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Las NEUROSIS -|EROGLIFICOS, BLASONES, LABERINTOS~ dad de desplazarse= mostraba con precisiOn un secreto: una historia de amor imposible. Luego de muerta su hermana ella pagé su deseo con el sufrimiento causado por una enfermedad que se agarraba del cuerpo para “ni siquiera dar un paso en su propésito”; es decir: dirigirse a su verdadero objeto de amor, su cufiado. Con la ayuda de Freud Isabel logr6é desentrafar el sentido de su sintoma, liberando el cuerpo de su afeccién, la que no estaba regida por pa- rélisis orgdnica alguna, sino por una verdad que debia permanecer oculta. En este caso se comprueba de un modo paradigmatico hasta qué punto el cuerpo humano se halla habitado por el lenguaje y también hasta dénde puede desentonar con las regulaciones biolégicas que lo predestinarian a ser tan sélo un 6rgano de la auto-conservacién. La relacién piernas-cufiado se inscribié en el cuerpo de Isabel desobe- deciendo a las regulaciones de la biologia, evidenciando la verdad del sintoma y ocultando su oscura satisfaccién. El psicoandlisis comenz6 por la nal interesndose en ese yz 0 que deja de responder al saber na‘ e en él se halla ins- crito. Como medium, como hechicera, bruja desafiante del orden mé- dico, la histeria ha mostrado con sus conversiones una subversion flagrante del organismo viviente haciendo saber hasta qué punto el a “complacencia somatica” freudiana -sintoma de conversién- es cairn Por Lacan como “rechazo del cuerpo” para resall t fe Su cuerpo sea reducido a la condi- 1 g que s6lo obedeceria a los imperati- Cab 210° a La no docilidad, la no ‘complacencia corporal a esos imperativos sefialan un rasgo de la histeria: desafiar Io establecdo par el aed de turno; ya sea el inquis ientifico, saber -el verdadero~ , pero que, ademés, ese saber que se inscribe en su cuerpo es 1 “un medio de goce y que él es su 17 ry eae sintoma y los sintomas de la histérica aciente efreudiana de finales del siglo XIX, Isabel de R., nos, cuerpo esta enfermo de la verdad y es sede de paradéjicas sé satisfac: Sy D ae ¥ 27S TH HRHAHARHH MAHAR AHAHH HE o ~« VvoeovewvwvvVvV-VvVvvVBVBeesveseeueenv se & Ernesto S, SINATRA Por ello la his de un lazo eria ha sido elevada por el Dr. Lacan a la categoria ocial situdndola como un nuevo discurso: el discurso de nombre que sittia la sen- mor, los vaivenes del deseo, =pero no menos con el alcance de! lenguaje para decir el ser- una % sensacién de que algo falta en la naturaleza de las relaciones entre hombres y mujeres, pues ella tiene un saber de que hay algo fallado entre ellos. Partamos de una obviedad: se desea algo, se dese 5 algae e algo o ese alguien, aunque ella yf ‘ela a veces -ni siquiera~ ella sabe qué es lo que le hace falta y_ lar que en ocasiones -presionada por ese sentimiento de in- atc SEE eS eS lesear al Otro es la mejor forma de intentar 3 Pp rse UN ser c saber (de lo que no se sabe en las cuestiones del deseo) y vestir de ese modo la desnudez de su insatisfaccién ontolégica, esa falla originaria de la sexualidad humana, del ser hu- mano, del cual ella hace sintoma. Asf ella expresa su division y la manifiesta como desarreglo en el saber, como queja dirigida siem- pre al Otro. El discurso de la histérica es el homenaje de Jacques Lacan al descubrimiento freudiano del inconsciente; es decir, a ese ario que se afirma en la insatisfaccién * oun m de satisfaccién. Por ello siempre es pre- ciso desconfiar cuando alguien quiere “saber de verdad”, pues el deseo de saber cuando es reflexivo y quiere resolverse con el pensa- miento hunde sus raices en la obsesién; y cuando ese deseo de saber se presenta irreflexivo, apremiante, y muestra sus resonancias en un cuerpo sufriente -siempre al borde de la accién pasional- obedece al teatro de la histeria. Los sintomas de la obsesién se organizan del lado del pensa mienti i rh 18 Otro a partir de lo que le falta: es decir, desde su deseo lanza la pregunta al Otro, al amo de tumo, para obtener desde alli una res-_ puesta alo que esencialmente no funciona entre hombres y mujeres: es decir, las cuestiones del sexo. / Je este modo que podemos, ahora, leer el discurso de la his- teria: sS— spn desde la division de su ser se dirige al Otro para invitarlo, es decir: forzarlo, a que entregue el saber que guarda (aunque no lo sepa) sobre el sexo. Pero, a decir verdad, ella parte ya de un saber -que leva informado en su propio cuerpo- y es que “el saber sexual es algo enteramente extraio al sujeto”, tal la manera de Jacques Lacan de leer lo reprimido freudiano. 5 re de la verdad que esconde el deseo, se dirige al Otro: deseo _. A verdad pero ese Otro no es en verdad sino el lugar del saber reprimido: ella se dirige al Otro -hacia aquel que lo encarna- para extraer de alli ese saber. Y ese saber es un saber acerca del goce del que ella sabe, por la estructura misma del sexo que funciona a pura pérdida, en defecto: es el “no hay relacién sexual” de Lacan, 0 el aserto de Freud que afirma que “en el inconsciente no hay inscripcién de lo femenino, aunque si del falo y de la castracién”. Por ello la relacion de la histeria con la falta, el vacfo existencial que para ella se abre en torno de la falla del ser, esa falla que estalla ensu cuerpo y la desespera hasta lo inimaginable, nunca puede ser ees en su justa medida cuando de analizar a alguien se trata, ‘La represién originaria, tal como ha sido emplazada por Sigmund Freud ja la division de los hablantes en cuestiones del sexo, inscribe la imposibilidad de la relacion Proporcionada entre los sexos, escri- be la falta de un acuerdo arménico sexual ~que permitiria que “las nenas fueran para los nenes, necesariamente”, tal como las regula- ciones biologicas parecian imponer también al género humano. 19 7S THR HHA HRHRMRAARHAARAARHR & ‘< Mientras tanto, la histeria resiste con el rechazo del cuerpo fran- queando la frontera de lo natural haciendo sintoma en el cuerpo organico: la categoria de “bisexualidad” que le fue aplicada por el padre del psicoandlisis nombraba, precisamente, esa resistencia a complacer el suefio naturalista del Otro biolégico; de allf el descon- cierto médico frente a la contemplacién de un ataque histérico que muestra a un sujeto femenino exhibiendo un cuerpo sufriente, que con una mano arranca sus vestiduras mientras que con la otra se defiende del ataque. Tal divisién localiza en un mismo cuerpo, con- denséndolos, al violador y a la victima del atentado sexual. Es este ataque histérico -paradigma freudiano del trauma sexual- la sede de los sintomas en la histeria pero no menos de la division subjeti- va entre hombres y mujeres, de la falla estructural del sexo en los hablantes. EI rechazo del cuerpo tiene, ademas, otra lec mo objeto causa de deseo del Ot pero aa ——— ema de la histeria es que ella no consiente a esa _ of dejangestomardesterded come.gie $50 no. Que lo contingente advenga, eso si, abierta a las relaciones que 2 > 3 3 > 3 > > % » > se presenten, por supuesto; pero dejarse tomar verdaderamente por a el deseo de un hombre segtin el fantasma de él prestarse a ello y que % > 9 > 9 y J » » % 2 cuiy eso, a la vez, la conecte con un goce suplementario... a eso, en tanto mujer histérica, ella no siempre esta dispuesta. La anorgasmia y la frigidez son las respuestas en el cuerpo a la falta de una identidad sexual natural; por ello las epidemias histéricas seran el medio por \) el cual algunas mujeres intentardn hacer reconocer su deseo a través - de la identificacion. —"——~Comprobémoslo con esta noticia: MISTERIO EN MEXICO Uncaso de histeria colectiva * Las autoridades de salud de México abrieron una investigacién so- bre un estricto internado catélico de religiosas surcoreanas, donde unas 600 chicas de 12 a 17 affos, sin aparentes problemas de salud, dejaron de caminar, en un caso definido como de histeria colectiva. El fenémeno, que se manifiesta con atrofia muscular y mareos, se inicié en octubre de 2006, afectando a dos nifias. Cuatro meses 5 Publicado en el Diario Clarin, el 21 de junio de 2007. 20 A después ya eran 200 las menores enfermas, a las que se sumaron otras 400 en marzo. “Los médicos que hicieron los andlisis dicen que es una imitacién entre ellas, de origen psicolégico. Pero lo que nos impacta mucho es que su sufrimiento espanta a los padres, quienes estan muy eno- jados y molestos por ver a sus hijas asi", comenté la directora del colegio, Margie Cheong. Tras realizarles numerosas pruebas clinicas, médicos del Hos Infantil de México y delaSecretaria deSaludconcluyeronquela: cas sufren lo que comtnmente se conoce como “histeria de masas”. Elinternado Villa delas Nifias, ubicado en Chalco, centro de México, es dirigido por la congregacién religiosa de Corea del Sur Herma- nas de Maria y aplica una estricta disciplina en la que permiten sdlo dos salidas al aiio para las jévenes y la prohibicién de responder cartas La extrafia “epidemia”, que se conocié en la prensa con los tes- timonios de algunas afectadas y de cinco maestros que fue- ton despedidos, desaparece en cuanto las chicas salen del colegio, lo que generé acusaciones de maltrato contra las religiosas. La directora detall6 que en el colegio hay mas de 3,000 menores sa- nas, y que de las 600 que han enfermado, unas 300 ya abandonaron la institucién y lograron recuperarse, pital chi- Como apreciamos aqui, la histeria se sigue haciendo ofr ofrecien- do su cuerpo sufriente para resistir, mds alld de las imposiciones del amo de turno que intenta prohibirle poner en escena su vida amorosa. i también verificaremos hasta qué punto la Otra mujer es la inane ayor de la histeria y hacerla existir para sostener el ‘seo sea tal vez su tarea mas decidida. Siempre habré una sefiora (la ya célebre partenaire de Dora) en la historia de una mujer, esa Otra de la rivalidad y/o de la fascinacién, siempre mas mujer que ella misma seré el referente del saber qué es una mujer. Y la mujer histérica sostendra desde alli, desde ese Otro cuerpo femenino, las identificaciones que le permitiran vestir su cuerpo, para -simulta- nei s insatisfacci6n con el género. es la marca en el orillo de la histeria. Ella, en verdad, “para-desea”, el objeto de su anhelo siempre circularé exac- tamente al lado de ella, pero ella nunca podra apresarlo, lo que tiene nunca sera lo que desea. Pero en cada travesia amorosa también el padre estara presente 21 ~~ A Om PR HR ARHRA RR FF KH * @ 7X AH NH © wv OVVe @ sieaevevvesewvwePvvve Se ee ee oe Ernesto S. SINATRA (aun en su ausencia) y el amor a él dirigido -o su envés, el odio- dard la medida del soporte de su existencia. La clinica ensefia hasta qué punto i i Por su padre y | i problemético, Por lo tanto también siempre habr4 un padre para una mujer histérica al lado de la Otra mujer: ella siempre tendré su “pareja” (coalescencia lenguajera que equivoca un partenaire -"les presento a mi pareja” con dos cuerpos). Por esta linea encontraremos més adelante en este texto un diag- néstico diferencial entre una mujer y la histeria. Por esta linea, tam- bién la histeria hace sintoma entre hombre y mujer, entre el saber y el goce, entre el amo y la causa del deseo. Por esta linea la histeria es e 2 Continuaremos con un caso clinico que nos permitiré situar a la histeria en accién.

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