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Borges y El Sinsentido Del Amor
Borges y El Sinsentido Del Amor
20151718
vargas.daniel@pucp.pe
BUENOS AIRES
A continuación, en el verso cinco, el yo poético duda de aquel buen pasado que hizo
alguna vez grande a la ciudad; asimismo se reconoce a ese pasado añorado (y del cual
ahora se duda) y al presente como dos polos distintos. A partir de la imagen construida
en este verso, se puede observar la decadencia en todo el sentido temporal, pues el carácter
de decepción es tan abrumador que reduce tanto el tiempo presente y el pasado, formando
de esta manera la decepción desde todas las percepciones temporales que se pueden tener.
Luego, en los dos siguientes versos, la voz poética comenta lo que le ha sucedido con
respecto a su devenir decadentista de la ciudad. Se dice que tal devenir no es sino uno de
los “comunes casos de toda suerte humana”. Es decir, tal óptica del mundo es natural para
con la condición humana. Se puede decir, entonces, que para la voz poética la decepción
es el final de toda esperanza, una decepción en donde la voz ya se encuentra desorientada,
donde “sus pasos ya urden su incalculable laberinto”.
Entonces, se observa el carácter que hace presente Bauman con respecto a la modernidad
que se ve representada por la ciudad: “el gradual colapso y la lenta decadencia de la
ilusión moderna temprana”(Bauman, 2015). Es decir, es fundamentalmente factible
reconocer la decadencia en la modernidad actual y, como se observa en el poema, el
conocer a la ciudad/modernidad implica hacer consciencia de la decadencia. En
consecuencia, el derrotismo está marcado en cada rincón de la ciudad.
Asimismo, en el verso nueve, se manifiesta que aún hay una esperanza casi involuntaria,
que prácticamente solo existe por inercia, ya que con el carácter de “cenicienta” espera;
es decir, ante la espera se ha hundido en un sueño profundo. El cansancio de esperar lleva
a la voz a la decepción, y así como Godot, se espera algo que saben que es muy probable
que nunca llegue. Pero ¿a que llegue qué? La voz espera a que llegue ese “fruto que le
debe mañana”, siendo ya tarde. En otras palabras, si bien la decepción altera de raíz la
espera, en este verso se resalta ese hecho de que la espera que implica una esperanza se
mantiene aún presente, pero de manera inerte, pues fue necesitado para antes; sin
embargo, no llegó, aún no llega. Después, en el verso once, la voz poética se refiere a un
aquí (una dimensión espacio-temporal) en que no queda sino solo su sombra; es decir, tan
solo vestigios de su existencia. Se hace presente esta imagen para decir que hasta ese
vestigio suyo que es la sombra acabará por perderse también, y otorgarle un valor
totalmente obsoleto al sujeto, a su existencia.
Finalmente, es en los últimos dos versos en que se concentra la energía del poema, pues
es en estos en que se explica, casi a manera de conclusión, la visión con que el yo poético
desarrolla el hecho de entender a la ciudad como una causa perdida, pero seguir
esperando. Dicho de otra manera, el juicio valorativo se acrecienta cuando el vínculo que
el sujeto mantiene con la ciudad es establecido mediante el espanto y no el amor. No es
vano mencionar esto, pues la construcción de esta afirmación dicotómica deriva del hecho
de que lo que mantiene presente ese vínculo sujeto-ciudad es el espanto, el temor a la
pérdida total. Debido a ello, es que a pesar de que, si bien se hace presente la decepción
a lo largo de todo el poema, lo que sostiene la aún presencia del sujeto en la ciudad, la
cenicienta espera, su estancia en ese incalculable laberinto es en realidad se mantiene en
la ciudad, afirmando su amor por esta.
BIBLIOGRAFÍA
Lipovetsky, G., Charles, S., & Moya, A. P. (2006). Los tiempos hipermodernos.
Barcelona: Anagrama.