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La libertad

I no es mas
/

que una palabra ...

Para gue cualq uie r (o rma de pensam ie nto se convi crra e n d o minante tiene que
presentarse u n aparato conceptual gue sea sugerente para nuest ras intuiciones,
nuestros insri nros, nuestros valo res y nuestros d eseos, así como tambi én para las po-
sibil idades inhe rentes al m undo social que habitamos. Si esto se logra, este a parato
con ceptual se injerta d e tal modo en el sentido común que pasa a ser asumido como
algo d ado y no cuestio nabl e. L os i'undadores del pensamiento neoliberal to maron
el ideal político d e la di gnidad y de la libertad individual como p ila r fundam ental,
que consideraron «los valo res cen trales de la civilización». g cali zaron una sensata
elecció n, ya que efectivamente se tra ta de ideales convincentes y sugesti vos. En su
opinión , estos valo res se veían amenazados no sólo por el fascismo , las dictaduras y
el comunismo, sino por rodas las fo rmas d e inte rvención estatal que sustituían con
valoracion es col ectivas la libertad d e elección de Jos individuos.
L a idea de dignidad y d e libertad individual son concep to s pode rosos y atra-
yentes por sí mismos . Estos ideales reafirmaron a los movim ie ntos disidentes en Eu-
ropa del Este y e n la Unión Soviética antes d el fi nal de la Gue rra Fría así como a los
e tudiante de la Plaza d e Tia na nme n. Los movimie ntos estudiantiles que sacudie-
ron el mundo en 1968 - d esde P arís y C hicago h asta Bangkok y C iudad d e M éxico-
estaban e n parte an imados po r la búsqueda de una mayor li bertad d e ex p resión y
Je elección individuales. En térm inos más gene rales, estos idea les atraen a cualquie r
persona gue aprecie la fa cultad J e tomar decisiones po r sí mism<t.
L a idea de li be rtad , inserta en la tradi ción estado unidense d esde hace largo tiem -
po, ha desempeñado un notab le papel en E stados Unidos e n los últimos aifos. El «9
Je septiembre» fue inte rpre tado de mane ra inmediata po r muchos a nalistas como
un ataque contra clb. « Un mundo pacífico en el que c rece la li be rtad», escri b ió el

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t' fe, iJc:nte Bu h en el primer ani versario de aquél fa tídico día, «al servicio de los in-
re reses a largo plazo de Estados Unidos, que refleja la permanencia de los ideales
estadoun idenses y qu e une a los aliados de este país». «La humanidad», concluía,
«sostiene en sus manos la oportunidad de ofrecer el triunfo de la libertad sobre to-
dos us enemigos seculares» y «Estados Unidos recibe con alegría sus responsabili-
dades al mando de esta gran misión». Este leng uaje fue incorporado al documento
titulado Estrategia de Defensa acional Estadounidense que fu e emitido poco des-
p ués. «La libertad es el regalo del Todopoderoso a todos los hombres y mujeres del
mundo» dijo posteriormente añadiendo que «en tanto que la mayor potencia sobre
la tierra, nosotros tenemos la obligación de ayudar a la expansión de la li bertad» 1•
C uando todas las restantes razones para emprender una guerra preventiva con-
tra Iraq se revelaron defi c ientes, el presidente apeló a la idea de que la libertad otor-
gada a Iraq era en sí misma y por sí misma una justificación adecuada de la guerra.
Los iraquíes eran libres y eso era todo lo que realmente importaba. Pero qué tipo
de libertad se vislumbra aq uí si, tal y como el crítico cultural Matthew Arno ld re-
flexionó hace mucho tiempo, « la libertad es un caballo mu y bueno para cabalgar
sobre él, pero para ir a algún sitio» 2 . ¿A qué destino, por consigu iente , se espera que
encamine el pueblo iraquí el caballo de la libertad que se le ha donado por la fuer-
za de las armas?
La respuesta de la Administración de Bush a esta cuestión quedó clara el 19 de
septiembre de 2003 , cuando Paul Bre me r, directo r de la Auto ridad Provisional de
la Coalición promulgó cuatro decretos en los que se preveía «la plena privatizació n
de las emp resas públicas, plenos derechos de propiedad para que las compañías ex-
tranjeras hayan adquirido y adquieran empresas iraquíes, la plena repatriación de
los beneficios extranjeros[ ... ] la apertura de los bancos iraquíes al control e xtran-
jero, la d ispensación de u n tratamiento nacional a las compañías extra nje ras y [ ... ]
la eliminación de prácticamente todas las barreras comerciales» 1• Estos decretos
iban a ser ap licados en to das las esferas económicas, incluyendo los servicios públi-
cos. los medios de comuni cación , la industria, los servicios, los transportes, las fi -
nanzas y la construcción. Únicamente el petróleo queda ría exento (presumible-
mente debido a su especial estatus como generador de rentas para pagar la g uerra
y su relevancia geopolítica). El mercado Je trabajo, a su vez. iba a esta r estricta-
mente regu lado. Las huelgas estarían efecti vamente prohibidas en los sectores cla-

1
C . \'</. Bush. « Pn.:si<lent A<lclresses thc Nation in Prime Time Press C onfercnce». 13 <le abril de
2004; http://w\I'\\'.\l'hitchousc.go v/news/ re leascs/ 2004/ 042000404 13- 20. htm I.
2 Las citas de 1 'vl anhew t\rnold proceden <le R. \'\'illiams. C11!111re and Sodety, 1i 80- /8511, Londres,
C hauo & \'\'indus. 1958. p. 118.
¡ A . .J uhasz. «Amb irion~ of [ mpi rc. Thc Bush 1\dminisrn11ion Economic Plan fo r I raq (and Be-
yondl». Ll/I Tum J\111,ga:::.1111· 12 (febrero-marzo 2004). pp. 27 -32.

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ve de la economía y el de recho de sindicación restringido. Igualmente, se impuso
un «sistema impositivo fijo» sumamente regresivo (un ambicioso plan de reforma
fiscal defendido desde hacía mucho tiempo por los conservadores para su imple-
mentación e n Estados Unidos).
En opinión de algu nos analistas. estos d ecretos eran una violació n de las Con-
venciones d e Ginebra y de la H aya, ya que un país ocupante tiene el deber de pro-
teger los activos d e una país ocupado en lugar de liquidarlos 4• Algunos iraquíes
opusieron resistencia a lo que The Economist londine nse denominó régimen del
«sueño capitalista» en [raq . Un miembro de la Autoridad Provisio nal de la Coali-
ción nombrada por Estados Unidos criticó e nérgicame nte la imposición del «fun-
damencalismo del libre mercado» , al que denominó «una lógica errada que ignora
la historia»' . Aunque las no rmas de Bremer pudieran haber sido ilegales po r ven ir
impuestas por una potencia ocupante, podían conve rtirse en legales si e ran confir-
madas por un gobie rno «soberano». El gobierno inte rino nombrado por Estados
Unidos que asumió el poder a finales d e jun io de 200-1 fue declarado «soberano»,
pero únicamen te tenía poder para confirmar las leyes existentes. Anees del traspa-
so de pod eres, Bremer mul tiplicó el número de leyes destinadas a especificar hasta
en los úlrimos deralles las reglas del mercad o libre y del libre comercio (en cuestio-
ne. tan pormenorizadas como las leyes que regulan los derechos de autor y las le-
yes de propiedad inrelecrnall , expresando su esperan za de q ue esros pactos institu-
cion ales «cobraran vida y fuerza propias» de tal forma que resulraran muy difíciles
de revertir6 .
De acuerdo con la teoría neoliberal , el tipo J e medidas pe rfiladas por Bremer
e ran tan necesa rio como suficiente para la creación de riqueza y, por lo tanto, para
el progreso d el bienestar d e la población e n general. La suposició n d e que las li-
bertades individuales se garantizan mediante la libe rtad de mercado y d e comercio
es un rasgo cardinal del pensamie nto neoliberal. y ha dominado durante largo tiem-
po la postura de Esrados Unidos hacia el resw del mundo7. Evidentemente, lo que
Estados Unidos pretendía imponer por la fuerza en Jraq era un aparato estatal cuya
misión fundame ntal era facilitar las condiciones parn una provechosa acumulación

4
. Klc in , «Of Course rhe \X' hirc 1lo use fea rs rrec Elecrions in l rn4», Tbc CuarJ1im, 24 d e ene ro

Je 2004. p. 18.
' T. Crampton, « lraqui Oficial urges Caucion on l mposin~ Free J\larket», The Ncu· )(¡rk Ti111el . 24
Je enero de 2004. p. 18.
" 1\ . .Juhasz, «/\mbitions of Empire. The Bush Ad111inis1rnlion Econo mic Plan for Jraq (anJ Bc-
yo nJ )». ci1.. p.29.
' C. W/. Bu~h. «So.:curing Frcednm's Triu mph», '/he Netc York ºfo11e.1, 11 dc sepricmbre d e 2002 .
t\33 . Tbe N 11!10111t! \ºec1mlv Str11/egy o( tbc Unit<'J S1<1/n o( 1\111eric11 se l'IKuentra d isponible en el sit io
web: www. whitchousc.god nsc/nss.

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de capital tanto por parte del capital extranjero como del dom éstico. A esta forma
de aparato estatal la denominaré Estado neoliberal. Las libertades que encarna re-
flejan los intereses de la prop iedad privada, las empresas, las compañías multina-
cionales, y el capital financiero. En definitiva, Bremer invitó a los iraquíes a cabal-
gar su caballo de la libertad d irecto hacia la cuadra neoliberal.
Merece la pena recordar que el primer experimento de formación de un Estado
neoliberal se produjo en C hile tras el golpe de Pinochet el «11 de septiembre me-
nor>>de 1973 (casi treinta años antes del día del anuncio del régimen que iba insta-
larse en Iraq por parte de Bremer). El golpe contra el gobierno democráticamente
elegido de Salvador Allende fue promovido por las elites económicas domésticas
que se sentían amenazadas por el rumbo hacia el socialismo de su presidente. Con-
taron con el respaldo de compañías estadounidenses, de la CIA, y del secretario de
Estado estadounidense Henry Kissinger. Reprimió de manera violenta todos los
movimientos sociales y las organizaciones políticas de izquierda y desmanteló todas
las formas de organización popular (como los centros de salud comunitarios de los
barrios pobres) que existían en el país. El mercado de trabajo, a su vez, fue «libe-
rado» de las restricciones reglamentarias o institucionales (el poder de los sindica-
tos, por ejemplo). ¿Pero de qué modo iba a ser reactivada su estancada economía?
Las políticas de sustitución de las importaciones (fomentando las industrias nacio-
nales mediante subvenciones o medidas de protección arancelaria) que habían do-
minado las tentativas latinoamericanas de desarrollo económico habían caído en el
descrédito, particularmente en C hile, donde nunca habían funcionado especial-
mente b ien. Con el mundo entero en recesión económica, se requería un nuevo en-
foque.
Para ayudar a recon struir la economía chilena, se convocó a un grupo de eco-
nomistas conocidos como los «Chicago boys» a causa de su adscripción a las teorías
neoliberales de Milton Friedman, qu e entonces enseñaba en la Universidad de
Chicago. La historia de cómo fueron elegidos es interesante. Desde la década de
1950, Estados Unidos había financiado la formación de algunos economistas chile-
nos en la Universidad de Chicago como parte de un programa de la Guerra Fría
destinado a contrarrestar las tendencias izquierdistas en América Latina. Estos eco-
nomistas formados en Chicago llegaron a dominar la Un iversidad Católica privada
de Santiago de C hile. A principios de la década de 1970, las elites financieras orga-
nizaron su oposición a Allende a través de un grupo llamado «el Club de los lunes»
y desarroll aron una productiva relación con estos economistas finan ciando sus tra-
bajos a través de institutos de investigación. D espués de que el general Gustavo
Leigh, rival de Pinochet para auparse a.l poder y defensor de las ideas keynesianas,
fuera arrinconado en 1975, Pinochet puso a estos economistas en el gobierno don-
de su primer trabajo fue negociar los créditos con el Fondo Monetario Internacio-

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nal. El fruto de su trabajo junto al FMI fue la reestructuración de la economía d:
simonía con sus teorías. Revirtieron las nacionalizaciones y privatizaron los acri\·o~
públicos. abrieron los recursos nawrales (la industria pesquera y la maderera, entre
otras) a la explotación privada y desregulada (en muchos casos sin prestar la meno r
consideración hacia las reivindicaciones de los habitantes indígenas), privatizaron la
Seguridad Social y facilitaron la inversión extranjera directa y una mayor libertad
de comercio. El derecho de las compañías extranjeras a repatriar los beneficios de
sus operaciones chilenas fue garantizado. Se favoreció un crecimiento basado en la
exportación frente a la sustitución de las importaciones. El único sector r~se rvado
al Estado fue el recurso clave del cobre (al igual que el petróleo en Iraq). Esto se re-
veló crucial para la viabilidad presupuestaria del Estado, puesto que los ingresos del
cobre fluían exclusivamente hacia sus arcas. La reactivación inmediata de la econo-
mía chilena en términos de tasa de crecimiento, acumulación de capital y una ele-
vada tasa de rendimiento sobre las inversiones extranjeras no duró mucho tiempo.
Todo se agrió en la crisis de la deuda que azoró América Latina en 1982. Como re-
sultado, en los ai'ios que siguieron se produjo una aplicación mucho más pragmáti-
ca y menos conducida por la ideología de las políticas neoliberales. Todo este pro-
ceso, incluido el pragmatismo, sirvió para proporcionar una demostración útil para
apoyar el subsiguienre giro hacia el neoliberalismo tanto e n Gran Bretaña (bajo el
gobierno de Thatchcr) como en Estados Un idos (bajo el d e Reagan) en la década
de 1980. De este modo, y no por primera vez, un brutal experime nto llevado a cabo
en la periferia se convirtía en un modelo para la formulación de políticas en el cen -
tro (muy parecido a la experimentación con un sistema impositivo fijo en lraq, pro-
puesto en el marco de los decretos <le Bremer)8.
El hecho de que dos reestructuraciones del aparato estatal que presentan una si-
militud tan manifiesta hayan ocurrido en épocas tan distintas y en lugares tan dife-
rentes <lel mundo bajo la influencia coactiva de Estados Unidos , sugiere que el al -
cance inexorable del poder imperial estadounidense podría obedecer a la rápida
proli feración de formas estatales neoliberales alrededor del mundo que se registró
desde mediados de la década de 1970. Aunque sin duda esto se haya producido a
lo largo de los últimos treinta años, en ningún caso constituye roda la historia, como
muestra el elemento <loméstico del giro neolibcrnl en Chile. Por otro lado, E stados
Un idos no obligó a Margaret Thatcher a adentrarse e n la inexplorada senda neo li-

x M. fourcad1:-Gourin ch: 1~ y S. 8:1bb. «Thc Rcbinh of rhc Li bual Creed. Parhs to Neolib eral i~m
in Four Countries». l1/Jlcr1Ct111 }011n 1ti! o(Sociologr 108 (2002). pp. 5-12· 5-19: J. \/ j ldcz. Pi11ocl'l'I \ Lco11·
01111~1·ts. Th(· Chicago Ycboo! i11 Chili'. N uc1·a York. Camb ridge Univcrsi1 y P res>. 1995: R. Luder>. «Thc
' ucce>s ami Failurc of the Srnte-O wncd Ent..: rprisc Din:stiturcs in a Dcvcloping C:ounrry. The ( .i-~·
of Chile». }rillmal o/ \'(lor/d IJ11si11n.1 ( 1993 ). pp. 98- 12 l.

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beral en 1979. Como tampoco obligó a China, en 1978, a emprender el camino ha-
cia la liberalización. Los restringidos movimientos hacia la neolibe ralización de ] n-
dia en la década d e 1980 y de Suecia a principios de la de 1990 no pueden atribui rse
fácilm ente al alcance imperial del poder estadounidense. Evidentemente, el desa-
rrollo geográfico desigual del neoliberalismo a escala mundial ha sido un proceso
d e gran complejidad que ha entrañado múltiples determinaciones y no poco caos y
confusión. ¿Por qué, entonces, se produjo el giro neolibera1 y cuáles fueron las fuer-
zas q ue le ororgaron su hegemonía dentro del capitalismo global?

¿Por qué el giro neoliberal?

La reestructuración de las formas estatales y de las relaciones inte rnacionales


después de la Segunda Guerra Mundial estaba concebida para prevenir un regreso
a las catastróficas condiciones que habían amenazado como nunca antes el orden
capitalista en la gran depresión de la d écada de 1930. Al parecer, también iba a evi-
tar la reemergen cia de las rivalidades geopolíticas in terestatales que habían desata-
do la guerra. Como m edida para asegurar la paz y Ja tranquilidad en la escena do-
méstica, había que construir cierta forma d e compromiso de clase entre el capital y
la fuerza de trabajo. Tal vez, el mejor retraro del pensamiento de la época se en-
cuentre en un influyente texto escri to por dos eminentes sociólogos, Roben Dah l y
Charles Lindblom , que fue publicado en 1953. En opinión de ambos autores, tan-
to el capitalismo como el comunismo en su versión pura habían fracasado. El úni-
co ho rizon te por delante e ra construir la combinación precisa de Estado , mercado,
e instituciones democráticas para garantizar la paz, la integración , el bienestar y la
estabilidad 9 . En el plano inte rnacional , un nuevo o rden mundial era e rigido a tra -
vés de los acuerdos de Bretton Woods, y se crearon diversas instituciones como la
Organización de las Naciones Unidas, el Banco Mundial , el Fondo Monetario In -
ternacio nal y el Ban co d e Pagos lnrernacion ales de Basilea, que tenían como finali -
dad contribuir a la estabilizació n de las relacio nes in ternacionales. Asimismo , se in-
centivó el libre comercio de bienes m ediante un sistema de tipos de C<1mbio fijos
sujeto a la convertibilidad del dólar estadounidense e n oro a un precio fijo. Los ti-
pos de cambio fijos eran incompatibles con la libe rtad de los flujos de capital 4ue
tenían que ser controlados, pero Estados Un idos tenía que permitir la libre circula-
ción del dólar más allá de sus fronteras si el dólar iba a Fun cio nar como mo neda de
rese rva global. Este sistema existió bajo el paraguas protector de la potencia militar

9
R. Dahl y C. LinJblom, Politic.I', Eco110111y tmd \tle/fare. Pla1111i11g tmd Politico-Eco11omic s:vs1cw.1
Resoll'ed i1110 Bt1.11cSocwl Proff.f.les. Nueva York , Harpe r. 1953.

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de Estados Unidos. Únicamente la Unión Soviética y la Guerra F ría imponían un lí-
mite a su alca nce global.
Después de la Segunda Guerra Mundial, en Europa emergieron una variedad de
Estados socialdemócratas, demócraracrisria nos y <lirigistas. Estados Unidos, por su
parte, se indinó hacia una for ma estatal dem ócrataliberal y Japón, bajo la atenta su-
pervisión de Estados Unidos , cimen tó un aparato estatal e n teoría democrático pero
en la práctica sumamente burocrático facultado para su pervisar la reconst rucción
<le! país. Todas estas formas estatales diversas tenían en común la ace ptación <le que
el Estado debía concentra r su atenció n en el pleno empleo, en el crecimiento eco-
nómico y en el bien estar de los ciudadanos, y que el pode r estatal d ebía desplegar-
se libremente junto a los p rocesos del me rcado -o, si fuera necesario, inte rvin iendo
en él o incluso sustitu yéndole- , para alcanzar esos objetivos. Las políticas p resu-
puestarias y monetarias generalmente llamadas «keynesia nas» fue ron ampliamente
<lplicadas para amo rriguar los ciclos económ icos y asegurar un práctico pleno de
empico. Por regla gene ral , se defe nd ía un «comprom iso de clase» en tre el capital y
la fuerza d e trabajo como garante fundamental de la paz y de la tranquilidad en el
j mbito doméstico. Los Estados inrervin ie ron d e manera activa e n la política indus-
:rial y se implicaron en la fijación de fórmulas establecidas <le salario social dise-
ña nd o un a variedad d e sistemas de protección (asistencia sanitaria y educación , e n -
:re otros) .
Actualm ente es habitual re feri rse a esta organización político-económica como
<liberalismo e mbridado» para sci"'íalar el modo en que los procesos del me rcado así
,orno las actividades empresariales y corporativas se encontraban cercadas por una
·e<l de constreñimientos sociales y políticos y por un e nro m o regulador que en o ca-
-iones restringían pero en otras instan cias señalaban la estrateg ia económica e in -
~ustria l 10 . Se recurría con frecuencia (po r ejemplo, en Gran Bretaña, Francia e lta-
.:,1) a la p lan ificació n estatal y e n algunas instancias a la propiedad pública J e
-ecrores clave de la economía (como el carbón, el acero o la industria auto movilís-
·:ca). El proyecLo neolibe ral consiste e n d esembridar al capital d e estos constreñi-
- 11entos.
El li be ralismo e mbridado ge ne ró altas tasas d e crecimie nto económico en los
~ .1íses del capitalismo avanzado durante las décadas de 1950 y 1960 11 . En cie rta me-
.:1da esto d ependió de la dadivosidad de Estados Unidos al estar dispuesto a asu-

' S. Krasnc r Ccd.), illt1·macio1111! Rl'gi111e1. lth;1ca (N Yl. C:ornt'll University P rcss. 1983; J\1 . 131yth,
·.·,¡/ Tra11rft1r111t1tio111. f.m110111ic Ideas 1111d /11.rt1!11tio1111! Ch1111J!.c i11 thc Ticc11tict h Ce11111n•. Cambri<lge.
, mbri<lge Univcrsity Prcss. 2002.
P. Armsr rong. A. Gl ynn. y J. llarrison. Ci1p1t11!1s111 Since \.Vorld \%r ll. lZ1e J\1ak.i11!!. al/Cl /3re11/..>111g
·:/,e Long /3011111. O xfo rd , B,1sil Blackwcll. 199 1.

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mir déficit con el resto del mundo y absorbe r cualquier producco excedente dentro
de sus fronteras. Este sistema reportó benefi cios como la expansión de los merca-
dos d e exportación (de manera más evidente para Japón pero también de manera
desigual al conjunco de América Latina y a algunos otros países del sureste asiáti-
co), pero las tentativas de exportar «desarrollo» a gran parte del resLo Jel mundo
se vieron en buena medida encalladas. En la mayor parte del Tercer Mundo , parti-
cularmente en África, el libe ralismo embridado continúo sie ndo un sueilo imposi-
ble. La de ri va subsiguiente hacia la neoliberalización después de 1980 no conll evó
ningú n cambio material sign ilicati\'O en su e mpobrecida condición. En los países
del capitalismo avanzado, el manteamiento Je una política redistributiva (que in -
cluía la integración polít ica e n alg una medida del poder sindical obrero y el apoyo
a la negociación colectiva), de controles sobre la libre circulación del capital (en
pa rti cular cierto grado de represión financiera a través de controles del capital ), de
un abultado gasto público y la instauració n estatal del sistema de bienestar, de acti-
vas intervenciones esratales en la economía y cierto grado de p lanificación del desa-
rrollo , fueron de la mano con tasas de crecimiento relativamente altas. El ciclo eco-
nómico era controlado de manera satisfactoria mediante la aplicación Je políticas
fiscales y monerarias keynes ianas. Las actividades de este Estado intervencionista
sirvieron para promocionar una economía social y mo ral (en ocasiones apoyada por
un fuerte sentido de identidad nacional ). En efecto, el E stado se convirtió en un
campo de fuerzas que internalizó las rebciones de clase. Instituciones ob re ras como
los sindicatos de trabajadores y los partidos políticos d e izquierda tuvieron una in -
fluencia muy real dentro del aparato estatal.
A finales de la d écada d e 1960 el libera lismo embridado comenzó a desmoro-
narse, tanto a escala inre rnacional como dentro de las economías domésticas. En ro-
das parres se h acían evidentes los signos d e una grave crisis d e acumulaci ón de ca-
pi tal. El crecimi ento tanto del desempleo como de la inflación se disparó por
doquier <munciando la entrada e n una fase de «esranllación» global que se prolon-
gó durante la mayo r parre de la década de 1970. La caída de los ingresos rriburarios
y el aumento Je los gastos sociales provocaron crisis fiscales en varios EsraJos
(C rnn Bretaña, por eje m plo, tuvo que ser rescatada por el FMI en la crisis de 1975-
1976). Las políticas keynesianas habían dejado de funcionc1r. Ya antes de la Guerra
úabe-israelí y del embargo de petróleo impuesto por la OPEP en 1973 , el sis rema
Je ti pos de cambio fijos respaldado por las reservas de oro establecido en Bretton
\\loods se había ido al trnsre. La porosidad de lc1s fronteras estatales respecro a los
flujos Je cap ital di liculró d funcionamiento del sistema de tipos de cambio fijos.
Los dólares estadoun idcnsc.:s regaban el mu1Hlo ~ habfon escap<tdo al control de Es-
tados Unidos al ser depositados en bancos europeos. t\ sí pues, e n 1971 se produjo
el abandono Je los ripos de C<1mbio lijos. Lloro no podía seguir Cun cionando como

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la base metálica de la divisa internacional; se permitió que los tipos de cambio fluc-
tuaran y los esfuerzos por controlar esta fluctuación fueron abandonados enseguida.
A rodas luces, el liberalismo embridado que había rendido elevadas rasas de creci-
miento, al menos a los países capitalistas avanzados después de 1945 se encontraba
exhausto y había dejado de funcionar. Si quería salirse de la crisis hacía falta alguna
alternativa.
Una respuesta consistía en intensificar el control estatal y la regulación de la eco-
nomía a través de estrategias corporarivistas (incluyendo, de ser necesario, la frus-
tración de las aspiraciones de los trabajadores y de los movimientos populares a tra -
vés de medidas de austeridad, políticas de ingresos, e incluso del control de precios
y salarios). Esta respuesta era alentada por diversos partidos socialistas y comunis-
tas en Europa, que depositaron sus esperanzas en experimentaciones innovadoras
en las formas de gobierno visibles en algunos lugares, como la «Bolonia Roja» con -
trolada por los comunistas en Italia, la transformación revolucionaria en Portugal al
calor de la caída del fascismo, el giro hacia un socialismo de mercado más abierto y
las ideas del «eurocomunismo», en particular en Italia (bajo el liderazgo de Berlin -
guer) y en España (bajo la influencia de Carrillo), o la expansión de la fuerte tradi -
ción socialdemócrata del Estado del bienestar en los países escandinavos. La iz-
quierda congregó un considerable poder popular detrás de estos programas ,
rozando el poder en Italia y ganándolo de hecho en Portugal, Francia, España y
Gran Bretaña, sin dejar de conservar su poder en la península escandinava. Inclu so
en Estados Unidos, a principios de la década de 1970, el Congreso controlado por
el Partido Demócrata generó un enorme aluvión de iniciativas de reforma legislati-
vas (elevadas a rango ley por el presidente republicano Richard N ixon, que en el
proceso ll egó a observar que «ahora todos somos keynesianos») en todo tipo de ma-
terias, desde la protección del medio ambiente hasta la segu ridad y la salud en el
uabajo, los derechos civi les o la protección de los consumidoresl 2 . Pero la izquier-
da no fue mucho más allá de las tradicionales soluciones socialdemócratas y corpo-
rativisras si bien , a mediados de la década de J 970, éstas se habían revelado incom -
patibles con las exigencias de la acumulación de capital. Esto desencadenó una
polarización del debate entre quienes se alineaban a favor de la socialdemocracia y
de la planificación central (y que cuando alcanzaron el poder, como en el caso del
Partido Laborista británico, a menudo acabaron tratando de doblegar las aspira -
ciones de sus propios votantes apoyándose, por regla general, en argumentos prag-
máticos), por un lado, y los intereses de todos aquellos comprometidos con la libe-
ración del poder finan ciero y de las corporaciones, y el restablecimiento de las

12
G. Elcy. Forgi11g Dcmocracy. Thc f-lis/01')' o/ the Lcft 111 E11rope, 1850-2000, O xíor<l. O xfor<l l..' ni·
versity Prcss, 2 000.

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libcnades de mercado, por otro. A mediados de la década de 1970, los intereses de
éste Ciltimo grupo comenzaron a cobrar mayor iníluencia. ¿Pero cómo eran las con-
diciones para que la reanudación de la activa acumulación de capital pudiera ser
restaurada?
Cómo y por qué el neoliberalismo emergió victorioso como la única respuesta a
esta cuestión es el quid del problema que debemos re olver. Desde una mirada re-
trospectiva puede parece r como si la respuesta fuese tan obvia como inevitable pero,
al mismo tiempo, pienso que es justo decir que nadie supo o comprendió con certe-
za qué tipo de respuesta funcionaría y cómo lo ha ría . El mundo capitalista fue dando
tumbos hacia la respuesta q ue constituyó la neoliberalización a través de una serie de
zigzagueas y de experimentos caóticos que en realidad únicamente convergieron en
una nueva o rtodoxia gracias a la articulación d e lo que llegó a ser conocido como el
«Consen so de Washington» en la década de 1990. Por entonces, tanto Clinton como
Blair pudie ron haber dado la vuelta sin problemas a la observación de Nixon y decir
de manera senciUa que «ahora todos somos neoliberales». El desarrollo geográfico de-
sigual del neoliberalismo, su aplicación con frecue ncia parcial y sesgada respecto a
cada Estado y su formación social, testifica la vacilación de las soluciones neolibera-
les y las formas complejas en que las Fuerzas políticas, las tradiciones históricas, y los
pactos institucionales existentes sirvieron, en su conjunto, para labra r el por qué y el
cómo de los procesos de neoliberatización que en realidad se produjeron.
Sin e mbargo, hay un elemento dentro de esta transición que merece una aten-
ción específica. La crisis de acumulación de capital que se registró en la década de
1970 sacudi ó a todos a través de la combinación del ascenso del desempleo y la ace-
leraci ón de la inflación (figura 1.1 ). El desconte nto se extendió y la unión del mo-
vimiento obrero y de los movim ie ntos sociales en gran parte del mundo capitalista
avanzado parecía apuntar hacia Ja emergencia de un alternativa socialista al com-
promiso social e ntre el capiral y Ja fuerza de trabajo que d e manera tan satisfactoria
había fundado la acumulación capitalista en el periodo posbéli co. En gran parte de
Europa, los partidos comunistas y ocialisras estaban ganando te rre no, cuando no
tomando el poder, y hasra en Estados Unidos las fu e rzas populares se moviliza ban
ex igie ndo reformas globales así como inte rvenciones del Estado. Esto planteaba
por doquier una clara amenaza política a las elites económicas y a las clases domi-
nanLes, tanto en los países del capitalismo avan zado (Itali a, Francia, Españ~1. y Por-
tugal ) como e n muchos países en vías Je <lesarrollo (Chile, M éxico, y Argentina).
En Suecia, por ejemplo. Jo que se conocía como el plan Rehn-Meidne r proponía, li-
teralmente, comprar de mane ra paulatina a los dueños d e las empresas su partici-
pación en sus propios negocios y convertir el país en una democracia de trabajado-
res/ propietarios Je participaciones. Pero , más allá de esto, ahora se comenzaba a
palpar la amenaza económica a la posición de las clases y de las elites dom inantes.

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1965 1970 1975 1980 1985

fi gura 1. 1. La crisi~ económica J e la década Je 1970: inllacil>n y d esempleo en EsraJos


Unidos y en Europa, 1960- 1987.
f11e111c: D. Har\'ey. Thc Co11ditio11 o/ Po.1/111odcmity, ci t.

Una con<lición del acuerdo posbélico en casi todos lo s países fue que se restrin-
giera el poder económico d e las clases altas y que le fuera conceJiJa a la fuerza J e
rrabajo una mayor porción del pasrel económico. En Estados Unidos, por ejemplo,
la porció n d e la renta nacional del l por 100 de quienes perciben una mayor rema
cayó de un elevado 16 por 100 en el periodo prebélico a menos J e un 8 por t 00 al

21
final de la Segunda Guerra Mundial , y permaneció rondando esre nivel durante casi
rres d écadas. Mienrras el crecimiento fuera fuerte, esra restricción no parecía ser im-
portante. Tener una participación estable de una rarra creciente es una cosa. Pero
cuando en la década de 1970 el crecimiento se hundió, los tipos de interés real fue-
ron negativos y unos dividendos y beneficios miserables se convi rtieron en la nor-
ma, las clases airas de roda el mundo se sintieron amenazadas. En Estados Unidos,
el control de la riqueza (en oposición a la renta ) por parre del l por 100 más rico
de la población se había mantenido bastante estable a lo largo del siglo XX. Pero en
la década Je 1970 cayó de manera precipitada (figura 1.2) cuando el valor de los acti-
vos (accio nes, propiedades, ahorros) se desplomó. Las clases altas tenían que realizar
movimientos decisivos si querían resguardarse de la aniquilación política y económica.
El golpe de Ch ile y la roma del poder por los militares en Argentina, promovi -
dos internamente por las clases airas con el apoyo de Esrados Unidos, propor-
cionaba un amago de solución. El posterior experimento con el neoliberalismo de
Chile demostró que bajo Ja privatización forzosa los beneficios de la reanimada acu-
mulación de capital presentaban un perfil tremendamente sesgado. Al país y a sus
elites dominantes, junto a los inversores extranjeros, les fue extremadamente bien
en las primeras etapas. En efecto, los efectos redistriburi vos y la creciente desigual-

50

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15

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1925 1935 1945 1955 1965 1975 1985 1995

foigura 1.2. La c ri sis de la riqueza de la década de 1970: porcentaje de activos poseídos


por el l por 100 más rico J e la población estadounidense. J 922-1998.
Fuente: G. Duménil y D. Lévy, Capital Rcrnrgcnt. /Zoots o/ the i'!eoliberal Revolution, c it.

22
dad social han sido un rasgo tan persistente de la neoliberalización como para po-
der ser considerados un rasgo estructural de todo el proyecto. Gérard Duménil y
Dominique L évy, tras una cuidadosa reconstrucción de los datos ex istentes, han
con cluido que la neoli beralización fue desde su mismo comienzo un proyecto para
lograr la restauración del poder de clase. Tras la implementación de las políticas
neoliberales a finales ele la década de 1970. en Estados Unidos. el porcentaje de la
renra nacional en manos del l por lOO 1rnís rico de la sociedad ascendió hasta <ll-
canzar, a finales del siglo pascido, el 15 por J00 (muy cerca del porcentaje registra-
do en el periodo anterior a la egund,1 Guerra J\!un<liall. El O,J por 100 de los per-
cepcores de las rentas m<Ís airas de éste p<lÍS \'ÍO crecer su participación en la renta
n<tcional del 2 por 100 en 1978 a cerca del 6 por lOO en 1999. mientras que la pro-
porción entre la retribución media de los rrcib,1jadores y los sueldos percibidos por
los altos directivos pasó de mantener una proporción aproximada de 30 a 1 en J970
a alcanzar una proporción de 500 a l en 2000 (figuras 1.3 ~ 1.-1 l . Con roda proba-
bilidad. gracias a las reformas fiscales promo\'idas por el µobicrno de Bush acrual-
menre en marcha. la concentración de la renta y de la riqueza en los escalones 1rnís
altos de la sociedad siga su acelerado curso porque el impuesto de sucesiones (un
impuesto sobre la riquez¡¡) se está eliminando de 11lc111era gradual~· la fiscalidad so-
bre los ingresos provenientes de las inversiones ~· de las ganancias de capital se esrcí
disminuyendo. mientras se mantienen los impuestos sobre los sueldos~· salarios 11 .
Estados Un idos no est<Í olo en este proceso. ~"' que el 1 por 100 superior de los
perceptores de renta en Gran Brera11a ha doblado su porcentaje de b renta nacional
Je! 6 .5 por 100 al 13 por 100 desde 1982. \' si lanzamos nuestra mirada más lejos, ve-
mos extraordinarias concentraciones Je riqueza y de poder emergiendo por todas
partes. En Rusia, una pec.¡uei1a y poderosa oli¡rnrquía ,iJza su cabeza después de la «te-
rapia» <le choque que había sido administrada al paí en la década Je 1990. La apli-
cación en China de las prácticas o rientadas al mercado libre ha producido un cxtra -
)rdinario y repentino <luge Je las desigualdades en la rema y en la riqueZ<l. La ola de
~'rivarizacic.'in que <
lZOtÓ i\léxico después de 1992 c.mtpulró casi de la noche a la rna-
1.ana a un reducido número de inJi,·iJuos !como Carlos Slim l a la lisrn de Forrune de
:,1s personas más ricas del mundo. r\ escala global. «los países de Europa del Este y
Je la CEI han experime ntado uno de los mayores incrementos que jamás se hayan rc-
.:istrado [ ... ] en desigualdac.I social. Los países de la OCDE tambi én sufrie ron cnor-

ii G. Duménil y D. Lé,·y. «\eoliberc1! D\11,mm:,. 1oward~ .·\ \ <.:\\ Ph.1,<.:~» en " · 1'<111 der Pi¡!. L.
.-sassi, y D. \\'i¡(a teds.J. Glo/J,¡/ f{<'~11/,1t1,,11 ..\/,111a.~111.~ Cmc1.ifi,rtl'e /111f't't1cil l um . \uel <I York. l\ t! -
-~ave 1\lac millan. 200-t. pp. -t 1-63. \ 'é,10-e también . «Ta,k 1 o re<: on 1nequa lirv <ll1d :\me rican Democ
·"e ~')> , 1l 111cn ca11 D cmocr11C\' m 1111 , ¡ ~,
o/ R 111ú~ l 111'q11t1!111 . .-\me rirnn P olirical Scil'l1C<.: t\,~Pri1a wn
200-t ): T. Pik e tt~ ~·
1:::. Saez. «lncorne lncqualir1 in rhc L'nireJ Srn1 ..:s. 19 13-1 988». (}11<1rl<•rlr /rJ11m,1/
· l:'crmo 1111cs. 118 1200 3 l. pp. 1- 39.

23
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stados Unidos - Francia - Reino Unido :
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Figura 1.3: La rcsrauración d el pode r de clase: parricipación en la renra nacional de l O, l


por 100 más ri co en Estados Un idos, Re ino Un ido y Fran cia, 19 13 -1998.
Fuente: Task f o rce on Inequ aliry and Ame ri can Democracy, A m erican Democracy in 1111
Age o/ Ri.ri11g lneq11a!ity.

mes incremen tos de la desigualdad después de la década de 1980», mientras «la d ife-
rencia de renta ent re el 20 por 100 de la población mundial que vive en los países más
ricos y el 20 por 100 que vive e n los más pobres arrojaba una proporció n de 7-l a l en
1997, po r encima del 60 a l en 1990 y del 30 a l e n 1960» 14 . Aunque hay excepcio-
nes a esta te ndencia (p ues varios países del este y del sureste d e Asia hasta el mo mento
han mantenido las desigualdades en la re nta de n tro e.le límites razonables, corno tam-
bién ha ocurrido en Francia, véase figura J.3 ), las evidencias ind ican contund en te-
mente que el giro neolibe ral se encuentra en cien o modo, y en cierta medida, ligado
a la restauración o a la reconstrucción d el poder de las eli tes econó micas.
Po r lo tanto, la neolibe rali zació n puede ser inte rp retada bien como un p royecto
utópico con la fin alidad d e realiza r un diseñ o teórico para la reorgan izació n del ca-
pi talismo internacio nal , o b ien como un proyecto pol/tico pa ra reestablecer las con-
diciones para la ac umulació n d e capital y restaurar el pode r d e las elites eco nómi-

1
• Unitcd Nations Deve lo pment P rogrnm. //111111111 D!!velopme111 Report. 1999, N ueva York . O x-
fo rd Universiry P ress , 1999 , p. 3.

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Rango salarial total 1O
Rango salarial total 50
- - Rango salarial total 100
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~.is primer.is eres cun·.is mue,¡r,m el .i-;co:ns(' Jd ....il,1rio d..: lo-, ahci, d1reccinv.. de acuo:rdo con cl lugar
..JUC ocupan o:n Li jerarquí.1 remh11m-.1: dern11(1. quinn1.1g..',i1110 o celllesimo. La ocra cun .1 (· - · -)
_,1rr<.:spondt: .1 la ro:cribuci<ln mt:di,1 de k1-. lO(l .deo, Jir..:c.:ti\<" que pt:rc1ht:n l.1;, rt:l1HlllLT•tei011es m.í~
J e\'adas. Ob...én t.:,,.quo: 1.000 sig111fica l .!l()() 'L'CO:' el .... 1L1rio medit>.
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1985 1995 2005


- 0 ,0002% de las familias más ricas (las 404 familias más ricas en 2000)
· •·· · 0,00005°0 de las familias más ricas (las 101 familias más neas en 2000)

Fi¡wra l ...j: La concentración Je riqueza ~ el porenci:1l de ohcencion Je ingresos en b-


radm Unidos: remuneración de los alcos direcci,·os en relación con el salario medio est<l ·
dounidc1re. 1970-2003. ~ el porcemaje de la ric.¡uez.1 de las familias más ricas. 1982-2002.
rurnte: C. Dumén il ~ D. Lé\'\·. «0.°eolibcrnl lncome Tren<ls. \'\'ealth. C:lass anJ Owner-
ship in ch e USA». cit.
C<l!>. En las páginas que siguen argu mentaré q ue en la p ráctica e l segu ndo de estos

objeti\'Os ha sido dominan te. La neolibcralización no ha sido muy efectiva a la hora


de revitalizar la acumulación global de capital pero ha logrado de manera muy sa-
tisfactoria restaurar o, e n algunos casos (como e n Rusia o en Chin a), c rear el poder
de una el ite económica. En mi opinión. el u topismo teórico del arg umento neoli-
bernl ha fun cionado ante todo como un sistema de justificación y de legitimación
de todo lo que fuera necesario hacer para alcanza r ese objetivo. La evidencia indi-
ca, además, que cuando los principios neoliberales chocan con la necesidad Je res-
taurar o de sostener el poder de la eli te o bien son abandonados o bien se tergiver-
san tanto yue acab an siendo irreconocibles. Esto no supone en absoluto negar el
poder de las ideas para actuar como una fu e rza d e transformación histórico-geo-
gráfi ca . Pero, en efecto, apun ta a una tensión creativa e ntre el poder de las ideas neo-
liberales y las prácticas reales de la neoliberalización que han transformado el modo
en que el capitalismo global ha venid o funcionando durante las últimas tres décadas.

El ascenso de la teoría neoliberal


E l neoliberalismo en tanto que antídoto potencial para las amenazas al orden so-
cial capitalista y como solución a los males del capitalismo, había permanecido la-
tente durante largo tiempo bajo las alas de la política pública. Un g rupo reducido y
exclusivo J e apasionados defe nsores - principalmente economistas, h istoriadores y
filósofos del mundo académico- se había aglutinado alrededor Jel renomb rado fi-
losofo políti co austriaco Friedrich von Hayek para crear la Mont Pelerin Society (su
nombre proviene del balneario suizo donde se celebró la p rimera re unión del gru -
po) en 1947 (entre los notables del grupo se encontraban Ludwig von Mises, e l eco-
nomista M il ron FrieJman e incluso, duran te un tiempo, el fi lósofo Karl Popper). La
declaración fundacional de la sociedad d ecía lo siguiente:

Los valores cen trales <le la civilización están en peligro. Sobre grandes extensio-
nes de la superfi cie del planeta las condiciones esenciales d e la dignidad y de la li -
bertad humanas ya han desaparecido. En otras, están bajo constante amenaza ante el
desarrollo ele las tendencias políticas actuales. La posición de los individuos y los gru-
pos de adscripción voluntaria se ve progresivamente socavada por extensiones de po-
der arbitrario. Hasta la más preciada posesión del hombre occidental, su libertad de
pensamiento y d e expresión, está amenazada por el despliegue d e credos que, recla-
mando el privilegio de la tolerancia cuando están e n situación de minoría, procuran
solamente establecer u na posición d e poder desde la cual suprimir y obliterar todas
las perspectivas que no sean la suya.

26
El grupo sosricne que esros desarrollos se han nutrido de la propagación de una
visión de la hisroria que rechaza roda pauta moral absoluta y por el crecimiento de
teorías que cuestionan la deseabilidad del imperio de la ley. Sostiene adicionalmente
que se han \'isro estimulados por la declinación de la fe en la propiedad privada y en
el mercado competitivo: por cuanto sin el poder difuso y la iniciativa asociados a es-
tas instirucio nes. es difícil imaginar una sociedad en la cual la libe rtad pueda ser efec-
tivamente preservada 15 .

Los miembros del grupo se describían como «liberales» (en el sentido europeo
tradicional) debido a su compromiso fundamental con los ideales de la libertad in-
dividual. La etiqueta neoliberal señalaba su adherenci<l a los principios d e mercado
libre acuñados por la economía neoclásica, que había emergido en la segunda mi -
rad del siglo XIX (gracias al trabajo de AlfreJ Marshall. Wi ll iam Stanley Jevons, y
Leon Walras) para desplazar las teorías clásicas de Adam Smith, David llicardo y,
por supuesto, Karl Marx. No obstante. también se atenían a la conclusión de Adam
Smith de que la mano invisible del mercado era el mejor mecanismo para movilizar,
incl uso, los instintos más profundos del ser humano como la glotonería, la gula y el
deseo de riqueza y de poder en pro d el bien común. Así pues, la doctri na neol ibe-
ral se oponía profundamente a las teorías que defendían el intervencionismo esta -
tal, como las de John Maynard Keynes, que ganaron preeminencia en la década de
1930 en respuesta a la Gran D epresión. D espués de la Segunda Guerra Mundial ,
muchos de los responsables políticos miraron hacia el faro de la teoría keynesiana
en su búsqueda de formulas para mantener bajo control el ciclo económico y las re-
cesiones. Los neoliberales se oponían aún más fieramente a las teorías en torno a la
planificación estatal centralizada, como las propuestas por O sear Lange cuya obra
se aproximaba a la tradición marxista. Las decisiones estatales, argüían , estaban
condenadas a estar sesgadas políticamente en función de la fuerza de los grupos de
interés implicados en cada ocasión (como podían ser los sindicatos, las organiza-
ciones ecologistas. o los grupos de presión empresariales) . Las decisiones estatales
en materia de im ·ersión y d e acumulación de capital siempre habrían de ser erró-
neas porque la información disponible para el Estado no podía rivalizar con la con-
tenida en las señales del mercado .
Este marco teórico no es, tal y como varios analistas han señalado, enteramente
coherente 16 . El rigor científico de su economía neoclásica no encaja fácilmente con

15Véase el si tio web: http://\\'\\'\\'.mompelerin.or!(/ aboutmps.html.


11
Un acerrado análisis se puede encontrar en H . J. Chang. C!ohal1satio11, Eco110111ic Deue!opme11t
'

ami the Role o( the Sta/e, Londres. Zed Books, 2003. Sin embargo. ral y como señala J. Peck. «Geo-
graphy and Publi c P olicy. Consrrucrions of ;\Jeolibernlism». cit. . con frecuencia el ncoliberalismo ha

27
su compromiso político con los ideales de la libertad individual , al igual q ue su su-
pue ta desconfianza hacia todo poder estatal tampoco encaja con la necesidad de un
[ tac.lo fuerce y si es necesario coactivo que defienda los derechos de la propiedad
pri\'ada y las libertades individuales y empresariales. La ficció n jurídica de definir a
las corporaciones como individuos ante la ley introduce sus propios prejuicios, ha-
ciendo parecer irónico el credo personal de J ohn D. Rockefeller que se encuentra
grabado en piedra en el Rockefeller Center en Nueva York y que afirma que él co-
loca «el valor supremo del individuo» por encima de todo lo demás. Y, tal y como
veremos, hay suficientes cont radicciones en la postura ncolibe ral como para tornar
las prácticas mutantes del neoliberalismo (frente a cuestiones como el poder mo no-
polístico y los fallos del mercado) irreconocibles e n relación a la aparente pureza de
la doctrina neoliberal. Por lo tanto, debemos prestar una cuidadosa atención a la ten-
sión entre la teoría del neoliberalismo y la pragmática actual de la neoli beralización.
Hayek, autor de textos cruciales como Thc Constitution o/ Liberly. revelaba po-
seer unas grandes dotes adivinatorias al afi rma r q ue la batalla por las ideas era d e-
te rminan te y que posiblemen te llevaría al menos una generación ganarla, no sólo
contra el marxismo s ino también contra el socialismo, la p lanificació n estatal y el in-
tervencionismo keynesiano. El gru po de Mont Pelerin recabó apoyos financieros y
políticos. En Estados Unidos, en particular, u n poderoso g ru po de individ uos ricos
y de líderes empresariales rabiosamente contrarios a todas las form as de interven-
ción y de regulación estatal existentes, incluso al internacionalismo, p retendía or-
gan izar la oposición a lo que percibían com o un emergente consenso p~1ra lograr
una econom ía mi xta. Teme rosos d e gu e la alianza con la Uni ón Sovié tica y la eco-
nomía dirigida forjada en Estados Unidos d u rante la Segunda Guerra Mundial p u-
diera mate rializarse políticamente en un escenario posbé lico, estaban dispuestos a
ab razar cualquier cosa, desde el macartismo hasta los think-tanks neoliberales, para
proteger y reforza r su poder. No obstante, este movimiento permaneció en los már-
genes de la infl uencia tan to política como académica hasta los tu rbulentos años de
la Jécada Je 1970. En ese momento, comenzó a adquirir protagon ismo, pa rti cular-
mente e n Estados Unidos y Gran Bretaña, con la ayuda d e va rios think-tanks gene-
rosamente financiados (ramificaciones de la Mont Pele rin Society, como el lnstiru-
te of Economic Affairs en Londres y la Heritage Foundation en Washi ngton) así
como también . a través d e su creciente influencia dentro de la academia, e n parti-
cular en la Unive rsidad ele C hicago, donde dominaba Milton Friedman. La teo ría
neoliberal ganó respetabilidad académica gracias a la concesión del P remio Nobel
de economía a Hayek e n 1974 y a F rieJman en 1976. Este parti cular p remio, aun-

absorvi<lo 0 1ros elcmenros <lentro <le su marco de tal modo que es difícil concebi rlo como una teoría
« purn» .

28
-iUe asumió el au ra del Nobel. no tenía nada que ver con los otros premios y fue
..:oncedido bajo el férreo control de la elite bancaria sueca. La teoría neoli beraL es-
;iecialmente en su guisa monerarisra. comenzó a ejercer una influencia práctica en
.ma va riedad <le campos políticos. Durante la presidencia de Carrer. por ejemplo , la
Jesregulación de la econom ía eme rgió como una de las respuestas al esra<lo <le es-
:Jnfl ación crón ica que había p revalecido en Estados Unidos durante toda la <léca-
Ja de 1970. Pero la espectacular consolidación del neoliberalismo como una nueva
m odoxia económica reguladora de la política pública a ni\'el esraral en el mundo
J e! capitalismo avanzado se produjo en Estados Unidos y en Gran Brera1ia en 1979.
En mayo <le aquél aiio. 1'v1argarer Tharcher fu e elegida en Gran Breraña con el
:·irme compromiso de reformar la economía. Bajo b influencia d e Keith J oseph. un
::iub li cisra y polemista muy acti \'o y comprometido q ue poseía conex iones muy in -
:l uyentes con el neoliberal I nstirure of Economic Affai rs. aceptó que el keynesia-
:iismo debía ser abandonado y que las soluciones monera ristas de las doctrinas «di-
~1gi<las a acrua r sobre la o (e na» eran esenciales para remediar la cstanflación que
:1abía caracterizado la economía británica durante la década de l 970. Thatcher se
~lí o cuenta de que estas medidas suponían n<1da menos que una revolución en las
::iolíticas fisca les y sociales. y de manea inmed iata mostró una feroz d eterminación
:'>ara acaba r con las insti tuciones y los canales políticos del Esrado socialdemócrata
-iue se había consolidado en Cran Bre taña después de 19-15. Esto implicó e nfren-
:.irse al poder de los sindicatos, atacar todas las formas <le solidaridad social que es-
:o rbaban a la flexibilidad comperitirn (como las ex presadas a tra\·é~ J e la forma <le
,:obierno municipal. y también al poder <le muchos proresionales y de sus asocia-
..:ionesl, desman telar o re\·enir los compromisos del Estado del bi enes tar, p rivatizar
:,is empresas públicas (entre ellas. la vi, ·iend a social), reducir los impuestos, incen -
:i,·ar la iniciati\·a empres<trial y crear un clima favorable para los negocios para in-
ducir una gran afluencia de im·crsión extranjera (en concreto, proveniente de Ja-
;)ón ). En una famosa declaración. Thatcher afirmó que no había «eso que se llama
::-ocicda<l. sino únicamcnrc hombres y mujeres indi\'iduales»; seguidamente ell a a11a-
J ió, y sus familias. Todas las formas <le solidaridad social iban a ser disueltas en fa -
rn r del indi" idualismo, la propiedad p rirnda . la responsabilidad per:.onal. y los va-
lores familiares. El asalto ideológico alrededor e.le estas hebras lJUe atravesa ban la
retórica de Tharcher fue incesante'-. «La economía es el método». señaló. «pero el
)bjetivo es cambiar el alma» . Y la hi zo cambiar, aun4ue de formas que e n ningún
-.:aso rueron exhaustivas ni acabadas. y mucho menos carente de costes políti cos.

" La historia del cam ino de Thatcher hacia el neoliber;1lisn10 se encuentra pL'rfilada en D. YL'rµi n
I. Srnnisla\\'. /'he Co11111111//{li11.~ l Iu:~h11. '/'be H111t!e /k111·c(·11 Cm·(·n11m·111 t111J Mt1rkct Pl11cc tht1t 1" Rc-
"1ki11J!. tht ,\/o,/er11 \\"or/J. Nuel'a York. Simon&Schuster. J 999.

29
En octub re de 1979, el p residente de la Reserva Federal de Estados Unidos du-
rante el mandato del presidente Carter, Paul Volcker, maquinó una transformación
draconiana de la política mo netaria estadoun idense 18 . E l antiguo compromiso del
estado liberal-demócrata estadounidense con los principios del New Deal, que en
térm inos generales implicaba políticas fiscales y monetarias keynesianas que tenían
el pleno empleo como objetivo primordial, fue abandonado para ceder el paso a
una política concebida para sofocar la inflación con independencia de las conse-
cuencias que pudiera tener sobre el empleo. El tipo de interés real, que a menudo
había si<lo negativo durante la cresta inflacionari a de dos dígitos de la década de
1970 se tornó positivo por orden de la Reserva Federal (figura 1.5). El tipo de inte-
rés nominal subió de un día para otro y, tras oscilaciones benignas, en julio de 1981
se mantuvo en torno al 20 por 100. D e este modo, comenzó «una larga y profu nda
recesión que vaciaría las fábricas y resquebrajaría los sindicatos en Estados Unidos
y llevaría al borde Je la insolvencia a los países deudores, iniciándose la larga era
del ajuste estrucrural1 9 . En opinión de Volcker, esta era la única salida a la incómo-
da crisis de estanflación que había caracterizado a Estados Unidos y a gran parte de
la economía global a lo largo de toda la década de 1970.

9
8
7
6
5
4
3
2
1
o
-1
-2
-3
--4
1965 1975 1985 1995
- - Estados Unidos
- - Francia
Figura 1.5. El «shock de Volcker»: movimientos en los tipos de interés reales en Esrados
Unidos y en Francia, 1960-200 1.
Fuente: G. Duménil y D. Lévy, Capital Resurgen!. Roots o/ the NeoLiberaLRevoLution, cit.

1
~ L. Panitch y S. Gindin. «fi nance anJ Ame rican Empi re», en The Empire Reloaded. SocialiJt Reg-
ister 2005, Londres, Merlín Press, 2005 , pp. -16-8 1.
1
• D. H enwood , A lter thc Ncw Economy, Nueva York. Ncw Press, 2003, p.208.

30
El shock de Volcker, tal y como vino a denominarse desde entonces. h.1 de -., cr
interpretado como una condición n:?cesaria pero no su íiciente de la neolibcraliz<1-
ción. Algunos bancos centrales habían hecho hincapié desde hacía largo tiempo en
lc1 responsabilidad fiscal antiinflacionaria y habían adoptado políticas más pró xi nrns
al monetarismo que a la ortod oxia keynesiana . En el caso de Alemania Occidem,d
esto se derivaba del recuerdo histórico de la hiperinllación que había destruido la
República de \'\leimar en la década de 1920 (disponiendo el escenario para el a~­
censo del fascismo) y de la igualmente peligrosa inflación que se registró al final <le
la Segunda Guerra M un<lial. El FMI se había posicionado desde hacía mucho tiem-
po en contra del endeudamiento excesivo y urgía, cuando no ordenaba, a los Esta-
dos clientes a ejecuta r políticas d e restricción fi scal y de a usteridad presupuestaria.
Pero e n rodos esws casos este monetarismo era simultáneo a la aceptación de un
fuene poder sindical y del compromiso político con la construcción el Estado del
bienestar. El giro hacia el neoliberalismo dependía, por lo tanto. no sólo de la adop-
ción del monetarismo sino del despliegue de políticas gubernamentales en muchas
orras áreas.
La victoria de Ronald Reaga n sobre Carter en 1980 se reveló crucial , si bien Car-
ter se había desplazado de manera inquie tame hacia la desregulación (de las líneas
aéreas y del transporte por carretera) como una solución parcial a la crisis de es-
tanílación. Los consejeros de Heag<m estaban convencidos de que la «medicina»
monerarista Je Volcker para una economía enferma y estancada era un tiro directo
al blanco. Volcker recibió el apoyo del nuevo gobierno y fue renovado en su cargo
como presidente Je la Reserva Federal. La Administración de Reagan proporcionó
entonces el indispensable apoyo político mediante una mayor desregulación, la re-
baja de los impuestos, los recortes presupuestarios y el ataque con tra el poder de
los sindicaros y de los profesionales. Reagan se mostró implacable y contundente
con la O rganización de Controladores Profes ionales del Trafico Aéreo (PAICO) en
la prolongada y amarga huelga que protagonizaron en J 98 1. Esta actitud anuncia -
ba el asalto en toda regla a los derechos d e la fuerza de trabajo organizada en el pre-
ciso momento en el que la recesión inducida por Volcker estaba generando eleva -
dos niveles de desem pleo ( 10 por l 00, o más). Pero PAICO era más que un vulgar
sindicato ya que, en efecto, se trataba de un sindicato d e c uello blanco con el ca -
rácter de asociación J e profesionales cualificados. Por lo tanto, e ra más un icono Je
la clase media que del sindicalismo obrero. E l impacto sobre la condición de la fuer-
za de trabajo en general fue espectacular; quizá el mejor ejemplo d e la nueva situa-
ció n lo condensa el hecho de que el salario mínimo federal, que se mantenía pare-
jo con el nivel d e pobreza en 1980, había caído un 30 por 100 por debajo d e ese
nivel en 1990. E l prolongado d escenso e n los niveles del salario real comenzó en -
tonces en serio.

31
..-~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~--,.-,-- 100

90
"O
Nivel de productividad ro
80 ~
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70 -6
ea.
60 <ll
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16 <ll
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fü 15 .E
<ll Salarios reales 14,15 $ en 2000 40
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12-!Aj.IR¡a¡Jllj.L',11¡&¡.m+a~¡A¡.m~ljatlljA¡lljA.¡JR¡Al.llfA!A¡a¡ia...¡ajA~ljatl......a¡A¡Ja¡-.m.¡a¡...

1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000

Figura l.6: El ataque a la fuerza de trabajo: salarios reales y prod uctividad en Es tados
Unidos, l 960-2000.
h1e11te: R Pollin. Th1: Co11tours o/ Deseen!. cit.

Los nombramientos efectuados por Reagan para ocupar los cargos de poder en
materias relativas a la regu lación del medioambiente, la seguridad laboral o la salud,
llevaron la ofensiva contra el gran gobierno a n iveles nunca antes alcanzados. La po-
lítica de desregu lación de todas las áreas, desd e las líneas aéreas hasta las teleco-
municaciones y las finanzas, abrió nuevas zonas de libertad de me rcado sin trabas
a fuertes intereses corporativos. Las exenciones fisn1les a la inversión fueron, de he-
cho, un modo de subvencionar la sal ida del capirnl del nordeste y del medio oeste
del país, con altos índices de afiliación sindical, y su desplazamiento hacia la zona
poco sindicalizada y con una débil regulació n del sur y el oeste. El capital finan cie-
ro buscó cada vez más en el extranjero mayores rasas de beneficio. La desindus-
trialización interna y las deslocalizaciones de la producción al extranjero se hicieron
mucho más frecue ntes. El mercado, representado en términos ideológicos como un
medio para fomentar la competencia y la innovación , se convirtió en un vehículo
para la consolidación del poder monopol ista. Los impuestos sobre las emp resas se
aminoraron de manera espectacu lar y el tipo impositivo máximo para las personas
físicas se redujo del 70 al 28 por 100 e n lo que fue descrito como «el mayor recor-
re de los impuestos de la historia» (figura 1.7).

32
100
90
80
70
60
50
40
30
20 '
... . ... .. .-.. --.. -.
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·-- ............. ···....... _/- - ---- ......'.__
10
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· ~~~~-.-~~~~~~~~-.-~~~
1915 1925 1935 1945 1955 1965 1975 1985 1995 2005
- Tipo 1mpos1tivo aplicado al tramo más alto
·--·-Tipo impositivo aplicado al tramo más bajo

Figura 1.7: La re\'uelta impositiva de las clases airas: ¡ipo a imposi¡i\'os en Estados Uni -
Jos para el tramo más alt o y para el tramo más bajo.
f-11c11/e: G. Duménil y D. Lévy. « 1eoliberal Lncomc Trcnds. \\'calth. Class and Owners-
111p in rhe U, A». cit.

Y así fue como comenzó el cambio trasccndenral hacia una mayor desigualdad
'ocia! y hacia la restitución Jcl poder económico a las clases altas.
in embargo. acaeció otro cambio concomitante que también impelió el movi-
miento hacia la neoliberalización durante la década J e 1970. La subida del precio
J cl petróleo de la OPEP que sucedió a u embargo en 1973 ororgó un enorme po-
Jer financiero a los Estados produccores de petróleo, como Arabia , audita, Kuwait
\ Abu Dhabi. Gracias a lo informes de los ser\'icios de inteligencia británicos. aho-
ra sabemos 4ue Estados Unido estuvo preparando <tcti\·amen te la in\'asión de esos
países en 1973 en aras a restaurar el flujo de pet róleo y provocar una caída d e los
precios. Igualmente, sabemos que en aquellos momentos los ·audíc:s aceptaron.
p resumiblemente bajo presión militar si no a consecuencia de una abierta amenaza
por parre de Estados Unidos. reciclar todos sus petrodólares a través de los bancos
Je inver ión de 1 ueva \'ork 111 • Estos último se encontraron de pronto al mando de

20 L. Alvarct. «Brirain Sa\'~ U.S. Planne<l to Seizc Oil in ·73 Crisis», Thc S t'u' ) r1rf.. fo111•1, -1 de enero

Je 200-l. 1\6. Sobre la acerración saudí Je reciclar los petro<l6lares a ¡ravés <le estados Unidos. véase P. Go-
wan. The (,'fnh11! G1111hle Wfob111;¡,to11 '.I fc1u.1tu111 Bid((Jr \\"r1rld Do111111n11fl•. Lon<lrcs. \ 'cr:.o. 1999. p. 20 [cd.
c.1sr.: /_,1 ,1pm·1t11 por¡,, J1.lob,i/1::.i1am1 . .\la<lrid. «Cuc<itiones de ;mta¡?Onismo fo>. Ldicionc~ 1\bl. 2000].

33
una cantidad ingente de fondos para los que necesitaba encontrar salidas rentables.
Las opciones dentro de Estados Unidos, dadas las condicio nes de depresión eco-
nómica y las bajas tasas de beneficio que se registraban a mediados de la década de
1970, no eran halagüeñas. Las oportunidades más ventajosas debían buscarse en el
exterior. Los gobiernos se presentaban como la apuesta más segura porque, tal y
como Walter Wriston, presidente de Citibank, lo ex presó en su ya famosa declara-
ción, los gobiernos no pueden Lraslada rse o desaparecer. Y muchos gobiernos del
mundo en vías de desarrollo , hasta entonces escasos de fondos , tenían la suficiente
avidez como para endeuda rse. Sin embargo, para poder IJegar a esto se precisaba
una entrada abierta y condiciones razonablemente seguras para los préstamos. Los
bancos de inversión de Nueva York giraron la mirada hacia la tradición imperial es·
tadounidense tanto para acceder coactivamente a nuevas oportunidades de inver·
sión como para proteger sus operaciones en el extranjero.
La tradición imperial estadounidense había experimentado una lenta elabora-
ción, y en buena medida se había defin ido a sí misma en oposición a las tradiciones
imperiales británicas, francesas, holandesas así como de otras potencias europeas 21 .
Aunque Estados Unidos había jugueteado con la conquista colonial a finales del si-
glo XIX, había evolucionado hacia un sistema más abierto de imperialismo sin colo-
nias durante el siglo XX. El caso paradigmático se ensayó en Nicaragua en las déca-
das de 1920 y 1930, cuando los marines estadounidenses fueron desplegados para
proteger los intereses de su país pero se encontraron embrollados en una lenta y
complicada guerra de guerrillas contra la insurgencia liderada por Sandino. La res-
puesta era encontrar un hombre fuerte -en este caso Somoza-y proporcionarle tan-
to a él como a su familia y a sus aliados inmediatos, la asistencia económica y mili-
tar necesaria para poder reprimir o sobornar a la oposición y para acumu lar
suficiente riqueza y poder para ellos mismos. A cambio, siempre mantendrían su
país abierto a las operaciones del capital estadounidense y apoyarían, y de ser ne-
cesario promoverían, los intereses estadounidenses tanto en el país como en la re-
gión en su conjunto (en el caso nicaragüense, en América Central). Este fue el mo-
delo desplegado después ele la Segunda Guerra Mundial d urante la etapa de
descolonización total impuesta a las potencias europeas ante la insistencia de Esta·
dos Unidos. Por ejemplo, la CI A urdió el golpe que derrocó al gobierno democrá-
ticamente elegido de Mosaddeq en Irán en 1953 y entregó el poder al Sha de Irán
quien concedió los contratos sobre el petróleo a las compañías estadounidenses (y

21
D. Harvcy, The New lmpcrialism, Oxford, Oxford University Press, 2003 [ed. cast.: El nuevo
imperialismo, Madrid , «Cuestiones de antagonismo 26», Ediciones Akal , 200..¡ ); N. Smitb , American
Empire, Roosevelt 's G eographer and Jhe Prelude to Globaliwtion, Berkeley, Universiry of California
Press, 2003; N. Smith, The Endgame o/ Clobalization, ueva York , Routledgc, 2005.

34
- .., devolvió los activos a las compañías británicas que Mossadeq había nacionaliza-
.. ' . El Sha también se con\'irtió en uno <le los guard ianes fundamentales de los in -
· ;.::-e·es estadm.. ni<lenses e n la región petrolífera de Oriente Próximo.
En el periodo posbélico gran parte <lel mundo no comunista se abrió al dominio
'-"'radounidense mediante tácticas de este tipo. Este se convirtió en el método pre-
-..:rido para repeler la amenaza de las in surgencias y de la revolución comunistas,
_Je implicaba desplegar una estrategia antidemocrática (e incluso más enérgica-
-...:nte antipopulista y antisocialisca/ comuni, ta ) por parte de Esra<los Unidos que
::,¡rechó cada vez más su alianza con las dictaduras militares y con los regímenes au-
: ' rirarios represivos (Je manera más espectacular, desde luego, por toda América
:_Jtina). Las historias que aparecen contadas en Con/es.Hóns o/ an Economic Hit
'.f.111. est<Ín sembradas J e los detalles desgradables y repulsi,·os de cómo se llevó a
.Jbo todo esto en demasiadas ocasiones. Por lo ramo, los intereses estadounidenses
-- to rnaron más , -ulnerables, en lugar de menos, en la lucha contra el comunismo
-::ernacional. Aunque el consentimiento J e las elites dominantes era bastante fácil
~e ·onsegui r, la necesidad J e coacciona r a los movimientos opositores o socialde-
-:ocratas (como el de Allende en Chile) ligó a E ·tados Unidos a una d ilatada histo-
-:J Je violencia ampliamen te encubierta contra los movimientos popu lares a lo lar-
..: 1 ~· ancho de gran parte <lel mundo en vías d e desarrollo.

Este fue el contexto en el que los fondos excedentes que estaban siendo recicla-
..:o::. a través de los bancos de in\'ersión de ue\'a York fueron esparcidos por codo
;:. dobo. Con anrerioridad a 1973 , la mayo r parre de la inversión extranjera de Es-
. .idos Unidos era de tipo directo y principalmente se encontraba relacionada con la
='- plocación de recursos naturales (petróleo, minerales, materias primas, productos
J~ rícol as ) o con el cultivo de mercados específicos (telecomunicacio nes, automóvi-
·-="· etc.) e n E uropa y en América Latina. Los bancos d e inve rsión d e Nueva York
-1empre habían manre nido un elevado nivel d e actividad en el plano internacional,
~ero después de 1973 esta actividad se intensificó notablemente, aunque ahora es-
:Jba mucho mas centrada el préstamo d e capital a gobiernos extra njeros 22 . Esto
~recisaba la liberalización del crédito internacio nal y de los mercados financieros, y
d gobierno estadounidense comenzó a promover y a apoya r activamente esta esrra-
:egia a escala global durante la década de l 970. Los países en vías de desarrollo, se-
Jienros de financiación , fueron estimulados a solicirar créditos en abundancia, aun-
,.¡ue a cipos que fueran ventajosos para los bancos de ueva Yorkn . Sin embargo,
JJdo que lo créditos estaban fijados en dólares estadounidenses cualquier ascenso

12 L. Panitch y S. Gindin , «Financc and American Empi re» «finance and American Empire», cit.
!) Las muchas crisis de d euda de la d écada de J 980 han sido am pliame111e trnt ~1d..1s en P. Gowan,
:-.-,.Global Cambie, ci t.

35
moderado, no digamos precipitado, del tipo de interés estadounidense podía fácil-
mente conducir a una situación de impago a los países vulnerables. Los bancos de
inversión de Nueva York se verían enronces expuestos a sufrir graves pérdidas.
E l primer precedente de envergadura se produjo al calor del shock de Volcker
que llevó a México al impago de su deuda entre los años 1982 y 1984. La Adminis-
tración de Reagan , que había sopesado seriamente retirar su apoyo al FMI en su pri-
mer año de mandato, encontró en la refinanciación de la deuda una forma de unir
el poder del Departamento del Tesoro estadoun idense y del FMI para resolver la
dificultad, dado que tal operación se efectuaba a cambio de exigi r la aplicación de
reformas neoliberalcs. Esta formu la se convirtió en un protocolo de compartimien-
to después de que tuviera lugar lo que Stigl itz denominó la «purga» de todas las in -
ílue ncias keynesianas que pudieran existir en el FMT en 1982. El FMI y el Banco
Mundial se convirtieron a partir de entonces en centros para la propagación y la eje-
cución del «fundamentalismo del libre mercado» y de la ortodoxia neoliberal. A
cambio de la reprogramación de la deuda, a los países endeudados se les exigía im-
plementar reformas institucionales, como recortar el gasto social, crear legislaciones
más flexibles del mercado de trabajo y optar por la privatización. Y he aquí la in-
vención de los «ajustes estructurales». México fue uno de los primeros Esrados que
cayó en las redes de lo que iba convertirse en una creciente columna de aparatos es-
tatales ncoliberales repartidos por todo el mundo24 .
No obstante, el caso de México sirvió para demostrar una diferencia crucial en-
tre la práctica liberal y la neoliberal, ya que bajo la primera los prestamistas asumen
las pérdidas que se derivan de decisiones de inversión equ ivocadas mientras que, en
la segunda, los prestatarios son obligados por poderes internac ionales y por poten-
cias estatales a asumir el coste del reembolso de la deuda sin importa r las conse-
cuencias que esto p ueda tener para el sustento y el bienestar de la población local.
Si esto exige la entrega de activos a precio de saldo a compa11ías extranjeras, que así
sea. Esto, en verdad, no es coherente con la teoría neoliberal. Tal y como muestran
OuméniJ y Lévy, uno de los efectos de esta medida fue permitir a los propietarios
de capital estadounidenses extraer elevadas rasas de beneficio del resto del mundo
durante la década de 1980 y 1990 (figu ras 1.8 y 1.9)25 . Los excedentes extraídos del
resto del mundo a través de los flujos internacionales y de las prácticas de ajuste es-
tructural contribuyeron enormemente a la restauración del poder de la elite econó-
mica o <le las clases altas tanto en Estados Unidos como en o tros centros de los paí-
ses del capitalismo avanzado.

24 J. Sriglirz, Globalizatio11 and its Diiwntrnls, Nucv;t York, Norton, 2002.


n C. Dum~nil y D. L6vy, «The Economi cs of U.S. lmpcrialism at rhc Tu rn of rhe 21" Cenrury».
Rl'Vli'll' o( /11/mliltional Poli11cal bco110111y XI, -1 (200-l ), pp. 657-676.

36
12
11
10
9
8
7
6
5
4
3

.... ...
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: •,'

1965 1975 1985 1995 2005


- - Inversiones estadounidense en el extranjero
- ---- Inversiones extranieras en Estados Unidos

.~u ra 1.8: [,mu.:ciún di:' l''ceden ies Jd exterior: tasas Je benefic io de las in\'er iones
• - e-.. ricas y en d e' rranjero e n [ scaJos Unido , l 960-2000.
11/ e: C. Duménil ' D. Lé\'\'. «Thc Econom ics of U. Tmpc ria lism ar the Turn oí rhe
1.enru ry». cir.

100
90
80
70
60
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0-+---,-----,.---....---r---.--r--....--"""T"'---.--..--~--,--

1950 1960 1970 1980 1990 2000


- - Renta proveniente del resto del mundo/benefic1os domésticos
- - Benef1c1os de la 1nvers1ón extran1era directa/benef1c1os domest1cos

~ .~u ra 1.9: El llujo di: t rihut o hai:ia Estados Un idos: benefi cio~~ 1\:nta del capital prove-
·o del resto del mundo <.:n relación con los beneficios domésticos.
u1tc: G. Durnén il y D. Lé,·y, «Neolibe ral Dynami cs. Townrds t\ New Phasch>, cit.

37
El significado del poder de clase

¿Pero a qué nos estamos refiriendo exactamente con el término «clase»? Se tra-
ta siempre de un concepto algo impreciso (algunos dirían que sospechoso incluso).
En todo caso, la neoliberalización ha implicado su redefin ición. Esto plantea un
problema. Si la neoliberalización ha sido un vehículo para la restauración del poder
de clase, entonces, deberíamos ser capaces de identificar las fuerzas de clase que ya-
cen detrás de la misma y las que se han beneficiado de ella. Pero esto es difícil de
hace r cuando «la clase» no es una configuración social estable. En algunos casos,
las capas «tradicionales» se las han arreglado para aferrarse a una base de poder só-
lida (a menudo organizada a tnl\·és de la familia y el parentesco). P ero, en otras oca-
siones, la neol iberalización ha ,·enido acompañada de una reconfiguración de lo
que constituye la clase alta. Margaret Thatcher. por ejemplo, atacó algunas de las
formas de poder de clase arraigadas en Gran Bretaña. Ella desobedeció a la tradi-
ción aristocrática que dominaba el ejército. la judicatura y la elite financiera de la
City de Londres y de muchos sectores de la industria y se alineó con los empresa-
rios pomposos y con los nuevos ricos. Apoyó. y por regla general recibió el apoyo,
de esta nueva clase de empresarios (como Richard Branson, Lord Hanson y Geor-
ge Soros). El ala tradi cional de su propio partido conservador estaba horrorizada.
En Estados Unidos, a su vez, el p oder y la relernncia crecientes de los financieros y
de los altos directivos de las grandes corporaciones. a í como el gran estallido de ac-
tividad en sectores completamente n uevos (como la informática) cambió el centro
del poder económico de la clase alta de manera significativa. Auque la neoliberali -
zació n pueda haberse referido a la restauración del poder de clase, no necesaria-
mente ha significado la restauración del poder económ ico a las m ismas personas.
Sin embargo, tal y como ilustran los ca os opuestos de Estados Unidos y de Gran
Bretaña, el término «clase» significa cosas Jistinras en lugares distintos, y en ciertas
ocasiones (por ejemplo, en Estados Unidos ) a menudo se afirma que no significa
nada en absoluto. Por añad idura, ha habido fuertes corrientes de diferenciación en
términos de formació n y reformación Je la identidad de clase en diversas partes del
mundo. En Indonesia, en Malasia. y en Filipinas, por ejemplo, el poder econó mico
ll ego a estar fuertemente concentrado en un reducido g rupo perteneciente a la mi -
noría étnica china del país, y el modo en que se produjo la adq uisición de ese po-
der económico fu e bastante distinto a como se produjo en Australia o en Estados
Unidos (estaba sumamente centrada en actividades comerciales y comportó un aca-
paramiento de los mercados )26 Y el ascenso de los siete oligarcas en Rusia deriva-

26 Algunos ejemplos pueden encontrarse en A. Chua, World o/ Fire. How Exporling Free Market

democracy Breeds Ethnic Hatred and Global Tn stahility, Nueva York, Doubleday, 2003.

38
ba de la configuración absoluramente única de las circu nstan cias concurrenres en el
periodo posrerior a la caída de la Unión o\'iécica.
:\o obstante, es posible idenrificar algunas cendencias generales. La primera se
refiere a los pri,·ilegios derivados de la propiedad y la gesción Je las e mpresas capi -
talistas -cradicionalmente separadas- para fusionarse mediante el pago a los altos
directi\'OS lgestores J con stock optio11s, esto es, con derechos de compra sobre ac-
ciones Je la compañía ( rírulos de propiedad). De este modo. el valor de las accio-
nes y no el de la producción se com·ierre en la luz crazadora de la acti\'idad econó-
mica y. cal y como se hizo ,·isible con la caída Je compañías como E nron, las
tentaciones especuladoras que resultan Je esto pueden com·enirse en demoledoras.
L a segunda cendencia ha sido reducir de manera drásrica la laguna histórica entre
los intereses y los di,·ic.lendos generadores e.le capiral monecario. por un lado, y la
producción. la industri<l o el capiral mercantil <lependience de la proJucción de be
neficios. por otro. En el pa ado. esta separación ha producic.lo \'arias \'eces conflic-
tos entre los financieros. lo produccores y los comerciantes. Por ejemplo, en Gran
Brecaña, la polírica del gobierno en la década e.le 1960 estaba en primer lugar al ser-
\'icio de las necesidac.les Je los financieros de la City de Londres, a menudo en de-
trimento de la induscria doméscirn. en Estados Unidos durante la misma década los
conflictos entre los financ ieros y las corporaciones induscriales afloraron con fre-
cuencia a la superficie. r\ lo largo de la décac.la de 1970 gran parte de este conflicto
o bien desapareció o bien adoptó nue,·as formas. Las grandes corporaciones co-
braron una orientación cada ,·ez más financiera aunque. tal y como ocurrió en el
sector automO\·ilísrico. e ru,·ieran insertas en la producción. Dese.le 1980 aproxi ma-
damente h<l sido habitual que las corporaciones dieran cuenta Je pérdidas en la
producción compensaJas mediante las ganancias obten idas medi ante operaciones
financieras (de rodo cipo. desde operaciones de crédito y de seguro hasra la espe-
culación en mercados de fururos y de di,·isas inescablesl. Las fusiones realizadas a
Cra\'és de los di,·er os sectores de la economía unificaron la producción, la comer-
cialización, los acri,·os inmobiliarios. y los intereses financieros en formas nuevas
que originaron conglomerados empresariales di,·ersificados. Cuando US Sceel cam-
b ió su nombre a U X (adquiriendo una fuene participación en el sector de los se-
guros) el p residente Je su consejo de administración. J ames Roderick, contestó a la
pregunta« ¿Qué significa la X?». con la sencilla respuesra de que «X representa di -
,.
nerow .
Todo esro estaba conectado con el fuerte esrallido de actividad y de poder den-
tro del mundo de la finanzas. Progresin1menre liberada Je lo constreñimientos y
de las barreras normati\·as que hasta enronces habían rescringido su campo de ac·

1• Cic.ido en D. H.in e\. rl•c Co11d1tw11 o( Po11J1odcm1tr. cir .. p. 158.

39
ruació n, la acti\'idad financiera pudo florecer como nunca antes y, finalmente, en to-
das partes. Se produjo una o la de in novaciones en los servicios financieros pa ra pro-
duci r no sólo interconexiones globales mucho más sofisticadas sino también nuevas
formas de mercados financ ieros basados en la titularización , instrumentos fina ncie-
ros de rivados y en toda una gran variedad de operaciones comerciales con fut uros.
En definitiva , la neoliberalización ha significado la finan ciarización de todo. Esto
intensificó el dominio d e las finanzas sobre todas las restantes facetas de la econo-
mía. así como sobre el aparato estatal y, tal y como observa Randy Martín, sobre la
vida cotidiana28 . También introdujo una volaülidad acelerada e n las relaciones de
intercambio global. Indudablemente, se produjo un desplazamiento de.I poder des-
de la producción hacia el mundo de las finan zas. Los incrementos en la capacidad
industrial ya no sig nifican necesariamente un ascenso de la renta per cápita, como
sí lo significaba la concentración de los servicios financi eros. Por esta ra zón , el apo-
yo de las instituciones financieras y la integ ridad del sistema financiero se convir-
tieron en la preocupación primordial del conjunto de Estados neoli berales (como
se ejemplifica en el gru po en el que se integran los países más ricos del mundo, co-
nocido como el G7). En caso de conflicto entre Main Street y Wall Street, Ja se-
gunda tendría todas las de ganar'°'. Así pues surge la posibilidad real de que a Wall
Street le vaya bien aunque al resto d e Estados Unidos (así como el resto del mu n-
do) le vaya mal. Y durante muchos años, en particular durante la década de 1990,
esto es exactameme lo que sucedió. Si el eslogan coreado con frecuencia durante Ja
década de 1960 había sido lo que es bueno para General Motors es bue no para Es-
tados Un idos, e n la d e 1990 es Le se había transfo rmado en que lo Ctnico que im porta
es que sea bueno para Wall Srreet.
Por lo tanto, un notable foco del ascenso del poder de clase bajo el neoliberalis-
1110 debe atribuirse a los altos directivos, que son los operadores decisi vos en los

consejos de admin istración d e las empresas, y a los jefes d el aparato financie ro, le-
gal y técnico que rodea este santuario de acceso restringido de la actividad capita-
lista2'>. Sin embargo, el poder d e los auténticos dueños del capi tal, los accionistas,
se ha visto en cierro modo me nguado, salvo que obtengan un porcentaje de votos
suficientemente alto como para influir en la política d e la empresa. En más de una
ocasión, los accionistas han perdido inmensas sumas de dinero a causa de estafas
cometidas por los altos directivos y sus asesores financieros. Las ganan cias especu-

2x Randy ¡\farrin, The Fiw111cializatio11 o/ d11ily L1/e, Filadelfia, Tem ple University Pre,s, 2002 .
'°' En términos generales, el 1érmino « Main Street». se util iza en el mundo anglosajón para desig-
nar cualquier lugar que permanece fiel a sus valores tradicionales. Cuando se u tiliza en relación con
«Wall Street», es una forma de contraponer los intereses d e los grandes negocios y los de la clase ohre-
ra, los d e los pequeños comerciantes y los de las clases medius. {N. de la T 1
29 Esta es b definición exclusiva preferida en los trabajos de G. Duménil y D. Lévy, por ejemplo.

40
lativas también han hecho posib le amasar enormes fortunas en periodos muy bre-
ves de tiempo (ejemplo de ello son War ren Buffer y George Soros) .
Pero sería equ ivocado reducir el concepto de clase alta a este grupo únicame n-
te. La apertura <le nuevas oportunidades empresariales, así como tam bién las nue-
vas estructuras existentes en las relaciones comerciales, han permi tido la emergen-
cia de proces0s sustancialmenre nuevos de formación de clase. Se amasaron
fortunas de la noche a la mañana en sectores nuevos <le la economía, como la bio-
tecnología y las tecnologías de la información (por ejemplo, Bill Cares y Paul Allen ).
Las nuevas relaciones de mercado abrieron un sinfín de posibilidades <le comprar
barato y vender caro, cuando no de acaparar realmente mercados de forma que pu-
d ieron levantarse fortunas que o bien pueden extenderse de manera horizontal
(como en el caso del creci mienro desbordante del imperio mediático global de Ru-
pert Murdoch ) o encontrarse diversificadas en todo tipo de negocios, extendiéndo-
se hacia atrás en la extracción de recursos y en la producción, y hacia delante des-
de una base comercial hacia los servicios financieros, el desarrollo de bienes raíces
y el comercio minorista. En este sentido, con frecuencia ocurría que una relación
p rivilegiada con el poder estatal también jugaba un papel crucial. Por ejemplo, en
Indonesia los dos homb res de negocios más cercanos a Su harro nutrieron los inte-
reses financ ieros de la familia Su harto pe ro también engordaron sus conexiones con
el apa rato estatal para hacerse enormemente ricos. En 1997, la compañía de un o de
ellos denominada Grupo alim era «al parecer el mayor grupo de empresas pro-
piedad de la diáspora china del m undo, con 20.000 millones de dólares en activos
y cerca de 500 compañías». A partir de una compañía de inversiones relativamente
peq uei1a, Carlos Slim acabó asum iendo el control del sistema de telecomunicacio-
nes q ue acababa de ser privatizado en México y rápida mente lo tra nsformó en un
imperio empresa ri al que no sólo controla una buena parte de la economía mexica-
na, sino que también cuenta con crecientes intereses en el mercado minorista esta-
dounidense (Circuir City y Barnes and Noble) así como en toda América Latina io
En Estados Unidos, la familia Walton se ha hecho inmensamente rica al hilo de la
conquista por Wal-Mart de la posición dominante en el mercado mino rista esta-
dounidense, gracias a su integración en las líneas de producción chinas y a su red
de distribución al por menor de alcance m undial. Aunq ue existen conex iones C\'i-
dentes entre este tipo de actividades y el mun<lo financiero. su increíble capaciJaJ
no sólo para amasar grandes fortunas personales sino también para ejercer un con-
trol efectivo sobre amplios segmentos de la economía confiere a este puñado de in-
dividuos un inmenso poder económico para influir en el proceso político. Hay ,1l~t•

¡o 1\. Chua, \V'orld o( Fire Hnu· /-:,xportinJ!, Free Mt1rket de111ocrt1C'\• F>reeds Eth111c l-ft1t"ed ,;•..: (,,. -~
/n stabilíty. cit.

. 41
i"'rodip:ioso en el hecho de que el valor neto de las fort unas de las 358 personas más
ricas Je! mundo en 1996 fuera «igual al conjunto de la renra del 45 por cien más
pobre <le la población mundial; es decir, de 2.300 millones de personas». Y lo que
es más grave, «las 200 personas más ricas del mundo d uplicaro n sob radamente su
parrimon io neto entre 1994 y 1998, superando el billón de dólares. Los activos de
los tres multim illonarios más ricos [superaban por entonces] la suma <le! <le los rrn
países menos desarrollados y de sus 600 millones de habitantes» 31 •
Sin embargo, existe todavía o tro enigma al que debemos presta r atención en el
proceso de reconfiguración radical de las relaciones de clase. Su rge el interrogante,
y ha sido objeto de un amplio debate, de si esta nueva con figuración de clase debe
ser considerada transnacional o bien si todavía puede ser concebida como algo ba-
sado exclusivamen te dentro de los parámetros del Estado-nación 32 . Expondré mi
propia posición al respecto. La tesis de que la clase dom inanre de cualquier país ha
confinado sus operaciones y d efinido sus lealtades con relación a un único Estado-
nación ha sido en gran medida histó ricamente exagerada. N unca tuvo mucho senti-
do hablar de una clase capitalista específicamente estadounidense frente a una clase
capitalista británica, francesa , alemana o coreana. Los lazos internacionales siempre
fueron importantes, particularme nte a través de las actividades coloniales y neocolo-
niales pero también a través de vínc ulos transnacionalcs que se remontan al siglo XIX,
si no antes. P ero indudablemente ha habido una intensificación así como también
una extensión de estas conexiones transnacionalcs d urante la fase de globalización
neoliberal, y resul ta vital reconocer esta múltiple conectividad. No obstante, esto no
sign ifica que los indi viduos más destacados de esta clase no se adscriban a aparatos
estatales específicos tanto por las ventajas como por la protección que esto les otor-
ga. Dónde se adscriben específicamente es importante, pero ello no es más estable
que la actividad capitalista que desarrollan. Rupert Murdoch pudo empezar en Aus-
tral ia para d espués concentrarse en Gran Bretaña antes de as umir finalmen te la ciu-
dadanía estadounidense (sin duda, mediante un procedimiento abreviado). É l no
está fu era, ni por encima, de poderes estatales concretos, pero por la misma razón,
g racias a sus intereses mediáticos, ejerce una considerable influencia en la vida polí-
tica tanto de Gran Bretaña como de E stados Un idos y J e Australia. Los 247 edi to-
res su puestamente independientes de los periódicos que posee por todo el mundo
apoyaron, sin excepción , la invasión d e Iraq. No obstante, po r cuestiones prácticas,

H Un itcd Nations Developmenr Prog ram , // 11111a11 Dci·clop11m1/ Rcporl, l 'J96, Nucrn York . Ox-

fo r<l University Press. 1996. y United Nations Dcvclopmcnt P rogram, l /11m1111 Developmcnl Repor/,
1999. ib1d. 1999.
32 En el libro <lt: \'í/. Robinson. A "fhcory o/ Global C11pi1a/1s111. Production, Clt1ss, t111d Stt1/e in 11
Tram11t11io11al World, Balrimorc. Johns l lopkins Un ivcrsi cy Prcss, 2004. puede ccontrarsc una desta-
cada defensa de este argumento.

-t2
todavía tiene sentido hablar de los intereses de la clase capitaJisra estadounidense.
británica o coreana, ya que los intereses corporativos como los de Murdoch. los de
Carlos Slim o el grupo Salim simulr~1neamente se alimentan de y n utren a apara tos
estatales concretos. Sin embargo. cada uno puede, y así ocurre d e manera caracte-
rística, ejercer poder de clase en más de un Estado de manera simultánea.
Aunque este gru po dispar de individuos insertos en mundos de las corporacio-
nes y en el mundo financiero. comercial e inmobiliario no necesariamen te conspira
en tanto que clase. y aunque pueda habe r frecuentes tensiones entre los mismos, po-
seen, no obstante, una cierta acomodación de intereses que por regla general reco-
noce las ventajas (y actualmente algunos de los peligros) que pueden derivarse de la
neoliberalización. Igualmente poseen a través de organización como el Foro Eco-
nómico de Davos medios para el intercambio de ideas y para t ratar y asesorar a los
líderes políticos. EUos ejercen una inmensa influencia en los asuntos globales y po-
seen una libertad de acción que ningún ciudadano ordinario posee.

Perspectivas de la libertad

Esta historia de la neol iberalización y de la formación de la clase, así como lacre-


ciente aceptación de las ideas ele la Mont Pelerin Society como las ideas dominan-
tes de la época resultan especialmente interesantes cuando se colocan al trasluz de
los contraargumentos expuestos por Karl Polanyi en 19-H (poco antes de la funda-
ció n de la Mont Pelerin Society). En una sociedad compleja, observó, el significado
de la libertad se convierte en algo tan contradictorio y tan tenso como irresistible
son sus incitaciones a la acción. En su opinión , hay dos tipos de libertad, una bue-
na y otra mala. En este segundo g rupo se incluían «la libertad para explotar a los
iguales, la libertad para obtener ganancias desmesuradas sin prestar un servicio con-
mensurable a la comunidad, la libertad de impedir que las innovaciones tecnológi-
cas sean utilizadas con una finalidad pública. o la libertad para beneficiarse de ca-
lamidades públicas tramadas secretamente para obtener una ventaja privada». Sin
embargo, proseguía Polanyi, «la economía de mercado, bajo la q ue crecen estas li-
bertades, también produce libertades de las que nos enorgullecemos ampliamente.
La libertad de conciencia, la libertad de expresión, la liberrad de reu nión, la liber-
rad de asociación , la libertad para elegir el p ropio trabajo». Aunque puede que
«apreciemos el valor de estas libertades por sí mismas» - y, sin duda, muchos de
nosotros todavía lo hacemos- , eran en buena medida «subproductos del mismo si -
rema económico que rambié n era responsable de las libe rtades perversas» 11 . La re:-.-

n Karl Polanyi. Tb1: Grrnt 1i't111sfor111,1/1011 [ 19-1-n. Bosron. Beacon Prcss. 195 -!.

-t3
puesrn Je Polanyi a esra dualidad resulta extraña d e leer dada la actual hegemonía
c.:ld pensamiento neolibe ral:

La quiebra de la econom ía de me rcado pued e suponer el comienzo de una era d e


liberrades sin precedentes. La libertad jurídica y la libertad efectiva pueden ser ma-
~·ores y 1mís ampli as de lo que nunca han sido. Heglamenta r y d irigir p uede conver-
tirse en una forma de lograr la libertad , no sólo para algu nos si no para todos. No la
libertad como algo asociado al p rivilegio y viciada de raíz. sino la libertad en tanto
que derecho prescriptivo que se extiende más allá de los estrechos límites de la esfe-
ra política. a la organización íntima de la sociedad misma. De este modo, a las anti-
guas libe rtades y los anti guos derechos cívicos se añad irán nuevas libertades para to-
d os y engendradas por el ocio y la seguridad social. La sociedad industrial puede
pe rmitirse ser a la vez libre y justa.

Desgraciadame nte, indicaba Polanyi, la transición a tal futuro se encue ntra blo -
queado por el «obstáculo moral» del utopismo liberal (y en más de una ocasió n cita
a Hayek como ejem plo de esta tradición):

La planificación y el d irigismo son ac usados de constituir la negación d e la liber-


rad. La libre empresa y la propiedad pri vada son declaradas partes esenciales de la li-
bertad, y se dice que una sociedad no constituida sobre estos pilares no me rece el
nombre de libre. La libertad cread a por la reglamentación es den unciada como una
no libertad . La justicia, la libertad y el b ienestar que esta reglamen tac ión ofrece son
criticadas como un disfraz de la esclavitud.

La id ea de li bertad «degene ra, pues, en una mera defensa de la libertad de em-


p resa» que sign ifica «la plena li bertad para aquellos cuya re nta , ocio y seguridad no
necesita n aumentarse y apenas una miseria d e libertad pa ra el pueblo, que en va no
p uede inte ntar hacer uso d e sus derechos democráticos para resguardarse del po-
de r de los d ueños d e la propiedad ». Pero si, tal y como sie mpre es el caso, «no es
posible sociedad alguna en la que el pode r y la comp ulsión esté n ausen tes, ni un
mundo en el que la fuerza no desempeñe ninguna función», en tonces, la única for-
ma de que esta visión liberal utóp ica pueda sostene rse es mediante la fue rza, la vio-
lencia y el auto ritarismo. El uto pismo liberal o neoliberal esta avocado, e n op inión
de Polanyi, a verse fr ustrado por el autori ta rismo , o incluso por el fascismo absolu-
to14. Las buenas libertades desaparecen, las malas toman el poder.

14
/bid.
El diagnósti co de Polanyi parece peculiarmente apropiado para nuestra condi-
:ión contem~'Jrá n ea. Nos ayuda a·avanzar un bue n trecho en la comprensión de lo
..¿ue el presidente Bush quie re decir cuando afirma que «en tanto que somos lama-
. o r potencia sobre la cierra nosotros [Estad os Unidos] tenemos la obligación de
.ontribuir a expandi r la libertad». Sirve para explicar por qué el neoliberalismo se
'.-1.1 tornado tan autoritario, enérgico y antide mocrático en el preciso mome nto en
':l lle «la humanidad sostiene e n sus man os la oportunidad de ofrecer el triunfo de la
'.ibe rrad sobre todos sus enemigos seculares» l'> . os hace concentrarnos en el hecho
Je que tantas corporacio nes se haya n beneficiado de retener los beneficios que
b ri ndan sus tecnología a la esfera pública (como en el caso de los medica mentos
del SIDA), así como tambié n de las calam idades de la guerra (como en el caso de
Halliburron ), del hambre y del desastre medioambiental. H ace aflora r la p reocupa-
ción acerca de si muchas de escas calamidades o casi calamidades (la carrera arma-
mentística y la necesidad de enfrentarse a enemigos ramo reciles como imaginarios)
no han sido secretamente urdidas con la finalidad de obtener venta jas empresaria-
1es. Y se to rna ext remadamente claro por qué los ricos y los poderosos apoyan tan
tÍ\'idamenre cie rtas concepcio nes de los de rechos y de las libertad es mientras tratan
de persuadirnos de su universali dad y de su bondad . D espués de todo, treinta años
de li bertades neoliberales no sólo h,in servido para restaurar el pode r a una clase ca-
p italista definida en términos redu cidos. También han generado inme nsas concen-
traciones de poder corporativo en el campo de la energía. los med ios de comunica-
ción. la industria farmacéutica. el transpone e incluso la venta al pormenor (po r
ejemplo, Wal-Mart). La libertad de mercado que Bush p roclama como el clímax de
la aspiración humana resulta que no es más que un medio convenie nte pa ra exten-
der el pode r monopolista corpornri vo y ],¡ Coca Cola por todo el mundo sin res-
tricciones. Esrn clase !con Ru pert Murdoch y Fox News a la cabeza), q ue c uenta
con una deso rbi rnda infl ue ncia sobre los medios de comunicación y sobre el pro-
ceso políti co, tie ne poder e incentivos suficientes para conven cernos de que todos
estarnos mejor bajo el régimen de libertades neoliberal. Efectivamente. u la elite que
vive confortablemente en sus gueto s dorados. el mundo le debe parecer un lugar
mejor. Tal y como Polanyi podría haber obscr\'ad o. el nco li bcralismo con l ic rc de-
rechos y libe rtades a a4uc llos «cuya renta. ocio y seg uridad no necesitan a umentar-
se». dejand o una miseria para el resto d e nosotros. ¿Cómo es. en ro nces, que «el res-
to de nosotros» hemos aceptado con rama facil idad este estado de cosas?

'' G. \X'. !3ush. ,<Securing l' rce<loni's Triumph»: 1·é:i>e. tambi.511. F Zakaria. rfg F11t111't' o( Frcn/0111.
l l/1hcml De111ocmcy ,,¡ H oml' 111/(I Ahrot1d.

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