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oy | BIBLIOTECA | | ACADEWA DIPLOMATICA DEL PERO HISTORIA DEL TAHUANTINSUYU Maria Rostworowski IEP Instituto de Estudios Peruanos i ACADE‘AM Dr oman ‘DEL Puy A 7800 186.008 MEN aS Rei 2013 Serie; Historia Andina 13_ © EP Instituto de Estudios Peruanos Horacio Urteaga 694, Lima 11 ‘elf. (511) 392-6194 Fax (511) 392-6173 ‘web: bttpdiwwwsiep.org.pe we ISBN: 976-9972-51-020-8 ISSN: 1019-4541 Primera ediciOn, enoro de 1988 Primera a sexta reimpresiones (marzo de 1986 a actubre de 1995) Segunda edicién, julio de 1999 Quinta reimprosién de le segunda edici6n, julio de 2008 Séptima reimpresién de la segunda ediciéa, julio de 2011 Sexta reimprestén de la segunda ediciéa, septiembre de 2009 Séptima relmpresi6n de la sogunda edicién, julio de 2011, Octava reimpresién de le segunda ediciéa, mayo de 2012 Novena reimpresi6n de la segunda adicion, febrero de 2013 3000 ejemplares NG Impreso on los talletes gréficos de Taroa Asaciacién Grifica Educativa, Lima, Pert Fotografias: Promperd Hecho el depésito legal on la Biblioteca Nacional dol Peri: 2018-02220 Registra del Prayacto Editorial en le Biblioteca Nacional: 1150111900128, Prohibida la reproduecién total o parcial de las caracteriaticas gréficas de ‘este libro por cualquier medio sin permiso del Insituto de Estudios Peruana Rosrwonowsk, Mala Historta del Tahuantineu, 29, ed. Liens: TEP/Promperi, 1999.— ‘(Historia Andina, 13) HISTORIA / INCANATO / SOCIEDAD ANDINA / ASPECTOS SOCIALES / | ASPECTOS ECONOMICOS / PERU / CUSCO//TAHUANTINSUYU/ ‘Wil o4os/HI3/1995 SISLIOTECA D.FAD.P. Set. 2010 Reconocimientos Alo largo de cuarenta afios de investigacién, numerosas perso- nas me han ayudado y alentado de muy distintas maneras en mi trabajo. A todas ellas quiero manifestar mi prafundo agradeci- miento. Alejandro Diez Canseco me convencié de que podia y debia investiger. Su influencia fue decisiva en la bGsqueda de mi iden- tidad, identidad que tiene, a la fecha, profundas raices andinas. Radi Porras Barrenechea fue mi gran maestro. Mas adelante, John Murra, con su vocacién peruanista, me orienté hacia una visién antropol6gica. Al principiar el trabajo en archivos, Felipe Obando fue un paciente profesor de paleografia y, junto con él, el personal del Archivo General de la Nacién me brindé su constante y desinte- resade ayuda. Una gran amiga, premeturamente desaparecida, fue Josefina Ramos de Cox, con ella inicié el trebajo de campo sistematico en al valle del rfo Chill6n. Otra entrafiable amiga que me ha apoya- do a lo largo de todos estos afios es Rosalia Avalos, ¢ ella le debo mucho estimulo. Durante algunos afios conté con la colaboraci6n de Pilar Or- tiz de Zevallos, Guillermo Cock y Lia del Rio en la investigacién; ellos han permenecido fieles y buenos amigos. ‘Ana Marfa Soldi y yo disfrutamos de numerosas salidas al campo cotejando la informacién contenida en los documentos del siglo XVI. Jirgen Golte y Birain Gonzales mostraron un gran interés al leer y comentar e] manuscrito de este libro. Mi agredecimiento a Julio Cotler y a la plana de amigos e investigadares del Instituto, asi como a todo el personal administrativo, en especial a Lucia Cano por la coordinacién edito Finalmente, mi gratitud a Elba Lujén por el cuidado del texto y de la edicién. MR Lima, enero de 1988 CONTENIDO Introduccién: 13 Aclaraciones previas 19 PRIMERA PARTE. SURGIMIENTO Y APOGEO DEL ESTADO Capitulo I. 81 Gusco primitive 28 Los ayarmacas, Capitulo II. Inicio del desenvolvimiento inca 37 El mito de los hermanos Ayar, Las panace. Capitulo MI. Expansion y desarrollo 49 La leyonda de la guerra contra los chancas. El vencedor de los, chances. La reciprocidad. Le reciprocidad en su forma primitiva La reciprocidad durante el Tahuantinsuyu. Construcciones y obras estateles. El Cusco. Bl Coricancha. Santuarios-palacios y contros administrativos. Red vial: los caminos. Los puentes, Los tambos, Capitulo IV. Las canqnistas 107 Conquista pacifica: el sefiorfo de Chincha, Conquistas relampa- gos: los sefiorios del Chinchaysuyu. Resistencia local: el seviorfo 7] | j i | de Guarco. Otra resistencia local: los collec. El sefiorfo de Chimu: ejemplo de resistencia. Otras conquistas de Tupac Yupanqui, Conquistas de Huayna Capac. Rebeliones de los seftorios locales y de miembros de la nobleza. Los ejércitos incas. Capitulo V. Las sucesiones y el correinado, 183 Blenfrentamiento entre Huascar y Atahualpa: las madres de los pretendientes. La pugna por la mascapaycha. SEGUNDA PARTE LOS ASPECTOS ORGANIZATIVOS Capitulo VI. La composicién social del Tahuantinsuyu 201, Leclite. Los sesiores. La dualidad en el mando. Los curacas even- tuales. Curaces yana. Las obligaciones de los curacas. Los adm nistradores. Los sacerdotes, hechiceros y adivinos. Los “merca- deres’. Los tratantes chinchanos. Los tratanles nortefios. Las clases populares: Los artesanos. Los hatun runa. Los pescadores, Los mitmag. Los yana, Las mamacona. Los pitia. La diarqufa y el poder del Inca. Capitulo VII. Los recursos rentables del Tahuantinsuyu 257 La fuerza de trabajo. La mita, reguladora de la fuerza de trabajo. Latierra. Tierras del Inca o del Estado. Tierras privadas de los In- cas. Tierras de las huacas. Tierras del ayllu. La tierra como remu- neracién a servicios prestados. La lerritorialidad discontinua, La ganaderia. Los hatos de camélidos. La presencia de camélidos en la costa. Los depésitos estatales. Capitulo VILL. Los modelos econémicos 285 El modelo econémico serrano: La sierra sur. La sierra central. El modelo econémico costefio: La especializacién laboral. B] inter- pe cambio costeio. El trueque local. Bl intercambio a larga distancia de los “mercaderes” chinchanos. Los “mercaderes” nortefias. El trueque durante las peregrinaciones. La importancia del sistema hidréulico. Reflexiones finales 309 Glosario 319 Documentos y siglas citados 320 Bibliografia 331 Introduccién En la investigaci6n de la historia inca se nos plantean dos serias, dificultades. Una relacionada con el mado andino de recordar y transmitir los sucesos; y la otra, con el criterio de los espafioles para interpretar y registrar la informacién que luego nos dejaron a través de las crOnicas. La suma de ambas se reflej en toda la informacién escrita que nos llege @ partir del siglo XV1. La importancia que este problema tiene para el trabsjo el- nobist6rico, nos obliga a insistir y examinar nuevamente las for- mas en que él se ha manifestado, a pesar de habernos ocupado Gel tema en anteriores estudios. El estudio de las fuentes escritas es dificil debido a las con- tradicciones y confustones que se hallan en elas. Bs asf que fuz- gar la cronologie tradicional de los gobernantes cusquefios ha sido una tarea ardua por la inseguridad de las noticias, porque Jos mismos hechos y episodios se adjudican a uno u otro sobera- ‘no. Es necesario realizar un andlisis critico de tales sucesos. Varios interrogantes surgen alrededor de este problema. iNo hubo acaso un sistema para conservar los recuerdos, o medios para transmitir los acontecimientos de una generacién a otra? Sabemos que las culturas prehispénicas del Pers fueron agrafes; sin embargo esto no fue un obstéculo para recordar y evocar los hechos, lo que hicieron de varias formas. Existe consenso entre los cronistas cuando sefialan que los indigenas posefan cantares especiales en los que cada ayllu 0 pa- aca narraba los sucesos de su pasado durante ciertas ceremo- 4 Maia ROSsTWOROWSE nias y ante el soberano; los del bando de arriba primero y luego los de abajo, y estaban a cargo de personas especialmente escogi- das para alabar las hazafias y proezas de sus antepasado: tenfe asf una memoria colectiva. Otra manera de recordar a sus gobernantes 0 curaces y even- tos acaecidos era mediante pinturas o tablas en las que se repre- sentaban pasajes de su historia y que, segdn los cronistas, eran conservadas en un lugar llamado Poquen Cancha (Molina 1943; Acosta 1940, lib. 6, cap. 8; Santillan 1927; 92; RAH A-92, fol 17v), Bs un dato conocido que el visrey Toledo envié a Felipe 11 cuatro pafios que ilustraban la vida de los Incas, y en una carta que le dirigié desde el Cusco, con fecha 1 de marzo de 1571, le decfe que dichos tapices fueron confeccionados por los “oficia- les de la tierra” y afiadfa que aunque “los yndios pintores no te- nfan la curiosidad de tos de all4”, no por eso dejaban los mantos de ser dignos de ser colgados en uno de los palacios reales (AGI Lima 28b; Rostworowski 1977a: 238; 1983: 100) Una tercera forma que tuvieron los incas para registrar los sucesos fue los quipu o pequefios cordeles de diversas colores y nudos, usados para su contabilidad y también para recordar epi- sodios histéricos (Cieza de Leén, Sefiorio 1943: 81) Existieron, pues, varios métodos para conservar en la memo- ria los acontecimientos: pinturas, cantares y una fuente mnemo- técnica; la falte de escritura no fue un obstéculo insalvable en el pueblo inca para guardar y rememorar su pasado. Sin embargo, no podemos dejar de preguntarnos entonces 4por qué tantas contradicciones an el relato incaico si posayeron medios empfricos para recordar los hechas? iA qué se debe la in- consistencia del registro andino del pasado? Si bien existié una aparente confusién en la tradicién ind!- ‘gene sobre su pasado, ésta no se debi6 a un desconocimiento de los hechos; las respuestas deben buscarse en la interpretacién de Jas estructuras sociopoliticas andinas por parte de los espafioles del siglo XVI, Su mentalidad impedia imaginar una sociedad con esquemas de organizacién y registros radicalmente distin- 2 re- pe srRogueKtoN 5 tos. Por ese motivo vamos a examinar sucintamente el registro andino y luego el criterio espafol usado para interpretarlo, El registro andino Es obvio que los indigenas no compartian las mismas preo- cupaciones europeas. Los hechos que deseaban recordar no co- rrespond{an necesariamente a las exigencias de otras latitudes. Podemos asegurar que en el Ambito andino no existié un sentido histético de los acontecimientos, tal como lo entendemos tradi- clonalmente. La supuesta veracidad y cronalogia exacta de los sucesos no era requerida, ni considerada necesaria, La costumbre cusquefia de omitir intencionalmente todo episodio que molestara al nuevo Sefior, confirma lo expussto. En muchos casos se llegaba al extremo de ignorar a ciertos Incas que habfan reinado, para no disgustar al Inca de turno, El olvido se apoderaba de los acontecimientos y de les personas {Cieza de Le6n, Seflorfo, 1943: 77-79). S6lo los miembros de los ayllus 0 de las panaca afectados por dicha orden guardaban ocultas sus tradiciones. Este modo de trastocar los aconteci- mientos y recuerdos, sumado a la falta de escritura explica las narraciones contradictorias de las crdnicas y la tergiversacion de los hechos motivada por la incomprensién espafola, A pesar de la aperente confusién, esta historia incaica no debe ser calificada como puramente mitica, tal come lo afirman muchos investigadores, Los documentos, relaciones y numero- sos testimonios en donde los indigenas afirman haber conocido y visto a los dltimos incas son una prueba irrefutable de la exis- tencia del Tahuantinsuyu. Los seres humanos, sin apoyo de la escritura, podemos recordar dos y hasta tres generaciones atrés, Elcriterio espaftol Los europeos que Ilegaron a estas costas en el sigho XVI te- nian le preocupacién de conquistar nuevas tierras, y muy pocos 6 MARIA ROSTWOROWSK: tenian la preparacién suficiente para comprender el reto que sig- nificaba el mundo endino. Para ellos Ie preocupacién central era encontrar nueves justificaciones para su invasién. La falta de acuciosidad se explica por su deseo de demostrar que los Incas no tenian derecho sobre el territorio que habian ganado por la violencia. La mentalidad de la época y el interés por probar los derechos del rey de Espaiia sobre las “provincias” incluidas en el Estado inca hicieron muy dificil la comprensién de la realidad andina. Polo de Ondegardo (1916b: 47) asegura que en el “registro de los yngas muy por menudo hallemos memoria de todo también cada provincia tiene sus registros de las victorias o guerras y cas- tigos de su tierra. Si importara algo pudiéramos muy bien elexir el tiempo que habia que cada une estabe pacifica debajo dela su- jecién del ynga, pero esto no importa para lo que se pretende, pues basta tener averiguado el tiempo que aqui empezaron su conquista” (el subrayado es mio). Los cronistas, frente a las incongruencias de la historia inca, trataron de arreglar y de acomodar segiin sus criterios las diver- sas versiones, distorsionéndolas. Ademds se encontraban dema- siado imbuidos de los principios de primogenitura, bastardia y sucesiones reales, de acuerdo con los modelos europeos, para entender la costumbre andina del derecho del “mas hébil" a la eleccién del cargo de Inca o de curaca. No podian concebir los europeos el poder de las momias reales que conservaban cria- dos, derechos y tierras, tal como los poseyeron en vida, Tgual- mente incompresibles resultaron las divisiones en mitades, las formas de parentesco andino, de reciprocidad, y el compleja sis- tema de obligaciones simétricas y asimétricas. El mundo andino era demasiado original, distinto y diferen- le para ser comprendido por hombres venidos de ultramar, preo- cupados en enriquecerse, conseguir honores o evangelizar por la fuerza a los naturales, iwrRonuccoN W Un abismo debia formarse entre el pensamiento andino y el criterio espafiol, abismo que hasta la fecha continda separando a los miembros de una misma nacién. i | | | Aclaraciones previas En este libro el lector notard la omisi6n de la palabra “Imperio” con referencia al incario; tal omisién no es casual, obedece a que dicha voz trae demasiadas connoteciones del Viejo Mundo. ‘La originalidad inca se debi6, en primera instancia, a su ais- lamiento de otros continentes. Sus naturales no gozaron de Jas ventajas de la difusién y de los préstamos culturales que permi- tieron el desarrollo de los pueblos de la antigdedad clasica. Sus contactos con Mesoamérica fueron indirectos y esporddicos. El mundo andino prehispénico se vio obligado a buscar su propio desenvolvimiento, a encontrar Ja solucién a sus proble- mas y a sus necasidades ahondando en sus rafces mas profun- das, El hombre de los Andes logré dominar la aspera naturaleza uniendo esfuerzos y concibiendo métodos para superar la incle- mencia del suelo, Su espiritu comunitario y organizativo le per- miti6 vencer las desventajas y las circunstancias adversas. Este espiritu, este recogimiento sobre s{ mismo, fomenté y dio como fruto una fuerza creadora e innovadora que le permitié encontrar la solucién a sus angustiosos problemas. Nada era {é- cil para los habitantes del Peri prehispdnico, sus tierras se situa- ban en un medio ambiente torturado por inhéspitas punas, fra- gosas quebradas, amplios desiertos y enmarafades selvas, Bl deseo indigona hacie la unidad se expresa a través de la voz Tahuantinsuyu, que significa las “cuatro regiones unidas en- tre sf", y que manifiesta un intento 0 un impulso hacia la integra- cién, posiblemente inconsciente, que desgraciadamente nunca se logré y que se vio truncada por la apariciGn de las huestes de 20 ‘Mania RosT¥OROWSKI Pizarro; falté tiempo a los cusquefios pata consolidar sus propé- silos. Por esos motivos nos inclinamos a emplear la palabra ‘Tahuantinsuyu en lugar de “Imperio”, pues el significado cultu- ral de esta altima no interpreta, ni corresponde & la realidad an- dina, sino a situaciones relativas a otros continentes. Una segunda aclaracién que quiero dejar establecida es en relacién con la ortografia de las palabras quechuas, que ha sida conservada como an los textos originales para facilidad de los investigadores, Por la misma raz6n no hemos usado tilde en los nombres quechuas como Huascar, Pachacutec, Tupac. MR Primera parte SURGIMIENTO Y APOGEO DEL ESTADO LA EXPANSION DEL ESTADO INCA Janeas wave pacnacurec Opprene vows PACHACUTEC ¥ ‘Tupac YUPANGUI HUAYNA CAPAC CAPITULO I El Cusco primitivo El llamado Estado inca tuvo un tardio desenvalvimiento en el concierto de las altas culturas prehispénicas; milenios lo sepa- ran de los inicios de la civilizacién. Para comprender mejor el momento de la aparicién del inca- rio dentro del desarrollo cultural andino veamos el cuadro cro- nolégico de la pagina siguiente. Los arqueélogos inician la clasi- ficacién del surgimiento de las culturas andinas con una época Litica, de recolectores y cazadores; contintian con Ia introduc- cién de la agricultura en la Spoca Arcaica; sostienen luego que durante le época Formativa se inician las sociedades y los sefio- rios teocrdticos que se extienden en el tiempo hasta después de le era cristiana y que dan origen a los Desarrollos Regionales ‘Tempranos, seguidos a su vez. por la dltima etapa, llamada de los, Estados Militaristas. Dentro de esta altima, la primera hegemonfa estatal fue la de Wari, que duré del siglo Vit al X d.C; su fin fomenté el surgi- miento de Sefiorfos Regionales o Desarrollos Regionales Tardios del siglo X al XV. En esta 6poca destacé principalmente el sefio- rfo nortefio de Chimor, que comprendié un perfodo de transi- cién entre le hegemonia wari y la hegemonfa inca. El auge del Estado inca arranca en los albores del siglo XV, y su desarrollo quedé trunco-por la aparicién de la-hueste hispana. CUADRO DE DESARROLLO DE LA SOCIEDAD ANDINA 1 ei CuS00 PROMITIvO a {con algunos ejemplos de desarrollos regionales) John Rowe habfa propuesto con anterioridad a la cronologia B a.3 3 zg 4 as 2 que acabamos de exponer una divisin andina, por Horizontes, 2 8 2 3 2>8 | a88|) = & con las épocas de expansién de ciertas culturas a través del terri a ze 38 3 torio, intercalados por Perfodos Intermedios que corresponden a e 2 los florecimientos locales. Es asi que un Intermedio Temprano g < s 98 io ri #8 5 precedié a un Horizonte Temprano (Chavin}, seguido por un In- EE i 3 3 g a g86/b2 2 28 termedio Medio (Mochica, Nasca, entre otros), continuado luego Bales #) 2 | g8g/6* | 5 a8 § por un Horizonte Medio (Tiahuanaco-Wari) que a su voz dio lu- ie —o| at gar a un Intermedio Tardio (Chimu, Chincha, Chancay, y de- £2 2 més] que terminé con la expansién inca u Horizonte Tardio. If x) 3 2 2 5 39 . En la zona del Cusco, las otnfas que ocuparon !a regién antes, sa 25 2 s Bs de la llegada de los grupos de Manco, y los propios comienzos de 3 g fe los incas corresponden al Intermedio Tardio 0 a los Desarrollos 7 ° 3 ‘Tardios. Killke es el nombre de una cerdmica de baja calidad ar- ig i si 3 4 5 a g 58 listica que predominé durante dicha época, y a manera de hipé- BEE g g 3 g s i 38 tesis la identificamos como perteneciente a los grupos ayarma- Pas g bis < ze cas, cuyos jefes étnicos tenian por nombres genéricos Tocay = Capac y Pinahua Capac. is af xz leg z g Sin embargo, los anteriores periodos arqueoldgicos han sido B yl g 33 >be gl = 8 : hallados en el Cusco, pero atin faltan mayores investigaciones a 2% 99 3 8 26 gE en este campo para despejar las incégnitas. Durante el Horizonte i 8 Medio existié una ciudad situada al sur del Cusco denominada l. oof S38 |e Bee Pikillagta, centro administrativo wari para la zona. La presencia & Elg2 ze gs |22\sé z wari en la rogién debi6 influir en muchos aspectos del desarrollo 8325 58] 8 3 Z2(2 & 2 inca, incluso en modelos organizativos y de poder, Ademis, po- ee 3 siblemente persistieron mitos y relatos de aquella época; unos 0 K3 g g gig cuantos siglos no son una barrera para la conservacién de relatos eseses|32 | & | 3 8 orales, Bg 2° Be 2 g 3 § 5 La etapa primitiva del Cusco pertenece a la arqueologia, y no a 3 ‘3 a a ala etnohistoria que tiene su fundamento en los manuscritos y 3 Sl ssrapos —REINOSY SENORIOS AGRICUL RECOLECTORES | documentos del siglo XVI. En estas cortas lineas s6lo hemos MILITARISTAS| TEOCRATICOS | TORES | \CAZADORES querido situar al incario en el casillero temporal que le corres- SOCIEBRBES URGANAS DESPOTTERS “NOS” ponde dentro de las culturas andinas. Al finalizar la época deno- @ 8 ¢ os @ 8 minada por los arquedlogos como Horizonte Medio o Hegemo- # 8 8 gs: 8 8 gi nfa Wari se cred en los Andes un momento favorable para 2B MaRUA RosTWwOROISK: movimientos migratorios. En aquel tiempo ningtin poder central controlaba los grupos étnicos que por motivos desconocidos va- gaban por el territorio. No sabemas si esos éxados se motivaron come consecuencia de Ia caida del poder centralizador de los wari, de invasiones, luchas, guerras 0 de desastres naturales pro- longados, como por ejemplo sequias o lluvias excesivas que pu- dieron arrasar las quebradas andinas destruyendo a su paso pue- hlos y cultivos. A través de los mitos puede percibirse la marcha a lo largo de la sierra de pueblos enteros en busca de tierras fértiles donde es- tablecerse, Héroes culturales como Manco Capac, Pariacaca 0 Tutayquiri (Avila 1968) posefen varas mégicas y fundantes, que al hundirse en Is tierra seitalaban los lugares donde debian asen- tarse, Otros grupos, como los lacuaces, llevaban consigo un pu- fiado de tierra, cuya semejanza con la nueva tierra debian buscar y comprobar antes de pablarla definitivamente (AAL-Idolatrias, lag. VI. exp. 18, fol. 11ry 11). Las leyendas narran la presencia de una pluralidad de pe- quefios curacas o sinchi, simples dirigentes de ayllus de diversos origenes, que habitaban la regién del futuro Cusco. En los mitos, los primeros antepasados se habfan trensformado en piedras, y desde su naturaleza pétrea cuidaban de sus descendientes. Este fue un concepto comin a toda el 4rea andina. Los cronistas nos han transmitido en un confuso relato los nombres de aquellos primitivos jefes cuyas hazafas se pierden en la purunpacha, tiempo desierto y despoblado. Sarmiento de Gamboa (1943: 45) menciona que en esa primera época tres jefes de diferentes etnias, los sauasiray, los antasayacs y los guallas, se encontraban establecidos en el valle del futuro Cusco. Con el tiempo se sumaron unos advenedizos lamados alcavizas, copa- limaytas y culumchimas, y todos juntos cohabitaben en la re- gién, Otros antiguos moradores fueron los lares y los poques. Es dificil precisar la zona en que habitaba cada ayllu o etnia porque més tarde los incas, cuando adquirieron Ja supremacia sobre los demds, procedieron a una reubicacién de los grupos y a 1 mL cusco pena 29 una nueva reparticién de tierras. $6lo un acucioso registro ar- queolégico podria quizé dar luces sobre esa temprana 6poca. El primitivo pueblo de Acamama, nombre con el cual se co- nocerfa el futuro emplazamiento del Cusco (Guaman Fora 1936, foja 84; Murda 1962: 62), se situaba entre los dos rios de aquel valle. Los cronistas cuentan que en aquella temprana fe- cha las construcciones eran de humilde hechura, y una ciénaga cubierta de juncos, originada por dos manantiales no encausa- dos, se hallaba al pie del lugar donde més tarde se construirian Jas imponentes estructuras de Secsahuaman (Betanzos 1968) Sarmiento de Gamboa (1943: 59) recogié de labios de los Orejones cusquefios la division del espacio fisico imperante en- tonces, Se trataba de barrios con un concepto local muy pronun- ciado, muy distinto a las divisiones posteriores que surgicron durante el apogeo inca, La aldea de Acamama estaba formada por cuatro secciones: Quinti Cancha, barrio del picaflor; Chum- bi Cancha, barrio de los tejedores; Sairi Cancha, barrio del taba- co; y el cuarto barrio, Yarambuy Cancha, que no es voz quechua sino aymara, y que probablemente era un barrio mastizo habita- do por gente de lengua aymara y quechua (yaruntatha, mezclar- se. Bertonio). Més adelante, otras divisiones reemplezaron a los cuatro ba- trios de acuerdo con la importancia que fue adquiriendo el gru- po de Manco; sin embargo le disposicion del espacio, dividido en cuatro partes, se mantuvo como una necesidad del sistema organizativo, tra modalidad andina de delimitar las areas se basaba en los principios de oxosicién y de complementariedad. En efecto, 1a oposicién de les mitades, ya fuesen hanan o hurin, es decir extiba o abajo, o bien icho y allauca, ‘zquierda y derecha, forma- ban una divisién dual en todo el aimbito andino. Lus ayllus, los pueblos, los valles comprendian estas particiones con un senti- do de oposicién relativa. A estas divisiones referentes al espacio fisico hay que afiadir una nocién-de-género; Mas-edelante podremos apreciar-en el. 30 MARIA RoSTWOROWSE Cusco cémo el bando de arriba se relacionaba con el sexo mas- culino, mientras el de abajo con al femenino. Ademas de estes diferencias entre los bandos, existia tam- bign una idea de complementariedad que se hallaba en la base del sistema sociopolitico y econémico. Este concepto tenfa sus rafces en la complejidad de la geografia andina. El acceso a los | distinto recursos, propios de cada piso ecoldgico, daba lugar ' diversos mecanismos de interaccién, Sin embargo, es interesan- | te anolar que tanto la aposicién como la complementariedad se encuentran también en olras esferas del pensamiento indigena, como sila cosmovisién del mundo girara en torno aestas dos no- | ciones, ‘Tanto Acamama, que fue un villorio primitivo, como la pos terior capital del Tahuantinsuyu se basaron en estas divisiones duales y cuatripartitas que fueron la base de todo el sistema. En- tender esos principios de divisién es esencial para luego expli- carla divisién del espacio imperante en aquella remota época, idea que se mantuvo después de la instalacién de la gente de Manco. El paulatino aumento de la importancia de los incas obligé posteriormente a la creacién de nuevas divisiones del es- pacio de acuerdo con los cambios politicos, pero el principio fundamental fue el mismo. LOS AYARMACAS | La zona de Acamama estuvo habitida originariamente, entre " otras, por un pujante curacazgo llamado Ayarmaca. Guaman | Poma (1936, fol. 80) después de citar las cuatro edades del mun- do dice que principiaron a gobernar la regién “unos primeros | Incas” llamados Tocay Capac y Pinahua Capac. Muriia mencio- ‘nna @ estos seflores como “reyes”, anteriores a los incas, cuyos te- | mtitorios se extendian desde el Vilcanote hasta los Angaraes | (1962), mientras que Garcilaso asegure que habitaban diez y ‘ocho pueblos en el mediodfa del Cusco, desde las Salinas, a lo 1, ELcusco Panerivo. an largo de tres leguas (1943, lib. 1, cap. XX), Tanto Tocay Capac como Pinahua Capac eran los nombres genéricos de ios seforas de Ayarmaca y de Pinahua, tel como aparece en los testimonios de cronistas y en manuscritos del siglo XV1 (ver Rostworowski 1969-70). Es interesante constatar que los ayarmacas desempefiaron unsol importante en los inicios del Cusco, ellos sostuvieron pro- longadas luchas contra los incas, y s6lo cuando surgié el ‘Tahuantinsuyu quedaron definitivamente desbaratados y rele- gadas al rango de simples curacas locales, jefes de unos cuantos ayllus. No se trata de un grupo mitico come tantos otros pues lo hemes podido rastrear desde los inicios, en 1a llegada al Cusco del grupo de Manco Capac, y nego a través del incario, en los re- Jatos de los cronistas. Los ayarmacas siguieron figurando como tales en los testimonios y registros administrativos virreinales para, finalmente, convertirse, en el siglo XX, en comunidades campesinas reconocidas oficialmente. En los documentos que poseen dichas comunidades se hallan los entroncamientos con Jos testimonios coloniales que los acredita como pertenecientes ale etnfa de los ayarmacas, Esta larga trayectoria histérica, com- probada por documentos, es poco frecuente en nuestro medio y merece que le dediquemos unas lineas. El nombre Ayar, poseido en comin por los miticos herma- nos que con sus respectivas hermanas salieron de ja cueva de Pacaritambo, y por una primera etnia establecida en Acamama, requiere una exposiciOn sobre su significado: en el diccionario quechua de Gonzélez Holguin, ayar es el nombre de la quinua silvestre. En el Cusco existfa una huaca en el cerro de Quisco, llamada Capi, reiz de quinue, que representaba el origen del Cusco. Seguin Sauer (1950}, la quinua (Chenopodium quinoa) era muy importante on los Andes y reemplazaba al maiz en las zonas de gran allura; fue una planta cuitivada en el érea del ‘Tahuantinsuyu. Existe también la posibilidad de que el nombre Ayar, haya sido impuesto posteriormente, después del dominio de los incas 32 Mala ROSTAOROWSEL sobre los ayarmacas, para justificar una continuided entre am- bos grupos. Bl segundo nombre que posefan los hermanos los distingufa unos de otros. La etimologta de Ayar Cachi no oftece dificulta- des pues cachi es la voz para la sal, condimento por excelencia para el hombre. En cuanto a uchu, ademas de quinua silvestre significa aji, nombre impuesto por los espaiioles para el Capsi- cum sp., cuyas variedades fueron las principales especias del Nuevo Mundo. El nombre del tercer Ayar, llamado por los cro- nistas Mango o Manco, se refiere posiblemente a una planta ali- menticia caida en desuso: mango, antiguo cereal (Bromus man- g0) précticemente extinguido, pero que en 1837 atin se le culti- vaba en Chiloé y servia sobre todo para preparar cierta bebida (Sauer 1950). La denominacién de Auca, el cuarto hermano, esté relacionada con una actividad guerrera y no con una planta 0 condimento. En el anilisis de los apolativas quede por ver el significado de la palabra mace, Esta se refiere a una raiz comestible (Lepi- dium meyenii) cuyo habitat fue la pune de la regién central, Era un cultivo propio de una amplia region de altura, pero en la ac- tualidad su sembrfo y uso estan circunscritos a los pueblos pro- ximos a Jauja. Segtin la creencie popular, la maca tiene propie- dades fecundantes, y por lo mismo se le atribuye un origen magico. La maca representa también una antigua tredicién agri- cola de las tierras altas, muy anterior a la aclimatacién de la papa a la puna, De ser exacta nuestra hip6tesis, los ayarmacas con sus dos apelativos de plantas representan un grupo étnico adeptado a las regiones cordilleranas, Dos de los principales asientos de los ayarmaces fueron ‘Tambo Cunga o Posada de la Garganta, y el segundo, situado en los alrededores de Pucuyra, Amaro Cancha o Recinto de la Ser- piente, Otro pueblo frecuentemente mencionado por los cronis- las es el de Aguayro Cancha, cuya etimologia provendria quizé de ahuani, tejer. En un documento del Archivo General de In- dias de Sevilla de 1557 se menciona unas tierras ubicadas entre 1 L.cUscO PRMTIVO 33 una quebrada que baja desde la laguna de Guaypén hacia el rio de Yucay en donde, cerca de une barranca, se situaba la hueca principal de los ayarmacas, llamada Aquillay. En la comarca de Chinchero existia una fortaleza conocida como de los ayarma- cas, la misma que hoy dfa se llama Andinchayoc (Rostworowski 1969-70) La importancia que los ayarmacas tuvieron en tiempos pasa- dos se evidencia en el hecho de que conservaron y gozaron du- rante el apogeo inca de un ceque propio en el sistema religiaso del Cusco; aunque hebfan perdido todo su antiguo poderfo, los incas no pudieron arrebatarles ese privilegio. Es asi que el octa- vo ceque de Antisuyu, en lugar de llevar los nombres tradiciona- Jes de Collana, Payan, Cayeo, era conocido como ayarmaca y comprendia once huacas. También en el quinto ceque de Chin- chaysuyu, en el camino a Yucay, en el cerro de Cinca, existia uma piedra que ora un edoratorio de los ayarmacas pues decfan ‘que era su pacarina o lugar de origen. Los ceque, segiin Polo de Ondegardo y més tarde Cobo, eran ‘unas rayas imaginarias que rodeaban la ciudad, y que partian de la plaza del templo del Sol semejando un gigantesco quipu. Es- tas rayas, de profundo sentido y significado religioso, se di dian en cuatro secciones y seguian los suyu del Tahuantinsuyu, es decir Chinchaysuyu, Antisuyu, Cuntisuyu y Collasuyu, con un total de cuerenta y dos lineas. Cada una de ellas tenia alo lar- go de su recorrido un nimero de adoratorios o huaces cuidadas porun ayllu determinado o por una panaca real. Para su servicio disponian de numerosos sacerdotes, mujeres y servidores dedi- cados al culto (ver Rowe 1979). Otra prerrogativa conservada por los ayarmacas fue la cele- bracién de los ritos de iniciacién de sus j6venes en un mes dife- rente al del grupo inca. Ellos festejaban la mayoria de edad de los varones durante las ceremonias del huarachicuy, en el mes de Oma Raimi, con los omas, los quivios y los tampus. Alallegada de los ayllus de Ayar Manco al primitive asiento de Acamiama, tuvieron que enfrentarse a sus habitantes para ha- 34 ‘Mania nosrwonowsxt corse de un lugar en el valle. No s6lo sostuvieron luchas con los Pequeiios curacas vecinos, sino que sus principales enemigos fueron los ayarmacas, por aquel entonces el grupo més poderoso e importante de la regién. Los cronistas mencionan las guerras entabladas entre los ayarmacas y los incas a Jo largo de diferen- tes gobiernos; cada nueva soberano tenia que sostener continuas contiondas, sin alcanzar une definitiva conquista. En los relatos do Sarmiento de Gamboa, Guaman Poma, Santa Cruz Pachacuti y otros, se vislumbra el esfuerzo que significé para los incas ‘mantenerse en e] Cusco y afianzarse en sus posesiones. La continua reincidencie de les luchas entre esas dos etnias favorecié y ayud6 a mantener viva la tradicién oral de los suce- sos; de generacién en generaci6n se repelian las versiones de lar- as guerras, de derrotas sufridas, de triunfos pasajeros y de dos- truccién de sus huacas. El encono latente entre ellos favorecié el rapto del joven Yahuar Huacec, a quien sus inesperadas lagrimas de sangre le salvaron de una muerte segura. Para tratar de disminuir las lu- chas, ambos grupos recurrieron al intercambio de mujeres con el fin de ponor término a sus rivelidades. Esta situacién se mantu- vo hasta el inicio del Estado inca, cuando el enfrentamiento final tuvo lugar en Guaman Cancha, donde el soberbia y rico Tocay Capac fuo vencido, Los ayarmacas quedaron dobiegados y no volvieron a ser mencionedos en las er6nicas; sus pueblos queda- ron arruinados, y su orgulloso jefe fue conducida prisionera al Cusco, Los sagaces gobernantes cusquefios dividieron y separaron en tres grupos los diversos ayllus ayarmacas, con el fin de restar- les posibilidades de rebelarse y de retornar a su antigua pujanza. En tiempos virreinales, después de las reducciones de Toledo, habitaron en Pucyure, Chinchero y San Sebastién, allf es donde son nombrados en los documentos coloniales. Actualmen te, ol- vidado ya su antiguo poderio, formen comunidades campesinas reconocidas oficialmente en 1923. | sLeusca PRN 33 En las crdnicas, al lado de Tocay Capac es mencionado otro curaca llamado Pinahua Capac. Los ayllus pinehuas eran alines al grupo de los ayarmacas que formaban la dualidad andina. Du- rante la colonia existian dos ayllus pinahuas, uno en el distrito de Oropesa, provincia de Quispicanchis, y el otro en Guailla- bamba, cerca del valle de Yucay. Los pinahuas de Quispicanchis, son ala fecha una comunidad campesine reconocida en 1985. Espinoza (1974) ha publicado unos documentos de 1539-1871 en los cuales se hace referencia a diversas tierras que pertene- cfan a los pinabuas. Sus territorios se extendian al sur de San Je~ rénimo, desde la Angostura hasta el rfo Vilcanota y la laguna de Muyna. ‘Al narrar los sucesos sobre Tocay y Pinahua Capac nos he mos adelantado a la llegada y establecimiento del grupo de Man- co al Gusco para mostrar la antigtiedad e importancia de los ayarmaces como une macroetnia soberana en la regién. Es nece sario tener claridad sobre la situacién sociopolitica del lugar del Cusco en tiempos de la aparicién de los nuevos pobladores, ya no con un enfoque arqueolégico sino etnohistérico. Esta versin andina, de la ocupacién del lugar del Cusco pri- mitivo por grupos que llegaron y se establecieron mucho antes del arribo de los de Manco, esté de acuerdo con los datos arqueo- légicos. Segtn Rowe (1960), en la cerdmica del Intermedio Tar- dio del Cusco se nota el reemplazo de una cultura por otra. El au- tor subraya este fendmeno porque demuestra que la cultura inca liene raices més importantes en las tradicionas de Ayacucho, Nascay Tiahuanaco, y no en las culturas més antiguas del valle. CAPITULO Inicio del desenvolvimiento inca EL MITO DE LOS HERMANOS AYAR La legada a Acamama de los grupos capitaneados por Manco Capac marca el fin de un largo periodo de treshumancia y biis- queda de tierras epropiadas para la agricultura. El mito de Man- co Capac y de Mama Ocllo relatado por Garcilaso de la Vega es ya clisico: ambos salieron del lago Titicaca como una pareja di- vina y se dirigieron al norte en el afén de hallar el valle “escagi- do". Al llegar al cerro Huanacauri, cerca de lo que seria un dfa el Cusco, la vara magica que posefa Manco se hundié en el suelo. Era la sefal tan esperade, alli fundarian el Estado. Con esta pa- reja de héroes civilizadores vinieron el orden, Ja cultura y las ar~ tes, y era el mismo Sol el que infund{a calor y poder a sus hijos. Seria este mito la versién oficial sobre el origen de los Hijos del Sol? Bs posible que el arreglo de la leyenda narrada por el Inca escritor sea obra del propio Garcilaso, como una manera de presentar el mito a lectores europeos. Es por eso que conviene buscar otras versiones, més andinas, del relato fundacional. ‘Uno de los pricipales mitos sobre el origen de los incas tue el de los hermanos Ayar, salidos de une cueva llamada Pacaritam- bo: Posada de la Produccién, Posada del Amanecer a Casa del Escondrijo, Dicho lugar se encontraba en el cerra Tambotoco, el mismo que tenia tres venttanas: Maras Toco, de la cual procedia | | 38 MARIA ROSTWOROWSKI “sin generaci6n de padres”, a manera de generacién espontines, el grupo de los maras; Sutic, ventana que dio origen al grupo de Jos tampus, y Capac Toco, de la que salieron cuatro hermanos cuyos nombres eran Ayar Uchu, Ayar Cachi, Ayar Mango y Ayar Auca (Sarmiento de Gamboa 1943, cap. 8). Ellos estaban acom- pafiados por sus cuatro hermanas, Mama Ocllo, Mama Huaco, Mama Ipacura o Cura y Mama Rau. Cada cronista, segtin las re- ferencias de sus informantes, cuenta con pequefias variantes es- tos episodios Los legendarios Ayar con sus hermanas iniciaron un lento andar por punes y quebradas cordilleranas, con el propésito de encontrar un lugar apropiado para establecerse. Es interesante anotar que en la versién de Guaman Pome (1936, foj. 81), Mama Huaco es mencionada como madre de Manco Capac y se alude a una relacién incestuosa entre ellos. “En ol anélisis psicoanalitico del mito no se encuentran las dos prohibicionas fundamentales, le del incesto y la del pa- ricidio y més bien se hace maniflesta la existencla de una ted de relaciones fraternas en le que el incesto aparece dado, En este mito no existe la pareja conyugal, sdlo el bi- nomio madre/hijo o hermano/hermana. Dentzo de tal siste- ‘ma de relaciones, la interdiccién realizada por el padre en el interior del tridngulo est4 ausente. El sistema de paren- tesco presente en el mito de los Ayer parece implicar, des- de esta perspectiva, una relacién dual entre el hijo y la ma- dre" (Hernéndez y otros 1987) Segiin la nazrativa de los cronistas, los hermanos ao tarda- ron en deshacerse de Ayar Cachi por temor de sus poderes mégi- cos, pues con un solo tito de su honde podia derribar certos 0 hacer que surjan quebradas. Con engafios lo convencieron de que relorne a Pacaritambo para traer el napa, insignia de sefio- rres, y unos vasos de oro que habian olvidedo, llamados topacusi. Una vez que Ayar Cachi penetr6 en la cueva la cerraron con blo- 1, Iwiclo aL DESENVOLVMENTO INCA 39 ques de piedra, en donde quedé atrapada para siempre. Después de este episodio los Ayar continuaron su ruta por las serranfas, Es importante subrayar que los hermanos, a pesar de no te- ner un asentamiento fijo, no dejaban de ser agricultores, es asf que una vez establecidos en un paraje se quedaban en él durante algunos afias, y después de lograr sus cosechas emprendian de nuevo la marcha. Sarmiento de Gamboa cuenta que en su peregrinacién, los hermanos arribaron a un lugar llamado Guanacancha a cuatro leguas del Cusco. Allf se quedaron un tiempo sembrando y cose chando, pero no contentos reanudaron su marcha hasta Tambo- quiro en donde pasaron unos afios. Luego llegaron a Quirirman- ta, al pie de un cerro. En ese lugar se celebré un consejo entre totlos los hermanos, en el que decidieron que Ayar Uchu debta permanecer en dicho lugar transformado en una huaca principal llamada Huanacauri. Adoplar la forma litica era, en el ambito andino, una manera de perpetuar la divinidad o sacralizer a un personaje, es asi que la forma pétrea asumida por Uchu no le im- pedia comunicarse con sus hermanos. El mismo cronista menciona que Mama Hueco era uno de los caudillos del grupo y que en el pueblo de Matagua, esta mu- jer “fortisima y diestra” tom6 dos varas de oro y las lanzé hacia el norte, una cayé en Colcabamba, pero la tierra dura no permitié que hincase. La segunda la arrojé e un terrano llamado Gua- yernaypata donde penotré suavemente. Otros informantes con- taron a Sarmiento de Gamboa que fue Manco Capac y no Mama Huaco quien azrojé el bast6n magico que debia indicar el asenta- miento definitivo. Los ayllus errantes trataron de llegar al lugar sefialado, pero hallando resistencia entre los naturales se vieron obligados a re- tomar a Matagua. Mientras permanecian alli, Manco Capac or- dené a Ayar Auca ira poblar el paraje indicado por la vara. Cum- pliendo la orden de su hermano, Auca volé hacia dicho luger, pero al pisar el suelo se convirti6 en piedra, Segin las creencias andinas, las guanca o piedras eran mojones indicadores de la 40 Magia ROSTWORORISK toma de posesi6n de un espacio. Es as{ que Auca bajo el aspecto litico fue el primero en ocupar el sitio escogido, tan largamente deseado, y ordend a Ayar Mango Ilamarse, de shi en adelante, Manco Capac. Seguin Sarmiento de Gamboa, en la lengua habla- da enlonces, cusco significaba ocupar un espacio de manera mé- sgica, Para Garcilaso, cusco era el "ombligo” del mundo en la len- gua particular de los incas (1943, t. 1, lib. 1, cap. XVII) Cieza de Leén cuenta en términos semejantes la llegada de Manco y su gente al Cusco y aitade que la comarca estaba densa- mente poblada, pero que sus habitantes les hicieron un luger @ los recién arribados. Los mitos narrados hasta aqui, referentes a le manera como fue ocupado por los incas el antiguo Cusco, son relatos total- mente distintos de la versién dade por Gercilaso. La leyenda de los Ayar, con las transformaciones de los personajes en piedras 0 guanca sagradas, ademés de Ja larga peregrinacién del grupo de Manco, son episodios muy endinos, presentes también en los mitos de otras etnias, La trashumancia de los incas no fue la de bandas primitivas de pastores y cazadores, sino la de pueblos esencialmente egricoles, preocupados sobremanera en hallar buenss tierras de cultivo, En estas narrativas, una de las dos mujeres de Manco Capac desempaio un rol especial: hemos visto la versi6n por la cual, a pesar de ser mujer, Mama Huaco fue la caudilla que lanzé la vara fundante para la toma de posesién simbélice del Cusco. Segtin el decir de los cronistas, Mama Huaco cogié un haybinta (boleado- za), y haciéndolo girar en el aire hirié @ uno de los guallas, anti- guos habitantes de Acamama, luego le abrié el pecho y sacéndo- |e los bofes soplé fuerlemente en ellos. La ferocidad de Mama Huaco aterré a los guallas que abandonaron e! pueblo, cediendo su lugar @ los incas. En un estudio anterior hemos anelizado la figura femenina de Mama Huaco y lo que podrfa significar y representar en al or- den saciopolitico de los incas (Rostworowski 1983). Ella fue el prototipo de la mujer varonil y guerrera, en oposicién a Mama 1. ICID DEL DESERVOLIMIENTO INCA a Ocllo, segunda pareja de Manco Capac. Cabello de Valboa (2951) cuenta que Mama Huaco hacia el oficio de valiente capi- tan y que conducfa ejércilos. Esta caracteristica masculina se ex- pliceba en aymara con le palabra huaco, que en dicho idioma re- presenta @ una mujer varonil que no se amedrenta ni por el frfo ni por el trabajo, y que es libre. Sogiin Sarmiento de Gamboa (1949: 59) los cuatro dirigentes que comandaron los ayllus en la Iegada al Cusco fueron Manco Capac, Mame Huaco, Sinchi Roca y Mango Sapaca. Es importan- te recalear que Marna Huaco es nombrada entre los cuatro jefes del grupo. No interesa saber si los hechos fueron verfdicos o mi- ticos, lo importante es analizar la estructura social que la leyen- da sugiere. En esta Goya hallamos a la mujer tomando parte acti- va en la conquista del Cusco, luchando junto a los varones y capitaneando un ejército, lo que ilustra la situacién femenina en un tiempo mitico, y el nivel concedido a su posicién social. En las leyendas cusquefias su ejemplo no es el nico: en la guerra contra los chancas, la curaca Chaflan Curi Goce era la jefa de los ayllus de Choco-Cachona. En la misma leyenda se sabe a través de los Orejones de la ayuda proporcionada por los puru- rauca, piedras magicas que en el momento dlgido de la lucha se transformaron en soldados y lograron el triunfo inca; lo intere- sante del mito es la existencia de pururauca masculinos y feme- ninos, 0 sea que el efercicio de la guerra no era un oficio reserva- do sélo a los varones (Rowe 1979). Estos mitos referentes al establecimiento de los incas son ba- sicos porque revelan su cosmovisin y sus estructuras sociopolt- ticas. Manco Capac y sus ayllus habitaron el Cusco bajo, y su morada fue el templo de Indicancha, mientras que los seguido- res de Auca se afincaron ¢ instalaron en la mitad de arriba o ha- nan. La division por mitades tiene, en su contexto, un sentido de género y comprende una oposicién y una complementariedad entre los bandos de hanan y de hurin, Gercilaso de le Vega (1943, t. 1: 43] confirma ese criterio al decir que los hermanos 42 Masia RoSTWOROWSEI mayores poblaron la parte alta, mientras que los seguidores de la “reina” eran hermanos segundos y poblaron Hurin Cusco. A través de las noticias de Garcilaso tendriamos que los va- rones de hanan eran masculinos/masculinos, y los de hurin masculinos/femeninos. En cuanto a las mujeres, les de abajo se clasificaban como femeninas/femeninas, y las de arriba femeni- nas/mesculinas. Los prototipos de dichas mujeres serfan la fe- menina/femenina Mama Ocllo y la femenina/masculina Mama Huaco (ver Hernandez y otros 1987). LAS PANACA De acuerdo con la informacién de los cronistas, una panaca se formaba con los descendientes de ambos sexos de un Inca rei- nante, y exclufa él que asumfa el poder. Segdin las mismas fuen- tes, la panaca tenia por obligacién conservar la moznia del sobe- ano fallecido y guardar el recuerdo de su vida y hazafias @ través de cantares, quipu y pinturas que se transmitian de gene- racién en generacién. En un pueblo 4grafo era sumemente im- portante tener organizado el mantenimiento de la tradicién. Las panaca de los tiltimos Incas fueron las més importantes y eran poseedoras, desde el periodo de le expansién, de grandes extensiones de lierras. Aparte de sus grandes haciendas, trabaja- das por innumerables yana contaban también con sacerdotes, augures, mujeres y servidores encargados de su cuidado y de mantener su situacién social (Rostworowski 1962, 1970a). La momia de un Inca seguia disfrutando de todos sus bienes tal come los tenia en vida y constituia una genealogia viviente que el pueblo podia admirar durante las grandes fiestas del Cusco, ‘pues salfa a la gran plaza de Aucaypata con todo lujo y rodeada de sus deudos y servidores. Esta costumbre hacia que en la capi- tal existiese una numerosa clientela cuya vida y quehaceres gira- ba en torno a las momias de los difuntos soberanos, quienes a 1. NEI DEL DEsENVOLYIEENTO INCA 43 pesar de haber fallecido mantentan a través de sus panaca una activa injerencia en la politica. Las panaca formaban, junto a los ayllus custodios, la elite y laaristocracia cusquef. Bs indudable que estos grupos crearon facciones y alianzas que debieron ejercer sus influencias en los diversos episodios de la historia inca. Hay que tomar en conside- raci6n el gran mimero de hijos de cada soberano, habidos en las distintas mujeres. Todos los miembros de las panaca compo- nian la corte del Inca, una corte apoyada por sus propios antepa- sados que actuaban a través de sus descendientes como si estu- viesen atin con vida. Para comprender mejor el sentido de una panaca es necesa- rio hacer una corta digresién sobre el significado del término en relacién con otras designaciones de linajes y grupos indigenas. Anieriormente, en otro trabajo, hemos anelizado la vox parciali- dad en el contexto de los siglos XVI y XVI, y nos vimos obliga- dos a contemplar ciertos aspectos de la palabra ayllu (Rostwo- rowski 1981a), ya queen el ambito andino existian, segiin las re- giones, diversas voces para referirse a ella, y no sabemos si todas tendrfan la connolacién cominmente admitida. Bertonio sefala el uso en aymara de Ia palabra hatha, cuyo significado serta cas- ta, familia, ayllu, pero también semilla de las plantas, de los hombres y de los animales. No hay ninguna referencia a pose- sién de tierras en comin, aunque podria inferirse. Fray Domingo de Santo Tomés indica en su diccionario las equivalencias del quechua costefo con el serrano y cita la pala- bra villca como equivalente a ayllu, Panaca contiene una idea de linaje y de familia extendida. Si bien los cronistas sefialan la na- turaleza patrilineal de las panaca, Zuidema (1964) opina que el término lleva en sf otro sentido: designa al grupo de hermanos de un hombre, y tal situacién no serfa aplicable a relaciones en- dégamas o patrilineales, sino a grupos exégamos matrilineales. Esto explica la pertenencia del hombre al grupo de su hermana y el que sus hijos no se clasificaran con él. El mismo Zuidema su- giere (1964 y 1972) le posibilidad de que las panaca existiesen 4 MARIA ROSTWOROMSKE desde tiempo atrés y que de elas se eligiese al Inca reinante, Es muy posible que esié en lo cierto, y como hipétesis proponemos que tanto el grupo de Ayar Mango como el de Ayar Auce usasen diche pelabra como sinénimo de ayllu mucho tiempo antes de su Ilegada al Cusco. Bs posible que una de las diferencias entre ayllus y panaca consistiese en que los ayllus eran petrilineales, mientras que les panaca mantenfan un sistema matrilineal. El témino panaca proviene de pana, “hermane en el habla del varén, o prima her- mana o segunda o de su tierra o linaje conocido” (Gonzalez Hol- guin 1952). Dicho en otras palabras, el conjunto de gente que v gaba por el territorio en busca de tierras fértiles donde esteble- cerse, empleaba la palabra panaca para designer a varios de sus grupos y linajes. De acuerdo con este postulado, la voz panaca sélo se emple6 pare los miembros de los linajes incas, mientras le palabra ayllu era usada en e] Cusco y en Ayacucho en tiempos anteriores @ la llegada del grupo de Mango. Més adelante los es- afioles contribuyeron a difundir atin més le voz ayllu, aplicé dola a todo el Tahuantinsuyu. En Ja relacién de las panaca, segiin los cronistas, se sefialan cinco panaca para la mitad de abajo, o hurin, y seis para el ban- do de arriba, o hanan, y eran las siguientes: Hurin Cusco Chima panaca Raura panaca Auayni panaca Usca Mayla panaca ‘Apo Mayta Capac panaca de Manco Capac de Sinchi Roca de Lloque Yupanqui de Mayta Capac de Capac Yupanqui Hanan Cusco de Inca Roca de Yahuar Huacec._ de Viracocha Uicaquirao panaca Aucaylli panaca Socso panaca 1. INGO DEL DEsENVOLYRNENTO INCA 6 Hatun Ayllu de Pachacutec Inca Yupenqui de Tupac Yupanqui de Huayna Capac Capac Ayllu ‘Tumipampa panaca Sobre la panace de Huayna Capac es importante aclarar que este linaje dio su nombre al centro administrative inca edificado en el norte, en el actual Ecuador y no viceversa como errénea~ mente se ha supuesto. En le probanza de juan Sierra de Leguis: mo, hijo de Mancio y de la usta Beatriz Yupanqui, algunos tes- ligos declararon que Tumipampa se llamaba antiguamente Surampalli (ver Rostworowski 1983). Estas panaca reales, junto a los ayllus custodios formaban la slite cusquefa, y es conveniente subrayar que no se trata de gru- pos miticos pues existe abundante informacién sobre ellos en los documentos de archivos, a través de los cuales sabemos los lugares que habitaban y los campos que posefan a finales del si- glo XVI. Una rica informacién se encuentra en los libros de la Real Hacienda del Cusco (Archivo General de la Nacién, Lima} y en los Libros Parroquiales del Cusco, Es indudable que las panaca durante el incario, ademés de formar la corte del soberano, se desempefieron como facciones politicas. Sus alianzas o enemistades jugaron un rol preponde- rante en la politica inca y en la historia de la sociedad cusquesia. Ademés de les panaca tredicioneles, mencionadas lineas arriba, las crénicas hacen menciones esporddicas a otras | panaca que posiblemente tuvioron un pepel importante en tieinpos an- teriores y que quedaron postergadas por grupos antagénicos con mayor poder. Es interesante anotar que si las afiadimos a las tra- dicionales, forman un total de ocho panaca por cada mitad, es deci: ochu para hanan y otras tantas para hurin, numero fre- ‘cuente en la organizacién andina de los ayllus por ser un malti- plo de la dualidad y de la cuatriparticién, Por otra parte, los Libros Parroquiales del Cusco contienen los nombres de-una serie de ayilus existentes durante los-siglos 46 aalA Rosrwonovsks XVIy XVII, que son sin duda una importante fuente para la in- vestigacién. Para los Hanan Cusco, dos eran las ponaca eliminadas de la lista oficial. La primera se llamé Cusco Panaca y se situaba en el Antisuyu durante las ceremonias de la Citua; quiza represent a los descendientes de Ayar Auca que dieron su nombre al luger conquistado por ellos. La segunda fue llaca Panaca, y su caso es interesante porque suministra informacién sobre la estructura de los linajes reales. Segin la relacién de ceque, la primera hua- ca del quinto ceque de Chinchaysuyu se lamaba Cusicancha 0 Recinio Venturoso, colindante con el templo de Coricancha. En aquel luger naceria Inca Yupanqui (quien mas adelante tomaria el nombre de Pachacutec}, motivo por el cual, desde entonces, allf hicieron sus sacrificios los miembros de lhaca Panaca (Rowe 1979, CH-S: 1; Sarmiento de Gamboa 1943, cap. 47). La afirmacién de que un Inca reinante no pertenecia a ningu- na de las panace “oficiales” nombradas en las crénicas sugiere varios hechos que es necesario considerar, Primero, esta noticia apoya nuestra hipétesis de la existencia de un mayor nimero de panaca antiguas; en segundo lugar, el nombre Tace ofrece una marcada connotacién femenina. Segin Gonzélez Holguin (1952; 368): “Yaaca - la mantellina de la cabece ‘Yaca fusta - le sevora de ayllo de Incas o nobles Inaca yaacalla pachallicuni o pallapallalla - vestirse gdlanamente la muger muy pintada”. Bn Bertonfo (1956, 2da. parte: 175) encontramos: “TGaca, vel Palla - muger que viene de casta noble de los Inges. Téacachasite, vestirse al modo destas mugeres; y hazer muy de la sefiora”, 4 INCIO DEL DEseNVOLVIMIENTO INCA a7 La presencia de un ayllu llamado Iiaca Panaca apoys la posi- bilided de que fuese un linaje de filiacién matrilineal de mujeres nobles, a diferencia de los ayllus patrilineales. Mayor confirma- ion se halla en el hecho de que Pachacutec abandoné su ay!lu natal para incorporarse al Hatun Ayllu. La diferencia entre las, panaca y los ayllus estarfe justamente en poseer estructuras so- ciales diferentes. De ser correcto este planteamiento, cada Inca nacia en una panaca y pasaba a otra cuando recibia la masca~ paycha, Mudarse de linaje no significaba la creacién de un nue- ‘vo grupo, sino el paso de un grupo a otro. Este hecho, ademés de ser una practica particular de los linajes incas, daba una enorme importancia al ayllu o panaca de la madre de un soberano. Sarmiento de Gamboa (1943, cap. 47) cuenta que Pachacu- tec intenté fundir Ifaca Panaca con Hatun Ayilu, pero nunca se Jogré dicha unién, pues ambos continuaron existiendo simulté- neamente en el Cusco colonial. Durante el virreinato, lfiaca Pa~ naca pertenecfa a le Parroquia de San Jerénimo, y en una provi- sién hecha en el Cusco en 1630 sobre deslindes de horedades, Jas tierras de Ifaca Panaca eran vecinas, por un lado, de Sucsu y Aucaylli panaca y, por otro lado, de los campos de los chauin- cusco y de los arayraca (ACC, leg. 8, cuaderno 22, afio 1713}, lo que demuestra que no se trataba de un ayllu mitico, Entre los Hurin Cusco, tres fueron las panaca olvidadas Masca panaca, nombrada por Molina, el cusquefio, como situe- da en el Cuntisuyu durante las ceremonias de le Citua (1943: 3). Es posible que este grupo diera su nombre al distintivo usedo por el Sapan Inca. La segunda panaca se llam6 Sauaserey pana- ca y Sarmiento de Gamboa (1943, cap. 9] 1a menciona como asentada en el Cusco mucho antes del arribo de los linajes de Manco ai valle; quiza se traté de una primera oleada de invaso- res que se adelanté al grueso del grupo. Bn las Informaciones de Toledo (Levillier 1940, t 11) algunos naturales afirmaron que los sauaseray salieron de Sutic Toco, « diferencia de Mango que per- tenecia a Capac Toco. La tercera panaca era la de Yauri, que 48 MARIA ROSTWOROWSKI también es mencionada por Molina durante las fiestas de la Ci- tus en el Cuntisuyu, Las panaca afiadidas aumentaban en dos las correspondien- tesa los hanan y en tres las de hurin, dando ua total de acho pa- rnaca pata cada mitad, cifra comtin en el ande porque correspon- dia al esquema de la cuatriparticién. Con el surgimiento del Estada, las panaca de los soberanos creadores de la hegemonia surgieron como las més poderosas y rricas, pues con ellas se inicié la posesién de grandes tierras pro- pias y de sarvidores en gran escala. Si bien al principio ellas con- tribuyeron eficazmente al desarrollo del Tahuantinsuyu, a medi- da que transcurris el tiempo sus numerosos miembros principia- ron a crear problemas a los soberanos reinantes. Cada momia de un inca fallecide segu‘a como en vida y participaba en la vida po- litica; bajo la forma de oréculos opinaba y daba su parecer sobre los diversos sucesos. Las dificultades surgieron a la muerte de Huayna Capac, con la eleccin de Huascar, y continuaron durante todo su gobierno, hasta que la panaca que apoyabs @ Atehualpa logré triunfar. CAPITULO IIT Expansién y desarrollo LA LEYENDA DE LA GUERRA CONTRA LOS CHANCAS Si bien los mitos de los Ayar y la gesta de Manco Capac se rela- cionan con los inicios y el establecimiento del grupo inca en el Cusco, el de la guerra contra los chancas se refiere a los comien- zos de la grandeza inca; ambos mitos narran dos etapas bien definidas en el desenvolvimiento del Estado. El primero seftala sus origenes y sus esfuerzos para hacerse de un luger en el valle, el segundo, la forma como rompieron el cfrculo de poderosos veci- nos y cambiaron a su favor el equilibrio existente hasta entonces entre las macroetnias. Estas narraciones contienen un fondo de sucesos verfdicos encubiertos por Ia leyenda. No se puede dudar de que al mito de Manco representa un movimiento de grupos étnicos que llega- ron a Acamama, pequefio villorrio ocupado por otros pueblos. Le leyenda de la guerra contra los chancas responde a la necesi- dad que tuvieron los incas de explicar su realidad, es decir de contar los acontecimientos que desataron la expansi6n incaica. Si bien la carencla de escritura entre los naturales y lo confu- so de las fuentes de los cronistas no otorgan una seguridad en el desarrollo de los hechos, por lo menos la leyenda ofrece una ver- sién andina de los posibles acontecimientos. Por otra parte, algo debié octirtir ent el Cusco para favrarécer el auge iica, pues tene- 50 ‘MARIA ROSTWOROWSKI mos la plena seguridad de la existencia de su Estado por lo que vieron y describieron los espaftoles. De alli que su historia esté dividide entre el mito y la realidad. También es obvio que el po- derfo incaico no se forj6 solo, una serie de factores positivos se aunaron para facilitar su engrandecimiento, a la par que uns eli- te de hombres capaces supieron aprovechar de las circunstan- cias para la creacién del Tehuentinsuyu. Cuando se trata de las conquistas incaicas debemos aclarar que, segiin las avidencias arqueolégicas conocidas a la fecha, su expansién databa de poco mas de un siglo antes de la llegeda de los europeos. Tanto Cieza de LeGn (1943) como Castro y Ortega Morején (1974), en su relacién, afirman que los incas eran “modernos” en el panorama andino, es decir que su auge no se perdfa en la no- che de los tiempos, incluso ellos mismas ast lo reconocfan. De la misma manera en que los incas trataban de imponerse y dedominar a sus vecinos, la macroatnfa de los chancas, situa- da en la regién de los rfos Pampas y Pachachaca, aspiraba tam- bign a Ja expansién territorial, y sus conquistas la habfan condu- cido al sur de sus dominios, a la regién de Andahuaylas. Debido al carécter legendario de la guerra contra los chances no podemos asegurar cundo tuvo lugar. Es posible que desde épocas anteriores se haya dado inicio aF-enfrentamiento entre las, dos etnias que concluyé con el asedio al Cusco y la tatel derrota chenca, unas cuantas generaciones antes de la aparicion de los, hispanos, La crénica de Betanzos contiene le informacién més detalla- da sobre las guerras definitivas entre incas y chancas, cuyas ha- zafias él adjudicaba al principe Cusi Yupanqui, convertido més tarde en el Inca Pachacutec. Su relato tiene todas las apariencias de un trozo de cantar indfgena, y es posible que Betanzos tuviese acceso a la tradici6n oral de la panaca de Pachacutec a través de su mujer, la princesa Cuxirimac Ocllo, perteneciente al linaje de Pachacutec. Més adelante explicaremos el porqué de nuestra afirmacién, {iL ERPANION ¥ DESARROLLO 5 Esta Austa habfa sido concubina de Pizarro de quien tavo por hijo Francisco, como su padre y Juan que murié nifio. Des- pués de la muerte de] Marqués se casé con Juan de Betanzos, ex- perto quechuista e intérprete oficial en el Cusco. Es natural su- poner que tuvo largas conversaciones con los parientes de su mujer, y que fueron ellos sus informantes cuando el virrey Anto- nio de Mendoza le ordend escribir una relacién que terminé en 1581. Su obra permanecié inédita, y parte de ella se ha perdido!; es probable que Sarmiento de Gamboa, cuando redactaba su propia crénica, consultase el manuscrito de Betanzos. Esta acla- raci6n es necesaria para explicar por qué usamos de preferencia los datos de este cronista, pues interesa examinar parle de un posible cantar inca, Los chancas, de acuerdo con sus mitos, sefialaban como su pocarina o lugar de origen a la laguna de Choclococha (Cieza de Le6n, La Crénica 1941, cap. XV; Guaman Poma 1936, fol. 85; Vasquez de Espinoza 1942). E] nombre de Choclococha surgié, segdin Murda (1946, lib. 4, cap. VIN), cuando en una batalla enta- blada entre los huancas y los huamanes quedaron derrotados los huancas, quienos en su precipitada huida echaron sus cargas de maiz a la lagune, llamada antiguamente Acha, En el verano si- guiente un excesivo calor secé la laguna, y las semillas germina- ron produciendo tiernos chioclos. Desde entonces la laguna se conocié con el nombre de Choclococha, tal como se le conoce actualmente, El lugar esté cercano al pueblo de Castrovirreyna, a una altura de 4,950 metros sobre el nivel del mar, Otra leyenda relacionada con la misma laguna es menciona- da por Arriaga (1968). Segiin él, durante la procesi6n de Corpus Jos indigenas llevaban en unas andas “dos cordoros de la tierra” que sacrificaban a las dos lagunas: Choclococha y Uscococha, diciendo que las llamas tuvieron allf su origen. 1 EnPalmade Mallorca, en la biblioteca de Bartolomé March, hasido des- ccubierta la crénica completa de Juan de Betanzos. El hallazgo se debe a Mari Carmen Martin Rubio. 52 MARIA ROSTWORDSKI Al igual que los incas, el grupo chanca comprendia varios ayllus divididos también en dos bendos: hanan y hurin. Los per- tenecientes a la mitad de arriba decfen que su jefe mitico era Uscovilca, mientras que los del bando de abajo consideraban a Ancovilea como su antepasado, y ambos personejes, como {do- los, en forma de piedras o guanca eran levados a sus guerres (Sarmiento de Gemboa 1943, cap. 26). Antes de mencionar los diversos ayllus que componfan la etnia de los chancas veremos ¢l significado del apelativo. El di cionario de Bertonio (1958) contiene la palabra cchancca, hilo de lana. Gonzalez Holguin (1952) en su diccionario quechua menciona: chanca zzapa, bambolearse, andar temblando; chan- chani 0 zzanzzani, ir saltando; chanca, pierna. Segin Recaredo Pérez Palma (1938), chanca es la parte del cuerpo en que se unen les exiremidades y el sexo, {Serian los propios chances quienes se lamaran con esa voz, o serfa un apodo dado por los quechuas de Andahuaylas o por los cusquefios por su forma de caminar? Los chancas de Andahuaylas parecian ser parientes cercanos de los demés grupos que habitaban en la actual provin- cia de Ayacucho. Garcilaso (1943, lib. 4, cap. XV) menciona los ayllus que comprendia el grupo de los chancas, segtin él eran: Jos hancohuallus, los utunsullas y los urumarcas, habitantes del valle del rio Pampas; los viloas, de la meseta que esta sobre la orilla izquierda del mismo rio; los pocras, de los valles que cir- cundan la actual ciudad de Ayacucho; los iquichanos, de les montafas al norte de Huanta; los morochusos de Cangallo y, por liltimo, los tacmanes y los quifiuallas que vivian entre Abancay y la cordillera neveda, Navarro del Aguila (1930), en su libro Tribus de Ankco Wa- Hock da a le confederacién chanca mayor extensién territorial pues los alfa con los huancas, y otorga mayor importencia a los ayllus pocras. Si bien los chancas formaron quizé parte de una mayor confederaci6n de grupos, no creemos que los demés com- ponentes de le supuesta macroetnfa participaran en el ataque al Cusco, de ser esto cierto, las pocas fuerzas cusquefias no hubie- Ii. EXPANSION Y DESARROLLO 5a ran podido resistir la embestida, Ademés Betanzos sefiala una dispersién de los efectivos chancas hacia otras regiones, lo que demuestra la escasa cohesiOn de sus ejércitos; parecieran, més bien, haber sido hordas dedicadas al pillaje. Se puede plantear la hipétesis de que los chancas, dado su cardcter indémito y belicoso, fueran quizé los responsables de la desintegracién del gran contro wari, y los principales culpables de su deterioro, Durante el gobierno de Viracacha, los chancas salieron de sus tisrras decididos a conquistar el mundo, partieron de Pauca- ay, su pueblo principal, situado a tres leguas de Parcos. Segiin Ja usanza andina, dividieron sus ejércitos en tres partes, una de ellas tom6 la ruta hacia Cuntisuyu, teniendo por jefes a Malma y a lrapa o Rapa, quienes representaban las mitades organizadoras de arriba y de abajo. El segundo ejército se dirigié también al Cuntisuyu, aunque Sarmiento de Gamboa afirma que fue al An- lisuyu; sus generales fueron Yana Vilce y Toquello Vilca o Teclo Vilca, El tercer grupo tomé la ruta més directa al Cusco, y era conducido por Tumey Huaraca y Astu Huaraca; también llevaba consigo a Huaman Muaraca quo ora el encargado de negociar la rendicion del Inca (para un anilisis de los apelativos de los jefes chancas, ver Rostworowski 1953). Llegados los chancas a Vilcacunge, enviaron sus emisarios al Cusco anunciando su intencién de someter a los incas. Vira- cocha atemorizado por la noticia decidié abandonar la ciudad a su suerte y marché e refugiarse en el fuerte de Caquia Xaquixa- guana. Con Viracocha partieron sus dos hijos, Urco y Socso. Alrededor de Urco conviene hacer una corta digresién: En un anterior trabajo hemos analizado el nombramiento de Urco como corregente del Inca reinante, tema al que volveremos cuando Urilemos las sucesiones incaicas y veamos la costumbre existante entre los curacas de asegurar por nombramiento la he- rencia del cargo, y omitir la norma habitual de la eleccién. Los cronistas que se refieren a Urco como soberano son los siguien- tes: Cieza de Leén; Betanzos; Sarmiento de Gamboa, Sante 54 ‘Mania gosTWORDWSKL Pachacuti y Herrera. Los cronistas que s6lo lo mencionan son: Murda, Cabello de Valboa, Guaman Poma, Los Quipucamayoc y Cobo. El padre Acosta no nombra a Urco, pero dice que el inicio de las victorias de Pachacutec se debié a que un “hermano” suyo, que posefa el sefiorfo en vida de su padre, quedé vencido en una batalla que libré contra los chancas. Otros cronistas como Las Casas y Rom4n-Zamora sefialan a Pachacutec como defensor del Cusco; Calancha asegura que Pachacutec les quit6, a su padre y a su hermano, el gobierno; “aunque Garcilaso dice que el que quit6 el Reyno a su padre fue el Viracocha”, Herrera en le portada de la Década Quinta de su crénica ilustra a Inca Urco con las insignias del mando. Volvamos a la leyenda, cuando la lucha entre los incas y los chances adquiere un cardcler épico ante la proximidad de les tropas enemiges. En la abandonada ciudad sélo permanecié el joven Cusi Yupanqui, supuesto “hijo” de Viracocha, con sus ge- nerales Vicaquirao, Apo Mayta y Quiliscachi Urco Guaranga, 2 quienes se unieron sus cuatro servidores o criados: Pata Yupan- qui, Muru Uanca, Apo Yupanqui y Uxula Urco Guaranga. Sar- miento de Gamboa sefiala que siete sefiores ademés de Cusi Yu- panqui quedaron en el Cusco: Inca Roce, Quilliscachi Urco Guaranga, Chima Chaui, Pata Yupanqui, Viracocha, Inca Paucar y Mircoymana, el ayo del Inca Yupanqui. El ntimero ocho, como ya dijimos, representa un rmiltiplo de la dualided y por lo tanto de la cuatriparticién, cifras onganizadoras que figuran en el sis- tema cusqueiio. La narrative de Betanzos cobra aqui el tono de los largos can- tares de la tradicién oral, sin dejar de lado cierta semejanza con los relatos épicos medievales. Cusi Yupanqui envié a los Lres se- fores que quedaron con él a que buscasen ayuda entre los cura- cas vecinos, quienes, por temor a los chancas y por las pocas fuerzas incaicas denegaron el socorro. Los escasos efectivos cus- quefios forman parte de las expresiones miticas, pues el triunfo posterior aumenté la grandeza del héroe. 1, EXPANSION ¥ DESARROLLO 58 La leyenda narra que estando solo y muy acongojado por la situaci6n, ol virtuoso joven Cusi Yupanqui se qued6 dormido, y en suefios se le aparecié Ia imagen del dios Viracocha quien le profetiz6 su préxima victoria (esta parte del mito tiene un marca- do sabor europeo, pues la tradicién andine mandarfa ofrecer cuantiosos sacrificios a una huaca para as{ obtener de ella un ordculo). Al dia siguiente, después de este suefio, aparecieron los chancas sobre ol catra Carmenca y bajaron en atropeliados es- cuadrones dando voces y alaridos (ver Hernéndez y otros 1987). Segin Cieza, los defansores de la ciudad hablan cavado grandes fosos recubiertos de ramas y tierra donde, en su aprast- rada carrera, fueron cayendo los chancas. Sarmiento de Gamboa (2943, cap. 27) habla de la ayuda proporcionada por la curaca, Chatian Cury Coca, perteneciente a los ayllus de Choco y Cacho- na, quien al frente de su ejército rechaz6 el ataque enemigo. El mito da cuenta de la milagrosa intervencién de los puru- rauca en el momento critico de la lucha, y de cémo esas simples piedras ganaron vida y se transformaron en fieros soldados res- ponsables de la victoria de los incas en el momento mas angus- tioso del encuentro (Santa Cruz Pachacuti 1928; Cobo 1956). La fema de los pururauca alcanzé gran difusin entre los enemigos de los incas, y en ciertas ocasiones los curacas se rindieron s6lo ante el temor de enfrentar a tan aguerrido ejército. Mientras tanto, Cusi Yupanqui y los siete jefes “hermanos” Jograron detener la embestida chanca y, aprovechando la situa- ci6n, e! joven principe se lanz6 hacia sus enemigos para apade- rarse del idolo 0 guanca que representaba a Uscovilea, y de su unancha o estandarte. Los chaneas, viéndose sin su mallqui se dieron a la fuga y no se detuvieron hasta llegar a [chopampa. Los sinchi o curacas vecinos que aguardaban el resultado de la bata- Ila apostados en las alturas cercanas al Cusco, abandonaron sus puestos para unirse a las vicloriosas fuerzas cusquefias y perse- guir a sus enemigos. Para Sarmiento de Gamboa (1943, cap. 28), el segundo en- cuentro contra los chances tuvo luger en Ichopampa, esta vez los 50 Magia RosTWOROWSIO efectivos cusquefios fueron engrosados por los ejércitos de los curacas vecinos, deseosos de plegarse a los victoriosos incas. En. el encuentro perecieron los dos jefes chancas y la desordenada desbandada de sus huestes permitié a los incas reunir un cuan- tioso botin, suceso de gran trascendencia para el desarrollo del encumbramiento cusquefio, como lo veremos mas adelante Después de la victoria conseguida por Cusi Yupanqui, segin delallada narracién de Betanzos, el joven vencedor acudié al lu- gar en donde se encontraba el Inca Viracocha para que, de acuer- do con la usanza andina, el soberano pisase los despojos de los derrotados chancas en signo de conquista, Grande seria el des- concierto del Inca al ver tendidos en el suelo a los humillados chancas; sin embargo, se negé a asumir el acto de triunfo y quiso que fuese Urco el que se pasease sobre el botin obtenid. La pre- lensidn de Viracocha disgusté a Cusi Yupanqui quien fue enton- ces alerlado por un capitén suyo de la preparacién de una em boscada contra su persona, y de la salide sigilosa de topas de Viracocha de la fortaleza en donde se hallaban hacia un destino desconocido. Dada la situacién, Cusi Yupanqui ordené que sus efectivos se dividieran en dos partes, una se quedaria con él y la otra se- guirfe a la gente de Viracocha para averiguar si se trataba de una emboscada, 0 si marchaban al Cusco con el fin de iniciar algiin movimiento contra Cust. Mientras tanto Viracocha aguardaba a Yupanqui en un aposento con los sometidos jefes chancas tendi- dos en el piso, pero Cusi temeroso de una traicién entré a la ca- lana vodeado de sus hombres bien armados. Al insistir Viraco- cha en que fuese Urco quien asumiera el triunfo, Yupangui decidié recoger el bot{n y retornar al Cusco. En el camino de re- greso fue atacado por la gente de Viracocha cuando pasaba por un desfiladero pero, advertido, Ia amboscada fracasé, y el joven hizo su teiunfal ingreso al Cusco, Betanzos sitta el segundo y definitivo encuentro con los chancas, a rafz de estos episodios, en la batalla do Xaquixegua- na, Después de la segunda derrota de los chancas, Yupanqui per- IU. EXPANSION ¥ DESARROLLO 87 dond le vida e los xaquixaguanes, diciendo que fueron forzados participar en la lucha contra los cusqueiios y les ordené cortar- se los cabellos a la usanza inca. En cambio, castig6 duramente a los principales chancas ahorcéndolos y poniendo sus cabezas en altos pelos, siendo sus cuerpos quemados en seftal de escar- miento, Luego de esos sucesos, Ilegaron al Cusco noticias de que Inca Urco se hallaba en Yucay con una junta armada. Yupanqui no aguardé algiin indicio de ataque, sino que marché a Yucay acompafiado de su “hermano” Roca, En el enfrentamiento, Urco, que se encontraba sobre la barranca del rio, fue herido por una piedra en la garganta y cayé al agua; traté de huir nadando en el sentido de la corriente hasta que lleg6 a la pefia Chupellusca, une legua abajo de Tambo, pero allf fue alcanzedo por los solda- dos de Yupangui quienes le dieron muerte. El vencedor de los chancas En un trabajo publicado el atio 1953 dedicamos un capitulo para analizar quién fue el personaje que obtuvo la victoria sobre los chances. Si bien para el anélisis del mito no tiene relevancia quién logré dicha victoria, sf lo tiene para la historia incaica, so- bre todo si tomamos en considerecién que la derrota definitiva de los adversarios del Cusco ocurrié sélo unas cuantas genera~ iones antes de la apericidn de los europeos en estas tierras, Di cho en otras palabras, los episodios que hemos narrado no son mitas de origen, sino narrativa que explica la expansién incaica, acontecimiento acaecido un siglo antes de la conquista espaiiola. Antes de iniciar un andlisis de la situacién engendrade por Ja guerra y derrote de los chancas, cabe preguntarse si efectiva- mente tuvo lugar un ataque de tribus enemigas al Cusco y cuén- do pudo haberse efectuado. Este ltimo enfrentamiento debié ser el punto culminante de guerras y combates librados desde tiempo atrés entre incas y chancas, que s6lo pudo terminar con al triuinfo de uno de ellos. Bs obvio que los incas fueron los favor ee ala RosTWoROWSL recidos, pues de lo contraric la historia andina hubiera tomado un curso muy diferente. A principios del siglo XV el émbito del Cusco y sus alrede- dores se tornaba estrecho y pequefio para la ambici6n, largo tiempo reprimida, de los incas. Su anhelo de conquista se en- contraba detenido por poderosos vecinos, al mismo tiempo que les hacfa falta una organizaci6n para conservar sus posesiones. ‘Més atin, es muy posible que las guerras que constantemente se repelian contra los mismos enemigos a lo largo de los primeros reinados incaicos hayan sido realizadas con miras a obtener un botin y no de adquirir posesiones territoriales. Bl hecho de aca- parar cuantiosos despojos era un deseo de los curacas en geno- ral, pues con el botin podian ser generosos con sus aliados y aflanzar sus lazos de reciprocidad y parentesco. Estas circunstancias cambiaron a rafz de la victoria sobre los chancas; los incas no sélo desearon posesionarse de valiosos despojos, sino que su meta fue establecer una situacién de reci- procidad con los jefes de otras etnfas, tema que veremos en deta- lle més adelante. Hasta la legada de los chancas a Carmenca, a las puertas del Cusco, el curacazgo inca no era ni més extenso, ni més poderoso ‘que las diversas etnfas vecines. Cada valle, cada villorio tenia a un sinchi o jefe guerrero para su defensa, ¢ interminebles gue- mas y luchas mantenian a todos esos pequefios sefiorfos en un estado permanente de alerta. Sélo los chancas, tres repetidas victorias sobre sus comarcanos, venfan ensanchando sus domi- nios. La expansién chanca iba en Iinea ascendente y ten‘ forzo- samente que enfrentar un dia a los cusquefios. Dada esa situaci6n, es explicable que la victoria de los incas tenfa que transformar y cambiar el equilibrio presenta hasta sce momento. Una brecha quedé abierta en el circulo de vecinos hostiles y los cusquefios se lanzaron « través de ella a sus guerras de conquista. El crédito de le victoria conseguida conferfa a los incas una enorme ventaja y superioridad sobre los atros sinchi y curacas. 1H, EXPANSION y DesaRROLLO 59 Muchos de éstos no sélo tratarian do aliarse con ellos, sino que la reciprocidad con los del Cusco fue seguramente muy estima- da y buscada, El camino hacia el explosivo engrandecimiento inca estaba abierto. Robustecidos y radeados de prestigio pudie- on destruir a los chancas en sus propios territorios, hazafie con Ja que no podian sofiar anteriormente, Después de estos triunfos no fue dificil para los cusquefios vencer también @ los ayarmacas y afianzar asi sus posesiones en las cercanfas de su capital. Paso importante antes de pensar en lejanas conquistas. Si tomamos la guerra contra los chancas como el punto de partida para la formacién del Tehuantinsuyu y el inicio del auge inca, es natural que el jefe que llevé el sefiorio a la victoria sea la figura més destacada de la historia inca. Sin embargo, este es un punto muy discutide y ofrece serias discrepancias, por ese moti- vo nos vemos obligados a realizar un anilisis de las fuentes, es decir de las crénicas ‘Surge una confusién de personajes y episodios que aumen- tan el cardcter mitico de los sucasos. {Cul ser4 la verdad histéri- ca? dExistieron Viracocha y Pachacutec como personajes distin- tos, ose trat6 de una sola persona dividida por un desdoblamien- to de los cantares indigenas? {Ocurrieron estos hechos antes y fue la nazracién de los cronistas la que acorté el tiempo? Es indudable que a partir del esesinato de Yahuar Huacac se acumulan los interrogantes, y en este punto el relato de los cra- nistas se vuelve nebuloso. Cieza de Leén mencione la eleccién. de Viracocha al poder, y si se examinan los nombres de los jefes militares de estos dos soberenos nos damos cuenta de que son Jos mismas y que posiblemente pertenecieron a la misma gene- racién (Sarmiento de Gamboa 1943, caps. 23 y 25). También el relato de las visions del Hacedor, atribuidas tanto a Viracocha como a Pachacutec, en visperas del ataque chanca, Uenen un marcado sabor a canciones de gesta. Sobre esto diltimo, queremos insistir en el aspecto medieval de la narracién acerca de la apacicién del dios Viracocha o del Sol y de las plegarias que habria elevado el futuro héroe, La con- 60 MARIA ROSTWOROWSE: sulta de nurnesasos expedientes contra la idolatrfa de los natura- les nos ensefta que la actitud ind{gena en esos momentos debe haber sido muy diferente. Antes del encuentro contra los chan- cas debieron hacer numerosos sacrificios de llamas, cuyes, hojas de coca, sebo e incluso nifios. Las huacas andinas y las guenca, piedras sacralizadas, debfan recibir ofrendas si se querfa oblener su apoyo y benevolencia. Una vez satisfechas hableban y emi- tian ordéculos, manteniendo una estrecha vinculacién con sus fieles. Por los motivos expuestos, nos vemos obligados @ comparar las fuentes, es decir la informacién de los cronistas. Las dificul- tades arrancan de la crénica de Garcilaso de la Vega quien, en oposicién a la mayorfa de cronistas, sefialé al Inca Viracocha como el triunfador de las jornadas contra los chancas. Ante di- cha afirmacién debemos examinar las noticias suministradas por Garcilaso y compararlas con las demés fuentes. Al mismo tiempo tenemos que buscar los motivos por los cuales Garcilaso sintié la necesidad de cambiar las referencias existentes sobre los acontecimientos. Para una mejor comprensién, hemos elabo- rado un cuadro donde aparecen divididas las diferentes versio- nes de los cronistas segiin los datos que ofrecen. Asf tenemos tres grupos (ver pagina siguiente). En la primera columna figuran doce cronistas, todos ellos atribuyen la victoria a Pachacutec. El Inca Yupanqui de Cieza de Leén no podfa ser otro que Pachacutec, pues en diversos pasajes de su crénica encontramos explicaciones sabre quign fue Yu- panqui y dice “que Inca Yupanqui, hijo de Viracoche Inca le acrecenté de riquezas" (se refiere al Coricancha] y en otro higar afiade: “en tiempo del Inca Yupanqui se acrecenté de tal manera que cuando murié y Tupac Yupanqui su hijo hobo el imperio, quedd en esta perficién” (Senorio de los Incas, 1943, caps, XXVIL y XLVII), No hay duda posible sobre la identidad de Inca Yupanqui como hijo de Viracocha y padre de Tupac o sea el noveno sabe- rano de la versién oficial de la historiograffa incaica. Con fre- IL EXPANSION Y DESARROLLE a Cronistes que Cronistas que Cronistes que no atribuyen la victoria a| atribuyen Ia victoria | mencionan esta Pachacutec allnce Viracocha | guerra, pero dan algin dato indirecto Cieza de Leén Garcilaso dela Vega} Murda menciona la Las Cases Cobo Polo de Ondegardo | Anello Oliva Sarmiento do Gamboa existencia de Urco y Jas conquistas de Pachacutec en Vileas Acosta y Jauja. Gutiérrez de Sante Clara Molina, el cusquetic, Jesuite anénimo Santa'Cruz Pachacuti atribuye a Pachacutec Ja visidn del Hacodor. Cab Calancha Cabello de Velbon Romén y Zamora habla de dos guerras Herrera’ de Yupangui contra Jos chancas Diogo Hernandez, el Palentino, mencions ‘2 Pachacutec como el conquistadar de Vilcas, importante centro chanca cuencia encontramos que los cronistas nombran a este inca s6lo como Yupangui, explicando que afiadié a su nombre el apelati- vo de Pachacutec después de la victoria sobre los chancas, ade- més cuando un Inca asum{a el poder era una costumbre cambiar de apelativo (Santa Cruz Pachacuti 1968; Quipucamayos de Vaca de Castro 1920). En cuanto al relato de Ancllo Oliva (1895, cep. I), su infor- mante fue Catari de Cochabamba y segtin su decir Viracocha y Pachacutec fueron una misma persona, y le atribuye al primero lasumisién de los chancas sin mencionar el ataque al Cusco, Por ~ “illimo, Cobo (2956) ante-le-dificulted de emitir un juicio escoge 82 ania RosTwoRoWsKI el recurso de atribuir e ambos Incas los mismos sucesos, hecho que lo descalifica como informante. En la tercera columna figuran los cronistas que no aluden a ninguno de los dos Incas como vencedores, pero proporcionan ciertos datos que pueden ser de utilidad. La conquista de Vilcas significa la sumision chanca, pues se trataba de un centro impor- tante de dicha etnfa, y el personaje que venciera eos chancas en el Cusco tenfa que continuar la guerra en territorio enemigo. Guaman Poma no menciona el ataque al Cusco y més bien sefala extenses conquistas realizadas por Yahuar Huacac en te~ ritorios pertenecientes a los chancas, y atribuye las mismas ha- zafies al Inca Viracochs. Mas arriba hemos manifestado que las luchas entre incas y chancas duraron largos aos y posiblemente se repitieron con cada gobierno. Para esclarecer los sucesos, cabe notar que Guaman Poma al escribir sobre los capitanes famosos menciona al sexto: Otoron- g0 Achachi, hijo de Inca Roca; al séptimo come hijo de Yahuar Huacac, y al octavo capitén como hijo de Pachacutec, sin nom- brar a los capitanes de Viracocha, Por otro lado, y siempre segiin Guaman Poma, el primer capitan, hijo de Manco Capac y de Mama Huaco se llamé Pachacutec. Existe le posibilidad de que Cusi Yupanqui o simplemente Yupangui perteneciera a la des- cendencia de la guerrera Mama Huaco, pues nacié en el linaje de Iaca Panaca en Cust Cancha, de un posible ayllu dador de mu- jeres. Esta supasicién obligarfa a replantear al problema y expli- carfa el lugar preponderante otorgado por este Inca a la parej mitica de Manco Capac y Mama Huaco, al tiempo que reorgani- 6 los ayllus y linajes.del Cusco. Pero volvamos a la informacién de Garcilaso para pregunter- ‘nos si su versién, tan diferente de la mayoria, se dehia a un das- conocimiento de los hechos, a la lejania de su tierra natal o al tiempo transcurrido entre su partida del Pera y le redaccién de su crénica, Sin embargo, Garcilaso, segin su propio decir, cono- ci6 y consult6 las crénicas de Acosta y de Cieza de Leén, ambos cronistas contrarios a la versién suya. Un error intencional de I. BXPANSION y DESARROLLO 63 Garcilaso, que podemos probar, es el que cometié con las mo- mias reales encontradas por Polo de Ondegardo en el Cusco. Alli, su deseo de ocultar los hechos, de cambiar o sustituir a las, momias y los nombres de los Incas, es inocultable. Sabemos que la momia del Inca Viracocha fue encontreda por Gonzalo Pizarro en Xequixaguana quien ordend fuese que- mada, Los indlfgenas recogieron sus cenizas y las guardaron en una tinaja; afios més tarde, el licenciado Polo les descubrié (Acosta 1940, lib. 6, cap. XX; Sarmiento de Gamboa 1943, cap. XXV; Calancha 1638, lib, 1, cap. XV). Una suerte semejante co- rri6 la momia de Tupac Yupanqui al ser quemada por Chalcu- chima, general de Atahuelpe; fue también Polo el que hallé sus cenizas en Calispuquio junto con su huauque o doble (Sarmian- to de Gamboa 1943, cap. LIV): En cuanto a la momia de Pachacutec, fue hellada por Polo de Ondegardo (1916b) en Tococache, adonde habia sido trasladada por Jos naturales desde su lugar original en Patallacta. En Toco- cache el inca habia ordenado la edificacién de un templo consa- grado al Trueno, huaca que habia escogido por su huauque. Polo, al referirse a la momia de Pachacutec dice lo siguiente: “quando descubri el cuerpo de Pachacuti ings Yupenqui Inga que fue uno de los que yo embyé al Marqués a la ciu- dad de Los Reyes que estaua embalsamado e también cura- do come todos vieron e hallé con é1 el ydalo principal de la provincia de Andavaylas porque la conquisté este e la meti6 devajo del dominio de los ynges quando vencié a Barcuvil- ca el sefior principal della, y le maté" (el subrayado es nuestro}. Este idolo chanca hallado al lado del cuerpo de Pachaculec prueba que fue este Inca el que vencié a los chancas. Cobo (2956, lib. 13, cap. XII) confirma la costumbre indigena de que el conquistador de una regién consarvaba los fdolos del lugar que doblegaba. A la muerte del Inca pasaban a su linaje o panaca, 64 Manta ROsTWOROMSKI Acosta (1940, lib. 6, cap. XI) menciona también el descu- brimiento de Polo y describe la momia de Pachacutec en los si- guientes términos: “hallé traslado de Patallacte a Tococache donde se fundé le parroguia de San Blas. Estaba el cuerpo entero y bien ade- rezado con cierto betiin que parecia vivo. Los ojos tenfa he- chos de una telilla de oro, tan bien puestos que no le hacia falta los naturales; y tenfa en la cabeza una pedrada que le dieron on cierta guerra. Estabe cano y no le faltabe cabello como si muriera aquel mismo dfa, haciendo més de sesenta uochenta afios que habia muerto". El detalle que cuenta Acosta de la cicatriz que lucia en la ca- boza la momia de Pachacutec es confirmado por Cabello de Val- boa y por Sarmiento de Gamboa (1943, cap. XXXIX; Cabello de Valboa 1951, cap IV; Santa Cruz Pachacuti 1928: 187), Estos cro- nistas afirmaban que el Inca habfa recibido una herida durante lun ancusniro, hecho que ayudé en el reconocimiento de la mo- mia. Otra circunstancia que sirve para identificer al Inca es le menci6n de sus canas, todos los datos concuerdan sobre la edad avanzada que ten{a cuando murié, Ahora bien, a pesar de que Garcilaso tuvo los libros de Acos- tay de Cieza, todas las referencias que él consigna en su crénice son totalmente distintas. De las tres momias masculinas que vio en la posada de Polo de Ondegardo, alude a la una como pertone- ciente a Viracocha, la segunda a Tupac Yupanqui y la tercera @ Huayna Capac (Garcilaso 1948, t. 1, lib. 5, cap. KXIX). Cuenta Garcilaso que Polo le mostré las momies déndole ¢ cada una su nombre, pero el licenciado no pudo proporcioner esa informa- cién por ser diametralmente opussta a lo averiguado y escrito por él. No se puede alegar en favor de Gercilaso que hubiese olvida- do y confundido las momias por haberlas visto hacia muchos afios, porque él mismo cuente que disponia de la orénica de TL EXPANSION ¥ DESARROLLO 65 Acosta, Es sorprendante que Garcilaso no mencione para nada la momia de Pachacutec, y en su luger nos hable de la de Viraco- cha, Es asi que cambi6 arbitreriamente los restos de Pachacutec por los de Viracocha e hizo con los cuerpos de los difuntos Incas Jo que habia hecho con las hazatias de sus vidas. Dicho en otras, palabras, trocé los cuerpos de los soberanos de la misma manera como habia cambiado los sucesos de sus gobiernos. Es decir, permuté las momias y los acontecimientos de un Inca a otro de manera deliberada. Omitié también nombrar al idolo chanca que acompafiaba al cuerpo del difunto Pachacutec, cuando sa- bemos a través de Cobo que era costumbre conservar las momias de los jefes guerzeros junto con los idolos de los pueblos con- quistados por ellos. 4A que se debié la actitud de Garcilaso de esconder y trasto- car los acontecimientos? Segtin el razonamiento europeo, no ha- bia ninguna razén para relatar en forma tan diferente la historia inca. La explicacién debemnos buscarla en los més puros criterias indigenas que aplicé Garcilaso, juzgando los acontecimientos con toda la pasién existente entre las panaca, que en el Cusco formaban bandos politicos, En las guerras entre Huascar y Atahualpa se crearon camari- las encabezadas por Capac Ayllu, panaca de Tupac Yupanqui, y por Hatun Ayllu, linaje de Pechacutec, Gercilaso descendia por su madre de la panaca de Tupac Yupanqui, al igual que Huascar identificado con le misme panaca por su madre Raura Ocllo; mientras que, segtin nuestra investigacién, Atahualpa pertenecia por su madre a Hatun Ayllu, Las guerras por la suce- sién de Huayna Capac tomaron prontamente un giro en torno a litigios y rivalidades entre estas dos panaca reales, pero no nos adelantemos, lo anticipamos equi sélo para tratar de explicar los, seuliuientos del Inca escritor. ‘Toda esta acumulacién de rencores y odios, aumentados por la quema de Je momia de Tupac Yupanqui, y por el ensafiamien- to de los generales de Atahualpa en Huascar y sus deudos, afec- taron profundamente Garcilaso y lo impulsaron a trastocar los, 66 Manla tosrwoxcsts ‘Sucesos. Por otro lado, como ya hemos visto, silenciar los acon- tecimientos y alterar los eventos era un hecho frecuente en la historiografia andina. La misma pasién movié también a Betan- z0s en sentido contratio, al omitir a Huascar de su lista de sobe- anos cusquefios de la capaccuna. De no haber sido truncado el desarrollo ince por la Ilegada de los espaiioles, todos los episo- dios sobre Huascar hubieran desaparecido de los cantares, qui- pu y pinturas oficiales. Su recuerdo se hubiera conservado sélo en su propia y disminuida panaca, Debido al habito andino do adulterar los eventos se hace im- posible relatar una historia inca veridica, coherente y segura. Cada suceso deberia ser comprobado, lo cual es imposible por falta de documentaci6n. El caso de la ansposicién de les mo- mias reales realizada por Garcilaso y su flagrante enredo inten- cional, es comprobable porque ocurrié ya en época colonial, y es posible comparar testimonios escritos. Bsto demuestra que una historia inca podia ser relatada de tres 0 cuaito maneras diferentes, y en elles se basaron los cronis- tas. De alli que la guerra contra los chancas tenga que ser investi- geca con gran cautela para poder asf desbrozar el mito de le rea- lidad. De gran ayuda son las referencias arqueolégicas que pueden colaborar con las noticias etnohistéricas y, en algunos casos, oponerse a ellas. Gonzélez Carré (1981, 1987), al investi- gar la historia de Ayacucho encuentra que al debilitarse el pode- io wari suxgieron unas elnfas por los aos de 1200 a 1470 d.C. que él identifica con los chancas y sus grupos afines Los estudios arqueolégicos han permitido descubrir mas de ciento veinte asentamiantos a lo largo de la cuence del rfo Pam- pas. Dichos pueblos se encuentran entre los 2,000 a 4,000 metros sobre el nivel del mar; tal ubicaci6n muestra que sus habitantes tuvieron le necesidad de dominar los lugares estratégicos para su dofonsa, Sus restos de cerémica, burda y simple, no guardan re- Jacién con le alfareria sofisticada de la 6poca wari, indican mas bien que sufrieron la invasién de pueblos de cultura inferior. Para Gonzélez Carté, los chancas y sus aliados fueron hordas Iu, EXPANSION Y DESARROLLO er que dominaron la regién de Ayacucho, Huancavelica y Anda- hhuaylas, y los responsables de la destruccién dela ciudad weri. Los hallazgos arqueolégicos confirman nuestras hipdtesis y nos permiten presentar un dltimo problema: descubrir los moti- ‘vos y razones que llevaron a Cusi Yupanqui a escoger como nom- bre de gobernante el de Pachacutec. Adelantaremos aqui una conjetura, muy especulativa, que no podemos prober, pero que creemos necesario plantear y discutir pues es la tinica manera de avanzar en la investigecién: en ol caso de ser los chancas y tribus emparentadas los destructores de la hegemonfa wari, la victoria inca serfa una remota revancha por un suceso legendario acaeci- do siglos atrés. En el Cusco de aquel entonces debian conservarse mitos y recuerdos sobre el pasado, a pesar de haber transcurrido varios siglos desde el final de la tercera época wari hasta los ini- cios del auge inca. El ejemplo del mito de Mama Raiguana, diosa de la sierra contral y norcentral, conservado on el actual pueblo de Pampas en el valle alto de Chancay como un relato folclérico de una madre campesina, nos permite afirmar la pervivencia de la tradicién oral (Rostworowski 1983; Arteaga Leén 1976). Es so- bro tn base de este supuesto que nos permitimos aventurar que algunos soberanos waris llevaron el apelativo Pachacutec, y que Cusi Yupanqui opté por el nombre que le recordaba antiguas grendezas de aquella hegemonia, y que posiblemente se sintio heredero de los legendarios sefiores waris y deseé emularlos (ver la numerosa lista de sobaranos dada por Montesinos, cabe la leja- na posibilidad de que sea una lista de los sefores waris). Por otra parte, cuando en el Cusco sucedfa algdn alborota mayor en las sucesiones, el Inca que obtenfa la mascapaycha afirmaba su situacién eligiendo un nombre espectacular, como en los casos de Viracocha después del asesinato de Yahuar Hua cac en la convulsionada situacién del Cusco, de Cusi Yapanqui a raiz de la guerra contra los chancas y la muerte de Urco y, por iiltimo, de Atabualpa que escogié por apelativo real ol de Tisct Capac al triunfar sobre Huascar (Quipucamayos de Vaca de Cas- tro 1920; Santa Cruz Pachacuti 1928).

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