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Documento LTM33.449.

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Doctrina

Fecha: [”19/04/2023”]
Autores: [”Ramón Beltrán Calfurrapa”, ”Cristian Contreras Rojas”, ”Enrique Letelier Loyola”]
Municipalidades: false
TEXTO:

Capítulo IV
Bases de la Administración de Justicia

1. Generalidades
Las Bases Generales de la Administración de Justicia, que se conocen también como bases de la organización del Poder
Judicial o bases fundamentales de la judicatura constituyen un conjunto de principios y reglas cuya finalidad es el
correcto y eficiente ejercicio de la función jurisdiccional. Algunos sostienen que entre las bases hay una diversa valoración
y jerarquía, siendo de más alto rango las de independencia, inamovilidad y responsabilidad de los jueces, por tener,
incluso, consagración constitucional y hallarse vinculadas “entre sí de manera indisoluble” (Pereira, 1991, p. 260).
Su fuente regulatoria se halla en las normas del Código Orgánico de Tribunales, en algunas normas de la Constitución y
las de los pactos internacionales sobre la materia, fundamentalmente el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
y la Convención Americana de Derechos Humanos. Los principios también están recogidos en algunas disposiciones del
Código Penal, del Código de Procedimiento Civil y del Código Procesal Penal.
A lo largo de este capítulo realizaremos un análisis de los principios en particular.

2. Principio de legalidad
Este principio puede analizarse desde un doble punto de vista: la legalidad del tribunal y legalidad del juzgamiento.
Ambos se complementan y, como veremos, hallan reconocimiento constitucional.
2.1. La legalidad del tribunal
2.1.1. Sentido y alcance
Este principio garantiza a toda persona el derecho a no ser juzgado por otro tribunal que el que señale la ley, establecido
con anterioridad a los hechos que motivan el juzgamiento, y no por comisiones especiales o tribunales ad hoc creados
para juzgar el caso particular. En este sentido se reconoce una dimensión positiva, que importa la predeterminación por
la ley del juez que conocerá el asunto con la asignación también por la ley de su competencia, y una dimensión negativa,
que implica la prohibición impuesta a la autoridad de crear tribunales para que en particular juzguen casos determinados
(Oberg y Manso, 2011, p. 73).
El respeto al principio de legalidad del tribunal repudia, entonces, la creación de “comisiones especiales”, lo que constituye
una garantía de antigua data en nuestra legislación. La Constitución Política de 1822 así lo expresaba (art. 199): “Todos
serán juzgados en causas civiles y criminales por sus jueces naturales y nunca por comisiones particulares.” De ahí ha
pasado a los textos constitucionales posteriores: en términos similares en el art. 136 de la Constitución de 1823 (Título
XLL “Del Poder Judicial”), en el art. 15 de la Constitución de 1828 (Cap. III “Derechos Individuales”) como garantía

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en su dimensión negativa y positiva (“Ninguno podrá ser juzgado por comisiones especiales, sino por los tribunales
establecidos por la ley”), en el art. 125 de la Constitución de 1833 (Cap. IX “De las Garantías de la Seguridad y
Propiedad”) como garantía que agrega la necesidad que el tribunal se halle establecido con anterioridad a los hechos
juzgados (“Ninguno puede ser juzgado por comisiones especiales, sino por el tribunal que le señale la ley, y que se halle
establecido con anterioridad por ésta”) y en el art. 12 de la CPR de 1925 (“Cap. III “Garantías Constitucionales”) en
términos muy similares a la de 1833.
En la actualidad el principio está garantizado por el art. 19 N° 3 inc. 5º de la CPR de 1980: “Nadie podrá ser juzgado
por comisiones especiales, sino por el tribunal que señalare la ley y que se hallare establecido por ésta con anterioridad a
la perpetración del hecho”, norma que se relaciona directamente con las del Cap. VI, arts. 76 y 77 de la misma Carta y
que debe entenderse en armonía con las normas sobre la legalidad de la actuación de los órganos del Estado previstas en
los arts. 6° y 7° de la CPR (Romero, 2017, pp. 27 y ss.).
De acuerdo con una antigua jurisprudencia del TC la garantía del art. 19 Nº 3 de la CPR repudia el juzgamiento
por comisiones especiales puesto que las concibe como un “órgano que usurpa atribuciones jurisdiccionales y pretende
asumirlas sin haber sido atribuido de ellas conforme a derecho” (STC, Rol Nº 184-94, de 7 de marzo de 1994, cons. 7º
letra f; STC, Rol Nº 4.381-18, de 8 de agosto de 2019, cons. 47º). Se pueden considerar comisiones especiales no solo a
una pluralidad de sujetos sino también a las conformadas por un individuo, siempre que se aboquen “de facto, al ejercicio
de la jurisdicción, en términos amplios y que, por lo mismo, van más allá de la función únicamente judicial” (Evans, 2012,
p. 166).
En buenas cuentas, el derecho al juez ordinario predeterminado por la ley exige: a) que la ley haya creado previamente el
órgano jurisdiccional; b) que con anterioridad al hecho por el cual se requiere su intervención el órgano esté investido de
jurisdicción y dotado de competencia; c) que su estructura y estatuto legal no permita calificarlo como tribunal ad hoc,
comisión especial o excepcional; y d) que la composición del órgano esté determinada por la ley (Picó, 2012, p. 115).
2.1.2. El derecho al juez natural
El principio de legalidad del tribunal se concreta en la garantía del derecho al juez natural, derecho fundamental que
tiene un antiquísimo origen y se remonta a algunos viejos fueros hispanos del bajo medioevo y a la Carta Magna Inglesa
de 1215. En la Constitución francesa de 1791 aparece reconocido con toda claridad (art. 4 Cap. V): “Los ciudadanos no
pueden ser distraídos de los jueces que la ley les asigna por ninguna comisión…”
Refuerza este principio su consagración supranacional en algunos tratados sobre derechos humanos, como la CADH, que
en su art. 8.1 garantiza: “Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable,
por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley…”. Y la garantía
contenida en el art. 14 del PIDCP y en el art. 6.1 del CEDH es de contenido muy similar.
2.1.2.1. El juzgamiento por tribunales militares
La CorteIDH de antiguo ha resaltado la relevancia del derecho al juez natural en su vinculación con las garantías del
derecho de toda persona a ser juzgada por un tribunal competente, independiente e imparcial. Desde fines de los años
noventa del siglo pasado, a propósito del juzgamiento de civiles por tribunales militares, en que se destaca la idea de la
excepcionalidad de la jurisdicción militar, este tribunal ha declarado:
“Constituye un principio básico relativo a la independencia de la judicatura que toda persona tiene derecho a ser juzgada
por tribunales de justicia ordinarios con arreglo a procedimientos legalmente establecidos. El Estado no debe crear
“tribunales que no apliquen normas procesales debidamente establecidas para sustituir la jurisdicción que corresponda
normalmente a los tribunales ordinarios” (…) “El juez encargado del conocimiento de una causa debe ser competente,
independiente e imparcial de acuerdo con el artículo 8.1 de la Convención Americana” (caso Castillo Petruzzi vs. Perú,
sentencia de 30 de mayo de 1999, pf. 128 a 130; caso Cantoral Benavidez vs. Perú, sentencia de 18 de agosto de 2000, pf.
112; caso 19 Comerciantes vs. Colombia, sentencia de 5 de julio de 2004, pf. 167, 173 y 174).
En ese sentido la CorteIDH ha reiterado el carácter excepcional y restrictivo de la jurisdicción castrense, la que solo
se justifica si está “encaminada a la protección de intereses jurídicos especiales, vinculados con las funciones que la ley

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asigna a las fuerzas militares” (caso Almonacid Arellano vs. Chile, sentencia de 26 de septiembre de 2006, pf. 131).
La misma Corte también ha declarado que el juzgamiento por tribunales “sin rostro” viola la garantía del derecho al juez
natural, desde que se impide a los justiciables valorar su competencia e idoneidad para juzgar el asunto (caso Castillo
Petruzzi vs. Perú, pf. 133; caso Lori Berenson Mejía vs. Perú, sentencia de 25 de noviembre de 2004, pf. 147).
2.1.2.2. Derecho al juez natural y la presencia de aforados
La presencia del fuero de que gozan algunas personas, por cuya aplicación podrían verse alteradas las reglas de compe-
tencia, plantea dudas sobre su eventual colisión con el derecho al juez natural. Ello dado que, por aplicación de reglas de
conexidad, las partes que no gozan de fuero son juzgadas por un tribunal distinto al que correspondería de no existir en
el caso tal factor.
La CorteIDH ha resuelto el punto entendiendo que el fuero no es un derecho personal del funcionario a quien se le
atribuye, sino que “ha sido establecido para proteger la integridad de la función estatal que compete a las personas a las
que alcanza esta forma de inmunidad y evitar, así, que se altere el normal desarrollo de la función pública”, por lo que
así, entendido el fuero “persigue un fin compatible con la Convención”. Ello supone, necesariamente que el fuero esté
regulado previamente por la ley y persiga una finalidad legítima, como la indicada, al tiempo que las reglas de conexidad
estén previstas por el legislador. La incompatibilidad con la Convención y, en consecuencia, la violación al derecho al
juez natural surgiría si el fuero es establecido por el Poder Ejecutivo o el mismo Poder Judicial o si la conexidad no está
regulada por la ley (caso Barreto Leiva vs. Venezuela, sentencia de 17 de noviembre de 2009, pf. 74 a 80).
2.1.2.3. Compatibilidad con la justicia especializada
El fenómeno de la especialización de la justicia surge como una de las varias respuestas a la necesidad de profesionalizar
la tutela jurisdiccional: los tribunales especializados en cuanto a la materia estarían en una mejor posición que los
de competencia común para resolver los particulares asuntos que les son sometidos a su conocimiento. Y así la justicia
especializada, en la medida que ha ido ganando terreno en el panorama de la judicatura, no solo ha supuesto la creación de
tribunales especiales y especializados en cuanto a las materias, sino que también la provisión de jueces con conocimientos
y preparación especial, la incorporación, en algunos casos, de jueces no letrados sino expertos en determinadas áreas
del conocimiento, y una estructura organizacional diferente a la que, al menos en nuestro país, exhibieron los tribunales
ordinarios. Sin embargo, no deben desatenderse que la especialización de la judicatura puede provocar, como consecuencia
mediata, una afectación del derecho de acceso a la justicia para los litigantes que no cuentan con las herramientas
materiales y técnico-jurídicas que este tipo de tribunales y sus procedimientos exigen (Larroucau, 2020, pp. 219 y 220).
La creación de tribunales especiales no puede abrogar los límites que impone el respeto a la garantía de la legalidad del
tribunal: los tribunales deben ser creados por la ley, la que debe dotarlos de competencia; su existencia debe ser previa
a los hechos que les corresponden juzgar y todo asunto que no esté expresamente sometido por la ley al conocimiento de
un tribunal especial debe ser resuelto por la justicia ordinaria. Pero la idea puede plantearse en un sentido inverso: si la
ley crea tribunales especiales dotándolos de competencia para conocer de uno o más asuntos, la promoción de estos debe
quedar bajo su conocimiento, puesto que de acuerdo con la ley obedecen a la figura del juez natural.
Como se verá, la creación —en algunos casos se puede hablar de proliferación— de tribunales especiales, dentro y fuera del
Poder Judicial, puede provocar conflictos de competencia cuando se promueven asuntos que, debido a factores territoriales,
temporales o de conexidad, podrían al menos aparentemente quedar bajo la esfera de competencia de uno o más tribunales,
sean ordinarios o especiales.
2.2. La legalidad del juzgamiento: la garantía del debido proceso
En esta dimensión, el principio de legalidad alcanza su consagración constitucional en el derecho al debido proceso («due
process of law» del derecho anglosajón) o a un proceso con todas las garantías.
En nuestro derecho interno este derecho está garantizado por el art. 19 Nº 3 inc. 6º de la CPR: “Toda sentencia de
un órgano que ejerza jurisdicción debe fundarse en un proceso previo legalmente tramitado. Corresponderá al legislador

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establecer siempre las garantías de un procedimiento y una investigación racionales y justos”, según expresa el texto refor-
mado por Ley Nº 19.519, de 1997. Esta reforma constitucional modificó el inciso segundo de la disposición reemplazando
la frase original “un racional y justo procedimiento” por “un procedimiento y una investigación racionales y justos”, con
la finalidad de hacer coherente el mandato constitucional con la estructura del nuevo proceso penal que comenzó a regir
a partir del CPP de 2000.
2.2.1. Reconocimiento y contenido
Los pactos internacionales sobre derechos humanos también contemplan el principio: el PIDCP en su art. 14 N° 1 y N°
2 letra c), el CEDH en su art. 6 (“Derecho a un proceso equitativo”) y la CADH en su art. 8 (“Garantías Judiciales”).
A su turno el art. 10 de la DUDH (ONU, 1948) reconoce:
“Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal
independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación
contra ella en materia penal”.
El derecho al proceso con todas las garantías impone a los Estados el deber de configurar el proceso jurisdiccional con
una serie de estándares mínimos que respeten los valores que justifican y fundamentan un Estado de Derecho, asegurando
la independencia e imparcialidad de los tribunales y el derecho al juez predeterminado por la ley; además, impone el
resguardo de estándares como el principio de audiencia y contradicción, la razonabilidad de los procedimientos, el derecho
al juzgamiento dentro de plazo razonable, la publicidad de los procesos, la garantía de la motivación de las sentencias, el
derecho a impugnar las sentencias agraviantes, el derecho a la ejecución de lo resuelto y la proscripción de la indefensión.
Aplicándolos en su máxima capacidad de rendimiento, puesto que el derecho al debido proceso es un derecho fundamental,
sus estándares deben desenvolverse en función de los aspectos que caracterizan a cada proceso y que se traducen en los
específicos requerimientos de tutela de un derecho o interés legítimo. En este sentido la CorteIDH ha declarado en varios
fallos que el catálogo de garantías específicas del art. 8.2 de la Convención se aplica, también, en asuntos no penales, aun
cuando de su lectura podría pensarse que se aplican solo en materias de índole criminal (así ha resuelto, por ejemplo, en
los casos Tribunal Constitucional vs. Perú, de 2001, pf. 70; Baena Ricardo vs. Panamá, de 2001, pf. 125; Vélez Loor vs.
Panamá, de 2010, pf. 142 y Nadege Dorzema y Otros vs. República Dominicana, de 2012, pf. 157).
En una antigua opinión consultiva, la OC Nº 11 de 1990, la CIDH, “Excepciones al agotamiento de los recursos inter-
nos (arts. 46.1, 46.2.a y 46.2.b Convención Americana de Derechos Humanos)”, de 10 de agosto de 1990, el sistema
interamericano ha dado algunas pistas sobre la extensión de la garantía, declarando:
“[E]n materias que conciernen con la determinación de [los] derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de
cualquier otro carácter el artículo 8 no especifica garantías mínimas, como lo hace en el numeral 2 al referirse a materias
penales. Sin embargo, el concepto de debidas garantías se aplica también a esos órdenes y, por ende, en ese tipo de
materias el individuo tiene derecho también al debido proceso que se aplica en materia penal” (cursivas en el original).
2.2.2. El derecho al debido proceso en el sistema nacional
Como se expuso, la CPR garantiza en favor de todas las personas el derecho a que el ejercicio de la jurisdicción se efectúe
por medio de un proceso legalmente tramitado, encomendando al legislador la tarea de definir “siempre las garantías de
un procedimiento y una investigación racionales y justos” (art. 19 Nº 3 inc. 6º).
Ese derecho así garantizado se suma a los otros derechos de índole procesal que se identifican en el contenido del art. 19
Nº 3 de la CPR: derecho a la tutela judicial (inc. 1º), derecho a la defensa letrada (inc. 2º), derecho a la defensa jurídica
gratuita (inc. 3º), derecho irrenunciable a defensa en materia penal (inc. 4º), derecho a ser juzgado por el tribunal
determinado previamente por la ley (inc. 5º), todo ello sin perjuicio de las garantías de orden penal que la misma norma
reconoce (prohibición de presumir la responsabilidad penal y principio de legalidad penal) (Bordalí, 2020, pp. 257 y 258).
El respeto de la garantía alcanza a todo órgano que ejerza jurisdicción, es decir, todo órgano que ejerza la función pública
de resolver una controversia en el orden temporal por medio de una resolución que pueda producir cosa juzgada, bien se
trate de tribunales ordinarios, especiales, administrativos, arbitrales o bien de órganos de la administración que actúen

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como tales (p. ej. Contraloría General de la República), según se dejó expresa constancia en la sesión N° 103 de la
Comisión Constituyente de la CPR de 1980.
Como, a diferencia de textos constitucionales extranjeros, la Carta de 1980 dejó al legislador la tarea de configurar la
garantía del procedimiento y la investigación “racionales y justos”, su contenido se ha ido conformando en la medida que
las leyes de procedimiento, incluso preconstitucionales, reconocen determinadas garantías en los aspectos que regulan,
sin perjuicio de que debe reconocerse a la jurisprudencia y la doctrina nacional una importante labor en la definición de
aquella.
En la referida sesión N° 103 la Comisión Constituyente acordó dejar en actas que entendía por garantías mínimas de un
racional y justo proceso (de acuerdo con la versión original del artículo) permitir el oportuno conocimiento de la acción,
la adecuada defensa y producción de la prueba que correspondiere. Sin embargo se ha entendido que la intención del
constituyente fue dar al legislador la tarea de integrar las garantías que configuran el proceso racional y justo, “dejándose
constancia que tales atributos se concretan, entre otros elementos, en principios como el de la igualdad de las partes y
el emplazamiento, materializados en el conocimiento oportuno de la acción, la posibilidad de una adecuada defensa y la
aportación de la prueba, cuando ella procede” (STC, Rol Nº 478-2006, de 8 de agosto de 2006, cons. 14).
El mismo TC ha reiterado la idea de que la CPR no configura un solo modelo de debido proceso, sino que concede al
legislador un margen de acción para que configure las garantías de un procedimiento e investigación racionales y justos,
atendiendo a las características de cada procedimiento específico. Así lo ha declarado en la STC, Rol Nº 8678-2020 (27
de agosto de 2020):
“Frente a la imposibilidad de determinar cuál es ese conjunto de garantías que deben estar presentes en cada procedimiento
(…) mandató al legislador para que en la regulación de los procedimientos éstos siempre cumplan con las exigencias
naturales que la racionalidad y la justicia impongan en cada proceso específico. (…) Racional para configurar un proceso
lógico y carente de arbitrariedad. Y justo para orientarlo a un sentido que cautele los derechos fundamentales de los
participantes en un proceso. Con ello se establece la necesidad de un juez imparcial, con normas que eviten la indefensión,
que exista una resolución de fondo, motivada y pública, susceptible de revisión por un tribunal superior y generadora de la
intangibilidad necesaria que garantice la seguridad y certeza jurídica propias del Estado de Derecho” (voto de disidencia,
cons. 7º).
En un sentido similar la Corte Suprema entiende la garantía del debido proceso, reconociendo determinados derechos
mínimos de un procedimiento racional y justo. Así ha declarado este alto tribunal:
“En cuanto a los aspectos que comprende el derecho del debido proceso, no hay discrepancias en que, al menos, lo
conforman el derecho de ser oído, de presentar pruebas para demostrar las pretensiones de las partes, de que la decisión
sea razonada y la posibilidad de recurrir en su contra, siempre que la estime agraviante, de acuerdo a su contenido” (SCS,
Rol Corte Nº 2.995-2013, de 24 de julio de 2013, cons. 7º).
“Sobre los presupuestos básicos que tal garantía supone, se ha dicho que el debido proceso lo constituyen a lo menos un
conjunto de garantías que la Constitución Política de la República, los Tratados Internacionales ratificados por Chile
que están en vigor y las leyes les entregan a las partes de la relación procesal, por medio de las cuales se procura
que todos puedan hacer valer sus pretensiones en los tribunales, que sean escuchados, que puedan reclamar cuando no
están conformes, que se respeten los procedimientos fijados en la ley y que las sentencias sean debidamente motivadas y
fundadas” (SCS, Rol Corte Nº 131.730-2020, de 22 de enero de 2021, cons. 5º).
Por nuestra parte, reconociendo que el legislador puede modular los estándares del debido proceso a los procedimientos
particulares, entendemos que esta garantía se satisface con el cumplimiento de algunos mínimos (Devis, 2002, pp. 55 y
ss.; Marinoni et al., 2010, pp. 439 y ss.; Bordalí, 2020, pp. 263 y ss.) cuya presencia debe detectarse con mayor o menor
acento en todos los procedimientos:
a) Que el ejercicio de la acción active efectivamente la función jurisdiccional;
b) Que asegure la existencia de un tribunal competente independiente e imparcial;

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c) Que las partes sean oídas en sus alegaciones y defensas (principio de audiencia y contradicción o auditur et altera
pars);
d) Que las partes gocen del derecho a rendir pruebas;
e) Que el proceso se resuelva dentro de un plazo razonable;
f) Que el tribunal emita un pronunciamiento sobre el fondo del negocio;
g) Que este pronunciamiento sea motivado; y,
h) Que se reconozca en favor de las partes el derecho a impugnar la decisión.
2.2.3. Tutela judicial y debido proceso
Si bien sobre el derecho a la tutela judicial, reconocido por el art. 19 Nº 3 inc. 1º de la CPR, ha sido tratado en el
capítulo anterior de este libro, debemos explicar por qué se suele relacionar e incluso confundir con el derecho al debido
proceso.
Los orígenes de uno y otros se funden en sistemas jurídicos distintos, por lo que gozan de un contenido sustantivo diferente:
el derecho de acceso a la justicia impone a los Estados el deber de garantizar a los justiciables la potestad de activar
la jurisdicción estatal para requerir la tutela judicial de sus derechos e intereses legítimos. El derecho al debido proceso
impone a los Estados el deber de configurar el proceso jurisdiccional con una serie de estándares mínimos que respeten
los valores que justifican y fundamentan un Estado de Derecho, asegurando la independencia e imparcialidad de los
tribunales y el derecho al juez predeterminado por la ley y el resguardo de estándares como el principio de audiencia y
contradicción, la razonabilidad de los procedimientos, el derecho al juzgamiento dentro de plazo razonable, la publicidad
de los procesos, la garantía de la motivación de las sentencias, el derecho a impugnar las sentencias agraviantes, el derecho
a la ejecución de lo resuelto y la proscripción de la indefensión.
Algunas sentencias del TC y la Corte Suprema han confundido ambos derechos, considerando la existencia de un metadere-
cho al debido proceso, inclusivo del derecho de acceso a la jurisdicción o derecho a la acción. Sin embargo, en la última
década la jurisprudencia se ha decantado por distinguirlos como dos derechos diferentes (p. ej. la STC, Rol Nº 2.697-14,
de 24 de septiembre de 2015, cons. 17º), que integrarían una suerte de metaderecho a la justicia: derecho de tutela
(derecho de acción), derecho al debido proceso y el derecho a la inmodificabilidad de lo resuelto (Garberí, 2009, pp. 129
y ss.; Vargas y Fuentes, 2018, pp. 184 y 185).
El derecho a la tutela (o derecho de acceso a la justicia) se satisfaría con el derecho de accionar provocando la actividad
jurisdiccional, el derecho de obtener una resolución motivada, el derecho a la impugnación de las decisiones y el derecho
de ejecutar lo resuelto (Bordalí, 2020, p. 244), todo ello según se verá en su oportunidad. El derecho al debido proceso,
de configuración legal, comprendería una serie de estándares o condiciones mínimas que el proceso jurisdiccional ha de
cumplir (Nogueira, 2008, pp. 280 y ss.) y que se han ido configurando por el desarrollo legislativo y la jurisprudencia de
los altos tribunales, en la que resulta cada vez con mayor presencia la obligación del Estado de respetar sus obligaciones
internacionales (Aldunate, 2008, p. 342), en una apertura más declarada hacia el control de convencionalidad.
A pesar de las diferencias de origen, conceptual y de contenido entre el derecho a la tutela judicial y el derecho al debido
proceso, nos parece correcto afirmar que entre ambos existe una vinculación íntima puesto que, si el Estado garantiza el
acceso a la justicia, no da lo mismo cómo se configure el proceso que sirve para activar la función jurisdiccional.
2.2.4. Debido proceso en el proceso penal
La garantía del debido proceso asume cualidades particulares en estos asuntos, dadas las características del proceso penal.
Este tiene rasgos que lo distinguen del proceso civil, que es un proceso típicamente de partes. Entre otros, los aspectos
que han de observarse en el proceso penal son la calidad de los sujetos que intervienen (el MP, el imputado, la víctima,
los tribunales con competencia penal y las policías), los intereses involucrados (la aplicación de la ley penal, la libertad
individual, el derecho a la reparación, entre otros), la estructura del proceso (fase de investigación, fase intermedia, fase
de juicio) y las potestades públicas en juego (diligencias de investigación en mayor o menor grado restrictivas de derechos,

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las medidas que privan o limitan la libertad del imputado). Con una perspectiva general de tales aspectos corresponde
identificar los estándares mínimos que, en asuntos penales, configuran la garantía del debido proceso.
Como se adelantó, el sistema interamericano de derechos humanos se ha encargado de reconocer un conjunto de garantías
específicas del proceso penal que aparecen recogidas en el art. 8.2 de la CADH. Con independencia de si ellas se aplican
extensivamente en asuntos no penales, como hemos indicado antes, lo cierto es que estas garantías tienen por función
limitar el poder público al punto que la investigación penal y el juicio posterior no conculquen al atributo básico de la
dignidad humana. Es por ello que el sistema reconoce en favor del imputado el derecho a que se presuma su inocencia, a
guardar silencio, a conocer de la investigación y la acusación que en su contra se formula, a contar con defensa letrada
aun cuando carezca de medios económicos para solventarla, a examinar la prueba de cargo y de rendir la propia, a que
el proceso sea público, a recurrir de fallo condenatorio y a no ser juzgado más de una vez por los mismos hechos respecto
de los que ha recaído sentencia firme (ne bis in idem).
Nuestros tribunales, interpretando el mandato del art. 19 Nº 3 inc. 6º de la CPR, que confiere el legislador la función
de establecer “siempre las garantías de un procedimiento y una investigación racionales y justos” a la luz de las demás
garantías procesales reconocidas por el mismo art. 19 y las normas convencionales, aplicables por disposición del art. 5°
inc. 2º constitucional, han destacado que la garantía cubre todas las etapas del proceso penal en sentido amplio, por lo
que también es exigible de la investigación que realizan los agentes del Estado. Así lo ha declarado el TC:
“En el Derecho Procesal Penal no hay márgenes previos o fuera del procedimiento que puedan ser incluidos dentro del
mismo con afectación de los derechos fundamentales. Incluso en las etapas previas la Constitución protege dos momentos
claves respecto de las fases previas a un debido proceso penal el que, de acuerdo con el artículo 19, numeral 3°, inciso
sexto de la Constitución abarca a su “investigación”. Esas reglas están el artículo 19, N° 1, inciso final [prohibición de
apremios ilegítimos] y en el artículo 19, numeral 7° literal f) de la Constitución [derecho a la no autoincriminación]” (STC,
Rol Nº 4.627-18, de 11 de diciembre de 2018, cons. 10º).
Así los fallos de los altos tribunales han ido configurando una doctrina jurisprudencial que reconoce en el proceso penal
determinados estándares del debido proceso, como la garantía individual de contar con un juez independiente, imparcial
y natural (p. ej. SCS, Rol Corte Nº 13.123-2018, de 24 de octubre de 2018, cons. 6º), el derecho a la defensa técnica,
el derecho a la presunción de inocencia, el derecho a la legalidad de las actuaciones de las autoridades (p. ej. SCS, Rol
Corte Nº 14.769-2020, de 11 de mayo de 2020, cons. 8º y 9º), el derecho a que la sentencia condenatoria no se funde en
prueba ilícita (p. ej. SCS, Rol Corte Nº 309-2020, de 17 de febrero de 2020, cons. 7º; SCS, Rol Corte Nº 41.165-2019, de
6 de febrero de 2020, voto en contra, cons. 5º) y el derecho a que la sentencia condenatoria solo se refiera a personas y
hechos incluidos en la acusación o principio de congruencia procesal (p. ej. STC, Rol 9.266-20, de 21 de enero de 2021,
voto disidente, cons. 15º), entre otros.

3. Principio de independencia
Este principio es heredero de la tradicional doctrina de la división de los poderes del Estado. Se explica en la idea
que la función jurisdiccional, entendida como una función estatal que ejercita una potestad pública con la finalidad de
satisfacer pretensiones procesales (Avsolomovich et al., 1965, p. 46), debe ser practicada libre de interferencias, presiones
y revisiones por parte de otros órganos del poder público, por lo que la independencia de los jueces también es un
presupuesto para el ejercicio de la democracia y el resguardo del Estado de Derecho. En este sentido el mandato de la
Carta Democrática Interamericana (2001) resulta muy alegórico:
“Son elementos esenciales de la democracia representativa, entre otros, el respeto a los derechos humanos y las libertades
fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas,
libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de
partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos” (art. 3).
Una primera aproximación a este principio expresa que solo el Poder Judicial puede ejercer la función jurisdiccional con
independencia y soberanía respecto de los otros poderes del Estado y que los jueces deben estar libres de “toda coacción

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ajena en el ejercicio de sus funciones. (…). El juez debe sentirse soberano en la recta aplicación de la justicia, conforme
a la ley. Por eso, nada más oprobioso que la existencia de jueces políticos, de funcionarios al servicio de los gobernantes
o de los partidos” (Devis, 2002, p. 56).
La independencia es un atributo reconocido por los tratados internacionales sobre derechos humanos: el art. 10 de la
DUDH, el art. 14 del PIDCP y el art. 8 de la CADH, garantizan el derecho de los justiciables a acudir ante un órgano
independiente. En este último ámbito, la CorteIDH ha resaltado la necesidad de que se garantice la independencia de los
tribunales, como resguardo de la democracia y el Estado de Derecho. Así ha declarado, por ejemplo, en el caso Tribunal
Constitucional vs. Perú (2001):
“Esta Corte considera que uno de los objetivos principales que tiene la separación de los poderes públicos, es la garantía de
la independencia de los jueces y, para tales efectos, los diferentes sistemas políticos han ideado procedimientos estrictos,
tanto para su nombramiento como para su destitución” (pf. 73).
En la CPR el principio de independencia halla su fundamento en los arts. 7° (principio de legalidad de las actuaciones de
los órganos del Estado) y 76 inc. 1° (Cap. VI “Poder Judicial”). En las normas del COT se reconoce expresamente en el
art. 12. Ambas disposiciones, el art. 76 de la CPR y el art. 12 del COT consagran la independencia del Poder Judicial
en forma positiva.
3.1. Independencia orgánica e independencia funcional
La independencia del Poder Judicial reviste un doble carácter: orgánica y funcional. Desde el punto de vista orgánico,
la independencia se relaciona con la autonomía del Poder Judicial frente a los demás órganos del Estado. Este poder
no depende jerárquicamente del Poder Ejecutivo ni del Legislativo y por eso a la independencia orgánica se la denomina
también independencia política.
La Constitución ha reforzado la idea que la función jurisdiccional se ejerce exclusivamente por los tribunales pertenecientes
al Poder Judicial y que han sido establecidos por la ley (sin perjuicio de los que se explicará en el capítulo VI sobre el
panorama actual de tribunales que no pertenecen a este poder del Estado). Además, la misma Carta impide al Poder
Ejecutivo (“Ni el Presidente de la República…”) y al Poder Legislativo (“ni el Congreso…”) ejercer las funciones propias
de la jurisdicción (Pereira, 1996, p. 261), por lo que este principio también se relaciona con el de inavocabilidad, según
veremos más adelante.
No obstante, el régimen actual de nombramiento de los jueces regulado en la CPR provoca que en Chile la independencia
externa no sea absoluta, puesto que, según del cargo y escalafón de que se trate, el texto constitucional vigente reconoce
la intervención de los tres poderes del Estado (art. 78 CPR).
Desde la perspectiva funcional la independencia se relaciona con la libertad de los jueces para ejercer sus atribuciones en
las causas que conozcan, con la única limitación de no apartarse de la legalidad. Por cierto, ello no supone que los jueces
puedan resolver con total discrecionalidad o en conciencia, sino que en el ejercicio de la función jurisdiccional quedan
exclusivamente sometidos a la ley. Este aspecto se consolida con el reconocimiento constitucional y legal de la facultad
de imperio de los jueces (arts. 76 inc. 3º de la CPR y 11 del COT).
Esta dimensión funcional de la independencia del Poder Judicial también se ve reforzada por el límite que el art. 76
inc. 1º de la CPR impone a los poderes Ejecutivo y Legislativo de “ejercer funciones judiciales” y “avocarse a causas
pendientes”, es decir, ejercer los atributos de la jurisdicción, “revisar los fundamentos o contenidos de sus resoluciones”,
desde que esa es una función propia del control jurisdiccional, y “hacer revivir procesos fenecidos”, respetando así la
autoridad y eficacia de la cosa juzgada como atributo propio de las decisiones judiciales firmes.
3.2. Dimensión positiva y dimensión negativa de la independencia judicial
La independencia, además, puede ser analizada desde un punto de vista positivo y otro negativo. Hasta acá, hemos
referido al primero, en su doble perspectiva orgánica y funcional, en cuanto el Poder Judicial es “libre, soberano e
independiente de los demás poderes del Estado” (Oberg y Manso, 2011, p. 67).

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En una dimensión negativa, la independencia del Poder Judicial impide a los jueces intervenir en las atribuciones o
mezclarse en las funciones de los demás poderes públicos, dimensión que tiene amparo legal en el art. 4º del COT y en
los arts. 6° y 7° de la CPR.
3.3. Independencia interna e independencia externa
La independencia garantizada por el texto constitucional vigente se aviene con el respeto del principio de separación de
poderes, por lo que, según se ha visto, las normas resguardan que otros poderes del Estado ejerzan funciones propias de
los tribunales o se inmiscuyan en sus atribuciones. Es así como se protege la independencia externa.
Sin embargo, también se reconoce una faceta interna de la independencia de los jueces, que es necesario asegurar. Esta se
refiere a la necesidad de que los jueces ejerzan sus funciones sin la interferencia de otros jueces, especialmente de los que
detentan una jerarquía superior (Bordalí, 2020, p. 72). Sobre el particular, el Estatuto del Juez Iberoamericano (Santa
Cruz de Tenerife, 2011) garantiza en su art. 4:
“Independencia Interna. En el ejercicio de la jurisdicción, los jueces no se encuentran sometidos a autoridades judiciales
superiores, sin perjuicio de la facultad de éstas de revisar las decisiones jurisdiccionales a través de los recursos legalmente
establecidos, y de la fuerza que cada ordenamiento nacional atribuya a la jurisprudencia y a los precedentes emanados
de las Cortes Supremas y Tribunales Supremos”.
En otras palabras, se trata que en el ejercicio de la función jurisdiccional los jueces cuenten con la competencia suficiente
para resolver los asuntos únicamente sometidos a la ley y libre de presiones de cualquier tipo que puedan provenir de
otros miembros del Poder Judicial, por lo que el principio se ve afectado “cuando algún miembro del Poder Judicial
ejerce algún tipo de coacción o presión contra otro juez, con el objeto de determinar el contenido de alguna actuación o
resolución judicial” (Romero, 2017, p. 119).
Por esa razón el legislador prohíbe a los jueces el ejercicio de la abogacía y la representación judicial, con la sola excepción
de asumir la defensa en causas personales y de determinados parientes, al tiempo que cualquier funcionario del orden
judicial puede quedar sujeto a responsabilidad disciplinaria si “recomendaren a jueces o tribunales negocios pendientes
en juicios contradictorios o causas criminales” (arts. 316 y 544 Nº 6 del COT, respectivamente).
La ONU en los Principios de Bangalore sobre la Conducta Judicial (2006) sobre el punto ha declarado: “Al cumplir sus
obligaciones judiciales, un juez será independiente de sus compañeros de oficio con respecto a decisiones que esté obligado
a tomar de forma independiente”.
El problema que se detecta en este punto está en que la propia organización del Poder Judicial puede poner en tensión
la independencia interna de los jueces que lo integran. La independencia de los jueces, en su faceta interna, puede verse
afectada cuando una organización jurisdiccional es jerarquizada y las funciones de gobierno judicial están concentradas
en un superior jerárquico, como ocurre con la de Chile. Ello permite que las decisiones jurisdiccionales que adopta un
tribunal puedan ser revisadas por su superior jerárquico, órgano que a la vez tiene por ley las atribuciones de decidir
sobre los ascensos de los jueces, las calificaciones y la aplicación del régimen de disciplina.
En nuestro sistema la Corte Suprema, siendo el tribunal que está en la cúspide de la organización judicial, tiene, por
mandato constitucional, la “superintendencia directiva, correccional y económica” de todos los tribunales de la República”
con excepción del Tribunal Constitucional, el Tribunal Calificador de Elecciones y los tribunales electorales regionales
(art. 83 de la CPR) y al mismo tiempo conoce de recursos procesales de gran relevancia para el sistema recursivo nacional,
como el recurso de casación en el fondo (art. 98 Nº 1 del COT), el recurso de nulidad penal por infracción sustancial
de derechos y garantías fundamentales (art. 373 letra a) del CPP) y el recurso de unificación de jurisprudencia laboral
(art. 483 del CdT). En otras palabras, es la misma Corte Suprema el tribunal que, en virtud de la ley, a la vez ejerce
el máximo control jurisdiccional de las decisiones adoptadas por los tribunales del país y las más relevantes funciones de
gobierno judicial (nombramiento de los jueces y disciplina judicial).
La situación descrita al menos pone en riesgo la independencia judicial interna, porque podría llevar a los jueces a adoptar
decisiones jurisdiccionales presionados por la eventual aplicación de una medida disciplinaria y el futuro resultado de un

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ascenso. En otras palabras, la excesiva concentración de poder en la cúspide del modelo, la Corte Suprema, provoca
problemas en la independencia de los jueces frente a sus superiores (Vargas, 2018, p. 93).
El tema será nuevamente abordado en los puntos que siguen, pero en esta parte es útil traer a colación una crítica que la
CorteIDH ha formulado al modelo jerarquizado chileno de concentración de funciones jurisdiccionales y de gobierno en
un solo órgano. En la sentencia del caso Urrutia Laubreaux vs. Chile (2020) el tribunal interamericano declaró:
“Los jueces solo deben estar sometidos a la ley, y decidir en base a ella las cuestiones que se le presenten. Este Tribunal
ha señalado que los jueces “no deben verse compelidos a evitar disentir con el órgano revisor de sus decisiones, el cual, en
definitiva, sólo ejerce una función judicial diferenciada y limitada a atender los puntos recursivos de las partes disconformes
con el fallo originario” (…) La existencia de una normativa que fomenta una cultura jerárquica y de respeto a los superiores
en el Poder Judicial crea un ambiente propicio para que los jueces se vean obligados a actuar de cierta manera y, por
ende, atenta contra la independencia interna de los jueces” (Voto concurrente del juez L. Patricio Pazmiño Freire, pf. 4
y 5, cursivas nuestras).
3.4. Independencia judicial y sistema de nombramiento de los jueces
Como se estudia en el capítulo VI, el régimen de nombramiento de los jueces regulado en la CPR y otras leyes, dependiendo
del cargo y escalafón, reconoce la intervención de los tres poderes del Estado. La norma del art. 78 constitucional, que
desarrolla con precisión el pf. 3 del Título X del COT, es bastante precisa y clara: en todos los nombramientos de
jueces (jueces de tribunales inferiores, ministros y fiscales de las Cortes) intervienen, según corresponda, las Cortes de
Apelaciones y la Corte Suprema, el Presidente de la República y el Senado (depende de la categoría y escalafón).
Con ese panorama resulta claro que la independencia externa no es absoluta, puesto que en todos los procesos para el
nombramiento de jueces interviene el Presidente de la República y, en algunos, el Senado. Por otro lado, tampoco la
independencia interna es total, pues en el proceso de nombramiento de jueces de primer grado (en general, jueces de
letras) y de ministros y fiscales de las Cortes de Apelaciones intervienen, en el primer caso, la Corte de Apelaciones
correspondiente y, en el segundo, la Corte Suprema, es decir, en ambas situaciones el superior jerárquico respectivo.
En la medida que el sistema de nombramiento privilegie criterios objetivos y se traduzca en procedimientos racionales y
públicos que garanticen que los jueces nombrados no serán sujetos de presiones de los demás poderes del Estado o de otros
grupos de poder, ni obedecerán a influencias de otros jueces, particularmente los que estén en una posición jerárquica
superior, se protege también la independencia judicial. La relación ha sido puesta de manifiesto por la CorteIDH en el
ya citado caso del Tribunal Constitucional vs. Perú (2001):
“Esta Corte considera necesario que se garantice la independencia de cualquier juez en un Estado de Derecho y, en especial,
la del juez constitucional en razón de la naturaleza de los asuntos sometidos a su conocimiento. Como lo señalara la
Corte Europea, la independencia de cualquier juez supone que se cuente con un adecuado proceso de nombramiento, con
una duración establecida en el cargo y con una garantía contra presiones externas” (pf. 75).
Por lo mismo no es de extrañar que varias propuestas de reforma legal y constitucional, algunas apoyadas incluso por
los mismos jueces, sostengan que es necesario sustraer de las atribuciones de la Corte Suprema funciones de gobierno
judicial que tengan relación con el nombramiento, promoción, calificaciones y disciplina de los jueces, radicándolas en
un organismo del tipo consejo de la magistratura que goce de algún grado de autonomía —en este punto hay opiniones
diversas— para permitir que el más alto tribunal del Poder Judicial asuma preponderantemente el control jurisdiccional
de las decisiones de los jueces de la República. El sistema de nombramiento de los jueces y, en general, del gobierno
judicial, es uno de los temas que en materia de justicia se debatió en el seno de la Convención Constitucional (2021-2022).
Crónica
FUENTE www.diarioconstitucional.cl - 9 de noviembre de 2021
Presidente de la Corte Suprema expuso ante Comisión de Sistemas de Justicia de la Convención Constitucional
«La justicia civil, penal, laboral y de familia, y el sistema recursivo, se ejerce con plenitud en todo el territorio de
la República, de manera continua, autónoma y estable, adjetivos que vale la pena recalcar”, destacó Guillermo Silva

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Gundelach.
El presidente de la Corte Suprema, Guillermo Silva Gundelach, expuso ante la Comisión de sistemas de justicia de la
Convención Constitucional, que coordinan los convencionales Christian Viera y Vanessa Hoppe. En la oportunidad el
presidente enfatizó la relevancia para el país de garantizar la independencia judicial.
Gobierno Judicial
En su presentación, la autoridad se refirió al gobierno judicial y la forma propuesta por la institución para dividir la
labor jurisdiccional de la administrativa. “En cuanto al gobierno judicial, es amplio el consenso en torno a la necesidad
de separar las funciones jurisdiccionales de las administrativas. (…). En cuanto a qué competencias abarcaría el o los
órganos, figuran: nombramientos, formación y capacitación, responsabilidad disciplinaria, administración y gestión de
recursos; y, en cuanto a la composición de este órgano u órganos, ésta puede ser interna, externa o mixta. Cualquiera
sea el modelo que se adopte, consideramos que el cambio debiera orientarse siempre a la garantía de independencia, a fin
de resguardar el debido proceso de todas las personas, por lo que el nuevo órgano —u órganos- debiera estar conformado
por integrantes con la capacitación apropiada y conocedores de la función jurisdiccional”.
Para la Corte Suprema, un presupuesto estable para el Poder Judicial contribuye a la independencia.
“Hemos advertido, también, que el actual diseño otorga competencia a la Corte Suprema y Cortes de Apelaciones para
intervenir tanto en los nombramientos de ciertas autoridades no judiciales como en su remoción directa, en algunos casos.
Sobre lo primero, la opción que promueve que sea un órgano autónomo, distinto al judicial, el que esté a cargo de estas
designaciones, parece coherente con la generación de un sistema autónomo de nombramiento de jueces. (…)”.

4. Principio de imparcialidad
La imparcialidad del juzgador es uno de los atributos más relevantes de la jurisdicción y por ello desde muy antiguo ha
sido concebida como una cualidad esencial en los jueces, al tiempo que un elemento del “proceso con todas las garantías”
o debido proceso (Garberí, 2009, p. 288). La imparcialidad sitúa al juez en una posición de neutralidad frente a las
alegaciones de las partes, de modo que su intervención en el juicio debe estar desprovista de todo prejuicio e interés en
el asunto que le corresponde decidir. En otras palabras, lo que este principio exige es “decidir un caso de acuerdo con el
derecho y no en base a preferencias personales y/o de un tercero” (Larroucau, 2020, p. 62).
Un viejo aforismo expresa que “Nadie puede ser juez en su propia causa” (nemo iudex in causa sua) y lleva mucha razón, si
se considera que la exigencia al juez de una posición de neutralidad en el asunto que le corresponde decidir es incompatible
con la posición de las partes (o de cada parte), que son quienes legítimamente alegan el reconocimiento en el juicio de
un derecho o la tutela de un interés. El propio Estatuto del Juez Iberoamericano (2001) lo eleva a la categoría de un
principio fundamental: “La imparcialidad del juez es condición indispensable para el ejercicio de la función jurisdiccional”
(art. 7).
La imparcialidad, entonces, sitúa al juez al margen de los intereses de las partes y del proceso que le corresponde resolver.
Ella exige “la ausencia de todo interés en su decisión, distinto al de la recta aplicación de la justicia. (..) Al juez le
está vedado conocer y resolver asuntos en que sus intereses personales se hallen en conflicto con su obligación de aplicar
rigurosamente el derecho. No se puede ser juez y parte a un mismo tiempo” (Devis, 2002, p. 56).
De lo dicho hasta ahora se colige que la dualidad de partes en un proceso es una garantía, al menos formal, de la
imparcialidad del juzgador. La presencia de dos partes con intereses contrapuestos (p. ej. el demandante y el demandado;
el MP y el imputado) pone al juez en la necesidad de resolver un litigio. Recordemos acá la estructura dialéctica y
dialógica del proceso jurisdiccional que lo transforma “en sí mismo, [en] un método de debate” (Couture, 1953, p. 52). La
existencia en el proceso de dos partes enfrentadas “posibilita la imparcialidad desde un punto de vista meramente formal.
Efectivamente, si se sitúa al juez frente a dos o más sujetos —ajenos a dicho juez— que debaten entre sí, se posibilita
que el juzgador se quede al margen del litigio, resolviéndolo con total distanciamiento de las partes. De no existir este

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principio, como se ha visto, es casi segura la directa implicación del juez en el litigio” (Nieva, 2014, p. 130, destacado
nuestro).
La imparcialidad del juzgador es un atributo reconocido por los tratados internacionales sobre derechos humanos: el art.
10 de la DUDH, el art. 14.1 del PIDCP, en el art. 6.1 del CEDH y el art. 8.1 de la CADH, garantizan el derecho de los
justiciables a acudir ante un órgano independiente e imparcial. En el ámbito regional americano la CorteIDH en el caso
Duque vs. Colombia (2016) ha declarado:
“La Corte reitera que el derecho a ser juzgado por un juez o tribunal imparcial es una garantía fundamental del debido
proceso, debiéndose garantizar que el juez o tribunal en el ejercicio de su función como juzgador cuente con la mayor
objetividad para enfrentar el juicio. Este Tribunal ha establecido que la imparcialidad exige que el juez que interviene
en una contienda particular se aproxime a los hechos de la causa careciendo, de manera subjetiva, de todo prejuicio y,
asimismo, ofreciendo garantías suficientes de índole objetiva que inspiren la confianza necesaria a las partes en el caso,
así como a los ciudadanos en una sociedad democrática” (pf. 162, destacado nuestro).
4.1. Imparcialidad subjetiva e imparcialidad objetiva
Son dos maneras de aproximarse a la garantía, que exigen, como hemos visto, que el juez esté situado en una posición
equidistante y ajena a los intereses de las partes, como un tercero no parcial, carente de prejuicio positivo o negativo en
el asunto que le corresponde resolver (Romero, 2017, p. 117).
De antiguo el TEDH ha resuelto que la imparcialidad se puede apreciar desde dos puntos de vista: uno subjetivo, “que
trata de averiguar la convicción personal de un juez determinado en un caso concreto” y un punto de vista objetivo, que
“se refiere a si éste [el juez] ofrece las garantías suficientes para excluir cualquier duda razonable al respecto” (caso Piersack
vs. Bélgica, 1982, pf. 30, destacado nuestro). En consecuencia, una cosa es que el juez se enfrente al asunto sin interés
en los resultados del caso concreto que debe resolver (p. ej. el juez no tiene vínculo de parentesco o amistad alguna con
las partes) y otra, que el contexto en que el juez ejerza la jurisdicción otorgue a las justiciables garantías suficientes de
imparcialidad (p. ej. el sistema garantiza que el juez no haya emitido un pronunciamiento anticipado —prejuzgamiento—
sobre el asunto), cuestión que importa, incluso, a la comunidad donde ejerce jurisdicción.
Es por ello por lo que en esta materia basta que el juez esté situado en una posición que podría despertar dudas de su
imparcialidad para que, según el modelo, se activen los mecanismos de resguardo (p. ej. apartamiento, inhabilidad),
puesto que “[N]o basta con que un juez sea realmente imparcial, que se sienta así incluso. Para la conservación de su
auctoritas ante la ciudadanía, es imprescindible que también «parezca» imparcial (…). Ello es algo muy mal entendido en
la práctica, cuando ha habido jueces que se han resistido a ser recusados por este motivo. Sin embargo, es fundamental
que si el juez ya no conserva su imagen de imparcialidad, la confianza de la ciudadanía por la Justicia no se quebrante
por la inexplicable insistencia de un juzgador de mantener, a toda costa, su función en un caso concreto” (Nieva, 2014, p.
129).
La CorteIDH también ha formulado esa distinción, demostrando que es útil a la hora de identificar los casos en que se
violenta el principio de imparcialidad. Sobre la imparcialidad subjetiva ha declarado que:
“Asimismo, el Tribunal reitera que la imparcialidad personal de un juez debe ser presumida, salvo prueba en contrario.
Para el análisis de la imparcialidad subjetiva, el Tribunal debe intentar averiguar las convicciones, intereses o motivaciones
personales del juez en un determinado caso. En cuanto al tipo de evidencia que se necesita para probar la imparcialidad
subjetiva, se debe tratar de determinar, por ejemplo, si el juez ha manifestado hostilidad o si ha hecho que el caso sea
asignado a él por razones personales”. (Caso Amrhein y Otros vs. Costa Rica, 2018, pf. 386, destacado nuestro).
Tratando de la imparcialidad objetiva, la Corte ha declarado que:
“Por su parte, la denominada imparcialidad objetiva consiste en determinar si el juez cuestionado brindó elementos
convincentes que permitan eliminar temores legítimos o fundadas sospechas de parcialidad sobre su persona. Ello puesto
que el juez debe aparecer como actuando sin estar sujeto a influencia, aliciente, presión, amenaza o intromisión, directa o
indirecta, sino única y exclusivamente conforme a —y movido por— el Derecho” (caso López Lone y Otros vs. Honduras,
2015, pf. 233, destacado nuestro).

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La distinción también tiene relevancia en la resolución de los asuntos en el ámbito interno, pues permite identificar los
aspectos de la función jurisdiccional que quedan cubiertos por la garantía de la imparcialidad. Así la Corte Suprema ha
resuelto en la SCS, Rol Corte Nº 13.123-2018, de 24 de octubre de 2018:
“[T]odo acusado, en resguardo de su derecho a ser juzgado por un tribunal imparcial, se encuentra en condiciones de
reclamar la falta de dicha garantía cuando existen circunstancias externas, objetivas, que sugieren sospechas legítimas
sobre la existencia de prejuicios del juzgador en la solución del caso que debe resolver, sin que pese sobre el imputado la
carga de demostrar que el juez, efectivamente, albergaba en su fuero interno la aspiración de una sentencia perjudicial a
sus intereses. De este modo, en consonancia con las exigencias que postula la imparcialidad objetiva, todo juez respecto
de quien puedan existir motivos plausibles para desconfiar de su imparcialidad debe inhibirse de conocer el caso” (cons.
6º, destacado nuestro).
4.2. Imparcialidad judicial e independencia institucional
La separación de los poderes públicos permite garantizar la independencia de los órganos jurisdiccionales y la estructura
que los sostiene. Sin embargo, el correcto ejercicio de la función jurisdiccional para la tutela de los derechos e intereses de
los justiciables requiere que los jueces gocen de independencia, atributo subjetivo que se vincula con el de la imparcialidad
judicial.
Si bien la independencia orgánica y funcional es una propiedad distinta a la imparcialidad, ella está reconocida al servicio
de esta última: es tan relevante que la independencia permita que los jueces sean imparciales, atributo esencial de la
jurisdicción, que la CPR, al consagrar la independencia, “lo hace con la finalidad de que ella contribuya a la imparcialidad
de los jueces. En otros términos, entendemos que la independencia funcional es instrumental a la imparcialidad o
independencia personal del juez” (Pereira, 1996, p. 262, cursivas en el original).
Esta relación ha sido puesta de relieve por la ONU en el texto de los Principios Básicos Relativos a la Independencia de
la Judicatura (Milán 1985), que en lo relativo a la independencia de la judicatura expresa:
“Los jueces resolverán los asuntos que conozcan con imparcialidad, basándose en los hechos y en consonancia con el
derecho, sin restricción alguna y sin influencias, alicientes, presiones, amenazas o intromisiones indebidas, sean directas
o indirectas, de cualesquiera sectores o por cualquier motivo”.
Pero es necesario insistir que aunque entre los principios de independencia y de imparcialidad judicial exista un vínculo
estrecho, ambos tienen diferencias importantes: la independencia es una garantía político-institucional para que los jueces
ejerzan sus funciones con estricto apego al Derecho, libres de todo tipo de presiones e influencias, externas e internas,
por lo que puede ser evaluada en abstracto observando las características del modelo de justicia. La imparcialidad es
una garantía que permite mantener al juez en una posición de neutralidad en un caso concreto, ajeno a los intereses que
las partes hacen valer en el mismo y su falta o déficit ha de evaluarse en cada caso concreto, verificando si concurren las
causales que justifican el apartamiento del juez por su inhabilidad (Romero, 2017, pp. 119 y 120).
4.3. La imparcialidad y su protección en el sistema chileno
La imparcialidad, a pesar de ser una cualidad esencial del juzgador, no es un atributo que aparezca reconocido expresa-
mente y con generalidad en nuestra legislación. Las referencias son, por el contrario, aisladas. Por ejemplo, en el CPP
se reconoce como el derecho a ser juzgado por un tribunal imparcial (art. 1º), en el COT, a propósito del régimen de las
implicancias y recusaciones (arts. 196 Nº 16, 200, 484 y 488), en el CPC, en la regulación del incidente a que dan lugar
las implicancias y recusaciones (art. 125) y en la Ley N° 19.968, pero a propósito del estatuto de la mediación familiar
(arts. 103 y ss.), por lo que en este caso escapa del ámbito jurisdiccional.
Hemos señalado que la imparcialidad del juez es un elemento que integra la garantía del debido proceso, por lo que debe
entenderse incorporada como estándar de un procedimiento racional y justo del art. 19 Nº 3 inc. 6º de la CPR. Además,
la garantía constitucional resulta enriquecida por las normas de los tratados internacionales sobre derechos humanos
ratificados por Chile, como el PIDCP y la CADH, que, según hemos visto, garantizan expresamente la independencia
e imparcialidad, y por el acervo jurisprudencial del sistema interamericano de protección de los derechos humanos. En

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suma, puede afirmarse que en nuestro sistema se reconoce y asegura la imparcialidad de los jueces como una garantía
esencial del debido proceso.
En Chile el sistema legal de tutela de la imparcialidad y que persigue la inhabilidad de los jueces para conocer determinados
casos es el de las implicancias y recusaciones. Ambos son mecanismos que especifican casos en que el juez carece de
imparcialidad o ella se ve afectada o amenazada, por tener vinculaciones con las partes o relación con el asunto concreto
que está llamado a resolver. Nuestro modelo se decanta, entonces, por la opción técnica de regular legalmente las causales
de inhabilidad (Romero, 2017, p. 121).
El legislador contempla causales tasadas de inhabilidad —las de implicancia y las de recusación están enunciadas en los
arts. 195 y 196 del COT—, que puedan ser objetivamente constatables “cuya concurrencia convierte al juez en sospechoso
de parcialidad, con independencia de que en la realidad el juez concreto sea o no capaz de mantener su imparcialidad”
(Oberg y Manso, 2011, p. 123, destacado nuestro). La concurrencia de las causales legales de inhabilidad no puede
verificarse en abstracto, sino que ha de evaluarse en cada caso concreto y si el juez se declara incurso en una causal de
implicancia (p. ej. el juez es parte en el pleito que le corresponde resolver) o si acoge la solicitud de recusación planteada
por una o ambas partes (p. ej. el juez tiene con una de las partes un lazo de amistad estrecho), debe abstenerse de
conocer o seguir conociendo del asunto.
En suma, lo que caracteriza a nuestro sistema legal de inhabilidades para el resguardo de la imparcialidad del juzgamiento,
es que la ley regula un conjunto de circunstancias “que miran a las posibles vinculaciones del afectado [el juez] con las
partes o con el conflicto, y que permiten alejar del conocimiento de un asunto determinado a jueces u otros funcionarios
auxiliares de la administración de justicia” (Figueroa y Morgado, 2013a, p. 110).
Crónica
FUENTE: NOTICIAS DEL PODER JUDICIAL - 29 de diciembre de 2022
Corte Suprema acoge recurso de nulidad por falta de imparcialidad de juez y ordena nuevo juicio oral contra Martín
Pradenas
En fallo dividido, la Segunda Sala no cuestiona el fondo de la resolución, como lo son las pruebas rendidas, la participación
atribuida al acusado y la perspectiva de género plasmada en la resolución del caso, sino la vulneración a la garantía del
“juez imparcial”, debido a que uno de los integrantes del TOP de Temuco realizó comentarios en sus redes sociales mientras
se desarrollaba el juicio oral.
Tras constatar la falta de imparcialidad de uno de los jueces, la Corte Suprema acogió el recurso de nulidad de la defensa
y le ordenó al Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Temuco la realización de nuevo juicio, por jueces no inhabilitados, en
contra de Martín Nicolás Ignacio Pradenas Dürr, acusado por el Ministerio Público como autor de dos delitos consumados
de violación de mayor de 14 años, cuatro delitos consumados de abuso sexual de mayor de 14 y un delito consumado de
abuso sexual de menor de 14 años. Ilícitos perpetrados entre noviembre de 2010 y septiembre de 2019, en la ciudad y en
la comuna de Pucón.
En fallo dividido (causa rol 80.876-2022), la Segunda Sala del máximo tribunal (…) no cuestiona el fondo de la resolución,
como lo son las pruebas rendidas, la participación atribuida al acusado y la perspectiva de género plasmada en la resolución
del caso, sino la vulneración a la garantía del “juez imparcial”, debido a que uno de los integrantes del TOP de Temuco
realizó comentarios en sus redes sociales mientras se desarrollaba el juicio oral y que dan cuenta de que el magistrado
redactor de la sentencia condenatoria enfrentó el proceso alejado de la objetividad a que está obligado por ley.
La resolución de la Corte Suprema implica que Pradenas Dürr deberá permanecer en prisión preventiva a la espera de la
realización del nuevo juicio.
Además, la Sala dispuso que la Corte de Apelaciones de Temuco instruya una investigación sumaria respecto del Juez
Leonel Torres Labbé, para determinar una eventual responsabilidad disciplinaria en su actuar durante el juicio.
Falta de objetividad

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“Que, como se observa, las publicaciones antes reseñadas fueron realizadas por el Juez Leonel Torres Labbé —encargado
de la redacción del arbitrio recurrido—, incluso antes de que el tribunal terminara de oír la prueba ofrecida durante la
audiencia de juicio y también tras haber comunicado el veredicto condenatorio —el 06 de agosto de 2022—, pero antes
de la comunicación de la sentencia —el 26 de agosto siguiente—, según se desprende de su contenido, y, por consiguiente,
antes de resolver las solicitudes planteadas por la defensa en la audiencia de estilo, prevista en el artículo 343 del Código
Procesal Penal, y se determinara la pena en concreto que el tribunal fuera a imponer al acusado”, sostiene el fallo. (…)
Para la Sala Penal: “Estos antecedentes resultaron suficientes para establecer fundadas sospechas sobre la falta de
imparcialidad que se denuncia, desde que son unívocos en cuanto al ánimo con que el Juez Torres Labbé enfrentó el
caso y su opinión personal de la persona del acusado, emitiendo comentarios en redes sociales que dan cuenta de un
prejuzgamiento del imputado antes de la conclusión del juicio (‘vengador implacable… pero de buenos argumentos’); y
compartiendo descalificaciones realizadas en contra del encartado, que si bien fueron proferidas por terceros, hizo suyas
al aceptar publicarlas en su cuenta de Instagram, la que por demás es pública; todos antecedentes de los que se desprende
el especial ánimo del Juez Torres Labbé con el que se enfrentó al juicio, apartándose de su deber de objetividad y con
ello, careciendo de imparcialidad objetiva y subjetiva con la que debía aproximarse a los hechos de la causa”. (…)

5. Principio de responsabilidad
Este principio es una aplicación del principio general de responsabilidad que afecta a los funcionarios públicos por los actos
abusivos que cometan ejerciendo sus funciones (Oberg y Manso, 2011, p. 72) y sirve como una herramienta eficiente para
evitar que el Poder Judicial se transforme en un poder despótico. Además, salvaguarda los intereses de la colectividad y
de los particulares, asegurando la recta y debida administración de justicia.
La responsabilidad judicial se vincula con los principios de independencia e inamovilidad de los jueces, en una relación de
equilibrio, dado que “un juez plenamente independiente e inamovible, investido del vigoroso poder jurisdiccional, implica
un grave riesgo, propio del ejercicio de toda potestad irrestricta: convertir el juez en un déspota. De ahí la necesidad de
hacerlo responsable, con el objetivo de contener y racionalizar su poder.” (Pereira, 1996, pp. 265 y 266).
Su reconocimiento constitucional se halla en los arts. 79 y 80 inc. 1º de la CPR; legalmente, se encuentra con generalidad
en el art. 13 del COT.
5.1. Tipos de responsabilidad judicial
En el ejercicio de su cargo, los jueces pueden incurrir en diversos tipos de responsabilidad: disciplinaria, penal, civil y
política.
5.1.1. Responsabilidad disciplinaria
Los jueces pueden incurrir en ella cuando cometen faltas o abusos con ocasión de los actos propios de su ministerio, pero
sin que tales hechos constituyan crimen o simple delito.
A la Corte Suprema le corresponde velar por la conducta de los jueces. Como una de las funciones de gobierno judicial,
a este tribunal la ley ha otorgado la Facultad Disciplinaria, reconocida en art. 82 de la CPR (superintendencia directiva,
correccional y económica de todos los tribunales de la República), mandato que reitera el art. 540 del COT.
Estas atribuciones disciplinarias y correccionales de la Corte Suprema y, en general, de todos los tribunales están reglamen-
tadas con mayor precisión en el Título XVI del COT (pf. 1º arts. 530 y ss., “De la Jurisdicción Disciplinaria y de la
Inspección y Vigilancia de los Servicios Judiciales”), normas que establecen los mecanismos para hacer efectiva la respon-
sabilidad disciplinaria de los jueces y las sanciones aplicables (también contempla varias normas relativas a las faltas en
que incurran los abogados y las sanciones que les son aplicables).
Sobre la responsabilidad disciplinaria y el procedimiento para hacerla efectiva existe regulación también en algunos AA
de la Corte Suprema. El más reciente es el contenido en el Acta 108-2020, de 4 de septiembre de 2020, “Auto Acordado
sobre Procedimiento para Investigar la Responsabilidad Disciplinaria de los Integrantes del Poder Judicial” y que derogó
el AA contenido en el Acta 15-2018 (debe recordarse que todas estas normas son de rango infra legal).

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La responsabilidad disciplinaria puede hacerse efectiva: i) De oficio por los tribunales superiores de justicia, actuando
sus facultades disciplinarias (o “jurisdicción disciplinaria”) respecto de sus inferiores jerárquicos, o ii) A petición de la
parte afectada. En este último caso es preciso distinguir dos vías para hacer efectiva esta responsabilidad: la Queja
Disciplinaria y el Recurso de Queja.
5.1.1.1. La queja disciplinaria
Las partes afectadas por algún acto de juez cometido en el ejercicio de sus funciones pueden deducir las correspondientes
quejas disciplinarias, conforme con el art. 536 del COT, cuando la responsabilidad disciplinaria del juez no se ha hecho
efectiva de oficio (por su superior jerárquico). Para estos efectos, las Cortes de Apelaciones deben disponer de audiencias
públicas diarias para recibir las quejas verbales contra los funcionarios de su territorio jurisdiccional (art. 547 del COT).
Las “faltas o abusos” que haya cometido un juez, motivo de la queja disciplinaria, pueden ser corregidos por las Cortes
de Apelaciones por medio de una serie de medidas enumeradas en el art. 537 del COT y que van desde la amonestación
privada a la suspensión de funciones hasta por cuatro meses.
Estas facultades pueden ser ejercitadas, incluso, de oficio por las Cortes de Apelaciones (art. 538 del COT). Y la Corte
Suprema puede corregir por sí las faltas o abuso que cualquier juez o funcionario judicial de la República cometiere
en el ejercicio de sus funciones “siempre que lo juzgare conveniente a la buena administración de justicia”, usando las
atribuciones que reconocen los arts. 536 y 537 citados (art. 541 inc. 2º del COT).
5.1.1.2. Recurso de queja
Esta herramienta puede ejercerse cuando la falta o abuso se ha cometido precisamente en la dictación de una resolución
judicial. En tal caso las partes afectadas por ella pueden deducir el recurso de queja, de acuerdo con los arts. 545 al 549
del COT. En la actualidad, además de las normas pertinentes de este Código, el recuro de queja está regulado por el AA
sobre Tramitación y Fallo de los Recursos de Queja (1972), norma preconstitucional pero que se halla aún vigente.
El llamado “recurso de queja” no es propiamente un medio de impugnación que persiga el control jurisdiccional por un
tribunal superior de la decisión adoptada por el inferior, sino que su objetivo central es verificar la existencia de una falta
o abuso grave cometido en la dictación de una resolución judicial (art. 545 del COT). Así lo ha entendido la doctrina y
la jurisprudencia, particularmente después de la reforma que introdujo la Ley Nº 19.374 (1995) limitando sus alcances:
“Que en el presente caso, el mérito de los antecedentes no permite concluir que los jueces recurridos —al decidir como
lo hicieron— hayan incurrido en alguna de las conductas que la ley reprueba y que sea necesario reprimir y enmendar
mediante el ejercicio de las atribuciones disciplinarias de esta Corte. (…) [E]l recurso gira en torno a la aplicación de
los artículos 470, 472 y 476 del Código del Trabajo (…), materia que siendo propia de la actividad hermenéutica, no es
controlable por esta vía” (SCS, Rol Corte Nº 41.907-2017, de 12 de diciembre de 2017, voto en contra, destacado nuestro).
“Que al respecto cabe señalar que, como ha dicho reiteradamente esta Corte, el proceso de interpretación de la ley que
llevan a cabo los juzgadores en cumplimiento de su cometido no puede ser revisado por la vía del recurso de queja, porque
ello constituye una labor fundamental, propia y privativa de los jueces, razón por la cual, el presente arbitrio debe ser
desestimado” (SCS, Rol Corte Nº 1.128-2018, de 27 de marzo de 2018, cons. 6º, destacado nuestro).
Por lo ya explicado es que este mecanismo de control disciplinario que conocen las Cortes de Apelaciones y la Corte
Suprema, según el caso (art. 63 Nº 1 letra c) y art. 98 Nº 7 del COT), no se deduce contra la resolución dictada con falta
o abuso grave, sino contra el o los jueces que la dictaron, que puede ser un tribunal unipersonal o un tribunal colegiado
(“jueces recurridos”).
El recurso de queja tiene varios aspectos interesantes que no corresponde analizar por ahora. Sin embargo, debe destacarse
que si la Corte detecta la existencia de una falta o abuso grave en la dictación de la resolución que motiva el recurso,
tiene amplias facultades para remediar el perjuicio que causan, pudiendo revocar, enmendar o invalidar la resolución
(Mosquera y Maturana, 2017, pp. 452 y 453), pero si decide invalidar la resolución debe pasar los antecedentes al tribunal
pleno para que este resuelva sobre la aplicación de las medidas disciplinarias que correspondan (art. 545 inc. final del
COT y art. 13 del AA).

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Por ejemplo, si se deduce un recurso de queja contra un juez de un Juzgado Civil de Puente Alto, debe ser conocido en
única instancia por la Corte de Apelaciones de San Miguel, actuando en sala (arts. 63 nº 1 letra c) y 66 inc. 5º parte
1ª del COT). Si esta determina que en la resolución judicial que dio origen al recurso el juez recurrido cometió una falta
o un abuso grave en su dictación, acogerá el recurso e identificará los errores u omisiones que los constituyan (art. 545
inc. 2º del COT), adoptando todas las medidas necesarias para remediar tal falta o abuso. Si la sala decide invalidar la
resolución debe enviar los antecedentes al pleno de la misma Corte, para que esta decida si, dada la naturaleza de la falta
o abuso, corresponde aplicar contra el juez una medida disciplinaria (arts. 66 inc. 5º parte 2º y 98 Nº 7 del COT).
5.1.2. Responsabilidad penal o criminal
Incurren en ella los jueces que ejerciendo sus funciones y en los casos específicamente previstos por la ley cometen algún
delito. Debe resaltarse que el estatuto que aquí referiremos se aplica cuando los jueces cometen determinados delitos en
el ejercicio de sus funciones (llamados delitos ministeriales) y no como particulares, puesto que en este caso responden
como cualquier persona.
El art. 79 de la CPR reconoce la responsabilidad penal de los jueces denominando genéricamente “prevaricación” a todas
las conductas delictuosas que los jueces pueden cometer, las que se encuentran tipificadas en los arts. 223 y ss. del CP
(“Prevaricación”, pf. 4, Título V, Libro II). También debe tenerse en cuenta el art. 324 del COT, que hace responsable a
los jueces del “cohecho, la falta de observancia en materia sustancial de las leyes que reglan el procedimiento, la denegación
y la torcida administración de justicia y, en general, toda prevaricación o grave infracción de cualquiera de los deberes
que las leyes imponen a los jueces”, de acuerdo con los preceptos del CP.
En consecuencia, no toda conducta de los jueces que actúen ejerciendo sus funciones genera esta responsabilidad, pues,
de acuerdo con el art. 13 del COT, es la ley la encargada de determinar los casos en que ello ocurre, lo que es coherente
con el principio de legalidad penal (art. 19 Nº 3 inc. 9º de la CPR).
Sin embargo, la ley exime a los miembros de la Corte Suprema de responsabilidad penal por los delitos de falta de
observancia de las leyes que reglan el procedimiento, denegación y torcida administración de justicia (art. 324 inc.
2º del COT, en relación con el art. 79 inc. 2º constitucional), lo que sería consistente con una de las atribuciones
paradigmáticas del máximo tribunal que es conocer del recurso de casación en el fondo, dado que si se pretendiera hacer
efectiva la responsabilidad penal de sus miembros “por torcida administración de justicia, sería preciso resolver que han
aplicado mal la ley, torciendo su inteligencia, haciéndola decir lo que no dice. Y como esto no puede suponerse legalmente
en un tribunal cuya misión es la de fijar la inteligencia verdadera de la ley y la de armonizar y uniformar la jurisprudencia
de los tribunales, no se divisa cuál pudiera ser el juez revestido de la facultad de declarar que es torcido y malo aquello
que la ley reputa como derecho y bueno” (Pereira, 1996, p. 267, nota al pie Nº 348, citando la opinión del diputado y
jurista Jorge Huneeus Zegers en el debate parlamentario del art. 159 de la Ley de Organización y Atribuciones de los
Tribunales, de 1875, antecesor del art. 324 del COT).
El constituyente de 1980 dejó al legislador la tarea de determinar “los casos y el modo de hacer efectiva” la responsabilidad
penal de los miembros de la Corte Suprema, según ordena el art. 79 inc. 2º de la CPR. Para interpretar esta norma una
opción es entender que debe regularse legalmente por qué delitos responden los jueces del máximo tribunal y cuál es el
procedimiento para hacer efectiva esta responsabilidad, tarea que aún estaría pendiente, según se ha advertido hace años
(Pereira, 1996, pp. 267 y 268). La otra opción es entender que el mandato del art. 79 inc. 2º constitucional se satisface
con una norma preconstitucional: el art. 324 inc. 2º del COT que, como hemos visto, exonera de responsabilidad a los
jueces de la Corte Suprema en los tres ilícitos que expresa.
Suscribimos la primera opinión, en el sentido que la norma del art. 79 inc. 2º de la CPR impone un claro mandato
al legislador para que determine los casos (delitos) y modo (procedimientos) para que los jueces del más alto tribunal
respondan penalmente si por su conducta ello corresponde, por lo que sería necesario adecuar el art. 324 del COT al
mandato constitucional.
¿Cómo se hace efectiva la responsabilidad penal de los jueces?
Para hacer efectiva la responsabilidad penal de los jueces es necesario que se inicie un proceso previo, según el art. 328

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del COT. Este proceso previo o antejuicio se denomina Querella de Capítulos y su regulación se halla en el Título V
Libro IV del CPP (arts. 424 a 430).
La querella de capítulos es una verdadera actividad prejudicial de un proceso penal y tiene por finalidad obtener de un
tribunal la autorización para proceder penalmente contra un juez para “hacer efectiva la responsabilidad criminal de los
jueces, fiscales judiciales y fiscales del ministerio público por actos que hubieren ejecutado en el ejercicio de sus funciones
e importare una infracción penada por la ley” (art. 424 del CPP).
Si la Corte de Apelaciones correspondiente, que es el tribunal llamado por ley a declarar “admisibles los capítulos de
acusación”, acoge la querella de capítulos, el juez capitulado queda suspendido en el ejercicio de sus funciones y el proceso
penal debe seguir su curso de acuerdo con las reglas generales, por lo que asume el conocimiento el juzgado de garantía
que corresponda y posteriormente el tribunal de juicio oral en lo penal, según el caso (art. 428 del CPP).
Si en el juicio posterior se declara por sentencia firme que el juez tiene responsabilidad penal por un delito cometido en
el ejercicio de sus funciones (p. ej. prevaricación, cohecho), se produce la expiración de su cargo y debe abandonarlo (art.
332 Nº 9 del COT), por lo que constituye una causa de amovilidad. Todo ello, sin perjuicio de sufrir la o las penas que
correspondan según la ley penal.
5.1.3. Responsabilidad civil
Esta es la responsabilidad que los jueces asumen para reparar los daños que haya producido un hecho ilícito cometido en
el ejercicio de sus funciones (arts. 325 y 326 del COT), por lo que se aplica el estatuto del Código Civil (arts. 2314 y ss.).
Está entonces íntimamente vinculada a la existencia de responsabilidad penal.
La responsabilidad civil puede afectar individualmente al juez de un tribunal unipersonal, individualmente a uno o más
miembros de un Tribunal colegiado o solidariamente a todos ellos (art. 327 del COT).
Para hacer efectiva esta responsabilidad la víctima debe demandar la correspondiente responsabilidad civil extracontrac-
tual del o los jueces (Larroucau, 2020, p. 120), siendo además necesario que la petición sea sometida a un examen previo
de admisibilidad (art. 328 del COT). No obstante, no se acude a la figura de la Querella de Capítulos, puesto que esta
está vinculada a la responsabilidad penal, siendo suficiente que la respectiva demanda contenga la solicitud que se declare
su admisibilidad y ella sea calificada de admisible por el juez o tribunal que conozca de la misma. Esa y otras limitaciones
(arts. 328 a 331 del COT) tienen por finalidad “evitar que los jueces sean víctimas de mala fe, de la torpeza, venganza o
enemistad de los litigantes” (Oberg y Manso, 2011, p. 73).
Declarada judicialmente la responsabilidad civil de un juez por un hecho ilícito cometido en el ejercicio de sus funciones,
expira su cargo y debe abandonarlo, por lo que también constituye una causa de amovilidad (art. 332 Nº 9 del COT).
5.1.4. Responsabilidad política o constitucional
Se denomina así a la responsabilidad que afecta a los jueces de los Tribunales Superiores de Justicia cuando incurren en
“notable abandono de sus deberes”, que es la única causal que la hace procedente. Esta responsabilidad se hace efectiva
por medio de una acusación constitucional (art. 52 Nº 2 de la CPR y arts. 37 y ss. de la Ley Nº 19.918, Orgánica
Constitucional del Congreso Nacional), mecanismo que constituye un juicio político y que tiene orígenes remotos en el
sistema inglés, aun cuando en nuestro sistema constitucional se remonta a la Constitución de 1828 (art. 47).
A pesar de que ha habido alguna discrepancia en torno a quiénes afecta este tipo de responsabilidad, se ha entendido que
la expresión “magistrados de los tribunales superiores de justicia” comprende a los ministros de la Corte Suprema, las
Cortes de Apelaciones y las Cortes Marciales.
La causal que permite hacer efectiva este tipo de responsabilidad, promoviendo un juicio político, es bastante indetermi-
nada. ¿Qué debe entenderse por notable abandono de los deberes? En Chile el profesor Hugo Pereira ha explicado que “un
juez hace notable abandono de sus deberes cuando de manera digna de atención o de reproche descuida el cumplimiento
de los mismos o, atendiendo más al sentido que a la literalidad de los vocablos, cuando de manera ostensible desampara
a las personas o cosas que debe proteger en razón de los deberes propios de su cargo” (Pereira, 1996, p. 272, destacado
en el original).

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En cuanto al procedimiento, interviene en él la Cámara de Diputados y el Senado, la primera decidiendo sobre su
admisibilidad y el segundo resolviéndolo. Es una atribución exclusiva de la Cámara de Diputados declarar si ha lugar
o no a las acusaciones constitucionales formuladas en contra de los magistrados de los tribunales superiores de justicia
por “notable abandono de sus deberes”, previo informe de una comisión de diputados conformada para el efecto (art.
52 Nº 2 letra c) de la CPR y arts. 38 y 41 de la Ley Nº 19.918) y audiencia del juez afectado. Aprobada la acusación
constitucional por la Cámara de Diputados, corresponde al Senado pronunciarse sobre ella, conociendo como jurado, por
lo que resuelve en conciencia (art. 53 Nº 1 de la CPR).
La “declaración de culpabilidad” de los magistrados en el marco de esta acusación constitucional provoca la cesación de
sus cargos (arts. 53 Nº 1 inc. 4º de la CPR y 333 del COT), por lo que también constituye una causa de amovilidad.
Pero a pesar de que el mecanismo se halla presente en la vida republicana desde el siglo XIX, su promoción respecto de
ministros de los tribunales superiores de justicia ha sido infrecuente, siendo contadísimos los casos en que se ha decidido
finalmente por la destitución (caso del exministro de la Corte Suprema señor Hernán Cereceda, en 1993, por el conocido
“caso Chanfreau”) (Larroucau, 2020, pp. 125 y 126).
5.2. Responsabilidad de los jueces y gobierno judicial
El sistema actual de responsabilidad de jueces y funcionarios del sistema judicial padece de los mismos problemas que
pueden acusarse del régimen de nombramiento, pues dado que la Corte Suprema tiene la superintendencia directiva,
correccional y económica de todos los tribunales del país, con las excepciones ya indicadas, y que la organización jurisdic-
cional es excesivamente jerarquizada, pueden formularse varios reparos desde el punto de vista del respeto a las garantías
del debido proceso que ponen en riesgo la independencia interna de los jueces (Bordalí, 2020, p. 181).
A pesar de que la Corte Suprema ha regulado el sistema para hacer efectiva la responsabilidad disciplinaria de jueces
y funcionarios adecuando bastante los procedimientos a los estándares del debido proceso, lo que puede observarse de
la lectura del art. 4 de la ya citada Acta 108-2020, lo cierto es que perviven varios aspectos criticables, entre los que
destacan:
1) La deficiente tipificación legal de las conductas ilícitas. El legislador del COT contempla varias conductas que generan
responsabilidad disciplinaria para los funcionarios del Poder Judicial y de las que puede resultar, incluso, el cese del
cargo. Con esas serias consecuencias sería predicable que tales conductas estuvieren precisamente definidas, cumpliendo
el principio de tipicidad en materia sancionatoria, lo que no ocurre siempre, dado que hay causales de mal comportamiento
de tipo genéricas, muy imprecisas o incluso moralizantes (p. ej. el art. 337 Nº 3 del COT presume de derecho el mal
comportamiento del juez cuando “fuere corregido disciplinariamente más de dos veces en cualquier espacio de tiempo,
por observar una conducta viciosa, por comportamiento poco honroso o por negligencia habitual en el desempeño de sus
funciones”; o el art. 544 Nº 4 del COT que impone el deber a las Cortes de ejercer las facultades disciplinarias contra
los funcionarios judiciales “cuando por irregularidades de su conducta moral o por vicios que es hicieren desmerecer en
el concepto público comprometieren el decoro de su ministerio”).
El mismo déficit puede acusarse del art. 80 inc. 3º de la CPR, puesto que la declaración de que un juez no ha tenido un
“buen comportamiento” y que autoriza su remoción, está lejos de ser una conducta definida con estándares de tipicidad
necesaria.
Lo antedicho no carece de relevancia, si se repara en que el propio legislador califica de “penas correccionales” a las que
especifica en los arts. 537 y 542 del COT, según expresa el art. 539 inc. 2º del mismo Código.
2) La investigación y decisión en manos de su superior jerárquico. Al fiscal judicial de la Corte Suprema le corresponde
por sí o por medio de los fiscales judiciales de las Cortes de Apelaciones, vigilar “la conducta funcionaria de los demás
tribunales y empleados del orden judicial”, para efectos que el máximo tribunal haga uso de sus atribuciones disciplinarias
y correccionales (art. 353 Nº 1 del COT) figura que representa claramente la organización jerárquica y vertical del Poder
Judicial asociada no solo al control propiamente jurisdiccional, sino también al disciplinario.
Aparte que, según el diseño legal replicado por el AA, es tribunal competente para resolver sobre la responsabilidad
disciplinaria el superior jerárquico del funcionario u órgano sujeto al procedimiento, sumado a que la investigación, la

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formulación de cargos y la redacción del informe final son encomendadas a un fiscal judicial de la Corte respectiva, el
que es obviamente un funcionario de esta. En otras palabras, el instructor, que es un superior jerárquico del funcionario
investigado, a la vez pertenece y hasta en algunos casos integra la respectiva Corte. Con ello se pone en riesgo la
objetividad con que debe actuar el instructor.
3) Defectos en el contradictorio. Las exposiciones orales ante el órgano resolutor son una réplica de los alegatos ante las
Cortes y dado que aquel resuelve sobre la base de las pruebas recopiladas por el investigador durante la fase de instrucción,
señaladas en el informe final, no existe un verdadero debate contradictorio acerca de las pruebas, lo que limita el derecho
del juez o funcionario investigado a someter a control la investigación efectuada.
Con todo lo dicho hasta aquí resulta complejo y cuestionable que la Corte Suprema, como tribunal de vértice, siga
reuniendo las potestades propias del control jurisdiccional (p. ej. conocer de recursos de apelación y casación en la forma
y en el fondo) y las del gobierno judicial (nombramiento, calificación y disciplina judicial), dado que esto puede suponer
una confusión de planos que ponga en riesgo la independencia judicial. Ello a pesar de que el Acta 108-2020 declare en
su art. 5: “Autonomía jurisdiccional. No procederá abrir proceso disciplinario por decisiones contenidas en resoluciones
judiciales dictadas en asuntos jurisdiccionales”, declaración que parece poco compatible con la actual estructura orgánica
y el vigente régimen legal de la disciplina judicial.
Crónica
FUENTE: EL MERCURIO LEGAL - 13 de julio de 2020
Corte Suprema decide introducir nuevos cambios al procedimiento disciplinario
El plazo máximo de los sumarios aumentó de 60 a 90 días, según la decisión del Pleno. Además, habrá reserva de nombre
de investigados.
Cinthya Carvajal A.
El Poder Judicial introducirá nuevos cambios en el procedimiento disciplinario para investigar a jueces y funcionarios
que incurran en faltas a sus deberes o en infracciones a su cargo. A la denomina Acta 15-2018. Ya en 2018 se realizaron
importantes modificaciones en los sumarios administrativos: el sistema es oral, se terminó con la reserva y la tramitación
es digital. A una comisión a cargo del exvocero Lamberto Cisternas, el ministro Jorge Dahm, representantes de los fiscales
judiciales, que son los investigadores de jueces, se le encomendó revisar cómo estaba funcionando el sistema disciplinario
y propusieron algunos ajustes. También se consideró la opinión de la Asociación Nacional de Magistrados y Magistradas.
La Corte Suprema aprobó gran parte de la propuesta y también algunas consideraciones que realizaron algunos ministros,
tras dos sesiones en que revisaron el tema, y artículo por artículo. Los cambios apuntan, entre otras medidas, a los plazos
y apelaciones. En el actual sistema disciplinario se terminó con la reserva para el afectado de que existe un sumario en su
contra. Antes, el investigador podía realizar diligencias en secreto durante 30 días. Solo en dos ocasiones el investigador
puede decretar la reserva, cuando “considere que es necesario para la eficacia del procedimiento”. Esto se mantiene. El
plazo para investigar es de 30 días prorrogable a 60, y ahora será hasta 90 días.
Traslado y reserva de investigado
Mientras el funcionario está siendo sumariado puede ser trasladado transitoriamente por el fiscal judicial a otro tribunal.
La suspensión la decide el investigador y se apela al superior correspondiente, en el caso de un juez a la Corte de
Apelaciones respectiva. Cuando la sentencia se haga pública, se deberán eliminar los datos sensibles como el nombre
del investigado y el domicilio. El funcionario tendrá conocimiento de que es objeto de la investigación, pero no terceras
personas ajenas a la causa; hay un resguardo de la publicidad.
6. Principio de inamovilidad
La inamovilidad es una garantía establecida en favor de los jueces, consistente en que no pueden ser destituidos de sus
cargos mientras observen el buen comportamiento exigido por la Constitución y las leyes (art. 80 de la CPR). Es un
principio que alcanza jueces propietarios, interinos y suplentes, por el tiempo de la designación, y a los fiscales judiciales
(Oberg y Manso, 2011, p. 69).

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El principio de inamovilidad está íntimamente ligado al principio de independencia del Poder Judicial, pues asumiendo
que el nombramiento de los jueces proviene de la voluntad algunas veces conjunta del Ejecutivo y el Legislativo (art.
78 constitucional), la inamovilidad asegura que su actuación será independiente de los intereses de los otros poderes del
Estado.
La inamovilidad, sin embargo, no es absoluta, dado que el legislador regula los casos en que se produce la cesación en el
cargo de jueces y demás funcionarios judiciales. Para efectos de su sistematización, se agruparán los casos de amovilidad
y los otros casos de cese en el cargo.
6.1. Casos de amovilidad
Existen causas reguladas por la ley que hacen cesar la inamovilidad, que conocemos como casos de amovilidad. Tales
casos de amovilidad de los jueces son:
1) Por causas que tienen relación con su mal comportamiento: la remoción y la sentencia ejecutoriada en juicio de
amovilidad:
a) La remoción de un juez debe ser acordada por la Corte Suprema en los términos de los arts. 80 inc. 3º de la CPR
y 332 Nº 3 del COT. El procedimiento de remoción puede ser iniciado por requerimiento del Presidente de la República
dirigido a la Corte Suprema, de oficio por la misma Corte o a solicitud de parte interesada. La Corte Suprema, previo
informe del juez inculpado y de la Corte respectiva, puede declarar que aquel no ha tenido un buen comportamiento, lo
que deberá ser acordado por la mayoría de sus miembros.
b) El juicio de amovilidad es instruido por los tribunales superiores de justicia y concluye por la sentencia que declara
si el juez ha tenido o no el buen comportamiento exigido por la CPR para permanecer en el cargo, según dispone el art.
332 Nº 4 del COT. En esta parte es preciso tener en consideración que el COT contempla hipótesis en que se presume
de derecho el mal comportamiento de los jueces (art. 337 del COT).
El proceso de amovilidad puede iniciarse de oficio por los tribunales superiores, a requerimiento del fiscal judicial o
también a solicitud de la parte afectada (art. 338 del COT).
Contra los jueces de letras el juicio de amovilidad es conocido en primera instancia por la Corte de Apelaciones respectiva
y contra los ministros de estas Cortes, las causas de amovilidad se conocen en primera instancia por el Presidente de la
Corte Suprema. La segunda instancia es conocida por el pleno de la Corte Suprema (arts. 63 Nº 2 letra c), 53 Nº 1 y 96
Nº 3 del COT).
Los tribunales en estas causas deben proceder sumariamente, oyendo al juez imputado y al fiscal judicial, debiendo apreciar
la prueba con libertad, pero sin contradecir las reglas de la lógica, las máximas de la experiencia ni los conocimientos
científicos. La sentencia debe ser fundada (art. 339 del COT).
2) Por notable abandono de sus deberes, declarado así en la acusación constitucional promovida por la Cámara de
Diputados y resuelta por el Senado (arts. 52 Nº 2 y 53 Nº 1 de la CPR), hipótesis que se trató en el apartado 5.1.4 sobre
la responsabilidad política de los jueces.
3) Por haber sido declarado el juez penal o civilmente responsable por delitos cometidos en el ejercicio de sus funciones
(art. 332 Nº 9 del COT).
4) Por haber sido condenado el juez por crimen o simple delito (art. 332 Nº 1 con relación al 256 Nº 6 del COT).
5) Por haber sido declarado el juez en interdicción por demencia o por prodigalidad (art. 332 Nº 1 con relación al 256
Nº 1 del COT).
6) Por haber sido mal calificado el juez, figurando en “lista deficiente” o por segundo año consecutivo en “lista condicional”
(art. 278 bis del COT). En este caso el juez queda removido por el solo ministerio de la ley, una vez que la calificación
esté firme (el COT establece el sistema de calificación de los funcionarios del Poder Judicial entre los arts. 270 al 278
bis).
6.2. Otros casos de cesación del cargo

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Hay casos en que los jueces son removidos de sus cargos, pero no constituyen propiamente excepciones a la inamovilidad
(o casos de amovilidad), dado que no se trata de conductas que afecten al buen comportamiento judicial:
1) El cumplimiento de la edad máxima. El art. 80 de la CPR dispone que los magistrados cesan en sus funciones al
cumplir 75 años, límite no aplicable al presidente de la Corte Suprema. Pero esta causal no es propiamente una excepción
a la inamovilidad, puesto que el transcurso del tiempo no es un hecho imputable al comportamiento de los jueces.
2) Las incapacidades legales sobrevivientes y la renuncia del juez aceptada por la autoridad competente (art. 80 de la
CPR y art. 332 Nºs 1, 2 y 5 del COT). Tampoco afectan la inamovilidad de los jueces, pues no guardan relación con un
mal comportamiento que se les pueda imputar.
3) Los traslados y permutas de los jueces (art. 80 inc. final de la CPR y art. 310 del COT).
Crónica
FUENTE: NOTICIAS DEL PODER JUDICIAL – 7 de mayo de 2021
Corte de Chillán aplica máxima sanción administrativa a juez de Policía Local de Pemuco y propone a la Corte Suprema
su remoción del cargo
El pleno de la Corte de Apelaciones de Chillán aplicó hoy —viernes 7 de mayo— la máxima sanción administrativa;
es decir, la suspensión de funciones por cuatro meses, y elevó los antecedentes a la Corte Suprema para que evalúe
la remoción del cargo, del juez de policía local de Pemuco, Marcelo Iván Campos Henríquez, actualmente en prisión
preventiva, imputado como autor de los delitos consumados de cohecho y violación de secretos, en el denominado caso
“Luminarias”.
En fallo unánime (causa rol 909-2020), la Sala de Pleno del tribunal de alzada —integrado por los ministros Guillermo
Arcos, Claudio Arias y Paulina Gallardo— aprobó el informe final evacuado por la fiscalía judicial y acordó sancionar
Campos Henríquez por faltar gravemente al principio de integridad que debe regir la conducta del cargo de juez de policía
local, afectando no solo al tribunal en el cual servía, sino que, además, a la correcta administración de justicia y a la
confianza de la ciudadanía en los tribunales.
Para el tribunal de alzada: “(….) como corolario de lo que se viene razonando, en lo que compete a este Tribunal Pleno,
se concluye que la conducta del señor Campos Henríquez, es constitutiva de responsabilidad disciplinaria, al configurarse
a su respecto, el supuesto del artículo 544 Nº 4 del Código Orgánico de Tribunales. Lo anterior, sin perjuicio de lo que
se resuelva en definitiva en sede penal”.

7. Principio de inexcusabilidad
Los arts. 76 inc. 2º de la CPR y 10 inc. 2º del COT elevan a la categoría de principio el deber de los jueces de ejercer
jurisdicción, incluso cuando no exista una ley que resuelva el conflicto sometido a su decisión.
La inexcusabilidad no siempre fue un principio reconocido en el ordenamiento jurídico nacional. Por el contrario, la
posibilidad de excusarse subsistió hasta el año 1875, cuando se dictó la Ley de Organización y Atribuciones de los
Tribunales. Solo a partir de entonces se estableció expresamente este deber, pasando luego al Código Orgánico de
Tribunales de 1943 (antes, en 1851, se reconocía solo implícitamente en la Ley sobre Fundamentación de las Sentencias).
Según el ordenamiento vigente, reclamada su intervención en forma legal y en materias de su competencia, los jueces no
pueden dejar de resolver el asunto que ha sido sometido a su conocimiento, pues de lo contrario estarían violentando el
principio de inexcusabilidad. Ello se entiende cuando se observa que, desde que el Estado asumió la función de resolver
los conflictos intersubjetivos de interés con relevancia jurídica y en el orden temporal (prohibición generalizada de la
autotutela), la jurisdicción involucra un conjunto de potestades o poderes que los tribunales actúan en calidad de agentes
públicos, pero también un conjunto de deberes encaminados hacia una función social (Figueroa y Morgado, 2013a, p. 35).
Si se reconoce el derecho de acción como un derecho fundamental es porque el Estado, frente a quien se ejerce la acción,
asume el deber de otorgar tutela jurisdiccional del derecho material (Marinoni et al., 2010, pp. 200 y 201).

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Sobre esta vinculación entre el derecho fundamental de acción, como derecho de acceso a la jurisdicción, y el principio de
inexcusabilidad, como manifestación de un deber estatal de jurisdicción, la Corte Suprema ha declarado:
“Que, en efecto, y aun cuando se acude por los jueces al concepto de incompetencia absoluta, lo cierto es, que en estricto
rigor se priva a los involucrados, en la especie al recurrente, de su derecho de acceder a la jurisdicción, desatendiendo con
ello, entre otros, el principio de inexcusabilidad (…). El recién referido principio de inexcusabilidad debe necesariamente
ser vinculado a la noción de debido proceso y, específicamente con el ejercicio del derecho de acción, en cuanto prerrogativa
de naturaleza fundamental que incluye no sólo el acceso a la justicia sino también el amparo y tutela efectiva del derecho
sustantivo que se reclama (…). De esta manera no es extremo reconducir este concepto a la idea de que la inexcusabilidad,
además de expresarse como una prohibición al juez de eludir la decisión de la cuestión que se somete a su conocimiento,
también configura la proscripción de apartar del control jurisdiccional cualquier asunto que, cumpliendo las exigencias del
artículo 76 de la Constitución Política de la República, deba caer bajo el amparo del órgano jurisdiccional correspondiente
(…). Ninguna duda cabe que en la especie se está en presencia de un conflicto de relevancia jurídica que genera y
hace operativo el poder-deber entregado a los tribunales para conocer de él y de resolverlo por la vía del instrumento
denominado proceso, y con efecto de cosa juzgada” (SCS, Rol Corte Nº 38.120-2021, de 2 de agosto de 2021, cons. 9º).
Para comprender mejor cómo opera este principio, que a la vez es un deber propio de la jurisdicción, hay que reparar en
los siguientes elementos:
1) La intervención del tribunal debe ser reclamada, lo que significa que quien pide ante un tribunal la tutela de un derecho
o un interés legítimo o la actuación de la ley (p. ej. un demandante en un juicio civil, el MP en un proceso penal) ha
debido ejercer una acción con la finalidad de activar la función jurisdiccional.
2) La intervención del tribunal debe ser requerida en forma legal, lo que quiere decir que deben respetarse los proced-
imientos marcados por la ley y que son diversos según la materia de que se trate (p. ej. para iniciar un juicio civil
en un procedimiento ordinario de mayor cuantía el demandante deberá seguir las reglas que contempla el Libro II del
CPC; para iniciar un juicio de terminación inmediata del contrato de arrendamiento por no pago de rentas respecto de
un inmueble urbano, el demandante deberá seguir el procedimiento marcado por la Ley Nº 18.101; cuando legalmente se
requiere deben cumplirse las exigencias sobre comparecencia en juicio que regula la Ley Nº 18.120).
3) La intervención del tribunal requerido se debe enmarcar dentro de los asuntos (contenciosos y no contenciosos) puestos
por la ley en el ámbito de su competencia, pues de lo contrario y tratándose de un defecto en la competencia absoluta,
el tribunal está autorizado para declarar de oficio su incompetencia (p. ej. una demanda de divorcio debe interponerse
ante un juzgado de familia y no ante un juzgado civil o un juzgado de letras del trabajo).
4) La falta o la insuficiencia de la ley no puede ser la excusa para no ejercer la función jurisdiccional, porque en último
término el juez habrá de acudir a los principios de equidad como fuente integradora en sus fallos, según el expreso mandato
del art. 170 Nº 5 del CPC, que regula el contenido de la sentencia definitiva.
Los jueces que maliciosamente (con dolo) nieguen o retarden la administración de justicia, o que por negligencia o
ignorancia inexcusable negaren o retardaren administrar justicia pueden incurrir en responsabilidad penal, según los arts.
224 Nº 3 y 225 Nº 3 del CP, sin perjuicio que a su respecto pueda hacerse efectiva además la responsabilidad política, si
procede.

8. Principio de inavocabilidad
Este principio tiene por finalidad limitar la actividad de los tribunales solo al conocimiento de los asuntos puestos por
la ley bajo la esfera de su competencia, prohibiéndoles ejercer jurisdicción en causas radicadas en otros tribunales. La
prohibición intenta evitar que un tribunal se avoque al conocimiento de un asunto que está siendo conocido por otro, a
menos que la partes ejerciten algún recurso o se produzca un efecto legal que así lo produzca (Oberg y Manso, 2011, p.
76).
8.1. Inavocabilidad interna e inavocabilidad externa

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La disposición del art. 8º del COT, que contiene el principio, se aplica a todo asunto pendiente ante otro tribunal, sea
contencioso o no contencioso (inavocabilidad interna). A su turno, el art. 76 de la CPR establece la limitación de la
inavocabilidad además para los otros poderes del Estado (inavocabilidad externa), limitación que refuerza, como hemos
visto, el principio de independencia orgánica de los tribunales de justicia.
8.2. Excepciones
Después de las modificaciones introducidas al COT por la Ley Nº 19.665 (2000), que derogó el art. 170, y la Ley Nº
19.708 (2001), que derogó el art. 160, quedan pocas excepciones a este principio.
Sin embargo, subsiste como excepción, aunque discutible como tal, el caso de las “visitas extraordinarias” de ministros
de tribunales superiores a los juzgados de letras (arts. 560 y 561 del COT). En los casos que ello ocurra las facultades
del ministro visitador son las de un juez de letras de primera instancia y “cuando debiere despachar causas, el tribunal
respectivo designará las que deben ocuparlo, quedando todas las demás a cargo del juez visitado”, procediendo contra
sus resoluciones los mismos recursos como si las hubiese dictado el juez visitado (art. 561 incs. 2º y 3º del COT). Ello
significa que el ministro visitador se avocará al conocimiento de causas que se encuentren en tramitación en los juzgados
donde se practique la visita extraordinaria.

9. Principio de gradualidad
La gradualidad se plantea frente a la cuestión de determinar si un asunto será resuelto por solo un tribunal, es decir en
un solo grado jurisdiccional, o si la decisión final está sujeta a revisión por otro tribunal superior jerárquico, es decir, en
un segundo (o tercer) grado jurisdiccional.
Nuestro sistema de enjuiciamiento civil se construye sobre la base de dos revisiones sucesivas, es decir, de un sistema de
doble instancia, lo que es manifestación del principio de doble grado jurisdiccional. A su vez la vigencia del principio de
doble grado jurisdiccional tiene su justificación en la falibilidad de las decisiones judiciales, puesto que los jueces pueden
cometer errores a la hora de decidir. La existencia de más de un grado jurisdiccional permite reducir la posibilidad de que
la decisión de los jueces sea errónea (Hunter y Lara, 2021, pp. 6 y ss.), lo que finalmente permite alcanzar “la necesaria
legalidad y justicia de sus resoluciones judiciales” (Letelier, 2013, p. 27). Los recursos procesales son vías de impugnación
de las resoluciones judiciales que permiten hacer efectivo el doble grado jurisdiccional y mirado desde otro punto de vista
es una manifestación del derecho de contradicción: torna concreta “la posibilidad de defenderse de la resolución dictada
por un juez, rebatiendo sus argumentos” (Nieva, 2014, p. 158).
9.1. Elementos que lo configuran
El principio de gradualidad aparece estrechamente vinculado con dos nociones: la jerarquía y la instancia.
9.1.1. La jerarquía
Es la relación de sumisión entre un tribunal inferior con respecto a su superior, que puede aplicarle sanciones si aquel
falta a las normas que imponen las leyes en el cumplimiento de su cometido. La organización de los tribunales de justicia
en Chile es jerarquizada, donde podemos distinguir entre tribunales inferiores y superiores de justicia. Muestra de ello es
la propia regla del grado del art. 110 del COT, que se refiere a la competencia del juez inferior y del juez superior para
conocer de un asunto en segunda instancia.
Pero la jerarquía, que tiene su concreción en la estructura del Poder Judicial y en la facultad directiva y correccional de
los tribunales superiores de justicia, no debería incidir en la decisión que los tribunales adopten ejerciendo la jurisdicción,
según ya hemos adelantado, puesto que en esta materia los tribunales son independientes para resolver conforme a Derecho
y de acuerdo con su criterio (independencia interna).
Ello no impide, sin embargo, que la decisión adoptada por un tribunal pueda ser revisada y, en consecuencia, enmendada,
modificada o dejada sin efecto por el tribunal superior jerárquico, ejerciendo el control jurisdiccional sobre lo resuelto por
el inferior (p. ej. la Corte de Apelaciones acoge un recurso de apelación y revoca la sentencia dictada por un juzgado

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civil). En este sentido, el del control jurisdiccional, la jerarquía permite que la decisión del superior prevalezca por sobre
la decisión del tribunal inferior.
9.1.2. La instancia
En castellano es un término plurisignificativo que tiene un sentido procesal específico: el de grado jurisdiccional. Corre-
sponde, en un sentido clásico, a la “denominación que se da a cada una de las etapas o grados del proceso, y que va desde
la promoción del juicio hasta la primera sentencia definitiva; o desde la interposición del recurso de apelación hasta la
sentencia que sobre él se dicte” (Couture, 1958, p. 169).
En nuestro medio se ha entendido a la instancia como cada uno de los grados jurisdiccionales que la ley establece para
que los tribunales conozcan y resuelvan los asuntos sometidos a su decisión, “y es su característica que el tribunal, en
virtud de ella, pueda avocarse al conocimiento de todas las cuestiones de hecho y de derecho que se susciten en el pleito”
(Colombo, 2004, p. 142). Y en términos más sucintos, podría afirmarse que la instancia es “cada uno de los grados
jurisdiccionales en que una pretensión procesal pueda ser conocida y fallada por los tribunales” (Avsolomovich et al.,
1965, p. 60).
La instancia o “grado del proceso” (RAE, 2017, p. 1178) permite, entonces, que en ese grado jurisdiccional el tribunal
tenga amplitud no solo para resolver las cuestiones sobre la aplicación del Derecho en un caso concreto (juicio jurídico),
sino también para ponderar y valorar las pruebas que las partes presentan y determinar qué hechos resultan probados y
cuáles no (juicio fáctico).
Nuestros tribunales de justicia que conocen asuntos civiles pueden resolverlos en única, primera o segunda instancia; de
ello dependerá que el asunto sea revisado por otro tribunal de mayor jerarquía del que dictó la resolución por medio de
un recurso de apelación (art. 188 del COT). En efecto, es la posibilidad legal de interponer un recurso de apelación lo
que demuestra que el asunto ha sido conocido en primera instancia. Por el contrario, lo resuelto en única instancia no es
posible de ser revisado por medio de un recurso de apelación, lo que no impide que procedan legalmente otros recursos
(p. ej. el de casación).
La doble instancia en nuestro sistema procesal civil es la regla general, por lo que el legislador ha reservado el conocimiento
en única instancia a pocos asuntos en que lo debatido no reviste intereses de gran envergadura (p. ej. el art. 45 Nº 1 del
COT, que se refiere a los asuntos civiles y de comercio de mínima cuantía), o bien porque no es posible la revisión por
un tribunal superior dado que orgánicamente no existe (por ejemplo, lo resuelto por la Corte Suprema, según el art. 97
del COT).
9.2. Unidad o pluralidad de instancias y derecho al recurso
La mayoría de los sistemas procesales se construye sobre la base de pluralidad de instancias, planteándose la cuestión
como “un poder de revisión de parte de los órganos superiores de la jurisdicción” (Couture, 1958, p. 171). En nuestro
ordenamiento la segunda instancia opera con gran amplitud en materias civiles (Mosquera y Maturana, 2017, pp. 149 y
150) y de familia, pero bastante restringida en materias del trabajo y asuntos penales, pues en estos asuntos el recurso
de apelación contra las sentencias definitivas está reservado para muy pocos casos.
El tema de la gradualidad y la existencia de recursos para que un tribunal superior revise lo resuelto por su inferior se
vincula estrechamente con el problema del derecho a los recursos, que algunos instrumentos internacionales sobre derechos
humanos consagran como garantía del debido proceso, especialmente como garantía del condenado en un proceso penal
(se reconoce por ejemplo en el art. 14.5 del PIDCP y en el art. 8.2.h) de la CADH).
No hay duda de que el derecho al recuso como derecho fundamental es reconocido por el derecho internacional de los
derechos humanos en materia penal y en favor del condenado (“Toda persona inculpada de delito tiene derecho (…) de
recurrir del fallo ante juez o tribunal superior”) (Letelier, 2013, pp. 148 y ss.), pero se discute si podría considerarse un
derecho fundamental en asuntos no penales (civiles, laborales, comerciales, administrativos, etc.). La propia Corte IDH
pareciera ser proclive a extender las garantías mínimas del proceso penal contenidas en el art. 8.2 de la Convención, entre
la que se cuenta el derecho a recurrir de la sentencia, a las materias no penales. Así lo sostuvo en la OC Nº 11 de 1990

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«Excepciones al Agotamiento de los Recursos Internos» y en algunos fallos posteriores, como el caso Nadege Dorzema y
Otros vs. República Dominicana (2012):
“[E]n su jurisprudencia constante, la Corte consideró que el elenco de garantías mínimas del debido proceso legal se
aplica en la determinación de derechos y obligaciones de orden “civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter”. Es
decir, “cualquier actuación u omisión de los órganos estatales dentro de un proceso, sea administrativo sancionatorio o
jurisdiccional, debe respetar el debido proceso legal” (pf. 157).
Puede discutirse si la extensión de esas garantías opera con plenitud en materias puramente civiles, es decir en las que
priman intereses patrimoniales, puesto que aquel y otros casos no penales resueltos por la Corte Interamericana dicen
relación con multas y otras sanciones impuestas por la Administración, por lo que se vinculan más con el Derecho
administrativo sancionador. Sin embargo está claro que, aun cuando el derecho a recurrir tuviese el estatuto de derecho
fundamental en todos los asuntos incluyendo los no penales, eso no garantiza un tipo específico de recurso (p. ej. recurso
de apelación), pues se reconoce a los Estados un “margen de apreciación interna” para regular los recursos, siempre que
en su diseño legal respeten estándares mínimos, como que se trate de un recurso rápido y sencillo, accesible, eficaz y que
garantice la revisión íntegra de la sentencia:
“Si bien los Estados tienen un margen de apreciación para regular el ejercicio de ese recurso, no pueden establecer
restricciones o requisitos que infrinjan la esencia misma del derecho de recurrir del fallo” (Caso Barreto Leiva vs. Venezuela,
2009, pf. 90).
“Sobre este punto, si bien los Estados tienen cierta discrecionalidad para regular el ejercicio de ese recurso, no pueden
establecer restricciones o requisitos que infrinjan la esencia misma del derecho a recurrir del fallo. La posibilidad de
«recurrir del fallo» debe ser accesible, sin requerir mayores complejidades que tornen ilusorio este derecho” (Caso Vélez
Loor vs. Panamá, 2010, pf. 179).
Por lo mismo nuestro TC se ha encargado de explicitar que, si bien el derecho a recurrir del fallo en asuntos civiles es
una exigencia que integra la garantía del debido proceso, ello no significa que lo garantizado sea el recurso de apelación
(Hunter y Lara, 2021, p. 30), por lo que es lícito al legislador crear, en determinados casos, procedimientos de única
instancia. Así, por ejemplo, ha resuelto que:
“En ámbito específico del medio de impugnación que el precepto impugnado excluye, se ha sostenido, en otras oportu-
nidades «[q]ue, sin embargo, la protección del derecho al recurso no debe asimilarse a ultranza a la segunda instancia (…)».
De esta manera, la consagración de la revisión de las decisiones judiciales «no significa que se asegure perentoriamente
el derecho al recurso y a la doble instancia, esto es, a la apelación, para cualquier clase de procedimiento, convocando al
legislador a otorgarlo a todo sujeto que tenga alguna clase de interés en él». (…) De ello se siguen dos derivaciones. Por
una parte, no siempre la exclusión del recurso de apelación importará una transgresión a la garantía constitucional del
debido proceso. Y, a la inversa, no siempre la interdicción al recurso de apelación será compatible con la Constitución.
(…) En este sentido, cabe advertir que esta Magistratura ha revisado procedimientos que se resuelven en única instan-
cia, determinando, por ejemplo, que aquello puede ajustarse a la Constitución, en tanto «(…) se contempla una etapa
administrativa previa, en la cual las partes son escuchadas y aportan antecedentes (…)” (STC, Rol 9.127-2020, cons. 11º).
En la actualidad los sistemas más modernos optan por utilizar la nomenclatura grado jurisdiccional en reemplazo de la
tradicional voz “instancia”. Esto es así porque tradicionalmente se vincula el uso de la voz instancia a procesos cuyas
sentencias pueden revisarse en un grado superior solo a través del recurso de apelación, recurso este que permite la apertura
de una nueva instancia, dejando fuera otras vías de impugnación como los recursos de casación y de nulidad —este último
recurso opera en Chile en el proceso penal y en el proceso laboral—, que no generan una segunda instancia pero que
habilitan igualmente a un tribunal superior para revisar jurisdiccionalmente las decisiones del inferior y, eventualmente,
corregir los errores que ellas padezcan.

10. Principio de pasividad

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Los jueces solo pueden ejercer la jurisdicción a petición de parte interesada, salvo los casos en que son facultados por
la ley para proceder de oficio. Este principio ha sido, tradicionalmente, la nota distintiva en los asuntos civiles. De ahí
que se explique la pervivencia del viejo aforismo ne procedat iudex ex officio, que supone que la jurisdicción se activa
mediante el ejercicio de una acción, correspondiendo a las partes —y no al juez— asumir la responsabilidad de iniciar
el juicio e instar por su prosecución. En esta clase de proceso, en que se debaten asuntos de orden civil, las partes son
sus motores, “una por medio de la pretensión procesal y la otra por medio de la oposición” (Avsolomovich et al., 1965, p.
57).
Sin embargo hay procesos en que la actividad oficiosa del juez es mayor, asumiendo el rol de dirigirlo efectivamente e
impulsarlo para que prosiga en sus diversas etapas, sin dilaciones indebidas, pudiendo, además, controlar la conducta de
las partes para evitar el fraude procesal y la mala fe, adoptar medidas para resguardar la igualdad procesal entre las
partes, rechazar las peticiones notoriamente infundadas o meramente dilatorias, decretar de oficio las pruebas que estime
pertinentes y necesarias, y adoptar de oficio medidas cautelares, entre otras atribuciones (Devis, 2002, p. 292). Se trata,
por lo general, de procesos en que se ventilan asuntos de interés general o en que, por las necesidades de tutela de los
justiciables, la ley sitúa al juez en una posición más activa.
Pero también hay una tendencia que se viene desarrollando desde hace décadas en asuntos de índole civil, es decir, aquellos
en que priman los intereses particulares de las partes en conflicto, por dotar al juez de poderes para actuar de oficio,
alejando la figura del juez abstencionista. La propia exposición de motivos del anteproyecto de Código Procesal Civil
Modelo para Iberoamérica (Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal, 1988), trata de explicar que el otorgamiento
de potestades al juez para que asuma una posición más activa en el proceso no merma los atributos de imparcialidad e
independencia, sino que facilita la tutela procesal del derecho material:
“Tanto la teoría como la práctica, han puesto de relieve que los presupuestos de independencia e imparcialidad no juegan
en función de la no intervención judicial en la dirección del proceso. El fin, supremo del proceso es procurar justicia,
para cuya garantía se estima esencial un sistema que se asiente en la independencia y en la imparcialidad. Ahora bien,
es notorio que la pasividad judicial habilita evidentes deformaciones procesales en cuanto en el libre juego de las partes
prevalezca la arbitrariedad habilidosa de alguna de ellas. El abstencionismo del Juez es la fórmula ingenua de tolerar
pacíficamente contiendas con equilibrio teórico, pero con desequilibrio práctico y medio decepcionante de utilizar la valiosa
energía del proceso en empeños carentes, en ocasiones, de las más elementales justificaciones”.
10.1. El principio de pasividad en el sistema nacional
Como se decía, este ha sido la regla general en el proceso civil chileno, dada la consagración normativa en el art. 10 inc.
1º del COT, de donde se sigue que la actuación oficiosa del juez solo está permitida cuando la ley así lo faculta.
Si la pasividad es la regla general en la actuación de los tribunales, su inobservancia puede acarrear la nulidad del acto
oficioso, de acuerdo con el art. 10 del COT, en relación con el art. 7º de la CPR. Además, la decisión del tribunal que
supere lo que las partes han solicitado en sus respectivas pretensiones y defensas (vicio de ultra petita) podría irrogar a
la sentencia definitiva un vicio subsanable solo con la invalidación del fallo por medio del recurso de casación en la forma.
Ello es así, porque el mandato del art. 160 del CPC impone a los jueces el deber de resolver “conforme al mérito del
proceso” y no extender la sentencia a puntos que no le hubieren sido expresamente sometidos por las partes a su decisión.
Sin embargo, la tendencia de los procedimientos reformados es a dotar a los jueces de mayores atribuciones para actuar
oficiosamente: en algunos casos porque los asuntos que se debaten son de aquellos que podrían calificarse de interés general
para la comunidad, o porque el legislador identifica las especiales necesidades de tutela de los justiciables y encomienda
al juez el deber de resguardar sus garantías. Así, por ejemplo, el CdT expresa que en los procedimientos laborales priman
“los principios de inmediación, impulso procesal de oficio, celeridad, buena fe, bilateralidad de la audiencia y gratuidad”
(art. 425, destacado nuestro) y que, una vez reclamada su intervención de forma legal, el tribunal “actuará de oficio”
pudiendo ordenar las pruebas que estime necesarias “aun cuando no las hayan ofrecido las partes” (art. 429).
A su turno, la LJF informa que en los procedimientos que conozcan los tribunales de familia “primarán los principios de
la inmediación, actuación de oficio y búsqueda de soluciones colaborativas entre partes” (art. 9) y que una vez iniciado
el proceso y “en cualquier estado del mismo, el juez deberá adoptar de oficio todas las medidas necesarias para llevarlo a

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término con la mayor celeridad”, deber que rige especialmente si se trata de “medidas destinadas a otorgar protección a
los niños, niñas y adolescentes y a las víctimas de violencia intrafamiliar” (art. 13); el tribunal puede decretar de oficio
medidas cautelares (art. 61 Nº 3). Incluso, el procedimiento para la aplicación de medidas de protección en favor de
niños, niñas y adolescentes cuyos derechos estén amenazado o vulnerados, puede ser iniciado de oficio por el juzgado de
familia (art. 70).
En materia penal el panorama también es diferente. Si bien el proceso penal se inicia por iniciativa del MP o del
querellante, según el tipo de acción que se ejerza, y no de oficio por el tribunal con competencia penal, lo cierto es que el
CPP sitúa a los jueces de garantía en el deber de tutelar los derechos y garantías de los intervinientes. Así, por ejemplo,
la institución de la cautela de garantías faculta al juez para adoptar, de oficio o a petición de parte y en cualquier etapa
del procedimiento, todas las medidas para asegurar el ejercicio de los derechos que el imputado no está en condiciones
de ejercer (art. 10 del CPP); o bien se permite al juez de garantía decretar de oficio la nulidad procesal si la infracción
de una norma de procedimiento “hubiere impedido el pleno ejercicio de las garantías y de los derechos reconocidos por la
Constitución, o en las demás leyes de la República” (arts. 160 y 163 del CPP).
Finalmente, en materia de violencia intrafamiliar, cualquier juez de familia, fiscal del MP o juez de garantía que tome
conocimiento de una demanda o denuncia por actos de violencia intrafamiliar, “deberá, de inmediato, adoptar las medidas
cautelares del caso, aun cuando no sea competente para conocer de ellas” (art. 81 inc. 2º de la LJF).
10.2. Casos de excepción al principio
Siendo la pasividad de los tribunales la regla general en los asuntos civiles, el ordenamiento procesal contempla importantes
excepciones, otorgando atribuciones para que los jueces actúen de oficio. Anotamos algunas:
1) La facultad de declarar de oficio la nulidad absoluta de un acto o contrato (art. 1683 del CC).
2) La facultad de declarar de oficio (también a petición de parte) la nulidad procesal (art. 83 del CPC) y corregir de
oficio los errores que observe en la tramitación de los procesos (art. 84 inc. final del CPC).
3) La facultad oficiosa del juez de agregar, durante la audiencia de conciliación, todos los antecedentes y medios probatorios
que estime procedentes (art. 266 del CPC).
4) La facultad de decretar de oficio la prueba pericial (art. 412 del CPC).
5) La facultad de dictar medidas para mejor resolver, en primera y en segunda instancia (arts. 159 y 207 inc. 2º del
CPC), una vez citadas las partes para oír sentencia.
6) La facultad que tienen las Cortes para casar (invalidar) de oficio las sentencias, ya sea en la forma o en el fondo (arts.
776 y 785 del CPC).
7) La declaración oficiosa de implicancia de los jueces (art. 200 del COT).
8) La declaración de incompetencia absoluta por el tribunal, que puede formularse en cualquier estado de la causa.
10.3. El principio de pasividad en las reformas al proceso civil chileno
El proyecto de ley que establece un nuevo Código Procesal Civil para Chile, en tramitación en el Congreso desde 2012 (Bol.
Nº 8.197-07), introduce al enjuiciamiento civil un cambio de paradigma: si bien el inicio del proceso y la introducción de
las pretensiones corresponde a las partes y “el tribunal solo podrá actuar de oficio cuando la ley lo faculte expresamente”
(art. 2º), se reconoce que la dirección y el impulso del proceso corresponden al juez. Así lo expresa el art. 3º del proyecto:
“Dirección e impulso procesal. La dirección del procedimiento corresponde al tribunal, que adoptará de oficio todas
las medidas que considere pertinentes para su válido, eficaz y pronto desarrollo, de modo de evitar su paralización y
conducirlo sin dilaciones indebidas a la justa solución del conflicto”.
Esa posición del juez hace coherente que, de acuerdo con el proyecto de nuevo Código, esté facultado, p. ej., para
prevenir o corregir de oficio cualquier acto que importe fraude o abuso procesal (art. 5º), apreciar de oficio la falta de
capacidad procesal (art. 21), imponer de oficio el pago de las costas a la parte vencida (art. 43), dar de oficio curso a

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la prosecución del juicio por el vencimiento de un plazo fatal (art. 114), declarar de oficio la nulidad procesal si no ha
sido convalidada (art. 124), corregir de oficio los errores que observe en la tramitación del juicio (art. 126), declarar
de oficio su inhabilidad para conocer de un asunto (art. 139), ejecutar de oficio las resoluciones judiciales dirigidas a la
sustanciación del proceso (art. 229) y declarar “de plano” (sin oír a la parte afectada por la decisión) la inadmisibilidad a
tramitación de la demanda, cuando en forma manifiesta o por hechos de notoriedad pública conste que el tribunal carece
de jurisdicción o de competencia absoluta, que falta la capacidad o representación de una de las partes, que existe falta
de legitimación para actuar o que hay algún defecto que afecte la existencia, validez o eficacia del proceso (art. 258 inc.
2º), entre otras facultades.
Sin embargo, la reforma íntegra al proceso civil chileno ha debido esperar largo tiempo y en los últimos años solo se han
aprobado algunas leyes que modifican y modernizan el actual CPC. Por ejemplo, la LTE Nº 20.886 introdujo en 2015
relevantes modificaciones destinadas a implementar de forma permanente la tramitación electrónica de los procesos, sin
afectar el principio de pasividad sobre el que descansa el referido Código, salvo con la incorporación al ordenamiento de
una interesante norma protectora del principio de buena fe procesal que impone el juez, actuando de oficio o a petición
de parte, el deber de “prevenir, corregir y sancionar, según corresponda, toda acción u omisión que importe un fraude
o abuso procesal, contravención de actos propios o cualquiera otra conducta ilícita, dilatoria o de cualquier otro modo
contraria a la buena fe” (art. 2º letra d) inc. 2º LTE).
Las modificaciones introducidas al CPC por la reciente Ley Nº 21.394 (2021), que incorpora reformas al sistema de justicia
para enfrentar la situación luego del estado de excepción constitucional de catástrofe por calamidad pública provocada
por la pandemia de la covid-19, no alteran mayormente el panorama descrito.

11. Principio de territorialidad


Cada tribunal debe ejercer la función jurisdiccional dentro del territorio que, según la ley, le corresponde (art. 7º del
COT), denominado territorio jurisdiccional. En consecuencia, el territorio jurisdiccional limita el ámbito de actuación
de los tribunales de justicia, por lo que tienen competencia para conocer de los asuntos solo sobre el correspondiente
territorio determinado por la ley.
11.1. El territorio jurisdiccional
Es el espacio territorial sobre el que cada tribunal ejerce la función jurisdiccional, según una designación hecha por la
ley, por lo que el territorio es un límite interno a la jurisdicción que delimita la competencia del tribunal. En algunos
casos el legislador asimila la jurisdicción del tribunal a su territorio jurisdiccional (p. ej. el art 101 del COT: “Cuando
existieren desequilibrios entre las dotaciones de los jueces y la carga de trabajo entre tribunales de una misma jurisdicción,
la Corte Suprema (…) podrá destinar transitoriamente y de manera rotativa a uno o más jueces…”; el art. 546 del COT:
“Los jueces de letras, dentro del territorio de su jurisdicción, deberán vigilar la conducta ministerial de los funcionarios y
empleados del Poder Judicial que deban calificar…”), lo que no es sino una mirada de la jurisdicción desde la perspectiva
del territorio sobre el que la ley autoriza su ejercicio.
Lo relevante en nuestro sistema es que la ley es la que determina el territorio jurisdiccional de cada tribunal. Así, las
Cortes de Apelaciones tienen asignado por ley un territorio jurisdiccional (art. 55 del COT: “El territorio jurisdiccional
de las Cortes de Apelaciones será el siguiente…”) y en la mayoría de los casos corresponde a una región del país (sin
perjuicio de otras situaciones, una excepción importante se presenta en la Región Metropolitana, en la que tienen asiento
las Cortes de Apelaciones de Santiago y de San Miguel, con sus respectivos territorios jurisdiccionales).
Tratándose de los juzgados de letras, una antigua norma programática del COT señala que la unidad territorial básica de
estos tribunales es una comuna o una agrupación de comunas (art. 27), pero, como se revisa en el capítulo correspondiente,
dado que es la ley la que determina en cada caso el territorio jurisdiccional, no bastan las normas de los arts. 28 y ss.
del COT, sino que deben complementarse con normas de competencia territorial contenidas en otras normas del estatuto
orgánico y en leyes especiales, como el CdT (arts. 415 y 416) y la LJF (arts. 4º y 4º bis). Por ejemplo: en la comuna
de Copiapó existen cuatro Juzgados Civiles con competencia sobre las comunas de Copiapó y Tierra Amarilla, es decir,

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sus territorios jurisdiccionales abarcan estas comunas (art. 30 letra A del COT), y sobre las mismas tienen competencia
el Juzgado de Letras del Trabajo, el Juzgado de Familia y el Juzgado de Garantía (arts. 415 letra c) del CdT, 4º letra c)
de la LJF y 16 del COT, respectivamente) todos con asiento en Copiapó, para el conocimiento de las correspondientes
materias.
No debe confundirse el territorio jurisdiccional de un tribunal, con el lugar donde este tiene su asiento. Si bien ambos
están determinados por la ley, el lugar de asiento se refiere a la comuna donde se halla físicamente instalado y funciona
el tribunal, mientras que el territorio jurisdiccional se refiere, como hemos dicho, a la zona geográfica donde el tribunal
es competente según la ley. En algunos casos el territorio jurisdiccional se limita exclusivamente a la comuna donde el
tribunal tiene su asiento (p. ej. el territorio jurisdiccional del Juzgado de Letras con asiento en Curepto, es precisamente
esa comuna y no otras, según el art. 34 letra B del COT), pero en la mayoría de los casos el territorio jurisdiccional
abarca una zona más amplia que la comuna de asiento (p. ej. el territorio jurisdiccional de los Juzgados Civiles con
asiento en Concepción abarca las comunas de Concepción, Penco, Hualqui, San Pedro de la Paz y Chihuayante, según
el art. 35 letra A del COT). Esto último resulta evidente tratándose de las Cortes de Apelaciones (p. ej. la Corte de
Apelaciones de Antofagasta tiene su asiento en esa comuna, pero su territorio jurisdiccional abarca toda la Región de
Antofagasta, según los arts. 55 y 56 del COT) y de la Corte Suprema (su territorio jurisdiccional es todo el territorio de
la República, pero el máximo tribunal tiene su asiento —o sede— en “la capital de la República”, según el art. 94 del
COT).
11.2. Excepciones al principio de la territorialidad
Luego de las modificaciones introducidas al COT por la Ley Nº 19.665 (2000), subsisten pocos casos que exceptúan la
regla de la territorialidad. A continuación, anotamos algunos:
1) Un caso de excepción es la facultad que el art. 43 del COT otorga al Presidente de la República, previo informe
favorable de la Corte de Apelaciones respectiva, para fijar como territorio jurisdiccional exclusivo de uno o más Juzgados
Civiles de la Región Metropolitana de Santiago, “una parte de la comuna o agrupación comunal respectiva”, pudiendo
modificar los límites de la competencia territorial “por no más de una vez al año”. En este caso, según el inc. 2º de la
misma norma, tales tribunales pueden practicar actuaciones directamente en cualquiera de las comunas que integran la
Región Metropolitana, es decir, fuera de las comunas que cubre su territorio jurisdiccional (Oberg y Manso, 2011, p. 74).
2) En el procedimiento civil, como excepción legal, encontramos la que regula el art. 403 inc. 2º del CPC, a propósito
de la actividad probatoria denominada “inspección personal del tribunal”. Esta norma permite al tribunal que conoce de
un asunto la práctica de la diligencia probatoria por el propio tribunal incluso fuera de su territorio jurisdiccional, lo que
puede hacer directamente sin acudir a la figura de la competencia delegada.
Destacamos el caso anterior porque, en el evento que un juzgado de letras requiera practicar determinadas actuaciones
en el territorio jurisdiccional de otro, por tanto, en un territorio jurisdiccional distinto al propio, la regla general es que
debe acudirse a la delegación de competencia (Colombo, 2004, p. 138), por medio de un exhorto nacional o internacional,
según los arts. 71 y ss. del CPC (Bordalí, 2020, p. 287). Aunque esto no constituiría una excepción al principio de
la territorialidad, pues el tribunal que requiere de la diligencia (exhortante) no actúa directamente en otro territorio
jurisdiccional, el del tribunal requerido (exhortado), sino que ve cumplidos sus propósitos por medio de la actuación de
otro que ejerce jurisdicción en su propio territorio. Sin embargo, hay autores que sí ven en los exhortos una excepción al
principio de territorialidad (Oberg y Manso, 2011, p. 74).
3) En el proceso penal la ley otorga competencia para conocer de un delito al “tribunal en cuyo territorio se hubiera
cometido el hecho que da motivo al juicio” (art. 157 del COT). En consecuencia, es este tribunal el competente para
pronunciarse sobre todas las diligencias y autorizaciones que requiera el MP y para conocer del procedimiento que
corresponda (art. 70 inc. 1º del CPP). Sin embargo, por razones de eficiencia de la persecución penal y resguardo de
algunas garantías, el CPP en su art. 70 rompe los estrictos límites de la competencia territorial y contempla hipótesis
aplicables a la etapa de investigación:
a) Si el imputado es detenido en un lugar que se hallare fuera del territorio jurisdiccional del tribunal que emitió la orden,
puede ser puesto a disposición del tribunal del lugar de la detención para que se practiquen las audiencias que procedan

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(p. ej. el Juzgado de Garantía de Valparaíso emite una orden de detención contra un imputado y este es detenido en
Arica, caso en el cual podrá ser conducido ante el Juzgado de Garantía de esta última ciudad para efectos que este se
pronuncie sobre las condiciones de la detención practicada);
b) Si el MP requiere practicar diligencias fuera del territorio jurisdiccional del Juzgado de Garantía competente para
conocer de un delito y se trata de diligencias urgentes, el órgano persecutor puede pedir directamente la autorización al
Juzgado de Garantía del lugar donde ellas deban practicarse (p. ej. se trata de un delito cometido en San Antonio, por
lo que es competente para conocer del procedimiento y para otorgar las autorizaciones el Juzgado de Garantía de esta
ciudad, pero es urgente practicar la entrada y registro de una bodegas cerradas ubicadas en Iquique, caso en el cual el
fiscal que lleva la investigación puede pedir directamente la autorización el Juzgado de Garantía de esta última ciudad).
Estos casos relativos al proceso penal, que pueden estudiarse como una excepción al principio de territorialidad no deben
llevar a pensar que en nuestro sistema es el juzgado de garantía el que ordena las diligencias de investigación o que,
derechamente investiga, dado que por mandato constitucional y legal esa función es ejercida por el MP (arts. 83 y ss.
de la CPR, art. 180 del CPP y art. 1º de la Ley Nº 19.640 Orgánica Constitucional del MP). Al juzgado de garantía
competente le corresponde otorgar autorización judicial cuando la práctica de una diligencia de investigación “privare al
imputado o a un tercero del ejercicio de los derechos que la Constitución asegura, o lo restringiere o perturbare”, según
el art. 9º del CPP (p. ej. la práctica de exámenes corporales, la interceptación de comunicaciones telefónicas, la entrada
y registro de un lugar cerrado).
El derogado art. 170 bis del COT permitía al juez del crimen que conocía de delitos cometidos en diversas comunas,
practicar directamente diligencias en cualquiera de ellas. Una norma similar contenía el antiguo inc. 2º del art. 43 del
COT, respecto de los jueces del crimen de Santiago y San Miguel.

12. Principio de sedentariedad


Los jueces deben administrar justicia en lugares y horas determinadas, por lo que la existencia de un lugar fijo y un
horario para el ejercicio de sus funciones “obviamente facilita el acceso de las personas al servicio judicial” (Pereira, 1996,
p. 283). Ello implica que los jueces administren justica “en lugares y horas determinados evitando de ese modo la
existencia de tribunales ambulantes” (Oberg y Manso, 2011, p. 75), de ahí que la propia ley refiera a la “sede” o “asiento”
de los tribunales (Bordalí, 2020, p. 288).
12.1. Excepciones a la sedentariedad
Existen casos que constituyen excepción al principio, en que al menos temporalmente la sedentariedad cesa y se permite
la itinerancia del tribunal:
1) Los casos en que, según lo aconsejen las necesidades del servicio, el juez se constituye al menos una vez por semana en
lugares alejados, fuera de los límites urbanos de la ciudad asiento del tribunal (art. 312 inc. 2º del COT).
2) Casos en que para “facilitar la aplicación oportuna de la justicia penal” los tribunales de juicio oral en lo penal se
constituyan y funcionen en localidades ubicadas fuera de su comuna de asiento, considerando factores como la distancia,
el acceso físico y las dificultades de traslado de los intervinientes (art. 21 A del COT y art. 281 inc. 4º del CPP).
Crónica
FUENTE: TWITTER @PJudicialChile - 29 de marzo de 2019
Poder Judicial Chile
Tribunal itinerante se constituye en la comuna de Alto del Carmen, jurisdicción de la Corte de #Copiapó, donde la
magistrada Macarena Muñoz dirige audiencia en la materia de Familia.
12.2. Los deberes de residencia y asistencia

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Como consecuencia del principio, la ley impone a los jueces el deber de residir en el lugar de asiento del tribunal y de
asistir a él.
Del deber de residencia se hacen cargo los arts. 311 inc. 1º y 313 del COT, en cuya virtud los jueces deben residir
en la ciudad donde tenga su asiento el tribunal, pudiendo ser autorizado transitoriamente por la Corte de Apelaciones
respectiva para tener su residencia en lugar distinto.
El deber de asistencia está regulado por los arts. 312 inc. 1º, 312 bis y 313 del COT, que imponen la obligación de
asistencia diaria al tribunal y determinan la cantidad de horas que los jueces de letras y los jueces de los juzgados de
garantía y TJOP deben permanecer. También es posible que la Corte Suprema, actuando en pleno, determine “la forma
de funcionamiento de los tribunales y demás servicios judiciales, fijando los días y horas de trabajo en atención a las
necesidades del servicio” (art. 96 Nº 4 del COT).
12.2.1. Excepciones a los deberes de residencia y asistencia
Existen casos regulados por la ley en que los deberes de residencia y asistencia cesan, al menos temporalmente. Actual-
mente podemos identificar en el COT las que siguen:
1) Durante los feriados legales y las vacaciones de los jueces (art. 313);
2) La autorización transitoria dada en casos calificados por la Corte de Apelaciones respectiva para residir en un lugar
distinto al del asiento del tribunal (art. 311 inc. 2º);
3) Cuando por desequilibro entre las dotaciones de los jueces y las cargas de trabajo entre tribunales de un mismo
territorio jurisdiccional, la Corte Suprema puede destinar a un juez de un juzgado de garantía, TJOP, juzgado de familia,
juzgado de letras del trabajo o juzgados de cobranza laboral y previsional “a desempeñar sus funciones preferentemente
en otro tribunal de su misma especialidad”. Esta destinación temporal puede ejercerse solo entre tribuales pertenecientes
a una misma Corte de Apelaciones, resguardando la contigüidad territorial. La obligación de residencia “se entenderá
cumplida por el juez transitoriamente destinado, para todos los efectos legales, por el hecho de verificarse respecto de su
tribunal de origen” (art. 101, agregado por la Ley Nº 20.628, de 2012); y,
4) Cuando habiendo desequilibrio entre las dotaciones de los ministros de la Corte de Apelaciones de Santiago y la Corte
de Apelaciones de San Miguel, los ministros de una de estas sean destinados transitoriamente a la otra, caso en el cual la
obligación de residencia “se entenderá cumplida por el ministro transitoriamente destinado, para todos los efectos legales,
por el hecho de verificarse respecto de su tribunal de origen” (art. 101 bis inc. 7º, agregado por la Ley Nº 21.394, de
2021).
Hasta hace algunos años se consideraba como excepción el denominado “feriado judicial”, período comprendido entre el
1º de febrero de cada año y el primer día hábil del mes de marzo y durante el cual un número importante de tribunales
con competencia no penal paralizaban sus funciones hasta el cese del feriado. Con la modificación introducida por la Ley
20.744 (2014) se eliminó el feriado judicial, derogando el art. 314 del COT que lo regulaba.
12.2.2. Los deberes de residencia y asistencia durante la crisis sanitaria por covid-19 y las reacciones del sistema
La emergencia provocada por la crisis sanitaria afectó principalmente al deber de asistencia de jueces y funcionarios
judiciales, puesto que muchos tribunales, así como otras reparticiones de los órganos del Estado, permanecieron cerrados.
La Corte Suprema reguló la situación para asegurar la prestación de los servicios de justicia por vías remotas, estableciendo
primero la excepcionalidad de la asistencia presencial de jueces y funcionarios a los tribunales y luego, el retorno gradual
a las funciones que cumplen.
El Acta 41-2020, de 3 de marzo, contiene el texto del “Auto acordado que regula el teletrabajo y el uso de videoconferencia
en el Poder Judicial”, acuerdo que tiene por finalidad “incorporar, regular y mejorar el teletrabajo” en la administración
de justicia a través del uso de “medios tecnológicos que lo permitan, los que podrán ser propios o institucionales, siempre
cumpliendo con las medidas de conexión, continuidad, seguridad y requerimientos técnicos dispuestos por la Corporación
Administrativa del Poder Judicial”.

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Por medio del Acta Nº 53-2020, de 8 de abril, la Corte Suprema dictó el “Auto acordado sobre funcionamiento del Poder
Judicial durante la emergencia sanitaria nacional provocada por el brote del nuevo coronavirus”, instrumento que reconoció
expresamente como principios rectores la protección de la vida y la salud pública, el acceso a la justicia, transparencia
y continuidad del servicio judicial, el resguardo de los derechos de las personas en situación de vulnerabilidad, el debido
proceso y la utilización de medios tecnológicos. Con relación al deber de asistencia, se declara en su art. 7º:
“Teniendo en consideración los principios antes expuestos, con el objeto de preservar la salud del personal y de los usuarios
del sistema judicial, se dispone que las cortes, tribunales, y los demás organismos que colaboran con el funcionamiento del
Poder Judicial, continúen planificando y ejecutando sus labores por medio de teletrabajo, evitando en cuanto sea posible
la concurrencia a las dependencias judiciales.
La asistencia de los funcionarios a sus lugares habituales de trabajo será excepcional, y se efectuará con el único propósito
de mantener el servicio en los aspectos indispensables a que se ha hecho referencia en el inciso anterior”.
Por ahora es necesario tener en cuenta que la citada Ley Nº 21.394 (2021), que incorpora reformas al sistema de justicia
para enfrentar la situación luego del estado de excepción constitucional de catástrofe por calamidad pública provocada
por la pandemia de la covid-19, en su disposición 16ª transitoria ordena que con la finalidad de propender a la continuidad
del servicio judicial, los juzgados de letras, los tribunales de familia, los juzgados de letras del trabajo y de cobranza
laboral y previsional, los tribunales unipersonales de excepción, las Cortes de Apelaciones y la Corte Suprema “deberán
resguardar la vida y la salud de las personas, atendidas las recomendaciones sanitarias vigentes en orden a restringir la
movilidad y la interacción social a causa de la emergencia sanitaria ocasionada por la enfermedad COVID-19”, mandato
que han de cumplir transcurridos diez días de la publicación de esta ley (publicada en el Diario Oficial de 30 de noviembre
de 2021) y por el lapso de un año. Además, deben “funcionar de manera excepcional y privilegiar las vías remotas como
la forma regular y ordinaria en que debe prestarse el servicio judicial, reduciendo al mínimo las ocasiones de contacto
presencial a través del uso de las tecnologías disponibles”.
El contenido de la disposición transitoria 16ª ha sido regulado por la Corte Suprema por medio del Acta Nº 271, de
13 de diciembre de 2021, que contiene el texto del “Auto acordado sobre audiencias y vista de causas por videocon-
ferencia (artículo decimosexto transitorio de la Ley Nº 21.394)”. Esta disposición transitoria resulta coherente con las
modificaciones introducidas a diversos cuerpos legales por la Ley Nº 21.394 y que se traducen en un privilegio de la
comparecencia de las partes y terceros por vías remotas a través de las tecnologías de la información y las comunicaciones.
El reciente art. 47 D del COT faculta a la Corte de Apelaciones respectiva para autorizar a los juzgados de letras y otros
tribunales de primer grado, por medio de una “resolución fundada en razones de buen servicio con el fin de cautelar la
eficiencia del sistema judicial para garantizar el acceso a la justicia o la vida o integridad de las personas”, un sistema de
funcionamiento excepcional que los habilite para efectuar por videoconferencia las audiencias que ante ellos se celebren,
excluyendo algunas en que se rindan determinados medios de prueba (testimonial, declaración de parte y pericial). El
mismo efecto producirá la declaración de funcionamiento excepcional que aprueba el pleno de las Corte de Apelaciones
(art. 68 bis del COT) y la adopción de un sistema de funcionamiento excepcional por la Corte Suprema (art. 98 bis del
COT).
La misma Ley Nº 21.394 incorporó en el COT el nuevo Título VI bis denominado “De la realización de audiencias bajo
la modalidad semipresencial o vía remota en los procedimientos penales en trámite ante los juzgados de garantía, los
tribunales de juicio oral en lo penal, las Cortes de Apelaciones y la Corte Suprema” (arts. 107 bis y 107 ter), que regula en
los procedimientos penales la realización de audiencias en las que todos o algunos de los intervinientes comparezcan por
vías remotas estando el tribunal presente, a menos que se trate de las audiencias de juicio, dejando a salvo excepciones
fundadas en razones de seguridad para la víctima y testigos y eficiencia del sistema. Igualmente, por los mismos motivos
indicados en el párrafo anterior, las Cortes respectivas podrían disponer el sistema de funcionamiento excepcional de
estos tribunales, autorizando la realización de las audiencias por videoconferencia.
En este sentido, el CPC también experimentó cambios. La Ley Nº 21.394 agregó el nuevo Título VII bis denominado “De
la comparecencia voluntaria en audiencias por medios remotos”, dentro del que, según el nuevo art. 77 bis, se permite
al tribunal que autorice a las partes la comparecencia remota a las audiencias judiciales que deban efectuarse de forma

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presencial, siempre que este tipo de comparecencia “resultare eficaz y no causare indefensión”. Sin embargo, la misma
disposición fija un límite relevante: deben realizarse en dependencias del tribunal las absoluciones de posiciones (prueba
confesional), las declaraciones de testigos y otras audiencias que el juez determine, por lo que de acuerdo con la actual
estructura del procedimiento ordinario regulado por el Título II del CPC, que no se desarrolla preponderantemente
por audiencias, no vemos que la modificación traiga aparejado un impacto relevante dado que excluye las audiencias
probatorias. Podrá tener relevancia para aquellos procedimientos especiales en que se apliquen las normas del Libro I del
CPC en su carácter de disposiciones comunes (p. ej. para algunos del Libro III del CPC como el procedimiento sumario y
los de menor y mínima cuantía, o bien de leyes especiales como la Ley Nº 18.101 sobre arrendamiento de predios urbanos,
en que el procedimiento contempla audiencias, según el caso, de contestación y conciliación).
Crónica
FUENTE: NOTICIAS PODER JUDICIAL, 28 de septiembre de 2021
Corte Suprema aprueba actualización de protocolo de manejo y prevención de covid-19 en tribunales y unidades judiciales
Reunido el tribunal pleno de la Corte Suprema aprobó el “Protocolo de manejo y prevención ante Covid-19 en tribunales y
unidades judiciales”, elaborado por la mesa de trabajo conformada por el presidente y tres miembros del máximo tribunal;
los presidentes de las asociaciones gremiales; representantes de los estamentos del Poder Judicial y la plana directiva de
la Corporación Administrativa.
Ante el pronto término del estado de excepción constitucional, el protocolo establece para la denominada etapa 2, la
cual comenzaría el 12 de octubre próximo, que: “Una vez terminado el estado de excepción constitucional y mientras se
mantenga o reestablezca el estado de alerta sanitaria, deberá continuar la modalidad de teletrabajo extraordinario, sin
perjuicio de avanzar paulatinamente en la vuelta al trabajo presencial”.
“Durante esta etapa deberá avanzarse paulatinamente en la vuelta al trabajo presencial, debiendo cada tribunal o unidad
judicial asegurar que el personal en modalidad presencial sea el mínimo necesario para garantizar el buen servicio judicial
y/o reducir el stock de causas y audiencias, por lo que no podrá superar el 50% de su dotación total, descontadas las
personas incluidas en los grupos de riesgo. Aquellas situaciones particulares que no puedan ajustarse a esta norma,
deberán ser resueltas en coordinación con la Corte de Apelaciones respectiva. Al agendarse y llevarse a cabo audiencias
presenciales o semipresenciales, deberá asegurarse el respeto de los aforos máximos establecidos por la autoridad sanitaria”,
se establece.
Asimismo, el documento entrega los siguientes criterios orientadores para la implementación del trabajo en la etapa 2.
“a. Al definir los turnos presenciales, deberá tenerse presente que las personas que lo conformen, lo serán sólo para
permitir la realización de audiencias en modalidad presencial o semipresencial, aumentando la eficacia de las mismas (…)
c. Deberá mantenerse la atención de público a través de canales a distancia, utilizando el recurso humano presencial solo
para la realización de audiencias y para los trámites indispensables que deban realizarse de forma presencial (…)
e. Durante este periodo se mantendrá la modalidad de teletrabajo extraordinario (regulado en Acta Nº 41-2020 de la
Excma. Corte Suprema). Cada tribunal o unidad judicial deberá elaborar un plan de trabajo para retomar gradualmente
las funciones en modalidad presencial, privilegiando las labores que no pueden ser adecuadamente desarrolladas a través
de teletrabajo, las que registren mayores retrasos y las con mayor impacto social”.

13. Principio de publicidad


De acuerdo con este principio todos los actos procesales que se producen y ejecutan en los tribunales son públicos, por lo
que “no debe haber justicia secreta, ni procedimientos ocultos, ni fallos sin antecedentes ni motivaciones” (Devis, 2002,
p. 57). Y se trata de un principio que importa no solo en la relación entre el tribunal y las partes, constituyendo en este
punto una verdadera manifestación del derecho de defensa (Carocca, 2003, p. 42), sino que también colabora en mejorar
la confianza de la comunidad en la actuación de los tribunales y las sentencias que ellos dictan.

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De alguna manera es un principio de inspiración democrática que contribuye a la participación de la comunidad en
la administración de justicia, dado que la publicidad no solo garantiza que las partes accedan a la información de
los procesos en que litigan, sino también “al hecho de que cualquier persona pueda imponerse libremente de los actos
procesales” (Avsolomovich et al., 1965, p. 59). En esta perspectiva parece claro que este principio es instrumental a dos
fines: proteger a las partes de una justicia exenta de control público y mantener la confianza de la comunidad en la labor
de los tribunales de justicia (Picó, 2012, pp. 139 y 140).
Este es un principio recogido también en los instrumentos internacionales sobre garantías del debido proceso: “Toda
persona tiene derecho a ser oída públicamente…” (…) “…toda sentencia en materia penal o contenciosa será pública…” (art.
14 Nº 1 del PIDCP); “El proceso penal debe ser público…” (art. 8.5 de la CADH). En la sentencia dictada en el caso
Palamara Iribarne vs. Chile (2005), la CorteIDH declaró:
“El derecho al proceso público consagrado en el artículo 8.5 de la Convención es un elemento esencial de los sistemas
procesales penales acusatorios de un Estado democrático y se garantiza a través de la realización de una etapa oral en la
que el acusado pueda tener inmediación con el juez y las pruebas y que facilite el acceso al público.
La publicidad del proceso tiene la función de proscribir la administración de justicia secreta, someterla al escrutinio de
las partes y del público y se relaciona con la necesidad de la transparencia e imparcialidad de las decisiones que se tomen.
Además, es un medio por el cual se fomenta la confianza en los tribunales de justicia. La publicidad hace referencia
específica al acceso a la información del proceso que tengan las partes e incluso los terceros” (pf. 167 y 168).
En nuestro sistema, la publicidad es la general en lo relativo a la actuación de los tribunales de justicia y se consagra en
el art. 9º del COT, norma que debe relacionarse con el mandato del art. 8º inc. 2º de la CPR.
13.1. Publicidad en los procedimientos reformados y las audiencias
Las reformas introducidas a algunos procedimientos en Chile desde comienzos del siglo XXI han incorporado con fuerza
la presencia de audiencias durante la tramitación de los procesos, actuaciones que, por naturaleza, se desarrollan en forma
oral, pública y con inmediación ante el tribunal. Es por ello que el sistema procesal penal se caracteriza por la publicidad
de sus actuaciones, puesto que la mayoría de las decisiones relevantes para el proceso penal se dictan en audiencias orales y
públicas; asimismo, el juicio oral es una audiencia que se identifica por su publicidad, oralidad, inmediación y continuidad
(arts. 44 y 289 del CPP). Este es uno de los caracteres que lo distingue del antiguo sistema de juzgamiento penal, regido
por CdPP de 1906, en que la etapa de investigación (sumario) es esencialmente secreta, aun para el inculpado, y la etapa
de juicio (plenario), se tramita por escrito.
Las mismas características de oralidad, inmediación y publicidad revisten, por lo general, los procedimientos seguidos
ante los juzgados de familia (art. 15 de la LJF) y los juzgados de letras del trabajo (art. 425 del CdT), tribunales que,
junto con los juzgados de garantía y los TJOP, se califican como “reformados”.
No es que en los procedimientos civiles regulados por el CPC este principio no se aplique, puesto que tiene plena vigencia
el mandato general del art. 9º del COT (“Los actos de los tribunales son públicos…”). Sin embargo, la estructura de
esos procedimientos, con actuaciones preponderantemente escritas y muy pocas audiencias orales y públicas, no conduce
naturalmente a que la comunidad conozca cómo se desarrollan los procesos ni las decisiones y fundamentos contenidos
en las sentencias que dictan los jueces. Lo anterior es sin perjuicio que cualquier persona distinta a las partes litigantes
y sus abogados, por regla general, pueda conocer el contenido de la carpeta electrónica de cada proceso civil a través del
portal web del Poder Judicial. La LTE en su art. 2º letra c) garantiza en favor de toda persona la publicidad de las
actuaciones de los tribunales por lo que “los sistemas informáticos que se utilicen para el registro de los procedimientos
judiciales deberán garantizar el pleno acceso de todas las personas a la carpeta electrónica en condiciones de igualdad”
y el propio CPC garantiza también la publicidad de la carpeta electrónica, a menos que la ley establezca lo contrario o
faculte al tribunal para restringir su publicidad en todo o parte (art. 29 inc. 2º).
Los procesos desarrollados por audiencias permiten un despliegue más amplio de la publicidad de las actuaciones judiciales.
Es por ello que el Código Procesal Civil Modelo para Iberoamérica en su Base Nº 20 proclama: “Debe procurarse la
efectiva realización de los principios de publicidad, inmediación y concentración; para ello la oralidad resulta el sistema

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más eficaz” y el Proyecto de Nuevo Código Procesal Civil para Chile (Bol. 8.197-07 de 2012) además de reiterar la norma
del art. 9º del COT, expresa en su art. 74 inc. 1º: “Publicidad. Las audiencias serán públicas. Cualquier persona
podrá asistir a ellas y los medios de comunicación social podrán fotografiar, filmar o transmitir la totalidad o partes de
las mismas”.
Con la finalidad de armonizar el cumplimiento del principio de publicidad de las actuaciones judiciales con el respeto a la
dignidad de las personas, la Corte Suprema aprobó por medio del Acta Nº 44 de 2022, de 15 de febrero, el Auto Acordado
sobre Publicidad de Sentencias y Carpetas Electrónicas. Esta norma dispone que las sentencias de todos los tribunales
del país deben ser incluidos en la base de datos jurisprudencial del Poder Judicial de forma íntegra y sin límite de tiempo,
a menos que se cumpla algún presupuesto que permita anonimizar total o parcialmente los datos en ellas contenidos para
evitar la revictimización o exposición innecesaria de involucrados en causas sensibles. Se dispone también la publicidad
de las carpetas electrónicas, regulando los casos en que la confidencialidad de ella está determinada por las materias sobre
las que versa el procedimiento (p. ej. causas de competencia de los tribunales de familia) y por la necesidad de proteger
datos personales resguardados en los presupuestos de anonimización.
13.2. Excepciones a la publicidad
El principio de publicidad admite excepciones, atendiendo a distintos aspectos, como la naturaleza de la materia que se
debate, las características de las partes en conflicto o las del órgano que ejerce jurisdicción:
1) Excepciones que se fundan en el interés de la moral, el orden público, la seguridad o el derecho al honor. La publicidad
de los procesos puede atenuarse por consideraciones de moral, orden público o seguridad nacional en una sociedad
democrática, o cuando lo exija el interés de la vida privada de las partes (art. 14 Nº 1 del PIDCP). Por ejemplo, el art.
289 del CPP faculta al tribunal para restringir la publicidad del juicio oral disponiendo medidas necesarias para preservar
la intimidad, el honor o la seguridad de cualquier persona que deba tomar parte en el juicio, contemplando sanciones
para quienes infrinjan tales medidas (art. 294 del CPP).
2) Excepciones fundadas en interés de la justicia. La publicidad de la actuación de los tribunales puede limitarse “en la
medida estrictamente necesaria (…) cuando por circunstancias especiales del asunto la publicidad pudiera perjudicar a
los intereses de la justicia”, según el art. 14 Nº 1 del PIDCP. A su turno la CADH reconoce: “El proceso penal debe ser
público, salvo en lo que sea necesario para preservar los intereses de la justicia” (art. 8.4).
La ley procesal chilena faculta al tribunal que conoce de un juicio penal para prohibir al fiscal y a los demás intervinientes
que formulen declaraciones o entreguen antecedentes a los medios de comunicación social durante el desarrollo de este,
cuando se pretenda, entre otros fines, evitar la divulgación de un secreto protegido por la ley (art. 289 letra c) del CPP).
En materias penales el secreto también puede fundarse en el tipo de delito que se investiga y juzga, con relación al
mejor resultado de la persecución penal. Ocurre así, por ejemplo, en la investigación de los delitos de tráfico ilícito de
estupefacientes (arts. 38 y ss. de la Ley Nº 20.000).
3) Excepciones fundadas en la materia del debate o la calidad de las personas que intervienen. La minoría de edad de
los intervinientes en un proceso puede conducir a exceptuar la regla de publicidad de este (art. 14 Nº 1 parte final del
PIDCP). Por esa razón, el art. 15 de la LJF autoriza a los jueces de familia, cuando se ponga gravemente en peligro el
derecho a la privacidad de las partes, especialmente si son niños, niñas y adolescentes, para “[i]mpedir el acceso u ordenar
la salida de personas determinadas de la sala donde se efectúa la audiencia” e “[i]mpedir el acceso del público en general
u ordenar su salida para la práctica de diligencias específicas”, medidas cuya infracción acarrean sanciones (art. 26 ter).
Hay excepciones a la publicidad fundadas también en la materia que es objeto del debate. Ocurre así, p. ej., en los juicios
sobre nulidad de matrimonio y divorcio (art. 86 de la Ley Nº 19.947 sobre Matrimonio Civil). Por su parte la Ley Nº
19.620 sobre adopción de menores contempla una norma que permite reservar todo el procedimiento de adopción, tanto
judicial como administrativo: “Todas las tramitaciones, tanto judiciales como administrativas y la guarda de documentos
a que dé lugar la adopción, serán reservadas, salvo que los interesados en su solicitud de adopción hayan requerido lo
contrario” (art. 28).

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4) Excepciones a la publicidad por la naturaleza del órgano jurisdiccional o de las actuaciones que realizan. Según ellas
no son públicas determinadas actuaciones de algunos tribunales de justicia:
a) Los acuerdos de las Cortes de Apelaciones se adoptan en privado (art. 81 del COT), estatuto que también se aplica
a los acuerdos que adopta la Corte Suprema (art. 104 del COT). La misma regla se aplica para las deliberaciones del
TJOP (art. 19 del COT).
b) El registro electrónico privado que los tribunales llevan debido a la facultad disciplinaria para castigar las faltas que
se cometan en los escritos (art. 531 Nº 2 del COT).
c) Determinadas piezas que por motivos fundados el tribunal ordene mantener en reserva “fuera del proceso”, no se
agregan a la carpeta electrónica (art. 34 del CPC).
d) En el proceso civil, las preguntas que una parte dirige en el contexto de la prueba confesional, contenidas en el “pliego
de posiciones”, se mantienen en reserva mientras la prueba no se desarrolle (art. 387 del CPC).
e) El fiscal del MP, en el ámbito de una investigación penal, puede decretar el secreto de determinadas actuaciones de
la investigación, con los límites que regula el art. 182 del CPP.
f) En materia penal el juicio oral es siempre público, a menos que el tribunal disponga determinadas medidas que
restrinjan la publicidad de la audiencia, conforme al ya citado art. 289 del CPP.

14. Principio de gratuidad


En Chile es el Estado quien soporta la remuneración de jueces y funcionarios de la administración de justicia, dado que
la función jurisdiccional es una prestación que otorga el Estado. Sin embargo, las partes deben asumir en algunos casos
el pago de los gastos que benefician a algunos funcionarios auxiliares de la administración de justicia, como receptores
judiciales, notarios públicos, conservadores y archiveros, además del pago de algunas obligaciones contraídas con la
contraparte (p. ej. garantías que se hacen efectivas), de terceros (p. ej. honorarios de peritos) y el propio erario fiscal (p.
ej. algunas multas).
Distinto es el caso en que las partes acuden a un juez no funcionario, es decir un juez privado, activando algún mecanismo
de justicia arbitral (p. ej. un compromiso), en cuyo caso deben costear los honorarios del árbitro.
14.1. Las costas del juicio
Las partes pueden ser obligadas a sufragar las costas del juicio. En general, las costas pueden definirse como los “[g]astos
realizados con ocasión del juicio y, en sentido amplio, también los honorarios del abogado y procurador y la retribución
de otras actuaciones” (RAE, 2017, p. 665) y pueden distinguirse las costas procesales de las costas personales.
El juez tiene facultades para determinar cuál de las partes, si no ambas, debe soportar el pago de las costas de la causa,
sean procesales o personales. Las costas procesales son los gastos causados en la formación del proceso por la intervención
de auxiliares de la administración de justicia (p. ej. las notificaciones practicadas por los receptores judiciales, las
certificaciones hechas por los notarios), mientras que las personales son las originadas por los servicios prestados por los
abogados y demás personas que intervienen en el juicio (p. ej. los peritos).
La ley regula en los arts. 138 y ss. del CPC el incidente sobre costas y constituye un “mecanismo para resarcirse de todos
esos desembolsos, y que en el fondo significan que la parte que incurrió en ellos puede ser restituida o reembolsada por la
parte contraria si efectivamente ha sido condenada en costas” (Figueroa y Morgado, 2013b, p. 259, destacado nuestro),
siendo la regla general que la parte que resulte totalmente vencida en el juicio o en un incidente sea condenada al pago
de las costas.
Por excepción los litigantes pueden estar eximidos del pago de las costas de la causa y ello ocurre en tres situaciones:
a) Cuando el juez considera que el litigante, no obstante haber sido totalmente vencido en el juicio, “ha tenido motivos
plausibles para litigar” (art. 144 del CPC);

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b) En la segunda instancia la Corte puede eximir del pago de las costas a la parte contra quien se dicte sentencia,
debiendo expresar “los motivos especiales que autoricen la exención” (art. 145); y,
c) El tribunal puede eximir del pago de las costas cuando la parte que litiga goza de “privilegio de pobreza”.
14.2. El privilegio de pobreza
El privilegio de pobreza en materia procesal puede tener diversas fuentes. Por una parte, se presume legalmente pobre
al litigante preso que solicita el privilegio, ya sea que se encuentre condenado o sujeto a un proceso pendiente (art.
593 del COT). También existe presunción legal de pobreza respecto de las personas representadas judicialmente por
las instituciones destinadas a prestar en Chile asistencia jurídica y judicial gratuita, como la Corporación de Asistencia
Judicial (art. 600 del COT).
Por otra parte, el privilegio de pobreza, cuando no es presumido legalmente, puede ser declarado judicialmente por el
tribunal que conozca del asunto en primera o única instancia (art. 591 del COT), por medio del incidente que se haya
regulado en los arts. 129 y ss. del CPC.
14.3. La asistencia letrada gratuita en Chile
La gratuidad es un principio que garantiza el debido acceso a la justicia de todas las personas (Pereira, 1996, pp. 284 y
285), por lo que es reconocida también como garantía del debido proceso (art. 8 Nº 2 letra e) de la CADH y art. 14 Nº 3
letra h) del PIDCP). Se trata de un derecho de naturaleza prestacional y de configuración legal, que contiene un núcleo
irreductible que implica “que la justicia gratuita debe reconocerse a quienes no pueden hace frente a los gastos originados
por el proceso sin dejar de atender a sus necesidades vitales y a las de su familia, al objeto de que nadie quede privado
del acceso a la justicia por falta de recursos económicos” (Picó, 2012, p. 70).
El problema del acceso a la justicia y cómo la falta de recursos económicos puede impedir su pleno ejercicio, ha sido de
preocupación para los gobiernos de nuestra región. Las “Reglas de Acceso a la Justicia de las Personas en Condición
de Vulnerabilidad”, o “100 Reglas de Brasilia” (XIV Cumbre Judicial Iberoamericana, Brasilia, 2008) disponen: “Se
promoverán acciones destinadas a garantizar la gratuidad de la asistencia técnico-jurídica de calidad a aquellas personas
que se encuentran en la imposibilidad de afrontar los gastos con sus propios recursos y condiciones” (Regla 31).
En Chile, con la reforma introducida por la Ley Nº 20.516 (2011), la CPR dio un paso importante en el reconocimiento
del derecho de defensa letrada en favor de las víctimas de delitos y expresamente como un “derecho irrenunciable” en
favor del imputado (art. 19 Nº 3 incs. 3º y 4º constitucional).
¿Qué instituciones otorgan en Chile asistencia jurídica gratuita?
En Chile el Estado otorga esta asistencia a través de diversas instituciones:
1) La más tradicional es la Corporación de Asistencia Judicial, institución pública dependiente del Ministerio de Justicia
y cuya función principal es defender en juicio los intereses de los justiciables que carezcan de medios para pagar un
abogado, en asuntos civiles, de familia y otros que encomienda la ley (Ley Nº 17.995, de 1981). Presta diversos servicios
de defensa letrada, directamente o por medio de convenios con otras instituciones públicas (Larroucau, 2020, pp. 359 y
ss.)
2) En asuntos laborales, el Estado garantiza la asistencia letrada a través de la Defensoría Laboral, dependiente de la
Corporación de Asistencia Juridicial, que otorga asistencia jurídica a los trabajadores de escasos recursos afectados por
algún conflicto con su empleador o que requieran la tutela jurisdiccional de otros derechos o intereses de índole laboral o
previsional.
3) Para los asuntos penales la Defensoría Penal Pública, creada por la Ley Nº 19.718 (2001), es el órgano dependiente
del Ministerio de Justicia que tiene por finalidad “proporcionar defensa penal a los imputados o acusados por un crimen,
simple delito o falta que sea competencia de un juzgado de garantía o de un tribunal de juicio oral en lo penal y de las
respectivas Cortes, en su caso, y que carezcan de abogado” (art. 2). En este sentido, se manifiesta el rol subsidiario
del Estado. Los servicios que presta la Defensoría Penal Pública son, por regla general, gratuitos, a menos que el

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usuario disponga de recursos económicos para pagar la defensa total o parcialmente. En estos casos, la institución cobra,
proporcionalmente, un arancel fijado anualmente por la misma (arts. 36 y 37 Ley Nº 19.718).
Crónica
FUENTE: SITIO WEB MINISTERIO DE JUSTICIA — 9 de octubre de 2020
Programa Mi Abogado alcanza cobertura nacional, y espera atender al 80% de los niños, niñas y adolescentes que están
en residencias y familias de acogida en 2020
Esta mañana el Ministro de Justicia y Derechos Humanos, Hernán Larraín, visitó las nuevas oficinas del Programa Mi
Abogado de la Región Metropolitana, ubicadas en calle Miraflores, en Santiago Centro.
¿El motivo? Esta iniciativa, que busca dar una representación jurídica especializada a los niños, niñas y adolescentes en
situación de vulnerabilidad, alcanzó la meta de tener cobertura a nivel nacional desde este mes de octubre.
El Programa Mi Abogado nació como un piloto en el año 2017, en Tarapacá, Valparaíso, RM, Biobío y Ñuble. En 2018
se constituyó formalmente, y 2019, sumó cobertura en las regiones de Arica y Parinacota, Maule, Los Ríos, Aysén y
Magallanes; para luego, desde el 01 de octubre de 2020, tener despliegue en todo el país, con un total 19 oficinas y 285
profesionales.
En concreto, lo que hace el Programa Mi Abogado, es ofrecer una defensa jurídica especializada para niños, niñas y
adolescentes que se encuentran en modalidades alternativas de cuidado, incluyendo a los ingresados en todo tipo de
residencias, así como los que están junto a familias de acogida externas y extensas.
Hasta el mes julio de 2020, el Programa ha atendido a un total de 6.821 niños, niñas y adolescentes. La proyección es
que, a fines de este año, se alcanzará a dar cobertura al 80% de los niños, niñas y adolescentes en cuidados alternativos
que existen en Chile (esto es aproximadamente 8.473 NNA).

ACTIVIDADES DE APLICACIÓN
1. Averigüe qué garantías del debido proceso se consagran expresamente en la CADH.
2. Indague qué propuestas se discuten en Chile sobre el sistema de nombramiento de los jueces y en qué modelo o
modelos se inspiran.
3. Argumente: ¿Qué fuerzas o grupos no formales de la sociedad podrían afectar la independencia de los jueces?
4. Identifique las principales figuras de prevaricación judicial que regulan los arts. 223 a 225 del CP.
5. Investigue qué casos de acusación constitucional, por notable abandono de sus deberes, se han promovido en Chile
contra ministros de algún Tribunal Superior de Justicia, desde 1990 a la fecha y cuál ha sido su resultado.
6. Analice cómo el principio de inamovilidad de los jueces se vincula con el de responsabilidad.
7. Investigue cómo se vincula el principio de inexcusabilidad con el deber de los jueces de motivar sus fallos.
8. Analice cuáles son los fundamentos que justifican la reconocimiento legal y constitucional en Chile del principio de
inavocabilidad.
9. Investigue en qué causas vigentes se ha acudido en Chile a la figura del ministro en visita y por qué razón(es) se
justifica.
10. Investigue cómo y con qué estándares se reconoce el derecho al recurso en los pactos internacionales de derechos
humanos, como el PIDCP y la CADH.
11. Desde el punto de vista de sus potestades para actuar de oficio, investigue qué modelo de juez adopta el último
Proyecto de Código Procesal Civil para Chile.

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12. Investigue en qué consisten las instituciones de la cautela de garantías (art. 10 CPP) y del amparo ante el juez de
garantía (art. 95 CPP); en ambos casos, qué modelo de juez adopta el sistema procesal penal chileno.
13. Investigue cuántos tribunales de primer grado existen en la región donde usted vive, cuál es su asiento y cuál es su
territorio jurisdiccional.
14. Investigue qué significado se da hoy al concepto de cooperación judicial internacional y qué instrumentos suscritos
por Chile y vigentes se refieren a ella.
15. Investigue qué servicios otorga en Chile la Corporación de Asistencia Judicial y de qué otra manera el Estado
garantiza la asistencia jurídica gratuita.

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Público, Nº 83, pp. 167-181.

ABREVIATURAS:

Siglas y abreviaturas

AA Auto acordado
art. / arts. artículo(s)
Bol. Boletín
CADH Convención Americana de Derechos Humanos
Cap. Capítulo(s)
CC Código Civil
CdPP Código de Procedimiento Penal
CdT Código del Trabajo
CEDH Convenio Europeo de Derechos Humanos
CIDH Comisión Interamericana de Derechos Humanos
cons. considerando(s)
CorteIDH Corte Interamericana de Derechos Humanos
COT Código Orgánico de Tribunales
CP Código Penal
CPC Código de Procedimiento Civil
CPP Código Procesal Penal
CPR Constitución Política de la República
CTrib Código Tributario
DFL Decreto con fuerza de ley
DL Decreto ley
DPEJ Diccionario Panhispánico del Español Jurídico

45
DS Decreto Supremo
DUDH Declaración Universal de Derechos Humanos
inc. / incs. inciso(s)
LERL Ley sobre Efecto Retroactivo de las Leyes
LTE Ley N° 20.886 (ley de tramitación electrónica)
LJF Ley N° 19.968 (ley sobre Juzgados de Familia)
MP Ministerio Público
OC Opinión Consultiva
OJV Oficina Judicial Virtual
ONU Organización de las Naciones Unidas
p. ej. por ejemplo
pf. párrafo(s)
PIDCP Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
p. / pp. página(s)
RDJ Revista de Derecho y Jurisprudencia
SCA Sentencia de la Corte de Apelaciones
SCS Sentencia de la Corte Suprema
ss. siguientes
STC Sentencia del Tribunal Constitucional
TC Tribunal Constitucional
TDLC Tribunal de Defensa de la Libre Competencia
TEDH Tribunal Europeo de Derechos Humanos
TJOP Tribunal(es) de Juicio Oral en lo Penal
v. gr. verbigracia
vs. versus

INDICE:

Índice

Siglas y abreviaturas ................................................................................................................ 17


Prólogo ..................................................................................................................................... 19

Capítulo I
Introducción y fuentes del Derecho procesal

46
1. Concepto de Derecho procesal.................................................................................. 23
2. Características y elementos esenciales................................................................... 26
2.1 El Derecho procesal como rama del Derecho público............................................. 26
2.2 El Derecho procesal como Derecho adjetivo........................................................... 28
2.3 El Derecho procesal y su rol instrumental y autónomo........................................... 29
3. Clasificación del Derecho procesal.......................................................................... 30
3.1 Derecho procesal civil y penal................................................................................. 31
3.2..... Derecho procesal orgánico y funcional................................................................... 32
4. Relación con otras ramas del Derecho................................................................... 34
5. Fuentes del Derecho procesal.................................................................................... 40
5.1 Las fuentes directas o inmediatas........................................................................... 41
5.1.1 La Constitución Política de la República.................................................... 41
5.1.2 Los tratados internacionales..................................................................... 44
5.1.3 La ley procesal........................................................................................... 46
5.1.4 Los autos acordados.................................................................................. 47
5.2 Las fuentes indirectas o mediatas........................................................................... 48
5.2.1 La jurisprudencia de los tribunales de justicia........................................... 48
5.2.2 La dogmática jurídica................................................................................. 51
5.2.3 La costumbre jurídica procesal (o usos forenses)..................................... 53
5.2.4 El Derecho extranjero o comparado......................................................... 55
6. Tratamiento del conflicto y vías de solución....................................................... 56
6.1 La autotutela........................................................................................................... 60
6.2 La autocomposición................................................................................................. 61
6.2.1 La transacción............................................................................................ 64
6.2.2 La conciliación........................................................................................... 65
6.2.3 El avenimiento........................................................................................... 68
6.2.4 La mediación............................................................................................. 69
6.3 La heterocomposición............................................................................................. 71
Actividades de aplicación.................................................................................................................. 74

Capítulo II
La ley procesal
1. Generalidades................................................................................................................. 75
2. Concepto y clasificación.............................................................................................. 76
2.1 Las normas procesales orgánicas............................................................................. 78

47
2.2 Las normas procesales funcionales......................................................................... 79
3. Efectos de la ley procesal chilena............................................................................ 81
3.1 La ley procesal en el tiempo.................................................................................... 81
3.2 La ley procesal en el territorio................................................................................. 88
4. Interpretación e integración de la ley procesal................................................... 99
4.1 Nociones generales................................................................................................. 99
4.2 Interpretación de la ley procesal y los métodos de interpretación......................... 101
4.3 Integración de la ley procesal.................................................................................. 105
Actividades de aplicación.......................................................................................................... 108

Capítulo III
La jurisdicción
1. Generalidades................................................................................................................. 109
1.1 Una primera aproximación a la jurisdicción............................................................ 109
1.1.1 La jurisdicción como potestad pública...................................................... 110
1.1.2 La jurisdicción como deber........................................................................ 111
1.1.3 El énfasis en la función.............................................................................. 111
1.1.4. En una dimensión orgánica....................................................................... 112
1.1.5 La perspectiva de la adjudicación.............................................................. 113
1.2 Definiciones de jurisdicción..................................................................................... 113
1.3 Características de la jurisdicción.............................................................................. 117
1.3.1 Tiene fuente constitucional....................................................................... 118
1.3.2 Es un concepto unitario............................................................................. 119
1.3.3 Su ejercicio es eventual............................................................................. 120
1.3.4 Es exclusiva e indelegable......................................................................... 121
1.3.5 Es irrenunciable e improrrogable.............................................................. 122
1.3.6 Su ejercicio produce cosa juzgada............................................................. 123
1.4. Naturaleza jurídica de la jurisdicción....................................................................... 125
1.4.1 Teorías subjetivas...................................................................................... 126
1.4.2 Teorías objetivas....................................................................................... 127
1.4.3 Teoría de la sustitución............................................................................. 130
1.4.4 La jurisdicción como satisfacción de pretensiones.................................... 132
2. Jurisdicción, acción y proceso................................................................................... 133
2.1 La acción.................................................................................................................. 134
2.1.1 Doctrinas tradicionales acerca de la naturaleza jurídica de la acción....... 134

48
2.1.1.1 Doctrinas monistas..................................................................... 135
2.1.1.2 Doctrinas dualistas: la autonomía de la acción.......................... 136
a) El dualismo concreto o acción en sentido concreto............. 137
b) El dualismo abstracto o acción en sentido abstracto........... 137
2.1.2 Concepción actual: la acción como derecho fundamental........................ 138
2.1.3 Consagración del derecho de acción......................................................... 140
2.1.4 Contenido del derecho de acción.............................................................. 141
2.1.5 La pretensión............................................................................................. 144
2.1.5.1 Nociones de pretensión............................................................. 144
2.1.5.2 Elementos de la pretensión....................................................... 146
2.1.5.3 Clasificaciones de la pretensión................................................. 146
2.1.6 El derecho de contradicción...................................................................... 148
2.1.6.1... El derecho constitucional de defensa........................................ 148
2.1.6.2... El ejercicio del derecho de contradicción.................................. 149
2.2 El proceso................................................................................................................ 151
2.2.1 Definiciones de proceso............................................................................ 151
2.2.2 Elementos constitutivos del proceso........................................................ 153
2.2.2.1 El elemento subjetivo................................................................ 153
a) Las partes............................................................................. 153
b) Los tribunales de justicia...................................................... 154
2.2.2.2 El elemento objetivo o contienda jurídica................................. 154
2.2.3 Naturaleza jurídica del proceso................................................................. 155
2.2.3.1 Doctrinas privatistas................................................................... 156
2.2.3.2 Teoría de la relación jurídica procesal....................................... 157
2.2.3.3 Teoría de la situación jurídica.................................................... 159
2.2.3.4 Teoría del proceso como institución.......................................... 162
2.2.4 Proceso y conceptos afines....................................................................... 164
2.2.4.1 Procedimiento............................................................................ 164
2.2.4.2 Juicio.......................................................................................... 164
2.2.4.3 Expediente................................................................................. 166
2.2.4.4 Debido proceso.......................................................................... 166
2.3 La jurisdicción y el proceso en el Estado Constitucional de Derecho...................... 167
3. Contenido y clasificación de la jurisdicción.......................................................... 168
3.1 El contenido de la jurisdicción................................................................................. 168
3.2 Clasificación de la jurisdicción................................................................................. 169

49
4. Facultades conexas a la jurisdicción....................................................................... 170
4.1 Facultades conservadoras....................................................................................... 170
4.2 Facultades disciplinarias.......................................................................................... 171
4.3 Facultades económicas............................................................................................ 172
5. Los momentos jurisdiccionales................................................................................. 173
5.1 El conocimiento....................................................................................................... 173
5.2 El juzgamiento......................................................................................................... 175
5.3 La ejecución o cumplimiento................................................................................... 179
6. Los límites a la jurisdicción........................................................................................ 181
6.1 Límites externos...................................................................................................... 181
6.1.1 La jurisdicción de otros Estados o límites externos internacionales......... 181
6.1.2 Las atribuciones de los demás poderes del Estado o límites externos constitucionales..................................................................
183
6.2 Límites internos....................................................................................................... 184
6.3 Límite temporal....................................................................................................... 185
7. Los equivalentes jurisdiccionales............................................................................. 186
7.1 Definición y naturaleza............................................................................................ 186
7.2 Clasificación............................................................................................................. 186
7.3 Los equivalentes en particular................................................................................. 187
7.3.1 Equivalentes en sede extraprocesal.......................................................... 187
7.3.1.1 La transacción............................................................................ 187
7.3.1.2 La sentencia extranjera.............................................................. 188
7.3.2 Los equivalentes en sede procesal............................................................ 191
7.3.2.1 La conciliación............................................................................ 192
7.3.2.2 El avenimiento........................................................................... 193
7.3.2.3 El sobreseimiento definitivo...................................................... 194
8. Actos judiciales no contenciosos............................................................................. 196
8.1 Cuestiones acerca de la nomenclatura.................................................................... 196
8.2 Definición................................................................................................................. 197
8.3 Naturaleza jurídica................................................................................................... 198
8.4 Criterios para distinguir entre la jurisdicción contenciosa y la no contenciosa....... 199
8.5 Normas aplicables a estos asuntos.......................................................................... 201
8.6 Características más relevantes de los actos judiciales no contenciosos.................. 202
8.7 Clasificación de los actos de jurisdicción no contenciosa........................................ 204
Actividades de aplicación.......................................................................................................... 206

50
Capítulo IV
Bases de la Administración de Justicia
1. Generalidades................................................................................................................. 207
2. Principio de legalidad................................................................................................... 207
2.1 La legalidad del tribunal.......................................................................................... 207
2.1.1 Sentido y alcance....................................................................................... 207
2.1.2 El derecho al juez natural.......................................................................... 209
2.1.2.1 El juzgamiento por tribunales militares..................................... 209
2.1.2.2 Derecho al juez natural y la presencia de aforados................... 210
2.1.2.3 Compatibilidad con la justicia especializada.............................. 210
2.2 La legalidad del juzgamiento: la garantía del debido proceso................................. 211
2.2.1 Reconocimiento y contenido..................................................................... 211
2.2.2 El derecho al debido proceso en el sistema nacional................................ 213
2.2.3 Tutela judicial y debido proceso................................................................ 215
2.2.4 Debido proceso en el proceso penal......................................................... 216
3. Principio de independencia.......................................................................................... 217
3.1 Independencia orgánica e independencia funcional............................................... 219
3.2 Dimensión positiva y dimensión negativa de la independencia judicial................. 219
3.3 Independencia interna e independencia externa.................................................... 220
3.4 Independencia judicial y sistema de nombramiento de los jueces......................... 222
4. Principio de imparcialidad........................................................................................... 224
4.1 Imparcialidad subjetiva e imparcialidad objetiva.................................................... 225
4.2 Imparcialidad judicial e independencia institucional.............................................. 227
4.3 La imparcialidad y su protección en el sistema chileno........................................... 227
5. Principio de responsabilidad....................................................................................... 230
5.1 Tipos de responsabilidad judicial............................................................................. 230
5.1.1 Responsabilidad disciplinaria.................................................................... 230
5.1.1.1 La queja disciplinaria................................................................. 231
5.1.1.2 Recurso de queja........................................................................ 231
5.1.2 Responsabilidad penal o criminal.............................................................. 233
5.1.3 Responsabilidad civil................................................................................. 235
5.1.4 Responsabilidad política o constitucional................................................. 235
5.2 Responsabilidad de los jueces y gobierno judicial................................................... 236
6. Principio de inamovilidad............................................................................................ 239

51
6.1 Casos de amovilidad................................................................................................ 239
6.2 Otros casos de cesación del cargo........................................................................... 241
7. Principio de inexcusabilidad........................................................................................ 242
8. Principio de inavocabilidad......................................................................................... 244
8.1 Inavocabilidad interna e inavocabilidad externa..................................................... 244
8.2 Excepciones............................................................................................................. 244
9. Principio de gradualidad............................................................................................. 244
9.1 Elementos que lo configuran................................................................................... 245
9.1.1 La jerarquía................................................................................................ 245
9.1.2 La instancia................................................................................................ 246
9.2 Unidad o pluralidad de instancias y derecho al recurso.......................................... 247
10. Principio de pasividad................................................................................................... 249
10.1 El principio de pasividad en el sistema nacional..................................................... 250
10.2 Casos de excepción al principio............................................................................... 251
10.3 El principio de pasividad en las reformas al proceso civil chileno........................... 252
11. Principio de territorialidad........................................................................................ 253
11.1 El territorio jurisdiccional........................................................................................ 253
11.2 Excepciones al principio de la territorialidad.......................................................... 255
12. Principio de sedentariedad.......................................................................................... 256
12.1 Excepciones a la sedentariedad............................................................................... 257
12.2 Los deberes de residencia y asistencia.................................................................... 257
12.2.1 Excepciones a los deberes de residencia y asistencia............................... 258
12.2.2 Los deberes de residencia y asistencia durante la crisis sanitaria por covid-19 y las reacciones del sis-
tema.............................................................................. 258
13. Principio de publicidad................................................................................................. 262
13.1 Publicidad en los procedimientos reformados y las audiencias.............................. 263
13.2. Excepciones a la publicidad..................................................................................... 264
14. Principio de gratuidad................................................................................................. 266
14.1 Las costas del juicio................................................................................................. 266
14.2 El privilegio de pobreza........................................................................................... 267
14.3 La asistencia letrada gratuita en Chile..................................................................... 267
Actividades de aplicación.......................................................................................................... 270

Capítulo V
La competencia

52
1. Sobre el concepto de competencia............................................................................ 271
2. Clasificación de la competencia................................................................................ 274
2.1 Atendiendo a los factores o elementos que sirven para establecer el tribunal que debe conocer y fallar un asunto de-
terminado: competencia absoluta y relativa.........................................................................................................................
275
2.2 Atendiendo a la fuente de donde emana la competencia del tribunal para conocer y resolver un asunto: competencia
natural y prorrogada................................................................................................................... 276
2.3 Atendiendo a si la competencia ha sido otorgada directamente por la ley o las partes, o proviene de otro tribunal:
competencia propia y delegada....................................................................................................................... 277
2.4 Atendiendo al ámbito de materias sobre las que tiene competencia el tribunal: competencia común y espe-
cial............................................................................... 278
2.5 Atendiendo a si existe solo un tribunal competente para conocer y fallar un asunto específico o hay varios que potencial-
mente podrían hacerlo: competencia privativa (o exclusiva) y acumulativa (o preventiva)..................................................................
280
2.6 Atendiendo a la instancia, etapa o grado del proceso en que el tribunal tiene competencia para conocer del asunto: com-
petencia en única, primera o segunda instancia.................................................................................................................. 281
2.7 Atendiendo a si en el asunto sometido al tribunal existe o no contienda entre partes: competencia contenciosa y no
contenciosa......................................................................................................................... 282
3. Reglas generales de la competencia.................................................................................... 283
3.1 Regla de la prevención............................................................................................ 284
3.2 Regla de la radicación o fijeza.................................................................................. 285
3.3 Regla de la extensión............................................................................................... 290
3.4 Regla del grado........................................................................................................ 291
3.5 Regla de la ejecución............................................................................................... 293
4. Competencia absoluta.......................................................................................................... 296
4.1 Fuero........................................................................................................................ 297
4.1.1 Clasificación del fuero............................................................................... 299
4.1.2 Cuestiones particulares sobre el fuero...................................................... 301
4.2 Cuantía..................................................................................................................... 303
4.2.1 Cuantía de asuntos civiles......................................................................... 304
4.2.2 Cuantía de asuntos penales....................................................................... 307
4.2.3 Influencia de la cuantía como factor de competencia absoluta................ 307
4.3 Materia.................................................................................................................... 309
5. Competencia relativa................................................................................................... 313
5.1 Competencia relativa en asuntos civiles contenciosos............................................ 314
5.2 Competencia relativa en asuntos civiles no contenciosos....................................... 319
5.3 Competencia relativa en asuntos penales............................................................... 322

53
5.4 Algunas reglas de competencia relativa en otras disciplinas................................... 324
6. Reglas de distribución de causas (y los turnos).................................................... 326
6.1 Excepciones a las reglas de distribución de causas................................................. 329
6.2. Otros mecanismos de distribución de causas.......................................................... 330
7. Prórroga de competencia........................................................................................... 332
8. La competencia civil de los tribunales penales...................................................... 336
9. Cuestiones y contiendas de competencia................................................................ 338
9.1 Contienda generada entre tribunales ordinarios (art. 190 del COT)....................... 339
9.2 Contienda producida entre tribunales especiales, o entre estos y tribunales ordinarios (art. 191 del COT).....................................
340
9.3 Contiendas entre tribunales y autoridades políticas o administrativas .................. 340
Actividades de aplicación.......................................................................................................... 342

Capítulo VI
Tribunales de Justicia
1. Concepto y nociones generales................................................................................. 345
2. Clasificación de los tribunales de justicia.............................................................. 345
2.1 De acuerdo con lo previsto en el art. 5º del COT (o según su naturaleza): ordinarios, arbitrales y espe-
ciales............................................................................................. 345
2.2 En atención a si los jueces son o no abogados: letrados y legos............................. 348
2.3 Según si deben o no emplear normas jurídicas para la tramitación y resolución del asunto: tribunales de Derecho y
de equidad........................................................................ 348
2.4 Según si la decisión jurisdiccional es adoptada por uno o varios jueces: tribunales unipersonales y colegia-
dos...................................................................................... 349
2.5 Según si están o no permanentemente en funciones (o según su estabilidad): tribunales accidentales y tribunales
permanentes................................................................... 350
2.6 Según su jerarquía: tribunales superiores e inferiores............................................ 351
3. Análisis particular de los tribunales de justicia................................................... 351
3.1 Juzgados de Letras................................................................................................... 351
3.1.1 Funcionamiento........................................................................................ 353
3.1.2 Nombramiento de los jueces de letras...................................................... 353
3.1.3 Inhabilidades e incompatibilidades........................................................... 354
3.1.4 Subrogación............................................................................................... 355
3.1.5 Deberes y prohibiciones de los jueces de letras....................................... 356
3.1.6 Materias que están dentro de la competencia del juzgado de letras....... 357
3.2 Juzgados de Garantía............................................................................................... 359

54
3.2.1 Funcionamiento........................................................................................ 359
3.2.2 Nombramiento, inhabilidades e incompatibilidades................................ 361
3.2.3 Subrogación............................................................................................... 362
3.2.4 Deberes y prohibiciones de los jueces de garantía................................... 363
3.2.5 Materias que conocen los juzgados de garantía....................................... 363
3.3 Tribunales de Juicio Oral en lo Penal....................................................................... 364
3.3.1 Funcionamiento........................................................................................ 364
3.3.2 Nombramiento, inhabilidades e incompatibilidades................................ 366
3.3.3 Subrogación............................................................................................... 367
3.3.4 Deberes y prohibiciones de los jueces del tribunal de juicio oral en lo penal ............................................................................
367
3.3.5 Materias que conocen los tribunales de juicio oral en lo penal................ 368
3.4 Juzgados de Familia................................................................................................. 368
3.4.1 Funcionamiento........................................................................................ 370
3.4.2 Nombramiento, inhabilidades e incompatibilidades................................ 370
3.4.3 Subrogación............................................................................................... 371
3.4.4 Deberes y prohibiciones de los jueces de familia...................................... 371
3.4.5. Materias que conoce el juzgado de familia............................................... 371
3.5 Juzgados de Letras del Trabajo................................................................................ 374
3.5.1 Funcionamiento........................................................................................ 375
3.5.2 Nombramiento, inhabilidades e incompatibilidades................................ 375
3.5.3 Subrogación............................................................................................... 376
3.5.4 Deberes y prohibiciones de los jueces de letras del trabajo..................... 376
3.5.5 Materias que conocen los juzgados de letras del trabajo......................... 376
3.6 Juzgados de Cobranza Laboral y Previsional............................................................ 377
3.6.1 Funcionamiento........................................................................................ 377
3.6.2 Nombramiento, inhabilidades e incompatibilidades y subrogación......... 379
3.6.3 Deberes y prohibiciones de los jueces de los juzgados de cobranza laboral y previsional...............................................................
379
3.6.4 Materias que conocen los juzgados de cobranza laboral y previsional..... 379
3.7 Tribunales unipersonales de excepción................................................................... 380
3.7.1 Funcionamiento........................................................................................ 380
3.7.2 Materias que conocen los tribunales unipersonales de excepción........... 380
3.8 Cortes de Apelaciones............................................................................................. 383
3.8.1 Funcionamiento........................................................................................ 384

55
3.8.2 Nombramiento.......................................................................................... 390
3.8.3 Inhabilidades e incompatibilidades........................................................... 390
3.8.4 Subrogación............................................................................................... 391
3.8.5 Deberes y prohibiciones de los ministros de Corte de Apelaciones.......... 391
3.8.6 Materias que conocen las Cortes de Apelaciones..................................... 392
3.9 Corte Suprema......................................................................................................... 396
3.9.1 Funcionamiento........................................................................................ 398
3.9.2 Nombramiento.......................................................................................... 399
3.9.3 Inhabilidades e incompatibilidades........................................................... 400
3.9.4 Subrogación............................................................................................... 400
3.9.5 Deberes y prohibiciones de los ministros de Corte Suprema.................... 401
3.9.6 Materias que conoce la Corte Suprema.................................................... 401
3.10 Tribunales arbitrales................................................................................................ 404
3.10.1 Clasificación............................................................................................... 406
3.10.2 Nombramiento.......................................................................................... 407
3.10.3 Inhabilidades e incompatibilidades........................................................... 409
3.10.4 Materias que están dentro de la competencia de los tribunales arbitrales ...........................................................................
410
4. Auxiliares de la administración de justicia............................................................. 411
4.1 Fiscalía Judicial......................................................................................................... 412
4.1.1 Nombramiento.......................................................................................... 413
4.1.2 Funciones de los fiscales judiciales............................................................ 413
4.2 Defensores públicos................................................................................................ 415
4.2.1 Nombramiento.......................................................................................... 415
4.2.2 Funciones de los defensores públicos....................................................... 415
4.3 Relatores.................................................................................................................. 416
4.3.1 Nombramiento.......................................................................................... 417
4.3.2 Funciones de los relatores......................................................................... 417
4.4 Los Secretarios......................................................................................................... 418
4.4.1 Nombramiento.......................................................................................... 418
4.4.2 Funciones.................................................................................................. 418
4.5 Los administradores de tribunales.......................................................................... 420
4.5.1 Nombramiento.......................................................................................... 420
4.5.2 Funciones de los administradores de tribunales....................................... 421
4.6 Receptores............................................................................................................... 422

56
4.6.1 Nombramiento.......................................................................................... 422
4.6.2 Funciones de los receptores...................................................................... 422
4.7 Procuradores del número........................................................................................ 423
4.7.1 Nombramiento.......................................................................................... 423
4.7.2 Funciones del procurador del número...................................................... 423
4.8 Notarios................................................................................................................... 424
4.8.1 Nombramiento.......................................................................................... 425
4.8.2 Funciones de los notarios.......................................................................... 425
4.9 Conservadores......................................................................................................... 426
4.9.1 Nombramiento.......................................................................................... 426
4.9.2 Funciones de los conservadores................................................................ 426
4.10 Archiveros................................................................................................................ 427
4.10.1 Nombramiento.......................................................................................... 427
4.10.2 Funciones de los archiveros...................................................................... 427
4.11 Consejos técnicos.................................................................................................... 428
4.11.1 Nombramiento.......................................................................................... 428
4.11.2 Funciones del consejo técnico................................................................... 429
4.12 Bibliotecarios judiciales........................................................................................... 429
Actividades de aplicación.......................................................................................................... 430
Bibliografía citada .................................................................................................................... 433

Tirant Lo Blanch 2023

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