título de «rey».

El a b a n d o n o de los títulos reales n o es u n a señal de q u e Gales estu-


viera sometida. Más bien indica cierta confusión: pese a q u e los siste-
mas de g o b i e r n o galeses iban a u m e n t a n d o su t a m a ñ o , su estabilidad no
a u m e n t ó de forma notable, ni tampoco estuvieron mejor organizados.
L o s r e y e s y sus c o m i t i v a s (teulu) p e r m a n e c i e r o n en el c e n t r o de los
r e i n o s ; t a m b i é n había m e r c e n a r i o s , p e r o p o c o s funcionarios locales.
L a justicia, a u n q u e organizada c o n m á s rigor, seguía en su mayoría en
m a n o s de los notables y ancianos locales, con, al parecer, m á s aporta-
ciones de las iglesias locales q u e de la mayoría d e reyes (buena parte de
lo q u e sabemos acerca de la reparación de errores proviene de las na-
rraciones eclesiásticas, sobre iglesias y santos, en las q u e se piden cuen-
tas incluso a los propios reyes p o r sus fechorías). D a d a la carencia gene-
ral de infraestructuras, el hecho de que a partir de S50 aproximadamente
se r e c l a m a r a n m á s h e g e m o n í a s extensas, p e r o temporales, n o contri-
b u y ó a la descentralización y pacificación, sino q u e favoreció la inesta-
bilidad. E n este s e n t i d o , Gales n o encajaba en el m o d e l o danés; eso
LA EUROPA E X T E R I O R 6oi

solo llegaría después, en unas épocas estratégicamente m u c h o m á s d i -


fíciles, a p a r t i r de 1 2 0 0 , c u a n d o los príncipes de G w y n e d d t o m a r o n
como m o d e l o regular la práctica inglesa.
El núcleo del reino, en Escocia, era m á s extenso: Alba — d o n d e , en
la década de 840, asumió el p o d e r Cínaed m a c Ailpín ( K e n n e t h I ) , s e -
gún v i m o s al final del capítulo 7 — se extendía p o r casi t o d o el t e r r i t o -
rio escocés peninsular, desde el fiordo de F o r t h hacia el n o r t e . C o n o -
cemos los n o m b r e s de sus reyes, t o d o s ellos descendientes de K e n n e t h ,
salvo u n o (Macbeth, 1 0 4 0 - 1 0 5 7 ) , a u n q u e , a la m a n e r a irlandesa, h u b o
enfrentamientos entre d o s o tres líneas rivales. Su corazón era el anti-
g u o reino picto (el n o m b r e d e «Alba» n o apareció hasta 900), p e r o des-
de la década de 890 o así, p o d e m o s distinguir cada vez m á s señales de
u n a cultura y u n a organización eclesiástica irlandesas, y la l e n g u a d e
los pictos parece haber caído e n desuso. Pese a t o d o , los reyes de Alba
no c o n t r o l a r o n la totalidad de la Escocia m o d e r n a . Las islas y la p a r t e
más septentrional estaban entonces bajo el dominio d e los escandina-
vos, y las O r e a d a s y las Shetiand (junto con la zona de Caithness) esta-
ban plenamente escandinavizadas; los/¿zr¿* de las O r e a d a s fueron, des-
de el siglo x , actores políticos de i m p o r t a n c i a , en especial Sigurd «el
Robusto» ( m . 1 0 1 4 ) , y su hijo T h o r f i n n «el P o d e r o s o » ( m . 10Ó5), q u e
g o b e r n ó al sur de la Isla de Man. A l sur de los ríos F o r t h y C l y d e , t a m -
bién h u b o sistemas de g o b i e r n o galeses e ingleses: los reyes galeses de
Strathclyde ( e n la región de G l a s g o w y el suroeste) y los reyes de N o r -
t u m b r i a ( m á s a d e l a n t e , s e ñ o r e s d e B a m b u r g h , e n la r e g i ó n d e L o -
rhian). E s t o s c e d i e r o n t e r r e n o a los reyes escoceses, sin e m b a r g o ; la
Escocia incluyó de forma estable la zona de LothJan desde quizá la d é -
cada de 970 — l a de 1 0 1 o, a lo s u m o — y n o tenemos noticias ciertas d e
los reyes de Strathclyde con posterioridad a 1 0 1 8 . P o r entonces, el rei-
no de la Escocia continental estaba formado casi p o r completo, obra d e
reyes influyentes y l o n g e v o s , c o m o C o n s t a n t i n o II (900-943), K e n -
neth II (971-995) y Malcolm II ( 1 0 0 5 - 1 0 3 4 ) .

P e s e a t o d o , a este respecto también t e n e m o s q u e ser cautelosos.


N o sabemos prácticamente nada del funcionamiento interno del r e i n o
escocés. Su tercio s e p t e n t r i o n a l , M o r a y , tenía sin d u d a mormaers s e -
miindependientes (a veces designados también c o m o «reyes de Alba»
en las fuentes irlandesas) con sus dinastías propias; de h e c h o , Macbeth
file u n o d e ellos. L o s mormaers a p a r e c e n t a m b i é n en o t r o s l u g a r e s
c o m o aristócratas locales y líderes militares; n o p o d e m o s definir cuan
a u t ó n o m o s eran, ni cuan dinásticos (o cuan pictos) eran, p e r o no es d e
6oi E L L E G A D O D E ROMA

creer q u e se hallaban bajo u n control real absoluto. El primer reino es-


cocés era m u y g r a n d e , en c o m p a r a c i ó n con Irlanda (o Gales) y , aun-
q u e p o r lo general era i n t e r n a m e n t e estable, n o p o r ello dejó de sufrir
disputas de sucesión; sin e m b a r g o , cuesta n o tener la sensación de que
la casi total ausencia de documentación indica u n a relativa m e n g u a de
la autoridad real. U n a vez más, para q u e las estructuras del p o d e r polí-
tico estuvieran más cohesionadas hay q u e a g u a r d a r a u n período pos-
terior, en este caso el siglo x n , y estuvieron asociadas con una política
consciente de aceptación de la influencia inglesa (o «normanda»-) e in-
cluso su asentamiento: es otra vez el m o d e l o danés o b o h e m i o , aunque
ahora vinculado a u n sistema político seguro, q u e ya había conseguido
su expansión territorial básica.
D e estos sistemas políticos de habla celta, Irlanda es el caso mejor
documentado — d e hecho, en muchos aspectos es la sociedad mejor do-
cumentada de este c a p í t u l o — , p e r o eso n o hace q u e leerlo resulte sen-
cillo. A q u í , el e n t r a m a d o de jerarquías tribales, inestable, p e r o al m e -
n o s i n e s t a b l e según u n a s r e g l a s políticas r e c o n o c i b l e s en las cinco
provincias de Irlanda, empezaba a d e s m o r o n a r s e en el siglo v n r , gra-
cias a la actuación de unos reyes más ambiciosos ( c o m o se ha descrito
e n el capítulo 7 ) ; y aquí, el impacto de los vikingos fue incrementar la
división. L o s reyes del siglo v n i estaban e m p e z a n d o a atacar los gran-
des centros de riqueza y p o d e r en q u e se habían convertido los monas-
terios; los reyes de nivel superior estaban e m p e z a n d o a d a r p o r sentada
la dependencia de los reyes inferiores, c o m o parte indeleble de su base
política (en los anales latinos, a partir de 750, algunos reyes inferiores
empiezan a recibir el n o m b r e de dux, e n lugar de rex).^ E n algunas
zonas, también, los reinos victoriosos no solo exigían tributos y rehe-
n e s a los r e i n o s m e n o r e s , sino q u e se a d u e ñ a r o n de sus territorios,
c o m o hicieron los U í Briúin Bréifne en su expansión hacia el este y el
n o r t e desde su sede en el s u r del c o n d a d o de Leitrim hacia el condado
de C a v a n , a finales del siglo v i i i ; o c o m o sucedió con los Deis T u a i s -
cirt (más adelante conocidos c o m o D á l Cais) c u a n d o avanzaron hacia
el norte desde la zona oriental del c o n d a d o de Limerick hacia la misma
zona del d e C l a r e , durante la generación anterior. Se trataba, en ambos
casos, de r e i n o s m e n o r e s , q u e a c t u a b a n fuera de las r e d e s políticas
principales de los U í Néill de M e a t h y el Ulster occidental, y los Éoga-
nachta d e M u n s t e r , y se e x p a n d i e r o n a una escala h a r t o m e n o r ; pero
aun así, d e m u e s t r a n q u e el m a p a de los r e i n o s tribales de I r l a n d a no
6
estaba g r a b a d o en piedra.*
LA EUROPA EXTERIOR 603

E n cierto g r a d o , lo ú n i c o q u e hicieron los v i k i n g o s fue p r o v o c a r


que el proceso se apreciase con m a y o r claridad. A l principio, a partir
de 7 9 5 , se Limitaban a s a q u e a r los asentamientos c o s t e r o s ( m o n a s t e -
rios, en su m a y o r í a ) . A u n c u a n d o sus ataques se intensificaron en la
década de 830, se parecían a los asaltos q u e tenían lugar cada ano entre
los distintos reinos, c o n los q u e los irlandeses estaban m u y familiariza-
dos. Más t a r d e , c u a n d o en la década de 840 e m p e z a r o n a pasar el i n -
vierno allí, en L o u g h N e a g h ( U l s t e r ) , D u b l í n (Meath) y L o u g h R e e
(en el centro de la isla), y todavía m á s c u a n d o fundaron asentamientos
más p e r m a n e n t e s , carácter q u e con el tiempo adquirió D u b l í n , seguida
por C o r k , Waterford y Ltmerick, se parecían al extremo m á s tosco de
los ambiciosos reinos a p e q u e ñ a escala recién descritos; de h e c h o , el
asentamiento de L i m e r i c k supuso e n g r a n m e d i d a desplazar la mitad
meridional del reino de D e i s T u a i s c i r t / D á l C a i s , obligándolos a m o -
verse hacia el n o r t e , a Clare. D u b l í n fue el m á s p o d e r o s o y temible de
estos n u e v o s sistemas de g o b i e r n o y, en la década de 850, se convirtió
en el foco de refuerzos considerables; p e r o los v i k i n g o s jamás se e m -
barcaron en la conquista territorial a gran escala de Irlanda. Entrañaba
demasiada dificultad, con t o d o s aquellos reinos minúsculos, y t a m p o -
co reportaba grandes beneficios, p u e s t o q u e abundaban las reservas de
riquezas m o v i b l e s ( c o m o sucedía e n la E u r o p a o r i e n t a l , el p r o d u c t o
exportable más preciado de Irlanda fueron los esclavos). Las principa-
les ambiciones políticas de D u b l í n miraban hacia el oeste, hacia el mar
de Irlanda y Y o r k (véase m á s arriba, capítulo 1 9 ) . E n la década de 860,
los v i k i n g o s de D u b l í n y a estaban i n t e g r a d o s en las alianzas políticas
irlandesas, y allí p e r m a n e c i e r o n , con u n b r e v e p e r í o d o de pausa entre
902 y 9 1 7 , d u r a n t e la cual sufrieron una completa expulsión. C u a n d o
los asaltos se reactivaron en las décadas de 9 1 0 - 9 2 0 , siguieron la m i s -
ma trayectoria. La otra fiinción d e Dublín, y quizá la principa) (iguala-
d o , a u n a escala m e n o r , p o r los otros asentamientos v i k i n g o s ) , era ser
la p r i m e r a auténtica ciudad irlandesa, u n asentamiento comercial im-
portante, parte del cual h a sido excavado y m u e s t r a u n a intensa activi-
dad artesanal en los trabajos de h u e s o , m a d e r a (incluida la c o n s t r u c -
57
ción de naves) y t e l a s : era la respuesta de Irlanda a Y o r k y H e d e b y .

D e s d e el p u n t o de vista político, sin e m b a r g o , los vikingos actua-


ron c o m o catalizador en dos sentidos. En primer lugar, para derrotar-
los fue preciso forjar alianzas m á s amplias d e lo q u e se había necesitado
en el pasado para las guerras a nivel provincial; esto reforzó la tenden-
cia previa de los reyes m á s ambiciosos: fijar sus propias reglas de inter-
E L L E G A D O DE ROMA

v e n c i ó n . E n s e g u n d o l u g a r , daba la casualidad de q u e D u b l í n estaba


situada en u n o d e los centros tradicionales (y m á s ricos, a nivel agríco-
la) de la política irlandesa, Meath, la zona de actuación de los reinos Uí
Néill meridionales. Este debilitamiento estratégico a largo plazo de la
2ona de influencia de los Uí Néill del sur p r o v o c ó , con el tiempo, su
caída, a u n q u e ello n o se produciría hasta el siglo xu Mientras tanto $¡
las dinastías m á s destacadas de la provincia — e n este período, sobre-
salen los C l a n n C h o l m á i n — q u e r í a n c o n s e r v a r su i m p o r t a n c i a en la
política insular, tendrían q u e mostrarse incluso más creativas.
Estos eran los antecedentes, p u e s , de los cambios de r u m b o prota-
gonizados p o r algunos reyes. N o s d e t e n d r e m o s en tres ejemplos, para
m o s t r a r algunos de los p a r á m e t r o s posibles en esta época. El primero
es Feidlimid m a c C r i m t h a i n n (m. 8 4 7 ) , de los É o g a n a c h t de Cashe]
que subió al t r o n o de Cashel (la realeza principal de Munster) en fciojí*
firmó u n a s alianzas d e s a c o s t u m b r a d a m e n t e amplias e n el oeste de
Munster y en Leinster, y entre 8 3 a y 8 3 1 atacó hacia el norte, entrando
en C o n n a c h t y Meath; en S 4 0 estaba saqueando Meath, y acampó en la
p r o p i a T a r a , el locus de la principal realeza de los U í Néill, lo q u e es
indicio de nuevas ambiciones para u n r e y de Munster. Feidlimid tam-
b i é n c o m p r e n d i ó la i m p o r t a n c i a d e la política eclesiástica y trató de
establecer vínculos con el g r a n centro monástico de A r m a g h , en la Ir-
landa del n o r t e ; llegó a abad de C o r k en 8 3 6 y de Clonfert (en Con-
nacht) en 8 3 8 , y fue también un i m p o r t a n t e p a t r o n o del movimiento
ascético Céli D é . Al m i s m o tiempo, se m o s t r ó despiadado con los po-
deres eclesiásticos rivales; incendió los monasterios de D u r r o w y Kil-
dare, y, sobre t o d o , el de Clonmacnois ( p r ó x i m o a Clonfert), en tres o
cuatro ocasiones. Más adelante, a Feidlimid se lo tendría p o r un hom-
b r e piadoso y, para la c o s t u m b r e de los reyes irlandeses, quizá lo fuera;
p e r o en aquel m o m e n t o , lo q u e estaba h a c i e n d o era crear sus propias
estructuras político-religiosas a su propia imagen y , según parece, pre-
tendía nada m e n o s q u e la «gran realeza» de la propia Irlanda.

El concepto del «gran rey» era n u e v o ; apenas aparece atestiguado


antes de este p e r í o d o . A ú n n o sabemos con seguridad q u é implicaba,
exactamente: sin d u d a , la h e g e m o n í a sobre Cashel y T a r a , los viejos
c e n t r o s s i m b ó l i c o s del g o b i e r n o É o g a n a c h t a y U í Néill, p e r o ¿qué
más? ¿La s u m i s i ó n d e t o d o s los reyes irlandeses? N o está claro que
Feidlimid l o g r a r a lo p r i m e r o , m e n o s a ú n lo s e g u n d o ; p e r o la idea ya
estaba sobre ía mesa. Máel Sechnaill I m a c Máele Ruanaid (m. 8 t í i ) , de
39
los Clann C h o l m á i n , rey de T a r a y p o r tanto h e g e m ó n i c o sobre los
LA EUROPA E X T E R I O R

Uí Néill desde 8 4 o , fue el p r i m e r rey en l o g r a r q u e la.pretensión se h i -


ciera real e n m a y o r o m e n o r g r a d o , en la siguiente g e n e r a c i ó n . Máel
Sechnaill tenía u n historial impresionante c o m o contrincante de los vi-
kingos (a diferencia de Feidlimid), tras haber saqueado D u b l í n en 849
y expulsado sus refuerzos e n la década de 850; con ello, se e n c o n t r ó e n
una posición f a v o r a b l e para c o n s e g u i r q u e se s o m e t i e r a n a él t a n t o
Leinster c o m o C o n n a c h t , y t a m b i é n — a l g o i n u s u a l — l o s reinos de
Ulaid ( U l s t e r o r i e n t a l ) , q u e corrían el riesgo d e q u e los v i k i n g o s los
atacaran. El rey de Brega se u n i ó a los vikingos; Máel Sechnaill lo eje-
c u t ó en 8 51 s o m e t i é n d o l o a la « m u e r t e cruel» d e l a h o g a m i e n t o , t a l
c o m o había h e c h o con el líder v i k i n g o T u r g e s i o ( T h o r g i l s ) en 845. Y
fue a v a n z a n d o desde el n o r t e y el este hasta e n t r a r en Munster, en v a -
rias ocasiones, a p r e s a n d o rehenes p o r toda la p r o v i n c i a e n 856, hasta
que en 858 alcanzó la costa- P o r todo esto, los Anales del Ulster lo lla-
m a r o n «rey de toda Irlanda» a su m u e r t e , cuatro años d e s p u é s : m e n o s
innovador que Feidlimid, p e r o más c o m p l e t o en su h e g e m o n í a , señala,
c o m o su predecesor, las nuevas posibilidades del p e r í o d o .

Brian B ó r a m a m a c C e n n é t i g (Brian B o r a , en el lenguaje corrien-


te), rey d e l o s D á l Caisentre97Óy 1 0 1 4 , fue u n paso m á s allá/* D e s d e 0

la época de Máel Sechnaill I, los principales reyes Uí Néill habían v e n i -


do a c t u a n d o , m á s o m e n o s , c o m o si fueran figuras del nivel m á s alto;
destacaron m á s q u e la m a y o r í a de los reyes de T a r a e n el siglo v m ,
pero m e n o s q u e Máel Sechnaill. Brian, en cambio, recreó el p o d e r í o de
este último y lo superó, a u n q u e partía de u n o de los reinos a u t ó n o m o s
más p e q u e ñ o s de Irlanda^ sin contacto c o n n i n g u n a de las g r a n d e s d i -
nastías. El ascenso de Brian está descrito con e n t u s i a s m o e i m a g i n a -
ción en la Guerra de los Gaedhil {irlandeses] con los Gaill [vikingos], es-
crita para el nieto de Brian a principios del siglo x n , cerca de u n siglo
después de su m u e r t e ; las líneas principales de la n a r r a c i ó n las confir-
man u n o s anales m á s sobrios (y sosos)- L u c h ó contra los vikingos e n
n u m e r o s a s o c a s i o n e s , c o m o cabía e s p e r a r d e u n o d e los reinos m á s
próximos a Limerick, q u e él m i s m o , con su h e r m a n o y t a m b i é n antece-
sor Mathgamain (953-97Ó), saqueó en 967- D e s d e el t r o n o , libró bata-
llas contra los reyes vecinos de Munster y sus aliados n o r u e g o s , y p a r e -
ce ser q u e y a e n 978 h a b í a a r r e b a t a d o la s u p r e m a c í a sobre Munster a
las dinastías Éoganachta, quizá a la estela de su h e r m a n o . El rey de los
Clann C h o l m á i n / U í Néill en T a r a — M á e l Sechnaill II m a c Domnaíll
(980-J 022), q u e fue u n o de los reyes superiores m á s p o d e r o s o s del si-
g l o — saqueó D á l Cais en 982, c o m o acción preventiva, p e r o Brian se
6o6 E L L E G A D O D E ROMA

trasladó a C o n n a c h t a principios de la década de 980 y devolvió el ata-


q u e a Máel SechnailL Reforzó su a u t o r i d a d en C o n n a c h t y también
Leinster d u r a n t e la década siguiente, una autoridad que reconoció el
propio Máel Sechnaill en 1002. Al finalj se trasladó al Ulster, donde
c o n s i g u i ó l a sumisión de la m a y o r í a d e reyes entre 1005 y 1008 y, p o r

intimo, la de Cenél Conaill en i o n . D e este m o d o , Brian íue, p o r pri-


mera v e z , r e c o n o c i d o p o r t o d o s c o m o «rey de Irlanda»; de hecho en
u n a visita m u y ceremonial a A r m a g h , en 1005, su secretario dio fe de
su presencia allí c o m o « e m p e r a d o r de los irlandeses». P e r o estallaron
r e v u e l t a s tan p r o n t o c o m o e m p e z ó el a ñ o , esta vez en Leinster, y en
t o i 4 Brian, c o n un ejército m u y r e d u c i d o (los r e y e s Uí Néill no le
prestaron a p o y o ) , se enfrentó a u n ejército de Leinster y Dublín, que
contaba c o n refuerzos incluso de las remotas O r e a d a s , en la batalla de
Clontarf. El b a n d o de Brian o b t u v o la victoria, p e r o el rey, a la sazón
de setenta a ñ o s , perdió allí su vida, igual q u e el rey principal de Leins-
ter y e\jari Sigurd de las O r e a d a s . La h e g e m o n í a de D á l Cais se de-
r r u m b ó casi d e i n m e d i a t o y Máel Sechnaill II r e c u p e r ó el reinado de
T a r a hasta su m u e r t e .

H e repasado esta historia con más detalle de lo acostumbrado (aun


pasando p o r alto u n a b u e n a parte: Brian solía combatir en tres o cuatro
guerras cada año) solo para m o s t r a r cuánto trabajo implicó establecer
— i n v e n t a r , en r e a l i d a d — la h e g e m o n í a sobre Irlanda, q u e de todos
m o d o s n o iba a durar; era imposible. N a d a atestigua que Brian hubiera
desarrollado n i n g u n a técnica de g o b i e r n o novedosa. T r a s someterlos,
4
utilizó a los h o m b r e s de Lirnerick y Dublín, y sus fortunas; ' p e r o D u -
blín tenía sus p r o p i o s intereses políticos y, al final, a y u d ó a terminar
con su g o b i e r n o . La Guerra de los Gaedhil con los Gaill relata con entu-
siasmo los beneficios d e la b r e v e h e g e m o n í a de Brian: paz, justicia,
m u c h o s t r i b u t o s ; restauración de las iglesias, educación, carreteras y
fortalezas; y hospitalidad. El tema de la educación tiene cierto aire a
siglo X I I , igual q u e las fortalezas, p e r o incluso en este caso el imagina-
rio es a n t i g u o ; lo d e m á s es p u r a m e n t e tradicional. L a notable carrera
de Brian fue i m p o r t a n t e sobre t o d o p o r q u e d e m o s t r ó que, con pericia
y p o c o s e s c r ú p u l o s , la a m b i c i ó n política podía acceder a u n a escena
panirlandesa; y, a d e m á s , podía abrir esas puertas p a r a cualquier rey.
Los dos siglos posteriores lo d e m o s t r a r o n , pues Leinster y Connacht
presentaron p o r primera vez su candidatura a la hegemonía irlandesa,
en rivalidad con los descendientes de Brian y con los Uí NéÜl del nor-
te. P e r o , a falta de unas estructuras políticas sólidas, esto no hizo más
LA EUROPA EXTERIOR

que reproducir la inestabilidad q u e y a h e m o s visto, en el caso de Gales.


P o c o a p o c o , v e r e m o s en efecto más funcionarios reales, en los reinos
más extensos del siglo x i , y cierto interés en la administración t e r r i t o -
rial local, e n el x n ; cada vez fueron m á s los reinos p e q u e ñ o s q u e p e r -
dieron su a u t o n o m í a e identidad. P e s e a t o d o , I r l a n d a seguía siendo
una isla de m u c h o s r e i n o s c u a n d o se p r o d u j o finalmente la invasión
inglesa, en 1 1 6 9 .

La «construcción del estado» también t u v o bases distintas en la H i s p a -


nia cristiana, la estrecha franja de entidades políticas situadas a lo l a r g o
del extremo septentrional d e la península, q u e los árabes n o conquista-
ron e n la década d e 7 1 0 . Esta franja septentrional y a había r e s u l t a d o
marginal, a nivel político, durante el p e r í o d o visigodo (véase m á s arri-
ba, el capítulo ó); al sur de los Pirineos, el único gran centro visigodo
que, a principios del siglo i x , no estaba en m a n o s m u s u l m a n a s fue Bar-
celona, gracias a q u e C a r l o m a g n o conquistó en 78 5-801 lo q u e h o y se
conoce c o m o la «Cataluña norte». A p a r t e de este enclave catalán, g o -
bernado desde finales del siglo rx p o r u ñ a dinastía de condes locales,
existieron d o s reinos i n d e p e n d i e n t e s e n el o e s t e : el de P a m p l o n a ( o
N a v a r r a ) y el de Asturias. La p e q u e ñ a región pirenaica d e P a m p l o n a
está d o c u m e n t a d a p o r primera vez a principios del siglo I X , bajo I ñ i g o
Arista ( m . 8 5 1 ) , u n pariente cristiano d e la dinastía m u s u l m a n a vecina,
los Banu Q a s i del alto valle del E b r o ; los reyes de P a m p l o n a fueron,
d u r a n t e u n siglo, p o c o m á s q u e u n a v e r s i ó n cristiana d e los señores
musulmanes independientes de la marca de A l - A n d a l u s (véase arriba,
el capítulo 1 4 ) . El reino de Asturias también empezó siendo p e q u e ñ o ,
hacia 7 2 0 , después d e q u e u n aristócrata llamado P e l a y o ( m . 737) e n -
cabezara una revuelta contra los m u s u l m a n e s en las remotas m o n t a ñ a s
norteñas. Su segundo sucesor, Alfonso I (739-757), fundó una dinastía
que d u r ó hasta 1 0 3 7 y , p o r lo g e n e r a l , t u v o u n a s relaciones bastante
más hostiles con las potencias árabes del sur.

La línea real asturiana empezó con unas prácticas de sucesión m u y


flexibles. Al hijo de Alfonso I , F r u e l a (75 7-768), l o sucedieron su pri-
m o , su c u ñ a d o , su h e r m a n a s t r o y o t r o p r i m o , antes d e q u e su hijo A l -
fonso II ( 7 9 1 - 8 4 2 ) p u d i e r a asumir el p o d e r ; y la sucesión de p a d r e a
hijo n o arraigó hasta 850. L o s reyes del siglo V I I I g o b e r n a b a n desde
p e q u e ñ o s centros en los valles a s t u r i a n o s ; Alfonso II, sin e m b a r g o ,
convirtió su base política, O v i e d o , en una capital con pretensiones de
6o8 E L L E G A D O D E ItOhJA

imitar el T o l e d o v i s i g o d o , con ambiciosas edificaciones palaciegas


1
a d e m á s de iglesias, algunas de las cuales s i g u e n en p i e todavía;* lo
m i s m o hizo su sucesor, Ramiro I ( 8 4 2 - 8 5 0 ) . Los reyes de Asturias pa-
saron su primer siglo de existencia ampliando su autoridad hacia el este
y el oeste, a través de las m o n t a ñ a s del n o r t e , desde Álava (en la cuenca
alta del E b r o ) y el núcleo septentrional del posterior reino de Castilla,
p o r el este, hasta Galicia, en el noroeste de la península. T a m b i é n h i -
cieron incursiones hacia el sur, pasando las m o n t a ñ a s hasta las extensas
tierras fronterizas de A l - Á n d a h i s , siempre q u e estuvo en su m a n o , esto
es, en los p e r í o d o s de agitación política entre los árabes; Alfonso I ata-
có de forma particularmente sistemática d u r a n t e la guerra civil árabe,
en la década de 7 4 0 . Acabada esta g u e r r a civil, parece ser que los ára-
bes ya c o n t r o l a b a n la extensa meseta del valle del D u e r o , justo al sur
de Asturias, q u e n o experimentó n i n g u n a dominación política eviden-
te durante m á s de u n siglo.

O r d o ñ o l ( 8 5 0 - 8 6 6 ) fue el p r i m e r rey de Asturias q u e se trasladó


de forma p e r m a n e n t e al sur de las montanas, al par q u e t o m a b a León y
otras ciudades en la d é c a d a de 8 5 0 . Su hijo Alfonso III ( 8 6 6 - 9 1 0 ) si-
guió avanzando de forma sistemática hacia el sur, hasta el D u e r o , con
un e m p e ñ o q u e duplicó el t a m a ñ o d e su reino; el D u e r o siguió repre-
sentando la frontera aproximada con Al-Ándalus hasta bien entrado el
siglo x i . A medida que los reyes se trasladaban al sur, a las llanuras del
D u e r o , pasaban cada vez m e n o s tiempo en O v i e d o . D e s p u é s de que los
hijos de Alfonso III derrocasen a su anciano p a d r e en 9 1 0 , León se con-
virtió en el c e n t r o principal del reino, q u e desde entonces tiende a de-
signarse c o m o R e i n o de L e ó n ; p r o n t o dispuso de toda tina serie de edi-
ficios q u e igualaban o superaban a l o s de O v i e d o . Alfonso había podido
expandir sus tierras gracias a la siguiente ronda de guerras civiles den-
t r o de A l - A n d a l u s , p e r o estas se terminaron en la década de 9 2 0 y sus
herederos permanecieron a la defensiva durante el resto del siglo. Ra-
m i r o II ( 9 3 1 - 9 5 1 ) , el de m a y o r éxito, rechazó al m e n o s al nuevo califa
A b d e r r a m á n III entre 9 3 9 y 4 9 0 , tras vencerlo en una enconada batalla
librada en Simancas en 9 3 9 ; p e r o después de u n intento de golpe de es-
t a d o , en 9 5 9 , S a n c h o l ( 9 5 6 - 9 6 6 ) d e b i ó su t r o n o a A b d e r r a m á n , que
desde entonces p u d o considerar L e ó n c o m o u n cliente. E n 9 8 1 - 1 0 0 7 ,
los árabes, con A l m a n z o r , pasaron al ataque, y saquearon León en 988
y el importante lugar de culto de Santiago de Compostela en 9 9 7 . Si el
califato n o se h u b i e r a disuelto en la g u e r r a civil con posterioridad a
1 0 0 9 , tal vez el reino no habría sobrevivido. E n realidad, fue el rey de
LA EUROPA EXTERIOR

Navarra, Sancho III (1004-103 5), quien t o m ó la iniciativa con m á s ce-


leridad d u r a n t e esa guerra civil, en particular a expensas de los reyes de
L e ó n , pues integró en su reino el c o n d a d o de Castilla, q u e ahora cubría
t o d o el valle alto del D u e r o . Su hijo F e r n a n d o I, c o n d e de Castilla
( 1 0 2 8 - 1 0 6 5 ) , se apoderó de la propia León en 1 0 3 7 , y su reino de L e ó n
y Castilla, enriquecido p o r los cuantiosos tributos de los reinos m u s u l -
manes de taifas, enfrentados entre sí, estuvo en disposición de realizar
conquistas importantes p o r primera vez a finales del siglo x i .
L o s reyes de Asturias y León n o s muestran u n a doble faceta. U n a
era la d e la tradición visigoda. U n a vez q u e los reyes se asentaron e n
O v i e d o , a d o p t a r o n t o d o cuanto p u d i e r o n de la imaginería y el desplie-
g u e a r q u i t e c t ó n i c o de T o l e d o c o m o capital. E s t o n o significa q u e
O v i e d o , q u e era m u y p e q u e ñ a , se asemejara en lo m á s m í n i m o a esta
ú l t i m a c i u d a d , ni siquiera e n c u e s t i ó n de estilo ( p u e s las iglesias d e
O v i e d o representan, a lo s u m o , u n a tradición provincial, a u n q u e esta
contara con evidentes raíces t a r d o r r o m a n a s ) ; sea c o m o fuere, los edifi-
cios preservados son notables para u n reino tan reducido y de agricul-
tura tan p o b r e . T a m b i é n Santiago, q u e había crecido c o m o centro d e
p e r e g r i n a c i ó n en t o r n o de la supuesta t u m b a de Santiago el A p ó s t o l ,
desde los p r i m e r o s años del siglo i x , se había consolidado, sobre t o d o
gracias a Alfonso III; también L e ó n en el sigío siguiente. L o s n u e v o s
territorios del D u e r o se c o n t r o l a b a n p o r m e d i o de u n a red de funda-
ciones u r b a n a s , en emplazamientos r o m a n o s ( c o m o A s t o r g a ) , visigo-
dos ( c o m o Z a m o r a ) o nuevos ( c o m o B u r g o s ) , y también mediante u n a
serie de m o n a s t e r i o s en rápida expansión, tales c o m o C á r d e n a , Saha-
gún y Celanova, q u e p r o n t o fueron mecenas de u n a ambiciosa p r o d u c -
ción manuscrita. El r e i n o se consideraba a sí m i s m o r e g i d o p o r la ley
visigoda, igual q u e Cataluña (el caso d e N a v a r r a es m e n o s claro, a este
respecto), y los elaborados p r o c e d i m i e n t o s de la práctica legal visigó-
tica ( m á s complejos q u e los de F r a n c i a o Italia) s o b r e v i v e n en d o c u -
m e n t o s t a n t o catalanes c o m o leoneses, q u e empiezan a ser n u m e r o s o s
4 3
en el siglo x . L o s reyes t e n í a n t a m b i é n u n séquito d e palacio, q u e ,
a u n q u e en realidad de dimensión m u y reducida, al m e n o s en teoría era
44
una copia del t o l e d a n o . A diferencia de cualquier o t r o sistema de g o -
bierno descrito en este capítulo, el de Asturias y L e ó n también se c a -
racterizó p o r u n equilibrio político e n t r e el rey y los n o b l e s , q u e sin
d u d a c o n t a b a con antecedentes visigóticos y se parecía al del m u n d o
franco c o n t e m p o r á n e o ; había b a n d o s alaveses y gallegos y, en el siglo
x, también castellanos, con los cuales los reyes tuvieron q u e lidiar; en
óio E L LEGADO DE ROMA

el siglo x , los condes d e Castilla (en particular F e r n á n González, 93i_


970) fueron los clásicos subditos con un poder excesivo, con ansias de
actuar en solitario. C o m o al n o r t e de los Pirineos, la política de la tie-
rra tenía u n papel aquí: los reyes cedían propiedades a los aristócratas y
monasterios, y esto o c u p a u n lugar destacado e n nuestra documenta-
ción, aunque — c o m o sucedía de h e c h o c o n los c a r o l i n g i o s — los reyes
también p o d í a n confiscar las tierras a los desleales, y n o cabe duda de
q u e lo hicieron. A estos respectos, p o r t a n t o , Asturias y L e ó n podría
verse c o m o u n a entidad semejante a la Inglaterra del siglo x , o a los
principados del sur de Italia, p o r el h e c h o de seguir líneas paralelas a
las de Francia, solo q u e modificadas de forma sustancial p o r la existen-
cia de raíces distintas y anteriores; en este caso, el m á s romanizado de
todos los reinos r o m a n o - g e r m á n i c o s .
P e r o esta n o es la única forma de ver Asturias y L e ó n . D e haberlo
sido, habría resultado más p r o p i o o c u p a r n o s de este reino en el capítu-
lo 1 8 ; p e r o la base de p o d e r tanto de los reyes c o m o de los aristócratas
era m e n o s fiable de lo q u e parece d a r a entender el párrafo precedente.
Bajo los visigodos, Asturias era r e m o t a y p o b r e , y estaba menos roma-
nizada o urbanizada que la m a y o r p a r t e del resto de la península; quizá
m e n o s q u e n i n g u n a otra p a r t e , con la salvedad de los vascos, a los que
los visigodos nunca conquistaron p o r c o m p l e t o . N a v a r r a era en parte
4
u n reino v a s c o , a u n q u e relativamente r o m a n i z a d o (o visigótico); * al
oeste de N a v a r r a , algunas c o m u n i d a d e s tribales vascas c o n t i n u a r o n
siendo independientes hasta entrado el siglo x i , y al oeste de estas, al-
gunos de los valles m o n t a ñ o s o s teóricamente subordinados a Asturias
quizá p o s e y e r a n t a m b i é n u n a e s t r u c t u r a social tribal. Incluso en las
áreas nucleares m á s próximas a O v i e d o , d o n d e la ley de propiedad de
estilo r o m a n o era ciertamente n o r m a l , nuestros p r i m e r o s documentos
(esto es, del siglo i x ) m u e s t r a n u n a s aristocracias de escala m u y menor
y u n a presencia cuantiosa de campesinos propietarios.

En las nuevas tierras del D u e r o , esto fue todavía más cierto duran-
te el siglo siguiente. La idea de q u e el valle de este río estuvo despobla-
d o hasta q u e O r d o n o y Alfonso III iniciaron u n proceso de coloniza-
c i ó n ( t e o r í a a s o c i a d a s o b r e t o d o c o n el h i s t o r i a d o r C l a u d i o
Sánchez-Albornoz, de m e d i a d o s del siglo x x ) se h a a b a n d o n a d o en la
actualidad, p u e s se h a n i d o h a l l a n d o cada vez m á s pruebas topográfi-
cas y a r q u e o l ó g i c a s d e u n a c o n t i n u i d a d de los asentamientos.-** Sea
c o m o fuere, el valle careció d u r a n t e m u c h o tiempo de u n sistema polí-
tico organizado y , c u a n d o e m e r g e , a la luz de la documentación del si-
LA EUROPA EXTERIOR 6ll

glo x , se trata asimismo de una región de comunidades de campesinos


propietarios, organizadas mediante sociedades de aldea cohesionadas,
a veces con sus propios cuerpos de decisión, los concilio.. Si h u b o u n a
estructura política q u e enlazara todas estas tierras, p r o b a b l e m e n t e se
o r g a n i z ó m e d i a n t e u n a red de a s e n t a m i e n t o s fortificados, l l a m a d o s
castras en el español m o d e r n o (y a veces, también en el latín d e nuestro
p e r í o d o ) , q u e tenían al m e n o s cierto e l e m e n t o colectivo e n su estruc-
47
tura social. A esta sociedad, de base campesina y parcialmente colec-
tiva, se le daba m á s fuerza c u a n t o m á s al sur se hallaba, d a d o q u e era
necesario defender la frontera m e r i d i o n a l del r e i n o . L o s c a m p e s i n o s
desarrollaron d u r a n t e m u c h o t i e m p o funciones militares e n el s u r d e
L e ó n y el sur de Castilla — y también en el sur de C a t a l u ñ a — , lo q u e
reforzó su a u t o n o m í a política y económica. E]jiiero ( o t o r g a d o p o r el
rey) del asentamiento fortificado castellano de Castrojeriz, q u e p r o b a -
blemente, en su forma actual, se r e m o n t a a principios del siglo x i , c o n -
cedía a todos los habitantes varones u n o s privilegios considerables (in-
43
cluida la exención de tributos) a cambio de la defensa d e la f r o n t e r a ;
lo m i s m o hacía el d e C a r d o n a ( C a t a l u ñ a ) en 98o, q u e contiene la m e -
morable frase, paráfrasis del Evangelio de Lucas, según la cual «el q u e
entre v o s o t r o s desee ser m a y o r \maior, «superior»], dejad q u e sea infe-
rior [iunior]». N o resulta útil d e n o m i n a r «tribales» a las sociedades del
D u e r o , ni siquiera a la m a y o r í a de las sociedades asturianas; p e r o es
cierto q u e tenían u n a s estructuras sociales inusualmente llanas para lo
habitual en Francia o, en esta época, e n Inglaterra, c o n campesinos a u -
t ó n o m o s q u e tenían más en c o m ú n con los de Escandinavia o algunas
de las tierras eslavas q u e con algunos del m u n d o carolingio.

H a h a b i d o u n a g u e r r a historiográfica e n t r e los historiadores q u e


hacen hincapié en la faceta visigoda (o católica) del reino asturiano y
los q u e destacan su naturaleza d e s r o m a n i z a d a (o tribal). P e r o las d o s
perspectivas son válidas. Es justo v e r en los reyes, al m e n o s desde A l -
fonso II, u n carácter llamativamente ambicioso, d a d o el material con el
q u e t e n í a n q u e actuar- Y, a u n q u e la b a s e c a m p e s i n a d e su reino era
fuerte, en u n principio, se debilitó con rapidez. El r e y A u r e l i o ( 7 6 8 -
7 7 4 ) sofocó u n a revuelta campesina, en algún p u n t o de Asturias, q u e
tiene q u e ser reflejo de algún cambio en las relaciones de poder. E n el
siglo i x , Galicia y a era u n a r e g i ó n con u n a aristocracia relativamente
visible y, e n el siglo x, la aristocracia de la zona desarrollaba una p o l í -
tica de la tierra, exactamente igual q u e sus iguales al n o r t e de los P i r i -
neos; tal fue el caso de las fundaciones eclesiásticas y manipulaciones
ÓI2 E L LEGADO D E ROMA

familiares de I l d u a r a ( m . h . 960), u n a influyente aristócrata viuda de


L u g o , q u e c o n s t r u y ó el m o n a s t e r i o de C e l a n o v a e i m p u s o c o m o pri-
m e r abad a su hijo, el obispo R o s e n d o ( m . h. 9 8 o ) . E n el sur de León
49

y Castilla, el p o d e r de la nobleza era m á s n u e v o ; derivaba sobre todo


de cesiones regias de t i e r r a y d e r e c h o s a los magnates o séniores — y
m o n a s t e r i o s — sobre las cabezas del campesinado, incluidos derechos
a tributos locales, q u e a m e n u d o se c o n v e r t í a n en r e n t a s , c o m o en la
I n g l a t e r r a del siglo i x ; t a m b i é n d e r i v a b a de la influencia local, cada
vez m a y o r , del estrato campesino m á s rico y militarizado, q u e pronto
podía convertirse en u n d o m i n i o local. L o s aristócratas de m e n o r nivel
(infaniones\ s u r g i d o s de los séquitos d e los p o t e n t a d o s principales o
las familias de ricos milites campesinos (o de a m b o s orígenes), adqui-
rieron en el siglo xi u n derecho hereditario a privilegios sobre sus ve-
cinos n o aristocráticos. P a r a ello h u b o q u e s o m e t e r a las poblaciones
0
del D u e r o , q u e a veces ofrecieron resistencia;* a este respecto, mantu-
v i e r o n a m e n u d o i d e n t i d a d e s i n u s u a l m e n t e cohesionadas hasta bien
entrada la etapa central de la E d a d Media. P e r o ya en el siglo x i , el rei-
no de L e ó n y Castilla tenía u n a aristocracia p o d e r o s a y con varios ni-
veles, q u e se a p o y a b a en derechos sobre la propiedad de la t i e r r a y ade-
m á s realizaba funciones de g o b i e r n o local p a r a l o s r e y e s ; y a estaba
preparada para extraer el m á x i m o beneficio posible de los debilitados
reinos de A l - Á n d a l u s .

Así, el p a s o a u n a jerarquía aristocrática poseedora de propiedades


y cargos, q u e se había completado en buena medida en el siglo x , acer-
có aún m á s el reino al m u n d o poscarolingio; a este respecto, además,
L e ó n y Castilla e x p e r i m e n t ó , u n siglo m á s t a r d e , algunos de los cam-
bios q u e h e m o s visto e n el capítulo 19 en relación c o n I n g l a t e r r a . 51

P e r o en la Hispania cristiana, las estructuras gubernamentales y las je-


rarquías políticas n o se t o m a b a n prestadas de potencias externas, Fran-
cia y A l - A n d a l u s , c o m o había o c u r r i d o en el resto de estados en desa-
r r o l l o v i s t o s e n este c a p í t u l o ; p r o c e d í a n p r i n c i p a l m e n t e del pasado
visigótico, q u e n o se había olvidado p o r c o m p l e t o .

L o s sistemas políticos y sociales descritos en este capítulo cubrían me-


dia E u r o p a y e r a n m u y d i v e r s o s . L a s tierras e s c l a v e n a s / e s l a v a s eran
especialmente extensas y solo el h e c h o de q u e c a r e z c a m o s , casi por
c o m p l e t o , de detalles n a r r a t i v o s o d o c u m e n t a l e s s o b r e sus asuntos,
hasta m u y tarde en n u e s t r o p e r í o d o , justifica q u e los tratemos de este
LA EUROPA EXTERIOR 6. 3

m o d o tan s u m a r i o . E n general, sin e m b a r g o , h a y tendencias comunes


a todas las sociedades descritas aquí. E n todas las regiones, los reyes y
príncipes eran m á s ambiciosos hacía 1000 de lo q u e h a b í a n sido hacia
750; a m e n u d o g o b e r n a b a n s o b r e z o n a s m á s e x t e n s a s o , al m e n o s ,
apuntaban a hegemonías m á s amplias; y a veces tenían estructuras m á s
complejas p a r a sostener este g o b i e r n o ; c o n frecuencia, t a m b i é n eran
más relevantes para las sociedades locales, lo q u e hacía q u e g o b e r n a -
ran con más profundidad, y n o solo con m á s extensión. Las diferencias
entre las pruebas históricas, de u n sistema de g o b i e r n o a o t r o , a veces
hacen hincapié en u n elemento, a veces en o t r o . Así, en el norte hispá-
nico los aristócratas tenían tendencia a arraigarse c o m o terratenientes
con p o d e r local, lo q u e tiene paralelos con Inglaterra. El p r o c e s o fue
m e n o s completo en las tierras celtas, escandinavas o eslavas, d o n d e las
relaciones entre nobles y campesinos fueron más a m e n u d o las de p a -
t r o n o y cliente, o de r e c a u d a d o r y p a g a d o r de i m p u e s t o s , o ambas si-
tuaciones, hasta después de q u e concluya nuestro período de estudio.
Esta fue u n a diferencia real, a u n q u e p u e d e parecer m á s acentuada p o r -
que nuestra d o c u m e n t a c i ó n , en lo relativo a la propiedad de tierras, es
m u c h o mejor en H i s p a n i a (e I n g l a t e r r a ) q u e e n n i n g u n a otra p a r t e .
Así, es m u y posible, p o r ejemplo, q u e en una región c o m o la Bohemia,
la aristocracia t a m b i é n e m p e z a r a a p o s e e r m á s tierras en el siglo x ,
p u e s n o hay d u d a de q u e n o m u c h o m á s t a r d e o c u r r i ó en efecto así;
pero sí tenemos indicios de q u e ocurría así en Croacia, otra tierra fron-
teriza con Francia. E n general, n o obstante, la tendencia hacia un p o -
der político m á s extenso y m á s profundo parece haberse basado en dos
clases de transformaciones. El primer cambio fue el desarrollo del p o -
der aristocrático y, con ello, de la posibilidad d e contar con jerarquías
de dependencia política, q u e bajaban desde los reyes y príncipes hasta
las localidades. El segundo cambio fue el desarrollo de técnicas de g o -
bierno y control, q u e h a b í t u a l m e n t e (salvo en Hispania e Irlanda) se
tomaban prestadas d e potencias vecinas: funcionarios reales m á s espe-
cializados, u n sistema judicial m á s complejo y vertical, la capacidad de
exigir u n servicio militar a la población, la posibilidad de a p r o v e c h a r l a
mano de obra para construir fortificaciones de diversas clases y, en las
áreas recién c o n v e r t i d a s al c r i s t i a n i s m o , el desarrollo de j e r a r q u í a s
eclesiásticas oficiales y m á s estrictas. H e m o s visto algún signo de t o d o
ello en distintas regiones, a u n q u e necesitaríamos o t r o libro entero para
extraer la d e m o s t r a c i ó n fragmentaria de t o d a esta transformación en
su conjunto.
6i4 E L L E G A D O D É ROMA

A grandes rasgos, cuanto m a y o r acceso tenía un g o b e r n a n t e a es-


tos cambios, más estable resultaba su p o d e r y m á s ambicioso podía ser
él (o ella, en Rus, en u n a ocasión). La agregación política quizá se dio
más en R u s q u e en n i n g ú n o t r o lado; y , con u n alcance m e n o r , en Bul-
garia, en D i n a m a r c a y e n Asturias y León; sin e m b a r g o , también esta-
b a e m p e z a n d o a cristalizar en Croacia, Bohemia, Polonia y quizá N o -
ruega, de un m o d o m e n o s estable y m á s contestado; y también (la zona
m á s oscura d e todas) en Escocia, En Gales, en c a m b i o , c o m o en Sue-
cia, la ambición real todavía no tenía detrás u n desarrollo infraestruc-
tura! adecuado, y la expansión de los reinos p r o m o v i ó la inestabilidad,
más q u e bases de g o b i e r n o sólidas (esto también fue cierto en parte de
Polonia y B o h e m i a ) ; y en algunos lugares, en la costa báltica o en Is-
landia (y a veces, también en N o r u e g a ) , h u b o u n a resistencia exitosa a
esta expansión durante cierto tiempo. Se trata de vías distintas hacia un
poder político i n c r e m e n t a d o , lo q u e n o era inevitable en ninguna par-
te; ni, p o r d e s c o n t a d o , deseable, al m e n o s si u n o formaba parte de la
mayoría campesina, para la cual u n g o b i e r n o más fuerte significaba, de
manera universal, m á s explotación y un control m á s firme.

E n cualquier caso, y a pesar de todas estas diferencias, resulta lla-


mativo lo general q u e , en la segunda mitad de nuestro período, resultó
el paso al p o d e r político incrementado en toda esta amplia franja e u r o -
pea. E n 400, los sistemas políticos fuertes y estables se detenían en la
frontera del imperio r o m a n o en el Rin y el D a n u b i o . E n 7 50, asimis-
m o , no se extendían m u c h o m á s allá, salvo en partes de la Alemania
central y meridional, bajo h e g e m o n í a franca; en los Balcanes y Gran
Bretaña, en realidad, d i e r o n m a r c h a atrás. P e r o en 1000, habían crista-
lizado sistemas de g o b i e r n o reconocibles en la m a y o r parte de lugares
de E u r o p a , al oeste del Volga y al sur del extremo septentrional (zona
de cazadores-recolectores de lengua fínica): m á s débiles q u e el imperio
r o m a n o , desde l u e g o , p e r o con cierto p o d e r de permanencia: la mitad
de los m o d e r n o s países e u r o p e o s , y la m a y o r í a de los m á s extensos,
p u e d e n hacer r e m o n t a r su historia — a u n c u a n d o ello pueda inducir a
confusión— a los reinos y principados q u e existían p o r entonces. Esta
transformación tan extendida, sin d u d a , ¿no tiene q u e tener al menos
a l g u n a raíz c o m ú n ? U n rasgo i m p o r t a n t e del p e r í o d o posterior a 750
es q u e los sistemas políticos más p o d e r o s o s de E u r o p a — F r a n c i a y Bi-
z a n c i o — r e c o b r a r o n su estabilidad y c o m e n z a r o n a expandirse; los
dos supusieron una amenaza para sus vecinos inmediatos, q u e tendrían
o bien q u e reforzarse^ o bien q u e sucumbir; y también supusieron un
LA EUROPA EXTERIOR 6l 5

m o d e l o , pues todas las técnicas de g o b i e r n o q u e acabamos de m e n c i o -


nar estaban m á s desarrolladas aquí. Inglaterra n s ó a Francia c o m o m o -
delo y, para el siglo x, ella misma suponía y a tanto u n a amenaza c o m o
un modelo para sus vecinos celtas; D i n a m a r c a cristalizó en respuesta a
las presiones e influencias francas y, hacia 1000, también parece h a b e r
supuesto t a n t o una amenaza c o m o un m o d e l o en el interior de E s c a n -
dinavia. L a h e g e m o n í a jázara e n las estepas ucranias t u v o u n efecto si-
milar s o b r e R u s . C o n ello, los m o d e l o s d e g o b i e r n o m á s p o d e r o s o s
terminaron p o r saltar sobre la línea del Rin y D a n u b i o y se desplazaron
p r o g r e s i v a m e n t e hacia el exterior: hacie el n o r t e , el oeste y el este. Esta
transformación no íue simple, y tenía también otras raíces; y t a m p o c o
fue continua, c o m o demuestra ( p o r ejemplo) la historia de D i n a m a r c a .
P e r o sirvió de base a cambios m á s locales y los d o t ó de u n a coherencia
pancontinental que, a la postre, p e r d u r ó .
LA A R I S T O C R A C I A , E N T R E LOS MUNDOS
CAROLINGIO Y «FEUDAL»

E n 9G7, el n o b l e sajón W i c m a n o B i l u n g o ( W i c h m a n n Bíllung) rué


atrapado p o r sorpresa p o r los aliados b o h e m i o s de su e n e m i g o , el prín-
cipe Miecislao (Mieszko) d e P o l o n i a . W i c r n a n o estaba l u c h a n d o c o n -
tra su tío G e r m á n Bilungo, a la sazón d u q u e de Sajonia, en defensa de
las tribus eslavas m e n o r e s , los w a g r o s y abodritas. Miecislao se había
convertido al cristianismo el a ñ o anterior y estaba aliado con G e r m á n y
O t ó n I; W i c m a n o , c o m o su p a d r e , n u n c a había p e r d o n a d o a G e r m á n
p o r hacerse con una posición s i n g u l a r m e n t e destacada en la familia,
gracias a los r e y e s / e m p e r a d o r e s ; y entre ellos había surgido una e n e -
mistad. W i c m a n o i n t e n t ó escapar del ataque eslavo, p e r o estaba r o -
d e a d o , y l u c h ó hasta q u e d a r a g o t a d o . L o s jefes eslavos a v e r i g u a r o n
quién era y le ofrecieron un salvoconducto. P e r o W i c m a n o , «sin olvi-
dar su antigua nobleza y virtud» (según dice W i d u k i n d o , citando a Sa-
lustio), se n e g ó a «dar la m a n o » a personas socíalmente inferiores (esto
es, rendirse) y les pidió q u e hicieran venir a Miecislao, para p o d e r en-
tregar las armas al propio príncipe. Asintieron, p e r o , mientras espera-
b a n , todos continuaron luchando, d a d o que, p o r d e s c o n t a d o , W i c r a a -
no n o había depuesto las armas; al final, este m u r i ó . '

Esta insistencia e n la jerarquía social, incluso en u n a situación tan


extrema, bien p u e d e p a r e c e m o s absurda; p e r o en los siglos i x y x, era
algo q u e se daba p o r sentado. El propio W i d u k i n d o , q u e se c o n g r a t u -
laba de la muerte de W i c m a n o , no p u d o evitar describirla con heroís-
m o . Los aristócratas, en efecto, se consideraban a sí mismos c o m o to-
talmente distintos de los estratos sociales libres y c o m u n e s . Es algo q u e
p o d e m o s v e r incluso en la Vida de G e r a r d o de A u r i l l a c ( m . 909), la
p r i m e r a vida de santo de u n n o b l e laico, escrita hacia 930 p o r el abad
1
O d ó n de C l u n y . El G e r a r d o de O d ó n era tan virtuoso q u e quebranta-
ba todas las n o r m a s de !a sociedad laica, lo q u e permitió a O d ó n retra-
6i8 E L L E G A D O DE ROMA

tar c o m o santo a alguien q u e era u n rico señor local, quizá (aunque no


s e g u r o ) u n c o n d e , y q u e nunca t o m ó ó r d e n e s religiosas. A l g u n o s de
estos gobernantes, pues, q u e d a n retratados de forma implícita. Gerar-
do nunca llevaba s e d a u o r o ; no aceptaba regalos de los pobres antes de
h a b e r l o s a y u d a d o , y p e r m i t í a q u e estos se sentaran en su presencia.
O d i a b a las b o r r a c h e r a s y c u a n d o debía presentarse en los tribunales
para juzgar, n o lo hacía b o r r a c h o . N o permitía q u e sus h o m b r e s sa-
q u e a r a n el c a m p o c u a n d o participaban en guerras locales y, antes que
quitarles las cerezas a los campesinos, insistía en comprárselas. Cuan-
do — e s t a n d o en otra r e g i ó n , de viaje a R o m a — se e n c o n t r ó con una
de las personas q u e dependía de él, q u e había h u i d o , y descubrió q u e se
estaba h a c i e n d o pasar p o r u n h o m b r e rico y de gran condición social
no delató su origen (este aspecto le pareció a O d ó n especialmente lla-
mativo: «Salvo G e r a r d o , ¿quién lo habría hecho así?»). U n milagro lo
salvó de d o r m i r con la hija de u n o de sus dependientes no libres; O d ó n
c o m e n t a e x t e n s a m e n t e la castidad del santo, q u e se preserva de este
m o d o m a r a v i l l o s o , p e r o n o h a c e c o m e n t a r i o a l g u n o s o b r e la orden
q u e , al p a s a r , d a G e r a r d o a la m a d r e d e la chica, indicándole q u e la
tenga lista c u a n d o él venga, típica prerrogativa de u n señor. Las gue-
rras de G e r a r d o contra sus vecinos fueron siempre defensivas y, p o r lo
tanto, se las presentó c o m o actos de protección de los pobres (no pro-
hibía solo el saqueo, sino también las emboscadas); si aceptó ejercer «el
derecho a la fuerza armada», fue solo p o r q u e su séquito estaba indig-
n a d o ante la posibilidad de q u e «un gran h o m b r e p u e d a sufrir violencia
d e p e r s o n a s de baja c o n d i c i ó n , q u e a r r a s a n su p r o p i e d a d » ; y nunca
buscó venganza.

Estos y o t r o s m u c h o s actos paralelos, así c o m o n u m e r o s o s mila-


g r o s , hicieron de G e r a r d o u n santo, al m e n o s en la narración de O d ó n ;
y esta narración, a su vez, halló el eco suficiente, entre su público de la
década de 930, para contribuir a u n culto exitoso de G e r a r d o ; su pro-
p i o monasterio de Saint-Pierre, en Aurillac, le fue dedicado a él mismo
a m e d i a d o s de siglo, y S a i n t - G é r a u d se convirtió así en u n centro de
peregrinaje (para g r a n beneficio de G e r b e r t o , c o m o v i m o s en el capí-
tulo 1 8 ) . Esto p u s o de relieve las n o r m a s de la conducta d e la aristocra-
cia d e p e q u e ñ o nivel, s e g ú n la llevaban a c a b o h o m b r e s q u e n o eran
santos, t a n t o sí se r e m o n t a b a n a las últimas décadas del siglo i x (con
G e r a r d o ) o a los a ñ o s de en t o r n o a 930 (con O d ó n , q u e era de una
generación posterior, p e r o compartía la procedencia de la aristocracia
m e n o r y, c o m o G e r a r d o , era u n p r o t e g i d o de G u i l l e r m o el Piadoso,
LA A R I S T O C R A C I A , E N T R E L O S MUNDOS C A R O L I N G I O Y « F E U D A L » Ó19

d u q u e d e A q u i t a n i a ) , L a normalidad d e las p e q u e ñ a s g u e r r a s locales;


el derecho que, en la práctica, se arrogaban los estratos militares a co-
ger cuanto quisieran d e los campesinos; la presunción d e q u e los aris-
tócratas se enfadaban (y e m b o r r a c h a b a n ) a m e n u d o , y eran violentos
con otras personas; la rigurosa y altiva vigilancia d e los límites socia-
les, e n t r e libres y n o libres, nobles y libres ajenos al ejército, pobres y
ricos; estos e r a n los valores aristocráticos q u e O d ó n d e C l u n y d a b a
por sentados (y, para ser justos, criticaba), y así los vivieron las élites
sociales d e t o d o el p e r í o d o carolingio y poscarolingio; y también, c o n
tan solo modificaciones m e n o r e s , antes y después.
Así, la mala c o n d u c t a d e los n o b l e s n o nació c o n la «revolución
feudal» del siglo x i (véase m á s abajo). P e r o estas n o r m a s casi i n t e m p o -
rales, e n realidad, t a m p o c o c h o c a n c o n el resto d e cosas q u e sabemos
sobre los aristócratas, según h e m o s visto en los capítulos precedentes,
c o m o p o r ejemplo su proximidad generalizada (e incluso lealtad) a los
reyes y otras figuras políticas principales, o su religiosidad, o también
el h e c h o d e q u e absorbieran los valores d e la correcdo y la educación
carolingias. El presente capítulo aspira a examinar estas prácticas aris-
tocráticas desde su p r o p i o p u n t o d e vista, n o desde el d e los g o b e r n a n -
tes y los autores, en la m e d i d a e n q u e esto es factible a la luz d e nuestras
fuentes; y quiere v e r q u é significaban para quienes las llevaban a c a b o ,
en los d i v e r s o s m e d i o s d e la E u r o p a occidental c o n p o s t e r i o r i d a d a
750, más o m e n o s . E m p e z a r é c o n u n a serie d e cuatro b r e v e s estudios
específicos, para e x p o n e r c ó m o distintas familias r e a c c i o n a r o n a los
cambios políticos del período en distintas zonas d e E u r o p a . L u e g o exa-
m i n a r e m o s tres temas interrelacionados: las estructuras del p o d e r l o -
cal, la dependencia y , p o r último, volviendo a estas narraciones d e W i -
cmano y G e r a r d o , los valores aristocráticos.

L o s «gui 11erminos» eran u n a familia d e B u r g u n d i a c u y o s m i e m b r o s


quizá fueran parientes lejanos de los pipínidas; adquirieron importancia
en tiempos de C a r l o m a g n o y formaron p a r t e d e su ReicksaristokratieJ
Guillermo de Gellone (o d e T o u l o u s e ; m . S 1 2 ) fue el primer m i e m b r o
de la familia realmente destacado; en la década d e 790 lo enviaron al
sur, a g o b e r n a r T o u l o u s e y la Septimania, y en esta última región fun-
dó el monasterio d e Gellone, cerca d e la m o d e r n a Montpellier, d o n d e
se retiró c o m o monje en 806. Su hijo B e r n a r d o d e Septimania (m. 844)
fue c o n d e d e (entre otros lugares) Barcelona, en la década de 820, a n -
Ó20 E L LEGADO DE ROMA

tes de acudir a la corte de L u í s el P i a d o s o , en 829-830, d o n d e fue u n


chambelán controvertido (véase el capítulo r ó ) . C o m o también hemos
visto, la esposa d e B e r n a r d o , D h u o d a ( m . h. 843), escribió u n manual
para su hijo Guillermo en 841-843, q u e es la obra maestra de la piedad
laica carolingia; hace hincapié en las oraciones regulares, una conducta
m o d e r a d a y u n a lealtad inequívoca a B e r n a r d o , a la familia guülerrnina
en su c o n j u n t o y a C a r l o s el C a l v o c o m o r e y . F u e r a c o m o fuese, lo
mínimo q u e u n o p o d r í a decir de los guiUerminos es q u e fueron ambi-
guos; B e r n a r d o interpretó u n papel m u y e q u í v o c o en las guerras civi-
les de los primeros años 840 y Carlos lo hizo ejecutar, p o r traición, en
844; G u i l l e r m o , q u e al m e n o s era leal, p e r o n o a Carlos, sino a Pipino
el J o v e n , m u r i ó p o r ello cinco años m á s tarde. L a familia fue notable-
m e n t e i m p o p u l a r en esos años; el h e r m a n o de B e r n a r d o , Gaucelmo,
fue ejecutado, y su h e r m a n a G e r b e r g a , a h o g a d a p o r bruja, p o r el em-
p e r a d o r Lotario en 834.

Pese a todos los valores de D h u o d a , es difícil pensar en un fracaso


político m á s r a d i c a l — e incluso v e r g o n z o s o — , d u r a n t e este período,
q u e el de los guillerminos. P e r o la familia n o desapareció de su núcleo
original en Burgundia. El hijo m e n o r d e B e r n a r d o — d e l mismo n o m -
b r e ( m . 886), p e r o a p o d a d o «Plantapilosa» (es decir, «zorruno») en
una f u e n t e — fue c o n d e d e Aunan, en la B u r g u n d i a , en los primeros
años 860; y en 8Ó4, p o r razones q u e n o están claras, intentó asesinar o
bien a R o b e r t o el Fuerte o al propio Carlos el C a l v o ; perdió de golpe la
mayoría de sus honores, y d o s años más tarde, también A u t u n . Sin em-
b a r g o , la familia c o n s e r v ó las tierras, y para 872 había regresado a la
corte de Carlos, matando o p o n e n t e s , p e r o también a c u m u l a n d o hono-
res de n u e v o , entre los q u e p r o b a b l e m e n t e se contaba ya el condado de
la A u v e r n i a , c e n t r o de su futuro p o d e r , q u e c o n t r o l ó hasta su muerte.
En 878 se q u e d ó con m u c h o s de los honores del rebelde B e r n a r d o de
Gotia, incluida la r e c u p e r a c i ó n de la marca de Gotia (Seprimania); y
en 879 se c o n v i r t i ó en t u t o r del n u e v o rey de la F r a n c i a Occidental,
Luis III. A su m u e r t e , gobernaba toda una serie de condados, desde el
Loira a los Pirineos, la m a y o r í a de los cuales fueron heredados directa-
m e n t e p o r su hijo G u i l l e r m o el P i a d o s o ( m . 9 1 8 ) , q u e se hizo llamar
d u q u e de Aquítania. D u r a n t e treinta años, Guillermo se condujo en la
A q u i t a n i a c o m o u n p o d e r regional a u t ó n o m o : realizaba juicios, a la
m a n e r a de u n r e y ( t a n t o c o m o la de u n conde) y p r o c u r ó q u e varios
vasallos leales al rey ( c o m o G e r a r d o de Aurillac) desviaran esa lealtad
hacia él m i s m o . La familia se extinguió en 927, tras m o r i r sus d o s so-
LA AfUSTOGRACIA, E N T R E LOS MUNDOS C A R O L I N G I O Y « F E U D A L " 6ll

brinos, q u e le sucedieron c o m o d u q u e s d e Aquitania; p e r o hasta e n -


tonces p o d e m o s v e r t o d o s los ingredientes del o p o r t u n i s m o creador de
u n a familia «aristocrática imperial», q u e se rigió de a c u e r d o c o n las
n o r m a s carolingias hasta la década de 88o, y de m a n e r a a u t ó n o m a en
adelante. Es llamativo que, pese al espectacular eclipse de la familia en
la década de 840, todavía fuera una elección natural p a r a el patrocinio
una generación después; la pretensión de interesar a los reyes, p o r p a r -
te de las familias, n o se apagaba así c o m o así. T a m b i é n es significativo
q u e B e r n a r d o «Plantapilosa» r e c o n s t r u y e r a su p o d e r exactamente en
las mismas áreas en las q u e se habían m o v i d o su p a d r e y su abuelo ( h a -
cia el sur, desde las tierras familiares); se trataba de u n a d o n a c i ó n r e -
gia, pero nos i n d í c a l a durabilidad de las aspiraciones políticas familia-
res^ E n t r a d a la d é c a d a d e 920, a d e m á s , a u n q u e p o r e n t o n c e s los
guillerminos eran actores independientes, seguían gestionando u n sis-
tema político de estilo carolingio, q u e usaba estructuras basadas en los
condados, tales c o m o los tribunales legales, y también el control de las
abadías reales (a G u i l l e r m o el P i a d o s o , el r e y O d ó n le d i o en 893 el
m o n a s t e r i o principal de la A u v e r n i a , el d e B r i o u d e ) . Su p r o l o n g a d a
cadena de c o n d a d o s , q u e recorría 600 k i l ó m e t r o s de n o r t e a sur p e r o
p o r lo general no m á s de 1 5 0 de este a oeste, también tenía sentido en
un sistema político carolingio, y G u i l l e r m o experimentó problemas a
nivel local, hacia el final de su vida; los poderes q u e lo sucedieron en
estas áreas fueron m á s compactos.

Si nos a d e n t r a m o s más en el siglo x y seguimos en zonas d o n d e la


realeza era p o d e r o s a , c o n t i n u a m o s hallando familias q u e , p o r ambicio-
sas q u e fueran, jugaban de acuerdo c o n las reglas regias. E n Inglaterra,
las familias de Etelstán «Medio Reyw y los Elfere son ejemplos claros.
En Sajonia, t a m b i é n fueron n u m e r o s a s ; u n a file la de los c o n d e s d e
W a l b e c k , al oeste de M a g d e b u r g o , q u e eran familia del o b i s p o T i e t -
m a r o de Merseburgo, p o r lo que están bien documentadas en su Chro-
nicon* Liutaro (Liuthar, también Lotario) I había m u e r t o combatien-
do contra los eslavos para Enrique I, e n 929, pero su hijo Liutaro H (m.
964) estuvo implicado en u n a conspiración contra O t ó n I en 9 4 1 , en el
contexto de las guerras civiles de los p r i m e r o s años 940, y perdió todas
sus tierras; las r e c u p e r ó al a ñ o siguiente, tras satisfacer u n a o n e r o s a
multa en tierras y dinero, tras lo cual actuó c o m o mecenas de una igle-
sia en W a l b e c k , para expiar las culpas de la trama. Sus hijos dividieron
el p a t r i m o n i o familiar, y Sigfrido (Siegfried; m . 9 9 1 ) fue el n u e v o c o n -
de de W a l b e c k (le sucedió su hijo E n r i q u e , h e r m a n o de T i e t m a r o ; ara-
622 E L L E G A D O D E ROMA

b o s estaban e n el séquito del e m p e r a d o r E n r i q u e I I ) . El h e r m a n o de


SígfridOj L i u t a r o III ( m . 1 0 0 3 ) , a u n q u e n o siempre fue próximo a la
c o r t e o t ó n i d a , se c o n v i r t i ó en m a r q u é s d e la Marca Septentrional en
985 ( o quizá después) y, c o n ello, e n u n a d e las figuras principales de
Sajonia con posterioridad a la revuelta eslava de 983. D e esta guisa^ fue
u n o de los q u e hizo rey a E n r i q u e II en 1002; a p o y ó a Enrique, en bue-
na parte, para sabotear las ambiciones de su rival E k k e h a r d o de Mis-
nia, q u e había r o t o el c o m p r o m i s o m a t r i m o n i a l de su hija Liudgarda
c o n W e r n e r , hijo de L i u t a r o , y h a b í a h u m i l l a d o a W e r n e r en u n a
asamblea, en 999; después de q u e este raptara a Liudgarda (con su con-
sentimiento). W e r n e r se casó con L i u d g a r d a a la m u e r t e de Ekkehar-
d o , en 1 0 0 2 , y h e r e d ó la marca de su p a d r e Liutaro u n a n o más tarde.
P e r o W e r n e r t a m b i é n era u n idiota; en 1009, después d e q u e el conde
D e d i m a q u i n a r a e n su c o n t r a e n la corte de Enrique, m a t ó a D e d i y, de
resultas, perdió la marca, los beneficios y el favor del rey. Entonces, en
I O T 3, W e r n e r se alió con el polaco Boleslao C h r o b r y , y solo preservó
sus propiedades tras p a g a r u n a cuantiosa multa a Enrique; en 1 0 1 4 rap-
tó a otra mujer, en esta ocasión p o r la fueraa (Liudgarda había falleci-
d o en 1 0 1 2 ) , y se arriesgaba a m o r i r e j e c u t a d o , d e n o ser p o r q u e lo
m a t a r o n las heridas sufridas en el i n t e n t o , p a r a m a y o r frustración de
Dietrich, hijo de D e d i , q u e n o p u d o v e n g a r s e . E n t o d o esto podemos
v e r la a m b i c i ó n , las q u e r e l l a s y la n e g a t i v a c o n d u c t a general de los
g r a n d e s aristócratas, u n a vez m á s , p e s e a la evidente parcialidad de
T i e t m a r o ; p e r o también toda la secuencia de hechos q u e se desarrolla-
b a en u n m a r c o c e n t r a d o en el r e y , igual q u e había o c u r r i d o con las
carreras d e B e r n a r d o «Plantapilosa» y su padre. El m u n d o de Tietma-
ro, cabe añadir, era en su inmensa mayoría u n m u n d o de condes y mar-
queses (y de obispos); p e r o los señores m e n o r e s n o dejan huella en sus
narraciones. A q u í p e r m a n e c i ó en v i g o r u n a infraestructura política bá-
sica de los carolingios, al m e n o s hasta entrada la década de 1 0 1 0 , y en
realidad hasta bastante después.

T a n t o los guillerminos c o m o los condes de W a l b e c k tenían tierras


familiares, c o m o base sobre la cual a c u m u l a r c o n d a d o s / m a r c a s y b e -
neficios. Así hicieron también los Canossa en Italia, p e r o con u n resul-
t a d o l i g e r a m e n t e d i s t i n t o . A d a l b e r t o - A t t o (m_ 989) de Canossa, u n
5

castillo situado en los A p e n i n o s , p o r e n c i m a de R e g g i o Emilia, fue


n o m b r a d o c o n d e de R e g g i o , Módena y Mantua por O t ó n l en la década
de 960, p o r q u e lo había a p o y a d o c o n t r a Berengario I I . Sin e m b a r g o ,
u s ó estas p o s i c i o n e s c o n d a l e s , s o b r e t o d o , p a r a seguir a p o y a n d o su
LA ARISTOCRACIA, E N T R E LOS MUNDOS CAROLINGIO Y «FEUDAL» 6l$

propia acumulación de tierras, y a fuera c o m o propiedad directa o c o m o


arriendo o beneficio de iglesias y monasterios, a lo largo del río P o en
rodos esos c o n d a d o s (y otros) y , en m e n o r medida, en los A p e n i n o s .
Estas tierras — m á s q u e los c o n d a d o s — fueron la base del p o d e r de los
Canossa durante el siglo posterior. A b u n d a b a n en ellas los castillos; y
los derechos locales que Adalherto-Atto, su hijo T e d a l d o ( m . h . 1 0 1 0 )
y su nieto Bonifacio (m. 1 0 5 2 ) tenían en ellos eran tan completos c o m o
los de cualquier conde en cualquier o t r o lugar, tanto si los Canossa p o -
seían el condado en el q u e se hallaban c o m o si n o . Era u n p o d e r defac-
to, distinto p o r sustancia a los ejemplos anteriores. T e d a l d o añadió a la
colección de su p a d r e el c o n d a d o de Brescia, p e r o c u a n d o se hizo lla-
m a r marqués, parecía estar luciendo u n título q u e había reclamado para
sí. L o s C a n o s s a n o d e s d e ñ a r o n el p o d e r público de estilo carolingio;
cuando el e m p e r a d o r C o n r a d o II les dio en 1 0 2 7 la marca de la T o s c a -
n a — q u e era u n a u n i d a d política f u e r t e — , la dirigieron con entusias-
m o , al m o d o tradicional de los carolingios, hasta q u e la familia se extin-
g u i ó en 1 1 J 5. P e r o en el núcleo de la Emilia g o b e r n a b a n de u n m o d o
m u y distinto, sobre la base de sus extensas propiedades territoriales y
su p o d e r político informal sobre aquella tierra, p o d e r e s q u e los h i s t o -
riadores d e n o m i n a n «señoriales». T r a s su ascenso inicial con O t ó n I ,
también necesitaron bastante menos el patrocinio real; tendieron a ser
leales a los r e y e s / e m p e r a d o r e s , y n o les molestó nada recibir n u e v o s
beneficios a cambio — c o m o en 1 0 2 7 — , p e r o sus carreras se centraron
bastante m e n o s en el favor regio, aun c u a n d o en Italia, los r e y e s / e m -
peradores siguieron siendo institucionalmente fuertes. Se habían c o n -
vertido en poderes regionales con los q u e los reyes tenían q u e lidiar y ,
en el valle del P o y hacía 1000 c o m o m u y tarde, y a n o necesitaron e s -
trictamente sus puestos condales para m a n t e n e r su p o d e r .

L a idea de q u e u n aristócrata laico podía ser p o d e r o s o sin ser c o n d e


(o, en su defecto, funcionario de palacio) era n o v e d o s a . P o r desconta-
d o , u n o p o d í a n o ser c o n d e en d e t e r m i n a d o m o m e n t o — B e r n a r d o
«Plantapilosa» n o lo fue d u r a n t e la m a y o r parte de la p r i m e r a mitad de
su c a r r e r a — , p e r o los aristócratas aspiraban sistemáticamente a serlo,
para legitimar su condición social; y , c o n ello, q u e d a b a n i n e v i t a b l e -
m e n t e atados a u n a red de patrocinio de la realeza. L o s Canossa, desde
l u e g o , d e b i e r o n su ascenso a los r e y e s , y c o n p o s t e r i o r i d a d a 962 n o
perdieron nunca su posición en los c o n d a d o s o la marca; a los ojos del
siglo ¡ x , n o h a b r í a n sido i r r e c o n o c i b l e s . P e r o sus intereses, aun así,
eran distintos. P o r o t r o l a d o , tenían paralelos en otras p a n e s . A finales
Ó24 EL LEGADO DE ROMA

del siglo x e m e r g i e r o n m u c h a s familias, en particular en la Francia


3

Occidental, q u e tenían la misma base terrateniente, el mismo poder lo-


cal defacto y l o s m i s m o s castillos q u e tuvieron los Canossa, pero ac-
tuaban a u n a escala m u c h o m e n o r . U n ejemplo al respecto son los se-
ñ o r e s de Uxelles, e n el c o n d a d o d e M a c ó n , q u e había estado bajo el
control de Guillermo el P i a d o s o , p e r o desde la década de 920 estaba eri
m a n o s d e u n a familia c o n d a l local.* L o s c o n d e s se casaron, extraña-
m e n t e , creando lazos con la familia del r e y Berengario II de Italia, cu-
y o s herederos masculinos, en consecuencia, controlaron el Máconnais
hasta e n t r a d o el s i g l o x i ; p e r o el p r i m e r o de ellos, O t ó n - G u i l l e r m o
( m . 102Ó), nieto de Berengario II, estaba tan e n t r e g a d o a una política
ambiciosa q u e d e s p e r t ó la oposición regional y debilitó notablemente
su posición local. Josseran I ( m . h . 990) era p r o p i e t a r i o de la villa de
Uxelles; sus descendientes c o n t r o l a r o n el castillo local, probablemente
en n o m b r e del c o n d e de M á c o n , c o n u n a serie de d e r e c h o s condales
locales, p o r ejemplo sobre la justicia y los peajes; estos se convirtieron
en h e r e d i t a r i o s , e n su familia, y c o n t a b a n c o n el r e s p a l d o del sólido
conjunto de propiedades de la familia en la misma zona. Entre 1000 y
1 0 3 0 , m a s o m e n o s , los condes perdieron su poder sobre ellos. E n el se-
g u n d o cuarto del siglo x i , Bernardo II (m. h . 1050), nieto de Josseran,
controlaba u n a red de p o d e r e s en el t e r r i t o r i o de e n t o r n o a Uxelles,
b a s á n d o s e en la tierra familiar, p o r u n l a d o , y los p o d e r e s judiciales
privatizados asociados con el castillo p o r el otro; se íue ampliando has-
ta incluir, al final, t o d a clase de cuotas, tradicionales o militares, debi-
das p o r igual p o r sus a r r e n d a t a r i o s y vecinos terratenientes, q u e fue-
r o n i n v e n t a d a s , en g r a n m e d i d a , p o r los p r o p i o s señores de Uxelles.
Esto es lo q u e los Canossa tenían en sus tierras y en t o r n o de ellas, y de
n u e v o , merece el n o m b r e de «señorial»; p e r o en esta ocasión, el seño-
río de Uxelles era d e tan solo u n o s 100 kilómetros c u a d r a d o s , y la fa-
milia en n i n g ú n caso lo c o n t r o l a b a t o d o d i r e c t a m e n t e . La minúscula
escala de las u n i d a d e s políticas de esta clase (había aproximadamente
u n a docena, en el c o n d a d o de Mácon) s u p o n e u n cambio radical frente
a lo q u e se ha descrito hasta ahora. Este p o d e r , además, se construía en
su m a y o r í a verticalmente, p e r o desde abajo hacia arriba. L o s señores
de Uxelles apenas h a b r í a n tratado con el rey, q u e en esta zona, y hacia
el a ñ o 1000, representaba tan solo u n p o d e r externo; p e r o desde enton-
ces, apenas necesitaron t a m p o c o al c o n d e , q u e era poco, más q u e otro
superior señorial, con tierras y p o d e r e s limitados a la zona situada al
oeste m i s m o de Mácon. El caso d e Mácon es justamente famoso, por-
L A ARISTOCRACIA, E N T R E L 0 S MUNDOS C A R O L I N G I O Y «FEUDAL» 625

que es una de las áreas mejor documentadas de la E u r o p a de ios siglos


X y x i , gracias a l o s miles de d o c u m e n t o s del m o n a s t e r i o de C l u n y
(véase m á s abajo), así c o m o a u n trabajo de G e o r g e s D u b y : u n estudio
regional, de 19 5 3 , q u e m a r c ó u n a época- P e r o esta pulverización de las
estructuras del c o n d a d o , y la absorción de todas las tradiciones públi-
cas del estado p o r familias terratenientes particulares, tiene paralelos
en b u e n a parte de la Francia Occidental hacia 1000 y, en siglos p o s t e -
riores, también se p u d o observar en otras partes de E u r o p a .

Estas experiencias aristocráticas tan diversas c o m p a r t e n a l g u n o s e l e -


m e n t o s básicos. El p r i m e r o — c o m o era del t o d o previsible en la Alta
E d a d M e d i a — es la tierra: nadie podía d e s e m p e ñ a r u n a labor política
antes de 1000, ni siquiera e n u n a zona m u y reducida, si n o contaba con
propiedades locales de importancia, tenidas ya fuera en propiedad p l e -
7
na o c o m o concesión a l a r g o plazo de iglesias o r e y e s . U n rasgo carac-
terístico del período carolingio y poscarolingio es q u e e m p e z ó a haber
más tierra q u e antes bajo el control aristocrático, y m e n o s controlada
p o r los q u e eran ajenos a la nobleza. Este cambio t u v o u n a importancia
especial en Inglaterra ( c o m o v i m o s e n el capítulo 19) y fue a ú n m á s
p r o n u n c i a d o e n Sajonia, d o n d e la conquista d e C a r l o m a g n o p r o v o c ó
u n a rápida a p r o p i a c i ó n de las tierras q u e antes estaban en m a n o s de
campesinos, p o r parte de reyes, iglesias y monasterios, p o r parte de los
señores francos entrantes y (ante t o d o , quizá) por parte de la aristocra-
cia nativa de Sajonia q u e había sobrevivido. La velocidad de este cam-
bio social p r o v o c ó la m a y o r revuelta del campesinado en la E u r o p a al-
tomedieval: el alzamiento de los stellinga, e n t r e 841 y 842, d u r a n t e la
8
guerra civil carolingia; sin e m b a r g o , la revuelta fracasó y los n u e v o s
poderes políticos siguieron a c u m u l a n d o tierras. El carácter n o v e d o s o
del p o d e r aristocrático sajón, así c o m o su estrecho vínculo con el p r o -
t a g o n i s m o regio, bien p o d r í a n servir para explicar la solidez del siste-
m a político otónida en Sajonia, igual q u e explican sin d u d a el poder de
la realeza en Inglaterra. E n Francia p r o p i a m e n t e dicha, c o m o también
en Italia, el período de 750 a 1000 también señala u n crecimiento c o n s -
tante de la riqueza y el poder de la aristocracia, a expensas del campesi-
n a d o superviviente, gracias en b u e n a parte a las oportunidades políti-
cas d e las q u e g o z a r o n l o s a r i s t ó c r a t a s p r ó s p e r o s e n la é p o c a d e
9
C a r l o m a g n o y sus s u c e s o r e s . C o m o c o n s e c u e n c i a d e este p r o c e s o
— p o c o e s t u d i a d o a ú n — , los c a m p e s i n o s p r o p i e t a r i o s son b a s t a n t e
Ó2Ó E L L E G A D O D E ROMA

m e n o s visibles en 1000 q u e en 7 5 0 , p o r toda Francia e Italia y, en algu-


nas zonas h a b í a n desaparecido p o r c o m p l e t o . E n el p r ó x i m o capítulo
a b o r d a r e m o s de n u e v o esta cuestión, p e r o se trata de u n telón de fondo
esencial p a r a la afirmación de la aristocracia en el nivel político; los
señores disponían de m á s tierra con la q u e actuar e n el terreno político
y, en ocasiones — c o m o sucedió c o n los m o n a s t e r i o s de m á s éxito o
con la «aristocracia imperial»»— d i s p u s i e r o n d e m u c h a s m á s tierras.
Esto no se v i o afectado p o r la creciente regíonalización de la aristocra-
cia (fuera de Inglaterra), a p r o x i m a d a m e n t e a partir de 850; este proce-
so solo implicó q u e los señores u s a s e n cada vez m á s sus tierras c o m o
elementos de la política regional, a d e m á s d e la política de ámbito n a -
cional (o en lugar de esta).
E n el caso de la aristocracia laica, además de la tierra, la situación
podía m e j o r a r p o r la c o n c e s i ó n d e honores: cargos ratificados p o r los
reyes, c o m o los condados, y beneficios. Estos eran concesión de los re-
yes, quienes, d u r a n t e m u c h o t i e m p o , también p o d í a n retirarlos. W e r -
ner, de la Marca Septentrional, es u n caso útil, a este respecto: perdió
sus c a r g o s y beneficios e n 1009, p e r o r e t u v o sus p r o p i e d a d e s . N o es
q u e el r e y / e m p e r a d o r n o p u d i e r a confiscar a s i m i s m o sus propieda-
des: d e h e c h o , así e s t u v o a p u n t o de p a s a r e n 1 0 1 3 . P e r o en circuns-
tancias n o r m a l e s (es decir, t o d o cuanto n o fuera traición, y en ocasio-
nes incluso entonces), los reyes dejaban a los aristócratas con todas sus
propiedades, incluso c u a n d o perdían el favor y se les privaba del resto.
E n capítulos precedentes h e m o s visto q u e los nobles siempre intenta-
b a n c o n s e r v a r los c o n d a d o s y beneficios para sus hijos, y con mucha
frecuencia lo c o n s e g u í a n , incluso e n t i e m p o s de C a r l o m a g n o . P e r o
hasta q u e esta herencia se convirtió en d e r e c h o , los reyes conservaron
u n control estratégico de este i m p o r t a n t e sector del p o d e r y la riqueza
de los n o b l e s . E n la m a y o r í a d e l o s r e i n o s p o s c a r o l i n g i o s , antes de
1000, y también en Inglaterra, estos derechos a la sucesión automática
en los c o n d a d o s (o ealdormanries) y beneficios solo existió en los már-
genes políticos, c o m o p o r ejemplo, e n Inglaterra, N o r t u m b r i a , o, en
Italia, partes de la marca de Spoieto (en el extremo sur) o el Piamonte
(en el n o r o e s t e ) . La principal excepción a esto fue la Francia Occiden-
tal, d o n d e tales d e r e c h o s se h a b í a n h e c h o extensivos, defacto, a casi
t o d o s los d u q u e s y c o n d e s , en las décadas d e hacia 900, lo q u e tuvo
efectos catastróficos sobre el p o d e r real. C u a n d o ocurrió este proceso
de «patrimoníalízación», p o r descontado, las aristocracias incrementa-
ron e n o r m e m e n t e su control práctico sobre la riqueza y los poderes de
LA ARISTOCRACIA, E N T R E LOS MUNDOS CAROLINGIO Y «FEUDAL* 6zj

patrocinio local, pues en aquel m o m e n t o p o d í a n añadir tierras antaño


regias, así c o m o d e r e c h o s polídcos locales, a sus propias propiedades,
siempre q u e pudieran m a n t e n e r el control de estas e n el m a r c o de riva-
lidades locales q u e y a n o m o d e r a b a n los reyes.
Estas colecciones de propiedades y d e r e c h o s en m a n o s de familias
aisladas eran h e t e r o g é n e a s , p o r lo g e n e r a l d i s e m i n a d a s ( i n c l u s o si,
c o m o se acaba de c o m e n t a r , cada ve2 estaban m á s p r e s e n t e s en u n a
sola r e g i ó n ) , y a ú n m á s diseminadas p o r las transferencias de p r o p i e -
dades derivadas de los matrimonios y las herencias repartidas e n t r e los
hijos. (Esto fue universal hasta pasado el a ñ o 1000, salvo en el caso de
los condados y beneficios, que, al m e n o s hasta el m o m e n t o en q u e se los
patrimonializó — y a m e n u d o , m á s t a r d e a ú n — , no se p o d í a n dividir
i n t e r i o r m e n t e . ) L a s familias intentaban darles cierta estructura. U n a
10
forma de hacerlo era fundar un m o n a s t e r i o familiar, p r o c e d i m i e n t o
q u e ya era p o p u l a r en la Francia del siglo v n , p e r o q u e siguió e x p a n -
d i é n d o s e d e forma c o n s t a n t e a posteriori: en el siglo x , t o d o partici-
pante de la aristocracia disponía de u n o , salvo los m á s p e q u e ñ o s . T a l e s
m o n a s t e r i o s , de forma característica, eran de plena p r o p i e d a d de las
familias, m u y a m e n u d o con u n m i e m b r o de la familia c o m o abad (o
abadesa; m u c h o s eran c o n v e n t o s en diversas partes d e E u r o p a , en p a r -
ticular en la Sajonia); pero el control familiar efectivo se podía preser-
var a m e n u d o mediante los d e r e c h o s de patrocinio, incluso c u a n d o el
monasterio se les enajenaba, c o m o sucedía c o n frecuencia, y se daba a
obispos o agrupaciones monásticas más amplias ( y m á s prestigiosas), e
incluso si el monasterio era «reformado», c o m o v e r e m o s m á s adelante.
La propiedad o el p a t r o c i n i o , en su forma m á s característica, se c o m -
partían e n t r e t o d o s los m i e m b r o s d e ta familia, lo q u e era u n a g r a n
ventaja si las familias se expandían demográficamente, pues represen-
taha un núcleo d e p o d e r bajo control familiar, q u e n o se dividía; al p a -
recer, seis h o m b r e s c o m p a r t i e r o n el c o n t r o l del m o n a s t e r i o de F o n t e -
b o n a , e n la T o s c a n a , e n 1 0 3 0 , q u e p e r t e n e c í a a la familia de l o s
B e r a r d e n g h i , p o r ejemplo; y en 1060 eran o n c e . P a r a entonces, era el
elemento principal de unión entre los m i e m b r o s de la familia.

En el siglo x , o t r o recurso eran los castillos. Los orígenes del uso


general de sitios fortificados, p o r p a r t e de la aristocracia, siguen siendo
una cuestión debatida. L a s fortificaciones ya eran c o m u n e s en el siglo
vi, en algunas zonas de E u r o p a ( c o m o Italia, con su división geográfi-
ca), p e r o en su mayoría se trataba de estructuras públicas, controladas
p o r los r e y e s y sus funcionarios, y a m e n u d o incluían áreas extensas
628 E L LEGADO D E ROMA

dentro de las murallas; eran poblaciones fortificadas, más q u e residen-


cías d e élite. Esta práctica se fue h a c i e n d o extensiva a toda E u r o p a
lentamente, entre otras razones p o r la necesidad de defenderse contra
los vikingos y otros invasores fronterizos, c o m o ocurrió con las urbes
sajonas del siglo x ( y sus oponentes eslavos) o los burks de la Inglaterra
del siglo x . T a m b i é n son m u y visibles en las guerras locales del valle del
Sena, descritas en los Anales de F l o d o a r d o , entre las décadas de 920 y
960, pues el control de estas zonas había vuelto a los condes y obispos
y se c o m b a t i ó m u c h o p o r ellas. P e r o este último ejemplo, en este m o -
m e n t o , p o n e s o b r e la m e s a la cuestión de q u e los aristócratas podían
armarlas ellos m i s m o s . C a r l o s el C a l v o pensaba, sin d u d a , q u e sí p o -
dían; en el Edicto de Pitres, e n 864, p r o h i b i ó todos los casulla etfirmi-
tates construidos sin su c o n s e n t i m i e n t o , p o r q u e eran origen de «mu-
c h o s s a q u e o s e i n c o n v e n i e n t e s p a r a sus v e c i n o s » , y exigió q u e se
derribaran. P e r o esta clase de leyes r a r a m e n t e funcionan y Gerardo de
Aurillac t u v o a finales del siglo i x u n castillo q u e , casi con toda certe-
za, era p r i v a d o . P e r o en realidad, tanto en la arqueología como en los
d o c u m e n t o s , los castillos de p r o p i e d a d personal fueron u n fenómeno
m á s propio del siglo x y, de h e c h o , en su mayoría la expansión fue muy
lenta, c u a n d o se p r o d u c í a fuera del estrato político representado por
los condes y obispos; para la aristocracia m e n o r , fue en el siglo x i , no
en el x , c u a n d o se c o n s t r u y e r o n castillos en gran n ú m e r o . Sin embar-
g o , los aristócratas m á s d e s t a c a d o s , hacia 950, poseían castillos en la
m a y o r parte de la E u r o p a continental ( n o así e n Inglaterra), y a menu-
d o tenían v a r i o s , c o m o p u n t o s d e referencia p a r a sus c o n d a d o s y sus
propiedades. Servían, o b v i a m e n t e , c o m o defensas del p o d e r local (ya
fueran legales o ilegales); también eran centros de cohesión familiar,
de m o d o m u y similar a los monasterios. ( E n el siglo x i , cuando se de-
sarrollaron los apellidos, fue frecuente q u e el n o m b r e d e familia proce-
diera d e su castillo principal.) L o s d o s eran signos de u n a geografía
política m u c h o m e n o s fluida, p u e s vinculaban a los nobles a áreas con-
cretas, con aún m á s firmeza q u e la constante regionalización de los in-
tereses políticos.

11
L o s castillos l l e g a r o n a ser las bases típicas del p o d e r señorial.
Esto n o t u v o q u e ser i n m e d i a t o , p e r o tales p o d e r e s sí fueron cristali-
zando cada vez m á s en los años de en t o r n o a i o o c , o p o c o después, en
particular en la Francia Occidental p e r o también en buena parte de Ita-
lia. T a n t o las familias condales c o m o los señores de m e n o r nivel empe-
zaron a ser capaces de disponer de u n amplio abanico de derechos, so-
LA ARISTOCRACIA, E N T R E LOS MUNDOS CAROLINGIO Y «FEUDAL» 629

bre sus propias propiedades y sobre las propiedades de sus vecinos, a la


sazón vistas c o m o p r e r r o g a t i v a s p r i v a d a s : la.oblígación de realizar
guardias en el castillo, o de alojar y alimentar a u n destacamento mili-
tar; pagos a cambio de p o d e r viajar p o r u n c a m i n o , o hacer escala en u n
puerto fluvial, o asistir a u n m e r c a d o ; p a g o s p o r el permiso para cortar
lena en u n b o s q u e c o m ú n ; u n servicio de carros obligatorio, en d e t e r -
minados días del a ñ o ; u s o obligatorio del molino de u n noble, con las
tarifas c o r r e s p o n d i e n t e s ; o , sobre t o d o , los beneficios d e u n a justicia
cada vez m á s privatizada. Este conjunto de derechos (enfatizados u n o s
u o t r o s , s e g ú n de q u é l u g a r h a b l e m o s ) es lo q u e se h a d e n o m i n a d o
2
aseigneurie báñale»^ en sintagma de Georges D u b y ; ' señorío banal d e y

bannum^ p o r q u e m u c h o s de estos d e r e c h o s fueron antaño reales y c o n -


formaban b u e n a parte de lo q u e las fuentes carolingias llaman el ban-
num del rey. A h o r a b i e n , tenían o r í g e n e s m u y d i v e r s o s ; c o m o e n el
caso de los nobles de Uxelles, la creación de u n señorío p r o p i a m e n t e
señorial fue, m u y a m e n u d o , el resultado d e u n a combinación creativa
de viejos y nuevos poderes sobre arrendatarios y vecinos, establecidos
t a n t o p o r la fuerza c o m o m e d i a n t e a c u e r d o s . E n a l g u n a s áreas de la
Francia Occidental, en el siglo x.11 y con p o s t e r i o r i d a d , los d e r e c h o s
señoriales pasaron a ser m á s p r o v e c h o s o s q u e recibir rentas; p e r o esta
transformación no había e m p e z a d o aún e n 1000.

L o s castillos y los derechos señoriales son indicadores de u n a n u e -


va atención al d o m i n i o local, q u e c o m e n z ó en particular después del
900, a p r o x i m a d a m e n t e , e n las tierras p o s c a r o l i n g i a s , y se fue i n c r e -
m e n t a n d o c o n s t a n t e m e n t e , y se t o r n ó a ú n m á s l o c a l , d e s p u é s d e
9 5 0 / 1 0 0 0 . Según h e m o s visto en capítulos precedentes, antes los aris-
tócratas habían buscado la identidad y el status, sobre t o d o , p o r m e d i a -
ción del patrocinio r e g i o o, c o m o m í n i m o , d u c a l . Necesitaban tierra
para tener la riqueza precisa para intervenir a ese nivel, y también para
costearse el séquito a r m a d o q u e n o era m e n o s imprescindible para la
política regia; p e r o para alcanzar u n a condición social al nivel del r e i -
n a d o , n o necesitaban ser capaces de d o m i n a r a sus vecinos y, en c u a l -
quier caso, podía ser q u e se m o v i e r a n m u c h o en servicio.del rey. C a d a
vez m á s , sin e m b a r g o , y especialmente en el siglo x , la atención a la
base de p o d e r local de cada cual fue r e s u l t a n d o esencial. SÍ n o se le
p r e s t a b a la a t e n c i ó n d e b i d a , p o d í a d e s c o m p o n e r s e , c o m o v e r e m o s
dentro de un m o m e n t o - P e r o t a m b i é n ocurría que, en estas fechas, los
nobles se desplazaban m u c h o m e n o s , p o r lo q u e tal vez hallarían q u e
les interesaba c o m p r o m e t e r s e más a largo plazo con su base de p o d e r
630 E L L E G A D O D E ROMA

local; y la lógica de la guardia del castillo, así c o m o las complejidades


de los poderes señoriales y los tribunales d e justicia privados, apunta-
b a n hacia iniciativas n o p o c o localizadas. Esto no sucedió en todas par-
tes. Singularmente, no sucedió en Inglaterra, d o n d e los datos disponi-
b l e s p a r a el siglo x , i n c l u s o p a r a la a r i s t o c r a c i a m e n o r , m u e s t r a n
algunas áreas d e interés a s o m b r o s a m e n t e amplias y potencialmente
variables, c o m o con la familia del obispo O s v a l d o d e W o r c e s t e r , que
tenía propiedades desde W o r c e s t e r s h i r e a la región de las Fenlands; o
Elfelmo P o l g a (^Elflielm), c u y o testamento de la década de 980 mues-
tra q u e tenía propiedades de Essex a H u n t i n g d o n s h i r e , sin referencia al
m á s m í n i m o centro político, ni siquiera a u n lugar d e residencia princi-
I}
p a l . P e r o sí sucedió a lo largo de la m a y o r í a de la E u r o p a continental
poscarolingia, y t a m b i é n e n a l g u n o s sistemas de g o b i e r n o eslavos y
escandinavos, en proceso d e cristalización, q u e en sí mismos aún eran
de dimensiones bastante reducidas.

Si e x a m i n a m o s las estructuras de la d e p e n d e n c i a aristocrática, p o d e -


m o s ver d e n u e v o estos m i s m o s procesos, ahora desde otra perspecti-
va. L o s g r a n d e s aristócratas necesitaban u n séquito a r m a d o , ásfideles
o , para utilizar la n u e v a t e r m i n o l o g í a en b o g a d e s d e finales del siglo
14
V I I I , vasallos: h o m b r e s q u e les habían prestado juramentos de lealtad

y q u e , a m e n u d o , p r o b a b l e m e n t e , habían participado en alguna clase


de ceremonia q u e representaba la d e p e n d e n c i a . C u a n d o el p o d e r pú-
blico se t o r n ó m á s débil en m u c h o s lugares, esta ceremonia se volvió
cada vez m á s compleja y ritualizada, puesto q u e los lazos personales de
esta índole e m p e z a b a n a ser, cada vez con m á s claridad, la clave del
poder político efectivo. E s t o también estaba cada vez m á s relacionado
con el status militar en sí m i s m o . E n tiempos de C a r l o m a g n o , el servi-
cio militar aún era u n a obligación teórica de todos los h o m b r e s libres,
p e r o incluso e n t o n c e s , e n la práctica, la g u e r r a la llevaban a término
soldados profesionalizados, los milites^ en su m a y o r í a h o m b r e s del sé-
quito de los nobles a los q u e habían jurado lealtad. A partir del siglo ix,
la condición militar pasó a ser considerada, cada vez más, c o m o la pre-
rrogativa de u n a élite, e ingresar en esta también estaba asociado a una
ceremonia, cada vez m á s de corte eclesiástico. Esta red de rituales sos-
tenía lo q u e los historiadores han llamado, con posterioridad a 1000, la
«condición d e caballero»; y en estas fechas, y a cabe traducir miles no
1
solo c o m o «soldado», sino c o m o «caballero». *
LA ARISTOCRACIA, É N T R E L O S MUNDOS CAROLINGIO Y «FEUDAL» Ó31

Este i m a g i n a r i o de los caballeros, en realidad, p e r t e n e c e a u n p e -


ríodo p o s t e r i o r al q u e este libro c u b r e . Sea c o m o fuere, llamarse a sí
mismo miles en ciertos lugares y en el siglo x, era u n a afirmación d e
y

status. T o d a v í a n o en Sajonia, p o r entonces; en T i e t m a r o , los milites


suelen ser ( a u n q u e no s i e m p r e ) figuras de s e g u n d o o r d e n . P e r o , u n a
vez m á s , en la Francia Occidental y secundariamente e n Italia, a finales
del siglo x el miles era u n participante destacado y los milites se estaban
a s e n t a n d o c o m o el p e l d a ñ o inferior de la aristocracia, b a s t a n t e m á s
próximo a los condes q u e a los estratos superiores del campesinado. E n
esta ocasión, Inglaterra a c o m p a ñ a en p a r t e a la F r a n c i a O c c i d e n t a l ,
pues allí miles, a u n q u e a m e n u d o todavía representaba a soldados m u y
humildes, también fije una de las traducciones latinas corrientes para el
tíégnj* estrato básico de la aristocracia anglosajona tardía, y no p o c o
a c o m o d a d o (se suponía q u e t o d o tkegn contaba c o n cinco hides de tie-
rra, medida q u e equivale a p r o x i m a d a m e n t e a 2 kilómetros c u a d r a d o s ,
lo q u e n o es p o c a extensión d e p r o p i e d a d plena; Elfelmo P o l g a , p r o -
pietario de b a s t a n t e s m á s tierras, parece h a b e r sido tkegn de u n r e y ) .
Hacia ] o o o , l o s señores de Uxelles, m u c h o m á s ricos q u e esto, e r a n
milites (y también, significativamente, noéiles); en Italia, una famosa
ley de 1 0 ^ 7 , de C o n r a d o I I , concedía a t o d o s los milites el d e r e c h o a
heredar beneficios, o t o r g a d o s no solo p o r los reyes, sino también por
7
condes y o b i s p o s ; ' a u n q u e aún podían perderlos si cometían determi-
nados delitos, el espacio abierto entre la plena p r o p i e d a d y los benefi-
cios se estaba r e d u c i e n d o , también al nivel de la legislación. E n m u -
chas p a r t e s de Italia, d e h e c h o , los p r o p i o s milites se d a b a n e n d o s
niveles, capitanei y valvassores;'^ incluso estos últimos p o d í a n ser s o -
cíalmente destacados, y formarían la clase dirigente de las ciudades del
siglo x n ; p e r o los primeros, sin d u d a , hacia el a ñ o 1000 c o m o m u y tar-
de, y a o c u p a b a n puestos d e fiderazgo político, para lo habitual en la
Italia contemporánea.

Lo q u e estos procesos significaban es q u e , en la práctica, ahora ca-


bía incluir a más personas en lo q u e d e n o m i n a m o s «la aristocracia». E n
el p e r í o d o carolingio, la palabra nobilis se p u e d e traducir eficazmente
c o m o «aristócrata», p u e s quienes la p o r t a n se distinguen p o r su rique-
9
za y estilo de v i d a . ' N o e r a , en n i n g ú n caso, u n a categoría definida
l e g a l m e n t e , p e r o d e n o t a b a u n g r u p o especial y bastante r e s t r i n g i d o :
los q u e poseían grandes propiedades, los que gozaban de Kbnigsnüne, los
que quizá podían esperar condados- Esto estaba cambiando, a finales del
siglo x , y los milites q u e tenían tierras bastante localizadas, c o m o los
6 a
3
E L L E G A D O D E ROMA

señores de Uxelles, ahora p o d í a n ser d e n o m i n a d o s nobiles, comportar-


se c o m o aristócratas ricos y, cada vez más, los condes p o d í a n tratarlos
en u n a relación casi d e igualdad. Este estrato de la aristocracia menor
sin e m b a r g o , era m á s p r ó x i m o al c a m p e s i n a d o , p o r d e s c o n t a d o , sim-
p l e m e n t e p o r ser m e n o s rico q u e las g r a n d e s familias «aristocráticas
imperiales». Las familias «militares» tal vez fueran las ramas menores
de los g r a n d e s clanes aristocráticos, o las descendientes de vasallos de
los obispos y condes carolingios, p e r o tal vez descendieran también de
los propietarios m e d i a n o s del siglo V I I I , familias localmente destacadas
con lazos p r ó x i m o s con sus campesinos vecinos, q u e habían permane-
cido en la arena militar profesional. P o r lo t a n t o , también era mucho
m á s p r o b a b l e q u e los muñes t u v i e r a n i n t e r é s p o r el d o m i n i o local,
puesto q u e era del nivel local de quienes estaban m á s cercanos. En mu-
chos d e los aspectos m á s detallados del «señorío banal», los pioneros
fueron los milites. E s t o q u e d ó reforzado p o r la emergencia de u n a clara
división e n t r e la clase a r i s t o c r á t i c a / m i l i t a r y la m a y o r í a campesina
s o b r e la q u e y a teorizó el rey A l f r e d o a finales del siglo i x , y, en la
Francia Occidental, se extendió considerablemente en los escritos p o -
líticos, de p r i n c i p i o s del siglo x i , c o m o la diferencia e n t r e «los que
10
combaten» y «los q u e t r a b a j a n » . Esta división neta s u p o n e definir al
estrato aristocrático c o m o distinto, en lo fundamental, del campesina-
d o , lo q u e legitimaba el dominio local incluso de los nobles con casti-
llos bastante p e q u e ñ o s . P e r o t o d o esto también supone q u e ios señores
del Máconnais y otras partes de la Francia Occidental e Italia en 1000
— l o c a l e s , p r o p i e t a r i o s d e castillos y e n p r o c e s o de formación de un
s e ñ o r í o — , p o r m u y aristocráticos q u e creyeran ser p o r entonces — y
q u e otros consideraran q u e lo e r a n — , en n i n g ú n caso habrían sido te-
nidos p o r u n vir inluster m e r o v i n g i o o u n «aristócrata imperial» caro-
lingio. N o solo pertenecer a «la aristocracia», sino también el derecho
a u n p r o t a g o n i s m o político i n d e p e n d i e n t e , se extendían ahora a m u -
chas m á s p e r s o n a s , aun c u a n d o todavía fuera tan solo a u n a pequeña
parte del total de la población.

L o s señores carolingios, igual q u e en el p e r í o d o previo a 750, r e -


compensaban a su clientela militar de distintos m o d o s : con donaciones
directas de tierra, a r r i e n d o s hereditarios o beneficios revocables. La
diferencia entre estos últimos no siempre era e n o r m e ; a diferencia de lo
q u e o c u r r í a en el nivel aristocrático m á s alto, los fideles y vasallos a
p e q u e ñ a escala quizá n o lograrían hacer q u e se sintiera su conmoción
incluso sí su plena propiedad era confiscada p o r u n c o n d e , u n obispo o
L A ARISTOCRACIA, E N T R E L O SMUNDOS C A R O L I N G I O Y «FEUDALrt 6y$

un abad. A medida q u e los aristócratas laicos, y también los obispos y


abades, i n c r e m e n t a b a n sus t i e r r a s , iban a u m e n t a n d o s u s s é q u i t o s
. sus ejércitos— realizando m á s concesiones de tierras. E n el siglo x ,
simarían a sus milites m á s p r o m i n e n t e s al c a r g o de sus castillos y l o s
poderes políticos locales asociados con la tenencia del castillo. Esto ha-
bría resultado seguro en el siglo i x , puesto q u e n i n g ú n miles podía a c -
tuar en solitario sin enfrentarse a la ruina. E n t r a d o el siglo x, no o b s -
tante, c u a n d o en algunas partes de E u r o p a el estrato «militar» estaba
adquiriendo una identidad aristocrática y c o b r a n d o m á s p r o t a g o n i s m o
político, resultaba m á s a r r i e s g a d o . Si los condes p o d í a n actuar p o r su
cuenta con r e s p e c t o a los r e y e s , los castellanos t a m b i é n p o d í a n a c -
tuar c o n i n d e p e n d e n c i a d e sus c o n d e s , c o m o h i c i e r o n los nobles d e
Uxelles con respecto a los condes de Macón. Si u n c o n d e u obispo per-
día el control de sus castellanos, podía ocurrir q u e t o d o el m a r c o de su
poder se deshiciera, y así ocurrió de hecho, a m e n u d o . Aquí, la «política
de la tierra» p r o v o c ó u n a fragmentación política de lo m á s e x t r e m a ;
con poca frecuencia, antes d e I O O O , p e r o y a a m e n u d o hacia 1 0 5 a - La
forma entera de la política podía cambiar, en potencia; el m u n d o p ú b l i -
co de los carolingios podía desaparecer, sin q u e nada quedara, en algu-
nas zonas, m á s allá de minúsculos señoríos privados.

Es u n proceso q u e , en los últimos a ñ o s , los historiadores han d e n o -


minado la «revolución feudal» (o «mutación»), cuestión q u e ha p r o v o -
11
cado m u c h o d e b a t e . D e h e c h o , para a l g u n o s h i s t o r i a d o r e s ( s o b r e
todo en F r a n c i a ) , la «revolución feudal* ha p a s a d o a ser s i n ó n i m o de
u n cambio de época: el fin del m u n d o antiguo e n sí, en las formulacio-
nes m á s extremas de la idea. Son polémicas q u e n o p o d e m o s r e t o m a r
aquí (pues se centran, en su m a y o r í a , en el siglo x i ) , p e r o sí cabe for-
mular algunas observaciones al respecto. L a p r i m e r a es q u e el t o n o ca-
tastrofista de m u c h o s historiadores está fuera d e lugar; el n u e v o m u n -
do «feudal* del siglo x i quizá e s t u v i e r a m a r c a d o p o r m á s violencia,
por ejemplo, q u e su p r e d e c e s o r , p e r o la diferencia solo era de g r a d o ,
no de especie, c o m o bien p u e d e ver t o d o lector d e los Anales de F l o -
doardo o la Vida de Gerardo^ de O d ó n (o, a este respecto, los Anales de
Saint-Berrín); ios aristócratas militares, del tipo q u e sean, siempre son
violentos, y esto no cambió ahora q u e se incluía también a milites m e -
nores. O t r a o b s e r v a c i ó n precisa, sin e m b a r g o , es q u e h u b o c a m b i o s
reales en algunos lugares, algunos de ellos m u y veloces, a medida q u e
el orden carolingio era sustituido p o r señoríos; las asambleas públicas
terminaron por desaparecer, las relaciones de dependencia se intensifi-
6¿4 EL LEGADO D E ROMA

carón, el p o d e r se t o r n ó m á s personal, incluso cuando q u e d ó en manos


de las mismas personas. El poder condal, en u n condado autónomo del
siglo x , t e n d í a a caracterizarse p o r u n formato m u y carolingio; pero
los i n t e n t o s de v e r el «señorío banal» c o m o , s i m p l e m e n t e , u n sistema
político c a r o l i n g i o en forma r e d u c i d a no h a n t e n i d o éxito. C o m o se
ha defendido antes, estas transformaciones hacen q u e el m u n d o políti-
co del siglo x i sea estructuralmente distinto del x, al m e n o s en las par-
tes de E u r o p a d o n d e se produjeron.
A h o r a b i e n , esto n o se dio en todas partes. Ciertamente, esas trans-
formaciones no se produjeron en la «Europa exterior», d o n d e los aris-
tócratas n o e r a n todavía suficientemente p o d e r o s o s , salvo en León y
Castilla. N o h a y signo de q u e estuvieran a p u n t o de ocurrir en i o o o e n
la Inglaterra anglosajona y la Francia Oriental otónida, y, de hecho, en
el primer caso, n o ocurrió nunca (en Inglaterra, en los siglos posterio-
res, solo h u b o poderes d e tipo señorial dentro de las propias tierras de
los nobles y s o b r e d e p e n d i e n t e s q u e n o fueran libres). E n la mayoría
de lo q u e ahora cabe llamar Alemania, apenas empezaron a darse pro-
cesos a n á l o g o s antes de i r o o , y nunca t u v i e r o n la forma q u e adopta-
ron en lo q u e ahora cabe llamar Francia (francesa, n o franca). Incluso
en Italia, d o n d e la fragmentación señorial era a m e n u d o extrema, la
centralidad c o n t i n u a d a de las c i u d a d e s en la m a y o r í a de la península
significó q u e , frente al del señorío local, siempre había u n espacio al-
ternativo de o r d e n político, p o r informal q u e fuera. E n ciudades tales
c o m o Milán o L u c c a , " los estratos «militares» siguieron viviendo so-
b r e todo en las ciudades, incluso c u a n d o , en el siglo x i , sus tierras rura-
les se hicieron con castillos y territorios de u n señorío; así, esto perpe-
t u ó u n a c o m u n i d a d política q u e cubría t o d o el territorio de la ciudad.
C o m o fulcro de estos cambios «revolucionarios», n o s queda Francia;
p e r o ni siquiera toda F r a n c i a , p o r q u e , c o m o v e r e m o s d e n t r o de un
m o m e n t o , e n F l a n d e s , N o r m a n d í a , A n j o u y T o u l o u s e , los condes
m a n t u v i e r o n el control de sus castellanos y de elementos jugosos del
m o d e l o político carolingio, hasta e n t r a d o el siglo x n y a u n m á s ade-
lante. La « r e v o l u c i ó n feudal», en particular en s u forma m á s radical
— c o m o ia del Máconnais o, según se h a expuesto de forma autorizada,
en C a t a l u ñ a — n o p u e d e e x t e n d e r s e c o m o m o d e l o para m á s q u e una
minoría de E u r o p a , y ni siquiera a amplias partes de Francia.

D e b e m o s hacer hincapié en q u e , c o n la «política de la tierra», a los


reyes y otros señores les resulta difícil mantenerse en lo más alto. Se da
u n juego q u e p o d r í a acabar s u m a n d o c e r o , puesto q u e cuanto más te-
LA ARISTOCRACIA, E N T R E LOS MUNDOS CAROLINGIO Y «FEUDAL» 635

r r i t o r i o d o n a u n rey o un noble, m e n o s le queda para dar y, p o r lo tan-


to, m e n o s atractivo parece su patrocinio. E n 1940, Marc Bloch d e n o -
m i n ó a e s t e f e n ó m e n o «la f r a g m e n t a c i ó n de p o d e r e s » , c o n u n a
1J
expresión q u e a ú n funciona, en c u a n t o i m a g e n . H a y u n a tendencia
subyacente a q u e los sistemas p o l í n eos m á s amplios se disuelvan en
otros más pequeños, al m e n o s en los límites del sistema, y en casos ex-
tremos ( c o m o la Francia Occidental del siglo x ) incluso en el centro.
P e r o q u e la tendencia sea s u b y a c e n t e n o significa q u e sea inevitable.
Las cortes reales merovingias y carolingias — y l o m b a r d a s , visigodas
y, c o n posterioridad a 750, anglosajonas—- eran p u n t o s d e referencia
ineludibles para t o d o el p o d e r político. L o s que n o alcanzaban a llegar
allí, o no lo intentaban, fracasaban; los q u e actuaban p o r su cuenta sin
ellas, r a r a m e n t e sobrevivían. D e m o d o similar, algunos c o n d e s , en la
Francia Occidental del siglo x, aún pudieron montar el tigre de la frag-
mentación en unidades m e n o r e s , e v i t a n d o la g u e r r a civil, supervisan-
do estrechamente a sus castellanos, l u c h a n d o con éxito en las fronteras
(y, con ello, teniendo acceso a botín y, a veces, tierras adicionales q u e
dar a sus milites) m a n t e n i e n d o el c o n t r o l d e la justicia, v i n c u l a n d o
7

consigo m i s m o s a los dependientes militares mediante u n conjunto de


lazos tan ceremonial c o m o fuera posible, y (quizá sobre t o d o ) u s a n d o
la fuerza de u n m o d o tan v i o l e n t o e implacable c o m o estuviera en su
mano contra t o d o aquel q u e intentara desafiarlos. Ya aJ final del siglo
X, lo consiguieron Fulco Nerra en Anjou, Ricardo II en N o r m a n d í a y
Balduíno I V en F l a n d e s ; t u v i e r o n éxito e n su i n t e n t o d e m a n t e n e r el
equilibrio d e p o d e r n e t a m e n t e en el b a n d o condal, a diferencia de al-
11
gunos de sus v e c i n o s . L o s reyes sajones occidentales y los otónidas
encontraron q u e esta labor lesresultaba bastante m á s sencilla. La «re-
volución feudal» n o tenía nada de inevitable.

La condición aristocrática derivaba de u n a variedad de elementos: n o -


ble c u n a , tierras, c a r g o s , favor real, estilo de v i d a , el respeto de los
iguales. Nadie teorizaba la importancia relativa de estos elementos; la
gente «sabía sin más» c ó m o se equilibraban y diferentes p e r s o n a s t e -
nían conceptos diferentes sobre su importancia o sobre la aplicabilidad
a cada cual. C u a n d o T e g a n o d e n u n c i ó a E b ó n , a r z o b i s p o de R e i m s ,
afirmando q u e Luis el Piadoso «os hizo libre, p e r o n o así noble, lo cual
es imposible» (véase el capítulo 1 7 ) , i n v o c ó u n criterio absoluto q u e
2
raramente se expuso de forma tan brusca en este período. * E b ó n quizá
636 E L L E G A D O D E ROMA

fuera d e origen servil, p e r o otros participantes políticos criticados por


su «baja cuna» — c o m o H a g a n o , consejero de Carlos el Simple, en pa-
labras de Richer, o Willigis, arzobispo de Maguncia ( 9 7 5 - 1 0 1 j \ anti-
g u o canciller de O t ó n I, según T i e t m a r o — p a r e c e n venir de familias
de la aristocracia m e n o r , q u e bien p o d r í a n h a b e r s e c o n s i d e r a d o a sí
mismas c o m o nobilts. N o había u n a «casta» de los nobles, distinguida
p o r reglas inquebrantables de ascendencia de sangre, c o m o emergió en
algunas partes de la E u r o p a tardomedieval; había una zona gris, de ne-
gociación, caracterizada p o r el esnobismo de los superiores sociales, a
todos los niveles. D e n t r o de esta zona gris fue d o n d e los milites^ en al-
gunas partes de E u r o p a , empezaron a a d o p t a r la parafemalia aristocrá-
tica y reclamar para sí una condición hasta e n t o n c e s inasequible para
ellos p e r o q u e , hacia el año 1000, muchos estaban dispuestos a recono-
cerles. Sin e m b a r g o , p a r a hacerlo así d e b í a n c o m p o r t a r s e c o m o sus
iguales m á s ricos y mejor establecidos.

E n m u c h o s aspectos, la conducta aristocrática no se había transfor-


m a d o m u c h o desde el p e r í o d o p r e v i o a 750, analizado en el capítulo 8,
Las telas de seda con a d o r n o s de o r o y plata, la experiencia militar y la
caza siguieron siendo indicadores básicos de la aristocracia, igual que
el recurso fácil a la violencia; son los indicadores q u e estaban implíci-
tos en la caracterización q u e hizo O d ó n de Cluny de G e r a r d o de Auri-
llac. O d ó n se refiere a la educación de G e r a r d o en «los ejercicios mun-
danos habituales para los chicos nobles» (caza, a r c o , cetrería), pero no
más alfabetización q u e la precisa p a r a leer el Salterio ( a u n q u e como
G e r a r d o sufrió u n acné e x t r e m o , sus padres o p t a r o n p o r darle una for-
mación literaria m á s completa, p o r si acaso debían hacer de él un sacer-
16
d o t e ) . El p r o g r a m a educativo carolingio ya parece haberse debilita-
do m u c h o , si la historia alude a la juventud de G e r a r d o , en la década de
8 6 o , y n o a los tiempos del propio O d ó n , aunque G e r a r d o estaba, a lo
s u m o , en los límites de la aristocracia carolingia, y también vivía en un
área r e m o t a . Sea c o m o fuere, el Salterio de G e r a r d o n o s recuerda que
el sentimiento aristocrático de v i r t u d i n n a t a — c a r a c t e r í s t i c o de este
p e r í o d o , c o m o del a n t e r i o r — n o se expresaba tan solo mediante el
arrojo militar, y cuestiones semejantes, sino también mediante la con-
vicción (al m e n o s , i m a g i n a d a ) d e un c o m p r o m i s o y carisma religioso
especial, c o m o v e r e m o s en u n m o m e n t o . D e los aristócratas también
se esperaba q u e fueran acogedores y generosos, al m e n o s con sus igua-
17
l e s ; Enrique 1, antes de convertirse e n rey de la Francia Oriental, in-
vitó a sus vecinos a u n b a n q u e t e d e bodas en Merseburgo, según Tiet-
LA ARISTOCRACIA, E N T R E LOS MUNDOS CAROLINGIO Y «FEUDAL» 637

m a r o , y «los trató con tal amabilidad, q u e lo a m a r o n c o m o a u n a m i g o


y lo h o n r a r o n c o m o a u n señor». Si la hilamos («jovialidad») q u e e l o -
gian algunas fuentes narrativas era la misma e m o c i ó n q u e el autorita-
rismo ebrio, para con los inferiores sociales, q u e se critica en la Vida de
G e r a r d o , es u n a cuestión q u e no está clara, aunque es bastante p r o b a -
ble q u e a m e n u d o fuera este el caso. U n o de los elementos cruciales del
estilo de vida aristocrático era, de h e c h o , la violencia potencial hacia
los inferiores sociales, en la q u e n u e s t r a s fuentes h a c e n hincapié sin
cesar. E s t o se d a b a p o r sentado cuando u n o trataba con los aristócratas
más i m p o r t a n t e s ; si, con frecuencia, parece ser q u e el creciente p o d e r
local de los estratos militares en la Francia Occidental se asocia con u n
n ú m e r o m a y o r de quejas p o r violencia de las q u e se d i e r o n bajo la
«aristocracia imperial» carolingia, es p r o b a b l e q u e esto sea n o solo
p o r q u e los milites estaban estableciendo señoríos m e d i a n t e u n u s o li-
beral de la fuerza, sino también p o r q u e todavía no se los veía (en parti-
cular, p o r p a r t e de las víctimas eclesiásticas q u e protestaban) c o m o legí-
timamente adscritos a la conducta violenta d e las figuras m á s «nobles».
Ahora bien, de ser así, n o tardarían en estarlo.

En el capítulo 1 8 vimos q u e , en la aristocracia del siglo x , impera-


ba u n c o n c e p t o d e la i d e n t i d a d familiar m á s dinástico q u e a n t e r i o r -
mente. N o es u n a cuestión q u e se deba llevar demasiado lejos. E n efec-
to, en el siglo x se percibe q u e las familias tenían cada vez m á s derecho
a los cargos, y que, con ello, las mujeres adoptan u n a función más des-
tacada c o m o i n t e r m e d i a r i a s e n t r e las g e n e r a c i o n e s ; al m e n o s , en los
estratos aristocráticos m á s e l e v a d o s . P e r o las familias seguían siendo
entidades notablemente flexibles; los lazos de parentesco, de todas cla-
23
ses, habían i n c r e m e n t a d o su fortaleza. H o m b r e s y mujeres n o esta-
ban atados, en lo q u e atañía a su identidad, a u n a única línea genealógi-
ca masculina; los apellidos t o d a v í a e r a n m u y r a r o s . T i e t m a r o p r e s t a
casi tanta a t e n c i ó n a la p a r e n t e l a de su m a d r e , los c o n d e s de S t a d e ,
como a los condes de Walbeck, p o r la parte paterna. A d e m á s , si los a n t e -
pasados m a t e m o s tenían u n a condición social m á s elevada q u e los p a -
ternos, o u n a m a y o r influencia política, sus descendientes solían hacer
más hincapié en ellos, c o m o c u a n d o , hacia 1 0 1 2 , C o n s t a n t i n o , b i ó -
grafo del obispo A d a l b e r o 11 de Metz ( m . 1 0 0 5 ) , enfatizó sobre t o d o
que procedía d e E n r i q u e 1 de la Francia Oriental, p a d r e de la m a d r e de
su m a d r e ; e n c a m b i o , no e n u m e r a los ancestros de su p a d r e , el d u q u e
Federico de la Alta Lotaringia, es d e s u p o n e r que p o r q u e eran m e n o s
distinguidos. Sea c o m o fuere, el parentesco p a t e r n o , cuando lo d e m á s
E L L E G A D O DE ROMA

era igual, ya importaba m á s q u e n a d a ; esta sería la vía de transmisión


de la m a y o r í a de la tierra h e r e d a d a y esta m i s m a filiación era la que
hacía q u e las tierras se repartieran (a veces, con e n c o n o ) . Esto queda-
ría sencillamente r e f o r z a d o c u a n d o o c u p a r u n p u e s t o dejó de ser un
elemento tan vital de la identidad aristocrática y, en cambio, la tierra se
t o r n ó m á s importante.
L a s familias t a m b i é n c o n t i n u a r o n enfrentándose u n a s c o n otras.
Las i m á g e n e s dejaida^ «enemistad», o, m á s en general, bdlum, «gue-
rra», aparece con frecuencia en las narraciones, c o m o en la guerra de
«Babenberger» contra «conradinos», librada en la década de 900 en el
Rin Medio, en la q u e E n r i q u e Babenberger halló la m u e r t e en 902, lue-
g o su h e r m a n o A d a l b e r t o m a t ó a C o n r a d o , padre del futuro rey Con-
r a d o 1, antes de q u e Luis el N i ñ o pudiera intervenir y ejecutara a Adal-
berto en 906. A u n así, todas estas enemistades reforzaron las familias
29

patrilineales: el asesinato del destacado conde lotaringio Megingaudo,


en 892, lo v e n g ó en la figura de su asesino, Alberico, en 89o, el tío del
s e g u n d o esposo de la v i u d a . Se trataba de alianzas regionales, en las
que se luchaba,por la supremacía, m á s que de grupos de parentesco que
expresaran la identidad p o r m e d i a c i ó n d e asesinatos p o r h o n o r , por
m u c h o q u e el imaginario d e la v e n g a n z a sí estuviera presente y fuera
p o d e r o s o . E n su nivel m á s a l t o , d e h e c h o , la rivalidad política podía
d e s h a c e r familias; al e m p e z a r e s t e c a p í t u l o y a h e m o s visto c ó m o el
mecenazgo otónida dividió a los Bílungo. E n u n a escala menor, el pro-
p i o T i e t m a r o halló q u e su tío p a t e r n o , el m a r q u é s L i u t a r o , estaba ex-
t r e m a d a m e n t e p o c o dispuesto a permitirle q u e asumiera el control de
la iglesia familiar de W a l b e c k , en 1 o o i , ° hasta q u e T i e t m a r o entregó
3

a Liutaro u n a c o m p e n s a c i ó n (y s o b o r n ó i g u a l m e n t e a su predecesor,
que había sido colocado p o r L i u t a r o ) , aunque esto quizá fuera tan solo
el fruto de las tensiones implícitas en todos los repartos de la herencia,
q u e p o r s u p u e s t o han d e s c o m p u e s t o m u c h a s estirpes consolidadas, y
sin d u d a lo hicieron así en los siglos i x y x . Es decir: n o debemos so-
breestimar la solidaridad familiar. Las familias p o d í a n romperse y re-
definirse; los lazos familiares, en cualquier caso, eran solo u n o de los
vínculos sociales disponibles, junto c o n la dependencia personal de re-
y e s y o t r o s s e ñ o r e s y o t r a s clases d e alianzas políticas o de b a n d o s .
Sea c o m o fuere, la imaginería del parentesco era i m p o r t a n t e para los
aristócratas, y se utilizaba m u c h o ; e r a n los p a r i e n t e s los que podían
elegir si aceptaban la c o m p e n s a c i ó n p o r u n a m u e r t e o bien continua-
ban con lafaida ( c o m o v e m o s , p o r ejemplo, en los capitularios de Car-
LA ARISTOCRACIA, E N T R E LOS MUNDOS CAROLINGIO Y «FEUDAL» 639

31
l o m a g n o , quien intentó dar carácter obligatorio a la c o m p e n s a c i ó n ) ;
los lazos de parentesco y familia subyacen a todas las herencias, b u e n a
parte de la estrategia política y u n a p r o p o r c i ó n creciente d e la identi-
dad aristocrática.
La «virtud» aristocrática, c o m o ya h e m o s visto, también era reli-
giosa. El m o n a s t e r i o familiar canalizaba esa s u p e r i o r i d a d religiosa,
además de ayudar a m a n t e n e r unido el g r u p o de parentesco. La misma
función cumplía la amplia donación de tierras a toda clase de iglesias,
que caracteriza los últimos años del siglo V I I I en la E u r o p a carolrngiay,
tras u n a pausa, también en los siglos x y x i . El control aristocrático de
los monasterios se h a visto, a m e n u d o , c o m o algo opuesto a la «refor-
ma» monástica, q u e eliminó el control familiar e instauró (o, en ocasio-
nes, r e i n s t a u r ó ) c o m u n i d a d e s religiosas a u t ó n o m a s y r i g u r o s a s q u e
elegían a sus propios abades sin estar en d e u d a con nadie. Esta oposi-
ción existe en efecto en algunos textos reformadores, q u e hacen hinca-
pié en la resistencia laica a la actividad reformadora y (en particular en
el siglo x i ) a m e n u d o v e n el control laíco c o m o una contaminación de
la espiritualidad monástica. N o era así, no obstante, c o m o solían verlo
los propios aristócratas ni, de hecho, la m a y o r í a de los monjes. El obis-
po A d a l b e r o I de Metz (tío de A d a l b e r o I I ) , reformó en 933-934 la gran
31
casa lotaringia de G o r z e , con a b u n d a n t e — y e x a g e r a d a — retórica
sobre la irreligiosidad anterior del m o n a s t e r i o , y m á s adelante aceptó
como abad a u n ascético famoso, Juan de G o r z e ( m . 97o); p e r o también
cabe ver en este proceso el hecho de q u e la familia de A d a l b e r o privaba
del control de G o r z e a u n a familia rival (la de los «matfridíngos», c o n -
des de Metz). E n otros casos, las propias familias reformaron monaste-
rios, instauraron la elección monástica del abad según la Regla de San
Benito, pero todavía mantenían el patrocinio de la casa reformada. E n
casos c o m o estos, ellos mismos se p o d í a n beneficiar sustancialmente de
la nueva espiritualidad monástica, p o r q u e los rezos monásticos p o r la
familia serían más eficaces; y otra razón d e calado: c o m o ocurría ya en
el siglo v i n , la g e n e r o s i d a d de o t r o s hacia la casa monástica tendía a
incrementarse si su reputación espiritual era m á s elevada, lo q u e poten-
ciaba la riqueza de una iglesia q u e aún m a n t e n í a sus lazos de familia
originales. En el nivel regio, esta clase de inquietud religiosa y política
se percibe asimismo en las reformas monásticas de la Inglaterra de fina-
les del siglo x , organizadas e n b u e n a p a r t e para beneficio espiritual y
político del rey, la reina y los principales ealdormen; esto era igualmen-
te cierto, a este respecto, para los carolingios del siglo i x , que se esfor-

A
E L LEGADO D E ROMA

z a r o n p o r i m p o n e r la regla b e n e d i c t i n a en t o d o s sus d o m i n i o s pero


ello n o o b s t a n t e , d i s p u s i e r o n de las tierras monásticas y n o m b r a r o n
abades con u n notable distanciamiento.
El e j e m p l o clásico de m o n a s t e r i o r e f o r m a d o , en la etapa final de
31
nuestro p e r í o d o , es C l u n y , en el c o n d a d o de M a c ó n ; fije fundado en
909-910 p o r G u i l l e r m o el P i a d o s o , p e r o no q u e d ó bajo su propio me-
cenazgo familiar, sino bajo el del papa, p a r a m a n t e n e r l o separado de
toda dominación laica directa. E s t o tampoco ocurrió; Macón estaba en
el límite del p o d e r guillermino y en cualquier caso, la familia se extin-
í

g u i ó en 927; ios 'sucesivos a b a d e s e r a n de o r i g e n aristocrático, desde


l u e g o , p e r o sus familias carecían de a u t o r i d a d s o b r e ellos. ( P o r des-
contado, tampoco la tenía el papa, q u e en la política del siglo x era una
figura marginal en la mayoría de aspectos.) El caso de Cluny fue muy
inusual, p o r su separación formal con respecto a la autoridad laica y,
para p o d e r m a n t e n e r l a , s u s a b a d e s d e b í a n s e r — y e n efecto lo fue-
r o n — inusualmente capaces. P e r o su creciente reputación c o m o cen-
tro de actividad espiritual organizada hizo q u e fuera el más eficaz re-
c e p t o r d e la g e n e r o s i d a d t e r r i t o r i a l l a i c a , e n t o d a la E u r o p a
c o n t e m p o r á n e a , c o n u n millar de escrituras de donación, solo en el si-
g l o x . E s t o n o fue fruto del d o m i n i o , sino de las relaciones, tanto con
los aristócratas c o m o con los vecinos m e n o r e s (ya fueran élites de las
aldeas o campesinos c u l t i v a d o r e s ; t o d o s d i e r o n tierras a C l u n y ) , que
deseaban q u e sus donaciones se usaran para su p r o p i o beneficio espiri-
tual con la m a y o r experiencia y autoridad posibles. C l u n y se convirtió
en un señorío equiparable a los o t r o s del Máconnais y m u c h o más rico
q u e la mayoría. N o lo consiguió amenazando las actitudes espirituales
aristocráticas, sino p a r t i e n d o de ellas y d á n d o l e s validez. F u e su se-
g u n d o abad, O d ó n (927-942), quien escribió la Vida de G e r a r d o , que
a fin de cuentas fue el texto fundacional de u n a versión aristocrática y
laica de la espiritualidad. O d ó n se convirtió en u n experto en la refor-
m a m o n á s t i c a , al q u e se llamaba d e s d e t o d a la F r a n c i a Occidental, e
incluso lo llamó Alberico, príncipe de R o m a , C l u n y fue todo lo con-
trario a u n a crítica de la sociedad del siglo x: en m u c h o s aspectos, era el
p r o d u c t o m á s perfecto d e los valores aristocráticos, incluidos los reli-
giosos, que h e m o s visto en este capítulo.
22

EL «ENJAULAMIENTO»
D E L C A M P E S I N A D O , 800-1000

8 5 9 . Los daneses saquearon los lugares que quedaban al otro lado del
Escalda. Parte del pueblo común [vulgus] que vivía entre el Sena y el
Loira había formado una asociación jurada [coniuratio] que luchó con
bravura contra los daneses en el Sena. Pero como tal asociación se había
realizado sin la debida prudencia [incaute], nuestra gente, más poderosa,
1
los derrotó fácilmente-

Así relatan los Anales de Saint-Bertin el destino del único caso de resis-
tencia popular ante los vikingos, en el p e r í o d o carolingio. P o r supues-
to, en esta b r e v e n a r r a c i ó n q u e d a n m u c h a s cosas sin explicar. ¿ Q u é
significa de v e r d a d incaute} ¿ Q u i e r e decir q u e u n a asociación j u r a d a
era considerada, p o r sí misma, u n acto de sedición? D e s p u é s de t o d o ,
C a r l o m a g n o había p r o h i b i d o las coniuradones p o r q u e sus j u r a m e n t o s
suponían u n a rivalidad potencial frente a los j u r a m e n t o s al rey (véase
más arriba, el capítulo 16). P e r o tanto si fue este el p r o b l e m a principal
c o m o si n o , los c a m p e s i n o s q u e l u c h a r o n e n 8 5 9 lo hacían de forma
a u t ó n o m a con respecto a la jerarquía política carolingia y , p o r lo tanto,
en el mejor de los casos se sospechaba de ellos, e n el p e o r se los tenía
por u n peligro real. N o solo los destruyó la aristocracia local, sino toda
la clase política, q u e habría percibido este peligro; y les habría parecido
m u c h o m á s g r a v e p o r la forma e n q u e la sociedad franca había evolu-
cionado en los últimos cincuenta años. T r a d i c i o n a l m e n t e , los campesi-
nos libres habían p o d i d o servir en los ejércitos reales; hasta el reinado
de C a r l o m a g n o p o d e m o s encontrar leyes acerca de u n servicio militar
de esta naturaleza, y esta capacidad militar, p o r m á s q u e se ejerciera
solo en raras ocasiones, era u n a de las señas de libertad, j u n t o c o n el
derecho a participar en asambleas públicas, especialmente en los tribu-
nales de justicia. Sin e m b a r g o , en la década de 8 5 0 , pese al peligro m i -
EX. L E G A D O D E R O M A

litar q u e r e p r e s e n t a b a n los v i k i n g o s , los ejércitos estaban formados


cada vez m á s por aristócratas, y p o c o a poco el s e r v i d o militar fue con-
siderándose u n privilegio de la aristocracia, c o m o v i m o s en el capítulo
anterior. L o s campesinos d e la r e g i ó n del Sena-Loira quizá pensaran
que seguían los pasos de sus abuelos al reunirse para ofrecer u n a defen-
sa militar e n u n a época en q u e se los necesitaba m u c h o . Sin embargo
ahora los aristócratas de Carlos el Calvo juzgaron q u e aquella prontitud
militar resultaba inapropiada para los campesinos. Esto solo empeoró el
hecho de q u e los campesinos lo hubieran llevado a cabo de forma autó-
n o m a , sin n i n g ú n llamamiento oficial. P o r eso m u r i e r o n . P e r o si los
campesinos libres y a no p o d í a n seguir p r e s t a n d o servicio militar, ¿en
q u é consistía entonces su libertad? Eran m u c h o m e n o s útiles a los reyes,
con lo q u e los m o n a r c a s estarían m u c h o m e n o s p r e o c u p a d o s si otras
amenazas se cernían sobre la libertad campesina. F u e una evolución ge-
neralizada en los siglos ix y x en Occidente: de forma lenta pero soste-
nida, los campesinos se v i e r o n cada vez m á s apartados de la esfera pú-
blica y , en t é r m i n o s m á s g e n e r a l e s , cada vez m á s s o m e t i d o s a los
aristócratas y las iglesias, los grandes terratenientes particulares.

C ó m o sucedió e s t o , y en q u é g r a d o , varía según las zonas de la


E u r o p a o c c i d e n t a l . P o d e m o s r e c o r d a r a q u í hasta cinco cambios so-
cioeconómicos distintos. E n p r i m e r lugar, en algunas zonas no caro-
lingías, los siglos i x y x fueron el p e r í o d o en q u e surgieron los terrate-
nientes en sí y a p a r e c i ó p o r p r i m e r a vez u n a aristocracia realmente
acaudalada. E n s e g u n d o lugar, en la E u r o p a carolingia, los aristócratas
y las iglesias adquirieron p r o p i e d a d e s , p o r la fuerza u otros medios, de
los vecinos campesinos q u e eran d u e ñ o s de tierras, con lo cual se redu-
jo el n ú m e r o de campesinos independientes. En tercer lugar, los cam-
pesinos dependientes, los arrendatarios, hacían frente a rentas cada vez
mayores y su trabajo estaba m á s c o n t r o l a d o . E n cuarto lugar, los cam-
pesinos estuvieron cada vez m á s excluidos del m u n d o público del ejér-
cito y la asamblea y, p o r tanto, del ámbito y el interés de los reyes. En
quinto lugar, en algunas zonas de E u r o p a (sobre t o d o en Francia, pero
también en b u e n a p a r t e de Italia), ya en 1000, esta exclusión venía a
significar la s u m i s i ó n directa d e las c o m u n i d a d e s d e campesinos al
control judicial de los señores locales, en el c o n t e x t o de X&seigneurie
báñale. Se trataba de cambios en gran m e d i d a independientes entre sí,
q u e sin e m b a r g o a p u n t a b a n t o d o s ellos en una misma,dirección. En
general, el campesinado relativamente a u t ó n o m o de la Alta Edad Me-
dia, del q u e h a b l a m o s en el capítulo 9, fue perdiendo cada vez más esta
EL «ENjAUL AMIÉNTO» D E L CAMPESINADO, Soo-lOOO 643

autonomía en los dos últimos siglos de nuestro p e r í o d o . A este proceso


lo h e llamado el «enjaulamiento» del campesinado: la inmensa m a y o r í a
campesina de la población d e la E u r o p a occidental se fue d i v i d i e n d o ,
cada vez más, en unidades localizadas y cada vez m á s sometidas al c o n -
trol de sus señores locales. Este téirníno es u n a traducción aproximada
2
del concepto de encellulement^ de R o b e r t Fossier; literalmente, la d i v i -
sión de la sociedad en u n m o d e l o celular, q u e él considera u n elemento
clave en el cambio de la etapa inicial de la E d a d Media a la central. La
potencia d e esta imagen g u a r d a u n vínculo especialmente estrecho con
la de la «revolución feudal», q u e , en su sentido estricto, es solo el q u i n -
to e l e m e n t o (y el m á s local) d e m i s cinco transformaciones. P e r o , e n
general, el campesinado sufrió m á s restricciones sistemáticas en todas
p a r t e s ; c o m o r e s u l t a d o d e los cinco p r o c e s o s , q u e d ó m á s enjaulado-
Los estudiaremos u n o tras o t r o , en las siguientes páginas, y luego v o l -
v e r e m o s atrás para examinar sus contextos económicos m á s generales,
además de sus consecuencias.

En el capítulo 20 v i m o s que, p a u l a t i n a m e n t e , los g o b e r n a n t e s fueron


a u m e n t a n d o su p o d e r en la mayoría de la E u r o p a n o carolingia a partir
de 800. La otra cara de esta evolución fue u n incremento general en el
p o d e r de la aristocracia- Hacia el siglo v m , los aristócratas eran p a t r o -
n o s políticos de sus vecinos campesinos libres, c o m o fue el caso de E s -
candinavia, Irlanda o Bretaña, o recibían tributos d e o t r o s dependien-
tes, a u t ó n o m o s p o r lo d e m á s , c o m o sucedió en Inglaterra y poco m á s
tarde en R u s , m á s q u e aparecer c o m o terratenientes a g r a n escala q u e
recibían rentas d e arrendatarios sin propiedades. E n buena parte de I n -
glaterra, parece q u e el siglo i x fue el m o m e n t o clave en la formación d e
la p r o p i e d a d sobre la tierra. E n el n o r t e de Hispania, p o d r í a n haberse
d a d o varios m o m e n t o s p a r a el m i s m o p r o c e s o , entre finales del siglo
viii y el x . E n Croacia, el m o m e n t o fundamental parece ser el siglo i x .
3
E n D i n a m a r c a podría haber sido el final del siglo x y el siglo x i ; c o m o
es h a b i t u a l , n o p o d e m o s estar seguros de ello p o r q u e n u e s t r o s d o c u -
mentos n o empiezan hasta finales del x i , p e r o para entonces ya existía,
sin duda, la plena propiedad de las tierras entre los aristócratas (además
de u n a supervivencia considerable del estrato de campesinos propieta-
rios). E n o t r o s lugares de la « E u r o p a exterior» se produjeron cambios
equivalentes m á s adelante, fuera de nuestro p e r í o d o , a u n q u e al final se
dieron en todas partes. Estos cambios hacia la terratenencia aristocráti-
644 E L L E G A D O D E ROMA

ca a gran escala están mal d o c u m e n t a d o s en t o d o s los casos y sus con-


textos (además de su efecto inmediato sobre el campesinado) no deja-
rán de ser oscuros- P e r o en t o d o s los casos h a y u n resultado claro: la
aparición d e u n p o d e r o s o g r u p o de élite q u e , p o r p r i m e r a vez, tenía
derecho a coaccionar a las secciones de la m a y o r í a campesina q u e de-
pendían inmediatamente d e ellos. Estos derechos no superaban a los de
los aristócratas de la Francia m e r o v i n g i a o la Italia l o m b a r d a , q u e ya
eran propietarios en el siglo v i ; los señores d e Inglaterra no consiguie-
r o n los poderes considerados normales en los reinos romano-germáni-
cos hasta 900, y los de D i n a m a r c a , hasta 1000-1050. P e r o los campesi-
n o s p e r d í a n t e r r e n o de t o d o s m o d o s , y en Inglaterra — c o m o vimos
a n t e s — prácticamente n o q u e d a b a n campesinos propietarios en el si-
glo x i ; perdieron más terreno que en n i n g u n a otra parte de E u r o p a .

L a expansión de la propiedad de las tierras entre la aristocracia y la


iglesia e n la E u r o p a carolingia solo está ligeramente mejor d o c u m e n -
tada. Es cierto q u e al respecto h a y u n a cuestión m u y clara en nuestros
materiales, p o r q u e c u a n d o los campesinos regalaban tierras a las igle-
sias se g u a r d a b a n de forma sistemática las escrituras q u e registraban
sus d o n a c i o n e s . D i s p o n e m o s de n u m e r o s o s textos de este tipo en la
Italia septentrional y central de los siglos V I I I y principios del i x , y en
la G e r m a n i a meridional, d u r a n t e el m i s m o p e r í o d o ; lo m i s m o sucede
con la B u r g u n d i a , la Cataluña y el León del siglo x . Muchos de estos
d o c u m e n t o s fueron obra de aristócratas o cuasiaristócratas, h o m b r e s y
mujeres c o n suficiente riqueza en bienes raíces c o m o para poder reali-
zar g e n e r o s a s d o n a c i o n e s p o r el b i e n d e sus almas sin amenazar con
ello su bienestar y su p o d e r político; p e r o en m u c h o s casos es evidente
q u e los d o n a n t e s eran agricultores del c a m p e s i n a d o y entregaban un
solo c a m p o o todas sus propiedades. ¿ Q u é pretendían los campesinos
cuando realizaban estas donaciones? Sin d u d a , acercarse al cíelo mer-
ced a su generosidad (en la mayoría de estos textos la relación es explí-
cita: suelen afirmar q u e se trata d e regalos «por el alma», o para las
oraciones de clérigos profesionales; en Italia, a veces, invocan el «re-
galo de vuelta, d e n veces preferible, en el cíelo»). P e r o el contexto so-
ciopolítico, en estas situaciones, era m á s diverso. A veces, estas dona-
ciones eran para lo q u e p o d r í a d e n o m i n a r s e u n a institución «neutral»,
c o m o u n a iglesia local recién fundada, q u e representaba tan solo una
ubicación c o n v e n i e n t e m e n t e cercana de u n sacerdote capaz de realizar
plegarias d e intercesión, o u n m o n a s t e r i o con fama de espiritualidad,
c u y o s r u e g o s p u d i e r a n r e s u l t a r m á s eficaces p r e c i s a m e n t e p o r esto
E L " E N J A U L A M I E N T O » D E L C A M P E S I N A D O , ftoo-IOOO 64 y

( C l u n y fue u n o de estos, a principios del siglo x ) . Q u i z á e n estas cir-


cunstancias los campesinos entregaban p e q u e ñ a s p o r c i o n e s de sus tie-
rras, o u n a pareja sin hijos d o n a b a su p r o p i e d a d c o m p l e t a , o casi, tan
solo p o r razones espirituales.* P e r o t a m b i é n p o d í a ser q u e la institu-
ción tuviera p o d e r a nivel local, ya fuera p o r q u e estaba asociada c o n
una de las principales familias aristócratas o con u n o b i s p o , o simple-
m e n t e p o r q u e iba a c r e c e n t a n d o su riqueza — y c o n ello, su p o d e r —
gracias a las donaciones de los fieles, c o m o sucedió cada vez más con el
C l u n y del siglo x ; en estas circunstancias, g u a r d a r u n vínculo c o n d i -
cha institución gracias a la generosidad personal podía r e p o r t a r tam-
bién ciertos beneficios políticos: el patrocinio e n esta vida, tanto c o m o
en la otra. P o r ú l t i m o , las instituciones m á s ricas y p o d e r o s a s p o d í a n
convertirse en actores principales, en señores (propiamente dichos) de
sus vecinos, y en tal caso toda d o n a c i ó n q u e recibieran de los débiles
sería, a todas luces, de doble filo y podría contener u n importante ele-
m e n t o de coerción.

N o todas las iglesias y m o n a s t e r i o s n u e v o s llegaron tan lejos. E n


m u c h o s pueblos e u r o p e o s , h a y u n a tendencia e v i d e n t e al cese de las
donaciones devotas en cuanto las instituciones religiosas pasaban a ser
localmente p o d e r o s a s y, p o r lo t a n t o , m e n o s «neutrales»; p o d e m o s o b -
servarlo en muchas zonas de la G e m i a n í a y la Italia del siglo i x , tras la
primera g r a n oleada de donaciones, p o r ejemplo. P e r o las c o m u n i d a -
des también podían calcular mal y seguir regalando d u r a n t e u n tiempo
tan p r o l o n g a d o q u e el equilibrio del p o d e r local se decantaba con d e -
masiada firmeza del lado d e u n gran m o n a s t e r i o local. El dominio local
de Fulda y L o r s c h (en la A l e m a n i a central) y de Farfa (Italia central)
para 8 jo, el de R e d o n (Bretaña oriental) hacia 900, c o m o el del C l u n y
de 1000, tuvieron precisamente estas raíces. E n adelante, aquellos m o -
nasterios actuarían c o m o actores políticos de primer o r d e n , p o r lo g e -
neral a expensas de los h e r e d e r o s de aquellos d e v o t o s d o n a n t e s q u e
dieron origen a su poder.

T a n t o las iglesias c o m o los aristócratas laicos i n c r e m e n t a r o n t a m -


bién sus tierras p o r m é t o d o s m á s directos; esto es, p o r la fuerza. P o r
supuesto, n o es p r o b a b l e q u e lo registrasen en d o c u m e n t o s legales,
pero sí tenemos algunas señales ocasionales de ello en los archivos de
los tribunales. E n el Milán del 900, once c a m p e s i n o s d e C u s a g o , u n a
localidad próxima, trataron de demostrar en los tribunales su plena li-
bertad frente al conde de Milán, q u e les arrendaba una parte de las tie-
5
rras; este afirmaba q u e ellos eran aldü, semilibres, p e r o ellos p o r su
6¿
4
E L L E G A D O DE ROMA

parte alegaron q u e también eran d u e ñ o s de sus propias tierras. La p r o -


piedad quedaba limitada a los libres, y p o r lo tanto, si se aceptaba esto
su pretensión quedaría p r o b a d a ; sin e m b a r g o , si fracasaban, podía su-
ceder a la inversa y los h o m b r e s perderían sus tierras a favor del conde
además de su libertad. E n este caso — f u e r a d e lo c o r r i e n t e — ganaron
los campesinos; p e r o o t r o s casos paralelos e n los q u e p e r d i e r o n nos
muestran, al m e n o s , q u e los campesinos solían estar seguros de la justi-
cia de su causa. Quizá también lo hiciesen de este m o d o p o r q u e tenían
esperanzas de contar con el a p o y o real. D e h e c h o , tanto Carlomagno
c o m o Luis el Piadoso legislaron contra la expropiación de los pobres**'
en 8 1 1 , C a r l o m a g n o señaló q u e los pobres le contaban q u e los obispos,
a b a d e s y c o n d e s los e s t a b a n e x p o l i a n d o d e s u s p r o p i e d a d e s y que,
c u a n d o los p o d e r o s o s no conseguían quedarse con la propiedad, b u s -
caban formas de debilitar a sus d u e ñ o s , entre las q u e se contaba man-
darlos a expediciones militares sin fin (una señal de libertad, pero con
frecuencia o n e r o s a ) hasta q u e a b a n d o n a b a n y v e n d í a n . P e r o , por su-
p u e s t o , p o r c o m p r e n s i v o q u e p u d i e r a ser u n r e y / e m p e r a d o r , sus re-
presentantes jurídicos en la localidad eran esos m i s m o s obispos y con-
des q u e raras veces permitirían a los campesinos entablar pleitos contra
ellos y ganarlos.

En general, tal c o m o señalamos en el capítulo anterior, en el perío-


do carolingio los g r a n d e s señores se hicieron cada vez más ricos y los
t e r r a t e n i e n t e s c a m p e s i n o s son cada vez m e n o s visibles en nuestras
fuentes- Este p r o c e s o c o n t i n u ó hasta e n t r a d o el siglo x , m o m e n t o en
q u e t a m p o c o q u e d a n y a señales d e q u e los reyes se preocupasen por
estas cuestiones. E n 800, e n la m a y o r í a d e los lugares d e E u r o p a que
t e n e m o s d o c u m e n t a d o s , p o d e m o s e n c o n t r a r s o c i e d a d e s activas de
agricultores-propietarios. E n 1000 eí n ú m e r o había descendido nota-
b l e m e n t e , s o b r e t o d o al n o r t e de B u r g u n d i a y de los Alpes. T a m b i é n
en el sur de Francia y en Italia, esas redes, aunque hubieran sobrevivi-
d o , estaban entonces m á s debilitadas. Legal o ¡legalmente, los campe-
sinados independientes estaban de retirada.
7
A veces, los campesinos planteaban u n a resistencia violenta. Era
u n a estrategia condenada al fracaso, p o r q u e los ejércitos de los aristó-
cratas eran muchísimo más poderosos; q u e lo intentasen es u n a señal de
su desesperación. Esta resistencia tendía a ser la m á s común en las zonas
de montaña, lejos de los centros del p o d e r político, y en áreas donde la
explotación colectiva de los bosques y los pastos generó comunidades
de campesinos más fuertes: tenemos ejemplos en los Alpes, los Apeni-
E L " E N J A VJL A M I E N T O » D E L C A M P E S I N A D O , S O O - J O O O 647

nos y los Pirineos. El mejor de ellos es el de los campesinos del valle de


Tirita, en la p a r t e m á s elevada de los A p e n i n o s centrales, q u e d u r a n t e
todo u n siglo, desde 779 a 873, y a lo l a r g o de n u e v e juicios i n d e p e n -
dientes e n t r e sí, se resistieron a las tentativas del m o n a s t e r i o de San
Vincenzo al V o l t u m o de hacerse con sus tierras y declararlos no libres;
pasaría otro siglo entero hasta q u e perdieran sin r e m e d i o . La única r e -
vuelta campesina a gran escala en este período fue la de los stellinga en
Sajonia, en 841-842; parece que se extendió por toda, o casi toda, la Sajo-
nia. P e r o aquella fue u n a situación extrema, p o r q u e la conquista c a r o -
lingia había desplazado u n a sociedad y u n a economía enteramente cam-
pesinas, m á s similares a la Dinamarca q u e a la Francia contemporánea,
y en p o c o más de una generación se i m p u s o u n p o d e r aristocrático al
estilo franco. D e este m o d o , el campesinado sajón se enfrentó a una su-
misión totalizadora, lo q u e explica p o r q u é se alzó e n a r m a s u n g r u p o
tan grande. Pese a t o d o , también perdieron. D e j a n d o aparte la retórica
real, el siglo carolingio fue una mala época para la autonomía campesi-
na, la época en que, en Francia y en Italia, el impulso hacia u n dominio
generalizado de la aristocracia se hizo inevitable por primera vez.

L a s i t u a c i ó n p a r a los c a m p e s i n o s d e p e n d i e n t e s — e s t o es, l o s
a r r e n d a t a r i o s — se hizo m á s d u r a en el m i s m o p e r í o d o . El siglo p o s t e -
riora 750 fue testigo de una expansión continua, sobre i o d o en la F r a n -
cia septentrional y el sur de Alemania, p e r o también en el norte d e Ita-
lia, d e n u e v a s estructuras d e haciendas, a las q u e n o s o t r o s l l a m a m o s
«hacienda bipartita» o «manom? Se trataba de fincas divididas en d o s
partes, u n ademesne» o «dominio» (dominicum y otras variantes lati-
nas), cuya p r o d u c c i ó n iba d i r e c t a m e n t e y p o r e n t e r o a las m a n o s del
señor, y las propiedades arrendadas p o r el campesinado. P a r t e del p r o -
d u c t o de estas se p a g a b a en rentas; el r e s t o se lo q u e d a b a la fuerza de
trabajo arrendataria, masculina y femenina ( p o r q u e la renta se pagaba
a veces en telas, tejidas casi siempre p o r mujeres), para su propia s u b -
sistencia. N o era nada n u e v o ; la n o v e d a d radicaba en el dominio, p o r -
que se cultivaba sobre t o d o mediante el trabajo forzoso de la población
arrendataria, q u e debía servicios de trabajo — h a s t a tres días a la sema-
na, en algunos c a s o s — c o m o p a n e de su renta. Estos d o m i n i o s varia-
ban m u c h o en sus dimensiones; algunos de los principales monasterios
francos del norte contaban con algunos d o m i n i o s m u y extensos y c o n
m u c h o s e r v i d o laboral; al este del Rin eran m e n o r e s y en buena p a r t e
de Italia los había p e q u e ñ o s y fragmentados, con u n a s obligaciones la-
borales en consecuencia m e n o r e s , quizá de solo d o s o tres semanas al
EL L E G A D O D E ROMA

a ñ o . P e r o en casi t o d o s los casos, implicaron u n a intensificación del


trabajo, p o r q u e m o d e l o s c o m o este apenas se d o c u m e n t a n en las tie-
rras francas antes d e la década de 740. Este cambio también fue lo sufi,
cientemente visible c o m o para llamar la atención de los reyes; en 800
c u a n d o C a r l o m a g n o e s t u v o en el territorio de Le Mans, los campesi-
nos de las tierras reales y eclesiásticas quisieron obtener de él una regla
sobre la cantidad de servicio laboral q u e debían prestar, puesto que en
la zona era m u y variable y e n ocasiones llegaba a ocupar toda una se-
m a n a . Él d i c t ó u n a ley según la cual u n a familia arrendataria en un
cuarto defaccus ( t é r m i n o del a r r i e n d o local) con sus propios animales
no debería prestar más de un día de servicio a la semana (pero dos si
no contaba con animales), y m e n o s , si tenía m e n o s tierra. Suena gene-
roso, a u n q u e n o sabemos a cuánto equivalía en realidad u n «cuarto de
factus» (quizá las familias campesinas tenían n o r m a l m e n t e d o s o más,
p o r ejemplo), p e r o la necesidad de establecer una equidad apunta a lo
n o v e d o s o d e la obligación.

El cultivo del d o m i n i o era especial, p o r q u e estaba totalmente con-


trolado p o r el señor. U n cuidado tal en la administración de la finca y
en la intensificación del trabajo hace pensar en q u e el p r o d u c t o se ven-
día. P o r lo genera], solía defenderse q u e las economías de la hacienda
bipartita eran «cerradas», unidades autárquícas q u e producían lo justo
para cubrir las necesidades de los h a c e n d a d o s y las suyas propias, de
m o d o q u e se hacía innecesario c o m p r a r y vender. El a u m e n t o de prue-
b a s de la existencia de u n c o m e r c i o , a partir de 750-800 en especial,
c o m o v e r e m o s m á s adelante e n este m i s m o capítulo, plantea ciertos
9
p r o b l e m a s a este a r g u m e n t o ; p e r o , e n cualquier caso, la documenta-
ción de las fincas carolingias hace frecuentes referencias al transporte
de los p r o d u c t o s , a veces para cubrir distancias importantes, no solo a
centros monásticos, sino también a m e r c a d o s o puertos- En general, el
sistema del manar estaba ligado a la expansión del comercio. P e r o para
la población de las haciendas bipartitas, también representó un aumen-
to del peso d e la explotación, lo q u e d e m o s t r ó q u e también los arren-
datarios, y n o solo los c a m p e s i n o s p r o p i e t a r i o s , estaban n o t a n d o los
efectos del p o d e r de las élites agrarias.

T e n e m o s u n a desacostumbrada abundancia de información sobre


las haciendas bipartitas del período carolingio, sobre todo las monásti-
cas; mucha m á s q u e sobre el funcionamiento interno de las fincas euro-
peas en cualquier o t r o p e r í o d o p r e v i o al siglo x i l Esto es así porque el
siglo i x es el g r a n p e r í o d o de los estudios de fincas, llamados polípti-
EL « E N J A U L A M I E N T O » D E L C A M P E S I N A D O , S O O - I O O O

eos, q u e solían ser m u y detallados. U n o de los p r i m e r o s polípticos de


los q u e d i s p o n e m o s — e l relativo al m o n a s t e r i o d e S a í n t - G e r m a i n -
d e s - P r é s , en las p r o x i m i d a d e s de París, d e la década de 820 o quizá u n
JO
poco a n t e r i o r — e n u m e r a t o d o s los m i e m b r o s de cada u n a de las fa-
milias arrendatarias (con u n cálculo levemente a la baja para las hijas),
del estado legal t a n t o del e s p o s o c o m o la esposa, del t a m a ñ o de s u s
mansi o m a n s o s ( c o n los c a m p o s d e c e r e a l , los v i ñ e d o s y los p r a d o s
c o ñ u d o s p o r s e p a r a d o ) , y de todas las rentas y servicios q u e debían, lo
cual podía resultar b a s t a n t e c o m p l e j o , p u e s incluía tejer, t r a n s p o r t a r ,
talar árboles, edificar y realizar labores de cestería o herrería. Se h a n
conservado m á s de doce textos parecidos del siglo siguiente (los ú l t i -
m o s d e i m p o r t a n c i a fueron los de P r i i m , cerca de T r é v e r i s , e n 893, y
Santa Giulia, en Brescia, hacia 900). L a clase de información q u e p o -
seemos sobre Saint-Germain era típica de estos estudios; p u e d e q u e n o
siempre dispongamos de los n o m b r e s de los niños campesinos, p e r o en
ocasiones t e n e m o s las edades (catedral de Marsella, 8 1 3 - 8 1 4 ) , o las ra-
ciones q u e recibían los trabajadores del d o m i n i o (Santa Giulia), o in-
formación q u e nos ofrece una vaga idea sobre las cosechas d e cereales
(Annappes, h. 800; S. T o m m a s o in R e g g i o , con posterioridad a 900), o
los tipos de g r a n o c u l t i v a d o (Santa Giulia; S a i n t - R e m i d e R e i m s , h .
850). T e x t o s c o m o este p u e d e n tomarse c o m o base de u n trabajo esta-
dístico, q u e n o s m o s t r a r á u n a u m e n t o d e población (Marsella; Saint-
G e r m a i n ) , o la tendencia a q u e h o m b r e s legalmente n o libres se casen
con mujeres libres, lo cual garantizaba la libertad de sus hijos (Saint-
Germain entre otros), o la relativa regularidad de las rentas y el servi-
cio laboral, q u e p o d í a ser intensa, lo cual indicaba u n a dirección c e n -
tral fuerte, o b i e n b a s t a n t e m á s d i v e r s a , lo cual indicaba u n a
negociación adhoc o la persistencia de costumbres locales. El atractivo
de este tipo de detalles a c t u ó , d u r a n t e m u c h o tiempo, c o m o u n obstá-
culo en el c a m i n o de los h i s t o r i a d o r e s , q u e les i m p e d í a v e r q u e estas
fincas n o eran típicas, ni p o r su t a m a ñ o ni p o r el nivel d e organización
(véase m á s arriba, el capítulo 9 ) , N o solo estaban limitadas d e s d e el
punto de vista geográfico, sino q u e p r o b a b l e m e n t e también fueron u n
indicador d e la propiedad de tierras p o r parte de la iglesia, sobre t o d o ,
y quizá también de alguna p r o p i e d a d regia; se p u e d e o b s e r v a r q u e los
señores laicos desarrollaron d o mi n i o s , p e r o es p o c o probable que c o n -
tasen con u n a organización tan rigurosa c o m o esta, en especial p o r q u e
las fincas laicas se dividían entre los h e r e d e r o s y cambiaban de m a n o s
con m á s frecuencia. D e t o d o s m o d o s , el m u n d o de los polípticos fue
E L L E G A D O DE ROMA

una realidad del siglo i x , al m e n o s , y probablemente la más productiva


de todas. Los monasterios t a m p o c o se limitaban a escribir estudios so-
b r e los bienes inmuebles; el abad A d a l a r d o de C o r b i e , p r i m o de Carlo-
m a g n o , n o s dejó u n m a n u a l sobre la adrriinistración de fincas (de 822),
e incluso u n m a p a de u n m o n a s t e r i o ideal, con indicación de todos los
talleres, a partir d e St. Gallen, dibujado hacia 825 u 8 3 0 . "
L a a p a r i c i ó n de esta clase de d o c u m e n t o s s o b r e las haciendas, a
partir d e los p r i m e r o s años del siglo i x , tal vez p o d r í a contribuir a que
parecieran ser y a p a n e del p r o g r a m a político carolingio, y en efecto lo
eran: el p r i m e r o de t o d o s , el Brevium exempla d e h . 8oo, incluye estu-
12

dios de cinco dormnios reales, el d e A n n a p p e s entre ellos, da cuenta de


todos los utensilios, cereales y animales q u e allí se encontraban, y tam-
bién d e u n pueblo del m o n a s t e r i o de W i s s e m b o u r g , con comentarios
c o m o : «deberían hacerse listas similares con cosas c o m o estas, y luego
t o m a r n o t a del g a n a d o » . E s t o s eran los m o d e l o s , q u e p r o v e n í a n del
g o b i e r n o r e g i o ; y tras el Brevium exempla^ d e principios del siglo ix,
viene el Capitulare de Villis^ capitulario q u e data también de hacía 800
y en realidad e s o t r o manual de fincas, m e n o s detallado p e r o más com-
pleto que el d e A d a l a r d o , en esta ocasión p r e p a r a d o p o r u n funcionario
real. Es decir: la práctica política regia de principios del siglo i x , tan
cargada de m o r a l (véase m á s arriba, el capítulo 1 7 ) se extendió incluso
a la administración de fincas, p o r así decir. El Capitulare de Villü insta
a llevar u n registro a d e c u a d o (de h e c h o , m á s detallado que lo que con-
seguía u n políptíco típico) para asegurar q u e las fincas del rey «sirvie-
ran enteramente a nuestras necesidades, y n o a las d e o t r o s hombres»,
y apremia t a m b i é n a los administradores de fincas (iudices) a hacer jus-
ticia y a s e g u r a r s e de q u e «nuestra fuerza d e trabajo {familia] trabaja
bien en sus cometidos y n o pierde el tiempo en los mercados». D e este
m o d o se funde la p r e o c u p a c i ó n p o r u n estilo de vida moral, q u e per-
m e a toda la legislación carolingia, con la preocupación p o r obtener un
beneficio a d e c u a d o . Esta inquietud se expandió desde el rey a los gran-
des monasterios carolingios y d u r ó tanto c o m o los propios carolingios.
Es evidente q u e la corte de C a r l o m a g n o n o inventó el cultivo en domi-
nios, solo t o m ó n o t a d e él; las haciendas bipartitas estaban evolucio-
n a n d o p o r razones m u y distintas. P e r o el p r o g r a m a carolingio brindó
u n impulso m á s hacia la sistematización y el control.

En el siglo x , se dejaron de escribir políptícos, p e r o en ningún caso


desaparecieron los manors. E n algunas zonas, se extendieron geográfi-
camente; el cultivo de los d o m i n i o s había llegado a Inglaterra en 900,
E L « É N J A U L A M I E N T O » D E L C A M P E S I N A D O , SOO-IOOO Ó I5

ral c o m o indica el estudio de H u r s t b o u m e Priors (yéase más arriba, el


capítulo 1 9 ) , q u e n o s m u e s t r a q u e t a n t o la p r o p i e d a d t e r r a t e n i e n t e
c o m o el estricto control de las fincas ya habían arraigado allí. E n Italia,
el sistema bipartito perdió terreno a partir de 9 0 o ; las referencias a los
13

servicios forzados c a y e r o n e n picado a lo l a r g o del siglo x y se vivió


una tendencia general a cobrar las rentas en d i n e r o , bastante antes q u e
en la E u r o p a septentrional, y los d o m i n i o s estaban cada vez m á s divi-
didos en tenencias. E s t o , sin e m b a r g o , seguía indicando la presencia de
una administración de fincas orientada hacia el comercio; ocurría sen-
cillamente q u e quienes realizaban las c o m p r a s y ventas d e p r o d u c t o s
agrícolas eran los arrendatarios y no los señores; este proceso fue más
sencillo e n Italia q u e m á s al n o r t e , p o r q u e las ciudades eran más g r a n -
des y, p o r t a n t o , la d e m a n d a de cereal y v i n o era superior. E n Francia,
Alemania e Inglaterra, la agricultura de dominios y el servicio forzado
c o n t i n u a r o n siendo u n a p a r t e n o r m a l de las relaciones e n t r e s e ñ o r y
arrendatarios hasta el siglo x n (en Inglaterra, hasta el x i v ) . P a r a e n -
tonces, era frecuente q u e se hubiera vuelto rutinario, c o m o herramien-
ta de c o n t r o l , m á s q u e d e intensificación del beneficio a g r a r i o ; p e r o
siempre se podía pasar a esto ú l t i m o si se daba la ocasión, c o m o suce-
dió en la Inglaterra del siglo x m .

E n las g r a n d e s fincas, los arrendatarios eran m u y diversos social-


mente, c o m o sucedía antes de Soo. En cada hacienda había dependien-
14
tes libres y n o l i b r e s , y en ocasiones también los había semilibres, con
un conjunto de derechos intermedio. E n las regiones d e E u r o p a con una
tradición vernácula escrita, c o m o Inglaterra y Alemania, encontramos
aún m á s estratos sociales, cada u n o de ellos con n o m b r e vernáculo e s -
pecífico, q u e debían u n conjunto de servicios ligeramente distintos e n -
tre sí. T o d o s los estratos, o casi todos, debían prestar servicios laborales
forzosos, pero en los dominios, las cargas más pesadas estaban ligadas
por lo general a los n o libres; la condición legal, p o r tanto, se vinculaba
a la sumisión económica. D e todos m o d o s , se tendía a q u e la condición
legal fuese p e r d i e n d o importancia. E n las fincas de Saint-Germain que
tenían la extensión de u n p u e b l o , d o n d e t o d o el m u n d o era arrendata-
rio, eran habituales los m a t r i m o n i o s mixtos e n t r e libres y n o libres,
c o m o y a h e m o s visto, y p o d e m o s p e n s a r q u e la privación de libertad
acabó p o r desaparecer. E n cierto nivel, los señores ya n o necesitaban la
ausencia de libertad, p u e s t o q u e la m a y o r í a de c a m p e s i n o s eran ya
arrendatarios; las p r ó x i m a s transformaciones q u e estudiaremos — l a
exclusión de los libres del m u n d o público y el desarrollo de la seigneurie
6 2
5
É L L E G A D O DE ROMA

báñale— también redujeron los privilegios de la libertad, lo que facilitó


q u e los señores permitieran q u e los no libres los consiguiesen. Muy des-
pacio, el concepto tradicional de privación de libertad fue perdiendo su
utilidad en la E u r o p a occidental. P r i m e r o sucedió en Italia, d o n d e los
arrendatarios n o libres ya eran raros en el siglo xi ( a u n q u e los siervos
domésticos continuaron privados de libertad durante mucho más tiem-
po); luego se dio en Francia, aunque u n poco más tarde q u e en Alema-
nia e Inglaterra, y a ú n m á s tarde en Escandinavia. Se m a n t u v o la sumi-
sión territorial y el concepto centromedíeval de «servidumbre» — e s t a r
atado a la tierra y' sometido a la justicia del s e ñ o r — no fue m u y distinto
en la práctica, de la ausencia de libertad legal propia de la época altome-
dieval; de h e c h o , se utilizó la misma palabra q u e en la R o m a clásica em-
pleaban p a r a los «esclavos»: servas. A h o r a , sin e m b a r g o , el grado de
sumisión al señor, territorial y económica, era m u c h o más importante
q u e la división tradicional entre libres y no libres.
L a s otras dos tendencias q u e redujeron la autonomía del campesi-
n a d o de E u r o p a e n el período entre 800 y 1000 y a las h e m o s estudiado
(en los capítulos 18 y z t ) y n o es preciso entrar ahora en tanto detalle.
E n la E u r o p a carolingia, los c a m p e s i n o s q u e d a r o n cada vez más ex-
cluidos del ejército, c o m o ya h e m o s visto. El proceso n o había conclui-
d o ; n o había s u c e d i d o en Inglaterra, ni en Sajonia, d o n d e las guerras
eslavas del siglo x hacían necesarias todas las m a n o s . Sin embargo, en
1000 e incluso antes, en todas p a r t e s , la condición aristocrática estaba
asociada con ser u n miles ¡ y las clientelas aristocráticas se convirtieron
en las únicas tuerzas de c o m b a t e . T a m b i é n p e r d i e r o n su importancia
las asambleas públicas, sobre t o d o en la Francia Occidental; siguieron
existiendo hasta el siglo x i e n Italia, p e r o t a m b i é n allí terminaron de
forma abrupta- F u e sobre todo en Inglaterra d o n d e se mantuvieron sin
i n t e r r u p c i ó n las tradiciones a n t e r i o r e s de las asambleas públicas con
p o d e r e s j u r í d i c o s , q u e se e x t e n d í a n a t o d o s los h o m b r e s libres. Esta
también fue u n a de las principales razones q u e explican p o r q u é la divi-.
sión libres-no libres siguió s i e n d o fuerte en I n g l a t e r r a ; de h e c h o , en
1200 había allí una p r o p o r c i ó n de población legalmente no libre mayor
q u e en cualquiera de las tierras poscarolingias. Sin e m b a r g o , en el res-
to de lugares, la esfera pública estaba cada vez m á s vetada al campesi-
n a d o , que en consecuencia vivió cada vez más sometido al señor.

T o d o esto e v o l u c i o n ó l u e g o hacia el «señorío banal» {báñale, de


bannum) en algunas zonas de la Francia o c c i d e n t a l / m o d e r n a e Italia,
en áreas d o n d e el estado p e r d i ó casi toda la fuerza y el señorío privado

±3
EL «EMJAULAMJENTO» D E L CAMPESINADO, 800-IOOO

asumió el m a n d o d e casi t o d o . L o s señores de estos s e ñ o r í o s {señores


p r o p i a m e n t e dichos) reclamaron derechos legales incluso sobre v e c i -
nos q u e eran propietarios libres, si estos vivían en el territorio señorial,
sobre todo si eran campesinos, c o m o sucedió en el señorío de Uxelles
(en el Máconnais, visco en el capítulo a n t e r i o r ) . D e b e r í a ser evidente
q u e el «señorío banal» fue tan solo u n a e v o l u c i ó n e x t r e m a de k t e n -
dencia general entre el campesinado libre, de todas las condiciones s o -
cíalesy económicas, hacia el proceso q u e ya había c o m e n z a d o el p e r í o -
do carolingio: la exclusión del m u n d o público. El tipo de control q u e
los señores p u d i e r o n llegar a tener incluso sin los d e r e c h o s señoriales
oficíales queda bien testimoniado p o r el proceso de incastellanientc v i -
vido e n la Italia central, sobre t o d o e n las tierras de los alrededores d e
Roma. * E n este p r o c e s o , en los siglos x y X T , los señores trasladaron a
1

sus dependientes libres, en muchas ocasiones por la fuerza, de sus a n t e -


riores asentamientos a p u e b l o s e m p l a z a d o s en lo alto de u n a colina, a
veces en lugares n u e v o s , r e o r g a n i z a n d o sus territorios y rentas en el
proceso. F u e más dificultoso en ei n o r t e de Italia, d o n d e las tierras d e
los señores estaban más fragmentadas; allí, el incastellamento significó
solo la fundación de castillos c o m o signos de p o d e r político y c o n d i -
ción social, j u n t o con los pueblos o aldeas preexistentes, o p o r encima
de ellos, c o m o en el n o r t e de E u r o p a . Sin e m b a r g o , en el centro de la
península Itálica, los s e ñ o r e s solían d i s p o n e r de lotes d e tierras m á s
e x t e n s o s y , en consecuencia, r e u n i e r o n m á s p o d e r . L o s c a m p e s i n o s
del interior de estos nuevos castillos ya estaban mucho más apartados del
m u n d o público, a u n q u e el «señorío banal» n o se desarrolló p o r c o m -
pleto en estas regiones hasta bien entrado el siglo x i . P e r o con los n u e -
vos señoríos de las décadas de e n t o r n o a i o o o (y posteriores), la t r a m -
pa se cerró sobre el campesinado, c u y o s asuntos, a partir de entonces,
quedaron sometidos legalmente a los señores, c o n distintos niveles d e
severidad. L a situación se m a n t u v o hasta q u e los p o d e r e s señoriales
fueron picoteados desde a m b o s lados, a partir del siglo x n , tanto p o r
parte de campesinos — q u e establecieron conjuntos de derechos pacta-
dos con sus señores, l l a m a d o s «franquicias» en los países de l e n g u a s
r o m a n c e s — como por parte de gobernantes — r e y e s o condes en
Francia, ciudades en I t a l i a — q u e ansiaban expandir de n u e v o la c o m -
petencia de la justicia pública. P e r o para entonces, el m u n d o político
era m u y distinto-

Estas tendencias t u v i e r o n o r í g e n e s d i s t i n t o s , p e r o interacruaron


entre ellas y esta interacción significó q u e los efectos d e cada u n a d e
E L L E G A D O D E ROMA

ellas a u m e n t a r o n ; la exclusión de los campesinos del m u n d o público


fue tanto m á s grave cuanto q u e esos campesinos también estaban per-
diendo sus tierras o, c o m o arrendatarios, estaban cada vez más someti-
dos a las exigencias de los h a c e n d a d o s , y viceversa. Este es el contexto
q u e permite hablar de u n p r o c e s o de «enjaulamiento», c u a n d o las so-
ciedades campesinas se fueron s e p a r a n d o de forma sostenida unas de
otras y estuvieron cada vez m á s sometidas al señor local (incluso sin la
imposición del «señorío banal», a u n q u e si se había desarrollado este
tipo de señorío, lo estaban p o r e n t e r o ) . El hecho de q u e en algunos ca-
sos los señores locales fuesen familias pujantes y militarizadas que p r o -
venían de la misma comunidad — a n t i g u o s propietarios de nivel inter-
medio y o r i g e n en la propia población, o incluso antiguos campesinos
ricos (véase m á s arriba, capítulo 2 1 ) — n o m e j o r ó las cosas; aquellas
familias contaban con u n conocimiento local q u e facilitaba el dominio
y con frecuencia, contaban con vínculos jerárquicos capilares con sus
T

vecinos o antiguos vecinos, e n forma de p a t r o n o s y clientes, así como


de propietarios y arrendatarios. E n los pueblos y las comunidades lo-
cales en general e m p e z a r o n a a b u n d a r m á s los vínculos sociales verti-
cales. C o m o v i m o s en el capítulo 9, los propios pueblos se estructura-
r o n con m á s c u i d a d o : solían ser m á s g r a n d e s y contar con u n núcleo
m á s claro. A partir de 800, aproximadamente, disponían cada vez más
de una iglesia (el sacerdote era o t r o centro de relaciones de patrocinio)
y, en algunos casos, hacia 1000 quizá contaran ya con u n castillo. * Si 1

o b s e r v a m o s los registros arqueológicos de los pueblos, a partir del si-


glo i x también v e r e m o s con frecuencia el lento desarrollo de señales
de distinción y poder, c o m o los centros de las haciendas, quizá amura-
llados, c o m o en Montarrenti, en la T o s c a n a (véase más arriba, el capí-
tulo 1 0 ) ; a veces, estos fueron los antepasados directos d e las fortifica-
ciones d e los siglos x y x i . P e r o los castillos, las torres y similares
implicaban u n a jerarquía m u c h o m á s formalizada. Estas jerarquías y
n u e v a s e s t r u c t u r a c i o n e s reforzaron el p r o c e s o de enjaulamiento del
campesinado, p o r q u e se llevaron la flexibilidad q u e p o d e m o s observar
en las p r u e b a s de las q u e d i s p o n e m o s para la p r i m e r a fase de la Alta
E d a d Media. A partir de e n t o n c e s , los campesinos «supieron cuál era
su sitio»; tenían m e n o s p o d e r para negociar.

T o d o esto son generalizaciones m u y amplias y h u b o t o d o tipo de


matices regionales. P o r lo general, las regiones (o pueblos) d o n d e so-
b r e v i v i ó u n estrato d e c a m p e s i n o s p r o p i e t a r i o s p u d i e r o n m a n t e n e r
cierta acción i n d e p e n d i e n t e en ios siglos v e n i d e r o s , al m e n o s a nivel

-J.
E L " E N ] A U L A M I E N T O » D E L C A M P E S I N A D O , 80P-IOOO

local; p o d e m o s ver ejemplos de los siglos x n y x m en el n o r t e de Ita-


lia, incluso en áreas con fuertes señoríos particulares, P e r o , p o r encima
de t o d o , la sociedad de los pueblos se t o r n ó más jerárquica, a un ritmo
distinto en cada localidad.
V e a m o s algunos ejemplos concretos. E n el capítulo 9 vimos q u e las
aldeas de las inmediaciones de R e d o n , en la B r e t a ñ a oriental, fueron
m u y a u t ó n o m a s a principios del siglo i x , con una esfera pública m u y
activa y un campesinado capaz de e m p r e n d e r acciones independientes
de toda clase, desde transacciones sobre la tierra hasta u n a vigilancia
loca). Algunas colecciones de d o c u m e n t o s del período carolingio, con-
servadas p o r azar, n o s p e r m i t e n o b s e r v a r u n o s c u a n t o s ejemplos p a -
ralelos a este m o d e l o . L o s pueblos r e n a n o s d e los alrededores de M a -
guncia eran zonas d o n d e a b u n d a b a la p r o p i e d a d aristocrática (incluidas
la real y la monástica), p o r q u e el área era u n o de los principales «paisa-
jes reales» del m u n d o carolingio; pero también había un gran n ú m e r o de
campesinos propietarios, organizados en g r u p o s de testigos públicos,
que se m a n t u v i e r o n bascante apartados d e las redes aristocráticas. Las
aldeas más p e q u e ñ a s de los alrededores de Milán o Lucca, en la Italia
1 7
del siglo i x , muestran m á s vínculos de patrocinio entre campesinos y
g r a n d e s p r o p i e t a r i o s (laicos y eclesiásticos p o r i g u a l ) , p e r o también
una considerable flexibilidad de acción para los comerciantes, en el n i -
vel del pueblo: todos, o la mayoría, podían tener p a t r o n o s e n la ciudad,
pero había u n a g r a n diversidad de opciones p o r q u e t o d o s los p o d e r o -
sos c o n t a b a n con una b a s e en ia ciudad. E n las m o n t a ñ a s , lejos de las
urbes, los campesinos p o d í a n desarrollar toda u n a serie de estrategias.
U n ejemplo de ello es la zona d e los a l r e d e d o r e s de R a n k w e i l , en la
cuenca alta del Rin (en los A l p e s , p o r encima del lago de C o n s t a n z a ) ,
d o n d e p o d e m o s observar-—-a través de una colección documental d é l a
década de 8 2 0 — q u e sus habitantes desarrollaron u n a cautelosa rela-
ción de patrocinio, basada en la tierra, con el scultai^js Folcuino (Folc-
w í n ) , un funcionario local. P r o b a b l e m e n t e F o l c u i n o había venido del
exterior, c o m o parre de la ampliación de la autoridad pública carolingia
a los Alpes; p e r o parece q u e q u e d ó absorbido en una sociedad local, en
lugar d e cambiarla desde fuera. O t r o ejemplo está en la costa adriática
de los Apeninos centrales, e n Italia, en las tierras de alrededor del m o -
nasterio de Casauria (cerca del valle de T r i t a ) , fundado p o r el e m p e r a -
d o r Luis II en 8 7 3 , Los d o c u m e n t o s de u n pueblo llamado Vico T e a t i -
n o , conservado para el período de 840-880, muestran entre otras cosas
u n p r ó s p e r o propietario medio llamado Karol, hijo d e L i u t p r a n d o ( m .
E L L E G A D O D E ROMA

h. 3 7 0 ) , quien, junto con su familia, participó en una intrincada serie de


transacciones inmobiliarias q u e pretendían desarrollar las redes socia-
les locales y, sobre t o d o , p r o v e e r a sus hijas de dotes atractivas. Karol
también trataba con funcionarios y grandes terratenientes y, sin duda,
mantenía con ellos relaciones de patrocinio — d e h e c h o , m e d r a b a s o -
cialmente al casar a sus hijos con e l l o s — , p e r o se movía con gran flui-
dez dentro de su propia sociedad. Estos fueron los años inmediatamen-
te anteriores a la abrupta llegada de Casauria, con el patrocinio real, al
escenario político de esta m i c r o r r e g i ó n ; C a s a u r i a cambió profunda-
m e n t e la política local, igual q u e hizo R e d o n con los pueblos de sus al-
r e d e d o r e s (de ahí q u e , c o m o d e c o s t u m b r e , los d o c u m e n t o s de Karol
hayan p e r v i v i d o en el archivo m o n á s t i c o ) , p e r o hasta entonces había
mantenido u n m u n d o social flexible.
Este m u n d o «carolingio», de pueblos e s t r u c t u r a d o s p o r el poder
público y g r a n d e s terratenientes, p e r o n o necesariamente d o m i n a d o s
p o r estos, se debilitó en el siglo siguiente. Hasta bien entrado el siglo
x , los d o c u m e n t o s de C l n n y , q u e arrojan una luz n o t a b l e m e n t e deta-
llada s o b r e m u c h o s p u e b l o s de los a l r e d e d o r e s del m o n a s t e r i o , nos
m u e s t r a n r e a l m e n t e q u e a l g u n o s habitantes de los pueblos p o n í a n en
marcha estrategias del tipo q u e a c a b a m o s de ver, con solamente algu-
nas donaciones ocasionales al monasterio; p e r o en otros lugares ya es-
taba e m p e z a n d o a a p a r e c e r u n a estructura más jerarquizada. La familia
de A r l e o , hijo de I n g e l e l m o ( m . después de 1 0 0 2 ) , era u n a familia pa-
recida a la de Karol, de propietarios m e d i a n o s con sede e n u n conjunto
8
de pueblos situados justo al n o r t e del m o n a s t e r i o ; ' en la segunda mi-
tad del siglo x , e n t r e g a r o n al c o n v e n t o casi toda la tierra q u e poseían
en u n o de estos pueblos, Flagy, para desarrollar u n a relación de patro-
cinio c o n C l u n y , m i e n t r a s se q u e d a r o n las tierras de o t r o s lugares
c o m o Merzé- P e r o A r l e o t a m b i é n m a n t u v o relaciones m á s formales;
Josseran de Uxelles fue su sénior^ «señor». La seigneurie báñate estaba
e m p e z a n d o a existir y, a d e m á s d e restringir los d e r e c h o s legales de
quienes estuvieran sometidos a ella, también trajo relaciones persona-
les de s e ñ o r í o . L o s h e r e d e r o s de A r l e o escaparían a ello y acabarían
siendo milites y p e q u e ñ o s señores en Merzé, en el lado aristocrático de
la línea divisoria. Sin e m b a r g o , n o les sucedió lo m i s m o a sus vecinos,
con muchos de los cuales él y su familia también habían realizado tran-
sacciones o habían actuado c o m o testigos para ellos.

Los d o c u m e n t o s relativos al m o n a s t e r i o de Farfa, en la Italia cen-


tral, muestran modelos análogos. Farfa había fundado el vecino castillo
EL *iENJAULAMIENTOw DEL CAMPESINADO, S o O - l O O O

(esto es, pueblo fortificado) de Salisano entre 953 y 9 6 1 , c o m o parte


de[ proceso de incastellamento, y a! parecer el g r u e s o d e los habitantes
locales ya vivía allí a finales del siglo x . La m a y o r í a de la tierra de Sali-
sano ya era del monasterio d e s d e el siglo ix. A finales del siglo x, algu-
nos d o c u m e n t o s n o s lo m u e s t r a n a c u m u l a n d o el resto de las tierras de
la población campesina q u e aún era terrateniente, casi t o d o mediante
donaciones (algunos se resistieron, p e r o p e r d i e r o n en los tribunales);
los d o n a n t e s recibían e n t o n c e s la tierra de vuelta, en a r r i e n d o , y sus
herederos se convertían en arrendatarios monásticos. U n a vez más, sin
e m b a r g o , algunos habitantes n a d a r o n hasta la superficie; A z o , hijo de
A n d r e a , u n propietario local, a r r e n d ó el castillo m i s m o e n 9 6 1 , y sus
rivales (o quiza h e r e d e r o s ) , la familia Gualafossa, a c a b a r o n c o n v i r -
tiéndose durante el siglo siguiente en p e q u e ñ o s castellanos q u e depen-
dían del monasterio y eran clientes activos de este, con status militar y
el c o n t r o l adicional de u n castillo subsidiario, s o b r e el q u e Farfa n o
consiguió p o n e r las m a n o s del t o d o hasta 1093. El «señorío banal» n o
empezó allí hasta los años 1 0 1 0 , pero ya o b s e r v a m o s u n a jerarquía l o -
cal cada vez más firme, con u n tinte militar, en la generación previa, o
quizá antes.

Estos d o s últimos ejemplos provienen de áreas cercanas a m o n a s -


terios p o d e r o s o s y , p o r lo t a n t o , en cierta m e d i d a p o d r í a n o s o r p r e n -
d e r n o s q u e el i m a g i n a r i o del s e ñ o r í o se i m p u s i e r a c o n fuerza. P e r o
también sucedía lo m i s m o con la m a y o r í a de los ejemplos carolingios y
allí el señorío tenía m e n o s fuerza. A d e m á s , c o m o y a se h a enfatizado,
ahora había bastantes menos partes de E u r o p a en las q u e existiera aún
la propiedad de tierras n o aristocrática. Si los pueblos parisinos s o m e -
tidos a S a i n t - G e r m a í n - d e s - P r e s fueron atípicos p o r su s o m e t i m i e n t o
en 820, desde luego 110 lo habrían sido ciento cincuenta años más tar-
de. E n Flagy, Merzé y Salisano v e m o s los p r i m e r o s pasos del proceso
de enjaulamienro del campesinado terrateniente; p e r o e n pueblos p o -
seídos p o r entero p o r nobles, la situación era m á s totalizadora y aún lo
sería m á s con la llegada de los derechos señoriales propiamente dichos.

Estos no fueron los únicos cambios socioeconómicos d e ios siglos i x y


x en la E u r o p a occidental. F u e este u n p e r í o d o de expansión e c o n ó m i -
ca sostenida, en el sentido m á s a m p l í o del t é r m i n o : en población, e n
producción agrícola, en actividad ártesanal y en c o m e r c i o . P u e d e d e -
cirse q u e la fuerza motriz d e todo esto fue el proceso de sometimiento
6jS E L L E G A D O D E ROMA

del campesinado, q u e a c a b a m o s de ver; pero p r o v o c ó u n a complejidad


m a y o r de la economía en todos los niveles, V e á m o s l o s u n o a u n o .
Entre la Alta Edad Media y los inicios del siglo x i v , la población de
20
E u r o p a creció de forma c o n s t a n t e , hasta quizá triplicar su t a m a ñ o .
Las cifras son hipotéticas en muchas áreas, salvo en la Inglaterra poste-
rior a la conquista n o r m a n d a , q u e representa la principal excepción;
pero tanto pueblos c o m o ciudades crecieron e n t a m a ñ o y en n ú m e r o ,
con efectos acumulativos o b v i o s , y el t a m a ñ o m e d i o de las propieda-
des campesinas c a y ó bastante, siendo e) cuarto de m a n s o la tierra nor-
mal en m u c h o s lugares, en el siglo x n . L a s raíces de este crecimiento se
r e m o n t a n al p e r í o d o carolingio, al parecer, puesto q u e m u c h o s de los
pueblos r e g i s t r a d o s p o r ejemplo en el políptico de S a i n t - G e r m a i n y a
eran grandes, y las listas de niños en este y otros polípticos n o s permi-
ten calcular q u e ya estaban creciendo, a u n q u e despacio. E n los polípti-
cos y o t r o s d o c u m e n t o s , los m a n s o s ya aparecían divididos cada vez
más a m e n u d o , en dos partes al m e n o s , lo cual también representaba u n
indicador a p r o x i m a d o — e n este m o m e n t o e igualmente m á s adelan-
t e — de q u e la población crecía. P o r q u é se inició este crecimiento y
c u á n d o sucedió e x a c t a m e n t e n o está del t o d o claro, p e r o una expan-
sión demográfica lenta, q u e p r o b a b l e m e n t e a u m e n t ó la velocidad de
crecimiento desde más o m e n o s 950, está e n la base de los dos últimos
siglos cubiertos p o r este libro-
U n a consecuencia del crecimiento demográfico fue, p o r supuesto,
q u e tenía q u e haber suficiente comida para u n a población cada vez m a -
y o r . " La demografía altomedieval era p o c o n u m e r o s a ; los d o s millo-
nes de habitantes q u e se calculan, aproximadamente, para la Inglaterra
del Domesday Book ( c o m p a r a d o s c o n los sesenta millones de la actuali-
dad) podían alimentarse con facilidad, incluso con los métodos agríco-
las disponibles, igual q u e se podía alimentar al m e n o s a u n a parte del
crecimiento demográfico posterior p o r la m e r a vía de recurrir a todo el
espacio agrícola disponible del m o d o más intensivo posible. Ni siquie-
ra entonces fueron siempre irresistibles las presiones p a r a adoptar u n
cultivo intensivo; solo al final de nuestro período los europeos del nor-
te empezaron a introducir ampliamente la rotación trienal de cereales ?

con solo u n a ñ o d e b a r b e c h o de cada tres, en lugar de u n o de cada dos,


c o m o se a c o s t u m b r a b a (y se siguió haciendo en el Mediterráneo); los
ciclos de tres a ñ o s y a se conocían hacia 800 (aparecen en algunos p o -
lípticos), p e r o su u s o solo se generalizó cuando a u m e n t ó la presión d e -
mográfica.
E L « E N J A U L A M I E N T O » D E L C A M P E S I N A D O , 800-JOOO 659

Lo m i s m o vale para el desmonte de tierras. En el capitulo 9 vimos


q u e la m a y o r í a d e la tierra, en el O c c i d e n t e a l t o m e d i e v a l , n o debía
considerarse b o s q u e virgen. P a r t e de Alemania lo era, igual q u e b u e n a
parte de las tierras eslavas y escandinavas, p e r o al oeste del Rin y al sur
de los A l p e s , y m á s aún e n I n g l a t e r r a , los b o s q u e s , p o r extensos q u e
fueran, estaban en su m a y o r í a d i v i d i d o s ; y , si n o los a d m i n i s t r a b a n
p a r a o b t e n e r m a d e r a y árboles tallares, se c o n s i d e r a b a n al m e n o s un
recurso para la subsistencia del campesinado y la caza real o aristocrá-
tica. D e h e c h o , los b o s q u e s solían ser p a r t e de las p r o p i e d a d e s de los
campesinos y su u s o (para pastoreo, recolecta de frutos del b o s q u e y,
p o r supuesto, leña para el fuego) formaba p a r t e de las estrategias habi-
tuales de la economía campesina. Si crecía la presión demográfica, esos
bosques serían los p r i m e r o s en sufrir talas y convertirse en c a m p o s de
cereal, que producirían m á s calorías, a u n q u e también u n a dieta m e n o s
variada. Este desmonte a p e q u e ñ a escala, la roza, está m á s d o c u m e n t a -
d o en el siglo i x q u e antes; quizá sea solo p o r q u e disponemos de mejo-
res pruebas, p e r o encaja con las señales de crecimiento demográfico en
el p e r í o d o carolingio. D e t o d o s m o d o s , el despegue del d e s m o n t e de
t e r r e n o s , la decisión de limpiar b o s q u e s y t a m b i é n p a n t a n a l e s a g r a n
escala, n o empieza en ninguna parte antes de 9 50, aproximadamente, y
a m e n u d o t u v o lugar más tarde. La presión demográfica solo creció de
v e r d a d e n los últimos a ñ o s de nuestro p e r í o d o , después del lento prin-
cipio carolingio. El p e r í o d o del g r a n d e s m o n t e , q u e cambió el r o s t r o
de la E u r o p a central y oriental en particular, es posterior a la fecha en
la q u e termina esre libro.

Vale la pena añadir que, c u a n d o los campesinos se implicaron en el


despejo de las tierras, p u d i e r o n hacerlo m á s rápido de lo que crecía su
n ú m e r o , al m e n o s d u r a n t e u n t i e m p o , y p u d i e r o n sumario a sus recur-
sos, al m e n o s en cereales. Este fue el caso sobre t o d o de los m á r g e n e s
agrícolas, e n zonas m o n t a ñ o s a s o en la frontera con las grandes zonas
hoscosas de Alemania, d o n d e había m á s terreno q u e limpiar; los p r o -
pietarios ofrecían con frecuencia rentas m e n o r e s a cambio de p a r t i d -
par en las labores de d e s m o n t e . A q u í , p o r lo m e n o s , h u b o u n a zona en
la q u e los campesinos pudieron obtener beneficios, en lugar de p é r d i -
das, a partir d e los cambios s o c i o e c o n ó m i c o s del ú l t i m o siglo ( m á s o
menos) de n u e s t r o p e r í o d o . El y a c i m i e n t o a r q u e o l ó g i c o de C h a r a v i -
11
nes representa un ejemplo anecdótico de t o d o e s t o ; está situado j u n t o
a u n lago p e q u e ñ o en el Delfinado, al pie de los Alpes franceses, d o n d e
se descubrió un p e q u e ñ o asentamiento e n u n área de d e s m o n t e . El p u -
66o E L L E G A D O D E ROMA

n a d o de casas del l u g a r se e n c o n t r ó a n e g a d o , l o q u e significa q u e la


m a d e r a se conservó: gracias a los anillos d e los árboles, las casas se han
p o d i d o fechar en el p e r í o d o d e 1 0 0 3 - 1 0 4 0 . C h a r a v i n e s n o d u r ó m u -
cho, pero g o z ó d e u n a considerable prosperidad d u r a n t e unas décadas.
L a s casas ofrecieron n u m e r o s o s hallazgos: cuencos y herramientas de
m a d e r a (e instrumentos musicales), telas, zapatos, cerámica importada
y u n a desacostumbrada cantidad de p r o d u c t o s metálicos, incluidas ar-
mas y m o n e d a s ; tal vez los bienes i m p o r t a d o s se pagasen con la venta
de cerdos, q u e p r e d o m i n a b a n entre los huesos de animales de la zona.
N o p o d e m o s generalizar a p a r t i r de estas anécdotas ( a u n q u e otros lo
h a n h e c h o ) , p e r o deberíamos reconocer q u e se trata de u n conjunto de
hallazgos m á s rico de lo q u e u n o podría imaginar en la mayoría de ya-
cimientos rurales de los siglos anteriores; u n a de las edificaciones qui-
zá fuera aristocrática, p e r o n o las restantes. A q u í p o d e m o s observar el
tipo de p r o s p e r i d a d q u e la e x p a n s i ó n agrícola p o d í a traer c o n s i g o al
final d e n u e s t r o p e r í o d o , al m e n o s de forma t e m p o r a l , hasta q u e los
incrementos demográficos la absorbió de n u e v o o hasta q u e los seño-
res a u m e n t a r o n las rentas y las obligaciones señoriales.

L a p r o d u c c i ó n artesanal y el c o m e r c i o también estaban creciendo


en todas partes, y a desde el p e r í o d o c a r o l i n g i o . 23
E n el capítulo 9 v i -
m o s q u e antes de 800, el intercambio era local en la m a y o r í a de luga-
res. N o fue tanto el caso en el n o r t e de las tierras francas, d o n d e hubo
u n m o v i m i e n t o d e bienes p e r c e p t i b l e a l o l a r g o de los valles de ríos
g r a n d e s c o m o el Rin y el Sena, q u e en el siglo v m se igualaron a una
serie d e p u e r t o s del m a r del N o r t e . En cambio, la mayoría del comer-
cio italiano apenas se extendía m á s allá de los territorios de cada ciu-
dad, y en Inglaterra existió m u y poco comercio q u e traspasara el nivel
del p u e b l o . E n Escandinavia y las tierras célticas y eslavas esta situa-
ción era aún m á s extrema, salvo en el caso de los artículos de lujo, que
viajaban hasta sus c o m p r a d o r e s de élite p o r t o d o el m a r del N o r t e y el
Báltico, y p o r los ríos rusos, con tanta facilidad c o m o en Francia e Ita-
lia. T o d o s estos m o d e l o s se complicaron a partir de Soo.

Francia, entre el Loira y el R i n , fue la parte m á s compleja de Occi-


d e n t e , desde el p u n t o d e vista e c o n ó m i c o , tanto después de 800 como
anteriormente. L a arqueología constata u n a actividad u r b a n a crecien-
te: Maguncia se unía a D o r e s t a d , C o l o n i a y París c o m o g r a n d e s cen-
tros artesanales y mercantiles, y en el siglo x las poblaciones urbanas
aparecen c o m o participantes políticos; los habitantes de Metz y Cam-
b r a i , e n t r e o t r o s , se alzaron en armas contra sus obispos en 924 y 958
EL «ENJAULAMIENTO» DEL CAMPESINADO, Sdü-iooo 6ÓI

respectivamente. E n el siglo x , también encontramps m á s pruebas q u e


antes sobre poblaciones judías comercialmente activas en las ciudades
del R i n . Se desarrolló también u n conjunto d e n u e v o s centros u r b a n o s ,
c o m o sucedió c o n el lurgus q u e se f o r m ó en los alrededores d e Saint-
D e n i s , a las afueras mismas d e P a r í s , y la primera actividad en la r e d d e
ciudades flamencas — c o m o Brujas, G a n t e y S a i n t - O m e r — q u e , s e -
g ú n parece, empezó a expandirse a finales del siglo i x . C u a n d o se h u n -
d i ó D o r e s t a d , en el m i s m o p e r í o d o , aparecieron para sustituirlo n u e -
v o s centros en la d e s e m b o c a d u r a del R i n , en especial T i e l , d o n d e las
excavaciones m u e s t r a n u n c r e c i m i e n t o i m p o r t a n t e en el siglo x . E n
t o d o el n o r t e d e Francia, también a u m e n t a el n ú m e r o d e pruebas escri-
tas sobre el funcionamiento d e los mercados, q u e en el siglo x se exten-
d i e r o n t a m b i é n p o r t o d a la F r a n c i a O r i e n t a l , c o m o n o s indican las
a b u n d a n t e s concesiones d e d e r e c h o s m e r c a n t i l e s a p r o b a d a s p o r los
o t ó n i d a s . La a r q u e o l o g í a m u e s t r a u n a p r o d u c c i ó n d e h i e r r o en claro
a u m e n t o ; y la d e cerámica — s i e m p r e el indicador m á s claro d e la esca-
la d e los sistemas e c o n ó m i c o s — c o n t i n u a b a d e s a r r o l l á n d o s e ; a los
h o r n o s d e Badorf y Pingsdorf, cerca d e Colonia, se s u m a r o n p r o d u c -
tos principales y ampliamente distribuidos d e , p o r ejemplo, A n d e n n e
(en el valle del Mosa) y Beauvais (al n o r t e del P a r í s ) . L o s p r o d u c t o s d e
B a d o r f / P i n g s d o r f t a m b i é n se h a n hallado en núcleos comerciales d e
Escandinavia c o m o Ribe y H e d e b y ( d o n d e , sin e m b a r g o , quizá se los
considerara lujosos). A h o r a p o d e m o s trazar incluso rutas comerciales
terrestres, q u e unían las cuencas d e los grandes ríos, salpicadas d e vid
y burgi q u e hacían las veces d e m e r c a d o s ; estas rutas p u e d e n seguirse
gracias a la distribución d e la m o n e d a , el v i n o d e B o r g o ñ a y la región
de París, q u e probablemente se intercambiaba p o r la lana del delta del
Rin (la futura Flandes). Las ventas d e las grandes haciendas monásti-
cas, q u e h e m o s visto d o c u m e n t a d a s en los polípticos, encajaban en esta
red. Incluso en Francia, la m a y o r í a d e los intercambios eran siempre
relativamente locales; el 8o p o r roo d e las m o n e d a s , a p r o x i m a d a m e n -
te, se recuperan d e n t r o d e u n r a d i o d e i oo k i l ó m e t r o s d e su lugar d e
acuñación. P e r o había suficiente tráfico interregional, en p r o d u c t o s al
m a y o r , c o m o para q u e u n o tenga la impresión d e q u e existió u n a acti-
vidad considerable. En adelante, el p r o c e s o se m a n t u v o sin i n t e r r u p -
ciones: la producción d e telas despegó en las ciudades flamencas a p a r -
tir de i o o o , y e n e l siguiente siglo se desarrollaron las grandes ferias d e
la C h a m p a ñ a ; esto m a r c ó u n n u e v o estadio en la complejidad del c o -
mercio, p e r o sus raíces se h u n d í a n c o n firmeza en los siglos i x y x .
602 E L L E G A D O t>E R O M A

E s t o s s i g n o s d e a c t i v i d a d t e n í a n e q u i v a l e n t e s en t o d a s p a r t e s ,
p e r o a m e n o r escala. En I n g l a t e r r a , el c o m e r c i o interior y la p r o d u c -
ción a g r a n escala e m p e z a r o n en el siglo x , a c o m p a ñ a d o s de cierto
desarrollo u r b a n o , s o b r e t o d o en Y o r k . E n la A l e m a n i a meridional,
R e g e n s b u r g o (en el D a n u b i o ) fue sin d u d a destacado centro u r b a n o y
mercantil e n el siglo x , q u e se expandió m á s allá de las murallas roma-
nas y t u v o comerciantes lo suficientemente ricos c o m o para comprar
tierras- U n d o c u m e n t o de hacia 905, q u e da cuenta de los peajes paga-
J 4
d o s en Raffelstetten (en el D a n u b i o , cerca de L i n z ) , indica que los
m o r a v o s , los b o h e m i o s y quizá incluso las gentes del R u s utilizaban el
río para comerciar con los b á v a r o s . A q u í , sin e m b a r g o , la lista de p r o -
ductos estaba d o m i n a d a p o r la sal, q u e se había estado vendiendo en la
región de Salzburgo desde la Edad del H i e r r o e incluso antes; el segun-
d o lugar lo ocupaban los esclavos y los caballos. N o h a y referencias a
productos artesanales, señal importante del comercio al p o r mayor. El
D a n u b i o n o se igualaba a u n al R i n , el Mosa o el Sena c o m o ruta co-
mercial.

T a m b i é n e n Italia c o n t a m o s c o n a l g u n o s paralelos. C o m o Italia


era la p a r t e del O c c i d e n t e latino m á s p r ó x i m a a las importantes redes
comerciales del M e d i t e r r á n e o m e r i d i o n a l y oriental m u s u l m a n e s , se
fueron a b r i e n d o alrededor de la península cada vez m á s rutas maríti-
m a s de l a r g a d i s t a n c i a ; V e n e c i a e x p e r i m e n t ó u n r á p i d o desarrollo
c o m o centro de distribución desde finales del siglo v m , sobre todo con
el comercio de esclavos enviados a las zonas árabes, q u e se alimentaba
de las guerras carolingio-esclavenas. E n 8 1 9 , el dux Justiniano hace
15

referencia, en su testamento, a íos «soíidiempleados» en naves que aún


debían regresar, lo cual es la p r i m e r a referencia de la historia medieval
al capital mercantil. E n el siglo x , Venecia era u n a potencia marítima
a u t ó n o m a , q u e firmaba tratados comerciales no solo c o n los reyes de
Italia sino incluso, en 9 9 1 , con el e m p e r a d o r Basilio I I , q u e en teoría
era el s o b e r a n o de V e n e c i a . E n este m i s m o s i g l o , o t r a s ciudades se
igualaron con ella en el sur de Italia, la p a r t e más rica de la península,
gracias a la actividad comercial de Amalfi, Salerno, Gaeta y Ñapóles

(la m a y o r d e t o d a s ) . Estas, m á s aún q u e Venecia, apuntaban al m u n -
do árabe. D e t o d o s m o d o s , este c o m e r c i o internacional era u n reflejo
completo de la actividad de la economía interior italiana, más adorme-
cida. Las c i u d a d e s del i n t e r i o r peninsular eran m u y grandes para lo
habitual e n Occidente; todas disponían de mercados activos y en el si-
glo x , en especial, vivieron u n a expansión, tal c o m o muestran los p r e -
EL «ENJAULAMIENTO» DEL CAMPESINADO, 800-1000 663

cios al alza de las casas milanesas. A l g u n a s de ellas fueron p u n t o de r e -


ferencia p a r a c o m e r c i o s m á s amplios, s o b r e t o d o C r e r n o n a y Pavía.
P e r o las otras fueron núcleos comerciales sobre t o d o para sus territo-
r i o s inmediatos- Las ciudades del n o r t e de Italia tenían p o r e n t o n c e s
p o c o contacto con Venecia ( m e n o s del q u e las ciudades del sur tenían
con Amalfi y Ñ a p ó l e s ) ; la p r o d u c c i ó n y el comercio de la llanura del
P o y el n o r t e de la T o s c a n a en el siglo x n , complejos y vibrantes, ape-
nas p u e d e n observarse antes de i 000,0 de 9 5 o c o m o máximo. T o d o lo
q u e p o d e m o s decir es q u e la red urbana de Italia estaba situada en el
límite de este despegue e c o n ó m i c o , entre cien y ciento cincuenta años
más tarde q u e en Francia.
A Venecia y Amalfi se les habían adelantado y a en el siglo V I I I los
p u e r t o s del m a r del N o r t e : D o r e s t a d , Q u e n t o v i c , L o n d r e s , Ips-wich,
S o u t h a m p t o n , Y o r k , R i b e , e s t e n d i é n d o s e p o r el Báltico hasta Birka,
con la fundación de H e d e b y hacia 8 0 o . Las rutas comerciales con E s -
17

candinavia fueron las q u e u s a r o n los v i k i n g o s para bajar y los asaltos


de estos contra D o r e s t a d y otras ciudades costeras francas, así c o m o un
buen n ú m e r o d e centros interiores d e la Francia Occidental, causaron
u n d a ñ o considerable a finales del siglo i x . P e r o , c o m o v i m o s en el ca-
pítulo 20, la actividad v i k í n g a g u a r d a b a u n estrecho vínculo con la a c -
tividad m e r c a n t i l ; d e h e c h o , era m u y frecuente q u e los asaltantes se
llevasen productos solo para venderlos en o t r o s lugares. E n el siglo x ,
el c o m e r c i o del m a r del N o r t e se r e c u p e r ó r á p i d a m e n t e (si es q u e e n
algún m o m e n t o había llegado a caer de v e r d a d , t o m á n d o l o en su con-
junto), y la presencia de c o m u n i d a d e s escandinavas p o r t o d o el n o r t e ,
D u b l í n , Y o r k y R u á n hacia el oeste, y S t a r a y a L a d o g a , N o v g o r o d y
Kíev hacia el este, amplió e n o r m e m e n t e el c a m p o d e acción de este
comercio.

N o d e b e m o s exagerar la actividad económica del m a r del N o r t e .


Este comercio se parecía al de los n u e v o s puertos del n o r t e del Medite-
rráneo, sobre t o d o en cuanto a los p r o d u c t o s de lujo, o lo q u e se consi-
deraban bienes similares, c o m o los esclavos. D e t o d o s m o d o s , la exis-
tencia de u n a red comercial de larga distancia en el m a r del N o r t e ( y el
mar de Irlanda, el Báltico y los ríos rusos) fue importante para el futu-
ro. C u a n d o , en los siglos xi y x n , las economías interiores de las prin-
cipales regiones del n o r t e de E u r o p a alcanzaron u n g r a d o de compleji-
dad suficiente c o m o para e m p e z a r a especializar sus p r o d u c c i o n e s , la
red del m a r del N o r t e estaba lista para el comercio al m a y o r , y así m a n -
daba la lana inglesa p a r a c o n v e n i r l a en telas flamencas, y el v i n o del
E L LEGADO D E ROMA

Rin, la m a d e r a n o r u e g a y alemana y el pescado en salazón del norte de


N o r u e g a eran enviados allá d o n d e se necesitasen. P e r o ya en i o o o este
tipo de comercio al m a y o r era característico del Mediterráneo islámi-
co; en el siglo x ya se habían fijado vínculos más estrechos y orgánicos
entre las regiones m u s u l m a n a s , A l - Á n d a l u s , T ú n e z , Sicilia, Egipto y el
O r i e n t e P r ó x i m o ( v é a s e m á s a r r i b a , el c a p í t u l o i j ) . D e h e c h o , en
i ooo, en el comercio interregionai al m a y o r , el Mediterráneo tenía más
potencial de crecimiento q u e el m a r del N o r t e , y en el p r ó x i m o siglo
aún se ampliaría m á s , c u a n d o Italia e n t r ó en él de forma m á s plena,
j u n t o con o t r a s r e g i o n e s . P o r el c o n t r a r i o , e n la r e g i ó n del m a r del
N o r t e , este m u n d o del comercio fue una característica de la Edad Me-
dia central, n o a n t e r i o r , y a p e n a s se aprecia en 1000, salvo quizá en
Flandes. P e r o el m a r del N o r t e acabaría igualándose al Mediterráneo,
y sus raíces se h u n d í a n e n la red comercial de p r o d u c t o s de lujo de la
Alta Edad Media. Las rutas m a r í t i m a s y las carreteras del siglo x n no
eran tan distintas de las del v m , el i x y el x .

E n estas páginas estoy h a c i e n d o hincapié en la pujante actividad


comercial del período de 800 a 1000, p e r o no debemos exagerar su im-
portancia. E n concreto, n o d e b e m o s p o n e r demasiado énfasis en la im-
portancia de las rutas de larga distancia. P o d e m o s encontrar venecia-
n o s , suecos y r e n a n o s e n la C o n s t a n t i n o p l a del siglo x , p e r o eso no
indica la existencia de vínculos sistémicos entre Italia, S u e c i a / R u s y
Alemania p o r un lado y Bizancio p o r el o t r o . Es solo un signo de la red
del lujo, q u e traía riqueza a u n p u ñ a d o de m e r c a d e r e s afortunados, a
una gran ciudad (Venecia) y a otras pocas. Cabría observar el comer-
cio a larga distancia d e los escandinavos del siglo x , desde Dublín al
R u s , y creer q u e esto implicaba q u e la actividad e c o n ó m i c a era tan
g r a n d e en E s c a n d i n a v i a c o m o en Francia, o c o m o en E g i p t o , cuyos
comerciantes solo en ese mismo periodo empezaban a salir del valle del
Nilo. P e r o sería falso. La e c o n o m í a egipcia era m u c h o m á s compleja
q u e c u a l q u i e r o t r a ; e n E u r o p a , la e c o n o m í a franca era m u c h o más
compleja q u e la de Escandinavia, c u y o s principales centros de distri-
b u c i ó n casi n o m a n t e n í a n relación con las zonas interiores del país.
C o m o en el Mediterráneo, lo q u e m á s importancia tema eran las eco-
nomías interiores d e E u r o p a ; la mayoría de los p r o d u c t o s se transpor-
taba, c o m p r a b a y vendía d e n t r o de las r e g i o n e s económicas, no fuera
de ellas (y sigue sucediendo lo m i s m o en la actualidad, aunque hayan
pasado mil años) y la complejidad económica, «el desarrollo», depen-
día sobre t o d o de esto- Si n o s centramos en la actividad económica in-
EL ENJAULAMIENTO» D E L CAMPESINADO, Soo-IOOo

t e n o r de las principales r e g i o n e s occidentales antes de I O O O , solo la


Francia septentrional y la Renania muestran u n aspecto realmente diná-
m i c o , p o r m á s q u e se estuviera extendiendo de forma sostenida un c o -
mercio interior m á s complejo, c o m o demuestran las concesiones m e r -
cantiles de O t ó n I en la Francia Oriental, la cerámica de t o r n o de East
Anglia o las prolongadas luchas entre los ciudadanos de C r e m o n a y su
obispo p o r los peajes fluviales del P o (estas se alargaron al menos d o s -
cientos anos, 1 L 850-1 o^ o ) . N o obstante, el comercio interior necesi-
2 g

taría estar a d e c u a d a m e n t e a r r a i g a d o e n otras regiones, además de la


zona del Rin-Loira, para q u e pudiese darse u n comercio al mayor entre
estas regiones, y no solo un intercambio de bienes de lujo. En la Europa
occidental en t o c o , esto aún n o había ocurrido; solo estaba a punto.
P o r lo t a n t o , en la E u r o p a occidental, al fina] de n u e s t r o p e r í o d o ,
existió cierta vitalidad comercial, p e r o no u n d e s p e g u e del i n t e r c a m -
bio- Esto t a m b i é n encaja c o n el ascenso sostenido, p e r o no r á p i d o , de
la población y el desmonte de tierras; el siglo Xi y el X I I muestran tanta
m á s actividad q u e c o r r e m o s el riesgo de n o apreciar n i n g u n a antes de
1000, lo cual resultaría u n a interpretación tan engañosa c o m o optimis-
ta sería ¡a centrada e n las rutas internacionales- Sin e m b a r g o ¿qué e x -
plica la actividad comercial q u e en efecto podemos o b s e r v a r en los si-
glos i x y x? En el capítulo 9, a b o g u é p o r la idea de q u e el m o t o r del
c o m e r c i o hasta 800 fuera, a g r a n d e s rasgos, la riqueza y el p o d e r a d -
quisitivo d e la aristocracia; cuanto m á s ricas eran las élites, m á s capa-
ces eran de m a n t e n e r redes de producción y distribución a gran escala.
A partir de 800, y m á s aún a partir de 950 aproximadamente, p o d e m o s
añadir a ello la creciente complejidad económica q u e comportaría p o r
sí sola u n crecimiento de la población; a d e m á s , incluso los campesinos
p o d í a n beneficiarse de la expansión e c o n ó m i c a q u e trajo aparejado el
desmonte de tierras, al m e n o s en algunas ocasiones, y los señores, q u e
tenían rentas de o t r o s pueblos y l u g a r e s , sin d u d a se beneficiaron de
ello. P e r o el m o t o r principal seguía s i e n d o la aristocracia. Y en este
contexto, el enjaulamiento del c a m p e s i n a d o r e p r e s e n t ó u n e l e m e n t o
vital. T o d a s las tendencias hacia u n a m a y o r sumisión del campesina-
d o , descritas en la primera mitad de este capítulo, tienen c o m o resulta-
do i m p o r t a n t e la concentración del e x c e d e n t e del campesinado en las
manos de los señores, por m e d i o de las rentas y obligaciones debidas al
señorío. La proporción de la producción global que acabó en manos de
los señores a u m e n t ó de forma sostenida (y a veces c o m o e n el caso de
>

Inglaterra, también rápida). D e este m o d o , también a u m e n t ó el p o d e r


666 E L L E G A D O D E ROMA

adquisitivo de la aristocracia. Esto fue lo q u e alimentó la expansión del


c o m e r c i o en los siglos i x y x , y así sucedería d u r a n t e algunos de los
siglos por venir, p o r q u e hasta m u c h o m á s tarde en la Edad Media no se
consiguió en n i n g u n a p a r t e q u e el comercio capilar concase con u n res-
paldo suficiente del campesinado para alcanzar la a u t o n o m í a . L a pér-
dida de autonomía del campesinado y el incremento en la complejidad
del c o m e r c i o fueron, p o r lo tanto, d o s caras de u n a misma m o n e d a . A
los historiadores les suele gustar la complejidad comercial y para des-
cribirla utilizan p a l a b r a s c a r g a d a s de v a l o r , tales c o m o prosperidad,
desarrollo y (como también he hecho y o ) d i n a m i s m o . P e r o la comple-
jidad tiene u n precio, y en este p e r í o d o , el precio fue u n cambio decisi-
vo que restringió la autonomía (y en ocasiones, la prosperidad misma)
de entre el S o y el 90 p o r 100 de la población.
*3

C O N C L U S I Ó N : T E N D E N C I A S EN L A
H I S T O R I A D E E U R O P A , 400-1000

Este libro ha defendido q u e no soto la Alta Edad Media en su conjunto,


sino todas las sociedades, d e diversa escala, q u e existieron durante tal
período, deben ser analizadas en sus propíos términos y sin la perspec-
tiva deformada p o r el presente. T a l inquietud h a c e q u e la conclusión
sea casi innecesaria, n o en v a n o he p r o c u r a d o hacer hincapié, repetida-
m e n t e , en las diferencias de la experiencia local. A lo largo del libro h e
c o m p a r a d o , más q u e generalizar, para p o d e r respetar esas diferencias
y darles sentido.
Esta hostilidad al p u n t o de vista r e t r o s p e c t i v o , q u e d e m a s i a d o a
m e n u d o trae consigo u n a c o n d e n a m o r a l i z a d o r a de la Alta Edad M e -
dia, n o significa, sin e m b a r g o , q u e u n o deba sentir la necesidad de p e n -
sar q u e las gentes d e este p e r í o d o eran «como n o s o t r o s » o, p e o r aún,
sentir aJguna clase de nostalgia p o r aquellos tiempos. D e s d e l u e g o , la
Alta E d a d Media fue m u y distinta de la E u r o p a occidental del siglo
x x i , en la q u e estoy escribiendo. Valores actuales c o m o el liberalismo,
el laicismo, la tolerancia, la actitud irónica, el interés p o r los puntos de
vista ajenos, p o r m u y arraigados q u e estén en nuestra sociedad m o d e r -
na, faltaban del t o d o p o r e n t o n c e s , o a lo s u m o tenían u n a presencia
testimonial, c o m o h a o c u r r i d o de h e c h o en la m a y o r í a d e las socieda-
des del pasado. Los altomedievales tenían sentido del h u m o r , no hará
1
falta decirlo; p e r o lo q u e les divertía (en b u e n a medida, la burla y los
chistes atroces) en n i n g ú n caso hace q u e resulten m á s p r ó x i m o s a n o -
sotros; u s a b a n la ironía, p e r o p o r lo general era m u y salvaje y sarcásti-
ca. Casi todos los escritores de este p e r í o d o , incluso los rigoristas reli-
g i o s o s , eran p a r t i d a r i o s del i g u a l i t a r i s m o de la t e o l o g í a del N u e v o
T e s t a m e n t o y el Corán, y daban p o r sentadas la naturaleza irreductible
de la jerarquía social y la v i r t u d m o r a l innata d e los estratos sociales
aristocráticos de los q u e , en su m a y o r í a , p r o c e d í a n ellos mismos. El
66B E L LEGADO DE ROMA

servilismo anee los s u p e r i o r e s sociales y la coacción engreída de los


inferiores sociales eran normales, e incluso virtuosas; también lo era el
principio un i v e r sal m e n t e asumido (basta d o n d e p o d e m o s ver) de que
el h o m b r e era intrínsecamente superior a la mujer. La única ausencia,
en comparación con nuestra retahila m o d e r n a de las conductas horri-
bles, era el racismo esencialista; p e r o no cabe d u d a de que el vacío se
llenaba con la convicción, chovinista y generalizada, de que los extran-
jeros eran inferiores y necios. Mientras escribía este libro m e he diver-
tido intentando identificar a q u é autor tardoantiguo o altomedieval, si
es q u e a l g u n o había ( d e e n t r e a q u e l l o s cuya p e r s o n a l i d a d p o d e m o s
capturar de n u e v o , al m e n o s en p a r t e , con el mínimo de mediación p o -
sible), p u e d o imaginar q u e e n v e r d a d me s u p o n d r í a u n placer encon-
trarme. La lista es llamativamente breve: T e o d o r e t o de C i r r o , G r e g o -
rio Magno, E g i n h a r d o , quizá Braulio de Zaragoza; y, con menos
e n t u s i a s m o , A g u s t í n , p e r o n o p o r su tolerancia, sino p o r su notable
inteligencia y conciencia de sí. P e r o , a pesar de toda ía distancia q u e la
separa de nosotros, y en buena parte p o r esto m i s m o , la Alta Edad Me-
dia — l a s m u c h a s realidades altomedíevales, diversas entre s í — es in-
teresante. Su interés es lo q u e he intentado p o n e r de manifiesto y evi-
denciar en este libro, antes q u e u n m o d e l o e s t r u c t u r a d o q u e abarcara
t o d o el período, o u n a narración metahistórica; la mayoría de los ejem-
plos actuales de tal m o d e l o o narración, c o m o h e expuesto brevemente
al comenzar el capítulo i , es u n a invención.

A u n así, también h u b o tendencias en la historia de la Europa alto-


medieval. Este capítulo final pretende sacarlas a la luz y hacerlas explí-
citas, aun c u a n d o , a lo largo del libro, ya he h e c h o alusión a todas ellas.
En el transcurso de los seis siglos que este libro cubre, m e parece que se
dieron seis g r a n d e s transformaciones {o r u p t u r a s ) : tres en Occidente,
d o s en O r i e n t e y una en el n o r t e , q u e caracterizaré en o r d e n cronológi-
c o . T a m b i é n quisiera h a c e r h i n c a p i é e n u n c o n j u n t o de estructuras
subyacentes q u e sostienen t o d o s los sistemas políticos y sociales del
período y yo analizaré al final.
La p r i m e r a ruptura, y la más trascendental, sigue siendo la disolu-
2
ción del imperio r o m a n o o c c i d e n t a l . C o m o h e m o s visto, en las últi-
mas décadas las reacciones a la vieja interpretación moralista del «fin
de la civilización antigua» h a n i n t e n t a d o enfatizar las continuidades
existentes a lo largo del siglo v, e n particular en las prácticas religiosas
y culturales, y en parte t a m b i é n e n las aspiraciones políticas; y estas
continuidades fueron reales. D e resultas de ello, queda inevitablemen-
CONCLUSIÓN

te pasada de m o d a la vieja i m a g e n según la cual la cultura r o m a n a r e -


sultó b a r r i d a p o r los vitales b á r b a r o s g e r m á n i c o s (y l u e g o , una «fu-
sión» r o m a n o - g e r m á n i c a , bajo los auspicios de los eclesiásticos
católicos). P e r o esto n o s u p o n e q u e el siglo v , en O c c i d e n t e , n o fuera
u n p e r í o d o d e cambio i m p o r t a n t e (véase sobre t o d o el capítulo 4 ) . La
base fiscal del estado r o m a n o , el impuesto sobre la tierra, fue perdien-
do la centralidad, de forma constante, en los reinos p o s r o m a n o s ; si n o
en el siglo v, e n t o n c e s en el v i . N i n g u n o de los r e i n o s p o s r o m a n o s ,
salvo posiblemente la Italia ostrogoda, intentó siquiera reproducir el es-
tado r o m a n o a u n a escala m e n o r , a diferencia d e lo q u e hicieron los
estados postabasíes en el m u n d o islámico ( v é a s e el capítulo 1 4 ) ; las
realidades locales de O c c i d e n t e favorecieron sistemas políticos más
simples y las prácticas fueron divergiendo cada vez más, con la excep-
ción de una militarización de la cultura política, generalizada e n toda la
E u r o p a latina (capítulos 5 y ó ) . La u n i d a d económica del Mediterráneo
occidental también q u e d ó rota; las aristocracias se v o l v i e r o n m á s loca-
les y , p o r lo general, más pobres, y la cultura material, en la mayoría de
l u g a r e s , se t o r n ó m u c h o más simple (véase el capítulo 9 ) . El collage
que caracteriza b u e n a parte de la práctica altomedieval en los ámbitos
cultural y político (y, m á s aún, el arquitectónico) fue el resultado natu-
ral de la fragmentación de los recursos y modelos r o m a n o s (véanse por
e j e m p l o los capítulos S y 1 0 ) , aun c u a n d o l o s f r a g m e n t o s siguieron
siendo o p e r a t i v o s d u r a n t e m u c h o t i e m p o ; de a q u í mi e m p e ñ o , en los
capítulos 2 y 3 , p o r explicar c ó m o funcionaba el m u n d o t a r d o r r o m a n o ,
f u n d a m e n t o esencial de lo q u e v i n o d e s p u é s . E s t e collage fue t a n t o
creativo c o m o necesario, dada la fragmentación r o m a n a . F u e una par-
te integral de la actividad social y política altomedieval, d u r a n t e m u -
chos siglos.

El paralelo oriental con la r u p t u r a del siglo v — y , de h e c h o , el m o -


m e n t o de cambio m á s señero e n O r i e n t e — fue el p u n t o culminante de
la c o n q u i s t a á r a b e , en Ó 3 Í J - Ó 5 1 (véanse l o s capítulos 1 1 y 1 2 ) . Esto
arrojó al m u n d o b i z a n t i n o / r o m a n o oriental a d o s siglos de crisis y, de
h e c h o , impulsó a Bizancio de forma p e r m a n e n t e hacia u n a trayectoria
política distinta, m á s centralizada y militarizada. El califato árabe, p o r
d e s c o n t a d o , era c o m p l e t a m e n t e n u e v o , a u n c u a n d o cabe afirmar q u e
sus raíces estructurales eran tan r o m a n a s c o m o las bizantinas. La ri-
queza del califato y la debilidad del estado bizantino en el siglo v n (por
no hablar de los reinos occidentales) desplazó el epicentro de la políti-
ca m á s al este de lo q u e había estado d u r a n t e casi u n milenio: primero,
670 E L L E G A D O D E ROMA

a Siria, y l u e g o , con posterioridad a 750, a Iraq. C u a n d o el comercio


de media distancia empezó a revivir en el Mediterráneo, desde aproxi-
m a d a m e n t e 800, t u v o su foco e n E g i p t o , q u e (a diferencia del imperio
r o m a n o ) miraba tanto hacia el este c o m o hacia el n o r t e y el oeste (véa-
se el capítulo 1 5 ) . Las continuidades en las estructuras estatales, en el
Oriente del siglo v n y más adelante, hacen q u e los cambios de la déca-
d a de 640 fueran m e n o s totales q u e los del siglo v en Occidente; pero
fueron más radicales y, de h e c h o , m á s terroríficos (para vencedores y
derrotados p o r igual) q u e n i n g ú n o t r o de los comentados en este libro.
En nuestro p e r í o d o , los califas Ornar 1 y U t m á n carecen de auténticos
rivales en cuanto arquitectos de transformaciones enormes y no rever-
tidas, políticas y (a la p o s t r e ) culturales; ni siquiera C a r l o m a g n o se
iguala a ellos en este respecto, y los c o n q u i s t a d o r e s del siglo v, como
Geíserico y C l o d o v e o , les q u e d a n lejos.
La segunda gran transformación de O c c i d e n t e fue cultural: el d e -
sarrollo de u n a práctica política explícitamente moralizada, sobre todo
en el siglo q u e va de 780 a 880. P o r d e s c o n t a d o , existia u n a tradición
de politica cristiana moral, q u e se r e m o n t a b a a la R o m a tardía (véase el
capítulo 3 ) , p e r o n o t u v o u n a relación directa con los p r o g r a m a s de
política secular. La Hispania visigoda (véase el capítulo 6) fue, proba-
b l e m e n t e , el p r i m e r sistema d e g o b i e r n o q u e d e s a r r o l l ó la práctica,
pero fueron C a r l o m a g n o y sus sucesores (véanse los capítulos 16 y 17)
quienes c r e a r o n p r i m e r o , d e f o r m a i n t e g r a d a , u n p r o g r a m a político
destinado a acercar m á s a la salvación a t o d o u n p u e b l o , a lo largo de
u n gran s e g m e n t o de E u r o p a . L o s carolingios vincularon entre sí, en
estrecha relación, el estado y u n a iglesia semiautónoma, lo que se con-
virtió en la n o r m a del Occidente latino durante más de d o s siglos, has-
ta que los p a p a s — a partir de G r e g o r i o VII ( 1 0 7 3 - 1 0 8 5 ) — se esforza-
r o n p o r s e p a r a r l o s d e n u e v o , lo cual c o n s i g u i e r o n solo en parte; e
incluso esto se corrigió de n u e v o en la E u r o p a septentrional, durante la
R e f o r m a del siglo x v i . Q u i z á m á s i m p o r t a n t e a ú n : los carolingios
crearon el principio, asumido c o m o p u n t o de partida, de q u e los ecle-
siásticos p o d í a n — y d e b í a n — s o m e t e r a e x a m e n la moralidad de los
reyes y sus actos, lo cual creó p r o b l e m a s para gobernantes c o m o Luis
el P i a d o s o y L o t a r i o I I , y a e n el siglo i x , y causaría p r o b l e m a s para
m u c h o s de sus sucesores en E u r o p a (incluida Inglaterra, desde el siglo
x; véase el capítulo 19) y d u r a n t e u n largo t i e m p o . E s t e c o n j u n t o de
cambios fue u n a innovación g e n u i n a m e n t e carolingia, con preceden-
tes solo ad Aoc, y d e s d e este m o m e n t o singularizó la práctica política
CONCLUSIÓN

occidental. El imperio bizantino y el califato, desde l u e g o , se equipara-


r o n a los carolingios e n la confianza religiosa, p e r o (según se ha explo-
r a d o al final del c a p í t u l o 17) n i n g u n o de los g r a n d e s i m p e r i o s d e
Oriente igualó la urgencia del p r o g r a m a carolingio. L o s m o v i m i e n t o s
salvacionistas caracterizaron la política m u s u l m a n a d e t o d o el siglo
v n , y d e n u e v o en 747-750, y en el siglo x (ya en el n o r t e de África);
pero se centraban e n quién debía ser califa, m á s q u e en p r o g r a m a s p r e -
cisos. Este fue u n cambio específicamente occidental.
La tercera r u p t u r a occidental fue el fin del m u n d o carolingio: n o
tanto q u e la u n i d a d del sistema político franco se deshiciera entre m e -
diados y finales del siglo i x , pues ni siquiera en ese m o m e n t o nadie es-
peraba q u e durase; sino m á s bien el fracaso de las estructuras del p o d e r
público p o r sí m i s m a s , en algunas partes de ese sistema, en particular
en la Francia Occidental y (hasta cierto p u n t o ) Italia, en t o r n o del a ñ o
1000 y en ese a ñ o m i s m o (véanse los capítulos 18, z i y 22). Este fraca-
so marca el final de este libro, e hizo q u e el siglo x i , en buena parte de
E u r o p a , fuera u n período m u y distinto e n cuanto a sus paradigmas b á -
sicos. V o l v e r é en seguida sobre algunas de las cuestiones q u e esto i m -
plica, p o r q u e este, c o m o la r u p t u r a del siglo v, es u n c a m b i o q u e ha
sido tan e x a g e r a d o p o r los moralistas y o t r o s catastrofistas c o m o s o -
bredesmentido p o r los continuistas. H a y q u e reconocer la realidad del
cambio sin sentirse apabullado p o r él.

El segundo cambio oriental fue, de m o d o similar, la disolución del


califato a principios del siglo x (véase el capítulo 14). C o m o y a se h a
indicado, la mayoría de los sistemas de g o b i e r n o postabasíes preserva-
ron, de h e c h o , las estructuras estatales del califato, q u e p o d í a n r e p r o -
ducirse m á s fácilmente en el nivel regional q u e las del imperio r o m a n o
occidental. El m u n d o árabe, así, sufrió u n a alteración m e n o s radical, a
consecuencia de la d e s u n i ó n , de lo q u e quizá cabría h a b e r e s p e r a d o .
Sea c o m o fuere, dejó de ser políticamente dominante, puesto que, p o r
descontado, estaba demasiado dividido. E s t o permitió q u e u n imperio
bizantino n u e v a m e n t e estable alcanzara su siglo de gloria militar, m e -
diado el siglo x , y d o m i n a r a a sus vecinos (véase el capítulo 1 3 ) ; u n a
vez q u e Al-Ándalus se desintegró e n la g u e r r a civil, con posterioridad
a 1009, Basilio II fue, c o n diferencia, el m á s p o d e r o s o d e los soberanos
de E u r o p a , y probablemente superaba también a los fatimíes, en el sur
del M e d i t e r r á n e o . S o l o los n u e v o s c o n q u i s t a d o r e s m u s u l m a n e s del
este, los turcos selyúcidas, socavarían ese p o d e r a finales del siglo x i . Y
la u n i d a d m u s u l m a n a en las tierras del Mediterráneo t u v o que esperar
672 E L L E G A D O D E ROMA

hasta las conquistas o t o m a n a s del siglo x v i . L o s o t o m a n o s , e n cierto


s e n a d o , restauraron de h e c h o el imperio de Justiniano, con u n Medite-
rráneo c e n t r a d o de n u e v o en C o n s t a n t i n o p l a / E s t a m b u l , y también lo
hicieron durar bastante m á s . P e r o el millar de anos q u e los separa hace
q u e la recreación n o sea más q u e u n paralelo histórico interesante; los
lazos genealógicos entre los d o s t u v i e r o n m u c h a m e n o s importancia
q u e las enormes diferencias estructurales, q u e habían comenzado con
el siglo v n y se acentuaron a ú n m á s e n el siglo x .
E n el n o r t e , el cambio principal se produjo sobre t o d o en el siglo X:
fue la extensión constante de las jerarquías sociales y políticas estables,
p o r toda el área situada entre los imperios bizantino y franco, en el sur
y los cazadores-recolectores d e los bosques septentrionales más remo-
tos. L o s p r i m e r o s en aprovechar la ocasión, a este respecto, fueron los
reyes anglosajones, en el siglo v m (véanse los capítulos 7 y 19); en el
siglo x les siguieron m u c h o s m á s — d a n e s e s , polacos, bohemios, hún-
g a r o s y r u s — , a u n q u e de forma m á s vacilante, p o r el m o m e n t o , en el
resto de Escandinavia, o en Gales e Irlanda (véase el capítulo 20). Por
mi parte h e atribuido esto a la estabilidad y el expansionismo de fran-
cos y bizantinos ( y , p o r extensión, ingleses y, más adelante, daneses),
q u e los convirtió a a m b o s en m o d e l o s q u e emular y, al m i s m o tiempo,
en amenazas, si los sistemas de g o b i e r n o septentrionales n o lograban
reorganizarse para hacerles frente. La cristalización de la realeza y la
jerarquía en el n o r t e fue, en la m a y o r í a de l u g a r e s , p e r m a n e n t e ; este
h e c h o , p o r sí solo, d e m u e s t r a la solidez de los sistemas políticos crea-
d o s p o r Carlos Martel, Pipino III y C a r l o m a g n o , al oeste, y los empe-
r a d o r e s i c o n o c l a s t a s y m a c e d o n i o s al e s t e , e n la s e g u n d a mitad de
n u e s t r o p e r í o d o . E n O c c i d e n t e , esta solidez p e r d u r ó incluso después
del eclipse carolingio, p o r q u e los otónidas y sus sucesores en la Fran-
cia Oriental gozaban de tanta h e g e m o n í a en las tierras eslavas y escan-
dinavas c o m o C a r l o m a g n o , si n o m á s . Francia y Bizancio, juntas, se
m o n t a r o n a horcajadas de la E u r o p a altomedieval, pasado el 750, tanto
c o m o había h e c h o el p r o p i o i m p e r i o r o m a n o trescientos años antes.
N o eran tan p o d e r o s o s , y se enfrentaban a u n rival m u c h o más podero-
so al sudeste, el califato abasí (durante u n siglo, la potencia más pode-
rosa del m u n d o ) , p e r o tuvieron m á s impacto en sus vecinos septentrio-
nales del q u e habían tenido nunca los r o m a n o s .

Los modelos políticos de E u r o p a y el Mediterráneo, en el período


c o m p r e n d i d o e n t r e 400 y 1 0 0 0 , se d i v i d e n así en tres b l o q u e s , que a
grandes rasgos cabe separar c r o n o l ó g i c a m e n t e . E n el p r i m e r o , el im-
CONCLUSIÓN 673

perio r o m a n o d o m i n ó la E u r o p a occidental y meridional, y el Medite-


rráneo, sin rival alguno al n o r t e . En O c c i d e n t e , esto terminó en el siglo
v, p o r d e s c o n t a d o , a u n q u e Justiniano corrigió en parte la situación en
el Mediterráneo occidental; y continuó hasta principios del siglo v n en
O r i e n t e . El s e g u n d o p e r í o d o fue de p o d e r p o l í c é n t r i c o ; en 700, los
principales sistemas de g o b i e r n o occidentales eran (res — l a F r a n c i a
m e r o v í n g i a , la H i s p a n i a v i s i g o d a y la Italia l o m b a r d a — , b a s t a n t e
i g u a l a d o s e n t r e sí, y t o d o s ellos m á s p o d e r o s o s q u e n i n g u n o de sus
vecinos; d e l a n t e e n c o n t r a b a n al califato o m e y a , en e x p a n s i ó n , y u n
imperio b i z a n t i n o q u e sobrevivía p o r los pelos- En el tercer p e r í o d o
hallamos tres poderes principales: los francos, los bizantinos y los aba-
síes, q u e para 950 se habían reducido a los d o s primeros (los francos se
debilitaban y los bizantinos se consolidaban); estos dos eran h e g e m ó -
nicos en E u r o p a a finales del siglo v m y también a y u d a r o n a d e s a r r o -
llarse a los sistemas d e g o b i e r n o del n o r t e , para t o o o o p o c o después.
A n t e r i o r m e n t e he c o m p a r a d o la a s o m b r o s a confianza p r o p i a de las
tres potencias, en e s t e tercer b l o q u e t e m p o r a l ; todos sabían q u e eran
más fuertes q u e sus predecesores inmediatos y q u e n i n g ú n o t r o poder
al oeste de C h i n a , y t o d o s c o n s i d e r a b a n este r a s g o c o m o u n a d e m o s -
tración de su superioridad moral y justificación de n u e v a s e x p a n s i o -
nes. El p r o t a g o n i s m o , n o t a b l e m e n t e consciente de sí, q u e m o s t r a r o n
no solo los carolingios, sino, en distintos m o d o s , también sus c o n t e m -
poráneos bizantinos y árabes, es u n a consecuencia directa d e esto; y los
tres dejaron huellas q u e se adentran m u c h o en el futuro. P e r o sería un
error permitir q u e esto eclipsara las innovaciones q u e , a m e n o r escala,
se hicieron t a m b i é n en n u e s t r o s e g u n d o b l o q u e t e m p o r a l , c o m o p o r
ejemplo q u e los m e r o v i n g i o s establecieran la zona del Rin y P a r í s
c o m o epicentro político (lo q u e se mantiene vigente desde entonces), o
la política episcopal de la Hispania del siglo v n , o la iconoclasia bizan-
tina o, sobre t o d o , el acuerdo político de los omeyas. N a d i e p u e d e e s -
tudiar ninguna de ellas, y m e n o s aún todas ellas, y concluir q u e la Alta
Edad Media queda fuera de las narraciones de la historia «real»; y, e n la
actualidad, nadie lo hace.

C o m o b a s e de los sistemas y los cambios políticos q u e a c a b a m o s de


mencionar había u n a red de estructuras c o m ú n a todas las sociedades
de este libro. N o fueron específicas de la Alta Edad M e d i a — d e h e c h o ,
cabe defender q u e caracterizaron la m a y o r í a del m u n d o precapitalis-
674 E L L E G A D O D E ROMA

ta-—, p e r o sí q u e r e m o s c o m p r e n d e r este período, debemos reconocer-


las- A q u í las separaré en tres y luego las
caracterizaré brevemente; se
trata de la acumulación de riqueza, la insritucionalización d e la política
y la cultura de lo público.
E n nuestro p e r í o d o , ¡a riqueza y el p o d e r se basaban m u y mayori-
tariamente en la tierra. C u a n t o m á s se podía o b t e n e r de la t i e r r a — e s t o
es, de los campesinos q u e la cultivaban, y a fuera en rentas o en impues-
t o s — , m á s rico e r a u n o , m á s r e c u r s o s p o d í a manejar, m á s hombres
armados podía sostener, m á s p o d e r tenía- L a tributación era el medio
más seguro de explotar la tierra y al campesinado, puesto q u e en teoría
t o d o el m u n d o debía pagarla, y n o s o l o los arrendatarios d e las propie-
dades personales; d e aquí la relativa prominencia de Bizancio y el cali-
fato, q u e eran estados r e c a u d a d o r e s de i m p u e s t o s , a diferencia de los
del Occidente p o s r o m a n o . P e r o incluso en Occidente, los reyes fran-
cos, en particular, p o d í a n e n r i q u e c e r s e p o r el m e r o h e c h o de cobrar
rentas de las extensas tierras reales, incluso en épocas, c o m o finales del
siglo v n , cuando n o obtenían también riqueza de sus vecinos. La mis-
m a lógica servía para las aristocracias de cada sistema político. Una
nobleza rica, p o r lo general, ayudaba a los gobernantes, p o r q u e en las
condiciones políticas altornedievales la m a y o r í a de las aristocracias es-
taban m u y e s t r e c h a m e n t e v i n c u l a d a s c o n el p o d e r r e a l / i m p e r i a l .
C u a n t o m á s fuertes eran los reyes, más podían dar a sus partidarios de
élite, y con ello, a m a y o r n ú m e r o p o d í a n atraer; así, la acumulación
de riqueza reforzaba d o b l e m e n t e la c o h e s i ó n política. La única gran
excepción a esto fue el califato, d o n d e las aristocracias locales tenían
r e l a t i v a m e n t e p o c o q u e v e r c o n el p o d e r p o l í t i c o . D u r a n t e mucho
t i e m p o , los califas fueron t a n ricos q u e esto no i m p o r t ó , pero al final
fue u n o de los factores q u e c o n t r i b u y ó a disolver l a u n i d a d abasí.
La relación entre riqueza y p o d e r significaba q u e un estado fuerte
dependía, en lo esencial, de la explotación de los campesinos. No es
fácil d e t e r m i n a r q u é h a b r í a n p r e f e r i d o ios c a m p e s i n o s : la seguridad
q u e les p o d í a n p r o p o r c i o n a r los g o b e r n a n t e s m á s p o d e r o s o s (seguri-
dad q u e era tan solo relativa: en los reinados de Justiniano, Carlomag-
no y Basilio II a b u n d a n las pruebas claras d e opresión y violencia l o -
cal); o la a u t o n o m í a , y rentas y tributos m á s bajos, q u e la mayoría de
los campesinos tenía, antes del siglo x , en los p e q u e ñ o s y débiles siste-
m a s de g o b i e r n o de G r a n Bretaña o los m u n d o s eslavo y escandinavo,
a u t o n o m í a q u e resultaba arriesgada si se p r e s e n t a b a n invasores más
poderosos en expediciones de saqueo y esclavismo. Sencillamente, ca-
CONCLUSIÓN 67$

recemos de la información q u e n o s permitiría d e t e r m i n a r l o , y lo m i s -


m o pasaba, en su mayoría, con los propios campesinos altomedievales;
lo q u e parezca preferible, p o r lo tanto, habría d e p e n d i d o sobre t o d o de
los propios p u n t o s de partida de cada cual (yo creo q u e habrían prefe-
rido la a u t o n o m í a ) . P e r o la riqueza y el p o d e r de los ricos se a c o m p a -
ñaba, sin d u d a , de la explotación d e los pobres y restricciones a la flui-
dez de la v i d a c a m p e s i n a . C o m o t o d o e s t o d a a e n t e n d e r , d u r a n t e
m u c h o tiempo, los campesinos experimentaron m e n o s restricciones en
el n o r t e . E n algunas partes de las provincias occidentales p o s r o m a n a s ,
y quizá t a m b i é n en partes del i m p e r i o b i z a n t i n o , t a m b i é n fueron m á s
a u t ó n o m o s e n t r e los siglos vi y v i n (en Bizancio, siglos v n a i x ) q u e
antes o después; los estados y las aristocracias, p o r lo g e n e r a l , fueron
m á s débiles en la primera parte de la Alta E d a d Media q u e con los caro-
lingios o los e m p e r a d o r e s macedonios. C o n la llegada de poderes m á s
fuertes, el control local sobre el campesinado se incrementó de n u e v o ,
y en Occidente, estos controles siguieron acentuándose incluso cuan-
do el p o d e r carolingio se disolvió, y a d e m á s se e x p a n d i e r o n hacia el
n o r t e p o r el continente e u r o p e o .

C o n la riqueza también v i n o el intercambio comercial. Las aristo-


cracias ricas (y las iglesias de esa condición, c o m o t a m b i é n los reyes)
p o d í a n d i s p o n e r de m á s riqueza para c o m p r a r p r o d u c t o s a r t e s a n o s ,
q u e , de este m o d o , p o d í a n p r o d u c i r s e en m a y o r e s cantidades y v e n -
derse en m á s l u g a r e s ( i n c l u s o a c a m p e s i n o s , en a l g u n o s c a s o s ) . L a s
aristocracias m á s p o b r e s y los campesinados m á s a u t ó n o m o s g e n e r a -
b a n p r o d u c c i o n e s m e n o s especializadas. E n el imperio r o m a n o h u b o
una producción y u n comercio m á s complejos q u e en los estados q u e le
sucedieron en Occidente, o q u e en la Bizancio del siglo V I I I ; m á s a d e -
lante, en u n nivel inferior, la p r o d u c c i ó n y el c o m e r c i o fueron m á s
complejos (con m u c h o ) en el núcleo m e r o v i n g i o de la Francia septen-
trional q u e en sus vecinos ingleses, n o r a l e m a n e s o escandinavos; con
los carolingios, el comercio se expandió de n u e v o en Francia, a u n q u e
sin llegar a igualar los niveles r o m a n o s o los de las e c o n o m í a s activas
del m u n d o m u s u l m á n . Esta estrecha vinculación entre la riqueza aris-
tocrática y la explotación c a m p e s i n a , p o r u n l a d o , y la complejidad
económica, p o r el o t r o , duraría m u c h o t i e m p o , hasta entrar en la fase
central de la Edad Media; solo empezó a debilitarse c u a n d o la p r o d u c -
ción a gran escala se t o r n ó tan general, y la venta de sus productos, tan
capilar, q u e p u d o c o m e n z a r a d e p e n d e r de la d e m a n d a campesina, n o
de la aristocrática. C o n la posible salvedad de E g i p t o ( d o n d e , sin e m -
676 E L L E G A D O DE ROMA

b a r g o , aún no se ha e m p r e n d i d o u n trabajo que nos permita decidir en


u n sentido u o t r o ) , esto no empezaría a ser habitual en E u r o p a y el Me-
diterráneo hasta después de 1200, c o m o m u y p r o n t o , y a m e n u d o m u -
c h o más tarde. E n nuestro p e r í o d o , la concentración de riqueza, explo-
tación, comercio y p o d e r político iba de m a n o en m a n o y (con la debida
cautela) u n ejemplo p u e d e usarse c o m o guía de los o t r o s ; h e c h o este
q u e , c o m o los d a t o s disponibles son d i s p e r s o s , a m e n u d o resulta de
utilidad.
El segundo elemento sobre el q u e d e b e m o s hacer hincapié aquí es
el g r a d o en el cual el p o d e r se b a s ó en m o d e l o s políticos permanentes.
A u n rey le iba ciertamente bien poseer tierras extensas, p e r o si su p o -
der se basaba simplemente en la lealtad personal de sus hombres arma-
dos — l e a l t a d q u e nunca se daba p o r n a d a — , entonces, salvo q u e estu-
viera a m p l i a n d o sin cesar el área q u e c o n t r o l a b a , se arriesgaba a
quedarse sin tierras: cuando hubiera d a d o demasiadas, también perde-
ría su p o d e r . E s t o , a juicio de Marc Bloch, fue una tendencia p e r m a -
n e n t e de la sociedad feudal en O c c i d e n t e con posterioridad a 900, y en
este libro ya h e m o s visto en varias ocasiones los p r o b l e m a s derivados
3
de la «política de la tierra»; el m á s reciente, en el contexto del hundi-
m i e n t o de la a u t o r i d a d regia en la F r a n c i a O c c i d e n t a l , en el siglo x
(véanse los capítulos 18 y 2 1 ) , q u e es de h e c h o el ejemplo clásico de
este modelo. ¿ C ó m o lidiaron con ello los gobernantes? P o r q u e , fuera
de los sistemas políticos de p e q u e ñ a escala y m u y personalizados de
(por ejemplo) Irlanda y la G r a n Bretaña p o s r o m a n a s , los gobernantes
altomedievales l o g r a r o n de h e c h o , a m e n u d o , m a n t e n e r estados gran-
des y eficaces durante p e r í o d o s de t i e m p o p r o l o n g a d o s , incluso cuan-
do estaban realizando donaciones constantes de sus recursos.

E s t o era r e l a t i v a m e n t e fácil para los estados q u e recaudaban im-


puestos: los imperios r o m a n o y bizantino y la mayoría de los sistemas
de g o b i e r n o islámicos. A q u í , el estado tenía u n a base d e recursos ma-
y o r , q u e podía costear u n ejército a sueldo, en g r a n m e d i d a indepen-
diente del apoyo aristocrático, y también d a r recompensas cuantiosas a
los leales; solo en circunstancias de crisis e x t r e m a ( c o m o en el Occi-
d e n t e del siglo v o la disolución de A l - A n d a l u s en la década de 1010),
los aristócratas podían contemplar la posibilidad de actuar por su cuen-
ta y riesgo, y n o r m a l m e n t e se asociaban con los gobernantes tan estre-
c h a m e n t e c o m o estos les p e r m i t í a n . L o s estados con recaudación de
i m p u e s t o s necesitaban asimismo u n a jerarquía b u r o c r á t i c a compleja,
solo para c o b r a r los t r i b u t o s , lo cual, j u n t o con la jerarquía militar,
CONCLUSIÓN Ó77

creó u n a estructura de carrera para los ambiciosos, basada e n un con-


junto d e instituciones estables (aunque a m e n u d o embrionarias). Esta
institucionalización de la práctica política fue u n legado directo del im-
perio r o m a n o ( y también sasánida) a Bizancio y el califato. E n los dos
casos, fue lo suficientemente complejo para sostener d o s élites separa-
das, u n a civil, la o t r a militar. E n R o m a , la élite civil g o z a b a d e u n a
condición superior y atrajo a su seno, con m á s firmeza, a la aristocracia
terrateniente; en t o d o s sus sucesores, la jerarquía militar fue la d o m i -
n a n t e . P e r o de u n m o d o o de o t r o , el estado^ en sus estructuras básicas,
era notablemente sólido, c o m o demuestra la supervivencia del imperio
bizantino después d e las conquistas árabes.
En el O c c i d e n t e p o s r o m a n o , la m a y o r p a r t e de la jerarquía b u r o -
crática se disolvió junto con el sistema tributario, y el ejército se c o n -
virtió en u n conjunto de seguidores militares aristocráticos; las institu-
ciones del estado r o m a n o se redujeron m u c h o . P e r o n o desaparecieron,
a u n así; t o d a v í a h u b o c o n d e s y d u q u e s y funcionarios de palacio en
Francia, Italia y la Hispania visigoda, y estas posiciones eran de lo m á s
l u c r a t i v o (pues incluían tierras) y se c o m p e t í a m u c h o p o r ellas. L o s
carolingios lo a m p l i a r o n con sus concesiones temporales de honores,
que p o d í a n implicar cargos, tierras del rey o el control de monasterios.
Casi todos cuantos participaban e n la política tenían q u e disponer de
un cargo de alguna clase, o bien ser m u y p r ó x i m o s al r e y , e n el ámbito
personal, c o m o ocurría con E g i n h a r d o . D e n u e v o , actuar p o r cuenta
propia fue, durante m u c h o tiempo, inconcebible salvo en los m á r g e n e s
políticos, c o m o en las m o n t a ñ a s de la Hispania septentrional, en el si-
4
glo v i , o los Alpes orientales, en t o r n o d e C h u r , en los siglos vi a v m .
La comunidad política también se unía r e g u l a r m e n t e en asambleas p ú -
blicas, concilios eclesiásticos, la formación de ejércitos y la corte del
rey, c o m o v e r e m o s dentro de un m o m e n t o ; los q u e no lograban asistir
se arriesgaban a p e r d e r sus tierras, al m e n o s las concedidas p o r los r e -
yes. Estos encuentros fueron lo bastante regulares para q u e , en los sis-
temas de g o b i e r n o g r a n d e s y m a l t r e c h o s , c o m o F r a n c i a e H i s p a n i a ,
supusieran u n a b a s e institucional tan i m p o r t a n t e c o m o el h e c h o de
o c u p a r c a r g o s . C o m o vimos en los c a p í t u l o s 5 y i ó , en F r a n c i a , los
agentes políticos, incluso los q u e vivían a g r a n distancia de la c o r t e ,
necesitaban saber d ó n d e estaba el r e y ; el p a t r o c i n i o , las luchas e n t r e
b a n d o s , a veces incluso un s e n t i m i e n t o de responsabilidad pública,
t o d o ello dependía de la dirección real. Este carácter central de los r e -
yes — o de sus cortes, cuando los reyes eran m e n o r e s o estaban relega-
Ó78 E L L E G A D O DE ROMA

d o s a u n a p o s i c i ó n m a r g i n a l , c o m o en la F r a n c i a de finales del siglo


v n — lo reforzó el h e c h o d e saber q u e a los desleales les aguardaba una
venganza q u e tal vez n o sufrirían de inmediato, p e r o a la postre, sí. El
m i e d o reforzó el interés p r o p i o , en los cálculos políticos de 3a aristo-
cracia, y a m b o s contribuyeron a la cohesión de los principales estados
p o s r o m a n o s . E n el siglo x , a lo s u m o , y en ciertos aspectos ya en el
v m , esta lógica política también se hizo extensiva a Inglaterra.
Vinculado con lo anterior figura el tercer elemento de los sistemas
políticos altomedievales sobre el q u e deseo hacer hincapié aquí: la cul-
tura de lo p ú b l i c o ; el l e g a d o m á s intenso de R o m a . E n el imperio r o -
m a n o se tendía a diferenciar n e t a m e n t e entre la esfera pública (arena
del estado y la comunidad) y la privada; el límite n o se establecía exac-
t a m e n t e en el m i s m o p u n t o e n q u e se sitúa h o y , y t a m p o c o había nin-
g u n a oposición clara entre lo «público» y lo «privado», p e r o los usos
de la palabrapublicus eran análogos a aquellos a los q u e estamos acos-
tumbrados- Esta diferencia era fácil d e m a n t e n e r en u n estado con r e -
caudación de i m p u e s t o s , p o r q u e los impuestos e m a n a b a n de la esfera
pública y la apoyaban. L o s bizantinos c o n t i n u a r o n con el concepto, sin
cambios, y los sistemas de g o b i e r n o m u s u l m a n e s , a u n q u e usaban una
terminología distinta, d o t a r o n d e la misma clase de importancia a fun-
ciones «públicas» tales c o m o el derecho y la devoción colectiva,* Pero
los sistemas occidentales p o s r o m a n o s también m a n t u v i e r o n la idea de
la arena pública; era u n a i m a g e n m u y importante en la práctica visigo-
da, l o m b a r d a , merovingia y carolingia. L a propiedad regia, los tribu-
nales de justicia, los funcionarios reales y las asambleas, grandes o pe-
q u e ñ a s , se calificaron r e g u l a r m e n t e d e publicus en los textos latinos
altomedievales.

N u e s t r a s fuentes occidentales transmiten u n a idea clara de q u e el


m u n d o del p o d e r regio era asimismo el m u n d o público de la colectivi-
dad (de varones libres) e n su conjunto, y esta es la mejor justificación
q u e p u e d o ofrecer para u s a r r e p e t i d a m e n t e , en este libro y mis otros
textos, la palabra «estado» para describir estos sistemas políticos occi-
dentales. A u n q u e un recurso esencial para esta esfera pública, la tribu-
tación, ya era solo residual en el siglo v n , la asamblea, importada a la
práctica política desde el n o r t e g e r m á n i c o , fue u n refuerzo más. E n Es-
candinavia, y d u r a n t e m u c h o t i e m p o e n Inglaterra, la asamblea fue el
único e l e m e n t o colectivo e n u n a estructura de p o d e r política que, de
o t r o m o d o , se basaba p o r entero en los lazos personales entre reyes (o
señores) y los m i e m b r o s más p r ó x i m o s de su séquito. En Francia y los
CONCLUSIÓN

otros reinos r o m a n o - g e r m á n i c o s , p o r el contrario, p a s ó a representar


una parte crucial d e las imágenes d e u n a esfera pública q u e , en l o d e -
m á s , era r o m a n a p o r origen, y d e h e c h o la extendió m á s p o r el h e c h o
de q u e la asamblea, al m e n o s en teoría, enlazaba al r e y d i r e c t a m e n t e
con toda la población masculina libre. Q u e la política real y v e r d a d e r a
también se basara en manejar las relaciones personales y los b a n d o s , e n
constante cambio, n o resta valor a esta concepción d e la esfera pública;
de h e c h o , en el período carolingio alto, t o d o el proyecto m o r a l del r e y
y su reino, la correctio d e los fieles, podía describirse c o m o u n a ( o la) res
publica? A este nivel, n o es de extrañar q u e la legislación d e Carlos el
C a l v o pudiera citar explícitamente el d e r e c h o r o m a n o ; sus p u n t o s d e
p a r t i d a sobre la naturaleza del sistema político seguían siendo p l e n a -
m e n t e o p o r t u n o s . Esto, p o r descontado, reforzó a ú n m á s la relevancia
de la política regia para los ambiciosos; privatus n o d e n o t a b a n i n g u n a
clase d e actividad política «privada», sino q u e , cuando se usaba en este
contexto, p a s ó a significar simplemente «carente d e p o d e r » . El p o d e r
público e r a t o d o lo q u e había, incluso c u a n d o ya n o se podía disponer
de los recursos del m u n d o público r o m a n o .

Es el m u n d o público, en este sentido, el que se debilitó en el siglo x


— y , en particular, en el siglo x i — en O c c i d e n t e y s o b r e t o d o en las
tierras francas occidentales. L o s p a r á m e t r o s de la política cambiaron,
c o m o h e m o s visto en los últimos capítulos del libro. E n u n a seigneurie
báñale, los a n t i g u o s d e r e c h o s públicos, a h o r a c o n t r o l a d o s p o r los s e -
ñores locales, se veían c o m o p a r t e d e su propiedad y , en consecuencia,
podían repartirse entre los herederos, o bien enajenarse. La superiori-
dad podían reclamarla p e r s o n a s q u e n u n c a se habían e n c o n t r a d o c o n
u n r e y ; el título d e c o n d e podía ser a s u m i d o , en a l g u n a s z o n a s , p o r
quien tuviera el p o d e r suficiente, q u e a su v e z podía legarlo a sus h e r e -
d e r o s . L o s r e y e s d e F r a n c i a (la F r a n c i a m o d e r n a ) o las ciudades d e
Italia, en el siglo x n , e m p l e a r o n la terminología depublicus, p e r o t u -
vieron que construirla desde la base hacia lo alto, c o m b i n a n d o lazos d e
dependencia personal y reafirmación colectiva q u e , p o r entonces, t e -
nían m u y p o c o q u e ver con el pasado r o m a n o . Este m u n d o más «priva-
do» n o era p e o r q u e el de los carolingios y sus predecesores; los aristó-
cratas se c o m p o r t a b a n mal en u n o y o t r o , c o n respecto a sus iguales y
también a sus campesinados (y los ajenos). P e r o era distinto; la dialéc-
tica entre la esfera pública y (lo q u e d e n o m i n a m o s ) interés privado h a -
bía desaparecido. L o s p o d e r e s locales q u e los señores castellanos l o -
g r a b a n i m p o n e r a las aldeas d e su e n t o r n o y a n o e r a n ilegales n i
68o E L LEGADO D E ROMA

cuasilegales, p o r oposición al derecho público de los reyes, sino que se


convirtieron en u n a n u e v a legalidad: en Francia, en particular — d u -
rante u n siglo, en algunas r e g i o n e s — , esto fue t o d o lo que h u b o .
L o s años d e e n t o r n o a 1000 son u n p u n t o final mejor para algunas
regiones d e E u r o p a que para otras. N o sirven de n a d a en el caso de Bi-
zancio; en el o t r o e x t r e m o del c o n t i n e n t e , funcionan a la perfección
p a r a A l - A n d a l u s ( y bien p a r a el califato abasí, a u n q u e a este caso le
habría c o n v e n i d o m á s la fecha de 9 50). A finales del siglo x también se
p r o d u c e una r u p t u r a en b u e n a p a r t e d e la historia eslava y escandina-
v a , y la fecha marca allí el principio de la formación de estados perdu-
rables. E n la Francia O r i e n t a l / A l e m a n i a y en Inglaterra, d o s casos en
los q u e los p a r á m e t r o s políticos carolingios pervivieron sin duda pasa-
d o el a ñ o 1000 (en Inglaterra, de h e c h o , n o se extinguieron nunca), el
m i l e n i o n o es u n a d i v i s i ó n t a n b u e n a ; llega a l g o p r o n t o p a r a Italia
(1080 habría sido una fecha mejor para el fin de la esfera pública aquí:
la asamblea judicial, en particular, sobrevivió hasta entonces sin ape-
nas dificultad), a u n q u e sí funciona bien para la Francia Occidental (la
Francia m o d e r n a ) ; Esto viene a decirnos q u e n i n g u n a fecha es perfec-
ta- Elegí esta, simplemente, p o r q u e deseaba explorar las divergencias
de los estados p o s c a r o l i n g i o s y la Inglaterra posalfredina, y los años
del éxito de Bizancio, en el siglo x , p e r o n o deseaba i n c o r p o r a r a los
t u r c o s s e l y ú c i d a s , o los p r o b l e m a s d e la « r e f o r m a g r e g o r i a n a » y el
principio de la g r a n n a r r a c i ó n d e p r o g r e s o m o r a l s o b r e la q u e me la-
m e n t a b a en el capítulo 1 , y a en el siglo X L P e r o concluir con u n giro
fundamental e n los c o n c e p t o s del p o d e r político, a u n q u e sea solo en
u n a s pocas p a r t e s de E u r o p a , n o p a r e c e irrazonable. L a herencia de
R o m a , al m e n o s en aquellas regiones, d u r ó hasta el a ñ o 1000; pero en
adelante, su s o m b r a se desvaneció.
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS

ABft£VUTU»AS

Bedz t HE Bede, Ectlesiastica! History of¡he Engiish Peopíe,eó. y trad. B. C o l g r a v e y R. A- B,


Mynors (Oxford, [ 9 9 1 , a . e d . ) a

CAH The Cambridge Ancieír History


Cap MGH, Capitularía^ ed, A- B o r e u u s y V . Krause, 1 vols. ( H a n o v e r , lü&ypj)-, NS
(Hanover, 199^-}, t vol. hasta la fecha
C¿>¿ Códice diplomática !ongobardo tA. t L. Schiaparelll ctat., j vols, ( B o m a , 1 9 1 9 - 2 0 0 3 )
CkLA Chanae Laiinas Antiquiares t ed. A . Bruckner y R , Marícha! (Olten-Zúrich, 1954-9S)
C/ t W * * ¡usiinitmus, ed. P. Krueger (Berlín, 1929)
f Ttt The Theodosian ¿ W e . r r a d . C . Pharr (Princeíon, i ^ j i )
EHB The EiünomiC History tffffyjafiíítim, ed. A . L a i o u (Washingron, 2002)
EMÚ English Historiad Documente^ ed. D. Whitelock, i . i d . (Londres, 1979)
J

EME Early Medieval Europe


MGH Mpnutnenta Germaniae Histórica
NCMH The New Cambridge Medieval History
ODB The Oxford Dicrionary QfByiaittÍum td. t A- Kazhdan, 3 vols, ( O x f o r d , j p p i )
PLRE Tht Prosopography of the Latef Román Empire, *d J . R, Marti ndale et ai., 3 vols.
(Cambridge, 1971^2)
SRM Scriptores rerum Merovingieamm (MGH)

1. I n t r o d u c c i ó n

A los autores de los estudios básicos acruales publicados en inglés sobre todo nuestro periodo se los
ha c i a d o en el cuerpo del texto de este capitulo. Para introducciones iniciales al material documen-
tal que nos sirve de fuente, y también síntesis básicas siglo a siglo, hay cinco grandes historias co-
lectivas de Cambridge que son un punto de referencia esencial: CAH, vols. i j y i4»yM7A//f,vok»
i - j (todas se publicaron después de 1995). N o hay equivalente en Uaprueología. Estos volúmenes
también dejan fuera el mundo árabe, aunque fai o poco para que se publique una revisión de la Cam-
hriáge Historyoflslam,voV i . L a revista principal para este período, en inglés, es . E V / f , que empeió
en 199i- E l conjunto más extenso de material fuente, en traducción, es la valiosísima, y en perma-
nente expansión recopilación de T h e Internet Medieval Sourcebook. http;//wwwTordham.edu/
t

fialsaH/sbúok.huriE; las traducciones suden sef viejas, pero es un « c é l e n l e punto de parada.

1. Sobre identidades nacionales, véase el excelente análisis comparativo de Gran Bretaña e


Jtlanda por T. M, Charles-Edwards, en R. Evans (ed-) Lordship and Leaming f (Woodbridge, 2004),
pp,11-37,
2. L a serie The Transfoimation of the Román JForfdla publicó, en j z volúmenes, la editorial
B n l l , de L e i d e n . C o m o grupo, son notablemeníe más innovadoras, por su metodología, que las
historias áe Cambridge. Se centran en Occidente hasta 3oo.
3. S o b r e U réplica a la continuidad: B. Waid-PeFkins, The FallofRomeajidtheEnáofCivili-
ÓSl EL LEGADO DE ROMA

pasión (Oxford, 2 0 0 5 ) ; véase también A . G i a r d i n a , «Esplosione di rardoantico», SiuJistoríci t 40


( 1 9 9 9 ) , pp. 1 5 7 - 1 8 0 , y ef. para una perspectiva general, C . Wickham en South
t Afincan Joumalafi
Medieval andRenaiisance Ssudits^ 1 4 (2004), pp. 1 - 2 2 .
4. Perspectivas generales: R. Coflins, Early MedievalEnrope i 300-1000 (Basingstoke 1991-
edición revisada 1999)1 J . M . H. Smith, Europe after Reme (Oxford, 2005), con una notable biblio-
grafía añorada; para los estudios arqueológicos, R. H o d g e s y D- Whitehouse, Mohammed, Charle-
magneandthe Origüu ofEurope {Londres» 1 9 8 3 ) , aunque se escribió hace mucho, sigue siendo el
único panorama general relevante* L a historia social está dominada por estudios franceses: P. D e -
preux. Les sociales occidentales du miliea du VF á la fin du IX 1
siecfe (Rennes, 2 O 0 i ) ; R . L e Jan La
sociétédu haitiMojen Age (París, 2 0 0 3 ) ; J . - P , DevTbey^ Economis rurale ei sacíetedans l'Emopefian-
que (yF-IX*sieda) (París, 2003); idem y Ruiaiants et miserables (Bruselas, 2006).
Entre los estudios críticos rédenles sobre Gregorio, figuran los de W . Goffart, TheMarra-
tors ofBarbarian Histoiy (A.D. 55o-8oa) {Princeton, 1 9 8 8 ) ; M. Heinzelmann, Gregory of Tours
( C a m b r i d g e , 2 0 0 1 ) ; I. W o ú d , Gregory of Tours ( O x f o r d , 1 9 9 4 ) y &nRevue helge dephilologie et
d'hÍstoÍre,-ji ( 1 9 9 3 ) , pp. 25 3 - 2 7 0 ; K. Mitchell y 1, W o o d (eds.), The World ofGregory ofTours (Lei-
den, 2 0 0 1 ) .

2. E L PESO DEL. IMPERIO

Las mejores introducciones breves al imperio tardorromano son las de Peter Brown, The Worldof
Late Amújuity (Londres, [ 9 7 1 ) , y Averil Carneron, The Later Román Empire (Londres, 1993) y The
Me di ten anean World in Le ce Aiiüquity AD j o 5-000 (Londres, 1993). E n inglés, los estudios detalla-
dos esenciales sonde A , f L M . Jones, The Later Román Empire 284-602 (Oxford, 1 9 6 4 ) 7 C Í # , v o l s .
1 3 y 14. L a ¿&$.h\itc}ie\\ AHÍ£toryQftheI^m
i 2oo7)esoíro
estudio introductorio útil. Sobre el siglo v i en Oriente, hay más detalles en M- Maas(ed.), The Cam-
bridge Companion 10 the Age of Justician (Cambridge, 2005)- Para bibliografías adiciónate? sobre to-
dos los temas de este capítulo, véase estas obras. Algunas cuestiones de este capítulo se analizan con
más detalle en mi Framing the Early Middle Ages (Oxford, 2005). Otros estudios tarde-rromartos re-
cientes y de importancia incluyen G . Bowersock etal. (eds.). Late Anti<¡uity (Cambridge, Mass.,
1999) A , Giardina (ed,), Societá romana e impero lardoantico, 4 vols* (Barí, 1986}^ A- Caranditü ei ai.
(eds.), Storia diRoma^va]. 3 (2 vols.) ( T u r í n , 1 9 9 * ) ; y A - D e m s n d t , Díe Spátantike (Munich, J9S9).

1. Sobre el manual, A . C , Dioiú&otti, - F r o m Ausonius' Schoo[áays?¡< t Joumalaf Román Sta-


düs^ 7 2 ( 1 9 8 2 ) , pp. B 3 - 1 1 5 ; sobre la tortura, véase J . Harries, Laiv and Empire in Late Atiúquhy
(Cambridge, 1 9 9 9 ) pp- 1 2 2 - 1 3 4 - P a r a cuestiones más generales s ó b r e l a violencia, véase H . A .
Drake (ed.), VioUnce in Late Antit/uity (Aldershot, 2006).
2. Sobre los juegos, véase Agustín, Confesiones, citado por Confessions i trad, H. Chadwick
(Oxford, 1 9 9 1 ) , 6,8. Prohibición de Constantino: Joiies,ZtfífirRomán Empire i p. 977; A . Carneron,
Circos Far-tions (Oxford, 1 9 7 6 ) , pp, 2 1 6 ss.
3. juicios amañados so acusación de magia: véasej- F. Maidiews, The Román Empire of Am-
mianusMareellinus (Londres, 1 9 8 9 ) , pp. 2 0 9 - 2 1 7 .
4. Sobre A n d r ó n i c o , véase SJnesio de C i r e n e , Correspóndanse t ed- y trad, A . Garzya y D .
Rotrues ( P a r í s , 2000), nn. 4 1 - 4 2 , 7 2 , 7 9 , 9 0 ; cf-D. R o q u e s , Syncsiosde Cyrene et ía Cyrénaüfue du
Bas-Empire (París, 1 9 8 7 ) , pp. 1 9 5 - 2 0 6 , 3 6 6 - 3 7 0 .
I-Sobre las capitales y Su alimentación: J . Durliaí,_De/e ville asitiqus á la v¡Us by^antine (Roma,
1990); E . L o Cascio, en W V . Harris(ed.), The
r TransformatümsofUr^RomainLateAntiquiry{9ort5-
mouth, R l , 1999) pp. 1 6 3 - 1 8 2 ; A . E. Miüler, «Getreide für Konstantinopel».yo^rfocA der ósterreichi-
schen Ryiantinistik, 43 ( 1 9 9 3 ) , pp- 1-20.
6. Coste délos juegos: R. L i m , en Harris, Transformaiions^ pp. 2 6 5 - 2 8 1 , esp. pp. 2 7 1 - 2 7 5 .
7. flDe las ciudades ilustres»: Ausonio, Works^ v o L i , e d - yrrad. H. G . E- White (Cambridge,
Mass., 1 9 1 9 ) , pp. f 6 9 - 1 8 5 .
5. F i n de las curiae y élites informales: J- H- W , G , Liebeschueti, The Decline of the Ancient
City ( O x f o r d , 2 0 0 1 ) ; A . L a m a d o , Recherches sur les notables municipaux dans l'tmpireprotoby^antin
(París, 2002); C . Rapp, Moly Bishops in Late Antiquity (Berkeley, 2005), pp. 2 7 4 - 1 8 9 .
9. Sidonio: J . Harries, Sidonias Apollinaris and ¡he Fallof Rome (Oxford, [994)-
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS

10, joaoa funcionarios; Jones, Later Román Empire^p. i .057; para más deta] les sobre la buro-
cracia romana, véase C , Kelly, Raling she Román Empire (Cambridgej'Mass., 2004), el mejor análi-
sis d«Ía cultura burocrárica rardorromana, y C . Kelly y P. Heather,en CAH,va\. 1 J,pp. 138-210.
r 1. E n la cuestión de los viajes, las curas se toman de M. McCormick, Oñgm¿ ofthe Europcc/i Eto-
nomy (Cambridge, 2 0 0 i ) pp, 474-481; parre dedaios carolingios y posteriores, pero es improbable que
5

fuera muy distinto para los mensajeros a caballo de la Rema tardía; para m i s referencias lemporaleiy
bibliografía, Ketfy, Rttling t pp, 117-117.
1 1 . J u a n L i d o , O*/Wíj-j, e d . y trad. A . d Etendy (Filadeltía, 1983) ( 1 . 1 4 para Rómula, 1.10-
l f
j 1-17-71 para Juan de Capadocía); véase M- ttiias,JoÁn Lydus and¡he Román Past (Londres,
1 9 9 2 ) ; Kelly» Rsílíng t pp. 11-104.
13. Petronío Máximo: véase refs. e.wPLRE y vol. 2, pp. 7 4 9 - 7 5 1 ; Sidonio Apolinar, Canas> ed.
y trad. W . B. Anderson, ^ n ^ a n ¿ ¿ £ í f e r e (Cambridge, Mass., 1 9 6 2 - 6 5 ) , 2 . 1 3 .
14. Sobre el oiiam t véase]- R- Marthews, Wetttm Arhtacrades andimperial Cotirt AD ¿£4-435

(Oxford, i p 7 í ) . P P -
17. S í m a c o : ^ ¿ j f u ¿ « , i ^ i . e d . O- Seeckj ÁIGfí, ductores-Anñquia 1*11,6.i (Berlín, ifcSj).
16 Peonio: Sidonio, Cartas, 1.(1.5-
17, Peironio Probo; A miaño Marcelino» Res Gestae 1 ed. y trad. J . C . Rolfe, 3 vols. (Cambrid-
ge, Mass., 1 9 3 5 - 3 9 ) 2 7 1 ' - ^
i £ . Melania; The Ufe of Melania the Yonnger* trad. E . A . Clark (Lewiston, N Y , 1 9 8 2 ) , c. 1 \.
19. J uve nal; A m i a n o ^ u Gestas y 28.4.14. Para Ja cultura de élite, v e a » A . Garrieron en CAÜ,
vol j 3., pp. 665-707.
20, Libanio y la magia: P, Brown, Religión andSotieiy in iA¿ Agt of Saint Angustia* (Londres,
Í972) pp, 1 2 7 - 1 3 4 -
11. Juliano; véanse por ejemplo los comentarios enrieos de A miaño, quien por orro lado lo
mira con simpatía, en Res Gestae, 2 2 . 1 0 . 7 , ¿ 5 . 4 , 2 0 ^ D . Hunt en CAN, vol. 13, p- 67.
2 2 . Lectura de la obra de Agustín: Sidonio, Cartas, 2.9.4.
23. Gestión de fincas: Pal adío, 0/Mü-4£rTfH/rvroe, ed. R. H . R o d g e r s (Leipzig, 1975)'
24.Sobre el derecho, hay estudios rédenles de calidad: Haiñe^Law and Empire; P, Gamsey y
C Humfress, The Evülution ojche Late Arttique ¡Parid {drúbñége, 2 0 0 * ) , pp. 52-&S, D . L i e b s e n
CAH, vol. I4,pp- 23S-159; C . Humfress, OrtAadtny andshe Cauris in Lite Antiquity (Oxford, 2007}.
i j . Alipio e n R o m a i Agustín. Confesiones, ó a.
26. Sobre Egipto, véase T . Gagos y P. van Minnen, Seitling a Dispute ( A n n A r b o r , 1 9 9 4 ) , pp,
30-46.
17. Eustoquio: Agustín, Canas i cit. poíLet¡ets t u a d . W . Parsonsy rL B, E n o , 6 vols. (Washing-
ton» 1951-89), carta 24".
28. Sajvio: C . Lepelley, en Anttfuités africaints, 25 (jpSí>),pp. ! 3 S - 2 6 a , e s p . pp. 2 4 0 1 ; I»
19. Sobre las ánforas, O . Karagiorgou, e n S . Kingsley y M. D e c k e r (eds.)i Ecoaomy and £x-
change in thsEasiem Mediuiranean duringLate Anriquiry (Oxíbrd, 2 0 0 1 ) , pp, 1 2 9 - 1 6 6 -
30. Sóbrelas fábricas^ Jones, Later Román Empire* pp. 8 3 4 - 8 3 6 .
3 1 . C o n respecto al pesoe incidencia regional de los impuestos, sigo mi Framing* pp- 6 2 - 8 0 .
32-Sobre las ataduras a la propia ocupación, A . H. M. Jones, The Román Ecanomy (Oxford,
'wA pp- 3 9 6 - 4 1 8 .
33. Sobre la familia A pión, The Qxyrkynchtu Papyri, ed. y trad. &. P. Grenfell» A . £. H u m rt
vols, hasta la fe¿ha (Oxford, 1%$%-), voL iú, tm, 1906-8, v o l . ó i , 4 3 7 0 - 1 1 .
34. A l respecto de la esclavitud, D - V e r a , «Le forme del lavoro rurale», Seitimane distudio, 47
{ 1 9 9 * ) , pp. 293-34=-
35. Sobre las ciudades egipcias, R. S. Bagnall y B. W , Freer, Tke Dcmograpky ofRomán Egypt
(Cambridge, 1 9 9 4 ) ? ? - Í3"í7-
iG. Leyes sobre coioni: véanse los artículos recogidos en E. L o Casen? (ed.), Teñe, proprietün e
xontadmi dell'impero rumano ( R o m a , 1 9 9 7 ) , para el debate reciente.
37, Beneficio escataí: Paiadto, Opta Agrieu/tunu; P. S i r r i s , EMnomy and Society m e/re Age of
Jtistintan (Cambridge, 2oü(í).
3S. Poblaciones sirias: G* Tate, Les Ca/npagnzj de ia Syrie dv Nord du If au VIF sieclí t vol, t
(París, 1992).
3 9 . Tagaste: Vita Melanias Latina, ed- M. Bampolla del T i n d a r o h Sania Melania Giimiore
( R o m a , 1905)? PP- 3 " 4 » ' 0 c £ i

684 E L L E G A D O D E ROMA

40. Justiniano: CJ, 1 1 . 4 8 . 2 1 .


4 1 . Propiedad d i tierras en Egipto: R- Bagnall, Egypt m Lais Anúquity (Princeton, 1 9 9 3 ) pp
1 1 0 - 1 2 3 , 1 4 8 - 1 5 3 ; G a s c ó n y L. MacCoulI, en Travaux tt mémoires, 10 (1987)» pp. 1 0 3 - 1 5 ¡- com-
párese t o n Italia, Vita Melanias Laúna^ 18.
4 2 . Dioscoro: L - S - B- MacCoulI, DioscomsofAphrodiut (Berkeley, 1988); J . - L . Fourneí,
le'nisme dans ¿'Égypie da VF stecle ( E l C a i r o , 1 9 9 9 ) ; para Afrodito en u n contexto egipcio, véase J
G . K e e n a n , en CAN, vol- 1 4 , pp. 6 1 1 - 6 3 7 ; sobre el asesinato, P . j , Sijpesteijn (ed,), The Aphrodite
Papyri in the University ofMichigan Papyms Coüection (P. Müh. Xlll) (Zurphen, 1 9 7 7 ) , nn. 660-
66].
4 3 . Fuaala: Agustín, Cflrtoj, 1 0 9 y 20*; véase también S. L a n c c l , en C . LepelJey (ed.), LesLet-
ires de samt Augusdn dénouvertes parJohannes Zhvjflí (París, 1 9 8 3 ) , pp- 2 6 7 - 2 8 5 .
44. E l mejor panorama general sobre La cerámica sigue siendo el de C . Panella, "Merci e scam-
bi nel Mediterráneo in era tardo antica», en Carandini £f a/., Sroñadi Roma, v o L 3 . 1 , pp. 6 1 3 - 6 9 7 ;
paralas telas, véase Jones, Later Román Empire, pp. 8 4 8 - 8 5 0 , 7 3 . L a u f f e r ( e d . ) , Dwkletiaru Prei-
sedikt (Berlín, 1 9 7 1 ) 1 ' 1 9 - 2 8 ,
c c

4 5 . Vino egipcio: D . M. Bailey, Exeavañonsatel-Ashmunein, vol. 5 (Londres, 1998), pp. 1 [ 8 -


\l%- ZifeafStJofm
} the Aimsgiver, trad. E- D a w e s y N- H. Baynes, en Thrse By^anúru Saints (Lon-
dres, i94E),pp. 1 9 9 - 1 6 2 ^ . 10.
46- Sobre Egipto, véase esp. Bagnall.^gy/^pp, 3 2 , 4 5 - 6 7 .
47- Sobre Teodora, J . Maspero (ed,), Papyrusgrea d*époqt¡t by^amine, vol, 3 ( E l Cairo, 1916),
n. 6 7 2 8 3 .
48. A l respecto del patrocinio, A . Wallace-Hadrill (ed.), Patronage inAacient Soñety (Lon-
dres, 1989); P. Brown, Power and Persuasión in Late Antiquity (Madison, 1992); Kelly, Ruling, esp.
pp- [ 3 8 - 1 8 5 ; J . - U . K r a u s e , Spatantike Paironatsformen im Westen destSmischen Reich&s (Munich

49. Zorico; Juan L i d o , Oj Pou/ers, 3.16-17-


SO- Abinayo: H- L B e l I e f aL (eds.)> The Abianaios Archive (Oxford, 1 9 6 2 ) , esp. papiros nn. 7 ,
io, 12, j 5, 1 9 , 2 1 , 2 6 - 2 8 , 3 2 - 3 4 , 4 4 - 5 7 .
5 i . L ü j a n i o : Seiected ÍFcrAt vd\.
t 2» ed- y trad. A- F- Norman (Cambridge, Mass., 1 9 7 7 ) , dis-
curso 4 7 .
52. Sobre Persia, no hay un estudio reciente que sea detallado y de calidad. Véase en general
E- Yarshater (ed.), The Cambridge History of /ron, v o L 3 (Cambridge, 1 9 S 3 ) , y para perspectivas
con una extensión de arríenlo, véanse las posiciones divergentes de Z. Rubín, en CAN, vol, 14, pp.
6 3 8 - 6 6 1 , y (más convincente para mí) J . Howard-]ohns[On, en A . Cameron (ed.), The By^aniine
andEarly fslamic Near¿tur, vol. 3 (Princeton, 1 9 9 5 ) 3 PP- 5 7 - 2 2 6 . 1

53. Sobre los bereberes, Sinesio, Correspondance, nn. 1 1 2 , 1 3 0 , 1 3 2 ; D . J . Matñngly, Tripoliia-


nia ( L o n d r e s , 1 9 9 5 ) , pp. 1 7 3 - 1 8 0 ; Y , Moderan, Les Maures eí fAfiitfue romaine (iV-VIf siécle)
( R o m a , 2003).
54. Sobre Xosquadi, Amiano, Res Cestae, 29.6.253., 30.Ó.
55. Sobre los alamanos: A m i a n o , ResGestae, 16.12. t 23, ( 2Ó;í£ J . F. Drinkwater, The Ala-
jnajini ojiJRoms 2 ij-^06* (Oxford, 2007), pp. 1 1 7 - 1 2 6 , 2 3 6 - 2 4 4 .
56. Paralas fuentes godas, P . Heathery J , Manhews, The Goihs in the Fourth Ceniuiy(Liver-
pool, 1 9 9 0 ) P P ' J02-LIO, 124-185.
57. L a cuestión de la arqueología y la etnicidades muy debatida. Mi pumo de vista al respecto
se corresponde, entre otros, con el de G - Halsall, en J . F. Drinkwater y H. Elton (eds.), Fifzh-cenaay
Gaul (Cambridge, 1992O p p - 1 9 6 - 1 0 7 ; B. Efíros, Merovingian Mortuary Archaeology andthe Making
cfihe Middie Ages (Berkeley, 2 0 0 3 ) , pp. too-i 10.
58. Sobre Dinamarca, L. Utácagct, fron-Age Socieiies (Oxford, 1 9 9 2 ) , p p - 4 5 - 5 1 -
59. En cuanto a las sociedades fronterizas, sigo a C . R. WhitakeTyFnmtiersofche Román Em-
pire (Baltimore, 1994)- Contraía viejaídea de que el ejército tardoimperial era más «bárbaro» que el.
anrerior, H , Elton, Warfare in Román Europe, A2>jSo-jjí5 (Oxford, 1996), pp. 1 3 4 - 1 5 4 -
60. Sobre Silvano, A miaño. Res Gestae, 1 1 5 . 5 ; sobre Firmo, 29.5-39,
6 j . Sobre los hunos, Amiano, Res Gesiae, 31.1; para Ja entrada de los godos, ^passim^y c/P-
J . Hearhec, Goiks anéRomant 332-489 ( O x f o r d , 1 9 9 1 ) , pp. i 2 2 s s . , y H. W o l f r a m , ftisiory of the
Goihs (Berkeley, 1 9 8 8 ) , pp, 117SS.
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS 6S5

3, CULTUTIA VCHÍEWCIASENELMUNDQCPISTIANOROMAWO

C o m o introducciones, la mayoría de los libros citados en el capítulo 1 resultan igualmente impor-


tantes. P. Gamsey y C - Hurnfress, The Evolutionofthe Late Antigüe ^ r / ¿ (Cambridge, 2 0 0 1 ) , pp-
1 ^z-si 'f, y P, Brown, Power and Persuasión inLate Antitjmry (Madison, I99^)> son relectüras Origi-
nales de los dato?. Sobíe el cristianismo, A. Cameron, Chñsñamty and the Rheioñt ofEmptre (Ber-
fceíey. 1 9 9 1 ) ; P. Brotvn, The Rise of ífesrern ChnstenJom^OxÍQtd, 1997, 2-*ed.); y R, Maricus, The
EndofAndent Christianity (Cambridge, 1990), son puntos dfl referencia ineludibles.

1- Sobre Sidonio, véase sus Cartas, ed. y trad. W , B, Anderson, Poems and Lettcrs (Cambrid-
ge, Mass., 1 9 6 2 - 6 5 X 4 . 2 5 ( C h a l ó n ) , 7 . 5 , 8 , 9 ( B o u r g e s ) ; c £ J Harries, Sidanius
r Apollinaris and the
FallofRome (Oxford, i 9 9 4 ) p p . 1 7 9 - 1 3 6 , Para un con [ex i o es básico R. V a n D a m , Ltadership
5 and
Cv/n/nuniryinLaitArtfifi.e G W ( B e r k e l e y , j p B f ) . Para la complejidad de la* funciones y la autori-
dad de los obispos, véase sobre todo C . Rapp, HolyEishaps tnLare^iinpüífKÍBetkeley, 2005),
2. Sobre Sinesio, Co¡respondance y ed. y trad- A - G a n y a y D . Roques ( P a r í s , 2000), nn. 105
(carta abierta),10, i j , 1 6 , 4 6 , 8 1 , 1 2 4 , 554 (a Hipatia); para Teófilo y C i r i l o , C . Haas, Alexandriain
Late Amiquity (Balrimore, 1 9 9 7 ) , pp. JS9-1Ú9, 2 9 5 - 3 1 6 ; véase en general D . Roques, Synesios de
Cyjtne e¡ ía Cyrenaique duBas-Empirt (Paris, aoao) pp. 3 0 1 - 3 1 6 .
3

3. «Pagano» es una palabra insatisfactona. La religión greco-romana rradiciona] no tema pa-


labra para quienes lo practicaban; sín ttmbaigo, paganas, que en origen significaba "rustico", ya se
emplea para decir "no cristiano» (o «no judío») a principios del siglo 111, y devino habitual a finales
del rv (p, ej- CTh, 1 6 , 2 . 1 8 , para el año 370), " Heíenow esotro término lardorromano que pasó a re-
ferirse a los «paganos». Algunos autores modernos prefieren el concepto «politeísta», pero no todos
los «paganos» eran politeístas.
4. Sobre el paganismo tardío, véase G . W , Bowersock, Hefienism ia Late Anti<juity (Cam-
bridge, 1 9 9 0 ) ; F. R. T i o m b í e y , HdUnic Religión and Ckristfan\\adon c-jyo-Ssg, 1 voís, (Leiden,
1 9 9 3 - 9 4 ) ; G . F o w d e n , en CAH, v o l . 1 3 , pp. 5 3 8 - 5 6 0 ; G a r n s e y y Hurnfress, Evoíuiionofihe Lat¿
Antique Wodd, pp, 5 f 2-560; Juan de Éfeso, Ecdesiosticaí Humry, ed- y trad- E. W . Brooks ( L o v a i -
^ , 1 9 3 5 - 3 ^ ) 2 - 4 4 , 3 36-
5. Sobre los judíos, véase S . T . K i t z ( e d . ) The Cambridge T History of Judaüm, vol. 4 ( C a m -
bridge, loofi), pp. 67-8=, 4 ° 4 - 4 0 4!>i-í 1P- 5

6. Sobre Jas leyes, CTh, í ú . ¡o. JO-Í 2 ( 3 9 1 - 3 9 2 ) , CJ, 1. u , io(Ju5Diúaii). P a r a E d e s a , /uande


EfeíO, Ecdesiast'tcatHutory, 3.17-18.
7 . Para los festejos del uno de enero, Matkus, End oj Andent Christianity, pp. 1 0 3 - t o ó , y en
general para los festivales, pp- 9 7 - 1 3 5 -
3, Sobre el domingo, Gregorio de T o u r s , The Mitades of rhe Rishop St Martin., trad, en R.
V a n D a m , Saines and rheirMirades in Lote Antiaue Gffu/(PrinceEon, [993)» PP- ' 9 9 - 3 0 3 , p. ej. 2.24,

9. Para Agustín, Cartas, citado por Lttters, trad. W . Parsons y R. B. E n o , 6 vols. (Washing-
ton, 1 9 5 1 - 1 9 8 9 ) , carta 1 9 .
10, Sobre Brioude, Van Dam, Saints and their Mitades, pp. 4 1 - 4 8 . Sobre Ja bebida en las tum-
bas de los mártires, Agustín, Cartas, 2 2 , y Confesiones, citado por Confesstons, trad- H. Chadwick
(Oxford, i 9 9 i ) , 6 . 2 - z , Gregorio Magno; Beda, HE, i.yo. Para un análisis general del espacio reli-
gioso y sus contextos en el Mediterráneo, véase P. H o t d e n y N , P ü r c e l l , The Comipting Sea
(Oxford, 2000), pp. 403-469.
1 1 - Sobre la topografía cristiana, véase p- ej. N . Gaudiier, «La topographie chrétienne entre
idéologieetpragmatisme», en G . P. B r o g í o l o y B. Ward-Perkins (eds.), The Idea and Ideal of the
Town betiveen Late Anúoítityand the Early Middle Ages ( L e i d e n , 1 9 9 9 ) , pp. 1 9 5 - 5 0 9 ,
12. Sobre Roma, R. K r a u t h e i m e r , ^ ^ ¿ . - / ! f ^ ¿ ^ f l O > v j ; 2 - í j o ^ ( P r i n c e f o n , 1980), pp. 7 1 , 7 S -
(

J 3 . Para un anáhsjs sobre los entierros intramuros en Italia. N , Christie, Fwm Constamine ¡o
Charietnagru (Aftfecshoí, iCOÚ), pp. 1 5 2 - 3 5 9 . Para Jos santos difumos, véase P. STOWÍÍ, The Cultof
tht Saints (Chicago, r g S i ) .
14. SobredemonÍos,véaseB,Caseaü, e n G . Bowersock eral. (eds.),iaít Anaquity(Cambrid-
ge, Mass., 1999), pp^ 406-407-
15, T e o d o r o de Siqueón; Viede Théodore de Sykéén, e d . y trad- A , j . Festugiete (Bruselas,
I97c-\cc. 3 7 , 4 3 , í > i * 9 4 , 1 0 3 , 1 1 4 - 1 1 6 , iG2,etc.
686 E L L E G A D O D E ROMA

16. Sobre Foucault, p, ej., su Discipline andPunish (Londres, 1 9 7 7 ) . Para los modelos del cris-
tianismo cotidiano, véase esp. P. Brown, en CAN, vol. 1 3 , pp. &32-6Ó4.
17. Gregorio de Nisa: Garnsey y Humfress, Evolución ofthe Late Anüque Wvrld* pp, 1 0 7 - 2 x 0
\%. Sobre Jerónimo, Select Letters of StJerome } ed. y orad. F. A . Wright (Cambridge, Mass
1 9 6 3 ) , cana 2 2 , es u n buen ejemplo.
19. Sobre divorcio, véase A . A r j a v a , Women andLaw in Late Aniiauity ( O x f o r d 1 9 9 6 ) , pp
T

177-192; C Clark, ¡Pontea inLate Anñquity(Oxford, í993>>PP' n - 2 7 ; A . Giardina, en CAff v \ 7 0 m

14^.392-398.
20- Respecto del patriarcado judio, D . Goodblatt, en Katz, Cambridge Mistory offitdaism^voi
4, pp- 4 1 6 - 4 2 3 .
2 1 - E n cuanto a la iglesia como estructura de carrera, véase p. ej, Rapp, Holy Bishops 7 pp.
207.
22, Sobre los donatisras, véase W . H . C - Frend, The Donatist Church (Oxford, 1 9 7 2 ) , p. 1 5 7
para los obispos; P. B r o w n , Religión and Societyin the Age of Saint Augustine (Londres, f 9 7 a ) p p >

23. Sobre el pelagianismo, Brown, Religión and Scciety* pp. 1 E 3 - 2 2 6 ; B. R. Rees, Pelagius* 2- * 1

ed. (Londres, 1 9 9 S ) .
24- E n cuanto al celibato de los clérigos, R. G r y s o n , Z e s origines du célihoi ecclésiastiaae da
premier au scptüme sietle (Gembloux, 1970).
2 5 . Para los debates cristológicos orientales, H . C h a d wick, en C £ r Y v o I , 1 3 , pp. 561-600, y P. 5

A l i e n , en CAR* vol. 1 4 , pp. S i 1-83-1, ofrecen relatos útiles. L a historiografía esingente; me han re-
sultado especialmente ú riles las escuecase incisivas introducciones teológicas de F. M. Young, Fram
Nicaea to Chahedon ( L o n d r e s , 1 9 8 3 ) . Para el «arrianismo», véase el reciente D . M. G w y n n , The
Eusebians (Oxford, ^007).
16. Para el «arrianismo» en Constantinopla, véase J . H. W . G . Liebeschuetz, Barharians and
Bishops (Oxford, 1990), p p . i 5 7 - 1 8 9 .
2 7 . S ó b r e l a jerarípjíaepiscopal monoftsita, D- D , B u n d y , " J a c o b B a r a d a e u s u , L e M u s é o n $ \ 7

( 1 9 7 8 ) , pp. 4 5 - 8 6 ; L. V a n Rompay,en M. Maas(ed.), The Cambridge Companion to the Age of Jusü-


man (Cambridge, 2 C O í ) pp. 1 3 9 - 1 6 6 .
?

28- Para las multitudes, Haas, Alexandria, pp. 2 7 8 - 3 3 0 ; F r e n d , Donatist Church, pp. 1 7 2 - 1 7 7
(pero hay mucha polémica al respecto de quiénes eran exactamente los circumee/liones; véase B- D .
Shaw, en A . H . Merrills (ed.), Pandáis, Romans and Berhers (Aldershot, 2004), pp. 2 1 7 - 2 5 8 ) ; T . E.
Gregory, VoxPopuli (Columbus, O h i o , T979)-
29. Para el patriarca Juvenal, véase Evagrios, The Ecclesiasiical History ofEvagritis Scholasd^
cus, trad. M. Whicby (Liverpool, 2000), 2.5; Para Cirilo de E$ñtópól\$,LijeofEuthyrnios t tnLires
ofihe ManíesofPalcsiine, trad. R, M, Price (Kalamazoo, Mich., 1 9 9 1 ) , p p - 1 - 8 3 , ce. 2 7 - 3 0 .
30. C o n respecto al ascetismo, el texto más influyente es el de P. Brown, Societyand the fíoly
in Late Antiquity (Londres, i 9 8 i ) , p p . 1 0 3 - ] 5 2 , actualizado en CAH* vol. 14, pp. 7 8 0 - 8 1 0 ; la biblio-
grafía reciente sobre santos y ascéticos, m u y cuantiosa, se resume en dos congresos publicados
como J . Howard-Johnston y P. Hayward (eds.), The Cuh ojSaints in Late Antiquity and the Early
MiddlñAges(p*Íoiá., [999) y J o u r n a l o f Early Chr¿stianStudies,6(i<fi)S\pp. 343-Ú71.
3 r. Para los estilitas, Lifeof Daniel the Stylite* trad. E. D a w e s y N . H . Baynes, Three Ryiantine
Sainis (Londres, 1 9 4 8 ) , pp, 7 - 7 1 , c. 6 1 ; Teodorelo de C i r r o , A Hütory ofthe Monks ofSyria, trad.
R, M. Price (líalamazoo, Mich., 1 9 8 7 ) , nS.22. Para Teodoreto, véase T . Urbainczyk, Theodoretof
Cyrrhas{&Tu\ Arbor, 2 0 0 2 ) , esp. pp. 1 1 5 - 1 4 7 .
32. Consejos de G a i a : Barsanuflo y Juan, Correspondance^ e d . y trad. F. N e y t et al., 3 vols.
(París, 1 9 9 7 - 2 0 0 2 ) , nn.fi36,tí7t, 777» 7 7 7 , 7 7 ^ . 6 6 9 , 841-
33. L a cita de Brown se halla en C 4 # , vol. i 4 , p . 806.
34. Sobre Paula, véase Jerónimo, Cartas^ 45.
3 5. Sobre el monasticismo, véase en general D . J . Chitty, TheDesen a City (Oxford, [966); P.
Rousseau, Ascetics f Authoriiy and the Church in iheAge of Jetóme and Cassian ( O x f o r d , 1 9 7 8 ) ; C.
Leyser, Authariry and Asceticism from Augustme ¡o Gregory the Great ( O x f o r d , 2000).
36. Para la regla benedictina, The Rule ofSt Benedictino^ ttad.]. M c C a n n (Londres, 1 9 5 1 ) -
¡Hay que verlo!
37. Para las calles despejadas o no, H. Kennedy, nFrom polis to míá'ms^PastandPresent, 106
( 1 9 8 5 ) , pp- 3-27-
NOTAS Y GUÍAS-BIBLIOGRÁFICAS 6S 7

38. Adventos y victoria: A m i a n o Marcelino, iíes Gestae, e d . y trad. J . C- R o I f é , 3 vols. ( C a m -


bridge, Mass., 1 9 3 5 - 3 ? ) , 1 6 . 1 0 , 4 - 1 3 ; £. MacCormack, Ananá Ceremeny in Laxe Antiqtiity (Ber-
keley, I 9 S 0 , 33"&'i M- M c C o n n i c k , Eiernal Victory (Cambridge, i p 8 6 X p p . 1 8 9 - 2 3 0 para
Constantino V I I y o t r o s reíalos posteriores,
39. Sobre Clermont, Gregorio de T o u r s , Lifiofthe Fathers^rssd.E. J a m e s (Liverpool, 1 9 8 3 ) ,
4 . 1 ; para el asedio de Constantinopla, véase más abajo, el capítulo 1 1 ,
40. Sobre peregrinajes, véase p. ej. Van Darr>. Saints and theirMracter+pp. i 16-149,
4 t . Juegos y bandos: A . Carne ron, Q'kiu Facáons(Oxford, i97ú),pp. 2^5-296,
4 2 , Edesa: The Chronicícof'Pseado-Joshua the Sty'/Aí,md. F . R . Trombley y J . W . Watt ( L i -
verpool, ÍOOO),c. j t .
4 3 . P a r a Sídonio, d r a u , 2.13.4 (cita), 1 (Mayoriajio).
44^ Sobre los persas, A m i a n o , Res Gesta*, 33.6,80-
45. Para las súplicas, J . Hzrries, Law and Empire in Late Áruiqtüiy (Cambridge, 1 9 9 9 ) , pp. 8 2 -
84» i 8 4 - ' B 7 -
4É- Basilisco: Í J / Í ofDaniel th€ Stylite, ce. 70-84.
4 7 . Sobre A u l a , Prisco, fragmento 11 . i , < d . y trad. en R. C Bloddey, The Frsgmtntary Classi-
cipng Historian! ofthe Laier Román Empire, vol. 1 (Liverpool, i 9 8 3 ) , pp. 2 4 7 - 2 4 9 , 2 5 7 .
48. Para las viviendas, S- E l l i s , Román Housing (Londres, 1 0 0 0 ) , esp- pp- 1Ú6-1S3; B . P o ! c i , e n
L, L a v a n y W . Bowden (eds.) Theoiy v and Practice in Late Anticue Airhaeohgy ( L e i d e n . lOOj), pp.
7 9 - 8 9 ; K., Cooper, "Closely Waiched Hous^hoiós^ Pos t and Presenr, 197 ( 1 0 0 7 ) , pp, 3 - 3 3 -
49- Para Agustín, Confesiones, 9-9; Carlas, 2 6 2 ( a Ecdicia); véase esp. B. Shaw, «The Family in
Late Annquity», Pasr and Presens, 1 1 5 ( 1 9 8 7 ) . pp. 3 - 5 1 . Véase f a m b i é n G . Nathan. The Family in
Zat£ Aniiftiisy (Londres, 2000), Parala actitud h a d a la violencia familiar en O r i e m e , véase L. D o s -
s e y , « Wife-beaung in Late Anriquicy», Pajtand Present, 199 (2008), pp 3-40.
50- Sobre el divorcio en Egipto y los papiros matrimoniales, J - Beaucamp, Le itatut de lafim-
1
meáBytancefy -j*.aecíe), 2 vók. (París, 1 9 9 0 - 9 2 ) , vol- 2 , p p . 1 3 9 - 1 5 8 » 1 2 7 - 1 1 9 .
P a r í Íqi e s d a v o s domésticos, Agustín, Confesione 1,9.9; Qut'pfus-ed- y trad. C . Jacque-
mard-le
Saos (París, 1 9 9 4 ) , c. 67.
52. E l disgusto que provocaba a Agustín su padre se ve e n Confestones, 2-3,f.ft.
Í J . P a n Paulina, C&rptis Insciiptionum Lmínurum, 6.) (Berlín, 1 8 7 6 ) , n. 1 7 7 9 , c o n trad. parcial
y comentario en K. Cooper, The Virginand the Bride (Cambridge, Mass., 1996), pp. 9 7 - 1 0 3 .
54. Sobre las mujeres y el derecho, Arjava, WomenandLaw;Beaucamp,Le statut, vol. \.
%%. Para Mónita, Agustín, Confesiones^ 3.4,
¡6. Para Patricia, Greeh Papyri in the Bntish Museum, ed. F, G . K e n y o n y H. 1. Bell, $ vols.
(Londres, 1 S 9 3 - 1 9 1 7 ) . v o L 5, n. lúúo.
57. Sobre Hipada, M. Dzielska, Hypatia ofAlexandria (Cambridge, Mass., 1 9 9 5 } .
58, Para las actividades económicas en Egipto, B e a u c a m p , i e statat, v o L 2, pp. 2 2 7 - 2 4 7 ; R.
BagnzlíjEgyp/inLaieAnriouiryCPnrireKift, 1 9 9 3 ) , pp. 9 2 - 9 9 , r j o - 1 3 } ,
1 9 . Sobre las actrices, B e a u c a m p , Le stamt t v o l , 1 , pp. 20(1-208; V . N e n , / marginali
nell'Oecidente tardoanticQ (Bari, 199E) pp. 2 3 3 - 2 5 0 , E n cuanto a T e o d o r a , aquí n u e w i o problema es
que nuestra única fuente, para su carrera c o m o actriz, es Procopio, Secret Histary, ed. y erad. H , B.
D e w r n g ( C a m b r i d g e , Mass., 1^3 f ) , c. 9, que es una denuncia retórica y autónoma, véase L.
Brubakír, «Sex, Lies and Texrualiry», eadem y J . M. H . Smiüi (eJs.)» Genderin the Early Medieval
World (Cambridge, 2 0 0 4 ) , pp. E 3 - 1 0 1 . N o hay certeza de que contenga ni siquiera una pizca de
verdad.
6ck PjraeJascei ¡5 n o femenino, véase E. A . Clark, Asceric Pieiy and Womtn \ Faith (Lewision,
N Y , 1986),esp. pp. 1 7 5 - 3 0 B '
6E, Para el contraste con el Occidente altomedieval, véase J . M . H . Smith, «Did W o m e n have
a T r a n s f o m i a t i o n o f die Román World?^, Gender anttHÍsiory 7 12.3 (20Do),pp. 2 2 - 4 1 .
6 1 . Sobre la deferírdad íemenina, véase p, e j . Clark, ÍPo7nen,pp. ^6-6z, 1 1 9 - 1 2 6 .
6\. Para el decomm y la cólera, Brown, Power and Persuasión^ pp. ] 5-61.

¿4. E n cuanroa Fausto, véase R. Mathisen, Román Aristocrats in Barbarían Gaií/(Ausdn,Tejt.,


T
9 9 3 X P P - ^°-S'-
6^. Para VaZentinfano, Amrano, P*s Gettae, 30.S; Sidonio, Cenas, i . n , « p . n.J2r
688 E L LEGADO D E ROMA

4- CRISIS Y CONTINUIDAD, 400-f 50

L a narración general más compleca para esre periodo sigue siendo ía de E, Stein, Histoire dit Bas-
Empire, 1 vols. (París, 1 9 4 9 - 1 9 5 9 ) ; otros trabajos analíticos actualizados ( y muy distintos) sobre
Occidente son P. Heather, TheFallofthe Román Empire (Londres, 2 0 0 5 ) y G . Halsall, Barbarían
Migrations and the Román West, pp. 3 7 6 - 5 6 8 (Cambridge, 2 0 0 7 ) , que presta atención a la cultura
material. CAH, vol. 1 4 , M. Maas (ed.), The Cambridge Componían to the Ageofjujiiman {Canü/ñdgt
¡aofyy A . C a m e r o n , The Mediien-anean WarlAin Late Antionity AD j65-£oa (Londres, I993) son
introducciones novedosas» como rambiénH- Wolfram, The Romart Empire and ia Geimanic PeopUs
(Berkeley, 1997)- Parala integración de los «bárbaros» en el mundo romano, la serie Transformation
of the Román World, publicada por BriH, es hoy u n comienzo esencial, incluidos los trabajos de W .
Pohl (ed-), Kingdomsof theEmpire ( L e i d e n , 1 9 9 7 ) y H . - W . Goetz ec al- (eds.), Regna and Gentes
(Leiden, 1 0 0 3 ) . B. Ward-Perkins, The FallcfRome and the End of Civiliíation (Oxford, 2005) es
una respuesta enérgica contra el continuismo excesivo. L o s esrudiosos muestran desacuerdos, a me-
nudo con virulencia, sobre las cues dones analizadas en este capítulo y probablemente así se manten-
gan las cosas durante un tiempo.

i . P a r a Hunerico, Víctor de Vita, History of the Vandal Persecution tTü¿.y j . Moorhead (Liver-
pool, 1 9 9 2 ) , 2 - 3 8 - 4 0 , 3 - 2 - 1 4 (las citas son de 3 . 3 . 3 . 7 ) ; para 41Artes de la Confitente de Canhage en
41 Í , ed- S - Lancel, 3 vols- (París, 1 9 7 2 - 1 9 2 5 ) , y CTh t 16.5.^2, para 4 1 2 , modelo de Hunerico.
2. Sobre los vándalos, véase en general C - C o u n o i s , Les vandales et l'Afrioue (París, 1 9 5 5 ) , y
el completo congreso publicado con el título de L'Antiaulié iardivet vols. 1 0 y 1 \ (2002-2003); Posi-
¿ia,Life of Augustine, trad. de R - J . Deferrari en Early Chrisñan Biographies (Washington, 1 9 5 1 ) ,
PP- 7 3 - i J i ) ce. 2 8 - 3 0 ; Procopio, Wars, ed- y trad. de H . B, D e w i n g ( C a m b r i d g e , Mass., 1 9 1 4 -
1 9 2 8 ) , 4,6.5-9- Para África en este período, véase A . H . Merrills(ed.), Vandals, Romans andBeibers
(Aldershot, 2004).
3. Para la población de Roma, J . Diír]Íat,Xte/a vílle anticue á la vi/le by^aniine (Roma, 1990),
pp. 9 2 - 1 2 3 .
4. Sobre Marcelino, B. C r o k e , « A - D . 4 7 6 : T h e Manufacrure of a T u m i n g Poim», Chiron y 13
(t 3
? 3),pp.3i-U9.
5, Para el periodo de 400 a 4 2 5 en Occidente, v é a s e J . R. Manbews, Western Aristacjaciesand
ImperialCounAD 364-42$ (Oxford, 1 9 7 5 ) ; H . Wolfram, History ofthe Oaths (Berkeley, 1988), pp.
1 3 9 - 1 7 5 ; P. J . Heatber, Goths and Romans 332-48$ (Oxford, ^ 9 9 ' ) , p p - 1 9 3 - 2 2 4 .
6 . 5 o b r e G a i n a s y E u d o x i a , v é a s e J . H . W . G . Liebeschuetz, BaréariansandBishops(0}íSotÚ t

1990). Para Eudoxia y Pulquería: K. G . H o l u m , Theodosian Empresses (Berkeley, 1 9 8 2 ) ; L. James,


Empresses and Pavería Early Byjaníium (Leicesrer, 2005), pp. 59^82. Para el reinado deTeodosio
U, en general, véase F , M i l l a r , ^ Greek RománEmpire (Berkeley, 2006).
7- Para la Hispania del siglo v, y los suevos y otros pueblos, es fundamental el trabajo de J .
A r c e , Bárbarosy romanos en Hispania, 400S0J A-D- (Madrid, 2005).
8. L a mejor perspectiva genetaj sobre una cuestión debatida como esta es la de J - C , Sánchez
L e ó n , Los Bagaudae 0 * " , '9[>6).
a

9. Para Orosio, SevenBooksofHistory against the Pagaos, trad. R. J . Deferrari (Washington,


1964), 7 . 4 1 ; para el caso de Agustín, véase R. A , Markus, Saeculum (Cambridge, 1970) pp. 4 5 - 7 1 ,
'47-M3-
10, Sobre el Código Teodosiana, véase J . MaithefrS, en J . H a m e s y I . W o o d ( e d s . ) , The Theo-
dosian Cade (Londres, T993) pp. 19-44.
1 1 , Para A e c i o , J . M. O T l y n n , Generalissimos ofihe Western Román Empire (Edmonton,
19S3) pp. 7 4 - 1 0 3 ; más critico es el trabajo de J . ñ . Moss en Historia, 22 ( 1 9 7 3 ) , pp. 7 1 r - 7 3 1 .
12, Pata la legislación occidental en la década de 440, véase sobre rodo Novéis of Valentiman,
n. 1 5 , e n C r ¿ , p p . 5 2 9 - J 3 0 .
i 3 S a l v i a n o , Onthe
r Governance of God } trad, J . F . O'Sullivan, en The Wrisings ofSalvtan^ the
Ptesbytet (Washington, 1 9 4 7 ) , pp. 2 5 - 2 3 2 ; ^ Prisco, fragmento n . 2 , e n B l o c k l e y , pp. 2 6 7 - 2 7 3 ;
compárese también con Qtq$\o, Historia, 7.41.7.
¡ 4 . Básico para el estudio de los hunos ( y la política del siglo v en general) es el trabajo de P.
Heaüier, « T h e H u n s a n d the E n d o f the Román Empire in Western Europe», English Histórica!iífi-
ii-, 1 1 0 ( 1 9 9 5 ) , pp. 4 - 4 1 .
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS

15- Sobre A v i t o y T e o d o r i c o , véase Sidonio Apolinar, Poems andLetters, ed- y trad. W - B.


Anderson (Cambridge, Mass., 1 9 6 2 - 1 9 6 5 ) , poema 7 , versos 3 9 2 - 6 0 3 .
16. Para 456-475 véase, por ejemplo, P. MacGeoTge,¿<ite Román Warloids (Oxford, t o o ; ) .
1 7 . Sobre Odoacro como rey, J . O . T j i d e r , Die nichtliteramchen ¿ateintschen Papyri ttatiens
ausJerZeii445~jQQ(LüD¿, 1 9 5 5 - 1 9 8 2 ) , nn. 1 0 - 1 1 (para 4 8 9 ) .
18. Muchos historiadores discuten lo de 4 7 6 , siendo el trabajo clásico al respecto el de A . Mo-
mígüino, «La caduca senza rurrrore di un impero fíe] 4 7 6 D . C » , Anxah delía Scuoks NormnU Supe-
riore di Pisa, 3 . serie, 3.2 ( i 9 7 3 ) * PP- 3 9 7 " 4 ' ^
a

19. Sobre Eurico, véase Wolfram, Historyofthe Go¡hs, pp. 1 8 1 - 2 2 2 .


20- Parala A u v e m t a J . Harries, Sidoniut Apailinaris and the Falíof Borne (Oxford, 1994), pp.
2 2 2 - 1 3 & ; la cita es de Sidonio, Cartas t8.2.1.
2 1 - S ó b r e l o s cambios en la Galla, véase J - F . D r i n k w a t e r y H . Elton {et\s.)jFifiA-cetnury Gaul
(Cambridge, 1 9 9 2 ) ; MacGecrge. ffWtvalí, pp. 7 1 - 1 6 4 ; E. James, The Franh ( O x f o r d , t 9 8 8 ) , pp.
58-91.
22. Hiblan del norte de la Galia P. Van Ossel y P. Oüzoulias, en Journal of Foman Archíteolo-
gy, 13 (2000^, pp. 1 3 3 - 1 6 0 ; Sidonio, Cartas^ 4 . 1 7 ; Vita Csnovejat, ed. B. K r u s c h , MGH S SJtM vo\-
t

3 (Hanover, i S 9 6 ) , p p . 2 1 1 - 2 3 8 , ce. 3 5 - 3 8 .
2 j . Para la N ó r k a , Eugipio, Life ofSeverin^ Trad. L. B i ele r (Washington, 1 9 6 5 ) .
24. Sobre Zenón y Anastasio, A . D . L e e , en CAH ¡ vol. 1 4 , pp. 4 9 - 6 2 ; para los Teodoricos,
Heather, Goths and Romans t pp. 240-308-
2 ^ Para Teodorico, con posierioridad a 489, j . Moorbead, Theoderic inltcly (Oxford, 1 9 9 2 ) ;
P. Heather, tx\EM£ i 4 ( 1 9 9 5 ) , pp. 1 4 5 - / 7 5 ; para h viíirade 500, véase d Anonymaj Vaiesitmtti, ed.
y trad-en Amiano, Res Gestae, vol, 3 , p p - 5 4 8 - 5 5 7 ; Casiodoro, Variae, está parcialmenre traducido
al inglés por S . J . B- Barnish (Liverpool, 1 9 9 1 ) y resumido en general e n T . Hodgkin, Theíetrersof
Cassiüdoms (Londres, 1836).
26. QrosiO, .//u wria, 7 . 4 3 , 1 - 8 ,
2 7 . Para Sidonio y sus contemporáneos, J. Harries, en Drinkwater y Elton, Fifth-century Gaul,
pp, 298-308; PLRE, v o L 2, pp. 1 5 7 - 1 f B, 9 9 5 . - 9 9 6 , 1 1 Ú 2 - 1 1 6 3 , 1 1 6 8 ; F L MathisEn, Román Añstocrars
mBaibañan tíiJí//(Au&dn,Tes., 1993)-
2 3 . The ChroauU ofHydarius andthe Coniularia Constantinofolttana^c±y trad. R, W . Burge&s
(Oxford, 1 9 9 3 ) , p p - 7 0 - 1 1 2 ; e n VíctOrdeVita,//tsíoryfl/tAe Vandal Persecution, f . 3 7 y 3.61,están
las únicas referencias 3 los romanos.
19 Hinfa de ] í rónrmo j . N, D . KelW.Jerome (Londres, f 5 7 í >
30- Quizá el mejor estudio y, sin duda el más fresco de los muchos que se han publicado sobre
Justiniano sea el de A . Carneron en CAH,vo\. 14, pp. 6 5 - 8 5 ; para el cambio en la atmósfera del pe-
ríodo, véase también A. Carneron, ChrütÍaniryandtheBJitioricof£nipire(Berk.eUy^ 1 9 9 1 ) , pp. 1 9 0 -
; z i . Para el mundo de Jusriniano (no tanto sobre el propio emperador), véase Maas, Age af/itsti-
nian.
3 1 . Procopio, On Buildings, ed. y trad. H. B. D e w i n g (Cambridge, Mass^ 1940)- Para nuevas
daiaclüncs, véase por ejemplo G . Brands, Rtsafa F/(Maguncia, 2 0 0 1 ) , pp. 2 2 4 - 2 3 5-
32.. Para la Historia &etf¿ta véase A . Carneron, Procopius and she SUth Century (Berkeley,
1985)1. pp. 4 9 - 8 3 ; L- Brubaker, n-Sex, L i e s and Texrualiry», en A . Carneron y J . M- H. Smith (eds.),
Gender in rhe EarlyMedieval WwlÁ(Cambridge, 2004), pp. 8 3 - t O i ,
I V 5obre Mauricio, M. Whfífcy, The Empetat M&urite and hí¡ Historian (Oxford, 1988), esp.
pp. 3 - 2 7 ; M. Whitrow, The Makingof Onkodox Byianrium, 6oo-t oz5 (Basingstoke, 1 9 9 a ) , pp. 3 8 -
68, es realmente optimista.
34. L a cita es de A . P\^avit>Í.L EmpÍre t
chrérien (jif-je>5j (Paris, 1 9 4 7 ) , p. 4 2 1 .
35. Sobre Basilisco, S, Ktautschick, * Z w e i Aspefctedes Jahres 476"», Historia, 3 j (19BÜ), pp.
3 4 4 - 3 7 1 , esp. pp- 3 4 4 - 5 5 ; el vinculo con Odoacro, que supone una reinterpreíación importante del
periodo, pende sin embargo de colocar una tota coma y una «y» en un texto, y no está claro que esta
lectura sea mejor que la tradicional ( e n B . C B l o c t h y , The Fragmentaty ClossicqingHiitoñans of
the Laur Román Empire, v o l 2 (Liverpool, 1 9 8 3 ) , pp. 3 7 1 - 3 7 3 ) .
36. Para el crisol balcánico, P. A m o r y , Peopleand ídenáty in Qstrogothicltaly, 483-554 (Cam-
bridge, 1997)» p p - 1 7 7 - 2 9 1 .
3 7 . Habla de esios oíairjruonios A . D e m a n d i , en E. K. C h r y s o s y A . S c h w a r c í (eds.). Das
Rekh unddie Barbaren (Viena, 1 5 S 5 ) , pp. 7 Í - 8 6 .
6$o EL LEGADO DE ROMA

3S. Sobre las emperatrices véase James, Emprestes and Power*


39. Para Anícia Juliana, L , Brubalter, nMemoriesof Helena^, en L. James (ed.), Women, Men
andEwmchs (Londres, 191)7), PP- 5 7 S ; PLRE 2 _
t vol- i , pp- 6 3 7 - 6 3 6 ; R. HarrÍson,-í TempleforBy-
l<mtium (Ausrin, Tejí., 1989)-
40. Sobre la emiddad en Italia véase en general la critica en A m o r y , Peop/e, que no he seguido
totalmente. Véase PLR£\ vol. 1 , pp, 7 9 1 - 1 9 3 para la carrera de Odoacro-
4 1 . Para algunas guías sobre la etnogénesis véase, por ejemplo, H. Wolfram y W . Pohl (eds-),
Typen derEthnogenese, 2 vols. ( V i e n a , 1990); P. J. Geary, nEthnic ldentity as a Situaiional C o n s -
truel in the Early Middle Ages», Miueilungendesanihropologischen Geselíschaft in Wien, 1 1 3 (1983),
pp- 1 7 - 2 6 ; Pobl, en A- Gillett (ed.) On Barbarían 5 ldentity (Turnhout, 2 0 0 1 ) , pp. 1 2 7 - 1 3 9 , para
una bibbograíía, un replanieamiento y una muestra de lo enconado de la polémica sobre la cuestión;
y , más recientemente, Halsall, Barbarían Migraüons, T . F X - Noble (ed.), From Román Provinces to
MedievalKingdoms (Londres, 2006), ha vuelto a publicar muchos de ¡os otros artículos clave.
42. Para las historias sobre el origen de los francos, Fredegardo, Chronica, ed- B. K r o s c h ,
MGH>SRM, vol. 2 (Hanover, 1 8 8 8 ) , pp. 1 8 - 1 6 8 , 1 . 4 - 6 , 3-9: véase A - C - Murray, en idem(ed.), Af-
terRome'sFall(TotODto r J99S), pp. 1 2 1 - 1 7 2 .
43- Respecto de la comunicación, Amory,/Ve/r/^pp. 1 0 1 - 1 0 8 , 2 4 7 - 1 7 6 , para el godo; M . B a n -
niard, Viva vo« {París, 1 9 9 2 ) , pp^ 1 7 3 - 1 8 6 para las rjerras francas (aunque se ocupa sobre todo del
larín frente al protorromance).
44. Sobre A n i i m o , véase B. Effros, Creating Community wit/¡ FoodandDrink in Merovingian
Gastl (Baslngsroke, 2002), pp. 61-Ú7.
47, Para las asambleas, véase en general P. S . Barnwell y M. Mostert (eds-), Polixical Assem-
bifes in the EarlierMiddle Ages (Turnhout, 2 0 0 3 ) ; para los placita, véase W . Davies y P. Fouracre
(eds.), The Seitlementof Disputes in Early Medieval Entape (Cambridge, 198o).
46, Habla de Teodotico 11 Sidonio, Cütíoí, 1-2-
47. Sobre el paso a la tierra y los cambios en los impuestos, C . W i c k h a m , Framing the Early
Middle Ages ( O x f o r d , 2 0 0 7 ) , pp. 8 0 - 9 3 , donde se ofrece una perpectwa general sobre el debate;
véase más recientemente W. G o f f a n , Barbarían 7Vo!ej(FÍladelt1a, 2006), pp, 1 1 9 - 1 7 6 , y M. Innes en
Transactions ofthe Royal Hislorical Society t 6. serie, 1 6 ( 2 0 0 6 ) , pp. 39-74.
a

4S- S ó b r e l o s mercenarios, G , Halsall, Warfare and Society ia the Barbarían West, jSo-poo
(Londres, 1 0 0 3 ) pp. 11 1 - 1 t j .
49. Para la simplificación económica, Wickham,/ra/n/n^, p p - 7 1 0 - 7 7 9 , 7 9 4 - 8 0 7 ; Halsall, Bar*
barianMigrations^ pp- 3 2 0 - 3 7 0 .
70. Sobre Avito: Sidonio, Poemas, 7 , versos 2 7 1 - 2 9 4 ; sobre Apolinar y Arcadio: Gregorio de
TouíS, Historias, t i a d . L . T h o r p e c o m o The Hisiory ofthe Franks (HarmondswOrth, 1 9 7 4 ) 2 - 3 7 , 3 . 9 ,
1 2 , 1 8 ; para Cipriano, véase Casiodoro, ParaM, 8 . 2 1 - 2 3 .
7 1 . Hablan de la estructura d é l a carrera episcopal Mathisen, Román Aristacrats, pp. 89-104; R.
VanDam,Xe^«^iWCflm^^^¿ü£^^irjtf¿6íí^/(Berkeley, 1 9 8 7 ) pp. 1 7 7 - 2 2 9 ; M. Hein-
zelmaan, Gregory oj Tours (Cambridge, 2 0 0 1 ) , pp. 7 - 2 8 , para la familia de Gregorio.
72. Sobre las ropas, W . P o h l , "Telling the Difference», en Pohl y H- Reimitz (eds,), Straiegies
ofDistinciion (Leiden, 1998), pp. 1 7 - 6 9 , esp. pp. 4 0 - 7 1 ; M . Harlow, «Cloibes Maketb the Man», en
Brubaker y Smtlh, Gender, pp. 44-Ú9-
¡ 3 . Sobre el recuerdo de R o m a véase, por ejemplo, J- M - H . S n ñ á i , EuiapeafterRame (Oxford,
2005), p p . 2 5 3 - 1 9 1 .
74. Para los cambios en las élites locales véase, por ejemplo, Heather, «HurlS", pp- 37-39*

7, L a G a l i a m e r o v t n g u y l a G e r m a n i a , 500-771

EL mejor estudio general sobre el periodo merovingío en cualquier lengua es el trabajo de l a n


W o o d , TheMerovingian Kingdoms 4So-ySi ( H a r l o w , 1 9 9 4 ) . Otras introducciones más breves pero
útiles son las de S. Lebecq, Les originesfranques V-lX siécle (París, 1990), y P. Geary, Befare France
and Germany (Oxford, 1 9 8 8 } ; E. James, The Franks (Oxford, 1 9 8 8 ) , que incluye más dalos arqueo-
lógicos, s e deriene hacia 600, aunque su The Origins of France (Londres, 1 9 8 2 ) sigue basta ioqo. 1.
W o o d ( e d . ) , Franks and Alamanniin the Merovingian (Woodbridge, 199S) contiene arriados
estimulantes. J. M. Wallace-Hadrill, The Long-hairedRings (Londres, 1 9 6 1 ) es el anterior punto de
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS

referpncia básico. Para Ja historia social son importantes G- Halsall, SeitlementandSoñalOrganiía-


tiox (Cambridge, ' 99 0 y R* bfi J a n , Famffle ei pouvoir dans h monde frane fflF-JF stéclej (París,
1995}- - V a n D a m y P. Fouracre, en NCMH,va[.
R
i , p p . 1 9 3 - 1 3 1 , 3 7 1 - 3 9 1 5 son síntesis ágiles.

1. P a r a Rauchingo, Greg-jrio de T o u r s , Historias, írad, L, T h o r p e c o m o The Hisíory of the


franta(Hannondsworch, 1 9 7 4 ) 6-4, 9-9, i 2 , c £ 5.3,
2. Sobre el nombramiento de Gregorio, véase Venancio F o r t ú n a l o , P o e m a s , 5.3, e n e d , de F.
L e o , MGH t ductores Antüpdsshni, v o i . 4.1 (Beriin, iStfr); hay traducción parcial a) inglés (que n o
incluye este poema) e n J- George, Venontius Fortunatos: Personal and Political Poerns (Liverpool,
1 9 9 O ' Para la estructura literaria de Gregorio, véanselas referencias de la nota 1 al capítulo 1.
3. E n cuanto a Las fortificaciones privadas, R . S a m s o n , ¡¡Trie Merovingian NobíemarTs
Home; Castíe or V\Xte£n, Journal of Medieval Hisx/ry, 13 ( i o & 7 ) p p . 1 8 7 - 3 1 5 .
4 . P a r a e l a r r i a r i i s m o d e Clodoveo. Avito de V i e n a ¿ í í r ¿ r j a n d S e k c t e d P r e s e , irad. D . S h a n -
h

zer y L Wood (Liverpool, zooi),Leuerí, 46, con comentario,pp- 3 6 1 - 3 6 9 .


5. Habla de los palacios reales J. Barbier, " L e systéme palatialfrancjJvBihliothéque de l'École
det Chañes, 1 4 8 O 9 9 o ) , p p . 24 S-ZW*
6- Para el nombre «merovingio» véase A . C . Murray, en ídem (ed.), After Romes Fall(To-
romo, 1998), pp. 1 3 6 - 1 3 7 .
7, Sobre Teodeberto, véase R . C o l l i n s , «Theodebert l " r e * magnus F r a n c o r u m % en P.
f

W o r m a l d ( e d , ) , Ideal and Reality w Franktsh and Angla-Saxon Saciety ( O x f o r d , ^ 8 3 ) , pp. 7 - 3 3 ;


sobre Agatías; The Histories, trad. ] - D. Frendo (Berlín, 1975X M í Gregorio de T o u r s , Histerias,

8- Para algunas cartas episcopales traducidas al inglés, véase A . C - Murray, From Román to
Mewyingian Gaul (Pererborough, O n i . , 2000), pp- 2 6 0 - 1 6 8 ; para Venancio Fortunato, Poemas,
passim.
9. Sobre las reuniones entre Gregorio, Gontrári y Chilperíco, véase Gregorio de T o u r s , His-
torias, 5.1 &, 44. S . 2 - 6 , 9 . 2 0 ; cf.6.46 parí el obituario de Chilperico.
10- Sobre las reinas, véase sobre rodo J . L. Neíson, Palma and Ritualin Early Mediev-iiEuropa
(Londres, 1986), pp- 1 - 4 8 ; para el resentimiento, véase, por ejemplo, Gregorio de T o u r s , Historias,
10.27.
1 1 . Sobre Flaocato, véase Fredegacdo, Chtanka, 4.89; el cuarto librodeFredegardo y h s c o n -
tinuaciones están ediíadas y traducidas al inglesen j . M - Wallace-Hadrill, The Founh Bookofthe
Chion¡\-/e ofFredegar{ Londres, jr>6o)
12, E n cuanto a las vidas de sanios como fuentes, véase el importante análisis del género reali-
zado p o r P. Fouracre. -Merovingian History and Merovingian Hagiography", P&st end Presenta
i 2 7 Í i 9 o o } , p p , ^-jft.
! 3 . S o h r e l o s p Í p í n í d a s , I , W o o d , en L. Brubaker y J - M. H . Smith (eds), Gender in the Early
Medieval WorlA (Cambridge, 2004), pp. 1 3 4 - 2 1 6 , muestra que Ja ascendencia pipínida por parte
materna fiíe más ¿raportanfe para 'a íaroília, a parar de úS 7, tjue n>s antepasados masculino;.
14- Para Chüderico y Childeberto, véase: W o o d , Merovingian Kingdoms, pp. 2 1 7 - 2 3 8 , 2 6 2 -
1 6 6 ; P. Fouracre, Tht Age of Charles Martel(Harlow, 2 0 0 0 ) , pp. 4B-54; replica a lo anterior T -
K.íllier,enM. Becher y ¡ . }amiii{tds.),DtrDyn'istiew*enselyonj5i {Munster, 2004), pp. JJ^ÚO,
1 5 , Sobre Godino, véase Fredegardo, Chranka, 4 . 5 4 ; para Grimoaldo y Bodüón, v é a s e e l ¿ r -
bet Historiac Francomm, traducido parcialmente en P. Fouracre y R. G e r b e r d i n g , ¿ o / í Merovingian
/>nn«(Manchesier, 1996), pp. 8 7 - 9 6 , c e , 4 3 , 4 5 .
16- Para Childeberto como hijo adoptivo de Segisberto, de entre los análisis modernos, yo be
utilizado sobre todo el trabajo de R . Gejberdíng, TheRisc ofthe Carolingians and tht Liber Hisroriae
Franíorum (Oxford, 1 9 8 7 ) , pp, 47-66; pero véase también M. Becher, en J . J a m u r e oí. (eds.), /Cari
Manell in seiner Zeit (Sigmaringen, 1 9 9 4 ) , pp- 1 1 9 - 1 4 7 .
17, Sobre el rey de Ebruino. véase Passio Prima Leudegañi, traducido en Fouracre y Gerber-
á'ulfr. Late Merovingian France,^. 2 i f - 2 í 3 , c . 19,
iB. D e Samón, véase Fredegardo, Chronic<¡, 4 . 4 8 , 6 8 - 7 7 ; R a d u l f o , 4.87; sobre Aquitania,
véase M- Rouche, L 'Ayuitaine des Wisigoihs aux Arahes l jtF-ySi (París, 1 9 7 9 ) . pp. 9 0 - 1 2 9 .
19. Sobre Carlos Martel, véase Fouracre, Charles Maneí.
20. Sobre los impuestos, véase W . Gañsit, Romes Fall and After (Londres, 1 9 8 9 ) , pp. 2 1 3 -
2 3 1 i C . W i c ü i a m , Fr<xmÍngtheEarfyMiddleAg*s(OxSoxd, 2005), pp. 1 0 2 * 1 1
E L L E G A D O D E ROMA

2 1 . E n cuanto al contenido de oro, véase M. R Hendy, «Frorn Public to Prívate», Vlator 19


( 1 9 8 8 ) , p p - 1 9 - 7 8 , esp. pp.62-6B.
12- Para el tesoro, véase por ejemplo Frcdegardo, Chronka, 4 . 3 8 , 4 2 , 60, ( ¡ 7 , 7 5 , üftLi&er Hts*
toriae Franeomm, ce. 4 5 , 4 8 , 5 2 - 5 3 .
23. Sobre la escritura, véase 1- W o o d , e n R - McKitteríck (ed.), The Uses cfLtteracy in Early
MedievalEurope (Cambridge, 1990), pp. 6 3 - 8 1 ; para la contabilidad fiscal: ChLA,vo\. t8, n. 659
v o l , 4 7 , e s p pp- [ 4 0 4 - 1 4 0 5 -
14- E n cuanto a los documentos reales, véase Marculft Formulas, ed. K- Zeurner, MGR For~
mulaeMerovingicietKaroliniAevi(Hanover, ifiSü), pp. 3 6 - 1 0 6 , 1 . 6 - 8 , 1 1 , 1 2 , 20., 2 6 - 2 0 , 4 0 ; CALA
vol. 1 3 , nn. 750, 565; J . H a v e r , wQuestions merovingiennes, V » , Bihliothéque de l'École desChartes
51 ( 1 8 9 0 ) , pp. 5 - 6 2 , esp, pp, 47-50; Desiderio de Cahors, Cartas, citado por la ed-de W . Arndt
MGH,EpLs¡olac,vo\. 3 (Berlín, 1 8 9 2 ) , p p - 1 9 3 - 2 1 4 , c a r t a 2.17.
2 5 . Sobre loa referendaiiiy otros funcionarios, véase P - S - B a m w e l l , Kings r Courtiers andImpe-
rium (Londres 1 9 5 7 ) , pp. 23-40.'
26. Para e] obispo Preyecto, véase Passio Praeiecii, trad, en Fouracre y Gerberding, Late Me-
rovingian France,pp. 271-300,ce. 23-27.
27. Sobre las asambleas, véase P. S. B a i w e l l , en ídem y M. Mostert (eds-), Political Assemblies
in the Eariier Middlt Ages (Turnhout, 2 0 0 3 ) , pp. 1 1 - 2 8 ; de los sajones, Gregorio de T o u r s , fiisto-
rias¡ 4 . 1 4 ; sóbrela participación del siglo Vi: íbtd-, 3 1 4 , cf.H-Grahn-Hoék,Diefeani:Ísche Oberschi-
chtii7t6.Jahrhunderi(S\gp\añn0fit\ t 1 9 7 6 ) ; en cuantos Ebruino, veáse Passio Prima Leti4egarü,c 5,
28- Para las asambleas legales, véase P- Fouracre, en W - D a v i e s y P. Fouracre (eds.), The
Settlement of Disputes in Early MedievalEurope (Cambridge, 1 9 8 6 ) , pp. 2 3 - 4 3 -
29. Sóbrela ley sálica, véase TheLawsoftheSalianFranks, traducción de K . F . Drew(Filadel-
fia, 199 i)j prólogo, p. 57; H. Nehlsen, en P. Classen (ed.), Reeht and Schrift ím Mittelalter (Slgtna-
ringen, 1 9 7 7 ) , pp. 4 4 9 - 5 0 1 , e s p . pp. 46E-4B3; ley posterior: Cap-, vol. i , p p . 1 - 2 3 .
30. Sobre la justicia regia: Gregorio de T o u r s , Historias, 6 . 7 3 ; Fredegardo, Chronica, 4.58,
Para G o t a r i o y los concilios, véase M. de Jong, e n S . Airlie et al. (eds.), Staat in¡ fiiihen Mittelaher
(Viena, 2006), pp. 1 2 5 - 1 2 7 .
3 1 . E n cuanto a la riqueza de la aristocracia, véase W i c k h a m , Framing 7 pp. 168-203.
32. Sobre A b ó n , véase P * Geary, Aristocracy in Provence (Sruttgart, 1 9 8 5 ) ; para la identidad
aristocrática, véase F. Irsigler, en T . Retiter (ed.), The Medieval Nohility (Ámsteidam, 1978), pp.
105-136.
33. Sobre los agilol Jingos, véase L e Jan, Familleetpouvoir t pp. 3 8 7 - 3 9 2 .
3 4 . Sobre los administradores obligados a luchar, véase por ejemplo Venancio Fortunato,
Poemas, 7.1o; VitaEligii, traducción de J . A . McNamara, hrtp;//www.fordham edu/haJsalJ/ba- l

SÉS/eligius.hrml, 1 , 1 0 - 1 1 .
35. Sobre condes y obispos de baja cuna, véase G regorio de T o u r s , Historias, 5.48; VitaEligii,
L.J; Passio Praeieeti, c. 1. Véase, en general, P. Fouracre, en Btilleiin of the Instílate ofHistoricai Re-
search, 5 7 ( 1 9 8 4 ) , pp. i - 1 4 , y , para ]os obispos en el ejército, F. Prinz, Klerus und Krieg imftüheren
Mitielalier (Sruttgart, 1 9 7 1 ) , pp. 4 6 - 7 2 .
36. Sóbrela fundación de m o n a s t e r i o s , véase W o o d , Meiovmgian Kingdoms, pp. 1 8 1 - 2 0 2 ; de
Bal tilde. Vita Batthildis, traducción en Fouracre y Gerberding, Lare Merovingian France,pp- i 18-
i 3 Z , c . 9.
37. Sobre las "repúblicas episcopales", véase E . E w i g , Spátanñkes und ftankisches Gallien (Mu-
nich, 1 9 7 6 - 1 9 7 9 ) , vol, 2, pp. 1 1 1 - 1 1 9 .
38. Sobre Clermont, I. W o o d , en ^lorma\á(cá-) y Ideal and Reaiity pp.
y 34-571 Gregorio, His-
¡orias t 5.49.
39. E n cuanto a Arnulfo de Metz, véase la Vita Amulfi, e d . B. Kxusch, MGH, SRM, vol. 2
(Hanover, 18S8), pp. 4 3 2 - 4 4 6 , c. 1 6 ; Leodegario, Passio Prima Leadegarii, ce. 2 1 - 2 4 .
40. Sobre Desiderio, Cartas, 1 . 5 , 9 - 1 1 (nostalgia), r.2, 6,8, 2.9 (patrocinio), 2.12, 15 (movi-
mientos reales), 1 , 1 3 , 1 5 , i - f r i i (política íocal); véase además B. Rosenwein, Emotianal Communi-
tiesin the EarlyMiddle Ages (Ithaca, N Y , 2 0 0 6 ) , pp. 130* 1 $ 5 ; Vita Desideni, ed. B. K r u s c h , MGH,
SRM, v o l 4 (Hanover, [ 9 0 2 ) , pp. 563-602, ce. i - 3 , 1 2 - 1 3 (carrera), tú, 1 7 , 3 r (edificaciones), 2 9 ,
30, 34 (gran riqueza). Eligió; J . Lafaurie, «Eligius Monetarius», Revae numismatiqae^ 6 . serie, 19
a

(*977\pp- 1 1 1 - 1 5 1 ; M . F . Hendy, «From Public to Privare», pp. ¡S5-Ó8.


NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS

6. LOS REINOS MEDITERRÁNEOS OCCIDENTALES: HfSPANlA EITALIA, 5 5 0 - 7 5 0

E l estudio más detallado sobre la Hispania visigoda en inglés, el trabajo de E . A - Thompson, The
Goths in Spain (Oxford, 1 9 6 9 ) , está anticuado tanto por su metodología c o m o por su enfoque; L - A .
García Moreno, Historia de España visigoda (Madrid, 1989) también tiene defectos. Mucho mejotes
son los rraba(os de D . Claude, Adel, Kirche undKanigtnm in ¡festgotenreich (Sigmaringen, 1 9 7 1 ) , y
t\ázK*Co\YíT\$ Eariy y Medieval Spain (Londres, [ 9 8 3 ) ; esieú lomo, que llega hasta 1000, está c o m -
prensiblemente actualizado y engrosado en Ídem y Vislgothic Spain 409-311 ( O x f o r d , 2004), que
ahora es el mejor sido para empezar. Una síntesis breve y actualizada es la de G . R i p o l l e l . V e l i z -
q u e z , ¿ a Hispania visigoda (Madrid, 1 9 9 O -
Para Italia, véase C Wickham, Eatly
r Medieval Jtaly (Londres, 1 9 8 1 ) , P. Cammarosano, No-
biliere (Barí, 1998), C . L a R o c c a (edJ) t Italy in the Early Middle Ages (OxfoTd 2QQz), todos ellos
t

hasta 1000, y G . Tabacco, TheStruggle for Power in MedievalJtaly (Cambridge, 1 9 8 9 ) , que llega
hasta 1 3 5 0 . N- Christte, The Lombards (Oxford, J 9 9 f ) y P- Delogu, «di regno longobardo», e n G .
Galasso (ed-), Storia d'ftalia, vol- 1 ( T u r í n , J980), pp- 3-2.16, se ocupa de las zonas lombardas; en-
contramos replanteamientos importantes en P. Cammarosano y S. Caspa n i (eds.), Langohardia
(Udine, 1990), W . Pohl y P- Erhart (eds.\ZfieLangoharden (Viena, 2005), y P. D e l o g u ( e d . ) , The
Langooards (Woodbridge, 2009)- T , £. B r o w n , Gentlemen and Officers {Roma., t9S4) es un estudio
brillante sobre la Italia bizantina, que ha de complementarse c o n E. ZanÍnÍ,¿ff Jtaiie bi^antine (Barí,
1 9 9 8 ) , para la parte arqueológica. L a s investigaciones de base arqueológica fundamentales, para
Italia, s o n las de N . Christie, From Constantine 10 Charlemagne (Aldershot, aootí). Para el caso de
R o m a , véase entre otros muchos, J . Richards, The Popes and the Papacy in the Early Middle Ages
(Londres, i 9 7 9 ) y T . F . X - Noble, The RepublicofStPeteriFfiaáelña, 19S4).

1. Sobre los concilios de Toledo, véase J . Vives (ed.), Concilios visigóticos e hispano-romanos
(Barcelona, 19(13), X I I Toledo ce. 1 , 2 , cf. V I Toledo c. 1 7 , I V Toledo c. 7 5 ; para la unción, véase
Jtilián de T o l e d o , Historia Wambae, ed. W . L e v i s o n , JMG//, JÜA/, vol, 5 (Hanover, i 9 t o ) , p p - 500-
535, ce- 2-4, traducción de J- M. Piíarro, The Story of IVamba (Washington, 2 0 0 5 ) , p p - 1 7 9 - 1 8 4 .
2- Sobre la producción de cerámica, véase L . C. J u a n T o v a r y j . F . Blanco García, «Cerámica
común tardorroiTjanaM, Archivo español de arqueología, 7 0 ( 1 9 9 7 ) , pp. 1 7 1 - 2 1 9 ; para un estudio en
és, véase P. Reynolds, en K. Bowes y M. ICulikowski (eds.), Hispania in Late Aittiquity (Leiden,
2005), PP- 4 0 3 - 4 1 o; el libro entero es hoy un estudio esencial sobre la Hispanja taEdorromana.
3. Para las comunidades semiauíónomas, véase Juan de B i d a r , Crónica^ traducido por K - B -
Wolf, Chranicle, en Conquerors and Chramclers ofEarly Medieval Spain (Liverpool, 1 9 9 0 ) , pp. 6 t - 8 o ,
c e 3 6 , 27, ú i , 3 2 , 20, jumo con Braulio, Vida de Emiliano, en Life ^¿emirtaft, traducido por A . T .
Fear,¿/Ve¿ of the Visigothic Fathers (Liverpool, 1997) pp. 1 5 - 4 3 , ce. 1 8 , 2 1 , 1 4 , 3 3 . Para Hispania
hasta 600, véase M. K.ulikowski, Late Román Spain andits Ciñes (Baltimore, 2004) pp- J 51-309-
4. E n c u a n t o a Mérida, puede consultarse ¿iVes of the FaihersofMetida, traducción d e F e a r ,
Lires 7 pp. 4 ^ - i o f , 4 . 2 . 1 5 - 1 S , s.3; para las iglesias, véase P. Mateos C r u ; , «Augusta Emérita», en G ,
F ü p o l l y J . M . G u r t ( e d s . ) , S e d e s regiae (ann. 400-S00)(Barcelona,2000),pp.491-^20,esp.pp. $06-
V 6 .
Sobre las colectividades del norte, puede verse el trabajo de S . Castellanos e L Martín V i s o ,
et¡£ME, 1 3 (2005), pp. 1 - 4 2 .
6. Sóbrelos impuestos, véase Casíodoro, Variae, ed.T. Momrns£t\,MGH AuctoresAntiquÍs-
t

simi, 1 2 ( B e r l í n , 1 8 9 4 ) 5-39; Vives, Concilios,?. 54.


7, Sobre Leovigildo y Mérida, véase R. ColIins, «Merida and Toledo: f en E . James
(ed.), Visigothic J/w¿ri (Oxford, 1980), pp. 1 8 9 - 2 1 9 .
8 D e Toledo, puede consultarse la obra de I. Velázquezy G . Ripoll, e n Ripoll y G u n ,
r Sedes
regiae, pp. 5 2 1 - 5 7 8 .
9, Fredegardo, Chtonka, ed- y traducción de J.-M. Wallace-Hadrill, The Fourth Book of tke
Chromde ofFredegar (Londres 19&0), 4,8^-
10. Para los concilios episcopales, véase R, Stocking, Bishops, Councils and Consensusin the
VisigothicKingdom, 589-Ó33 ( A n n A r b o r , 2000).
1 1 . Sobre Chindasvinto, véase Fredegardo, Chronica > 4 . 8 2 ; Leges Visigothorum, ed. K. Z e u -
m e r , M G H , L e g e j , vol- 1 (Hanover, 1902), 2.1-8; X I I I T o l e d o c . i ; y Claude, Adel,$p. 11^-133.
Para Eugenio, MGH, Anclares Amiouissimí, vol. 14, ed- F- Vollmer (Berlín, 1905) pp. 2 5 0 - 2 5 1 .
694 E L L E G A D O D E ROMA

i i . E n los casos de E r v i g i o y É g i c a , véanse hsLegts Visigothorum, tí.5.12-14,9.2-8-9; XV


T o l e d o . Para las leyes, véase P. D. K i n g , Law and Society in the Visigothic Kingdom {Cambridge
1 9 7 2 ) ; en cuanto a la tcmtorialidad, he seguido ]as invesdgacionesde I- Velazquez, en P. Heather
(ed-), The Vistgoths (Woodbridge, 1999), pp. 225-259, y Collins, Early Medieval Spain, pp, 27-30,
123-J2Í-
1 3 . Sobre los modelos bizantinos y las ceremonias de triunfo, véase M. McCormick, Eterna!
Vietory (Cambridge, 198o), pp, 2 9 7 - 3 2 7 ; ] - Herrin, The Formadon ofChristendom (Princefon, 1987)
pp- 2 2 7 - 2 4 9 , expone las ambigüedades en las acritudes de los visigodos hacia Oriente.
14. Sobre los judíos, véase K i n g , Law and Soaery, pp. 130-T45.
1 5 . D e l Ojjiciutnpalaiinum, véase P, C - Díaz, en Heather, The Ftst'goths pp } r 3 i 3í6 esp.pp,
I -
1

3 3 5 - 3 4 8 ; A . Isla Frez, *¡El "officium palarinum" visigodo», Hispania, 62 (2002), pp. 823-847; C l a u -
de,Aéet pp.
t 198-210,
ió. E n cuanto a Ervigio y E g i c a , véase X I I T o l e d o , Tcmus, en Vives, Concilios-, Leges Visigo-
thorum, 9-1.21.
17. Sóbrela arqueología, véase C - Wickham, Framing the Early Middle Ages (Oxford, 2005),
pp. ¿ 5 6 - 6 6 5 , 7 4 1 - 7 5 8 ,
18- Para las pizarras, puede consultarse la obra de I . Velázcpiez Soriano (td.). Documentos de
época visigoda escritos en pitarra (siglos VUVlIi), (Turuhour, 2000); n. 75 pata el caso de Toledo.
19. Sobre el ejérriio, véase D . Pérez Sánchez, El ejército en la sociedad visigoda (Salamanca,
1989), pp, 1 4 6 - 1 7 4 -
20- Sóbrela iglesia y los juramentos, puede verse A , Barbero y M. La formación del feu-
dalismo en la Península Ibérica (Barcelona, 1 9 7 8 ) , pp- 53-104,1265&.; un libro muy importante.
21. Sobre Isidoro, véase sobre iodo J . Fonraine, Isidore de Séville et la culture classiaue daos
rEspagne wisigothiaue z.*
r ed. (París, 1 9 8 3 ) ; como prolijo estudio cultural, véase Collins, Early Me-
dieval Spam y pp. 5 9 - 8 7 . Las cartas de Braulio están traducidas por C W . Barlow, Iberian Fatkers t

vol. 2 (Washington, 1 9 6 9 ) , ^ . 1 5 - 1 1 2 .
22. Para el sólido estado visigodo, he seguido el texto de R. Collins, The Arab Conouest af
Spain, .7/0-07 (Oxford, igSgXpp, 7-22; Claude,-Í^e/, pp. 204-210.
23. Sobre la desintegración de Hispania, véase E . Manzano Moreno, Conquistadores, emires y
califas (Barcelona, 2006), pp. 34-53*
24. E n cuanto a la separación estructural, puede verse F. Marazzi, en R. Hodges y W . Bowden
(eds.), The Sixth Century (Leiden, i g g S j p p . 1 1 9 - 1 5 9 , esp. pp, 1 5 2 - 1 5 9 .
25. Sobre la militarización bizantina, véase B r a w n , Gentlemen,pp- 39-108.
26. Sobre las reinas, véase P. Skirmer, Women in MedievalItalian Society Soo-r2oo (Londres,
2005), pp. 56-58.
27. Sobre Agílulfo, véase Pablo D i á c o n o , History of rhe Langobards, traducción de W . D .
Foulke (Frladelfia, 1907), 4.1-40; cfMcCormi^, Etemal Ficiory, pp. 2 8 7 - 1 9 6 . Para el siglo Vil en
su conjunto, véase P. Delogu, en idem, The Langobards.
28. Sobre el arrianismo, véase S. Fanning, «Arianism Reconsidered», Speculum, 56 (19S i ) , pp.
241-258.
29. Sobre el edicto de Rotario, véasela traducción de K. F. Drew, TheLombardLaws'FvX^ú-
fia, 1 9 7 3 ) , pp- 3 9 - 1 3 0 ; para las consideraciones lombardas sobre el pasado, véase W . Pohl, en Y .
H e n y M. Innes (eds.), The Uses of the Postín the Early Middle Ages (Cambridge, 2000), pp. 9-18,
30. D e las leyes de Liurprando, véase la traducción de D r e w , TheLombordLaws pp. 7 144-214;
se citan los capírulos 1 3 6 , 1 3 5 , 6 - Para la política de! siglo VIII y el estado, véase P. Delogu, en
NCMH, vol, 2 , pp. 2 9 0 - 3 0 3 ,
3 1 . Sobre la cultura militar, véase S. Gasparri, en Rivista storica italiana, 98 (19B6), pp, 664-
726; pp. 6S1-683 para los testamentos.
3 1 . S o b r e los juicios, véase CDL, vol. 2, n. 255, vol. 3 , n n , tí, 1 2 , 1 3 , vol. i , n n . 1 9 , 1 0 ; véaseS.
Gasparri, en Cammarosano y Gaspam,¿*2/igo£Wfo,pp, 2 3 7 - 3 0 5 , esp. pp, 2 4 1 - 2 5 4 .
33. Sobre legislación y textos gubernamentales, véase N. EvetctL,Liieracy inLoméard Italy f c.
$68-934 (Cambridge, 2 0 0 3 ) , pp, 1 6 3 - 1 9 6 , con CDL, vol. 4.2, nn. 3 9 , 4 5 para Benevento,
34. E n cuanto a las ciudades, puede verse el trabajo de Paul, History, 5,36-41; para una visión
general, D . Harrison, The Early State and the Towns (Lund, 1993).
35. Sobre la riqueza aristocrática e identidad, véase C . Wickham, en A , C . Murray (td.},Ajier
Rome ' j í d t f ( T o r o n r o , 1998), pp. 1 5 3 - 1 7 0 ; Cammarosano, Nobili, pp. 74-83; G . Tabacco, « L a con-
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS

nessione fra potere e possesso nel regno franco e nel rcgno longobardo», Sertimane di ¡ludio, 20
{ 1 9 7 2 ) , pp. 133-JÓ8.
36. Sobre los impuestos, véase W . PoH y eriidem(^,),KmgdorruofiheEjnpire(Leiáai, 1997),
PP-7WJ3i P-PP- es

37. Sobre las ciudades en Italia, véase Wickham, Framing, pp. Ó44-Ó56; Chrisrie, From Cons-
tantino ta Charlemagne,pp. 1 8 3 - 2 8 0 , hoy el trabajo más completo en inglés; R, Meneghini y R. San-
tangeli Valenzani, Roma nell'alto medioevo ( R o m a , 2 0 0 4 } , es el estudio fundamental sobre la ar-
queología de la mayor de las ciudades italianas.
38- D e Ñapóles, puede consultarse el trabajo de P. Arthur, Naples (Londres, 2002), pp. 1 1 6 -
120; sobre Venecia, véase M. P a v a n y G . A m a l d i , e n L . C . Ruggini etal. (eds.)» Stoñadi Venecia,
vol- 11 (Roma, 1 9 9 2 ) , pp. 4 3 2 - 4 5 1 ; en cuanto a Isfr¡a> véase C Manares! {ed-) ¡placitidel T regnum
Jtaliae, vol. 1 (Roma, 1 9 5 5 ) 3 - 7- n I

39. Sobre Sergio 1, véase TheBookofPontiffij traducido por R - D a v i s (Liverpool, 1 9 8 9 ) ^ . 8 5 .


40. E n cuanto a las jerarquías romanas, puede consultarse la obra de Noble, Repuélic t pp. 1 1 2 -
2 7 5 ; P- T o u b e n , -Scrinium et palatiurrm, Sen imane di studiot 48 (2001), pp- 5 7 - 1 1 7 .

7. R E V É S S I N E S T A D O S : G R A N B R E T A Ñ A E I R L A N D A , 400-S00

Por razones obvias, la historiografía en lengua inglesa sobre la materia de este capítulo es muy e x -
tensa- Sobre Gales, la zona menos estudiada en su conjunto, puede verse el trabajo de W . Davies,
Wales in the Early Middle Ages (Leicester, 1982) que es básico. Sobre Inglaterra, F. M. Srenton,
Anglo-Saxon England i 3 . ed- ( O x f o r d , 1 9 7 1 ) y J . Campbell (ed-), The Angb-Saxons
a
{Oxford,
1 9 8 2 ) son respectivamente la investigación clásica y la mejor entre las (relativamente) recientes.
Sobre los primeros reinos anglosajones, son igualmente cruciales los textos de S- Bassett (ed.), The
Qrigins ofAnglo-Saxon Kingdoms (Leicester, 1 9 8 9 ) y EL Ybrice. Rings andKingdoms of *Eaily Anglo-
Saxon England (Londres, 1990), P a r a
' primera arqueología anglosajona, véase C . J . A m o l d a n
a

Archaeology ofthe Early Anglo-Saxon Kingdoms^ 1.' ed. ( L o n d r e s , 1 9 9 7 ) -

E n e l caso de Irlanda, F. J , Byrne, Irish Kings and High-kings (Londres, 1 9 7 3 ) ; N- Edwards,


The Archaeohgyof Early MedievalIreland(Lonátts, 1999) y T - M- Charles-Edwards, Early Chris-
lian /re/and (Cambridge, 2000) son los puntos de referencia fundamentales; otras investigaciones
menos extensas son las de G . Mac NiocaiH, Ireland befare the Fikings {Dublín, 1972) y D. O .
Croinin, Early Medieval Ireíand, 4 0 0 - 1 2 0 0 (Londres, 1 9 9 5 ) . D . O Croinin (ed.), A New Mistory of
Ireland, vol- 1 j ( D u b l í n , 2 0 0 7 ) , esperado desde hacía décadas, condene estudios de gran valor y
cuenta con amplias bibliografías, pero es menos detallado en cuanto a las estructuras políticas. So-
bre la Iglesia, aparre del trabajo de Charles-Edwards, véase K- Hughes, The Church in Early Irish
Society {Londres, 19&J) y L. Birel, Isle ofthe Saints (Ithaca, N Y , 1990).
Sobre Escocia, M. O - Anderson, Kings andKingship in Early Scotland, 2. ed. (Edimburgo,
A

1980) es el trabajo fundamental; A , A . M- Duncan, Scotland: The Ma&ing ofthe Kingdom (Edimbur-
go, 1975) llega hasta 1286; A . P. Smyth, Warlords andMolyMen (Londres, 1984) expone un punto
de vista alternativo bien presentado. L a s historiografías de Irlanda y Escocia en este período siguen
cambiando con interpretaciones básicas muy divergentes. T . M. Charles-Edwards (ed-) T AfierRome
(Oxford, 2003) es el único intento de vincular las cuatro historiografías; W . D a v i e s , «Celtic K i n g -
ships in the E a r l y Middle A g e s * , en A - j , Duggan (ed,), Kings and Kingship in MedievalEurope
(Londres, T993), pp. 1 0 1 1 - 1 0 2 4 , y e T I
NCMH y vol. 1 1 , pp. 2.32-Ú2, vincula a tres de ellas.

1. Sobre Sansón, véase R . F a w d e r ( e d . ) , i a Vie de Saint Samson (Paris, 1 9 1 2 ) , pp. 9 2 - 1 5 5 -


2. D é l a debacle económica, véase A - S. Esmonde-Cleary, TheEndingofRománBritain
(Londres, 1989); pata el Muro de Adriano y la ¿una tura!, véase P . D a r k , TheEnvironment ofBriíain
in the First Milíennium AD (Londres, 2000), pp. 1 4 0 - 1 5 o .
3. Sobre los sistemas de gobierno posromanos, D . Dumville, en G-Ausenda (ed.) ^ífir£im- 5

pire (Woodbridge, 1 9 9 5 ) , pp. 1 7 7 - 2 1 6 , y C . A . Snyder, An Age ofTyrants (Stroud, i 9 9 S ) s o n l o s


mejores estudios de entre los muchos disponibles- Gil das está traducido en M. Wmierbottom, Gil-
das: The Ruinof Britain andOtherDocuments(Chichéster, 1978).
4. Para Arturo véase T . M. Charles-Edwards y P. SÍms-Williams, en R. Brorawich et al.
(ees.), ArtAur ofthe Welsh (Cardiff, 1 9 9 1 ) , pp. 1 5 - 7 1 .
6$6 E L L E G A D O D E ROMA

j . Sobre E r g y n g y demás, véase W . Davies, An Early Wtkh Microcosm (Londres, 1978), pp


6 5 - 1 0 7 ; eadem, "Land and Power m Early Medieval Wales», Pasi and Present, S i ( 1 9 7 8 ) , pp. 3 - 2 3 .
6. Sobre los yacimientos fortíficados en colinas, véase E. Campbell, en K . R. D a r k ( e d . ) (

Extemal Contacte and the Eeonomy of Late Román and Post-Roman Britain (Woodbridge, 1996) pp
8 3 - 9 6 ; J . W o o d i n g , Communication and Commerce along the Western Sealanes¡ AD 400-800
(Oxford, 1 9 9 6 ) ^ . 4 1 - 5 4 .
7 . A propósito de Cadwallon, puede verse Beda, HE, 2.20, 3.1.
8- Sobre los poemas, véanse Manvnad Cynddylan, traducción y comentario en J . Rowland,
Early Wehh Saga Poerty (Cambridge, 1 9 9 0 ) , pp. 1 2 0 - 1 4 1 , 1 7 4 - 1 7 8 (véase también Davies, Waies^
pp. 9 9 - 1 0 2 ) ; para el Y Gododdin, véase la traducción de K. Jackson, The Gododdin (Edimburgo,
1 9 6 9 ) , p p - 1 4 1 - 1 4 2 y 1 1 8 para las citas.
9. Sobre los picros, véase 1. Henderson, The Picts (Londres, 1 9 6 7 ) , y Andersan, Kings, pp.
[ 1 9 - 1 3 1 , 1 6 5 - 2 0 0 , para el punto de vista habitual, refinado de distintas formas por Smyth, Waríords t

pp. 5 7 - 8 3 ; D . Broun, «Picrish K.ings 7 6 1 - 8 3 9 » , e n S . M. F o s t e r ( e d . ) , The Si Andrews Sarcopkagus


( D u b l m , 1998), pp. 7 1 - 8 3 ; B. T - Hudson, The Kings ofCeldcScotlandiWatpor^CoTm., 1 9 9 4 ) , pp.
8 - 3 3 , aunque no lo sigo en rodo- Incluso la matrilinealidad de los pictos es objero de discusión; véase
el estudio en A. Woolf, «Picfish MatrilinyReconsideredy^wifiriíewew, 4 9 ( 1 9 9 8 ) esp.pp. 1 4 7 - 1 6 7 ;
véase también /ítem, en Scottish Hisiorical Review, 85 (200(1), pp. 1 8 2 - 2 0 1 , parala localización de
Fort ri ti.
10. Sobre las regiones, ere, véase S. Bassett,en idem, The Origins^pp. 3 - 2 7 ; C Scul^envíryr/o-
Saxon Smdies in Archaeology and Hlstory, 6 (1993X pp- 6 5 - 8 2 ; J . Blair, Anglo-Saxon Oxfordshirc
(Stroud, 1 9 9 4 ) , pp. 2 9 - 3 2 . ; H . Hamerow, en NCMH, vol. i p p - 2 6 3 - 2 8 8 . Para las Fenlandas, véase
T

W . Davies y H . V i e r c t , «The Conie¡(ts of T r i b a l Hidage», Friihmittetalterliche Studien, 8 ( 1 9 7 4 } pp.


2 2 3 - 2 9 3 . L a fecha d é l a Tribal Hidage sigue en disputa.
1 1 . Sobre arqueología, véase Amoló, An Archaeology, esp, pp- 3 3 - 1 JO; H . Hamerow, Early
MedievalSettlements ( O n f o r d , 2 0 0 2 ) , pp. 4 6 - 5 1 , 9 3 - 9 9 ; C . H i l l s , Origins of the English (Londres,
2003).
1 2 . E n cuanto a Yeavering, véase B- Hope-Taylor, Yeavering (Londres, 1 9 7 7 ) -
1 3 . D e Mercia, véase N . P . Brooks, en Bassett, The Origins t pp. 1 5 9 - 1 7 0 ; S. Bassett, en Anglo-
Saxon Studies in Archaeology andHistory, 1 1 ( 2 0 0 0 ) , pp. 1 0 7 - 1 1 8 -
14. E n cuanto a Los textos, el ¿?eo» fl//cuenia con numerosas traducciones; S.
,
He¡mey £eotvuIf
t

(Londres, 1999) es u n clásico poético-pero y o he utilizado la que aparece en S . A . ].'&Ta¿[ey, Anglo-


Saxon Poetry (Londres, 1 9 8 2 ) , pp, 408-494- Sobre Félix, v é a s e L i f e o f S t Guthlac^ e d . y traducción
d e B - Col^tzvc, Felix's Lije cfSaint Guthlac (Cambridge, 1 9 5 6 ) , atjuí ce. I 6 - I 3 . The Anglo-Saxon
Chonicle tienen una buena traducción enEHD, vol. r, 2 . ed- (Londres, 1 9 7 9 ) p p - 1 4 6 * 2 6 1 , aquí en
a

laspp- 1 7 5 - 1 7 6 , 1 8 0 ; véase S . D - W h í t e , en Viator, 20 ( 1 9 8 9 ) , pp- i-r 8, con mucho el mejor estudio


de 7 S 6 e n Wessex.
1 5 . E n cuanto a Beda y la tierra, véase la LettertoEcghert, traducción en EHD, v o l - 1 , pp. 799-
8io.
16. Sobre los puertos, los mejores estudios recientes son los de C . Scull, en ] . Hiñes (ed-), The
Anglo-Saxons (Woodbridge, 1 9 9 7 ) , pp- 2 6 9 - 3 1 0 5 0 , H i l l y R- C o w Í e ( e d s . ) , Wics (Sheffield, 2005).
E l clásico es R. Hodges, Dark Age Economics (Londres, 1 9 8 2 ) .
17. Sobre los exiliados, véase por ejemplo The Wanderer, traducido en EHD, v o l . i , p p . a 7 0 -
8 7 1 ; Félix, Life of St Guthlac, ce. 4 0 , 4 2 .
18. Sobre las unidades Territoriales convertidas en fincas, véase R. Faith, The English Peasan-
try and the Growth ofLordship (Leicester, 1 9 9 7 ) .
19. Sobre la conversión, véase B. Y o r k e , The Conversión of Britain? Gco-Soo (Harlow, 2006);
J. Blair, The Church in Anglo-Saxon Soáety ( O x f o r d , 2 0 0 5 ) , pp, S - I 8 E ; H . Mayr-Harting, The Co-
rning of Christianity ta Angla-Saxon England, 3 . ed. (Londres, 1 9 9 5 ) ;
a
Campbell, EssaysinAnglo-
Saxon History ( L o n d r e s , 1 9 8 6 ) , pp. i - 8 4 ; P. W o r m a l d , «Bede, "Beowurf" and the Conversión of
the Anglo-Saxon Aristocracy-i, en R. T . Farrell ( e d . ) , Bede and Anglo-Saxon England (Oxford,
i9 8),pp.3T-95-
7

20. Sobre la organización de la Iglesia, véase C . Cubitt, Anglo-Saxon Church Councils, c.t&o-
c . í 5 o (Leicester, 1995)- D e l imaginario de Beda, véase P. Wormald, en Ídem (ed-), ideal and ReaUty
inFrankish and Anglo-Saxon Svriety ( O x f o r d , 1 9 8 3 ) pp. 9 9 - 1 2 9 ; N . Brooks, Bede and the English

(Jarrow, 1999).
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS 697

2 * . Sobre las leyes, véase P- W o rmald, Legal Cuitare in the Early MedievalWssi (Londres,
1999) PP- I 7 9 " " 9 9 -
22- Sobre el Tin de los reinos autónomos, véase Y o r k e , Rings, pp. 3 1 - 3 2 , 5 1 ; H . P . R. Finberg,
The Early Chartersofthe WestMidlands, 2 e d (Leicesfet, 1 9 7 2 ) , pp- 177-tEO-
a
r

23. Sobre las cargas comunes, véase N . Brooks, Commimides and Warfare, 300-1400 (Lon-
dres, 2000), pp. 3 2 - 4 7 .
24. Sobre la muralla de Offa, véase P- Squatriri, en Past and Presenta 1 7 6 ( 2 0 0 2 ) , pp. T1-Ó5.
2 5 . Sobre las monedas, véase P- Grierson y M, hhc\ibum. Medieval EuiopeanCoinagey vol-1,
(Cambridge, 1986), pp. 1 58, 2 7 7 - 2 8 2 ; J . Story, Carolingian Connections(Aldesshot, 2 0 0 3 ) , pp. Í 9 0 -
1 9 5 . Sobre Jos concilios, Cubiti, Church Councils.
26- Sobre C a m e r b u r y , v é a s e N . P , Brooks, The Early History of the Church ofCamerbury (Lei-
cester, 1 9 8 4 ) , pp. 1 1 1 - 1 2 7 .
27- E n cuanto a las guerras civiles en Wessex» Mercia y Nortumbria, véase P, W o r m a l d , en
Campbell, The Anglo-SaxonSj-pp. 114-116.
28. Sobre Offa y Carlomagno, véase J . M- WaDace-Hadrill, Early Germanic Kingship inEn-
gland andón the Cominera ( O x f o r d , T 9 7 1 ) , pp- 9 8 - 1 1 3 ; Story, Carolingian Connections, pp, 1 6 9 -
211.
29. D é l a clientela en Irlanda, véase F. K e l l y , A Guide to Early Irish Law (Dublín, 1988), pp,
2 9 - 3 3 (esre libro en su conjunto es el mejor estudio sobre los tratados legales); T - M, C h a r l e s - E d -
wards, Early Irish and IVeish Kinship ( O x f o r d , 1 9 9 3 ) , pp. 3 3 7 - 3 6 3 ; ídem, i C r í t h G a b l a c h a n d the
L a w o f Statusa, Peritia 7 5 (19BÓ), pp. 5 3 - 7 3 ; N. PatteiSOn, Cattle-lords and Clansmen, 2 ed. (Notre
a

D a m e , Ind., 1994), pp- 1 5 0 - 1 7 8 .


30. Sobre la expansión de los reinos, D . Ó . Corráin, •fNarionaliiy and Kingship Ln Pre-Nor-
man Ireland», en T . W . Moody (ed,), Nationality and the Pursuit of National Independence (Belfast,
197B), p p . i - 3 J , e s p . pp, 9 - 1 0 .
3 1 . Críth Gablach, traducción de E . O . M a c N e i ! l , e n Proceedings of the PoyalIrish Academy,
3 Ú C ( 1 9 2 1 - 1 9 2 4 ) , pp. 2 8 1 - 3 0 6 ; aquí p 3 0 4 , traducción modificada,
t

32. Sobre los gesta, véase Byirit^ Irish Kings,p. 1 3 ( y , en general, laspp. 1 5 - 3 5 para 'os rituales),
3 3 . Sobre el siglo v , véase esp. Charles-Edwards, Early Christian Ireland, pp. 441-468-
34. Sobre Diarmait y B á e r i n , B y m e , Irish Kings, pp. 8 7 - 1 1 4 -
35. Para Cacha], Donnchad y F e i d l i m i d , véase B y r n e , Irish Rings, pp, 2 0 2 - 2 1 9 y C h a t l e s -
Edwards,.£ar¿y Christian Ireland, pp. 594-598.
36. Sobre obispos y monasterios, véase Charles-Edwards, Early Christian Ireland, pp. 2 4 1 -
1 S 1 , 4 1 6 - 4 2 9 ; M. Herbert, lona, Kelfs and Derry (Oxford, r 988), esp, pp. 5 3 - 5 6 . Columba es la ma-
teria de la vida de santo emblemática del mundo irlandés, y está traducida recientemente en R. Shar-
ae,Adomndn of lona-- Life ofSt Columba {Harmondsworfh, 1 9 9 5 ) . E l clásico es Hughes, Church in
Early Irish Society.
37. E n cuanto a los debates sobre los pictos, véanse la nota 9, más arriba; para D á l Riata, véase
] . Bannerman, Studies in the History ofDabiada (Edimburgo, 1 9 7 4 ) ; Anderson, Rings, pp. 1 4 5 - 1 6 5 ,
179SS.; R. Sharpe, - T h e Thrwirtg of Dalriadaí», e n S . T a y I o r ( e d . ) , Kíngs, Clerics and Chronicles in
Scotfand, 5qq-i2$J (Dublín, 2000), pp. 4 7 - 6 1 .
38. Para Kenneth, etc., véase Anderson, Kings, pp. 196-200; Hudson, Kings, pp, 3 6 - 4 7 ; P ,
W o m i a l d , e n B . Crawford (en .), ScotlandinDarkAge
1
Britainf$x.Píi\dT£v/$, 1 9 9 6 ) , pp. 1 3 1 - 1 6 0 .

8, A C T I T U D E S P O S R O M A N A S : C U L T U R A , C R E E N C I A S Y E T I Q U E T A P O L Í T I C A , 5 5 0 - 7 5 0

L a s perspectivas generales claves sobre la materia de este capítulo s o n P . B r o w n , The Rise of tfes-
B
temChristendom(i. ed~, Oxfotd 1 9 9 7 ) , y J - M . H . Snüth,£urope after Rome (Oxford, 2005), que es
la mejor síntesis actual de la hisroria cultural. Véase además B. Rosenwein, Emotiona! Commtmities
in ¡he Early Middle Ages (Ithaca, N Y , 2006). P a r a l a inferrelación entre cristiaiusmo y culturas tra-
dicionales, es esencial V , I , J . FlínF, The Rise of Magie in Early Medieval Europe (Oxford, 1993);
para Oriente y Occidente, l o e s J . H e r r i n , The Formation of Christendom (Princeton, 1 9 8 7 ) . ^ M,
Wallace-Hadrill, The Frankish Church ( O x f o r d , 1 9 8 3 ) ofrece una valiosa perspectiva general. R,
McKitterick (ed.), The Early Middle Ages (Oxford, 2 0 0 5 ) , se ocupa de Ja historia soda! y cultural.
Parala historia social en su conjunto, los mejores estudios están en francés, P . Depte\a,Lessoaétés
6^8 E L L E G A D O D E ROMA

occidentales Ja niílieu du VF á lafin dttlX 1


siécle (Rennes, 2 0 0 2 ) y R- L e }axi,La sociáté du haui Ma-
yen Agt (París, 2003). T o d o s estos libros también se ocupan del periodo carolingio. En m a n i ó a las
diferencias por razón de se*o, véase la nota 57, más addante,

1. Para Valerio, uso la edición y traducción de C . M. A h e m e , Valerio ofBieqa (Washington,

1. Sobre Martín de Braga, véase De Correctione Rusticarum, traducida por C . W . Bar[ow /£*. (

rianfathérs, vol. 1 (Washington, 1969), pp. 7 1 - 8 5 - E n cuanto al texto de las pizarras, véase L Veláz-
quez Soriano ( e d . ) , Documentos de época visigoda escritos en pitarra (siglos VI-VIII) (Turnhom
1 0 0 0 ) , n. 104.
y Para la rn^a y el clima, véase F\mt¡ Rüc ofMagic,pp. no-i 1 5 , 1 8 7 - 1 9 0 , Sobre Gregorio,
véase The Miroeles of the Bishop St Martin t traducido por R. V a n D a m , Saines and their Mirarles in
LateAnatfMe ü W ( P r i n c e t o n , 1 9 9 3 ) , pp. 2 0 0 - 3 0 1 , 1,34 (cf. J . I I y Gregorio de Tours* Historias, en
la traducción de L, T b o r p e c o m o The Hisiory ofike Franks (Harmondsworth 1 9 7 4 ) , 5 . J 7 paja Mar-
tín de Braga). Nóiese que habia manuscritos del De Correcnone disponibles en la Gaha a principios
del siglo v i l y, por [o tanto, quizá también en vida de Gregorio: véase V . Pfen, en E. Cohén y M. EL
de Jong (eds,). MedievalTransformations (Leiden, 1001 ) pp, 37-49).r

4- Sóbrelas cartas de Gregorio, véase R. A , Markus, Gregory the Greatandhis IVorld {Cam-
bridge, 1997), pp- 206-209. Y más en general, pp. iÚ3-c37-
1- S ó b r e l o s Gregorios, véase G r e g o r i o Magno, Cartas, 1 . 4 1 , en la traducción de J , R, C .
Martyn, The Letters of Gregory the Great (Toronto, 2004); Gregorio de T o u r s , Historias, 9,15 para
Toledo, 5-43,6.40 en cuanto a las polémicas de mesa.
6- D e los prisdlianistas, véase i . Braga, c. 8, en J- V i v e s (ed.), Concilios visigóticos e hispano-
romanoí (Barcelona, 1 9 6 3 ) .
7. D e la alfaberización, véase en general R. McKinerick (ed.), The Uses of Litetocy in Early
Medieval Europe (Cambridge, 1990)-
%. Sobre G regorio de T o u r s , véase M.Bo-nneT,¿c farrWe Grégoirede Tours (París, i Í 9 o ) , p p .
4S-76.
9. Sobre la biblioteca de Beda, véase su Lñei ofthe Abhots ofWearmauth and Jarro**, en tra-
ducción de J , F. Webb, The Age of Bede (RsrmanfawQnh, 1 9 S 3 ) , pp. 185-208, c e 4 , 6 , 9 ; en cuanto
a las polémicas, Beda, Letter 10 Plegvin, en ídem, The Rethaning of Time, traducción de F, Wallis
(Liverpool, 1999), pp. 4 0 5 - 4 1 5 -
10. Sobre la impopularidad de Gregorio, véase P . L l e w e l l y n , en JournalofEcclestastical His-

wy, C ' 9 7 4 ) - PP- 3 3 " 3 ° -


Ú 8

1 i . Sobre Columbano, véase Sancti Columhani Opera, edición y traducción de G . S . M Walfcer h

{Dublín,. 1 9 7 7 ) , c a n a 5.
1 2 . Sobre las "Tnicrocrisriandades™, véase Brown- Rise of Western Christendom, capitulo 1 3 .
i Sobre las prostitutas, véase Bonifacio, The Letters of Saint Boniface, traducción de E,
É m e n o n (Nueva Y o r k , 1940), carta 7z; para Jos pasaportes, véase Rachís, ley 1 3 , en traducción de
K. F. D r e w 3 The LomhardLaws {Filadelfia, 1 9 7 3 ) - p 2 2 4 . cf. W . P o h l , tnidemeta!. (eds.), The
Ttansformation ofi-nwne'J ( L e i d e i \ 1 0 0 $ ) , pp. 1 1 7 - 1 4 1 .
14. Sobre Irminsul, véase Royal Frankish Armáis, traducidos por B. W . Scholr, Carolingian
Chronicles^KtKn. Acbor, 1 9 7 0 ) , pp. 48-49. Véase en general, para la cuestión del paganismo, el traba-
jo de J . Palmer, en EME, 15 ( 2 0 0 7 ) , pp. 4 0 2 - 4 1 5 .
15- Sobre Eostre, Beda, The ReckoningafTime, pp. 1 3 - 5 4 .
16. Sobre Eligió, VitaEligii,traducción de J . A . McNamara, htrp;//www.fordhain.edu/hal-
sall/basis/eligius.asp, 2 . 1 6 , 2 0 . Para Bonifacio sobre Roma, Letters, 40-41.
17. Sobre Gregorio, Historias, 6.6, S.i 5 - t ú (ascetas), 9.6, cf 10.2-5 para más al sur (milagreros
sin autorización), j . 2 1 , 8.34 ( W i n n o c h ) , junto con Life ofthe Fathers ¡ traducción de E. James ( L i -
verpool» 1 9 8 5 ) , 2.a (santos fallecidos). Sobre los obispos y los cultos, véase R. Van D a m , _ L W ( r j A i p
and Cammunuv tn Late Antique Gaü/(Berkeley, 1 9 S 5 ) . pp. 1 7 9 - 2 0 1 , 2 3 0 - 2 7 6 ; Ídem t Samts andtheir
Miraclcs,yp. 50-í).
ilL Sobre Gregorio Magno, véase Markus, Gregory the Greai, pp. 1 7 - 3 K Sobre Gregorio y el as-
cetismo, v&asesusDiéiogoij en boaduoción de O . j . Zímmrtman, Dia&!gtu¿ (Washingion, ¡pf9)-
19. Sobre Muircbu, véase la Vida de San Patricio, traducida por A . B E. H o o d , St Patrkk
(Chichester, 1978), pp. 8 1 - 9 B . c c . 1 7 , i S , 1 4 . 1 6 , 29.
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS

IQ. Sobre Cutberto, véase Two Lives of Saint Cuthken, edición y iraducción de B. Colgrave
(Cambridge, 1940).
2 r. Sobre Aldeberro, véase Bonifacio, Cartas, 47.
2 2 . P á r a l o s irrímicoi", véase Beda, Life of Cuthben(tn TVo Liveí, pj>. 1 4 3 - 3 0 7 ) , c. y cf. P.
t

Brown, Th Culi of the Saints (Chicago, 1 9 8 : > , pp- J 1 9 - 1 2 7 *


2 3 . Sobre Martín, véase Van tnn Saints t andtheirMiradet.
24. E n cuanto a los seis lugares de culto, véase ía Vita Baithtldxs, traducción en P. Fouracre y
R. Gerberding, Late Merovingian France (Mancbesrer, 1 9 9 6 ) , pp- J 1 S - 1 3 2 , c. 9; cf. Fredegardo,
Chronica, ta edición y traducción de J - M, W a l l a c e - H a d r i l l , The Fourth Booh of the Chronic/e of
Fredegar (Londres, 1960), 4 . 5 4 , y V a n D a m , Saines and thelrMirades, pp. 2 2 - 2 7 .
i f . Para el cuerpo de Martín, véase Gregorio, Historias, t.jS.
i á . Páralos milagreros, véase Flint, RiteofMagic, u n análisis notable. Sobre las leyes, véase
Roía no 3 7 6 , Liutprando 8 4 - 8 } , The Ljmhjrd Laws; Laws ofthe Salían Fr^nksj traducido por K, F.
D r e w [Fuadettia, 1 9 9 1 ) , c. 19.
27. Sobre Gregorio, véase V a n D a m , Saina and their Mimefes, pp. 1 9 1 - 1 9 2 (peste); Gregorio
de T o u r s , Historias, 7 - 4 4 , 5 . 1 4 ; para \ü sones, FlinL, RiseofMagic, pp. 2 2 0 - 2 2 6 , 2 7 3 - 2 8 6 .
28. E n cuanto a la medicina anglosajona, ios textos han sido edirados y traducidos p o r O - C o C -
kayne en Leeehdoms y Wortcunnlng and Starcraft of Early England\ 3 vols. ( L o n d r e s , 1 S 6 4 - 1 S Ó 6 ) ;
véaíe K. L. Jolly, Popular Religión inLate Saxon England (Chapul HJll, N C , 199G).
29. Sobre los médicos, véase Gregorio de T o u r s , Historias, 5.6 (pero cf, %^y,Mirades of the
Rishop St Martin, 2.11 FltnE, Rite ofMagic, p. 1 5 0 para Cesario; Livesofthe Fathers of Marida, tra-
ducción de A. T . F e a r , U v e s 0/the Vtsigathic Fathers (Liverpool, 1 9 9 7 ) , 4 . 1 - 2 .
j o . E n cuanto a las parroquias, véase paraLucca, M. G i u s r i y Guídí í c d s . ) , Rasiones dedma-
rumJtaüaeneilecoliX/JIe XIV, Tuscia ve>\. r 2 (Roma, 1 9 4 2 ) , p p 2 f i - i & f ; p » i a F r a n c i a , L e ) a n , L a
socttté pp.
t 6 1 - 6 3 ; para Inglaterra, J . Blair, The Church tn Anglo-Saxon Sonety ( O x f o r d , 2 0 0 5 ) , pp.
7 9 - 1 3 4 , 368-504; para un estudio comparativo de las iglesas rurales en Occidente, véase S. W o o d ,
Tht Pioprietary Church in the Medieval West (Oxford, 2 0 0 6 ) , pp. 33-108.
3 1 . Sobre D a n i e l , véase Bonifacio, Canas, yi, 92.
3 2 . En cuanto a R á v e n a , véase Agríelo, Liber Pontificalis Eedesiae Ravennatis, en la ed. The
Book afPontiffs of the Church of Ravenna, traducido por D . Mauskopf Denyannis (Washington,
2004)pp- M S - 1 5 3 .
33- Sobre las liberaciones milagrosas, véase por ejemplo Venancio Fortunato, Vita Germani,
MGH,SRM, v o l , 7 ( H a n o v e r , 1910)pp- 3 7 2 - 4 1 8 , c e . 1 0 , 3 0 - 3 1 , 6 1 , 6 6 - 6 7 ; í'itaEligH,MGH,5RM,
vol 4 (Hanover, 1 9 0 2 ) , pp. 6 6 3 - 7 4 1 , 1 - 3 1 , 2.15,6(3,80 (también accesible en la página webcjiadaen
la nota 1 6 , arriba); Vita Armmdi, MGH y SRM, vol. 5 (Hanover 1 9 1 0 ) pp. 4 2 8 - 4 4 9 , c. 14; AxbeO,
h

l-'ua Corbinian^MGHySRM^&l. 6 (Hanover, f9f3)»pp- 560-593, ce. 1 0 - 1 3 , todos editados por B.


Krusch y W . Levison.
3 4 . Para una visión general de los rescates, véase W . K l i n g s h i m , en el Journal of Román Sfu-
dies,77(1985)*??- [Kj-203.
15. Sobre Fidel y Masona, véase Livesofthe Fathers of Metida ¡ 4.7-9, ^ 8 . i o , c f Sisebtito, Vida
de Desiderio, cnla ed.LifiofDesY^íaw, traducción de Fear, Z Í V Ü , pp. 1 - 1 4 , c. 1 [. ( E l texto de Mérí-
da copia parcialmente la F í á r d e S i s e b u r a , lo que explica las similitudes en la redacción.)
36. Sobre Preyecto d e C l e n u o n t , véase Pussio Praetecti, traducida en Fouracre y Gerberding,
Late Merovingian Frunce, c e 2 4 , 2 9 - 3 1 ; Vita Bonit£,eá* K r u s c h , MGH, £RM,\o]. 6, pp. j 1 9 - 1 3 9 .
37. E n cuanto a la guerra, véase F. Prinz, Klerus und Kricg irnfriiherenMiítelalteríSruttgan,
! 9 7 i X p p - 4 6 - 7 2 , D e Savarico y Hammaro, véase P. Fouracre, The Age of Charles Martel (Hañow t

2 0 0 0 ) , pp. 90, 9 2 . Sobre Tréveris, v é a s e E . E w i g , Trier im Merwingerreich ( T r j e r , 1 9 5 4 ) pp- 1 3 3 -


143, D e Walprando, véase CDL, vol. i . n . 1 1 4 .
3 8 . Sobre Columba de lona, etc., véase M. Herbert, fona 1 Kells andDerry (Oxford, 198B), pp.
36-67; Beda, # £ , 4 . 2 3 ; Vita Geretrudis ¡ traducido por Fouracre y Gerberding, Late Merovingian Fran-
ce, pp. 3 1 9 - 3 2 9 , c. 1. Para la expansión monástica en general, véase M. Dunn, TheEmergenceofManas-
tidsm (Oxford, 2000), pp. 1 0 7 - 1 0 8 ; para la hagiografía asociada, véase A . - M . Helverius, Le saint et le
moine (París, en prensa). Para un destacado análisis comparativo en cuanto a la complejidad del con-
trol sobre los monasterios por toda Europa, véase W o o d , P r ü p i i t t m y Church^p^. 109-244. Nótese que
'•monasterios», aquí y más adelante, abarca también los convento* de monjas, así como losmonisTe-
rios dobles, con monjas y frailes, dirigidos por abadesas, que erar» habituales en este periodo.
E L LEGADO D E ROMA

39. Sobre los falsos monasterios, véase Bedz, LettertoEcgbert, traducción en EHD, vol. i , pp,
7 9 9 - S 1 0 , ce, 1 1 - 1 4 (f c
I*' S i m s - W i l l í a m s , Religión and Literature in Western Engiand, Goo-Soo
(Cambridge, 1 9 9 0 ) , pp, 1 2 6 - 1 2 9 , y Blair, Church^ pp- 1 0 0 - 1 0 8 ) ; Regula Monástica Communis, tra-
ducción de C . W . Barlow, Iberian Faikersr vol- 2 (Washington, 1969), p p - 1 7 6 - 2 0 6 , c e . 1 , 1 .
40. Sobre la tierra, véase D- Herlihy, «Church Property on the European Continent, 7 0 1 -
1200», Speculum, 36 ( 1 9 6 1 ) , pp. 8 1 - 1 0 5 ; para ' iniercambio de regalos, véase por ejemplo M. de
e

Jcn^fn Samuel sfmage (Leiden, 1996), pp. 2 6 7 - 2 7 7 . E l punto de partida internacional básico, para
la cuestión de las donaciones a las iglesias, es F. Bougard et al- (eds.), Sauverson ame etse perpétuer
( R o m a , 2005).
4 1 - D e los enterramientos etc., véase C - L a Rocca, en L. Pároli {eá.\L*ItaIía cenrro-se uentrio-
nale in era longobarda (Florencia, 1 9 9 7 ) , pp 3 1 - 5 4 ; P a r a e
' paganismo y la competición, G . HaUal| T

Early Medieval Cemeteries (Glasgow, 1 9 9 5 ) pp, G1 - 6 8 , ofrece una breve aproximación.


4 2 . Sobre Baltilde, VitaBahhildis,o- 12,
4 3 . Para Segisberto, véase Heremod, üeda,HE,yi%;Beowulf, traducción de S. A - J , Bradley,
Anglo-Saxon Poetry (Londres, 1 9 8 2 ) , pp. 408-494, versos 1 7 0 7 - 1 7 2 3 .
44. Sobre la caza, véase J . Jarnut, Hertschaft tind Ethnogenese ¡m Frühmittefafter (Münster,
2002), pp. 3 7 5 - 4 0 8 ; G y . , vol. i , n n . 23 0 . 1 7 , 4 9 0 . 1 , 1 4 0 c . 7 , 1 4 1 c.22.
4 5 . Encuanto a Eligió, véase VitaEligü, 1.11-12.
46. Sobre los salones, véase Depreux,Zejfücief¿r occidentales, pp. 1 2 4 - 1 2 5 . E n cuanto a la be-
bida, puede consultarse la obra de Y , H e n , Culture and Religión in Merovingian Gaul, AD 4&i-y5t
(Leiden, 1995) pp. 234-2495 para ta L e y Sálica, véase G . A Beckmann, nAus den letzten Jahrzehn- r

Een des Vulgarlateins in Frankreich», Zeitschrift fiir romonische Philoíogie, 79 ( 1 9 6 3 ) pp. 3 0 5 - 3 3 4 ;


The Tale of Mace Da Thó'sPig está traducido p o r J . G a n t z en Early Irish Myths and Sagas Qlzr-
mondsworrh, i 9 8 t ) p p , 1 7 9 - 1 8 7 ,
47. Sobre si comer o no, véase Sulpicio Severo, ViraManini, traducción en T . F . X . Noble y
T . H e a d ( e d s , ) , S o l d i e r s o f Chrisi(State C o l l e g e , P a , , i 9 9 5 ) p p - 3 - 2 % ^ 20; Vita
5 EucheriÍ,ed. Levi-
son, MGH, SRM, vol. 7» PP- 46-5 h c- &
48. E n cuanto a Wilfrido, etc., véase Stcphanus, Vita Wilfridi, edición y traducción de B. C o l -
grave, The Life ofBishop Wtlfridby Eddius Stephanus (Cambridge, 1 9 2 7 ) , c. 2 ; Beowulf verso 358;
Beda,tf¿;3-v
49. Sóbrela reina Wealhtheow, Beowulf versos 6 0 7 - 6 4 1 ; véase M . J . Enright, Lady with the
MeadCup ( D u b l í n , 1996), pp. 1 - 3 7 y p a s s i m ; cf T e o d e l i n d a e n Pablo Diácono, Historia lombarda,
en la ed- History of the Langobards, traducción de W . D . Foulke (Flladelfia, 1 9 0 7 ) , 3,30.
50. E n cuanto a Argair, véase Pablo Diácono, Historia lombarda, 6,24; para las tácticas milita-
res, G , Halsall, Warfare and Society in the Barbarian West, ^Jo-po o (Londres, 2 0 0 3 ) pp. 1 9 4 - 1 0 4 .
5 1 . Sobre lasprccariac, para Ea política véase por ejemplo I. W o o d , en W , Davíes y P. Fouiacre
(eds.), Property and Power in the Early Middle Ages (Cambridge, 199 O» PP' 3 I _
5 -
2

52. Sobre el parentesco, véase en especial R. L e J a n , FamiUe ei pouvotr dans le monde franc
VIF-X 1
sude (París, 1 9 9 5 ) , pp- 159-2fis, 3 S 1 - 4 2 7 ; Snuth, Europe afterRome, pp. 8 3 - 1 1 4 .
53. E n cuanto a Irlanda, véase T.M- C h a r l e s - E d w a i d s , Early Irish and iVelsh Kinship (Oxford,
1 9 9 3 ) , pp, 4 9 - 6 5 , 4 2 , 2 55.; para Italia, Liutprando, 1 3 , traducción de D r e ^ , The LambardLaws.
54. Sobre las enemistades o enfrentamientos, véase Liutprando 199; Gregorio de T o u r s , His-
torias, 10.27,7-47> 9 - 9 - Para una crítica importante de la idea de las enemistades en este período,
r

véase G - Halsall, en idem ( e d . ) Violence


( and Society in the Early Medieval West (Woodbridge,
199S), pp, 1 - 4 5 ; aúneme utilizo una definición de «enfrentamientos distinta a la suya, hese
análisis. Para ios enfrentamientos francos, véase J , M. Wallace-Hadril*, The Long-haired Rings
(Londres, 1 9 6 2 ) , pp. 1 2 1 - 1 4 7 ; ? . Fouracre, en Halsall (ed,), Violence, pp. 6 0 - 7 5 ; P . Depreux, en D.
Batthelemy e¡ al. (eds.),Lavengeance f 400-1200 ( R o m a , 200Ú), pp. 6 5 - 8 5 ,
55. Sobre Landíbeno, véase VitaLandibeni, ed. K r u s c h , M G H , SRM,vo\. fi,pp- 353~384> - cc

11-17.
56. Respecto a los indicadoies de status aristocrático, véase Depreux, ¿^j sociérés occidentales,
pp. 1 4 9 - 1 8 4 ; L e ]an,Lasociété pp. l 1 3 3 - 1 5 5, Beda, HE, 4 , 2 2 ,
57. Sobre el papel de las mujeres y las diferencias según género sexual, visto en gran medida
(pero no solo) desde la perspectiva de la historia de las mujeres, véase S, F. Wemple, Women tn
Frankish Society (Filadelfia, 1 9 S I ) ; P . Skinner, Women in Medieval halian Society i c o - 1 2 0 0 (Lon-
dres, 2 0 0 5 ) ; L . M , Bitel, Women in Early Medieval Europe 400-1200 (Cambridge, 2002); L.
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS 70I

Brubaier and J . M- H , Smilh (eds.), Genderin the Early Medieval í^prttf (Cambridge, 2004); Smith,
Europe afterRome pp.
t 1 1 5 - 1 4 7 ; J . L . N d s o n , The Frankisk World, j5o-S>oq(Londres, 1996),pp.
1 8 3 - 2 2 1 (esrudios breves y cruciales); L e J a n , ¿ ü saciité, pp. m - 1 3 2 ; H . - W . G o e r s , Fraaen im
JrilhenMittelalter(Co\ohia, 1 9 9 5 ) ; $ , Lebecqetal. (£As\Femmesetpouvo¡r¿desfemmesáBy\ancset
en Qcndent(Lille, 1999). Paralas reinas, véase P. StarTord, Queens, Concubines and Dowagers(Lar\-
drcs. 1 9 8 ] ) ; J- L. N e h o n , Politics and Ritual in Early Medieval Europe ( L o n d r e s , 19&6}, pp. [-43
para k*s merovingios; Gregorio, HUtoñas,^.\%, j 9 6-4.
5

58. Sobre Erminetrudis y Burgundofara^ véase ChLA, vol, 14. n. s p i ; J . Guerout, « L e T e s i a -


ment de Sainre Fare», Revu* d'hisroire ecclésiasñqi¿ty (So ( 1 9 6 5 ) , pp. 7 6 1 - 8 2 1 .
59. E n cuanto a las fundadoras monásticas femeninas, véase P, L e Jan, en M. de Jong y F.
T h e u w s (eds.), TopographUs of Power in th e Early Middle Ages (Leiden, 2 0 0 1 ) , pp. 2 4 3 - 2 6 9 . Sobre
las mujeres y los monasterios dobles, véase S . Foor, Veiled lf ornen, v o l r (Aldershot, 1 0 0 0 ) , pp.
49-56.
úo. Sobre Plectradis, véase Foucacre, Charles Matul, pp. 4 3 - 6 5 ; t. W o o d , en Brubakec y
Smilh, Gender, pp. 2 3 4 - 2 5 6 .
6 1 . Sobre los anglosajones, véase por ejemplo H . Leyser, Medieval Tomen (Londres, 1 9 9 5 ) 5
pp. 19-39.
62. E n cuanto a los visigodos y los lombardos, véase Juan de Biclar, Crónica, en la ed. ¿eCkra-
nicU i traducción de K, B, Woff, Conquerors and Chroniclers of Early Medieval Spain (Liverpool,
199a)- ce. 5 5 , 9 0 ; Pablo Diácono, Historia lombarda, t .28-29, 3 ' 3 ° ~ 4 ' 4 ' ¡ v o l , 4 . 2 , nn. 1 9 - 4 2
(Scauniperga); Gregorio Magno, Canas, 1.11, }, 1 - 2 , 9 . 8 5 , 1 0 . 6 - 7 (Clemenrina); Skinner, Women,
FP 54" S9-
63. Sobre Rotruda y Taneldis, véase CDL, vol. 2 , n. 1 6 3 , vol- 5 n , 50 E n cuanto a T m e l d i ? , :

véase C . L a R o c c a , en Mélangesde TÉnole Franfaiie deRome: MoyenAgt, 1 1 1 ( 1 9 9 9 ) , pp- 9 3 3 9 5 ° i


_

sobre las viudas en general, véase J . L. Nelson, en Davies y Fouracre, Property and Power, pp. 8 2 -
113.
6 4 . Sobre los regalos» véase L- F e l l e r , Z c - Abruces medievales (Rorne, i 9 9 S ) , p p . 46SV482. So-
bre las dotes en general, véase F. Bougard et al. ( e d s . ) Don te dauaires k dans le haut Mayen Age
(Rema, 2 0 0 2 ) .
6 $ . Sóbrela protección, véase Liurprando 1 3 0 , 1 4 1 , traducción de D r t v , The Lombard Low,
véase también Skinner, Women^ pp* 35 ss-;R. Balzarelti en Halsall, Fiolenee yp. t 1 7 5 - 1 9 2 , y, más en
general, en W . P o h l y P. Erhart (eds.), Die Langoharden ( V i e n a , 2005), pp. 3 6 1 - 3 8 2 -
66. Para los britanos, véase por ejemplo T . M. Charles-Edwards^ en R. Evans (ed.\Zordihip
and Leacning (Woodbridge, 2004), pp. n - 3 7 , e s p pp. 2 4 - 2 9 . Sóbrela erniddad, en general, víase
por ejemplo Smith, Europe after Rome, pp. 1 ypassim.
67. Sobre la memoria, véase Y - H e n y M, Iruies, The Uses vjthe Post in 1 he Early Middle Ages
(Cambridge, 2 0 0 0 ) .
68- Sobre Isidoro, véase la traducción deWolf,G)n^íífimrj,pp. S 2 - 8 3 .
69- P a r a las guias, véase sobre todo el Itinerario de Einsiedeln^ editado en R. Valen ti ni y G ,
Zucchetri, Códice topográfico della citta di Roma, vob 2 ( R o m a , 1 9 4 2 ) , pp. 1 7 6 - 2 0 7 .
70. Sobre Irlanda, véase Smith, Europe after Rome, p. 2 S 5 -
7 r . Sobre los carolingios, véase M. I n n e s . e n H t n e l n n e s , Uses of the Past, pp. 2 1 7 - 2 4 9 ; R.
McKittericlit, Hislory and Memoiy m ¡he Corolingian World (Cambridge, 2004), pp. 1 9 6 - 2 1 0 ; y ta-
dem, Ptrcepdons ofthe Pasiin 1he EarlyMiddle Ages (Notre D a m e , Ind.* 200&), pp. 3 5 - 6 1 , para una
visión matizada de las actitudes carolingias h a d a Roma y sus edificaciones

9, R I Q U E Z A , I N T E R C A M B I O Y SOCIEDAD CAMPESINA

Para la sociedad campesina de este periodo, véase P- Depreux, Les ¡vcie'tts atiidentales da mili tu du
e
t'fá{afindtiIX siecU{ftvt\T\ti, 2 0 0 2 ) ; R- L e J a n , X A sodétedu hattt Moyen Age (París, 2 0 0 3 ) ; J.-P.
D e v r o e y , Puissants et misttables (Bruselas, 200o); y el clásico, A . D o p s c h , Economic and Social
Foundañons of European Ciyili\ation (Londres, 1 9 3 7 ) - Para la economía, véase J--P- Devroey, Eco-
nomie mrale etsoctétédans VEuropefranque (VF-IX? siceles) (París, 2 0 0 3 ) ; M- M c C o r m i c k , Onginsof
the European Eeonomy (Cambridge, 2 0 0 1 ) ; S, Loseby y S. Lebecq, en NCMH, v o l . 1, pp- ÚQ5-659;
R, Hodges V D Whitehouse, Kiahammed,
r Charlemagne and the Origins of Europe (Londres, 1983);
E L L E G A B Ü DE ROMA

Ft. Hodges y W . B o r d e n (eds.)* F ¿ ¿ ¿ ¿ « A Ceniury ( L e i d e n , 1998); I. L . H a r t e n y C. Wickham


(eds.), r.4í¿OTg £>^fACHf'T/Cffy(í-eid¿ri
-
1 1000) E) clásico aqui es C Dttby, The Enrfy Growrk ofthe
EüTopioii Eaonomy (Londre?, 1974), Este capiculo, m i s que otros, refleja muy de cerca los argumen-
tos de mi Framing the Early Middle Ages (Oxford, 1 0 0 5 ) ; allí se encontrará una bibliografía más ex-
tensa. Aquí, sin embargo, be tratado de escoger ejemplos distintos para ilustrar la cuestión, dentro
de lo pasible*

1. Sobre Anstruda y Carapione, ahora los documentos están todos reunidos, y tanto el texto
como la sociedad de Campione se comeman desde diversos puntos de vista, e n S , G a s p a r r i y C L a
Rocca (eds.), Carie difamiglia ( R o m a , 2005), E l lemo de Anstruda es el documento n. 1; los otros
que se citan son, respectivamente, nn» 3, 4 , 2 . ( N o me parece probable que Anstruda fuere medio-
libre desde el principio, como defiende la hipótesis de L. Feller, ihid., p- 2 0 3 . ) E n r i e n a medida.
Anstruda no consiguió tan buen trato, porque los libros formularios y otros documentos de Francia
muestran que las mujeres libres que se casaban con hombres no libres podían conseguir que se reco-
nociera como libres a iodos sus hijos; véase A . Rio, enPaii and Presen^ 1 9 1 ( 1 0 0 6 ) , pp- i 0 - 1 3 ; quizá
Italia fuera un poco más restrictiva en esto,
1, Sobre la riqueza aristocrática, véase Wickham, Framing t pp- 1 6 8 - 2 3 3 , 3 1 4 - 3 6 4 ^ 1 3 Bavie-
ra, K..L, Pearson, ConflictingLoyalties tn Early Medieval^uva/ró (Aldershoc, 1999), pp- £ 4 - 1 0 0 .
3. Sobre la Renania, véase M. Innes, Store and Society in the Early Middle Ages {Cambridge,
1000}, pp. s i - 6 3 -
A. D e Palaiseau, véase Das Poíypnchon van St.-Germam-des-Pr¿s y ed, D . Hagermann (Colo-
nia, 1 9 9 3 ) , sección 1 . Para la sociedad délos polípticos, véase E. Power, Medieval People, io L
a
ed
(Londres. 1 9 6 3 ) , pp. 1 8 - 3 8 ,
5. Sobre Gcersdorf, véase Trad'uiones Wi^enburgenses, ed- Vi- Glockner y A . D&H ( D a r m -
stadt, 1979), nn. 6, 7, 1 2 , 1 5 , ; S 4 3 , 4 6 , 7 8 , S i , 9 ? , 104, 1 1 4 * 1 2 4 , 1 2 8 , 1 3 2 , 1 4 1 , U í , i$o 186; para
( t

Sigibaldo y los duques, véase H . J . Hummer, Poliiics and Power in Early Medieval Europe (Cam-
bridge, 2oo<¡), pp. 4 6 - 6 3 , 1 t r-r 1 3 ; para las sociedades de Jo* pueblos renanos en general, véase F.
S c h w i n d , en H. JinJtuhn et ai {td$.\ Das Dotfdcr Eitenteii und des frühen Mitttlalters (Gorjnga.
Í 9 7 7 ) , pp, 4 4 4 - 4 9 3 ; P a r a
cuestiones generales » b r e la sociedad campesina, véase W i c k h a m ,
Framing,pp, 383-388.
ú. Sobre Redon, véase W . Davies, SmallWarlds (Londres, 1988); pp. 1 5 3 - 1 5 4 , i<fá paraAnau.
7. Sobre los pueblos, véase E . Zadora-ftio, en E. Momet{ed.), Campagnet medievales (París,
•993l"PP' ' 4 í - i f 3* U n punto de vista al temad vo es el de J- Chapelo! y R- Fossier, The Villageand
fíouse in iheMiddle Ages {Londies, 1 9 8 5 ) pp. 7 < , 1 1 9 ; C - L e w i S í í al., Village^Hamlet andField
(Macclesfield, 1 9 9 7 ) p p . T 9 1 , 1 9 8 - 2 0 : .
S, Sobre el control de los libres y no libres, véase P- Bonnassie, From Slaveiy to Feudalism in
Southivesrcrn Europa (Cambridge, 1 9 9 1 ) , pp- 1 9 - ^ í; de los matrimonios mixtos en Palaiseau, etc.,
véase H. W . Goetz, Frauen imfiühen Miuelalter [Colonia, 1 9 9 5 ) , pp- 2 6 3 - 2 6 7 . Sobre loa no libres,
véase en general W - Davies, en M*L~B\xúi {cd.),SerfJont and Stavery(Hadow, 1996), p p - 2 2 5 - 2 4 6 .
9. Sobre tejer como «trabajo femenino», véase D . Herlihy, Opera Maliebña (Nueva Yorfc,
1990).
to. Sobre las mu feres campesinas, véase engeriera' Goetz, Frauen; P. Skiíuier, ¡Fb/nenínMe-
dieval hallan Saciíty ico-1200 (Londres, aoof), pp- 44-49.
1 [. En cuanto al tamaño del ejército, véase en general G . Halsall, Warfare and Scciety in ¡he
Barhanan Ifícst, -i5o-£>oo (Londres, 2003J, esp. pp, 1 1 9 - 1 3 3 , y l a p - 9 3 para Carlomagno; para In-
glaterra. R, P- Abéis, LordshipandMilitary Obligatton inAnglo-Saxon Ertgland ( B e r k d e y , 19S8),
PP*31M<¡-
t i . Sobre Leudasto, véase Gregorio de T o u r s , Historias^ traducción de L. Thorpe con el título
de r A f f / / ¿ r o r y ^ ^ e ^ n m t j ( H a r m o n d s w o r t h j 1 9 7 4 ) , y-48-
13. Sobre los bosques, véase C W i c k h a m , LandandPotver (Londres, 1 9 9 4 ) pp. 1 5 ^ - 1 9 9 .
14- Sobre los pueblos, véase H-Harnero w, Early Medieval Seitlements (Oxford, 2001 ) para el t

norte de Europa; para el sur de E u r o p a , la mejoi introducción general hoy es G - P- Brogiolo y A-


Chavarria A n u u , Aristocra^ie e campagne nell'Oe-idente da Castantino a Cario Magno (Florencia,

1 5. Sobre los grupos colectivos de aldeanos, véase L. Feller, LesAhmjjes medievales (Roma,
1998), pp. j 40-46; J . Jarren, en EME, 12 ( í a o j ) , pp. 1 4 1 - 1 4 8 ,
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS

ió. E n cuanto al descenso de la densidad de población, v « s e por ejemplo, T . W ü J í a i n s o n , The


OrigüijofNinfoík.(Mancliester, t993)*pp-
17. Sobre la peste, véanse sobre todo los artículos recogidos en L . K. LJnle (ed.), Pingue and
theEndofAnáyuity (Cambridge, 2007), autorizado pero desde mi punto de vista demasiado seguro
del giave efecto de la peste» y la perspectiva divergenie de J . Durliat en Hommes etrichtsses dans
lempirebyiantm,vo\. 1 (París, 1 9 8 9 ) ^ . 1 0 7 - 1 1 9 -
j&. Sobre el comercio, véase para toda esia sección W i c k h a m , Framing, pp. 6 9 3 - 7 5 9 , 7 9 4 > * 4 * 1

19. Sobre las telas y la meralisrería en Inglaterra, véase C - J - A r n o l d , An Archaeoíogyofthe


Early Anglo-SaxonBsngdoms, 2.' ed (Londres, 1997)* p p - 9 2 - 9 3 , 1 3 5-I-46-
20. Sóbrelas importaciones a C á l e s e Irlanda, véase J- Woodíng, Communkation andCommet-
ce acrassthe Western Sealanes r AD ^ao-goo ( O x f o r d , 1996).
zt. Sobre Andalucía y Roma, véase G . R i p o l l López, Toréutica de la Bélica (sigfat VIy VIId.
C.J (Barcelona, 1 9 9 S ) ; M . R i c c i , en L. Pároli ( e d . ) , L ' I t a l i a ¿entro-settenirionale ¡neta longoharda
(Florencia, 1 9 9 7 ) , pp. 1 1 9 - 2 7 ^
z i . E n cuanto s\ tamaño de R o m a , véase por ejemplo L. Sagui, en Archeoiogia medUvaliy ¿r>
(2002), pp. 7-4 s-
2 3 . Sobre Marsella, véase S - T . L o s e b y , en Hansen y W i c k h a m , The Long Eighih Centur¡\ pp.
167-193.
24. Sobre Reims, Gregorio, etc., véase MGH, Epistolae, v o L 3 , pp- 1 2 9 ( R e i m s ) , 1 1 4 ( C a -
hors); Gregorio de T o u r s , Historias, 3-34 (Verdón); ChLA, vol- [4, n. f 86 (Saint-Denis). Para iodo
esto, véase D . Claude, en K. Dowel etal. (eds.), Untersuchungen p Handelund Verkehr der vor- and
frühgeschichtlichen Zeitin MiiteU undNordeuropa ( G o d n g a , 1985)» v o l , 3,pp- 9~99-
2 1 . Sobre París y Colonia, véase Gregorio, Historias, 6.32$ H- Hellenkemper et aL, en Kolner
Jahrbuch, 3 4 ( 2 0 0 5 ) , pp. 6 2 1 - 9 4 4 ; cf. Wickham, Framing^pp. 677-681.
26- Sobre Firenne, el libro se publicó traducido en Londres, en 1 9 3 9 . Véase la critica de A.
Riising.en Cl/usica ei Medievaiüt, 1 3 ( 1 9 5 i ) , p p 8 7 - 1 3 0 ; las acruaÜzaciones arqueológicas en Hod-
g e s y Whiiehouse, Mohammed, y la re«critura de La historia del comercio en el Mediterráneo occi-
dental (basada en documentos) de D , Claude, en D o w e l , Untersttckiatgen, v o L 2,
27. Sobre el acceso a las e&pedas, véase McCormick, Onguu y pp. 7 0 8 - 7 1 6 .
28. Sobre los comerciantes, véase Gregorio Magno, Canas, 4.43; Gregorio de T o u r s , Historias,
6,5. 17, 1 0 ¡ 6 ; Fredegardo, Crónica^ en la edición y traducción de J. M. Wallace-HadríJJ, The Fourth
Bwkofthe CftnfnicleofFredegar(LoadTG^, 1960), 4 . 4 8 , 6 8 , 7 4 - 7 5 (Samón); Uves of the Fathers of
Alenda, traducción de A . T . Fezr,Livesofthe Visígoihic Faihers (Liverpool, 1 9 9 7 ) , 4 - 3 ; G . Dagron y
V . Deroche, en Travatix etmemoires, 1 1 ( 1 9 9 1 ) , pp. [ 7 - 2 7 3 ; A i GW, Diplomata Karolinorum, vol 1,
ed. E . Mühlbacher (Berlín, 1906), n, 46. Véase en general Claude, en Dowel, Untersuchungen, vol- 3 ,
pp. 62-B3; S- Lebecq, en Hansen y W i c k h a m , The longEighth Century pp.
t 121-148.
1 9 . Sobre Vandalberto, Miracula S. Goaris, edición de O - Holder-Egger, enMGH, Scriptares,
vol. 15. r (Hanover, 1 8 8 7 ) , pp. 3 6 3 - 3 7 2 , ce. 2 0 , 1 6 , cf. 2 8 ; véase por ejemplo McCormick, Origins,
pp. 6 5 7 - 6 6 0 .
30. Sobfe las rutas y Willibaldo, véase McCormick, Origins, pp. [ 2 9 - 1 3 4 , 502-508,
3 1 . Sobre Comacchio, véase R. Balzaretti, en N. Chrisoe y S. Loseby (eds.), Taww in Trerut-
tton (Aldershot, 1996), p p - 2 1 3 - 2 3 4 ; pero véase tamhién m i s adelante. Ja nota 4 0 .
j 1. Sobre el dinero, véase \a investigación básica de P. Grierson y M. Blacfcbum, Tht Early
Middle Ages (Cambridge, 1986), actualizada por W. Blaekburn en NCMH y vol. i , pp. 660-674 y ' e

v o l 2, pp. í 3&- 5 í 9 ; para un contexto estructural, véase M . F , Hendy, «From Public to Prívate»,
Viaior, 1 9 ( 1 9 8 8 ) , pp. 2 9 - 7 8 ; para el caso de Italia, véase A - R o v e l l i , en Hansen y W i c k h a m , The
Long Eightk Century, pp- [ 9 3 - 2 2 3 .
33. Sobre el Sínodo de Francfort, C a p . , vol, i , p . 7 4 , traducción de P- D- K i n g , Chademagne
(Kendal, 1 9 8 7 ) , p- 2 2 5 ,
34. Sóbrelos mapas de distribución, véase D . M- Mercalf, Thrymsasand Sceattas in the Ashnto-
lean Mnseum^ Oxford, vol. 3 (Londres, 1 9 9 4 ) .
35. Sóbrelas embajadas, véase Casiodoro, Vanae, en la traducción de S. J . B . Barnish ( L i v e r -
pool, 1 9 9 2 ) , 1-45, pp- 2 0 - 2 3 ; B^ales analesJrancoi, en la ed. Boyal Frankish Annals, t o d u c c i ó n d e B.
W . Scholz, Caralingian Chronicles ( A n n A r b o r , 197o ), pp. 7 5 7 , entre otros.
1

j u . Sobre el intercambio de regalos, véase P. G n e r s o n , Dark Age Numismaitcs (Londres,


1 9 7 9 ) , estudio II¿ D u b y , Early Growth, pp. 4 8 - 5 7 . Véase además L e Jan, La soeiété, pp, 1 5 8 - 2 ^ 7 ;
70 EL LEGADO D E ROMA
4

T}tvivzy,Economit rerc/r, pp. 1 7 5 - 1 9 3 . Para una acruali2ación crítica, véase F. C\in* enSpecu/i¡m
t t

81 (2006), pp. 6 7 1 - 6 9 9 , Para los objetos bizantinos en Occidente, véase A . H a n i s , Byjaitt¡um f Bri-
toinondthe West (Strond, 2003).
37. Sobre Pretéxtalo, véase Gregorio de T o u r s , Historias, 5, rS.
38. Sobre la sospecha de los comerciantes, véase Ine, ley 2 5 , traducida en EHD, vol. i,p»4oj<
1_mrpiando 7 9 , traducción de D r e w , TheLomhardLaws.
39. Sobre la producción a g r i ó l a , véase W i c k h a m , Fiammg t pp. 2 8 0 - 3 0 1 t

40- E n cuanto a los emporio, puede consultarse R. Hodges, Dark Age Economics (Londres,
1 9 8 2 ) ; U . N a s m a n , e n H a n s e n y W i c k h a m , The Lang Eighxh Century, pp. 3 5 - 6 8 ; y trias arriba, la
nota l ó al cap. 7.
4 1 . Sobre la carta de Carlomagno, véase la traducción en EHD, vol. t,pp. S4S-849.
4 2 , E n c u a n i o a C o m a c c h i o y e l mar Adriático, véase S, Gelichi et al., en 4'cheologia meditva-
¿,33(2006}, pp.19-4^

IO. E L P O D E R D E L O V I S U A L : L A C U L T U R A M A T E R I A L Y S U O S T E N T A C I Ó N ,

D É L A ROMA IMPERIAL A L O S C A R O L I N G I O S

Este capímlo debe mucho al consejo y las ideas de Leslie Brubaker, expresadas en particular en su
próximo Lookmg at Byjantium, del que he visto un primer borrador. Para una guia valiosa sobre el
electo potinco de la exhibición arquitectónica, véase M. de J o n g y F. T h e u w s (eds.), Topographia of
Power in the Early Atiddle Ages ( L e i d e n , 2 0 0 1 ) . L a arquitectura del período se resume de forma
competente en tres manuales clásicos publicados p o r P e n g u i n : R. Krautheimer y S. C u r c i c , ¿Tor/^
Chritrian and By^anune Architecture, ed. (Harmondswonh, 1986); ft. Ettinghausen y O . Grabar,
TheArtandArchiteetureef/slamt 6S0- i25o (Harmondsworth, 1 9 8 7 ) ; K. J . Conum, Carolingian and
Romancjaue Arthiietture, i.'ed. (Harmondsworth, 1 9 6 6 ) . Se necesitan estudios m i s actualizadas.
P o r descontado, hay gran número de estudios más locales, incluso de edificios concretos; algunos se
citan en las notas a continuación.

1 . Para Santa Sofía, véase esp. R. L Mainstone, Hagia Soph'ta ( N u e v a Y o r k , 1 9 8 8 ) . Para des-
cripciones coniempotineas, Procopio, QnBvu'dings cd.y i irad, H. S . D e w i n g (Cambridge, Mass..
1 9 4 0 ) , i . i ; Pablo Silenñaño, De¿cripci¿n de Santa Sofíat a r a d o por Description of the Hoty Wisdam,
trad. parcial en C . Mango, The Art of the By\antine Emptre, 312-1453 (Englewood C l i l t s N J , f

1 9 7 2 ) , pp. 80-96. H a y traducción completa al italiano en M. L . Fobelli, Un templo per Giusnniano


( R o m a , 2005).
1 , Para la G r a n Mezquita, véase sobre todo F. B. Flood, The Great Aloque of 'Damascos (Lei-
den, l o o , ) ; para el contexto, O . Grabar, The Formaiion of hlamic -írí (New Haven, E973), esp. pp.
1 0 4 - 1 3 8 ; Ertinghausen y Grabar, Art and ArcAitectu/e, pp. 37-47.
3. Sobre plañís urbanos, véase H. Kennedy, Pasi and Presenr, 1 0 6 ( 1 9 8 5 ) , pp, 3 - 2 7 .
4. Para Yeavering, B. Hope-Taylor, yeavering ( L o n d r e s , 1 9 7 7 ) ; C . Scull, en MedievalAr-
chaeology, 3 5 ( 1 9 9 1 ) , pp- 5 1 - 6 3 ; Blair, The Church in Anglo-Saxon Society (Oxford, 2005), pp. 54-
¡7-
5. P a r a £ a r u t í i c , véase TheRuüi trid.$.A.].
t B r a d l e y . A n g l o - S a x o n P o e i r y (Londres, 19B2),
p. 401.
6. Para Santa Práxedes, véase C . J . Coodson, wEevivaJ and Realiry», Acta ad Archaeologiam
et Anium Historiam Peninentia, 1 5 ( 2 0 0 5 ) , pp. 6 1 - 9 2 , que reacciona contra u n artículo de 1942, de
R. Krautheimer, reproducido en sus Siudies in Early Christian y Medieval and Renaissance Art ( N u e -
va Y o r k , 1969), pp. 2 0 1 - 2 5 6 (sigue siendo un articulo importante); J . J . Eraerjck, en Mededeltngen
van het Nederlanas Jmriitíut te Rome, 59 ( 2 0 0 0 ) , pp. 1 2 9 - 1 5 9 ; C J . Goodson, Pepe Paschallami tht
ChurchesofRomM (Cambridge, en prensa ¿2010J). Para un aná/tsrs de/os mosaicos, R. Wisskircherr,
Das Mosaikprogramm van S. Prassede in Rom (Münsier, 1 9 9 0 ) . Para la R o m a del siglo i x , véase
también T . F , X . Noble, The Repahlic afSt Peter (FÜadelfía, J 9 S 4 ) , pp. 2 9 9 - 3 1 4 ^ 6 ! clásico de R.
Krzathtimer,Rome: Profile of a City, 312-1308 (Princeton, 19B0), con las críticas topográficas de
R. Coatcs-Steptiens, en PapersoftAeBrtiiskSchoolai Rome^ 54 ( 1 9 9 6 ) ^ . 1 3 9 - 2 * 9 , y 5 5 («997X pp-
1 7 7 - 2 3 1 , Noble defiende deforma convincente, en wTopograpby, Celebraüon and Powerw, recogi-
do en de j o n g y Theu^vs (eds,), Topcgraphies afPower, pp. 4 5 - 9 1 , que /a corrSíniccíófi papa) de los
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS

d e n años posteriores a 7 5 0 hizo que Rorna fuera claramente una «ciudad ponnfida» por primera
vez,
7- LíberPanñficaiis, [rad R. D a v í s , The Lives
r ofth± Nutth-cenmry Popes (Liverpool, 1995),
pp. 1 - 3 0 (Pascual), 9-1 j ( S . Prassede).
8. Para Gerraigny-des-Pres, véase A . Freeman, en Speculam, 32 (1957)» pp- 6 9 9 - 7 0 1 , y 40
( 1 9 6 5 ) , pp. 280-280; eademy P.Meyvaert, en Gesta, 4 0 ( 2 0 0 1 ) , pp. 1 2 7 - 1 3 9 ; L . B r u b a k e r , en Dum-
banort OahPapen, 5B(¿QD4),pp, 1 7 7 - 1 6 4 .
9. Sobre las excavaciones de palarios francos, véase los materiales que incluye, para Francia,
A, Renoirx < e d ] , Palats royaux et ptineien da Mojen Age (Le Mans, 199c:}. Para b j de to moderna
Alemania, un resumen rápido en inglés e* G . P, F e b r í n g , The Archaeology of Medieval Germany
(Londres, [ 9 9 1 ) , pp. 1 2 6 - 1 3 5 . H a y útiles series de planos en C , Stiegemanny M. Wemhoff (eds.),
jgg: Kunst und Kultur der Karolingetjeit (Maguncia, 1 9 9 9 ) , pp. 1 3 0 - 1 9 6 , Véase cambien, para c o -
mentario critico, R- Samson, en M. L o t o c k (ed.), Meanmgful Architecture (Aldetshot, 1 9 9 4 ) , pp-
99-131.
10. E n cuanto a la literatura heroica; Bcewulf, trad. Bradley, Ang!o-Sa¿ton Poeny, versos 6i) >

3 3 1 - 9 8 ; Marv/naA Cynddylan, trad. J. R o v l a n d , Earty IPeísh f<jírry (Cambridge, 1 9 9 0 ) , pp. 4 S 4 -


4 8 7 ; Culhwch and Oliven, trad. G . y T . jones, TheMabinogica{Londres, t 9 4 9 ) pp- 9 7 - 1 3 6 .
3

1 1 . Para P r i s c o , R. C . Blockley, The Fragmeniary Clasticising Historiaos of the Laier Román


Empire ( L i v e r p o o l , 1 9 8 3 ) , v o i 2 , pp. 2 6 ^ - 2 9 3 (citas de pp. 265 y 2 S 5 ) ; cfW. P o b l , en de Jong y
T h e u w s ( e d s , ) , Topegraphies ofPower^py.439-466.
1 2 . SobreIngelheim, C . Rauch,Z>jf Aesgrabungeninder Konigspfal^íngelheim ¡r o$-i$i4
í l ed.
H. J . Jacobi (Maguncia, 1 9 7 6 ) ; W . Sage, en /Vnnncz, 4 ( i 9 7 ¿ ) , p p . N t-í6o^ Para las pinturas, etc.,
véase Ermold, M Honorem Hludoviei Pii, trad. parcial P. Godman, Poetryaftke Caroíingtan Renau-
sance (Londres, 1 9 8 7 ) , pp. 2 5 1 - 2 5 7.
1 3 . Para Notker, trad. L . T h o r p e , Two Lives of Charlemagne (Londres, 1 9 6 9 ) , 2,6 (bizanti-
nos), 1 . 3 0 (ventanas)- cf S. Airlie, «The Paiate of Memory», e n S . Rees Jones et a/, (eds.), Courts
and Reglóos in Medieval Europe ( Y o r k , 1 0 0 0 ) , pp. 1 - 1 9 , esp. p. y
14. E n c ü a n t o a L ¡ u t p r a n d o , ^ U f l ^ f l ^ P f ú , ó - ^ e n T h e C o m p l e t e IVorhofLiudprandofCremona t

trad, P, Sqüamd(Wastrrngtott, 2007), pp, 1 0 7 - 1 9 8 ,


17. Sobre los pueblos, antes de £00, véase en general C W i c k h a m , Framingthe Early Middle
Ages (Oxford, 200^). pp. 4 4 2 - 5 1 8 , Sobre el Macizo Calcáreo y Seryila: H . C . Buder, Syria, vol. 2B
( L e i d e n , 1 9 1 0 ) , pp< 1 1 3 - 1 3 3 ; C , T c h a l e n k o , Villages antigües de la Syrie du £ford t 3 vols. (París,
1 9 7 3 - 7 8 ) ; G . T a t e , Les campagnes Je la Syrie duNorddu IF* QU XJF sieele, vol. 1 (París, 1 9 9 2 ) ; C .
Charpenrier, «Ltd. hainsdeSergilla», Syna, 71 ( 1 9 9 4 ) , pp- 1 1 £ - 1 4 2 .
1 6 . Sobre los pueblos occideniales, véase esp. H. Haroerow, Early Medieval Settlements
( O x f o r d , 2 0 0 1 ) ; E . P e y e r e n t a n n , Arthéolagíe de ('habitat rural daris lenardde Id FrancedulV au XIF
nicle (Saint-Gcrmain-en-Laye, 2003).
1 7 . Para una breve presentación de Vorbasse en inglés, véase S. Hvass, e n K , Randsborg(ed.),
The BirthofEurope (Roma, 1 9 S 9 ) , pp. 9 1 - 9 9 .
18. Sobre Lauchheim, en inglés, véase F, Damminger, en L W o o d (só^FranísandAlamanni
in the Merovingian ArraW(Woodbridge, J998),pp. 60-64.
10. E n cuanto a las iglesias, en Inglaterra, véase Blair, Church, esp. pp. 3 8 3 - 4 1 7 ,
¿o. Monratrend, véase F. Qzrmrú^ll eastello di Mantarrenñ (Florencia, 2003), con Las generali-
zaciones para el resto de la Toscana en M, Valenti, L 'insediamento ahomedievale tulle campagne tos-
cane ( F l o r e n c i a , 2 0 0 4 ) , y para el resto de Italia en R- Francuvich y R. Hodges, Villa to Village
(Londres, 2 0 0 3 ) . Para un contexto general sobre la jerarquización espacial interior de los pueblos,
véase J-.Fe\\er,Paysansetseigneursau Mojen Agef VÍIF-XV* ¿tecles (París, 2 0 0 7 ) , pp. 7 6 - S 1 .

1 t. LA SUPEflVlVENCÍA D E B l Z A > 0 0 , ^^5°

H a y muchas historias de Bizancio en inglés. E l mejor punto de partida en un volumen es M,


Whirtow, The Making ofQrthodox By^aníiuniy 6OQ-ÍO25 (Baiingstoke, 1996); los mejores panora-
mas monográficos de este periodo son ] » F . Haldon, By^anñum m ihe Sevemh Cemuty, i , ed. ( C a m -
a

bridge, 1 9 9 7 ) y L. Brubakery j . F. Hí\ÓDY¡ By^antiumin t the /conoclast Era (ca.áSo-cn $$a) (Cam-
bridge, 2 0 0 9 ) , agradezco a sus autores que me hayan dejado ver e? manuscrito. C . Mango,
E L L E G A D O D E ROMA

Byjandum: The EmpireofNewBorne (Londres, 1980), A , Cameron, The Byjanrines (Oxford, iooú)
y J . Herrín, By^andum (Princeton, 2008), son perspicaces. J . Herrín, TheFormation of Chrüiendom
(Princemn 1987) es Importante para el lema de la jgle&ia. OEtB
t es un lihto de referencia de valor
inestimable.

[-Sobre las Peraltaseis, A . C a m e r ú n y J . Herrín (eds.), Constantinople tn the Early Eighih


Ccnrury (Leiden, 1984). E n orden, se citan ce. 61 iS,<¡ t ><Í5.7V 1

2. Para Mauricio, véase esp- M, W h i t b y , The Emperor Maurice andhis Historian (Oxford,
19S8),
j . E n cuanto a los avaros, W - P o h l , DieAwaren (Munich, 1988).
4. Sobre los golpes de estada: W . E. Kaegt, Byjowinc Milirary Unvett (Ámsterdam,
1 9 S 1 ) ; pata la ideología del ejército, J . F . Haldon, en Aftp, 68 ( 1 9 8 6 ) , pp. 1 3 9 - 1 9 0 . Para la legitimi-
dad y la sucesión hereditaria, G - D a g r o n , s
y4h H-83.
i - Para Focas, véase D . M^OÍSter, The Politics of Usurpada* in the Seventh Century (Amster-
dam, 1 9 9 3 ) , que lo narra ron vivacidad.
6- Sobre Hetaclio, véase W - E. Kaegi, Heraclias (Cambridge, ¿coy), otra versión vivaz.
7- Para Jorge de Písídia, véase Giorgio di Pisidia, Poemi, vob 1, ed. y trad. A . Pertusi (EtraJ T

1 9 5 9 ) , p. 109.
8. Miehaet T- Hendy, Srudies in tht By^antine Monetary Economy, c^oo^'-sSo (Cambridge,
1 9 8 5 ) , pp. 619-667 (cira de p. 620).
9. Sobre k marina bizanrinajH.Ahrweile^^yjííncíar/flmfff (París, 196Ú), pp. 1 7 - 9 ; .
10. Para los escritos apocalípticos, véase p- ef. G . Dagron y V . Deroche, -Juifs et. Chrériens
dans i'Orient du V I ] ' siécle*. Trovan* ei mémoires, 1 1 ( 1 9 9 1 ) , pp- 1 7 - 2 7 } , e s
P L
PP" 3^""í3i G,
Hoyland, Seeing Islam as Others idte/f (Ptrnceton, 1 9 9 7 ) , pp. ' 5 7 - 3 Uí; de un ejemplo importante,
el pseudo Metodio, hay rtad- parcial d e S , P. B r o c t en A- Palmer, The Seventh Centuryinthe West-
Syrian Chtonictts (Liverpool, 1993X pp 3 3 0 - 2 4 2 . Para h naruraJeia ran religiosa de los escnios de
este periodo, véase A . C a m e r o n , J . Haldon, G - J - H e i j u n k , e n A . C a m e r o n y L. 1. Conrad (eds.),
The Byjantine and Early IdamÍ£ Near East, vol. 1 ( P r i n c í t o n , 1 9 9 2 ) , pp- 8 1 - 1 8 7 .
M- E n cuanro al ejército, véase Haldon, By^antium in the Seventh Century, pp. 2 0 8 - 2 3 3 ; idem,
en Dumharton OaMs Papers, 47 ( 1 9 9 3 ) , pp- ' - 6 7 , idem ¡ tParfare, State and Society in theBy^añtme
ivorld 5GS-1204 (Londres, 1099), pp. 7 1 - 1 2 3 .
j 2 . Sobre las aristocracias, C Wickham» Framing the Early Afiddle Ages {Oxíürá^ i c o * ) * PP-
2 3 3 - 2 3 9 ofrece un breve repaso con bibliografía-
1 \. Para san A n e m i o , The Miraclet afSt Artemtos, ed y trad, V . S. C r i s a f u l b y J . W , Nesbirt
(Leiden, 1 9 9 7 ) , esp. c e - 7 , 1 0 , 1 7 , iB, 2 6 , 2 7 , 2 9 , 3 2 , 4 4 , y pp, ¡ 9 - 2 1 .
14 Platón: ODB vúi. y 3 , p . 1684.
15. Sobre burocracia^ Haldon, Byzantium in the Seventh Century, pp. 1 E 0 - 1 0 7 ; W . Brandes,
Fínanzv/rivaltung in Krisenxeiten (Ftankfurt, 2002)., pp, 1 í ú - 2 3 8 .
ití. Sobre el espado público: M. McCcurnick, Ettrnal VUtory (Cambridge, 1 9 8 6 ) , pp. 1 3 1 -
i 3 o ; L , B r u b a k e r , e n M . de J o n g y F. T h e u w s (eds.), TopographiesofPower in the Early Middle Ages
( L e i d e n , 2 0 0 1 ) , pp. 31 - 4 3 ; D a g r o n , Emperor and Priest, pp- 1 0 3 - 1 1 4 - Para 7 6 5 , The Chronide of
Theophanes,ín6. C . Mango y R. Scort ( O x f o r d , 1 9 9 7 ) . 9 . 6 0 5 .
17. Sóbrela forma romana de la ciudad, P. MagdaJino, Consiantinople médiévale (París, 1996),
pp, 4 S - 5 0 .
1 a . Para León I I I , Dagroii £m/'ffiyirafl^PfzeK,pp. 1 1 8 - 1 9 1 .
]

19. E n cuanto al ejército y Los concilios: Brubaker y Haldoiv Byymxium in iht honoclasi Era,
cap. i pata los hechos de 6 8 1 , Chronicle
t ofTheophanes, pp. 4 9 1 - 4 9 2 (con fecha errónea, £69).
20- Ekloga: A Manualof Román Law, trad. E. H- Freshfield (Cambridge, E926); cita de p- 67,
Para Jas reformas de Constantino V : ChronicU ofTheophanes, pp. 6qS, 6 1 1 ; J . F. Haldon,
By\antine Pracferío/u^Borm, 1 9 8 4 ) , pp. 228-2 ^6.
2í Sóbrela iconoclasia, véase en general Brubakery Haldon, Byianáum in the Iconoclast Era
(véase c a p - 1 , para antes de 7 2 0 ) ; y también idem,By%anriumintheIconoclastera fea. GSc-SSo): The
Source! (Aídershot, 2 0 0 1 ) . Para los primeros iconos, sigo a L- Brubaker, "Icons before ícono-
cSasm?», Settimantdi studio, 45 U99&X pp. 1 2 1 5 - 1 3 ^ 4 , contra el clasico E . K i a i n g e r , ¡¡The C u h o f
Irnages in the A g e b e f o r e Iconocíasm^, Dumbarton OaLs Papers, 8 { i 9 5 4 ) > p p - S 5 - 1 5 0 , Para 6 2 6 ,
véase B. V. Pentcheva, cr\ By^antine andModem Greek Studies, 2 6 ( 2 0 0 ^ ) , pp, 2 - 4 1 . Para otras con-
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS
707

nibuciones, véaselas bibliografías en estas obras; pero A . B r y e r y J . Herrín (eds.), iconoelasm (Bir-
mingham, 1 9 7 7 ) es u n repalo valioso del que era el estado de la cuestión fror entonces, y P. Brown,
« A Dark-age Crisis», English Hisiorical Rti<ie¡v,88(1973), pp, 1 - 3 4 , es una remtprpreracíón brillan-
te. L a cita de Gregorio Magno /a menciona y conteKíualiia H. L. Kcss!er en Studtcr 5 ta the History of
--ta, 1 6 ( 1 9 3 5 ) , pp. 7 1 - 9 1 .
23. Sobre Constantino V y Nicéforo, véase Arttirrhesis, trad. M.-J, Monrizain-Baudinec, en la
ed, Nicéphore, Discours cantrelesIconoclastes (París, 1 9 3 9 ) ; p . 3 2 5 tiene una lista d é l a s c i í a s d e
Constantino.
24- L a cita del nilegínmo arre de los pinrores» se toma de D- J . Sanas, Icón and Lagos (Toronto,
1986), traducción de las acias del segundo concilio de Nicea, p. 7 5 .
2 5 . Esteban el Joven; La Vied'Euenne le jeune par Etienne le diacre,e¿. y trad. M.-F. Auzepy
(AjdersbtM, 1 9 9 7 ) , ce. fio (muerie), 2B (huida),
26. Para Irene, véase, además de los estudios generales, L, f ames, Empresses and Pawerin
Early Byiantium (Leícester, aoos) esp, pp. 5 4 - 5 6 , 6 3 - 7 2 , 8 9 - 9 2 , 1 1 2 - 1 1 4 , 1 2 5 - 1 2 7 ; una narración
>

completa sobre su reinado, y el de sus sucesores, aunque sin una critica lo suficientemente rigurosa
de las fuentes primarias, es la de W . T r t a d g o l d , The By^antine PeyiralySo-&42 (Sranford, Calif.,
1988).
2 7 . Nicéforo I , T r e a d g o l d , By^amine Revival, pp. 1 2 7 - 1 9 5 ; Chronicle of Theophanes^ pp. 6 5 5
( £ 0 2 ) , 667-669 (vejaciones).
28. P á r a l o s Balcanes J . V . A . Fine, The Early Medieval Balkans ( A n n Arbor, i$%l),\>p- 66-
"05, y F. C u r t a , 5ou¡heastem Europe in ¡heMiddle Ages, 5QO-/3ÍC (Cambridge, lOOÓ), pp. 70-t IO,
1 4 7 - 1 6 ^ ofrecen historias narrativas recientes; el clásico D . O b o l e n s k y , The By^antine Com-
monweahh ( L o n d r e s , 1 9 7 J ) es menos detallado para este período. Para referencias casuales a las
lenguas eslavas en el siglo véase Constantino Porfirogéneta, en la ed. Constanrine Porphyroge-
nitus. De Administrando Imperio, ed. y trad. G , M o r a v c s i k y R. j . H . Jenfcins (Washingion, 1 9 6 7 ) ,
^.31,32,34,36.
29. Recuerdo de Constantino V : Chronicle ofThcophanes, pp. 6 7 9 - 6 8 0 , 6 8 4 - 6 8 5 .
30. Alejandro y C é s a r Nicéforo, Amirrhesis> 3 . 7 3 (Nicéphore, Zforaüra, pp, 2 8 1 - 2 8 3 ) .
3 1 . Sobre ta iconoclasia de Jos obispos, véase M, Kapfan» en ídem (ed.)*Monasteris, tmages,
pouvoirs et sociéré a Byiance (París, 2006), pp. 1 8 3 - 2 0 5 .
32. Sobre l o s g r a p t o í , Treadgold, By^antine Rcvival, pp. 31 i j 4 4 7 ; son vanas las fuenresque lo
narran.
33. P a r a l a Gran Cerca de Tracta, véase P- Squairm, en Pase and Praent, 176 ( z o o i ) , pp. 1 1 -

34. Sobn? el cuerpo de Irene, J , Herrín, fPomen m Purple (Londres, 2 0 0 1 ) , p. 2 1 3 .


3y. Nicéforo, Antirrhesis, 1 . 2 0 , 3 0 , 4 3 , a . r S (Nicéphore,.E>¿Cüurf,pp. 8 7 , ) JO, 1 3 5 , 178). I g n a -
cio: The Correspondente of Ignatios the Dsaton, e d . y trad. C- Mango (Wasbingron, ' 9 ! > 7 \ cana 2 1
para Pitágoras; pp. 2 3 9 - 2 4 1 p a r a l a s e i s no bíblicas. Para todas estas figuras, véase sobre t o d o P ,
Lemerle, By{antine Humanism (Canberra, 1 9 8 6 ) , pp, 1 3 7 - 2 0 4 . Para la carreta de Ignacio, véase
Corresponden^ of Ignatiai, pp. 3 - 2 4 ; se citan las canas 3 0 (Nicéforo), 46 (ubicación del exilio), 3 9
(pobreza), j S (aje/amienio),
36. Teófilo y la construcción: Brubakery Haldon, By^antitim in the Iconoclast Era, cap. 5.
37. PeterBrown: «A Dark-age Crisis»; p. 3 para la cica.
38. Sobre los cristianos palestinos; Brubakery Haldon, By^anrium in ths fconorlast Era,- The
Sources, pp 3 0 - 3 6 ; R. Schick, The Chnsuan Communities ofPale&tinc from By^anrOv ¡o fslamicRule
(Princeton, 1 9 9 5 ) , pp, 1 8 0 * 2 1 9 .

12. LA CRISTALIZACIÓN DEL PODER POLÍTICO ÁAABE. 6 3 0 - 7 5 0

Para u n encuadre general de algunos de los problemas de la historia árabe, R. S. Humphreys, Isla-
mic History,ed. revisada (Princeton, 1 9 9 1 ) . Para 7 5 0 , véase H. Kennedy, The Prophetandthe Age of
ihc Caliphates (Londres, 1986); G . R. Hawring, The FirsiDynasiypfIslam (0*íbo¡i¿a\e,l\\., 1987);
P, Crone, Síaveson Horses (Cambridge, 1980), muy sucinto y preciso, pero requiere conocimientos
previos; M. A . Shasian, Islamic History: A Nea> Interpretarían, vol. 1 (Cambridge, 1 9 7 1 ) , más antiguo
y problemático; y el viejo clásico de J . Wellhausen, TheArabKingdamandiisFaIl{Cú<mta ; 1927)-
7o3 E L L E G A D O D E BOMA

C o m o herrarntenca esencial para la investigación, En^yJapaedia ofislam t i* e d . ( L e i d e n , 1974-

¡.Sobre el asesinaiodelJrraén: los textos incluyen The ArmenianHtstoryAtmbutedto Sebeas,


trad- R- W . Thomson et al. (Liverpool, 1999), vol. i , p . 1 5 4 ; The Historyofal-Tabariy uad, E, Y a r -
Shater et aL, 3 9 vols. (Albany, N Y , 1 9 8 5 - 2 0 0 0 ) , vol. r 5, pp. 1 4 9 - 1 7 1 . Para reconstrucciones de los
hechos y sus problemas, véase R. S. Humphreys, en F. M, C l o v e r y R . 5, Humphreys (eds.), Tradi-
fian and fnnovation in Late Ami^uity (Madison, 1989), pp 1 7 1 - 2 9 0 (la obra más crítica); M. Hinds,
SnidUs in Eatly Islamit History (Priswxton, sy#>), pp. 2 9 - 7 ^ Para algún contexto, Humphreys, h-
!am¡t Nistory, pp. 9 8 - 1 0 3 ; E. L. Petersen, 'Alt and Mu 'Swiya in Early Arable Ttadition (Copenhague,
1 9 6 4 ) ; P. C r o n e , MedievalIslamic Political Thought ( E d i m b u r g o , 2004), pp. 1 7 - 3 2 . P a r a Saíf, E.
Landau-Tasseron, en DerIslam, 67 ( 1 9 9 0 ) , pp. ú-2Ó; P. C r o n e , en Journal ofthe Poyal AsiatkSocie-
¡y, j . serie, 6 ( 1 9 9 6 ) , pp. í 2 7 - 2 4 ° .
J

2 . Para las fuentes narrativas, véase C . Robínson, Islamic Bistofiography (Cambridge,


tooj); A . Notb, The Early Arable Jiistorical Traditioa, ed. L . i . C o n r a d (Princeton, 1 9 9 4 ) ; F , M.
Donner, Narrarives of islam ic Origins (Princeton, ' 0 9 8 ) . L o s (res se ocupan de la historiografía más
reciente e impelíame desde posiciones distinta* y muestran qué aspecto tienen las fuentes árabes.
Alguno* ejemplos destacados de esa híst ortografía son Crone, Slaveson fforjes+pp, 3 - 1 7 ; L.1- Con-
tad, «The Conquestof A r w a d * , e n A . C a m e r o n y L. 1. Conrad (eds.), The Byymtine andEarly ísln-
mtcNearEasr^cA. 1 (Princeton, 1 9 9 2 ) , pp. 3 1 7 - 4 0 j . L a s fuentes no musulmanas se analizan en R.
G - H o y laúd, Seeing Islam as Qthers ¿ m r / : (Princeton, 1 9 9 7 ) .
3. U n a buena introducción breve a Mahoma es la de M. A . C o o k Mtthammaé h (Oxford,

'983)
4. Sobre la Constitución de Medina. I b n Ishaq, The Life of Muhammad, trad. A . Gm'üaume
(Londres, »9nXpP ¡
3 - * J 3 > é a s e H u m p h r e y s M » n ü Hisu?ry yy.
J v
y 9Z-9&.
í_ Sobre el Corán, recomiendo la trad de A . J . A r b e r r y , The Koran Imerpreted(Londres,
19$ O ^ H * mucha*. Paralas fechas, J . Wansbrüugh, Quranic Studies (Oxford, 1 9 7 7 ) , pp, 4 3 - 7 2 ; P.
C í o n e , en Jerusalem Studies in Arable and Islam, tE ( 1 9 9 4 ) , pp. 1 - 3 7 ; D o n n e r , Narratives, pp. 3 5 - 6 3 ,
Para los textos de la Cúpula d é l a R o c a , Hoyland, Seeing Islam^ pp. 696-699 ( ¿ £ 7 4 7 - 7 5 9 , 5 9 1 - 5 9 8 ) .
6. Pata el texto de 6 4 3 , A . Gronmann, From the WoildofArabk Papyri(El Cairo, 1952),pp.
[13-117.
7 . Sobre n\ jalifa, víase P. Crone y M. Hinds God's h Caliph (Cambridge, 198a), pp. 4 - 1 j (las
primeras referencias c un temporáneas son para AbdelmaJik).
8. Sobre las conquistas, véase F. M. Donner, The Early Islamic Con<¡uetis (Princeton, 1 9 8 1 ) ,
más confiado en las fuentes que en su posterioi Narratives; el texto árabe básico es AJ-Baladhuri*
The Origins of ¡he Islamic $tate y trad. P. K. Httti y F. C . Murgotten (Nueva Y o r k , 1 9 1 6 - 2 4 ) .
9. Para el dlwan, véase esp. H . Kennedy, The Armies of the Caliphs (Londres, 2 0 0 1 ) , pp. 5 9 -
1*-
10. Para los tenate [tientes árabes, véase entreoíros Donner, Confutsts, pp. 2 3 9 - 2 5 0 ; Kennedy,
A/mies, pp. 8 1 - 8 5 ; K. Morimoto, «Land T e n u r e i n E g y p t d u r i n g the Early Islaraic Period», Orient,
11 (i<>70f PP- 9 ~ M 3 - bos numerosos ejemplos de cesiones de tierra no socavan la idea principal.
1 0

1 1 . Para impuestos, véase en general, entre muchos, J . B . Simonsen, Studies in the Génesis and
Early Development of the CaliphalTaxañon System (Copenhague, 1 9 8 8 ) .
1 2 . Pasa la familia Mansur, véase M. F. Auzepy, en Travaux et ntémoires, 12 (t994)pp. 194-
203. L a fecha de 700 procede de Al-Baladhuri, Qrigins, vol. i , p . 3 0 1 .
1 3 . Maivslf: el debatí sobre su función es enorme. Sigo a P. C r o n e en rebajar su importancia
política, como por ejemplo en Slaves on Hcrses, pp, 49M7-
14. Sobre ía conversión, véaíe esp. R. W , Buílieí, Conversión to islam m the Medkval Penad
(Cambridge, Mass., 1979).
1 j . P a r a Egipto, véase p, ej. mi Framing¡he Early Middle Ages (Oxford 2005), pp. 1 3 3 - 1 4 4 .
h

2 5 1 - 2 7 5 , 4 1 9 - 4 2 8 ; para la primera arabizadón, ahora véase esp. P. M . Sijpesteijn, ShapingaMuslint


5 w e ( O x f o r d , en prensa [2010]); dd^á/n en . P ™ ^ 1 3 6 (2007), pp. 1 8 3 -
200, para la continuidad administrativa.
16. A l respecto de Siria, véase varios artículos en P. C a n i v e t y J . P, Rey-Cocquajs (eds.),-£a
Synede By\ance a l'islam, I'IF-VIIF siécles (Damasco, 1 9 9 2 ) ; ] . B. Segal, Edesia (Oxford, 1 9 7 0 ) ,
pp. 2 0 2 - 1 0 3 . P a n lospapifos, C . .Kfaemer(ed.),£-<£avDíiüfij atNejíana,
r
vol. 3 ( P n n c e t o n , i ^ B ) ,
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS

nri. 95-EB, (tentó d d diván); A . Grohmann [eá^Arvbh PapyrifromUirbti í¿-.AÍÍ7^ ( L o vaina


196]) Para las continuidades arqueológicas y d cambio ocasional. A- W a l m s l e y . Early Islamic
Syria ( L o n d r e s , 1 0 0 7 ) ; J . MagneSS, The Archaeoíogy ofthe Early Islamic Seldernenr in Palestina (v^i-
nona Lake, ind., 2003). Para Los árabes de la Y a i i r a « Lraq, no estudiados aquí, los Libros cruciales
son C . F. Robinson, Empire and Eliies afier the Muslim Conquest (Cambridge, 2000), y M. G . Mo-
rony, Iraq after the Muslim Conquest (Princeton, ' 9 8 4 ) ; no hay ningún libro bueno sobre Irán,
í7- Sobre Samuel, Kraemer {edJ), Excavanans at Nessana, voL 3, 75.
18- Sobre las revueltas tributarias en Egipto: K. Morimoto, The Fiscal Adminisnatian of Egypt
in the Early ¡síttmic Period (Dohosha, 1 9 8 1 ) , pp, 1 4 5 - 1 7 2 .
19. Para la separación cultural incompleta, T . S i i g o r i c h , e n Past and Presen^ 8 5 (2004), pp.
9 - 4 2 ; para Rusafa, E- K.- Fov/den, The Barbarían Plam (Berkeley, 1 9 9 9 ) ^ . pp. 6 0 - 1 0 0 , 1 3 0 - 1 9 1 .
Babira visto por cristianos: Hoyland, Seeing Islam, esp. pp. 1 7 0 - 1 7 6 - Sobre el Sinaí, Kraemer (ed,).
Excavaríais ar IVessana, v o l . 3 , nn. 7 2 - 7 3 ; Scbick, The Chrisiian Communitie* of Palestine fiom
Byjamvie 10 fslamic Rule (Princeton, 1 9 9 5 X P P . 4 i 0-4 J 2 r

20. Sobre Mtrawtya, véase R. S. Humphreys, Mu 'awiya ion AM Sajyan (Oxford, 2006),
2t, Para la segunda guerra c i v i l , véanse los estudios narrativos citados en la introducción, y
también C , F. Robinson, Abdal-Malik(Ovford, 2005), estudio básico sobre este gobernante,
2 1 . Sobre Á f r i c a , véase M- Brett, en Th¿ Cambridge Hisiory of África, v o l . 2 (Cambridge,
' 9 7 3 ) , pp, 490-55T-
23- Para kalbíes/yemenies frente a qaisíes, véase sobre t o d o P . Crone, * W e r e t h e Q a y s a n d
Y e m e n ofthe Umayyad Period Polltical P a r t i e s e , Ver Islam, 7 1 (1994), pp-1-57-
24, Sobre Abd al-Hamid, véase W . al-Qadi en Carneron y Conrad, By^antine and Early Isla-
mic NearEast, vol. t , p p . 2 1 5 - 2 7 5 - Para Abdelmalik y la islamización, véase F. M- Donner, «The
Formahon of rhe Islamic State™, Joumaiof the American Oriental Society, 106 ( 1 9 8 6 ) , pp. 2 8 3 - 2 9 6 ;
Robinson, *Abd al Malik; C r o n e y Hinds, God'i Caliph* pp. 2 4 - 5 7 .
25. Para los edificios, R. Ettinghausen y O , Grabar, The An and Architecime ofhlam: 6$o-
j 2 i o ( H a r m o n d s w o r r k , 1 9 8 7 ) , pp. 2 8 - 7 1
ÍG, 5obre la represen ración humana: Coran, ed. cii.,esp. 5 , 9 2 , 6 7 4 ^ 0 . Grabar, The Taima-
tionaf Idamk^ff(New Haven, 1 9 7 3 ) , pp-75 103,
27. En cuanto a A l - U a l i d I I y Y a 2 i d I I I sobre sus funciones religiosas, véase los tevros trad, en
Grane y Hinds, God's Caliph, p p - 1 1 5 - 1 ¿8 (pp. 1 1 4 , 1 1 3 para las citas).
28. Qusayr Amra: G . Fowden, Empire ro Cammanuteakh (Princeton, 1993)> Pp- 4 3 T - í
49n desa-
rrollado en idem, Qusayr Amra (Berkeley, 2004).
29. Para Said, S- Bashear, Arabs and Others in Early Islam (Princeton, 1 9 9 7 ) , p- 3 6 ; todo el l i -
bro explora las actitudes étnicas de los árabes. Para la naturaleza no tribal de los bandos, véase
Crone, «Were rhe Qaysn; anteriormente, Donner, Conauesis, pp. 2 5 1 - 2 6 3 .
30. Sobre Al-Farazdatj, Diván de Fe'rafdak, rrad.R. Boucher (Paris, 1 8 7 0 ) , citas d e n . 2 1 ^ . 9 4
y n . 8, p 1 2 ; véase en general Encyclopaediaof
r Islam, vol. 2, pp. 788-789; S. K . J a y y u s i \ e n A. F , L .
B cesión et al (eds-), Arabio Lite/ature to the EndofiAe Umayyad Period (Cambridge, 1 9 S 3 ) , pp 4 0 1 - r

413; Crone y Hinds, God's Calipht pp. 30-40.


3 1 . Para H isba ra, véase la narración política d e K . Y . Blankiriship, The End ofthe Jihad 5¡ait
(Atbany, N Y , ' 9 9 4 ) , reíalo excesivamente apocalíptico. Para Hrsfram y b e4case2 de dinero, cf
Kennedy, Armits, pp, 7 4 - 7 6 .
3 1 , Sobre Y a i i d U l y los impuestos, Crone, «Were the Qays», p. 4 1 -
3 3, Para la «revolución» abasí, la historiografía es enorme, e incluye Wellhausen, Aral Ktng'
dom, pp. 4 5 6 - 5 6 6 ; M. A . Shahan, The 'Abbasid Revolution (Cambridge, 1 9 7 0 ) ; M. Sharon, Black
Barmtrs fiom the ¿ t u r (Jerusalem, 1 9 8 3 ) ; ] . Lassner, en C l o v e r y Humphreys, Tradition and¡nnova-
tion, pp 2 4 7 - 2 7 0 . Véase un razonable resumen de la bibliografía en Humphreys, Islamic Mistory, pp.
104-127.

i 3 - R e n a c ü i b i 2 \ n t j n d , 850-1000

Para finales del siglo w y el siglo x no existe un estudio monográfico. M, Whirtou , The Making 1
of
Qrihodex By¡annum t Gov-toaS (Basingsroke, 1 9 9 6 ) , sigue siendo una buena visión de conjunroí
también los artículos de J . Shepard en NCMH^ vol, 3, pp, 5 5 3-Ú04; algunos panoramas más genera-
710 E L L E G A D O D E ROMA

les sobre Bizancio también prestan una atención útil a este período, incluidos J . F. Haldon, By^an-
ttam: AHisiory (Stroud, zooo); P - Magdalino, «The Medieval Empire ( 7 8 0 - 1 2 0 4 ) » , en C . A- Mango
(ed.)> The Oxford History ofBy^aadum (Oxford, j o o i ) , pp- j 69-208; y el viejo (y en ocasione^ su-
perado) clásico de G . Os£rtvpr$Yy,HÍstoryofth* ByianiineSraie (Oxford, 1956). Algunos empera-
dores ( L e ó n V I , Nicéforo I I , Basilio I I ) tienen buenos análisis recientes en inglés; véase más abajo.
P i r o na cenemos nada, en ninguna lengua, truc se ocupe del período en su conjunto y en sus propias
Términos. Para Bulgaria, víase la nota 1 3 ,

1. E l Libro de las ceremonias se cita por la ed. Consrantín V I I Porphyrogénére, Le Uvre des
cérémonies, e d , y trad- A- Vogt, 1 vols, (París, 1967; en esta edición moderna solo se publicó medio
libro), esp. 1.1 . 9, 4 6 ; para las dras del prefacio, p p - 1 - 2 . Acepto la lista restringida de obras cnie es
razonable aEribuir a Constantino I en el socarrón pero convincente aríícuío de L S e v í e n k o en ] .
5hepard y S- F r a n M i n ( e d i . ) , Byjantine Diplomacy (Aldershot, 1 9 9 2 ) , pp, 1 6 7 - 1 9 5 .
2. Sobre el ceremonial, véase A . Carneron, en D . Cannadine y S, Pnce (eds.^, Rituals of Ro-
yale/ (Londres, 1 9 8 7 ) , pp- 106-t 36; M. M c C o r m i c k , en jahrhuch der Ostenekhxschen Byiantüüstik,
35 ( 1 9 8 5 ) PP- -iopiArn, Eternal
1
Vtctory (Cambridge, 1986), pp. 1 s o - i j o ; G - Dagron? Empero'and
Priest (Cambridge, 2003)- pp. 2 0 4 - 2 1 9 ; ñ . Morris, en C . Cubirr (ed-), Court Culture in the Early
Middle Ages ( T u m h o u t , 2 0 0 3 ) , pp. 23 5-2 j 4- Para Liutprando, The Complete Works ofLiudprandof
Cremona t trad. P . Squatriti (Washington, 2007), pp. 2 4 4 - 2 4 7 , Embassy, c¿. 9 - 1 3 .
3. E n cuanto a Fccio y Aretas, P, Lemerie, Bvjantine Humanúm (Canberra, 1986), pp. 2 0 5 -
jo3 (pp. 2 H - 2 3 5 para las criticas rigoristas de F o c í o ) ; N. G , W i l s o n , SchoUrs ofByjantiam (Lon-
dres^ 1 9 8 3 ) , pp- 8 9 - j y5, Para la Bibliothlke, N. G . W i l s o n , Photios: Tbt Bibliotheca (Londres,
1 9 9 4 ) , ofrece una traducción parcial.
4. Algunos libros imperiales: Constantino Porfirogéneta, De Administrando Imperio, ed. y
trad. G . M o r a v c s i k y R. J . H . Jenkins (Washington, 1967); Le traite sur la guerilla de l'empereur Ni-
cephare Phocas (963-969), ed. y trad- G . Dagron y H. Miháescu (París, 1986); E- McGeer, Sowing
the Dragon's Teeth (Washington, I 9 9 0 * P P - I 1
~¡9-
\. León Joirosfactes: P- Magdalino, «In Search of the Byzantine Courtier», en H , Maguf re
(ed ),Byzantine Court Cu/turefromSígto t2&j{Washington, 1997)*pp- r 4 » - i 6 j ; i d e m , L ' Q n h e d t f x i c
des astrofogues (París, 200&), p p . 7 0 - 8 2 ; G . Kobas, León Choerosphakics (Aienas, 1 9 3 9 ) , pp, 76-90,
0
t f ^ A -
6. Sobre Nicolás I : Canas, citado por Letters, ed. y trad. R. J , H. Jenkins y L- G . Wesrerínk
(Washington, 1 9 7 3 ) , cartas 5 - 1 1 , 1 4 - 3 1 ; Teodoro Dafhopates: Théodore Daphnopatés, Correspon-
dance, ed. y trad. J . D a r r o u i é s y L G . Wesrerínk (París, 1 9 7 8 ) , carras i - 7 ( i Simeón), 1 4 (a Roma-
r

no); L e a n deSínada: Tbt Correspondente of Leo, Metropolitan ofSynada and S\nrellüs,e¿. y erad M.
p Vmson (Washington, 1 9 8 ^ ) , cana 3 1 (testamento).
r

7. Consrantino V I I habla de Romano I et} De Administrando, c, 1 3 .


E. P i r a la ley, véase p. ej. M. T . Fogen,en L. Bruhaker (ed.), By^aatium iit the Ninth Cearury:
Dead or Alive? (Aldershor, 1 9 9 8 ) , pp. r T-22. Para el renacer de la romanidad, véase P. Magdalino,
«The Distanceof the Past in E a r í y Medieval Byzantíum ( V 1 I - X centurie*}», Setñmane dismdio, 46
(t999)i pp-»M-"4tí-
9. Para la prohibición de entraren Santa Sofía, véase p. ej. Dagron, Emperor and Priest, pp.
io6-ro9.
10. Sobre B a l i e n e l siglo x i x , C - G e e r a , Negara [Princeton, 1980).
1 1 . Liutprando, Anzapodosis, 6.5, ro, en Complete Works, pp. 197-20?-
1 2 - P a r a la procesión Ortodoxa: Constan rinD.^Vre^r¿r¿mr>nfíj, 1.37.
13. Sobre Bulgaria, véase en general J.Shepard, en NCMH y vol. 3,pp< 1 6 7 - 5 8 5 ; D . Oboletis-
ky, The Byzantine Commonwealth (Londres, 1 9 7 1 ) , pp. 1 [ 4 - 2 0 0 ; J . V . A . Fine, The Early Medieval
Balk¿ns (Anrt Arbor, 1 9 8 3 ) , pp- 94-1 otj P. SiephenSün, Byiantium's Balkan Fronder (Cambridge,
1 0 0 0 ) , pp. Í8-79; F , Curta, Sotitheastern Europe in the Middle Ages, 5oo-t*$-j (Cambridge, 2006),
pp. j 1 9 - 1 2 4 , 1 4 7 - 1 7 9 . ; j j - 2 4 7 .
14. Sobre Roma y Constantinopla, F. D v o m i l : , The Phorian Schij-n (Cambridge, 194B). con
camela.
r 5. Sobre Simeón en 9 2 4 , véase Teodoro Dafnopaies, Correspondance, carta 5.
16. Para los bogomilos. Le traite contre les Bogomiles de Cosmos le Pr¿tre, trad. H . - C . P u e c h y
A . Vaillant (París, 1 9 4 ; ) ; p. aupara las actitudes sociales.
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS 7M

1 7 . Sobre Los manuales militares, véase la lisEa de A . D a i n , «Les stratégistes byzantins», Tra-
vauxetmémoires, 2 ( 1 9 6 7 ) , pp. 3 1 7 - 3 9 2 . Véase, sobre L e ó n en gene ral, S. Tougher, The Reignof
Leo ^ ( 8 8 6 - 9 1 2 ) (Leiden, 1997)-
18. Sobre Romano y Constantino, T e o d o r o Dafnopates, Correspondance, carta ó; Constanti-
no, De Administrando, c. 5 0 .
19. D e Juan Curcuas, Bardas, Nicéforo, véase p. ej. Whirtow, TheMaJdng,pp. 317-313.
20. Sobre Nicéforo Focas, véase R. Morris, en By7antine andModern Greek Studies, 12 (1988),
pp. 8 3 - 1 1 5 ; y en P. Magdalino (ed.), New Constantines (Aldershor, 1994), pp- 1 9 9 - 2 1 4 , para las re-
percusiones de s u muerte.
2 1 . D e Nicéforo molesto por el ceremonial, L¡uiprando,£>n¿ajjy, c. 55, en Complete ¡Vorks,^.
173.
22. Para Nicéforo Urano, ODB 7 vol. 3 , pp. 1 7 4 4 - 4 5 ; C . HtyiiO.es, Basil IIand the Governanceof
Bmpüe($j6-iQ25) (Oxford, 2 0 0 5 ) , p p . 3 4 9 - 3 5 2 , 3 8 4 , 4 0 9 - 4 1 1 , 5 2 3 - 5 2 4 . Sóbrela familia Argyrós,
J . F. Vannier, Families hyiantmes: /es Argyroi (París, 1 9 7 5 ) , pp. 3 6 - 4 2 ; parala cultura de Romano,
Miguel Pselos, en laed. Michael Psellos, Chronographia, trad. E . R . A . SewteTeaFourteenByiannne
Rtders (Londres, 1966), pp. 63-64.
2 3 . Para Basilio Lecapeno, véase esp. W . G . Brokbaar, ^Basil Lacapenos», en W . F. B a k k e r í i
aL (eds.%SntdiaPyianimaetNeohellenicaNeerlandica(Liñ¿tn, 1 9 7 2 ) , pp. 1 9 9 - 2 3 4 .
24. Sobre Basilio I I , véase esp. H o l m e s ^ a j í í / / . Véanse también algunos de los articulosde P.
Magdalino {ed.), Byzantium in the Year 1000 (Leiden, 2003). L a cita, y el rumor de los rúñeles, son
de Pselos, Chronographia, trad. Sewrer,pp. 4 5 - 4 6 .
±5. Para la estructura del ejercito, véase esp. J . F. H a l d o n , Watfare, State and Society in the
Byiandns World 204 (London 1 9 9 9 ) , pp. 8 4 - 8 5 , 1 2 3 - 1 3 2 , 2 1 7 - 2 2 3 .
2 6 . E n cuanto a los orígenes de la familia, véase ODB va\. y i , p p . 1 6 5 , 6 5 5 , vol. 2, pp. 1 1 5 6 ,
1 2 0 3 , v o l . 3 , p p - 1 6 6 6 , 1 9 1 1 , para bibliografía y guías rápidas. Para la cristalización de la aristocra-
cia, véase E . Patlagean y A . P. Kazlidan, e n M . Angold (ed.), The Byrantute Aristocracy, IX to XIII
Centuries ( O x f o r d , 1 9 8 4 ) , pp. 2 3 - 5 7 ; M. ¥Lsp\an Les
7 hommes et la terrea Byjancedu VF au XT siecle
{París, 1 9 9 2 ) , pp. 328 ss; J . - C Cheynet, The By^antine Arütocracy and ÍLS Military Fitnciion {Aidsr-
shot, 200Ó), estudios I-V.
27. Sobre León V I y Basilio I, r-atufo, 2 . 2 2 - 2 5 , en Patrología Graeca,vol 107, ed. J . - P . Migne
(París, 1 8 6 3 ) , col. 6 8 8 ; E. McGeer, The Land Legislation of the Macedonian Emperors (Toronto,
2000), Novela O , Prólogo 3 , 4 .
28. Sóbrela ubicación de las tierras, M. F. Hendy, Studiesin the Byiarmne Monetary Economy,
e.joo-14S0 (Cambridge, 1 9 8 5 ) , pp. i o o - i o 3 ; J . - C . C h e y n c í , Pouvoir et contestations a By^ance
(963-1210) (París, 1990), pp. 2 0 7 - 2 4 S ; para el Ztyf&á ^critaj, véase Digenis Afoitis,zd. y trad. E .
Jeffreys (Cambridge, 1998).
29. Para la familia Focas, J . - C . CheyneE, «Les Phocas*, en Dagron y Miháescu, Le traite sur la
guénlla, pp. 2 8 9 - 3 í-
1

30. Sobre la necesidad de tener cargos, Holmes, BasiHo I I , pp. 4 6 3 - 4 6 8 (p. 4 6 6 n-, para la cita
délos leones); para 1 0 2 2 , ihid., pp. 5 1 5 - 5 2 2 , y Cheynet, Pouvoir et contestations, pp. 36-37.
3 1 . Sobre Danelis,Kap]an,Z¿rAfwimfir, pp. 3 3 3 - 3 3 4 .
3 2 . Para las leyes, McGeer, Land Legislation, las traduce todas; las leyes citadas son las N o v e -
las C , 1.1 ( 2 . 1 para el hambre); E 3 . 3 ; O , Prólogo 4> 7 - i - i - P a r a l a s definiciones de los
5 dynato^
Novelas B, 2 . 2 ; C , 1 . 2 ; D , 3 . 1 . Entre la enonne l i t o g r a f í a sobre estos textos, sobresalen R. Morris,
«The Powertul and the P e o r in Tenth-cenrury Byzanriumw, Past and Present, 73 (i97<j),pp. 3 - 2 7 y
Kaplan, Les hommes, pp. 406-444.
3 4 . Para la tenencia de tierras entre los aristócratas y los campesinos, véase en general A . H a r -
v e y , E c o n o m i c E x p a n s i ó n in ¡heByiantineEmpire, 900-1200 (Cambridge, 1989), pp. 67-79. Para el
catastro d e T e b a s , véase N , SvorOnOS,en Builednde correspondance helléniaue, 83 (i9í9)»PP- í - 1
45
(pp. 1 1 - 1 9 para el texto). Sobre el Atos, Archives de l'Athas, v o L 5, Artes de Larra, I , ed. P. Lemerle
et ai. (París, 1 9 7 0 ) , n. 6ivo\.6.Aetesdu Prótaton, ed, D . Papachryssanthou (París, 1 9 7 5 ) , nn- 1 , 4 - 6 ;
vol. i^Actesd'Iviron,!,^. J . Leforteífl/. (Paris, 1 9 8 5 ) , nn. 1 , 4 - 5 , 9 (cf. leyes de Nicéforo y Basilio
en McGeer, Land Legislation, Novelas J y 0 , 3 ) . E n Yeriso (Hierissos) hubo un obispo, pero tam-
bién un esttato de campesinos propietarios (Kaplan, Les hommes 7 pp. 2 2 6 - 2 2 9 ) ; cabría denominarla
una «agrociudad». Para la expansión monástica en este período, patrocinada de forma destacada,
entre otros, por Nicéforo I I , a pesar de su propia legislación, véase R. Morris, MonksandLaymen in
E L L E G A D O P E R O M A

By^anaum, 84J-J1 ¡8 (Cambridge, 11)95), PP' 1 6 6 - 1 9 9 . Para el sur de Italia, véase J . - M . Martín, La
Potalledu VF <ai XIF sieds ( R o m a , 1 9 9 5 ) , pp. 2 9 3 - 3 0 1 . E n esta cuestión, esroy en deuda con Mark
Whitrcra'.
35, Sóbrela sociedad campesina, Kaphn > Les hommes, es la mejor guíe- (Aunque y o atribuyo a
"los poderosos» un dominio menos intenso que éU)
36. Sobre la jusricia, R. Morris, en W . Davtes y P. Fouracre (eds.), TheSeidementofDisptties
ín Early Medieval Europe (Cambridge 1 9 8 6 ) , pp, 1 1 1 - 1 4 : 7 ; para ejemplos documentales, ademas de
los citados en la nota 3 4 , véase AaesduPrótaton, un. i , 7; Archives dt VAthos, v o L itActesde Vatopl-
di¡ /, e d J . B o m p a i r e e f a/. (París, 2 0 0 1 ) , nn. 1 , 3 , en su may oría sobre problemas entre los monaste-
rios.

14. D É L A B A G D A D ABASÍ A L A C Ó R D O B A OMEYA, 750-1000

P a r a l a historia abasí y posabasí, la mejor guía general en inglés es la de H. Kennedy, The Prophei
and the Age of the Caliphates (Londres, 1 9 8 6 ) , que dedica sus secciones más tuertes a este periodo.
Para el siglo x , es en realidad (a única perspectiva general, aparte de la más problemática d e M , A .
Shaban, Islamic History; A New Interpreíation, vol. 2 (Cambridge, 1 9 7 6 ) . (Véase las notas 2 8 a 32
para estudios más localizados.) Para el período previo a 908, también merecen la cita otro? tres li-
bros de Kennedy: The Early Abbasid Caliphaie {Londtzs, 1 9 8 1 ) , The Armiesefthe Caliphs [Londres,
j o o t ) , y The Court ofthe Caliphs (Londres, 2004), una atractiva historia popular que se basa en bue-
na medida en ras narraciones abasies, locua), es de creer, es el mejor lugar para empezar. L a síntesis
más amplia sobre los abasies en su conjunto es la de D- Sourdel,JL 'état imperialdes ealifes ahbassides
(París, 1999), Para la culrura del periodo, el estudio clásico es et de G . E . v o n G i u n t b a u n u A í e d j V ü /
Jslam, 2-* ed. ( C h i c a g o , 19 5 3 ) ; M. J . L , Y o u n g et al* (eds.). Religión! Leaming and Seicnce in the
'AhhasidPerioA(Cambridge, 1990) y). A s h t i a n y e r a / . (edy)> 'Abbasidhelles-Uttres(Cambridge,
1990), tubren entre [os dos todos los géneros literarios, conderalfe. P. Grane, Medieval Islamic Po-
¿itical Thought ( E d i m b u r g o , 2004) y C . F. Robinson, Islamic Historiography (Cambridge, 2 0 0 3 )
cubren ambos mucho íerreno. L a Fuente primaria básica, la historia de A l - T a b a n , está traducida en
39 vols., The History ofal-Tabari, ed. E. Yar-Shater (Albany, N Y , 1 9 8 5 - 2 0 0 0 ) ; del vol. 2 7 en ade-
lante, cubren el periodo de 7 5 a a 9 1 Í . L a tendencia a aceptar casi todo Lo que dicen A ! - T a b a n y
otros autores, constatable en la mayoría de quienes escriben sobre el período, incluidos algunos de
los autores citados arriba, la criüca efecrivamente T , EJ-Hibri en su importante Peimerpreñng Isla-
mic Htsioriography (Cambridge, ¡ 9 9 9 ) .

1. Para P a t e e n » e n I b n Hauqal, véase su Cunfiguration de la ¡erre, vol. 1 , trad. J . H . Krarners


y G . W i e t (Beirut y París, 1 9 6 4 ) , pp. 1 1 7 - 1 3 0 ; citas de íaspp. 1 1 3 , 1 1 7 .
1, Sobre las comparaciones de ! b n H a u q a í , C ? * / / g í ^ j r « ' i , v o l . r ,pp, 1 4 4 , u i , 1 7 8 , 9 7 - 9 8 ,
3. E n cuanto a Ja dimensión de Bagdad, para u n abanico de cálculos, basados codos en datos
deficientes, véase F. Micheau, en J--C- Garcici (ed.) Grandei p villes méditetranéennts da monde mu-
sulmán m¿diéral ( R o m a , 2000}, pp, 9 1 - 9 3 ; véase también P. Guichard, ibid-, p. 269; por mi panes
me decanto por cálculos superiores a los d é l a mayoría, ai tener en cuenta el medio millón de habi-
tantes de Consrantinopta y Ea R o m a tirdoimperial, y los ÍÍO.OOD que se han propuesto, de forma
basfante verosímil, para la Fustat-El C a i r o del siglo x i j A , R a y m o n d , Cairo (Cambridge, Mass.,
i o o o ) , p , 6 2 ; pero cf. las cautelosas observaciones d e G a r c i n , Grandes filies, p. 207,
4. Para los visires, véase sobre t o d o D . Süurdeí, Le vi^iraí 'abbasidede 749 o.pj6*, vo\- 1 (Da~
masco, t 9 5 9 ) ; p p . 7 B - 9 o p a r a A b ú Ayub.
D e l gobierno barmaki* Sourdel, ¿ c víf/mí, pp. 1 2 7 - 1 8 1 ; H. Kennedy, en C Melvílle(ed.)S.
Persian andIslamic Studies in HonourofP. W* Avety t vol- 1 (Cambridge, 1 9 9 0 ) , pp. 89-98.
6, Sobre los historiadores árabes en 8 0 3 , E l - H i b r i , Rtimerpttnng frfamic Historiography,-pp.

7, Tensión jurasaní: Kennedy, EarlyAbbasid Caliphate, pp. t ¿ v ¡ 2 7 ,


8. Sobre A l - R i d a , véase A l - T a b a r i , HiSiory t vol. 3 2 , pp. 60-62; cf C r o n e , MedieWIslamic
Folitical Thought, pp. E9-94.
9. Para Egipto, Morimoio, Tht Fiscal Aéminisirañon ofEgypt in the Early Islamic Feriad
(Dohosha, i 9 8 r ) p p . 1 ^ 6 - 1 7 2 .
NOTAS Y GUÍAS BIB LIO GRÁFICAS 7I3

jo. Sobre los ejéicitos de Al-Mamún: Kennedy, ^ m i e i , pp. i o B ' - i i t .


1 1 . E n cuanto a los libros, véase The Fihrüiofal~Nadim t trad. B.-Dodge, t vols, (Nueva Y o r k ,
1 9 7 0 ) ; vol. ij p- 2 1 4 pata A l - U a q i d i , Véase RóbinsoriyJilamicHistoriography, pp. 3 - B ,
1 2 . Sobre los ulemas y los diccionarios biográficos, véase M, J . L , Yoting, en idem, Religión,
Learning and Science, p p , 1 6 9 - 1 7 7 ; R. S. H u m p h r e y s , istamic History^ ed- revisada ( P r i n c e l o n ,
1 9 9 1 ) , pp. 1 8 7 * 1 9 9 ; R. P. MoEtahadeh, Loyaity andLeadership in an Early Islamic Society (Prince-
ton, 1980), pp. 1 1 5 - 1 5 0 .
1 3 . Para las escuelas de derecho ^j.Sch^ch^ An/niroduciian to islamicLaiv (Oída^ 1 3 6 4 ) , pp.
28-7Í-
14. Sobre la adaé, véanse Jas introducciones de vonGrunebaum,Aíe¿t>vff/&/atf[,pp. 2 * t > 2 f 7 ;
R. Allen^ An lntrodacrion.ro Arahic ¿jterarwe (Cambridge, joúO^pp. 1 J 9 - 1 5 7 ; AshcUny, 'Ahbasid
bellci-lerirtj* pp. 1 6 - 3 0 , B9-95.
15. Para las ^curiosidades», TheLaiS*ífal-ma'arifofTha'alibi, trad. C . E . Boswonh { E d i m -
burgo, i9f>8).pp. 4 5 , 4 8 , 7 3 , 8 2 , 36, 11 3.
1 6 . E n cuanto a A l - T a n u f i , The Table-taík ofa Mesopotamianjudge, trad. D. S. Margoliouth,
v o l . 1 (Londres, 1 9 2 1 ) ; vols. 8 y 2 (Hyderabad, 1 9 2 9 - 3 2 } ,
17. P a r a A l - F a d l , véase A l - T a n u j i , Table-talk, 8 . 1 2 - 1 5 , con A l - T a b a r i , History\ vol. 3 3 , p p .
28-35 (c/TSourdel,L> véprat, pp. 1 4 Ó - 1 5 3 ) ; paralas desfalcos, A l - T a n u j i , 8 , 6 , 1 1 , e t c ; y el adminis-
rrañvo rearado: ibid-, E . t 2 .
[S. Ibn al-Zayat: A l - T a n u j i , Table-talk, 8,4; A l - T a h a r i , History, voh 34, pp. 6 5 * 7 2 (cf. Sour-
del. Le vilirat, pp. 2 5 4 - 6 9 ) ,
19. Jayzuran y 2uhaida: N . A b b o n , Two Qutens ofBaghdad(Chicago, ¡ 9 4 6 ) ; Kennedy, The
Coart, pp. 1 6 3 - 1 8 9 ; para análisis crídcoí con la? hert^^-Kibii ReÍnuiprtting y islamic Hittoriogra-
phyt pp. 4 2 - 4 4 y , en general, J . Bray e n L . Brubalrcr y J . M. H- Smith (eds,), Genderin the Early
Medieval World(Cambridge, 2004), pp. 1 2 1 - 1 4 6 ,
20. Sobre Sbaghab, Bray, en B r u b a k e r y Smiili, Gender pp. y 1 4 3 - 1 4 6 ; N. M. E l Cheikli, ibid.,
pp. 1 4 7 - 1 6 1 .
2 1 . E n cuanto a la imagen de Al-Mamún; A l - T a b a r i , Mistory, vol- 3 2 , pp, 2 3 1 - 2 5 7 ; E l - H i b r i ,
ReinterpretingIslamitfíütonographytpp. 1 0 8 - 1 1 1 ; M. Cooperson, ClassicalArahicBiography(Csií\-
bridge, 2000), pp. 24-69- Sobre la ciencia, la autoridad califal y la mihna: D . Guras, Greek Thought,
Arahic Culture (Londres, 1 9 9 8 ) , esp. pp. 7 5 - 1 0 4 (quien deje claro que no fue Al-Mamún quien inició
el movimiento de traducciones); m a s e n general, Sotirdel, L'itat imperial7 pp, t o o - i 1 2 ; Crone, Me-
dieval Islamtc Polit'ual Thoaght, pp. 1 3 0 - 1 3 3 ; P, C r o n e y M. Hínds, God's Caliph (Camhndge,
19B6), pp, E o - 9 9 ; £ / ibn at-Muqaffa*, -conseilftmr*da caltphe, n a d . C . PellaT (Paris, 1976),esp. ce. 8,
i o , i 3 - J 7 , } 6 ^ 5S'
2 2 . Para Samaría, véase C . F . Robinson (ed.), AMedievalhlamk Cby Reconsidtted (Oxford,
2 0 0 1 ) ; M. S. Gordon, The Breakingofa Thousand Svords (Albany, N Y , 2 0 0 1 ) y Kennedy, Armies,
p p - 1 1 8 - 1 4 7 , para el ejército turco.
2 3 - S o b r e la caída de Al-Afshin: A l - T a b a r i , N¿siory \oL t 3 3 , pp. 180- zoo.
24. Sobre Ishaq y Al-Murasim: A l - T a b a r i , History ¡ v o l . 3 3 , pp. 3 1 4 - 2 1 5 . Para los peligros
rurcos, Kennedy, Armies, pp, 1 9 6 - 1 9 8 , menos catastrofista que P- Crone, Slaveson Harses (Cam-
bridge, 1980), pp. 74-85
2 5 . Para la crisis de la década de 8úo: G o r d o n , The Breaking^u. 8 9 - 1 4 0 , D . Waines, «The
T h i r d Century Internar Crisis o f t h e 'Abb&s\ds» t Journal ofthe Econamic and Social /distar* of the
Qricm,!} ( i 9 7 7 ) , p p . í 8 í - £ o 6 , me parece demasiado apocalíptico.
26. Sobre 870-90B y posteriormcnie, Kennedy, The Prophet, pp, 1 7 5 - 1 9 9 , ofrece una buena
narración. Sobre los fanj, véase A , Popovic, The Revoh of African Slavesin Zraj in the jrd/$th Cen-
tury (Princeion, 1999).
27. Para k política del siglo x.: Kennedy, The Prophet, pp, 200-30S (2^0-266 y 2&5-303 para
kurdos y beduinos); C r o n e , Slaveson Horses, pp- 8 2 - 8 9 ; Mottahadeh, Loyaity and Leadership, pp.
40-116, 175-190.
28. Sóbrelas sociedades locales en Irán: Mottahadeh, Loyaity and Leadership, pp, 1 1 0 - 1 3 1 »
150-1 í-7; R. P, Moítahadeh y fl. W . Eni|Jíet,en D . S . Richards (ed.), Islamic Civilización&5o-1 tSo
(Oxford, 1 9 7 3 ) p p - 3 3 - 4 7 , 7 1 - 9 1 ; W . M a d d u n g , e n R. N . F r y e ( e d . ) , The Cambridge Htstary af/ran t

v o l . 4 (Cambridge, t 9 7 f ) pp. 1 9 8 - 2 3 9 ; cf, para un breve panorama estructural, C , Wickham, Land


a/i¿i'ou'er( L a n d tes, 1994) pp. 5Ó-62. Para La cuestión general de los gobernadores y las élites loca-
7M E L L E G A D O D E ROMA

les, véase, para un período anterior, PL Kennedy, en Saltean ofthe Schoolof'Oriental and African
Studies, 44 ( 1 9 8 1 ) pp. 26-38- Para el atractivo de s e r a l i d a , C r o n e , Slaveson Nones, p. 86; y ahora
véase también T . Bembeimer, uA Social History o f r h e ' A h d Famiiy from the E i g h t h t o d i * Eleventh
Century-, Universidad de Oxford, tesis doctora], 2006, esp. pp, 136-1G6.
29. SobreMosul e n 9 8 9 , Motrahadeh,¿oyo/ty and Leadership p. t 124;Kennedy, ThePmphet
pp. 274- =7T*
30, Para Jos fatimíes, Kennedy, The Prophet, pp. 3 1 3 - 3 4 5 ; C . F, Petry (ed.), The Cambridge
Historyof £gypt,vo\. 1 ( C a m b r i d g e , 1 9 9 8 ) pp. ] 1 1 - 1 7 4 ; P. E
- Walker.ExphringanIslamie Empire
(Londres, 2 0 0 2 ) , sobre todo para Jas fuemesj Y . L e v , State andSocieiy m Faiimid Egypt (Leiden
1 9 9 1 ) ; Crone, Medieval Islamk Political Thought^pp. 1 9 7 - 2 1 8 , para el ismaelismo; pero la guía fun-
damental para el período tempranees ahora M . Brett, The Rise of the Fadmids (Leiden, 2001).
3 1 , Sobre los procedimientos gubernamentales fatimíes, véanse los documentos de G . K h a n
(ed.), Arable Legal and Administrative Lhcumentsin the Cambridge Gent^ah Collections (Cambridge,
1 9 9 3 ) . esp. nn. 1 0 4 - 1 0 5 , 11 ¡ , 132," 1 3 7 , 1 4 0 - 1 5 9 .
32. E n cuanto al Al-Ándalus orneya, el nuevo análisis estrucrural básico es E . Manjano More-
no, Conquistadores, emires y califas (Barcelona, 200Ú), con una completa bibliografía arqueológica e
histórica. E n inglés, panoramas breves y actual¡2ados son H . Kennedy, Muslim Spain and Portugal
(Londres, i9<)6), centrado en la historia política, T . F, G\ídí t Islamkartd Christian Spain in rhe Early
Middle Ages (Princeton, 1 9 7 9 ) , para Ja historia social, e idem, From Muslim Fonress to Christian
Castle (Manchester, 1 9 9 O , P a r a
ía arqueología. E l siglo v i n lo cubre también P. Chalmeta, Invasión
e islamizaron (Madrid, 1994); las amplias regiones fronterizas en E. Manzano Moreno, La frontera
de al-Andalus en época de los Omeyas (Madrid, 1 9 9 1 ) - E l clásico antiguo es E. Lévi-Provencal, JVü-
torre de l'Espagne musulmane, 3 vols. (Leiden y París, i<Mo-fj), que contiene, con mucho, la narra-
ción política más detallada. U n a selección de artículos recientes en español se ha traducido al inglés
en M. Marín (ed,).. The Formaban of al-Andalus, vol. 1 (Aldershot, 1 9 9 8 ) ^ 0 ! . 2, ed. M. L Fierro y J ,
Samsó (Aldershot, 1998), se centra en la historia intelectual.
33, Para la economía del siglo v m en Hispania, C . Wicfcham, Framtng the Early Middle Ages
(Gííford, 2005)1 PP- 65G-6ÚS, 7 4 1 - 7 1 9 ; para las ciudades, véase también S Gutiérrez Llore^en
Marin, Formañon^ vol. J , p p . 2 1 7 - 2 4 7 .
34. Sobre el asentamiento sirio e n H i i p a n í a , Manzano, Conquistadores, pp. 9 3 - 1 1 3 (traducción
inglesa de una versión anterior en Marín, Formación, vol. J , pp. 8 5 - 1 1 4 ) .
37, Sobre la Crónica del7S4 y loa impuestos, está publicada en Conquerors and Chroniclers of
Early Medtei-alSpain, trad. K. B. W o l í (Liverpool, 1990), pp. i t I - I j 8 , c e 5 9 , 6 2 , 8 1 , 9 1 .
Sobre las thugSr, Manzano, La frontera.
37. E n cuanto a los grupos tribales, el análisis clásico es el de P. G u i c h a r d , Structures sociales
'orientales'et 'occidentales'dans FEspagne musulmane (París, 1 9 7 7 ) .
38. Sobre Abderramifi I I , véase Lévi-Provencal, Histolre, vol. i , p p . 1 9 3 - 2 7 8 ,
39. A l respecto de Murcia, véase A . Carmona González, en Marín, Formation, vol. 1, pp. 205-
216.
40. Sobre Ziriab, Manzano, Conquistadores, pp. 3 0 7 - 3 0 8 .
4 1 . Para los cristianos, R. W . Bulliet, Conversión to Islam in the Medieval Period (Cambridge,
Mass., 1 9 7 9 ) , pp* 1 1 4 - 1 2 7 ; sus cifras se han revisado tanto al a l i a como a la baja, pero siguen siendo
un punto de referencia signi ti cativo. El panorama más matizado es el de A. Christy3, Chñttians in
al-Andaiut (jt i-roooj ( R i c h m o n d , 2 0 0 2 ) ; pp. 5 2 - 7 9 para la relativa falta de importancia de los
«mártires de Córdoba»; véase también K. B. W o í f , Chrisnan Mariyrs in Muslim Spain (Cambridge,
1988) y j . A. Coope, The Mariyrs of Córdoba (Lincoln, Nebr., 1 9 9 5 ) .
42. E n c u a n t o a l a y í m a , véase el debate entre M. Acién Almansa, en Entre el feudalismo y el Is-
lam, a ^ e d - C a é n , 1 9 9 7 ) y M. F. Fierro, en ^i¿ñn,Formation, vol. i , p p : 1 9 1 - 3 2 8 1 Manzano, Conquis-
tadort} y YP- 3 4 ' " 5 9 i y Y . Salvatierra C u e n t a , La crisis de/emirato omeya en el alto Guadalquivir (Jaén,
2001).
43. Para Abderramán I I I y el califato, véase M. F i e r r o , Ahdal-Rahman l
III(Oxford, 2001);
Lévi-Provencal,//tiít>¿rc, vols. 2 y 3 , sigue siendo esencial.
Í 4 . Sobre la Medina Azahara, A , Vallejo T r i a n o , Madinat at-Zahta (Sevilla, 1 0 0 4 ^ para las
ceremonias. Vita lohannis Gorjensis, en MGM, Scripiores, v o l , 4 (Hanover, 1 ( ¡ 4 1 X pp. 337-177* ^c-
1 1 8 - 1 3 6 ^ . Barceló, en Marín, Fórmanos, v o l . 1, pp. 4 2 5 - 4 5 5 . Para una descripción detallada de
Córdoba, véase Ibn Hauqal, Ccmfiguraiion ¡ vol. 1, pp. 1 1 0 - 1 1 2 .
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS

45. Sóbrela cerámica, véase Manzano, Conquistadores^^ 44&~45 ' j . p ^ ^ l al-mulk, M. Barce-
ló, en A- Mal pica Cuello (ed.). La cerámica altomedieval en el sur de at-Andatus (Granada, \noj), pp.

293-199-
46. ibn al-Qutiya: para ana traducción española, véase J - Ribera, Colección de obras arábigas de
historia y geografía, que publica la Rea! Academia de Historia, vol. 1 (Madrid, 1 9 1 6 ) , pp. i* 1 0 1 ; para
comentario y citas de extensión en inglés, Cbrisrys, CAriítians pp. t 1 ^ 8 - 1 8 3 ; véase también M. I .
Fierro, en Al-Qantara, 10(1989)^.485-51;.
47. Para la segundaron? y las Taitas, Kennedy, Aíusttm Spain,pp. í 2 1 - 1 4 4 , ofrece un análisis
vivaz y matizado; véase además P. C. Scales, The Fallofihe Caliphate of Córdoba ( L e i d e n , 1994) y
O. Wasserstein, The Riseand Fall oftheParty-kmgs( Princeton, 1 9 8 5 ) .
48. Sobre las gubemaruras, Lévi-Provencal, Histoire, vol. 3 , p p . 4 7 - ^ j ; Mari2ano, Conquisia-
íA™,pp-4 í^4-J' J

I^.ELESTADOVLAECONOHÍAÍ REDESDE íNTEFClMftlOEN EL KÍEDrTERRÁNEO OHJÉNTAL,600-1OOO

L a economía bizantina en su conjuntóse estudia en Jos tres volúmenes co tactivos d i J T A ^ /OÍ enejo-
res panoramas del periodo al completo son los del editor, el sintético articulo del propio A . E. L a i o u ,
«Exchange and T r a d e , Seventh-Twelfth Cenruries», £HB, vol. 2, pp. 6 9 7 - 7 7 0 , y la primera mitad
de Laiou y C . hlorrisson, The My^antine Economy (Cambridge, 2007). Para el período inicial, véase
J . F . H a l d o n , By^antium in the Stventh Century, 2 . e d . ( C a m b r i d g e , 1 9 ^ 7 ) , pp. 9 2 - 1 7 ; , y L .
a

Brubakery F . K a l d o n , R y ^ a m i u n í in the kanoclastEra ca^So-ca.SSo (Cambridge, 100S), cap. 7;


para el segundo período, véase A. Harvey, Ecanomic Expansión in the By^antine Empire, goo-1200
(Cambridge, [989). Para la dimensión económica del sistema fiscal, resulta esencial M. F. Hendy,
Studies ¿n the ByrajitineAfonetary Economy, t..$oo-i45o (Cambridge 1985);; P a r a
' sociedad rural lo
a

si amblen M Kaplan, Les hotnmes et ta ¡erre á By^ance du VF auXF sierie (París, 1992).

L a economía del mundo islámico no tíerre nada que se acerque a b calidad de los panoramas
citados. E - A s b t o r , A Social and Economic History ofthe Near East in the Middle Ages (Londres,
1976), el único en liza, y texto esencial, está anticuado, es moralista y parte de supuestos estructura-
les poco convincentes- Para el periodo hasta Zoo, me refiero a mi propio Framing the Early Middle
Ages ( O x f o r d , 2 0 0 5 ) , que contiene una bibliografía de obras monográficas; a partir de esa fecha,
haré referencia al paso a los estudios locales (algunos, muy importantes).

1. Para una traducción inglesa del Libro del eparca, realizada por E . R Freshfíeld ( 1 9 3 8 ) , véase
Tp tparchikpn biblion, thsBook of tht Eparch, le Ihrt dupréfei (Londres, 1 9 7 0 ) . pp. 2 1 3 - J 7 0 ; cf. Laioti %

«Exchange*, pp. 7 1 8 - 7 3 6 , G . D a g r o n , e n E H B , v o l . i , p p , 40^-46?^yHendy, Studies,pp. 561-569,


2. Para la extensión de Constandnopla, la cifra es una estimación, pero encaja con los análisis
detallados de P. Magdalino, Constantinople médUvale (París, 1996).
3. The Complete Works of Liutprand of Cremona, trad P, Squatriri (Washington, 2 0 0 7 ) , pp.
r

syt-nj.EmAcusy.cK, FJ-1 í-
4. Para el control esta ral en Al-Andalus, O . R. Constable, Trade and Traders in Muslim Spain
(Cambridge, 1 9 9 4 ) , p p - 1 1 2 - 1 3 7 .
j - Sobre el estado y la economía en Egipto, S. D . Goitein., A Mediterranean Society, 6 vols.
(Berkeley, 1 9 6 7 - 9 3 ) , vol. t , p p . 2 [ 7 - 2 2 1 , 1 6 7 - 2 7 2 ; para los cereales, Y . L e v , State and Society in
FanmidEgypt (Leiden, 1 9 9 1 ) , p p - 1 6 2 - 1 7 8 .
6. Sobre la aldea copta de Yeme, T . Wilfong, Women afjeme ( A n n Arbor, 2002); Wickham,
Framing, pp. 4 1 9 - 2 2 8 .
7- L a introducción clásica a la¿fenTjpj es la de Goitein, Mediterranean Society, vol. i> pp. 1 - 2 3 .
Para lo que sigue al respecto de Bizancio, véase los panoramas generales citados mies, con
Wickham, Framing, pp, 1 2 4 - 1 2 9 , 4 6 0 - 4 6 4 , 6 1 6 - 6 3 5 , 7 8 0 - 7 9 4 -
9. Sobre Teodoro y la ¿¿y delagneultar, Vie de Théadare de Syké6n, ed- y trad- A , - J . Festu-
giére (Bruselas, 1 9 7 0 ) ; W . Ashbumer (ed. y trans.), * T h e Farroer sLaw>-, Journal 1
of Hellenic Stu-
ITYCJ, 3 0 ( 1 9 1 0 ) pp 8 5 - 1 0 8 , 3 1 ( 1 9 * 2 ) , pp. 68-95,
r

10, Para ía pérdida de importancis de 1« ciudades después de 5 : 0 , véase recíenieníente, para


una perspectiva critica, M- Whittow, en L . Lavan (ed.), Rtcent Researth in Late-antiquc Urbanism
(Portsmouth, R l , IOOÍ), pp, 1 3 7 - 1 5 3 -
7*4 E L LEGADO D E ROMA

les, véase, para un período anterior, H . Kennedy, en Bulletin of the School&f Orientaland African
Stndiei, 44 ( > 9 •) PP^ 2 6 - 3 8 . P*rael atractivo de ser al ¡da, C r o n e , Slaveson
3
Morses^p, 86; y ahora
véase también TV Bemheimer, <¿A Social History of i h e ' A Ü d Family from the Eighth to the Elevemh
Century», Universidad de Ox/ord, tesis doctoral, 2006, esp. pp. j 3 6 - 1 6 6 .
29. Sobre Mosul en 989, Motfahadéh,Loyalty and Lead^rskip^ p. 1 2 4 ; Kennedy, The Praphet,
pp- 1 7 4 - 7 Í -
^O- Para los (aiinues, Kennedy, The Prophet, pp. 3 1 3 - 3 4 1 ; C . F. Petry (ed.), The Cambridge
History ofEgypt^vo\. 1 (Cambridge, 199JOPP. 1 1 1 - 1 7 4 ; P. E
* W a l t e r , Expbring an Islamic Empire
(Londres, 2 0 0 2 ) , sobre todo para las fuentes; Y , L e v , State and Saciety in Fatimid Egypt (Leiden,
1 9 9 1 ) ; C r o n e , A f r d í i W hlamü Polia'cal Thaught,^ 1 9 7 - 2 1 * , pata el iamaelismo^ipeio la guia fun-
damenral para el período temprano es ahora M- ¡BretL, The Rise of the Fatimids ( L e iden, ? o o r ) ,
31 - Sobre los procedimientos gubernamentales fatimíes, véanse los documentos de G , K h a n
(ed.), Arabic Legal and Admintstraiive Dccumentsin the Cambridge Geni^ah Coilections (Cambridge,
i 9 9 3 \ e s p . nn. 104-L05, i i j , 1 3 2 ; 1 3 7 , 1 4 0 - 1 5 9 .
32. E n cuanto al Al-Ándahis omeya, el nuevo análisis estrucrural básico es E. Maruano More-
no, Conquistadores, emires y califas (Bavzelana, 2006), con una completa bibliografía arqueológica e
histórica. E n inglés, panoramas breves y actualizados son H- Kennedy, Muslim Spain and Portugal
(Londres, 1996), centrado en la historia política, T . F . GWck, hlamtc and Chrtsrian Spain in ¡he Early
Middle Ages ( P r i n c e t o n , 1 9 7 9 ) , para la historia social, e idem, From Muslim Fortress ta Christian
Castle (Manchester, 1 9 9 $ ) , para la arqueología. E l siglo vi 11 lo cubre también P* Chalmeta, Invasión
e islami\ación (Madrid, 1 9 9 4 ) ; las amplías regiones fronterizas en E. Manzano Moreno, Laftonttra
de al-Andalus en ¿pwa de los Omeyas (Madrid, 199 i ) - E l clásico amiguo es E Lévi-Provenca], His-
toire de l'Espagne musulmane^^ vols. (Leiden y París, 1 9 5 0 - 5 3 ) , que connene, con mucho, la narra-
ción polfdca más detallada- U n a selección de artículos recientes en español se ha traducirlo al inglés
e n M , Marín (ed,), The Formaiion ofai-Anda fus, vo\. j (Aldershot, 1 9 9 8 ) ; V D L 2, e d . M , L Fierro y J .
Samsó (Aldershot, 1998), se centra en la historia intelectual.
33 Para la economía del siglo v m en Hispania, C . W i c k h a m , Framing the Early Middle Ages
(Qítford, 2t>of), pp. 6 ^ 6 - 6 6 5 , 7 4 1 - 7 5 9 ; para las ciudades, véase también S. Gutiérrez LloreE, en
Marin, Formation, vol. i , p p . 2 1 7 - 2 4 7 ,
34. Sobre el asentamiento sirio en Hispania, Manzano, Conquistadores, pp. 9 3 - 1 1 3 (iraduccíón
inglesa de una versión anterior en Marín, Formarían, v o L »,pp* 8 5 - 1 1 4 ) .
37. Sobre la Crónica del y y los impuestos, está publicada en Conquerars and Chroniclers of
Early MedievalSpain, trad. K. B. W o l f (Liverpool, 1990), pp. t i i - i 5 3 , c c . 5 0 , 6 2 , 8 2 , 9 1 .
36. Sobre las th ugñr y Maniano, La frontera.
37. E n cuanto a los grupos tribales, el anáfisis clásico es el d e P . Guichard, Structures sociales
'oriemales'e¡ 'oteidentafcj'dans l'Espagne musutmanc (Paría, 1 3 7 7 ) -
3S- Sobre Abdftrramán 1 1 , v é a s e L é v i - P r o v e n c a ] . / / ¿ M I I Í , vol, i , p p . 1 9 3 - 2 7 8 .
39 A l respecto de Murcia, véase A . Carmona González, en Marin, Formation, vol. t, pp. 2 0 ^ -
216.
40. Sobre Ziriab, Manzano, Conquistadores, pp 3 0 7 - 3 0 8 .
r

4 1 . Para los cristianos, R. W . BuMiet, Conversión to Islam in rhe Medieval Period (Cambridge,
Mass,, 1 9 7 9 X pp> 1 1 4 - 1 2 7 ; s u s d f r a s s e han revisado tanto al alza como a taba ra, pero siguen siendo
un punto de referencia significativo. E l panorama más matizado es el de A . Chrisrys, CbrütiaRs m
al-Andalus (yi t- tooo) ( R i c h m o n d , 2 0 0 : ) ; pp. 5 2 - 7 9 para la reían v a falta de importancia de los
«mártires de Córdoba»; véase también K - B . W o l f , Christian Martyrs in Muslim Spain (Cambridge,
' 9 & 0 y ¡. A. Coope, The Martyrs of Córdoba (Lincoln, Nebr,, 1995)-
4 ; . E n cuanto a la fina, véase eí debate entre M. Acién AÍ mansa, enEnrreelfeudalismo y eí Is-
lam r 2.' ed, (Jaén, 1 9 9 7 ) y M. 1. Fierro, en Marin, Formotion, vol. ) , pp: 2 9 1 - 3 2 8 ; Manzano, Conquis-
tadores,^. 3 4 1 - 5 9 ; y V-Salvatierra C u e n c a , La crisis delemirato omeya en el alto Guadalquivir0aén 5

2001).
43, Para Abderramán JJJ y el califaio, véase M. Fierro, 'Abd al-Rahn?an III (Oxford, 2001);
Lévi-Proven5al,//¿ío/re, vols, 2 y 3 , sigue siendo esencial.
4 [, Sobre la Medina Azahara, A Vallejo T r i a n o - Madinat
r ol-Zahra (Sevilla, 2004); para las
ceremonias, Vita iohannis Gor^ensis^&cy MGH^ Scripwres t vol. 4 ( H a n o v e r , 1841 ) , p p . 3 3 7 - 3 7 7 , c e .
1 t E - i 3 6 ; M . Barceló, en Marín, Formatioa* v o L i , p p , 4 2 5 - 4 5 5 , P a r a una descripción detallada de
Córdoba, véase Ibn HauqaJ, Configuraiion, vol. t , p p . 1 ro-i 1 2 .
NOTAS V GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS

45 Sobre la cerámica, véase Manzano. Conquutadores,pp+ a^tfiíparae] al-mttlk }A.


t Barce-
10, en A . Malpíca Cuello ( e d . ) , £ a cerámica altomedieval en tí sur de alrAnda/us (Granada, l<>93),pp.
¿95-199.
4G. Ibn al-QuDyai para una fradutejón española, véase J , Ribera, Colecciónde obrasarábigas de
historia y geografía, que puhlica ía Real Academia de Historia, voí. 2 (Madrid, 1 9 ' ó ) , pp. í - I O t ; para
comentario y citas de extensión en inglés, Christys, Chrisáans^ pp. 1 5 8 ^ 1 8 3 ; véase también M. I.
Fierro, en Al-Qa/ttara, 10(1989)^.485-512.
47. Para Ja segunda^Trao y las Taifas, Kennedy, Muslim Spain, pp. 1 2 2 - 1 4 4 , ofrece un análisis
vivaz y matizado; véase ademé; P. C . Scales, The Falloft/ie Caliphate of Córdoba. (Leiden, 1994) y
D . Wassersteín, The Rise andFaUofthe Pany-king* (Princeton, 1985).
46 Sóbrelas gubemaruras, L é v i - P r o v e n g a ] , H i s t o i r e * vol. í , p p . 4 7 - M a n z a n o , Conquista-
dores, pp, 4 1 5 - 4 4 4 .

15. E L ESTADO V LA ECO NO MU; UEOES DElWrERCAJ«B¡CEWEL MEO/TEftílÁ^'EO ORÍE^TA^Óa^tOOO

L a economía bizantina en su conjumo se estudia en los tres volúmenes colectivos de EHB y los mejo-
respanoramasdel periodo al completo ion los del editor, el sicnético articulo del p i c p i o A . E. Laiou,
« E x c h a n g e a n d T r a d e , Seventh-Twelfth Cenruries», EHB, vol. 2,pp- 6 9 7 - 7 7 0 , y U primera mitad
de Laiou y C , Morrisson, The By^antine Economy (Cambridge, 2007)- Para el período inicia!, véase
J . F. H a l d o n , By^anriam in the Sevemh Century, ; . e d , ( C a m b r i d g e , 1 9 9 7 ) , pp. 9 2 - 1 7 2 , y L .
a

Brubaker y J . F. Haldon, By^antium in the /conocían Era ea.Cgo-ca.35o (Cambridge, 2oo3), cap. 7;
para el segundo período, véase A . Harvey, Economic Expansión in the Ey^antine Empire, 500-1200
(Cambridge, 1989). Para la dimensión económica del sistema fiscal, resulta esencial M. F. Hendy,
Studtes in the 3yianrineMo/ie¿ary Econonty, cjoü-íjíq (Gunbridge ^ ) ) - P , r S i a
la sociedad rural lo
es también M. K a p l a n , Les hommes erla terre á By^^ince du VF auXT stécle (París, 1 9 9 2 ) .
L a economía del mundo islámico no tiene nada que se acerque a la calidad de los panoramas
diados. E. A s h i o r , A Social and Ecónomíe His¡oty of the Near East in the Middle Ages (Londres,
1 9 7 6 ) , el único en liza, y texto esencial, está anticuado, es moralista y pane de supuestos estructura-
les poco convincentes. Para el período hasta Soo, me refiero a mi propio Framing the Early Middle
Ages ( O x f o r d , 2 0 0 5 ) , que contiene una bibliografía de obras monográficas; a partir deesa fecha,
haré referencia al paso a [os estudios locales (alguno*, muy importantes).

J, Para una Traducción inglesa del Libro del eparca*, realizada por E. H . Freshfield ( 1 9 3 8 ) , véase
Toeparchiíonlihlion, theBook ofthe Eparch, U ¡¡vre dupréfit (Londres, i 9 7 o ) p p . 2 2 3 - 7 7 0 ; cf. Laiou,
T

«<Exchange», pp. 7 1 8 - 7 3 6 , C Dagron, e n f W f f , v o l , z,pp. 4 0 5 - 4 6 1 , y Hendy, Studies, pp. 561-5^9.


2. Para la extensión de Constantinopla, la cifea es una estimación, pero encaja con los análisis
detallados de P. Migdalino, Constantinopfe méditvalr (Paris, 1996).
3, The Complete Works of Ziutprand of Cremona^ trad. P, Squarrici (Washington, 2007), pp,
2 7 1 - 1 7 3 , Embdssy, ce. 5 3 - 5 5 -
4. Parael centro! estataJ en Al-Ándalus, O . F . Constable, Tradeand Tradets in Muslim Spain
(Cambridge, '99-lXpp- m - U 7 -
5, Sobre el estado y la economía en Egipto, S. D . Goitein, A Mediterranean Sociely. 0 vols.
(Berkeley, 1 9 6 7 - 9 1 ) , v o l . t , p p . 2 1 7 - 2 2 r, 2 6 7 - 1 7 : ; para los cereales, Y . L e v , State andSociety in
FaamidEgypt {Leiden, J 9 9 1 ) , pp. 1 6 2 - 1 7 8 .
ú. Sobre la aldea copta de Y e m e , T. Wilfong, Women afjeme (Ana Arbor, 1 0 0 2 ) ; W i c k h a m ,
Framing. pp. 4 1 9 - I 2 S .
7. L a introducción clásica zlagenT^a es la de Goitein, Mediterrantai Society* vol- i , p p . 1 - 2 3 .
8. Para lo que sigue al respecto de Bizancio, véaselos panoramas generales citados antes, con
W i c k h a m , Framing,pp. 1 2 4 - 1 1 9 , 4 6 0 - 4 6 4 , ÍS2Ó-635,780-794.
9. Sobre Teodoro y la Ley del agricultor^ Viede Théodore de Sykéón,tá. y trad. A . - J . Festu-
gíére (Bruselas, 1970); W. Ashbumer (ed. y t r a n s . ) , « T h e F a r m e r ' s Lzw« JotimQÍt/fHelienic } Stu-
dies, 30 ( 1 9 1 0 ) p p - 8 5 - 1 0 8 , 3 1 ( 1 9 1 2 ) , p p . 6 8 - 9 5 -
10. Para la pérdida de importancia de las ciudades después de 5 5 0 , véase recientemente, para
una perspectiva critica, M. Whittow, en L, Lavan (ed.), Recent Research in Late-anríque Urhaoism
(Portsmouth, R 1 , 1 0 0 1 ) , pp. 1 3 7 1 5 3 -
716 E L L E G A D O D E ROMA

i t . Sobre Sardts, Ankara y G o m n a J . S. Crawford. The Byjantine Shops at Sardis (Cambrid-


ge, Mass., 1 9 9 0 ) ; C . F o s s , -tLate Antique and Byzantine Ankara», Damhartan Oaks Papen, 31
( 1 9 7 7 ) P P - )-%7\
if
E* Zanini y E. Giorgí, en Animado delta Scuota archeologica italiana di Aune, So
( 2 0 0 2 ) , pp. 2 1 2 - 2 3 * .
12. Sobre C o r i m o , G , D . R. Sanders, crxEHB, v o L i , p p . 647-654.
1 3 . Para la expansión urbana posteriora 8 5 0 / 9 0 0 , Harvey, Economic Expansión, pp, 2 0 7 - 2 1 4 ,
C , Foss, Byiantine and Tarkish Sardts (Cambridge, Mass., 1980), pp. 66-76; P. Arthur, «Hierapolís
era Bisanaio e i Turchi», en D , D e Bemardi Ferrero, Saggi in onare di Paulo Ver\one ( R o m a , 2001)
pp, i t ^ - ? i o .
14. Para el derecho naval. Hornos rodión nautikos- Th* Rhodian Sea-iaw,ed- y trad. W r Ash-
burner (D>Jbrd, 1909).
1 H a b l a de tas monedas de CorintoSanders, en £ # 5 , vol * , p - 649.
16. Para la cerámica posterior a Soo> J . Cimbuleva, en Nessthre, vol. 2 (Sofía, 1980}, pp, 2 0 1 -
21 j ; P- Armstrong, en W . Cavan'agh et al., The Laconia Survey, vol. r (Londres, 2 0 0 2 ) , pp. ^ 5 3 -
3 5 5 ; eadem, "Byzantine Thebes», Annitaiof theBriash School at Athens, 88 ( 1 9 9 3 ) , pp. 3 0 4 - 3 0 6 ; T .
T o t e v , ><L'atelierde céramique peinte du monastére royal de Preslav», Cahiers archéologiques, 15
( 1 9 8 7 ) , pp. 6 5 - 8 0 ; C . H . Morgan, Excavations at Corinih XI (Cambridge, Mass., 1 9 4 2 ) pp, 14, j d -
•> 3 , 7 2 - 7 5 ; N. Gunsenin,en£i^rycAíti, voL 1 (París, E99S), pp, 2 S 1 - 2 S 7 ; F. M. Hocker, e n S , Kings-
ley (ed.). Barbarían Sras: Late Romt it> Islam (Londres, 2004), yp. 6 i - 6 ) , p f l r a el pecio.
J7- Sobre lino y vidrio. Í Í W * P / V A Í Eparch, 0,9; Laiou, -Ejichange», p, 726; Laiou y Monisson,
The By^anrme Economy, p. 7 7 , y véase pp. 70-89 para una exposición general de este renacimiento
económico.
15. SobreDaneíis, véase Kaplan,Xeríomflííj,pp. 3 3 3 - 3 3 4 ; para Basilio, E. McGeer, TheLand
Legislation of the Macedonian Empefors (Toronto, 2000), Novela 0 , 7 .
19. Sobre los bizantinos en Egipto, Gottéin, Mediterranean Society, vol. t,pp. 44-4ÓJD, Jaco-
by, en Thesaarismata y 30 (2000), pp. M "77-
ía. Paca la especiatización agrícola del siglo x i , Harvey, Economic Expansicn,passim\ Laiou y
Morrisson, TheBv{ancineEconomy,pp.90-115.
21. Sobre Siria ames de Zoo, véase A . Walmsley, Early Islamic Syria (Londres, £007),
22. Para Madaba, M, PiccinJlo, The Mosaics of Jordán [Aman, 1 9 9 2 ) , pp. 4 9 - 2 5 6 ; véase en ge-
neral, para los asentamientos rurales, J . Magness, The Arckaeolegy of the Early Islamic Settlement in
Palisrine (Winona L a k e , Ind., 2003).
23. Sobre Bet She'an, Y . T s a í h r y G . Foerster, e n / J u g a r o n Oaks Papen, 51 ( 1 9 9 7 ) ^ . 8 5 - 1 4 6 .
14; Sobre Atanasio, TheSevenrh Centuryin the West-Syrian Chronlcles, trad. A , Palmer ( L i v e r -
pool, 1 9 9 3 ) , pp. 2 0 2 - 2 0 4 .
25. Para la forma cambiante délas ciudades, el clásico es H. Kennedy, «From polis to madinao,
Parí and Pretent, 106 ( 1 9 8 5 ) , pp 3 - 1 7 . Para Irán, véase R. W . Bullier, The Patricians of Nühapur
(Cambridge, Mass., 1 9 7 1 ) .
26. PATA el intercambio comercial si rio-palestino bajo Tos primeros abasies, A , Walmsley en 1.
L. Hansen y C , Wickham (eds.), The Long Eighth Century ( L e i d e n , 2000), pp. 1 6 5 - 3 4 3 ; A , Nc-r-
thedge y A , Walmsley, e n E . Villeneuve y P , Watson (eds.), La céramique by\antine etproto-hlumi-
que en Syrie-Jordanie (Beirut, 200o), pp. 1 0 7 - 1 1 4 , 3 0 5 - 3 1 3 .
27. Para el canal de Nahrauán, R. M c C . Adams, Land behindBaghdad(Chicago, 1 9 6 5 ) , esp.
pp, 6 9 - 1 0 6 , 1 1 ? (97-98 para las fechas); una crítica en M. M o r o n y , e n G . R. D . K i n g y A . Cameron
(eds,), TheByjanúne and Early islamic Near East, vol. 2 (Princeton, 1 9 9 4 ) , pp- 2 2 1 - 2 2 9 .
18. Sobre Raqqa, K, B a r d , Frühislamische Besiedlang im Batih-tal/Nordsyrien (Berlín, 1994)-
19. Para la concesión de cierras a cambio de producto, efe , véase M. 'Abdul jabbar, en M.. G ,
Morony {cd.^MonufaciuringanéLohouti^dttsboA, 2 0 0 3 ) , pp, 2 3 $ - 1 5 1 ;cf AsUtor, Social and£a~
fiomic Nisiory,pp. &7-90,97-91?. 1 0 9 - 1 1 4 , 1 4 3 - i 58, para las redes económicas centradas en Bagdad;
y para la di versificación agrícola del periodo árabe en general, A . M. Watson, Agricuitural Innova-
non inthe Early Islamic World (Cambridge, 1 9 8 3 ) .
30, Sobre Siraf y ef océano índico, R. Hodges y D . Whitehouse, Mohammed, Charlemagne
and th'' Origins ofEurope (Londres, 1 9 8 3 ) pp. ] 3 3 - 1 4 9 ; M. T a m p o e , Mariúme Trade betwegn China
andthi West ( O x f o r d , 1 9 8 9 ) ; K. M. C h a u d h u r i , TraJe and Civili{ation inthelndlan Ocean (Cam-
bridge, 193*5}; Buzurg, The Bockofihe Wonders of India, Mainland, Sea andIslands, trad, G , S. P.
Freeman-G ten vil le (Londres, 1 9 8 1 ) .
N O T A S Y GUÍA'S B I B L I O G R Á F I C A S 717

3 ] . D e Egipto hasta Sao, W i c k h a m , íWrmirc^ pp. 1 3 3 - 1 4 4 , 6 0 9 - 6 1 1 , 7 5 9 - 7 6 9 . Para eJ porcen-


taje de población urbana del Egipto romano, véase R. S. Bagnall y B. W , Freer, The Demography of
Román Egypt (Cambridge, 1994) pp. 5 3 - 5 6 .
32, Sobre el ascenso de los grandes terratenientes, K, Morimoto, en Qn'ent, \ 1 ( 1 9 7 5 ) , pp. 1 0 9 -
1 5 3 ; G - F r a n n - M u r p h y , Arahic AgriculturalLeases and Tax Receipts from Egypt ¡48-423 Á. H-/
7&5-¿ 03$ADjy'ieaa, 2 0 0 1 ) , crucial sobre lps impuestos; cf-Go\\éia. y Mediterranean Saeiety^ vol. 1 ,
pp. 1 1 7 - 1 ¡ 8 pata la doy a en el siglo XI.
3 ; . Para los papiros de al-Fayum, Y . Ra^ib, Marchónos d'étojfes da FayyoumauIIf/lX* siécle,
4 vols. hasta la fecha ( E l C a i r o , 1 9 S 2 - 9 6 ) ; para Q u s , 1 . 3 , 8 , 1 0 , 1 . 1 4 ; para Alejandría y T i n n i s , 3 . 3 3 .
3 4 . Sobre el lino, Y . L e v , «Tinnis», en M. Barrucand (ed,), L'Egypte fatimide 3 son arta son
histoire (París, 1 9 9 9 ) , pp. 8 3 - 9 6 ; G . Franrz-Murphy, en Jotunalofthe Economic and Social Ristory of
the Orient, 2 4 ( 1 9 8 1 ) , pp. 1 7 4 - 1 9 7 ; Ibn Hauqal, Configurarían de ¿a tena, vol- i £ i a d , J . H. K r a m e r s y
>

G - W i e t (Beirut y París, 1 9 6 4 ^ . 1 5 0 , sobre la venta a Iraq.


3 5 . Sobre las exportaciones, G o i t e i n , M e d i t e r r a n e a n Society, vol. r, pp. 1 5 3 - 1 5 6 , 2 0 9 - 2 1 7 , y
passim.
36. Para I b n A u k a l , N. A . Stillman, en Journal of the Economic and Social History of the Orient,
1 6 ( 1 9 7 3 ) , pp. »5-SE (sus lujos eran adultos en ^ 0 8 — t f p. 1 7 — , por lo que él debía de contar por
entonces unos cuarenta años); M. G U , ihid., 46 ( 1 0 0 3 ) , pp. 2 7 3 - 3 1 9 ; Goitein, Mediterranean Saciatys

vol. 6, p- 56, anota las numerosas referencias a él aquí; S. D . G o i t e i n , L e t t e r s ojMedievalJewish Tra-


ders (Princeton, 1 9 7 3 ) , nn, I (Samhun), 1 3 , 1 4 , 7 0 .
37. Para las exportaciones desde Al-Ándalus, Constable, Tradeand Traders pp.
y 169-208; cf.
7 9 - 9 2 para los comerciantes.
38. Para la ruta de R o m a a Constanrinopla, M. McCormick, Originsofthe Earopean Economy
(Cambridge, 2 0 0 1 ) , pp. 502-508. Para la red de botes a pequeña escala, P. Hordeny R P u r c e H , The
Corrupüng Sea ( O x f o r d , I O Q O ) , pp. 1 2 3 - 1 7 2 .
39. Sobre Venecia, McCormick, Origins,pp. 23E-240 (San Marcos), 5 2 3 - 5 3 1 , 7 3 3 - 7 7 7 .
40. E n cuanto a Amalfi, también M c C o r m i c k , Origins, pp, 5 1 1 - 5 1 5 , 6 1 7 - 6 3 0 ^ B, M . K r e u E ,
Befare the Normans (Filadelha, 1 9 9 1 ) , pp, 7 5 9 3 < -

4 1 . Sobre el aceite de oliva en 880 y los pecios árabes en aguas de Francia, M c C o r m i c k , Orí-
gins pp.
t 95 5-956, 599<c/ ú 7 4 - t í 8 ) . 7

4 2 . Sobre la exportación bizantina, L a i o u , «Exchange», pp. 7 3 5 - 7 2 8 ; D . Jacoby,en Thesattris-


mata, 3 0 { 2 0 0 0 ) , pp. 2 5 - 7 7 ; G o i t e i n , M e d i t e r r a n e a n Societyy vol. i , p . 46.
4 3 . Almería: Constable, Trade and Traders, pp. 1 8 - 5 9 ; Ooiiein^ Medirerranean Society, vol. I ,
pp. 6 1 , 6 4 , 2 1 0 , etc.
44. Para la cerámica tunecina, G , Bertiy L. Tongiorgi, Ibaciniceramicimedievalidellechiesedi
Pisa ( R o m a , 1 9 ^ ' ) , pp- 1 ^ 1 - 1 7 5 » para la prosperidad tunecina, véase en general G . Vanacker, en
AnnalesESC y 28 ( 1 9 7 3 ) pp- 659-680.
4 5 . Sobre Egipro como centro de distribución, véase J . L . Abu-Lüghod, Befare European He-
gemony (Nueva Y o r k , 1 9 S 9 ) , pp. 2 1 3 - 2 4 7 , y passim para el ciclo comercial medieval en su conjunto.

16. E L SIGLO CAROLINGIO, 7 5 1 - S 8 7

Hay muchos libros sobre los carolingios, muchos más que sobre ningún otro tema de nuestro perío-
do, aparte del fin del imperio occidental. E l mejor panorama general de u n solo autor sigue siendo el
d e R . McKirterick, TheFrankish Kingdoms under the Carolingians, y5i-sSy (Harlow, 1983); para reco-
pilaciones de artículos crudaies, con voluntad de abarcarlo rodo, NCMH^ vol. 2, y R. L e Jan (ed.), La
Royame et les élites dans l'Europe carolingienne ( L l l l e , 1 9 9 8 ) , gran parte del cual está en inglés.
C o m o era de esperar, a este respecto son muy fuertes la historiografía francesa y, en particular, la
aiemana; y estos libros y otros la citan por extenso. Carlomagno tiene muchos estudios personal!-
2ados,de entre los cuales los más recientes (y mejores) son los de J , Story (ed,), Charlemagne (Man-
chester, 2 0 0 5 ) , y R. McKilterick, Charlemagne (Cambridge 200S); sobre L u i s el Piadoso hay me-
nos, pero véase P. G o d m a n y R. Collins (eds.), Charlemagne j ffeír ( O x f o r d , 1 9 9 0 ) , conjunto de
artículos bastante rigurosos; para su hijo C a r l o s , véase sobre todo J . L . Neíson, Charles the Baid
(Harlow, 1 9 9 2 ) . P a r a la cultura carolingia, véase el próximo capitulo. Otros puntos de referencia
clave son las recopilaciones de artículos de J , L. Nelson: Politics and Ritualin Early MedievalEurope
718 E L L E G A D O D E ROMA

(Londres, 1986), The Frankish World, 7 5 0 - 3 0 0 (Londres. 1996) y Courts, Élites and the Worhingsof
Povtr in the Early Medieval Wvríd (Aldersbot, 1 0 0 7 ) ; también M. I n n e s , State and Society in the
Ea'ly Middle Ages (Cambridge, 2000); y una relecmra innovadora de la retórica política caroling»,
en P, E, D u t t o n , The Polines ofDreaming m ¡he Carolingian Empire ( L i n c o l n , Nebr., 5994). Hay
traducción inglesa de muchas fuentes primadas, en particular en P- D R i n g , Charlemagnt r (Jíendal,
i9S?)y E. Dutton, Carolingian Civilqation (Peteiborough, O n t . , 1 9 9 3 ) . Ésta avalancha de obras
recientes reemplaza en gran medida a sus precedentes en lengua inglesa, pero véase todavía H .
Fichtenau, The Carolingian Empire (Oitford, I p ó } ) , F L. Ganshof, Frankish
r Insiitutions undtrChar-
lemagni (Providence, R l , 1968) y D. Bullough, The Age of Charlemagne (Londres, 1 9 6 ; ) .

1. L a carta de Fastrada está traducida en King, Charlemagne, pp. 3 0 9 - 3 1 0 .


2. Sobre la edad de Carlomagno, M, Bechet, -Neue Überlieferungen zum Geburzsdatum
K a r h des Groasen», Francia, 59 ( 9 9 ' ) T pp- 3 7 - 6 0 ,
t

3. Sobre los gustos de Carlomagno, Eginhardo, en \aea.Life °f Charlemagne, trad. P . E.


Dutton, CharUmagne's c ^ u m É r (Petcrborough, O n t . , 1999), ce. r8, 1 2 - 2 4 , 9 - J

j . Sobre Carlos Martel» P. Fouracre, The Age of Charles MartelQiailow, iooo) r

1 . Para el golpe de estado, Reales anafes francos, en la ed. Royal Frankish Annais, trad. B. W .
ScboJz, Carolingian Chranicles ( A n n A r b o r , 1 9 7 0 ) , s.a. 7 5 1 (con modificaciones); R, M c K i r t e r i c l ,
History and Memory in the Carolingian World ( C a m b r i d g e , 2 0 0 4 ) , pp, [ 3 3 - 1 5 5 ; P. E , D u t t o n ,
Charlentagne'sMusrache (Nueva Y o r k , 2004), pp, 3 - 4 2 , para Los cortes de pelo.
6. Para los concilios eclesiásticos, M. A . Claussen, The Reform of the Frankish Church (Cam-
bridge, 2004), pp, 1 4 - 5 7 ; J- M. Wallace-Hadrill, The Frankish Church (Oxford, 1 9 8 3 ) , pp- 1 6 2 - 1 8 0 ;
para los diezmos, Cap.,vo\. i , n . 17.
7 . Sobre el duque T a s i l ó n , véase S. Airlie, en Tramactions oj the Royal Historical Socieiy, 6. a

serie, 5 ( 1 9 9 9 ) , pp. 9 3 - 1 1 9 ; para la muerte o prisión, J . Rusch, en HUtorische Zeítschrift, 163 ( 1 9 9 6 ) ,


pp, ^úi-íiífi; sobre cegar, G . Bührer-Tbierry, en B. H Rosenwein (ed.), Angers/W^diíca, NV,
1998), p p - 7 1 - 9 ' -
8. Sobre las arisrocracías bávaras, véase K, L. R. Pearson, Conflicáng Layalties in Early Me-
dieval Bavana [Alderahor, 1999); W . Brown. L/n/ust Segure (Ithaca, N Y , 2001).
9. Eginhardo habla de los avaros Í O su t'idadc Car/omagno,ed.LifiofChailemugne.c. 13.
10. Para el fin de la expansión, T . Reuler, Medieval Polines andModem Mema/iriss, ed. J . L.
Nelson (Cambridge, 2006), pp, 1 5 1 - 1 6 7 ,
j 1. Para el control carolingio de los monasicrios, S. W o o d , The Proprietary Church in the Me-
dieval West (Oxford, 2006), pp. 2 4 7 - 2 6 9 ,
i ¿ . C o m o pueblo elegido, M. G a n i s o n , «The F r a n k s a s che N e w Israel?*, en Y - Hen y M. l n -
nes (eds.), The Uses of the Pastin the Early Middle Ages (Cambridge, 2000), pp. r i 4 - r 6 i , q u 4 matiza
puntos de vista anteriores. Para ios judíos, véase B. S. Bachrach, Early Medieval jewish Pot'tcyin
Western Europe (Mineápoüs, 1 9 7 7 ) , pp- 6 6 - 1 3 1 ,
1 y Eajnhitdotngñego: Life of Charlemagne ,c. 16.
14. Sobre Aquisgrán, J . L, Nelson, en M, de J o n g y F. T h e u w s (eds.), Topographies of Power in
the Early Middle Ages {Leiden, 2 0 0 1 ) , pp, 2 1 7 - 2 4 !
i Sobre La comida y demás, esta terminología "reformista" me parece preferible al sintagma
habitual del "renacimiento carolingio»'* porque en este período r o renació nada, y menos aún, de la
Antigüedad clásica, con la que los carolingios apenas veían lazos rotos. L a Admonítión Gentralyh
cana sobre la educación {Cap., v o l , i , n n . 22, 29) están traducidas en K i n g , Charlemagne,pp. 209-
210,237-233.
JG. Para Alcuino, véase D . A . Bullough, Akutn (Leiden,2004).
17. Para Dhuoda, Handhoohfor Wüliam, trad, C . Neel (Líncoln, Nebr., 1999)-
i 3 - E n cuanto a la sonrisa de L u i s , Tegano, Vida de Luis, en la ed. LifeofLouis, c, 1 9 , trad*
D u t i o n , Carolingian Civili^ation, pp, 1 4 1 - 1 5 5; cf M. I n n e s , e n G - Halsall (ed-), Humour, Histoiyand
Politics in Late Antiquityondee Early Middle Ages (Cambridge, 20O2), pp. 1 3 1 - 1 5 6 .
19. Sobre Legislación, P. Fouracre, «Carolingian JUSÚCG», Settimane di studio, 4 2 ( 1 9 9 1 ) , pp»
7 7 I - B 0 3 ; R- L e Jan, «Justice royale et piaciques sociales Jans le royaume frnnc au EX* siícle*, Seta-
mane di stud ta, 44 ( 1 9 9 7 ) , pp. 4 7 - 8 5 ; para los libros de Derecho, R. McKittericlc, The Cart/lingians
and the Written Word (Cambridge, tgSg^pp, 2 3 - 7 5 ; P. WormaJd, The Making o(English La», vol.
1 (Oxford, 1999), pp. 30-70,
N O T A S Y GUÍA'S BIBLIOGRÁFICAS 719

20. E n cuanto aAnsegiso y el capitulado de %o^Cap. t voL i , n n . r S j , 39; Ansegisoístá reedi-


tado en G . Schmitz, Collectio Capitularium Ansegisi,MGH, Cap-, N S vol- t; para los manuscritos de
8 0 3 , véase también H. Mordek, Bihliotheca Capitularium Regum Francorum Manuscñpta (Munich,
l O p f L p p - [0S3-10B4.
zt - Sobre las asambleas, véase Hincmaro, De la organización delpalacio, en la ed- Onthe Orga-
nizarían of the Palace, trad. D u n o n , Carolingian Civilijatian, pp. 4 8 5 - 4 9 9 ; Nitardo, Historias, 2,9,
trad- Schola, Carolingian Chronicles. Para Nitardo, véase Nelson, Polines and Ritual, pp, 1 9 5 - 1 3 7 .
Para el modo en que funcionaban la etiqueta de las asambleas y los cimales de la comunicación p ú -
blica, véase C Possel, aSymbolic Commumcation and the Negotiation of Power at Carolingian
Regnal Assemblies, 8 1 4 - 8 4 0 » , Univecsityof Cambridge, tesis doctoral, 2003.
22. A l respecto de l o s s c a b ' m i , Ganshof, Frankish Institutions, pp. 7 7 - 8 3 ; F- B o u g a r d ¿ a / a r í j «
1

dansle royanme d'ltalie (Roma, 1995),pp. 140-158-


1 3 . Sobre los juramentos. Cap., v o L 1 , n, 2 3 , c, i S ; n. 25; n. 3 3 , c. 2; juramentos prohibidos: n.
20, c- i ó ; n . 44>cc 9, J O (erad. K i n g , Charlemagne, pp, 2 2 1 , 2 2 3 en parte, 2 3 4 , 2 0 4 , 2 4 9 ) , Véase M.
Becher, Eid und Herrschaft (Sigcaaiingen, 1 9 9 3 ) , esp- pp. 78-87, aunque y o tiendo a preferir una fe-
cha de 7 9 2 - 7 9 3 paraei Cap. n. 2 5 . Paralas revueltas de 7 8 5-786, véaseR. McKirterick, Perceptions of
the Rase in the Early Middle Ages (Notre D a m e , I n d . , 2006), pp. 6 3 - 8 9 .
24- P a r a e i control del imperio, véase en general, sobre el gobierno, K. F- W e m e r , «Missus-
marchío-comes*, en W , Paravicini y K- F , W e m e r ( e d s . ) , Histoire camparle de l'administration
(Il^-XVIIf siecles) (Munich, 1980), pp. 1 9 1 - 1 3 9 ; J- L- Nelson,en NCMH,vo\- 2, pp- 3 8 3 - 4 3 0 ; ea-
dem t en R. McKirrerick (ed.), Carolingian Culture (Cambridge, 1 9 9 4 ) , pp. 5 3 - 8 7 ; eadem, Frankish
World, pp, 1 - 3 6 ; M- lnnes, en Story, Charlemagne^ pp. 7 1 - 8 9 . Para las corres, véase p, ej. S. Airlíe,
« T h e Palace o f Memory», en S. Rees Jones et al. (eds.), Courts and Regions in Medieval Europe
( Y o r k , 2000), pp, i - t g ,
2 5 . Sobre los regalos, véase Reuter, Medie val Polities, pp. ¿ 3 9 - 2 4 3 ; para Jas provisiones, y la
relación con los regalos, véase esp. Cap-, vol- 1, n. 75 (trad- K í n g , Charlemagne,^. 260).
26- Sobre la Reichsaristokratie, G , Telletibach, Konigtum and Stamme in der Werdezeit des
Dtmschen Reiches (Weimar, 1 9 3 9 ) 5 pp. 4 - ~ 5 5 ; lo desarrolla p. ej, K- F. Werner, «lmportam Noble
FamUies in the Kingdom of Charlemagne*, e n T . R e u t e r ( e d . ) , The MedievalNobility{Amster¿ara,
1 9 7 S ) , pp, 1 3 7 - 2 0 2 - Véase S- Airlie, en NCMH, vol. 2 , p p . 4 3 1 - 4 5 0 , y en S i o r y , Charlemagne, pp.
9 0 - 1 0 2 , para los relatos básicos en inglés, y R. L e Jan, Famille eipouvarrdans le mandefranc (VIF-X 1

siécle) (París, 199 0 , C S


P - PP- 4 0 1 - 4 1 3 - P a r a e i compromiso de los aristócratas con el estado, véase
además S. Airüe, tnidem etal. (eds-), Staat imfrühen Mittelalter (Viena, 2006), pp- 9 3 - 1 1 1 .
27. Para los í'widónidas», E. Hlawitschka, «Waren die Kaiser Wido und L a m b e n Nachkom-
menKarlsdesGrOSSen: », Quelien 1
undForschungen, 49 ( 1 9 6 9 ) , pp. 366-386; lnnes, Siate and Socie-
ty, pp, 1 2 5 , 2 1 1 - 2 1 5 , 2 3 5 - 2 3 6 ; L e Jan, Famille etpouvoir, pp. 9 5 - 9 6 , 2 5 0 - 2 5 1 , 4 2 2 , 4 4 1 ; Nitardo,
Historias^ 1.5.
28. E n cnanto a los vasallos, Werner, «Missus-marchio», pp. 2 2 8 - 2 3 0 ; S. Reynolds, Fiejsand
Vassals (Oxford, 1994), pp. 8 4 - 1 0 5 .
29- Sobre los missi, Werner, nMissiis-marcriio»; sobre los informes por escrito, Nelson, Franhsh
World¡pp-14-34; R j í a n * C Manaresi (eá.),Iplcci¡idel
3 <
Regnum Italiae', vol, r ( R o m a , 1 9 5 5 ) , n, 1 7 .
30. Para las instrucciones escritas y demás, MGH, Epistolae, v o l . 5, e d . K . Harape y E.
D u m m l e r (Berlín, 1899), pp, 2 7 7 - 2 7 8 ; Eginhardo, Cartas, citado por Letters (traducidas y remune-
radas por Dutton, Charlemagne's CourtÍer,pp. 131-165), n n
- 2 0 - 2 1 ; The Letters ofLupus ofFerrieres,
trad- G - W . Regenos ( T h e Hague, 1966), carta 4 1 ; Cap., vol- 2 , n- 2 6 1 ; cf Hincmaro, Onthe Orga-
ni^aiion, c, 3 6 .
3 1 . Sobre buscar ai rey, véase p.ej. L u p o de Ferriéres, GHTOJ, t7, I I S , I 23 (y compárese con el
cap. 5 para Desiderio de C a h o r s ) .
32. Sobre la alfabetización de los nobles, McKirterick, Caro/ingians and the Written Word, pp.
2 1 1 -270.
33. E n cuanto a los abusos, Teodulfo, Contra ludices, trad- parcial en P- Godman, Poetry ofthe
CarolingianRenaissance ( L o n d r e s , 1 9 8 5 ) , pp. 1 6 1 - 1 6 5 ; Manaresi, Iplaciti, v o l . t , n , 2 5 ; Pascasio
Radberto, Epitafio de A tsenio, 1 -26, según Epitaph ofArsenius, trad. en A . Cabaniss, Charlemagne's
£bun>if ( S y r a c u s e , N Y , 1 9 6 7 ) ; pero la historia de Wala es un relato moral, sin pretensiones de exac-
titud- Para Agobardo, MGH, Epistolae, v o l , 5, p. 2 0 2 ; véase P. D e p r e u x , «¡Le Comte Matfrid
¿'Qüean$»iBihlÍ0theaiie de l'Ecole des Chorres, 1 5 2 ( 1 9 9 4 ) , pp. 3 3 1 - 3 7 4 -
7^0 E L L E G A D O D É ROMA

34. Para Hincmaro, Wallace-Hadrill, Franktsh Church, p . 199.


35. Para los campesinos en la corte, C . W i c k h a m , Framingthe Early Middle Ages (Oxford,
?oos),pp-í7«-jai-
3 6 . Para el carado y las sociedades locales, véase sobre todo l n n e s , 5 í a í í and Saciery,^.
2 2 5 , aunque para una región nuclear-
37- Sobre las hermanas de Carlomagno, Nelson, í m n & r á lForld,pp. 237-245.
38. Sobre la administración de Luis, K. F, Werner, en G o d m a n y Collins, Chatlemagnes Heir,
pp, 3 - 1 1 3 ; y sobre rodo P. Depreus, Prasopographu de l'entourage de Loáis le Pleux Sl
0 ~^4°J (5ig^
maringen, 1997)-
39. E n cuanto a Attigny. M. de Jong, «Poner and Hurailiry iu Carolingian Socitryn, EME, j
( 1 9 9 2 ) , pp. 20-$ 2; para TeodosiO» véase E l Astrónomo, yidadeLuis, en la ed. ¿eLifeofLouis,c. 35,
trad, A . Cabaniss, Son of Chadetnagne (Syracuse, N Y , 1 9 6 1 ) .
40. Para Eginhardo, véase sus Cartas, nn- 3 4 , 4 0 - 4 5 , 5 2 - 5 4 , 1 6 - 2 8 ; ¿ ^ D u r t o n , Charlemagne's
Courtier,a. B, para Walafrido,
4 1 . Sobre N í r a r d o / / ú w ™ , 1.3 para 8 1 9 , 4 , 6 para Fontenoy y el susto de los potentados. P a n
1

la perspectiva de Lotario, véase E. S creen, en EME* 1 1 ( 2 0 0 3 ) , pp. f


-
4 2 . Para h Francia poscarolingia, C , R. Brubl, Detttschland-Frankreich (Colonia, 1990), esp.
pp. 2 8 7 - 3 0 2 -
4 3 . Para Luis el Germánico, véase sobre todo E^j.Ooiábt^Strugglefor Empire (Cambridge,
1 0 0 6 ) , con T , Ileuter, Germany in the Early MtddU Ages r. 8QO-I <jJ'ó'(Harlow, 199')-' PP' 7 ° - t U ;
para 5 a | o m a . Anales deFvJdc* en la ed. Annals ofFulda, trad. T . fteuier (Manchester, 1 9 9 1 ) , s.a.

44. Sobre L u i s I I , P. D e l o g u , en Bullettino dell'Istituto storico italiano per il medio evo, 80


( 1 9 6 8 ) , p p . 1 3 7 - 1 8 9 ; F. B o u g a r d , e n L e J a n , La Rayautéet lesélites.pp.249-167.
45. Sobtc F r i s i a , S , Coupland, «From Poachers to Gamekeepers», EME > 7 ( 1 9 9 8 ) , pp. 8 f - i 14,
46. Para el impuesto general, E . Joranson, The Danegeld m Franee ( R o c k LsLand, ELL, 1 9 1 4 ) .
47. Sobre 8^8 y 8 7 5 - 8 7 7 , Nelson, Charles ¡he Bald, pp, 170-J9É, 139-152.
48. Sobre Carlos y los potentados, Nelson, Charles the Bald, pp. 166-167, l 8
} > 209-110, 2 1 1 -
2 2 2 , 2 3 1 - 2 3 4 , 1 4 0 - 2 4 3 ; para Odón y Carlos, Anales de Samt-Bertbi s en la ed. Annah of Saint-Berta^
trad. J . L. Nelson (Manchester, 1 9 9 1 ) , s.aa. Sóó, 368; para Bernardo de Gotia, ibid„ s.a. 878. Para
Bosón, véase C- B. Bouchard «7 ¿o»q/Vny f/<W» (Filadelfia, 2001), pp. 74-97,
}
,

49. Paia Compiégne: A n h e , «Palace of Memory», pp. 13-J&, Ponthion; Anales de Saint-Ber-
tin, ed. CÍL, Annals ofSaint-Bertin, s.a. E76 (véase el cap. 1 7 , más atajo). Pitres; Cu/?., vol. 2, u , n .
^ 7 3 1 1 £ Nelson, Palitics and Ritual, pp. 91 - n ó ; eadem, Frankish World^ pp. 9 3 - 9 8 ,
50. E n cuanto a los reguli, Annals ofFulda,^.a. 838. Sobre Bosón, aparte de Bouchard, citado
dos notas atrás, véase S. MacLean e n EME, h 1 0 ( 2 0 0 1 ) , pp. 2 1 - 4 8 ; A i r l i e y S t a a b , l^ejasi. LaRoyau-
Uet les élites,pp< 1 5 : 1 - 1 4 3 * 3(15-382.
5 1 . Para Pipino de Beauvaís (o quizá Senhs), véase K.. F. Werner, en£fce Weltals Geschichte,
1 0 ( 1 9 6 0 ) , pp. B 7 - ' 19» « p . p- 9 3 .
52. Sobre Carlos el G o r d o , 5 . MacLcan? Eingship and Polines in the Late Ninth Century (Cam-
bridge, 2003),
53. Sobre el poder de los reyes y la regional ilación, p. ej. Reuter, Germany, p p . 7 5 - 7 7 - Nitar-
do, Historia!. 2 . 3 - 4 , 7 , 9 , yz f 4.4. Para Matfrido. Tegano, Life ofLouis i c. 55.B6Í: Armáis of Falda,
s.a. 8 6 1 . Téngase en cuenta que u n t o Carlomagno como L u i s el Piadoso ya habían previsto aue,
después de que el imperio se dividiera entre sus hijos, ios beneficios (aunque n o asi las propiedades)
estarían región a liza dos: Cap., vol. 1 , n. 4 5 , c, 9^ n. 1 3 6 , c, 9 (trad. K i n g , Charicmagnej p. 1 5 3 , y
Dutton, Caroluigtan CÍv'd¿[ation, p. Í78),
54. E n cuanto a Everardo y G i s e l a , véase C L a Rocca y L. Proveeo, * T h e Dead and tbeii
Giftsn, e n F . T h e u w s y J . L. Nelson (eds.), Rituals of Power (Leiden, 2000), pp. 1 2 5 - 1 8 0 .
5 5 . Sobre los gae\£os t Anales de Fulday cd. Annals of Fulda, s.a. 858; K K.riiger Der v Ursprung
des Welfenhauststindseine Verrweigung in Siiddeutsehlandíy/olfeiibu-tte^ i 8 9 9 ) p p . ó S - f i g , con un
T

poco de cuidado.
56. Sobre Poris, véase L e Jan, Familleetpauvoir, pp. 2 5 5 - 1 5 6 , 4 4 1 . ^
57. Pata Baviera, Annals ofFuída,s.a. 8S4; véase C R. Bowlus, Franks, Moravians and Ma-
gyars (Füadelfia, 1 9 9 5 ) , pp. 20B-216.
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS 721

17. LOS INTELECTUALES Y LA POLÍTICA

Faca estudios generales de estos remas, véase el capítulo precedente^ sobre rodo NCMH, vol- 2;
véanse también R. McKitterick (ed.), Carolingian Culture (Cambridge, 1 9 9 4 ) , y P. W o r m a l d (ed,),
Lay Intellectuak in the Carolingian World (Cambridge) 2 0 0 7 ) . L a s monografías de McKitterick, en
particular The Carolingians and rhe Writien Word (Cambridge, 1 9 8 9 ) y History and Memory in the
Carolingian World (Cambridge, 2004), y de J . M. Wallace-Hadritl, The Frankish Church (Oxford,
1 9 8 3 ) , también son puntos de partida importantes, junto con, éntrela bibliografía anterior, W . U l l -
mann, The Carolingian Renaissance andihe Idea of Kingship (Londres, 1 9 6 9 ) ,

1. Para todo esto, véase Eginhardo, Translatio etMiracuia SS. Marceliiniei Petri, en la ed.
Translación and Miractes of Saints Marcellinus andPeter, trad. de P. E . Dutton, Charlemagne ti Cour-
tier (Peterborough, Ont-, 1 9 9 8 ) , pp. Ú 9 - 1 3 0 , esp. libios 1 y 2 (2.1 para Eginhardo y Hilduino, 4 , 7
para Geruardo). Para el papel del archicapellán, véase Hincmaro, Onthe Organi{ationofihe Palace,
trad- de P. E. Dutton, Carolingian Civili^ation (Peterborough, Ont-, 1 9 9 3 ) , c e 1 9 - 2 0 , Sóbrelas v e n -
ranas, véase Notker, Hazañas de Carlomagno, en la ed. Deeds of Charlemagne, trad- por L, T h o r p e ,
TtwLivesof Charlemagne (Londres, 1 9 6 9 ) , p p . 9 3 - 1 7 2 , 1 . 3 0 . P á r a l o s robos d e r e U q u i a s , v é a s e P . J .
Geary, Furia Sacra (Princeton, 1 9 7 8 ) , pp, 4 0 - 5 9 . É l mejor análisis reciente en inglés de toda esta
secuencia está en J , M. H. Smith, en K. Mills y A . Graffon(eds.), Conversión in. Late Antiqui^ and the
Early Middle Ages (Rochester, N Y , 2 0 0 3 ) , pp. 1 8 9 - 2 2 3 .
2. Sobre el palacio, véase Hincmaro, On the Organi^ation, ce. 1 2 - 2 8 ; para el ruido, véase Pas-
casio Radberto, Vida de Adalardo, ealaeú.LifeofAdalard, trad. de A . Cabaniss, Charíemagne's
Coiisiru (Siracusa, N Y , 1 9 6 7 ) , c. 27.
3- Sobre Notker, véase Hazañas de Carlomagno, 1 , 1 1 (etiqueta), 1.34 (jamás en la corte). Cf
para la etiqueta, J . L . Nelson y M. Innes, e n C C u b i t t ( e d . ) , Coan Culture in ike Early Middle Ages
(Turnhout, 2 0 0 3 ) , pp. 3 9 - 7 6 .
4. Sobre el patrocinio, véase Hincmaro, Be la organización del palacio, c. i S ; Notker, Ma\ añas
de Carlomagno, [-4; Eginhardo, Cartas, trad. de Dutton, Charíemagne's Courtier, p. e). en 9 , 3 2 , 4 9 ,
apéndice B, y véase cambien más arriba, el cap, 1 6 .
5. Sobre el centro moral, véase p. ej. M. de J o n g , «Sacrum palatium et ecclesia», Ármales
HSS, 5S (2003), pp. 1 2 4 3 - 1 2 6 9 . Sobre el sacerdote y el rey, véase E l Astrónomo, Vida de Luis, en Ja
td.Life ofLouis, trad. de A . Cabaniss, San of Charlemagne(Siracusa, N Y , 1 9 6 1 ) , c. 19 (y e l e . 3 7
para 823 portentos). Para la hambruna de 8 0 5 , véase Cap., vol. E,n. 124 (trad. de P. D . K í n g , Char-
lemagne (Kendalj 1 9 8 7 ) , pp. 1 4 5 - 1 4 7 ) .
6. Sobre los reyes justos e injustos, véase j . M. W a l l a c e - H a d r i l l , Early Medieval History
(Oxford, 1 9 7 5 ) , p p - l 8 l - 2 0 0 p a r a l o s r r a r a d o s , y F L M e e n s , ¿ J W ¿ " , 7 ( 1 9 9 8 ) , p p . 5 7 .
7. Sobre Eginhardo e Inma, véase TheLetters of Lupus ofFerriéres^ trad. de G . W. Regenos
( L a H a y a , 1966), carta 3 ,
3. Sobre las acusaciones contra Las reinas, véase esp. G - B ü h r e r - T h i e r r y , « L a Reine adul-
tere», Cahiersdecivifisationmédiévale,^ ( 1 9 9 2 ) , pp. 2 9 9 - 3 1 2 ; para Judir, véase E- W a r d , e n W . J .
S h e i l s y D- W o o d s (eds,), Womcn inthe Church ( O x f o r d , 1 9 9 0 ) pp- 1 5 - 2 5 , y Pascasio Radberto,
Epitafio de Arsenlo, en la trad- inglesa de Cabaníssen Charíemagne's Cousins, 2.7-9; para Uota, véase
T . Reuter, Medieval Polines andModera Mentaliúes, ed. J . L . Nelson (Cambridge, 2006), pp. 2 1 7 -
230.
9. Eginhardo, Translatian, 1 . 1 3 , 1 4 , 2 , 3 , 4 , 6 (sobre la caza), i i .
t o . Sobre la caía-, Anales de Saint-Serán, en la ed, inglesa Armáis of Sa'tnt-Benin^xrdÁ. de j . L.
Nelson (Manchester, 1 9 9 1 ) pp. 8 3 5 ; E l Astrónomo, Vida de Luis, ce, 4 6 , 5 2 ; véase J , J a m u t , * D i e
frühmittelalterliche j a g t U , Settimanedi studio, 3 1 ( « 9 8 5 ) , pp- 7 6 5 - 7 9 8 , 7 J . L. Nelson, The Frankish
WorldySo-ffo (Londres, 1996) pp. HO-1 [4-
1 1 . Para las penitencias de S 2 2 y 8 3 3 , véase Pascasio, Vida de Adalardo, c 5 1 ; Cap., vol. 2 , n.
1 9 7 , c. 1; M . d e J o n g , * W h a t was Public about Public Penance?», Settimane di studio, 4 4 ( 1 9 9 7 ) , pp.
863-902 (esp. pp, 8 8 7 - 8 9 3 ) .
1 2 . 5obre los rituales y las reclamaciones políticas, véase sobretodo P . B u c , The Dangets of
Ritual (Princeton, 2 0 0 1 ) , pp, 5 1 - 8 7 ypassim-
1 3 . Sobre el Sínodo de Ponthion, véase Anales de Saini-Bertin^ s.a. 8 7 6 ; compárese c o n los
Anales de Fulda, en l a r r a d u c d ó n d e T . R e u t e r ( ^ n f l ¿ r o / " / ü ¿ A i , Manchester, 1 9 9 1 ) , s.a. 876".
722 E L LEGADO D E ROMA

14. Sobre el desprecio de los aristócratas hacía fas personas de baja cuna, véase Tegano, Vida
de Luis, enlatrad. inglesa de Dutton, Carolingian Civilifation, pp. 1 4 1 - 1 5 5 , ce. 2 0 , 4 4 , f e , ^6,AnaUs
deFulda,^.^^ (I).
1 5 . Sobre la educación, véase p. ei. j . } . Conti-eni, e n N C f r í H , vol 2 , pp, 7 0 9 - 7 4 7 ; P- R i c h c ,
Écoles et enselgnement daits le hauíMoyin Age (París, J 9 8 9 ) , esp. pp. 4 9 - 1 i 3 .
16^ Sóbrelos libros, L u p o de Ferriéres, Canas, 1, 24; para Everardo, véase McKitterick, Caro-
lingians and the Wñtten Word, pp. 2 4 5 - 2 4 3 .
\j. Sobre los textos de 8 1 8 - 8 1 9 , véase esp. Cap., voL i , n . i 8 j ; MGH, Concilla, v o L 2 , ed, A.
Werminghoff (Hanover, 1 9 0 6 ) , n. 50: Pasrasio, Epitafio de Arsem'o, 1 . 1 . 2 - 3 ; Eginhardo, Transla-
ihn, 3 . 1 3 (capitula de Gabriel), 14 ( W i g ó n ) . Véase, para toda la secuencia, P. E. Dutton, The Poli-
nes of Dreamtng in ihe Carolingian Empire (Lincoln, rJebr., 1994) p p . 9 2 - 1 0 5 , M , d e j o n g , e n S . A i f -
lie eíal. (eds,), Staatim friiktn Mitielalter ( V i e n a , 2006), pp 1 2 9 - 3 1 y
r
1 1
G a r a , en P. Godman y
R. ColÜns (eds,), Ckariemagnt ¿ i í í i r ( Q * f o r d , 1990), pp. 5 4 5 - 5 4 6 .
18. Sobre los acontecimientos de £ 3 3 - 8 3 4 , véase Pascasío, Epitafio de Arsenio^ 1 . 1 8 ; Cap^ vol.
2 , nn. t<¿7-iy% Analtt f de Saint-Bertin $.i. } 8355 Dutton, The Potitics ofDreaming p. t 1 0 3 ; y véase C .
Póssel, "Symbolic Communicarion and the Negociación o f Power at Carolingian Regnal A s s e m -
blies. S i 4-840», Universiryof Cambridge, tesis doctoral, 1003, pp. 1 1 9 - 1 3 2 , para los relatos rivales
de 830-834.
19. Sobre el bilingüismo, véase Eginhardo, Vida de Carlomagno, c. 25; Tegano, Vida de Luis,
c, 1 9 (se supone asimismo que ambos poseían u n conocimiento pasivo del griego hablado, lo cual
era raro); Pa^C3£,\o, Epitafio deArsenio, 1.f.2.
1 0 . Sobre el latín coran lengua separada del romance, para Alcuino, véase R- W r i g h i , Late
Latin and Early Romance in Spatn and Carolingian Fronte ( L i v e r p o o l , 1 9 9 2 ) , pp. 1 0 3 - 1 3 5; para una
aristocracia que no se ve afectada por el latín, véase M. Ríchrer, The Formarían of the Medieval West
( D u b l í n , 1 9 9 4 ) , esp. pp. ó > 7 7 -
2 1 - Sobre L u p o y D h u o d a , véase L u p o de F e r n é r e s , Canas, 7; D h u o d a , Manual, en La ed.
Handoooh for Wüliam, trad. C . Neel ( L i n c o l n , Nebr. p 1999) (sobre Dhuoda véase el trabajo mia
reciente de J . L. Nelson, «Dhuodaj", en W o r m a I d , ¿ a y intellectitals); y véase en general McKirte-
rick, Caraiirtgians and the Written Word, pp. 2 1 1 - 1 7 0 .
2 2 . Sobre los rezos, véase R. McKitterick, The Frankish Church and the Carolingian Reform¡¡

7 í i > í ^ 5 (Londres, 1 9 7 7 ) , p p 8o-1 \ L J r Parala Biblia, véase C E d w a i d s , «'Germán Vernacular Lite-


ratureu, en McKirterick, Carolingian Cuhure pp.
} 1 4 1 - 1 7 0 ; y H , J , H u m m e r , Polines and Power in
Early Medieval Europe (Cambridge, 2 0 0 5 ) , p p - 1 3 0 - 1 5 4 , que deja bien clara la complejidad del pro-
yecto.
2 3 . 5 o b r e el clima y el polvo, véase Agobardo de L y o n On Hail h and Thundtr, traducido par-
c i a l m e n t e p o r D u n o n , Carolingian Civili^atian^pp. 1 8 9 - 1 9 1 C - "ópara el p o l v o ) , c f
c
Pascasio,Epita-
fio de Arsento* 2. [ .4, y quizá lambtén Cap., vol. 1, n. 5 4 , ^ - 4 -
¿4, Sobre los documentos italianos, véase A . P e t r u c c i y C . R o m e o , aScriptoresinurbihusí*
(Bologna, 1 9 9 2 ) , esp pp, 5 7 - 7 6 , 109-r 26; nótese que en Italia las capas profesionales laicas (nota-
r

rios, comeíaariies» etc.) ya estaban alfabetizadas.


2 5 . Sobre los sacerdotes, véase M c K m e r i c k , Frankish Church, pp. 4 5 - 7 9 ; *c V a n
Rbijn, She-
pherds pfthe Lord (TurnhouL, 1 0 0 7 ) , pp, 8 1 - 1 1 2 , 1 7 1 - 2 1 1 ; cf. S. W o o d , The Proprietary Church inthe
Medieval West (Oxford, 200o), pp. 5 1 9 - 5 ^ 4 , 0 5 9 - 6 6 1 .
26. Sobre Rábano Mauro, véase M. do J o n g , e n Y . H e n y M, innes (eds.), The Uses of the Past
in ihe Early Middle Ages (Cambridge, 2000), pp. r p i - ; ? 6 .
2 7 . Sobre la copia de libros, véase D . G a n z , e n A O í / 7 , v o l . 2 , p p . 7S6-S08; Lupo de Ferriéres,
Cartas, 1, 5, S, 2 1 , 5 3 , 6 9 , 8 7 , 9 5 , 100 (cita), i o r , toS; B. Bischoff, Larin Palaeography (Cambridge,
1990) pp. 106-í i 3 .
2S Sobie el adopcionismo y la iconoclasia. D . G a n z , enNCAíH, vol. 2, pp. 7 G 2 - 7 6 6 , 7 7 3 - 7 7 7 ;
A . F r e e m a n . -Carolingian Orthodoxy and t h e F a t e o f t h e L i b r i Caroíini», Viator, tó ( 1 9 8 5 ) , pp.
6 5 - 1 0 8 ; véase Dutton, Carolingian Gvili^ation, pp. 2 4 7 - 5 1 1 para los extractos de Claudio d e T u r i n -
29. Sobre Bodón, véase los Anales de Saint-Benin, s.a. 839; v véase F. Riess, *FrOm Aachen [O
Af-AndaluS", en EME, 1 3 ( 1 0 0 5 ) , pp. 13 l-í-f 7-
30. Sobre Amalario, véase A . Cabaniss, Amalarlas ofMet{ (Árasterdarn, 1 9 5 4 ) ; Wallace-ria-
drill, Frankish Church, pp. 3 2 6 - 3 2 9 .
3 1 . Sobre Godescalco, etc., véase Wallace-HadtilI, Frankish Church, pp. 3 6 2 - 3 6 9 , y D , Garrz,
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS 723

»The Debate onpredestinarion», en M. G i b s o n y J . Nelson (eds,), Charles the Bald(Oxford, 1981),


PP- 3 5 3 - 3 7 3 -
3 2 - Sobre Pascual 1, véase los Reales anales francos, en laed- áe Royal Franküh Anr¡als,ttá. B.
W . S c h o k , Carolingian Chronicles { A n n A r b o r , 1 9 7 0 ) , S.a. 8 2 3 . Para ta pulidna romana, véase en
general T - F 5Í. Noble, The Repuhhc of Si Peter (Füadeliía, 1 9 8 4 ) , paraei período hasta 8 1 ? ; R-
D a v i s , The Lives ofthe Nimh-centuty Popes ( L i v e r p o o l , 1 9 9 7 ) ; T . F , X - Noble, en NCMH, voL 1 ,
PP- 5 6 3 - y 8 6 ,
33. Sobre Nicolás 1, véase Davis, The Lives, pp-189-203, paraei mejor estudio reciente en i n -
gles.
34. Sobre Lotario y Teutberga, el mejor trabajo hoyes el de S. A i d i e , «Prívate Bodiesandthe
Body Politicin the Divorce C a s e o f Lothar 11*, Pastand Presem, J 6 I ( 1 9 9 8 ) pp. 3 - 3 B .
35. Sobre G o n d e r o e Hincmaro, véanse los Anales de Sains-Berrin, s. a. S64 (tila), 865.
36. Sobre A d n a n o I I , véase Anales de Saint-Bertin, s,a. SÚ9¿ J . L. Nelson, Charles the Bald
( H a r l o w , 1 9 9 ; ) pp. 1 2 9 , 2 3 5 - 2 3 8 .

lS- LOS FSTAT>PS SUCESORES DE i. EJCLO X

La entensa historiografía sobre Los carolingios prácncamenre desaparece en lo que arañe a[ siglo x ,
salvo en Alemania. E l único estudio actualizado sobre el mundo poscarolingiú en su conjunto (sin
un discurso político) es el de J • F r i e d , DU Formienmg Europaj S^cwo^tf (Munich, 1 9 9 1 ) . NCMH,
vol. 3 nos ofrece la mejor perspectiva general en inglés acerca de la historia política y religioso-inte-
lectual en su conjunto; Settimane distudio, 38 ( 1 9 9 1 ) también se centra en losesrudios del siglo x.
Análisis básicos sobre Ja historia de los disñnios estados sucesores, en inglés, son los capítulos de T .
Reuier, Germany in the Early Middle Ágese. Sao-1 oJff(Harlow, 1 9 9 1 ) , junto COTiSu Medieval Poli-
des andModem Mensaiities, ed. J- L. Nelson (Cambridge, lootj), para algunos ¿ráculos fundamen-
tales; C , W i c k h a m , Early Medieval fialy (Londres, 1 9 8 1 ) ; G T a b a c c o , The Struggle far Power in
Medievalhaly (Cambridge, 1 9 8 9 ) ; ] . Dunbabin, France intheMaking, 8 4 3 - 1 1 8 0 (Oxford, 1 9 8 5 ) .
Otros trabajos similares en ottas lenguas aparecerán citados más adelante. H . Fichtenau, Livingin
¡he Tenth Century (Chicago, 1 9 9 1 ) es la mejor introducción a la cultura política del periodo en gene-
ral; C- Althoff, Family. Friends and FoUowen (Cambridge, 10D4) e s una guía importante para las
estructuras iociüpo/tefcas.

1. P a r a e i caso de Gerberto, véase en general P. R i c h e , Gerbert d'Aurillat (París, 1 9 8 7 ) , un


estudio u n pumo excesivo. Para su carrera hasta 9 8 3 , véase R i c h e r d e Reims, Htstoriae, 3-43-65,
editado y traducido por R. Latouche, Rjcher: histoire de Fronte (888-$t>5) (París, 1 9 3 0 - 1 9 3 7 ) ; sus
Canas están traducidas por H , P, L a t a n , The Letters ofGerhenwith his Papal Pnviitges as SylvesrerII
(Nueva Y o r k , 1 9 6 1 ) , pero para las fechas véase la edición estándar de MGH t Dii Bricfsammlung
Gerherts van Reims l ed- F- Weígle (Berlín, (966); ambas ediciones uril¿2an una numeración distinta,
pero cada u n a de ellas cita la numeración de la otra.
2.5obre Gerberto y los notos, véanse Cartas, 14-16,32-33,47, 50,92,98,132,138,142,156,
1 7 5 , en la traducción de L a t a n .
3. Sobre Gerberto y Otón, véanse las Cartas, 2 3 0 - 1 3 1 , en la traducción de Lartin. É l Chroni-
con de Tietmaro está traducido por D . A - Warner, Ottonian Gcmany (Manchestei, 2 0 0 1 ) ; 6-100
para Gerbeno.
4, Para O t ó n y Cariomagno, véase Ttecmaro, Chrentcan, 1,45.
Sobte los historiado í e s , aparte de los ya citados, véase para Flodoardo, Anales, en la ed,
TheAnnalsofFlodoardofReims£t/(j-9Gú, en traducción d e S . F a n n i n g y B. S- Bachrach (Peterbo-
rough, Ont., 2004); para el caso de Liutprando, véase The Complete Works ofLiudprandofCremona,
traducido por P. Srruatriti (Washington, 2 0 0 7 ) ; Widukindo, Res Gestae, sin traducción al inglés,
está en WiduhndiMonachi Corbeiensis: Rerum Gestarum Saxonicarum Lihri 7 r t i , e d , de P , H i r s c h y
H , - E , Lofimann,jWGW(Hanover, 193 j ) ,
6. Sobre «Francia» y «Alemania», con un ataque frontal a la idea de que ya ejdsaan, véase C ,
R, B r ü h l , Deutschland-Frankreich (Colonia, 1 9 9 0 ) , esp- pp, 8 3 - 1 5 3 , 2 0 5 - 1 3 3 para [a terminología
del siglo x ; para las citas, véase Flodoardo, Anales,s.aa. 9 2 0 , 9 2 1 , etc.; Widukindo, Res Gestae, 1.27,
e l e , 3 , 1 7 ; Tietmaro, Chronicon, 1.19.
724 EL L E G A D O D E ROMA

7 . Sobre la Francia oriental, entre las obras esenciales se cuentan e\NCMH, vol. 3; Reuter,
Germany; y tras libros de K. Leyser; Rule andConflict in an Early Medieval Society (LorvÍKS, 1979),
Medieval Germany and lis Neighbcurs $ao-¡ J 5 O ( L o n d r e s , 1 9 8 1 ) , y Communications and Power m
Medieval Entape: The Carolingian and Qttoman Centuria (Londres, 1 9 9 4 ) : Jas dos últimas son reco-
pilaciones de artículos. Sobre la prolongada historiografía de Alemania, los estudios más importan-
íes incluyen H - K e J I e r y G - Althoff, Die Zeit derspSten Karolinger unddie Ottanen, 8SS- i<J¡4 (Sturt-
g a n , 200S); y J - F r i e d , Die Ursprunge Deutschlandilis ¡024 (Berlín, 1994),
8. Sóbrela lenta cnsülizacíón de Sajorna, véase M, Becher, Jíax, Dux and Geni (Husum, 1996),
pp. 2 5 - 1 94. Para la mayoría de los ducados, hay buenos artículos en NCMH, vol. 3 , pp 2 6 7 * 3 7 -
r
1

9. Sóbrela elección de 9 1 9 , véase J , F r i e d , e n M. Botgóitc(eá.^Miiidalterfbrschungnacñ der


Wende ¡$8q (Munich, 1 9 9 5 ) pp. 2 6 7 * 3 1 8 ; ? . B u c ^ - N o c h e i n m i l ^ i S ^ ^ í e n i n g l e s ^ e n G , Altboff
(ed.), Ztichen-Rituale- Werke (Münsier, 2004) pp. M 1 - 7 8 .
10. Sóbrela «amistada, véase Alihoíf Amicitiac
t und Pacta (Hanover, 1 9 9 2 ) ^ . 2 1 - 3 6 .
1 1 . Sobre la elección de 9 3 6 ; véase Widukindo, Res Gestae, 21-22.
1 2 . Del Sínodo de Ingelheim, véase Flodoaido,^/ta/íj, s.a. 9 4 S .
i \. D e La elección de 1002, véase T i e t m a J O , CÁronttM, 4 , ( 0 - ^ 4 , 5.3.
[4. E n cuanto a Ida, Widukindo, Res Gestae, 3-6.
15. Sobre el gobierno otónida, véase en general K. L e y s e r , « O n e n i a n Governmentw, en su
Medieval Germany,pp.69-1 o í . Para los reyes y los aristócratas locales, véase Leyser, Rule and Con-
_í?/íí,pp. 9 - 4 7 ; M . I n o e s , í i d í - ! í W Saciatymihe Early Middle ^ « { C a m b r i d g e * 1000), pp» 2 3 5 - 2 4 1 .
tfi. Parí, la plata, véase L B lancha r d , A / ¿ . M £ , Metallurgy and Minting in the Mlddle Ages, vói. 1
(Sturtgarr,200i), pp. 5 1 9 - 5 3 8 .
17. Sobre las guerras eslavas, véase G . Althoíf e n N C M H , vol. 3 , pp. 2 7 8 - 2 8 8 ; Leyser, Medie-
val Germany, pp. 1 4 - 4 7 ,
18. E n c u a n t o 3¡ IndiculusLoncatorum, véasz MGHyConstitutiones, vol. 1, ed. L. Weiland ( H a -
nover, i 8 9 3 ) , n . 4 3 t í .
19. D e l reino de Italia, los trabajos esenciales incluyen la obra de G . Sergi, en NCMH, vol. 3 ,
pp. 3 4 6 - 3 7 1 ; W i c k h a m , Early Medieval haly (aunque da ta demasiado pronto el momento de la des-
integración del reino de Italia); Taba eco, Srruggle; F. Bougard, La justict dans leroyaume d'ltalie
(Roma, J 9 9 5 ) ; L . P r o v e r o , V i t a l i a dtipoteri locali(Roma, 199S);G.Sergi, Jconfinidelpotere(Tü-
rín, 1 9 9 5 ) ; P- Cammaro5ano,Afo¿_-Ví'¿re(Bari, 1 9 9 8 ) , pp, 2 1 8 - 3 2 1 . Sergi y Provero citan los estu-
dios más locales que figuran en el centro d é l a historiografía italiana.
10. E n cuanto a los Ajdobrandeschi, véase S. C o l l a v ú i i , «Honora&ilis domus etspetiosissimm
comitatus» (Pisa, 1998), pp. 2 1 - 1 0 & .
2 1 . Sobre Berengario l , l o s trabajos básicos son los de P- D e l o g u , «Vescovi, conti e sovrani
nelia crisi del regno ¿raiceo», Annalidetla Sotóla specialeper archivisti e Bi&liaiecari, 8 (,9(18), pp.
3 - 7 2 ; y B. Bosenwein, " T h e F a i D i i y P o h r i c s o f B e r e n g a r T , K i n g o f Italy (888-924).*, Speculum, 71
( 1 9 9 6 ) , pp. 1 4 7 - 2 S 9 . E l panegírico es la Ge¿ra Beiengarü Imperatoiis, ed, P. v o n Winteríeld, MGH t

Poetae, vol-4-1 (Berlín, 1 8 9 9 ) pp. 3 5 4 - 4 0 1 ; pone especial énfasis en la coronación imperial de B e -


rengario de 9 1 5 .
1 1 . Sobre Lturprando, véase P . B u c , TkeVangets of Ritual (Princeton, 2 0 0 5 ) , pp. 1 5 - 5 0 .
2 3 . E n cuanto a Otón I I I , véase G . Althoff, OttoIII(State College, Pa , 2003).
24. Sobre el sur de Italia, véase G . A . L o u d , e n A O t f t f , vol. 3,pp* 6 2 4 - 6 4 5 ; P. S k i n n e r , í a n u ^
Power in Southern liaiy (Cambridge, »99S); B, M. Kreura, Befare the JVbrmaflj (Füadelfia, 1 9 9 1 ) ;
M. Martin, en Síructurtsféodalesetféodaüsme dosis CüccidemmíditerTasíéen {X'-XIIF j¡¿¿ríejJ{Roma,
1 9 8 0 ) , pp. 5 5 3 - 5 8 6 ; H. T*vi^-C*tQm I^prinapautélombarda
t de Sáleme (JJC^XF siécle) (Roma,
1991).
2 5 . P a r a Roma, véase sobre todo P. T o u b e r t , X e j struciures duLatium medieval (Roma, 1973),
pp. 9 6 0 - 1 0 1 4 .
26. 5obre la Burgundia, véase C . B. Bouchard en NCMH, v o l . 3 , pp. 3 2 S - 3 4 5 . Nótese que el
ducado de Burgundía era diferente del reino, y estaba más al norte, en Ja Francia Occidental.
2 7 . Sobre Ja Francia Occidental, los principales trabajos aparecen en NCMH t vol. y , Dunba-
bin, France^.-P. P o l y y E, Boumazel, The Feudal Transformarían. 0 0 0 - 1 2 0 a (Nueva Y o r k , f 9 9 i ) ;
K. F. Werner, Lesorigms avant Van Mi! (París, J 9 E 4 ) , pp. 4 B 7 - 5 6 ] ; la elegante defensa del período
en G . K m í o l , «Ts R o b e n l in He].?», EME, 14 (2006), pp. 2 3 3 - 2 6 7 ; y el clásico, J . D h o n d t , . f í W i y
sur la naissance des principantes territoriales en Trance f/JF-X1
siecle) (Brujas, 1 9 4 8 ) .
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS 725

3.B. Flodoardo, Anales, s.a. 920.


29- Sobre hacer venir a Rodolfo, véase Flodoardo, Anales, s.aa- 9 2 3 , 9 2 5 .
30- Sobre Luís y Hugo, véase Flodoardo, ^lo/df., s.aa, 9 4 5 , 9 4 6 , 9 4 8 , 9 5 0 , E n cuanto a O t é n l
y B r u n , ríirf-, pp. 9 5 4 , 9 5 8 - 9 6 0 , 9 6 1 ; c£ Briihl, Deutschland-Frankreich, pp. 4 7 9 - 4 9 2 . E n cuanto a
Lotario, véase G . Koziol, Begging Pardan and Favor (IÚiaa> N Y , 1 9 9 2 ) , pp. 1 1 3 - 1 7 1 .
3 1 . E n cuantos la elección de 9 S 7 y H u g o , entre muchos, véase Y . §as&ieT,Hugues tapet (Pa-
rís, 1 9 8 7 ) ; C . C a r o z í i , en Le Muyen Age, 8 2 ( 1 9 7 6 ) ^ . 4 5 3 - 4 7 6 . Para la cita de G e r b e n o , Canas,
55, traducción de L a crin,
32- Sobre los «principados», véase D h o n d t , Naissance; D , Bates y M. Z i m m e r m a n n , en
NCMH, vol. 3 , p p . 398-45 5, con bibliografías extensas sobre las monografías regionales. Para N o r -
mandía, un texto importante en inglés es el trabajo de D , Bates, Normandy befare 1 o6*6*(Londres,
1982)1 véase también E. Searle, Predatory Kínship and the Creation of Norman Power, S40-10GG
(Berkeley, 1 9 8 8 ) ; particularmente digno de atención es, para Maine, R. E. Bartan,Lordihip In the
Caunty of Maine, c. Sgo-1 i6o (Woodbridge, 2004).
3 3 . P a r a G u i l l e r m o V , véase T . Head y R- Landes (eds.), The Peace of Cod (Ithaca, N Y ,
1 9 9 7 . ) esp. los artículos de A , Debord y R. Landes, pp. 1 3 5 - 1 6 4 , 1 8 4 - 2 1 8 ; J . Martindale, Statusf

Authority and Regional Power (Aldershot, 1 9 9 7 ) , esrudios V I (concilios de paz), V I I - V I I I (Hugo de


Lusignan); B. S. Bachrach, en Journal of Medieval History, 5 ( 1 9 7 9 ) pp. 1 1 - 2 1 ,
34- E n cuanto a A b ó n , véase M. Mostert, The PoliticalTheology ofAhbo ofFleury (Hilversum,
1987), p,ej,p,i37.
35. Para la actividad literaria, véase un resumen en C . Leonardi, en NCMH, vol. 3 , pp. 1 B 6 -
2 1 1 . Para Rosvita, véase P . D r o n k e , Women Writersofthe Middle Ages (Cambridge, 1 9 8 4 ) , pp. 5 5 -
33-
36. Sobre los traductores, véase Liutprando, Conceming King Otto t c. 1 1 , en Complete Works,
pp- 2 2 8 - 1 2 9 . C £ Floáoaido, Ana/es, s.a. 948 y R i c h e r / í u r o n o e 3 . 3 5 ; a m b o s tratan asimismo sobre
3 3

las traducciones del latín diplomático o ceremonial.


3 7 . Gesta Ottonis, en La traducción d e B . HÚ\, Medieval MonarchyinAcuon (Londres, 1 9 7 2 ) ,
pp. 1 1 8 - 1 3 7 .
3 8 . Hugo a Teófano, véase Gerberto, Cartas, 146, trad. de Lartin,
39. Sobre la organización, véase Liutprando, Antupodosis, 5 - 3 3 , en Complete Works, p . 194;
T i e t m a r o , Chronicon, 4 . 3 8 para A r n e b u r g , estudiado con Misma en L e y s e r , «Ottonian G o v e m -
meno>, p. 84.
40. Sobre las asambleas, véase el estudio general de T . Reuter, en P. Linchan y J . L. Nelson
(eds.), The Medieval World (Londres, 2 0 0 1 ) , pp, 4 3 2 - 4 5 0 ; Richer, Historias, 4 . 1 1 ; Widukindo, Res
Gestae, 2 . 1 0 , 3 - 1 6 , 3 2 , 4 1 , 7 0 , Para las asambleas jurídicas francesas, véase G. D u b y , Hommes et
structures du Moyen Age ( P a r í s , 1 9 7 3 ) , pp- 7 - 6 0 para el modelo clásico; el reciente debate sobre la
justicia francesa (véase especialmente W . C B r o w n y P . Górecki,eds-, Conflict in MedievalEurope,
Aldershot, 2003) no afecta a caros puntos.
4 1 . Sobre las Spielregeln, véase G . Alrboff, Spielregeln der Politik im Mittelalter (Darmstadt,
1 9 9 7 ) , esp. pp. 2 1 - 5 6 , 1 5 7 - 1 8 4 , 2 2 9 - 2 5 7 . Althoff, Family, Friends and Folloivers pp- y 1 3 6 - [ 5 9 , pre-
senta brevemente el modelo en inglés. Véase además Leyser, Communications, pp. 1 8 9 - 2 1 3 ; Fichte-
nau, Living, esp- pp- 3 0 - 7 7 , 4 0 3 - 4 1 6 .
4 1 - S o b r e las reuniones, véase F i o d o a r d o ^ n a / w , s.a. 9 4 8 ; M G H , Constituticnes, v o L t , n - 1;
Flodoatdo, ^fla/ffí, 8,3.924; Rodolfo Glaber,//¿rorzae, ed. y trad. de J. France (Oxford, 1989), 1.5.
Para toda esta parte y la que sigue, véase K o z i o l , Begging Pardon and Favor, el análisis básico.
4 3 , Sobre el adventos, véase Liutprando, Antapodosis, 3 - 4 1 , en Complete Works,p- 1 3 1 ; Richer,
Historiae, 3.4.
4 4 , E n cuanto a los perros, véase Widukindo, Res Gestae, 2.6. Cf, para L u i s I I , Cap,, vol- 2, si.
218, c.9.
4 5 , Sobre la subversión, véase D u d ó n , Historia normanda, en la ed- History of the Normara,
trad. de E. Christiansen (Woodbridge, 1 9 9 8 ) , 2 , 2 9 ; TieEmaro, Chronicon, 2-28, 5-3-7- Para la cues-
tión general de la presentación literaria, véase Buc, Dangersof Ritual.
4 6 , Para la paz de D i o s , véase en general Head y Landes, Peace of God.
4 7 , Sobre Silvestre y Agapito, véase Gerberto, Cartas, 2.44, trad. de Latrin; Flodoardo, Ana-
les, s.aa. 947-949. Véase rambién el detallado y breve trabajo de G . Tellenbach, The Church In Wes-
tern Europe from i he Tenth ¡o the Early Twelfth Century (Cambridge, 1 9 9 3 ) , pp- 6 5 - 7 4 ,
72Ó EL LEGADO D E ROMA

48. Sobre las reinas madres, etc., véase P. Stafford, Qtieens, Concubines andDowagers (Lon-
dres, ' 9 3 3 ) , pp. 1 4 9 - 1 "ízypassiiri; R. L e Jan, Famille etpouvoirdans le monde jianc {VIF-X tiéclej
(Paris, 1 9 9 5 ) , pp. 3 7 1 - 3 7 9 , que cambien hace hincapié en la mayor importancia de los grupos nu-
cleares de la familia como razón para explicar el poder de las viudas. Para Matilda, véase TietmafO,
Chroniton, 4-4 J. Para Liutprando, véase P. Buc, «Italian Hussies and Germán Marrons»,ivv¿'njW/-
altetluhe Srudien, 2 9 ( 1 9 9 5 ) , pp. 2 0 7 - 2 2 5 .
49. Para la cuestión del olvrdo del siglo x , véase P. J . Ge&ry^PkantomsojRemembrante (Prin-
ceton, 1994), esp-pp. I J 4 - I 5 7 ; C , Wickham, Land and Power (Londres, 1994), pp. 1 7 5 - 1 9 3 ; Rodol-
fo G l a b e r , / V ú r o W , 1 . 5 , 7 , 9 .
50. Sobre el recuerdo de Carlomagno, etc; A - G - Remensnyder, Rememhering Kings Past
(•.chaca, N Y , 1 9 9 5 ) , pp- 1 1 6 - 2 1 1 ; en general, véase también T . N. Bisson, en Speculum, 65 ( 1 9 9 0 ) ,
pp, 1 8 1 - 3 0 8 .

19. L A . I N G L A T E R R A « C A R O I J N G L V " , 8 0 0 - 1 0 0 0

L o s mejores rrabajos generales sobre la Inglaterra del siglo i x y x son los de P. Wormald y E- John
en J . Campbell ( e d ) , The Anglo-Saxons (Oxford, 1 9 8 2 ) , pp. 132-10(1; 5 . Keynes en NCMH, vol. 2,
pp. 3 7 - 4 2 , y vol- 3 , p p - 4 5 6 - 4 8 4 ; y (el texco clave para el período posteriora 900) P, Stafford, Unifi-
caron nndConquesi (Londres, 1989)- P- Stafford, '¡King and K i n , L o r d and CommunÍtyj',eneínJffíTí,
Gender, Family andihe Legitimatton oj Power (Aldershot, 2006), estudio V I I I , es un análisis impor-
tante de Ea sociedad inglesa en el período, próximo a la perspectiva de este capítulo. E l clásico de
siempre sigue siendo F. M Srenron, Anglo-Saxon England¡ 3 ' ed. ( O x f o r d , 1 9 7 O , L a guía biblio-
gráfica fundamental es de S. K e y n e s , Angh-Saxon Hütttry: A Seieci £ib/iogTaphy(CiTnbñdge t ac-
rual¡2ada y reeditada con regularidad); una versión ligeramente interior que Ja actual puede encon-
irarse en http://wiVw.trin.cam.ac.uk/sdk13/asindejr.hrmJ. Para la cuestión del gobierno, el
estudio más reciente es el de A . W i l l i a m s , Kingship and Government in Pre-Conqtiest England, ta.
5o0-1 oCG (Basingstoke, 1 9 9 9 ) ; para la iglesia, el nuevo clásico es j . Blair, The Church in Anglo-
Saxon Society (Oxford, 2 0 0 5 ) .

1. Sobre Wynfla:d y Leorwme, el texro está editado y traducido por A . J . Robenson, Anglo-
Saxon Chaners (Cambridge, 1 9 3 9 ) , n 66; el comentario más completo está en P, Wormald, « G m n g
G o d and Kíngtheir D U Í K , Settimane di studio, 44 ( 1 9 9 7 X pp. ^49-490. Las leyes son 3 Edgardo, ce.
í, 5.2, trad. en EHD, vol. J , pp. 4 3 2 - 4 3 3 . Básico para tos juicios en la c o n e e s P . Wormald, en W .
D a v i e s y P. F o u r a c r e ( e d s . ) , The Setilement of Disputes in Early Medieval Europe (Cambridge,
1986), pp- 149-lúS,
a- E n cuanto a Kent, véase S. Keynes, en EME, 2 ( 1 9 9 3 ) , pp. ' 1 ' - 1 3 1 . Sobre Mercia, ídem en
M. A. S. Blackhurny D , N. Dumville (eds.), Kings t Currency and Alliances (Woodbridge, 1 9 9 8 ) ,
pp, 1 - 4 J . E l resto de reinos del siglo i x están mejor trabajados en Los estudios citados arriba.
3, Sobre los vikingos, es básico en cuanto a su impacto y la escala el [ e x i o d e N . P, Brooks,
"Engiand in the Ninih C e n t u r y T h e Cfucible of Defeat», ahora en su libro Communiáet and Warfa-
rí, joa-1400 (Londres, 2000), pp, 4S-Ü8; para el contento escandinavo, véase P, Wormald, en R.
T , Farrell (ed.), The Vikings (Chiche«ec, 1 9 ^ , pp. 118-153; véanse también la nota 2 3 . más abajo.
4. Sobre Alfredo, véase S. K e y n e í y M. Lapídge, Alfied the Great (Harmondsworth, 1 9 8 3 ) ,
que incluye traducciones de la mayoría de textos alfredianos; R. Abéis, Alfied the Great (Londres,
1098), es la mejor biografía; T . Reurer (eé.) 7 Alfied the Great (AJdershor, 2 0 0 3 ) ; P. Wormald, »Al-
fred ( 8 4 8 / 9 - 8 9 9 ) » , en Oxford Dicn&nary of National Biography ( O x f o r d , 2004), al que se puede ac-
ceder online en http://www-oxforddnb.com/view/arriclc/183 [ahora http://www.oxforddnb-
c o m / i n d e x / o / 1 0 roao 183 / ] .
5-Sobre los títulos usados por Alfredo, véase Asser, c. 87, y la Crónica anglosajonas a. 900,
trad. en Keynes y Lapidge, Alfied, pp. 99, 120.
6. Sobre Eduardo el Viejo, véase sohre todo S, Keynes, en N. J . H i g h a m y D . H , Hill (eds.),
Edr/ard the Eider S.$<í-_9 24 (Londres, 2OO5), pp. 40-66.
7. Sobre Etelstán, véase M. W o o d , fn Search ofthe Dark Ages (Londres, t98r), pp. 1 2 6 - 1 5 0 ; D .
R Dumville, Wessex andEnglandfiom Alfied to Edgar (Woodbridge, 1 9 9 2 . ) ^ . 1 4 1 - 1 7 [. Para sus ti-
tulo*, véase W . AeG.Kivch(e¿.},Ca7triariumSaxonicitm (Londres, 1 8 8 ^ - 1 8 9 3 ) ^ . 6 ^ nn. 6 7 7 , 7 3 0 . 7 4 6
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS 727

3. E n cuanto a las reinas, véase P . Staffbrd, Queens, Concubines and Dowagers (Londres, 1 9 8 3 ) ,
pp. 1 2 4 - 1 3 4 , 148-1 j 1- Sobre los aristócratas, los análisis más importantes incluyen los trabajos de C .
R. H a n , The Danelaw (Londres, 1 9 9 1 ) , pp- 569-604; A . WilÜarns, «Princeps Merdorum Gentísu,
Anglo-Saxon England, 1 0 ( 1 9 8 2 ) , pp- 1 4 3 - 1 7 2 ; B. Y o r k e , en eadem (ed-), Bíshop jEthel-woldCWotA-
bridge, i 9 8 S ) , p p . 65-8S; Stafford, Unificarían, pp. 1 5 0 - 1 7 9 ^ . Fleming, Kings andLords in Comjuest
England (Cambridge, 1 9 9 1 ) , pp- 2 2 - 3 9 ; Stafford, «Kingand Kim»,pp, i - n , q u e hace hincapié en las
tensiones regionales y las dificultades que encontraban los aristócratas a la hora de decidir.
9- Sobre Dunstan, Etelvoldo, Osvaldo; cada una de estas figuras ha sido materia de un con-
greso reciente; N. Ramsey (ed.), St Dunstan (Woodhrídge, 1 9 9 2 ) ; Yorke, Bishop AZthtlwold; N.P,
B r o o k s y C . R, E. Cubitt (eds.), St OsAvald of ¡Vorcester (Londres, T996); estos textos están resumi-
dos en C . R. E . C u b i t t , - T h e Tenth-century Benedkrine Reform in England», enEME, 6 (1997)»
pp. 77-94, el mejor estudio sobre esta materia.
10. Sobre Etelredo I I , véase S. K e y n e s , The Diplomas ofKingjEthelred «the £/nready»,yjo-
1 0 1 6 (Cambridge, 1980), pp, 1 5 4 - 2 3 1 ; A- "Williams, Mthehedthe Uhready (Londres, 2003),
t i . Sobre el giro político, véase R. H. C - D a v í s , «Alfred rhe Great: Propaganda and Trurhii,
History, 6 6 ( 1 9 7 1 ) , pp. 1 6 9 - 1 8 2 , Para Fulco y Asser sobre la enfermedad: traducdón en Keynes y
Lapidge, Alfred, pp. 8 2 - 8 6 , 8 8 - 9 0 , 1 0 1 (Asser, ce. 74>9Ü» V Í 3 3 e
también P. Kershaw, en£Mfi", 1 0
( 2 0 0 5 ) , pp, 2 0 5 - 2 2 4 ; J . Campbell, The Anglo-Saxon State (Londres, 2000), pp. 1 2 9 - 1 5 5 . Pata las
ideas políticas, véase por ejemplo J . M. Wallace-Hadrill, Early Germank Kingshipin England andón
rhe Conrínent (Oxford, 1 9 7 1 ) , pp. 1 4 0 - 1 5 1 ; Áheh,Alfied, pp. 2 4 6 - 2 5 7 ; ] . L. Nelson, en A . J . Duggan
(td.),Kings andKingshipinMedievalEurope (Londres, 1 9 9 3 ) , p p - 1 2 5 - 1 5 8 ; Wormald, «Alfred».
1 2 . Boecio, c e 1 7 , 2 7 . 3 , traducido en Keynes y Lapidge, Alfred^ pp. 1 3 2 - 1 3 4 . Sobre Moisés,
véase P, Wormald, The Making of English ¿ d w , v o L 1 (Oxford, 1999), pp. 4 1 7 - 4 2 7 .
13. Sobre los juramentos, véase Alfredo, Laws. Cf- Introducción. 49.9, tiaducidoen Keynes y
Lapidge, Alfred, pp. 1 6 4 - 1 6 5 ; j . Campbell, Essays in Anglo-Saxcn History (Londres, 19B6}, p. 1 6 2 ;
P, W o r m a í d , en Campbell, The Anglo-Saxon$,p. 155
14. Sobre el gobierno de Alfredo, véase esp. N . P . Brooks, en Reuter, Alfre d, pp. 1 5 3 - 1 7 ] .
15. Sobre ios condados, hundreds y asambleas, véase Campbell, Essays, pp. 1 5 5 - 1 7 0 , también
desarrollado en idem, Anglo-Saxon State, pp. 1 - 3 0 . Estos dos libros defienden c o n vehemencia la
fuerza del estado inglés del siglo x. Para las fortificaciones de Mercia anteriores al a g i o x , véase S.
B a s s e t L e n É M E , 1 5 (2007), pp. 53"&5-
ití. Sóbrela ley, véase Wotmald, Making, vol. 1, pp. 2 7 7 - 3 3 0 ; para 7 Etelredo, el código de
1 0 0 9 , v é a s e E H D , vol. i , p p . 4 4 7 - 4 4 8 .
17. Sobre Etelstán y Francia, véase The AnnalsofFlodoardofReims, 9 1 9 - 9 6 6 , traducidos por
S. F a n n i n g y B . S. Bachrach (Peterborough, O n t . , 2004), pp. 9 3 6 , 9 3 9 . E n cuanto a 887-888, véase
Keynes y Lapidge, Alfred,p. 98 (Asser, c. 85); EHD, vol. i , p , 199,
18. Para Etelvoldo y el continente, véase P. W o r m a l d , en Y o r k e , Bishop AZihelwold >p*ir 13-41-
Para Wulfstano, véase M. T o w n e n d (ed.), Wulfstan, Archh'tshop of York (Turnhout, 1 0 0 4 ) ; W o r -
mald, Making, v o L T,pp. 3 3 0 - 3 6 6 ,
19. Sobre Ansegiso, véase W o r m a l d , Making, vol. i , p . 3 4 4 , ^ 4 2 5 - 4 2 6 . Sobre la confianza en
sí mismo, ibid.,pp r 444-445.
20. Sobre la escritura, véase S . Keynes, «Royal Government and the Written W o r d in Late
Anglo-Saxon England», en R. McKitrerick ( e d . ) , The Uses ofLiteracy in Early Medieval Europe

(Cambridge, 1990), pp. 2 2 6 - 2 5 7 ,


2 1 . Sobre los saqueos, Anglo-Saxon Chronicle,pp. 969, 986, 1041 (EHD, vol. i , p p . 2 2 7 - 1 3 3 ,
260, cf. 284).
2 2 . S ó b r e l o s impuestos, véase M. K. L a w s o n , en English HistoricalReview,*)*) ( 1 9 8 4 ) , pp.
7 2 1 - 7 3 8 , y el debate posterior con J . Gülingham, en 104 ( 1 9 8 9 ) , pp. 3 7 3 - 4 0 6 , y en 105 ( 1 9 9 0 ) , pp.
939-961,
2 3 . L a cuestión del impacto vikingo ha suscitado u n largo debate desde que P. Sawyer (The
Age of the Fikíngs, Londres, 1 9 6 2 ) intentó minimizarlo por primera vez. Y a no se aceptan sus cifras
a la baja sobre la amplitud del ejército vikingo (Brooks, .-England in the Nínth Centuryu; G . H a l -
sall, ¡Varfare and Society in the Barbarían West, jío-ffoo (Londres, 2003), pp. 1 1 0 , r 1 3)5 pero traba-
jos recientes más matizados, tanto de historiadores como de arqueólogos, tienden a respaldar un
enfoque relativamente minimalista: D. M, Hadley, The Northern Danelaw (Leicester, 1 0 0 0 ) , pp-
29S-341-gaitera, The Vikings in England (Manchester, 2006); J . D . Richards, Viklng Age England
7*8 E L LEGADO D E ROMA

(Stroud, 2000), pp. 49-77. Estos dos últimos libros son un nuevo pumo de m i d o para los estudios
angloescandinavos.
24- Sobre Maldon, véase D . G . S c r a g g ( e d . ) , The Battle of Maldon, AJÍ.991 (Oxford, 1 9 9 1 ) ,
con un lextodel poema, y J . C o o p e r ( e d . ) , The Battle of Maldon (Londres, 1995}- Compárese con I*
Crónica anglosajona,py. 1 0 1 0 (£?/£>, vol. t , p , 1 4 3 ) . Para Byrhtnoth, véase también H a n , Danelaw,

2 5 . Sobre ia difusión del Domtsday Book, véase D . H i l l , An Adas of Anglo-Saxon England


(Oxford, 1 9 8 1 ) , pp. 1 0 1 - 1 0 4 (todo el libro cuenra con unos valiosos mapas)^ P. A . Clarke, The En-
glish Nobiiiry undtrEdwardthe Confessor (Oxford, 1994), pP- 3 " ó o 1 4 7 - 1 5 0 .
I
J

26. Sobre Hurstbome, véase Robenson, Anglo-Saxon Charters,n. n o . Para esio y las páginas
siguientes he seguido sobre todo a R Fa¡th, The English Peasanay and the Growth ofLordship (Lei-
cester, 1997), pp, t - i 7 7 ¿ y véanse ademas J . Blair, Anglo-Saton Qxfordrhire (Stroud, 1994), pp, 77-
79¿ Hadley, Nonhern Danelaw; C , W i c k b d m , Framing the Early Middle Ages ( O x f o r d , 2 0 0 5 ) pp.
3 1 4 - 3 2 6 , 3 4 7 - 3 5 1 - E l clásico es F. W . Maitland, Domesdoy Book andBeyand(Cambridge, 1897).
Para las Rectitudincs, véase la traducción en EHD, vol. 2, pp. B75-B79 y P- D . A , Harvey, en English
Historical Rerlew, 108 ( 1 9 9 3 } , pp. 1-zJ..
2 7 . Sobre los thegns de Worcester, véase A . W a r e h a m y V . K i n g , en Brooks y Cubitt, Oswald,
pp. 4 6 - 6 3 , 1 0 0 - 1 \á.
2 $ . Sobre los pueblos, véase C . L e w i s e / a ¿ , Vtítage, Hamltt and Fietd(Macclesfield, 1997).
29. Sobre Ja red urbana y de producción, Richards. Viking Age England, pp. 7 8 - 1 0 8 , 1 3 9 - 1 7 7 ,
nos ofrece una buena introducción. Véase además el debaie basado en los documentos sobre la lana,
ere., en P. H . Sawyer, «The Wealth of England in ihe Eleventh Cenmry», Transactions oftke Rcyal
Historical Society, f .* serie, 1 5 ( 1 9 6 5 ) , pp- 1 4 5 - 1 6 4 , esp. pp. 1 6 1 - 1 6 3 .
30. Sobre R a u n d s , véase G , E . C a d m a n , «Raunds 1 9 7 7 - 1 9 S 3 ™ , Medieval Archaeology, 27
( 1 9 8 $ ) , pp. 1 0 7 - 1 1 1 . E n cuanto a G o l i h o , véase G , Beresford, Gclthc ( L o n d r e s , 1 9 * 7 ) . Sóbrelas
iglesias, véase Blair, Church, pp. 3GE-425-
3 1 . Sobre fa fragmentación y los sochemanni del Danelaw, véase Hadley, Northern Daneiaw,
pp, 1 6 5 - 2 1 i, Faiüi, English Peasantry,pp-111-115.
32. Sóbrelos desplazamientos de las familias, puede verse Fleming, Kings and Loras. Para el
control real estratégico sobre la tierra hasta el siglo x i , cuando muchas concesiones de tierras esta-
ban vinculadas a los cargos y se podían revocar, véase 5, Baxter y J . Blair, en Anglo-Norman Stadies,
¡ 8 ( 2 0 0 6 ) , pp 10-46
33. Sobre fa participación militar, véase R. P. A b é i s , L o r d s h i p andMiliiarv OhiigationinAnglo-
Saxon England (Berkeley, 1 9 8 8 ) . E n cuanto a la asamblea de la cernería, véase = 1 Edgar*, de la déca-
da de 940 o 9 5 0 , traducido en EHD, vol. 1, p. 4 3 0 .

20. L A E U H O P A rxTEBJOR

N o hay panorama general que cubra íodas las sociedades de este capítulo, por h> que presentare por
separado la bibliografía general y más detallada de cada zona cultura!.
C o m o introducciones básicas a la historia de Escandí na vía hasta 1000 en inglés, tanto K. Helle
(ed.), The Caméridge History of Scofldinavia, v o L 1 , (Cambridge, 2 0 0 3 ) , como H. y P. Sawyer, Mt*
diev&lScandinavia (Minneapolis, 1 9 9 3 ) llegan hasta 1500. Véase también P, Sawyer, Kings and Vi*
kings (Londres, 1 9 8 * ) . H a y algunos árcenlos valiosos en J . Jeseh (ed.), Thr Scandinaviansfrom the
VendelPeriod le ihe Tenth Centiny (Woodbridge, 2 0 0 2 ) .
Sóbrelos vikingos, fa bibliografía inglesa explota de forma incontrolable y solo cabe citarlos
estudios clave. G , j o n e s , A History of the Fikmgs{Oxfor¿, 1968) es un esrudio tradicional > basado
en la literatura; P, Sawyer, The Age of the Vikings (Londres, 1 9 6 1 ) es el análisis clásico, centrado en
los problemas ame ei que reaccionan todas las obras posteriores; entre las obras colectivas recientes
r

se incluyen J . Grabam-Campbell (ed,), Cultural Adas of the Viking #Wí/(Abirigdon, 1994) y P.


Sawyer (ed.), The OxfordIllustrated History of the Vihngs (Oxford, 1997).
V

1. Para Rimberto, véase Life of Anskar, trad. C . H , Robinson, disponible en hrtp:/Avww-


fordham.edu/halsall/basis/anskar.aspi ce. 26-28 para los suecos (cita, erad, propia^. 2 6 ) ; véase I.
W o o d , TheMissionatyLife (Londres, i o O í ) , p p . j [ 3 - 1 4 1 ,
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS 719

1, Sobre H á k o n , Snorrí Srurlason, Heimskringla, trad- S . L a i n g y P- Foore (Londres, 1 9 6 1 ) ,


4.32.
3. Para G u d m e , véase sobre t o d o P . O . Nielsener ai (eds.), The ArchaeologyofGudmc and
Lundeherg (Copenhague, 1 9 9 4 ) . Para Dinamarca ames de 700, véase también L . Hedeager, /ron-
age Sociales ( O x f o r d , 1 9 9 2 ) ; varios artículos en Anglo-Saxon Studies in Archaeology and History, lo
( 1 9 9 9 ) ; y U . Nasman. e n R . H o d g e s y W . Bowdtn (eds.), The Sixth Century ( L e i d e n , 1998)» pp,
2Í5-27&-
4. Para La Dinamarca de Godofrido y H o r i c , véase K, Randsborg, The yikingAge in Den-
tnark ( L o n d r e s , 1 9 8 0 ) ; E. Roesdahl, ViktngAge Denmark ( L o n d r e s , 1 9 8 2 ) ; U . N á s m í n , en L L,
Hansen y C . Wtckham (eds.)* Tac Long Eighth Century ( L e i d e n , 2 0 0 0 ) , pp. 3 5 - 6 8 ; P. Sawyer,
rdíingsaud Royal Power», en P. Mortensen y B . Rasmussen (eds.), Fra stamme tilstar i Banm&rk,
vol. 1 (Hajbjerg, 1991)» PP- 2 8 2 - 2 8 8 - C o n posterioridad a 900, véanse las obras generales citadas
más arriba.
5. Para Noruega antes de Harald, véase p. e¡. B. Myhre, «Chieñains' G r a v e s and Chiefdom
Territories in South Norway in the M igra don Períod», Studien {W SacAsenJbrschung, 6 ( E 9 8 7 ) , pp.
169-1 £ 7 ; para después de Harald, véanse las obras generales citadas más arriba.
6 Sobre Islandia, J . Byock, VikingAge Ictland (Londres, 2 0 0 1 ) , esp. pp. 6 3 - 1 4 1 . Para la po-
lítica de las asambleas, véase Sawyer y Sawyer, Atedia -al 5candinavia,pp. 80-99. Para la ley norue-
ga, véase L . M. Larson, The Earliest Nonvegian Laws (Nueva Y o r k , 1 9 3 5 ) -
7. Sobre los esclavos, R. M. Karras, Slavery and Jorre./ tn Medieval Scandinavia (New Ha-
ven,198B).
3. f/ávamél, en erad. C . Larringron, The Poeüc Edda ( O x f o r d , 1996), pp. 1 4 - 3 8 ; citas de las
estrofas 1 , 1 5 , 3 8 , 1 8 , 9 0 .
9. E n cuanto a los perdedores políticos, véase P. Wormald, en R . T . Farrell ( e d . ) The f Vikings
(Chichester, 1 9 8 2 ) , pp. 1 4 1 - 1 4 8 : 5 . Coupland, EME, 7 { 1 9 9 8 ) , pp. 8 5 - 1 1 4 .
10. L a cita de Sawyer procede ótAgeofthe fákings, p. 194.
1 1 . Sobre í v a r , véase esp. A . B. S m y t h , Sfandinavian Kings in the Brilish Isles, SS0-SS0
(Oxford, 1 9 7 7 ) -
1 1 . Para Harald, SaoiñyHeimskringla, 10.2-tí, 7 9 - 9 2 .

L o s antiguos esclavenos o eslavos uenen una cobertura cada ves mejor en obras publicadas en
inglés y basadas sobre la extensa arqueología de la Europa oriental. Ahora Las mejores son F. Curta,
Southeajiern Europe in the Middle Ages, Soo-tiSo (Cambridge, 2 0 0 6 ) , que desarrolla su TheMa-
king of¡he Slavj (Cambridge, 2 0 0 1 ) , centrado en la Europa suroriental; y , más en general, P . M.
Barford, The Early Slavs (Londres, 2 0 0 1 ) . L a antigua R u s se analiza con brillantez en 5. Frankliri y
J. Shepard, The Emergence ofRus TSQ-ISQQ (Londres, 1996)- Me he basado ampliamente en estos
cuatro. Para estudios más breves de autores checos y polacos, véase M. Gojda, The Aneient Slavs
(Edimburgo, 1 9 9 1 ) y P. Urbariczyk (ed.), Qnginsaf Central Europe (Varsovia, 1 9 9 7 ) ; también hay
artículos importantes e n F . C u r r a ( e d . ) , East Central andEastern Entupe in the Early Middle Ages
(Anxi Arbor, 2 0 0 5 ) , que con nene una bibliografía ingente de obras en lengua inglesa. E n estas obras
también se representan todas las ramas del debate sobre la emogénesis de los pueblos germánicos
(arriba, capítulo 4 ) . E l siglo x. lo analizan bien T . S . Noonan, J . Strzelczyk, K. Bakay (para H u n -
gría) y J . S h e p a r d , en NCMH t vol. 3 , p p . 4 8 7 - 5 5 1 , 5 6 7 - 5 8 ^ ; para este período véase también el estu-
dio de F. D v o r n l k , TheMakingof Central and Eastern Europe (Londres, 1 9 4 9 ) , que no es arqueoló-
gico pero, pese a su carácter antiguo y tradicional, sigue siendo interesante. L. Leciejewicz, GUslavi
occidentali{$yo\txx>j 1 9 9 1 ) es un perspectiva general sintética e importante sobre las tierras occiden-
tales.

13. E n cuanto a las distinciones, personalmente estoy más próximo a Curta, The Making.
i 4- E g i n h a r d o , Vida de Carlomagnft l e n Ja ed, Life of Charlemagñe ¡ trad. P. E. D u n o n ,
Charlámagne 'sGwrtier (Peterborough, O n t . , 1 9 9 8 ) , pp. 1 5 - 3 9 , ^ 15*
15, Sobre los {ortpaniai, Constantino Po rfi rogé neta. De Administrando Imperio^ ed. y trad G-
Wotavcsik y R. J . H.Jenkins (Washington, 1 9 6 7 ) ^ , 30 (c£ ce. 2 9 , 3 1 , 3 4 p a r a { ™ / > a m H ) -
i d . Para Tesalónica, Les plus andens recueils des mitades de Saint Démétrius, vob 1, ed. y trad,
P. L e me ríe (París, 1 9 7 9 ) , pp. 169^174.
17. Para los asentamientos y fortificaciones del siglo virt, véase esp. Barford, The Early Slavs,
EL L E G A D O D E R O M A

8 3 , 11 Í _ i 1
3j 3
l 1 - 1
3 5! C u n a , The Maktng, pp. 2 4 7 - 1 1 0 ; Gojda, The Ancient Slavs, pp-16-435 7^"94*
Z . K o b y l i n s k i , e n Urbaríczyk, Origins, pp. 9 7 - 1 1 4 ; Barford, en C u r t a , East Central andEastem
Earape, pp- 66-7O-
18. Sobre el comercio de esclavos, M, M c C o r m i c k , Origins oftheEuropean Eeonomy (Cara-
bndge, 2 0 0 1 ) , p p - 7 3 3 - 7 7 7 (pp- 7 3 7 - 7 2 8 para j d a m í y ¡«esclavo»).
19. E n cuanto 1 los avaros, véase sobre codo W . Pohl, DU Aviaren (Munich, 1 9 8 8 ) .
¿o. Para los húngaros, véase K, Bakay, e n NCMH, vol. 3 , p p . 5 3 6 - 5 5 2 ; A. Bartha, Hungañan
Socitty in the Ninth and Tenth Centuries (Budapest, 1 9 7 5 ) .
2 1 - S o b r e la R u s , Frankh'n y Shepard, The Emergente, pp. 3 - 1 8 0 ; T . S- N o o r a n , en NCMH,
vol. 3,pp- 4 8 7 - 5 1 3 ; Barford,. The Early Slars, pp. 2 3 2 0 4 9 . Sigo a Frankhn y Shepard parala fecha
de la ocupación de K i e v por parte de los rus,
22. Sobre Rogvolod y O l g a , TheRussianPrimary Corónide:Laurentian Text, trad.S. H . C t o s s
y O , P- Shetbowítz-Wetzor (Cambridge, Mass- 1 9 7 3 ) , pp- 9 1 , 7 8 - 8 7 . E l texto se fecha esenciaU
T

mente en la decada de 1 0 1 0 , aunque podría contener material que empezaría en la de 1060; véase A .
Rukavishníkov, EME, 1 2 (2003), pp- 5 3 - 7 4 .
1 3 . Para los eslavos orientales, véase esp- S. Franklin, Writing, Society and Culture in Early
RÜS,<:. 9 5 o - s 3 0 0 ( C a m b r i d g e , 2 0 0 2 ) , p p . 3 6 - 4 0 , 8 3 - 1 0 0 , 1 1 0 - 1 5 (sóbrela pervivenciadel antiguo
noruego), 1 3 3 - 1 2 4 .
1 4 . Sobre murallas y ciudades, F r a n k l i n y Shepard, The Emergence, pp. 1 7 0 - 1 8 0 ; Barford, The
Early Slavs, pp. 1 4 6 - 2 4 7 ; compárese con P. Squartitj, en Past andPresent, 1 7 6 ( 2 0 0 2 ) , pp. 1 1 - 6 5 ,
15. Para Moravia, véase p, ej, Barford, The Early Slavs, pp. roG-i 1 1 ; F, Graus CE al.. Das
gTGísmahnjchñ Rekh {Fragüe, L 966). e n alemán y francés; Curta, SoinheastemEiuope.pp. 124-134;
J. P o u l i l , «Mikulcicen, en R- Bruce-Milford (ed.), Receñí Arthaeological Excv-va¡ions m EuiOpe
( L o n d r e s i|>70.PP- ~ 3 - 1 I

26- E n cuanto a la teoría de Sirmio, véase l. Boba, Moravias History Reconsidered (La Haya,
1 9 7 1 ) ; Ci R. BowhiS, Franks, Moravians andMagyars (Filadelña, 1 9 9 5 ) , esp. pp, 5 - 1 8 .
27. Sobre Croacia, en inglés, véase Curta, Southeastern Europe, pp, 1 3 4 - 1 4 7 , 1 9 1 - 2 0 1 ; N . B u -
dak, en Hartas Arúam Medievalium, 3 ( 1 9 9 7 ) , pp. 1 5 - 2 2 ; y los artículos de M. Ancic y N . Jafcsic, en
G . P. Brogiolo y P. D e l o g u ( e d s . ) , L 'Adriático dalla tarda Antichita aíl'eta carolingia (Florencia,
2 0 0 5 ) , pp. 2 1 3 - 2 4 3 , con citas de otras obras en italiano y croata-
28. Para Bohemia y Polonia, véase J . Srrzclczylt, en NCMH, vol- 3,pp- 5 1 6 - 5 3 5 ; Barford, Tht
Early Sl¿\>¡, pp. 1 5 1 - 2 6 7 ; P, Manteuííel, The Formada/i of ¡he Polísh State (Detroit, i p S a ) ; y P. Bar-
fotd, P. U r b a n o y k y A . Buko, en C u n a , East Central and EastemEurope,po-/'j-%^, 139-151, i6r-
178
it). Sohre Bretaña, J. M. H-Smith, Provtnce and Emptre (Cambridge, 1992)-
30. Sobre los Imtjios, Tietmaro, Chronicon,Mȇ. D . A . W a r n e r , Ottoman Gcrmiwj'(Mancbes-
1er. 2 0 0 1 ) , 3 . 1 7 - 1 9 , 4 . 1 3 , 6 2 2 - 2 5 (25 para las asambleas), 7.1S4.

E l análisis más completo de Gales es el de Wendy Davies en dos libros, Wales in the Early
Middlt Ages (Leicester, 1 9 8 2 ) y Pattems qf Power in Early ¡Pales (Oxford, 1 9 9 0 ) ; también son rtlc-
vaniesla importante síntesis del período posterior a 1063 por Rees Davies, Conques^ Coexistence and
Change ( O x f o r d , 1 9 8 7 ) , y K . L . kiaun¿,Irefand, Wales ! andEngland in the Eleventh Century (WoüdI-
bridge, 1 9 9 1 ) - Para Escocia, véase A . A . M. D u n c a n , Scotfand: The Making ofthe Kingdom (Edita-
burgo, 1 9 7 5 ) y A- P. Smyth, Warlords andHoly Men (Londres, 1 9 8 4 ) ; para las áreas escandinavas, B.
E. Crawíord, Scandinavian Scosiünd (Leicester, 1 9 8 7 ) ; para u n punto de vista alternativo, véase B, T .
Hudson, The Kings of Celtic Scotland(Wt$tpoti, C o n n . , 1994). Aquí, las obras detalladas recientes
dan a entender que se prepara una nueva síntesis del período, pero en la actualidad todavía se expresa
con mayor claridad en obras relativamente breves, en particular las de T , O . C l a n c y y B, E .
C r a w f o r d , e n R . A . H o u s t o n y W - W , J , Knox (eds,), TheNeivPengidnHisu>ryofScotland(Lon<\te.s,
i o o t ) , p p . 5,6-8 i ; S . M. Foster, PÍOS, Caéis and SCBU (Londres, 1 0 0 4 ) , pp. 1 0 4 - 1 1 4 ; K. Forsyth,en J-
Wormald (ed.), Scotland: A History (Oxíotd*2QWi'), pp.,
21 - 3 4 ; y D . Broun, Scottish independence and
1 he Idea ofBtiíain (Edimburgo, 2007), pp. 7 ^ 7 . Ahora véase también A . Woolf, From PictlanJto
Alba, f$!t-ibjo (Edimburgo, 2007). Irianda es la míe ha recibido hasta ahora una síntesis menossa-
tisfactoria; los libros citados en el capítulo 7 o bien lerminanen 800-850 o bien denen secciones débi-
les, en To que respecta ai siglo i x . Esto til rimo e s particularmente cierto de D . ó Croinin (eá.),ANeu>
History oflreland, vol. 1 (Dublín, 2005), que llega al punto de omitirá Brian Boru, L a mejor guía es
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS

sin duda la de D . Ó Corráin, Irelandbefare the Normaos (Dublín, 1 9 7 1 } , pese a la brevedad d é l o que
cubre. Véase también N. Patrerson:, Cartle-lords and Clansmen (Norte Dame, Ind.-, 1994)*

3 1 . Parala Gran profecía, véase Armes Prydein, ed. y trad. I. Williams y R. Bromwich ( D u b l í n ,
r 9 7 i ) ; cita de los versos r 2 5 - 1 2 6 .
3 2 . Sobre Maredudd, véase D . K Thorntotí, en Welsh History Revíew^ 18 ( 1 9 9 6 - 9 7 ) , pp. 5 6 7 -
591.
3 3 . Sobre la crecienre cohesión de los gobiernos, p.ej. W . Davies, wAdding Insulr ro Injury*»,
en eadem y P. Fouracre ( e d s . ) , Prapeny and Power in the Early Muidle Ages (Cambridge, 1 9 9 5 ) , pp.
1 3 7 - 1 6 4 , esp. pp. 1 6 1 - 1 6 2 ,
34. Parala hegemonía vikinga, D a v i e s , P a t t e r n s of Power, pp. 56-60.
35. Sobre duxyrex, D . Ó Corráin, «Narionality and Kingship in Pre-Norman Ireland», e n T .
W . Moody (eó.) Nañonaiiiy
y and the Pursuit of'National independence (Beifasc, [ 9 7 8 ) , pp- 1 - 3 5 , esp.
pp. 9 - 1 1 .
3 6 . Para la expansión territorial, véase p. ej. F. J . Byrne, Irish Kings andHigh-kings (Londres.,
1 9 7 3 ) , pp. ¿ 8 0 - 2 8 1 ; Ó C u r a i n , / r e / < W , p p . 1 0 , 3 0 - 3 1 .
37. Sobre las excavaciones de Dublín, véase £. Duffy (ed.), Medieval Dublin, vol. 1 ( D u b l í n ,
2000), y P. F. Wallace, en Ó Cróinin, New History,v6\. 1, pp. 8 1 5 - 8 4 J .
38. Sobre Feidlimid, véase Byrne, Irish Kings, pp. 2 1 1 - 2 2 9 .
39. Para Máel Sechnaill I , véase B y m e , Irish Kings, pp. 2 5 6 - 2 6 6 . Sobre el impacto de los vikin-
gos, véase también B. Jaski, e n / W í i a , 9 ( 1 9 9 5 ) , pp- 3 1 0 - 3 j i . Para las citas, The Annals of Ulster,
ed. y trad.S. Mac Airr y G . Mac Niocaill, vol. t ( D u b l í n , 1 9 8 3 ) , s.aa. 8 4 5 , 851 y 862.
40. Para Brian B o m , véase J . V . Kelleher,en E. Ryanefeá^North Munster¿W«¿ (Limertck,
1 9 6 7 ) , pp. 2 3 0 - 2 4 1 para los primeros D á l C a i s ; Ó C o r r á i n , Ireland, pp. 1 2 0 - 1 3 1 ; y ahora, sobre
todo, M. N i Mhaonaigh, Brian Boru (Stroud, 2007).
4 1 . Sobre la riqueza de Limerick y D u b l í n , véase Cogadh Caedhelre Gaüaibh: The Waroftke
Gaedhihvith the Gail^ed. y trad. J . E L T o d d (Londres, 1 8 6 7 ) , pp. 7 9 - 8 1 , 1 1 3 - 1 1 5 ; e n cuanto al go-
bierno de Brian, ibid-, pp. 1 3 7 - 1 4 1 .

E l mejor panorama conjunto de la Hispania cristiana entre 7 1 1 y 1000, sin lugar a dudas, es el
de A . Isla Frez, La alta edad media (Madrid, 2002). U n a importante síntesis reciente sobre el cambio
social es J . A . García de Cortázar, " L a formación de la sociedad feudal en el cuadrante norocciden-
tat de la Península Ibérica en Jos siglos v m a M\\»,Initium, 4 ( 1 9 9 9 ) , PP- 5 7 - 1 1 1 . E n inglés, la guia
breve esendal es la de R. Collins, en s u Early Medieval Spain (Londres, 1 9 8 3 ) , pp. 1 2 ^ - 1 6 8 , actuali-
zada en NCMH, v o l . 2 , pp. 2 7 2 - 2 8 9 y v o l . 3 , p p , 6 7 0 - 6 9 1 , y en su TkeArab Conquest of Spain
(Oxford, 1989); estos se concentran en la historia política. P. Linehan, History and the Historians of
Medieval Spain (Oxford, 1 9 9 3 ) pp. 7 3 - 1 7 1 , es u n análisis estimúlame sobre el cambiante imaginario
d é l a legitimación en Asturias y L e ó n . W . Davies, Aas of Giving (Oxford, 2 0 0 7 ) , es básico para la
sociedad rural del siglo x . Para una veisión inglesa de la activa historia social de este período en es-
pañol, véase S. Castellanos e l . Martín V i s o , «The Local Articuíationof Central Power in the North
of the Iberian Península ( 5 0 0 - \ Q t x t ) » , E M E , 13 (2005), pp. 1 - 4 2 . Estas obras citan una bibliografía
más amplia, casi exclusivamente publicada en español o catalán.

4 2 . Para la rradidón arusdea de O v i e d o , J . D . DoÚd$,Architectvre and Ideology in Early Me-


dieval Spain (State College, P a . , 1990), pp. 2 7 - 4 6 . P a r a l a ideología astur-leonesa en general, y su
fuerce vinculación con el pasado visigodo, véase T . Deswarte, De la destrucaon á la restauration
( T u m h o u t , 2003).
4 3 . Para los juicios, R. C o l l i n s , en W . D a v i e s y P . Fouracre, The Settíement af Disputes in
Early Medieval Europe (Cambridge, 1986), pp. 8 5 - 1 0 4 .
44. Sobre el séquiro palaciego, véase p. ej. Isla,Z<: alta edad media, pp. 1 4 3 - 1 5 1 ; para los con-
des de Castilla, L Á l v a r e z Borge, Podery relaciones sociales en la Castilla de la edad media (Vallado-
lid, 1996), pp, 7 3 - 1 0 8 , con bibliografía anterior,
45. E n lo que respecta a Navarra, véase J . J . Larrea, La Navarre daIVau XIFsiécle (Bruselas,
1 9 9 S ) , pp. 2 1 3 - 2 2 6 , c / p p , Ji 1 - 1 6 0 .
46. Para lareoríade la despoblación, C . Sánchez-Albornoz, Despablaciony repoblación del va-
lle del Duero (Buenos A\T£$, 1966).
EL LEGADO D E ROMA

47. Castres, efe; Castellanos y Martin, td-ocal Arrfculaüonr>; 1. Martin V i s o , Pahlamlensoy es-
tructuras sociales en el Norte de ta Península Ibérica (siglos VI-XIH) (Salamanca, 1 0 0 0 ) ; J . Escalona
Monge, Sociedad y territorio en ia alta edad media castellana ( O x f o r d , 1 0 0 2 ) . L a obra central, como
fondo de Ja interpretación de estos últimos aurores, es la de A . Barbero y M. Vigil, Información del
feudalismo en la Península Ibérica (Barcelona, 1 9 7 S ) .
48. Sobre Castrojeriz (con fecha de 9 7 4 , pero con interpolaciones) y Cardona: G . Martínez
Diez, Fueros locales en el territorio de la provincia de Burgos (Burgos, 1 9 8 2 ) , n. 1; J , M F o n t Rius,
r

Canas de población (Barcelona, 1 9 6 9 ) , n. 9 (cf Lucas 2 2 : 2 6 ) ,


49. Sobre Ilduara, M . del C . Pallares Méndez, Ilduara, una aristócrata del siglo X(A Coruña,
í99»>-
50. Para la resistencia campesina, véase esp, í t . Pastor, Resistencias y luchas campesinas en la
época de crecimiento y consolidación de la formación feudal(Madrid, 1 9 8 0 ) . Compárese, en el caso de
Cataluña, con la brusca transición de la autonomía campesina al poder aristocrático y señorial, en el
siglo X E (esp- h. 1030-60) en un contexto de crisis civil; es uno de los ejemplos más claros de «revo-
lución feudal» en las tierras francas occiden rales, pero es significativo que ocurriera al sur de los P i -
rineos. E n inglés, véase P. Bonnassie, From Slaveiy w Feudalism in South-western Europe (Cambrid-
ge, i 9 9 i ) p p . 1 0 4 - 1 3 1 , 1 4 9 - 1 0 9 , 1 4 3 - 2 5 8 .
5 r. L o s paralelos ingleses los desarrolla especialmenre I. Álvarez Borge, Comunidades localesy
transformaciones sociales en la Alia Edad Media (Logroño, 1999)-

21- L A A R I S T O C R A C I A J EtJTTtE LOS MUNDOS CAROLINGIO V "FEUDAL»

Sobre la aristocracia en este periodo, el mejor análisis publicado en volumen único es el de R. L e


Jan, Famille et pouvoir dans le monde franc (V1F-X 1
siécle) ( P a r í s , 1 9 9 5 ) , centrado en Francia. E n
inglés, la colección de artículos traducida en T . Reuier(ed-), The Medieval Nobility (Ámsterdam,
1 9 7 S ) sigue siendo esencial, junto con G . D u b y , The Chivalrous Society ( L o n d r e s , 1 9 7 7 ) , y C - B.
Bouchard, ¡¡Those ofmy Blood» (Filadelfia, 2 0 0 1 ) , que también son recopilaciones de artículos.
Antes de 900, empiécese con S. Airlie, en NCMH vol. i , pp, 4 3 1 - 4 5 0 ; con posterioridad a 900, H-
FÍchtensu,Livinginthe Tenth Century (Chicago, 1 9 9 1 ) , pp. yo-i ^6, y G. Aizhoíf,Family, Frienasand
Followers (Cambridge, 2004)- Para la sociedad y la cultura del período, véase J- M . H . S m t t h , £ ¡ B ^ v
afterRomc (Oxford, 2005); y , con un término más próximo a 900, P. Depreux, Lessociétésoccidenta-
les dumilieudu VF á la fin du IJC siécle (Rennes, 2 0 0 2 ) , y R- L e }an,Lasocietédu haut Mayen Age
(París, 2003), Para el fin último de este período, véase P- Bonnassie y P, Toubert (eds.), Hommeset
sociétésdansVEurape de l'AitMil(Toulouse, 2004), importante colección de artículos de conjunto,

r. Para W i c m a n o , véase Widukindo, Res Gestae, en WidukindiMonachi Corbeiensis: Rerum


Gestarum Saxonicarum Libri Tres, ed. P. Hirsch y P L - E - L o h m a n n , J W G / / ( M a n o v e r , 1 9 3 5 ) 3.69;
véase el comentario en K, L e y s e r , Communications and Power in Medieval Europe: The Carolingian
andOttonian Centuries (Londres, 1994), pp- [9 [ - 1 9 2 .
2. Sobre Gerardo, véase O d ó n de C l ü n y , Vita Geraldi, trad. en G . Sitwel!, St OdoofCluny
(Londres, 1 9 5 8 ) , pp. 8 9 - 1 8 0 ; citas de 1-7-9, T I
> 3 4 > 1 6 - 2 0 , 2 2 - 2 3 , 3 0 , 3 3 . Véase S. A i r l i e , e n / i w
r - I

naf ofEcclesiasticalhistory, 4 3 ( 1 9 9 2 ) pp. 3 7 1 - 3 9 5 -


3 . Sobre los «guillerminos», J , Dhondc, Etudessurla rtaissance desprincipautés territoriales en
France (IX"^ siécle) (Brujas, i 9 4 S ) , p p . 1 7 7 - 2 1 7 ; C . Bouchard, "Those ofmy Blood», pp, 5 9 - 7 3 ,
1 8 1 - 1 9 1 ; C . Lauranson-Rosaa, e n R , L e J a n ( e d . ) , ¿ i i Royautéet les élites dans ['Europe earolingienne
( L i l l e , 1 9 9 8 ) , pp. 4 1 7 - 4 3 6 ; ] . L- Nelsoii, Charles the Bald ( H a r l o w , 1 9 9 2 ) , pp. 1 3 9 - 1 4 0 , 2 1 1 - 2 1 2 ,
2 3 1 - 2 3 3 , ? 5 5. Todos ofrecen visiones parciales.
4- Para los condes de Walbeck, T i e t m a r o , Chronicon, en trad- D. A- Warner, Ottcman Ger-
many (Manchester, 2 0 0 1 ) , 1 . 1 0 , 2 . 2 1 , 4 . 1 7 , 3 9 - 4 2 , 5 2 , 6 . 1 5 , 4 3 - 4 4 , 4 8 - 5 0 , 8 4 - 8 6 , 9 0 , 7-4-7- Para un
comenrario, introducción de Warner, pp- 4 9 - 5 2 , y K . Leyser, Rule and Conflict in an Early Medieval
Society (Londres, 1 9 7 9 ) , pp. 3 2 - 4 5 .
5. Sobre los Canossa, la bibliografía italiana es muy extensa; desraco V . Fumagalli,£e origim
di una grande dinastía feudale (Tubinga, 1 9 7 1 ) ; <j.%tx$,Iconfinidelpotere ( T u r í n , 1 9 9 5 ) , pp 2 3 0 -
r

1 4 1 ; R- Rinaldi, Tra le carie difamiglia (Bolonia, 2 0 0 3 ) ; Studi matildici, 4 vols, (Módena, 1 9 6 4 -


'997)-
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS 733

ó. Para Uxelles, G , D u b y , La societá aux XF et Xir sieeles dans la región mátonnaise, 2* có.
(París, 1 9 7 1 X PP- i*7» 1 3 7 - H ^ 3 3 6 - 3 3 9 ; - - Bouchard, Sword, c B
Miterand Cloister (Ithaca, N Y ,
1 9 8 7 ) , pp. 160-1 68, 300-307.
7. Para la base territorial, G . Tabacco, ML'aHodialita del potere nel medioevo*, Stadimedie-
vali, l i (1970),pp. 565-615.
3. E n lo que respectaa los siellinga, véase E . J . Goldberg, en ^ 0 1 / 1 0 1 1 , 7 0 ( 1 9 9 5 ) pp. 4 6 7 - 5 0 1 .
9. Sobre la riqueza aristocrática carolingia, la mejor introducción actual es la de j . - P . D e -
vtozy yEtenomie rutóle et sociétédans l'Europe ftanque sitúes) (París, 2 0 0 3 ) , pp. 2 6 7 - 2 9 6 .
10. Para los monasterios familiares, S. W o o d , The Proprietary Chuten in the Medieval West
( O x f o r d , 200Ü), pp. 3 3 9 - 4 1 1 , 6 0 1 - 6 2 7 ; para Fontebona, P. Gamma rosario, La famiglia dei Berar-
denghi{$po\exo t 1974)^.71-84-
t i . Sobre los castillos, G . F o u m i e r , Le chotean dans ¡a Frunce médiévale (París, 1 9 7 8 ) , pp. 3 5 -
7 9 , 1 0 0 - 1 1 4 ; G . P. Fehring, The Archaeology of Medieval Germany (Londres, 1 9 9 1 ) pp- 9 5 - 1 tS; R,
Francovich, «Changing Snucrures of Setdementsw, e n C . L a Rocca (ed.), haiy in. the Early Middie
, Í £ £ r ( O x f o r d , 2002), pp, 1 5 0 - 1 6 7 ; A . A . ^trña,Casiellievilkgginell'Italiapadana{H^Q\t^t^\
pp. 4 1 - T 4 6 . Para Pirres, t t i ^ . , v o l . 2 , n. 1 7 3 , apéndice, c i j para Gerardo, véase O d ó n , Vita Geraldi,
r .36,3^-39, 2.5,3.1,4,10.
1 2 . Sóbrela seignetiñe báñale, véase p*ej. J , P. Poly y E . Bournazel, The Feudal Tratísfbrma-
tion, <too-¡ 200 (Nueva Y o r k , t 9 9 t ) , p p . 2 5 - 3 9 ; C . W í c k b a m , TheMountains and the City (Oxford,
1 9 8 8 ) , pp. x x - x x m , 1 0 5 - 1 0 8 , 3 0 7 - 3 3 5 ; C . Violante y G . D i l c h e r (eds.), Strttiture e trasfirma^ioni
deila signaría rurale ne¿ secoli X-XIII (Bolonia, 1996)-
1 3 . Para Osvaldo y Elfelmo, véase A . Wareham, en N. P. Brooks y C . R. E . Cubitt (eds,), Si
Oswaldof Worcester(Londres, 1996), pp. 4 6 - 6 3 ; D . Whitefock (ed.), Anglo-Saxon Wüls (Cambrid-
ge, : 9 3 o ) , n. 1 3 .
14. Para los vasallos, véase S. Reynolds, Fiefs and Vassals (Oxford, 1994) pp. 1 7 - 3 4 , 8 4 - 1 0 5 ,
1 2 4 - 1 3 3 , que ofrece u n punto de vista minimalista y convincente.
15. Sohre milites y el carácter de caballero, véase, antes de 1000, J . L . Nelson, The Frankish
Wotld jSo-goo (Londres, 1 9 9 6 ) , pp. 7 5 - 8 7 ; D . Biiúiéiemy, La mutation de Tan mil a-t-elteeulieu ?
(París, 1997), p p - 1 7 4 - 2 9 6 ; D u b y , Chivalrous Society, pp. 1 6 2 - 1 6 8 .
tó. E n cuanto a los thegns^H.Layn, en Engiish HistoricalReview, 70 ( 1 9 5 5 ) , pp. 529-49; N . P .
Brooks, Communities and ÍVaifire, yoo-1400 (Londres, 2000), pp. 1 3 8 - 1 6 1 ; para la exuensión de
cinco hides,END, vol. 1, n. 51a.
1 7 . Para Conrado I I , Reynolds, Fiefs and Vassals, pp. 1 9 9 - 2 0 7 .
18. Sobre eapitaneiy vahassoresy H. E . j - C o w d r e y , Popes t Monks and Crusaders (Londres,
1 9 8 4 ) , estudio I V .
19. Para nohilis> Le]an Eamilleetpouvoir,
t pp. 3 2 - 3 4 , 5 9 - 7 6 , 9 9 - 1 5 3 , eic,; H . - W . Goetz, Vor-
stellungsgesthichte (Bochum, 2007), pp. 1 7 3 - 2 0 * ; J . Martindale, en Post andPresent, 75 ( 1 9 7 7 ) , pp.
>-4í-
20. Sobre Alfredo, etc.: G . D u b y , The Three Orders ( C h i c a g o , i 9 S o ) , p p . 1 3 - 1 [9; para el límite
entre lo militar y lo no militar, véase p. ej. H . Keller, Adelsherrschaft und stadtisehe Gesellsehaft in
Oheritalien (g.-12. jahrhundert) (Tubinga, 1 9 7 9 ) , pp. 3 4 2 - 3 7 9 ; W i c k h a m , Mountains, pp. 2 8 5 - 2 9 2 .
2 1 . E n loque respecta a la polémica sobre la ¡¡revolución feudab>, en inglés (con referencia a la
bibliografía francesa) puede verse T. N . Bisson, D . Batthélemy, S. D . White, T . Reuter y C . W i c -
kham, en Past and Presen^ 142 ( 1 9 9 4 ) , pp. 6 - 4 2 ; 1 52 ( 1 9 9 6 ) , pp. 1 9 6 - 1 2 3 ; 1 5 5 ( 1 9 9 7 ) , pp. 1 7 7 - 2 2 5 .
R. E. BartGn,¿orjírA^ in the Cotmty of Maine, c. Sgo-r1G0 (Woodbridge, 2 0 0 4 ) , es u n excelente
estudio Local que ahora, contiene también la critica más sostenida, en inglés, sobre la teoría de la
-revolución feudal» (véase esp. pp. 1 1 2 - 1 4 5); sus argumentos aún dejan espacio para cambios con-
siderables en los parámetros de la política y la legitimidad política a principios del siglo x i .
22. Sobre Milán y L u c c a , Keller, Adelsherrschaft, pp. 2 5 1 - 3 0 2 ; C . W i c k h a m , en A . Spicoani y
C . Violante (eds.), Sant'Anselmo vescovo di Lucca (iQjj-tcSG) (Roma^ 1 9 9 1 ) , pp. 3 9 1 - 4 2 2 .
2 3 . E n cuantoa la «fragmentación de poderesu, M. Bloch, Feudal Society (Londres, 1 9 6 1 ) , p.
446 (con ligeras modificaciones a la traducción).
24. Anjou, etc.: una buena guía es la de j-Dunbabin^FranceiniheMaJcing, S43-11S0 (Oxford,
1 9 8 5 ) , pp. 1 8 4 - 1 9 0 , 1 9 9 - 2 1 3 .
2 5 . Sobre T e g a n o y E b ó n , véase T e g a n o , Vida de Luis, en la ed. Ufe of Louis, trad. P. E,
Dutron, Carolingian Civilqation (Peterborough, Ont., 1 9 9 3 ) , pp. 1 4 1 - 1 5 5 , c. 44; Tierrnaro, Chroni-
E L L E G A D O D E ROMA
734

con t 3 - 5 ; P d c h e r , Historias, ed, y trad. R- L a t o u c h e , Richer: Histoire de Trance (SÜS-crgS) (París,

1930-1937), J-M-
2 6 . Sobre Gerardo, O d ó n , Vita Geraldi, 1.4.
2 7 . Para los valores y la generosidad, Fichtenau,Zivüi£, pp- 50-64; Tiermaro, Ch roniean, [.5,
28. Sobre la conciencia y las estructuras de familia, véase en general L e j a n , Famille etpouyotr
(pp, 44-45 para Constantino), y los otros Irbros citados al empezar las notas a este capiculo*
29. Para los «Babenbergern, Regirlo de P r i i m , Chronicon, ed. F , K u t z e , MGH (Hanover,
1 8 9 0 ) , s.aa. 9 0 2 , 9 0 3 , 9 0 6 ; Widukindo, Res Gestae 1.22; 7 Liutprando, Aniapodosis, 2.6", en The Com-
plete IForks ofLiudprandof Cremona,vrad. P . S q u a i r i d (Washington, 2 0 0 7 ) , pp. 77-79- Sobre Me-
ghigaudo, véase RegEno, Chronicon^ s.aa, 8 9 2 . , 8 9 6 ; efi M. Innes, State and Society in the Early
Middle Ages (Cambridge, 2000}, pp. 2 2 5 - 2 2 3 .
30. Para Walbeck, Tiermaro, Chronicon, 6.43-44.
3 1 . Sobre Carlomagno, Cap., v o l . 1, n. 20, c, 2 2 , n, 3 3 , c. 3 2 , trad. P. D . K i n g , Charlemagne
(Kendal, i p S 7 ) , p p . 2 0 5 , 2 4 0 - 2 4 r. •
32. Sobre Gorze, J . N¡gbtíngale, Monasterios andPatronsinihe Gor^e Rejbrm (Oxford, 2 0 0 1 ) ,
pp. 1 5 - 1 6 , 59-i05;paraelparrc^rño Wood,/Ví>/rnWfl^Cj4ííJíA pp.
> 3 811-850.
3 3 . Para Cluny, B. Rosen wein, RJtinoceros Bound (FWadelfta, 1 9 8 2 ) ; eadem, To Be the Neighbor
ofSt J ^ K r í I i h a c a , N Y , 1 9 8 9 ) ; G . Tellenbach, The Church in Western Europe fiom the Tenthtoihe
Earfy Twe/fth Century (Cambridge, 1 9 9 3 ) , pp. 1 1 1 - 1 2 1 ; J . Wollasch, en NCMH, vol. 3,pp^ 1 7 4 -
180; G . Constable, en Settimane di studio, 3 8 ( 1 9 9 1 ) , pp. 3 9 1 - 4 4 8 .

2 2 . E L » E N J A U L A M I E N T O " D E L C A M P E S I N A D O , 800-1000

Ningún libro por $1 solo cubre todos los temas de este capítulo. L a s dos investigaciones clásicas de
G . D u b y , The Early Growth of the European Economy ( L o n d r e s , 1 9 7 4 ) y Rural Economy and Country
Life in the Medieval West (Londres, 1968) son lo más próximo que tenemos a una introducción ge-
neral en inglés. Para el siglo i x , es básico A . Verhulst, The Carolingian Economy (Cambridge, 2 0 0 1 ) .
Existen también algunas guías en los capítulos socioeconómicos del NCMH, vols. 2 y 3. E n francés,
los dos últimos libros de J . - P , D e v r o e y , ÉcorwmU rurale et sociétedans ¡'Europe(ronque 1
(V-fX su-
eles) ( P a r í s , 2 0 0 3 ) junto c o n Puissants et miserables (Bruselas, 2 0 0 6 ) , y R. Fossier, Enjance de
l'Europe, X'-XIF siécles (París, 198.2), ofrecen entre ambos un importante relato, matizado a nivel
regional, aunque difieren substanciatmente entre ellos (allí donde se distancian, yo sigo a D e v r o e y ) ;
Fossier repinó algunos de sus argumentos en inglés en NCMH, vol. 3 , pp. 2 7 - 6 3 . M. McCormick,
Qtigins ofthe European Economy (Cambridge, 2 0 0 1 ) nos ofrece u n análisis rico del comercio y las
comunicaciones, con numerosas implicaciones de mayor alcance.

1. Para la cita, Ana/es de Saint-Bertin, en la edición inglesa Annals of Saint-Bertin, traducidos


por j . L. Nelson (Manchester, 1 9 9 1 ) , s.a. 8 5 9 ; véase J . L. Nelson, Charles the Bald(Harlow, 1992),
p. 194, y S . Epperlein,//emicAfl/íund Volkim Karolingischen/m/wmun (Berlín, 1 9 6 9 ) , p p . 4 2 - 5 0 .
2. Sobre el uencellulement», véase Fossier, Enjance, p, 288 y ss. U n a buena perspectiva del
campesinado nos la ofrece R. L e Jan, LasociétéduhautMoyen Age (París, 2 0 0 3 ) , pp. 186-206.
3. Sobre Dinamarca, véase p. ej. B. P. M c G u í r e , ¡¡Property and Politics ai E s r u m Ahbey»,
Medieval Scandinavia 6(i$73)*PP-122-150.
7

4. Sobre las donacionesdel campesinado y su ritmo, véase p. ej. C W i c k h a m , TheMountains


and the City (Oxford, 1988), pp. 5 4 - 5 5 , 1 9 0 - 1 9 7 , 2 1 0 - 2 1 5 , ;"J6-Z68. Para las motivaciones, B, R o -
senwein, ToBetheNeighborofStPeter (Ithaca,NY, t$%$),passim.
5. Sobre Cusago, v é a s e I p l a c i t i d e l 'Regnum Italiae', ed. C . Manaresi ( R o m a , 1 9 5 5 - 1 9 6 0 ) ,
vol. 1, nn, 1 1 0 , r 1 2 ; véase mas adelante algunos de los casos analizados por J . L . Nelson, en W .
Davies y P. Fouracre ( e d s . ) , The Settíement of Disputes in Early Aíedieval Europe (Cambridge,
1986)^.45-64.
6. Sobre la legislación, véase Cap., v o l . i , n , 44, c. r5, n. 7 3 , c e 2 - 3 (cita),ere. (traducciónde
P. K i n g , Charlemagne ( K e n d a l , 1 9 8 7 ) , pp. 1 5 0 , 2 6 4 ) ; véase E . Muller-Menens, Karlder Grosse t

Ludwig der Fromme unddieFreien (Berlín, 1 9 6 3 ) , pp. 1 0 0 - r o í , para unalisra.


7. Sobre la resistencia campesina, véase en general C . W i c k h a m , Framing the Early Middle
Ages (Oxford, 2 0 0 5 ) , pp. 5 7 0 - 5 8 S ( p . 583 p a r a T r i t a ) .
NOTAS Y GUÍAS BIBLIOGRÁFICAS 735

3. Sobre \os manors, véase D u b y , Verhulst y Devroey, citados m i s arriba; rodos ellos hablan
de ello y ofrecen una bibliografía (muy « t e n s a ) . Para ia intensificación, véase también W i c k h a m ,
Framtng,pp. 1 8 7 - 3 0 1 . Sobre L e Mans: Cap., vol. i , n . 3 1 .
Sobre manen y comercio, véase además P. T o u b e n L'Evrope h dans ta premíete crvifsanee
(París, 2^04), pp. 2 7 - i t j , 1 4 5 - 2 1 7 ; J.-P. D e v r o e y , Eludes sur le grand domaine carolingien {A)¿er-
shot, 1 9 9 3 ) , esp. el estudio X I V .
10. Sobre Saint-Germaín, véase Das Polyptichon von St-Germain-des-Prés e¿. t D . Hagermann
(Colonia, 1993); es la edición más reciente.
1 1 . Sobre Adalardo, véase L- Levillain, «LesStatuts d'Ada]hard»,LeAíoy¿r[ Age, 4 ( i 9 o o ) , p p .
333-jflfi; sobre S i . Gallen, véase W . H ü n i y E . B o r n , The Plan ofSt Calí(Berkeley, 1979).
r i . Sobre Brevium Exempla y Capitulare de Villis, véase Cap., vol. 1, nn. 1 2 8 , 3 2 (las citas son
de ce, i, 54; trad, d e H - W. L o y n y J . P e r a val, The Reign of Charlemagne (Londres, 1 9 7 5 ) , pp, 9 8 -
105, 6 4 - 7 5 , ligeramente modificada),
13. Sobte el d e d l i v e d e estas haciendas en Iial'ta, véase T o u b e r i , L f ü r c y j f , pp 1 7 0 - 1 7 8 ; B.
AndiColli y M. Montarían, ¿ Rienda cúnense in Italia (Bolonia, J9B3), pp. 2 0 1 - 2 r 3. Sobre la ausen-
cia de declive en el resio de sirios, véase p. ej. D u b y , RuralEconomy, pp. 1 9 7 - 2 1 2 ,
14. Sobre íos libres y los no Itbies, véase p. ej. D u b y , RuralEconomy, pp. 1 8 6 - 1 9 6 ; W . Davies,
en M. L . B u s h ( e d . ) , Serfilom and Slaveiy (Hadovr, I 9 9 6 ) , p p . 2 1 5 - 2 4 6 ; para el caso de Italia, véase
F. Panero, Servie rurrüv (Vercelli, 1990), pp^ 3 7 - 5 5 . Para las complejidades de la servidumbre en
Francia a partir de 1000, véase P. Fouracre, en Transactions ofthe RoyalHistoricalSociety, 6 . serie,
a

15 (2005), pp. 29-49.


15. Sobre el incastellamento, P- T o u h e r t , ¿ f j structures da Lattum medieval ( R o m a , 1 9 7 3 ) , pp.
31 y-368, 4 5 0 - 4 9 3 ; para el norte, véase A . A . Settia, Castelh e vdlagginelTItaliapadana (Ñapóles,
I 9 $ 4 ) ; u n impórtame congreso éntrelos varios celebrados sobre esta maieria ran debatida se publicó
como Attheologia medievale, 16 (1989)^
16. Sobre la iglesia y el castillo» véase J . C h a p e l o t y R. Fossáets. The Village and House in the
Middle Ages (Londres, 1 9 8 5 ) , pp. 1 2 9 - 1 5 0 ,
1 7 . Sobre la Renania e Italia, véase C . W i c k h a m , GttNCMH-, vol. 2, pp. 5 1 0 - 5 3 7 ; M. lnnes,
State and Society in the Early Middle Ages (Cambridge, 2000), capítulos 4 y 5. Sobre R a n k w e i l ,
véase K. Bullimore, «Folcwin of FtaukweñV, £ M E , 1 3 (2005), pp. 4 ] -77- E n cuanto a Katol, véase
L . Fettet et aL Za
t Fortune de A í W ( R o m a , 2 0 0 5 ) .
t£. Sobre Arleo, véase Rosenwein, 7 b Be the Neighhor, pp, 69-74, ? 1 6 - 1 2 8 ; S. E . Halton, " T h e
Cliutch and Communities: Cluny and [es Local Patronsu, Universidad de Bitmingharn, tesis docto-
ral, 2005, pp. 2 3 8 - 2 6 1 .
19. Sobre Salisano, véase C. Wjckharo, IIproblema delVinrasuUamensonell'Italia céntrale (Flo-
rencia, 19B5), PP- 62-64, desarrollado y corregido en A . S e n n i ^ - C e n n i storici», Ascheologia medie-
vale, i9(i992),pp.4S6-4iSt.
s o . Sobte el crecimiento de la población, véase M. Zerner-Chardavoine, «Enfantset jeunesau
I X ' siecle™, Provence historiare, 31 ( 1 9 8 1 ) , pp. 3 5 5 - 3 8 1 , para eí caso de Marsella; más en general,
véase Devroey, Economie rurale, pp, 6 5 - 7 5 ; Fossier, ¿n/onre, pp. 8 8 - 1 0 7 .
1 1 . Sóbrela expansión agrícola, véase Verhulst, Carolingian Economy, pp. 6 1 - 6 4 ; D u b y , Rural
Economy, pp. 88-1 22; D e v r o e y , Economie rurale¡ pp. 1 0 8 - 1 2 9 ; Fossíet, Enfance,pp. 1 52-1S7, 654-
6 j 6 . D u b y y Fossier se muestran más contenidos con respecto a la economía carolingia que los au-
rores anteriores; una historiografía más reciente revisa al alza de forma substancial, entre otros, los
campo? de cereales, la disponibilidad de hierro y la densidad de los molinos carolingios.
22. Sobre Charavines, véase M, Colardelley E. Vtiát\,Lej haéitats du lac de Paladru (IséseJ et
lear environnemem (París, 1 9 9 3 ) .
23. Sobre el comercio, véase sobre todo O . Bruand, Voyageurs et marchandises aux temps caro-
lingiens (Bruselas, 2002). Para las ciudades, véase P. Johanek, en NCMH, v o L 3, pp. 64-94; A . V e r -
hulst, The Rise of Cities in North-west Europe (Cambridge, 1999), pp- 44-100; y H. Sarfarij, «Tíel in
Succession to Dorestad», en idem « a / . (eds.),/n Discussionwith the Past (Zwolle, 1999), pp. 2 6 7 - 1 7 8 .
14 Sobre Raffelstetten, véase Cap., vol 2, n. 2 5 3 (nota de McCormick, Origins, p. 5 5 ^ sobre
la cautela con respecto al R u s ) ,
2 j . Sobre Venecia, véase McCormick, Origins, pp. 2 5 4 - 2 6 0 , 5 2 3 - 5 3 1 , 7 6 1 - 7 7 7 ; el lesiamento
de 829 esiá parcialmente traducido en R S. López e I. W . Raymond, Medieval Trade in the AJedne-
rrartean World (Nueva Y o r k , i 9 5 s ) p p . 3 9 - 4 1 -
;
73 ó
E L L E G A D O D E ROMA

16. Sobre Amalfi, cíe., véase B. Kreutz, Before ¡he Normans (Filadelfti, 1 9 9 1 ) , esp* las pp. 7 5 .
$y P.SkÍT\neT,Famify
t Power in .Simf^eni/fa/y (Cambridge, 1 9 9 5 ) , pp, 2 4 7 - 2 8 1
¿7. Sobre el mar del Norte, véase p, ej, H , C i a r t e y B* AmbrosianL, Toivns inthe VihngAge,
z. ed. (Leícesrer, 1995).
a

28- Sobre Cremona, véase C T a b a c c o , The Siruggkfor Power in Medieval Judy (Cambridge,
1989), pp. 3 2 3 - 3 3 1 para una breve introducción.

1 3 . C O N C L U S I Ó N : T E N D E N C I A S E H L A H I S T O R I A D É E U R O P A , 400-rooo

i. Sobre el humor, véase G . Halsall (ed,), Humaur, Htstory and Polines in Late Antiquityand
ihe Early Middle Ages (Cambridge, 2002).
z. Sobre l a n j p r u i a d e l siglo v, he investigado las consecuencias en Framing jhe Early Middle
Ages (Oxford, a005), sobre todo las pp, 8 2 5 - S 3 1 .
3. Sobre la polidea de las nenas, véase en general M. Bioch, Feudal Society (Londres, 1 9 6 1 ) .

4-Sobre Chur, véaseR. Kaiser, ChurráñenimJfíihenMitielalter (Basei, 1998),


5. Sobre la concepción musulmana de la eífera pública, véase p. ej, P, C r o n e , Medieval Isla-
mlc Poliacal Thought (Edimburgo, 2004), pp, 2 8 6 - 3 1 4 , 3 9 3 - 3 9 8 - E l uso que le doy al término «esfe-
ra pública» lo lomo prestado de Jürgen Habermas, al menos según la traducción inglesa, pero él lo
utilizaba de un modo muy distinto.
ó. Sobre fa res publica carolingía, etc., véase p. ej. M. de J o n g , en Seaimane di ¿india, 44
( T 9 9 7 \ p p . 893-902, y M. innes, Smre and Jorrery in the Early Middle Ages (Cambridge* 2000), pp L

2 5 4 - 2 6 3 - aunque innes, en especial, extrae conclusiones distintas a las mías.


ÍNDICE ONOMÁSTICO

Abd al-Hamid, 369 Adelquis de Benevenlo, 4S8


Abdalá, 426, 427» 428 Admonición G e n e r a ^ ^ r j i , ^ , ^
Abdaláibna[-Zubair, 367 Adomnán, 247
Abdalá ibn T a h i r , 410 A d r i a n o , m u r o de, 8 4 , 2 0 6 , 2 0 7 , 2 0 8 , 3 0 9 ,
Abdelaziz, 3 68
Abdelmalik (*Abd a l - M a l i k ) , 3 0 5 , 3 0 6 , 3 6 7 , Adrianol,203, 310,344, 4^7*5'3
368,369,370,372,445 Adriano I I , 5 1 5 , 5 1 6
Abdelmalik ibn Habib, 4 1 y Adrianópolis (actual E d i r n e ) , 3 3 , 1 0 4 , 1 2 5 , 3 4 7 ,
Abderramán I ('Abd al-Rahinan ibn 34»
Mu'awiya), 4 2 2 , 4*1, AM, 43° Adriático, mar, 2 8 7 , 2 9 9 , 4 1 7 J 4 9 < 1&S c

Abderramán I I , 4 25 Adud A l - D a u l a , 449


Abderramán I I I , 4 2 7 , 4 2 8 , 4 2 9 , 4 3 0 , 4 3 1 , 4 5 8 , Advencio de Metz, 5 1 5
608 A e c i o , 4 7 , 1 2 9 , r j o , 1 3 1 , 1 4 3 , 154
Abderramán ¡bn Maruán A l - Y i l l i q i , 4 2 6 Aed Alian, 22 y
Abido, 3 9 2 Áedán mac Gabráin, 2 2 7
Abiyano, soldado, 82 Afganistán, 83, 360
Abón d e F l e u r y , 542, 564 África, 1 2 , 5 7 * 6 0 , 6 6 , 7 0 , 7 2 , 7 5 , 7 6 , 7 8 , 7 9 * ^
A b ó n de Provenza, 1 7 6 82, 84, 93, 1 0 1 , 102, 1 0 3 , 1 3 1 , 122, 123,
A b ü A b d A l l a h , 420 1 2 4 , 1 2 6 , 1 2 8 , 1 2 9 , 1 3 1 , E34,138,140.
A b ú Ahmad a]-Muwa£faq, 4 1 4 , 4 1 ? 146,151,1^2,153,154,157,187, [9i i9í ) 1

A b ü al-Abas, 3 7 3 284,286,293,330,331,332,339,362,367,
A b ú A y u b , 402 3 8,371,371,400,401,405,420,422,424,
t í

A b ú Bafcr, 3 5 9 , 360 454*67"


A b ú Hanifa, 407 Afrodito (actual K o m Ishqaw), 7 5 , 7 7 , 8 1 , 3 6 3
A b ú Hurayra, 4 5 2 A g a p i í o I I , 547
Abü M u s l i m 3 7 3 1 3 374>4oi 4'9 4"
t í
Agatias, 1 6 5
A b ü Yafar, 3 7 3 Agila, 184
Abu'l Misk Kafur, 420 Agilolfingo, familia de los, 1 6 4 , 4 6 8
A d Gefrin, 308, 309 Agilulfo, [ 9 4 , 1 9 6 , 1 9 7 , 1 0 4
Adalarda, 467 Agnelo, 2 4 4
Adalardo de C o r b i e , 4 7 5 , 4 S 1 , 4 8 3 , 4 9 2 , 4 9 8 , A g o b a r d o de L y o n , 2 4 1 , 4 7 0 , 4 8 1 , 506, j o 3 ,
499» 5 o 2
- tí
5° 511,512
Adalbero, arzobispo, 5 2 3 , 724, 525 Agustín de Canterbury, 231
Adalbero (o Gerberro) de Reims, 5 4 0 , 5 4 3 Agustín de Hipona, 5 7 , 6 7 , 69, 7 8 , 8 1 , 9 4 , 9 6 ,
Adalbero T de Metz, 639 1 0 3 , 1 1 4 , i [5, T2¡, 1 2 8 , 1 3 7 , 1 9 3 , 5 ° 4 f

Adalbero II de Metz, 6 3 7 , 6 3 9 5 1 2 , 6 6 8 ; Confesiones, 1 1 4 1 La ciudad de


Adalberto-Ano de C a n o s s a , 6 2 2 , 6 2 3 Dios, 128
Adalgis-Allo, 2 7 2 Ahmad ibn Buya, 4 1 5
Adaloaldo, 1 9 6 , 2 6 1 Ahmad ibn T u l u n , 4 1 4 - 4 1 y, 4 5 2 , 4 5 3
Adams, R o b e n , 448 Aidano de Lindisfame, 1 5 2
Adelaida, esposa de Otón 1 , 5 29, 5 5 E
Ajmin, 4 5 0
E L L E G A D O D E ROMA
73*

A U A f s h i n de Ushnisana, 4 1 3 Alejandría, 7 7 , 9 2 , 9 3 , 1 0 0 , 1 0 3 , 104, 1 0 5 , 107,


Al-Amin, 404,410 i ' M 3 3 , )J2»45O»451,453»4I4P 457,4¡B,
AVÁndalua, 3 8 , 4 ? , 4 2 2 , 4 * 4 , 4 * 5 * 4 ^ 4*7* 459
428,430,431* 4 3 ^ 4 5 3 . 4 5 9 ^ 0 7 » 608,612, Alejandro Magno, 1 0 3 , 1 0 4 , 3 4 8 , 3 6 0
Alemania, 37, 3 8 , 3 9 , 4 2 , 8 4 , 1 6 3 , 2 1 2 , 2 3 4 , 2 3 6 ,
AJ-aqídi, J í 5 149, 273, 1 ^ 6 , 3 1 8 , 3 5 1 , 398, 3 o , 487,
+

Al-Aq&a, 369 497,507, $ 3 0 , 5 2 5 , 5 3 1 , 5 3 2 , 5 3 8 , 6 1 4 , 6 3 4 ,


Al-Baladhuri, 3 5 6 645,647,651,652,659,662,664,63o
A l - F a d l ibrí Maruán, 4 0 3 , 4 0 3 , 4 0 9 , 4 1 0 Akpo,4ió, 418,420,447
Al-Farazdaq, 3 7 2 Alfonso 1,607,608
Al-Hakam 1 , 4 2 5 Alfonso I I , 6 0 7 , 6 1 1
A l - H a k a m I I , 4 2 S , 429 Alfonso I i l , 6 o 3 , 6 0 9 , 6 J O
Al-Hakira, 4 2 2 Alfredo, h i j o d e E t e l w u l f o , 5 5 6 , 557, 5 5 8 , 5 6 1 ,
AUHayay.jGB, 371 í<>>, 5 4> S7o.

600,63:
A l - M a m ú n , 4 6 , 404» 405> 4 1 0 , 4 r
•> 4 ' ^ 4*3i Alfredo de Inglaterra, 1 8 8 , 2 1 9 , 2 2 1 , 2 2 2
414.Si3 Alí.3n,35 ü
3 357>3S9 3 7,373>4'9
)
ú

Al-Mubarak, 404 A l í ibn Musa, 404


Al-Muizz»420,421 Alipio (Alypius), 57» 103
Al-Muk rail, 4 1 4 Alman2or ( A l - M a n s u r de Bagdad, 7 5 4 - 7 7 5 ) ,
Al-Muqtadlr, 4 1 1 , 4 1 5 373.374*401,402,403,41 ',412,430
Al-Muscain, 4 1 4 Almanzor <AUMansur,9S 1 - 1 0 0 2 ) , 47, 4 3 0 , 6 0 8
Al-Muiamid,4i4 Almería, 4 2 E . 4 * 3 , 4 5 9
Aj-Muiasim, 3 4 9 , 4 0 5 , 4 0 6 , 4 0 8 , 4 1 1 , 4 1 2 , 4 1 3 , Alpes, 3 9 , 1 2 5 , 1 3 7 , 1 7 3 , 2 3 4 , 2 5 1 , 2 6 3 , 3 1 8 ,
414,417,43^ 465,484,4971 Í M í 533. 534, 531]
Al-Mutauakkil, 4 1 2 , 4 1 4 <^9.677
Al-Muza fiar, 430 Alsacia, 1 7 9 , 2 7 0 , 2 7 1 , 4 6 4 , 4 8 4 ; duques de, 2 7 2
A l - N a s i r , véase Abderramán 1 1 1 A i d i o f F , G e r d , 545
A l - R Í d a 404
h
A l v a r o , extremista crísdaito, 4 2 6
Al-Saffah, víase Abú ai-Abás A m a b rico, 1 3 9 , 1 8 4
Al-Sayida, véase Shaghab Amalario de Metz, 5 1 0 , 5 1 i , 5 1 2 , 5 1 6 , 5 6 4 ; Zt-
Al-Shafi'i, o7 4 beraffieialUí 510
Al-Tabari, 3 5 6 , 4 1 4 Amalíi,457, 536,662,663
A l - T a n u j i , 408; Nishuar almuAadara o Conver- Aman, 370,372
saciones informales ¡ 408 Amando de Maastricht, 234
Al-ThaaJibi, 408 Amando de Sorrento, 261
Al-Ualid I, 3 0 5 , 3 0 ^ , 3 0 7 , 3 1 1 , 3 1 2 , 3 2 3 , 3 5 ; , Ambrosio Auceliano, 1 0 6 , 207
368,369,370,371 Amiano Marcelino, 6 6 , 6 7 , 7 1 , 8 5 , 8 7 , 8 8 , 1 1 1
Al-Ualid I I , 373 Aroorion, 3 4 9 , 4 0 y, 439
Al-Uacndi, 406 Analis de Falda, 4 8 7 , 4 9 2 , 503, 504, 5 1 0 , 593
A l - U a ú i i q , 4 0 6 , 4 1 0 , 4 1 2 , 430 Anales Je 5ijim-Bt/nn, 4 8 7 , 4 9 1 , 502, $03, 5 1 0 ,
Alahis, duque de Treoto, 200 590,633,641
A l a m a n i a , 1 7 0 , 1 7 1 , 2 8 2 , 3 1 9 , 464, 4 6 7 , 477» Anales del Ulsier, 605

43<í, 4 9 3 * 4 9 4 . 491, í ^ í i 1*7 Anata wd, 598


Alarico, 1 2 5 , 1 2 6 . 1 6 5 Anastasio l, 105* J
4o, 144.353
Aladeo I I , 1 3 7 , 139 Anastasio 11, 340
Álava, 6 j 3 A n a t o l i a , 8 0 , 9 3 , 9 8 , 104, 1 0 9 , 3 1 6 , 3 3 ° > 334>
Alba (o Escocia), 2 2 7 , ¿ O Í lli 343p307,4'7,4n^J7 43*>439
1 1

Albania, 3 4 7 Anaiolikón, 3 3 4 , 3 4 ° , 395


Alberico, 5 3 6 , 6 3 8 , 6 4 0 A ñau, 274, 275
Albi, 178 Anauhoiam, 274
Alborno, 194 Andalucía, 2B6
Alcuino. 4 7 1 , 4 7 2 , 4 7 3 » S04» ¡ 0 7 , 5 0 7 , 5 0 9 , 5 1 0 , Andenne, 661
518,564 Andrónico, 58 v
Aldeberro, 239 A n d t ó n i c o l l , 301
Aldefrido ( A l d í n t h ) , 2 1 9 Angeln, 1 1 2
Aldobranceschi, familia délos, 5 3 2 Angers, 540
JKDICE ONOMÁSTICO 739

Afigilbeno de Saint-ftiquer, 4 7 3 , 4 8 2 Afleo, familia de, 656


A n i , 392 Arles, 1 1 3
A n i d a Juliana, 304 Armagh, 2 2 4 , 2 1 6 , 6 0 4 , 6 0 6
Alucio, familia, 6 6 , 6 7 Armenia, 8 3 , 1 0 5 , 3 3 1 , 3 8 8 , 4 0 0
Anillo, saqueo del, 46 S Armeniíkón, 334, 340
Anjou, 4 9 1 , 5 4 ^ H J . Í í < > 6 3 4
(
Armenlario, 243
Ardura, 3 8 5 . 4 3 8 - 4 3 9 Armis Prydein Vawr (Gran profecía de ta Gran
Annappes, 0 4 9 , 6 5 0 Bretaña), 598,6oo
Ansegiso de Saint-Wandrille del S e n a , 4 7 4 , Arneburgo, 544
483,491,564 Arnulfo de Baviera, 5 2 7 , 5 2 8 , 5 3 3
Anskar, misionero, 5 7 5 , 5 7 6 , 5 7 9 Amulfo de Carinda, 4 9 3 , 4 9 4 , 5 0 1 , 5 2 6 , 5 1 7
Anstruda de Piacema, 267, 2 6 8 , 2 7 S Arnulfo de Metz, 16a, 1 7 9 , 1 8 0
Antalia, 4 5 8 , 4 5 9 Arnulfo de Reims, 5 2 3 , 5 2 4 , 5 4 7
Antayópolis, 7 7 , 8 1 Aroquis (o Arocbís) de Campione, 1 6 7 , 2 7 1 ,
Aniemio, 1 3 2 , 1 3 3 *73
A n temió de Tralles, 302 Artemio, san, 3 3 6
Antenor, 1 7 1 Artois, 49 *
Anteópolís, 1 1 5 Arturo, 2 0 7 , 2 1 2
Anrimo, J4B Arvando, 1 3 7 - 1 3 8
Anrioquia. 62, 82. 100, 104, 1 3 8 , 2 3 3 , 3 8 9 , 390, Asclepiodoro. 328
44f Asia, 8 3 , 5 8 8
Anconino monje, 78
T
Asia Central, SS, 3 6 8 , 4 0 5 , 4Í 3
Anfonino de Fusala, S i Aspar, 1 3 5 , 1 4 3 , 1 4 5
Antonio, san, 9 4 , 1 0 8 , 109 Asparuk,339
Anuitu, 1 1 4 , 2 2 7 Aspidio, 185
Apeninos, 1 9 5 , 2 7 6 , 1 8 3 , 4 7 8 , 6 2 2 , 6 2 3 , 6 4 6 - A S S C F , 5 6 1 , ^63; Vida de Alfredo, 561

647,655 Astalfo, 198


Apión, familia, 7 3 , 7 5 Astorga, 609
A p o l i n a r , i 3 8 154, 155
1
Asturias, 1 9 4 , 2 3 0 , 6 0 7 , 6 0 8 , 6 0 9 , 6 1 0 , 6 1 1 , 6 1 4
Apolo, padre de Dioscoro, 7 7 Asuán, 4 5 1 , 4 5 2
Apuha, 195 Asulfo, 2 7 2
Áqaba, 4 4 5 , 4 4 7 Aranagildo, 184, 1 8 5 , 1 8 7
Arniisgián, 3 1 2 , 3 1 3 , 3 1 4 , 3 1 5 , 4 0 1 , 4 7 0 . 4?7> Aianasio, 1 0 4 , 1 0 8 ; Vida de Antonia, 108
4 8 2 , J S J , 4 * 6 , 4 8 7 , 4 9 ' ? 497» 4 9 *
s Aiaúlfo, 126, 1 3 7

UO-5'3-W5.5í7 53° 53 a Atenas. 93, 397*440, 44=


í 3

Aquilartra, 1 5 6 , i 6 j , (70, 171, ' 7 1 , 4^4* 4&7, Adía, 8 £ , 1 1 3 , 1 3 0 , 1 3 J , 1 4 4 , ÉÓ~5, 3 1 4 , 315

469,481,4331486,489,490,491,537,54' Adándco, océano, 597

Arabia 33 t 3 i i , 3 5 S , 359, 36o Atos, 3 9 7 , 3 9 8


5 r

Arbogasco, 8 7 , 8 S , 1 3 3 , 1 3 4 Attigny, asamblea general de, 4 8 3 , j a i

Arcadia, 1 2 4 , 1 2 5 , 1 2 7 , 1 5 4 Audoeno de Rouen, 1 7 6 , t8o

Arderas,237,470 Augsburgo, 529

Aretas de Cesárea, 3 7 9 , 3 8 0 Augusto, 265

A re izo, 200 Aurebo, 6 1 1


A u s o n i o , 6 0 , 6 7 , 3 8 2 ; Ordo
Argait,253 uibinum nobiüiun

Argelia, 5 9 , 7 8 , 4 2 0 ( " D e las ciudades ilustres»), 60


Argimundo, 190 Aurülac, 543
Argonne, bosques de, 287 Auriolo, 2 3 0
ArgylL ==7 Austrasia, 1 6 7 , 1 6 9 , 1 7 0 , 1 7 1 , 1 7 5 , i3o, 4 7 0 .
Argyrós, famdia délos, 3 9 0 , 3 9 3 , 394 477
Ariadna, na Autano(oAuthari), 196,267
Artoaído, 196 Autun,9t, 169,174, '79i '*o, 146,620
Arios, sacerdote, L03,104 Auvernia, 1 3 1 , 1 3 3 , 5 4 1 , 6 2 0 , 6 1 1
Ariperto l, 196 Auxerre. 246
Anperto [ 1 , 2 4 5 Avicena, 408
Ariquiu I I (Arichis), 1 9 9 , 4 6 7 Avila, 2 9 7
Aristóteles, 350 AvitO, Ecdicio, 02
740 E L L E G A D O D E ROMA

Avito,Eparüui0>62, " 3 " , T33, '77,^45 146, 2 4 7 , 2 5 7 » 1 6 5 , 308, 309, 504, 5 9 8 ; ^ -


Avilo 11,245 gli, ^-¡Nutoña eclesiástica, 211
Aviio de Vierta (o Vienne), 1 3 3 Beirut, 68, 389
Azo.hijo de Andrea (propietario local),657 Bélgica, 3 8 , 4 9 4
Beli, 2 i t
Baalbek, 93 Belisario, 1 4 0
«Baberibeigeri-, guerra de, 63B Benedicto I I I , 509
Badajoz, 426, 4^7 Benedicto Biscop, 2 3 3 , 234
Badorf, 2 8 7 , 6 6 1 Benevento, 1 9 4 , 1 9 5 , 198, 1 9 9 , i o a 2 0 1 , 2 6 1 , (

Báetinmac C a i r i u \ 2 i 5 294,467^7^535^3*
Bagdad, 193, J 7 4 , 3 9 , 399, 4 » , 4 0 , 4 0 2 , 4 0 3 ,
E Benito de Nursia (actual N o r t i a ) , 109, 2 3 0 ,
404,405,40(5,408,411,4i}>4M 415,419» 4%];Reg¿aáz> 483
3

4 2 1 , 4 2 3 , 4 3 5 , 4 4 7 , 4 4 8 , 4 4 9 , 4 5 5 > i 17> 5 i*J Bentham, Jeremy, 3 r6


Bahira, ermitaño, 365 BetmtilfciOtUÁj 1 1 7 , 1 5 0 , 1 * 1 , 308,309,314
Bains, 2 7 3 Berardenghijamilia.de 105,617
Rait ai-Hikma ("Casa de la Sabiduría»), 4 1 1 fcerengario I de Friuli, 4 9 2 , 4 9 4 , 5 3 3 , 534
Balcanes, 3 8 , 44, 36, 8 3 , 1 2 6 , 1 2 7 , 1 2 S , 1 3 0 , 66^^1101^^13113,315,526,5*9,535^51,
135, 1 3 6 , 1 4 0 , 144, 1 * 7 , 3 * 9 » J 3 ° Í 3 3 1 , 622,624
339» M i > 3 4 7 , 3 8 5 , 389, f 5 , 5 s S Ü
, 5*7» Berengario deEvrea, 5 3 5 , 5 4 4
588,589,59-,614 Bérgimo, 533
ÉaJd's Líichhttok (.«Libro de m e d i c i n a de Berkshire. 5 55; asamblea de, 5 5 3 , 5 5 4
Bald»), 2 4 : Bernardo 1 de l i a b a , 479» 4E0. 4 8 3 - 4 8 4 * 4 9 2 ,
B a l d u i n o l i , conde de Flandes, 539 5°M37
Balduino I V , conde de Flandes, 63 5 Bernardo I I , nieto de josseran, 6 1 4
BaJi, 383 Bernardo de G o d a , marqués, 4 9 1 , 6 1 0
Baldeo, m a r , 4 6 9 , 5 8 ^ , 5 9 8 , 5 9 ^ , 5 9 7 , 6 6 0 , 6 6 3 Bernardo de Seprimama, 4 7 1 , 499, 5 0 1 , 5 0 3 ,
Balrilde, iGB, 1 7 7 , 249» 1 5 8 507,619.62 o
Bamburgh, 3 0 9 , 6 0 1 Bernardo «Píantapilosa»», 6 2 0 , 6 2 1 , 6 2 2 , 6 2 3
Banu Fhiri, familia de los, 424 Bernheimer, Teresa, 17
Banu Qasi,fatiidia délos, 4 2 4 , 4 1 7 , 6 0 7 Bernicia (actual N o n h u m b e r l a n d ) , 2 1 2 , 2 1 4 ,
Barcelona, 186, « 9 1 , 4 3 * 1 5 3 - 5 3 7 , 5 4 ' , 6 o
3
7 l 215,307, 308,309,557
619 Berra, hermana de Luis el Piadoso, 4 8 2
Bardas, 3 84 Berta, regente de la Toscana, 548
Bardas Focas, 3 2 9 , 3 3 0 , 3 8 8 , 3 9 1 , 3 9 2 , 3 9 4 , 3 9 5 , Bertefrido (Berthefried), 161
396 Berrrada, 467
Bardas Sclero, 3 9 1 , 3 9 2 , 3 9 3 , 3 9 4 , 1 9 6 Bertrán de L e Mans, 176
Batí, 488 BccniKo (BerrwwulO de Mercia, f »1 <¿
Barsanufio y Juan, ermitaños, Bielorrusía, 586
Basilio i , 3 7 7 , 7 f i , 3 8 0 , 3 8 2 , 3 S 4 , 3 8 6 , 3 8 7 , 3 8 8 ,
? Bierzo, 2 3 0
3 9 3 , 3 9 4 , 3 9 5 * 443; A w ^ » 3 ^ 2 , véase [am- Birka, 298, 5 7 ; , 5 7 9 , 5 9 0 , 6 6 3
blen Focio y León V I Bizancio, 3 8 , 3 9 , 4 1 , 4 7 , 5 4 , 6 9 , 1 1 8 , 1 1 9 , 1 2 0 , 1 5 5 ,
Basilio I I , 389, J 9 i , 3 9 i - 3 5 3 , J94i 195, 3 9 6 , 1 9 0 , 3 1 7 , 3 1 9 . 33 » 33*i 337, 319-341» 34^,
O

3 9 7 , 3 9 8 , 4 4 3 » l 9> 5 9 2 , 6 6 2 , 6 7 1 , 6 7 4
s
3 4 9 , 3 5 1 , 3 5 2 , 3 5 3 , 3 5 7 , 3 5 8 , 3 6 9 , 378,380,
Basilio de Cesárea, 67, 104, top, 350, 3 6 3 , 3 8 2 3 8 1 , 3 8 3 , 3 8 4 , 3 8 5 , 3 8 7 , 3 9 ° , 39=» 3 9 3 , 3 9 , Ú

Basilio Lecapeno, 390, 3 9 2 , 3 9 3 398 408,410, 4 " , 4 3 2 , 4 3 6 437,440,443,


3 T

Basilisco, 1 1 3 , 1 3 2 , 1 3 6 , 1 4 3 , 144 446, 4 S J , 4 H , 4 í 6 , 4 í 7 » y i 6 , 5"7, 5<S, 5 1 9 ,


Basora,361,372,415 590,6 r 4 , 6 6 4 , 6 6 9 , 6 7 2 , 6 7 4 , 6 7 5 . 6 7 7 , 6 8 0
Bdih, 309 Bleda, 1 3 0
Batilde, 240 Bloch, Marc, 6 3 5 , 6 7 6
Bata, 591 Blois, 540
Baviera, 1 6 3 , 1 6 4 , 1 7 0 , 1 7 1 , 1 7 6 , 196, 2Ú9, 282, Bobastto, 426
3 6 1 , 4 6 7 , 4 ¿ 8 , 4 ^ 9 » 482» 4 8 6 ^87,4P3» 495.
( Bohbío, monasterio de, 2 3 4 , 5 2 ]
525.526, i i 7 . i i 8 , 530,542,549 Bodilón, 169
Beatriz, hija de Hugo el Grande. 548 Bodón, diácono, 510
Beauvais, 661 Boecio, 140, 1 54, 562; l a consoloeión de/ajilo-

Beda, 209, 2 1 1 , 2 1 3 , 2 1 7 , 2 1 8 , 2 1 9 , 2 3 3 , 2 3 9 , sofía, 562


íNDI CE O N OMÁSTICO 741

Bohemia, 5 7 6 , 5 9 4 , 5 9 5 , 5 9 6 , 5 9 7 , 6 1 3 , 6 1 4 Calcedonia, 1 0 5 , 1 0 6 , 1 2 9 , 5 1 2
Boleslao 1 , 1 9 ; Cambrai, 660
Boleslao C h r o b i y *el Bravo», 5 9 5 , 622 Cambridge, 4 1
Bonifacio, nicio de Adalberto-Arto, 623 Campione, 267, 2 6 8 , 2 7 1 , 276
Bonifacio I V , 2 3 3 , 2 3 4 * Campo de las Mentiras», 4 8 4 , 4 9 4 , 5 0 5 - 5 0 6 ,
Bonifacio de Maguncia, 2 3 4 , 2 3 6 , 2 3 9 , 2 4 6 , 4 6 5 5 3
r

Bonito de Clermont, 2 3 4 , 2 4 1 Canossa, 5 3 2 , 6 2 2 , 6 2 3 , 6 2 4


Borgoña, 1 6 5 , 6 6 Í Canstatt, batalla de, 4 6 4 , 4 7 7
B o r i j o v l , 594 Cantabria, 186
Borrell, conde, 523 Cancerbury, 2 1 9 , 2 2 r , 2 3 1 , 5 5 3
Bosforo, 10S, 3 3 0 , 3 3 1 , 3 3 2 , 3 4 3 Canuto, hijo de Sven de Dinamarca, 560, 564,
Boulogne, 29E 566, 5 7 2 , 5 7 9 . 6 0 0

Bourges, 9 1 , 1 1 2 ; conde de, 491 Capadocia, 3 9 4 , 3 9 5 , 4 3 a

Boris 1 , 3 8 6 Capitulare Je Villis s 650


B o r i s I I , 389 Capua, 1 9 5 , 5 3 6
Bosón, 4 9 1 , 4 9 2 , 4 9 3 , 4 9 > Í54 ú Cárdena, 609
Bowen, Sue, 1 7 Cardiff, 20S
Braga, 2 3 2 Cardona, 6 1 1
Carentoir, 273
Braulio de Zaragoza, 1 9 2 , 1 9 3 , 1 5 0 , 6 6 8
Caribeño I I , 1 7 0
Brega, 605
Caríntia, 5 30
Brescia, 1 9 6 , 2 0 0 , 2 0 2 , 6 2 3 , 6 4 9
Bretaña, 1 6 3 , 2 0 5 , 1 1 1 , 1 7 3 , 2 7 4 , 2 7 6 , 4 7 8 , 540, C a r l o m a g n o , 9 , 1 5 , 4 1 , 4 4 , 4 6 , 4 7 , 1 7 1 » J99*
55 > 5 6 4 > 5 9 M 9 M 4 3 * 4 5 > 5 5
B t í 6
203, Í 2 0 , 2 2 1 , 2 3 3 , 2 3 5 , 2 5 1 , 2 6 5 , ¿ 8 1 , 2 9 4 ,
Brevium exempla, 650 298, 3 1 5 , 3 2 2 » 347, 3 7 1 , 4 0 1 , 4 ¿ 3 > 4 ^ 4 , 4 ^ -
Brian Bórama mac Cennétig (Brian Boru), 605, 467,468,469,470,471,472,473,474,475,
606 476,477,479i 4^2,485* 436,4S7,488,491,
Bridei, 2 1 1 495» 497» 4 9 . 499. 5 ° ° * 5
a o 1
, 5°3» 5 > , 5 ° 8 ,

Bristol, canal de, 208 5 1 0 , 5 1 5 , 5 1 6 , 5 1 7 , 5 1 5 , 5 2 9 . Í 3 4 , 5 3 5 » 54*,


Britania, 1 2 0 , 1 2 4 , 1 2 5 , 1 1 8 , 1 3 4 , 1 3 5 , 2 0 6 , 3 0 9 , 5 5 ' » 5 54, 5 * 3 , 5 * 5 , 5 7 2 , 5 7 8 , 58S, 6 0 7 , 6 1 9 ,
577; véase también Gran Bretaña 625,626,630,633-639, 641,646,648,050,
B r o w n , Peter, 1 0 , 4 1 , 1 0
% a
34,3P 670,672,674
Brubaker, Leslie, 17 Carlomán 1 , 4 6 4 , 4 6 5 , 4 9 1
Brujas, 661 Carlomán I I , 2 9 2 , 4 6 6
Brun de Colonia, hermano de Orón 1, 5 2 7 , 5 2 9 , Carlos de Loiaringia, 540
m Carlos el C a l v o , 4 7 5 , 4 7 9 , 4 8 1 , 486, 4 5 7 , 4 8 8 ,
Brunilda de F r a n c i a , 4 6 , 1 6 1 , 1 6 6 , 1 6 7 , 2 4 5 , 4 B 9 , 4 9 0 , 4 9 1 , 4 9 3 , 4 9 4 , 4 9 J , J 0 3 , 5 0 4 , 506,
*S7> 58,259,
3 3 d o 5 " , 511. Í M 516,520, $24,555,562,564,
S

Buglass, Harry, 1 7 5 6 5 , 6 2 0 , 6 2 8 , 6 4 2 , Ó79


Bu jará, 3 6 8 , 4 0 0 C a r l o s e l G o r d o , 4 9 3 , 4 9 6 , 5 0 1 , 5 2 6 , 5 3 3 , 538
Bulgaria, 3 3 9 , 3 4 7 , 3 S 6 , 3 8 7 , 3 8 9 , 3 9 0 , 3 9 1 , 3 9 2 , Carlos el Simple, 4 9 3 , 527» 537» 5 3 * , 539. 545,
4 4 2 , 4 4 3 , 5 1 4 , 5 9 2 , 5 9 4 , 59Ó, 6 1 4 551,563,636
Búlgaro, conde, 1 9 1 C a r l o s Martel, 1 7 0 , i 7 t , 1 7 2 , 1 7 9 , t86,
Burcardo 1 , 5 2 7 198, 2 0 4 , 2 4 6 , 2 5 2 , 2 6 0 , 3 1 5 , 4 6 4 , 4 6 5 , 4 6 6 ,
Burdeos, 6o, ó r , 1 2 8 469,471,487,496,672
Burgos, 609 Cartago, 47, 80, 8 3 , 103, [ 1 5 , 1 2 1 , 1 2 2 , [23,
Burgred de Mercia, 555 1 2 4 , 1 2 9 , 2 8 4 , 2 9 2 , 3 3 9 , 368
Burgundia, 1 6 3 , 1 6 7 , 171, 1 7 7 , 4 7 7 , 4 8 6 , 4 9 2 , Casauria, monasterio de, 6 5 5 , 6 5 6
494,495»49ó\ í 2 S 537,Ó19» G20, Ó44, *4Ó
f Cashel, 2 2 4 , 2 2 5 , 6 0 4
Burgundofara de Faremoutiers, 259 Casiodoro Senador, 1 3 6 , r 50, 1 8 6 , 2 9 6 ; Varias,
Buzurg ibn Shahriyar, 449 150,136
Castelldwyran (Pembrokeshire), 207
Cadwallonde G w y n e d d , 209, 2 1 5 Castilla, 6 o 3 , 6 0 9 , 6 1 0 , 6 1 1 , 6 1 2 , 6 3 4
Caewlin de Wessex, 2 1 4 Castro jeriz, 611
Cahors, 2 3 8 Cataluña, 469, 4 8 1 , 5 2 3 , 5 50, 6 0 7 , 609, 6 1 1 ,
Caithness, 2 1 1 , 6 0 1 634,644
Calabria, 2 8 6 , 4 5 o Cathal mac Finguine, 225
74* EL LEGADO DE ROMA

Catraeth (¿actual Catterick?), 209 Clermont, 6 2 , 9 1 , 1 1 1 , 1 3 3 , ' 3 , M5i f i l 6


5 , '74,
Cáucaso, 33 i I79>i45
Cavan, condado de, 602 Clichy, 172
Cecíliano de Carrago, 102, 103 CLodoveo, 1 3 4 , f 3 . J% fl S
M 7 . 1 6 1 , 163, 164,
Citano va. monasterio de, 609, d 1 1
I -
M- l
7 7 , i8-U 2 1 2 , 2 6 4 , 4 7 1 , S S i -
Céli D é , 60 4 584, 670, PaaiLt Legíí Salitae^ 175, ¿51,
Cenél Conaill, 606 279
Cenwulfode Mercia, 2 2 0 , 2 1 1 , 5 5 ? C l o d o v e o H , 167, 168
C e o l w u l f o l l , 556 Clonfert, 604
Ceonio, familia, 66 Clonmacnois, monasterio de, 2 1 6 , 249,604
Ceideña, 1 2 2 , 195 O ontarf) batalla de, 6ofi
Cesárea (actual Kayseri), 104, 379. 4 4 5 , 4 4 7 Clorarlo 1 , 1 6 4 . 1 7 4
Cesáreo de Arles, 1 3 0 , 2 4 1 , 2 4 3 G o t a r i o I I , 1 6 4 , 1 6 5 , 166, 167, 168, 1 6 9 , [ 7 0 ,
Ceredigion, 598 1 7 2 , 1 7 3 , 1 7 ? , «77,180
César, 34S C l u n y , monasterio de, 2 4 9 , 5 6 4 , 6 1 7 , 6 2 5 , 6 4 0 ,
Chalon-sur-Saón*, 91 645,656
Champaña, 492, 540, 661 Clyde, río, 601
Chara vines, 6 5 9 , 6 6 0 Cnodomaro,
Chelles, monasterio de, 168, 249 Cohén, G . A , , 13
Chester, 2 1 4 , 5 7 c Collins, Roger, 45
Cheviot, 307 Colonia, 87, 1 6 3 , 1 8 7 , 2 8 8 , 2 9 3 , j o t , 5 i 6 , 5 2 6 ,
Childeberto l, 154, 1 6 1 , 1 6 1 , ioí, 314 5 2 9 , 5 3 0 , 6 6 o , 66t
Childeberto J l , 1 6 1 , 1 6 5 , 1 6 6 , 167, 1 6 9 , 1 7 4 , C o l u m Cílle (Columba), 2 2 6 , 2 2 7 , 1 4 6

'75,233 Columbano, 174, ' 7 7 , " 6 , 2 3 3 , 2 3 4 , 250


Childeberto 1 1 1 , 1 6 8 Comacchio, 293, 299
Childerico I, 162 Compiégne,3i3,49 1

C h i l d e r i c o l l , 16S, 1 6 9 , 1 7 4 , 1 8 1 , 3 5 6 Connaught ( C o n n a e h r ) , 2 2 3 , 2 3 4 , 604, 6 0 5 ,


Childerico LIL^d-i, 4 6 5 . 4 6 8 606
Chilperico, iG$, tfití, 1 7 6 , 177. 3 4 1 , 2 9 2 , 2 9 6 Conrado I, duque de Loraringía, 1 2 7 , 6 3 8
Chiltern, 214 Constancio H, 1 0 4 , 1 1 1 , 6 0 1 , 6 2 3 , 6 3 1
Chtmnecbilda, 1 7 4 , 2 5 8 Constancio I I I , 1 2 6 , 1 3 1 , 1 4 3 , 1 4 4
China, 106, 3 6 9 , 4 ' 5, 449,673 Constarte 11,338, 3 3 9 , 3 4 0 , 4 4 3
Chindasvinto, 46, 189, 190, 250 Constantino, 59, 6 3 , 9 3 , l 0 2
-103-104,144,
Chipie, 7 9 - 3 * 9 * 44*
1
4»i 503,310,331,338
Chur, 6 7 7 Constantino, biógrafo, 6 3 7
Cicerón, 524 Constantino I I I , 125
Cih'cia, 3 8 5 , 3 S 9 Constantino I V , 3 3 9 , 3 4 0
Cinaed (Kenneth I ) mac Ailpín, 1 2 7 , 6 0 1 Constantino V , 296, 3 3 7 , 3 4 0 , 3 4 ' , 3 4 * , 343»
C m c o Burgos de b Mercia Danesa, -¡57, 578 144, 3 4 6 , 3 4 * , 3 4 9 * 3 5 " , 370, 385; Penséis,
Cinehardo(Cyneheard), 2 1 6 , 2 1 7 , 2 5 3 , 25 5 342,343,353
Cinewulfo ( C y n e w u l f ) de Wessex, 2 1 6 , 2 1 7 , Constantino V I . 3 3 6 , 344
2*3,255 Constantino V I I Porftrogéneta, 1 1 1 , 347, 3 7 7 ,
Cipriano, 1 5 4 378,380,381,384,388,389, 39**391,394,
Circo Máximo. 1 1 2 396, 3 9 8 , 4 4 1 , f & 7 ; I j ¿ r o de ceremonias, 111,
Círculo Áraco, ^85 177, 37*1 379' J 3 0
! 382. 383, 384; Sobre eí

Cirenaica, ^8, S9, M> 9 1


gobierno del imperio, 347, jSo

Cirene, 92 Constantino V I H , 3B9,593


Cirilo de Alejandría, 9 2 , 1 0 4 , 1 0 5 » 1 0 7 , 5 9 4 Constantino de Nacolia, 343
Cirro, toy, to8 Constantino Ducas, 3 8 8 , 3 9 3
Clann C h o l m í i n , 604,605 Constantino-Cirilo, misionero, 386
Clare, condado de, 6 0 2 , 6 0 3 Constantinopla, 9 , 5 8 , 5 9 , 6 0 , 6 4 , 6 7 , 6 3 , 8 3 , 9 2 ,
Claude, Dierrich, 191 93, 100, 104, 1 0 5 , 1 0 6 , 10S, 1 1 1 , 1 1 2 , i t $ f

Claudio de T u r í n , 3 1 2 , 5 1 0 124, t27, 1 2 8 , 1 3 5 , 1 3 S , 140, M i , ' 4 5 , í 7 i r

Claudiópolis, 343 1 0 2 , 2 0 3 , 2 3 1 , 234, 2 9 2 , 2 9 3 , 3 0 1 , 3 0 3 , 3 0 4 ,


Clementina, patricia, 261 3°5,307, 3 1 3 ' 4 , 3*5*3^2, 3 > 3 9 i 33 * 3 a 3 o

Cleopacra,42t 3 3 1 , 3 3 2 , 3 3 3 , ÍH> 3 3 5 , 3 3 ^ 3 ^ . 3 3 9 , 340,


ÍNDICE ONOMÁSTICO 743

34*> 3 4 3 . 3 4 4 . 3 4 » ! 349, 3l=i 3 > 377> 3 7 9 ,


Ú 8 Daniel de Winchester, 2 4 4
386, 3 8 7 , 3 B 9 , 4 0 1 , 4 1 8 , 4 3 3 , 4 3 4 . 4 3 5 . 4 3 7 , Daniel el Estilita,, 1 0 8 , 1 1 3
44i>443>447 4f6 457> 5 > f ^ ^ M
I J
l S 3 8
, Danubio, río, 7 0 , 7 1 , 8 4 , 3 8 , 1 3 0 , 1 3 5 , 1 3 7 , 1 4 2 ,
5^9> Í 9 ° ! S93» 4,<>7i
fiú
• 5 7 , 3 9 , 3 * % 3 3 9 , 3 4 7 , 3 * 9 , 5 5> i 8 8 , 589,
r 8

Constanza, lago de, 6 1 5 ú 14,615,662


Constitución de Medb\a, 359 Dardanelos, 3 9 2
Cooper, Kate, 1 7 Davies, W e n d y , 1 7
Corbie, 480, 504, 508 Dedi, conde, 6 2 2
Corbiniano de Frisinga, 2 3 4 D e i r a { e n la zona actual de Y o r k s h i r e ) , 2 i 4 , 215

C ó r d o b a , 1B6, 1 9 1 , 3 0 5 , 3 9 9 , 4 0 0 , 422* 4 2 3 . Deiran, 2 1 5


Delfinado,659
4ií» 4**14i7» 4 ^ , 4 3 ° , 434*435
Depreux, Philippe, 45
Corinto, 4 3 9 , 4 4 1

Cork, 225,603,604 Derecho marítimo de Rodas, 441

CornuaJles, 1 8 5 , 2 0 5 , 2 0 8 Desiderio, duque de Toscana, 4 6 7


Corvey,H3 Desiderio de Cahors, 1 7 6 , 1 7 8 , 180, 1 8 1 , 1 9 8 ,
Cosmas, mercader, 29 ¿ 199,202,235,245
Cosmas el Sacerdote, 3 8 7 Desiderio de Vienne, 245
Cosmes I I , 3 2 9 , 3 3 0 , 3 3 1 Deusdona, diácono, 4 9 7
Cowdery's D o w n , 2 8 2 D e v o n , 208
Cramnesindo, 2 5 6 , 2 5 7 Devroey, Jean-Pierre, 45
Creciente Fértil, 4 2 2 D h u o d a , esposa de Bernardo de Septimania,
Cremona, 3 15>434> ^ 3 > " ^ 5 472, 4 8 1 , 507; Manual^ 507,620
Creta, 3 4 9 , 3 8 9 , 4 3 9 , 4 4 1 Diarmaitmac Cerbhaill, 2 2 5
Crimea, 3 4 0 , 3 4 3 , 4 4 3 Dienheim, 2 7 0
Críth Gablaeh, 223,224
Dietrich, hijo de D e d i , 6 2 2
Croacia, 587, , 9 4 , 6 1 3 , <»i4> * 4 3
Dinamarca, 3 7 , 4 2 , 4 5 , 86, 2 8 2 , 2 9 8 , 3 1 3 , 3 2 0 ,
Crodegango de Metz, 465
4 8 9 , 5 5 7 , 5 7 ' , 5 7 5 , 5 7 6 , 577, 578, 579, 5 t ,8

Crone, Patricia, 3 5 9
583,596,614,615,643,644,647
Crónica anglosajona, 2 1 1 , 2 1 6 , 5 5 6 , 5 5 7 , 560, Dioscoro, 7 7 , 7 8 , 8 2
5G3,567 Diyents Acatas, 394

Crotona, 529 Dniéper, río, 5 8 5 , 5 9 0


Ctesifonre, 448 D o b b , M . , 13
Cuenta del cerdo de Mace Da 7#0,251 Dodón, 2 5 7
Culhwch ac obven, 314 Domburgo, 298
Cuniperto, 1 9 7 , 200 Domesday Book ( « L i b r o d e l registro»), 5 6 6 ,
Cúpula de La Roca, 3 5 9 , 3 6 9 568,569, 5 7 ' 6 ' 5 3
S

Cusago, 645 D o n , r í o , 591


Cutbeno (Cuthbert), san, 2 3 9 , 2 4 8 Donnchad Midi mac Domnaíll, 225
Cuthred, 555 Donner, F r e d , 3 59
Cynddylan, 209 Dorestad, 2 9 8 , 2 9 9 , 4 8 9 , 5 8 2 , 6 6 0 , 6 6 1 , 6 6 3
Dossey, Lesfie, 1 7
Dafne, 62 Down, 224
Dagoberto 1 , 1 Ó 4 , 1 6 7 , 1 6 8 , 1 6 9 , 1 7 0 , 1 7 1 , 1 7 3 , D r o g ó n , hijo de Caríomán l, 4 9 2
J77> 1 8 0 , 2 4 0 , 2 5 1 , 2 9 2 , 4 7 1 , 5 8 9 Dublín, 5 5 7 , 5 8 4 , 5 9 8 , 6 0 0 , 6 0 3 , 6 0 4 , 6 0 5 , 6 0 6 ,
Dá] Cais (Deis Tuaiscírt), 6 0 2 , 6 0 3 , 6 0 5 , 6 0 6 663,664
D á l Fiatach, 225 D u b y , Georges, 2 9 6 , 6 2 5 , 6 2 9
D á l Ríara, 2 2 5 , 2 1 6 , 2 2 7 , 2 7 9 D u d ó n d e San Quintín, 546
Dalmaria, 1 3 2 , 1 3 7 , 1 3 8 Duero, río, 4 2 2 , 6 0 8 , 6 0 9 , 6 1 o, 6 1 1 , 6 1 2
Damasco, 1 9 3 , 3 0 5 , 3 6 2 , 3 6 4 , 3 6 7 , 3 6 8 , 3 7 0 , Dunstano de C a n t e r b u r y , 5 6 0 , 5 6 4
3 7 4 . 4 0 1 , 4 = 0 , 4 4 4 , 4 4 7 ; Gran Mezquita de, D U I T O T V , monasterio d e , 604

304, 3 0 5 , 3 0 6 , 3 5 2 , 3 6 9 , 4 2 2 Dyfed, 2 0 ^ , 2 0 7 , 2 0 9 , 5 9 9
D a m i á n , arzobispo, 244
Damíetfa, 435 Eadulfo(oEadwulí), 557
Danelaw, 566,567,571 Eanfndi de Bemicía, 2 i t
Danelis, 3 9 5 , 3 9 7 , 4 4 3 Eanred, ?ÍS
Danevirke, 578 Eardwulfo, 555
EL LEGADO D E ROMA
744

East Anglia, 2 1 3 , 2 1 4 , 2 1 5 , 217, 749, 555, Elipando de Toledo,, 509


5*6, 557, 5 58, 5 5 9 , 5 ^ 0 , 5 6 6 , 5 7 M 6 5 ELy, 560; monasterio de, 249
Eberhardo, duque de los francos, 527, 5 2 8 , 5 4 6 Emaín Macho (actual Navan F o r t ) , 224
E b ó n de Reims, 504, 5 * 4 , 6 3 5 Embolé, 433
Euro, río, 1 8 6 , 6 0 7 , 6 0 8 Embrún, 1 7 3
E b n m i o (Ebroin), 1 6 8 , 1 6 9 , 1 7 5 , 176, 1 7 9 , 1S1 Emilia, 5 3 1 , 6 2 ]
Ecfrido (Ecgfrith), 2 1 1 , 2 1 5 , 1 1 9 E m m a , esposa de Lotario 1 , 5 4 3
Ecgberto de Wessex, 5 5 5 Engelberga, esposa de Luis I I , 4 8 8 , 5 3 1
Ectae lívach, monasterio d e , 1 ^9
Enrique I , hijo de O t ó n E, S 1 7 , 5 2 8 . S 3 9 , 5 4 S ,
Ede&a, 1 1 2 , 3 8 8 , 4 4 5
622,636,637
Edgardo, hijo de Edmundo, 5 5 9 , 5 6 4 , 6 0 0 Enrique JJ, hermano de Otón I , 5 2 5 , 5 1 B , 529,
Edgjva (Eadgifu), madre de Edmundo y E d r e - 621
d ó n 59, 560 Enrique I I de Inglaterra, 40
Edicto sobre los precios de 3 0 1 , 7 9 • E n r i q u e I I I , 537
Edimburgo, 2 1 4 Enrique J V de Baviera, 529
Edingron (Wiltshire), 556 Enrique V I I , 1 9 9
Edmundo, hermano de E t e l s t í n , 5 5 6 , 5 59; códi- Enrique Babenberger,63&
go de, 562, 563 E n r i q u e de Sajonia, véase E n r i q u e [, hijo de
Edredo [o Aedred), hermano de Etelsián, 559 Otón 1
Eduardo el Mártir, 3 5 6 , 5 5 9 , 560 Enrique de Suabia, 528
Eduardo el Viejo, 5 5 7 , 5 5 8 , 5 5 9 , 5 6 1 , ^ 2 , 5 6 3 , EoganachTa de Cashel, 6 0 2 , 6 0 4 , ^05
566, 5 6 8 , 5 7 0 , 584 Ergyng,2oS.2i2
Eduino (Eadwig), hijo de Edmundo, 559, 5 7 2 E r i c x e l Sanguinario», 579
Eduíno (Edwiif) de Nortumbria, 2 1 5 , 2 1 8 , 247, Ermedrada, 268
30B, 309, 3 2 2 Ermengarda, hija de LuJs I I , 491
Eduvigis, madre de Hugo Capeto, 539, 548 Ermenrico, 83
Éfeso, 1 0 5 , 1 2 9 , 1 4 0 , 4 4 0 , 4 4 1 Ermina,259
Egeo, 0 ^ , 7 1 , 7 2 , 7 9 , 2 9 3 , 3 3 0 , 3 3 1 , J 3 i , ] j 4 , Erminetrudis (o Erminiruda), 259

J49,3$9>434,439,44 " , 4 J ^ 443.45¿>457 Erquinoafdo, 2 3 6


Égica, 189, 190, 1 9 2 Ervi^o, 183,189,190, 191,192
Egidio, 1 3 3 Escalda, río. 641
Eginhardo, 3 7 2 , 46S, 4 7 0 , 4 7 3 , 4 & 4 , 4 ^ 5 , 494> Escandinavia, 3 9 , 264, 2B6, 5 7 6 , 5 7 7 , 5 8 1 , 5 S 2 ,
4 9 7 , 4 9 8 , 4 9 9 , 5 0 0 , 501, 502, 504, 5 0 5 , 5 0 6 , 585,611,615,652,660,664, ¿71
50S, 5 1 9 , 5 ¿ i , 587, 668,677!; Vidade Carlo- EsciEÓpolis (Bet She'an), 4 4 4 , 4 4 5 , 4 4 7
magno, 468,485,561 Escocía, 4 7 , 48, 208, 2 0 9 , 2 1 0 , 2 1 1 , 2 2 5 , 2 1 6 ,
Egipto, 3 8 , 4 4 , 4 5 , 5 2 , 6 0 , 6 9 , 7 1 , 7 4 , 7 5 , 7 6 , 7 7 , 2 2 7 , 1 8 5 , j o 8 , 4 3 9 , 558, 5 7 6 , 5 7 7 , 5 8 0 , 5 8 J ,
7 9 , 8 0 , 8 1 , 3 2 , 9 3 , 1 0 5 , 109, 1 1 6 , 1 1 7 , 1 2 9 , 584, 5 9 8 , 6 0 1 , 6 1 4
[57,183, 290,291, 3 3 o > 3 3 [ , 3 3 1 , 3 3 3 , 338, Escoto Etigena, Juan, n d , 5 0 4 , 5 1 1

355,360, 361,363,365, 3 6 6 , 3 6 7 , 3 6 ^ 373, Eslovaquia. 8 4 , 5 9 3


399,400,402,404, 4 0 5 , 4 : 3 , 4 1 4 , 4 1 5 , 4 1 6 , Esminia,442
418,419,420,421,423,429.431,434,435, España, 3 8 , 3 9 , 4 5 , 4 6 , 4 7
43&", 4 3 7 , 4 4 3 , 4 4 4 . 4 4 5 , 4 4 Ó \ 4 4 7 , 4 4 9 , 4 5 ° , Esparta, 4 4 2
4 5 i , 4 5 2 , 4 5 3 , 4 5 5 * 4 5 7 , 4 5 * , 419, fá4 t

7°, Esquílíno, 3 1 2
675 £55^220,555.630
E i r o ( o E i r i t ) Hacha Sangrienta, 5 58 Estados Unidos, 4 2 , 1 2 6
Ekkehirdo, marqués de Misma (Meissen), 529, Estambul, 41,303,672
Í4ó,621 Esteban (I sirvan) í, 5 ^
E l Cairo (al-Qahira), 193, 305, 361, 4 2 1 , 4 2 8 , E r a b a n H, 198, 2 0 2 , 2 0 3 , 4 6 5 , 4 7 4 , 4 7 6
-135,417,453 Esteban V I , 5 1 4
Elba, río, 5 3 1 , 585, 586 Esteban el Joven, 3 4 3 ; Vida, 343
Elfelmo (Aelíhelm) Polga, 6 3 0 , 6 3 1 Estilicón, 8 7 , 1 2 5 , 1 2 6 , 1 4 3
Elfere (Aelfhere) de Mercia, 5 5 9 , 5 6 0 , 5 7 2 , 621 Esrocolmo, 42
El frico (Aelfric), 560 Elebaldo, 220
El trida, madre de Etelredo, 5 5 9 , 5 6 0 E^eU)erto(Aedielberht) de Kent, 2 1 5 , 220
Elfuina, hija de Etelíleda, 55S Etelíleda, señara de los Mercios, 55S, 591
Eligió de Noyon, 1 7 7 , 1 8 0 , 2 3 6 , 1 5 1 ; Pida, 236 Etelfrido (Aethelirirh)de B e r n ¡ c i a , 2 ] 4 , 1 1 \, 2 1 7
ÍNDICE ONOMÁSTICO 745

Etelredo I hijo de Etelwulfo, 556


t
Fife, 2 1 1
Erelredo U de Meecta.46, 5 5 3 , í t ^ ff7* 1*3, Fihrvt o indkt de M-Nadim, 406

$59, 560, 5Úi, 5Ó3, 5 Ó 4 , 5 6 5 , 5 7 2 , 6 0 0 Fílipíco, 3 2 7 , 3 4 0


E t e l s t á n ( A e t h e l s t a n ) Medio R e y , hijo de Firmo, noble beréber, 87
Eduardo el Viejo, 5 5 8 , 5 5 9 , 5 6 0 , 5 6 3 , 5Ó4, Flagy,65G,6?7
565,571, 5 9 % 6 l ¡
Flandes, 540. 5 4 1 , 5 4 2 , 6 3 4 , 6 6 1 , 6 6 4
Etelvoldo (Aerbelwold) de Winchester, 560, Flaocato(Flaochad), 1 6 7
564 Fiavius, apelativo, 1 0
Etelwulfo (Aethelwulf), 5 5 5 Fleury, 564
Eriopía, 3 7 J F l o d o a r d o de R e i m s , historiador, 5 2 5 , 5 2 6 ,
Eucada, 439 5 3 3 . r i g , u°, 5 6 3 , 6 1 8 , 6 3 3 ; ^ / ^ , 539,
Euclídes,4i 1 540,618,633
Eudón,duque, 1 7 0 Florencia, 1 2 5
Eudoxia, 1 2 7 Floro de L y o n , 5 1 1 , 5 1 2
Eufrates, 1 1 0 , 9 3 , 3 5 6 , 3 5 . 6
3*9,447,44® Focio, 3 7 9 . 3 * 0 , 1 8 1 , 3 8 2 , 3 8 6 , 5 1 4 , 5 1 8 ; ^ I U J -
Eugenio I I de T o l e d o , 189 likay 3 8 ; , véase también Basilio I y León V I ;
E u g i p i o : Vida de Severino, 135 Biblioteca (BibUotheke), 379,406
Eulogio, extremista cristiano, 426 Fo3cuino(Folcwin),655
Euquerio de Orleans, 1 7 9 , 2 5 2 Fonrenoy, batalla de, 486
Eurasia, 8 3 , 3 6 9 , 4 4 9 Forro oso, 5 1 4
Eurico, 1 3 2 , 1 3 3 , 1 3 7 , 1 3 8 , 1 8 4 Forth, fiotdq de, 6a 1 \río,601
Eurípides, 3 5 0 Fortriu, n i
Eo/opa, ro, 1 1 , 3 7 , 3 8 , 3 9 , 4 0 , 4 2 , 4 5 . 4 7 , 5 1 , 5 3 , Fortunato, Venancio, 165
•3%'99. 211,212, 2 [ 7 , ¿30,255,25a, 271, Fossier, R o b e n , 643
2 7 3 , 2 7 6 , 2 7 7 , 279, =8-- 2 9 3 , 2 9 4 , 2 9 9 , 3 0 1 , Foucault, Michel, 99, 3 1 6
303,315,316,317,320,32^333,358,384, Francfort. 5 2 5 , 5 3 0 ; sínodo de, 2 9 5 , 3 4 4 , 4 7 2 ,
3 8 7 , 4 0 1 , 4 0 7 , 416,423,424,434, 45i,4S9> 4 7 4 , 5°9
4 7 1 * 4 7 * 1 500, 5 1 9 . 57o, 571* 572, 575. 5 7 7 , Francia, 37, 38, 3 9 . 4 5 , 4 6 , 4 7 » 54» * * 9 , 1 6 2 , 1 7 5 ,
585,588, 591, ¡ 9 3 , 6 0 3 , 6 1 1 , 6 1 4 , 6 1 9 , 6 2 5 , 1 7 6 , 1 8 1 , r86, 1 8 8 , 1 9 0 , 1 9 1 , 1 9 2 , 1 9 3 , 1 9 4 ,
627,628,630,633,634,636,639,640,642, 1 9 5 , 197, 193,200,101,103,104,205,119,
643,644,651,652,653,657,6^8,6*9,663, 2 2 2 , 2 1 6 , 2 3 0 , 1 3 1 , 1 3 1 , 1 3 4 , 239, 2 4 [ , 244,
664,665,667,663,669,670,671,672,673, 241, 2 4 6 , 1 4 8 , 149J 5 h 1 j 2
57, 25S» l t í
2 , 269,
676,680 1 7 0 , 1 7 6 , 2&1, 283, 2 3 4 , 2 8 5 , 2 3 8 , 2 8 9 , 2 9 0 ,
Eutopean Research Countit: The Transfarmation 2 9 1 , 2 9 2 , 2 9 4 , 2 9 6 , 1 9 7 , 29B, 2 9 9 . 3 1 7 , >iB,
of the Román World^ 15 3 5 6 , 368, 39ft> 4 1 1 , 4 " , 436", 456, A , 7 , 4 6 4 ,
Ensebio el Sirio, 292 4 6 5 , 4 6 6 , 4 6 7 , 4 6 9 , 4 7 o , 4 7 3 . 4 7 4 » 476,47B>
Eutroquio, 69 4 8 0 , 4 E 1 , 4&¿, 4 8 6 , 4 8 7 , 4 8 9 , 4 9 0 , 4 9 1 , 4 9 2 ,
Everardo de Friuli, 4 9 4 , 5 0 4 , 5 0 7 , 5 0 9 4 9 4 , 4 9 5 , 503, 5 0 9 , 5 1 2 , 5 [6, 5 1 8 , 5 1 9 , 5 : 3 ,
E w i g , Eugen, r79 5^4» 5 5 . 5 , 5 2 7 , 529, 5 3 ° , 5 3 i , 532» 5 3 3 '
2 l 6

537, 5 3 . Í39.54°, 542,544, 5 4 9 , 5 5 0 , 5 5 1 ,


a

Faremoutiers, 259 554» 5 Tu, 559, i 6 i , 562, 5 6 3 , 5 6 4 , 5 7 1 , 5 7 2 ,


Farfa, monasterio de, 2 4 9 , 6 4 5 , 6 5 6 , ¿ 5 7 571*177,1S2,583,584,591,594,609,610,
Farsisiin, 400 611,612,613,614,615,620,624, 615,626,
Fastrada, 463 627, 6 1 8 , 6 1 9 , 6 3 1 , 6 ] 2 , 6 3 3 , 6 3 4 , 6 3 5 , 6 3 6 ,
Fausio, obispo de Riez, J 1 7 6 3 7 . &jo, 6 4 1 , 6 4 4 , 6 4 6 , 6 4 7 , 6 5 1 , 6 5 2 , 6 6 0 ,
Federico de la Alta Lotaringia, 637 661,663,664,665,671,672,673,675,676,
Feidlimid mac Crimthainn, 2 2 5 , 604,605 677,678,679,680
Feleteo, 1 3 5 Fravira, 1 2 7
Felipe I I de Francia, 40 Fredegardo, (67, ' 6 3 , 1 8 8 , 1 8 9 , 2 5 8
Félix, 2 1 6 ; r í í ñ í d e G u d a g o í G u t h l a c J ^ r ó Fredegunda, 166, 1 6 7 , 2 5 6 , 2 5 8
Félix I V , 3 1 1 Frisia, 2 3 5 , 1 3 6 , 4 6 4 , 4 8 9 , 5 7 8
Félix de Urgel, 509 Fritigemo, 83
Fenland(s),2i3, 2 1 5 , 5 6 0 , 6 3 0 Friuli, 1 9 8 , 2 5 3 , 5 3 3
Ferdulfode Friuti, 2 5 3 Frostaihing, 580
Femando 1, tonda de Castilla, 609 Froya. 1S9
Fidel de Mérida, 244 Fructuoso de Braga, 1 4 7
74<3 EL LEGADO D E ROMA

Fruela, hijo de Alfonso 1,607 Gewilibo de Maguncia, 2 4 6


Frumoldo^Ss Gibialtar,422
Fulco de Reims, 537, 539, f6i GjJdas, 2 0 6 , 2 0 7 , 2 0 8 , 2 0 9
F u l c o N e r r a d e A n j o u , 540,63 $ Ginebra, 4B5
Fulda, monasterio de, 1 4 9 , 5 0 4 , ^07,645 Gisela, esposa de Everardo, marqués de Friulí,
Fundación Europea de ía Ciencia ( E S F ) , 4 1 494
Fusafa, 78 G i s u l f o H , 261
Fustax, 305, 3 6 1 , 3 6 3 , 4 0 0 , 4 * 1 ) 4 3 5 ' 4 3 7 , 4 4 6 , Glarnorgan, 2 0 5 , 2 1 0
4fO 4ji,45i 4í3!4T4 4Tfi4í9
í t ?
Glasgow, 601
Fyn, 577
GLouoesiershire, 1 ¡ 5
Glywysing, 209
Gaeta, 5 3 6 , 6 6 2 G n e i d o v o , 590
Gainas 1 2 7
T
Gnieano, 595
Gala Pladdia, 12G, 144 Goar, san, 293
Galeno, 4 1 1 Godescalco, teólogo, 5 0 4 , 5 1 0 , 5 1 1 , ¡ 1 2 , 5 1 4
Gaierio, palacio de, 304 Godino, 168
Galea, 1 6 4 , 2 0 5 , 2 0 7 , 2 0 » , 2 0 9 , 1 £ 3 , 2 1 7 , 1 2 1 , " 2 , Gododdin,2oE, 2 1 4
247, 1 5 0 , 1 1 1 , 2 6 3 , 2 8 5 , 1 9 ^ i M, 5T*. n 6 , Gododdiri, 209,1 f6
5 7 7 , ^ 2 , 5 9 8 , 5 9 ^ 600,602,607,614,672 Godofrido, 57E, 579
G a l i a , 4 7 , 49, 5 9 , ' 2 , 6 3 , 6 6 , 6 7 , 7 2 , 7 5 * 79>
l s J
, Goersdorf, 2 7 0 , 2 7 1 , 2 7 2 , 2 7 3 , 2 7 4 , 2 7 6 , 2 7 7 ,
86, 8 8 , 9 1 , 9 1 * 9 3 , 96, 97, 1 0 1 , 1 0 3 , 109,
28o, lí¡2
n o , r 19,124, 125,126.128,129,130,131,
Goltho (LineoInshire), 571
»3 > 3 3 »
2 1 J
i h 37, 1 38,13?,
r
M**
G o n d e r o d e Colonia, 5 1 5 , 5 1 6
1 ( 2 , 1 5 3 , ' 5 5, 5 * , ' Í7, i 6 '
1
3 ' 6 2 , 1 6 3 , 164,
G o n r r á n ( G u n t r a r a ) B o s ó n , duque, 1 6 5 , 166,
1 6 5 , 169, 1 7 7 , 1 7 9 , i 3 o , 1 8 5 , 2 0 6 , 2 1 2 , 1 1 4 ,
235,140,248,168,284, i 8
6 187,291 167,141,243,250
(

Goruafez, Fernán, 6 to
Galicia, 6 o 8 , 6 n
Goodson, Careline, 17
G aldea, 9 3 , 4 4 4 , 4 4 7 Gorm, 578
Gande rsheim, 543 Gorodishche, 590
Ganos, 44a Gortina, 439
Gante, 5 6 4 , 6 6 1 Gorte^ 5 6 4 , 6 3 9
Garona, 489 Goslar, 5 3 1
G a z a , 108, 365 Gosvinta, 260
Geary, Pst, 1 7 Gwhia, Í j7
Gebliardo, duque de Lotaringia, 527 G ó n c a , g u e r r a , 1 5 5 , i5"3
GeerO, Clifford,3&3 G o w e r , 208
Geheuna judía, 98 Gran Bretaña, 4 1 , 4 2 , 4 4 , 4 7 , 8 0 , 205, 206, 207,
Genético, 113, 1 2 3 , 1 2 4 , 1 3 1 , 1 3 3 , 5 8 4 , 6 7 a jo3,11 214,215,117,127^ 23^ ^ 3 .
Gellone, monasterio de, 6 1 9 269, 2 7 6 , Í S * , 286, 2 8 9 , 2 9 0 , 5 9 7 , 59F, 6 1 4 ,
Genova, 1 9 5 , 2 9 3 , 4 5 8 674,676
Genoveva, santa, 1 3 4
G r a n Cerca de T r a c i a , 3 4 9 , 3 8 5
Gerardo de A u r i l l a c , ó t 7 , 6 1 3 , 6 1 9 , 6 1 0 , 6 2 8 ,
G ran Ejército, ^ 5 6 , 5 5 7 , 5 6 7 , 584
636
G r e c i a , 3 8 , 7 4 , 1 2 5 , 3 3 4 , 3 4 ^ 3 4 6 , 3 4 7 . 39*>
Gerasa (Yerash), 4 4 4 , 4 4 5
>95i397,439>44'»443
Gerbexga, madre de Lotario l 539
f
Gregorio, exarca, 3 3 9
C e r b e r t o d e Aurillac, 5 1 3 , 5 1 4 , 5 2 5 , 5 3 7 . 5 4 3 ,
Gregorio I I , 203
547,551,61K
Gregorio I V , 484, 5 3 r

G e r m á n B i l u n g o ( B í l l u n g ) de Sajonia, 5 4 6 ,
Gregorio V , 547
T47, 5 4 9 , 6 1 5 , 6 1 7 Gregorio V I I , 670
Germama, 1 6 1 , 1 6 3 , 1 6 4 , 1 4 8 , 6 4 4 , 6 4 5 Gregorio de N i s i , 9 9
Germano 11 de Suabia, 5 2 8 , 5 2 9 , 530 Gregorio de T o u r s , 4 9 , 5 0 , 5 1 , 5 3 , 9 5 , 1 1 0 , 1 H ,
Germano de Constantinopla, 343 148,155,161,161,165,166,167,168,171,
Germigny-des-Pres, capilla de, 3 1 1 , 5 1 0 174,176,177» 179,230,231,232,233*235,
C e r n i d o d e Maguncia, 2 4 6 * 3 7 , 3 * * M*>i * 4 * 4 i , 243^ 4 5 Í
1 l J j 1
i*»
Gertrudis de Nivelles, 247, 259 J 5 7 , 2 5 8 , 264, 2 8 1 , 2 8 2 , 2 8 7 * 2 * 8 , 3 7 ? ; ^fr-
Geruardo, bibliotecario, 498 iona*, 4 9 , 1 6 7 , 2 3 1 , M i
ÍNDICE ONOMÁSTICO 747

Gregorio el G r a n d e , 1 9 6 , 1 0 3 , 231, Hébridas, islas, 1 1 7


233,138,261,291 Hécior, patricio, 174
Gregorio Magno, 96, 3 4 1 , 5 0 4 , 561, 66B;F,egla Hedeby, 298, 5 7 5 , 5 7 8 , 5 S 2 , 6 0 3 , 6 6 1 , 6 6 3
pastoral de, 01 Helena, hija de Romano I Lecapeno, 3 8 8
Griersan, Philip, 296 Helena, madre de Constantino, 3 3 1
Grimbaldo de Saint-Berrín, 5 6 1 , 5 6 4 Heliodoro,38i
Grimoaldo ( 6 1 6 - 6 7 6 ) , 1^9, r8o Helisachar, 4S3
Gnmoaldo ( 6 6 2 - 6 7 1 ) , " 7 ° . ' 9 6 , 1 9 8 Helvérjus,Anne-Marie, 17
G r i m o a l d o I Y de Benevento, 50S Hendy, Michaef, 332
Grufruddap Llywelyn. 599, '* * üí
Heorot, 308, 314
Guadalquivir, río, iSG, 1 9 1 , 4 2 5 , 4 2 7 H e r a d i o , 1 0 5 , 3 3 0 . 3 3 1 , 3 3 ^ 333> 3 ^ 8 , 3 4 7 ,
Gualafossa, familia, 6 5 7 3 6 0 , 4 3 9 ; Ehhesiiy 105
Gualdrada (o Waldrada), 5 1 4 , 5 1 5 Heremod, 250
Guerra de los Gaedki! ¿irlandeses] con los Gatll Heiibeno 1 , 5 3 7 , 5 3 8
[vikingos], Ó05, 606 Heriberto I I de V e r m a n d o i s , 5 3 7 , 5 3 8 , 5 3 9 ,
Gudme. 5 7 7 Í45,í?i
Guido 111 de Spoleto, 478, 492, 5 3 3 , 5 3 4 H e d i h y , D a v i d . 348
Guido de Vannes, conde, 4 7 8 Hermenegildo, 186. 187
Guillermo,hijodeDhuc-da, 5137,620 Herodes, 348
Guillermo 1 , 5 6 6 , 5 7 2 Herodíano, 3 1 7 , 328
Guillermo II de Aquitania, 545 Herodoto, 381
Guillermo I V , 541 Hesíodo,35o, 381
Guillermo V de Aquicania, ( 4 1 , 544 Hesse, 4 7 6

Guillermo de Gellone (o de Toutouse), 6 1 9 Hecri de T r é v e n s , 479


Guillermo el Piadoso, duque de Aquitania. 539, H1 dado de Chaves, 138
618,620,621,624,640 Hierapolis, 4 4 0
Gulathing, 580 Hiereia, concilio de, 343
G u m o y e , Atanasio bar, 445, 446 Hilda d e W h i t b y , 247
Gundebaído, 1 3 2 , 1 3 3 , 1 4 3 , [44, 296 Hildesheim, 531
Gundiperga, 196 Hilduino de Saint-Denis, 4 8 3 , 4S4, 4 9 7 , 498,
Gundulfo, 155 501
Guthrum, 5 5 6 , 5 5 7 Hilron,Rodney, [ 3
G miago Hincmaro de L a o n , 5 1 6
Gwent, 108 Hincmaro de Reíros, 24 i 4 7 5 , 4 8 0 , 4 8 1 , 490,
s

Gwrtbeyrnion, 108 4 9 > 4 9 9 * i » 5°h


J 0 0
5*4, 506, 5 1 1 , 51 z, 514,
Gwynedd, 2 0 7 , 2 0 9 , 5 9 8 , 5 9 9 , 6 0 0 , 6 0 1 515, 516, 518, 520, 564; De la organiíación

Gyrwa,2i3 del palacio, 4 7 5 , 480, 499; De la personay el


ministerio del rey, 500
Hagano, consejero, 6 36 Hipada de Alejandría, 9 1 , rr6
Kainmaro, 146 Hipódromo. 1 1 1
Hákon (Haaíton) 1, 575, 576* $79 Hisham, 366, 3Ú0, 372, 373> 4 = 2 , 4 4 4 * 4 4 5 * 4 J 7
H a l d o n , J . , 1 3 , 17 Hisham I I , 429
H a l s a l l , G u y , 17 Hispania, 4 7 , 5 1 , 7 2 , 79> 8 0 , 9 3 , > 9> C O I
°> S1 l2

Halton, Sarab, i-j 122, 124, 125, 1 2 6 , 1 2 S , 129, 1 3 3 , 1 3 5 , 1 3 7 ,


Hampshire,2i4, 282 '3*> " 3 9 > M i i 'T^i l 3
3 , & 1 . *&5, t86,
T

Hamwic (actuaf Southampton), 2 1 7 , 298, 299 1S7, 18S, T90, 1 9 1 , 193, 194, T95, ¡ 9 6 , 197,
Hatald «Cabellera H e t m á n , 579» 580 1 0 3 , 2 0 4 , 2 3 0 , 2 3 1 , 2 3 2 , 2 4 5 , 1 4 6 , 2 4 7 , 150,
Hatald -Diente A z u l - , ^78 264, 2 6 9 , 1 7 6 , 2 7 7 » 2 8 1 , 2 8 3 , 2 8 4 , =86, 290,
Harald 111 Hardradi. 585 *9h 297, 3 5 * ' lfc> 3 > 371*372,400, J O I .
ú a

Ha raido, 489 4i¿, 422,423,424,425,427,429,431,457,


Hardacanuto (Harthacnut), 565 4 6 4 , 4 6 9 , 47o,473> i ° 4 , 5 1 0 , 5 7 7 , 6 0 7 , 6 1 2 .
Harold Godwineson, 599 613,643,670,673,^77
Harían, 93 Hítler, Adolf, 4 7 6
Harún al-Rashid, 4 0 1 , 4 0 1 , 4 0 4 , 4 1 0 , 4 1 9 Hladir,condesde, 579
Hasrings, batalla de, 193 Holanda, 3 8 , 4 2
Hávamát, 581 Homero, 67, 3 5 0 , 3 8 1 , 383
748 E L LEGADO D E ROMA

Honorio,70, 1 0 3 , 1 2 1 , 1 2 2 , J n¡ 1 2 5 , [ 2 6 Inglaterra, 3 7 , 3 8 , 45» 4 6 , 4 7 , 5<>, 53» 54, 9 , 6

Horic (Horik) I, 575> 5S3 209, 2 1 2 , 2 1 5 , 1 1 7 , 2 1 8 - 2 1 9 , 1 2 0 , 2 2 [ , 2 2 2 ,


Horic (HorilO U, 575, 583 1 1 T , 2 2 6 , 2 3 1 , 1 3 1 , 2 4 2 , 2 4 4 , 1 4 5 , 2 4 6 , 249,
H o m b a d i . monasterio de, 4 7 * 251 > 253- " 4 - 2 6 0 , 1 7 6 , 2 7 7 , 279> 282, 283,
Hospicio, 2 3 7 2 8 4 . 2 8 5 , i 3 6 , ¡ 8 9 , 2 9 3 , 2 9 4 , 295» 2 9 6 , 1 9 7 ,
Huberto, hermano de Teutberga, 5 1 5 298, 308, 3 1 7 , 3 1 8 , 3 1 0 , 3 4 7 , 3 5 6 , 3 6 1 , 398,
Huberro, hijo ilegitimo de O t ó n 1 , 5 3 4 4 8 9 , 4 9 0 , 5 0 4 , 5 1 0 , 5 4 2 , 5 5 3 , 554, 555» 556i
Hugeburgo, 293 5 5 7 , 158» 5 59, 560, 561, 562, 564, 5 5 » 566, 6

Hugo, duquedeAlsacia, 493 568, 569, 570, í7i> 572, 5 7 3 . 577» 5 7 , 579» a

Hugo, hijo de Lotardo I ] , 5 1 4 582, 583, 5 8 4 , 5 8 5 , 5 9 6 , 5 9 9 , 6 0 0 , 6 1 0 , 6 1 í,


Hugo Capeto, 5 2 3 , 5 2 4 , 5 3 9 , 540, 5 4 2 , 143. ón, 613,615,615,626,628,631,634,639,
544, 545, 55" 6 4 1 , 6 4 4 , 6 5 0 , 6 5 1 , 6 5 2 , 6 5 8 , 6 6 o , 662, É70,
HügodeAd«, 53J.S34,53^ 6 7 8 , 6 ^ 0 ; reforma monástica de, 564
Hugo de Lusignan, 541 Jnne, Mathew: Iniroduction to Eaxty Medieval
H u g o d e T o u r t , 483 Western Europe, 300-900,45
H u g o e l Grande, 5 2 9 , 5 3 9 , 548,5Ó3 Iñigo Arisra, 607
H u m b e r , 2 i i , 5Ú7 lona, 3 1 8 , 2 2 6 , 246
Hunerico, 1 2 1 , m , 1 3 8
^1^217,293,570,663
Hungría, 84, & 6 , 1 3 0 , 4 6 3 , 5 2 8 , 5 8 9 , 5 9 3 , 556
iraq, 50, 5 4 , 8 3 , 3 0 5 , 3 3 [ , 3 5 5 , 357» 3 5 8 , 360,
Huno, sirviente de Hilduino, 497
3 6 1 , 3 6 3 , 366, 367, 3 6 8 , 3 7 2 , 3 7 3 , 3 7 4 , 4 0 0 ,
Hundngdonshire, 2 1 3 , 630
4 0 1 , 4 0 4 , 4 * Í P 4 ' 4 . 4i5» 4=6, 4 1 1 , 4 2 3 , 4 3 1 ,
Huiscboutne Príots ( H a m p s h í c e ) , ^68, 569,
437,446,447,44^,449,4^3.45^456,457,
570,651 670
Hwicce,ii5,210,555 Irán, 305, 360, j ó i , 363, 366, 392, 4 1 2 , 4 [ ,
4

Hywell «Dda» ap CadeII ( H y w e l l ¡¡el Buena»), 415,416,417,418,426,427,446,449.453,


599,600 590
Irene, hi]a de León I V , 344, 3 4 5 , 346. 347, 349*
ibn aJ-Muqaífi, 4 1 2 379
l b n a l - Q u r i y a , historiador, 429 Irlanda, 3 8 , 39, 46, 47, 50, 164, 2 0 5 , 2 0 6 , 2 2 2 ,
Ihnal-Zayat, viscr,4io 1 2 5 , 226, 2 2 7 , J J 5 < 3 9 > 245, 246. 248, 249.
2

Ibn Hanbal, iurisra, 4 0 7 , 4 1 2 3 5 , 2 5 3 , 2 * 5 » 157» = 6 i , 1 6 3 , 2 6 5 , 1 6 9 , 1 7 4 .


r

Ibn Hauqal, geógrafo, 399, 400, 4 2 5 ; Configu- 2 8 5 . 2 8 6 , 290, 2 9 1 , 2 9 4 , 4 8 9 , 504, 5 7 6 , 5 7 7 ,


racióndela 7IÍ/TO,399 5 8 3 * 5 8 4 , 597, 5 9 8 , 5 9 9 , 6 0 2 , 6 0 3 , 6 0 4 , 6 0 5 ,
Ihn Hayan, historiador: Muqtabis, 428 606,607,613,643,663,671,6^6
ibn Tshaq, historiador, 3 5 5 InrrinSül, 2 3 5 , 4 6 6
Jbn Junadadhbib, geógrafo* 40S Isa al-Kari, 42 G
I t n Sina, véase Avicena Isabel de Rusia, 345
Ibrahim al-Rashid, 4 0 4 , 4 0 8 , 4 1 0 , 4 1 3 Isauria, 1 3 J , 1 3 6
[hrahim ibn al-Hayay, 4 2 7 Ishaq íhn Ibrahim, 4 [4
ida, hija de Germano II de Suabia, 530 Isidoro de Muelo, 301
Idrísibn Abd Allah, 420 Isidoro de Sevilla, 44, 1 9 2 , 1 9 3 , 2 3 3 , 2 4 1 , 1 6 4 ,
lfriqiya (actuaí T ú n e z ) , 4 [ 9 , 4 2 0 , 4 2 1 , 4 5 6 iGs» 504, 5 0 5 ; ^ ™ ^ ^ , 44, * 9 2

Ignacio el Diácono, 350, 351 IslandU, 39, 580, 5 B 1 , 5 8 2 , 5 8 7 , 5 9 ^ 6 1 4


ígor, príncipe del Rus, 590, 591 Islas Brirá nicas, 16
ijduara, 6 1 2 Israel, 2 6 4 , 1 6 5 , 4 4 5
Mina, 1 1 5 istria, 202
Illtud, 2 0 5 , 1 1 0 Italia, 4 2 , 45» 47, 54, 59» <M, 6 6 , 6 3 , 7 4 , 7 5 ,
Ilustración, 102 7 6 , 7 9 , 8 0 , r o í , 1 0 3 , 109, 1 1 9 , 1 1 0 , 1 2 2 ,
Imma, arisiócrafa, 1 5 7 , 1 5 S , 1 8 0 , 1 8 5 114, [25,126, 119, 1 3 0 , 1 3 2 , 1 3 6 , 1 3 7 , 1 3 9 ,
Imptrator Komanomm, 9 140, 1 4 1 , 1 4 2 , 146, 147, M i , Mi» ' 5 5 , 1 5 6 ,
India, 68 1 5 7 , 1 6 3 , 1 6 5 , 1 7 0 , 1 7 6 , 1 8 3 , 1 6 4 . ' 8 5 , 188,
índico, océano, 4 4 9 , 4 5 6 , 4 5 9 190, 194, 1 9 5 , 196, 197, 1 9 8 , 1 9 9 , 2 0 0 , 2 0 1 ,
ínJ'tculus Loñcaiarum, 5j j i o i 204, 230, 23 r, 234, 2 4 1 , 24 i , 2 4 4 , ^ 4 5 ,
p

Irie, 2 7 9 ; leyes de, J J O =46, = 4 7 , 1 4 8 , 349, 2 5 1 , 25^, 2 5 5 , 2 5 7 , " 6 0 ,


Jngelelmo,656 2Í.1, 2 Ó 1 , 1 6 3 , 267, 2 6 9 , 2 7 0 , = 7 6 , 1 7 9 , 283,
Ingelheim, 3 1 3 , 3 1 4 , 3 ¡ s ; s í n o d o d e , 5 2 9 , 5 3 9 , 5 4 5 284, 2 S 6 , 2 9 0 , 293, 2 9 4 , 2 9 7 , 2 9 8 , 299, 3 1 5 ,
ÍNDICE ONOMÁSTICO 749

3 1 7 , 3 1 0 , 3 * i , 3 3 2 , 3 3 4 , 3 3 M 3 9 , 343> 3 9 ° , JuIÍano,G3,67,85,.37,93, 139


3 9 7 , 4 3 6 , 4 Í > 457, 4 6 4 , 4 6 5 , ^ 7 , 4 6 9 , 4 7 3 ,
6
Juliano y D o m n a , baños de, 3 1 7 , 3 1 2 , 3 2 3
4 7 4 , 4 7 6 . 4 7 7 . 4 7 * , 479i 48o, 4 ^ ' . 4 * * 1 4 ^ 31 Julio Nepote, [ 3 1
4 * 4 . 4 3 $ , 4 ^ 4 9 0 , 4 9 1 . 4 p 494, 4 9 5 , 4 9 6 .
2 > Jumarawaih, 4 1 \
506, 5 [ 3 . f M> 5 1 5 , 5 2 3 , 5 2 5 , 5 2 0 , 528, 529, Justiniano 1, 6 3 , 64, 69, 7 6 , S 3 , 9 3 , 1 0 5 , 1 [ 2 ,
530 ¥ 3 1 , ^ 3 2 , 733» H M 3 7 , 53 >>39>
E
s l
3 7 , ' 3 V ) 9 , ' 4 0 , 1 4 " > H3> ' 4 4 . '85,
542, 5 4 3 , 546, 5 4 9 , 5 5 0 , T í i , 554, 5 7 7 , 6 0 9 , 1 8 7 , 3 0 1 , 3 0 2 , 303, 3 1 2 , 3 2 2 , 338, 3 8 4 , 4 7 3 ,
610,622,613,625, 626,617,631,632,642, 662, 673, 674; Código, 381; Digesto, 69,
^44,645,646,647,651,651,653,654,655, 1 3 9 , 3 8 2 ; Novelas, 382
6 5 6 , 6 6 0 , 6 6 2 , 6 6 3 , Ó64,6G9, 6 7 1 , 6 7 3 , ¿ 7 7 ,
Justiniano J l . 3 1 8 , 340, 341
679,6S0
Justino 11, ¡45
ívar, 584 Judandia, 282, 578
lvrea,533 Juvenal, 6 7 , 6 8 , ro?
í?m¡r (antigua £ám¡ma), ^Q; véase también Es-
mima Kairuan, 3 0 5 . 3 6 7 , 4 ^ , 420
Karol, hijo de Liutprando, 655^ 656
Jacoboel judio, 292 Kennedy, H u g h , 1 7
Japón, 540 K e n n e d i l l , 601
J a r r o w , 2 [ 8 , 233 Kent, 1 6 3 , 2 1 2 , 2 1 3 , 2 1 4 , 2 1 5 , 2 1 6 , 2 1 8 , 2 2 0 ,
Jayzurán, madre de Al-Rashid, 4 1 0 1 2 1 , 1 3 1 . 7 8 1 , 5 ^ , 556
Jellmg, Í 7 B Kerbala, 367
Jerkó, 370 Kiev, 389,590, 5 9 1 , 5 9 1 , 593,663
Jerónimo, 94, L O O , 1 0 9 , 1 3 S Kildare, monasterio de, 2 2 6 , 6 0 4
Jerusalén, T O O , 1 0 7 , 1 4 0 , 2 9 3 , 3 0 5 , 3 3 ^ 379* Kirchheim, 282
3tff, 3 ^ 9 , 3 * 9 , 4 4 4 , 4 4 5 , 4 4 7 . 4 Í í Koorwijk, a3a
jirbaí al-Mafyar, 370 K r u m , 347, 3 4 ^ 3 * 5 , 387
Jirbatal-Miid,364 Kufa, 3 6 1 , 3 6 7 , 3 7 ' , 374
Jong, Mayke de, \7
Jorasán, 3 6 1 , 3 6 2 , 368, 3 7 3 , 374, 400, 4 0 2 , 4 0 4 , La batalla de Moldan, 567

4 0 5 , 4 1 3 , 4 1 4 , 4'ó ,4i3
T
La Meca, 305, 358, 3 5 9 , 3 7 , 369 t í

Jordán, vaJIe del, 370 La ruina, 309

Joidania, 444 L a c i o , 202, io} t 321


Jorge de Pisidia^ 3 3 1 Lacnunga («Remedios»), 242
Josseran I de Uiíelles, 6 2 4 , 6 5 6 Lamberlo de Spoleio, 478, 533
Juan, comerciante parisino, 473 Lancashlre, 3 8 , 209
Juan I Tzimiskes, 3 8 3 , 3 8 9 , 390, J 9 ' , 3 9 3 , 394. Landen, 168

39Í Landiberto de Maasiricht, i 5 7


J u a n V l l l , 5 i ^ , sr4 Languedoc, 1 3 9 , 1 8 4
Juan X , 594 Laon, 1S0, 5 3 7 , 5 4 6
Juan X I I , 5 3 6 Las milyíma noches, 4 0 3 , 4 1 9 , 449

Juan X I I I , 523 Lauchheim, 282, 3 1 9 , 3 2 0


Juan X V , 5 1 4 , T47 LeJan,Régme,4í,i59
Juan Casiano, J 0 9 , 2 3 0 L e Mans 64 8f

Juan Crisóstomo, 1 0 4 , 1 2 7 , 3 5 0 Lechfeld, llanura del, 529


Juan Curcuas, 38S, 3 8 9 , 3 9 3 Leeds, 2 1 4
Juan de Biclat, 1 6 0 Leicesrer, 570
Juan de Capadocia, 64 Leinster, 2 2 3 , 1 2 4 , 2 1 5 , 2 2 6 , 6 0 4 , 6 0 ^ , 6 0 6
Juan de Chatón, 9 1 , 9 2 LeodegariodeAurun, 169, J 7 4 , 1 7 9 , 2 0 0 , 2 4 6
Juan de Damasco, 362 León, 428, 608,609, 6 1 0 , 6 1 1 , 6 1 2 , 6 1 4 , 634,
Juan de É f e s o , 9 J 644
Juan de G o r z e 4 * S , 639:
T Fida^iü L e ó n l , 105, [ 0 6 - 1 3 1 , 1 3 7 , !37> ' 4 4
Juan de Istria, 479 L e ó n I I I , 3 3 S , 3 4 0 , 3 4 1 , 3 4 i , J 4 5 , 3 4 ^ 5 "3i
Juan el Gramático, 350 Ekloga, 340
Judit, esposa de Etelwulfo, 555 León I V , 5 1 3
Judit, esposa de L u i s el Piadoso, 4 8 3 , 4 8 4 , 4 8 6 , León V , 3 4 8 , 3 4 9 , 370
492,498,50^507 León V I , 380,3S2,385, 386,387,388,390,393,
7ío E L LEGADO DE ROMA

3 9 4 , 4 4 2 , 4 4 3 ; Basilika, 381» véase también 4 9 0 , 4 9 4 , 102, 5 0 4 , 5 0 5 , 5 0 * . í " , 5 ' 3 , 5


Basilio l y Focio; Tdctica y 380, 387, 391
L e ó n de Sínada.38) Lotario ¡ 1 , 4 8 7 , 4 9 3 > 5 > >
O L
5 '4,515>*7o
León el Matemático» 3 ¡o Lothian,6oi
L e ó n Joirosfactes, j 8 o ; Teología en mil versos, L o u g h Neagh, 603
380 L o u g h Ree, 603
L e o v i g i l d c , 1 8 5 , 186, 187, tSS, 1 8 9 , i g t , 1 4 5 , L u c c a , ^ , 201,202, 244,246,532,634,655
lÓO Lucio de Campione, 268
Leudastode Tours, 1 7 7 , 2 8 1 , 1 8 2 , 2 9 1 Lugano, 267
LeudevÍno(LiurwJn), 146 Lugo, 612
Lévame, ] 27 L u i s , hijo de Bosón, 4 9 2
Lex Sálica^ 474 L u i s I I , 4&fl,49o, 4 9 ' Í 4 9 2 , i ' 4 ' 5 ís 5 3 > 5*6,
1 2

Ley del agricultor, 43S BM15


Leyser, C o n r a d , 17 L u i s I I I de Pro venza, 4 9 2 , 5 3 3 , 5 3 4 , 6 2 0
Libanio, 67,82,381 L u i s I V , 529, 5 3 9 , 5 4 5 , 5 4 6 , 5 6 3
Líbano, 4 1 2 L m s V , 539
Líber Historias Francomm, 169 L u i s de B a v i e r a , "el G e r m á n i c o " , 4 8 4 , 4 8 5 ,
Líber Pontíficalis, 3 r1 4 8 6 , 4 6 7 , 4 * * , 4 % , 49°, 492,493,494,495*
Libia moderna, 58 515,5^
Libri Carolini, 509 L u i s d e lugelheim, 539
Libro de Judit, 509 L u i s el Joven, hijo de Luis de Baviera, 490
Libro del eparca (o delprdfccto\ 434, 442 L u i s el Niño, 5 1 6 , 5 2 7 , 6 3 8
LÍ chfield (Stafford shire), 2 1 5 , 221 L u i s el Piadoso, 4 7 , 2 3 3 . 2 6 5 , 4 7 0 , 4 7 " , 4 7 3 ,
L i d o ( L y dos), Juan 6 4 , 8 1 T 4 7 4 , 477, 4 7 8 , 4 7 9 , 4 8 0 , 4 8 2 , 4 8 3 , 4 8 4 , 4 8 5 ,
Lieja, 1 7 0 , 2 5 7 4S6,4E8, 495,497,498, 500,501,502,504,
Limerick, 6 0 2 , 6 0 3 , 0 0 5 , 606 505, 506, 5 1 0 , 5 1 2 , 5 1 7 , 5 6 1 , 5 6 4 , 5 7 5 , 6 2 0 ,
Lincoln, 570 635,646,670
Lincolnshire,2i5 L u i s el T a r t a m u d o , hijo de C a r l o s el C a l v o ,
Lindsey, 1 1 5 •193,493
L i n z , 662 Lupo, duque, 170
Liudgarda, hija de Ekkehardode Misma, 6 1 2 Lupo de Ferriéres, 479, 504, \o&, 5 0 7 , 5 0 9 , 5 1 1 ,
Liudolfo, hermano de Otón 1 , 5 2 7 , 5 2 9 , 530 519,5*4
Liuraro (Liuthar, también Lotario) 1 , 6 2 1 LuxeuiJ, 1 7 7
Liutaro I I , 621 Lyon,9i, 24^470, 505,510,511,512
Liuraro I I I , 6 2 1 , 638
Liutprando de C r t m o n a , 1 9 7 , 198* 200, 2 4 1 , Maastricht, 2 5 7 , 2 8 8 , 2 9 9
2¡5>256,261, 262,203,279,280,293,315, Macbcih,6oi
37S,3S3,384 474,4S8, 525,534,543,545,
S Macedorua, 391
549^55 Macizo Calcáreo de Siria, 7 5 , 3 1 6 , 3 1 7 , 3 2 1
Liutuardo de Vercelli, 5 0 1 , 5 0 4 Mácon, 6 2 4 , 6 3 3 , 6 4 0
L í u v a l , 185 Máconnais, señores del, 6 2 4 , 6 ] 2 , 6 3 4 , 6 4 0 , 6 5 3
Líuva I l , i 8 8 Madaba, 444
Llandaíf, obispado de, 599 Máel Srchnaill I mac Máefe Ruanald, 604, 605,
Llantwit, 205 606
L o i r a , rio, 1 2 8 , 129, 1 3 3 , 1 3 7 , M 3 , ' 7 ^ ' 7 2 , Maelgwn, 209
175,3^,489,490,495,537,540, 54M45, M a g B r e g , 223
5 84, <J20, 6 4 I , tj^l, 6tfO, Ú65 Magdalino, Paul, 17
Lornbardia, 197, 1 9 8 , 2 6 3 , 286, 532 Magdeburgo, 525, 5 3 0 , 5 4 3 , 5 4 ^ , 5 4 7 , 5 4 9 , 6 2 1
L o n d i e s , 2 i 4 > Z17, 2 8 5 , 2 9 ^ l í * , 581,663 Magnaura, palacio de, 3 1 5
Lorsch, 270,645 Magno Máximo, 1 5 2
Los siete viajes de Svnbad, 449 Magreb, 4 1 6
Lotaringia, 486, 4 8 7 , 4 9 ^ , 5 1 5 . 5*G, 5 2 4 , 5 ^ 5 , Maguncia. 1 8 0 , 2 4 6 , 2 7 0 , 3 1 4 , 4 6 5 , 4 7 8 , 488,
527,52S, 529,530,538,539,548 505,^0,526,527,528,530,636,655,660
Lotario, rey de la Francia Occidental, 5 2 3 , 5 3 9 , Mahdiya, 4 1 0
14°i 5 4 3 > 5 4 M Í ' Mahoma, 35 5, 157, 3 58, 359, 360. 3 6 3 , 3 ^ 5 ,
L o i a n o I 4 7 8 , 4 S 3 , 4^4, 4«í> 4&6, 4 8 8 , 4 * 9 ,
T
3^9* 371,373^407,446
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Málaga, 426 428,433,436, 437,445,447,45*, 45'


Malay, ¡ 1 3 453,454,455,456,457,458,459,658,662,
Mateo] m 1 1 , 6 0 1 6 6 3 , 6 6 4 , 6 6 9 , 6 7 0 , 6 7 1 , 6 7 2 , 6 7 3 , Ú76
Malik, 407 Megingaudo, conde, 638
Man, Isla de, ¿ 2 5 , 6 0 0 , 6 0 1 Melania, aristócrata romana, 66, 6 7 , 7 1 , 1 0 9 ,
Manbiy, 400 Vida, 66

Mancha, canal déla, 3 9 , 2 . 8 9 , 1 9 5 , 4 7 6 , 4 9 5 , 5 62 Melitene (actual Malatya), 3E5,388* 394


Mansuf, familia, 3 6 2 Menas, 7 7
Mantua, 6 2 2 Mercia, ^4. 2 1 3 , 2 1 4 , 2 ! 5, 2 t ú , 117. 2 2 0 , 2 2 1 .
Marca Septentrional, 6 2 2 , 6 2 6 249,280,298,^36,555,556,557,558,559,
Marea Superior, 4 2 7 , 4 2 8 560,562,563,566,567,597
Marcelino, san, 4 9 7 , 4 9 8 , 500, 501, 508 Mercurio, 96
Marcelino comes, 124, 1 3 1 Mérida, 1 8 4 , 1 8 6 , 1 8 7 , 1 9 1 , 2 4 3 , 245, 292, 4 1 3 ,
Marciano, 1 2 9 425,426
Marcos, san, 4 5 7 Meioveo, 1 6 4 , 2 4 1 , 2 4 2
Marculfo, formulario de, t 7 2 , 1 8 1 Merseburgo, 5 2 5 , 5 3 1 , 6 3 6
mate nojtrum, "nuestro mam, véase mar Medite- M e " 373> 4 0 4 . 4 T 3 . 4 i 3
3

rráneo Met2é,656,657
Maredudd ab O w a i n , 599 Me¿e,4H
Mármara, mar de, 3 3 2 , 3 3 6 , 4 4 1 , 4 4 1 Mciembria, 4 4 2
Maroiia, 1 3 6 , 5 9 1 Mesopútamía, 3 9 1 , 4 0 0
Marruecos, 4 1 6 , 4 2 0 , 4 2 9 , 4 3 0 Meiodio, 350, 3 5 1
Marsella, 2 4 5 , 264, 2 8 7 , 2 9 3 , 299; catedral de, Meiodio, misionero, 3 8 6 , 5 9 4
649 Men, 1 Ü 3 , 1 6 8 , 1 7 9 , 1 S 0 , 4 6 5 , 4S4, 5 t 5 , 639*
Mane, 96 660
Martin I, 2 0 3 , 3 3 9 Meux, 176
Martin de Braga, 2 2 9 , 2 3 0 , 2 3 6 Michelstadc, 497
Martín de T o u r s , san, 1 1 1 , 2 3 0 , 2 3 5 , 2 3 8 , ¿ 4 0 , Midlands, 2 1 3 , 5 ; 8 , 5 6 9 , 5 7 0 , 5 7 1
241, 242,243, 252 Miecislao, dinastía, 5 9 5 , 6 1 7
Martina, viuda de Heraclio, 3 3 8 , 3 4 5 Miecislaol (Mieszko)de Polonia, 5 9 5 , 5 9 6 , 6 1 5
Maman 1 , 3 6 7 Miguel I, 3 4 8
Maruin I I ibn Muhammad, 3 7 2 , 3 7 3 , 3 7 4 Miguel Í I , 3 4 8 , 3 5 0 , 3 5 1 , 4 9 8
Manvnad Oynddylan, 209 Miguel 1 0 , 3 4 9 , 3 8 4
Mary Rahír, 3Ú7 Mi bu l e í « , 593
Maslama, jü8 Milán, 4 4 7 6 9 . 1 9 ^ 1 0 I . 2 Ó S , 5 3 3 ^ 3 4 ^ 4 5 ! ^5T
Masonfl de Mérida, 1 8 7 , 3 4 5 Milefo, 440
Mataro,?^ Millón, 433
Matfrido de Orleans, 4 8 1 , 4 8 3 , 4 9 4 Milón de Tréveris, 2 4 6 , 2 5 1 , 478
Maibgamain, 605 Mira, 4 3 9
Manida de Quedlimburgo, 548 Misnia, 544
Mauricio, 1 4 2 , 1 4 5 , 3 2 9 , 3 3 0 Modena, Ú22
Mauíoncio, 1 7 1 Mobamed 1 , 4 2 5 , 4 2 6
Máximo, 6 5 , 6 6 Mobamed ibnAbi A m i r , 429
Mayen, 187, =9" Mojmír, 593
Mayólo de C l u n y , 5 5 1 Montarrenti, 3 2 0 , 3 2 1 , 3 2 2 , 6 5 4
Mayoriano, 1 1 3 , 1 1 8 , 1 3 1 , 1 3 3 Montecassino, monasterio de, 2 4 9 , 4 6 4
McCormick, Michael, 2 9 3 , 4 5 6 Montpellier,6i9
Meadi, 2 2 ] , 2 2 4 , 2 2 5 , 6 0 3 , 6 0 4 Moravia, 3 8 6 , 5 9 3 , 5 9 4 , 5 9 5 , 5 9 6
Medina, 3 0 5 , 3 5 5 , 3 5 9 , 3 6 4 , 3 6 6 , 3 6 7 ; G r a n Moray, 001
Mezquita de, 369 Mosa, rio, 1 7 0 , 1 9 3 , 2 9 4 , 6 6 1 , 6 ( 1 1
Medina Azahara, 4 2 a , 4 2 9 , 4 3 0 MoieUjrio, 163,478
Medina al-Fayum, 4 5 2 , 4 5 3 , 4 5 4 Mosul, 3 6 1 , 4 0 2 , 4 1 6 , 4 1 8 , 4 1 9
Mediterráneo, mar, 1 1 , 4 5 , 59. 7 2 , 7 4 - 7 5 . 79* Muawiya ibn Abi Sufian, 3 56. 3 5 7 , 3 * 8 , 3 4 * fi

80, 1 1 3 , 1 2 6 , E=7 I J 7 , 1 3 8 , 1 4 ' U 2 , ' 4 3 ,


3 5
366, 3 6 7 , 3 7 0
1 $2, 1 5 3 , 1 8 5 , 283, 2 8 4 , 2 8 5 , 2 8 6 , 2 8 7 , 290, Muerto, mar, 364
291,292, 293,299,328,332, 358,421,423, Muirchi: Vida, 139
E L L E G A D O D E ROMA

Muiz al-Daula, véase Ahmad ibn Buya Novgorod, 590, 5 9 1 , 6 6 3


Mujrar, 3 6 7 , 374 N o y o n , 236
Munster, 2 2 3 , 2 2 4 , 2 2 5 , 6 0 2 , 6 0 4 , 6 0 5 , 6 0 5 Numidia, 1 2 2
Murcia, 425
Muza (Musa ibn N u s a i r ) , 3 7 i Occideme,43,44,45,47*50,59»60,61,62,63,
Mynyddogde Gododdin, 2 0 9 , 1 1 0 6 4 , 6 5 , 6 7 , 6 9 , 7 0 , 7 4 » 7 5 . 7 6 , 7 7 , 7 3 , 8 0 , B2,
100,102,103,104,105,106,109,114,117,
Nacolia, 343 118,119, I 2
4 , i=5, i=7, 1 2 8 , 1 2 9 , 1 3 0 ,
Nahrauá n, canal de, 4 4 7 , 4 4 8 , 4 4 9 • 3 1 * 1 3 * 1 3 4 í i 3 5 i i 3 * ' 3 7 , n%
t tí
"40,14",
Napoleón Bonapane, 4 7 6 1 4 2 . 1 4 3 , ' 4 5 , i49i i5°» 151^ M=> ' 5 3 , ¿54,
Ñapóles, 1 3 5 , 1 9 5 , 2 0 1 , 2 0 2 , 2 0 3 , 2 3 1 , 2 6 1 , 2 8 4 , 155,156,157,184, 193,202,226,231,232,
286,457,536,662,663 2 3 5 , 2 3 7 , 2 3 8 , 2 4 0 , 250, 2 5 3 , 2 6 1 , 2 6 3 , 2 6 4 ,
Narbona, 1 8 4 , 1 S 5 2 6 5 , 2 6 8 , 2 6 9 , 2 7 7 , 282, 2 8 3 , 2 8 6 , ¿ 8 7 , 2 8 9 ,
Navarra, 6 0 7 , 6 0 9 , 6 1 0 290, 2 9 1 , 2 9 4 , 2 9 6 , 297, 3 0 7 , 3 1 2 , 3 1 6 , 3 1 7 ,
Nea Ekklesia, 3 7 7 , 3 7 8 329» 3 3 ! 333* 334, 3 3 5 , 3 3 7 , 339* 3 4 1 , 3 4 2 ,
1

Nechransmere, 2 1 1 344, 346, 3 6 " , 3 = , 3 8 2 , 384, 3 8 5 , 3 9 7 , 3 9 8 ,


6

Negro, mar, 3 3 3 , 4 3 4 , 4 4 3 4 1 8 , 4 2 7 » 4 3 5 » 437i 4Í&, 4 4 0 , 4 5 6 , 4 7 2 , 5 0 3 ,


5 0 9 , 5 1 3 , 5 1 6 , 5 1 8 , 5 1 9 , 5 1 3 ^ 3 7 , 5 3 9 , 544,
Néguev, desierto del, 364
566,584, 642,659,660,662,668,669,670,
Nelson, Janer, 1 5 8
672,673,674,675,676,677,679
Nelson, Jinty, 1 7
Nessana (oNirzana), 3 6 4 , 3 6 5 Odenwald, 497
Nesiorio, 1 0 4 , 1 0 5 , 1 0 É , 1 2 7 Oder,río, 5 3 1 , 5 9 7
Neustria, 1 6 7 , 1 7 0 , 1 7 1 , T 7 5 , 1 7 6 , 1 S 0 , 2 6 0 , 270 Odoacro, 1 3 2 , 1 3 6 , 1 4 3 , 1 4 6 , 1 5 1
Nicea, 5 [ 2 ; concilio de, 1 0 4 , 3 4 2 , 3 4 4 » 3 4 , 345-, ú
Odón I I de Blois, 540
350,509 O d ó n de C l u n y , 6 1 7 , 6 i 3 , 6 1 9 , 6 3 3 , 6 3 6 , 640;
Nicéforo I , 3 4 3 , 3 4 5 , 3 4 6 , 3 4 7 , 3 4 8 , 3 4 9 , 35 » o
Vida de G e r a r d o de A u r i l l a c , 6 1 7 , 6 3 3 ,
351,393*441; Antirrkeseis,^ 637» 640
Nicéforo I I Focas, 4 6 , 1 9 4 , 3 7 8 , 3 8 0 , 3 8 3 , 3 8 8 , Odón de P a r í s , 4 9 1 , 4 9 2 , 4 9 3 , 4 9 5 , 5 3 7 , 6 2 1
Í 8 9 , 3 9 ° ' 39'* 3 9 , 394, 3 9 5 - 39*. 3 9 7 ;
1
So- Odón de Toulouse, 539
bre la guerrilla, 380 Offa, 220, 2 2 1 , 2 2 2 , 2 9 8 , 5 5 5
Nicéforo Urano, 390 Oise, valle del, 1 6 3 , 537
Nicéforo XiíTas, 395 O l a f Guthfriibson, rey de Dublín y Y o r k , 5 5 8
Nicolás I , papa, 2 0 3 , 3 8 6 , 5 1 3 , 5 1 4 , 5 1 5 , 5 1 6 O l a f Haraldsson, 5 7 9 , 5 So
Nicolás I mystikoíy 3 8 1 , 3 8 2 , 388 O l a f Tryggvason, 575, 579, 580
Niká, disturbios de, 1 1 2 , 3 0 1 O l g a ( O l ' g a ) , esposa de ígor, 5 9 1 , 593
N i ] o , r í o , E 5 7 > 3 * 3 » 4 4 7 » 4 5 » 4 5 . 454*455» 664
0 s
Olimpio, exarca, 3 3 9
Nimes, 537 Ornar I, 3 5 9 , 3 6 0 , 3 6 1 , 3 6 6 , 4 1 7 , 6 7 0
Nishapur, 4 1 8 Ornar II ibn Abd al-Aziz, 3 6 9 , 3 7 0
Nisibis, 400 Ornar ibn Hafsun, 4 2 6 , 4 2 7
Nitardo, historiador, 4 7 5 , 4 8 2 , 4 8 6 , 4 9 4 , 5 0 6 Onuist, 2 1 1 , 2 2 7
Niza, 2 3 7 Opsikión,334,34o
Nizam a l - M u l k , 5 i 8 Oreadas, 6 0 1 , 6 0 6
Nonamola, monasterio de, 2 4 9 Ordoño l , 6 o 8 , 6 1 0
Nórica (actual Austria), 1 3 5, 1 5 0 Orense, 185
Normandía, 5 4 0 , 5 4 1 , 5 8 4 , 6 3 4 , 6 3 5 Oresies, 143
Norte, mar del, 2 9 4 , 2 9 8 , 2 9 9 , 4 5 9 , 6 6 0 , 6 6 3 , 6 6 4 Oriente, 4 0 , 59, 6 1 , 6 1 , 6 3 , 67, 7 0 , 7 3 , 7 4 , 7 5 ,
Nortumbria (Northumbria), 2 0 9 , 2 1 4 , 2 1 5 , 7 6 , 7 7 , 8 0 , 8 3 , 8 9 , 103, 104, 1 0 6 , 109, i n ,
2E7, 2 1 S , 2 1 9 , 2 2 0 , 2 2 1 , 2 3 3 , 2 3 9 , 2 5 2 , 2 5 7 , 114» J 1 6 , 1 [ 9 , 1 2 0 , 124, 1 2 6 , 1 2 7 , 1 2 8 , 129,
282, 2 9 8 , 3 0 4 , 308, 309, 5 55* 550, 557, 558, 1 3 0 , 1 3 1 , 1 3 2 , 1 3 4 , 135> ' 3 6 , 1 3 7 , '39> M=s
567, 5 6 8 , 5 8 4 , 6 0 1 , 6 2 6 1 4 2 . 1 4 4 , 145, 154, 156, 1 5 7 , 1 6 4 , 165, [85,
N o r u e g a , 5 7 5 , 5 7 6 , 5 7 7 , 5 7 8 , 5 7 9 , 580, 5 8 1 , 2 0 3 , 2 0 4 , 2 3 1 , 2 3 2 , 2 3 7 , 2 3 8 , 2 8 3 , 284, 290,
585, 596,597,614,664 2 9 1 , 3 1 4 , 3 1 6 , 329, 3 3 3 , 3 3 7 , 3 3 9 , 3 4 1 , 3 4 2 ,
Noiida Digniíatum, 71 344» 353» 389» 395» 4 = 5 , 4 2 6 , 4 2 7 , 4 3 ° , - 4 3 6 ,
Notker de St. Gallen, 3 1 5 , 3 1 6 , 4 9 7 , 4 9 9 : ^ 0 ^ 1 - 456»459»5i9 668,66 ,670,671,673
> 9

ñas de Carlomagno, 315 Oriente Próximo, So, 1 3 9 , 1 5 7 , 3 6 3 , 3 6 4 , 4 2 1 ,


Notre D a m e , 238 664
ÍNDICE ONOMÁSTICO 753

Orleans, [ 6 3 , 2 4 0 , 3 1 1 , 4 7 3 , 5 1 0 , 5 4 0 P a v í a , 5 1 , 1 9 7 , 200, 2 0 1 , 4 6 7 , 5 3 1 , 5 3 2 , 5 3 3 ,
Orosio, 12B, [ 3 7 534, 535,545»'663
Oslo, 578 Paz de D i o s , concilios de la, 5 4 1 , 5 4 7
Osvaldo de Bemicia, 2 1 5 Pedro, san, 497, 5 0 0 , 5 0 8 , 5 1 3
Osvaldo de Worcestery Y o r k , 5 6 0 , 5 6 4 , 5 6 7 , 6 3 0 Pedro I, 3 8 7 , 3 9 *
Oswíu,iJ5, 252 Pelaglo, 103
O t ó n l , 3 7 8 , 39-Ma.S., 5 2 3 , 5 2 5 , 5 2 7 , 5 * 8 , 5*9» Pelayo, 1 9 4 , 6 0 7
Petoponeso, 346
53 » 5 3 » 534. 5 3 5 , 5 3 * , 539* 543, 544, 5 4 5 ,
o 1

Penda, 2 1 5 , 2 1 8 , 2 4 9
546,547,549,551,563,615,617,021,0-22,
Peonio, 66, 1 1 8
Ú23,636,665
Perctarito, 1 9 6 , 2 0 0
Otón I I , 523, 529, 5 3 1 , 5 3 6 , 5 3 9 , 5 4 3 , s 5 1
01611111,523,524,525,529,535,530,537,544, Persia, 7 0 , 8 3 , 1 0 6 , 1 2 7 , 140, 3^9,3<k> 37>
546,548 Penbshire, 2 2 7
Otón-Guillermó, nielo de Berengario I í , 624 Pelerborough, i\%
Oviedo, 6 0 7 , 6 0 8 , 6 0 9 , 6 1 0 Pettonio, familia, 6 4 , 6 6
Oxford, 4 1 , 5 7 0 Petronio Máximo, Flavio Alucio, 64
Ojcfordshire, 2 1 4 Piacenza, 2 0 0 , 2 6 7 , 2 6 8
O x i n í n c o (Bahnasa), 7 3 , 4 5 4 Plamonie, 626
Plasl, dinastía, 5 9 5 , 5 9 6
Pablo, duque, 1 8 9 , 1 9 0 Piganiol, André, 1 4 2
Pablo, obispo de Mérida, 2 4 3 , 2 9 2 Pingsdorf, 661
Pablo 1 , 3 1 0 , 3 1 2 , 3 1 3 Piniano, aristócrata romano, 6 6 , 7 5
Pablo Diácono, 196, 2 0 0 , 1 5 3 , 2 6 1 , 2 6 3 , 2 6 4 , Pipino I de Aquitania, 4 8 4 , 4 8 6
Pipino I de Landen, 168, 1 6 9 , 2 4 7
473
Pjpino I I , ' 6 9 , 1 7 0 , 1 7 9 , " S i , 1 9 9 , 245» 2 5 7 ,
Pablo el Silenciario, 302, 304
259, 260
Pacomio, 109
Pipino I I I de Francia, 1 9 8 , 1 9 9 , 2 4 6 , 2 9 6 , 3 1 5 ,
Padam, 2 1 0
Paderborn, 3 1 3 464,4Ó5, tfü, 4 6 7 , 4 7 * 1 4 3 7 » 5 5 » 5 , 7 2
1 3 8 6

Padua, 533 Pipino el Jorobado, 4 6 3 , 4 6 4 , 4 6 5 , 467, 4 7 3 ,


Países Bajos, 3 7 , 3 8 , 8 4 , 2 8 2 , 2 9 2 , 3 1 8 476

Pakistán, 401 Pipino el Joven, 4 8 6 , 4 8 9 , 6 2 0


Pirenne, H e n r í , 2 9 0 , zty\\Mahomay Carlomag-
Paladio, 6 8 , 7 5
no, 290
Palaiseau, 2 7 1 , 2 7 6 , 2 7 7 , 2 7 8
Palatino, monre, 1 1 2 , 1 3 6 , 3 0 3 Pirineos, 2 7 6 , 2 8 3 , ú 1 0 , 6 1 1 , 6 2 0 , 6 4 7

Palermo, 3 9 9 , 4 5 9 Pisa, 1 9 5 , 4 5 8 . 5 3 3
Palestina, 4 4 , 7 9 , 80, 9 3 , 1 0 5 , 1 3 8 , 2 9 3 , 3 0 7 , Pitres, edicto de, 4 9 1 , 6 2 8
3"»> 3 3 ° , 3 3 ' , 3 ° , 3 , 3 3 > 3 * 4 , 4 ' 5 , 4 " ,
Ú Ú T á
Platón,336, 3 7 9 , 3 8 * , 3 8 2
444,445,446,447,453,455,458 Platón de Sacudió, 345
Pamplona, 607 Plectrudis, 1 7 0 , 2 6 0
Panonia, 1 9 4 , 3 2 9 , 5 8 9 Pbska, 3 4 7 , 3 ^ 5
Parasiaseis Syntomoi Chronikai ( « B í e v e s notas Plulaico, 3 8 1
históricas»)? 3 2 7 , 3 2 8 , 3 5 2 P o , rio, 2 9 3 , 3 9 9 , 6 2 3 , 6 6 5
París, 1 3 4 , 1 6 3 , 1 6 8 , 1 7 2 , 1 7 6 , 1 7 7 , 1 8 0 , 240, Pohl, Walier, 1 7 , 1 4 7
1 5 9 , 7<>, i 7 « , ^7<>, i 8 3 , 2 9 1 , 2 9 2 , 2 9 6 , 297,
2
Poitiers, 2 4 1 , 541
4 7 4 , 4 9 1 , 4 9 2 , 4 9 5 , 5 0 5 , 529, 5 3 7 , 538, 540, Poitou, 541
649,660,661,673 Polieucto, 383
Parma, 2 0 0 , 5 3 3 Polieucto, iglesia de san, 304
Pascasio Radberto, 4 0 8 , 5 0 1 , 5 0 2 , 5 0 5 , 5 0 6 , Polonia, 3 7 , 4 2 , 5 7 6 , 588, 5 9 1 , 5 9 5 , 596, 5 9 7 ,
508; Epitafio de Arseaio, 505; Vida de A d a - 614,617
lardo de Corhie, 498, 5 0 2 Polotsk, 591
Pascual ¡ , 3 1 o , 3 1 1 , 3 1 2 , 3 1 3 , 3 2 2 , 3 2 3 , 5 1 3 Ponthion, 4 9 1 , 5 0 3
Pasión de Soba, 35 Portugal, 1S4
Patricia, gobernadora de Anteópotis, 1 1 5 PosidiO, 1 2 2
Patricio, san, 2 0 6 , 2 0 7 , 2 2 6 , 2 3 9 Posnania ( P o m a n ) , 595
Paula, aristócrata romana, 109 Póssel, Chrisrina, 1 7
Paulino, misionero, 309 Powys, 2 0 8 , 2 0 9 , 5 9 8
714 ÉL L E G A D O D E ROMA

465,487,113
Praf¡3,594 Reales anales fiárteos,

Preslav, 3 8 5 , 3 8 7 , 3 S 9 , 3 9 2 , 4 4 2 Recaredo, 1 8 7 , 1 8 8 , 2 6 0
Preteríalo de Rouen, 296 Recesvinto, 189, 190, 193
Pretéxtalo y Paulina, 1 1 5 Recópolis, 1 8 7
Preyecto (Praejecrus) d e Clermonr, 1 7 4 , 1 7 7 , Rectitudines Singtdarum Personarum, 569

245 Redon, monasterio de, 2 7 3 , *74> 2 7 Í - 27¿> = 7 7 ,

Primera crónica rusa, 590 ¿80,641^55,656


Prisco, t j o Regensburgo, 662
Reggia Emilia, íj 1 2
Prisco de P a n i o 3 i 4 ] i 5
> t

Reggio, conde de, 6 2 2


Prisco de París, 1 9 2
Regulans Concordia 564
PrinleweH ( E S Í C X ) , 2 1 4
t

Reichenau, m ü n a s E e r i o de, 4 8 0 , 4 8 5
Probo, Perronio, 66
Reims, 1 6 1 , 1 6 3 , 1 8 0 , 2 8 7 , 4 7 9 , 5 3 , 5=4* 5*5>
3

Proropio, 1 1 6 , t u , 140, 1 4 1 , 1 5 1 , 302, 3 0 3 ,


3 0 4 , 3 8 2 ; Historia secreta, i4i;So¿re ios edi- 537,53*, 540,543,635
ficios i 140,302 Renacimiento, 3 9 , 6 8 , 1 1 1
"Renacimiento carolingio», 40
Provenza, 1 3 3 , 1 7 1 , 1 7 4 , " 7 9 , ^ o , 2 3 1 , 2 8 7 ,
^Renacimiento del siglo X I I » , 40
i9+*4^4i 4 7 6 , 4 8 6 , 4 9 *
Renania, 38, 7 1 , 164, 1 7 4 , 1 7 6 , 1 8 0 , 270, 2 7 1 ,
Prudencio de T r o y e s , 2 3 3 , 5 1 1
Prum, Ú49 i74i47S.49°. 4 9 5 . ^ 5
Pselos, Miguel, 3 9 1 República C h e c a , 1 6 3 , 1 7 0 , 5 8 9 , 5 9 3
Ptolemaida, 5 8 , 9 2 Revolución Francesa, 503
Fukjutria, lOj, 1 2 7 , 1 2 9 , 1 3 5 , 144, J 4 S 3 4 * S Rheged, 208
Rhijn, Carine van, 1 7
Qadisiya, 360 Rhodri, dinastía, 599
Qalat Siman, 321 Rhodri MaWf «el Grande», 598, 599,600
Quedlinhurgo, 530, 543 Ribe, 2 9 8 , 5 7 8 , 5 8 2 , 6 6 1 , 6 6 3
Quenio vic, 298, 663 Ricarda, esposa de Carlos el G o r d o , 501
Quero/us, 11 Í RkardolI,63j

Quierzy,5io,$n,5i2 Kicardo e) Justiciero, duque de Burgundia, 539


Q u i n i s e M O , concilio, 3 4 2 Richer, historiador, 5 2 3 , 5 2 5 , 5 2 6 , 544. 546,
Q u m ibn Sharik, 3 6 3 , 3 6 8 55",
Qus. 452 Ricimero, 1 3 1 , 1 3 2 , 1 4 3 , 1 4 4
Qusair A m r a , 3 7 0 , 3 7 1 Riez, 1 1 7
Rimberto, hagiógrafo, 5 7 5 ; VID* de A n s k a r ,
Rábano Mauro, 2 4 1 , 4 S 8 , 504, 506, foS, 5 1 1 575,576
RachÍs(Ratchis), 198 Rirnini, 202
racionalismo, 40 R i n , rio, 7 0 , 7 ^ , 8 4 , 8 5 , 87, 1 2 5 , 1 2 8 , 1 6 3 , t 7 0 ,
Radagaíso, (25 148,185,187,2*8,192,293,194,297,29*,
Hadulfo» duque, 1 7 0 4 7 7 . 4 7 Í > 488,4S9> 49H 49<>, " 6 , 5 3 7 , 5 4 5 ,
Raffelsienen, 661 6 1 4 , 6 1 5 , 6 3 8 , 6 4 7 , 6 5 5 , 6 5 9 , GGD, 6 6 1 , 6 6 2 ,
Ramal a, 447 664,665,673
Ramiro 1 , 6 0 8 Riotamo, 1 3 3
Ramiro I I , 608 Ripon, 2 1 9
Ramsey, 560; monasterio de, 249 Riquüda, esposa de Carlos el Calvo, 4 9 1 , 5 0 3
Ranktveü, 655 Rizana, 479
Raqqa, 4 ^ 3 , 4 4 8 Robertoll.540,542
fUsQlav, 386 Roberto «el Fuerte* de A n j o u , 490, 4 9 1 , 4 9 5 ,
Paieriode Verana, 543 138.620
RarJslav,487,593 Rachester, diócesis de, 565
R a J e i c o , notario, 4 9 7 , 4 9 8 Ródano, rio, 1 2 9 , 1 3 3 , 2 8 7 , 2 9 3
Rarramno de Corbie, 5 1 1 Rodez, 288
Rauchingo, duque, íóú, 177, 3 4 T
Rodolfo 1 de Burgundia, 4 9 2 , 4 9 5 , 526
Raunds (Northamptonshire), 571 Rodolfo I I de Burgundía, 5 3 3 , 5 3 4 , 5 3 5 , 5 3 > 8

Rávena, ( 9 , 1 2 7 , 134* 1 3 6 , 1 9 5 , 197,198, 539.545


2or, i o i , 2 3 1 , 2 4 4 , 3 3 9 , 3 4 1 , 1 2 4 Rodolfo Glaber, 5 4 5 , 5 5 T
Ray ( a c t u a l Teherán), 4 1 8 Rodrigo, 1 8 9 , 1 9 0 , 4 2 2
ÍNDICE ONOMÁSTICO 755

Rogvolod, 59 J Saint-Gerrnam-des-Pres, monasterio de, 1 4 0 ,


Rojo, mar, 4 4 5 , 4 4 7 249. 2 7 1 , 1 * 3 , 2 8 4 , 6 4 9 , 6 5 1 , 6 5 7 , 6 5 a
Rollón de Normandia, 5 3 8 , 5 4 6 , 584 Saint-I idien de Brioude, 9 6 , 6 2 1
Roma, 39,45, 5 7 , 5 ^ 5 9 - ú o
. í»3. <M, 65, 6 6 , 6 7 , Saim-Marón, iglesia de, 240
63,69,70, 7 1 , 7 3 , 7 8 , 8 0 , 81.82,83, £5,87, Sain-Omer. 661
9 3 , 9 7 , 100, 1 0 1 , 1 0 3 , 1 0 6 , j 0 9 , 1 1 0 , . i n , Saint-Pierre, iglesia de, 2 4 0
112, 115, 118, [ 1 9 , 1 2 2 , 1 1 3 , 1 2 6 , 1 1 7 , 1 2 8 , Saint-Pierre de Aurillac, monasterio de, ó i E
T30, 1 3 1 , 1 3 2 , 1 3 3 , 1 3 4 , 136,137,138,149, Saint-Remi de Reims, 649
1 5 1 , [ 5 4 , 1 5 6 » 1 6 5 , 1 7 6 , 1 9 ° , 195- ' 9 > 9 ,
ú T a
Saint-Wandrilledel Sena, monasrerio de, 4 7 4
199, 2 0 1 , 2 0 2 , 203, 2 1 9 , 222, 1 3 0 , 2 3 1 , 2 3 3 , Sajonia, 5 4 , 2 1 2 , 2 1 3 , 2 3 5 , 4 6 6 , 4 6 7 , 4 6 9 , 4 7 6 ,
!
J 4 i 235, 2 3 6 , 2 3 9 , 2 4 0 , 2 4 5 , 2 5 1 , 1 6 2 , 263, 4 8 6 , 4 8 7 , P 4 . 5=5» i A 5*7,5*8,530,53 . 1

• 6 4 , 1 6 5 , 2 7 9 , 2 8 4 , 2 8 6 , 2 8 7 , 1 9 1 - 3 0 ' . 303, 543. Í44* T46,5ÍO, 595, 5 9 7 , 6 2 i , 6 i i ,


304,310,311,312,313,328,331,337,33*1 625,627,631,647,651
1 J9> 344, 346, 3 S 0 , >86. A 5 0 , 4 5 ! , 4 5 > 464, É
SaltiDudjon, monasterio de, 3 3 6
4 7 ° , A7h 4 7 4 , 4 9 7 , 4 9 , 5E
V 5 U> 5 h s Saladino, 403
Í M ^ Í ' 7 , 5 2 3 , 5 3 5 , 5 3 6 , 537, 5 4 3 , 5 4 5 , 5 4 7 , Salamanca, 1 9 2 , 2 9 7
61S, 640,652,653,670,677^678 Salerno, 5 3 6 . 6 6 2
Romanía, 1 3 7 , 205 Sálica, L e y , ríase Clodoveo, Pactas Legis Sali-
Romano I Lecapeno, 3 8 2 , 388, 3 8 9 , 3 9 0 , 3 9 3 , eae

394,395*39* Salisano, 6 5 7
Romano I I , 3 8 1 , 3 8 9 , 3 9 0 Salomón, rey de Bretaña, 596
Romano I i 1 , 3 9 0 Salusno, 2 3 3 , 5 4 3
Rómulo, 64 Salviano de Marsella, 9 4 , 1 2 9 , 1 3 0 , 137; Saetee/
Hornillo Augustulo, 9 , 1 3 ? , 143 icruQ/Jf Dios, 129
Ronceavalles, 469 Salvio, 7 0
Rongvald (o Ragnall), 5 5 7 Salzburgo, 662
Rorik, 489 Samarcanda. 8 3 , 3 6 8 , 4 4 9
Rosendo, obispo, 6 1 2 Samada, 93
Rosimunda, 261 Samarra, 4 1 3 , 4 1 4 , 4 4 8
R o s vita (o Hrotsvitha) de Gandersheim, 5 4 3 ; Samhunibn D a u d i b n al-Siqili, 454
Cesta Ottonis, 543 Samón, mercader, 1 7 0 , 2 9 2 , 5 8 9
Rota rio, 1 9 6 , 1 9 7 , 1 9 8 , 2 4 1 ; Edicto ¿e r 197,198 Samosaía, 389
Rurruda de Pisa, 262 Samuel, señor {kyrioi), 365
Ruán, 5 3 8 , 6 6 3 Samuel 1 1 , 3 9 1 , 392
Ruffac, 2 7 3 , 2 7 6 , 2 7 7 San Benito, Regla de, 6 3 9
Rumania, 5S5 San G e i c o n . monasterio de, 293
Ruricio de Limoges, 1 3 8 San Juan Pródomo, iglesia de, 3 3 6
R u s , 3 8 9 , 5 3 6 , 5S4, 5 9 0 , 5 9 1 , 5 9 2 , 5 9 3 , W > San Lorenzo Extramuros, basílica de, 3 1 2
596,597,614,615,643,662,664 San Marón de T o u r s , monasterio de, 4 7 2
Rusafa, 3 6 5 , 3 6 6 San Medardo, monasterio de, 2 4 0 , 4 9 7 , 4 9 8
Rusia, 37, 3 8 , 4 7 , 5 7 6 , 577, 5 S 1 , 583, 5S4, 586, San Pedro, iglesia de, 1 3 6 , 3 1 0
588, fijo, 591 San Petersburgo, 1.90
San Polieucto, iglesia de, 145
Sabana, 186 San SÍ)vatore (posieñoirneme Santa G i u í i a ) ,
5abina, 262 201
Sabagún, 609 San Silvestre* iglesia de, 3 1 0
Sahara, 7 0 , 8 4 , 8 ^ 3 5 6 , 4 5 4 San Vineemr* aJ Volturno, monasrerio de, 2 4 9 ,
Said ibn Jubair, 3 7 1 647
Saífibn U m a r , 3 5 5 Sánchez-Albornoz, Claudio, 6 1 0
Saint-Ajgnan, iglesia de, 240 Sancho 1 , 6 0 8
Saint-Basle-de-Verzy, 524 Sancho I I I , 609
S a i i v - B e m n , monasterio de, 1 4 9 Sansón de D o l , 1 0 5 , 2 0 6 , 2 0 8 ; Vida, 205, 208
Saint-Denis (Dionisios), 49S Santa Cecilia, iglesia de, 3 1 0
Saint-Denis, monasierio de. 2 4 0 , 2 4 9 , 28B, 2 9 2 , Sama Giulia. 649
2 9 8 , 4 8 3 , 4 8 4 , 6 6 destararos de, 1 7 6 , 1 7 7 Santa Irene de Constantinopla, iglesia de, 3 4 3
Sainr-GérauddeAurillac, 5 2 3 , 6 1 8 Santa Marta in Dominica, iglesia de, 3 1 0
EL LEGADO D E ROMA

Sanca Práxedes, iglesia de, 3 0 4 , 3 to, 311,312 Sigibaldo, 2 7 2


Sania Sofía, iglesia de, 140, 1 4 5 , 3 0 1 , 302, 3 0 3 , Sigirado, 2 6 7 , 2 7 1 , 1 7 3
3 0 4 , 3 0 6 , 3 2 1 , 3 8 2 , 3 8 3 , 3 9 0 , 4 3 3 , 593 Sigtryg(o S i t r i c o ) , 5 5 7
Santa ver, 4 3 1 Sigurd «el Robusto», 6 0 1 , 6 0 6
Santiago de Compostela, 4 3 0 , 6 0 8 , 6 0 9 Sijpesreijn, Petra, 17
Santos Cosme y Damián, iglesia de los, 3 1 1 Silvano, 8 7 , 1 4 4
Santos Nereo y Amiileo, iglesia de los, 3 1 0 Silvestre I I , 524, 547
Saqqara^o Símaco (Symmachus), 66
S a r a - l a G o d a * , 429 Simancas, batalla de, 608
Sarapamón, 7 7 Simeón, 3 8 0 , 3 8 1 , 3 8 7 , 3 8 8 , 3 9 2
Sardis, 4 3 9 , 4 4 0 Simón el Estilita, 9 4 , 3 2 1
Sarrelano, 2 6 8 Simón el Viejo, 1 0 8
Sarurnino, 229 Simplicio, 9 1 , 9 2
Sauad, 401 Sínada,38i
Savarico de Auxerre, 246 Sinaí, monte, 365
Sawyer, Peter, 583 Sinan, 3 0 1 , 303
Scauníperga, 261 Sinesio (Synesios) de Cirene, 58, 5 9 , 8 4 , 9 2 , 9 3 ,
Seaxburh de Wessex, 258 372, 3 8 1
Segisberto, rey de East Anglia, 249 Siracusa, 3 3 9 , 3 8 5
Segisbetto I, rey de Ausurasia, 1 6 1 , 165 Siraf, 449
Segisberto I I I , rey de Austrasia, 107, 169, 1 7 3 , Siria, 4 4 , 4 5 , 60, 7 2 , 7 5 , 7 9 , 8 3 , 9 3 , 1 0 5 , 108,
174,180, 245,288 237, 2 8 3 , 2 9 3 , 3 0 7 , 3 0 9 , 3 1 6 , 3 3 0 , 3 3 1 , 3 5 1 3 ,
Seligenstadt, monasterio de, 4 8 4 , 4 8 5 , 4 9 7 , 4 9 8 , 358, 360, 3 6 1 , 3 6 3 , 3 6 4 , 3 6 6 , 367, 3 6 8 , 3 6 9 ,
501,505,508 373.374,389,3^,400,401,415,416,417,
Sena, río, 2 8 8 , 2 9 3 , 4Ó5, 4 7 4 , 4 7 7 , 4 8 9 , 5 3 7 , 419,420,421,422,423,437,444» 445.44<J,
538,584,628,641,642,660,662 447» 4 4 3 , 4 5 5 , 4 f ó, 4 5 7 , 4 5 3 , 6 7 0
Senaquerib, 348 Strmio, 329
Sens, 240 Stsberto, 189
Septimania (actual Languedoc), 48 2 , 4 9 1 , 6 1 9 Sisebuto, 1 8 8 , 1 9 0 , 1 9 3 , 2 3 3
Serapeo, 92 Siyilmasa, 40c
Serapio,85 Smith, Julia, 1 7 , 4 5 ; Europe ujier Romí, 45
Serbia, 3 9 1 , 5 9 3 Smolensko{Gnezdovo), 590
Sergio, san, 3 6 5 , 3 6 6 Sobre los doce abusos del mundo, 500

Sergio 1 , 2 0 3 Sofía, viuda de Justino I I , 1 4 5 , 3 4 5


Sergiópolis, 365 Sófocles, 381
Seronato, 1 3 8 Soissons, 1 3 3 , 2 4 0 , 4 9 7 , 4 9 8 , 5 1 6
Seryila (Serjilla), 3 1 6 , 3 1 7 , 3 1 8 , 3 1 9 , 323 Somerset, 2 0 9 , 5 5 6 , 5 6 9
Severino, 1 3 5 Soutbampton, 5 7 0 , 6 6 3
Severn, río, 205, 206, 2 0 9 , 2 1 4 Spoleio, 194, 1 9 5 , 19E, 2 0 0 , 2 0 1 , 4 7 8 , 4 8 2 , 5 3 2 ,
Sevilla, 1 8 4 , 1 9 1 * 3 0 1 , 4 2 3 , 4 2 5 , 4 2 7 , 4 * 9 , 4 3 * 5 3 3 , 6 2 6 ; marqués de, 5 1 3
Shaghab, 4 1 1 , 4 1 5 St. G a l l e n , monasterio de, 249, 4 8 0 , 5 0 4 , 5 4 3 ,
Shenoute, 109 650
Shedand, 601 St. Neois, 570
Shewsbury, 570 Stade, condes de, 6 3 7
Shropshire, 209 Stafford, Pauline, 1 7
Sicilia, 6 6 , 7 2 , 1 2 2 , 1 9 5 , 2 0 2 , 2 3 1 , 2 7 7 , 2 8 6 , 2 8 7 , Staffordshire, 563
3 3 1 , 332, 333,354» 339, 34'» 349,3 5> 4 ° ° . fi
Stainmore, 558
4ȟ, 453,454,456,457,458,664 Stamford, 570
Sicharo de M a n d i l a n , 2 5 6 , 2 5 7 Stáraya Ladoga, 5 9 0 , 6 6 3
Sidonio Apolinar, 6 z , 6 4 - 6 5 , 6 6 , 6 7 , 9 1 , 9 2 , 9 5 , StaréMésto, 593
112,113,118,133,134,137,133,1491154, Stellinga, 4 8 7

'55, 1 7 7 , 1 7 9 ^ 3 3 , *45, 3 * * Stoudios, monasterio de, 3 3 6 , 3 4 5


Siena, 200, 320 Strand,2i7
Siiíin, 3 5 6 Strathclyde, 2 0 8 , 6 0 1
Sigerico de Canierbury, 5 5 3 Suabia, 5 2 7 , 5 3 0 , 5 4 9
SigfVido (Siegfried), 6 2 1 , 6 2 2 Suecia, 298,575* 57Ó, 577,578,579» 5 » 5 9 ° , S l d t i
4
ÍNDICE ONOMÁSTICO 7J7

Suetonio, 265 3 4 5 , 384: Código Teadoi'tanQ, 69, 12B, 4 7 4 ,


Sufíblk, 296 A 9 t
Suintila, i S S , 191 Teodulfo de Orleans, 3 1 1 , 3 1 2 , 4 7 3 » 4 S o
i 4^3,
Suleimán, 3 7 2 5 0 4 , 5 0 9 , 5 1 0 * 564
Suna (Sumía), 1 S 7 Teófanes, 34o, 3 4 S , 44a
S u t i o n H o P (Sufl'olk), 2 14, 217» 1 9 6 T e ó í a n o , 3 8 3 , 389
S v e n { o Svein) de D i na marta, 5 6 0 , 5 6 6 , 5 7 8 , TeófanO, esposa de Otón I I , reina regente, 5 1 3 ,
579 5*9* 543- 5 9 '
Sviatoslav, príncipe del R u i , 3 8 9 , 5 9 1 , 5 9 2 Teofdacios, familia de los, 536
Sweord O r a , 1 1 3 Teófilo, 9 1 . 9 3
T e ó f i l o , hijo de Miguel 1 1 , 3 0 1 , 3 4 8 , 3 4 9 , 3 5 0 ,
Tácifo, 84 351,412,442
Tagaste (Souk Abras), 7 9 , 7 6 , 1 1 4 T e r a , isla de, 3 4 2
T a h i r ibn Al-Husain, 3 6 7 , 404,405 Terencío, 543
Talorcau, 1 r 1 T e r t r y , batalla de, 1 7 0 , 1B1
Támests-s rio, 1 1 7 , 5 B 4 Teíalónica (antigua Nicea), 3 0 4 , 3 3 9 , 3 4 6 , 4 4 0 ,
Tamworth,, 2 1 5 , 563 4 4 3 , 4 4 3 . 587
Tajicmaro, hermano d e O i ó n l , 528 Tethba, 223
Taneldis de Clemenziano, 1 6 2 Teutberga, esposa deLorario I I , 5 0 1 , 5 1 4 , 5 1 5
Tanet, isla de, 565 Teuigaudo de Tréveris, 5 1 5
Tara, 213,22^,604,605 T h e d b i d , 570
Tarasio, 3 4 1 , 3 5 0 , 3 5 1 , 3 7 9 Thionville, asamblea de, 5 0 6 , 5 1 1
Tartq ibn Ziyad, 4 2 2 Thorfinnnel Poderoso», 601
Tarragona, 44 Thrakesión, 3 3 4
Tártaro pagano, 98 Tíber, no, 234
Taailón 11 [, duque, 467 Tiberiades, lago, 3 3 1 , 4 4 7
T a u r o , monies, 3 3 4 , 385 Tiberio I I , 1 4 2 , 1 4 5 , 1 9 4
T a u r o s , 43 3 T i e l , üói
T e b a s , 4 3 6 , 4 4 2 ; Catastro de, 397 T i e t m a r o d e Meseborgo, hisioriador, 5 2 5 , 526,
Tedaldo, hijo de Adalberto-AtEO, 623 5*9. 546, 55 •> Tój, 5 9 7 , 6 1 1 , 6 2 ? , 6 3 1 , 6 3 6 ,
T e g a a o , biógrafo, 5 0 4 , 6 3 5 6 3 7 , 6 38; Chronicon,611
Tellenbach, G e r d , 4 7 7 T i g r i s , rio, 400, j o i , 4 j 3 , 4 4 7 , 4 4 S

T e m p l o , monte del, 369 T i l leda, 3 1 3


Teodeberto!, 164, 165 Tinn¡s,435,45=,453
Teodelinda, 1 9 6 , 2 6 1 T i r r e n o , mar, 2 8 6 , 4 5 6
Teodoaldo, 260 T o g o n e m (Thogonoecura), 7 8
T e o d o b e n o , 18B T o l e d o , 5 1 , 1 8 3 , 1 8 7 , ] fiS, 1 8 9 , 190, »9T, 1 9 2 ,
Teodomiro, 1 9 4 , 4 2 2 197, 2 3 2 , 4 2 2 , 4 2 3 , 4 2 4 , 4 2 5 , 4 2 6 , 4 2 7 , 4 3 ' .
T e o d o r a , esposa de Justiniano I , 8 1 , 1 0 5 , 1 1 6 , 608,609
141, i 4 4 > 3 ' 3 4 ^ 3 & 4
0 3
Tolomeo 4 1 1 h

Teodora, esposa d e T e ó f d o , 349 T o m á s de Claudiópohs, 343


Teodorero de C i r r o , 105, j o S , 1 0 9 , 6 6 8 Tomi&lav, 594
Teodorico 1,148 Tommaso in Reggio, 6^9
Teodorico I I , 1 3 1 , 1 3 2 , 1 4 9 , 1 6 7 , 1 7 4 , 2 5 0 Toscana,]94,320,321,532,533,534,541,548,
Teodorico I I I , 1 6 9 , 1 7 3 , 1 7 5 550,623,627,654,663
Teodorico el Grande o el Amalo, 1 1 2 , 1 3 5 , 1 3 6 , Todla, r ^ 1
' 3 7 i " 3 % MO, 1 4 4 , 1 4 6 , 1 8 4 , 2 9 6 Totón, iÉ8
Teodorico el Ostrogodo, véase T e o d o r i c o el Toul,4?9
Grande o el Amalo Toulouse, 1 2 6 , 1 2 3 , 5 0 5 , 5 4 1 , 6 1 9 , 6 3 4
Teodorico Esírabón, 1 3 5 Tournai. 134, 1 6 2 , 2 5 6
Teodoro Daffiopares, 3 * 1 , J 8 7 , 388 T o u r s , 44, 1 6 6 , 2 3 3 , 240, 2 4 1 , 2 5 6 , 5 0 4
Teodoro de Siqueón, 9S, 1 0 8 , 4 3 8 ; ^ ¿ 3 , 4 3 8 Tracia (acmales Balcanes), 1 2 5 , 3 3 4 , 341)
Teodoro de T a r s o , 2 1 9 , 2 ; 1, 23 [, 598 Trasamundo, 1 2 2
Teodoro el Estudita, 3 3 6 , 3 4 5 , 3 4 8 , 349, 3 5 0 T r é a l , 274
Teodosio 1 , 9 3 , 1 0 4 , 1 2 4 , 1 1 5 , 4 8 3 Trebisonda, 440
Teodosio l í , 09, 1 [ 3 , 1 2 7 , r 1 9 , 1 3 5 , 1 3 9 , 190, Trern.bfl ralla d e , i n
7í8 ÉL LEGADO D E ROMA

Trente-, 200 Verina, 1 4 4 . 3 4 5


«Tres Capítulos», cisma de los, 1 0 6 , 1 9 7 , 2 3 4 Vermandois, 5 3 7
Tréveris, 59, 1 3 3 , 1 3 4 , 1 3 8 , 1 3 9 , 2 4 6 , 1 5 9 , 2 8 7 , Verona, 2 0 1 , 5 3 3 , 5 4 3
510,649 Vesrfold, 5 7 8 , 5 7 9
Treviso, 1 0 0 Vicendo, 1 3 S
Tribal Hidage, 213 Vicenza, 200
T r i ta, valle de, 6 4 7 , 6 5 5 V i c o Tearino, 6 5 5
Tíondheiro (Noruega), 5 7 6 , 5 7 9 Víctor de V i t a , 1 2 2 , 1 3 8
Troya, 264,265 Victorío, 1 3 8
Tudela, 424 Vida de Teodoro de Siqueón, i to

Túnez, 6 0 , 7 9 » 4 ^ , 4 5 3 , 4 5 4 , 4 5 7 , 4 5 8 , 4 5 9 , 6 6 4 Vienne, conde de, 4 9 1


Turgesio (Thorgils), 605 Virgilio, 9 , 6 7 , 6 8 , 1 5 5 , 2 3 3 , 5 0 4
Turín,194,312,533 V l a d i m i r o , príncipe del R u s , 5 9 1 , 5 9 2 , 5 9 3 ,
Turingia, 1 6 3 , T 7 0 , 4 7 6 596
Turkmenistán, 404 Volga,río, 5 9 0 , 5 9 1 , 5 9 2 , 6 1 4
Turquía, 3 8 , 8 8 , 1 3 5 , 3 3 2 , 360, 392, 3 9 7 , 4 3 9 . Vorbasse, 2 8 2 , 3 1 8 , 3 1 9
442 Vorrigem ( G wrtheym), 2 0 8 , 2 1 2
T u s e y , sínodo de, 5 1 1 , 5 1 4 Voríipor, 207
Tyrone, 225 Vosgos, bosque de los, 2 7 2 , 282
Vouillé, batalla de, 1 3 9 , 1 5 4
U a h l m a i r , 584 Vulfero ( W u l n i e r e ) , 2 i 5
Ubaid Allah al-Mahdi,402, 4 1 1 , 4 1 9 , 4 2 0 Vulfolaico, 2 3 7
Ucrania, 8 4 , 5 8 4 , 5SS
Uí Briúiri Bréifne, 602 W a l a , 4 S i , 483, 492, 5 0 5 , 5 0 6
U í Néill de M e a t h , 6 o 2 , 6 0 4 , 6 0 5 , 6 0 6 Walafrido Estrabón, 4 8 5 , 504: Vida de Carlo-
Ulaid,224,605 magno, 4 S 5 , véase también Eginhardo

Ulfila, 85, 3 3 ; traducción del Nuevo Testamento, Walbeck, 6 3 8 ; condes de, 6 2 1 , 6 2 2 , 6 3 7


Wallace-Hadríll, Michael, 4 ' > 481
«i
Walperto de L u c c a , 246
Ulimann, W a h e r , 4 1
Ulsier, 2 2 3 , 2 2 4 , 6 0 2 , 6 0 3 , 6 0 5 , 6 0 6 Walprando de L u c c a , 246
Unión Europea, 1 4 , 4 2 W a m b a , 1 8 3 , 1 8 9 , 191
U o t a , e s p o s a d e A m u l f o , 501 Wansbrough, John, 3 5 9
Uppsa1a,579 Ward-Perkins, Bryan: TheFallofRomeandibe
Urguist, 2 1 1 , 2 2 7 End oJ~ Civtli^atiort (Ea caída de Roma y el
Ursión, 1 6 1 , 1 6 2 , 1 7 7 fin de la civilización), 44 y n

Utamish, 4 1 0 Wamachar, 168-169


Utmán i h n A f í á n , 3 5 5 , 3 5 6 , 3 5 7 , 3 5 9 , 3 6 0 , 3 6 6 , Warwíckshire, 563
670 Waterford, 603
U x e l l e s , señores de, 624, 6 2 9 , 6 3 1 , 6 3 2 , 6 3 3 , Wealhtheow, 2 5 2
653,656 Wearmouth, 2 1 8
Uzbekistán, 590 Wellhausen, Julius, 1 7 0
Uzes, 4 7 2 , 507 Werla, asamblea electorol de, 546
W e m e r , hijo de Liutaro, 6 2 2 , 6 2 6
Václáv I «el Buen Rey Wenceslao™, 594-595 Wessex, 2T2, 2 1 4 , 2 1 5 , 2 1 7 , 2 2 0 , 2 2 1 , 2 5 3 , 2 7 9 ,
Valencia, 1 9 2 2 9 8 , 2 9 9 , 5 5 5 , 5 5 6 , 5 5 7 , 5*3> 559. 5 * 3 , 566,
Váleme, 8 8 , 8 9 , 1 0 4 , 3 4 7 , 3 5 3 567,573
V a l e n t i n Í a n o I , 6 3 , 8 4 , 8 6 , 87, 8 8 , 1 1 8 , 4 7 1 Whitby,2i3
Valeminiano I I I , 1 2 6 , 1 2 9 , I J I , 1 4 5 WhiEtow, Mark, 1 7
Valerio del Bierzo, 2 2 9 , 2 3 0 , 2 3 7 W i c k h a m , C h r i s : Framing the Early Middle
Vandelbenode PrOm, 293 Ages { Una historia nueva de la Alta Edad
Vancano, 2 3 4 Media- Europa y el mundo meditenáneOj
V e g e d o , 504 400-800), t i y n, 1 2 , 4 3 y n , 4 5
Venecia, 1 9 5 , 2 0 2 , 2 0 3 , 2 9 9 , 4 5 7 , 4 5 9 . 4 7 1 , 5 8 8 , W i c m a n o Bilungo ( W i c h m a n n Billung), 6 1 7 ,
662, ¿ 6 3 , 6 6 4 619
V e r d ú n , t 6 i , 1 6 5 , 1 8 0 , 2 8 7 , 4 8 7 ; T r a t a d o de, Widukindo, W i d k u , historiador, 5 2 5 , 5 2 6 , 530,
486 543,544,617
ÍNDICE ONOMÁSTICO 719

W¡ghi,Isla d e , 2 i 2 Yazira, 3 6 1 , 3 6 7 , 3 7 2 , 4 0 1 , 4 0 1 , 4 1 7
Wiglaf, ( 5 í
Yeavering, 2 1 4 , 3 0 4 , 3 0 8 , 309, 3 1 4 , 3 1 2
Wigón, 505, 506 Yeme, 4 3 6
Wiifrido de Nortumbria, 2 1 9 , 1 5 2 Y e m e n , 361* 3 6 *
Willibad, 167 Yezdegerd 111, 3 3 [ , 3 6 o
WilÜbaldo, 293 Y o r k , 2 1 9 , 2 2 t , ¿ 9 8 , 5 * 7 , 5 5 ^ , 565, 5 6 7 , 5 7 ° ,
Willibrord, 236 579. 5 ^ , 5 3 4 , 6 0 3 , 6 6 1 , 6 6 3
Wtfttgis de Maguncia, Y o r k s l w e , 571
Winchester, 2 4 4 , 5 6 9 , 5 7 0 Yusufal-Fihri, 423
Winnoch, 1 3 8 Y u s u f i b n Yaqub ibn Aukal, 4 5 3 , 4 5 4 , 4 5 5
Wissemboucg, monasterio de, 2 7 0 , 1 7 1 , 2 7 1 ,
173,274,65a Zacarías, 1 0 3 , 1 3 6 , 1 3 9 , 4 6 5
W i ü z a , 1 8 9 , 4 ¿9 Zamora, 1 8 6 , 6 0 9
Woevre, 1C1 Zanj, 448
Wolfram, Herwig, 146 Zanzíbar, 3 \6
W o o d , l a n , 17 Zaragoza, r36, 1 9 2 , 1 5 0 , 4 1 3 , 4 1 4 , 4 1 8 , 4 3 0 ,
Worcesier, 566, 570. catedral de, 5 6 5 , 5 7 0 469
Worcestershire, 2 1 5 , 5 6 5 , 6 3 0 Zenón, 1 0 5 , 1 3 1 , 1 3 5 , 1 3 6 , 1 4 0 , 1 4 3 , 1 4 4 - 146,
Wulfredode Cancerbury, 555 ¿UiHenoiiAian, 105
Wulfsiano de Y o r k , 564 Ziriab, 425
Ziyad, 3 6 6
Yafar, 403 Zoé Carbonopsina, 388, 394
Yahya ibn Jalid ibn Barmak, 403 Zoroastro, 83
Y a r m u i , rio, 3 3 1 , 3 6 0 Zósimo, I O J
Yawhar, 4 1 0 Zorico, prefecoio del preiorio, 8 1
Yazid 1,367 Zubaida, esposa de Al-Rashid, 4 1 0 , 4 1 r
Yazid 1 1 1 , 3 7 1 , 3 7 3 Zwenrihald (o Svatopluk), 4 8 7 , 5 9 3
Í N D I C E D E MAPAS

1. El imperio r o m a n o en 400 18
2. E u r o p a occidental en 500 20
3. E u r o p a occidental en 1000 22
4. El califato abasí 24
5. Este y n o r t e de E u r o p a h . 1000 26
6. G r a n Bretaña e Irlanda en la Alta Edad Media 28
7. Italia en la Alta Edad Media 29
8. Las tierras francas, en 843 30
9. Hispania en la Alta Edad Media 32
10. Imperio bizantino 34
L I S T A DE I L U S T R A C I O N E S

1 . Exterior de Santa Sofía, Estambul (foto: Leslie B r u b a k e r )


2. Interior de Santa Sofía, Estambul (foto: Leslie Brubaker)
3. F o t o aérea de la G r a n Mezquita de D a m a s c o (foto: Charles y
Patricia Aithie/fíbtograff )
4. Mosaico del patio de la G r a n Mezquita de D a m a s c o (foto: Leslie
Brubaker)
5. Planta del yacimiento anglosajón de Yeavering (cortesía de J o h n
Blair)
fS. Marfil del siglo v i , con la emperatriz Ariadna, Museo Bargello de
Florencia (foto: A r c h i v o s Alinari)
7. N a v e de S. Práxedes, R o m a (foto: Caroline G o o d s o n )
3. Mosaico de S, Práxedes, R o m a (foto: Caroline G o o d s o n )
9. Mosaico de S t - G e r m i g n y - d e s - P r é s , cerca de O r l e a n s , Francia
(foto: Manfred H e y d e )
10. Dibujo de las ruinas del palacio d e Ingelheim, cerca de Maguncia
(copyright © Kaiserpfalz Ingelheim)
1 1 . Exterior de la capilla de palacio, A q u i s g r á n (foto: Aleph)
1 2 . Baños y «andronn de Seryila, Siria (foto: Olga K o l o s / A l a m y )
1 3 . Vivienda privada, Seryila (foto: Leslie Brubaker)
14. Casa reconstruida en el yacimiento de T r e l l e b o r g , D i n a m a r c a
15. Reconstrucción de Montarrenti (cortesía del Á r e a di Archeologia
Medievale, University degli Studi di S i e n a - S t u d i o I N K L I N K de
Florencia)
16. Interior de la cripta con los sarcófagos, abadía de J o u a r r e , Sena y
Marne> Francia (foto: akg-images / Erich Lessing)
17. Muralla de Offa, Shropshire (foto: J i m S a u n d e r s / P r i n t s of W a l e s )
18. Murallas romanas de la ciudad de Barcelona (foto: F o t o b o x / A I S A )
19. Casa excavada en el F o r o de N e r v a , R o m a (foto: Elizabeth
Fentress)
7&4 EL LEGADO D E ROMA

20, F r a g m e n t o s d e c o l u m n a s en las murallas de la ciudadela de


A n k a r a , en T u r q u í a (foto: Ben Claasz Coocfcson)
1 1 . C o l u m n a t a caída en Escitápolis (Bet S h e ' a n ) , Israel (foto: Leslie
Brubaker)
22. Basilio II, iluminación de un salterio del siglo x i Biblioteca
3

Nazionale Marciana, Venecia (foro: a k g - i m a g e s / Erich Lessing)


23. Luis el Piadoso^ iluminación de u n manuscrito del siglo i x ?

Bibliothéque natíonale de France, París


24. Iglesia de T o d o s los Santos en Brixworth, Northairiptonshire
(foto: akg-images / A^ F . Kersting)
25. G r a n piedra rúnica del camposanto de Jelling, D i n a m a r c a (foto-
Interfoto P r e s s e b i l d a g e n t u r / A l a m y )
26. Exterior de Santa Sofía, en Kiev (foto: Leslie Brubaker)
27. Vista d e Canossa, Italia (foto: copyright © Bildarchiv F o t o
Marburg)
28. Palacio de R a m i r o I, en O v i e d o (foto: A I S A )
29. Iluminación de campesinos trabajando, del Salterio de Utrecht
(copyright © Biblioteca Universitaria, U t r e c h t )
ÍNDICE

Presentación 9

Agradecimientos . — - 17

1 . Introducción 37

PARTE I

EL IMPERIO R O M A N O
Y S U D E S M E M B R A M I E N T O , 400-550
2. El peso del imperio 57
3. Cultura y creencias en el m u n d o cristiano r o m a n o 91
4. C r i s i s y c o n t i n u i d a d , 4 0 0 - 5 5 0 121

PARTE n
E L O C C I D E N T E P O S R O M A N O , 550-750

5. L a Galia merovingia y la G e m i a n í a , 500-751 I Ó I


ó. L o s reinos mediterráneos occidentales:
H i s p a n i a e I t a l i a , 550-750 183
7. Reyes sin estados: G r a n Bretaña e Irlanda, 400-800 205
8- Actitudes p o s r o m a n a s : cultura, creencias y etiqueta políticaj
55°-75 D
-9
22

9- Riqueza, intercambio y sociedad campesina 267


i o . El p o d e r de lo visual: la cultura material y su ostentación,
de la R o m a imperial a los carolingios 301
PARTE III

L O S I M P E R I O S D E O R I E N T E , 550-1000

1 1 . L a supervivencia de Bizancio, 550-850 327


1 2 . La cristalización del p o d e r político árabe, 630-750 355
1 3 . Renacer bizantino, 850-1000 * 377
14. D e la Bagdad abasí a la C ó r d o b a o m e y a , 750-1000 399
1 5 . El estado y la economía: redes de intercambio en el
Mediterráneo oriental, 600-1000 433

PARTE rv
EL O C C I D E N T E C A R O L I N G I O Y P O S T C A R O L I N G I O ,
750-1000

1 6 . El siglo carolingio, 7 5 1 - 8 8 7 463


1 7 . L o s intelectuales y la política 497
18- Los estados sucesores del siglo x 523
19. La Inglaterra «carolingia*, 800-1000 553
20. L a E u r o p a exterior 575
2 1 . La aristocracia, é n t r e l o s m u n d o s carolingio y «feudal» 617
22. El *<enjaulamiento» del campesinado, 800-1000 641
23. Conclusión: T e n d e n c i a s en la historia de E u r o p a , 400-1000 667

Notas y guías bibliográficas 681


índice onomástico 737
índice de mapas 7^J

Lista de ilustraciones 763

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