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ASUNTO: ECLESIOLOGÍA NEUMATOLÓGICA

PROPÓSITO: DIDÁCTICO
TEMA: ARGUMENTOS ESENCIALES PARA LA FE

EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO:


EL NACIMIENTO DE UNA IGLESIA Y EL CAMBIO DE LA HISTORIA EN TRECE
VERSÍCULOS
HECHOS 2:1-13
INTRODUCCIÓN:

El evento relatado en Hechos 2 es único en la Escritura, no se ha visto en el


pasado, en la historia de Israel, y no se volvió a ver con esta intensidad en otra
oportunidad, más allá de lo ocurrido en la casa de Cornelio en el capitulo 10 de
Hechos. Ciertamente, es un mismo evento, pero uno fue para los judíos el otro fue
para los gentiles. Luego de esto, no vuelve a ocurrir, a lo largo de la historia.
Muchos de los que vinieron posteriormente, caminaron el camino más oscuro de la
fe, con la esperanza de encontrarse con la luz más brillante de la gloria divina al
final del camino. La idea del bautismo con el Espíritu Santo, contiene en realidad
los elementos esenciales bíblicos, lo sobrenatural, escritural y poderoso de Dios,
todo esto manifestado en la realidad humana. La irrupción sobrenatural de Dios en
la historia, momento y lugar estipulados por el Señor que debían ocurrir. Jamás
fue una sorpresa, fue anunciado por profetas como Joel y Ezequiel, así como
recordado por Juan el Bautista según ha sido registrado en los evangelios. La
iglesia, evidentemente, no es una idea humana, es la idea divina de un pueblo
determinado a anunciar y esparcir por el mundo el anuncio bueno del evangelio de
Cristo. La intervención divina del Espíritu Santo, en este punto, marca un cambio
en la historia de la humanidad. Las representaciones del bautismo entre los judíos,
así como los no judíos determina el involucramiento de todo aquel que, bajo la
convicción divina, cree en Cristo Jesús y es salvo por su gracia. El sello espiritual
ha sido colocado en la Iglesia, fundada por Dios y por Él mismo determinada al
cumplimiento de una misión determinada. El bautismo con el Espíritu Santo tiene
una función clave en la vida del creyente. No vamos a determinar aquí como en el
hecho de hablar en lenguas o cosas por el estilo, sino de la determinante que es la
participación directa de la persona del Espíritu Santo en el rol de la iglesia en este
mundo. ¿Qué significa el bautismo con el Espíritu Santo? Se vuelve importante
definir la idea con claridad, la mayoría de los especialistas afirma que lo que
significa el bautismo con el Espíritu Santo es una envestidura que permite al
creyente enfrentar las dificultades y obstáculos que se presentan en la fe y la
predicación del evangelio. Jesucristo, cuando inicia su ministerio, lo hace cuando
la persona del Espíritu Santo hace su aparición cuando el fue bautizado por Juan
el Bautista. Ahora, la persona del Espíritu Santo hace su aparición en la iglesia
convirtiéndose en el vicario de Dios estableciendo el ministerio eclesiástico para
que este funcione coyunturalmente. Dicho de otra forma, no es el creyente el que
hace vida de iglesia ni misión de Cristo, es el Espíritu Santo. La centralidad de la
persona del Espíritu Santo, tiene que ver con la idea doxológica, es decir, todo lo
que tiene que ver con glorificar a Dios. dentro de esa doxología, existe el
cumplimiento de la misión evangélica.
I. La fiesta (Pentecostés o Shavvot) v. 1,2
Lo primero que debemos analizar es el contexto mismo donde ocurre este
evento, Dios estipuló 7 fiestas, a saber: la pascua, panes sin levadura, las
primicias, pentecostés o fiesta de las semanas, tabernáculos, perdón y trompetas.
Todas ellas representaban todo lo que Dios había hecho para los judíos. La
pascua, una fiesta donde comían de pie, con maletas preparadas representando la
salida de Egipto. La fiesta de los panes sin levadura, una fiesta que estaba unida a
la pascua, tenía que ver con el recordatorio de la vida dura en Egipto cuando
fueron oprimidos y que de esa vida los sacó Dios. Las primicias era una fiesta
agrícola, reconociendo que Dios era quien les había entregado una tierra donde
fluía leche y miel. La fiesta de las semanas, una fiesta agrícola también donde se
agradecía a Dios la cosecha recibida de su mano. La fiesta de los tabernáculos
era una fiesta que hacía recordar a los judíos su vida en el desierto, cómo Dios fue
su protección. La fiesta del perdón, es una fiesta que hablaba del acto
misericordioso de Dios ante los pecados constantes del pueblo al andar por el
desierto. Y por último, la fiesta de las trompetas que es la fiesta de fin de año
judío, misma que procuraba para los judíos indicarles que al finalizar un año e
iniciar otro, es por la benevolencia de Dios. Ahora bien, estas fiestas fueron
ordenadas por Dios en el libro de Levíticos, cada una de ellas tenía una razón de
ser y cumplían una razón profética e histórica al mismo tiempo. Al hablar de la
pascua, la celebraron por primera la noche antes de salir de Egipto, pero
continuaron celebrándola en el futuro para recordar el pasado, pero es en esta
fiesta que Jesús, como el cordero pascual fue sacrificado, su sangre, como la de
los corderos sacrificados, serviría para recordarle a Dios que el inocente había
muerto por los culpables. Semanas después de esta fiesta, 49 para ser exactos,
se celebraba el pentecostés, fiesta que indicaba la cosecha o el inicio de la misma,
aquí utilizada para el derramamiento del Espíritu Santo sobre la iglesia, dando así
el inicio de la cosecha divina. El versículo 1, según esta versión, inicia así:
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.” Hay
dos cosas a resaltar aquí, primero, la clara indicación de que esta fiesta era
importante para lo que estaba por suceder. Los discípulos que estaban
congregados en este lugar, no sabían que el Espíritu Santo estaba por descender,
ellos, llevaban 7 semanas esperando la manifestación del Espíritu Santo que
Jesús les había prometido, como soldados a la espera de la orden del
comandante para poder encaminarse a la batalla. Establecer el evento de forma
cronológica tiene sentido en un libro de historia, ciertamente la fiesta de
pentecostés coloca la situación en un punto específico y claro de la historia, pero
aquí el caso no es establecer simplemente un punto cronológico, sino indicar que
así como Jesús fue crucificado el día de la pascua, como el cordero pascual, el
descenso del Espíritu Santo ocurre en el día de pentecostés, en la misma semana
a la que se da gracias a Dios por la cosecha que estaba por dar inicio. No es un
simple simbolismo profético, es un cumplimiento profético de los tiempos
señalados por los profetas respecto a la llegada del día grande y temible de Dios.
El derramamiento del Espíritu Santo en las vidas de los discípulos, marca una
antes y un después de la fe. La iglesia estaba naciendo bajo la consagración
espiritual, encomendándolos con todas las marcas del poder sobrenatural divino
para la realización de una complicada tarea en un mundo caído. Vemos las
manifestaciones con claridad, como muestran a Dios, por medio de su Espíritu,
irrumpir en la realidad humana. El versículo 2 y 3 afirman lo siguiente: “Y de
repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el
cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron
lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.”
No se expresa en estos versículos que los discípulos hicieron algo, probando la
manifestación del Espíritu Santo. Ellos simplemente fueron obedientes al mandato
de Jesús de no salir de Jerusalén (Hechos 1:6), no provocaron ni aceleraron la
promesa, Dios lo tenía calculado en el día de Pentecostés, no sabían los
discípulos que al inicio de la fiesta de las semanas el Espíritu Santo haría su
aparición.

II. El evento (Bautismo)


El evento registrado es el investimento sobrenatural del poder divino que
impulsaría a los creyentes a cumplir su misión. Las ideas e imágenes que se
presentan en este pasaje son sumamente claras, no hay aquí nada simbólico, esto
es específicamente claro. Desde el versículo 2 de este capítulo, las
manifestaciones sobre naturales se hicieron presentes y evidentes. Los discípulos
estaban viviendo algo inexplicable en ese momento para ellos, evidentemente lo
pudieron explicar posteriormente. Este evento del bautismo con el Espíritu Santo,
bien puede ser interpretado como representativo en los primeros discípulos, o
particular en la vida de cada uno, ese no es el tema que nos atiende en este
momento. La idea es indicar que Dios había preparado de antemano todo esto,
que es Dios el originador del bautismo y que es él quien determina que dicho
bautismo es la facultad para el cumplimiento de la misión: “Y fueron todos llenos
del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu
les daba que hablasen. Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones
piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se
juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su
propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son
galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar
cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?” Entre todas las cosas
que ocurrieron aquí, por impresionantes que hayan sido, la de hablar en un idioma
universal, una lengua que fue entendida por todos los presentes, aunque no
hablaban el mismo idioma, es la más notoria. No vamos discutir aquí si hablaron
en una lengua angélica o no, lo indiscutible aquí es la universalización del
evangelio. Esta universalización se ve concretada en la pregunta ¿Cómo, pues,
les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido.
¿Qué era lo que hablaban, cuales fueron sus palabras precisas? No es algo que
se haya mencionado en le pasaje, más allá del resumen que da el versículo 11,
“las maravillas de Dios” dicho de forma más literal, los discípulos hablaban de la
grandeza de Dios y eso lo entendieron todos de forma clara y precisa. Este pasaje
nunca centra la atención en los discípulos, o en las personas presentes o en la
gloria humana que Dios ha preparado para el hombre, se centra en la expresión
de las maravillas de Dios contadas y relatadas, expuestas y anunciadas a toda
lengua, raza y nación. Esto es lo dicho por Jesús, dar el testimonio de Dios a
todos los pueblos del mundo. La idea de Bautismo con el Espíritu Santo, según es
expresado en el versículo 4, lleva la idea de convertir al creyente común y
corriente ese humano pecador y limitado, a un recipiente por medio de la fe y la
gracia divina del Espíritu Santo quien opera sobrenatural y soberanamente en los
creyentes para que ellos cumpla eficientemente su misión. La magnificencia de los
eventos sobrenaturales, así como la magnificencia del mensaje transmitido son
cuestiones uniformes respecto a la importancia de la misión. Dios, en su
misericordia, involucra a seres humanos comunes y corrientes para hacer con
ellos cosas extraordinarias, lo cual expresa, no la grandeza humana que realiza la
misión, sino la importancia del mensaje. Dicha misericordia divina hace que el
mensaje de salvación, predicado por hombres comunes y corrientes hacia
hombres comunes y corrientes para proclamar el grande amor de Dios. No es que
la misión sea más importante que al ser humano pecador al que pretende salvar,
porque la misión es salvar al ser humano pecador, pero no se trata de seres
humanos salvando a seres humanos, se trata de Dios, por medio del Espíritu
Santo salvando a seres humanos. Debe considerarse que la idea de Bautismo,
hablando del bautismo en agua que practicó Juan el Bautista y que sigue siendo el
ritual inicial de la fe cristiana, es una representación de morir a la pasada manera
de vivir. El bautismo con el Espíritu Santo, sigue esa modalidad, es morir a la
pasada manera de vivir, pero de vivir según Cristo. El bautismo con el Espíritu
Santo no representa un morir al viejo hombre, a la vieja naturaleza, es morir a la
vieja naturaleza, nacer de nuevo y vivir en una nueva naturaleza a la imagen de
Cristo. Es amar lo que Cristo ama y odiar lo que Cristo odia, es repudiar el pecado
y amar la santidad. Es en sí, el bautismo con el Espíritu Santo, una regeneración
espiritual.

III. Los testigos (Los judíos)


Es importante considerar que los testigos presentes, en su mayoría, los que
comprendieron el mensaje y estuvieron en aquel lugar eran judíos. Se celebraba
una fiesta judía solemne, y para aquel entonces muchos judíos vivían en
diferentes partes del imperio romano, estas son descritas en aquel lugar. También
es importante considerar que el hecho de que fueran judíos no implicaba que
hablaran hebreo, todos ellos habían crecido en lugares distintos, por lo que la
lengua madre era diferente al hebreo. También es notorio que no todos los que
visitaron Jerusalén ese año eran judíos, habían personas que habían conocido el
judaísmo y que habrían llegado al lugar. Lo importante es reconocer que esto es
eminentemente judío, pero no es excluyente hacia los no judíos. Pedro tiene una
experiencia similar en casa de Cornelio, un hombre romano temeroso de Dios. Lo
que esto nos dice es la implicación teológica del cumplimiento de los tiempos del
inicio del tiempo final, es Pedro quien hace la respectiva interpretación de Joel en
los versículos del 14 al 39. Por lo que nos centraremos en los eventos de estos
versículos nada más: “Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en
Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y
Panfilia, en Egipto y en las regiones de Africa más allá de Cirene, y romanos
aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos
hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. Y estaban todos atónitos
y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? Mas otros,
burlándose, decían: Están llenos de mosto.” Previo a analizar estos versículos,
debemos considerar algunas palabras interesantes de Pedro dentro de su
discurso, que nos ayudan a comprender el mensaje aquí: “Sepa, pues,
ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros
crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. Al oír esto, se compungieron
de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos,
¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de
vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y
recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y
para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor
nuestro Dios llamare.” Existe un evidente orden de parte de Pedro, primero la
casa de Israel debía de recibir la promesa, estos fueron representados por los
doce discípulos de Cristo y los demás que habían quedado ahí, testificado por
todos los demás que simplemente se asombraron por el evento, muchos de los
que estaban ahí, siendo judíos no entendían lo que había pasado, Pedro les
explica que esto que ellos habían recibido es para todos ellos y sus
descendientes, y todos aquellos que Dios, en su soberana voluntad crean en
Jesucristo. Los testigos aquí presentados tienen un carácter importante, están los
bautizados con el Espíritu Santo, las personas que están siendo facultadas para
predicar el evangelio, pero dentro de los testigos están los que se asombran, los
que ven este evento como algo único, pero también los que se burlan, los que
creen que esto es algo sin importancia. Esta es la realidad a lo que los discípulos
de Cristo, tanto de aquel tiempo como de todos los tiempos iban a enfrentar, los
que se asombraban, los que Dios convencía con su Espíritu y los que rechazaban
el mensaje. Esto implicaba que el evangelio debía predicarse, pasara lo que
pasara. El carácter cristiano se forja en el entendimiento de la operación del
Espíritu de Dios, dentro del contexto de un mundo caído, un mundo que por
naturaleza rechazará a Cristo y su evangelio, un mundo cuyo corazón está
entregado en el pecado y la maldad. Tal como Jesús le dijo a sus discípulos:
“Tengan ustedes en cuenta que los estoy enviando como a ovejas en medio
de lobos; así que sean prudentes como serpientes y sencillos como
palomas.” (Mateo 10:16) Ese siempre será el papel de la iglesia, ser ovejas en
medio de lobos, expuestas a la maldad del mundo pero bajo la dirección del
Espíritu Santo, no somos vencedores porque todo nos vaya bien, sino porque el
Señor nos hizo vencedores en él mismo por su gracia y misericordia.

CONCLUSIÓN:
La participación de la Tercera Persona de la Trinidad es de suma importancia
en la iglesia, en el creyente y en el desarrollo de la misión eclesiástica. Por lo que
debe considerarse de forma concreta que el bautismo con el Espíritu Santo, como
un trabajo de fondo en cuanto al obrar divino, es sumamente importante, sin
importar la forma en la que la iglesia considere que esto debe de ocurrir. Sin
embargo, debemos considerar que no es por medio de la participación humana, el
Espíritu Santo estará en aquellos a los que Dios ha llamado para la salvación,
para hacerlo partícipe de la misión de predicar el Evangelio de Cristo a todo el
mundo.

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