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MICHELE TARUFFO PAGINAS SOBRE JUSTICIA CIVIL Traduccién de Maximiliano Aramburo Calle Renzo I, Cavani Brain Biblioteca Personal Marcial Pons MADRID | BARCELONA | BUENOS ARES 2009 (uedian rigurosamente prohibidas, sin In autorizacneserta de los ttulares del =Copy- rights, bajo las sanciones establecidas en las leves, la reproduceion total o parcial de esta ‘obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprogratiay el tatamionto {nformitico, ya distibucion de ejemplarse de ella mediante alguiler o préstamo pablicn. © Michele Tarutfo © Traduccién de Maximilian Arambure Calle ‘© MARCIAL PONS EDICIONES JURIDICAS Y SOCIALES, 5. A, ‘San Sotero, 6- 28037 MADRID ‘= (91) 30453303 sonvcmarcialponses ISBN: 978-54.9768-685.3 Deptsito legal: M-43717-2008 Disetio dela cubiersa:m estudlo erica Fotocomposicisn: JosuR TRaTaMlenro 58 TENTOS, §,L. Impresin: Tor Prue Pus Polgono In. Lat Nieves 28935 (Modi) ‘MADRID, 2009 AAnna MICHELE TARUFFO PAGINAS SOBRE JUSTICIA cIyT. de la globalizacién, que provoca localismos y fragmentaciones de diversa naturaleza que paulatinamente imponen la homogeneizaciGn de la econo. :nfa, entonces es licito esperar que algo similar ocurra (como por lo dems esti ya ocurriendo) tambien en el ambito de la justicia civil. Es previsible, ‘Pues, que se intensifique el impulso de la armonizacion transnacional de los sistemas procesales, pero que al mismo tiempo prosiga la tendencia a for amular estatutos procesales privilegiados por grupos o individuos particula- tes, incluso en el interior de los sistemas nacionales. Por lo demas, no se pucde esperar que los conflicios sociales y ecundinicos entre sujetos tndivt duales y grupos se calmen en nombre de alguna homogeneidad nacional 0 internacional, y mucho menos en lo que tienen que ver con los medios de tutela jurisdiccional de los derechos. De Ia herencia del siglo xx, pues, es imposible redactar un inventario, como si se tratase de cosas bien definidas para transmitir a los herederos. ‘Mas bien, lo que se perfila al final del siglo es un paisaje con poces puntos de referencia suficientemente estables, pero lleno de tendencias en conflicts y de necesidades de justicia perenne en buisqueda de satisfaccién, 13, CULTURA Y PROCESO* 1. Una ponencia nacional no es, ciertamente, el lugar idéneo para di cutir’en términos generales una definicidn de lo que se entiende por «cultu- rae, sobre todo si el autor es un jurista que no pretende ser ni antropologo ni filésofo. De otra parte, antropélogos y filésofos no han logracio —lo cual «s obvio— una definicién comin y general del significacio de ecultura», tér- mino del cual existen docenas de definiciones. Ni siquiera obras recientes que han encarado de manera muy informada el problema de las relaciones entre sultura y proceso’, o que han disefiado los contenidos y métodos de la antro- pologta juridica’, han profundizado en el problema de una definicion gene- tal de «cultura. Se ha hecho, por el contrario, referencia a una definicién simple en virtnd de la cual la cultura incluye las ideas, los valores y las nor- "mas que son ampliamente compartidos por un grupo social Por otra parte, el término «cultura» se usa a menuclo con tal variedad de significados que es imposible reconducirlos a uno solo: la cultura flosdtica, ‘a cultura juridica, la cultura procesal, a cultura musical, la cultura femeni- na, la cultura catdlica, la cultura tecnolégica... escapan a cualquier defini- ‘ion. Ya es mucho decir que el significado de uso de estos términos pueda dedueirse —y no siempre ocurre— del contexto en el que se emplean. Sibien el problema de la cultura es irreducible a uno solo, las cosas son tn poco mds sencillas si se hace referencia al otro término que el titulo de la te sro dee surge en a poneni rset ons ores Louisa dea ‘etn Hen Cpnan det Ans Sola Clue frig rans, eras a cao en Nee Gram dl 1a 28 ce mmo de 20, be lta gal ebro et cule La secon proce ‘ake toma sCulure& Brot Moreen eis om ear al profes Lote Ci net aso argue ae edaci i ctr expen als ec or oe lk ‘eegiolarerencns panera gu alec elon pndon ne svi propre ‘ile en fin forma ltr ser yl de paripaes ol conga. 1 Meter lectern de Cn, S008 3 Me ee Sco, ot Gay, bts 188 4 189 ‘MICHELE TARUFFO PAGINAS SOBRE JUSTICTA CIVIL ponencia pone en relacién con la cultura, es decir, el proceso, Sin embargo, se impone realizar algunas delimitaciones preliminares al respecto; més ade lante se hablara esencialmente de cultura y proceso civil, por la sencilla razén dde que el proceso penal y el proceso administrative tienen implicaciones cul. turales, institucionales, politicas y sociales completamente diferentes ¥ auto thomas. Ademés, por razones de espacio se podr hablar solamente del pro eso civil wordinario», ya que los numerosos procedimientos especiales que exisien en el ordenamiento italiano requeririan un andlisis detallado que no 5 postble desarrollar aqui. Una limitacion adicional es que no puedo tete- sirme alos procedimientos ejecutivos y cautelares, pues éstos tambien reque- Firfan de un estudio especifico. Entonces, nos ocuparemas del proceso como instrumento jurisdiccional de resolucién de controversies, limitando a unas ;pocas anotaciones el discurso que podria desarvollarse sobre los métodos de ADR. Finalmente, no serd posible dedicar la misma atencién a todos los aspectos del proceso civil que presentan implicaciones culturales significat vas, Nos concentraremos, pues, en el andlisis de s6lo algunos de estos temas, Aedicando a algunos otos apenas unas nfpidas nots de caréterpredom nantemente informative, 2, Aunque implique evitar una discusién general sabre lo que es la cul tura, parece pertinente, no obstante, desarrollar aqui algunas consideracio- nes preliminares, suscitadas por la lectura del interesante argumentaire que ha propuesto el profesor Loic Capiet. En primer lugar, no encuentro convincente la distincién entre culturas nnacionales y cultura weiversal. Refiriéndome solamente a la cultura que tiene relacién con el Derecho, y especificamente a la subcultura que se acupa del proceso, y del proceso civil en particular, tengo dudas sobre ambos términos dela distincion, De un lado, no creo que exista una cultura universal, ni que exista una cultura juridica universal, ni mucho menos que exista una cultura procesal universal. Incluso sin ser un multiculturalista radical, constato desde la pers- pectiva de la comparacién jurdica que existen muchas culturas que no son nacionales porque son més bien supranacionales (0 regionales), pero que ciet- tamente no son universales. Tres ejemplos pueden ser suficientes para justi= ficar mis dudas a este respecto: a) La cultura confuciana es desde hace dos milenios el fundamento de la predileccién por la conciliacién como método «armoniosom de solucién de las controversias, y del correspondiente desfavorecimiento del recurso a los procedimientos judiciales, Esa cultura, ciertamente, no es calificable como snaeionalv, dado que ha condicionado ia historia y la estructura de todos los ‘ordenamientos asidticos, pero no es ni siquiera calificable como universal aunque haya tenido y tenga atin una gran importancia en vastas areas del mundo. Incidentalmente, puede observarse que dicha cultura no tiene nade ‘en comiin con la cultura de la mediation nacida —por razones distintas y cO™" tingentes— en Estados Unidos en los atios setenta, v no tiene tampoco en comin con la moda de los métodos de ADR que ha estado difundiendose 190 aii, 13, CULTURA Y PROCESO por razones atin més diversas, y sobre todo por la incapacidad de muchos legisladores para introducir procesos civiles eficientes— en varios sistemas del civil law. Desde el perfil cultural, pues, la tendencia a desviar la solucion de las controversias hacia técnicas de ADR, existe un poco en todas partes, pero no tiene fundamentos homogéneos ¥, por tanto, es dificil reconocer en ella una connotacién de universalidad. Sin embargo, dado que estd presen- teen muchos ordenamientos, no puede tampoco reconducirse a Ambitos tini- camente nacionales aungue —obviamente— cada legislador nacional la tra- duzca en métodos e instituciones particulares 4) El mito del jurado, que resiste —aunque cediendo terreno de mane- ra importante, como en el proceso civil inglés— en los sistemas procesales del common law, y que expresa un componente cultural importante de aque- lios sistemas, est4 conectado con la historia y la cultura de todos aquellos ordenamientos, aunque se remontan al origen comin que constituyen los jury ingleses. Por tanto, no puede decirse que éste sea un factor cultural de ‘dimension nacional. Sin embargo, tampoco puede decirse que estemos ante tun dato cultural universal, por la sencilla razén de que los ordenamientos continentales —y lo mismo vale para los latinoamericanos y los asidticos— ro han conocido nunea —tras el fracaso del intento hecho por ROBESPIERRE— el jurado en el proceso civil ©) Se sabe que la cultura iskémica tiene profundas implicaciones en la concepeién del Derecho, e inchiso en el modo de coneebir la resolucién de las controversias. Sin embargo, es evidente que tampoco a este respecto s¢ puede hablar con certeza de una cultura de dimension «nacional», dado que todo el Islam se reconoce en esta cultura; pero de igual manera, tampoco puede hablarse de una cultura universal, Me parece, pues, que a propésite de muchos aspectos de la administra- cidn de justicia, hay numerosos factores culturales que no tienen una dimer sion tnicamente nacional, pero no hay uno solo de ellos que pueda defini se como realmente universal. Por tanto, no creo que pueda hablarse de una cultura universal y ni siquiera de una cultura juridica universal, ni mucho menos de una cultura universal del proceso, salvo de manera puramente for- mal, es decir, imaginando hacer referencia a la suma de todas las culturas stegionales» y nacionales que de hecho existen en el panorama actual, En Ja mejor de las hipétesis, se puede reconocer que es verificable un cierto grado sc convergencia de distintas culturas nacionales y supranacionales hacia la aceptacion de algunos principios generales relativos al proceso civil’. No se puede decir, sin embargo, que esto demuestre la existencia de una cultura universal de la justicia civil. En realidad, la globalizacién esté lle- vando a una considerable homogeneizacion de algunos sectores del Dere- cho —sobre todo en el 4rea de los contrates comerciales y, tal vez, de la lla~ ‘mada lex mercatoria— pero no esta ocurriendo, por lo menos hasta ahora, nada comprable en el sector de la justicia civil. Lo demuestra el fracaso de nsGouferescla de La Haya, Quel ao ka lngiade’produsic tegles gencralmen 1 Ea relacio con Estados Unis, i CSE, 2005: 5 ys » Chel respecte, Autor, 2008 191 MICHELE TARUFFO PAGINAS SOBRE JUSTICIA cIvnL te aceptables en materia de jurisdiccién y reconocimiento de las sentencias extranjeras. La Ginica tendencia significativa a la homogeneizacin de los eétodos de resolucion de las controversias es la que se refiere al recurso al arbitraje comercial internacional, que tiende a seguir esquemas procesales, bastante similares, como el publicado hace algunos afios por Ia UNCITRAL. Debe subrayarse, ademas, que se trata de un fen6meno cuantitativamente modesto, relativamente poco conocido (por la usual reserva que rodea el arbitraje) y probablemente homogéneo s6lo en algunos aspectos, como la cleccidn de los aubiunus y la redaecion dal laudo, ademas de algunas rezlas procedimentales. Del otro lado, tengo serias dudas de que pueda hablarse realmente de cul- turas «nacionales» como tinicas alternativas a la hipotética cultura universal Entiendo que en el dmbito de una asociacién ede amigos de la cultura jurt- ica francaise» Ia existencia de una cultura —y especificamente de una cul- tura juridiea— nacional sea un presupuesto obvio e indiscutible, Sin embar- 20, observo que no tados los paises son tan afortunados como Francia. Podria citar muchos ejemplos al respecto: si consideramos a los Estados Unidos como una nacién y no como un aglomerado de minorfas étnicas y linguisti- as, veriamos que allf no existe una tinica cultura, y ni siquiera un Gnica cul- ‘ura jurtdica. El ejemplo de Louisiana es clara en ese sentido, pero también cl caso de Québec en Canada es significativo. Ademds, hay muchos ordena- mientos estatales en los que hay presencia de diferentes culturas, y de ello se derivan numerosas consecuencias juridicas: van desde las jurisdicciones es- peciales indjgenas reconocidas en Colombia y Peru, hasta las situaciones de Soexistencia de culturas originarias y culturas importadas que tienen lugar ‘en numerosos paises africanos tras el fin de las dominaciones coloniales. Finalmente, y en una perspectiva diferente, se puede dudar también de que en pafses politica y culturalmente menos heterogéneos exista realmente una cultura, y en particular una cultura juridica, que se pueda hacer coinci- dir sensatamente con las fronteras del Estado-nacién, en el sentido de que al pasar tales fronteras se encuentren culturas nacionales sustancialmente dife- rentes. No me parece, por ejemplo, que hoy se pueda hablar de una cultura sitaliana> del Derecho y del proceso, aunque muchos juristas y procesalistas italianos conozean tinicamente el Derecho enacionalv. La misma cosa puede decirse —ereo— a propésito de Alemania, de Espafta y de muchos otros pal- ses. También, sin ser europeistas radicales, no se puede olvidar que estan em curso importantes fenémenos de armonizacién del Derecho, y por tanto de evolucién de la cultura juridica a escala europea. Obviamente, esto no sign: fica el fin del Derecho enacionals, pero es necesario constatar que est teniendo lugar una interesante y cambiante fusién entre Derecho nacional ¥ Derecho europeo. En lo que tiene que ver especificamente con el Derecho procesal, n0 & parece realista lanza hipstest sobre la redaccion y aveptacion de un cf” 80 procesal europe, destinado a aplicarse de manera homogénea y unifor- ‘me en todos los paises miembros de la Unién. Las tradiciones histéricas loca Tes, y tambien las dimensiones culturles y organizativas, as come 192 13, CULTURA ¥ PROCESO practicas aplicativas, son tan diferentes y fragmentarias que no es posible imaginar que todas las diferencias vayan a ser superadas y que pueda ser introducida a escala europea una tinica regulacién del proceso (y —cosa todavia més improbable— del ordenamfento judicial), Ciertamente es posi ble estar de acuerdo, y de ello son prucba las distintas regulaciones communi tarias que se refieren a materias procesales, en la aplicacién de algunas reglas ‘comunes (sobre todo en materia de jurisdiccién y de reconocimiento de las sentencias extranjeras). También es posible, como sucede en el caso del titu. Io ejecutivo europeo y del proceso monitorio europe, introducit mecanis- mos que —por decirlo ast— faciliten la circulacién a escala europea de for- mas particulates de proteccién judicial. Todas estas instituciones son de gran utilidad préctica y de un considerable nivel de integracién de los ordena- mientos provesales de los Estados miembros. Es dudoso, sin embargo, que clas demuestren con claridad el surgimiento de una cultura procesal comtin a toda el 4rea de la Unién y es todavia més dudoso que estemos en camino de wna unificaci6n legislativa. En la mejor de las hipdtesis puede reconocer- se que las peculiaridades nacionales o locales ya no son un obstéculo parti- cularmente fuerte para la identificacién de algunos sectores y de algunos principios sobre los cuales puede haber una convergencia significativa®. En este sentido es importante el discurso sobre la presencia de culturas «nacio- son, en realidad, el obstaculo més fuerte y —por lo que parece hasta ahora— no superable facilmente, para una efectiva integracién de las distin. tas regulaciones nacionales en un Derecho procesal europeo. 3. _Hablando directamente de la relacién entre cultura y proceso, harfa Una reflexion relativa a la «cultura técnica». Existe ciertamente una cultura tenica del proceso civil, que se ocupa —justamente— de construir, interpre ‘ary aplicar los mecanismos del proceso. Se trata de una cultura que con fre- cuencia alcanza niveles notables —a veces también excesivos— de sofistica- cian, en el sentido de que todos los aspectos del proceso, incluso a nivel de etalle (de los cuales se ocupan los «juristas del segundo pirrafor 0 de la scombinacién de normas»), son objeto de estuclio y de elaboracién, En este nivel tl vez puede hablarse de culturas nacionales, en el sentido que los juris {as sdomésticos» usualmente se ocupan de «st» Derecho procesal ¢ ignoran ‘a existencia del Derecho procesal extranjero. A este respecto, podrian discu- lise los limites y los cierres culturales que caracterizan la cultura procesal téenica, que existen en el interior de cada contexto nacional: esta cultura a menudo se queda sélo en el nivel nacional por razones —justamente— cul ‘urales, que van desde la ignorancia de cualquier lengua extranjera hasta el chovinismo nactonalista yautérquico seguin el cual «no vale la pena saber qué hacen los demas, porate somos capaces de hacerlo todo nosotros mismose El panorama, sin embargo, no siempre es tan desolado y nacionalista: en Tta- lin existen importantes escuelas de Derecho comparado que hace tiempo se «Sobre este problema, vd mds ampliamente TaRUFFO, 2008, 46 ys. sa ettad provincia de este tipo ha deminado is reforms process ialianas de los Shimos aos, predispuestas por jristassaacionles: en el sentda que se neabe de seh Tal vez "oven casual que aks reformas hayan resultado, en busta medida, equivecaes © incictce, 193 MICHELE TARUFFO PAGINAS SOBRE JUSTICIA envi, ‘cupan también del proceso civil. En esta direcci6n surge una cultura proce. salista, que no es menos técnica que aquella que se ocupa sélo del Derecho procesal italiano, sino que incluye el conocimiento de otros ordenamienios procesales y la comparacién del sistema procesal italiano con otros sistemas, Existen, pues, por lo menos dos tipos de cultura técnica nacional: la que es nacional porque se ocupa sélo de problemas domésticos, y la que es técnica y nacional, porque es producida por juristas italianos pero extiende su obje- to de estudio a todos los ordenamientos procesales més importantes. Se puede entonces decir que existen una o més culturas «téenicasy del proceso civil, pero no creo que sea posible decir que ello ocurre porque el proceso civil es en s{ mismo una técnica y nada més. Ciertamente, es verdad ‘que existe una dimensin técnica del proceso civil, y que esta dimensién es ‘muy importante para el funcionamiento de los mecanismos procesales y para a administracién de justicia en general. En consecuencia, tambien es ver dad que si un proceso esié técnicamente mal concebido, entonces funciona mal y es ineficiente (en Tialia hay numerasos ejemplos de esto, debidos al escaso nivel técnico del legislador), mientras que un proceso téenicamente bien concebido tiende a funcionar bien y a ser eficiente (por fuera de Italia hay varios ejemplos de ello, como en’Alemania, Austria y Espafia). Sin embargo, esto no implica que el proceso pueda ser reducido tnicamente a tuna técnica y que, por lo tanto, su conocimiento pueda producirse tinicamen- te en ol interior de una cultura técnica, El problema puede plantearse, en efecto, desde una perspectiva diferen- te y me parece— culturalmente més interesante. El proceso es esencial ‘mente un instrwnento, particularmente sofisticado, pero en todo caso un ins {rumento. Surge entonces el problema de establecer a qué cosa sirve este instrumento, es decir, cudles son las finalidades v los objetivos para los cu Jes se construye y se usa el proceso. Se intuye que seria rgcional construir el instrumenio de una u otra manera, segin la funcién que deba desempenat ylos resultados que debe conseguir: si quiero pintar un euadro, es convenie™ te que me valga de un pincel y no de un destornillador, y si quiero ganar el Gran Premio de Formula 1, serfa mejor que construya un auto que super’ los 300 kilémetros por hora, yno un Fiat 500, El conocimiento técnico podria decitme como se fabrica un pincel y como se fabrica un auto de Formula 1, lo cual es completamente obvio, pero ése no es el problema. El problema con siste en establecer cudl es el objetivo que pretendo alcanzar, porque sdlo des- pués de haber tomado esta decisién podré decidir racionalmente los insttu- ‘mentos que necesito, Ciertamente es posible construir instrumentos sit prever aquello para lo que pueden o deben servi, pero sospecho que en est03 casos se construirian «maquinas inttiles» en lugar de instrumentos eficie™” tes, Esto puede suceder tambien en el mbito del proceso (y en efecto, el ‘eso societario italiano se asemeja més a una maquina iniitil que a un ins trumento para hacer cualquier cosa), pero se trata evidentemente de un perspectiva no muy provechosa, El punto que quisiera subrayar aqui es que si nos planteamos el proble- ma de establecer cuales son los objetivos que el proceso civil deberfa pers” 194 13, CULTURA ¥ PROCESO vir nos ubicamos en un plano sobre el que la cultura téenica no es ut més cae a auiniins parte, ¥ seguramente no proporciona los crterios de sae etn lot auales es neesario decidir Se trata, en efecto, de elecciones a Scan onl plano dela politica del Derecho dela cultura social pre- gee gis en el sistema jurfieo en eaestin. En otros terminos, estas elec. sort ggencialmenteideolicesy estan influenciadas por valores que se sions ein Gominuntesy dignos de ser realizados en un determinado con- tea socto-polfco, antes que juridico. Teatablecer que el proceso civil debe estar orientado a resolver contrower- sod cbbtv la bate de Is Hbve competicin de las partes prvadas e individua- ee oe Micets en tos codigos procesales cHberales» del siglo ¥ como ea tenes aun hoy, no ese fruto de uma eleceién téenica: es el resul- aes pelo idcologica,Decidt, por el contrario, que el proceso civil sare oe centario la produecion de decisionesjustasen tanto estén fun- ges titun correcta aplicacion de In ley yen la determinacion no es —una ages co UOT fruto de una eleceion tenia! es frute una opeidn ideals we To confirma el anliss comparador éste muestra, en efecto, que RO Sis custom diferentes medelos provesles, ex decir, diferentes modos de con- see ae Goifigaras os instrumentos procesaes, sino tambien que cada uno se eats cs coherente con una especfin deologta dela stila cs sean eins Context diferente, polties y eulturalmente, asi como en el plano econdmico e incluso ético" Entonces, elegir la construccién de un instrumento procesal que sea id6- neo para la consecucion de las finalidades que se quieren alcanzar con la Ziministracién de justicia, no seria ni siquiera comprensible o explicable st permaneciera tnicamente entre los limites de la cultura técnica. Si se quie- re comprender por qué existen diferentes modelos procesales y por qué algu- tos ordenamientos eligen un modelo, y otros ordenamientos cligen tno dis- tinto, es necesario ubicarse en el contexto de las ideologfas relativas a la uministracign de justicia en general, y en particular en el contexto de las ideologias relativas a la justicia civil En eseneia, el proceso no es pura técnica, y su conoeimiento no se agota cal calturn teniea, La tecnica sive para fabricar el instrumento procesal, mientras que la ideologia determina los objetivos que el proceso deberia con- seguit, Ambas son necesarias de forma conjunta, y son insuficientes por separado: la técnica sin ideologfa esté vacta, y la ideologfa sin técnica es impotente. 4. Un modelo procesal —y esto vale para todos los modelos de proce- so nace, pues, de la combinacién de opciones ideologicas y de instrumen- laciones téenicas, Esta combinacién es variable, sobre todo en funcién de la Yatiedad de las opciones ideolégicas, dado que la técnica, considerada en st tnisma, ademas de vacia, es neutra. Esto implica que el andlisis de un mode- lo procesal deba tener en cventa, ante todo, su dimensién ideoldgica, pues * Alrespecto,e fundamental el estudio de Dana8K, 1986, 195 MICHELE TARUFFO. PAGINAS SOBRE JUSTICIA CHI su dimensién técnica es importante, pero no deeisiva, Hago esta precisin preliminar para explicar la perspectiva en In cual examinaré algunos aspec- tos del modelo procesal italiano, tomando en consideracién mis el aspecio, ideolégico que el técnico, lo cual requeriria discursos mucho mas detallados pero tambign mas aburridos. Las implicaciones culturales del proceso civil vigente actualmente en Ita- lia, pueden captarse de manera suficiente, aunque obviamente no complete, tomando en cuenta algunos aspector, a eaber: los objetivos que se asignan ai proceso civil, la distribucién de papeles entre las partes y el jucz, la estruc- ‘ura del procedimiento y la regulacion de las pruebas, 4.) Como ya he sefialado, ha habido una época en la que también en Italia, como en el resto de Europa, la ideologia predominante consistia en que el proceso fuese esencialmente el lugar en el que se manifestaban la auto- nomia y la libertad de las partes privadas. Estas, por lo tanto, deberian tener a su disposici6n todos los instrumentos procesales necesarios para desarvo- lar por iniciativa suya una competicion individual, frente a un juez-arbitro, cuya funci6n eta Ginicamente la de asegurar la correccién del enfrentamien- to, De esto sc derivaban consecuencias «técnicas» como la prevalencia neta de la escritura, la fragmentacién del procedimiento en un nimero determi: nado de audiencias, la impugnabilidad de las sentencias interlocutorias y el cardcter devolutivo de la apelacién. En la cultura liberal del siglo xix y en la sociedad italiana de la época, un proceso largo, formalista v costoso como el regulado por el Cédigo de Procedimiento Civil de 1865 era, después de todo, coherente y aceptable, dado el tipo de contencioso civil que se producia por la estratificacién econémica y social (debe recordarse, sin embargo, que una proporcidn grandisima de este contencioso estaba constituida por litigios spobres», que se resolvian por jueces conciliadores, esto es, por fuera del ‘modelo procesal tipo)”, * ‘También en Italia, como en el resto de Europa, esta ideologfa entré en crisis —como efecto de las profundas transformaciones econémicas y soci les ocurridas en aquella época— entre los tiltimos afias del siglo xix los pr meros del xx, La cultura juridica, y en particular la procesalisia, interpret tales cambios hablando de una funcion social del proceso civil (Franz KL#18) yasignando al proceso la finalidad de realizar el Derecho sustancial (GfuseP- bbe Coven). Se comenz6 asi a hablar de la naturaleza pablica v no priva- {da del proceso civil y se comenz6 a plantear el problema de la eficienciay a funcionatidad del proceso con respecto a sus objetivos, que ya no se agotabal cn la garantfa de la libre competicién de ias partes privadas. Se hacia eviden- te que el proceso civil estaba esencialmente orientado a proveer una resol ign de las controversias individuales entre particulares, pero se comenz6 ® considerar que el contenido y la calidad de las decisiones no podrian ser ¥® indiferentes, sino que era necesario resolver las controversias con deeisiones justas y legttimas, © Sobre el tema, vid. ampllamente sure, 1980: 181 ys 196 13, CULTURA 'Y PROCESO En una época mas cercana, Ia «cultura de las garantias» (uma cultura diferente, no sélo procesalista, pero también procesalista, y no sélo italia- nial, se incorparé tambien al proceso civil, tanto constitucionalizando la garantia de la accién y de Ja defensa, como dando lugar a una elaboracién doctrinal y jurisprudencial que representa desde hace algunas décadas el fruto mas importante de la concepcién del proceso como instrumento fun- damental de garantia de los derechos reconocidos por la ley. La jurisdiccién Constituye uno de Los poderes fundamentales del Estado y esta destinada a In realizacidn del Derecho. En este contexto, las partes ven gatautizados todos sus sderechos procesaless, pero ya no son los protagonistas exclusi- ‘os de la competicién procesal. Mas bien, se sirven de la garant{a represen tada por la jurisdiccién para obtener la proteccidn de sus situaciones juridi- cas sustanciales En un contexto de esta naturaleza, determinado por la evolucién social y cultural, a tarea de la cultura tenica deberia ger la de constr insrumen tos procesales eficientes y funcionales para la abtencién de la Binalidad con- Satente en la proteccion de los derechos de los ciudadanos. Como dice la ‘cultura constitucionalistay, esta proteceién debe ser efectiva y, por tanto, Slo puede confiarse alas enanciaciones de principios contenidor en la Cons: titucion: es necesario, pues, hacerlo de manera que el proceso civil sea acce- sible a todos, rapido, simple, poco costoso y capaz de satisfacer de manera adecuada las nevesidades de tutela de los ciudadanos. Es en este nivel, sin embargo, que a ciltura técnica enacionale demues- tra no esa a a ala de su aya, El proceso chil allan es, desde hace tiempo, el mas largo, complicado c neficiente a escala europea, Esta situa- cidn, que subsisie afin, es en buena medida el fruto de la ineapacidad del poder politico para aftontar seriamente el problema de una reforma radi- ‘eal de la justicia civil, pero es también el fruto de la cultura procesalista ita- liana, oa menos de su mayor parte (que es la mas escuchada por los poll- 'icos), En buena medida, esto'se deriva de Ta autarguia cultural (manera legante de decir ignorancia) de muchos procesalistas, que por una parte descuidan el esencial componente ideolégico del problema y, por tanto, no: se preguntan cules son las finalidades del proceso, y por la otra no saben (/ho quieren saber) como otros ordenamientos europeos (Alemania, Fran cia, Espafia) han afrontado —y en buena medida superado— las mismas Gificultades. Desde este punto de vista, la «cultura técnica» se presenta como un limite, y no como un*recurso. En Italia la cultura técnica del pro- cesalisia medio ha prodicido hasta ahora —y no hay sefales de mejaria— |e incapacidad de resolver el problema fundamental constituido por la dura~ cién excesiva ¢ intolerable del proceso civil. En efecto, los remedios pro- Puestos por técnicos cercanos al poder se han revelado completamente Inatiles, no porque estos téenicos sean técnicamente incapaces (por lo ‘menos no tocios), sino porque no tienen clares los objetivos que el proceso ‘lull deberfa persegult » Sobre In jurisdiccidn como garantie de actuseldn de los derechos, vid. Feaaator, 2007 (1: oye 197 MICHELE TARUFFO. PAGINAS SOBRE JUSTICLA Vth 4.B) Por lo que tiene que ver con el juez, vale la pena hablar de do aspectos principales: a) el que concierne a su figura, y bJel que concicenc a papel que desempefia en el curso del proceso, @) De acuerdo con una larga tradieién historica, el juez del proceso civil italiano es un juez profesional, experto en Derecho y que ha sido selecciona. do mediante iin concurso publico en el que se evalia su preparacion teen Corjuridica, Se sabe que este modelo de juez como burdctata ¥ funcionaris del Estado esta presente en todos los ordenamientos de la Europa vontines tal, y en muchos otros ordenamientos del civil law, que se han inspirade fon dasientalmente en las reformas francesas de comienzos del siglo xix. $e puede decir, pues, que la figura de! juez funcionario y profesional del Deve. cho es parte integrante —y desde hace mucho tiempo de la cultura de la Jrisdiccién que se ha venido consolidando tanto en Italia como en muchos otros paises, Debe resaltarse que esta configuracién del juez marca una de las diferen- ccias mas fuertes entre los sistemas europeos y los sistemas del common law, ten funcicn de la ausencia de jurado en el proceso civil a un lado del océano Allintico, y de la duradera vitalidad del mito del jury trial al otro lado del mismo, en Estados Unidos (mientras que en Inglaterra el jurado civil hace ‘mucho tiempo que no existe). Es cierto que el modelo del juez-jurista no es absoluto (v que hay importantes excepciones representadas, por ejemplo, por las jurisdictions d'exception francesas), pero sigue siendo ampliamente pre dominante, Esto vale en particular para Italia, donde sélo en unos pocos casos existen secciones especializadas que estén compuestas por jucces toga dos, y ademas, también, por expertas en materias especificas (como en el caso de las secciones especializadas agrarias). El modelo del juey-jurista es tan influyente que aunque se han instaurado jueces de paz, se ha establec do la condicion de que éstos aun sin ser funcionarios judicjales en sentido estricto— deban ser, sin embargo, licenciados en Derecho, 5) En cuanto al papel que el juez desempeaa en el ambito del proceso, debe decirse que tambign Italia sigue la tendencla arraigada hace tiempo et el ambito de Ia cultura europea, de configurar un juez dotado de facultades ‘managerial relativas al desarrollo del proceso (vid. en particular los ars. 175 183, 188 y 202 del Cédigo de Procedimiento Civil), y aun de facultades i tructivas auténomas (alo cual me referiré mas adelante). Este modo de coO- figurar el papel de juez en el émbito del proceso esta directamente conects- do con la ideologia’xpublicista» del proceso civil, la cual se ha mencionsdo anteriormente y representa, por lo tanto, uno de los temas en los cuales se Ye con particular claridad la influencia de la cultura (y de la ideologfa) del proceso en la configuracién técnica del mismo, Que la tarea de administiat ¢! funcionamiento del proceso corresponda al juez y no a las partes de forma exclusiva, parece bastante obvio en todos los ordenamientos modernos de civil law. Lo que puede variar, eventualmente, es la intensidad o amplitud co” la que el juez puede desempenar esta funcién de direccién, Enel proceso ils Jiano se reconoce que dicha tarea corresponde al juez, pero termina P Glendo en cierta medida una concepeién formalista del procedimiento (frat. 198 13, CULTURA Y PROCESO de una cultura técnica conservadora), en funcion de la cual se tiende a regu- lar de manera detallada cada pasaje del procedimiento, reduciendo propor- cionalmente el ambito de la discrecionalidad que el juez puede ejercer (vid., por ejemplo, el art. 183 del Codice di Procedura Civile) en el que se regula, con excesivo detalle, el desarrollo del andlisis preliminar de la causa). En cuanto a los poderes de iniciatva instructiva auténoma, también I lia se ha alineado con fa tendencia —predominante en casi todos los ordena- trlentos cotopese (oon In Ones y apefentc cxrepcisn de Eapenal— er Sie attibuir al juez un papel activo en el descubrimiento dela verdad de los hechos y por lo tanto con la tendencia a conferitle el poder de ordenar de olicio la adquisicin de pruebas relevantes que no hayan sido soliitadas por las partes" No se puede decir —como dicen muchos, erréneamente— que se tata de un modelo procesal inquisitwo, por la sencilla razén de que un modelo inquisitivo no ha existido jamés en ks historia y en Ia cultura euro- pea del proceso civil (con la tnica excepcion de Prusia en la segunda mitad Gl siglo vat). in cambio debe subrayarse que la figura del juez que puede ‘debe tomarse activo en la busqueda dela verdad, colmando las lagunas que puedan dejar las inicativas probatorias de las partes, esa su vez una conse- Cuencia del giro ideoldgico que ha caracterizado la Concepcion del proceso hil, de la cual ya hemos hablado antes. En efecto, desde el momento en que se configura un proceso orientado a la obtencién de decisiones justas,¥ se toma claro el hecho de que la justicia de [a decision depende tambien de la determinacion dela verdad delos hechos,y cuando ademas se considera que todo eles incompatible con el mantenimiiento de un monapolic estricto de Ins partes sabre los medios de prueba que se adquieren en el proceso, enton- ces no se puede evitar encargar al juez de la tarea de asegurar —com inicia- thas instrictoras popias— que todas fas pruebas relevantes sean adquiridas én juicio. De esta manera, Vega a ser parte del modelo de proceso amplia- mente dominance en la cultura procesal del civil law, la figura del Juez act vena busqueda de la verdad delos hechos, y por lo tanto dotado de facul- tudes instructoras auténomas Porlo que respecta a Talla, si hay algo que sefialar es que se ha adopta- do una versién particularmente débil de este modo de configurar estas facul- {ades del juez. En efecto, slo el juez laboral tiene el poder de ordenar de oft cio la prdctica de cualquier medio de prueba (aun més alld de los limites del Codigo Civil, dice el art. 421, parrafo | del Codie di Procedtura Civile), mien- tras que el juez ordinario sdio tiene la facullad de ordenar de oficio algunos Medios de prueba, entre los cuales no se encuentran los testimonios, la con- figiéa, ul jetarnenie declaonioy ia erldticion ae cocimeton en coas l Jaciones se puede ver, con toda probabilidad, una persistente influencia de a ideologia eprivada» del proceso civil, de acuerdo con la cual sdlo las par- {88 deberian tener la facultad de producir en juicio las prucbas que conside- 1 pertinente producir: no es casualidad que el art. 115 del Cédigo de Pro-

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