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POESÍA INDÍGENA
WILLIAM OSPINA
Tal como tu pico fuerte protege tu nido; tal como tus plumas amarillas contienen
el poder del sol, así será mi maloca protegida.
Para los malos espíritus tu cuerpo será invisible, las culebras venenosas se irán
por otro lado y no por donde estás. Una cerca te protegerá contra los jaguares
malos. Tu vida será tranquila porque el banco en que te sientas no sólo servirá
para el reposo sino para que pienses.
Existen muchas versiones del mito. La más completa está, tal vez, en el discutido
poema Yuruparí, transcrito en el alfabeto latino y en la fonética ñengatú, a fines
del siglo XIX, por Maximiano José Roberto, un indígena ilustrado del Brasil. Por
uno de esos curiosos azares en que se complace la realidad, Maximiano era amigo
de Ernanno Stradelli, un antropólogo italiano, y ello hizo que la primera versión
del poema en una lengua latina fuera "Leggenda dell'Jurupary", la versión italiana
de Stradelli publicada en el Bolletino de la Sociedad Geográfica Italiana, serie III,
vol. III, en 1890. El texto que sirvió de modelo para esa traducción ya no existe, y
el viejo conde Stradelli murió leproso en 1926, pero la primera versión del poema
en portugués, traducida del italiano, se publicó también en 1890 y fue obra del
brasileño J. Barbosa Rodríguez. La versión en castellano, de Pastor Restrepo
Lince, apenas ha sido publicada fragmentariamente. De alguna manera, y muy
irónicamente, también el Yuruparí nos llegó de Europa.
El texto del poema Yuruparí apenas nos pertenece. Reflejo de un reflejo, sólo nos
es posible, a través de él, entrever algunos movimientos de seres que son apenas
nombres, en una selva de palabras. Hasta ahora las traducciones han sido más bien
transcripciones y tal vez en este caso sea más cierta que en otros la definición de
Robert Frost: «Poesía es aquello que un poema pierde cuando se lo traduce». Si
los indios del Vaupés vivieran en nuestro mismo universo mental, podríamos sentir
la intensidad de los hechos y los símbolos que el poema reproduce. Pero mientras
llega ese gran poeta del Vaupés, cuya lengua sea con igual intensidad la de los
indígenas y la nuestra, lo único que podemos hacer es percibir hechos aislados,
conductas singulares y episodios extraños, en esta poesía que para ellos no es
literatura sino la forma de la vida, la fuerza y el terror de la selva, las ansiedades y
las prohibiciones del amor, en un mundo mágico e inquietante donde lo único que
hay que saber es que el deseo puede invadirnos y embriagarnos sólo si las flautas
están bien ocultas bajo el agua del río.