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Carneiro, Sarissa. Conceptos Fundamentales de Los Estudios Coloniales
Carneiro, Sarissa. Conceptos Fundamentales de Los Estudios Coloniales
En sus distintas unidades, nuestro curso de “Letras coloniales” remite a conceptos que, desde la segunda
mitad del siglo XX, se hicieron fundamentales para cualquier aproximación a los fenómenos culturales de
América del periodo colonial. Aquí, presentaremos brevemente algunos de estos conceptos que serán retomados
a lo largo del semestre en nuestro análisis de las fuentes coloniales seleccionadas para el curso.
Un primer grupo de conceptos importantes es el que nos permite distinguir los diversos textos de nuestro
corpus. Estos pertenecen a formaciones textuales distintas. Algunos son textos de la formación textual
historiográfica, como las crónicas e historias de la conquista. Otros se inscriben en la formación textual
literaria, como es el caso de los poemas épicos o líricos. Al interior de esta distinción amplia, se presenta un
segundo nivel de diferención que corresponde a los tipos discursivos y géneros específicos (como los ya
mencionados: crónica, historia, poesía épica, etc.). Un caso excepcional lo constituyen las cartas: como explica
Walter Mignolo en su ya clásico “Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista” (lectura
complementaria), las cartas pueden inscribirse en distintas formaciones textuales: las cartas de relación de la
Conquista (por ejemplo, las que leeremos de Cortés y Valdivia) se incorporan a la formación textual
historiográfica y tienden más a lo documental que a lo textual (son “comunicaciones que reemplazan la
inevitable falta de copresencia entre el destinador y el destinatario”, p. 59), pero otras, como la Epístola a Belardo
de Amarilis, se integran más bien a la formación textual literaria. La “Carta respuesta a Sor Filotea”, de Sor Juana
Inés de la Cruz, se instala, por su parte, en el género forense, pues consiste en una defensa pro vita sua.
Todos estos géneros y tipos discursivos cuentan con su propia tradición y con modelos de autoridad (es
decir, obras y/o autores que se consideran la máxima expresión de un género; por ejemplo, Plinio era
considerado una autoridad para la escritura de la historia, y Virgilio lo era para la poesía épica y la bucólica).
Estos modelos de autoridad fueron muy importantes al momento de escribir cualquier texto nuevo ya que los
autores aspiraban a igualar (e idealmente superar) la excelencia de sus modelos antiguos y/o modernos. Esta
dinámica de escritura se conoce como imitatio. No se trata de escribir meramente imitando a un modelo sino de
integrarse en una cadena de prestigio propia de un género específico: si un autor aspiraba a ser considerado un
buen poeta épico, por ejemplo, debía seguir los pasos de modelos como Virgilio, Lucano, Ariosto y otros. De
ellos, debía tomar lo que consideraba más destacado o excelso, no para imitarlo pasivamente sino para
transformarlo en un texto propio que dejara traslucir a los modelos pero que al mismo tiempo exhibiera el
ingenio y el arte del nuevo autor.
Esta dinámica de escritura con imitatio o escritura desde la imitación constituyó una zona de auténtica
tensión al ser trasladada a América. Los modelos de autoridad de pronto parecían insuficientes para el reto de
representar a través del discurso un mundo nuevo, antes desconocido para Occidente. Por un lado, los
modelos antiguos no se habían referido a esta realidad (por lo cual no podían ofrecer modelos concretos de
representación), por otro, la experiencia americana exigía la ampliación, la combinación y la flexibilización de
géneros y tipos discursivos para dar cuenta de dimensiones novedosas, insólitas, diversas y complejas de la
experiencia americana y de los contextos derivados de los procesos de conquista y colonización.
En la primera unidad, veremos el surgimiento de esta tensión en los primeros escritos europeos sobre lo
que después se llamó América. Ya en estos primeros escritos, los descubridores y exploradores recurrieron a los
modelos y tópicos conocidos pero a la vez tuvieron que ampliarlos o ponerlos en crisis. Posteriormente, en la
segunda unidad, veremos que la escritura de la conquista (cartas, crónicas e historias de la conquista) se valió de
un modelo muy arraigado en la cultura occidental: el discurso militar caballeresco. En el caso específico de la
Península Ibérica, ese discurso contaba, además, con su actualización en el proceso de Reconquista. De ese
modo, la conquista de América se concibió (en el discurso europeo imperialista) como una continuidad de la
Reconquista, lo que llevó a una serie de asimilaciones o comparaciones entre los “enemigos” de la cristiandad
(moriscos e indígenas), los argumentos de legitimación de las acciones (providencialismo, guerra justa o santa,
etc.) y los protagonistas de estas (caballeros y conquistadores al servicio del rey). Veremos también que mestizos
e indígenas americanos se valieron de la escritura para presentar sus propias versiones de la conquista, muchas
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veces enunciadas como refutación de ese discurso militar caballeresco europeo y como reivindicación del
mundo prehispánico (de sus formas de gobierno, de su cultura, etc.). En la última unidad, tendremos
oportunidad de observar que la escritura poética llevada a cabo en los virreinatos americanos supuso una
transformación creativa de géneros y tópicos poéticos del Renacimiento y el Barroco acomodados a los
particulares loci de enunciación americanos, lo que les dio una factura particular, inseparable de los contextos en
que surgieron.
Nuestro corpus de estudio es, por tanto, heterogéneo, como heterogénea es la literatura o la cultura de
América Latina. El importante intelectual peruano Antonio Cornejo Polar desarrolló esta idea de la
heterogeneidad en su libro Escribir en el aire: ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas andinas (1994).
Allí indicó que la literatura latinoamericana es heterogénea porque nace en el seno de culturas híbridas y
sociedades heterogéneas donde conviven lo popular, lo indígena y lo erudito, así como distintas temporalidades
y concepciones de tiempo. La literatura tiene, por tanto, “el carácter de una realidad hecha de fisuras y
superposiciones, que acumula varios tiempos en un tiempo, y que no se deja decir más que asumiendo el riesgo
de la fragmentación del discurso que la representa y a la vez la constituye” (13). Para Cornejo Polar, el momento
inaugural de esa heterogeneidad hecha de fisuras y superposiciones es el famoso diálogo de Cajamarca, diálogo
entre el Inca Atahuallpa y el padre Vicente Valverde en noviembre de 1532, primer encuentro entre españoles e
incas, derivado en desencuentro y conquista violenta. En el diálogo, Valverde refiere a la Creación del mundo, a
la venida de Jesús, al sucesor de Pedro y a la cesión del Nuevo Mundo por parte de este último a los reyes
católicos con el propósito de su evangelización, todo ello apoyado en la Biblia (o, según otras fuentes, en un
breviario) que mostrara al Inca. Al solicitar al franciscano el libro para escuchar si de verdad decía todo esto, las
fuentes suelen indicar una reacción intempestiva de parte del gobernante andino: “Y Atahuallpa le pidió el
breviario o Biblia que tenía en la mano; y como se lo dio, lo abrió, volviendo las hojas una cabo y otra, y dijo que
aquel libro no le decía nada a él ni le hablaba palabra, y lo arrojó en el campo” (Agustín de Zárate, Historia del
descubrimiento y conquista del Perú, 1555, cit. en Cornejo Polar p. 30). Para Cornejo Polar, se da aquí no solo el inicio
de la conquista (plenamente justificada por el rechazo de las verdades sagradas comunicadas) sino el inicio del
conflicto y de la tensión entre oralidad y escritura, “la oralidad y la escritura no solamente marcan sus diferencias
extremas sino que hacen evidente su mutua ajenidad y su recíproca y agresiva repulsión” (p.26), así, “la escritura
ingresa en los Andes no tanto como un sistema de comunicación sino dentro del horizonte del orden y la
autoridad” (p. 41).
A lo largo de los siglos coloniales, los diversos modos de representar estarán, de hecho, en tensión.
La escritura alfabética se impondrá como vehículo del discurso autorizado, pero convivirá con otros modos de
conservación de la memoria y otros modos de representación como la escritura pictoideográfica, los quipus y la
oralidad. La imposición de los modos occidentales de representación fue denominada por Walter Mignolo como
“colonización del lenguaje, la memoria y el espacio americanos” (The darker side of the Renaissance, 1998). Esta
perspectiva presentada por Mignolo nos permite concebir los encuentros coloniales no como mera transmisión
de significados sino más bien como procesos de manipulación y control, en contextos de interacciones
conflictivas, de apropiaciones, resistencias y dominación (7). En estos procesos, afirma el autor, los modos
occidentales de conservación del pasado, de representación del espacio y de comprensión del lenguaje se instalan
como sinónimos de lo real, obstruyendo las concepciones autóctonas en cuanto alternativas posibles (5).
Espacio, memoria y lenguaje americanos son colonizados a partir de diversas estrategias discursivas vinculadas a
la occidentalización de América. La celebración de la letra y su complicidad con el libro fueron, según Mignolo,
no sólo garantía de verdad sino fundamento para la relación entre escritura histórica y escritura alfabética (3). La
colonización del lenguaje se vinculó a la colonización de la memoria a partir de la idea de que sólo la escritura
alfabética posibilitaría la conservación de la historia. La alfabetización de América fue una operación masiva en
la cual la materialidad y la ideología de las interacciones semióticas americanas fueron penetradas e incluso
reemplazadas por la materialidad y la ideología de la cultura de Occidente (76). Esta colonización se asienta en la
creencia de que las diferencias pueden ser medidas en términos valóricos y los valores, por su parte, en una
evolución cronológica (256), lo cual da lugar a una fisura entre el concepto de tiempo unido a la cosmología y a
la religión y el concepto de tiempo atado a la administración; un concepto de espacio ligado al cuerpo y a la
comunidad y un concepto de espacio ligado a la proyección aritmética y geográfica.
El asunto fue estudiado también por Serge Gruzinski en varios libros, principalmente en La colonización de
lo imaginario (1994). Gruzinski observa el proceso vertiginoso en el cual la escritura alfabética y los modos de
representación occidentales invadieron México, transformando las formas tradiciones de expresión basadas en la
imagen. En ese contexto, el autor francés se pregunta por los cambios sufridos en la organización de la memoria
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indígena, no solo en su contenido, sino también en la relación que establecían con el tiempo y con el espacio:
“¿en qué medida, de qué manera y bajo qué influencia pudo cambiar la percepción indígena de lo real y lo
imaginario en estas poblaciones? (...) Modos y técnicas de expresión, recuerdos, percepciones del tiempo y del
espacio imaginarias, brindan así materia para explorar los intercambios de adopciones, la asimilación y la
deformación de los rasgos europeos, las dialécticas del malentendido, de la apropiación y la enajenación” (10).
A continuación, podrás leer algunos fragmentos de textos claves para el desarrollo de estos y otros
conceptos importantes:
“preguntó al Obispo de cómo sabría él ser verdad todo lo que había dicho, o por dónde se lo daría a
entender. El Obispo dijo que en aquel libro estaba escrito que era escritura de Dios. Y Atahuallpa le pidió
el breviario o Biblia que tenía en la mano; y como se lo dio, lo abrió, volviendo las hojas una cabo y otra, y
dijo que aquel libro no le decía nada a él ni le hablaba palabra, y lo arrojó en el campo” (Agustín de Zárate,
Historia del descubrimiento y conquista del Perú. 1555. Ed. J. M. Kermenik. Lima: D. Miranda, p. 59)”.
(30)
“Lo esencial es, entonces, que la escritura ingresa en los Andes no tanto como un sistema de comunicación sino
dentro del horizonte del orden y la autoridad, casi como si su único significado posible fuera el Poder. El libro
en concreto, como queda dicho, es mucho más fetiche que texto y mucho más gesto de dominio que acto de
lenguaje. Como tal, deja fuera del juego a la oralidad indígena, huérfana de una materialidad que pueda confinar
sin atenuantes su propia verdad y como diluida en unas voces que la memoria (la de las crónicas hispanas puesto
que las quechuas casi eluden del todo el asunto) recoge sin interés, como al desgaire. En otras palabras: el
triunfo inicial de la letra es en los Andes la primera derrota de la voz”. (41)
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contenido, o en torno a las distancias tomadas en relación con las sociedades antiguas y con el
grado de asimilación de las nuevas formas de vida? (...) Pero las modificaciones de la relación con el
tiempo y con el espacio sugieren una nueva pregunta, más global y más difícil de contestar: ¿en qué
medida, de qué manera y bajo qué influencia pudo cambiar la percepción indígena de lo real y lo
imaginario en estas poblaciones? (...) Modos y técnicas de expresión, recuerdos, percepciones del
tiempo y del espacio imaginarias, brindan así materia para explorar los intercambios de
adopciones, la asimilación y la deformación de los rasgos europeos, las dialécticas del
malentendido, de la apropiación y la enajenación”. (10)
“... una reflexión que trata menos de penetrar en los mundos indígenas para hallar en ellos una
‘autenticidad’ conservada de milagro o perdida sin remedio, que evaluar tres siglos de un proceso de
occidentalización, en sus manifestaciones menos espectaculares, pero también más insidiosas”. (11)
“Los indios se enteraban al mismo tiempo de que ellos “adoraban a dioses” y que esos “dioses eran
falsos”. Lo que había sido el sentido y la interpretación del mundo eran un “rito” y una
“ceremonia” perseguidos, marginados y menospreciados, una “creencia” falsa, un “error” por
descartar y repudiar, un “pecado” por confesar ante los jueces eclesiásticos. Lo que había
correspondido a una aprehensión indiscutible e indiscutida de la realidad, objeto de un consenso
implícito e inmemorial, y explicado una totalidad, en lo sucesivo debía afrontar un sistema
exótico que obedecía otros principios, basado en otros postulados, concebido con
categorías del todo distintas y —no hay que olvidarlo— cerrado de manera radical a todo
compromiso”. (24)
Gruzinski, Serge. Las cuatro partes del mundo: historia de una mundialización. México: Fondo de Cultura
Económica, 2010.
“El espacio de la monarquía se distingue ante todo por la circulación planetaria que se despliega en
él y que, por la mezcla de los hombres, de las sociedades y de las civilizaciones, lo irriga. En
cualquier parte del mundo, el dominio ibérico aproxima, pone en relación o choca de frente con
formas de gobierno, de explotación económica y de organización social. Súbitamente las
temporalidades se empalman. Por todas partes en ese dominio, instituciones religiosas y sistemas de
creencias, que nada dispone para que coexistan, se confrontan brutalmente”. (47)
Mignolo, Walter. The Darker Side of the Renaissance: Literacy, Territoriality, and Colonization. 2nd ed.
Ann Arbor: University of Michigan Press, 1998.
Colonización de la memoria
“History is a highly functional fantasy of the West, originating at precisely the time when it alone
“made” the history of the World… At this stage, History is written with a capital H. It is a totality
that excludes other histories that do not fit into that of the West… Literature attains a
metaexistence, the all-powerfulness of sacred sign, which will allow people with writing to think it
justified to dominate and rule peoples with an oral civilization… It is again this double hegemony
of a History with capital H and a Literature consecrated by the absolute power of the written sign
that the peoples who until inhabited the hidden side of the earth fought, at the same time they were
fighting for food and freedom.” (127)
“The belief that only alphabetic literacy allowed for a reliable recording of the past was so
authoritative among Spanish intellectuals of the sixteenth century that the society in which they
lived translated the medieval litteratus by letrados (men of letters) and changed its meaning to
designate the social roles involved in writing matters. The celebration of writing was…. not
only to consider the letter the greatest invention of humankind but also to elaborate on the
connections between alphabetic writing and history.” (128)
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Recepción selectiva: Mundy (2018).
Mundy, Bárbara. “El artista indígena y su encuentro con el Renacimiento”. El Renacimiento italiano
desde América Latina. Ed. Clara Bargellini y Patricia Díaz Cayeros. México: Universidad
Nacional Autónoma de México. Instituto de Investigaciones Estéticas, 2018. 29–68.
“En general, el Renacimiento que los artistas indígenas conocieron a través de objetos fue limitado.
De cada tipo de objeto enviado a Veracruz, y después a un taller indígena, decenas de ellos nunca
llegaron. Piedras preciosas talladas, muebles con incrustaciones, piedras pintadas y esculturas en
mármol estaban casi del todo ausentes de la cultura visual del Renacimiento que arribó al Nuevo
Mundo. En cambio, a principios del siglo XVI, los artistas indígenas hallaron un Renacimiento de
papel: libros como biblias y vocabularios, y hojas sueltas con imágenes grabadas. Además, muchas
de las obras indígenas marcadas por alguna influencia de las europeas se hicieron con el patrocinio
de los frailes, quienes filtraban los materiales que compartían con los artistas que trabajaban bajo su
auspicio.
“Teniendo en cuenta que recibían un Renacimiento selectivo, ¿qué hicieron los artistas indígenas
con este “Renacimiento de papel”, con este “Renacimiento barato”? Los observadores externos se
maravillaron de su capacidad para copiar y asimilar las imágenes que recibieron, pero los artistas del
Nuevo Mundo no eran meros copistas. Podemos categorizar sus respuestas receptivas a alguna
impresión europea de tres modos, a veces todos ellos perceptibles en una sola obra. El primero, la
transustanciación, implicó cambiar el medio de la imagen recibida. En el mundo indígena, ciertos
materiales tenían significados profundos y el acto de transustanciación cambiaba radicalmente el
sentido de la nueva obra. El segundo, el reencuadre, denotaba la absorción de la nueva obra
“renacentista” en una red de relaciones sociales existentes, donde ocuparía un papel ya establecido
dentro de la matriz social-relacional en la que se arraigara. El tercero, el rechazo. Los artistas
indígenas estaban expuestos a una poderosa idea que ahora consideramos una característica
fundamental del Renacimiento: el artista como creador individual y singular. Sin embargo, ellos no
parecen haber mostrado evidencia de abarcar esta idea en sus propias obras” (37-8).