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TEMA 9

LA CREACIÓN DEL ESTADO FRANQUISTA: FUNDAMENTOS


IDEOLÓGICOS Y APOYOS SOCIALES (1939 - 1975)
INTRODUCCIÓN
No resulta fácil ofrecer una respuesta unívoca a la pregunta sobre cuál fue la
ideología del franquismo pues, con el paso de los años, aquélla fue evolucionando con
una enorme capacidad de adaptación a las cambiantes circunstancias políticas,
económicas y sociales que el régimen atravesó. Con todo, sí sería posible señalar una
serie de elementos ideológicos concordantes, en líneas generales, con los
planteamientos de las diversas fuerzas, o “familias”, que lo nutrieron. Así, el
autoritarismo del régimen sería achacable a la influencia poderosa del Ejército, con el
propio Franco al frente como militar; su nacionalismo, su antiliberalismo y su
anticomunismo viscerales, al peso de la Falange; su nacionalcatolicismo, al papel
hegemónico de la Iglesia; el desarrollismo, a los tecnócratas.
1.FUNDAMENTOS IDEOLÓGICOS DEL FRANQUISMO.
1. Nacionalismo español y vocación imperial. El franquismo se dotó desde el principio
de un encendido discurso nacionalista, reflejo, a su vez, de la fraseología del fundador
de la Falange (1933), José Antonio Primo de Rivera, quien definió a España como
«unidad de destino en lo universal». Dicho discurso conllevó la supresión de los
estatutos de autonomía aprobados durante la II República (el catalán y el vasco), y la
proscripción de las lenguas y símbolos privativos de dichos territorios. Junto a este
centralismo furibundo se apeló, además, a la «voluntad de Imperio», reivindicando
conceptos como el de la Hispanidad y de la «Raza», bajo los que Franco encuadraba a
las naciones («hijas de la madre patria») que «habían brotado de un mismo tronco,
unidas por una común historia, fundidas en una sola fe, vinculadas por lazos de familia
y lenguaje... ». Por otro lado, el franquismo acometió una reinterpretación de la historia
de España, ensalzando en ella los aspectos que más le interesaban: los héroes y hazañas
patrióticos, la unidad nacional o la construcción del imperio. Viriato, Pelayo, el Cid, los
Reyes Católicos…, a los que, en el discurso franquista, se unirían, como continuadores
recientes de dicha tradición histórica de hombres providenciales, los Calvo Sotelo, José
Antonio o el propio Franco. Junto a ello, se mitificaron la Reconquista, el
descubrimiento de América y el imperio de los Austrias.
2. Autoritarismo. A diferencia de los usos e instituciones democráticos, que se
fundamentan en valores como la libertad y la igualdad, el autoritarismo que impregna el
régimen franquista de arriba abajo implicó una fuerte concepción jerárquica de la vida
política y social según la cual algunos ordenaban y los demás obedecían. De acuerdo
con la misma, las autoridades del régimen (con Franco al frente), los «cabezas de
familia», los maestros en las escuelas y los jefes o dueños de las empresas impusieron
todo un modelo de dominación sobre el conjunto de los españoles, y sobre las mujeres,
los pupilos y los trabajadores.
3. Corporativismo. Frente a lo propugnado por el marxismo, el corporativismo niega la
lucha entre clases económicas y afirma la armonía entre ellas bajo la tutela del Estado.
A su amparo, las distintas corporaciones profesionales (en agricultura, industria…) se
integrarían en un Sindicato Vertical al que quedarían adscritos, por ley, trabajadores y
empresarios. Estos planteamientos (ya presentes en el programa de Veintisiete Puntos
de la Falange joseantoniana) tuvieron reflejo en el Fuero del Trabajo franquista (1938).
4. Anticomunismo. El anticomunismo del régimen fue claramente visible desde el
principio: Ley de Responsabilidades Políticas, de 1939; Ley de Represión de la
Masonería y el Comunismo, en 1940. Puesto que el franquismo justificó la Guerra Civil
(1936-39) como un enfrentamiento de España con el peligro comunista, este operaría
durante toda la historia del régimen como chivo expiatorio y origen de todo tipo de
males. El comunismo se asoció a la idea de una conspiración, formando junto al
judaísmo y la masonería la tríada de ideologías enemigas de la sociedad planeada por el
franquismo. Sus ideólogos incluyeron bajo la denominación de comunistas no sólo a los
que lo eran, sino también a socialistas, republicanos en general, catalanistas, o a los que,
simplemente, discrepaban. Por otra parte, este anticomunismo militante permitió al
franquismo romper su aislamiento internacional a partir de los años 50 en el contexto de
la Guerra Fría.
5. Antiliberalismo. Para Franco, el «sistema liberal parlamentario de partidos» no era
más que una farsa extranjerizante que había propiciado las divisiones entre los
españoles, la pérdida del imperio y la anarquía de la II República. Hacía falta, a su
juicio, una rectificación, una vuelta a «nuestras tradiciones y nuestra alma». En
consecuencia, el franquismo persiguió las ideas y destruyó las instituciones del
liberalismo político y de la democracia parlamentaria: el principio de la división de
poderes (concentrados en la persona de Franco); los derechos y libertades individuales
(por ejemplo, el sufragio en elecciones libres, aunque hubo referendos amañados por el
régimen); y el sistema democrático de partidos políticos (optando por un partido único,
la Falange, subsumida desde 1943 en el llamado “Movimiento Nacional” -que no
partido al uso- a cuyo frente se situó Franco como Jefe Nacional). Frente a los
planteamientos de la democracia liberal, el franquismo se dotó del concepto de
“democracia orgánica”, en la que la representación popular no se ejercía por medio del
sufragio universal, sino a través de entidades que la dictadura consideraba “naturales”:
la familia, el municipio y el sindicato.
6. Carácter represivo. Reflejo, obviamente, de las anteriores consideraciones. Datos de
la fuerte represión de posguerra fueron, por ejemplo, los casi 300.000 presos políticos
en 1939, de los cuales 30.000 ejecutados; los miles de depurados por sus ideas
(intelectuales, funcionarios: maestros, profesores…); o los miles de afectados por la
llamada redención de penas por trabajo, los llamados “esclavos de Franco”, como
aquellos que edificaron el Valle de los Caídos.
7. Nacionalcatolicismo. Recuérdese que la Guerra Civil fue vista como una «Cruzada
santa y justa» por la Iglesia católica. La victoria de los sublevados en 1939 abría,
inevitablemente así, un nuevo tiempo de «recatolización» para España. Se volvió de
este modo a la tradicional unión de Estado e Iglesia (el Trono y el Altar del Antiguo
Régimen), a la identificación plena de catolicismo y España. En virtud de este
«nacionalcatolicismo», la Iglesia dispuso de un elevado presupuesto pagado por el
Estado; la religión católica fue declarada como la única oficial, imponiendo su
simbología en todos los actos de la vida pública (ceremonias diversas, incluidas las de
carácter militar, fiestas, procesiones…); la Iglesia controló la enseñanza desde la
escuela a la universidad; el matrimonio eclesiástico fue el único válido; sus altas
jerarquías (obispos, arzobispos) fueron miembros natos del Consejo de Estado y de las
Cortes franquistas; y tuvo grandes poderes en materia de censura, y una presencia
constante en los medios de comunicación. El punto culminante de esta hegemonía social
de la Iglesia fue la firma del Concordato con la Santa Sede en 1953. Esta suma de
privilegios, obvio es, alejaba significativamente a la Iglesia española de las otras
Iglesias europeas, desarrolladas en sistemas políticos democráticos. Ello se hizo patente
a raíz del Concilio Vaticano II, del que emergieron nuevos planteamientos que, al ser
recogidos por un sector del clero hispano (cardenal Tarancón), convulsionaron la hasta
entonces monolítica Iglesia franquista: separación de la Iglesia y el Estado, libertad de
cultos, autofinanciación, ausencia de los prelados en las instituciones políticas,
reconocimiento del papel partidista de la Iglesia durante la Guerra Civil…
8. Su militarismo. La vida cotidiana se llenó de uniformes, símbolos castrenses,
desfiles. En cualquier acto público se exaltaba la bandera y el himno nacional. La radio
y la prensa recordaban permanentemente la guerra, la victoria y el papel del Ejército en
la defensa de la unidad de España.
9. Su credo fascista. Sobre todo en la primera época: símbolos (el yugo y las flechas);
uniformes (el azul falangista); partido único (Falange); exaltación de Franco como
Caudillo; desprecio a las instituciones; violencia como medio de control de masas…
Rasgos todos ellos inspirados en el fascismo italiano y el nazismo alemán.
10. «Desarrollismo» y tecnocracia
Expresión alusiva al peculiar desarrollo económico que vive España desde finales de los
años 50, cuando llegaron al gobierno los denominados ministros tecnócratas (técnicos,
expertos, más que políticos profesionales), algunos de ellos miembros del Opus Dei
(López Rodó, López Bravo, Ullastres, Navarro Rubio…) Se produjo entonces un giro
radical en la política económica franquista, que, dejando atrás la autarquía, mediante el
Plan de Estabilización de 1959, permitió un intenso desarrollo económico en los años
sesenta y primeros de los setenta. Este éxito económico, el «desarrollismo», dotó al
franquismo de una especie de nueva legitimación y se convirtió, aquellos años, en
elemento ideológico fundamental para el régimen.
11. Apoliticismo y desmovilización
La «política sin política» apadrinada por los tecnócratas encajó a la perfección con la
dictadura por cuanto esta quiso siempre la desmovilización política de los españoles
(salvo en los momentos en los que por alguna circunstancia interesaba la movilización
de grandes sectores del país: el problema de Gibraltar, campañas movilizadoras «contra
Europa» durante la etapa de ostracismo internacional). A esa –desde el régimen-
deseada y provocada apatía política contribuyeron enormemente la ola de consumismo
paralela al desarrollo económico de los 60 y los medios de comunicación social, sobre
todo la televisión, que entró en los hogares como herramienta de la ideología vigente.
De igual modo, el régimen instrumentalizó propagandísticamente el deporte (el Real
Madrid) y los toros como auténticos narcóticos sociales.
12. Su personalismo. Franco fue, ante todo, un militar. “Sin África -dijo alguna vez- yo
apenas puedo explicarme a mí mismo”. De su experiencia en el Marruecos colonial
derivarían su dureza de carácter, su concepción cuartelera de España, así como su idea
de la superioridad de los valores de la vida militar frente a la esterilidad de la vida
política parlamentaria. Junto a ello, cabría destacar su marcado providencialismo: estaba
convencido de ser la persona elegida por Dios para la salvación de España.
2. APOYOS INSTITUCIONALES Y SOCIALES DEL FRANQUISMO
El dictador se rodeó de una serie de grupos de poder, denominados familias
políticas, entre las que procuró mantener siempre un equilibrio y cuya influencia
efectiva se medía por su número de representantes en los sucesivos gobiernos de
Franco. Señalémoslas brevemente.
-El Ejército. Fue siempre la columna vertebral del régimen. Firmemente
anticomunista, fue defensor a ultranza de la unidad nacional y del orden público. Su
fidelidad absoluta fue recompensada con distintos ministerios, nombramientos en la
administración civil, en consejos de administración de empresas públicas, etc… Franco
sólo tuvo algunos problemas con los generales monárquicos (Kindelán, Orgaz), aunque
consiguió controlarlos.
-La Iglesia. Fue otro de los pilares fundamentales del franquismo. Ya se ha aludido
más arriba a los privilegios y a la enorme influencia social de que gozó.
-La Falange: El partido fascista español fue fundado por José Antonio Primo de
Rivera en 1933; por el Decreto de Unificación de 1937 se subsumió en el llamado
"Movimiento Nacional". Proporcionó al régimen dirigentes, una doctrina política y
social, y su aparato escénico (símbolos, uniformes). Se dotó de una serie de
organizaciones (la Organización Sindical, el Frente de Juventudes, la Organización
Juvenil Española, la Sección Femenina, el Sindicato Español Universitario, etc...) que
ejercieron una intensa labor de control social (vida familiar, laboral…) y de propaganda
del régimen a través de los medios de comunicación (prensa, radio, televisión).
-Los monárquicos. Estaban divididos entre carlistas y donjuanistas. Los primeros
recibieron algunos cargos de la dictadura. Por su parte, los segundos, apoyaron
inicialmente al régimen, aunque luego se apartaron de él al no ser restaurada la
monarquía en don Juan, hijo de Alfonso XIII y padre del luego rey Juan Carlos.
-Los tecnócratas y el Opus Dei. Ya nos hemos referido atrás a ellos.
Además de estos apoyos institucionales, ¿qué sectores sociales sustentaron al
régimen? Indiquémoslos.
-Las oligarquías terrateniente, financiera e industrial, que con el franquismo
recuperaron no sólo la propiedad de sus tierras y empresas, sino también su dominio en
la vida social.
-Los pequeños y medianos propietarios agrícolas. En ellos predominaba una
mentalidad tradicionalista (la religión católica, la propiedad).
-El colectivo de funcionarios y de las clases medias en general, sectores de
mentalidad tradicionalmente católica y conservadora.
Junto a estos apoyos, hubo amplios sectores sociales de pasado izquierdista durante
la República que, derrotados en la guerra, se resignaron a vivir bajo el franquismo:
obreros, campesinos, clases medias urbanas. Con el aumento del bienestar resultante
del crecimiento económico de los años 60 y el relevo generacional, surgió una clase
media urbana muy numerosa y una nueva clase proletaria de obreros y campesinos que
toleró la dictadura a cambio de un nivel de vida aceptable.
Frente a todos estos grupos anteriores (los que apoyaron abiertamente al régimen, o
los que lo toleraron a la fuerza), cabría también hacer una ligera referencia a los sectores
o fuerzas de oposición al franquismo. En este sentido, si bien la militar (maquis) y la
del exilio fracasaron, a partir de los años 60 aparecen sectores muy dinámicos contra la
dictadura de Franco: la Universidad; los obreros (CCOO: Comisiones Obreras,
comunista); sectores de la Iglesia tras el Vaticano II; el nacionalismo (Pujol en
Cataluña; y, cada vez más, el terrorismo de ETA (Euskadi Ta Askatasuna: Pais Vasco y
Libertad); partidos políticos (tras el Congreso de Munich en 1962, el Partido
Comunista, PCE, con la Junta Democrática, y el Partido Socialista, PSOE, con la
Plataforma de Convergencia Democrática); y otros grupos terroristas, además de ETA,
ya al final del franquismo: el FRAP( Frente Revolucionario Antifascista y Patriota) y el
GRAPO (Grupo de Resistencia Antifascista Primero de Octubre).
3. BREVE EVOLUCIÓN DEL FRANQUISMO
- La hegemonía falangista (1939 - 1945).
Se ha llamado “azul” a la fase inicial del régimen, de predominio falangista. El hombre
fuerte de esa etapa es Serrano Súñer. En ella se desató una fuerte represión sobre los
derrotados en la reciente Guerra Civil y se inicia la promulgación de las Leyes
Fundamentales del régimen. La primera, ya en 1938, el Fuero del Trabajo, que
establecía los ideales laborales del franquismo; la segunda, en 1942, fue la Ley de
Cortes, por la que se creaban las Cortes franquistas, que carecían de representatividad
democrática. En el plano exterior, y aunque no entró en la II Guerra Mundial, Franco
apoyó de distintas formas (División Azul) a las potencias fascistas (Alemania e Italia).
A partir de 1942, Serrano Suñer y el sector fascista del régimen fueron perdiendo
influencia en paralelo al comienzo de las derrotas italogermanas en la guerra mundial.
- El nacionalcatolicismo (1945-1957)
La derrota final de Hitler y Mussolini amenazó seriamente la supervivencia de la
dictadura en España. Franco, adaptándose a las nuevas circunstancias, viró hacia la
neutralidad y le dio predominio a los sectores católicos. En esta etapa se promulgaron
la tercera y la cuarta de las Leyes Fundamentales (1945). La tercera, el Fuero de los
Españoles, recogía unos «derechos y deberes fundamentales» concedidos por el
dictador, pero muy limitados; la cuarta, la Ley de Referéndum Nacional, preveía la
posibilidad de una «consulta popular» -controlada por el régimen- mediante plebiscito o
referéndum. La quinta de dichas Leyes Fundamentales (1947) fue la Ley de Sucesión a
la jefatura del Estado, que concedía a Franco la prerrogativa de nombrar a su sucesor.
En ella, se incluía la promesa de restauración monárquica una vez que Franco estuviera
incapacitado o hubiera muerto. Don Juan rechazó esta ley, pero en 1948 llegó con
Franco al acuerdo de que su hijo, Juan Carlos, se educara en España. En materia
económica, el primer franquismo soportó momentos muy duros bajo la autarquía: la
autosuficiencia económica. En cuanto a la política exterior, después de 1945 comenzó
para España una difícil etapa de aislamiento internacional de la que empezó a salir en
los años 50, en el contexto de la Guerra Fría, pues la España franquista resultaba útil a
Estados Unidos para su política de contención del comunismo. En 1953 se firmaron una
serie de acuerdos con Estados Unidos por los que estos instalarían bases militares en
Torrejón (Madrid), Zaragoza, Morón de la Frontera (Sevilla) y Rota (Cádiz); a cambio,
Franco obtenía oxígeno económico para su régimen. Pese a que su ingreso en la CEE
(Comunidad Económica Europea) y en la OTAN (Organización del Tratado del
Atlántico Norte) fue vetado, España fue finalmente admitida en la ONU (Organización
de las Naciones Unidas) en 1955.
- La Tecnocracia. El dominio del OPUS (1957-1969)
Son los años dorados del franquismo con el ya mencionado “desarrollismo”, que
produjo un vertiginoso, aunque desequilibrado, crecimiento económico merced al Plan
de Estabilización (1959) que acabó con la autarquía y liberalizó exitosamente la
economía. Sin embargo, el régimen mantuvo su línea represiva en los ámbitos social y
político, tal y como reflejó la sexta de las Leyes Fundamentales: la Ley de Principios del
Movimiento Nacional (1958). En 1967 se aprobó la séptima y última de las leyes
Fundamentales: la Ley Orgánica del Estado, que separó los cargos de jefe de Estado y
de presidencia del gobierno. En 1969, don Juan Carlos de Borbón fue nombrado
sucesor de Franco a título de rey, saltándose la línea dinástica (don Juan) con el objetivo
de prolongar la dictadura después de Franco. En política exterior se solicitó el ingreso
en la CEE (1962) y se produjo la independencia de Guinea Ecuatorial (1968), y la
cesión de Ifni a Marruecos (1969).
- Los últimos años del Franquismo (1969-1975).
Se caracterizaron por la división interna entre los partidarios de cierta liberalización
política, los llamados aperturistas (Fraga, Areilza,…), y los inmovilistas (el “bunker”),
que defendían el mantenimiento del franquismo sin cambio alguno. Con el deseo de
garantizar esta continuidad, Franco, anciano y enfermo, nombró presidente de gobierno
al almirante Luis Carrero Blanco en 1973, que sería asesinato por ETA seis meses
después. A lo largo de 1974 y 1975, la oposición se organizó creando, como dijimos
arriba, plataformas de actuación conjunta. Las manifestaciones en la calle aumentaron,
pero la actitud represiva del régimen no cesó (TOP: Tribunal de Orden Público). En el
exterior, estalló el conflicto del Sáhara, colonia española que, en 1975 (Franco
agonizaba), caería definitivamente bajo la órbita de Marruecos. Por último, el 20 de
noviembre de 1975, después de una larga agonía, Franco fallecía a los 83 años de edad,
creyendo equivocadamente haberlo dejado todo "atado y bien atado" para la continuidad
de su régimen tras él. El tránsito hacia la democracia fue ya imparable.

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