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EL MATADERO A pesar de que la mia es histo nealogia de sus asc raban hacerlo los antiguos historiadores espafioles de Ams kestros prorotipos. Te so, las que eallo por no ser difuso. Dis lamente que los sucesos de mi narracién pasaban por los de Cristo de 183... Estibamos, a mis, en cuaresma, época en a la came en Buenos Aires, porque la Iglesia, adop- recepro de Epicteto, sustine, abstine (sufre, abstente), ia y abstinencia a los estmagos de los ficles a causa pecaminosa, y; como dice el proverbio, bus- 2 la carne. Y como la Iglesia tiene ab initio, y por delegacién directa de Dios, el imperio inmaterial sobre las conciencias y los estmagos, que cn manera alguna pertenccen al individuo, na- da més justo y racional que vede lo malo. Los abastecedores, por otra parte, buenos federales, y por lo mismo buenos catdlicos, sabiendo que el pueblo de Buenos Ai- res atesora una docilidad singular para someterse a toda especie demandamiento, slo traen en dias cuaresmales al maradero los novillos necesarios para el sustento de los nifios y los enfermos dispensados de la abstinencia por la bula y no con el animo de que se harten algunos herejotes, que no faltan, dispuestos siem- prea vigilar los mandamientos carnificinos dela Iglesia ya con- taminar la sociedad con el mal ejemplo. Sucedié, pues, en aquel tiempo, una lluvia muy copiosa. Los caminos se anegaron; los pantanos se pusieron a nado y las ca- lics de entrada y salida a la ciudad rebosaban en acuoso barro. Una tremenda avenida se precipité de repente por el Riachuelo de Barracas, y extendié majestuosamente sus turbias aguas has- ta dl pie de las barrancas del Alto. El Plata, creciendo embrave- Gido, empujé esas aguas que venfan buscando su cauce y las hi- zo correr hinchadas por sobre campos, terraplenes, arboledas, caserfos, y extenderse como un lago inmenso por todas las ba. jas tierras, La ciudad circunvalada del norte al oeste por una cin- cura de agua y barro, yal sur por un pilago blanquecino en cu- ya superficie flotaban a la ventura algunos barquichuelos y ne- greaban las chimencas y las copas de los drboles, echaba desde sus torres y barrancas aténitas miradas al horizonte como im- plorando ia proteccion del Alsimo. Parecla el amago de un nuevo diluvio. Los beatos y beatas gimoteaban haciendo nove. narios y continuas plegarias, Los predicadoresatronaban el tem plo y hacian crujir el pilpito a pufietazos, Es el dia del juicio que cometieron el desacato de darse un hartazgo de chorizos Extremadura, jamén y bacalao, y se fueron al otro mundo a p* gar el pecado cometido por tan abominable promiscuacién as, ¥ aconteciero0 Algunnos médicos opis encia de carne conti- rnuaba, medio pueblo caeria en sincope por estar los estémagos acostumbrados a su corroborante jugos y era de notar el con- wron que sila ca fe entre estos trstes prondsticos de la ciencia y los anatemas, lanzado e de nutricién animal y de promiscuacién en aquellos dias al ayuno y la penitencia. Se origind de sde el pilpito por los reverendos padres contra toda aqut ma intestina entre ls estémagos y ls inexorabes v0 como essudeb lajar las costumb flaculencia intesti inexorable apetito, y las no menos aciones de los ministros de a Iglesia, quienes, 0 transigen con vicio alguno que tienda are agregaba el estado de al de los habitantes, producido por el pesca- do y los porotos y otros alimentos algo indigest Esta guerra se manifestaba por sollozos y gritos descompa dios en la peroracién de los sermon H : dios subiténeos e = catslicas; a lo que se agre Y por rumores y esttuen: Ja ciudad a dondequiera concurrian gentes. Alarmése un tanto el gobierno, tan paternal como previsor del Restaurador, creyendo aquellos tumultos de origen revolucionario y atribuyéndolos a los mismos salvajes tunitaios, cuyas impiedades, segiin los predicadores federales, habian taido sobre el pais la inundacién de la clea divina; to- sé activas providencias, desparram6 sus esbirtos por la pobla- cién, y por ilkimo, bien informado, promulgé un decreto tran- quilizador de las conciencias y de los estémagos, encabezado por un considerando muy sabio y piadoso para que a todo tran- ce, y arremetiendo por agua y todo, se trajese ganado a los co- rales En efecto el decimosexto dia de lacaresti, vspera del dia de Dolores, entté a nado por el paso de Burgos al Matadero del AF co una tropa de cincuenta novillos gordos. Cosa poca, por ci to, para una poblacién acostumbrada a consumir diariamente de doscientos a trescientos, y cuya tercera parte al menos goza- ria del fuero eclesistico de alimentarse con carne. ;Cosa extra- fia que haya est6magos privilegiados y estémagos sujetos a leyes inviolables y que la Iglesia tenga la ave de los estémagos! Pero no es extrafio, supuesto que el diablo con la carne sue- Je meterseen el cuerpo y que la Iglesia tiene el poder de conju rarlo: el caso es reducir al hombre a una maquina cuyo mévil principal no sea su voluntad sino la de la Iglesia y el gobierno. (Quiaa llegue el dia en que sea prohibido respirar aire libre, pa- scarse y hasta conversar con tn amigo, sin petmiso de autoridad ‘competente. Asi cra, poco mas 0 menos, en los felices tiempos. dde nuestros abuclos, que por desgracia vino a turbar la Revolu- cién de Mayo, Sea como fuera, a la noticia de la providencia gubemativa, los cotrales de Alto se lenaron, a pesar del barro, de carniceros, de achuradores y de curiosos, quienes recibieron con grandes, vociferaciones y palmoteos los cincuenta novills destinados al, Matadero. Chica, pero gorda ~exclamaban-, Viva la Federacidnt Vie va el Restaurador! Porque han de saber los lectores que en aquel tiempo la Be deracin eraba cn sos paren bag eee ea ‘Matadero, y no habia fiesta sin Restaurador como no :mén sin San Agustin, Cuentan que al ofr tan Jas lkimas rtas que agonizaban de hambre: las casas y calles nimaron y echaron a correr desatentadas conociendo que vol vian a aquellos lugares la acostumbrada alegria y la algazara pre- Sonal octpueec eee El primer novillo que se maté fue todo entero regalo al Res taurador, hombre muy amigo del asado. Una comisién de car niceros marché a ofrecérselo en nombre de los federales del ma tadero, manifestindole in voce su agradecimiento por la acert. da providencia del gobierno, su adhesién ilimitada a dor y su odio entrafable a los salvajes unitarios, enemigos de Dios y de los hombres. El Restaurador contesté a la arenga, rin forzando sobre el mismo tema, y concluyé la ceremonia con los correspondientes vivas y vociferaciones de los espectadores y ac- totes. Es de creer que el Restaurador tuviese permiso especial de su Ilustrisima para no abstenerse de carne, porque siendo tar buen observador de las leyes, tan buen catdlico y tan acérrimo protector de la religién, no hubiera dado mal ejemplo aceptan do semejante regalo en dfa santo. Siguid la matanza, y en un cuarto de hora cuarenta y nucve niovillos se hallaban sen la plaza del Matadero, desolla dos unos, los otros por desollar. El especticulo que ofrecia en: tonces era animado y pintoresco, aunque reunfa todo lo horsi- blemente reo, inmundo y deforme de una pequefia clase prole- taria peculiar del Rio de la Plata. Pero para que el lector pueda percibirlo a un golpe de ojo preciso es hacer un croquis de la lo- calidad. El Matadero de la Convalecencia 0 del Alto sito en las quin- tas al sur de la ciudad, es una gran playa en forma rectangular, colocada al extremo de dos calles, una de las cuales all termina y la otra se prolonga hasta el este. Esta playa, con declive al sur, esti cortada por un zanjén labrado por la corriente de las aguas pluviales, en cuyos bordes laterales se muestran innumerables ‘cuevas de ratones y cuyo cauce recoge en tiempo de lluvia toda Ta sangranza seca o reciente del Matadero. En la juncién del én- gulo recto, hacia el oeste, esté lo que llaman la casila, edi bajo, de tres piezas de media agua con corredor al frente que da alacalle y palenque para atar caballos, a cuya espalda noran ve Fios cortales de palo a pique de flandubay con sus fornidas puer tas para encerrar el ganado, Estos corrales son en tiempo de invierno un verdadero loda- zal, en el cual los animales apeftuscados se hunden hasta el en- cuentro, y quedan como pegados y casi sin movimiento. En la casilla se hace la recaudacién del impuesto de cocrales, se cobran Jas multas por violacién de reglamentos y se sienta el juez del Matadero, Faeroe ‘eaudillo de los camniceros y que ejerce la suma, en aquella pequefia replica, por delegacién del Restaurador. Ficil es calcular qué case de hom bre se requiere para el desemperio de semejante cargo. La lla, por otra parte es un edificio tan ruin y pequefio que nadie o notaria en los cortales a no estar asociado stu nombre al del terrible juez y no resaltar sobre su blanca cintura los siguientes rojos: “Viva la Federacién’, “Viva el Restaurador y la herofna doa Enearnacién Ezcurra’, “Mueran los salvajes uni tarios’, Letreros muy significativos, simbolo de la fe politica y teligiosa de la gente del Matadero, Pero algunos lectores no st- ‘brn que la tal herojna es la difunta esposa del Restaurador, pa- - trona muy querida de los carniceros, quienes, ya muerta la ve~ _Retaban por sus virtudes cristianas y su federal ‘heroismo en la ache: cia otra parte, entretanto, dos africanas lle Stitch una mulata se alejaba con yi tripas y resbalando de repente sobre un charco de sin revolucién contra Balcarce. Es el aquella memorable havafia de la Saar eaie east asia ocasee c Jomo, cubriendo con su cuerpo la codiciada pres, icon su hija y otra sefioras federaes, y que aplon : Se eee a pan coscino, ofeciéalosschore cur Aculli se vlan acurucadas en hilra cuatrocientas ngs dy ejiendo sobre las faldas el ovillo ando, uno a Uno, lo nicers en un solemne brn su feral pacino, por cuyo indo sobre as falda el ovo y arrancand, Pee ui = dos, al paso que otras vaciaban las panzas dero, esta nh painia tk se estard hasta que lo borre Peels sas ah ds posass la acura Fe eorasvicea OT ETALIE uid ol Vatbg ivschachon mbezando apiey caballo; sin Reset econ aquel suelo de vejigazos o se tiraban bolas de carne, desparramando con See eee ae ie in Rel pede Ld auiberde paviocas Gue columpiandose en ¢ de lodo regado con la sangre de sus arterias. En torno de ig a ee : res resaltaba un grupo de figuras huma y raza distin- aire, celebraban chillando la etre uo, ape ta, La figura mis prominente de cada grupo era el carnicero con sar del veto del Restaurador y de la santidad del a, pabrasin 1 cuchillo en mano, brazo y pecho desnudos, cabello largo y re- _ mundas y obscenas, vociferaciones prefiadas de todo el cinisms vuelto, camisa y chiripé y rostro embadurnado de sangre. A sus bestial que caracteriza a la chusma de nuestros mataderos, con ‘qpaldas x rebullian, caracoleando y siguiendo los movimientos las cuales no quiero regalar a los lectores una compara de muchachos de negra y mulatasachuradoras, De repente cafa un bofe sangriento sobre la cabeza de alu cuya fealdad trasuntaba las arpias de las fabulas y entremezcla- no, que de alli pasaba a la de otto, hasta que algtin deforms dos con elas algunos enormes mastines, olfateaban, grufifan o mastin lo hacfa buena presa, y una cuadrilla de ottos, por sox se daban de tarascones por la presa. Cuarenta y tantas carretas, _trujo 0 no estrujo, armaba una tremenda de grufiidos y mordis roldadas con negruzco y pelado cuero, se escalonaban iregular- cones. Alguna tia vieja salfa furiosa en persecucién de un mu mente alo largo de la playa, y algunos jinetes con el poncho ca-_chacho que le habfa embadurnado el rostro con sangre, y acu lado ye azo prendido al tiento cruzaban por entreellasal tran diendo a sus gritos y putcadas los compafieros del rapaz, lato 9 o reclinados sobre el pescuczo de los caballos echaban ojo in-_deaban y azuizaban como los perros al toro, y llovian sobre ella dokente sobre uno de aquellos animados grupos, al paso que, zoquetes de carne, bolas de esticrcol, con groserascarcjadsy mas arriba, en el aire, un enjambre de gaviotas blanguiazules, gritos frecuentes, hasta que el jucz mandabe restablecer el nln, ue habian vuelto de la emigracién al olor de la carne, evolo- _y despejar el campo, ‘caban, cubriendo con su disonante graznido todos los nuidos y run lado, dos muchachos se adiestraban en el manejo de toes de! Mataderoy proyectando una sombra clara sobre aquel _ cuchllo, irindose hortendos tajos y seveses, por otro, ce, campo de horrible cariceria. Esto se notaba al principio de la ya adolescentes, ventilaban a cuchilladas el derecho a onc tripa matanza, gorda y un mondongo que habian robado a un carnicero; y no Pezo-a medida que adelantaba, la prspectiva variabas los gru- de ellos distance, porcién de perros, flacos ya de la forzosa abs- ost dshacian, venian a formarse tomando diversas activides tinencia, empleaban el mismo medio para eaber quién se lleva ¥ # desparramaban corriendo como si en medio de ellos caye- ria un higado envuelto en barro, Simmllanne oy pequefio era & ‘ jieuoa bala perdid, o asomase la quijada de algainencoleri- te del mado batbaro con auc se ventian cn ee pais las Zado massn. Esto cra que el caricero en un grupo descuartiza- cuestiones y los derechos individuals y sociales. En fin, laesee 2. poipe de hacha, colgaba en otros los cuartos en los ganchos na que se representaba en el Mataleryoe Para vista, no para cde su carreta, despellejaba en éste, sacaba el sebo en aquél; de crita, arg chusma que ojeaba y aguardaba la presa de achura, sa- Un animal habia quedado en los corrales, lig de cuando en cuando una mugrienta mano a dar un taras-cerviz, de mirar fiero sebee én con el cuchllo al sebo 0 a los euartos de la res, lo que ori-_conformes los parecces, finaba gritos y explosiin de cera del caricero y el continuo novo. Llegble su hors hervidero de los grupos, dichos Y griterfa descompasada de los en el corral, en cuyo contorno hervia la chusma a pie, a caballo muchachos. y horqueteaba sobre sus fudosos palos. Formaban en Ja puerta el mis grotesco y sobresaliente grupo, vatios pialadoresy enk tadores de a pie con el brazo desnudo y armado del certero hr %, la cabeza cubierta con un paituelo punzé y chaleco y chit pA colorado, teniendo a sus espaldas varios jinetes y espectado tes de ojo escrutador y anhclante. El animal, prendido ya al lazo por las astas, bramaba echan do espuma, furibundo, y no habla demonio. que lo hiciera salit an de aire de sus pulmones para depositar ey de corta y anche cuyos érganos genitales no estaban Porque tenia apariencia de toro y de Dos enlazadores a caballo, penetraron \ © X Selle- del pegajoso barro doncle estaba como clavado y era imposible val sionada yl tongor Pialarlo, Grittbanle, lo azwaban en vano con ls mani y oe ser jos de a ji pass Jos muchachos que estaban prendidos sobre las horque- ral, y era de oir la disonante batahola de silbidos, pak om ‘madas y voces, tiples y roncas que se desprendi c madas ves ue se desprendlia de aquellasin- por los jnetes. Cuentan que una de ells se Fue de cémaras; otra gular orquesta, roi die salves en dos minutos, y dos prometieron a San Beni: ina to no volver jamis a aquellos malditos corrales y abandonar el ca alarde espontineamen. ofiie de achuradoras. No se sabe si cumplieron la promes te desu ingenio y de su gue, exciado por el espectcul pi-__ Hl toro, enzetant, rom hci a cada por una larga yan ag rg epthia de guna lengua locuaz. gosta calle que parte de la punta mas aguda del rectingulo an- -Hi de p.. en el toro a vormente descripto, calle encerrada por una zanja y un erco AI dablo los torunos del Az earl Sola porno enc nis de dos ass tere =Malhaya el tropero que nos da gato por liebe Je wun clye aposado centro habia un profundo pantano que ae tuba de ranjaa anja. Cierto inglés, de vuelta de su sladero, =:No sti viendo que es toro vigjo? teideaba este pantano a la sazén, paso a paso, en un caballo a “Como toro le ha de quedar, Muéseme ls ‘fr duda, iba tan absorto cn sus cileulos que no oyé sino cuando el roro aremetia cl Les dicharachos, las exclamaciones chistosas ob ban de boca en boca, y cada cual hacia aes det sile parece, c..o! go arisco, Ahi los tiene entre las piernas. ;No los ve, ami 1 de jinees ni la grites 2No los ve, amigo, mis gran- el tropel de jinetes ni la gre des que la cabeza de su eastaio, ose ha quedado ciego en ees pantano.Azordse de repente su caballo dando un brnco alse 4 -go encel ca pantano. ps mino? | pobre hombre hundido media va~ c, sin embargo, no detuvo ni frend goy ech6 a corres, dejand ran el fango. Este accident fa carrera de los perseguidores del toro, antes al contrario, sol e amolé el gringo; levantate grin- amasaron con barro nadre seria la ciega, pues que tal hijo ha parido. No ve Hep Birch eestocs aha ae =Es emperrado y arisco como un unitario. tando carcajadas sarcsticas: Y, al off esta magica palabra, todos a una voz exclamaron: go” ~exclamaron, cruzando el pantano y iMueran los salvajes unitarios! bajo las patas de sus caballos su miserable cuerpo Salt el grin- Para el tuerto los h 0, como pudo, después a la orilla, mas con la apariencia de un Si, para el tuerto, que es hombre dec... para pelear con los demonio tostado por las llamas del infierno que un hombre unitarios. El matambre a Matasiete, degollador de unitarios. blanco pelirrubio. Més adelante, al grito de jal toro, cuatro ne~ iViva Marasiete! gras achuradoras que se reiraban con su presa, se zambulleron —A Matasiete el matambre. fn la zanja llena de agua, tinico refugio que les quedaba. Alli va ~grité una voz ronca, interrumpiendo aquellos de- El animal, entretanto, después de haber corrido unas veinte sahogos de la cobardia feroz—. jAlld va el roro! cuadras en distintas direcciones azorando con su presencia ato lerta! ;Guarda los de la puerta! jAllé va furioso como un do viviente, se metié por la tranquera de una quinca, donde ha- Ils su perdicidn, Aunque cansado, manifestaba brio y colérico cefio; pero rodedbalo tna zanja profunda y un tupido cerco de dos picanas agudas que le espoleaban la cola, sintiendo flojo el _ pitas, y no habia escape. Juntironse luego sus perseguidores que lazo, arremetié bufando a la puerta, lanzando a entrambos la- se hallaban desbandados, y resolvieron Ilevarlo en un sefiuelo de dos una rojiza y fosforica mirada. Diole el tirén el enlazador _bueyes para que expiase su atentado en el lugar mismo donde Sentando su caballo, desprendié el lazo del asta, crujié por el ai- lo habia cometido. re un Aspero zumbido y al mismo tiempo se vio rodar desde lo Una hora despues de su fuga el toro estaba otra vez en el Ma ‘eo de una horqueta del corral, como si un golpe de hacha lo tadero, donde ia poca chusina que habla quedado no hablaba hhubiese divididora cereén, una cabeza de nifio cuyo wonco per- sino de sus fechorias. La aventura del gringo en el pantano, ex- manecié inmévil sobre su caballo de palo, lanzando por cada ar- itaba principalmente la risa y el sarcasmo. Del nifto degollado: teria un largo chorro de sangre por el laz0 no quedaba sino un charco de sang: su cadaver es- ‘Se corté el lazo! ~gritaron unos ;Allé va el roro! taba en el cementerio. os oxres, deslumbrados y t6nitos, guardaron silencio, por Enlazaron muy luego por la astas al animal, que brincaba que todo fue como un relimpago. haciendo hincapié lanzando roncos bramidos. Echaronle uno, Despartamdve un tanto ol grupo de la puerta. Una parte se dos tes pals: pro infructuosos al cuarco queds prendido de agelpdhobe la caberay el cadaver palptante del muchacho de- una pat! su bro su fara redoblaron; su lengua, etrindose webta por ello, manifeando horor en su aténito semblan~ convulsiva, arrojaba espurna, su nari humo, ss ojos miradss te, y la otra parte, compuesta de jinetes que no vieron la catés- encendidas, aoe eretaig en distintas direciones en pos del ror, voci- __~jDesjarteten ese animal! —exclam una voz imperiosa. Ma- ferando y gritando: ;Allé va el toro! jAtajen! ;Guardat jEnlaza, tasiete se tird al punto del caballo, cortéle el garrén de una cu- Sietepelos! ;Que te agarra, Botijat ;Va frioso; no se. Je pongan chillada y gambereando en torno de él con su enorme daga en ite! aja, tae morado!;Dée xpuel al mancarrén Ya. mano se a hundié al eabo hasta cl puro en a gangints, mos- se metié en la calle Sola! ;Que lo ataje el diablo! trindola en seguida humeante y roja a los espectadores. Broté Fl opel y vcifera era infernal. Unascuantas negas achu- un torrente de la herida,exhalé algunos bramidosroncos,vaci- ado ee idee en hilera al borde del zanjén, oyendo el tu- 16 y cay6 el soberbio animal entre los gritos de la chusma que nulto se acogieron y agazaparon entre las panzas ¥tripas que proclamaba a Matasiete vencedor y le adjudicaba en premio el desenredaban y devanaban con la paciencia de Penélope, lo que matambre. Matasiete extendi6, como orgulloso, por segunda simcluals sal, porque el anal lnz6 al mals un bude ee brazoy el euhilloensangrentado y se agaché a desollar- aterrador, dio un brinco sesgado y siguié perseguido Io con otros companeros. demonio! Y, en efecto, el animal acosado por los gritos y sobre todo por x10 asiéndolo de la corbata lo tendig a de la cintura y ll Faltaba resolver la duda sobre los érganos genitales del muct- _cuentro y con fornido brs to, clasificado provisoriamente de toro por su indomable fi en el suelo tirando al mismo tiempo la d: za; pero estaban todos tan fatigados de la larga tarea, que lo vindola a su garganta echaron porto pronto en oid, Mas de repent na vor rds ‘Una tremenda carcajada y un nuevo viva estentéreo volvg exclamés vitorearlo. Aqui estén los huevos -sacando de la barriga del animal y nobleza de alma! Qué bravura en los federales! Siem, mostrando a los espectadores exhibié dos enormes testiculos, pre en pandlllas cayendo como buitres sobre la victima inert signo inequivoco de su dignidad de toro. Larisa la charla fue —Degiillalo, Matasiete; quiso sacar las pistolas. Degiillaly grande; todos los incidentes desgracindos pudieron ficilmente como al toro. explicarse. Un toro en el matadero era cosa muy rara, yaun ve- _—Picaro unitario. Es preciso cusatlo. dada, Aquel, segiin reglas de buena policia, debja arrojarse alos ~Tiene buen pescuezo para el violin perros; pero habia tanta escasez de carne y tantos hambrientos _~Mejor es la resbalosa 4 en la poblacin que el seftor Juez tuvo a bien hacer ojo lerdo, ~Probaremos —dijo Matasiete, y empez6 sonriendo a pasar ¢ En dos por tres estuvo desollado, descuartizado y colgado en filo de su daga por la garganta del caido, mientras con la ro Ja carreta el maldito toro. Matasiete colocé el matambre bajo el lla izquierda le comprimfa el pecho y con la siniestra mano | pellén de su recado y se preparaba a partir, La matanza estaba _sujetaba los cabellos. concluida a las doce, y la poca chusma que habia presenciado __—No, no lo degiiellen ~exclamé de lejos la vox imponente del hasta el fin, se retiraba en grupos de a pie y de a caballo, o ti- Juez del Maradero que se acercaba a caballo, rando a la cincha algunas carretas cargadas de carne. A la casilla con él, a la casilla. Preparen la mazorca y las ¢i- Mas de repente la ronca vor. de un carni jeras, Mueran los salvajes unitarios! Viva el Restaurador de —jAlliviene un unitario!—y al ofr an significativa palabra to- _leyes! dda aquella chusma se detuvo como herida de una impresion su- {Viva Matasietet bitdnea *-Mueran!” “;Vivan!” -repitieron en coro los espectadores —2No le ven la patillaen forma de U2 No trae divisa en el fra- _ y atindolo codo con codo, entre moquetes y tirones, entre vo gue ni luto en el sombrero. feraciones ¢ injuria, arrastraron al infeliz joven al banco del —Perro unitario. tormento, como los sayones al Crist. -Es un cajetilla. La sala de la casilla tenfa en su centro una grande y fornida Monta en silla como los gringos, mesa de a cual no salfan los vasos de bebida y los naipes sino La Mazorca con él para dar lugar a las ejecuciones y corturas de los sayones feders ~jLa tijera! les del matadero, Notabase ademés en un rincén otra mest chi preciso sobarlo. ca con recado de escribir y un cuaderno de apuntes y porcién —Trae pistoleras por pintar de sllas entre las que resaltaba un sillén de brazos destinado al Todos estos cajetillas unitarios son pintores como el diablo, _juez. Un hombre, soldado en apariencia, sentado en una de ZA que no te le animas, Matasiete? allas, cantaba al son de la guitarra la resbalosa, tonada de inmen- ZA que no? sa popularidad entre los federales, cuando la chusma llegando A ques. en tropel al corredor de la casilla lanz6 a empellones al joven ‘Matasicte cra hombre de pocas palabras y de mucha accién. _unitario hacia el centro de la sala. Tratindose de violencia, de agilidad, de destreza en el hacha, el —A tite toca la reshalosa -grité uno. cuchillo o el caballo, no hablaba y obraba. Lo habian picado: —Encomienda tu alma al diablo. prendié la espuela a su caballo y se lanz6 a brida sueta al en- Esti furioso como un toro moncaraz. cuentro del unitario. ~Ya te amansari el palo. Era éste un joven como de veinticinco afos, de gallarda y Es preciso sobatlo, bien apuesta persona, que mientras salfan en borbotones de —Por ahora verga y tjera. aquellas desaforadas bocas las anteriores exclamaciones, trotaba__-Si no, la vela, hacia Barracas, muy ajeno de temer peligro alguno notando, Mejor ser la mazorca. cempero, las significativas miradas de aquel grupo de dogos de _ Silencio y sentarse ~exclams el juez dejindose caer sobre ut matadero, echa maquinalmente la diestra pete sill6n. Todos obedecieron, mientras el joven de pie, encarando su silla inglesa, cuando una pechada al juez, exclamé con voz prefiada de indignacién: tasiete lo arroja de los lomos del suyo t =jlnfames sayones!, qué intentan hacer de m? boca arriba y sin movimiento alguno, ={Calma! ~dijo sontiendo el juez—. No hay que encolerizar™ Viva Matasiete! ~exclamé toda aquella ¢ eal weris, tropel sobre a victima como los ‘1 El joyen, en efecto, estaba fuera de si de cdlera. Todo su cuet™ menta de un ey der ony ‘po pareefa estar en convulsién. Su pilido y amoratado rostro, s* ‘pecloniate oat i ‘voz, su labio trémulo, mostraban el movimiento convulsivo de ere a su corazén, la agitacién de sus nervios. Sus ojos de fuego pase” see no muy sana cian salirse de las érbitas, su negro y lacio cabello se levantab’ u erizado, Su cuello desnudo y la pechera de su camisa dejaban — entrever el latido violento de sus arterias y la resp ance de sus pulmones, i tea _{Tiemblas? -le dijo el jucz De rabia porque no puede {Tendrias fuerza Tengo de sobra voluntad y coraje para ti, infam A ver las tijeras de tusar mi caballo: risenlo a la federala ino de la ligadura del brazo, otro de la cabeza y en un minuto cortéronle la patilla que pobl Dos hombres le asieror sha toda A ver : eck Uno de hie beber, infame ' Un negro petiso prisosele al punto delante, con un vaso de gua en la mano. Diole el joven un puntapié en el brazo y el va so fite a estrellarse en el techo, salpicando el asombrado rostr de los espectadores eae Fste es incorregible. Ya lo domaremos, Silencio —, una a una las entrafias. Por qué no llevas luto en el sombrero por la heroina? Porque lo llevo en el corazén por la patria que vosotros ha- béis asesinado, infames. No sabes que asi lo dispuso el Restaurador? 1 dispusisteis vosotros, esclavos, para lisonjear el orgullo de vuestro sefior,y tributarle vasallaje infame, Insolente! Te has embravecido mucho. Te haré cortar la 1a si chistas. Abajo los calzones a este mentecato cajetilla y pelada denle verga, bien atado sobre la mesa. nas articulé esto el juez, cuatro sayones salpicados de san- Suspendieron al joven y lo tendieron largo a largo sobre la mesa comprimiéndole todos sus miembros. Primero degollarme que desnudarme, infame canalla ‘onle un pafiuelo a la boca y empezaron a tironear sus vestidos. Encogiase el joven, pateaba, hacta rechinar los dientes, Tomaban ora sus miembros la flexibilidad del junco, ora la du reza del fierro y su espina dorsal era el eje de un movimiento recido al de la serpiente. Gotas de sudor flufan por su rostro, grandes como perlas; echaban fuego sus pupilas, su boca espu- an en relieve sobre mma, y las venas de su cuello y frente n su blanco cutis como si estuvieran repletas de sangre. ~Atenlo primero ~exclaind el juct Esti rugiendo de rabia ~articulé un say6i En un momento liaron sus pi ygulo a los cuatro pies de la mesa, volcando su cuerpo boca abajo, Era preciso ha- 1al operacién con las manos, para lo cual soltaron las ata- duras que las comprimfan en la espalda. Sintiéndolas libres el {da su fuerza y vtalidad, se incorporé primero sobre sus brazos, sezé a caet a chotros por entrambos lados de la os saya hes quedaron inméviles y los espectadores estupefactos Reventé de rabia el salvaje unitario ~dijo uno. Tenfa un rio de sangre en las venas ~articulé otr Pobre diablo: queriamos tinicamente divertienos con él y mé la cosa demasiado a lo serio ~exclams el juez frunciendo iso dar parte; desitenlo y vamos. Es pt Los federales habjan dado fin a una de sus innw proczas En aquel tiempo los carniceros degolladores del Matader eran los apéstoles que propagaban a verga y pufal la fedcraci rosina, y no es dificil imaginarse qué fedéracidn saldria de su cabezas y cuchillas. Lam: Ia erga inventada por el Restaurador, patrén de la cc ollador, carnicero, ni salvaje, ni ladtén; a to- do el que no era deg do hombre decente y de corazén bien puesto, a todo patriota ilustrado amigo de las luces y de la libertad; terior puede verse a las claras que el foco de la federacién esta ba en el Matadero, Cas Tonos ARGENTINA!

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