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La urgente necesidad de la koinonia

por Dr. Jaime Mirón

Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los


apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración
(Hechos 2:42).

Como parte inseparable del ministerio de toda iglesia cristiana se halla


la imperiosa necesidad de la koinonia (comunión), para prevenir que un
feligrés retroceda en su vida cristiana, para restaurar a un apartado y
para mantener el ánimo.

El escritor de Hebreos explica:

Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a


las buenas obras.

No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino


animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día
se acerca.
(Hebreos 10:24-25 NVI)

Antes de exponer la importancia de la koinonia para prevenir el


enfriamiento de los creyentes en Cristo, es importante definir este
concepto dentro del contexto bíblico.

El apóstol Juan, sirviéndose de 60 años de experiencia en el ministerio,


comienza su libro afirmando:

Les anunciamos lo que hemos visto y oído, para que también ustedes tengan
comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo
Jesucristo (1 Juan 1:3)

¿A qué se refiere Juan cuando habla de «comunión»? La palabra koinonia


(generalmente traducida comunión) en el griego neotestamentario comprende
cuatro ideas: compañerismo (dos o más personas entablan amistad, lo cual
implica pasar tiempo juntos); comunicación (como en el caso de la
comunicación con Dios, las personas hablan a un nivel íntimo); comunidad
(existe tal intimidad que contemplan necesidades y como resultado
comparten sus bienes); comunión (tener y compartir juntos la fe
cristiana).

En consecuencia, para tener koinonia con otra persona es necesario gozar


de íntima comunicación cristiana, orar juntos, tener interacción con la
Escritura y basarse en un común denominador: la vida de Cristo en cada
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uno. Además habrá que pasar tiempo compartiendo lo que ocurre en su vida,
incluyendo las preocupaciones, los momentos de gozo y hasta los recursos
materiales, si fuera necesario.

Koinonia es más que simple amistad. Es una relación íntima entre


cristianos que andan en la luz (1 Juan 1:7), donde uno tiene la libertad
en Cristo de exhortar, animar y hasta reprender al otro (Romanos 15:14).

Para los escépticos y los que buscan pruebas de que en verdad existe la
koinonia presentamos las siguientes pruebas:

En la verdadera koinonia habrá amor visible entre los cristianos: En esto


conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los
otros (Juan 13:35).

En la verdadera koinonia los unos estarán sobrellevando las cargas de los


otros: Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de
Cristo (Gálatas 6:2).

En la verdadera koinonia habrá unidad de fe: ...la común fe... (Judas 3;


Tito 1:4);

En la verdadera koinonia compartirán bienes materiales según la necesidad:


En esto conocemos el amor: en que El puso su vida por nosotros; también
nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos (1 Juan 3:16-17).

En el ministerio de aconsejar, hemos advertido una gran falta de esta


clase de koinonia en la mayoría de los apartados antes del enfriamiento.
Por ejemplo, cuando un cristiano comienza a referirse a «ellos» y
«ustedes» en vez de a «nosotros» al hablar de su congregación local, es
señal peligrosa. Lo más probable es que vaya camino a ser un «apartado».
Es mucho más fácil prevenir que se aparte cuando existe la verdadera
koinonia.

Por otro lodo, pocos de quienes realmente experimentan la koinonia bíblica


terminarán apartándose de la enseñanza de Cristo y de la iglesia.

El escritor de Hebreos explica: Mirad bien de que nadie deje de alcanzar


la gracia de Dios... (12:5). La frase «mirad bien» es una traducción de
la palabra original episkopeo, en otros contextos traducida «obispo»
(Hechos 20:28; Filipenses 1:1; 1 Timoteo 3:2; Tito 1:7), y de donde
obtenemos los términos «supervisor» y «sobreveedor». El texto de Hebreos
no trata de un autoexamen sino de una exhortación a todos los creyentes a
vigilar la santidad de nuestros hermanos en Cristo. La verdadera koinonia
provee el contexto apropiado para poder corregir, reprender y exhortar
(«mirar bien») a los hermanos que muestran inicios de un enfriamiento.

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Observemos algunas de las muchas exhortaciones bíblicas a los creyentes a
vigilar y a proteger la vida espiritual de los de la koinonia:

Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois


espirituales, restauradlo... (Gálatas 6:1).

> Si tu hermano peca, ve y repréndelo a solas... (Mateo 18:15).

Yo mismo estoy también convencido de que vosotros [sois] capaces de


amonestaros los unos a los otros (Romanos 15:14).

Y os exhortamos, hermanos, a que amonestéis a los indisciplinados, animéis


a los desalentados, sostengáis a los débiles y seáis pacientes con todos
(1 Tesalonicenses 5:14).

Sólo cuando cada cristiano goce de la verdadera koinonia con otros


hermanos en la fe, podemos tener seguridad de que detectaremos los
primeros síntomas del enfriamiento en la vida de un hermano que nos
proporciona el ambiente óptimo para corregir y restaurarlo.

Los siguientes casos verídicos ilustran varias maneras en que esta


koinonia puede funcionar a fin de que los miembros de una iglesia se
exhorten mutuamente al amor y a las buenas obras (Hebreos 10:24). Al
margen del programa de su iglesia local, dos empresarios se han
comprometido a reunirse una vez por semana para el mutuo discipulado: oran
juntos, sufren juntos, se gozan juntos y se exhortan. Es la koinonia
encarnándose para prevenir el enfriamiento.

En nuestra iglesia todas las semanas 40 hombres se reúnen en cuatro grupos


diferentes para estudiar la Palabra y dar razón de sus acciones el uno al
otro.

Luis Palau se reúne con un grupo de apoyo cada jueves por la mañana.

Como parte de las actividades de una iglesia que conozco, las mujeres se
han divido en hermanas mayores y hermanas menores para reuniones de íntima
conversación, oración e interacción con la Escritura.

Una de las iglesias más grandes de América Latina se divide en centenares


de grupos pequeños para estudiar la Biblia, orar y velar el uno por el
otro.

Desafortunadamente la vida eclesiástica de incontables creyentes se reduce


a muchas reuniones masivas pero pocas oportunidades para experimentar la
verdadera comunión bíblica. Hace años notamos que no es en el culto
general de la iglesia donde se puede advertir la condición espiritual de
la gente sino en grupos más reducidos. Es difícil saber si una persona o
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una familia está o no presente entre decenas o centenares de otras
personas. Pero entre pocos? ya sea una reunión casera, una reunión divida
por sexo, edad, intereses, etc.? es muchísimo más fácil.

Muy a menudo cuando algo negativo sucede en la vida de un creyente, nadie


hace nada, nadie lo exhorta, nadie lo confronta ni intenta restaurarlo, no
por falta de deseos ni por falta de preocupación sino porque nadie lo
conoce lo suficiente como para sentir la libertad de hacerlo. Peor
todavía, por esa misma falta de comunión, nadie percibe los inicios de un
decaimiento. A veces alguien pregunta: «¿Dónde está la familia
Fernández?», pero ya es demasiado tarde.

Este ministerio no puede y no debe ser responsabilidad única del pastor.


La koinonia alcanza a todos los miembros de una congregación. Es
imposible que una persona tenga una profunda relación con todos los
congregantes, por eso cada cristiano debería tener su propio círculo
íntimo a quien vigilar y ante quien ser responsable. Lo que nosotros como
líderes podemos hacer es proveer el contexto para que los miembros de la
iglesia practiquen la koinonia.

La koinonía es preventiva (detecta el enfriamiento en su fase inicial) y


curativa (forma parte de la solución para que no vuelva a suceder).
Cuando la koinonia florece en una congregación, en forma espontánea
existirá también el ministerio de «mirar bien» (vigilar), y la puerta
trasera de la iglesia será mucho más chica que la puerta delantera.

Nota del autor: Después de escribir este artículo me llamaron de Radio


Esperanza en Chicago con el deseo de hacer una entrevista sobre este tema.
Una de las preguntas me hizo pensar: ¿Por qué no se da esta relación,
nadie quiere dar cuentas a otro creyente?

A continuación presento mis conclusiones:

El problema mayormente se da entre los hombres y no las mujeres. Las


mujeres son más propensas a gozar de la verdadera koinonia. Sin embargo,
aun para ellas requiere un esfuerzo para que haya verdadera comunión y no
un chismeo.

Culturalmente no confiamos en nadie. Nuestra «cultura» es algo que


llevamos a dentro. Son unas soluciones ya formadas (por la cultura) a las
cuestiones básicas de la vida que todo el mundo, tarde o temprano, se
tiene que enfrentar. La cultura dicta a no confiar en nadie. Por eso
usamos la frase: «Él o ella es de confianza». El resultado es que
entablamos las amistades con cierta distancia. En el ambiente cristiano
nos lleva a sentir que el otro tiene que ganar el derecho de conocerme
íntimamente.

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Después de una sesión de consejos donde tratamos cosas íntimas, el
aconsejado nos dijo: «Espero que no los vea de nuevo». La idea está
clara. Ya que ustedes conocen lo que está pasando en mi vida, no conviene
que nos veamos otra vez.

> Puede ser señal de orgullo.

Hay un sentir (no fundamentado en la Biblia) que el cristiano de verdad


carece de tentaciones y por ende de pecados. Entonces, si me abro y
cuento lo que ocurre en mi vida, seré la única persona. La realidad es
otra. Todos tenemos los pecados predilectos o como dice Hebreos 12:1 «...
el pecado que tan fácilmente nos envuelve» (nos hace tropezar).

Para responder a los 4 puntos tengo recomendaciones:

Como explica Hechos 2:42 la koinonia no es opcional sino es una necesidad.


Parte de la koinonia es la parte que consideramos espinosa, dar razón de
nuestro comportamiento a otros creyentes. No necesariamente uno tiene que
revelar un pecado oculto. Puede ser ayuda para leer la Biblia todos los
días; amar más al cónyuge; no enojarse con los chicos; bajar de peso; no
pasar tanto tiempo viendo la TV; o mil cosas más.

Sin embargo, la Biblia explica que bajo ciertas circunstancias conviene


confesar un pecado a otras personas. Ha sido nuestra experiencia que
cuando alguien esconde un pecado en un compartimento de su corazón,
Satanás lo chantajea y acusa. Por lo general existe el temor de que
alguien se dé cuenta. Cuando se admite el problema y se hace un pacto en
presencia de testigos, el diablo no tiene fundamento para su chantaje
puesto que un chantaje se basa en un secreto.

Ahora bien, con referencia a estas personas la Biblia advierte: «No des lo
santo a los perros ni echéis vuestras perlas delante de los puercos»
(Mateo 7:6). Los perros y puercos, en este caso, son símbolo de la gente
que no tendrá suficiente madurez como para enterarse de la situación y
poder ser de ayuda. Estas personas no han de ser tenidas en cuenta. Es
más, hay que escoger personas con mucho cuidado. Deben cumplir con una
lista de requisitos mínimos: 1) Debe ser madura espiritualmente (Gálatas
6:1). 2) Debe ser capaz de formar parte de la solución. 3) No debe ser
chismosa. 4) No debe escandalizarse ante este pecado secreto. 5) A
veces es aconsejable seleccionar a una persona que haya sufrido un
problema parecido y también haya obtenido la victoria con la ayuda y
gracia de Dios.

En nuestro grupo un hombre perdió su empleo (oramos con él y ya tiene


otro). Otro tiene una hija rebelde (oramos con él por meses y finalmente
se han abiertas las líneas de comunicación entre él y su hija). Todos
tenemos parientes inconversos. Otro está sufriendo las secuelas de turbio
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divorcio (la ayudamos con los chicos hasta que alguien le regaló un auto).
Otro hizo un pacto con el Señor de pasar más tiempo en la Biblia y en la
oración. Por otro lado, un hombre llegó desanimado debido a la lucha con
la pornografía. Pudimos animarlo, orar por él, darle consejos prácticos y
compadecernos de su lucha. La kononia comprende todos estas situaciones y
aún más.

www.cimientoestable.org

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