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PLAZO Y TÉRMINO

Los vocablos término y plazo, particularmente desde un punto de vista doctrinario


responden a conceptualizaciones diferentes, aunque en las legislaciones se utilizan por
regla general como sinónimos, sin hacer diferencias conceptuales entre ellos. En este
sentido, nuestra legislación procesal civil casi unánimemente usa el vocablo término,
para referirse a la temporalidad reguladora de los actos procesales y muy
ocasionalmente el de plazo, como ocurre en el artículo 129 del CPCDF (Artículo 227
CNPCF). Terminología que doctrinariamente no es la más adecuada.
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Al respecto, Jaime Guasp, comentarista de la legislación procesal civil española, dice lo


siguiente: "La realidad nos descubre que el acto procesal ha de ser verificado no solo
en espacios de tiempo aptos in-abstracto: días y horas hábiles, sino también en el
período de tiempo que a cada uno in-concreto, se señala; cuando este período de
tiempo lo constituye un momento o serie de momentos breves, no superior al día,
hablamos de término; cuando lo constituye un espacio de tiempo, una serie de días,
hablamos de plazo”. De lo dicho por el mencionado autor parecería deducirse
simplistamente, y así ha ocurrido, que es término cuando el período de tiempo no
excede de un día; y plazo cuando ese período excede de un día. Sin embargo, creemos
interpretar más fielmente, las palabras de Guasp, si entendemos, que cuando para
realizar un acto procesal, no hay más que un momento determinado, estaremos frente
al término; y que cuando el acto procesal puede o debe realizarse en cualquiera de los
momentos que constituyen un período de tiempo determinado, habrá plazo.
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Redondeando las ideas anteriormente expuestas, podemos conceptualizar los vocablos


término y plazo así: TÉRMINO, es el momento de tiempo en que debe realizarse o
comenzar a realizarse un acto o actividad procesal. Por ejemplo, cuando se cita para la
comparecencia de un testigo; cuando se cita a alguna de las partes para que absuelva
posiciones; cuando se cita a las partes para la práctica de una inspección de juez;
cuando se cita a las partes e interesados para el remate de bienes en el juicio ejecutivo
y en general, siempre que en proceso se ordene una citación o comparecencia.

Y, PLAZO, es el espacio de tiempo en que puede realizarse un determinado acto o


actividad procesal, pudiendo suceder su realización en cualquier momento de ese
espacio de tiempo. Así por ejemplo: en los juicios ordinarios, la ley concede el espacio
de tiempo de quince días para contestar la demanda, y el demandado podrá hacerlo
en cualquiera de los momentos que componen esos quince días; igual ocurre, cuando
la ley ordena que las excepciones dilatorias en los Juicios ordinarios, deben alegarse
dentro del “término” (debe entenderse plazo), señalado para la contestación de la
demanda, pudiendo ocurrir su alegación, en cualquiera de los momentos constitutivos
de ese plazo; e igual ocurre cuando la ley señala que cuando se desee apelar de una
sentencia, tal apelación deberá hacerse dentro de los quince días siguientes al de la
respectiva notificación, pudiendo en consecuencia, interponerse tal recurso, en
cualquier momento de esos quince días.
Concepto de Término

Terminus es la raíz latina de la palabra término, cuya primera acepción es "último


momento de la duración o existencia de una cosa."

Que se hace referencia al tiempo en la definición gramatical apuntada es evidente. En


materia procesal, el término alude asimismo a una cuestión temporal. El término es el
momento en el tiempo con que cuentan las partes, un tercero o el propio órgano
jurisdiccional, para llevar a cabo un acto o cumplir una obligación dentro de las etapas
que integran el proceso, para efectos de que tales actos u obligaciones tengan validez
y eficacia.

En la Quinta Época del Semanario Judicial de la Federación, el Pleno de la Suprema


Corte de Justicia de la Nación determinó que el término se diferencia o distingue de la
condición, en que ésta suspende el compromiso que debe formar la convención,
mientras que el plazo difiere la ejecución de un compromiso que ya existe.

Entre el término y la condición existe una diferencia fundamental: mientras la condición


está constituida por un acontecimiento futuro e incierto, el término radica en un
acontecimiento futuro pero cierto.

En la condición debe tratarse de un hecho futuro cuya realización sea incierta, en


tanto que, en el plazo, esa realización debe ser segura, aunque se ignore el tiempo
en que ocurrirá.
PLAZO TÉRMINO CONDICIÓN
Difiere la ejecución de un Suspende el compromiso
compromiso que ya existe. que debe formar la
convención
La realización del acto o Radica en un
hecho debe ser segura, acontecimiento futuro pero Está constituida por un
aunque se ignore el cierto. acontecimiento futuro e
tiempo en que ocurrirá. incierto
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Debe tratarse de un hecho
futuro cuya realización sea
incierta

El examen del pensamiento doctrinario a propósito de la clasificación de los términos


permite agrupar a éstos bajo los siguientes criterios distintivos:

e n su ori en los términos se clasi ican en

on a uellos i ados por


mutuo acuerdo de las
partes.

a) Según su origen los términos se clasifican en: legales, judiciales y


convencionales.

Los términos legales, son aquellos que se encuentran expresamente


determinados por la ley. Ejemplos de ellos los tenemos en el término para
contestar la demanda; en el término de prueba; el término para apelar y el
término para pedir revocatoria de una interlocutoria.
Los términos judiciales, son aquellos que el juez fija y regula por facultad
expresa que le confiere la ley. Este tipo de términos, si bien es cierto se
encuentran señalados por la ley, tal señalamiento algunas veces está hecho en
abstracto, correspondiéndole al juez regularlo según su arbitrio y a las
eventualidades de la litis, otras veces estos términos están señalados en su
duración máxima, debiéndolos graduar el juez, según las circunstancias
particulares del proceso, sin que le sea dable ni a él ni a las partes extender ese
término más allá de los límites máximos fijados por la ley.
Son ejemplos de ellos, el llamado término de la distancia; el término para 7
pruebas que han de hacerse fuera del territorio nacional; el término que señala
el juez para que el obligado rinda una cuenta; y el término prudencial que el
juez puede señalar para que el obligado exhiba documentos o cosas muebles.

Los términos convencionales, son aquellos fijados por mutuo acuerdo de las
partes. El caso claro de término convencional es cuando las partes se someten
a la decisión de árbitros, y ellas de común acuerdo, fijan el plazo dentro del cual
los árbitros deben pronunciarse. Y sólo a falta de estipulación expresa, opera el
plazo legal.

b) Según la forma en que producen sus efectos, los términos se clasifican en:
Perentorios y No perentorios.

El término perentorio, al cual Couture llama además “Fatal” y “Preclusivo”, es


aquel que una vez vencido, caduca. Se extingue en sí mismo por virtud de la
ley; vale decir, de pleno derecho, sin que para ello sea necesaria ni actividad de
parte, ni decisión de juez. Por lo tanto, sin más actividad produce la pérdida del
derecho o más bien hace precluir la oportunidad de realizar el acto que debería
haber ejecutado el interesado. En este sentido los términos perentorios son de
estricto orden público que propenden por expresa disposición de la ley al
impulso procesal. Siendo en todo caso necesario que la ley los califique como
tales con el vocablo “perentorio”, u otro e uivalente. Ejemplo: El término para
la interposición de la apelación.

El término es no perentorio, cuando no obstante haberse vencido, su perención


no se opera automáticamente, siendo necesario para ello, motivación de parte
y decisión de juez, es decir, se requiere el acuse de rebeldía. Esa motivación de 8
parte se veri ica por medio de los institutos llamados “Declaratoria y Acuse de
Rebeldía” representativos del principio de dispositividad en el proceso y
mediante los cuales se produce la preclusión del derecho o de la oportunidad
que se dejó de usar.

Son ejemplos de términos no perentorios los siguientes: el concedido para la


contestación de la demanda y todos los términos señalados para que los jueces
dicten sus resoluciones.

Los perentorios son fatales, es decir, su transcurso implica que posteriormente


no sea posible ejercer los derechos que pudieron haberse ejercido en su
oportunidad. Los no perentorios implican que, bajo ciertas condiciones, si
pueden hacerse valer los derechos, aunque ya haya transcurrido el plazo de que
se disponía para el efecto.

c) Según puedan alterarse o no o extenderse, los términos se clasifican en:


Prorrogables e improrrogables.
Se dice que son prorrogables, aquellos términos que son susceptibles de
extenderse más allá del límite máximo de duración señalado por la ley, por el
juez o aún por las partes.

Improrrogables, como su propio nombre lo indica, son aquellos que no pueden


prorrogarse, es decir que no pueden extenderse más allá de los límites
temporales fijados por la ley o por el juez.

Que un término sea perentorio y además improrrogable, sólo nos indica que en 9
él concurren dos modalidades de los términos con efectos propios; lo que no
quiere decir que sean sinónimos.

Por regla general, todo término perentorio es improrrogable, ej.: el término para
recurrir en apelación; pero no todo término improrrogable es perentorio. Ej.:
Artículo 487 CPCDF cuando al juez tiene la facultad de fijar el término para que
el obligado rinda cuentas, término que no será mayor de 30 días; si el juez
señala treinta días para el caso, ese término es improrrogable, puesto que no
puede extenderse más allá del límite máximo legal fijado; pero no es perentorio
puesto, el obligado puede rendirla posteriormente aún bajo apremio corporal,
el que deberá ser pedido por la parte contraria. Insistimos entonces en que la
perentoriedad de un término está dada debido a que el acto procesal no puede
realizarse válidamente fuera del mismo, porque la preclusión hizo caducar el
derecho. Y la improrrogabilidad está dada porque el término no puede
entenderse más allá de los límites fijados por la ley o por el juez.

Son términos improrrogables, por ejemplo: el término para apelar.

Es ejemplo de término prorrogable, el de prueba cuando se permite ampliarlo:


para recoger prueba que ha de hacerse fuera y para recibir prueba testimonial
que presentada en tiempo no fue recibida por causa independiente a la voluntad
de las partes. Artículo 520 CPCDF. (Artículo 1012 CNPCF)
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d) Según aproveche una o ambas partes, los términos se clasifican en: individuales
y comunes.

Esta clasificación se presenta en función de la persona a la que le conciernan


los términos.

El término es común: Son aquellos que, cuando en su duración, corre por igual
y aprovecha en la misma forma, para todas las partes litigantes; de suerte que,
las actuaciones de las partes deben ocurrir dentro de él, aunque obviamente en
forma independiente. Por ejemplo, el término para ofrecer pruebas.

El término es individual: Son aquellos que está establecido en beneficio


exclusivo de una de las partes litigantes, por lo que sólo a ella le compete su
uso, y solamente ella puede dentro de él realizar el acto o actividad que le
convenga. Por ejemplo, el contestar la demanda.

Así, si el término debe ser observado sólo por una de las partes, será individual.
Por el contrario, si ha de ser tomado en cuenta por las dos partes, se entenderá
como común.
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e) Según sirvan para la generalidad o para casos en particular, los términos se


clasifican en:

Ordinarios y extraordinarios.

Esta clasificación depende exclusivamente de la ley.

Son ordinarios: Son aquellos determinados por la ley sin que exista ninguna
consideración especial para la ejecución especial de los actos procesales; es
decir el término fijado para los casos comunes, sin atención a circunstancias
especiales. En tal sentido, por regla general todos los términos fijados por la ley
son ordinarios. Por ejemplo, el término para contestar la demanda; el término
para oponer excepciones dilatorias; el término para alegar de buena prueba,
son ejemplos de ordinarios.

Se dice que son términos extraordinarios los fijados según medien


circunstancias específicas, que salen de lo común y de acuerdo con las cuales
se gradúa la duración de este. De suerte que, para la concesión de ellos, se
necesita la existencia de una situación muy especial que la amerite, y a través
de ella se determina su duración.

Por ejemplo, por la circunstancia especial de que la prueba se encuentra fuera


del país, el término ordinario se extiende más allá de sus límites.

Cuando, para la generalidad de los supuestos, las leyes establecen


determinados términos, se dice que éstos son ordinarios. Sin embargo, cuando
la propia legislación prevé prórrogas para casos específicos, los términos serán,
entonces, extraordinarios.

CÓMPUTO

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La palabra cómputo, cuya raíz se encuentra en el latín computus, significa cuenta o


cálculo. En el lenguaje forense, el cómputo de los términos se refiere al establecimiento,
por parte de la ley, de los tiempos que las partes deben aprovechar para llevar a cabo
los actos procesales necesarios para la consecución del proceso, en la inteligencia de
que su estado dentro de éste podría verse afectado si no actúan de conformidad con
los plazos y términos legales.

Esto es, el cómputo guarda relación con la forma en que inicia el tiempo que comprende
el plazo, la forma en que transcurre y el momento en que concluye (término).
La regulación del cómputo de los términos varía de una materia procesal a otra. En
materia civil ocurre lo siguiente:

a) De conformidad con los artículos 287 del Código Federal de Procedimientos


Civiles y 132 del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal,
(Artículo 227 CNPCF) los términos deben señalarse en los autos del día en que
empiecen a correr los plazos y aquel en que deben concluir, es decir, el término
en sentido estricto. El precepto indicado del Código Federal de Procedimientos
Civiles agrega que en la constancia debe asentarse el día en que surta efectos
la notificación de la resolución en la que se conceda o se mande abrir el plazo. 13

b) Por otra parte, no deben contarse los días en que no puedan tener lugar las
actuaciones judiciales, según lo prevén los artículos 286 del Código Federal de
Procedimientos Civiles y 131 del Código de Procedimientos Civiles para el
Distrito Federal. (Artículo 229 CNPCF) De acuerdo con el último de los artículos
invocados, la ley puede establecer excepciones. El diverso 281 del propio
Código Federal de Procedimientos Civiles dispone que las actuaciones judiciales
se practicarán en días y horas hábiles, para lo que habrá que tener en cuenta
que los primeros son todos los del año, salvo los sábados y los domingos, y
que son horas hábiles las comprendidas entre las ocho y las diecinueve.

Artículo 7 de la Ley General del Sistema de Medios de Impugnación en Materia


Electoral

c) Por último, se contemplan lineamientos para prorrogar los plazos cuando se


requiere la recepción de pruebas o la práctica de diligencias fuera del lugar del
juicio, si lo solicita el interesado, al tenor de los artículos 289, 293 y 294 del
Código Federal de Procedimientos Civiles y 134 del Código de Procedimientos
Civiles para el Distrito Federal. (Artículo 232 CNPCF). Por lo demás, también
existen plazos supletorios para el caso de que no se fijen los de carácter legal
necesarios para practicar determinados actos procesales de las partes, como lo
marcan los artículos 297 del Código Federal de Procedimientos Civiles, 137 del
Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal y 1079 del Código de
Comercio. (Artículo 176 CNPCF).

En el proceso penal, los artículos 94, 95 y 96 del Código Nacional de


Procedimientos Penales, dispone que, en cuanto a los términos, los lineamientos
comunes que rigen son los siguientes: los plazos son improrrogables salvo los
demás plazos que venzan en día inhábil y empiezan a correr desde el día
siguiente a aquel en que se hubiese hecho la notificación.
En materia laboral, los artículos 733 a 738 de la Ley Federal del Trabajo regulan
genéricamente el cómputo de los plazos, que comienzan a correr a partir del
día siguiente a aquel en que surta efectos la notificación, y se contará en ellos
el día del vencimiento.

Por el contrario, no se contarán los días en que no puedan tener lugar


actuaciones ante la Junta respectiva, salvo disposición contraria establecida por
el mismo ordenamiento como ocurre en el caso del procedimiento de huelga,
en el que, de conformidad al artículo 928 de la ley de la materia, todos los días
y horas son hábiles; 14

Para el cómputo de todos los días y horas, los meses se consideran de 30 días
naturales y los días hábiles de 24 horas, salvo disposición en contrario; cuando
el domicilio del demandado se encuentre fuera del lugar de la residencia de la
Junta, ésta podrá ampliar el plazo respectivo en función de la distancia; los
propios plazos fijados a las partes son perentorios, en cuanto a que, una vez
transcurridos, se tiene por perdido el derecho que debieron ejecutar, sin
necesidad de acusar rebeldía.

En materia administrativa, los artículos 28 a 32 de la Ley Federal de


Procedimiento Administrativo estatuyen que, para el cómputo de los plazos,
sólo se cuentan los días hábiles, considerados como aquellos en que se
encuentran abiertas al público las oficinas de las Salas del Tribunal Federal de
Justicia Fiscal y Administrativa durante el horario normal de labores, en la
inteligencia de que la presencia de personal de guardia no habilita los días en
que se suspendan dichas labores. Si están señalados los plazos en periodo o
tienen una fecha determinada para su extinción, se comprenderán los días
inhábiles; pero, si el último día de ese plazo o fecha es inhábil, se prorroga hasta
el siguiente día hábil.

Por último, cuando los plazos se fijen por mes o por año, sin especificar que
sean de calendario, se entenderá, en el primer caso, que el plazo vence el mismo
día del mes de calendario posterior; en la segunda hipótesis, el plazo vencerá
el mismo día del siguiente año de calendario a aquel en que se inició. Cuando
no exista el mismo día en los plazos que se fijen por mes, éste se prorrogará
hasta el primer día hábil del mes siguiente.

En el caso del amparo, los artículos 17 a 23 de la Ley de Amparo respectiva


indica que los plazos empiezan a correr desde el día siguiente a aquel en que
surta efecto la notificación, para lo que se incluye el día del vencimiento; se
contarán por días naturales, con exclusión de los inhábiles y con excepción de
los relativos al incidente de suspensión, que se contarán de momento a
momento; respecto de la interposición de los recursos, los plazos correrán para
cada parte desde el día siguiente a aquel en que para ella haya surtido sus
efectos la notificación respectiva y, finalmente, que los mismos plazos pueden
ampliarse por razón de la distancia, en atención a la facilidad o dificultad de las
comunicaciones, sin que en ningún caso se pueda exceder de un día por cada
40 kilómetros.

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SUSPENSIÓN E INTERRUPCIÓN DE LOS TÉRMINOS


Si bien es cierto que el término procesal, tanto en su visión conceptual, como en su
realidad procedimental responden a una idea unitaria, es decir, deben verse siempre
como una unidad desde su comienzo hasta su vencimiento, también es cierto, que la
realidad misma del proceso, las eventualidades extraprocesales y aún el ejercicio dentro
del proceso de derechos o facultades que las partes tienen, y que las leyes garantizan,
pueden en determinado momento impedir el inicio y subsecuente desarrollo de un
término o bien entorpecer su normal desenvolvimiento. De aquí nace entonces el que
en doctrina se hable de la suspensión e interrupción de los términos procesales.
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Al hablar de suspensión, debemos entender que el término, por cualquier circunstancia
válidamente admisible, no ha podido iniciarse, no obstante, estar ya dadas las
condiciones procesales previas, que, en una situación normal, inmediatamente
habilitarían el inicio de este.

Al decir interrupción, partimos de la idea de que el término, se inició, comenzó su


desarrollo, pero por cualquier circunstancia válidamente admisible también,
temporalmente se paraliza en su normal desenvolvimiento.

Artículo 137 Bis fracción X CPCDF (Artículo 234 CNPCF).

Artículo 55 penúltimo párrafo CPCDF.

PRUEBAS

Concepto
Es doble el significado que, gramaticalmente, tiene la palabra prueba; derivada del latín
probo (bueno, honesto) y probandum (recomendar, aprobar, experimentar, patentizar,
hacer fe), la prueba es tanto acción y efecto de probar como razón, argumento,
instrumento u otro medio con que se pretende mostrar y hacer patente la verdad o
falsedad de algo.

Así, la prueba es el medio de convencimiento, actualizado de diversas formas, que


emplean las partes para que el Juez se cerciore de que los hechos y derechos sometidos
a su consideración en el proceso son verídicos.
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Hay que justificar este concepto:

a) Se trata de un medio de convencimiento porque, tal como lo indica la acepción


gramaticalmente, la prueba busca hacer patente algo, es decir, despejar dudas
sobre su veracidad.

b) Ese medio de convencimiento se actualiza de diversas formas, lo que puede


explicarse al tomar en cuenta que un sector de la doctrina ha considerado que,
lisa y llanamente, la prueba es un conjunto de elementos o instrumentos
enderezados a influir en la mente del Juez para que éste acepte como ciertos
los hechos y los derechos cuya titularidad se debate en el proceso.

c) Son hechos y derechos los que se deben demostrar porque las diversas materias
procesales contemplan la probable reclamación, ante órganos jurisdiccionales,
de la restitución de derechos, cuya existencia suele tener que patentizarse de
manera documental.

Objeto de la prueba
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Si por objeto (del latín obiectus) entendemos "todo lo que puede ser materia de
conocimiento o sensibilidad de parte del sujeto, incluso este mismo", es de esperar que
por objeto de la prueba se entiende lo que es materia del conocimiento del Juez, en
orden a que éste se cerciore de la veracidad de lo que se le presenta.

Al respecto Couture dice: "Que este tema implica una respuesta a las preguntas: ¿Qué
se prueba? ¿Qué cosas deben ser probadas? y hace la distinción entre los Juicios de
hecho y los de Puro Derecho; se dice que los primeros dan lugar a prueba y los
segundos no.

Es normal que se diga que el objeto de la prueba son los hechos, no el derecho, a
menos que haya que probar alguna o algunas disposiciones del derecho extranjero, o
cuando se trate del derecho consuetudinario. Con todo, no cualquier hecho constituye
el objeto de la prueba, ni tal vez sea del todo preciso excluir a los derechos.

En primer lugar, los hechos susceptibles de ser probados deben ser los controvertidos,
los que no se hayan confesado, los que no sean evidentes ni contrarios a la moral y las
buenas costumbres.

Ahora bien, en orden a ser congruentes con la definición proporcionada de prueba,


donde se incluyó la palabra derechos, merece la pena considerar si éstos podrían o no
ser objeto de la actividad probatoria. No sería arriesgado decir que sí, en el entendido
de que la palabra derecho no será entendida como derecho objetivo, sino como
derecho subjetivo, o sea, una facultad o una prerrogativa derivadas de una norma.
Ciertamente, el derecho entendido como un conjunto de normas jurídicas heterónomas,
coercibles e irrenunciables, destinadas a asegurar la preponderancia del orden en la
sociedad, no debe ser objeto de prueba, sino de interpretación. Con todo, los derechos
subjetivos que nacen de la aplicación del conjunto de normas que conforman el
derecho objetivo, sí podrían probarse, sin hacer abstracción de alguno de los medios
de prueba que las leyes adjetivas prevén para los hechos.

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Devis Echandía tratando de establecer algunas diferencias entre el objeto de la prueba


y NECESIDAD o TEMA DE PRUEBA dice: “Necesidad o tema de prueba tiene caracteres
de exclusividad y significa lo que en cada proceso debe de probarse, no basta decir
que todo aquello que es susceptible de prueba, es tema, de la mismas, es necesario
individualizar y decir: en éste proceso debe de probarse esto, en este otro aquello, y
así particularizando lo que forma ingredientes del debate o cuestión voluntaria
planteada, por constituir el presupuesto de los efectos Jurídicos perseguidos por ambas
partes, sin cuyo conocimiento el Juez no puede decidir”.

Cuando hablamos de tema o necesidad de prueba, no decimos a quien le corresponde


probar, no contemplamos a la persona o parte que debe de suministrar prueba y por
ello decimos que esta es una noción objetiva y concreta, esto último porque recae
sobre hechos determinados.

De suerte que en el tema de la prueba se seleccionan los hechos que interesan en cada
proceso, es algo así como una escogitación en la gama basta e ilimitada de lo que
puede ser objeto de prueba.

Escogitar: Hallar o encontrar una cosa con el discurso y la meditación.

La parte mayoritaria de la doctrina ha coincidido en clasificar a las pruebas de la


siguiente forma:
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a) Originales y derivadas. Esta clasificación reside en la naturaleza de los


documentos presentados como prueba. La clasificación de pruebas en originales
y derivadas, hace referencia los documentos, según se trate del documento en
que se haga constar el acto jurídico que hay que probar, o de copias, testimonios
o reproducciones del mismo. Una prueba original será, por ejemplo, un
documento que no ha sido reproducido. Una derivada, por su lado, lo será la
que suponga una reproducción de un documento original.

b) Preconstituidas y por constituir. Que las pruebas sean preconstituidas o por


constituir depende de que el proceso se haya o no se haya iniciado.

Las preconstituidas existen antes del inicio del proceso, tienen existencia jurídica
antes del litigio y con frecuencia son creadas en vista del litigio, aunque esta
última circunstancia no es esencial. Por ejemplo: Los contratos escritos, los
títulos de créditos, los certificados de depósitos, las actas del estado civil, etc.,
pero también participan de esta naturaleza, las declaraciones de los testigos y
la confesión judicial que se realizan en los procedimientos preparatorios del
juicio.

Las pruebas por constituir se producen una vez que aquél ya inició, y en el
momento oportuno. Son las que se elaboran durante el juicio, por ejemplo, la
pericial, la fama pública, equivalente a voz pública, los dictámenes de los
expertos, confesional y testimonial.

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c) Directas e indirectas. Las directas le dan al juzgador acceso directo e inmediato


a la prueba, como ocurre en el caso de la inspección judicial. Por su lado, las
indirectas son las que llegan a la consideración del juzgador a través de otros
medios, tales como el testimonio de un testigo realizado en un acto preparatorio
o una confesión.
d) Reales y personales. Las reales tienen como objeto una cosa, es decir, la
suministran las cosas, al contrario de las personales, cuyo objeto es la conducta
de una persona, es decir, la suministran las personas por medio de sus
actividades.

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e) Históricas y críticas. Las pruebas históricas suponen la representación objetiva


del hecho que se prueba, es decir, no implican que el juzgador efectúe alguna
operación racional para aprehender el objeto de la prueba, es decir, reproducen
de algún modo el hecho que se trata de probar.

* Aprehender significa asimilar o comprender una idea o un conocimiento por


completo.

En cambio, el ofrecimiento de una prueba crítica conduce al juzgador a inferir el


hecho que se prueba a partir de otros datos. Es decir, solo se llega al
conocimiento de ese hecho, mediante inducciones o inferencias.

Según Carnelutti son pruebas históricas, la confesional, la testimonial y la


documental. Parece que solo tienen el carácter de críticas la presuncional y la
de peritos.
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f) Plenas y semiplenas. Las plenas son indudables, es decir, tienen un valor


probatorio absoluto, mientras que las semiplenas su valor es relativo.

g) Útiles e inútiles. Las pruebas útiles son las que aluden a los hechos que se
controvierten en el proceso, mientras que las inútiles son las que no es preciso
presentar, dado que su veracidad se ha mostrado como evidente.
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h) Pertinentes e Impertinentes. Pertinentes, son las que tienden a probar los


hechos controvertidos, mientras las impertinentes, no tienen ninguna relación
con los hechos controvertidos. El principio de economía procesal exige que solo
se admitan las primeras.

i) Idóneas e Ineficaces: Las idóneas producen certeza sobre la existencia o


inexistencia del hecho controvertido, mientras que las ineficaces dejan en la
duda esas cuestiones. Las primeras pertenecen a la categoría de la prueba plena.
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j) Concurrentes y Singulares: Las concurrentes solo tienen eficacia probatoria


cuando están asociadas con otras pruebas, tal como acontece en las de
presunciones, las singulares que consideradas aisladamente producen certeza,
por ejemplo, la confesión judicial, documentos, inspección ocular.

k) Ilícita e ilegal: La prueba ilícita es la que se obtiene con vulneración de los


derechos fundamentales de las personas, entre ellos la dignidad, el debido
proceso, la intimidad, la no autoincriminación, la solidaridad íntima, y aquellas
en cuya producción, práctica o aducción se somete a las personas a torturas,
tratos cueles, inhumanos o degradantes, sea cual fuere el género o la especie
de la prueba así obtenida. Es aquella que se encuentra afectada por una
conducta dolosa en cuanto a la forma de obtención, es decir, aquella que ha
sido obtenida de forma fraudulenta a través de una conducta ilícita.
La prueba ilegal se genera cuando en su producción, práctica o aducción se
incumplen los requisitos legales esenciales, caso en el cual debe ser excluida.

Medios de prueba

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Los medios de prueba son los instrumentos que sirven para demostrar la certeza de
los hechos controvertidos en el proceso.

Hablar de medios de prueba responde al sentido concreto en que se puede entender


a la prueba, es decir, como actividad probatoria que se traduce en la puesta en práctica
de diversos medios tendientes a convencer al juzgador sobre la verdad de un hecho o
un derecho alegado.

Artículo 278 CPCDF


Artículo 261 CNPCF
Artículos 259 y 262 CNPP
Los medios de prueba más utilizados durante la actividad procesal son los siguientes:

a) Prueba confesional. La confesión es el pronunciamiento que hace cualquiera de


las partes en relación con el reconocimiento o desconocimiento de hechos
propios que se le imputan.

Artículo 309 y 310 CPCDF


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b) Declaración de parte. Consiste en que a las partes se les interrogue libremente


sin formato alguno, únicamente deberán realizarse de acuerdo con los puntos
controvertidos.

Es un medio de prueba idóneo, ya que por este medio la parte absolvente podrá
contestar tanto hechos propios como aquellos que no lo son, pero los conoce
y le constan, lo cual hace de esta prueba, un medio de prueba más completo.

Puede ser equiparada en algunos casos a la confesional y que sólo está


considerada para la sustanciación de los juicios orales de acuerdo al artículo
1009 CPCDF e incorrectamente la equipara a una confesional.

La declaración de parte es importante en los nuevos procesos porque atienden


a que el absolvente es un testigo privilegiado de los actos, pues le constan los
hechos.

Otra característica de la declaración de parte es que las preguntas pueden


formularse partiendo de las respuestas que brinde el absolvente.

La única referencia de esta prueba, de manera ordinaria se encuentra regulada


en el artículo 362 bis del CPCDF.

Artículo 1009 CPCDF

En los juicios orales, la declaración de parte es una prueba novedosa y aceptada,


misma que se encuentra regulada en los artículos 1060 al 1062 del CPCDF.
En las reformas al Código de Comercio, ya no se contempla la confesión sino la
declaración de parte en el artículo 1205 del CoCo, excluyendo la confesional de
su listado, pero sigue regulando la confesional, aunque mezcla las dos pruebas
en el capítulo de la Confesión (artículo 1225 del CoCo).

No se trata de pruebas directas, sino de preguntas abiertas, las cuales no


necesariamente tienen que ser contestadas en forma afirmativa o negativa, como
ocurre en el caso de la prueba confesional.

Artículo 284 CNPCF 29

c) Prueba documental. Es el medio de demostración de un acto o de un hecho por


medio de documentos. Generalmente son los que más se apartan durante el
desarrollo de la fase probatoria. Son particularmente recomendables para
probar dado que dejan una constancia que en ciertas circunstancias no se les
puede dar a las palabras. Además, su guardado y su reproducción son sencillos.
Los medios de prueba documental han sido divididos en públicos y privados;
los primeros son aquellos expedidos por una autoridad en ejercicio de sus
funciones, o bien, por un fedatario público, como son los notarios y los
corredores públicos; por su lado, los privados son los emitidos por particulares,
sin la intervención de algún funcionario público o persona investida con fe
pública.

Artículos 327 y 334 CPCDF


Artículo 308, 312 y 319 CNPCF
30

d) Prueba pericial. Es el medio de acreditamiento que proponen las partes o el


propio juzgador y que se desarrolla mediante la intervención de peritos. El
peritaje consiste en un dictamen rendido por personas con especialización en
una ciencia o un oficio determinados. En efecto, esta prueba depende
exclusivamente de las investigaciones llevadas a cabo por personas que,
probadamente, han alcanzado el grado de expertos en ciertas ramas del saber.
Desde luego, la ley establece requisitos específicos para que a una persona se
le reconozca el carácter de perito.

Artículo 300 CNPCF


Artículo 346 CPCDF

e) Prueba de inspección judicial. Es la comprobación directa que lleva a cabo el


Juez al que corresponda verificar hechos o circunstancias de un juicio, para dar
fe de su existencia, así como de las personas, cosas o lugares que deban ser
examinados. Se reduce, normalmente, a la visita a un lugar determinado, para
cerciorarse in situ de que la existencia de ciertas personas o cosas es verídica.

Artículo 354 CPCDF


Artículo 332 CNPCF

31

f) Prueba testimonial. Es la que se rinde con la intervención de testigos. Los


testigos son las personas que tienen conocimiento de los hechos que las partes
desean probar. La declaración de éstos recibe el nombre de testimonio, y versa
sobre hechos presenciados directa o indirectamente, ya sea porque los hechos
les constan personalmente por haberlos presenciado, visto u oído, o bien,
porque saben de ellos por haberlos oído de otras personas, caso en el que se
les conoce como testigos de oídas.

Artículo 291 CNPCF


Artículo 356 CPCDF
32

g) Prueba presuncional. Derivada del latín præsumptio, -onis, la palabra


presunción cuenta con una serie de acepciones eminentemente jurídicas; en un
primer momento significa "acción y efecto de probar", pero también alude a
"cosa que por ministerio de la ley se tiene como verdad".

También se le denomina prueba indiciaria o circunstancial, pues se integra con


una serie de indicios o circunstancias vinculadas entre sí, en una relación causal
que es materia de un juicio lógico basado en el raciocinio, a través del cual se
accede, casi necesariamente, de la verdad conocida, a la que se busca.

Las presunciones constituyen el medio de prueba indirecta en cuya virtud, el


juzgador, en acatamiento a la ley, o en acatamiento a la lógica, deriva como
acreditado un hecho desconocido, por ser consecuencia de un hecho conocido
que ha sido probado o que ha sido admitido.

Es decir, es un mecanismo del razonamiento, por el cual se llega al conocimiento


de los hechos desconocidos, partiendo de hechos conocidos.

En la presunción hay que distinguir 3 elementos:

1. Un hecho conocido.
2. Un hecho desconocido.
3. Una relación de causalidad entre ambos.

Legalmente también existe una definición, ofrecida por el artículo 379 del
Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal: "Presunción es la
consecuencia que la ley o el juzgador deducen de un hecho conocido para
indagar la existencia o necesidad de otro desconocido".

Artículo 337 CNPCF

A su vez, el contenido de este precepto da pie para distinguir entre


presunciones legales y humanas. Las legales, como su nombre lo indica, son las
que la ley prevé expresamente, y pueden ser iuris tantum, o sea, que admiten
prueba en contrario, o iuris et de iure, que son las que no admiten prueba en
contrario. En cuanto a la humana, es la consecuencia que el Juez deduce del 33
hecho.

Artículo 380 CPCDF


Artículo 338 CNPCF

Por ejemplo, la presunción legal de que una madre es la más apta para tener la
custodia de los hijos menores de 12 años. (Artículo 282 B fracción ll tercer
párrafo del CCDF) o la presunción de que los hechos son ciertos ante la falta de
contestación de una demanda.

Un ejemplo de presunción humana podría ser la paternidad en un juicio de


reconocimiento.

A diferencia de los medios probatorios que hemos estudiado con antelación, a


las presunciones no se les considera como participantes del carácter de prueba.
Se les ha estimado doctrinalmente muy vinculadas a la prueba pues, se les
estudia dentro de los medios de prueba en particular, pero, los tratadistas se
ocupan de su naturaleza jurídica para negarles su carácter de prueba.
34

h) La prueba de informes. Es la respuesta escrita emanada de una persona jurídica


pública o privada frente a un requerimiento judicial sobre datos preexistentes a
tal periodo, que se encuentran en sus archivos, registros o libros o que de
alguna manera posea el informante.

El informe tiene como objetivo aportar datos al expediente o comprobar los ya


existentes en el mismo, permitiendo, en definitiva, al órgano jurisdiccional apreciar bajo
una luz nueva la cuestión sobre la que ha de pronunciarse.

¿Qué es la prueba por informe en materia civil?

Prácticamente llamamos prueba de informes, a aquélla en la que las partes solicitan


que una dependencia pública, empresa del sector privado, servidor público o persona
física, rindan al tribunal información determinada relativa a los hechos en debate en un
procedimiento judicial.

¿Es la prueba de informes una prueba documental?

La prueba de informes goza de escasa o nula regulación dentro del marco jurídico
mexicano hasta hoy en día donde el CNPCF la regula de manera formal.

Eran pocos los ordenamientos normativos que regulan los informes como medios de
prueba, siendo mencionado y regulado dicho medio probatorio en el Código de
Procedimientos Familiares del Estado de Chihuahua, así como también se localiza
discretamente mencionada en la Ley Federal del Trabajo.
Tácitamente ha permanecido implícito en la práctica judicial que la prueba de informes
sea ofrecida y admitida como documental, pero cabe plantearse lo siguiente: ¿es
realmente la prueba de informes una prueba documental?

Para poder responder al planteamiento será necesario analizar qué se entiende por
documento, así como mencionar los documentos que deben presentarse al inicio de
una demanda.
Es necesario determinar la finalidad de la prueba de informes, en qué consiste dicho
medio probatorio, así como las características y la naturaleza de la prueba de informe.
35
Como consecuencia lógica inevitable del estudio anteriormente mencionado, se
sostiene que la prueba de informes es una prueba documental en estricto sentido, pero
jamás podría ser considerada como un documento procesalmente hablando.

Características:

• Es una prueba preconstituida.

• Únicamente puede versar sobre cuestiones que existan antes de la solicitud.

• Si lo que se pretende es que el informante realice averiguaciones de elementos


probatorios que no estén en su poder, debe rechazarse de plano.

• Es una prueba autónoma.

Esta clase de prueba presenta características que la distinguen suficientemente de los


restantes medios probatorios.

En primer lugar no entraña una especie de prueba documental, porque ésta requiere
la aportación directa del documento al proceso (sea en forma espontánea o a raíz de
una orden de exhibición), al paso que el informante se limita a transmitir al órgano
judicial tras la orden pertinente, el conocimiento que le proporcionan las constancias
documentales que se encuentran en su poder. El informante, en segundo lugar, se
asemeja al testigo porque tanto el informe como el testimonio se refieren a hechos
pasados; pero se diferencian en cuanto:

1) el informante puede ser (y generalmente lo es) una persona jurídica, mientras que
el testigo debe ser necesariamente una persona física; 2) el informante, a diferencia del
testigo, puede adquirir conocimiento de los hechos de que se trate en el momento
mismo de expedir el informe; 3) mientras el testigo declara sobre percepciones o
deducciones de carácter personal, el informante debe atenerse a las constancias de la
documentación que posee.

Y en tanto, finalmente, la expedición de un informe no requiere conocimientos técnicos


especiales, el informante tampoco puede asimilarse a un perito.

(Artículo 371 CPCDF). Regula que es la prueba de informes pero no señala la forma en
que ha de ofrecerse.

Artículo 334 CNPCF. 36


37

TERMINACIÓN DEL PROCESO

Sentencia

El origen de la palabra sentencia es latino –sententia–, y puede significar tanto


"dictamen o parecer que uno tiene o sigue" como "declaración del juicio y resolución
del Juez." En el terreno forense, la sentencia es el acto procesal emitido por el juzgador,
que decide la cuestión de fondo que produjo el desarrollo del proceso, así como las
cuestiones incidentales que se resolvieron para su dictado.

La sentencia es la forma normal en que terminan los procesos. Su pronunciamiento


queda a cargo del juzgador que haya conocido del proceso. Un sector de la doctrina
ha opinado, no sin acierto, que la sentencia puede ser considerada desde dos puntos
de vista: como un acto jurídico procesal y como un documento. Con arreglo a la
definición proporcionada, el acto jurídico procesal es la decisión del fondo del asunto
litigioso, en tanto que el documento es “la pieza escrita, emanada del tribunal, que
contiene el texto de la decisión emitida.”
Al respecto, el Código Federal de Procedimientos Civiles establece los requisitos que
deben cumplir las sentencias:

Artículo 219. En los casos en que no haya prevención especial de la ley, las
resoluciones judiciales sólo expresarán el tribunal que las dicte, el lugar, la
fecha y sus fundamentos legales, con la mayor brevedad, y la determinación 38
judicial, y se firmarán por el Juez, Magistrados o Ministros que las pronuncien,
siendo autorizadas, en todo caso, por el secretario.

Artículo 222. Las sentencias contendrán, además de los requisitos comunes


a toda resolución judicial, una relación sucinta de las cuestiones planteadas
y de las pruebas rendidas, así como las consideraciones jurídicas aplicables,
tanto legales como doctrinarias, comprendiendo, en ellas, los motivos para
hacer o no condenación en costas, y terminarán resolviendo, con toda
precisión, los puntos sujetos a la consideración del tribunal, y fijando, en su
caso, el plazo dentro del cual deben cumplirse.

Artículo 348. Al pronunciarse la sentencia, se estudiarán previamente las


excepciones que no destruyan la acción, y, si alguna de éstas se declara
procedente, se abstendrán los tribunales de entrar al fondo del negocio,
dejando a salvo los derechos del actor. Si dichas excepciones no se declaran
procedentes, se decidirá sobre el fondo del negocio, condenando o
absolviendo, en todo o en parte, según el resultado de la valuación de las
pruebas que haga el tribunal.

Artículo 349. La sentencia se ocupará exclusivamente de las personas, cosas,


acciones y excepciones que hayan sido materia del juicio.

Basta con que una excepción sea de mero derecho o resulte probada de las
constancias de autos, para que se tome en cuenta al decidir.

Artículo 350. Cuando el actor no pruebe su acción, será absuelto el


demandado.

Artículo 351. Salvo el caso del artículo 77, no podrán los tribunales, bajo
ningún pretexto, aplazar, dilatar, omitir ni negar la resolución de las
cuestiones que hayan sido discutidas en el juicio.
Artículo 352. Cuando hayan sido varios los puntos litigiosos, se hará, con la
debida separación, la declaración correspondiente a cada uno de ellos.

Artículo 353. Cuando hubiere condena de frutos, intereses, daños o


perjuicios, se fijará su importe en cantidad líquida, o, por lo menos, se
establecerán las bases con arreglo a las cuales deba hacerse la liquidación,
cuando no sean el objeto principal del juicio.

Por su parte, el artículo 81 del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito 39


Federal establece:

Todas las resoluciones sean decretos de trámite, autos provisionales,


definitivos o preparatorios o sentencias interlocutorias, deben ser claras,
precisas y congruentes con las promociones de las partes, resolviendo sobre
todo lo que éstas hayan pedido. Cuando el tribunal sea omiso en resolver
todas las peticiones planteadas por el promovente, de oficio o a simple
instancia verbal del interesado, deberá dar nueva cuenta y resolver las
cuestiones omitidas dentro del día siguiente. Las sentencias definitivas
también deben ser claras, precisas y congruentes con las demandas y las
contestaciones y con las demás pretensiones deducidas oportunamente en
el pleito, condenando o absolviendo al demandado, y decidiendo todos los
puntos litigiosos que hayan sido objeto del debate. Cuando éstos hubieren
sido varios, se hará el pronunciamiento correspondiente a cada uno de ellos.

Artículos 168 y 170 CNPCF

Artículos 67, 68 y 70, 401, 403 CNPP

Más allá de la claridad terminológica, las sentencias deben ser fieles al principio de
congruencia. Esto quiere decir que, al sentenciar, el juzgador no debe dar al actor más
de lo que éste haya pedido, ni resolver cuestiones no incluidas en la litis ni, por último,
tomar en cuenta a personas que no hayan figurado en el proceso.

Es tan importante este principio, que en el evento de que una sentencia sea impugnada,
el titular del órgano jurisdiccional revisor cuenta con la facultad de corregir de oficio
los errores de congruencia que llegue a encontrar en la sentencia recurrida.

Es importante mencionar que los juicios laborales y los arbitrales no concluyen con una
sentencia, sino con un laudo. El laudo arbitral es la resolución dictada por un árbitro
designado de común acuerdo por las partes, inspirado en el principio de equidad. Por
su parte, laudo laboral es la resolución de equidad pronunciada por los representantes
de las Juntas de Conciliación y Arbitraje, al decidir sobre el fondo de un conflicto de
trabajo, y que se ajusta, en cuanto a su forma, a lo dispuesto por los artículos 840 a
844 de la Ley Federal del Trabajo.

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TEORÍA DE LA IMPUGNACIÓN

La palabra impugnación se originó del latín impugnatio, -onis, y significa acción o efecto
de impugnar. A su vez, impugnar proviene del latín impugnare e implica "combatir,
contradecir, refutar."

La teoría de la impugnación involucra el estudio del conjunto de instrumentos jurídico-


procesales de los que una parte puede hacer uso, con el fin de que la sentencia que
se dictó en un proceso sea revisada, generalmente, por un juzgador con jerarquía
superior a la del que la dictó, para efectos de que dicha sentencia sea confirmada,
modificada, revocada o anulada.
La impugnación existe porque, como todo ser humano es falible, no sería arriesgado
creer que un juzgador podría cometer una equivocación al momento de resolver un
asunto. Entonces, el particular inconforme con el fallo lo puede recurrir, ante el propio
juzgador que lo dictó o ante otro, generalmente de mayor jerarquía; esto último
depende del tipo de recurso que se interponga.

45

Los medios de impugnación pueden clasificarse de diversas formas, entre ellas, en


procesales y extraprocesales o extraordinarias. Los primeros forman parte del proceso
y entre ellos encontramos la apelación, la apelación extraordinaria, la revocación y la
queja.

Los medios de impugnación extraprocesales, extraordinarios o autónomos, como su


nombre lo indica, constituyen procesos por completo independientes del juicio primario
y se caracterizan por la limitación de las resoluciones recurribles y, sobre todo, de los
motivos de impugnación, los cuales vienen tasados por el legislador y se circunscriben
a posibilitar la anulación de la resolución impugnada única y exclusivamente cuando
infrinjan una norma, material o procesal, pero, sin que permitan al órgano ad quem la
determinación de los hechos probados y su valoración probatoria, la cual incumbe
exclusivamente a los tribunales de primera y de segunda instancia.

El ejemplo fundamental de este tipo de medios de impugnación es el juicio de amparo.

EJECUCIÓN PROCESAL
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La raíz de la palabra ejecución es latina: exsecutio, -onis, y significa acción y efecto de


ejecutar. A su vez, ejecutar tiene su origen en el latín exsecutus (consumar, cumplir), y
quiere decir "poner por obra una cosa", así como "reclamar una deuda por vía o
procedimiento ejecutivo".

Nada más cierto para el derecho procesal, donde la ejecución puede ser entendida
como el conjunto de medios que, normalmente a instancia de parte, pone en marcha
el titular de un órgano jurisdiccional para que la parte vencida por una sentencia
condenatoria cumpla lo mandado por ésta.

Hay ocasiones en las que el cumplimiento de una sentencia no se da de manera


espontánea.

La parte que resultó vencida en el proceso puede adoptar la actitud de no querer


satisfacer las pretensiones de su contraparte, en evidente desacato a lo estipulado por
la sentencia. Entonces, no es posible que el actor se encargue por su cuenta de que la
otra parte satisfaga sus pretensiones, pues hay que tener en mente lo dispuesto por el
artículo 17 constitucional: “Ninguna persona podrá hacerse justicia por sí misma, ni
ejercer violencia para reclamar su derecho”. Será el juzgador quien, en ejercicio del
imperio de que ha sido investido por el Estado, proveerá en orden a que esa parte
rebelde cumpla.

La ejecución se da a través de dos momentos distintos: en primer lugar, por la vía de


apremio y, en segundo, por el juicio ejecutivo. La ejecución forzosa puede adoptar
cualquiera de estas dos formas. La vía de apremio no es otra cosa que una providencia
dictada por el Juez, para efectos de que se cumplan las determinaciones que él mismo
ha dictado durante el proceso. Por su parte, el juicio ejecutivo es un verdadero proceso
que se instaura para garantizar el pago de aquello que el actor solicitó desde el
principio. La vía de apremio antecede al juicio ejecutivo.

En el Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, las reglas para la


procedencia de la vía de apremio se encuentran establecidas en los artículos 500 a
530. Es de resaltar lo dispuesto por el artículo 500, donde se da a entender que, en
el caso de la ejecución de una sentencia o de un convenio celebrado en juicio, la vía
de apremio debe instarse por la parte interesada.

Asimismo, el artículo 501 indica que, en el caso de las sentencias que hayan causado 47
ejecutoria, el Juez que la ejecute será el que haya conocido del proceso en primera
instancia.

Al pedirse la ejecución de una sentencia, el Juez le da al deudor un plazo improrrogable


de cinco días para que la cumpla; si, terminado el plazo, no se ha cumplido la sentencia,
procede el embargo de los bienes del deudor. Embargar los bienes del deudor ha sido
una práctica por la que antiguos procedimientos han quedado en el pasado; hubo
épocas en las que la parte actora podía disponer de la libertad e incluso de la vida de
su deudor, con tal de cobrarse. Hoy, no obstante, y de conformidad con lo dispuesto
por el párrafo último del artículo 17 constitucional "Nadie puede ser aprisionado por
deudas de carácter puramente civil"–, las leyes procesales establecen que puede
recurrirse a embargar los bienes del deudor, en lugar de aprisionar a éste. Más todavía,
la propia ley procesal prevé que son inembargables determinados bienes que
subsistencia del deudor.

El embargo es un procedimiento, sujeto a reglas específicas. Como ejemplo


encontramos el capítulo VI del Código Federal de Procedimientos Civiles.

Los bienes embargados se rematan en varias subastas, de conformidad con las reglas
establecidas por los artículos 469 a 503 del mismo código, y el producto de la venta
se utiliza para pagar al actor.

Cabe señalar que no todas las sentencias implican una ejecución, como ocurre en el
caso de las sentencias declarativas.

Artículos 980, 981, 982, 983 CNPCF

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