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David Vifias, Angel Rama, Jean Franco, Jacques Leenhart, Tulio Halperin Donghi, Antonio Candido, Satil Sosnowski, Jorge Aguilar Mora, Edmundo Desnoes, Antonio Skarmeta, Elizabeth Garrels. ‘Folios Ediciones del trabajo y la productividad del amor). Que si bien es “el placer del texto”, mas fecundo es que, al mismo tiempo, resulte la textualizacién de lo placentero. Porque si el deseo aparece como inherente a la escritura, la lectura reenvia im- plicitamente a la necesidad. Y como la literatura (insisto por ‘iltima vez) no puede restringirse a un “en si”, es porque en su andadure mas intima solicita un referente: el mayor re- ferente que es el mundo, Y si el mundo es un texto, todo tex:o es un mundo. Cuya verificacién més entrafiable e in- dudable se verifica en ese lector. En el lector como trascen- dereia radical. En ese trénsito del primer Cortézar del culte de moi al actual del don de soi. ‘Al fin de cuentas, la version que ironiza Cortézar (y la nueva narrativa latinoamericana mediante sus aportaciones més lticidas, memorables y sabrosas) es la del texto entendi- do como tesoro: “tesoro de las letras”. “Tesoro de Ia lite- ratura’”. Dado que esa tesaurizacién en coagulado resulta toco Jo contrario de los textossavia y de su dramética y oxigenadora circulacién. Saludable y-dinémica en apelacién al mundo y a los otros. ¥ entendida como didlogo. Un dié- ogo que —por definicién—trataré de ser tan abierto como permanente. Esto es: polémica, No de enunciacién enfética de “ltima palabra”, sino de reciproco paladeo de “nuestras palabras”, ANGEL RAMA EL “BOOM” EN PERSPECTIVA 1. ¢Qué fue el boom? Con Ja misma carencia de argumertos sélidos con que en los afios sesenta, mediada la década, se comenz6 a alabar y a consagrar al Hamado, “boom de la narrativa letincamer- cana”, hacia 1972 varios reportajes a escritores y articulos periodisticos fueron indice de que se habfa comenzado a de- ‘retar su extincin. Menos de una década habria durado un procesamiento pitblico de los valores literarios que se cuen- ta entre Jos més confusos y los menos eriticos que se hayan conocido en las letras latinoamericanas y que, pasado su minuto inicial, fue objeto de prevenciones y aun de acervos embates, presagiando una suerte de rebelién generalizada. Como en 1972 no se concluyé el ciclo de importantes nove- Jas producidas en el continente, ni decliné Ia atencién de los lectores por algunos de sus autores, ni dejaron de sumarse a Ja producci6n nuevos escritores, en el ananciado ébito podria descubritse una retirada estratégica en el mismo momento en que los rasgos externos —publicitarios y comerciales— que ostentaba el boom, en cuanto fendmeno de la sociedad de consumo a que se habfan incorporado reciente y parcialmen- te algunas ciudades, comenzaban a merchitarse de confor- midad con las Ieyes del sistema de mercado en que habia funcionado. Ello no impidi6, dado el conocido desequilibrio entre las, diversas éteas culturales latinoamericanas, que sobreviviera mediante un traslado de las capitales donde habia surgido y habia declinado, a, otras donde Ileg6 con demora y con acrecido furor, Habiendo aparecido originariemente en ME- xico y en Buenos Aires (y elusivamente en So Paulo donde contribuy6 @ robustecer los débiles lazos con Hispanoamé- 51 rica) se ampli6, al instalarse en Barcelona, donde Ia tardia y confisa informacién sobre la novela latinoamericana pro- porciond una primera imagen de Ia arbitrariedad que caracterizaria al boom: el conocimiento de Mario Vargas Llosa fue anterior al de Julio Cortizar y el de éste anterior al de Jorge Luis Borges, Io que contribuy6 a un aplanamiento sinexénico de Ia historia de Ia narrativa americana que sélo con posterioridad y dificultosamente la eritica traté de en: mendar." Junto a esta arbitrariedad debe destacarse como positive otro rasgo que se reproduciria luego en los Estados Unicos: su afan de globslizar a Hispanoamérica recogiendio materiales de distintas procedencias, los que a veces carecian de circulacién interna en el continente, proporcionéndoles asi una difusién que més que para Espafia misma funcio- nabe para Hispanoamérica que recibia reunidas, desde el exterior, las que eran producciones separadas e incomunica- das, Se reiterd de este modo una tradicién editorial que ya se habia conocido en el perfodo modernista y en el regiona- lista, y que, por las condiciones politicas espafiolas bajo el franquismo, contempordneas del desarrollo editorial hispano- americano, no se habia podido aplicer a las producciones del periodo vanguardista, las que slo fueron editadas por las casa hispanoamericanas y circularon casi exclusivamente dent:o del continente. Los fastos del boom se sostuvieron por el traslado a otras capitales donde se habian ido registrando las sefiales de la sociedad consumista, como San Juan de Puerto Rico y Ca- racas. Con previsible orgullo nacional aspiraban a que sus escritores fueron incorporados, asf fuera tardiamente, al mo- vimiento, lo que en parte se logré con Emilio Diaz Valedrcel 2 José Maria Castellet habla del “conocimiento castico de Ia lit teratusa latinoamericana” que se produjo en Espafia, en su conferen- cia “La actual literatura Iatinoamericana vista desde Espafia”, dic- tada en 1968 en La Habana y recogids en Panorama de la actual litera:ura latinoomericana, Madrid, Fundamentos, 1971. Una tarea de rearticulacién es perceptible en el libro de Rafael Conte, Lengua je y violencia, Introduccidn a la nueva novela hispanoamericana, Madrid, AlBorak, 1972 y en tn historia de José Maris Valverde. 52 y Salvador Garmendia, respectivamente, y se reforzé con el desarrollo editorial interno que se produjo. Més importante fue la atencién que en Estados Unidos, Francia, Italia y tlti- mamente en Alemania Federal, se concedié a las traduccio- nes, Jo que habria de constituir uno de los capitulos princi- pales de su éxito, explicable dada la dolida coneiencia de pretericivin por su parte de los centros culturales externos en que ha vivido América Latina desde su emencipacién. Hay aqui dos aspectos diferentes: uno atiends a las razones que condujeron a Ia traduccién de narraciones Iatinoamericanas a otras Ienguas, Io que no sélo tiene que ver con la excelen- cia de elles o su adaptabilidad a otros mercados sino tam- bién con Ja repentina curiosidad por Ia regidn que aliments centralmente la revolucién socialista cubana; otro atiende a los efectos que esa recepcidn en el exterior tuve sobre los puiblicos latinoamericanos que vieron refrendadas sus pro- ducciones en los principales centros culturales del mundo, fortaleciendo el orgullo regional y el nacionalismo en curso durante la década del sesenta que se caracteriz6 por una intensa agitaci6n social. Hubo, pues, una exaltacién inicial que conté con un amplio respaldo y un consenso critico positivo pero que a medida que se perfilaron las caracteristicas del booms, sobre todo el reduccionisino que operd sobre la rica floracién lite- raria del continente y la progresiva incorporacién de las téc- nicas de la publicidad y el mercadeo a que se vio conducida la infraestructura empresarial cuando las ediciones tradicio- nales de tres mil ejemplares fueron sustituides por tiradas masivas, dio paso a posiciones negatives, a reparos y a obje- ones que Hegaron 2 adquirir una nota écida, La tendencia beligerante de este material critico no se limité a esas defor- maciones progresivas de la literatura latincamericana, que eran fatales consecuencias de la absorcién de las letras den- tro de los mecanismos de la sociedad consumidora, ni des- lindé estos dos campos disimiles, representado uno por la alta y calificada produccién de espléndidas obras literarias y otro por el manejo a que eran sometidas cuando se transfor- maban en abjetos (libros) del mercado consumidor, sino que 53 tencié a repudiar tanto al sistema como a los escritores que 1 viilizaba reiterando la famosa metéfora: se arrojeba ol agua sucia del bafio con el nifio adentro. Obviamente, los eseritores que se vieron acusados de conquistar al piblico meciante artilugios publicitarios © trapisondas comerciales, resgondieron tildando a sus detractores de envidiosos, resen- tides o fracasados, con lo cual todo el debate parecié inste- lars? gozosamente en el patio de vecindad. Savaslo de tales escenarios y colocarlo en un nivel intelectual mas digno y pro‘icuo es obligacién imperiosa de la critica. Las diatribas de ese debate, que evoca pasajes de Addn Buenosayres, son estrictamente simétticas: si el boon reduce Ja literatura moderna latinoamericano a unas pocas figuras del género narrative sobre las cuales concentra los focos ignorando al resto o condenéndolo a la segunda fila, los im- pugnadores le niegan virtualidad artistea y social a esos auto- res aduciendo que sus obras son meras transcripciones de las novelas vanguardistas europeas o falsos productos de los mass media o imdgenes enajenadas de Ja realidad urgida deb cortinente, etc., ete, Pero cuando hablen los escritores, ellos ho hatven esa reduceién y, dentro de un legitimo abanico de preferencias, no dejan de honrar a los colegas ¢ incluso usan Ge su prestigio para Hamar la atencién del lector sobre auto- res de escaso pliblico que han escrito obras de alte calidad artistica: Borges con Macedonio Fernéndez, Cortézar con Le- ‘zama Lima o Felisberto Hernéndez, Vargas Llosa con Argue: das, Fuentes con Goytisolo, etcétera. Distinguir al boom como un fendmeno distinto de la lit ratura letinoamericana contemporénea in totum y aun de ts narrativa actual, es, por lo tanto, una peticién de principios ‘metodoldgica, aunque cs igualmente legitimo interrogarse s0- bre los motivos de las operaciones reductoras del boom, por gué se aplica a unos productos en desmedro de otros, ya que no es aceptable Ia candorosa concepeién circulante tle que slo se debe a la excelencia artistica de ciertas obras. Jo que habria proporcionado le cuadratura del cfrculo y el mundo panglossiano donde todo Io bueno es siempre acepta- Uo y todo fo malo rechazado por ilustradisimos puiblicos lec- totes, y no habria ya, por Jo tanto, ninguna obra importante que quedara olvidada, ni ningdn autor que stendbalianamen. te estuviera apostando a cien afios més tarde, No sélo es legitimo interrogarse sobre las opciones del boom, entendido como un proceso que se superpone a Ia produceién literaria, sino también sobre su accién —desembozada 0 subterd. nee— en Ia produccién de aucves obeas y usimismo sobre sus efectos en el mismo comportamieato del esctitor como hombre piblico que es. Revisando en Haudelaire la irrupeién de las corrientes stteparistas, Walter Benjamin, en una de sus “ilumineciones”, reconocié el estrecho vinculo que los comportamientos dandystas mostraban con le situa. cién del poeta en Ja nueva sociedad masiva insteurada por Ia revolucién industrial: en su fértil andlisis el es: critor no estaba desgajado de Ia sociedad sino que reac- cionaba ante sus caracteristicas especificas y sus. pulsio- nes, udoptando actitudes y desarrollando formas que eran respuestas personales dentro de un campo de fuerzas ya estan blecido. Para comprender actitudes y formas, era necesario econstruir, estructuralmente, todo el conjunto, lo gue permi- tia apteciat en qué medida el “frisson nouveau”, més que una simple invencién baudeleriana, era un de las leyes ope- rativas del medio social que el escritor asumia y volvfa con- tra (y dentro) ese medio, Pensar a los escritores y a sus obras dentro del marco social presence es igualmente una legitima y proficua tarea critica, més urgente hoy en que la circulacién de las obras literarias ha deshordedo el estte cho cireuito donde funcionaron cesi siempre y han concitado os poderes econémicos que han venido mode- ructura social y el funcionamiento del mercado. Estos poderes son més decisivos que las fuerzas politicas que en ocasiones no son sino sus transposiciones racionaliza- das, por Jo cual tiene més utilidad consultar Tas transforma: ciones econémico-sociales sobrevenidas en el continente des- de la segunda posguerra que demorarse en las discusiones politicas excesivamente ideologizadas que han signado atin mas a Jos afios setenta que a los sesenta. Las esquivas definiciones ‘Ante todo hay que definir al boom, cosa nada fécil visto que su existencia se ha registrado en millares de revistas y diacios de los Giltimos diez afios, como un tépico cuyo origen nadie conoce pero que se repite como una contrasefia. Na- veg con suerte en ese medio, casi como un comodin que regstraba algo indefinido pero cierto, lo que explica su in- fausta denominacién. Ella no proviene sino remotamente de le vida militar, ‘como onomatopeya de explosi6n, teniendo sus orfgenes en 1a terminologia de] “marketing” moderno norteamericano para designar un alza brusca de las ventas de un determinado preducto en las sociedades de consumo. Postula la existencia previa de dichas sociedades, tal como se percibié desde la posguerra en los enclaves urbanos més desarrollados de Amé- rica Latina, donde ya se habia producido el boom de los ar ticulos de tocador y pronto se registraria el de las calculado- ras y los clectrodomésticos. La sorpresa fue su aplicacién a una materia (los libros) que salvo algunas lineas de pro- duccién (los textos escolares) se encontraba al margen de escs procesamientos, aunque con anterioridad al boom de Ja narrativa ya se habia percibido el fenémeno en un material afin que contribuiria poderosamente a su desarrollo, como fue el de los “magazines” de actualidades (semanarios, quin cenarios 0 mensuarios) que desde el comienzo de los sesenta tresladaron a América Latina los modelos europeos y norte aireticanos (L’Express, Time, Newsweek) adecuindolos a las demandas nuevas de los piblices tiecionales. ‘Los equipos periodisticos de estos “magazines”, que con- teban con numerosos escritores jévenes, desarrollaron una atencién por los libros y atin més por los autores, ineorpo- rindolos a las mismas pautas con que antes s6lo se consi- deraba a las estrellas politicas, deportivas o del espectéculo. No fue la tinica incorporacién: también los empresarios re- cibieron atencién dentro de novedosas paginas de economi que restauraban Ia importancia de ese sector de la vida ni cional en Ia atencién del publico. Las revistas fucron instru- 56 mento capital de la modernizacién y de la jerarquizacién de la actividad literaria: sustituyendo les publicaciones espe- cializadas destinadas s6lo al restricto péblico culto, funda- mentalmente formado por los mismos escritores, establecie- ron una comunicacién con un piblico meyor. Este descubrié que en el panorama de las “actualidades” que los semana- rios Ie ofreefan se inclufa también a los libros, prefereute- mente a las novelas 0 a los ensayos de temas generales, y que incluso la foto de algiin escritor podia merecer los honores de una portada. Esta transformacién fue notoria en Buenos Aires, con una serie de publicaciones que acometieron grandes y pe- quefias empresas editoras, dentro de las cuales se destacaron el semanario Primera Plana (1962) y posteriormente el die: rio La Opinién (Jacobo Timmermen), campliendo una evi dente mutacién del estilo periodistico cuyo éxito certificd la existencia de un nuevo piblico afin, ermparentado en este caso con el que en Pars compraba L’Express y Nouvel Ob- servateur 0 Le Monde. Esta mutacién encontraba su equiva- lente en una que yenia produciéndose en la literatura, aun- que la detectaba preferentemente en el género literario ma- 0, la novela, mas que en los géneros elitists como la poesia donde tenie més larga data, celebréndola como el adveni- miento de una nueva época. Indice de esta manera de apre- ciar el fendmeno puede verse en una nota de un periodista cultural que mucho hizo por la difusién de la nueva narra- tiva, el argentino Tomés Eloy Martinez, en ese afio de 1967 gue puede considerarse glorioso en las letras latinoamerica. nas porque vio el Premio Nobel para Miguel Angel Astu- rias, la publicacién de los Cien afios de soledad de Gabriel Garcia Mérquez y un nutrido conjunto de fundamentales ‘obras literarias: “No es improbable que dentro de mil afios Giliraldes y Rémulo Gallegos y Azuela y José Eustacio Ri- vera figuren como palimpsestos perdidos de la infinita histo- ria literatia: que Macedonio Ferndndez y Arlt y Borges, sean apenas la semilla natal de un mundo cuyos padres se Ila- marin Cortézar, Vargas Llosa, Onetti, Guimaries Rosa, Car- pentier. Este padre mayor que se les ha unido definitivamen: 37 te con su Cien afios de soledad, viene « aportar, él solo, una bandera nueva para la aventura: la novela que acaba de publicar resume, mejor que ninguna otra, todas esas corrien tes alternas.”? Pero para ajustar la definicién del boom resultaba mas importante recabar la opinisn de los eseritores que por él reaultaron elegidos, dado que nos permite visualizarlo desde su perspectiva viendo simulténeamente en qué medida los afecta. De hecho estaremos presenciando la reaccién de los protagonistas, voluntarios 0 no, 2 un fenémeno socioldgico eneramente nuevo en el continente, al menos en esos preci- sos términos, como es la demanda masiva de obras literarias. Creo que el debate publico mds emplio sobre el punto, ya ‘que no el primero, se cumplié en el Cologuio del Libro ce- ebrado en Caracas en julio de 1972 por invitacién de la editorial oficial Monte Avila,* significativo porque en él par- ficiparon algunas de sus figuras notorias y porque es contem- pordneo de su primera historia “personal”, Ia de José Do- 1noso. Tanto les posiciones derivadas de ese debate como la adoptadas paralelamente por algunas figuras centrales del movimiento, tendieron a subrayar la positividad del fend- meno aunque no dejaron de consignar perplejidades o dis- crepancias. Deben verse como acciones del contra-ataque con que los narradores enfrentaron el encausamiento que venia formuldndose desde hacia afios y que habfa ya genera- do polémicas donde se mezclaron asuntos artisticos con po- Ifticos. La més Uemativa, por quienes Ia protagonizaron, fue ia provocads por la publicacién en la revista Amaru de los diarios de José Maria Arguedas que se intercalaban en su novela (péstuma) El zorro de arriba y el zorro de abajo, al 2 “América: Ia gran novela”, Primera Plana, Afio V, No. 254, Buenos Aires, 20/26 junio de 1967. 3 Hay informacién de las distintas ponencias en las péxinas de arte de El Nacional de Ceracas, julio y agosto de 1972, especialmen: te 29 de julio, y em las de las revistas Zona Franca No. 14, agosto de 1972 y No. 16, diciembre de 1972. 38 cual contests Julio Cortézar.* Otra fue Ia polémica sostenida en 1969 en las paginas del semanario Marcha de Montevideo a raiz de un articulo del joven narrador colombiano Oscar Collazos, al que contestaron Julio Cortézar y Mario Vargas Llosa.* De los tres textos que entiendo consignan, objetivamen- te, las reacciones de los escritores, el de Mario Varges Llosa se formulé en el citado Cologuio' del Libro oponiéndose a mis erfticas a los aspectos que consideré perjudiciales del boont y no tiene vinculacién doctrinal con la polémica que habiamos sostenido ambos sobre problemas de la narrativa en el semsnario Marcha el afio de 197:.* Dijo Mario Vargas: “Lo que se lama boom y que nadie sabe exactamente qué es —yo patticularmente no lo sé— es un conjunto de escrito- res, tampoco se sabe exactamente quignes, pues cada uno tiene su propia liste, que adquitieron de manera més 0 menos simulténea en el tiempo, cierta difusién, cierto reconocimien- to por parte del piiblico y de Ia critice, Esto puede lamarse, tal vez, un accidente histérico. Ahora bien, no se trai ningin momento, de un movimiento Iterario vinculado por un ideario estético, politico o moral. Como tal, ese fenémeno ya pasd. ¥ se advierte ya distancia respecto a esos autores asi como cierta continuidad en sus obras, pero es un hecho, por ejemplo, que un Cortdézar o un Fuentes tienen pocas cosas en comiin y muchas otras en divergencias. Los editores apro- vecharon muchisimo esta situacién pero ésta también cont buy6 a que se difundiera la literature latinoamericana lo cual constituye un resultado 2 fin “= cuentas bastante positive. Lo que ocurrié @ nivel de la difusién de les obras ha servido 4 En Amaru 6 (Lima, abril/junio 1968) eparccié cl primer diario de El zorro de arriba y el zorro de abajo, #1 cuel contest6 Julio Cor tizar en Life en espafiol (New York, 7 de abril de 1969) y replied José Marfa Arguedas en su articulo, “Inevitable comenterio a unas ideas de Julio Cortézar” en E! Comercio, Lima. 1 de junio de 1968. © La polémica esté ahora recogida en el volumen Literatura en (a revolucién revolucién en la literatura, México, Siglo XX1, 1970. © La polémica fue publicada bajo el titulo Gabrie! Garcia Mér ‘quez y la problemdtica de lz novela, Buenos Aires, Corregidor Mar cha, 1974, 59 de estimulo a muchos escritores jévenes, les ha levado a es- crisir, les ha probado que en América Latina existe le posi bilidad de publicer, de conseguir una audiencia que trascien- da las fronteras nacionales ¢, incluso, las de la lengua. El hecho es que hoy se escriben muchas més novelas que hace alganos afios. No afirmo que Ta causa haya sido exclusiva. meate la de que un grupo de escritores obtuviera mucho éxito y una gran audiencia, pero, sin duda, esa realidad ha contribuido a dar mayor seguridad y a estimular las vocacio- nes j6venes.””* Esta definicin enfoca ef tema desde el angulo de la crea- cin individual (“un conjunto de escritores... que adquitie- ron... cierta difusién”) remitiendo a un segundo plano el Angulo social y econdmico peculiar de cualquier proceso de difusién masiva, visto aquf como un “accidente hist6rico”. Como tal accidente de Ia historia corresponde a fuerzas trarsformadoras que van generando nuevas situaciones: el citado avance de los medios de cotmunicacién que no s6lo se tipificé en los “magazines” sino marcadamente en el desa- rrollo de la televisién, los medios gréficos de la publicidad, el nuevo cine, también deben verse en relacién 2 esas fuerzas transformadoras que generan su nuevo ptiblico y entre elles ¢s obligatorio reconocer Ia incidencia del aumento demogré- fico, del desarrollo urbano gracias a la evolucién del tercia- rio, del notorio progreso de la educacién primatia y secun- daria y, sobre todo, de Ja industrializacién de Ia posguerra que enquisté en América plazas evolucionadas que reclams- ban equipos més dotados que antes, cambios todos ellos cuyes limitaciones y cuya fragilidad son de sobra conocidas. La definicién de Julio Cortézar, en cambio, subraya el fenémeno de expansin del ptiblico lector latinoamericano y explica la atencién que manifesté por Jas obras de los na rradores como parte de su biisqueda de una identidad, lo que le lleva a destacar los implicitos contenidos politicos que 4l ve en el boom y que examina desde una Optica de izquier- Zona Franca, Caracas, 2a. époce, Aiio III, No. 14, agosto de 1972, 60 de, Sus opiniones se expresaron originariamente en el Colo- que de Royaumont al que citd, en Par's, en diciembre de 1972, la seccién “Sociologic de la Littérature” del Institut des Hautes Btudes y las reiterd en un reportaje en Pert. Aqui dijo: “L...] eso que tan mal se ha dado en llamar el boom de la literatura latinoamericana, me parece un formi= dable apoyo a la causa presente y futura del socialismo, es decir, a la marcha del socialismo y a su triunfo que yo con- sidero inevitable y en un plazo no demasiado largo. Final- mente, ¢qué es el boom sino 1a més extraordinaria toma de conciencia por parte del pueblo latinoamericano de una parte de su propia identidad? {Qué es esa tome de conciencia sino una importantisima parte de le desalienacién? [. ..] Aparece, entonces, en estos iltimos quince afios, el hecho incontrover. tible, innegeble, de Io que se conoce como boom (es la- mentable que para definirlo se hayan servido de una palabra inglesa). En el fondo, todos los que por resentimiento literario (que son muchos) 0 por una visidn con anteojeras de la politica de iaquierda, califican el boom de maniobra editorial, olvidan que el boom (ya me estoy empezando a cansar de repetirlo) no Io hicieron los editores sino los lectores y, gquié- nes son los lectores, sino el pueblo de América Latina? Des- graciadamente no todo el pueblo, pero no caigamos en las utopias féciles. Lo que importa es que haya sectores que se hayan dilatado vertiginosamente y que heyan obrado el mi- agro increible por el cual un escritc: de talento de América Latina, que en los afios 30 hubiera difundido con tremenda dificultad una edicién de 2000 ejemplares (lox primeros libros de Borges se vendieron a 500 ejerplares) de golpe se convierte en autor popular con novelas como Cien affos de soledad 0 La casa verde o cualesquiera de las novelas que es- tamos leyendo y que ya se estén traduciendo al mundo en- tero.”* Visiblemente el texto se inscribe en una polémica interna * José Miguel Oviedo: “Cortézar a cinco rounds” en Marcha, ‘Alo XXXIV, No, 1654, Montevideo, 2/marz0/1973. También Emesto Gonzélez Bermejo: Conversaciones con Cortézar, Bareelons, Edhasa, 1978, 61 ce Ja izquierda, respondiendo a las eriticas que, a partir de Ia escisiOn provocada por el caso Padilla (1971), formularon intelectuales integrados a la causa cubana a los escritores di- sidentes y en general al boom, lo que no podia dejar de ser stendido por Julio Cortézar quien, con apreciable margen de independencia, continué fiel a esa causa pero padecié de las censuras generales, sumades a las que se dirigian a su larga sadicacion en Francia que no s6lo formularon los cubanos sino también escritores argentinos como David Vifias. Cortézar contesta persuasivamente a la endeble argumen- tacién de que el boom fue un producto de las empresas edi- toriales, destacando el hecho obvio de la aparicién de un nuevo piiblico lector y de st biisqueda de identidad. Este nue- vo piblico tuvo su mejor cuna en fos recintos universitarios, masivamente acrecentados en la posguerra por los sectores de la burguesia alta y media que asumieron una posicién contes-~ ‘ataria durante los afios sesenta en la Iinea del castrismo re- yolucionario, promoviendo los grupos guerrilleros y el asalto al poder de conformidad con las concepciones foquistas que ‘eoriaé desde La Habana Régis Debray. Pero ésta, que fue !a parte més activa, no constituy6 todo el nuevo pablico ni siquiera la mayoria de él, aunque coincidié con él en niveles més altos de preparaci6n intelectual, en las concepciones mo- dernizadoras de la sociedad y sobre todo en una actitud idea- lista y por momentos irracionalista donde se registraba, junto a la huella de una educacién clasista limitadora, una insatis- faccién auténtica por las insuficiencias de la sociedad que habian edificado sus padres. Se revivid la insurreccién de la reforma universitaria cordobesa de 1918 que prolongs por América el magisterio arielista, aunque las nuevas circuns- tancias idcol6gicas de la hora y la leceién de Ia praxis orien- taron a determinados sectores hacia posiciones materialistas nitidamente sociales, a la bisqueda —infructuosa— de las > clases obreras. Si revisamos globalmente la constitucién de este puiblico, encontraremos un abanico de tendencias donde coexisten clementos diferenciales y hasta contradictorios que intentan ser reunidos y fundados coherentemente. La bisqueda de esa 62 doctrina explicativa se presenté, no como la apetencia de una interpretacién econémica o social de la historia latinoameri- cana tal como habfan pretendido los pensadores del tiempo vanguardista (Maridtegui) , sino més cerca de las interpreta- ciones metafisicas de sus sucesores (de Ramos a Martinez Estrada) como una busqueda de “‘identidad”, término en que pueden discernirse los conflictos y aun los desgarramientos entre tradicion y modernizacién que constituyeron el trasfon- do de sus existenciss. La preservacién de esa “identidad”” que veian conculcada en una modernizacién vertiginosa so- bre patrones foréncos, motivé diverses comportamientos culturales: de alli arranca una extraordinariamente vivaz intertogaci6n del pasado que incluso dio escuelas como el “revisionismo histérico” pero también fund6 une interpreta- cién econémica de la historia; de alli arranca el estudio so- bre las relaciones con el mundo exterior que produjo la teorfa de la dependencia pero también el avivamiento de las co- rrientes nacionalistas que hasta resucitaron indirectos folklo- rismos; de alli arranca la atencién ansiosa por le produc- ci6n literaria, reclaméndole, més que los anteriores esquemas sociales y realistas, una suerte de comunién espiritual, sensi ble tanto como intelectual, abjerta y libre, filos6ficamente idealista y a un tiempo social, investigadora de trasmundos © transrealidades y a le vez muy instaleda en Ja experiencia conereta, urbana y moderna, Ese piiblico comulgé con le nartativa de Ernesto Sébato 0 Julio Cortézar en el sur, como Jo hizo con el magisterio de Paz © las novelas de Carlos Fuentes en el norte, porque en tocas ellos encontré esta anhelosa busqueda de la identidad que se trazaba fuera de Jos esquemas interpretativos heredados. La pluralidad de orientaciones politicas que ellos representan, entre e] libera- Jismo y el socialismo, evidencia que la politica no fue sino ‘un componente secundario de este nuevo y escurridizo plan- teo que cifraba el problema de Ia nueva generaciéa en Ia “identidad”? © José Maria Castelet en el citado ensayo inciuye 1a basqueda de Ia identidad entre tas cuatro caracteristicis que distinguen para 41a nueva novela latinoamericana, 63 Una tercera definicién del boom es también de 1972 y procede del sabroso libro que escribié José Donoso a modo de confesién, Historia personal del boom.™* “{Qué es, en tonces, el boom? ,Qué hay de verdad y qué de supercheria en él? Sin duda es dificil definir con siquiera un rigor mé- dico este fendmeno literario que recién termina —si ¢s ver" Gad que ha terminado—, y cuya existencla como unidad se debe no al arbitrio de aquellos escritores que lo integrarian, ‘a su unidad de mires estéticas y politicas, y a sus inalterables lealtades de tipo amistoso, sino que es mas bien invencién de aquellos que Ia ponen en duda, En todo caso quizé valga ja pena comenzar sefialando que al nivel mas simple existe la circunstancia fortuita, previa a posibles y quizé certeras ex- plicaciones histérico-culturales, que en veintiuna repiblices del mismo continente, donde se escribe variedades més 0 menos reconocibles del castellano, durante un periodo de muy pocos afios aparecieron tanto las brillantes primeras no- yelas de autores que maduraron muy o relativamente tem- prano —Vargas Llosa y Carlos Fuentes, por ejemplo— ¥ tasi al mismo tiempo las novelas cenitales de prestigiosos autores de més edad ——Ernesto Sabato, Onetti, Cortézar—, produciendo asi una conjuncién espectacular, En un periodo de apenas seis afios, entre 1962 y 1968, yo lei La muerte de ‘Artemio Cruz, La ciudad y los perros, La casa verde, El asti- lero, Paradiso, Rayuela, Sobre héroes y tumbas, Cien afios de soledad y otras, por entonces recién publicadas, De pronto habia irrumpido una docena de novelas que eran por To me- ‘nos notables, poblando un espacio antes desierto.” La percepcién de Donoso es estrictemente literaria y ni siquiera tiene en cuenta el rasgo més definitorio del boom que fue el consumo masivo de narraciones latinoamericanas. Para él estin en el boom tanto los Cien afios de soledad ‘como Paradiso que s6lo tuvo un “succes d’estime” entre Jos Iectores, tanto La ciudad y los perros como El asti- 19 Historia personal del boom, Barcelona, Anagrams, 1972 ¥ Op cit, pp. 12.13. 64 Hero que sigue siendo un libro de’ escritores. Es por fo tanto una perfectamente legitima apreciacién de lo que podria Namarse Ja “nueva nerrativa latinoamericana”, aun que ya a estas alturas no sea tan mueva, que él ve como una mutacién de la escritura narrativa a partir de La regién més transparente de Fuentes que él leyé en 1961 pero es de 1958. No es ociaso sefialarlo porque, al ofrecer una visién literaria del fenémeno y al situarlo centralmente en la década del sesenta, Donoso establece uns linea divisoria entre lo nuevo pleno y lo anterior que serfa un “espacio de- sierto” pero donde estén libros de Cortézar, Onetti, Rulfo, Guimarges Rosa, Lispector, y la obra capital de Borges que tiene mayores vinculos con Ia nueva natrativa que Ia de otros contempordneos como Carpentier. Para Donoso esa “nueva nartativa” se perfila sobre una renovacién generacional a Ia que se han sumado algunos “reservistas”. Su definicién es- tarfa en la conjuncién de una nueva percepcidn de la estruc- ura narrativa y otra del manejo de la lengua, lo que tanto en Fuentes como en el mismo Donoso es evidente, aunque no Io sea igualmente en algunos escritores que ét integra al movimiento. En su ensayo se superponen y se desencuentran dos enfoques: segin uno el boom es ura estética, aunque ejercida por talentos personales distintos; segiin otro es un movimiento vagamente generacional dond> por lo tanto con- viven estéticas tan disfmiles y aun opuestas como la suya y la de Carlos Martinez Moreno, la de Julio Cortézar y la de Mario Benedetti. Es al primer enfoque que se inclina cuando intenta caracterizar los rasgos del boom desde su dngulo lite- rario, por lo cual su ensayo se constituye en un ‘e-timonio —personal, tal como éi Io define— que registra Js visién subjetiva del proceso que tiene uno de sus protagonistas, pero poco agrega, al menos de modo directo, al examen del fendmeno socioldgico en cuestién. Aunque si lo agrega de modo indirecto cuando afirma que el boom de ventas no ha sido producido por los escritores sino por innominados ene- migos, en boca de quienes pone criticas suficientemente pri- marias como para que cémodamente pueda contestarlas, acuséndolos de mediocres y resentidos, lo que evoca aquel 65 } | 4 petsonaje de Chesterton que tenia slquilado un contradictor ignaro para poder rebatirlo triunfalmente. La participacién editorial Para complementar estas argumentaciones conviene reca- bar el testimonio de quienes con frecuencia han sido levados al banquillo de los acusados: los editores. Los narradores del boom han preferido no hablar de ellos o han reiterado de paso viejas muletillas sobre que son ellos quienes se enti- quecen mientras los autores permanecen en la pobreza a pesar de ser los productores: tanto Garcia Marquez, como José Donoso, a pesar de sus muy diferentes posiciones en el mercado, lo han dicho. Tal imputacisn esta lejos de haber- se comprobado. Los editores que propiciaron el surgimiento de la nueva narrativa fueron en su. mayoria casas oficiales 0 pequefias empresas privadas que he definido como “‘culturales” para distinguirlas de Jas empresas estrictamente comerciales. Una enumeracién, parcial, de las editoriales de los sesenta, asi lo evidencia: en Buenos Aires, Losada, Emecé, Sudamericana, Compafifa General Fabril Editora y tras ellas algunas més pequeiias del tipo de Jorge Alvarez, La Flor, Galerna, etc.: en México, Fondo de Cultura Econdmica, Era, Joaquin Mor- tiz; en Chile, Nascimento y Zig Zag; en Uruguay, Alfa y ‘Arca; en Caraces, Monte Avila; en Barcelona, Seix Barral. Lumen, Anagrama, ete. De todas, cupo papel central a Fabril Ecttora, Sudamericana, Losada, Fondo de Cuitura, Seix Ba- rral y Joaguin Mortiz, cuyos catdlogos en los afios sesenta mostraron una reconversiOn del habitual material extran- jero que los ocupaba mayoritariamente a un porcentaje ele- yado de produccién nacional o latinoamericana, al tiempo que varias de ellas encaraban concursos internacionales con premios atractivos, los cuales dieron a conocer obras de ca- Tidad que el piblico reciba refrendadas por jurados califi ‘cados, con Jo cual se les aseguraba una larga audiencia. Asi Losada deseubrié a Roa Bastos (Hijo de hombre), Fabril Edi- 66 tora a Onetti (EI astillero), Sudamericana a Moyano, aunque la més exitosa fue Seix Barral cuyo premio, desde que en 1962 distinguié a La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa, revelé una tendencia a la narrativa latinoamericana con textos de la importancia de Tres tristes tigres de Guiller- mo Cabrera Infante, Cambio de piel de Carlos Fuentes y, como conclusién, El obsceno péjaro de ia noche de José Do- noso. La boga de los concursos se acrecenté con el anual instituido por Ia Casa de las Américas, el cual se orienté al descubrimiento de los jévenes valores emergentes, eunque en 1967 distinguié una novela de David Viias, Los hontbres de 4 caballo. Menos suerte tuvieron los concursos organizados en Estados Unidos: si antes habfan distinguido, en plena eclosién de Ja nueva narrativa, a un robusto producto del regionalismo, El mundo es ancho y ajeno de Cito Alegria, ahora consagraron un producto convencional de esa nueva narrativa, las Ceremonias secretas de Marco Denevi. Al designar 2 las editoriales que acompaftaron Ia nueva narrativa como “‘culturales” pretendo realzar una tendencia que en ocasiones manifesteron en detrimento de la normal tendencia comercial de una empresa, lzvandolas a publicar libros que previsiblemente tendrian poco puiblico pero cuya calidad artistica les hacia correr el riesgo. Esas editoriales fueron dirigidas 0 asesoradas por equizos intelectuales que manifestaron responsabilidad cultural y nada lo muestra me- jor que sus colecciones de poesfa. Propiciaron la publicacién de obras nuevas y dificiles, interpretando sin duda las de- mandas inicisles de un piiblico erspectiva actual es evidente que ellos fueron escasos y poco permanentes. Varias desaparecieron, otras sobreviven artuinadas y otras resurgic- ron vigorosamente mediante la produccién de la peor Tinea de best sellers. El caso de Emecé es ejemplar: una editorial en que hicieron su obra Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, 67 Eduardo Mallea, donde se incorporé al espafiol mucho de la major literatura anglosajona, constituyéndose en la guia mo- dernizadora del lector hispanoamericano, se ha transformado et una adocenada productora de novelas baratas internacio- nales. Fabril Editora, que Hevé adelante la mejor literatura del momento, desaparecié; Losada, al cumplir sus cuarenta afos de trayectoria cultural, vio el retiro de su fundador, y la venta de la mayoria del paquete accionario que dificulto- samente recuperé Iuego Gonzalo Losada; Sudamericana ha cmenzado a frecuentar la linea de best sellers de Emecé; Seix Barral alterna libros de élites con titulos de mera ven! pera mercados locales hispanoamericanos; incluso casas como Fondo de Cultura Econémica tuvo que luchar con di- ficultades econémicas y otras como Joaquin Mortiz se han restringido al campo nacional. Al coneluir la década del setenta se registra una asom- brosa transformacién del mercado editorial. Las editoras cul- turales entraron en insalvables ctisis y en cambio han emer- gido robustamente Jas multinacionales del libro, ya sea me- diante la adquisicién de aquellas arruinadas, ya mediante el desarrollo de sistemas de ventas masivas a domicilio ("the book month club"), ya mediante las ventas de series popula- res en los supermercados, La autonomia editorial de América Latina, iniciada desde los afios treinta, se ha visto dristica mente reducida por el avance de las multinacionales, tanto por razones econémicas como por razones politicas. No hay comparacién posible entre Io que publican tas multinaciona- les del libro y lo que esforzadamente daban a conocer las editoras culturales: éstas procuraban descubrir nuevos va- lores, presténdoles su ayuda para acercarlos al publico; aquellas atienden exchusivamente al rendimiento econémico y Si bien han incorporado a sus catélogos practicamente todos los titulos vendibles de los autores del boom, han de- jado de prestar ayuda a las nuevas invenciones, han dejado de plantar ese indispensable y previo almédcigo destinado a desa- rrollar futuros bosques. No es por ninguna perversidad anti- cultural; es por imposicién de su mismo sistema masivo que 68 no Ies permite sino manejar t{tulos con un alto margen de confiabilidad de ventas. Este notable cambio editorial obedece a Ja evolucién del nuevo piblico y a las contingencias econémicas y politicas que esté viviendo América Latina. Las multinacionales del libro se han abalanzado sobre ese piblico masivo que crecié cn América Latina desburdando cl estrecho cerco de las lites lectoras y se lo han disputado a las editoras oficiales y culturales que fueron las que primero detectaron su presen- cia y Jo atendieron. A fines de los afios cincuenta y en el primer quinquenio de Jos sesenta, con anterioridad ‘al pre- gonado boom: narrativo, se produjo otro que le sirvié de pla- taforma y que estuvo representado por la demanda masiva de libros de estudio, sobre todo de tipo universitario, por libros politicos, por libros que recuperaban el pasado nacional. Las dos mayores editoriales oficiales de Hispanoamérica Io atendieron: en México, el Fondo de Cultura Econdmica y en Buenos Aires la Editorial Universitaria (eupesa), dirigi das, ambas, por dos notables editores, Arnaldo Orfila Reynal y Boris Spivacow, quienes habiendo sido luego eliminados de la direccién de esas, continuaron su tarea al frente de empresas privadas: Siglo XI y Centro Editor de América Latina, La Coleccién Popular, del Fondo, que extendié a un pie blico vasto lo que ya se habia intentado graduelmente con os Breviarios, asf como las multiples colecciones de libros breves, manuales y textos de EUDEBA preparé para estu- diantes, y allegé al piiblico general utilizando ventas directa, fueron los indicadores de ese crecimiento de una demanda sobre todo javenil y educada. Con ellos ing-esa el “pocket book” en el mercado Iatinoamericano con sus dos clisicas caracteristicas: tiradas masivas a precios reducidos, es decir, Piiblico acrecido pero de escasos recursos. La jerarquia cul- tural de estas series de Fondo y EUDEBA no admite compa- racién con las sencillamente comerciales que las multinacio- nales han puesto en préctica actualmente, aunque és visible que éstas han tenido también que modernizarse y levantar el Punto de mira respecto a sus antecedentes. Lo que importa 69 €s que tanto el Fondo como EubEBA, actuando con una nitida preocupacién educativa, contribuyeron a doter al nue- vo piblico de una preparacién intelectual moderna, rigurosa, contribuyeron a mejorar sus niveles de informacién y de gus. to, en ocasiones por encima de los que ostentaban los cua- cros docentes universitarios del momento. EuDEBA se limité a Ins libros de estudio y a Ia literatura del pasado, mientras 4ue el Fondo incorporé a su Coleccién Popular los narradotes que tenia en su catdlogo, trasladdndolos de las timidas tira- das de a coleccién “Letras Mexicanas” a las amplias (15000 cjemplares por lo comtin) de sus series divulgativas. Es esa jerarqufa moderna de los materiales, la que explica la eviccién de ambos editores por parte de las autoridades alar- madas por la amplitud de miras intelectuales, por la liber- tad critica y, sobre todo, por el ndmero de lectores que habian conquistado, pues seguramente no se hubieran inquictado si los libros se hubieran seguido publicando a mil o dos mil cjemplares como era Ja norma. Su triunfo cultural fue el origen de Ia destruccién de EUDEBA y del congelamiento por varios afios del Fondo de Cultura. Simulténeamente con esta expansién editorial en el cam- po de las ideas, se produce la emergencia de casas editoriales estrictamente literatias, que se propusieron poner al dia la irformacién del lector especializado, dotandolo de las re- cientes corrientes europeas y norteamericanas as{ como de la lieratura que en la misma direccién se venfa produciendo en América Latine, Quienes representaron esta orientacién fueron la Compafifa General Fabril Editora (Jacobo Much- nik) en Buenos Aires y Seix Barral (Carlos Barral) en Bar- celona, siguiendo, ambas, lineas estrictamente homélogas: por ejemplo, a eilas se debid la incorporacién del “nouveau roman” francés que tantos debates habrfa de producir entre los éscritores. Ambas trabajaron para la minorfa de hoy y la mayorfa de majiana, treduciendo mucho material nuevo en ediciones limitadas, pero procurando avanzar hacia el “poc- ket book” en cuanto las condiciones del puiblico fo permi- tieran. El cuidado de las ediciones, el rigor del trabajo de traduccién, la pesquisa de la novedad, no impide que reco- 70 nozcamos el carécter artesanal que fas distingufa y que ests abundantemente referido en el segundo tomo de memorias de Carlos Barral, Afios de penitencia,™ junto con la progre- siva conciencia de la necesidad de un nuevo nivel de fun- cionamiento de tipo empresarial acorde con Ia situacién de la edicién europea desarrollada. La quiebra econémica de Fabril Editora dejé como tnico exponente de esta nueva linea a Seix Barral que encaré la reconquista del mercado hispanoamericano que las editoriales espafiolas habjan per- dido a consecuencia del franguismo. La concepcién que compartian Barral y Jaime Salinas (a quien posteriormente se deberd el impulso de Alianza Editorial y de Alfaguara), de ‘que el periodo de pujanza de Ia edicién humanistica en La- tinoamérica estaba en sus tramos finales” no era enteramente cierta, pero los militares argentinos se encargarfan de hacerla verdadera con las constricciones impuesias. La concepcin editorial de Seix Barral en el perfodo, ha sido Nicidamente expuesta par Carlos Barral en su libro: “Las bases te6ricas de nuestras empresas y esperanzas eran muy simples. Se trataba de constituir una back-list con los autores importantes muy recientes, 0 exdticos a los canales de informacin italofranceses de los editores argentinos, adelantindoseles a cubrir una etapa de las literaturas extran- jeras en la que todavia no parecian interesados. [...] Im- poner, después, el contenido de esa etapa literaria a Jos mer- cados de lengua espafiola, si su representacién era inteligente y capaz de convencer a eso que s¢ Jama la minorfa atenta, ‘era cuestién de un poco de tiempo.” Este plan, sin embargo, habia de implicar una coordina- cién de esfuerzos con las editoriales europeas en una suerte de “pool” dentro del cual Seix Bartal procuré exitosamente representar no sblo a Espafia sino a todo el orbe de la lengua espafiola (Ios premios internacionales fueron su manifestacién externa) pero tanto la fragilidad de las editoras culturales espafiolas como la irrupcién en Espefia de les multinacio- 2 Afios de penitencia, Barcelona, Barral, 1975. # Op. cit, P. 1 nales (sobre todo alemanas) en un proceso de concentracién de capital habrian de fijar los limites del esfuerzo y conducir al mismo fracaso que se habfa registrado en América Latina. Las editoras culturales cedieron su autonomia ante los ban- cas que compraron su paquete accionario o ante les multi- necionales vinculadas a esos bancos, estableciendo las con ciones de un nueva mercado editor y librero. Tanto cl lanzamiento de los nuevos autores narrativos como su divulgacién al piblico acrecido, correspondi6 a estas endebles editoras culturales. Fueron ellas también, vista su juventud y destreza, las que recuperaron la produccién amterior de esos autores y de ese Conjunto de materias extra- jeron su crecimiento. relativo,.’siendo proporcionalmente mils beneficiadas que los mismos autores, pero desmoronin- dese después del esfuerzo ante competidores més poderosos. En los debates sobre el boom Carlos Barral ha argumen- tado que cualquier editorial mediana 0 pequefia no podia financiar una inversi6n publicitaria desmedida porque los miérgenes del negocio editorial no se lo permitian y que incluso una nutrida serie de avisos en diarios o revistas tam- poco era capaz de asegurar el consumo masivo de un libro. Er el citado Cologuio del Libro, Benito Milla, que dirigié Alfa de Montevideo y Monte Avila de Caracas, reiterd per- suasivamente: “No se puede pagar la publicidad para un oducto que no es de circulacién masiva", agregando: ‘uando un libro se conoce més allé del dmbito norma! de los lectores es, casi siempre, por razones extraliterarias”,!" observacién convincente sobte que son otras las fuerzas, im- pu'sedas 0 no por editores, las que desarrollan las “‘razones exttaliterarias” que en casos como el de Sagan, Pasternak, Paoillon, para citar Jos més disimiles, aseguran la vasta circulacién de sus libros. Y ni siquiera las editoras cultura- les‘de la época acometieron Ia tarea de fraguar libros como ha devenido norma de Ja edicién norteamericana, tal como satiricamente lo ha contado James Purduy en su novela: Cab Cabot Wright Begins (1964). \< Zona Franca, mimero citado. 72 Son, obviamente, tas fuerzas que operan dentro de un mercado econdmico, que cainciden a veces con valores artis- {cos pero no son movidas por ellos, les que actéan en los cor- tos plazos trabajando sobre los beneficios del impacto, operan dentro de los sistemas de comunicacién masiva manejando diestramente el imaginario de las poblaciones mediante una incesante, devorante movilidad. Venden a Ia par oro y harro, mezelados y por igual, aunque ef primero dispone de la ven- ‘aja de permanecer més allé del momentéineo fulgor, aun cuando deba rendirle parcial culto adaptindose a algunas de sus imperiosas condiciones, como es la ermanente vari cién de asuntos y de enfoques, el trabajo sobre la excitabili- dad del presente, la absorcién de las correntes de la hora, la adecuacién a las pautas internacionales de cireulacién de los productos, eteétera. Memorial de agravios E] capitulo de quejas contra el boom es muy extenso y se inicia poco después de su estallido. Hemos aludido ya e algunas, de tipo predominantemente politico, pero ellas no agotan un abanico més amplio que puede registrarse en algunas expresiones prototipicas. Ellas proceden de variadas y hasta encontradas posiciones estéticas. Entre las antiguas se encuentran las acidas represiones 4 que lo sometié el critico Manuel Pedro Gonzélez, que fue ‘en su época serio sostén de ta novela regicnslisia y en py ticular de ta narrativa de la revolucién mexicana. Desde su perspectiva esiética observ6, inicialmente, cue se habfa pro- ducido una crisis de Ia novela Jatinoamericana* un poco Uentro de la linea que habia motivado las quejas de otro eri- tico de su tiempo, el peruano Luis Alberto Sénchez. Esa c sis tom6 forma, para él, en Ia serie de novelas de los eincuen- ta y comienzos de los sesenta, que registrakan una escritura 4 "Crisis de fa novela en América” en Revista Nacional de Cut sura: Caracas, No, 150, 1962. 73 artistica cosmopolita, lo que vio como una desleida imitacién de Jos modelos vanguardistas europeos 0 norteamericanos, arremetié frontalmente contra sus autores y de paso no dejé de censurarme, junto con otros criticos, por haber apoyado productos que él consideraba frivolos y socialmente irrespon- sables.* Un fragmento de su requisitoria. define bien su posicién y la de un sector del piiblico: “A mi entender. Ja generacién que Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Mario Vargas Usa, José Revueltas, Julio Cortézar, Lino Novas Calvo y al- ‘gin otto representan, ha ide demasiado lejos en el desemperio de renovar la técnica, y varios de ellos han dado en un mime- tismo que resta originalidad y vigor a sus obras. Me doy per- fecta cuenta de que los tres dltimos, por la edad, pertenecen a ‘una generacién anterior a la de Rulfo, Fuentes y Vargas Llosa, y que la tarea novelistica de Novas Calvo y Revueltas antece- i6 en no pocos afios a la de los otros con ellos agrupados. Pero a despecho de la cronclogia, creo que a todos los emparenta el afén de renovarse siguiendo patrones importados. Corté- zar, Rulfo, Fuentes y Vargas Llosa, son los cuatro narradores mas loados por la critica que en América existen hoy. Ra- yuela, por ejemplo, ha sido proclamada, ‘el Ulysses latino- ‘americano’ y un comentarista tan culto y talentoso como Carlos Fuentes no ha titubeado en encimar al autor hasta colocarlo a la diestra de Rabelais, Sterne y Joyce, y aun parece sugerir que los supera. Tales hipérboles se me antojan subjetivas ¢ inadmisibles, porque Rayuela, a despecho del innegable talento y cultura del autor, es lo que los mexica- nos Ilaman un ‘refrito’, es decir, un ‘popurri’ de caleos que fa convierten en auténtico ‘pastiche’.” ‘Su posicién mide cabalmente el cambio de percepcin estética en que se sittia la nueva novela. Con signo contrario, X¢ “La novela hispanoamericana en el contexto de Ia internacio- nal” en Cologuio de la novela hispanoamericana, México. Tezontle, 1967. Recoge un cologuio celebrado en Ia Washington University en 1966, del cual participaron Ivan Schulman, Juan Loveluck y Fernan- 0 Alegria, quienes manifestaron posiciones muy distintas @ les del critico Manuel Pedro Gonzélez. WY Op. cit, p. 63. 14 fue homologeda por los defensores, quienes para caracteri- zarla la enfrentaron a la novela regionalista latinoamericana (Azuela, Rivera, Gallegos) estableciendo asi una dicotomfa gruesa que oponia dos potticas bien disimiles, y, més atin, dos estilos, con ese subrepticio deslizamiento tan habitual en las polémicas generacionales donde Io nuevo, por su mera existencia diferencial, aparece como mejor que lo viejo y el estilo epocal aparece como suficiente garantia de la excelen- cia artistica. Son viejas falacias que s6lo corren en esos mo- mentos polémicos. Dicho de otro modo, Ia excelencia de Rayuela no se debe a su pertenencia a un estilo nuevo sino a sus virtudes narrativas propias, y la pertenencia de La Vo- rdgine a un estilo en desuso no resta nade a su brillo inven- tivo, porque no es la convencional aplicacién de las reglas de un estilo pasado. Pero ese enfrentamiento, que se puede seguir en los escritos de Carlos Fuentes 0 Mario Vargas Llo- sa'* altera la verdad histérica y tiende a presentar como exclusiva invencién de los afios sesenta lo que venia desarro- Iéndose en las letras Jatinoamericanas desde la generacién vanguardista de los veinte y nos doté de una serie de narra- ciones que muestran biisquedas en cuyo cauce se asienta Ia produccién reciente. Recuérdese Macunaima, Papeles de re- cienvenido, Leyenda de Guatemala, Tres inmensas novelas, Novela como nube, dentro de una elaboracién que disputé el predominio narrativo al regionalismo. Una segunda critica proviene de unc de los intelectuales que apoyaron decididamente a la nueva narrativa, habién doje consagrado un libro de amplia repercusién, tanto en espafiol como en inglés. Se trata de Luis Harts, crftico y na- rrador, quien junto con Barbara Dohmenn publicé cn 1966 a8 Carlos Fuentes, La nueva novela hisparoamericana, México, Cuadernos de Joaquin Mortiz, 1969; Mario Vargas Llosa, “Novela primitiva y novela de crescién en América Latina” en Revista de la Universidad de México, Vol. XXIII, No. 10, 1969. Mas legitima es Ja oposicién a la novela regionalista que aparece en varios textos de ‘Alejo Carpentier (v. Tientos y diferencias, México, Universidad Ni ional Auténoma, 1964), por cuanto por su edad vivi6 el periodo regionalista, se formé en su cauce y contra él construyé su origins! narrativa artistica. 8 el libro Los nuestros que bajo el titulo Into the mainstream aparecié al afio siguiente en inglés. Partiendo de entrevistas personales a diez escritores, estableci6 ensayos criticos y bio- sFficos que ofrecfan un panorama cuidadoso de los plurales caminos de la natrativa latinoamericana. Pero en la tercera edicin espafiola de su libro, de: 1969, agregé un “Epflogo con retracciones” para revisar eriticamente Tas wltimas pro- ducciones de Jos autores por él tratados, agregando: “En cuanto a fo que ha dado en lamarse el ‘boom’ de la litera tura latinoamericana, —un fenémeno, se esté viendo ahora, que tiene més que ver con una revolucién editorial y publi- citaria, que con un verdadero florecimiento creative— sigue su curso, no siempre brillente, pero frondoso, cori su cuota de Exitos y fracasos, como toda empresa diversificada en que se mezclan el talento y la inercia. En Ja multiplicacién de los planes no faltan ni los fraudes ni los pardsitos disfrazados dz émulos, ni as promesas incumplidas. Las trenzas de inte- reses de antes, que en un momento de euforia parecian su- peradas, han sido remplazadas por las camarillas de hoy Las acciones simplemente han cambiado de manos. La fama ripida y Ja falta de criterio van juntas, haciendo peligrar constantemente el sentido critico del que tanto necesita una joven literatura para darse su justo valor. Ya abundan —gra- cias, en parte, al analfabetismno de las revistas de difusién, que estén en la onda— las falsas alarmas, los seudoaconte- cimientos y las reputaciones inflada Es un texto severo que ya a la altura de 1969 registraba Ic ola de confusionismo y ligereza que rodeaba al mencionia- do boom, viéndolo como un ambiente propicio para encara- mar cualquier subproducto Titerario y, Jo que resulté mas perjudicial, para instituir el “bestsellerismo” como la meta acodiciar por cualquier nuevo narrador. Posiblemente hayan sido los productos frivolos e imitativos que en los tltimos 3 Los nuestros, Buenos Aires, Sudamericana, 1966. VersiGn ingle- se: Into the mainstream; conversations with Latin-American Writers. New York, Harper and Row, 1967. % Los nuestros, Buenos Aires, Sudamericana, 1969, 3a. ed., 463, 8 afios de los sesenta fueron inflados por las que Harrs llama “revistas de difusién que estén en la onda”, los que expli- quen Ja severidad de su juicio. Efectivamente, en ese mo- mento desbordante se vivi6 una suerte de “modisteria de la narrativa” que se aplicaba a lanzar todos los afios “novis mas modas” y decretaba simulténeamente la muerte artistica de las que habfen sido puestas en el mercado el ano anterior. Fue una suerte de zambullida en el nihilismo de In moda, ju- gando desaprensivamente con las apories de Ia vanguardia, la cual otorg6 su peor perfil al boom y generd el rechazo de las j6venes generaciones. Es conocida a fuerza autoaniquiladora de este nihilismo que acarrea el desbridado espfritu vanguardista. Un ejemplo puede encontrarse en los juicios sobre los autores estudiados por Harrs, hechos por un escritor destecado quien no se en- contraba entre ellos, Sélo seis afios después de la aparicién de Los nuestros, escribfa José Donoso: “recogié hace algu- nos afios a diez escritares que entonces parecian definitivos en el panorama literario pero cuya primacfa en cuanto a reputacién y a calidad literaria, en varios casos, apenas un pufiado de afios més tarde ya parece discutible”.™ Esos diez nombres que en “varios casos” ya le pazecen discutibles, por haber perdido “reputaci6n” y “calidad literaria”, son los de: Alejo Carpentier, Miguel Angel Asturias, Jorge Luis Borges, Joo Guimaraes Rosa, Juan Carlos Onetti, Julio Cortézar, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Gabriel Garcia Marquez y Mario Vargas Llosa, Un tercer tipo de criticas es Ja que procede de los pi pios narradores, Coincidiend ~on les diversas reprensiones que se dirigieron al movimiento, varios narradores, que inte- graben listas del boom, tomaron distancia respecto al fend- meno. Lo hicieron Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Gabriel Garefa Marquez, Alejo Carpentier. Fue este iltimo quien se explicé largamente en su visita a Caracas en 1976: “Yo nun- ca he crefdo en la existencia del boom [...] El boom es lo pasajero, es bulla, es lo que suena. [...] Luego, los que Ila- 3 Historia personal del boom, p. 118. 7 maton boom al éxito simulténeo y relativamente repentino de un cierto mimero de escritores latinoamericanos, les hicic~ ror. muy poco favor, porque el boom es lo que no dura. Lo que pasa es que esa formula del boom fue usada por algunos editores, con fines més 0 menos publicitarios, pero yo repito que no ha habido tal boom. Lo que se ha lamado boom es sercillamente la cvincidencia cn un momento determinado cn el lapso de unos veinte afios, de un grupo de novelistas cas contemporéneos, diez afios més diez afios menos, los iis jévenes veinte afios més veinte afios menos, pero en ge~ neral son todos hombres que han pasado, que estan entre 40 'y €0, mas o menos y alguno que esti alcanzando esa edad.” ** De este modo qwedan repuestas, objetivamente, las distin- tas posiciones asumidas respecio al boom en les mas varia das tiendas. Las positivas de algunos narradores implicados; las de los editores, procurando reconstruir la situacién en que operaron; y las de eriticos 0 narradores que desde diver- sos dngulos le formularon reparos en diversas fechas. Pueden ser ampliadas con muchas otras, pero entiendo que son sufi cientemente representativas * y dejo incluso de lado las cri ticas que formulé en varias ocasiones, [as que nunca permit que interfirieran con [a alta apreciaciOn artistica que me merecieron muchas de las obras de los narradores de este tiempo, incluidos o no en las listas del boom. Para cernir mejor el tema, hay dos aspectos a revisar. Uno, es el recuento de los nombres que integran esta selec- cién pablica de narradores, que 3, como conviene Donoso en su libro, el capitulo mas espinoso, el cual trateré de estar 22 Alejo Carpentier: Afirmacion literaria americanista (Encuer tro con Alejo Catpenticr) Caracas, Ediciones de Ia Facultad de Hemanidades y Educaeién, 1978. 1 Las eriticas negativas pueden verse en el libro de José Blanco Amor{ El final del boom literario, Buenos Aires, Cervantes, 1976, quc reeoge articulos publicados previamente en La Nacidn de Busnos ‘Aires. Una visién positiva en E, Rodriguez Monegal, Bf boom de la nevela latinoamericana, Caracas, Tiempo Nuevo, 1972. Una cval ion politicesocial en Jaime Mejia Duque, Narrativa y neocoloniaje en América Latina, Buenos Aires, Crisis, 1974, en el capitulo “EL eon de Ja narrativa latinoamericana”. 78 blecer apelando a las fuentes responsatles. Otro, es el refe- ido a las fechas en que el fendmeno se produce, que tam- bign trataré de fijar apelando a datos objetivos, desligandolo de las apreciaciones subjetivas y de esa oscilante conmixtién del proceso evolutivo de la nueva narrativa, segin lo testimo- nian Jas obras, el cual se remonta a varias décadas, con el periodo explosivo de las ventas masivas re PIES RS CN tenido une edicin y escasa difusin, acarreé un interés ma- yor de los Jectores que HevS a la redicién de las obras anteriores, pasando frecuentemente de los catdlogos de pe- quefias casas editores 2 los de otras de mayor circulacién, alcanzando una tirada més alta y sobre todo rediténdose periddicamente, La lista de titulos del quinquenio que abre Jos sesenta evidencia ese comportamiento de las précticas editoriales, 1as que en elgunos casos son aceleradas, tanto por Ia mayor pro- duccién del autor como por la mayor difusién que les presta el sello que las publica, generando esa impresién de “bola de nieve” arrolladora que hacia 1964 habsia de impresionar al péblico, Una seleccién de titulos del periodo 1959-1964 en que apuntan nuevas condiciones narratives, proporciona imagen fiel del comportamiento editorial 1959: J. C. Onetti, Una tumba sin nombre (Matcha); A. Roa Bastos, Hijo de hombre (Losada) ; D. Vifias, Los duefios de la tierra (Losada) . 1960: J, Cortézar, Los premios (Sud- americana) ; J, L. Borges, El hacedor (Emecé) ; J. Revueltas, Dormir en tierra (Veracruzana) ; 8. Galindo, El bordo (Ve. racruzana); C. Fuentes, Las buenas conciencias (F.C. E.); J. R. Ribeyro, Cronica de San Gabriel. 1961: J. C. Onetti, El astillero (Fabril Editora); G. Garcia Marquez, El coronel no tiene cuien le escriba (Aguirre); M. A. Asturias, El Alhajadito (Goyanarte). 1962: A. Carpentier, El siglo de Jas luces (Editora Nacional) ; E. Sébato, Sobre héroes y tum- bas (Febril Editora); C. Fuentes, La muerte de Artemio Cruz (F.C. E,) y Aura (Era); C. Martinez Moreno, El pa- redén (Seix Barrel); A. Cepeda Zamudio, La casa grande (Mito) ; G. Garefa Marquez, La mala hora; J. C. Onetti, El infierno tan temido (Asit); H. Rojas Herazo, Respirando el verano; R, Castellanos, Oficio de tinieblas (F.C. E.); A. Bioy Casares, El lado de la sombra (Emecé); G. Meneses, La misa de Arlequin; D. Vitias, Dar la cara (Jamcana) 1963: J. Cortézar, Rayuela (Sudamericana) ; S. Sarduy, Ges- tos (Seix Barral) ; M. Vargas Llosa, La ciudad y los perros (Seix Barral) ; J. J. Arreola, La feria (Mortiz); M. A. Astu- rias, Mulata de Tal (Losada). 1964: J. A. Arguedas, Todas 89 las sangres (Losada) ; J. C, Onetti,.Juntacaddveres (Alfa) ; S$. Garmendia, Dia de ceniza; V. Lefer, Los albaniles (Seix Barrel) ; J. Garefa Ponce, Figura de paja (Mortiz) En este fendmeno de jas rediciones de obras anteriores, que se suman a la acrecentada produccién natrativa del periodo, es paradigmético el caso de la novela de Leopoldo Marechal, Adan Buenosuyres. Aperecié en 1948 con muy o5- casos lectores y también escasa atencién critica (son excep- ciones ya famosas las notas afirmativas que escribieron Julio Cortazar y Noé Jitrik) pero en 1966 Sudamericana la redita con una tirada inicial de 10 000 ejemplares, y con la misma tirada vuelve a publicarla en 1967, 68 y 70. Algo semejante ocurrié en México, tal como puede obser- varse en el mencionado trasiego de los titulos aparecidos inisialmente en Ia coleccién encuadernada “Letras mexica- nas” del-Fondo de Cultura Econdmica, a la Coleccién Po- pular del mismo sello, que parte de mas altos tiros. Pedro Paramo de Rulfo, que habia tenido periédicas reimpresiones ‘en “Letras mexicanas” desde su publicacién en 1955, se in compora en 1964 a la Coleccién Popular y es reditada en todos los afios siguientes; en 1971 su tirada alcanza la cifra de 60 000 ejemplares, Ese mismo afio el otro tftulo de Rulfo, El llano en llamas, fue editado con 50 000 ejemplares. Situa- cién similar es la de Carlos Fuentes: La regidn mds transpa- rente (1958) se incorpora a la Coleccién Popular en 1968 y tiene sucesivas rediciones. La edicién aumentada de 1972, alcanza una tirada de 25 000 ejemplares, los que deben su- marse a los 8000 de su edicidn simulténea en la coleccién “Letras mexicanas”. EI lector comin, poco avezado en referencias bibliogré ficas ni ducho en ordenamientos generacionales, se vio en presencia de una prodigiosa y repentina floracién de creado- 123, fa cual parecia tan nutrida como inextinguible. De hecho no estaba prescnciando una produccién exclusivamente nue- ve sino la acumulacién en slo un decenio, de la produccién 2 Una lista més nutrida y a veces diverss en el citado libro de Schn Brushwood, pp. 337-351. 90 de casi cuarenta afios que hasta la fecha s6lo era conocida por Ja élite culta. Se sumaron dos factores: Ia produccién era realmente mayor y aun se volvié intensa por esta misma de- manda y ademés resultaba abultada por la reposicién de los titulos anteriores de los eseritores, que volvian al mercado. Se producia para el lector la prodigalidad peculiar del mereado consumista, donde determinaios temas y determi- nados tratamientos adquirian el carécter de marcas acredita- das, imponiéndose fuertemente sobre la competencia de otros productos que, dadas las leyes del sistema procuraban més parecerse que distinguirse. Este laco del problema mere- ceria un tratamiento detallado en la linea de estudios de Es- carpit, pero es el otto lado, el que corresponde al efecto, so- bre el escritor, de estos nuevos mecanismos del consumo, el que preferimos considerer. La productividad literaria, la profesionalizacion y las leyes del mercado ‘Uno de los primeros resultados del recién instituido mer- cado consumidor literario, fue Ia presién cjercida sobre el narrador para que aumentara su productividad, asunto es- trechamente vinculado a la profesionalizacién del escritor. Era ésta une antigua ambicin del artista Jatinoamericano, cuyas primeras formulaciones coherentes se manifestaron en el modernismo. Habfen aparecido entonces atisbos concretos, —el periodismo, la diplomacia—, que dejaban entrever esa eventualidad, pero los artistas la concibieron més como un reflejo idealizado de la que crefan era la situacién paradisia- ca del escritor francés que como la respuesta a una demanda piblice, bien escasa o incluso inexistente entonces. Los mo- demistas no encararon el punto desde el dngulo de una demanda libre del lector a la cual debfa responder el escri- tor, conquistando asf su autonomfa profesional, sino, al revés, como un servicio que el medio debia prestar al escritor para que éste hiciera su obra de conformidad con sus métodos y ritmos productivos, muy distintos por cierto de los que prac: 91 ticaban ‘0s trabajadores en cualquier nivel social de la época, tanto fuzran abogados como obreros, De ahi que se dirigie- ran a las autoridades pablicas y que reclamaran el mecenazgo cestatal, mas que privado, el cual a veces se ejercié mediante cargos diplomaticos u oscuros ftems del presupuesto, aunque de hecho 1a sociedad absorbié a los escritores en las activi- dades donde necesitaba de sus capacidades (periodismo, do- cencia, «dministracién) compeliéndolos a una duplicacién de tareas que restringi6 su productividad literaria: la obra pe- riodistica de Marti o Dario es desmedidamente superior a su obra literaria propiamente dicha, La literatura como segundo empleo fue la norma de la vida de: escritor durante el siglo xx y el hecho de que su primer empleo perteneciera frecuentemente a Ia drbita esta- tal, escesamente desligada de la intromisién politica parti- dista, le depar6 abundantes vicisitudes que pueden seguirse en el ejemplo mas rotundo, que es el mexicano, Conguistar Ja autonomia mediante lo que parecia una libre vinculacién profesicnal con el piiblico consumidor fue entonces su per- sistente ambicién que tomé acentos urgentes cuando se en- satiché el foso entre las doctrinas politicas a que estaban afi- lindos los escritores y las que regian desde la cipula del estado, Esa autonomfa parecié cercana (aunque sélo parcial- mente y s6lo quienes la han encarado,saben con cuantos secrificios personales) al producirse mayor demanda de li- bros, al multiplicarse las revistas que pagaban colaboracto- nes, al instituirse actividades conexas (conferencias, cursos tuniversitarios, presentaciones en televisidn) decentemente retribuides. El jabilo ante esta inminencia ya se percibe en Jos arrcgantes textos de Roberto Arlt, cuando el boom popu- lista de los veinte le hizo pensar que Ia comunicacién directa y auténgma con el piblico ya se habia establecido. Pero fue recién en los sesenta, al extenderse los estrechos mercados nacionsles para constituir un mercado continental, a su vez ampliado mediante las traducciones a un mercado interna- cional, que se pens6 que podia realizarse ese viejo suefio. Los traslados de escritores Jatinoamericanos a otras re- triones del mismo continente que mostraban meyores pos 92 bilidades de difusién por contar con editoriales, revistas, grandes diarios, o a Europa y a Estados Unidos (censurados injustamente con estrechez de miras) respondieron a este afin de profesionalizarse, cumpliendo a cabalidad con su vocaci6n y simulténeamente con une exigencia interna de la cultura Iatinoamericana: disponer de escritores que edificaran una rica literatura propia. Ante la imposibilidad de hacerlo en sus propias patrias, Ia cual admite plurales causas (ahogo econdmico o politico, dispersién del esfuerm, falta de opor- tunidades, escasez de informacién, acoso pueblerino) se tras- Iadaron @ mejores plazas, internas 0 externas al continente. No otra cosa han hecho millones de hombres comunes de América Latina, sin que sobre ellos haya recafdo sancién moral. Y es obligatorio agregar que en su inmensa mayoria es0s escritores han seguido sirviendo —espléndidamente— a Ja cultura latinoemericana que los engendr6, sobre la cual siguieron rotando obsesivamente, fuera la cue fuere la ciu- dad 0 pats donde residieran. Esta conguista de la profesionalizacién dista de ser épti- ma. Salvo casos excepcionales, los “royalties” de libros y articulos sélo permiten vidas morigeradas yes frecuente que es0s ingresos deban complementarse con otras tareas cultu- rales; cursos, asesorias editoriales, traducciones, Pero aun asi ha habido ya un grupo de éscritores para fos cuales a lite- ratura pas6 a ser el primer empleo y esto marca de por une diferencia notable entre ellos y pone una nota distintiva sobre el fendmeno boon, Lo integraron, principalmente, es- ctitores profesioncles. Al progresar tesoneramente por esta via que los incor: poré a la demanda de un mercado expansivo, los escritores descubrieron algo que no pudieron conocer integramente los modernistas ni los vanguardistas ni tampoco fos regionalistas, que en su tiempo protagonizaron un cuasi boom: la necesi- dad de asumir un régimen de trabajo acorde con el nuevo sistema. No son todas flores en esta nueva instancia: el escri- tor que se ha profesionalizado deja atrés definitivamente tanto la “inquerida bohemia” como ta “‘inspiradora musa” a las que debimos tantas geniales y fragmentarias improvisa- 95

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