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I

POESÍA INDÍGENA

WILLIAM OSPINA

LOS MITOS DE LOS U'WA - YURUPARÍ - OTROS POEMAS INDÍGENAS.

EL AZAROSO DESCUBRIMIENTO DEL CONTINENTE AMERICANO por una


expedición europea que buscaba las costas de Oriente es el hecho fundamental de
la historia moderna. Cambió por completo la noción que el viejo mundo tenía de
sí mismo, forzó a los hombres a una nueva concepción del espacio planetario, abrió
una vertiginosa época de exploraciones y conquistas, renovó las inquietudes
espirituales de la civilización, mostró cuán incomprensiva y cuán bárbara podía ser
una cultura milenaria, sacando a la luz su fondo de superstición, de repulsión y de
intolerancia, mareó de aventura y de codicia a muchas generaciones, puso en
marcha un proceso de explotación de riquezas incalculables, sondeó las venas de
la tierra y extrajo de ellas el oro sangriento, aniquiló valerosas poblaciones y
exquisitas culturas, sembró las lenguas y las religiones europeas sobre la ceniza
todavía susurrante de los dioses nativos, soltó sobre los mares un pueblo de naves
de rapiña, llenó de temas nuevos la imaginación de los hombres, puso la palabra
Calibán en labios de William Shakespeare, encendió un sueño de ríos de oro en la
imaginación de Luis XIV y puso a brillar los fantasmas de Eldorado en las páginas
de Voltaire, creó el planeta como hoy lo concebimos, estimuló la idea del "buen
salvaje" en Jean-Jacques Rousseau, cambió la idea de la naturaleza e inspiró los
paisajes del Romanticismo, produjo una de las obras más representativas del
espíritu alemán: La relación histórica del viaje a las regiones equinocciales del
Nuevo Continente, realizado de 1799 a 1804; permitió que se renovara y se
enriqueciera la idea de la democracia que hoy gobierna a las naciones, y favoreció
el advenimiento de Darwin, cuyo legado podría cambiar para siempre la relación
del hombre con el mundo. A ese hecho casual y prodigioso, y de consecuencias
tan imprevisibles, corresponde nuestro origen como nación y, ciertamente, también
el origen de nuestra poesía. Antes de la llegada de la lengua castellana a este
territorio, las comunidades que lo habitaron durante casi 20000 años no habían
alcanzado a desarrollar una escritura hábil para registrar y conservar sus rituales,
sus invocaciones y monumentos de la expresión, de modo que de la
presumiblemente rica poesía de aquellos pueblos sólo ha logrado prevalecer lo que
hoy los antropólogos rescatan de la tradición oral de las comunidades indígenas.
Por cierto, muy poco de aquel mundo ha logrado llegar hasta nosotros.

LOS MITOS DE LOS U'WA. EL VUELO DE LAS TIJERETAS

Transcrito y analizado por Ann Osborn en 1983, y publicado por la Fundación de


Investigaciones Arqueológicas Nacionales del Banco de la República en 1985, El
vuelo de las tijeretas forma parte del vasto cuerpo de mitos de los u'wa, que
poblaron la Sierra Nevada del Cocuy y el norte de la cordillera Oriental colombiana
hasta la Sierra de Mérida en Venezuela, y que aún sobreviven en esas regiones,
reducidos a unos centenares, pero todavía en posesión de su asombrosa cultura y
memoria ancestral.

«Shishara, Shakira, Tirira, Karouwa, Tha Kuma, Bekana, Raiayna, O'runa,


Beragdrira, Th'thumbria, Yokumbria, Akatra, Barima, IthKwitra, Okitra, Sherina,
Botruna, Bukwarina, Barawiya, Sherowiya, Waiyana...». Este es, transcrito al
alfabeto latino, el comienzo del primer vuelo del canto. Cada tantas palabras, un
estribillo explica, detiene y matiza la enumeración. En este caso las palabras son
nombres propios que designan regiones del mundo de los u'wa, casi al modo de
esas secuencias que en los documentos legales definen los límites de un territorio.
Pero el canto hace mucho más que nombrar los sitios. Desde Shishara ("el
horizonte donde terminan los ríos"), pasando por diversas lagunas, cerros, cauces,
regiones de otros grupos nativos, llegando a Barawiya y Sherowiya (que son, en
su orden: "la mujer del lugar del solsticio" y "la mujer joven del sol", es decir, las
regiones donde habitan estas divinidades), hasta terminar en Waiyana (que tal vez
signifique "en dirección a Guayana, en el este"), el canto comienza a narrar el vuelo
sobre este territorio de ciertas águilas migratorias que viajan desde el sur de los
Estados Unidos hasta el norte de la Argentina, y que se ven con frecuencia «en
grandes bandadas atravesando el paso de las cordilleras».

El nombre u'wa es precisamente el de una de estas águilas (Elanoides forficatus).


«Hombres de forma de pájaros» ocuparon el espacio en un vuelo inicial y sus
descendientes, los u'wa, vuelven a recorrer en el canto el itinerario que
periódicamente repiten las águilas. Es muy posible que este ritual represente a la
vez una manera de renovar su pertenencia al territorio sagrado, de reafirmar sus
regiones, de reanudar los lazos de cada comunidad con los grupos vecinos, y de
renovar el sentimiento de pertenecer no sólo a una tradición sino a un mágico
origen. A la manera de Heinrich Schliemann, que se orientaba por los versos de la
Ilíada, Ann Osborn decidió seguir el curso de los versos de este poema, para ver
si correspondían de veras a un trayecto posible, y encontró la ruta sembrada de
menhires a trechos.

EL ÁMBITO POÉTICO DE LOS DESANAS DEL VAUPÉS


Todo el volumen es una notable obra de exploración y reflexión sobre la vida y el
universo de las tribus Tukano que habitan el Vaupés colombo-brasileño, y estos
mitos fragmentarios, tomados de la narración oral de un informante desana, son
para nosotros, junto con el poema Yuruparí, la mayor aproximación que tenemos
hasta ahora en nuestro lenguaje a la peculiar poesía de estas comunidades. Hay a
veces en ellos alusiones a la conquista, e incluso a las invasiones del mundo
moderno sobre su espacio físico y mental, que prueban que los textos son de
elaboración reciente, o que han sido revisados o alterados con el tiempo; pero la
sustancia básica -mítica, al fin- es intemporal: no alude a cosas que hayan ocurrido
en una época, sino a hechos y fenómenos que siguen ocurriendo en su mundo.
Quien lee este libro sobre los desanas ingresa en otro universo, uno de una riqueza
y una intensidad que no son fácilmente asimilables para el hombre occidental.
Numerosos elementos de esa cultura pertenecen al orden de la poesía. Las
invocaciones rituales, por ejemplo:

Tal como tu pico fuerte protege tu nido; tal como tus plumas amarillas contienen
el poder del sol, así será mi maloca protegida.

Para los malos espíritus tu cuerpo será invisible, las culebras venenosas se irán
por otro lado y no por donde estás. Una cerca te protegerá contra los jaguares
malos. Tu vida será tranquila porque el banco en que te sientas no sólo servirá
para el reposo sino para que pienses.

En todo lenguaje el sentido de las palabras es revelador de un modo de percibir el


mundo; entre los desanas la palabra Tulari, por ejemplo, recoge numerosas
sensaciones que se perciben como análogas: es uno de los nombres del poderío
físico, pero también significa inyectar, en el sentido de transmitir algo a través de
un aguijón. La picadura de un insecto es Tulari, «pero también se aplica el término
a una persona que tiene la mirada penetrante». Ese penetrar puede usarse también
en el sentido visionario «de ver lo que está oculto para los demás», y en un sentido
sexual, aludiendo al poder fálico de procrear. Pero es así mismo capacidad de
éxtasis -nos explica Reichel-Dolmatoff- «y del vuelo mágico que permite al payé
salir de la biosfera y "penetrar" en otro plano existencial». Y dado que el éxtasis
puede equivaler a la muerte, ya que se supone pasar a un estado distinto de la
existencia, también el concepto de muerte y de transmutación parece abarcado por
la palabra. Lo que sentimos allí es un pensamiento que discurre por afinidades y
que puede cobijar, con un concepto, la serie:picar-penetrar-avasallar-comprender
-engendrar -adivinar-trascender-arrobarse -derivar en un ámbito distinto. Así
parecen percibir estos hombres el universo, no como una plétora de cosas aisladas
y sustantivas, sino como una continuidad en la que la picadura del mosquito es afín
a la cópula, y ésta al mágico éxtasis que permite al chamán o payé comprender el
engranaje secreto del mundo; en muchas cosas distintas, una misma palpitación de
la tierra.

Tortuga grande, tortuga pequeña;


tortuga de color negro, de color rojo;
tortuga grande de río.
Tu dentadura, tu concha;
bajo tu fortificación me defiendo.

Yuruparí: las flautas prohibidas

Existen muchas versiones del mito. La más completa está, tal vez, en el discutido
poema Yuruparí, transcrito en el alfabeto latino y en la fonética ñengatú, a fines
del siglo XIX, por Maximiano José Roberto, un indígena ilustrado del Brasil. Por
uno de esos curiosos azares en que se complace la realidad, Maximiano era amigo
de Ernanno Stradelli, un antropólogo italiano, y ello hizo que la primera versión
del poema en una lengua latina fuera "Leggenda dell'Jurupary", la versión italiana
de Stradelli publicada en el Bolletino de la Sociedad Geográfica Italiana, serie III,
vol. III, en 1890. El texto que sirvió de modelo para esa traducción ya no existe, y
el viejo conde Stradelli murió leproso en 1926, pero la primera versión del poema
en portugués, traducida del italiano, se publicó también en 1890 y fue obra del
brasileño J. Barbosa Rodríguez. La versión en castellano, de Pastor Restrepo
Lince, apenas ha sido publicada fragmentariamente. De alguna manera, y muy
irónicamente, también el Yuruparí nos llegó de Europa.
El texto del poema Yuruparí apenas nos pertenece. Reflejo de un reflejo, sólo nos
es posible, a través de él, entrever algunos movimientos de seres que son apenas
nombres, en una selva de palabras. Hasta ahora las traducciones han sido más bien
transcripciones y tal vez en este caso sea más cierta que en otros la definición de
Robert Frost: «Poesía es aquello que un poema pierde cuando se lo traduce». Si
los indios del Vaupés vivieran en nuestro mismo universo mental, podríamos sentir
la intensidad de los hechos y los símbolos que el poema reproduce. Pero mientras
llega ese gran poeta del Vaupés, cuya lengua sea con igual intensidad la de los
indígenas y la nuestra, lo único que podemos hacer es percibir hechos aislados,
conductas singulares y episodios extraños, en esta poesía que para ellos no es
literatura sino la forma de la vida, la fuerza y el terror de la selva, las ansiedades y
las prohibiciones del amor, en un mundo mágico e inquietante donde lo único que
hay que saber es que el deseo puede invadirnos y embriagarnos sólo si las flautas
están bien ocultas bajo el agua del río.

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